HISTORIA
DE CHILE.
TOMO SEGUNDO.
HISTORIA.
TE 0 mn ” cds pe. A e TS
HISTORIA
FISICA Y POLITICA
DE CHIL
SEGUN DOCUMENTOS ADQUIRIDOS EN ESTA REPUBLICA
DURANTE DOCE AÑOS DE RESIDENCIA EN ELLA
Y PUBLICADA
BAJO LOS AUSPICIOS DEL SUPREMO GOBIERNO
POR CLAUDIO GAY
CIUDADANO CHILENO,
INDIVIDUO DE VARIAS SOCIEDADES CIENTIFICAS NACIONALES Y ESTRANGERAS,
CABALLERO DE LA LEGION DE HONOR.
TOMO SEGUNDO.
-
HISTORIA.
PARIS
EN CASA DEL AUTOR.
EN EL MUSEO DE HISTORIA NATURAL DE SANTIAGO
MDCCCXLY
Mo. Bot.Garuen
19085
HISTORIA
DE CHILE.
CAPITULO PRIMERO.
Lig-Lemu en Htata, — Marcik Pedro Balsa contra ese nuevo jefe, y sale
de el qt en persona y destruye á Lig-Lemu
que muere en. la. contienda. — Se traslada el gobernador á Santiago. —
Aporta á Coquimbo Jerónimo de cal Llega á Santiago. — Rodrigo
de Quiroga entra en el gobierno de Chile, prende á Villagra y le envia al
Perú. > $
(15641565. )
Torva faz vuelve la fortuna á las armas de los Indios,
pero ni por eso han de callar, pues menos dura lei es
la muerte que el cautiverio, y de las cenizas de los hi-
Jos del sacudido pueblo otros nuevos adalides se levan-
tan para hacer una guerra de perpetua duracion, 6
que, si á fin ha de llegar, con el sello de una gloriosa
y absoluta independencia sea.
Apenas con tiempo Pedro de Villagra para reparar
que puede espaciarse por los campos de Concepcion ,
libres ya de los batallones que en tan estremoso aprieto
la tuvieron, cuando se le trae la noticia de que un muy
considerable número de Cuyunchos (1), á las órdenes
(1) Tribus cuyo orijen se ha perdido en el trascurso del tiempo,
6 HISTORIA DE CHILE.
del capitan Lig-Lemu, corrian arrasando las provincias
de Itata y de Chillan, cuyos naturales se iban suble-
vando tambien. Concurrió Pedro Balsa con cuarenta
caballos al teatro de la insurreceion, por mandato del
gobernador, y comenzó á ejercitar en los campos un
destemplado furor, ya que ni un solo hombre sobre
quien descargarle topara en los primeros dias. Harto,
sin duda, de devastacion, y pareciéndole que con la
nueva de su llegada todos los Indios habian. huido
aterrorizados de aquel pays, corríale con la mayor con-
fianza acampando descuidado allí donde lugar mas con-
veniente le pareciera : caro le hizo pagar ese descuido
Lig-Lemu, que, echándose de interpresa contra él, le
mató ocho soldados, y no mas porque con: Aceleramiento
se retiró á la Concepcion.
Justo desagrado manifestó Pedro Villagra al End
- der el singular sesgo de semejante expedicion , y tam-
bien comprendió lo mucho que importaba el correjirle ,
primero porque con retardar el castigo contra los rebe-
lados habia de subir en ellos la fuerza y la audacia,
y segundo porque en tomando cuerpo la revuelta, pre-
cisamente quedarian interceptadas las comunicaciones
entre Concepcion y Santiago ; mal verdaderamente grave
para los Españoles,
Aprestó, pues, ciento cincuenta soldados, y marchó
en persona á vengar el descalabro que su capitan
Pedro Balsa acababa de experimentar; en llegando 4
- Perquilabquem , descubrió el gobernador una estacada
que Lig-Lemu habia levantado para colocar un nuevo
cuerpo de tropas que de dia en dia estaba esperando :
abatióla, y pasó inmediatamente á Qiiechumahuida , en
cuyo punto tenia su acampamento el jefe indio ; pero
pa
CAPÍTULO 1. 1
en el camino le salieron dos cuerpos de Itatas que fue-
ron rotos sin mucho esfuerzo. Con ver Lig-Lemu la
desbandada de aquellos cuerpos, ya no quiso esperar
en posiciones al pendon castellano; tuvo por mas cón-
veniente divertirle con mentidos y astutos movimientos,
como si fuera su ánimo acometerle, cuando solo va-
gueaba en amparo de los fujitivos, y conseguido á su
satisfaccion el objeto, rodeó de repente y ordenadamente
la falda de un bosquecillo no muy poblado de matas, y
pareció á retaguardia de los Castellanos , ya resuelto á
resistirlos.
No tardó en trabarse la esk. y mal acabara para
los conquistadores si el hado no pusiera en sus manos
la inte ije nte y esforzada persona del mismo Lig-Lemu. :
que habia sostenido el combate con admirable tino, con
bizarría sin par, y que vino á perecer precisamente
cuando le llegaban tropas de refresco. Los Indios que,
si con los recien llegados se cuenta, componian unos
cuatro mil hombres, al verla muerte de su caudillo se
dejaron ir 4 un teriiblo desmayo, y puestos en la más
desmandada fuga prepararon á la caballería enemiga el
medio de que con sus lanzas cubriera el campo de cá-
dáveres. Trescientos fueron los Indios muertos, y dos-
cientos (1) los prisioneros con qu el ebhernado? se
volvió 4 la Concepcion.
(1) En la real cédula de 11 de marzo de 1578 ya citada, se ponen 800 :
— « Os hallasteis (dice de Juan Ruiz de Leon) con el Gobamiador: Pedro
de Villagra, en desbaratar un fuerte á los Indios en el Feino de Belen (Per-
nlesrb std y despues en Quechomavida (Qúiechumahuida ), habiendo
salido dos escuadrones contra el gobernador y su Las los desbarataron
matando trescientos, y prehendiendo ochocieritos d dichos indios.» En nues-
tros documentos se tilda de exajerado ese o número, y señalan el de
doscientos Are con referencia á varias t memorias Contemroráness. que,
en verdad, tan.
8 HISTORIA DE CHILE.
Estos repetidos triunfos de los Españoles aseguraron
por algun tiempo el sosiego de las colonias, cuyos mo-
radores comenzaron afanosos el cultivo de los campos,
el laboreo de las minas, y el gobernador, que de veras
apetecia la prosperidad del pais, salió estimulando y
removiendo la industria fabril con asentar en la ciudad
de Osorno varios menestrales intelijentes que estable-
ciendo telares en breve llegaron á producir paños exqui-
sitos, y lienzos de mucha limpieza y finura; pero bienes
que precisamente habian de acrecentar la riqueza pú-
blica, causa tenian que ser de nuevos males, pues la
ambicion , átrueque de alcanzar los primeros, con infa-
-tigable descaro suele preparar y realizar los últimos.
- Y en aquella época de licencia y de desórden, de
indisciplina y de anarquía, cuando hasta la voluntad,
la persona del soberano insultada en la persona de Fran-
cisco Villagra llegó á ser, ¿podia el gobernador Pedro
contar, con respeto á una autoridad pálida , desvalida,
pues no enseñaba otros títulos que el buen querer de su
difunto hermano, contra quien tantos. y tan podero-
sos enemigos se habian alzado? ¿Se agradecerian ni los
esfuerzos del gobernador Pedro, ni la fortuna de sus
armas, ni el zelo con que andaba por que el pais flore-
ciera? Estaba este caudillo en la Concepcion , y si mu-
chos y buenos amigos le acompañaban, no era corto
el número de descontentos que la intriga, la envidia y
la impostura le habian hecho , formando una oposi-
cion tenaz y descompuesta á PE reglas administra-
tivas se proponia plantear la autoridad, porque los abu-
sos eran ya escándalos, el extravio poco menos que
motin.
Con perseverante nétita, continuó Villagra poniendo
CAPÍTULO 4. 9
freno á cuantas demasías asomaban en las colonias ;
pero como viera que los Indios no daban indicios de
volver á la guerra , resolvió trasladarse á la capital del
reino (1), ya por apartarse de un lugar que mezqui-
nas pasiones tenian tan trabajado , ya tambien en ánimo
de examinar por sí mismo cual curso se habia dado en
Santiago á todos los negocios civiles y militares durante
el tiempo de su propio gobierno.
El cabildo de la capital recibió esta noticia con mu-
cho contento, é hizo que el alcalde ordinario Juan de
Cuevas, acompañado de un rejidor, fuese á Maipo á
_ esperar á Pedro de Villagra, y acompañarle hasta su
entrada en Santiago, que se verificó en medio de acla-
maciones, celebrándola ademas con tres dias de fiestas
y regocijos públicos, á contar del 3 de junio de 1564 (2).
Comenzó desde luego el gobernador el arreglo de la
administracion política con provision de varios empleos
que en ella resultaban vacantes, y fuele preciso usar de
su inflexible enerjía para que el ramo de hacienda
recobrara la debida regularidad , porque la indolencia ó
la contemplación le tenian desamparado , andando en
po primeros contribuyentes caudales de mucho importe,
cuando tantas y tan grandes atenciones se veian descu-
biertas.
- Esta medida, aunque justa, trajo al gobernador tantos
enemigos cuantos fueran los individuos que ella alcanzó ,
pero al cabo entró el tesoro en fondos, y con ellos la
autoridad en obras de jeneral aprovechamiento , porque
(1) Ahora que los pase se mantienen con sosiego y en buen ca-
mino, me dispongo á pasar á
(Carta del pa al cabildo de Santiago.)
(2) Libros del cabildo.
10 HISTORIA DE CHILE,
como no parecian ya en el pais Indios de guerra,
mientras que en Santiago se tomaron con nuevo empeño
los trabajos de la catedral, de la casa del concejo, el
laboreo de las minas, etc. , el activo Pedro de Villagra
encargaba á todos los correjidores de su gobernación
que cada cual en su distrito concurriera estimulando ,
ya la industria, ya el comercio z segun que la localidad
lo permitiera. Así, en breve se vió un no esperado des-.
arrollo en la agricultura de la fertil Imperial; Villarica
respondiendo á su nombre con t la, suerte de tesoros ;
Valdivia sacando de la Madre de Dios abundante y ri-
quísimo oro, y solicitando su cabildo que el rey le coñ- -
cediera el privilejio de asentar en su casco casa de mo-=
neda; Osorno acrecentando el número de talleres, y
enriqueciéndose tambien con su preciosa mina de Pon-
zuelo.
Mientras que con tántos bienes concurria la paz, gra-
cias á una administracion intelijente y zelosa del bien
comun, un buque mercantil que del Perú venia trajo
la noticia de que el licenciado Lope García de Castro
llegaria en breve, 6 habria llegado á aquel pais , Para
gobernarle en nombre del rey. Mucho lo celebraron, así
el cabildo, como el gobernador, y no sin motivo, porque
la real audiencia de Lima, ejerciendo el gobierno del
Perú desde el fallecimiento del conde de Nieva, hombre
empeñado en la prosperidad de Chile, habia desaten-
dido enteramente cuantas súplicas y reclamaciones le
dirijieran los cabildos de ese último reino, sin siquiera
otorgarles el mas insignificante auxilio ni en armas, ni
en mantenimientos, en mas de dos años de su absoluto
mando, Con venir al poder García de Castro, de pre-
sumir era el favor de su autoridad, y el gobernador y el
ad
Pa
CAPÍTULO 1. 11
cabildo de Santiago salieron al instante demandándole
por medio de Juan Godinez, que fue despachado 4 Lima
para felicitar al nuevo presidente (1), é inclinarle á que
viniese al socorro de Chile con algunas mb y mu-
niciones.
Poco habia que este comisionado estaba en camino,
y ya se esparció la voz de que, en efecto, recibido
quedó en el Perú de presidente y capitan jeneral García
de Castro, en 22 de setiembre de 156h; que desde
luego mostró su desagrado á la. real. audiencia por ha-
berse mantenido tan olvidada de la suerte del reino de
Chile, cuando tantas veces se tenia. solicitado su am-
paro; que-estaba acelerando el equipo y arreglo de un
buen refuerzo de jente con destino á la defensa y con-
servacion de este tan combatido pais, y que tambien se
le daria un nuevo cara pero no se pronunciaba
el nombre (2).
Aunque Pedro de Villagra estaba resuelto á pasar
todo el verano en Santiago, porque, como lo dice el
cabildo de esa ciudad: «los Araucanos se maántenian
» con sosiego en el término en que selos habia dejado, »
con vista de aquella novedad se hizo mas necesaria su
permanencia en la capital, para estár 4 mano de entre-
gar el poder á quien en nombre de García de Castro
saliese reclamándole.
Semejantes voces nunca debieran adelantarse, por
que la autoridad se desvirtua; en quien la ejerce suele
entrar indiferencia cuando menos, y en los ca?
seg
MS
(1) Presidente de la real audiencia; 1
ca
e como algunos autores su-
(2) Acaso A estas noticlas el ilustre die Bartolome Rodrigo Gon-
zalez de Marmolejo, que vino por entonces del Cuzco, ya consagrado para
entrar en la silla episcopal de Santiago.
19 HISTORIA DE CHILE,
dos de mala índole la audacia puede ir hasta la insolen-
cia. No falló, en verdad , la entereza de Villagra, mas
que se reconociera en vísperas de haber de rendir un
baston, que, atento á sus servicios y á su capacidad, en -
manos dignas estaba ; pero se suscitaron en Santiago
acaloradas disputas de las cuales hubieran podido resul-
tar poderosas banderías, y todo por solo querer acla=
rar si García de Clos tenia 6 no las competentes
facultades para remover de, motu propio un gobernador
interino con otra. interinidad menos poderosa , pues que
la existente traía s > orfjen de facultad real, mientras
de un simple or le. Los partidarios de Villagra
ne gaban gen calor, y con calor afirmaban sus adversa-
rios, que á mas pasaran unos con otros si cabildo y
gobernador no atendieran á la conservacion del órden
con zelo y firmepropósito de escarmentar 4 quien alte-
y Gracias á la buena armonía con pot se correspondie-
ron odas las autoridades, ni la tranquilidad sufrió que-.
branto, ni la justicia encontra. trabas, pero la cuestion
- de gobierno siguió ajitándose con tenacidad , hasta que
por fin se anunció desde Coquimbo el jeneral Jerónimo
de Castilla, diciendo al cabildo de Santiago haber ar-
ribado á aquel puerto con doscientos (1) soldados, con
municiones, « efectos, y órdenes, del presidente del Perú.
Ya parece ahí desconocida E A autoridad de Pedro de
Villagta, porque á ella debió dirijirse el general Casti-
lla; con todo, si acaso hecho pudo no serle grato al
gobernador, este se prestó si
(1) sii gy Molina, otros autores van á mayor número;
is
probaremos su
h Mostrar queja al unánime
en
a A
e O
CAPÍTULO 1, 13
querer de los cabildantes, para decir con ellos á Cas-
tilla : « Que no desembarcase la tropa, sino que en las
» mismas naves la llevase al puerto de la Concepcion
» donde se reforzaria, y que en la entrada del verano
» pasaria á esta ciudad su señoría á continuar la pacifi-
» cacion de los Araucanos, los cuales cuando se vino á
» la ciudad de Santiago los dejó sosegados y en buen
» término como al presente estan (1). »
El ayuntamiento de Santiago, que estaba muy satis-
fecho con el acertado gobernar de Villagra, creyó
que sin duda Castilla seria el nuevo gobernador nom-
brado , mas como este jefe se anunciara con tanto em-
bozo , Pensó. traerle á una franca y debida declaracion,
por incdidi de aquella respuesta. Igual fue el sentir del
gobernador Pedro. jj
+ Castilla recibió aquella órden, y lejos de observarla. E
se dió de nuevo 4 la vela, no para arrimar 4. Concep=
cion: sino pasando á Valparaiso donde hizo tomar tierra
á su jente, y en cuanto la hubo abarracado, se dirijió
Hs
otra vez al cabildo de la capital no menos embozada-
_ mente que la primera. Se le reitera la órden ya seña-
lada; la desprecia; toma. su tropa, y parece con bo en
Santiago.
A un proceder que tanto se alejaba, no solo del ór-
den natural de las cosas, sí hasta de los principios
de la cortesanía, ya no quiso contentarse el cabildo
sino tomando por suya la cuestion gubernat iva da, y
trayendo á su seno la persona en quien residia la Deimnera
autoridad , tras lo cual salió diciendo : « Xx requiérasele
> (á Castilla) que si trae provision sobre el gobierno,
» pase solo al cabildo á manifestarla ; que si es de S. M.
(1) Cabildo de Santiago.
11 | HISTORIA DE CHILE.
» Ó de quien poder tuviese para ello, los cabildantes
» estan prontos á la obedecer, y que de no le retan y
» hacen reo de culpa y cargo ante el rey. »
No por ello se manifestó mas cortés el jeneral Casti-
lla, antes renovando su insultante desprecio para con
una corporacion, digna en todo caso de mas fina cor=-
respondencia, se dirijió á la morada de Rodrigo de
Quiroga, trájole al frente de la tropa venida del Perú,
dióle el mando, de ella (1), y en seguida los dos jefes
fueron á las casas consistoriales, donde notificaron al
cabildo la provision de García de Castro, por la cual
resultaba nombrado el dicho Quiroga gobernador inte-
rino y capitan jeneral del reino de Chile.
Se dió cumplimiento y obediencia al despacho; en el
acto y sin réplica fue puesto en posesion del gobierno
- Rodrigo de Quiroga; en el acto y sin dar causales fue
preso Pedro de Villagra (2).
Tal fue el desenlace de esa mal trabada pena en
que algunos de los actores desempeñaron un muy deslu-
cido papel, y ni se concibe como Rodrigo de Quiroga,
con tanta experiencia de gobierno, con lealtad tan dis-
tinguida así en sus relaciones públicas, como en las que
mantuvo durante la vida privada, se prestara esta vez
e Y elle (á Quiroga) el mando de los doscientos españoles que trajo
de socorro. bildo de Santiago.)
no se hayan dado helagós, A que cubrir un tan innoble. 0d para un
caudillo en nada inferior á su; ilustre hermano ; ¿ qué razones dió don García
Hurtado de Mendoza para la prision de este ?...
CAPÍTULO 1. 46
á un juego de tan villano desaire para la ilustre corpo-
. ración municipal de Santiago, porque no es de suponer
que desprevenido le cojiera el nombramiento de go-
bernador,
Como quiera , preso el gobernador Pedro de Villagra,
al momento fue trasladado á Valparaiso, se le puso en
la capitana del mismo Castilla, y se le trasladó al Perú,
á disposicion del presidente García de Castro, sin que
se sepa cual fin tuyo aquel laborioso y célebre caudillo
que la calumnia perdió, y la arbitrariedad sacrificó in-
clemente , porque si otra cosa le derribara del poder,
natural era que sus enemigos hubieran pensado en pa-
sarla á la posteridad en abono de su desleal conducta,
y descrédito de un jefe que todas las ciudades de Chile
amaron con entrañable sinceridad (1).
Ni hay sino leer el tercer libro del cabildo de San-
tiago, para ver que á ninguno de los precedentes go-
bernadores se le prodigan tantos elojios como los que
los concejales vierten en honra de Pedro de Villagra,
de quien dice Pedro Figueroa « que las obras de este
» prócer merecian premios y no castigos. »
Entró Pedro Villagra en el gobierno interino de Chile
el dia 13 de junio de 1563, por disposicion testameñtaria
que en este dicho dia hizo su hermano el mariscal Fran-
cisco, y entregó el gobierno 4 Rodrigo de Quiroga
en 14 de junio de 1565, por órden de Lope García
de Castro, presidente de la. real audiencia del Perú.
(1) Cuando Pedro de Villagra venció á Lig-Lemu ofició á todas las colonias di-
ciéndoles que « con misa de accion de gracias, se las diesen á Dios de que con
»Inuerte del jeneral Antuhuenu, la de Lig-Lemu, de sus mejores oficiales
» y de multitud de soldados quedaba dominado el reino. » — A lo que res-
pondierón todos los cabildos lenándole de bendiciones, de alabanzas á su
valor, á su prudencia, á su constancia y zelo por el bien comun y por la
tranquilidad del pais.
tó - HISTORIA DE CHILE.
Nació , como su hermano, en Colmenar de Arenas ;
pasó al Perú, y de allí á Chile con don Pedro de Valdi-
via, asistiendo á todas las empresas de ese famoso
conquistador. Asentó vecindad en Santiago, fue factor
oficial y real en esta ciudad , y maestre de campo jene-
ral del reino, yen todos sus empleos se mostró muy
zeloso de la justicia y de la igualdad. Conservó tenaz
las ciudades Infantes, Angol y Concepcion, contra la
manifiesta oposicion que sus respectivos cabildos levan-
taron al considerarse sin fuerzas ni medios para resistir
al alentado Antuhuenu, y al no menos audaz Antenucul,
y como saliese con bien de su empeño, aquellos pueblos
le agradecieron el que persistiera oponiéndose á la des-
poblacion.
No se crée dejara descendencia (1), ni aun se dice
que fuera casado ; pobre entró al desempeño de las fun-
ciones de la primera dignidad ; pobre le sorprendió un
hado adverso despeñándole del poder. que con tanto
jia 5 acaso no esté de mas ir que pere=
ció entre el desprecio y eS Mas estrecha y desconsola-
dora. indijencia.
ole
(1) ya pas soma gunas Junio. arenas si el don Alvaro de Villagra,
seria 6 no hijo de Pedro.
Fúnda anse en que parece en 1699 a doña Josefa Poni de Valenzuela y se
llagra , probando ser descendiente del Alvaro ; pero con eso no
dudas. La existencia de Alvaro de Villagra conocida está, pero ¿ fué ese
raro hijo de Francisco, ó hijo de Pedro? Él pasó, como se ha visto, por
hijo del mariscal.
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CAPITULO 11.
Rodrigo de Quiroga se manifiesta opuesto a las disposiciones gubernativas 5%
asentáran los Villagras. — El cabildo de e las defiende. — La m
en el venerable sacerdote Marmolejo. — Sus obras y su muerte. — En sea
bernador en Co — Ordena la cia de Chiloe. — La real au-
diencia en Chile
( PU yo
ios que, el 1/4 de Fnio de 1565, entró don Ro-
dri so de Quiroga en posesion del gobierno de Chile, con
ue le honró el li senciado Lope García de Castro, pre-
sidente del Perú, y no hallamos causa por la 208] el
cabildo de Santiago no conservó, ni traslado del nom-
bramiento que aquel gobernador notificó acompañado
é illa, ni a de recibimiento y cere-
| o.con todos los demas gober-
nadores lo había Hecho. arto á desquite de la in-
decorosa conducta que en este lance observó Castilla,
fuera hacer agravio á los concejales de la capital, todos
ellos sugetos de probada nobleza é hidalguía.
Es con todo cierto que entre esa ilustre corporacion y
A qa ya que no fuera caso de un absoluto des: svÍo,
y cias en daño comu parecieran necesarias,
mente , tampoco se armonizaron los pareceres, pues
Quiroga queria dar por el suelo con cuantas disposicio-
nes gubernativas salieron de la autoridad de los Villa-
gras, y los miembros del concejo se empeñaban en man-
tenerlas valederas.
Tregua hubo Para estos altercados con ocurrencias
que, si bien pertenecen á la historia eclesiástica, en esta
11. Historia.
18 HISTORIA DE CHILE.
merecen tambien una breve reseña, porque el personaje
á quien conciernen sobrada influencia tuvo en la parte
política, y es por lo mismo digno de recuerdo.
En 1563, se habian recibido en Santiago las bulas
que Pio 1V expidió en 17 de junio de 1561, erijiendo
en catedral la parroquia de Nuestra Señora de la Ásun-
cion de Santiago, capital de Chile, y poniendo en la
silla episcopal al licenciado don Bartolomé Rodrigo
Gonzalez de Marmolejo. Este prelado, cuya consagra-
cion se verificó en el Cuzco, tenia por gobernadores de
su iglesia episcopal á los presbíteros don Agustin Cis-
neros , y don Francisco Jimenez, y vuelto de aquella
ciudad, y prevenido cuanto al ceremonial contempló ne-
cesario, pasó á consagrar el templo de Nuestra Señora
y tomar solemne y pública posesion de su silla (1).
Preciso es que gozara el reino de mucho sosiego
cuando notamos que el laborioso y caritativo Marmolejo
sale inmediatamente de la capital, recorre todas las pro-
vincias hasta la de Osorno, poniendo en ellas doctri-
neros pertenecientes á diferentes órdenes relijiosas ,
logra de los Promaucaes la resolucion de establecerse
en pueblos, y les deja visitadores que atiendan á su
instruccion, y los aparten de las suertes supersticiosas de
sus adivinos Ó sortílegos. Apenas empezara cuando
¿acabó de pastorear ese virtuoso prelado, rindiendo su
espíritu 4 fines de 1565, y en los 7h años E edad ,
vida, de constante y ejemplar caridad cristiana.
Descendiente de padres nobles, avecindados en la
ciudad de Carmona (Andalucía ), y ansioso de traer
al gremio de la Iglesia las descarriadas tribus que las
(1 >. su lugar diremos el modo y forma con Ye se solemnizó esta ce-
remoni
CAPÍTULO 11. 19
armas castellanas descubrian en la América, pasó á este
pais siguiendo en las filas que corrieron sucesiya-
mente bajo las órdenes de Diego Rosas, Pedro de Can-
dia y licenciado Gasca. Tan señalada fue su virtud , que
hasta los salvajes llegaron á respetarla recibiéndole en
su campo como amigo, y oyéndole siempre con mani-
fiesto respeto , mas que no siempre abrazáran las máxi-
mas de paz y de fraternidad con que los convidara; y
de la misma libertad usó con los bandos de civil dis-
cordia, de entre los cuales salió una vez herido, no
por malquerer, sino por inadvertencia, y en la confu-
sion de una enconada pelea que él queria evitar aun á
costa de su propia vida.
Pasó despues á Chile con don Pedro de Valdivia,
cuyas conquistas siguió con infatigable zelo en el des-
empeño de sus funciones sacerdotales, y sin admitir
nunca aquellos emolumentos de lícita asignacion. Tuyo
encomienda de indios, concedida por el rey, en Malga-
-—malga, y las horas que su ministerio le dejaba libres ,
las empleaba en la educacion cristiana de sus pobres
jentes, como él decia, hablando delas de su encomienda, á
quienes cuidaba. se les diese abundante y sano alimento,
y un trato conforme en todo con lo que enseña el eyan-
jelio, Socorrió dos veces á la ciudad Concepcion con ere-
cidas sumas, y dos veces recojió á los vecinos de ella
manteniéndolos á sus expensas en las dos primeras
despoblaciones , hasta que tomaron nuevo asiento,
Gastó con el ejército mas de cien mil pesos, consumió no
pocos en traer á Chile una yeguada de que proceden los
tantos y tan famosos individuos de la especie que hoy
posee aquel reino; en fin, con su carácter conciliador,
caritativo, cristiano, y no poco político, procuró grandes -
20 HISTORIA DE CHILE.
bienes 4 las colonias chilenas , y las preservó mas de
una vez de males, que sin la mediacion de ese santo
sacerdote hubieran sido inevitables en aquella época
de desacatos á la vez que de contemplaciones.
La muerte de este varon esclarecido (1) en todas las
ciudades fue llorada, pero con mayor razon en la capi-
tal, aula, por decirlo así, donde diariamente se enseña-
ban las virtudes del primer cura, primer vicario, y
primer obispo que el pasto espiritual sirvió á los mo-
radores de Santiago; y con sentido y público pesar la
vió el gobernador Rodrigo de Quiroga, que se mantenia en
esta ciudad, porque por ninguna parte daban seña los
Indios de volver á turbar el sosiego en que Pedro de Vi-
llagra habia dejado el pais.
Vemos sin embargo que el 3 y el 29 de diciembre del
expresado año pasó el gobernador revista de sus tro-
pas (2), y que nombró de su teniente de gobernador y
capitan jeneral del reino á Martin Ruiz de Gamboa,
con facultad de permanecer en Santiago , y proveer la
vacante que de alguacil mayor resultaba en esta Cciu-
dad (3); de donde se infiere que debia ya tener resuelta
su partida, aunque no se nos señala la «fecha en que
hubo de ejecutarla. Con todo debieron reformarse algu-
nas de esas disposiciones , pues el 19 de abril de 1566
estaba en el correjimiento de la capital Juan de Esco-
bedo, el gobernador en la ciudad Concepcion , y Gam-
boa en Valdivia. e
Habia proyectado Rodrigo de Quiroga la repoblacion
(1) Sucedióle en la silla episcopal á principios de 1567 el ilustrísimo señor
don Fray Fernando de Barrionuevo, del órden seráfico; fue natural de Gua-
dalajara, y en el poco tiempo que gobernó la Iglesia se adquirió opinion de
santidad.
(2-3) Libro 4? del cabildo.
CAPÍTULO 1, : 22
de la plaza de Arauco y ciudad de Cañete, cuya deter-
minación movió una terrible resistencia en los ayunta-
mientos de Santiago y Concepcion, que alegaban dos cau-
sas contra semejante empresa. La primera y mas fundada
era que con ver los Araucanos como los Españoles vol-
vian á establecerse en su suelo, se habian de irritar hasta
punto de recojer nuevamente las armas , aunque por en-
tonces no hubiese indicio ninguno de semejante querer ; y
era la segunda, en Concepcion , el no querer su cabildo
desmembrar el vecindario, pues se habia visto en gran-
des apuros, y no estaba por provocar otros; y en San-
tiago se decia que de tal empresa no dejarian de resultar
pedidos de todo jénero, y ya estaban cansos sus habi-
tantes de tantos y tan repetidos sacrificios , hechos en
auxilio de las colonias del Sur.
Hemos dicho que en Rodrigo de Quiroga pareció ma-
nifiesta aversion contra todo cuanto hicieran los Villa-
gras : estos habian abandonado Cañete y Arauco; las
observaciones de los dos cabildos citados podian ser sen-
satas , acaso realizarse (y en efecto fue asi), pero era
preciso que en Cañete y en Arauco se asentara el gober-
nador, por lo mismo que le resistian.,
Mandó, pues, á Santiago al licenciado Hernando de
Villalobos, para que se encargase de la capitanía jeneral
del reino en ausencia de Ruiz de Gamboa ; dió el mando
de las armas (1) á don Miguel de Velasco ; hizo á Lorenzo
Bernal su maestre de campo, y habiendo recojido cuan
tos vecinos pudo hallar de los pertenecientes á la despo-
blada Cañete, y no pocos veteranos que con la paz an-
daban dispersos, Ó dados á la ociosidad , la expedicion
(1) Jeneral de las armas dice el cabildo de Santiago.
22 HISTORIA DE CHILE.
quedó determinada para el 13 de noviembre de 1566 (1).
Que la paz debia parecer bien asentada lo prueba la
resolucion en que por entonces entraron los misioneros
mercenarios, que á Chile vinieran con Pedro de Valdivia,
quienes se constituyeron en comunidad, y cabeza del
reino de Chile en lá órden , no obstante que en Concep-
cion existia convento de la misma desde 1563, 4 cuyos
relijiosos encomendó OR en sú Ieniaendo Francisco
deVillagra. 1 fund t fueron fray
Antonio de Correa, fray Adtónlo Rondon, fray Bernabé
Rodriguez , fray Juan Zamora, fray Antonio de Olmedo,
fray Diego Jaime, y el lego Martin Velazquez, y todos
ellos habian concurrido hasta entonces al campo de ba-
talla para dar el socorro espiritual á los necesitados, Pa-
recióles no quedaba mas que hacer sino retirarse al
claustro, y sin embargo la paz llegaba á su término.
Con mas de trescientos hombres pasó el Biobio Ro-
drigo de Quiroga , llevando por todas partes una mano
destructora que puso á los Indios en la mayor conster-
nacion, por lo mismo que no debian presumir que hosti-
lidades tan arrebatadas se rompieran , toda vez que nin-
guna causa las motivaba. Los campos quedaban asolados,
los naturales se vieron en la precision de huir el golpe
de una inclemente cuchilla , y el desórden, y el terror, y
los lamentos removieron de nuevo toda la Araucania ,
cuyos moradores ni sabian si pedir paz ó aceptar hope
tos la guerra á que se los provocaba,
(1) Figueroa y otros historiadores ponen en 1565 la reodilicltiod de San
elipe de Arauco y de Cañete. Si acaso se quisiera dudar de la fecha que
CAPÍTULO 1. 23
El campo castellano llegó , pues, á Arauco ; comenzó
desde luego la reedificacion de esta plaza, que fue otra
vez puesta á las órdenes del famoso Lorenzo Bernal; y
de aquí se trasladó á Tucapel , sobre cuyas ruinas alzó la
ciudad de Cañete , estableciendo en ella á muchos de sus
antiguos vecinos, con otros nuevos que recibieron terre-
nos y solares para su asiento. El mando de esta colonia
fue encomendado á don Miguel de Velasco.
Al regreso de esta colonia para la plaza de San Felipe
«de Arauco, reparó el gobernador que el sitio llamado
Quiapo (1) era de mucho interes para la correspondencia
entre Arauco y Cañete, y por consiguiente se paró en él
emprendiendo la construccion de un fortin. Aquí fue
donde recibió Quiroga un oficio de su lugarteniente el
licenciado Villalobos, en que le anunciaba que el cabildo
de Santiago estaba sumamente sentido y muy descon-
tento porque se le habia asegurado « que Su Señoría pen-
»saba ir á la conquista y poblacion de Chiloe. »
El ayuntamiento de Santiago , y del mismo sentir eran
todos los demas, no presumia ventajas en ganar tierra
cuando ni fuerzas bastantes habia para guardar la que á
fuerza de tanta sangre se habia adquirido; pero fue mal
hereditario entre los gobernadores el afan de extender los
límites de su dominacion, y de ese mal no se habia de
libertar Rodrigo de Quiroga ; solo que no conviniéndole
romper abiertamente con la municipalidad de la capital
del reino, hizo que se acercase á ella su lugarteniente,
con esta misteriosa respuesta : « Que la hida á Chiloe
» muestra hacerla solo por entretener la jente de guerra
»con la esperanza de ella, y no para que en efecto se
(1) Unos ponen Cuyapu, otros Queipo y Quipeo como Molina.
2% HISTORIA DE CHILE.
»haga tan perjudicial empresa; que por esto mandó á
» Martin Ruiz de Gamboa que fuese con dos ó tres amigos
» solamente á Valdivia, á solo hacer muestra de que se
» hiba á hacer la dicha jornada (1). »
No pasó el ayuntamiento por el solapado contenido
de semejante despacho, y menos el astuto rejidor An-
tonio Tarabajano , quien salió diciendo, ante el mismo
Villalobos , cuan poca fe le inspiraban las palabras del
gobernador, y que los concejales no debian alzar la se-
sion sin dejar acordada la respuesta que cumpliera dar
á Quiroga, no por un mero papel, sino por medio de
una diputacion que presentándose ante la primera au-
toridad , supiese traerla al voto público. Todos los capi-
tulares entraron gustosos en ese parecer, y fue acuerdo
del mismo dia : « Que no se hiciese la mencionada em-
» presa, añadiéndole nuevos gravámenes á esta ciudad,
» quecomocapital del reino recalión sobre ella los reparos
» delos asedios, repobl y recupera-
» ciones de los establecimientos australes. Que por re- *
Y
parar estas cosas, han gastado los vecinos de ella muy
grandes sumas de pesos de oro de sus haciendas, en el
» sustento y allanamiento del reino; y gastan cada dia,
» por lo que estan al presente muy empeñados, y de
» manera que en otra urjencia no tenian con que servir
» 25. M. Ni la hacienda real tenia con que hacerlo,
» pues por el mismo motivo está tan empeñada que ya
» no pedia dar socorro en manera alguna; y que así,
» con la nueva poblacion se ponia 4 peligro todo el
» reino. Por tanto que el diputado (2) pida con todo
» calor, no consienta hir al jeneral Gamboa á la dicha
3
(1) Acuerdo del cabildo del 24 de enero de 1567.
(2, El rejidor Tarabajano.
ie A
NI EI SR O O O
CAPÍTULO 1. > 25
» jornada, ni sacar para ellajente alguna de este reino. »
De esa manera se hablaba en Santiago mientras que en
Quiapo escribia el gobernador las órdenes necesarias
para que Ruiz de Gamboa pasase desde Valdivia á la
conquista de Chiloe, mientras que ya corria la flecha en los
cuatro Butalmapus, y mientras que los Araucanos del
interior cumplieron la eleccion de su nuevo toquí Pilla-
taru, que se supone próximo pariente del. célebre Lau-
taro : así la embajada de Tarabajano quedó sin efecto.
Como lo habia previsto el cabildo de la capital, los
Araucanos no podian mantenerse quietos viendo otra vez
á su enemigo establecido en su patria, y menos cuando
ese enemigo caminaba destruyendo campos y arrasando
una tierra, cuyos habitantes, aunque no rendidos,
permanecian ya habia mas de dos años inofensivos y
sosegados.
A las voces de nuevo alzamiento, que no le sonaron
bien al gobernador, salió desde Quiapo Pedro Cortés de
Monroy , con unas setenta á ochenta lanzas que habian
de guerrillear, no haciendo frente á crecidas masas si
acaso con ellas dieran , sino dando de maloca Ó sorpresa
sobre partidas sueltas. Monroy fue en sus correrías con
extremado ae ; y queriendo ds mas ba una
delas parci des contiguas á los establ espa
ñoles le pedian ¡erpoimacion de la paz, pero era inútil
contar con ella pues que Pillataru tenia ya en Qui-
laco (1) tres mil soldados, de cuya instruccion para el
manejo de las armas cuidaba el toquí con actividad y
esmero. |
No tardó mucho el jeneral araucano en salir del pa-
(1) Limaco sin duda se quiere decir.
26 HISTORIA DE CHILE.
ludoso lugar que sirvió de punto de reunion á sus sol-
dados, pero nuevos estos en el arte de la guerra, se con-
tentó con irles acostumbrando á ella por medio de re-
pentinos avances contra las posesiones españolas , que
causaban no pocos daños y solian quedar sin castigo ,
porque en una desbandada de anticipado concierto cu-
bria á los conquistadores el verdadero puesto que las
armas indias ocupaban.
Ya por fin entrando el toquí en la resolucion de dar
abiertamente contra la ciudad de Cañete, declaró sus
posiciones en el cerro de Rucupillan, cuya elevacion
mide mas de trescientos pies castellanos, teniendo los
costados de norte y poniente como cortados á nivel,
y dando á los de oriente y mediodia una fuerte palizada.
Pillataru queria probar si los Españoles osarian venir
á ofenderle , porque en defensa tan bien escojida pro-
bable era que sus soldados mantuviesen el choque con
mucha mas resolucion y confianza que si por primera
vez se los pusiera en campo raso,
La noticia de este acontecimiento enfureció al gober-
nador Quiroga, porque de ningun modo quisiera él que
semejante asomo de guerra llegara Ó tomar incre-
mento, en triste abono del vaticinio de los cabildos de
Concepcion y de Santiago; así es que inmediatamente
mandó que el maestre de campo Miguel de Velasco,
con buen número de tropas y algunos auxiliares , y con
la partida que mandaba Pedro Cortés , pasase á atacar
á los Araucanos, hasta desalojarlos de sus posiciones
y deshacerlos.
Estos jefes llegaron al pie del cerro de Rucupillan
al romper el dia, en uno de los primeros de mayo de
1567, é intimaron la rendicion al toquí; pero aun-
A A E A E O E A
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NN A A AAA A A a
NÓ A
CAPÍTULO 1. 297
que hubo de cojerle desprevenido su enemigo, con
ufanía respondió no querer acomodarse sino con una
guerra á muerte, y los Españoles comenzaron á repe-
Char la cuesta, por la parte que conducia á la esta-
cada del mediodia Velasco , y Cortés por la oriental con
su columna y la de los auxiliares. En ambos costados
respondió Pillataru al choque con entendida disposicion,
y sus soldados defendieron la trinchera como si en la
guerra muchos años de ejercicio tuvieran; pero al cabo
de dos horas de ensayo saltaron sus adversarios la esta-
cada, comenzó la pelea con encarnizamiento, entró en el
ala que llevaba Cortés y en las masas indias una ruidosa
confusion , queriendo aquella cerrar paso, y estas des-
pejarle, y en fin, en tanto que Velasco cantaba la victoria
en la cúspide de la montaña y centro del campo arau-
cano, este con su toquí la descendia declarándose en reti-
rada, seguida algun tiempo de las armas de Pedro Cortés.
Pillataru perdió doscientos hombres, y de los ven-
cedores no se señala número, aunque se dice salieron
con muchos heridos, y sobretodo en la division auxiliar;
de cualquier modo no estuvo en este triunfo el fin de
la guerra á que los Araucanos fueron esta vez llamados,
y mientras que los dos bandos se desafian en reencuen=
tros y escaramuzas de no mas importe que el acreditarse
de bien hallados en una recíproca hostilidad, volvamos
la vista á la empresa de Ruiz de Gamboa.
Con las órdenes que del gobernador rocibictib abla cau:
dillo en los primeros dias del mes de enero de 1567, co-
jió en Valdivia unos ochenta y cinco Españoles, se le
unieron otros pocos en Osorno , á su paso para Chiloe en
principios de febrero (1). De Osorno partió para la parte
(1) Los autores suponen la conquista de Chiloe en 1566, pero mal admi-
28 HISTORIA DE CHILE,
jurisdiccional del cacique de Carelmapu, situada sobre
la ribera del golfo de Chiloe, cuyos moradores , así como
su jefe, le recibieron con prendas de suma complacencia,
hija sin duda de su índole pacífica y hospitalaria. De
suerte que no fue llegar, ver y vencer la obra del jeneral
español en aquella tierra, como así se ha sentado en varias
historias , sino llegar, ver y fundar , con consentimiento
y ayuda de los inocentes pescadores que la habitaban ,
y que salieron ofreciendo á sus huéspedes sus haberes ,
todas sus piraguas, á favor de las cuales recorrieron los
Españoles la mayor parte del golfo.
Ruiz de Gamboa bautizó el pais con el nombre de Pro-
vincia de la Nueva Galicia, en recuerdo del gobernador
Quiroga, oriundo de Galicia de España, y fundó la ciu-
dad dicha San Antonio de Castro, ú sea Castro simple-
mente, como algunos pretenden, obsequio sin duda
dirijido al presidente del Perú; llamando tambien al rio
que la baña el Gamboa, cuyo cognomento se perpetua.
De sesenta á setenta mil almas se supone fue la pobla-
cion entonces descubierta , y la distribuyó en diferentes
encomiendas el jeneral Gamboa, dando á los Españoles
que en la isla quisieron asentar vecindad un crecido”
número de brazos para cultivar los terrenos que á cada
uno le fueron señalados. Mientras continuaban los traba-
jos de fábrica y demas, llegó aviso de Quiroga en que
mandaba que Gamboa se trasladase á San Felipe de
Arauco, dejando el mando de la expedicion en quien le
Hfáramas f Aa A
i cabildo de Santiago : u Y el 2% de enero
» de este nuevo año de 67 aun estaba en Valdivia este ejército. » Tambien
pretende que Ruiz Gamboa fue á Chiloe con solos 60 Españoles; ese nú-
mero y mas parece que dejó á su maestre de campo Alonso Benites, vecino
de Valdivia , cuando, regresando á Quiapo, le encargó el mando de la nueva
conquista,
al
A
|
4
Pa
CAPÍTULO 1. 99)
pareciere mas á propósito; y este mando recayó en el
maestre de campo Benites , que quedó con todos los Es-
pañoles, menos una escolta de diez ó doce caballos, con
que Gamboa entró en Arauco.
No se detuvo en esta plaza. Rodrigo de Quiroga, que
en ella se mantenia, haciendo frente á las continuas pro-
vocaciones de los Araucanos, habia recibido aviso de la
llegada de una real audiencia á Concepcion , encargada
del réjimen civil y militar del reino, y acompañado de
Gamboa pasó á aquella ciudad para desnudarse de un
poder en el que luego le veremos por la expresa voluntad
del rey Felipe 1.
CAPITULO UI.
Ministros togados de la real Peas, > — Rodrigo de Quiroga entrega el
gobierno al supremo tribunal. — Providencia intimatoria del tribunal
gobernador. — Responde el toquí con la expugnacion de Quiapo. — La
audiencia pide fuerzas para hacer la guerra. — Martin Ruiz de Gam
jeneral en A — El ulmen Nahuelbuta. — Prosperidad de las Pm.
meridional
(1567.)
Por cédula de Felipe II, fechada en la Granja el 27
de agosto de 1565, se mandó establecer en el reino de
Chile real audiencia, que habia de residir en la ciudad
Concepcion, no por mas derecho ni causa, sino el de
rayar aquel pueblo con el Araucano, cuyo belicoso
aliento presumió atajar la corte de España fiando á la
pluma el problema que hasta entonces seguia resol-
- viendo la espada. Mucho ganara con esta medida el
reino de Chile si á la toga no se la desviase del templo
en que se pesan los derechos y los desvíos del hombre,
segun pactos de la sociedad á que pertenece; pero ar-
mar esa toga y traerla á que disponga y soberana-
mente ordene las batallas en un pais nuevo, en un
pais desconocido del todo, fue un desacierto fatal,
Y de ese desacierto ningun cargo hay que hacer á ,
Felipe 1, ni tampoco á sus consejeros ; estos, como
aquel, vinieron á. la resolucion citada con la mejor fe,
con verdadero sentimiento del bien , con miras de una
acrisolada piedad en favor de los Indios, como en favor
de sus conquistadores, Desde que Valdivia se estableció
en Chile, la envidia, la cobardía, la ambicion, todas
CAPÍTULO 111. 31
las pasiones en fin se desataron con calumnias, y aquel
desventurado gobernador y sus sucesores sirvieron de
blanco á la embozada iniquidad que los pintaba cuales
no fueron nunca, cual ninguno de ellos quisiera parecer,
y que todos dieran gustosos mil vidas que hubieran te-
nido, antes que reconocerse en el retrato que sus émulos
enseñaban en la corte de Felipe. Eran tiranos, eran am-
biciosos, eran estafadores, eranineptos, á par que injus-
tos, y si la guerra no tenia término, pobre disculpa el
atribuirla al exajerado ardor de los Araucanos, cuando la
causa real era, á mas de la mala direccion que se le daba, el
grande interés que en su perpetuacion recojian así los go-
bernadores , como algunos de los capitanes sus favoritos.
Esas y otras imposturas penetraban muy á menudo
hasta el mismo trono; hallaron por fin oidos, y no se
dió con mejor remedio, sino el que vimos en la cédula
citada anteriormente.
Los ministros nsjpbeados para hacer parte del su-
mo tri con entera independencia del semejante
establecido en el Perú, fueron Diego Nuñez de Peralta,
decano ; los licenciados Egas Venegas y Juan Torres de
Vera, oidores, y para fiscal el jurisconsulto Navia, á
quienes felicitó en Coquimbo el 12 de mayo el rejidor de
Santiago, Juan Godinez, en nombre de su ayuntamiento,
acompañándolos hasta Concepcion, en cuya ciudad se
les dió entrada solemne con toda la tropa tendida, cam-
paneo, salvas, aclamaciones , paseando el sello real en
un hermoso caballo blanco ricamente enjaezado (1).
Acabada la ceremonia de posesion y asiento, entró
don Rodrigo de Quiroga deponiendo en manos de la
(1) A ciudad compró el caballo á Francisco o en trescientos cuarenta
pesos. La ceremonia ocurrió el 13 de agosto de
32 HISTORIA DE CHILE,
audiencia la gobernacion de Chile, y quedó aquella so-
berana en la administracion política y civil, soberana
en el gobierno militar.
Es de notar que este acontecimiento, si causa de
Are contento fue para los Españoles, con tan grande ó
me deporte le celebraron los Araucanos, porque
Pillataru comprendió muy distintamente cuan bien se
le servia desarmando al gobernador Quiroga, cuya es-
pada en tantas ocasiones se habia ilustrado. Así es que
el entendido toquí, sin detenerse asomó en el estado de
Arauco, con numerosos cuerpos, de los cuales algunos
pasaron corriendo hasta los establecimientos españoles,
y en ademan de querer atacar la ciudad de Cañete.
Saludo semejante no fue muy del gusto del tribunal
gobernador , pero encargado de una mision puramente
conciliadora, supuso desde luego que á su voz la tem-
pestad se disiparia, y salió con un acuerdo en que se
ordenaba, se hiciese saber á los enanos se hallaba
rmas , y concurriesen
á Concepcion expresando sus quejas, pues serian oidos
y despachados con benignidad. Pasó á notificar 4 Pilla-
taru ese auto tan peregrino el escribano de cámara An-
tonio de Quevedo , pero el toquí, que sin duda no entendia
de leyes, 6 quiso hacer como que no las entendia, cojió
al escribano, le trajo entre filas hasta la fortaleza de
Quiapo , que fue abandonada de la guarnicion española,
tras una muy corta defensa , porque reconoció 4 tiempo
que no se podia sostener , y se refujió en Cañete ; yen
cuanto Pillataru se mirara en posesion de la plaza, hizo -
entender á Quevedo que con lo visto podia. vales, y
responder á la real audiencia.
CAPÍTULO IL. 39
Bien podia Pillataru reir impunemente de una me-
dida tan fuera de propósito, y mas cuando la audiencia
llevó el desacuerdo hasta punto de quedar sin jente ar-
mada, y sin capitanes de servicio , desde que Rodrigo de
Quiroga le entregó el baston ; pero á vista del peligro en
que se reconoció en cuanto tuvo noticia de la altivez del
toquí, y de sus resultas, ofició 4 todas las ciudades en
demanda de fuerzas con que hacer frente al enemigo ,
exijiendo de la de Santiago soldados , armas, caballos y
municiones, y facultando á su cabildo para que por sí
mismo nombrase capitan del cuerpo de jente que man-
dar debia , cuyo capitan le daba la real audiencia por
aceptado. :
Acaso estuvieran las colonias del Sur en disposicion de
responder debidamente á la demanda de la real audien-
cia, que entra en Concepcion ondeando el estandarte de
una paz. eterna y verdadera , para salir, al cabo de cuatro
dias de ejercicio en el poder, con un jeneral apellida-
miento á las armas. Pero en Santiago no habia ya ele-
mentos de ningun jénero para que su cabildo viniese 4
nuevos sacrificios. Compuesto entonces su vecindario de
ancianos, de inválidos, de hombres en fin que las bata-
llas arruinaron con Deia miembro de menos ; el tesoro
sin un maravedí ; los particulares empeñados en sumas
cuantiosas, tomadas para hacer frente á los contínuos
pedidos, 6 ya para mantener en sus. propias moradas hoy
todo un pueblo que el enemigo ll le sus AOBares ;
mañana uno, dos, ó mas dest
y fujitivas , que en la capital se amparan; como hicieron
" últimamente les capitanes Balsa y Zurita, y amen de
esto, sacrificios sobre sacrificios para tantas necesidades
como enseñaron las repetidas repoblaciones, y suerte
TL HistORIA.
34 HISTORIA DE CHILE.
que, mientras con el teson, con la inimitable constan-
cia de los conquistadores parecian florecer y salir de
entre ruinas aquellas colonias que con mayor furor per-
seguian y asolaban los terribles Araucanos, la capital de
Chile era la que fallecia, la que se atrasaba, la que sentia
una dolorosa indijencia, y á la que sin embargo se re-
curria como si hubieran de ser inagotables sus tesoros.
Así, cuando el cabildo de Santiago tomó noticia de la
órden en que la real audiencia le reclamaba un contin-
jente de hombres, y los recursos á su equipo y armamento
necesarios, en cada uno de los concejales se pintó el
mas acerbo dolor, y con lágrimas habrian respondido
todos ellos á la suprema autoridad si delante la vieran.
¿Como hacer en efecto? Todo, todo absolutamente fal-
taba menos un acrisolado patriotismo , menos una volun-
tad leal y desprendida ; pero con eso no se contenta nunca
el que pide , y fue menester resolverse al sacrificio.
Hízose junta general para que cada vecino concurriera
ofreciendo á la patria aquello que su civismo y su jene-
rosidad le aconsejasen, porque era caso de dejar al arbitrio
individual lo que de autoridad no se podia ni debia ya
pretender, y el acto entre aquellos antiguos y mutilados
guerreros vistió un semblante de un súblime patético.
Este ofrece el solo hijo que le queda, aunque no cuenta
todavia en la edad viril, pero recuerda con sentimiento
la imposibilidad de vestirle y armarle ; aquel, no teniendo
hijos , responde que se empeñará con quien le fie para
equipar dos, tres, ó mas soldados ; estotro, acaso sin cré-
dito entre los pocos usureros que eran los vampiros de
cada colonia, olvidando años y achaques, se pone en la*
lista de la milicia por tener parte en el patriótico esfuerzo
á que se le conjura en nombre del rey ; quien brinda con
-
a » cit a
A Sia
A NA e
E
CAPÍTULO Il. 35
* armas; quien se obliga á presentar caballos de cuyo
costo responde con todas sus propiedades ; y al fin es el
resultado la formacion de una partida de cincuenta á cin-
cuenta y cinco plazas, jóvenes de catorce á quince años
mas de la mitad, y el resto hombres de sesenta para
arriba.
Terminada así la junta, el cabildo se puso de acuer-
do (1) para referir al tribunal gobernador las causas que
le habian traido al sensible extremo de no poder contri-
buir en aquella circunstancia con recursos de accion y
provecho, aunque haciendo , como él dijo, la última po-
tencia por servir á V. A.; y una vez descargado de ese
deber, comenzó, con el zelo de que siempre dió tan cum-
plido testimonio, el arreglo y organizacion de los solda-
dos alistados para la nueva campaña. Esta obra no debió
ser muy fácil. El refuerzo se le pide con urjencia ; en un
solo dia se le prometen los vecinos, y con todo no vemos
que se realize ni mueva hasta el 22 de setiembre, en
- cuya mañana , por voto unánime de los cabildantes, y
en virtud de la real provision de la audiencia , Se expidió
título de capitan de aquella gente que iba á salir para
Concepcion , al rejidor Juan Godinez.
La audiencia entretanto habia nombrado jeneral en
jefe de las armas 4 Martin Ruiz de Gamboa, maestre de
campo á Lorenzo Bernal, y 4 Pedro Cortés le hizo capi-
tan de partidarios. Esos son los jefes de que se hace mé-
M1RISO0OA HEABAERAE FMFánins A de . e MA
> dá
comunicacion que en este dia enviaron los concejales de Santiago á la real au-
diencia. Es una breve reseña de lo ocurrido en Chile desde la llegada de Pedro
Valdivia hasta la fecha citada. Mas de (100,000 pesos de oro han gastado ya en
la guerra los vecinos de Santiago, sin contar manutenciones, ni hacer mérito de
los ordinarios. tributos. En esa comunicacion se ha de ver tambien con cuanta
ve hemos marchado en el relato de los hechos que se apartan, con no pocá
frecuencia, del comun decir de los historiadores que nos han precedido,
36 HISTORIA DE CHILE.
4
rito en todas las historias, y ninguna de ellas habla de
Godinez. ¿Llegaria á Concepcion, cuando ya aquellos
capitanes habian marchado contra el toquí? ¿Se negaria
el tribunal gobernador á reconocer valedero el nombra-
miento de capitan que en su rejidor hizo el cabildo de
Santiago , no obstante haberla ordenado él mismo? Po-
sible es tambien que las colonias meridionales concurrie-
ran con algunos auxilios, y se dispusiera la expedicion
encomendada á Gamboa, antes que las fuerzas de San-
tiago llegaran á disposicion de la audiencia. Es lo cierto
que la real audiencia presumió en peligro la ciudad de
Cañete, desde que Pillataru se apoderara de Quiapo, en
cuya fortaleza se mantenia (1), y Ruiz Gamboa fue man-
dado con cien Españoles y doscientos auxiliares con que
reforzar la guarnicion de aquella ciudad, y defenderla
de los ataques enemigos.
Siguió el jefe español por el camino de Puren, y los
Indios amigos iban bajo la conducta del ulmen Nahuel
buta, en cuya aljaba no se veia sino una sola flecha,
sin que arma de ningun otro jénero pareciera en manos
de aquel original caudillo. Semejante desprevencion no
le gustó á Ruiz Gamboa; llegó 4 presumir que el ulmen
no iba de buena voluntad á la guerra, y así se lo dió á
entender con palabras, aunque medidas, de imponente.
gravedad ; pero confuso y corrido hubo de quedar ante
todos los que le seguian, oyendo como Nahuelbuta le
respondió en tono muy familiar y de la mas admirable
(1) Se dice que Pillataru fue á acamparse á dos leguas de Cañete, y que en
su See le atacaron los Españoles. Es un error. El toquí se queda en Quiapo
n toda su jente metida en la plaza y en las barracas que en derredor de ella
DADES levantado Quiroga para .s campo. Ja Leda no Aoi gunos de berto
cas ni de tiendas de campaña,
las de Quiapo,
he us
de
le
ul
4
a
Lu
CAPÍTULO 11. 37
simplicidad : « Yo no acostumbro á pelear sino con las
armas que quito al enemigo : le entro siempre con una
flecha, y luego echo mano de las que él tiene. »
En cuanto Gamboa llegara 4 Cañete, ya le pareció
mengua de su fama el haber de quedar encerrado espe-
rando á que el toquí quisiera, ó no, venir á provocarle,
y por lo mismo volvió á salir con su tropa, resuelto á des-
alojar de Quiapo á los Araucanos, que le esperaron con
ánimo sereno y decidido.
- Nahuelbuta tuvo encargo de atacar al enemigo por la
parte que mira al Lebu, mientras que los Castellanos
sostenian el frente del centro, 6 corte del arroyo Pilpilco,
y empezó la funcion en los dos bandos con un esfuerzo
desesperado. El arrojo del ulmen auxiliar en breve vino
á hacerse asombro de los Españoles, no menos que de
los Araucanos ; diestro en el tiro, suelto cual ninguno en
los avances, y sobre todo entero y despejado para pelear
y ordenar como si ajustes tuviera para que le respetara
la muerte, tan pronto se le distinguia lidiando rodeado
de enemigos, como libre de ellos y á la cabeza de sus
súbditos alentándolos. Briosos se mostraban tambien los
soldados de Gamboa , pero mas de tres horas de acalo-
rado empeño se contaban, y todavia no daban los Arau-
canos indicio ninguno de desaliento, antes atendian á los
ataques enemigos con maestría y con imponderable re-
solucion. i |
El jeneral castellano debió reconocer la imposibilidad
de desalojar al toquí, á no ser á expensas de la plaza que
él queria restaurar, y resolvió por lo mismo comprar el
triunfo con la ruina de aquella, sobre la cual comenzó
á despachar gran número de alcancías que de prevencion
lleyaba. Pronto prendióelalquitran, así las barracas, como
e
38 HISTORIA DE CHILE.
laestacada, y aunque los Araucanos corrian con dilijencia
á sufocar el fuego, tal intensidad llegó á tomar, que, des-
pavoridas las masas, y ya sin saber punto fijo en que sus-
tentarse, se declararon en desbarate, en el cual perdieron
unos doscientos hombres y varios prisioneros. Nadie se-
ñala la pérdida que debieron sufrir los vencedores, quie-
nes se retiraron á Cañete, dejando que Pedro Cortés
corriera aquella comarca merodeando, y descomponiendo
los cuerpos sueltos que los Araucanos pudieran formar
de nuevo.
Con aquella victoria, y los buenos resultados de las
correrías de Cortés, que mientras Pillataru rehacia y
ordenaba. sus filas en el corazon de los montes, sobre
desbaratar varias partidas rebeldes, logró apresar un
número considerable de familias, la real audiencia se
acordó de que su mision no era sino el asentar una paz
estable, y con ella volvió á convidar á los estados le-
vantados, ofreciéndoles la restitucion de las familias
prisioneras, y eterno olvido de los últimos aconteci-
mientos. Hartas veces habia dicho el pueblo araucano
que depender de los extranjeros era una ignominia , Y
morir combatiéndolos una gloria de envidiable adquisi-
cion; así es que ni responder siquiera quisieron á este
segundo llamamiento del tribunal gobernador; hemos
dicho mal , respondieron las tribus existentes desde en-
tre Catiraiquen , á Santa Juana, y el Tabolebu hasta ra
costa, con un alzamiento jeneral, que llevó á las filas
de Pillataru gran número de brazos. |
Y es de advertir sin embargo, que mientras mas Cal-
gada y amenazadora se mantiene la tempestad en derre-
dor de donde ha fijado su asiento la real audiencia, las
ciudades de arriba Imperial, Villarica, y Osorno, á
CAPÍTULO 1. 39
beneficio de un sosiego que nadie parece querer inter-
rumpir, crecen en vecindario, doblan en riqueza, en-
sanchan su comercio, y la industria fabril toma en
aquella última colonia un admirable desarrollo ; verdad
es que nunca con mayor conato, ni con tanto fruto, se
habian laboreado las minas de labadero, porque en los
conquistadores , como en los Indios, habian penetrado
profundamente las amonestaciones y consejos del pia-
doso prelado Marmolejo, y las tribus entraban en vida
social, cristiana y laboriosa, constituyéndose en pueblos
con una docilidad sin ejemplo hasta entonces.
CAPITULO IV.
Don Melchor de Sarabia, presidente a >dE, Ja del reino. — uu salida
Santiago yendo á Concepcion. — cejo Ó junta de oficiales dere
— Pillataru en Mariguenu. — Ios los Españoles. estos derro-
dos. — Vuelve don Hei de Sarabia á Cidciaand de harto avergonzado
de su derrota.
un
o
(1568. )
Aunque de indómita y belicosa índole, los Indios no
siempre se levantaban por el solo afan de hacer armas
contra los Españoles; ocasiones hubo, en efecto, en
que estos provocaban las revueltas por el incorrejible
empeño de extender su dominacion, ó de recobrar lo
que sus enemigos les habian quitado; y ocasiones hubo
tambien en que fue motivo de levantamientos el duro
proceder de algunos orgullosos encomenderos , y el su-
persticioso sentir de otros cuya imperiosa voluntad que-
ria convertir en ascetas hombres á quienes nada, ó muy
poco, se les tenia dicho de una nueva relijion , entera-
mente en pugna con la que ellos aprendieron en el libro
de la naturaleza.
Los Indios de paz podian aunarse muy «bien con la
observancia de las fiestas, porque la holganza prove-
chosa la encontramos todos ; pero que sin arraigada fe,
y resuelta vocacion para la penitencia, hoy se hagan al
palo, el viernes al ayuno, la cuaresma á la vijilia, y los
domingos á ver en los templos, con devocion y com-
postura, oficios que no entendian , solo pudieron creerlo
los hombres de aquella época tan intolerante y visiona-
ria , como rica fue en proezas,
AA
CAPÍTULO 1V. h1
Y contra la eficacia de esas medidas, que entonces
salian únicamente de la voluntad particular, pero que
mas tarde se convirtieron en ley del poder espiritual y
del temporal, nada mas á propósito que la relajacion
misma de los conquistadores (1), cuyos vicios y torpe-
zas acaso se ostentaran mas descosidos que los que re-
prendian á los infieles.
Es verdad que ninguno de los ramos de la pública
administracion podia robustecerse en el continuo vaiven
de aquella exterminadora lucha, y el de la justicia era el
mas impotente de todos ellos, pues tenia que cerrar
los ojos para no ver los crímenes, ó mejor, verlos y
tolerarlos á trueque de no descabalar los pocos brazos
que servian de sosten á la conquista. Los ministros del
Evangelio, que en sus principios seguian las banderas ,
ya en calidad de capellanes, ya en la de misioneros, á
este tiempo ó por causa de achaques, de ancianidad, de
cansancio, ó de todas esas cosas cojidos, se retiraban
á las poblaciones mejor defendidas, en las cuales levan-
taban conventos “para vivir en comunidad y quietud,
quedando por lo mismo los campos de Indios de paz, y
las encomiendas sin pastores, sin directores zelosos.
Así, los naturales, aunque gran parte de ellos bautiza-
dos ya, volvieron insensiblemente y sin estorbo á sus
groseras, y tal vez asquerosas costumbres; así, los mis-
mos Españoles, faltos de la palabra espiritual, sin juez
ni ley por delante que á raya tuviera las pasiones, no
tardaron en familiarizarse con el libertinaje, y en vida
comun con los Indios, trabajo costara el adivinar por
(1) Ya veremos pronto excepciones, que aquí no entendemos decir sino de
las masas, y de una inmoral soldadesca contra la cual alzó la voz un ilustre pre-
lado de quien hemos de hablar luego,
42 HISTORIA DE CHILE.
los hechos, cual de las dos familias servia mejor al
Pillan de los Araucanos.
Contra males de trascendencia tanta, remedio medi-
taba la real audiencia, mas para que el remedio fuera
eficaz, era menester acabar la guerra, y lejos de aca-
barse daba muestras de mayor ensanche. Tambien Fe-
lipe II, sin enmienda de los informes que le movieron á
sentar en Chile el supremo tribunal, y deseando que
este marchase lleno y ordenado al fin de su tan im-
portante cuanto esclarecida mision, vino en otorgar la
presidencia y gobierno del reino (1) al licenciado don
Melchor Bravo de Sarabia, natural de Soria, y decano
de la audiencia de Lima. Con recibo del real despacho se
puso ese personaje en camino para Chile, y aportó á Co-
quimbo sin accidente ninguno, é instruido de su llegada,
el cabildo de Santiago dispuso que su alcalde Juan Jofre
pasara inmediatamente á felicitarle; mas como se le
anunciara en seguida que el nuevo gobernador pensaba
trasladarse á la capital, visitando de paso la tierra, fue
acuerdo del 5 de agosto el nombramiento de alferez.real
á Jerónimo Gonzalez « para que salga con el estan-
» darte y el cabildo á recibirle,» sin que tampoco tuviera
efecto esta disposicion, pues vemos que es el alcalde
Francisco Riberos quien fue al encuentro de Bravo de
Sarabia.
Entró este en Santiago el 16 del propio mes (2), pre-
sentó su despacho al cuerpo municipal « con facultad de
» repartir los Indios que se hubiesen de encomendar, » y
quedó reconocido y proclamado con el triple carácter de
(1) Real en despachada en Madrid el 25 de setiembre de 1
(2 E , Pues, los autores suponiendo que el presidente ces desem-
barcó en al el 15 de abril.
CAPÍTULO IV. 13
gobernador del reino , capitan jeneral, y presidente de
la real audiencia. (
Hasta el 2/, de setiembre permaneció el presidente en
Santiago mejorando algunas disposiciones administrati-
vas, tras lo cual se puso en camino para Concepcion ,
yendo hasta Maipo acompañado del alcalde Juan Jofre
y de un rejidor; los cuales, al despedirse, le dejaron
una corta escolta sacada de Santiago para resguardo del
supremo jefe hasta su entrada en aquella ciudad,
donde de nuevo se hizo recibir con los tres mencionados
títulos.
Esa travesía desde Coquimbo á Santiago y de San-
tiago 4 Concepcion de mucha utilidad fue para el pais.
El equitativo é intelijente Sarabia tuvo en ella la ocasion
de notar cuan grande era el desconcierto de la naciente
sociedad, y cuantos los males que la aflijian por lo mismo
que tan embriagada la tenian ya los vicios. Así es que sin
perder instante ordenó al licenciado Egas Venegas una
visita jeneral por todo el reino, con cargo de asentar
medidas uniformes y comunes : — 1” para la pronta, y
por ningun título escusada,, satisfaccion del quinto real ;
— 2% para el pago semanal, y abono, de atrasos en
los sesmos, que á los Indios se les fuera en deber; —
3" para señalar de una manera estable cual servicio ha-
bian de hacer los Indios encomendados , y cual salario
los encomenderos debian abonarles; — 4” para distin-
guir las atribuciones de los encomenderos , como los de-
rechos de los encomendados, y hacer que estos fueran
tratados con suavidad y moderacion ; — 5" para obligar
que cada encomendero se procurase á sus expensas, por
un dot rgado de la educacion cristiana
lo menos u
de la familia encomendada ; — 6* enfin, para poner en
h4 HISTORIA DE CHILE.
cada partido un protector de Indios, el cual los habia
de defender, y traerlos en recurso á la real justicia,
hasta quedar vengados los agravios que se les hubieren
hecho. i
De estas acertadas disposiciones con lucimiento salió
Egas Venegas, corrijiendo escándalos y abusos , y asen-
tando medidas de tal severidad , que como por encanto
parecia renacer el arreglo de las costumbres y el mejor
estar de los Indios, en todos los establecimientos sumi-
sos á la ley castellana.
Entre tanto nose mantuvo ocioso el presidente, antes
con auxilio de personas de saber y de probidad, puso em-
peño en la pacificacion de las tribus revueltas entre los
rios Maule y Biobio, la logró, y con las mismas máximas
de prudencia y de paz se dirijió por medio de ulmenes
convidando á las parcialidades de los sub-andinos y lla-
nos de Angol á la provincia de Chiloe, para ver satis-
fecho , y en breve, como todas ellas depusieron sin. exi-
jencias las armas.
Quedaban , empero, los estados de Arauco, Tucapel
y Catyray, de cuyos estados que no quisieron escuchar -
proposiciones, salió el toquí Pillataru con seis mil guer-
reros, apostándose en la memorable Mariguenu, ó cuesta
de Villagra, y desafiando, por decirlo así, al gobierno
de Concepcion.
Contra insulto tal de nada servian las palabras; era
preciso acudir á las armas, y esto es lo que determinó
el presidente Sarabia, guardando de jeneral 4 Ruiz de
Gamboa, de maestre de campo 4 Miguel de Velasco;
pero como quisiera él mismo presenciar las operaciones
de esta campaña, y tambien dirijirla, declaró por gober-
nador interino de la Concepcion 4 Lorenzo Bernal.
]
]
CAPÍTULO 1V. A5
Puesto, pues, en marcha con doscientos sesenta Es-
pañoles, y quinientos auxiliares , y como le esperaran ya
cuatro lanchas en las aguas del Biobio, á su desemboque
en el mar, le atravesó con toda su jente sin tropiezo, y
siguió pacífica y ordenadamente hasta asentar su real en
Colcura, á falda setentrional de la E sobre cuya cús-
pide se mantenia Pillataru.
Allegada la noche hizo el presidente que se formase
un como consejo de guerra, para concertar el modo y
medios con que acometer al enemigo, pero con la inca-
lificable premisa en que se asentaba , no una consulta de
pareceres dejados en absoluta independencia, sino la
marcada resolucion de la autoridad suprema, contra cuyo
entender muy pocos son los hombres que se anuncian ,
porque pocos son los que, en el desagrado de quien tanto
puede , incurrir voluntariamente quieran.
En efecto, abrió el presidente la junta de jenerales
proponiendo muy resuelto que convenia empezar por el
reconocimiento del campo enemigo y sus trincheras, con
sesenta hombres al mando del maestre de campo Miguel
de Velasco, y á opinion tan anticipada, sin gran temple
de alma, sin un exquisito zelo por el bien comun , no
resiste nadie. Así es que la lisonja aplaudió, la cobar-
día aprobó, pero la firme conviccion de una inevitable
ruina inspiró á Velasco, no obstante haber adherido al
parecer, un astuto rodeo, deslizando la expresion de que
pudiera ser, en aquellas circunstancias, de sumo pro-
vecho el dictámen del capitan Pedro Cortés con quien
no se habia contado, siendo el mejor conocedor de las |
entradas y salidas del campo que los Araticanos ocu-
paban.
A Sarabia no le gustó la propuesta, pero por no pasar
»
46 HISTORIA DE CHILE.
plaza de temerario, mandó venir á la junta á Cortés , y
consultado este partidario sobre asunto ya resuelto , res-
pondió con admirable tino : — « Le seria muy satisfacto-
rio ser del número de los sesenta hombres destinados al
reconocimiento, » solo que llamado conimperio por el pre-
sidente á pronunciar un voto positivo, manifestó sin dis-
fraz la inutilidad, como el grave riesgo, deir á reconocer
un punto que todos los Españoles tenian visto y medido,
bien á su costa. — «O ir todos contra el toquí , exclamó
Cortés , 6 contarnos por perdidos si las fuerzas marchan
divididas. »
Pagó Bravo de Sarabia la llaneza con denuestos , mas
como leyera en los semblantes de todos cuantos á su pri-
mer dictámen habian suscrito que las razones de Cortés
ellos tambien las reconocian , ya que no tuvieran valor
para expresarlas, determinó que fueran al reconoci-
miento ciento veinte Españoles y trescientos auxiliares,
en lugar de ser sesenta; que con eso se hacia mayor el
desatino, .
En efecto , con el primer albor del dia comenzó á su-
bir el cerro aquella jente conducida por Miguel de Velasco,
y llevando la retaguardia el jeneral Ruiz de Gamboa , sin
que Pillataru diese muestra de querer estorbarlo ; mas
en cuanto viera que los Españoles torcian el último cara-
col que á la cumbre llevaba , cargó con tan furioso ím-
petu, con tan crecido número de soldados , que aquellos
se vieron envueltos, gravemente ofendidos , y en la im-
posibilidad de ofender, sino con arma blanca , de la cua]
echaron mano para ver de salir de la horrible confusion.
Aumentóse esta en breve , porque desbocado el caballo
de Miguel de Velasco, saltó al centro del campo enemigo
con su jinete, y como Pillataru lo notara, recargó con
!
a
:
CAPÍTULO 1V. 47
un numeroso cuerpo sobre la vanguardia enemiga, y
acaso lograra deshacerla si tan á punto no corriera Pedro
Cortés para mandarla, y si para mayor asombro del
toquí no apareciera de nuevo en cabeza de filas el maes-
tre de campo , arrebatado de entre los Araucanos por un
valiente militar cuyo nombre ha perdido la historia,
Con todo, ni el arresto de los Españoles , igualmente
que el de sus auxiliares ; ni la presencia de ánimo de los
jefes Velasco y Cortés ; ni la temeridad de Francisco Her-
nandez Rondon penetrando mas de cien pasos el campo
araucano , del que arrancó un Español que allí tenia pri-
sionero , nada bastó á contener el vigoroso empuje de los
Indios, y fue preciso declararse en retirada , con la sen-
sible pérdida de cuarenta y cuatro Españoles y cien auxi-
liares que tendidos quedaron en el pecho de aquel hadario
é imponente cerro (1).
Llegaron los fujitivos al cuartel general para referir al
gobernador el lamentoso éxito de sus descabelladas dis-
posiciones, y sacarle al rostro, indicios de pesar, de hor-
ror, de confusion y de espanto, comenzando sin duda á
comprender que cabe mucha intonsía en materia de ar-
mas, aun cuando uno sea muy lince en la de las letras.
Así, entre desesperado y corrido alzó su campo, tras-
ladándose 4 orillas del Vergara, en cuyo punto remitió
el mando 4 Martin Ruiz de Gamboa, ordenándole pasase
inmediatamente á Arauco, y trasladase su guarnicion de
cuarenta hombres, que mandaba Gaspar de la Barrera,
á la ciudad de Cañete. Gamboa marchó al descargo de
esta mision en acelerada jornada, doblando los cerros
(1) No se concibe porqué no pensarian los Españoles en guardar esa tan ven-
tajosa posicion con un fortn en la crons. ENDE a ahorrado mucha
sangre, y su li 8
48 HISTORIA DE CHILE.
de San Jerónimo, y llegando á Arauco sin obstáculo;
pero al paso con el presidio de aquella plaza para Cañete,
le salieron unos seiscientos Araucanos, que si bien fue-
ron rotos, y no mal escarmentados, todavia fue á costa de
ocho Castellanos que en la pelea murieron.
Sin la costumbre que tienen los Indios de celebrar sus
triunfos sobre el campo de batalla , entregándose por mu-
chos dias á un loco deporte, á excesos y borracheras, y
juegos que los suelen traer 4 un enajenamiento de ánimo
torpe é insensible, 6 mejor, si los Indios no durmieran
tanto sobre sus laureles , perdiendo en la inaccion las re-
sultas del triunfo , no cumpliera Gamboa tan á su satis-
faccion el encargo que el gobernador le encomendó esta
vez. Pero está Pillataru en medio de bailes y de comi-
litonas , y el jeneral español tiene tiempo para poner la
corta guarnicion de Arauco en Cañete, para volver al
Vergara en donde le esperaba el presidente, y, en fin,
para marchar en compañía de este hasta Concepcion, en
donde entró Sarabia no «poco escocido , reflexionando
cuanto desmereceria su nombre en la opinion pública,
con conocimiento de su tan insigne, cuan funesta ,
bisoñada.
o rg
A A IL AR IIA GR Y
AS A
CAPITULO Y.
Obispado de la ciudad Imperial. — La fortaleza de Arauco arrasada. — Pilla=
taru en Quiapo. — Expedicion de Gamboa á las tierras de Pelantaru. — Es-
fuerzos del presidente en favor de la administracion de la justicia. — Sus
Pa Predio — Marcha el gobernador á los Infantes. — Vuelve
á Conc — Muere el ilustre Barrionuevo.
(1569. )
Corrian las armas castellanas por entre triunfos y der-
rotas, pero entre tanto el reino de Chile se iba haciendo
cada vez mas grande, cada vez mas ilustre. Ya tiene en
su centro el supremo tribunal de justicia; su capital se
envanece considerándose ennoblecida con una mitra cuya
modestia, simplicidad y virtudes recuerdan los hermosos
tiempos de la Iglesia católica, y para mayor lustre, viene
ahora Felipe 11 asentando en la Imperial otra silla epis-
copal , destinada al ilustrísimo y reverendísimo fray An-
tonio de San Miguel, del órden seráfico, y guardian del
convento de la ciudad del Cuzco, segun bula que, á
presentacion del rey de España, expidió el papa Pio Y
el 30 de diciembre 1567.
Este sabio y zeloso prelado confirió poder al licenciado
don Agustin de Cisneros para que rijiera su iglesia,
mientras su consagracion , que ocurrió en Lima el 9 de fe-
brero de 1569 por ante elilustrísimo arzobispo de aquella
capital doctor don Jerónimo Loaiza; mas no parece que
viniera á su silla hasta en mayo de 1571 (1).
(1) ¿ Fue esta la primera silla episcopal de Chile, 6 la de Santiago? Tal es
la cuestion que todos los historiadores han ajitado, y que ninguno ha resuelto
1. Historia, h
1
0
po. DO
y 908
pa A dol
Al uu
50 HISTORIA DE CHILE.
Las rentas decimales del obispado de Santiago, á
cuya jurisdicion pertenecian entonces todas las iglesias
del reino, apenas si llegaban á ocho mil pesos ; pero
con aquella novedad no solamente hubo que mirar el
modo de compartir dicha renta entre los dos prelados,
sino tambien el de señalar los límites del respectivo do-
minio espiritual. Promovióse esta cuestion ante la real
audiencia que la resolvió incontinenti, poniendo el 19
de enero de 1569 á don Agustin de Cisneros en pose-
sion (1) de la tierra que media entre el rio Maule y
Chiloe, declarada diócesis de la Imperial; y diócesis
del obispado de Santiago desde el dicho Maule hasta
Copiapo. ¿
En esto se andaba cuando llegó aviso de nuevos mo-
vimientos del toquí en direccion de Cañete, y Melchor
Bravo de Sarabia hizo que Ruiz de Gamboa y Miguel de
Velasco con ciento veinte Españoles, y otros tantos auxi-
liares, pasasen á protejer aquella ciudad. Pillataru gastó
mas tiempo que era menester en arrasar la abandonada
plaza de Arauco, y como sus espías le dijeran que en
eon acierto. Es constante que el obispo San Miguel no vino á su iglesia hasta
en 1571 ; constante que en virtud de la referida bula de 1567 erijió la parro-
quia de la Imperial en catedral, con título de santa iglesia del señor arcángel
San Miguel; constante tambien que esa iglesia no se vió completa hasta el
12 de abril de 1574, en cuyó dia se le dieron todas cuantas dignidades cor-
responden al cabildo episcopal. Argíir con que la mitra de la Imperial ya la
tenia otorgada Pio IVY por bula de 22 de abril de 1563, tambien en favor del re-
ferido San Miguel, no prueba primacía , ni aun nominal , puesto que la bula
de Pio IV en favor del obispo de Santiago, el célebre Rodrigo de Marmolejo, es
de 27 de junio de 1561. Que San Miguel asistiera al concilio provincial cele-
brado en Lima en 2 de marzo de 1567, y que en él se le llame obispo de la
Imperial, no concluye tampoco por los que le quieren poner primer obispo de
Chile. Era obispo nombrado desde 1563 , pero no obispo en ejercicio en su
diócesi.
(1) En la parroquia de San Pedro de la ciudad Concepcion ocurrió esta
ceremonia, ee
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1]
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:
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11
CAPÍTULO Y. 51
Cañete habia fuerza y una muy esmerada vijilancia, se
acuarteló sobre las ruinas de Quiapo, dejando algunos
cuerpos sueltos para correr las cercanías y evitar así una
interpresa.
A tres dias despues de apostado en aquel punto, pa-
reció la columna de Gamboa, que se descolgaba por el
camino de Puren, y eljeneral español, descubriendo el
campo enemigo, hizo alto como determinado á retroce-
der, teniendo por insuficientes las fuerzas que man-
daba, para con enemigo tan numeroso y regularmente
defendido.
Los capitanes Pedro Cortés y Juan Ruiz de Leon,
que en la irresolucion de su jefe creyeron leer la idea
que le dominaba, se adelantaron á decirle que el no
presentar batalla á Pillataru , y huirle, habia de acar-
rear consecuencias muy fatales , que el toquí araucano
saldria picando la retaguardia y corriéndola hasta Cañete,
pues á tanto se le autorizaba en dándole la señal de que
se le temia; y como tambien Velasco exprimiera el
mismo parecer, Gamboa resolvió el ataque, y la columna
castellana continuó su marcha de cara á los Indios,
No se engañaron Cortés ni Leon. Tan lejos estaba el
toquí de querer valerse de sus trincheras para medir su
brazo con un enemigo, digno en su loca presuncion del
mas alto desprecio, desde que en la cuesta de Mari-
guenu le corriera , que con toda su jente se echó fuera
del atrincheramiento, y lo que mas es, flanqueando sus
haces en opuesta derrota y simulado apresuramiento ,
como si se pensara en una desbaratada fuga. Con mo-
-vimiento semejante bien creyó Ruiz de Gamboa que al
primer ímpetu quedarian necesariamente rotas las masas
araucanas, y por consiguiente cargó mas lijero que de=
59 HISTORIA DE CHILE.
biera, pues á una voz de Pillataru toda su jente descor-
rió con maravilloso arte un perfecto círculo dentro del
cual se encontraron los Españoles. Gamboa, que reco-
noció el peligro, en dilijencia acudió tambien con el
remedio formando los suyos en cuadro, y comenzando á
jugar con los arcabuces que no erraban tiro, y aclara-
ban las líneas del arrestado enemigo; pero este no cedia,
ya que viera que en dos horas de tenaz empeño ni aun
habia podido decentar las filas españolas , cuando de
las suyas traia tendidos el plomo mas de trescientos Ca-
dáveres.
Ya en fin, abrió Pillataru el cerco, y se retiró á sus
trincheras, quedando el campo español en su lugar,
donde se mantuvo todo el dia , por si los Araucanos pen-
sasen en volver á la carga ; y como estos no parecieran
dispuestos á segunda prueba, ni Gamboa tuviera por
cuerdo el ir á atacarlos al fuerte, los Españoles alzaron
su real al dia siguiente encaminándose á Cañete.
Gamboa se mantenia en aquella colonia, esperando
que el toquí viniera contra ella , que con esta declarada
intencion salió del cerro de Villagra, y la propia voz
corria entre los Indios por espías que ambos bandos
traian en accion; pero Pillataru no asomaba : algunas
partidas insignificantes corrian los contornos del esta-
blecimiento español, cubriendo con mentido rumbo los
movimientos del ejército indio; y dilatando así las 0pe-
raciones, la plaza consumia los víveres, y si llegaba á efec-
tuarse el asedio, tanto y mas daño que el enemigo pu-
diera acarrear la falta de mantenimientos. No quiso
Gamboa verse en semejante apuro. Resuelto á. vituallar
á la colonia de manera que de nada careciera aunque
por algun tiempo llegara á verse cerrada, tomó cien
CAPÍTULO Ve 53
+...
soldados y. algunos auxiliares, y se dirijió de noche en
línea de Puren contra las tierras de un rico y jóven ca-
pitan ó ulmen llamado Pelantaru (1). Llevado por bue-
nos guias, el caudillo español llegó muy de madrugada
á la jurisdicion del ulmen, y no tardó en recojer buena
provision de víveres; mas cuando quiso volver con la
presa, le cayeron encima mas de seis mil Araucanos que
el toquí tenia encubiertos en las faldas de los inmedia-
tos montes, y se travó al instante una desesperada re-
friega. Gamboa , que sin duda hubo de recordar el buen
éxito de la accion de Quiapo, oponiendo al cerco del ene-
migo un cuadro impenetrable, entró esta vez en el pro-
propio sistema, cojiendo dentro la preciosa provision
de alimentos que habia hecho, con empeño de salvarla
y salvarse. Mientras le tenian cerrado con fuerzas res-
petables , á pie firme y con descargas ejecutadas oportu-
namente , contenia el empuje de sus enemigos; mas en
cuanto estos dejaban desguarnecido un punto cual-
quiera, el cuadro español marchaba ordenado y siempre
en busca de una retirada honrosa. Así es que gastó mu=
chas horas, ya peleando con esfuerzos de un valor in-
comparable, ya avanzando en busca de su salvacion ,
con la cual contaba si 4 doblar aquella terrible abra
llegara. Hubo aquel dia muy poco órden en los Indios,
y aunque con impavidez dieran repetidas veces contra |
el cuadro castellano, como nunca se ejecutara en masa,
la arcabucería española derribaba y barria á los atrevi-
dos grupos que se arrojaban al peligro, y el estrago
acabó con imponer un completo desmayo á los Indios ,
- (1) Y no Pillataru como dicen los historiadores, suponiendo que el jeneral
Gamboa fue á saquear las posesiones del toquí. — Pelantaru , ó Pelantaro, el
mismo que mató al gobernador Oñez y Loyola, siendo ya toquí.
5h HISTORIA DE CHILE.
dejando álos Españoles libre paso para Cañete, en donde
entraron con rico botin, ya que con siete hombres
menos (1). :
Mientras que así reponian las armas castellanas el
descrédito 4 que las trajo en la cuesta de Villagra la
impericia del gobernador, este trabajaba sin descanso con
la audiencia para que la administracion de la justicia
entrara en un pie equitativo y beneficioso. Desde luego
fue medida muy importante el quitar, así á los correji-
mientos, como á las justicias ordinarias, la necia facul-
tad de seguir y sustanciar en materias civiles, como en
las criminales, sin informe, cuenta, ni apelacion á supe-
rior, á no ser cuestion capital en crímen, y de enorme .
cuantía en civil. Bravo de Sarabia, hombre, sobre sá-
bio, de una rectitud austera, de un amor al bien comun
que tuvo muy pocos modelos, dió por tierra con aquella
peligrosa prerogativa, mandando que de las sentencias
del inferior pudieran las partes apelar al superior , Y
conminando con graves penas á cualquiera juez que no
admitiese lisa y llanamente todo jénero de apelaciones
siempre que en tiempo hábil parecieran. De paso volvió
á recomendar que los encomenderos se portasen Con
los Indios con humanidad y nobleza (2), guardándose
1) Las memorias de aquel tiempo y muchas de las historias publicadas ,
llaman á esta retirada de Gamboa la bella retirada equivalente á una fa mosa
victoria. Consta, en efecto, en expediente seguido por Nuño Hernandez ante
el oidor y doctor. Peralta, que Pillataru perdió en esa accion seisciento os In-
los
Araucanos debió ser considerable, las consecuencias parecen acreditarlo, pues
el toquí tardó mucho tiempo en volver á romper las hostilidades.
(2) Sentia en alivio de los conquistados lo mismo que Felipe II, quien, q
real cédula de este mismo año, dada en Galapagar á 22 de marzo, el
á la real audiencia de Concepcion cuidase del buen trato y educacion de los
IS
CAPÍTULO Y. 55
sobre todo de defraudarles sus salarios y Sesmos, por=
que la menor falta en ello les costaria una multa quin-
tupla á la cantidad defraudada,
Hubo tambien nuevas reglas para los tambos, y
transportes de unos á otros , con aranceles en que se se-
ñalaban los derechos fijos segun que los pesos fueran,
y como deseara dar al pais lustre y fuerza, y no le viera
todavía con los suficientes elementos para dar salida á
sus miras, ofició á Ruiz Gamboa diciéndole que si pre-
sumia poderse defender Cañete con su propia guarni-
cion y la arrimada de la plaza de Arauco, pasase inme-
diatamente á los Infantes, en cuyo punto se encontraria
él para dar nuevas órdenes.
En efecto, salió el gobernador de Concepcion para los
Infantes, y no tardó en llegar á este punto el jeneral
Gamboa con la misma tropa que. llevado habia en so-
corro de Cañete, y sin perder instante marchó para el
Perú el maestre de campo Miguel de Velasco , con carta
del presidente Bravo de Sarabia en la cual pedia al vi-
rey (1) un regular socorro de hombres y de dinero, para
traer á la obediencia las tribus de la rebelde Araucania,
que le parecia facil y natural : en igual error se estre-
llaron todos los gobernadores.
Tras esto, Lorenzo Bernal fue nombrado maestre
de campo, y como los Araucanos no enseñaran guerra
en ninguno de los puntos, volvióse Sarabia á Concepcion
desde donde comenzó á despachar diferentes embajadas,
llamando todos los estados y tribus á una paz que habia de
ser (decia) leal, duradera, honrosa, y de mucho provecho
Indios, fundando para este fin monasterios inmediatos á las encomiendas, y aun
fuera de ellas, á expensas del real erario en este caso, y del real erario y del
encomendero en aquel.
(1) Éralo entonces don Francisco de Toledo.
56 HISTORIA DE CHILE,
para ambos partidos. ¿Como traducian los Indios estas rei-
teradas amonestaciones? Suponiéndolas hijas del miedo ,
de la poquísima confianza que los Españoles tenian en la
duracion de su conquista, y por consiguiente solian pro-
ducir un resultado enteramente contrario al que se bus-
caba. No fue por cierto esta vez así, porque Pillataru
cayó gravemente enfermo , y ya que los estados arau-
canos no respondieran al convite del presidente de la
real audiencia, tampoco por entonces desplegaron su
soberbio y ensangrentado pendon.
Apenas tuvo tiempo el cabildo de Santiago para cele-
brar contento la nueva aurora de paz que comenzó á lucir
con la desaparicion del toquí araucano , despues de los
reveses de Quiapo y del valle de Pelantaru, porque vino
la muerte arrebatando de la silla episcopal al venerable
y muy ilustre Barrionuevo ; calamidad que lloraron los
cristianos, y tambien los Indios amigos , porque si aquel
santo obispo fue para los primeros un consejero piadoso,
un director lleno de zelo y de intelijencia , con los se-
gundos hizo en muchas ocasiones oficio de un verdadero
padre, dispensándoles á manos llenas lo mismo los bienes
temporales que los espirituales,
CAPITULO VI.
Temblor de tierra. — Hechos de Bravo de Sarabia por el bien público. —
Llegada del ilustrísimo San Miguel de Avendaño á la Imperial. — Pillataru
muere, y Alonso Diaz declarado toquí. — El obispo de la Imperial comienza
la visita de su diócesi. — Don fray Diego de Medellin llamado á la silla
episcopal de Santiago.
(1570—1574.)
Con el establecimiento de la real audiencia en Concep-
cion, con las entendidas disposiciones del presidente Sa-
ravia para que la justicia no fuera parcial ni arbitraria,
aquella ciudad comenzó á prosperar en poblacion y
en riqueza, de una manera admirable. Callan las ar-
mas; quedan los caminos limpios, expeditos, y de
todas partes del reino concurren á Concepcion gran nú-
mero de colonos que exponen sus derechos ante el su-
- premo tribunal, ó le dan queja de agravios causados por
jueces injustos, y tal vez prevaricadores ; pero si paz hay
sin previo ajuste, si como por instinto los bandos beli-
jerantes han depuesto el exterminador acero de que
hasta aquí los hemos visto armados, dijérase que solo
fuera para que la naturaleza hiciera tambien un impor-
tante papel en el cruento drama á que el reino de Chile
servia de teatro. :
Esa Concepcion, en cuyo centro se mira una como
corte del naciente imperio castellano; esa ciudad de
cuya posicion topográfica se prometen los habitantes
ventura y tesoros, gracias al arrimo de un mar majes-
tuoso y despejado cuyas aguas se intiman con las que
58 HISTORIA DE CHILE.
vomita el soberbio Biobio; esa Concepcion , salida con
ufanía y brillo de entre las cenizas que por señal le deja-
ran las armas dé la Araucania, el 8 de febrero (1),
la hunde una violenta concusion de la tierra, y sus
cimientos los barre al instante la braveza de las olas que
como de propósito envia un piélago enfurecido, ya que el
terrible sacudimiento le echa fuera de barrera con es-
pantosa elevacion. Dia triste y tremendo, conocido con el
nombre de miércoles de Ceniza, en el cual, 41as nueve de la
mañana , ya cubrian las aguas del mar el espacio de lo
que media hora antes era una ciudad rica y florente, pero,
Para mayor asombro, sin que la catástrofe hiciera apenas
víctimas (2), aunque de verdad ha de atribuirse 4 la
hora en que ocurrió, y al espantoso bramido que de
las entrañas de la tierra salió de antemano anunciando
el terremoto , como si fuera de providencia para que los
vivientes tuvieran tiempo de buscar en los desiertos
campos la salvacion de sus vidas.
.. Cinco meses continuos se mantuvo la tierrra oscilante
y el mar en desborde; el curso de los rios estaba ata-
(1) El 4 ponen muchos historiadores , pero contra su decir tenemos el do-
cumento del voto que escribieron todos pon moradores de pera en pú-
blico cabildo en 8 de julio de 1570, en el cual « se e lee: :—« Y que n esta ciudad
y aL fe)
» el miércoles de Ceniza de este presente año de 1570, á los ocho dias del mes
» de febrero, á las So > horás en dia, pisa » >= e +. ames por intercesor y
«custodio de aquella acad
celebra la Iglesia en el año. Salió, pues, > Natividad d dee pe Virjen, quedó por
consiguiente resuelto alzarle una ermita en la calle de la Loma, á la cual habian
de concurrir, descalzos eh solemne procesion, autoridades civiles, militares y
ca Ria sonanidades y recinos, todos los años, el jueves siguiente al miér-
coles de
(2) Dice Herrera que perecieron Pra hombres, En el documento de
que habla la precedente nota se lee 2 — « Y que Dios os por su infinita miseri-
» cordia, de la cual no se olvida el dia de su furor, fue servido que casi ningun
» persona muriese, etc. » eu
CAPÍTULO VI. 59
jado; los campos inundados, y hasta las montañas ame-
nazadas de un nuevo diluvio, sintiendo todo el reino de
Chile un perenne vaiven, un traque tronitoso subterraneo,
como si el suelo estuviera quebrantando todas las ma-
terias para luego volarse en pavesas.
La iglesia catedral de Santiago Se habia concluido el 6
de noviembre de 1568, merced á la jenerosidad de los ha-
bitantes, que respondieron con largueza al don á que el
cabildo los llamó por medio de Juan Jofre, despues de
haber consumido en ella mas de veinte y cinco mil pesos
de fondos públicos, y este terremoto la hundió tam-
bien (1).
Cesó por fin la espantosa oscilacion ; el mar recojió
sus aguas, los rios entraron en sus ordinarios límites,
y como quietas y apartadas de los establecimientos espa-
ñoles se mantenian las tribus araucanas, aquellos Co-
menzaron á reparar sus pérdidas con el zelo y la activi-
dad que en todas las ocasiones probaron.
La real audiencia, así como el cabildo de Concepcion,
á cuyo frente se hallaban los alcaldes Gomez de Lagos
y Diego Diaz, como el correjidor Alonso de Alvarado,
como el vicariojeneral y gobernador eclesiástico el pia-
doso fray Fernando Romero, todos, en fin, apelaron á la
jenerosidad de los moradores de las demas ciudades,
para que concurrieran á remediar, Como mejor lo en- *
tendiese cada uno, la terrible desgracia que cupo á Gon-
(1) Con vista de estas ocurrencias mas de uno de los arrogantes conquis-
elafan con que los Españoles fundaban casas, templos, y otros edificios, solian
á la letra se cumplió la profecía, algunos de los Españoles súpersticiosos no
cesaban de decir : Bien sabian esto los Indios, y bien claro nos lo de-
cian. : ,
60 HISTORIA DE CHILE.
cepcion, y como la caridad fuese aun mas allá de lo que
era de esperar, salváronse muchas familias del rigor de
la miseria , y volvió 4 renacer la colonia fundando por
cuarta vez sus moradas y sus templos.
A beneficio del público sosiego, y con el constante
zelo del presidente Bravo de Sarabia, la posicion de los
Indios de paz iba ya muy mejorada, y las leyes man-
tenian un saludable imperio en todos los departamen-
tos ; porque los grandes abusos, los escándalos, y tal vez
demasías que solian producir alzamientos y sangrientas
guerras, solo entre algunos de los encomenderos se veian,
y como el presidente, ó sea Egas Venegas en su nom-
bre, habia puesto un protector de Indios en cada enco-
mienda, ni la codicia ni la barbarie podian ejercerse
impunemente. Bueno es decirlo de paso : sea que el tri-
bunal supremo formase empeño en que luciera la justi-
cia pura y sin mancha, porque de esta circunstancia pa-
recia depender su honra y su estabilidad , sea que los
Españoles vieran mas inmediata en aquel la persona
de su rey, que no en los gobernadores precedentes, cuya
carrera y elevacion podian valorar ellos mismos, como
compañeros de armas, es lo cierto que el respeto y temor
á la audiencia fue señalado y jeneral, cuando de los
correjidores y justicias de los demas gobiernos no faltó
- Quien descaradamente se burlara. >
Así se iba reformando y morijerando aquella naciente
sociedad en la parte política, cuando para mayor fortuna
suya le llegó el ilustrísimo pastor San Miguel de Aven-
daño que la habia de enseñar la verdad cristiana des-
nuda de toda supersticion. En principios del mes de
mayo de 1571, entró en la ciudad Imperial aquel vir-
buoso varon, ya consagrado, y el dia primero que se
CAPÍTULO Vi, 61
presentó en su iglesia , ocupó el púlpito para decir á sus
feligreses no otra cosa sino que los Indios eran herma-
nos en Jesucristo, que como á tales hermanos habian
de tratarlos, y que el causarles el mas leve daño, ora
en sus personas, ora en los intereses debidos y señala
dos al servicio personal que prestaban, culpa era de la
que Dios tomaria estrecha y severa cuenta.
Como renovara esa doctrina visitando las encomien-
das del distrito de la Imperial, al paso que en cada una
de ellas dejaba un sacerdote para doctrinero, sucedió
que allegado á la propiedad del capitan Pedro Olmo de
Aguilera, señor de diez á doce mil Indios, este, ó por
mucha devocion , Ó por algun remordimiento de su con-
ciencia , ya que declarara no haber defraudado ni un
solo maravedí á ninguno de sus encomendados, ofreció
al obispo levantar siete iglesias en las parcialidades de
su encomienda, y un hospital con cien camas, para
cuidar en él los enfermos, comprometiéndose al efecto
con escritura pública, otorgada ante el notario de la
Imperial Juan Rodriguez (1).
Volvió el obispo á la Imperial y tomó por cuenta suya
el enseñar á los niños la doctrina cristiana , que se la es-
plicaba todas las tardes en la iglesia con la mayor pa-
ciencia y dulzura; mas viendo cuanta necesidad habia
de un hospital donde recojer 4 los Españoles meneste-
rosos y 4los indíjenas cuando sus achaques ú enferme-
dades no les permitiesen ganar el sustento con el tra-
(1) Eficaces. fueron las palabras de este sabio prelado, pues que habiéndole
oido predicar el capitan Diego Nieto Ortiz de Gaete, vecino de Osorno , de-
clara voluntariamente ser detentador de mas de veinte y siete mil pesos de
jornales debidos á sus Indios; dispone que cuatro sacerdotes de arreglada
vida se encarguen de toda su hacienda y restituyan lo que en deuda resultare,
y muere con pesar de su conducta. Véase la pág. 432 del tomo primero,
62 HISTORIA DE CHILE.
bajo, compró á sus expensas (1) un solar propio de los
relijiosos de la Merced, y la fábrica se levantó con ayuda
de los colonos.
Ya que no hay duda que los Indios no fueran nunca
fieles en sus promesas , ni que prefirieran todos ellos la
muerte á una vergonzosa servidumbre, todavia se ve
que no una vez, sino muchas, quebrantaron las leyes
del agradecimiento mas por ajenas sujestiones de la
presuncion resentida, que por resuelto y propio querer,
Es prueba de esta verdad la encomienda de Lebquetal,
perteneciente al honrado Hernan Perez,
*“Cuidaba este sujeto de sus Indios con un amor, con un
esmero , tal como si todos ellos fueran hijos suyos. Tan
pronto se le veia á la cabecera de la cama de los que
estaban enfermos, como enseñando á estos á leer, á
aquellos la doctrina, á los demas allá las obligaciones
de sus respectivos cargos; y los Indios por su parte pú-
blicamente bendecian á la suerte que tal encomendero ,
6 señor, les habia deparado.
A esta venturosa y pacífica encomienda llegó por des-
gracia el mestizo Alonso Diaz (2), sedujo á los Indios , y
(1) Costó dos carneros y diez ovejas, y es preciso que en aquel tiempo fue-
ho precio aquellas reses, pues que visitando el provincial de la ór-
den el convento de la Imperial, no solo aprobó la venta que sus súbditos ha-
bian hecho al obispo, sino que la dió por muy ventajosa. >
(2) Dice Molina que Diaz contaba ya diez años entre los Indios de guerra,
de se habia hecho distinguir po lor y por su habilidad. — ¿En
+ 90 UU) ee
qué batallas se le ve distinguiéndose? Muchas hubo en diez años y ninguna le
cuenta. Ni contarle podia. Este jóven nunca antes de ahora habia estado con
los Indios. Pretendió en Concepcion entrar al servicio de las armas, pero con
condicion de que desde luego se le diera el alferazgo. El presidente Bravo de
Sarabia no hubo de ver causas bastantes para admitir la condicion , Y como
viera Alonso Diaz desestimada su demanda , resolvió vengarse pasando al par-
tido contrario. Tal es la cansa que produjo el levantamiento de Lebquetal, y
cepa no fueran satisfactorias para los Indios las resultas, Diaz logró en ellas
a a dat ba A y
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MUIPULD e
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A
1
y
j
a cies
CAPÍTULO Vi. 63
do ellos le siguieron caminando contra Concepcion en
la creencia que habian de aniquilarla sin mas de llegar á
sus puertas. |
Dieron en ocasion en que Miguel de Velasco acababa
de arribar con doscientos soldados , y provision de mu-
niciones, con que le despachó al instante el virey del
Perú don Francisco de Toledo, y el presidente Sarabia
hizo que Lorenzo Bernal al frente de ciento cincuenta
Españoles y doscientos auxiliares diese contra los in-
surjentes hasta castigar cumplidamente su arrojo. |
Alonso Diaz, muchacho de exajerado arresto, bien
hubiera ahorrado á Bernal el trabajo de andar el da-
mino , y álas cercas de la Concepcion se allegara , apesar
del inesperado incidente ; pero algunos de los veteranos
que le seguian lograron reducirle á que retrocediese para
tomar posiciones favorables en la punta de la cadena
de muelas que suben hasta Gualqui, en cuyo lugar se
apostó, en efecto , acudiendo al campo armadas todas
las mujeres y familias de los sublevados. Bernal no res-
petó la ventaja del enemigo, antes suponiéndole nuevo
en armas y no poco embarazado con tanta mujer como
consigo tenia, se puso á subir la montaña con la firme
persuasion de que en un cerrar y abrir de ojos habia de
desalojarle; pero Diaz y cuantos le seguian acreditaron
que no habian enarbolado el pendon para huir cobarde-
mente, sino resueltos á mostrar que estaba en manos
harto capaces para defenderle. Así la funcion fue larga
y extremamente reñida, y si por la superioridad de las
armas logró por fin Bernal romper las masas indias,
desbaratarlas , y ahuyentarlas despavoridas, dejando en
el campo mas de doscientos cincuenta cadáveres, y cerca
de doscientos prisioneros, todavia fue menester comen-
64 HISTÓRIA DE CHILE.
zar nueva refriega con las mujeres , que, unidas, y lla-
mando cobardes á sus maridos porque huian, con in-
dignacion y despecho hicieron frente á los Castellanos ;
muriendo muchas de ellas en la rabiosa pelea , y las res-
tantes, que fueron hechas prisioneras, se dieron muerte
ellas mismas por la noche, siéndoles esto mas dulce y
mas digno, que el haber de vivir sumisas á sus aborre-
cidos vencedores.
Tal fin tuvo la primera prueba de Alonso Diaz, vol-
viéndose Lorenzo Bernal á Concepcion con los doscien-
tos prisioneros , y sin mas pérdida que cinco Españoles
y doce auxiliares.
El presidente Bravo de Sarabia no podia recordar sin
sumo sentimiento que causa habia sido él mismo de la
derrota de Mariguenu, y resultas de esta el abandono
de la plaza de Arauco. Pensaba continuamente en medios
con que recobrar este punto, y con el nuevo refuerzo
que acababa de recibir, y con el feliz éxito de la expe-
dicion de Bernal, ya le pareció ocasion oportuna para
levantar y repoblar aquel fuerte; por tanto cojió los dos-
cientos soldados del Perú, y unos ochenta veteranos
mas, con algunos auxiliares, y rompió marcha por la
costa, llegando á Arauco sin contratiempo , comenzando
desde luego la reedificacion de la plaza sobre sus anti-
guas ruinas.
Ya en esto habia fallecido el toquí Pillataru, y los —
Araucanos todavia se mantenian sosegados; mas en
cuanto supieran que los Españoles reponian otra vez el
establecimiento arruinado , tuviéronlo por una provo-
cacion, y la flecha comenzó á correr todas las tribus (1)-
(1) Empeño en levantar fuertes, empeño en desmembrar las fuerzas , Y €0-
peno en provocar, Pensar asentarse en pais enemigo, cuando ni de hartas armas
e
di
CAPÍTULO VI. 65
Sin embargo , tiempo se dió para que los Españoles aca-
baran con su empeño, quedando Árauco con buen pre-
sidio, y rico almacen de municiones de boca y guerra,
regresando en seguida el gobernador á Concepcion por
el mismo camino de la costa.
El desertor Alonso Diaz se habia rehecho del que-
branto que le hizo sufrir Bernal, y corria arrasando
los campos de Villarica, al paso que tambien ponia en
armas todos los Indios de aquel pais. Con noticia los cuatro
Butalmapus del atrevimiento y de la actividad de aquel
jóven, y acaso esperando que con distinguirle traerian á,
su causa gran parte de la jeneracion de procedencia
mixta , le declararon toquí en junta jeneral de próceres,
habida á consecuencia de la repoblacion de Arauco.
Gregorio Bastidas, comandante jeneral de Villarica,
comenzó á reconocerse mal seguro en presencia del
atrevido Painenancu (1), y acudió pidiendo socorro al
presidente Sarabia para poder hacer armas contra el
enemigo que tanto le hostigaba. Unos ochenta hombres
le mandó el gobernador con el capitan Lozano Arias, y
con esta jente, y con la que á sus órdenes tenia Bastidas ,
comenzaron las operaciones contra el nuevo toquí, que
se vió precisado á abandonar aquella tierra, castigado
en varios reencuentros, y abandonado alcabo por gran
parte de los Indios de las inmediaciones de Villarica,
quienes convidados con el perdon doblaron de nuevo la
cerviz al yugo extranjero.
Ese mal empezar de las armas araucanas hizo presu-
se dispone para mantener en la defensiva el conquistado, no parece concuerde
con las reglas del arte militar. Si Diaz cayera en este tiempo sobre Concepcion,
sin dificultad la entrara, porque habia quedado indefensa
(1) Ese nombre tomó Alonso Diaz, en cuanto supo que “habia sido nombrado
toquí de los estados araucanos,
A HISTORIA, 5
66 HISTORIA DE CHILE.
mir que la guerra no tomaria por entonces gran fuerza,
y el fervoroso obispo de la Imperial, que paz apetecia y
paz predicaba, aprovechó las circunstancias comenzando
la visita de toda su diócesis hasta llegar á Chiloe, en
cuyo tránsito cuentan los autores que administró el sa-
cramento de la confirmacion á muchisimas personas,
y que dejó distribuidos en todas las parcialidades un gran
número de conversores evanjélicos (1).
Vacante estaba todavia la silla episcopal de Santiago,
para 14 cu: Senia presepigdo Felipe 11 al señor don fray
Di áfico, y natural de la ciudad
de su sobrenombre en Estremadura (2), cuya propuesta
estimó S, S, Pio Y, por su bula de 18 de junio de 1574,
El obispo de la Imperial fue el consagrante del R. P. Me-
dellin,
Es de esta época tambien el importante ensayo á que
se aventuró el nauta Juan Fernandez, mrchando mar
adentro en busca de aires jenerales con que abreviar
la navegacion desde el Peru á Chile, en cuyo viaje
se gastaban seis mas meses por llevar los bajeles cos-
teando. En este ensayo descubrió Fernandez las dos islas -
(1) Estimulados tambien*por este caritativo prelado, los cabildos y relijiosos
hasta la laguna de Nahuel-Huapi, y por la costa hasta el rio Tolten, entrando en
la relijion todas las tribus llanistas, y costinas.
2 dice el ilustrisimo don Manuel de Alday, pero el padre Diego
Rosales le aan Matural de la ciudad de Lima. En contra de este aserto no.
tenemos prueba, solo nos repugna, aunqt ible, que en aquella
pu yá cena oa, se 3 diera á Medellin la Amitra, no obstante su saber Y
emplar virtud. Lima si se quiere, en el mismo
año $e ilustre Medellin, vendria á tener 36 á 37 años cuando le nombró obispo
Felipe II; repetimos que eso no fuera ni imposible ni nuevo; pero este pre-
Jado falleció en 1593 á la edad, dicen, de 64 años; ¿como hacer para casar
CAPÍTULO Vi. 67
que con su propio nombre guarda la República Chilena, y
pasó desde el Callao á Chile en solos treinta dias (1); pero
á tan singular servicio se le respondió con una muy seria
acusacion de brujería, de la que quiso la fortuna que los
señores inquisidores de Lima le absolvieran, en cuanto
llegaran á oir como el entendido piloto se proponia ha-
cer que todos los marineros, aunque fueran santos, sa-
lieran tan brujos como él mismo, sin mas que querer
seguir igual rumbo con sus naves , poniéndose á unas
cuatrocientas leguas aparte de la costa.
Mucho conviniera que es ese decretar del tribunal
tremendo tomaran luzla supersticion y laignorancia, y que
en los resultados hubiera mas que la libertad del diestro
y mal pagado Juan Fernandez, pero los hombres no se
curan fácilmente en materia de creencias, y no tarda-
remos en ver como hasta la misma autoridad política
entra tambien, con la mejor fe del mundo, interviniendo
en negocios de brujerías y hechizos, con tanto zelo y
ardor cual pudiera hacerlo el mas escrupuloso inquisi-
dor. Guando por solo este motivo fuera, gran bien le re-
sultara al reino de Chile, si se le hubiese dejado la real
audiencia, cuyos ministros, igualmente que su presi-
dente, dieron hartas prendas de ilustracion y de tole-
rancia, en el corto período que los hemos visto en ejer-
cicio de sus funciones. De otro modo lo dispuso el rey
de España.
Ya hemos dicho cuales causas motivaran el estbleci-
miento del supremo tribunal en Chile ; otras, y precisa-
mente serian de distinta naturaleza , dieron márjen átres
reales cédulas, que casi se suceden una á otra, y que
(1) Hoy se suele hacer ese mismo viaje en diez y seis á diez y ocho dias, con
vientos continuos y favorables, y en ocho el de Chile al Callao.
68 HISTORÍA DE CHILE.
todas ellas prueban por lo menos demasiada lijereza de
parte del gobierno español.
En 13 de junio de 1573, dice Felipe II en el bosque
de Segovia, que el licenciado Gonzalo Calderon pase al
reino de Chile en calidad de juez de apelaciones (1) de
las justicias ordinarias, y teniente jeneral, con residen=
cia en Santiago y tres mil pesos de sueldo pagaderos
por el erario.
El 5 de agosto del mismo año, nombra en San Lo-
renzo el Real á don Rodrigo de Quiroga para gober-
nador del reino de Chile y su capitan jeneral (2), con
asignacion de cinco mil pesos de su real hacienda.
En fin, con fecha 26 del precitado mes y año dijo
el rey á la real audiencia : « Que por causas cumplide-
» ras á su real servicio la tiene quitada del reino de
» Chile, i agregados sus miembros á la real audiencia
» de Lima. »
De todas esas disposiciones ninguna noticia tuvo el
supremo tribunal de la Concepcion hasta el 8 de no-
viembre de 1574, que desde Lima se las comunicó el
primer nombrado, licenciado Gonzalo Calderon.
Veremos en el próximo capítulo el cumplimiento de
(1) « Con instruccion que de los pleitos que hallare apelados á la real au-
» diencía, si esta no hubiere dado sentencia en vista, los fenezca, mas los a.
» tuvieren esta primer sentencia, i los que él sentenciare, se envien aquellos, i
» conceda de estos apelación $ la pan ebro se. ea , que pra a
» para admitir y fenecer tas cau
ES Cabildo as Sentiago )
(2) «A yos al A Rodri de Qu iroga d nti. o, residente en
» las provincias de Chile, sabed : que por algunas causas cumplideras á nuestro
» real servicio habemos acordado de quitar la nuestra audiencia que al pre-
» sente reside en la ciudad de la Concepcion, de esas provincias. Y que
» vos seais nuestro gobernador y capitan Jonenil de las mismas provincias
» de Chile.
(Traslado del cabildo de Santiago.)
CAPÍTULO VI. 69
esas reales órdenes , pero debemos aquí decir que las
funciones que á Calderon se le encomiendan , dejando
de sus fallos recurso para la real audiencia de Lima,
fueron muy perjudiciales á Chile ; complicóse con ellas y
se hizo mas gravosa la administracion de la justicia,
porque Chile ganaba mucho con tener en su propio suelo
un tribunal que feneciera todas las cuestiones de dere-
cho ú agravio, pero apartar de aquel tribunal la justicia
ordinaria por medio de una como segunda instancia, no
podia suceder sino lo que sucedió , orijinar crecidos gas-
tos hasta el dia en que, con mejor consejo, fue abolido
ese tal juzgado.
CAPITULO VII.
Rodrigo de Quiroga llamado al gobierno de Chile. — Juan Jofré corregidor
de Santiago. — Calderon en el desempeño de su juzgado. — Hechiceros
— Convento de monjas en Santiago. — El gobernador se dispone á ir en
persona contra los Indios.
(1575—1577.)
Entró ese año con un recurso ála real audiencia, que-
jándose Nicolas Nonclares , vecino de Santiago, de que
el ayuntamiento de esta ciudad habia nombrado para
_ Nuevos alcaldes dos sujetos demasiado jóvenes , y por
la sola razon de ser encomenderos (1), cuando otros
vecinos dignos y de edad conveniente habia en la ca-
pital, mas que no tuvieran encomienda. El tribunal re-
solvió conforme á lo que en la materia habia asentado la
corte en 25 de abril de 1554, á peticion de Jerónimo de
Alderete; esto es, que los cargos concejiles se provean
en los vecinos, siendo tales los que tengan casa abierta
0 poblada, aunque no posean encomienda.
La real audiencia mandó, pues, que un alcalde saliese
de entre los encomenderos, y el otro de entre vecinos
de casa poblada, siendo este oríjen para distinguir á esos
dos jueces con el nombre de alcalde de vecinos el uno, y
alcalde de moradores el otro (2).
Como recibiera Rodrigo de Quiroga el real nombra-
miento que le llamaba de nuevo al gobierno de Chile,
(1) Llamábanse Marcos Veas, y Alonso de Có:
rdova.
(2) En 1589.se declaró de primer voto al de vecinos, y de segundo al de
moradores.
CAPÍTULO VI. 71
con expresion de llegar su dominio hasta el estrecho
austral de Magallanes inclusive , se presentó este jeneral
al cabildo de Santiago en fecha 26 de enero de 1575 (1),
y en el mismo dia quedó la voluntad real obedecida y
cumplimentada.
Se encargó Quiroga del mando justamente cuando e
audaz Painenancu corria de nuevo por ambas márjenes
del Biobio , causando no pocos daños en los estableci-
mientos españoles , é importándole muy poco las salidas
que hacia Miguel de Velasco desde Arauco, con el es-
cuadron que le habia confiado el presidente Bravo de
Sarabia,
Quiroga, ansioso de apagar cuanto antes esa nueva
llama, salió el 1* de febrero no solo con nombrar
maestre de campo á Ruiz Gamboa, y sarjento mayor á
Gomez de Lagos, sí tambien haciendo que en aquel
mismo dia marchasen contra el toquí con cuanta ¡jente
se pudo recojer en Santiago ; yendo ademas el segundo
encargado de representarle ante la real audiencia y el
cabildo de Concepcion , pidiéndoles obediencia y cum-
plimiento á la real cédula en que se le ee encomen-
dado el gobierno.
Painenancu, que tuvo aviso de este movimiento , no
quiso verse entre dos fuegos, antes se retiró al centro
del estado de Arauco , esperando recojer en él nuevas
fuerzas. El 15 del dicho febrero ya estaba Gamboa en
Talcamavida, y Gomez Lagos cumpliendo su encargo en
la Concepcion, donde fue declarado Quiroga goberna-
dor, capitan jeneral del reino, y presidente de la real
audiencia (2).
(1) Rojas se equivoca diciendo que Quiroga fue recibido en junio.
(2) No ibaá tanto la expresion de la voluntad soberana, mas en eso se ve el
+
72 HISTORIA DE CHILE.
El nuevo gobernador nombró tambien á Juan Jofré cor-
rejidor de Santiago, justicia mayor y su lugarteniente, no
obstante que se deja ver en la capital harto afanado en la
reforma de las leyes correspondientes á las minas y á su
laboreo , enviando á todas ellas nuevos visitadores, que
habian de mirar ante todas cosas por que á los Indios no
se les defraudasen ni sus derechos, ni sus jornales,
Llegó en aquellos dias una noticia que llenó de con-
tento á todas las colonias, como que era el mismo rey
el que hablaba en estos términos : « Hemos dado la co-
» mision al capitan Juan de Losada para que de los
» nuestros reinos de las provincias de Cartajena y Tierra
» Firme envie cierta cantidad de jente de socorro para
» el allanamiento de los naturales de las provincias de
» Chile (1). >
Y sin duda ninguna. hubo de tener efecto la disposi-
cion, aunque no vemos en que fecha, ni cuantas plazas
tuvo el refuerzo, porque el cabildo de Santiago solo
asienta que « llegó la jente con el jeneral Losada, y en
» su compañía Hernando Alvarez de Bahamonde (2).
No vemos por esto que en empresa alguna entrara el
gobernador, antes parece presidiendo el cabildo el dia
desinteres del os majistrado Melchor Bravo de Sarabia, bajo cuya gober-
nacion vió Chile verdad en la ley, equidad y órden. Resbaló en el arte de Jas
armas, pero prin bien no hizo en el de gobierno!.... Zelo, solicitud pa-
ternal por el bienestar comun, sin que hubiera pesetas. pues tanto valie-
ron para él los Indios como los Españoles, y por lo mismo nunca se le torció la
de la justicia, As Pe fue su ausencia, y tambien €l lloró el no poder
dar á Chile tanta gloria, tanto lustre cual su alma ambicionaba, y cumpliera si
Felipe 11 hubiese resuelto en sñas de e:
(1) Real cédula de 23 de octubre de 1573.
(2) Cabildo de Santiago. pp hace de 300 hombres este refuerzo;
el abate Molina le lleva á 2000; muy subido nos parece este número que á
ser cierto fuera mas sonado, y no dejara de traslucirse en las operaciones mili-
tares.
CAPÍTULO VI. 73
25 de mayo de 1575, declarando recibido y recono-
cido en calidad de teniente jeneral y juez de apelaciones
de todas las justicias del reino, y con recurso de sus
fallos para la real audiencia de Lima, al licenciado Gon-
zalez Calderon.
De esta providencia se publicó bando, y despachó en
el propio dia un traslado en legal forma para todas las
ciudades del reino, á fin de que surtiese los convenien-
tes efectos ; y con noticia de acontecimiento semejante
la real audiencia cerró su tribunal en el 8 6 9 de
junio inmediato , remitiendo todos los procesos en su
poder existentes al juzgado del referido Calderon (1),
marchando los majistrados para Lima , desde cuyo
punto se trasladó á España el digno y sabio presidente
don Melchor Bravo de Sarabia.
En el estado no parecia todavia causa ninguna de
inquietud, porque el zelo de las autoridades, el de los
predicadores evanjélicos , y tambien el de algunos enco-
menderos que, ó por inspiracion de una conciencia no-
ble, ó por particular provecho, anhelaban la instruc-
cion y conversion de los Indios, habia cumplido una
prodijiosa metamórfosis en todas las tribus trayéndolas
á la creencia, aunque fuera tibia y falsa, de la ley cris-
tiana , y solo persistian fuera de ella, y fuera de trato y
relaciones con los Españoles, las parcialidades del Lab-
quemmapu ó Butalmapu llamado de la costa, centro del
indómito Araucano propiamente dicho.
(1) « Enviado de la corte, dice Molina, con el título de visitador, el cual
» suprimió el tribunal de la real audiencia no por otro motivo que por ahorrar
» gastos al real erario. » Ni Calderon tuvo título de visitador, ni él suprimió la
real audiencia, sino el rey, y no expresa las causas que para hacerlo tuvo, como
ha debido notarse en la real cédula á este particular referente.
7h HISTORIA DE CHILE.
Con todo, desmanes y crímenes no pocos se cometian,
y mas entre los Indios de paz, que no acertaban á rom-
per enteramente con sus sortíilegos, ni por consiguiente
con costumbres de una, aunque bárbara, constante es-
cuela, y de tradicion inmemorial. De ese fatal y deplo-
rable camino con la instruccion se les hubiera podido
apartar, pero se prefirió siempre la violencia, que nunca
hace prosélitos , porque como en los Indios, tambien en
sus conquistadores lucia gran dosis de fanatismo y de
supersticion, y el gobernador Rodrigo de Quiroga acu-
dió para correjir aquellos males, nombrando al capi
tan Alonso de Góngora juez de comision que habia
de recorrer todo el pais castigando severamente á los
hechiceros. -
Este capitan salió de Santiago á los últimos del mes
de octubre de 1575, y nadie nos cuenta cual éxito tuvo
su mision , ni el lugar en que le cojió la muerte ; pero á
no debió limpiar la tierra de los terribles jenios que en-
tonces la infestaran , porque en 23 de enero de 1576,
vuelve el gobernador con nuevo nombramiento al pro-
pio asunto, en favor del capitan Pedro de Leisperberg ,
vecino de Santiago (1) , como si los Indios necesitaran
de mucho mas que de medidas de esta especie para dar
contra sus opresores toda vez que fuera coyuntura favo-
rable. ?
En tanto que Leisperberg recorre las reducciones, con
(1) He aquí este curioso documento : — « Por euanto el capitan Alonso de .
» Góngora, que nombré por capitan 1 juez de comision para el castigo de los:
» hechiceros de los Indios, es fallecido de esta presente vida, i conviene proveer
» otra persona que vaya á hacer dicho castigo. Porque es cierto que en la pro-
» vincia de Promaucaes, ¡en todos los términos de esta ciudad de Santiago, hai
» muchos Indios é Indias brujos que matan con hechizos á muchas criaturas,
» é Indios é Indias que venden los hechizos públicamente , Causa de las dismi-
» nucion de los naturales, é conviene proveer de remedio á este gran daño,
,
CAPÍTULO VIH. 75
un tan ejecutorio hacer que hasta el mismo Santo Oficio
debiera envidiar, el gobernador presidia en Santiago los
cabildos secular y eclesiástico, viéndose ya al frente
de este el ilustrísimo obispo don fray Diego de Me-
dellin. Tratábase en ellos, y en presencia de lo mas
noble y caracterizado del vecindario de la capital , de la
instalacion, ó sea fundacion, del primer monasterio de
monjas que en Santiago se iba á sentar bajo el nombre
de la pura y limpia Concepcion, y regla de San Agustin.
Las fundadoras, que fueron siete (1), recibieron el hábito
en aquel mismo dia de mano del prelado Medellin, y se
recluyeron en seguida en su convento sito á distancia
de dos cuadras al sur de la plaza. El cabildo de San-
tiago se constituyó patrono de ese monasterio, del cual
cuidó con exquisita solicitud.
- *
Pocos dias despues (el 12 de octubre de 1577) fue
nombrado alcalde de aguas Pedro Martin, porque atento
el gobernador á cuanto en bien comun pudiera resultar,
y como notara que la ciudad solia escasear de aguas en
el estío por la mala direccion que se daba á las que mi-
nistra el Mapocho , acudió á este remedio con aquel juez
encargado de distribuirlas por tanda rigorosa, con re-
tribucion, por el trabajo, de dos fanegas de grano
que cada hacendado quedó en la obligacion de pagar
anualmente. Ya habia algunos meses que se habia tra-
tado esta misma cuestion entre el juez de apelaciones
+ Calderon , y la municipalidad de Santiago, examinando
» i confiando esta preservacion de vos el capitan Pedro de Leisperberg, ye-
» cino de esta ciudad, os nombro para capitan y juez de esta interesante
» comision, » (Cabildo de Santiago.)
E)
(1) Doña Francisca Tervio de Guzman; doña Isabel de los Angeles; doña Je-
rónima de Atensio Villavicencio; Ana de la Concepcion; Isabel Zúniga ; doña
Beatriz de Mendoza; y doña Ana de Cáceres.
=
76 HISTORIA DE CHILE.
la utilidad y conveniencia de traer á la capital el copioso
surtidero de Apoquindo 6 Apoquimbo y Tabalagua, cuyo
pensamiento se realizó despues con buenísimos resul-
tados, aunque por vicisitudes, que no son de este lugar,
pasó en lo sucesivo,
Ya empezaba en este tiempo á surtir su efecto natural
la mision del capitan Leisperberg, y ni solamente los
Promaucaes dieron señas de querer vengar la violencia
con que se les atropellaba en sus sin duda inmorales cos-
tumbres , sino que los Pehuenches asomaron tambien á
los valles de Chillan, y Painenancu en las inmediacio-
nes de Arauco.
Fue, pues, preciso pensar con lijereza en preparativos
con que hacer frente á la guerra, y como, para dicha de
los Españoles, llegara en la ocasion con nuevo refuerzo
de jente (1), el gobernador, que hubo de presumir de
4
mucha gravedad este inesperado alzamiento , reunió
cuantas fuerzas hallara á mano, y dispuso ir en persona.
al. castigo de los provocadores , dejando el gobierno en
su ya nombrado lugarteniente el capitan Juan Jofré.
(1) No se hace mencion tampoco ni del número de la jente, ni de quien la
mandaba, pero sí que vino el refuerzo del Perú
de
E
CAPITULO VII.
Pasa Quiroga á Concepcion. — Sale contra los Araucanos, y los persigue y
acosa en todas direcciones. — Llega á Osorno y regresa á Concepcion. —
Sale de esta capital para Santiago. — Martin Ruiz de Gamboa en Chillan.
— Azoca en reemplazo de Calderon. — Muere el gobernador,
(1577—1580.)
En los primeros dias del mes de enero, salió Rodrigo
de Quiroga de la ciudad de Santiago para castigar á
los rebeldes. Acompañáronle hasta Maipo uno de los
alcaldes de la capital y un rejidor ; pero el gobernador
no hubo de asentar campo hasta orillas del Perqui-
lavquen, desde el cual, y fecha del 17 del referido enero,
dice al cabildo: « Voy con el ejército de S. M. á la
» guerra y pacificacion de los Indios rebelados de este
» reino, y estoy hoy en el real, en el campo de $. M.,
» en el asiento de Perquilavquen (1). »
De este punto se dirijió 4 la Concepcion, con ánimo
de pasar el Biobio por la parte de la costa, para arri-
marse despues á la plaza de San Felipe de Arauco ; mas
apenas habia entrado en aquella ciudad cuando se le
anunció que con una division del ejército del toquí,
estaba el capitan Cayancura en el valle de Guadaba ,
con órden de atacar al fuerte de Angol y á la ciudad de
los Infantes. Mientras Quiroga atravesaba las aguas del
Biobio, resuelto 4 cojer en sus mismas posiciones á
Cayancura, el atrevido Painenancu cruzaba tambien el
(1) Cabildo de Santiago.
78 HISTORIA DE CHILE.
mismo rio en direccion opuesta , y con apresurada mar-
cha; presumiendo expugnar de interpresa la ciudad
Concepcion, pero se estrelló, como la vez primera, en
$
las armas de Lorenzo Bernal, y se retiró maltratado con-
tra Villarica para que igualmente le escarmentara su
gobernador Rodrigo de Bastidas.
Quiroga, por su parte, logró cojer 4 Cayancura en el
citado valle, pero aquí la resistencia de los Araucanos
fue terrible, y á no salir herido su jefe, puede ser que
no quedara de los Españoles el triunfo. Aquel aconte-
cimiento descompuso los ánimos de la irritada milicia
que parecia dispuesta á sacrificarse antes que ceder, y
que viendo á su jeneral en la imposibilidad de guiarla,
cumplió una no mal ordenada retirada hastaesconderse
en los fragosos montes de Nahuelbuta , en los cuales la
respetó el gobernador.
Reprimido de esa manera el provocativo ardor de los
Araucanos , comenzó Rodrigo de Quiroga á hostilizarlos
por la parte de Arauco y Cañete, cuyas guarniciones
reforzó de paso, y marchó talando los campos indios
hasta plantear su real en Puren, muy cerca de los pan-
tanos de Rumaco, porque ningun cuerpo enemigo salió
á disputarle el paso,
Presupuso el gobernador que los Araucanos no vol-
verían en algun tiempo al campo de batalla, y si cruel
é implacable se mostrara siempre con los Indios quese le
rebelaban , piensa esta vez en la dura suerte que algu-
nos de los encomenderos vuelven á imponer Á sus en-
comendados, y corre 4 la visita de todas las colonias
australes, amenazando hasta con pena capital 4 quien
quiera que un ápice se aparte de las ordenanzas que
rijen el buen trato y humana correspondencia que con
CAPÍTULO VIII. 79
los Indios se ha de tener. En esta visita aumenta el nú-
mero de doctrineros y de conversores; hace qué se
construyan nuevas iglesias, y algunas á expensas de
dueños de encomiendas que le parecieron merecedores
de esta como especie de multa, en expiacion de sus
abusos, y finalmente ordena la fundacion de algunas
aldeas , para que las tribus indias se habituen á la vida
social y política. |
En Valvidia sus disposiciones fueron tan justas cuanto
interesantes para el comercio, arreglando los tratos y
cambios con ordenanzas que si por una parte atajaban
el fraude y la usura , por otra procuraban á los merca-
deres que arrimaran al puerto todas cuantas franquicias
pudieran desear, y el obligado servicio de ser socorridos
con cuanto necesitaren sin que bajo ningun pretexto se
pudiese logrear con ellos, '
Pasó en seguida á Osorno para ver por sí mismo, á
mas de su excelente fábrica de paños y de linos, la fa-
mosísima mina , llamada de Ponzuelo, de oro tan obrizo
que á peticion de Francisco Castañeda hubo que ligar la
pesa con seis quilates menos que el que se extraia de
los demas números, para que el comercio corriera igual,
como que los numularios comenzaban á no querer sino
el oro de Ponzuelo. No salió el gobernador de esta ciu-
dad sin haber determinado medios de impulso para las
fábricas, y tambien ordenó se emprendiese la cultura
del cáñamo, del que pronto empezó á utilizarse la ma-
rina en el consumo de cardaje , velámen, etc.
Desde Osorno retornó Rodrigo de Quiroga á la Con-
cepcion, y no es fácil descubrir si los Araucanos le sa-
lieron ó no al encuentro ; se advierte por lo menos que
con enemigos contaba, « siguiendo sus marchas sin des-
80 HISTORIA DE CHILE,
» cuido y acuartelándose con cuidado, sabemos por el
» mismo gobernador que tenia su real en el llano de An-
» dalican , término y jurisdicion de la Concepcion , donde
» está alojado el campo y ejército de S. M. , á 8 dias del
» mes de marzo de 1578 (1).
Poco tiempo se mantuvo en ese campamento. Paine-
nancu no quiso mostrarse, y por consiguiente tomó el
gobernador sus cuarteles de invierno en la Concepcion,
dándose desde luego á todo cuanto le pareció convenir
para que esta colonia prosperara, y tambien dispen-
sando no pocas encomiendas á militares beneméritos,
que para esto y repartimiento de tierras le tenia autori-
zado en forma el rey Felipe.
Gracias á la presencia del gobernador, y tambien al
reposo en que le dejaron por entonces los Indios , tomó
la ciudad Concepcion un vuelo inesperado, porque como
por encanto se iban cubriendo los solares, desapare-
ciendo las ruinas , robusteciéndose el comercio, y lo
que mas es aumentándose el vecindario ; pero contra
tantos y tan consoladores bienes para los conquistadores,
vino á salir la intrepidez del pirata inglés Francisco
Drake; quien franqueando el estrecho, ni en la mar
halló bastante para saciar su codicia, ni tampoco en la
tierra, con haber saqueado en el Perú el puerto del
Callao , en Chile el de Valparaiso. Sí que acudió el
virey don Francisco de Toledo con las naves Nuestra
Señora de la Esperanza, y la San Francisco, bajo la con-
ducta, esta del capitan Juan de Villalobos , y aquella,
que hacia de capitana, á las órdenes de don Pedro Sar-
miento, ambos encargados de esperar la vuelta del pirata y
| 4s
aecastigal er
7h O
(1) Cabildo de Santiago,
CAPÍTULO VIII. 81
de esta empresa , como por tal no se cuente el paso de
Sarmiento á España, ni resultado debiera prometerse el
virey, cuando, dejándose ver Drake el 6 de setiembre de
1578, las naves que en su persecución se envian no sa-
lieron del Callao hasta el 11 de octubre de 1579. Ello
es que el atrevido Drake desapareció de aquellos mares
despues de haber insultado y ofendido á los Españoles
hasta saciedad.
A Rodrigo de Quiroga ya le pesaba el ocio en la Gon-
cepcion , y como le pareciera , no sin fundamento, que
si, en la precedente visita hecha á las ciudades del sur,
habia descubierto mas de un abuso en la administracion
pública, y correjido no pequeños males de los que nunca.
se suele dar cuenta á la suprema autoridad, abusos y
males aflijirian tambien á los moradores de los otros
puntos del reino, resolvió por lo mismo recorrer atenta
y detenidamente todo el trecho del pais que le tenia
apartado de la capital. ,
Salió, pues, de Concepcion á los últimos de enero
de 1579, y se puso á pasear toda la extension de tierra
que ciñen los rios Biobio , Claro, é Itata, reconociendo
vegas y valles, montes y colinas por si tal vez permitie-
ran las circunstancias el asiento de nuevas poblaciones.
Cuando se viera sobre las márjenes del rio Chillan , que
con tanta frecuencia bajaban á visitar los serranos
Pehuenches, ante un suelo en que la vejetacion se
ostentaba tan rica y lozana, no pudo resistir al deseo
de plantar en aquella hermosa vega una gran colonia.
en plaza fortificada, que habia de servir tambien
como de cuartel constante y jeneral para el ejército de
operaciones.
Lleno de esta idea entró en Santiago, y el 18 de
6
1, HistoRtA,
82 HISTORIA DE CHILE.
marzo de 1579 (1) ya decretó la fundacion de la ciudad
de Chillan.
Salió 0 contra el proyecto el cabildo
de la Concepcion, y no tan solo acusando derechos juris-
dicionales que á nada conducian, sino presumiendo
gran desmejora para su porvenir, si acaso no le si-
guiera tambien una considerable rebaja en su asentado
vecindario ; pero Quiroga no quiso hacer cuenta de tales
alegatós, antes mandó á Martin Ruiz de Gamboa, á
quien ya habia dado el título de mariscal , y ejercia en-
tonces en calidad de maestre de campo, que con una
crecida columna pasase á fundar colonia en Chillan;
cuya órden fue obedecida sin ninguna demora, saliendo
la ciudad San Bartolome, entre los rios Chillan y Nuble,
á los 36” 4' de latitud austral, .
A poco tiempo despues de la salida de Ruiz de Gam=
boa para Chillan, cayó enfermo Rodrigo de Quiroga,
« (1) Figueroa supone esta fundacion en 1579; Rojas, que dice haberla pre-
senciado, la lleva á 1580. Acaso contará el primero desde que se comenzó, y el
segundo desde que se concluyó. Nuestra duda no pára en esa insignificante dis:
erepancia, sino en si hemos de decir fundacion ó repoblacion. En don Mi-
guel de Olivares, natural de Chillan, y en documentos y papeles de aquel '
tiempo se habla de un convento ú hospicio de la ciudad de Chillan bajo el
nombre de San Ildefonso, erijido en los años de 1565, y pues se dice de
ciudad de Chillan parecenos que no pudo ser fundacion la de Gamboa. ¿ No
pondria esta colonia don Pedro Valdivia cuando en su famosa expedicion de
1546 corrió triunfante desde Santiago todos los llanos hasta el rio Itata? Y si
ni colonia, ni ciudad, ni siquiera un fuerte se se puso en aquel parage hasta que *
Ps lo ordenó, ¿á que esas tantas i irrupciones de los Pehuenches y Puelches
as vegas de Chillan? ¿ Porqué saquear y arrasar la provincia de Chillan
esos mismos indios, motivando la erpoticlon: dE Halen y del gobernador Pedro
de Villagra en 1564, en ? No es posible
que los Indios vinieran á saquear á los Indios, y si tal hubiera ocurrido, los
Itatatinos y los Chillanes, saqueados y maltratados, no hicieran causa comun
como la hicieron, alistándose en las banderas de Lig-Lemu. Estamos en que
una colonia, Ó por lo menos una plaza, hubo en Chillan antes que la San Bar”
olomé de Gamboa, mas que esta se alzara en distinto casco.
CAPÍTULO VIH, 83
“y aunque cada dia se agravaban sus dolencias , no fue
posible apartarle del despacho de los negocios públicos,
antes hizo que se le viniera á dar cuenta de ellos al lecho
en que yacia postrado, por parecerle que el bien co-
mun se habia de resentir demasiado, si por sí propio
no le cuidaba. Llegó en esto á la capital el doctor Lope
de Azoca con el competente título para relevar de su
cargo de teniente jeneral y juez de apelaciones al licen-
ciado Gonzalo de Calderon, cuyas funciones debieron
fenecer el 10 de junio de 1579, como que solo hasta
esa fecha suena en los libros del cabildo; pero pare-
cen con mayor latitud las facultades de Azoca que
las que se le concedieron á Calderon, diciéndose
aquel gobernador en ausencias y enfermedades del pro-
pietario,
Con todo, si recibido en el reino fue en su expresa
calidad de ietienta jeneral y juez de apelaciones, no
del otro título condicional hubo de hacer caso alguno
Rodrigo de Quiroga , antes exije que Azoca, como todos
los demas funcionarios públicos, concurra á su morada,
al lecho en que lenta y progresivamente va consumiendo
la vida, y desde el cual continúa rijiendo la máquina gu-
bernativa con entera independencia. El cabildo de San -
tiago harto insistió por que su querido gobernador se
descargara de tan penosa tarea, ó que por lo menos
la aliviara encargando la direccion de los negocios de
poca monta á segunda persona, que la enfermedad
con el descanso pudiera llegar á corrijirse; mas va-
nas fueron siempre las representaciones de esta natura-
leza, y así vemos que hasta para la eleccion de los
concejales que debian servir en el año de 1580, fue
preciso celebrar junta en la morada del ya desahuciada
84 HISTORIA DE CHILE.
gobernador (1), cuya vida tuvo fin en la mañana del
26 de febrero, llenando de dolor y de sentimiento á
todos los Españoles,
Que á la muerte de ese ilustre caudillo con lágrimas
.respondieran todos los hombres honrados de las colo-
nias chilenas, no hicieron con eso sino pagar una muy
corta parte de la gran deuda á que en cuarenta años de
una carrera activa y laboriosa los habia obligado aquel
conquistador, tres veces alcalde de Santiago, dos su
correjidor, tres gobernador interino, y una propietario
con real nombramiento.
Hombre desinteresado, próvido, amante del bien
jeneral, militar entendido y valeroso, igual en su vida
pública como en la privada, acreedor por cierto á tan-
tas honras como de sus conciudadanos y del mismo rey
obtuvo, aunque nos pesa el que resbalara, por lo me-
nos en connivencia del irregular proceder del jeneral
Castilla, y el que, grande é hidalgo como se mostró en
todas sus cosas, no hiciera que el resentimiento de las
ofensas que de los Villagras presumiera haber recibido,
con ellos desde luego y para siempre se enterrara.
Nació el célebre Rodrigo de Quiroga en Ponferrada;
vino á Childe con Pedro de Valdivia, conquistó á Chi-
loe , y pasa, como su esposa doña Ines de Suarez , por
fundador (2) del convento de Nuestra Señora de las
(1) « Estando en presencia i en las casas del muy ilustre señor Rodrigo de
» Quiroga, caballero del órden de Santiago, gobernador i capitan jeneral en
» este reino por S. M. : nombrad l ilustre señor doctor Lope de Azoca,
» teniente de gobernador, i capitan jeneral de este reino, por S. M.; i el capi-
» tan Andres Yyañez de Varroeta, correjidor ; y los capitanes Alonso Alvarez
» Verrio i Alonso Ortiz Zuñi lcald linarios de es iudad. etc.»
(Acuerdo del cabildo, 1* de enero de 1580.)
2) Como que á sus expensas se hizo el edificio, y no paró hasta verle poblado
(
en lo temporal y en lo espiritual. ¿
CAPÍTULO VIH. 85
Mercedes, en cuya iglesia yacian sus restos, y se re-
cordaba su memoria con una misa cantada y responso,
todos los sábados, y la festividad de la Vírgen; tributo.
de gratitud que en ley habian constituido las venerables
relijiosas de aquel monasterio para que nunca pereciera,
el nombre de sus bienhechores. ¡
CAPITULO 1xX.
Martin Ruiz de Gamboa gobernador. — Pasa 4 Osorno. — El doctor Ázoca
pretende apoderarse del gobierno de Chile, — Destiérrale Gamboa, =
Don Alonso de Sotomayor nombrado gobernador. — Expedicion naval al
estrecho.
(1580—1583.)
Elo
Con fecha 7 de febrero de 1577, habia hecho Rodrigo
de Quiroga su disposicion testamentaria, en el campo
de Perquilavquen , llamando para que le sucediera en
el gobierno, si á fallecer llegase, 4 su yerno Martin
Ruiz de Gamboa, en virtud de expresa facultad que
para ello le tenia concedida el rey por real cédula de
28 de octubre de 1573. Conocia el cabildo de San-
tiago aquella disposicion , Con cuyo motivo se apre-
suró á oficiar al mariscal Gamboa, por conducto de
uno de sus rejidores, noticiándole la sensible difun-
cion del gobernador, é invitándole de paso para
que se trasladase 4 la capital á fin de prestar el jura-
miento de ley, ser reconocido y proclamado en la:
calidad que por llamamiento de su suegro le corres-
pondia.
De mucho contento fue para los Araucanos la muerte.
de Rodrigo de Quiroga, y sin duda tuvieron aviso de
ella antes que Gamboa » Puesto que ya parecen armados
en los contornos de Chillan unos, en los campos de
Arauco Otros; por cuyo motivo tiene que responder el
nuevo gobernador 4 la comunicacion del cabildo con
poderes para que el doctor Azoca y Juan Hurtado sean
qe
CAPÍTULO IX. 87
en su nombre recibidos, y en su ausencia gobiernen las
ciudades del reino (1).
Esos apoderados parecieron en cabildo de 8 de marzo
de 1580 exhibiendo el competente poder, y pidiendo
efecto de la voluntad que en él se expresaba; lo cual
tuvo lugar con el reconocimiento unánime de Martin
Ruiz de Gamboa por capitan jeneral y gobernador del
reino de Chile, en las personas de sus representantes.
Gamboa comenzó, pues, su gobierno teniendo que
dar cara á un enemigo, sino numeroso, sobradamente
atrevido para mantenerle en constante alerta, causarle
daños, y traerle al retortero. Tal cual defendida ya la
ciudad de Chillan, y dejando en ella una respetable
guarnicion , se echó el gobernador á correr tras los dife-
rentes cuerpos indios que infestaban las vegas del Nuble
y del Chillan, y se refugiaban siempre, y casi sin descala- a ss
bro, enlosespesos bosques con que lindan ; de suerte qu PE
reconociendo cuan inútilmente gastara el tiempo con un
enemigo que parecia jugar de burlas para reir á sus an-
chas de las armas conquistadoras y fastidiarlas, y te-
niendo noticia de que en los establecimientos de arriba.
cometian los soldados de Painenancu no pocos excesos ,
marchó con su columna á los Infantes de Angol.
Algunos cuerpos sueltos se dejaron ver en aquella
tierra, pero tampoco se les pudo dar alcance, revol-
viéndose varios de ellos para la cordillera, y otros como
en direccion de Puren, sin que en estos ni en aquellos
(1) « Atento á no poder irme á recibir
» en las cosas de la guerra, y de mi ausencia podria haa 0 pi pit
» entre los Indios que estan desasosegados por tener nueva de la mu: erte del
, 1 hallarme ara PP... con el campo y ejér
» cito que en binarias de S. M. conmigo t
(Gamboa al cp el 1? de marzo de 1580.)
38 HISTORIA DE CHILE.
pareciera ir el toquí. Gamboa se mantuvo pocos dias en
los Infantes, aunque con fecha 7 de julio firmó en aquel
punto una órden por medio de la cual facultaba al doctor
Azoca para que diese á persona digna la vara de alguacil
mayor de la ciudad de Santiago.
Desde Angol salió para los estados de Arauco, arra-
sando en sus marchas todo cuanto hallaba de pertenencia
de los Indios de guerra, que otro tanto cumplian ya
tambien los Araucanos en los establecimientos españoles
desde el Nuelas hasta Carampangue, pero siempre en
cuerpos volantes y como de escapada. Gamboa pasó por
la plaza de San Felipe, y sin detenerse fue á sentar su
real en Cañete, desesperado viendo que con tanto hos-
tilizar de los Indios, sobre no querer ellos empeñarse en
funcion seria, ni siquiera indicios del hacer desu toquí
le presentaban. Á pocos dias de haber llegado á Cañete
ya vino á descubrir que Painenancu no estaba lejos del
- campo castellano, y que comunicaba desde diferentes
atalayas, con todos los cuerpos sueltos por medio de
luminarias en la noche, y de ahumadas durante el dia.
Distribuyó, por consiguiente, sus fuerzas en varias par-
tidas á cargo de comandantes entendidos, que habian de
recorrer la tierra en opuesto rumbo hasta ver si lograban
hacer que los Araucanos se recojieran en un solo punto,
Ó vinieran con su jefe á una batalla formal. Painenancu
no por esto cambió su sistema, antes hubo de holgarse
mucho en viendo esa disposicion de su enemigo, y pasó
órden á. los cabos de todos sus cuerpos volantes para que
divertieran á los partidarios españoles, no entrando
contra ellos sino cuando parecieren favorables las cir-
cunstancias, pero que cuidaran principalmente de áme-
nazar varios puntos á la vez. Puntual cumplimiento
CAPÍTULO 1X. 89
dieron los Indios á este ordenar de su jeneral, y así, no
las batallas, sino las escaramuzas se sucedian unas á
otras , ora venciendo este bando, ora vencido, sin
que de semejante guerrear sacaran los Españoles otro
fruto que un enojoso cansancio, y tambien la pérdida de
muchos soldados, mas que con igual 6 mayor quebranto
salieran sus contrarios, que estos al cabo lograron por
mucho tiempo su fin, viviendo á expensas de los esta- *
blecimientos extranjeros, con lo que los robaban en sus
avances ó acometidas, ya nocturnas, ya tal vez ejecu-
tadas en mitad del dia con una audacia sumamente ar-
riesgada (1).
Como ningun resultado satisfactorio saliera de este
modo de entretener una guerra que parecia hacerse in-
terminable , por lo mismo que no se lograba escarmentar -
á los enemigos, recojió Gamboa todas las partidas que |
andaban en persecucion de los Araucanos, y con ellas,
y con las fuerzas que en Cañete tenia, se encaminó á los
paludosos marjales de Lumaco, asentando en ellos su
campo para ver si se descubria el toquí; pues este era
todo su afan, presumiendo que si lograba derrotar, ó dar
muerte á Painenancu, en breve depondrian todos sus
súbditos las armas. Painenancu sin embargo no pareció,
y el gobernador despechado se puso de nuevo en movi-
miento, siguiendo el camino de los llanos, hasta la Im-
perial; de aquí pasó á Villarica, y fue inmediatamente
con su campo á la ciudad de Osorno.
De esta expedicion resultó la planta de un fuerte en
(1) Dice Rojas que algunos de los partidarios españoles fueron derrotados
por los nacionales. No vemos en parte ninguna que en esta ocasion se cum-
garon muchas escaramuzas con suerte variable, y siempre sin importancia.
ER Se
90 HISTORIA DE CHILE.
Quinchilca, destinado á relacionar las ciudades de Osorno
y Valdivia con la de Castro de la Nueva Galicia, cuyo fuerte
hubo «de quedar con suficiente presidio y á las órdenes
de Bernardino de Quiroga (1), dando tras esto el go-
bernador una descorrida por los mismos puntos ya rejis-
trados, sin tropezar con Painenancu, sin poder enfrenar
el arrojo de los cuerpos volantes que continuaban sa-
queando los establecimientos españoles. Algun tiempo
permaneció Gamboa en la plaza de Arauco, pero íbase á
cerrar el otoño y determinó tomar cuarteles de invierno
en Concepcion; y apenas habia entrado en esta ciu-
dad cuando le llegó la noticia de que el toquí tenia su
campo en la márjen meridional del Biobio,
Es de presumir que hubiera respondido Gamboa á ese
insultante desafío, no obstante la estacion , si ocurren-
- cias de suma gravedad no le apartaran del teatro de la
guerra. El doctor Azoca hubo de hallarse muy bien con
el gobierno que en nombre del mariscal ejercia despues
de un año, pero sin duda le dolia tambien el recuerdo de
que en regresando Gamboa á la capital, tendria que
desnudarse de la suprema autoridad, y para evitar un
tan desagradable expediente, no vió medio tan llano
como el salir diciéndose gobernador de hecho y de dere-
cho, con mejor todavia que el que pudiera enseñar su
poderdante. ;
No tardaron en dar cuenta á Gamboa de esta peregrina
salida del doctor, contra la cual tenia aquel mas de una
arma, que si no fuese bastante el oponer la real cédula
en virtud de la cual su suegro le habia nombrado, y
esto equivalia 4 nombramiento del mismo Felipe 11, to-
(1) Eso es lo que prueba doña Melchora Saez de cs y Y Quiroga relatando
los méritos en que funda su pretensión á una encomi iend
CAPÍTULO 1X. 9
davia acababa de recibir provision del virey don Fran-
cisco de Toledo, en la que, y fecha 26 de abril de 1581,
le nombra gobernador interino y capitan jeneral del
reino de Chile. Así es que con una escojida escolta salió
el mariscal de Concepcion, camino de la capital, cuyo
concejo vino á recibirle á Maipo para entrar con él en
Santiago el 22 de junio del referido año.
Ruiz de Gamboa hubiera podido imponer silencio á
las pretensiones de Azoca, con solo usar de la fuerza
que á sus órdenes tenia, pero condújose con esmerada
y laudable prudencia, no apelando á la disposicion de
su antecesor, ni descendiendo á cuestionar el derecho
con que obrara, notomando en cuenta la acordada for-
mal del cabildo presidido por el mismo Azoca el 8 de
marzo del año precedente, de la cual resultaba recibido y
declarado gobernador, sino requiriendo al doctor y al
ayuntamiento con el despacho del virey , para que se le
diera obediencia y cumplimiento. El cabildo desempeñó
este deber el mismo dia en que llegó ¿Santiago con el
mariscal , el 22 de junió, pero Azoca siguió disputando
sus pretensiones.
Seguro es que si Azoca disponer pudiera esta vez de
alguna fuerza armada, inevitable fuera la guerra civil en
Chile; pero sin mas elementos de resistencia que su ca-
rácter irritable é indómito, se contentó con turbar du-
rante unos cuantos dias el eurso de la administracion con
ruidosas protestas , y tal vez descompuestas declamacio-
nes, hasta que perdiendo Gamboa la paciencia le despa-
chó desterrado al Perú, y tras él, uno de los alcaldes de
Santiago (1) con cargo de informar, primero al virey, y
- (1) No se da el nombre del alcalde á quien cupo esa comision determinada
en acuerdo de 22 de julio de 1581. ?
99 HISTORIA DE CHILE,
despues al rey de España, de las causas que habian mo-
tivado el destierro de aquel juez.
Descartado de ese competidor, fue preciso pensar en
poner sujeto que diera curso á todas las causas pendien-
tes, y acaso por evitar gastos á los litigantes, dispuso
que , compartido el reino en las diócesis de la Imperial
y de Santiago , esa misma distribucion jurisdicional tu-
viese tambien la justicia , administrándola en Concepcion
el capitan Alonso de Alvarado, y en Santidgo el licen-
ciado Diego de Rivas, ambos con título de tenientes go-
bernadores,
Los Indios de la jurisdicion de la capital parece que
seguian en sus costumbres, á pesar del zelo con que
Leisperberg desempeñara la comision que le encomendó
el difunto Quiroga, aunque por otra parte bien pudiera
ser causa distinta la que quiere perseguir Ruiz Gamboa,
como que con distintas palabras la explica nombrando
el 1 de octubre un juez de comision, «que pase á
» evitar los daños que los Indios se hacen, i especial-
» mente que se cele el de la borrachera, el cual es muy
» pernicioso i nutritivo de grandes pecados, porque:
» por experiencia se ha visto que en las borracheras ido-
» latran, i los que de ellos son cristianos apostatan 1
» adoran las vacas, fomentan riñas, i se y. ima-
» tan, etc. , etc. (1)>
Tambien comenzó el gobernador á reformar la tasa
de Santillana, y con mejoras de administracion saliera,
á no tener aviso de que los Indios causaban terribles es-
tragos en casi todos los establecimientos meridionales,
cuya noticia le obligó á dejar la capital 4 fines de año,
pareciendo con su campo en los Infantes de Angol el
(1) Cabildo de Santiago.
CAPÍTULO IX. 93
13 de febrero de 1582, no sin haber sufrido insultos del
toquí que le solia ir flanqueando las marchas , y tal vez
apretándole la retaguardia.
Painenancu hubo de probar ventajas en andar de
guerrilla ] J haz do sus fue E las . :
y con este sistema trajo al gobernador tan enredado
entre aquella ciudad y Villarica que raro era el día en
que no se escaramucearan Indios y Españoles, sin que
en siete y mas meses (1) se hiciese otra cosa que gastar
tiempo, y los males seguir en aumento.
Ya que las armas castellanas no se señalaran este año
con hechos dignos de nota, fecundo fue por otra parte
en acontecimientos harto fatales para los conquistado-
res (2). Hemos dado cuenta de las dos naves que el virey
del Perú despachó en 1579, á caza del pirata Drake, é
importa conocer el resultado de esta expedicion.
Con Pedro Sarmiento de Gamboa, comandante jene-
ral de aquellos bajeles, salieron del Callao para el es-
trecho los padres fray Antonio de Quadramiro y fray
Cristoval de Mérida, y despues de haber corrido las cos-
tas de Chile y otros mares, aportaron en Cadiz, dirijién-
dose incontinenti 4 la corte. Presentaron, el jeneral y
los relijiosos reunidos, á Felipe 11, una detallada rela-
cion del viaje que acababan de hacer, la planta del reino
de Chile y de sus islas, y una memoria en la que, des-
pues de mencionados los estragos que Drake habia come-
(1) El 15 de setiembre todavia estaba Gamboa en Villarica.
(Cabildo de Santiago.)
los doctrineros, y no poca parte del bajo clero, se dieron á una vida mundana,
codiciosa y relajada, que corrompió la sociedad, y produjo excesos y desórdenes
sin cuento,
9% HISTORIA DE CHILE.
tido, se acusaban los medios de que conviniera echár
mano, para cerrar el ceeeSho á la pisatanía Y por con-
siguiente mantener los est de aque-
llas rejiones al abrigo de sus avances y asechanzas,
Contento entró Felipe en las miras que se le acaba-
ban de proponer, y por tanto mandó que su consejo
determinase sin demora una conveniente expedicion,
haciendo un llamamiento al público en demanda de po-
bladores ó colonos voluntarios para las ciudades que de
nueva planta se habian de levantar á tiro del estre-
Cho, y que ambas habian de ser plazas de armas.
Mientras el gobierno apretaba el avío de la empresa,
S. M. atendió á la provision del personal no solo para
el mando de la armada, sí tambien para la goberna-
cion de Chile, que interinamente desempeñaba Gamboa;
y con este motivo expidió patentes de gobernador y ca-
pitan jeneral de Chile á don Alonso de Sotomayor ; de
superintendente de las proyectadas poblaciones, 4 Pedro
Sarmiento , de almirante á Diego Flores de Valdés, y por
último á los padres Quadramiro y Mérida, con las fa=
cultades de comisarios jenerales de Indios, solamente
dispensadas hasta entonces á fray Francisco de Guzman,
y se les concedió tambien la de colectar mision, y fundar
conventos para la conversion de los Indios. -
Veinte y tres navios aparejados se vieron bien pronto en
la bahía de Cadiz (1), teniendo á su bordo tres mil quie
nientos hombres, gran número de familias de noble na-
cimiento, y ámas, seiscientos veteranos de F landes, des-
tinados al servicio del nuevo gobernador don Alonso.
(1) En Sevilla dice Córdova, y que contra muestras de una terrible a
el a. de Medina Sidonia hizo dar vela para yer naufragar al instante cinco
naves
CAPÍTULO IX: 95
Dióse vela en los principios de 1582, teniendo órden el
almirante de dejar á Sotomayor y á su jente en Valdi-
via, y volver despues al estrecho para fundar los pue-
blos proyectados ; pero como si contra esta útil empresa,
se revolviera la naturaleza entera, en cuanto penetrara
el alta mar, ó tuvo que chocar contra vientos contrarios,
ó si otros tomaban las naves en rumbo favorable, solo
era para barloarlas con violento choque, para descon-
certarles todo el aparejo, en fin para arremolinarlas tal
vez formando de repente un ruidoso torbellino. que pa-
recia querer botarlas todas á una por sobre el promi-
nente olaje que desgajaba con furia el soberbio y em-
bravecido piélago. Con todo, esos no eran sino asomos
del proceloso y trájico fin á que marchaba la empresa,
dos veces empeñada en penetrar el estrecho magallá-
nico, dos veces desarbolada, sacudida, sumida gran
parte en el profundo seno, y arrojada la restante al
Brasil en medio de borrascas de un tremendo destemple.
Así, con pérdida de mas de la mitad de las naos, y
por consecuencia de la jente y enseres que en ellas iban ,
Valdés dió vuelta 4 España , y Sotomayor se dirijió á
Chile por via de Buenos Aires. Por lo que hace á Pedro
Sarmiento, acometió por tercera vez el paso del estre-
cho con dos navíos y tres fragatas, y con la fortuna de
- vencerle llegando á Chile á principios de febrero de 1585,
- y en compañía de los relijiosos Quadramiro y Mérida. En
cuanto tomó tierra comenzó la fundacion de un pueblo
sobre la costa y continente chileno, dándole nombre de
Jesus, y concluido y guarnecido de ciento cincuenta sol-
dados, pasó á levantar en una hermosa vega la Cesárea
Magallánica, 6 ciudad de San Felipe, distante de Jesus
unas yeinte leguas. |
96 HISTORIA DE CHILE.
Quadramiro y Mérida, con no alcanzar á ver en
aquellos parajes pueblo de ninguna especie, tomaron
una escolta y penetraron por los montes hasta dar en nu-
merosas tribus indias recojidas bajo tiendas , de cuyas
jentes parece fueron muy bien recibidos y agasajados.
De aquí hubieron de echarse á correr las llanuras que
llevan á tierra de los Huiliches y Cuncos, quienes, como
por cosa nueva, les dijeron que los Huincas (Españoles)
estaban en guerra con los Araucanos (1). ;
En comprobacion de semejantes sucesos nada nota el
libro del cabildo hasta en acuerdo de 6 de junio de 1583,
en el cual se dió cuenta de un oficio de la real audiencia
de la ciudad de la Plata, fechado en 15 de abril ante-
rior , por el cual se le previene á la justicia y rejimiento
de Santiago, «se advierta el reino contra la armada in-
» glesa que estaba en Santa Catalina para pasar á poblar
» en el mar del Sur, cuando llegó la nuestra al Rio Ja-
» neiro para ir á poblar el estrecho magallánico. Y que el
» gobernador que viene para Chile habiendo salido de
» Buenos Aires, se estaba previniendo en Santa Fe con
» los setecientos hombres que traia de socorro para pa-
» sar luego á Chile, »
(1) Todas las memorias antiguas concuerdan en los hechos que acabamos de
relatar, pero ninguna de ellas nos da luz para ver lo que fue de los relijiosos
citados, ni de los pobladores de Jesus y San Felipe. Unos pretenden que pere- E
cieron en manos de piratas ingleses, otros que los degollaron los Indios, otros :
que murieron de hambre y de frio; Córdova asienta que el 6 de enero de 1587, E
Tomas Candish, habiendo pasado el estrecho con tres naves, y corriendo la costa,
legó á descubrir la ciudad Cesárea Jlena de cadáveres y con algunos edificios
todavia en pie, pero sin mas persona viviente que la de Tomas Fernandez, que el
Inglés tomó á bordo, y depuso en el puerto de Quintero. Todavia hay quien
CAPÍTULO IX. 97
Con esta novedad se puso el ayuntamiento de la capi-
tal en busca de medios que respondiesen debidamente á
la tropa que con el nuevo jefe Venia , no menos que á las
provocaciones que de los Ingleses debia esperar el reino
si 4 franquear el estrecho llegaran; llamando de paso
para que con su autoridad concurriera á esa doble tarea
el correjidor de Santiago Lorenzo Bernal, que gobernaba
en ausencia de Gamboa (1).
Este caudillo se mantenia en el teatro de la guerra
sin lograr acabarla, sin concluir tampoco un hecho de
armas con que dar nombre al período de su eobernacion,
porque Painenancu huia de formales empeños, y con sus
correrías tenia fastidiados á todos los Españoles; mas en
cuanto aquel supiera que el rey le habia relevado del
gobierno, si acaso viera en esa determinacion rejia un
desaire á su persona , un desprecio de los singulares
méritos que en la conquista habia consignado , ello es
que despachó para Santiago á su hermano don Andrés,
con nombramiento de lugarteniente de gobernador , y
encargo de entregar por él 4 Sotomayor, ó á su apode-
rado, el gobierno de Chile, en cuanto á ello se le re-
quiriera.
Gamboa en seguida hubo de trasladarse 4 la Imperial,
con órden á todas las plazas de guerra de que solo man-
tuvieran una vigorosa defensiva , hasta que el nuevo jefe
guiara á su manera los negocios de la guerra.
» de este reino, para proveimiento de la jente de guerra que viene, Que así
» mismo mande juntar y domar cuantos potros se pudiere, i se hagan celadas,
» sillas y demas arneses. Y que contra los Ingleses se vele con centinela en to-
» dos los puertos de mar y sus costas. »
(Acuerdo de 6 de junio de 1583.)
7
MI. HISTORIA,
98 HISTORIA DE CHILE,
Mientras él cargo de gobernador, no jugó con fortuna
la espada del caracterizado Gamboa, cuya noble proje-
nie tuvo asiento en las inmediaciones de Durango en
Vizcaya. Señalado fue sin embargo su valor en las mayores
y mas ruidosas batallas de la Araucania, y siempre
ocupando puestos importantes. Servicios eminentes prestó
á la causa del rey, y vino al cabo á pagárselos este coll-
cediéndole el título de mariscal, empleo en aquella época
de los mas preeminentes en la milicia, y empleo que de
antemano le habia dado su suegro Rodrigo de Quiroga.
Él hizo la conquista de Chiloe ; durante su gobierno fue lo
que siempre habia sido, hombre sencillo, franco, amigo
leal, y recto juez, por cuyas prendas se le correspondió
siempre con la estima uniyersal, que ni tampoco le falló
cuando apartado del supremo poder descendió á la vida
privada, retirándose de la escena militar y política para
ni en una, ni en otra, volver á figurar.
CAPITULO X.
Sotomayor en el gobierno. — Construccion de nuevos fuertes. — Asedio de
Villarica. — Sublevacion de los Indios. — Batalla reñida. — Alonso Diaz
conducido á Cañete y ajusticiado.
( 15831584. )
Por todo el reino de Chile vocea la fama los grandes
hechos que ya tiene acabados el gobernador don Alonso
de Sotomayor, con treinta y siete años de edad, y son
los veinte y dos gastados en servicio del rey, comenzán-
dole en calidad de soldado voluntario en las banderas
que el duque de Alba llevó á Flandes. Ha asistido á cien
batallas; á la prision.de los condes de Ayamor, de
Horno, y del jeneral Genlis ; 4 poco no se apodera de
la: persona del príncipe de Oranje; muchas y muy glo-
riosas cicatrices trae en prueba de su valor; la corte le
ha confiado misiones de la mayor honra é importancia ;
le ha pagado con empleos y dignidades de la mas alzada
categoría, y no es mucho que el rey le mande ahora á
gobernar uno de los mas ricos y hermosos paises de la
América del sur.
Tanto y mucho mas iba de lengua en lengua por to-
das las colonias antes de que el nuevo gobernador lle-
gara á pisar el suelo chileno; así es que el ayuntamiento
de Santiago hubo de reconocer en el nombre de este gran
personaje algo de mas superior y respetable, que en
cuantos hasta entonces habian rejido los destinos del
pais, el tribunal de la real audiencia incluso : pero no
adelantemos los hechos,
100 HISTORIA DE CHILE,
Salió de España , como hemos visto, don Alonso de
Sotomayor con seiscientos hombres que habian de con-
tinuar la conquista de la Araucania; pero es opinion que
solos cuatrocientos sacara en bien de los terribles tem-
porales con que la sacudió en el viaje una mar irritada,
y con los cuales allegó á la ciudad de Mendoza el 28 de
junio de 1583 despues de no pocos trabajos. Al cabildo de
esta ciudad presentó Sotomayor sus patentes, y que-
daron obedecidas y cumplimentadas acto continuo , de-
clarándosele gobernador y capitan jeneral del reino de
Chile. Tras esta dilijencia hizo extender el competente
poder para que Diego García de Cáceres, vecino de la
ciudad de San Juan , pasase á la capital, y en ella se hi-
ciese reconocer con aquellos títulos, en su nombre y du-
rante su ausencia; lo cual tuvo efecto el dia 18 de julio
siguiente (1).
Los cabildantes no quisieron que el nuevo jefe del
estado los eojiera desprevenidos. El siguiente dia 19 se
reunieron en consejo para determinar el modo y forma
con que se habia de celebrar la entrada de Sotomayor
en Santiago , y fue resolucion unánime : « Que se haga
» un arco triunfal por donde entre, de adobes i madera,
» blanqueado i pintado, y puestas en él las armas de S.M.,
» las de la ciudad, i las del nuevo gobernador. Que se
» compre un buen caballo, si se hallare blanco, 1 CO!-
» respondiente silla en que haga la entrada. Que se haga
1) Segun Olivares y otros que le han copiado, no fue Cáceres el reconocido á
sino que hubo seis: Lorenzo Bernal, Alonso Reinoso, Gaspar de Vergara, Pedro
de Leisperberg, Pedro Alvarez y Diego García de Maldonado... los cuales us
bernaron bien hasta que llegó su poderdante.—A ser 5 no probara de muy
diestro en el arte de gobernar el señor don Alonso, peronosotros nos atenemos
á esto : « Y precedido eljuramento que hizo (Cáceres) en anima de su parte, fue
» recibido de gobernador i capitan jenera! propietario. »
(Acuerdo del cabildo de Santiago, 18 de julio")
CAPÍTULO Xo 101
» un palio de diez i seis varas del damasco mejor que se
» hallare, con cuatro cordones de cuatro borlas, con sus
» goteras de terciopelo del mismo color. »
Esa prelusion pinta bastantemente el entusiasmo con
que habia de ser acojida la persona de Sotomayor,
en cuyas manos se creyó sin duda la exterminadora. €s-
pada que habia de domar de una vez y para siempre la
injénita fiereza de la libre é inmortal Araucania ; mas
para que á efecto fuera con forma de mas explícita y de
mayor solemnidad , quiso el cabildo que con él concur-
rieran 4 un mismo fin todas las autoridades de la capital,
Por fenecidas se dieron naturalmente las que hasta en-
tonces ejercieran con nombramiento del gobernador
Gamboa, y preciso es que Sotomayor no pusiera en su
apoderado Cáceres la facultad de proveer á vacaturas de
indispensable resulta, puesto que con fecha 23 del pro-
pio julio sale el cabildo poniendo nuevamente de corre-
jidor y teniente jeneral de Santiago y su jurisdicion á
Lorenzo Bernal, que acababa de salir del mismo em-
pleo, con la llegada y recibimiento de aquel apoderado.
Sotomayor, hecho desde niño á las fatigas que con la
milicia suelen andar siempre, no quiso respetar la nieve
que cubria las cordilleras, antes pasó por cima de ella
trasladándose al valle de Aconcagua (1), en cuyo punto,
y dia 17 de setiembre , nombró por protector jeneral
de los Indios del reino á su hermano don Luis que le
acompañaba ; este dió poder, con traslado del nombra-
miento, á Agustin Briseño, cuya persona Se dió á reco-
nocer en aquella calidad ante el cabildo de Santiago ,
el 20 del mismo mes.
(1) Su tropa quedó en Mendoza, y no vino á Santiago hasta el enero si-
guiente, mas no nota el cabildo qué número de plazas componía.
109 HISTORIA DE CHILE,
Ya habian salido al encuentro del gobernador el al-
calde de primer yoto Gaspar de la Barrera, y uno de los
rejidores, y aquel entró en Santiago dos dias despues,
es decir, el 22 de setiembre (1), pasando á caballo el
arco triunfal que se alzó á inmediaciones de la plaza
mayor, y conducido bajo el palio á la catedral, en donde
seentonó un Te Deum, concluido el cual se le acompañó
hasta su morada con igual solemnidad, No se ha vuelto
4 repetir este ejemplo,
Dos dias despues (el 24 de setiembre ) diputó el go-
bernador al rejidor Pedro de Leisperberg para Lima,
con cuenta á la real audiencia de su llegada á Chile, y
tambien detalles de las tristes ocurrencias que probado
habia en el viaje la armada conducida desde España á
las órdenes del almirante Valdés,
El gobernador comenzó su gobierno con nuevas orde-
nanzas relativas al beneficio de las minas de Chuapa,
del Espíritu Santo y de Quillota , porque este apego al
aro (2) pecado fue en que con intento mas ó menos pro-
*(1) Hay autores que pretenden no haber entrado Sotomayor en Santlago
hasta el mes de diciembre, otros ponen su entrada en 23 de noviembre; nos-
otros seguimos al cabildo de Santiago, que es la autoridad fehaciente. En los
residencia de todos los gobernadores pasados dijo á los capitulares : « Que por
».cuanto hasta ahora no está recibido personalmente de gobernador en este ca-
» bildo, por haberlo sido por su procurador, ní tampoco haber hecho la solem-
» nidad del juramento por su persona, que ahora les pide ser recibido de nuevo,
» que se le tome el juramento y i todo se la cumplieron, ele.»
o del 23 de noviembre 1583.) -
"(2) Rara era la moneda que circulaba en PaRa á cste tiempo, y en esto ha-
bia mucha ganancia para los mercaderes, en grave perjuicio del público que
perdia en dar su oro á peso. El cabildo de Santiago, apeteciendo correjir el
mal, pidió al rey, por medio de su apoderado Juan Corella sa Ardaz, le permi-
tiese abrir casa de moneda : en su lugar veremos el result
CAPÍTULO X. 103
nunciado cayeron todos los conquistadores; solo que
esta vez se hace mas chocante, por lo mismo que, así de
contento Painenancu de la llegada de Sotomayor, “cOmO
los cabildantes de Santiago , formaba al propio tiempo
el asedio de las ciudades Valdivia y Villarica, y se sabia
esto en la capital de una manera auténtica.
Siendo, pues, preciso marchar con presteza á la de-
fensa de aquellos establecimientos, Sotomayor dió el
mando de las armas, con título de coronel, á su hermano
don Luis, 4 quien acompañó Francisco de Ocampo en
calidad de sarjento mayor, y estos dos cabos salieron
de la capital con doscientos Españoles y número mas
crecido de auxiliares; pero preciso es que la guerra Se
aparentase con demasiada gravedad, pues que don Luis
se para á levantar sobre el Maule los fortines Duro y
Butagar, y otro en el cerro de Quellu en el distrito de
Cauquenes. a
Del cabildo de Santiago no se saca tampoco suficiente
luz con que distinguir si era ó no grande entonces el
aprieto de las ciudades meridionales: se contenta con
decir que en 25 de octubre de 1583 «ha leido cuatro
» cartas de ¡os cabildos de las ciudades de Osorno, la
» Imperial, Valdivia y Villarica, en que le dan parte
» de la guerra y del estado en que al presente está la
» tierra. » Con igual fecha proveyó tambien el goberna-
dor la vacante del desterrado doctor Azoca, en el licen-
ciado Diego de Rivas, y debió de durarle muy poco el
empleo, pues parece el mismo Ázoca repuesto en sus
funciones, y presidiendo el cabildo de Santiago, en 6
de diciembre del dicho año; pero volvamos á las opera-
ciones militares, ¡
Bien servido el toquí de sus espías supo con tiempo
104 HISTORIA DE CHILE,
que venian los Españoles en socorro de las ciudades si-
tiadas, y no sintió poco la novedad, porque parecióle
que con pocos dias mas que se le hubiera dejado tran-
quilo, inevitable fuera la rendicion de los sitiados,
escasos ya de municiones; como quiera, por si con la
columna conquistadora marchase tambien el nuevo go-
bernador, le pareció ser de su propia persona el cargo
de saludarle saliéndole al camino. Con este arrojado
intento tomó dos mil soldados de entre los que circuian
la ciudad Villarica, y con lijera marcha pasó 4 Quebrada-
Honda ó6 Paso-Hondo en término de Quinel, en cuyo
punto se apostó distribuyendo su jente en diferentes
celadas. Descuidado entró por aquel estrecho el 'coronel
don Luis, pero resuelto y animoso respondió 4 la carga
que en cerco le dieron los Araucanos, los cuales fueron
rotos alcabo de media hora sin considerable, pérdida de
uno ni de otro bando, y con gran rabia de Painenancu,
de cuyas palabras y arrojo no hicieron esta vez gran caso
sus indisciplinadas tropas.
El toquí logró por fin reunir los bandos desmandados
y caminó por atajos 4 ganar la vanguardia española
hasta apostarse en un cerro, siempre cuidadoso de
cubrir las fuerzas indias que andaban en la expugnacion
de Valdivia y Villarica. Los Españoles le- volvieron á
sacudir en aquella posicion, aunque ya con mayor
coste, saliendo ensangrentados ambos partidos, sin que
por ello escarmentara Painenanca, que volvió á carearse
con su enemigo á vista de Villarica; solo que como los
sitiados reconocieran la columna que venia en su
auxilio, ejecutaron una vigorosa salida, y cojidos
entre dos fuegos se declararon en desordenada fuga
los Araucanos, perdiendo entonces mas soldados que
CAPÍTULO X. 105
les habian costado las dos funciones precedentes.
Encargada la persecucion de estos desbandados cuer-
pos á los capitanes partidarios Tiburcio de Heredia (1), y
Antonio de Galleguillos, que comenzaron desde luego
arrasando los campos, y llevándolo todo á sangre y
fuego en la tierra enemiga, don Luis corrió sus marchas
á Valdivia, cuyos sitiadores se habian retirado en virtud
de aviso que al intento les comunicó el toquí en cuanto
se vió vencido.
Con esta jente y con la que libró de Villarica, salió
de nuevo Painenancu contra los partidarios, mas habíase
empeñado contra él una desleal estrella, y no obstante
el valor, el arrojo con que se ponia allí donde mayor
riesgo pareciera , como Heredia, tambien Galleguillos
logró derrotarle, mas que cara compraran la victoria
los capitanes castellanos , pues ellos mismos lo Hegaron
á confesar.
Tales fueron los resultados de esta campaña, y no hay
ciertamente causa para ponderar la importancia de
tantas victorias, que no sería mucha cuando con vista
de la relacion que de ellas y del estado del pais enemigo
se le hizo al gobernador, este despacha, en febrero de
1581, para Angol, una columna de ciento setenta Espa-
ñoles al mando de Lorenzo Bernal, mientras él por su
parte entra en preparativos para conducir al teatro de
la guerra nuevas fuerzas.
Por ausencia de Bernal entró en el correjimiento de
Santiago el capitan Juan Vazquez de Acuña, y para. visi-
tador jeneral de las provincias setentrionales, y juez
de residencia de todas las justicias, salió nombrado
(1) Venido con Sotomayor, y tambien distinguido en las campañas de
andes,
106 HISTORIA DE CHILE.
Gregorio Sanchez, siendo tambien entonces la des-
titucion del mayordomo del hospital, que no se nom-
bra, y que parece habia distraido gran parte de los
caudales destinados á la asistencia y cuidado de los.
enfermos.
Sotomayor activaba la empresa que lo grave de las
circunstancias le aconsejaba tomar á su propia cuenta
y riesgo, porque Painenancu, sobre asomar con ejército
rehecho, y acaso mas granado que nunca, pues sale
conun vice-toquí llamado Chipimo, y este con un segundo
de nombre Mayerebe, todavia tiene en su auxilio los
Pehuenches y Puelches que andaban ya arrasando los
campos de Chillan, En Santiago, sinembargo, no debia
haber abundancia de tropas, ni tampoco los trenes y
bagajes correspondientes á la expedicion meditada, pues
á mas de hacerse en la ciudad y su distrito levas, em= -
bargos, y llamamientos, para que vinieran á servicio
voluntario los que de él estaban exentos, como así lo
ejecutaron varios vecinos, entre los cuales cuenta el
rejidor perpetuo Cristoval de Aranda y Valdivia, y aun=
que el cabildo dice en fecha 17 de agosto de 1584 :
« Que, multa de veinte pesos, en toda la jurisdicion todos
» los encomenderos tengan, como es costumbre , en sus
» pueblos camas y mantenimientos para el ejército
» que va, » todavia no parece tal ejército hasta el 14 de
noviembre siguiente, en cuyo dia da parte el goberna-
dor de que marcha para Chillan, y tiene su real en la
ribera del rio Maule.
Iba de maestre de campo con Sotomayor el capitan
García Ramon, que tambien se habia señalado en las
guerras de Flandes, y á quien esta vez dió el goberna-
dor la órden de seguir con la caballería en marchas
CAPÍTULO X. 107
dobles al socorro de San Bartolome de Chillan, que los
Pehuenches tenian muy estrechada. Ramon descargó su -
comision con actividad y fortuna, libertando la colonia
española del brazo enemigo, justamente cuando ya Ca-
recia de medios de defensa y de mantenimientos, siendo
los Indios vigorosamente rechazados contra los montes,
despues de dejar algunos muertos y algunas docenas de
prisioneros. Llegó Sotomayor á Chillan, y aunque to-
davia no hubiera desnudado su espada contra los Arau-
canos, le pareció de mucha utilidad el estrenarse en la
guerra con el impío y bárbaro sistema de G. Hurtado de
Mendoza, y así ordenó que los prisioneros fueran inme-
diatamente despachados á su pais con las manos y las
narices de menos : este era el medio mas eficaz para que
los naturales volaran en masa contra su sanguinario é
inclemente opresor. Y así fue. Apenas pasara algunos
dias de descanso el campo español en Chillan, y mien-
tras levantaba, en los Magues, cerca de Canuco, el
fortin llamado San Fabian, cuando Sotomayor tuvo que
moverse en línea delos Infantes de Angol, en cuyo punto
supo que la comarca de Puren, la de Ninico, las vegas
de San Miguel, y hacia Maytenrehue y Calyray, todo
estaba en armas, aunque, para desgracia de los Indios,
iban estos en cuerpos cuyos caudillos cada uno de ellos
obraba con absoluta independencia, sin plan ni combi-
nacion alguna. Despachó el gobernador dos destaca-
mentos de ciento cincuerita hombres, al mando del
maestre de campo el uno, y habia de ir contra la su=
blevacion de Catyray y tierras inmediatas, siendo jefe
del otro el sarjento mayor, destinado al castigo de los
Purenes. Pronto lograron estos jefes la dispersion de
aquellos desordenados cuerpos , ejecutando en los pri-
108 HISTORIA DE CHILE.
sioneros el atroz castigo que de órden del gobernador se
cumplió en Chillan, y á mas incendiando todas las chozas
y campos que en aquellos parajes encontraron abando-
nados. Painenancu por su parte andaba impaciente en
espera de refuerzos que los Pehuenches y Puelches le
habian prometido, pero desgraciado en todas sus erm-
presas, se reconocia sin prestijio, queria adquirirle por
medio de alguna accion sonada, y aunque sin desam-
parar el lugar á que habian de concurrir aquellos auxi-
liares, mientras que llegaban, dispuso que su vice toquí
Chipimo pasara á. fortificarse en la nombrada cuesta de
Mariguenu, y en ella se mantuviese, hasta que él con
los serranos fuera á reforzarle,
Con noticia de este nuevo campo, cuyas fuerzas no
se señalan , salió otra vez de Angol el maestre de campo
á la cabeza de doscientos Españoles , y anduvo tan siji-
loso y advertido en la jornada, que Chipimo fue sorpren-
dido, roto y despojado de todos sus víveres, con no
poca pérdida de hombres : un dia mas y acaso fuera
otra la suerte de las armas araucanas, porque á dis-
tancia de seis ó siete leguas de la cuesta estaba ya con
su ejército Painenancu, cuando los Castellanos des-
trozaban á su descuidado vice toquí, y cantaban por
primera vez un triunfo sobre la cumbre del formidoloso
cerro,
Acabado este hecho, García Ramon regresó al cuartel
jeneral de Angol, en el cual tambien estaba ya el coronel
don Luis de Sotomayor ; de suerte que hecho inmediata-
mente un alarde de las tropas reunidas, se encontró el
gobernador con setecientas plazas de ambas armas, y Un
cuerpo de cuatrocientos auxiliares , de cuyas fuerzas
sacó trescientos hombres para el teniente jeneral doctor
CAPÍTULO X. 109
Azoca, encargado de guardar los establecimientos de
aquel distrito, y Sotomayor con el resto caminó contra
los campos de Puren. No se detuvo muchos dias en estos
parajes , porque como no diera con habitantes, ni tam-
poco.con objetos en que descargar la ira que el nombre
araucano le despertaba, se entró por la parcialidad de
Licura, con ánimo de trasladarse á Cañete (1).
Con esmerada precaucion le seguia las huellas Paine-
nancu, en cuya compañía iba ya el mulato Eustaquio,
esclayo del capitan Martin de Avendaño, y mozo de sin-
gular arresto; pero ni uno ni otro querian acometer 4
los Españoles sino á revuelta de los montes, y con este
intento ganaron la delantera, emboscándose en lo mas
fragoso del camino, casi á vista de las vegas del Nuelas,
La columna castellana llegó á la celada enemiga, sin
muestra siquiera del mal dia que se le iba á dar, y pasó
gran parte de ella llevando su frente el gobernador en
persona ; mas asaltada con brioso ímpetu la retaguardia
mandada por don Luís, se empeñó al instante una es-
pantosa refriega que trajo al campo la jente del goberna-
dor; y confundidos Españoles y Araucanos, ambos
partidos parecian resueltos á sellar aquella jornada con
un exterminio mutuo y completo. Painenancu desespe-
rado corria las líneas con hechos que todos admiraban,
y que los suyos trataban de imitar ; los primeros y mas
famosos capitanes españoles comenzaron desde luego á,
dudar de la fortuna, y por no desairarla trabajaban con
despechado aliento; la muerte se revuelve furiosa en
(1) Dicen varios escritores que al paso de Sotomayor por Puren, reforzó la
guarnicion de esta plaza, pero ¿ cuando se habia reedificado? ¿ Quien hizo esta
reedificacion? ¿Fue don Luis de Sotomayor mientras soci muelas estados ?
Si de esto no hay prucba, necesari p efecto,
y asi fue; luego veremos esa plaza alzada y guarnecida.
410 HISTORIA DE CHILE.
uno y otro bando; gritos de venganza arranca entre los
ensangrentados combatientes, hasta que al cabo de cinco
horas de destrozo recíproco, logra penetrar un cuerpo
de caballería. al ala india que guiaba el vice toquí Chi-
pimo , se desunen las masas, Painenancu corre á orde-
narlas y contenerlas,, la confusion crece, y 4 un segundo
empuje de los Castellanos logra el alferez Juan Martin
rendir al toquí (1), con lo cual huyen despavoridos los
Indios, y causa en ellos un horroroso estrago la columna
española,
Esta reñida funcion, que tanto dió que hacer á los Es-
pañoles, la sostuvo Painenancu, no con ochocientos -
soldados, como se ha dicho, sino con mas de dos mil, y
harto arrojo fue el ponerse con ese número y arma
blanca, contra mas de setecientos cincuenta hombres que
llevaba Sotomayor entre arcabuceros y caballería.
Como quiera, el desertor Alonso Diaz, conducido á la
ciudad de Cañete y recibidos los auxilios de la relijion ,
como él mismo lo hubo de solicitar, pagó con su vida
las tantas que á los Españoles habia quitado durante su
toquiato (2), y mucho mas hiciera ese intrépido jefe si
favorecido tal cual vez de la fortuna, con una ó dos se-
ñaladas victorias hubiera podido granjearse entre los
Araucanos mas fe, y mayor prestijio : esa falta es la
que descompuso todas sus operaciones militares.
El gobernador dejó sus heridos en Cañete, tomó al-
gunos caballos de los que esta: ciudad guarnecian, dió
(1) Otros quieren que Juan Martin descubriera al toquí escondido en un co-
ús 6 - A E Es 1 . 7 dee: LKáñhklas
lo que á este respecto nos dicen nuestros manuscritos
(2) Fue ajusticiado, dice Olivares, á los once años de su desercion. No dispu-
tamos la la not l Moli j ino
veinte y uno, Véase la nota del capítulo VI, t. 2, pág. 62,
EN
CAPÍTULO X. 4141
el mando de la plaza 4 Alonso de Reinoso, y marchó
á sentar su real en los confines de Arauco, en donde se
le vió con fecha 20 de diciembre de 1584 (1).
(1) Algunos historiadores ponen todos esos acontecimientos un año mas
adelante. Volvemos á repetir que nos ajustamos á las fechas del cabildo de
Santiago, autoridad contra la cual todo argumento fuera excusado.
ve
CAPITULO XI.
Cayuncura toqui. — Sotomayor á Carampangue. — Combate favorable desde
luego á los Indios, y rotos estos en el segundo empeño. — Turuquilla yen-
cido, — Camina el gobernador á Santiago. — Varias ventajas de los Arauca-
nos. — Triunfo de Ramon. — Noncunahuel toquí, — Abandono de Arauco.—
Muere Noncunahuel,
(1585. )
Con el completo triunfo que sacó Sotomayor de las ar-
mas del desgraciado Alonso Diaz, creyó poder gozar un
largo descanso en su acampamento, pero fuera casuali-
dad , descuido, ó intencion resuelta de alguno de los In-
dios que á servicio de los Españoles andaban , ello es
que á pocos dias de asentado el real castellano en los
confines de Arauco, las llamas prendieron con furia en
la plaza de aquel mismo nombre, y se hizo preciso
atender á una pronta y activa, reparacion. En cuanto se
consiguió esta, el gobernador dispuso que quedara man-
dándola su maestre de campo García Ramon , y él con
su ejército se trasladó 4 Puren , sobre cuyos escombros
levantó nuevo fuerte, ó sea una nueva provocacion al
invencible pueblo de aquel sublevado pais, cuando mas .
necesario era el cuidado en conservar, dejando para me-.
jor ocasion el de adelantar la conquista, aumentando -
poco á poco los establecimientos, : |
Si dilijentes andaban los Españoles en su obra, tam-
poco los Araucanos perdian tiempo; con noticia de la
muerte de su toquí , por quien no manifestaron un gran
sentimiento, en breve corrió la flecha todas las tribus, y
cuando el gobernador don Alonso suponia que en la im-
CAPÍTULO XI. A Yi
posibilidad de formar tropas estaba la Araucania, salió
esta con su toquí Cayamcura, y una division de cinco
mil hombres, dispuestos á pasar desde laatyrar al asedio
de San Felipe.
Sotomayor dejóuna buena partida de gente en Puren
á las órdenes del capitan Francisco de Fernandez, para
que concluyera el fuerte, y le guardara, y con la res-
tante se fue á la defensa de Arauco, acampando á una
legua de esa plaza , sobre la márjen del rio Carampan-
gue. No tardó en llegar Cayamcura al valle, pero como se
le dijera que el real castellano estaba á orilla del rio,
mudó de propósito, presumiendo ser de mejor consejo
atacar de interpresa cuerpo á cuerpo al gobernador, que
no 'circunvalar el fuerte para verse al instante cojido
entre dos fuegos. En este sentir despachó de espía al
Yanacona Andrés, desertor, que habia servido muchos
años al capitan Fernando Alvarez de Toledo, el cual
tuvo la audacia de presentarse de nuevo á su señor con
finjidas señales de arrepentimiento, y suplicando le
recojiera á su servicio. Logró lo que demandaba, y tuvo
por lo mismo ocasion de reconocer el campamento es-
pañol dividido en tres líneas, y sin otra defensa que la
natural del Carampangue con la cual estaba cubierta la
retaguardia. Entrada la noche, el traidor Andrés tomó
el caballo de suamo, y se echó á escape para dar cuenta
á Cayamcura de su mision, y en consecuencia el toquí
dispuso su jente en tres trozos unoá su mando, y otros
dos álas órdenes de Lonconahuel y Antuleubu, para que
cada cual atacase al mismo tiempo á una de las líneas
enemigas. La fuga de Andrés dió en que entender al
gobernador, y por lo que ocurrir pudiera tomó tambien
- medidas de vijilancia , doblando guardias , corriendo
11. HistTORIA+ 8
1145 HISTORIA DE CHILE,
avanzadas, y manteniendo en el campo una constante
alerta. Bien fue menester precaucion semejante, y mejor
es decir no bastante , pues acometidos los Españoles á
media noche por las divisiones araucanas, cuando
aquellos quisieron contener el choque, ya Cayamcura se
habia llevado de calle los Indios auxiliares del goberna-
dor, y penetraba en las filas castellanas con irresistible
violencia. Con todo, la claridad de la luna permitiendo
hacer tiro, jugaron los armas del rey su artillería de
campaña, y sus arcabuces con mucho acierto, y al cabo
de media hora pusieron respeto á los Araucanos ,quienes
con su toquí retrocedieron hasta verse fuera de alcance,
resueltos todavia á una nueva refriega en cuanto pare-
ciera el alba. Esto es lo que ejecutaron con indecible
esfuerzo, así como comenzara á rayar el dia , penetrando
á pecho descubierto por entre el plomo de los enemigos
para forzarlos 4 pelear al arma blanca, y aunque multi-
tud de víctimas les costara el temerario arrojo, en sangre |
española se cebaban tambien, con grande esperanza del
vencimiento ; esperanza que de repente destruyó el maes-
tre de campo y gobernador de Arauco, García Ramon,
que acudió al campo de batalla con el presidio de Su
mando, en cuanto el tiroteo le anunció la contienda , Y
este refuerzo vino á resolverla en' terrible daño de 105
Indios que fueron largo trecho acuchillados de la cá-
ballería (1).
(1) En esta batalla perecieron 1 1 F .e Je Cayam-
cura hacia de sarjento mayor, un hermano de Caramcuta. y los jenerales
Antuleubu y Lonconahuel. Nadie cuenta el número de los muertos de una y
de Loyola, en instrumento de igual merced á fayor de Francisco Viuza,
CAPÍTULO XI. 415
- Tras este costoso y no menos señalado triunfo, García
Ramon volvió con su jente á guarnecer Arauco, y
el gobernador marchó á4 las vegas de Talcamavida,
que ya las hostilizaba el cacique Turuquilla, y en una
escaramuza que con los Indios de, este jefe jugaron los
Españoles, fue herido y preso el mestizo Jerónimo Her-
nandez, y en seguida ahorcado por órden de Sotomayor
para que en él escarmentaran otros desertores. Ahuyen-
tado Turuquilla, revolvió la columna castellana para
Angol, en cuyo punto se reforzó con la tropa del licen-
ciado Azoca, y penetrando despues la parcialidad de
Catyray , vino á plantar campo en Tabolebu. Sobre ella
cayó otra vez en este punto el soberbio Cayamcura , para
verse, sino tan castigado como en Carampangue, por
lo menos obligado á guarecerse de nuevo en los montes,
dejando en manos de su enemigo otra palma mas.
Sotomayor corrió despues su campo hasta el emboque
del Tabolebu en el Biobio, y con su obstinada pasion
por las plazas fuertes, que no podian menos de consu-
mirle las fuerzas necesarias para las operaciones mili-
tares, de un golpe alzó á la parte occidental del Biobio
el fortin llamado la Trinidad, en Catyray el Espíritu Santo,
al norte de Caramahuida , cerca de los montes de Nahuel-
buta el San Jerómino, en Yumbel el Sán Felipe de Austria,
y ála confluencia del Quaqueó Huaque con dicho Biobio
la plaza dedicada al santo árbol de la Cruz.
los que se hallaron con Sotomayor. Por lo demas, los historiadores pretenden
que García Ramon se habia reunido al gobernador en el real antes que Cayam=-
cura atacara la primera vez; si nuestros documentos no nos dijeran lo con-
trario, todavia lo habiamos de inferír, porque no cabe que cl maestre de
campo abandonara la plaza de San Felipe, ni que Sotomayor se lo consintiera,
cuando, con noticia cierta de que ¡ba á ser sitiado , fue 4 acamparse sobre
Carampangue.
116 HISTORIA DE CHILE.
Por mucha jente que consigo llevase el gobernador,
todavia asombra la actividad y el zelo con que debió darse
á todas esas obras de construccion , puesto que él mismo
dice en comunicacion al cabildo de Santiago con fecha
27 de marzo de 1585 : « Estando en el real y campo de
» S. M. que está alojado cerca de los fuertes de la Tri-
» hidad y Espíritu Santo, en sierras de Yumbel, etc. ;»
pero ni á eso solo retrajo sus miras, sino que hizo cons-
truir dos grandes barcas para que las plazas se comuni-
casen mas fácilmente, y queriendo pronta correspon-
dencia entre Concepcion y Arauco, vino plantar en la
cúspide de la fatal Mariguenu un palenque defendido de
una magnífica barbacana.
Ciertamente fueran de mucho importe esos medios
de comunicacion y de defensa, cuando pudieran Ser
atendidos sin desmembrar la tropa de que habia necesidad
para protejer todos los establecimientos españoles, Y
responder á las tantas provocaciones con que en diversos
puntos salia el invencible é infatigable Araucano; pero
gastar aquella tropa en nuevos presidios, quitándole
su accion , despropósito fue que no podia quedar sin su
merecido. Guarnecidas, perfectamente abastecidas dejó
Sotomayor esas tantas barreras que dejamos notadas,
pero..... se encontró sin jente para la guerra; el in-
vierno se le echaba ya encima; dió á su sarjento mayor
Francisco de Ocampo la incumbencia de pasar á Concep-
cion en demanda de nuevas tropas, y con este mismo
fin se encaminó él en persona para Santiago , recibién-
dole en Maipo, por comision de este cabildo, el alcalde
de primer voto don Juan de Ahumada, que le acom-
pañó hasta entrado en la capital en 22 de mayo
de 1585,
CAPÍTULO XL 117
A Cayameura poco ó nada le importó la reciura de la
estacion ; tuvo aviso de la ausencia del gobernador, y
de la distribucion de sus tropas en los distintos fuertes de
reciente planta, y por tanto resolvióse á expugnar la
plaza de San Felipe de Arauco , mientras que Millalemu
habia de acometer la de Puren, Pilquetegua la de la
, Trinidad, y á Taruchima dió el cargo de quemar las dos
barcas puestas en el Biobio para servicio de los Españo-
les. Taruchima desempeñó sin tardanza su comision
convirtiendo en cenizas las barcas y los que las maneja-
ban; pero Millalemu y Pilquetegua fueron rechazados
con mucha pérdida , sobre todo el primero que se em-
peñó demasiado en briosos asaltos , consumiendo en ellos
la jente mas lucida del cuerpo que á sus órdenes se
puso (1).
Por lo que hace da] toquí, apretada tiene la plaza de
San Felipe, incomunicada, y tambien cojidos todos los
caminos para que la guarnicion española no se salve, si
acaso intentare abandonar el puesto. Mirándose el
maestre de campo García Ramon sin mantenimientos,
sin municiones de guerra, y sin esperanza de socorro,
como quien sabia que seandaba en leva de nuevas tropas,
por estar empleada en la línea de fortificaciones la que
con el gobernador vino, entró en la desesperada resolu-
cion de atacar á los sitiadores , cuyo número pone en seis
mil la opinion comun, no teniendo Ramon sino cuarenta
y Cuatro lanzas. Los Españoles , firmemente persuadidos
que la salida de la plaza les habia de costar la vida, y
(1) El capitan Francisco de Hernandez fue quien le destrozó segun los histo-
riadores, y se Je supone sarjento mayor. ¿ Habria dos sarjentos mayores? No
olvidar que el Francisco de Ocampo, sarjento mayor, no está en Puren, sino en
Concepcion reclutando jente.
118 HISTORIA DE CHILE.
mas dispuestos á este sacrificio que á darse en manos de
sus crueles enemigos, comenzaron todos ellos á cumplir
sus deberes de cristianos acercándose al tribunal de la
penitencia, y recibiendo en seguida, con piadoso fervor;
la hostía consagrada de manos del capellan que los
servia. Acabada esta dilijencia, García Ramon formó en
la plaza su compañía; hízola entender que á morir le
tenia condenada el hambre en el recinto, ó el hierro
enemigo en el campo, y que de los dos extremos soló
el último pudiera quedar burlado si con ánimo sereno;
si unánimes y esforzados , Concurrian todos á romper los
escuadrones infieles, ó á recibir en sus lanzas una glo-
riosa muerte, :
Así prevenidos, todos los Españoles se echaron fuera
de murallas, y paso á paso caminaron ordenados y re-
sueltos á las líneas de Cayameura , llamándolas por una
parte el capitan Pedro Gutierrez de Mier , con la mitad
de los Castellanos, y por la otra el mismo maestre de
campo. Comenzado el combate, entrambos partidos lle-
garon á verse envueltos, ó mejor el de los Españoles,
quienes no trataban de abrir paso, ni echarse fuera del
cerco en que las masas indias los acorralaron , sino de
acometer y dar muerte á los mas arrestados del campo
enemigo, ó parar los botes que se les asestaba. Como si
un poder invisible les sirviera, ellos herian , ellos desba-
rataban , ellos, en fin, segaban las vidas con tremenda
lijereza y admirable acierto , Mientras que los tiros del
enemigo todos salian vanos , todos se perdian en el aire
con los rabiosos alaridos de aquella muchedumbre de
guerreros, ó mal guiados, ó cojidos del mas fatal alu-
cinamiento, Acaso concurrieran ambas cosas , porque
llenos los cuerpos indios de espanto , de terror , notando
CAPÍTULO XL. 119
que su furioso esfuerzo no hacia mella alguna en aquel
puñado de hombres , al parecer invulnerables, que cada
golpe que estos hombres descargaban daba fin de uno de
los mas esclarecidos jefes araucanos, 6 ya de un vete-
rano cuya destreza y bizarría en cien lances se habian
descubierto, azorados y en desórden rompieron la reti-
rada, para que los caballos de García Ramon se ensan-
grentaran en los fujitivos hasta la saciedad , y que cansos
de tanta matanza , se volvieran á recojer en su fuerte
cargados de despojos , de vituallas, y sin la mas mínima
lesion en sus cuerpos (1).
- Avergonzado Cayamcura en presencia de tantas vic-
timas , causa de todas ellas por una mala direccion ó por -
una irresistible fatalidad, puso el hacha del toquiato en
manos de Namcunahuel (2), jóven de grandes espe-
ranzas, y , segun parece, harto bien visto en la soberbia
milicia; él se retiró de las armas, siendo en edad mas
propia para el descanso que no para las fatigas de la
guerra,
Aplaudida fue esta eleccion de Cayamcura, y motivo
tambien para que con patriótico entusiasmo corrieran á
las banderas de este nuevo toquí , no solamente los restos
que del ataque de Arauco se salvaran, sino toda la ju-
ventud de los estados, para formar época con 2 despunte
(1) No parece sino que la razon natural se e Jolola contra ese hecho de armas
verdaderamente prodijioso. ¡ Mas de 136 Indios para cada un Español!... En
ello, sinembargo, convienen los historiadores, pero no es extraño, supuesto
hn á Francisco s.. qu. Pedro Roa, de cuyos li MR Sie Es
tambien los resultados expuestos.
(2) Naugoniel le llaman otros, y le suponen hijo de Cayamcura.
190 HISTORIA DE CHILE.
de una nueva organizacion , que como por encanto tras- *
formó las costumbres de aquel pueblo rústico, que asentó
en él los cimientos de una cultura hasta entonces desco-
nocida , y que paulatinamente le condujo á extremo, por
lo menos, de poder tratar de igual 4 igual con su terrible
y osado conquistador.
Ciento y cincuenta caballos de los que en lances dis-
tintos se habian cojido á los Españoles, presentó el jóven
Namcunahuel , entre mas de cuatro mil infantes, al pié
de las murallas de San Felipe, cuando apenas si García
Ramon y sus compañeros habian saboreado el gozo
que justamente debió causarles su tan reciente y escla-
recida victoria. La caballería araucana pareció en as-
pecto formidable ; bien armada de lanzas de extraordi-
nario alcance, conducida con regularidad, y mostrando
los jinetes desembarazo, soltura y no poca gallardía. El
toquí dispuso desde luego el cerco de la plaza enemiga,
y la fábrica de un ataque con su parapeto y su banqueta
para cubrir sus soldados de los fuegos enemigos, segun
consejo que al intento hubieron de ministrarle algunos
de los muchos mestizos que ya á este tiempo hacian
causa propia la de los hijos del pais. Semejantes preven-
ciones, si no debilitaron el invicto valor del maestre de
campo García, ni el de los militares que tenia á sus Ór-
denes, lograron por lo menos retraerlos del rompimiento
á que se empeñaron con Cayamcura, pues si de fac-
ciones tales una vez permite la casualidad que con dicha
salga quien las emprende, es lo regular que cien otras
pruebas sucedan con la consiguiente y entera ruina del
temerario que pase á tantearlas,
En esta parte iba en García Ramon con lo de animoso
lo de cuerdo y prudente; veíase, como en la primera
CAPÍTULO XI, 191
cerca, falto de municiones de guerra, no contaba, ni
contar debia con socorros hasta la primavera , no estaba
en ánimo de rendirse , pero tampoco le era posible man-
tener la plaza, y solo le quedaban dos medios, pelear y
morir probablemente en la pelea, ó sacar del enemigo
un partido tan honroso cuanto permitiera la estrechez de
las circunstancias. Parado en este último supuesto, hizo
saber á Namcunahuel que podia contar con la plaza si-
tiada y nunca con su guarnicion , antes tenia intento de
salir con esta sin hacer uso de las armas, siempre que
se le dejase el paso expedito ; pero que si se la provocaba,
componíanla los vencedores de Cayamcura , y podia
suponer á cuan subido precio venderian sus vidas. El
joven toquí hubo de entrar en esas razones; dejó que
su enemigo caminara tranquilo á meterse en el fuerte de .
Puren, y entre tanto derribó las murallas del abando-
nado Arauco (1).
Este suceso fue para el jefe indio de mucho aliciente;
- presumió que la fortuna le habia de regalar nuevas y mas
floridas palmas, y al instante dirijió sus miras contra la
plaza de Puren, cuyo mando acababa de entrar en el
maestre de campo, segun así le correspondia por gra-
duacion (2).
La caballería araucana que el toquí mandó de avan-
zada para la expugnacion de Puren, sorprendió en los
prados contiguos al fuerte una docena de Españoles,
(1) La pérdida de esta plaza la pone Molina en 1586; gran cargo resultara
en tal casó contra el gobernador Sotomayor, y sobre todo teniendo consigo
as 1: SA de refuerzo" y muchos us que tal lo dice lijeramenle el
0 Ovalle lleva el capos al fuerte de la Trinidad, y Molina dice que el sar=
jento mayor le dió muerte en un monte. Ni Francisco Hernandez salió del tér-
mino de Puren, ni el AEoRN mayor se halló en ninguna de las empresas de
Namcunahuel,
199 HISTORIA DE CHILE.
tres de los cuales fueron muertos, teniendo los restantes
la fortuna de recojerse dentro de muralla. Alarmada con
esto la guarnicion, y no descubriendo todavia la infan-
tería del toquí, que á próposito la mantenia este en los
bosques inmediatos , Ramon dispuso que el capitan Fran-
cisco Hernandez cumpliese una salida contra el ene-
migo, y adelantado este cabo muy mas allá de lo que
la prudencia aconsejaba, porque los Araucanos finjieron
retirarse, se vió en breve rodeado de cuerpos de infan-
tería , teniendo que lidiar para defender su vida, y la de
cerca de ochenta hombres que le seguian, con cuanto es-
fuerzo saca la desesperacion, Terrible fue el choque,
y en él perecieran todos los Españoles, si por acaso
no hubiera tenido Tomas Olabarría el acierto de
tender en tierra á Namcunahuel, haciéndole añicos el
brazo Aerecho con el plomo del arcabuz, porque en
costumbre los Indios de concurrir todos ellos en con-
fusion al lado de su jefe, cuando en lances como aquel
le llegan á ver, abandonaron una victoria segura ya, y que
hubiese sido completa ; y entretanto Hernandez tuvo
la inesperada dicha de salir del cerco, y regresará la plaza,
aunque con treinta hombres y sus caballos de menos.
Consternados los Araucanos con vista del lastimoso es-
tado á que la herida acababa de reducir á su toquí, ya
no cuidaron sino de recojerle con respeto, llevándole
á paraje retirado y seguro para administrarle cuantos
auxilios parecieran convenir á su cura y deseado resta-
blecimiento; mas todo fue inútil, porque la muerte se.
apresuró á quitar de las filas del belicoso pueblo un jó- :
ven caudillo, tal vez hecho para eclipsar las hazañas de Ea
un Lautaro, si tanto tiempo en la milicia quisiera la suerte
dejarle, ]
CAPÍTULO XI. 193
De todos modos, en su rápida y malhadada carrera dos
hechos de mucha valiá dejó consignados el jóven Nam-
cunahuel; volvió la esperanza á sus compatriotas con la
toma de Arauco y casi derrota del capitan Hernandez,
pero lo que mas importa, le debieron la creacion de un
cuerpo de caballería, oríjen de nueva vida en el pais, y
causa al cabo para que ante su poder se estrelle y capi-
tule el valeroso y soberbio pendon de Castilla. —
Por lo demas, harto ponderan los sucesos el desacierto
de don Alonso de Sotomayor con cerrar toda su tropa
en fortalezas mas ó menos útiles, cuando lo que se nece-
sitaba era vagar constantemente en perseguimiento del
enemigo, cansarle, fastidiarle, castigarle, no permi-
tiéndole organizar una resistencia de consideracion, ni
procurándole tampoco con el desmembriamento de las
fuerzas, ventajas que necesariamente le habian de enso-
berbecer, y llevar con doble confianza á empresas de que
el conquistador no podia menos de salir perdiendo, aun
cuando por suyo quedara el campo de batalla. Se hizo
todo lo contrario; se les dejó á los Araucanos en com-
pleta libertad de obrar ; todo un invierno han pasado hos-
tilizando varios de los establecimientos españoles sitos
en la frontera; pierden un jefe jóven y valiente, y tienen
tiempo para reunirse los Butalmapus, tratar de la
guerra, darse un nuevo caudillo, aumentar sus escua-
drones, y salir por fin provocando al gobernador don
Alonso, quien, con la primavera, y una columna reclu-
tada en Santiago y Concepcion, vieneá abrir otra cam-
paña en tierra tinta de sangre humana, sembrada de
cadáveres insepultos, y á trechos escondida bajo las
cenizas de una vejetacion cuya lozanía consumieron las
llamas atizadas por un jenio implacable y exterminador.
CAPITULO XII.
El jefe Pilquetegua ahorcado. — Cadeguala en Angol. — El gobernador salva
onia. — Cadeguala impide el paso de Puren al gobernador. — De-
safío entre Cadeguala y García Ramon. — El gobernador sigue con tenaci-
dad su sistema de fortificaciones. — Fastidiado de la guerra regresa á la
ital,
(1586. )
No consta con que fecha saliera de la capital el gober-
.nador don Alonso, pero el 30 de diciembre de 1585 da
su cuartel jeneral en Yumbel, segun lo nota el cabildo
de Santiago, sin señalar cual fuerza sacara de esta ciu-
dad, ni tampoco las que recojeria en Concepcion su sar-
jento mayor Francisco de Ocampo (1).
Desde aquel punto ya tuvo que atender á combatir
las parcialidades de Gualquí y Talcamavida revueltas
por el cacique ó capitan Pilquetegua, y ahuyentadas, Y
corridas hasta Culenco, despues de haber talado el go-
bernador todos aquellos valles, y pasado el Biobio por
frente de Santa Juana , el jefe indio se mostró en los
montes como en ademan de querer esperar á su ene-
migo.
Fue disposicion, 6, sise quiere, consejo de Pedro Cor-
tés, el que convenia usar de ardid en esta ocasion para
(1) Ya dijimos en el precedente capitulo que Molina (y tambien otros) traen
esta vez al gobernador con dos mil caballos y mucha infantería de Españoles
demos quitar un cero á la cuenta de Molina , y como nosotros pensará el buen
juicio si atiende con cuidado á los sucesos de la campaña á que vamos á
pesas pues por fortuna corren numerando e fuerzas de ambos partidos»
se desentazan con evidente indicio de que el Español carecia de las ne
a
|
CAPÍTULO XH. 1295
traer los Indios á la pelea, y habia de hacerse no pasando
por el abra sino con un débil destacamento, para que
los Araucanos bajaran confiados desde las crestas, y
pudiera despues cargarlos la retaguardia del gobernador.
Como este hallara racional el consejo de Cortés, 4 él
mismo le dió el mando de la jente que se habia de em-
peñar en este lance de vanguardia, y los resultados fue-
ron cual se esperaba; pues Pilquetegua, que era otra vez
el jefe de los Araucanos allí allegados, bajó á cortar á
Cortés, se enredó la funcion, y cuando quiso reparar en
lo falso de su empeño ya se vió circuido de todos los
Castellanos que á Sotomayor seguian, y en menos de
media hora fue roto y preso, yendo el gobernador hasta
colgarle de un árbol, diciendo que para escarmiento de
otros jefes, como si no hubiera sido mas acertado decir,
para aliento y despecho de todos los hijos de la Arauca-
nia, que mas indómitos y fieros se hacen cuanto mas se
los castiga.
Desde este punto siguió el gobernador, no para Angol
como asientan algunos historiadores, sino recorriendo
las plazas Trinidad y Espíritu Santo , pero sin detenerse
hasta los Infantes, ya que á su sarjento mayor le mandara
á Puren con un destacamento, y órden de marchar ade-
lante en su plan favorito, esto es, en levantar fuertes y
mas fuertes, siempre empeñado en creer que este era el
mejor medio de sojuzgar á un pueblo acaso el solo nacido
para ser y saber ser independiente. Ocampo cum-
plió su encargo alzando en márjenes del rio Puchan-
guí el fuerte llamado Guadaba, pero no tardó en ser co-
jido de sorpresa por el capitan Cadeguala, que le mató
la mayor parte de los Yanaconas trabajadores, le quitó
algunas labranzas y otros ganados, y le forzó á huir;
1296 HISTORIA DE CHILE,
mas como, para fortuna del sarjento mayor, diera en su
retirada con una partida de caballos castellanos, revolvió
inmediatamente contra el capitan vencedor, y en una
reñida refriega recobró sus recientes pérdidas, obligando
los Araucanos á la fuga (1), ya que por su parte perdiera
dos de sus mejores oficiales, y dos soldados.
El intrépido Cadeguala no se mostró muy sentido de
este revés, antes se echó con la arrogancia de un triun-
fador contra la plaza. de Angol, y no fiando solamente en
sus desmedidas pretensiones, sino trayendo á parte de
semejante empresa esa ratera inclinacion al ardid, que
tan natural es entre aquellos indómitos pueblos, aunque
rara vez los trajo el ardid á resultados ventajosos.
En tanto que Sotomayor corria y talaba todos los cam-
pos de la frontera, hasta entrar en la ciudad Imperial,
que, segun el cabildo de Santiago, lo hubo de ejecutar
el 12 de julio , despues de haber destrozado una junta ó
parlamento de tribus indias, que en los valles de Cugui
se acababa de reunir, para disponer arbitrios con que lle-
var adelante la guerra, Cadeguala entró en relaciones
con el cacique Cheuquetaru, jefe de los Indios de paz de
la comarca de Angol, amigo de los Españoles, y hombre
de gran crédito en el pais,
Cheuquétaru habia de coadyuvar con Cadeguala á la
toma de Angol, pero incumbíale el comenzar su traicion
entregando la colonia á las llamas, durante la noche, €
puntos distintos, y como caso fortuito, para que los Espa-
ñoles asistiesen á cortar el fuego, y poder destrozarlos 1
(1) Parece ser que este triunfo se debió al denuedo con que combatieron
Lorenzo Galdames, Juan Lazarte, Juan Toledo, Juan Montiel, Manuel Becerra,
Felipe Duarte, Alonso Sanchez, Salvador Sanchez y Pedro Escoba ES Made
tos dos últimos pagaron con si
cumplieron.
|
|
.
]
]
>
S
CAPÍTULO XII. 197
medio de la confusion, que esta tarea el jeneral arau-
cano se la reservaba.
Todo quedó pues concertado , todo perfectamente dis-
puesto y con la hora y señal dada, cuando, sin que Ca-
deguala ni Cheuquetaru supieran una sola palabra, en
Infantes de Angol entra Sotomayor con su jente, ya de
noche (1), y, por casualidad, en la misma noche señalada
para el incendio y ruina de aquella colonia, pero sin
tener tampoco por su parte noticia ninguna de la conju- *
racion de los enemigos.
Con mil infantes y cien caballos esperaba Cadeguala á
que las llamas le llamaran á Angol, segun se lo tenia
prometido el jefe de los Indios de paz, quien entraba en
“la colonia y salia de ella con la propia franqueza y liber-
tad que los mismos Españoles, y por lo tanto habia ga-
nado á sus miras cuantos Indios tenian aquellos á su
servicio, determinándolos á poner fuego á las casas de
sus amos al sonar las doce de la noche, y todos á una
ven”
Esto fue, en efecto, lo que sucedió puntualmente, y
como Cadeguala concurriera cuando ya los Españoles
andaban dados á cortar aquella tan terrible calamidad ,
que en mitad de la noche habia arrojado á las calles
ancianos, mujeres y niños, en fin, cuantos moradores
existian en la colonia, el estrago que los Indios causaron
fue terrible. Entre aquel como dia de juicio para los Cas-
tellanos, que en llanto, en gritos de desesperacion unos,
y de Sami otros , se deshacen, sale de repente Soto-
Ita de los asientos del cabildo de Santiago, entró el gobernador
en Infantes de Angol el 24 de setiembre, y esa qúe no era muy crecido el
que le a a; pero nuscritos
de n
| scier tos hombres, que entró á las nueve de la no-
che, y que se alojó en ess : ALMAS.
428 HISTORIA DE CHILE.
mayor, no para contribuir á sofocar el horroroso incen(
sino para combatir con los enemigos que á tan
ardid apelaron, porque tal tuvo la dicha de
antes que alma nacida le hubiese dado parte
sangre que ya corria en las calles, y como desde
diera con los Indios que á sus anchas iban acabando co
los colonos, comenzó la carga con serenidad admir
con arrojo inaudito, llevándose de calle las masas ind
y no deteniéndose hasta ponerlos fuera del recinto
eso ya cuando comenzaba el alba á pintar su p
luz.
Una vez que Sotomayor vió fuera de la colonia al
Cadeguala , destinó en su persecucion al capilan
del Monte con un escuadron de caballería, y al
el sol, empeñó este jefe con los Araucanos nue
cion, que no dejó de ser harto bien sostenida; pe
cabo fueron rotos los Araucanos, y Cuarenta prisio
que dejaron en manos del capitan Monte , en /
ron al instante pasados por las armas en desagrav
tantos males como acababan de causar en aq!
lonia,
En lo mas escabroso de los montes se entró el
y con admirable celeridad despachó emisarios par
á junta concurrieran los próceres de las parcialidad
llicura, Tucapel, Paycavi y cuantas existian ha
del mismo Arauco, resuelto como estaba á nO.
los Españoles un dia de descanso, ni tampoco U
punto en que poder considerarse seguros.
El resultado de esta convocatoria pasó
de lo que Cadeguala se habia prometido ,
verse inmediatamente á la cabeza de cinco mil
reros en las líneas de infantería, y con mas de
CAPÍTULO XI. 129
tos (1) caballos cuyos jinetes, si no fueron superiores
entonces á los de los Castellanos, en nada desmerecian
de ellos.
Así provisto de hombres , y tambien de recursos con
que asistir á la continuacion de la guerra, ya no quiso
mas embozos, ni tampoco echar mano de ardides; antes
resolvió dar la caza á su enemigo yendo derecho á sitiar
la plaza de Puren, en la cual estaba el maestre de campo
echado, como queda dicho, de la de Arauco.
Tuvo noticia Sotomayor de este movimiento del toquí,
y con los mismos doscientos hombres que llevó á los In-
fantes de Angol, salió de esta colonia en busca de su ad-
versario; pero tambien este llegó á saber que el gober-
nador venia contra él, y por consiguiente dejó la mayor
parte de su ejército á las órdenes del jeneral Caniutaru,
delante de la plaza de Puren , y con sus doscientos caba-
llos, y cuatrocientos peones mas, avanzó al encuentro de
Sotomayor, resuelto 4 impedir que llegase á la plaza si-
tiada refuerzo alguno,
Cadeguala se apostó dominando un desfiladero que
era el camino mismo por donde habian de atravesar los
Españoles , y en efecto, cuando en el tal desfiladero aso-
mara el destacamento avanzado que el gobernador en-
viaba en descubierta, de tal suerte y tan de sorpresa le
apretó el jefe indio, que fue preciso retroceder á uña de
caballo, y no todos los Españoles, pues quedaron muer-
tos en el primer ímpetu una media docena de ellos.
Cuando los que de esta escaramuza se salvaron vinie-
MOS ii aci ds sie ATA
>.
, Pero este
número nos parece exajerado, porque concurrir á Infantes de ca
caballos, y pocos dias despues salir con quinientos , no parece probable
tampoco atinamos donde pudo el toquí reclutar tal número, por mucho « en
la especie caballar prosperara ya entonces,
1, HISTORIA, 9
130 HISTORIA DÉ CHILE.
ron dando cuenta al gobernador de lo ocurrido con los
Indios, y que cortado tenian el paso, resolucion fue de
atacarlos de lleno segun la escabrosidad del terreno lo
permitiera; pero en cuanto los oficiales que con Sotomayor
iban oyeran esa, en su sentir, locura del jefe, todos ellos
salieron oponiéndose al ataque, ya acusando lo escarpado
Y difícil del terreno, ya ponderando fuerzas enemigas
- que el sueño, 6 el poco deseo de pelear, abultaban sobre
manera » Ya en fin, sacando en reliquia la persona misma
del gobernador, que (decian los aduladores) no debia
exponerse á una continjencia para que por un valor te-
merario llegase 4 quedar el reino en la orfandad, Y
todos los Españoles perdidos.
Fueran esas fazones, ú otras, ello es cierto que Soto-
mayor no quiso pasar adelante, ni medirse con Cade=.
guala (1), antes se volvió 4 Angol en demanda de nuevas
fuerzas con que oponerse á las atrevidas empresas del
toquí araucano,
Por una victoria tomó el toquí esta retirada del jefe dé
las armas españolas > Y victoria fue , en efecto, porque
nada tan desastroso en armas como dejar ver á su ene-
migo. que son las suyas dignas de respeto, si nocuadra
decir de miedo, Ello es que Cadeguala lleno de orgullo Y
de soberbia se volvió ásu campo de Puren, é inmediata-
, penis mandó un parlamento 4 García Ramon, partici-
Pándole que el gobernador le habia temido, que bien es-
carmentado tuvo necesidad de volverse por el mismo ca-
mino que traia para favorecer 4 los sitiados, y, en una
Pa ma spa que Sotomayor atacara á Cadeguala, que perdiera imuchos
a o .. pee meno tuviera ademas la gloria de montar el
as ¿no como fue para quedar este desmontado,
> es lástima que nuestros materiales, ni otros historiadores no hablen
* Semejante hecho, No hubo ataque, he ahi la verdad,
e
CAPÍTULO XI. 131
palabra , que no debiendo estos contar ya coñ auxilio de
ninguna especie , los llamaba 4 partido para que aban-
donasen el fuerte, del cual se los dejaria salir con libertad
y todo jénero de seguridades, ó si les agradara entrar á
servicio de las armas araucanas, en ellas hallarian no so-
lamente honrosa acojida, sí tambien los empleos que á
cada cual correspondiera segun méritos. Dase por su-
puesto que Cadaguala amenazab acon la severidad de
las armas, caso de que ninguna de sus propuestas resul-
tase aceptada.
En García Ramon el valor iba hasta la mas temeraria
exajeracion , á paso que la política apenas si tuvo jamas
entrada en el pecho de aquel guerrero ; de manera que
trajo la suerte dos caractéres harto iguales para que los
acontecimientos corrieran con mas velocidad que de es-
perar parecia ; porque respondiendo el jefe castellano al
emisario del toquí con un muy insultante desprecio, y
lleno Cadeguala de ufanía con la retirada 4 que acababa
de obligar al gobernador, en cuanto se le comunicó la
arrojada y descortés respuesta del mariscal de campo,
se arrimó en persona á las murallas, y comenzó 4 exor-
tar á los sitiados, ofreciéndoles cargos, honores y Tée-
compensas (1), si en término de veinte y cuatro horas
pasaban á sus filas, de paso que 4 García Ramon
le prodigaba mil injurias retándole 4 combate singular.
No rehusó Ramon ese reto, y como quedara apla-
zado para la mañana del siguiente dia, en el campo
parecieron ambos adversarios, trayendo cada cual de ellos
cuarenta caballos de escolta, y de jefe de los Espa-
(1) En sentir de algunos historiadores, el soldado Juan Tapia hubo de
pasarse en esta ocasion á los Araucanos, confiado en las palabras del toquí, y
le dieron un grado en aquella milicia; no se dice cual grado
132 HISTORIA DE CHILE.
ñoles el capitan Francisco de Hernandez. Puestos estos
dos destacamentos á media distancia, dejando entre
ellos campo bastante para que los dos jefes midieran en
toda anchura y libertad sus armas, salió Cadeguala mon-
tado en un arrogante potro, y armado de una enorme
pica, y á recibirle corrió impávido el maestre de campo.
Como, al cruzar de los dos caballeros, el lanzazo que el
toquí dirijiera contra Ramon pasara en vago por uno de
los costados, un revés de la espada del Castellano cruzó
la cara del caudillo araucano, cayendo inmediatamente
en tierra , y aunque con aliento se levantó hasta en ade-
man de querer montar de nuevo, no fue sino el último
respiro de su malograda vida, que acabó al instante con
pasmo y desaliento de todos los suyos, que se retiraron
en silencio, para no volver á pensar en la continuacion
del cerco, sin traer con ellos un nuevo toquí. |
Es este lugar oportuno para decir que gran parte del
asiento definitivo de las primeras colonias conquista-
doras, á sucesos como el anterior se debieron, ó si no
se quiere que de igual naturaleza fueran , semejantes y
los mismos eran en resultados : hablamos de esa fatal
desgracia que parece seguir á todos los jefes supremos
de la Araucania, que mueren cuando mas fe comienzan
á inspirar á sus pueblos, cuando mas necesitan estos de
guia y de ejemplos de denuedo y bizarría.
Parece increible que habitantes de suyo indómitos, de
- Suyo tambien audaces, y sobradamente belicosos , solo
desánimo, solo disgusto y sentimiento sienten en cuanto
Megan á ver que se les arrebata el hombre que los
manda y conduce; sin que ningun subalterno entre en
el acto á reemplazar el cargo vacante, sin que capitan ,
hi cacique, ni ulmen, por muy caracterizado que sea ,
CAPÍTULO XII. 133
ose aventurarse á dirijir las masas cuando estas llegan
á quedarse sin cabeza. Bien es cierto que en semejante
conducta no se ve sino una muy señalada muestra de la
índole independiente que al pueblo araucano distingue.
Amor al pais, amor tambien á sus usos, culto exajerado
si se quiere por cuanto á su vida y costumbres concierne;
pero nada de ponerse bajo órdenes de quien no haya
merecido la venia popular, nada de obediencia á persona
que las mayorías no traigan autorizada con el cargo de la
comun defensa (1).
De ahí nace sin duda el que ese pueblo, ya que hoy
harto disminuido en comparacion de lo que le halló la
conquista de los Españoles, y aunque en contacto con
naciones civilizadas, fiel y relijiosamente corre con sus
tradiciones, con sus costumbres, con la escasez de sus
necesidades, y hasta con el propio instinto de arrogante
é independiente, como se presentó ante los Valdivias
y Villagras; acaso no sea digno de nota, ni tampoco
parezca haber influido demasiado en el jenio de esos
hombres que extendieron su nombre por todo el orbe,
el que algo hayan ensanchado el cultivo de sus campos,
el que á comerciar bajen los fronterizos con los pueblos
cultos, ni tampoco el que con el uso de los caballos hayan
salido de la vida monótona y sedentaria en que los halló el
pendon de Castilla.
(1) Y ¡qué sistema tan provechoso !... Salgan de él, y como nos lo enseñan
los demas pueblos, un atrevido, un hombre cualquiera que con ambicion de
mandar se sienta, en breve corromperá las masas, en breve levantará un
ndon, y por ps en breve abrirá en su patria una guerra que la
Otro, será, no para dictar leyes al vencido, solo para entrar en posesion de
familias de que lleguen á escasear, ó que les parezcan de buena y lejítima per-
tenencia. E E
134 HISTORIA DE CHILE.
Como quiera, en volviendo á la fatal suerte que puso
fin á los dias del toquí Cadeguala , vemos que cinco mil
y mas Araucanos se desalientan y huyen voluntariamente
de delante del fuerte de Puren, internándose en los mon-
les para que los jefes de las tribus entreguen el hacha su-
prema en manos dignas de llevarla. :
Supo Sotomayor este accidente y, ya se ha dicho cien
veces, en este gobernador que por otra parte no careció
de prendas dignas de alabanza, una sola y única idea lu-
cia... ¡alzar fuertes !... como si empeñado estuviera en
que cada dia surjieran nuevos apuros, nuevos sucesos
que ponian en grave compromiso á las armas de su
mando.
Es verdad que no se contentó por entonces con esas
solas disposiciones; abrigado en el silencio que pare-
cieron guardar los Araucanos, se puso con gran apego á
reparar los estragos que el incendio habia causado en
Angol y tambien enmendó el gobierno civil con medidas
seyeras, porque casi habian caido en desuso ya todas
cuantas dejaran en vigor los antecedentes gobernadores,
du como la autoridad iba tanto tiempo entretenida con
los negocios de la guerra, una completa desmoralizacion
penetró en casi todas las colonias, tambien en la milicia,
y por decirlo de una vez, hasta en los mismos encargados
de propagar la palabra evanjélica. |
En dantiago siquiera, ya que muchos sacrificios tuvie-
rOn ( ue st ir sus oradores, como que era el pueblo
CAPÍTULO XIL 135
guiente las costumbres no llegaron á resentirse hasta el
escándalo, como en otros puntos , ni hubo tampoco que
deplorar esa relajacion de algunos malos sacerdotes, cuyo
ejemplo llegó áser como una epidemia para masas igno-
rantes, aunque muy inclinadas á no vivir sino conforme
es la vida de los que corren con el cargo de instruirlas,
Sí que tuvo que luchar, y no poco, el concejo de San-
tiago , con una manada de usureros y trapisondistas por
una parte, y con no pocos encomenderos que abusaban
á cara descubierta del mas santo de los respetos , el res-
peto al semejante ; verdad es que de el sentir de ciertos
hombres no eran los Indios jant
sino viles instrumentos solo traidos para que sudaran
ese oro apetecido con tanta ansia , y buscado á expensas -
de víctimas humanas. Así es que el cabildo, ya se viera
en su seno con el jefe del estado, ya con su lugar-
teniente, ó ya solo, en todo caso supo hacer que la ley
fuera, lada: ; que para el desvalido hubiera amparo, y
para el criminal castigo, sino cual la justicia le pidiera,
aquel por lo menos que mas se aunara con las necesi-
dades de una época en la cual no siempre podia hablar
con libertad el majistrado.
Esa independencia con que parecia obrar el ayunta-
miento de Santiago, no carga solamente con lo que en
estos nuestros dias se entiende por de atribuciones juris-
dicionales y concejiles, Los capitulares salieron mas de
una vez contra las mismas disposiciones de los goberna-
dores supremos , como ya lo hemos visto : si no siempre,
ni nunca, si se quiere, lograran enfrenar pretensiones Ó
nadas del poder, eso consistió en que no hubo en los
concejales otra fuerza que la de su resuelto querer,
disponiendo de las armas Baplos 4 EOS contra
136 HISTORIA DE CHILE,
quienes sin recelo ninguno hubieran descargado el peso
de una severa justicia, á verse con brazos capaces de
sustentarla,
En esta misma ley incurriera tambien Sotomayor, á
quien el cabildo de Santiago representaba con toda
enerjía lo incongruente, lo perjudicial, lo absurdo de
su sistema de fortificaciones, cuando no servian sino
para irritar mas y mas al pueblo araucano ; cuando con-
sumian hombres y caudales quedando desoladas, por
decirlo así, las demas colonias, y cuando, en fin,
ningun socorro venia de España, ninguno del Perú,
ninguno, porque ninguno era de esperar en la excén-
trica posicion en que á Sotomayor se le habia colocado
en Chile, dejándole absoluto , independiente del virey de
Lima, como lo veremos en breve,
Con todo Sotomayor despreciaba semejantes observa-
ciones, é iba adelante con su plan, por la sola razon que
así era su sentir, y á su sentir servian de apoyo las ar-
mas que mandaba.
No tardaron los Araucanos en llamarle denuevo á la
guerra, pero para cansarle, para irritarle, pareciendo
siempre, y á una, en distintas direcciones , ya que en
cuerpos sueltos, y que nunca querian esperar el combate.
Como que era su mision el divertir al enemigo, desorien-
tarle y entretenerle, causarle daños en sus propias
posesiones cuantas veces lo permitiera la ocasion y Y
todo con el objeto de que con mayor seguridad y conve-
niencia pudieran ajustarse los caciques indios en la
eleccion de 'muevo toquí, organizacion de tropas y
acopio de toda suerte de pertrechos para la guerra.
En estas correrías, pues otro nombre no merecen , NO
hubo fruto ninguno para las armas castellanas; talaban
A
CAPÍTULO XIL. 137
campos, incendiaban, mataban tal cualindio desman-
dado, tal vez indefenso y aun inocente, ya teniendo que
correr á las inmediaciones de Puren , ya hácia Villarica,
tal vez haber de regresar contra los llanos de Angol,
pero, como queda dicho, siempre sin fruto, siempre sin
Jograr alcance á los cuerpos sueltos con que los Arau-
canos corrian el pais, porque estaban estos bien servi-
dos, y llevaban á las tropas de Sotomayor rendidas y
desesperadas, sin dejarles nunca la satisfaccion de la
venganza.
De suerte que el gobernador, canso ya de la inutili-
dad de su empeño, y presumiendo por otra parte que á
no presentar el enemigo mayores fuerzas , era imposible
que la guerra pudiera llegar á tomar un carácter grave,
resolvió volverse á los Infantes de Angol, en ánimo de
reparar enteramente aquella colonia, hasta dejarla abri-
gada contra cualquier ataque imprevisto, y hecho,
tomar aquel jiro que las circunstancias le aconsejaban ,
ya volviendo á seguir la conquista, ya retirándose á la
capital para dar curso á los negocios de la administracion
civil del reino, que buena necesidad habia de esta im-
portante medida, sobre todo en materia de justicia casi
muda, Ó cuando menos desentendida y abandonada
despues de dos y mas años que la guerra vino á ser una
necesidad, y la atencion primera y Única del jefe del
estado.
CAPITULO XIII.
Tratos de paz con algunas tribus indias. — Huenualca toqui. — Engaño de
Cadepinque. — Muerte del cacique Hueputaun. — Destemplanza de los
Españoles. — Un refuerzo del Perú. — Huechuntureu y su hermana.
— El gobernador en la capital. — Desafío de Huechuntureu y Cade-
pingue,
( 1587.)
El £6 de febrero de este año hubo de llegará Angol la
noticia del desembarque que el pirata inglés Tomas
Candish cumplió el 6 de enero del propio año en las de-
siertas ciudades cesáreas, 6 de los Césares(1), segun afir-
man varios autores, y cuyo pirata se hizo á la vela en el
puerto de Plimouth, el 21 de julio de 1586.
Se pretende, pues, que el corsario inglés, una vez pa-
sado el estrecho de Magallanes, recojió en la costa al es-
pañol llamado Tomas Hernandez, arrimó á Valparaiso ,
entró en Quintero, y que en este puerto desembarcó al
Hernandez para que le pusiera en relaciones inmediatas
con el pais, pero que no volvió á ver á semejante emisa-
rio, sino que Alonso Molina, con los milicianos numeris-
tas de Santiago, le hizo alejarse de aquel punto y con
pérdida de algunos hombres de la tripulacion, aunque
la resarciera con presas que despues cumplió en el mar,
entre otras la nao de Filipinas. Hemos dicho acerca de
esto lo que nos ha parecido mas probable, y no hay pues
Fazon para nuevas suposiciones; sí nos choca ver que So-
tomayor no tomó en este caso el menor empeño en ir al
(1) Véase lo que decimos respecto á
este particular en el capítulo IX
por lo demas tomamos las fechas de los pos :
asientos del cabildo de Santiago.
A
CAPÍTULO XII, 139
amparo de los puertos de la costa, » Por si el pirata
quisiera acometer alguno de ellos; es posible que estu-
vieran con regular defensa , ya que no seles enviósocorro
ninguno.
Sí que algunos dias despues ya vemos como el gober-
nador sale delos Infantes de Angol, y marcha en direc-
cion de Puren, corriéndose despues y sucesivamente á
las ciudades Imperial, Valdivia, Osorno, Villarica,
cayendo en seguida sobre orillas del rio Tolten para asen-
tar nuevas fortificaciones, cuyos vestijios aun hoy dia
parecen visibles.
Malo era el estado de los Indios de la parte de Villa-
rica y toda su comarca, porque á mas de los desastres de la
guerra, el hambre los tenia en aquel año doblemente an-
gustiados, y no resistieron á las armas castellanas, antes
hubieron de capitular momentáneamente con ellas, y va-
rias tribus subandinas siguieron el propio ejemplo, que
en ello no hacian sino ganar tiempo para romper paces
siempre que así conviniese á sus miras,
- Y si parte y gran parte pudo tener la escasez de ali-
mentos entre los Araucanos para venir á paz con los Es-
pañoles, todavia tuvieron algunos caciques la órden del
nuevo toquí Huenualca , jefe de Purenes y de Arauca-
Nos, para tomar esta espera con el enemigo, en tanto
que él por su parte pudiera salir con las necesarias fuer-
zas ; entre aquellos caciques que rindieron obediencia al
gobernador, cuenta como mas famoso el capitan de los
subandinos llamado Huechuntureu.
Siá tal aprieto llegaron los Araucanos con la falta de
víveres, en otro no menos grande se encontraban los
Españoles, sobre todo los de los fuertes de Trinidad y
píritu Santo, que no solamente carecian de municiones
1h0 HISTORIA DE CHILE.
de boca, sí tambien de vestuario, yendo el soldado hasta
perder paciencia y respeto á sus jefes, que se vieron en
la inmediata necesidad de abandonar aquellas plazas,
antes que el enemigo llegara á cercarlas haciendo indis-
pensable la rendicion.
Ya apuntamos en el precedente capítulo que al gober-
nador se le habian concedido facultades omnímodas, que
ni de sus operaciones, ni de su conducta habia de res-
ponder á la autoridad del virey, y este fue entonces un
mal muy grave para Chile, porque en ese independiente
desvío de las dos autoridades españolas mas inmediatas,
vino á nacer, sino enemistad , por lo menos una muy
desdeñosa tibieza, y el Perú, que era el único punto 4 que
Chile podia recurrir para remedio de sus males , el Perú
decimos no queria mandar socorros de ninguna especie á
las armas castellanas que continuaban le conquista de
Valdivia,
He ahí porqué la escasez de tropas que seguian ya en
este caso al gobernador Sotomayor, he ahí tambien por-
qué el soldado se veia sin vestuario, y tal vez sin pan.
Como quiera no tardó el rey de España en enmendar ese
fatal yerro volviendo á poner el gobierno de Chile bajo la
dependencia del virey de Lima (1).
Sotomayor asentó por fin el gobierno en la Imperial ,
porque supuso que con las paces ofrecidas por algunas
tribus hambrientas, ó traidas á este caso para que mas se
- (1) « Que aunque entonces se tuvo por conveniente sacar su gobierno de
» la dd que hasta entonces habia tenido al virey del Perú, despues
» con lo que d ¡encia se ha visto ha pa ido qu iene á mi servicio,
»i para el buen gobierno i pacificacion de esas provincias que el gobernador
» que de ellas fuese esté sujeto á dicho virey, ¡ que guarde y cumpla sus ór-
: SE i que le avise de todo lo que fuere de consideracion. » (11 de enero
e 1589.) (Cabildo de Santiago.)
CAPÍTULO XHL. 1241
durmieran los Españoles, la guerra no seria posible en
algunos meses; pero el toquí Huenualca pensó de dis-
tinta manera, y salió á campaña contra los establecimien-
tos españoles donde cumplió daños inmensos durante el
resto del invierno, y á punta de la primavera , ya pare-
ció sitiando el fortin de Guadaba.
Con aviso que de esta occurencia dió el maestre de *
campo al gobernador, fue disposicion de este que saliese
Ramon de Puren con cuantas fuerzas tuviera dispo-
nibles, no dejando en el recinto sino los hombres que
bastaran para sustentar un ataque imprevisto ,. en tanto
que volvieran á favorecerlos; y como así se ejecutara,
llegó García Ramon á verse frente del toquí, obligán-
dole á levantar el cerco de Guadaba cuya guarnicion
estaba ya en la mayor estrechez y casi resuelta á capi-
tular.
A seguir con atencion los acontecimientos, no parece
sino que Huenualca abandonara este lance con la firme
persuasion de asegurarse mejor la victoria. Habian cojido
sus tropas casi 4 inmediacion del fuerte al soldado Val-
verde, y sele llevaron prisionero los Indios en travesía de
montes y veredas conocidas solamente de ellos, mientras
que García Ramon regresaba por otro rumbo á la plaza
de Puren.
Apenas habia entrado en ella cuando un Indio de paz
llamado Cadepinque se le acerca y dice, que el toquí
araucano estaba en las vegas de San Miguel, con muy
pocos soldados y dado á. bailes y á borracheras en cele-
bridad de la atroz muerte que el capitan Piurume aca-
baba de dar al soldado Valverde; y se expresó aquel In-
dio con tanta minuciosidad , con tan ajustados detalles,
con acento, en fin, tan natural y sencillo, que el maestre
112 HISTORIA DE CHILE,
de campo ni recelar siquiera quiso de que podia ser, y
era, un ardid para guiarle á una celada.
Salió por consiguiente con cuarenta caballos de los del
fuerte, y el indio Cadepinque que habia de acompañar
á los Españoles ofreció y trajo bajo sus órdenes otros cua-
. renta ó cincuenta Indios de los llamados de paz, aunque
bien sabian ellos lo que habian de hacer en llegando el
caso de obrar.
Españoles é Indios llegaron al sitio designado, y en
verdad que en él estaba Huenualca, pero entendido de
antemano con el cacique de paz, y ya con aviso de la
jente que á las manos se le venia con todas las demas
circunstancias al intento convenientes. Ramon, sin des-
confiar de la buena suerte que allí le habia guiado, hacé
un alto , y con veinte hombres, que manda echar pie á
tierra para penetrar donde el toquí estaba , comienza 4
subir un empinado otero, creyendo iba á cojer despre-
venido al enemigo; pero en breve perdió semejante ilu-
sion , porque el mismo Cadepinque le mató uno de los
Españoles casi á sus pies, le cojió las armas, y dió la
señal de ataque. Eno
Pasmado quedó un instanté el maestre de campo reco-
nociendo la traición, solo que como nunca dió entrada
al miedo, puesto al frente de los suyos comenzó á reti-
ratse hácia donde habia dejado los otros. veinte soldados
y los caballos de los que le seguian , teniendo sin embargo
que resistir á nubes de piedras y de flechas con que le
hostilizaban el toquí y el cacique traidor.
Seiscientos Araucanos le acosaban por todas partes, ya
cortándole el paso, ya acometiéndole de costado, y en
estas alternativas de despechada defensa. una flecha llegó
de >
á. hincarle en el lagrimal, que le saltó el ojo; y con
AAA. ME erre rm AAA
CAPÍTULO XII. 113
todo cada vez mas sereno, cada vez mas animoso, logró
llegar á donde estaban los caballos, y desde entonces
tomó otro jiro la resistencia, aunque siempre desventa—-
josa para los Españoles , y siempre en la necesidad de
irse retirando sin poder entrar de lleno á la ofensiva,
porque los Indios los perseguian desde puntos elevados é
inaccesibles á la caballería.
Por fin lograron salir de aquel peligroso lance los Es-
pañoles, aunque dejando en el campo siete muertos, y
cada uno de los que volvieron á la plaza de Puren con
graves y no pocas heridas; así es que García Ramon
ardia en deseos de ver un momento en que poder vengar
aquella perfidia de Cadepinque , pero con los deseos tuvo
que contentarse por entonces, porque ese cacique no
menos que el toquí pasaron á recojerse á sus ordinarias
guaridas , y hasta la jente perteneciente á la parcialidad
del traidor se habia retirado á los montes de Nahuel-
buta.
Con todo no tardó en tener suelta la ira, porque como
tambien las parcialidades de la parte de Villarica y
Tolten, sobre todo aquellas que poco antes habian
brindado con paz, le jugaron al gobernador algunas pa-
- Sadas de infidelidad , este dió órden al maestre de campo
que descargase todo el rigor de la guerra en los estados
de Puren, Angol y Catyray, mientras que él por su parte
-—Arrasaba los de las parcialidades arriba mencionadas.
A fuego y á sangre entraron ambos jefes en aquellas
Sierras, no respetando mujeres, niños, ancianos, n1
. Muchos de los Indios de paz, y como en esta venganza
que un despreciable é innoble resentimiento rejia , vi-
niera á caer prisionero el cacique Hueputaun, jefe de
mucha consideracion en las tribus de Tolten y de Villa-
444 HISTORIA DE CHILE.
rica, en él descargó Sotomayor su furia haciéndole sufrir
una muerte atroz.
Y ¿cual fue el fruto de violencias tan reprensibles?
Sí que en Angol y en Tolten hubo algunas rendiciones ,
pero eran forzadas, eran falsas, y no tardaron por lo
mismo en hacer parte comun con las demas tribus que
en los montes de Nahuelbuta se habian refujiado, para
salir en breve mas fuertes y mas furiosos que nunca á
la guerra. Es verdaderamente de reparar que los gober-
nadores que con mayor encono se cebaron en los Indios
del pueblo araucano, esos mismos gobernadores son los
que mas tuvieron que trabajar en la guerra, y los que
menos adelantaron en ella, poniendo el pais (enten-
demos las colonias) en el mayor quebranto, en conflictos
harto fundados, y á pique de perderse. Pero así ha suce-
dido y así sucederá siempre : de todos los pueblos es la
pasion de la venganza , cultos, ó en el estado de la sim-
ple naturaleza; es de ley, si se nos permite la palabra,
el que todo hombre apetezca vengar un daño recibido ,
luego mas vehemente ha de ser ese deseo de satisfacer su
pasion, cuanto mas cruel y terrible sea el daño que se
le haya causado.
Así, al notar las parcialidades de los montes de Puren
y los refujiados en los de Nahuelbuta el furor con que
á los de Villarica, Tolten, Angol y otras se les tenia,
consideraron la ocasion favorable para servirse de ellas
con fruto y pronto enviaron emisarios convidándolas
con que se arrasarian desde luego todos los fuertes que
los Españoles habian levantado sobre aquellas riberas ,
siempre que concurriesen resueltas á la guerra.
Las parcialidades refujiadas tenian nombrado su jefe
llamado Huechunturcu, hombre de un arrojo sin par y
ASE AAAA€<«PmuekK PSP eme mmm
CAPÍTULO XII. ! 145
con dotes muy á propósito para la milicia, porque á lo
severo y justo, reunia una táctica y un jenio organizador
nada comun. Todo estaba preparado para echarse á la
guerra, y solo se esperaba que las tribus de Tolten y de
Villarica concurrieran como lo habian prometido, cuando
una mujer despechada , vertiendo lágrimas de indigna-
cion y de ira, se pone á recorrer los estados clamando
venganza, y su elocuencia, y su llanto, y sus gracias
y su varonil arrojo, logran remover en todos los corazones
un insensato delirio, que ya no se puede llamar odio,
contra el nombre español , y todos, jóvenes y ancianos,
todos se alistan, todos se ponen á las órdenes de la he-
Tolna- araucana.... hermana del jefe que acabamos de
nombrar, Huechuntureu... esposa del desgraciado Hue-
putaun á quien y quitó la vida con inclemencia
tanta.
Esta nueva calamidad que estaba ya para caer sobre
los Españoles como un torrente impetuoso que nada en
su curso respeta, debió suspender su estragopor uno de
aquellos incidentes raros entre los Indios, decimos raros
porque constantemente los hemos visto bien servidos
de sus espías, perfectamente orientados acerca de todos
los movimientos de sus enemigos, y en esta ocasion
quiso la fatalidad que sus correos les participaran. noti-
cias Pe abultadas de un refuerzo que al puerto de la
a de arribar por órden del virey del
nando de Torres y Portugal, conde de
Vico (1).
a) Hay autores que retardan de un año mas este refuerzo y suponen que
venian a. Ey capitanes Castillejo y Peñalosa. Nada de 50 nos dicen
Muestr ; manuscritos, y, por consiguiente, tampoco tenemos derecho para re-
sistir. á los ratos que nos han precedido; solo sí notamos na aquellos
dos capitanes estaban en Chile despues de muchos años, que seguian en esta
a 10
M. Historta*
146 | HISTORIA DE CHILE.
Para los Españoles estas nuevas fuerzas, que no pasa—
ban en todo de unos doscientos hombres, eran preciosas
en aquel entonces; así es que celebraron aquel arribo
con demostraciones exajeradas , mientras que los Arau-
canos, ya prevenidos para saltar á la guerra, se que-
daron como cortados aprehendiendo miles y miles de
enemigos de refresco para acabar de traerlos al detes—
table yugo de la servidumbre.
Huechuntureu y su hermana esperaron, pues, á que
las fuerzas enemigas comenzaran á desarrollarse , porque
en esos dos jefes de par iba lo arrestado con lo pru-
dente. No fue tan cuerdo el gobernador : apenas viera
en sus banderas. ese corto número de hombres llegados
del Perú, cuando ya hubo de creerse señor de la Arau-
cania toda, y comenzó á correr la tierra segun costum-
bre, es decir, talando campos, quemando y dando
muerte á cuanto con nombre de Indio pareciera,
En tal caso ya comprendió el jefe de los Purenes y
Nahuelbutas cuanto se le habian aumentado las noti-
cias corridas de lengua en lengua, y cuan poco debia de
tenerle oculto el insignificanterefuerzo ; solo que con todo
de salir á la guerra fue con el firme propósito de no
comenzarla á campo abierto, sino con celadas y sorpre-
sas hasta gastar parte de las fuerzas enemigas , y poder
despues medirse con ellas cara á cara.
o €s lo que siguió puntualmente. En llegando el go-
bernador 4. «correr las inmediaciones de Nahuelbuta 6
aos al no le dejaba dar un paso con bien, guer-
conquista, que con Sotomayor vendrán luego desde Sinto; y no comprende-
mos como pudo ser que pasaran al Perú, ni como que el virey de Lima o
ec pes el refuerzo, cuando no rot basta ahora que Comisionados fue
CAPÍTULO XII. 147
rillas aquí, cuerpos sueltos allá , una sorpresa en esta
parte, un ataque imprevisto en la otra, y siempre cau-
sándole pérdidas, y siempre quitándole bagajes y trenes,
sin ofrecerle ocasion alguna en que poder desquitarse.
Cual seria el hacer dei entendido Araucano inferirse debe
sin mas que considerar que Sotomayor avergonzado , y
canso ya de tantas incomodidades que no le traian sino
pérdidas, y el jeneral desaliento en sus filas, abandonó el
juego con el enemigo, y se retiró 4 Angol, poniéndose
inmediatamente á fortificar mas y mas el recinto de Gua-
daba, temiendo no sin fundamento que los Indios pen=
sarian en sitiarle, y esa obra concluida, dejó el mando
de la plaza al capitan Cristoval de Arana.
Del resto de sus tropas tampoco quiso mas para
continuar hostilizando ; debió comprender la inutilidad
de semejantes operaciones cuando con tan cortas fuer-
zas se iba contra todo un pueblo en armas, y como qui-
- siera, ante todas cosas, la perpetuacion de los estable-
cimientos ó6 fortines, que en esto fundaba él su mayor
gloria, en cada uno de ellos fue encerrando por partes la
gente de su columna; y dejando el mando á su maestre
de campo, partió para Concepcion, resuelto á pasar
despues á Santiago, en busca de nuevas tropas, y de:
Nuevos recursos para volver á la guerra. >
igamos, sinembargo, las operaciones de la guerra, ó
y luego nos traerán ellas mismas al exámen de las de So-
tomayor. |
Huechuntureu no respetó las e mperias de la esta-
cion, antes viéndose ya sin enemigos en campaña , Co-
menzó 4 pensar seriamente en el modo de irlos desalo=
jando de sus establecimientos, y caminó en primer línea
contra Guadaba. El capitan Arana, que mandaba esta
14158 HISTORIA DE CHILE.
plaza, noticia anticipada tuvo de esta determinacion del
jeneral indio, y por consecuencia se aprestó para reci-
birle con cuanta resolucion convenia, porque la fortifi-
cacion se hallaba ya bastante bien defendida, y no mal
provistade víveres y municiones.
Llegaron los Áraucanos 4, vista del fuerte, y cuando se
disponian 4 ponerle cerco le pareció al jefe español deber
impedírselo, y echó fuera del recinto toda su gente,
marchando á la cabeza de ella decido á rechazar al si-
tiador ; determinacion loca que dió márgen á una acalo-
rada refriega en que los Castellanos fueron acuchillados
casi hasta delante de las mismas bocas de fuego que
defendian el fortin, y que costó la vida al mismo Arana,
á los oficiales Juan Rubio y Pedro Calderon (1), y toda
la guarnicion pereciera, si por fortuna no se refujiaran
con presteza tanta dentro del mismo fuerte.
Esta vez tambien Huechuntureu incurrió en falta,
pues que, en lugar de poner cerco á. la plaza, y con mas
seguridad despues del triunfo que acababa de conseguir,
se retira á los montes con toda su jente y con el cuerpo,
ÚÓ la cabeza, del capitan Arana, para celebrar la victoria
con bailes y embriagueces, y perder en tanto todos los
frutos que de sus hechos de armas debieran resultar,
con mejor consejo se apartaran aquellos inocentes std
jes de sus asquerosas costumbres.
Pero mientras que así perdia el tiempo ese cuerpo de
guerreros con su jefe á la cabeza, el toquí Huanualca ,
(1) Olivares pa este ataque y la muerte del capitan Arana á la poi
Nuestros documentos traen en efecto que Yanequeu sitió á Guadaba, y aco-
metió vigorosos ro y app cid el fuerte, ci eso cade mucho mas
tarde, es decir en
A
ho
CAPÍTULO XUL. AñO
detenido algun tiempo en lo mas recóndito de los bosques
á causa de una aguda enfermedad , pasa contra la plaza
de Puren y la asedia, decidido á vengar en aquel sitio la
muerte de su intrépido antecesor Cadeguala. Los prime-
ros ataques con valor los resistieron los Españoles , pero
al cabo considerando el maestre de campo que víveres y
municiones comenzaban á escasear, que socorro ninguno
tenian que esperar por entonces, y que luchar contra
tantos enemigos era dar lugar á una ruina completa para
toda la guarnicion, hizo al romper del dia que esta tomase
las armas, para ver de romper el cerco y abandonar el
fortin al enemigo. En cuanto se puso al frente de los ba-
tallones araucanos, los hizo entender como él y sus
soldados venderian muy caras sus vidas, si se intentase
cortarles el paso, y que lo que convenia era se diesen
por pagados y satisfechos con el fortin y los enseres que
en él quedaban. Sin reparo aceptó el toquí el partido, de-
jando que los Castellanos caminasen para Angol, mien-
tras que sus Indios arrasaban la fortaleza ; porque en los
Indios la satisfaccion de un completo triunfo se asentaba
desde que lograban convertir en escombros cualquier
establecimiento que de abrigo pudiese servir á. sus opre-
sores ; y si no vieran en su territorio ni colonias, ni for-
tines, nunca tomara la guerra eljeneral rebato, el ehcar-
nizado encono con que aquellos hombres se arrojaban á
las armas. |
Mientras esas occurrencias acontecian , en Santiago se
hallaba Sotomayor procurándose cuantos recursos podia
haber á mano para atender á la conquista de la Arauca=
nia, pero grande fue su sorpresa , no menos erande su
sentimiento, cuandorecibió 4 la vez la noticia de la muerte
del capitan Arana en Guadaba, y el abandono de Puren.
150 : HISTORIA DE CHILE.
No se veia aun con las fuerzas necesarias á sus fines ;
salir de la capital sin recojer otras que esperaba de las
diferentes colonias costaneras, tampoco lo tenia poracer-
tado, pero era de todas maneras indispensable el tomar
una medida que de algun alivio pudiera servir á los
establecimientos fronterizos, y por tanto hizo que su
hermano don Luis pasase á las parcialidades revueltas
y contra el toquí, con la jente ya prevenida en Santiago,
toda ella de caballería, y en número de algunas ciento
oghenta lánzas (1). yq >
Don Luis salió pues de la capital y pasó el Biobio por
Talcamavida , para entrar despues por Millapoa, á Ta-
bolebu y Catiray cuyos paises fueron entregados á todos
los horrores de la guerra; pero, preciso es decirlo , pocas
ó ninguna de las expediciones del pendon castellano tan
atrevidas como esta, ninguna tampoco donde los hombres
hubieran de desafiar mas abiertamente á las intempe-
ries y á los malos pasos del camino, teniendo que
marchar 4 cada instante, ora por barrizales intransi-
tables, ora por torrenteras , ora por derrumbaderos,
ora en fin cargados de lluvias que con destemple y
ventisca parecian salir diariamente para interceptarles
paso. Los rios fuera de madre, las arroyadas hechas
ya rios, los valles inundados y sobre eso un frio, una
reclura insuportables, á no ser Para naturalezas de
bronce. |
Ya por fin vencieron aquellos audaces y roblizos con-
quistadores todos esos inconvenientes, y se pusieron en
medio de los montes de Nahuelbuta, en busca del capitan
(1) Don Luis salió de Santiago hacia mediados del invierno; y el orador
parece todavía en la capital en setie se A
bildo del 5 y del 22 de setiembre. "bre, como consta de los acuerdos del ca-
Eo
No
CAPÍTULO XII. 151
Quechuntureu (1) , que tenia hecho tambien un como
palenque ó estacada para defensa del cuerpo de guerreros
que á sus órdenes llevaba. Como los Españoles recono-
cieran la posicion enemiga, pronto fue parecer de ata-
carla, porque todos ellos iban hechos.una fieras al cabo
de tantas incomodidades sufridas, y que anhelaban
vengar en el enemigo causante de todas ellas. Así, el aco-
metimiento fue terrible , y con igual despecho salió la
resistencia, porque cruzándose los dos bandos en un muy
estrecho terreno, hasta el uso de la lanza se hizo impo-
sible, y se hubo de recurrir. en la pelea al puñal, como
dice el vulgo, pues esa fue el arma con que Se disputó
aquel dia la victoria. E
Muchas horas costó el saberse cual de los dos bandos la
habia de cantar, hasta que por fin lograron los Españoles
dar muerte al caudillo araucano y sucedió lo que en casos
tales sucedia siempre , el desaliento de las filas indias, y
tras el desaliento la fuga.
ea
Esta batalla costó mucha sangre á los dos partidos,
pero en el de don Luis, si mal no fuera el gran número de
heridos que sacara de la funcion, los muertos no hubieron
de pasar de nueve, entre los cuales solo se trae el
nombre de un Francisco de Talavera.
| A
Tras esa sangrienta funcion pasó don Luis á Puren,
para atacar al esforzado y prudente Huechuntureu, pero
como este jefe tuviera fuerzas mucho mas numerosas que
fo]
el desgraciado Quechuntureu, como el caudillo caste-
llano recordara tambien que muchos de los suyos no €s-
taban todavia en posicion de sustentar un nuevo lance con
el brio necesario, hubo en principios sus recelos, Y dos ó
td) No confundir ese nombre con el de Huechuntureu; es otro capitan, que
este último tenia por su segundo. : ea
pa
Y.
E
152 HISTORIA DE CHILE.
tres dias se pasaron sin que resolucion ninguna se tomara
ni de parte de los Españoles, ni tampoco de los Arauca-
nos. Cosa rara ! ambos bandos se respetaban esta vez !...
Sin embargo, fue preciso venir 4 las manos y el com-
bate se presentó con igual saña que el de que acabamos
de dar cuenta, solo que la fortuna se habia declarado
por don Luis, y en breve le trajo prisionero al jeneral
Huechuntureu, dando así fin á la batalla, porque azorados
se echaron por los montes los batallones indios, que-
dando el campo español dueño de un jefe terrible, y
digno por sus prendas de mas ventura, lc
- Y en principio la tuvo mucho mas grande que prome-
térsela debiera, porque habiendo ofrecido á su vencedor
que si con la vida se le dejaba, á paz habia de traer las
tribus ó parcialidades sujetas á sus órdenes , con hidalgo
Porte entró don Luis en la propuesta, y siguió con su
ilustre prisionero hasta acamparse en el valle de Mulchen :
desde donde con mayor facilidad se podia dar compli-
miento á los tratos con que Huechuntureu convidaba,
y tratos que realizó con señalada honradez y relijiosidad,
en cuanto estuvo de su parte, dE
Como quiera, habíale vuelto la espalda la fortuna á
ese jefe con traerle 4 manos de los Españoles, y era pre-
ciso que mal acabara ya su carrera. Lleno de amor
propio, de delicadeza, de respeto , si se quiere, no á los
-su palabra, preciso le fue, en cumplimiento de ella,
entrar en relaciones de transición y paz con el cacique
C ba e cda
lepinque , aquel cacique que engañó á Ramon. Bien
aceptara ese indio el volver á paces con los Españoles,
una vez que la voz y los esfuerzos de Huechuntureu
habian logrado que m | »nte-
Españoles, porque por ellos nada hiciera, sino al empeñó
uchas de las parcialidades fronte=.
y
CAPÍTULO XII. 153
rizas depusieran sus armas, pero por una parte su trai-
% y cion le parecia imperdonable, por otra temia que García
"Ramon no era capaz de perdonar, y por consiguiente se
negó de un modo muy arrogante y resuelto á toda com-
posicion con los enemigos de su pais. des
Resentido Huechuntureu de un tan marcado desprecio,
= y porque el caudillo español no viera en la negativa de
Cadepinque , 6 un convenio secreto entre esos dos jefes,
ó el muy poco valer de las ; 'omesas del primero,
, aunque prendas traia ya soltadas orueba, no pudo
contenerse , y desafió al cacique.
t : pe r : Y
Desventurado !... en el campo quedó al instante ten-
| dido y exánime, cuando al campo corrió, muy confiado
de salir con bien del combate, porque en el manejo le las
armas y en destreza á ninguno de sus compañeros cedia
él, y menos al cacique Cadepinque, que el hado quiso
ES protejer esta vez, para que la guerra volviese de DUJe yo
COR Sus tremendos y lamentosos estragos. ads
a
| CAPITULO XIV.
y ;
Je Du
Yanequeu, heroina chilena. — Sus hechos. — El gobernador sale de Santiago,
y reconoce la necesidad de desalojar algunos fuertes. — Vuélvese á Santiago.
— Yanequeu sitia la plaza levantada en Puchangui. — Valerosa defensa del
capitan Castañeda. : á
SS 1588.)
$ pa pi
Ya hemos visto que con fortuna pareció don Luis en
los campos de su enemigo, y triunfo grande fue el aca-
bar con dos jefes de valor y de crédito, al paso que los
esfuerzos del uno de ellos habian hecho callar á las armas
araucanas en varias parcialidades; pero queda por
delante el toquí, queda tambien la famosa Yanequeu, que
á la.cabeza de algunos serranos de Puren, de Nahuel-
buta, de Arauco y Tucapel, cae inclemente sobre: todos
los establecimientos Españoles, y venga la muerte de su
esposo con uno arrojo y una suerte sin par.
De tal manera corre la fama de esa heroina por toda
la Araucania, que con mas renombre que el toquí, y
con mejor acierto, todo lo mueve, todo lo alarma, todo en
fin lo atrae y seduce, resuelta á no dejar las armas hasta
haber dado fin de los asesinos de su marido, que asesi-
nos los llamaba ella en su loca desesperacion.
Con la rendicion instant n
.holes, pudieron respirar algunos dias Villarica y los
fuertes de Tolten , hasta entonces casi incomunicados,
Y COn pocas esperanzas de escapar de manos de tantos
enemigos ; pero ya se ha dicho, ese alivio fue suma-
pon
CAPÍTULO XIV. 1455
Ea mente corto, pues Yanequeu por una parte, y Huanualca
E por otra, todo lo pusieron en breve muy estrechado, y
Tara era la partida de Españoles que cruzar un camino
pu di lera sin experimentar desgracias.
Don Luis puso en conocimiento de su hermano Soto-
1 el estado inquieto y turbulento del pais, los pro-
resos que la insurreccion hacia, la falta de hombres
con que contenerla, y tambien el sumo descontento de
muchas de las guarniciones, que si por una parte se
veian á pesar suyo acorraladas en los fuertes, por otra
carecian casi todas ellas de medios de defensa. Ese
descontento en la tropa encerrada en los fortines tenia
otro motivo mas fuerte todavia que los que acaba-
mos de exponer. El soldado gusta mucho mas de corre-
rías que de presidios, y esto por la sencilla razon de que
en estos no halla sino ocio y fastidio sin provecho,
mientras que con salir á campo enemigo puede mero-
dear, puede en fin dar suel da todas sus pasiones, que
hn
no suelen ser tal vez muy ajustadas.
Todos esos males, graves eran sin duda, pero y ¿como
remediarlos? El gobernador en Santiago iba muy á duras
penas recojiendo algunas fuerzas , pero insignificantes,
porque el ayuntamiento de la capital (y de este sentir
eran los de las demas colonias) resistia, no á los sacri-
ficios á que diariamente se le llamara, sino al mal
rte
equivocado, en un sistema provocativo para el pueblo
enemigo, en un sistema, en fin, que no pensaba sino.
en levantar encierros donde poner los brazos que debian
servir para la proteccion y defensa comun. - a
Se acababa de recibir el socorro que voluntariam |
E enviado el virey del Perú, y ya estaban esas fuerzas
156 HISTORIA DE CHILE. A
perdidas, por decirlo así, en la cadenas de fuertes, muy
útiles sin duda , á poder disponer de un cuerpo de mil ó
dos mil hombres para tener constantemente abierta la
comunicacion apetecida, mas muy perjudiciales por lo
mismo que se carecia de las fuerzas volantes que abri-
gados del enemigo los pudieran mantener. 4
Por otra parte era de mucho atractivo para Sotomayor
la absoluta independencia de la autoridad que se le
habia entregado ; queria guardarla intacta, y en ese
sentir se figuró que, con humillarse al virey de Lima so-
licitando su amparo , su gobierno no dejaria de desme-
guardadas y de mayor riesgo, yendo en seguida á cas-
tigar á los cuerpos indios que en tantos apuros tenian á
r
0
CAPÍTULO X1V. 457
recho hacia la del rio Puchangui, á á cuyo pa mandó
que concurriera su hermano Luis.
No anda ciertamente averiguado sidesde esa plaza .
“pasara don Luis directamente á alguno de los puertos
para ir despues camino de España, pero como quiera allí
fue donde el gobernador le encargó ya la mision de
pasar á la corte en solicitud de fuerzas con que acabar
la conquista de la Araucania.
Es lástima que á la historia le falte el texto de la de-
. manda con que Sotomayor debió llegar al trono de Cas-
tilla, porque fuera irrecusable testimonio de que en aquel
gobernador, con tanto de honrado cuanto de valiente, á
par iba tambien una exajerada presuncion de sí mismo A
y un muy limitado conocimiento del mucho valer del
pueblo contra quien hacia armas ; pero todo eso se deja
suponer en la propia respuesta que el rey hace 4 aquella
solicitud, respuesta que en ningun otro lugar dijera
mejor que en este con las siguientes palabras:
« Habiendo visto lo que me habeis escrito muy aten-
» tamente con don Luis de Sotomayor, vuestro hermano,
» acerca del estado en que estaba la guerra que haceis
» á los rebeldes de las provincias, y la brevedad con que
» prometeis acabarla socorriéndoos con gente de estos
» reinos, he acordado que se Os envie, y que sean los
pe
» seiscientos hombres que pedis , y que los lleve el dich
» don Luis, vuestro hermano (1). »
Ya se ve si, con seiscientos hombres, con brevedad se
prometia acabar la guerra... era imposible que un So-
tomayor soltase esa prenda seguro de salir con su em-
peño, era imposible que á tanto pudiera comprometerse
de una vez, quien tanto vió y palpó lo que los Arauca- se
(1) Asientos del cabildo de Santiago. :
pai
e dl
, 158 HISTORIA DE CHILE.
nos podian; pero sea, y en favor suyo hablamos, sea
ese un medio de conseguir siquiera elementos con que
poder sustentar la lucha, cuando mucho indecisa , para
no incurrir en terribles responsabilidades, tras las cuales
fuera inevitablemente el descrédito.
Ya dirémos luego en su lugar cual suerte corrió ese
socorro que el rey de España otorgó á don Luis Soto-
mayor; ahora entremos en el hilo de las operaciones
militares.
Mientras á esa disposicion descendia el gobernador,
la infatigable Yanequeu se habia corrido hacia las colo-
nias australes, causando mil perjuicios á los Españoles,
Je matando 4 cuantos por delante encontraba; hasta
- que por último dando con una partida que de Osorno
venia para: Villarica, logró apresarla y con las cabezas
de todos los desgraciados hizo esa mujer que sus emi-
sarios corrieran la flecha por todos los ángulos de los
cuatro Butalmapus, dando así un nuevo aliento, y nuevo
estímulo á los pueblos para que confiados tomasen las
Armas, ds
Cayó en seguida gr if que los Castellanos te-
nian en el valle de ndalepe 6 Andalepu, á unas siete
leguas de Villarica, pero. como tuviera noticia de que el
gobernador venia en persecucion suya, no quiso realizar
el asedio , y se retiró 4 los montes espe ando á ver los
; da
movimientos de sus contrarios, ,
_En valde concurrieron estos al teatro de la guerra,
porque Indio ninguno se les presentó delante en muchos
dias gastados inútilmente en recorrer los alrededores Y
por consiguiente fue preciso pensar en reforzar de nuevo,
y mejor que nunca, las ciudades australes, porque si por
entonces no daba la cara el enemigo, harto se sabia que
ae
CAPÍTULO MN: 59
era muy de temer, y que tras tantos daños como llevaba
hechos en los establecimientos españoles , otros no me-
nos terribles volveria á descargar.
Con esa necesidad de reforzar las guarniciones volvió
Sotomayor á verse sin jente para seguir hostilizando al
pais, así resolvió quedarse otra vez á la defensiva, y el
1* de abril de este año en la ciudad Imperial entró,
donde no tuvo poco que hacer con la desmandada ad-
ministracion civil, hasta que al fin de dicho mes, ó
primeros de mayo, pareció con su jente Ó dle en
Angol. e
En grandes apuros debió él considerar á las dolo el
y establecimientos fronterizos, no obstante las nuevas
fuerzas con que acababa de dotarlos, puesto que en la
triste necesidad se mira de recurrir de nuevo á la
capital del reino en demanda de soldados y de caballos,
y consta de los asientos del cabildo que en Santiago”
entró otra vez el gobernador el 2 de junio de 1588 (1).
Ni apetecian otra cosa los Araucanos, así es que la
primera que salió en esta ocasion contra los conquista—-
dores , fue la implacable Yanequeu, la cual marchó in-
mediatamente desde la parte austral al cerco de la plaza
de Puchangui.
Formalizado el asedio, desde luego And con
- asaltos y avances de una audacia sin igual, y siempre á
la cabeza de sus tropas ; pero defendia la plaza el oficial
don Manuel Castañeda, y con acierto y COn valor re-
chazaba á sus enemigos: tenia tambien por Jortuna!
a abundancia de mantenimientos y de municiones, y por
tanto sin recelo entró en una tenaz resistencia, causando
ed Donde haciendo reclutas de tropa y caballos de remonta se mantuvo
el año, (Cabildo de Santiago.)
+
se
do
A > Y P y S E.
160 HISTORIA DE CHIL
cada dia no pocos descalabros en las filas de la osada
- heroina.
Empeñoformó tambien esta en no apartarse de aquel |
campo sin haber rendido á su terrible enemigo, y los
dias, y las semanas, y los meses se pasaban tambien sin
adelantar paso, como sin que auxilio pareciera para los
sitiados. Ni era caso tampoco de esperar en socorro; las
fuerzas castellanas estaban todas ellas aisladas, conde-
hadas á defender el punto especial en que se las tenia
divididas, y sobrado sabia Yanequeu que libre y suelta-
mente podia continuar el asedio, porque no habia medio
de venir á estorbárselo. El solo mal para ella estribaba
en los: mismos sitiados, en el mas 6 menos tiempo que
estos pudiesen sustentarse dentro del recinto.
Del aprieto de esta plaza noticia llegó en breve á So-
tomayor, que ya estaba en la capital de Chile; pero no
le quedaba medio ninguno con que concurrir al socorro
de los sitiados. Sobrado se afanaba él por que se le mi-
nistraran hombres, caballos y fondos, ó enseres con que
equiparlos, sobrado abogaba en favor de los estableci-
mientos oprimidos, y casi dejados 4 merced de los Indios;
mas ¿ qué podia responder un pueblo de donde conti-
nuamente se estaban sacando brazos y dinero y mante-
nimientos, yendo el civismo de sus moradores hasta
privar á sus familias del pan que alargaban á cuenta de
que á las tropas noles faltase el obligado sustento, ni á
las a su accion?
Admira, en efecto, cuanto desprendimiento, cuanto
y cuanta abnegacion en los habitantes de la capital, y
ES
de
bien lo reconoció Sotomavor : vej o
Ne 7 yor : vela por sí pr ] e
sibilidad de A
os recojer los auxilios necesarios, y tenia que
. sufrir con resignacion los funestos resultados de su
CAPÍTULO X1V. 161
sistema, si acaso no fuera de condenar tambien su ter-
quedad en mantenerse con el virey del Perú como si
enteramente fuera extraño á la causa de Chile, cuando,
por fin y postre, uno y otro gobierno dependian de un
mismo monarca.
De suerte que entre las veces que las colonias de Chile
llegaron á reconocerse en posicion demasiado inestable
y aventurada , esta ha de contar tambien, y no porque
en las armas enemigas hubiera mayor, ni acaso tanto
empeño , como en los dias de un Caupolican y de un
Lautaro, ni tampoco porque el gobernador guiara las
¿ABI inas sin tino, sin el necesario valor ; nada de eso :
el mal estaba en el aislamiento á que se veia reducido el
pais ; en los grandes esfuerzos con que habia contribuido.
creyendo llegar á poner fin á una guerra cada vez
mas irritada 4 fuerza de provocaciones; en fin, en la
A lejanía de la metrópoli, que en el supuesto de ayudar
4 la conquista, como sin duda lo hiciera , entre el darle
Ey ka noticia del estado peligroso de las colonias, y el arribo
d de los auxilios que ella quisiese otorgar, mediaba un
e ey trascurso de tiempo poco menos que desesperado.
L. 7 Así, el desaliento estaba en todos los corazones , y si
acaso no llegó á desmentirse el valor de que los Caste-
lanos dieron en aquella memorable época tan repetidas
pruebas, ese valor, decimos, solo estaba en los hombres
puestos delante del peligro, porque sabian que de valor
era preciso usar, Ó rendir sino sus vidas en manos de
£nemigos implacables.
+ Tal fue la conducta que observaron los súbditos del
pita Castañeda, continuamente acometidos por. las
másas de Yanequeu, continuamente arrestados en salidas
temerarias, con empeño de que la heroina chilena le-
1), HisToR1A+
A
162 HISTORIA DE CHILE.
vantara el sitio, y los dejara respirar algun tiempo.
Con todo, ello es que, sin embargo del número , de
los varios meses de un cerco sumamente apretado,
resistieron las fuerzas de Castañeda hasta punto de fas-
tidiar 4 Yanequeu, que por no haber de luchar tambien
con el rigor de la estacion fria, abandonó el campo;
yendo á plantar sus armas en un recojido valle no muy
distante de Villarica, aunque sobrado seguro y defen-
dido para poder esperar hasta que á sus miras convi-
niera el abrir nuevamente la campaña (1).
(1 No danos en "parte que nuestra confianza pudiera merecer con el nombre
enseñan nuestros documentos. Ovalle crée que Yanequeu debio ir á sitiar, no
la fortaleza de Puchanquí, sino la de Andelepe, pero en este punto Olivares
le corrije. Como quiera, ni un solo apunte se vuelve á ver que de la heroina
ehilena dé noticia; es presumible que'á la cabeza de sus guerreros siguiera »
Sas pu en a frándes EMpres3s, ye lo* 2 en algunas excursiones contra ll
como el que les cupo á miles de sus compairicias con la terrible peste que
desde la ciudad Imperial corrió casi todo el reino. Feliz en ar mas, envanecida
con los laureles pa en ellas habia recojido, y lo que mas es, mujer ofendida ,
que la mujer rara vez perdona los ultrajes, ¿ como cal ella de seguir casti-
gando á sus po áno impedirselo. una causa grav
CAPITULO XV.
Quintuhuenu electo toquí. — Se piden auxilios al virey del Perú. dd ia
que este dá al cabildo de Santiago. — Destitucion de Azoca. —Marcha Soto-
mayor contra Quintuhbuenu. — Batalla de la cuesta de Villagra. — roma?
e Arauco, — Colocolo el jóven.
( 1589—1590. )
No jugaba con fortuna la presuncion del gobernador
Sotomayor, aunque no le faltaban prendas sobre que
fundarla, porque si de recursos materiales pudiera echar
mano para descorrer el vasto campo en que se paseaba su
imajinacion , rejistrando conceptos tal vez aventurados,
los mas de ellos irrealizables , posible es que durante su
gobierno. no domado, eso no, pero con freno se hubiera
visto el ardimiento del pueblo araucano, no obstante
nacer con el instinto de una absoluta independencia
puesta á precio de vivir libre, ó de buscar gloriosa
muerte , corriendo al exterminio de quien pretenda
Oprimirle.
Y en esta ocasion todo parecia concurrir para que el
gobernador castellano desesperara de su causa, sin po-
der culpar á nadie del desastroso aspecto que los nego-
cios de la guerra iban enseñando; él, y solamente él,
vino á colocarse en el mas arriesgado extremo á que las
armas pueden llegar cuando se marcha con imprudente
confianza por medio de un pais rebelde , lleno de orgullo,
de E de naturales defensas ; y eso con fuerzas casi
antes, pues, ya que los Españoles cumplieran
164 HISTORIA DE CHILE.
durante aquella memorable conquista hechos de sin par
valor, ya que armados fueran con gran ventaja sobre su
enemigo , cuenta se ha de hacer tambien del arrojo que
este mostró constantemente, cuenta, y mucha, del nú-
mero con que entraba en las batallas.
No es menester tal. Sotomayor asegura al rey de Es-
paña , por medio de su hermano don Luis, que con seis-
cientos Españoles que S. M. le otorgue, acabada quedará
la conquista del inmortal pueblo; Sotomayor no ve la
necesidad de mendigar socorros al virey del Perú, esto
fuera una declaracion como de vencido; y no se mira en
semejante caso, ni menos quiere parecer en dependencia
de una autoridad extraña para él ; Sotomayor está en la
capital de Chile predicando una nueva leva para ir con-
tra los Indios que aprietan con obstinado empeño las
ciudades meridionales, sin llevar á la cabeza un toquí,
es verdad , pero al cabo matando colonos, arrasando es-
tablecimientos, y teniendo en completa ajitacion á po-
blaciones enteras. Vamos á ver los resultados.
El cabildo de Santiago no puede concurrir con los
deseos de su gobernador, y esto por causas que escusa-
mos de repetir, puesto que ya se expusieron en el capí-
tulo precedente; á Santiago llega la noticia de que reu-.
nidos los cuatro Butalmapus, el hacha del toquiato
acababa de ser puesta, por unanimidad, en manos del
valiente Quintuhuenu , enemigo encarnizado de los Cas-
tellanos, aunque en esta parte bastara con decir Arau-
cano, Á Sañtiago llega igualmente la noticia de que don
Luis Sotomayor, aportado en Portobelo con los seis-
cientos soldados que le otorgó Felipe 1, no puede ya
avanzar á Chile, sino que era voluntad del monarca pa-
sase aquella jente en persecucion de algunos piratas
CAPÍTULO XV. * 4165
dispuestos á apresar en los mares los galeones de Amé-
rica al cumplir estos su regreso,
Semejantes ocurrencias enseñaron á Sotomayor un
camino , el camino cuyo tránsito mas repugnaba , cual
fue el de acudir al virey del Perú con demanda de auxi-
lios por medio de su maestre de campo García Ramon.
Y si bienes resultaron para los Españoles de semejante
resolucion, que no se le atribuyan al gobernador don
Alonso, sino al cabildo de Santiago cuyos miembros sa- .
lieron comisionando á Jerónimo de Benavides para que
pasara á pedir el amparo del virey, por medio de soli-'
citud escrita en fecha 1h de julio del año en que andamos,
- yes de presumir que la demanda del primero una 'con-
secuencia forzosa de la del segundo fuera, mas que su
parte queramos hacer á. las circunstancias ; á tal por lo
menos nos inclina el contexto de la carta con que favo-
reció el virey á dicho cabildo , segun resulta de sus asien-
tos (1).
(1) Hay manuscritos, y tambien impresos, en los cuales se asienta se el
virey despreció esas demandas; pues oigamos al virey.
«Recibí vuestra carta del 14 de julio y veo muy bien el contento que, Se-
hores, os habrá dado mi venida á estos reinos. Pues está tan entendido en
todos bllos el amor y gran voluntad que tengo á ese que no fue la menor causa
. de aceptar yo este cargo, por tener yo mas aparejo de acudir á las necesidades
que se me representan de esa tierra y ciudades rene. Y para que me se
he querido enviar antes de entrar en la de armada
con la persona del almirante Hernando Lamero; lleva 200 soldados muy es-
cojidos, y todos bien vestidos y armados y socorridos. Lleva órden de desem-
rcar en Concepcion, porque estando en aquel paraje alcanzando tan buena
parte del verano pueda entrar el señor pai A > el estado de Arauco y
ES en él, porque esto es lo que quiere y manda $5
» Y liso blo el bue suceso di ed cosas de ese reino die seariicliód
podeis creer que tengo de atender á ellas con mas voluntad y veras “¡ae á las
de este del Perú, con jente , armas y ropa. De lo cual no se lleva ahora mas por
no haber llegado los navios en que se aguarda; en otro navio irá con ella el
166 HISTORIA DE CHILE.
Como quiera, elementos para sustentar la guerra habia
en el reino, y en juego supo ponerlos el gobernador
desde que comprendió que peligraban su fortuna y cré-
dito si no removia activo todos cuantos medios parecie-
ran de algun provecho. Desde luego crecido era ya el
número de Españoles que sin oficio ni beneficio corrian
el pais, particularmente las provincias mas sosegadas,
y todos ellos sin obligaciones ni dependencias ; habia
tambien una multitud de reformados , muchos forzosos,
otros voluntarios , y todos 6 casi todos fuera del poder
militar, porque en aquella época, ni este, ni el civil pu-
dieron enseñar en las Américas un brazo respetable,
sino que obligados ambos á mil culpables condes-
cendencias á trueque de economizar instrumentos de
apoyo contra el enemigo comun, en el mas completo
desprecio se hundieron, con grave daño de la causa que
querian hacer valer, y escandalosa relajacion de las cos-
tumbres.
- Posible es, sin embargo, que en la primera de esas
dos clases mas de un hombre fuera indigno de formar en
las filas de la milicia; pero en la segunda no cabe seme-
jante suposicion, porque se componia de oficiales de
mucha honra, de probado aliento, de vida muy arre-
slada, solo que apasionados ciegamente los unos por
esta Ó aquella administracion ; desatendidos los servicios
de los otros por tal ó cual otra, segun que el reino cam-
biaba de autoridades, cosa que sucedia con no poca fre-
capitan Jerónimo Benavides; y como yo tengo tanta noticia de las cosas de
por allá, para mi no hay guerra de importancia en Chile si no es de Andalican
9. AA 0 Arauco; y esto es lo que se ha de allanar y poblar; y para ello
acudiré yo con la voluntad y cuidado que digo, y asis i ñor go-
bernador........» go, y así se lo escribo al señor g
(Cabildo de Santiago).
A AI
CAPÍTULO XV. 167
cuencia , como ya se ha debido advertir, así se renovaban
tambien las listas de los agraciados como las de los despe=
didos, listas que de ordinario venian á aumentar los re-
sentidos, abandonando voluntariamente un servicio que
- no consideraban obligatorio sino para con personas de
su propio y particular agrado. Señalamos este hecho no
con otro fin sino con el de probar que don Alonso anduvo
político y acertado, tomándole por un recurso de mucho
importe para salir del conflicto en que las circunstancias
le habian colocado por no querer dar á la guerra la des-
embarazada accion que ella requeria.
Sirvióse, pues, de ajentes entendidos que supieron
“atraerse gran número de mercenarios, y sobre todo el
de descontentos que valian mucho mas para el servicio,
ya por estar habituados á aquella guerra de exterminio
y de privaciones, ya por tener un muy exacto conoci-
miento del pais, como igualmente de los hábitos del ene-
migo ; llevándolos á las filas , á los unos con la promesa
de considerables recompensas en cuanto rendir pudiera
la tierra que se conquistara, á los otros con adelantar su
carrera por medio de empleos y graduaciones, y la 0p-
cion tambien 4 las encomiendas que de nuevo se hubie-
sen de distribuir.
En esta entendida tarea gastó don Alonso gran parte
del invierno, contando con salir á campaña en cuanto se
mejorara de estacion, y tambien con sacudir de lleno á
las masas rebeldes, siempre que con algun auxilio de Lima
llegara á reforzarse el que á costa de tanto afan, y de
compromisos no pequeños, se estaba formando él mismo
en Santiago. E :
Los Araucanos por su parte tambien iban adelantando
“mucho en su empeño de limpiar la tierra ahuyentando á
Ea
168 HISTORIA DE CHILE.
sus aborrecidos opresores , que ó muy estrechados en los
fuertes se mantenian, ó precisados á huir de ellos, sobre
todo desde que el infatigable Quintuhuenu entró ejer-
ciendo las funciones de toquí, porque auxiliado de los
cuatro Butalmapus, y no viendo delante un cuerpo de
tropas que contra sus empresas saliera, todo lo corria im-
punemente, todo lo llenaba de espanto; y ya por último
vino á dar contra el fortin español, levantado en la fa-
mosa cuesta de Mariguenu, cuya guarnicion fue pasada
á cuco. una vigorosa resistencia, y el toquí se
quedó con sus huestes en aquella montaña, en la espe-
ranza de que su enemigo vendria buscándole para vengar
la sangre que le acababa de arrebatar. sia
Eso es lo que sucediera á no salir impidiéndolo un no
pequeño contratiempo con la nave que el virey don G.
H. de Mendoza despachó para Chile, que sobre verse
obligada á perder un tiempo muy precioso en la absoluta
calma que la cojió en alta mar, todavia fue á desembar-
car en Concepcion una tropa, tan maltratada y escasa de
salud, que el gobernador creyó imposible llevarla á la
_Buerra sin esperar á que reparara sus fuerzas.
Mientras esta forzosa tregua de las armas castellanas,
preciso es que el comisionado del cabildo de Santiago,
Jerónimo de Benavides, volviera igualmente al reino
con algun nuevo socorro del virey, como así lo ofrecia
este en su carta á los concejales, puesto que parece en
- fecha 12 de octubre (1) de este propio año , Tecibiéndose
de alguacil mayor en la capital de Chile,
En la administracion de la justicia tambien hubo re-
forma personal , porque el doctor Lope de Azoca comenzó
de nuevo á mostrarse muy amante de la suprema autori-
(1) Cabildo de Santíago,
CAPÍTULO XV. 169
dad, no obstante lo que esa pasion le costara en tiempo
del mariscal Gamboa, y por consiguiente el gobernador
don Alonso, que tampoco quiso á su lado personas que
aspiraran á despojarle del poder, salió destituyéndole en
21 de julio (1), poniendo. en su lugar al licenciado Pe-
dro de Vízcara.
Como quiera, á mediados de setiembre pudo ya Soto-
mayor salir de Santiago, encaminándose contra el atre-
- vido Quintuhuenu que sin haber abandonado la placeta
de la cuesta de Villagra, seguia tendiendo correrías que á
veces allegaban hasta inmediaciones de Concepcion, con
cuerpos puestos á las inmediatas órdenes de denoda-
dos jefes, y todos ellos jóvenes, entre los cuales con-
taba el hijo del astuto y venerable Colocolo, - 3
Las armas castellanas llevaban en sus filas unas seis-
cientas plazas (2) entre ellas ciento treinta reformados,
de los cuales tomó veinte el gobernador para escolta de
Su propia persona, distribuyendo las fuerzas restantes
entre los capitanes Yrarrazabal, Ruiz, Guzman , Jofré,
Rodolfo, Cortés, Quiroz, Ulloa, Galleguillos y Avendaño,
con reserva, para su maestre de campo, de la famosa
(1) Cabildo de Santiago. 4
(2) Ovalle y Molina suponen mil y ademas el número competente de auzí-
ná E A sE pre Bs lecues te esa, manera? Es a que don G.
ó6R
omero
como otros le llaman; presumimos que Penasidas volviera bien con otro
refuerzo, démosle otros 200, aunque nada dice el cabildo de Santiago; serian
la conquista á pique de pe
“arresto de Sotomayor, ni se aviene tampoco con lo que discierne un bo oia
sentido si ejerce sin pasion
170 HISTORIA DE CHILE,
compañía de los otros ciento y diez reformados, que se
empeñaron en formar cuerpo á parte, á fin de asegurar
mejor el buen éxito de sus esfuerzos.
Las jornadas no debieron ser muy aceleradas, aunque
aceleradas parecia pedirlas la gravedad de los negocios,
pues es constante que el cabildo de Santiago solo rejis-
tra dos partes del gobernador, uno del 11, y otro del 23 de
octubre, en los cuales dice : « Estoy de marcha para
Arauco, y llevo en mi companía al vecino de San Juan,
Ruiz de Leon, » sin siquiera notar el lugar que sus reales
ocupaban en esas dichas fechas,
Sabese sí que en habiendo pasado el Biobio, el camino
de la costa siguieron los Castellanos hasta acampar en
Colcura, al pie de la famosa cuesta que tanta sangre
española llevaba ya bebida.
Grande fue la sorpresa de Sotomayor en reparando
que Quintuhuenu no solamente le esperaba defendido en
el fuerte cuya guarnicion habia pasado á cuchillo, sino
que, como se le dejara tranquilo durante tanto tiempo, con
una terrible estacada de corpulentos troncos tenia cojido
todo el ámbito de la mesa, y dentro de ella cuatro mil
guerreros dispuestos en órden de batalla; pero adelan-
tados los Españoles hasta semejante punto, no era po-
sible retirarse sin probar fortuna.
Al amanecer del dia siguiente comenzaron las armas
del rey el repecho del cerro Mariguenu, llevando la van-
guardia el mismo Sotomayor con su escolta de los veinte
reformados; seguíale despues García Ramon con la
compañía de la propia clase, y con otra compañía de
cien hombres iba el sarjento mayor, marchando los de-
mas capitanes , Cada cual con su peloton de jente por de-
recha ¿izquierda de la cuesta, con órden de atacar al
CAPÍTULO XV. 171
enemigo en todas direcciones hasta penetrar las trin-
cheras.
Quintuhuenu despachó un cuerpo de sus tropas para
que impidiesen la subida de los Castellanos hasta la
cumbre, y por consiguiente pronto se trabó á medio
pecho del cerro una funcion reñidísima y sangrienta;
pero por último rompió el gobernador las filas araucanas,
y los Castellanos llegaron á verse al pie de la estacada
donde la batalla vino á hacerse jeneral.
Dilijente y bravo corria Quintuhuenu las líneas ex-
hortando á los suyos, y convidándolos con la victoria en
que se aseguraba para siempre la libertad del pais; y
no menos bravo, no menos activo, se mostraba Soto-
mayor apechugando por entre lanzas y macanas enemi-
gas, con sus veinte reformados, á fin de ganar tierra
dentro del recinto. La muerte cumplia sus estragos en
ambos partidos, pero ni el uno ni el otro pudo entrar en
la esperanza de ceñirse los laureles de aquella jornada,
durante ocho horas de un combate que no ya el valor
aunado con la prudencia, sino la desesperacion susten-
taba.
Por fin, la una de la tarde seria cuando Quintuhuenu
tuvo la desacertada idea de recojer sus huestes contra el
recinto del fuerte, pensando que en concentrarlas mas,
la resistencia habia de ser mayor, y doble de impetuosa ;
dió al efecto las convenientes órdenes, y, apenas las ma-
sasaraucanas empezaran á replegarse cuando unos veinte
reformados de los del maestre de campo asaltaron la es-
tacada , abriendo en un instante la suficiente brecha para
que sin estorbo pudieran penetrar los demas Españoles,
y de repente se vieron estos corriéndose por el interior
del recinto hasta cojer acorralado á su enemigo, que
A
o
E A
472 HISTORIA DE CHILE.
arrogante, y lleno de despecho, circundaba las afueras
del fortin.
Aquí ya no conoció límites el arrojo. Españoles y
Araucanos se confundieron batallando ; entre los prime-
ros solo se advertia la tronitosa voz de Sotomayor pi-
diendo enfurecido venganza, muerte , en aquellas me
nadas de infieles que con impiedad tanta sobre quel
mismo suelo habian inmolado las vidas de los mas escla=
recidos y mas alentados castellanos; entre los segundos
otro tanto voceaba el jóven Quintuhuenu contra los
opresores de su pais, que, como sus compañeros,
sepultados debian quedar en la mesa de aquella en-
sangrentada montaña, en merecido castigo de la indigna,
injusta y violenta expoliacion que su codicia queria
perpetrar en un pueblo á cuyos bienes ningun derecho
tenian.
Pero como en ninguno de los dos bandos se debili-
taran los esfue: 0sel suelo pareciera ya sem-
e cuenta de ello hicieran los
brado de e res. pu
combatientes, y tambien como reconociera Sotomayor
que á cerrarse el sol sin ver el desenlace de aquel tre-
mendo dia, posible fuera que, sino roto, por lo menos
desalentado y sin honra, en la necesidad de una retirada
le pusiera la inmediata noche, 4 todo riesgo se echó por
entre las masas enemigas desafiando al toquí araucano,
como quien sabia que en caso de ayudarle la fortuna,
esa seria la primera y la mejor conclusion del triunfo ;
a que la muerte del jefe trasmite
pues visto habemos
un espantoso desánimo en aquellas intrépidas cuanto
Inocentes lejiones,
Acaso tuviera tambien Quintuhuenu esa propia idea
Españoles, porque como el rayo avanzó al en-
de los
CAPÍTULO XV. 473
cuentro de Sotomayor, y ambos caudillos echaron pie á
tierra, no para medir sus armas segun reglas de caba-
llería, sino determinados á despedazarse como pudieran -
hacerlo dos tigres; tanto era su inconsiderado y repre--
hensible furor!!! Así es que cuando el jóven Quintu-
huenu quiso caer sobre su odioso adversario, á tierra
vino de tres puñaladas que en su alentado pecho clavó el
brazo del jefe castellano...
Y ¡cosa admirable!... La muerte del toquí araucano
produce en los ánimos Un efecto enteramente opuesto al
que no sin razon se esperaba; los soldados del desven-
turado Quintuhuenu cumplen, sin saberlo , la heróica re-
solucion que cuarenta años atras inontilóó á los seis
cientos soldados del valeroso vicetoquí Lautaro, muerto
tambien á manos de los Villagras. .. ¡ La muerte, la muerte,
y no la afrenta!... es el grito con que se responde , en la
cumbre de Mariguenu, al degraci do fin de Quintuhuenu ;
y montando Sotomayor el caballo del jefe indio, de nuevo
y con doble empeño tiene que resistir al furioso ímpetu
de los Indios que de propósito: echaban sus pechos en las
puntas del acero enemigo para morir con gloria, ú obli-
garle á retirarse del recinto.
¡Inútil hacer! Era mucho el esperanzado aliento con
ba
sostenian los capifinal ata Apillan, Palentaru,
Archiguala y el jóven Colocolo, que á todas partes iban
difundiendo ánimo, , y cumpliendo hechos dignos de una
suerte mas venturosa. Fue, pues, menester ceder el
campo, retirarse, dejando seiscientos cadáveres en la
placeta, pero ¿cual quedaria el bando castellano cuando
no se halló con fuerzas para seguir la derrota de su ene-
17h HISTORIA DE CHILE.
migo, en la cual necesariamente hubiera hecho multitud
de prisioneros?...
Con pérdida de veinte Españoles , nada mas , cuentan
todos los historiadores que se adquirió este inmortal
triunfo ; sí que añaden que ni uno solo de todos los res-
tantes dejó de sacar heridas de mayor ó menor grave-
dad, y con dos harto profundas salió tambien el mismo
Sotomayor. :
Quienes fueron los muertos nadie nos lo dice (1), pero
de los que mas se señalaron en aquel memorable hecho
de armas un autor conserva nota, y la queremos tras-
ladar sin comento (2). :
- Mucha satisfaccion sintió el gobermádor alcanzando
ese tan disputado y sangriento triunfo, y grande fue su
sorpresa , como tambien su contento, cuando retirándose
de la famosa cuesta con direccion al valle de Laraquete,
el retumbo de la artillería le dió á presumir que se cele-
braban sus palmas con solemne deporte. Era una escua-
drilla de guardacostas del mar del Sur que por órden del
virey del Perú corria las aguas en persecucion de varios
(1) Solamente se hace mencion de un Portugués, caballero del hábito de
dde > pu e Rio ds veo del boss en accion pando los om pa-
ciendo
á los Españoles : ¿Quién ha de temer á esos pues sin ptm sin ¡ca-
ñones, sin arma ninguna capaz de imponer respeto ?.... Al comenzar la pelea
le asentó un Araucano su macana, y la Bb del tiro parece que fue tan activa
como la del plomo que vomitan los caí
2 Francisco son y loteo Y po Riveros
o de
En quien jamas se halló tardanza alguna;
Córdova, y Castillejo aunque postreros
ES
Con ellos don Alonso Brito, y nd
Á quien la fama ha dado honroso precla,
(Vuev
a Araucana.)
dE
CAPÍTULO XV. 175
piratas , y como llegara oportunamente á vista de Mari-
guenu cuando ya los Indios iban en desbandada, se apre-
suró á saludar la ventura del jefe castellano jugando con
todos sus cañones. Sotomayor se figuró desde luego que
en aquellos bajeles venia para él algun refuerzo de tro=
pas, pero pronto salió de ese lisonjero error, conociendo -
exactamente el objeto y destino de semejante flotilla que
sin perder tiempo dió vela para el Callao (1).
Sotomayor acampó, pues, á orillas del Carampan-
gue, pero ya con los laureles de Mariguenu un poso
marchitos, como quien vino ásaber que, mientras á tanta
costa , y con tantos peligros, ante los soldados de Quin-
tuhuenu un porvenir honroso , ó un eterno baldon, traia
puesto en juego , otros cuerpos rebeldes daban de nuevo
á las llamas la plaza de San Felipe de Arauco, siquiera
para prueba de que si un paso se adelantaba en la guerra
contra aquellos indómitos Indios por la parte A, v. g., en
la parte B se salia perdiendo, y con esto, la balanza de
los recelos, como de las esperanzas, delos dos par-
tidos, en fiel se mantenia constantemente. Fue, pues,
menester resolverse á la reedificacion de San Felipe de
Arauco, tantas veces arrasado ó incendiado; tantas, y
á tanta costa, vuelto á fundar, como que, en efecto,
era de mucho importe para las armas castellanas, y
un freno para los Indios de aquel turbulento y belicoso
estado,
Pero Sotomayor probó esta vez de mucho mas estra-
téjico que todos sus predecesores, porque Arauco no
(1) Pero en ella volvió 4 poner él gobernador á su maestre de campo García
Ramon, con demanda de nuevos socorros que del virey del Perú solicitaba
Otra vez para acabar, decia él, las repoblaciones de Puren y de Tolten, pesja
se necesitaban fuerzas respetables, porque en e. estados era donde mas se
ajaban los ndios |
nu HISTORIA DE CHILE,
sufriera tantos descalabros á, situarle en punto de inme-
“diato arrimo para las fuerzas que en su defensa pudieran
venir por mar desde Concepcion, y á esto es 4 lo que
atendió esta vez don Alonso plantando la plaza casi
barbeando las aguas del Pacífico y del Meseta, con una
= dilatada calle de medio de la cual salia el castillo llamado
San Ildefonso. WR
Esta obra tan perfectamente concebida, con bien se
- acabó; y con ayuda de brazos araucanos, que con la
misma buena fe que les conocemos, entraron desde
luego en ajustes de paz; pero todavia produjo otras ven-
tajas, aunque transitorias, de no poca importancia al-
gunas. ¡
a plaza de San Felipe de Arauco estaba fundada al
pie del cerro llamado de Colocolo, pero la resolucion de
Sotomayor la puso en lo mejor de las tierras del heredero
de aquel respetable nombre, jóven de nobilísimas prendas,
y que en muchas batallas llevaba ya acreditada la pru-
dencia que tanto distinguiera á su ilustre padre, no me-
nos que su acrisolado patriotismo, y maduro ardimiento :
ya le hemos visto en la sangrienta funcion que costó la
vida al toquí Quintuhuenu. 4
Ese jóven suerrero se opuso á la resolucion del go-
bernador castellano, pero en valde, porque con sus solos
criados, Ó sean vasallos, imposible contener la voluntad
apoyada en seiscientas bayonetas poco mas ó menos,
y bayonetas acostumbradas á lidiar contra miles de In-
dios, Por lo mismo se retiró prudente, y despachó los
correspondientes emisarios con convocatorias para dife- A
.. Fentes caciques de los contornos, que en dia y punto lA
garon á reunirse no muy lejos de las márjenes Es
Es
ES
dado lle
- de Curilemo, Colocolo expuso brevemente los males que
CAPÍTULO XV. 477
el pais debia esperar si se dejaba que los Castellanos
acabasen la repoblacion de un establecimiento mucho
mas resguardado del que hasta ent vieron en aquella
tierra, que era preciso concurrir cuanto antes á desba-
ratar planes de trascendencia tanta para toda ella; y en
fin, que como dueño del suelo en que los Españoles
se acababan de establecer, y por apartar toda sospecha
de un mezquino interés personal en cuestion donde po-
dian ir comprometidas tantas vidas, él con sus súbditos
entraria en donde mas peligros se vieran, solo que para
arrostrarlos con esperanza de buen éxito, salir debian
guardándole la espalda todos aquellos capitanes, y las
jentes de su respectiva dependencia. :
Los pareceres se hallaron divididos, y la mayoría es-
tuvo por que era una grande imprudencia el atacar en
tal descubierto 4 las armas del rey, de suerte que el jó-
ven Colocolo, perdiendo esta vez paciencia, Y acaso resen-
tido del mal éxito de su empeño, cuando por tantos
títulos se contemplaba acreedor á muy distintos mira-
mientos, volvió de nuevo, con solos sus súbditos, contra
el campo castellano, y entróle resuelto como si seguido
de un numeroso ejército fuera.
Ya es de suponer el resultado de semejante desacierto,
y por tanto fuera inútil detenernos refiriéndole, solo sí
conviene decir que el ardidoso jóven quedó prisionero de
las armas castellanas ; que Sotomayor le hizo gracia de la
vida bajo condicion de someter á su dominio y obedien-
cia los Indios dependientes de su señorío; y que no ha-
biendo logrado este empeño, aunque le pareció en sus
Principios de fácil y natural cumplimiento, supuso en la
Negativa un nuevo insulto á su pundonor, y se consagró
al servicio de los Españoles, entre quienes se me
1. Historia, '
178 HISTORIA DE CHILE.
fiel y reconocido, sin hacer armas nunca contra los hijos
de su pais, porque á cuenta de tan noble conducta puso
aquel desventurado jóven la dependencia de su vida
cuando don Alonso salió perdonándosela, con la solemne
promesa de inalterable lealtad.
CAPITULO XVI.
Paillaeco toquí. — Carácter de Sotomayor. — Vence al toqui. — Asedian
los Indios á la Imperial. — Las viruelas. — Se traslada Sotomayor á San-
tiago.— Pasa al Perú, y se encuentra desposeido de su autoridad.
( 15901592. )
Con la conclusion de la obra en que andaban entre-
tenidas las armas de Sotomayor, acabaron tambien las
palabras de paz que varias parcialidades tenian prometi-
das desde que se hizo pública la muerte del toquí Quin-
tuhuenu, palabras de que sin duda necesitaron usar los
Indios en tanto que con acuerdo jeneral se atendia á la
provision del toquiato en persona caracterizada , no
menos que á la reorganizacion de nuevos batallones con
que hacer frente al enemigo.
En efecto, pronto supo el gobernador que el hacha
estaba ya en manos del cacique Paillaeco, ó Paillacó ,
que de ambas maneras le escriben nuestros manuscritos ;
y por consiguiente preciso fue volver á tomar las drmas
antes que los rebeldes cobraran elementos demasiado
poderosos,
En San Felipe de Arauco dejó Sotomayor la guarnición
conveniente, al mando del capitan Francisco de Riberos,
y éon el resto de su jente se encaminó á los estados de
Tucapel y de Puren, donde ya se dejaba ver el muevo
toquí, y parecian los Indios en completa insurrección.
La marcha fue horrorosa en sus consecuencias, y aunque
lado en cien ocasiones Sotomayor, para con los
Indios, cuando suelta dejaba correr su pasion de ven-
e
450 HISTORIA DE CHILE.
ganza, esta vez fue ya bárbaro, pues que lo indefenso
como lo inofensivo por naturaleza , lo inocente como lo
que culpable en cierto modo pudo parecer, todo pasa por
una misma medida , por las llamas, ó por el hierro.
No admiten disculpa esos extravíos de la razon hu-
mana, y sinembargo hay que salvar al hombre, compa-
deciéndole, sien él parece un corazon incapaz de aunarse
con la perfidia, toda vez que se la dejara descubrir el
uso de un exámen racional, desapasionado, y sano, de
todos sus hechos. En el gobernador don Alonso nunca
hubo esa alma impía, feroz, que algunos escritores le
supusieron, yendo hasta hacerle cargo de la muerte de
catorce mil Indios durante su gobierno; en Sotomayor no
se ha de mirar á la persona, sino á la loca idea que á esa
persona domina, á esa idea de que por sí y ante sí ha de
conquistar á un pueblo mas fácil de exterminar que de
rendir, á esa idea que comprometido le tiene ya con las
colonias de Chile, con las autoridades del Perú, hasta
- con el mismo rey, y que al menor y mas insignificante
suceso cuya tendencia incline contra la realizacion de ese
sentir hijo de un entendimiento sobradamente lijero, to-
das sus pasiones se desatan, son ellas las que imperan, y
no el juicio, ni el hombre, ni su corazon, ]
Repárese sino la manía. La resistencia de los Indios
enciende en ira al gobernador don Alonso; jura abatir
su soberbia y traerlos aherrojados al yugo del poder cas-
tellano, pero con la particularidad de que los brazos
necesarios para obra semejante en una cadena de for-
tines los encierra. Hácenle ver las funestas consecuen-
cias de ese su sistema; llega él mismo 4 palparlas; se
arrepiente; vuelve á incurrir en el propio error; le
abandona de nuevo, y.... y ahora, ahora que con
-.
CAPÍTULO XVI. 181
algunos cuatrocientos soldados marcha en ánimo de
ver como sufocar el incendio que en los estados de Puren
y de Tucapel atiza el toquí Paillaeco, la idea de fortificar
le sorprende, y un fuerte levanta en Lebu, sin pararse
á examinar cuales posiciones ni cuantas fuerzas tenia el
enemigo, ni menos el modo de usar de las suyas en caso
de necesidad; pero, bien cierto de que aquel fuerte
de nueva planta le habia de pedir gran parte de sus sol-
dados, con dilijencia hizo que el capitan Francisco Her-
nández pasase desde Concepcion á Santiago en demanda
de socorros imposibles de realizar, solo que el goberna-
dor habia olvidado esta circunstancia.
Concluido el fortin de Lebu, y dejádole un regular
presidio, pasó el gobernador á Tucapel donde tambien
levantó la plaza de este nombre, pero no muy lejos de
ella (en la parcialidad de Molquilla) le atacó de inter-
presa la gente de Paillaeco llamándole con cien caballos
que se finjieron desde luego en repentina fuga hasta
traer la vanguardia española al bosque ocupado por el
gruesodel ejército indio, y allí en erande apuro pusieron
al gobernador; mas retirándose este á su turno hácia
el llano, donde tenia el resto de sus tropas, el inex-
perto toquí cayó en la imprudencia de seguirle cre-
-— yéndole vencido; se empeñó un combate jeneral, no
poco sangriento tambien ; y como el mismo toquí pere-
ciera en la pelea, la dispersion de sus tropas se verificó
con pérdidas muy considerables.
Tras esa nueva victoria á Puren pasaron las armas
castellanas, y tambien se volvió á rehabilitar aquella
plaza (1D. de suerte que con una muy corta escolta quedó
(1) García es de opinion contraria á esa que nosotros sentamos siguiendo
lo que nuestros documentos nos dicen,
4182 HISTORIA DE CHILE.
Sotomayor despues de guarnecidos Lebu, Tucapel, y
Puren, igualmente que Puchangui á su paso por los In-
fantes de Angol, desde cuyo punto regresó á la ciudad
Concepcion con muy poquísima jente.
Pocos dias habia descansado en esta ciudad cuando los
capitanes Melillanca, y Catipillan, caminaron con grueso
ejército al asedio de la ciudad Imperial, seguros de que en
la tierra no tenia el enemigo fuerzas para oponerse á sus
intentos, y que la suerte de aquel establecimiento espa-
ñol del mayor ó menor esfuerzo de sus defensores habia
de depender. Animo mostraron los sitiados rechazando
en los primeros dias los asaltos á que los Araucanos se
arrojaban temerarios, pero al cabo con el trascurso del
tiempo, y la estrechez del cerco que no les permitia salir
de murallas para procurarse mantenimientos, ni auxilio
de ninguna especie, todo comenzó á escasear, y con el
recelo de que una inevitable muerte tenian ante sus ojes,
tambien entró en la poblacion el hambre, |
Indecible el desaliento de aquellos moradores reduci-
dos como se veian á la dura alternativa de entregar
sus cabezas al acero de un enemigo que no habia de usar
de piedad para con ellos, con sus esposas é hijos , Ó
perecer bajo el rigor del cruel azote que sobre sí cayera
cerrándoles la puerta de su recinto para que siquiera pu-
dieran procurarse en la tierra ese rústico sustento que
en él encuentran los brutos.
Sin el heróico y santo fervor con que salió á las calles
E e venerable obispo don Antonio de San Miguel conso-
e Jando á los fieles, convidándolos para que mása comun
se hiciera de los medios de subsistencia que de reserva
pudiera haber en casas desahogadas, ricas y precavidas,
y que parte de esa masa tuvieran los pobres y los solda-
CAPÍTULO XVI. 183
dos, á fin de alargar las horas de la vida, por si en al-
. guna de ellas quisiera dolerse el cielo de calamidad tanta,
víctimas lleyaba ya hechas el hambre, pero víctima hu-
biese sido de una vez todo el vecindario, porque ya no
parecian ni brazos bastantes, ni en estos aliento para
disputar al Araucano la presa que se preparaba á des-
truir con inclemente deporte.
¿Como, en efecto, resistir 4 las amonestaciones de
aquel eminente pastor que descalzo, con un grosero
dogal colgado del cuello, con un pesado leño sobre sus
hombros, y humilde, y fervoroso, y vertiendo un rio de
lágrimas , recorriendo va toda la colonia á fin de que la
caridad despierte, á fin de que la esperanza en la omni-
potencia renazca en los corazones, y para que el pedazo
de pan que aun conserya el rico, venga en parte á manos
del pobre, apeteciendo que ambos alarguen su existen=
cia, y ambos á una sucumban al rigor del hambre en no
habiendo medio ninguno con que satisfacerla ?
De apuros semejantes ¿no se le debiera pedir cuenta
al gobernador? A guardar este á su lado una columna de
operaciones pronta siempre para responder á cualquier -
acontecimiento, ¿no hubierasido fácil correrá la salvacion
de una ciudad importante y rica? |
Esta es ocasion muy oportuna para decir que sola-
mente la Providencia podia contener los funestos resul-
tados á que las filas castellanas quedaron expuestas con
los extraños é inconcebibles despropósitos de su jefe, y
la Providencia, pues, salió enmendándolos quitando
las armas de manos de los Indios con una espantosa epi-
demia de viruelas que desde luego se declaró en la Im-
perial. Mil personas arrebató en aquella ciudad, el
hambre primero, y tras el hambre la peste de las virue-
184 HISTORIA DE CHILE.
las, que así lo asientan varias memorias de la época,
dignas todas ellas de mucho crédito, corriendo como el
relámpago casi todo el reino, y descargándose furiosa en
los naturales, no menos que en los Españoles (1).
En paz, pero bien enlutado, tuvo que verse forzosa-
mente el pais, y no porque don Alonso respetara seme-
jante azote, pues oportunidad mejor para sojuzgar las
tribus indias nunca vino á ofrecérsele, sino porque ni un
soldado, por decirlo así, podia disponer para allanar la
tierra, y las fuerzas encastilladas su tributo estaban pa-
gando tambien á la epidemia. Fundaba sin embargo
grandes esperanzas en el deseado retorno de su maestre
de campo, trasportado á Lima, como ya vimos, en de-
manda de socorros al virey, don García Hurtado de
Mendoza; suponia igualmente, ; delirio! que el capitan
Hernandez le reuniria en Santiago un buen trozo de
jente para poder correr, sin estorbo ya, toda la Arauca-
nia, y asentar el pendon castellano en el mismo centro
de aquel pueblo invencible, Tales ilusiones nutria el alma
de Sotomayor en la ciudad Concepcion cuando le llegó
aviso del comisionado Hernandez con traslado de la res-
puesta escrita del cabildo de la capital, y cuya sustancia
era : que la ciudad no podia en manera ninguna favo-
recerle, despoblada como la habian dejado tantas y tan
repetidas levas; que minas y estancias todo estaba aban=
- donado por falta de brazos; que, en fin , Si tanto era el
- aprieto y la escasez de jentes en que $. S. se encontraba,
acudiese á Lima, 6 4 España, en solicitud de elementos
de guerra, no habiendo ya ninguno en el reino.
De preveer era semejante resultado. Si 4 este no si-
(1) Segun G. Qui
roga las tres cuartas partes de los Indios se llevó ese ter-
rible azote, E
CAPÍTULO XVI. 185
guieron otros mas desastrosos , agradézcase á que el pais
no se encontraba en posicion de hacer armas.
Como quiera, todavia cayó en la presuncion de don
Alonso la idea de que con su presencia en Santiago, otro
sesgo diferente tomarian las cosas, y otros serian los
esfuerzos del cabildo, siquiera por no desairarle cara á
cara; y con esta máxima se apartó de Concepcion yendo
camino de la capital con algunos caballos de escolta. En
llegando allá se entendió con los capitulares, y demas
autoridades reunidas, exponiéndoles cuanto importaba
un sacrificio, acaso el último, para concluir la conquista
de un pais que en continua alarma tenia todos los esta-
blecimientos meridionales, y mas que algo pudiera haber
de verdadero en la tal presuncion, donde nada queda,
ningun sacrificio cabe : tal fue el sentido de las palabras
con que se le respondió al gobernador, teniendo este que
resignarse y concentrar todas sus esperanzas en la comi-
sion de su maestre de campo, y aguardar su regreso en
la mas completa inaccion, pero con el doble sentimiento
de saber que sus enemigos, con todo de lo desfavorables
que los sucesos de la última campaña les habian sido,
con todo del terrible estrago que entre ellos cumplieron
las viruelas, cuya plaga comenzaba ya 4 moderar sensi-
blemente su malignidad, en el cacique del segundo Bu-
talmapu, llamado Paillamacu, acababan de poner el
toquiato; no porque habilitados estuviesen para saltar
de repente á campaña, pues que escasísimos de brazos se
veian, sino para probar á sus opresores que en guerra
los habian de tener en tanto y siempre que un solo Arau-
cano con vida se pudiera mantener en el pais.
Llegó por fin, el maestre de campo (1) 4 la bahía de
(1) Nada bien despachado del virey don G. H, de Mendoza, dicen la mayor
-186 HISTORIA DE CHILE.
Concepcion, pero con mucha menos jente de la que el
virey entregó en el Callao 4 Lamero en su primer envío,
y á Concepcion pasó volando don Alonso presumiendo
que mayores fuerzas se le traian.
Entró don Alonso en aquella ciudad el A de abril de
1592 (1) y no quedó poco sorprendido reparando el débil
socorro con que García Ramon habia vuelto del Perú,
socorro ni de mucho suficiente para reemplazar las pérdi-
das que la epidemia pal Pm en las pmreaion me-
ridionales, cuando co rollar,
de una vez, y para siempre, el turbulento ardor de todas
las parcialidades insumisas. No gastó ee Hauao: a en
aconsejarse, y de Concepcion mism
para el Callao, seguro de que su presencia en la ciudad
de los Reyes habia de sacar del virey cuantos auxilios
le sujiriera su propio querer; pero como ningun bajel
guardara entonces aquel puerto, á Santiago regresó en
toda dilijencia (2), bien resuelto á substituir sus atri-
de de los historiadores. ¿ Habria alguna causa para que el virey se condujera
esta vez segun da á a el ESO 202 esas o Desde luego los su-
cesos en que trar d teria, pero importa ob-
servar aquí que don G. H. de Mendoza no PP menos de es como, y en qué
consumia E fuerzas el gobernador de Ente, an que don eso adelantara un sa
ydon
la conquista
» Y
de Sotomayor, el valerde los Araucanos tenia igual nc ó, mas claro, no era
HENgunOs sad $us el primero Po haci ont en todas direcciones,
al pie de los rebel
nes. En abono de pe e rimera Ji
poa da > May no volverá ba ode se mismo virey, citada en nota de la pá-
á mas de lo tengo, sin ninguna duda,
» que con e oro entregados á Laicos yu los que hay allá, habrá
» los que bastan, y aun ce para poder allanar y poblar todo el estado
» de Arauco, y hecho esto, con
sientos del cabildo del 17 de febrero de 1590.)
(As
(1) Cabildo de Santiago.
(2) El 1? de mayo pasa por el pueblo de Duao, de Maule ; no dice el cabildo
qué día entró en Santiago, pero nota que el í de julio estaba en aquella ca-
CAPÍTULO XVI. 187
buciones gubernativas en persona de su confianza, y
marchar en seguida para el Perú.
La falta de bajel por una parte, y por otra los solícitos
esfuerzos del cabildo de Santiago para disuadir al gober-
nador de su empeño de dejar el reino huérfano, por de-
cirlo así (1), en circunstancias que tanto importaba viji-
lar las operaciones de los Araucanos corriéndose ya por
algunos estados hasta vista de los establecimientos Espa-
ñoles, aunque en grupos de muy corta consideracion,
entrabaron durante algun tiempo la empresa de Soto-
mayor, pero por fin salió poniéndola en planta el 30 de
junio, trasladándose á bordo de un buque surto en el puerto
de Valparaiso. Magnífica acojida mereció don Alonso del
virey don García Hurtado de Mendoza, haciendo que el
cabildo dela ciudad de los Reyes saliera á recebirle fuera
de puertas, para acompañarle en seguida hasta palacio,
á cuyos umbrales salió el virey dispensando al goberna-
dor de Chile el mismo ceremonial, la propia pompa con
que de costumbre eran recibidos los vireyes en su pri-
- mera presentacion oficial (2).
pital, y que el 30 del siguiente julio se embarcó para Lima en el puerto de
Valparaiso. Molina y otros pretenden que don Alonso regresó á Chile; que
encomendó el mando militar para durante su ausencia á García Ramon, y el
político al licenciado Pedro de Vizcara. — No hay de cierto sino esto último,
pero en calidad de gobernador militar y político, que así se recibió en el
ayuntamiento el 31 de Julio, como se ve en los asientos de los cabildantes
con estas palabras: « El licenciado Pedro de Vízcara teniente de gobernador
» y capitan jeneral de este reino de Chile, y justicia mayor; usando de los
» poderes que del rey N. $. tengo en ausencia del gobernador de este reino, y
» los por S. S. en mi subdelegados para las cosas de gobierno, etc., etc. »
(Cabildo de Santiago.)
tusiasmado
Lay Mí s Ed + 1 hitAna A
A
esa resolucion de don Alcnso. No es admisible una suposicion de que ni la mas"
remota idea hay en el libro de asientos, y nuestros manuscritos la contradicen
señaladamente. ; : ;
(2) Don G. H. de Mendoza llevó muy 4 mal la llegada de dor Alonso Soto-
188 HISTORIA DE CHILE.
Que don García Hurtado de Mendoza tenia en mucha
estima la persona de don Alonso de Sotomayor, mas que
discordes estuvieran esos dos ilustres personajes en el
modo de hacer la guerra á los Indios, lo prueban testi-
monios irrecusables; y de tanto mas mérito cuanto que
no es raro ver como se le desatiende al caido desde el
mismo instante en que la fortuna sale enseñándole su
torva faz. Habia, por otra parte, en el virey un esme-
rado civismo , una penetracion sobradamente exquisita,
y aunque seguro estuviera de que, con distinto sistema,
resultados mas ventajosos habria procurado á Chile el
gobierno de Sotomayor, harto comprendió que la persona
nombrada para sucederle no era, ni con mucho, tan á pro-
pósito en las circunstancias, y por consiguiente entró en
la idea de ver como guardar en el gobierno chileno 4 don
Alonso, sin dejar su propia responsabilidad descubierta
ante la soberana voluntad. ;
En estaidea convocó el real acuerdo, y propuso á todos
los miembros una suspension pura y simple al cumpli-
miento que lá real resolucion pedia, fundando razones
que los ministros no debieron considerar de gran peso,
puesto que todos unánimes salieron diciendo ser impo-
sible el negar la provision del gobierno de Chile 4 don
García Oñez de Loyola, que por competentes poderes
la reclamaba ya de la audiencia; que eso fuera desairar
Ad " Sol do inmediatamente para que en la misma nave, y sin
u gobierno ; solo que habiéndole expuesto el gober-
e chulos o las Ea de su ida al Perú, y las onas en quienes habia
pers
dejado interinamente el cargo de sus facultades, fue tantó su júbilo que con
mil d
ostraciones caballerosas salió honrando á aquel personaje. He ahi lo
s
0
le gustó hailarse con a novedad de que el rey le tenia dado sucesor, y que en
camino iba á ponerse este E reemplazarle.
CAPÍTULO XVI. 189
á un sujeto caracterizado, lleno de talentos, y de servi-
cios muy distinguidos en el Perú, y capaz de guiar con
tanto acierto como el mismo don Alonso, las riendas del
gobierno chileno.
Justicia ejercia en este caso aquel supremo tribunal,
y decimos justicia con el previo supuesto de que ni vió
entre los dos sujetos diferencia de cualidades, ni para
el real servicio compromiso de ninguna especie, aunque
aparte de él quedara Sotomayor, como así lo prevenia la
voluntad soberana. Pero resistimos á ese supuesto; la
audiencia de Lima no estaba, ni nunca estuvo, por don
Alonso Sotomayor, en calidad de gobernador de Chile,
y solo porque este supo “(bien ó mal hecho) mantenerse
independiente de ella, mientras duró la independencia
del reino chileno de los vireyes del Perú. Resentida le
tenia el silencioso orgullo con que Sotomayor la habia
tratado, y de su resentimiento en breve nos dará: otra
prueba , harto injusta en verdad, porque de todos modos,
si errores cometió don Alonso durante su gobierno, pren-
das soltó tambien'que digno le hicieron de respeto y de
recompensas, aunque tardías, pues ese suele ser des-
graciadamente el ordinario curso de las cosas humanas,
Así descartada la pretension del virey, no le quedó á
don Alonso otro arbitrio sino mandar á Chile por su
familia, pues en este reino habia casado con doña Isabel
de Irarrazabal, hija del capitan don Francisco, señor de
las Casas y de Andía, que con su esposa la señora doña
Lorenza de Zarate pasó á aquellas rejiones.
En Lima se mantuvo don Alonso de Sotomayor hasta
que don García Hurtado de Mendoza salió dándole el
mando de uno de los buques de la escuadra que echó en
persecucion del pirata inglés Ricardo Hawkins, á las
ie
190 HISTORIA DE CHILE.
órdenes de su cuñado don Beltran de la Cueva y Castro,
y sorprendido el pirata en el mar del Sud en 1594, en
manos de don Alonso quedó prisionero, teniendo ademas
ese ilustre caudillo la gloria de tomarle de abordaje la
propia nave que de capitana hacia entre las demas del
jefe corsario. :
Fue algunos meses despues resolucion de la corte de
Londres una empresa naval contra Panamá. En 10 de
octubre de 1595 salió de Plimouth una escuadra bajo la
conducta de los jenerales Juan Hawkins,hermano del pi-
rata (prisionero de don Alonso), y Francisco Drak; y
como noticia de estos movimientos tuviera con tiempo
don García Hurtado de Mendoza, al instante pensó que
nadie como Sotomayor para desempeñar en aquellas cir-
cunstancias la capitanía jeneral del punto amenazado,
vacante entonces por reciente fallecimiento del presi-
dente de la audiencia, y por consiguiente salió nom=
brándole para dicho destino, pero el real acuerdo se
negó á recibirle sin dar las causales (1).
En Lima estaba á este tiempo don Alonso de Soto-
mayor, y no se pasaron muchos dias sin recibir la noticia
de que los Ingleses se habian puesto á vista de Puerto=
Rico ; causa fue esta, sin duda, para que los oidores del
Perú, con mejor acuerdo, y honroso olvido de pueriles
resentimientos, salieran ministrando al ex-gobernador
de Chile la real provision con que se le. mandaba con=
currir al desempeño de la capitanía jeneral de Panamá:
Dilijente acudió Sotomayor ála defensa del punto que
á su cuidado se fiaba en nombre del rey, y dilijente se
mostró en todos cuantos preparativos consideró de valer
para salir al opósito de las armas que contra él venian.
(1) Recordar lo que acabamos de decir en la pájina precedente,
CAPÍTULO XVI. A91
La escuadra enemiga tomó puerto en Nombre de Dios,
pero mandada por Francisco Drak solamente, porque
Juan de Hawkins pagó con su vida en Puerto-Rico, en
choque con los valerosos capitanes Pedro Tello de Guz-
man , Sanchez Pardo de Osorio, y Pedro Juarez. Desem-
barcó un trozo de jente el jeneral Drak, y púsola á las
órdenes de su hermano Tomas, quien caminando contra
Panamá, y al mismo llegar á Capirillo, á tres leguas de
aquella ciudad, tuvo sobre sí las tropas de don Alonso,
se comenzó el ataque, y la vanguardia mandada por el
capitan Juan Henriquez Canebiot, que en Flandes ha-
bia servido con Sotomayor, y tambien en Chile, al ins-
tante le puso en completa derrota corriéndole hasta las
naves.
Dos dias despues de esa victoria de las armas a
las, ocurrió la muerte del jeneral Drak; llegó á aquel
punto cojido de una fiebre maligna, y con los reveses de
sus armas, tal hubo de ser su encendimiento que vino á
sucumbir, quedando para gobierno de la escuadra su
dicho hermano Tomas, que marchó en seguida para
- Portobelo, para ser nuevamente roto por el mismo don
Alonso; de suerte que pocas naos, y muy pocos Ingleses
de los de esta empresa, pudieron volver 4:su pais natal.
Una vez libre Panamá de sus enemigos, don Alonso
renunció su cargo, y pasó á España en las naves que
mandaba el jeneral Garibay. S. M. le otorgó una en-
comienda de rédito de cinco mil pesos anuales en Chile,
trasladada despues al Perú, por dejar aquellas rentas
“aplicadas al real obraje de jarcia establecido en aquel
reino; dióle tambien el gobierno, presidencia y capita-
nía jeneral de Panamá, con especial cargo de fortificar
á Portobelo, y esto con instancias tales que don Alonso.
192 HISTORIA DE CHILE.
tuvo que someterse á la voluntad soberana, pero al cabo
de su mision, y cuando ya tenia conseguida licencia tem-
poral para regresar á la península, el rey volvió 4encomen-
darle el gobierno de Chile, con real cédula expedida en
1601.
-No admitió esta gracia, y á la corte se trasladó con
su esposa, sus dos hijos don Alonso y don Carlos, una
hija y su suegra, donde S. M. le hizo consejero de
guerra.
Tales fueron en sustancia los hechos harto laboriosos
del esclarecido caudillo que tanto apeteciera en sus dias
la conquista de la Araucania, que con tan sencilla fe
creyera en ella, sin que la experiencia de nueve años de
continuada lucha contra los hijos de aquel pais, llegara á
desilusionarle, antes parece ser que á la vida de eterna
paz pasara (1) con el firme convencimiento de que en
haberle apartado del gobierno de Chile, la monarquía
española habia perdido el goce de una de las mas pre-
CloSas , y mas lucidas posesiones de la América.
(1) Murió en Madrid en 1610,
CAPITULO XVI.
La mitra de la Imperial en don Agustin de Cisneros. — Don Martin García
Oñez de Loyola, gobernador de Chile. — El toguí Paillamacu. — Trátase
de paz con el gobernador. — Su porte respecto á lo perteneciente á cosas
de gobierno.
(15921593. )
A un nuevo órden de cosas va á pasar el reino de
Chile, con un nuevo gobernador, y los acontecimientos
nos dirán si hubo en ello ventajas ; pero ante todas cosas
digno es de recuerdo el personaje que se anticipa á to-
dos esos acontecimientos.
El obispo de la Imperial ha pasado por real disposi-
cion á la iglesia de Quito, y su silla en el licenciado don
Agustin de Cisneros, dean de la misma iglesia , que en-
tró en el gobierno episcopal en setiembre de 1592, para
con sus dotes y ejemplar virtud enjugar las lágrimas de
tantos fieles como parecieron llorando la ausencia de su
primer pastor. Por desgracia, cuando pocos meses des-
pues se disponia el ilustre Cisneros para pasar á Santiago
á fin de recibir del santo prelado que en la capital habia,"
la consagracion de usanza, Dios dispuso de su vida, y
tambien , muy poco despues, de la del que debia ser su
consagrante (1). :
Sensible fue la pérdida que hizo E reino en estos dos
laboriosos varones cuya piedad y zelo habian sido un
(1) Sus restos fueron trasladados á la Concepcion desde la arruinada Im-
a por mandato del gobernador don Francisco Laso de la Vega. El templo :
ue fueron depositados en ruinas quedó cuando el asolamiento de aquella. :
primera ciudad.
11, Historia, 13.
494 HISTORIA DE CHILE,
poderoso freno contra la relajacion de las costumbres,
por lo menos en todas cuantas partes pudieron ellos al-
canzar con sus caritativas y fervorosas exhortaciones ;
pero ya lo hemos dicho , un nuevo jiro para el gobierno
civil y militar de Chile tiene escrito el libro de los desti-
nos humanos, y acaso estuviera á su lado tambien el
decreto de que á manos de nuevos obreros habia de pasar
al mismo tiempo la direccion de las cosas concernientes
á nuestra fe : asunto es este que con alguna extension
hemos de tratar en el capítulo siguiente, ya que el órden
natural de los acontecimientos pide que volvamos la vista
al sucesor de don Alonso de Sotomayor. |
- Don Martin García Oñez de Loyola, caballero de la
órden de Calatrava, maestre de campo del reino del
Perú, natural de la provincia de Guipuzcoa (España),
y próximo pariente del célebre fundador de la compañía
de Jesus, fue nombrado gobernador de Chile por real
cédula de Felipe II, despachada en San Lorenzo el 10 (1)
de setiembre de 1591.
ombre de noble estirpe, de probado valor, de luces
nada comunes, de esmerada prudencia, y de una cir-
cunspeccion que casi rayara en desconfianza hasta de su
propia persona, en el Perú supo granjearse no poca
nombradía, hasta que por último acabó de esclarecerla
on la prision de toda la familia del inca Tupac-Amaru,
que en los Andes se revolvia solícito á fin de recobrar á
mano armada los derechos de aquel imperio, derribando
al virey don Francisco de Toledo , Con igual y mayor
razon que Pizarro habia derribado á sus inocentes y
- malhadados abuelos, |
Ala captura de ese príncipe se siguió su injusta muerte,
(1) Otros ponen equivocadamente el a.
ps
A
Ps
CAPÍTULO XVIL 195
y no culpamos de esto á Loyola, pues que no hizo sino
obedecer las órdenes del virey, que mandó pasar por
las armas á todos los miembros de la revoltosa familia.
Don Diego Martin tuvo en premio de ese hecho la mano
de la hija del desgraciado Inca, doña Beatriz Clara Coya
(Princesa de Oro, en lengua del pais), recojjendo ade-
mas, por real merced, el gobierno de Chile.
Un socorro de mas de cuatrocientos soldados y abun-
dantes provisiones de boca y guerra se le suministró en
el Perú, al tiempo de pasar á encargarse del gobierno
de Chile ; y el 23 de setiembre de 1592 aportó en Val-
paraiso , es dlecir cincuenta y tres dias despues de la sa-
lida de don Aloñso de ese puerto para el Callao, que así
mismo lo nota el cabildo de Santiago.
Cuando ese cabildo recibió noticia de semejante
acontecimiento, un júbilo indecible sintieron, así los
miembros que le componian, como igualmente Sus
administrados; pues cuando la persona que cargada
venia con la primera autoridad del reino no hubiera reu-
nido prendas de tanta esperanza, todavia se dieran
todos por muy satisfechos, considerando que llegaban
muy á propósito tropas con que hacer frente á los Arau-
canos, que ya se ejercitaban en cercos de guerra para
abrir nueva campaña. Por tanto, vino en determinar el
ayuntamiento, con fecha 24 del mes referido, que Segun *
costumbre se compre « para su lustroso recibimiento da-
» masco con goteras de flocaduras de oro y seda para el
» palio, una silla, brida con su freno, cabezadas, pretal
-» y baticoi dorados, y el caballo blanco del capitan Juan
» Jofré, para que el gobernador haba su entrada ; que
» para ella el fiel ejecutor tenga aderezada Lo a
» formada la puerta. »
196 HISTORIA DE CHILE.
Con todo ese aparato, y grandes demostraciones de
alegría, fue recibido don Martin Oñez de Loyola en San=_..
tiago, el dia 6 de octubre de 1592, segun consta de los E
asientos de su cabildo (1).
Si don Alonso de Sotomayor consideró de fácil hacer
la conquista de la Araucania, sembrando á profusion en
su suelo fortalezas mas ó menos defensables, y lleván-
dolo-todo 4 punta de lanza siempre que los Indios salie-
ran desbaratando sus planes ; enteramente contrario sis-
tema traia meditado Loyola, y con seguridad de llegar
á aquel mismo fin, porque en su calidad de esposo de
la hija única de un inca ó príncipe indio, señor se hubo
de creer de todos los Indios, y que á su vOz precisamente
habian de soltar ellos las armas, renunciando todas sus
pretensiones de independencia.
Ese hecho ( y otros recojerá en breve la historia) nos
da ya á entender que el humo de la suprema autoridad
ha ofuscado el claro juicio del hombre que en el Perú
dejaba prendas de una circunspeccion muy sesuda,, y
siempre precavida.
Los Araucanos, como ya se apuntó en el capítulo pre-
cedente, habian puesto el hacha del toquiato en el an-
ciano Paillamacu, hombre sino tan hidalgo como aquel
famoso consejero del insigne Caupolican , llamado Colo-
“colo, no menos sagaz, no menos amante de su pais, ni
tampoco menos cauto, y si, como en los dias de aquel ve-
nerable anciano, sobrados anduvieran los brazos, y de-
mas elementos de guerra , con la experiencia que de esta
tenian ya en este tiempo los Indios, de suponer es que
Paillamacu hubiera éclipsado las tantas y tan grandiosas
ponen
ponen
(1) Molina Ay: sis OS se eses á Chile en el mes de 8. 1593, y
-
CAPÍTULO XVI 497
hazañas de sus mayores, dando á la bandera española
lecciones sumamente fatales. Y al cabo ¿qué mayor
honra para un jeneral que el haber asentado en los cua-
tro Butalmapus la independencia casi ya encadenada ,
echando de todos ellos á sus arrogantes opresores en
quienes recayeron males sin cuento , horrores y cruelda-
des que ni la pluma se atreve á señalar ?
Es verdad que Paillamacu supo auxiliarse de personas
muy capaces, así para el consejo, como para la accion, y
salió desde luego con el nombramiento de dos vice-toquís,
Pelantaru y Millacalquin , ambos jóvenes, ambos enten-
didos, y ambos oficiales de mucha práctica en la guerra ;
pero el hombre de mas valía para el toquí fue, sin duda
alguna , el esclarecido cacique Antupillan (dia del diablo
y hora de la potestad de las tinieblas , en idioma indio),
tipo verdadero de la falsía, de la mas solapada inten-
cion, y de una facundia tan melíflua y derretida que
era imposible resistirla, y lo que es peor, ni llegar á
recelarla, ,
Cuando el gobernador don Martin entró en Santiago, .
público era ya que Paillamacu estaba en los marjales de
Lumaco instruyendo á sus tropas, y engrosando sus filas
de dia en dia, porque aquel era el punto dado para que
concurrieran los Indios de armas tomar de todos los
cuatro Butalmapus ; y en proceder así se ve que el toquí
se preparaba para la guerra con las mismas acertadas
precauciones que en su tiempo procedió el entendido
Antuhuenu.
No por esa noticia desesperó Loyola del triunfo de su
plan de paz, pero por lo que acontecer pudiera, y pues
que dispuestos para la guerra salian los Araucanos, para
la guerra comenzó 4 disponerse tambien él, y el primer
Pi
he
198 HISTORIA DE CHILE.
acto de su gobierno fue salir nombrando de maestre de
campo jeneral á don Pedro Paez Castillejo ; y de sarjento
mayor á Miguel de Olavarría (1).
En seguida se pas0'á la organizacion de las tropas,
y apresto de materiales, pero pidiendo al cabildo de
Santiago, lo que no habia dado últimamente á don Alonso
Sotomayor, es decir, hombres, petrechos y dineros. El
cabildo nada pudo ministrar; algunos voluntarios pare-
cieron al llamamiento de Loyola, sin mas que por ser
nuevo en la escena, que la novedad siempre enseña al-
gun atractivo ; y como esto no se encontrara suficiente
para poder imponer una paz honrosa, ó sustentar la
guerra sin descrédito, don Martin recurrió á las arcas
reales, y las halló vacías. Es digno de nota el auto que
proveyó el gobernador con fecha 19 de enero de 1593,
para remedio de sus apuros, dice así : ,
« Que obligado de la extrema necesidad en que halló -
» este reino, así de hacienda como de jente, y todo lo
» demas necesario para el seguimiento de la guerra y
» pacificacion de los Indios rebelados 3 procurando las
» medidas mas eficaces para suplir esta necesidad, y en
» el entretanto que S. M. provea de remedio ; el que mas
» conveniente ha parecido á su real servicio, y menos
» dañoso del bien jeneral, segun tambien les parece á los
» Oficiales reales de la real hacienda, es la cantidad ne-
A tales, y á otros? Nada : cada gobernador cup
vas criaturas, y de alli la resulta
onados, 6 fastidiados; cuando
das las fuerzas.
Ss
E:
0
CAPÍTULO XVH. 199
» cesaria para ello buscarla prestada hasta que en sus
» reales cajas hubiese de que pagarla, y en particular
» para este presente año se buscase lo que fuere irrecu-
» sable y forzoso , prestado por la dicha cuenta, con la
» obligacion de que si S. M. no tuviese por bien de man-
» darlo pagar, lo pagará el dicho gobernador de su pro-
» pia hacienda.
» Y por ser poca toda la que así se pudo hallar pres-
» tada entre los vecinos, moradores y naturales de esta
» ciudad, y su distrito, y los demas de este reino, por la
» suma pobreza que todos ellos tienen ; he mandado pe-
» dir de nuevo á todas las personas que de su propia
» voluntad lo quisieren hacer, siryan á S. M. graciosa-
» mente con lo que cada una buenamente pudiere, de
alguna cantidad de ropa, caballos y armas, por la
» mucha necesidad que hay de ellas..... Atento á que
está prohibido por provisiones de la real audiencia de
los Reyes, echar derrames en semejantes ocasiones y
» necesidades, que era el reparo de que se solian valer
» en este reino, etc., etc. (1) »
De la recaudacion de donativos que producir tad y
ese auto, quedaron encargados el sarjento mayor Ola-
varría, y el factor Bernardino Morales; pero cortísimo
fue el fruto, y no hubo mas remedio que contentarse con
lo que se tenia, y marchar al teatro de la SUATAS RAFA,
ver si con palabras de, paz se quitaban las armas sai. 2:
nos de los Indios. a
El proceder de don Martin en la nit de Chile, no
desbaratando el personal de ja administracion civil y
militar de su antecesor, como solia ser de usanza entre
los gobernadores, cuando este no hizo sino los dos nom=
a) Libro del cabildo.
=>
ES
=
200: HISTORIA DE CHILE.
bramientos citados mas atrás, fue de un muy venturoso
augurio para aquel vecindario y sus autoridades , porque
en efecto, no con cambios personales mejoran hacienda,
justicia, ni milicia, y prudente es guardar los hombres
que esos ramos manejan, toda vez que con intelijencia
y honradez desempeñan sus cargos.
Pero es que Loyola entendia ser gobernador de abso-
luto consejo, y poner tierra de por medio entre su per-
sona y las reclamaciones que los méritos, los servicios,
el deber y la equidad, hubieran podido levantar obligán-
dole á miramientos de merecido respeto. Hay que se-
guirle aquí con los asientos del cabildo en la mano, lo
primero porque no carece de interés la retahila de pue-
blos cuya administracion se distribuye entre varios suje-
os, pueblos de que algunos ni acaso memoria existe
hoy ; y lo segundo porque vemos con esmerada exacti-
tud lo bien que don Martin Oñez de Loyola consume su
tiempo para dar por el suelo con cuantas leyes, orde-
nanzas, bandos, provisiones y reglamentos, gobernado
habian el reino de Chile durante medio siglo, con tal ó
cual reforma que la experiencia pudo aconsejar, no hay
duda , pues que otro tanto se cumple en todos los paises
del mundo.
En Teno firmó ya nombramiento de alguacil mayor de
todas las ciudades dei reino, en favor de Juan de Ba-
—Jaincua, y con fecha 21 de febtela de 1593.
En Peteroa,-y fecha 2% de dicho febrero, nombra-
miento de protector de Indios para Lesmes de Augurte,
y nombramiento de correjidor y lugarteniente de capitan
jeneral de la ciudad de Santiago para Jerónimo de
Benavides,
En el real de Pocoa 6 Tocoa, y fecha 3 de marzo,
CAPÍTULO XVH. 201
nombramiento para Diego de Rojas en calidad de cor-
rejidor de los pueblos de Indios Cauquenes, Chanco,
Luanco, Purapel, Purales, Pocoa, Y ichuquen , Longa-
milla, Putagan, Duao, Lora, Gualemas, Luntue, Pe-
teroa , Pegueu, Malaquito y Gonca.
Entró el gobernador en Concepcion, y nombró el 30
de mayo á don Alvaro de Villagra correjidor de los pue-
blos de Teño, Branco, Nancagua, Colchagua, Pecuno,
Lighueno, Pichidegua, Pugidegua, Rapel, Malloa-,
Taguatagua y Copeguen.
El 2 de junio, y en el mismo punto, nombramiento
para Jerónimo Ledeño en calidad de correjidor de los
pueblos de Quillota, Aconcagua, Ligua , Putaendo,
Chuapa, y de los Yanaconas de don Alonso Sotomayor ;
con órden de que Luis Abad, por su parte, administre
los de Colina, de Gaspar de la Barrera, y los de Lampa
de Tomas Duran.
En 4 de junio, ordenanzas nuevas concerniente á los
Indios reducidos, « las que me han parecido mas justifi-
» cadas , dice el mismo gobernador, para poner cerca cor-
» rejidores y administradores que cuiden de su beneficio. »
En 10 de agosto, formal bando para que en parte
ninguna sean obedecidas ni cumplidas las cédulas rea-
les, ni las reales provisiones de la audiencia de Lima,
si no pareciesen con el cúmplase del superior gobierno
de S. E.; y esto, «atento, dice, á que viene á Chile con
» el ánimo de ser beneficio á los Españoles. á los Indios
» reducidos, y á los nacionales de guerra , por ser vistos
» los daños irrogados á los habitantes de las ciudades del
» reino por el puntua] cumplimiento que habian dado á
» dichas reales cédulas y provisiones que no venian acer-
» tadas como dictadas de lejos. »
2092 HISTORIA DE CHILE.
En una palabra, todo lo removió, todo lo arregló 4
su manera , y ese desprecio jeneral de cuanto los prece-
dentes gobernadores dejaran en vigor para que mas. ex-
pedito y desembarazado pudiera marchar el gobierno,
precisamente debió alarmar algunas conciencias, que
entonces alzarian la voz, puesto que el virey don García
Hurtado de Mendoza manda desde Lima al licenciado
Luis Merlo de la Fuente para que cumpla una visita je-
neral en el reino de Chile, y dé puntual cuenta. La visita
tuvo efecto, pero sus resultados no andan averiguados.
Llena así la medida de cuanto correspondía á la acmi-
nistracion civil y política, en la guerra pensó don Mar-
tin, ó mas bien en la realizacion de la paz, que con ella
salió convidando á los Araucanos desde la ciudad Con-
cepcion , por conducto de un Indio neutro (1) encargado
de decir al toquí Paillamacu que él (don Martin) habia
venido á Chile por expresa voluntad del rey para ajustar
paces con los Indios todos, y se habia prestado gustoso
á semejante mision< no por otra causa sino porque , como
esposo de una India, un entra able afecto sentia por
todos los de su nacion, y no habia de parar hasta dejar
asegurada su perpetua felicidad. Para el logro de ella,
convenia , pues, que de acuerdo todos los próceres de
los cuatro Butalmapus, se señalase un sitio donde dis-
cutir, pactar y firmar los solemnes tratos de una paz
franca, estable y ventajosa.
El toquí, que sabia cuan precioso es en ciertos casos
el tiempo , y de tiempo tenia, él necesidad todavia, oyó
sin dar muestras de desagrado las propuestas del nuevo
gobernador, y hasta salió, como queriendo incensar sus
ausencias, dándose lá enhorabuena por sí, y á nombre
(1) Otros dicen que auxiliar.
$
CAPÍTULO XVII. 203
de su pais, viendo con la suprema autoridad entre los
Abañoles á un hombre casi Indio, decia él, basta los
vínculos que le unen á la hija de un príncipe nacido en el
suelo americano; pero por esa misma circunstancia, y
en prenda de la ventura que queria labrar á los Ame-
ricanos, debia comenzar S. S., añadió el toquí, por la
despoblacion de todos los establecimientos españoles
desde el rio Itata hasta el canal de Chiloe, declarando '
los pueblos intermedios en plena libertad y absoluta in-
dependencia. .... « Proponédselo al gobernador, y pro-
» meto no romper las hostilidades hasta saber en esa
» parte cual es su voluntad..... »
La respuesta fue muy araucana , es menester confe-
sarlo, pero no desconcertó la arrogancia á don Martin ,
antes se apresuró á insistir en la convocacion de un par-
lamento , en el cual, prometia, quedarian ajustados ese
y otros puntos, todos ellos muy beneficiosos Para los
Indios.
A esta segunda invitacion contestó el toquí comisio-
nando al sagaz Antupillan que, puesto en presencia del
gobernador, supo virle con calma, mientras él pintaba el
supremo poder de su rey, las fuerzas inmensas de que
disponia para arrasar aquellas tierras en cuanto se aca-
bara de cansar su soberana clemencia ; el mucho amor
que aquellos descarrilados pueblos le inspiraban; las
dichas que tenia su real ánimo reservadas para todos sus
habitantes desde que sumisos vinieran á su obedien-
cia, ete., etc., armas todas ellas que Antupillan volvió
contra el gobernador con admirable apróposito , porque
hasta entonces , ya que los Araucanos tuvieran probado
el valor personal de los Españoles, ni seña siquiera po-
dian figurarse de tan numerosas fuerzas, de la clemencia
e]
204 HISTORIA DE CHILE.
real, ni tampoco de las dichas que esa clemencia $
guardaba : habian visto grandes lástimas , eso sí ; que-
rian paz, no hay duda, pero sin esclavitud ; « y si en paz
» apeteceis vivir con nosotros, le dijo Antupillan muy
» cuerdamente, paz ofrecemos, mas dejadnos nuestro
» suelo libre..... Eso es lo que no quereis..... »
« Pues, permitidme ahora, señor, añadió el emba-.
» jador indio, que trocándose los cuidados sea yo quien
» 0s aconseje la paz, y no elijais la guerra. Observad
» relijiosamente los tratados que yo os propongo en nom-
» bre de mi nacion, y permanente y duradera vereis esa
» deseada paz. Pero si hiciéreis lo que habeis tenido de
» costumbre, estad cierto que uno solo que de los nues-
» tros quede, ese habra de mantener la guerra hasta que
» rinda gloriosamente la vida en obsequio de la pdas
» y de la patria. »
Ya sell que á tales condiciones la paz era irrealizable
de parte del gobernador, y por lo mismo, aunque atento
y cortés despidió al embajador indio, siempre prome-
dd esperanzas de paz, siempre insistiendo en un
congreso formal de los caciques y jenerales de todos los
Butalmapus, bien sentia en su interior la necesidad de
ir á la guerra, y á este fin comenzó á dar desde luego su
mas particular atencion.
CAPITULO XVIII.
Llegan a jesuitas á Chile. — Como fueron recibidos en Coquimbo,
y despues en Santiago
( 1593.)
Cinco años y mas hacia que las autoridades del reino
de Chile, con vista de la muy escandalosa relajacion de
costumbres en que sus administrados habian caido, sin=
tiendo tambien la suma falta que en el pais habia de sa-
cerdotes y doctrineros, no solamente para la instruccion
de los Indios reducidos, sino á fin de enfrenar las des-
atadas y vergonzosas pasiones que imperaban en las ma-
sas españolas, arrastrándolas á los mas torpes y crimi-
nales extravios; y como de tanto renombre gozara
entonces la doctrina de los PP. de la compañía de Jesus,
al rey Felipe 11 se habian dirijido solicitando se les en-
viasen relijiosos jesuitas que atendiesen al cultivo de la
viña del Señor.
Con vista de semejante exposicion salió diciendo S, M.,
en fecha 12 de setiembre de 1590, lo siguiente :
« Mis presidentes, oficiales y jueces reales de la casa:
» de Contratacion de Sevilla. YO os mando que dejeis
» pasar á las provincias de Chile á Juan Ramon, de la
» compañía de Jesus, y que pueda llevar siete relijiosos
» de la dicha compañía que van á entender en lagcon=
» version y doctrina de los Indios. Fecha en San qe
» TEnzO , CbC.....
Ese fue el solo conducto con que los jesuitas dice
+ 206 HISTORIA DE CHILE.
de España para Chile, pero dirijiéndose anticipada-
mente á la casa que ya tenian en Lima, siendo provin-
cial de ella, y por consiguiente de las demas establecidas
en el Perú, el P. Juan Sebastian Parricio , apóstol de la
América. Acaso no encontrara este relijioso en los obreros
destinados para Chile las cualidades necesarias al buen
desempeño de la obra, puesto que no obstante venir
designados para aquel reino, S. R. los retuvo en su casa,
diciendo que pediria entre tanto 4 Dios una acertada
eleccion de sujetos de ciencia y experiencia, de sujetos,
en fin, habituados á los trabajos y hechos á la tierra,
hechos á los Indios, conocedores de sus costumbres , y
maxime tratándose de una provincia tan vasta, tan po-
blada; y de jente tan noble:
Fue resultado de esas meditaciones el salir nombrado
vice-provincial de la mision destinada á Chile el P. Bal-
tasar de Piñas, que ya habia sido provincial del Perú, y
procurador jeneral de la compañía en Roma; con facul-
tades expresas del R. P. Parricio para entender por sí
solo en la elección de los siete sujetos que le habian de
acompañar, en puntual cumplimiento de lo prevenido
en la señalada real cédula.
En consecuencia , los compañeros que elijió el P. Piñas
fueron Luis de Valdivia, maestro de novicios; Fertando
'fíde Aguilera y Juan de Olivares, hijos de Chile, y por
tanto instruidos en la lengua de los Indios, que cuenta,
en efecto, merecia esa circunstancia; Luis de Estela y
Gabriel de Vega, relijiosos de acreditado zelo ;-en fin,
suel de Telena y Fabian Martinez, en calidad de coad-
jutoros ; y todos ellos , excepto Olivares, que en aquella
sazon se hallaba feta. de Lima, todos pasaron á bordo
del navío San Francisco Javier, el 12 de febrero de
CAPÍTULO XVII: 207
1593, en el puerto de Callao, para subir 4 Chile (1).
Una impetuosa borrasca tuvieron que sufrir cuando la
nave andaba hácia los 33 grados de latitud, y cuando
mas esperanzados estaban los marineros de caer en breve
sobre el puerto de Valparaiso, cuyo rumbo seguian, la
destemplanza de los vientos desgobernó el bajel, y al cabo
le precipitó tras 10 pocos peligros en direccion de Co-
quimbo , y este puerto pudo tomar para que los relijiosos
comenzaran tranquilos la obra de que iban encomendados.
Indecible el entusiasmo de los cabildantes y morado -
res de Santiago como llegaron á saber el arribo de los
PP. de la compañía á Coquimbo, y grandes preparativos
se hicieron para recibirlos en la capital, solo que rece-
loso el convento de Santo Domingo de que se le arrebatase
la honra de hospedar y obsequiar á personajes de tanto
importe , su provincial el P. 1. Francisco de Riveros, y
su prior F. Pedro de Alderete, natural de la ciudad de
Osorno (en Chile) salieron poniendo en el valle de la
Ligua un religioso dominico con cartas suplicatorias para
que los jesuitas no aceptasen mas hospedaje que el con
que se les aguardaba en aquel convento hasta tanto e
ellos pudiesen poner casa.
El 12 de abril de 1593, penetraron q jesuitas en la
capital de Chile dirijiéndose al convento de Santo Do-
mingo, pero ya de noche, aunque no por ello les esca-
searon los áplausos, ni las aclamaciones de todo un
pueblo enajenado con la llegada de los hermanos del re-
dentor Jesus, comio así se expresaba él mismo en su loco
deporte (2).
1) Se equivocaron los autores (¡ue pretenden que con el gobernador dos
Mart ules Me torrmts pena on los la al reino de Chile.
te. Los moradores de Coquimbo
yv
203. HISTORIA DE CHILE.
Pronto comenzaron los donativos en dinero para. que
fundaran casa los jesuitas , y adornaran suntuosamente
el templo de Dios, costando desde luego el lugar donde
habia de alzarse, y que ya habia ocupado un antiguo
gobernador, que no se nombra, tres mil seiscientos pe-
sos de oro. No se pasó mucho tiempo sin venir á tomar el
cognomento de colejio con título y advocacion de San
Miguel Arcánjel, merced á la liberalidad del capitan
Andres Torquemada , y al de igual graduacion Agustin
Driseño, que juntaron todas sus haciendas, é hicieron
donacion de ellas á la compañía, con reserva del usu-
fructo para los dias de su vida, pero, á condicion de
pagar cada año, y por cada uno, trescientos pesos de
oro álos RR. PP.
Copia de esa escritura, celebrada en 16 de octubre de
1595, se mandó al P. jeneral de la órden F. Claudio
Aguaviva, y en su vista mandó no solamente las gracias,
sino una muy encomiosa patente de fundador para cada
uno de aquellos capitanes, mas no sirvió sino para el
Torquemada, porque como resultara Driseño con deudas,
y por tanto en la imposibilidad de cumplir lo que pro-
metido habia, y los padres no habiendo recibido de él
no estaban, ni de mucho. ta 4 3 la Q 1 llegada
de los RR. jesuitas. En aquella ciudad, ni ayuntamiento, ni autoridad, ni pare
ticular alguno, quiso brindar con su casa á los obreros
del Señor, no obstante
lo extrem
oso de la fe de la época, pero aveníase con la misma la firme creencia
que en una casa sita en el recinto, y desierta despues de varios años, una mul-
titud de duendes y de espíritus inmundos habitaban, y esto tenia en un per-
etuo temor á varias almas pacatas: 1 qn á > petligrosa casa echaron los ve-
cinos de Coqu imbo á los jesuitas, y de ella á todas
bx lejiones E Jerte de exorcismos y de zos constante sal eta el
para trasladarse á Santiago, mulas, dinero, viveres, acompañamiento, con todo
contribuyeron los ricos Coquimbanos á trueque de que los misioneros hicieral
por tierra un viaje mejor, y menos aventurádo que el experimentado en el mar,
; CAPÍTULO XVI.
sino mil setecientos siete pesos de oro, se negaron á con-
siderarle como fundador, y le pagaron con el nombre de
benefactor, bajo del cual entró en la sociedad de Jesus
retirándose del mundo.
En una palabra, costó el colejio de los jesuitas ciento
cincuenta mil pesos de oro, sin entrar en cuenta las
alhajas de iglesia, ni otros ornamentos necesarios al culto,
y este edificio que dió principio en 1591, y que se acabó
en 1631, el temblor de tierra del 13 de mayo de 1647 se
le llevó enteramente (1).
De sus trabajos evanjélicos, de sus conquistas espiri-
tuales, en el órden de los sucesos hablará la historia ;
aquí baste decir que desde luego salieron condenando la.
ignorancia, la desidia, la ambicion , la mala doctrina
que habian manifestado hasta entonces los encargados
de la direccion de las almas ; y por fundamento no vemos
sino un hecho ciertamente escandaloso , el precio de cien
pesos que se hacia pagar por cada sermon un sacerdote
en Santiago : eso no era distribuir la palabra de un Dios,
sino traficar descaradamente con ella. (2).
(1) En 1608 quedó la provincia de los jesuitas separada de la dependencia
del Perú por disposicion iy del P. Claudio Aguaviva, siendo su primer provincial
universidad en 1634 á solicitud de Felipe IV, y universidad siguió siendo hasta
1747 se erijió en la capital la real de San Felipe.
- (2) El que apetezca saber las profecías de doña Catalina Miranda, de la India
- Constanza, del Indio Andrés, y de otros inspirados, que veinte años antes de
11, HisToRIA.
CAPITULO XIX.
Pasa el gobernador contra el vicetoqui Pelantaru. — Funda dos fuertes. —Paz
con algunas parcialidades. — Santa Cruz de Coya. — Los je-uitas en los
estados de Arauco.—El toqui en los pantanos de Lumaco.—Asedio del fuerte
bo Jesus. — Reformas gubernalivas de don Martin. — El pirata Ricardo
Aero del cabildo de Santiago de 17 de setiembre de 1594.
(1593—1594.)
No se firmaron tratados de paz entre Paillamacu y el
gobernador, aunque por la afirmativa estan otros histo-
riadores; pero en paz se mantuvieron algunos meses
ambos bandos, que cada cual tenia sus razones para ello.
Don Martin Oñez de Loyola queria remover cuantos me-
dios pusieran las circunstancias en su mano, á fin de
venir con los Indios á una amistosa reconciliacion , y con
tanto mayor deseo de este tan dichoso resultado, cuanto
que se reconocia sin los necesarios elementos para sus-
tentar largo tiempo las hostilidades, si por desgracia
presentaran los enemigos las fuerzas necesarias, porque
de su teson no se podia dudar un solo momento.
Paillamacu, por su parte, queria el tiempo para ins-
truir completamente á sus tropas, disciplinarlas, y po-
nerlas en estado de defender con ardor y honra su pen-
don , como que meditaba no soltar las armas hasta purgar
el pais de extranjeros. Por consiguiente, todavia se vol-
vieron á comunicar los dos caudillos enemigos, entrete-
niéndose ambos con esperanzas y promesas falsas, porque
ni los Araucanos estaban en intencion de admitir paz
sin que los Españoles cumplieran previamente la evacua-
sl
a
|
|
; 5 é
CAPÍTULO XIX. 921
cion del pais, ni estos pensaron en otorgarla 4 menos de
que los Indios se habian de someter al dominio del rey,
y no para ser tenidos por verdaderos Españoles en cuanto
á los derechos de ciudadanía, sino en calidad de esclavos,
Ya por fin, salió el vicetoquí Pelantaru en los estados
de Puren, provocando á la guerra , y el gobernador tuvo
que romper marchas desde la Concepcion, resuelto á
detener los progresos de la guerra. Siguió al paso del
Biobio frente de Yumbel, y fue 4 campar en Chibicura ,
sobre su márjen austral, á cuyo punto presumió atraer
al enemigo con levantar de pie dos fortines, del nombre
de aquel lugar el uno, y el otro bajo el de Jesus (,
que fue puesto en la márjen setentrional. Causa fue esta
que dejó á descubierto los pensamientos de ambos par-
tidos , €s decir, la mala fe con que trataban de paces á
favor.de condiciones ajenas de su sentir.
Corrieron, pues, varios cuerpos indios á estorbar el
proyecto de los Castellanos, pero fueron ahuyentados, y
de ahí salieron varias parcialidades prometiendo obe-
diencia, y á mas un punto (el de Millapoa ) en que aque-
llos pudieran asentar establecimiento como prenda de
recíproca amistad con los Indios. No era todo esto sino,
y pase la vulgaridad , una dedadita de miel para dor-
mir al enemigo hasta adquirir medios suficientes con que
destruirle, - DAS Paillamacu no entendia de otros
ajustes. |
Don Martin Oñez aceptó gustoso terreno y promesas: >
pasando á fundar inmediatamente la ciudad llamada
Santa Cruz de Coya (2) , en honra á la memoria de su
Ae d d
140) DON blicas construyó inmediatamente para la comunicacion de ambos
rt : E
uertes, 2
(2) Unos la llaman así, 'ótros Santa Cruz de Loyola evidentemente equi-
Ñ
212 HISTORIA DE CHILE.
consorte, y ciudad que estuvo á los 36* 10” de latitud
austral ; pero en tan desventajosa posicion, tan descu-
bierta, tan escasa de aguas, que no se concibe cuales
miras pudieron dirijir la mente del gobernador al esta-
blecimiento de un pueblo sin perspectiva , sin amparo y
sin vejetales. A tres leguas del Biobio por la parte orien-
tal, á ocho por la del setentrion, pero sin un solo arroyo
en sus contornos para refresco de la campiña, y se debe
creer que sus moradores le habrian abandonado de vo-
luntad propia, aunque en él les hubieran querido dejar
tranquilos los Indios.
- El gobernador puso en esa poblacion ochenta vecinos
con dos alcaldes ordinarios, cuatro rejidores, dos de los
cuales perpetuos, un síndico, y un escribano ; dejando
en calidad de correjidor al capitan don Antonio de Aven-
daño ; pero como mirara don Martin casi por cosa suya
propia aquel pueblo con nombre de su esposa, hizo gran-
dísimos esfuerzos á fin de llevarle rápidamente á un alto
grado de prosperidad , y no le sirvió mal la ruin adula-
cion que de todas partes venia brindándose para que,
satisfecho el amor propio, puerta abierta quedara á las
vocados, pero manuscrito tenemos á la vista que nos parece muy bien instruido
en la materia, y no solo niega esos dos nombres sino que afirma que los Espa-
ñoles no hicieron esta vez sino cambiar la terminacion del nombre del terri-
>» por aquellos lados, fuimos de propósito á rejistrar y obervar su situacion y
» vestljlos, queen el día son pocos ó ningunos por estar cultivados y poblados
» de viñas y de arboledas aquel paraje que los Españoles llaman Millapoa, y
» Guilácoya ó Guilácoyan el de las minas, pero aun: estos nombres eternizan
» la memoria de la antigua Millacoya, ó Princesa de Oro, á quien en su viudez
» honró el rey con muchós premios y grandezas. » sE y
CAPÍTULO XIX. 213
exijencias de la codicia. Hasta conventos de franciscos y
mercenarios llegó á ver en pie, pero en su rápido es-
plendor, la gloria de haberse atraido la sangre mas noble,
mas rica y mas ilustre del vecindario de la Concepcion ,
humo fue que se pudo mantener recorriendo pausada-
- mente el espacio hasta que al cabo de cinco años le
despachó con furia el violento embate de las armas
araucanas.
Esa mentida sumision en que parecieron entrar algu-
nas parcialidades de los-estados de Arauco y Tucapel,
aunque Paillamacu no depusiera las armas, ni tampoco
sus segundos , fue de mas dura que no hubiera podido
presumirse , porque el astuto gobernador vino á distraer
con inesperada novedad la atencion de muchas tribus.
Noticias puntuales tenia del famoso nombre que los
PP. de la. compañía de Jesus se iban adquiriendo como
por encanto, no tan solo en la capital del reino, sino por
todos sus ángulos, porque , es preciso confesarlo, el afa-
noso zelo de estos hombres, y sus esfuerzos para llegar á
ser los directores relijioso-políticos de la nueva sociedad
que en aquel pais iba tomando nacimiento , rayaron en
maravillosos ; y á ese zelo, á esos esfuerzos , apeló el go-
bernador para plantar en el centro de aquellas tribus
insumisas abogados de la causa del rey, predicando sola-
mente la de Dios.
Y de confiar era, en efecto, en que tal podria ser el
resultado , porque los jesuitas , Una Vez seguros de que
en la piedad de los fieles tenian afianzado su porvenir,
desplegaron toda cuanta actividad se nota siempre en
estos obreros, abriendo escuelas, doctrinando con=
ciencias, atrayéndose voluntades, y conquista" 0
basta punto de excitar en ellas el irresistible deseo de salir
á
214 HISTORIA DE CHILE.
por todas partes á reclutar almas con que engrosar las
filas de los.partidarios de aquellos nuevos apóstoles de
paz y caridad , con que el cielo vino favoreciendo el reino
de Chile.
No se mire en eso exajeracion. La capital de Chile vió
ya á fines de 1593,-'como las estancias, como las cha-
cras, como los ranchos de toda aquella comarca lo vie=
ron, no solamente Españoles, sino Indios y negros cor=-
riendo calles y caminos, valles y montes, todos en
procesiones, estos con cruces en la mano, aquellos con
vara de justicia, los de mas allá en traje de neófitas, y
clamando en masa á una verdadera conversion á la santa
ley, y los negros convidando con ella á los de su color,
y los Indios á sus hermanos, y los jesuitas á los natura=
les y compatriotas, arrebatando tras sí multitud de jentes
entusiasmadas, llenas de amor y de contento , porque se
les guiaba á espectáculos de una pompa, de una gran-
diosidad imponente, con la solemne promesa de que
tras ellos una vida de eterna ventura estaba reservada
para todos.
Era de mucho estímulo en los Indios el oir en su propio
idioma , porque este las hablaban los jesuitas, ese len-
-guaje de caridad evanjélica, de dulzura y de amor que
bien manejado pudiera servir para ablandar hasta. la sal-
vaje braveza del ser irracional, si con el irracional pu- E
diera comunicar sus ideas y sentimientos el hombre. Así
es que fueron muchos los Indios que desde las inmedia-
_ ciones de Santiago se corrian hasta las aguas del Biobio,
sin otro objeto que para pregonar, en medio de otros
Indios, la ley de los nuevos apóstoles, el verdadero amor
de estos para con aquellos, las venturas que les prome-
tian, y siempre afirmando que , atinque aunados con los
CAPÍTULO XIX. 25
Españoles, no Españoles debian ser, porque solamente
hablablan de un rey de paz superior á todos los reyes,
y al cual se le debian respeto y sumision.
Todo eso nuevo era, en efecto, para los estados de la
arrogante Araucania, pues en la época á que aludimos no
se habla que en los establecimientos allí sentados por los
Españoles , mas sacerdotes hubiera sino en las ciudades
Valdivia, Imperial , y Osorno, y aunque zelosos concur-
rieran ministrando la santa doctrina, pues esto no pasa
de una simple suposicion , atendida la estrechez en que
, de continuo solian tener los Indios aquellas ciudades,
particularmente las dos primeras, sus predicaciones no
fueron sino en lengua castellana, que de ninguna ma
nera podia surtir gran fruto entre los Indios, cuya mayor
parte la desconocia.,
Así debió discurrir el gobernador «don Martin Oñez,
á quien respondió el P. Luis de Valdivia con los herma=
nos Hernando de Aguilera, hijo de la Imperial, y Ga-
briel de Vega, ambos muy instruidos en el idioma del
pais, ambos hombres de arresto y de una afectuosidad
muy á propósito para conquistar corazones. |
Llegaron esos dos misioneros al cuartel jeneral del
gobernador á principios de 1594, cuando iba ya muy -
adelantada la obra de Millacoya, 6 sea Santa Cruz de
Coya, y al instante se internaron en los. estados de
Arauco, sin mas armas, ni otro acompañamiento, que
una muy resuelta fe en el poder de su elocuencia, pues
á tanto podia ir su presuncion tras las maravillosas con=
quistas hechas en la parte norte del reino con muy corto
Hempo de tarea,
Grande fue el asombro de aquellas tribus considerando
el arrojo de dos hombres entre ellas ya, y predicándoles
216 HISTORIA DE CHILE.
la fe de Cristo en su propio lenguaje, reprendiéndolas
con uncion y dulzura los funestos males de sus viciadas
y vergonzosas costumbres , llamándolas á una vida santa
y arreglada sin la cual no podia haber bienes de ninguna
especie, y convidándolas, en fin, con la misericordia,
con la gracia , con la munificencia del Supremo Ser, si
llorando contritas sus pecados, si olvidando odios y re-
sentimientos contra semejantes suyos, y deponiendo el
arma destructora de una guerra de que la humanidad
misma parecia horrorizarse , en una fraternal reconcilía-
cion entraran con sus enemigos, perdonándoles como
el: Salvador del mundo habia perdonado 4 los suyos.
La gracia de ese lenguaje no penetró demasiado el
corazon de las masas, pero harto triunfo fue el traerlas
_ embelesadas con él, y aun el llevarlas de valle en valle y
de otero en otero, sin duda con la curiosidad de oir
| “.' sermonear á los misioneros , Y ver sus efectos, Estos fue-
E ron ( e poca consideracion ; algunas madres dejaron que
¿e iltera su valer, ni su significado, aunque
ACASO concediéndole algina virtud específica; ancianos
e hubo tambien y enfermos que aceptaron ese remedio es-
- piritual de mano de aquellos curanderos (1); mas lo re-
potimos, importó menos esto que la larga entretenida en
ieron las armas, hasta que abandonaron aquellos
porque al querer pasar á los de Tucapel con el
- mismo. propósito de conquista , ya les fue preciso caminar
al amparo de las bayonetas castellanas,
El gobernador atendió entretanto al completo e.
de su ciudad, y al apresto de lo que menester era para la
+(1) Con ese nombre los comenzaron á llamar los Indios, nombre que hubiera
ctidd mejor en los jos 4d de San Juan de Dios,
o
CAPÍTULO XIX, 217
defensa de los dos fuertes de Chibicura y de Jesus, en
cada uno de los cuales quedó un presidio de cincuenta
lanzas á las órdenes de Juan de Ribadeneira (1); y como
con señales de guerra asomaran ya parte de esas mismas
parcialidades que le prometieron obediencia, alzó su
campo resuelto á combatirlas, y á correr las colonias me-
ridionales para asentar en ellas las reformas que la ad-
ministración pudiera necesitar.
Camino de Puren siguieron los Españoles para ahuyen-
tar de los pantanos de Lumaco al toquí, y á sus otros
jenerales que no estaban en ánimo de resistir, ni de em-
peñar tampoco aventuradas funciones, sino solamente
de llamar la atencion de su enemigo, para que á la re-
taguardia obraran otros cuerpos de los cuales ninguna
noticia se tenia,
Con seiscientos hombres bien resueltos pareció el ca-
pitan Lancotehua al pie del fuerte de Jesus, á poco de
haberse alejado de aquel lugar don Martin Oñez de
Loyola, y sin que el comandante Ribadeneira lo advit-
tiera, sino despertando á media noche entre las llamas
del horroroso incendio que el diestro cabo araucano le
pegó por todos cuatro costados. Alentados corrieron los
Castellanos á la defensa del fuerte, procurando impedir
que los Indios le entraran , mas fue tiempo perdido por-
que el fuego ganó con violencia todo el recinto , las pare-
des vinieron á tierra, y hubo menester de luchar cuerpo
á cuerpo en medio de ruinas, hasta que para dicha de la
guarnicion, muerto de una estocada quedó Lancotehua
á los pies de Ribadeneira (2), y sus soldados se retiraron
despavoridos, como solian hacerlo en casos tales,
(3) Ovalle no señala sino yein
(2) Ovalle dice que quien o á ese capitan fue el Español Guajardo; cosa
e”
218 HISTORIA DE CHILF.
El gobernador no halló quien el paso le interceptara,
mas no por ello dejó de probar que como muchos de sus
predecesores, en las cosas del enemigo descargaba una
inclemente saña, cuando no podia saciarla en la cabezá
del enemigo mismo; pues corrió las parcialidades atra=
vesando para la Imperial con una ferocía y un conato
devastador, indigno verdaderamente de toda alma
grande y jenerosa.
El propio sistema de reformas con que le vimos obrar
desde Santiago hasta Concepcion , ese mismo cumplió en
las colonias de arriba, y empeñólas 4 las labores de las
minas con codiciosa severidad , porque si por una parte
sintiera de cuanto provecho habian de serle sus rendi-
mientos para atender á las necesidades de la guerra, y
creacion de los nuevos pueblos que de ella, ó sea de sus
. resultas, pudieran surjir, tambien por otra se dejaba ya
arrastrar de su natural sobradamente déspota, prelu-
diando á dominar aquel reino como mas á su soberana
voluntad cumpliese. Dejemos que los hechos vengan en
apoyo de ese nuestro decir, :
En la ciudad Imperial se hallaba entonces el licen=
ciado Pedro de Vizcarra, y algo hizo para contener la
aventurada arbitrariedad á que parecia inclinar don Mar=
tin Oñez de Loyola, pero no lo bastante , porque se re-
Quiere un temple de alma muy exquisito para espetar la
verdad desnuda en quien ejerce el poder supremo, que
si 4 mal llega á tomarla, con una sola palabra destronca
para siempre el porvenir del súbdito atrevido.... Con
todo, sentido del juez de apelaciones salió de la Impe=
rial el gobernador dirijiéndose 4 la Concepcion, en cuyo -
es esta contra la cual no podemos, ni queremos, argúir : escribimos Ribade-
ra , porque ese nombre nos dan nuestros manuscritos,
CAPÍTULO XIX. - 919
punto le nota el cabildo de la capital, con fecha de 2 de
mayo de 15914 (1). |
Entonces fue cuando el toquí Paillamacu y sus dem
jenerales salieron descaradamente rompiendo hostilida=
des por diferentes puntos, primero para mantener sus
huestes á expensas de los establecimientos españoles, y
segundo para amaestrearlas poco á poco en lances de
guerra, que no podian ser muy peligrosos, una vez que
la columna de operaciones, la mas temible para ellos,
con el gobernador se habia recojido á Concepcion.
Por otra parte la ocasion no podia ser mas oportuna.
El Inglés Ricardo Hawkins (2) acababa de asomar
corriendo la costa de Chile y saqueando sus puertos,
despues de haber penetrado el estrecho de Magallanes
con dos bajeles, y don Martin Oñez se vió en la mayor
estrechez sin saber donde andaba el mayor daño, si en
los extranjeros que le asaltaban, ó en los naturales que
con furia tanta salian á la guerra, quedando por lo
mismo sin alender á los unos, ni á los otros; hasta que
por último salió con medidas de inmediata violencia jus-
tamente cuando el pirata habia satisfecho ya su cod.cia,
Dice el cabildo de Santiago que el gobernador pasó
desde Concepcion al fuerte de la Cruz (3) , y que allí ex-
tendió bando, con fecha 15 de junio, amenazando con
pérdida de bienes, y pena de la vida, á quienquiera que
llegara á sacar Indio de paz, ni de guerra, del suelo de su
(1) Todos esos hechos anteriores, y otros de los que en este capítulo se
han de notar, al año de 1595 los llevan los demas historiadores, Los apuntes
los diguos de fe, á ellos nos alenemos siempre, :
(2) Véase lo que se dice en el capítulo XVL E :
(3) ¿No seria el pueblo de Santa Cruz ?..... Por fuerte de la Cruz no vemos
hasta ahora ninguno con ese nombre, nadie nos ha dicho que tal fuerte exis>
tiera, ni quien le leyantó, ni en donde; y con todo el fuerte de la Cruz se
nota en los asientos cabildantes.
220 HISTORIA DE CHILE.
naturaleza , ya fuera por tierra, ya por mar ; y precisa-
mente debió ser semejante medida á fin de evitar los pro=
gresos que pudiera hacer el pirata Ricardo , si desgra-
ciadamente se le unian los hijos del pais ; pero á poco
quese reflexione , por tierra cae ese supuesto, y para ello
no hay sino comparar fechas con un hecho harto curioso.
El pirata inglés Hawkins habia hallado en una de las
naves que apresó á los Españoles, un crucifijo de un tamaño
natural, y se decia que le hizo mil pedazos con demostra-
ciones de escarnio, arrojando poco á poco á la mar todos
los trozos de la imájen. El virey don G. H. de Mendoza,
sabedor de un tal atentado, se aparejó para vengarle
con la solemne ceremonia de encomendar la empresa al
santo Cristo de la ciudad de Burgos (Castilla la Vieja), con
no meros fama de milagroso en estos nuestros dias entre
los Castellanos, que la que en-aquella época gozaba (1).
Con noticia de la prision de aquel pirata por el alen-
tado don Alonso de Sotomayor, con noticia igualmente
del voto hecho por el virey en favor del santo Cristo de
Burgos, la ciudad de Santiago salió en procesion de
desagravios al Cristo que el Inglés arrojó al agua, con
advocacion al de Burgos, y dicen los concejales en su
libro : « Que con fecha 8 de julio de 1594, presentó ante
» ellos una peticion el comendador de Nuestra Señora de
» Mercedes, pidiendo se le haga merced que pueda salir
» tres pies á la calle para una capilla que quieren hacer
» de la advocacion del santo Cristo de Burgos. »
- No hallamos, pues, en que fundar esa. severa medida
del gobernador de Chile,
- (1) Desde entonces se conserva en la iglesia de San Agustin de Lima un
crucióijo del mismo tamaño y dimensiones que el existente en Burgos, y to-
cado á este, que estuvo tambien en poder de los
', qu agustinos ; dia se halla
en una capilla de la catedral. dios
a+
e.
IS
fin
CAPÍTULO XIX. 221
“Y todavia salta mas la intencion del gobernador en
querer asentar en el pais una irresistible dictadura , sin
causas que la autorizen, pues que vemos que sin atender
á remediar los males con que el toquí araucano agobia
los pueblos españoles sitos en el pais rebelde, sin existir
ya el pirata inglés, ni señas tampoco de desacatos de
ninguna especie á la autoridad suprema, don Martin
vuelve desde el llamado fuerte de la Cruz á Concepcion,
y con fecha 10 de julio comunica órdenes al sarjento
mayor Miguel de Olavarría, para que sin réplica, mira-
mientos, ni consideraciones, cumpla en Santiago una
gran leva de hombres, de armas y de caballos para la
campaña del verano siguiente.....
Cual fuera el contexto de esas órdenes, cuales las fa-
cultades que al sarjento mayor se le dieran , eso es lo que
confesamos, y con no poco sentimiento, no poder seña-
lar; solo sí consta que de dolor, de indignacion y de lá-
grimas llenaron la capital del reino de Chile, la ciudad
que desprendida, extremadamente jenerosa , se adelantó
siempre á socorrer las necesidades del estado, quitándose
sus moradores de la boca el pan que para sus familias
necesitaran , por que es po no careceria de sus-
tento (1). sd
(1) « Que atento á los grandes daños que esta bed recibe con los a
» bimientos que se hacen á ar pegsonas muy pobres para des
» guerra; asi por ser casados y ca e hijos, y estar ocupados en sus gran-
» jerias con que se. sustenta tan; ps algunos oficiales que sustentan la república
» que sin ellos perecería. Y las del as que se han echado : se echan en esta
» ciudad y su jurisdiccion, sin em pero E ES las reales provisiones que estan des-
» pachadas porla real audiencia de los Reyes, que mandan los 04
» Por todo. lo cual esta ciudad, vecinos, y moradores, y estantes, y ec
» tantes de ella y su jurisdiccion Gta n muy aflijidos , y claman sobre ello
» las plazas........ y los predicadores en los púlpitos.... .- 11efi
» las calles, cargadas con sus hijos, lloran y piden á pia, por
..* ello, por los daños que reciben. Y para remedio de todo esto tods hacer
Mi
222 HISTORIA DE CHILE,
Como quiera, en Concepcion permaneció el goberna-
dor, esperando el fruto que sus órdenes rindieran en la
capital, y atendiendo entretanto á la administracion civil
con cuantas reformas le pareció conducentes á su sistema
de gobierno, y luego salió con el pensamiento de que
muy conveniente seria un fuerte en el puerto de Valpa-
raiso, cuya ejecucion encomendó tambien al concejo de
Santiago, sin decirle de qué recursos podria echar mano,
Ese concejo se enteró de la dicha órden en el celebrado
el 17 de setiembre , de que se habla en la precedente
nota.
Infiérase, pues, cual seria entonces el estado de Chile
con la guerra empeñada, sus puertos robados; el gober-
nador en la inaccion; las leyes fundamentales atrope-
lladas por el jefe supremo, y la fuerza militar arrancando
violentamente hombres, caballos, recursos, y los po.
brazos que los producian con su diario sudor (1).
» probanzas y e de los dichos daños y clamores, y que sea eS
» mado de eilo e Satjemo EN e e a como y porqué está en nom-
» . e iendo el dicho a y
» demas referido, y no remediándolo se ocurra á S, S, el señor gobernador,
» con io rat 'Fecandos a pete remedio de des -QIEDOS cnt, 1 y para que de-
cad y para hacer los dichos recaudos y pape pales Epi Informe á su peñórtós lo
» asEdO: * don Aci de ns ao y ficl ejecutor de esta ciudad, al
S ; ue presente está, lvace 1Ó,
po firmaron, » a $
(Cabildo "e Santiago, 17 de land det
¿Enseñó nunca esa ilustre cop ia
teneri
supremo ? ¿Serian esas de-
mas del pueblo, contra ellas se fiirá
tedra del | Espírito Santo?... ds levanta la voz en
Sd Moto de la “niga audiencia de Lima debió llevar el cabildo de
asias de n Martin Oñez, pues que con fecha 26 de abril de
cut A provision Jobitiendo á los gobernadores que en el reino de
E o el sacar vecinos de las capitales para la guerra por
as,
1501. ) en
to de queja tan last,
CAPITULO XX.
Hostiliza el gobernador á los Indios Catirayes. — Avanza á Puren, — Fortifica el
lago Lumaco. — Relijiosos agustinos en Chile. — Orijen peregrino de su
convento. — Asedio de Lumaco y de Puren. — Pedro Cortés á la defensa de
los sitiados. — El gobernador derriba esos dos fuertes. — Alcabala,
(1595=1596.)
Ardiendo en ira habia puesto al gobernador el comun
entender de los Araucanos para salir á quebrantar las
cadenas con que atarlos querian los conquistadores,
como si no estuviera en el órden legal de la naturaleza
el resistir 4 quien daña, y defender lo que se trae de he-
rencia para sustento y conservacion propria.
+ Así, resolvió conducir la guerra sin templanza desde
que en su poder tuviera los elementos que se prometió de
un rigor tan injusto cuanto fue implacable, porque ni
quiso oir las quejas con que el ayuntamiento de la capi-
tal le buscó por medio de su rejidor Zúñiga, ni pensó
tampoco en salir á enjugar las lágrimas de tantas desam-
paradas familias, euando menos con palabras de consuelo
y de unaa encion hidalga, que no fuera esto parecer dé-
bil, aun cuando la imperiosa ley de la salud pública le
obligara 4 usar de aquel inexorable teson.
Y no obstante arrastrar con niños, por decirlo asf,
con casados, con viudos, con hombres que las circuns-
tancias, la edad y la ley tenian exentos del militar ser-
vicio, escasísimo fue el número de brazos que entró en
sus banderas, si descontamos el de los auxiliares que en
esta ocasion se puso en dos mil, como que se llamaron á
22h HISTORIA DE CHILE.
la guerra las varias parcialidades declaradas libres de
todo jénero de tributos, en pago de quedar sujetas á
- servir en la milicia siempre que se las emplazara, por-
que de Españoles solo cuatrocientos se hallaron reunidos,
y para eso con mas de doscientos setenta se mantenia
don Martin Oñez en la Concepcion.
El dia 2 de enero de 1595 salió de aquella ciudad con
los indicados dos mil cuatrocientos hombres entre auxi-
liares y Castellanos; pasó el Biobio en las dos barcas de
los fuertes Jesus y Chibicura; visitó su fundacion de
Millacoya, y fue á acamparse entre los Catirayes, habi-
tantes que llevaban ya cumplidas ocho sumisiones, y otros
tantos alzamientos, como que sold ofrecian paces, cuando
se hallaban sin recursos para alimentar la guerra. Así,
don Martin arrasó todos sus campos, y dejó el pais lleno
de lástimas, que al cabo no podian conducir sino 4,irritar
mas y mas la indignacion de las tribus para que en su
dia se echaran en busca de tremendas represalias.
Paillamacu y Pelantaru se habian recojido con toda su
gente en el centro de los montes, dejando libre campo al
gobernador para que á sus anchas talase todo cuanto por
delante encontrara, porque, ya se ha dicho, era el to-
quí hombre muy cauto, y antes de entrar en funciones
decisivas queria asegurarse de que sus solda: lo cumpli-
rian puntualmente el deber de tales, sin que el arresto
de sus enemigos los sobrecojiera, ni llegara á debilitar
su injénito valor.
Por los barrizales inmediatos 4 Puren cruzaban ya las
armas castellanas , cuando los batidores lograron reparar
la huella de muchas jentes que hácia un repecho se en-
caminaba, y el gobernador se puso á seguirla hasta lle-
gar á descubrir una vallejada , en cuyo centro un escua-
CAPÍTULO XX. TS
dron de Indios á las órdenes de dos mulatos desertores
de los Españoles, que parece pensaban tender una celada
á la tropa de don Martin. Cargaron los soldados del rey,
y fueron rotos al instante los Indios, quedando prisio-
neros los dos desertores, y otros tres capitanes, que como
aquellos fueron pasados por las armas (1).
Revolvió el gobernador en seguida hasta acampar
sobre las ruinas de Puren, y desde allí convidó nueva-
mente con la paz á Paillamacu, pero se habia descubierto
demasiado para hacer creer á los Indios que nada sino
su ventura deseaba, y por tanto indignado rechazó el
toquí toda propuesta de acomodamiento, diciendo que
no se habia de pensar en lo sucesivo sino en el extermi-
nio total de uno de los dos pueblos , la Araucania para
los Españoles sin uno siquiera de todos sus hijos, ó la
Araucania para sus hijos, sin nombre ni reliquia de
Español.
Por una insignificante bravata tuvo el caudillo castellano
la respuesta , y presumiendo abatir el orgullo del toquí y
de sus huestes con nuevas provocaciones, levantó el arrui-
nado fortin de Puren ; 4 las márgenes del lago Lumaco alzó
otro con lo cual pensó privarlos de aquella su ordinaria
guarida ; envió á la guarnicion de Guadaba un trozo de
auxiliares para refuerzo de su guarnicion ; volvióse hos-
tilizando para los estados de Tucapel y de Arauco, cuya
plaza trajo de nuevo al cerro de Colocolo , erijiéndola en
ciudad dedicada á San Ildefonso, y fortificando la cuesta
para que, con esta defensa, y la del castillo que la domi-
(1) Al gobernador atribuyen los historiadores esa derrota de los Indios, pero
si gloria se desprende de ella ¿ porqué robársela injustamente al capitan Pedro
Gutierrez de Mier? Este fue con su companía quien atacó y venció á los Indios
este quien prendió á los mulatos, como así resulta de cer:ificacion del mismo
gobernador al interesado, y á Francisco de Buesa, sarjento de su .
11. HistorIa.
226 HISTORIA DE CHILE.
naba, se mantuviese al abrigo de los ataques del pueblo
araucano. Ese fue el resultado de aquella campaña, re-
gresando el gobernador á Concepcion, donde puso á,
toda su jente en cuarteles de invierno (1).
Otras fueron las ocupaciones de las autoridades de
Santiago en tanto que el gobernador hostilizaba el pais
de los Araucanos.
El rey habia ordenado al virey del Perú, y de paso al
R. P. provincial de ermitaños de San Agustin de la
provincia de Lima , que con toda dilijencia se mandasen
á Chile algunos PP, de la órden (2), para que en este
reino se estendiera la fe católica, Por consecuencia, en
13 de enero de 1595 pasaron al puerto del Callao , con
direccion á Chile, los PP, Fr. Francisco de Hervas,
lector ; el predicador Fr. Francisco Diaz, y Fr. Cristoval
de Vera en calidad de yice-proyincial, á quien siguieron,
con fecha 16 del siguiente febrero , Fr. Agustin Carrillo,
Er, Juan Vascones, Fr, Pedro Picon , y el lego Fr. Gas-
par de Pernia, que todos ellos tomaron puerto en el de
Er pelos le lleva 4 la provincia de Cuyo, y por consiguiente adelanta dos
le ná A Angol y es porque tambien
pe Ma os seur ya lo veremos,
(3) En dí
ti les cédulas con
LLeu Ue
que Felipe 11 premiaba á sus hos y demas autoridades para que se en-
viasen Solas ei á la
habia de ellos, pero ¿como no pde que de sa oR Necesidld defi las pra
bargo no hemos visto que el rey saliera diciendo ni á su Fe-
presentante en el Perú, niá los que en otros puntos de la América tenia :
Vayan hombres, rejas armas y demas útiles > guerra ee perdes se carezca
dde esos elementos para domar la resistencia d ó que
Meguen á descubrirse. Sí que tr. abajaron con admirable constancia los predica-
dores del evangelio; sí que hicieson muchos prosélitos en las tribus, y que
gran parte hay que atribuirles en el afianzamiento de varias de las conquistas
hechas en el suelo americano; pero mas ce hubieran sido aquellas COn-
quistas si Felipe II se mostrase tan solícito por la gloría del pendon de sus
ea como se mostró por el acrecentamiento de las comunidades reli-
CAPÍTULO XX. 227
Valparaiso, de donde pasaron á Santiago, siendo reci-
bidos en esta ciudad con gran pompa, y no poco con-
tentamiento, hácia últimos del mes de abril,
El cabildo salió ofreciendo á esos relijiosos, dos ó tres
dias despues de su arribo á la capital, un solar en la
calle dicha la Cañada, y al instante comenzaron los ci-
mientos de su primer convento, con una harto reducida
capilla, en la cual celebraron los divinos misterios du-
rante algun tiempo; pero como se reconociera la estre-
chez del local, para tantas jentes como concurrian á los
oficios; como tambien cojiera bastante aparte de un cre-
cido vecindario que, á pesar de su devocion, sentia la
incomodidad de haber de asistir á un paraje tan distante
de sus moradas ; á remediar este inconveniente se puso
en breve el P, vice-provincial, obteniendo del capitan
Francisco de Riberos, y de su esposa doña Catalina, la
donacion graciosa de la parte de casa y sitio á ellos per-
teneciente, á inmediaciones de la plaza mayor, sitio y
_Casa destinada por Dios mismo para vivienda de los hijos
San Agustin, «ue por este motivo la cedieron sus
dueños (1).
Esos primeros hijos de San Agustin no quedaron ocio-
sos en la capital, antes marcharon á poner casa en otros
(1) Apoyamos en la historia que todos los historiadores relatan, y que mi-
ramos en parte como fabulosa : hela aquí.
Muchos años antes de que los Chilenos, ó sea Españoles avecindados en San-
tiago de Chile, pensaran en relijiosos de la órden de San Agustin, se dejaba
ba en una de las salas de la casa de Riberos un como Nazareno con su túnica
de mangas muy anchas , y muy largas, en todo parecidas á las de los hábitos
dejos PP. agustinos; y el dia en que llegó á Santiago a noticia de que el rey
les les: eusiala relijiosos de la dicha órden, se presentó en el corral de aquella
alma, pero con la particularidad de que
sobre el alar del tejado de aquel edificio, y mientras permaneció visible la per-
sona del santo, una gran bandada de cuervos, pájaros que no existen en aquella
298 HISTORIA DE CHILE,
diferentes puntos ; el P. Fr. Agustin Carrillo pasó á fun-
dar convento en Concepcion ; Herbas (otros dicen Picon)
á la Imperial; y Diaz 4 Valdivia, de suerte que á. bene-
ficio de muchas limosnas, á beneficio tambien de unos
dos mil pesos que debieron esos relijiosos á la jenerosidad
de don Pedro Leisperberg , pudieron solicitar y obtener
que su vice-provincia se trasformase en provincia indepen-
diente de la del Perú, con la venia del jeneral de la órden
el P. Alejandro Senense (1).
Todavia hubo otro suceso para la iglesia , 4 muy poco
tiempo despues, pero por desgracia para Santiago fue
de muy poca duracion.
Con la noticia del fallecimiento del ilustrísimo y vir-
tuoso Medellin, el rey presentó, para que ocupara la
silla episcopal de Santiago, al R. P. Fr. Marcos Robledo,
comisario de los primeros relijiosos franciscos que en
Chile penetraron; mas como este varon pasara á mejor
vida aun sin noticia de semejante presentacion, la mitra
vino á recaer en Fr. Pedro de Azagua, de la propia ór-
den , y que residia en la provincia de Santa Fe del nuevo
reino de Granada; pocos dias le conservó la iglesia,
pues vino á dejarla huérfana, pagando su natural tributo
sin haber tenido el necesario tiempo para consagrarse.
comarca, se mantuvo perenne en el tejado...... Desapareció el santo, desapare-
cieron los cuervos, y el P, Vera, vice-provincial de la órden, comprendió que
a pes sá A cuya posesion le fue dada en 13 de mayo de 1595,
ra que trasform:; la en conv j E
ci q ento pudiese salir del reducido y pobre alber-
(1) Esa es la verdad, por mas que los escritores la hayan querido desfigurar
acusando á los agustinos de Chile de inobedientes, y de revoltosos; quien
quiera ver que hubo conformidad entre la provincia de Chile y la del Perú
para esa indicada segregacion de poderes, lea la patente expedida en Nápoles
en 1599 por el mismo jeneral, y la cláusula que comienza con estas palabras,
Frater Alexander Senensis, ordinis heremitarum Sancti _Augustini, etc.
CAPÍTULO. XX. 229
Pero volviendo nuestra atencion á las armas, recor-
ramos los sucesos á ellas relativos. de 7
Hemos dejado al gobernador con su jente en la
ciudad Concepcion, despues de haber alzado los fuertes
de Lumaco y Puren, para enfrenar el belicoso ardor
de aquel pueblo indómito. Pues esos fuertes tiene ase-
diados ya Paillamacu, cuando apenas si don Martin
habia comenzado á descansar en sus cuarteles de in-
vierno , porque el toquí, con Pelantaru y Millacalquin,
concurrió dilijente 4 destruir la irritante enseña que los
Castellanos acababan de enarbolar en medio de la tierra
rebelde. ;
Fosos, trincheras, estacadas , hasta chozas levantó el
jeneral araucano ante aquellos fuertes , estas para abrigo
de sus tropas contra los rigores de un muy recio invierno,
y aquellas para cortar la accion de la caballería , Caso de
que contra sus esperanzas amaneciese un dia cojido de
fuerzas españolas que á la defensa de ambas guarnicio-
nes pudieran acudir. Dos meses, y mas, de asedio habian
trascurrido antes que á noticias de don Martin llegara, el
riesgo en que estaban los soldados de Puren y de Lu-
maco, porque el toquí buen cuidado tuvo de cerrar las
comunicaciones de la frontera con varios Cuerpos saca-
dos del grueso de cinco mil (1) hombres que trajo al
sitio.
-Exasperado el gobernador en sabiendo un aconteci-
miento de tanto importe, y sin reparar en la estacion,
sin hacer cuenta de que ella por sí sola pudiera consu-
(1) En la mitad le deja Figueroa , acaso porque no contó sino con los que
quedaron manteniendo el asedio, pues efecti ' fue poco mas Ó menos
su número; mas algo ha de valer tambien el de los cuerpos volantes conque:
interceptó las comunicaciones,
no
MMLuUU>
230 HISTORIA DE CHILE.
mir las fuerzas que á sus órdenes tenia entonces, si ex-
puestas á su inclemencia las sacara, á Puren quiso di-
rijirse inmediatamente, y con su intento saliera, á no
oponérsele los primeros, y mas acreditados capitanes,
exponiendo que tal resolucion era de inevitable muerte
para toda la tropa , y esto sin esperanza ninguna de que
llegase á favorecer á los sitiados. Con todo, preciso fue
ceder á parte de la exijencia. « Dejar de favorecer á esas
dos guarniciones que el enemigo tiene en tanta estrechez,
eso no lo toleraré yo nunca , dijo el gobernador ; forzoso
es cerrar los ojos, atropellar riesgos, y ver como sacar.
con honra el pendon nacional. » Y en un consejo de
guerra se resolvió que ciento treinta Españoles con seis-
cientos auxiliares se pusiesen en camino para socorro de
los cerrados en los fuertes de Lumaco y Puren,
_El cabo á cuyas órdenes se puso esa jente no podia ser
otro que el alentado Pedro Cortés, porque para él se re-
servaron siempre las empresas mas difíciles, mientras
que las ricas prebendas de la milicia no solian caer á
veces, sino en los menos meritorios; y Cortés marchó
lleno de contento, pues por cosas de muy poca monta
tenia él las lluvias, las riadas, los atolladeros , los frios y
otros mil estorbos con que vino aquel invierno ponién-
dolo todo intransitable, como si de concierto obrara con
el toquí Paillamacu. Cuantas penalidades y disgustos hu-
biera de vencer en aquella peligrosa jornada de suponer
son sin mas que reparar que catorce dias puso desde
Concepcion hasta Puren, y eso marchando casi dia y
noche, porque menos mal veia él para sí, y para su
jente, en la fatiga, que no en un descanso donde no
ba sn encontrar sino frios yhumedades en que perder
a salud, :
CAPÍTULO XX. 231
Cuando se le dijo al toquí que Pedro Cortés se acer-
caba á la defensa de las guarniciones sitiadas (1), harto
sintió el suceso, pues seguramente contaba con la ren-
dicion de ambos fuertes que carecian ya de toda suerte
de abastecimientos, y aunque el número de soldados que
aquel acreditado caudillo llevaba no fuera de respetar,
en la persona de su jefe veia el toquí lo mucho que
ellos sabrian hacer empeñados en funcion , y por consi-
guiente se retiró 4 los montes sin aguardar á que se le
hostigara,
Cortés entró en los fuertes, y desde ellos avisó al go-
bernador la suerte de haberlos salvado del poder arau-
cano, pidiéndole de paso instrucciones. El mismo don
Martin en persona se las llevó, yendo con cuanta gente
le habia quedado, para echarse de nuevo en persecución
del toquí , porque habia formado empeño en castigarle ;
pero el toquí tenia tambien su plan de campaña, su em-
peño de sacar el pais libre del yugo extranjero, y sabia
cuando convenia la retirada , cuando el ataque ; pues
aparte Caupolican y Lautaro, ningun otro soldado pro-
dujo la Araucania, ni mas sagaz, ni mas cauto, ni mas
celoso de la independencia de su patria. A depender de
sí propio el refrescar la vida quitando 4 su ancianía unos
veinte años, posible que con su sistema de guerra no
solamente de la Araucania expulsara á los Españoles,
sino de todo el suelo chileno, como presumió hacerlo el
atrevido criado del gobernador Pedro de Valdivia.
Don Martin debió reformar muy mucho la opinion con
(1) Molina asienta que el toquí tomó 4 Lumaco; que Puren solo estuvo
si dias, y eso por los vice-toquís Pelantaru y Millacalquin ; ¿ porque
no vendria á ayudarlos con su jente Paillamacu? ¿tan satisfecho le dejaron |
laureles de Lumaco ?
?
232 HISTORIA DE CHILE.
que vino al gobierno de Chile, relativamente á los natu-
rales del pais belijerante; no que desconfiara de ven-
cerlos con las armas, esto de ninguna manera, sino que
comenzó á creer que infructuosas serian siempre con
ellos las negociaciones de paz, y que rigor, y no con-
templaciones , era el remedio saludable contra aquellas
soberbias y osadas masas; pero con todo, no hubo de
tener por suficientes las fuerzas que hasta Puren le fue-
ron acompañando, ni las que allí tenia Pedro Cortés,
para romper hostilizando aquellos estados ; puede ser
que presumiera nuevos peligros para los presidios de
Puren y de Lumaco; lo cierto es que por esta ó aquella
causa él desalojó los tales fuertes, los demolió , lo cual
casi le acusa de sobrada lijereza en el pensamiento
que á la resolucion de fundarlos le llevara, y entró ta-
lando el pais en busca de Paillamacu sin lograr verle,
sin dar con uno de sus soldados : de modo que harto de
inútiles y molestas correrías, á los Infantes de Angol (1)
fue á sentar sus reales, para entender en negocios de
administracion civil y política, ya que ninguno parccia
en que se hubieran de ocupar las armas,
Las leyes relativas á las minas y su beneficio se re-
sentian de la severidad con que don Martin Oñez de
Loyola habia dictado las demas correspondientes á la
administracion , y por tanto comenzaban 4 producir
frutos de lisonjera esperanza ; solo que como eran tan
grandes los fondos que las armas consumian , todavia
no sacaban el pais de su notoria y casi jenpral po-
breza; diremos mas, ni siquiera se pudo contar con
aquel ramo para Aliviarla en algo, á no ser que contemos
el insignificante ahorro de tal 6 cual donativo para
(1) Véase la nota 1 de la pájina 226.
CAPÍTULO XX. 233
sustento y equipo de las tropas, en los casos de grandes
apuros.
- Hubo quintos, hubo sesmos, hubo otras cien adealas
forzosas, impuestas sobre los rendimientos de las minas,
por ciertos gobernadores de Chile , pero todos ellos su-
pieron respetar los demas productos de la agricultura y
de la industria, porque harto gravámen tenian sobre sí
con el azote de la guerra por una parte, con las exijen-
cias de la autoridad por otra, mas que saliera palián-
dolas colocándose entre el civismo y la libre voluntad de
cada uno de los ciudadanos. El gobernador Loyola en-
tendió de otra manera muy distinta la cuestion. Ya le
vimos apelando por medio de Olavarria en la ciudad de
Santiago, no al acendrado patriotismo de su cabildo, no
á la noble jenerosidad de sus administrados, sino á la
mas desatada violencia, á penas las mas severas, para
que se le rindieran hombres y caudales ; y ahora desde
los Infantes, creyendo sin duda que las minas, que el
comercio y tráfico de las colonias, que el sudor de los
labradores, y el de los jornaleros, todo en oro se ha con-
vertido, acuerda imponer la real alcabala con cargo de
un dos por ciento, que si moderado á primera vista,
exorbitante y sobradamente desacertado fue, pues
removió en todo el pais un grito de indignacion, y de
dolor.
No escasearon las reclamaciones, y á mas, acaso, hu-
bieran pasado algunas ciudades á no reparar que de las
discordias no podia menos de surjir un gran provecho
para los enemigos, y prudentes mantuvieron el respeto
que al jefe supremo habian jurado, aunque partes hubo
donde entre autoridades y concejos se notó un fatal des-
vío, yendo el de Santiago hasta elovar al Perú una muy
23h HISTORIA DE CHILE,
sentida queja de las vejaciones que se le hacia experi-
mentar al reino; exponiendo ademas la escasez de me-
dios en que se encontraba, y la urjencia con que se de-
bia atender á socorrerle, asegurando que si así no se
cumplia sin demora., por perdido se podia contar el
fruto de medio siglo de se. soler y de sacrificios de sumo
importe.
CAPITULO XXI.
Planes del gobernador. — Pasa á la Imperial. — Emprende la visita de otras
colonias, y le siguen los jesuitas misioneros. — Regresa el gobernador á la
Imperial. — Su muerte y la de cuántos Españoles le acompañaban.
(1596—1598, )
Armados se paseaban en los montes de Purén Pailla-
macu y sus jenerales, pero las tribus de las parcialidades
mas meridionales tranquilas se mantenian en sus hogares
sin dar muestra de que intento de rebelarse abrigaran ;
lo cual fue de buen agúero para el gobernador, pues llegó
á presumir que de buenas , ó de malas, razon habia de
hacer entender al toquí, y como este no quisiera dar
frente 4 los Españoles, entró don Martin en el jigan-
tesco proyecto de utilizar sus soldados en el reconoci-
miento de todo aquel continente espaciado hasta la
Tierra de Fuego y mar del Norte, puesto que en buen
estado parecia la parte de conquista que llegaba al
canal de Chiloe: levantó, pues, el correspondiente plan,
y le despachó 4 la corte de España dándole por cosa,
hecha.
Como de antemano conviniera visitar y examinar cui-
dadosamente todos los establecimientos meridionales ;
tantear con tino y cautela el espíritu de las parcialidades
pacíficas; ver de traer los Purenes á paz, y si tenaces
la despreciaran, descargar sobre ellos todo el rigor de la
guerra hasta inutilizarlos, para que no pudieran levan=
tarla , por lo menos en algunos meses ; con cuatrocientos
236 HISTORIA DE CHILE,
Españoles y mas de mil setecientos auxiliares se apartó
en principios de diciembre de 1596 de los Infantes de
Angol, y vino á plantar sus reales en Quinel.
La fortuna concurrió esta vez para favorecer los pla-
nes del gobernador procurándole medics con que entrar á
ejecutarlos.
El vireinato del Perú estaba en manos de don Luis de
Velasco desde el 24 de julio de 1596, y con conocimiento
este jefe de los tantos males, y estrecheces tantas, que el
cabildo de Santiago relatara en su justa queja, inmediata-
mente armó y equipó unos setecientos Españoles, y 4 las
órdenes del caudillo don Gabriel de Castilla los puso para
que los pasara á Chile sin demora, como en efecto ocur-
rió , desembarcando en Valparaiso , y trasladándose en
seguida á Santiago.
Pocos dias descansó esta. tropa en la capital , porque
toda ella se puso en marcha para el cuartel jeneral del
gobernador, que no cabia de gozo en cuanto tuvo noti-
cia de un auxilio de tanto valor, y no menor oportuni-
dad, yendo hasta creerse ya señor de toda la Araucania á
y descubridor de tierras que ningun otro hasta entonces
habia rejistrado.
Algo era de hacer, en efecto, con un cuerpo de mas de
mil y cien Españoles, que á ese número iba con los recien
llegados , y ademas el de auxiliares, cuyo valor nunca
supo desmerecer del que alimentan los hijos de aquel
pais. e
Así, en cuanto don Gabriel de Castilla se presentó
con aquel precioso socorro en el real de Quinel, la mi-
tad de sus fuerzas fueron despachadas para la provincia
de Cuyo, con órden de atravesar la cordillera camino de
Aconcagua, hasta la ciudad de Mendoza, donde proveyén-
CAPÍTULO XXI. 237
dose de lo que menester hubiera , seguiria marchando
hácia el oriente, para fundar en la calzada que guia á
Buenos Aires un establecimiento ; como en efecto se ve-
rificó sobre el sitio que llaman de los Venados, dándole el
nombre de San Luis de Loyola, en memoria de la casa
del mismo gobernador (1).
Este salió con el resto del ejército en busca de Pailla-
macu (12 de enero de 1597) contra la parcialidad de
Puren , resuelto 4 rendirla, Ó, caso de resistencia, arra-
sarla, y pasó el Biobio por el fuerte de Jesus, entrando
luego por Catiray con un furor que nada quiso respetar,
y eso que no llegó á dar con enemigos armados; mas
cuando llegó 4 Puren ya le presentó Pelantaru una muy
bien sostenida funcion, donde ambos bandos se causaron
graves pérdidas, sin que ninguno pudiese cantar victoria,
porque el vice-toquí se entró voluntariamente en los bos-
ques de Nahuelbuta , y el gobernador no parece que in-
tentó penetrarlos. :
Siguió algunos dias corriendo aquel pais rebelde, pero
sin fruto, porque ni el toquí, ni sus segundos, volvieron
á dar la cara , antes se comenzó á extender la voz, y Su
designio tuvo, de que esos jefes habian licenciado sus
tropas por falta de bastimentos para mantenerlas en
pie.
Esas voces que tan perfectamente decian con el es-
tado de la tierra y el completo desaparecimiento del
enemigo, las tuvo don Martin -por un muy dichoso re-
sultado de aquella campaña , como que ningun otro ha-
bia rendido ella, y por tanto determinó trasladarseá
la mperia 1 para pasar el invierno, y ver de paso si al-
hilda ea la dia nm el jefa la pobló
, - A E n 3
nn en ella
(1) Nada se sabe de esta ciudad, ni qué
ni . 3 + 3 ETS
238 HISTORIA DE CHILE,
guna reforma pediria la administracion económica de sus
dependencias, y de las de otros establecimientos, como la
guerra le dejase tiempo para ello,
Justicia es decir que el sistema de gobierno de don
Martin , duro, arbitrario, y tal vez apoyado en demasías,
porque límites tuvieron sus atribuciones como las de los
demas gobernadores, mas que él se atreviera á saltarlos,
todavia hubiera podido ser de provecho para el reino
de Chile , en la hipótesis de que los Araucanos se man-
tuvieran tranquillos, para que libre el gobernador de los
cuidados de la guerra, á la parte administrativa se diera
enteramente, poniendo todas las colonias bajo un pie de
perfecta consonancia. La prueba de esto la vemos en las
ciudades de Villarica, Valdivia y Osorno, que mante-
niéndose apartadas del ruido de las armas alcanzaron
un auje maravilloso .en los tres ramos mas importantes
de comercio, agricultura y mineraje ; sus poblaciones
siguieron , por lo mismo, un muy singular acrecenta-
miento, y raro era el vecino de aquellas dichosas colo-
nias que no se viera en esta época con un pasar decente,
por lo menos, pero habia gran número de ellos muy
acaudalados, :
Entre la Imperial, Villarica, lago de Lumaco y Pu-
ren , anduvo vagando el gobernador todo el año de
1597 ; los dos primeros puntos sirviéndole de descanso
de las correrías harto frecuentes que cumplia en Jos.dos
últimos, siempre ansioso de tropezar con Paillamacu,
ó con alguno de sus jenerales; pero vanos fueron sus
esfuerzos, y vano su infatigable zelo por acabar lo que
era inacabable , la dominacion de la Araucania.
Estaba dispuesto que el toquí no habia de medir sus
fuerzas con el caudillo español, en tanto que este siguiera
CAPÍTULO XXI. 239
acompañado de la imponente columna que le seguia,
compuesta de Castellanos y de auxiliares; y decimos que
estaba dispuesto, porque el entendido toquí entre esos
mismos auxiliares tuvo constantemente varios servidores
fieles que sabian comunicar los movimientos del gober-
nador, y cuanto en sus filas ocurria, con gritos de en-
tendida significacion para los que manejan la clave,
como sucede econ los signos del telégrafo, al paso que
insignificantes parecian á los que no estaban en el se-
creto,
Como ningun enemigo pareciera en las tierras de que
mas recelo se podia tener; como ya iba el gobernador
disgustándose de tanto veredear, con molestia tambien
de toda su jente, porque en marchas y contramar-
chas es donde se gasta el soldado; entró en la resolu-
cion de atreguar las hostilidades que hacia á un pais
tranquilo en apariencia, y se puso á recorrer las ciu-
dades de Villarica, Imperial, Valdivia y Osorno, dete-
niéndose en cada una de ellas bastante tiempo; pues
mas fue esta una expedicion relijiosa, que no militar.
Del buen éxito con que salieran de sus misiones los
jóvenes jesuitas Aguilera y Vega, dedujo el P. Luis Val»
divia consecuencias de gran ventaja, continuando el cul-
tivo espiritual entre los Indios, y por consiguiente en
persona marchó él mismo desde Santiago á Concepcion,
y desde esta ciudad al cuartel jeneral del gobernador,
con el cual seguia, acompañado tambien de Aguilera,
y del hermano Télena (1). Todo el tiempo que la co-
(1) Gabriel de Vega regresó de órden de Valdivia Santiago, para que
leyese un curso de artes, dice la memoria donde tomamos estas noticias,
añadiendo con la mayor sencillez del mundo, que el P. Luis de Valdivia con-
sideró inútil por entonces la cooperacion de aquel súbdito suyo, porque en
veinte y dos horas aprendió él (Valdivia) los distintos idiomas de las tribus
210 HISTORIA DE CHILE,
lumna española quedaba de descanso en una de aquellas
ciudades, los misioneros lo pasaban confesando, bauti=
zando y predicando, así álos Indios, como á los Españoles,
y si algun crédito se ha de dar á los escritos de la época,
en los siete meses que el gobernador hubo de pasar re-
corriendo las indicadas poblaciones, mas de setenta mil
almas entraron en la fe cristiana,
Don Martin Oñez de Loyola vino á la Imperial con la
entrada del verano de 1598 , pero los jesuitas misio-
neros no debieron quedar con él, aun suponiendo que
á la Imperial volviesen con la columna, pues parecen de
nuevo en su colejio de Santiago, con mejor fortuna que la
que tuvo el malhadado gobernador (1).
En el curso de los sucesos que vamos á narrar muy
discordes anduvieron los historiadores, y si algunos con-
ciertan, solo ha sido porque se copiaron sucesivamente,
sin querer detenerse en el exámen de hechos de tanta
gravedad ; hechos que precisamente debieron ser el re-
sultado de una muy meditada conjuracion , y hechos, en
fin, que en sus propias circunstancias envuelven no poco
de hiperbólico , para resolverse ¿4 no dejarlos correr con
tanta lijereza, .
- Se supone que en paz estaban los estados Araucanos
cuando el gobernador volvió 4 la ciudad Imperial, y se
supone tambien que Paillamacu segun unos, y Pelantaru
indias de Chile
evanjélica,
(1) Dice el autor de la memor
se confiesa jesuita, y que por]
» Que ya los Indios fraguaban el alzamiento
» ps bed pas se retiraron hasta ver en que paraba aquel nublado,
O sitio Janes que viniese el azote que amenazaba á todo el
al Ó rebelion de toda 1
» este año de 1598... etc,, etc, » a llerra, como sucedió en
» Y POr tanto podia suplir con ventaja á Vega en la predicacion
ia de que hablamos en la precedente nota, que
jeneral, por el descontento que co-
CAPÍTULO XXI. 21
segun otros, con solos doscientos hombres sorprendieron
á don Martin Oñez de Loyola escoltado de sesenta oficiales
reformados, es decir de sesenta hombres de los mas aguer-
ridos, de los mas alentados y diestros de que podia hacer
alarde el pendon castellano.
Entre los muchos manuscritos de que vamos haciendo
uso para señalar los acontecimientos de la sonada con-
quista que en la Araucania presumieron cumplir los Es-
pañoles, uno hay donde se arguye contra esa pretendida,
paz, y se modifica la interpresa, de tal manera que al
menos, si fe absoluta no merecieren las noticias, mucho
se avienen con lo que la prudencia puede sin escrúpulo
tomar por verisímil, á falta de testimonios sobre que
fundar lo verdadero.
Entremos, pues, en la narracion del suceso, y apré-
ciele cada cual 4 su modo.
Estando (el gobernador) en la ciudad Imperial re-
cibió cartas de su esposa doña Beatriz Coya, y de su pa-
riente el R. P. Fray Ignacio de Loyola, del órden se-
ráfico, relijioso muy recomendable por sus talentos y
virtudes, que por aquellos tiempos fue electo obispo del
Paraguay. El contenido de las cartas se reducia á signi-
ficarle que convenia mucho pasase luego á la Concep-
cion, y con buena escolta, porque los Araucanos y Pu-
renes estaban alzados. El P. Loyola le prevenia que le
esperaba en Angol (1) y que mirase como venia por=
que 4ncanamon y Pelantaru hacian junta en Puren para
asaltarle en el camino, y lo mismo le avisó de oficio el
(1) Confirma otro d it decir, añadiendo que se le lla-
maba á don Martin á la tal colonia, para cortar serias desavenencias entre su
correjidor y el cabildo, pidiendo el primero la rigorosa observancia de dis-
posiciones gubernativas, que aquel cabildo, como el de Santiago y otros, resis-
tian como contrarias al bien comun.
16
TL. Historia.
212 HISTORIA DE CHILE.
capitan comandante de la ciudad de Angol , con decla-
racion que tomó á Indios fieles y amigos. Los caciques
Imperiales de Boroa y Maquegua, don Juan Inaitharo,
y don Diego Vaycopillan, cristianos viejos y buenos va-
sallos del rey, le avisaron lo mismo al jefe, pidiéndole
que suspendiese el viaje por entonces, que el capitan de
amigos don Melchor Naguelhuri (Espaldas de Tigre) era
efectivamente traidor, y tenia sus intelijencias con An-
canamon y Pelantaru, á quienes habia avisado cuando fue
de correo,
No hubo modo de disuadir al jefe de su viaje, por
lo mismo resolvió hacerle luego á la lijera y marchó para
Angol, distante de la Imperial veinte y cinco leguas, con
ánimo de llegar en el mismo dia, y dejar burlados á los
Araucanos caso que intentasen alguna noyedad. Salió
escoltado con seiscientos soldados y tropas de Indios im-
periales , pero tenaz en su idea confiada, los hizo volver
atras , pareciéndole estar seguro quedando solo en su
compañía sesenta oficiales reformados, con su familia,
su capellan y tres relijiosos de San Francisco, que fueron
el R. Fr, Juan de Tovar, provincial de esta provincia
que andaba de visita, su secretario el P. Fr. Miguel
Kovillo, y el hermano Fr. Melchor de Artiaga.
Salieron de la Imperial el año de 1598, dia 21 de no-
viembre , en que escribimos este tan lamentable y trájico
suceso, y no pudiendo vencer la jornada hasta Angol,
alojaron en un ameno valle de Curalaba ( Cuvalabquen
escriben otros). Con la noticia que el capitan correo
Naguelhuri dió á Ancanamon y Pelantaru , de estar de
partida el señor Loyola para Angol, se adelantaron con
quinientos (1) infantes para ser menos sentidos , y em-
(1) Doscientos dice Molina y la mayor parte de los historiadores. No.es crei-
CAPÍTULO XXI. 213
boscados en varias partes vieron pasar al jefe con toda
su comitiva , siguiéronle la retaguardia y alcance hasta
la noche, y apartados en corta distancia de los pabello-
nes observaron que todo estaba en profundo silencio, sin
espiar guardias, ni centinelas, y ante todas cosas rodea-
ron los caballos y bagajes , dirijiéndolos por extravíos á,
Puren.
Al romper el amanecer, divididos en cuatro colum-
nas asaltaron de improviso por los cuatro costados los
pabellones, y hallándolos dormidos los recordaron á,
mazadas y lanzadas, gritando con furor ¡lape, lape!
(¡mueran , mueran !) sin darles siquiera lugar para to-
mar las armas. y
El jefe Loyola fue el primero y el último que recordó
los avisos pasados y se defendió valerosamente con su
espada , hasta que pidiendo favor al rey, le conocieron
por la voz, y cayendo todos sobre él le quitaron la vida. De
los ciento y cincuenta hombres que eran con los relijiosos
y criados, solo escaparon con vida tres muy mal heridos :
dos Indios del servicio, y el clérigo capellan , don Bar-
tolome Perez, criollo de Valdivia, á quien llevaron cau-
tivo á Puren con todo el botin y despojos de ropas,
armas y equipajes, y el casco de la cabeza del desgra-
ciado gobernador para celebrar la victoria á su bárbara
USanza.
A ese lamentable fin vino el gobernador don Martin,
arrastrando en pos suyo la vida de tantos oficiales be-
neméritos , y todo porque, con alcanzar la autoridad
ble que con tan poca gente se aventuraran á tanto los Araucanos, que , si a
probaron siempre de alentados, nunca desconocieron tampoco lo mucho
que sus enemigos sabian ejecutar, sobre todo en los lances de extremado
riesgo,
24 HISTORIA DE CHILE.
suprema de un reino, perdió lo que de circunspecto y
precavido tuvo mientras sirvió sumiso á voluntades
ajenas. !
La historia le ha prodigado toda suerte de alabanzas,
y prendas se vieron en él dignas, en verdad , de in-
cienso, por lo que hace al hombre privado; pero hay
que atender al hombre público, y este no le vemos nos-
otros con toda la limpieza que es de desear, para que
fueramos á incurrir tambien en debilidades bajo todos
conceptos reprensibles.
Harto dicen contra la administracion del malhadado
don Martin Oñez de Loyola, el exámen que de ella pasa á
hacer un comisionado del virey del Perú don García Hur-
tado de Mendoza; lo poco satisfecho que de la tal mision
debió volver el comisionado, cuando el virey se pone
contra el contexto de sus sagradas promesas al cabildo
de Santiago, y no obstante el grande interes que al
reino de Chile manifestó siempre, de todo jénero de re-
cursos le priva, acaso contemplando que para robustecer
la tiranía habian de servir, y no para otra cosa ; la pro-
vision de la real audiencia, y en fin, ese grito lamentoso
que en las calles de la capital y en los púlpitos suena, pi-
diendo freno contra prevaricaciones de un poder que la
fatalidad hubo de engreir para que marchara á su propia
ruina por entre excesos que habian de castigar un dia sus
enemigos, ó sus mismos partidarios.
Su desventurada esposa, que noticia de esa trájica
muerte del gobernador tuvo en la ciudad Concepcion
donde se hallaba despues de algunos meses, con el
mayor desconsuelo se apartó presurosa de aquella tierra
de luto para ella, como para otras muchas familias, y á
la corte de Madrid se dirijió acompañada de una hija que
CAPÍTULO XXI, 215
el rey Felipe HI (1) casó con don Juan Henriquez de
Borja, heredero de la casa de Gandía, declarándola mar-
quesa de Oropesa, con dotacion tambien de la enco-
mienda de Indios del príncipe don Diego Sayri-Tupac
que el mismo don Martin Oñez de Loyola prendió en los
Andes, y decapitó en el Cuzco por órden del virey don
Francisco de Toledo (2).
(1) Sucedió á Felipe Mel 13 de Setiembre de ese mismo año de 1598.
(2) 30,000 hombres pusieron los Araucanos en armas y en solas 48 horas á
contar de la muerte del gobernador, mataron á todos los Españoles que es-
taban fuera de las plazas fuertes, y pusieron cerco á las ciudades de Osorno,
Valdivia, Villarica, Imperial, Cañete, Angol, Coya, y Arauco, quemando ade-
mas las de Concepcion E noted Molina, y eso mismo asientan la mayor
parte de los historiador
Verdad es que el oo de los Butalmapus fue jeneral tras el fin del jefe
Loyola, pero ni produjo tantos guerreros, ni tan rápidos fueron los sucesos;
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r Valdivia, si entonces hubo en las filas castellanas armas para sustentar
gana: ahora vienen á perderlo no obstante el hrdles valor con q lo
defendieron algunos capitanes.
CAPITULO XXII.
Don Pedro de Vízcara gobernador interino. — Alzamiento de los Araucanos.
Vízcara sigue con ventura los negocios de la guerra. — A los seis meses de
gobierno, tiene que poner el mando en manos de don Francisco Quiñones,
nombrado por el virey del Perú.
( 15981599.)
En gran consternacion puso la muerte del gobernador
á todas las colonias, porque de suyo se dejaban entender
las terribles consecuencias que semejante acontecimiento
habia de rendir, y no ciertamente por la pérdida, aunque
sensible, del hombre, sino de su nombre, Comunicó esa
infáusta novedad al cabildo de Santiago , el de la CGon-
cepcion, pidiendo que saliese sin demora la capital á
remediar del mejor modo posible los males que eran
de temer; dia de luto fue verdaderamente para San-
tiago aquel en que se llegó á difundir semejante no-
ticia, porque en su recinto existian todas, ó casi todas,
las familias de los valientes reformados victimas del fu-
ror araucano , por una incalificable imprudencia.
El cabildo de la capital, que en los casos de riesgo
siempre supo vencer imposibles, y cumplir sacrificios de
admirable heroicidad, inmediatamente salió llamando
para el gobierno interino del reino al licenciado don
Pedro de Vízcara , que á pesar de su avanzada edad no
solo le aceptó, sino que con la intencion de reclamarle
le hubo de sorprender el nombramiento de los cabil-
dantes (1).
(1) Y le obligaron (á don Pedro) á encargarse del gobierno, dice Molina ,
CAPÍTULO XXI! 27
Tras el juramento, y demas ceremonias al caso con-
cernientes, Vízcara puso en la lugartenéncia de su go-
bernacion , y capitanía general, á Francisco Jofré; hizo
su maestre de campo á Pedro Paez Castillejo, y sarjento
mayor á Luis de las Cuevas, siendo muy pocos los dias
que se perdieron en la capital para equipar y rejimentar
la mayor parte de los vecinos de la colonia y su jurisdic-
cion, aptos para el servicio, y 4 cuyos gastos se atendió
con unos catorce mil pesos que el nuevo gobernador tomó
de las arcas reales.
Tambien los Araucanos dieron en esta ocasion prueba
de grandísima actividad. En Puren celebraron los jefes
y caciques el triunfo de la muerte de Loyola, y desde allí
se despacharon emisarios para todos los Butalmapus,
con restos del cuerpo de la víctima, para excitar al je-
neral alzamiento, que se cumplió en todas las tribus sitas
y los vecinos de Santiago resolvieron de comun acuerdo dejar el pais, y reti-
rarse al Perú.
0 dedo necesidad de obligar, o Mine aci sigo en eleadorsisd antes fue
« Pedro dé Vistafá gobernador y bn 0 re y Jus mayor de este
» reino y provincias de Chile por el rey N. S .— Por cuanto por la muerte
» del gobernador de este reino, don Martin pa Oñez y yes mi antecesor,
» conforme á derecho, y á los títulos del rey N. $. que tengo de lugarte-
» nierte de gobernador y capitan jeneral de este reino, yo sucedi en el dicho
» gobierno, y en todas las facultades , provisiones y cádni as reales, y pr rivile-
» jios en todas materias de gobierno concedidas y pertenecientes al dicho go-
» bernador Loyola. Demas de que no obstante yo ser necesario, el cabildo,
» justicia y rejimiento de la ciudad de Santiago , como cabeza de este reino,
» luego como se entendió en da muerte e dicho gobernador, me nombró
» portal aotpte y cap mas ab:
» dancia, lo acepté his el juramento ere tanto que por S.M. ota cos
» se ora. etc. ,
Ese documento, yA Pee volveremos á hablar para apoyo de los hechos que
siguen, se dió én Concepcion con fecha 8 de febrero de 1599, y copia íntegra
existia en la ejecutoria de la familia de los Cuevas y Oyarzun, que
miento perpetuo se ha conocido en la ciudad de Santiago , y con otros cargos
harto honoríficos.
218 HISTORIA DE CHILE.
entre los 35" hasta los 0? de latitud austral, tomando las
armas aun los mismos que contaban ya muchos años de
paz con los Españoles, y que en su fe se habian incor-
porado. Este repentino y universal alzamiento , por
tierra hubiera podido dar al instante con todas las
colonias españolas, si le utilizaran los jefes con mas re-
gularidad, y no tanta pasion ; pero en su loco deporte
abrazaron á la vez diferentes empresas, cuando mas
convenia ir cumpliéndolas por su órden correspondiente,
y por tanto, dieron con obstáculos que hubieran podido
serles fatales. Estudiemos los hechos, .
El gobernador emprende su jornada desde Santiago
para Concepcion , con cerca de cuatrocientos voluntarios
españoles , y hácia el 22 (1) de diciembre de 1598; pero
en la ciudad de Chillan encuentra á Pelantaru, que la
tenia cercada. No esperaron batalla los Indios , porque
recelosos de ser cojidos entre dos fuegos abandonaron el
sitio, y las armas castellanas pudieron continuar sus mar-
chas. En las cercanías de Concepcion dió Vízcara con
los batallones del mismo toquí, que sin tener bloqueada
la ciudad, á vista de cuanto ella pudiera hacer estaban;
mas tampoco quiso Paillamacu medirse con su enemigo,
que penetró en aquella colonia causando á sus autoridades
y moradores un gozo y un entusiasmo indecibles,
El gobernador contó desde luego con el civismo de los
vecinos de Concepcion y convidóles, por lo mismo, á que
tomaran parte directa en la defensa de tantos estableci-
mientos amenazados de los Indios. No fue vano el apelli-
FE RNW S 3 y A + 1 HILA 7 Y. 4 A e
¿/
y dl Y
el Perú elunnifinaA, Has
g jidores para
] ] ilios del virey, yle enterase verbalmente
de los riesgos que el reino corria; para Buenos Aires otro, que habia de hacer
igual solicitud al gobernador de aquel pais, Ya veremos luego cual fue el éxito
de esa importante comision,
DN A in A e A A A A A A A
CAPÍTULO XXIL. 219
damiento , y si no de gran monta el número de hombres
que aquella ciudad puso en las filas del rey. bastó por lo
menos para reformarlas, quitando el arcabuz de manos
de ciertos habitantes de Santiago, llenos de amor al
pais, sí, que por defenderle se armaron , pero que ni
su edad, ni sus fuerzas permitian se diesen á las fatigas
- dela guerra. En este arreglo andaba Vizcara, y tambien
en la provision de varios cargos de importe, así para g0-
bierno, como para guerra, cuando pareció en Puchacay
el cacique Huenucura (1) con dos mil soldados y ánimo
de hostilizar las colonias situadas al setentrion del Bio-
bio, y tener en continua alarma á la ciudad Concepcion;
de suerte que, no siendo acertado quedar con el enemigo
á la espalda, tuvo el gobernador que suspender las ope-
raciones que iba ya á cumplir para las ciudades de ar-
riba, mandando á su maestre de campo Paez del Casti-
llejo, que inmediatamente saliese contra Huenucura hasta
ver de obligarle á repasar el Biobio.
El jefe araucano tenia mas valor que experiencia.
Como llegara á su noticia que los Españoles iban á ata-
carle, al encuentro se adelantó con la temeraria presun-
cion de que nadie habia de resistir al poder de sus armas,
y esto era lo que mas deseaba el entendido Castillejo ,
que con apariencias de temeroso y desalentado , se
quedó esperando á su contrario, en posicion ventajosa ,
y en cuanto este le acometiera se trabó la funcion con
tan acertadas disposiciones que al cabo de una hora,
poco mas ó menos, los batallones indios quedaron com-
pletamente deshechos, dejando en el campo multitud de
muertos, y nO Pocos prisioneros.
(1) Otros ponen Paillaturu , no yemos este nombre en nuestros docu-
mentos,
250 HISTORIA DE CHILE.
No por eso quedó el pais libre de enemigos. Apenas
entrado en Concepcion el maestre de campo, con los
trofeos arrebatados 4 Huenucura, cuando de órden del
toquí Paillamacu, con dos mil hombres vino Lancote-
gua (1) resuelto 4 bloquear 4 Concepcion , y puso su
primer campo en Gualqui, tierra extremamente do-
blada é inmediata al Biobio. Contra este jefe envió el
gobernador á su sarjento mayor Luis de las Cuevas
que llevó en su compañía ciento y sesenta lanzas, para
volver tan airoso del empeño , como del suyo acabara
de salir Castillejo, pues derrotó las huestes indias recha-
zando á sus guaridas á cuantos de la accion salieron con
vida (2).
Ocurrian estos sucesos á los últimos del mes de enero
de 1599 y en ellos, ó cuando mas, del 1* al 2 de febrero
ya pudieron los Españoles entrar en mejores esperanzas,
y su nuevo gobernador dar á su plan de guerra un
campo mucho mas extenso, porque aportó 4 Concepcion
un refuerzo (3) del virey del Perú, que no podia llegar
(1) Hijo del Pess que pereció en el oe de Jesus á manos de Riba-
de Guajardo segun o
(2) Aunque no pi los Pet ese uta no se puede dudar de él,
puesto que consta en la relación de méritos del mismo Cuevas, justificada en
juicio contradictorio por testimonio del capitan don Rodri igo de Arana que se
halló presente, de Juan Perez de Caceres, id. , y de don Gabriel Vallejo , el
cual pop diciendo : « Y que fue una victoria de las buenas y de impor-
con que mr e de . + Concepción, pue se ge e á los ene-
» migos. repasar el Bio.
» de 2000. »
(3) De un refi o, venido tambien del Perú ARE
del O E ES ii a E
sin embargo olmos como se pura Vizcara en : Concepcion con SS
3 del dicho febrero :
« Y confiando de la capacidad de la persona, y ser caballero notorio, del
» sarjento mayor, Luis de las Cuevas, como le doy comision para que en el
» navío que está surto en este puerto de la Concepcion, de que es maestre
CAPÍTULO XXIl. 251
con mejor oportunidad para que las armas castellanas
combatieran la terrible tormenta que de las cenizas del
desventurado Loyola vino á levantarse.
Tiempo era, en efecto, de concurrir á sufocar el in-
cendio, porque Paillamacu, que por su parte llevaba ya
expuenados los fuertes de Puchanquí y de Santa Cruz,
en sabiendo las sucesivas derrotas de sus otros jenerales
por las tropas de Concepcion, lleno de ira quiso él mismo
acercarse á bloquear esta ciudad; arrasando de ante-
mano Jesus y Chibicura para dejar mas expedito el paso
del Biobio.
Vízcara marchó sin detenerse con quinientos hom-
bres á la defensa de aquellos dos fuertes, ya sitiados
por un cuerpo de dos mil Indios 4 las órdenes de Pai-
llamacu, pero ya no era el airado, sino el circunspecto
toquí, pues reconociendo que á mas de venir fuerzas res-
petables contra sus armas, por algo habia de contar el
hacer de las dos guarniciones sitiadas, desde el ins-
tante en que comenzara el combate, tuvo por mas
cuerdo no esperar al gobernador, y se retiró con sus
huestes hacia la confluencia del Lecudahnu con el Ta-
bolebu.
» Diego Saez de Loisa, para hacer su viaje á la ciudad de Valdivia, se embarque
» y lleve en él las municiones que le he mandado entregar suficientes para las
» ciudades de las fronteras de arriba , del socorro d tiempo que la semana
» próxima pasada envió á este reino el señor virey del Perú don Luis
» de Velasco y llegaron á este puerto. Para que se vayan entregando á los
» capitanes de guerra, y oficiales reales de cada ciudad conforme á la instruc-
» cion que se lleva, tornando recaudos del recibo, y trayendo RR e
MRE TRA
» murió el dicho gobernador, y las municiones, artillería, y presidio, que habia
» en cada frontera de las ciudades Imperial, Valdivia, Villarica y Osorno. Y que
Aal er Ms ANA led: a AN e ÓN tao capitanes y
ut ay
UL JULUDL
» correjidor de Infantes de Angol, para que salga escolta de la dicha ciudad
» á encontrarse con la que viniere con él, y con el dicho socorro, para que
» llegue con regularidad. »-
252 HISTORIA DE CHILE,
De todos modos, sus frutos recojió el toquí de esta
empresa, porque don Pedro de Vízcara, que llegó á
probar, en los pocos dias de su mando, ser tan inteli-
jente en armas, como lo habia sido en letras, com-
prendió con razon que en el estado en que entonces se
hallaba el pais, aquellas dos fortalezas no podian menos
de venirá ser presa del arrogante enemigo, y por consi-
guiente despachó sus guarniciones para socorro de Santa
Cruz de Coya, á cuyo punto se trasladó él mismo, en
cuanto hubo hecho lo propio con los presidios de Tu-
capel y de Lebu , trayéndolos en refuerzo de las armas
encargadas de guardar la ciudad de Cañete, y la de
Arauco.
En llegando á Santa Cruz de Coya, mandó un des-
tacamento para Guadaba y Angol, con órden de que
si estas guarniciones conceptuaran no poder sustentarse
en -sus puestos, á la ciudad de los Infantes se traslada=
sen, haciendo pasar aviso á la Imperial, Villarica, Val-
divia y Osorno, que socorridas serian en breve por mar
desde la ciudad Concepcion, porque á este punto se re-
tiró Vízcara, huyendo de la estacion rigurosa, y dejando
ya las armas Araucanas concentradas en los marjales de
Puren.
Tales fueron los sucesos de las armas tras la muerte
del gobernador Loyola, y ya se ve si el licenciado Pe-
dro de Vízcara fue sobradamente dichoso, puesto que se
retira á invernar á Concepcion, habiéndose hecho respe-
tar del pueblo indómito , cuando mas enardecido y entu-
siasmado salió desafiando á sus Opresores,
Contaba Vízcara con la entrada de la próxima prima-
vera para marchar resuelta y agresoramente contra los
batallones de Paillamacu, acampados en Puren, pero el
CAPÍTULO XXII. 253
18 de mayo de este propio año de 1599, aportó en Con-
cepcion don Gabriel de Castilla que de órden del virey
del Perú conducia, para defensa del reino de Chile, y en
virtud de la demanda que á este efecto le hizo el comi»
sionado del cabildo de Santiago, un refuerzo de qui-
nientos veteranos, y el gobernador nombrado don Fran-
cisco de Quiñones.
Para que mayor pareciera la ventura de los Espa-
ñoles, en Santiago de Chile estaba ya desde el 25 de
abril, otro socorro de hombres con que respondió el go-
bernador de Buenos Aires don Diego Valdes de Lavanda,
por medio de su primo don Francisco Rodriguez.
De suerte que Vizcara tuvo que entregar el baston ,
cuando elementos habia para recojer laureles, toda vez
que á las fuerzas las guiara la prudencia; y con la gloria
de dejar todas las colonias españolas defendidas y en
poder de los Españoles, se retiró á Santiago para volver
al desempeño de su cargo Ó sacerdocio judicial (1),
juntamente con la interinidad del administrativo , COMO
se verá en breve.
(1) Se le supone despoblador de las ciudades de Santa Cruz de Coya y de
los Infantes de Angol. Ni aun tal pensamiento tuvo Nunca, como ya nos lo han
dicho los hechos, pero á mas, no hay sino oirle á él mismo en el documento
de que ya hicimos mérito.
« Y el resto de dicha jente y soldados, por la necesidad que de ella hay
» para fortalecer las ciudades fronteras de Angol, Chillan, Santa Cruz de
» Coya, y esta de la Concepcion, contra las.cuales los enemigos naturales
» amenazan, y acometen cada dia con furia y potencia, se traigan donde re-
» sidiere yo, ó mi teniente de capitan jeneral Francisco Jofré, y para otros
» efectos necesarios para el buen expediente de la guerra, antes que el ene-
» migo pueda prevalecer, no obtante haber traido todo lo necesario y posi-
» ble de la ciudad de Santiago, sin los que estoy esperando, estantes, y habi-
» tantes y útiles para la guerra. »
Por último lu=go veremos que ese hecho, si censura merece, sobre el sucesor
en el gobierno del señor Vizcara ha de recaer, y nO sobre este.
CAPITULO XXIUHH.
Gobierno de don Francisco de Quiñones. — Funcion de Yumbel. — Crueldades
ejecutadas en los Indios. — Despoblaciones de algunas colonias. — Pasa e
( 1599.)
Don Francisco de Quiñones, hijo del reino de Leon :
y alcalde ordinario de la ciudad de los Reyes , tomó las
riendas del gobierno de Chile desde que aportó en la
ciudad Concepcion, aunque su recibimiento en la ca-
pital parece no hubo de ocurrir sino por comision, hácia
mediados de junio del año en que estamos, á tiempo
mismo que su antecesor el licenciado Vizcara, fue reco-
nocido en calidad de teniente jeneral y gobernador inte-
rino de Santiago y su jurisdiccion, por mandamiento
expreso del referido Quiñones.
Este sujeto. gozaba en Lima no solamente de esas
serviles consideraciones, que parecen culto debido á las
riquezas , sino que como se hubiese conducido en los
cargos de república con una rectitud, y una severidad
tal cual exajerada , como habia mostrado en ocasiones
peligrosas, tremendas 4 veces, un ánimo poco comun,
y sobre todo, un arresto poco menos que irresistible,
vino á llamar la atencion pública sobre su propia per-
sona , y de ella se solia servir la autoridad superior
siempre que llegaba á verse amenazada, 6 desconocida ;
cosa harto frecuente en aquella época de licencia, de
CAPÍTULO XXHL. 255
crímenes , de fanatismo , y de extravíos sobrado repug-
nantes. | :
Ahí estan los títulos que le valieron á Quiñones el
gobierno del reino de Chile, y aunque insignificantes
parezcan á primera vista, no los enseñara tan honro-
sos, ni tan meritorios, mas. de uno de los que en ese tan
supremo puesto llegaron á ver las que un dia se llamaron
Américas Españolas.
Sirvió mucho á la elevacion de don Francisco de Qui-
ñones, el lijero discurrir del virey del Perú, que con
noticia de la jeneral sublevacion de los Indios de Chile,
en virtud de la muerte dada al tan incrédulo , cuanto
malhadado Loyola, y sabedor tambien del mando á
que de ley habia venido el licenciado Pedro de Víz-
cara, vino á suponer perdido el reino de Chile por mil
_Tazones, de entre las cuales las dos mas ponderantes
eran ; 1% que un letradono podia ser buen militar ;
2 que en un hombre de setenta y mas años como Con-
taba Vízcara, muerta la facultad física , y muerta la fa-
cultad intelectual habian de estar; contra cuyo desatino
toda observacion fuera escusada, porque el solo sentido
comun ha de suponer tanto y mas de lo que nosotros
quisieramos decir sobre el particular.
Sin embargo, sean los hechos por sí mismos los que
nos den la medida del valer de esos dos caracteres tan
distintos que notamos entre la sesuda prudencia de don
Pedro de Viízcara, y la arrebatada índole del ilustre al-
calde de Lima que vino á sucederle.
No admite duda que el pueblo araucano de dia en dia
acrecentaba sus fuerzas ; de dia en dia se hacia mas tre-
mendo; y de dia en dia ponia mas en riesgo las colonias
castellanas ; todas esas son consecuencias naturales del
256 HISTORIA DE CHILE.
triunfo, ó mejor, de los repetidos triunfos con que la
fortuna favorece á un bando, como es consecuencia tam-
bien que el bando vencido desaliente y comience á recelar
de sus propias fuerzas.
Como quiera, no hay que olvidar que Quiñones viene
á poner sobre las fuerzas de su antecesor, el refuerzo de
quinientas plazas que con él vienen del Perú, otro muy
regular socorro de Buenos Aires acuartelado ya en San-
tiago, y aunque ningun historiador deje señalado el nú-
mero preciso de Españoles con que el nuevo gobernador
va á salir á la guerra , sin incurrir en nota de exajera-
dores bien podemos llevarle hasta mil dos, ó mil trescien-
tos hombres; número de no poco importe en aquel tiempo,
atendida la ventaja del arma que iba á la defensa y
sosten de sus usurpaciones.
Pero ese número, mayor ó menor como él fuese, en
nada , ó por lo menos en muy poco hubo de tenerle Paj-
llamacu, que estaba 4 la sazon en Puren, y que en cuanto
se le dijera el arribo del nuevo gobernador, llevó el atre-
vimiento hasta punto de presumir la toma de Concep-
cion, con gobernador, habitantes y soldados que dentro
de ella habia,
Seis mil Indios mandaba entonces el toquí, dió la ter-
cera parte á su vice toquí Millacalquin , y con Pelan-
taru (1) (et otro vice toquí), y los cuatro mil hombres,
en camino de Concepcion se puso, resuelto 4 sitiar esta
ciudad.
(1) Dice Olivares que Millacalquin fue esta vez al cerco de los Infantes de
Angol; así lo asientan tambien nuestros manuscritos; pero en que Pelantaru
marchara entonces contra la ciudad de Coya, como pone ese historiador, es-
tamos discordes ; este vice-toqui vi pañando á su jefe, y en la accion de
Yumbel se halló. Garcia piensa que Pelantaru pasara á Tucapel; tambien se
equivoca, a
CAPÍTULO XXXIII. 257
En cuanto el nuevo gobernador supo ese movimiento
del enemigo, de la Concepcion salió con su jente, mar-
chando al encuentro del toquí, viniéndose á encontrar
los dos caudillos en los llanos de Yumbel. Con motivado
y recíproco respeto hubieron de mirarse ambos bandos,
porque no desatentados, ni iracundos, se acometen esta
vez, aunque de esa manera solian de ordinario romper
en todas sus funciones, antes se advierte que el castellano
ordena sus filas con esmerada precaucion, cerrando las
alas con toda su caballería y montando seis cañones al
frente de los infantes, mientras que el toquí por su parte
cuadra tambien las líneas araucanas en igual órden,
oponiendo, por decirlo así, peones contra peones, y ca=
ballería contra caballería. Faltábanle las bocas de fuego,
y grandes destrozos le hacian estas desde que comenzó
el combate, con encarnizamiento sí, pero conducido de
ambas partes con disciplina, con presencia de ánimo,
y con admirable tino. A mas de tres cuartos de hora de
desigual lucha (decimos desigual porque la artillería
española la tenia constantemente en esa línea , con ter-
rible estrago de los Araucanos), vino á comprender el
toquí un muy mal éxito para sus tropas, caso de conti-
nuar en la pelea con el órden que hasta entonces ob-
servó, y por tanto presuroso anduvo dando cuantas
disposiciones convenian, para que su caballería arran-
case impávida contra la castellana , facilitando así á los
batallones una embestida impetuosa hasta penetrar el
centro de los piqueros y de los arcabuceros, obligándolos
al juego del arma blanca.
Esa tan osada resolucion cara le costó al toquí, y si
cierto es que con ejecutarla en grande aprieto puso á
las armas del gobernador, en el último trance, puesto
--
1. Histonta. 17
258 HISTORIA DE CHILE.
que al cabo de dos horas de un combate atroz, sostenido
brazo á brazo, y alimentado con innumerables víctimas,
acaso perecieran todos los Españoles en una pavorosa des-
bandada, 6 tuvieran que rendirse á sus enemigos, á no
salir Quiñones poniendo á retaguardia un escuadron con
órden terminante de quitar la vida á todo soldado , ó pe-
loton , que señal diese de quererse pronunciar en reti-
rada ; esa resolucion , decimos, le fue muy desastrosa á
Paillamacu, que al cabo vino 4 verse con la flor de sus
guerreros derrotada, y en la necesidad de abandonar el
campo, para que el nuevo gobernador comenzara desde
luego á dar suelta á lo que mas lucia en su Aa 3 UN
implacable , y ya bárbaro rigor (1).
Y, si se quiere, sea disculpa de esa irritante venganza,
el exceso de la ira que debió sentir don Francisco de Qui-
ñones á vista de tantos Españoles beneméritos como en
aquel campo rindieron sus vidas, defendiendo el honor
del pabellon ; pero ¿ hay igual disculpa para dejarle cor-
rer las tierras de Puchanqui, Millapoa , Tabolebu y Cati-
ray, con ese inclemente furor, que no solo se ceba en los
campos talándolos y reduciéndolos á cenizas, sino que
á cuchillo pasa cuantos habitantes logra tropezar en
aquella como batida militar, sin distincion de edad, ni
tampoco de sexo ?...
(1) Hizo degollar sobre el campo de batalla á todos los Asp á todos
los heridos, y por mas que queramos trasportarnos mentalmente á las cos-
tumbres de la época, por mas que los que en el relato de esta a de los
presalias contra un enemigo feroz, impío y sanguinario, munca podemos dar
con razones que á tan comun parecer nos inclinen; y esto por la simple causa
de que no podemos menos de ver aquí un pueblo, sobre ofendido é Pre
E pe 4 tosco vivir de la pio cae 0 una nacion con A
y lo que mas dedicó dicos ser
As Y do nó Y A +
$ caridad para con el be iaa á
e dd AAA
CAPÍTULO XXIHI, 259
Verdad es que para llevar la irritación del cuerpo so-
cial hasta el último extremo, no hay como castigárle, y
en este punto por camino derecho marchó el nuevo go-
bernador, que si á fuerza de crueldades logró infundir
algun terror en las perseguidas tribus, de corta dura
fue, y tambien do estímulo para que las fuerzas de una
milicia que él contaba poco menos que arrollada , ro-
busta y ardorosa pareciera de nuevo en distintas di-
recciones, poniéndole en la necesidad de reforzar in-
mediatamente la guarnicion de Santa Cruz de Coya,
y pasar á la lijera 4 Concepcion en demanda de ele-
mentos con que acudir al auxilio de las ciudades ame-
hazadas.
Con mucha celeridad tuvo que andar el gobernador en
esta ciudad para llevar 4 efecto parte de las disposiciones
que el estado de las cosas dé la guerra hizo necesarias,
porque pronto vino á reconocer que en manos del
Araucano caerián necesariamente las poblaciones de Ca-
ñete y de Arauco, estrechadas ambas ya, y por tanto
aconsejando la inmediata medida de ir 4 ampararlas; y
cuando esto no fuese factible”, salvar por lo menos 4 sus
habitantes favoreciendo la despoblación + en este último
parecer se puso Quiñones, sin duda porque mas debia áu-
harse con lo crítico de las circunstancias. | ]
La medida vino á tener efecto casi en sentido inverso
antes que el gobernador presumia , y tambien sin su in-
tervencion, porque los colonos y la guarnicion de Ca-
hete en la que estaban los presidios de Tucapel y de
Lebu, viéndose sin bastimentos, y gravemente amena-
zados, se resolvieron á romper el cerco abandonando al
enemigo la plaza, y retirándose á Arauco; á ese mismo
Punto, y en los propios dias fue á abrigarse tambien la
260 HISTORIA DE CHILE.
oblacion de Santa Cruz de Coya, d liendo los montes
de San Jerónimo, y tomando á su paso el destacamento
que guarnecia el fuerte de ese nombre.
Semejantes hechos bien merecen el nombre de triunfos
para las armas araucanas, las cuales ninguna otra cosa.
pedian sino el que de su suelo desaparecieran los Espa-
ñoles, y con ellos hasta el último vestijio de su domi-
nacion. Probaban tambien que el alzamiento indio de
cada vez se ostentaba con mayor robustez , y que ese
pueblo heróico cebo en que saciar su venganza iba bus-
cando; pero contra tan tremenda llama , si acaso débil
fuera el remedio que en susarmas pudiera considerar el go-
bernauor, muy eficaz, muy ejecutivo hubo de verle en la so-
berana virtud de su destemplada € injénita inclemencia.
Por lo mismo, y como los sucesos salieron obligándole
á modificar sus proyectos, relativos á la despoblacion de
Cañete y de Arauco ; como por segura viera la subsisten-
cia de esta última plaza; ya que en su centro habian
entrado las fuerzas de las que atras dejamos señaladas;
4 marchas forzadas caminó desde Concepcion , por las
mismas parcialidades de Tabolebu, Catiray, Puchanqui,
Puren y Lumaco, hasta la Imperial, pasándolas con igual
furia que la que le vimos tras la sangrienta accion de los
llanos de Yumbel.
Asediada tenian los Indios la ciudad Imperial , pero
no quisieron estorbar la entrada al gobernador, que fue
recibido de aquellos moradores con muestras de indeci-
ble júbilo, y mas cuanto que se reconocian deudores
de su salvacion á este inesperado arribo de don Fran-
cisco , justamente cuando serios recelos de que no
habian de ser socorridos se divulgaban ya en el centro
de la ciudad, donde los Araucanos hacian correr noticias
CAPÍTULO XXIHIL. 261
muy adecuadas para que el desaliento se asentara en to-
dos los corazones.
¿Como no desesperar, en efecto, sabiendo de un
modo indudable que, sobre verse cerrados de un tan
crecido número de enemigos, en el propio aprieto se
- encontraban Valdivia, pt Villarica, y otros diferen-
tes establecimientos?
Hay que decir aquí que cuando el virey del Perú pasó
al gobernador de Chile la órden de proclamar por rey de
España á Felipe 111 en consecuencia del fallecimiento
del 11” del mismo nombre, su padre, decíale tambien
la salida del coronel don Francisco Ocampo con un so-
corro de 200 hombres; y este socorro en defensa de
Valdivia y demas colonias habia de ir, como así se lo
manifestó á sus cabildos el gobernador Quiñones desde
que entró en la Imperial, cuyo asedio levantaron los Árau-
canos voluntariamente.
Empero de otro modo lo determinó la fortuna. Quiñones
no podia abandonar la ciudad Imperial á las consecuen-
cias de un nuevo cerco, inevitable desde el instante que
él, con sus fuerzas, se ausentara de esa colonia ; los ví-
veres en ella andaban ya muy escasos , tambien las mu-
niciones de guerra ; y el gobernador tuvo menester de
gastar muchos dias para remediar en lo posible esas dos
tan terribles necesidades de existencia ; por otra parte el
prometido refuerzo del virey no parecia , disponer de
tropas que fueran á suplirle no se podia; porque las
llegadas con don Francisco andaban corriendo los pa-
gos de Ja Imperial en busca de mantenimientos, que no
estaban abundantes, pues asolados dejaban los Indios el
campo; y en este intervalo Villarica, y Osorno, y Val-
divia, en poder del arrogante enemigo habian de caer.
262 : HISTORIA DE CHILE.
Pasma verdaderamente la actividad de ese pueblo in-
dómito en aquella época que parece escojida por alguna
divinidad infernal para que solo lástimas , solo horrores
y muertes, se cumplan con despechada saña entre dos
partidos á cual mas feroz ya, y no es de menos asombro
el inaudito esfuerzo, el infatigable empeño con que corre
el bando castellano para apagar esa tea voraz que va
á consumir la obra de medio siglo de heroicidades , en
descrédito del orgulloso pendon que acaso llegara á echar
hondas y duraderas raices en el riñon de la Araucania,
si mas político, si mas sagaz, y mas templado, fuera
desde luego su porte.
Paillamacu , su astuto consejero Ancanamon , y su
vice-toquí Pelantaru , son los jefes que sitian las ciu-
dades Valdivia , Qrorno , y Villarica (1); y ese mismo
toquí cuenta con traer despues la ciudad Imperial á tan
fatal suerte , pero quitando de allí las armas del gober-
nador por medio de operaciones de bien entendida es-
tratejía. No vendrá á atacarle á aquel recinto, no,
antes se correrá como el rayo á la provincia de Chillan,
llevándolo todo á fuego y sangre, y poniendo en apre=
tado cerco la ciudad San Bartolome de Gamboa con un
cuerpo de dos mil soldados, aunque otros sueltos han de
registrar presurosos los contornos : ante semejante nove-
dad ya no podia mantenerse ocioso el jefe castellano, que
(1) En poco tuvieron siempre los Araucanos el oro, y en poco ó nada le tienen
mo. sd tados modos cierto es que solamente aa sacaron en
Pes ga
CAPÍTULO XXI. : 263
así lo habia presumido tambien Paillamacu , 6 mejor, eso
fue loque hubode adivi tendido y astuto consejero.
El de noviembre de 1599 pereciera irremisible-
mente la colonia de Valdivia , si sus moradores no se
hubieran mantenido alerta y resueltos á una defensa des-
esperada. En cuanto se vieran al romper el dia , cerca-
dos de enemigos, comenzaron á cumplir salidas de tan
increible arrojo que forzaban á los cuerpos Indios mas
allá de lo que era de suponer, y hasta les solian tomar
víveres y prisioneros. Alentados con sucesos sino de
suma importancia, con la suficiente para poderse pro-
meter los en que fundaban ellos su sosiego , y la con-
servacion de sus bienes, ya se atrevieron á un golpe de
mano, arriesgado si se quiere, pero con probabilidades
de infalible, porque con informes de escrupulosa exac—
titud fueron á dar durante la noche en un campamento
de familias enemigas; y sobrecojidos los Indios, y emba-
razados tambien entre los ayes y lamentos de sus mu-
jeres é hijos llenos de espanto, en manos de los Valdi-
vianos dejaron todos cuantos bastimentos tenian, y la
mayor parte del mujeriego con muchos niños de pecho
que fueron conducidos á la colonia.
Como de todas estas escaramuzas , que no otro nom-
bre merecen, y que frecuentes fueron en los primeros
dias del asedio , salieran los Españoles triunfantes , , Casi
con desprecio comenzaron á mirar á su enemigo, y el
exquisito zelo que desde luego mostraron para tantear sus
fuerzas, vino, por fin , á convertirse en el mas reprensi-
ble descuido, en medio de un pueblo que harto ponderaba
su arrojo en el solo hecho de presentarse impávido álda
boca de los cañones sin mas que una macana en la mano,
6 cuando mucho una lanza.
264 HISTORIA DE CHILE.
Ya no era menester pasar las noches desvelados en la
ciudadela ; no merecía semejante sacrificio un enemigo
que todos los dias se dejaba correr; cada cual podia re-
tirarse á su casa, confiando la seguridad pública, si acaso
no su defensa, á la vijilancia de cuatro hombres, que ha-
bian de mantenerse en la plaza , en forma de cuerpo 6
guardia de prevencion, como quien dice.
Los Araucanos bien sabian lo que dentro de muros
pasaba , que no les faltaban amigos, y no les convenia
sacar á los Españoles de su loca confianza , antes seguian
con su natural sagacidad los planes de seduccion 4 que
desde luego recurrieron , so capa de tal cual desaliento
para mayor ceguedad de sus opresores, y dia se señaló
en el cual la plaza habria de ser invadida : entre tanto
ningun ataque serio, ningun movimiento que verdaderos
temores pudiera inspirar. Con todo, á oidos del sarjento
mayor (1) llegaron los manejos de los Araucanos y de sus
ajentes, y en noticia del gobernador de la plaza (2) los
puso ; pero este hubo de tomar por cuento lo que la rea-
lidad le habia de enseñar bien 4 pesar suyo , y para fatal
desgracia de todos los colonos.
Volvió de rechazo el sarjento mayor insistiendo por
que inmediatamente se tomasen providencias no sola-
mente para resistir al enemigo el dia dado, puesto
que se sabia lo era el 24 de noviembre, sino contra los
que en la conjuracion resultaren comprendidos siendo
casi todos los criados de los Españoles, segun así lo afir-
maba el que en servicio del mismo sarjento mayor
andaba; pero el gobernador respondió con insultante
destemplanza á ese nuevo aviso, labrando desde en-
(1) No vemos su nombre en parte ninguna, y es de sentir.
(2) Tampoco se nombra,
CAPÍTULO "XXUL, 265
tonces la ruina de toda la ciudad, con causa para que los
colonos se pronunciaran en dos bandos, mas numeroso
el de la primera autoridad porque siempre tuvo esta
muchos aduladores, pero mas feliz el que se declaró
por el sarjento mayor, pues que al fin, de una muerte
cierta, Ó de una eterna servidumbre, mas dolorosa que
la misma muerte, vino á salvarse.
Fue fortuna para este el hallarse en el puerto los
navíos de Ballano, Villaroel, y Diego de Rojas, á los
cuales pasó sus familias con el mayor sijilo, sin que
llegase á notarlo el gobernador, sirviéndose de canoas
y lanchuelas que bajaban el rio hasta poner la jente en
las naves, De este mismo medio usó con su familia el
precavido sarjento mayor, pero tanto su persona , como
las de los que de su mismo pensar eran, al frente del
peligro esperaron armados la llegada del alba del 24.
Mientras en esta faena se entretenian todos cuantos
Españoles creyeron en el peligro que corrian, unos
cincuenta Indios entre infantes y caballos, penetraron
sijilosamente en la plaza, apoderándose al instante de
los cuatro vijilantes puestos en ella, y tras esta dili-
jencia en las iglesias comenzaron á tocar á fuego los
criados traidores, sacando con esto de sus casas á los
moradores que caian indefensos en manos de cuerpos
Indios apostados á todas las puertas, y en todas las oe.”
calles (1). Dos horas cuando mas pusieron en atar á
todos los crédulos que con vida quisieron guardar los
Araucanos, porque á mas de cuatrocientos se la qui-
(1) Segun Molina cuatro mil Indios de ambas armas penetraron en la
ciudad ; Olivares pone cinco mil, dos de infantería, y tres de caballería ;
nuestros documentos no fijan número, pero de suyo se deja inferir que debió
ser crecido,
266 HISTORIA DE CHILE.
taron, respetando la de otras tantas mujeres que hicieron
esclavas , cuarenta y dos niñas, y algunos niños (1);
pero el sarjento mayor y los de su partido, como pre-
venidos esperaban al enemigo, con él entraron en una
reñida pelea digna de fin mas venturoso, porque ya
que su suerte con bien sacó á muchos de ellos del inútil y
arrestado empeño que pusieron por salvar la colonia de
manos de masas tan numerosas, de sentir es que arro-
jándose al rio, unos 4 caballo (2), otros en algunos
botecillos que de prevencion se tenian para atravesar
hasta las tres naves españolas, muy pocos fueron los que
al lado de sus familias (3) pudieron llegar, porque en
las aguas quedaron ahogados. >
El 5 de diciembre, es decir, once dias despues de esa
terrible desgracia, entró en el puerto de Valdidia el
coronel Francisco Ocampo con el socorro de 220 (4)
Españoles, para no ver sino ruinas, con la pesadumbre
de haber perdido dos hijos puestos al cuidado de una
(1) Particular mencion se hace del capitan Rodrigo de las Cuevas que á ruego
de su criado no solamente se le perdono la vida, sino que se le dejó vivir con su
esposa. Esa misma gracia cayó, á instancias tambien de sus respectivos criados,
á los padres de los recien nacidos doña Ana de Almonacid y don Pedro de So-
tomayor, conducidos ambos á una misma parcialidad, y cuando esos niños al-
canzaron la edad, de consentimiento de sus padres, y tambien de sus señores,
lebraron su matrimonio , con promesa de validarle segun la iglesia , en cuanto
docs se pr
Agustin Barraza; y de ese enlace proceden los Sotomay
todos han respondido dignamente 4 la honra y lustre de su
que hasta el dia
el barco en que pensaba bogar hasta alcanzar las naves, su caballo se
ahogó, y con él se sumerjió en las aguas,
(3) No sabemos cual causa pudo hace
haci )
(2) De ese número fue el sarjento mayor que echándose montado al rio para
— (8) 300 le da Molina; Olivares 200.
CAPÍTULO XXI, 267
cuñada por fallecimiento de su esposa, aleunos dias
antes de su salida para el Perú; por fin, un antiguo
criado suyo oyó los ruegos de este desventurado padre,
y no paró hasta lograr la libertad de los dos niños pa=
sándolos' 4 bordo, tras lo cual Ocampo se encaminó
hácia la ciudad de Osorno.
He ahí cuanto corresponde al cerco y ruina de una de
las mas ricas colonias chilenas, perdida por la culpable
neglijencia de su gobernador de plaza, y perdida mien-
tras que don Francisco de Quiñones se afana corriendo
los campos de la Imperial en busca de provisiones con
que poner á sus colonos, y guarnicion, con elementos
que faciliten una resistencia sostenida , si nuevo asedio le
pusieran los enemigos. Pero casi con la noticia de esa
irreparable pérdida, vino á recibir el gobernador la de
que el toquí, con algunos dos mil hombres (1) se hallaba
arrasando la provincia de Chillan (que eso mismo anun-
ciamos ya. mas atras), y que San Bartolome de Gamboa
no podria resistir muchos dias al ímpetu de las armas
araucanas.
Ante un hacer tan acelerado y que con tanto des-
crédito asomaba para las banderas del rey, ya no pudo
contenerse el nuevo gobernador, antes se puso en mar-
cha, caminando dia y noche al encuentro del toquí, y
atravesó el rio Biobio por su confluencia con el Ver-
gara; pero pronto supo el toquí este movimiento , y no
estaba en ánimo de verse cojido entre dos fuegos, que lo
importante á sus fines iba en sacar al gobernador de
la Imperial. ias quiera , muchos eran los bastimentos
4 Potantar pasó con el resto de: las las tropas que tomaron : á VAIO, es en
Ly
que
con ellaá : pronan en cuanto se ausentara el gobernador.
268 HISTORIA DE CHILE.
que Paillamacu recojió en los campos de Chillan , y á su
pais se empeñó en trasladarlos ; resolucion que estuvo á,
pique de costarle muy cara , porque revolviendo con su
jente, y no mal servido esta vez de sus espías el gober-
nador, poco tuvo este que inclinarse para ponerse de-
lante de los Araucanos en las islas de Taboy, llamadas
despues Tavon, situadas al oriente de Yumbel , y distantes
de esta plaza cosa de seis leguas.
No le supo bien 4 Paillamacu este inesperado en-
cuentro , pero forzoso le fue aceptar el combate á que
se le trajo sin siquiera darle el tiempo necesario para
escojer posiciones, porque en ese acometimiento esfor-
“zado y repentino fundó el impávido Quiñones un triunfo
mas completo, y mas fecundo en resultados de lo que
vino á salir; pues los Araucanos supieron resistir el em-
puje de los Castellanos en mas de cuatro horas que tardó
en llegar la noche para que con las tinieblas desapare-
ciera el toquí, pasara el rio Laja, y se encaminara á cor-
tar el Biobio, burlando de esa manera las esperanzas del
campo del rey,
Con todo, dilijente anduvo tambien Quiñones para
salir en persecucion de su enemigo, que, merced al
carguío del rico botin recojido en Chillan , se dejó al-
canzar al mismo paso del Biobio, y cargado de los
Españoles con indecible furia, vino á perder mucha mas
jente que en Taboy, y lo que es mas, todo el comboy
que llevaba (1); aunque á costa de mucha sangre com-
praron los Españoles esos leves triunfos,
Tras esas dos funciones el gobernador pasó á la ciudad
Concepcion para dejar en ella sus muchos heridos, y re-
(1) Consistente no solamente en víveres, sino tambien en mucho ganado de
cerda, y no pocos de carga y de labor, ;
CAPÍTULO XXI. 269
poner algunos pertrechos de guerra, inutilizados ó perdi-
dos en sus precedentes excursiones; mas ningun descanso
pudo dar á parte de sus tropas, porque con él hubo de
entrar en aquella colonia el parte de que cuatro mil In-
dios sitiaban la plaza de haga; y diez mil (1) la ciu-
dad Imperial.
La empresa de libertar á Árauco, á Pedro Paez Casti-
llejo se la confió el gobernador, que con trescientos cin-
cuenta Españoles, fue á pasar el Biobio casi á orillas del
mar, llegando sin obstáculo al valle de Chibilinco, cami-
nando despues toda la noche hasta márjenes del rio
Carampangue , para con la luz del dia romper las líneas
sitiadoras, como así lo verificó sin grande esfuerzo, in-
ternándose en seguida en la ciudad sitiada. Allí se detuvo
unos cuantos dias cumpliendo todos ellos varias salidas
de ningun importe, porque los Indios solian retirarse hu-
yendo siempre el empeño de una accion seria, para luego
volver delante de la plaza, seguros de que mas ó menos
tarde la falta de municiones vendria á ser su mas pode-
roso auxiliar.
Si esa ú otra causa llegó á aconsejar el abandono de
aquella colonia , cosa es que no se puede asegurar ; re-
sulta sí que Paez Castillejo salió de ella con toda su
jente, con los colonos y las guarniciones allí cerradas
desde la despoblacion de Cañete y otros puntos atras
mencionados, y pasó por entre los sitiadores sin resisten-
(1) Seguimos el decir de todos los historiadores, y con tanta mas razon,
cuanto que así cuentán tambien nuestros manuscritos; pero no la esto
para que reconozcamos, como reconocerá tambien el lector, que no se trala
aquí de los guerreros que siguen al toquí y á sus subalternos; son en
su mayor número masas pongase masas que remueve el general le-
vantamiento, y menos terribles, con ser t , que mil ó dos mil
soldados de los que van con ini 6 con Peltataro: Los hechos lo jus-
pes carán,
270 HISTORIA DE CHILE.
cia, mas que gran parte de estos le siguieran observando
hasta verle del otro lado del Biobio, y camino de Concep-
cion, mientras que el resto se puso á demoler los edificios
de la ciudad desamparada.
- Es resúmen de cuanto en el presente capítulo queda
dicho que en siete meses de operaciones entre los dos
bandos belijerantes , jefe del araucano el sesudo Pai-
llamacu, y del castellano el gobernador don Francisco
de Quiñones, siete establecimientos han perdido los Es-
pañoles , los seis voluntariamente abandonados, cuales
son Cañete, Tucapel, Lebu, Santa Cruz de Coya, San
Jerónimo y Arauco; y la ciudad de Valdivia arrasada,
y la Imperial cerrada por numerosas huestes, y Villarica
y Osorno sin esperanza de salvacion. Apenas si á princi-
pios de este año de 1599 cuentan las filas araucanas seis
mil guerreros, yá fines del mismo ya presentan cerca de
treinta mil combatientes, mas que poco aguerridas pa-
rezcan las dos terceras partes de ellos,
De tan lastimosos sucesos , de esa sangre que 4 tor-
rentes ha corrido en Valdivia , ¿ cabe culpa contra el gó-
bernador don Francisco de Quiñones? y ¿qué se le
pudiera argúir á un jefe entendido, á un jefe de un .
valor probado en cien ocasiones, y que si tal vez midió
sus fuerzas con las del caudillo araucano, siempre fue
para recojer laureles , obligándole por lo menos á una
prudente retirada? No, no; ese incendio tan terrible
que así se descuelga en todas ó casi todas las colonias
de la parte fronteriza de la Araucania, la imprevision de
Loyola le encendió ; era preciso que cumpliera sus es-
tragos, solo que la gravedad de estos, de la conducta
mas ó menos prudente del jefe de las armas castellanas
dependia , y ahí parece estribar un cargo no poco Ler-
CAPÍTULO XXI. 9271
rible contra Quiñones, que en lugar de usar de una
jenerosa y debida benignidad, para con los Indios iner-
mes por lo menos, sus campos tala, sus vidas corta in-
clemente, y es causa de que la irritacion por todos los
ángulos del pais insumiso pregone el grito de una ven-
ganza, que ya no se ha de ver satisfecha. hasta llegar al
total exterminio de las armas invasoras.
CAPITULO XXIV.
gob ador d cisco pide al virey del Perú un sucesor para el gobierno
de Chile. — Asedio de la Imperial y su defensa. — Pasa Quiñones á socor-
rerla, — Vence á Millacalquin vice toquí. — Despuebla la colonia Imperial, y
la de los Infantes, —Regresa á Concepcion.
( 1600.)
En el pecho del gobernador Quiñones no cabe desa=
liento, pero ¿cual nombre hemos de dar al hastío, por
decirlo así, con que mira en Concepcion los asuntos de
gobierno , y particularmente los que dicen relacion con
la guerra? No hay duda que la situacion era , sobre apu-
rada, doblemente dolorosa, viendo la rapidez con que se
venia á la extrema necesidad (queremos admitirla por
tal) de despoblar tantos establecimientos, y casi sin es-
peranza de poder sustentar los pocos que restaban levan-
tados en el suelo araucano. )
Quiñones debia sentir sobremanera que tales aconte-
cimientos se cumplieran durante su mando , Como si un
hado adverso. saliera expresamente para dar por tierra
con las esperanzas que en ese hombre activo y ardidoso
se habian puesto, y como si de intento á esa dignidad
se le trajera para que en ella se desvirtuara el gran re-
nombre ganado en Lima luchando contra riesgos que no
todos los hombres acometen con fortuna, y raro es el que
de ellos sale triunfante.
Si á cubierto creyera él entonces su caballeroso pun-
donor con entregar el mando de las armas, y el gobierno
interino de Chile, en manos de uno de sus subalternos ,
e ii O mr e
He
E CAPÍTULO XXIV. 273
no por eso o delito de resentir un amargo pesar al ver
malogrado el fruto de sus trabajos. Viendo, pues, que
la conquista peligraba , puesto que los Araucanos pro-
gresaban , al paso que los Españoles perdian terreno, y
que las poblaciones fur dadas en muchos años, á costa
de tanta sangre, desaparecian como si no hubiesen exis-
tido, el jeneral Quiñones, ya, por otra parte, en edad
avanzada, pensó en pedir su retiro al virey, que se lo
concedió. Pero ántes de ir á disfrutarlo, aun tuvo una
- hueva desgracia, en la cual continuó dando pruebas 09
celo y de conocimientos militares.
Js
<=
Me
Despues que Paillamacu , arrogante con la ruina de -
| ¿ga habia encargado á su vicetoquí Millacalquin
la Imperial ; despues qué el maestre de campo
astillejo hubo despoblado aquella colonia llevándose
en salvo á sus vecinos, y á los de Cañete, que se ha-
bian acogido á ella, el ambicioso jefe araucano no
quiso que su teniente tuviese la gloria de apoderarse
solo de la Imperial, y fué 4 incorporarse con él, juncion
que compuso el número de diez mil sitiadores.
Los infelices sitiados ya no tenian víveres, y, lo que
mas es, ya habian apurado los inmundos recursos á que
apelan los valientes en tales casos, á saber, caballos,
perros, gatos y hasta el cuero del calzado; y hacian
salidas desesperadas por medio de sus numeros0s enemi=
gos, naturalmente soberbios, y, en aquel instante, er-
guidos con sus recientes triunfos. Paillamacu se los
recordaba sin cesar, con el fin de mantener su ardor,
prometiéndoles nuevas victorias. Claro estaba que en las
salidas que haci Españoles perecian ; pero tal vez
preferian morir á manos de los Araucanos, que de exte-
nuacion y desfallecimiento. A lo menos, er el
MU, HistorrA.
fe
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de: e
an HISTORIA DE CHILE,
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ys
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5
Es
calor de la vida hasta el último suspiro. En esta deplorable
situacion, y sin esperanza. e ser socorridos á tiempo,
no les quedaba ya mas recurso que rendirse por medio
de la mejor capitulacion que le; ¡fuese posible alcanzar
de sus enemigos. En efecto, se resignaron, y, reunidos
en el ayuntamiento, vecinos y militares, resolvieron,
despues de una larga y dolorosa deliberacion, entregarse
á los Araucanos, 3
Á penas habian tomado esta resolucion extrema dose
cuando, de repente, ven entrar en la sala una mujer,
na señora española en traje militar, espada en mano, .
deman varonil, heróico, jesto entre desdeñoso y airado.
onocida como una heroina, tal vez sin igual en las his-
torias, doña Inés de Aguilera (este era su nombre ), que
los sitiados habian visto mil veces sobre el muro comba-
tir al lado de su marido y de sus hijos, muertos, al fin,
delante de sus mismos ojos, y rechazar briosamente
ella, consintiesen en ir 4 olvidarla ho vez, en medio de
un bárbaro jentilisimo, y en una indigna esclavitud,
E e
sin acordarse que Dios no abandona nunca á los suyos;
que para corazones donde reina la verdadera fe, no
hay nunca casos tan extremos, puesto que cuando lle-
gan á faltar remedios humanos en las desdichas, queda
el recurso supremo á la misericordia divina. ¡ Avergon-
zaos de vuestra pusilánime determinacion, y que los que
no tengan ánimo ó fuerzas para seguirme, vayan á pos.
trarse delante de nuestra soberana protectora Virjen de
las Nieves, pidiéndole humildemente perdon de haber
desconfiado de la divina providencia, é implorando su
especial amparo, mientras que yo y los que quieran
ser conmigo, vamos á combatir nuestros feroces ene-
migos! » '
Esto dicho, la asamblea quedó como electrizada, y |
al punto un grito jeneral proclamó por gobernadora á
doña Ines de Aguilera, la cual aceptó con magnanimidad
la responsabilidad de tan peligrosa mision, y salió triun-
te del ayuntamiento, seguida de los valientes; mien-
tras que los ancianos y niños iban con sus mujeres y
madres á invocar el amparo de nuestra Señora de las
Nieves, imájen venerada y preciosa que el obispo San
s coño XXIV. 275
q
Miguel habia dado á su catedral, en donde, á fuerza
de ruegos, la habia dejado al pasar al obispado de
Quito, | :
Claro está que en honor mismo de la verdad de los
hechos, y de la perseverancia poderosa que dá la fe á
corazones bastante inocentes para no tener que hacer
alarde de una tan inútil como triste incredulidad, nos
guardaremos de querer insinuar, ni de creer nosotros,
que la Vírjen hubo de trastornar las leyes de la natura-
leza para protejer á los sitiados de la Imperial; lo que
se comprende muy fácilmente es, que los infelices, lle
5 . HISTORIA DE CHILE.
55 Mos de confianza en su intercesión , se mantuvieron sobre
esta última áncora de la esperanza con ánimo y fuerzas
para descubrir humanamente algun remedio á sus des-
dichas, segun el proverbio : A Dios rogando y con el
mazo dando. Sobre todo, en semejantes casos, todos
los hombres, sin distincion de prácticas y creencias,
se acojen al poder supremo y reconocen su propia
miseria.
Como lo hemos dicho ya., todos los animales domés-
ticos y hasta las badanas y aforros de los muebles ha-
bian servido de sustento á los sitiados, y las salidas que
, - habian hecho estos para prolongar la vida solo por al-
- gunas horas, habian sido causa para los mas de una
pronta muerte. Sin embargo, en este instante de fervor
y de fe viva, Francisco Galdamez ejecuta una , sale so-
lamente con cincuenta hombres, pasa, y vuelve no solo
con yerbas, sino tambien con legumbres y aves; pero
de repente, se ve asaltado por un cuerpo de 2,000 ene-
migos, y noobstante, Galdamez entra sano y salvo en
la plaza, sin haber perdido un solo hombre. ¿Como
sucedió este milagro? — Helo aquí. Galdamez, viéndose
alcanzado, dió frente continuamente, y continuó su re-
tirada en columna, , Por frente y fondo; la intelijencia
Militar de los Araucanos completó el milagro; porque,
_maravillados estos de la injeniosa y sencilla evolucion
de los Españoles, se quedaron embelesados mirándola,
y, por decirlo así, estudiándola, hasta idas llegar _
ilesos bajo la proteccion de la plaza, Gs
-¡Júzguese cual debió de ser la alegría de los sitiados!
Recuperadas sus sa an á postrarse con acciones
de gracias, y nuevo fervor, á los piés de nuestra Se-
ñora de las Nieves. Pero, al salir del templo, otra mayor
solucion de construir un barco, sin pararse en dificulta=
CAPÍTULO XXIV. 277
angustia los acongoja ; se sienten arder de sed, y no
- tienen ni una gota de aguas porque los Araucanos les
han cortado la del rio de las Damas, de que bebian. Este
último mal era sin remedio humano, ó, á lo ménos, así
lo creian; y se ponen á«buscar como locos una fuente
ó arroyo, sin mas razon que la esperanza de que la Pro-
videncia les enviaria agua de un modo ó de otro, y así
fué : sea que nunca hubiesen notado que una cisterna
muy profunda, en donde nunca habian=mirado, fuese
un pozo manantial, ó que la Huvia la hubiese abaste-
cido, sin que ellos parasen la atencion en ello, se halla-
ron con la descubierta preciosa de que podia e,
les agua en suficiente medida.
Así recuperados de sus mayores necesidades, con las >
fuerzas, sintieron mayores esperanzas , y surjieron en
sus espíritus nuevas inspiraciones para trabajar en bus-
_car medios eficaces de salvacion; porque los recursos
que poseian tan milagrosamente no podian durar mu-
cho, y lo mas racional era pedir socorro, cosa imposible
por tierra, al paso que por mar no tenian el mas mínimo
transporte. La consecuencia de esta reflexion fué la re=
es
des, ni saber si tendrian ó no materiales suficientes y pro-
pios para esta construccion. Pu las manos á la obra ,
este proyecto se ejecutó en pocos dias, y, gracias á este
teson admirable, se vieron poseedores de un transporte.
Mas, cosa particular, ni una sola vez les habia pasado
por el pensamiento que carecian de lo ma esencial para
le Búbicran roto iirens: y ya me á desesp
pundos de repente, uno de los concurrentes pensó que
978 HISTORIA DE CHILE.
podrian suplir esta falta con la pez de los cueros de vino.
Con esta feliz ocurrencia renace la esperanza, y todos,
cada uno por su lado, van en busca de cueros viejos de
vino, cuando uno de ellos halla dos de dichos cueros
llenos de un alquitran muy puro.
Es mas. fácil el hacerse juicio de la sorpresa y del jú-
bilo que causó esta felicísima descubierta que el pintar-
los. Gon esta excesiva abundancia de brea que la fervo-
rosa piedad de aquel tiempo hizo mirar como un presente
del cielo, el barco se halló muy pronto carenado, y no que-
daba mas que hacer que botarlo al agua, montarlo y dar
8 vela en. busca de socorro para la plaza. En efecto, una
noche, con el mayor sijilo, lo hecharon al Capten, y co-
- misionaron á don Bernardino Quiroga para que, con dos
Españoles y tres Indios, fuese en él 4 exponer la extre-
midad en que se hallaba la Imperial...
Pero:todo esto no pudo hacerse tan sijilosamente que .
no llegase bastante pronto á conocimiento de Pailla=
macu, y á penas este lo supo, destacó á su vicetoquí
Millacalquin con tres mil hombres para ir 4 guardar
- el paso en Yumbel y oponerse á la llegada del socorro:
Causa verdaderamente sorpresa el ver el acierto y
pericia militares de dls + guerreros araucanos, que im-
por su intrepidez, sino tam-
bien por sus miras estratéjicas. Como, sin duda alguna,
lo habia pensado Paillamacu, el enviado de la Imperial
habia arribado felizmente á la Concepcion, y el gober-
-nador pe
se habia puesto inmediatamente en
marcha, pr epie con n fuerzas suficientes, en aten-
s, Dien pr este a es
con teson, y solo cediese al fuego de la artillería. No
CAPÍTULO XXIV. 279
dándose por vencido, Millacalquin se rehizo, y, reple- E
gado sobre el rio Tabon, presentó segunda vez la ba=
talla al jeneral español, pero de nuevo fué deshecho y
batido. De suerte que Quiñones llegó, sin mas estorbo,
sobre Paillamacu, el cual, por prueba de que las fuer-
zas españolas que le venian encima eran UA
levantó apresuradamente el sitio.
El momento de la entrada del libertador en la plaza,
y las sensaciones profundas de consuelo y de gozo que
debieron experimentar los infelices sitiados, son cosas
que no se podrian describir tan bien como la imajina-
_cion las concibe. Doña Ines de Aguilera recibió del go-
bernador un verdadero y bien merecido homenaje de
admiracion y de respeto por sus virtudes heróicas, á las
cuales la Imperial, dejando á parte los favores particu-
lares de la Providencia , debia el haberse mien hagia
| A a llegada del socorro (1).
| $ «38 Bien que hayamos leido en algunas noticias de los
i acontecimientos de aquel tiempo, que Quiñones se man-
| tuvo en la Imperial hasta la llegada de un barco, que
| vino en abril , para transportar los habitantes de la plaza E
: á la Concepcion, la razon, y otras noticias mas fidedig=
E nas nos inclinan á creer mas bien lo que García dice,
á saber, que habiendo resuelto la evacuacion de la co-
-lonia, el jeneral español se puso de nuevo, y sio Emo
1 como era natural, en marcha, ordenando
d odo, que llevaban bien custodiados ;
vitantes, y en medio de ellos, 4 la ilustre doña Ines de
Ñ, a) No se comprende el error de Molina que da por sentado que doña Ines de
Aguilera no habia aguardado por el socorro, y que, aprovechándose de una o
ocasion, se habia salvado por mar con el obispo, y algunos habitantes. «Es De
tan falso dice Garcia, que el obispo habia muerto, y no habia entonces
Me. - Obispo. »
280 HISTORIA DE CHILE.
Aguilera, á la cual el rey recompensó con una pension
anual de dos mil pesos (1).
¡Qué cuadro tan admirable y tan Hero representan
¡lio desgraciados, salvados tan milagrosamente, en
medio de sus libertadores, llorando, por una parte, la
pérdida de su colonia y de sus bicilas y, por otra, sus-
pirando: de gozo de verse en salvo; levantando los ojos
llenos de lágrimas de reconocimiento al rostro de la ado-
rada Vírjen á cuyo amparo se acojieron en los dias pa-
sados de terror y de angustias, y 4 la cual llevan en el
medio, con todos los ornatos de la catedral y hasta el
libro becerro ó protocolo de esta iglesia! ¡ Qué marcha
tan triunfal! ¡ Jamas historia ha presentado un cuadro ;
tan magnífico, ni tan propio á conmover, y llenar de
sentimientos heróicos y relijiosos cualesquiera corazon
de abrigarlos ! e
sí llegaron á la Concepcion ; así acabó la Imperial, Y
esta es la verdad de los hechos. Las diferencias que se
pueden ha en algunos escritos, diferencias que la his-
toria d » SON puro efecto, en parte, de copias de-
fectuosas, y, en parte, de confusion de los acontecimien-
- tos que han sucedido en diferentes colonias con cir-
cunstancias muy parecidas, y que ha sido muy fácil
confundir.
El gobernador Quiñones concluyó tambien aquí su
gobierno. Cansado de servir, y tal vez, por los ajes y la
lidad de fuerzas que acarrea la vejez, dejó el mando,
ues de haberlo desempeñado quince meses con | 1 pe
(1) Bascuñan intenta, al parecer, ajar los laureles de esta ilustrisima Es-
pañola, acusándola de haber dado muerte á un eclesiástico y á una India. Su-
poniendo que el hecho sea cierto y digno de la historia, la jenerala de la Im-
: —perial pensó, sin duda, que hacia justicia.
CAPÍTULO XXIV. 281
nor. Los Chilenos han conservado una larga memoria de
los nobles y jenerosos sentimientos de que estaba ador-
nado este jeneral, y de los cuales aun dió una magnífica
prueba al despedirse, mandando distribuir á las viudas
de los valientes que habian muerto bajo su mando, la
crecida cantidad de 20,000 pesos, que con este objeto
habia pedidó á su cuñado, el arzobispo de Lima, santo
Toribio Magravejo.
+ de pronto, una fuerte tem
( 1600.)
intros sucedian las desgracias que acabamos de
a e, aun habia otras para colmo de padecimiento de los
habitantes de Chile, y fueron las que vamos á referir.
El almirante holandes Van Noort, que habia entrado
por el estrecho de Magallanes con dos navíos y un
yate, se apareció por febragia o en el mar del Sur. Por
y les impidió de operar reunidos; pero no por eso cau-
saron menos males. Una de las naves, mandada por un
- Capitan llamado Jacobo Machis, arribó al puerto de La-
vapié, no lejos de Arauco, y el comandante, engañado
por la actitud pacífica de los Indios, saltó imprudente-
mente en tierra. Mal le advino, porque los naturales
aprovecharon de la primera ocasion, y cuando mas des-
cuidados estaban los Holandeses, mataron 4 veinte y
tres de ellos, no salvándose los demas sino porque, rece-
losos, se habian quedado en las lanchas.
García se formaliza sin razon, á nuestro parecer, por-
lolina, al referir este hecho, añade : «Quizá por-
que les parecieron Españoles. » — Bien podria ser que
los Chilenos aborreciesen á todos los estranjeros, como
lo asegura García; pero no seria extraño que en este
odio universal, hubiese alguna particularidad contra los
4
a
“
et
% - CAPÍTULO XXV. 983
que habian sido y eran sus agresores. Con todo eso, la
conjetura de Molina nos parece poco reflexionada, en
atencion á que los Indios tienen buen ojo y buen oido,
y verdaderamente no podian confundir los rostros y
traje holandeses con los españoles, ni la lengua pue
landesa con la castellana.
De todos modos, el comandante Machis quedó eGtiS
los muertos, y el mando del buque recayó en su teniente
y sobrino Baltasar Cardes. Este quiso, al parecer, que
la pena del mal que habian hecho los Indios á su tio
y á sus marineros cargase sobre otras cabezas inocentí-
simas de él. En efecto, Cardes fondeó (17 de abril) en
Chiloe, y parlamentó con el gobernador, Ruiz de Pliego,
- bajo pretexto de comerciar y hacer víveres. Pliego le
dejó saltar en tierra con
era este gobernador de un natural blando y bondadoso,
y desconocia, por otra parte, hasta los menos ofensivos
estratajemas de guerra. Así fué, que al punto experi-
mentó lá fatal consecuencia de su ciega confianza ; pOr
que á penas hubo desembarcado, el pirata holandes
hizo dar muerte al infeliz gobernador, y á nueve Espa-
ñoles mas, que le quisieron defender, ni mas ni menos
-que si fueran los Indios que habian asesinado á su tio.
— No satisfecho con esto, tomó por auxiliares á los na-
turales, temiendo que otros Españoles viniesen á vengar
la muerte de sus hermanos; sa saqueó la ciudad de Castro ;
> algunos raptos de mujeres,
se fortificaron en la casa de un particular llamado Mar-
tin Uribe.
Esta atroz conducta de Europeos contra Europeos,
que se deberian considerar allí como hijos de un mismó
suelo, no podia menos de despertar un noble resenti-
tanta mas confianza, cuanto
4
281 HISTORIA DE CHILE.
miento en el corazon de los Españoles, y así sucedió.
Favorecidos por la noche y por el conocimiento del ter-
reno, estos últimos se rehicieron , atacaron á los Holan-
deses y les mataron dos hombres; hirieron á. su capitan
arrancándole la bandera, y rescataron á sus pobres mu-
jeres ; y, por complemento de satisfaccion , sobrevino el
coronel Ocampo, el cual sorprendió al pirata y le forzó
á reembarcarse precipitadamente, con pérdida y muerte
de treinta Holandeses y de trescientos auxiliares.
Entretanto, Van Noort, que habia anclado el 21 de
marzo en la isla de Mocha, echó en tierra, para explo-
rar, á un marinero llamado Juan Claesz, condenado por
insubordinacion á ser abandonado en tierra extraña,
con promesa de indultarle si volvia salvo, y dándole,
para atraerse los habitantes, navajillas, espejuelos y
otras niñerías de tráfico. Claesz fué muy bien recibido
y tratado por los Indios, los cuales cedian un carnero
una azada, y una ó dos gallinas por una navaja; y
tanto los embelesó , que dos caciques fueron á bordo y
pasaron allí la noche sin querer volver á tierra, Al dia
siguiente , los Holandeses desembarcaron con ellos, pora
ver sus poblaciones, que se componian de unas cin-
Cuenta chozas de paja, largas y estrechas con una en-
trada en el medio; pero los Indios no les permitieron
entrar en ellas ni hablar con sus mujeres, las cuales, á
una seña, iban á hincarse de focillas delante de sus
talarios, e pi á sentarse, y les dieron de re-
frescar con chicha, que era su licor de regalo.
El 24, Van Noort salió para la isla de Santa María,
y, el 26, apresó en sus aguas una nave que, al verle,
habia largado la vela. Esta era el Buen Jesus, en comi-
CAPÍTULO XXV. 285
sion para dar aviso de la llegada de velas extranjeras
por el estrecho, y que justamente fretaba con un car-
- gamento detocino y de harina para proveer á la Concep-
cion y á otras plazas marítimas.
En Valparaiso , el corsario apresó algunos barcos es-
pañoles, y otros fueron echados á pique. Sin embargo
no saqueó los apresados, contentándose con quitarles
algunas provisiones de que carecia él mismo.
El 1” de abril, llegó á la embocadura del rio Guasco,
en cuya costa echó á tierra al capitan del Buen Jesus,
y á la mayor parte de su tripulacion. Desde entonces,
no se oyó hablar mas de él, sin duda, porque avistó
las velas enviadas en su persecución por el virey, al
mando de su sobrino don Juan de Velasco. Con el tiempo,
se supo que habia tomado el rumbo por Filipinas, en
donde habia sido muy maltratado por navíos españoles;
pero el hecho es que Van Noort entró con el suyo (el
Mauricio) en Roterdan, el 26 de agosto de 1601 (1).
Este episodio se encuadra maravillosamente en la
guerra de Chile, como prueba de que era superfluo ser
Americano , jentil y tener que convertirse para estar
expuesto á invasiones ; y, de paso , como prueba tambien
de que la humanidad y la crueldad, lo mismo que todas
- las demas virtudes y vicios, no tienen fronteras ni país
natal, sino que se hallan naturaliz
“ciones, sin que estas tengan nada que envidiarse unas á
ras, ni echarse en cara sobre este particular.
(1) Ulloa, y Jorge Juan, viaje á la América meridional.
ES
sta
CAPITULO XXVI. sl
Gobierno interino de García Ramon. ás :
En. 1600.) :
+ García Ramon, antiguo maestre de campo, se hallaba
en Lima siguiendo una solicitud, cuando el virey le
nombró para pasar de gobernador interino 4 Chile ; pero
lejos de prestar á este jeneral los auxilios necesarios
para restablecer la superioridad de las armas españolas,
y rescatar lo má el soria nada le concedió, sp le
(1) Pero García, refiriéndose á Rojas, asegura que García Ramon recibió
tropas de Buenos. o 5 y Molina dice que le llegó un rejimiento de velez
ranos , que le cond : de Lisboa: don Francisco dl e op historiadog,
a opinion jeneral,
O a
ME Y Ei e: q vas
CAPÍTULO XXVI, 287
riese, Pelantaru habia pasado el Biobio para echarse
sobre la provincia de Chillan. De modo que el goberna-
dor, no pudiendo dividir sus fuerzas , se hallaba en la
imposibilidad de atender á los dos puntos amenazados.
Sin embargo, aun supo García Ramon sacar bastante
partido de los pocos recursos que tenia para contener á
los jefes araucanos, y lo que es mas, forzarlos á ale-
jarse de las márjenes del Biobio. Era mucho , sin duda,
el no perder terreno; pero no era bastante para lo que
se pedia y necesitaba. Al cabo de seis meses de mando,
tuvo que cederlo al maestre de campo don Alonso de
Rivera, enviado como gobernador en propiedad ;
- siendo de notar, dice Molina, que García Ramon, pre-
cisamente porque conocia lo peligroso de la situacion ,
no habia aspirado á mas que á mantener sin nuevas pér-
didas lo que existia. e
El nombramiento del nuevo gobernador nos da 0ca-
sion de notar que no era extraño que la corte juzgase á
los jefes españoles de Chile con cierta severidad, puesto
que el mismo virey del Perú estaba persuadido de que
la guerra se eternizaba por el solo interés de los gober-
nadores y otros jefes del ejército. En efecto, llevado de
esta persuasion, el virey habia pedido al rey un gober-
nador español, no solo de pericia y conocimientos mili-
tares, sino tambien desinteresado, á fin que no tuviese
mas miras que las de terminar la conquista , y este fué el
motivo por el cual don Alonso de Rivera obtuvo el mando
de Chile con fuerzas, hasta entonces, no vistas, y COn
grandes recursos para pagarlas; puesto que el rey le
prometió quinientos Españoles, Y , POr de pronto , le su
cargó de transmitir al virey del Perú la órden de darle
trescientos. Desde este momento, queria S, M. que su
*
288 HISTORIA DE una,
sólo señalado y fiagilio: por el:
grado de jeneral hasta el de solda
á los habitantes de Chile de ha enon
de guerra con que aa a y
erario, desde
con el fin de ali
>
CAPITULO XXVII.
Acontecimientos : Mimi militares, bajo el gobierno del maestre de campo
n Alonso de Rivera. — Ruina de Villarica
( 1601.)
Era muy cierto que los infelices habitantes de Chile
estaban ya casi en la imposibilidad de soportar por mas
tiempo las cargas de la guerra; y la providencia del rey,
- enel hecho de mandar pagar los sueldos de su ejército
- por el erario, fué una verdadera providencia para ellos.
A este interesante y feliz resultado , se añadia otro que lo
fué no ménos, á saber, que el soldado, hasta entonces
desmoralizado por la necesidad, y por el robo á que
acudia para su remedio , volvió 4 encerrarse en los lí-
mites estrechos de la disciplina, y ya no dió mas motivos
de queja , en este particular.
Al despachar de gobernador de Chile á don Alonso de
Rivera con tan poderosos medios de terminar la guerra
que asolaba aquel reino, el rey pensó y esperó «
esfuerzos serian muy luego coronados de un feliz
Rivera pensaba y esperaba lo mismo, y así se lo ]
metió al monarca. Con estas esperanzas y priticiab e
embarcó en San Lucar de Barrameda y llegó felizmente
á Lima. En vista de las órdenes que le llevaba, el virey
puso al punto á su disposicion los 300 hombres, dos
transportes, y el dinero para las pagas; y, sin mas tar-
danza, el nuevo gobernador de Chile se embarcó, y arrinó
al puerto de la Concepcion , por febrero de 1601 ()-
4) García,
d 1. HisTonta. 19
LA
290 HISTORIA DE CHILE,
En aquella época, Villarica y Osorno, solas colonias
australes que les quedaban á los Españoles, se hallaban
sitiadas por los Araucanos.,
La primera, mandada por el eqmegiior don Rodrigo
Bastidas , estaba estrechada por el vicetoquí Millacalquín
y sus habitantes hacian]
que los lectores han admirado, sin duda. alguna, en otras
partes. Muriendo de hambre, cadáveres galvanizados,
mas bien que hombres en vida, sus defensores, dirijidos
por el valiente capitan Bastidas, habian resuelto enterrarse
bajo los escombros de la plaza ántes que rendirse; ph
no pudiendo contar con que les llegase socorro, hacian
salidas portentosas en busca de yerbas para sústontarill |
Así se iban muriendo todos de una manera ó de otra. En
la segunda, mandada por el maestre de campo don Fer-
nando de Figueroa, sus habitantes no se señalaron con
menos arrogancia y dieron igualmente pruebas no equí-
vocas de grande valor y de una firme perseverancia.
En este estado se hallaba Chile, cuando llegó el gober-
nador Rivera, y sus primeras atenciones fueron los so-
corros urgentes que reclamaban estas plazas, En efecto,
despachó incontinenti al maestre de campo Gomez Ro-
mero y al capitan Francisco Hernando Ortiz, con setenta
hombres, y órden de reforzarse con tropas auxilisres en
Chiloe. Al dar cumplimiento á su encargo , supo Romero
que en la cienega de Perpalen, habia un campo ene-
migo muy bien atrincherado, y fortificado con una
buena palizada. Sin duda, este campo debia de ser una
especie de cuartel jeneral, desde donde los Indios hacian
incursiones, y por lo tanto, muy interesante el des-
truirlo, puesto que Romero, no obstante la urjencia de
acudir á Villarica, se empeñó en tomar la cienega, ope-
CAPÍTULO XXVII 291
racion que le costó tres dias de ataques y de repulsas.
Enfin, venció todos los obstáculos, y los enemigos dis-
persos, huyendo por todos lados, dejaron muchísimos
muertos, en parte ahogados en la cienega.
Pero estos tres dias perdidos eran de llorar para los
desdichados de Villarica. Y con todo eso, ¡ cosa increi-
ble! Romero se va de allíá Castro, y se contenta con en-
viar cincuenta hombres al mando de Ortiz 4 Osorno.
Llega Ortiz á Osorno, y Paillamacu , bajo pretexto de
temer este refuerzo, levanta momentáneamente el sitio;
pero en realidad, para reforzarse él mismo, como luego
severá. Enfin, don Fernando de Figueroa destaca á Ortiz
al socorro de Villarica; pero ya era tarde. En Mari-
quina, este capitan supo que Villarica ya no existia.
Millacalquin no habia dejado un instante de descanso á
los infelices defensores, los cuales, no pudiendo ya,
por su corto número, defender el cuerpo de la plaza,
se habian retirado 4 un baluarte, en donde Bastidas,
con solos diez 4 doce hombres que le quedaban, se ha-
bia defendido hasta que Millacalquin, poniendo fuego al
baluarte, los habia forzado á salir, y aun estos valientes
habian tenido bastantes ánimos para morir con las armas
en la mano.
Este fué el fin de Villarica, sucedido en octubre de
1601, y al cabo de dos años y once meses de sitio.
Aquí, los Indios no hallaron mas vivientes que algunas
mujeres, algunos niños y el pobre presbítero Andres
Viveros que martirizaron con lenta é injeniosa crueldad,
4
le
CAPITULO XXVHL +
Sucesos que preceden á la evacuacion de Osorno. — Llegada de Ocampo con
un refuerzo de tropas. — Su salida para Chiloe. — Es atacado y muerto
por los Araucanos.
( 1601.)
Ortiz volvió con esta tristísima nueva 4 Osorno. En
este momento, los Indios de encomienda de la provincia
de Cunco se conjuraban con los de guerra, bajo el
mando de Ligcoy, valiente jefe, atrincherado con mil
de los suyos entre un canal de mar y una cienega intran-
sitable para caballos, y aun dificilísima para la infan-
tería por lo profundo del agua que llegaba á la cintura.
Noobstante estos obstáculos, Figueroa resolvió tomar
esta posicion y castigar á Ligcoy. En efecto, sale de la
plaza, llega á vista de los enemigos, y manda preparar,
cuatro piraguas, prefiriendo arriesgarse por el canal,
que atravesar la cienega, en cuyo paso habria perdido
mucha gente. Por otra parte, el canal presentaba la
facilidad de ser atravesado sin mucha resistencia, pro-
tejiendo el desembarco el fuego de una division.
Así se verificó; las cuatro piraguas abordaron á la
parte de los enemigos, los soldados que las montaban
saltaron en tierra, se formaron y los contuvieron con su
fuego, mientras se les incorporaban las otras divisiones.
Esta operacion concluida, Figueroa se halló con otra
dificultad mayor que vencer, á saber: al pié de un risco,
CAPÍTULO XXVIIL 293
que no daba acceso si no era por la cienega, que habia
querido evitar, y por algunos senderos de tierra firme,
defendidos con estacas puntiagudas y entrecruzadas, en
manera de caballos de frisa; pero la empresa estaba de-
masiado adelantada para que fuese posible el retroceder
sin haber conseguido su fin, con escarmiento de Ligcoy
y de los suyos. Gon todo, tuvo el jefe español mucho
que hacer para abrirse paso mandando que los auxiliares
lo despejasen arrancando las estacas; pero enfin, lo
consiguió arrojando al enemigo á la cienega, en donde
aun hizo este una larga, aunque infructuosa defensa, y
de donde se retiró con orden á un fuerte que lenia, pro-
tejido por una escarpada roca.
Cuanto mas les costaba á los Españoles el forzar los
Araucanos á rendirse, tanto mas les acrecentaba el ansia
de alcanzar estayictoria; los bizarros Araucanos no eran
del mismo parecer, y probaron en este , como en
otros muchos, que eran tan impertérritos en la defensa.
como denodados en el ataque; en todo el dia, las tropas
españolas no pudieron hacer el menor progreso. Sin
embargo, como á la valentía reunian el tino militar, sus
enemigos, que sabian, sin duda, no poder esperar por
socorro, desalojaron por la noche para retirarse por la
cienega; pero la oscuridad de las tinieblas dió lugar,
ántes que lo ejeculasen completamente, á la claridad del
dia, y fueron vist Inmediatamente, Figueroa les
destacó 4 Ortiz con los auxiliares, y este capitan pudo
hacer algunos prisioneros, entre los cuales se halló, por
su desgracia, el jefe Ligcoy, digno por su valor he-
róico de mejor suerle, y á an. mandó Figueroa dar
una cruel muerte. ¡Errores fatales! ¡Ceguedad funesta !
puesto que e no y de esperar, ni cabia en razon, que
su Socorro E y tan felizmente, que al p:
29h HISTORIA DE CHILE.
los mas bárbaros y los mas pos diesen los PARO
. dd idad.
drigo de Rojas, de que iba á ser envestido por grandes
fuerzas, Sin tomar descanso , Figueroa salió de nuevo á
o, salvó al capi-
5 Ira, que venia á explorar las provin-
taáge Calle Calle y Quinchilca , y que, sineste acaso,
habria caido en la ruina de Villarica, á donde se dirijia.
El fuerte. de' Tebifllado fué evacuado, y Figueroa con-
centró toda: las fuerzas de su distrito para resistir, no á
onjuracion , sino á la trama perpetua é inter-
minable de conjuraciones que no habian cesado de ur-
dir los Araucanos desde la muerte de Loyola.
¡ Qué movimiento! ¡qué multitud deshechos heróicos
y de héroes de una y otra parte! Apenas si el ánimo
del lector puede discernir de qué lado se inclina la ba-
lanza del sentimiento interesado que se experimenta
E
siempre en favor ó en contra de uno de dos partidos. Es
una particularidad de la historia de Chile, sin parangon
en las demas historias. Por un lado el teson y la perse-
verancia de los Españoles us padecimientos y sus
grandes desgracias. Por otro, los esfuerzos incesantes,
el pereejO y la bizarría de qn brillantes Araucanos. >
Ei E A
láminas de bronce. Poteó no y pod emos menos de ad
tar la pintura que hacen del carácter y de las virtudes
privadas de ne naturales los misioneros, los cuales los
No bien hubo regresado 4 Osbino su comandante, ;
j ciiido recibió _partedel de Tarpellada, que lo era Ro-
CAPÍTULO XxXVIk. 295.
de los Araucanos no alberga me tigclentos a “y
magnánimos.
Figueroa, no pudiendo ignorar
estaba sublevada, y que á Paillamacu, el cual, $
que intrépido, y capaz de sobrellevar las at lec
guerra, se hallaba sin embargo ya muy entrado en
se le habia juntado Pelantaru, otro caudillo qu menos
formidable , tomó medidas para poder resistirles, y, y, en
caso necesario, para ir á buscarlos sin esperar á que le
atacasen. La que le pareció mas urjente fué la construc»
cion de una ciudadela , y él mismo, en persona, C00-
peró á ella con sus propias manos ; ejemplo que dió tal
impulso 4 los trabajadores, que en poco tiempo quedó
la plaza fortificada con este poderoso resguardo; porque
una ' ciudadela en el recinto de una plaza es tan venta=
sa, que puede haber casos en que baste á salvar la -
e la za, y á preservar de los efectos de un mal éxito.
La segunda medida que tomó fué el alojar cómoda-
mente y con seguridad á las clarisas de Santa Isabel
en la casa del capitan Ortiz, el cual la cedió gusto-
sísimo, consintiendo que se hiciese en una parte de ella,
puesto que ofrecia suficiente capacidad, un oratorio para
el servicio divino. Estas clarisas, Ó franciscanas, llama-
das de Osorno, habian sido fundadas en el año 1573,
segun el abate Olivares, por tres señoras de esta ciu-
dad, con el título de Beaterio, y el obispo de la Imperial,
abia reducido á clausura bajo la regla
de Santa Clara.
Entretanto, se delantera un dia al gobernador unos
Indios de paz, que llegaban con el parte de que al
norte del Rio Bueno quedaban acampadas tropas espa-
ñolas, detenidas por la dificultad de pasar el rio. Bien
A e
295 - HISTORIA DE CHILE.
que los mensajeros no pudiesen decir otra cosa mas
acerca de estas tropas, Figueroa supuso que venian á
reforzar su guarnicion, y envió con urjencia al capitan
Ortiz, acompañado de su hijo, para que facilitasen á
dichas tropas el paso del Rio Bueno, paso arriesgado, y
para cuyo servicio no habia mas que cuatro muy peque-
ñas canoas. Marcharon incontinenti los dos Ortiz, padre
é hijo, y hallaron que las tropas anunciadas venian man-
dadas por el coronel Ocampo, el cual, habiendo llegado
demasiado tarde al socorro de Villarica, venia ahora á
reforzar la guarnicion de Osorno. se
A primera vista, parece incomprensible como habia
tardado tanto Ocampo en aparecer; pero, dejando á
parte que la multitud y rapidez de los acontecimientos
hacen olvidar el corto período de tiempo en que suce-
<den, Ocampo habia marchado con precauciones, y por
rodeos áridos y escabrosos, ignorando si hallaria. ene-
migos y en qué número. Por esta razon, cuando llegaron
á Riobueno, sus tropas estaban exhaustas de fuerzas por
cansancio, y por una larga privacion de alimentos; y
la venida de Ortiz fué para ellos un verdadera socorro
del cielo, puesto que les traian buenas provisiones y en
abundancia.
Sin embargo, solo tomaron una suficiente refaccion,
y el descanso necesario, y luego se pusieron en marcha
para Osorno, :
Sorprendidos los Araucanos al ver llegar inopinada-
mente este refuerzo , pensaron en reservarse para mejor
ocasion , y dieron muestras de renunciar á sus proyectos
belicosos ; pero Figueroa, sin fiarse en estas apariencias,
y con aviso, por otra parte, de que mas que nunca
pensaban en atacarlo, resolvió ir 4 buscarlos, y los sor=
CAPÍTULO XXVIHL. 297
prendió cuando menos lo esperaban, derrotándolos
completamente y quitándoles numerosas cabezas de
ganado, con lo cual los creyó escarmentados para
mucho tiempo ; pero esta persuasion le fué fatal. =
Calculando que los víveres, con el aumento de bocas
que Ocampo habia traido, iban muy pronto á ser escasos,
y que las mujeres y criaturas padecian inútilmente,
pensó Figueroa, en atencion á que era corta ladistancia,
en destacar al coronel Ocampo con cien hombres , bajo
las órdenes inmediatas de los capitanes Peraza, Rodrigo
y Pedro Ortiz, á Chiloe, en busca de víveres , caballos
de bagajes para trasladarlas allí, y aun mas tropa, si
la habia. Esta funesta resolucion fué puesta en ejecucion
sobre la marcha. Ocampo salió de la plaza con sus capi-
tanes y sus cien hombres, y mientras que no estuvieron
demasiado lejos de su proteccion , ya fuese para volverse
á ella ó ser socorridos por ella, viajaron sin el meno
estorbo, bien que sin descuidar las precauciones mili-
tares con que se debe andar por país enemigo. .,
¿Pero de qué podian servir las precauciones mejor
combinadas , en semejante caso , con enemigos tan sa=
gaces y tan resueltos como los Araucanos ? En efecto, de
nada ó de poco; y así fué que en la primera montaña
que tuvieron que atravesar, se vieron de repente ata-
cados por fuerzas casi decuplas, y + desde este momento
no tuvieron mas descanso. En la imposibilidad de retro-
gradar, de hacer alto para descansar, ni de tomar ali-
mento, tuvieron que batirse continuamente para abrirse
paso, hasta que en uno de estos incesantes encuentros,
te derrotados con pérdidas dolorosas,
1U
Ab
fueron e
tanto que el coronel Ocampo quedó muerto en él. No
parecia sino que los Indios se habian mantenido apos-
298 HISTORIA DE CHILE,
tados para seguirlos y vengarse de la última sorpresa que
Figueroa les habia ocasionado.
Pues aun, estos infelices, como si de antemano hu=
biesen previsto este caso aciago, y se hubiesen dado
punto de reunion, se rehicieron á la orilla de un rio, y
en pocas torfip> atrincheraron. Los Indios los cercaron
y por la noche les daban continuos asaltos ; pero viendo
que eran sin fruto, determinaron dejarlos morir de
hambre ; recurso infalible ciertamente , si, por su lado,
los pobres sitiados, con esta prevision, no hubiesen
ellos tomado una resolucion. Esta fué que el capitan
Peraza, reconocido unánimemente por jefe, dispuso
construir una piragua; y una noche en que los Indios,
segun su máxima, habian parecido alejarse para caer
de improviso sobre ellos, transportó en ella á la otra orilla
su gente, en muchos viajes.
l amanecer, viendo los Indios que los e Eapañoldl se
habian salvado , se pusieron á perseguirlos y, al fin, los
ron. Pero ya los Españoles se hallaban animados
por y una de estas as. que solo vienen de arriba
biesen sido despóllazados por los Indios:
Reputándose invencibles con esta inspiracion, rechazaron
valientemente á los Araucanos, y llegaron , sin cesar de
defenderse, 4 Carelmapu , pueblo de Indios amigos y
aun de muchos moradores Españoles, y 4 donde, por
complemento de consuelo, acababa justamente de llegar
don Francisco Hernandez con un refuerzo de cien hom-
bres para Osorno. '
El corregidor de Castro, 4 cuyo partido pertenecia
Carelmapu, "SS con el mayor celo todo lo que el
4
Me
+
a y
«3 CAPITULO XXIX.
" ed :
Prosiguen los sucesos de Osorno antes de la evacuacion de esta colonia. — Su
- Jocendio. — La religiosa doña Gregoria Ramirez y el Indio Huentemagu.
(1601.) »,
Don Fernando de Figueroa tenia demasiadamente las
cualidades de un brillante militar de accion para que
no hubiese alguna vez cierto apresuramiento en sus re-
- soluciones. Así es que, confiado en el desconcierto en
que habia dejado, con la última sorpresa, á los Arau-
Canos, ho supo prever que podian atacarle mas pronto.
Por desgracia , sucedió todo lo contrario.
Sin duda las plazas y fuertes de las colonias españo-
las, sobre cuyas fortificaciones nada vemos en los his-
toriadores contemporaneos, no eran de la resistencia
que las nuestras tienen en el dia, y tanto menos, cuanto
sus muros no arriesgaban que los Araucanos abriesen
brechas en ellos; pero aum'debian presentar algunos
obstáculos , sino obras exteriores, tales como fosos, y
puente levadizo, para que el enemigo no llegase de
pronto y de pié llano á la capital dela plaza. Sea lo que
fuere acerca de esto, las disposiciones militares de noche
eran regulares en Osorno : las tropas acuarteladas en la
ciudadela; guardias, centinelas, y patrullas; y si en la
vijilancia hubo descuido , es probable que no ha sido por
culpa del jefe que mandaba. Sobre todo, en tales casos,
siempre ha sido imposible el averiguar la verdad.
Una noche pues (21 de mayo 1601), en medio de una
CAPÍTULO XXIX. 301
tempestad horrorosa, y cuando los Españoles menos lo
esperaban, se ven de repente arder las casas de
Osorno ; los enemigos habian entrado en la plaza,
gracias, probablemente, 4 la estrepitosa borrasca.
Despertándose despavoridos , los habitantes, amena-
zados por las llamas, salen aterrados á las calles; las
madres llevando á sus hijos en los brazos, los maridos
á sus mujeres, los hermanos á sus hermanas, y suscla-
mores aumentan el bramido de la tempestad y forman un
verdadero caos. Era justamente lo que los Araucanos se
habian propuesto : saqueo, raptos de mujeres y prisio-
neros; bien que Paillamacu hubiese recomendado mucho
á los suyos que lo ejecutasen sin desunirse y con mE
mayores precauciones. Sin embargo, los enemigos, Ca
gados de botin, y embarazados con mujeres y
neros , quese apresuraban á poner en seguro, no podian >
mantenerse en estado de batirse.
A los gritos del tumulto, las tropas de la ciudadela
pabian tomado las armas; pero , en Sorpresas nocturnas,
cuando se ¡ignoran los proyectos y las fuerzas de los ene-
migos , siempre hay alguna indecisión. Noobstante, las
llamas pusieron de manifiesto el desórden en que se
hallaban los Indios; los soldados españoles salieron á
ellos y los forzaron á abandonar la presa que: habian
hecho, y la mayor parte de los prisioneros; pero no lo
ejecutaron. sin una grande resistencia de los Araucanos
a 2, al retirarse, aun se llevaronalgunas mujeres des-
pues de haber muerto á muchos Españoles, y, entre
ellos, por mayor desgracia, al mismo maestre de campo
don Fernando de Figueroa.
+ Al dia siguiente, llegó Peraza con Hernandez, los
hombres, ia y bagajes que habian ido á' buscar 4
302 HISTORIA DE CHILE.
Castro, desde donde regresaron sin el menor encuentro
ni estorbo.
Aquí tiene lugar una particularidad concermianla E
la índole de los Araucanos ; porque, por mas que se diga
que una golondrina no hace verano, tambien es muy
cierto que rara vez se ve un ejemplo de vicio 6 de vir=
tud sin imitadores.
Entre las mujeres que los Araucanos se llevaron de
esta terrible sorpresa , se hallaba una religiosa de Santa
Isabel (doña Gregoria Ramirez), de quien se prendó de
amor sensible el Indio Huentemagu , en manos de quien
cayó. Decimos de amor sensible , porque al punto en que
este Araucano, hombre de bien y de corazon , vió que
sus insinuaciones ofendian á su cautiva, se encerró en
los límites del afecto el mas rendido y respetuoso. En
una palabra, pudo mas para con él la virtud de la monja
que su peregrina hermosura. Confesemos que Escipion,
por pues motivos, no fué mas contenido ni
; a
tte, la religiosa, cuya principal esperan
de conservarse pura se fundaba en la proteccion. de
Dios, no pudo menos de notar con admiracion , y aun
con una sensacion de reconocimiento, la sumision del
Den desvivia dos hacer llevadera y aun gaia su
situacion á doña Gregoria Ramirez; pero viendo que
esta señora estaba siempre triste, bien que le tratase
él con dulzura, en recompensa de sus nobles procedi-
mientos; viendo, sobretodo, un dia, lágrimas en sus
ojos, resolvió restituirla á la libertad y 4 su convento,
aunque él ¡Jo bicen de morir de pesar. ¿En donde, €n
CAPÍTULO XXIX. 303
qué hombre culto, civilizado, noble ó plebeyo, se ha-
llará un rasgo mas hermoso de magnanimidad y de
bondad de corazon ?
Al formar esta noble resolucion, Huentemagu corria
algunos riesgos; porque en este instante, el resenti-
miento de Paillamacu y de los Araucanos, en jeneral,
contra los Españoles no tenia límites, y Huentemagu podia,
comprometerse gravemente. Por lo mismo , resolvió eje-
cutar su proyecto con maña, sin que nadie lo supiese.
Con este fin , se concertó con un enviado de Peraza (que
iba á proponer algunos canjes y rescates ) , y entre ellos
quedó concertado que se la robaria ; y así fué. De modo,
que, en la opinion de todos, Huentemagu habia tenido la
desgracia de perderla con otra mujer que poseia ya bau-
tizada, y que quiso dejar ir con doña pato á su con-
vento.
Este último rasgo pone enteramente á descubierto la
sensibilidad de Huentemagu; no pudiendo él vivir al lado
de su ídolo, quiso que una persona suya le recordase á
ella,
CAPITULO XXX.
e seal
Estado miserable de Osorno. — Los habitantes la abandonan y se trasladan
con mucho trabajo á Chiloe. — Salida de las monjas clari para Santiago.
( 1602.)
ampo habia muerto en el camino de
Chiloe, y tambien, sin duda alguna , los capitanes Or-
tiz, padre é hijo, puesto que hemos visto Peraza, que
iba con ellos, proclamado jefe despues de la derrota en
la que quedó muerto Ocampo. Por consiguiente, Peraza
manda ahora en Osorno, á no ser que sea Hernandez,
que vino con él de Castro,
Nada de esto ignoraban los Araucanos, y lejos de en-
tibiar su ardor la venida de los refuerzos, al contrario,
e ab: nuevos brios con la certeza de que cuantos mas
: r 5 hay, mas pronto se acaban los víveres, El caso
pues, para ellos, era estrehar 4 los Españoles de modo
que no pudiesen procurárselos , al paso que consumiesen
los que tenian, sin dejar, por eso, de continuar las hos-
tilidades, cuando hubiese buena ocasion para ello.
Vuelven , en efecto, los Araucanos á poner un cerco
mas estrecho á la plaza, y á renovar tentativas de sor-
presa y de asalto. Continuamente rechazados, otras tan-
tas veces vuelven ála carga. De una y otra parte se notan
rasgos de valor admirables. Entre los Españoles, se ad-=
mira aquí » COMO hemos admirado en la Imperial, á una
heroina española, la cual se llama justamente como la
a, es decir doña Ines, Pero esta es doña Ines de Ba-
*
CAPÍTULO XXX. 305
zan , hermosa mujer que se bate con un denuedo varonil,
mas que varonil, extremado, entre su marido el capitan -
Bazan y su hijo ; otra semejanza con doña Ines de Agui-
lera, con la diferencia de que esta experimenta el dolor,
que no tuvo la otra, de ver caer muertos delante de sus
ojos á su marido y á sus hijos.
Mientras tanto, el tiempo dura, y los víveres no. Ya
los sitiados empiezan á padecer, con angustia , escasez
de ellos, y ya preven que se verán en crueles extremi-
dades. De aquí, junta en consejo Ó ayuntamiento, de
vecinos y militares, y deliberacion de enviar de nuevo á
- Castro á buscar provisiones. El arrojado Peraza se ofrece
para esta arriesgada empresa, sin pensar en lo que habia
padecido , y en los peligros que habia corrido el año an-
terior, en otra semejante. Ignoramos si los sitiadores le
dejan pasar ó si se abre paso, ó si burla la vijilancia
del enemigo. El hecho importante para la historia es que
salió, esta segunda vez, el dia 20 de enero de 1602, La
fecha una vez establecida, no hay para que dudar, en
atencion á que estas fechas no han podido menos de exis-
tir y conservarse especialmente en las actas y archivos
de los cabildos, conservadores natos de estos preciosos
documentos.
Y en este punto, queremos aprovechar de la ocasion
de pagar un tributo de admiracion á estos cabildos, y á
sus miembros, cuyo valor y virtudes cívicos han debido
contribuir poderosamente á los buenos éxitos, cuando
los habia, y padecer otrotanto, cuando eran malos,
Porque es un error muy grande el creer que el ánimo y
la firmeza que se ejercen en una poltrona ó silla no me-
recen elojios porque no se practican á la boca de un
cañon. Es, al contrario, mucho mas fácil, A
11, Historra.
A Y
ai
306 HISTORIA DE CHILE.
parecer, adquirir el ardor del valor por el movimiento
¿de el calor mismo de la accion , que reflexionando fria-
mente en un consejo, y aguardando con ánimo imper-
turbable consecuencias, tal vez funestas é inevitables, 'de
una determinacion valiente y resuelta á toda costa,
¿ Cuantos elojios deben merecer los cabildos chilenos ?
¿Qué rasgos de enerjía, de paciencia , de resolucion y de
jenerosidad no debieron haber tenido en tan largos
años de duras pruebas, por las cuales han tenido que
asar ?
Volviendo á la nueva expedicion de Peraza , salió ,
como hemos dicho, con propósito de traer á la plaza
nuevos elementos de existencia y resistencia, y de par-
ticipar con masseguridad al gobernador la imposibilidad
de conservar la colonia.
¡ Gosa extraña ! Peraza fué y volvió muy en breve sin
haber experimentado contratiempo alguno. El parte que
habia enviado al gobernador habia llegado 4 manos de
este jefe superior, como lo probaron las órdenes que
at
fueron transmitidas , á pocos dias de allí, 4 Hernandez
para que evacuase la colonia, y e onduftas sus morado-
res á Chiloe, con el fin de fundar con ellos las de san
Antonio de Calbuco, y de San Miguel de Carelmapú (1).
Hernandez dió cumplimiento á estas órdenes. Por 0c-
tubre de 1602, salió de Osorno, llevándose á sus habi-
.tantes que lloraban , inconsolkbles, la pérdida de una
patria, en donde dejaban sus bites y el porvenir de sus
hijos , adquiridos con tanto trabajo, y en medio de
crueles zozobras y peligros, Si querian recuperarlos ,
tenian que empezar de nuevo á trabajar. Esta fué la
E E
E >
CAPÍTULO XXX, 307
. >
- suerte de Osorno , al cabo de un sitio de mas de cuatro
años (1).
El viaje á Chiloe fe funesto para muchos de ellos.
Por mas que hizo Hernandez, militar experimentado,
para confortarlos y asistirles, tuvo el cruel sentimiento
de que se le muriesen en el camino sobre veinte perso-
nas, de flaqueza ó por males que no estaba en su mano
remediar. Luego que llegó á los nuevos establecimientos
con sus interesantísimos colonos, Hernandez envió con
toda comodidad, y el decoro posible, las relijiosas de
Santa Isabel á Castro, y dió parte á don Alonso de Ri-
vera de haber cumplido en todo sus órdenes.
En vista de este parte, el gobernador despachó un
transporte á Castro para trasladar las relijiosas á Yal-
paraiso ; desde donde , por noviembre (2) de 1603, pasa-
ron á la capital. Allí, con limosnas y donativos, fun-
daron el convento de Santa Clara, á cuya edificacion
contribuyeron jenerosamente el virey del Perú, y las
personas de distincion de Lima.
(1) Carvallo
(2) Perez García, refiriéndose al lib. 7? del cabildo, libro que empieza dicho
año, y en el cual se halla el acuerdo de esta corporacion, diciendo que era -
muy justo socorrerlas, y E cinco cuadras de la plaza con elcos- .
tado de la iglesia á la Cañad
de .
o
CAPITULO XXXI.
Suerte deplorable de los prisioneros españoles. >
La relacion verídica y cireunstanciada de los mas de
los hechos que componen esta historia no puede menos
de hacerla tristísima. Pero esta es la historia, la cual,
segun el P. Ovalle, no tiene, en este particular, así como
en otros muchos plata nada que se le semeje en las
demas historias.
Hablando de los infelices cautivos que se llevaron los
Araucanos de las arruinadas colonias españolas, dos
consideraciones angustian el corazon, á saber; que amos
la víspera, Ó por «decirlo así, se veian esclavos al dia si-
guiente; y que teniendo por principal objeto esta larga
y sangrienta lucha el convertir paganos al cristianismo,
los cristianos que la sostenian corrian el mayor riesgo de
ver alterada su fe por el roce con las prácticas y COS-
tumbres del paganismo , durante muchos años de cal-
tiverio.
Acerca de la primera de estas dos reflexiones, el
mismo Ovalle confiesa que los Indios eran desapiadados
'a COn sus cautivos, no pudiendo olvidar que los Es-
pañoles habian litadido su país, dando muerte á mu-
chos de los que habian querido defenderlo; se se habian
apoderado de sus tierras y bienes, y los me sujetado
á servidumbre á ellos mismos. No era pues de esperar
que los tratasen bien, ni siquiera humanamente, y asi
sucedia que los dejaban morir de hambre, los agobiaban
'
ss
ma des,
55d
208
+
CAPÍTULO XXXL. 309
de trabajo en labores dómesticos y del campo, y los de-
.n ir desnudos, En esto, sin embargo, hacian dife-
- rencia entre los hombres y las mujeres; á los hombres
los despojaban , engalanándose ellos mismos con sus
vestidos, y muy particularmente con los uniformes mi-
litares. A las mujezess se los dejaban; pero como no
ocupaciones serviles que les daban, las pobres señoras
se veian muy luego obligadas á vestirse como las Indias
mismas. Peor aun que esto era el calzado; porque una
vez usado el que llevaban, tenian que andar con los piés
desnudos. El po. se reducia A pellejos de animales
ento á harina de maiz
visto el desprecio « con que los pi miraban las como=
didades de la vi om
Era una dolorosa ¿iimsafl pe (
no es muy de extrañar que haya habido. hololdad entre
ellas, que quisiesen huir 4 toda costa tan lastimosa
suerte, Pero aun padecian mayores angustias cuando se
veian ocupadas en los servicios mas bajos, ya fuese en
lo interior, ya en los campos. Estas infelices, en estos
de Ipptos al coc que
en que habian sido á
lastimaba era el as a
e brazos. Ovalle dice que ha visto él ep algunas
que habian vuelto mancas de cautiverio, por este ejerci-
" cio, Es verdad que añade, por otro lado, hablando del
valor y de la constancia de estasítautivas, que se acuerda
haber visto una de ellas, ya muy vieja, que volvió tan
fresca» y tan- gorda como si viniese de un lugar de con-
“e
de
Ñ
3810 HISTORIA DE CHILE.
veniencias y regalos. Esto prueba perfectamente el poder
del hábito sobre la naturaleza, y cuan sin razon nos.
creemos mas débiles de lo que somos. Solo así se puede
comprender como han podido sobreponerse 4 tantos
trabajos. Pero lo que se comprende menos fácilmente,
Ó, por mejor decir, lo que no se puede imajinar sin
sentirse angustiado, es el profundo dolor que debia des-
pedazar sus entrañas maternales al ver á sus hijos, en la
mas tierna edad, sujetos 4 las mismas miserias, con la
particularidad de los castigos bárbaros que les daban sus
amos, bajo el menor pretexto, 6 cuando no acertaban
á obedecer por falta de fuerzas ó de intelijéncia, Eche-
mos un velo sobre estos pobres corazones de madres
para no aflijir por mas tiempo los de los lectores que
saben que el corazon de una madre es uno de los mayores,
sino el mayor prodijio de la creacion. +;
: En cuanto á los hombres adúltos, claro está que ade-
mas de estos trabajos; tenian que estar dispuestos á
morir cuando menos lo esptrasen, en atencioná que un .
fútil pretexto bastaba, ó una borrachera en la cual sus
amos entonaban sus atroces cánticos, recordaban sus
hazañas, y por consiguiente su resentimiento y motivos
de odio contra los Españoles, En estos casos, la ven=
ganza, ciega por sí y ciega de embriaguez, inmolaba sin
piedad á los prisioneros, traidos allí mismo muchas veces
de antemano con este objeto. de
Mas es de toda justicia añadir y notar, que en muchos
de estos casos, se han visto caciques y otros personajes
de entre ellos, interceder con autoridad, afeando estos *
hechos, y salvando á-los que iban á ser víctimas de
ellos. , $
! €
Sobre el segundo particular concerniente alriesgo que
$
ON
CAPÍTULO XXXI. 311
corrian estos propagadores de la fe, dé ver sú propia fe,
sino alterada sustancialmente, 4 lo menos entorpecida
por desuso de prácticas relijiosás, y por el contacto con
hábitos jentiles, la consideracion mas asómibrosa para
el notable resultado final que termina este capítulo, es,
que la virtud la mas acendrada solo podia por algun
tiempo preservar intacto el honor de las mujeres espa-
ñolas, y que, al fin, tuvieron que ser mujeres de sus
amos,
Lo mas admirable, continua Ovalle, es que en una
e muy larga esclavitud, no se ha conocido un solo após-
tata. Es cuanto se puede decir por la gloria de la fe ca-
tólica, y en honra de la firmeza española; porque este he-
cho es tanto mas digno de ser notado que los prisioneros
eran tan numerosos, que no habia labrador que no tu-
viese, á lo menos, uno.
Por otro lado, tambien hay que decir en honra de los
Araucanos y atenuacion del título de bárbaros con que
han sido calificados, que si se apropiaron mujeres espa-
ñolas, estas no eran casadas, y que no han separado ni
una sola, de las que se hallaban en este Caso, del lado
de su máfido (1).
A los mozos solteros españoles, les permitieron, segun
Molina , casarse con jóvenes araucanas, de cuyos en-
laces han nacido principalmente los Chilenos de natu-
raleza mixta, que fueron, Con el tiempo, los mayores
enemigos de los Españoles.
No debemos omitir tampoco otra particularidad, en
(vés de los Araucanos. Esta particularidad, que es una
de las que mas interesan para Sacar consecuencias mo-
(1) Molina.
$
dl
312 HISTORIA DE CHILE. |
rales de la historia, y formarse un juicio de la verdad
probable, en medio de contradicciones, ha sido, que
muchos Españoles, que es mas, algunos de mucho
€
á CAPITULO XXXIL.
Llegan de España los 500 soldados prometidos por el monar —Plazas res-
tauradas. — Acierto del gobernador Rivera. — Cesacion de su mando y
causas que la ocasionaron. : adas
( 1603.)
Los lectores han debido ver con extrañeza que un
militar de renombre como Rivera no pareciese en per-
sona, en ninguna parte, y en tan largo tiempo , mientras
los Araucanos hacian los estragos referidos en las colo-
nias españolas. Pero luego se reflexiona que Rivera,
conociendo á los Araucanos, su táctica, su arrojo, y la
nulidad, contra ellos, de la ventaja de las armas de fuego, de
se estaba, no en la inaccion, sino atendiendo á otros %
ramos de su gobierno, por imposibilidad de moverse
activamente. Era este gobernador demasiado experi-
mentado para ignorar que toda plaza que no es socorrid
eficazmente y á tiempo, tiene que rendirse. Esto era
tanto mas probable en las colonias españolas , cuanto á
la imposibilidad de socorrerlas eficazmente, se juntaba
la circunstancia de tener un cortísimo número de defen-
sores diezmados por el hambre y los trabajos de muchos
años de sitio. Rivera ansiaba con tanto mas ardor por
hallarse en estado de poner remedio á tantos males, que
ya veia á los colonos muy desanimados, y dando Mani-
fiestos indicios de no hallarse muy lejanos de emigrar ; y
tuvo mucho que hacer para infundirles nuevas espe-
ranzas.
En efecto, en el instante en que le llegaron por Bue-
>
314 HISTORIA DE CHILE.
nos Aires los quinientos hombres que esperaba, lo que
sucedió en noviembre, se puso á su frente y marchó sobre
Arauco, restableció la colonia, y reconstruyó el fuerte
de Santa Margarita en Lebu. En presencia de las fuerzas
que tenia, los Aráucanos se refujiarón 4 los montes, por
manera que no habia hallado ni uno en los llanos.
Levantó, en seguida, la plaza de Tucapel, y dos fuer-
tes; uno en Paycabi, y otro junto á la Imperial, despues
de lo cual, invadió como un torrente las tierras enemigas,
E ki aunqte inútilmente, porque los Araucanos las habian
% asólado al retirarse, para no dejarle recursos; táctica
; dolorosa pero sublime, de hombres de corazot resueltos
4 todo trance, que ha seguido igualinente algun jeneral
roderno, á quien muchos han atribuido la honra de esta
invención, sin fundamento. E
Sin embargo, la expedicion no fué del todo infruc-
sa, puesto que, ademas de la reconstrucción de las
azas, Rivera consiguió que algunas parcialidades pi-
—Gieseñ paz, bien que alguñas lo hiciesen pérfidamente,
con el solo objeto de servir de espías 4 los Indios guer-
de trigo y de cebada para el ejército.
- Trasladándose de aquí á. la isla de lá Laja, ordenó la
edificación de la plaza del Natinitento , en lá parciall-
dad de Santa Fe, 4.1a orilla meridional del Biobio; atra-
vesó este rio por Negrete , recorrió toda la comáfeá sue
bandina, y dio vuelta por los distritos de Quechereguaás
y Puren, ejerciendo actos de vigor y de conquistádor,
.
Ñ
E
ES
E
CAPÍTULO XXXIL. 315
con tán feliz éxito, que muchísimos Indios se sometie-
ron. Gomo era de razon, Rivera los acojió muy bien,
pero bajo la condicion de que irian á establecerse con
proximidad á las colonias españolas, y se alistarian po
servir como tropas regladas, con sueldo señalado. ¿Ye
Es muy de notar que estas condiciones fueron espon-
ñ táneamente aceptadas por estos naturales, los cuales
se mantuvieron fieles; transmitiendo á sus descen=
dientes esta fidelidad, como lo han probado todos
los que vivian en las lagunillas de San Pedro de
Coluera, Santa Juana; Talcamahuida, San Cristoval
y nta Fe. De donde se sigue evidentemente que
la conducta militar sola no basta para someter, por
mas que un jeneral crea haber conquistado. Vencer
_no es someter; la fuerza. vence, pero para someter
se necesita, sin dejar de apoyarse en la fuerza , con=
sultar la índole, vais todo, el interés de los ven=
cidos.
En esta misma e murió el célebre Paillamacu ,
cargado de'años y de laureles, y le dieron los Arauca-
nos por sucesor á Huenencura. Este tomó posicion en las
montañas de Nahuclbuta, aguardando por una buena
este aviso, Rivera hizo alé |
que se dejase ver; pero no pudo conseguirlo; de suerte
que le pareció probable no se hallase con ánimo ni en
estado de emprender grandes cosas, y lo sintió, porque
los asuntos del gobierno le llamaban con besan á la
capital,
Don Alonso de Rivera, digno del puesto que ocupaba,
reunia la »prevision y la prudencia « á su aptitud militar,
y sabia por experiencia que los recursos mas Seguros
iso sobre los Españoles. Gon
necesitaba para mejorarla.
316 HISTORIA DE CHILE.
serian los que él se proporcionase dando fomento á la
agricultura , al comercio y á la cria de animales, auxi-
liares del hombre en sus trabajos. Así fué, que luego que
qupgaron restablecidas las plazas de San Jerónimo, Tri-
ida y Espíritu Santo, que puso, con sus distritos, á
los órdenes del famoso Cortés (1), regresó $ á la Concep-
cion para pasar inmediatamente de allí 4 Santiago, P
como lo verificó el dia 6 de mayo (2).
Siendo el carácter y los conocimientos de este gober-
nador los que constituyen un hombre verdaderamente
capaz y de un gran mérito, Hiyera tenia la conviccion
tiempo en la inaccion, y que lo medios que fono á st
disposicion serian muy inst 15
por todas partes á los acontecim
la. cual era muy difícil poner: din sin grandes y poderosos |
recursos. Con esta íntima persuasión, reunió en consejo
el ayuntamiento, el dia 6 de agosto, presidiendo él mis-
mo, para deliberar sobre diferentes puntos concer-
nientes á la situacion verdaderamente precaria de las
cosas del reino; y de su acuerdo salió que se despachase
un enviado al virey con un parte circunstanciado del 4
ion prudencial de lo que e :
estado de cosas, y una exp.
Esta mision, que fué encargada al “maestre de campo
don Pedro Cortés, llamado á Santiago (3) con este ob=
jeto, debió de ser dirijida al virey Velasco , puesto que
(1) Este Cortés, segun Carvallo, tan hábil con la pluma, como terrible con
la espada, era pariente del vencedor de Méjico, y mereció el renombR
sita Chileno. En su estado de servicios se leian ciento y diez y muere
a
(2) Actas del cabildo de Santiago.
(3) Acuerdos del cabildo.
ul icientes para hacer frente. ¿
imientos de una guerra, 4
|
4
CAPÍTULO XXXIL 317
su sucesor don Gaspar o ad llegó el 18 de enero
del año siguiente.
Llenado este esencial deber, el gobernador fué 4 ver
—seplentrionalos; estableció , conforme á las facultades
que el rey mismo le habia didé; una torada de ocho
mil reses en Calentoa, para abastecer de carne el dis-
trito y las plazas de guerra; y fundó fábricas de paños
y cobertores en Melipilla, para no tener que pedir estos
jéneros al Perú.
Entretanto, llégó la respuesta del virey, por la que no
podia e mas que referirse á los recursos que vinie-
España, y, en su vista, Rivera hizo una repre-
él mismo al monarca, exponiendo la situacion
crítica en que se hallaba : la insuficiencia de la anualidad
que le enviaba el virey, así como tambien la de las tropas
de que disponia , y concluyendo con tomar bajo su res-
ponsabilidad la samision de todos los Indios, si S. M.
dignaba enviarle mil buenos soldados (1).
Puesta 4 cubierto su responsabilidad sobre estos puntos
esenciales, el infatigable verá regresó á la Concepcion,
no para descansar, sino para entrar de nuevo en cam-
paña, y en efecto, hizo una fructuosa, atrayendo á la
paz uo E de Tucapel y de Arauco. Esta
> a, la ejecutó entrando por el territorio de
"Buena Él speranza, desde donde fué á atravesar el rio de
la Laja por Caripichun. De aquí, marchó á Santa Fe;
pasó el Biobio por la plaza del Nacimiento ; penetró en
- el territorio subandino , recorriéndolo por todas partes;
dió la a ME os e al estado de Arauco
= 1) Figueroa dee ¿mil soldados de Europa, y en total dos mil,
318 HISTORIA DE CHILE.
por el norte de San Jerónimo, y atravesando segunda
vez el Biobio á dos leguas mas arriba de su desembocás
dura én el mar, regresó á la Concepcion. En este vas
militar, no solo tuvo la satisfaccion de reducir á la paz la:
parcialidades arriba dichas, sino que estableció la plaz
de San Pedro en donde hoy existe, y un fuerte en e
cerro de Ghepe, dedicado á nuestra Señora de Ale, con
el fin de protejer el paso del Biobio, cerca de su desem=
boque en el mar.
Pero en lo que mas este gobeMador y e Chile dió
muestras de ser hombre de cápacidad, de juicio y de.
saber, fué en la súplica dirijida al padre visitador de la
provincia de la compañía de Jesus para que le enviase
misioneros que ayudasen con el celo y ami r de la hu-
manidad , que en las cuatro partes del mundo, en los
puestos mas arriesgados, la relijion cristiana está:
siempre pronta á poner como centinelas avanzadas para
protejer á los desgraciados y ablandar á hombres de
hierro, privados de la simple razon natural; para que
ayudasen y S st
En Pe el padre visitador despachó á la ciudad de la
Cblicapcion á los PP. Gabriel de Vega, y Francisco
Villegas, los cuales eran tanto mas aptos pare ara llegar
tan digno y alto ministerio , cuanto hablab an corriente- :
mente el idioma de los vattinades. conocian su cáracter ,
sus inclinaciones, sus pasiones y sus debilidades. ss,
gobernador llevaba en sus expediciones á los dos padres, -
y Dios sabe los males de que preservaron á ambas partes
belijerantes, y los adios que una y otra les han
debido,
e a ir $
$
CAPÍTULO XXXI. 319
Porque no hay para que disimularlo, los Españoles,
dejando á parte la fe, que es el patrimonio el mas feliz
de la naturaleza española, los Españoles tenian tanta
necesidad como los Indios de santas palabras que mode-
rasen los desórdenes de su vida; desórdenes que se co-
municaban de los hombres á las mujeres, por manera
que la disolucion de las costumbres era tan jeneral como
lastimosa. Los padres misioneros establecian su púlpito,
por decirlo así , en los campamentos y en los cuerpos de
guardia, en donde oían y muchas veces veian cosas que
la caridad cristiana podia sola dejarles ver y oirsinrepug-
nancia. Al fin, su celo y perseverancia tuvieron digna
y merecida recompensa : gracias á sus sermones, ú su
- Suave doctrina, á sus fáciles lecciones y á una > a
de trato con la que los Indios quedaban confusos, muy
luego las lenguas se sintieron anudadas, y las costumbres
purificadas de inmundicia, en cuanto era posible y exi-
gible; porque en la guerra, los hombres mas moderados
y racionales caen alguna vez, sin pensarlo, en casos de
relajamiento. :
Por otro lado, los padres llenaban el primer objeto de É
sus misiones, y lograban frutos de bendicion en la con» y
version de los Indios. Ovalle dice que no hacian nin-
guna expedicion sin convertir 4 muchos de ellos, y que
aun de moribundos obtenian que muriesen de muerte
ejemplar con todos los sacramentos , como lo harian los
mas fervorosos cristianos.
Realmente Rivera poseia todas las ada reque-
ridas para completar la grande obra de la conquista , y
le habria dado, sin duda alguna, un grande impulso,
si un acontecimiento, en parte fútil, y en parte grave,
á la vez serio y risueño , nO hubiese surjido de su propio
320 HISTORIA DE CHILE,
corazon para estorbarlo : en una palabra, puesto que
es forzoso decirlo, por mas que le pese 4 la historia,
Rivera se enamoró. El objeto de sus deseos era digno de
él; Inés de Córdova, hija de la heroína Inés de Aguilera,
era digna de un trono. Los dos amantes calcularon con
desmayo la inmensidad de la distancia que hay de Chile
á la corte de España, y lo que tardaria la licencia del
rey , indispensable para que se casasen en regla : ¡im-
posible el diferir por tanto tiempo el momento deseado !
En efecto, se casaron sin licencia; y como el virey
del Perú no estaba sumamente satisfecho de Rivera, por-
que cada dia le molestaba pidiéndole recursos para con-
tinuar la guerra, recursos que no tenia ó no podia
darle, el virey dió parte de este enlace, que hubiera
podido quedar ignorado; y sin duda, este parte se re-
sentia del mal humor de su autor; de suerte que la res-
puesta fué quitar el gobierno á Rivera, bien que, en
recompensa de sus servicios , el rey le dió el de la pro-
vincia de Tucuman. É
Fuera de los acontecimientos referidos, no hubo
- hingun otro en su gobierno, si no es la muerte del
Obispo de Santiago, don Francisco Pedro de Azuaga,
cuya silla episcopal fué ocupada, en 1601, por el P;
Pr. Juan Perez de Espinosa, fundador del semina-
rio del Angel de la Guarda; el cual tuvo que encargarse
al mismo tiempo del obispado de la Concepcion , por
promocion de su obispo, don Francisco Reginaldo de
Lizarraga, al de Tucuman.
Ahora, el 2 de febrero 1604 , llegó de teniente y juez
de apelaciones el licenciado Fernando Talaverano Ga-
llegos (1), que hará muy luego figura en esta historia ; Y
(1) Cabildo. ]
CAPÍTULO XXXII. 321
el 9 de agosto, el primer veedor del ejército don Fran-
cisco de Villaseñor y Acuña; empleo que no habia
existido hasta entonces, porque hasta entonces los
gobernadores habian hecho todos los presupuestos del
ejército.
ñ
0d
11. HisTORIA,
pa
CAPITULO XXXIII.
A Hisena dal apctra de camno don
UU
eg García Ramon. —Su reci-
bimiento. — Preparativos, — Fuerzas imponentes de que disponia.
( 1605.)
Como se refiere al fin del precedente capítulo, descon-
tento el marques de Salinas, virey del Perú, del celo mas
marcial que cortesano del gobernador Rivera, dió parte
á la corte del matrimonio que este habia contraido sin
real licencia. Ciertamente habia habido algun apresura-
miento en este acto, por no decir descuido de la disci-
plina, sobre cuyo punto un jefe debe ser inflexible y
ejemplar; pero enfin, habia sabido mantenerla tan bien
Rivera con respecto á los grandes fines del real servicio,
que verdaderamente merecia, por la naturaleza de la
infraccion que habia cometido, que se le perdonase esta
sabrosa pecadilla.
Pero no fué así; y en vista de este acontecimiento , re-
cibió el cabildo de Santiago dos cartas , el 3 de febrero,
una del virey, y otra de don Alonso García Ramon (1),
en la cual este último rogaba al ayuntamiento le apres-
tase caballos y sillas para sujente, con el bien enten-
dido que todo el importe seria reintegrado.
Enfin, el 21 de marzo, entregó Rivera el mando á Su
sucesor, y marchó para Tucuman, cuyo gobierno le
habia dado el rey, en recompensa, de sus buenos servi-
(1) García,
CAPÍTULO XXXIII. 323
cios; y es de notar, que al atravesar la cordillera, en-
contró los mil soldados que él mismo habia pedido para
terminar la conquista de Chile, los cuales venian de la
Plata en donde habian desembarcado. La entrega del
mando, esta yez, se habia hecho en la Concepcion, á
donde García Ramon habia llegado directamente, con
tropa fresca, no queriendo perder tiempo en Santiago,
con el fin de aprovechar del buen tiempo, y entrar desde
luego en campaña. Por esta razon, suplió álas formali-
dades y ceremonial acostumbrados , remitiendo su nom-
bramiento al cabildo, para que mandase tomar asiento
de él en sus actas.
El mérito de García Ramon era tan conocido , que la
relacion de sus servicios, tanto en Europa como en Chile,
enviada por el virey al ayuntamiento de Santiago, llenó
dos planas de letra muy menuda de su libro de asiento.
Júzguese qué esperanzas no debia infundir la venida de
este jeneral, que trae doscientos hombres aguerridos,
armas y municiones ; á los cuales vienen á juntarse otros
doscientos cincuenta, capitaneados de Méjico por el ca-
pitan Villaroel; sin contar los mil que le vinieron de
España, mandados por don Antonio de Mosquera; se-
- senta, conducidos por el capitan Rodriguez del Manzano
y Ovalle, y, enfin, ciento y cincuenta mas, bajo las
órdenes de Martinez de Zabala, componiendo estas fuer-
zas un total de mas de tres mil hombres, buenos solda-
dos, y bien pagados, circunstancia esencial para que
no dejasen de ser buenos por ningun motivo. Porque,
al situado, se le añadió una consignación de ciento y
cuarenta mil ducados de las arcas reales, |
Asi como lo hemos dicho , con tantos medios , COn su
celo y experiencia, García Ramon prometía una era
y
- 324 HISTORIA DE CHILE.
nueva al reino de Chile. Este jeneral, ante todas cosas,
nombró por teniente jeneral á don Fernando Talabe-
rano, por maestro de campo 4 Nuñez de Pineda, y
por sarjento mayor 4 don Antonio de Nájera. Envió de
visitador de Santiago y de la Serena á don Luis del
Peso; y de la provincia de Cuyo, á don Alonso de Cór-
dova ; y tomadas estas providencias, se fué 4 pasar el
_Biobio para desafiar, por decirlo así, á los enemigos ; pero
Huenencura no creyó oportuno el presentarse por en-
tonces. De suerte que el gobernador tuvo que contentarse
con talar sus campos, y la satisfaccion de atraer al de-
ber y á sus banderas un buen capitan, llamado Juan
Sanchez, que las habia abandonado mucho tiempo hacia. |
En San Felipe de Arauco, plaza que puso en un estado
respetable para imponer á Huenencura, decretó Con |
fecha del 7 de mayo, que todos los encomenderos, Ve-
cinos y moradores de las ciudades despobladas : Santa-
Cruz de Coya, Arauco, Cañete, Infantes, Imperial,
Villarica, Valdivia y Osorno, volviesen á tomar po-
sesion de sus colonias y bienes respectivos, puesto |
que este era el principal objeto de los grandes
sacrificios hechos por el rey para la conquista de
Chile. : |
El 23 de mayo , García Ramon marchó para. SantiagO,
y el 14 de julio, fué recibido con pompa y bajo de dose ,
á la puerta de la ciudad inmediata al convento de Santo
Domingo; y luego que prestó juramento, le llevaron p
como en-triunfo á su palacio. ME id
_ Tales eran las esperanzas que los capitulares de Sal”
tiago fundaban en él, que dieron en su honra fiestas
magníficas; y al jeneral Mosquera, que habia: llevado
los mil hombres, no teniendo mejor medio: de mostrarle
a CAPÍTULO XXXII. 325
su reconocimiento , le hicieron presente de una rica ca»
dena de oro. - de :
En una palabra, la única falta que podia notarse en
esta abundancia de elementos de buen éxito erancaba-
llos, y muy luego llegaron mil y quinientos de Tucuman
- para remontar completamente la tropa de caballería. «Me
marcho, decia García Ramon, un dia (el 5 de diciembre),
me marcho, decia él, lleno de confianza, para ir á some-
ter de una vez á los rebeldes de Arauco, Tucapel y de-
mas estados de la Imperial.»
Salió, en efecto, y en Rancagua (el 141), se halló con
su patente de sobernador en propiedad, que remitió á
Santiago, nombrando por sus apoderados al alcalde Je-
rónimo Benavides; al contador Azocar, y á Gregorio
Serrano, para que se formalizase su recibimiento; y con-
tinuó su viaje á la Concepcion, 4. donde llegó por año
nuevo de 1606, hallándose con un ejército tal que no se
ha visto ni ántes ni despues en Chile.
Sin ambargo , ántes de entrar en campaña, quiso Usar
de bondad y de política , Y despachó al desertor recupe-
rado Juan Sanchez, de quien hemos hablado, y que
habia hecho grandes servicios 4 los Araucanos , para que
4 Huenencura, pintándole las
senazaban; y, mientras
económicas y de fo-
vica de paños de Melipilla, de
estab! él en Quillata, y del acre-
centamiento de la torada de Calentoa, debida á su an-
tecesor Rivera. Escribió 4 la corte, Y pidió en favor de
estos establecimientos la encomienda de Indios del valle
de Aconcagua para don Alonso 4% Sotomayor, enco-
mienda que redituaba 5000 pesos anuales; y» enfin,
326 HISTORIA DE CHILE.
recompensas para los beneméritos clciles del ejército
de Chile (1).
Todo cuanto pidió este gobéaador, le fué concedido
por el monarca : fuerzas, sueldos , pertrechos y gracias;
mas, cosa tan inesperada como dolorosa, todos estos
aprestos € infinitos recursos se estrellaron contra los in-
trépidos pechos de los gallardos Araucanos, y abrieron
paso á sus lanzas y macanas ; estas, estas eran las causas
de la eterna duracion de la guerra, la táctica y el valor
de estos hombres invencibles (2). No ha habido pueblo
ni nacion que haya presentado mas motivos que los Chi-
lenos para alimentar una curiosidad intelijente, aun li-
mitándose á lo que da que pensar la serie de partes de
oficio, Ó diario de operaciones militares de que se com-
pone, en sustancia hasta aquí, la historia de la con-
quista. El número de sus guerreros en verdad ilustres,
ilustres por hechos asombrosos , sin mezcla alguna de so-
fisma, parece increible; y su táctica, lo repetimos, era
la de Follard; la de los mariscales de Luxemburgo y de
Villars, y otros célebres autores sobre el arte de la
guerra. Mientras que todos los Americanos septentrio-
(1) En la real cédula de organizacion del ejército de Chile el rey mandaba
que el soldado gozase de ocho pesos mensuales; que no pagase mas que la
cuarta parte del valor de su subsistencia, y y que lo restante quedase á cargo
del erario, y, enfin, que en el coste del vestuario , no se le agravase con de-
dl arbitrario, por.mas que lo autorizase la costumbre. — — Que al ca-
pitan reformado se le atribuyesen ochenta pesos mensuales; á los subaltert
cuarenta, y veinte y cinco á los Sion 3 y que, por fin de cada a
al Perú gr beneméri tos para ser premiados con correjimientos de distrito,
en aquel vireinato, y servir de estímulo á sus co ército de
Chile.—Cabildo, mts
(2) Si bien nos acordamos, hemos visto esta táctica y este arrojo citados en
As a O del caballero de Follard , como prueba de la infali-
tratado de táctica que este oficial jeneral frances escribió en dichos
comentarios, E Ss Eno
25
*» 7
CAPÍTULO XXXII. 327
nales adoptaban las armas de fuego, los Chilenos, y,
en particular, los Araucanos despreciaban estas armas y
se burlaban de ellas, arrojándose con rapidez y abor-
dando al enemigo al arma blanca, sin aguardar que
los afusilasen desde lejos impunemente. Al punto en
que se hicieron con caballos , quitándoselos á Sus enemi-
- gos, se sirvieron de estos animales, cuya existencia igno-
raban, con ventaja, é imajinaron justamente lo que Ani-
bal puso en práctica en Italia, por la primera vez desde
que hubo guerra entre los hombres, á saber, el trans-
portar la infantería en ancas de la caballería, para que
llegase mas pronto y descansada á donde se necesitaba,
Si á estas consideraciones añadimos la consideracion
de no menor importancia, del valor y de la experiencia
de los Españoles, veremos que desde el gran Ciro hasta
ellos no ha habido historia militar mas fértil en grandes
acciones, que la de los Araucanos. Porque, en efecto,
sus enemigos eran los vencedores de la Europa. El mismo
dia en que fundaban una plaza en Chile, ganaban una
ruidosa batalla en Europa, y ponian en peligro á la ca-
pital de la civilizacion; y lo que los Españoles no han
podido hacer, ningun ejército lo hubiera hecho, en
iguales circunstancias,
CAPITULO XXXIV.
e
e,
Indecision aparente del gobernador en restablecer las colonias. — Apologia de
esta indecision. — Desgraciados sucesos que la justifican.
e E
peo ( 1606.)
.. Huenencura desechó con desden las proposiciones de
paz que le habia llevado el capitan Juan Sanchez de
parte del gobernador. Con esta respuesta, García Ramon
entró en campaña, pasó el Biobio, y se puso 4 talar y
quemar las tierras enemigas para provocar el coraje de
Huenencura.
Mientras tanto, Ayllavilu, otro jefe temible, que man-
daba 6,000 hombres y un gran número de auxiliares, se
apoderó del fuerte reedificado junto á la Imperial por 4
órden de Rivera, y pasó á cuchillo su guarnicion que era
de ciento y cincuenta hombres. Desde alli, el caudillo
araucano marchó sobre Arauco, y le puso sitio bajo la
direccion del Español (1), el cual habia abandonado sus
banderas, por resentimientos contra el gobernador Gar-
cía Ramon.
Al punto en que lo supo, el gobernador acudió para
castigar á Ayllavilu; pero lejos de temerle, Ayllavilu le
alió al encuentro con resolucion , y le atacó en la cuesta
de Villagra. Deshecho en este punto por las fuerzas de Gar-
cía Ramon, Ayllavilu se rehizo, y presentó segunda ba-
(1) Este Español, cuyo nombre propio no hallamos, no debe confundirse
con Juan Sanchez, que volvió á sus banderas, como hemos visto, al paso que
este Español murió, COMO se verá, sin volver á ellas,
-
CAPÍTULO XXXIV. 329
talla en las llanuras de Turaquilla, en donde, si el Es-
pañol, que tenia arrojo y conocimientos militares, ..
hubiese olvidado su resentimiento personal para dar toda
su atencion al éxito de la jornada, mal lo hubieran pa-
sado los Españoles. Por fortuna, obcecado de rencor
contra García Ramon, se precipitó ciego en la pelea,
buscándole para medirse cuerpo á cuerpo con él, y fué
muerto por el capitan Galleguillos.
Vencido el ejército araucano , el gobernador dejó el
mando de sus tropas al maestre de campo Lisperjer, y.
regresó 4 la Concepcion, sin haber repoblado co SS
ni hecho nada si no fué mucho ruido (1). dl
El 2/ de setiembre se puso de nuevo á la cabeza del
ejército, llevando en su compañía un gran número de
antiguos moradores de colonias despobladas, y, esta
vez, no era creible que semejante demostracion quedase
sin efecto. Sin embargo , así sucedió. García Ramon
pasó con sus colonos muy cerca de las ruinas de Coya y
de Angol, que quedaban á su mano izquierda ; entró en
el valle de Tucapel sin repoblar la ciudad de Cañete;
penetró por Puren, taló, asoló , y se limitó 4 establecer
su cuartel general en Boroa cerca de las ruinas de la
Imperial.
Hay cosas nd que saltan á los ojos del
mas distraido lector, y que es inútil el explicar, porque
realmente no es dable. Hemos visto un bando. para. que
los antiguos colonos se preparasen para ir á repoblar sus
antiguas colonias, y tomar nueva posesion de sus respec-
tivos bienes. Hemos visto que este interesante objeto
era el principal de la conquista. Ahora, en este mismo
(1) García.
330 HISTORIA DE CHILE.
instante, vemos á García Ramon decidido á llevará
- debido efecto estas medidas, puesto que le acompañan |
muchísimas familias. Y, sin embargo, ni la Imperial re-
puebla. ¿Qué podemos decir á esto? ¿Cual podia ser la
causa de esta inaccion con respecto al principal objeto
aparente de la expedicion? |
Esta causa era indecisión , y, lo que es mas , indeci-
sion fundada ; fundada en el conocimiento y expe iencia
que tenia García Ramon del jenio militar de los:
Canos; fundada en su resolucion de defenderse hasta
“morir, resolucion clara por el desden con que Huenen-
cura habia deshechado sus proposiciones de paz; y por
consiguiente, fundada en la certidumbre de que no bien
habrian entrado los antiguos colonos en el goce y pose- |
sion de sus respectivas moradas, que de nuevo sehu-
bieran visto sitiados por los Indios, y de nuevo expuestos
á horribles calamidades. En vano, el ejército español
era numeroso , fuerte, y bien organizado; porque luego,
.. Muy luego hubiera cesado de contar con estas ventajas,
y aun de existir, como en efecto desapareció, sin haber
tenido que subdividirse, para protejer colonias lejanas
una de otra, ¿ Y qué hubiera sucedido, si hubiera tenido
que hacerlo ?...
Pero tal es la desgracia de los que mandan y gobier-
man. En casos críticos, tienen que disimular sus
vo ', porque la crítica no entra en ellos ni los comprende.
Tal era el caso de García Ramon.
_¿Lisperjer, encargado del mando, hostilizó las. parcis-
lidades de Tucapel haciendo muchos estragos, y redujo
% la paz 50,600 indíjenos de los estados de Arauco Y
Tucapel. Es verdad que esta misma paz la habian oble-
nido del gobernador Rivera, y la acababan de violar.
eriencia
CAPÍTULO XXXIV. 331
Por lo mismo , García Ramon les impuso la condicion de
que tendrian que emigrar al norte del rio Itata; con-
dicion que les pareció dura y que quisieron considerar,
ántes de aceptarla. Asia se quedaron terjiversando sin
resolverse.
Conforme á las órdenes que tenia, Lisperjer lerántó,
en le márjen occidental del Biobio, la plaza de Monterey,
n io del virey del Perú, en el territorio de
Milapo El objeto de esta plaza era tener en respeto á
los Indios de Taboleu y de Catiray. Este mismo maestre
de campo marchó á Tucapel con el fin de levantar la co-
lonia de Cañete. En esta expedicion maltrató y persiguió
cruelmente á los naturales, que no tardaron en ven-
“garse no menos cruelmente, como era de esperar.
El ejército español se hallaba dividido en tres divi-
siones; una al mando del maestre de campo Pineda 5
otra al de don Diego de Sarabia; y la tercera se la habia
reservado el mismo capitan jeneral (1). Pineda recibió
órden de po con la suya para levantar un fuerte en
Chichaco. Sarabia fué mandado para establecerse entre
este fuerte y el de Boroa, levantado por Lisperjer, y
defendido por trescientos hombres; y o a co-
municacion entre ellos.
El gobernador se
y el 8 de enero de 1607, estableció su cuartel py PR
un punto que él mismo llamó : El estero de Madrid (2).
Por su lado, Huenencura observaba todos estos movi-
mientos , y aguardaba por la suya, que no tardó en pre-
sentarse. Así como lo hemos dicho , el fuerte de Boroa
estaba á la orilla del Kepe, y tenia trescientos hombres
(1) Garcia.
(2) Cabildo,
e
392 HIBEORKA DE CHILE.
de guarnicion. Lisperjer, quelo mandaba, hacia batidas
por los contornos, mientras. que García Ramon se inter-
naba hasta la comarca 'subandina por el rio Taboy.
- Dispitato así el teatro de la guerra y las Versaás si
es de sus actores, veamos si lo que ha sucedic
a, en una sabia prevision, Solo tenemos que añadir
o precedente que la sublevacion de los Indios de
Misqui, confederados con los de Tom , Quinel y
Guambali, bajo su capitan, que se llamaba justa
Misqui, era, en este mismo instante, una declaraci
manifiesta de que todos se dejarian exterminar á md >
rendirse. ¿
dolo; drosag' huevas, García Ramon vuela de
nes del A las de la Laja; tala, asuela, y
at antos Indios puede herir sus armas , sin excep-
cion ni de edad ni de Sexo; y
gado 4 las víctimas de San Fabian, regresa ála Concep-
cion. Pero apenas habia llegado, cuando recibió aviso
de e Ayllavilu, con sus impertérritos Araucanos, habia
ado, en Chichaco, á N de Pineda, con muerte
de ONGhON buenos oficiales , de los cuales fué uno e capi-
tan Villaroel. hd
Corre de nuevo e Ramon 4 tomar venganza de
Ayllavilu; pero en lugar de este caudillo, se halla con
ues de haber así ven-=
quptgeo XXXIV. 339
el parte de que A estrecha la plaza de Boroa , ;
cuyo jefe Lisperjer y una parte de sus defensores ya no
$. He aquí este caso notable, bajo diferentes as-
que ha sidomas fácil ignorarlos que imajinarlos. - A
Un dia Lisperjer creyó oportuno hacer provision de de
carbon, y salió él mismo á caballo, solo por pasatiempo, ¿
con los trabajadores encargados de esta faena. Traba-
jaban pues los soldados, hacian carbon, y su coman-
dante los miraba trabajar, cuando, de repente, aparece
HoepacoÓs con tres mil hombres, los sorprende y los
defiende su vida con coraje, hasta que viéndose al punto
de caer en manos de los enemigos, de > ea al
Kepe, en cuyas aguas se ahoga.
Este ha sido el hecho, y poco impatd que Lisperger
hubiese salido para recibir un convoy (1 )>
cedió por neglijencia en tomar precauellnes militares las
mas rudimentales en semejantes casos, y que de este
hecho, resultó la evacuacion forzosa. de la plaza.
En efecto, Huenencura le dió, en se; eguida, tres asal-
tos, y aunque en todos fué rechazado. por el comandante
Negrete (2), ya era tiempo que le viniese á este
S '0, porque ya no podian mas sus tropas,
Que habian: quedado muy reducidas por la pérdida de los
“que habian muerto en la sorpresa exterior. Al fin, llegó
por fortuna á á tiempo el sido es decir, á tiempo
arcía es de parecer que Lisper-
correría, puesto que no se
(m) e lo dice Molina, al paso que Perez Ga
, sin duda, salido para hac al ma
ds 334 HISTORIA DE CHILE.
para salvar las vidas á estos valientes. En cuanto á la
plaza, todo lo que se podia hacer era demoler las fortifi-
caciones, y así lo ordenó García Ramon. Por lo demás,
no es cierto, como lo asegura Molina, que en Chicha]
y aquí todos los Españoles hubiesen sido muertos ó p
sioneros. Por prueba de que no fué así, en el mes de
abril siguiente, Sarabia fué comisionado por el gober-
nador y por él cabildo, para ser su apoderado en Lima;
y en cuanto á Pineda, claro está que no murió, puesto
que él mismo dió parte de estas pérdidas.
En este supuesto, cierto y averiguado, no es probable
que estos dos comandantes hayan esquivado solos. la
muerte; y esto prueba cuan numerosas son las exajera-
ciones que se le escapan á la historia,
A
CAPITULO XXXV.
Sensacion dolorosa causada por estas pérdidas. — Mision secreta del p. Luis de
Valdivia. —Su viaje á España. — Nueva reorganizacion del ejército,
de
(1606—1607. )
El mas respetable ejército de los Españoles en Chile
habia sido casi enteramente destruido en pocos dias.
El gobernador lo veia con tanta mas amargura, cuanto
lo havia previsto. El cabildo se hallaba consternado. Las
esperanzas de la corte de España estaban frustradas. Los
sacrificios hechos para conseguir el resultado contrario
habian sido sin fruto. El cabildo da disposiciones para la
seguridad de la capital. El gobernador muestra su previ-
sion de nuevos desastres por: 3) órdenes que da á los en-
comenderos,
En efecto, los capitulares ds Santiago se constituyen
en cabildo abierto; llaman para tomar parte en sus de-
liberaciones á los capitanes de mas experiencia , y acuer-
dan: « que para seguridad de la ciudad y su territorio ,
se haga una requisicion de armas y caballos; que los
correjidores vijilen los Indios de sus respectivos partidos,
y desde luego, les hagan entregar las armas que tengan
en su poder (1). »
El gobernador, por su lado, recomienda á los enco-
menderos den buen trato 4 sus Indios; que no los alqui-
len como acémilas para las faenas de minas, con per-
juicio de sus mismos pt ad puesto que los mineros
(1) Cabildo.
336 HISTORIA DE CHILE.
los miran como bestias, y los matan á fuerza de trabajo,
no yéndoles nada en que mueran ó vivan; que esta pers-
pectiva era irritante para los demas Indios, los cuales
no podian menos de mirar con horror la suerte que les
cabria , en semejante caso; y con el mismo horror á los
autores de ella,
Entre tanto , por los informes que habian ido á la corte
de todo lo acaecido, el virey recibió órdenes para que
indagase las verdaderas causas de la resistencia de los
Araucanos y de la prolongacion de la guerra. Presuroso
de cumplirlas, el conde de Monterey, conociendo la
sabiduría y las virtudes del P. Luis de Valdivia, funda-
dor del primer colejio de la compañía de Jesus en el
Perú, le llamó y le confió este secreto. El P. Luis, que
habia ya sido misionero en Chile y sabia hablar el idioma
de los naturales, se ofreció gustoso para ir á llenar esta
mision, y se puso sin la menor tardanza en camino
para la Concepcion.
Lo primero que hizo aquí el P. Luis de Valdivia fué
tomar señas, bajo pretexto de poder conducirse con mas
acierto en la nueva mision apostólica que iba 4 emprender
tratando mucho con militares, y sonsacándoles su ver-
dadero parecer acerca del carácter y cualidades de los
naturales de Chile. Despues de haberse formado así él
mismo una opinion , ó por mejor decir, confirmádose en
la que tenia ya desde largo tiempo, dió parte al gober-
nador de la mision que iba á predicar, con el fin de coo-
perar con las armas espirituales al objeto de la guerra.
García Ramon le mostró un profundo reconocimiento, Y
le confesó con la mas síncera conviccion , que tenia mas
confianza en sus armas espirituales que en un bueñ
ejército.
CAPÍTULO XXxXV. 337
Marchó con esto el P. Luis de Valdivia, ostensible-
mente, para catequizar y convertir como mnisioneteaA
los Indios; y, en realidad, para llenar una grande
sion política , de la cual, 4 su parecer, debia de resultar
la pacificacion del reino, ó guerra eterna hasta el ex-
terminio total de los Araucanos ó de los Espa oles. Su
primera estacion fué Colcura. De aquí, pasó á Pen-
quienhue; — á Quedico; — á Quiapo; — Tucapel; —
Lebuliencoya, y, enfin, á Cayocupil; y, en todas partes
fué recibido con amor, y oído con la mas suave docili-
dad por los naturales , que le conocian y le saludaban
con los mas cordiales parabienes y bienvenidas. Todo
lo que les decia les parecia bien, fácil y gustoso, y se
mostraban. tan dispuestos, 0 el mismo Valdivia, 4
ponerse en paz con el rey de los cielos, como con el de
paña.
Es un hecho, contra el que no hay comentarios posi-
bles q que no se estrellen ; y, á menos de negarlo, una de
dos, ó la consecuencia era clara, evidente, ó indiscutible.
Volvió gozoso, por mas que digan, el padre jesuita al
Perú, y contó con la mayor alegría estas buenas noticias
al virey, proponiéndole un medio infalible de pacifica-
cion. Sin duda, este medio le pareció plausible al virey;
pero no teniendo por conveniente el adoptarlo bajo su
responsabilidad , y persuadido de que el monarca lo
aprobaria , juzgó que no podria hallar mas digno emba-
jador para el caso que el mismo P. Luis de Valdivia, y le
- despachó con pliegos para la cortes.
El padre jesuita salió para .
namá, á-fines de 1606, y, al cabo de una larga, aun-
que feliz navegacion , arribó á España, fué sin demora
á la corte, y expuso al monarca que las causas E la du-
11, HisTORIA.-
338 HISTORIA DE CHILE.
racion de la guerra eran : « 1* Los horrores que se co-
metian en ella; 2” las divisiones que los mismos jefes
españoles suscitaban entre los Indios ; 3* el maltrato que
los encomenderos daban á los de sus encomiendas; y
hi" el interes que tenian los comandantes del ejército en
continuar la guerra; interes que consistia en el botin,
y en el gran número de esclavos que adquirian. »
Notemos aquí que todos los que han escrito, Ó mas
bien , han tomado apuntes sobre los acontecimientos de
aquel tiempo , son de contrario parecer. Perez García,
Carvallo, Figueroa, y otros muchos opinan diferente-
mente; así como tambien atribuyen 4 los naturales un
carácter y defectos, á los cuales los jesuitas y misione-
ros presentan un cuadro de calidades opuestas. A quien
hemos de creer? — No sentenciemos; pongamos solo
una reflexion, y es: que los jesuitas trataban á los In-
dios en su estado natural de razon y de tranquilidad de
espíritu, y no les inspiraban rencores; y que los militá-
res no se veian con ellos sino era con las armas en la
mano, y en medio de tempestades de odios, pasiones y
venganzas.
De todos modos, el P. Luis de Valdivia concluyó re-
presentando al monarca, que « tales eran los motivos
que habia para buscar, en conspiraciones supuestas, pre-
textos para eternizar la guerra; y que si S. M. dignaba
mandar que su real hacienda costease todos los años el
viaje de los jesuitas necesarios en las casas de conver-
sion (que él mismo se encargaba de establecer), man-
dando, | + POr otro lado, que cesasen las hostilidades , y se
nantuviesen las fuerzas españolas en la defensiva , él res-
ponderia de la pacificacion del reino sin tirar un tiro; Y
sin agotar las arcas reales,
CAPÍTULO XXXVs 339
A su tiempo verémos los efectos de esta proposicion.
Mientras tanto, la corte no se habia dado por vencida,
Al paso que el rey habia manifestado desear conocer la
causa de cuanto sucedia , S, M, no aprobaba el que un
jeneral de ciencia y experiencia como lo era García
Ramon hubiese abandonado, sin graves motivos, plazas
erijidas en país enemigo, con desaire de las armas es.
pañolas , y despues de haber costado al erario sumas
cuantiosas. Estas reflexiones del monarca emanaban 4
sin duda alguna, de que no habian llegado á sus reales
manos los descargos de García Ramon, el cual, siempre
que habia tenido que evacuar una plaza, habia infor-
mado á la corte de las causas que le habian impelido 4
ello, causas que serian permanentes por las continuas
infracciones de los Indios á la fe jurada. Recientemente
aun, el 11 de enero de 1607, habia dado parte al rey
de que los mil soldados que le habian llegado de España
eran de una complexion tan apocada, que los que no
morian de pesar, se pasaban á.los Indios para sustraerse
á las fatigas de la guerra, y que, vista la nulidad de di-
chos soldados, suplicaba 4. S. M. le enviase otros mil que
_Mereciesen este nombre,
Era tan cierto que el gobernador García Ramon habia
obrado así, que el virey, á la sazon don Juan de Men-
doza y Luna, marques de Montesclaros, recibió órden
para que los establecimientos existentes en Chile fuesen
conservados ; y que para ello , enviase 20,000 pesos con
el fin de que los habitantes de Monterey, Arauco y Ca-
ñete se surtiesen de simientes, ganados é instrumentos
de labor de las tierras; exijiendo que se les facilitase el
pago con plazos cómodos. Ademas de esto, quiso S, M.
que del Perú pasasen inmediatamente 500 buenos sol-
310 HISTORIA DE CHILE.
dados á Chile, y, al año siguiente otros tantos; y, enfin,
que debiendo estar la línea del Biobio defendida en lo
sucesivo por 2,000 hombres bien armados, concedia
292,279 pesos anuales para soldarlos (1).
Por consiguiente, García Ramon era injustamente ta-
chado.. La historia es un tribunal en donde los hombres
toman arbitrariamente asiento para juzgar á otros hom-
bres, y la historia debe 4 García Ramon una grande
pájina. La diferencia, 6, por mejor decir, la oposición
de otros pareceres al suyo, no arguye nada, de interin
no se aclare la competencia del uno y de los otros. Pot
prueba de esta importante verdad, no hay mas que ver
lo que pensaban los militares españoles de Chile, y lo
que pensaban los misioneros acerca de los naturales.
Imposible el ponerlos de acuerdo ; pero no tan imposible
el escojer entre los dos pareceres, apelando 4 la razon
y al conocimiento de la historia. Los Romanos emplea=
ron , con formidables fuerzas y lejiones, doscientos años
en la conquista de España ; los Godos otro tanto. Llega-
ron los Arabes, y en dos años, con fuerzas numérica=
mente inferiores, hicieron la misma conquista. Claro
está: los primeros y los segundos trajeron desastres Y
calamidades á los vencidos; los Arabes les trajeron
bienes inmensos , y que nunca habian conocido.
(1) Perez García,
—
5
E
CAPITULO XXXVI.
Primera crecida del rio Mapocho. — Segundo establecimiento de la real
audiencia.
( 1609.)
A fines de 1607, el cabildo de Santiago habia recibido
un pliego en que el rey pedia le informase , en atencion
á que su real ánimo era el establecer de nuevo la real
audiencia , de si convendria extender la jurisdiccion de
este tribunal sobre el Tucuman y el Paraguay.
En junio de 1608, recibió el nuevo arreglo del ejér-
cito, firmado por el virey con fecha del 24 de marzo
de este año (1), y al cual se habia dado enteramente
cumplimiento por octubre.
Reforzado con hombres y dinero, el gobernador
tomó para sí una columna de 1,500 infantes ; otra de ca-
ballería de 490, y una compañía, para su guardia , de
10 oficiales reformados. Con lo restante de sus tropas,
organizó dos campos volantes , uno mandado por su
maestre de campo, que debia protejer las colonias de
la costa, y hacer correrías por los estados de Arauco ,
Tucapel y Puren; — y el otro, se lo reservó para hacer
batidas en los llanos. Dadas estas disposiciones, marchó,
el 10 del mismo mes de octubre, para la hacienda de Can-
cico, y allí se estuvo hasta el 18 de noviembre en que
volvió 4 la Concepcion (2).
(1) García.
(2) Cabildo.
312 HISTORIA DE CHILE,
Hay en los asientos del cabildo, por un lado, ciertas
reticencias; y, por otro, algunas indirectas que dan .
pena por la situacion moral, aun mas que por la militar,
del interesante García Ramon. En efecto, el ayunta-
miento sabe y asienta que este gobernador pasó en la
hacienda de Cancico desde el 10 de octubre hasta el 18 de
noviembre; y este mismo cabildo ignora si en principios
de 1609 hizo algo y si Huenencura se mantuvo inofen-
sivo (1). El hecho es que el desafortunado García Ramon,
que realmente lo era, á penas habia organizado el ejér-
cito, tuvo que dejar el mando Á su maestre de campo
para trasladarse á la capital, en donde un desastre nuevo
venia á juntarse á los pasados desastres: el Mapocho
habia salido de madre, el tercer dia de pascua de Pen-
tecostés, tan inopinadamente, y con tanta furia, que no
dió lugar á precaver sus efectos invasores contra casas y
bienes, ni aun á precaverse las personas mismas , puesto
que hubo 120 víctimas de esta, inundacion, y 20,000
cabezas de ganado sumerjidas.
A esta calamidad pública, se siguió la carestía de
granos , por la escasez, que fué tal, que faltaban los ne-
cesarios para la sementera, A esta segunda calamidad,
la de la hambre, y, finalmente , estas calamidades se
terminaron por una plaga de langostas que devoraban
los frutos de la tierra, y las frutas de las huertas.
En estas lastimosas circunstancias, García Ramon
mostró la prenda mas brillante del que ocupa un puesto
elevado, el desinteres, cualidad noble que debe imponer
silencio á la infinidad de detractores, de quienes, por
Justa é inatacable que sea, ninguna conducta está segura.
(1) García.
CAPÍTULO XXXVI, 313
Despues de haber dado un noble ejemplo de simpatía por
los inundados y hambrientos, el gobernador reunió
los vecinos pudientes de Santiago en la catedral con
el cabildo, bajo la presidencia del obispo diocesano, y tal
fúé el impulso que dió á la deliberacion con la pintura de
las calamidades que aflijian 4 la humanidad, que todos
los presentes se ofrecieron á contribuir, cada uno en
proporcion cón sus facultades, á aliviarlas; y que nadie
pensó en hacer un acta de él; de nadie se dudó; todos
fueron creidos bajo su palabra.
- Con esto, se trajeron granos y comestibles á toda
costa; y para evitar en lo sucesivo las crecidas del
Mapocho, el gobernador proyectó contener sus aguas
con un muelle, el cual fué construido bajo la direccion
del maestre de campo don Juan Quiroga, y del capitan
Gines de Gillo, agrimensor jeneral de Chile, En los
vestijios que aun se ven de esta importantísima obra,
se nota y se admira la solidez que ha tenido.
En este punto, recibió el cabildo la noticia de que los
majistrados de la audiencia que se iba á establecer de
nuevo en Chile habian llegado á Lima , y, acordó se
hiciesen los preparativos necesarios para recibirlos con
la pompa y ostentacion correspondientes. En acuerdo
del 26 de junio, los capitulares diputaron al alcalde
Alonso de Córdova, y al regidor Diego Godoy, para ir á
recibirlos á Valparaiso.
No obstante, «otra reunion del mismo cabildo, el dia
7 de agosto siguiente, deja ver cierto descontento de la
venida y restablecimiento de la real audiencia. A esta
reunion, fueron convocados todos los prelados de la
ciudad y sus moradores, porque se trataba de la aboli-
cion del servicio personal de los Indios, proyectada por
Te
344 HISTORIA DE CHILE,
real audiencia, y que no era muy del gusto de
los capitulares, en atencion á que dicha abolicion habia
causado ya desastres en el Perú; y, en efecto, resultó
de la deliberacion el acuerdo de que se solicitase de todos
los tribunales la continuacion del servicio personal, para
cuya solicitud dieron amplio poder al capitan Gregorio
anchez.
A fines de agosto, salió el gobernador de la Concep-
cion para ir en persona á recibir en Santiago la real
audiencia, cuyos miembros hicieron una solemne en-
trada, el dia 8 de setiembre, con el real sello , por me-
dio de las tropas de línea y milicianas, con don Luis
Merlo de la Fuente por presidente; don Fernando Ta-
laverano, don Juan Casa] y don Gabriel de Alada por
oidores; los cuales, de interin llegaba un fiscal, dieron
este cargo á don Fernando Manchado ó Machado.
El carácter de Justicia y de integridad del presidente d
Merlo de la Fuente fué el mismo en los demas magis-
trados de este tribunal, y esta tradicion se mantuvo
entera en todos sus sucesores hasta la cesacion de la
audiencia. Pero Molina no está en lo cierto, cuando ase-
gura que el cabildo se alegró con la venida de este tri-
bunal, sin el cual se habia pasado durante treinta y
cuatro años, trascurridos desde que habia sido suprimido
el que se habia establecido en la Concepcion. Es muy
Posible que no hubiese mas motivo para el descontento
del cabildo: que la supresion -proyectada del servicio
personal de los Indios; y, en este caso, no ha debido de
ser duradero, puesto qué el rey no aprobó por entonces
.
dicha supresion,
CAPITULO XXXVI.
Batalla de Lumaco. — Muerte del gobernador García Ramon.
(1609—1610.)
Enfin, vemos que Huenencura, aunque ya viejo, aun
tenia la actividad de un guerrero araucano. Aprovechán-
dose de la ausencia del gobernador, ausencia que no
habia creido tan larga, el caudillo pasó el Biobio con
dos mil caballos (1), y saqueó algunas estancias espa-
ñolas. Pero en medio de su expedicion, supo que el go-
bernador se acercaba con fuerzas, y no juzgó oportuno
aguardarle, contentándose con enviarle á decir por un
prisionero español á quien dió libertad : «Que no se
figurase que le huia; porque, lejos de eso, le iba á
esperar en Puren. »
El gobernador habia salido, el 1” de noviembre, con
nuevos reclutas voluntarios; una compañía de caballe-
ría de la ciudad, y una del batallon de infantería del rey.
Estos milicianos no solo gozaban del fuero militar, sino
tambien del mismo sueldo que la tropa de línea, mien-
tras estaban en campaña. Con estas fuerzas y las que
se le reunieron en la frontera, el ejército español constaba
de ochocientos hombres suyos y ochocientos auxiliares. El
gobernador pasó el Biobio. Huenencura, que se hallaba
atrincherado en la cienega de Lumaco, le salió al
(1) Esta version, que es de Perez García, nos parece menos probable que
los gruesos de tropa (por decir columnas volantes) con que dice Carvallo
que Huenencura pasó el Biobio en esta coyuntura. Eran demasiados
346 HISTORIA DE CHILE,
encuentro con seis mil hombres, y le ofreció batalla.
Estando ya los dos ejércitos en posicion sobre el des-
agúe del lago, y prontos 4 embestirse, sale de repente
al frente un capitan araucano, llamado Palicheu, solo,
montado en un brioso caballo, y despues de haber jes-
ticulado largo rato, haciendo pruebas de mucha fuerza
de brazo y destreza en el manejo de la macana, con-
cluyó retando al gobernador García Ramon, en persona,
á singular combate. Al oirle, uno de los auxiliares, cuyo
nombre ha quedado malamente en el olvido, salió es-
pontaneamente á sostener el reto por el gobernador; y,
si Palicheu era valiente y esforzado, su competidor des-
conocido no lo era menos, 6, por mejor decir, lo fué
mucho mas, puesto que á pocos lances y encuentros le
aterró y le cortó la cabeza, ;
Por este leve é indiferente episodio, se ye que los
Araucanos no necesitaban leer historias, y hacerse imi-
tadores de tiempos caballerescos, pues naturalmente se
sentian estas nobles aunque locas inspiraciones,
El fin del reto de Palichen fué el principio de la ba-
talla, batalla mas que reñida, que hubo de ser fatal para
los Españoles, puesto que ya la primera línea fuctuaba;s
ya cedia, ya iba á echarse atras y desordenar, proba-
blemente, la segunda, cuando el gobernador arranca
heróicamente, se pone á su frente, la lleva de nuevo á la
carga y fija la suerte de la jornada. Desde este mismo
punto se decide la victoria por él, y los enemigos
huyen en completa derrota, dejando una infinidad de
muertos.
El gobernador persiguió mientras pudo la retirada.
Pero ya García Ramon se hallaba cansado y falto de
salud , y luego que replegó el ejército , tuvo que volverse
CAPÍTULO XXXVII 347
á la Concepcion, lleno de satisfaccion, sin duda , pero
conociendo que sus fuerzas le abandonaban.
Por una coincidencia particular, su digno competidor
Huenencura estaba en el mismo caso; y este ilustre
caudillo, que le habia dado tanto que hacer, y que aun
desde la cama , en que murió á pocos dias, meditaba
y ordenaba sorpresas contra los Españoles, confesaba
que García Ramon era un grande ZOnDrS , y un hombre
de bien.
A pesar de su estado de debilidad , al oir que los Butal-
mapus habian nombrado por sucesor de Huenencura á
Ayllavilu IT, que fué uno de los mas bizarros jefes arau-
-canos (1), García Ramon proyectaba ir á medirse con ga
él, tan pronto como viniese la estacion de salir 4 cam=..
paña ; pero su enfermedad se agravó, y falleció el 19 de
julio de 1610, lleno de amargura al oir que Ayllavilu
habia estrenado su mando con la muerte de los capi-
tanes Arraya y Antonio Sanchez, degollados, con sus
compañías , en una salida que habian hecho de la plaza
de Angol (2).
(1) Don Basilio de Rojas , y Molina.
- (2) No solo era García Ramon un militar ilustre, sino tambien hombre inte-
resante 20 sus ia muee al salir a la niñez, se habia hallado en la
gue ; en Tunez, con don Juan
pi Austria; en la Jorvada de los ocrIeadS, en Flandes, y, ¿con el principe
5 Bu e. En Maestricht, habia mandado la retaguardia del
eins En pe sitio de < mjgmoa plazA habia ephiño * paoea al Ei
habia entrado dentro de ella, y
De aquí, salió con dos heridas, y con ro escudos mas que el príncipe le
pz 5 ocho que y ya tenia, Habia rstatd en alii y de ali, habia posi asado 4
Mau y
en od sirvió diez años de sarjento major, y de maestre de campo. Despues
de campo en el Callao , habia pasado de gobernador á.
345 HISTORIA DE CHILE,
García Ramon fué universalmente llorado no solo por
los Españoles sino tambien por sus enemigos; de los pri-
meros, por sus excelentes cualidades ; y de los segundos
por la humanidad de sus sentimientos, en particular, á
favor de los prisioneros indios.
Es bastante, ciertamente , para honrar la memoria de
un hombre estimable ; pero los Españoles le debian mas
que sentir su muerte por sus excelentes cualidades. Lo
repetimos, García Ramon era, no solo un militar de
ciencia y de experiencia, sino tambien un hombre polí-
tico que meditaba mucho , y resolvia difíciles problemas
morales, con mucha prevision ,. como la experiencia lo
- ha demostrado. La mayor fatalidad en la posicion de este.
-jeneral, fué que sabia por instinto que seria mal juzgado,
- por una parte; y, por otra, que no podia sacrificar su
convencimiento á opiniones apasionadas, erroneas é in-
teresadas , tal vez, sin comprometer la conciencia de su
deber y su responsabilidad. La crítica es mas jeneral
que la ciencia; tiene una inmensa mayoría, y seria go-
zar de demasiadas ventajas si tuviese todo lo demas.
o es dudoso que en la ejecucion de represalias contra
raucanos, García Ramon sacrificaba su razon y Su
humanidad á una arraigada y funesta máxima , por la
cual, el partido que cede es perdido y se muestra cobarde.
Tal no era su opinion sobre este punto; porque sabia
que el partido agresor, siempre el mas fuerte, es muy
dueño, si quiere, de hacerse regulador del sistema de
guerra; y que, muchas veces, las mas crueles represa-
lias son antes bien dictadas por exceso de previsiones
pusilánimes que por energía y firmeza.
Je
CAPITULO XXXVIIL.
Mando interino del oidor decano de la audiencia (1). — Buenos sucesos bajo
su mando.
e
( 1610.)
Ao
Extraño caso es el que aquí nos presenta la historia :
un togado pacífico mas feliz que un guerrero afamado,
en operaciones militares y acciones de guerra.
A García Ramon sucedió, en el mando interino, el
oidor presidente de la audiencia don Luis Merlo de la
Fuente, reconocido como gobernador del reino el 16 de
agosto de este año. Este majistrado habia sido escojido,
—.en virtud de su grande capacidad, de su ilustracion y
de su carácter, — por el virey del Perú, para fundar de
nuevo el Eribuiiad de la audiencia real de Santiago; de
suerte que era Merlo de la Fuente el primero entre los
hombres de alto mérito que componian dicho tribunal,
cuyas atribuciones y actos políticos hubieran debido ob-
tener una conmemoración especial de parte de los que
tomaron asiento de los acontecimientos históricos del
país. Lejos de eso, solo vemos que algunos, — como
Perez García y Rojas, —se paran en notar únicamente ,
que la real cédula del restablecimiento de la AdienElK
de Santiago estaba mal redactada, puesto que dice, — al
señalarle esta capital por residencia, — « donde estaba
(1) Una real cédula, de San Lorenzo á 2 de setiembre 1607, autorizaba los
gobernadores de Chile á dejar el cor del gobierno á los presidentes de
ps audiencia de Santiago. Así aparece de los hechos, y asi in: Molina
ta real cédula. Sin cb el caido opinaba que esta concesion habia sido
pre yno ji ohermadores.
350 HISTORIA DE CHILE,
ántes, » siendo así que ántes residia en la Concepcion.
Es reparo poco digno de la historia, y , realmente, habia
materia para decir mucho mas.
En efecto, el sabio tribunal de Santiazo de Chile no
era solo un templo de la justicia , sino tambien un senado,
en donde se trataban las mas arduas cuestiones de go-
bierno, y de donde salian los informes los mas luminosos
para el rey y sus reales consejos sobre cuanto perte-
necia al bien del estado y á los progresos de la con-
quista. Ciertamente, en todo otro caso, y si este tribunal
- hubiese estado solamente encargado de la administra-
cion de la justicia civil y criminal, habria sido inútil, y
aun algo extraño, el darle por presidente un jeneral,
un gobernador militar y político que nada tenia que ver
en sentencias jurídicas. Así es que los oidores de esta
real audiencia, cuyos informes eran calificados de sabios
en la corte, gozaban de la mayor y mas merecida consi-
deracion; y, muy á menudo , tenian que llenar, aun in-
dividualmente, misiones políticas de difícil cumplimiento.
El primer paso del tribunal de Santiago, en su nueva
carrera, y aun antes de haber tomado asiento en su es-
trado, fué la supresion del servicio personal, 6 servidum-
bre de los Indios de encomienda, contra cuya supresion
representó el cabildo, Por consiguiente, es visible que
no solamente tenia que llenar la obligacion, bastante
penosa ya, de aclarar puntos de derecho muy confusos y
complicados para administrar la justicia. entre los colo-
nos, sino tambien que velar para su conservacion, y la
prosperidad jeneral del reino; y no solo llenó siempre
el primero de estos deberes con una inflexible rectitud,
citada como proverbial en España mismo , sino que
cumplió el segundo con tanto tino, que las cosas del
el
CAPÍTULO XXXVII. 351
reino habrian tenido otro jiro, si algunos de los informes
- de su real audiencia no se hubiesen estrellado contra obs-
táculos insuperables,
- Con esto, sorprende mucho menos la felicidad de
corta duracion, — puesto que no duró mas que seis
meses, — del gobierno de Merlo de la Fuente.
El primer acto de este gobernador fué reunir el vecin-
dario en concejo, pidiéndole voluntarios para la guerra,
ensalzando la honra de servir á la patria con las armas
en la mano, y el deber que tenia cada ciudadano de
pagarle esta deuda sagrada. Pero su elocuencia
produjo poco efecto en el auditorio , y hubo de ape-
lar al interes materia] para conseguir algunos alista-
mientos.
T 4
Kiki dr dd de dd 3550 A A
puesto que su fecha era de 26 de mayo de 1608, en la
cual el rey decretaba por esclayos á todos los Indios (de
mas de diez años los hombres, y de mas de nueve y medio
las mujeres), que en el término de dos meses de su pu-
blicacion no se acojiesen á la paz. Despues de haberla
mandado publicar en Santiago por público bando, que
se echó el 20 de agosto, Merlo la mandó publiar en los
mismos términos, en las ciudades de la Serena, Con-
cepcion, Chillan, y en los fuertes de Arauco, Lebu,
Angol, Paycavi y demas poblaciones. No satisfecho con
esto, envió mensajeros á todos los cantones 6 Butalma-
pus, para que dijesen á los Indios que, pasados los dos
meses de plazo , quedarian sometidos al rigor de la ley,
si no se acojian á la paz, y que, acojiéndose á ella, se-
rian favorecidos y protejidos en nombre del rey. Todo
esto lo hacia el gobernador no solo para que los Indios
no pdiesen alegar ignorancia, sino tambien para obrar
392 HISTORIA DE CHILE.
él mismo, cuando llegase el caso, segun los principios
mas rigurosos de equidad y de justicia.
Porque Merlo de la Fuente sabia que tenia una carga
muy pesada sobre sus hombros, contando, como contaba,
muy poco con la sumision de los Araucanos. Sin em-
bargo, salió á la cabeza de sus tropas para el fuerte de
Paycavi, en donde se aseguró con satisfaccion de que
sus órdenes para la publicacion y propagacion de la real
cédula habian sido debidamente ejecutadas. Pero, no
obstante , aun creyó que era conveniente el dar un paso
mas, y lo hizo, enviando á Ayllavilu un menes indivi-
dual, en el cual la decia :
«La paz que el monarca os ofrece benignamente,
vosotros mismos la habeis pedido muchas veces, y otras
tantas la habeis violado, despues de haberos aprovechado
de la confianza quo teníamos en ella para ponernos ase-
chanzas. En el instante que os ha parecido útil y prove-
choso violarla , lo habeis ejecutado de una manera atroz,
con hechos horribles , renegando á vuestro Dios, profa-
nando sus templos, saqueándolos, y llevándoos las vasoS
sagrados. Tales son los crímenes que han apurado la
longanimidad dela justicia del soberano.
» Pero en vuestras manos está el desarmarla : deponed
las armas con resolucion de no volver á tomarlas, Y
sereis libres, bajo las condiciones las mas suaves. »
A este mensaje noble, digno y franco, Merlo de la
Fuente recibió una respuesta altanera de parte de
Ayllavilu. Con todo eso, aguardó á que el plazo de los
k s : Meses concedidos á los Indios para reflexionar Se
cumpliese , ántes de entrar en campaña. Pero este tér-
mino habiéndose pasado sin obtener el resultado deseado,
se puso en marcha, con ochocientos Españoles y No"
a E O a A e E
mo AS A e
$
CAPÍTULO XXXVII 353
vecientos auxiliares, sin dejar traslucir sus intentos
ni á donde se dirijia, con lo cual puso fin al descon-
tento taciturno de sus oficiales, que ya le tachaban de
lentitud.
El foco de la insurrección se hallaba en este instante
en el estado de Arauco, y las fuerzas españolas entraron
en él; perolos Araucanos no las esperaron. De Arauco,
pasó el gobernador á Tucapel, y, desde Lebu, destacó
algunas columnas mandadas por Nuñez de Pineda y otros
jefes, con el fin de hacer sentir el peso de la guerra á
los que no querian paz. Estas co operaron con
acierto, y regresaron con botin , caballos y prisioneros ,
entre los cuales habia veinte capitanes araucanos.
Otra expedicion bajo el mismo plan, mandada por
Miguel de Silva, tuvo la misma feliz suerte.
Pero nada deesto pudo arredrar al intrépido Ayllavilu,
el cual, atrincherado en la cienega de Lumaco, esperaba
con firmeza y confianza la ocasion de vengarse y resar-
cirse de sus pérdidas. El valiente Ayllavilu no tuvo que
esperar largo tiempo. Luego que Merlo hubo organizado
su caballería, y recibido un refuerzo que esperaba de
Yumbel, marchó de Lebu sobre los Araucanos, á pesar
de que algunos le pintaron con exajeracion las fuerzas
enemigas, y las posiciones ventajosas que ocupaban.
-——Yalo sabia yo, —respondió el jeneral jurisconsulto,
—ya sabia yo que la posicion que ocupa Ayllavilu pasa
por inexpugnable; pero razon de mas para que yo le
arroje de ella. Si el terreno es malo para nuestros ca=
ballos , tampoco debe de ser bueno para los suyos, y,
por este lado, tenemos la ventaja de que para nuestras
balas no hay tierra mala. ¡Ea, señores! concluyó el
digno gobernador, ¡ probemos á Ayllavilu y e
1. Historia.
354 HISTORIA DE CHILE.
vengan tras él, que no hay lago ineilaaáfo para las
armas españolas. »
Y, dicho esto, marcha, ¡llega y ¿bit en a la cienega.
La vanguardia la mandaba Pineda; el gobernador mismo
llevaba el centro, y puso la retaguardia bajo las órdenes
del sarjento mayor Silva.
Viéndole entrar con tanta valentía por la cienega,
Ayllavilu le creyó perdido, y destacó una columna aguer-
rida para que fuese á disputarle el paso; pero Pineda la
rechazó y avanzó do sus tropas. Sorprendido de esto,
el jefe araucano Febajó algo de la confianza que tenia
en su posicion y envió otra columna mas fuerte contra
los Españoles, los cuales le hicieron volver las espaldas,
como lo habian hecho con la primera. Entonces, Aylla-
vilu soltó, por decirlo así , los diques átodas sus fuerzas,
y una nube de Indios se arrojó al encuentro de Merlo. La
batalla habia empezado al amanecer y duró hasta medio
dia con grandes vicisitudes de parte y de otra. Muchas
veces estuvieron á pique de perderla los Españoles ; pero
enfin vencieron, aunque, segun algunos, su victoria
fué gosa milagrosa. Las pérdidas de parte y de otra no
se han podido calcular, bien que los Araucanos dejaron
mil muertos y muchos prisioneros, entre los cuales,
algunos jefes, que el gobernador se vió en la triste
necesidad de mandar matar. En efecto, las cabezas de
los capitanes Sanchez y Arraya, degollados par Aylla-
vilu en Tolpan, se veian en lo alto de un roble, y alli
mismo mandó poner Merlo las de los jefes araucanos.
Aquí dieron fin las operaciones militares de éste
ilustre gobernador, que tuvo las dos glorias de serlo por
las letras y por las armas. A pocos dias de allí , estando
en Puren, recibió aviso de que un nuevo gobernador :
3 CAPÍTULO XXXVII. 355
nombrado por el virey al interinato de Chile, habia
llegado á Valparaiso, y regresó 4 Santiago para entre-
garle el mando, dejando á su ejército una larga me-
moria de sus aciertos militares, memoria que aun dura
en su esclarecida descendencia , tanto en Chile como en
el Perú,
CAPITULO XXXIX.
' $
E
Gobierno interino de don Juan de Xara-Quemada. — Grándes conocimientos
y capacidad que tenia. — Sabiduría de sus actos políticos, administrativos
y militares. :
(1611,
El gobierno de don Juan de Xara-Quemada , dejando
á parte el fomento que este sabio gobernador dió 4 los
ramos administrativos, á la agricultura, á la industria
y al comercio, segun se verá, presenta un modelo de
conducta política, de donde surjieron talvez proyec-
tos posteriores de pacificacion, como lo veremos á su
tiempo. : :
El virey del Perú habia recibido parte de la muerte
de García Ramon, y habia nombrado al interinato del
gobierno de Chile á don Juan de Xara-Quemada, hom-
bre del mayor mérito (1), del que habia dado brillantes
pruebas en puestos eminentes que habia ocupado; caba-
llero del hábito de Santiago, y destinado ya para ir de
presidente de la real audienica. Xara-Quemada fué reci-
bido de gobernador el 15 de enero, y dos dias despues
de presidente. :
Es cosa muy digna de notarse que sus primeros pasos
en el gobierno hayan sido dados en favor de los Indios
de encomienda. Como lo acabamos de recordar, ya la
real audiencia, al tomar posesion, y aun ántes de haber
tomado posesion , habia manifestado la misma tendencia,
encontrando obstáculo para la ejecucion de sus proyectos,
(1) Natural de Canarias,
CAPÍTULO: XXXIX, 357
en las representaciones del cabildo. Ahora: sucede lo
mismo. A penas entra en la presidencia Xara-Quemada,
la real audiencia reproduce nuevas instancias (prueba
evidente de que este tribunal era un grande cuerpo po--
lítico), para que se suprima el servicio personal de los
Indios, y al punto, el cabildo se reune para: deliberar
de nuevo sobre este particular, y acuerda. que se envie
con nuevas súplicas al rey para que dicho servicio no se
suprima, 4 F. Francisco Riveros, con F. Diego de Ur-
bina por acompañado.
Sin decidir esta tan debatida cuestion , que por esto.
mismo aparece ser interesantísima, no se puede ménos
de advertir con mucha atencion que, viendo sus'inten-
tos á favor de los Indios estorbados, por de pronto, con
la representacion del cabildo al monarca, Xara-Que-
mada halló medio de aliviarlos en su suerte, dismi-
nuyendo los emolumentos que estos infelices pagaban á
su protector, ó6 mas bien, tirano que los estrujaba ,
llamado Luis Pavon. En efecto, redujo estos emolumen-
tos, que eran de mil y doscientos pesos, á novecientos,
y muy luego tuvo la grande satisfaccion de quitarles
enteramente esta carga, aprovechándose del noble des-
interes del capitan Perez de la Cuadra, el cual se ofre-
ció á desempeñar gratuitamente el empleo de protector
de los Indios. | |
Esta medida tan justa y tan política , nO impidió á
este gobernador de atender á la parte militar de sus cui-
dados : á los siete dias de haber tomado el mando, se
puso en marcha para la frontera , y tuvo ocasion de
mostrarse tan celoso y sabio administrador, como sagaz
y justo en política, dos cualidades que, lejos de contra-
decirse en un hombre de estado , forman una feliz union.
358 HISTORIA DE CHILE,
Esta ocasion fué que notó falta de caballos entre los
Españoles , al paso que los Indios tenian muchos. Asom-
brado de un hecho casi increible, preguntó la causa, la
indagó y descubrió que esta causa era la baja codicia de
los tenedores de paradas ó estancias, los cuales sacrifi-
caban á su interés propio el jeneral, y, en particular,
el del ejército, criando mulas cuyo comercio les era muy
ventajoso en el Perú, en lugar de caballos. Indignado de
este abuso, lo cortó de raiz imponiendo grandes multas
á los tenedores que infrinjiesen lo que estaba mandado,
que era mantener cien yeguas para caballos y no para
producir mulas. En fin, salió el 17 de febrero para la
frontera, en donde dió pruebas de la misma capacidad
en miras militares, Estableció su cuartel jeneral sobre
Rio-Claro, entre el de la Laja y el de Yumbel. Desde
allí, se fué á visitar las plazas y fuertes, y vió con una
rapidez y seguridad, dignas de un jeneral consumado,
que el Biobo estando bien guardado, no habia que temer
correrías de Araucanos. Dió las órdenes mas eficaces
para que nada faltase en punto á defensa y vijilancia,
sin pensar, por su parte, á lo que parece, que fuese útil
ni necesario el ir á inquietarlos con vejaciones sin fin y
resultado provechoso. Así se pasó el verano en la mas
serena paz , por mas que los que escribieron las cosas de
aquel tiempo se figuren que no es posible que haya sido
así, y se manifiesten sorprendidos de no haber hallado
bajo este gobierno correrías, saqueo, sangre y fuego.
¿Y porque las habia de haber, estando el Biobio guar-
dado con puestos militares suficientes, y dejando los
Indios en paz, sin ofenderlos ni irritarlos inútilmente ?
De todos modos, tal pareció ser el objeto que se pro-
puso Xara-Quemada, y entre la infinidad de planes y
o
NIN E E RN
CAPÍTULO XXXIX. 359
proyectos que se han ensayado , como se verá, en este
solo se vió razon clara, y probabilidad de éxito de-
mostrada. '
Mientras tanto, el gobernador no perdia el tiempo en
la inaccion, y su ejército fué el mejor asistido que se
hayá visto, pues tal era su cuidado solícito por el sol-
dado, que, el dia de paga, la presenciaba él mismo,
para observar y ver si se hacía con justicia é integri-
dad (1). En su tiempo, las fábricas de paños y tejidos
para la tropa recibieron un grande impulso, y tierras
inmensas fueron labradas y sembradas, y todo esto, en
beneficio de la tropa. Enfin regresó á invernar en la
Concepcion.
Xara-Quemada tenia una de estas cabezas poderosas
dotadas por la naturaleza con profusa liberalidad : á todo
estaba : jurídico, político, administrativo y hasta ecle-
siástico : todas las materias posibles las trataba y las
ventilaba con la misma prontitud y lucidez. Los curatos
en Chile se daban por eleccion. Los clérigos seculares
presentaban tres pretendientes; los reglares, uno solo.
El gobernador tenia, entre sus atribuciones, la de pro-
veer á los euratos, y claro era que los reglares no pre-
sentando sino un candidado, el gobernador tenia que
aceptarlo. Xara-Quemada vió en este modo de proce-
der, irregularidad é injusticia, y se puso á. consultar
antecedentes y reales ordenes, y halló, en efecto, que
las habia para que los curatos Se diesen por oposicion
y al mas merecedor, presentando los conventos tres
examinados, lo mismo que los seculares. Inmedia-
tamente, les dió cumplimiento y las puso para siempre
en vigor.
(1) Figueroa.
360 HISTORIA DE CHILE.
o Al momento de volver á entrar en campaña por octu=
bre, notó que tenia poca fuerza efectiva ; envió á San-
tiago á pedir una compañía de línea, y luego que le
vino, marchó sobre Arauco. Allí, supo que Ayllavilu 11
hacia correrías y cometia robos en las poblaciones espa-
ñolas; y, tan hábil en guerra como en paz, Xara-Que-
mada, proyectó cortarle la retirada, y lo consiguió con
una marcha rápida y bien concertada. Al volverse con
su presa, el caudillo araucano se vió cortado; pero es
verdad que no se amedrentó. Lejos de eso se mantuvo
firme y se batió como se batian los Araucanos, es decir,
como un leon. Pero fué muerto (1), y sus tropas, vién-=
dose sin cabeza, se desbandaron , Corriendo para salvarse
al Biobio, en donde muchos se ahogaron.
Era un grande hombre Xara-Quemada, lo repetimos;
pocos herederos han heredado una gloria tan merecida,
tan bien adquirida , tan real y verdadera como la que
han heredado sus descendientes que existen y honran
al reino de Chile. Sien lugar de haber gobernado quince
meses , hubiese mandado quince años, ¿quien sabe los
bienes que habrian resultado para España, para Chile,
y para los pobres Indios? Pero, por desgracia, no mandó
mas que quince meses : el 28 de marzo 1612, entregó
el mando á su sucesor.
(1) García.*
4
CAPITULO XL.
Segundo gobierno del maestre de campo don Alonso de Rivera, — Regreso del
Padre Luis de Valdivia con órdenes del rey. — Sucesos de su sistema de
pacificacion.
(1612.)
Ya hemos visto los motivos que el P. Valdivia pre-
sentó á Felipe III para pedir á este monarca adoptase un
sistema defensivo de guerra, añadiendo que él mismo se
encargaba de la pacificacion de los Araucanos, si S. M.
se dignaba mandar que las arcas reales costeasen, cada
año, el viaje de un número suficiente de misioneros de la
órden para las casas de conversion de Chile.
Admirado el rey dela proposicion , concedió á Valdivia
todo cuanto este quiso, tanto mas gustoso con sus planes,
cuanto llenaban sus mas vivos deseos, á saber; la paci-
ficacion de los Indios sin sangre ni crueldades. En con-
secuencia, nombró al mismo Valdivia visitador jeneral
del obispado de la Imperial, que se hallaba vacante; y,
á peticion suya, mandó volver de gobernador á Chile á
don Alonso de Rivera que estaba en Tucuman, con la
advertencia de que se sometiese á la voluntad é inten- :
ciones del padre jesuita , en todo cuanto este intentase
con respecto á la pacificacion del reino.
Como condicion esencial de la paz proyectada, Valdi-
via pidió al rey, en favor de los Indios, un indulto jene-
ral por todo lo pasado, y el rey selo concedió con la misma
facilidad.
No satisfecho aun con todo esto, y á fin de santificar,
362 HISTORIA DE CHILE.
en cierto modo, su plan y su mision, el padre Valdivia
quiso y obtuvo que el papa y toda la cristiandad se inte-
resasen en su éxito ; el papa, que era entonces Paulo Y,
concedió, á peticion del rey, induljencias porque se ro-
gase por la paz, y los fieles rogaban, en efecto, con ple-
garias, procesiones y novenas.
Armado con tan exorbitantes poderes, Valdivia, de
vuelta á Chile y á la ciudad de la Concepcion, en 1612,
empezó su carrera, y si nadie, especialmente los milita-
res, si nadie tenia confianza en la eficacia de su sistema ,
ninguno, ni aun el mismo gobernador, podia coartar sus
facultades. Emprendio, pues, su obra grandiosa po-
niendo en libertad 4 muchos Araucanos principales que
se hallaban desterrados en el Perú; y, á su llegada á la
Concepcion en marzo, á otros prisioneros, de los cua-
les era uno Turilipe, jeneral de la caballería araucana,
para que llevasen á.los suyos pruebas de las buenas no-
ticias que les traia.
Estas demostraciones persuadieron á los Indios, y
desde luego manifestaron desear que el misionero de paz
fuese en persona á verse con ellos; pero no todos mos-
traron esta docilidad, y se mantuvieron sublevados mu-
chos que lo estaban. -
Entre tanto, los Araucanos nombraron por jeneral á
Ancanamun justamente cuando don Alonso de Rivera
llegó á Santiago, el dia 98 de marzo. Rivera, al punto
en que supo la llegada de Valdivia á la Concepcion , fué
á reunirse con él, pero ya Valdivia habia salido para
Arauco, con designio de dar satisfaccion á los Indios.
En Arauco, tuvo noticias de que el sarjento mayor Alonsó
de Cáceres y Saavedra, que se hallaba en Lebú , acababa
Justamente de maltratar 4 algunos caciques prisioneros,
CAPÍTULO XL, 363
y al punto le envió órden de cesar toda hostilidad , con-
- formándose á. la voluntad real, Al mismo tiempo, envió
mensajes á los caciques sublevados, y atrajo á la paz á lo
ménos seiscientos, con mas de tres mil mujeres y niños.
Los primeros efectos de su sistema no pararon aquí;
pues en este mismo momento, 13 de junio 1612, vi-
nieron á verle cinco caciques de Catiray, primer par-
cialidad guerrera, á cuya cabeza se hallaba Guayqui-
milla (1), que querian, en nombre de otros muchos,
satisfacerse y oir de su propia boca el perdon jeneral de
todo lo pasado, con la condicion esencial de exencion
de servidumbre personal. -
Para mejor persuadirles y convencerles de la verdad
del hecho y de las disposiciones benéficas del rey, el
padre Valvidia se puso en marcha, con estos cinco caci-
ques, sin mas escolta que dos soldados, que le servian
de asistentes para su servicio, y un intérprete, que el
monarca habia exijido que llevase siempre consigo, bien
que hablase él mismo corrientemente el idioma de los
naturales. En vano el comandante de Arauco quiso
oponerse á esta resolucion del jesuita, por precipitada y
muy arriesgada; porque Valvidia , persuadido de que no
se podian hacer grandes cosas sin grandes resoluciones,
y aconsejado por dos maestres de campo, tres capitanes y
los capellanes de los fuertes, quiso mas exponer su vida
por Dios, por el rey y por la paz, que comprometerla por
un temor, que sus intenciones, y la responsabilidad que
los caciques embajadores tomaban sobre sí de su vida ,
alejaba de su pensamiento,
(1) En una carta original que hemos visto en los archivos de Lima encon-
tramos Llancamilla y en otros manuscritos Guayquimilla ; el primero quiere
decir Piedra de oro y el segundo Lanza de oro
364 HISTORIA DE CHILE.
Partió , pues, el P. Valdivia con ellos, y en efecto,
antes de llegar á Catiray, vió venir á su encuentro
otros ocho caciques guerreros (1), sin armas y todos
con un ramo de canelo en la mano, los cuales se habian
adelantado, ansiosos de verle y de oirle, y para tener la
honra de formar su escolta hasta Namcu donde se ha-
llaban de asamblea todos los Indios inmediatos á la
frontera (2).
- Este hecho histórico no deja duda acerca de la firme
persuasion , en que estaba el jesuita , de que su sistema
era el único que pudiese alcanzar los grandes fines de la
pacificacion de los Indios; ni tampoco, tal vez, del
éxito, si Dios y mil circunstancias inevitables, y extrañas
á este mismo sistema , no lo hubiesen hecho abortar.
Al entrar el P. Luis de Valdivia en el congreso de
ancianos y caciques guerreros, todos se levantaron con
profundo respeto, y vueltos á sentar, el cacique Guay-
quimilla abrió la sesion proponiendo :
1” Que, ante todas cosas, la asamblea tributase gracias
al P. Valdivia por sus buenos oficios, y por el favor que
le hacia, confiando en ella; y que se le manifestase el
contento grande y jeneral que causaba su venida.
2" Que se le diesen pruebas de la fe ciega, y entera
confianza con que la asamblea aceptaria sus propuestas ;
le y confianza que, á la verdad, no reinaban en la
multitud del pueblo, el cual atribuia 4 puro estrata-
jema de los Españoles todo lo que les decian,
3” Y que, enfin, depusiese todo recelo tocante 4 la
(1) Los cuales se echaron en sus brazos, dándole mil parabienes, y mani-
festando el sumo gozo que tenian en verle. Ovalle.
(2) En los archivos de Lima se hallan varias cartas 2. mismo Valdivia en las
elos A .célebre mis Peras describe de
2.£
a
4
CAPÍTULO XL. 265
inviolabilidad de su persona, bien que la asamblea es-
tuviese convencida, por la presencia misma de su reve-
rencia en medio de ella, de que el.grande ánimo del
P. Luis de Valdivia no era susceptible de albergar una
debilidad.
A esta noble mocion del cacique orador, el jesuita
respondió dando gracias de la buena opinion que de él
tenian, y aceptándola, puesto que en este caso, no hacia
mas que cumplir con los deberes que le imponian la re-
lijion y las órdenes de su rey; deberes que no le per-
mitian de reparar en peligros, aunque realmente los hu-
biese, cosa lejana de él, como ellos mismos lo habian
visto en otras muchas ocasiones en que se trataba del bien
de la paz y de sus almas; que en cuanto á la verdad de
su mision y á la sinceridad de los bondadosos deseos del
rey, ya las hostilidades estaban suspendidas, por man-
dado del mismo gobernador, que tenia órden de con-
formarse con todo lo que él, P. Valdivia, juzgase con-
veniente para llegar al fin supremo de la paz; y que, por
consiguiente, ya podian, cuando gustasen, y lo mas
pronto seria lo mejor, ir á verse ellos mismos con el
gobernador, para oir de su boca la confirmacion de
cuanto les habia dicho.
Los caciques y ancianos oyeron con muchísima aten-
cion y con muestras de adhesion las palabras de Valdivia ;
pero, al cabo de 'una corta deliberacion, resolvieron
que, no obstante se hallaban muy dispuestos por sí
mismos , 4 admitir sus proposiciones, y á- ejecutar lo
que les decia, opinaban que las circunstancias exijian
que obrasen con acuerdo jeneral de todos los caciques
guerreros; y que, para obtenerlo, seria muy conve-
niente que su reverencia se trasladase con ellos á la
366 HISTORIA DE CHILE.
parcialidad de Namcú, en donde se hallaban reunidos
todos los toquis , capitanejos y caciques.
En el estado de progresos en que se hallaba la nego-
ciacion, no habia posibilidad de negarse á ello, y el
P. Luis no titubeó un solo instante. La prontitud y el
regocijo visible con que dió una respuesta afirmativa á
la proposicion produjo una sensacion jeneral y agra-
dable en la asamblea. Puestos, al dia siguiente, en mar-
cha, caminaron otros dos, por caminos remotos é igno-
rados, sin que los Indios que acompañaban al jesuita, y
de cuando en cuando le miraban al descuido para co-
lejir por su semblante lo que pasaba en su interior, no-
tasen en su rostro el menor gesto de alteracion. Llega-
ron , pues, y le presentaron en la asamblea jeneral de
toquis , capitanejos y caciques, en donde le habian pre-
parado asiento en alto, mientras que los miembros de la
junta se sentaban en el suelo , segun su costumbre.
El primer rumor de la entrada y del recibimiento
una vez aquietado , y esperando ya todos en silencio, se
levantó Guayquimilla y pronunció un discurso prepara-
torio de hora y media, en el cual recomendó con airo-
sas figuras de retórica la persona del padre jesuita á la
asamblea pidiéndole atencion y respeto hácia él, y con-
fianza en cuanto les dijese.
_Despues de Guayquimilla, habló el toquí jeneral,
asegurando que ya la asamblea se hallaba preparada á
ello, y penetrada de los mismos sentimientos del preo-
_ Pinante por la persona y las virtudes del R. Luis de
Valdivia, cuya presencia -les colmaba de honra y de
alegría.
Penetrado de la importancia y de la dignidad de su
mision, y aprovechándose del ascendiente que creyó
CAPÍTULO XL. 367
tener en la junta, Valdivia se mantuvo sentado , dando
á entender por señas que iba á hablar; y, al cabo de un
rato de silencio grave é imponente , dijo:
« Toquis, capitanejos y caciques que componeis esta
respetable junta, no os sorprendais ni ofendais de ver
que os hablo en esta postura , contra vuestros usos y COS-
tumbres, pues os hablo, y os traigo el mayor bien de
cuantos la providencia puede conceder á los hombres,
-—la paz, — en nombre de Dios, rey de los cielos y
de la tierra, y del mas grande monarca que haya en
toda ella. » .
Viendo que la asamblea habia oido sin sorpresa, y
aun con algunas muestras de humilde admiracion este
exordio, el P. Valdivia expuso los principios los mas
suaves y justos que debian de guiar la conciencia de un
cristiano en los menores tratos, y la fe que estaba obli-
gado á guardar en el cumplimiento de su palabra , s0
pena de no faltar á ella impunemente , aunque lograse
engañar á los hombres; « porque, añadió el padre jesuita
con ardor y vehemencia, aun en este caso de poder
burlarse de los tribunales y de la justicia de los hombres,
tiene que comparecer delante del tribunal supremo, que
es el de Dios, á quien nada se oculta , y que Ve lo que
encierra en sus mas escondidos ardides la mas astuta
conciencia, castigando con rigor y sin misericordia el
mayor de los delitos , cual es la mala fe, y el abuso de
la confianza del prójimo. >» (
Hizo aquí una pausa Valdivia, como para tomar
aliento; pero, en realidad, para dar tiempo al auditorio
de meditar este punto esencial de entera confianza en
sus palabras. Al fin , repuso + e
« Si esto, pues, sucede á cualquiera hombre, por infi-
368 HISTORIA DE CHILE,
delidad á su palabra , en casos muy comunes en la vida,
¡juzgad de lo que le sucederia á un rey de la tierra,
que, en nombre del rey de los cielos, engañase á una
nacion de corazones nobles y valerosos, como lo sois
vosotros! »
Y aprovechando de la sensacion profunda y mani-
fiesta que esta última reflexion acababa de producir en
ellos, continuó , sacando y exhibiendo las reales cédulas
que traia :
« Pues aquí teneis esta real palabra de un gran mo-
narca; aquí, sus proposiciones de paz con todas las
ventajas que encierra; aquí, mis poderes para ejecutar
sus órdenes, y aquí, enfin, su voluntad de que nadie,
ni aun el mismo gobernador, pueda impedir sus bené-
ficos efectos. ¡Miradlas! vereis que no están escritas con
plumas, como las que usan los Españoles, sino impre-
sas, como los libros..... |
« ¡De rodillas! — continuó este hombre increible
con un irresistible arrojo, —; de rodillas! esta es la
postura humilde en que debeis verlas, y oir su contenido.
Aquí teneis un intérprete, de cuya fidelidad no os podrá
quedar duda. » :
En efecto, una satisfaccion jeneral se manifestó
cuando hubieron oido la traduccion del intérprete. Pero
ya eran las nueve de la noche, y se difirió la delibe-
racion,
CAPITULO XLI.
Continuan los progressos del P. Luis de Valdivia en su intento,
f 1612.)
Al dia siguiente , al amanecer, el jesuita les dijo misa,
y en seguida les explicó los misterios del santo sacrificio,
con cuya explicacion quedaron maravillados. Entraron
luego despues en consejo, y el P. Luis hizo un breve y
claro resúmen de lo tratado el dia anterior para dar
nuevo pábulo á una buena deliberacion.
« Ya podreis, hermanos mios, — les dijo, — vivir
pacíficos y con quietud en vuestras casas, seguros de
que ningun Español llegue á ellas, ni exija de vosotros el
menor servicio personal. Nosotros solos, los padres de
la Concepcion, vendremos, cuando lo permitais, para
instruiros en los principios de la religion cristiana; por-
que esto es lo mas esencial, lo que mas desea el rey, y
lo que mantendrá para siempre la paz entre nosotros.
» Pero, al mismo tiempo, es preciso que advirtais,
que así como los Españoles se guardarán de pasar la
frontera, y de intentar turbar esta paz, tambien vosotros
debereis respetar la línea divisoria de los dos países,
línea que quedará marcada por el curso del Biobio, no
pasándola bajo pretexto e. 10 para ir á hacer mal á los
Españoles.
» Y vosotros, añadió Valdivia hablando ditectifitegta
á los Indios guerreros, vosotros , que sois los que rompeis
esta paz, decidme, ¿cuales son los frutos que e de
11. Historia,
370 HISTORIA DE CHILE. +
la guerra? Helos aquí; los frutos que sacais de vuestras
continuas revoluciones, son muerte, cautiverio, ham-
bre, pérdida de vuestros bienes y ganados; incendio de
vuestras casas; ruina de vuestros hijos, afliccion y lá-
grimas de vuestras mujeres, y por fin , destierro de vues-
tra patria : tales son los efectos de la guerra. A fin de
ahorraros todos estos males y de conservaros el goce de
vuestra libertad, de vuestros bienes, hijos y mujeres,
me expuse á los contratiempos y riesgos de una nave-
gacion de tres mil leguas, para ir á decir al rey cuan
desgraciados érais con los malos tratamientos y vexacio-
nes que padecíais, y para suplicará S. M. me autorizase
á libertaros de ellos, Me lo otorgó el rey, y volvi á des-
hacer estas mismas tres mil leguas para ejecutar mis
planes y cumplir su real voluntad. Creo que estos son
motivos muy suficientes para que me creais, y fieis en
mi palabra. Al punto en que salté en tierra, quise venir á
verme con vosotros, contra el parecer de todos, porque
todos me decian que érais falsos y traidores; pero yo,
que os conozco mejor que nadie, y que sé sois hombres
de juicio y de gobierno, bien que esteis siempre prontos
á combatir por vuestra libertad , vine, me metí sin recelo
entre vuestras lanzas, y me entregué sin la menor des-
confianza á vuestra lealtad. Si me hubiese engañado, si
hubiese alguno entre vosotros que se sintiese la tentar
cion de desmentir esta confianza, no os figureis que YO
le pidiera gracia; al contrario, le abriria mi pecho y le
pondria manifiesto el corazon para que me hiriese ; $e-
guro de que muriendo por cumplir la mision de salvar
vuestras almas, iria la mia en derechura á gozar de la
presencia de su Dios, » |
No hubo acabado de pronunciar estas últimas palar
CAPÍTULO XLI. 371
bras el padre Luis, cuando levantándose de repente el
toquí jeneral de Carampangue, respondió :
« No hay lanza, Padre mio, capaz de llegar á tu pe-
cho, sin haber atravesado ántes el mio.. Nos has he-
cho justicia al fiarte 4 nosotros; pues no somos tan bár-
baros, ni tan faltos de entendimiento, ni tan traidores
como suponen. No, no desconocemos el bien que el rey
nos hace, ó quiere hacernos con la paz que por tu minis-
terio nos ofrece ; y todos estamos reconocidos por él, al
rey, al gobernador y á tí. En prueba de ello te dicen
todos , por mi boca, que si la paz ha de ser como la pin-
tas, todos quieren, y todos queremos esta paz. Digo
que yo persuadiré á todos los ausentes y salgo garante de
ello, de que la paz conviene, y de que todos debemos
desearla, si la paz nos trae los bienes y favores que tú
dices; vuelvo á decirlo, porque la que hasta ahora se
nos ha ofrecido, se ha reducido á falacias, á un puro
pretexto para hacernos esclavos, y servirse de nuestros
bienes, y de nuestros cuerpos. Una paz semejante no la
queremos, y le preferiremos siempre la guerra. Sobre
todo, padre mio, si bien lo reflexionamos, dándonos el
rey nuestras propias tierras y nuestra libertad , nada nos
da que no nos pertenezca de derecho, y que no debamos
defender, á toda costa, con nuestros brazos. Sin em-
bargo, y puesto que, sin.acudir á las armas , podremos
gozar de estos bienes, venga esa paz tal y como nos la
prometes; y haremos ver á los Españoles, que nos re-
putan por disimulados é inconstantes en nuestros deseos,
que ántes faltará la luz del sol, y ántes faltarán flores en
los campos, que nosotros faltemos á la palal a que
mos dado, y al pacto que hayamos hecho. Ante
los Españoles viniesen, vivíamos en paz, y n05 mul
>
372 HISTORIA DE CHILE.
cábamos en términos que no cabíamos en los campos.
Despues que ellos han venido con su paz, siempre he-
mos estado como en guerra; nos hemos disminuido, he-
mos perdido nuestras haciendas, y hemos padecido males
increibles hasta que la exasperacion nos ha impelido á
rechazar la fuerza con la fuerza. Hénos aquí prontos á
dejar las armas; no solo no pasaremos la línea, sino
que castigaremos con rigor á todos cuantos se atrevan á
entrar en tierra de Españoles. Daremos, ademas, paso
libre á los correos y 4 toda comunicacion hasta Chiloe,
y enfin, abrazarémos la religion de Jesucristo. »
Tal fué el feliz resultado de la deliberación , resultado
debido al teson relijioso y á la buena fe del P. Valdi-
via. Al salir de la sesion, los caciques se daban las ma=
nos y el parabien, y resolvieron acompañar al R. je-
suita á la ciudad de la Concepcion para que los presentase
al gobernador. Así lo hicieron y Valdivia hizo la entrada
mas triunfal y mas gloriosa que conquistador alguno
haya jamás hecho. El gobernador y los principales ha-
bitantes de la Concepcion ensalzaban este triunfo; y
el primero declaró que Valdivia habia dado mas lustre
á su gobierno, pacíficamente y en un dia, que el que le
hubieran dado muchos años de guerra hecha con el mas
feliz éxito. En prueba de esta verdad, le rogó que en
adelante, se sirviese ordenar como si él mismo fuese
gobernador, puesto que estaba mas seguro de sus luces
y de su acierto , que de los suyos propios. y
Pero en medio de esta aprobacion jeneral se halla-
descontentos. Estos eran algunos antiguos mili-
tares que presumian conocer á los Indios mejor que el
P. Luis de Valdivia,
CAPITULO XLII.
Prosigue la misma interesante materia. — Perspectiva lisongera de paz. —
Fatales acontecimientos,
(1612.)
Ancanamun , Pelantaru y Uñobilu, caciques de Puren,
se mostraban desconfiados; pero aun tuvieron deseo de
cerciorarse de la verdad, y enviaron al ulmen de Ca-
Tampangue á la Concepcion con este objeto. A fin de sa-
tisfacerle mas completamente, el gobernador y el misio-
nero, de comun acuerdo, despacharon con este ulmen
al alferez Silvestre Melendez, oficial de tino y que ha-
blaba con facilidad la lengua chilena, para que llevase
pruebas evidentes de la verdad á Ancanamun , que era
el mas poderoso entre los caciques , leyéndole las reales
cédulas de pacificacion.
Marchó Melendez, llegó 4 Puren, fué muy bien aco-
jido de Ancanamun, y le dejó tan satisfecho con la exhi-
bicion de las pruebas que llevaba, que el poderoso Ca-
cique le dió guias para que fuese á la Imperial, y las
propagase á los que las ignoraban ó dudaban de ellas.
El enviado español halló la misma acojida en la Im-
perial, con la sola diferencia de que aquí , los naturales,
despues de la lectura de Melendez, quisieron que un
cautivo español que tenian les tradujese segunda vez las
reales cédulas, Pero luego que Quesada, así se llamaba el
cautivo, les hubo confirmado en la verdad , ellos mismos
le acompañaron á Osorno, dispuestos á corroborar sus
37h HISTORIA DE CHILE.
E A A
aserciones, encidos de su sinceridad.
Entretanto, Ancanamun habia reflexionado, y re-
suelto enviar á la Concepcion al ulmen Guaycamilla á
suplicar al P. L. de Valdivia. que viniese en persona á,
Paicavi, á fin de confirmar todo lo que le habia dicho
Melendez , tocante á las reales cédulas.
El gobernador y el P. jesuita, gustosos con este nuevo
mensaje, respondieron que iban á ponerse en marcha
para satisfacerle. Salieron , en efecto, y llegaron á Pai-
cavi, en donde luego recibieron aviso de la venida
próxima de Ancanamun, el cual les prevenia que no
llevaria mas escolta que su comitiva.
Así lo cumplió el jefe araucano. Pero hizo mas; por-
que no solo llegó con solas cuarenta personas , sino que
trajo consigo á los principales prisioneros españoles que
tenia, y los remitió con gracioso ademan á la disposicion
del gobernador español. Este rasgo de magnanimidad
llenó de sorpresa á los oficiales españoles , los cuales no
se cansaban de admirar la hermosa presencia de Ánca-
namun que, ya en edad avanzada, se mostraba, no 0bs-
tante, tan gallardo como si estuviese aun en todo su
vigor viril. Su estatura era heróica, y en su estructura,
aparentabaser un verdadero Hércules.
El gobernador y el P. Luis de Valdivia, que habian
salido á su encuentro con todo el estado mayor, le reci-
bieron con agasajo y ostentacion, y le acompañaron á
su alojamiento en medio de salvas de artillería , dándole
el gobernador la derecha. Ancanamun, visiblemente
lisonjeado y agradecido á la honrosa acogida que le ha-
cian, manifestó desde luego deseo de hablar de los pre-
liminares de la paz, objeto de su reunion. Entraron en
deliberación, y convinieron ; «1” En que los Españoles
CAPÍTULO XLI. 375
abandonarian las plazas de Paicavi y Angol; 2” que el
Biobio seria frontera inviolable entre Indios y Espa=
noles ; 3” que los prisioneros serian recíprocamente resti-
tuidos á su respectiva nacion, y A” que los misioneros
serian bien recibidos en los Butalmapus , con el fin de
predicar, catequizar y convertir á los naturales que qui.
siesen oirles y convertirse al cristianismo.» Estos preli-
minares debian de ser ratificados en asamblea ¡jeneral
de caciques, y Ancanamun tomó sobre sí el irlos á buscar
en persona , y conducirlos al cuartel jeneral español.
Tal era la perspectiva de buen éxito. Partió Ancana-
mun despidiéndose cordialmente del jeneral Rivera, de
sus oficiales y de Valdivia, prometiéndoles que ningun
ulmen resistiria 4 su persuasion ; y así fué.
Ya Ancanamun habia recorrido muchos distritos; ya
muchos caciques habian ido á Paicavi, á donde llega-
ron á pié, procesionalmente con ramos floridos de ca-
nelo en la mano, símbolo -de paz; ya habian llegado
los misioneros enviados por el provincial; ya la paz es-
taba enfin asegurada, cuando el hado suscitó un im-
pedimento contra el cual se estrellaron todas las volun-
tades. Hélo aquí.
Tenia Ancanamún entre sus mujeres una española ,
llamada María de Junquera , que, aprovechándose de su
ansencia , se fugó de su casa con una hija, y dos Indias,
instruidas por ella en los principios de la relijion cris.
tiana. Una de estas 'se habia llevado tambien á un hijo
que tenia de Ancanamun, al cual este amaba tierna-
mente. Todas estas fujitivas, cuya huida les habia sido
sujerida y proporcionada por un seductor, se acojieron
justamente 4 Paicavi, mientras su amo propagaba los
beneficios de la paz.
376 HISTORIA DE CHILE.
Este es el hecho. Júzguese cual debió de ser la sen-
sacion del poderoso cacique , cuando de vuelta á su casa,
aunque algunos dicen que supo la noticia en camino , se
halló con el desórden ocasionado por este acontecimiento.
Ciertamente, el hombre mas civilizado y prudente ha-
bria tenido mucho trabajo en contenerse, en semejante
caso. Pues no. Lejos de entregarse al arrebato de un
resentimiento muy natural, excusable, calculó fria-
mente que los Españoles no podian tener la menor parte
en su desgracia. En consecuencia , llamó al ulmen de
llicura, Utaflame, particularmente estimado y querido
del P. Valdivia , y le encargó fuese á pedir le resti-
tuyesen sus mujeres y sus hijos,
Los tres misioneros que el provincial habia enviado
fueron : Oracio Vecchio, Italiano, primo del papa Alejan-
dro VII; Martin de Aranda, chileno, y Diego de Mon-
talban , mejicano , los cuales habian llegado á Paicavi,
cuando se presentó Utaflame , acompañado de algunos
Indios. Apenas le vió Valdivia, corrió á él. Utaflame se
echó en sus brazos, y el jesuita le recibió en ellos con
la misma efusion de sentimientos, pidiéndole nuevas.
« Malas, le respondió. Oyeme : Ya sabes que con tu
trato suave , y tus dulces palabras, has podido conmigo
lo que no han podido todos los gobernadores de Chile
con todo su poderío ; porque contra todos me he batido,
yá todos les he hecho el mayor mal que he podido. Tú
solo has sabido amansar mi índole feroz. ¿Sabes porqué?
Porque creo entí, y en cuanto me dices; puesto que me
has devuelto mi hijo, cautivo entre Españoles. ¡Que Dios
te bendiga por la paz y los bienes que nos traes! Los
aceptamos con agradecimiento. Pero de poco nos servirá,
si Ancanamun los desecha; y temo que si no le resti-
CAPÍTULO XLIL. 3717
tuís sus mujeres é hijos, no los aceptará jamas. »
Confuso quedó Valdivia, aunque por sí mismo hu-
biera querido en el instante devolver á Ancanamun sus
prendas ; pero no podia, solo , tomar esta resolucion , y
se contentó con eludir la demanda por de pronto, sin
prometer en lo futuro (1); y lo mas pasmoso es, que á
pesar de este grave acontecimiento, no dudó en enviar
los tres jesuitas con Utaflame , en despecho de Rivera,
que queria oponerse á esta determinacion tan impru-
dente. Es verdad que Utaflame respondió de ellos, y se
los llevó 4 Ilicura, en donde los alojó en su propia casa.
Con la respuesta que le llevó el ulmen, Áncanamun
insistió, pidiendo que ya que no le devolviesen las es-
pañolas, no podian razonablemente negarle las arau-
canas, y su propio hijo.
Perplejo el gobernador con esta juiciosa representa-
cion, no le pareció que podia resolver por sí mismo, y
la sometió 4 una junta de clérigos y de jurisconsultos.
En esta junta, hubo diversos pareceres acerca de la re-
solucion que convenia tomar, aunque todos estaban
unánimes en que la relijion y la justicia protejian á las
fujitivas. El caso era arduo. Si Ancanamun se volvia
contra la paz, ya se podia renunciar á ella mientras él
viviese; pero, por otro lado, era muy de temer que res-
tituirle las fujitivas seria enviarlas 4 morir, á lo ménos
una que se habia amancebado con el que les habia
ayudado á fugarse.
En consecuencia, fué resuelto. « que se podia devolver
3 Ancanamun una sola mujer india, bajo la condicion
que se casaria con ella lejítimamente en presencia de la
Iglesia. »
(1) Valdivia opinó siempre que se se debian devolyer. Molina.
378 HISTORIA DE CHILE.
Esta funesta resolucion mató todas las esperanzas,
cuando era tan fácil, á nuestro parecer, sin grandes
inspiraciones de política, y con solo un poco de despejo,
de reflexion, de buena fe, sobretodo, salvar la paz con
provecho de la relijion , que sirvió de motivo para errar
ciegamente. Que Rivera, poniéndose, por un instante,
en lugar de Ancanamun, le hubiese mandado á decir,
sin consultar con nadie si no es con el P. Valdivia, « que
la relijion y su deber le impedian de complacerle , por
mas que reconociese cuan justo y razonable era lo que
pedia; que fuese él mismo, en persona, á verse con las
fujitivas, y que si estas querian volverse voluntaria-
mente con él, nadie lo estorbaria; » y la paz no habria
sido comprometida, yeste aciago caso se hubiese conver-
vertido en un feliz acontecimiento. Porque Ancanamun,
el sensato y magnánimo Ancanamun habria ido; habria
sido magníficamente recibido y agasajado, y, templado
su enojo con esta prueba evidente de que los Españoles
eran inocentes, se habria sentido dispuesto á la indul-
jencia; habria hallado sus Indías y su proprio hijo bau-
tizados, como realmente lo estaban. Estas mujeres le
hubiesen dicho que al huir, no habian tenido mas mo-
tivo que el deseo de ser cristianas; que sé hiciese cris-
tiano él, y que con el mayor gusto le seguirian , puesto
que le amaban. ¿Quien sabe los bienes que habrian re-
sultado de este suceso bien aprovechado? (1) Pero en
lugar de eso, ¿qué hicieron los adversarios de la paz?
— Alabar á Dios que lo habia permitido. No hay mas que
oir 4 Perez García, sobre este particular: « Fortuna ha
(1) « Hízose una oracion en nuestro colejio, y en otras partes, porqué
diese Dios buena salida á un negocio come este, de q lia seguir tanto
mal ó tant Ovalle.
CAPÍTULO XLIII. 379
sido, dice él, para Áncanamun el tener un pretexto
honrado de hacer lo que no hubiera dejado de hacer en
todo caso. » Romper la paz, quiere decir García.
Semejantes juicios apagan el sentimiento, y el lector
enjuga las lágrimas que no habia cesado de verter por
las desgracias de Chile,
¿Qué sucedió, en efecto? —Que Ancanamun, indig-
nado, mandó dar muerte á los tres jesuitas Vecchio,
Aranda y Montalban, que estaban en llicura. Estos
mártires fueron sacrificados el dia 14 de diciembre, á
las nueve de la mañana (1).
El sentimiento que causó este funesto acontecimiento
fué jeneral; pero lo mas extraño ha sido que no solo
los militares, sino tambien los capitulares de San-
tiago, el vecindario, y, segun las memorias del ca-
bildo , el jeneral mismo, lo achacaban á la guerra
defensiva, y clamaban contra sus lamentables efectos.
Nadie tuvo lá sinceridad de reconocer la gravedad
del motivo de resentimiento lejítimo que se le habia
dado 4 Ancanamun. En consecuencia, hubo reunion de
capitulares, y se acordó con el jeneral Rivera despa-
char 4 la corte al maestrede campo Cortés, con el Pi
Losa, franciscano, por acompañado , para que pidiesen
la cesacion de la guerra defensiva. Estos enviados nada
consiguieron. El rey insistió en que se mantuviese , lo
que no impidió á S. M. de recompensar á Cortés de sus
brillantes servicios, declarándole benemérito de la pa-
tria, y concediéndole 2,000 pesos de renta (2).
(1) Olivares. . '
(2) Cortés murió á su regreso en Panama , en la temprana edad de 55 años, -
descendien García.
tes en Chile. Perez
CAPITULO XLIII.
Consecuencias de los acontecimientos referidos en el capítulo anterior, —
audiencia,
( 16131614.)
Cortés y el P. Losa no podian estar de vuelta en todo
el año, por mas éxito que tuviesen. Mientras tanto, el
gobernador se hallaba sumamente perplejo con los cla=
mores de los que se quejaban de tener las manos atadas,
por un lado ; y, por otro, con la autoridad del P. Luis de
Valdivia, que exijia se respetasen las órdenes del rey.
A todo esto, la muerte de los misioneros de Ilicura ha-
bia sido para los Indios la señal de correr 4 las armas.
Ancanamun y Pelantaru rompieron con ardor las hosti-
lidades, en términos que Rivera creyó que su responsa-
bilidad no le permitia mantenerse impasible por mas
tiempo. Salió á campaña, y al impulso, por decirlo así,
- de sus Españoles que ardian en deseos de venganza, se
dejó: caer sobre llicura, quemando, talando y matando
con tanto furor, que los Araucanos no hallaron asilo, ni
aun en los montes; porque allí mismo fueron persegui-
dos y degollados todos los que no se rindieron. Pero
Valdivia acudió á la audiencia pidiéndole favor y ayuda
contra estas infracciones atroces á las órdenes del so-
berano, y la audiencia intervino, en efecto , para que
cesasen ; de suerte que Rivera se vió forzado 4 resignarse
y ¿regresar ála Concepcion, despues de haber repartido
CAPÍTULO XLIII. 381
entre las guarniciones de las plazas de la línea doscien-
tos cincuenta hombres que le habian venido del Perú;
y organizado la caballería en columnas volantes para
oponerse á las agresiones de Ancanamun. Las plazas
del Biobio las mandó trasladar á la orilla opuesta. La de
San Francisco de Borja fué puesta en Negrete. Otra,
en la juncion del Guasque con el Biobio, y dos mas en
la confluencia de este rio con él de la Laja. Una de estas
dos estaba dedicada 4 Nuestra Señora de Ale, y la otra
4 San Rosendo. En Curihuillin y Talcamahuida, habia
otras dos. La de San Felipe de Austría, en Virguenu,
quedó poblada, y se reforzaron las guarniciones de las
de Santa Lucía y Buena-Esperanza. De este modo, la
línea se hallaba coronada de plazas, y vijilada por pa-
trullas de caballería, pero no aun suficientemente, puesto
que el famoso Loncothegua la forzó muchas veces bur-
lándose del campo volante.
Regularmente, este caudillo, tan intrépido como los
mas de sus predecesores, ejecutaba sus correrías de
noche sin que nadie supiese á donde dirijia sus fuerzas.
Pasaba, por ejemplo, por Santa Lucía y San Felipe,
daba un golpe de mano, y se volvia con el botin á la
otra orilla. Cuando el aviso llegaba al campo volante ya
era tarde, puesto que los soldados españoles no podian
pasar el Biobio.
Con esto, crecia el resentimiento de los militares, y
aun el del cabildo de Santiago, resentimiento que se au-
mentó con la mision del licenciado Hernando Manchado,
encargado de fijar el tributo que debian pagar los Indios
de encomienda. Ya, por una real cédula (1), el rey habia
mandado á los encomenderos que no ejerciesen veja-
(1) 8 de diciembre 1610.
3892 HISTORIA DE CHILE.
ciones contra ellos, ni los oprimiesen con insoportable
servidumbre. Estos Indios eran una recompensa de los
servicios militares de los encomenderos, en atencion á
que les pagaban un tributo anual, pero no porque
fuesen sus esclavos. Noobstante, los interesados viciaron
esta regalia, y no solo redujeron sus contribuyentes á un
verdadero estado de servidumbre, sino tambien á. sus
mujeres y á sus hijos.
Ahora, para llenar debidamente su encargo, Man-
chado pidió á cada encomendero una lista de los que po-
seia, y con estas listas, fijó el tributo'que debian pa-
garles, y los declaró libres para que fuesen á. trabajar
en donde y como pudiesen. De aquí, nuevo descontento,
como se ha visto, y nuevas reclamaciones. Estos des-
contentos y estas reclamaciones prueban que los Indios
se quejaban con razon, y que los de guerra, en vista
de la suerte que tenian los de paz, tenian grandes mo-
tivos para no fiarse en ella, De todas estas ilaciones na-
turales, resultan los bienes que meditaba el padre Val-
divia, y el motivo de oposicion que sus planes haliaban ;
y resulta, enfin, por último corolario y claridad lumi-
nosa de la historia, que la pintura que nos han transmi-
tido los misioneros del carácter y calidades de aquellos
naturales, era, por lo ménos, mas desinteresada y ménos
apasionada que la que nos han dejado los militares, sus
enemi
Volviendo á los hechos, la discordia hacia de las suyas
por todas partes en Chile, en aquel momento, y hasta
el jefe de la Iglesia se hallaba en guerra contra los mi-
nistros de la justicia, Por fortuna, bien que este suceso
fuese escandaloso, no era ménos, ó, por mejor ,
era aun mucho mas pueril y ridículo. El obispo de San-
CAPÍTULO XLHI, 383
tiago, Perez Espinosa, pretendia preceder en las pro-
cesiones á los oidores de la audiencia ; y estos sostenian
que debian ir en las procesiones delante de su ilustrísima.
Este era el grave motivo de la ruidosa contienda eclesiás-
tico-jurídica,
De esta contienda surjió un recurso de ambas partes
á la corte, y á este recurso el rey respondió , el 3 de di-
ciembre de 1611, que su voluntad era que el obispo si-
guiese, con un solo paje de cola, al sacerdote oficiante,
y que la audiencia fuese detras del obispo. Si su majestad
se hubiese limitado á cortar la cuestion en su sencillez
natural, probablemente el negocio habria quedado con-
cluido; pero, por desgracia, fué de su real agrado aña-
dir ; «que no solo al obispo, sino tambien á todos los
demas sacerdotes, se les diese agua bendita ántes que al
rejente y oidores. »
De aqui, nuevo escándalo harto mas serio, puesto
que, por no verse humillados, el presidente y oidores, en
lugar de entrar en la iglesia, se quedaban á la puerta,
esperando su turno para ir á tomar agua bendita.
Es preciso confesar que S.. 5. de la real audiencia de
Santiago apelaban á un triste recurso, y daban márjen
á, lejítima censura. El sabio obispo, que lo era real-
mente en cánones y sagrada teolojía., lo era mucho mé-
nos en política urbana , y los censuró agria y abierta-
mente. Los majistrados se defendieron con la misma
poca destreza, y de altercacion en altercacion , el pre-
lado, en uno de sus arrebatos de celo por la fe , envió el
librito de la buena crianza al presidente y oidores,
Viendo en este hecho un atentado á la majestad de
la justicia, la audiencia mandó intimar por un alcalde
ordinario órden de arresto al obispo. Al ir á ejecutar
384 HISTORIA DE CHILE.
este mandato, el alcalde se hincó de rodillas delante
del prelado, diciendo que lo cumplia, leyéndolo, pero
que no lo ejecutaria; pero su señoría ilustrísima ahorró
esta molestia al alcalde saliendo al punto de la ciudad y
y retirándose á un bosque, que llamaron desde entonces
la Quebrada del Obispo, desde donde fulminó entredicho
contra la ciudad de Santiago.
El efecto fué el que se podia esperar ; el pueblo, esen-
cialmente católico cristiano, creyó que la tierra se iba á
hundir bajo sus piés, y se puso á clamar por que le de-
volviesen su pastor. El tumulto fué creciendo , y el tri-
bunal, alarmado, envió súplica al obispo para que tu-
viese á bien restituirse 4 su palacio. Aprovechándose de
esta ventaja, su señoría respondió que muy ciertamente
lo haria, pero bajo la condicion , sine qua non , que uno
de los oidores iria 4 pié 4 buscarle , mientras que los
demas señores de la audiencia lo esperarian en el arra-
bal igualmente desmontados.
No hubo remedio. Por el bien de la paz, el tribunal
tuvo que someterse á estas condiciones, esperando que
así tendria fin este triste debate. Pero se engañaron el
presidente y oidores; porque, á pocos dias de allí, y
bajo pretexto de visita 4 la provincia de Cuyo, el obispo
tomó el camino de Buenos Aires y se embarcó para Es-
paña,
En el momento en que llegó el obispo de Santiago á
la corte , ya el rey sabia todo lo que habia pasado, y no
solo no quiso darle audiencia, sino que mandó que nadie
le diese oidos, intimándole que su real voluntad era
que regresase á su silla episcopal, desde donde podria
exponer sus motivos de queja.
Pues aun no cedió el santo prelado, En lugar de vol-
CAPÍTULO XLIII. 385
verse á Santiago de Chile, se fué á Sevilla, y allí, se
metió fraile de San Francisco. Al morir, legó 60,000
pesos, que se habia llevado de su obispado, para obras
pias; pero la catedral de Santiago puso oposicion á la
ejecucion de este testamento, y, al cabo de un largo
pleito, el supremo consejo de Indias la declaró lejítima
heredera de su obispo.
Sorprende el que S. M. no haya forzado el prelado á
obedecer; pero sin duda pensó el rey que Espinosa en
lo sucesivo seria malquisto en Santiago; y no proveyó á
su episcopado, porque le pareció conveniente dejar
dormir por algun tiempo este escandaloso episodio.
11. HisTORIA.
CAPITULO XLIV.
Cuidados administrativos de don Alonso de Rivera. — Otros corsarios holán-
deses en el mar del Sur. — Descubierta del estrecho de Lemaire.
(1615=1616.)
Reducido á la inaccion , el gobernador Rivera fomen-
taba la agricultura y el comercio. La cria de ganados
se acrecentó mucho por su cuidado. En las dehesas del
rey, habia veinte mil yeguas; en las estancias de Caten-
toa, catorce mil vacas, y en los pagos de Buena-Espe-
ranza , veinte mil ovejas. Se labraban y sembraban
muchos terrenos incultos. En su tiempo, una medida
mayor de trigo no valia mas que ocho reales. Una vaca
costaba otro tanto; un carnero dos reales, y uno y me-
- dio una oveja. Las fábricas de Quillota y Melipilla esta-
ban perfectamente dirijidas y producian muchos jéne-
ros. De suerte que el soldado se vestia, se alimentaba y
tambien se procuraba comodidades sin aumento de gas-
tos, El cuidado y el celo de este gobernador procuraron
muchas economías al erario.
Su buena política retrajo del hábito indecoroso de
traficar 4 muchos jefes del ejército; y no solo precavia las
deserciones, sino que continuamente se le presentaban
voluntarios,
Mientras que Rivera daba su atencion á la economía
CAPÍTULO XLIV. 387
política , por su lado, y el padre Valdivia á su sistema
de pacificacion, por el suyo, llegaron corsarios holan=
deses al mar del Sur. Perez García habla de dos; uno,
que él llama Jorje Spilbergen, por abril 1615; y otro,
al cual pone por nombre Jacobo Lemaire.
Este último fué el mismo Lemaire, quien, el 25 de
enero 1616, descubrió el estrecho que lleva su nombre
y que separa la isla de los Estados del continente ame-
ricano, casi en frente de la boca este del estrecho de
Magallón
De Spilbergen, García se contenta con decir, refirién=
dose á Rojas, que el 13 de julio (1615), derrotó con sus
seis naves, en la costa del Perú, ocho que el virey habia
enviado contra él.
Por otra parte, dle no habla nada de Lemaire,
y refierela invasion ¡lb 1, CUya relacion confronta
en parte con la que se -1ce en n la Cronolojía sed del
América; He aquí su tenor.
Spilbergen entró por el estrecho de Magallanes y se
dejó ver en el mar del Sur con sus naves, por mayo de
1615. Los habitantes de la isla de la Mocha le hicieron
señas para que arribase, pero receloso, echó el áncora
á media legua de distancia. El jefe de los Indios fué á
bordo con uno de sus hijos, y llevó provisiones. Como
era la unica cosa que queria Spilbergen, se largó luego
que las tuvo.
El 29, los Holandeses fueron á anclar en frente á
Santa María, y mientras que, por un lado, no quisieron
aceptar, por desconfianza, un convite, que ( ofrecian al-
gunos Españoles á los oficiales de ma .; por otro,
desembarcaron tres compañías, y Un cuerpo de marinos
que incendiaron algunas casas, y se llevaron quinientos
388 HISTORIA DE CHILE.
carneros, trigo, cebada, habas, y gallinas, con todo lo
cual se hicieron á la mar.
El 1” de junio, pusieron la proa á Lima, y, de paso,
Spilbergen echó algunos hombres á tierra en la Con-
cepcion, en donde puso fuego á algunas casas. De allí,
fué de arribada á Quintero para hacer leña y aguada,
lo cual hecho, se dirijió á la costa del Perú.
El virey envió contra él una escuadra de ocho buques,
mandada por el almirante Alvarez del Pulgar y por el
jeneral Rodrigo de Mendoza. Las dos escuadras se en-
contraron y se embistieron el 17 de junio, y la fortuna
se declaró por la holandesa. La almiranta española
fué echada á pique, y Spilbergen capturó un patache,
y desmanteló las otras seis naves que se retiraron muy
maltratadas.
Dueños del mar del Sur, los piratas fondearon en el
Callao por espacio de ocho dias. De allí se fueron á
Paita , y despues de haber ejercido muchas piraterías ,
volvieron por Filipinas 4 Holanda, á donde llegaron
en 1617 (1).
(1) Asilo dice Rojas; pero Ulloa y Jorge Juan aseguran que en Filipinas
don Juan Ronquillo deshizo completamente este pirata.
CAPITULO XLV.
Nuevos sucesos de la guerra defensiva. — Muerte de don Alonso de Rivera;
Elojio de este jeneral.
(1617.)
El padre Valdivia llevaba adelante su sistema con el
mas laudable teson, y luchando animosamente, no solo
contra la situacion crítica de su causa, sino tambien con-
tra sus detractores, en cuya sistemática oposicion la his-
toria descubre, con pena, interes y pasion; al paso que
Valdivia habia dado, y daba sin cesar, pruebas del mas
noble desinteres. Sus fines estaban en su corazon , y su
interes, en el éxito de sus penosas faenas. Á pesar de la
irritacion, que erecia, de los Indios de guerra, el padre
Luis se aventuraba continuamente é iba á ver los Indios
de paz, que se echaban en sus brazos, y que él estre-
chaba contra su corazon con la ternura de un verdadero
padre. ¿Como no habian de creer en él, viendo el poco
caso que hacia de la vida, exponiéndola continuamente
á los mayores riesgos por el buen suceso de la paz?
Sí, creian en él los ludios, pero en él sólo, porque así -
se lo aconsejaba su instinto. Así es que los de guerra
violaban continuamente la frontera, burlándonse con
tanto arte como arrojo, de fuertes, del campo volante
y de patrullas. Pero en una de estas agresiones, cayó
Pelantaru en manos de un valiente y vijilante capitan,
llamado Gines de Lillo. Este pues, prevenido de que
Pelantaru proyectaba una expedicion ó sorpresa, le dejó
390 : HISTORIA DE CHILE,
pasar, le sorprendió él mismo, le hizo prisionero, y per-
siguió á los suyos, que, como sabemos, se desbandaban
al punto en que perdian á su jefe, hasta un monte en
donde los cercó por una pronta maniobra. Sin duda
era corto el número de estos fujitivos, puesto que Lillo
les hizo dar muerte á todos y enterrarlos para ocultar
el hecho. Todo esto con tanta priesa y con tal sijilo,
que ni el mismo padre Luis de Valdivia lo supo.
Justamente en esta época , llegó de España otro je-
suita., el padre Luis Sobrino, con nuevas órdenes de la
corte para mantener la guerra defensiva. Los enemigos
de Valdivia creian que Sobrino habia ido á la corte en-
viado por el padre Luis, con el fin de contrarrestar los
informes que llegaban al monarca contra dicho sistema ;
pero aunque así fuese, no solo Valdivia habria usado
de un derecho respetable, sino que aun hubiera llenado
un- deber. El hecho es, que, ademas de estas nuevas
órdenes que prohibian la guerra ofensiva, el jesuita So-
brino traia un testimonio del desagrado de S. M. contra
el gobernador, jefes y oficiales del ejército de Chile que
desaprobaban el sistema de pacificacion últimamente
adoptado; y este testimonio aumentó el odio y el encono
contra el padre Luis de Valdivia, y el propósito de hacer
cuanto fuese posible por desmentirle, bajo pretexto de
derecho natural de defensa y de celo por el servicio. De
suerte que los lectores tienen ya todos los datos necesa-
rios para resolver el probiema de la perpetuidad de la
guerra de Chile, problema , que se reduce á saber porqué
en tantos años, con tantos esfuerzos de parte de los me-
jores militares de aquel tiempo, y con tantos sacrificios,
duró y no se acabó.
En cuanto á don Alonso de Rivera, sin entrarnos en lo
CAPÍTULO XLV. + 391
íntimo de su conciencia, de que, por mas que digan, no
dió el menor indicio acerca del sistema de guerra, reci-
bió la reprension del monarca con un amargo senti-
miento. Ya enfermo y disgustado, su mal se agravó, y
falleció el dia 9 de marzo en la ciudad de la Concep-
cion (1), causando universal sentimiento con su muerte,
El único consuelo que tuvo en sus últimos instantes fué el
saber que los padres hospitalarios de San Juan de Dios,
que él habia pedido al virey del Perú, príncipe de
Esquilache, para que viniesen á encargarse de los
hospitales de Chile que se hallaban muy descuidados,
acababan de llegar con su superior Fray Gabriel de
Molina.
En efecto, la órden de entrega á estos relijiosos, del
hospital de la Concepcion se dió el mismo día 9 de marzo,
por el cabildo, que aun quiso reservarse el título de pa-
tron; y la entrega se efectuó el 18 de abril. Gran for-
tuna fué la llegada de estos interesantísimos padres
para los pobres enfermos : en cuarenta y siete años
de su asistencia, se contó el número increible de veinte
y siete mil doscientas treinta curas en ambos sexos.
Los hospitales de Chile habian sido fundados por el
gobernador Valdivia. En 1555, habia fundado en la ca-
pital el de Nuestra Señora del Socorro. Dos años despues
(1) Don Alonso de Rivera era de Ubeda, en Jaen. Era un brillante oficial ,
que se habia distinguido en las guerras de Flandes, y que últimamente habia
mandado dos veces en Tucuman y otras dos en Chile, dando pruebas de gran
saber y de estar dotado de bellas prendas. De la ilustre Chilena (hija de la
heroina de la Imperial), con la cual se habia casado, como se ha dicho, dejó
un bijo y dos hijas; el primero era capitan de su ejército; una de sus hijas
, y la otra se casó con el p
re-
1 mayor elojio del carácter de
Rivera es que dejó á sus hijos pobres, no obstante las ocasiones, grandes
392 HISTORIA DE CHILE,
de la muerte del fundador, fueron asignados á este hos-
pital una estancia en Chada, una encomienda en la
provincia de Maule, y la facultad de enviar á cada mina
de oro un Indio para que tomase de este metal todo
cuanto pudiese cargar por sí solo y llevar sobre sí. Este
hospital estaba al cargo del ayuntamiento, el cual nom-
braba cada año dos administradores. Los enfermos eran
entonces muy bien asistidos; pero las cosas, en este
punto, se habian alterado,
El hospital de la Concepcion estaba administrado de
modo que ya era tiempo que los religiosos de San Juan
de Dios llegasen, y su venida, con las reformas que se
siguieron , puso de manifiesto cosas muy poco dignas. Por
eso no les faltaron á estos padres enemigos y calumniado-
res absurdos; pero la opinion hizo justicia, y su conducta
ejemplar triunfó de ellos,
CAPITULO XLVI.
Gobierno interino del licenciado Hernando Talaberano, — Proteccion que da
á la guerra defensiva.
(1617.)
Es de notar que así como la muerte del gran Huenen-
cura coincidió con la del gobernador de Chile García
Ramon, lo mismo ahora, sucede la de Ancanamun
cuando fallece don Alonso de Rivera. Los Butalmapus
nombraron por sucesor de Ancanamun á Loncothegua ,
cuando el cabildo de Santiago entregó el mando á Her-
nando Talaberano, nombrado en el testamento de Ri-
vera (1). Pero Loncothegua renunció al mando, y este
recayó en el toquí Lientur, el cual escojió por su teniente
jeneral á Levipillan.
Al instante en que fué revestido del supremo po-
der, Lientur dió tales pruebas de aptitud militar y de
actividad , pasando y repasando el Biobio con sorpre-
sas invisibles, imperceptibles, hasta que habia dado el
golpe, que los Españoles le pusieron el sobrenombre de
Duende.
Con la noticia de estas invasiones, Talaberano salió
de Santiago y viajó con tanto apresuramiento , que el
1? de abril pasó por Rancagua; el 12 entró en Yumbel,
(1) Aun insiste, ó parece insistir el cabildo en que los gobernadores no
tenian este derecho, puesto que se lee en su acta del 16 de marzo : « Cuyo
nombramiento (el de Talaberano por Ribera) no seria enteramente lejítimo ,
pues | in 1 717 1 1Tandiencia. »
-
39h HISTORIA DE CHILE,
y el dia 10 de julio, ya estaba en la Concepcion, en
donde por primer acto de su gobierno se declaró par-
tidario del sistema de pacificacion del P. Luis de Val-
divia , y manifestó altamente que entendia que todos lo
respetasen, aunque no fuese mas que por hallarse en
reales órdenes, bajo severas penas. De esta manera, puso
término á clamores que, áotros inconvenientes, juntaban
el de ser ridículos pues eran inútiles.
Viéndose bien apoyado, Valdivia cobró aliento, y
continuó sus jestiones de pacificacion pidiendo al go-
bernador la libertad de los prisioneros hechos por su pre-
decesor. Talaberano la concedió , y el P. Luis los envió
con nuevas amonestaciones á los Indios de guerra. Pero
es de notar que estos prisioneros, al volver á los suyos,
iban muy bien vestidos y con aire y semblantes, no de
esclavos que salen de cadenas, sino de hombres libres
que habian viajado por su gusto. Esta novedad agradó
muchísimo á los demas Indios, los cuales deseaban con
ansia verse con tan buen gobernador, pero no se atre-
vian á salir 4 la frontera. Súpolo Talaberano, y al punto
les envió un mensaje tan halagueño de promesas y se-
guridad, con tal que se avistasen de buena fe con el
P. Valdivia, que los Indios ya iban á salir, cuando una
ienturimposibilitó este feliz proyecto,
_ Esta sorpresa fué ejecutada con tal tino táctico y tal
determinacion que ya estaba completamente ejecutada
cuando hubo noticia de ella. |
A Lientur, jeneral en jefe, se habia juntado otro
Lientur, cacique de Cayeguemo, el cual, de amigo de
los Españoles, se habia cambiado en enemigo por resenti-
miento de haber perdido una hermosa dama que le ha-
bian quitado. Reunidos estos dos Lientur, dieron el golpe
nueva enrriraca dol
E:
CAPÍTULO XLVI, 395
de mano de que hablamos, arriesgándose hasta Chillan,
y volviéndose con la presa de nada ménos que cuatro-
cientos caballos, con los cuales se retiraron por el Bo-
quete de Silla-Velluda.
* En este tiempo, ya un nuevo gobernador, nombrado
por el príncipe de Esquilache, estaba para llegar, y Tala-
berano dejó las cosas en tal estado por no tener el dis-
gusto de entablar lo que él no podria concluir, y lo que
otro desharia tal vez, no aprobándolo (1). Solo habia
mandado diez meses. '
tuyo fué la mujer de Vega Bazan, presidente que fué de la audience
(1) Talaherano dejó memoria y descendencia en Chile; una de dos hijas que 4
namá, Ovalle. k
CAPITULO XLVIL.
Gobierno de don Lope de Ulloa y Lemus. —Su oposicion al sistema de Val-*
divia. — Este ilustre jesuita se retira á España. — Muerte de Ulloa.
( 1618—1620.)
Ulloa fondeó en la Concepcion, bien que le espera-
sen en Valparaiso. Segun Rojas , debió de hacerlo así,
porque , sin duda, traia tropas y pertrechos. Esta su-
posicion es plausible, puesto que sea lástima que los
compiladores de la época, lo mas del tiempo, tengan
que atenerse á suposiciones. Por fortuna importa poco
que Ulloa haya fondeado en una ó en otra parte. El
hecho es que el cabildo de la Concepcion le recibió y
reconoció por gobernador y presidente, el dia 12 de
enero.
No es demas el notar que Nuñez de Pineda continuaba
en el empleo de maestre de campo, y que el sarjento
mayor era Fernandez de Rebolledo. Estos dos oficiales
superiores guardaban y vijilaban la frontera.
Ulloa la fué á visitar por sí mismo, se aseguró del
buen estado de defensa, y de allí se fué 4 Santiago, á
donde llegó por abril. En su recibimiento , hubo, segun
el cabildo mismo lo confiesa, algunas circunstancias
delicadas que no le parece conviene expresar ; circuns-
peccion muy digna y loable en los capitulares de San-
tiago. Pero estas circunstancias delicadas Carvallo nos
las cuenta, en sustancia, así.
El gobernador Lope de Ulloa, capitan de los jentiles-
CAPÍTULO XLVII. 397
hombres lanzas del Perú, era un jeneral de mérito só-
lido, un hombre de mucho juicio y aun de grande pre-
vision y sagacidad, pero sumamente puntilloso, en
honra, decian sus apasionados, de su representacion,
y de ningun modo por futilidad personal. Así debia
de ser, admitido una vez el mérito incontestable de
Ulloa. De todos modos, al entrar en la capital, pre-
tendió que le recibiesen bajo de palio. Si se hubiese
limitado á esto su dignidad,-tal vez no se le hubiese to-
mado muy á mal; pero no fué así , puesto que declaró
entendia que en los casos en que los oidores de la au--
diencia debian ponerse en pié , él se mantendria en su
asiento.
Este rasgo, no se le pudieron perdonar los togados
españoles, los cuales, en todos tiempos , han mirado
con ceño desdeñoso, — real ó afectado, — el uniforme
militar, bajo la máxima de Ciceron : « Cedant arma
toga. » Enviaron informes á la corte contra Su presidente
Ulloa, y 4 su tiempo, este gobernador recibió órden
superior de conformarse á. los usos y costumbres de sus
predecesores.
Sin embargo, Ulloa era naturalmente bondadoso y
conciliaba, cuanto era posible, las exijencias de Sus
deberes con las urbanas y sociales, y cuando vió el ca-
bildo opuesto á la supresion del servicio personal de los
Indios, como perjudicial, dejó á su arbitrio el nombrar
dos apoderados que ventilasen este asunto para dar sa-
tisfaccion al virey.
El 18 de setiembre, el gobernader estaba de vuelta
en la Concepcion á donde le llamaban las continuas é
impunes correrías de Lientur sobre el territorio español.
Pero, ántes de entrar en los detalles inevitables de
398 HISTORIA DE CHILE,
hechos militares; no podemos ménos de advertir una
cosa digna de ser notada, y es; que, hi la guerra ni los
contratiempos, nilas desgracias mismas mas lastimosáas,
impedian , cuando lo ocasión lo permitia, los regocijos,
los carteles, torneos, sortijas, cañas, y corridas de toros.
Todo esto tuvo lugar con ostentacion y júbilo en San=
tiago y en la Concepcion; para celebrar, por mandado
del rey, la festividad de Nuestra Señora de la Concep-
cion: Ya sabido es que en la parte relijiosa de estas fes-
tividades los principales papeles pertenecen á los ca-
bildos, eclesiástico y secular, y á las corporaciones
relijiosas, y jamas todos se esmeraron tanto por solem-
nizar un dia santo, como en esta coyuntura.
Volviendo al estado de la guerra; la corte empezába
yá á tener ménos esperanzas en el buen éxito del sistema
del P. Luis de Valdivia, vistos sus pocos efectos; y los
informes contrarios que le ibán de Chile; y se acordó de
que si Ulloa era excesivamente puntilloso, por ún lado,
tambien era, por otro, un militar de grandes conoti-
mientos y capacidad. En consecuencia, el rey le envió
carta blanca, y plenas facultades para que obrase segun
su conciencia y ciencia militar, adoptando, segun le pa-
reciese, la guerra defensiva 6 la ofensiva, coi prefe-
rénicia, en cuanto posible fuese, de la primera; á fin de
evitar efusion de sarigre¿ puesto que el inaydr deseo del
católico monarca era reducir 4 los Indios al seno de la
Iglesia. -
Ulloa se mostró no de esta eminente confianza y
quiso corresponder á ella formándose juicio por sí mismo
de lá verdad, sin fiarse en informes interesados ó apa-
sionados. Oyó, sin embargo, cuánto unós y otros le de-
cian; y, de opiniones diversas, formó poco á poco la suya:
Hg
E
CAPÍTULO XLVIT: 399
Antes de adoptar medidas extremas, y conformándose
al deseo piadoso del rey en favor de los Araucanos, pasó
á Santiago con el solo objeto de consultar con militares
retirados , que debian ser, á su parecer, desinteresados ;
y con su antecesor Hernando Talaberano.
¡Cosa extraña! Este mismo Talaberano que habia
sostenido con tanta autoridad al P.. Luis de Valdivia,
sostiene ahora, « que jamas se conseguiria someter á
los Indios, sino por una guerra de exterminacion. »
Francamente, creemos el hecho apócrifo, aunque no
tendria nada de extraño que Talaberano pensase ahora
así, y en lo pasado de otro modo. Sea como fuese, el
gobernador concluyó sus exámenes de opiniones; oyendo
muy particularmente y con la mayor atencion al mismo
P. Valdivia, sin tomarse la libertad de interrumpirle
una sola vez; y creyéndose bastante bien informado ,
volvió á la Concepcion.
Pero aquí, aun no quiso obrar precipitadamente, y
concedió al P. Luis la libertad de Pelantaru que el padre le
pidió. Marchó Pelantaru muy en galanado, y en aparien-
cia muy reconocido; pero á pocos dias de su vuelta en-
tre los suyos, el mismo Pelantaru atacó con Lientur la
frontera. Es verdad que en una reunion de guerreros,
en donde Pelantaru parecia dispuesto á quedar fiel á su
palabra, le emborracharon, y que, seducido, se dejó
llevar tras de Lientur. De todos modos fué con él, y este
hecho le pareció á Ulloa suficiente para no temporizar
en adelante, y usar de la libertad que tenia de optar,
segun su conciencia , entre la ofensiva y la defensiva. En
vano Valdivia le hizo reflexiones, Ulloa persistió en su
determinacion y marchó con arranque sobre Puren, ta-
lando, quemando y haciendo prisioneros, los cuales
100 HISTORIA DE CHILE.
fueron repartidos entre los o que se habian dis-
tinguido.
Puesto el ejército ulolales, dá invierno, regresó el
gobernador á la Concepcion. Viéndose sin poder, y afli-
jido del mal éxito de su empresa, cuyos fines habian sos- -
tenido su magnánimo corazon en medio de grandes
tribulaciones, el P. Vafiiia se retiró y se embarcó para
España.
Ya volvia la primavera, ya Ulloa pensaba en salir á
campaña, cuando, inopinadamente, un ataque de gota,
mal de que adolecia, le arrebató. Este gobernador murió
el 8 de diciembre de 1620, en la Concepcion.
9
MN
El P. Valdivia:
$ ae
La historia debe al P. Luis de Valdivia una mencion
muy especial, y no puede dejarle irse como un fugado,
cuando era, y loserá para la posteridad, un grande hom-
bre, un hombre de bien, un bienhechor de sus seme-
jantes ardiendo en caridad cristiana, y tan arrojado
pacíficamente (lo que es serlo mucho mas), como el mas
intrépido guerrero, cuando se trataba de los fines de su
santa y heróica mision.
El P. Luis de Valdivia (1) era maestro de novicios en
el colejio de Lima cuando Felipe Ml envió de España
ocho jesuitas para fundar el de Chile. Reflexionando el
provincial de Lima, Sebastian Parricio, que los suyos
serian mas aptos para ello, por conocer la lengua y las
costumbres de los Indios, guardó consigo los que llega-
ban de la Península, y envió en su lugar otros tantos de
los suyos, con el vice provincial Baltasar Piñas, y el
P. Luis de Valdivia por rector, en atencion á su sabi-
duría y á sus grandes calidades.
Estos fundadores del colejio de jesuitas de Chile se
embarcaron en el Callao, el dia 2 de febrero 1593, con
viento próspero y mar bonanza; pero muy luego sobre-
vino una borrasca, y tuvieron que arribar á Coquimbo ,
en donde el P. Valdivia aprovechó el tiempo y la cir-
- cunstancia, operando una multitud de conversiones, y
- (4) Pariente muy cercano del AE este nombre. pe
E 6
M. HISTORIA.
102 - HISTORIA DE CHILE.
bendiciendo al cielo por haberles enviado la feliz tem-
pestad que las habia occasionado.
El 12 de abril siguiente, llegaron á á Santiago, y sin to-
mar el menor descanso el activo rector se puso á recojer
donativos y limosnas para la ereccion del colejio máximo,
y de un grandioso templo, declarando fundadores á
cuantos contribuyeron á esta obra. Entre estos, se halla-
ron el capitan Andres de Torquemada y don Agustin
Briseño , el cual tomó el habito, y perdió la calidad de
fundador en este hecho, segun decia el agudo Valdivia,
no habiendo podido llenar enteramente las condiciones
del auto de fundacion. Pero esto era un puro finjimiento
piadoso para dejar lugar á otro fundador, que podia
presentarse, para concluir sus edificios.
Esta interesante ocupacion no le impedia de predicar
no solo á los Indios sino tambien á los Españoles , que
tal vez podian sacar algun provecho de sus sermones.
En 1597, estando ya sus construcciones muy adelan-
tadas, marchó de mision á la Concepcion, á la Imperial
yá Valdivia, tomando en todas partes su alojamiento
en los hospitales, y predicando con frutos de bendicion.
En Osorno, estando el hospital lejos de la ciudad,
acceptó el hospedaje que le ofreció un noble cuidadano
en su casa. Este caballero, prendado de la virtud y del
ardor del P. Valdivia, y oyéndole expresar con cuanta
ansia deseaba propagar la fe, fundando colejios ó casas
- de conversion, le hizo donacion de la suya para que
hiciese de ella lo que le pareciese, e
Aceptó el P. Luis, y ya iba á mandar poner manos á
la obra para convertirla en colejio, cuando repentina=
mente tuvo que restituirse al colejio máximo. |
Hasta la ruina y despoblacion de las colonias, este
|
|
É
|
ve
de A
ld
CAPÍTULO XLVIII, 103
misionero ejerció su ministerio en cuanto se lo permi-
tieron los acontecimientos de la guerra y las situaciones
de los ejércitos, operando conversiones, y dánse á co-
nocer á los Indios por un ánjel de caridad y por un
apóstol de verdad. Pero despues de la pérdida de las
colonias, pareciéndole ajiproyincial que ya nada le que-
daba que hacer al P. Luis en Chile, y que seria mas útil
en Lima, le mandó volver al Perú á rejentear su anti-
gua cálcdra de teolojía. Tal era su mérito, que en todas
partes hacia falta , y en donde no se hallaba se le echaba
de ménos.
Hemos visto posteriormente su celo y su saber en la
ardua empresa de la pacificacion del reino de Chile. Ha
habido pocos hombres en el mundo capaci e su arrojo
frio y reflexionado. Atoda costa, aunque le fuese en ello
la vida, el P. Luis de Valdivia queria, y lo probó,
conseguir el fin mas alto que se podia soñar en el estado
en que estaba: la guerra de Chile, visto, sobre todo,
el resentimiento de los Araucanos, su jenio guerrero,
su aptitud militar, su táctica irresistible y su sagacidad
estratéjica, Es increible que las pruebas que ha hecho
entonces este jesuita no hayan subyugado todos los co-
razones y todos los entendimientos.
Pero razon , entendimiento, todas > iras no-
bles del alma se ocultan y huyen del contacto de pa-
La mas lejana posteridad admi-.
, su noble y dea intelijencia , y
la ingguaniccidal de su anchuroso corazon, puestos en
ES
evidencia por los sucesos posteriores y por la intermi-
nable resistencia de los bizarros Áraucanos.
Así pensaba probablemente tambien el rey de España,
puesto que le recibió con las mas lisonjeras pruebas de
as
0h HISTORIA DE CHILE.
bondad, y le colmó de consideracion queriendo nom-
brarle al supremo consejo de Indias. Pero Valdivia no
tenia ambicion. Para él le bastaba su alma y lo estricta-
mente necesario al sustento de su cuerpo ; y lo mismo que
al salir para Chile con poderes del rey para la pacifi-
cacion, habia dado gracias 4 S. M. por el obispado de
Santiago, que el monarca le propuso ; así ahora se las
dió por el cargo de consejero de Indias , sin aceptar ni
ántes ni despues. , |
Preguntándole pues el rey lo que queria :
« Nada mas, señor, respondió él, que algun dinero
para libros, y licencia para irá terminar mis dias en mi
colejio de Valladolid. »
Así fué, y allí murió por el año 1642.
ES
cs .
|
A B "
- CAPITULO XLIX.
Gobierno interino del oidor don Cristoval de la Cerda.
ó :
(1621.)
Una de las grandes fatalidades de las cosas de Chile
era la corta duracion de los gobiernos. Á penas tenia
tiempo un gobernador para enterarse del estado de los
asuntos del reino, cuando ya otro venia á ocupar su
lugar, y no tenia para que pensar en formar planes
cuya ejecucion no estaba Cóada para él. No hay mas
que yer lo corto de algunos capítulos de los que prece-
den, conteniendo cada uno los acontecimientos de un
gobierno, no siendo jusi el confundirlos, ni conve-
niente el poner en parangon á los gobernadores, los
cuales tenian y tuvieron todos su respectivo mérito.
Don Cristoval de la Cerda fué reconocido gobernador
del reino el 13 de diciembre, despues de la muerte de
Ulloa, como solo oidor que quedaba en la real audiencia
por muerte de todos los demas, y por la ausencia de su
colega Machado que se hallaba en Lima con negocios
urjentes. Hubo en esta ocasion una de estas particula-
ridades notables que solo se ven en la interesantísima
historia de Chile, historia que, como lo dice Ovalle, no
tieñe su semejante entre las demas historias; y fué que,
por si no era lejítimo su nombramiento, la Cerda se con-
firmó á sí mismo en el mando. Mientras queel cabildo solo
habia dudado de la lejitimidad de estos nombramientos,
no habia nada que extrañar, porque los capitulares
5
106 HISTORIA DE CHILE,
eran verdaderos padres de la patria, y su celo en man-
tener en toda su integridad su poder y autoridad, como
tales, era muy laudable, y no puede ménos de honras
altamente á los ojos de la posteridad. Pero aquí, no es el
cabildo sino toda la real audiencia, representada por
uno solo de sus majistrados , la que duda; y, por otro
lado, se reconoce á sí misma bastante poder político
y ejecutivo para quitarse á sí misma dudas, confirmán-
dose en la verdad de la cosa dudosa. Esta don
de insuficencia implícitamente reconocida, y de poder
ejecutivo, podia surjir de que, si era indudable que el
capitan jeneral fuese presidente de la audiencia, no lo
era tanto que el presidente de la audiencia fuese capitan
jeneral; y que, tal vez, la real cédula en favor de Garcia
Ramon no estaba Pi explícita en este particular.
De todos modos, este gobernador dió principio 4 su
mando ocasionando al cabildo una pesadumbre, 6, á lo
ménos, un gran disgusto, con suprimir el servicio per-
sonal de los Indios, llevando á debido efecto, por medio
de público bando, po tasa, hecha por el virey, de lo que
habian de pagar por año (1). Una y otra providencia Se
empezaron á ejecutar el dia h de MAZO, en un vecino de
Santiago llamado don Fernando de Irrazabal, y al pa-
recer, no con jeneral disgusto, puesto que “a obispo
Villareal exhortaba á que este cobro se hiciese con mucha
compasion, añadiendo que mas valdria no hacerlo en
(1) Este acto del virey, acto que encerraba 73 articulos , fué confirmado muy
luego por una real cédula de 17 de julio 1629 2. Segun la tasa susodicha , todos
los Indios, desde los últimos limites del Perú hasta el canal de Chiloe, debian"
pagar solamente 8 pesos y / reales al año: 6 para el comendador respectivo,
1 1/2 al cura párroco ae al Ao y otro medio al protector. Los
ue pagar mas que 7 1/2; y los de la
provincia de Cuyo, 8, Leon. A al reales.)
CAPÍTULO XLIX. 107
manera alguna. Quiroga dice tambien que seria el único
medio de tenerlos contentos, puesto que aunque no les
costase mas que ocho reales al año la contribucion de
pecho, les pareceria violenta.
Como se ve, era un conflicto en el cual seria teme-
rario el querer decidir á tres siglos y tres mil leguas de
distancia.
Al recibir su nombramiento, la Cerda tuvo dos cartas;
una , del cabildo de la Concepcion, y la otra, del maestre
de campo Pineda , el cual le daba parte de que Lientur
y Catillanca: de Puren habian forzado la línea y cau-
sado desastres en Yumbel. Con esta noticia, el nuevo
gobernador interino cerró la puerta de la audiencia, y
marchó á la guerra el dia 15 de enero, llevando todas lás
tropas que habia en la capital y á muchos de sus valerosos
vecinos; y con celeridad, puesto que el 19 llegó á Teno
el 30 á Maule, y el 12 de febrero á Yumbel, segun las
noticias que tuvo de su marcha el cabildo.
Los Araucanos habian entrado y operado con tal
rapidez, que no podian los Españoles figurarse que for-
masen un cuerpo de ejército, sino mas bien una cua-
drilla de salteadores, y con esta persuasion , salió desta-
cado el capitan Juan Alonso con su compañía para que
les diese alcance antes que pasasen el Biobio. Corre el
capitan Alonso, llega 4 dar vista al rio cuando ya los
Araucanos estaban á la otra orilla, y lo pasa él mismo
con sus soldados. Pero en aquel mismo instante, los
Araucañnos hicieron alto y volvieron sobre sus persegul-
dores con tantoímpetu, que los Españoles, sorprendidos
y sin formacion, fueron batidos y quedaron todos allá
6 muertos ó prisioneros.
Con estos sucesos, los jefes araucanos se daban por
108 HISTORIA DE CHILE.
invencibles, «yy, segun Molina, Lientur se reputaba el
favorito predilecto de la fortuna.
Lo cierto era que los moradores españoles estaban
consternados viendo cuan incesantes eran estas noticias
desastrosas. En efecto, miércoles santo, el correjidor
entró en el cabildo con una carta, fecha el 22 de marzo,
- anunciando la pérdida del fuerte de Nicolguenu, con
muerte de catorce soldados españoles y doce auxiliares
que servian la artillería; y añadiendo que habia aun que
temer nuevas y mayores desgracias por falta de fuerzas
para resistir á los Araucanos. Con esto, y con la
bandera que flotaba desplegada en Santiago pidiendo
reclutas, la ciudad y el cabildo mismo se hallaban en
grande apuro, por la imposibilidad en que estaban de
enviar refuerzos á la frontera.
En cuanto al gobernador, es preciso confesar que
hacia todo lo que era humanamente posible con los
cortos recursos de que podia disponer, manteniendo una
vigilancia continua sobre la línea, mientras que suplia la
falta de soldados con fortificaciones, Al norte del rio
de la Laja, y al sudeste de Yumbel, con una legua de
distancia intermedia, mandó erijir el fuerte de San
Cristoval. Pero si estas fortificaciones protejian á los
defensores que estaban dentro del recinto, no impedian
á los Indios de burlarse de ellos por otros lados, como
lo hacia Lientur muy á su salvo.
Esta reflexion nos recuerda que el P. Luis de Valdivia
acababa. € ¿retirarse de Chile en vista de la órden del
ar la ofensiva, 6 mantener la
segun pAÑioss conveniente. ¿Porqué se mantiene la
Cerda en la defensiva, puesto que tanto anhelaban por
castigar 4 los Indios? La facultad amplia que el rey
CAPÍTULO XLIX. 1109
habia dado á Lope de Ulloa, este debia haberla transmi-
tido á su sucesor, sin jénero de duda. ¿Porqué la Cerda
no se sirve de ella? Una de dos; ó por falta de fuerzas ,
Ó porque opinaba por la defensiva ; y esta ha sido siempre
la opinion del tribunal de Santiago, en jeneral, y de
algunos de sus miembros us" ls en particular.
Volvamos á, los hechos. y
El gobernador, despues de haber asegurado la defensa
de la frontera , salió de Yumbel para la plaza de Buena
Esperanza, porque un desastroso incendio la redujo á
cenizas. ¿Cual de estas dos plazas fué reducida á ceni-
s? Porque es imposible colejirlo claramente de la
MD atucion lastimosa de los apuntes de aquel tiempo. Sin
duda la de Yumbel, puesto que la hizo reedificar sin
demora porque su distrito estaba expuesto á continuas
correrías de los guerreros de Puren. Bien que Carvallo
solo hable de este acontecimiento, no puede dudarse de
que haya sucedido, por la razon que ya en otra ocasion
hemos dado, á saber, que es mucho mas fácil ignorar
un hecho que inventarlo, sobretodo cuando no ofrece
motivo de interes.
En resúmen , Perez García asienta que este . pco
dor, presidente de la audiencia, se mantuvo sobre la
defensiva, permaneciendo personalmente ya en la Con-
cepcion ya en los fuertes, hasta el 7 de abril que bajó
iago, de donde no volvió á salir. En
noviembre, llegó á la se oncepcion un gobernador nom-
brado por el príncipe de Esquilache, y por consiguiente,
la Cerda pasó siete meses en Santiago muy tranquilo,
bien que en todo este tiempo los Araucanos no cesasen
de amenazar la frontera; porque estaba seguro que Se
hallaba bien defendida. De donde se sigue evidente-
410 HISTORIA DE CHILE.
mente que no era tan imposible el conseguir este fih; fi
se necesitaban tantas fuerzas para ello. La historia es
una abeja laboriosa que, voltejeando en medio de los
hombres y de sus acciones, solo se fija en los que le dan
jugos para su obra, la cual es un conjunto de conse=
cuencias morales, de reglas y de principios de conducta.
El hecho de una permanencia pacífica de siete meses en
Santiago, sabiendo que el Biobio estaba bien guardado,
es un argumento Iltroso del cual el gobierno del
ilustre Xara-Quemada habia sido ya un ejemplo mas
largo de que el sistema del P. Luis de Valdivia, sin el
evento aciago de las mujeres de Ancanamun, hubierá*
producido bienes infinitos. La historia lo aclarará.
Pero es cosa muy de notar que estos dos ejemplos han
sido dados por dos presidentes de la celebérrima at-
diencia de Santiago , hombres eminentísimos en sabidu-
ría y prendas personales. Y que no se nos diga que el
elojio que hace Ovalle de la Cerda pueda ser debido á
los sentimientos religiosos de este gobernador : porque
es preciso hacer justicia al autor que citamos, el cual
no deja ningun gobernador sin “alabanzas, segun Su
mérito ; y aun cuando la piedad de la Cerda fuese 4 sus
ojos un motivo mas para ensalzarle , no iria tan descá-
minado, pues no nos parece que priñicipios relijiosos
puedan ser malos consejeros en ningun caso.
« Aunque natural de Méjico, dice Ovalle, —en sus-
tancia ,—era este gobernador oriundo de la casa de la
Cerda, tan conocida por su lustre en España. Su injenio
y Su memoria eran portentosos, y ya en las primeras
escuelas en donde habia cursado, habia prometido ser,
— Con sus prodijiosos adelantos ,—el eran ministro de la
real audiencia, y consejero de la chancillería de Santiago
CAPÍTULO XLIX. 441
de Chile. A su sabiduría reunia un don de jentes uni-
versal ; su nobleza brillaba en su afable cortesía llena de
benignidad con cuantos tenian que hablarle y tratarle,
por ínfima que fuese su condicion. Los soldados le idola-,
traban, y todos se hubieran hecho matar por él, en
el instante que les hubiese dado la señal de batirse.
No diré nada de su piedad ,—continua Ovalle , —por no
ofender su modestia. Solo diré que jamás se le ha visto
á la derecha de un sacerdote, por mozo y poco elevado
que fuese en dignidad ; 4 todos les daba su derecha. En
una palabra, don Cristoval de la Cerda era un hombre
muy eminente. » >
*
+
at sos OAPITULO L
MES de don Pido Osores (1) de Ulloa.— Se mantiene en la defensiva.
— Desórdenes de este gobierno.—Agresiones de los Araucanos. —Otros pi-
ratas holandeses. — Muerte del gobernador.
Boa se as
> gobernador llegó á la Coniocion y fué recono-
cido de capitan jeneral por el cabildo de esta ciudad el
dia 5 de noviembre. Su edad avanzada no inspiró muy
felices pronósticos , y tal vez el virey príncipe de Esqui-
lache no le habia dado el mando de Chile, sino porque
se hallaba de gobernador en Guancabelica.
Don Pedro de Osores se mantuvo en la frontera todo
el verano hasta el 1* de abril en que marchó para la ca-
pital. El cabildo de Santiago le envió una diputacion á
Maipú, y le recibió con la ostentacion acostumbrada el
22 del mismo mes. El 27, quedó reconocido La pe
dente de la real audiencia.
á otros que no tenian el mas mínimo conocimiento de la
guerra ni de las cosas de Chile ; y el cabildo mismo ma-
nifestó esta opinion, diciendo que la corta duracion de
Jos empleos , y muy particularmente la del mando supe-
_ rior, eran grandes escollos para el buen acierto de los
- gobernadores. Estaban tan penetrados de esta verdad los
capitulares , que en 20 de noviembre de 1621 acordaron
(1) Algunos escriben Sores, y debe de ser un yerro, Perez García escribe
Osores, que nos parece mas español. Sin embargo, Ovalle dice Sorez.
$
4
» CAPÍTULO L. 113
pedir al rey se sirviese prolongar la duracion de los go-
biernos. , he
: —Notemos, sin embargo , que era cosa muy dificil para
el monarca conceder lo que le pedian, pues que los trá-
mites regulares eran que á un gobernador muerto suce-
diese un interino, mientras que el rey mismo nombraba
uno en propiedad; porque el autorizar al virey del Perú
para que hiciese estos nombramientos ofrecia ó podia.ofre-
cer grandes inconvenientes. Realmente hasta entonces el
mal de la corta duracion del mando habia sido inevitable,
pues todos los gobernadores habian muerto , excepto la
primera vez que lo dejó don Alonso de Rivera por haberse
casado sin real licencia. z » qe
El nuevo gobérnador recibió tres reales cédulas : la
primera anunciando la muerte de Felipe HI, y sus fune-
rales , hechos el 31 de marzo 1621 ; la segunda, pr omul-
¿dedo el advenimiento de Felipe IV, 4 la edad le diez y
seis años (1); y en la tercera pedia el presidente del
consejo real un donativo y un empréstito. Como en cir-
cunstancias eríticas siempre las esperanzas renacen Con
las novedades de esta naturaleza, el advenimiento de
Felipe IV causó una cierta sensacion de contento , que
produjo una especie de distraccion en medio del desaso-
siego jeneral. Lo cierto es que siempre hay cosas nuevas
en estas grandes mudanzas.
Hasta entonces , el príncipe de Esquilache habia des-
cuidado enteramente de dar cumplimiento á la real órden
que imponia.á los vireyes del Perú el deber de recom-
pensar en cada año doce beneméritos oficiales del ejér-
(1) Este fué el primer monarca que concedió á los Genoveses el transporte
de negros esclavos á la América para alivio de los Indios. Segun el abate
de negros
Raynal, entraron allí nueve millones de estos, desde entonces hasta sus dias.
UIZ,
h14 HISTORIA DE CHILE,
cito de Chile, y, á solicitud del cabildo de Santiago, el
nuevo monarca renovó dicha real orden corroborándola
con particular encargo. Este hecho prueba que los capi-
tulares no solo protejian á sus administrados naturales >
sino tambien á los militares, |
Los protectores de los pobres indios, siempre maltra-
tados, recibieron el título de protectores fiscales para
estimularlos á llenar con mas celo sus honoríficos empleos,
Jero con cosas buenas hubo una que probó muy
mal , y esta fué el nombramiento de maestre de campo
que el gobernador Osores hizo en su cuñado don Fran-
cisco de Alba y Norueña, contra reales órdenes que pro-
hibian 4 los gobernadores y al mismo virey del Perú el
dar empleos en sus familias. AS
Volviendo á los Araucanos, Lientur, por sí mismo ó
por sus capitanes , hacia correrías, y para ejecutarlas con
probabilidad de éxito, se ponia en atalaya sobre los al-
los desde donde descubria los movimientos de los Espa
ñoles, y daba señal á los suyos para que ejecutasen lo
que él habia mandado. En oposicion á esta tán ica , el
gobernador usó de la misma, mandando construir
| r sobre
el cerro de Negrete un fortin con el nombre de Atalaya,
E > a . 7 SURE: . . Ata
desde el cual se descubrian igualmente los movimientos
del enemigo, que no podia pasar el Biobio sin ser visto.
Este cerro era tanto mas ventajoso cuanto tenia un rico
manantial de agua. o »
Pero de nada sirvió esto, y si hemos de dar crédito á
los apuntes de Carvallo, no era nada de extrañar ; por-
que, por un lado, los jefes y oficiales españoles se halla-
ban muy descontentos con la guerra defensiva ; por otro,
miraban con hastío la indolencia del gobernador, y con
odio la de su cuñado y maestre de campo, el cual no
>
DI
=el o estaba desnudo y aba Y
CAPÍTULO Boo M5
pensaba mas que en enriquecerse , aprovechándose de
cuanto le venia á las manos. El ejército estaba mal ves-
tido y mal pagado, y los soldados padecian hambre,
mientras que él enviaba miles de pesos al Potosi, y se
apropiaba las ovejas de los pagos de Buena Esperanza.
Las consecuencias fatales de esta conducta fueron la des-
moralizacion del ejército , la indisciplina y la insubordi-
nacion ; y con esto, era inútil contar con el valor de las
tropas. Los soldados tenian que robar para vivir, y se
hicieron , por decirlo así , á cara descubierta salteadores.
Todo el obispado de la acen les temia como si
fuesen enemigos, porque los jefes y capitanes nada
podian.
Como para formar contraste , mientras el ejército es-
pañol se desorganizaba, el aracuano se arreglaba, y
habia alcanzado ya á un alto grado de órden y de disci-
plina. Por eso, y por lo que hemos visto ya de las agre-
siones de Lientur, parece muy extraño que no haya
habido acciones de guerra. Molina se contenta con decir
que no cesó la guerra contra los: Lienturanos. Perez
García dice que así lo cree , y que nota con sentimiento,
por los muchos certificados, cédulas y testimonios en
punto á informes de hidalguía y méritos de nobles pa-
tricios, cuan lijeraimente se han escrito las cosas de este
lerno. Quiroga dice tambien que t todo iba mal; que
se halla a en la mas erítica situacion.
Cuando todos se yeian mas desanimados lució 0
mente un rayo de esperanza con un despacho de Madrid
del 21 de octubre , en que el rey anunciaba la vuelta de
don Yñigo de Ayala 4 Chile con una escuadra en que
llevaba trescientos buenos soldados y todos los pertrechos
ado, y que el reino
Ze
A16 HISTORIA DE CHILE,
necesarios. En efecto, Ayala habia salido con todos estos
preciosos recursos de San Lucar de Barrameda, y habia
navegado felizmente hasta el estrecho de Magallanes;
pero á. penas habia entrado en él sobrevino una tan fu-
riosa tempestad que se perdió la escuadra, y nunca se
oyó hablar mas de Ayala. Solo se salvó la almiranta man-
dada por Francisco Mandrugano, el cual habiendo per-
dido de vista la capitana, que era Nuestra Señora del
Juncal, se dejó ir viento atras á Buenos Aires, en
donde desembarcó con su jente, la cual condujo por
tierra á Chile,
Lo mas portentoso, en medio de tantas adversidades,
era que clamaban por poder hacer la guerra ofensiva.
Hace algunos dias, hemos visto 4 don Cristoval de la
Cerda temeroso de malos acontecimientos por falta de
fuerzas, y ahora, vemos al cabildo de Santiago apro-
vecharse de la circunstancia de un nuevo virey, el marques
de Guadalcazar, que llegó á Lima á principios de 1623,
para pedir con nuevas instancias al rey autorizase la
guerra ofensiva; alegando que la defensiva desmora-
lizaba al ejercito español, al paso que el Araucano se
organizaba ; representado que los enemigos, ingreidos
y soberbios, acometian á las estancias españolas , incen-
diaban, mataban y robaban impunemente ; y que N
se podia ya decir que mataban solo á los que podian
matarlos , puesto que habian dado 4 jesuitas pacíficos «
indefensos una muerte cruelisima ; por lo cual estaba
visto que era urjentísimo el contenerlos con una guerra
incesante á sangre y fuego, ántes que los extranjeros
tuviesen la idea de ir á apoderarse del puerto de Val-
divia.
Que el cabildo de Santiago opinase par la guerra
+
CAPÍTULO L. hA7
ofensiva , no había que extrañarlo; pero que supusiese
que los Araucanos habian dado muerte á los tres jesuitas
de llicura sin motivo, y aun sin grandes motivos deirri-
tacion y de resentimiento, nos parece ménos conforme á
la verdad de los acontecimientos. Igualmente aparece
contrario á un buen raciocinio la consecuencia que teme
de invasion extranjera en el reino. Segun hemos visto
en una circunstancia de piratería de Holandeses, la
opinion, si hemos de dar crédito á Perez Garcia , era que
los Chilenos aborrecian igualmente á todos los extran-
jeros. Si esta opinion no estaba bien fundada, era á lo
ménos muy cierto que si hubiesen querido ó pensado en.
ello, habian tenido ocasiones de coligarse con ellos y
no lo habian hecho. Por consiguiente, era mucho mas.
probable que la idea de hacer conquistas en Chile les.
viniese, al fin, 4 otras naciones en vista de la falta de
habitantes chilenos y españoles, puesto que estos se des-
truian reciprocamente con una guerra de exterminacion.
¿Qué era la poblacion de Españoles desde los confines
del Perú hasta el Biobio, es decir en una extension de
doscientas cuarenta leguas que con su anchura formaba
ocho mil y tantas cuadradas ? Qué era la de los Araucanos
y demas Indios en las cien leguas (1) que les quedaban
de el Biobio hasta el mar de Chiloe? ¿Y qué habia de
uceder destruyéndose continuamente á sangre y fuego
Araucanos y Españoles? Una de dos; ó trasladar toda
España á Chile, ó hacer lugar á otras naciones.
En efecto, si los Indios hubiesen querido, ahora
mismo, en este instante , €s decir 4 principios de 1624,
vuelven á la mar del Sur los Holandeses, con la sola di-
mn
(1) Muy cerca de ellas,
1, Historia.
27
118 HISTORIA DE CHILE.
ferencia de que esta vez vienen del mar del Norte, y los
habrian acojido. Pero ántes, nótese que el año de 1623
se acaba de pasar sin acciones de guerra, á lo ménos no
las vemos en ninguna parte; y la defensiva bastaba para
que las hubiese si los Araucanos pasaban el Biobio; y sin
embargo el ejército español estaba desmoralizado , sin
disciplina, desnudo y hambriento, por un lado; y, por
otro, los guerreros araucanos perfectamente organizados,
briosos y emprendedores. Realmente, es una verdadera
niebla de contradicciones. Vengamos á los Holandeses.
«En la ocasion presente, estos traian nada menos
que una escuadra y una armada. De la escuadra, solo
el cabildo de Santiago habla de ella. La armada fué
avistada el 2 de febrero. Estaba mandada por un
Jacobo Eremit Cherje, y se componia de once navíos
de línea y dos pataches. Llevaba mil seiscientos treinta
y siete hombres de desembarco (1) y doscientas no-
venta y cuatro piezas de artillería. El primero que la
descubrió , dice Perez García refiriéndose 4 Quiroga,
fué un vaquero que la vió pasar por en frente de la costa
de San Antonio. Sin embargo, nadie sabe, puesto que
nadie lo dice, en qué pasó el tiempo hasta el 8 de mayo
que fondeó en el Callao con designio de ir 4 saquear á
Lima. Con esto, el pobre ganadero, que habia tenido
muy buenos ojos, y que habia corrido 4 dar parte al
gobernador de su descubierta , fué acusado de alarmista
revolucionario, y ahorcado sin misericordia , crueldad
mas que dudosa, increible , bien que lo aseguren Carvallo
y Quiroga.
(1) Perez García. — Carvallo dice: con 10,637 hombres de desembarco
y añade que la escuadra holandesa (sin hablar de armada) habia salido de Ams-
terdam el 29 de avril 1623, y habia entrado por el cabo de Hornos.
CAPÍTULO” L. 119
Sin embargo, la escuadra 6 armada, ó uno y otro
junto, era muy cierta, y si en el tiempo dicho hasta el
8 de mayo, nadie la habia visto, era porque se habia
ido á la isla de Juan Fernandez á refrescar su gente.
Segun Carvallo, cuando se fué al Callao, ancló en la isla
de San Lorenzo con el proyecto de ir 4 apoderarse de
Lima; pero era un proyecto insensato para sus pocas
fuerzas, y así se estrelló. Perez García dice que Eremit
murió de despecho. Lo cierto es que murió el 2 de junio,
dejando el mando al vice almirante Ghen Puighen
Scafímann. Este, mas prudente, se limitó á un bloqueo
que duró cinco meses; se fué despues á Guayaquil, in-
cendió la ciudad, pirateó y, enfin, se volvió á Europa
por el cabo de Hornos.
Por otro lado, Perez García habla de una escuadra
de cuatro navíos; pero ignora quien la mandaba ni lo
que hizo hasta junio que fondeó en el puerto del Papudo.
El correjidor de Santiago, Florean Giron, corrió con las
milicias á protejer el puerto de Valparaiso. Es de notar
que, durante la ausencia de estas, la real audiencia nom-
bró un capitan de guerra, Pedro Lisperger, PU que
con los vecinos guardase la cuidad.
Enfin, el gobernador, que ya lo era en pl
murió, CarERón de años y de ajes, en la Concepcion, el
re (1), dejando el interinato á su
parece querer ignorar lo malo, dice que Osores era muy
caritativo y limosnero; pero algunos, como Quiroga y
aun Olivares, no lo quieren creer.
(1) Carvallo dice el 11.
CAPITULO LI.
Interinato del maestre de campo don Francisco de Alba y Norueña. — Sucé-
dele don Luis Fernandez de Córdova y Arce.— Esperanzas que inspira. —
Llegan refuerzos á Valparaiso. — Orden y declaracion de guerra ofensiva.
( 1625—1628. )
Reconocido por el cabildo de la Concepcion en 19 de
setiembre, Norueña lo fué por procuracion, el 2 de no-
viembre, en el de Santiago, y no pretendió que la real
audiencia le reconociese por presidente.
Realmente repugna el dar cumplimiento al rigoroso
deber que impone la historia al que se encarga de escri-
birla, cuando hay que transmitir á la posteridad parti-
cularidades personales, que importaria muy pocoignorar,
y que no son dignas de su atencion.
Del gobierno interino de Norueña y de sus actos
nadie habla si no es Carvallo, y lo hace con una vehemen-
Cia E realmente anuncia certeza de datos, segun los
cuales , este gobernador interino no habia aguardado á
que el proprietario muriese para serlo, puesto que en
vida y en virtud de sus ajes, habia obtenido este que el
rey le concediese la gracia de nombrarse un sucesor,
cosa difícil de creer. De todos modos , don Francisco de
Alba solo se mostró hábil en atesorar y enriquecerse, y
de ninguna manera en contener á los Indios que no ce-
saban de insultar la frontera. Todo lo que hizo fué esta-
blecer algunas baterías que defendiesen 4 la Concepcion,
y comisionar al oidor Machado para que fuese á Valpa-
raiS0, y otros puntos del distrito de la capital, con el
CAPÍTULO LI. 1491
mismo objeto. Por lo demas, al entregar el mando á su
sucesor, al cabo de ocho meses de interinato, dejó el
obispado de la Concepcion en tan lamentoso estado, que
no pudiendo ya acudir á sus necesidades el de Santiago,
hubo de enviar á comprar granos á todo coste al Perú,
El nuevo gobernador, don Luis Fernandez de Cór-
dova y Arce, fondeó en la Concepcion el dia 29 de mayo
de 1625. Era este gobernador jeneral de la armada de
Filipinas y del puerto del Callao, señor de la villa del
Carpio y XXIV" de su nombre. El mismo dia en que des-
embarcó fué reconocido por el cabildo de la Concepcion.
Segun Molina, traia refuerzos para el ejército y órden
para tomar la ofensiva contra los Araucanos. Pero esto,
dice Perez García, no puede ser, puesto que dicha ór-
den, fecha en Madrid, á 13 de abril 1625, no llegó á
Chile sino en enero de 1626. De todos modos su venida
fué reputada de buen agúero, y dió grandes esperanzas
de salir del atolladero en que todo se hallaba en Chile,
esperanzas que no podian menos de ser bien fundadas,
atendiendo á la grande reputacion militar y otras bri-
llantes circunstancias de este ilustre gobernador. Por eso,
sin duda alguna, nadie pensó en criticar su nombra-
miento , bien que fuese sobrino del virey del Perú, que
le habia nombrado; y en efecto , empezó refrenando
abusos en las administraciones, y desórdenes en el ejér-
cito, sobretodo, el vicio que tenian los soldados de jugar
sus prendas de vestuario. La caballería se vio remontada
en pocos dias.
En este tiempo, Lientur habia dejado el mando, no,
como parece creerlo García, porque viese venir la
guerra ofensiva, puesto que, segun este mismo recopila-
dor, la ofensiva no habia venido sino por vejez y por re-
192 HISTORIA DE CHILE.
sentimiento natural de sus grandes fatigas, como se lo
parece á Molina. Putapichion Joreu fué electo unáni-
memente y con mucho aplauso su sucesor, por todos los
Butalmapus; pero era la estacion de grandes lluvias poco
propia á la guerra, y el gobernador español pudo per-
manecer en la Concepcion hasta la primavera, que salió
con su maestre de campo don Alonso de Córdova y
Figueroa, — primo suyo,— y con el sarjento mayor -
Rebolledo, para ir á inspeccionar las plazas y fuertes
asegurándose de su buen estado de defensa. Era
cuanto podia hacer por entonces, debiendo mantenerse
en la defensiva, y empezó por la de San Felipe de Arauco,
pasando el Biobio el 7 de setiembre , y dejando en ella
á su maestre de campo. De allí regresó 4 la frontera, y
puso en la de San Felipe de Austria al sarjento mayor
Rebolledo. Repartió la tropa entre los diferentes fuertes,
y tomadas estas medidas de precaución, marchó para
Santiago.
En Rancagua, encontró al alcalde Francisco Rodri-
guez de Ovalle, el cual habia venido con un rejidor,
en nombre del cabildo, á recibirle y acompañarle á la
casa de campo preparada ya para estarecepcion , y en la
«cual permaneció hasta el 21 de diciembre que continuó
marcha á Santiago, en donde fué inmediatamente
reconocido gobernador y capitan general por el cabildo,
y, al dia siguiente , presidente de la audiencia.
Llega, por fin, el 25 de enero 1626, la tan deseada
órden para la guerra agresiva. Grande alegria y satis-
faccion sobretodo, de parte del cabildo, alegría y sa-
tisfaccion respetables , en atencion 4 que, si los capitu-
lares padecian alguna ilusion en sus esperanzas , era
claro que no seengañaban por capricho , si noes por con-
CAPÍTULO Ll. 123
vencimiento , bien ó mal fundado, que nacia de un modo
de sentir natural y sincero. Prueba de esta verdad ha
sido la serie de solicitudes incesantes hechas á la corte,
en el espacio de trece años, para conseguirlo. Hela,
pues, aquí esta real cédula, fecha en Madrid , á 13 de
abril del año anterior, autorizando fuego y sangre, y la
esclavitud de los Indios. ¡Albricias! García dice que la
guerra defensiva habia hecho mucho mal á los cristia-
nos y poco bien á la conversion de los Indios , y añade
que Olivares piensa tambien que ha sido perjudicial á
unos y otros. Respetando la opinion personal de este re-
copilador de hechos, corremos á asegurarnos de lo con=
cerniente á la de Olivares, y vemos en una mision que
hizo el P. rector de Santiago en el districto de Arauco,
con los P P. Oracio Vechi y Martin de Aranda :
Que en medio de-cien caciques y una infinidad de In-
dios pasó lo siguente.
Expone el P. rector el objeto de su mision, asegu-
rando que él y los demas misioneros no se arriesgan por
conquistar oro y tierras, sino por conquistar almas para
el cielo. Habla en seguida de la dicha que trae consigo
la fe; de la suavidad de los preceptos evanjélicos; de
las maravillas de los misterios de la relijion cristiana,
y de la dulce tranquilidad de los espíritus justos. Leván-
tase en pié el toquí de Peguenche , reduccion principal
de Arauco, y en nombre de todos los demas, responde :
« No te canses en predicar; déjanos seguir nuestros
usos y creencias. No estamos ahora para mudar de re-
ligion , puesto que estamos en guerra con los de Puren y
de la Imperial que son enemigos de los Españoles , y
nuestros, á la verdad. Seria una verglenza que, cuendo
tenemos lanzas y macanas en las manos, las dejásemos
1124 HISTORIA DE CHILE.
para tomar un rosario, como si fuésemos mujeres ó vie-
jos caducos. Déjanos nuestra pluralidad de mujeres con
las cuales damos soldados á la patria para que la defien-
dan, y honren nuestras canas, cuando seamos viejos,
Déjanos, en fin, concluir la guerra y despues hablare-
mos de eso. »
Pero todos no fueron del parecer de este toquí. Otro
de la parcialidad de Arauco se levantó con otros treinta,
y fué á ofrecer obediencia y regalos al rector, dicién-
dole que él y sus compañeros le oirian de muy buena
gana, dándole infinitas gracias de las miras con que
venia; que ya podia empezar á bautizar niños, puesto
que las cosas que le decia del cielo le parecian cosa de
maravilla.
Oyendo esto Levipangui, que era el que habia ha-
blado ántes, tomó á parte al P. Aranda, y le dijo en
confidencia :
« Bien me parece lo que nos decis; pero sabe que es-
tamos recelosos de que vosotros los padres hagais como
hacian los curas, quitándonos los hijos para pajes y las
mujeres para ser criadas. Si no lo haceis, bien venidos.
Ya podeis empezar á hacer cristianos. »
En efecto , empezaron los PP. su mision con frutos
de bendicion. Obligado el rector á volverse á su colejio
de Santiago, se quedaron Aranda y Vechi, haciendo
gran cosecha de almas en este punto de Arauco, que
era el mas poblado. De allí, pasaron á la isla de Santa
María, y, si hubiésemos de copiar las conversiones y
casos prodijiosos de buena voluntad y fervor de los In-
dios , casos contenidos en las cartas de los misioneros á
su rector, serian necesarios volúmenes. Pero esta mate-
ria es historia á parte. Volvamos á nuestro tratado.
CAPÍTULO Ll. 195
El 97 de febrero, sale el gobernador de Santiago,
pasa por Yumbel, y llega á la Concepcion el 20 de abril.
Desde aquí, intima paz ó esclavitud á los Araucanos,
intimacion á la cual dan por respuesta aquellos valien-
tes: ¡ guerra, guerra !
Era cosa sabida y nadie extrañó la respuesta. Pero lo
que sucedió entonces muy digno de notarse fué que los
Indios amigos, siempre constantes y fieles durante la
defensiva, se declararon enemigos con el solo anuncio
de la ofensiva. Este acontecimiento, bien reflexionado ,
era la verdadera solucion del problema; pero, lejos de
estudiarlo, lo miraron los mas como una prueba del
odioso carácter de los Indios; y con semejantes racioci-
nios no hay que esperar en saludables resoluciones.
Hasta el concienzudo Quiroga habla de este hecho con
cierta lijereza desdeñosa. Segun este autor, hubo entre
los Indios de paz algunos de distincion que proyectaron
desertar llevándose á otros seducidos; — Y €5 de ad-
vertir que servian con sueldo , como auxiliares. — Sú-
polo el gobernador , y mandó prender á los principales
motores, de los cuales cinco fueron condenados á
muerte, y marcharon al patíbulo con la mayor entereza.
El 15 de setiembre , el gobernador marchó á la plaza
de Buena Esperanza; pero mientras no le llegasen re-
fuerzos, no podia ir á buscar á Putapichion. Así sucedió
que el 15 de diciembre , se volvió ¿la Concepcion. Esta
ciudad fué declarada residencia del gobernador; — la
plaza de Arauco, la del maestre de campo , — Y la de
Yumbel, la del sarjento mayor. El gobernador dió em-
pleos á los criollos , y Se granjeó el buen afecto de los ha-
bitantes. Le
El 97 de enero, entró en Valparaiso la Trinidad con
126 HISTORIA DE CHILE.
refuerzos y pertrechos que no podian ser de mucha
importancia, pues cabian en un solo transporte. El ca-
bildo de Santiago envió víveres y órden al comandante
para que fuese á desembarcar á la Concepcion; pero, ó
no la recibió ó se desentendió de ella, puesto que los
soldados que habia traido se hallaban el 18 de febrero en
Melipilla de marcha para Santiago. Lo mas extraño en-
tonces, fué que nunca se supo si habian retrocedido para
dar cumplimiento á la citada órden, ó si habian conti-
nuado por tierra. Lo único cierto ha sido que el capitan
jeneral, que los esperaba con impaciencia para entrar en
campaña, se hallaba aun en la Concepcion, en los dias
12 de marzo ,—30 de abril, —h de junio ,—13 de agosto,
—3 de octubre ,—y 13 de diciembre.
Mientras tanto, Putapichion se mantenia en la inac-
cion, esperando , sin duda alguna, los efectos de la
guerra ofensiva.
A principios de enero, salió Córdova de la Concepción
con su ejército, y el 15 del mismo mes estableció su
cuartel general en Yumbel, cerca de San Felipe de
Austria. Su llegada allí dió la señal de las hostilidades.
El maestre de campo Córdova y Figueroa salió sijilosa-
mente de Arauco con cuatrocientos Españoles y ciento y
cincuenta auxiliares, llevando en ancas víveres para
cinco dias, con direccion 4 Tucapel. Allí, dividió sus
fuerzas en correrías, hizo ciento y quince prisioneros de
diferentes edades y sexos, y antecojió cuatrocientos ca-'
ballos con algunas cabezas de ganado. Algunos intré-
pidos Tucapeles quisieron oponer una loca é inútil re-
sistencia, y ocho quedaron muertos. Los habitantes
en jeneral habian huido á los montes con lo que habian
podido llevar,
CAPÍTULO LI. 197
A esto se redujo por esta vez la guerra ofensiva , pues
no parece que el Gobernador haya pasado el Biobio, ni
que haya habido novedad alguna durante el verano, en
la plaza de Buena Esperanza.
El 20 de marzo, ya estaba Córdova en marcha para ir
á invernar en Santiago, en donde permaneció hasta el
3 de octubre, en que las nuevas que recibió de Putapi-
chion le obligaron á volver á la frontera.
Hasta ahora , la ofensiva no ha podido ocasionar mu-
chos desastres á los Araucanos; pero no podemos olvidar
que durante los últimos cuatro años de defensiva, no
obstante quejas y lamentos , no hemos visto acciones de
guerra ni encuentros.
CAPITULO LH.
Prosigue ye el ofensiva. — Valentía de Putapichion.— Ataque de Chillan
uerte de su correjidor. — Batalla de Ig Caogrej jerasa
( 1629.)
Era Putapichion un gallardo mozo de Tomeco y de la
encomienda de Trujillo; el cual, de amigo de los Espa-
ñoles , — Dios sabe porque ,—se habia vuelto enemigo.
Este, pues, amenazado, quiso probar cuan poco caso ha-
cia de amenazas , empezando él mismo la campaña con
un golpe ruidoso contra la plaza del Nacimiento. Si-
tuada á la orilla austral del Biobio, ademas de su si-
tuacion inaccesible por un lado ,—tenia esta plaza una
buena guarnicion y cuatro pedreros. Pero en nada de esto
se paró el jóven guerrero.
Llega este con tropas veteranas de caballería, les
manda echar pié á tierra, y á pesar de una verdadera
tempestad de tiros y cañonazos, en un arranque , se
aloja en el foso y se pone á cubierto del fuego de la de-
fensa. El viento soplaba en aque! instante favorable á
- sus intentos, que eran nada menos que incendiar las.
casas, que á la verdad tenian techos de paja, y con
Móchias inflamadas , y no con disparatados tizones arro-
jados con hondas, lo llevó 4 efecto. Todas las casas
ardieron menos dos, que se hallaron al abrigo del viento,
y un baluarte, en donde las valientes tropas españolas
resolvieron enterrarse ántes que rendirse.
Sin embargo, su situacion era de las mas críticas por
CAPÍTULO LI. 129
hallarse entre las llamas por detras, y los enemigos por
delante. Bien lo veia Putapichion, y contando por ase-
gurada la victoria, se arroja á la cabeza de los suyos al
asalto ; pero tan sostenido fué el fuego de los defensores,
y tan mortal para los Araucanos, que por mas que hizo el
jefe, sus tropas se desordenaron y se retiraron dejando
muchos muertos.
Y con todo eso, estas tropas desordenadas, segun el
mismo autor, llevaban hombres y mujeres cautivos ; Ca-
ballos y ganado; particularidad que cita tambien Molina.
Hay en todo esto una contradiccion manifiesta; pero por
fortuna, la verdad, que es lo que se busca, se halla en el
resultado final, contando por demasías detalles difíciles de
conciliar; y esta verdad es que Putapichion , amenazado,
es quien ataca sin amenazar; y que los amenazadores
se defienden con toda su valentía, sí, pero con trabajo.
Esto es lo que se saca en limpio de los datos mismos
de Figueroa, en el cual notamos cierta exactitud militar
que nos aconseja le demos particular crédito. Pues este
mismo escritor dice, 4 consecuencia del ataque de la
plaza del Nacimiento , que lejos de haberse desanimado,
Putapichion volvió muy luego á pasar el Biobio con su
trozo de veteranos determinados, y fué á infestar el
hermoso valle de Quinel, hecho que otro escritor bien
informado corrobora, añadiendo que lo ejecutó sin mirar
en la proximidad de la plaza de San Felipe y burlándose,
al contrario, de ella y de la celeridad con que el sarjento
mayor intentó cortarle la retirada.
- Si fuese cierto, como lo asegura Carvallo, que Puta-
pichion mandaba en esta ocasion mil quinientos caballos,
no habria hecho una grande hazaña. Lo que se conjetura
_con cierta probabilidad es que los seiscientos Españole
130 HISTORIA DE CHILE.
que habia en Yumbel, sorprendidos por de pronto, se
rehicieron y rechazaron al enemigo, como lo dice Perez
García refiriéndose á Rojas.
El sarjento mayor Rebolledo, cuya vijilancia no
parecia muy propia á tranquilizar los animos, quiso
tomar una especie de desquite de este último atentado
de los Araucanos, pasando el Biobio y ejecutando con
algun éxito una correría en la que conquistó algunos
caballos y ganados; pero no eran estas correrías lo que
se entendia por guerra ofensiva, dirijida con teson y
vigor á su último fin que era la paz; lejos de eso, estos
actos parciales de encono ocasionaban represalias
seguras. Lo que se necesitaba era operar en masa, y no
se comprende como ni porqué el gobernador, que en h de
diciembre se aprestaba para la campaña de verano
de 1629 , se mantuvo todo este tiempo en la Concepcion,
en donde se hallaba el 11 de enero, el 7 y 20 de febrero,
y 8 de marzo. Sin duda, como lo dice Carvallo, se
ocupaba en actos de gobierno, proveyendo á empleos
vacantes, reformando oficiales, poniendo órden y me-
todo de distribuciones y abastecimientos, pidiendo y
obteniendo que un ministro de la audiencia pasase cada
año á la Concepcion para tomar cuentas y residencia,
restableciendo la fábrica de paños de Quillata y tomando
otras muchas medidas útiles. Ademas de esto, tenia
desavenencias con la audiencia, que provenian de cier-
tas exijencias de sus ministros : estos querian > y se les
honrase con el saludo de banderas cuando
delante de ellas , y el gobernador lo prohibió, con entera
aprobacion del rey. El fiscal de la audiencia recurrió
en una ocasion al monarca con queja de que en un
caso dado no se habia podido proceder contra el secre-
CAPÍTULO LH. 431
tario del gobernador,—Pedro Valiente de la Barra ,—
porque nadie se atrevia á declarar contra él, y el rey
habia mandado que el gobernador mismo le castigase si
era culpable. El gobernador dió un correjimiento en
Santiago á don Diego Gonzalez Montero , y la audiencia
formó oposicion á ello. Estos debates entre las primeras
autoridades eran fatales, Y» por desgracia, tomaron
tanto 1 to, que el dor pensó que provenian
de que los SS. des la audiencia, hallándose lejos de su
presidente, que lo era él, olvidaban que lo era, y
representó al rey sobre este particular, pidiendo que la
real audiencia se trasladase á la Concepcion con el fin
de poder presidirla mas á menudo. Parece ser que el
monarca halló bastante bien fundada la suposicion del
gobernador de Chile, puesto que S. M. mandó al virey
del Perú informase sobre lo ocurrido , y SUS causas,
Sea lo que fuere acerca de la ausencia del capitan ge-
neral del teatro de la guerra, Perez García opina que
esta ausencia, que él llama inaccion, dió márjen á Pu-
tapichion para que osase emprender las jornadas de
Chillan y de las Cangrejeras, en las cuales batió á los
Españoles. Olivares, Figueroa y Molina cuentan estas dos
acciones de guerra diez años ántes que hayan sucedido,
en 1619, bajo el gobierno de Lope de Ulloa y Lemus;
pero Perez García prueba que estos autores se engañan ,
alegando un dato irrecusable, á saber, que Bascuñan,
hecho prisionero en una de ellas, habia sentado plaza
en 1625, de edad de diez y seis años, y que, por consi-
guiente, tenia diez en 1619, y no podia. ser capitan ni
prisionero 4 esta edad. En efecto, Bascuñan mismo
confirma este hecho, y se halla de acuerdo con el
cabildo de Santiago y con el rey, los cuales concuerdan
132 . HISTORIA DE CHILE.
con Rojas , Quiroga y Tesillo (1). Oigamos á Bascuñan.
El dia 10 de abril 1629, se echó el enemigo sobre la
comarca de Chillan, no con proyectos serios, sino para
saquear y hacer mal con un golpe de mano, El correjidor
de esta frontera le salió al encuentro; pero desgraciada-
mente, desmintió en esta circunstancia el valor y la
experiencia que realmente tenia, no queriendo seguir
pareceres diferentes del suyo. Porque á una legua de la
ciudad le advirtieron que iba á hacer un largo rodeo
que daria lugar al enemigo á tomar una posicion ven-
tajosa en la cordillera; mientras podia, por un atajo
fácil, venir 4 las manos con él, con probabilidad de buen
éxito. Enfin, no lo hizo, ibid su dictamen solo, y
cuando dió vista 4 los Araucanos, ya estos habian ga-
nado un paso montuoso, y se habian situado sobre un
barranco casi intransitable. Y es de advertir que cuando
llegó el correjidor, habia dejado atrás buen número de
los suyos, que por cansancio de los caballos no habian
podido seguirle ; segunda fatalidad, porque los Españoles
eran ciento, tropa valiente y escogida; y los Araucanos
. no pasaban de ochenta, con lo cual, si hubiese evitado
el rodeo y los hubiese alcanzado teniendo sus tropas
frescas, los habria derrotado sin dificultad. Llega pues el
valiente correjidor al barranco, quiere atravesarlo con
intrepidez, y al primer paso que da lo derriban del ca-
ballo; dos hijos suyos corren á socorrerle, y tienen la
misma suerte, lo mismo que cuatro buenos soldados, que
no quisieron abandonarlos. Los demas, viéndose sin
jefe, y conociendo que no habia allí valentia posible sino
solo temeridad inutil, se retiraron.
Estaba yo entonces, continua Bascuñan, en el tercio
(1) Bascuñan ; — Rojas; —Real cédula de mayo 1629; — Cabildo, Tesillo-
A A A A A ma
CAPÍTULO LU. 138
de San Felipe de Austria , en una compañía de infantería
española. Supimos este mal suceso aquella misma noche,
y el sarjento mayor Rebolledo determinó ir á cortar al
enemigo la sola. retirada que tenia. Se ejecutó el moyi-
miento bastante á tiempo; pero se ejecutó mal : la embos-
ada fué mal entendida , y por de pronto se nos escapa-
ron tres corredores de los enemigos, que hubiéramos
podido cojer y que nos dejaron solo sus caballos, arro-
jándose al rio Puchangue, sola escapada que tenian,
puesto que por un lado del paso se hallaba la montaña
escarpada de la cordillera nevada.; y, por otro, barrancos
imposibles de atravesar. Si nos hubiésemos dividido por
trozos en el contorno del valle, disposicion que no ofrecia
riesgo alguno, pues á la menor señal nos hubiéramos
concentrado sin dificultad, no se nos hubieran escapado.
El resultado fué que, advertidos, los demas se nos esca-
a
paron igualmente tan ufanos que, á pocos dias, ejecu=
taron nuevos proyectos contra nuestro. tercio de San
Felipe de Austria.
» El 15 de mayosiguiente, masdeochocientosenemigos,
despues de haber saqueado y destruido muchas estancias,
vinieron á atacar nuestro tercio. Las lágrimas me vienen
4 los ojos al recordar esta desgracia y la pérdida de tantos
compañeros, considerando, sobretodo, que.sucedió por
falta de gobierno y de buen consejo. En aquel tiempo, lo
sé por experiencia, los consejos de los ancianos, hombres
de ciencia y experiencia, eran poco oidos y menos apre-
ciados : «es pensar muy á loviejo, » decian los que eran
aconsejados sin lisonja. Así le sucedió a mi padre el
maestre de campo jeneral Alvaro Nuñez de Pineda con
el gobernador don Luis Fernandez de Córdova, el cual,
con la noticia de la muerte del correjidor de qe y
1, HisTORIA. e
134 HISTORIA DE CHILE,
5
de sus dos hijos, habia venido con prisa de la Concep-
cion, y se habia alojado en casa de mi padre, que se
hallaba retirado en el país, al cabo de servicios largos , de
algunas dichas, y de muchos trabajos, con una pierna y
un ojo de menos, y, sobretodo, muy pobre. «Sé por
experiencia, dijo mi padre al capitan jeneral, previendo
el ataque de los Araucanos del 15 de mayo ; sé por expe-
riencia que los enernigos volverán á la carga con fuerzas
respetables contra el tercio de San Felipe de Austria; por-
que saben, tan bien como nosotros, las pocas fuerzas
que tenemos; y seria bueno mantenerse apercibido. »
« Piensa V. muy á lo viejo, señor de Pineda, » respon-
dió el gobernador. Es verdad que este refran de adula-
dores palaciegos se le escapó por distraccion, pues repa-
rando en la persona del anciano maestre de campo, y
en las trazas visibles de sus buenos servicios, añadió
luego : « No descuidaré el aviso. Ya las medidas están
tomadas para el resguardo de la frontera. » Esto dijo;
pero no por eso dejó de volverse á la Concepcion muy
ajeno de pensar en lo que iba á suceder.
»En efecto, los ochocientos Araucanos, despues de
haber hecho grandes estragos, matando, talando y
saqueando, nos aguardaron en el desfiladero de un
estero, llamado de las Cangrejeras. El sarjento mayor,
al ver el atentado de los enemigos, destacó caballería
á reconocer por donde se retiraban. La gente que
salió del tercio serian unos setenta hombres. Diri-
jitronse pues al citado desfiladero, en él cual nos
aguardaban los Araucanos, sabiendo perfectamente que
toda nuestra fuerza se reducia á doscientos hombres
mal avenidos y peor disciplinados. Al embocar, un acci-
dente fprano fué como un presajio de lo que nos iba 4
led
«CAPÍTULO ¿LH >. h353
suceder; un arcabuz se disparó casualmente y mató á un:
soldado que estaba delante. No sé porque no me maló 4:
mí, pues me hallaba á su lado codo con codo.
: Los Indios se habian formado en columnaz separadas:
por alguna distancia. Nuestra caballería cargó la pri-
mera, que era de unos doscientos hombres; pero per-:
dimos diez muertos y cinco prisioneros, y los demas
tuvieron que retirarse á una loma rasa para aguardar por
la infantería que iba bajo mi mando. Ms llegó el parte de
losucedido , puse la infantería que pude á caballo y llegué
con cuanta celeridad me fué posible. En las tres compa-
ñías de infantería no habia ochenta soldados, los cuales ,'
con los de caballería, componian un total de poco mas
de ciento y sesenta; al paso que los enemigos eran ya en-
tonces mas de mil, habiéndose concentrado. Mesitné en la
loma, 4 donde se habia retirado nuestra caballería, y vi
desde luego que algunos trozos de los enemigos echaban
pie á tierra para venir á atacarnos. Bajé de mi caballo,
me puse á la cabeza de la vanguardia, como capitan mas
antiguo, é interpolando las picas con los arcabuces,
marché en este órden contra el enemigo, segun”el
buen consejo del maestre de campo Pineda, que me
habia dicho. muchas veces cuan: bien le habia resultado
siempre el atacar á los Indios resolutamente, sin darles
tiempo. á, contar Ó calcular nuestras fuerzas. Y á fe que
habríamos salido mejor librados, si en esta ocasion me
hubiesen creido, y hubiésemos cargadoá la vez infan-
tería y caballería, con lo cual nos hubiéramos hecho
dueños de la posicion. (
» Iba pues yo á ejecutar esta carga , cuando, de re-
pente , llega un capitan de caballería lijera con órden de
ee
que me detenga, y forme en redondo mi infante ía
136 HISTORIA DE CHILE.
respondí que era una lástima perder tiempo, y que
nuestra salvacion consistia en la rapidez de «nuestros
movimientos; pero á esto me respondió, que la temeri-
dad producia rara vez buenos efectos, y que sobretodo
no hacia mas que cumplir con las órdenes que le habian
dado. Obedecí, y mientras yo ejecutaba la evolucion
mandada, sucedió lo que yo con razon temia, á. saber,
que el enemigo no aguardó á que mi infantería con-
cluyese el movimiento, y la atacó en media luna, con lain-
fantería en el centro, y la caballería en las alas. Por mayor
desgracia, el tiempo nos era contrario : la lluvia apagaba
nuestro fuego , y muy luego fuimos envueltos por nuestros
numerosos enemigos, habiendo sido abandonados por
nuestra caballería. ¿Qué podíamos ochenta contra mil?
Así es que nuestros capitanes y soldados, por mas que
se defendian valerosamente, caian muertos á lanzadas ó
eran exterminados por las terribles macanas de los
Araucanos. En cuanto á mí, herido en la muñeca de
una lanzada, quedé en la imposibilidad de conti-
nuar defendiendo mi vida. De un golpe de macana me
derribaron, me atravesaron el peto con una lanzada,
pero esta arma: defensiva que yo llevaba era buena y no
me mataron. Enfin, perdí el sentido, y cuando volví en
mi, me vi cautivo. » e
De esta accion Putapichion llevó treinta cautivos, los
cuales fueron repartidos entre sus provincias, y desti-
nados á ser sacrificados sucesivamente en fiestas na-
cionales. Ademas, perecieron en ella noventa y cinco
Españoles, y, á su consecuencia, se perdieron tambien
doscientos Indios amigos, como lo decia amargamente
el rey al año siguiente (1).
(1) Real cédula de 20 de setiembre 1630.
r
CAPÍTULO LI. 137
Sin embargo, Putapichion hubiera podido hacer mas,
en esta ocasion, y, segun Molina, si hubiera querido se
hubiera apoderado de la plaza. Pero Putapichion no
pensó mas que en gozarse en su triunfo. En las juntas
de los suyos se alababa de haber dado muerte en Chillan y
las Cangrejeras á ciento y cincuenta Españoles, des-
truyendo- treinta estancias, y conquistando dos mil
caballos; y para eternizar estos hechos, proyectaba sa-
crificar el prisionero que le habia tocado ásu Pillan, en
accion de gracias , y con su sangre, hacer que los toquis
picasen escudos de la nacion.
Córdova, que esperaba de un instante al otro un
sucesor, y no queriendo entregarle tan desairado el
baston , salió de la Concepcion y, el 1 de octubre, esta-
bleció su cuartel jeneral junto al fuerte de San Luis. Re-
suelto 4 invadir los tres Butalmapus, el marítimo , el de
los llanos y el subandino , envió al maestre de campo al
primero con mil y doscientos Españoles y auxiliares; el
sarjento mayor al de la falda de la «cordillera, y guardó
el de los llanos para sí mismo. Figueroa corrió por Tucapel
hasta el Cauten y ruinas de la Imperial; mató treinta va-
lerosos que se le opusieron; hizo doscientos prisioneros
de ambos sexos, cojió:setecientas cabezas de ganado
vacuno y mil caballos , bien que Molina diga, sin razon,
que fueron siete mil caballos y cien bueyes. Pero la mayor
parte de esto se perdió «al regreso en'una tormenta que
duró veinte horas, y que dejó á los Españoles yertos, en
términos que tuvieron mucho trabajo en volver salvos á
Arauco. dá
Rebolledo salió, no dicen con qué fuerza, de San
Felipe de Austria, y recorrió desde la plaza del Naci-
miento por Colue, Charcienco y Quechereguas, Segun
1138 HISTORIA DE CHILE.
Molina, no hizo nada, porque los Araucanos se retiraron
á los montes. Segun Quiroga, volvió con buena presa
de ganado y cabal!os,
Ll gobernador salió de San Luis con mil doscientos
Españoles y auxiliares , recorrió Angol y Puren; pasó el
Cauten, y saqueó la fertil comarca de Maquegua. Satis-
Techo con esto, y con mucho botin, se volvia sin pensar
en que, en el camino, tendria que pelear y tal vez per-
derlo. En efecto, Putapichion salió 4 su encuentro para
-quitárselo; lo encontró en Quillin y le presentó la ba-
talla con tres mil Araucanos. En el primer choque,
desordenó á los Españoles, por manera que los oficiales
tuvieron grande dificultad en rehacerlos; pero por último
lo consiguieron y la accion se restableció. Sin embargo,
fortuna fué para ellos el tener artillería muy bien servida,
¿pues esta arma hizo estragos en las filas enemigas, lo
cual visto por Putapichion, dió la señal de retirada, y
.sseretiró, llevándose prisioneros, y parte del botin que ar-
rancó á los Españoles, á Jos cuales no tuvo inconveniente
en dejarles cantar victoria,
El 3 de noviembre ya estas tropas se hallaban acuarte-
ladas en su fuerte de San Luis, y el gobernador, airoso
con esta victoría, regresó á la Concepcion, en donde
entregó el mando á su sucesor el dia 23 de diciembre,
jes de cuatro años y medio de mando. De Chile
pasó á Sanariaa con el mismo empleo en propiedad.
e
CAPITULO LI.
Gobierno de don Francisco Laso de la Vega.—Refuerzos que trae.—Su política.
—Batalla indecisa del paso de don García, ó de Picolhué q).
( 1630.)
Estaba don Francisco Laso de la Vega en la corte
cuando Felipe TV le nombró de gobernador de Chile.
Pero es de advertir que ya los cortesanos hacian aprecio
del valor de los Araucanos, y los reputaban no como á
Indios bárbaros, sino como á fuertes enemigos de la
corona de España. Por eso el rey puso las miras en Laso,
cuyo renombre militar se fandaba en largos y brillantes
servicios hechos en los Paises Bajos, considerándole
ademas bajo otros respetos, pues estaba dotado d
“prendas las mas recomendables. Bien que creyese que
debia de haber mucha exajeracion en lo que se contaba
a figurar
que pudiese halla
mejante conjunto de hér
pasiones nobles , don Francisco Laso de la Vega pidió al
rey hombres y todo lo que se necesitaba para sobrepo-
nerse á una tan tenaz y valerosa resistencia, y el mo-
narca se lo concedió todo , mandando al conde de Chin-
chon, nombrado justamente virey del Perú, le diese
todo cuanto necesitase , haciendo levas en su vireinato
para su ejército. :
Llegaron á Lima los dos personajes; pero el virey
(1) Tesillo solo escribe Picoloé,
Y
440 HISTORIA DE CHILE.
tardó un año entero, bajo de diferentes pretextos ó mo-
tivos verdaderos de dificultad , en aprontar todo lo que
le pedia el nuevo gobernador de Chile. Enfin, puso á
su disposicion tropa, armas y dinero, estimulado con las
desgraciadas nuevas que le vinieron de los desastres de
Chillan y de las Cangrejeras; y el 12 de noviembre se
verificó el embarco de don Francisco Laso, caballero del
hábito de Santiago , con quinientos hombres, armas,
pertrechos y dinero en tres bajeles, llevándose ade-
mas algunos Indios principales que se hallaban cau-
tivos en el Perú, con el fin de darles libertad y atraerse
las voluntades de los demas.
Navegaron prósperamente hasta reconocer la isla de
Mocha; pero al bajar 4 la Concepcion , experimentaron
un temporal tan recio y peligroso, que ya los pilotos
pensaban en tomar puerto en la isla. de Santa María. Si
hubiera sido á tiempo, este pensamiento habria sido acer-
tado; pero ya era tan tarde que quedaron ensenados en
la misma bahía , sin poder tomar puerto, ni hacerse á la
mar. Ya las cabezas se hallaban perdidas; ya no se cian
mas que suspiros y lágrimas , implorando cada cual á su
modo el poder de Dios, cuando de repente saltó el
viento; se continuó la navegacion sin mas ZOZObra, y,
el 23: de diciembre, entró don Francisco Laso en la
Concepcion.
Este gobernador, militar ilustrado y de grandes cali-
dades (1), fué reconocido el mismo dia por el cabildo
de la Concepcion, como capitan jeneral , en propiedad,
del reino de Chile. El 5 de enero, el cabildo de Santiago
envió: dos diputados á cumplimentarle con la mas expre-
siva satisfaccion de su llegada ; porque durante el año
(1) Natural de las montañas de Santander. (Perez García.)
|
CAPÍTULO LIL. Ab
que Laso habia pasado en Lima luchando con inconve-
nientes, habia estado en correspondencia con el cabildo
de la capital, que le informaba.de cuanto sucedia en la
guerra y en el reino. Y, á este propósito, no puede
menos de notarse con admiracion, y aun con cierto sen-
timiento afectuoso de apego hácia aquellos cabildantes, *
el solícito é incesante cuidado con que miraban y vijila-
ban las cosas del país. Ciertamente , en todas partes, el
cuerpo municipal es el protector natural de todos sus
administrados ; pero habia en este un no sé que de íntimo
y de paternal que le hace extraordinariamente intere-
sante. Bien que, tal vez, la historia no tenga lugar de
relatar ciertas cosas, que se dan por supuestas siendo
reglas jenerales, no puede menos detomar una parte muy
interesada en las mas mínimas concernientes á la guerra
de Chile. En este instante en que don Francisco Laso de
la Vega llega á la Concepcion, tiene que dar un disgusto
al cabildo de Santiago, despues de haber estado en
perfecta correlacion con él durante un año por escrito.
El motivo de este disgusto interior de familia, digámoslo
así puesto que asi era, fué que el cabildo le habia pedido
le mandase ó le trajese doscientos arcabuces que nece-
sitaba, y el gobernador le habia traido cuatrocientos,
á saber : doscientos arcabuces y ciento y ochenta mos-
quetes ; los primeros á 39 pesos y los segundos á 40,
precio muy superior al que pensaba el cabildo, que en
otras ocasiones habia pagado los arcabuces 12 pesos so-
lamente; por manera que la suma total ascendia á
11,500 pesos, y no teniéndola el cabildo, hubo de ex-
ponérselo al capitan jeneral, suplicándole tomase las
armas á su cargo para el ejército. Pero esto no le impi-
dió de despachar al punto para la Concepcion 2,634
1412 HISTORIA DE CHILE.
cabezas de ganado, de 1,000 que el nuevo gober-
nador le habia pedido, y 4 cuenta de este número ; ni de
comprar el hermoso caballo de un particular llamado
Juan de Cuevas; silla, dosel y otros ricos aprestos de
funciones para recibirle. Pero volvamos á la guerra.
El principio del año y el del gobierno de Laso de la
Vega coincidieron exactamente. Los Araucanos estaban
soberbios, y el amor á su patria y á la libertad , segun
las pruebas que daban de este amor, no ha tenido otro
igual en el mundo, desde que estas dos palabras han
hecho palpitar los corazones de los hombres, Ya no pen-
saban en tener que defenderse, y, amenazados hace
algunos meses, como se ha visto, con guerra ofensiva
- Si no aceptaban la paz , que desdeñaron , respondiendo :
¡la guerra! ¡la guerra! ahora, ya piensan y proyectan
nada menos que marchar sobre Santiago, y, de ante-
mano , hacen una reparticion entre ellos de bienes y de
cautivos. Laso pasa revista á sus tropas, manifiesta la
satisfaccion que le causa su porte y su marcial resolu-
cion , anima á los habitantes, y todos en rededor de él
recobran esperanzas y vigor.
Sin embargo, emplea en primer lugar la política , an-
tes de servirse de las armas ; porque aun no puede creer
ni la mitad de lo que le dicen del valor y táctica de los
Araucanos. Envia á los Indios que habia traido del Perú
y á otros prisioneros que habia en la Concepcion en li-
bertad , para que lleven propuestas de paz á los Butal-
mapus , y otras particulares á Putapichion, diciéndoles
que, si aceptaban , el 1* de febrerose hallaria en la plaza
del Nacimiento para celebrar los preliminares de ella.
Al enviar estos prisioneros libres, el gobernador los
colmó de agasajos y de regalos,
CAPÍTULO LI. 143
Pero, antes de pasar adelante en la materia, no debe-
mos omitir la noble política de Laso con su predecesor,
que habia sido, es preciso confesarlo, sino descuidado,
desgraciado. Era un papel difícil el del capitan jeneral
entrante , en este punto, porque si habia hechos ciertos,
ya se sabe que el vulgo es ignorante y los abulta, sin
entrar en cuenta con hazares y circunstancias imprevisi-
bles. De todos modos, don Luis de Córdova dejó en
Chile, que aun no lo ha olvidado, renombre de grande y
de desinteresado ; y su sucesor, aconsejándose con él, le
honró con tales miramientos y pruebas de una grande
consideracion, que don Luis se quedó muy airoso.
- Mientras llegaba la respuesta de los jefes araucanos,
el gobernador, penetrado de la fuerza moral que dan las
esperanzas que vienen de arriba, y de la debilidad de las
fuerzas humanas, despachó correos ¿todas las ciudadesco
cartas para los prelados
hiciesen rogativas por la paz, y»
pedia, por la victoria de las armas españolas.
escribió 4 todos los gobernadores y justicias para que se
mostrasen severos en punto á costumbres y moralidad
pública, pues donde no hay moralidad no puede haber -
virtudes patrióticas, sin las cuales todos los esfuerzos
en guerra son nulos.
Realmente don Francisco Laso de la Vega se mostraba
digno en todo del alto puesto que ocupaba, y de la con-
fianza que inspiraba al ejército y 4 los habitantes de
Chile. Pero los Araucanos, lejos de aceptar la paz, se
manifestaron prontos á entrar en campaña; y lo mas
particular fué , Segun aviso que recibió el gobernador el
18 de enero, que los Indios á quienes habian devuelto la
libertad eran los mas revoltosos instigadores de la
reglares y seculares, para que
si la dura necesidad lo
Igualmente
444 HISTORIA DE CHILE.
guerra. En vista de este aviso que vino por la frontera de
San Felipe, envió Laso órden al maestre de campo Cór-
dova , cuya residencia, como se sabe, era Arauco, para
que, si veia venir el enemigo, le saliese al encuentro bien
concentrado sin dividir sus fuerzas; pero que si el ene-
migo se retiraba sin haber hecho mal y sin mengua de las
armas españolas , no formase empeño en seguirle, pues -
no convenia correr hazares, á menos que hubiese nece-
sidad urgente de exponerse á ellos,
Córdova, entre otros cuidados, uno que le moles-
taba particularmente era el ver comprometido á Re-
multa , Indio amigo, que estaba con treinta hombres en
los altos de Quedico para asegurar el paso, y, el 21 de
enero, destacó al capitan Juan de Morales, que mandaba
Indios auxiliares, para que con los que tuviese y treinta
Españoles fuese á retirar á Remulta. El 24, oye el maes-
tre de campo tocar alarma, y envia algunos Indios 4 la
descubierta hasta el Juego de la Chueca, que distaba
una legua ; mientras él, con cuatrocientos Españoles, in-
fantes y caballos, se pone en movimiento. Marcha , en
efecto, Córdova delante con la caballería , seguido de la
infantería al mando de don Antonio de Avendaño, que
ejercia funciones de maestre de campo del tercio, y, á
pocos pasos, recibe parte de que los Indios de su descu-
bierta habian venido á las manos con los Araucanos, y
pedian socorro. Acelera su marcha, llega al Juego de la
Chueca, y halla: sus Indios amigos cantando victoria y
alzando en las puntas de las picas dos cabezas que ha-
bian cortado á los enemigos. 'Vió ademas entre ellos un
mestizo, llamado Lázaro Ambrosio, el cual dijo pasaba
á los cristianos, siéndolo él mismo ; pero dejó dudas acerca
de la verdad sobre si habia pasado ó si no habia podide
CAPÍTULO LIM, 145
escaparse; porque, ademas de ser mestizo, se habia
criado y vivido entre los enemigos (1). No notamos estas
particularidades sino porque este mestizo ganó la con-
fianza del gobernador y le engañó en la primera ocasion
que tuvo para hacerlo.
Entretanto, este mestizo, que era hombre entendido
y de valor, aconsejó á Córdova-Figueroa que no prosi-
guiese , pues Putapichion tenia tres mil caballos y dos
mil infantes, resuelto 4 dar batalla, y á tomar posicion
en Millarapué, distante de dos leguas. Era el caso para
el maestre de campo de tener presente lo que le habia
escrito el capitan jeneral : « Si el enemigo no ha hecho
mal, y si no hay mengua para nuestras armas, no es
necesario querer darle alcance, exponiéndose á hazares
imprevisibles. » Pero es una enfermedad humana el
tener miedo de seguir un buen consejo, cuando, sobre-
todo, este acto se semeja á obediencia; el maestre de
campo quiso mas complacer á sus capitanes , que mani-
festaban tener buena voluntad de batirse, y prosiguió
hasta Millarapué. Sin embargo el enemigo se acababa de
retirar, y los Españoles no hallaron allí mas que un mes-
tizo lengua, que los Araucanos habian cojido , colgado
de un árbol. :
Viendo esto, Córdova-Figueroa envió delante al te-
niente Antonio Gomez con treinta arcabuceros españoles
y el teniente Rengel de Indios amigos .. doscientos
caballos, para que sirviesen de vanguardia, destacando
batidores por todos lados , pero con advertencia de no
(1) Figueroa asegura que este mestizo habia sido dos veces as e .
patria. O se engaña, ó Tesillo padece error. Con todo, es mas probable y 04
primero estuviese mal informado, puesto qUe el mestizo dice que pasa
cristianos por ser cristiano.
446 HISTORIA DE CHILE.
pasar mas allá del paso de don García ni ellos ni los
descubridores. Marchan de vanguardía Gomez y Rangel,
llegan al paso de don García, que es un desfiladero for=
zoso de la montaña; pero, en lugar de obedecer ha-
ciendo alto, obran con el maestre de campo como este
obraba en el mismo instante con el capitan jeneral, y
pasan adelante, prueba evidente del achaque humano
de que hablabamos. Al salir del desfiladero, descubrie=
ron el enemigo avanzando en batalla ; pero ya no podian
retirarse sin mengua. Llega en esto Córdova-V'igueroa
al paso de don García, ve claramente las consecuencias
de la desobediencia ; pero el mal estaba hecho, y ya no
podia retirar su vanguardia del otro lado sin mengua y
sin peligro. Lo que le quedaba que hacer era disponerse
al ataque, y así lo hizo, mandando á los Indios monta-
dos echar pié á tierra ,:y que formasen con sus lanzas
entre los tiradores españoles de las compañías de don
Gines de Lillo y de don Alonso Bernal, las solas de in-
fantería que hubiesen llegado con tres de caballería man-
dadas por los capitanes Adaro , Rodriguez y Muñoz. La
demas infantería habia quedado atrás , y muy pronto se
conoció la falta que hacia.
Todo esto lo vcia el enemigo, que ya sabia por. otra
parte contra qué fuerzas iba á batirse, y, aprovechán-
dose con destreza de la circunstancia, atacó á los Espar
ñoles resolutamente. Defendiéronse estos con denuedo,
como de costumbre, y muy luego vieron á la infantería
del enemigo ceder. La española arremete á ella. con nue-
vos brios , se adelanta y se separa del órden de batalla ;
mas la araucana , que no habia hecho mas que un movi-
vimiento simulado, vuelve, conversa sobre el ala izquieda
española , mientras que la caballería corta á la infantería
CAPÍTULO LH. KnT
que habia avanzado, y la degúella con sus capitanes y ofi-
ciales. En esto, los Indios amigos empiezan á titubear
y ya muchos vuelven 4 montar sus caballos (1). Adviér=
tenlo los Araucanos y cargan sobre la caballería española
que se ve obligada á retirarse por el paso, justamente al
tiempo en que Avendaño y Carmona entraban en él con
alguna infantería de la que habia quedado atrás. ¿ Qué
habia de suceder? Lo que sucedió : esta caballería, que
no se retira, como dice Tesillo, sino que huye (2), atro-
pella á la infantería de Carmona y Avendaño, y no deja
nada que hacer, por decirlo así, á los enemigos.
Sin embargo, aun hubo batalla ; los Araucanos de una
parte, y los Españoles de la otra se batieron hasta no
poder mas, y se separaron, dejando los Españoles cua-
renta muertos y cautivos ; entre ellos los capitanes Aven=
daño, Carmona, Lillo, Bernal, Tellez, y Morales, cl
cual, despues de haber retirado á Remulta , acababa de
incorporarse bastante á tiempo para morir,
Los Araucanos tambien dejaron muchos muertos (3),
y cantaron victoria. Realmente, la victoria hubiera sido
suya, si se hubiesen aventurado á pasar el desfiladero ;
pero no lo hicieron, y por eso, sin duda, tambien los
Españoles la cantaron.
Con el parte de este suceso, salió don Francisco Laso
de la ciudad para Arauco , pasó el Biobio , y supo, ántes
de llegar á la plaza, que ya el maestre de campo se ha-
mataron el suyo, y con gran riesgo hubo de
ra de sí el maestre de campo, dice
migos que iban 4
1) Al maestre de campo le
montar otro. (Figuezoa.) Estaba tan fue
este autor, que mandó dar muerte á algunos de los ladios a
uir.
(2) En tropel y confusion, dice Figueroa.
- (3) Segun Figueroa, la batalla duró casi 6 horas. Los Araucanos perdieron
700 hombres, y los Españoles 200. El maestre de campo recibió dos heridas,
y no hubo casi un Español que no tuviese alguna.
148 HISTORIA DE CHILE,
llaba de vuelta en ella. Interiormente descontento, no
pudiendo desentenderse de que habia habido desohe-
diencia manifiesta á sus órdenes, tuvo la buena y diestra
política de hallar excusa á esta falta. El mal estaba he-
cho sin remedio, aunque le era muy sensible el ver la
ejecucion de un plan de campaña, que preparaba sobre
Puren , imposibilitada por entonces. Sin embargo, se
contentó con formar un consejo de deliberacion, del cual
resultó que lo mas oportuno era volver á la Concepcion,
y así se efectuó.
Este fué el resultado de la batalla llamada , por otro
nombre, dePicolhwé , y contada por todos los escritores
poco mas ó menos en los mismos términos. Solo Molina
parece haber tenido datos erróneos. En cuanto á Perez
García, refiriéndose á Olivares, atribuye la victoria deci-
didamente á los Españoles, bien que, por otra parte y en
sustancia, sus datos sean conformes con los que se han
visto en esta narracion.
CAPITULO LIV.
Continuacion del Gobierno de Laso. — Pasa el Biobio y acampa sobre la cie-
nega de Lumaco. —Putapichion no se presenta, — Vuelve el gobernador á
pasar el Biobio y se acuartela en San Felipe de Yumbel. —Pasa Putapichion
la frontera y ataca áSan Bartolome de Gamboa.—Sale el gobernador enfermo
de San Felipe en su persecucion.— Batalla de los Robles.— Pasa el gober-
nador á Santiago. — Buenas providencias de gobierno. — Levanta tropas y
vuelye á campaña.
( 1630.)
Reflexionando el gobernador que seria oportuno ma-
nifestar de algun modo á Putapichion que no le temia,
á pesar de su arrogancia, marchó á la plaza de Buena
Esperanza, tomó allí setecientos Españoles y cuatrocien-
tos auxiliares; pasó el Biobio y estableció su cuartel je-
neral á la entrada delos pantanos de Lumaco, mandando
hacer algunas batidas para atraer al jefe araucano, mas
inútilmente : Putapichion no se mostró. Despues de al-
gunas demostraciones, en las que hizo algunos prisione-
ros, mandó plegar las tiendas, volvió á pasar el Biobio
y fué á acuartelarse en San Felipe de Yumbel, y no en
Buena Esperanza , como cree Olivares. Allí estaba obser-
vando , encargando la vijilancia , y recibiendo promesas
de que era imposible que Putapichion pudiese pasar por
sorpresa, y cuidando de su salud, que estaba muy que-
brantada. El que mas le aseguró, de todos los coman-
dantes, que nunca los Araucanos lograrian sorprenderle,
fué el sarjento mayor Rebolledo, y justamente la suerte
se empeñó en desmentir su prevision, como luego se
verá, Ah
1. HisTORIA. $
150 HISTORIA DE CHILE.
Putapichion no habia parecido porque tenia tanta sa-
gacidad como valor; sabia que el gobernador tenia mala
salud , que los pantanos eran mal sanos; veia que el in-
vierno se acercaba, y le daria mejores ocasiones. Ade-
mas, calculaba el valiente Putapichion que con caballos
cansados no se pueden hacer largas correrías ni brillan-
tes cargas. Enfin, sabia que por mas vijilantes que estu-
viesen, no le seria muy difícil pasar el Biobio, y así
sucedió. Tales eran los verdaderos motivos de la ausen-
cia del jefe araucano, y no miedo , como lo piensa Te-
sillo. Que la cienega de Lumaco fuese una especie de
Rochela para los Indios, es muy creible; pero que se
fundasen en lo díficil de tomarla para creerse invencibles,
como se le figura al mismo Tesillo , esto no es probable
nidiscutible, puesto que en todas partes arrostraban álas
armas españolas, y que los pantanos de Lumaco no esta-
ban en todas partes.
Los cálculos de Puntapichion tenian tan buenos datos,
que un dia, sin que se supiese como ni por donde, invadió
la frontera y cayó de golpe sobre San Bartolomé de Gam-
boa, 4 tiempo que el gobernador se hallaba enfermo en
la plaza de San Felipe. No obstante el malísimo estado
de su salud, al oir que Putapichion causaba estragos
horribles en las estancias , Laso se presentó 4 caballo al
frente de sus soldados , que eran cuatrocientos Ene
les, infantería y cabillestas; y cien auxiliares. |
En el momento mismo de dirijirse al punto atacado,
recibió un nuevo parte de que el enemigo se retirabá con
buena presa. Con este aviso, mandó que sús hombres
montados pusiesen un infante en ancas , y él mismo dió
el ejemplo: De este modo aceleraron de tal ma ra, el
movimiento, que en pocas horas anduvieron ocho 16-
0 $
CAPÍTULO LIV. 454
guas; pero los caballos quedaron derengados, y fué pre-
ciso darles descanso. Por consiguiente, hubieron de
acampar aquella noche.
Al amanecer el dia siguiente, el jeneral quiso conti-
nuar súu marcha en la misma forma que la víspera, aun=
que contra el parecer de los mas acreditados capitanes.
A las cuatro de la tarde estaban los Españoles á un tiro
de arcabuz de los enemigos, que los veian , sin que ellos
los viesen , puesto que estaban emboscados.
Ya los caballos estaban rendidos, y los hombres tal
vez mas que los animales, habiendo pasado dos dias
crueles de fatiga sin comer. Este sitio se llamaba el de
-los Robles, y estaba á orillas del Itata. Allí acamparon
los Españoles. Establecido el alojamiento, la infantería
entró en él, y la caballería se mantuvo en las avenidas,
como puestos avanzados. Don Francisco Laso se dejó
caer de su caballo mas bien que se apeó, y se echó
sobre la yerba procurando mitigar con la humedad la,
calentura que le abrasaba. Los soldados salieron de su
formacion y arrimaron las armas. Todo esto lo veian los
Araucanos desde su emboscada.
Súbitamente, hállandose los soldados descansando y
sin armas, los oficiales muy descuidados, y, enfin,
cuando menos se esperaba, cargan á escape los Arau=
canos con impetu irresistible, sin haber sido vistos ni
sentidos; cargan , decíamos, la caballería española que
guardaba las entradas del campamento, la desordenan,
y esta misma caballería atropella la infantería españolas
Es mas fácil el figurarse que el pintar tan espantosa con-
fusion como la que produjo esta sorpresa. Los Araucanos
arremetian y mataban con furor. Los gritos se podian
oir del cielo. Don Francisco Laso los oyó, pero cuando
452 HISTORIA DE CHILE.
le quedaba solo el tiempo necesario para montar á ca-
ballo, espada en mano, y sin ninguna arma defensiva.
Por fortuna, tenia una buena este jeneral en su intrépido
corazon. Ayudado de sus capitanes reformados, que se
le reunieron al instante, hizo prodigios de valor, invo-
cando á Santiago, y gritando con brio ¡Viva España!
Esta lucha cruel duró mas de una hora, sin que los sol-
dados reconociesen á sus jefes ni guardasen manera
alguna de formacion ; sin órden, sin disciplina ; enfin,
en una horrorosa confusion.
Por fin, la noche cierra, y la termina. Putapichion
habia perdido la mitad de su jente y se retira; pero no
se creyó oportuno seguirle la retirada; ademas de que la
falta de claridad lo impedia, los Españoles contaban
cuarenta muertos y un gran número de heridos.
Figueroa es mas serio en esta relacion, contando na-
turalmente que Putapichion se retiró con calma y ma-
jestad, porque estaba herido, y llevándose bagajes y
prisioneros. Harto denuedo tuvieron los Españoles, y no
se comprende como quedó ni uno solo con vida, puesto
que no pudieron tirar un tiro, y que la sorpresa fué tan
repentina que Putapichion, segun Perez García con re-
ferencia á Olivares, le quitó al jeneral su capa de grana.
Si hubiese podido ser, como lo dice este mismo último
autor, que el gobernador pudo formar sus tropas y cargar
en órden, seria otra cosa ; pero esta asercion es contraria
á los demas detalles, y es difícil admitirla. Enfin, Perez
García asienta que esta batalla fué decisiva en favor de
los Españoles, y se funda en que el mismo jeneral dice
refiriéndose á ella, en carta del 1h de setiembre al
cabildo : « La batalla que se ganó el 14 de mayo, con
escarmiento del enemigo, y para castigo de su orgullo,
CAPÍTULO LIV. 453
Así lo asentó el cabildo en su libro , añadiendo que esta
batalla fué el total rescate del reino.
Ya habia entrado el invierno poniendo tregua en la
guerra con lluvias, con crecidas de rios y aun con inun=
daciones , especialmente por el anchuroso Biobio, que
parece entonces una especie de mar, y el gobernador
pensó en volver á la Concepción para poner órden en los
asuntos civiles del estado. El que de estos llamaba mas
su atencion era el desánimo de los dueños de las estan-
cias que, temiendo perderlas cuando menos lo esperasen,
las tenian en un total abandono, por una parte; y, por
otra, muchos carecian de recursos; porque habian hecho
adelantos cuantiosos al ejército, sin que las arcas del
gobierno hubiesen pagado su importe. Así se enjendra-
ban los males recíprocamente en Chile unos á otros.
Don Francisco Laso buscaba remedio á estos males; y
para hallarlo , procuraba asesorarse con buenos consejos,
especialmente consultando con el cabildo de la Concep-
cion. Con esta buena política lo reunió un dia en concejo
del mayor número de personas de todas partes de las
fronteras, y expuso con la mayor claridad las causas de
las dolencias públicas, entre las cuales indicó con una
sorpresa digna de un gran político, el desmayo de los
moradores y hacendados, que descuidaban la cultura de
las tierras, y la cria de ganados. «Si lo hacen por falta
de medios, dijo el gobernador, yo salgo garante que el
real erario abonará todos los atrasos, y desde luego,
estoy pronto á cubrir por mí mismo, en cuanto me lo per-
mitan mis facultades , los mas urjentes. pa |
En efecto, pagó por de pronto mas de cien mil pesos, res-
pondió por el gobierno de lo demas; satisfizo, dió ánimos,
y con su prudencia restableció los mas arduos negocios.
15h HISTORIA DE CHILE.
Pero aun quedaba un objeto digno de mayor aten-
cion, que era la estancia de ganados de Catentoa , la
cual, aunque propiedad del estado, ó tal vez por causa
de eso, se hallaba completamente abandonada. El mo-
desto don Francisco Laso declaró que lo que se habia de
hacer para remedio de este mal era imitar al gran go-
bernador don Alonso de Rivera, que la habia fundado,
perpetuando en esta restauracion su memoria , por tan=
tos títulos inmortal. En virtud de esta sabia y noble
resolucion, y una vez calculado el consumo anual de la
tropa, consumo que era de ocho mil vacas, Laso mandó
poner treinta mil en dicha estancia , cuyo producto ase-
guraba para siempre esta parte del sustento del sol-
dado.
Habiendo llenado estas grandes atenciones, de gober-
nador pensó en bajar á la ciudad de Santiago con el fin
de darse á reconocer por presidente de aquella real au-
diencia; y el 23 de julio, llegó á ella. Ya sabido es que
el patriótico y cortés cabildo de Santiago se esmeró en
prepararle un magnífico recibimiento para el cual habia
comprado , como ya hemos dicho, un magnifico ca-
ballo, silla, dosel, palio y otros objetos de ostentacion.
Para ir á recibirle 4 Maipú y llevarle á la casa de campo,
comisionó á don Luis de Contreras y á un rejidor.
Reconocido el mismo dia en el cabildo por capitan je-
neral gobernador, lo fué, al dia siguiente en la real au-
diencia por presidente. Diéronle magníficas funciones,
tanto mas cuanto este gobernador obtenia sufrajios uni-
versales , y en particular el afecto, y aun el reconoci-
miento del cabildo , el cual se hizo un punto de honor
en tomar y pagar las armas que Laso le habia traido del
Perú, deseando congraciarse con este Huete montañés.
ATA A
CAPÍTULO LIV. 155
Es verdad que el político don Francisco de Laso, creyendo
que era muy esencial vivir en armonía con todas las ju-
risdicciones, sin lo cual es imposible gobernar con acierto
y granjearse voluntades, habia escrito una carta al ca-
bildo de Santiago, del tenor siguiente, con fecha del
14 de setiembre 1630 :
« He llegado al puerto de Paita el 28 de octubre 1628,
y para aprovechar tiempo, y obtener socorros á
Lima por tierra. Hasta mediados de febrero 1629, el
virey, conde de Chinchon, no pudo facilitármelos, y aun
eran poquísimos ; de suerte que queriendo embarcarme
el 20 de abril, me aconsejaron, — y Creo que con ra-
zon ,—que lo difiriese hasta la primavera. Estas fueron
las causas de mi demora, y de no haber venido ántes
del 23 de diciembre que llegué, á reunir mis débiles es-
fuerzos á los grandes de las demas autoridades del reimo
de Chile, para trabajar por su bien y prosperidad.
» A mi llegada, pasó revista al ejército que constaba
de solo mil y doscientos hombres viejos, estropiados y
mal armados, porque las armas estaban en muy mal.
estado. Puse en ello el remedio que pude, y fuí á bus-
car al enemigo 4 Puren. No habiéndose presentado, me
volví 4 Yumbel, en donde me mantuve vigilando la
frontera, hasta que tuve la ocasion de ganar la batalla.
del 14 de mayo, en que los enemigos han debido que-
dar escarmentados, y su orgullo castigado. Bl invierno
vino, —las lluvias son copiosas ,——los rios Crecen, ymars
l. » ; .
e ar A ato op campal
En la capital, el gobe
de infantería y una de caballería para llevarlas 4 la
frontera desde donde le avisaban Córdoya-Figueroa y
Rebolledo que el enemigo meditaba atacarla con un
456 HISTORIA DE CHILE.
cuerpo de ejército de siete á ocho mil hombres. En vista
de estas noticias, el cabildo de Santiago se esmeró en
poner á la disposicion del jeneral todas las fuerzas que
pudo reunir.
Sin embargo, Laso hubiera querido, y aun preten-
dió en esta ocasion, que á estas levas se juntasen algu-
nos caballeros vecinos, pareciéndole cosa extraña que
los hijos lejítimos del reino se excusasen de defen-
pe pero parece que habia cédulas reales en su
favor, las cuales, aunque no estaban muy claras, le hicie-
ron conformarse con ellas ántes que dar lugar á inter-
pretaciones contradictorias y á debates interminables.
En esto, llegó á Santiago, en principios de octubre,
don Fernando de Bustamante Villegas, militar de
gran crédito y experiencia en aquella guerra, el cual
confirmó que, por dos Indios cristianos que se ha-
bian fugado de los Araucanos, se sabian los aprestos
formidables que Putapichion y Keunpuantú hacian para
atacar la frontera y acabar con los presidios. Con esta
mala noticia, los ánimos volvieron á apocarse , temiendo
nuevas calamidades, y viendo que el enemigo tenia
mas ardor que nunca para la guerra.
El gobernador reunió en su misma casa una junta á
la cual asistieron los oidores y el fiscal de la audiencia,
el cabildo de la ciudad y algunos antiguos capitanes ; y
expuestos los puntos acerca de los cuales debian delibe-
rar, resolvieron que se juntasen hombres y caballos para
aumentar las fuerzas españolas. A consecuencia de esta
deliberación, fueron nombrados dos diputados del ca-
bildo para que nombrasen los que con menos perjuicios.
pudiesen ir á campaña aquel verano, y nombraron
unos cincuenta, de los cuales veinte representaron CX-
CAPÍTULO LIV. 157
poniendo imposibilidad, y los cincuenta quedaron en
treinta. Pero, aunque este corto número parezca ridiculo,
es indecible el valor moral, y aun real y físico que la pre-
sencia de estos vecinos y moradores en el ejército da á
los soldados.
Por fin, Laso consiguió reunir unos ciento y ochenta
hombres en las tres compañías con los voluntarios mon-
tados, y los despachó en principio de noviembre para la
Concepcion, á donde se dirijió él mismo, el dia 5 de di-
cho mes.
En la Concepcion, habia dejado al maestre de campo
Córdova Figueroa, y en lugar de este, habia quedado
con las mismas funciones en el estado de Arauco don
Fernando de Zea. Rebolledo habia permanecido en San
Felipe. En la frontera habia 1,300 Españoles y 600 auxi-
liares con sueldo (1).
(1) Carvallo. Tesillo dice que Zea, natural de Cordova, era un rayo de la
guerra y ya experimentado en esla.
CAPITULO LY.
Forma Laso nuevo concepto de los Indios y confiesa se habia engañado. -—
Sale de nueyo á campaña, — Putapichion , con Queupuantu por teniente ó
vicetoquí y siete á ocho mil hombres, ataca la frontera. — Batalla de la Al-
rada.
(1630—1631. )
Don Francisco Laso conocia ahora cuanto se habia en-
gañado no queriendo creer que los Araucanos fuesen
tan valerosos, y lo confesaba reconociendo, con noble
modestia, que eran mas que valientes, heróicos, incom-=
parables. Santiago Tesillo, dice Figueroa, ha omitido
este hecho notable, que lejos de ser indecoroso para su
señor, le honra, al contrario ; ademas de que la historia
debe ser de una verdad inflexible, sin lo el, no seria
historia.
Marcha pues el gobernador para la frontera el 5 de
noviembre conduciendo con la mayor suavidad y dulzura
á los voluntarios de Santiago. A“su llegada, supo el
nombramiento que Putapichion habia hecho de teniente
jeneral en Queupuantú (1), y que habia persuadido al
anciano extoquí Lientur que se juntase á ellos. Halló en
Arauco al maestre de campo muy perplejo con los auxi-
liares que estaban poco firmes, no por espíritu de rebelion
sino por el temor que les causaban las grandes fuerzas
que llevaban los Araucanos, á los cuales pensaban , en
efecto , en pasarse para salvar la vida,
En este mismo O, vino á presentarse al goberna-
1) García, — Keupuantú; oia Tesillo,
IP ACE SIE EA ET A NS A O
GAPÍTULO LV. 159
dor el Indio Gatimala , uno de los confederados, con un
prisionero mal herido que con otros cuatro habia venido
por la noche de espía, y queriendo llevarse un caballo
que estaba á la puerta del casino de Catimala, habian sido
oidos y perseguidos, quedando este prisionero. El go-
bernador le hizo preguntas, y el Indio , aunque herido y
preso, respondió con firmeza, que los suyos estaban
acampados á seis leguas de allí, y que todos los Es-
pañoles del reino no eran bastantes para resistir á siete
ú ocho mil valientes bien organizados, y mandados por
Putapichion y Queupuantu.
Con estas noticias y con la infidelidad que se temia
de parte de los Indios auxiliares, el gobernador mismo
se vió por un instante perplejo; pero luego su claro
ingenio le sujivió un pensamiento que puso al punto en
ejecucion y fué, que acordó destacar trescientos de estos
auxiliares con cien Españoles al mando de un bizarro
oficial, el teniente Estevan de la Muela, contra Ílicura,
de donde era toquí Keupuantú. En efecto, el 20 de
diciembre, marcha Muela y vuelve con cincuenta caba-
llos y veinte prisioneros, entre los cuales se hallaban jus-
tamente tres mujeres y dos hijos de Keupuantú, que por
mas seguridad las habia dejado en el monte. :
* Es preciso confesar que si los pobres Indios auxiliares
no habian sido calumniados, se habian muy pronto con-
vertido, puesto que en esta expedicion con Muela, la
cual duró ocha dias, se portaron bizarramente. ia
dad que el general Laso tenia don de atraccion no solo
con su afable bondad sino Con el celo manifiesto é ince-
sante con que miraba y asistia al soldado, auxiliar como
español, en todas sus necesidades. Continuamente pa-
saba revistas para asegurarse del buen trato, armamento
460 HISTORIA DE CHILE.
y vestuario, y reprendia á los capitanes cuando hallaba
la menor falta. Iba en persona á las fraguas y armerías;
á los cuarteles y á los ranchos, y viendo que las raciones
de pan se daban en grano y que los soldados tenian que
molerlo á fuerza de brazos en una piedra, mandó y Ob-
tuvo que se las diesen en harina, por medio de una
contrata hecha en la Concepcion, con lo cual quedaron
desterradas estas piedras, y el soldado aliviado de una
infinita molestia. Las casas y edificios de las plazas de la
frontera, que tenian techo de paja, ya en este instante,
gracias al cuidado y al ojo ejercitado y celoso del señor
don Francisco Laso de la Vega, se hallaban bajo de un
buen tejado y al abrigo de fáciles incendios.
El gobernador estaba acuartelado en Arauco con
ochenta Españoles y quinientos auxiliares. Putapichion,
Queupuantu y Lientur estaban en marcha sobre dicha
plaza; pero el viejo extoquí se separó porque oyó cantar
á ciertos pajáros , y ladrar á zorras, cosa que tuvo á
malísimo agúero (1). Putapichion, que no creia en agúe-
ros, continuó su marcha con sus cinco mil hombres,
infantería y caballería, y estableció su cuartel jeneral á
una legua de la plaza de Arauco.
Laso habia mandado á Rebolledo, que estaba en San
Felipe, le enviase los cien soldados de caballería que
tenia bajo sus órdenes, 6 quese los condujese él mismo,
si gustaba de incorporársele, y dejándolo á su arbitrio.
El valiente, aunque desgraciado, Rebolledo prefirió venir
él mismo con los cien caballos. El gobernador, teniendo
ya sus fuerzas reunidas, pasó revista y se halló con
ochocientos Españoles y quinientos auxiliares,
(4) Perez García, refiriéndose á Molina.
CAPÍTULO LY. 461
El dia 13 de enero (1) del año entrante 1631, decidido
á salir á camporaso , bien que hubiese muchos pareceres
de que mas valia esperar al enemigo en la plaza , el ca-
pitan jeneral puso en órden sus negocios temporales,
confesó y comulgó, y su ejemplo fué seguido por sus
oficiales y por la mayor parte del ejército, teniendo alli
ocho relijiosos y clérigos seculares. Entre los pri-
meros se hallaba Fr. Francisco Laso de la Vega, so-
brino del gobernador. La víspera por la noche (2), .
habia habido alarma; algunas avanzadas de los enemigos
habian llegado hasta la misma plaza, y Laso habia te-
nido la inútil temeridad de salir en persona con alguna
tropa. Algunas horas«despues, habian empezado á arder
las casas de los contornos, y la oscuridad de la noche
dió lugar á una claridad lastimosa.
Un poco antes de amanecer, el gobernador mandó
que se pusiesen en marcha las tropas auxiliares Con
escarapela blanca para distinguirlas de los enemigos (3).
Formaban estas una gran guardia qué muy luego en-
contró á la enemiga, de cuyo encuentro se siguió una
pequeña accion en la cual murieron cuatro Araucanos,
y se aprisionaron dos, que dieron muy útiles señas. Los
Indios auxiliares tuvieron algunos heridos por su parte,
y como de comun acuerdo, cada partido se replegó 860
campo. | |
Pero ya entonces , el mismo jeneral marchaba á la car
beza de sus tropas , exhortándolas alegremente , y llegó
al mismo sitio en donde la gran guardia de amigos acá
á 1 4.
(1) Perez García. — Tesillo y Carvallo dicen e pa E
(2) Figueroa dice : « Aquellamisma noche; » pero en punto 4 fechas,
jemos á Perez García. '
(3) Figueroa.
1162 HISTORIA DE CHILE.
baba de batirse. Allí, hizo alto en una lomá de suave
declivio, llamada la loma de Petaco (1), y dispuso el órden
de batalla, mandando, en primer lugar, que los Indios
amigos echasen pié á tierra, y formasen entre los Espa-
ñoles. El sarjento mayor mandaba la derecha, com-
puesta de: infantería; el maestre de campo Zea, la
izquierda, formada de caballería, y el comisario jeneral
don Alonso Villanueva mandaba la reserva, toda de
- gente escojida.
El sol subia al horizonte , no muy radiosó aquel dia,
cuando el ejército español vió venir el enemigo con ade-
man reposado y airoso, 6, mas bien, sereno y alegre,
como si los Araucanos fuesen á una fiesta. Se componian
sus filas de dos mil infantes y seis mil.caballos (2) con
lanzas de cuarenta palmos, unidos de modo que parecian
alamedas móviles, y sacudiendo graciosamente las
plumas que adornaban sus cabezas; al compas de sus
instrumentos bélicos, qe
Llegan y despliegan, Qeupuantú con la caballería á
la derecha ; Putapichion, á la izquierda con la infantería,
Este jeneral harenga á sus tropas, recordándoles las vie-
torias que habian conseguido sus padres contra los
Españoles; casi cien años de noble resistencia, y glorias
tales como las de Chillan y Cangrejeras. Keupuantú: se
manifiesta impaciente y quiere entrar en accion.
« Démosle gusto,» dijo Laso observándole. Y Zea
arranca con la caballería contra la infanteria araucana;
pero esta le gacilo en la punta de sus lanzas, y la caba-
(1) Tesillo, A ;
_ (2) Figueroa olvida, —puestó que nó lo ignora, —que Lientur se ha separado
con dos mil hombres, y que las fuerzas araucanas quedaron reducidas á
cinco mil, d
-
4
CAPÍTULO LY. 163
llería Española vuelve la espalda. Si Putapichion hubiese
aprovechado este instante, la victoria era suya, dicen
todos los escritores de aquel tiempo. Irritado Laso con-
tra su caballería, denuesta su retirada y la anima á dar
nueva carga; porque el fuego de la mosquetería , bien
que les hiciese estragos, lo despreciaban los Araucanos,
que pateaban por arrojarse á ella; pero Putapichion los
contenia. Vuelve en esto la caballería española á la
carga y rompe las filas (1) enemigas. Pero parece
sér que en este punto Putapichion quedó gravemente
herido, al mismo tiempo que sú caballo, cayendo los
dos á tierra, y esta fué la principal causa de la derrota.
De todos modos, huyeron los Indios, por mas que hizo
Keupuantú por contenerlos, y huyeron de manera que los
infantes, muchos á lo menos, corrian tan lijeros como
los mismos caballos , asiéndose á sus colas.
El gobernador siguió la relirada por el espacio de dos
leguas , hasta que juzgó seria conveniente dejar tomar
aliento á sus soldados. Murieron en esta accion dos mil
enemigos, aunque algunos han reducido su pérdida á
1200. Los prisioneros fueron seiscientos. Los caballos
que se les quitaron, de tres á cuatro mil. E
De los Españoles, solo dos murieron y cuatro auxiliares;
y de unos y otros hubo muy pocos heridos. El jeneral
ordenó la vuelta 4 Arauco, 4 donde llegaron bastante á
tiempo para cantar un Te Deum , en accion de ia
por tan feliz y brillante victoria. Laso dió gracias jene-
rales á su valiente ejército, en nombre del rey, y algunas
en particular; despues de lo cual, convidó á comer á
todos los oficiales. e
; da e ; A PO
(1) Carvallo dice que esta caballeria fué rechazada dos veces; pero Y2
solo,
$
464 HISTORIA DE CHILE.
Desde el dia en que se ganó esta batalla, Chile re-
nació á la esperanza. Desde entonces se multiplicaron
los buenos sucesos. Los Indios habian perdido su orgullo,
y sus armas su prestijio, y en la misma proporcion se
habia aumentado la fuerza moral del ejército español.
Esta la acrecentaba Laso dando premios y recompensas
á los que los habian merecido, en lo cual no se podia en-
gañar, puesto que habia juzgado por sus proprios ojos.
Ademas, el gobernador envió parte al cabildo de San-
tiago en una carta detallada de este suceso, por medio
de don Fernando de Bustamante, al cual el cabildo dió
en albricias doscientos cincuenta pesos de su caja , y los
oidores de la audiencia, trescientos, acordando ademas
que se hiciese un presente de reconocimiento al gober-
nador, enviándole un caballo de batalla, que fué el.de
Jusepe Leon, el mas lucido caballo de todo el reino,
que costó trescientos sesenta pesos ; y asentando que en
la batalla de la Albarrada, ejecutó la providencia divina
el castigo de los enemigos sin pérdida de un hombre.
Esta victoria fué celebrada en todas las ciudades de -
Chile, con regocijos y fiestas públicas.
CAPITULO LVI.
Sentimiento de Laso de la Vega de no haberse aprovechado de la victoria de
la Albarrada.— Putapichlon, eiii medita volver á campaña.— Sale el go-
bernador de san Felipe á Quilicura. — Destaca Rebolledo con tropas hasta el
Cauten.— Maloca propi é isportacin de sus capitanes. — Felices
resultados que tiene, — Pasa el gobernador á la Concepcion,— Providencias
civiles y militares.— Va á ¿ete Tiene un asunto de competencia con
la real audiencia.— Sentencia la de Lima en favor del gobernador.
(1631.)
Al empezar este o, no podemos menos de adop-
tar y exponer las reflexiones sensatas que hace Carvallo
hablando de la alegría con que se celebraba el exterminio
delos Araucanos.
Si los Indios, dice él, ear ganado la batalla de
la Albarrada, toda la provincia de la Concepcion hubiera
corrido peligro, estando sin fuerzas para resistirles. Si
el gobernador español los hubiese perseguido despues
de la victoria, sin dejarles descanso (1), tal vez los
habria sometido, 4 lo menos por mucho tiempo, aunque
á costa de crueldades, que, en resumidas cuentas , eran.
contrarias a fin 4 donde todas las miras se encaminaban,
á saber; á aumentar el número de los vasallos de la
corona de España. Los mil y tant tos. de ellos (2) Ó cerca
de dos mil que acababan de ser exterminados eran per-
(1) Carvallo olvida que los que 0 se cansan como los perseguidos
tie esidad de ¡Jescan
y no ral Le Araucanos ds contaban haber perdido, pan
heridos que murieron despues, dos mil cuatrocientos hombres; y aña Ea
utor que Laso manifestó un tardío sentimiento por aber dejado imperl
el suceso, no persiguiéndolos. ¿ yy
H. HisTORIA. O 02
+
166 HISTORIA DE CHILE,
didos para ella, y no eran estas las intenciones del
monarca. Ademas de esto, al paso que los Españoles
mataban á los Araucanos, estos mataban á los Españoles,
y por una y otra parte, cada triunfo ú victoria era un
caso lastimoso , una pérdida tan sensible como irrepara-
ble. Este habia sido ya el grande error de Valdivia, que
pensó mas en matar que en someter, sin reflexionar
que países desiertos ninguna utilidad le podian traer al
rey nial Estado.
Sin embargo, las acciones de gracias fueron entona-
das en Lima por este suceso, como lo habian sido en
Chile. Los prisioneros , en jeneral, fueron repartidos en
diversos presidios, y solo se reservaron en depósito los
principales para canjearlos , llegado el caso. El jeneral
Laso salió de nuevo y muy pronto á campaña, reflexio-
nando, aunque talvez algo tarde , que la victoria pasada
seria de ningun provecho si no la aprovechaba. En efecto,
Putapichion , aunque herido y reducido á la inaccion en
Calpin , mientras sus heridas no estuviesen cicatrizadas,
no dejaba por eso de pensar en salir luego á pedir á Laso
el desquite de la Albarrada, y ya formaban los Indios
nuevas asambleas con este objeto. Tales fueron las noti-
cias que trajo el valiente Chanque, capitan de auxiliares,
al gobernador que se hallaba en San Felipe, y que
mandó sobre la marcha órden al maestre de campo Zea
para que el 20 de enero se hallase en Negrete sobre el
Biobio con las fuerzas de Arauco. Chanque, que habia -
estado ocho dias en su descubierta, habia traido doce
prisioneros mas, y decia haber deja algunos muertos.
-Reunido con Zea y las fuerzas de Arauco, salió el
gobernador, con mil doscientos Españoles y auxiliares,
para marchar sobre la provincia de Quilicura, en >
0
CAPÍTULO LVL, 167
se hallaba Putapichion , esperando con impaciencia el
momento de volver á campaña. Porque era Putapi-
chion un guerrero no solo de corazon, sino tambien de
una grande cabeza, que lejos de desanimarse con adver-
sos sucesos, sacaba útiles lecciones de ellos. ¡ Heróica
constancia ,— exclama Figueroa ,—la de este jefe, y la
de su nacion!
Habiendo llegado á Velimavida, mandó que el sar-
jento mayor Rebolledo se adelantase con toda la caba-
llería y los auxiliares á Quilicura, mientras él se dirijia
hácia el rio Coypú, en cuyo punto proyectaba aguardar
el resultado de su expedicion. Marchó Rebolledo resuelto
á avanzar con los auxiliares hasta el Cauten, dando
órden al capitan mas antiguo de los Españoles, á quien
quedaba naturalmente el mando en su ausencia, para
que siguiese con la demas tropa sus huellas hasta el
mismo rio de la Imperial, donde le aguardaria,
Adelántase Rebolledo , y á penas lo pierden de vista
- los capitanes y soldados que seguian á distancia, empie-
zan ácavilar y 4 vociferar que el sarjento mayor Rebolledo
habia. dado esta traza 4 su expedicion para hacer la
maloca solo con sus auxiliares, y aprovecharse solo de
ella. Sin decidir si esta sospecha era verosímil por haber-
sela infundido, tal vez, otras experiencias de semejantes
casos, los capitanes, incitados por resentimiento ó por
codicia, marcharon con paso tan redoblado, que no
tardaron en incorporarse con Reb lledo sobre el Cau-
ten ; y allí, sin órden ni permiso, resolvieron pasarlo.
Rebolledo trató de hacerles guardar el buen órden de la
disciplina ya con autoridad, ya en términos de era A
pero perdió el tiempo, y Se lavó las manos, dejándo es
obrar tan locamente como les pareciese.
1168 HISTORIA DE CHILE,
Pasan estos revoltosos con arrebato á la otra parte del
Cauten , y bien que desordenados, volvieron no obstante
con ciento v cincuenta prisioneros. Este feliz resultado
agrió á Rebolledo, el cual juzgó que no por eso la falta de
disciplina era menos digna de castigo; y de vuelta 4 Coypú
donde los aguardaba el gobernador, le dió parte de este
acontecimiento. Laso mandó al instante procesar á los
capitanes por desobediencia , y aunque en virtud de no
sé qué razones con que se justificaron , fuesen absueltos,
les mandó quitar los prisioneros que habian hecho y depo-
sitarlos en el fuerte del Nacimiento.
Realmente hay culpas ó faltas felices, al paso que hay
buenas acciones desgraciadas. Este rasgo de indisci-
plina produjo, por lo menos, el buen efecto de poner
de manifiesto el acrecentamiento de la fuerza moral del
ejército español. Así lo pensó Laso, y se alegró tal vez;
y así mandando poner los prisioneros en el fuerte mas
cercano al enemigo , mostró que los creía muy del caso
para persuadir á los de su nacion que el objeto de la
guerra no era la crueldad inútil, siño reducirlos al gre-
mio de los Españoles. Con estas mismas miras, envió al
instante una India cautiva á decirles que estaba muy
dispuesto á entregarlos, si querian obedecer y reconocer
- por su lejítimo principe al rey de España; y no fueron
pocos los que aceptaron esta paz por amor de sus hijos.
Si todas las expediciones tuvieran estos venturosos
resultados, no habria mas que desear ; pero seria pre-
ciso, para conseguirlos, que se buscasen sin pensar en
intereses particulares. De todos modos, ya empezaba á
ver Laso que con enemigos como los Araucanos, el único
medio de conquista era colonizar, no como lo habian
hecho sus predecesores, sino con poblaciones numerosas.
CAPÍTULO LVL 1469
Ya llegaba el mes de abril, y el gobernador determinó
pasar á la Concepcion para arreglar otros asuntos que
no eran de guerra, y despachar un enviado á la corte
con parte del estado de las cosas de Chile , verdadero
Flandes americano, en donde todos se sacrificaban , con
raras excepciones, por su rey y su patria. Para eso,
envió de procurador á don Francisco de Avendaño, dán-
dole una buena ayuda de costa de las cajas del ejército,
á la que contribuyeron tambien las ciudades del reino.
Pero este procurador hizo como todos los procuradores
que iban á España; no volvió. De Madrid, fué de gober-
nador á Tucuman.
Por mayo, se ocupó el gobernador con la mayor aten-
cion en la distribucion del situado, que el virey le acababa
de enviar en un navío, dando particular cuidado á la
asistencia del soldado, á su calzado y á su vestuario, tan
descuidados hasta entonces, que no parecian soldados
españoles. Hizo un reglamento severo para cortar el vicio
de jugar las prendas de vestuario , haciendo responsable
de su observancia y de la cuenta y razon de cuanto e les
abonaba á los individuos de sus respectivas companias,
á los capitanes de ellas.
Despues de esto , dió el jeneral su tiempo á la restau-
racion de las plazas y edificios de la frontera. Como, Ye
lo hemos dicho, á los techos de paja habian sido susti-
tuidos buenos tejados, para hacer mas difíciles los in-
cendios por parte de los Indios. En la estancia de Buena
Esperanza junto al rio de la Laja, morada de gober-
nadores verdaderamente militares, mandó construir una
casa decente para ellos, y UN fuerte para soldados, pa y
un fuerte que merecia este nombre. Habiéndose con P
tado sus predecesores con vivir, en la Concepcion po
1170 HISTORIA DE CHILE.
ejemplo, en casas que parecian mas bien ruinas , mandó
hacer, y se ejecutó en el espacio de dos años, sin molestar
la real hacienda ni tocar en el situado, casas de un
exterior imponente y regio, aplicando á esta atencion
encomiendas y pensiones vacantes,
Evacuados estos asuntos, marchó Laso para Santiago,
á donde llegó á principios de junio y fué recibido con la
mas espléndida ostentacion. El cabildo eclesiástico por
su lado, y 4 su cabeza el obispo.don Francisco Salcedo
de pontifical, cantaron un nuevo Te Deum en honra del
que este santo prelado calificaba con el título de restau-
rador.
Sin embargo , siempre con una idea fija en la cabeza,
en medio de otras muchas, don Francisco Laso de la
Vega volvia continuamente á ella. Ciertamente se mani-
festó muy retonocido á las demostraciones de conside-
racion y de confianza con que todas las autoridades le
honraban ; pero esto no le impidió de llenar lo que él
pensaba ser esencialemente su deber. Acerca de algunos
bandos que habia mandado publicar el año anterior sobre
_las obligaciones de la guerra , halló que habia habido una
culpable desobediencia, á lo ménos, en el defecto de
lentitud, y se manifestó muy descontento. Habia habido
individuos que abiertamente habian desconocido su auto-
ridad , ó por mejor decir, la de la ley, negándose 4 ser-
vir. Tuvo Laso conocimiento de estas faltas y de los que
las habian cometido, y mandó arrestarlos. Este acto in-
fundió y esparció ya dudas sobre si era apariencia ó rea-
lidad lo que mostraba ser bondadoso ; pero Laso quiso
pasar adelante , sin mirar en los inconvenientes perso-
nales que podrian resultar de su firmeza.
Este hecho, al parecer indiferente y de poca conse-
- enel asunto mas que una falta
CAPÍTULO LVI. 174
cuencia, se hizo grave porque ministros de la audiencia,
que gozaban de grande influjo, tomaron cartas en la
- defensa de los acusados, y fué esta circunstancia una
razon mayor para que el capitan jeneral, gobernador y
presidente , se empeñase en mantener toda su autoridad
dienamente. Es verdad queignoraba Laso, acostumbrado
como estaba á la regularidad y formalidad de proce-
deres, que los gobernadores de Chilé eran los 1 as fácil-
mente é impunemente calumniados de cuantos han sido
acusados en falso desde que hay gobernadores en el
mundo. Las habladurías, y aun los suposiciones menti-
rosas de que fulano Ó mengano han dicho tal ó cual cosa
del gobernador, no podian, á su parecer, alcanzar á una
autoridad que con sus acciones desmentia las habladu-
rías y falsas acusaciones. Aquí sucedió que entre los
arrestados habia un ciudadano principal de grande pa-
rentela , y esto ponia la cosa en bastante mal estado.
Con todo, no faltaban hombres de seso Y bien in-
n veian que Laso de la Vega
te en este asunto, pensaron
er fin á desavenencias, ins-
articularidades Cconcer-
tencionados que, si bie
obraba un poco militarmen
que era fácil y justo el pon
truyéndole acerca de ciertas P
_nientes á la sociedad de la capital. Llevadas de este
- buen deseo, algunas personas de consideracion pidieron
al gobernador mandase poner en libertad al preso, in-
sinuándole que ciertas cosas graves en otras partes, nO
- eran allí ni siquiera serias. Gustosísimo se prestó Laso á
esta condescendencia, al punto en que vió que no habia
de formalidad habitual.
El habitante salió de su arresto; pero el mal estaba
hecho, es decir la ofensa recibida, y el amor propio .
ajado, tanto mas, cuanto el jeneral, por respeto á la ley
172 HISTORIA DE CHILE.
y al buen ejemplo, exigió que él ó sus deudos diesen
fianza, y lejos de querer conformarse con esta condicion,
el ciudadano de Santiago y sus parientes apelaron á la
audiencia pidiendo aclaracion del motivo del arresto; por
lo cual, el asunto dejeneró en competencia entre autori-
dades y jurisdicciones diversas. Y lo peor fué que Laso,
mas militar que otra cosa, quiso vencer de golpe; y que
los oidores, mas acostumbrados á los trámites lentos
de procedimientos jurídicos, manifestaron poseer una
grande dosis de madurez y sangre fria.
En efecto, los culpados alegaron, en disculpa de su
desobediencia, una real cédula de 1612, que los dispen-
saba del servicio. La audiencia decia que la materia era
de resorte suyo. Laso sostenia que á él solo pertenecia el
Juzgarla. Traslado al virey. El conde de Chinchon pre-
senta el punto á la decision de la audiencia de Lima, que
juzga la causa en favor de la autoridad militar, y, en
efecto , el rey mismo confirmó posteriormente este juicio.
Don Francisco Laso usó jenerosamente de esta sen-
tencia, no volviendo á hablar mas del asunto, con lo cual
sometió mas corazones que si hubiese usado de su de-
recho y hubiese operado reformas. Pero hizo mas, como
si nada hubiese pasado, dió un dia magnífico de campo á
los principales de Santiago, entre los cuales se hallaban
los culpables, y muchos detractores SUyos.
CAPITULO LVIH.
Continua malo de sus heridas Putapichion. — Qeupuantu elejido toquí. —
Su sorpresa, su valentía, y su muerte. — Sana Putapichion y vuelve á
campaña.—Sucesos de la correría que los Españ les hicieron hácia el Cauten
y la Imperial,
(1631—1632.) “3 E
Tardaba el gran Putapichion en curar de sus heri-
das (1), y los Butalmapus le dieron por sucesor á Qeu-
puantú, que hemos visto mandando una de las alas del
ejército araucano en la batalla de la Albarrada. En este
instante , hallamos á Qeupuantú alojado cn un profundo
valle, rodeado de bosques, en el cual habia construido
una habitacion ó casina con cuatro puertas para que fuese
mas difícil sorprenderle. Pero ántes de irle á buscar allí,
veamos qué hacian los Españoles de la frontera, mien-
tras el jeneral Laso se hallaba en Santiago ocupado du-
rante el invierno.
Esta estacion, aquel año , fué sumamente benigna, y
el maestre de campo don Francisco de Zea aprovechó de
esta circunstancia feliz para hacer contínuas correrías en
país enemigo, especialmente Cn llicura y en Puren,
como depósitos y puntos de reunion de los Araucanos.
Qeupuantú, que era caviloso , Ó previsor, pensaba pro-
bablemente que el gobernador español no le dejaria des-
canso, y que tal vez maquinaria algo contra su solo 50
dividuo; y, en efecto, no S6 engañaba el nuevo toqui ;
i diciendo que
der que Putapichion ha muerto,
ia U Pr mo .>: . a ; 5 de haberlo perdido.—Era un error, como
se verá,
47h HISTORIA DE CHILE,
porque realmente Laso hacia cuanto podia para empeñar,
hasta con dádivas , los Indios amigos de Arauco para que
se le entregasen muerto ó vivo.
Con este fin, destacó sobre Ilicura cien Españoles y
trescientos auxiliares con el mayor sijilo , y encargo muy
especial de guardar buen órden. Llegan á la salida de
unos bosques que rodeaban el valle en donde moraba
Qeupuantú, sin haber sido descubiertos, un poco ántes
de la mañana, é inmediatamente forman dos emboscadas
con dos trozos, mientras el tercero ataca la casina de
Qeupuantú.
Pero este, que, aun durmiendo, no dejaba de la
mano su lanza, salió por la puerta opuesta al ataque
y se entró en el monte como una vision. Los Españoles
se retiraron para ver si saldria, y en efecto volvió con
unos cincuenta hombres armados con lanzas y adargas.
Una de las dos emboscadas los atacó con denuédo; pero
ellos se defendieron con no ménos , hasta que Qeupuantú
se vió herido, y entonces se volvieron á internar en el
monte dejando algunos muertos. Imajinando los Espa-
- holes que tal vez creeria que no habia mas emboscada
que la que le acababa de atacar, y que si esta se alejaba,
tal vez volveria, se retirazon con muestras de marcharse
desanimados de poderle cojer. Cae Qeupuantú en el en-
gaño, ó bien sale resuelto á vengarse ; sale, decíamos ,
mas airoso que la primera vez, y con mas jente, denos-
tando y llamando á combate 4 los Españoles.
Era ya dia claro á la sazon , y descúbrese de repente
la segunda emboscada tan oportunamente, que no le
deja tregua ni lugar para volverse á ocultar. No le que-
daba ya al jefe araucano mas recurso que su brazo y su
lanza, y, es preciso confesarlo , uno y otro eran formi-
CAPÍTULO LVII. 175
dables. A pesar de su inferioridad numérica, pelea y
resiste con firmeza. Caen los suyos junto 4 él, y continua
peleando , nombrándose con altivez, y eritando con voz
espantosa : « Yo soy Qeupuantú el que ha dado muerte á
tantos de los vuestros ; » (porque parece que es esta de-
elaracion 4 la faz del enemigo la mayor prueba para ellos
de valentía) « quisiera exterminar á todos los Españoles
y tener mil vidas para perderlas todas por la patria y por
la libertad (1)! > :
Oyendo esto Loncomilla, hijo de Catimalá coman-
dante de los auxiliares , se arroja á él lanza en ristre, y
empezó entre ellos una. singular y atroz batalla. Fuertes,
violentos, feroces y diestros á la par, se tiran botes tre-
mendos de lanza y los paran largo tiempo sin herirse,
hasta que se les rompen las hastas. Entonces, como de
comun acuerdo, alzan con sus brazos poderosos en alto
sus macanas que caen par algunos instantes en vago, Y
hacen temblar la tierra. Enfin , se declara la suerte por
Loncomilla, y de un golpe acertado aterra á su contra-
rio, haciéndole la cabeza mil pedazos (2). Murió el ter-
rible Qeupuantú con veinte Y tres heridas que habia
recibido en aquella madrugada.
Pero no por eso se reti ¡ yos;
léjos de eso , continuaron batiéndose como fieras , y todos
que fueron rodeados y prisioneros.
1 Tao EIUNS*
murieron, ménos doce
(1) ¿No es tan heróico esto como el ahora nazco, pues que asi muero de
Epaminondas? — Figueroa. :
(2) Tesillo, que cu nta poco mas ó ménos este suceso en los mismos térmi-
nos, varía la conclusion, diciendo que Loncomilla, despues de rota su lanza,
hirió á Qeupuantu en la cabeza con un alfanje que tenia ceñido. Sin duda este
acion de Figueroa, y otros que la cuentan
—
.
autor es una autoridad ; pero la narraci
como él, nos ha parecido mas conforme á los usos araucanos
contesta este combale singular, aunque confiesa que Loncomilla mató á Qeu-
176 HISTORIA DE CHILE.
El nombre de Laso fué ensalzado á lo mas alto en esta
ocasion. Ya se pensaba que los Indios de llicura, des-
animados para siempre, pedirian la paz y se retirarian á
la Imperial. Vanos cálculos. Los Indios de llicura se
reunieron para hacer honras fúnebres pomposas, á su
manera, al ilustre jeneral que habian perdido ; y despues
de haberlo llorado , le buscaron un vengador, nombrando
en una junta plenaria para sucederle en el mando, á un
pariente suyo, el cual se llamaba justamente Loncomilla,,
como el Indio auxiliar que habia dado muerte ¿Qeupuantú.
El nuevo toquí se disponia ya para entrar en campaña,
y por primera providencia queria cortar la comunicacion
á los Españoles con Arauco; pero Zea que lo supo, fué
con los mismos cuatrocientos hombres, sorprendió com-
pletamente á Loncomilla, que no tenia consigo mas que
cincuenta hombres con los cuales se defendió hasta mo-
rir, y desbarató todos sus planes, volviéndose con pri-
sioneros, ganado y caballos,
Mientras tanto, por la parte de San Felipe, Rebolledo
tenia la misma feliz suerte, y aun mas feliz , puesto que,
ademas de su éxito en muchas correrías, tuyo la ventaja
mucho mas apreciable, de atraer á la paz los célebres
. Pehuenches, y lo que mas es, por auxiliares con sueldo,
haciéndoles opimas promesas. En cuanto á promesas,
dice Carvallo, Rebolledo era tan liberal cuando rajaba
y cortaba en paño ajeno, como apretado en lo que le
interesaba personalmente.
_ Estos Pehuenches, que Tesillo llama Veliches y que
califica de ingratos, eran muy valientes y no ménos san-
guinarios, y si se redujesen sin restriccion interior, se-
rian muy útiles; pero el mismo autor añade que siempre
era preciso estar mirándoles 4 la cara para ver de des-
CAPÍTULO LVII. 477
cubrir lo que tenian en el pensamiento. De todos modos,
ninguna de las grandes ventajas conseguidas por los Es-
pañoles ántes del invierno, ni durante esta estacion, en
la cual se les cojieron mas de seiscientos prisioneros,
mil caballos, y muchas cabezas de ganado ; ninguna de
las correcciones crueles que creian haber dado á los
Araucanos, bastó para enfriar su ardor belicoso, su amor
á la patria y á su independencia. Mientras que los Espa-
ñoles creian lo contrario, los Araucanos proycctaban
darles nuevas pruebas de que era tiempo perdido todo
cuanto se hacia por someterlos.
En efecto, cuando menos lo aguardaba, recibió parte
Laso de que hacian llamamiento jeneral de sus provin-
cias para un poderoso esfuerzo que querian intentar,
mandados por Putapichion, el cual, despues de haberse
consumido mucho tiempo de impaciencia , se veia ya en
estado de volver á las armas, sin recordar en ninguna
manera lo que acababa de padecer. Tesillo, con grande
sorpresa nuestra, opina que Putapichion, en punto á
valor y á consejo, tenia muy poco de ambas cosas. Sin
duda , este autor no estaba enterado de los antecedentes
de Putapichion, é ignoraba , cosa imposible, Chillan,
las Cangrejeras y la capa de grana de su jeneral.
Enfin, informado el gobernador de que este jefe arau-
cano tenia sus fuerzas reunidas , salió 4 buscarle él mis-
mo de la frontera de San Felipe , á principios de enero
1632, con mil y ochocientos hombres entre Es
auxiliares, y se fué á acuartelar en Curalava. Una vez
allí, mandó al sargento mayor Rebolledo con caballería
á correr por Repocura , Con órden de replegarse á él ”
Quillin, donde le aguardaria. .
Apenas el gobernador habia tenido tiempo para alo-
pañoles y -
478 HISTORIA DE CHILE,
jarse en Quillin, cuando ya Rebolledo estaba allí de
vuelta de su correría con trescientos prisioneros y seis
mil cabezas de ganado. Esto pareció tan inaudito , que
algunos capitanes viejos decian á Laso que era esta presa
un verdadero triunfo, y que merecia la pena de no
exponerse á perderlo , en el supuesto de que los enemigos
vendrian á recobrarlo á toda costa. Laso fué de parecer
contrario, respondió que si con presas semejantes se
contentaban, la guerra de Chile seria eterna; que no
habia levantado el campo para venir á apoderarse de un
vil botin y de algunos esclavos, sino para servir al rey
y al estado batiendo á los Araucanos; que semejantes pa-
receres podrian serles muy perjudiciales para su honra y
reputacion , puesto que dejarian creer servian mas por
interes propio que por el honor militar y gloria de las
armas españolas, y que, enfin, si esta presa habia de
aumentar el rencor de los enemigos y hacerles venir mas
pronto álas manos con su ejército, esta seria su mayor
utilidad. « Seamos dignos de nuestros antiguos Españo-
les, que han hecho cosas mas grandes que nosotros,
concluyó el gobernador, dando fin glorioso á esta
guerra, y eterna memoria á nuestro nombre. »
Dicho y hecho, don Francisco Laso fué á Repocura,
donde se habia ejecutado la fructuosa maloca., y los ca-
ciques de la provincia le enviaron á suplicar tratase bien
á los prisioneros. La respuesta fué, que no solo pensaba
tratarlos bien , sino que estaba muy dispuesto á resti-
tuirlos , si aceptaban la paz; y, en efecto, la aceptaron.
El jeneral permaneció tres dias en aquel amenísimo valle,
regalando á su ejército con carnes, frutas y legumbres.
Al cabo de estos tres dias, marchó para la Imperial,
lugar de tristes y dolorosas memorias. Hallándose á
con regalos y ofertas, P
CAPÍTULO LVH, 179
orillas del Cauten, á media legua de esta antigua plaza
de milagros de valentía y de padecimientos, mandó
que se hiciesen agresiones para irritar al enemigo, que-
mando casas y saqueándolas; pero ni un solo enemigo
se mostró. Lejos de eso, el gobernador no vió mas que
mensajeros con súplicas para que pusiese fin á los
estragos que cometian los Españoles.
Tras de los mensajeros le vinieron muchos caciques
que recibió con la mayor cortesía y agasajo , pregun-
tándoles porque no se acojian á la paz á fin de ahorrarse
aquellos estragos de la guerra. La respuesta fué que lo
harian de muy buena gana si los Españoles estuviesen
siempre allí para protejerlos ; pero que luego que se mar-
chasen, vendrian los guerreros de llicura y de Puren á
castigarlos por haber estado en relacion de amistad con
sus enemigos.
Esto se pasaba la víspera de Navidad. Al dia siguiente,
marcharon los caciques muy pagados del recibimiento
que les habia hecho el gobernador, y este canjeó el mismo
dia muchos prisioneros. Gon esla ocasion, supo que los
enemigos se hallaban con mil y quinientos hombres á la
otra parte del Cauten y que aguardaban por refuerzos.
Sobre la marcha, el jeneral mandó pasar el rio á Zea
con mil caballos, llevando en ancas alguna infantería
para dispersarlos. Pasó Zea; pero el enemigo se retiró
apresuradamente, y el maestre de campo mandó á Sus
tropas talar y saquear. Con esto vinieron á implorarle
idiéndole ne les hiciese tanto
mal.
Sin embargo, i
destruir y arruinar. Lo que quen
se vé que si con una mano mane]
no era la intencion del gobernador
a era imponer. Por eso
aba la espada, con la
180 HISTORIA DE CHILE.
otra concedia jenerosamente todo cuanto le pedian, bajo
la sola condicion de la paz. Por desgracia, aunque pro-
gresaba, lo hacia, por decirlo así, paso á paso y lenta-
mente. Pero esta era la naturaleza de los Araucanos. Por
dorde quiera que marchase el ejército español, se veian
enemigos sin poder venir á cabo de ellos, por mas que
se hacia, hasta que un dia Catimalá imaginó un ardid
que vamos á referir.
Formaba él con los auxiliares la vanguardia, y con
mucha destreza marchó de manera que luego se halló á
retaguardia, con el fin de que elenemigo no le viese por
de pronto. Entre tanto, dijo al jeneral que era precisole
permitiese simular un ataque contra la verdadera reta-
guardia española, la cual simularia una defensa, y que
él se retiraria como rechazado á ponerse bajo la protec-
cion de los enemigos. Lo permitió Laso, y Catimalá
ejecutó su maniobra con el mayor éxito. Al punto en que
habiéndose retirado lo bastante, vió venir á su socorro
los Araucanos, que lo creyeron suyo, los atacó, mató á
veinte é hizo once prisioneros.
Por otro lado, mientras el gobernador hacia esta cam-
paña con tan felices resultados, los Indios de Ilicura, ]
mandados por el caudillo Huenucalquin , que habia sido
nombrado á la muerte de Loncomilla, se arrojaron im-
petuosamente subre el territorio de Arauco, incendiaron
la parcialidad de Carampangui y capturaron mujeres
indias de los de paz. Catimalá que lo supo, corrió , con
el beneplácito del gobernador, y sostenido por Zea con
alguna caballería, para ir á vengarse y á rescatar las
mujeres de Arauco. Los de Ilicura conocian el cáracter
de Catimalá, y seguros estaban que vendria á sorpren-
derlos, si podia, En consecuencia, pusieron centinelas
CAPÍTULO LVIL... 181
sobre todas las alturas de Puren para no serlo; pero la
caballería española operó con tanta celeridad, que
aunque las centinelas que vieron venir á los Españoles,
dieron parte al instante, cuando los de Ilicura se hallaron
formados para resistir, ya Zea estaba de vuelta con cin-
cuenta prisioneros,
El conjunto de operaciones arriba relatadas compu-
sieron lo que se llamó la campaña de la Imperial, cam-
paña fructuosa en sucesos venturosos para las armas
españolas, y en la cual se cogieron un total de quinientos
prisioneros , doce mil cabezas de ganado , mil caballos;
se dió muerte á ciento y setenta enemigos; fueron resca-
tados muchos Españoles cautivos, y reducidas á la paz
sesenta familias con sus jefes. Pero todo esto no procuró
ni paz, ni descanso para el ejército español. Parece cosa
increible, pero asi fué. De regreso de esta campaña, don
Francisco Laso repartió sus fuerzas entre las plazas de
San Felipede Austria y Arauco, y él seretiró á la de Buena
Esperanza, llamada tambien estancia del rey.
Estas disposiciones ya tomadas, Y la tropa estando
con descanso en sus cuarteles , los Áraucanos de Puren y
de llicura empezaron de nuevo á inquietar la frontera,
y siemprese llevaban algo; hombres, ganados Ó caballos.
El gobernador empezaba á convencerse de que por los
medios empleados hasta entonces no era probable poder
someter á estos intrépidos enemigos, los cuales, ademas
de su arrojo, tenian en su favor la naturaleza del país
que los protegia. Muchas veces habia entrado en consejo
con el maestre de campo y el sarjento mayor para haber
de dar traza de someterlos, Ó á lo menos de reducirlos
Pero era una cuestion sobre la cual no se
Á : ¡
á la inaccion. Rebolledo
31
hallaban de acuerdo nunca , puesto que Zea y
ll, HISTORIA.
182 mIStÓRÍA DE CHILE.
eran de parecer de que, para conseguirlo, lo mas conve-
niente seria invadir su territorio continuamente con par-
tidas volantes durante el invierno, y cortarles los víveres
por el verano; y que Laso no opinaba lo mismo. Sin
embargo en esta ocasion, que era oportuna , puesto que
ya estaban en el mes de abril, dejó al maestre de campo
seguir su idea y marchar contra llicura. Marchó Zea con
designio de sorprender al enemigo; pero este, que estaba
sobre aviso, habia puesto escuchas y centinelas por todas
partes, y la marcha de los Españoles fué descubierta.
Mataron estos ocho centinelas y luego finjieron retirarse,
dejando una emboscada de trescientos auxiliares y cien
Españoles. Los de llicura cayeron en ella y perdieron
ochenta hombres muertos, y ciento y veinte prisioneros
con algunos caballos,
Verdaderamente son cosas, no diremos precisamente
increibles, pero sí incalculables : los Españoles mataban
yaprisionaban tantos Araucanos, cogian tantos caballos y
ganados, que ni de hombres ni de estos animales debia
de quedar uno en las tierras de los Indios.
CAPITULO LVIIM.
Exajeraciones de algunos historiadores. — Preparativos de Huenucalquin. —
Vále á buscar Laso. — Operaciones de la campaña. — Socorro de tropa á
Tucuman para someter los Indios sublevados. — Vuelve el gobernador á
Santiago. — Sucesos de Rebolledo en San Felipe, y de Zea por Arauco. —
Nueva campaña hecha por el gobernador. — Su éxito,
( 1632—1634.)
Digámoslo, aunque nos pese, la historia se resiente
muchas veces de cierta exajeracion muy loable porque
procede de sentimientos nobles y jenerosos. No dirémos
que hay en los datos de don Santiago Tesillo ausencia
de verdad, puesto que otros autores, y entre ellos Fi-
gueroa, concuerdan con él, aunque parece que muchas
“veces se fundan en sus mismas aserciones; pero lo cierto
es que, segun las actas del cabildo de Santiago, el gober-
nador habia salido de allí tan alarmado con los partes que
le habian venido de los aprestos formidables de Huenu-
calquin, que habiéndose puesto en marcha el 18 de no-
viembre, el 24 ya estaba en Teno, el 7 de diciembre
en Yumbel y el 25 de enero del año entrante 1632, en
la Concepcion.
Pero luego vió que le habian abultado mucho, mu-
chísimo las fuerzas de Huenucalquin, y noobstante,
aunque el virey del Perú le habia enviado un refuerzo
de doscientos cuarenta hombres con pertrechos, aun ha-
bia pedido refuerzos á Santiago , refuerzos que el ca-
bildo, asesorado con la audiencia, no habia creido
posible enviarle, en atencion 4 que estaban amena-
18h HISTORIA DE CHILE.
zados de una nueva invasion de corsarios, y que ya los
hombres que la ciudad tenia á su disposicion no eran de-
masiados para vijilar mil y quinientos Indios y dos mil
negros ,—enemigos domésticos, — que habia en ella.
Estas son particularidades que aclaran mucho la ver-
dadera importancia de los hechos, y, francamente, no
pueden ménos los lectores de estar reconocidos 4 estas
rectificaciones de los cabildos, puesto que por ellas pue-
den formarse juicios mas exactos de verdad, sin admi-
rar ménos los interesantes servicios hechos á la causa
por ilustres militares,
Igualmente, vemos que, el 17 y 23 de octubre del
año anterior, el cabildo de Santiago ha hecho una
especie de ley suntuaria , compuesta de catorce artícu-
los, arreglando los trajes y otros gastos excesivos que
acarreaba un lujo desenfrenado; particularidad digna de
notarse en cuanto contrasta de una manera casi cho-
cante con los apuros y apocamiento en que decian se
hallaban aquellos vecinos ; y esta ley, creemos haberla
visto atribuida al gobernador don Francisco Laso y á sus
miras lejislativas, para las cuales tenia la misma ap-
titud que para las grandes operaciones militares, sin
que Tesillo haga mencion del cabildo.
Enfin, el cabildo dice que desengañada S. S, de
. Que no habia mucho que temer de las amenazas de los
Indios, se habia mantenido en la Concepcion, sin salir.
á campaña hasta el 26 de abril , Y que el 5 de junio ya
se hallaba invernando en Santiago,
Estas contradicciones son crueles, puesto que sabemos,
sin que pueda quedarnos jénero de duda, que Laso es-
taba por Natividades en la Imperial; que envió 4 la
otra parte del Cauten á Zea contra Putapichion; que
CAPÍTULO LVIM. 485
hizo rescates , atrajo Indios á la paz, y se cogieron en
esta campaña gran número de prisioneros, con presas .
de ganados y caballos. ¿A quien creer en tales casos?
— Á todos, salvo una ligera sustraccion. en la suma de
exajeraciones. Porque cada cual cuenta su historia , y no
podemos desconocer que Tesillo servia de cerca con el
gobernador, á quien tenia un apego, que, tal vez, no
le permitia de ver sus cosas si no es con anteojos de
aumento.
Otros autores, sin dejar de ser justos, y aun tambien
entusiastas para con don Francisco Laso de la Vega, con-
fiesan que era este gobernador mas rígido que concilia-
dor, y mas militar que político. Ciertamente habia tenido
grandísimas dificultades que vencer, y obstáculos que su-
perar para poner las cosasde la guerra en el estado en que
estaban en aquel entonces ; pero tambien habia sido par-
ticularmente atendido por el conde de Chinchon, y ayu-
dado por los cabildos de Chile. Bien que Laso se hubiese
portado como buen caballero cuando la audiencia de
Lima sentenció en su favor sobre la oposicion de compe-
tencia entre él y la de Santiago de Chile, hubiera podido
evitar estos choques teniendo presente que los cabildos
hacian mucho mas de lo que les era buenamente posible
con el mas admirable celo ; que lareal audiencia repre-
sentaba muy de cerca la autoridad real , y que los veci-
nos de Santiago, lo mismo que los habitantes de otras
ciudades, no habian dejado de pagar la deuda grande
de un ciudadano á su patria, sirviéndola con vida y bie-
nes, ¿De qué importancia eran algunas excepciones,
poquísimas, para fundar en una infraccion muy du-
dosa., si se atiende á la real céduda de 1612 en favor de
los vecinos de Santiago, un asunto gravísimo de estado?
186 HISTORIA DE CHILE.
— De ninguna , y realmente Laso lo hubiera evitado,
si á su noble enerjía militar, hubiese querido añadir un
poco de sangre fria política.
En primero de marzo, el cabildo de Santiago habia
acordado conceder armas, pólvora y municiones, —al
fiado por un año, — á los procuradores que le habian
enviado con este fin las ciudades de Cuyo, Mendoza y San
Juan , para defenderse,— si llegaba el caso, — contra los
Indios de la Rioja y de Tucuman, que estab (
En la misma época, sin duda alguna, el virey conde
de Chinchon habia pedido á Laso enviase,—noobstante
sus propias necesidades, — un socorro de tropa á don
Felipe Alburnoz, gobernador de Tucuman, para someter
á estos mismos Indios que eran los Calchiaques. Laso
cumplió con esta órden enviando al correjidor de Men-
doza, don Juan Aldaro, con un escuadron á Tucuman.
Pero cuando lo hizo, se hallaba en la plaza de Buena
Esperanza , como lo dice Carvallo; y sin embargo , se-
gun Tesillo, una de las grandes atenciones que llamaban
ahora el capitan jeneral á la capital, era el dar compli-
miento á esta misma órden del virey.
Ciertamente, el punto donde estaba Laso entonces
importa bastante poco al fundamento de la historia ; pero
por otro lado, anuncia cierta composicion en el plan del
relato, que puede, tal vez, causar alguna confusion en el
órden de los hechos ; bien que en esta circunstancia no la
haya. En efecto, el escuadron que fué al socorro de Tu-
cuman produjo el resultado que se pedia , cooperando
eficazmente á la sumision de los Calchiaques, en la que
tuyo gran parte el jeneral don Jerónimo Luis de de Ca-
brera, no solo con su persona sino tambien con sus
bienes,
ON EA
CAPÍTULO LVHI. 487
Estos Indios, despues de sometidos, fueron tras-
feridos 4 Buenos Aires, en donde se fundó con ellos la
poblacion de los Quilmes.
Parece, entre tanto , que mientras el gobernador es-
taba en Santiago, Putapichion y Huenucalquin conti-
nuaban pasando y repasando el Biobio, mal que le pesase
al sarjento mayor Rebolledo; el primero por la frontera
de San Felipe, y el segundo por la de Arauco. Era un
modo muy particular de hallarse aterrados. Picado Re-
bolledo de estas burlas , pasó el Biobio con una columna
- lijera por la plaza del Nacimiento, y en Puren , entró en
la ciénega, á cuyas orillas vió las balsas de los enemi-
gos. Con esta descubierta aguardó la noche, pasó el lago
con su tropa, y al amanecer cayó sobre las casinas en
las cuales cautivó unos cien hombres y mujeres, y dejó
á otros muertos. Despues de lo cual quemó las habita-
ciones y cuanto tenian los Indios, que quedaron tan ate-
morizados , dice Carvallo, que durante mucho tiempo no
se atrevieron á asomarse á la frontera.
Sin embargo , uno de los prisioneros que Zea habia
hecho en llicura le dió parte de que en los montes de
Puren habia un lugar muy oculto , guardado por muthas
centinelas avanzadas, y que servia de punto de reunion
á aquellos Indios guerreros. Este prisionero delator de
los suyos queria gozar pacíficamente en el seno de su fa-
milia, cautiva tambien, de la paz que le ofrecian, y se
aventuró á servir de guia á los Españoles en esta expe-
dicion. El maestre de campo destacó al teniente Muela
con cuatrocientos auxiliares y doscientos Españoles. Con
Muela iba tambien un capitan de auxiliares llamado Phe-
lerengel. Marcharon sijilosamente y llegaron cerca del
sitio indicado , en donde habia una parte de los Arauca-
LA HISTORIA DE CHILE,
nos resueltos á marchar contra Arauco. Se echaron de
repente y por sorpresa los Españoles sobre ellos, mata-
ron unos setenta é hicieron cien prisiqneros.
Espárcese esta noticia, tocan al arma los Indios, salen
los setecientos y siguen á Muela, que ya se retiraba con
órden. Le pasan á vanguardia , se situan ventajosamente
y empiezan una accion contra los Españoles. Por des-
gracia, aquel dia, llovia copiosamente y las armas de
fuego les eran de muy poca utilidad, por no decir de
ninguna. Por consiguiente, tuvieron que batífte al arma
blanca; pero aun conservaban ventaja, y el enemigo
se hacia ya atrás ; mas fué para volver 4 la carga con mas
ímpetu á fin de romper las filas PS intento que
no consiguió, porque los Españoles, ¡ firmes
como rocas. Retroceden segunda vez los Araucanos con
el mismo designio, y los Españoles, que por lo malo del
terreno no podian tenerse en pié , ni hombres ni caballos,
empezaron á retirarse. Pican los Indios la retaguardia
y cargan en diferentes puntos hasta cinco veces, cuando
ya á los Españoles se les caian las armas de las manos
por el frio que les cortaba la respiracion; de suerte que
treinta Españoles murieron en esta ocasion , y otros mu-
chos despues, á consecuencia de las fatigas y de la incle-
mencia de los seis dias que habia durado esta expedicion,
escrita por este tenor de la misma mano del maestre de
campo Zea (1).
Al mes de julio siguiente, destacó Zea otra' columna de
cuatrocientos Españoles y cien auxiliares sobre Puren, y
esta columna volvió á los catorce dias con ochenta y siete
prisioneros y trescientos caballos, habiendo muerto á
(1) Figueroa, cuya narración adoptamos, añade que ya los combatientes no
- se daban cuartel,
A
A
CAPÍTULO LVII. s 189
muchos enemigos, de los cuales, por esta parte, ya no
se vió ninguno hasta en el mes de agosto (1).
Es decir que por ninguna parte habia ya que temerlos,
pues por San Felipe, Rebolledo los habia arrojado á
la Imperial. Y con todo eso, Tesillo, que pone el hecho
de llicura en el mes de julio, dice : « que no habia que-
dado que hacer á las armas españolas hasta el de agosto. »
¡ Qué ceguedad ! | :
Mientras tanto, don Francisco Laso de la Vega lle-
naba sus deberes de presidente de la real audiencia de
Santiago; y como ya estaba en el tercer año de su go-
bierno, conocia mejor la naturaleza de los hombres y las
cosas del reino de Chile. Justo con todos los que pedian
justicia, mezclaba con ella una particular benevolencia
hácia los hijos del país, y empezó á ser mas querido ; por-
que hasta entonces, este ilustre gobernador habia inspi-
rado mas respetó que sentimientos de afecto, por la razon
de que era mas imponente que llano, sintiéndose siem-
pre revestido de la severidad que dan al exterior cuida-
dos abstractos y serios. La autoridad que le daba sobre
los ánimos su acierto en operaciones militares, nadie re-
cordaba la hubiese gozado ninguno de sus predecesores.
A 16 de noviembre , se fué de Santiago á Yumbel, sin
que se hubiese sabido la causa de esta marcha repen-
tina. Sin ninguna duda , dice Perez García, tuvo aviso
secreto de algunas de las correrías felices de Huenucal-
quin , de que habla tanto Molina ; pero, sea lo que fuere,
todo el mes de diciembre lo pasó en paz, bien que 0cu-
pado en preparativos para salir 4 campaña. Segun Gar-
(1) Tosillo. — Estos prisioneros contradicen á Figueroa. ¿A quien creer?
Francamente y en conciencia, á este, Vemos demasiada exaltación en Tesillo, y
algunas veces, poca sinceridad.
190 : - HISTORIA DE CHILE.
cía , reunió mil y quinientos hombres, pasó el Biobio en -
busca de Huenucalquin ; no le halló, y se contentó con
hacer trescientos prisioneros en Repocura. El 26 de abril
1633, ya se hallaba de vuelta en la Concepcion, en
donde se mantuvo hasta el 23 de junio , en que las cre-
cidas de los rios habiéndolos hecho invadeables , volvió 4
“invernar en Santiago. El 29 de julio, llegó á esta capi=
tal ; visitó el partido de Aconcagua el dia 20 de octubre;
volvió á salir para la Concepcion el 17 de diciembre ,
y llegó á esta ciudad á la entrada del año 163).
Así se pasó el verano de 1633, segun García ; pero
Tesillo es algo mas explícito. Segun él, el gobernador,
habiendo salido á campaña á principios de enero, y des-
pues de haber concentrado sus fuerzas en Negrete, mar-
chó sobre el rio Coypú, á orillas del cual se acuarteló.
Desde allí dió órden 4 Rebolledo para que marchase con
toda la caballería contra Pellaguen , confinante á Puren,
y tan tenaz en la resistencia como esta. Rebolledo tuvo
poco ó nada que hacer en esta marcha, por la razon de
que los enemigos estaban ocultos en los montes. Algunos
temerarios hubo que quisieron oponérsele y perdieron
la vida en la demanda; otros fueron cogidos, y con
estos y algunas familias , se incorporó con el jeneral en
Coypú.
A su vez, Laso marchó con todas sus fuerzas á Puren, '
con el solo fin de molestar á los Araucanos cortándoles
los víveres, que es lo que mas sienten. Sin embargo, no
se mostraron en masa, sino por pequeños destacamentos
diseminados por todo el terreno que ocupaba el ejército.
español. A fuerza de ser molestados , algunos se acojie-
ron á la paz, y entre estos, uno fué un principal cacique
llamado Guayquimilla , con setenta personas de su fami-
CAPÍTULO LVIHHL. . 191
lia y allegados. A pocos diag, se creyó Ó se supo que
esta acojida á la paz no era sincera y sí finjida, y el
gobernador mandó prender á Guayquimilla, el cual vi-
vió y murió en una cárcel con muestras de cristiano.
Pensando en retirarse, no quedándole nada que hacer
allí al ejército, el jeneral mandó disponer, el dia mismo
de la salida, una emboscada de cuatrocientos Españoles
y auxiliares al mando del capitan Vazquez de Arenas,
en la cual cayeron los enemigos dejando algunos muer-
tos y muchos prisioneros. Es increible cuan fácilmente
caian los Araucanos en emboscadas, por mas que esto
les habia sucedido tan frecuentemente. Es una particula-
ridad que ensalza, mas que otra alguna , el valor arro-
jado de estos intrépidos guerreros. El gobernador mandó
dar muerte á estos infelices prisioneros (1).
(1) Tesillo, — Bien habíamos pensado, dando crédito á Figueroa cuando
nOs aseguró que ya no se daba cuartel. Lo mas increible es que Tesillo aplaude
esta accion de Laso, diciendo que se debia hacer lo mismo con todos.
CAPITULO LIX.
Nuevas sorpresas de los Indios.— Putapichion se prepara á salir con grandes
fuerzas á campaña. — Vale al encuentro Laso; pero no le espera el jefe
araucano. — Dispersa este sus fuerzas. — Causas de las malocas y correrías
por parte de los jefes españoles. — Diferentes correrías y sucesos de Laso
hasta que regresa á la Concepcion.
PA
(1634.)
El gobernador se retiró para la Concepcion, y apenas
habia vuelto las espaldas, cuando los pobres Indios sa-
lieron de los montes para ver si les habia quedado algo
y para levantar otras habitaciones, puesto que todas las
que tenian estaban abrasadas. Se hallaban ocupados en
esta faena con una perseverancia admirable, y en
medio de ella se vieron de nuevo asaltados por setecien-
tos Españoles y auxiliares que el gobernador echó sobre
ellos, desde que supo que habian salido de los montes.
Esta nueva expedicion regresó al cabo de nueve dias con
ochenta prisioneros y trescientos caballos.
¿No seria tal vez esta expedicion la repeticion de
otra? — No. Nos hemos asegurado bien de ello, real-
mente cansados de asentar las mismas acciones y los
mismos resultados por todos lados, sin fin ni objeto posi-
bles. Pues aun, el gobernador volvió atrás, antes de
verificar su regreso á la Concepcion, con la noticia de
que Putapichion se preparaba á salir con nuevas y mayo-
res fuerzas á campaña. Salió aun otra vez de San Felipe,
y tomó posicion sobre el rio de la Laja; pero Putapichion,
lejos de presentarse, dispersó su ejército. Para asegu-
BE A
CAPÍTULO LIX. ' 193
rarse mas del hecho y experimentar la fidelidad de los
de Puren que últimamente se habian acojido á la paz,
los envió mezclados con auxiliares experimentados á Pu-
ren mismo, y surtieron tan bien, que á los siete dias,
volvieron con cuarenta y cinco prisioneros mas, los cua=
les confirmaron la noticia de la dispersion de las fuerzas
de Putapichion. Con esto Laso se retiró tranquilo á la
Concepcion.
Allí, su espíritu activo se ejercitó en obras de utilidad.
La falta de un almacen de pólvora y las continjencias
desgraciadas á que esta falta podia dar lugar, llenaron
su atencion, y mandó construir una casamata para este
objeto. Tras de esto, hizo un arsenal de artillería que no
existia ; un cuerpo de guardia y una sala de armas, que
podia competir con las mejores de Europa. Estas cons-
trucciones militares ocasionaban necesariamente las de
otras casas para empleados, y contribuian á hermosear
la ciudad que, como ya hemos dicho , era no solo capi-
tal de las plazas de la frontera, sino tambien puerto de
mar, y merecia poseer la real audiencia, dice Tesillo,
el cual parece persuadido que ha sido una equivocación
el ténor de la real cédula que la hizo restablecer en San-
tiago, á donde necesariamente los gobernadores tienen
que ir para presidirla ; cosa irregular que carece de fun-
damento, y causa graves inconvenientes.
Estaba pues el gobernador por abril en la Concepcion
con pocos ánimos para bajar á Santiago por causa de su
salud delicada ; pero por estosmismo, la Concepcion no
le era muy favorable, puesto que el invierno aquí es
mas riguroso con lluvias y vientos del norte. Sin em-
bargo, tanto hicieron la audiencia y el cabildo rogán-
dole fuese, que al fin, se resolvió 4 ir. Y este es el caso
a
h9h HISTORIA DE CHILE.
de decir que hay grandes inconvenientes en este viaje,
puesto que la ausencia del jefe del ejército puede acar-
rear graves resultados. Esta ausencia tiene lugar justa-
mente durante la distribucion de los situados, y no es
difícil comprender que estas distribuciones serian mucho
mas satisfactorias para todos los interesados en jeneral,
pero particularmente para los mas humildes , si la pri-
mera autoridad estuviese á la vista. En esto se distinguió
mucho un gobernador interino , ministro de la audiencia,
Merlo de la Fuente, y no menos su sucesor el ilustre Xara
Quemada. Laso hubiera querido imitar á estos brillantes
modelos, y hubiera querido que los otros cabos del ejér-
cito tuviesen la misma noble ambicion; pero parece que,
lejos de tenerla, tenian otra tal vez diametralmente
opuesta, é increible en militares de tanto honor. Laso
quiso poner remedio á este abuso de la baja codicia;
pero el mal estaba demasiado arraigado. Sin embargo
mitigó sus malos efectos, mandando por bandos que
entrasen víveres todos los que quisiesen , con tal que en
pagó recibiesen dinero y no jéneros de tráfico. Pero
ra sido preciso para la exacta «ejecucion de sus
s que se hallase en todas partes, por la razon de
que los jefes y capitanes eran los que las infrinjian mas
fácilmente , y con mas ventajas , en los fuertes y plazas
de la barr sin temor de comprometer su honra ni
OU Or E0 vento e sonidos desprecio á los
Indios por los Españoles fra el conocimiento que tenian
de su codicia, codicia que era el móvil principal del
ardor con que ejecutaban malocas, saqueos y hacian
, Prisioneros de ambos sexos. Estaban persuadidos los
" Araucanos de que los maestres de campo, sarjentos
mayores y capitanes no querian guerra con ellos si no
era por estos fines, y que el jefe de cada correría y sa-
queo se aprovechaba solo de la presa ú del botin que
hacia, con el objeto de comerciar fuera del reino. Por
esto se ve cuan acertado iba el P. Luis de Valdivia en sus
principios Ó motivos, y en sus fines; y el estar de
acuerdo con él, como lo hacen Tesillo y otros, en los pri-
meros condenando los segundos, no lleva camino, ni
esto se llama raciocinar, sino hablar con pasion , jénero
de yerro que puede ocasionar tantos males, y los oca-
sionó , sin duda alguna , como la ciega codicia de enri-
quecerse. 5 +
Por fin, la real audiencia, el cabildo y los vecinos
de Santiago tuvieron el regocijo de ver llegar al ilustre
Laso, á la entrada del invierno de 1631. Desde allí, sin
dejar de dar mucha atencion á los asuntos civiles, no
descuidaba los militares. Putapichion se hallaba enton-
ces retirado del otro lado del Cauten , á la falda de la
cordillera, en comunicacion con Antiguenu , otro cacique
de renombre que tenia bastantes hombres bajo sa mando.
Esta posicion la habia escojido Putapichion como inacce-
sible por lo estrecho y difícil de las gargantas montuosas
que conducian á ella. El gobernador le tenia muchas
ganas á Putapichion. Realmente, no podia olvidar Laso
que este valiente Araucano, de quien Tesillo habla con
tanto desden, le habia quitado en cierta ocasion su capa
de grana. Como decíamos, le tenia ganas y meditaba
su ruina. Con la noticia de la posicion que ocupaba Pu-
tapichion, envió órden al sarjento mayor Rebolledo,
desde Santiago, para que le fuese 4 desalojar, si po-
dia. Rebolledo obedeció; pero cerca del Biobio, lo
descubrieron las centinelas araucanas desde las alturas
e
E A HISTORIA DE CHILE,
a Netimiento y creyó deber retirarse á San Felipe.
An nimados « con esta retirada los enemigos, treinta (1)
temerarios de entre ellos tuvieron el arrojo de adelan-
tarse hasta los potreros españoles para llevarse caballos;
pero Rebolledo, ya prevenido de su audaz proyecto,
habia mandado al capitan Domingo Parra de una com-
pañía de auxiliares de San Cristóval, que fuese con sus
soldados y algunos arcabuceros , todos montados, á cor-
tarles la retirada. Ejecutó muy bien Parra esta órden, y
encontró á los treinta valientes Araucanos cerca de las
orillas del Itata. Bien que las fuerzas españolas fuesen
muy superiores, los Indios las arrostraron, y se batieron
quedando todos ó muertos ó prisioneros sin que se sal-
vase mas que uno solo que corrió á llevar esta noticia á
los suyos. Los Españoles y auxiliares tuvieron algunos
heridos.
Muchísimo se holgó Laso con ella cuando la recibió
por su lado. Muy luego salió de Santiago para la Con-
cepcion , en donde se halló con cincuenta caciques de la
Imperial que venian á pedirle paz, movidos del temor
d maltratados aquel verano, dice Tesillo, el cual
añadal « : porque por bien, no es posible se consiga cosa
loable desu natural. » — Semejante ceguedad es increi-
ble en un hombre de mérito que ha llenado pájinas, ele-
gantemente escritas, de rasgos de resistencia heróicos,
al paso que en los cuatro últimos años de defensiva no
se vé apenas uno ; increible en un hombre que confiesa
que la codicia es el gran móvil de malocas y correrías,
y que el uso que hacen del botin los que las mandan los
hace despreciables á los ojos de los mismos Araucanos.
(1) Carvallo dice dos, que salieron á su encuentro, al parecer, con el solo
objeto de hacerse matar, probando cuan poco se les daba de morir.
AA
A
CAPÍTULO IX. MO
Pero dejemos reflexiones inútiles cuando tenemos de-
trás de nosotros un rastro de pruebas eternas de que no
hay para que leer seriamente los recopiladores de aquel
tiempo. Exceptuando Figueroa, —bien que algunas veces
caiga en contradicciones bastante singulares ,— y €x-
ceptuando á los jesuitas , con particularidad á Ovalle,
todos los demas ó faltan de sinceridad , Ó de consecuen-
cia, Es materia imposible el sacar en limpio qué querian
6 qué pensaban algunos de ellos, ¿Porqué, — dice Fi-
gueroa ,—no queria la paz Putapichion?-— Porque pre-
feria la guerra á la esclavitud. E
Salió.pues Laso en los primeros dias de enero de 1634,
de la frontera de San Felipe, y, al mismo tiempo, salió
Rebolledo de Arauco para marchar por las cimas de San
Jerónimo á Puren, para incorporarse con el jeneral.
Alonso Villanueva Soberal, que habia remplazado á
Rebolledo en San Felipe, de sarjento mayor, Como
Rebolledo habia remplazado al maestre de campo Zea
en Arauco, tuvo la misma órden. Estas fuerzas se diri-
jian sobre Puren con intencion de asolar enteramente la
provincia, y no dejar hombre vivo (1). El plan era que
las fuerzas de Arauco y les de San Felipe llegasen de
golpe á Puren el mismo dia para empezar sus Opera-
ciones simultaneamente en diferentes puntos. Rebolledo
debia operar á la ig .% Utanlevo, y Villanueva en la
misma cienega, pleg despt Jes uno y otro á la casa
vieja de Puren.
En cuanto 4 Laso, este escojió para sí caminos desu-
sados , y escondidos, tan llenos de pantanos y de obstá-
(1) Los ardides son los mejores medios y los mas eficaces para la conversion
y quietud de estos rebeldes, quitándoles hijos, 9 emp 4 E á ellos
mismos bajo el yugo tremendo de la esclavitud.— Tesil
32
ad
JJ, HISTORIA.
A
E HISTORIA DE CHILE.
culos, que temió no llegar á tiempo 4 Puren. En esta
marcha , él mismo ayudaba á los trabajadores á allanar
las dificultades casí insuperables de la ruta, animando á
sus soldados no solo con la yoz sino tambien con su ejem-
plo. Es de advertir que el gobernador habia mandado
pasar todos los prisioneros á cuchillo, se entiende los de
armas tomar. En pr
Apesar de todas estas medidas y precauciones, el
resultado no llenó enteramente las esperanzas de Laso,
por la razon de que los descubridores del trozo de Arauco
se encontraron con batidores araucanos, De suerte que
fué preciso batirse, dando la alarma estos últimos, Sin
embargo, aun se hicieron sobre cincuenta cautivos, y se
dió muerte á treinta y cuatro combatientes,
Incorporado Laso con todas sus fuerzas en la casa
vieja de Puren, en aquel dia y en el siguiente, los Es-
pañoles abrasaron todas las legumbres y productos de
aquel ameno y delicioso territorio , transfiriendo los apo-
sentos de un punto á otro luego que asolaban el primero.
Durante esta operacion , Vinieron al campo español
muchos Indios y mujeres, los primeros con mensajes ,
y las mujeres para hacer súplicas al gobernador por el
buen trato de los prisioneros. En vista de que algunos
pedian la paz, rogando que suspendiesen los Españoles
el asuelo de sus tierras , Laso mandó suspender la eje-
cucion por tres dias, |
A este propósito, Tesillo suelta una tirada que real-
mente no nos atrevemos 4 calificar por temor de llamarla
implicitamente odiosa, Segun este autor, la virtud mili-
tar de Laso, — fidelidad 4 sus promesas, — era ociosa
con estos rebeldes, en quienes no habia fidelidad, y era
cosa dura que España guardase su palabra con ellos,
CAPÍTULO LIX. 199
sin que ellos la guardasen nunca con España, llamán-
dolos por último monstruos, é hijos de la ambicion.
Viendo el gobernador, al cabo de los tres dias de sus-
pension , que los mensajeros de paz no volvian , mandó
continuar el asuelo aun con mas rigor que ántes, si era
posible. Los Araucanos miraban desde lejos , reunidos en
grupos, la ruina de su hermoso suelo cuyas cosechas -
>
aquel año hubieran sido abundantísimas en exceso, $
tanto mas , cuanto despues que habian hecho las
bras, sus habitantes habian disminuido considerable
mente en número, por los muchos que las armas esp
- holas habian muerto y llevado á cautiverio, sin contar
otros, que con este temor se habian expatriado ó mudado
de morada. Bi
Mientras tanto, un cacique de Puren, llamado Lianca,
que era uno de los que habian venido con propuestas de
paz, hacia cuanto podia para que los suyos se acojieran
á ella; pero el venerable Lianca perdia el tiempo. Segun
decia este, sus paisanos no la aceptaban porque preferian
morir á ser esclavos, y que por eso debian reunirse allí
en el mes de marzo, con el fin de preparar la venganza
desus ultrajes ó perder con gloria la vida. Sin embargo,
Lianca consiguió volver con algunos otros á presencia
del gobernador, y les arengó él mismo diciéndoles :
« Decis que el amor de la libertad os impele á la
- guerra, tanto como la memoria de las agresiones y ul-= '
trajes que han venido 4 hacernos los Españoles. Eso seria
bueno si los que están hoy aquí fueran los que han venido
con Almagro, que rechasásteis valerosos; Ó los que
vinieron con Valdivia, al cual habeis resistido , así como
tambien á algunos de sus sucesores. Pero despues, 0S
habeis acojido á la paz, y reconocido por vuestro señor
500 HISTORIA DE CHILE.
al rey de España; y desde este punto somos rebeldes y
por eso nos tratan como á tales. Hace cuatro años que
os sustentais con yerbas del campo, porque vuestras
cosechas os faltan, quemándolas y talándolas continua-
mente los Españoles. De modo que todo cuanto haceis
por la libertad os convierte en esclavos de esta libertad.
Reconoced, al fin, al rey y ála razon. Lastimaos de vos-
otros mismos y de vuestros hijos y mujeres, que necesa-
riamente caerán en manos de los Españoles, ó morirán
de hambre en los montes. Esto os lo digo por vuestro bien;
en cuanto á mi, estoy resuelto á apartarme para siempre
de vuestros levantamientos, »
Así habló el sesudo Lianca y su discurso pareció , al
principio , haber persuadido á los demas Indios. Pero se
halló allí justamente un mestizo, del nombre de Chica-
guala, que habia bajado de la Imperial, y que aun habia
hablado el dia ántes con el gobernador. Este mestizo
frustró el buen efecto de las persuasiones de Lianta,, in-
citando á los otros á la guerra, y marchándose con la
mayor parte de ellos. Lianca y algunos otros se acojieron
á la paz, rogándole levantase en Puren , y poblase un
fuerte de Españoles para protejerlos, Laso formó consejo
para deliberar sobre este punto, y resultó que accedió
á la súplica de Lianca y de los otros.
No podemos ménos de notar aquí una de estas contra-
dicciones increibles que quitan la voluntad de dar impor-
tancia alguna á las opiniones de los escritores de aquel
tiempo. Segun Tesillo, « este consejo de levantar y poblar
un fuerte en Puren, era sospechoso , puesto que tuviese
por objeto la paz; porque un proyecto de paz entre los
que ganaban honra y riquezas en la guerra, no podia
menos de serlo, Bien que no esté siempre en manos de los
CAPÍTULO LIX, 501
hombres el asegurar la paz, cree dicho autor que mas de
una vez ha estado en manos de algunos el excusar los
desastres de la guerra. Es cierto que el fin 4 donde se
encamina la guerra, es la paz; pero si esto se entiende
y se hace en todas partes, no sucedia lo mismo en Chile,
porque allí, de la guerra surtian para muchos los bienes
y conveniencias de la vida, »
Volviendo al asuelo de Puren, Laso lo mandó continuar
durante todo el mes de enero; pero mientras tanto
algunos Indios de paz le vinieron á dar parte de que los
de guerra proyectaban echarse sobre Acauco. Laso envió
á Rengel, capitan de auxiliares, con doscientos de estos
y cien Españoles, á atajarlos. Marchó Rengel, y al paso
por Ílicura, destrozaron algunas casinas y aprisionaron
unas treinta personas con dos caciques. Despues de esto,
continuaron sobre Arauco, pero no hallaron allí ene-
migos. |
En principios de febrero, levantaron el campo los
Españoles y se pusieron en retirada. El primer dia, se
notó la falta de un Indio ianacona, cristiano , y todos
creyeron que sin duda alguna le habia cojido el enemigo.
Ya lamentaban su desgraciada suerte, cuando hé aqui
que llega Gurinamon, cacique de Puren, montado en
un magnífico caballo y armado con brillantes armas de
Europa (1), con otros cuatro, y con el Indio cristiano
que se habia echado de menos en el ejército. Llega Cu-
rinamon al jeneral, que le recibió con mucha cortesía ,
y le presentó el Indio ianacona , diciendo á Laso, que lo
habia hallado dormido en un monte, y se lo traia por
afecto á su persona , y noobstante los graves daños que
les habia causado en sus tierras.
(1) Quitadas á los Españoles, dice Figueroa.
502 HISTORIA DE CHILE,
Este Curinamon deseaba la paz, y lo mas particular
es que la deseaba contra la voluntad de su mismo padre,
Para que la paz fuese duradera, decia él á Laso, seria
preciso levantar las antiguas ciudades españolas, y
poblarlas con Españoles menos codiciosos y sanguinarios
que los antiguos. Trayendo entre nosotros muchos Espa-
ñoles, conseguireis mas fácilmente la paz porque muchos
la desean. |
- Tras de esto, Curinamon, que vió los ojos de envidia
con que los oficiales miraban las hermosas y lucientes
armas que llevaba, y que muchos le pidieron con pro-
posiciones en apariencia ventajosas, las dió al capitan
de la Lastra, de cuyas manos pasaron posterior-
4 las del marqués de Vaides,
iS Entre otras cosas raras y notables de esta campaña,
hubo una plaga de arañas, cuya mordedura, segun varios
autores, daba la muerte á los soldados con síntomas de
rabia, yéfiútctios murieron así; y esta fué una de las
causas para apresurar la salida de Puren, en donde, por
otra parte, se habia conseguido el objeto, puesto que los
Indios de allí estaban resueltos á retirarse 4 la Imperial,
y aun mas allá. En Micura, sucedia lo mismo, y ya esta
provincia quedaba casi totalmente abandonada. En la
retirada , á cada étapa se veian venir Indios 4 pedir la
paz, movidos por el amor á sus hijos y mujeres cautivos;
y muchos sin esto, ya cansados de padecer otros males,
hacian lo mismo.
Todo el mes de febrero , lo pasó Laso en San Felipe,
hasta que pareciéndole oportuno el ir 4 ver lo que ha-
cian los enemigos de la costa, fué y dió órden al maestre
de campo Rebolledo que saliese con cuatrocientos Espa-
ñoles, infantería y caballería. , llevando consigo á Aterica
>
. Y
¿CAPÍTULO LIX. 503
con quinientos auxiliares. Rebolledo marchó para esta
expedicion y se echó de repente sobre Calcoimo y Ke-
lomo, donde hizo todo el mal que pudo, y aprisionó cin-
cuenta individuos, de los cuales era uno el famoso Guri-
milla, cacique que habia hecho muchas correrías por
las fronteras españolas, y cuya cabeza envió como pre-
sente á los auxiliares de San Cristoval y Arauco, á los
cuales Curimilla habia hecho mucho mal (1).
(1) Sin duda, este es otro Curimilla, puesto que ya Perez García nos ha
dado un toquí de este nombre por muerto, Igualmente, en esta campaña que
concluye, el mismo autor nos cuenta que hubo en lliura un gran choque con
Huenucalquin , el cual se defendió hasta morir. Tesillo no dice una palabra,
ni vuelve 4 hablar de este jefe araucano, — Hay en esto reticencia de Tesillo.
$
Ed
ss CAPITULO LX.
Laso en la Concepcion.—Recibe parte de una nueva tentativa de Putapichion.
so
ñoles y Araucanos. — Nombran estos por toquí á Curanteo. — Muerte de
este.— Sucédele otro Curimilla.
(1634.)
pati € E
Desde la Concepcion , 4 donde se retiró 4 fines de
marzo , el gobernador informó al rey del estado en que
se hallaba la guerra de Chile, exponiéndole que se nece-
sitaban dos mil buenos soldados para darle pronto fin.
Durante la cuaresma, no hubo un solo parte de agre-
sion de los Indios ; pero la víspera de Pascua, llegó uno
de Villanueva anunciando que Putapichion venia contra
él con fuerzas imponentes. Laso le mandó en respuesta
tomar posicion en la Laja, á donde llegaria él mismo
muy pronto, y le cumplió su palabra juntándose con él
muy luego en dicho punto.
Bien que las fuerzas que tenia allí fuesen muy inferio-
res á las que se suponian al enemigo, ya no habia lugar
para pedir mas á Arauco, y se resolvió 4 esperarlo. Entre-
tanto un auxiliar, llamado Mavida, activo y sagaz, que
habia ido con veinte de los suyos á la descubierta , vió á
orillas del Biobio los corredores de Putapichion en
mayor número que los que él mandaba. En vista de
ello, envió corriendo á pedir al gobernador un refuerzo
de treinta, que le fueron destacados sobre la marcha y
CAPÍTULO LX. 505
con los cuales entró en accion con los del enemigo, lo
batió y le hizo algunos prisioneros , entre los cuales se
hallaba un hijo del célebre Ancanamun , que el lector ha
conocido. Uno de los que se salvaron dió parte á Putapi-
chion de lo que acababa de suceder, y viendo este que
su marcha estaba descubierta, se retiró desde allí mismo.
Villanueva, que lo supo, le fué al alcance hasta Pella-
guen ; se encontró con un trozo de Araucanos, mató á
treinta y aprisionó cincuenta, de los cuales era uno un
cierto Puelentaru, que gozaba de una grande reputacion
militar. Pero aquí se acabó, porque el gobernador cayó
gravemente enfermo y tuvo que retirarse á la Concep-
cion por abril, en donde luchó entre la muerte y
la vida, hasta el mes de agosto en que felizmente se
hallaba en estado de buena convalecencia. Entonces, los
médicos y los asuntos del estado exigieron que mudase
de clima y salió para polio por mar hasta Valpa-
raiso.
Pero aquí, debemos de notar que si este viaje por
mar era bueno para su salud, primer objeto sin duda
alguna, tenia por otra parte Laso que dar cumpli-
miento á una real cédula que habia recibido aquel año,
cédula que el maltrato cruel que daban los encomenderos
á sus Indios habia arrancado con cólera de manos del
monarca, que exijia su cumplimiento con premura.
Parece, en efecto, que el remedio era demasiado tar-
dío ; que los abusos hechos con los Indios de paz estaban
muy inveterados , sin que se viese provecho , cosa muy
de notar, para los que cometian estos abusos. Ademas,
no era fácil conciliar todo lo que mandaba la real cédula
con los intereses públicos, y Laso se hallaba muy per-
plejo. Sin embargo , animado de su celo y buenas inten-
506 HISTORIA DE CHILE.
ciones, no solo tomó consejo de la real Audiencia y del
cabildo, sino tambien de cuantos estaban en estado,
por sus luces y conocimientos, de aclarar la cuestion,
Pero tal fué la diversidad de pareceres que le dieron,
que despues de haberlos tomado, se halló mas confuso
que ántes; por donde se verá cuan difícil era el poner de
acuerdo las miras ú las pasiones de los diferentes intere-
08.
Por fin, concluyó el gobernador dando cumplimiento
á dicha real cédula, es decir, dejando libertad 4 los In-
dios; descargándolos del servicio personal, y de parte
de los gravámenes de las tasas que pagaban, sin que
esto surtiese mejor efecto en lo futuro, que lo habian
surtido medidas análogas en lo pasado.
Mientras Laso llenaba estos deberes en la capital, los
comandantes de los fuertes hacian el suyo. Por setiem-
bre, el maestre de campo y el sarjento mayor marcha-
ron á Cauten, donde toma su fuente el rio de este
nombre, que, como se sabe, es el de la Imperial,
Putapichion se hallaba á la sazon entre este rio y la
sierra 6 cordillera Nevada, combinado con Antiguenu,
cacique rico y de renombre, y los dos mandaban
fuerzas respetables. Marchó el ejército español contra
ellos y apresó tres corredores , por los cuales se supo que
un desertor auxiliar, llamado Pichiñanco, soldado de
experiencia y de valor, se habia juntado con ellos. Estos
jefes debian tener una asamblea al dia siguiente, cinco
de octubre , con todos los de Pubinco en Curalab, con
cuyo objeto se habian de reunir aquella misma noche en
Con estos datos, los comandantes españoles resolvie-
ron sorprenderlos , y para ejecutarlo, Rebolledo corrió
CAPITULO LX. 507
4 Cauten con sus tropas, mientras Villanueva con las
suyas caja de improviso sobre Elol, Hecha esta combina-
cion de movimientos, se separaron los dos jefes espa-
ñoles; pero Villanueva, antes de llegar al punto de
reunion de los Indios, tropezó con una casina en donde
habia treinta de estos y tuvo que hacer ruido batiéndose
con ellos, porque opusieron una resistencia furiosa. De
manera que el plan de sorpresa quedó desconcertado, y
se limitó Villanuevaá los resultados ordinarios de algunos
muertos y prisioneros,
Desde entonces, ya no le quedaba que hacer en este
punto y se fué 4 incorporar con Rebolledo, con el cual
hizo su juncion muy á tiempo, puesto que este maestre
de campo, habiendo destacado algunas partidas que-
dándose con una reserva, se habia visto atacado con
vigor por los Araucanos, los cuales recibian refuerzo casi
al mismo tiempo que le llegaba á Rebolledo el del
sarjento mayor Villanueva. Los Araucanos cargaron
de nuevo; pero fueron rechazados , bien que se hallasen
mandados, — á lo ménos así lo pensaron los Espa-
ñoles, — por el mismo Putapichion que fué aun herido.
en esta accion. Sea como quiera, si los Araucanos se
retiraron, los Españoles hicieron lo mismo, bien que
con ciento y cincuenta prisioneros y dejando solo tres
muertos.
Es cosa muy de notar que el autor que acabamos de
citar y que no se halló en esta expedicion porque estaba
en Santiago con Laso, dice que supo estos detalles por
cartas de Rebolledo y Villanueva, cartas tan discor-
dantes que le habia sido imposible, por de pronto, el
formarse un juicio probable del hecho. Pero que esto no
era de extrañar, puesto que estas disonancias eran muy
508 HISTORIA DE CHILE.
frecuentes entre los diferentes comandantes del ejército
de Chile, tan frecuentes como sus rivalidades y discor-
dias.
En este instante, recibió aviso el gobernador de que
los Butalmapus habian nombrado por toquí jeneral á
Curanteo , y con esta noticia reunió el cabildo para
pedirle caballos de remonta, que él se obligaba á pa-
gar muy en breve. El cabildo se los aprontó , y al punto
el jeneral los envió á la frontera, quedándose él aun
en la capital, en donde , el 1? de enero de 1635, fué
convidado por los capitulares á presidir la eleccion de
- nuevos alcaldes.
Muy luego despues , recibió parte del maestre de
campo con el relato de su nuevo encuentro con los
Araucanos, en el cual habia perdido la vida el nuevo
toquí Curanteo. Con esto, Laso se quedó todo el año en
Santiago sin pasar á la frontera.
i
é
CAPITULO LXI.
Reúnense los Araucanos en Pelleguen con proyectos hostiles. — Sorpréndeles
el maestre de campo.— Hace prisioneros, y atrae algunos Indios á la paz.—
guenle los Españoles y rescatan los caballos. — Sale el capitan Mejorada de
Castro hasta Osorno.—Castiga aquellos Indios matando á ciento, y se retira
sin pérdida. — Entra el invierno. — Los Indios de Tirua quitan caballos á
los Españoles. — Siguen las correrías, — Proyecto de repoblar á Valdivía.—
Dilaciones.—Vuelve Laso á la Concepcion, á donde llega el 15 deenero 1636,
(1635.)
No habia desengaño posible para los Araucanos por la
resolucion firme é irrevocable que habian formado de
morir todos antes que rendirse.
Por otro lado, tampoco habia desengaño posible para
los Españoles, por la resolucion firme é irrevocable de
los hombres de guerra que mandaban, de eternizarla
por su propia honra y provecho.
Estos son los dos puntos esenciales que la historia ha
tenido hasta ahora que aclarar, y que quedan tan m mi-
fiestos y patentes, que los lectores no pueden en concien-
cia conservar la menor duda acerca de ellos y de la con-
secuencia moral que se sigue. >
A la entrada del año de 1635, habia discordia entre
los Araucanos, introducida entre ellos por maña y des-
treza del maestre de campo Rebolledo. Sin embargo,
aun supieron concertarse, dándose punto de reunion
en Pellaguen para caer sobre Arauco. Recibió aviso
de este proyecto Rebolledo, y con mucha cautela y
silencio se echó de improyiso, con una columna lijera,
de
510 HISTORIA DE CHILE.
sobre ellos, los sorprendió , y aprisionó cincuenta indi-
viduos y á un cacique. Algunos otros se acojieron á la
paz, y uno de ellos fué el cacique de la parcialidad ,
llamado Guarapil, con toda su familia. El maestre de
campo regresó con quietud á Arauco.
Con todo eso, de allí á pocos dias, un AA
de eñemigos sorprendió con éxito á los auxiliares de Cu-
rilebo, y se llevaron un buen número de caballos. Toca-
ron generala, se formaron los soldados Españoles, los
persiguieron, los alcanzaron en Puren, cojieron á cinco
de ellos y rescataron los caballos. Estos cinco prisione-
- ros contaron que los suyos se preparaban á atacar la
reduccion del general auxiliar Catimalá con quinientas
lanzas ; y Rebolledo volvió á salir para Calcoymo, y con
- emboscadas consiguió cojer á doce corredores enemigos,
los cuales confirmaron la noticia de que cerca de allí
reunidos ochocientos combatientes araucanos. La
noche se acercaba , y Rebolledo temió que los enemigos
recibiesen nuevos refuerzos para el dia siguiente, te-
niendo , por otro lado, un mal terreno que podria serle
ventajoso. En consecuencia, se retiró en buen órden
todas sus fuerzas bien concentradas á tierra llana,
destacando al Indio auxiliar Marinau á los altos de Puren
para que desde allí vijilase los movimientos del enemigo.
Este auxiliar dió parte al maestre de campo de que en
efecto sabia con certeza que mil caballos iban á cargar
el campo español, y Rebolledo creyó deber retirarse á
Arauco , á donde tuvo el buen éxito de llegar sin ser
atacado.
En la isla ici de Chiloe, habia , en Castro, unos
cien soldados de caballería, y en la de Galbuco, unos
setenta de infantería, con las miras unos y otros, mas
CAPÍTULO LXI. 5141
bien de vijilar los Indios de paz y la seguridad de los
moradores españoles, que para hacer correrías entre los
guerreros vecinos de Osorno. El gobernador tenia moti-
vos recientes de quejá contra estos, y envió órden al
capitan Sanchez Mejorada, que era gobernador allí,
para que saliesé con sus fuerzas á castigarlos. Salió Pedro
Mejorada, y llegó hasta Osorno, apesar de una grande
resistencia, dando muerte á ciento de los enemigos y
retirándose él luego sin pérdida notable,
Entretanto, llegaba el invierno, ya estaban á fines de
marzo, y queriendo aprovechar el poco tiempo que que-
daba, Laso envió órdenes para que el ejército hiciese una
campaña. Salieron el maestre de campo y el sarjento
mayor, el primero contra Pellaguen ; y el segundo contra
Utamlevo. Despues de haber cautivado ciento y cincuenta
individuos, con muerte de otros veinte, se reunieron en
elestero de Lumaco, reconocieron Puren y la Cien
no hallaron 4 nadie en toda la provincia, con lo cuai se
retiraron á sus cuarteles de invierno, que se anunció
tan riguroso, que en los meses de mayo y junio ni una
partida lijera pudo salir 4 campaña. Pero al parecer, los
rigores del invierno no arredraban tanto á los Araucanos
como á los Españoles, puesto que algunos de Tirua,
que eran los mas cercanos por la parte dela costa, llega-
ron á Arauco y hasta el fuerte de Colcura, y se lleva=
ron de una reduccion de Indios amigos hasta cincuenta
caballos. Picado Rebolledo , salió, á pesar de las incle-
mencias del cielo, hasta Tirua mismo, pasando el rio en
balsas con una partida lijera, y tanto se internó, que
tuvo tiempo el enemigo para reunir quinientos comba-
tientes. Gon todo, Rebolledo se mantuvo firme, y los
Españoles se batieron con tanto ánimo, que mataron á
512 HISTORIA DE CHILE.
treinta de los enemigos, y cojieron trece con mas de
cien mujeres y niños.
Por parte de San Felipe , Villanueva destacó alguna
jente con un ayudante, y un Indio prisionero por guia,
para que fuese 4 destruir algunos ranchos enemigos que
habia por encima de Puren. Llegaron los Españoles y
hallando los ranchos despoblados, continuaron su mar-
cha hasta Cauten, en donde cojieron cuarenta mucha-
chos, y mataron á veinte Indios, pero tuvieron que reti-
rarse apresuradamente porque los enemigos se pusieron
en su alcance. En Malloco, se atrincheraron en un des-
filadero, en el cual se defendieron tan bien, que los
enemigos se retiraron desanimados, dejando á los
Españoles volver en salvo á sus cuarteles,
En estos detalles de que abunda con demasiado exceso
el gobierno de don Francisco Laso de la Vega, hay,
e S oiegas del fastidio de la similitud idéntica de aconteci-
ientos, similitud por la cual mas de una vez creerá el
lector ver el mismo repetido por inadvertencia ; hay, de-
cíamos , ademas de esto, la poca sinceridad de las narra-
ciones, poca sinceridad tan manifiesta, que el lector
mismo, sin querer, ve claramente lo que el escritor omite
con mal acertada intencion,
Llega por fin la primavera, y 4 primeros de octubre,
sale el ejército á campaña ; pero la estacion bella se mos-
tró tan horrorosa , que sus inclemencias de viento y tor-
rentes de lluvia eran peores que las del invierno. Gon
los mayores trabajos, llegaron los Españoles al rio de
Coypú, infinitamente poco caudaloso en todos tiempos,
pero tan soberbio en esta ocasion, que detuvo al ejército
muchos dias sin que lo pudiese pasar. Duraban estas in-
temperies, y, en lugar de disminuir, parecian cada dia
CAPÍTULO LXI. 513
mas enfurecidas, en términos que los soldados y hasta
los mismos jefes se hallaban abatidos y de mal talante.
Sin embargo, los jefes la tomaron por punto de honor,
y resolvieron el paso del rio con balsas improvisadas, y
lo ejecutaron con pérdida de algunos ahogados, españoles
y auxiliares. En Puvinco, distribuyeron las tropas en
columnas para correrías, y estas llegaron hasta el rio
Tabon, matando enemigos, aprisionando hasta ciento y
veinte individuos, y llevándose muchos caballos y armas
ofensivas y defensivas,
Esta jornada fué llamada la de Mongon, por compara-
cion de la detencion é inconvenientes que experimentó
en ella el ejército á los que experimentan los navegantes
al pasar el promontorio que hay desde Guayaquil al Ca-
lao, por corrientes y vientos contrarios. De resultas de
esta jornada hubo entre los oficiales y soldados tantos
cuentos y chismes sobre el ánimo y desánimo que tales 4
y cuales habian mostrado en estos dias adversos, que :
realmente se podia decir que era un puro influjo del.
clima este estado de enemistad, y mas bien naturaleza
que mal hábito contraido por el ejercicio de la envidia.
En este mismo año, recibió el virey, conde de Chin-
chon , reales órdenes concernientes á la repoblacion de
Valdivia, como tambien las habia recibido el mismo go-
bernador de Chile. Acerca de la ejecucion de este
proyecto, estas dos primeras cabezas de gobierno no
estaban enteramente acordes. El conde, que no conocia
cuan importantes serian las fortificaciones de esta plaza,
reputaba superfluo el gasto que se haria para levantar-
las; y Laso, que conocia la importancia de dichas forti-
ficaciones, pugnaba por que se levantasen noobstante
que ocasionasen gastos, y buscaba medios y arbitrios
11. HisTORIA, : 33
514 HISTORIA DE CHILE.
para conseguir el fin, que le parecia muy interesante. Tan
larga fué la dilacion causada por estos debates, que hubo .
lugar á que llegase nueva órden perentoria para que dicho
proyecto se ejecutase. Tuvo que resolverse el virey, y
despachó un navío á Valdivia, y al capitan de ingenieros
y cosmógrafo mayor don Francisco de Quiros, con ór-
den de sondar, demarcar y trazar, y, hecho esto, de
pasar á la Concepcion á fin de comunicar sus planes al
gobernador, Dió Quiros debido cumplimiento á esta Ór-
den, y despues regresó al Perú para dar parte al virey
de los resultados de su operacion. El conde, que habia.
buscado sin fruto empresarios que quisiesen encargarse,
mediante gracias y favores, de esta costosa obra, remitió
su ejecucion al gobernador de Chile para que la hiciese
por los medios que las reales cédulas expresaban, Este
modo de dar cumplimiento á las reales cédulas era
- + diferirlo de nuevo, puesto que no expresaban los medios
que debian emplearse en la ejecucion de las obras pedi-
das; y, tal vez, dar lugar á que en España. reflexiona-
e - sen mas sobre la materia de que se trataba.
- Tesillo dice, que acerca de esto, ha presentado alguna
vez ciertas consideraciones á don Francisco Laso, el
cual mantuvo con entereza, y aun con alguna severi-
dad, la excelencia de su opinion. Si es cierto, dice este
escritor, que un enemigo europeo puede entrar sin
grandes dificultades en Valdivia, tambien lo es que
no ignorará el arte militar lo bastante para fortificarse
en dicho punto, sin probabilidad de conservarlo, y, lo
que mas es, sin utilidad, aun cuando lo lograse. Y pro-
siguiendo en la materia, el mismo autor opina que no
habia que temer que los Indios fuesen mas inclinados á
otros extranjeros que á los Españoles, como lo habian
CAPÍTULO LXI, 515
manifestado con sus actos hostiles contra los piratas ho-
landeses que habian llegado al mar del Sur en 1600.
Como, en efecto, esta demostracion queda ya hecha,
de muy atras, los lectores deben estar bastante entera-
dos para formarse juicio por sí raismos de la importancia
de la cuestion.
En esto, el gobernador recibió aviso de que los Árau-
canos se preparaban de nuevo á la guerra, y habian
nombrado por general al intrépido Curimilla, y con esta
noticia, salió Laso con la tropa que pudo juntar, el 22 de
diciembre para la Concepcion, á donde llegó el 15 de
enero de 1636, y de donde muy pronto se puso en cam-
paña,
ES
CAPITULO LXII.
Sale el gobernador de Arauco con fuerzas. Un prisionero auxiliar descubre su
marcha al enemigo, y vuélyese á la plaza. — Sale de ella segunda vez para
las tierras de Marinao. No le aguardan los enemigos. — Las fronteras que-
dan casi enteramente libres de ellos por sus emigraciones hacia el Cauten.
— Resolucion de leyantar dos poblaciones ; una á orillas del Coypú, y otra
en Angol.—Va el gobernador á reconocer para leyantar planes, y se vuelve á
la Concepcion sin haberlos ejecutado.
( 1636.)
Despues de algunos dias de sosiego, el gobernador
proyectó una expedicion á Pelulcura , provincia confi-
nante á la Imperial, y llegó á ella con la espada desen-
vainada causando espanto á los enemigos. Como habia
reservas de dinero para pagar espías, Rebolledo, que
era muy liberal de lo que nada le costaba, no las habia
- escaseado. Por este lado, si los enemigos eran numero-
505, tenian mucha ménos aptitud militar por falta de
ejercicio y experiencia. La víspera de Navidad, el go-
bernador dejó la frontera de San Felipe al cargo de
Villanueva con doscientos hombres, y salió con las de-
mas fuerzas para Arauco (4). Para la segura ejecucion
de sus planes, creia Laso que habia que temer unincon-
veniente , el cual era la fuga de un auxiliar, llamado
Cuero, que acababa de pasar al enemigo, y probable-
mente no habria dejado de enterarle de los preparativos
(1) Tesillo, — Por esta citacion, se ve el poco fundamento de unos ó de
otros, — sino de todos, — de 108 escritores de la época : segun García,
llega Laso á la Concepcion el dia 15 de enero 1636; — segun Tesillo , sale de
pa que el 24 de diciembre 1 635.—¿A quién creer poe fortuna, esto im-
*
CAPÍTULO LXII. 517
de los Españoles para irle á buscar; pero noobstante ,
salió de Arauco con tropas españolas y auxiliares que
componian una, fuerza efectiva de mil y quinientos hom-
bres.
El enemigo no estaba lejos de allí y sus batidores no
tardaron en encontrarse con las descubiertas españo-
las, á las que hicieron algun mal matándoles algunos
auxiliares, y cojiendo prisionero á uno. Este fué causa
de que esta leve circunstancia se hizo grave, diciendo
todo lo que sabia de las intenciones y marcha de los
Españoles; y, en efecto, los Araucanos, despues de
haberle degollado, esparcieron la alarma entre sus guer-
reros.
Este malhadado azar obligó á Laso á volverse á
Arauco con el fin de adquirir nuevas ántes de empren-
der su expedicion. Para eso, destacó cien auxiliares con
treinta tiradores españoles que fueron á la descubierta y
cautivaron en Calcoymo á cinco mujeres y dos Indios,
por los cuales supieron que el desertor Guero habia cau-
sado mucho cuidado á los suyos anunciándoles la proyec-
tada invasion de Pelulcura, bien que les pareciese in-
verosímil. Con estas señas y otras, Laso envió por
delante al teniente de auxiliares Munzibay con tres-
cientos y ochenta de sus soldados y algunos tiradores
españoles, y órden de ocupar todos los pasos y veredas;
y él mismo le siguió muy de cerca yéndose á alojar en las
tierras de Marinao cerca de Paicavi. Munzibay habia
dividido sujente en columnas, de las cuales Longo de
Gue, hijo del jeneral Catimalá, mandaba una de sesenta
hombres. Este encontró , el martes 22 de enero á media
noche, á diez enemigos no lejos del estero de Juan
Agustin, y cojió á dos, por los cuales supo que los
o
518 HISTORIA DE CHILE.
Araucanos se hallaban reunidos en el Manzano, á dos
leguas de allí. Longo de Gue pasó este aviso al goberna-
dor, y simultaneamente al teniente Munzibay, que
estaba apostado en el estero de Claroa con el resto de
su tropa. Pero el enemigo, ya prevenido por sus ocho ba-
tidores , se habia concentrado con todas sus fuerzas una
legua mas atrás. El teniente Munzibay lo siguió con
cautela hasta Copaybo, punto en donde se juntan los
caminos de Relomo y Calcoymo, y lo alcanzó en un
desfiladero donde se habia atrincherado, con toda su
caballería desmontada que ascendia á trescientos hom-
bres. Manzibay siguió este ejemplo, y con sus tiradores,
iguió desalojarlo, matándole treinta y nueve hom-
bres, y poniéndole en huida declarada. En esta huida,
los Araucanos dejaron muchas armas y caballos. El co-
mandante de los auxiliares envió incontinenti parte del
hecho al gobernador por medio de uno de sus soldados
llamado Quenterlu, — «¿Cuantos son los muertos? le
preguntó el gobernador? —No tuve tiempo mas que para
matarlos, sin pensar en contarlos,» respondió qu
terlu.
Si el gobernador se hubiese detenido tres dias mas
en Arauco, sin duda alguna hubiese encontrado el ene=
migo resuelto á esperarle, en atencion á que tenia dos
mil guerreros de Calcoymo, Relomo, Pellaguen, Tirua,
Repocura., la Imperial, Cauten, y Tolten, puntos que
habia atravesado la flecha mensajera de la guerra , des-
pedida por Marinao y por su hermano Curinamon.
Pero ahora, ya Laso se halla desesperanzado de ver
la cara al enemigo, y noobstante, siente tanto ver inutili-
zados sus preparativos de campaña, que aun quiere hacer
una nueva tentativa para atraerlo, Con este fin, simula
CAPÍTULO LXII. 519
una retirada con gran ruido de tambores y clarines, ti-
ros, y llamas de incendio, y hace alto cerca de
orillas de un riachuelo. Desde allí, envia á Rebollec
con mil caballos, Españoles y auxiliares, contra Pelul=
cura, quedándose él con la infantería. Cada soldado de
los de Rebolledo llevaba en grupa víveres para los dias
que podia durar la expedicion.
« Y aquella primera noche (dice Tesillo, en substán=
cia), nos emboscamos en parte segura para la caballería,
teniendo á espaldas un estero sin nombre, pero el cual,
desde entonces fué llamado el estero de las Truchas, por
la infinita abundancia que habia de ellas. Como capitan
de caballos, me hallaba presente, y puedo ase;
habia tantas, que obstruian el estero, y. los adios las
pescaban con las mantas.
» Desde la emboscada, destacó Rebolledo cien auxi-
liares para ocupar todas las avenidas , y estos cojieron
á cinco de los enemigos de la reunion de Relomo,
que andaban reconociendo. A orillas del rio Tirua,
nuestras descubiertas avistaron seis corredores; pero no
les tiraron por no hacer ruido, cuidado que fué inútil
porque en este mismo lance, se pasó al enemigo un ne-
- gro, trompeta de la compañía de don 'Tomas Ovalle.
Sin embargo, avanzó Rebolledo dejando los caballos
de refresco á la orilla del rio con treinta hombres, La
tropa lo pasó casi 4 nado. Los Indios auxiliares, qué
iban de vanguardia, á penas se vieron á la otra orilla,
desaparecieron á rienda suelta sin que nadie supiese
quien habia mandado este movimiento desordenado.
>El país, aunque montuoso, ofrecia veredas de buen
piso, mas tan estrechas, que los soldados tenian que
desfilar uno 4 uno. En algunas partes, hubieron de subir
e
500 a HISTORIA DE CHILE.
bajar por peligrosos precipicios. Ha sido caso verdade-
mente increible y milagroso que en esta marcha el
enemigo tuviese poquísimas fuerzas, porque lo teníamos
ya sobre la retaguardia sin poderle hacer frente, y con
solos cien hombres hubiera podido degollar fácilmente
seiscientos que allí íbamos.
» Los auxiliares , á lo que pareció luego, habian cor-
rido hasta Pelulcura. Rebolledo, con algunos reforma-
dos, habia esperado por los Españoles, y los capitanes
Ura y Cavaleta, que iban de vanguardia, se le incorpo-
raron , así como tambien Ovalle y Herrera, que manda-
ban el centro; los primeros, á las cinco de la tarde, y
estos, dos horas despues. El capitan Juan Vazquez de
Arenas y yo llegamos mas tarde con la retaguardia, por-
que nuestros caballos ya no podian mas de cansancio.
> » Aquella noche la pasamos sobre las armas, y tuvimos
que rechazar al enemigo, ya reforzado, por tres veces.
Al amanecer, nos pusimos en marcha; pero luego hici-
mos alto con gran temor de que muchísimas huellas de
caballería que notamos de repente, y que indicaban que
los caballos se habian dirijido á nuestras fronteras, fuesen
de enemigos. Sin embargo, continuó la marcha , aunque
con alguna zozobra, y á pocho trecho, avistamos á
nuestros auxiliares, los cuales habian cogido en Pelul-
cura sesenta mujeres y niños con tres caciques. Era ruin
_ producto de una expedición tan premeditada y tan pe-
noSa ; pero aun se consiguió que los Indios de Tirua. , de
Calcoymo y de Relomo se fuesen retirando y emigrando
hacia el Cauten. »
Por todos estos infinitos detalles , invariables, inevi-
tables y continuamente repetidos, vemos que las fronte-
ras se hallaban ya libres de enemigos, y que si los Es-
CAPÍTULO LXII. 529
de
pañoles querian guerra, tendrian que irla á buscar
bastante lejos. La primera consecuencia de esta situacion
era que ellos ocupasen los lugares dejados por los Arau-
canos, so pena de haber derramado sangre para fabri-
car desiertos, y realmente este resultado no merecia la
pena. Parece que Laso hizo la misma reflexion, puesto
que dió parte al virey de este pensamiento, sujerido ya
muy de antemano por el mismo conde de Chinchon al
gobernador Laso. Porque es preciso confesar que este
virey atendia con mucho celo á las cosas de Chile. En
su tiempo y vireinato jamás se oyó la menor queja de '
olvido. Los beneméritos no tenian ni aun necesidad
de solicitar recompensas exponiendo sus servicios; el
virey los sabia y premiaba cuando ménos los interesa-
dos lo esperaban. Es verdad que en gran parte esto
era debido al celo del mismo Laso , que no perdia nin-
guna ocasion de recomendarlos, manteniéndose él mismo
en la mas atenta armonía con el virey, como hubieran
debido hacerlo todos los gobernadores. El estar mal con
los vireyes del Perú era calcular muy mal los intereses
del reino de Chile. Sobretodo, el conde de Chinchon ,
sabido es, ha dejado un renombre glorioso, no solo en
el Perú y en Chile, sino tambien en todas las Américas.
Por fin, determinó don Francisco Laso levantar una po-
blacion á orillas del Coypu, y otra en Angol.
Se hallaba, por marzo de este año, en la estancia del m
Rey proyectando una nueva expedicion ántes que el in-
vierno volviese á paralizar todos sus movimientos, Su
primer objeto era el reconocer el sitio en donde se ee
trazar la nueva poblacion á orillas del rio Coypú,
marchó con las fuerzas de Arauco y de San Felipe, reu-
nidas en el Nacimiento, á Angol, en donde se alojó. Sus
dh
se
522 . HISTORIA DE CHILE,
primeras disposiciones fueron, como era natural, ocupar
las veredas y caminos por donde podian venir enemigos,
y mandó que se diese este encargo á don Antonio de
Novoa y á don Domingo de la Parra con docientos cin-
cuenta auxiliares y algunos tiradores españoles, Estos
capitanes salieron á reconocer, y se alojaron junto al
estero de Caraupe.
A tiro de mosquete de ellos se hallaban en aquella
noche los enemigos; pero sin que ni unos ni otros lo
supiesen.
Al amanecer, los capitanes españoles se pusieron en
marcha y llegaron á donde habian acampado y dejado
rastros olvidando caballos y arreos. Es verdad que no
eran mas que trescientos, mandados por Curinamon,
y sin mas proyecto que ir á ver si podian robar caballos :
en las fronteras.
Tras de Noyoa y Parra, marchaba á cierta distancia
el mismo gobernador, y oyendo este acontecimiento,
lo achacó á descuido de los comandantes; pero estos
dieron por excusa lejítima , que un auxiliar se les habia
huido, y era, sin duda alguna, Bnica los habia descu-
bierto al enemigo.
El ejército continuó su marcha 4 Coypú. Allí, hubo
pareceres diversos sobre la conveniencia y los inconve-
nientes de aquel sitio para una poblacion. Al cabo de
- disputas, no se hizo nada, y dieron los Españoles la.
vuelta para la frontera. A fines de abril ya estaba Laso
en la Concepcion, en donde habia dado cita para en
el 8 de mayo, al maestre de campo y al sarjento mayor,
¿ En donde ha visto Molina que en la campaña de
este verano, el arrojado Curimilla se hubiese atrevido á
poner sitio á la plaza de Arauco? No lo vemos en nin-
CAPÍTULO LXIL. 523
gun escrito, por mas que lo buscamos con cuidado por
tener cierta desconfianza en la parcialidad de Tesillo.
Lo mas extraño es que el mismo Perez García asienta
este hecho, —refiriéndose á Molina, el cual añade : « que
Curimilla fué muerto en un encuentro con el maestre
de campo Zea. » ¡ Es así que Rebolledo habia sucedido
á Zea, ya mucho tiempo habia, en este mando!
CAPITULO LXIT.
Continuacion del capítul a militar en la Concepcion, en la cual
nada se resuelve, — e. se. á Santiago, — Consulta con la Audiencia y
merece su aprobacion.— Jun espues, en el cabildo.— Vuelve el gober-
nador por octubre á % mid on de Naucopillan.
( 1636.)
Llega el dia 8 de mayo, dia de la cita dada por Laso
en la Concepcion al maestre de campo y al sarjento
mayor, y llegan Rebolledo y Villanueva. Forma el go-
bernador consejo con ellos; con los capitanes mas anti-
guos y con el veedor jeneral, proponiendo por discusion
el proyecto de poblaciones en Coypú y Angol. Discútese
este proyecto largamente; unos opinan por Coypú ; otros
por Yumbel ; los mas son de parecer que el mas conve-
niente sitio es Angol. Por fin, queda Laso tan irresoluto
como lo estaba ántes , y pasa á Santiago para consultar
sobre la materia á la real Audiencia y 4 los cabildos.
Era lo mejor que podia hacer el gobernador, puesto
que para las poblaciones proyectadas necesitaba nuevas
levas y moradores, y un consejo de guerra no podia
darle ni las unas ni los otros. Por fortuna, el proyecto
parecia satisfactorio 4 todos, y, por su lado, el virey lo
fomentaba por. todos los medios que podia, juntando
- refuerzos para ir á apoyarlo á Chile, € invitando mora-
dores de Lima á ir á poblar los nuevos establecimientos.
Marcha Laso para la capital , llega felizmente, y, el
28 de agosto, entra en el cabildo, acompañado de un
oidor y por el fiscal de la audiencia. En esta sesion , leyó
Laso un manifiesto escrito , que ya en una junta prepa-
é
CAPÍTULO LXIIL. 595
ratoria que habia tenido con los ministros del mismo
tribunal en su propia casa, habia merecido la aprobacion
de estos. Este manifiesto contenia la exposicion de las
operaciones militares, cuyos felices resultados durante
los siete años de su gobierno eran debidos ,— decia
Laso humildemente, —mas bien á la Providencia que
habia mirado por los Españoles de Chile, que á sus mé-
ritos personales. He pensado, — continuaba el gober-
nador en su escrito, —que lo que nos queda que hacer
es progresar, ocupando terreno y poblando, acerca de
lo cual he sometido ya mis proyectos á S. M. y al virey
conde de Chinchon, que los han honrado con su aproba-
cion. Debo de añadir que mi mayor gozo , en este inte-
resante asunto, es el verme apoyado por los altos pare-
ceres de los señores ministros de la real Audiencia,
cuyo profundo saber y celo por el servicio del rey y del
Estado, son el mas cierto y seguro salvoconducto para
alcanzar , en todo, un fin dichoso.
Otros, sin duda alguna, mas capaces que yo, ten-
drán la buena suerte de fijar la paz en este desgraciado
suelo ; y lo que ha sucedido durante mi mando dá in-
dicios de que así será. Este mismo parecer tienen los
sabios ministros del alto tribunal, que tan de cerca re-
presenta la autoridad del rey.
Para la guerra, señores, se necesitan pando: y
ninguno me ha llegado de España, por la razon de que
la guerra del continente la puso en la dura necesidad
de no enviármelos. Las fuerzas que espero del Perú serán
tan cortas, que de poco auxilio nos servirán; y, con
esta prevision , he traido en mis equipajes una caja bien
provista para pagar liberalmente á cuantos quieran
alistarse para servir á su patria. ¡Apresurémonos, se-
«
a
526 HISTORIA DE CHILE.
ñores; el tiempo pasa, vuela y no volverá! Es cosa muy
extraña que habiendo en este país tantos hombres mozos
y robustos que no tienen oficio ni beneficio, y de los
cuales muchos se hacen salteadores, ninguno se presente
para ir á ser valiente con los valientes, en frente del
enemigo, lejos del cual no hay valentía. Este es el punto
acerca del cual llamo la atencion de Y. S., pidiéndoles
empleen su celo y justicia en descubrirlos y entregárme-
los, pues así lo exigen el servicio, las ordenes del rey
y el deber mismo de Y. $.
Con los nobles vecinos de esta ciudad, obraremos
con la atencion que merecen; bien que estemos auto-
rizados para hacer apercibimientos, no los haremos,
puesto que estamos muy convencidos que de ántes ten-
dremos que moderar su ardor, que excitarlo. Muy seguro
estoy de que tan principales vasallos no pueden ménos
de estar ansiosos de conservar el esmalte de sus blasones
en todo su esplendor, yendo á pelear por la causa que
tan valientemente han sostenido sus mayores, los cuales
se los han dejado, A Y. S., señores, les toca el recordar
este deber al que lo olvidase, si es posible que alguno
de ellos se hallase en este caso; lo cual es mas que
dudoso. Porque si se goza con derecho nobleza here-
dada, no hay nobleza verdadera si no se adquiere con
hechos personales.
A estas palabras del gobernador, respondió el ca-
bildo como le correspondia, con la mas digna expresion
de reconocimiento.
Reconocemos, dijo el orador, reconocemos con el
mayor gozo, que Chile debe su salvacion, — despues de
Dios, —á los siete años del inmortal gobierno de Y. $.,
y nuestro profundo reconocimiento ha pasado ya los
CAPITULO LXIIL. 527
mares para ponerse á los piés del monarca que nos ha
enviado en Y. S., como gobernador, un instrumento de
la Providencia.
Reconocemos con Y. S, que lo que nos queda que
hacer es progresar y colonizar, y que para ello se nece-
sitan soldados y moradores. Todos los vecinos de Santiago
saben esto mismo , y todos se hallan dispuestos á llenar
su deber respectivo, no solo por obligacion, sino por
afecto y admiracion hácia el jeneral don Francisco Laso
de la Vega, que los tiene tan llenos de entusiasmo
como de gratitud. La mayor dicha de todo el reino de
Chile seria de llegar al fin de nuestros males por manos de
quien tan eficaces remedios ha sabido ponerles, que con
razon le podemos y debemos llamar nuestro restaurador.
En consecuencia, V. S. puede ver y calcular hasta
donde alcanzarán la buena voluntad y los cortísimos me-
dios de los cuatrocientos vecinos escasos que componen
esta poblacion, Mucha razon tiene Y, S. en pensar y en
esperar que los nobles habitantes no necesitarán de
apercibimientos para cumplir con lo que 5. M. les ha
mandado; pero ya Y. S, conoce que por mas que
quieran aprestarse, las imposibilidades superan mucho
á la buena determinacion , y demuestran que si no se
buscan otros medios , todos estos, sirealmente los hay,
serian muy insuficientes.
Por lo demas, la antigua lealtad: de estos vecinos,
las enormes contribuciones con que han asistido á los
gastos de la guerra, la, sangre que ellos mismos y sus
antepasados han derramado, todo esto, puesto en la
consideracion de Y. S.,le dejará sin la menor duda de |
que si no fuesen necesarios aquí para defender sus pro-
pios hogares y protejer á sus hijos y familias contra
528 HISTORIA DE CHILE,
enemigos domésticos, cuyo número es muy crecido ,
arderian por marchar á la victoria, infalible á las Ór-
denes de Y. $.
Estas son puras reflexiones que proponemos á Y. S.
Vea si son justas. Disponga como guste y como puede
de todos nosotros, que todos estamos prontos á seguirle
y obedecerle.
Es preciso confesar que en nuestra Moca, que se pre-
cia tanto de diestra y de discreta , no se hallaria mejor
orador militar, ni mejores oradores municipales. ¡Honor
y gloria á Laso y á los capitulares de Santiago! Lo
que la historia siente es no haber tenido respuesta
de la Audiencia. Muy digna de leerse hubiera sido,
si hemos de juzgar por el manifiesto y respuesta que
preceden.
Por fin, el gobernador consiguió solos cincuenta
hombres con sueldo, y con ellos y algunos pocos mon-
tados, salió, 4 fines de octubre, para la frontera á
marchas forzadas, persuadido de que los socorros del
Perú debian haber llegado ya á la Concepcion.
Mientras tanto, Rebolledo habia atraido algunos na-
turales de Tirua., Pellaguen , Calcoymo y Relomo á la
paz. Otros se habian ido hácia la Imperial á reunirse
con Putapichion, al cual se habian juntado Anteguenu
y cues: En Hepocura , quedaban aun enemigos.
E Perú no no llegaba, E Laso queria hacer
ss emprendió y las
Ss coniotos ya ' li-
á pere c en esta misn 19, Époc ¿lola luto
fuerzos del Perú con aviso de ando Cl rinchon de qu
otros se iban á poner en marcha.
CAPÍTULO LXIII. 529
En esto, se huyó un Indio de paz al enemigo y 0ca-
sionó, divulgando los proyectos de los Españoles, una
reunion de guerreros. Estos, en número de trescientos
caballos mandados por Naucopillan, valiente guerrero
y cacique de Puvinco, llegaron á nuestras fronteras.
Villanueva envió á Parra con doscientos auxiliares y cin-
cuenta Españoles á la otra parte del Biobio. Pasó el
capitan Parra y dió con los enemigos en un paso estrecho
- que llaman la Angostura, en el 0, en que acababan
de pasar para retirarse , sin haber hecho nada. Por con-
siguiente, no se hallaban reunidos ni en órden de ba-
talla; de suerte que Parra los atacó con mucha ventaja.
No obstante, Naucopillan hizo frente con denuedo, y
se mantuvo firme hasta que quedó gravemente herido ,
y prisionero con veinte y tres de los suyos. Los demas se
dispersaron, unos por el rio y otros á los montes, aban-
donando armas y caballos. Este encuentro, que fué uno
de los mas felices del tiempo de Laso, sucedió el dia
doce de diciembre. Laso se alegró tanto mas con el buen
éxito, cuanto Naucopillan era su enemigo muy perso-
nal. Este prisionero le llevaron al fuerte de Buena
Esperanza, y el gobernador fué allá muy luego para co-
nocerle. ¡ Cosa rara! Naucopillan, viéndose en pre-
sencia del gobernador, se echó á sus. piés. Laso le
levantó, abraz de con fe e ha de ad, y diciéndole : ;
« Advierte co1 ué facil acilidad la suer hace mudar de
modo de pensar seg
13, HisTORIA.
CAPITULO LXIV.
eros pa de poblar en Angol. — Dase e á la obra. —Sus progressos.
— Cae de nuevo enfermo el gobern — Se restablece y forma otros
proyectos. —Salteadores á las puertas A A Concepcion.— Son descubiertos,
cojidos , muertos y descuartizados, — Cojen los Indios cinco prisioneros de
la plaza de Angol. — Muerte de estos. — Castigo frustrado. — Chicaguala. —
Muerte de Naucopillan. o: de Angol. — Su reedificacion. — Regresa
_ Laso á la Concepcion y á Santi
( 1637.)
El gobierno de Laso no deja un momento de descanso
niá la historia ni á sus lectores : guerra continua, guerra
por todos lados; de modo que no hay posibilidad de
mezclar con los acontecimientos militares, otros de no
menor interes, y cuyo relato es forzoso diferir para
cuando haya tiempo y lugar.
La captura de Naucopillan y los proyectos del gober-
nador le hicieron perder, tal vez, mucho tiempo en la
frontera , de modo que no pudo salir hasta primeros de
enero á realizar sus planes de colonizacion. Para fijarse
con mas probabilidad de acierto en lo concerniente á la
ejecucion de estos planes, don Francisco Laso tomó con-
sejo de todos los auxiliares, capitanes - capitanejos de
las fronteras , los cu cuales unánimente opinaron que Angol
era preferible á Coypú para establecer la nueva colonia.
produjo las razones mas convincentes. para ello, razones
que decidieron al gobernador á « escojer Angol. En cuanto
á los pareceres españoles, que tambien Laso quiso oir,
todos eran o segun los intereses ó pasiones de
E dE
o
CAPÍTULO LXIV. 531
cada uno. El astuto Rebolledo, sin adoptar explicita-
mente un sitio de preferencia á otro, indicó solo que
cuanto mas cerca estuviese del enemigo, mas conveniente
seria. El sarjento mayor Villanueva se mostró mas sin-
cero y mas desapasionado, demostrando las ventajas de
Angol. Enfin, este fué el lugar señalado para la proyec-
tada poblacion, lugar que distaba veinte leguas de la
Concepcion, y doce de la plaza de San Felipe, detrás
de tres rios que son el de la Laja , el rio Claro y el Bio-
bio. En consecuencia, se incorporó el gobernador con
las fuerzas de Arauco en Negrete, y las llevó á acuarte-
larse en Angol.
Se dió principio con ardorá la obra, y en pocos dias,
se vieron levantados cuatro frentes del recinto, encer-
rando una capacidad cuadrada de mil seiscientos piés,
Muy luego , se hallaron construidos los cuarteles y
alojamientos de la guarnicion, y todas las mujeres, con
cuantos muebles , haberes y utensilios habia en San
Felipe, fueron trasladadas á la nueva ciudad (1). Esta
actividad fué tanto mas oportuna, cuanto Laso cayó otra
vez enfermo y tuvo que volverse á la Concepcion. Re-
bolledo pasó á Arauco, y Villanueva quedó en Angol
encargado de la continuacion de las obras, con sete-
cientos setenta hombres, infantería y caballería,
Las razones principales que habia habido para tras-
ferir la plaza de San Belipe á á Angol eran que ya no ha=
bia enemigos en Puren, ni en otras provincias vecinas
ya desiertas, y que, en caso de guerra, hubiera sido
preciso ir á usoscidk muy lejos, con inconvenientes in-
(1) A la cual dió por bOIÓ eligobernador : La ciudad de San Fran-
eisco de la Vega. — Tesillo.
532 HISTORIA DE CHILE.
finitos para el éxito de cualquiera empresa. El invierno
se pasó en paz, circunstancia feliz que permitió el pro-
seguir con teson y sin interrupcion en las construc-
ciones. Pero no. bien hubo venido el buen tiempo, que
ya Villanueva empezó á hacer correrías por los contor-
nos de la reciente colonia.
Entretanto, se restablecia el gobernador y ya se sen-
tia bastante bueno para salir á campaña. Sus intentos
ahora eran de ir hácia la Imperial para ponerse en si-
tuacion próxima á los enemigos, que todos se habian
retirado allí, y pensar en repoblar la antigua ciudad,
cuyo restablecimiento, como sabemos, ofrecia por grande
dificultad, la de socorrerla, en caso necesario, por
tierra. Naucopillan , que no se mostraba excesivamente
resentido de la pérdida de su libertad, insinuaba cosas
muy buenas para conseguir la pacificacion de Puvinco,
su tierra, y parecia incomodarse mucho con algunas
tentativas de robos de caballos hechas por los suyos en
las cercanías de la nueva colonia, bajo la conducta
de un Iparquili, amigo y vecino suyo, que por su
ausencia gozaba de la popularidad que él habia te-
nido. Naucopillan que, á pesar de su indiferencia
afectada , suspiraba interiormente por verse libre,
sentia tanto mas los atentados de Iparquili, que todos
eran en perjuicio suyo, y le enviaba continuamente
una de sus mujeres, ya de edad avanzada , para rogarle
no hiciese cosas inútiles, y que podrian acarrearle
malas € consecuencias.
En este punto, para hac" un poco de diversion á las
cosas de la guerra, se vieron en torno á la Concepcion
asesinatos frecuentes y robos á mano armada, sin saber
quien los cometia , y casi á la puertas de la ciudad. No
s
ON
CAPÍTULO LXIV. 533
solo los Españoles avecindados , sino tambien los via-
jantes, los mismos Indios y los negros eran víctimas de
los facinerosos ocultos que infestaban la comarca, sin
que se les pudiese hallar en ninguna parte. En vano don
Francisco Laso, sumamente irritado con esta novedad ,
estimulaba á las justicias, y mandaba él mismo hacer
militarmente diligencias para descubrirlos ; todo esto fué
infructuoso por mucho tiempo, y todos creian que los
bandoleros que cometian estos crímenes debian de ser
Indios de paz que se ocultaban en alguna parte montuosa
sin tener morada fija. Por fin, la providencia se encargó
ella misma de entregarlos.
Un dia, en medio del camino real junto á una
cienega, que llamaban la cieneguilla, á dos leguas de
la Concepcion , los facinerosos asaltaron á muchos pa-
sajeros , de los cuales algunos quedaron muertos y otros
tuvieron la buena suerte de salvarse. Estos últimos, aco-
jiéndose á la Concepcion, declararon que los salteadores
no eran nada menos que verdaderos Indios guerreros que
se ocultaban en los montes. Enciéndese de nuevo en có-
lera el gobernador y envia tropas á hacer incesantes ba-
tidas en todas las espesuras. Las batidas quedaron bur-
ladas , y se recurrió á las trampas y emboscadas hasta
que en una de ellas cayó un Lepiguala, el cual declaró
que el jefe de la banda era un antiguo desertor del ejér-
cito español, Indio bautizado llamado Cuero. Y es de
notar que este facineroso , despues de haber desertado,
se habia arrepentido, y habia sido perdonado. Con esta
noticia, va Laso en persona á buscarle , y se amaña tan
bien, que muy pronto le prende con todos los suyos, y
los manda llevar 4 la Concepcion, en donde fueron
arcabuceados, descuartizados, y sus cuartos puestos
534 HISTORIA DE CHILE,
en cruces en los caminos para escarmiento de otros,
A penas, el gobernador habia tenido tiempo para se-
renarse, despues de haber hecho justicia, cuando le vino
un mayor motivo de sentimiento. Habian salido de Angol
algunos soldados para ir 4 buscar al fuerte del Naci-
miento víveres, y dos se destacaron para sacar algunos
caballos de la isla de Diego Diaz, situada enmedio del
Biobio. Estos dos valientes tardaron en volver, y la es-
colta se retiró á Angol sin esperarlos. Bien que los dos
atardados hubiesen podido aguardar por otros que de-
bian pasar aquel dia del Nacimiento 4 Angol, se pusie-
ron en camino para volver, y fueron atacados y cojidos
por Iparquili, que, no contento con ellos, fué 4 buscar
otros tres que quedaban guardando los caballos en la
isla de Diego Diaz, y se fué muy ufano con cinco
prisioneros.
Grande dolor le causó á Laso esta noticia , temiendo
la suerte que tendrian los cinco infelices. En efecto, los
Indios les dieron muerte en Puvinco, partiéndoles las
cabezas con sus macanas. El gobernador mandó inme-
diatamente que á toda costa fuesen castigados, y salie-
ron los jefes de la frontera, llevando á Naucopillan por
guia con otro su amigo prisionero como él el mismo dia,
llamado Pichipil. Solo es preciso advertir que este último
tenia su familia consigo y, por esta razon sin duda, habia
dado pruebas de lealtad; de manera que en la ocasion
presente, mereció bastante confianza para que se le
encargase del mando de una de las correrías. Pero
Pichipil, despues de haber extraviado, de intento, su
partida , sé pasó al enemigo. Esta ANA frustró del
éxito, y los Españoles se lupa por dichosos en salir
sin pérdidas,
CAPÍTULO LXIV. 535
Poco satisfecho con este resultado, Laso mandó reunir
el ejército 4 principios de febrero, se le incorporo en Tol-
pan, y se fué á alojar en Curalab. Desde allí, envió por
delante quinientos auxiliares y cien tiradores españoles
hasta Quillin, y en el rio de este nombre, aprisionaron á
cinco de los Indios de guerra; pero no contentos con
esto, los auxiliares se adelantaron dos leguas mas y co-
jieron á otros diez. El alarma dada por los que se esca-
paron al ver las tropas españolas, atrajo sobre ellas
fuerzas superiores de los enemigos, por manera que Re-
bolledo tuvo que correr con mil y quinientos caballos á
socorrerlas, en vista de lo cual, los enemigos se retiraron,
Laso marchó entonces en persona á Elol, en donde
se alojó, y aquella misma noche, perdió 4 un Indio
amigo llamado Murcullanca , en quien tenia mucha con-
fianza, el cual aprovechó de la ocasion para volverse ¿
los suyos. Esta fuga causó mucha pena al gobernador;
pero al día siguiente, debió de haber quedado satisfecho
con la muerte de Murcullanca, el cual habia tenido la
osadía de ponerse inmediatamente y sin tomar descanso,
á la cabeza de una partida para ir á quitar caballos 4
los Españoles.
¿ Qué desengaños mayores querian estos, si realmente
los hubiesen buscado con sinceridad y buena fe ?
En aquel mismo instante, Putapichion, Anteguenú y
Repocura habian reconocido por superior á Chicaguaála,
mestizo de Indio y de Española, pero Española de cali-
dad, que habia preferido casarse con un Araucano á su
libertad entre los suyos. Este Chicaguala la echaba de
arrogante, y prometia que muy pronto los Españoles se
arrepentirian de los males que causaban á la tierra de
Puvinco. Laso lo sabia y tomaba las mayores precau-
P
a
536 HISTORIA DE CHILE.
ciones para que no tuviese lugar á sorprender el mas .mi-
nimo destacamento, y mas de una vez tuvo la impru-
dencia de reconocer por sí mismo el horizonte, afin de
descubrirsi habia enemigos ; imprudencia muy frecuente
en grandes capitanes, por mas que, cuando se hallan de
sangre fria, confiesen que es una temeridad inútil el com-
prometer la salvacion de un ejército, comprometiendo
ellos su vida.
icado contra Iparquili, Naucopillan era su mas acér-
.rimo enemigo, y daba al jeneral español las señas y los
consejos mas oportunos para que le atajase los pasos. Es
de advertir que Iparquili ocasionabaá Naucopillan justos
motivos de resentimiento , portándose en sus propiedades
como si fueran las de un enemigo , hasta impeler á los
propios hijos del prisionero á que quitasen á su padre las
mujeres que habia dejado en su casa, Este rasgo de per-
versidad dió al traste con la sangre fria de Naucopillan,
el cual en esta ocasion se puso rabioso de celos. Tesillo
dice que tal vez, si se le hubiese dado libertad en aquel
instante , habria hecho mas daño 4 los suyos que los Es-
pañoles mismos; pero que aconsejaron á Laso no se fiase
en él ni en la cólera que manifestaba contra Iparquili.
Trasladado enfermo á la Concepcion , tuvo un tabar-
dillo en el cuerpo de guardia donde estaba preso. Vién=
dolo seriamente enfermo, el mismo Tesillo se lo llevó 4
su posada, prodigándole remedios y cuidado; pero su
hora habia llegado. Al verse fallecer, dice Tesillo, me
manifestó querer morir como cristiano, y que le daria
sumo consuelo con traerle algunos relijiosos de San Fran-
cisco. Asflohice. Naucopillan fué bautizado, recibió todos
las sacramentos, y murió realmente de muerte ejemplar.
Volviendo á Puvinco, don Francisco Laso habia
ES
Ae
CAPÍTULO LXIV. 591
llegado al rio Tabon, y aquel dia, cayeron en algunas
emboscadas doce guerreros, por los cuales supo que Pu-
tapichion y Chicaguala tenian tres mil lanzas para entrar
en campaña. Con este aviso, permaneció el gobernador
tres dias sobre el rio Tabon; pero los enemigos no pa-
recian y dió la señal de retirada á las fronteras por Lu-
maco. El ejército siguió este movimiento con mucho con-
tento , hallándose suficientemente vengado de las agre-
siones de Iparquili. Pero Laso tuvo entonces el mayor
de los sentimientos que habia experimentado, y fué que
en Tornacura , recibió parte de que la nueva plaza de
Angol se habia quemado , toda menos las murallas , con
cuanto contenia dentro, como prendas de ropa , muebles,
utensilios , alhajas, en fin, todo, todo, sin que quedase
nada á losintereseados en esta fatal desgracia. Este acon-
tecimiento lo tuvo el ejército á muy mal aguero; pero lo
cierto es que era un mal acontecimiento , que causó una
verdadera afliccion al capitan jeneral ; porque era impo-
sible el ponerle remedio hasta la primavera, y el invierno
empezaba entonces.
Sin embargo, quiso Laso que se pusiese mano á la
obra de la reedificacion incontinenti. Pero ántes, mandó
formar causa al alférez Juan Izquierdo que habia que-
dado decomandante , y que fué condenado á muerte. Sa-
tisfecho con que los demas viesen la pena que tocaba al
olvido de una grande responsabilidad , Laso le indultó,
y luego se puso á dar á los soldados ejemplo de celo
y actividad, cooperando él mismo á la restauracion
de lo perdido por el incendio, ya acompañando en
persona á las escoltas, ya vijilando en las construcciones.
En esta ocasion , los auxiliares de Arauco se mostraron
abrumados de fatigas, y en efecto, las habian tenido
538 HISTORIA DE CHILE,
grandes y muchas en la última expedicion, por lo cual
Laso les dejó ir 4 descansar en sus cuarteles,
Cuando se volvió el gobernador 4 la Concepción, ya
la reedificacion estaba casi acabada. Por el mes de julio,
pasó de allí á Santiago, en el momento en que una en=
fermedad epidémica aflijia 4 sus habitantes, acobar=
dados por este azote y por una segunda crecida del
Mocho que los amenazaba con otra inundacion.
Mientras la campaña por tigrra, otros piratas holan=
deses se presentaron de nuevo para hacer alianza con los
Araucanos contra los Españoles; pero la escuadra que
traian fué dispersada por los vientos. Uno de sus barcos
envió una lancha armada á la isla de Mocha ; los natu-
rales se apoderaron de ella y mataron 4 los Holandeses
que la montaban. Otro bajel tuvo la misma suerte eñ
la islita de Talca cerca de Santa Maria.
En vista de estos acontecimientos, éláro estaba que
los Chilenos consideraban 4 todos los extranjeros, poco
mas Ó menos, comó énemigos. Pero volviendo á los
Araucanos, causa sorpresa el que el intrépido Putapi=
chion sé haya mantenido en la inaccion, y que Chica-
guala se haya limitado 4 proférir fanfarronadas. Lo cierto
es que las mas de las correrías las habia mándado Laso
para mantener á los soldados vijilantes y alerta; y lo
mas particular, que durante el amago de los piratas
holandeses pór mar, los Araucános elijieron por toquí
jenerál 4 Lincopichion (1).
(1) Es verdad que García padece tambien ciertas equivocaciones, que tal
vez pueden proceder de malas copias; porque la llegada de los socorros del
Perú; y la edificacion de Angol lás da en 1698, en lugar que, como $e acábd
de ver, Tesillo, testigo ocular y presente á todo, pone estos hechos en 1637;
FIN DEL TOMO SEGUNDO.
INDICE
DEL TOMO SEGUNDO.
Caprruzo 1.
jefe, y sale derrotado, — Acude el gobernador en persona y destruye
á Lig-Lemu que muere en la contienda. — Se traslada el gobernador
á Santiago.—-Aporta á Coquimbo Jerónimo de Castilla. — Llega á San=
Villagra y le envia. al Perú, +: «either ed as
Caprruno 11. — Rodrigo de Quiroga se manifiesta opuesto á las disposicio=
nes gubernativas que asentaron los Villagras. — El cabildo de Santiago
las defiende. — La mitra en el venerable sacerdote Marmolejo. — Sus
u muerte. —El gobernador en Concepcion. — Ordena la con-
quista de Chiloe. — La real Audiencia en Chile... ........ «++
— Rodrigo de
rovidencia inti-
matoria del tribunal gobernador, — Responde el toquí con la expug-
— La Audiencia pide fuerzas para hacer la guerra,
El ulmen Nahuelbuta.
— Prosperidad de las colonias meridionales... ..¿.. <<...
Capiruno IV. — Don Melchor de Sarabia, presidente y gobernador del
reino. — Su salida de Santiago yendo á Concepcion. — Concejo ú junta
ficiales generales. — Pillataru en Mariguenu, — Atácanle los Espa-
ño n estos derrotados. — Vuelve don Melchor de Sarabia
Concepcion harto avergonzado de du derrola...<. + +... >
Caprruto V. — Obispado de la ciudad Imperial, — La fortaleza de Arauco
arrasada. — Pillataru en Quiapo. — Expedicion de Gamboa á las lierras
de Pelantaru. — Esfuerzos del presidente en favor de la administracion
de o
ñ CR
de la justicia. — Sus disposiciones lejislativas -— Marcha el gobernador
á los Infantes.— Vuelve á Concepcion.— Muere el ¡lustre Barrionuevo, +
errbro VI — Temblor dé tierra. — Hechos de Bravo de Sarabia por el
Pillataru muere, y Alonso Diaz declarado toquí.— El obispo
de la Imperial comienza la visita de su diócesis.— Don fray Diego de Me-
dellin Mamado á la silla episcopal de SU AUT
Caprruzo VIH. — Rodrigo de Quiroga llamado al gobierno de Chile. —
Juan Jofré correjidor de Santiago. — Calderon en el desempeño de su
Pág
— Lig-Lemu en Itata. — Marcha Pedro Balsa contra ese nuevo
So
540 ÍNDICE.
Pág.
juzgado, — Hechiceros. — Convento de monjas en Santiago.— El gober-
nador se dispone á ir en persona contra los Indios... +... ......
Caprruno VIT. — Pasa Quiroga á Concepcion. — Sale contra los Arauca-
nos, y los persigue y acosa en todas direcciones. — Llega á Osorno y
regresa á Concepcion. — Sale de esta capital para Santiago. — Martin
Ruiz de Gamboa en Chillan. — Azoca en reemplazo de Calderon. —
a a 77
Caprruto IX. — Martin Ruiz de Gamboa gobernador. — Pasa á Osorno.
— El doctor Azoco pretende apoderarse del gobierno de Chile. — Des-
tiérrale Gamboa. — Don Alonso de Sotomayor nombrado gobernador.
e AO ANA E O a o o |
uULO X. — Sotomayor en el gobierno,— Construccion de nueyos fuer- |
tes. — Asedio de Villarica. — Sublevacion de los Indios. — Batalla
reñida. — Alonso Diaz conducido á Cañete y ajusticiado. .......
Caprruzo XI. — Cayuncura toquií. — Sotomayor á Carampangue. — Com-
El gobernador salva esta colonia. — Cadeguala impide el paso de Puren
al gobernador. — Desafío entre Cadeguala y García Ramon. — El gober-
nador sigue con tenacidad su sistema de fortificaciones. — Fastidiado
de la guerra regresa á la capital, . dd ER e
CaprroLo XII. — Tratos de paz con algunas tribus indias. — Huenualca
toquí. — Engaño de Cadepinque. — Muerte del cacique Hueputaun. —
Destemplanza de los Espanoles. — Un refuerzo del Perú.— Huechuntu-
y su hermana. —El gobernador en la capital. — Desafio de Hue-
A O A E e Rs qe
CapITUL - — Yanequeu, heroina chilena. — Sus hechos. — El gober-
nador sale de Santiago, y reconoce la necesidad de desalojar algunos
fuertes. — Vuélvese á Santiago. — Yanequeu sitia la plaza levantada en
Puchangui. — Valerosa defensa del capitan Castañeda... ..¿. . . » 154
Caprruzo XV. —Quintuhuenu electo toqui. — Se piden auxilios al virey |
del Perú. — Respuesta que este da al cabildo de Santiago. — Destitu-
cion de Azoca. — M
la cuesta de Villagra. — Incendio de Arauco, — Colocolo el jóven. . . . 163
A dm
Sotomayor á Santiago.— Pasa al Perú, y se encuentra desposeido de su
Md o e y IR O A A SAA
Caerrozo XVIT. —La mitra de la Imperial en don Agustin de Cisneros. — |
Don Martin García Oñez de Loyola, gobernador de Chile. — El toquí
Paillamacu. — Trátase de paz con el gobernador, —
u porte
á lo perteneciente á cosas de gobierno. :
respecto
z 93
e $5 ».:e PIP “o 4 . .
ÍNDICE. 54m
Pág
Caprruzo XVIHM, — Llegan los jesuitas á Chíle.— Como fueron recibidos
en Coquímbo, y despues en Santiago. . 205
Cariruro XIX.— Pasa el gobernador c contra dl toga” Pela E
unda dos fuertes. —Paz con algunas parcialidades. — Santa Cruz de
Coya. — Los jesuitas en los estados de Arauco. — El toquí en los pan=
tanos de Lumaco.— Asedio del fuerte de Jesus. — Reformas gubernati-
vas de don Martin. — El pirata Ricardo Hawkins. — Acuerdo del ca-
bildo de Santiago de 17 de setiembre de 150%... ..........+.. 210
Caprrozo XX.— Hostiliza el gobernador a los Indios Catirayes. — Avanzaá
Puren, —Fortifica el lago Lumaco. — e Pi en Chile. —
Oríjen peregrino de su convento. — dio de Luma de Puren. —
Pedro Cortés á la a de los ha — El soerado derriba esos
dos fuertes. — Alcabala. . . .... NN AS
CaprruLo XXI. — car del abbermador? = pal: á PR ea rial. — Em-
prende la visita de otras colonías, y le siguen los jesuitas misioneros. —
Regresa el gobernador á Ja a Su muerte y la de cuantos Es-
pañoles le acompañaban. . ¿ + + 295
Caprruto XXH. — Don Pedro dé vital ¿grerdádor Atciido — - Sd
miento de los Araucanos. — Vizcara sigue con ventura los negocios de
la guerra. — A los seis meses de gobierno, tiene que poner el mando
en manos de don Francisco Quiñones nombrado por el virey del Perú. 246
Capiruo XXI. —Gobierno de don Francisco de Quiñones. — Funcion de
b
los campos de Chillan, despues de ganada cta — Vence eee
al toquí en dos encuentros , y regresa á Concepcio
CaprruLo XXIV. — El gobernador don Francisco pl db MY “del perú un
sucesor para al E rretaión de Chile. — Asedio de la Imperial y su de-
fensa. — Pasa Quiñones á socorrerla. — Vence á Millacalquin vicetoquí.
— Despuebla la bla Imperial, y la de los Infantes.— Regresa á Con-
CEDCION a e add a e A yl
Caprruro XXV.— Nuevas calamidades con la vegada e un plena otindes
al mar del Sur. — Saqueo de Castro. — Van Noort desembarca en la
Mocha y despues apresa algunos barcos en Valparaiso. . . . . +... +. + 282
Carrruro XXVI — Gobierno interino de García Ramon. : . 286
Capiruto XXVI. — Acontecimientos y E ibititares bajo
bierno del maestre de campo don Alonso de Rivera.— Ruína de vid 289
Caprruzo XXVII. — Sucesos que preceden á la erica de Osorno. —
Llegada >. Ocampo con un refuerzo de tropas. — Su salida para Chi-
atacado y muerto por los Áraucanos. . . . + A: 10L
Cibtmis qxb -— Prosiguen los sucesos de Osorno áhtes de la evacua- y
cion de esta cofonia. — Su incendio. — La die doña Gregoria Ra-
mirez y el Indio Huentemagu.
Caprruro XXX. — Estado slenio la Osorno.” 10% habitantes A
5112 ÍNDICE,
Pá
abandonan y se trasladan con mucho trabajo á Chiloe. — Salida de las
pe pra Sanda Moa a aiahe aio y
Caprruzo XXXI. te deplorable de los prisioneros españoles. . . . . 308
Caprruro XXXII. — Llegan de A s00 soldados prometidos por el
monarca. -—Plazas restauradas. — Acierto del gobernador Rivera. —
Cesacion de su mando y causas que la ocasionaron,
. 3l
Caprruro XXXIII. — Segundo gobierno del maestre de ADA den nea s0
García Ramon. — Su recibi miento, — Preparativos. — Fuerzas impo-
ne
CaprrruLo XXXIV.— loma aparente. del A hecnador en Po Pel las
colonias, — Apologia de esta in ne sion. — peros sucesos que la
justifican. .. ..
Capiruro XXX V. — Sensación dolo Mes, oda pi as Robo E A — -Mi-
sion secreta del P. Luis de Valdivia.— Su viaje á España. — Nueva
reorganizacion det alrata . 335
Caprruto XXXVI,
— Primera m0 del rio > MndiaN Bei por
blecimiento de la real Audien
Cariruto XXX VIH.— Batalla de Lumicn ita del rada pa
Ramon. pi .
CapITULO XXXVIL ala arias del po o PE la pes e
— Buenos sucesos bajo su mando. . ..,
Caprrezo XXXIX.— Gobierno interino de pe don de A ls
— Grandes na lamientds y capacidad que tenia. — Sabiduría de sus
actos políticos, aditivos Oates. 0. de $
XL. — Segundo gobierno del maestre de SlnDS Po lona PA
Rivera, — Regreso e Padre Luis de Valdivia con órdenes del rey.
Sucesos de su sistema de pacificación. . .,
Caprruto XLI, — Continuan los progressos del p. lis de Valli en pa
ntento.. 50 eje ip oa
CaprruLo XLU O Po misma interesante iS — — Perspectiva
lisonjera es paz. — Fatales a acontecimient
. 322
. 361
obispo de NS con la real Audiencia, , ... e + +.380
'T
idados administrativos de mes o de a
Otros corsarios io en el mar del Sur. — Descubierta del estre=
cho de Lemaire. »
Carrruto XLY, Y Ari Ag pd óe 000
Alonso de Riyera,— Elojio de este jener ral... ?
CarrruLo XALVI «—Gobierno interino del onticiada de pa
— Proteccion que da á la guerra defensiva. . e .......
E jols E de don Lope de Ulloa 3 ph — Su opo-
sistema de Valdivia. — Este ilustre jesuita se retira á España.
— Muerte de Ulloa. . ... eS TADA 00 tod, É pal
e IS a o A E
fal
386
ÍNDICE. edi
id XLVIML. — El P. Valdivia. .... de A
Carrruzo XLIX. — Gobierno interino del big só Cristoval mn la Cerda.
Caprruro L, ios de don Pedro Osores de Ulloa.— Se mantiene
en la defens: — Desórdenes de este gobierno. — Agresiones de los
Po e 0 piratas holandeses. — Muerte del gobernador. ..
Caprruto LI. — Interinato del maestre de campo don Francisco de Alba y
Norueña. — Sucédele don Luis Fernandez de Cordóva y Arce.— Espe-
ranzas que inspira. — Llegan refuerzos á Valparaiso, — Orden y decla-
ración de guerra OfensiVA. . ... +... ......-. +. >
Caprróo mo — Prosigue la guerra ofensiva. — Valentia de po tó
de Chillan ] muerte de su ES — Batalla de las Cangre-
Heras. os a AA
CAPITULO LJ, — ore de don Hnos A de la Vega.— Refuerzos
que trae.— Su política, — Batalla indecisa del paso de don Sans ó de
Piel el
+ $ 9%
xo
405
412
Caprruno LIV. — Continuacion del pod Pe Po — o E Biobio y y :
acampa sobre la cienega de Lumaco. —Putapichion no se presenta. —
Vuelve el gobernador á pasar el Biobio y se acuartela en San Felipe de
Yumbel, — Pasa Putapichion la frontera y ataca á San Bartolomé de
. Gamboa.—Sale el gobernador enfermo de San Felipe en su persecucion.
— Bala la de los Robles.— Pasa el gobernador á Santiago. — Buen
CapiruLo LV. — Forma Laso nuevo concepto de los Indios y confiesa se
habia engañado, — Sale de nuevo á cam — Putapichion, con
Queupuantu por teniente ó pro y siete 4 e mil e... ataca
la frontera. — Batalla de la Albar Maoteia qe Pira ldie
CaprruLu LVI.— Sentimiento de 0 br la dean do no ligas aprove-
¿chado de la victoria de la Albarrada. — Putapichion, apa medita
volver á campaña.— Sale el gobernador de San Felipe á Quilicura.—
Destaca Rebolledo con tropas hasta el Cauten.— Maloca Po é
insubordinacion de sus capi itanes.— Felices resultados que tiene. — Pasa
el gobernador d á la! .— Providencias «
Vaá Santiago. —Tjene un asunto de competencia cin la real Slicadio:
— Sentencia la de Lima en favor del gobernador... +.» ...«...
Carrruzo LV. — Continua malo de sus heridas Putapichion. — és
puantu elejido toquí. — Su sorpresa, su valentía, y su muerte. —
Sana Putapicbion y pa á campaña.—Sucesos pe > correria que los
Españoles hicieron hácia el Cauten y la Imperial, . .-.
Capiruno LVUT.—Exajeraciones de algunos linortecadds: ó Prepiranbl
de Huenucalquin. — Vále á buscar Laso. — Operaciones de la cam-
paña. — Soeorro de tropa á Tucuman para someter á los Indios suble-
vados. — Vuelve el gobernador á Santiago. — Sucesos de Rebo!l ledo
en San Felipe, y de Zea por Arauco. — Nueva campaña hecha por el
go
. 449
obernador. — Su éxito, A A
544 e ÍNDICE.
Pa
CarrruLo LIX. — Nuevas sorpresas de los Indios. — Putapichion se pre-
tativa de Putapichion. — Va á esperarle sobre el rio de la LA Retí-
rase el jefe araucano. — Laso enfermo.— Pasa convaleciente por mar á
Santiago. —Real cédula en favor de los Indios de encomienda.—Liga de
Putapichion con Antigueno y Puchiñanco. — Sorpresa Pi
Accion de guerra.—Retiranse e y Araucanos.—Nombr n estds
por ei á Curanteo. — Muer este. — Sucédele otro Cur da. di
— Reúnense e Huggers en Pelleguen con proyectos
hostia: —orgn el maestre de campo. — Hace prisioneros y
atrae algunos Indios á e — Un destacamento enemigo se lleya
muchos caballos de Curilebo.—Persíguenle los Españoles y rescatan los
caballos. —Sale el dogo Mejorada de Castro hasta Osorno. — Castiga
aquellos Indios matando á ciento, y se retira sin pérdida. — Entra el
invierno.—Los Indios de Tirua quitan caballos á los Españoles. — Si-
guen las correrías. — Proyecto de repoblar á Valdivia. —Dilaciones. —
Vuelve Laso 4 la Concepcion. ..........+.
CarrruLo LXIL.—Sale el gobernador con fuerzas, 08 llevo sica
su marcha al enemigo, y vuélvese á la plaza. — Sale de ella se-
nt levantar e y se vuelve á la ¿e sin haberlos E
cutado. . A >
iaa LXIL — Cotifiizationó del aupritila anterior. Junta militar en
la Concepcion, en la cual nada se resuelve. — Pas akas so 2 e cad —
Pa o El EE A o E E ¿ de
ele abildo,—Vuelve el gobernador por octubre á hn. frontera: ias
=
504
. 509
de Naucopillan. ....<. 2
o.»
CaprruLo LXIV. —Hoblalos de poblar € en pe gol. — De: principio á la
obra. — Sus progressos. — Cae de nuevo enfermo el gobernador.— Se
resta
estos. g
Incendio de Angol. -- Su reedificacion.— Regresa Laso á la Concepcion
y á Santiago. A A e A Os e 0 A A E A E a
e
FIN DEL INDICE DEL TOMO SEGUNDO.
Y,
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