Skip to main content

Full text of "Historia fisica y politica de Chile segun documentos adquiridos en esta republica durante doce años de residencia en ella y publicada bajo los auspicios del supremo gobierno"

See other formats


HISTORIA 


DE CHILE. 


TOMO SEGUNDO. 


HISTORIA. 


TE 0 mn ” cds pe. A e TS 


HISTORIA 


FISICA Y POLITICA 


DE CHIL 


SEGUN DOCUMENTOS ADQUIRIDOS EN ESTA REPUBLICA 
DURANTE DOCE AÑOS DE RESIDENCIA EN ELLA 


Y PUBLICADA 


BAJO LOS AUSPICIOS DEL SUPREMO GOBIERNO 


POR CLAUDIO GAY 
CIUDADANO CHILENO, 


INDIVIDUO DE VARIAS SOCIEDADES CIENTIFICAS NACIONALES Y ESTRANGERAS, 
CABALLERO DE LA LEGION DE HONOR. 


TOMO SEGUNDO. 


- 
HISTORIA. 


PARIS 
EN CASA DEL AUTOR. 


EN EL MUSEO DE HISTORIA NATURAL DE SANTIAGO 
MDCCCXLY 


Mo. Bot.Garuen 
19085 


HISTORIA 


DE CHILE. 


CAPITULO PRIMERO. 


Lig-Lemu en Htata, — Marcik Pedro Balsa contra ese nuevo jefe, y sale 

de el qt en persona y destruye á Lig-Lemu 

que muere en. la. contienda. — Se traslada el gobernador á Santiago. — 

Aporta á Coquimbo Jerónimo de cal Llega á Santiago. — Rodrigo 

de Quiroga entra en el gobierno de Chile, prende á Villagra y le envia al 
Perú. > $ 


(15641565. ) 


Torva faz vuelve la fortuna á las armas de los Indios, 
pero ni por eso han de callar, pues menos dura lei es 
la muerte que el cautiverio, y de las cenizas de los hi- 
Jos del sacudido pueblo otros nuevos adalides se levan- 
tan para hacer una guerra de perpetua duracion, 6 
que, si á fin ha de llegar, con el sello de una gloriosa 
y absoluta independencia sea. 

Apenas con tiempo Pedro de Villagra para reparar 
que puede espaciarse por los campos de Concepcion , 
libres ya de los batallones que en tan estremoso aprieto 
la tuvieron, cuando se le trae la noticia de que un muy 
considerable número de Cuyunchos (1), á las órdenes 


(1) Tribus cuyo orijen se ha perdido en el trascurso del tiempo, 


6 HISTORIA DE CHILE. 


del capitan Lig-Lemu, corrian arrasando las provincias 
de Itata y de Chillan, cuyos naturales se iban suble- 
vando tambien. Concurrió Pedro Balsa con cuarenta 
caballos al teatro de la insurreceion, por mandato del 
gobernador, y comenzó á ejercitar en los campos un 
destemplado furor, ya que ni un solo hombre sobre 
quien descargarle topara en los primeros dias. Harto, 
sin duda, de devastacion, y pareciéndole que con la 
nueva de su llegada todos los Indios habian. huido 
aterrorizados de aquel pays, corríale con la mayor con- 
fianza acampando descuidado allí donde lugar mas con- 
veniente le pareciera : caro le hizo pagar ese descuido 
Lig-Lemu, que, echándose de interpresa contra él, le 
mató ocho soldados, y no mas porque con: Aceleramiento 
se retiró á la Concepcion. 

Justo desagrado manifestó Pedro Villagra al End 
- der el singular sesgo de semejante expedicion , y tam- 
bien comprendió lo mucho que importaba el correjirle , 
primero porque con retardar el castigo contra los rebe- 
lados habia de subir en ellos la fuerza y la audacia, 
y segundo porque en tomando cuerpo la revuelta, pre- 
cisamente quedarian interceptadas las comunicaciones 
entre Concepcion y Santiago ; mal verdaderamente grave 
para los Españoles, 

Aprestó, pues, ciento cincuenta soldados, y marchó 
en persona á vengar el descalabro que su capitan 


Pedro Balsa acababa de experimentar; en llegando 4 
- Perquilabquem , descubrió el gobernador una estacada 


que Lig-Lemu habia levantado para colocar un nuevo 
cuerpo de tropas que de dia en dia estaba esperando : 

abatióla, y pasó inmediatamente á Qiiechumahuida , en 
cuyo punto tenia su acampamento el jefe indio ; pero 


pa 


CAPÍTULO 1. 1 


en el camino le salieron dos cuerpos de Itatas que fue- 


ron rotos sin mucho esfuerzo. Con ver Lig-Lemu la 
desbandada de aquellos cuerpos, ya no quiso esperar 
en posiciones al pendon castellano; tuvo por mas cón- 
veniente divertirle con mentidos y astutos movimientos, 
como si fuera su ánimo acometerle, cuando solo va- 
gueaba en amparo de los fujitivos, y conseguido á su 
satisfaccion el objeto, rodeó de repente y ordenadamente 


la falda de un bosquecillo no muy poblado de matas, y 


pareció á retaguardia de los Castellanos , ya resuelto á 
resistirlos. 

No tardó en trabarse la esk. y mal acabara para 
los conquistadores si el hado no pusiera en sus manos 
la inte ije nte y esforzada persona del mismo Lig-Lemu. : 
que habia sostenido el combate con admirable tino, con 
bizarría sin par, y que vino á perecer precisamente 
cuando le llegaban tropas de refresco. Los Indios que, 
si con los recien llegados se cuenta, componian unos 
cuatro mil hombres, al verla muerte de su caudillo se 
dejaron ir 4 un teriiblo desmayo, y puestos en la más 
desmandada fuga prepararon á la caballería enemiga el 
medio de que con sus lanzas cubriera el campo de cá- 
dáveres. Trescientos fueron los Indios muertos, y dos- 
cientos (1) los prisioneros con qu el ebhernado? se 
volvió 4 la Concepcion. 

(1) En la real cédula de 11 de marzo de 1578 ya citada, se ponen 800 : 
— « Os hallasteis (dice de Juan Ruiz de Leon) con el Gobamiador: Pedro 
de Villagra, en desbaratar un fuerte á los Indios en el Feino de Belen (Per- 
nlesrb std y despues en Quechomavida (Qúiechumahuida ), habiendo 

salido dos escuadrones contra el gobernador y su Las los desbarataron 
matando trescientos, y prehendiendo ochocieritos d dichos indios.» En nues- 
tros documentos se tilda de exajerado ese o número, y señalan el de 


doscientos Are con referencia á varias t memorias Contemroráness. que, 
en verdad, tan. 


8 HISTORIA DE CHILE. 


Estos repetidos triunfos de los Españoles aseguraron 


por algun tiempo el sosiego de las colonias, cuyos mo- 
radores comenzaron afanosos el cultivo de los campos, 
el laboreo de las minas, y el gobernador, que de veras 
apetecia la prosperidad del pais, salió estimulando y 
removiendo la industria fabril con asentar en la ciudad 
de Osorno varios menestrales intelijentes que estable- 
ciendo telares en breve llegaron á producir paños exqui- 
sitos, y lienzos de mucha limpieza y finura; pero bienes 
que precisamente habian de acrecentar la riqueza pú- 
blica, causa tenian que ser de nuevos males, pues la 
ambicion , átrueque de alcanzar los primeros, con infa- 
-tigable descaro suele preparar y realizar los últimos. 

- Y en aquella época de licencia y de desórden, de 
indisciplina y de anarquía, cuando hasta la voluntad, 
la persona del soberano insultada en la persona de Fran- 
cisco Villagra llegó á ser, ¿podia el gobernador Pedro 
contar, con respeto á una autoridad pálida , desvalida, 
pues no enseñaba otros títulos que el buen querer de su 
difunto hermano, contra quien tantos. y tan podero- 
sos enemigos se habian alzado? ¿Se agradecerian ni los 
esfuerzos del gobernador Pedro, ni la fortuna de sus 
armas, ni el zelo con que andaba por que el pais flore- 
ciera? Estaba este caudillo en la Concepcion , y si mu- 
chos y buenos amigos le acompañaban, no era corto 
el número de descontentos que la intriga, la envidia y 
la impostura le habian hecho , formando una oposi- 
cion tenaz y descompuesta á PE reglas administra- 
tivas se proponia plantear la autoridad, porque los abu- 
sos eran ya escándalos, el extravio poco menos que 
motin. 


Con perseverante nétita, continuó Villagra poniendo 


CAPÍTULO 4. 9 
freno á cuantas demasías asomaban en las colonias ; 
pero como viera que los Indios no daban indicios de 
volver á la guerra , resolvió trasladarse á la capital del 
reino (1), ya por apartarse de un lugar que mezqui- 
nas pasiones tenian tan trabajado , ya tambien en ánimo 
de examinar por sí mismo cual curso se habia dado en 
Santiago á todos los negocios civiles y militares durante 
el tiempo de su propio gobierno. 

El cabildo de la capital recibió esta noticia con mu- 
cho contento, é hizo que el alcalde ordinario Juan de 
Cuevas, acompañado de un rejidor, fuese á Maipo á 

_ esperar á Pedro de Villagra, y acompañarle hasta su 
entrada en Santiago, que se verificó en medio de acla- 
maciones, celebrándola ademas con tres dias de fiestas 
y regocijos públicos, á contar del 3 de junio de 1564 (2). 

Comenzó desde luego el gobernador el arreglo de la 
administracion política con provision de varios empleos 
que en ella resultaban vacantes, y fuele preciso usar de 
su inflexible enerjía para que el ramo de hacienda 
recobrara la debida regularidad , porque la indolencia ó 
la contemplación le tenian desamparado , andando en 

po primeros contribuyentes caudales de mucho importe, 
cuando tantas y tan grandes atenciones se veian descu- 
biertas. 
- Esta medida, aunque justa, trajo al gobernador tantos 
enemigos cuantos fueran los individuos que ella alcanzó , 
pero al cabo entró el tesoro en fondos, y con ellos la 
autoridad en obras de jeneral aprovechamiento , porque 


(1) Ahora que los pase se mantienen con sosiego y en buen ca- 
mino, me dispongo á pasar á 
(Carta del pa al cabildo de Santiago.) 
(2) Libros del cabildo. 


10 HISTORIA DE CHILE, 


como no parecian ya en el pais Indios de guerra, 
mientras que en Santiago se tomaron con nuevo empeño 
los trabajos de la catedral, de la casa del concejo, el 
laboreo de las minas, etc. , el activo Pedro de Villagra 
encargaba á todos los correjidores de su gobernación 
que cada cual en su distrito concurriera estimulando , 
ya la industria, ya el comercio z segun que la localidad 


lo permitiera. Así, en breve se vió un no esperado des-. 


arrollo en la agricultura de la fertil Imperial; Villarica 
respondiendo á su nombre con t la, suerte de tesoros ; 
Valdivia sacando de la Madre de Dios abundante y ri- 


quísimo oro, y solicitando su cabildo que el rey le coñ- - 


cediera el privilejio de asentar en su casco casa de mo-= 
neda; Osorno acrecentando el número de talleres, y 
enriqueciéndose tambien con su preciosa mina de Pon- 
zuelo. 

Mientras que con tántos bienes concurria la paz, gra- 
cias á una administracion intelijente y zelosa del bien 
comun, un buque mercantil que del Perú venia trajo 
la noticia de que el licenciado Lope García de Castro 
llegaria en breve, 6 habria llegado á aquel pais , Para 
gobernarle en nombre del rey. Mucho lo celebraron, así 
el cabildo, como el gobernador, y no sin motivo, porque 
la real audiencia de Lima, ejerciendo el gobierno del 
Perú desde el fallecimiento del conde de Nieva, hombre 
empeñado en la prosperidad de Chile, habia desaten- 
dido enteramente cuantas súplicas y reclamaciones le 
dirijieran los cabildos de ese último reino, sin siquiera 
otorgarles el mas insignificante auxilio ni en armas, ni 
en mantenimientos, en mas de dos años de su absoluto 
mando, Con venir al poder García de Castro, de pre- 
sumir era el favor de su autoridad, y el gobernador y el 


ad 


Pa 


CAPÍTULO 1. 11 


cabildo de Santiago salieron al instante demandándole 
por medio de Juan Godinez, que fue despachado 4 Lima 
para felicitar al nuevo presidente (1), é inclinarle á que 
viniese al socorro de Chile con algunas mb y mu- 
niciones. 

Poco habia que este comisionado estaba en camino, 
y ya se esparció la voz de que, en efecto, recibido 
quedó en el Perú de presidente y capitan jeneral García 
de Castro, en 22 de setiembre de 156h; que desde 
luego mostró su desagrado á la. real. audiencia por ha- 
berse mantenido tan olvidada de la suerte del reino de 
Chile, cuando tantas veces se tenia. solicitado su am- 
paro; que-estaba acelerando el equipo y arreglo de un 
buen refuerzo de jente con destino á la defensa y con- 
servacion de este tan combatido pais, y que tambien se 
le daria un nuevo cara pero no se pronunciaba 
el nombre (2). 

Aunque Pedro de Villagra estaba resuelto á pasar 
todo el verano en Santiago, porque, como lo dice el 
cabildo de esa ciudad: «los Araucanos se maántenian 


» con sosiego en el término en que selos habia dejado, » 


con vista de aquella novedad se hizo mas necesaria su 
permanencia en la capital, para estár 4 mano de entre- 
gar el poder á quien en nombre de García de Castro 
saliese reclamándole. 

Semejantes voces nunca debieran adelantarse, por 
que la autoridad se desvirtua; en quien la ejerce suele 
entrar indiferencia cuando menos, y en los ca? 

seg 


MS 


(1) Presidente de la real audiencia; 1 


ca 


e como algunos autores su- 


(2) Acaso A estas noticlas el ilustre die Bartolome Rodrigo Gon- 
zalez de Marmolejo, que vino por entonces del Cuzco, ya consagrado para 
entrar en la silla episcopal de Santiago. 


19 HISTORIA DE CHILE, 

dos de mala índole la audacia puede ir hasta la insolen- 
cia. No falló, en verdad , la entereza de Villagra, mas 
que se reconociera en vísperas de haber de rendir un 


baston, que, atento á sus servicios y á su capacidad, en - 


manos dignas estaba ; pero se suscitaron en Santiago 
acaloradas disputas de las cuales hubieran podido resul- 
tar poderosas banderías, y todo por solo querer acla= 
rar si García de Clos tenia 6 no las competentes 
facultades para remover de, motu propio un gobernador 
interino con otra. interinidad menos poderosa , pues que 
la existente traía s > orfjen de facultad real, mientras 


de un simple or le. Los partidarios de Villagra 
ne gaban gen calor, y con calor afirmaban sus adversa- 
rios, que á mas pasaran unos con otros si cabildo y 
gobernador no atendieran á la conservacion del órden 
con zelo y firmepropósito de escarmentar 4 quien alte- 


y Gracias á la buena armonía con pot se correspondie- 
ron odas las autoridades, ni la tranquilidad sufrió que-. 
branto, ni la justicia encontra. trabas, pero la cuestion 
- de gobierno siguió ajitándose con tenacidad , hasta que 
por fin se anunció desde Coquimbo el jeneral Jerónimo 
de Castilla, diciendo al cabildo de Santiago haber ar- 
ribado á aquel puerto con doscientos (1) soldados, con 
municiones, « efectos, y órdenes, del presidente del Perú. 

Ya parece ahí desconocida E A autoridad de Pedro de 
Villagta, porque á ella debió dirijirse el general Casti- 


lla; con todo, si acaso hecho pudo no serle grato al 
gobernador, este se prestó si 


(1) sii gy Molina, otros autores van á mayor número; 


is 
probaremos su 


h Mostrar queja al unánime 


en 


a A 
e O 


CAPÍTULO 1, 13 


querer de los cabildantes, para decir con ellos á Cas- 
tilla : « Que no desembarcase la tropa, sino que en las 
» mismas naves la llevase al puerto de la Concepcion 
» donde se reforzaria, y que en la entrada del verano 
» pasaria á esta ciudad su señoría á continuar la pacifi- 
» cacion de los Araucanos, los cuales cuando se vino á 
» la ciudad de Santiago los dejó sosegados y en buen 
» término como al presente estan (1). » 

El ayuntamiento de Santiago, que estaba muy satis- 
fecho con el acertado gobernar de Villagra, creyó 
que sin duda Castilla seria el nuevo gobernador nom- 
brado , mas como este jefe se anunciara con tanto em- 
bozo , Pensó. traerle á una franca y debida declaracion, 


por incdidi de aquella respuesta. Igual fue el sentir del 


gobernador Pedro. jj 

+ Castilla recibió aquella órden, y lejos de observarla. E 
se dió de nuevo 4 la vela, no para arrimar 4. Concep= 
cion: sino pasando á Valparaiso donde hizo tomar tierra 
á su jente, y en cuanto la hubo abarracado, se dirijió 


Hs 


otra vez al cabildo de la capital no menos embozada- 


_ mente que la primera. Se le reitera la órden ya seña- 


lada; la desprecia; toma. su tropa, y parece con bo en 
Santiago. 

A un proceder que tanto se alejaba, no solo del ór- 
den natural de las cosas, sí hasta de los principios 
de la cortesanía, ya no quiso contentarse el cabildo 
sino tomando por suya la cuestion gubernat iva da, y 
trayendo á su seno la persona en quien residia la Deimnera 


autoridad , tras lo cual salió diciendo : « Xx requiérasele 


> (á Castilla) que si trae provision sobre el gobierno, 
» pase solo al cabildo á manifestarla ; que si es de S. M. 
(1) Cabildo de Santiago. 


11 | HISTORIA DE CHILE. 


» Ó de quien poder tuviese para ello, los cabildantes 
» estan prontos á la obedecer, y que de no le retan y 
» hacen reo de culpa y cargo ante el rey. » 

No por ello se manifestó mas cortés el jeneral Casti- 
lla, antes renovando su insultante desprecio para con 
una corporacion, digna en todo caso de mas fina cor=- 
respondencia, se dirijió á la morada de Rodrigo de 
Quiroga, trájole al frente de la tropa venida del Perú, 
dióle el mando, de ella (1), y en seguida los dos jefes 
fueron á las casas consistoriales, donde notificaron al 
cabildo la provision de García de Castro, por la cual 
resultaba nombrado el dicho Quiroga gobernador inte- 
rino y capitan jeneral del reino de Chile. 

Se dió cumplimiento y obediencia al despacho; en el 
acto y sin réplica fue puesto en posesion del gobierno 
- Rodrigo de Quiroga; en el acto y sin dar causales fue 

preso Pedro de Villagra (2). 
Tal fue el desenlace de esa mal trabada pena en 
que algunos de los actores desempeñaron un muy deslu- 
cido papel, y ni se concibe como Rodrigo de Quiroga, 
con tanta experiencia de gobierno, con lealtad tan dis- 
tinguida así en sus relaciones públicas, como en las que 
mantuvo durante la vida privada, se prestara esta vez 


e Y elle (á Quiroga) el mando de los doscientos españoles que trajo 
de socorro. bildo de Santiago.) 


no se hayan dado helagós, A que cubrir un tan innoble. 0d para un 
caudillo en nada inferior á su; ilustre hermano ; ¿ qué razones dió don García 
Hurtado de Mendoza para la prision de este ?... 


CAPÍTULO 1. 46 


á un juego de tan villano desaire para la ilustre corpo- 

. ración municipal de Santiago, porque no es de suponer 
que desprevenido le cojiera el nombramiento de go- 
bernador, 

Como quiera , preso el gobernador Pedro de Villagra, 
al momento fue trasladado á Valparaiso, se le puso en 
la capitana del mismo Castilla, y se le trasladó al Perú, 
á disposicion del presidente García de Castro, sin que 
se sepa cual fin tuyo aquel laborioso y célebre caudillo 

que la calumnia perdió, y la arbitrariedad sacrificó in- 
clemente , porque si otra cosa le derribara del poder, 
natural era que sus enemigos hubieran pensado en pa- 
sarla á la posteridad en abono de su desleal conducta, 
y descrédito de un jefe que todas las ciudades de Chile 
amaron con entrañable sinceridad (1). 

Ni hay sino leer el tercer libro del cabildo de San- 
tiago, para ver que á ninguno de los precedentes go- 
bernadores se le prodigan tantos elojios como los que 
los concejales vierten en honra de Pedro de Villagra, 
de quien dice Pedro Figueroa « que las obras de este 
» prócer merecian premios y no castigos. » 

Entró Pedro Villagra en el gobierno interino de Chile 
el dia 13 de junio de 1563, por disposicion testameñtaria 
que en este dicho dia hizo su hermano el mariscal Fran- 
cisco, y entregó el gobierno 4 Rodrigo de Quiroga 
en 14 de junio de 1565, por órden de Lope García 
de Castro, presidente de la. real audiencia del Perú. 

(1) Cuando Pedro de Villagra venció á Lig-Lemu ofició á todas las colonias di- 
ciéndoles que « con misa de accion de gracias, se las diesen á Dios de que con 
»Inuerte del jeneral Antuhuenu, la de Lig-Lemu, de sus mejores oficiales 
» y de multitud de soldados quedaba dominado el reino. » — A lo que res- 
pondierón todos los cabildos lenándole de bendiciones, de alabanzas á su 
valor, á su prudencia, á su constancia y zelo por el bien comun y por la 
tranquilidad del pais. 


tó - HISTORIA DE CHILE. 


Nació , como su hermano, en Colmenar de Arenas ; 
pasó al Perú, y de allí á Chile con don Pedro de Valdi- 
via, asistiendo á todas las empresas de ese famoso 
conquistador. Asentó vecindad en Santiago, fue factor 
oficial y real en esta ciudad , y maestre de campo jene- 
ral del reino, yen todos sus empleos se mostró muy 
zeloso de la justicia y de la igualdad. Conservó tenaz 
las ciudades Infantes, Angol y Concepcion, contra la 


manifiesta oposicion que sus respectivos cabildos levan- 


taron al considerarse sin fuerzas ni medios para resistir 
al alentado Antuhuenu, y al no menos audaz Antenucul, 
y como saliese con bien de su empeño, aquellos pueblos 
le agradecieron el que persistiera oponiéndose á la des- 
poblacion. 

No se crée dejara descendencia (1), ni aun se dice 
que fuera casado ; pobre entró al desempeño de las fun- 
ciones de la primera dignidad ; pobre le sorprendió un 
hado adverso despeñándole del poder. que con tanto 

jia 5 acaso no esté de mas ir que pere= 
ció entre el desprecio y eS Mas estrecha y desconsola- 
dora. indijencia. 


ole 


(1) ya pas soma gunas Junio. arenas si el don Alvaro de Villagra, 
seria 6 no hijo de Pedro. 
Fúnda anse en que parece en 1699 a doña Josefa Poni de Valenzuela y se 
llagra , probando ser descendiente del Alvaro ; pero con eso no 
dudas. La existencia de Alvaro de Villagra conocida está, pero ¿ fué ese 
raro hijo de Francisco, ó hijo de Pedro? Él pasó, como se ha visto, por 
hijo del mariscal. 


de en 


E 
$ 
3 
E 

a 
: 
d 
í 
y 


AAA 


RA 


| 
| 
| 
] 
| 
| 


CAPITULO 11. 


Rodrigo de Quiroga se manifiesta opuesto a las disposiciones gubernativas 5% 
asentáran los Villagras. — El cabildo de e las defiende. — La m 
en el venerable sacerdote Marmolejo. — Sus obras y su muerte. — En sea 
bernador en Co — Ordena la cia de Chiloe. — La real au- 
diencia en Chile 


( PU yo 
ios que, el 1/4 de Fnio de 1565, entró don Ro- 

dri so de Quiroga en posesion del gobierno de Chile, con 
ue le honró el li senciado Lope García de Castro, pre- 
sidente del Perú, y no hallamos causa por la 208] el 
cabildo de Santiago no conservó, ni traslado del nom- 
bramiento que aquel gobernador notificó acompañado 
é illa, ni a de recibimiento y cere- 
| o.con todos los demas gober- 
nadores lo había Hecho. arto á desquite de la in- 
decorosa conducta que en este lance observó Castilla, 
fuera hacer agravio á los concejales de la capital, todos 
ellos sugetos de probada nobleza é hidalguía. 

Es con todo cierto que entre esa ilustre corporacion y 
A qa ya que no fuera caso de un absoluto des: svÍo, 

y cias en daño comu parecieran necesarias, 
mente , tampoco se armonizaron los pareceres, pues 
Quiroga queria dar por el suelo con cuantas disposicio- 
nes gubernativas salieron de la autoridad de los Villa- 
gras, y los miembros del concejo se empeñaban en man- 
tenerlas valederas. 

Tregua hubo Para estos altercados con ocurrencias 
que, si bien pertenecen á la historia eclesiástica, en esta 

11. Historia. 


18 HISTORIA DE CHILE. 


merecen tambien una breve reseña, porque el personaje 
á quien conciernen sobrada influencia tuvo en la parte 
política, y es por lo mismo digno de recuerdo. 

En 1563, se habian recibido en Santiago las bulas 
que Pio 1V expidió en 17 de junio de 1561, erijiendo 
en catedral la parroquia de Nuestra Señora de la Ásun- 
cion de Santiago, capital de Chile, y poniendo en la 
silla episcopal al licenciado don Bartolomé Rodrigo 
Gonzalez de Marmolejo. Este prelado, cuya consagra- 
cion se verificó en el Cuzco, tenia por gobernadores de 
su iglesia episcopal á los presbíteros don Agustin Cis- 
neros , y don Francisco Jimenez, y vuelto de aquella 
ciudad, y prevenido cuanto al ceremonial contempló ne- 
cesario, pasó á consagrar el templo de Nuestra Señora 
y tomar solemne y pública posesion de su silla (1). 

Preciso es que gozara el reino de mucho sosiego 
cuando notamos que el laborioso y caritativo Marmolejo 
sale inmediatamente de la capital, recorre todas las pro- 
vincias hasta la de Osorno, poniendo en ellas doctri- 
neros pertenecientes á diferentes órdenes relijiosas , 
logra de los Promaucaes la resolucion de establecerse 
en pueblos, y les deja visitadores que atiendan á su 
instruccion, y los aparten de las suertes supersticiosas de 
sus adivinos Ó sortílegos. Apenas empezara cuando 
¿acabó de pastorear ese virtuoso prelado, rindiendo su 

espíritu 4 fines de 1565, y en los 7h años E edad , 
vida, de constante y ejemplar caridad cristiana. 

Descendiente de padres nobles, avecindados en la 
ciudad de Carmona (Andalucía ), y ansioso de traer 
al gremio de la Iglesia las descarriadas tribus que las 


(1 >. su lugar diremos el modo y forma con Ye se solemnizó esta ce- 
remoni 


CAPÍTULO 11. 19 


armas castellanas descubrian en la América, pasó á este 
pais siguiendo en las filas que corrieron sucesiya- 
mente bajo las órdenes de Diego Rosas, Pedro de Can- 
dia y licenciado Gasca. Tan señalada fue su virtud , que 
hasta los salvajes llegaron á respetarla recibiéndole en 
su campo como amigo, y oyéndole siempre con mani- 
fiesto respeto , mas que no siempre abrazáran las máxi- 
mas de paz y de fraternidad con que los convidara; y 
de la misma libertad usó con los bandos de civil dis- 
cordia, de entre los cuales salió una vez herido, no 
por malquerer, sino por inadvertencia, y en la confu- 
sion de una enconada pelea que él queria evitar aun á 
costa de su propia vida. 

Pasó despues á Chile con don Pedro de Valdivia, 
cuyas conquistas siguió con infatigable zelo en el des- 
empeño de sus funciones sacerdotales, y sin admitir 
nunca aquellos emolumentos de lícita asignacion. Tuyo 
encomienda de indios, concedida por el rey, en Malga- 
-—malga, y las horas que su ministerio le dejaba libres , 
las empleaba en la educacion cristiana de sus pobres 
jentes, como él decia, hablando delas de su encomienda, á 
quienes cuidaba. se les diese abundante y sano alimento, 
y un trato conforme en todo con lo que enseña el eyan- 
jelio, Socorrió dos veces á la ciudad Concepcion con ere- 
cidas sumas, y dos veces recojió á los vecinos de ella 
manteniéndolos á sus expensas en las dos primeras 
despoblaciones , hasta que tomaron nuevo asiento, 
Gastó con el ejército mas de cien mil pesos, consumió no 
pocos en traer á Chile una yeguada de que proceden los 
tantos y tan famosos individuos de la especie que hoy 
posee aquel reino; en fin, con su carácter conciliador, 
caritativo, cristiano, y no poco político, procuró grandes - 


20 HISTORIA DE CHILE. 

bienes 4 las colonias chilenas , y las preservó mas de 
una vez de males, que sin la mediacion de ese santo 
sacerdote hubieran sido inevitables en aquella época 
de desacatos á la vez que de contemplaciones. 

La muerte de este varon esclarecido (1) en todas las 
ciudades fue llorada, pero con mayor razon en la capi- 
tal, aula, por decirlo así, donde diariamente se enseña- 
ban las virtudes del primer cura, primer vicario, y 
primer obispo que el pasto espiritual sirvió á los mo- 
radores de Santiago; y con sentido y público pesar la 
vió el gobernador Rodrigo de Quiroga, que se mantenia en 
esta ciudad, porque por ninguna parte daban seña los 
Indios de volver á turbar el sosiego en que Pedro de Vi- 
llagra habia dejado el pais. 

Vemos sin embargo que el 3 y el 29 de diciembre del 
expresado año pasó el gobernador revista de sus tro- 
pas (2), y que nombró de su teniente de gobernador y 
capitan jeneral del reino á Martin Ruiz de Gamboa, 
con facultad de permanecer en Santiago , y proveer la 
vacante que de alguacil mayor resultaba en esta Cciu- 
dad (3); de donde se infiere que debia ya tener resuelta 
su partida, aunque no se nos señala la «fecha en que 
hubo de ejecutarla. Con todo debieron reformarse algu- 
nas de esas disposiciones , pues el 19 de abril de 1566 
estaba en el correjimiento de la capital Juan de Esco- 
bedo, el gobernador en la ciudad Concepcion , y Gam- 
boa en Valdivia. e 

Habia proyectado Rodrigo de Quiroga la repoblacion 

(1) Sucedióle en la silla episcopal á principios de 1567 el ilustrísimo señor 


don Fray Fernando de Barrionuevo, del órden seráfico; fue natural de Gua- 
dalajara, y en el poco tiempo que gobernó la Iglesia se adquirió opinion de 


santidad. 
(2-3) Libro 4? del cabildo. 


CAPÍTULO 1, : 22 


de la plaza de Arauco y ciudad de Cañete, cuya deter- 
minación movió una terrible resistencia en los ayunta- 
mientos de Santiago y Concepcion, que alegaban dos cau- 
sas contra semejante empresa. La primera y mas fundada 
era que con ver los Araucanos como los Españoles vol- 
vian á establecerse en su suelo, se habian de irritar hasta 
punto de recojer nuevamente las armas , aunque por en- 
tonces no hubiese indicio ninguno de semejante querer ; y 
era la segunda, en Concepcion , el no querer su cabildo 
desmembrar el vecindario, pues se habia visto en gran- 
des apuros, y no estaba por provocar otros; y en San- 
tiago se decia que de tal empresa no dejarian de resultar 
pedidos de todo jénero, y ya estaban cansos sus habi- 
tantes de tantos y tan repetidos sacrificios , hechos en 
auxilio de las colonias del Sur. 

Hemos dicho que en Rodrigo de Quiroga pareció ma- 
nifiesta aversion contra todo cuanto hicieran los Villa- 
gras : estos habian abandonado Cañete y Arauco; las 
observaciones de los dos cabildos citados podian ser sen- 
satas , acaso realizarse (y en efecto fue asi), pero era 
preciso que en Cañete y en Arauco se asentara el gober- 
nador, por lo mismo que le resistian., 

Mandó, pues, á Santiago al licenciado Hernando de 
Villalobos, para que se encargase de la capitanía jeneral 
del reino en ausencia de Ruiz de Gamboa ; dió el mando 
de las armas (1) á don Miguel de Velasco ; hizo á Lorenzo 
Bernal su maestre de campo, y habiendo recojido cuan 
tos vecinos pudo hallar de los pertenecientes á la despo- 
blada Cañete, y no pocos veteranos que con la paz an- 
daban dispersos, Ó dados á la ociosidad , la expedicion 


(1) Jeneral de las armas dice el cabildo de Santiago. 


22 HISTORIA DE CHILE. 


quedó determinada para el 13 de noviembre de 1566 (1). 

Que la paz debia parecer bien asentada lo prueba la 
resolucion en que por entonces entraron los misioneros 
mercenarios, que á Chile vinieran con Pedro de Valdivia, 
quienes se constituyeron en comunidad, y cabeza del 
reino de Chile en lá órden , no obstante que en Concep- 
cion existia convento de la misma desde 1563, 4 cuyos 
relijiosos encomendó OR en sú Ieniaendo Francisco 
deVillagra. 1 fund t fueron fray 
Antonio de Correa, fray Adtónlo Rondon, fray Bernabé 
Rodriguez , fray Juan Zamora, fray Antonio de Olmedo, 
fray Diego Jaime, y el lego Martin Velazquez, y todos 
ellos habian concurrido hasta entonces al campo de ba- 
talla para dar el socorro espiritual á los necesitados, Pa- 
recióles no quedaba mas que hacer sino retirarse al 
claustro, y sin embargo la paz llegaba á su término. 

Con mas de trescientos hombres pasó el Biobio Ro- 
drigo de Quiroga , llevando por todas partes una mano 
destructora que puso á los Indios en la mayor conster- 
nacion, por lo mismo que no debian presumir que hosti- 
lidades tan arrebatadas se rompieran , toda vez que nin- 
guna causa las motivaba. Los campos quedaban asolados, 
los naturales se vieron en la precision de huir el golpe 
de una inclemente cuchilla , y el desórden, y el terror, y 
los lamentos removieron de nuevo toda la Araucania , 
cuyos moradores ni sabian si pedir paz ó aceptar hope 
tos la guerra á que se los provocaba, 


(1) Figueroa y otros historiadores ponen en 1565 la reodilicltiod de San 
elipe de Arauco y de Cañete. Si acaso se quisiera dudar de la fecha que 


CAPÍTULO 1. 23 


El campo castellano llegó , pues, á Arauco ; comenzó 
desde luego la reedificacion de esta plaza, que fue otra 
vez puesta á las órdenes del famoso Lorenzo Bernal; y 
de aquí se trasladó á Tucapel , sobre cuyas ruinas alzó la 
ciudad de Cañete , estableciendo en ella á muchos de sus 
antiguos vecinos, con otros nuevos que recibieron terre- 
nos y solares para su asiento. El mando de esta colonia 
fue encomendado á don Miguel de Velasco. 

Al regreso de esta colonia para la plaza de San Felipe 
«de Arauco, reparó el gobernador que el sitio llamado 
Quiapo (1) era de mucho interes para la correspondencia 
entre Arauco y Cañete, y por consiguiente se paró en él 
emprendiendo la construccion de un fortin. Aquí fue 
donde recibió Quiroga un oficio de su lugarteniente el 
licenciado Villalobos, en que le anunciaba que el cabildo 
de Santiago estaba sumamente sentido y muy descon- 
tento porque se le habia asegurado « que Su Señoría pen- 

»saba ir á la conquista y poblacion de Chiloe. » 

El ayuntamiento de Santiago , y del mismo sentir eran 
todos los demas, no presumia ventajas en ganar tierra 
cuando ni fuerzas bastantes habia para guardar la que á 
fuerza de tanta sangre se habia adquirido; pero fue mal 
hereditario entre los gobernadores el afan de extender los 
límites de su dominacion, y de ese mal no se habia de 
libertar Rodrigo de Quiroga ; solo que no conviniéndole 
romper abiertamente con la municipalidad de la capital 
del reino, hizo que se acercase á ella su lugarteniente, 
con esta misteriosa respuesta : « Que la hida á Chiloe 
» muestra hacerla solo por entretener la jente de guerra 
»con la esperanza de ella, y no para que en efecto se 


(1) Unos ponen Cuyapu, otros Queipo y Quipeo como Molina. 


2% HISTORIA DE CHILE. 


»haga tan perjudicial empresa; que por esto mandó á 
» Martin Ruiz de Gamboa que fuese con dos ó tres amigos 
» solamente á Valdivia, á solo hacer muestra de que se 
» hiba á hacer la dicha jornada (1). » 

No pasó el ayuntamiento por el solapado contenido 
de semejante despacho, y menos el astuto rejidor An- 
tonio Tarabajano , quien salió diciendo, ante el mismo 
Villalobos , cuan poca fe le inspiraban las palabras del 
gobernador, y que los concejales no debian alzar la se- 


sion sin dejar acordada la respuesta que cumpliera dar 


á Quiroga, no por un mero papel, sino por medio de 
una diputacion que presentándose ante la primera au- 
toridad , supiese traerla al voto público. Todos los capi- 
tulares entraron gustosos en ese parecer, y fue acuerdo 
del mismo dia : « Que no se hiciese la mencionada em- 
» presa, añadiéndole nuevos gravámenes á esta ciudad, 
» quecomocapital del reino recalión sobre ella los reparos 
» delos asedios, repobl y recupera- 


» ciones de los establecimientos australes. Que por re- * 


Y 


parar estas cosas, han gastado los vecinos de ella muy 
grandes sumas de pesos de oro de sus haciendas, en el 
» sustento y allanamiento del reino; y gastan cada dia, 
» por lo que estan al presente muy empeñados, y de 
» manera que en otra urjencia no tenian con que servir 
» 25. M. Ni la hacienda real tenia con que hacerlo, 
» pues por el mismo motivo está tan empeñada que ya 
» no pedia dar socorro en manera alguna; y que así, 
» con la nueva poblacion se ponia 4 peligro todo el 
» reino. Por tanto que el diputado (2) pida con todo 
» calor, no consienta hir al jeneral Gamboa á la dicha 


3 


(1) Acuerdo del cabildo del 24 de enero de 1567. 
(2, El rejidor Tarabajano. 


ie A 


NI EI SR O O O 


CAPÍTULO 1. > 25 


» jornada, ni sacar para ellajente alguna de este reino. » 
De esa manera se hablaba en Santiago mientras que en 
Quiapo escribia el gobernador las órdenes necesarias 
para que Ruiz de Gamboa pasase desde Valdivia á la 
conquista de Chiloe, mientras que ya corria la flecha en los 
cuatro Butalmapus, y mientras que los Araucanos del 
interior cumplieron la eleccion de su nuevo toquí Pilla- 
taru, que se supone próximo pariente del. célebre Lau- 
taro : así la embajada de Tarabajano quedó sin efecto. 

Como lo habia previsto el cabildo de la capital, los 
Araucanos no podian mantenerse quietos viendo otra vez 
á su enemigo establecido en su patria, y menos cuando 
ese enemigo caminaba destruyendo campos y arrasando 
una tierra, cuyos habitantes, aunque no rendidos, 
permanecian ya habia mas de dos años inofensivos y 
sosegados. 

A las voces de nuevo alzamiento, que no le sonaron 
bien al gobernador, salió desde Quiapo Pedro Cortés de 
Monroy , con unas setenta á ochenta lanzas que habian 
de guerrillear, no haciendo frente á crecidas masas si 
acaso con ellas dieran , sino dando de maloca Ó sorpresa 
sobre partidas sueltas. Monroy fue en sus correrías con 
extremado ae ; y queriendo ds mas ba una 
delas parci des contiguas á los establ espa 
ñoles le pedian ¡erpoimacion de la paz, pero era inútil 
contar con ella pues que Pillataru tenia ya en Qui- 
laco (1) tres mil soldados, de cuya instruccion para el 
manejo de las armas cuidaba el toquí con actividad y 
esmero. | 

No tardó mucho el jeneral araucano en salir del pa- 


(1) Limaco sin duda se quiere decir. 


26 HISTORIA DE CHILE. 


ludoso lugar que sirvió de punto de reunion á sus sol- 
dados, pero nuevos estos en el arte de la guerra, se con- 
tentó con irles acostumbrando á ella por medio de re- 
pentinos avances contra las posesiones españolas , que 
causaban no pocos daños y solian quedar sin castigo , 
porque en una desbandada de anticipado concierto cu- 
bria á los conquistadores el verdadero puesto que las 
armas indias ocupaban. 

Ya por fin entrando el toquí en la resolucion de dar 
abiertamente contra la ciudad de Cañete, declaró sus 
posiciones en el cerro de Rucupillan, cuya elevacion 
mide mas de trescientos pies castellanos, teniendo los 
costados de norte y poniente como cortados á nivel, 
y dando á los de oriente y mediodia una fuerte palizada. 
Pillataru queria probar si los Españoles osarian venir 
á ofenderle , porque en defensa tan bien escojida pro- 
bable era que sus soldados mantuviesen el choque con 
mucha mas resolucion y confianza que si por primera 
vez se los pusiera en campo raso, 

La noticia de este acontecimiento enfureció al gober- 
nador Quiroga, porque de ningun modo quisiera él que 
semejante asomo de guerra llegara Ó tomar incre- 
mento, en triste abono del vaticinio de los cabildos de 
Concepcion y de Santiago; así es que inmediatamente 
mandó que el maestre de campo Miguel de Velasco, 
con buen número de tropas y algunos auxiliares , y con 
la partida que mandaba Pedro Cortés , pasase á atacar 
á los Araucanos, hasta desalojarlos de sus posiciones 
y deshacerlos. 

Estos jefes llegaron al pie del cerro de Rucupillan 
al romper el dia, en uno de los primeros de mayo de 
1567, é intimaron la rendicion al toquí; pero aun- 


A A E A E O E A 


AA 


NN A A AAA A A a 


NÓ A 


CAPÍTULO 1. 297 


que hubo de cojerle desprevenido su enemigo, con 
ufanía respondió no querer acomodarse sino con una 
guerra á muerte, y los Españoles comenzaron á repe- 
Char la cuesta, por la parte que conducia á la esta- 
cada del mediodia Velasco , y Cortés por la oriental con 
su columna y la de los auxiliares. En ambos costados 
respondió Pillataru al choque con entendida disposicion, 
y sus soldados defendieron la trinchera como si en la 
guerra muchos años de ejercicio tuvieran; pero al cabo 
de dos horas de ensayo saltaron sus adversarios la esta- 
cada, comenzó la pelea con encarnizamiento, entró en el 
ala que llevaba Cortés y en las masas indias una ruidosa 
confusion , queriendo aquella cerrar paso, y estas des- 
pejarle, y en fin, en tanto que Velasco cantaba la victoria 
en la cúspide de la montaña y centro del campo arau- 
cano, este con su toquí la descendia declarándose en reti- 
rada, seguida algun tiempo de las armas de Pedro Cortés. 

Pillataru perdió doscientos hombres, y de los ven- 


cedores no se señala número, aunque se dice salieron 


con muchos heridos, y sobretodo en la division auxiliar; 
de cualquier modo no estuvo en este triunfo el fin de 
la guerra á que los Araucanos fueron esta vez llamados, 
y mientras que los dos bandos se desafian en reencuen= 
tros y escaramuzas de no mas importe que el acreditarse 
de bien hallados en una recíproca hostilidad, volvamos 
la vista á la empresa de Ruiz de Gamboa. 

Con las órdenes que del gobernador rocibictib abla cau: 
dillo en los primeros dias del mes de enero de 1567, co- 
jió en Valdivia unos ochenta y cinco Españoles, se le 
unieron otros pocos en Osorno , á su paso para Chiloe en 
principios de febrero (1). De Osorno partió para la parte 


(1) Los autores suponen la conquista de Chiloe en 1566, pero mal admi- 


28 HISTORIA DE CHILE, 


jurisdiccional del cacique de Carelmapu, situada sobre 
la ribera del golfo de Chiloe, cuyos moradores , así como 
su jefe, le recibieron con prendas de suma complacencia, 
hija sin duda de su índole pacífica y hospitalaria. De 
suerte que no fue llegar, ver y vencer la obra del jeneral 
español en aquella tierra, como así se ha sentado en varias 
historias , sino llegar, ver y fundar , con consentimiento 
y ayuda de los inocentes pescadores que la habitaban , 
y que salieron ofreciendo á sus huéspedes sus haberes , 
todas sus piraguas, á favor de las cuales recorrieron los 
Españoles la mayor parte del golfo. 

Ruiz de Gamboa bautizó el pais con el nombre de Pro- 
vincia de la Nueva Galicia, en recuerdo del gobernador 
Quiroga, oriundo de Galicia de España, y fundó la ciu- 
dad dicha San Antonio de Castro, ú sea Castro simple- 
mente, como algunos pretenden, obsequio sin duda 
dirijido al presidente del Perú; llamando tambien al rio 
que la baña el Gamboa, cuyo cognomento se perpetua. 

De sesenta á setenta mil almas se supone fue la pobla- 
cion entonces descubierta , y la distribuyó en diferentes 
encomiendas el jeneral Gamboa, dando á los Españoles 


que en la isla quisieron asentar vecindad un crecido” 


número de brazos para cultivar los terrenos que á cada 
uno le fueron señalados. Mientras continuaban los traba- 
jos de fábrica y demas, llegó aviso de Quiroga en que 
mandaba que Gamboa se trasladase á San Felipe de 
Arauco, dejando el mando de la expedicion en quien le 


Hfáramas f Aa A 


i cabildo de Santiago : u Y el 2% de enero 
» de este nuevo año de 67 aun estaba en Valdivia este ejército. » Tambien 
pretende que Ruiz Gamboa fue á Chiloe con solos 60 Españoles; ese nú- 
mero y mas parece que dejó á su maestre de campo Alonso Benites, vecino 
de Valdivia , cuando, regresando á Quiapo, le encargó el mando de la nueva 
conquista, 


al 
A 
| 
4 


Pa 


CAPÍTULO 1. 99) 


pareciere mas á propósito; y este mando recayó en el 
maestre de campo Benites , que quedó con todos los Es- 
pañoles, menos una escolta de diez ó doce caballos, con 
que Gamboa entró en Arauco. 

No se detuvo en esta plaza. Rodrigo de Quiroga, que 
en ella se mantenia, haciendo frente á las continuas pro- 
vocaciones de los Araucanos, habia recibido aviso de la 
llegada de una real audiencia á Concepcion , encargada 
del réjimen civil y militar del reino, y acompañado de 
Gamboa pasó á aquella ciudad para desnudarse de un 
poder en el que luego le veremos por la expresa voluntad 
del rey Felipe 1. 


CAPITULO UI. 


Ministros togados de la real Peas, > — Rodrigo de Quiroga entrega el 


gobierno al supremo tribunal. — Providencia intimatoria del tribunal 
gobernador. — Responde el toquí con la expugnacion de Quiapo. — La 
audiencia pide fuerzas para hacer la guerra. — Martin Ruiz de Gam 


jeneral en A — El ulmen Nahuelbuta. — Prosperidad de las Pm. 
meridional 


(1567.) 


Por cédula de Felipe II, fechada en la Granja el 27 
de agosto de 1565, se mandó establecer en el reino de 
Chile real audiencia, que habia de residir en la ciudad 
Concepcion, no por mas derecho ni causa, sino el de 
rayar aquel pueblo con el Araucano, cuyo belicoso 
aliento presumió atajar la corte de España fiando á la 
pluma el problema que hasta entonces seguia resol- 
- viendo la espada. Mucho ganara con esta medida el 
reino de Chile si á la toga no se la desviase del templo 
en que se pesan los derechos y los desvíos del hombre, 
segun pactos de la sociedad á que pertenece; pero ar- 
mar esa toga y traerla á que disponga y soberana- 
mente ordene las batallas en un pais nuevo, en un 
pais desconocido del todo, fue un desacierto fatal, 


Y de ese desacierto ningun cargo hay que hacer á , 


Felipe 1, ni tampoco á sus consejeros ; estos, como 
aquel, vinieron á. la resolucion citada con la mejor fe, 
con verdadero sentimiento del bien , con miras de una 
acrisolada piedad en favor de los Indios, como en favor 
de sus conquistadores, Desde que Valdivia se estableció 
en Chile, la envidia, la cobardía, la ambicion, todas 


CAPÍTULO 111. 31 


las pasiones en fin se desataron con calumnias, y aquel 
desventurado gobernador y sus sucesores sirvieron de 
blanco á la embozada iniquidad que los pintaba cuales 
no fueron nunca, cual ninguno de ellos quisiera parecer, 
y que todos dieran gustosos mil vidas que hubieran te- 
nido, antes que reconocerse en el retrato que sus émulos 
enseñaban en la corte de Felipe. Eran tiranos, eran am- 
biciosos, eran estafadores, eranineptos, á par que injus- 
tos, y si la guerra no tenia término, pobre disculpa el 
atribuirla al exajerado ardor de los Araucanos, cuando la 
causa real era, á mas de la mala direccion que se le daba, el 
grande interés que en su perpetuacion recojian así los go- 
bernadores , como algunos de los capitanes sus favoritos. 

Esas y otras imposturas penetraban muy á menudo 
hasta el mismo trono; hallaron por fin oidos, y no se 
dió con mejor remedio, sino el que vimos en la cédula 
citada anteriormente. 

Los ministros nsjpbeados para hacer parte del su- 
mo tri con entera independencia del semejante 
establecido en el Perú, fueron Diego Nuñez de Peralta, 
decano ; los licenciados Egas Venegas y Juan Torres de 
Vera, oidores, y para fiscal el jurisconsulto Navia, á 
quienes felicitó en Coquimbo el 12 de mayo el rejidor de 
Santiago, Juan Godinez, en nombre de su ayuntamiento, 
acompañándolos hasta Concepcion, en cuya ciudad se 
les dió entrada solemne con toda la tropa tendida, cam- 
paneo, salvas, aclamaciones , paseando el sello real en 
un hermoso caballo blanco ricamente enjaezado (1). 

Acabada la ceremonia de posesion y asiento, entró 
don Rodrigo de Quiroga deponiendo en manos de la 


(1) A ciudad compró el caballo á Francisco o en trescientos cuarenta 
pesos. La ceremonia ocurrió el 13 de agosto de 


32 HISTORIA DE CHILE, 


audiencia la gobernacion de Chile, y quedó aquella so- 
berana en la administracion política y civil, soberana 
en el gobierno militar. 
Es de notar que este acontecimiento, si causa de 
Are contento fue para los Españoles, con tan grande ó 
me deporte le celebraron los Araucanos, porque 
Pillataru comprendió muy distintamente cuan bien se 
le servia desarmando al gobernador Quiroga, cuya es- 
pada en tantas ocasiones se habia ilustrado. Así es que 
el entendido toquí, sin detenerse asomó en el estado de 
Arauco, con numerosos cuerpos, de los cuales algunos 
pasaron corriendo hasta los establecimientos españoles, 
y en ademan de querer atacar la ciudad de Cañete. 
Saludo semejante no fue muy del gusto del tribunal 
gobernador , pero encargado de una mision puramente 
conciliadora, supuso desde luego que á su voz la tem- 
pestad se disiparia, y salió con un acuerdo en que se 
ordenaba, se hiciese saber á los enanos se hallaba 


rmas , y concurriesen 
á Concepcion expresando sus quejas, pues serian oidos 
y despachados con benignidad. Pasó á notificar 4 Pilla- 
taru ese auto tan peregrino el escribano de cámara An- 
tonio de Quevedo , pero el toquí, que sin duda no entendia 
de leyes, 6 quiso hacer como que no las entendia, cojió 
al escribano, le trajo entre filas hasta la fortaleza de 
Quiapo , que fue abandonada de la guarnicion española, 
tras una muy corta defensa , porque reconoció 4 tiempo 
que no se podia sostener , y se refujió en Cañete ; yen 
cuanto Pillataru se mirara en posesion de la plaza, hizo - 
entender á Quevedo que con lo visto podia. vales, y 
responder á la real audiencia. 


CAPÍTULO IL. 39 


Bien podia Pillataru reir impunemente de una me- 
dida tan fuera de propósito, y mas cuando la audiencia 
llevó el desacuerdo hasta punto de quedar sin jente ar- 
mada, y sin capitanes de servicio , desde que Rodrigo de 
Quiroga le entregó el baston ; pero á vista del peligro en 
que se reconoció en cuanto tuvo noticia de la altivez del 
toquí, y de sus resultas, ofició 4 todas las ciudades en 
demanda de fuerzas con que hacer frente al enemigo , 
exijiendo de la de Santiago soldados , armas, caballos y 
municiones, y facultando á su cabildo para que por sí 
mismo nombrase capitan del cuerpo de jente que man- 
dar debia , cuyo capitan le daba la real audiencia por 
aceptado. : 

Acaso estuvieran las colonias del Sur en disposicion de 
responder debidamente á la demanda de la real audien- 
cia, que entra en Concepcion ondeando el estandarte de 
una paz. eterna y verdadera , para salir, al cabo de cuatro 
dias de ejercicio en el poder, con un jeneral apellida- 
miento á las armas. Pero en Santiago no habia ya ele- 
mentos de ningun jénero para que su cabildo viniese 4 
nuevos sacrificios. Compuesto entonces su vecindario de 
ancianos, de inválidos, de hombres en fin que las bata- 
llas arruinaron con Deia miembro de menos ; el tesoro 
sin un maravedí ; los particulares empeñados en sumas 
cuantiosas, tomadas para hacer frente á los contínuos 
pedidos, 6 ya para mantener en sus. propias moradas hoy 
todo un pueblo que el enemigo ll le sus AOBares ; 
mañana uno, dos, ó mas dest 
y fujitivas , que en la capital se amparan; como hicieron 

" últimamente les capitanes Balsa y Zurita, y amen de 
esto, sacrificios sobre sacrificios para tantas necesidades 
como enseñaron las repetidas repoblaciones, y suerte 


TL HistORIA. 


34 HISTORIA DE CHILE. 


que, mientras con el teson, con la inimitable constan- 
cia de los conquistadores parecian florecer y salir de 
entre ruinas aquellas colonias que con mayor furor per- 
seguian y asolaban los terribles Araucanos, la capital de 
Chile era la que fallecia, la que se atrasaba, la que sentia 
una dolorosa indijencia, y á la que sin embargo se re- 
curria como si hubieran de ser inagotables sus tesoros. 

Así, cuando el cabildo de Santiago tomó noticia de la 
órden en que la real audiencia le reclamaba un contin- 
jente de hombres, y los recursos á su equipo y armamento 
necesarios, en cada uno de los concejales se pintó el 
mas acerbo dolor, y con lágrimas habrian respondido 
todos ellos á la suprema autoridad si delante la vieran. 
¿Como hacer en efecto? Todo, todo absolutamente fal- 
taba menos un acrisolado patriotismo , menos una volun- 
tad leal y desprendida ; pero con eso no se contenta nunca 
el que pide , y fue menester resolverse al sacrificio. 


Hízose junta general para que cada vecino concurriera 


ofreciendo á la patria aquello que su civismo y su jene- 
rosidad le aconsejasen, porque era caso de dejar al arbitrio 
individual lo que de autoridad no se podia ni debia ya 
pretender, y el acto entre aquellos antiguos y mutilados 
guerreros vistió un semblante de un súblime patético. 
Este ofrece el solo hijo que le queda, aunque no cuenta 
todavia en la edad viril, pero recuerda con sentimiento 
la imposibilidad de vestirle y armarle ; aquel, no teniendo 
hijos , responde que se empeñará con quien le fie para 
equipar dos, tres, ó mas soldados ; estotro, acaso sin cré- 
dito entre los pocos usureros que eran los vampiros de 
cada colonia, olvidando años y achaques, se pone en la* 
lista de la milicia por tener parte en el patriótico esfuerzo 
á que se le conjura en nombre del rey ; quien brinda con 


- 


a » cit a 
A Sia 


A NA e 


E 


CAPÍTULO Il. 35 


* armas; quien se obliga á presentar caballos de cuyo 


costo responde con todas sus propiedades ; y al fin es el 
resultado la formacion de una partida de cincuenta á cin- 
cuenta y cinco plazas, jóvenes de catorce á quince años 
mas de la mitad, y el resto hombres de sesenta para 
arriba. 

Terminada así la junta, el cabildo se puso de acuer- 
do (1) para referir al tribunal gobernador las causas que 
le habian traido al sensible extremo de no poder contri- 
buir en aquella circunstancia con recursos de accion y 
provecho, aunque haciendo , como él dijo, la última po- 
tencia por servir á V. A.; y una vez descargado de ese 
deber, comenzó, con el zelo de que siempre dió tan cum- 
plido testimonio, el arreglo y organizacion de los solda- 
dos alistados para la nueva campaña. Esta obra no debió 
ser muy fácil. El refuerzo se le pide con urjencia ; en un 
solo dia se le prometen los vecinos, y con todo no vemos 


que se realize ni mueva hasta el 22 de setiembre, en 


- cuya mañana , por voto unánime de los cabildantes, y 


en virtud de la real provision de la audiencia , Se expidió 
título de capitan de aquella gente que iba á salir para 
Concepcion , al rejidor Juan Godinez. 

La audiencia entretanto habia nombrado jeneral en 
jefe de las armas 4 Martin Ruiz de Gamboa, maestre de 
campo á Lorenzo Bernal, y 4 Pedro Cortés le hizo capi- 
tan de partidarios. Esos son los jefes de que se hace mé- 


M1RISO0OA HEABAERAE FMFánins A de . e MA 
> dá 


comunicacion que en este dia enviaron los concejales de Santiago á la real au- 
diencia. Es una breve reseña de lo ocurrido en Chile desde la llegada de Pedro 
Valdivia hasta la fecha citada. Mas de (100,000 pesos de oro han gastado ya en 
la guerra los vecinos de Santiago, sin contar manutenciones, ni hacer mérito de 
los ordinarios. tributos. En esa comunicacion se ha de ver tambien con cuanta 
ve hemos marchado en el relato de los hechos que se apartan, con no pocá 
frecuencia, del comun decir de los historiadores que nos han precedido, 


36 HISTORIA DE CHILE. 


4 
rito en todas las historias, y ninguna de ellas habla de 


Godinez. ¿Llegaria á Concepcion, cuando ya aquellos 
capitanes habian marchado contra el toquí? ¿Se negaria 
el tribunal gobernador á reconocer valedero el nombra- 
miento de capitan que en su rejidor hizo el cabildo de 
Santiago , no obstante haberla ordenado él mismo? Po- 
sible es tambien que las colonias meridionales concurrie- 
ran con algunos auxilios, y se dispusiera la expedicion 
encomendada á Gamboa, antes que las fuerzas de San- 
tiago llegaran á disposicion de la audiencia. Es lo cierto 
que la real audiencia presumió en peligro la ciudad de 
Cañete, desde que Pillataru se apoderara de Quiapo, en 
cuya fortaleza se mantenia (1), y Ruiz Gamboa fue man- 
dado con cien Españoles y doscientos auxiliares con que 
reforzar la guarnicion de aquella ciudad, y defenderla 
de los ataques enemigos. 

Siguió el jefe español por el camino de Puren, y los 
Indios amigos iban bajo la conducta del ulmen Nahuel 
buta, en cuya aljaba no se veia sino una sola flecha, 
sin que arma de ningun otro jénero pareciera en manos 
de aquel original caudillo. Semejante desprevencion no 
le gustó á Ruiz Gamboa; llegó 4 presumir que el ulmen 
no iba de buena voluntad á la guerra, y así se lo dió á 


entender con palabras, aunque medidas, de imponente. 


gravedad ; pero confuso y corrido hubo de quedar ante 
todos los que le seguian, oyendo como Nahuelbuta le 
respondió en tono muy familiar y de la mas admirable 


(1) Se dice que Pillataru fue á acamparse á dos leguas de Cañete, y que en 
su See le atacaron los Españoles. Es un error. El toquí se queda en Quiapo 
n toda su jente metida en la plaza y en las barracas que en derredor de ella 
DADES levantado Quiroga para .s campo. Ja Leda no Aoi gunos de berto 
cas ni de tiendas de campaña, 
las de Quiapo, 


he us 


de 


le 


ul 


4 


a 


Lu 


CAPÍTULO 11. 37 


simplicidad : « Yo no acostumbro á pelear sino con las 
armas que quito al enemigo : le entro siempre con una 
flecha, y luego echo mano de las que él tiene. » 

En cuanto Gamboa llegara 4 Cañete, ya le pareció 

mengua de su fama el haber de quedar encerrado espe- 
rando á que el toquí quisiera, ó no, venir á provocarle, 
y por lo mismo volvió á salir con su tropa, resuelto á des- 
alojar de Quiapo á los Araucanos, que le esperaron con 
ánimo sereno y decidido. 
- Nahuelbuta tuvo encargo de atacar al enemigo por la 
parte que mira al Lebu, mientras que los Castellanos 
sostenian el frente del centro, 6 corte del arroyo Pilpilco, 
y empezó la funcion en los dos bandos con un esfuerzo 
desesperado. El arrojo del ulmen auxiliar en breve vino 
á hacerse asombro de los Españoles, no menos que de 
los Araucanos ; diestro en el tiro, suelto cual ninguno en 
los avances, y sobre todo entero y despejado para pelear 
y ordenar como si ajustes tuviera para que le respetara 
la muerte, tan pronto se le distinguia lidiando rodeado 
de enemigos, como libre de ellos y á la cabeza de sus 
súbditos alentándolos. Briosos se mostraban tambien los 
soldados de Gamboa , pero mas de tres horas de acalo- 
rado empeño se contaban, y todavia no daban los Arau- 
canos indicio ninguno de desaliento, antes atendian á los 
ataques enemigos con maestría y con imponderable re- 
solucion. i | 

El jeneral castellano debió reconocer la imposibilidad 
de desalojar al toquí, á no ser á expensas de la plaza que 
él queria restaurar, y resolvió por lo mismo comprar el 
triunfo con la ruina de aquella, sobre la cual comenzó 
á despachar gran número de alcancías que de prevencion 
lleyaba. Pronto prendióelalquitran, así las barracas, como 


e 


38 HISTORIA DE CHILE. 


laestacada, y aunque los Araucanos corrian con dilijencia 

á sufocar el fuego, tal intensidad llegó á tomar, que, des- 
pavoridas las masas, y ya sin saber punto fijo en que sus- 

tentarse, se declararon en desbarate, en el cual perdieron 

unos doscientos hombres y varios prisioneros. Nadie se- 

ñala la pérdida que debieron sufrir los vencedores, quie- 

nes se retiraron á Cañete, dejando que Pedro Cortés 

corriera aquella comarca merodeando, y descomponiendo 

los cuerpos sueltos que los Araucanos pudieran formar 

de nuevo. 

Con aquella victoria, y los buenos resultados de las 
correrías de Cortés, que mientras Pillataru rehacia y 
ordenaba. sus filas en el corazon de los montes, sobre 
desbaratar varias partidas rebeldes, logró apresar un 
número considerable de familias, la real audiencia se 
acordó de que su mision no era sino el asentar una paz 
estable, y con ella volvió á convidar á los estados le- 
vantados, ofreciéndoles la restitucion de las familias 
prisioneras, y eterno olvido de los últimos aconteci- 
mientos. Hartas veces habia dicho el pueblo araucano 
que depender de los extranjeros era una ignominia , Y 
morir combatiéndolos una gloria de envidiable adquisi- 
cion; así es que ni responder siquiera quisieron á este 
segundo llamamiento del tribunal gobernador; hemos 
dicho mal , respondieron las tribus existentes desde en- 
tre Catiraiquen , á Santa Juana, y el Tabolebu hasta ra 
costa, con un alzamiento jeneral, que llevó á las filas 
de Pillataru gran número de brazos. | 

Y es de advertir sin embargo, que mientras mas Cal- 
gada y amenazadora se mantiene la tempestad en derre- 
dor de donde ha fijado su asiento la real audiencia, las 
ciudades de arriba Imperial, Villarica, y Osorno, á 


CAPÍTULO 1. 39 


beneficio de un sosiego que nadie parece querer inter- 
rumpir, crecen en vecindario, doblan en riqueza, en- 
sanchan su comercio, y la industria fabril toma en 
aquella última colonia un admirable desarrollo ; verdad 
es que nunca con mayor conato, ni con tanto fruto, se 
habian laboreado las minas de labadero, porque en los 
conquistadores , como en los Indios, habian penetrado 
profundamente las amonestaciones y consejos del pia- 
doso prelado Marmolejo, y las tribus entraban en vida 
social, cristiana y laboriosa, constituyéndose en pueblos 
con una docilidad sin ejemplo hasta entonces. 


CAPITULO IV. 


Don Melchor de Sarabia, presidente a >dE, Ja del reino. — uu salida 
Santiago yendo á Concepcion. — cejo Ó junta de oficiales dere 
— Pillataru en Mariguenu. — Ios los Españoles. estos derro- 

dos. — Vuelve don Hei de Sarabia á Cidciaand de harto avergonzado 
de su derrota. 


un 
o 


(1568. ) 


Aunque de indómita y belicosa índole, los Indios no 
siempre se levantaban por el solo afan de hacer armas 
contra los Españoles; ocasiones hubo, en efecto, en 
que estos provocaban las revueltas por el incorrejible 
empeño de extender su dominacion, ó de recobrar lo 
que sus enemigos les habian quitado; y ocasiones hubo 
tambien en que fue motivo de levantamientos el duro 
proceder de algunos orgullosos encomenderos , y el su- 
persticioso sentir de otros cuya imperiosa voluntad que- 
ria convertir en ascetas hombres á quienes nada, ó muy 
poco, se les tenia dicho de una nueva relijion , entera- 
mente en pugna con la que ellos aprendieron en el libro 
de la naturaleza. 

Los Indios de paz podian aunarse muy «bien con la 
observancia de las fiestas, porque la holganza prove- 
chosa la encontramos todos ; pero que sin arraigada fe, 
y resuelta vocacion para la penitencia, hoy se hagan al 
palo, el viernes al ayuno, la cuaresma á la vijilia, y los 
domingos á ver en los templos, con devocion y com- 
postura, oficios que no entendian , solo pudieron creerlo 
los hombres de aquella época tan intolerante y visiona- 
ria , como rica fue en proezas, 


AA 


CAPÍTULO 1V. h1 


Y contra la eficacia de esas medidas, que entonces 
salian únicamente de la voluntad particular, pero que 
mas tarde se convirtieron en ley del poder espiritual y 
del temporal, nada mas á propósito que la relajacion 
misma de los conquistadores (1), cuyos vicios y torpe- 
zas acaso se ostentaran mas descosidos que los que re- 
prendian á los infieles. 

Es verdad que ninguno de los ramos de la pública 
administracion podia robustecerse en el continuo vaiven 
de aquella exterminadora lucha, y el de la justicia era el 
mas impotente de todos ellos, pues tenia que cerrar 
los ojos para no ver los crímenes, ó mejor, verlos y 
tolerarlos á trueque de no descabalar los pocos brazos 
que servian de sosten á la conquista. Los ministros del 
Evangelio, que en sus principios seguian las banderas , 
ya en calidad de capellanes, ya en la de misioneros, á 
este tiempo ó por causa de achaques, de ancianidad, de 
cansancio, ó de todas esas cosas cojidos, se retiraban 
á las poblaciones mejor defendidas, en las cuales levan- 
taban conventos “para vivir en comunidad y quietud, 
quedando por lo mismo los campos de Indios de paz, y 
las encomiendas sin pastores, sin directores zelosos. 
Así, los naturales, aunque gran parte de ellos bautiza- 
dos ya, volvieron insensiblemente y sin estorbo á sus 
groseras, y tal vez asquerosas costumbres; así, los mis- 
mos Españoles, faltos de la palabra espiritual, sin juez 
ni ley por delante que á raya tuviera las pasiones, no 
tardaron en familiarizarse con el libertinaje, y en vida 
comun con los Indios, trabajo costara el adivinar por 

(1) Ya veremos pronto excepciones, que aquí no entendemos decir sino de 


las masas, y de una inmoral soldadesca contra la cual alzó la voz un ilustre pre- 
lado de quien hemos de hablar luego, 


42 HISTORIA DE CHILE. 


los hechos, cual de las dos familias servia mejor al 
Pillan de los Araucanos. 

Contra males de trascendencia tanta, remedio medi- 
taba la real audiencia, mas para que el remedio fuera 
eficaz, era menester acabar la guerra, y lejos de aca- 
barse daba muestras de mayor ensanche. Tambien Fe- 
lipe II, sin enmienda de los informes que le movieron á 
sentar en Chile el supremo tribunal, y deseando que 
este marchase lleno y ordenado al fin de su tan im- 
portante cuanto esclarecida mision, vino en otorgar la 
presidencia y gobierno del reino (1) al licenciado don 
Melchor Bravo de Sarabia, natural de Soria, y decano 
de la audiencia de Lima. Con recibo del real despacho se 
puso ese personaje en camino para Chile, y aportó á Co- 
quimbo sin accidente ninguno, é instruido de su llegada, 
el cabildo de Santiago dispuso que su alcalde Juan Jofre 
pasara inmediatamente á felicitarle; mas como se le 
anunciara en seguida que el nuevo gobernador pensaba 
trasladarse á la capital, visitando de paso la tierra, fue 
acuerdo del 5 de agosto el nombramiento de alferez.real 
á Jerónimo Gonzalez « para que salga con el estan- 
» darte y el cabildo á recibirle,» sin que tampoco tuviera 
efecto esta disposicion, pues vemos que es el alcalde 


Francisco Riberos quien fue al encuentro de Bravo de 


Sarabia. 

Entró este en Santiago el 16 del propio mes (2), pre- 
sentó su despacho al cuerpo municipal « con facultad de 
» repartir los Indios que se hubiesen de encomendar, » y 
quedó reconocido y proclamado con el triple carácter de 


(1) Real en despachada en Madrid el 25 de setiembre de 1 


(2 E , Pues, los autores suponiendo que el presidente ces desem- 
barcó en al el 15 de abril. 


CAPÍTULO IV. 13 


gobernador del reino , capitan jeneral, y presidente de 
la real audiencia. ( 

Hasta el 2/, de setiembre permaneció el presidente en 
Santiago mejorando algunas disposiciones administrati- 
vas, tras lo cual se puso en camino para Concepcion , 
yendo hasta Maipo acompañado del alcalde Juan Jofre 
y de un rejidor; los cuales, al despedirse, le dejaron 
una corta escolta sacada de Santiago para resguardo del 
supremo jefe hasta su entrada en aquella ciudad, 
donde de nuevo se hizo recibir con los tres mencionados 
títulos. 

Esa travesía desde Coquimbo á Santiago y de San- 
tiago 4 Concepcion de mucha utilidad fue para el pais. 
El equitativo é intelijente Sarabia tuvo en ella la ocasion 
de notar cuan grande era el desconcierto de la naciente 
sociedad, y cuantos los males que la aflijian por lo mismo 
que tan embriagada la tenian ya los vicios. Así es que sin 
perder instante ordenó al licenciado Egas Venegas una 
visita jeneral por todo el reino, con cargo de asentar 
medidas uniformes y comunes : — 1” para la pronta, y 
por ningun título escusada,, satisfaccion del quinto real ; 
— 2% para el pago semanal, y abono, de atrasos en 
los sesmos, que á los Indios se les fuera en deber; — 
3" para señalar de una manera estable cual servicio ha- 
bian de hacer los Indios encomendados , y cual salario 
los encomenderos debian abonarles; — 4” para distin- 
guir las atribuciones de los encomenderos , como los de- 
rechos de los encomendados, y hacer que estos fueran 
tratados con suavidad y moderacion ; — 5" para obligar 
que cada encomendero se procurase á sus expensas, por 

un dot rgado de la educacion cristiana 


lo menos u 


de la familia encomendada ; — 6* enfin, para poner en 


h4 HISTORIA DE CHILE. 


cada partido un protector de Indios, el cual los habia 
de defender, y traerlos en recurso á la real justicia, 
hasta quedar vengados los agravios que se les hubieren 
hecho. i 

De estas acertadas disposiciones con lucimiento salió 
Egas Venegas, corrijiendo escándalos y abusos , y asen- 
tando medidas de tal severidad , que como por encanto 
parecia renacer el arreglo de las costumbres y el mejor 
estar de los Indios, en todos los establecimientos sumi- 
sos á la ley castellana. 

Entre tanto nose mantuvo ocioso el presidente, antes 
con auxilio de personas de saber y de probidad, puso em- 
peño en la pacificacion de las tribus revueltas entre los 
rios Maule y Biobio, la logró, y con las mismas máximas 
de prudencia y de paz se dirijió por medio de ulmenes 
convidando á las parcialidades de los sub-andinos y lla- 
nos de Angol á la provincia de Chiloe, para ver satis- 
fecho , y en breve, como todas ellas depusieron sin. exi- 
jencias las armas. 

Quedaban , empero, los estados de Arauco, Tucapel 


y Catyray, de cuyos estados que no quisieron escuchar - 


proposiciones, salió el toquí Pillataru con seis mil guer- 
reros, apostándose en la memorable Mariguenu, ó cuesta 
de Villagra, y desafiando, por decirlo así, al gobierno 
de Concepcion. 

Contra insulto tal de nada servian las palabras; era 
preciso acudir á las armas, y esto es lo que determinó 
el presidente Sarabia, guardando de jeneral 4 Ruiz de 
Gamboa, de maestre de campo 4 Miguel de Velasco; 
pero como quisiera él mismo presenciar las operaciones 
de esta campaña, y tambien dirijirla, declaró por gober- 
nador interino de la Concepcion 4 Lorenzo Bernal. 


] 
] 


CAPÍTULO 1V. A5 


Puesto, pues, en marcha con doscientos sesenta Es- 
pañoles, y quinientos auxiliares , y como le esperaran ya 
cuatro lanchas en las aguas del Biobio, á su desemboque 
en el mar, le atravesó con toda su jente sin tropiezo, y 
siguió pacífica y ordenadamente hasta asentar su real en 
Colcura, á falda setentrional de la E sobre cuya cús- 
pide se mantenia Pillataru. 

Allegada la noche hizo el presidente que se formase 
un como consejo de guerra, para concertar el modo y 
medios con que acometer al enemigo, pero con la inca- 
lificable premisa en que se asentaba , no una consulta de 
pareceres dejados en absoluta independencia, sino la 
marcada resolucion de la autoridad suprema, contra cuyo 
entender muy pocos son los hombres que se anuncian , 
porque pocos son los que, en el desagrado de quien tanto 
puede , incurrir voluntariamente quieran. 

En efecto, abrió el presidente la junta de jenerales 
proponiendo muy resuelto que convenia empezar por el 
reconocimiento del campo enemigo y sus trincheras, con 
sesenta hombres al mando del maestre de campo Miguel 
de Velasco, y á opinion tan anticipada, sin gran temple 
de alma, sin un exquisito zelo por el bien comun , no 
resiste nadie. Así es que la lisonja aplaudió, la cobar- 
día aprobó, pero la firme conviccion de una inevitable 
ruina inspiró á Velasco, no obstante haber adherido al 
parecer, un astuto rodeo, deslizando la expresion de que 
pudiera ser, en aquellas circunstancias, de sumo pro- 
vecho el dictámen del capitan Pedro Cortés con quien 
no se habia contado, siendo el mejor conocedor de las | 
entradas y salidas del campo que los Araticanos ocu- 
paban. 

A Sarabia no le gustó la propuesta, pero por no pasar 


» 


46 HISTORIA DE CHILE. 


plaza de temerario, mandó venir á la junta á Cortés , y 


consultado este partidario sobre asunto ya resuelto , res- 
pondió con admirable tino : — « Le seria muy satisfacto- 
rio ser del número de los sesenta hombres destinados al 


reconocimiento, » solo que llamado conimperio por el pre- 


sidente á pronunciar un voto positivo, manifestó sin dis- 
fraz la inutilidad, como el grave riesgo, deir á reconocer 
un punto que todos los Españoles tenian visto y medido, 
bien á su costa. — «O ir todos contra el toquí , exclamó 
Cortés , 6 contarnos por perdidos si las fuerzas marchan 
divididas. » 

Pagó Bravo de Sarabia la llaneza con denuestos , mas 
como leyera en los semblantes de todos cuantos á su pri- 
mer dictámen habian suscrito que las razones de Cortés 
ellos tambien las reconocian , ya que no tuvieran valor 
para expresarlas, determinó que fueran al reconoci- 
miento ciento veinte Españoles y trescientos auxiliares, 
en lugar de ser sesenta; que con eso se hacia mayor el 
desatino, . 


En efecto , con el primer albor del dia comenzó á su- 


bir el cerro aquella jente conducida por Miguel de Velasco, 
y llevando la retaguardia el jeneral Ruiz de Gamboa , sin 


que Pillataru diese muestra de querer estorbarlo ; mas 


en cuanto viera que los Españoles torcian el último cara- 
col que á la cumbre llevaba , cargó con tan furioso ím- 


petu, con tan crecido número de soldados , que aquellos 


se vieron envueltos, gravemente ofendidos , y en la im- 
posibilidad de ofender, sino con arma blanca , de la cua] 
echaron mano para ver de salir de la horrible confusion. 

Aumentóse esta en breve , porque desbocado el caballo 
de Miguel de Velasco, saltó al centro del campo enemigo 
con su jinete, y como Pillataru lo notara, recargó con 


! 
a 
: 


CAPÍTULO 1V. 47 


un numeroso cuerpo sobre la vanguardia enemiga, y 
acaso lograra deshacerla si tan á punto no corriera Pedro 
Cortés para mandarla, y si para mayor asombro del 
toquí no apareciera de nuevo en cabeza de filas el maes- 
tre de campo , arrebatado de entre los Araucanos por un 
valiente militar cuyo nombre ha perdido la historia, 

Con todo, ni el arresto de los Españoles , igualmente 
que el de sus auxiliares ; ni la presencia de ánimo de los 
jefes Velasco y Cortés ; ni la temeridad de Francisco Her- 
nandez Rondon penetrando mas de cien pasos el campo 
araucano , del que arrancó un Español que allí tenia pri- 
sionero , nada bastó á contener el vigoroso empuje de los 
Indios, y fue preciso declararse en retirada , con la sen- 
sible pérdida de cuarenta y cuatro Españoles y cien auxi- 
liares que tendidos quedaron en el pecho de aquel hadario 
é imponente cerro (1). 

Llegaron los fujitivos al cuartel general para referir al 
gobernador el lamentoso éxito de sus descabelladas dis- 
posiciones, y sacarle al rostro, indicios de pesar, de hor- 
ror, de confusion y de espanto, comenzando sin duda á 
comprender que cabe mucha intonsía en materia de ar- 
mas, aun cuando uno sea muy lince en la de las letras. 

Así, entre desesperado y corrido alzó su campo, tras- 
ladándose 4 orillas del Vergara, en cuyo punto remitió 
el mando 4 Martin Ruiz de Gamboa, ordenándole pasase 
inmediatamente á Arauco, y trasladase su guarnicion de 
cuarenta hombres, que mandaba Gaspar de la Barrera, 
á la ciudad de Cañete. Gamboa marchó al descargo de 
esta mision en acelerada jornada, doblando los cerros 


(1) No se concibe porqué no pensarian los Españoles en guardar esa tan ven- 
tajosa posicion con un fortn en la crons. ENDE a ahorrado mucha 


sangre, y su li 8 


48 HISTORIA DE CHILE. 


de San Jerónimo, y llegando á Arauco sin obstáculo; 
pero al paso con el presidio de aquella plaza para Cañete, 
le salieron unos seiscientos Araucanos, que si bien fue- 
ron rotos, y no mal escarmentados, todavia fue á costa de 
ocho Castellanos que en la pelea murieron. 

Sin la costumbre que tienen los Indios de celebrar sus 
triunfos sobre el campo de batalla , entregándose por mu- 
chos dias á un loco deporte, á excesos y borracheras, y 
juegos que los suelen traer 4 un enajenamiento de ánimo 
torpe é insensible, 6 mejor, si los Indios no durmieran 
tanto sobre sus laureles , perdiendo en la inaccion las re- 
sultas del triunfo , no cumpliera Gamboa tan á su satis- 
faccion el encargo que el gobernador le encomendó esta 
vez. Pero está Pillataru en medio de bailes y de comi- 
litonas , y el jeneral español tiene tiempo para poner la 
corta guarnicion de Arauco en Cañete, para volver al 
Vergara en donde le esperaba el presidente, y, en fin, 
para marchar en compañía de este hasta Concepcion, en 
donde entró Sarabia no «poco escocido , reflexionando 
cuanto desmereceria su nombre en la opinion pública, 
con conocimiento de su tan insigne, cuan funesta , 
bisoñada. 


o rg 


A A IL AR IIA GR Y 


AS A 


CAPITULO Y. 


Obispado de la ciudad Imperial. — La fortaleza de Arauco arrasada. — Pilla= 
taru en Quiapo. — Expedicion de Gamboa á las tierras de Pelantaru. — Es- 
fuerzos del presidente en favor de la administracion de la justicia. — Sus 
Pa Predio — Marcha el gobernador á los Infantes. — Vuelve 
á Conc — Muere el ilustre Barrionuevo. 


(1569. ) 


Corrian las armas castellanas por entre triunfos y der- 
rotas, pero entre tanto el reino de Chile se iba haciendo 
cada vez mas grande, cada vez mas ilustre. Ya tiene en 
su centro el supremo tribunal de justicia; su capital se 
envanece considerándose ennoblecida con una mitra cuya 
modestia, simplicidad y virtudes recuerdan los hermosos 
tiempos de la Iglesia católica, y para mayor lustre, viene 
ahora Felipe 11 asentando en la Imperial otra silla epis- 
copal , destinada al ilustrísimo y reverendísimo fray An- 
tonio de San Miguel, del órden seráfico, y guardian del 
convento de la ciudad del Cuzco, segun bula que, á 
presentacion del rey de España, expidió el papa Pio Y 
el 30 de diciembre 1567. 

Este sabio y zeloso prelado confirió poder al licenciado 
don Agustin de Cisneros para que rijiera su iglesia, 
mientras su consagracion , que ocurrió en Lima el 9 de fe- 


brero de 1569 por ante elilustrísimo arzobispo de aquella 


capital doctor don Jerónimo Loaiza; mas no parece que 
viniera á su silla hasta en mayo de 1571 (1). 


(1) ¿ Fue esta la primera silla episcopal de Chile, 6 la de Santiago? Tal es 


la cuestion que todos los historiadores han ajitado, y que ninguno ha resuelto 


1. Historia, h 


1 
0 
po. DO 
y 908 


pa A dol 
Al uu 


50 HISTORIA DE CHILE. 


Las rentas decimales del obispado de Santiago, á 
cuya jurisdicion pertenecian entonces todas las iglesias 
del reino, apenas si llegaban á ocho mil pesos ; pero 
con aquella novedad no solamente hubo que mirar el 
modo de compartir dicha renta entre los dos prelados, 
sino tambien el de señalar los límites del respectivo do- 
minio espiritual. Promovióse esta cuestion ante la real 
audiencia que la resolvió incontinenti, poniendo el 19 
de enero de 1569 á don Agustin de Cisneros en pose- 
sion (1) de la tierra que media entre el rio Maule y 
Chiloe, declarada diócesis de la Imperial; y diócesis 
del obispado de Santiago desde el dicho Maule hasta 
Copiapo. ¿ 

En esto se andaba cuando llegó aviso de nuevos mo- 
vimientos del toquí en direccion de Cañete, y Melchor 
Bravo de Sarabia hizo que Ruiz de Gamboa y Miguel de 
Velasco con ciento veinte Españoles, y otros tantos auxi- 
liares, pasasen á protejer aquella ciudad. Pillataru gastó 
mas tiempo que era menester en arrasar la abandonada 
plaza de Arauco, y como sus espías le dijeran que en 


eon acierto. Es constante que el obispo San Miguel no vino á su iglesia hasta 
en 1571 ; constante que en virtud de la referida bula de 1567 erijió la parro- 
quia de la Imperial en catedral, con título de santa iglesia del señor arcángel 
San Miguel; constante tambien que esa iglesia no se vió completa hasta el 
12 de abril de 1574, en cuyó dia se le dieron todas cuantas dignidades cor- 
responden al cabildo episcopal. Argíir con que la mitra de la Imperial ya la 
tenia otorgada Pio IVY por bula de 22 de abril de 1563, tambien en favor del re- 
ferido San Miguel, no prueba primacía , ni aun nominal , puesto que la bula 
de Pio IV en favor del obispo de Santiago, el célebre Rodrigo de Marmolejo, es 
de 27 de junio de 1561. Que San Miguel asistiera al concilio provincial cele- 
brado en Lima en 2 de marzo de 1567, y que en él se le llame obispo de la 
Imperial, no concluye tampoco por los que le quieren poner primer obispo de 
Chile. Era obispo nombrado desde 1563 , pero no obispo en ejercicio en su 
diócesi. 

(1) En la parroquia de San Pedro de la ciudad Concepcion ocurrió esta 
ceremonia, ee 


Í 
É 
3 
1] 


¿ 
i 
: 
1 
' 
11 


CAPÍTULO Y. 51 


Cañete habia fuerza y una muy esmerada vijilancia, se 
acuarteló sobre las ruinas de Quiapo, dejando algunos 
cuerpos sueltos para correr las cercanías y evitar así una 
interpresa. 

A tres dias despues de apostado en aquel punto, pa- 
reció la columna de Gamboa, que se descolgaba por el 
camino de Puren, y eljeneral español, descubriendo el 
campo enemigo, hizo alto como determinado á retroce- 
der, teniendo por insuficientes las fuerzas que man- 
daba, para con enemigo tan numeroso y regularmente 
defendido. 

Los capitanes Pedro Cortés y Juan Ruiz de Leon, 
que en la irresolucion de su jefe creyeron leer la idea 
que le dominaba, se adelantaron á decirle que el no 
presentar batalla á Pillataru , y huirle, habia de acar- 
rear consecuencias muy fatales , que el toquí araucano 
saldria picando la retaguardia y corriéndola hasta Cañete, 
pues á tanto se le autorizaba en dándole la señal de que 
se le temia; y como tambien Velasco exprimiera el 
mismo parecer, Gamboa resolvió el ataque, y la columna 
castellana continuó su marcha de cara á los Indios, 

No se engañaron Cortés ni Leon. Tan lejos estaba el 
toquí de querer valerse de sus trincheras para medir su 
brazo con un enemigo, digno en su loca presuncion del 
mas alto desprecio, desde que en la cuesta de Mari- 
guenu le corriera , que con toda su jente se echó fuera 
del atrincheramiento, y lo que mas es, flanqueando sus 
haces en opuesta derrota y simulado apresuramiento , 
como si se pensara en una desbaratada fuga. Con mo- 
-vimiento semejante bien creyó Ruiz de Gamboa que al 
primer ímpetu quedarian necesariamente rotas las masas 
araucanas, y por consiguiente cargó mas lijero que de= 


59 HISTORIA DE CHILE. 


biera, pues á una voz de Pillataru toda su jente descor- 
rió con maravilloso arte un perfecto círculo dentro del 
cual se encontraron los Españoles. Gamboa, que reco- 
noció el peligro, en dilijencia acudió tambien con el 
remedio formando los suyos en cuadro, y comenzando á 
jugar con los arcabuces que no erraban tiro, y aclara- 
ban las líneas del arrestado enemigo; pero este no cedia, 
ya que viera que en dos horas de tenaz empeño ni aun 
habia podido decentar las filas españolas , cuando de 
las suyas traia tendidos el plomo mas de trescientos Ca- 
dáveres. 

Ya en fin, abrió Pillataru el cerco, y se retiró á sus 
trincheras, quedando el campo español en su lugar, 
donde se mantuvo todo el dia , por si los Araucanos pen- 
sasen en volver á la carga ; y como estos no parecieran 
dispuestos á segunda prueba, ni Gamboa tuviera por 
cuerdo el ir á atacarlos al fuerte, los Españoles alzaron 
su real al dia siguiente encaminándose á Cañete. 

Gamboa se mantenia en aquella colonia, esperando 
que el toquí viniera contra ella , que con esta declarada 
intencion salió del cerro de Villagra, y la propia voz 
corria entre los Indios por espías que ambos bandos 
traian en accion; pero Pillataru no asomaba : algunas 
partidas insignificantes corrian los contornos del esta- 
blecimiento español, cubriendo con mentido rumbo los 


movimientos del ejército indio; y dilatando así las 0pe- 


raciones, la plaza consumia los víveres, y si llegaba á efec- 
tuarse el asedio, tanto y mas daño que el enemigo pu- 
diera acarrear la falta de mantenimientos. No quiso 
Gamboa verse en semejante apuro. Resuelto á. vituallar 
á la colonia de manera que de nada careciera aunque 
por algun tiempo llegara á verse cerrada, tomó cien 


CAPÍTULO Ve 53 


+... 


soldados y. algunos auxiliares, y se dirijió de noche en 
línea de Puren contra las tierras de un rico y jóven ca- 
pitan ó ulmen llamado Pelantaru (1). Llevado por bue- 
nos guias, el caudillo español llegó muy de madrugada 
á la jurisdicion del ulmen, y no tardó en recojer buena 
provision de víveres; mas cuando quiso volver con la 
presa, le cayeron encima mas de seis mil Araucanos que 
el toquí tenia encubiertos en las faldas de los inmedia- 
tos montes, y se travó al instante una desesperada re- 
friega. Gamboa , que sin duda hubo de recordar el buen 
éxito de la accion de Quiapo, oponiendo al cerco del ene- 
migo un cuadro impenetrable, entró esta vez en el pro- 
propio sistema, cojiendo dentro la preciosa provision 
de alimentos que habia hecho, con empeño de salvarla 
y salvarse. Mientras le tenian cerrado con fuerzas res- 
petables , á pie firme y con descargas ejecutadas oportu- 
namente , contenia el empuje de sus enemigos; mas en 
cuanto estos dejaban desguarnecido un punto cual- 
quiera, el cuadro español marchaba ordenado y siempre 
en busca de una retirada honrosa. Así es que gastó mu= 
chas horas, ya peleando con esfuerzos de un valor in- 
comparable, ya avanzando en busca de su salvacion , 
con la cual contaba si 4 doblar aquella terrible abra 
llegara. Hubo aquel dia muy poco órden en los Indios, 
y aunque con impavidez dieran repetidas veces contra | 
el cuadro castellano, como nunca se ejecutara en masa, 
la arcabucería española derribaba y barria á los atrevi- 
dos grupos que se arrojaban al peligro, y el estrago 
acabó con imponer un completo desmayo á los Indios , 
- (1) Y no Pillataru como dicen los historiadores, suponiendo que el jeneral 


Gamboa fue á saquear las posesiones del toquí. — Pelantaru , ó Pelantaro, el 
mismo que mató al gobernador Oñez y Loyola, siendo ya toquí. 


5h HISTORIA DE CHILE. 


dejando álos Españoles libre paso para Cañete, en donde 
entraron con rico botin, ya que con siete hombres 
menos (1). : 

Mientras que así reponian las armas castellanas el 
descrédito 4 que las trajo en la cuesta de Villagra la 
impericia del gobernador, este trabajaba sin descanso con 
la audiencia para que la administracion de la justicia 
entrara en un pie equitativo y beneficioso. Desde luego 
fue medida muy importante el quitar, así á los correji- 
mientos, como á las justicias ordinarias, la necia facul- 
tad de seguir y sustanciar en materias civiles, como en 
las criminales, sin informe, cuenta, ni apelacion á supe- 


rior, á no ser cuestion capital en crímen, y de enorme . 


cuantía en civil. Bravo de Sarabia, hombre, sobre sá- 
bio, de una rectitud austera, de un amor al bien comun 
que tuvo muy pocos modelos, dió por tierra con aquella 
peligrosa prerogativa, mandando que de las sentencias 
del inferior pudieran las partes apelar al superior , Y 
conminando con graves penas á cualquiera juez que no 
admitiese lisa y llanamente todo jénero de apelaciones 
siempre que en tiempo hábil parecieran. De paso volvió 
á recomendar que los encomenderos se portasen Con 
los Indios con humanidad y nobleza (2), guardándose 

1) Las memorias de aquel tiempo y muchas de las historias publicadas , 
llaman á esta retirada de Gamboa la bella retirada equivalente á una fa mosa 


victoria. Consta, en efecto, en expediente seguido por Nuño Hernandez ante 
el oidor y doctor. Peralta, que Pillataru perdió en esa accion seisciento os In- 


los 
Araucanos debió ser considerable, las consecuencias parecen acreditarlo, pues 
el toquí tardó mucho tiempo en volver á romper las hostilidades. 


(2) Sentia en alivio de los conquistados lo mismo que Felipe II, quien, q 


real cédula de este mismo año, dada en Galapagar á 22 de marzo, el 
á la real audiencia de Concepcion cuidase del buen trato y educacion de los 


IS 


CAPÍTULO Y. 55 


sobre todo de defraudarles sus salarios y Sesmos, por= 
que la menor falta en ello les costaria una multa quin- 
tupla á la cantidad defraudada, 

Hubo tambien nuevas reglas para los tambos, y 
transportes de unos á otros , con aranceles en que se se- 
ñalaban los derechos fijos segun que los pesos fueran, 
y como deseara dar al pais lustre y fuerza, y no le viera 
todavía con los suficientes elementos para dar salida á 
sus miras, ofició á Ruiz Gamboa diciéndole que si pre- 
sumia poderse defender Cañete con su propia guarni- 
cion y la arrimada de la plaza de Arauco, pasase inme- 
diatamente á los Infantes, en cuyo punto se encontraria 
él para dar nuevas órdenes. 

En efecto, salió el gobernador de Concepcion para los 
Infantes, y no tardó en llegar á este punto el jeneral 
Gamboa con la misma tropa que. llevado habia en so- 
corro de Cañete, y sin perder instante marchó para el 
Perú el maestre de campo Miguel de Velasco , con carta 
del presidente Bravo de Sarabia en la cual pedia al vi- 
rey (1) un regular socorro de hombres y de dinero, para 
traer á la obediencia las tribus de la rebelde Araucania, 
que le parecia facil y natural : en igual error se estre- 
llaron todos los gobernadores. 

Tras esto, Lorenzo Bernal fue nombrado maestre 
de campo, y como los Araucanos no enseñaran guerra 
en ninguno de los puntos, volvióse Sarabia á Concepcion 
desde donde comenzó á despachar diferentes embajadas, 
llamando todos los estados y tribus á una paz que habia de 
ser (decia) leal, duradera, honrosa, y de mucho provecho 
Indios, fundando para este fin monasterios inmediatos á las encomiendas, y aun 
fuera de ellas, á expensas del real erario en este caso, y del real erario y del 


encomendero en aquel. 
(1) Éralo entonces don Francisco de Toledo. 


56 HISTORIA DE CHILE, 


para ambos partidos. ¿Como traducian los Indios estas rei- 
teradas amonestaciones? Suponiéndolas hijas del miedo , 
de la poquísima confianza que los Españoles tenian en la 
duracion de su conquista, y por consiguiente solian pro- 
ducir un resultado enteramente contrario al que se bus- 
caba. No fue por cierto esta vez así, porque Pillataru 
cayó gravemente enfermo , y ya que los estados arau- 
canos no respondieran al convite del presidente de la 
real audiencia, tampoco por entonces desplegaron su 
soberbio y ensangrentado pendon. 

Apenas tuvo tiempo el cabildo de Santiago para cele- 
brar contento la nueva aurora de paz que comenzó á lucir 
con la desaparicion del toquí araucano , despues de los 
reveses de Quiapo y del valle de Pelantaru, porque vino 
la muerte arrebatando de la silla episcopal al venerable 
y muy ilustre Barrionuevo ; calamidad que lloraron los 
cristianos, y tambien los Indios amigos , porque si aquel 
santo obispo fue para los primeros un consejero piadoso, 
un director lleno de zelo y de intelijencia , con los se- 
gundos hizo en muchas ocasiones oficio de un verdadero 
padre, dispensándoles á manos llenas lo mismo los bienes 
temporales que los espirituales, 


CAPITULO VI. 


Temblor de tierra. — Hechos de Bravo de Sarabia por el bien público. — 
Llegada del ilustrísimo San Miguel de Avendaño á la Imperial. — Pillataru 
muere, y Alonso Diaz declarado toquí. — El obispo de la Imperial comienza 
la visita de su diócesi. — Don fray Diego de Medellin llamado á la silla 
episcopal de Santiago. 


(1570—1574.) 


Con el establecimiento de la real audiencia en Concep- 
cion, con las entendidas disposiciones del presidente Sa- 
ravia para que la justicia no fuera parcial ni arbitraria, 
aquella ciudad comenzó á prosperar en poblacion y 
en riqueza, de una manera admirable. Callan las ar- 
mas; quedan los caminos limpios, expeditos, y de 
todas partes del reino concurren á Concepcion gran nú- 
mero de colonos que exponen sus derechos ante el su- 
- premo tribunal, ó le dan queja de agravios causados por 
jueces injustos, y tal vez prevaricadores ; pero si paz hay 
sin previo ajuste, si como por instinto los bandos beli- 
jerantes han depuesto el exterminador acero de que 
hasta aquí los hemos visto armados, dijérase que solo 
fuera para que la naturaleza hiciera tambien un impor- 
tante papel en el cruento drama á que el reino de Chile 
servia de teatro. : 

Esa Concepcion, en cuyo centro se mira una como 
corte del naciente imperio castellano; esa ciudad de 
cuya posicion topográfica se prometen los habitantes 
ventura y tesoros, gracias al arrimo de un mar majes- 
tuoso y despejado cuyas aguas se intiman con las que 


58 HISTORIA DE CHILE. 


vomita el soberbio Biobio; esa Concepcion , salida con 
ufanía y brillo de entre las cenizas que por señal le deja- 
ran las armas dé la Araucania, el 8 de febrero (1), 
la hunde una violenta concusion de la tierra, y sus 
cimientos los barre al instante la braveza de las olas que 
como de propósito envia un piélago enfurecido, ya que el 
terrible sacudimiento le echa fuera de barrera con es- 
pantosa elevacion. Dia triste y tremendo, conocido con el 
nombre de miércoles de Ceniza, en el cual, 41as nueve de la 
mañana , ya cubrian las aguas del mar el espacio de lo 
que media hora antes era una ciudad rica y florente, pero, 
Para mayor asombro, sin que la catástrofe hiciera apenas 
víctimas (2), aunque de verdad ha de atribuirse 4 la 
hora en que ocurrió, y al espantoso bramido que de 
las entrañas de la tierra salió de antemano anunciando 
el terremoto , como si fuera de providencia para que los 
vivientes tuvieran tiempo de buscar en los desiertos 
campos la salvacion de sus vidas. 

.. Cinco meses continuos se mantuvo la tierrra oscilante 
y el mar en desborde; el curso de los rios estaba ata- 


(1) El 4 ponen muchos historiadores , pero contra su decir tenemos el do- 
cumento del voto que escribieron todos pon moradores de pera en pú- 
blico cabildo en 8 de julio de 1570, en el cual « se e lee: :—« Y que n esta ciudad 

y aL fe) 
» el miércoles de Ceniza de este presente año de 1570, á los ocho dias del mes 
» de febrero, á las So > horás en dia, pisa » >= e +. ames por intercesor y 
«custodio de aquella acad 
celebra la Iglesia en el año. Salió, pues, > Natividad d dee pe Virjen, quedó por 
consiguiente resuelto alzarle una ermita en la calle de la Loma, á la cual habian 
de concurrir, descalzos eh solemne procesion, autoridades civiles, militares y 
ca Ria sonanidades y recinos, todos los años, el jueves siguiente al miér- 
coles de 

(2) Dice Herrera que perecieron Pra hombres, En el documento de 
que habla la precedente nota se lee 2 — « Y que Dios os por su infinita miseri- 
» cordia, de la cual no se olvida el dia de su furor, fue servido que casi ningun 
» persona muriese, etc. » eu 


CAPÍTULO VI. 59 


jado; los campos inundados, y hasta las montañas ame- 
nazadas de un nuevo diluvio, sintiendo todo el reino de 
Chile un perenne vaiven, un traque tronitoso subterraneo, 
como si el suelo estuviera quebrantando todas las ma- 
terias para luego volarse en pavesas. 

La iglesia catedral de Santiago Se habia concluido el 6 
de noviembre de 1568, merced á la jenerosidad de los ha- 
bitantes, que respondieron con largueza al don á que el 
cabildo los llamó por medio de Juan Jofre, despues de 
haber consumido en ella mas de veinte y cinco mil pesos 
de fondos públicos, y este terremoto la hundió tam- 
bien (1). 

Cesó por fin la espantosa oscilacion ; el mar recojió 
sus aguas, los rios entraron en sus ordinarios límites, 
y como quietas y apartadas de los establecimientos espa- 
ñoles se mantenian las tribus araucanas, aquellos Co- 
menzaron á reparar sus pérdidas con el zelo y la activi- 
dad que en todas las ocasiones probaron. 

La real audiencia, así como el cabildo de Concepcion, 
á cuyo frente se hallaban los alcaldes Gomez de Lagos 
y Diego Diaz, como el correjidor Alonso de Alvarado, 
como el vicariojeneral y gobernador eclesiástico el pia- 
doso fray Fernando Romero, todos, en fin, apelaron á la 
jenerosidad de los moradores de las demas ciudades, 
para que concurrieran á remediar, Como mejor lo en- * 
tendiese cada uno, la terrible desgracia que cupo á Gon- 


(1) Con vista de estas ocurrencias mas de uno de los arrogantes conquis- 


elafan con que los Españoles fundaban casas, templos, y otros edificios, solian 


á la letra se cumplió la profecía, algunos de los Españoles súpersticiosos no 
cesaban de decir : Bien sabian esto los Indios, y bien claro nos lo de- 
cian. : , 


60 HISTORIA DE CHILE. 


cepcion, y como la caridad fuese aun mas allá de lo que 
era de esperar, salváronse muchas familias del rigor de 
la miseria , y volvió 4 renacer la colonia fundando por 
cuarta vez sus moradas y sus templos. 

A beneficio del público sosiego, y con el constante 
zelo del presidente Bravo de Sarabia, la posicion de los 
Indios de paz iba ya muy mejorada, y las leyes man- 
tenian un saludable imperio en todos los departamen- 
tos ; porque los grandes abusos, los escándalos, y tal vez 
demasías que solian producir alzamientos y sangrientas 
guerras, solo entre algunos de los encomenderos se veian, 
y como el presidente, ó sea Egas Venegas en su nom- 
bre, habia puesto un protector de Indios en cada enco- 
mienda, ni la codicia ni la barbarie podian ejercerse 
impunemente. Bueno es decirlo de paso : sea que el tri- 
bunal supremo formase empeño en que luciera la justi- 
cia pura y sin mancha, porque de esta circunstancia pa- 
recia depender su honra y su estabilidad , sea que los 
Españoles vieran mas inmediata en aquel la persona 
de su rey, que no en los gobernadores precedentes, cuya 
carrera y elevacion podian valorar ellos mismos, como 
compañeros de armas, es lo cierto que el respeto y temor 
á la audiencia fue señalado y jeneral, cuando de los 
correjidores y justicias de los demas gobiernos no faltó 
- Quien descaradamente se burlara. > 

Así se iba reformando y morijerando aquella naciente 
sociedad en la parte política, cuando para mayor fortuna 
suya le llegó el ilustrísimo pastor San Miguel de Aven- 
daño que la habia de enseñar la verdad cristiana des- 
nuda de toda supersticion. En principios del mes de 
mayo de 1571, entró en la ciudad Imperial aquel vir- 
buoso varon, ya consagrado, y el dia primero que se 


CAPÍTULO Vi, 61 


presentó en su iglesia , ocupó el púlpito para decir á sus 
feligreses no otra cosa sino que los Indios eran herma- 
nos en Jesucristo, que como á tales hermanos habian 
de tratarlos, y que el causarles el mas leve daño, ora 
en sus personas, ora en los intereses debidos y señala 
dos al servicio personal que prestaban, culpa era de la 
que Dios tomaria estrecha y severa cuenta. 

Como renovara esa doctrina visitando las encomien- 
das del distrito de la Imperial, al paso que en cada una 
de ellas dejaba un sacerdote para doctrinero, sucedió 
que allegado á la propiedad del capitan Pedro Olmo de 
Aguilera, señor de diez á doce mil Indios, este, ó por 
mucha devocion , Ó por algun remordimiento de su con- 
ciencia , ya que declarara no haber defraudado ni un 
solo maravedí á ninguno de sus encomendados, ofreció 
al obispo levantar siete iglesias en las parcialidades de 
su encomienda, y un hospital con cien camas, para 
cuidar en él los enfermos, comprometiéndose al efecto 
con escritura pública, otorgada ante el notario de la 
Imperial Juan Rodriguez (1). 

Volvió el obispo á la Imperial y tomó por cuenta suya 
el enseñar á los niños la doctrina cristiana , que se la es- 
plicaba todas las tardes en la iglesia con la mayor pa- 
ciencia y dulzura; mas viendo cuanta necesidad habia 
de un hospital donde recojer 4 los Españoles meneste- 
rosos y 4los indíjenas cuando sus achaques ú enferme- 
dades no les permitiesen ganar el sustento con el tra- 

(1) Eficaces. fueron las palabras de este sabio prelado, pues que habiéndole 
oido predicar el capitan Diego Nieto Ortiz de Gaete, vecino de Osorno , de- 
clara voluntariamente ser detentador de mas de veinte y siete mil pesos de 
jornales debidos á sus Indios; dispone que cuatro sacerdotes de arreglada 


vida se encarguen de toda su hacienda y restituyan lo que en deuda resultare, 
y muere con pesar de su conducta. Véase la pág. 432 del tomo primero, 


62 HISTORIA DE CHILE. 


bajo, compró á sus expensas (1) un solar propio de los 
relijiosos de la Merced, y la fábrica se levantó con ayuda 
de los colonos. 

Ya que no hay duda que los Indios no fueran nunca 
fieles en sus promesas , ni que prefirieran todos ellos la 


muerte á una vergonzosa servidumbre, todavia se ve 


que no una vez, sino muchas, quebrantaron las leyes 
del agradecimiento mas por ajenas sujestiones de la 
presuncion resentida, que por resuelto y propio querer, 
Es prueba de esta verdad la encomienda de Lebquetal, 
perteneciente al honrado Hernan Perez, 

*“Cuidaba este sujeto de sus Indios con un amor, con un 
esmero , tal como si todos ellos fueran hijos suyos. Tan 
pronto se le veia á la cabecera de la cama de los que 
estaban enfermos, como enseñando á estos á leer, á 
aquellos la doctrina, á los demas allá las obligaciones 
de sus respectivos cargos; y los Indios por su parte pú- 
blicamente bendecian á la suerte que tal encomendero , 
6 señor, les habia deparado. 

A esta venturosa y pacífica encomienda llegó por des- 
gracia el mestizo Alonso Diaz (2), sedujo á los Indios , y 

(1) Costó dos carneros y diez ovejas, y es preciso que en aquel tiempo fue- 

ho precio aquellas reses, pues que visitando el provincial de la ór- 
den el convento de la Imperial, no solo aprobó la venta que sus súbditos ha- 
bian hecho al obispo, sino que la dió por muy ventajosa. > 

(2) Dice Molina que Diaz contaba ya diez años entre los Indios de guerra, 

de se habia hecho distinguir po lor y por su habilidad. — ¿En 


+ 90 UU) ee 
qué batallas se le ve distinguiéndose? Muchas hubo en diez años y ninguna le 


cuenta. Ni contarle podia. Este jóven nunca antes de ahora habia estado con 
los Indios. Pretendió en Concepcion entrar al servicio de las armas, pero con 
condicion de que desde luego se le diera el alferazgo. El presidente Bravo de 
Sarabia no hubo de ver causas bastantes para admitir la condicion , Y como 
viera Alonso Diaz desestimada su demanda , resolvió vengarse pasando al par- 
tido contrario. Tal es la cansa que produjo el levantamiento de Lebquetal, y 
cepa no fueran satisfactorias para los Indios las resultas, Diaz logró en ellas 
a a dat ba A y 


ME AY 


MUIPULD e 


a 
A 
1 
y 
j 


a cies 


CAPÍTULO Vi. 63 


do ellos le siguieron caminando contra Concepcion en 
la creencia que habian de aniquilarla sin mas de llegar á 
sus puertas. | 

Dieron en ocasion en que Miguel de Velasco acababa 
de arribar con doscientos soldados , y provision de mu- 
niciones, con que le despachó al instante el virey del 
Perú don Francisco de Toledo, y el presidente Sarabia 
hizo que Lorenzo Bernal al frente de ciento cincuenta 
Españoles y doscientos auxiliares diese contra los in- 
surjentes hasta castigar cumplidamente su arrojo. | 

Alonso Diaz, muchacho de exajerado arresto, bien 
hubiera ahorrado á Bernal el trabajo de andar el da- 
mino , y álas cercas de la Concepcion se allegara , apesar 
del inesperado incidente ; pero algunos de los veteranos 
que le seguian lograron reducirle á que retrocediese para 
tomar posiciones favorables en la punta de la cadena 
de muelas que suben hasta Gualqui, en cuyo lugar se 
apostó, en efecto , acudiendo al campo armadas todas 
las mujeres y familias de los sublevados. Bernal no res- 
petó la ventaja del enemigo, antes suponiéndole nuevo 
en armas y no poco embarazado con tanta mujer como 
consigo tenia, se puso á subir la montaña con la firme 
persuasion de que en un cerrar y abrir de ojos habia de 
desalojarle; pero Diaz y cuantos le seguian acreditaron 
que no habian enarbolado el pendon para huir cobarde- 
mente, sino resueltos á mostrar que estaba en manos 
harto capaces para defenderle. Así la funcion fue larga 
y extremamente reñida, y si por la superioridad de las 
armas logró por fin Bernal romper las masas indias, 
desbaratarlas , y ahuyentarlas despavoridas, dejando en 
el campo mas de doscientos cincuenta cadáveres, y cerca 
de doscientos prisioneros, todavia fue menester comen- 


64 HISTÓRIA DE CHILE. 


zar nueva refriega con las mujeres , que, unidas, y lla- 
mando cobardes á sus maridos porque huian, con in- 
dignacion y despecho hicieron frente á los Castellanos ; 
muriendo muchas de ellas en la rabiosa pelea , y las res- 
tantes, que fueron hechas prisioneras, se dieron muerte 
ellas mismas por la noche, siéndoles esto mas dulce y 
mas digno, que el haber de vivir sumisas á sus aborre- 
cidos vencedores. 

Tal fin tuvo la primera prueba de Alonso Diaz, vol- 
viéndose Lorenzo Bernal á Concepcion con los doscien- 
tos prisioneros , y sin mas pérdida que cinco Españoles 
y doce auxiliares. 

El presidente Bravo de Sarabia no podia recordar sin 
sumo sentimiento que causa habia sido él mismo de la 
derrota de Mariguenu, y resultas de esta el abandono 
de la plaza de Arauco. Pensaba continuamente en medios 
con que recobrar este punto, y con el nuevo refuerzo 
que acababa de recibir, y con el feliz éxito de la expe- 
dicion de Bernal, ya le pareció ocasion oportuna para 
levantar y repoblar aquel fuerte; por tanto cojió los dos- 
cientos soldados del Perú, y unos ochenta veteranos 
mas, con algunos auxiliares, y rompió marcha por la 
costa, llegando á Arauco sin contratiempo , comenzando 
desde luego la reedificacion de la plaza sobre sus anti- 
guas ruinas. 


Ya en esto habia fallecido el toquí Pillataru, y los — 


Araucanos todavia se mantenian sosegados; mas en 
cuanto supieran que los Españoles reponian otra vez el 
establecimiento arruinado , tuviéronlo por una provo- 
cacion, y la flecha comenzó á correr todas las tribus (1)- 


(1) Empeño en levantar fuertes, empeño en desmembrar las fuerzas , Y €0- 
peno en provocar, Pensar asentarse en pais enemigo, cuando ni de hartas armas 


e 


di 


CAPÍTULO VI. 65 


Sin embargo , tiempo se dió para que los Españoles aca- 
baran con su empeño, quedando Árauco con buen pre- 
sidio, y rico almacen de municiones de boca y guerra, 
regresando en seguida el gobernador á Concepcion por 
el mismo camino de la costa. 

El desertor Alonso Diaz se habia rehecho del que- 
branto que le hizo sufrir Bernal, y corria arrasando 
los campos de Villarica, al paso que tambien ponia en 
armas todos los Indios de aquel pais. Con noticia los cuatro 
Butalmapus del atrevimiento y de la actividad de aquel 
jóven, y acaso esperando que con distinguirle traerian á, 
su causa gran parte de la jeneracion de procedencia 
mixta , le declararon toquí en junta jeneral de próceres, 
habida á consecuencia de la repoblacion de Arauco. 

Gregorio Bastidas, comandante jeneral de Villarica, 
comenzó á reconocerse mal seguro en presencia del 
atrevido Painenancu (1), y acudió pidiendo socorro al 
presidente Sarabia para poder hacer armas contra el 
enemigo que tanto le hostigaba. Unos ochenta hombres 
le mandó el gobernador con el capitan Lozano Arias, y 
con esta jente, y con la que á sus órdenes tenia Bastidas , 
comenzaron las operaciones contra el nuevo toquí, que 
se vió precisado á abandonar aquella tierra, castigado 
en varios reencuentros, y abandonado alcabo por gran 
parte de los Indios de las inmediaciones de Villarica, 
quienes convidados con el perdon doblaron de nuevo la 
cerviz al yugo extranjero. 

Ese mal empezar de las armas araucanas hizo presu- 
se dispone para mantener en la defensiva el conquistado, no parece concuerde 
con las reglas del arte militar. Si Diaz cayera en este tiempo sobre Concepcion, 
sin dificultad la entrara, porque habia quedado indefensa 


(1) Ese nombre tomó Alonso Diaz, en cuanto supo que “habia sido nombrado 
toquí de los estados araucanos, 


A HISTORIA, 5 


66 HISTORIA DE CHILE. 


mir que la guerra no tomaria por entonces gran fuerza, 
y el fervoroso obispo de la Imperial, que paz apetecia y 
paz predicaba, aprovechó las circunstancias comenzando 
la visita de toda su diócesis hasta llegar á Chiloe, en 
cuyo tránsito cuentan los autores que administró el sa- 
cramento de la confirmacion á muchisimas personas, 
y que dejó distribuidos en todas las parcialidades un gran 
número de conversores evanjélicos (1). 

Vacante estaba todavia la silla episcopal de Santiago, 
para 14 cu: Senia presepigdo Felipe 11 al señor don fray 

Di áfico, y natural de la ciudad 
de su sobrenombre en Estremadura (2), cuya propuesta 
estimó S, S, Pio Y, por su bula de 18 de junio de 1574, 
El obispo de la Imperial fue el consagrante del R. P. Me- 
dellin, 

Es de esta época tambien el importante ensayo á que 
se aventuró el nauta Juan Fernandez, mrchando mar 
adentro en busca de aires jenerales con que abreviar 
la navegacion desde el Peru á Chile, en cuyo viaje 
se gastaban seis mas meses por llevar los bajeles cos- 


teando. En este ensayo descubrió Fernandez las dos islas - 


(1) Estimulados tambien*por este caritativo prelado, los cabildos y relijiosos 


hasta la laguna de Nahuel-Huapi, y por la costa hasta el rio Tolten, entrando en 
la relijion todas las tribus llanistas, y costinas. 
2 dice el ilustrisimo don Manuel de Alday, pero el padre Diego 


Rosales le aan Matural de la ciudad de Lima. En contra de este aserto no. 


tenemos prueba, solo nos repugna, aunqt ible, que en aquella 
pu yá cena oa, se 3 diera á Medellin la Amitra, no obstante su saber Y 
emplar virtud. Lima si se quiere, en el mismo 


año $e ilustre Medellin, vendria á tener 36 á 37 años cuando le nombró obispo 
Felipe II; repetimos que eso no fuera ni imposible ni nuevo; pero este pre- 
Jado falleció en 1593 á la edad, dicen, de 64 años; ¿como hacer para casar 


CAPÍTULO Vi. 67 


que con su propio nombre guarda la República Chilena, y 
pasó desde el Callao á Chile en solos treinta dias (1); pero 
á tan singular servicio se le respondió con una muy seria 
acusacion de brujería, de la que quiso la fortuna que los 
señores inquisidores de Lima le absolvieran, en cuanto 
llegaran á oir como el entendido piloto se proponia ha- 
cer que todos los marineros, aunque fueran santos, sa- 
lieran tan brujos como él mismo, sin mas que querer 
seguir igual rumbo con sus naves , poniéndose á unas 
cuatrocientas leguas aparte de la costa. 

Mucho conviniera que es ese decretar del tribunal 
tremendo tomaran luzla supersticion y laignorancia, y que 
en los resultados hubiera mas que la libertad del diestro 
y mal pagado Juan Fernandez, pero los hombres no se 
curan fácilmente en materia de creencias, y no tarda- 
remos en ver como hasta la misma autoridad política 
entra tambien, con la mejor fe del mundo, interviniendo 
en negocios de brujerías y hechizos, con tanto zelo y 
ardor cual pudiera hacerlo el mas escrupuloso inquisi- 
dor. Guando por solo este motivo fuera, gran bien le re- 
sultara al reino de Chile, si se le hubiese dejado la real 
audiencia, cuyos ministros, igualmente que su presi- 
dente, dieron hartas prendas de ilustracion y de tole- 
rancia, en el corto período que los hemos visto en ejer- 
cicio de sus funciones. De otro modo lo dispuso el rey 
de España. 

Ya hemos dicho cuales causas motivaran el estbleci- 
miento del supremo tribunal en Chile ; otras, y precisa- 
mente serian de distinta naturaleza , dieron márjen átres 
reales cédulas, que casi se suceden una á otra, y que 


(1) Hoy se suele hacer ese mismo viaje en diez y seis á diez y ocho dias, con 
vientos continuos y favorables, y en ocho el de Chile al Callao. 


68 HISTORÍA DE CHILE. 


todas ellas prueban por lo menos demasiada lijereza de 
parte del gobierno español. 

En 13 de junio de 1573, dice Felipe II en el bosque 
de Segovia, que el licenciado Gonzalo Calderon pase al 
reino de Chile en calidad de juez de apelaciones (1) de 
las justicias ordinarias, y teniente jeneral, con residen= 
cia en Santiago y tres mil pesos de sueldo pagaderos 
por el erario. 

El 5 de agosto del mismo año, nombra en San Lo- 
renzo el Real á don Rodrigo de Quiroga para gober- 
nador del reino de Chile y su capitan jeneral (2), con 
asignacion de cinco mil pesos de su real hacienda. 

En fin, con fecha 26 del precitado mes y año dijo 
el rey á la real audiencia : « Que por causas cumplide- 
» ras á su real servicio la tiene quitada del reino de 
» Chile, i agregados sus miembros á la real audiencia 
» de Lima. » 

De todas esas disposiciones ninguna noticia tuvo el 
supremo tribunal de la Concepcion hasta el 8 de no- 
viembre de 1574, que desde Lima se las comunicó el 
primer nombrado, licenciado Gonzalo Calderon. 

Veremos en el próximo capítulo el cumplimiento de 


(1) « Con instruccion que de los pleitos que hallare apelados á la real au- 
» diencía, si esta no hubiere dado sentencia en vista, los fenezca, mas los a. 
» tuvieren esta primer sentencia, i los que él sentenciare, se envien aquellos, i 
» conceda de estos apelación $ la pan ebro se. ea , que pra a 
» para admitir y fenecer tas cau 


ES Cabildo as Sentiago ) 
(2) «A yos al A Rodri de Qu iroga d nti. o, residente en 
» las provincias de Chile, sabed : que por algunas causas cumplideras á nuestro 
» real servicio habemos acordado de quitar la nuestra audiencia que al pre- 
» sente reside en la ciudad de la Concepcion, de esas provincias. Y que 
» vos seais nuestro gobernador y capitan Jonenil de las mismas provincias 
» de Chile. 


(Traslado del cabildo de Santiago.) 


CAPÍTULO VI. 69 


esas reales órdenes , pero debemos aquí decir que las 
funciones que á Calderon se le encomiendan , dejando 
de sus fallos recurso para la real audiencia de Lima, 
fueron muy perjudiciales á Chile ; complicóse con ellas y 
se hizo mas gravosa la administracion de la justicia, 
porque Chile ganaba mucho con tener en su propio suelo 
un tribunal que feneciera todas las cuestiones de dere- 
cho ú agravio, pero apartar de aquel tribunal la justicia 
ordinaria por medio de una como segunda instancia, no 
podia suceder sino lo que sucedió , orijinar crecidos gas- 
tos hasta el dia en que, con mejor consejo, fue abolido 
ese tal juzgado. 


CAPITULO VII. 


Rodrigo de Quiroga llamado al gobierno de Chile. — Juan Jofré corregidor 
de Santiago. — Calderon en el desempeño de su juzgado. — Hechiceros 
— Convento de monjas en Santiago. — El gobernador se dispone á ir en 
persona contra los Indios. 


(1575—1577.) 


Entró ese año con un recurso ála real audiencia, que- 
jándose Nicolas Nonclares , vecino de Santiago, de que 
el ayuntamiento de esta ciudad habia nombrado para 

_ Nuevos alcaldes dos sujetos demasiado jóvenes , y por 
la sola razon de ser encomenderos (1), cuando otros 
vecinos dignos y de edad conveniente habia en la ca- 
pital, mas que no tuvieran encomienda. El tribunal re- 
solvió conforme á lo que en la materia habia asentado la 
corte en 25 de abril de 1554, á peticion de Jerónimo de 
Alderete; esto es, que los cargos concejiles se provean 
en los vecinos, siendo tales los que tengan casa abierta 
0 poblada, aunque no posean encomienda. 

La real audiencia mandó, pues, que un alcalde saliese 
de entre los encomenderos, y el otro de entre vecinos 
de casa poblada, siendo este oríjen para distinguir á esos 
dos jueces con el nombre de alcalde de vecinos el uno, y 
alcalde de moradores el otro (2). 

Como recibiera Rodrigo de Quiroga el real nombra- 
miento que le llamaba de nuevo al gobierno de Chile, 


(1) Llamábanse Marcos Veas, y Alonso de Có: 


rdova. 
(2) En 1589.se declaró de primer voto al de vecinos, y de segundo al de 
moradores. 


CAPÍTULO VI. 71 


con expresion de llegar su dominio hasta el estrecho 
austral de Magallanes inclusive , se presentó este jeneral 
al cabildo de Santiago en fecha 26 de enero de 1575 (1), 
y en el mismo dia quedó la voluntad real obedecida y 
cumplimentada. 

Se encargó Quiroga del mando justamente cuando e 
audaz Painenancu corria de nuevo por ambas márjenes 
del Biobio , causando no pocos daños en los estableci- 
mientos españoles , é importándole muy poco las salidas 
que hacia Miguel de Velasco desde Arauco, con el es- 
cuadron que le habia confiado el presidente Bravo de 
Sarabia, 

Quiroga, ansioso de apagar cuanto antes esa nueva 
llama, salió el 1* de febrero no solo con nombrar 
maestre de campo á Ruiz Gamboa, y sarjento mayor á 
Gomez de Lagos, sí tambien haciendo que en aquel 
mismo dia marchasen contra el toquí con cuanta ¡jente 
se pudo recojer en Santiago ; yendo ademas el segundo 
encargado de representarle ante la real audiencia y el 
cabildo de Concepcion , pidiéndoles obediencia y cum- 
plimiento á la real cédula en que se le ee encomen- 
dado el gobierno. 

Painenancu, que tuvo aviso de este movimiento , no 
quiso verse entre dos fuegos, antes se retiró al centro 
del estado de Arauco , esperando recojer en él nuevas 
fuerzas. El 15 del dicho febrero ya estaba Gamboa en 
Talcamavida, y Gomez Lagos cumpliendo su encargo en 
la Concepcion, donde fue declarado Quiroga goberna- 
dor, capitan jeneral del reino, y presidente de la real 
audiencia (2). 

(1) Rojas se equivoca diciendo que Quiroga fue recibido en junio. 
(2) No ibaá tanto la expresion de la voluntad soberana, mas en eso se ve el 


+ 


72 HISTORIA DE CHILE. 


El nuevo gobernador nombró tambien á Juan Jofré cor- 
rejidor de Santiago, justicia mayor y su lugarteniente, no 
obstante que se deja ver en la capital harto afanado en la 
reforma de las leyes correspondientes á las minas y á su 
laboreo , enviando á todas ellas nuevos visitadores, que 
habian de mirar ante todas cosas por que á los Indios no 
se les defraudasen ni sus derechos, ni sus jornales, 

Llegó en aquellos dias una noticia que llenó de con- 
tento á todas las colonias, como que era el mismo rey 
el que hablaba en estos términos : « Hemos dado la co- 
» mision al capitan Juan de Losada para que de los 
» nuestros reinos de las provincias de Cartajena y Tierra 
» Firme envie cierta cantidad de jente de socorro para 
» el allanamiento de los naturales de las provincias de 
» Chile (1). > 

Y sin duda ninguna. hubo de tener efecto la disposi- 
cion, aunque no vemos en que fecha, ni cuantas plazas 
tuvo el refuerzo, porque el cabildo de Santiago solo 
asienta que « llegó la jente con el jeneral Losada, y en 
» su compañía Hernando Alvarez de Bahamonde (2). 

No vemos por esto que en empresa alguna entrara el 
gobernador, antes parece presidiendo el cabildo el dia 


desinteres del os majistrado Melchor Bravo de Sarabia, bajo cuya gober- 
nacion vió Chile verdad en la ley, equidad y órden. Resbaló en el arte de Jas 
armas, pero prin bien no hizo en el de gobierno!.... Zelo, solicitud pa- 
ternal por el bienestar comun, sin que hubiera pesetas. pues tanto valie- 
ron para él los Indios como los Españoles, y por lo mismo nunca se le torció la 
de la justicia, As Pe fue su ausencia, y tambien €l lloró el no poder 
dar á Chile tanta gloria, tanto lustre cual su alma ambicionaba, y cumpliera si 
Felipe 11 hubiese resuelto en sñas de e: 
(1) Real cédula de 23 de octubre de 1573. 
(2) Cabildo de Santiago. pp hace de 300 hombres este refuerzo; 
el abate Molina le lleva á 2000; muy subido nos parece este número que á 


ser cierto fuera mas sonado, y no dejara de traslucirse en las operaciones mili- 
tares. 


CAPÍTULO VI. 73 


25 de mayo de 1575, declarando recibido y recono- 
cido en calidad de teniente jeneral y juez de apelaciones 
de todas las justicias del reino, y con recurso de sus 
fallos para la real audiencia de Lima, al licenciado Gon- 
zalez Calderon. 

De esta providencia se publicó bando, y despachó en 
el propio dia un traslado en legal forma para todas las 
ciudades del reino, á fin de que surtiese los convenien- 
tes efectos ; y con noticia de acontecimiento semejante 
la real audiencia cerró su tribunal en el 8 6 9 de 
junio inmediato , remitiendo todos los procesos en su 
poder existentes al juzgado del referido Calderon (1), 
marchando los majistrados para Lima , desde cuyo 
punto se trasladó á España el digno y sabio presidente 
don Melchor Bravo de Sarabia. 

En el estado no parecia todavia causa ninguna de 
inquietud, porque el zelo de las autoridades, el de los 
predicadores evanjélicos , y tambien el de algunos enco- 
menderos que, ó por inspiracion de una conciencia no- 
ble, ó por particular provecho, anhelaban la instruc- 
cion y conversion de los Indios, habia cumplido una 
prodijiosa metamórfosis en todas las tribus trayéndolas 
á la creencia, aunque fuera tibia y falsa, de la ley cris- 
tiana , y solo persistian fuera de ella, y fuera de trato y 
relaciones con los Españoles, las parcialidades del Lab- 
quemmapu ó Butalmapu llamado de la costa, centro del 
indómito Araucano propiamente dicho. 


(1) « Enviado de la corte, dice Molina, con el título de visitador, el cual 
» suprimió el tribunal de la real audiencia no por otro motivo que por ahorrar 
» gastos al real erario. » Ni Calderon tuvo título de visitador, ni él suprimió la 
real audiencia, sino el rey, y no expresa las causas que para hacerlo tuvo, como 
ha debido notarse en la real cédula á este particular referente. 


7h HISTORIA DE CHILE. 


Con todo, desmanes y crímenes no pocos se cometian, 
y mas entre los Indios de paz, que no acertaban á rom- 
per enteramente con sus sortíilegos, ni por consiguiente 
con costumbres de una, aunque bárbara, constante es- 
cuela, y de tradicion inmemorial. De ese fatal y deplo- 
rable camino con la instruccion se les hubiera podido 
apartar, pero se prefirió siempre la violencia, que nunca 
hace prosélitos , porque como en los Indios, tambien en 
sus conquistadores lucia gran dosis de fanatismo y de 
supersticion, y el gobernador Rodrigo de Quiroga acu- 
dió para correjir aquellos males, nombrando al capi 
tan Alonso de Góngora juez de comision que habia 
de recorrer todo el pais castigando severamente á los 
hechiceros. - 

Este capitan salió de Santiago á los últimos del mes 
de octubre de 1575, y nadie nos cuenta cual éxito tuvo 


su mision , ni el lugar en que le cojió la muerte ; pero á 
no debió limpiar la tierra de los terribles jenios que en- 


tonces la infestaran , porque en 23 de enero de 1576, 
vuelve el gobernador con nuevo nombramiento al pro- 
pio asunto, en favor del capitan Pedro de Leisperberg , 
vecino de Santiago (1) , como si los Indios necesitaran 
de mucho mas que de medidas de esta especie para dar 
contra sus opresores toda vez que fuera coyuntura favo- 
rable. ? 

En tanto que Leisperberg recorre las reducciones, con 


(1) He aquí este curioso documento : — « Por euanto el capitan Alonso de . 
» Góngora, que nombré por capitan 1 juez de comision para el castigo de los: 
» hechiceros de los Indios, es fallecido de esta presente vida, i conviene proveer 
» otra persona que vaya á hacer dicho castigo. Porque es cierto que en la pro- 
» vincia de Promaucaes, ¡en todos los términos de esta ciudad de Santiago, hai 
» muchos Indios é Indias brujos que matan con hechizos á muchas criaturas, 
» é Indios é Indias que venden los hechizos públicamente , Causa de las dismi- 
» nucion de los naturales, é conviene proveer de remedio á este gran daño, 


, 


CAPÍTULO VIH. 75 


un tan ejecutorio hacer que hasta el mismo Santo Oficio 

debiera envidiar, el gobernador presidia en Santiago los 

cabildos secular y eclesiástico, viéndose ya al frente 

de este el ilustrísimo obispo don fray Diego de Me- 

dellin. Tratábase en ellos, y en presencia de lo mas 
noble y caracterizado del vecindario de la capital , de la 

instalacion, ó sea fundacion, del primer monasterio de 
monjas que en Santiago se iba á sentar bajo el nombre 
de la pura y limpia Concepcion, y regla de San Agustin. 

Las fundadoras, que fueron siete (1), recibieron el hábito 

en aquel mismo dia de mano del prelado Medellin, y se 
recluyeron en seguida en su convento sito á distancia 
de dos cuadras al sur de la plaza. El cabildo de San- 
tiago se constituyó patrono de ese monasterio, del cual 
cuidó con exquisita solicitud. 


- * 
Pocos dias despues (el 12 de octubre de 1577) fue 


nombrado alcalde de aguas Pedro Martin, porque atento 
el gobernador á cuanto en bien comun pudiera resultar, 
y como notara que la ciudad solia escasear de aguas en 
el estío por la mala direccion que se daba á las que mi- 
nistra el Mapocho , acudió á este remedio con aquel juez 
encargado de distribuirlas por tanda rigorosa, con re- 
tribucion, por el trabajo, de dos fanegas de grano 
que cada hacendado quedó en la obligacion de pagar 
anualmente. Ya habia algunos meses que se habia tra- 
tado esta misma cuestion entre el juez de apelaciones 


+ Calderon , y la municipalidad de Santiago, examinando 


» i confiando esta preservacion de vos el capitan Pedro de Leisperberg, ye- 
» cino de esta ciudad, os nombro para capitan y juez de esta interesante 
» comision, » (Cabildo de Santiago.) 


E) 
(1) Doña Francisca Tervio de Guzman; doña Isabel de los Angeles; doña Je- 


rónima de Atensio Villavicencio; Ana de la Concepcion; Isabel Zúniga ; doña 
Beatriz de Mendoza; y doña Ana de Cáceres. 


= 


76 HISTORIA DE CHILE. 


la utilidad y conveniencia de traer á la capital el copioso 
surtidero de Apoquindo 6 Apoquimbo y Tabalagua, cuyo 
pensamiento se realizó despues con buenísimos resul- 
tados, aunque por vicisitudes, que no son de este lugar, 
pasó en lo sucesivo, 

Ya empezaba en este tiempo á surtir su efecto natural 
la mision del capitan Leisperberg, y ni solamente los 
Promaucaes dieron señas de querer vengar la violencia 
con que se les atropellaba en sus sin duda inmorales cos- 
tumbres , sino que los Pehuenches asomaron tambien á 
los valles de Chillan, y Painenancu en las inmediacio- 
nes de Arauco. 

Fue, pues, preciso pensar con lijereza en preparativos 
con que hacer frente á la guerra, y como, para dicha de 
los Españoles, llegara en la ocasion con nuevo refuerzo 


de jente (1), el gobernador, que hubo de presumir de 


4 


mucha gravedad este inesperado alzamiento , reunió 
cuantas fuerzas hallara á mano, y dispuso ir en persona. 
al. castigo de los provocadores , dejando el gobierno en 
su ya nombrado lugarteniente el capitan Juan Jofré. 


(1) No se hace mencion tampoco ni del número de la jente, ni de quien la 
mandaba, pero sí que vino el refuerzo del Perú 


de 


E 


CAPITULO VII. 


Pasa Quiroga á Concepcion. — Sale contra los Araucanos, y los persigue y 
acosa en todas direcciones. — Llega á Osorno y regresa á Concepcion. — 
Sale de esta capital para Santiago. — Martin Ruiz de Gamboa en Chillan. 
— Azoca en reemplazo de Calderon. — Muere el gobernador, 


(1577—1580.) 


En los primeros dias del mes de enero, salió Rodrigo 
de Quiroga de la ciudad de Santiago para castigar á 


los rebeldes. Acompañáronle hasta Maipo uno de los 


alcaldes de la capital y un rejidor ; pero el gobernador 
no hubo de asentar campo hasta orillas del Perqui- 
lavquen, desde el cual, y fecha del 17 del referido enero, 
dice al cabildo: « Voy con el ejército de S. M. á la 
» guerra y pacificacion de los Indios rebelados de este 
» reino, y estoy hoy en el real, en el campo de $. M., 
» en el asiento de Perquilavquen (1). » 

De este punto se dirijió 4 la Concepcion, con ánimo 
de pasar el Biobio por la parte de la costa, para arri- 
marse despues á la plaza de San Felipe de Arauco ; mas 
apenas habia entrado en aquella ciudad cuando se le 
anunció que con una division del ejército del toquí, 
estaba el capitan Cayancura en el valle de Guadaba , 
con órden de atacar al fuerte de Angol y á la ciudad de 
los Infantes. Mientras Quiroga atravesaba las aguas del 
Biobio, resuelto 4 cojer en sus mismas posiciones á 
Cayancura, el atrevido Painenancu cruzaba tambien el 


(1) Cabildo de Santiago. 


78 HISTORIA DE CHILE. 


mismo rio en direccion opuesta , y con apresurada mar- 
cha; presumiendo expugnar de interpresa la ciudad 
Concepcion, pero se estrelló, como la vez primera, en 


$ 
las armas de Lorenzo Bernal, y se retiró maltratado con- 


tra Villarica para que igualmente le escarmentara su 
gobernador Rodrigo de Bastidas. 

Quiroga, por su parte, logró cojer 4 Cayancura en el 
citado valle, pero aquí la resistencia de los Araucanos 
fue terrible, y á no salir herido su jefe, puede ser que 
no quedara de los Españoles el triunfo. Aquel aconte- 
cimiento descompuso los ánimos de la irritada milicia 
que parecia dispuesta á sacrificarse antes que ceder, y 
que viendo á su jeneral en la imposibilidad de guiarla, 
cumplió una no mal ordenada retirada hastaesconderse 
en los fragosos montes de Nahuelbuta , en los cuales la 
respetó el gobernador. 

Reprimido de esa manera el provocativo ardor de los 
Araucanos , comenzó Rodrigo de Quiroga á hostilizarlos 
por la parte de Arauco y Cañete, cuyas guarniciones 
reforzó de paso, y marchó talando los campos indios 
hasta plantear su real en Puren, muy cerca de los pan- 
tanos de Rumaco, porque ningun cuerpo enemigo salió 
á disputarle el paso, 

Presupuso el gobernador que los Araucanos no vol- 
verían en algun tiempo al campo de batalla, y si cruel 
é implacable se mostrara siempre con los Indios quese le 
rebelaban , piensa esta vez en la dura suerte que algu- 
nos de los encomenderos vuelven á imponer Á sus en- 
comendados, y corre 4 la visita de todas las colonias 
australes, amenazando hasta con pena capital 4 quien 
quiera que un ápice se aparte de las ordenanzas que 
rijen el buen trato y humana correspondencia que con 


CAPÍTULO VIII. 79 


los Indios se ha de tener. En esta visita aumenta el nú- 
mero de doctrineros y de conversores; hace qué se 
construyan nuevas iglesias, y algunas á expensas de 
dueños de encomiendas que le parecieron merecedores 
de esta como especie de multa, en expiacion de sus 
abusos, y finalmente ordena la fundacion de algunas 
aldeas , para que las tribus indias se habituen á la vida 
social y política. | 

En Valvidia sus disposiciones fueron tan justas cuanto 
interesantes para el comercio, arreglando los tratos y 
cambios con ordenanzas que si por una parte atajaban 
el fraude y la usura , por otra procuraban á los merca- 
deres que arrimaran al puerto todas cuantas franquicias 
pudieran desear, y el obligado servicio de ser socorridos 
con cuanto necesitaren sin que bajo ningun pretexto se 
pudiese logrear con ellos, ' 

Pasó en seguida á Osorno para ver por sí mismo, á 
mas de su excelente fábrica de paños y de linos, la fa- 
mosísima mina , llamada de Ponzuelo, de oro tan obrizo 
que á peticion de Francisco Castañeda hubo que ligar la 
pesa con seis quilates menos que el que se extraia de 
los demas números, para que el comercio corriera igual, 
como que los numularios comenzaban á no querer sino 
el oro de Ponzuelo. No salió el gobernador de esta ciu- 
dad sin haber determinado medios de impulso para las 
fábricas, y tambien ordenó se emprendiese la cultura 
del cáñamo, del que pronto empezó á utilizarse la ma- 
rina en el consumo de cardaje , velámen, etc. 

Desde Osorno retornó Rodrigo de Quiroga á la Con- 
cepcion, y no es fácil descubrir si los Araucanos le sa- 
lieron ó no al encuentro ; se advierte por lo menos que 


con enemigos contaba, « siguiendo sus marchas sin des- 


80 HISTORIA DE CHILE, 


» cuido y acuartelándose con cuidado, sabemos por el 
» mismo gobernador que tenia su real en el llano de An- 
» dalican , término y jurisdicion de la Concepcion , donde 
» está alojado el campo y ejército de S. M. , á 8 dias del 
» mes de marzo de 1578 (1). 

Poco tiempo se mantuvo en ese campamento. Paine- 
nancu no quiso mostrarse, y por consiguiente tomó el 
gobernador sus cuarteles de invierno en la Concepcion, 
dándose desde luego á todo cuanto le pareció convenir 
para que esta colonia prosperara, y tambien dispen- 
sando no pocas encomiendas á militares beneméritos, 
que para esto y repartimiento de tierras le tenia autori- 
zado en forma el rey Felipe. 

Gracias á la presencia del gobernador, y tambien al 
reposo en que le dejaron por entonces los Indios , tomó 
la ciudad Concepcion un vuelo inesperado, porque como 
por encanto se iban cubriendo los solares, desapare- 
ciendo las ruinas , robusteciéndose el comercio, y lo 
que mas es aumentándose el vecindario ; pero contra 
tantos y tan consoladores bienes para los conquistadores, 
vino á salir la intrepidez del pirata inglés Francisco 
Drake; quien franqueando el estrecho, ni en la mar 
halló bastante para saciar su codicia, ni tampoco en la 
tierra, con haber saqueado en el Perú el puerto del 
Callao , en Chile el de Valparaiso. Sí que acudió el 
virey don Francisco de Toledo con las naves Nuestra 
Señora de la Esperanza, y la San Francisco, bajo la con- 
ducta, esta del capitan Juan de Villalobos , y aquella, 
que hacia de capitana, á las órdenes de don Pedro Sar- 
miento, ambos encargados de esperar la vuelta del pirata y 


| 4s 
aecastigal er 
7h O 


(1) Cabildo de Santiago, 


CAPÍTULO VIII. 81 


de esta empresa , como por tal no se cuente el paso de 
Sarmiento á España, ni resultado debiera prometerse el 
virey, cuando, dejándose ver Drake el 6 de setiembre de 
1578, las naves que en su persecución se envian no sa- 
lieron del Callao hasta el 11 de octubre de 1579. Ello 
es que el atrevido Drake desapareció de aquellos mares 
despues de haber insultado y ofendido á los Españoles 
hasta saciedad. 

A Rodrigo de Quiroga ya le pesaba el ocio en la Gon- 
cepcion , y como le pareciera , no sin fundamento, que 
si, en la precedente visita hecha á las ciudades del sur, 
habia descubierto mas de un abuso en la administracion 
pública, y correjido no pequeños males de los que nunca. 
se suele dar cuenta á la suprema autoridad, abusos y 
males aflijirian tambien á los moradores de los otros 
puntos del reino, resolvió por lo mismo recorrer atenta 
y detenidamente todo el trecho del pais que le tenia 
apartado de la capital. , 

Salió, pues, de Concepcion á los últimos de enero 
de 1579, y se puso á pasear toda la extension de tierra 
que ciñen los rios Biobio , Claro, é Itata, reconociendo 
vegas y valles, montes y colinas por si tal vez permitie- 
ran las circunstancias el asiento de nuevas poblaciones. 
Cuando se viera sobre las márjenes del rio Chillan , que 
con tanta frecuencia bajaban á visitar los serranos 
Pehuenches, ante un suelo en que la vejetacion se 
ostentaba tan rica y lozana, no pudo resistir al deseo 
de plantar en aquella hermosa vega una gran colonia. 
en plaza fortificada, que habia de servir tambien 
como de cuartel constante y jeneral para el ejército de 
operaciones. 

Lleno de esta idea entró en Santiago, y el 18 de 

6 


1, HistoRtA, 


82 HISTORIA DE CHILE. 


marzo de 1579 (1) ya decretó la fundacion de la ciudad 
de Chillan. 

Salió 0 contra el proyecto el cabildo 
de la Concepcion, y no tan solo acusando derechos juris- 
dicionales que á nada conducian, sino presumiendo 
gran desmejora para su porvenir, si acaso no le si- 
guiera tambien una considerable rebaja en su asentado 
vecindario ; pero Quiroga no quiso hacer cuenta de tales 
alegatós, antes mandó á Martin Ruiz de Gamboa, á 
quien ya habia dado el título de mariscal , y ejercia en- 
tonces en calidad de maestre de campo, que con una 
crecida columna pasase á fundar colonia en Chillan; 
cuya órden fue obedecida sin ninguna demora, saliendo 
la ciudad San Bartolome, entre los rios Chillan y Nuble, 
á los 36” 4' de latitud austral, . 

A poco tiempo despues de la salida de Ruiz de Gam= 
boa para Chillan, cayó enfermo Rodrigo de Quiroga, 


« (1) Figueroa supone esta fundacion en 1579; Rojas, que dice haberla pre- 
senciado, la lleva á 1580. Acaso contará el primero desde que se comenzó, y el 
segundo desde que se concluyó. Nuestra duda no pára en esa insignificante dis: 
erepancia, sino en si hemos de decir fundacion ó repoblacion. En don Mi- 
guel de Olivares, natural de Chillan, y en documentos y papeles de aquel ' 
tiempo se habla de un convento ú hospicio de la ciudad de Chillan bajo el 
nombre de San Ildefonso, erijido en los años de 1565, y pues se dice de 
ciudad de Chillan parecenos que no pudo ser fundacion la de Gamboa. ¿ No 
pondria esta colonia don Pedro Valdivia cuando en su famosa expedicion de 
1546 corrió triunfante desde Santiago todos los llanos hasta el rio Itata? Y si 
ni colonia, ni ciudad, ni siquiera un fuerte se se puso en aquel parage hasta que * 
Ps lo ordenó, ¿á que esas tantas i irrupciones de los Pehuenches y Puelches 

as vegas de Chillan? ¿ Porqué saquear y arrasar la provincia de Chillan 
esos mismos indios, motivando la erpoticlon: dE Halen y del gobernador Pedro 
de Villagra en 1564, en ? No es posible 
que los Indios vinieran á saquear á los Indios, y si tal hubiera ocurrido, los 
Itatatinos y los Chillanes, saqueados y maltratados, no hicieran causa comun 
como la hicieron, alistándose en las banderas de Lig-Lemu. Estamos en que 
una colonia, Ó por lo menos una plaza, hubo en Chillan antes que la San Bar” 
olomé de Gamboa, mas que esta se alzara en distinto casco. 


CAPÍTULO VIH, 83 


“y aunque cada dia se agravaban sus dolencias , no fue 
posible apartarle del despacho de los negocios públicos, 
antes hizo que se le viniera á dar cuenta de ellos al lecho 
en que yacia postrado, por parecerle que el bien co- 
mun se habia de resentir demasiado, si por sí propio 
no le cuidaba. Llegó en esto á la capital el doctor Lope 
de Azoca con el competente título para relevar de su 
cargo de teniente jeneral y juez de apelaciones al licen- 
ciado Gonzalo de Calderon, cuyas funciones debieron 
fenecer el 10 de junio de 1579, como que solo hasta 
esa fecha suena en los libros del cabildo; pero pare- 
cen con mayor latitud las facultades de Azoca que 
las que se le concedieron á Calderon, diciéndose 
aquel gobernador en ausencias y enfermedades del pro- 
pietario, 

Con todo, si recibido en el reino fue en su expresa 
calidad de ietienta jeneral y juez de apelaciones, no 
del otro título condicional hubo de hacer caso alguno 
Rodrigo de Quiroga , antes exije que Azoca, como todos 
los demas funcionarios públicos, concurra á su morada, 
al lecho en que lenta y progresivamente va consumiendo 
la vida, y desde el cual continúa rijiendo la máquina gu- 
bernativa con entera independencia. El cabildo de San - 
tiago harto insistió por que su querido gobernador se 
descargara de tan penosa tarea, ó que por lo menos 
la aliviara encargando la direccion de los negocios de 
poca monta á segunda persona, que la enfermedad 
con el descanso pudiera llegar á corrijirse; mas va- 
nas fueron siempre las representaciones de esta natura- 
leza, y así vemos que hasta para la eleccion de los 
concejales que debian servir en el año de 1580, fue 
preciso celebrar junta en la morada del ya desahuciada 


84 HISTORIA DE CHILE. 


gobernador (1), cuya vida tuvo fin en la mañana del 
26 de febrero, llenando de dolor y de sentimiento á 
todos los Españoles, 

Que á la muerte de ese ilustre caudillo con lágrimas 
.respondieran todos los hombres honrados de las colo- 
nias chilenas, no hicieron con eso sino pagar una muy 
corta parte de la gran deuda á que en cuarenta años de 
una carrera activa y laboriosa los habia obligado aquel 
conquistador, tres veces alcalde de Santiago, dos su 
correjidor, tres gobernador interino, y una propietario 
con real nombramiento. 

Hombre desinteresado, próvido, amante del bien 
jeneral, militar entendido y valeroso, igual en su vida 
pública como en la privada, acreedor por cierto á tan- 
tas honras como de sus conciudadanos y del mismo rey 
obtuvo, aunque nos pesa el que resbalara, por lo me- 
nos en connivencia del irregular proceder del jeneral 
Castilla, y el que, grande é hidalgo como se mostró en 
todas sus cosas, no hiciera que el resentimiento de las 
ofensas que de los Villagras presumiera haber recibido, 
con ellos desde luego y para siempre se enterrara. 

Nació el célebre Rodrigo de Quiroga en Ponferrada; 
vino á Childe con Pedro de Valdivia, conquistó á Chi- 
loe , y pasa, como su esposa doña Ines de Suarez , por 
fundador (2) del convento de Nuestra Señora de las 

(1) « Estando en presencia i en las casas del muy ilustre señor Rodrigo de 
» Quiroga, caballero del órden de Santiago, gobernador i capitan jeneral en 
» este reino por S. M. : nombrad l ilustre señor doctor Lope de Azoca, 
» teniente de gobernador, i capitan jeneral de este reino, por S. M.; i el capi- 


» tan Andres Yyañez de Varroeta, correjidor ; y los capitanes Alonso Alvarez 
» Verrio i Alonso Ortiz Zuñi lcald linarios de es iudad. etc.» 


(Acuerdo del cabildo, 1* de enero de 1580.) 
2) Como que á sus expensas se hizo el edificio, y no paró hasta verle poblado 


( 


en lo temporal y en lo espiritual. ¿ 


CAPÍTULO VIH. 85 


Mercedes, en cuya iglesia yacian sus restos, y se re- 
cordaba su memoria con una misa cantada y responso, 
todos los sábados, y la festividad de la Vírgen; tributo. 
de gratitud que en ley habian constituido las venerables 
relijiosas de aquel monasterio para que nunca pereciera, 
el nombre de sus bienhechores. ¡ 


CAPITULO 1xX. 


Martin Ruiz de Gamboa gobernador. — Pasa 4 Osorno. — El doctor Ázoca 
pretende apoderarse del gobierno de Chile, — Destiérrale Gamboa, = 
Don Alonso de Sotomayor nombrado gobernador. — Expedicion naval al 
estrecho. 


(1580—1583.) 


Elo 


Con fecha 7 de febrero de 1577, habia hecho Rodrigo 
de Quiroga su disposicion testamentaria, en el campo 
de Perquilavquen , llamando para que le sucediera en 
el gobierno, si á fallecer llegase, 4 su yerno Martin 
Ruiz de Gamboa, en virtud de expresa facultad que 
para ello le tenia concedida el rey por real cédula de 
28 de octubre de 1573. Conocia el cabildo de San- 
tiago aquella disposicion , Con cuyo motivo se apre- 
suró á oficiar al mariscal Gamboa, por conducto de 
uno de sus rejidores, noticiándole la sensible difun- 
cion del gobernador, é invitándole de paso para 
que se trasladase 4 la capital á fin de prestar el jura- 


miento de ley, ser reconocido y proclamado en la: 


calidad que por llamamiento de su suegro le corres- 
pondia. 


De mucho contento fue para los Araucanos la muerte. 


de Rodrigo de Quiroga, y sin duda tuvieron aviso de 
ella antes que Gamboa » Puesto que ya parecen armados 
en los contornos de Chillan unos, en los campos de 
Arauco Otros; por cuyo motivo tiene que responder el 
nuevo gobernador 4 la comunicacion del cabildo con 
poderes para que el doctor Azoca y Juan Hurtado sean 


qe 


CAPÍTULO IX. 87 


en su nombre recibidos, y en su ausencia gobiernen las 
ciudades del reino (1). 

Esos apoderados parecieron en cabildo de 8 de marzo 
de 1580 exhibiendo el competente poder, y pidiendo 
efecto de la voluntad que en él se expresaba; lo cual 
tuvo lugar con el reconocimiento unánime de Martin 
Ruiz de Gamboa por capitan jeneral y gobernador del 
reino de Chile, en las personas de sus representantes. 

Gamboa comenzó, pues, su gobierno teniendo que 
dar cara á un enemigo, sino numeroso, sobradamente 
atrevido para mantenerle en constante alerta, causarle 
daños, y traerle al retortero. Tal cual defendida ya la 
ciudad de Chillan, y dejando en ella una respetable 
guarnicion , se echó el gobernador á correr tras los dife- 
rentes cuerpos indios que infestaban las vegas del Nuble 
y del Chillan, y se refugiaban siempre, y casi sin descala- a ss 
bro, enlosespesos bosques con que lindan ; de suerte qu PE 
reconociendo cuan inútilmente gastara el tiempo con un 
enemigo que parecia jugar de burlas para reir á sus an- 
chas de las armas conquistadoras y fastidiarlas, y te- 
niendo noticia de que en los establecimientos de arriba. 
cometian los soldados de Painenancu no pocos excesos , 
marchó con su columna á los Infantes de Angol. 

Algunos cuerpos sueltos se dejaron ver en aquella 
tierra, pero tampoco se les pudo dar alcance, revol- 
viéndose varios de ellos para la cordillera, y otros como 
en direccion de Puren, sin que en estos ni en aquellos 


(1) « Atento á no poder irme á recibir 
» en las cosas de la guerra, y de mi ausencia podria haa 0 pi pit 
» entre los Indios que estan desasosegados por tener nueva de la mu: erte del 
, 1 hallarme ara PP... con el campo y ejér 
» cito que en binarias de S. M. conmigo t 
(Gamboa al cp el 1? de marzo de 1580.) 


38 HISTORIA DE CHILE. 


pareciera ir el toquí. Gamboa se mantuvo pocos dias en 
los Infantes, aunque con fecha 7 de julio firmó en aquel 
punto una órden por medio de la cual facultaba al doctor 
Azoca para que diese á persona digna la vara de alguacil 
mayor de la ciudad de Santiago. 

Desde Angol salió para los estados de Arauco, arra- 
sando en sus marchas todo cuanto hallaba de pertenencia 
de los Indios de guerra, que otro tanto cumplian ya 
tambien los Araucanos en los establecimientos españoles 
desde el Nuelas hasta Carampangue, pero siempre en 
cuerpos volantes y como de escapada. Gamboa pasó por 
la plaza de San Felipe, y sin detenerse fue á sentar su 
real en Cañete, desesperado viendo que con tanto hos- 
tilizar de los Indios, sobre no querer ellos empeñarse en 
funcion seria, ni siquiera indicios del hacer desu toquí 
le presentaban. Á pocos dias de haber llegado á Cañete 
ya vino á descubrir que Painenancu no estaba lejos del 
- campo castellano, y que comunicaba desde diferentes 
atalayas, con todos los cuerpos sueltos por medio de 
luminarias en la noche, y de ahumadas durante el dia. 
Distribuyó, por consiguiente, sus fuerzas en varias par- 
tidas á cargo de comandantes entendidos, que habian de 
recorrer la tierra en opuesto rumbo hasta ver si lograban 
hacer que los Araucanos se recojieran en un solo punto, 
Ó vinieran con su jefe á una batalla formal. Painenancu 
no por esto cambió su sistema, antes hubo de holgarse 
mucho en viendo esa disposicion de su enemigo, y pasó 
órden á. los cabos de todos sus cuerpos volantes para que 
divertieran á los partidarios españoles, no entrando 
contra ellos sino cuando parecieren favorables las cir- 
cunstancias, pero que cuidaran principalmente de áme- 
nazar varios puntos á la vez. Puntual cumplimiento 


CAPÍTULO 1X. 89 


dieron los Indios á este ordenar de su jeneral, y así, no 
las batallas, sino las escaramuzas se sucedian unas á 
otras , ora venciendo este bando, ora vencido, sin 
que de semejante guerrear sacaran los Españoles otro 
fruto que un enojoso cansancio, y tambien la pérdida de 
muchos soldados, mas que con igual 6 mayor quebranto 
salieran sus contrarios, que estos al cabo lograron por 


mucho tiempo su fin, viviendo á expensas de los esta- * 


blecimientos extranjeros, con lo que los robaban en sus 
avances ó acometidas, ya nocturnas, ya tal vez ejecu- 
tadas en mitad del dia con una audacia sumamente ar- 
riesgada (1). 


Como ningun resultado satisfactorio saliera de este 
modo de entretener una guerra que parecia hacerse in- 


terminable , por lo mismo que no se lograba escarmentar - 


á los enemigos, recojió Gamboa todas las partidas que | 


andaban en persecucion de los Araucanos, y con ellas, 
y con las fuerzas que en Cañete tenia, se encaminó á los 
paludosos marjales de Lumaco, asentando en ellos su 
campo para ver si se descubria el toquí; pues este era 
todo su afan, presumiendo que si lograba derrotar, ó dar 
muerte á Painenancu, en breve depondrian todos sus 
súbditos las armas. Painenancu sin embargo no pareció, 
y el gobernador despechado se puso de nuevo en movi- 
miento, siguiendo el camino de los llanos, hasta la Im- 
perial; de aquí pasó á Villarica, y fue inmediatamente 
con su campo á la ciudad de Osorno. 

De esta expedicion resultó la planta de un fuerte en 


(1) Dice Rojas que algunos de los partidarios españoles fueron derrotados 
por los nacionales. No vemos en parte ninguna que en esta ocasion se cum- 


garon muchas escaramuzas con suerte variable, y siempre sin importancia. 


ER Se 


90 HISTORIA DE CHILE. 


Quinchilca, destinado á relacionar las ciudades de Osorno 
y Valdivia con la de Castro de la Nueva Galicia, cuyo fuerte 
hubo «de quedar con suficiente presidio y á las órdenes 
de Bernardino de Quiroga (1), dando tras esto el go- 
bernador una descorrida por los mismos puntos ya rejis- 
trados, sin tropezar con Painenancu, sin poder enfrenar 
el arrojo de los cuerpos volantes que continuaban sa- 
queando los establecimientos españoles. Algun tiempo 
permaneció Gamboa en la plaza de Arauco, pero íbase á 
cerrar el otoño y determinó tomar cuarteles de invierno 
en Concepcion; y apenas habia entrado en esta ciu- 
dad cuando le llegó la noticia de que el toquí tenia su 
campo en la márjen meridional del Biobio, 

Es de presumir que hubiera respondido Gamboa á ese 
insultante desafío, no obstante la estacion , si ocurren- 
- cias de suma gravedad no le apartaran del teatro de la 
guerra. El doctor Azoca hubo de hallarse muy bien con 
el gobierno que en nombre del mariscal ejercia despues 
de un año, pero sin duda le dolia tambien el recuerdo de 
que en regresando Gamboa á la capital, tendria que 
desnudarse de la suprema autoridad, y para evitar un 
tan desagradable expediente, no vió medio tan llano 
como el salir diciéndose gobernador de hecho y de dere- 
cho, con mejor todavia que el que pudiera enseñar su 
poderdante. ; 

No tardaron en dar cuenta á Gamboa de esta peregrina 
salida del doctor, contra la cual tenia aquel mas de una 
arma, que si no fuese bastante el oponer la real cédula 
en virtud de la cual su suegro le habia nombrado, y 
esto equivalia 4 nombramiento del mismo Felipe 11, to- 


(1) Eso es lo que prueba doña Melchora Saez de cs y Y Quiroga relatando 
los méritos en que funda su pretensión á una encomi iend 


CAPÍTULO 1X. 9 


davia acababa de recibir provision del virey don Fran- 
cisco de Toledo, en la que, y fecha 26 de abril de 1581, 
le nombra gobernador interino y capitan jeneral del 
reino de Chile. Así es que con una escojida escolta salió 
el mariscal de Concepcion, camino de la capital, cuyo 
concejo vino á recibirle á Maipo para entrar con él en 
Santiago el 22 de junio del referido año. 

Ruiz de Gamboa hubiera podido imponer silencio á 
las pretensiones de Azoca, con solo usar de la fuerza 
que á sus órdenes tenia, pero condújose con esmerada 
y laudable prudencia, no apelando á la disposicion de 
su antecesor, ni descendiendo á cuestionar el derecho 
con que obrara, notomando en cuenta la acordada for- 
mal del cabildo presidido por el mismo Azoca el 8 de 
marzo del año precedente, de la cual resultaba recibido y 
declarado gobernador, sino requiriendo al doctor y al 
ayuntamiento con el despacho del virey , para que se le 
diera obediencia y cumplimiento. El cabildo desempeñó 
este deber el mismo dia en que llegó ¿Santiago con el 
mariscal , el 22 de junió, pero Azoca siguió disputando 
sus pretensiones. 

Seguro es que si Azoca disponer pudiera esta vez de 
alguna fuerza armada, inevitable fuera la guerra civil en 
Chile; pero sin mas elementos de resistencia que su ca- 
rácter irritable é indómito, se contentó con turbar du- 
rante unos cuantos dias el eurso de la administracion con 
ruidosas protestas , y tal vez descompuestas declamacio- 
nes, hasta que perdiendo Gamboa la paciencia le despa- 
chó desterrado al Perú, y tras él, uno de los alcaldes de 
Santiago (1) con cargo de informar, primero al virey, y 
- (1) No se da el nombre del alcalde á quien cupo esa comision determinada 
en acuerdo de 22 de julio de 1581. ? 


99 HISTORIA DE CHILE, 


despues al rey de España, de las causas que habian mo- 
tivado el destierro de aquel juez. 

Descartado de ese competidor, fue preciso pensar en 
poner sujeto que diera curso á todas las causas pendien- 
tes, y acaso por evitar gastos á los litigantes, dispuso 
que , compartido el reino en las diócesis de la Imperial 
y de Santiago , esa misma distribucion jurisdicional tu- 
viese tambien la justicia , administrándola en Concepcion 
el capitan Alonso de Alvarado, y en Santidgo el licen- 
ciado Diego de Rivas, ambos con título de tenientes go- 
bernadores, 

Los Indios de la jurisdicion de la capital parece que 
seguian en sus costumbres, á pesar del zelo con que 
Leisperberg desempeñara la comision que le encomendó 
el difunto Quiroga, aunque por otra parte bien pudiera 
ser causa distinta la que quiere perseguir Ruiz Gamboa, 
como que con distintas palabras la explica nombrando 
el 1 de octubre un juez de comision, «que pase á 
» evitar los daños que los Indios se hacen, i especial- 
» mente que se cele el de la borrachera, el cual es muy 
» pernicioso i nutritivo de grandes pecados, porque: 
» por experiencia se ha visto que en las borracheras ido- 
» latran, i los que de ellos son cristianos apostatan 1 
» adoran las vacas, fomentan riñas, i se y. ima- 
» tan, etc. , etc. (1)> 

Tambien comenzó el gobernador á reformar la tasa 
de Santillana, y con mejoras de administracion saliera, 
á no tener aviso de que los Indios causaban terribles es- 
tragos en casi todos los establecimientos meridionales, 
cuya noticia le obligó á dejar la capital 4 fines de año, 
pareciendo con su campo en los Infantes de Angol el 

(1) Cabildo de Santiago. 


CAPÍTULO IX. 93 


13 de febrero de 1582, no sin haber sufrido insultos del 
toquí que le solia ir flanqueando las marchas , y tal vez 
apretándole la retaguardia. 

Painenancu hubo de probar ventajas en andar de 
guerrilla ] J haz do sus fue E las . : 
y con este sistema trajo al gobernador tan enredado 
entre aquella ciudad y Villarica que raro era el día en 
que no se escaramucearan Indios y Españoles, sin que 
en siete y mas meses (1) se hiciese otra cosa que gastar 
tiempo, y los males seguir en aumento. 

Ya que las armas castellanas no se señalaran este año 
con hechos dignos de nota, fecundo fue por otra parte 
en acontecimientos harto fatales para los conquistado- 
res (2). Hemos dado cuenta de las dos naves que el virey 
del Perú despachó en 1579, á caza del pirata Drake, é 
importa conocer el resultado de esta expedicion. 

Con Pedro Sarmiento de Gamboa, comandante jene- 
ral de aquellos bajeles, salieron del Callao para el es- 
trecho los padres fray Antonio de Quadramiro y fray 
Cristoval de Mérida, y despues de haber corrido las cos- 
tas de Chile y otros mares, aportaron en Cadiz, dirijién- 
dose incontinenti 4 la corte. Presentaron, el jeneral y 
los relijiosos reunidos, á Felipe 11, una detallada rela- 
cion del viaje que acababan de hacer, la planta del reino 
de Chile y de sus islas, y una memoria en la que, des- 
pues de mencionados los estragos que Drake habia come- 


(1) El 15 de setiembre todavia estaba Gamboa en Villarica. 
(Cabildo de Santiago.) 


los doctrineros, y no poca parte del bajo clero, se dieron á una vida mundana, 
codiciosa y relajada, que corrompió la sociedad, y produjo excesos y desórdenes 
sin cuento, 


9% HISTORIA DE CHILE. 


tido, se acusaban los medios de que conviniera echár 
mano, para cerrar el ceeeSho á la pisatanía Y por con- 
siguiente mantener los est de aque- 
llas rejiones al abrigo de sus avances y asechanzas, 

Contento entró Felipe en las miras que se le acaba- 
ban de proponer, y por tanto mandó que su consejo 
determinase sin demora una conveniente expedicion, 
haciendo un llamamiento al público en demanda de po- 
bladores ó colonos voluntarios para las ciudades que de 
nueva planta se habian de levantar á tiro del estre- 
Cho, y que ambas habian de ser plazas de armas. 

Mientras el gobierno apretaba el avío de la empresa, 

S. M. atendió á la provision del personal no solo para 
el mando de la armada, sí tambien para la goberna- 
cion de Chile, que interinamente desempeñaba Gamboa; 
y con este motivo expidió patentes de gobernador y ca- 
pitan jeneral de Chile á don Alonso de Sotomayor ; de 
superintendente de las proyectadas poblaciones, 4 Pedro 
Sarmiento , de almirante á Diego Flores de Valdés, y por 
último á los padres Quadramiro y Mérida, con las fa= 
cultades de comisarios jenerales de Indios, solamente 
dispensadas hasta entonces á fray Francisco de Guzman, 
y se les concedió tambien la de colectar mision, y fundar 
conventos para la conversion de los Indios. - 

Veinte y tres navios aparejados se vieron bien pronto en 
la bahía de Cadiz (1), teniendo á su bordo tres mil quie 
nientos hombres, gran número de familias de noble na- 
cimiento, y ámas, seiscientos veteranos de F landes, des- 
tinados al servicio del nuevo gobernador don Alonso. 


(1) En Sevilla dice Córdova, y que contra muestras de una terrible a 


el a. de Medina Sidonia hizo dar vela para yer naufragar al instante cinco 
naves 


CAPÍTULO IX: 95 


Dióse vela en los principios de 1582, teniendo órden el 
almirante de dejar á Sotomayor y á su jente en Valdi- 
via, y volver despues al estrecho para fundar los pue- 
blos proyectados ; pero como si contra esta útil empresa, 
se revolviera la naturaleza entera, en cuanto penetrara 
el alta mar, ó tuvo que chocar contra vientos contrarios, 
ó si otros tomaban las naves en rumbo favorable, solo 
era para barloarlas con violento choque, para descon- 
certarles todo el aparejo, en fin para arremolinarlas tal 
vez formando de repente un ruidoso torbellino. que pa- 
recia querer botarlas todas á una por sobre el promi- 
nente olaje que desgajaba con furia el soberbio y em- 
bravecido piélago. Con todo, esos no eran sino asomos 
del proceloso y trájico fin á que marchaba la empresa, 
dos veces empeñada en penetrar el estrecho magallá- 
nico, dos veces desarbolada, sacudida, sumida gran 
parte en el profundo seno, y arrojada la restante al 
Brasil en medio de borrascas de un tremendo destemple. 

Así, con pérdida de mas de la mitad de las naos, y 
por consecuencia de la jente y enseres que en ellas iban , 
Valdés dió vuelta 4 España , y Sotomayor se dirijió á 
Chile por via de Buenos Aires. Por lo que hace á Pedro 
Sarmiento, acometió por tercera vez el paso del estre- 
cho con dos navíos y tres fragatas, y con la fortuna de 
- vencerle llegando á Chile á principios de febrero de 1585, 
- y en compañía de los relijiosos Quadramiro y Mérida. En 

cuanto tomó tierra comenzó la fundacion de un pueblo 
sobre la costa y continente chileno, dándole nombre de 
Jesus, y concluido y guarnecido de ciento cincuenta sol- 
dados, pasó á levantar en una hermosa vega la Cesárea 
Magallánica, 6 ciudad de San Felipe, distante de Jesus 
unas yeinte leguas. | 


96 HISTORIA DE CHILE. 


Quadramiro y Mérida, con no alcanzar á ver en 
aquellos parajes pueblo de ninguna especie, tomaron 
una escolta y penetraron por los montes hasta dar en nu- 
merosas tribus indias recojidas bajo tiendas , de cuyas 
jentes parece fueron muy bien recibidos y agasajados. 
De aquí hubieron de echarse á correr las llanuras que 
llevan á tierra de los Huiliches y Cuncos, quienes, como 
por cosa nueva, les dijeron que los Huincas (Españoles) 
estaban en guerra con los Araucanos (1). ; 

En comprobacion de semejantes sucesos nada nota el 
libro del cabildo hasta en acuerdo de 6 de junio de 1583, 
en el cual se dió cuenta de un oficio de la real audiencia 
de la ciudad de la Plata, fechado en 15 de abril ante- 
rior , por el cual se le previene á la justicia y rejimiento 
de Santiago, «se advierta el reino contra la armada in- 
» glesa que estaba en Santa Catalina para pasar á poblar 
» en el mar del Sur, cuando llegó la nuestra al Rio Ja- 
» neiro para ir á poblar el estrecho magallánico. Y que el 
» gobernador que viene para Chile habiendo salido de 
» Buenos Aires, se estaba previniendo en Santa Fe con 
» los setecientos hombres que traia de socorro para pa- 
» sar luego á Chile, » 


(1) Todas las memorias antiguas concuerdan en los hechos que acabamos de 
relatar, pero ninguna de ellas nos da luz para ver lo que fue de los relijiosos 
citados, ni de los pobladores de Jesus y San Felipe. Unos pretenden que pere- E 
cieron en manos de piratas ingleses, otros que los degollaron los Indios, otros : 
que murieron de hambre y de frio; Córdova asienta que el 6 de enero de 1587, E 
Tomas Candish, habiendo pasado el estrecho con tres naves, y corriendo la costa, 
legó á descubrir la ciudad Cesárea Jlena de cadáveres y con algunos edificios 
todavia en pie, pero sin mas persona viviente que la de Tomas Fernandez, que el 
Inglés tomó á bordo, y depuso en el puerto de Quintero. Todavia hay quien 


CAPÍTULO IX. 97 


Con esta novedad se puso el ayuntamiento de la capi- 
tal en busca de medios que respondiesen debidamente á 
la tropa que con el nuevo jefe Venia , no menos que á las 
provocaciones que de los Ingleses debia esperar el reino 
si 4 franquear el estrecho llegaran; llamando de paso 
para que con su autoridad concurriera á esa doble tarea 
el correjidor de Santiago Lorenzo Bernal, que gobernaba 
en ausencia de Gamboa (1). 

Este caudillo se mantenia en el teatro de la guerra 
sin lograr acabarla, sin concluir tampoco un hecho de 
armas con que dar nombre al período de su eobernacion, 
porque Painenancu huia de formales empeños, y con sus 
correrías tenia fastidiados á todos los Españoles; mas en 
cuanto aquel supiera que el rey le habia relevado del 
gobierno, si acaso viera en esa determinacion rejia un 
desaire á su persona , un desprecio de los singulares 
méritos que en la conquista habia consignado , ello es 
que despachó para Santiago á su hermano don Andrés, 
con nombramiento de lugarteniente de gobernador , y 
encargo de entregar por él 4 Sotomayor, ó á su apode- 
rado, el gobierno de Chile, en cuanto á ello se le re- 
quiriera. 

Gamboa en seguida hubo de trasladarse 4 la Imperial, 
con órden á todas las plazas de guerra de que solo man- 
tuvieran una vigorosa defensiva , hasta que el nuevo jefe 
guiara á su manera los negocios de la guerra. 


» de este reino, para proveimiento de la jente de guerra que viene, Que así 
» mismo mande juntar y domar cuantos potros se pudiere, i se hagan celadas, 
» sillas y demas arneses. Y que contra los Ingleses se vele con centinela en to- 
» dos los puertos de mar y sus costas. » 
(Acuerdo de 6 de junio de 1583.) 

7 


MI. HISTORIA, 


98 HISTORIA DE CHILE, 


Mientras él cargo de gobernador, no jugó con fortuna 
la espada del caracterizado Gamboa, cuya noble proje- 
nie tuvo asiento en las inmediaciones de Durango en 
Vizcaya. Señalado fue sin embargo su valor en las mayores 
y mas ruidosas batallas de la Araucania, y siempre 
ocupando puestos importantes. Servicios eminentes prestó 
á la causa del rey, y vino al cabo á pagárselos este coll- 
cediéndole el título de mariscal, empleo en aquella época 
de los mas preeminentes en la milicia, y empleo que de 
antemano le habia dado su suegro Rodrigo de Quiroga. 
Él hizo la conquista de Chiloe ; durante su gobierno fue lo 
que siempre habia sido, hombre sencillo, franco, amigo 
leal, y recto juez, por cuyas prendas se le correspondió 
siempre con la estima uniyersal, que ni tampoco le falló 
cuando apartado del supremo poder descendió á la vida 
privada, retirándose de la escena militar y política para 
ni en una, ni en otra, volver á figurar. 


CAPITULO X. 


Sotomayor en el gobierno. — Construccion de nuevos fuertes. — Asedio de 
Villarica. — Sublevacion de los Indios. — Batalla reñida. — Alonso Diaz 
conducido á Cañete y ajusticiado. 


( 15831584. ) 


Por todo el reino de Chile vocea la fama los grandes 
hechos que ya tiene acabados el gobernador don Alonso 
de Sotomayor, con treinta y siete años de edad, y son 
los veinte y dos gastados en servicio del rey, comenzán- 
dole en calidad de soldado voluntario en las banderas 
que el duque de Alba llevó á Flandes. Ha asistido á cien 
batallas; á la prision.de los condes de Ayamor, de 
Horno, y del jeneral Genlis ; 4 poco no se apodera de 
la: persona del príncipe de Oranje; muchas y muy glo- 
riosas cicatrices trae en prueba de su valor; la corte le 
ha confiado misiones de la mayor honra é importancia ; 
le ha pagado con empleos y dignidades de la mas alzada 
categoría, y no es mucho que el rey le mande ahora á 
gobernar uno de los mas ricos y hermosos paises de la 
América del sur. 

Tanto y mucho mas iba de lengua en lengua por to- 
das las colonias antes de que el nuevo gobernador lle- 
gara á pisar el suelo chileno; así es que el ayuntamiento 
de Santiago hubo de reconocer en el nombre de este gran 
personaje algo de mas superior y respetable, que en 
cuantos hasta entonces habian rejido los destinos del 
pais, el tribunal de la real audiencia incluso : pero no 
adelantemos los hechos, 


100 HISTORIA DE CHILE, 


Salió de España , como hemos visto, don Alonso de 
Sotomayor con seiscientos hombres que habian de con- 
tinuar la conquista de la Araucania; pero es opinion que 
solos cuatrocientos sacara en bien de los terribles tem- 
porales con que la sacudió en el viaje una mar irritada, 
y con los cuales allegó á la ciudad de Mendoza el 28 de 
junio de 1583 despues de no pocos trabajos. Al cabildo de 
esta ciudad presentó Sotomayor sus patentes, y que- 
daron obedecidas y cumplimentadas acto continuo , de- 
clarándosele gobernador y capitan jeneral del reino de 
Chile. Tras esta dilijencia hizo extender el competente 
poder para que Diego García de Cáceres, vecino de la 
ciudad de San Juan , pasase á la capital, y en ella se hi- 
ciese reconocer con aquellos títulos, en su nombre y du- 
rante su ausencia; lo cual tuvo efecto el dia 18 de julio 
siguiente (1). 

Los cabildantes no quisieron que el nuevo jefe del 
estado los eojiera desprevenidos. El siguiente dia 19 se 
reunieron en consejo para determinar el modo y forma 
con que se habia de celebrar la entrada de Sotomayor 
en Santiago , y fue resolucion unánime : « Que se haga 
» un arco triunfal por donde entre, de adobes i madera, 
» blanqueado i pintado, y puestas en él las armas de S.M., 
» las de la ciudad, i las del nuevo gobernador. Que se 
» compre un buen caballo, si se hallare blanco, 1 CO!- 
» respondiente silla en que haga la entrada. Que se haga 

1) Segun Olivares y otros que le han copiado, no fue Cáceres el reconocido á 
sino que hubo seis: Lorenzo Bernal, Alonso Reinoso, Gaspar de Vergara, Pedro 
de Leisperberg, Pedro Alvarez y Diego García de Maldonado... los cuales us 
bernaron bien hasta que llegó su poderdante.—A ser 5 no probara de muy 
diestro en el arte de gobernar el señor don Alonso, peronosotros nos atenemos 
á esto : « Y precedido eljuramento que hizo (Cáceres) en anima de su parte, fue 
» recibido de gobernador i capitan jenera! propietario. » 

(Acuerdo del cabildo de Santiago, 18 de julio") 


CAPÍTULO Xo 101 


» un palio de diez i seis varas del damasco mejor que se 
» hallare, con cuatro cordones de cuatro borlas, con sus 
» goteras de terciopelo del mismo color. » 

Esa prelusion pinta bastantemente el entusiasmo con 
que habia de ser acojida la persona de Sotomayor, 
en cuyas manos se creyó sin duda la exterminadora. €s- 
pada que habia de domar de una vez y para siempre la 
injénita fiereza de la libre é inmortal Araucania ; mas 
para que á efecto fuera con forma de mas explícita y de 
mayor solemnidad , quiso el cabildo que con él concur- 
rieran 4 un mismo fin todas las autoridades de la capital, 
Por fenecidas se dieron naturalmente las que hasta en- 
tonces ejercieran con nombramiento del gobernador 
Gamboa, y preciso es que Sotomayor no pusiera en su 
apoderado Cáceres la facultad de proveer á vacaturas de 
indispensable resulta, puesto que con fecha 23 del pro- 
pio julio sale el cabildo poniendo nuevamente de corre- 
jidor y teniente jeneral de Santiago y su jurisdicion á 
Lorenzo Bernal, que acababa de salir del mismo em- 
pleo, con la llegada y recibimiento de aquel apoderado. 

Sotomayor, hecho desde niño á las fatigas que con la 
milicia suelen andar siempre, no quiso respetar la nieve 
que cubria las cordilleras, antes pasó por cima de ella 
trasladándose al valle de Aconcagua (1), en cuyo punto, 
y dia 17 de setiembre , nombró por protector jeneral 
de los Indios del reino á su hermano don Luis que le 
acompañaba ; este dió poder, con traslado del nombra- 
miento, á Agustin Briseño, cuya persona Se dió á reco- 
nocer en aquella calidad ante el cabildo de Santiago , 
el 20 del mismo mes. 


(1) Su tropa quedó en Mendoza, y no vino á Santiago hasta el enero si- 
guiente, mas no nota el cabildo qué número de plazas componía. 


109 HISTORIA DE CHILE, 


Ya habian salido al encuentro del gobernador el al- 
calde de primer yoto Gaspar de la Barrera, y uno de los 
rejidores, y aquel entró en Santiago dos dias despues, 
es decir, el 22 de setiembre (1), pasando á caballo el 
arco triunfal que se alzó á inmediaciones de la plaza 
mayor, y conducido bajo el palio á la catedral, en donde 
seentonó un Te Deum, concluido el cual se le acompañó 
hasta su morada con igual solemnidad, No se ha vuelto 
4 repetir este ejemplo, 

Dos dias despues (el 24 de setiembre ) diputó el go- 
bernador al rejidor Pedro de Leisperberg para Lima, 
con cuenta á la real audiencia de su llegada á Chile, y 
tambien detalles de las tristes ocurrencias que probado 
habia en el viaje la armada conducida desde España á 
las órdenes del almirante Valdés, 

El gobernador comenzó su gobierno con nuevas orde- 
nanzas relativas al beneficio de las minas de Chuapa, 
del Espíritu Santo y de Quillota , porque este apego al 
aro (2) pecado fue en que con intento mas ó menos pro- 

*(1) Hay autores que pretenden no haber entrado Sotomayor en Santlago 


hasta el mes de diciembre, otros ponen su entrada en 23 de noviembre; nos- 
otros seguimos al cabildo de Santiago, que es la autoridad fehaciente. En los 


residencia de todos los gobernadores pasados dijo á los capitulares : « Que por 
».cuanto hasta ahora no está recibido personalmente de gobernador en este ca- 
» bildo, por haberlo sido por su procurador, ní tampoco haber hecho la solem- 
» nidad del juramento por su persona, que ahora les pide ser recibido de nuevo, 
» que se le tome el juramento y i todo se la cumplieron, ele.» 

o del 23 de noviembre 1583.) - 

"(2) Rara era la moneda que circulaba en PaRa á cste tiempo, y en esto ha- 

bia mucha ganancia para los mercaderes, en grave perjuicio del público que 
perdia en dar su oro á peso. El cabildo de Santiago, apeteciendo correjir el 
mal, pidió al rey, por medio de su apoderado Juan Corella sa Ardaz, le permi- 
tiese abrir casa de moneda : en su lugar veremos el result 


CAPÍTULO X. 103 


nunciado cayeron todos los conquistadores; solo que 
esta vez se hace mas chocante, por lo mismo que, así de 
contento Painenancu de la llegada de Sotomayor, “cOmO 
los cabildantes de Santiago , formaba al propio tiempo 
el asedio de las ciudades Valdivia y Villarica, y se sabia 
esto en la capital de una manera auténtica. 

Siendo, pues, preciso marchar con presteza á la de- 
fensa de aquellos establecimientos, Sotomayor dió el 
mando de las armas, con título de coronel, á su hermano 
don Luis, 4 quien acompañó Francisco de Ocampo en 
calidad de sarjento mayor, y estos dos cabos salieron 
de la capital con doscientos Españoles y número mas 
crecido de auxiliares; pero preciso es que la guerra Se 
aparentase con demasiada gravedad, pues que don Luis 
se para á levantar sobre el Maule los fortines Duro y 
Butagar, y otro en el cerro de Quellu en el distrito de 
Cauquenes. a 

Del cabildo de Santiago no se saca tampoco suficiente 
luz con que distinguir si era ó no grande entonces el 
aprieto de las ciudades meridionales: se contenta con 
decir que en 25 de octubre de 1583 «ha leido cuatro 
» cartas de ¡os cabildos de las ciudades de Osorno, la 
» Imperial, Valdivia y Villarica, en que le dan parte 
» de la guerra y del estado en que al presente está la 
» tierra. » Con igual fecha proveyó tambien el goberna- 
dor la vacante del desterrado doctor Azoca, en el licen- 
ciado Diego de Rivas, y debió de durarle muy poco el 
empleo, pues parece el mismo Ázoca repuesto en sus 
funciones, y presidiendo el cabildo de Santiago, en 6 
de diciembre del dicho año; pero volvamos á las opera- 
ciones militares, ¡ 

Bien servido el toquí de sus espías supo con tiempo 


104 HISTORIA DE CHILE, 


que venian los Españoles en socorro de las ciudades si- 
tiadas, y no sintió poco la novedad, porque parecióle 
que con pocos dias mas que se le hubiera dejado tran- 
quilo, inevitable fuera la rendicion de los sitiados, 
escasos ya de municiones; como quiera, por si con la 
columna conquistadora marchase tambien el nuevo go- 
bernador, le pareció ser de su propia persona el cargo 
de saludarle saliéndole al camino. Con este arrojado 
intento tomó dos mil soldados de entre los que circuian 
la ciudad Villarica, y con lijera marcha pasó 4 Quebrada- 
Honda ó6 Paso-Hondo en término de Quinel, en cuyo 
punto se apostó distribuyendo su jente en diferentes 
celadas. Descuidado entró por aquel estrecho el 'coronel 
don Luis, pero resuelto y animoso respondió 4 la carga 
que en cerco le dieron los Araucanos, los cuales fueron 
rotos alcabo de media hora sin considerable, pérdida de 
uno ni de otro bando, y con gran rabia de Painenancu, 
de cuyas palabras y arrojo no hicieron esta vez gran caso 
sus indisciplinadas tropas. 

El toquí logró por fin reunir los bandos desmandados 
y caminó por atajos 4 ganar la vanguardia española 
hasta apostarse en un cerro, siempre cuidadoso de 
cubrir las fuerzas indias que andaban en la expugnacion 
de Valdivia y Villarica. Los Españoles le- volvieron á 
sacudir en aquella posicion, aunque ya con mayor 
coste, saliendo ensangrentados ambos partidos, sin que 
por ello escarmentara Painenanca, que volvió á carearse 
con su enemigo á vista de Villarica; solo que como los 
sitiados reconocieran la columna que venia en su 
auxilio, ejecutaron una vigorosa salida, y cojidos 
entre dos fuegos se declararon en desordenada fuga 
los Araucanos, perdiendo entonces mas soldados que 


CAPÍTULO X. 105 


les habian costado las dos funciones precedentes. 

Encargada la persecucion de estos desbandados cuer- 
pos á los capitanes partidarios Tiburcio de Heredia (1), y 
Antonio de Galleguillos, que comenzaron desde luego 
arrasando los campos, y llevándolo todo á sangre y 
fuego en la tierra enemiga, don Luis corrió sus marchas 
á Valdivia, cuyos sitiadores se habian retirado en virtud 
de aviso que al intento les comunicó el toquí en cuanto 
se vió vencido. 

Con esta jente y con la que libró de Villarica, salió 
de nuevo Painenancu contra los partidarios, mas habíase 
empeñado contra él una desleal estrella, y no obstante 
el valor, el arrojo con que se ponia allí donde mayor 
riesgo pareciera , como Heredia, tambien Galleguillos 
logró derrotarle, mas que cara compraran la victoria 
los capitanes castellanos , pues ellos mismos lo Hegaron 
á confesar. 

Tales fueron los resultados de esta campaña, y no hay 
ciertamente causa para ponderar la importancia de 
tantas victorias, que no sería mucha cuando con vista 
de la relacion que de ellas y del estado del pais enemigo 
se le hizo al gobernador, este despacha, en febrero de 
1581, para Angol, una columna de ciento setenta Espa- 
ñoles al mando de Lorenzo Bernal, mientras él por su 
parte entra en preparativos para conducir al teatro de 
la guerra nuevas fuerzas. 

Por ausencia de Bernal entró en el correjimiento de 
Santiago el capitan Juan Vazquez de Acuña, y para. visi- 
tador jeneral de las provincias setentrionales, y juez 
de residencia de todas las justicias, salió nombrado 


(1) Venido con Sotomayor, y tambien distinguido en las campañas de 
andes, 


106 HISTORIA DE CHILE. 


Gregorio Sanchez, siendo tambien entonces la des- 
titucion del mayordomo del hospital, que no se nom- 
bra, y que parece habia distraido gran parte de los 
caudales destinados á la asistencia y cuidado de los. 
enfermos. 

Sotomayor activaba la empresa que lo grave de las 
circunstancias le aconsejaba tomar á su propia cuenta 
y riesgo, porque Painenancu, sobre asomar con ejército 
rehecho, y acaso mas granado que nunca, pues sale 
conun vice-toquí llamado Chipimo, y este con un segundo 
de nombre Mayerebe, todavia tiene en su auxilio los 
Pehuenches y Puelches que andaban ya arrasando los 
campos de Chillan, En Santiago, sinembargo, no debia 
haber abundancia de tropas, ni tampoco los trenes y 
bagajes correspondientes á la expedicion meditada, pues 
á mas de hacerse en la ciudad y su distrito levas, em= - 
bargos, y llamamientos, para que vinieran á servicio 
voluntario los que de él estaban exentos, como así lo 
ejecutaron varios vecinos, entre los cuales cuenta el 
rejidor perpetuo Cristoval de Aranda y Valdivia, y aun= 
que el cabildo dice en fecha 17 de agosto de 1584 : 
« Que, multa de veinte pesos, en toda la jurisdicion todos 
» los encomenderos tengan, como es costumbre , en sus 
» pueblos camas y mantenimientos para el ejército 
» que va, » todavia no parece tal ejército hasta el 14 de 
noviembre siguiente, en cuyo dia da parte el goberna- 
dor de que marcha para Chillan, y tiene su real en la 
ribera del rio Maule. 

Iba de maestre de campo con Sotomayor el capitan 
García Ramon, que tambien se habia señalado en las 
guerras de Flandes, y á quien esta vez dió el goberna- 
dor la órden de seguir con la caballería en marchas 


CAPÍTULO X. 107 


dobles al socorro de San Bartolome de Chillan, que los 
Pehuenches tenian muy estrechada. Ramon descargó su - 
comision con actividad y fortuna, libertando la colonia 
española del brazo enemigo, justamente cuando ya Ca- 
recia de medios de defensa y de mantenimientos, siendo 
los Indios vigorosamente rechazados contra los montes, 
despues de dejar algunos muertos y algunas docenas de 
prisioneros. Llegó Sotomayor á Chillan, y aunque to- 
davia no hubiera desnudado su espada contra los Arau- 
canos, le pareció de mucha utilidad el estrenarse en la 
guerra con el impío y bárbaro sistema de G. Hurtado de 
Mendoza, y así ordenó que los prisioneros fueran inme- 
diatamente despachados á su pais con las manos y las 
narices de menos : este era el medio mas eficaz para que 
los naturales volaran en masa contra su sanguinario é 
inclemente opresor. Y así fue. Apenas pasara algunos 
dias de descanso el campo español en Chillan, y mien- 
tras levantaba, en los Magues, cerca de Canuco, el 
fortin llamado San Fabian, cuando Sotomayor tuvo que 
moverse en línea delos Infantes de Angol, en cuyo punto 
supo que la comarca de Puren, la de Ninico, las vegas 
de San Miguel, y hacia Maytenrehue y Calyray, todo 
estaba en armas, aunque, para desgracia de los Indios, 
iban estos en cuerpos cuyos caudillos cada uno de ellos 
obraba con absoluta independencia, sin plan ni combi- 
nacion alguna. Despachó el gobernador dos destaca- 
mentos de ciento cincuerita hombres, al mando del 
maestre de campo el uno, y habia de ir contra la su= 
blevacion de Catyray y tierras inmediatas, siendo jefe 
del otro el sarjento mayor, destinado al castigo de los 
Purenes. Pronto lograron estos jefes la dispersion de 
aquellos desordenados cuerpos , ejecutando en los pri- 


108 HISTORIA DE CHILE. 


sioneros el atroz castigo que de órden del gobernador se 
cumplió en Chillan, y á mas incendiando todas las chozas 
y campos que en aquellos parajes encontraron abando- 
nados. Painenancu por su parte andaba impaciente en 
espera de refuerzos que los Pehuenches y Puelches le 
habian prometido, pero desgraciado en todas sus erm- 
presas, se reconocia sin prestijio, queria adquirirle por 
medio de alguna accion sonada, y aunque sin desam- 
parar el lugar á que habian de concurrir aquellos auxi- 
liares, mientras que llegaban, dispuso que su vice toquí 
Chipimo pasara á. fortificarse en la nombrada cuesta de 
Mariguenu, y en ella se mantuviese, hasta que él con 
los serranos fuera á reforzarle, 

Con noticia de este nuevo campo, cuyas fuerzas no 
se señalan , salió otra vez de Angol el maestre de campo 
á la cabeza de doscientos Españoles , y anduvo tan siji- 
loso y advertido en la jornada, que Chipimo fue sorpren- 
dido, roto y despojado de todos sus víveres, con no 
poca pérdida de hombres : un dia mas y acaso fuera 
otra la suerte de las armas araucanas, porque á dis- 
tancia de seis ó siete leguas de la cuesta estaba ya con 
su ejército Painenancu, cuando los Castellanos des- 
trozaban á su descuidado vice toquí, y cantaban por 
primera vez un triunfo sobre la cumbre del formidoloso 
cerro, 

Acabado este hecho, García Ramon regresó al cuartel 
jeneral de Angol, en el cual tambien estaba ya el coronel 
don Luis de Sotomayor ; de suerte que hecho inmediata- 
mente un alarde de las tropas reunidas, se encontró el 
gobernador con setecientas plazas de ambas armas, y Un 
cuerpo de cuatrocientos auxiliares , de cuyas fuerzas 
sacó trescientos hombres para el teniente jeneral doctor 


CAPÍTULO X. 109 


Azoca, encargado de guardar los establecimientos de 
aquel distrito, y Sotomayor con el resto caminó contra 
los campos de Puren. No se detuvo muchos dias en estos 
parajes , porque como no diera con habitantes, ni tam- 
poco.con objetos en que descargar la ira que el nombre 
araucano le despertaba, se entró por la parcialidad de 
Licura, con ánimo de trasladarse á Cañete (1). 

Con esmerada precaucion le seguia las huellas Paine- 
nancu, en cuya compañía iba ya el mulato Eustaquio, 
esclayo del capitan Martin de Avendaño, y mozo de sin- 
gular arresto; pero ni uno ni otro querian acometer 4 
los Españoles sino á revuelta de los montes, y con este 
intento ganaron la delantera, emboscándose en lo mas 
fragoso del camino, casi á vista de las vegas del Nuelas, 
La columna castellana llegó á la celada enemiga, sin 
muestra siquiera del mal dia que se le iba á dar, y pasó 
gran parte de ella llevando su frente el gobernador en 
persona ; mas asaltada con brioso ímpetu la retaguardia 
mandada por don Luís, se empeñó al instante una es- 
pantosa refriega que trajo al campo la jente del goberna- 
dor; y confundidos Españoles y Araucanos, ambos 
partidos parecian resueltos á sellar aquella jornada con 
un exterminio mutuo y completo. Painenancu desespe- 
rado corria las líneas con hechos que todos admiraban, 


y que los suyos trataban de imitar ; los primeros y mas 


famosos capitanes españoles comenzaron desde luego á, 
dudar de la fortuna, y por no desairarla trabajaban con 
despechado aliento; la muerte se revuelve furiosa en 

(1) Dicen varios escritores que al paso de Sotomayor por Puren, reforzó la 
guarnicion de esta plaza, pero ¿ cuando se habia reedificado? ¿ Quien hizo esta 
reedificacion? ¿Fue don Luis de Sotomayor mientras soci muelas estados ? 
Si de esto no hay prucba, necesari p efecto, 
y asi fue; luego veremos esa plaza alzada y guarnecida. 


410 HISTORIA DE CHILE. 


uno y otro bando; gritos de venganza arranca entre los 
ensangrentados combatientes, hasta que al cabo de cinco 
horas de destrozo recíproco, logra penetrar un cuerpo 
de caballería. al ala india que guiaba el vice toquí Chi- 
pimo , se desunen las masas, Painenancu corre á orde- 
narlas y contenerlas,, la confusion crece, y 4 un segundo 
empuje de los Castellanos logra el alferez Juan Martin 
rendir al toquí (1), con lo cual huyen despavoridos los 
Indios, y causa en ellos un horroroso estrago la columna 
española, 

Esta reñida funcion, que tanto dió que hacer á los Es- 


pañoles, la sostuvo Painenancu, no con ochocientos - 


soldados, como se ha dicho, sino con mas de dos mil, y 
harto arrojo fue el ponerse con ese número y arma 
blanca, contra mas de setecientos cincuenta hombres que 
llevaba Sotomayor entre arcabuceros y caballería. 
Como quiera, el desertor Alonso Diaz, conducido á la 
ciudad de Cañete y recibidos los auxilios de la relijion , 
como él mismo lo hubo de solicitar, pagó con su vida 
las tantas que á los Españoles habia quitado durante su 
toquiato (2), y mucho mas hiciera ese intrépido jefe si 
favorecido tal cual vez de la fortuna, con una ó dos se- 
ñaladas victorias hubiera podido granjearse entre los 


Araucanos mas fe, y mayor prestijio : esa falta es la 


que descompuso todas sus operaciones militares. 
El gobernador dejó sus heridos en Cañete, tomó al- 
gunos caballos de los que esta: ciudad guarnecian, dió 


(1) Otros quieren que Juan Martin descubriera al toquí escondido en un co- 
ús 6 - A E Es 1 . 7 dee: LKáñhklas 


lo que á este respecto nos dicen nuestros manuscritos 
(2) Fue ajusticiado, dice Olivares, á los once años de su desercion. No dispu- 
tamos la la not l Moli j ino 


veinte y uno, Véase la nota del capítulo VI, t. 2, pág. 62, 


EN 


CAPÍTULO X. 4141 


el mando de la plaza 4 Alonso de Reinoso, y marchó 
á sentar su real en los confines de Arauco, en donde se 
le vió con fecha 20 de diciembre de 1584 (1). 


(1) Algunos historiadores ponen todos esos acontecimientos un año mas 
adelante. Volvemos á repetir que nos ajustamos á las fechas del cabildo de 
Santiago, autoridad contra la cual todo argumento fuera excusado. 


ve 


CAPITULO XI. 


Cayuncura toqui. — Sotomayor á Carampangue. — Combate favorable desde 
luego á los Indios, y rotos estos en el segundo empeño. — Turuquilla yen- 
cido, — Camina el gobernador á Santiago. — Varias ventajas de los Arauca- 
nos. — Triunfo de Ramon. — Noncunahuel toquí, — Abandono de Arauco.— 
Muere Noncunahuel, 


(1585. ) 


Con el completo triunfo que sacó Sotomayor de las ar- 
mas del desgraciado Alonso Diaz, creyó poder gozar un 
largo descanso en su acampamento, pero fuera casuali- 
dad , descuido, ó intencion resuelta de alguno de los In- 
dios que á servicio de los Españoles andaban , ello es 
que á pocos dias de asentado el real castellano en los 
confines de Arauco, las llamas prendieron con furia en 
la plaza de aquel mismo nombre, y se hizo preciso 
atender á una pronta y activa, reparacion. En cuanto se 
consiguió esta, el gobernador dispuso que quedara man- 
dándola su maestre de campo García Ramon , y él con 
su ejército se trasladó 4 Puren , sobre cuyos escombros 
levantó nuevo fuerte, ó sea una nueva provocacion al 
invencible pueblo de aquel sublevado pais, cuando mas . 
necesario era el cuidado en conservar, dejando para me-. 
jor ocasion el de adelantar la conquista, aumentando - 
poco á poco los establecimientos, : | 

Si dilijentes andaban los Españoles en su obra, tam- 
poco los Araucanos perdian tiempo; con noticia de la 
muerte de su toquí , por quien no manifestaron un gran 
sentimiento, en breve corrió la flecha todas las tribus, y 
cuando el gobernador don Alonso suponia que en la im- 


CAPÍTULO XI. A Yi 


posibilidad de formar tropas estaba la Araucania, salió 
esta con su toquí Cayamcura, y una division de cinco 
mil hombres, dispuestos á pasar desde laatyrar al asedio 
de San Felipe. 

Sotomayor dejóuna buena partida de gente en Puren 
á las órdenes del capitan Francisco de Fernandez, para 
que concluyera el fuerte, y le guardara, y con la res- 
tante se fue á la defensa de Arauco, acampando á una 
legua de esa plaza , sobre la márjen del rio Carampan- 
gue. No tardó en llegar Cayamcura al valle, pero como se 
le dijera que el real castellano estaba á orilla del rio, 
mudó de propósito, presumiendo ser de mejor consejo 
atacar de interpresa cuerpo á cuerpo al gobernador, que 
no 'circunvalar el fuerte para verse al instante cojido 
entre dos fuegos. En este sentir despachó de espía al 
Yanacona Andrés, desertor, que habia servido muchos 
años al capitan Fernando Alvarez de Toledo, el cual 
tuvo la audacia de presentarse de nuevo á su señor con 
finjidas señales de arrepentimiento, y suplicando le 
recojiera á su servicio. Logró lo que demandaba, y tuvo 
por lo mismo ocasion de reconocer el campamento es- 
pañol dividido en tres líneas, y sin otra defensa que la 
natural del Carampangue con la cual estaba cubierta la 
retaguardia. Entrada la noche, el traidor Andrés tomó 
el caballo de suamo, y se echó á escape para dar cuenta 
á Cayamcura de su mision, y en consecuencia el toquí 
dispuso su jente en tres trozos unoá su mando, y otros 
dos álas órdenes de Lonconahuel y Antuleubu, para que 
cada cual atacase al mismo tiempo á una de las líneas 
enemigas. La fuga de Andrés dió en que entender al 
gobernador, y por lo que ocurrir pudiera tomó tambien 
- medidas de vijilancia , doblando guardias , corriendo 

11. HistTORIA+ 8 


1145 HISTORIA DE CHILE, 


avanzadas, y manteniendo en el campo una constante 
alerta. Bien fue menester precaucion semejante, y mejor 
es decir no bastante , pues acometidos los Españoles á 
media noche por las divisiones araucanas, cuando 
aquellos quisieron contener el choque, ya Cayamcura se 
habia llevado de calle los Indios auxiliares del goberna- 
dor, y penetraba en las filas castellanas con irresistible 
violencia. Con todo, la claridad de la luna permitiendo 
hacer tiro, jugaron los armas del rey su artillería de 
campaña, y sus arcabuces con mucho acierto, y al cabo 
de media hora pusieron respeto á los Araucanos ,quienes 
con su toquí retrocedieron hasta verse fuera de alcance, 
resueltos todavia á una nueva refriega en cuanto pare- 
ciera el alba. Esto es lo que ejecutaron con indecible 
esfuerzo, así como comenzara á rayar el dia , penetrando 
á pecho descubierto por entre el plomo de los enemigos 
para forzarlos 4 pelear al arma blanca, y aunque multi- 
tud de víctimas les costara el temerario arrojo, en sangre | 
española se cebaban tambien, con grande esperanza del 
vencimiento ; esperanza que de repente destruyó el maes- 
tre de campo y gobernador de Arauco, García Ramon, 
que acudió al campo de batalla con el presidio de Su 
mando, en cuanto el tiroteo le anunció la contienda , Y 
este refuerzo vino á resolverla en' terrible daño de 105 
Indios que fueron largo trecho acuchillados de la cá- 
ballería (1). 


(1) En esta batalla perecieron 1 1 F .e Je Cayam- 
cura hacia de sarjento mayor, un hermano de Caramcuta. y los jenerales 
Antuleubu y Lonconahuel. Nadie cuenta el número de los muertos de una y 


de Loyola, en instrumento de igual merced á fayor de Francisco Viuza, 


CAPÍTULO XI. 415 


- Tras este costoso y no menos señalado triunfo, García 
Ramon volvió con su jente á guarnecer Arauco, y 
el gobernador marchó á4 las vegas de Talcamavida, 
que ya las hostilizaba el cacique Turuquilla, y en una 
escaramuza que con los Indios de, este jefe jugaron los 
Españoles, fue herido y preso el mestizo Jerónimo Her- 
nandez, y en seguida ahorcado por órden de Sotomayor 
para que en él escarmentaran otros desertores. Ahuyen- 
tado Turuquilla, revolvió la columna castellana para 
Angol, en cuyo punto se reforzó con la tropa del licen- 
ciado Azoca, y penetrando despues la parcialidad de 
Catyray , vino á plantar campo en Tabolebu. Sobre ella 
cayó otra vez en este punto el soberbio Cayamcura , para 
verse, sino tan castigado como en Carampangue, por 
lo menos obligado á guarecerse de nuevo en los montes, 
dejando en manos de su enemigo otra palma mas. 

Sotomayor corrió despues su campo hasta el emboque 
del Tabolebu en el Biobio, y con su obstinada pasion 
por las plazas fuertes, que no podian menos de consu- 
mirle las fuerzas necesarias para las operaciones mili- 
tares, de un golpe alzó á la parte occidental del Biobio 
el fortin llamado la Trinidad, en Catyray el Espíritu Santo, 
al norte de Caramahuida , cerca de los montes de Nahuel- 
buta el San Jerómino, en Yumbel el Sán Felipe de Austria, 
y ála confluencia del Quaqueó Huaque con dicho Biobio 
la plaza dedicada al santo árbol de la Cruz. 


los que se hallaron con Sotomayor. Por lo demas, los historiadores pretenden 
que García Ramon se habia reunido al gobernador en el real antes que Cayam=- 
cura atacara la primera vez; si nuestros documentos no nos dijeran lo con- 
trario, todavia lo habiamos de inferír, porque no cabe que cl maestre de 
campo abandonara la plaza de San Felipe, ni que Sotomayor se lo consintiera, 
cuando, con noticia cierta de que ¡ba á ser sitiado , fue 4 acamparse sobre 
Carampangue. 


116 HISTORIA DE CHILE. 


Por mucha jente que consigo llevase el gobernador, 
todavia asombra la actividad y el zelo con que debió darse 
á todas esas obras de construccion , puesto que él mismo 
dice en comunicacion al cabildo de Santiago con fecha 
27 de marzo de 1585 : « Estando en el real y campo de 
» S. M. que está alojado cerca de los fuertes de la Tri- 
» hidad y Espíritu Santo, en sierras de Yumbel, etc. ;» 
pero ni á eso solo retrajo sus miras, sino que hizo cons- 
truir dos grandes barcas para que las plazas se comuni- 
casen mas fácilmente, y queriendo pronta correspon- 
dencia entre Concepcion y Arauco, vino plantar en la 
cúspide de la fatal Mariguenu un palenque defendido de 
una magnífica barbacana. 

Ciertamente fueran de mucho importe esos medios 
de comunicacion y de defensa, cuando pudieran Ser 
atendidos sin desmembrar la tropa de que habia necesidad 
para protejer todos los establecimientos españoles, Y 
responder á las tantas provocaciones con que en diversos 
puntos salia el invencible é infatigable Araucano; pero 
gastar aquella tropa en nuevos presidios, quitándole 
su accion , despropósito fue que no podia quedar sin su 
merecido. Guarnecidas, perfectamente abastecidas dejó 
Sotomayor esas tantas barreras que dejamos notadas, 
pero..... se encontró sin jente para la guerra; el in- 
vierno se le echaba ya encima; dió á su sarjento mayor 
Francisco de Ocampo la incumbencia de pasar á Concep- 
cion en demanda de nuevas tropas, y con este mismo 
fin se encaminó él en persona para Santiago , recibién- 
dole en Maipo, por comision de este cabildo, el alcalde 
de primer voto don Juan de Ahumada, que le acom- 
pañó hasta entrado en la capital en 22 de mayo 
de 1585, 


CAPÍTULO XL 117 


A Cayameura poco ó nada le importó la reciura de la 
estacion ; tuvo aviso de la ausencia del gobernador, y 
de la distribucion de sus tropas en los distintos fuertes de 
reciente planta, y por tanto resolvióse á expugnar la 
plaza de San Felipe de Arauco , mientras que Millalemu 
habia de acometer la de Puren, Pilquetegua la de la 
, Trinidad, y á Taruchima dió el cargo de quemar las dos 

barcas puestas en el Biobio para servicio de los Españo- 
les. Taruchima desempeñó sin tardanza su comision 
convirtiendo en cenizas las barcas y los que las maneja- 
ban; pero Millalemu y Pilquetegua fueron rechazados 
con mucha pérdida , sobre todo el primero que se em- 
peñó demasiado en briosos asaltos , consumiendo en ellos 
la jente mas lucida del cuerpo que á sus órdenes se 
puso (1). 

Por lo que hace da] toquí, apretada tiene la plaza de 
San Felipe, incomunicada, y tambien cojidos todos los 
caminos para que la guarnicion española no se salve, si 
acaso intentare abandonar el puesto. Mirándose el 
maestre de campo García Ramon sin mantenimientos, 
sin municiones de guerra, y sin esperanza de socorro, 
como quien sabia que seandaba en leva de nuevas tropas, 
por estar empleada en la línea de fortificaciones la que 
con el gobernador vino, entró en la desesperada resolu- 
cion de atacar á los sitiadores , cuyo número pone en seis 
mil la opinion comun, no teniendo Ramon sino cuarenta 
y Cuatro lanzas. Los Españoles , firmemente persuadidos 
que la salida de la plaza les habia de costar la vida, y 


(1) El capitan Francisco de Hernandez fue quien le destrozó segun los histo- 
riadores, y se Je supone sarjento mayor. ¿ Habria dos sarjentos mayores? No 
olvidar que el Francisco de Ocampo, sarjento mayor, no está en Puren, sino en 
Concepcion reclutando jente. 


118 HISTORIA DE CHILE. 


mas dispuestos á este sacrificio que á darse en manos de 
sus crueles enemigos, comenzaron todos ellos á cumplir 
sus deberes de cristianos acercándose al tribunal de la 
penitencia, y recibiendo en seguida, con piadoso fervor; 
la hostía consagrada de manos del capellan que los 
servia. Acabada esta dilijencia, García Ramon formó en 
la plaza su compañía; hízola entender que á morir le 
tenia condenada el hambre en el recinto, ó el hierro 
enemigo en el campo, y que de los dos extremos soló 
el último pudiera quedar burlado si con ánimo sereno; 
si unánimes y esforzados , Concurrian todos á romper los 
escuadrones infieles, ó á recibir en sus lanzas una glo- 
riosa muerte, : 

Así prevenidos, todos los Españoles se echaron fuera 
de murallas, y paso á paso caminaron ordenados y re- 
sueltos á las líneas de Cayameura , llamándolas por una 
parte el capitan Pedro Gutierrez de Mier , con la mitad 
de los Castellanos, y por la otra el mismo maestre de 
campo. Comenzado el combate, entrambos partidos lle- 
garon á verse envueltos, ó mejor el de los Españoles, 
quienes no trataban de abrir paso, ni echarse fuera del 
cerco en que las masas indias los acorralaron , sino de 
acometer y dar muerte á los mas arrestados del campo 
enemigo, ó parar los botes que se les asestaba. Como si 
un poder invisible les sirviera, ellos herian , ellos desba- 
rataban , ellos, en fin, segaban las vidas con tremenda 
lijereza y admirable acierto , Mientras que los tiros del 
enemigo todos salian vanos , todos se perdian en el aire 
con los rabiosos alaridos de aquella muchedumbre de 
guerreros, ó mal guiados, ó cojidos del mas fatal alu- 
cinamiento, Acaso concurrieran ambas cosas , porque 
llenos los cuerpos indios de espanto , de terror , notando 


CAPÍTULO XL. 119 


que su furioso esfuerzo no hacia mella alguna en aquel 
puñado de hombres , al parecer invulnerables, que cada 
golpe que estos hombres descargaban daba fin de uno de 
los mas esclarecidos jefes araucanos, 6 ya de un vete- 
rano cuya destreza y bizarría en cien lances se habian 
descubierto, azorados y en desórden rompieron la reti- 
rada, para que los caballos de García Ramon se ensan- 
grentaran en los fujitivos hasta la saciedad , y que cansos 
de tanta matanza , se volvieran á recojer en su fuerte 
cargados de despojos , de vituallas, y sin la mas mínima 
lesion en sus cuerpos (1). 

- Avergonzado Cayamcura en presencia de tantas vic- 
timas , causa de todas ellas por una mala direccion ó por - 
una irresistible fatalidad, puso el hacha del toquiato en 
manos de Namcunahuel (2), jóven de grandes espe- 
ranzas, y , segun parece, harto bien visto en la soberbia 
milicia; él se retiró de las armas, siendo en edad mas 
propia para el descanso que no para las fatigas de la 
guerra, 

Aplaudida fue esta eleccion de Cayamcura, y motivo 
tambien para que con patriótico entusiasmo corrieran á 
las banderas de este nuevo toquí , no solamente los restos 
que del ataque de Arauco se salvaran, sino toda la ju- 
ventud de los estados, para formar época con 2 despunte 


(1) No parece sino que la razon natural se e Jolola contra ese hecho de armas 
verdaderamente prodijioso. ¡ Mas de 136 Indios para cada un Español!... En 
ello, sinembargo, convienen los historiadores, pero no es extraño, supuesto 


hn á Francisco s.. qu. Pedro Roa, de cuyos li MR Sie Es 


tambien los resultados expuestos. 
(2) Naugoniel le llaman otros, y le suponen hijo de Cayamcura. 


190 HISTORIA DE CHILE. 


de una nueva organizacion , que como por encanto tras- * 
formó las costumbres de aquel pueblo rústico, que asentó 
en él los cimientos de una cultura hasta entonces desco- 
nocida , y que paulatinamente le condujo á extremo, por 
lo menos, de poder tratar de igual 4 igual con su terrible 
y osado conquistador. 

Ciento y cincuenta caballos de los que en lances dis- 
tintos se habian cojido á los Españoles, presentó el jóven 
Namcunahuel , entre mas de cuatro mil infantes, al pié 
de las murallas de San Felipe, cuando apenas si García 
Ramon y sus compañeros habian saboreado el gozo 
que justamente debió causarles su tan reciente y escla- 
recida victoria. La caballería araucana pareció en as- 
pecto formidable ; bien armada de lanzas de extraordi- 
nario alcance, conducida con regularidad, y mostrando 
los jinetes desembarazo, soltura y no poca gallardía. El 
toquí dispuso desde luego el cerco de la plaza enemiga, 
y la fábrica de un ataque con su parapeto y su banqueta 
para cubrir sus soldados de los fuegos enemigos, segun 
consejo que al intento hubieron de ministrarle algunos 
de los muchos mestizos que ya á este tiempo hacian 
causa propia la de los hijos del pais. Semejantes preven- 
ciones, si no debilitaron el invicto valor del maestre de 
campo García, ni el de los militares que tenia á sus Ór- 
denes, lograron por lo menos retraerlos del rompimiento 
á que se empeñaron con Cayamcura, pues si de fac- 
ciones tales una vez permite la casualidad que con dicha 
salga quien las emprende, es lo regular que cien otras 
pruebas sucedan con la consiguiente y entera ruina del 
temerario que pase á tantearlas, 

En esta parte iba en García Ramon con lo de animoso 
lo de cuerdo y prudente; veíase, como en la primera 


CAPÍTULO XI, 191 


cerca, falto de municiones de guerra, no contaba, ni 
contar debia con socorros hasta la primavera , no estaba 
en ánimo de rendirse , pero tampoco le era posible man- 
tener la plaza, y solo le quedaban dos medios, pelear y 
morir probablemente en la pelea, ó sacar del enemigo 
un partido tan honroso cuanto permitiera la estrechez de 
las circunstancias. Parado en este último supuesto, hizo 
saber á Namcunahuel que podia contar con la plaza si- 
tiada y nunca con su guarnicion , antes tenia intento de 
salir con esta sin hacer uso de las armas, siempre que 
se le dejase el paso expedito ; pero que si se la provocaba, 
componíanla los vencedores de Cayamcura , y podia 
suponer á cuan subido precio venderian sus vidas. El 
joven toquí hubo de entrar en esas razones; dejó que 
su enemigo caminara tranquilo á meterse en el fuerte de . 
Puren, y entre tanto derribó las murallas del abando- 
nado Arauco (1). 

Este suceso fue para el jefe indio de mucho aliciente; 
- presumió que la fortuna le habia de regalar nuevas y mas 
floridas palmas, y al instante dirijió sus miras contra la 
plaza de Puren, cuyo mando acababa de entrar en el 
maestre de campo, segun así le correspondia por gra- 
duacion (2). 

La caballería araucana que el toquí mandó de avan- 
zada para la expugnacion de Puren, sorprendió en los 
prados contiguos al fuerte una docena de Españoles, 


(1) La pérdida de esta plaza la pone Molina en 1586; gran cargo resultara 
en tal casó contra el gobernador Sotomayor, y sobre todo teniendo consigo 
as 1: SA de refuerzo" y muchos us que tal lo dice lijeramenle el 


0 Ovalle lleva el capos al fuerte de la Trinidad, y Molina dice que el sar= 
jento mayor le dió muerte en un monte. Ni Francisco Hernandez salió del tér- 

mino de Puren, ni el AEoRN mayor se halló en ninguna de las empresas de 
Namcunahuel, 


199 HISTORIA DE CHILE. 


tres de los cuales fueron muertos, teniendo los restantes 
la fortuna de recojerse dentro de muralla. Alarmada con 
esto la guarnicion, y no descubriendo todavia la infan- 
tería del toquí, que á próposito la mantenia este en los 
bosques inmediatos , Ramon dispuso que el capitan Fran- 
cisco Hernandez cumpliese una salida contra el ene- 
migo, y adelantado este cabo muy mas allá de lo que 
la prudencia aconsejaba, porque los Araucanos finjieron 
retirarse, se vió en breve rodeado de cuerpos de infan- 
tería , teniendo que lidiar para defender su vida, y la de 
cerca de ochenta hombres que le seguian, con cuanto es- 
fuerzo saca la desesperacion, Terrible fue el choque, 
y en él perecieran todos los Españoles, si por acaso 
no hubiera tenido Tomas Olabarría el acierto de 
tender en tierra á Namcunahuel, haciéndole añicos el 
brazo Aerecho con el plomo del arcabuz, porque en 
costumbre los Indios de concurrir todos ellos en con- 
fusion al lado de su jefe, cuando en lances como aquel 
le llegan á ver, abandonaron una victoria segura ya, y que 
hubiese sido completa ; y entretanto Hernandez tuvo 
la inesperada dicha de salir del cerco, y regresará la plaza, 
aunque con treinta hombres y sus caballos de menos. 
Consternados los Araucanos con vista del lastimoso es- 
tado á que la herida acababa de reducir á su toquí, ya 
no cuidaron sino de recojerle con respeto, llevándole 
á paraje retirado y seguro para administrarle cuantos 
auxilios parecieran convenir á su cura y deseado resta- 


blecimiento; mas todo fue inútil, porque la muerte se. 


apresuró á quitar de las filas del belicoso pueblo un jó- : 
ven caudillo, tal vez hecho para eclipsar las hazañas de Ea 
un Lautaro, si tanto tiempo en la milicia quisiera la suerte 
dejarle, ] 


CAPÍTULO XI. 193 


De todos modos, en su rápida y malhadada carrera dos 
hechos de mucha valiá dejó consignados el jóven Nam- 
cunahuel; volvió la esperanza á sus compatriotas con la 
toma de Arauco y casi derrota del capitan Hernandez, 
pero lo que mas importa, le debieron la creacion de un 
cuerpo de caballería, oríjen de nueva vida en el pais, y 
causa al cabo para que ante su poder se estrelle y capi- 
tule el valeroso y soberbio pendon de Castilla. — 

Por lo demas, harto ponderan los sucesos el desacierto 
de don Alonso de Sotomayor con cerrar toda su tropa 
en fortalezas mas ó menos útiles, cuando lo que se nece- 
sitaba era vagar constantemente en perseguimiento del 
enemigo, cansarle, fastidiarle, castigarle, no permi- 
tiéndole organizar una resistencia de consideracion, ni 
procurándole tampoco con el desmembriamento de las 
fuerzas, ventajas que necesariamente le habian de enso- 
berbecer, y llevar con doble confianza á empresas de que 
el conquistador no podia menos de salir perdiendo, aun 
cuando por suyo quedara el campo de batalla. Se hizo 
todo lo contrario; se les dejó á los Araucanos en com- 
pleta libertad de obrar ; todo un invierno han pasado hos- 
tilizando varios de los establecimientos españoles sitos 
en la frontera; pierden un jefe jóven y valiente, y tienen 
tiempo para reunirse los Butalmapus, tratar de la 
guerra, darse un nuevo caudillo, aumentar sus escua- 
drones, y salir por fin provocando al gobernador don 
Alonso, quien, con la primavera, y una columna reclu- 
tada en Santiago y Concepcion, vieneá abrir otra cam- 
paña en tierra tinta de sangre humana, sembrada de 
cadáveres insepultos, y á trechos escondida bajo las 
cenizas de una vejetacion cuya lozanía consumieron las 
llamas atizadas por un jenio implacable y exterminador. 


CAPITULO XII. 


El jefe Pilquetegua ahorcado. — Cadeguala en Angol. — El gobernador salva 

onia. — Cadeguala impide el paso de Puren al gobernador. — De- 

safío entre Cadeguala y García Ramon. — El gobernador sigue con tenaci- 

dad su sistema de fortificaciones. — Fastidiado de la guerra regresa á la 
ital, 


(1586. ) 


No consta con que fecha saliera de la capital el gober- 
.nador don Alonso, pero el 30 de diciembre de 1585 da 
su cuartel jeneral en Yumbel, segun lo nota el cabildo 
de Santiago, sin señalar cual fuerza sacara de esta ciu- 
dad, ni tampoco las que recojeria en Concepcion su sar- 
jento mayor Francisco de Ocampo (1). 

Desde aquel punto ya tuvo que atender á combatir 


las parcialidades de Gualquí y Talcamavida revueltas 
por el cacique ó capitan Pilquetegua, y ahuyentadas, Y 


corridas hasta Culenco, despues de haber talado el go- 
bernador todos aquellos valles, y pasado el Biobio por 
frente de Santa Juana , el jefe indio se mostró en los 
montes como en ademan de querer esperar á su ene- 
migo. 
Fue disposicion, 6, sise quiere, consejo de Pedro Cor- 
tés, el que convenia usar de ardid en esta ocasion para 
(1) Ya dijimos en el precedente capitulo que Molina (y tambien otros) traen 
esta vez al gobernador con dos mil caballos y mucha infantería de Españoles 
demos quitar un cero á la cuenta de Molina , y como nosotros pensará el buen 
juicio si atiende con cuidado á los sucesos de la campaña á que vamos á 


pesas pues por fortuna corren numerando e fuerzas de ambos partidos» 
se desentazan con evidente indicio de que el Español carecia de las ne 


a 
| 


CAPÍTULO XH. 1295 


traer los Indios á la pelea, y habia de hacerse no pasando 
por el abra sino con un débil destacamento, para que 
los Araucanos bajaran confiados desde las crestas, y 
pudiera despues cargarlos la retaguardia del gobernador. 
Como este hallara racional el consejo de Cortés, 4 él 
mismo le dió el mando de la jente que se habia de em- 
peñar en este lance de vanguardia, y los resultados fue- 
ron cual se esperaba; pues Pilquetegua, que era otra vez 
el jefe de los Araucanos allí allegados, bajó á cortar á 
Cortés, se enredó la funcion, y cuando quiso reparar en 
lo falso de su empeño ya se vió circuido de todos los 
Castellanos que á Sotomayor seguian, y en menos de 
media hora fue roto y preso, yendo el gobernador hasta 
colgarle de un árbol, diciendo que para escarmiento de 
otros jefes, como si no hubiera sido mas acertado decir, 
para aliento y despecho de todos los hijos de la Arauca- 
nia, que mas indómitos y fieros se hacen cuanto mas se 
los castiga. 

Desde este punto siguió el gobernador, no para Angol 
como asientan algunos historiadores, sino recorriendo 
las plazas Trinidad y Espíritu Santo , pero sin detenerse 
hasta los Infantes, ya que á su sarjento mayor le mandara 
á Puren con un destacamento, y órden de marchar ade- 
lante en su plan favorito, esto es, en levantar fuertes y 
mas fuertes, siempre empeñado en creer que este era el 
mejor medio de sojuzgar á un pueblo acaso el solo nacido 
para ser y saber ser independiente. Ocampo cum- 
plió su encargo alzando en márjenes del rio Puchan- 
guí el fuerte llamado Guadaba, pero no tardó en ser co- 
jido de sorpresa por el capitan Cadeguala, que le mató 
la mayor parte de los Yanaconas trabajadores, le quitó 
algunas labranzas y otros ganados, y le forzó á huir; 


1296 HISTORIA DE CHILE, 


mas como, para fortuna del sarjento mayor, diera en su 
retirada con una partida de caballos castellanos, revolvió 
inmediatamente contra el capitan vencedor, y en una 
reñida refriega recobró sus recientes pérdidas, obligando 
los Araucanos á la fuga (1), ya que por su parte perdiera 
dos de sus mejores oficiales, y dos soldados. 

El intrépido Cadeguala no se mostró muy sentido de 
este revés, antes se echó con la arrogancia de un triun- 
fador contra la plaza. de Angol, y no fiando solamente en 
sus desmedidas pretensiones, sino trayendo á parte de 
semejante empresa esa ratera inclinacion al ardid, que 
tan natural es entre aquellos indómitos pueblos, aunque 
rara vez los trajo el ardid á resultados ventajosos. 

En tanto que Sotomayor corria y talaba todos los cam- 
pos de la frontera, hasta entrar en la ciudad Imperial, 
que, segun el cabildo de Santiago, lo hubo de ejecutar 
el 12 de julio , despues de haber destrozado una junta ó 
parlamento de tribus indias, que en los valles de Cugui 
se acababa de reunir, para disponer arbitrios con que lle- 
var adelante la guerra, Cadeguala entró en relaciones 
con el cacique Cheuquetaru, jefe de los Indios de paz de 
la comarca de Angol, amigo de los Españoles, y hombre 
de gran crédito en el pais, 

Cheuquétaru habia de coadyuvar con Cadeguala á la 


toma de Angol, pero incumbíale el comenzar su traicion 
entregando la colonia á las llamas, durante la noche, € 


puntos distintos, y como caso fortuito, para que los Espa- 
ñoles asistiesen á cortar el fuego, y poder destrozarlos 1 


(1) Parece ser que este triunfo se debió al denuedo con que combatieron 
Lorenzo Galdames, Juan Lazarte, Juan Toledo, Juan Montiel, Manuel Becerra, 
Felipe Duarte, Alonso Sanchez, Salvador Sanchez y Pedro Escoba ES Made 
tos dos últimos pagaron con si 
cumplieron. 


| 
| 
. 
] 
] 
> 
S 


CAPÍTULO XII. 197 


medio de la confusion, que esta tarea el jeneral arau- 
cano se la reservaba. 

Todo quedó pues concertado , todo perfectamente dis- 
puesto y con la hora y señal dada, cuando, sin que Ca- 
deguala ni Cheuquetaru supieran una sola palabra, en 
Infantes de Angol entra Sotomayor con su jente, ya de 
noche (1), y, por casualidad, en la misma noche señalada 
para el incendio y ruina de aquella colonia, pero sin 
tener tampoco por su parte noticia ninguna de la conju- * 
racion de los enemigos. 

Con mil infantes y cien caballos esperaba Cadeguala á 
que las llamas le llamaran á Angol, segun se lo tenia 
prometido el jefe de los Indios de paz, quien entraba en 


“la colonia y salia de ella con la propia franqueza y liber- 


tad que los mismos Españoles, y por lo tanto habia ga- 
nado á sus miras cuantos Indios tenian aquellos á su 
servicio, determinándolos á poner fuego á las casas de 
sus amos al sonar las doce de la noche, y todos á una 
ven” 

Esto fue, en efecto, lo que sucedió puntualmente, y 
como Cadeguala concurriera cuando ya los Españoles 
andaban dados á cortar aquella tan terrible calamidad , 
que en mitad de la noche habia arrojado á las calles 
ancianos, mujeres y niños, en fin, cuantos moradores 
existian en la colonia, el estrago que los Indios causaron 
fue terrible. Entre aquel como dia de juicio para los Cas- 
tellanos, que en llanto, en gritos de desesperacion unos, 
y de Sami otros , se deshacen, sale de repente Soto- 


Ita de los asientos del cabildo de Santiago, entró el gobernador 
en Infantes de Angol el 24 de setiembre, y esa qúe no era muy crecido el 
que le a a; pero nuscritos 


de n 
| scier tos hombres, que entró á las nueve de la no- 
che, y que se alojó en ess : ALMAS. 


428 HISTORIA DE CHILE. 


mayor, no para contribuir á sofocar el horroroso incen( 
sino para combatir con los enemigos que á tan 
ardid apelaron, porque tal tuvo la dicha de 
antes que alma nacida le hubiese dado parte 
sangre que ya corria en las calles, y como desde 
diera con los Indios que á sus anchas iban acabando co 
los colonos, comenzó la carga con serenidad admir 
con arrojo inaudito, llevándose de calle las masas ind 
y no deteniéndose hasta ponerlos fuera del recinto 
eso ya cuando comenzaba el alba á pintar su p 
luz. 


Una vez que Sotomayor vió fuera de la colonia al 
Cadeguala , destinó en su persecucion al capilan 
del Monte con un escuadron de caballería, y al 
el sol, empeñó este jefe con los Araucanos nue 
cion, que no dejó de ser harto bien sostenida; pe 
cabo fueron rotos los Araucanos, y Cuarenta prisio 
que dejaron en manos del capitan Monte , en / 
ron al instante pasados por las armas en desagrav 
tantos males como acababan de causar en aq! 
lonia, 

En lo mas escabroso de los montes se entró el 
y con admirable celeridad despachó emisarios par 
á junta concurrieran los próceres de las parcialidad 
llicura, Tucapel, Paycavi y cuantas existian ha 
del mismo Arauco, resuelto como estaba á nO. 
los Españoles un dia de descanso, ni tampoco U 
punto en que poder considerarse seguros. 

El resultado de esta convocatoria pasó 
de lo que Cadeguala se habia prometido , 
verse inmediatamente á la cabeza de cinco mil 
reros en las líneas de infantería, y con mas de 


CAPÍTULO XI. 129 


tos (1) caballos cuyos jinetes, si no fueron superiores 
entonces á los de los Castellanos, en nada desmerecian 
de ellos. 

Así provisto de hombres , y tambien de recursos con 
que asistir á la continuacion de la guerra, ya no quiso 
mas embozos, ni tampoco echar mano de ardides; antes 
resolvió dar la caza á su enemigo yendo derecho á sitiar 
la plaza de Puren, en la cual estaba el maestre de campo 
echado, como queda dicho, de la de Arauco. 

Tuvo noticia Sotomayor de este movimiento del toquí, 
y con los mismos doscientos hombres que llevó á los In- 
fantes de Angol, salió de esta colonia en busca de su ad- 
versario; pero tambien este llegó á saber que el gober- 
nador venia contra él, y por consiguiente dejó la mayor 
parte de su ejército á las órdenes del jeneral Caniutaru, 
delante de la plaza de Puren , y con sus doscientos caba- 
llos, y cuatrocientos peones mas, avanzó al encuentro de 
Sotomayor, resuelto 4 impedir que llegase á la plaza si- 
tiada refuerzo alguno, 

Cadeguala se apostó dominando un desfiladero que 
era el camino mismo por donde habian de atravesar los 
Españoles , y en efecto, cuando en el tal desfiladero aso- 
mara el destacamento avanzado que el gobernador en- 
viaba en descubierta, de tal suerte y tan de sorpresa le 
apretó el jefe indio, que fue preciso retroceder á uña de 
caballo, y no todos los Españoles, pues quedaron muer- 
tos en el primer ímpetu una media docena de ellos. 

Cuando los que de esta escaramuza se salvaron vinie- 


MOS ii aci ds sie ATA 
>. 


, Pero este 
número nos parece exajerado, porque concurrir á Infantes de ca 
caballos, y pocos dias despues salir con quinientos , no parece probable 
tampoco atinamos donde pudo el toquí reclutar tal número, por mucho « en 
la especie caballar prosperara ya entonces, 

1, HISTORIA, 9 


130 HISTORIA DÉ CHILE. 


ron dando cuenta al gobernador de lo ocurrido con los 


Indios, y que cortado tenian el paso, resolucion fue de 
atacarlos de lleno segun la escabrosidad del terreno lo 
permitiera; pero en cuanto los oficiales que con Sotomayor 
iban oyeran esa, en su sentir, locura del jefe, todos ellos 
salieron oponiéndose al ataque, ya acusando lo escarpado 
Y difícil del terreno, ya ponderando fuerzas enemigas 
- que el sueño, 6 el poco deseo de pelear, abultaban sobre 
manera » Ya en fin, sacando en reliquia la persona misma 
del gobernador, que (decian los aduladores) no debia 
exponerse á una continjencia para que por un valor te- 
merario llegase 4 quedar el reino en la orfandad, Y 
todos los Españoles perdidos. 
Fueran esas fazones, ú otras, ello es cierto que Soto- 


mayor no quiso pasar adelante, ni medirse con Cade=. 


guala (1), antes se volvió 4 Angol en demanda de nuevas 
fuerzas con que oponerse á las atrevidas empresas del 
toquí araucano, 

Por una victoria tomó el toquí esta retirada del jefe dé 
las armas españolas > Y victoria fue , en efecto, porque 
nada tan desastroso en armas como dejar ver á su ene- 
migo. que son las suyas dignas de respeto, si nocuadra 
decir de miedo, Ello es que Cadeguala lleno de orgullo Y 
de soberbia se volvió ásu campo de Puren, é inmediata- 

, penis mandó un parlamento 4 García Ramon, partici- 
Pándole que el gobernador le habia temido, que bien es- 
carmentado tuvo necesidad de volverse por el mismo ca- 
mino que traia para favorecer 4 los sitiados, y, en una 


Pa ma spa que Sotomayor atacara á Cadeguala, que perdiera imuchos 
a o .. pee meno tuviera ademas la gloria de montar el 


as ¿no como fue para quedar este desmontado, 
> es lástima que nuestros materiales, ni otros historiadores no hablen 
* Semejante hecho, No hubo ataque, he ahi la verdad, 


e 


CAPÍTULO XI. 131 


palabra , que no debiendo estos contar ya coñ auxilio de 
ninguna especie , los llamaba 4 partido para que aban- 
donasen el fuerte, del cual se los dejaria salir con libertad 
y todo jénero de seguridades, ó si les agradara entrar á 
servicio de las armas araucanas, en ellas hallarian no so- 
lamente honrosa acojida, sí tambien los empleos que á 
cada cual correspondiera segun méritos. Dase por su- 
puesto que Cadaguala amenazab acon la severidad de 
las armas, caso de que ninguna de sus propuestas resul- 
tase aceptada. 

En García Ramon el valor iba hasta la mas temeraria 
exajeracion , á paso que la política apenas si tuvo jamas 
entrada en el pecho de aquel guerrero ; de manera que 
trajo la suerte dos caractéres harto iguales para que los 
acontecimientos corrieran con mas velocidad que de es- 
perar parecia ; porque respondiendo el jefe castellano al 
emisario del toquí con un muy insultante desprecio, y 
lleno Cadeguala de ufanía con la retirada 4 que acababa 
de obligar al gobernador, en cuanto se le comunicó la 
arrojada y descortés respuesta del mariscal de campo, 
se arrimó en persona á las murallas, y comenzó 4 exor- 
tar á los sitiados, ofreciéndoles cargos, honores y Tée- 
compensas (1), si en término de veinte y cuatro horas 
pasaban á sus filas, de paso que 4 García Ramon 
le prodigaba mil injurias retándole 4 combate singular. 

No rehusó Ramon ese reto, y como quedara apla- 
zado para la mañana del siguiente dia, en el campo 
parecieron ambos adversarios, trayendo cada cual de ellos 
cuarenta caballos de escolta, y de jefe de los Espa- 


(1) En sentir de algunos historiadores, el soldado Juan Tapia hubo de 
pasarse en esta ocasion á los Araucanos, confiado en las palabras del toquí, y 


le dieron un grado en aquella milicia; no se dice cual grado 


132 HISTORIA DE CHILE. 


ñoles el capitan Francisco de Hernandez. Puestos estos 
dos destacamentos á media distancia, dejando entre 
ellos campo bastante para que los dos jefes midieran en 
toda anchura y libertad sus armas, salió Cadeguala mon- 
tado en un arrogante potro, y armado de una enorme 
pica, y á recibirle corrió impávido el maestre de campo. 
Como, al cruzar de los dos caballeros, el lanzazo que el 
toquí dirijiera contra Ramon pasara en vago por uno de 
los costados, un revés de la espada del Castellano cruzó 
la cara del caudillo araucano, cayendo inmediatamente 
en tierra , y aunque con aliento se levantó hasta en ade- 
man de querer montar de nuevo, no fue sino el último 
respiro de su malograda vida, que acabó al instante con 
pasmo y desaliento de todos los suyos, que se retiraron 
en silencio, para no volver á pensar en la continuacion 
del cerco, sin traer con ellos un nuevo toquí. | 
Es este lugar oportuno para decir que gran parte del 
asiento definitivo de las primeras colonias conquista- 
doras, á sucesos como el anterior se debieron, ó si no 
se quiere que de igual naturaleza fueran , semejantes y 
los mismos eran en resultados : hablamos de esa fatal 
desgracia que parece seguir á todos los jefes supremos 
de la Araucania, que mueren cuando mas fe comienzan 
á inspirar á sus pueblos, cuando mas necesitan estos de 
guia y de ejemplos de denuedo y bizarría. 
Parece increible que habitantes de suyo indómitos, de 
- Suyo tambien audaces, y sobradamente belicosos , solo 
desánimo, solo disgusto y sentimiento sienten en cuanto 
Megan á ver que se les arrebata el hombre que los 
manda y conduce; sin que ningun subalterno entre en 
el acto á reemplazar el cargo vacante, sin que capitan , 
hi cacique, ni ulmen, por muy caracterizado que sea , 


CAPÍTULO XII. 133 


ose aventurarse á dirijir las masas cuando estas llegan 
á quedarse sin cabeza. Bien es cierto que en semejante 
conducta no se ve sino una muy señalada muestra de la 
índole independiente que al pueblo araucano distingue. 
Amor al pais, amor tambien á sus usos, culto exajerado 
si se quiere por cuanto á su vida y costumbres concierne; 
pero nada de ponerse bajo órdenes de quien no haya 
merecido la venia popular, nada de obediencia á persona 
que las mayorías no traigan autorizada con el cargo de la 
comun defensa (1). 

De ahí nace sin duda el que ese pueblo, ya que hoy 
harto disminuido en comparacion de lo que le halló la 
conquista de los Españoles, y aunque en contacto con 
naciones civilizadas, fiel y relijiosamente corre con sus 
tradiciones, con sus costumbres, con la escasez de sus 
necesidades, y hasta con el propio instinto de arrogante 
é independiente, como se presentó ante los Valdivias 
y Villagras; acaso no sea digno de nota, ni tampoco 
parezca haber influido demasiado en el jenio de esos 
hombres que extendieron su nombre por todo el orbe, 
el que algo hayan ensanchado el cultivo de sus campos, 
el que á comerciar bajen los fronterizos con los pueblos 
cultos, ni tampoco el que con el uso de los caballos hayan 
salido de la vida monótona y sedentaria en que los halló el 
pendon de Castilla. 

(1) Y ¡qué sistema tan provechoso !... Salgan de él, y como nos lo enseñan 
los demas pueblos, un atrevido, un hombre cualquiera que con ambicion de 


mandar se sienta, en breve corromperá las masas, en breve levantará un 
ndon, y por ps en breve abrirá en su patria una guerra que la 


Otro, será, no para dictar leyes al vencido, solo para entrar en posesion de 
familias de que lleguen á escasear, ó que les parezcan de buena y lejítima per- 
tenencia. E E 


134 HISTORIA DE CHILE. 


Como quiera, en volviendo á la fatal suerte que puso 
fin á los dias del toquí Cadeguala , vemos que cinco mil 
y mas Araucanos se desalientan y huyen voluntariamente 
de delante del fuerte de Puren, internándose en los mon- 
les para que los jefes de las tribus entreguen el hacha su- 
prema en manos dignas de llevarla. : 

Supo Sotomayor este accidente y, ya se ha dicho cien 
veces, en este gobernador que por otra parte no careció 
de prendas dignas de alabanza, una sola y única idea lu- 
cia... ¡alzar fuertes !... como si empeñado estuviera en 
que cada dia surjieran nuevos apuros, nuevos sucesos 
que ponian en grave compromiso á las armas de su 
mando. 

Es verdad que no se contentó por entonces con esas 
solas disposiciones; abrigado en el silencio que pare- 
cieron guardar los Araucanos, se puso con gran apego á 
reparar los estragos que el incendio habia causado en 
Angol y tambien enmendó el gobierno civil con medidas 
seyeras, porque casi habian caido en desuso ya todas 
cuantas dejaran en vigor los antecedentes gobernadores, 
du como la autoridad iba tanto tiempo entretenida con 
los negocios de la guerra, una completa desmoralizacion 
penetró en casi todas las colonias, tambien en la milicia, 
y por decirlo de una vez, hasta en los mismos encargados 
de propagar la palabra evanjélica. | 

En dantiago siquiera, ya que muchos sacrificios tuvie- 
rOn ( ue st ir sus oradores, como que era el pueblo 


CAPÍTULO XIL 135 


guiente las costumbres no llegaron á resentirse hasta el 
escándalo, como en otros puntos , ni hubo tampoco que 
deplorar esa relajacion de algunos malos sacerdotes, cuyo 
ejemplo llegó áser como una epidemia para masas igno- 
rantes, aunque muy inclinadas á no vivir sino conforme 
es la vida de los que corren con el cargo de instruirlas, 

Sí que tuvo que luchar, y no poco, el concejo de San- 
tiago , con una manada de usureros y trapisondistas por 
una parte, y con no pocos encomenderos que abusaban 
á cara descubierta del mas santo de los respetos , el res- 
peto al semejante ; verdad es que de el sentir de ciertos 
hombres no eran los Indios jant 
sino viles instrumentos solo traidos para que sudaran 
ese oro apetecido con tanta ansia , y buscado á expensas - 
de víctimas humanas. Así es que el cabildo, ya se viera 
en su seno con el jefe del estado, ya con su lugar- 
teniente, ó ya solo, en todo caso supo hacer que la ley 
fuera, lada: ; que para el desvalido hubiera amparo, y 
para el criminal castigo, sino cual la justicia le pidiera, 
aquel por lo menos que mas se aunara con las necesi- 
dades de una época en la cual no siempre podia hablar 
con libertad el majistrado. 

Esa independencia con que parecia obrar el ayunta- 
miento de Santiago, no carga solamente con lo que en 
estos nuestros dias se entiende por de atribuciones juris- 
dicionales y concejiles, Los capitulares salieron mas de 
una vez contra las mismas disposiciones de los goberna- 
dores supremos , como ya lo hemos visto : si no siempre, 
ni nunca, si se quiere, lograran enfrenar pretensiones Ó 
nadas del poder, eso consistió en que no hubo en los 
concejales otra fuerza que la de su resuelto querer, 
disponiendo de las armas Baplos 4 EOS contra 


136 HISTORIA DE CHILE, 


quienes sin recelo ninguno hubieran descargado el peso 
de una severa justicia, á verse con brazos capaces de 
sustentarla, 

En esta misma ley incurriera tambien Sotomayor, á 
quien el cabildo de Santiago representaba con toda 
enerjía lo incongruente, lo perjudicial, lo absurdo de 
su sistema de fortificaciones, cuando no servian sino 
para irritar mas y mas al pueblo araucano ; cuando con- 
sumian hombres y caudales quedando desoladas, por 
decirlo así, las demas colonias, y cuando, en fin, 
ningun socorro venia de España, ninguno del Perú, 
ninguno, porque ninguno era de esperar en la excén- 
trica posicion en que á Sotomayor se le habia colocado 
en Chile, dejándole absoluto , independiente del virey de 
Lima, como lo veremos en breve, 

Con todo Sotomayor despreciaba semejantes observa- 
ciones, é iba adelante con su plan, por la sola razon que 
así era su sentir, y á su sentir servian de apoyo las ar- 
mas que mandaba. 

No tardaron los Araucanos en llamarle denuevo á la 
guerra, pero para cansarle, para irritarle, pareciendo 
siempre, y á una, en distintas direcciones , ya que en 
cuerpos sueltos, y que nunca querian esperar el combate. 
Como que era su mision el divertir al enemigo, desorien- 
tarle y entretenerle, causarle daños en sus propias 
posesiones cuantas veces lo permitiera la ocasion y Y 
todo con el objeto de que con mayor seguridad y conve- 
niencia pudieran ajustarse los caciques indios en la 
eleccion de 'muevo toquí, organizacion de tropas y 
acopio de toda suerte de pertrechos para la guerra. 

En estas correrías, pues otro nombre no merecen , NO 
hubo fruto ninguno para las armas castellanas; talaban 


A 


CAPÍTULO XIL. 137 


campos, incendiaban, mataban tal cualindio desman- 
dado, tal vez indefenso y aun inocente, ya teniendo que 
correr á las inmediaciones de Puren , ya hácia Villarica, 
tal vez haber de regresar contra los llanos de Angol, 
pero, como queda dicho, siempre sin fruto, siempre sin 
Jograr alcance á los cuerpos sueltos con que los Arau- 
canos corrian el pais, porque estaban estos bien servi- 
dos, y llevaban á las tropas de Sotomayor rendidas y 
desesperadas, sin dejarles nunca la satisfaccion de la 
venganza. 

De suerte que el gobernador, canso ya de la inutili- 
dad de su empeño, y presumiendo por otra parte que á 
no presentar el enemigo mayores fuerzas , era imposible 
que la guerra pudiera llegar á tomar un carácter grave, 
resolvió volverse á los Infantes de Angol, en ánimo de 


reparar enteramente aquella colonia, hasta dejarla abri- 


gada contra cualquier ataque imprevisto, y hecho, 
tomar aquel jiro que las circunstancias le aconsejaban , 
ya volviendo á seguir la conquista, ya retirándose á la 
capital para dar curso á los negocios de la administracion 
civil del reino, que buena necesidad habia de esta im- 
portante medida, sobre todo en materia de justicia casi 
muda, Ó cuando menos desentendida y abandonada 
despues de dos y mas años que la guerra vino á ser una 
necesidad, y la atencion primera y Única del jefe del 
estado. 


CAPITULO XIII. 


Tratos de paz con algunas tribus indias. — Huenualca toqui. — Engaño de 
Cadepinque. — Muerte del cacique Hueputaun. — Destemplanza de los 
Españoles. — Un refuerzo del Perú. — Huechuntureu y su hermana. 
— El gobernador en la capital. — Desafío de Huechuntureu y Cade- 
pingue, 


( 1587.) 


El £6 de febrero de este año hubo de llegará Angol la 
noticia del desembarque que el pirata inglés Tomas 
Candish cumplió el 6 de enero del propio año en las de- 
siertas ciudades cesáreas, 6 de los Césares(1), segun afir- 
man varios autores, y cuyo pirata se hizo á la vela en el 
puerto de Plimouth, el 21 de julio de 1586. 

Se pretende, pues, que el corsario inglés, una vez pa- 
sado el estrecho de Magallanes, recojió en la costa al es- 
pañol llamado Tomas Hernandez, arrimó á Valparaiso , 
entró en Quintero, y que en este puerto desembarcó al 
Hernandez para que le pusiera en relaciones inmediatas 
con el pais, pero que no volvió á ver á semejante emisa- 
rio, sino que Alonso Molina, con los milicianos numeris- 
tas de Santiago, le hizo alejarse de aquel punto y con 
pérdida de algunos hombres de la tripulacion, aunque 
la resarciera con presas que despues cumplió en el mar, 
entre otras la nao de Filipinas. Hemos dicho acerca de 
esto lo que nos ha parecido mas probable, y no hay pues 
Fazon para nuevas suposiciones; sí nos choca ver que So- 
tomayor no tomó en este caso el menor empeño en ir al 


(1) Véase lo que decimos respecto á 


este particular en el capítulo IX 
por lo demas tomamos las fechas de los pos : 


asientos del cabildo de Santiago. 


A 


CAPÍTULO XII, 139 


amparo de los puertos de la costa, » Por si el pirata 
quisiera acometer alguno de ellos; es posible que estu- 
vieran con regular defensa , ya que no seles enviósocorro 
ninguno. 

Sí que algunos dias despues ya vemos como el gober- 
nador sale delos Infantes de Angol, y marcha en direc- 
cion de Puren, corriéndose despues y sucesivamente á 
las ciudades Imperial, Valdivia, Osorno, Villarica, 
cayendo en seguida sobre orillas del rio Tolten para asen- 
tar nuevas fortificaciones, cuyos vestijios aun hoy dia 
parecen visibles. 

Malo era el estado de los Indios de la parte de Villa- 
rica y toda su comarca, porque á mas de los desastres de la 


guerra, el hambre los tenia en aquel año doblemente an- 


gustiados, y no resistieron á las armas castellanas, antes 
hubieron de capitular momentáneamente con ellas, y va- 
rias tribus subandinas siguieron el propio ejemplo, que 
en ello no hacian sino ganar tiempo para romper paces 
siempre que así conviniese á sus miras, 
- Y si parte y gran parte pudo tener la escasez de ali- 
mentos entre los Araucanos para venir á paz con los Es- 
pañoles, todavia tuvieron algunos caciques la órden del 
nuevo toquí Huenualca , jefe de Purenes y de Arauca- 
Nos, para tomar esta espera con el enemigo, en tanto 
que él por su parte pudiera salir con las necesarias fuer- 
zas ; entre aquellos caciques que rindieron obediencia al 
gobernador, cuenta como mas famoso el capitan de los 
subandinos llamado Huechuntureu. 

Siá tal aprieto llegaron los Araucanos con la falta de 
víveres, en otro no menos grande se encontraban los 


Españoles, sobre todo los de los fuertes de Trinidad y 


píritu Santo, que no solamente carecian de municiones 


1h0 HISTORIA DE CHILE. 


de boca, sí tambien de vestuario, yendo el soldado hasta 
perder paciencia y respeto á sus jefes, que se vieron en 
la inmediata necesidad de abandonar aquellas plazas, 
antes que el enemigo llegara á cercarlas haciendo indis- 
pensable la rendicion. 

Ya apuntamos en el precedente capítulo que al gober- 
nador se le habian concedido facultades omnímodas, que 
ni de sus operaciones, ni de su conducta habia de res- 
ponder á la autoridad del virey, y este fue entonces un 
mal muy grave para Chile, porque en ese independiente 
desvío de las dos autoridades españolas mas inmediatas, 
vino á nacer, sino enemistad , por lo menos una muy 
desdeñosa tibieza, y el Perú, que era el único punto 4 que 
Chile podia recurrir para remedio de sus males , el Perú 
decimos no queria mandar socorros de ninguna especie á 
las armas castellanas que continuaban le conquista de 
Valdivia, 

He ahí porqué la escasez de tropas que seguian ya en 
este caso al gobernador Sotomayor, he ahí tambien por- 
qué el soldado se veia sin vestuario, y tal vez sin pan. 
Como quiera no tardó el rey de España en enmendar ese 
fatal yerro volviendo á poner el gobierno de Chile bajo la 
dependencia del virey de Lima (1). 

Sotomayor asentó por fin el gobierno en la Imperial , 
porque supuso que con las paces ofrecidas por algunas 
tribus hambrientas, ó traidas á este caso para que mas se 


- (1) « Que aunque entonces se tuvo por conveniente sacar su gobierno de 

» la dd que hasta entonces habia tenido al virey del Perú, despues 

» con lo que d ¡encia se ha visto ha pa ido qu iene á mi servicio, 

»i para el buen gobierno i pacificacion de esas provincias que el gobernador 

» que de ellas fuese esté sujeto á dicho virey, ¡ que guarde y cumpla sus ór- 

: SE i que le avise de todo lo que fuere de consideracion. » (11 de enero 
e 1589.) (Cabildo de Santiago.) 


CAPÍTULO XHL. 1241 


durmieran los Españoles, la guerra no seria posible en 
algunos meses; pero el toquí Huenualca pensó de dis- 
tinta manera, y salió á campaña contra los establecimien- 
tos españoles donde cumplió daños inmensos durante el 
resto del invierno, y á punta de la primavera , ya pare- 
ció sitiando el fortin de Guadaba. 

Con aviso que de esta occurencia dió el maestre de * 
campo al gobernador, fue disposicion de este que saliese 
Ramon de Puren con cuantas fuerzas tuviera dispo- 
nibles, no dejando en el recinto sino los hombres que 
bastaran para sustentar un ataque imprevisto ,. en tanto 
que volvieran á favorecerlos; y como así se ejecutara, 
llegó García Ramon á verse frente del toquí, obligán- 
dole á levantar el cerco de Guadaba cuya guarnicion 
estaba ya en la mayor estrechez y casi resuelta á capi- 
tular. 

A seguir con atencion los acontecimientos, no parece 
sino que Huenualca abandonara este lance con la firme 
persuasion de asegurarse mejor la victoria. Habian cojido 
sus tropas casi 4 inmediacion del fuerte al soldado Val- 
verde, y sele llevaron prisionero los Indios en travesía de 
montes y veredas conocidas solamente de ellos, mientras 
que García Ramon regresaba por otro rumbo á la plaza 
de Puren. 

Apenas habia entrado en ella cuando un Indio de paz 
llamado Cadepinque se le acerca y dice, que el toquí 
araucano estaba en las vegas de San Miguel, con muy 
pocos soldados y dado á. bailes y á borracheras en cele- 
bridad de la atroz muerte que el capitan Piurume aca- 
baba de dar al soldado Valverde; y se expresó aquel In- 
dio con tanta minuciosidad , con tan ajustados detalles, 
con acento, en fin, tan natural y sencillo, que el maestre 


112 HISTORIA DE CHILE, 
de campo ni recelar siquiera quiso de que podia ser, y 
era, un ardid para guiarle á una celada. 

Salió por consiguiente con cuarenta caballos de los del 
fuerte, y el indio Cadepinque que habia de acompañar 
á los Españoles ofreció y trajo bajo sus órdenes otros cua- 
. renta ó cincuenta Indios de los llamados de paz, aunque 
bien sabian ellos lo que habian de hacer en llegando el 
caso de obrar. 

Españoles é Indios llegaron al sitio designado, y en 
verdad que en él estaba Huenualca, pero entendido de 
antemano con el cacique de paz, y ya con aviso de la 
jente que á las manos se le venia con todas las demas 
circunstancias al intento convenientes. Ramon, sin des- 
confiar de la buena suerte que allí le habia guiado, hacé 
un alto , y con veinte hombres, que manda echar pie á 
tierra para penetrar donde el toquí estaba , comienza 4 
subir un empinado otero, creyendo iba á cojer despre- 
venido al enemigo; pero en breve perdió semejante ilu- 
sion , porque el mismo Cadepinque le mató uno de los 
Españoles casi á sus pies, le cojió las armas, y dió la 
señal de ataque. Eno 

Pasmado quedó un instanté el maestre de campo reco- 
nociendo la traición, solo que como nunca dió entrada 
al miedo, puesto al frente de los suyos comenzó á reti- 
ratse hácia donde habia dejado los otros. veinte soldados 
y los caballos de los que le seguian , teniendo sin embargo 
que resistir á nubes de piedras y de flechas con que le 
hostilizaban el toquí y el cacique traidor. 

Seiscientos Araucanos le acosaban por todas partes, ya 
cortándole el paso, ya acometiéndole de costado, y en 
estas alternativas de despechada defensa. una flecha llegó 

de > 
á. hincarle en el lagrimal, que le saltó el ojo; y con 


AAA. ME erre rm AAA 


CAPÍTULO XII. 113 


todo cada vez mas sereno, cada vez mas animoso, logró 
llegar á donde estaban los caballos, y desde entonces 
tomó otro jiro la resistencia, aunque siempre desventa—- 
josa para los Españoles , y siempre en la necesidad de 
irse retirando sin poder entrar de lleno á la ofensiva, 
porque los Indios los perseguian desde puntos elevados é 
inaccesibles á la caballería. 

Por fin lograron salir de aquel peligroso lance los Es- 
pañoles, aunque dejando en el campo siete muertos, y 
cada uno de los que volvieron á la plaza de Puren con 
graves y no pocas heridas; así es que García Ramon 
ardia en deseos de ver un momento en que poder vengar 
aquella perfidia de Cadepinque , pero con los deseos tuvo 
que contentarse por entonces, porque ese cacique no 
menos que el toquí pasaron á recojerse á sus ordinarias 
guaridas , y hasta la jente perteneciente á la parcialidad 
del traidor se habia retirado á los montes de Nahuel- 
buta. 

Con todo no tardó en tener suelta la ira, porque como 
tambien las parcialidades de la parte de Villarica y 
Tolten, sobre todo aquellas que poco antes habian 
brindado con paz, le jugaron al gobernador algunas pa- 


- Sadas de infidelidad , este dió órden al maestre de campo 


que descargase todo el rigor de la guerra en los estados 


de Puren, Angol y Catyray, mientras que él por su parte 
-—Arrasaba los de las parcialidades arriba mencionadas. 


A fuego y á sangre entraron ambos jefes en aquellas 
Sierras, no respetando mujeres, niños, ancianos, n1 


. Muchos de los Indios de paz, y como en esta venganza 


que un despreciable é innoble resentimiento rejia , vi- 
niera á caer prisionero el cacique Hueputaun, jefe de 
mucha consideracion en las tribus de Tolten y de Villa- 


444 HISTORIA DE CHILE. 


rica, en él descargó Sotomayor su furia haciéndole sufrir 
una muerte atroz. 

Y ¿cual fue el fruto de violencias tan reprensibles? 
Sí que en Angol y en Tolten hubo algunas rendiciones , 
pero eran forzadas, eran falsas, y no tardaron por lo 
mismo en hacer parte comun con las demas tribus que 
en los montes de Nahuelbuta se habian refujiado, para 
salir en breve mas fuertes y mas furiosos que nunca á 
la guerra. Es verdaderamente de reparar que los gober- 
nadores que con mayor encono se cebaron en los Indios 
del pueblo araucano, esos mismos gobernadores son los 
que mas tuvieron que trabajar en la guerra, y los que 
menos adelantaron en ella, poniendo el pais (enten- 
demos las colonias) en el mayor quebranto, en conflictos 
harto fundados, y á pique de perderse. Pero así ha suce- 
dido y así sucederá siempre : de todos los pueblos es la 
pasion de la venganza , cultos, ó en el estado de la sim- 
ple naturaleza; es de ley, si se nos permite la palabra, 
el que todo hombre apetezca vengar un daño recibido , 
luego mas vehemente ha de ser ese deseo de satisfacer su 
pasion, cuanto mas cruel y terrible sea el daño que se 
le haya causado. 

Así, al notar las parcialidades de los montes de Puren 
y los refujiados en los de Nahuelbuta el furor con que 
á los de Villarica, Tolten, Angol y otras se les tenia, 
consideraron la ocasion favorable para servirse de ellas 
con fruto y pronto enviaron emisarios convidándolas 
con que se arrasarian desde luego todos los fuertes que 
los Españoles habian levantado sobre aquellas riberas , 
siempre que concurriesen resueltas á la guerra. 

Las parcialidades refujiadas tenian nombrado su jefe 
llamado Huechunturcu, hombre de un arrojo sin par y 


ASE AAAA€<«PmuekK PSP eme mmm 


CAPÍTULO XII. ! 145 
con dotes muy á propósito para la milicia, porque á lo 
severo y justo, reunia una táctica y un jenio organizador 
nada comun. Todo estaba preparado para echarse á la 
guerra, y solo se esperaba que las tribus de Tolten y de 
Villarica concurrieran como lo habian prometido, cuando 
una mujer despechada , vertiendo lágrimas de indigna- 
cion y de ira, se pone á recorrer los estados clamando 
venganza, y su elocuencia, y su llanto, y sus gracias 
y su varonil arrojo, logran remover en todos los corazones 
un insensato delirio, que ya no se puede llamar odio, 
contra el nombre español , y todos, jóvenes y ancianos, 
todos se alistan, todos se ponen á las órdenes de la he- 
Tolna- araucana.... hermana del jefe que acabamos de 
nombrar, Huechuntureu... esposa del desgraciado Hue- 
putaun á quien y quitó la vida con inclemencia 
tanta. 

Esta nueva calamidad que estaba ya para caer sobre 
los Españoles como un torrente impetuoso que nada en 
su curso respeta, debió suspender su estragopor uno de 
aquellos incidentes raros entre los Indios, decimos raros 
porque constantemente los hemos visto bien servidos 
de sus espías, perfectamente orientados acerca de todos 
los movimientos de sus enemigos, y en esta ocasion 
quiso la fatalidad que sus correos les participaran. noti- 
cias Pe abultadas de un refuerzo que al puerto de la 
a de arribar por órden del virey del 
nando de Torres y Portugal, conde de 


Vico (1). 


a) Hay autores que retardan de un año mas este refuerzo y suponen que 
venian a. Ey capitanes Castillejo y Peñalosa. Nada de 50 nos dicen 
Muestr ; manuscritos, y, por consiguiente, tampoco tenemos derecho para re- 
sistir. á los ratos que nos han precedido; solo sí notamos na aquellos 


dos capitanes estaban en Chile despues de muchos años, que seguian en esta 
a 10 


M. Historta* 


146 | HISTORIA DE CHILE. 


Para los Españoles estas nuevas fuerzas, que no pasa— 
ban en todo de unos doscientos hombres, eran preciosas 
en aquel entonces; así es que celebraron aquel arribo 
con demostraciones exajeradas , mientras que los Arau- 
canos, ya prevenidos para saltar á la guerra, se que- 
daron como cortados aprehendiendo miles y miles de 
enemigos de refresco para acabar de traerlos al detes— 
table yugo de la servidumbre. 

Huechuntureu y su hermana esperaron, pues, á que 
las fuerzas enemigas comenzaran á desarrollarse , porque 
en esos dos jefes de par iba lo arrestado con lo pru- 
dente. No fue tan cuerdo el gobernador : apenas viera 
en sus banderas. ese corto número de hombres llegados 
del Perú, cuando ya hubo de creerse señor de la Arau- 
cania toda, y comenzó á correr la tierra segun costum- 
bre, es decir, talando campos, quemando y dando 
muerte á cuanto con nombre de Indio pareciera, 

En tal caso ya comprendió el jefe de los Purenes y 
Nahuelbutas cuanto se le habian aumentado las noti- 
cias corridas de lengua en lengua, y cuan poco debia de 
tenerle oculto el insignificanterefuerzo ; solo que con todo 
de salir á la guerra fue con el firme propósito de no 
comenzarla á campo abierto, sino con celadas y sorpre- 


sas hasta gastar parte de las fuerzas enemigas , y poder 


despues medirse con ellas cara á cara. 

o €s lo que siguió puntualmente. En llegando el go- 
bernador 4. «correr las inmediaciones de Nahuelbuta 6 
aos al no le dejaba dar un paso con bien, guer- 


conquista, que con Sotomayor vendrán luego desde Sinto; y no comprende- 
mos como pudo ser que pasaran al Perú, ni como que el virey de Lima o 
ec pes el refuerzo, cuando no rot basta ahora que Comisionados fue 


CAPÍTULO XII. 147 


rillas aquí, cuerpos sueltos allá , una sorpresa en esta 
parte, un ataque imprevisto en la otra, y siempre cau- 
sándole pérdidas, y siempre quitándole bagajes y trenes, 
sin ofrecerle ocasion alguna en que poder desquitarse. 
Cual seria el hacer dei entendido Araucano inferirse debe 
sin mas que considerar que Sotomayor avergonzado , y 
canso ya de tantas incomodidades que no le traian sino 
pérdidas, y el jeneral desaliento en sus filas, abandonó el 
juego con el enemigo, y se retiró 4 Angol, poniéndose 
inmediatamente á fortificar mas y mas el recinto de Gua- 
daba, temiendo no sin fundamento que los Indios pen= 
sarian en sitiarle, y esa obra concluida, dejó el mando 
de la plaza al capitan Cristoval de Arana. 

Del resto de sus tropas tampoco quiso mas para 
continuar hostilizando ; debió comprender la inutilidad 
de semejantes operaciones cuando con tan cortas fuer- 
zas se iba contra todo un pueblo en armas, y como qui- 


- siera, ante todas cosas, la perpetuacion de los estable- 


cimientos ó6 fortines, que en esto fundaba él su mayor 
gloria, en cada uno de ellos fue encerrando por partes la 
gente de su columna; y dejando el mando á su maestre 
de campo, partió para Concepcion, resuelto á pasar 
despues á Santiago, en busca de nuevas tropas, y de: 
Nuevos recursos para volver á la guerra. > 
igamos, sinembargo, las operaciones de la guerra, ó 

y luego nos traerán ellas mismas al exámen de las de So- 
tomayor. | 
Huechuntureu no respetó las e mperias de la esta- 
cion, antes viéndose ya sin enemigos en campaña , Co- 


menzó 4 pensar seriamente en el modo de irlos desalo= 


jando de sus establecimientos, y caminó en primer línea 
contra Guadaba. El capitan Arana, que mandaba esta 


14158 HISTORIA DE CHILE. 


plaza, noticia anticipada tuvo de esta determinacion del 
jeneral indio, y por consecuencia se aprestó para reci- 
birle con cuanta resolucion convenia, porque la fortifi- 
cacion se hallaba ya bastante bien defendida, y no mal 
provistade víveres y municiones. 

Llegaron los Áraucanos 4, vista del fuerte, y cuando se 
disponian 4 ponerle cerco le pareció al jefe español deber 
impedírselo, y echó fuera del recinto toda su gente, 
marchando á la cabeza de ella decido á rechazar al si- 
tiador ; determinacion loca que dió márgen á una acalo- 
rada refriega en que los Castellanos fueron acuchillados 
casi hasta delante de las mismas bocas de fuego que 
defendian el fortin, y que costó la vida al mismo Arana, 
á los oficiales Juan Rubio y Pedro Calderon (1), y toda 
la guarnicion pereciera, si por fortuna no se refujiaran 
con presteza tanta dentro del mismo fuerte. 

Esta vez tambien Huechuntureu incurrió en falta, 
pues que, en lugar de poner cerco á. la plaza, y con mas 
seguridad despues del triunfo que acababa de conseguir, 
se retira á los montes con toda su jente y con el cuerpo, 
ÚÓ la cabeza, del capitan Arana, para celebrar la victoria 
con bailes y embriagueces, y perder en tanto todos los 
frutos que de sus hechos de armas debieran resultar, 
con mejor consejo se apartaran aquellos inocentes std 
jes de sus asquerosas costumbres. 

Pero mientras que así perdia el tiempo ese cuerpo de 
guerreros con su jefe á la cabeza, el toquí Huanualca , 


(1) Olivares pa este ataque y la muerte del capitan Arana á la poi 
Nuestros documentos traen en efecto que Yanequeu sitió á Guadaba, y aco- 


metió vigorosos ro y app cid el fuerte, ci eso cade mucho mas 
tarde, es decir en 


A 


ho 


CAPÍTULO XUL. AñO 


detenido algun tiempo en lo mas recóndito de los bosques 
á causa de una aguda enfermedad , pasa contra la plaza 
de Puren y la asedia, decidido á vengar en aquel sitio la 
muerte de su intrépido antecesor Cadeguala. Los prime- 
ros ataques con valor los resistieron los Españoles , pero 
al cabo considerando el maestre de campo que víveres y 
municiones comenzaban á escasear, que socorro ninguno 
tenian que esperar por entonces, y que luchar contra 
tantos enemigos era dar lugar á una ruina completa para 
toda la guarnicion, hizo al romper del dia que esta tomase 
las armas, para ver de romper el cerco y abandonar el 
fortin al enemigo. En cuanto se puso al frente de los ba- 
tallones araucanos, los hizo entender como él y sus 
soldados venderian muy caras sus vidas, si se intentase 
cortarles el paso, y que lo que convenia era se diesen 
por pagados y satisfechos con el fortin y los enseres que 
en él quedaban. Sin reparo aceptó el toquí el partido, de- 
jando que los Castellanos caminasen para Angol, mien- 
tras que sus Indios arrasaban la fortaleza ; porque en los 
Indios la satisfaccion de un completo triunfo se asentaba 
desde que lograban convertir en escombros cualquier 
establecimiento que de abrigo pudiese servir á. sus opre- 
sores ; y si no vieran en su territorio ni colonias, ni for- 
tines, nunca tomara la guerra eljeneral rebato, el ehcar- 
nizado encono con que aquellos hombres se arrojaban á 
las armas. | 

Mientras esas occurrencias acontecian , en Santiago se 
hallaba Sotomayor procurándose cuantos recursos podia 
haber á mano para atender á la conquista de la Arauca= 
nia, pero grande fue su sorpresa , no menos erande su 
sentimiento, cuandorecibió 4 la vez la noticia de la muerte 
del capitan Arana en Guadaba, y el abandono de Puren. 


150 : HISTORIA DE CHILE. 


No se veia aun con las fuerzas necesarias á sus fines ; 
salir de la capital sin recojer otras que esperaba de las 
diferentes colonias costaneras, tampoco lo tenia poracer- 
tado, pero era de todas maneras indispensable el tomar 
una medida que de algun alivio pudiera servir á los 
establecimientos fronterizos, y por tanto hizo que su 
hermano don Luis pasase á las parcialidades revueltas 
y contra el toquí, con la jente ya prevenida en Santiago, 
toda ella de caballería, y en número de algunas ciento 
oghenta lánzas (1). yq > 

Don Luis salió pues de la capital y pasó el Biobio por 
Talcamavida , para entrar despues por Millapoa, á Ta- 
bolebu y Catiray cuyos paises fueron entregados á todos 
los horrores de la guerra; pero, preciso es decirlo , pocas 
ó ninguna de las expediciones del pendon castellano tan 
atrevidas como esta, ninguna tampoco donde los hombres 
hubieran de desafiar mas abiertamente á las intempe- 
ries y á los malos pasos del camino, teniendo que 
marchar 4 cada instante, ora por barrizales intransi- 
tables, ora por torrenteras , ora por derrumbaderos, 
ora en fin cargados de lluvias que con destemple y 
ventisca parecian salir diariamente para interceptarles 
paso. Los rios fuera de madre, las arroyadas hechas 
ya rios, los valles inundados y sobre eso un frio, una 
reclura insuportables, á no ser Para naturalezas de 
bronce. | 

Ya por fin vencieron aquellos audaces y roblizos con- 
quistadores todos esos inconvenientes, y se pusieron en 
medio de los montes de Nahuelbuta, en busca del capitan 

(1) Don Luis salió de Santiago hacia mediados del invierno; y el orador 


parece todavía en la capital en setie se A 
bildo del 5 y del 22 de setiembre. "bre, como consta de los acuerdos del ca- 


Eo 


No 


CAPÍTULO XII. 151 


Quechuntureu (1) , que tenia hecho tambien un como 
palenque ó estacada para defensa del cuerpo de guerreros 
que á sus órdenes llevaba. Como los Españoles recono- 
cieran la posicion enemiga, pronto fue parecer de ata- 
carla, porque todos ellos iban hechos.una fieras al cabo 
de tantas incomodidades sufridas, y que anhelaban 
vengar en el enemigo causante de todas ellas. Así, el aco- 
metimiento fue terrible , y con igual despecho salió la 


resistencia, porque cruzándose los dos bandos en un muy 


estrecho terreno, hasta el uso de la lanza se hizo impo- 


sible, y se hubo de recurrir. en la pelea al puñal, como 


dice el vulgo, pues esa fue el arma con que Se disputó 
aquel dia la victoria. E 
Muchas horas costó el saberse cual de los dos bandos la 
habia de cantar, hasta que por fin lograron los Españoles 
dar muerte al caudillo araucano y sucedió lo que en casos 
tales sucedia siempre , el desaliento de las filas indias, y 
tras el desaliento la fuga. 


ea 


Esta batalla costó mucha sangre á los dos partidos, 
pero en el de don Luis, si mal no fuera el gran número de 
heridos que sacara de la funcion, los muertos no hubieron 
de pasar de nueve, entre los cuales solo se trae el 


nombre de un Francisco de Talavera. 


| A 
Tras esa sangrienta funcion pasó don Luis á Puren, 
para atacar al esforzado y prudente Huechuntureu, pero 


como este jefe tuviera fuerzas mucho mas numerosas que 


fo] 


el desgraciado Quechuntureu, como el caudillo caste- 
llano recordara tambien que muchos de los suyos no €s- 
taban todavia en posicion de sustentar un nuevo lance con 
el brio necesario, hubo en principios sus recelos, Y dos ó 


td) No confundir ese nombre con el de Huechuntureu; es otro capitan, que 
este último tenia por su segundo. : ea 


pa 


Y. 
E 


152 HISTORIA DE CHILE. 


tres dias se pasaron sin que resolucion ninguna se tomara 
ni de parte de los Españoles, ni tampoco de los Arauca- 
nos. Cosa rara ! ambos bandos se respetaban esta vez !... 
Sin embargo, fue preciso venir 4 las manos y el com- 
bate se presentó con igual saña que el de que acabamos 
de dar cuenta, solo que la fortuna se habia declarado 
por don Luis, y en breve le trajo prisionero al jeneral 
Huechuntureu, dando así fin á la batalla, porque azorados 
se echaron por los montes los batallones indios, que- 
dando el campo español dueño de un jefe terrible, y 
digno por sus prendas de mas ventura, lc 
- Y en principio la tuvo mucho mas grande que prome- 
térsela debiera, porque habiendo ofrecido á su vencedor 
que si con la vida se le dejaba, á paz habia de traer las 
tribus ó parcialidades sujetas á sus órdenes , con hidalgo 


Porte entró don Luis en la propuesta, y siguió con su 


ilustre prisionero hasta acamparse en el valle de Mulchen : 
desde donde con mayor facilidad se podia dar compli- 
miento á los tratos con que Huechuntureu convidaba, 
y tratos que realizó con señalada honradez y relijiosidad, 
en cuanto estuvo de su parte, dE 
Como quiera, habíale vuelto la espalda la fortuna á 
ese jefe con traerle 4 manos de los Españoles, y era pre- 
ciso que mal acabara ya su carrera. Lleno de amor 
propio, de delicadeza, de respeto , si se quiere, no á los 


-su palabra, preciso le fue, en cumplimiento de ella, 
entrar en relaciones de transición y paz con el cacique 
C ba e cda 


lepinque , aquel cacique que engañó á Ramon. Bien 
aceptara ese indio el volver á paces con los Españoles, 
una vez que la voz y los esfuerzos de Huechuntureu 
habian logrado que m | »nte- 


Españoles, porque por ellos nada hiciera, sino al empeñó 


uchas de las parcialidades fronte=. 
y 


CAPÍTULO XII. 153 


rizas depusieran sus armas, pero por una parte su trai- 

% y cion le parecia imperdonable, por otra temia que García 

"Ramon no era capaz de perdonar, y por consiguiente se 

negó de un modo muy arrogante y resuelto á toda com- 
posicion con los enemigos de su pais. des 

Resentido Huechuntureu de un tan marcado desprecio, 

= y porque el caudillo español no viera en la negativa de 

Cadepinque , 6 un convenio secreto entre esos dos jefes, 

ó el muy poco valer de las ; 'omesas del primero, 


, aunque prendas traia ya soltadas orueba, no pudo 
contenerse , y desafió al cacique. 
t : pe r : Y 
Desventurado !... en el campo quedó al instante ten- 


| dido y exánime, cuando al campo corrió, muy confiado 
de salir con bien del combate, porque en el manejo le las 
armas y en destreza á ninguno de sus compañeros cedia 
él, y menos al cacique Cadepinque, que el hado quiso 

ES protejer esta vez, para que la guerra volviese de DUJe yo 
COR Sus tremendos y lamentosos estragos. ads 


a 


| CAPITULO XIV. 
y ; 
Je Du 
Yanequeu, heroina chilena. — Sus hechos. — El gobernador sale de Santiago, 
y reconoce la necesidad de desalojar algunos fuertes. — Vuélvese á Santiago. 
— Yanequeu sitia la plaza levantada en Puchangui. — Valerosa defensa del 
capitan Castañeda. : á 
SS 1588.) 

$ pa pi 

Ya hemos visto que con fortuna pareció don Luis en 
los campos de su enemigo, y triunfo grande fue el aca- 
bar con dos jefes de valor y de crédito, al paso que los 
esfuerzos del uno de ellos habian hecho callar á las armas 
araucanas en varias parcialidades; pero queda por 
delante el toquí, queda tambien la famosa Yanequeu, que 
á la.cabeza de algunos serranos de Puren, de Nahuel- 
buta, de Arauco y Tucapel, cae inclemente sobre: todos 
los establecimientos Españoles, y venga la muerte de su 
esposo con uno arrojo y una suerte sin par. 

De tal manera corre la fama de esa heroina por toda 
la Araucania, que con mas renombre que el toquí, y 
con mejor acierto, todo lo mueve, todo lo alarma, todo en 
fin lo atrae y seduce, resuelta á no dejar las armas hasta 
haber dado fin de los asesinos de su marido, que asesi- 
nos los llamaba ella en su loca desesperacion. 

Con la rendicion instant n 


.holes, pudieron respirar algunos dias Villarica y los 

fuertes de Tolten , hasta entonces casi incomunicados, 
Y COn pocas esperanzas de escapar de manos de tantos 
enemigos ; pero ya se ha dicho, ese alivio fue suma- 


pon 


CAPÍTULO XIV. 1455 


Ea mente corto, pues Yanequeu por una parte, y Huanualca 
E por otra, todo lo pusieron en breve muy estrechado, y 
Tara era la partida de Españoles que cruzar un camino 
pu di lera sin experimentar desgracias. 
Don Luis puso en conocimiento de su hermano Soto- 
1 el estado inquieto y turbulento del pais, los pro- 
resos que la insurreccion hacia, la falta de hombres 
con que contenerla, y tambien el sumo descontento de 
muchas de las guarniciones, que si por una parte se 
veian á pesar suyo acorraladas en los fuertes, por otra 
carecian casi todas ellas de medios de defensa. Ese 
descontento en la tropa encerrada en los fortines tenia 
otro motivo mas fuerte todavia que los que acaba- 
mos de exponer. El soldado gusta mucho mas de corre- 
rías que de presidios, y esto por la sencilla razon de que 
en estos no halla sino ocio y fastidio sin provecho, 
mientras que con salir á campo enemigo puede mero- 


dear, puede en fin dar suel da todas sus pasiones, que 


hn 


no suelen ser tal vez muy ajustadas. 

Todos esos males, graves eran sin duda, pero y ¿como 
remediarlos? El gobernador en Santiago iba muy á duras 
penas recojiendo algunas fuerzas , pero insignificantes, 
porque el ayuntamiento de la capital (y de este sentir 
eran los de las demas colonias) resistia, no á los sacri- 
ficios á que diariamente se le llamara, sino al mal 

rte 


equivocado, en un sistema provocativo para el pueblo 
enemigo, en un sistema, en fin, que no pensaba sino. 
en levantar encierros donde poner los brazos que debian 
servir para la proteccion y defensa comun. - a 

Se acababa de recibir el socorro que voluntariam | 
E enviado el virey del Perú, y ya estaban esas fuerzas 


156 HISTORIA DE CHILE. A 


perdidas, por decirlo así, en la cadenas de fuertes, muy 
útiles sin duda , á poder disponer de un cuerpo de mil ó 
dos mil hombres para tener constantemente abierta la 
comunicacion apetecida, mas muy perjudiciales por lo 
mismo que se carecia de las fuerzas volantes que abri- 
gados del enemigo los pudieran mantener. 4 

Por otra parte era de mucho atractivo para Sotomayor 
la absoluta independencia de la autoridad que se le 
habia entregado ; queria guardarla intacta, y en ese 
sentir se figuró que, con humillarse al virey de Lima so- 
licitando su amparo , su gobierno no dejaria de desme- 


guardadas y de mayor riesgo, yendo en seguida á cas- 
tigar á los cuerpos indios que en tantos apuros tenian á 


r 


0 


CAPÍTULO X1V. 457 


recho hacia la del rio Puchangui, á á cuyo pa mandó 
que concurriera su hermano Luis. 
No anda ciertamente averiguado sidesde esa plaza . 


“pasara don Luis directamente á alguno de los puertos 


para ir despues camino de España, pero como quiera allí 
fue donde el gobernador le encargó ya la mision de 
pasar á la corte en solicitud de fuerzas con que acabar 
la conquista de la Araucania. 

Es lástima que á la historia le falte el texto de la de- 


. manda con que Sotomayor debió llegar al trono de Cas- 


tilla, porque fuera irrecusable testimonio de que en aquel 
gobernador, con tanto de honrado cuanto de valiente, á 
par iba tambien una exajerada presuncion de sí mismo A 
y un muy limitado conocimiento del mucho valer del 
pueblo contra quien hacia armas ; pero todo eso se deja 
suponer en la propia respuesta que el rey hace 4 aquella 
solicitud, respuesta que en ningun otro lugar dijera 
mejor que en este con las siguientes palabras: 

« Habiendo visto lo que me habeis escrito muy aten- 
» tamente con don Luis de Sotomayor, vuestro hermano, 
» acerca del estado en que estaba la guerra que haceis 
» á los rebeldes de las provincias, y la brevedad con que 
» prometeis acabarla socorriéndoos con gente de estos 
» reinos, he acordado que se Os envie, y que sean los 


pe 


» seiscientos hombres que pedis , y que los lleve el dich 


» don Luis, vuestro hermano (1). » 

Ya se ve si, con seiscientos hombres, con brevedad se 
prometia acabar la guerra... era imposible que un So- 
tomayor soltase esa prenda seguro de salir con su em- 
peño, era imposible que á tanto pudiera comprometerse 
de una vez, quien tanto vió y palpó lo que los Arauca- se 

(1) Asientos del cabildo de Santiago. : 


pai 
e dl 


, 158 HISTORIA DE CHILE. 


nos podian; pero sea, y en favor suyo hablamos, sea 
ese un medio de conseguir siquiera elementos con que 
poder sustentar la lucha, cuando mucho indecisa , para 


no incurrir en terribles responsabilidades, tras las cuales 


fuera inevitablemente el descrédito. 

Ya dirémos luego en su lugar cual suerte corrió ese 
socorro que el rey de España otorgó á don Luis Soto- 
mayor; ahora entremos en el hilo de las operaciones 
militares. 

Mientras á esa disposicion descendia el gobernador, 
la infatigable Yanequeu se habia corrido hacia las colo- 
nias australes, causando mil perjuicios á los Españoles, 
Je matando 4 cuantos por delante encontraba; hasta 


- que por último dando con una partida que de Osorno 


venia para: Villarica, logró apresarla y con las cabezas 
de todos los desgraciados hizo esa mujer que sus emi- 
sarios corrieran la flecha por todos los ángulos de los 
cuatro Butalmapus, dando así un nuevo aliento, y nuevo 
estímulo á los pueblos para que confiados tomasen las 


Armas, ds 
Cayó en seguida gr if que los Castellanos te- 


nian en el valle de ndalepe 6 Andalepu, á unas siete 
leguas de Villarica, pero. como tuviera noticia de que el 
gobernador venia en persecucion suya, no quiso realizar 
el asedio , y se retiró 4 los montes espe ando á ver los 


; da 


movimientos de sus contrarios, , 

_En valde concurrieron estos al teatro de la guerra, 
porque Indio ninguno se les presentó delante en muchos 
dias gastados inútilmente en recorrer los alrededores Y 
por consiguiente fue preciso pensar en reforzar de nuevo, 
y mejor que nunca, las ciudades australes, porque si por 
entonces no daba la cara el enemigo, harto se sabia que 


ae 


CAPÍTULO MN: 59 


era muy de temer, y que tras tantos daños como llevaba 


hechos en los establecimientos españoles , otros no me- 


nos terribles volveria á descargar. 
Con esa necesidad de reforzar las guarniciones volvió 
Sotomayor á verse sin jente para seguir hostilizando al 


pais, así resolvió quedarse otra vez á la defensiva, y el 


1* de abril de este año en la ciudad Imperial entró, 
donde no tuvo poco que hacer con la desmandada ad- 
ministracion civil, hasta que al fin de dicho mes, ó 
primeros de mayo, pareció con su jente Ó dle en 
Angol. e 

En grandes apuros debió él considerar á las dolo el 
y establecimientos fronterizos, no obstante las nuevas 
fuerzas con que acababa de dotarlos, puesto que en la 
triste necesidad se mira de recurrir de nuevo á la 
capital del reino en demanda de soldados y de caballos, 
y consta de los asientos del cabildo que en Santiago” 
entró otra vez el gobernador el 2 de junio de 1588 (1). 

Ni apetecian otra cosa los Araucanos, así es que la 
primera que salió en esta ocasion contra los conquista—- 
dores , fue la implacable Yanequeu, la cual marchó in- 
mediatamente desde la parte austral al cerco de la plaza 
de Puchangui. 

Formalizado el asedio, desde luego And con 


- asaltos y avances de una audacia sin igual, y siempre á 


la cabeza de sus tropas ; pero defendia la plaza el oficial 
don Manuel Castañeda, y con acierto y COn valor re- 


chazaba á sus enemigos: tenia tambien por Jortuna! 
a abundancia de mantenimientos y de municiones, y por 


tanto sin recelo entró en una tenaz resistencia, causando 


ed Donde haciendo reclutas de tropa y caballos de remonta se mantuvo 
el año, (Cabildo de Santiago.) 


+ 


se 
do 


A > Y P y S E. 
160 HISTORIA DE CHIL 


cada dia no pocos descalabros en las filas de la osada 
- heroina. 
Empeñoformó tambien esta en no apartarse de aquel | 
campo sin haber rendido á su terrible enemigo, y los 
dias, y las semanas, y los meses se pasaban tambien sin 
adelantar paso, como sin que auxilio pareciera para los 
sitiados. Ni era caso tampoco de esperar en socorro; las 
fuerzas castellanas estaban todas ellas aisladas, conde- 
hadas á defender el punto especial en que se las tenia 
divididas, y sobrado sabia Yanequeu que libre y suelta- 
mente podia continuar el asedio, porque no habia medio 
de venir á estorbárselo. El solo mal para ella estribaba 
en los: mismos sitiados, en el mas 6 menos tiempo que 
estos pudiesen sustentarse dentro del recinto. 
Del aprieto de esta plaza noticia llegó en breve á So- 
tomayor, que ya estaba en la capital de Chile; pero no 
le quedaba medio ninguno con que concurrir al socorro 
de los sitiados. Sobrado se afanaba él por que se le mi- 
nistraran hombres, caballos y fondos, ó enseres con que 
equiparlos, sobrado abogaba en favor de los estableci- 
mientos oprimidos, y casi dejados 4 merced de los Indios; 
mas ¿ qué podia responder un pueblo de donde conti- 
nuamente se estaban sacando brazos y dinero y mante- 
nimientos, yendo el civismo de sus moradores hasta 
privar á sus familias del pan que alargaban á cuenta de 
que á las tropas noles faltase el obligado sustento, ni á 
las a su accion? 
Admira, en efecto, cuanto desprendimiento, cuanto 
y cuanta abnegacion en los habitantes de la capital, y 


ES 


de 


bien lo reconoció Sotomavor : vej o 
Ne 7 yor : vela por sí pr ] e 
sibilidad de A 


os recojer los auxilios necesarios, y tenia que 
. sufrir con resignacion los funestos resultados de su 


CAPÍTULO X1V. 161 


sistema, si acaso no fuera de condenar tambien su ter- 
quedad en mantenerse con el virey del Perú como si 
enteramente fuera extraño á la causa de Chile, cuando, 
por fin y postre, uno y otro gobierno dependian de un 
mismo monarca. 
De suerte que entre las veces que las colonias de Chile 
llegaron á reconocerse en posicion demasiado inestable 
y aventurada , esta ha de contar tambien, y no porque 
en las armas enemigas hubiera mayor, ni acaso tanto 
empeño , como en los dias de un Caupolican y de un 
Lautaro, ni tampoco porque el gobernador guiara las 
¿ABI inas sin tino, sin el necesario valor ; nada de eso : 
el mal estaba en el aislamiento á que se veia reducido el 
pais ; en los grandes esfuerzos con que habia contribuido. 
creyendo llegar á poner fin á una guerra cada vez 
mas irritada 4 fuerza de provocaciones; en fin, en la 
A lejanía de la metrópoli, que en el supuesto de ayudar 
4 la conquista, como sin duda lo hiciera , entre el darle 
Ey ka noticia del estado peligroso de las colonias, y el arribo 
d de los auxilios que ella quisiese otorgar, mediaba un 
e ey trascurso de tiempo poco menos que desesperado. 
L. 7 Así, el desaliento estaba en todos los corazones , y si 
acaso no llegó á desmentirse el valor de que los Caste- 
lanos dieron en aquella memorable época tan repetidas 
pruebas, ese valor, decimos, solo estaba en los hombres 
puestos delante del peligro, porque sabian que de valor 
era preciso usar, Ó rendir sino sus vidas en manos de 
£nemigos implacables. 
+ Tal fue la conducta que observaron los súbditos del 
pita Castañeda, continuamente acometidos por. las 
másas de Yanequeu, continuamente arrestados en salidas 
temerarias, con empeño de que la heroina chilena le- 


1), HisToR1A+ 


A 


162 HISTORIA DE CHILE. 


vantara el sitio, y los dejara respirar algun tiempo. 

Con todo, ello es que, sin embargo del número , de 
los varios meses de un cerco sumamente apretado, 
resistieron las fuerzas de Castañeda hasta punto de fas- 
tidiar 4 Yanequeu, que por no haber de luchar tambien 
con el rigor de la estacion fria, abandonó el campo; 
yendo á plantar sus armas en un recojido valle no muy 
distante de Villarica, aunque sobrado seguro y defen- 
dido para poder esperar hasta que á sus miras convi- 
niera el abrir nuevamente la campaña (1). 


(1 No danos en "parte que nuestra confianza pudiera merecer con el nombre 


enseñan nuestros documentos. Ovalle crée que Yanequeu debio ir á sitiar, no 
la fortaleza de Puchanquí, sino la de Andelepe, pero en este punto Olivares 
le corrije. Como quiera, ni un solo apunte se vuelve á ver que de la heroina 
ehilena dé noticia; es presumible que'á la cabeza de sus guerreros siguiera » 
Sas pu en a frándes EMpres3s, ye lo* 2 en algunas excursiones contra ll 


como el que les cupo á miles de sus compairicias con la terrible peste que 
desde la ciudad Imperial corrió casi todo el reino. Feliz en ar mas, envanecida 


con los laureles pa en ellas habia recojido, y lo que mas es, mujer ofendida , 


que la mujer rara vez perdona los ultrajes, ¿ como cal ella de seguir casti- 
gando á sus po áno impedirselo. una causa grav 


CAPITULO XV. 


Quintuhuenu electo toquí. — Se piden auxilios al virey del Perú. dd ia 
que este dá al cabildo de Santiago. — Destitucion de Azoca. —Marcha Soto- 
mayor contra Quintuhbuenu. — Batalla de la cuesta de Villagra. — roma? 

e Arauco, — Colocolo el jóven. 


( 1589—1590. ) 


No jugaba con fortuna la presuncion del gobernador 
Sotomayor, aunque no le faltaban prendas sobre que 
fundarla, porque si de recursos materiales pudiera echar 
mano para descorrer el vasto campo en que se paseaba su 
imajinacion , rejistrando conceptos tal vez aventurados, 
los mas de ellos irrealizables , posible es que durante su 
gobierno. no domado, eso no, pero con freno se hubiera 
visto el ardimiento del pueblo araucano, no obstante 
nacer con el instinto de una absoluta independencia 
puesta á precio de vivir libre, ó de buscar gloriosa 
muerte , corriendo al exterminio de quien pretenda 


Oprimirle. 


Y en esta ocasion todo parecia concurrir para que el 
gobernador castellano desesperara de su causa, sin po- 


der culpar á nadie del desastroso aspecto que los nego- 


cios de la guerra iban enseñando; él, y solamente él, 
vino á colocarse en el mas arriesgado extremo á que las 
armas pueden llegar cuando se marcha con imprudente 
confianza por medio de un pais rebelde , lleno de orgullo, 
de E de naturales defensas ; y eso con fuerzas casi 
antes, pues, ya que los Españoles cumplieran 


164 HISTORIA DE CHILE. 


durante aquella memorable conquista hechos de sin par 
valor, ya que armados fueran con gran ventaja sobre su 
enemigo , cuenta se ha de hacer tambien del arrojo que 
este mostró constantemente, cuenta, y mucha, del nú- 
mero con que entraba en las batallas. 

No es menester tal. Sotomayor asegura al rey de Es- 
paña , por medio de su hermano don Luis, que con seis- 
cientos Españoles que S. M. le otorgue, acabada quedará 
la conquista del inmortal pueblo; Sotomayor no ve la 
necesidad de mendigar socorros al virey del Perú, esto 
fuera una declaracion como de vencido; y no se mira en 
semejante caso, ni menos quiere parecer en dependencia 
de una autoridad extraña para él ; Sotomayor está en la 
capital de Chile predicando una nueva leva para ir con- 
tra los Indios que aprietan con obstinado empeño las 
ciudades meridionales, sin llevar á la cabeza un toquí, 
es verdad , pero al cabo matando colonos, arrasando es- 
tablecimientos, y teniendo en completa ajitacion á po- 
blaciones enteras. Vamos á ver los resultados. 

El cabildo de Santiago no puede concurrir con los 
deseos de su gobernador, y esto por causas que escusa- 
mos de repetir, puesto que ya se expusieron en el capí- 
tulo precedente; á Santiago llega la noticia de que reu-. 
nidos los cuatro Butalmapus, el hacha del toquiato 
acababa de ser puesta, por unanimidad, en manos del 
valiente Quintuhuenu , enemigo encarnizado de los Cas- 
tellanos, aunque en esta parte bastara con decir Arau- 
cano, Á Sañtiago llega igualmente la noticia de que don 
Luis Sotomayor, aportado en Portobelo con los seis- 
cientos soldados que le otorgó Felipe 1, no puede ya 
avanzar á Chile, sino que era voluntad del monarca pa- 
sase aquella jente en persecucion de algunos piratas 


CAPÍTULO XV. * 4165 


dispuestos á apresar en los mares los galeones de Amé- 
rica al cumplir estos su regreso, 

Semejantes ocurrencias enseñaron á Sotomayor un 
camino , el camino cuyo tránsito mas repugnaba , cual 
fue el de acudir al virey del Perú con demanda de auxi- 
lios por medio de su maestre de campo García Ramon. 

Y si bienes resultaron para los Españoles de semejante 
resolucion, que no se le atribuyan al gobernador don 
Alonso, sino al cabildo de Santiago cuyos miembros sa- . 
lieron comisionando á Jerónimo de Benavides para que 
pasara á pedir el amparo del virey, por medio de soli-' 
citud escrita en fecha 1h de julio del año en que andamos, 
- yes de presumir que la demanda del primero una 'con- 
secuencia forzosa de la del segundo fuera, mas que su 
parte queramos hacer á. las circunstancias ; á tal por lo 
menos nos inclina el contexto de la carta con que favo- 
reció el virey á dicho cabildo , segun resulta de sus asien- 
tos (1). 


(1) Hay manuscritos, y tambien impresos, en los cuales se asienta se el 
virey despreció esas demandas; pues oigamos al virey. 

«Recibí vuestra carta del 14 de julio y veo muy bien el contento que, Se- 
hores, os habrá dado mi venida á estos reinos. Pues está tan entendido en 
todos bllos el amor y gran voluntad que tengo á ese que no fue la menor causa 
. de aceptar yo este cargo, por tener yo mas aparejo de acudir á las necesidades 
que se me representan de esa tierra y ciudades rene. Y para que me se 
he querido enviar antes de entrar en la de armada 
con la persona del almirante Hernando Lamero; lleva 200 soldados muy es- 
cojidos, y todos bien vestidos y armados y socorridos. Lleva órden de desem- 

rcar en Concepcion, porque estando en aquel paraje alcanzando tan buena 
parte del verano pueda entrar el señor pai A > el estado de Arauco y 
ES en él, porque esto es lo que quiere y manda $5 


» Y liso blo el bue suceso di ed cosas de ese reino die seariicliód 
podeis creer que tengo de atender á ellas con mas voluntad y veras “¡ae á las 
de este del Perú, con jente , armas y ropa. De lo cual no se lleva ahora mas por 
no haber llegado los navios en que se aguarda; en otro navio irá con ella el 


166 HISTORIA DE CHILE. 


Como quiera, elementos para sustentar la guerra habia 
en el reino, y en juego supo ponerlos el gobernador 
desde que comprendió que peligraban su fortuna y cré- 
dito si no removia activo todos cuantos medios parecie- 
ran de algun provecho. Desde luego crecido era ya el 
número de Españoles que sin oficio ni beneficio corrian 
el pais, particularmente las provincias mas sosegadas, 
y todos ellos sin obligaciones ni dependencias ; habia 
tambien una multitud de reformados , muchos forzosos, 
otros voluntarios , y todos 6 casi todos fuera del poder 
militar, porque en aquella época, ni este, ni el civil pu- 
dieron enseñar en las Américas un brazo respetable, 
sino que obligados ambos á mil culpables condes- 
cendencias á trueque de economizar instrumentos de 
apoyo contra el enemigo comun, en el mas completo 
desprecio se hundieron, con grave daño de la causa que 
querian hacer valer, y escandalosa relajacion de las cos- 
tumbres. 

- Posible es, sin embargo, que en la primera de esas 
dos clases mas de un hombre fuera indigno de formar en 
las filas de la milicia; pero en la segunda no cabe seme- 
jante suposicion, porque se componia de oficiales de 
mucha honra, de probado aliento, de vida muy arre- 


slada, solo que apasionados ciegamente los unos por 


esta Ó aquella administracion ; desatendidos los servicios 
de los otros por tal ó cual otra, segun que el reino cam- 
biaba de autoridades, cosa que sucedia con no poca fre- 


capitan Jerónimo Benavides; y como yo tengo tanta noticia de las cosas de 
por allá, para mi no hay guerra de importancia en Chile si no es de Andalican 
9. AA 0 Arauco; y esto es lo que se ha de allanar y poblar; y para ello 
acudiré yo con la voluntad y cuidado que digo, y asis i ñor go- 
bernador........» go, y así se lo escribo al señor g 


(Cabildo de Santiago). 


A AI 


CAPÍTULO XV. 167 


cuencia , como ya se ha debido advertir, así se renovaban 
tambien las listas de los agraciados como las de los despe= 
didos, listas que de ordinario venian á aumentar los re- 
sentidos, abandonando voluntariamente un servicio que 


- no consideraban obligatorio sino para con personas de 


su propio y particular agrado. Señalamos este hecho no 
con otro fin sino con el de probar que don Alonso anduvo 
político y acertado, tomándole por un recurso de mucho 
importe para salir del conflicto en que las circunstancias 
le habian colocado por no querer dar á la guerra la des- 
embarazada accion que ella requeria. 

Sirvióse, pues, de ajentes entendidos que supieron 


“atraerse gran número de mercenarios, y sobre todo el 


de descontentos que valian mucho mas para el servicio, 
ya por estar habituados á aquella guerra de exterminio 
y de privaciones, ya por tener un muy exacto conoci- 
miento del pais, como igualmente de los hábitos del ene- 
migo ; llevándolos á las filas , á los unos con la promesa 
de considerables recompensas en cuanto rendir pudiera 
la tierra que se conquistara, á los otros con adelantar su 
carrera por medio de empleos y graduaciones, y la 0p- 
cion tambien 4 las encomiendas que de nuevo se hubie- 
sen de distribuir. 

En esta entendida tarea gastó don Alonso gran parte 
del invierno, contando con salir á campaña en cuanto se 
mejorara de estacion, y tambien con sacudir de lleno á 
las masas rebeldes, siempre que con algun auxilio de Lima 
llegara á reforzarse el que á costa de tanto afan, y de 
compromisos no pequeños, se estaba formando él mismo 
en Santiago. E : 

Los Araucanos por su parte tambien iban adelantando 


“mucho en su empeño de limpiar la tierra ahuyentando á 


Ea 


168 HISTORIA DE CHILE. 


sus aborrecidos opresores , que ó muy estrechados en los 
fuertes se mantenian, ó precisados á huir de ellos, sobre 
todo desde que el infatigable Quintuhuenu entró ejer- 
ciendo las funciones de toquí, porque auxiliado de los 
cuatro Butalmapus, y no viendo delante un cuerpo de 
tropas que contra sus empresas saliera, todo lo corria im- 
punemente, todo lo llenaba de espanto; y ya por último 
vino á dar contra el fortin español, levantado en la fa- 
mosa cuesta de Mariguenu, cuya guarnicion fue pasada 
á cuco. una vigorosa resistencia, y el toquí se 
quedó con sus huestes en aquella montaña, en la espe- 
ranza de que su enemigo vendria buscándole para vengar 
la sangre que le acababa de arrebatar. sia 

Eso es lo que sucediera á no salir impidiéndolo un no 
pequeño contratiempo con la nave que el virey don G. 
H. de Mendoza despachó para Chile, que sobre verse 
obligada á perder un tiempo muy precioso en la absoluta 
calma que la cojió en alta mar, todavia fue á desembar- 
car en Concepcion una tropa, tan maltratada y escasa de 
salud, que el gobernador creyó imposible llevarla á la 
_Buerra sin esperar á que reparara sus fuerzas. 

Mientras esta forzosa tregua de las armas castellanas, 
preciso es que el comisionado del cabildo de Santiago, 
Jerónimo de Benavides, volviera igualmente al reino 
con algun nuevo socorro del virey, como así lo ofrecia 
este en su carta á los concejales, puesto que parece en 
- fecha 12 de octubre (1) de este propio año , Tecibiéndose 

de alguacil mayor en la capital de Chile, 

En la administracion de la justicia tambien hubo re- 
forma personal , porque el doctor Lope de Azoca comenzó 
de nuevo á mostrarse muy amante de la suprema autori- 

(1) Cabildo de Santíago, 


CAPÍTULO XV. 169 


dad, no obstante lo que esa pasion le costara en tiempo 
del mariscal Gamboa, y por consiguiente el gobernador 
don Alonso, que tampoco quiso á su lado personas que 
aspiraran á despojarle del poder, salió destituyéndole en 
21 de julio (1), poniendo. en su lugar al licenciado Pe- 
dro de Vízcara. 
Como quiera, á mediados de setiembre pudo ya Soto- 
mayor salir de Santiago, encaminándose contra el atre- 
- vido Quintuhuenu que sin haber abandonado la placeta 
de la cuesta de Villagra, seguia tendiendo correrías que á 
veces allegaban hasta inmediaciones de Concepcion, con 
cuerpos puestos á las inmediatas órdenes de denoda- 
dos jefes, y todos ellos jóvenes, entre los cuales con- 
taba el hijo del astuto y venerable Colocolo, - 3 
Las armas castellanas llevaban en sus filas unas seis- 
cientas plazas (2) entre ellas ciento treinta reformados, 
de los cuales tomó veinte el gobernador para escolta de 
Su propia persona, distribuyendo las fuerzas restantes 
entre los capitanes Yrarrazabal, Ruiz, Guzman , Jofré, 
Rodolfo, Cortés, Quiroz, Ulloa, Galleguillos y Avendaño, 
con reserva, para su maestre de campo, de la famosa 
(1) Cabildo de Santiago. 4 


(2) Ovalle y Molina suponen mil y ademas el número competente de auzí- 
ná E A sE pre Bs lecues te esa, manera? Es a que don G. 
ó6R 


omero 
como otros le llaman; presumimos que Penasidas volviera bien con otro 
refuerzo, démosle otros 200, aunque nada dice el cabildo de Santiago; serian 


la conquista á pique de pe 
“arresto de Sotomayor, ni se aviene tampoco con lo que discierne un bo oia 
sentido si ejerce sin pasion 


170 HISTORIA DE CHILE, 


compañía de los otros ciento y diez reformados, que se 
empeñaron en formar cuerpo á parte, á fin de asegurar 
mejor el buen éxito de sus esfuerzos. 

Las jornadas no debieron ser muy aceleradas, aunque 
aceleradas parecia pedirlas la gravedad de los negocios, 
pues es constante que el cabildo de Santiago solo rejis- 
tra dos partes del gobernador, uno del 11, y otro del 23 de 
octubre, en los cuales dice : « Estoy de marcha para 
Arauco, y llevo en mi companía al vecino de San Juan, 
Ruiz de Leon, » sin siquiera notar el lugar que sus reales 
ocupaban en esas dichas fechas, 

Sabese sí que en habiendo pasado el Biobio, el camino 
de la costa siguieron los Castellanos hasta acampar en 
Colcura, al pie de la famosa cuesta que tanta sangre 
española llevaba ya bebida. 

Grande fue la sorpresa de Sotomayor en reparando 
que Quintuhuenu no solamente le esperaba defendido en 
el fuerte cuya guarnicion habia pasado á cuchillo, sino 
que, como se le dejara tranquilo durante tanto tiempo, con 
una terrible estacada de corpulentos troncos tenia cojido 
todo el ámbito de la mesa, y dentro de ella cuatro mil 
guerreros dispuestos en órden de batalla; pero adelan- 
tados los Españoles hasta semejante punto, no era po- 
sible retirarse sin probar fortuna. 

Al amanecer del dia siguiente comenzaron las armas 
del rey el repecho del cerro Mariguenu, llevando la van- 
guardia el mismo Sotomayor con su escolta de los veinte 
reformados; seguíale despues García Ramon con la 
compañía de la propia clase, y con otra compañía de 
cien hombres iba el sarjento mayor, marchando los de- 
mas capitanes , Cada cual con su peloton de jente por de- 
recha ¿izquierda de la cuesta, con órden de atacar al 


CAPÍTULO XV. 171 


enemigo en todas direcciones hasta penetrar las trin- 
cheras. 

Quintuhuenu despachó un cuerpo de sus tropas para 
que impidiesen la subida de los Castellanos hasta la 
cumbre, y por consiguiente pronto se trabó á medio 
pecho del cerro una funcion reñidísima y sangrienta; 
pero por último rompió el gobernador las filas araucanas, 
y los Castellanos llegaron á verse al pie de la estacada 
donde la batalla vino á hacerse jeneral. 

Dilijente y bravo corria Quintuhuenu las líneas ex- 
hortando á los suyos, y convidándolos con la victoria en 
que se aseguraba para siempre la libertad del pais; y 
no menos bravo, no menos activo, se mostraba Soto- 
mayor apechugando por entre lanzas y macanas enemi- 
gas, con sus veinte reformados, á fin de ganar tierra 
dentro del recinto. La muerte cumplia sus estragos en 
ambos partidos, pero ni el uno ni el otro pudo entrar en 
la esperanza de ceñirse los laureles de aquella jornada, 
durante ocho horas de un combate que no ya el valor 
aunado con la prudencia, sino la desesperacion susten- 
taba. 

Por fin, la una de la tarde seria cuando Quintuhuenu 
tuvo la desacertada idea de recojer sus huestes contra el 
recinto del fuerte, pensando que en concentrarlas mas, 
la resistencia habia de ser mayor, y doble de impetuosa ; 
dió al efecto las convenientes órdenes, y, apenas las ma- 
sasaraucanas empezaran á replegarse cuando unos veinte 
reformados de los del maestre de campo asaltaron la es- 
tacada , abriendo en un instante la suficiente brecha para 
que sin estorbo pudieran penetrar los demas Españoles, 
y de repente se vieron estos corriéndose por el interior 
del recinto hasta cojer acorralado á su enemigo, que 


A 
o 
E A 


472 HISTORIA DE CHILE. 


arrogante, y lleno de despecho, circundaba las afueras 
del fortin. 

Aquí ya no conoció límites el arrojo. Españoles y 
Araucanos se confundieron batallando ; entre los prime- 
ros solo se advertia la tronitosa voz de Sotomayor pi- 
diendo enfurecido venganza, muerte , en aquellas me 
nadas de infieles que con impiedad tanta sobre quel 
mismo suelo habian inmolado las vidas de los mas escla= 
recidos y mas alentados castellanos; entre los segundos 
otro tanto voceaba el jóven Quintuhuenu contra los 
opresores de su pais, que, como sus compañeros, 
sepultados debian quedar en la mesa de aquella en- 
sangrentada montaña, en merecido castigo de la indigna, 
injusta y violenta expoliacion que su codicia queria 
perpetrar en un pueblo á cuyos bienes ningun derecho 
tenian. 


Pero como en ninguno de los dos bandos se debili- 
taran los esfue: 0sel suelo pareciera ya sem- 
e cuenta de ello hicieran los 


brado de e res. pu 
combatientes, y tambien como reconociera Sotomayor 
que á cerrarse el sol sin ver el desenlace de aquel tre- 
mendo dia, posible fuera que, sino roto, por lo menos 
desalentado y sin honra, en la necesidad de una retirada 
le pusiera la inmediata noche, 4 todo riesgo se echó por 
entre las masas enemigas desafiando al toquí araucano, 
como quien sabia que en caso de ayudarle la fortuna, 
esa seria la primera y la mejor conclusion del triunfo ; 
a que la muerte del jefe trasmite 


pues visto habemos 
un espantoso desánimo en aquellas intrépidas cuanto 
Inocentes lejiones, 


Acaso tuviera tambien Quintuhuenu esa propia idea 
Españoles, porque como el rayo avanzó al en- 


de los 


CAPÍTULO XV. 473 


cuentro de Sotomayor, y ambos caudillos echaron pie á 
tierra, no para medir sus armas segun reglas de caba- 
llería, sino determinados á despedazarse como pudieran - 
hacerlo dos tigres; tanto era su inconsiderado y repre-- 
hensible furor!!! Así es que cuando el jóven Quintu- 
huenu quiso caer sobre su odioso adversario, á tierra 
vino de tres puñaladas que en su alentado pecho clavó el 
brazo del jefe castellano... 

Y ¡cosa admirable!... La muerte del toquí araucano 
produce en los ánimos Un efecto enteramente opuesto al 
que no sin razon se esperaba; los soldados del desven- 
turado Quintuhuenu cumplen, sin saberlo , la heróica re- 
solucion que cuarenta años atras inontilóó á los seis 
cientos soldados del valeroso vicetoquí Lautaro, muerto 
tambien á manos de los Villagras. .. ¡ La muerte, la muerte, 

y no la afrenta!... es el grito con que se responde , en la 
cumbre de Mariguenu, al degraci do fin de Quintuhuenu ; 
y montando Sotomayor el caballo del jefe indio, de nuevo 
y con doble empeño tiene que resistir al furioso ímpetu 
de los Indios que de propósito: echaban sus pechos en las 
puntas del acero enemigo para morir con gloria, ú obli- 
garle á retirarse del recinto. 

¡Inútil hacer! Era mucho el esperanzado aliento con 


ba 

sostenian los capifinal ata Apillan, Palentaru, 

Archiguala y el jóven Colocolo, que á todas partes iban 
difundiendo ánimo, , y cumpliendo hechos dignos de una 
suerte mas venturosa. Fue, pues, menester ceder el 
campo, retirarse, dejando seiscientos cadáveres en la 
placeta, pero ¿cual quedaria el bando castellano cuando 
no se halló con fuerzas para seguir la derrota de su ene- 


17h HISTORIA DE CHILE. 


migo, en la cual necesariamente hubiera hecho multitud 
de prisioneros?... 

Con pérdida de veinte Españoles , nada mas , cuentan 
todos los historiadores que se adquirió este inmortal 
triunfo ; sí que añaden que ni uno solo de todos los res- 
tantes dejó de sacar heridas de mayor ó menor grave- 
dad, y con dos harto profundas salió tambien el mismo 
Sotomayor. : 

Quienes fueron los muertos nadie nos lo dice (1), pero 
de los que mas se señalaron en aquel memorable hecho 
de armas un autor conserva nota, y la queremos tras- 
ladar sin comento (2). : 

- Mucha satisfaccion sintió el gobermádor alcanzando 
ese tan disputado y sangriento triunfo, y grande fue su 
sorpresa , como tambien su contento, cuando retirándose 
de la famosa cuesta con direccion al valle de Laraquete, 
el retumbo de la artillería le dió á presumir que se cele- 
braban sus palmas con solemne deporte. Era una escua- 
drilla de guardacostas del mar del Sur que por órden del 
virey del Perú corria las aguas en persecucion de varios 


(1) Solamente se hace mencion de un Portugués, caballero del hábito de 
dde > pu e Rio ds veo del boss en accion pando los om pa- 
ciendo 


á los Españoles : ¿Quién ha de temer á esos pues sin ptm sin ¡ca- 
ñones, sin arma ninguna capaz de imponer respeto ?.... Al comenzar la pelea 


le asentó un Araucano su macana, y la Bb del tiro parece que fue tan activa 


como la del plomo que vomitan los caí 
2 Francisco son y loteo Y po Riveros 


o de 
En quien jamas se halló tardanza alguna; 
Córdova, y Castillejo aunque postreros 


ES 


Con ellos don Alonso Brito, y nd 
Á quien la fama ha dado honroso precla, 
(Vuev 


a Araucana.) 


dE 


CAPÍTULO XV. 175 


piratas , y como llegara oportunamente á vista de Mari- 
guenu cuando ya los Indios iban en desbandada, se apre- 
suró á saludar la ventura del jefe castellano jugando con 
todos sus cañones. Sotomayor se figuró desde luego que 
en aquellos bajeles venia para él algun refuerzo de tro= 
pas, pero pronto salió de ese lisonjero error, conociendo - 
exactamente el objeto y destino de semejante flotilla que 
sin perder tiempo dió vela para el Callao (1). 

Sotomayor acampó, pues, á orillas del Carampan- 
gue, pero ya con los laureles de Mariguenu un poso 
marchitos, como quien vino ásaber que, mientras á tanta 
costa , y con tantos peligros, ante los soldados de Quin- 
tuhuenu un porvenir honroso , ó un eterno baldon, traia 
puesto en juego , otros cuerpos rebeldes daban de nuevo 
á las llamas la plaza de San Felipe de Arauco, siquiera 
para prueba de que si un paso se adelantaba en la guerra 
contra aquellos indómitos Indios por la parte A, v. g., en 
la parte B se salia perdiendo, y con esto, la balanza de 
los recelos, como de las esperanzas, delos dos par- 
tidos, en fiel se mantenia constantemente. Fue, pues, 
menester resolverse á la reedificacion de San Felipe de 
Arauco, tantas veces arrasado ó incendiado; tantas, y 
á tanta costa, vuelto á fundar, como que, en efecto, 
era de mucho importe para las armas castellanas, y 
un freno para los Indios de aquel turbulento y belicoso 
estado, 

Pero Sotomayor probó esta vez de mucho mas estra- 
téjico que todos sus predecesores, porque Arauco no 

(1) Pero en ella volvió 4 poner él gobernador á su maestre de campo García 

Ramon, con demanda de nuevos socorros que del virey del Perú solicitaba 
Otra vez para acabar, decia él, las repoblaciones de Puren y de Tolten, pesja 
se necesitaban fuerzas respetables, porque en e. estados era donde mas se 
ajaban los ndios | 


nu HISTORIA DE CHILE, 


sufriera tantos descalabros á, situarle en punto de inme- 
“diato arrimo para las fuerzas que en su defensa pudieran 
venir por mar desde Concepcion, y á esto es 4 lo que 
atendió esta vez don Alonso plantando la plaza casi 
barbeando las aguas del Pacífico y del Meseta, con una 

= dilatada calle de medio de la cual salia el castillo llamado 
San Ildefonso. WR 

Esta obra tan perfectamente concebida, con bien se 

- acabó; y con ayuda de brazos araucanos, que con la 
misma buena fe que les conocemos, entraron desde 
luego en ajustes de paz; pero todavia produjo otras ven- 
tajas, aunque transitorias, de no poca importancia al- 

gunas. ¡ 

a plaza de San Felipe de Arauco estaba fundada al 
pie del cerro llamado de Colocolo, pero la resolucion de 
Sotomayor la puso en lo mejor de las tierras del heredero 
de aquel respetable nombre, jóven de nobilísimas prendas, 
y que en muchas batallas llevaba ya acreditada la pru- 
dencia que tanto distinguiera á su ilustre padre, no me- 
nos que su acrisolado patriotismo, y maduro ardimiento : 
ya le hemos visto en la sangrienta funcion que costó la 

vida al toquí Quintuhuenu. 4 
Ese jóven suerrero se opuso á la resolucion del go- 
bernador castellano, pero en valde, porque con sus solos 
criados, Ó sean vasallos, imposible contener la voluntad 
apoyada en seiscientas bayonetas poco mas ó menos, 
y bayonetas acostumbradas á lidiar contra miles de In- 
dios, Por lo mismo se retiró prudente, y despachó los 
correspondientes emisarios con convocatorias para dife- A 
.. Fentes caciques de los contornos, que en dia y punto lA 
garon á reunirse no muy lejos de las márjenes Es 


Es 
ES 


dado lle 


- de Curilemo, Colocolo expuso brevemente los males que 


CAPÍTULO XV. 477 


el pais debia esperar si se dejaba que los Castellanos 
acabasen la repoblacion de un establecimiento mucho 
mas resguardado del que hasta ent vieron en aquella 
tierra, que era preciso concurrir cuanto antes á desba- 
ratar planes de trascendencia tanta para toda ella; y en 
fin, que como dueño del suelo en que los Españoles 
se acababan de establecer, y por apartar toda sospecha 
de un mezquino interés personal en cuestion donde po- 
dian ir comprometidas tantas vidas, él con sus súbditos 
entraria en donde mas peligros se vieran, solo que para 
arrostrarlos con esperanza de buen éxito, salir debian 
guardándole la espalda todos aquellos capitanes, y las 
jentes de su respectiva dependencia. : 

Los pareceres se hallaron divididos, y la mayoría es- 
tuvo por que era una grande imprudencia el atacar en 
tal descubierto 4 las armas del rey, de suerte que el jó- 
ven Colocolo, perdiendo esta vez paciencia, Y acaso resen- 
tido del mal éxito de su empeño, cuando por tantos 
títulos se contemplaba acreedor á muy distintos mira- 
mientos, volvió de nuevo, con solos sus súbditos, contra 
el campo castellano, y entróle resuelto como si seguido 
de un numeroso ejército fuera. 

Ya es de suponer el resultado de semejante desacierto, 
y por tanto fuera inútil detenernos refiriéndole, solo sí 
conviene decir que el ardidoso jóven quedó prisionero de 
las armas castellanas ; que Sotomayor le hizo gracia de la 
vida bajo condicion de someter á su dominio y obedien- 
cia los Indios dependientes de su señorío; y que no ha- 
biendo logrado este empeño, aunque le pareció en sus 
Principios de fácil y natural cumplimiento, supuso en la 
Negativa un nuevo insulto á su pundonor, y se consagró 
al servicio de los Españoles, entre quienes se me 


1. Historia, ' 


178 HISTORIA DE CHILE. 


fiel y reconocido, sin hacer armas nunca contra los hijos 
de su pais, porque á cuenta de tan noble conducta puso 
aquel desventurado jóven la dependencia de su vida 
cuando don Alonso salió perdonándosela, con la solemne 
promesa de inalterable lealtad. 


CAPITULO XVI. 


Paillaeco toquí. — Carácter de Sotomayor. — Vence al toqui. — Asedian 
los Indios á la Imperial. — Las viruelas. — Se traslada Sotomayor á San- 
tiago.— Pasa al Perú, y se encuentra desposeido de su autoridad. 


( 15901592. ) 


Con la conclusion de la obra en que andaban entre- 
tenidas las armas de Sotomayor, acabaron tambien las 
palabras de paz que varias parcialidades tenian prometi- 
das desde que se hizo pública la muerte del toquí Quin- 
tuhuenu, palabras de que sin duda necesitaron usar los 
Indios en tanto que con acuerdo jeneral se atendia á la 
provision del toquiato en persona caracterizada , no 
menos que á la reorganizacion de nuevos batallones con 
que hacer frente al enemigo. 

En efecto, pronto supo el gobernador que el hacha 
estaba ya en manos del cacique Paillaeco, ó Paillacó , 
que de ambas maneras le escriben nuestros manuscritos ; 
y por consiguiente preciso fue volver á tomar las drmas 
antes que los rebeldes cobraran elementos demasiado 
poderosos, 

En San Felipe de Arauco dejó Sotomayor la guarnición 
conveniente, al mando del capitan Francisco de Riberos, 
y éon el resto de su jente se encaminó á los estados de 
Tucapel y de Puren, donde ya se dejaba ver el muevo 
toquí, y parecian los Indios en completa insurrección. 
La marcha fue horrorosa en sus consecuencias, y aunque 

lado en cien ocasiones Sotomayor, para con los 
Indios, cuando suelta dejaba correr su pasion de ven- 


e 


450 HISTORIA DE CHILE. 


ganza, esta vez fue ya bárbaro, pues que lo indefenso 
como lo inofensivo por naturaleza , lo inocente como lo 
que culpable en cierto modo pudo parecer, todo pasa por 
una misma medida , por las llamas, ó por el hierro. 

No admiten disculpa esos extravíos de la razon hu- 
mana, y sinembargo hay que salvar al hombre, compa- 
deciéndole, sien él parece un corazon incapaz de aunarse 
con la perfidia, toda vez que se la dejara descubrir el 
uso de un exámen racional, desapasionado, y sano, de 
todos sus hechos. En el gobernador don Alonso nunca 
hubo esa alma impía, feroz, que algunos escritores le 
supusieron, yendo hasta hacerle cargo de la muerte de 
catorce mil Indios durante su gobierno; en Sotomayor no 
se ha de mirar á la persona, sino á la loca idea que á esa 
persona domina, á esa idea de que por sí y ante sí ha de 
conquistar á un pueblo mas fácil de exterminar que de 
rendir, á esa idea que comprometido le tiene ya con las 
colonias de Chile, con las autoridades del Perú, hasta 


- con el mismo rey, y que al menor y mas insignificante 


suceso cuya tendencia incline contra la realizacion de ese 
sentir hijo de un entendimiento sobradamente lijero, to- 
das sus pasiones se desatan, son ellas las que imperan, y 
no el juicio, ni el hombre, ni su corazon, ] 
Repárese sino la manía. La resistencia de los Indios 
enciende en ira al gobernador don Alonso; jura abatir 


su soberbia y traerlos aherrojados al yugo del poder cas- 


tellano, pero con la particularidad de que los brazos 
necesarios para obra semejante en una cadena de for- 
tines los encierra. Hácenle ver las funestas consecuen- 
cias de ese su sistema; llega él mismo 4 palparlas; se 

arrepiente; vuelve á incurrir en el propio error; le 
abandona de nuevo, y.... y ahora, ahora que con 


-. 


CAPÍTULO XVI. 181 


algunos cuatrocientos soldados marcha en ánimo de 
ver como sufocar el incendio que en los estados de Puren 
y de Tucapel atiza el toquí Paillaeco, la idea de fortificar 
le sorprende, y un fuerte levanta en Lebu, sin pararse 
á examinar cuales posiciones ni cuantas fuerzas tenia el 
enemigo, ni menos el modo de usar de las suyas en caso 
de necesidad; pero, bien cierto de que aquel fuerte 
de nueva planta le habia de pedir gran parte de sus sol- 
dados, con dilijencia hizo que el capitan Francisco Her- 
nández pasase desde Concepcion á Santiago en demanda 
de socorros imposibles de realizar, solo que el goberna- 
dor habia olvidado esta circunstancia. 

Concluido el fortin de Lebu, y dejádole un regular 
presidio, pasó el gobernador á Tucapel donde tambien 
levantó la plaza de este nombre, pero no muy lejos de 
ella (en la parcialidad de Molquilla) le atacó de inter- 
presa la gente de Paillaeco llamándole con cien caballos 
que se finjieron desde luego en repentina fuga hasta 
traer la vanguardia española al bosque ocupado por el 
gruesodel ejército indio, y allí en erande apuro pusieron 
al gobernador; mas retirándose este á su turno hácia 
el llano, donde tenia el resto de sus tropas, el inex- 
perto toquí cayó en la imprudencia de seguirle cre- 


-— yéndole vencido; se empeñó un combate jeneral, no 


poco sangriento tambien ; y como el mismo toquí pere- 
ciera en la pelea, la dispersion de sus tropas se verificó 
con pérdidas muy considerables. 

Tras esa nueva victoria á Puren pasaron las armas 


castellanas, y tambien se volvió á rehabilitar aquella 


plaza (1D. de suerte que con una muy corta escolta quedó 


(1) García es de opinion contraria á esa que nosotros sentamos siguiendo 
lo que nuestros documentos nos dicen, 


4182 HISTORIA DE CHILE. 


Sotomayor despues de guarnecidos Lebu, Tucapel, y 
Puren, igualmente que Puchangui á su paso por los In- 
fantes de Angol, desde cuyo punto regresó á la ciudad 
Concepcion con muy poquísima jente. 

Pocos dias habia descansado en esta ciudad cuando los 
capitanes Melillanca, y Catipillan, caminaron con grueso 
ejército al asedio de la ciudad Imperial, seguros de que en 
la tierra no tenia el enemigo fuerzas para oponerse á sus 
intentos, y que la suerte de aquel establecimiento espa- 
ñol del mayor ó menor esfuerzo de sus defensores habia 
de depender. Animo mostraron los sitiados rechazando 
en los primeros dias los asaltos á que los Araucanos se 
arrojaban temerarios, pero al cabo con el trascurso del 
tiempo, y la estrechez del cerco que no les permitia salir 
de murallas para procurarse mantenimientos, ni auxilio 
de ninguna especie, todo comenzó á escasear, y con el 
recelo de que una inevitable muerte tenian ante sus ojes, 
tambien entró en la poblacion el hambre, | 

Indecible el desaliento de aquellos moradores reduci- 
dos como se veian á la dura alternativa de entregar 
sus cabezas al acero de un enemigo que no habia de usar 
de piedad para con ellos, con sus esposas é hijos , Ó 
perecer bajo el rigor del cruel azote que sobre sí cayera 
cerrándoles la puerta de su recinto para que siquiera pu- 
dieran procurarse en la tierra ese rústico sustento que 
en él encuentran los brutos. 

Sin el heróico y santo fervor con que salió á las calles 


E e venerable obispo don Antonio de San Miguel conso- 
e Jando á los fieles, convidándolos para que mása comun 
se hiciera de los medios de subsistencia que de reserva 


pudiera haber en casas desahogadas, ricas y precavidas, 
y que parte de esa masa tuvieran los pobres y los solda- 


CAPÍTULO XVI. 183 


dos, á fin de alargar las horas de la vida, por si en al- 
. guna de ellas quisiera dolerse el cielo de calamidad tanta, 
víctimas lleyaba ya hechas el hambre, pero víctima hu- 
biese sido de una vez todo el vecindario, porque ya no 
parecian ni brazos bastantes, ni en estos aliento para 
disputar al Araucano la presa que se preparaba á des- 
truir con inclemente deporte. 

¿Como, en efecto, resistir 4 las amonestaciones de 
aquel eminente pastor que descalzo, con un grosero 
dogal colgado del cuello, con un pesado leño sobre sus 
hombros, y humilde, y fervoroso, y vertiendo un rio de 
lágrimas , recorriendo va toda la colonia á fin de que la 
caridad despierte, á fin de que la esperanza en la omni- 
potencia renazca en los corazones, y para que el pedazo 
de pan que aun conserya el rico, venga en parte á manos 
del pobre, apeteciendo que ambos alarguen su existen= 
cia, y ambos á una sucumban al rigor del hambre en no 
habiendo medio ninguno con que satisfacerla ? 

De apuros semejantes ¿no se le debiera pedir cuenta 
al gobernador? A guardar este á su lado una columna de 
operaciones pronta siempre para responder á cualquier - 
acontecimiento, ¿no hubierasido fácil correrá la salvacion 
de una ciudad importante y rica? | 

Esta es ocasion muy oportuna para decir que sola- 
mente la Providencia podia contener los funestos resul- 
tados á que las filas castellanas quedaron expuestas con 
los extraños é inconcebibles despropósitos de su jefe, y 
la Providencia, pues, salió enmendándolos quitando 
las armas de manos de los Indios con una espantosa epi- 
demia de viruelas que desde luego se declaró en la Im- 
perial. Mil personas arrebató en aquella ciudad, el 
hambre primero, y tras el hambre la peste de las virue- 


184 HISTORIA DE CHILE. 


las, que así lo asientan varias memorias de la época, 
dignas todas ellas de mucho crédito, corriendo como el 
relámpago casi todo el reino, y descargándose furiosa en 
los naturales, no menos que en los Españoles (1). 

En paz, pero bien enlutado, tuvo que verse forzosa- 
mente el pais, y no porque don Alonso respetara seme- 
jante azote, pues oportunidad mejor para sojuzgar las 
tribus indias nunca vino á ofrecérsele, sino porque ni un 
soldado, por decirlo así, podia disponer para allanar la 
tierra, y las fuerzas encastilladas su tributo estaban pa- 
gando tambien á la epidemia. Fundaba sin embargo 
grandes esperanzas en el deseado retorno de su maestre 
de campo, trasportado á Lima, como ya vimos, en de- 
manda de socorros al virey, don García Hurtado de 
Mendoza; suponia igualmente, ; delirio! que el capitan 
Hernandez le reuniria en Santiago un buen trozo de 
jente para poder correr, sin estorbo ya, toda la Arauca- 
nia, y asentar el pendon castellano en el mismo centro 
de aquel pueblo invencible, Tales ilusiones nutria el alma 
de Sotomayor en la ciudad Concepcion cuando le llegó 
aviso del comisionado Hernandez con traslado de la res- 
puesta escrita del cabildo de la capital, y cuya sustancia 
era : que la ciudad no podia en manera ninguna favo- 
recerle, despoblada como la habian dejado tantas y tan 
repetidas levas; que minas y estancias todo estaba aban= 
- donado por falta de brazos; que, en fin , Si tanto era el 
- aprieto y la escasez de jentes en que $. S. se encontraba, 
acudiese á Lima, 6 4 España, en solicitud de elementos 
de guerra, no habiendo ya ninguno en el reino. 

De preveer era semejante resultado. Si 4 este no si- 


(1) Segun G. Qui 


roga las tres cuartas partes de los Indios se llevó ese ter- 
rible azote, E 


CAPÍTULO XVI. 185 


guieron otros mas desastrosos , agradézcase á que el pais 
no se encontraba en posicion de hacer armas. 

Como quiera, todavia cayó en la presuncion de don 
Alonso la idea de que con su presencia en Santiago, otro 
sesgo diferente tomarian las cosas, y otros serian los 
esfuerzos del cabildo, siquiera por no desairarle cara á 
cara; y con esta máxima se apartó de Concepcion yendo 
camino de la capital con algunos caballos de escolta. En 
llegando allá se entendió con los capitulares, y demas 
autoridades reunidas, exponiéndoles cuanto importaba 
un sacrificio, acaso el último, para concluir la conquista 
de un pais que en continua alarma tenia todos los esta- 
blecimientos meridionales, y mas que algo pudiera haber 
de verdadero en la tal presuncion, donde nada queda, 
ningun sacrificio cabe : tal fue el sentido de las palabras 
con que se le respondió al gobernador, teniendo este que 
resignarse y concentrar todas sus esperanzas en la comi- 
sion de su maestre de campo, y aguardar su regreso en 
la mas completa inaccion, pero con el doble sentimiento 
de saber que sus enemigos, con todo de lo desfavorables 
que los sucesos de la última campaña les habian sido, 
con todo del terrible estrago que entre ellos cumplieron 
las viruelas, cuya plaga comenzaba ya 4 moderar sensi- 
blemente su malignidad, en el cacique del segundo Bu- 
talmapu, llamado Paillamacu, acababan de poner el 
toquiato; no porque habilitados estuviesen para saltar 
de repente á campaña, pues que escasísimos de brazos se 
veian, sino para probar á sus opresores que en guerra 
los habian de tener en tanto y siempre que un solo Arau- 
cano con vida se pudiera mantener en el pais. 

Llegó por fin, el maestre de campo (1) 4 la bahía de 

(1) Nada bien despachado del virey don G. H, de Mendoza, dicen la mayor 


-186 HISTORIA DE CHILE. 


Concepcion, pero con mucha menos jente de la que el 
virey entregó en el Callao 4 Lamero en su primer envío, 
y á Concepcion pasó volando don Alonso presumiendo 
que mayores fuerzas se le traian. 

Entró don Alonso en aquella ciudad el A de abril de 
1592 (1) y no quedó poco sorprendido reparando el débil 
socorro con que García Ramon habia vuelto del Perú, 
socorro ni de mucho suficiente para reemplazar las pérdi- 
das que la epidemia pal Pm en las pmreaion me- 
ridionales, cuando co rollar, 
de una vez, y para siempre, el turbulento ardor de todas 
las parcialidades insumisas. No gastó ee Hauao: a en 
aconsejarse, y de Concepcion mism 
para el Callao, seguro de que su presencia en la ciudad 
de los Reyes habia de sacar del virey cuantos auxilios 
le sujiriera su propio querer; pero como ningun bajel 
guardara entonces aquel puerto, á Santiago regresó en 
toda dilijencia (2), bien resuelto á substituir sus atri- 


de de los historiadores. ¿ Habria alguna causa para que el virey se condujera 

esta vez segun da á a el ESO 202 esas o Desde luego los su- 

cesos en que trar d teria, pero importa ob- 

servar aquí que don G. H. de Mendoza no PP menos de es como, y en qué 

consumia E fuerzas el gobernador de Ente, an que don eso adelantara un sa 
ydon 


la conquista 


» Y 


de Sotomayor, el valerde los Araucanos tenia igual nc ó, mas claro, no era 
HENgunOs sad $us el primero Po haci ont en todas direcciones, 
al pie de los rebel 


nes. En abono de pe e rimera Ji 

poa da > May no volverá ba ode se mismo virey, citada en nota de la pá- 
á mas de lo tengo, sin ninguna duda, 

» que con e oro entregados á Laicos yu los que hay allá, habrá 

» los que bastan, y aun ce para poder allanar y poblar todo el estado 

» de Arauco, y hecho esto, con 

sientos del cabildo del 17 de febrero de 1590.) 


(As 

(1) Cabildo de Santiago. 

(2) El 1? de mayo pasa por el pueblo de Duao, de Maule ; no dice el cabildo 
qué día entró en Santiago, pero nota que el í de julio estaba en aquella ca- 


CAPÍTULO XVI. 187 


buciones gubernativas en persona de su confianza, y 
marchar en seguida para el Perú. 

La falta de bajel por una parte, y por otra los solícitos 
esfuerzos del cabildo de Santiago para disuadir al gober- 
nador de su empeño de dejar el reino huérfano, por de- 
cirlo así (1), en circunstancias que tanto importaba viji- 
lar las operaciones de los Araucanos corriéndose ya por 
algunos estados hasta vista de los establecimientos Espa- 
ñoles, aunque en grupos de muy corta consideracion, 
entrabaron durante algun tiempo la empresa de Soto- 
mayor, pero por fin salió poniéndola en planta el 30 de 
junio, trasladándose á bordo de un buque surto en el puerto 
de Valparaiso. Magnífica acojida mereció don Alonso del 
virey don García Hurtado de Mendoza, haciendo que el 
cabildo dela ciudad de los Reyes saliera á recebirle fuera 
de puertas, para acompañarle en seguida hasta palacio, 
á cuyos umbrales salió el virey dispensando al goberna- 
dor de Chile el mismo ceremonial, la propia pompa con 
que de costumbre eran recibidos los vireyes en su pri- 


- mera presentacion oficial (2). 


pital, y que el 30 del siguiente julio se embarcó para Lima en el puerto de 
Valparaiso. Molina y otros pretenden que don Alonso regresó á Chile; que 
encomendó el mando militar para durante su ausencia á García Ramon, y el 
político al licenciado Pedro de Vizcara. — No hay de cierto sino esto último, 
pero en calidad de gobernador militar y político, que así se recibió en el 
ayuntamiento el 31 de Julio, como se ve en los asientos de los cabildantes 
con estas palabras: « El licenciado Pedro de Vízcara teniente de gobernador 
» y capitan jeneral de este reino de Chile, y justicia mayor; usando de los 
» poderes que del rey N. $. tengo en ausencia del gobernador de este reino, y 
» los por S. S. en mi subdelegados para las cosas de gobierno, etc., etc. » 
(Cabildo de Santiago.) 


tusiasmado 


Lay Mí s Ed + 1 hitAna A 
A 


esa resolucion de don Alcnso. No es admisible una suposicion de que ni la mas" 
remota idea hay en el libro de asientos, y nuestros manuscritos la contradicen 
señaladamente. ; : ; 

(2) Don G. H. de Mendoza llevó muy 4 mal la llegada de dor Alonso Soto- 


188 HISTORIA DE CHILE. 


Que don García Hurtado de Mendoza tenia en mucha 
estima la persona de don Alonso de Sotomayor, mas que 
discordes estuvieran esos dos ilustres personajes en el 
modo de hacer la guerra á los Indios, lo prueban testi- 
monios irrecusables; y de tanto mas mérito cuanto que 
no es raro ver como se le desatiende al caido desde el 
mismo instante en que la fortuna sale enseñándole su 
torva faz. Habia, por otra parte, en el virey un esme- 
rado civismo , una penetracion sobradamente exquisita, 
y aunque seguro estuviera de que, con distinto sistema, 
resultados mas ventajosos habria procurado á Chile el 
gobierno de Sotomayor, harto comprendió que la persona 
nombrada para sucederle no era, ni con mucho, tan á pro- 
pósito en las circunstancias, y por consiguiente entró en 
la idea de ver como guardar en el gobierno chileno 4 don 
Alonso, sin dejar su propia responsabilidad descubierta 
ante la soberana voluntad. ; 

En estaidea convocó el real acuerdo, y propuso á todos 
los miembros una suspension pura y simple al cumpli- 
miento que lá real resolucion pedia, fundando razones 
que los ministros no debieron considerar de gran peso, 
puesto que todos unánimes salieron diciendo ser impo- 
sible el negar la provision del gobierno de Chile 4 don 
García Oñez de Loyola, que por competentes poderes 
la reclamaba ya de la audiencia; que eso fuera desairar 
Ad " Sol do inmediatamente para que en la misma nave, y sin 


u gobierno ; solo que habiéndole expuesto el gober- 
e chulos o las Ea de su ida al Perú, y las onas en quienes habia 


pers 
dejado interinamente el cargo de sus facultades, fue tantó su júbilo que con 
mil d 


ostraciones caballerosas salió honrando á aquel personaje. He ahi lo 


s 


0 
le gustó hailarse con a novedad de que el rey le tenia dado sucesor, y que en 
camino iba á ponerse este E reemplazarle. 


CAPÍTULO XVI. 189 


á un sujeto caracterizado, lleno de talentos, y de servi- 
cios muy distinguidos en el Perú, y capaz de guiar con 
tanto acierto como el mismo don Alonso, las riendas del 
gobierno chileno. 

Justicia ejercia en este caso aquel supremo tribunal, 
y decimos justicia con el previo supuesto de que ni vió 
entre los dos sujetos diferencia de cualidades, ni para 
el real servicio compromiso de ninguna especie, aunque 
aparte de él quedara Sotomayor, como así lo prevenia la 
voluntad soberana. Pero resistimos á ese supuesto; la 
audiencia de Lima no estaba, ni nunca estuvo, por don 
Alonso Sotomayor, en calidad de gobernador de Chile, 
y solo porque este supo “(bien ó mal hecho) mantenerse 
independiente de ella, mientras duró la independencia 
del reino chileno de los vireyes del Perú. Resentida le 
tenia el silencioso orgullo con que Sotomayor la habia 
tratado, y de su resentimiento en breve nos dará: otra 
prueba , harto injusta en verdad, porque de todos modos, 
si errores cometió don Alonso durante su gobierno, pren- 
das soltó tambien'que digno le hicieron de respeto y de 
recompensas, aunque tardías, pues ese suele ser des- 
graciadamente el ordinario curso de las cosas humanas, 

Así descartada la pretension del virey, no le quedó á 
don Alonso otro arbitrio sino mandar á Chile por su 

familia, pues en este reino habia casado con doña Isabel 

de Irarrazabal, hija del capitan don Francisco, señor de 
las Casas y de Andía, que con su esposa la señora doña 
Lorenza de Zarate pasó á aquellas rejiones. 

En Lima se mantuvo don Alonso de Sotomayor hasta 
que don García Hurtado de Mendoza salió dándole el 
mando de uno de los buques de la escuadra que echó en 
persecucion del pirata inglés Ricardo Hawkins, á las 


ie 


190 HISTORIA DE CHILE. 


órdenes de su cuñado don Beltran de la Cueva y Castro, 
y sorprendido el pirata en el mar del Sud en 1594, en 
manos de don Alonso quedó prisionero, teniendo ademas 
ese ilustre caudillo la gloria de tomarle de abordaje la 
propia nave que de capitana hacia entre las demas del 
jefe corsario. : 

Fue algunos meses despues resolucion de la corte de 
Londres una empresa naval contra Panamá. En 10 de 
octubre de 1595 salió de Plimouth una escuadra bajo la 
conducta de los jenerales Juan Hawkins,hermano del pi- 
rata (prisionero de don Alonso), y Francisco Drak; y 
como noticia de estos movimientos tuviera con tiempo 
don García Hurtado de Mendoza, al instante pensó que 
nadie como Sotomayor para desempeñar en aquellas cir- 
cunstancias la capitanía jeneral del punto amenazado, 
vacante entonces por reciente fallecimiento del presi- 
dente de la audiencia, y por consiguiente salió nom= 
brándole para dicho destino, pero el real acuerdo se 
negó á recibirle sin dar las causales (1). 

En Lima estaba á este tiempo don Alonso de Soto- 
mayor, y no se pasaron muchos dias sin recibir la noticia 
de que los Ingleses se habian puesto á vista de Puerto= 
Rico ; causa fue esta, sin duda, para que los oidores del 
Perú, con mejor acuerdo, y honroso olvido de pueriles 
resentimientos, salieran ministrando al ex-gobernador 
de Chile la real provision con que se le. mandaba con= 
currir al desempeño de la capitanía jeneral de Panamá: 

Dilijente acudió Sotomayor ála defensa del punto que 
á su cuidado se fiaba en nombre del rey, y dilijente se 
mostró en todos cuantos preparativos consideró de valer 
para salir al opósito de las armas que contra él venian. 
(1) Recordar lo que acabamos de decir en la pájina precedente, 


CAPÍTULO XVI. A91 


La escuadra enemiga tomó puerto en Nombre de Dios, 
pero mandada por Francisco Drak solamente, porque 
Juan de Hawkins pagó con su vida en Puerto-Rico, en 
choque con los valerosos capitanes Pedro Tello de Guz- 
man , Sanchez Pardo de Osorio, y Pedro Juarez. Desem- 
barcó un trozo de jente el jeneral Drak, y púsola á las 
órdenes de su hermano Tomas, quien caminando contra 
Panamá, y al mismo llegar á Capirillo, á tres leguas de 
aquella ciudad, tuvo sobre sí las tropas de don Alonso, 
se comenzó el ataque, y la vanguardia mandada por el 
capitan Juan Henriquez Canebiot, que en Flandes ha- 
bia servido con Sotomayor, y tambien en Chile, al ins- 
tante le puso en completa derrota corriéndole hasta las 
naves. 

Dos dias despues de esa victoria de las armas a 
las, ocurrió la muerte del jeneral Drak; llegó á aquel 
punto cojido de una fiebre maligna, y con los reveses de 
sus armas, tal hubo de ser su encendimiento que vino á 
sucumbir, quedando para gobierno de la escuadra su 
dicho hermano Tomas, que marchó en seguida para 
- Portobelo, para ser nuevamente roto por el mismo don 
Alonso; de suerte que pocas naos, y muy pocos Ingleses 
de los de esta empresa, pudieron volver 4:su pais natal. 

Una vez libre Panamá de sus enemigos, don Alonso 
renunció su cargo, y pasó á España en las naves que 
mandaba el jeneral Garibay. S. M. le otorgó una en- 
comienda de rédito de cinco mil pesos anuales en Chile, 
trasladada despues al Perú, por dejar aquellas rentas 
“aplicadas al real obraje de jarcia establecido en aquel 
reino; dióle tambien el gobierno, presidencia y capita- 
nía jeneral de Panamá, con especial cargo de fortificar 
á Portobelo, y esto con instancias tales que don Alonso. 


192 HISTORIA DE CHILE. 


tuvo que someterse á la voluntad soberana, pero al cabo 
de su mision, y cuando ya tenia conseguida licencia tem- 
poral para regresar á la península, el rey volvió 4encomen- 
darle el gobierno de Chile, con real cédula expedida en 
1601. 

-No admitió esta gracia, y á la corte se trasladó con 
su esposa, sus dos hijos don Alonso y don Carlos, una 
hija y su suegra, donde S. M. le hizo consejero de 
guerra. 

Tales fueron en sustancia los hechos harto laboriosos 
del esclarecido caudillo que tanto apeteciera en sus dias 
la conquista de la Araucania, que con tan sencilla fe 
creyera en ella, sin que la experiencia de nueve años de 
continuada lucha contra los hijos de aquel pais, llegara á 
desilusionarle, antes parece ser que á la vida de eterna 
paz pasara (1) con el firme convencimiento de que en 
haberle apartado del gobierno de Chile, la monarquía 
española habia perdido el goce de una de las mas pre- 
CloSas , y mas lucidas posesiones de la América. 


(1) Murió en Madrid en 1610, 


CAPITULO XVI. 


La mitra de la Imperial en don Agustin de Cisneros. — Don Martin García 
Oñez de Loyola, gobernador de Chile. — El toguí Paillamacu. — Trátase 
de paz con el gobernador. — Su porte respecto á lo perteneciente á cosas 
de gobierno. 


(15921593. ) 


A un nuevo órden de cosas va á pasar el reino de 
Chile, con un nuevo gobernador, y los acontecimientos 
nos dirán si hubo en ello ventajas ; pero ante todas cosas 
digno es de recuerdo el personaje que se anticipa á to- 
dos esos acontecimientos. 

El obispo de la Imperial ha pasado por real disposi- 
cion á la iglesia de Quito, y su silla en el licenciado don 

Agustin de Cisneros, dean de la misma iglesia , que en- 
tró en el gobierno episcopal en setiembre de 1592, para 
con sus dotes y ejemplar virtud enjugar las lágrimas de 
tantos fieles como parecieron llorando la ausencia de su 
primer pastor. Por desgracia, cuando pocos meses des- 
pues se disponia el ilustre Cisneros para pasar á Santiago 
á fin de recibir del santo prelado que en la capital habia," 
la consagracion de usanza, Dios dispuso de su vida, y 
tambien , muy poco despues, de la del que debia ser su 
consagrante (1). : 

Sensible fue la pérdida que hizo E reino en estos dos 
laboriosos varones cuya piedad y zelo habian sido un 


(1) Sus restos fueron trasladados á la Concepcion desde la arruinada Im- 
a por mandato del gobernador don Francisco Laso de la Vega. El templo : 
ue fueron depositados en ruinas quedó cuando el asolamiento de aquella. : 
primera ciudad. 


11, Historia, 13. 


494 HISTORIA DE CHILE, 


poderoso freno contra la relajacion de las costumbres, 
por lo menos en todas cuantas partes pudieron ellos al- 
canzar con sus caritativas y fervorosas exhortaciones ; 
pero ya lo hemos dicho , un nuevo jiro para el gobierno 
civil y militar de Chile tiene escrito el libro de los desti- 
nos humanos, y acaso estuviera á su lado tambien el 
decreto de que á manos de nuevos obreros habia de pasar 
al mismo tiempo la direccion de las cosas concernientes 
á nuestra fe : asunto es este que con alguna extension 
hemos de tratar en el capítulo siguiente, ya que el órden 
natural de los acontecimientos pide que volvamos la vista 
al sucesor de don Alonso de Sotomayor. | 

- Don Martin García Oñez de Loyola, caballero de la 
órden de Calatrava, maestre de campo del reino del 
Perú, natural de la provincia de Guipuzcoa (España), 
y próximo pariente del célebre fundador de la compañía 
de Jesus, fue nombrado gobernador de Chile por real 
cédula de Felipe II, despachada en San Lorenzo el 10 (1) 
de setiembre de 1591. 

ombre de noble estirpe, de probado valor, de luces 

nada comunes, de esmerada prudencia, y de una cir- 
cunspeccion que casi rayara en desconfianza hasta de su 
propia persona, en el Perú supo granjearse no poca 
nombradía, hasta que por último acabó de esclarecerla 
on la prision de toda la familia del inca Tupac-Amaru, 
que en los Andes se revolvia solícito á fin de recobrar á 
mano armada los derechos de aquel imperio, derribando 


al virey don Francisco de Toledo , Con igual y mayor 


razon que Pizarro habia derribado á sus inocentes y 
- malhadados abuelos, | 
Ala captura de ese príncipe se siguió su injusta muerte, 


(1) Otros ponen equivocadamente el a. 


ps 


A 


Ps 


CAPÍTULO XVIL 195 


y no culpamos de esto á Loyola, pues que no hizo sino 
obedecer las órdenes del virey, que mandó pasar por 


las armas á todos los miembros de la revoltosa familia. 


Don Diego Martin tuvo en premio de ese hecho la mano 
de la hija del desgraciado Inca, doña Beatriz Clara Coya 
(Princesa de Oro, en lengua del pais), recojjendo ade- 
mas, por real merced, el gobierno de Chile. 

Un socorro de mas de cuatrocientos soldados y abun- 
dantes provisiones de boca y guerra se le suministró en 
el Perú, al tiempo de pasar á encargarse del gobierno 
de Chile ; y el 23 de setiembre de 1592 aportó en Val- 
paraiso , es dlecir cincuenta y tres dias despues de la sa- 
lida de don Aloñso de ese puerto para el Callao, que así 
mismo lo nota el cabildo de Santiago. 

Cuando ese cabildo recibió noticia de semejante 
acontecimiento, un júbilo indecible sintieron, así los 
miembros que le componian, como igualmente Sus 
administrados; pues cuando la persona que cargada 
venia con la primera autoridad del reino no hubiera reu- 
nido prendas de tanta esperanza, todavia se dieran 
todos por muy satisfechos, considerando que llegaban 
muy á propósito tropas con que hacer frente á los Arau- 
canos, que ya se ejercitaban en cercos de guerra para 
abrir nueva campaña. Por tanto, vino en determinar el 
ayuntamiento, con fecha 24 del mes referido, que Segun * 
costumbre se compre « para su lustroso recibimiento da- 
» masco con goteras de flocaduras de oro y seda para el 


» palio, una silla, brida con su freno, cabezadas, pretal 


-» y baticoi dorados, y el caballo blanco del capitan Juan 


» Jofré, para que el gobernador haba su entrada ; que 
» para ella el fiel ejecutor tenga aderezada Lo a 
» formada la puerta. » 


196 HISTORIA DE CHILE. 


Con todo ese aparato, y grandes demostraciones de 


alegría, fue recibido don Martin Oñez de Loyola en San=_.. 
tiago, el dia 6 de octubre de 1592, segun consta de los E 


asientos de su cabildo (1). 

Si don Alonso de Sotomayor consideró de fácil hacer 
la conquista de la Araucania, sembrando á profusion en 
su suelo fortalezas mas ó menos defensables, y lleván- 
dolo-todo 4 punta de lanza siempre que los Indios salie- 
ran desbaratando sus planes ; enteramente contrario sis- 
tema traia meditado Loyola, y con seguridad de llegar 
á aquel mismo fin, porque en su calidad de esposo de 
la hija única de un inca ó príncipe indio, señor se hubo 
de creer de todos los Indios, y que á su vOz precisamente 
habian de soltar ellos las armas, renunciando todas sus 
pretensiones de independencia. 

Ese hecho ( y otros recojerá en breve la historia) nos 
da ya á entender que el humo de la suprema autoridad 
ha ofuscado el claro juicio del hombre que en el Perú 
dejaba prendas de una circunspeccion muy sesuda,, y 
siempre precavida. 

Los Araucanos, como ya se apuntó en el capítulo pre- 
cedente, habian puesto el hacha del toquiato en el an- 
ciano Paillamacu, hombre sino tan hidalgo como aquel 
famoso consejero del insigne Caupolican , llamado Colo- 
“colo, no menos sagaz, no menos amante de su pais, ni 
tampoco menos cauto, y si, como en los dias de aquel ve- 
nerable anciano, sobrados anduvieran los brazos, y de- 
mas elementos de guerra , con la experiencia que de esta 
tenian ya en este tiempo los Indios, de suponer es que 
Paillamacu hubiera éclipsado las tantas y tan grandiosas 


ponen 
ponen 


(1) Molina Ay: sis OS se eses á Chile en el mes de 8. 1593, y 


- 


CAPÍTULO XVI 497 


hazañas de sus mayores, dando á la bandera española 
lecciones sumamente fatales. Y al cabo ¿qué mayor 
honra para un jeneral que el haber asentado en los cua- 
tro Butalmapus la independencia casi ya encadenada , 
echando de todos ellos á sus arrogantes opresores en 
quienes recayeron males sin cuento , horrores y cruelda- 
des que ni la pluma se atreve á señalar ? 

Es verdad que Paillamacu supo auxiliarse de personas 
muy capaces, así para el consejo, como para la accion, y 
salió desde luego con el nombramiento de dos vice-toquís, 
Pelantaru y Millacalquin , ambos jóvenes, ambos enten- 
didos, y ambos oficiales de mucha práctica en la guerra ; 
pero el hombre de mas valía para el toquí fue, sin duda 
alguna , el esclarecido cacique Antupillan (dia del diablo 
y hora de la potestad de las tinieblas , en idioma indio), 
tipo verdadero de la falsía, de la mas solapada inten- 
cion, y de una facundia tan melíflua y derretida que 
era imposible resistirla, y lo que es peor, ni llegar á 
recelarla, , 

Cuando el gobernador don Martin entró en Santiago, . 
público era ya que Paillamacu estaba en los marjales de 
Lumaco instruyendo á sus tropas, y engrosando sus filas 
de dia en dia, porque aquel era el punto dado para que 
concurrieran los Indios de armas tomar de todos los 
cuatro Butalmapus ; y en proceder así se ve que el toquí 
se preparaba para la guerra con las mismas acertadas 
precauciones que en su tiempo procedió el entendido 
Antuhuenu. 

No por esa noticia desesperó Loyola del triunfo de su 
plan de paz, pero por lo que acontecer pudiera, y pues 
que dispuestos para la guerra salian los Araucanos, para 
la guerra comenzó 4 disponerse tambien él, y el primer 


Pi 


he 


198 HISTORIA DE CHILE. 


acto de su gobierno fue salir nombrando de maestre de 
campo jeneral á don Pedro Paez Castillejo ; y de sarjento 
mayor á Miguel de Olavarría (1). 

En seguida se pas0'á la organizacion de las tropas, 
y apresto de materiales, pero pidiendo al cabildo de 
Santiago, lo que no habia dado últimamente á don Alonso 
Sotomayor, es decir, hombres, petrechos y dineros. El 
cabildo nada pudo ministrar; algunos voluntarios pare- 
cieron al llamamiento de Loyola, sin mas que por ser 
nuevo en la escena, que la novedad siempre enseña al- 
gun atractivo ; y como esto no se encontrara suficiente 
para poder imponer una paz honrosa, ó sustentar la 
guerra sin descrédito, don Martin recurrió á las arcas 
reales, y las halló vacías. Es digno de nota el auto que 
proveyó el gobernador con fecha 19 de enero de 1593, 
para remedio de sus apuros, dice así : , 

« Que obligado de la extrema necesidad en que halló - 
» este reino, así de hacienda como de jente, y todo lo 
» demas necesario para el seguimiento de la guerra y 
» pacificacion de los Indios rebelados 3 procurando las 
» medidas mas eficaces para suplir esta necesidad, y en 
» el entretanto que S. M. provea de remedio ; el que mas 
» conveniente ha parecido á su real servicio, y menos 
» dañoso del bien jeneral, segun tambien les parece á los 
» Oficiales reales de la real hacienda, es la cantidad ne- 


A tales, y á otros? Nada : cada gobernador cup 
vas criaturas, y de alli la resulta 

onados, 6 fastidiados; cuando 
das las fuerzas. 


Ss 


E: 


0 


CAPÍTULO XVH. 199 


» cesaria para ello buscarla prestada hasta que en sus 
» reales cajas hubiese de que pagarla, y en particular 
» para este presente año se buscase lo que fuere irrecu- 
» sable y forzoso , prestado por la dicha cuenta, con la 
» obligacion de que si S. M. no tuviese por bien de man- 
» darlo pagar, lo pagará el dicho gobernador de su pro- 
» pia hacienda. 

» Y por ser poca toda la que así se pudo hallar pres- 

» tada entre los vecinos, moradores y naturales de esta 
» ciudad, y su distrito, y los demas de este reino, por la 
» suma pobreza que todos ellos tienen ; he mandado pe- 
» dir de nuevo á todas las personas que de su propia 
» voluntad lo quisieren hacer, siryan á S. M. graciosa- 
» mente con lo que cada una buenamente pudiere, de 
alguna cantidad de ropa, caballos y armas, por la 
» mucha necesidad que hay de ellas..... Atento á que 
está prohibido por provisiones de la real audiencia de 
los Reyes, echar derrames en semejantes ocasiones y 
» necesidades, que era el reparo de que se solian valer 
» en este reino, etc., etc. (1) » 

De la recaudacion de donativos que producir tad y 
ese auto, quedaron encargados el sarjento mayor Ola- 
varría, y el factor Bernardino Morales; pero cortísimo 
fue el fruto, y no hubo mas remedio que contentarse con 
lo que se tenia, y marchar al teatro de la SUATAS RAFA, 
ver si con palabras de, paz se quitaban las armas sai. 2: 
nos de los Indios. a 

El proceder de don Martin en la nit de Chile, no 
desbaratando el personal de ja administracion civil y 
militar de su antecesor, como solia ser de usanza entre 
los gobernadores, cuando este no hizo sino los dos nom= 


a) Libro del cabildo. 


=> 


ES 


= 


200: HISTORIA DE CHILE. 


bramientos citados mas atrás, fue de un muy venturoso 
augurio para aquel vecindario y sus autoridades , porque 
en efecto, no con cambios personales mejoran hacienda, 
justicia, ni milicia, y prudente es guardar los hombres 
que esos ramos manejan, toda vez que con intelijencia 
y honradez desempeñan sus cargos. 

Pero es que Loyola entendia ser gobernador de abso- 

luto consejo, y poner tierra de por medio entre su per- 
sona y las reclamaciones que los méritos, los servicios, 
el deber y la equidad, hubieran podido levantar obligán- 
dole á miramientos de merecido respeto. Hay que se- 
guirle aquí con los asientos del cabildo en la mano, lo 
primero porque no carece de interés la retahila de pue- 
blos cuya administracion se distribuye entre varios suje- 

os, pueblos de que algunos ni acaso memoria existe 
hoy ; y lo segundo porque vemos con esmerada exacti- 
tud lo bien que don Martin Oñez de Loyola consume su 
tiempo para dar por el suelo con cuantas leyes, orde- 
nanzas, bandos, provisiones y reglamentos, gobernado 
habian el reino de Chile durante medio siglo, con tal ó 
cual reforma que la experiencia pudo aconsejar, no hay 
duda , pues que otro tanto se cumple en todos los paises 
del mundo. 
En Teno firmó ya nombramiento de alguacil mayor de 
todas las ciudades dei reino, en favor de Juan de Ba- 
—Jaincua, y con fecha 21 de febtela de 1593. 
En Peteroa,-y fecha 2% de dicho febrero, nombra- 
miento de protector de Indios para Lesmes de Augurte, 
y nombramiento de correjidor y lugarteniente de capitan 
jeneral de la ciudad de Santiago para Jerónimo de 
Benavides, 


En el real de Pocoa 6 Tocoa, y fecha 3 de marzo, 


CAPÍTULO XVH. 201 


nombramiento para Diego de Rojas en calidad de cor- 
rejidor de los pueblos de Indios Cauquenes, Chanco, 
Luanco, Purapel, Purales, Pocoa, Y ichuquen , Longa- 
milla, Putagan, Duao, Lora, Gualemas, Luntue, Pe- 
teroa , Pegueu, Malaquito y Gonca. 

Entró el gobernador en Concepcion, y nombró el 30 
de mayo á don Alvaro de Villagra correjidor de los pue- 
blos de Teño, Branco, Nancagua, Colchagua, Pecuno, 
Lighueno, Pichidegua, Pugidegua, Rapel, Malloa-, 
Taguatagua y Copeguen. 

El 2 de junio, y en el mismo punto, nombramiento 
para Jerónimo Ledeño en calidad de correjidor de los 
pueblos de Quillota, Aconcagua, Ligua , Putaendo, 
Chuapa, y de los Yanaconas de don Alonso Sotomayor ; 
con órden de que Luis Abad, por su parte, administre 
los de Colina, de Gaspar de la Barrera, y los de Lampa 
de Tomas Duran. 

En 4 de junio, ordenanzas nuevas concerniente á los 
Indios reducidos, « las que me han parecido mas justifi- 
» cadas , dice el mismo gobernador, para poner cerca cor- 
» rejidores y administradores que cuiden de su beneficio. » 

En 10 de agosto, formal bando para que en parte 
ninguna sean obedecidas ni cumplidas las cédulas rea- 
les, ni las reales provisiones de la audiencia de Lima, 
si no pareciesen con el cúmplase del superior gobierno 
de S. E.; y esto, «atento, dice, á que viene á Chile con 
» el ánimo de ser beneficio á los Españoles. á los Indios 
» reducidos, y á los nacionales de guerra , por ser vistos 
» los daños irrogados á los habitantes de las ciudades del 
» reino por el puntua] cumplimiento que habian dado á 
» dichas reales cédulas y provisiones que no venian acer- 
» tadas como dictadas de lejos. » 


2092 HISTORIA DE CHILE. 


En una palabra, todo lo removió, todo lo arregló 4 
su manera , y ese desprecio jeneral de cuanto los prece- 
dentes gobernadores dejaran en vigor para que mas. ex- 
pedito y desembarazado pudiera marchar el gobierno, 
precisamente debió alarmar algunas conciencias, que 
entonces alzarian la voz, puesto que el virey don García 
Hurtado de Mendoza manda desde Lima al licenciado 
Luis Merlo de la Fuente para que cumpla una visita je- 
neral en el reino de Chile, y dé puntual cuenta. La visita 
tuvo efecto, pero sus resultados no andan averiguados. 

Llena así la medida de cuanto correspondía á la acmi- 
nistracion civil y política, en la guerra pensó don Mar- 
tin, ó mas bien en la realizacion de la paz, que con ella 
salió convidando á los Araucanos desde la ciudad Con- 
cepcion , por conducto de un Indio neutro (1) encargado 
de decir al toquí Paillamacu que él (don Martin) habia 
venido á Chile por expresa voluntad del rey para ajustar 
paces con los Indios todos, y se habia prestado gustoso 
á semejante mision< no por otra causa sino porque , como 
esposo de una India, un entra able afecto sentia por 
todos los de su nacion, y no habia de parar hasta dejar 
asegurada su perpetua felicidad. Para el logro de ella, 
convenia , pues, que de acuerdo todos los próceres de 
los cuatro Butalmapus, se señalase un sitio donde dis- 
cutir, pactar y firmar los solemnes tratos de una paz 
franca, estable y ventajosa. 

El toquí, que sabia cuan precioso es en ciertos casos 
el tiempo , y de tiempo tenia, él necesidad todavia, oyó 
sin dar muestras de desagrado las propuestas del nuevo 
gobernador, y hasta salió, como queriendo incensar sus 
ausencias, dándose lá enhorabuena por sí, y á nombre 

(1) Otros dicen que auxiliar. 


$ 
CAPÍTULO XVII. 203 


de su pais, viendo con la suprema autoridad entre los 
Abañoles á un hombre casi Indio, decia él, basta los 
vínculos que le unen á la hija de un príncipe nacido en el 
suelo americano; pero por esa misma circunstancia, y 
en prenda de la ventura que queria labrar á los Ame- 
ricanos, debia comenzar S. S., añadió el toquí, por la 
despoblacion de todos los establecimientos españoles 
desde el rio Itata hasta el canal de Chiloe, declarando ' 
los pueblos intermedios en plena libertad y absoluta in- 
dependencia. .... « Proponédselo al gobernador, y pro- 
» meto no romper las hostilidades hasta saber en esa 
» parte cual es su voluntad..... » 

La respuesta fue muy araucana , es menester confe- 
sarlo, pero no desconcertó la arrogancia á don Martin , 
antes se apresuró á insistir en la convocacion de un par- 
lamento , en el cual, prometia, quedarian ajustados ese 
y otros puntos, todos ellos muy beneficiosos Para los 
Indios. 

A esta segunda invitacion contestó el toquí comisio- 
nando al sagaz Antupillan que, puesto en presencia del 
gobernador, supo virle con calma, mientras él pintaba el 
supremo poder de su rey, las fuerzas inmensas de que 
disponia para arrasar aquellas tierras en cuanto se aca- 
bara de cansar su soberana clemencia ; el mucho amor 
que aquellos descarrilados pueblos le inspiraban; las 
dichas que tenia su real ánimo reservadas para todos sus 
habitantes desde que sumisos vinieran á su obedien- 
cia, ete., etc., armas todas ellas que Antupillan volvió 
contra el gobernador con admirable apróposito , porque 
hasta entonces , ya que los Araucanos tuvieran probado 
el valor personal de los Españoles, ni seña siquiera po- 
dian figurarse de tan numerosas fuerzas, de la clemencia 


e] 
204 HISTORIA DE CHILE. 


real, ni tampoco de las dichas que esa clemencia $ 
guardaba : habian visto grandes lástimas , eso sí ; que- 
rian paz, no hay duda, pero sin esclavitud ; « y si en paz 
» apeteceis vivir con nosotros, le dijo Antupillan muy 
» cuerdamente, paz ofrecemos, mas dejadnos nuestro 
» suelo libre..... Eso es lo que no quereis..... » 


« Pues, permitidme ahora, señor, añadió el emba-. 


» jador indio, que trocándose los cuidados sea yo quien 
» 0s aconseje la paz, y no elijais la guerra. Observad 
» relijiosamente los tratados que yo os propongo en nom- 
» bre de mi nacion, y permanente y duradera vereis esa 
» deseada paz. Pero si hiciéreis lo que habeis tenido de 
» costumbre, estad cierto que uno solo que de los nues- 
» tros quede, ese habra de mantener la guerra hasta que 
» rinda gloriosamente la vida en obsequio de la pdas 


» y de la patria. » 
Ya sell que á tales condiciones la paz era irrealizable 
de parte del gobernador, y por lo mismo, aunque atento 
y cortés despidió al embajador indio, siempre prome- 
dd esperanzas de paz, siempre insistiendo en un 
congreso formal de los caciques y jenerales de todos los 
Butalmapus, bien sentia en su interior la necesidad de 
ir á la guerra, y á este fin comenzó á dar desde luego su 
mas particular atencion. 


CAPITULO XVIII. 


Llegan a jesuitas á Chile. — Como fueron recibidos en Coquimbo, 
y despues en Santiago 


( 1593.) 


Cinco años y mas hacia que las autoridades del reino 
de Chile, con vista de la muy escandalosa relajacion de 
costumbres en que sus administrados habian caido, sin= 
tiendo tambien la suma falta que en el pais habia de sa- 
cerdotes y doctrineros, no solamente para la instruccion 
de los Indios reducidos, sino á fin de enfrenar las des- 
atadas y vergonzosas pasiones que imperaban en las ma- 
sas españolas, arrastrándolas á los mas torpes y crimi- 
nales extravios; y como de tanto renombre gozara 
entonces la doctrina de los PP. de la compañía de Jesus, 
al rey Felipe 11 se habian dirijido solicitando se les en- 
viasen relijiosos jesuitas que atendiesen al cultivo de la 
viña del Señor. 

Con vista de semejante exposicion salió diciendo S, M., 
en fecha 12 de setiembre de 1590, lo siguiente : 

« Mis presidentes, oficiales y jueces reales de la casa: 
» de Contratacion de Sevilla. YO os mando que dejeis 
» pasar á las provincias de Chile á Juan Ramon, de la 
» compañía de Jesus, y que pueda llevar siete relijiosos 
» de la dicha compañía que van á entender en lagcon= 
» version y doctrina de los Indios. Fecha en San qe 
» TEnzO , CbC..... 

Ese fue el solo conducto con que los jesuitas dice 


+ 206 HISTORIA DE CHILE. 


de España para Chile, pero dirijiéndose anticipada- 
mente á la casa que ya tenian en Lima, siendo provin- 
cial de ella, y por consiguiente de las demas establecidas 
en el Perú, el P. Juan Sebastian Parricio , apóstol de la 
América. Acaso no encontrara este relijioso en los obreros 
destinados para Chile las cualidades necesarias al buen 
desempeño de la obra, puesto que no obstante venir 
designados para aquel reino, S. R. los retuvo en su casa, 
diciendo que pediria entre tanto 4 Dios una acertada 
eleccion de sujetos de ciencia y experiencia, de sujetos, 
en fin, habituados á los trabajos y hechos á la tierra, 
hechos á los Indios, conocedores de sus costumbres , y 
maxime tratándose de una provincia tan vasta, tan po- 
blada; y de jente tan noble: 

Fue resultado de esas meditaciones el salir nombrado 
vice-provincial de la mision destinada á Chile el P. Bal- 
tasar de Piñas, que ya habia sido provincial del Perú, y 
procurador jeneral de la compañía en Roma; con facul- 
tades expresas del R. P. Parricio para entender por sí 
solo en la elección de los siete sujetos que le habian de 
acompañar, en puntual cumplimiento de lo prevenido 
en la señalada real cédula. 

En consecuencia , los compañeros que elijió el P. Piñas 
fueron Luis de Valdivia, maestro de novicios; Fertando 

'fíde Aguilera y Juan de Olivares, hijos de Chile, y por 
tanto instruidos en la lengua de los Indios, que cuenta, 
en efecto, merecia esa circunstancia; Luis de Estela y 
Gabriel de Vega, relijiosos de acreditado zelo ;-en fin, 

suel de Telena y Fabian Martinez, en calidad de coad- 
jutoros ; y todos ellos , excepto Olivares, que en aquella 
sazon se hallaba feta. de Lima, todos pasaron á bordo 
del navío San Francisco Javier, el 12 de febrero de 


CAPÍTULO XVII: 207 


1593, en el puerto de Callao, para subir 4 Chile (1). 

Una impetuosa borrasca tuvieron que sufrir cuando la 
nave andaba hácia los 33 grados de latitud, y cuando 
mas esperanzados estaban los marineros de caer en breve 
sobre el puerto de Valparaiso, cuyo rumbo seguian, la 
destemplanza de los vientos desgobernó el bajel, y al cabo 
le precipitó tras 10 pocos peligros en direccion de Co- 
quimbo , y este puerto pudo tomar para que los relijiosos 
comenzaran tranquilos la obra de que iban encomendados. 

Indecible el entusiasmo de los cabildantes y morado - 
res de Santiago como llegaron á saber el arribo de los 
PP. de la compañía á Coquimbo, y grandes preparativos 
se hicieron para recibirlos en la capital, solo que rece- 
loso el convento de Santo Domingo de que se le arrebatase 
la honra de hospedar y obsequiar á personajes de tanto 
importe , su provincial el P. 1. Francisco de Riveros, y 
su prior F. Pedro de Alderete, natural de la ciudad de 
Osorno (en Chile) salieron poniendo en el valle de la 
Ligua un religioso dominico con cartas suplicatorias para 
que los jesuitas no aceptasen mas hospedaje que el con 
que se les aguardaba en aquel convento hasta tanto e 
ellos pudiesen poner casa. 

El 12 de abril de 1593, penetraron q jesuitas en la 
capital de Chile dirijiéndose al convento de Santo Do- 
mingo, pero ya de noche, aunque no por ello les esca- 
searon los áplausos, ni las aclamaciones de todo un 
pueblo enajenado con la llegada de los hermanos del re- 
dentor Jesus, comio así se expresaba él mismo en su loco 
deporte (2). 

1) Se equivocaron los autores (¡ue pretenden que con el gobernador dos 


Mart ules Me torrmts pena on los la al reino de Chile. 
te. Los moradores de Coquimbo 


yv 


203. HISTORIA DE CHILE. 


Pronto comenzaron los donativos en dinero para. que 
fundaran casa los jesuitas , y adornaran suntuosamente 
el templo de Dios, costando desde luego el lugar donde 
habia de alzarse, y que ya habia ocupado un antiguo 
gobernador, que no se nombra, tres mil seiscientos pe- 
sos de oro. No se pasó mucho tiempo sin venir á tomar el 
cognomento de colejio con título y advocacion de San 
Miguel Arcánjel, merced á la liberalidad del capitan 
Andres Torquemada , y al de igual graduacion Agustin 
Driseño, que juntaron todas sus haciendas, é hicieron 
donacion de ellas á la compañía, con reserva del usu- 
fructo para los dias de su vida, pero, á condicion de 
pagar cada año, y por cada uno, trescientos pesos de 
oro álos RR. PP. 

Copia de esa escritura, celebrada en 16 de octubre de 
1595, se mandó al P. jeneral de la órden F. Claudio 
Aguaviva, y en su vista mandó no solamente las gracias, 
sino una muy encomiosa patente de fundador para cada 
uno de aquellos capitanes, mas no sirvió sino para el 
Torquemada, porque como resultara Driseño con deudas, 
y por tanto en la imposibilidad de cumplir lo que pro- 
metido habia, y los padres no habiendo recibido de él 


no estaban, ni de mucho. ta 4 3 la Q 1 llegada 


de los RR. jesuitas. En aquella ciudad, ni ayuntamiento, ni autoridad, ni pare 
ticular alguno, quiso brindar con su casa á los obreros 


del Señor, no obstante 
lo extrem 


oso de la fe de la época, pero aveníase con la misma la firme creencia 
que en una casa sita en el recinto, y desierta despues de varios años, una mul- 
titud de duendes y de espíritus inmundos habitaban, y esto tenia en un per- 

etuo temor á varias almas pacatas: 1 qn á > petligrosa casa echaron los ve- 
cinos de Coqu imbo á los jesuitas, y de ella á todas 


bx lejiones E Jerte de exorcismos y de zos constante sal eta el 


para trasladarse á Santiago, mulas, dinero, viveres, acompañamiento, con todo 
contribuyeron los ricos Coquimbanos á trueque de que los misioneros hicieral 
por tierra un viaje mejor, y menos aventurádo que el experimentado en el mar, 


; CAPÍTULO XVI. 


sino mil setecientos siete pesos de oro, se negaron á con- 
siderarle como fundador, y le pagaron con el nombre de 
benefactor, bajo del cual entró en la sociedad de Jesus 
retirándose del mundo. 

En una palabra, costó el colejio de los jesuitas ciento 
cincuenta mil pesos de oro, sin entrar en cuenta las 
alhajas de iglesia, ni otros ornamentos necesarios al culto, 
y este edificio que dió principio en 1591, y que se acabó 
en 1631, el temblor de tierra del 13 de mayo de 1647 se 
le llevó enteramente (1). 

De sus trabajos evanjélicos, de sus conquistas espiri- 
tuales, en el órden de los sucesos hablará la historia ; 
aquí baste decir que desde luego salieron condenando la. 
ignorancia, la desidia, la ambicion , la mala doctrina 
que habian manifestado hasta entonces los encargados 
de la direccion de las almas ; y por fundamento no vemos 
sino un hecho ciertamente escandaloso , el precio de cien 
pesos que se hacia pagar por cada sermon un sacerdote 
en Santiago : eso no era distribuir la palabra de un Dios, 
sino traficar descaradamente con ella. (2). 


(1) En 1608 quedó la provincia de los jesuitas separada de la dependencia 
del Perú por disposicion iy del P. Claudio Aguaviva, siendo su primer provincial 


universidad en 1634 á solicitud de Felipe IV, y universidad siguió siendo hasta 
1747 se erijió en la capital la real de San Felipe. 

- (2) El que apetezca saber las profecías de doña Catalina Miranda, de la India 

- Constanza, del Indio Andrés, y de otros inspirados, que veinte años antes de 


11, HisToRIA. 


CAPITULO XIX. 


Pasa el gobernador contra el vicetoqui Pelantaru. — Funda dos fuertes. —Paz 
con algunas parcialidades. — Santa Cruz de Coya. — Los je-uitas en los 
estados de Arauco.—El toqui en los pantanos de Lumaco.—Asedio del fuerte 
bo Jesus. — Reformas gubernalivas de don Martin. — El pirata Ricardo 

Aero del cabildo de Santiago de 17 de setiembre de 1594. 


(1593—1594.) 


No se firmaron tratados de paz entre Paillamacu y el 
gobernador, aunque por la afirmativa estan otros histo- 
riadores; pero en paz se mantuvieron algunos meses 
ambos bandos, que cada cual tenia sus razones para ello. 
Don Martin Oñez de Loyola queria remover cuantos me- 
dios pusieran las circunstancias en su mano, á fin de 


venir con los Indios á una amistosa reconciliacion , y con 


tanto mayor deseo de este tan dichoso resultado, cuanto 


que se reconocia sin los necesarios elementos para sus- 
tentar largo tiempo las hostilidades, si por desgracia 
presentaran los enemigos las fuerzas necesarias, porque 
de su teson no se podia dudar un solo momento. 
Paillamacu, por su parte, queria el tiempo para ins- 
truir completamente á sus tropas, disciplinarlas, y po- 


nerlas en estado de defender con ardor y honra su pen- 


don , como que meditaba no soltar las armas hasta purgar 
el pais de extranjeros. Por consiguiente, todavia se vol- 
vieron á comunicar los dos caudillos enemigos, entrete- 
niéndose ambos con esperanzas y promesas falsas, porque 
ni los Araucanos estaban en intencion de admitir paz 
sin que los Españoles cumplieran previamente la evacua- 


sl 


a 


| 
| 


; 5 é 
CAPÍTULO XIX. 921 


cion del pais, ni estos pensaron en otorgarla 4 menos de 
que los Indios se habian de someter al dominio del rey, 
y no para ser tenidos por verdaderos Españoles en cuanto 
á los derechos de ciudadanía, sino en calidad de esclavos, 

Ya por fin, salió el vicetoquí Pelantaru en los estados 
de Puren, provocando á la guerra , y el gobernador tuvo 
que romper marchas desde la Concepcion, resuelto á 
detener los progresos de la guerra. Siguió al paso del 
Biobio frente de Yumbel, y fue 4 campar en Chibicura , 
sobre su márjen austral, á cuyo punto presumió atraer 
al enemigo con levantar de pie dos fortines, del nombre 
de aquel lugar el uno, y el otro bajo el de Jesus (, 
que fue puesto en la márjen setentrional. Causa fue esta 
que dejó á descubierto los pensamientos de ambos par- 
tidos , €s decir, la mala fe con que trataban de paces á 
favor.de condiciones ajenas de su sentir. 

Corrieron, pues, varios cuerpos indios á estorbar el 
proyecto de los Castellanos, pero fueron ahuyentados, y 
de ahí salieron varias parcialidades prometiendo obe- 
diencia, y á mas un punto (el de Millapoa ) en que aque- 
llos pudieran asentar establecimiento como prenda de 
recíproca amistad con los Indios. No era todo esto sino, 
y pase la vulgaridad , una dedadita de miel para dor- 
mir al enemigo hasta adquirir medios suficientes con que 
destruirle, - DAS Paillamacu no entendia de otros 
ajustes. | 

Don Martin Oñez aceptó gustoso terreno y promesas: > 
pasando á fundar inmediatamente la ciudad llamada 
Santa Cruz de Coya (2) , en honra á la memoria de su 


Ae d d 
140) DON blicas construyó inmediatamente para la comunicacion de ambos 
rt : E 


uertes, 2 
(2) Unos la llaman así, 'ótros Santa Cruz de Loyola evidentemente equi- 


Ñ 
212 HISTORIA DE CHILE. 


consorte, y ciudad que estuvo á los 36* 10” de latitud 
austral ; pero en tan desventajosa posicion, tan descu- 
bierta, tan escasa de aguas, que no se concibe cuales 
miras pudieron dirijir la mente del gobernador al esta- 
blecimiento de un pueblo sin perspectiva , sin amparo y 
sin vejetales. A tres leguas del Biobio por la parte orien- 
tal, á ocho por la del setentrion, pero sin un solo arroyo 
en sus contornos para refresco de la campiña, y se debe 
creer que sus moradores le habrian abandonado de vo- 
luntad propia, aunque en él les hubieran querido dejar 
tranquilos los Indios. 

- El gobernador puso en esa poblacion ochenta vecinos 
con dos alcaldes ordinarios, cuatro rejidores, dos de los 
cuales perpetuos, un síndico, y un escribano ; dejando 
en calidad de correjidor al capitan don Antonio de Aven- 
daño ; pero como mirara don Martin casi por cosa suya 
propia aquel pueblo con nombre de su esposa, hizo gran- 
dísimos esfuerzos á fin de llevarle rápidamente á un alto 
grado de prosperidad , y no le sirvió mal la ruin adula- 
cion que de todas partes venia brindándose para que, 
satisfecho el amor propio, puerta abierta quedara á las 
vocados, pero manuscrito tenemos á la vista que nos parece muy bien instruido 


en la materia, y no solo niega esos dos nombres sino que afirma que los Espa- 
ñoles no hicieron esta vez sino cambiar la terminacion del nombre del terri- 


>» por aquellos lados, fuimos de propósito á rejistrar y obervar su situacion y 
» vestljlos, queen el día son pocos ó ningunos por estar cultivados y poblados 
» de viñas y de arboledas aquel paraje que los Españoles llaman Millapoa, y 
» Guilácoya ó Guilácoyan el de las minas, pero aun: estos nombres eternizan 
» la memoria de la antigua Millacoya, ó Princesa de Oro, á quien en su viudez 
» honró el rey con muchós premios y grandezas. » sE y 


CAPÍTULO XIX. 213 


exijencias de la codicia. Hasta conventos de franciscos y 
mercenarios llegó á ver en pie, pero en su rápido es- 
plendor, la gloria de haberse atraido la sangre mas noble, 
mas rica y mas ilustre del vecindario de la Concepcion , 
humo fue que se pudo mantener recorriendo pausada- 
- mente el espacio hasta que al cabo de cinco años le 
despachó con furia el violento embate de las armas 
araucanas. 

Esa mentida sumision en que parecieron entrar algu- 
nas parcialidades de los-estados de Arauco y Tucapel, 
aunque Paillamacu no depusiera las armas, ni tampoco 
sus segundos , fue de mas dura que no hubiera podido 
presumirse , porque el astuto gobernador vino á distraer 
con inesperada novedad la atencion de muchas tribus. 

Noticias puntuales tenia del famoso nombre que los 
PP. de la. compañía de Jesus se iban adquiriendo como 
por encanto, no tan solo en la capital del reino, sino por 
todos sus ángulos, porque , es preciso confesarlo, el afa- 
noso zelo de estos hombres, y sus esfuerzos para llegar á 
ser los directores relijioso-políticos de la nueva sociedad 
que en aquel pais iba tomando nacimiento , rayaron en 
maravillosos ; y á ese zelo, á esos esfuerzos , apeló el go- 
bernador para plantar en el centro de aquellas tribus 
insumisas abogados de la causa del rey, predicando sola- 
mente la de Dios. 

Y de confiar era, en efecto, en que tal podria ser el 
resultado , porque los jesuitas , Una Vez seguros de que 
en la piedad de los fieles tenian afianzado su porvenir, 
desplegaron toda cuanta actividad se nota siempre en 
estos obreros, abriendo escuelas, doctrinando con= 


ciencias, atrayéndose voluntades, y conquista" 0 


basta punto de excitar en ellas el irresistible deseo de salir 


á 


214 HISTORIA DE CHILE. 


por todas partes á reclutar almas con que engrosar las 
filas de los.partidarios de aquellos nuevos apóstoles de 
paz y caridad , con que el cielo vino favoreciendo el reino 
de Chile. 

No se mire en eso exajeracion. La capital de Chile vió 
ya á fines de 1593,-'como las estancias, como las cha- 
cras, como los ranchos de toda aquella comarca lo vie= 
ron, no solamente Españoles, sino Indios y negros cor=- 
riendo calles y caminos, valles y montes, todos en 
procesiones, estos con cruces en la mano, aquellos con 
vara de justicia, los de mas allá en traje de neófitas, y 
clamando en masa á una verdadera conversion á la santa 
ley, y los negros convidando con ella á los de su color, 
y los Indios á sus hermanos, y los jesuitas á los natura= 
les y compatriotas, arrebatando tras sí multitud de jentes 
entusiasmadas, llenas de amor y de contento , porque se 
les guiaba á espectáculos de una pompa, de una gran- 
diosidad imponente, con la solemne promesa de que 
tras ellos una vida de eterna ventura estaba reservada 
para todos. 

Era de mucho estímulo en los Indios el oir en su propio 
idioma , porque este las hablaban los jesuitas, ese len- 


-guaje de caridad evanjélica, de dulzura y de amor que 


bien manejado pudiera servir para ablandar hasta. la sal- 


vaje braveza del ser irracional, si con el irracional pu- E 


diera comunicar sus ideas y sentimientos el hombre. Así 
es que fueron muchos los Indios que desde las inmedia- 


_ ciones de Santiago se corrian hasta las aguas del Biobio, 


sin otro objeto que para pregonar, en medio de otros 
Indios, la ley de los nuevos apóstoles, el verdadero amor 


de estos para con aquellos, las venturas que les prome- 


tian, y siempre afirmando que , atinque aunados con los 


CAPÍTULO XIX. 25 


Españoles, no Españoles debian ser, porque solamente 
hablablan de un rey de paz superior á todos los reyes, 
y al cual se le debian respeto y sumision. 

Todo eso nuevo era, en efecto, para los estados de la 
arrogante Araucania, pues en la época á que aludimos no 
se habla que en los establecimientos allí sentados por los 
Españoles , mas sacerdotes hubiera sino en las ciudades 
Valdivia, Imperial , y Osorno, y aunque zelosos concur- 
rieran ministrando la santa doctrina, pues esto no pasa 
de una simple suposicion , atendida la estrechez en que 


, de continuo solian tener los Indios aquellas ciudades, 


particularmente las dos primeras, sus predicaciones no 
fueron sino en lengua castellana, que de ninguna ma 
nera podia surtir gran fruto entre los Indios, cuya mayor 
parte la desconocia., 

Así debió discurrir el gobernador «don Martin Oñez, 
á quien respondió el P. Luis de Valdivia con los herma= 
nos Hernando de Aguilera, hijo de la Imperial, y Ga- 
briel de Vega, ambos muy instruidos en el idioma del 
pais, ambos hombres de arresto y de una afectuosidad 
muy á propósito para conquistar corazones. | 

Llegaron esos dos misioneros al cuartel jeneral del 
gobernador á principios de 1594, cuando iba ya muy - 
adelantada la obra de Millacoya, 6 sea Santa Cruz de 
Coya, y al instante se internaron en los. estados de 
Arauco, sin mas armas, ni otro acompañamiento, que 
una muy resuelta fe en el poder de su elocuencia, pues 
á tanto podia ir su presuncion tras las maravillosas con= 
quistas hechas en la parte norte del reino con muy corto 
Hempo de tarea, 

Grande fue el asombro de aquellas tribus considerando 
el arrojo de dos hombres entre ellas ya, y predicándoles 


216 HISTORIA DE CHILE. 


la fe de Cristo en su propio lenguaje, reprendiéndolas 
con uncion y dulzura los funestos males de sus viciadas 
y vergonzosas costumbres , llamándolas á una vida santa 
y arreglada sin la cual no podia haber bienes de ninguna 
especie, y convidándolas, en fin, con la misericordia, 
con la gracia , con la munificencia del Supremo Ser, si 
llorando contritas sus pecados, si olvidando odios y re- 
sentimientos contra semejantes suyos, y deponiendo el 
arma destructora de una guerra de que la humanidad 
misma parecia horrorizarse , en una fraternal reconcilía- 
cion entraran con sus enemigos, perdonándoles como 
el: Salvador del mundo habia perdonado 4 los suyos. 
La gracia de ese lenguaje no penetró demasiado el 
corazon de las masas, pero harto triunfo fue el traerlas 
_ embelesadas con él, y aun el llevarlas de valle en valle y 
de otero en otero, sin duda con la curiosidad de oir 
| “.' sermonear á los misioneros , Y ver sus efectos, Estos fue- 
E ron ( e poca consideracion ; algunas madres dejaron que 


¿e iltera su valer, ni su significado, aunque 
ACASO concediéndole algina virtud específica; ancianos 
e hubo tambien y enfermos que aceptaron ese remedio es- 
- piritual de mano de aquellos curanderos (1); mas lo re- 
potimos, importó menos esto que la larga entretenida en 
ieron las armas, hasta que abandonaron aquellos 
porque al querer pasar á los de Tucapel con el 
- mismo. propósito de conquista , ya les fue preciso caminar 
al amparo de las bayonetas castellanas, 
El gobernador atendió entretanto al completo e. 
de su ciudad, y al apresto de lo que menester era para la 


+(1) Con ese nombre los comenzaron á llamar los Indios, nombre que hubiera 
ctidd mejor en los jos 4d de San Juan de Dios, 


o 


CAPÍTULO XIX, 217 


defensa de los dos fuertes de Chibicura y de Jesus, en 
cada uno de los cuales quedó un presidio de cincuenta 
lanzas á las órdenes de Juan de Ribadeneira (1); y como 
con señales de guerra asomaran ya parte de esas mismas 
parcialidades que le prometieron obediencia, alzó su 
campo resuelto á combatirlas, y á correr las colonias me- 
ridionales para asentar en ellas las reformas que la ad- 
ministración pudiera necesitar. 

Camino de Puren siguieron los Españoles para ahuyen- 
tar de los pantanos de Lumaco al toquí, y á sus otros 
jenerales que no estaban en ánimo de resistir, ni de em- 
peñar tampoco aventuradas funciones, sino solamente 
de llamar la atencion de su enemigo, para que á la re- 
taguardia obraran otros cuerpos de los cuales ninguna 
noticia se tenia, 

Con seiscientos hombres bien resueltos pareció el ca- 
pitan Lancotehua al pie del fuerte de Jesus, á poco de 
haberse alejado de aquel lugar don Martin Oñez de 
Loyola, y sin que el comandante Ribadeneira lo advit- 
tiera, sino despertando á media noche entre las llamas 
del horroroso incendio que el diestro cabo araucano le 
pegó por todos cuatro costados. Alentados corrieron los 
Castellanos á la defensa del fuerte, procurando impedir 
que los Indios le entraran , mas fue tiempo perdido por- 
que el fuego ganó con violencia todo el recinto , las pare- 
des vinieron á tierra, y hubo menester de luchar cuerpo 
á cuerpo en medio de ruinas, hasta que para dicha de la 
guarnicion, muerto de una estocada quedó Lancotehua 
á los pies de Ribadeneira (2), y sus soldados se retiraron 
despavoridos, como solian hacerlo en casos tales, 


(3) Ovalle no señala sino yein 
(2) Ovalle dice que quien o á ese capitan fue el Español Guajardo; cosa 


e” 


218 HISTORIA DE CHILF. 


El gobernador no halló quien el paso le interceptara, 
mas no por ello dejó de probar que como muchos de sus 
predecesores, en las cosas del enemigo descargaba una 
inclemente saña, cuando no podia saciarla en la cabezá 
del enemigo mismo; pues corrió las parcialidades atra= 
vesando para la Imperial con una ferocía y un conato 
devastador, indigno verdaderamente de toda alma 
grande y jenerosa. 

El propio sistema de reformas con que le vimos obrar 
desde Santiago hasta Concepcion , ese mismo cumplió en 
las colonias de arriba, y empeñólas 4 las labores de las 
minas con codiciosa severidad , porque si por una parte 
sintiera de cuanto provecho habian de serle sus rendi- 
mientos para atender á las necesidades de la guerra, y 
creacion de los nuevos pueblos que de ella, ó sea de sus 


. resultas, pudieran surjir, tambien por otra se dejaba ya 


arrastrar de su natural sobradamente déspota, prelu- 
diando á dominar aquel reino como mas á su soberana 
voluntad cumpliese. Dejemos que los hechos vengan en 
apoyo de ese nuestro decir, : 

En la ciudad Imperial se hallaba entonces el licen= 
ciado Pedro de Vizcarra, y algo hizo para contener la 
aventurada arbitrariedad á que parecia inclinar don Mar= 
tin Oñez de Loyola, pero no lo bastante , porque se re- 


Quiere un temple de alma muy exquisito para espetar la 


verdad desnuda en quien ejerce el poder supremo, que 
si 4 mal llega á tomarla, con una sola palabra destronca 
para siempre el porvenir del súbdito atrevido.... Con 
todo, sentido del juez de apelaciones salió de la Impe= 

rial el gobernador dirijiéndose 4 la Concepcion, en cuyo - 


es esta contra la cual no podemos, ni queremos, argúir : escribimos Ribade- 
ra , porque ese nombre nos dan nuestros manuscritos, 


CAPÍTULO XIX. - 919 


punto le nota el cabildo de la capital, con fecha de 2 de 
mayo de 15914 (1). | 
Entonces fue cuando el toquí Paillamacu y sus dem 
jenerales salieron descaradamente rompiendo hostilida= 
des por diferentes puntos, primero para mantener sus 
huestes á expensas de los establecimientos españoles, y 
segundo para amaestrearlas poco á poco en lances de 
guerra, que no podian ser muy peligrosos, una vez que 
la columna de operaciones, la mas temible para ellos, 
con el gobernador se habia recojido á Concepcion. 
Por otra parte la ocasion no podia ser mas oportuna. 
El Inglés Ricardo Hawkins (2) acababa de asomar 
corriendo la costa de Chile y saqueando sus puertos, 
despues de haber penetrado el estrecho de Magallanes 
con dos bajeles, y don Martin Oñez se vió en la mayor 
estrechez sin saber donde andaba el mayor daño, si en 
los extranjeros que le asaltaban, ó en los naturales que 
con furia tanta salian á la guerra, quedando por lo 
mismo sin alender á los unos, ni á los otros; hasta que 
por último salió con medidas de inmediata violencia jus- 
tamente cuando el pirata habia satisfecho ya su cod.cia, 
Dice el cabildo de Santiago que el gobernador pasó 
desde Concepcion al fuerte de la Cruz (3) , y que allí ex- 
tendió bando, con fecha 15 de junio, amenazando con 
pérdida de bienes, y pena de la vida, á quienquiera que 
llegara á sacar Indio de paz, ni de guerra, del suelo de su 
(1) Todos esos hechos anteriores, y otros de los que en este capítulo se 
han de notar, al año de 1595 los llevan los demas historiadores, Los apuntes 


los diguos de fe, á ellos nos alenemos siempre, : 

(2) Véase lo que se dice en el capítulo XVL E : 

(3) ¿No seria el pueblo de Santa Cruz ?..... Por fuerte de la Cruz no vemos 
hasta ahora ninguno con ese nombre, nadie nos ha dicho que tal fuerte exis> 
tiera, ni quien le leyantó, ni en donde; y con todo el fuerte de la Cruz se 
nota en los asientos cabildantes. 


220 HISTORIA DE CHILE. 


naturaleza , ya fuera por tierra, ya por mar ; y precisa- 
mente debió ser semejante medida á fin de evitar los pro= 
gresos que pudiera hacer el pirata Ricardo , si desgra- 
ciadamente se le unian los hijos del pais ; pero á poco 
quese reflexione , por tierra cae ese supuesto, y para ello 
no hay sino comparar fechas con un hecho harto curioso. 
El pirata inglés Hawkins habia hallado en una de las 
naves que apresó á los Españoles, un crucifijo de un tamaño 
natural, y se decia que le hizo mil pedazos con demostra- 
ciones de escarnio, arrojando poco á poco á la mar todos 
los trozos de la imájen. El virey don G. H. de Mendoza, 
sabedor de un tal atentado, se aparejó para vengarle 
con la solemne ceremonia de encomendar la empresa al 
santo Cristo de la ciudad de Burgos (Castilla la Vieja), con 
no meros fama de milagroso en estos nuestros dias entre 
los Castellanos, que la que en-aquella época gozaba (1). 
Con noticia de la prision de aquel pirata por el alen- 
tado don Alonso de Sotomayor, con noticia igualmente 
del voto hecho por el virey en favor del santo Cristo de 
Burgos, la ciudad de Santiago salió en procesion de 
desagravios al Cristo que el Inglés arrojó al agua, con 
advocacion al de Burgos, y dicen los concejales en su 
libro : « Que con fecha 8 de julio de 1594, presentó ante 
» ellos una peticion el comendador de Nuestra Señora de 
» Mercedes, pidiendo se le haga merced que pueda salir 
» tres pies á la calle para una capilla que quieren hacer 
» de la advocacion del santo Cristo de Burgos. » 
- No hallamos, pues, en que fundar esa. severa medida 
del gobernador de Chile, 
- (1) Desde entonces se conserva en la iglesia de San Agustin de Lima un 
crucióijo del mismo tamaño y dimensiones que el existente en Burgos, y to- 


cado á este, que estuvo tambien en poder de los 
', qu agustinos ; dia se halla 
en una capilla de la catedral. dios 


a+ 
e. 
IS 
fin 


CAPÍTULO XIX. 221 


“Y todavia salta mas la intencion del gobernador en 
querer asentar en el pais una irresistible dictadura , sin 
causas que la autorizen, pues que vemos que sin atender 
á remediar los males con que el toquí araucano agobia 
los pueblos españoles sitos en el pais rebelde, sin existir 
ya el pirata inglés, ni señas tampoco de desacatos de 
ninguna especie á la autoridad suprema, don Martin 
vuelve desde el llamado fuerte de la Cruz á Concepcion, 
y con fecha 10 de julio comunica órdenes al sarjento 
mayor Miguel de Olavarría, para que sin réplica, mira- 
mientos, ni consideraciones, cumpla en Santiago una 
gran leva de hombres, de armas y de caballos para la 
campaña del verano siguiente..... 

Cual fuera el contexto de esas órdenes, cuales las fa- 
cultades que al sarjento mayor se le dieran , eso es lo que 
confesamos, y con no poco sentimiento, no poder seña- 
lar; solo sí consta que de dolor, de indignacion y de lá- 
grimas llenaron la capital del reino de Chile, la ciudad 
que desprendida, extremadamente jenerosa , se adelantó 
siempre á socorrer las necesidades del estado, quitándose 
sus moradores de la boca el pan que para sus familias 
necesitaran , por que es po no careceria de sus- 
tento (1). sd 


(1) « Que atento á los grandes daños que esta bed recibe con los a 
» bimientos que se hacen á ar pegsonas muy pobres para des 


» guerra; asi por ser casados y ca e hijos, y estar ocupados en sus gran- 
» jerias con que se. sustenta tan; ps algunos oficiales que sustentan la república 
» que sin ellos perecería. Y las del as que se han echado : se echan en esta 


» ciudad y su jurisdiccion, sin em pero E ES las reales provisiones que estan des- 
» pachadas porla real audiencia de los Reyes, que mandan los 04 

» Por todo. lo cual esta ciudad, vecinos, y moradores, y estantes, y ec 
» tantes de ella y su jurisdiccion Gta n muy aflijidos , y claman sobre ello 
» las plazas........ y los predicadores en los púlpitos.... .- 11efi 


» las calles, cargadas con sus hijos, lloran y piden á pia, por 
..* ello, por los daños que reciben. Y para remedio de todo esto tods hacer 


Mi 


222 HISTORIA DE CHILE, 


Como quiera, en Concepcion permaneció el goberna- 
dor, esperando el fruto que sus órdenes rindieran en la 
capital, y atendiendo entretanto á la administracion civil 
con cuantas reformas le pareció conducentes á su sistema 
de gobierno, y luego salió con el pensamiento de que 
muy conveniente seria un fuerte en el puerto de Valpa- 
raiso, cuya ejecucion encomendó tambien al concejo de 
Santiago, sin decirle de qué recursos podria echar mano, 
Ese concejo se enteró de la dicha órden en el celebrado 
el 17 de setiembre , de que se habla en la precedente 
nota. 

Infiérase, pues, cual seria entonces el estado de Chile 
con la guerra empeñada, sus puertos robados; el gober- 
nador en la inaccion; las leyes fundamentales atrope- 
lladas por el jefe supremo, y la fuerza militar arrancando 
violentamente hombres, caballos, recursos, y los po. 
brazos que los producian con su diario sudor (1). 


» probanzas y e de los dichos daños y clamores, y que sea eS 
» mado de eilo e Satjemo EN e e a como y porqué está en nom- 
» . e iendo el dicho a y 
» demas referido, y no remediándolo se ocurra á S, S, el señor gobernador, 
» con io rat 'Fecandos a pete remedio de des -QIEDOS cnt, 1 y para que de- 


cad y para hacer los dichos recaudos y pape pales Epi Informe á su peñórtós lo 

» asEdO: * don Aci de ns ao y ficl ejecutor de esta ciudad, al 
S ; ue presente está, lvace 1Ó, 

po firmaron, » a $ 


(Cabildo "e Santiago, 17 de land det 
¿Enseñó nunca esa ilustre cop ia 


teneri 


supremo ? ¿Serian esas de- 
mas del pueblo, contra ellas se fiirá 

tedra del | Espírito Santo?... ds levanta la voz en 
Sd Moto de la “niga audiencia de Lima debió llevar el cabildo de 
asias de n Martin Oñez, pues que con fecha 26 de abril de 
cut A provision Jobitiendo á los gobernadores que en el reino de 
E o el sacar vecinos de las capitales para la guerra por 

as, 


1501. ) en 
to de queja tan last, 


CAPITULO XX. 


Hostiliza el gobernador á los Indios Catirayes. — Avanza á Puren, — Fortifica el 
lago Lumaco. — Relijiosos agustinos en Chile. — Orijen peregrino de su 
convento. — Asedio de Lumaco y de Puren. — Pedro Cortés á la defensa de 

los sitiados. — El gobernador derriba esos dos fuertes. — Alcabala, 


(1595=1596.) 


Ardiendo en ira habia puesto al gobernador el comun 

entender de los Araucanos para salir á quebrantar las 
cadenas con que atarlos querian los conquistadores, 
como si no estuviera en el órden legal de la naturaleza 
el resistir 4 quien daña, y defender lo que se trae de he- 
rencia para sustento y conservacion propria. 
+ Así, resolvió conducir la guerra sin templanza desde 
que en su poder tuviera los elementos que se prometió de 
un rigor tan injusto cuanto fue implacable, porque ni 
quiso oir las quejas con que el ayuntamiento de la capi- 
tal le buscó por medio de su rejidor Zúñiga, ni pensó 
tampoco en salir á enjugar las lágrimas de tantas desam- 
paradas familias, euando menos con palabras de consuelo 
y de unaa encion hidalga, que no fuera esto parecer dé- 
bil, aun cuando la imperiosa ley de la salud pública le 
obligara 4 usar de aquel inexorable teson. 

Y no obstante arrastrar con niños, por decirlo asf, 
con casados, con viudos, con hombres que las circuns- 
tancias, la edad y la ley tenian exentos del militar ser- 
vicio, escasísimo fue el número de brazos que entró en 
sus banderas, si descontamos el de los auxiliares que en 
esta ocasion se puso en dos mil, como que se llamaron á 


22h HISTORIA DE CHILE. 


la guerra las varias parcialidades declaradas libres de 
todo jénero de tributos, en pago de quedar sujetas á 
- servir en la milicia siempre que se las emplazara, por- 
que de Españoles solo cuatrocientos se hallaron reunidos, 
y para eso con mas de doscientos setenta se mantenia 
don Martin Oñez en la Concepcion. 

El dia 2 de enero de 1595 salió de aquella ciudad con 
los indicados dos mil cuatrocientos hombres entre auxi- 
liares y Castellanos; pasó el Biobio en las dos barcas de 
los fuertes Jesus y Chibicura; visitó su fundacion de 
Millacoya, y fue á acamparse entre los Catirayes, habi- 
tantes que llevaban ya cumplidas ocho sumisiones, y otros 
tantos alzamientos, como que sold ofrecian paces, cuando 
se hallaban sin recursos para alimentar la guerra. Así, 
don Martin arrasó todos sus campos, y dejó el pais lleno 
de lástimas, que al cabo no podian conducir sino 4,irritar 
mas y mas la indignacion de las tribus para que en su 
dia se echaran en busca de tremendas represalias. 

Paillamacu y Pelantaru se habian recojido con toda su 
gente en el centro de los montes, dejando libre campo al 
gobernador para que á sus anchas talase todo cuanto por 
delante encontrara, porque, ya se ha dicho, era el to- 
quí hombre muy cauto, y antes de entrar en funciones 
decisivas queria asegurarse de que sus solda: lo cumpli- 
rian puntualmente el deber de tales, sin que el arresto 
de sus enemigos los sobrecojiera, ni llegara á debilitar 
su injénito valor. 

Por los barrizales inmediatos 4 Puren cruzaban ya las 
armas castellanas , cuando los batidores lograron reparar 
la huella de muchas jentes que hácia un repecho se en- 
caminaba, y el gobernador se puso á seguirla hasta lle- 
gar á descubrir una vallejada , en cuyo centro un escua- 


CAPÍTULO XX. TS 


dron de Indios á las órdenes de dos mulatos desertores 
de los Españoles, que parece pensaban tender una celada 
á la tropa de don Martin. Cargaron los soldados del rey, 
y fueron rotos al instante los Indios, quedando prisio- 
neros los dos desertores, y otros tres capitanes, que como 
aquellos fueron pasados por las armas (1). 

Revolvió el gobernador en seguida hasta acampar 
sobre las ruinas de Puren, y desde allí convidó nueva- 
mente con la paz á Paillamacu, pero se habia descubierto 
demasiado para hacer creer á los Indios que nada sino 
su ventura deseaba, y por tanto indignado rechazó el 
toquí toda propuesta de acomodamiento, diciendo que 
no se habia de pensar en lo sucesivo sino en el extermi- 
nio total de uno de los dos pueblos , la Araucania para 
los Españoles sin uno siquiera de todos sus hijos, ó la 
Araucania para sus hijos, sin nombre ni reliquia de 
Español. 

Por una insignificante bravata tuvo el caudillo castellano 
la respuesta , y presumiendo abatir el orgullo del toquí y 
de sus huestes con nuevas provocaciones, levantó el arrui- 
nado fortin de Puren ; 4 las márgenes del lago Lumaco alzó 
otro con lo cual pensó privarlos de aquella su ordinaria 
guarida ; envió á la guarnicion de Guadaba un trozo de 
auxiliares para refuerzo de su guarnicion ; volvióse hos- 
tilizando para los estados de Tucapel y de Arauco, cuya 
plaza trajo de nuevo al cerro de Colocolo , erijiéndola en 
ciudad dedicada á San Ildefonso, y fortificando la cuesta 
para que, con esta defensa, y la del castillo que la domi- 

(1) Al gobernador atribuyen los historiadores esa derrota de los Indios, pero 
si gloria se desprende de ella ¿ porqué robársela injustamente al capitan Pedro 
Gutierrez de Mier? Este fue con su companía quien atacó y venció á los Indios 
este quien prendió á los mulatos, como así resulta de cer:ificacion del mismo 
gobernador al interesado, y á Francisco de Buesa, sarjento de su . 


11. HistorIa. 


226 HISTORIA DE CHILE. 


naba, se mantuviese al abrigo de los ataques del pueblo 
araucano. Ese fue el resultado de aquella campaña, re- 
gresando el gobernador á Concepcion, donde puso á, 
toda su jente en cuarteles de invierno (1). 

Otras fueron las ocupaciones de las autoridades de 
Santiago en tanto que el gobernador hostilizaba el pais 
de los Araucanos. 

El rey habia ordenado al virey del Perú, y de paso al 
R. P. provincial de ermitaños de San Agustin de la 
provincia de Lima , que con toda dilijencia se mandasen 
á Chile algunos PP, de la órden (2), para que en este 
reino se estendiera la fe católica, Por consecuencia, en 
13 de enero de 1595 pasaron al puerto del Callao , con 
direccion á Chile, los PP, Fr. Francisco de Hervas, 
lector ; el predicador Fr. Francisco Diaz, y Fr. Cristoval 
de Vera en calidad de yice-proyincial, á quien siguieron, 
con fecha 16 del siguiente febrero , Fr. Agustin Carrillo, 
Er, Juan Vascones, Fr, Pedro Picon , y el lego Fr. Gas- 
par de Pernia, que todos ellos tomaron puerto en el de 

Er pelos le lleva 4 la provincia de Cuyo, y por consiguiente adelanta dos 


le ná A Angol y es porque tambien 
pe Ma os seur ya lo veremos, 
(3) En dí 


ti les cédulas con 


LLeu Ue 


que Felipe 11 premiaba á sus hos y demas autoridades para que se en- 
viasen Solas ei á la 
habia de ellos, pero ¿como no pde que de sa oR Necesidld defi las pra 
bargo no hemos visto que el rey saliera diciendo ni á su Fe- 
presentante en el Perú, niá los que en otros puntos de la América tenia : 
Vayan hombres, rejas armas y demas útiles > guerra ee perdes se carezca 
dde esos elementos para domar la resistencia d ó que 
Meguen á descubrirse. Sí que tr. abajaron con admirable constancia los predica- 
dores del evangelio; sí que hicieson muchos prosélitos en las tribus, y que 
gran parte hay que atribuirles en el afianzamiento de varias de las conquistas 
hechas en el suelo americano; pero mas ce hubieran sido aquellas COn- 
quistas si Felipe II se mostrase tan solícito por la gloría del pendon de sus 
ea como se mostró por el acrecentamiento de las comunidades reli- 


CAPÍTULO XX. 227 


Valparaiso, de donde pasaron á Santiago, siendo reci- 
bidos en esta ciudad con gran pompa, y no poco con- 
tentamiento, hácia últimos del mes de abril, 

El cabildo salió ofreciendo á esos relijiosos, dos ó tres 
dias despues de su arribo á la capital, un solar en la 
calle dicha la Cañada, y al instante comenzaron los ci- 
mientos de su primer convento, con una harto reducida 
capilla, en la cual celebraron los divinos misterios du- 
rante algun tiempo; pero como se reconociera la estre- 
chez del local, para tantas jentes como concurrian á los 
oficios; como tambien cojiera bastante aparte de un cre- 
cido vecindario que, á pesar de su devocion, sentia la 
incomodidad de haber de asistir á un paraje tan distante 
de sus moradas ; á remediar este inconveniente se puso 
en breve el P, vice-provincial, obteniendo del capitan 
Francisco de Riberos, y de su esposa doña Catalina, la 
donacion graciosa de la parte de casa y sitio á ellos per- 
teneciente, á inmediaciones de la plaza mayor, sitio y 


_Casa destinada por Dios mismo para vivienda de los hijos 


San Agustin, «ue por este motivo la cedieron sus 
dueños (1). 

Esos primeros hijos de San Agustin no quedaron ocio- 
sos en la capital, antes marcharon á poner casa en otros 


(1) Apoyamos en la historia que todos los historiadores relatan, y que mi- 
ramos en parte como fabulosa : hela aquí. 

Muchos años antes de que los Chilenos, ó sea Españoles avecindados en San- 
tiago de Chile, pensaran en relijiosos de la órden de San Agustin, se dejaba 
ba en una de las salas de la casa de Riberos un como Nazareno con su túnica 

de mangas muy anchas , y muy largas, en todo parecidas á las de los hábitos 
dejos PP. agustinos; y el dia en que llegó á Santiago a noticia de que el rey 
les les: eusiala relijiosos de la dicha órden, se presentó en el corral de aquella 
alma, pero con la particularidad de que 

sobre el alar del tejado de aquel edificio, y mientras permaneció visible la per- 
sona del santo, una gran bandada de cuervos, pájaros que no existen en aquella 


298 HISTORIA DE CHILE, 


diferentes puntos ; el P. Fr. Agustin Carrillo pasó á fun- 
dar convento en Concepcion ; Herbas (otros dicen Picon) 
á la Imperial; y Diaz 4 Valdivia, de suerte que á. bene- 
ficio de muchas limosnas, á beneficio tambien de unos 
dos mil pesos que debieron esos relijiosos á la jenerosidad 
de don Pedro Leisperberg , pudieron solicitar y obtener 
que su vice-provincia se trasformase en provincia indepen- 
diente de la del Perú, con la venia del jeneral de la órden 
el P. Alejandro Senense (1). 

Todavia hubo otro suceso para la iglesia , 4 muy poco 
tiempo despues, pero por desgracia para Santiago fue 
de muy poca duracion. 

Con la noticia del fallecimiento del ilustrísimo y vir- 
tuoso Medellin, el rey presentó, para que ocupara la 
silla episcopal de Santiago, al R. P. Fr. Marcos Robledo, 
comisario de los primeros relijiosos franciscos que en 
Chile penetraron; mas como este varon pasara á mejor 
vida aun sin noticia de semejante presentacion, la mitra 
vino á recaer en Fr. Pedro de Azagua, de la propia ór- 
den , y que residia en la provincia de Santa Fe del nuevo 
reino de Granada; pocos dias le conservó la iglesia, 
pues vino á dejarla huérfana, pagando su natural tributo 
sin haber tenido el necesario tiempo para consagrarse. 


comarca, se mantuvo perenne en el tejado...... Desapareció el santo, desapare- 
cieron los cuervos, y el P, Vera, vice-provincial de la órden, comprendió que 
a pes sá A cuya posesion le fue dada en 13 de mayo de 1595, 
ra que trasform:; la en conv j E 
ci q ento pudiese salir del reducido y pobre alber- 
(1) Esa es la verdad, por mas que los escritores la hayan querido desfigurar 
acusando á los agustinos de Chile de inobedientes, y de revoltosos; quien 
quiera ver que hubo conformidad entre la provincia de Chile y la del Perú 
para esa indicada segregacion de poderes, lea la patente expedida en Nápoles 
en 1599 por el mismo jeneral, y la cláusula que comienza con estas palabras, 
Frater Alexander Senensis, ordinis heremitarum Sancti _Augustini, etc. 


CAPÍTULO. XX. 229 


Pero volviendo nuestra atencion á las armas, recor- 
ramos los sucesos á ellas relativos. de 7 

Hemos dejado al gobernador con su jente en la 
ciudad Concepcion, despues de haber alzado los fuertes 
de Lumaco y Puren, para enfrenar el belicoso ardor 
de aquel pueblo indómito. Pues esos fuertes tiene ase- 
diados ya Paillamacu, cuando apenas si don Martin 
habia comenzado á descansar en sus cuarteles de in- 
vierno , porque el toquí, con Pelantaru y Millacalquin, 
concurrió dilijente 4 destruir la irritante enseña que los 
Castellanos acababan de enarbolar en medio de la tierra 
rebelde. ; 

Fosos, trincheras, estacadas , hasta chozas levantó el 
jeneral araucano ante aquellos fuertes , estas para abrigo 
de sus tropas contra los rigores de un muy recio invierno, 
y aquellas para cortar la accion de la caballería , Caso de 
que contra sus esperanzas amaneciese un dia cojido de 
fuerzas españolas que á la defensa de ambas guarnicio- 
nes pudieran acudir. Dos meses, y mas, de asedio habian 
trascurrido antes que á noticias de don Martin llegara, el 
riesgo en que estaban los soldados de Puren y de Lu- 
maco, porque el toquí buen cuidado tuvo de cerrar las 
comunicaciones de la frontera con varios Cuerpos saca- 
dos del grueso de cinco mil (1) hombres que trajo al 
sitio. 

-Exasperado el gobernador en sabiendo un aconteci- 
miento de tanto importe, y sin reparar en la estacion, 
sin hacer cuenta de que ella por sí sola pudiera consu- 


(1) En la mitad le deja Figueroa , acaso porque no contó sino con los que 
quedaron manteniendo el asedio, pues efecti ' fue poco mas Ó menos 
su número; mas algo ha de valer tambien el de los cuerpos volantes conque: 
interceptó las comunicaciones, 


no 
MMLuUU> 


230 HISTORIA DE CHILE. 


mir las fuerzas que á sus órdenes tenia entonces, si ex- 
puestas á su inclemencia las sacara, á Puren quiso di- 
rijirse inmediatamente, y con su intento saliera, á no 
oponérsele los primeros, y mas acreditados capitanes, 
exponiendo que tal resolucion era de inevitable muerte 
para toda la tropa , y esto sin esperanza ninguna de que 
llegase á favorecer á los sitiados. Con todo, preciso fue 
ceder á parte de la exijencia. « Dejar de favorecer á esas 
dos guarniciones que el enemigo tiene en tanta estrechez, 
eso no lo toleraré yo nunca , dijo el gobernador ; forzoso 
es cerrar los ojos, atropellar riesgos, y ver como sacar. 
con honra el pendon nacional. » Y en un consejo de 
guerra se resolvió que ciento treinta Españoles con seis- 
cientos auxiliares se pusiesen en camino para socorro de 
los cerrados en los fuertes de Lumaco y Puren, 

_El cabo á cuyas órdenes se puso esa jente no podia ser 
otro que el alentado Pedro Cortés, porque para él se re- 
servaron siempre las empresas mas difíciles, mientras 
que las ricas prebendas de la milicia no solian caer á 
veces, sino en los menos meritorios; y Cortés marchó 
lleno de contento, pues por cosas de muy poca monta 
tenia él las lluvias, las riadas, los atolladeros , los frios y 
otros mil estorbos con que vino aquel invierno ponién- 
dolo todo intransitable, como si de concierto obrara con 
el toquí Paillamacu. Cuantas penalidades y disgustos hu- 
biera de vencer en aquella peligrosa jornada de suponer 
son sin mas que reparar que catorce dias puso desde 
Concepcion hasta Puren, y eso marchando casi dia y 
noche, porque menos mal veia él para sí, y para su 
jente, en la fatiga, que no en un descanso donde no 
ba sn encontrar sino frios yhumedades en que perder 
a salud, : 


CAPÍTULO XX. 231 


Cuando se le dijo al toquí que Pedro Cortés se acer- 
caba á la defensa de las guarniciones sitiadas (1), harto 
sintió el suceso, pues seguramente contaba con la ren- 
dicion de ambos fuertes que carecian ya de toda suerte 
de abastecimientos, y aunque el número de soldados que 
aquel acreditado caudillo llevaba no fuera de respetar, 
en la persona de su jefe veia el toquí lo mucho que 
ellos sabrian hacer empeñados en funcion , y por consi- 
guiente se retiró 4 los montes sin aguardar á que se le 
hostigara, 

Cortés entró en los fuertes, y desde ellos avisó al go- 
bernador la suerte de haberlos salvado del poder arau- 
cano, pidiéndole de paso instrucciones. El mismo don 
Martin en persona se las llevó, yendo con cuanta gente 
le habia quedado, para echarse de nuevo en persecución 
del toquí , porque habia formado empeño en castigarle ; 
pero el toquí tenia tambien su plan de campaña, su em- 
peño de sacar el pais libre del yugo extranjero, y sabia 
cuando convenia la retirada , cuando el ataque ; pues 
aparte Caupolican y Lautaro, ningun otro soldado pro- 
dujo la Araucania, ni mas sagaz, ni mas cauto, ni mas 
celoso de la independencia de su patria. A depender de 
sí propio el refrescar la vida quitando 4 su ancianía unos 
veinte años, posible que con su sistema de guerra no 
solamente de la Araucania expulsara á los Españoles, 
sino de todo el suelo chileno, como presumió hacerlo el 
atrevido criado del gobernador Pedro de Valdivia. 

Don Martin debió reformar muy mucho la opinion con 


(1) Molina asienta que el toquí tomó 4 Lumaco; que Puren solo estuvo 
si dias, y eso por los vice-toquís Pelantaru y Millacalquin ; ¿ porque 
no vendria á ayudarlos con su jente Paillamacu? ¿tan satisfecho le dejaron | 
laureles de Lumaco ? 


? 


232 HISTORIA DE CHILE. 


que vino al gobierno de Chile, relativamente á los natu- 
rales del pais belijerante; no que desconfiara de ven- 
cerlos con las armas, esto de ninguna manera, sino que 
comenzó á creer que infructuosas serian siempre con 
ellos las negociaciones de paz, y que rigor, y no con- 
templaciones , era el remedio saludable contra aquellas 
soberbias y osadas masas; pero con todo, no hubo de 
tener por suficientes las fuerzas que hasta Puren le fue- 
ron acompañando, ni las que allí tenia Pedro Cortés, 
para romper hostilizando aquellos estados ; puede ser 
que presumiera nuevos peligros para los presidios de 
Puren y de Lumaco; lo cierto es que por esta ó aquella 
causa él desalojó los tales fuertes, los demolió , lo cual 
casi le acusa de sobrada lijereza en el pensamiento 
que á la resolucion de fundarlos le llevara, y entró ta- 
lando el pais en busca de Paillamacu sin lograr verle, 
sin dar con uno de sus soldados : de modo que harto de 
inútiles y molestas correrías, á los Infantes de Angol (1) 
fue á sentar sus reales, para entender en negocios de 
administracion civil y política, ya que ninguno parccia 
en que se hubieran de ocupar las armas, 

Las leyes relativas á las minas y su beneficio se re- 
sentian de la severidad con que don Martin Oñez de 
Loyola habia dictado las demas correspondientes á la 
administracion , y por tanto comenzaban 4 producir 
frutos de lisonjera esperanza ; solo que como eran tan 
grandes los fondos que las armas consumian , todavia 
no sacaban el pais de su notoria y casi jenpral po- 
breza; diremos mas, ni siquiera se pudo contar con 
aquel ramo para Aliviarla en algo, á no ser que contemos 
el insignificante ahorro de tal 6 cual donativo para 

(1) Véase la nota 1 de la pájina 226. 


CAPÍTULO XX. 233 


sustento y equipo de las tropas, en los casos de grandes 
apuros. 

- Hubo quintos, hubo sesmos, hubo otras cien adealas 
forzosas, impuestas sobre los rendimientos de las minas, 
por ciertos gobernadores de Chile , pero todos ellos su- 
pieron respetar los demas productos de la agricultura y 
de la industria, porque harto gravámen tenian sobre sí 
con el azote de la guerra por una parte, con las exijen- 
cias de la autoridad por otra, mas que saliera palián- 
dolas colocándose entre el civismo y la libre voluntad de 
cada uno de los ciudadanos. El gobernador Loyola en- 
tendió de otra manera muy distinta la cuestion. Ya le 
vimos apelando por medio de Olavarria en la ciudad de 
Santiago, no al acendrado patriotismo de su cabildo, no 
á la noble jenerosidad de sus administrados, sino á la 
mas desatada violencia, á penas las mas severas, para 
que se le rindieran hombres y caudales ; y ahora desde 
los Infantes, creyendo sin duda que las minas, que el 
comercio y tráfico de las colonias, que el sudor de los 
labradores, y el de los jornaleros, todo en oro se ha con- 
vertido, acuerda imponer la real alcabala con cargo de 
un dos por ciento, que si moderado á primera vista, 
exorbitante y sobradamente desacertado fue, pues 
removió en todo el pais un grito de indignacion, y de 
dolor. 

No escasearon las reclamaciones, y á mas, acaso, hu- 
bieran pasado algunas ciudades á no reparar que de las 
discordias no podia menos de surjir un gran provecho 
para los enemigos, y prudentes mantuvieron el respeto 
que al jefe supremo habian jurado, aunque partes hubo 
donde entre autoridades y concejos se notó un fatal des- 
vío, yendo el de Santiago hasta elovar al Perú una muy 


23h HISTORIA DE CHILE, 


sentida queja de las vejaciones que se le hacia experi- 
mentar al reino; exponiendo ademas la escasez de me- 
dios en que se encontraba, y la urjencia con que se de- 
bia atender á socorrerle, asegurando que si así no se 
cumplia sin demora., por perdido se podia contar el 
fruto de medio siglo de se. soler y de sacrificios de sumo 
importe. 


CAPITULO XXI. 


Planes del gobernador. — Pasa á la Imperial. — Emprende la visita de otras 
colonias, y le siguen los jesuitas misioneros. — Regresa el gobernador á la 
Imperial. — Su muerte y la de cuántos Españoles le acompañaban. 


(1596—1598, ) 


Armados se paseaban en los montes de Purén Pailla- 
macu y sus jenerales, pero las tribus de las parcialidades 
mas meridionales tranquilas se mantenian en sus hogares 
sin dar muestra de que intento de rebelarse abrigaran ; 
lo cual fue de buen agúero para el gobernador, pues llegó 
á presumir que de buenas , ó de malas, razon habia de 
hacer entender al toquí, y como este no quisiera dar 
frente 4 los Españoles, entró don Martin en el jigan- 
tesco proyecto de utilizar sus soldados en el reconoci- 
miento de todo aquel continente espaciado hasta la 
Tierra de Fuego y mar del Norte, puesto que en buen 
estado parecia la parte de conquista que llegaba al 
canal de Chiloe: levantó, pues, el correspondiente plan, 
y le despachó 4 la corte de España dándole por cosa, 
hecha. 

Como de antemano conviniera visitar y examinar cui- 
dadosamente todos los establecimientos meridionales ; 
tantear con tino y cautela el espíritu de las parcialidades 
pacíficas; ver de traer los Purenes á paz, y si tenaces 
la despreciaran, descargar sobre ellos todo el rigor de la 
guerra hasta inutilizarlos, para que no pudieran levan= 
tarla , por lo menos en algunos meses ; con cuatrocientos 


236 HISTORIA DE CHILE, 


Españoles y mas de mil setecientos auxiliares se apartó 
en principios de diciembre de 1596 de los Infantes de 
Angol, y vino á plantar sus reales en Quinel. 

La fortuna concurrió esta vez para favorecer los pla- 
nes del gobernador procurándole medics con que entrar á 
ejecutarlos. 

El vireinato del Perú estaba en manos de don Luis de 
Velasco desde el 24 de julio de 1596, y con conocimiento 
este jefe de los tantos males, y estrecheces tantas, que el 
cabildo de Santiago relatara en su justa queja, inmediata- 
mente armó y equipó unos setecientos Españoles, y 4 las 
órdenes del caudillo don Gabriel de Castilla los puso para 
que los pasara á Chile sin demora, como en efecto ocur- 
rió , desembarcando en Valparaiso , y trasladándose en 
seguida á Santiago. 

Pocos dias descansó esta. tropa en la capital , porque 
toda ella se puso en marcha para el cuartel jeneral del 
gobernador, que no cabia de gozo en cuanto tuvo noti- 
cia de un auxilio de tanto valor, y no menor oportuni- 
dad, yendo hasta creerse ya señor de toda la Araucania á 
y descubridor de tierras que ningun otro hasta entonces 
habia rejistrado. 

Algo era de hacer, en efecto, con un cuerpo de mas de 
mil y cien Españoles, que á ese número iba con los recien 
llegados , y ademas el de auxiliares, cuyo valor nunca 
supo desmerecer del que alimentan los hijos de aquel 
pais. e 

Así, en cuanto don Gabriel de Castilla se presentó 
con aquel precioso socorro en el real de Quinel, la mi- 
tad de sus fuerzas fueron despachadas para la provincia 
de Cuyo, con órden de atravesar la cordillera camino de 
Aconcagua, hasta la ciudad de Mendoza, donde proveyén- 


CAPÍTULO XXI. 237 


dose de lo que menester hubiera , seguiria marchando 
hácia el oriente, para fundar en la calzada que guia á 
Buenos Aires un establecimiento ; como en efecto se ve- 
rificó sobre el sitio que llaman de los Venados, dándole el 
nombre de San Luis de Loyola, en memoria de la casa 
del mismo gobernador (1). 

Este salió con el resto del ejército en busca de Pailla- 
macu (12 de enero de 1597) contra la parcialidad de 
Puren , resuelto 4 rendirla, Ó, caso de resistencia, arra- 
sarla, y pasó el Biobio por el fuerte de Jesus, entrando 
luego por Catiray con un furor que nada quiso respetar, 
y eso que no llegó á dar con enemigos armados; mas 
cuando llegó 4 Puren ya le presentó Pelantaru una muy 
bien sostenida funcion, donde ambos bandos se causaron 
graves pérdidas, sin que ninguno pudiese cantar victoria, 
porque el vice-toquí se entró voluntariamente en los bos- 
ques de Nahuelbuta , y el gobernador no parece que in- 
tentó penetrarlos. : 

Siguió algunos dias corriendo aquel pais rebelde, pero 
sin fruto, porque ni el toquí, ni sus segundos, volvieron 
á dar la cara , antes se comenzó á extender la voz, y Su 
designio tuvo, de que esos jefes habian licenciado sus 
tropas por falta de bastimentos para mantenerlas en 
pie. 

Esas voces que tan perfectamente decian con el es- 
tado de la tierra y el completo desaparecimiento del 
enemigo, las tuvo don Martin -por un muy dichoso re- 
sultado de aquella campaña , como que ningun otro ha- 
bia rendido ella, y por tanto determinó trasladarseá 
la mperia 1 para pasar el invierno, y ver de paso si al- 


hilda ea la dia nm el jefa la pobló 
, - A E n 3 


nn en ella 


(1) Nada se sabe de esta ciudad, ni qué 
ni . 3 + 3 ETS 


238 HISTORIA DE CHILE, 


guna reforma pediria la administracion económica de sus 
dependencias, y de las de otros establecimientos, como la 
guerra le dejase tiempo para ello, 

Justicia es decir que el sistema de gobierno de don 
Martin , duro, arbitrario, y tal vez apoyado en demasías, 
porque límites tuvieron sus atribuciones como las de los 
demas gobernadores, mas que él se atreviera á saltarlos, 
todavia hubiera podido ser de provecho para el reino 
de Chile , en la hipótesis de que los Araucanos se man- 
tuvieran tranquillos, para que libre el gobernador de los 
cuidados de la guerra, á la parte administrativa se diera 
enteramente, poniendo todas las colonias bajo un pie de 
perfecta consonancia. La prueba de esto la vemos en las 
ciudades de Villarica, Valdivia y Osorno, que mante- 
niéndose apartadas del ruido de las armas alcanzaron 
un auje maravilloso .en los tres ramos mas importantes 
de comercio, agricultura y mineraje ; sus poblaciones 
siguieron , por lo mismo, un muy singular acrecenta- 
miento, y raro era el vecino de aquellas dichosas colo- 
nias que no se viera en esta época con un pasar decente, 
por lo menos, pero habia gran número de ellos muy 
acaudalados, : 

Entre la Imperial, Villarica, lago de Lumaco y Pu- 
ren , anduvo vagando el gobernador todo el año de 
1597 ; los dos primeros puntos sirviéndole de descanso 
de las correrías harto frecuentes que cumplia en Jos.dos 
últimos, siempre ansioso de tropezar con Paillamacu, 
ó con alguno de sus jenerales; pero vanos fueron sus 
esfuerzos, y vano su infatigable zelo por acabar lo que 
era inacabable , la dominacion de la Araucania. 

Estaba dispuesto que el toquí no habia de medir sus 
fuerzas con el caudillo español, en tanto que este siguiera 


CAPÍTULO XXI. 239 


acompañado de la imponente columna que le seguia, 
compuesta de Castellanos y de auxiliares; y decimos que 
estaba dispuesto, porque el entendido toquí entre esos 
mismos auxiliares tuvo constantemente varios servidores 
fieles que sabian comunicar los movimientos del gober- 
nador, y cuanto en sus filas ocurria, con gritos de en- 
tendida significacion para los que manejan la clave, 
como sucede econ los signos del telégrafo, al paso que 
insignificantes parecian á los que no estaban en el se- 
creto, 

Como ningun enemigo pareciera en las tierras de que 
mas recelo se podia tener; como ya iba el gobernador 
disgustándose de tanto veredear, con molestia tambien 
de toda su jente, porque en marchas y contramar- 
chas es donde se gasta el soldado; entró en la resolu- 
cion de atreguar las hostilidades que hacia á un pais 
tranquilo en apariencia, y se puso á recorrer las ciu- 
dades de Villarica, Imperial, Valdivia y Osorno, dete- 
niéndose en cada una de ellas bastante tiempo; pues 
mas fue esta una expedicion relijiosa, que no militar. 

Del buen éxito con que salieran de sus misiones los 
jóvenes jesuitas Aguilera y Vega, dedujo el P. Luis Val» 
divia consecuencias de gran ventaja, continuando el cul- 
tivo espiritual entre los Indios, y por consiguiente en 
persona marchó él mismo desde Santiago á Concepcion, 
y desde esta ciudad al cuartel jeneral del gobernador, 
con el cual seguia, acompañado tambien de Aguilera, 
y del hermano Télena (1). Todo el tiempo que la co- 

(1) Gabriel de Vega regresó de órden de Valdivia Santiago, para que 
leyese un curso de artes, dice la memoria donde tomamos estas noticias, 
añadiendo con la mayor sencillez del mundo, que el P. Luis de Valdivia con- 


sideró inútil por entonces la cooperacion de aquel súbdito suyo, porque en 
veinte y dos horas aprendió él (Valdivia) los distintos idiomas de las tribus 


210 HISTORIA DE CHILE, 


lumna española quedaba de descanso en una de aquellas 
ciudades, los misioneros lo pasaban confesando, bauti= 
zando y predicando, así álos Indios, como á los Españoles, 
y si algun crédito se ha de dar á los escritos de la época, 
en los siete meses que el gobernador hubo de pasar re- 
corriendo las indicadas poblaciones, mas de setenta mil 
almas entraron en la fe cristiana, 

Don Martin Oñez de Loyola vino á la Imperial con la 
entrada del verano de 1598 , pero los jesuitas misio- 
neros no debieron quedar con él, aun suponiendo que 
á la Imperial volviesen con la columna, pues parecen de 
nuevo en su colejio de Santiago, con mejor fortuna que la 
que tuvo el malhadado gobernador (1). 

En el curso de los sucesos que vamos á narrar muy 

discordes anduvieron los historiadores, y si algunos con- 
ciertan, solo ha sido porque se copiaron sucesivamente, 
sin querer detenerse en el exámen de hechos de tanta 
gravedad ; hechos que precisamente debieron ser el re- 
sultado de una muy meditada conjuracion , y hechos, en 
fin, que en sus propias circunstancias envuelven no poco 
de hiperbólico , para resolverse ¿4 no dejarlos correr con 
tanta lijereza, . 
- Se supone que en paz estaban los estados Araucanos 
cuando el gobernador volvió 4 la ciudad Imperial, y se 
supone tambien que Paillamacu segun unos, y Pelantaru 
indias de Chile 
evanjélica, 

(1) Dice el autor de la memor 
se confiesa jesuita, y que por] 

» Que ya los Indios fraguaban el alzamiento 
» ps bed pas se retiraron hasta ver en que paraba aquel nublado, 
O sitio Janes que viniese el azote que amenazaba á todo el 


al Ó rebelion de toda 1 
» este año de 1598... etc,, etc, » a llerra, como sucedió en 


» Y POr tanto podia suplir con ventaja á Vega en la predicacion 


ia de que hablamos en la precedente nota, que 


jeneral, por el descontento que co- 


CAPÍTULO XXI. 21 


segun otros, con solos doscientos hombres sorprendieron 
á don Martin Oñez de Loyola escoltado de sesenta oficiales 
reformados, es decir de sesenta hombres de los mas aguer- 
ridos, de los mas alentados y diestros de que podia hacer 
alarde el pendon castellano. 

Entre los muchos manuscritos de que vamos haciendo 
uso para señalar los acontecimientos de la sonada con- 
quista que en la Araucania presumieron cumplir los Es- 
pañoles, uno hay donde se arguye contra esa pretendida, 
paz, y se modifica la interpresa, de tal manera que al 
menos, si fe absoluta no merecieren las noticias, mucho 
se avienen con lo que la prudencia puede sin escrúpulo 
tomar por verisímil, á falta de testimonios sobre que 
fundar lo verdadero. 

Entremos, pues, en la narracion del suceso, y apré- 
ciele cada cual 4 su modo. 

Estando (el gobernador) en la ciudad Imperial re- 
cibió cartas de su esposa doña Beatriz Coya, y de su pa- 
riente el R. P. Fray Ignacio de Loyola, del órden se- 
ráfico, relijioso muy recomendable por sus talentos y 
virtudes, que por aquellos tiempos fue electo obispo del 
Paraguay. El contenido de las cartas se reducia á signi- 
ficarle que convenia mucho pasase luego á la Concep- 
cion, y con buena escolta, porque los Araucanos y Pu- 
renes estaban alzados. El P. Loyola le prevenia que le 
esperaba en Angol (1) y que mirase como venia por= 
que 4ncanamon y Pelantaru hacian junta en Puren para 
asaltarle en el camino, y lo mismo le avisó de oficio el 


(1) Confirma otro d it decir, añadiendo que se le lla- 
maba á don Martin á la tal colonia, para cortar serias desavenencias entre su 
correjidor y el cabildo, pidiendo el primero la rigorosa observancia de dis- 
posiciones gubernativas, que aquel cabildo, como el de Santiago y otros, resis- 
tian como contrarias al bien comun. 


16 


TL. Historia. 


212 HISTORIA DE CHILE. 


capitan comandante de la ciudad de Angol , con decla- 
racion que tomó á Indios fieles y amigos. Los caciques 
Imperiales de Boroa y Maquegua, don Juan Inaitharo, 
y don Diego Vaycopillan, cristianos viejos y buenos va- 
sallos del rey, le avisaron lo mismo al jefe, pidiéndole 
que suspendiese el viaje por entonces, que el capitan de 
amigos don Melchor Naguelhuri (Espaldas de Tigre) era 
efectivamente traidor, y tenia sus intelijencias con An- 
canamon y Pelantaru, á quienes habia avisado cuando fue 
de correo, 

No hubo modo de disuadir al jefe de su viaje, por 
lo mismo resolvió hacerle luego á la lijera y marchó para 
Angol, distante de la Imperial veinte y cinco leguas, con 
ánimo de llegar en el mismo dia, y dejar burlados á los 
Araucanos caso que intentasen alguna noyedad. Salió 
escoltado con seiscientos soldados y tropas de Indios im- 
periales , pero tenaz en su idea confiada, los hizo volver 
atras , pareciéndole estar seguro quedando solo en su 
compañía sesenta oficiales reformados, con su familia, 
su capellan y tres relijiosos de San Francisco, que fueron 
el R. Fr, Juan de Tovar, provincial de esta provincia 
que andaba de visita, su secretario el P. Fr. Miguel 
Kovillo, y el hermano Fr. Melchor de Artiaga. 

Salieron de la Imperial el año de 1598, dia 21 de no- 
viembre , en que escribimos este tan lamentable y trájico 
suceso, y no pudiendo vencer la jornada hasta Angol, 
alojaron en un ameno valle de Curalaba ( Cuvalabquen 
escriben otros). Con la noticia que el capitan correo 
Naguelhuri dió á Ancanamon y Pelantaru , de estar de 
partida el señor Loyola para Angol, se adelantaron con 
quinientos (1) infantes para ser menos sentidos , y em- 

(1) Doscientos dice Molina y la mayor parte de los historiadores. No.es crei- 


CAPÍTULO XXI. 213 


boscados en varias partes vieron pasar al jefe con toda 
su comitiva , siguiéronle la retaguardia y alcance hasta 
la noche, y apartados en corta distancia de los pabello- 
nes observaron que todo estaba en profundo silencio, sin 
espiar guardias, ni centinelas, y ante todas cosas rodea- 
ron los caballos y bagajes , dirijiéndolos por extravíos á, 
Puren. 

Al romper el amanecer, divididos en cuatro colum- 
nas asaltaron de improviso por los cuatro costados los 
pabellones, y hallándolos dormidos los recordaron á, 
mazadas y lanzadas, gritando con furor ¡lape, lape! 
(¡mueran , mueran !) sin darles siquiera lugar para to- 
mar las armas. y 

El jefe Loyola fue el primero y el último que recordó 
los avisos pasados y se defendió valerosamente con su 
espada , hasta que pidiendo favor al rey, le conocieron 
por la voz, y cayendo todos sobre él le quitaron la vida. De 
los ciento y cincuenta hombres que eran con los relijiosos 
y criados, solo escaparon con vida tres muy mal heridos : 
dos Indios del servicio, y el clérigo capellan , don Bar- 
tolome Perez, criollo de Valdivia, á quien llevaron cau- 
tivo á Puren con todo el botin y despojos de ropas, 
armas y equipajes, y el casco de la cabeza del desgra- 
ciado gobernador para celebrar la victoria á su bárbara 
USanza. 

A ese lamentable fin vino el gobernador don Martin, 
arrastrando en pos suyo la vida de tantos oficiales be- 
neméritos , y todo porque, con alcanzar la autoridad 


ble que con tan poca gente se aventuraran á tanto los Araucanos, que , si a 
probaron siempre de alentados, nunca desconocieron tampoco lo mucho 
que sus enemigos sabian ejecutar, sobre todo en los lances de extremado 
riesgo, 


24 HISTORIA DE CHILE. 


suprema de un reino, perdió lo que de circunspecto y 
precavido tuvo mientras sirvió sumiso á voluntades 
ajenas. ! 

La historia le ha prodigado toda suerte de alabanzas, 
y prendas se vieron en él dignas, en verdad , de in- 
cienso, por lo que hace al hombre privado; pero hay 
que atender al hombre público, y este no le vemos nos- 
otros con toda la limpieza que es de desear, para que 
fueramos á incurrir tambien en debilidades bajo todos 
conceptos reprensibles. 

Harto dicen contra la administracion del malhadado 
don Martin Oñez de Loyola, el exámen que de ella pasa á 
hacer un comisionado del virey del Perú don García Hur- 
tado de Mendoza; lo poco satisfecho que de la tal mision 
debió volver el comisionado, cuando el virey se pone 
contra el contexto de sus sagradas promesas al cabildo 
de Santiago, y no obstante el grande interes que al 
reino de Chile manifestó siempre, de todo jénero de re- 
cursos le priva, acaso contemplando que para robustecer 
la tiranía habian de servir, y no para otra cosa ; la pro- 
vision de la real audiencia, y en fin, ese grito lamentoso 
que en las calles de la capital y en los púlpitos suena, pi- 
diendo freno contra prevaricaciones de un poder que la 
fatalidad hubo de engreir para que marchara á su propia 
ruina por entre excesos que habian de castigar un dia sus 
enemigos, ó sus mismos partidarios. 

Su desventurada esposa, que noticia de esa trájica 
muerte del gobernador tuvo en la ciudad Concepcion 
donde se hallaba despues de algunos meses, con el 
mayor desconsuelo se apartó presurosa de aquella tierra 
de luto para ella, como para otras muchas familias, y á 
la corte de Madrid se dirijió acompañada de una hija que 


CAPÍTULO XXI, 215 


el rey Felipe HI (1) casó con don Juan Henriquez de 
Borja, heredero de la casa de Gandía, declarándola mar- 
quesa de Oropesa, con dotacion tambien de la enco- 
mienda de Indios del príncipe don Diego Sayri-Tupac 
que el mismo don Martin Oñez de Loyola prendió en los 
Andes, y decapitó en el Cuzco por órden del virey don 
Francisco de Toledo (2). 


(1) Sucedió á Felipe Mel 13 de Setiembre de ese mismo año de 1598. 

(2) 30,000 hombres pusieron los Araucanos en armas y en solas 48 horas á 
contar de la muerte del gobernador, mataron á todos los Españoles que es- 
taban fuera de las plazas fuertes, y pusieron cerco á las ciudades de Osorno, 
Valdivia, Villarica, Imperial, Cañete, Angol, Coya, y Arauco, quemando ade- 
mas las de Concepcion E noted Molina, y eso mismo asientan la mayor 
parte de los historiador 

Verdad es que el oo de los Butalmapus fue jeneral tras el fin del jefe 
Loyola, pero ni produjo tantos guerreros, ni tan rápidos fueron los sucesos; 


>» 
o 
Pe 
E 
3 
o 
= 
e 
o 
a 
= 
p 
= 
= 
lx) 
= 
a 
= 
= 
3 
Pd 
= 
o 
=3 
e. 
o. 
y 
o 
S 


r Valdivia, si entonces hubo en las filas castellanas armas para sustentar 
gana: ahora vienen á perderlo no obstante el hrdles valor con q lo 
defendieron algunos capitanes. 


CAPITULO XXII. 


Don Pedro de Vízcara gobernador interino. — Alzamiento de los Araucanos. 
Vízcara sigue con ventura los negocios de la guerra. — A los seis meses de 
gobierno, tiene que poner el mando en manos de don Francisco Quiñones, 
nombrado por el virey del Perú. 


( 15981599.) 


En gran consternacion puso la muerte del gobernador 
á todas las colonias, porque de suyo se dejaban entender 
las terribles consecuencias que semejante acontecimiento 
habia de rendir, y no ciertamente por la pérdida, aunque 
sensible, del hombre, sino de su nombre, Comunicó esa 
infáusta novedad al cabildo de Santiago , el de la CGon- 
cepcion, pidiendo que saliese sin demora la capital á 
remediar del mejor modo posible los males que eran 
de temer; dia de luto fue verdaderamente para San- 
tiago aquel en que se llegó á difundir semejante no- 
ticia, porque en su recinto existian todas, ó casi todas, 
las familias de los valientes reformados victimas del fu- 
ror araucano , por una incalificable imprudencia. 

El cabildo de la capital, que en los casos de riesgo 
siempre supo vencer imposibles, y cumplir sacrificios de 
admirable heroicidad, inmediatamente salió llamando 
para el gobierno interino del reino al licenciado don 
Pedro de Vízcara , que á pesar de su avanzada edad no 
solo le aceptó, sino que con la intencion de reclamarle 
le hubo de sorprender el nombramiento de los cabil- 
dantes (1). 


(1) Y le obligaron (á don Pedro) á encargarse del gobierno, dice Molina , 


CAPÍTULO XXI! 27 


Tras el juramento, y demas ceremonias al caso con- 
cernientes, Vízcara puso en la lugartenéncia de su go- 
bernacion , y capitanía general, á Francisco Jofré; hizo 
su maestre de campo á Pedro Paez Castillejo, y sarjento 
mayor á Luis de las Cuevas, siendo muy pocos los dias 
que se perdieron en la capital para equipar y rejimentar 
la mayor parte de los vecinos de la colonia y su jurisdic- 
cion, aptos para el servicio, y 4 cuyos gastos se atendió 
con unos catorce mil pesos que el nuevo gobernador tomó 
de las arcas reales. 

Tambien los Araucanos dieron en esta ocasion prueba 
de grandísima actividad. En Puren celebraron los jefes 
y caciques el triunfo de la muerte de Loyola, y desde allí 
se despacharon emisarios para todos los Butalmapus, 
con restos del cuerpo de la víctima, para excitar al je- 
neral alzamiento, que se cumplió en todas las tribus sitas 
y los vecinos de Santiago resolvieron de comun acuerdo dejar el pais, y reti- 


rarse al Perú. 
0 dedo necesidad de obligar, o Mine aci sigo en eleadorsisd antes fue 


« Pedro dé Vistafá gobernador y bn 0 re y Jus mayor de este 
» reino y provincias de Chile por el rey N. S .— Por cuanto por la muerte 
» del gobernador de este reino, don Martin pa Oñez y yes mi antecesor, 
» conforme á derecho, y á los títulos del rey N. $. que tengo de lugarte- 
» nierte de gobernador y capitan jeneral de este reino, yo sucedi en el dicho 
» gobierno, y en todas las facultades , provisiones y cádni as reales, y pr rivile- 
» jios en todas materias de gobierno concedidas y pertenecientes al dicho go- 
» bernador Loyola. Demas de que no obstante yo ser necesario, el cabildo, 
» justicia y rejimiento de la ciudad de Santiago , como cabeza de este reino, 
» luego como se entendió en da muerte e dicho gobernador, me nombró 
» portal aotpte y cap mas ab: 

» dancia, lo acepté his el juramento ere tanto que por S.M. ota cos 
» se ora. etc. , 

Ese documento, yA Pee volveremos á hablar para apoyo de los hechos que 
siguen, se dió én Concepcion con fecha 8 de febrero de 1599, y copia íntegra 
existia en la ejecutoria de la familia de los Cuevas y Oyarzun, que 
miento perpetuo se ha conocido en la ciudad de Santiago , y con otros cargos 
harto honoríficos. 


218 HISTORIA DE CHILE. 


entre los 35" hasta los 0? de latitud austral, tomando las 
armas aun los mismos que contaban ya muchos años de 
paz con los Españoles, y que en su fe se habian incor- 
porado. Este repentino y universal alzamiento , por 
tierra hubiera podido dar al instante con todas las 
colonias españolas, si le utilizaran los jefes con mas re- 
gularidad, y no tanta pasion ; pero en su loco deporte 
abrazaron á la vez diferentes empresas, cuando mas 
convenia ir cumpliéndolas por su órden correspondiente, 
y por tanto, dieron con obstáculos que hubieran podido 
serles fatales. Estudiemos los hechos, . 

El gobernador emprende su jornada desde Santiago 
para Concepcion , con cerca de cuatrocientos voluntarios 
españoles , y hácia el 22 (1) de diciembre de 1598; pero 
en la ciudad de Chillan encuentra á Pelantaru, que la 
tenia cercada. No esperaron batalla los Indios , porque 
recelosos de ser cojidos entre dos fuegos abandonaron el 
sitio, y las armas castellanas pudieron continuar sus mar- 
chas. En las cercanías de Concepcion dió Vízcara con 
los batallones del mismo toquí, que sin tener bloqueada 
la ciudad, á vista de cuanto ella pudiera hacer estaban; 
mas tampoco quiso Paillamacu medirse con su enemigo, 
que penetró en aquella colonia causando á sus autoridades 
y moradores un gozo y un entusiasmo indecibles, 

El gobernador contó desde luego con el civismo de los 
vecinos de Concepcion y convidóles, por lo mismo, á que 
tomaran parte directa en la defensa de tantos estableci- 
mientos amenazados de los Indios. No fue vano el apelli- 


FE RNW S 3 y A + 1 HILA 7 Y. 4 A e 
¿/ 


y dl Y 
el Perú elunnifinaA, Has 


g jidores para 
] ] ilios del virey, yle enterase verbalmente 
de los riesgos que el reino corria; para Buenos Aires otro, que habia de hacer 
igual solicitud al gobernador de aquel pais, Ya veremos luego cual fue el éxito 
de esa importante comision, 


DN A in A e A A A A A A A 


CAPÍTULO XXIL. 219 


damiento , y si no de gran monta el número de hombres 
que aquella ciudad puso en las filas del rey. bastó por lo 
menos para reformarlas, quitando el arcabuz de manos 
de ciertos habitantes de Santiago, llenos de amor al 
pais, sí, que por defenderle se armaron , pero que ni 
su edad, ni sus fuerzas permitian se diesen á las fatigas 


- dela guerra. En este arreglo andaba Vizcara, y tambien 


en la provision de varios cargos de importe, así para g0- 
bierno, como para guerra, cuando pareció en Puchacay 
el cacique Huenucura (1) con dos mil soldados y ánimo 
de hostilizar las colonias situadas al setentrion del Bio- 
bio, y tener en continua alarma á la ciudad Concepcion; 
de suerte que, no siendo acertado quedar con el enemigo 
á la espalda, tuvo el gobernador que suspender las ope- 
raciones que iba ya á cumplir para las ciudades de ar- 
riba, mandando á su maestre de campo Paez del Casti- 
llejo, que inmediatamente saliese contra Huenucura hasta 
ver de obligarle á repasar el Biobio. 

El jefe araucano tenia mas valor que experiencia. 
Como llegara á su noticia que los Españoles iban á ata- 
carle, al encuentro se adelantó con la temeraria presun- 
cion de que nadie habia de resistir al poder de sus armas, 
y esto era lo que mas deseaba el entendido Castillejo , 
que con apariencias de temeroso y desalentado , se 
quedó esperando á su contrario, en posicion ventajosa , 
y en cuanto este le acometiera se trabó la funcion con 
tan acertadas disposiciones que al cabo de una hora, 
poco mas ó menos, los batallones indios quedaron com- 
pletamente deshechos, dejando en el campo multitud de 
muertos, y nO Pocos prisioneros. 


(1) Otros ponen Paillaturu , no yemos este nombre en nuestros docu- 
mentos, 


250 HISTORIA DE CHILE. 


No por eso quedó el pais libre de enemigos. Apenas 
entrado en Concepcion el maestre de campo, con los 
trofeos arrebatados 4 Huenucura, cuando de órden del 
toquí Paillamacu, con dos mil hombres vino Lancote- 
gua (1) resuelto 4 bloquear 4 Concepcion , y puso su 
primer campo en Gualqui, tierra extremamente do- 
blada é inmediata al Biobio. Contra este jefe envió el 
gobernador á su sarjento mayor Luis de las Cuevas 
que llevó en su compañía ciento y sesenta lanzas, para 
volver tan airoso del empeño , como del suyo acabara 
de salir Castillejo, pues derrotó las huestes indias recha- 
zando á sus guaridas á cuantos de la accion salieron con 

vida (2). 

Ocurrian estos sucesos á los últimos del mes de enero 
de 1599 y en ellos, ó cuando mas, del 1* al 2 de febrero 
ya pudieron los Españoles entrar en mejores esperanzas, 
y su nuevo gobernador dar á su plan de guerra un 
campo mucho mas extenso, porque aportó 4 Concepcion 
un refuerzo (3) del virey del Perú, que no podia llegar 


(1) Hijo del Pess que pereció en el oe de Jesus á manos de Riba- 
de Guajardo segun o 

(2) Aunque no pi los Pet ese uta no se puede dudar de él, 

puesto que consta en la relación de méritos del mismo Cuevas, justificada en 

juicio contradictorio por testimonio del capitan don Rodri igo de Arana que se 

halló presente, de Juan Perez de Caceres, id. , y de don Gabriel Vallejo , el 

cual pop diciendo : « Y que fue una victoria de las buenas y de impor- 

con que mr e de . + Concepción, pue se ge e á los ene- 

» migos. repasar el Bio. 
» de 2000. » 

(3) De un refi o, venido tambien del Perú ARE 


del O E ES ii a E 


sin embargo olmos como se pura Vizcara en : Concepcion con SS 

3 del dicho febrero : 
« Y confiando de la capacidad de la persona, y ser caballero notorio, del 
» sarjento mayor, Luis de las Cuevas, como le doy comision para que en el 
» navío que está surto en este puerto de la Concepcion, de que es maestre 


CAPÍTULO XXIl. 251 


con mejor oportunidad para que las armas castellanas 
combatieran la terrible tormenta que de las cenizas del 
desventurado Loyola vino á levantarse. 

Tiempo era, en efecto, de concurrir á sufocar el in- 
cendio, porque Paillamacu, que por su parte llevaba ya 
expuenados los fuertes de Puchanquí y de Santa Cruz, 
en sabiendo las sucesivas derrotas de sus otros jenerales 
por las tropas de Concepcion, lleno de ira quiso él mismo 
acercarse á bloquear esta ciudad; arrasando de ante- 
mano Jesus y Chibicura para dejar mas expedito el paso 
del Biobio. 

Vízcara marchó sin detenerse con quinientos hom- 
bres á la defensa de aquellos dos fuertes, ya sitiados 
por un cuerpo de dos mil Indios 4 las órdenes de Pai- 
llamacu, pero ya no era el airado, sino el circunspecto 
toquí, pues reconociendo que á mas de venir fuerzas res- 
petables contra sus armas, por algo habia de contar el 
hacer de las dos guarniciones sitiadas, desde el ins- 
tante en que comenzara el combate, tuvo por mas 
cuerdo no esperar al gobernador, y se retiró con sus 
huestes hacia la confluencia del Lecudahnu con el Ta- 
bolebu. 
» Diego Saez de Loisa, para hacer su viaje á la ciudad de Valdivia, se embarque 
» y lleve en él las municiones que le he mandado entregar suficientes para las 
» ciudades de las fronteras de arriba , del socorro d tiempo que la semana 
» próxima pasada envió á este reino el señor virey del Perú don Luis 
» de Velasco y llegaron á este puerto. Para que se vayan entregando á los 
» capitanes de guerra, y oficiales reales de cada ciudad conforme á la instruc- 
» cion que se lleva, tornando recaudos del recibo, y trayendo RR e 
MRE TRA 


» murió el dicho gobernador, y las municiones, artillería, y presidio, que habia 
» en cada frontera de las ciudades Imperial, Valdivia, Villarica y Osorno. Y que 
Aal er Ms ANA led: a AN e ÓN tao capitanes y 


ut ay 
UL JULUDL 


» correjidor de Infantes de Angol, para que salga escolta de la dicha ciudad 
» á encontrarse con la que viniere con él, y con el dicho socorro, para que 
» llegue con regularidad. »- 


252 HISTORIA DE CHILE, 


De todos modos, sus frutos recojió el toquí de esta 
empresa, porque don Pedro de Vízcara, que llegó á 
probar, en los pocos dias de su mando, ser tan inteli- 
jente en armas, como lo habia sido en letras, com- 
prendió con razon que en el estado en que entonces se 
hallaba el pais, aquellas dos fortalezas no podian menos 
de venirá ser presa del arrogante enemigo, y por consi- 
guiente despachó sus guarniciones para socorro de Santa 
Cruz de Coya, á cuyo punto se trasladó él mismo, en 
cuanto hubo hecho lo propio con los presidios de Tu- 
capel y de Lebu , trayéndolos en refuerzo de las armas 
encargadas de guardar la ciudad de Cañete, y la de 
Arauco. 

En llegando á Santa Cruz de Coya, mandó un des- 
tacamento para Guadaba y Angol, con órden de que 
si estas guarniciones conceptuaran no poder sustentarse 
en -sus puestos, á la ciudad de los Infantes se traslada= 
sen, haciendo pasar aviso á la Imperial, Villarica, Val- 
divia y Osorno, que socorridas serian en breve por mar 
desde la ciudad Concepcion, porque á este punto se re- 
tiró Vízcara, huyendo de la estacion rigurosa, y dejando 
ya las armas Araucanas concentradas en los marjales de 
Puren. 

Tales fueron los sucesos de las armas tras la muerte 
del gobernador Loyola, y ya se ve si el licenciado Pe- 
dro de Vízcara fue sobradamente dichoso, puesto que se 
retira á invernar á Concepcion, habiéndose hecho respe- 
tar del pueblo indómito , cuando mas enardecido y entu- 
siasmado salió desafiando á sus Opresores, 

Contaba Vízcara con la entrada de la próxima prima- 
vera para marchar resuelta y agresoramente contra los 
batallones de Paillamacu, acampados en Puren, pero el 


CAPÍTULO XXII. 253 


18 de mayo de este propio año de 1599, aportó en Con- 
cepcion don Gabriel de Castilla que de órden del virey 
del Perú conducia, para defensa del reino de Chile, y en 
virtud de la demanda que á este efecto le hizo el comi» 
sionado del cabildo de Santiago, un refuerzo de qui- 
nientos veteranos, y el gobernador nombrado don Fran- 
cisco de Quiñones. 

Para que mayor pareciera la ventura de los Espa- 

ñoles, en Santiago de Chile estaba ya desde el 25 de 
abril, otro socorro de hombres con que respondió el go- 
bernador de Buenos Aires don Diego Valdes de Lavanda, 
por medio de su primo don Francisco Rodriguez. 
De suerte que Vizcara tuvo que entregar el baston , 
cuando elementos habia para recojer laureles, toda vez 
que á las fuerzas las guiara la prudencia; y con la gloria 
de dejar todas las colonias españolas defendidas y en 
poder de los Españoles, se retiró á Santiago para volver 
al desempeño de su cargo Ó sacerdocio judicial (1), 
juntamente con la interinidad del administrativo , COMO 
se verá en breve. 

(1) Se le supone despoblador de las ciudades de Santa Cruz de Coya y de 
los Infantes de Angol. Ni aun tal pensamiento tuvo Nunca, como ya nos lo han 
dicho los hechos, pero á mas, no hay sino oirle á él mismo en el documento 
de que ya hicimos mérito. 

« Y el resto de dicha jente y soldados, por la necesidad que de ella hay 
» para fortalecer las ciudades fronteras de Angol, Chillan, Santa Cruz de 


» Coya, y esta de la Concepcion, contra las.cuales los enemigos naturales 
» amenazan, y acometen cada dia con furia y potencia, se traigan donde re- 
» sidiere yo, ó mi teniente de capitan jeneral Francisco Jofré, y para otros 
» efectos necesarios para el buen expediente de la guerra, antes que el ene- 
» migo pueda prevalecer, no obtante haber traido todo lo necesario y posi- 
» ble de la ciudad de Santiago, sin los que estoy esperando, estantes, y habi- 
» tantes y útiles para la guerra. » 

Por último lu=go veremos que ese hecho, si censura merece, sobre el sucesor 
en el gobierno del señor Vizcara ha de recaer, y nO sobre este. 


CAPITULO XXIUHH. 


Gobierno de don Francisco de Quiñones. — Funcion de Yumbel. — Crueldades 
ejecutadas en los Indios. — Despoblaciones de algunas colonias. — Pasa e 


( 1599.) 


Don Francisco de Quiñones, hijo del reino de Leon : 
y alcalde ordinario de la ciudad de los Reyes , tomó las 
riendas del gobierno de Chile desde que aportó en la 
ciudad Concepcion, aunque su recibimiento en la ca- 
pital parece no hubo de ocurrir sino por comision, hácia 
mediados de junio del año en que estamos, á tiempo 
mismo que su antecesor el licenciado Vizcara, fue reco- 
nocido en calidad de teniente jeneral y gobernador inte- 
rino de Santiago y su jurisdiccion, por mandamiento 
expreso del referido Quiñones. 

Este sujeto. gozaba en Lima no solamente de esas 
serviles consideraciones, que parecen culto debido á las 
riquezas , sino que como se hubiese conducido en los 
cargos de república con una rectitud, y una severidad 
tal cual exajerada , como habia mostrado en ocasiones 
peligrosas, tremendas 4 veces, un ánimo poco comun, 
y sobre todo, un arresto poco menos que irresistible, 
vino á llamar la atencion pública sobre su propia per- 
sona , y de ella se solia servir la autoridad superior 
siempre que llegaba á verse amenazada, 6 desconocida ; 
cosa harto frecuente en aquella época de licencia, de 


CAPÍTULO XXHL. 255 


crímenes , de fanatismo , y de extravíos sobrado repug- 
nantes. | : 

Ahí estan los títulos que le valieron á Quiñones el 
gobierno del reino de Chile, y aunque insignificantes 
parezcan á primera vista, no los enseñara tan honro- 
sos, ni tan meritorios, mas. de uno de los que en ese tan 
supremo puesto llegaron á ver las que un dia se llamaron 
Américas Españolas. 

Sirvió mucho á la elevacion de don Francisco de Qui- 
ñones, el lijero discurrir del virey del Perú, que con 
noticia de la jeneral sublevacion de los Indios de Chile, 
en virtud de la muerte dada al tan incrédulo , cuanto 
malhadado Loyola, y sabedor tambien del mando á 
que de ley habia venido el licenciado Pedro de Víz- 
cara, vino á suponer perdido el reino de Chile por mil 
_Tazones, de entre las cuales las dos mas ponderantes 
eran ; 1% que un letradono podia ser buen militar ; 
2 que en un hombre de setenta y mas años como Con- 
taba Vízcara, muerta la facultad física , y muerta la fa- 
cultad intelectual habian de estar; contra cuyo desatino 
toda observacion fuera escusada, porque el solo sentido 
comun ha de suponer tanto y mas de lo que nosotros 
quisieramos decir sobre el particular. 

Sin embargo, sean los hechos por sí mismos los que 
nos den la medida del valer de esos dos caracteres tan 
distintos que notamos entre la sesuda prudencia de don 
Pedro de Viízcara, y la arrebatada índole del ilustre al- 
calde de Lima que vino á sucederle. 

No admite duda que el pueblo araucano de dia en dia 
acrecentaba sus fuerzas ; de dia en dia se hacia mas tre- 
mendo; y de dia en dia ponia mas en riesgo las colonias 
castellanas ; todas esas son consecuencias naturales del 


256 HISTORIA DE CHILE. 


triunfo, ó mejor, de los repetidos triunfos con que la 
fortuna favorece á un bando, como es consecuencia tam- 
bien que el bando vencido desaliente y comience á recelar 
de sus propias fuerzas. 

Como quiera, no hay que olvidar que Quiñones viene 
á poner sobre las fuerzas de su antecesor, el refuerzo de 
quinientas plazas que con él vienen del Perú, otro muy 
regular socorro de Buenos Aires acuartelado ya en San- 
tiago, y aunque ningun historiador deje señalado el nú- 
mero preciso de Españoles con que el nuevo gobernador 
va á salir á la guerra , sin incurrir en nota de exajera- 
dores bien podemos llevarle hasta mil dos, ó mil trescien- 
tos hombres; número de no poco importe en aquel tiempo, 
atendida la ventaja del arma que iba á la defensa y 
sosten de sus usurpaciones. 

Pero ese número, mayor ó menor como él fuese, en 
nada , ó por lo menos en muy poco hubo de tenerle Paj- 
llamacu, que estaba 4 la sazon en Puren, y que en cuanto 
se le dijera el arribo del nuevo gobernador, llevó el atre- 
vimiento hasta punto de presumir la toma de Concep- 
cion, con gobernador, habitantes y soldados que dentro 
de ella habia, 

Seis mil Indios mandaba entonces el toquí, dió la ter- 
cera parte á su vice toquí Millacalquin , y con Pelan- 
taru (1) (et otro vice toquí), y los cuatro mil hombres, 
en camino de Concepcion se puso, resuelto 4 sitiar esta 
ciudad. 


(1) Dice Olivares que Millacalquin fue esta vez al cerco de los Infantes de 
Angol; así lo asientan tambien nuestros manuscritos; pero en que Pelantaru 
marchara entonces contra la ciudad de Coya, como pone ese historiador, es- 
tamos discordes ; este vice-toqui vi pañando á su jefe, y en la accion de 
Yumbel se halló. Garcia piensa que Pelantaru pasara á Tucapel; tambien se 
equivoca, a 


CAPÍTULO XXXIII. 257 


En cuanto el nuevo gobernador supo ese movimiento 
del enemigo, de la Concepcion salió con su jente, mar- 
chando al encuentro del toquí, viniéndose á encontrar 
los dos caudillos en los llanos de Yumbel. Con motivado 
y recíproco respeto hubieron de mirarse ambos bandos, 
porque no desatentados, ni iracundos, se acometen esta 
vez, aunque de esa manera solian de ordinario romper 
en todas sus funciones, antes se advierte que el castellano 
ordena sus filas con esmerada precaucion, cerrando las 
alas con toda su caballería y montando seis cañones al 
frente de los infantes, mientras que el toquí por su parte 
cuadra tambien las líneas araucanas en igual órden, 
oponiendo, por decirlo así, peones contra peones, y ca= 
ballería contra caballería. Faltábanle las bocas de fuego, 
y grandes destrozos le hacian estas desde que comenzó 
el combate, con encarnizamiento sí, pero conducido de 
ambas partes con disciplina, con presencia de ánimo, 
y con admirable tino. A mas de tres cuartos de hora de 
desigual lucha (decimos desigual porque la artillería 
española la tenia constantemente en esa línea , con ter- 
rible estrago de los Araucanos), vino á comprender el 
toquí un muy mal éxito para sus tropas, caso de conti- 
nuar en la pelea con el órden que hasta entonces ob- 
servó, y por tanto presuroso anduvo dando cuantas 
disposiciones convenian, para que su caballería arran- 
case impávida contra la castellana , facilitando así á los 
batallones una embestida impetuosa hasta penetrar el 
centro de los piqueros y de los arcabuceros, obligándolos 
al juego del arma blanca. 

Esa tan osada resolucion cara le costó al toquí, y si 
cierto es que con ejecutarla en grande aprieto puso á 
las armas del gobernador, en el último trance, puesto 


-- 
1. Histonta. 17 


258 HISTORIA DE CHILE. 


que al cabo de dos horas de un combate atroz, sostenido 
brazo á brazo, y alimentado con innumerables víctimas, 
acaso perecieran todos los Españoles en una pavorosa des- 
bandada, 6 tuvieran que rendirse á sus enemigos, á no 
salir Quiñones poniendo á retaguardia un escuadron con 
órden terminante de quitar la vida á todo soldado , ó pe- 
loton , que señal diese de quererse pronunciar en reti- 
rada ; esa resolucion , decimos, le fue muy desastrosa á 
Paillamacu, que al cabo vino 4 verse con la flor de sus 
guerreros derrotada, y en la necesidad de abandonar el 
campo, para que el nuevo gobernador comenzara desde 


luego á dar suelta á lo que mas lucia en su Aa 3 UN 


implacable , y ya bárbaro rigor (1). 

Y, si se quiere, sea disculpa de esa irritante venganza, 
el exceso de la ira que debió sentir don Francisco de Qui- 
ñones á vista de tantos Españoles beneméritos como en 
aquel campo rindieron sus vidas, defendiendo el honor 
del pabellon ; pero ¿ hay igual disculpa para dejarle cor- 
rer las tierras de Puchanqui, Millapoa , Tabolebu y Cati- 
ray, con ese inclemente furor, que no solo se ceba en los 
campos talándolos y reduciéndolos á cenizas, sino que 
á cuchillo pasa cuantos habitantes logra tropezar en 
aquella como batida militar, sin distincion de edad, ni 
tampoco de sexo ?... 


(1) Hizo degollar sobre el campo de batalla á todos los Asp á todos 
los heridos, y por mas que queramos trasportarnos mentalmente á las cos- 
tumbres de la época, por mas que los que en el relato de esta a de los 


presalias contra un enemigo feroz, impío y sanguinario, munca podemos dar 
con razones que á tan comun parecer nos inclinen; y esto por la simple causa 
de que no podemos menos de ver aquí un pueblo, sobre ofendido é Pre 
E pe 4 tosco vivir de la pio cae 0 una nacion con A 


y lo que mas dedicó dicos ser 


As Y do nó Y A + 
$ caridad para con el be iaa á 


e dd AAA 


CAPÍTULO XXIHI, 259 


Verdad es que para llevar la irritación del cuerpo so- 
cial hasta el último extremo, no hay como castigárle, y 
en este punto por camino derecho marchó el nuevo go- 
bernador, que si á fuerza de crueldades logró infundir 


algun terror en las perseguidas tribus, de corta dura 


fue, y tambien do estímulo para que las fuerzas de una 
milicia que él contaba poco menos que arrollada , ro- 
busta y ardorosa pareciera de nuevo en distintas di- 
recciones, poniéndole en la necesidad de reforzar in- 
mediatamente la guarnicion de Santa Cruz de Coya, 
y pasar á la lijera 4 Concepcion en demanda de ele- 
mentos con que acudir al auxilio de las ciudades ame- 
hazadas. 

Con mucha celeridad tuvo que andar el gobernador en 
esta ciudad para llevar 4 efecto parte de las disposiciones 
que el estado de las cosas dé la guerra hizo necesarias, 
porque pronto vino á reconocer que en manos del 
Araucano caerián necesariamente las poblaciones de Ca- 
ñete y de Arauco, estrechadas ambas ya, y por tanto 
aconsejando la inmediata medida de ir 4 ampararlas; y 
cuando esto no fuese factible”, salvar por lo menos 4 sus 
habitantes favoreciendo la despoblación + en este último 
parecer se puso Quiñones, sin duda porque mas debia áu- 
harse con lo crítico de las circunstancias. | ] 

La medida vino á tener efecto casi en sentido inverso 
antes que el gobernador presumia , y tambien sin su in- 
tervencion, porque los colonos y la guarnicion de Ca- 
hete en la que estaban los presidios de Tucapel y de 
Lebu, viéndose sin bastimentos, y gravemente amena- 
zados, se resolvieron á romper el cerco abandonando al 
enemigo la plaza, y retirándose á Arauco; á ese mismo 
Punto, y en los propios dias fue á abrigarse tambien la 


260 HISTORIA DE CHILE. 
oblacion de Santa Cruz de Coya, d liendo los montes 
de San Jerónimo, y tomando á su paso el destacamento 
que guarnecia el fuerte de ese nombre. 

Semejantes hechos bien merecen el nombre de triunfos 
para las armas araucanas, las cuales ninguna otra cosa. 
pedian sino el que de su suelo desaparecieran los Espa- 
ñoles, y con ellos hasta el último vestijio de su domi- 
nacion. Probaban tambien que el alzamiento indio de 
cada vez se ostentaba con mayor robustez , y que ese 
pueblo heróico cebo en que saciar su venganza iba bus- 
cando; pero contra tan tremenda llama , si acaso débil 
fuera el remedio que en susarmas pudiera considerar el go- 
bernauor, muy eficaz, muy ejecutivo hubo de verle en la so- 
berana virtud de su destemplada € injénita inclemencia. 

Por lo mismo, y como los sucesos salieron obligándole 
á modificar sus proyectos, relativos á la despoblacion de 
Cañete y de Arauco ; como por segura viera la subsisten- 
cia de esta última plaza; ya que en su centro habian 
entrado las fuerzas de las que atras dejamos señaladas; 
4 marchas forzadas caminó desde Concepcion , por las 
mismas parcialidades de Tabolebu, Catiray, Puchanqui, 
Puren y Lumaco, hasta la Imperial, pasándolas con igual 
furia que la que le vimos tras la sangrienta accion de los 
llanos de Yumbel. 

Asediada tenian los Indios la ciudad Imperial , pero 
no quisieron estorbar la entrada al gobernador, que fue 
recibido de aquellos moradores con muestras de indeci- 
ble júbilo, y mas cuanto que se reconocian deudores 
de su salvacion á este inesperado arribo de don Fran- 
cisco , justamente cuando serios recelos de que no 
habian de ser socorridos se divulgaban ya en el centro 
de la ciudad, donde los Araucanos hacian correr noticias 


CAPÍTULO XXIHIL. 261 


muy adecuadas para que el desaliento se asentara en to- 
dos los corazones. 

¿Como no desesperar, en efecto, sabiendo de un 
modo indudable que, sobre verse cerrados de un tan 
crecido número de enemigos, en el propio aprieto se 
- encontraban Valdivia, pt Villarica, y otros diferen- 
tes establecimientos? 

Hay que decir aquí que cuando el virey del Perú pasó 
al gobernador de Chile la órden de proclamar por rey de 
España á Felipe 111 en consecuencia del fallecimiento 
del 11” del mismo nombre, su padre, decíale tambien 
la salida del coronel don Francisco Ocampo con un so- 
corro de 200 hombres; y este socorro en defensa de 
Valdivia y demas colonias habia de ir, como así se lo 
manifestó á sus cabildos el gobernador Quiñones desde 
que entró en la Imperial, cuyo asedio levantaron los Árau- 
canos voluntariamente. 

Empero de otro modo lo determinó la fortuna. Quiñones 
no podia abandonar la ciudad Imperial á las consecuen- 
cias de un nuevo cerco, inevitable desde el instante que 
él, con sus fuerzas, se ausentara de esa colonia ; los ví- 
veres en ella andaban ya muy escasos , tambien las mu- 
niciones de guerra ; y el gobernador tuvo menester de 
gastar muchos dias para remediar en lo posible esas dos 
tan terribles necesidades de existencia ; por otra parte el 
prometido refuerzo del virey no parecia , disponer de 
tropas que fueran á suplirle no se podia; porque las 
llegadas con don Francisco andaban corriendo los pa- 
gos de Ja Imperial en busca de mantenimientos, que no 
estaban abundantes, pues asolados dejaban los Indios el 
campo; y en este intervalo Villarica, y Osorno, y Val- 
divia, en poder del arrogante enemigo habian de caer. 


262 : HISTORIA DE CHILE. 


Pasma verdaderamente la actividad de ese pueblo in- 
dómito en aquella época que parece escojida por alguna 
divinidad infernal para que solo lástimas , solo horrores 
y muertes, se cumplan con despechada saña entre dos 
partidos á cual mas feroz ya, y no es de menos asombro 
el inaudito esfuerzo, el infatigable empeño con que corre 
el bando castellano para apagar esa tea voraz que va 
á consumir la obra de medio siglo de heroicidades , en 
descrédito del orgulloso pendon que acaso llegara á echar 
hondas y duraderas raices en el riñon de la Araucania, 
si mas político, si mas sagaz, y mas templado, fuera 
desde luego su porte. 

Paillamacu , su astuto consejero Ancanamon , y su 
vice-toquí Pelantaru , son los jefes que sitian las ciu- 
dades Valdivia , Qrorno , y Villarica (1); y ese mismo 
toquí cuenta con traer despues la ciudad Imperial á tan 
fatal suerte , pero quitando de allí las armas del gober- 
nador por medio de operaciones de bien entendida es- 
tratejía. No vendrá á atacarle á aquel recinto, no, 
antes se correrá como el rayo á la provincia de Chillan, 
llevándolo todo á fuego y sangre, y poniendo en apre= 
tado cerco la ciudad San Bartolome de Gamboa con un 
cuerpo de dos mil soldados, aunque otros sueltos han de 
registrar presurosos los contornos : ante semejante nove- 
dad ya no podia mantenerse ocioso el jefe castellano, que 


(1) En poco tuvieron siempre los Araucanos el oro, y en poco ó nada le tienen 
mo. sd tados modos cierto es que solamente aa sacaron en 


Pes ga 


CAPÍTULO XXI. : 263 


así lo habia presumido tambien Paillamacu , 6 mejor, eso 
fue loque hubode adivi tendido y astuto consejero. 

El de noviembre de 1599 pereciera irremisible- 
mente la colonia de Valdivia , si sus moradores no se 
hubieran mantenido alerta y resueltos á una defensa des- 
esperada. En cuanto se vieran al romper el dia , cerca- 
dos de enemigos, comenzaron á cumplir salidas de tan 
increible arrojo que forzaban á los cuerpos Indios mas 
allá de lo que era de suponer, y hasta les solian tomar 
víveres y prisioneros. Alentados con sucesos sino de 
suma importancia, con la suficiente para poderse pro- 
meter los en que fundaban ellos su sosiego , y la con- 
servacion de sus bienes, ya se atrevieron á un golpe de 
mano, arriesgado si se quiere, pero con probabilidades 
de infalible, porque con informes de escrupulosa exac— 
titud fueron á dar durante la noche en un campamento 
de familias enemigas; y sobrecojidos los Indios, y emba- 
razados tambien entre los ayes y lamentos de sus mu- 
jeres é hijos llenos de espanto, en manos de los Valdi- 
vianos dejaron todos cuantos bastimentos tenian, y la 
mayor parte del mujeriego con muchos niños de pecho 
que fueron conducidos á la colonia. 

Como de todas estas escaramuzas , que no otro nom- 
bre merecen, y que frecuentes fueron en los primeros 
dias del asedio , salieran los Españoles triunfantes , , Casi 
con desprecio comenzaron á mirar á su enemigo, y el 
exquisito zelo que desde luego mostraron para tantear sus 
fuerzas, vino, por fin , á convertirse en el mas reprensi- 
ble descuido, en medio de un pueblo que harto ponderaba 
su arrojo en el solo hecho de presentarse impávido álda 
boca de los cañones sin mas que una macana en la mano, 
6 cuando mucho una lanza. 


264 HISTORIA DE CHILE. 


Ya no era menester pasar las noches desvelados en la 
ciudadela ; no merecía semejante sacrificio un enemigo 
que todos los dias se dejaba correr; cada cual podia re- 
tirarse á su casa, confiando la seguridad pública, si acaso 
no su defensa, á la vijilancia de cuatro hombres, que ha- 
bian de mantenerse en la plaza , en forma de cuerpo 6 
guardia de prevencion, como quien dice. 

Los Araucanos bien sabian lo que dentro de muros 
pasaba , que no les faltaban amigos, y no les convenia 
sacar á los Españoles de su loca confianza , antes seguian 
con su natural sagacidad los planes de seduccion 4 que 
desde luego recurrieron , so capa de tal cual desaliento 
para mayor ceguedad de sus opresores, y dia se señaló 
en el cual la plaza habria de ser invadida : entre tanto 
ningun ataque serio, ningun movimiento que verdaderos 
temores pudiera inspirar. Con todo, á oidos del sarjento 
mayor (1) llegaron los manejos de los Araucanos y de sus 
ajentes, y en noticia del gobernador de la plaza (2) los 
puso ; pero este hubo de tomar por cuento lo que la rea- 
lidad le habia de enseñar bien 4 pesar suyo , y para fatal 
desgracia de todos los colonos. 

Volvió de rechazo el sarjento mayor insistiendo por 
que inmediatamente se tomasen providencias no sola- 
mente para resistir al enemigo el dia dado, puesto 
que se sabia lo era el 24 de noviembre, sino contra los 
que en la conjuracion resultaren comprendidos siendo 
casi todos los criados de los Españoles, segun así lo afir- 
maba el que en servicio del mismo sarjento mayor 
andaba; pero el gobernador respondió con insultante 
destemplanza á ese nuevo aviso, labrando desde en- 


(1) No vemos su nombre en parte ninguna, y es de sentir. 
(2) Tampoco se nombra, 


CAPÍTULO "XXUL, 265 


tonces la ruina de toda la ciudad, con causa para que los 
colonos se pronunciaran en dos bandos, mas numeroso 
el de la primera autoridad porque siempre tuvo esta 
muchos aduladores, pero mas feliz el que se declaró 
por el sarjento mayor, pues que al fin, de una muerte 
cierta, Ó de una eterna servidumbre, mas dolorosa que 
la misma muerte, vino á salvarse. 

Fue fortuna para este el hallarse en el puerto los 
navíos de Ballano, Villaroel, y Diego de Rojas, á los 
cuales pasó sus familias con el mayor sijilo, sin que 
llegase á notarlo el gobernador, sirviéndose de canoas 
y lanchuelas que bajaban el rio hasta poner la jente en 
las naves, De este mismo medio usó con su familia el 
precavido sarjento mayor, pero tanto su persona , como 
las de los que de su mismo pensar eran, al frente del 
peligro esperaron armados la llegada del alba del 24. 

Mientras en esta faena se entretenian todos cuantos 
Españoles creyeron en el peligro que corrian, unos 
cincuenta Indios entre infantes y caballos, penetraron 
sijilosamente en la plaza, apoderándose al instante de 
los cuatro vijilantes puestos en ella, y tras esta dili- 
jencia en las iglesias comenzaron á tocar á fuego los 
criados traidores, sacando con esto de sus casas á los 
moradores que caian indefensos en manos de cuerpos 
Indios apostados á todas las puertas, y en todas las oe.” 
calles (1). Dos horas cuando mas pusieron en atar á 
todos los crédulos que con vida quisieron guardar los 
Araucanos, porque á mas de cuatrocientos se la qui- 


(1) Segun Molina cuatro mil Indios de ambas armas penetraron en la 
ciudad ; Olivares pone cinco mil, dos de infantería, y tres de caballería ; 
nuestros documentos no fijan número, pero de suyo se deja inferir que debió 
ser crecido, 


266 HISTORIA DE CHILE. 


taron, respetando la de otras tantas mujeres que hicieron 
esclavas , cuarenta y dos niñas, y algunos niños (1); 
pero el sarjento mayor y los de su partido, como pre- 
venidos esperaban al enemigo, con él entraron en una 
reñida pelea digna de fin mas venturoso, porque ya 
que su suerte con bien sacó á muchos de ellos del inútil y 
arrestado empeño que pusieron por salvar la colonia de 
manos de masas tan numerosas, de sentir es que arro- 
jándose al rio, unos 4 caballo (2), otros en algunos 
botecillos que de prevencion se tenian para atravesar 
hasta las tres naves españolas, muy pocos fueron los que 
al lado de sus familias (3) pudieron llegar, porque en 
las aguas quedaron ahogados. > 

El 5 de diciembre, es decir, once dias despues de esa 
terrible desgracia, entró en el puerto de Valdidia el 
coronel Francisco Ocampo con el socorro de 220 (4) 
Españoles, para no ver sino ruinas, con la pesadumbre 
de haber perdido dos hijos puestos al cuidado de una 


(1) Particular mencion se hace del capitan Rodrigo de las Cuevas que á ruego 
de su criado no solamente se le perdono la vida, sino que se le dejó vivir con su 
esposa. Esa misma gracia cayó, á instancias tambien de sus respectivos criados, 
á los padres de los recien nacidos doña Ana de Almonacid y don Pedro de So- 
tomayor, conducidos ambos á una misma parcialidad, y cuando esos niños al- 
canzaron la edad, de consentimiento de sus padres, y tambien de sus señores, 
lebraron su matrimonio , con promesa de validarle segun la iglesia , en cuanto 


docs se pr 
Agustin Barraza; y de ese enlace proceden los Sotomay 
todos han respondido dignamente 4 la honra y lustre de su 


que hasta el dia 


el barco en que pensaba bogar hasta alcanzar las naves, su caballo se 
ahogó, y con él se sumerjió en las aguas, 
(3) No sabemos cual causa pudo hace 


haci ) 
(2) De ese número fue el sarjento mayor que echándose montado al rio para 


— (8) 300 le da Molina; Olivares 200. 


CAPÍTULO XXI, 267 


cuñada por fallecimiento de su esposa, aleunos dias 
antes de su salida para el Perú; por fin, un antiguo 
criado suyo oyó los ruegos de este desventurado padre, 
y no paró hasta lograr la libertad de los dos niños pa= 
sándolos' 4 bordo, tras lo cual Ocampo se encaminó 
hácia la ciudad de Osorno. 

He ahí cuanto corresponde al cerco y ruina de una de 
las mas ricas colonias chilenas, perdida por la culpable 
neglijencia de su gobernador de plaza, y perdida mien- 
tras que don Francisco de Quiñones se afana corriendo 
los campos de la Imperial en busca de provisiones con 
que poner á sus colonos, y guarnicion, con elementos 
que faciliten una resistencia sostenida , si nuevo asedio le 
pusieran los enemigos. Pero casi con la noticia de esa 
irreparable pérdida, vino á recibir el gobernador la de 
que el toquí, con algunos dos mil hombres (1) se hallaba 
arrasando la provincia de Chillan (que eso mismo anun- 
ciamos ya. mas atras), y que San Bartolome de Gamboa 
no podria resistir muchos dias al ímpetu de las armas 
araucanas. 

Ante un hacer tan acelerado y que con tanto des- 
crédito asomaba para las banderas del rey, ya no pudo 
contenerse el nuevo gobernador, antes se puso en mar- 
cha, caminando dia y noche al encuentro del toquí, y 
atravesó el rio Biobio por su confluencia con el Ver- 
gara; pero pronto supo el toquí este movimiento , y no 
estaba en ánimo de verse cojido entre dos fuegos, que lo 
importante á sus fines iba en sacar al gobernador de 
la Imperial. ias quiera , muchos eran los bastimentos 


4 Potantar pasó con el resto de: las las tropas que tomaron : á VAIO, es en 


Ly 


que 
con ellaá : pronan en cuanto se ausentara el gobernador. 


268 HISTORIA DE CHILE. 


que Paillamacu recojió en los campos de Chillan , y á su 
pais se empeñó en trasladarlos ; resolucion que estuvo á, 
pique de costarle muy cara , porque revolviendo con su 
jente, y no mal servido esta vez de sus espías el gober- 
nador, poco tuvo este que inclinarse para ponerse de- 
lante de los Araucanos en las islas de Taboy, llamadas 
despues Tavon, situadas al oriente de Yumbel , y distantes 
de esta plaza cosa de seis leguas. 

No le supo bien 4 Paillamacu este inesperado en- 
cuentro , pero forzoso le fue aceptar el combate á que 
se le trajo sin siquiera darle el tiempo necesario para 
escojer posiciones, porque en ese acometimiento esfor- 
“zado y repentino fundó el impávido Quiñones un triunfo 
mas completo, y mas fecundo en resultados de lo que 
vino á salir; pues los Araucanos supieron resistir el em- 
puje de los Castellanos en mas de cuatro horas que tardó 
en llegar la noche para que con las tinieblas desapare- 
ciera el toquí, pasara el rio Laja, y se encaminara á cor- 
tar el Biobio, burlando de esa manera las esperanzas del 
campo del rey, 

Con todo, dilijente anduvo tambien Quiñones para 
salir en persecucion de su enemigo, que, merced al 
carguío del rico botin recojido en Chillan , se dejó al- 
canzar al mismo paso del Biobio, y cargado de los 
Españoles con indecible furia, vino á perder mucha mas 
jente que en Taboy, y lo que es mas, todo el comboy 
que llevaba (1); aunque á costa de mucha sangre com- 
praron los Españoles esos leves triunfos, 

Tras esas dos funciones el gobernador pasó á la ciudad 
Concepcion para dejar en ella sus muchos heridos, y re- 


(1) Consistente no solamente en víveres, sino tambien en mucho ganado de 
cerda, y no pocos de carga y de labor, ; 


CAPÍTULO XXI. 269 


poner algunos pertrechos de guerra, inutilizados ó perdi- 
dos en sus precedentes excursiones; mas ningun descanso 
pudo dar á parte de sus tropas, porque con él hubo de 
entrar en aquella colonia el parte de que cuatro mil In- 
dios sitiaban la plaza de haga; y diez mil (1) la ciu- 
dad Imperial. 

La empresa de libertar á Árauco, á Pedro Paez Casti- 
llejo se la confió el gobernador, que con trescientos cin- 
cuenta Españoles, fue á pasar el Biobio casi á orillas del 
mar, llegando sin obstáculo al valle de Chibilinco, cami- 
nando despues toda la noche hasta márjenes del rio 
Carampangue , para con la luz del dia romper las líneas 
sitiadoras, como así lo verificó sin grande esfuerzo, in- 
ternándose en seguida en la ciudad sitiada. Allí se detuvo 
unos cuantos dias cumpliendo todos ellos varias salidas 
de ningun importe, porque los Indios solian retirarse hu- 
yendo siempre el empeño de una accion seria, para luego 
volver delante de la plaza, seguros de que mas ó menos 
tarde la falta de municiones vendria á ser su mas pode- 
roso auxiliar. 

Si esa ú otra causa llegó á aconsejar el abandono de 
aquella colonia , cosa es que no se puede asegurar ; re- 
sulta sí que Paez Castillejo salió de ella con toda su 
jente, con los colonos y las guarniciones allí cerradas 
desde la despoblacion de Cañete y otros puntos atras 
mencionados, y pasó por entre los sitiadores sin resisten- 

(1) Seguimos el decir de todos los historiadores, y con tanta mas razon, 
cuanto que así cuentán tambien nuestros manuscritos; pero no la esto 
para que reconozcamos, como reconocerá tambien el lector, que no se trala 
aquí de los guerreros que siguen al toquí y á sus subalternos; son en 
su mayor número masas pongase masas que remueve el general le- 


vantamiento, y menos terribles, con ser t , que mil ó dos mil 
soldados de los que van con ini 6 con Peltataro: Los hechos lo jus- 
pes carán, 


270 HISTORIA DE CHILE. 


cia, mas que gran parte de estos le siguieran observando 
hasta verle del otro lado del Biobio, y camino de Concep- 
cion, mientras que el resto se puso á demoler los edificios 
de la ciudad desamparada. 

- Es resúmen de cuanto en el presente capítulo queda 
dicho que en siete meses de operaciones entre los dos 
bandos belijerantes , jefe del araucano el sesudo Pai- 
llamacu, y del castellano el gobernador don Francisco 
de Quiñones, siete establecimientos han perdido los Es- 
pañoles , los seis voluntariamente abandonados, cuales 
son Cañete, Tucapel, Lebu, Santa Cruz de Coya, San 
Jerónimo y Arauco; y la ciudad de Valdivia arrasada, 
y la Imperial cerrada por numerosas huestes, y Villarica 
y Osorno sin esperanza de salvacion. Apenas si á princi- 
pios de este año de 1599 cuentan las filas araucanas seis 
mil guerreros, yá fines del mismo ya presentan cerca de 
treinta mil combatientes, mas que poco aguerridas pa- 
rezcan las dos terceras partes de ellos, 

De tan lastimosos sucesos , de esa sangre que 4 tor- 
rentes ha corrido en Valdivia , ¿ cabe culpa contra el gó- 
bernador don Francisco de Quiñones? y ¿qué se le 
pudiera argúir á un jefe entendido, á un jefe de un . 
valor probado en cien ocasiones, y que si tal vez midió 
sus fuerzas con las del caudillo araucano, siempre fue 
para recojer laureles , obligándole por lo menos á una 
prudente retirada? No, no; ese incendio tan terrible 
que así se descuelga en todas ó casi todas las colonias 
de la parte fronteriza de la Araucania, la imprevision de 
Loyola le encendió ; era preciso que cumpliera sus es- 
tragos, solo que la gravedad de estos, de la conducta 
mas ó menos prudente del jefe de las armas castellanas 
dependia , y ahí parece estribar un cargo no poco Ler- 


CAPÍTULO XXI. 9271 


rible contra Quiñones, que en lugar de usar de una 
jenerosa y debida benignidad, para con los Indios iner- 
mes por lo menos, sus campos tala, sus vidas corta in- 
clemente, y es causa de que la irritacion por todos los 
ángulos del pais insumiso pregone el grito de una ven- 
ganza, que ya no se ha de ver satisfecha. hasta llegar al 
total exterminio de las armas invasoras. 


CAPITULO XXIV. 


gob ador d cisco pide al virey del Perú un sucesor para el gobierno 
de Chile. — Asedio de la Imperial y su defensa. — Pasa Quiñones á socor- 
rerla, — Vence á Millacalquin vice toquí. — Despuebla la colonia Imperial, y 


la de los Infantes, —Regresa á Concepcion. 
( 1600.) 


En el pecho del gobernador Quiñones no cabe desa= 
liento, pero ¿cual nombre hemos de dar al hastío, por 
decirlo así, con que mira en Concepcion los asuntos de 
gobierno , y particularmente los que dicen relacion con 
la guerra? No hay duda que la situacion era , sobre apu- 
rada, doblemente dolorosa, viendo la rapidez con que se 
venia á la extrema necesidad (queremos admitirla por 
tal) de despoblar tantos establecimientos, y casi sin es- 
peranza de poder sustentar los pocos que restaban levan- 
tados en el suelo araucano. ) 

Quiñones debia sentir sobremanera que tales aconte- 
cimientos se cumplieran durante su mando , Como si un 
hado adverso. saliera expresamente para dar por tierra 
con las esperanzas que en ese hombre activo y ardidoso 
se habian puesto, y como si de intento á esa dignidad 
se le trajera para que en ella se desvirtuara el gran re- 
nombre ganado en Lima luchando contra riesgos que no 
todos los hombres acometen con fortuna, y raro es el que 
de ellos sale triunfante. 

Si á cubierto creyera él entonces su caballeroso pun- 
donor con entregar el mando de las armas, y el gobierno 
interino de Chile, en manos de uno de sus subalternos , 


e ii O mr e 


He 


E CAPÍTULO XXIV. 273 


no por eso o delito de resentir un amargo pesar al ver 
malogrado el fruto de sus trabajos. Viendo, pues, que 
la conquista peligraba , puesto que los Araucanos pro- 
gresaban , al paso que los Españoles perdian terreno, y 
que las poblaciones fur dadas en muchos años, á costa 
de tanta sangre, desaparecian como si no hubiesen exis- 
tido, el jeneral Quiñones, ya, por otra parte, en edad 
avanzada, pensó en pedir su retiro al virey, que se lo 


concedió. Pero ántes de ir á disfrutarlo, aun tuvo una 
- hueva desgracia, en la cual continuó dando pruebas 09 


celo y de conocimientos militares. 


Js 
<= 


Me 


Despues que Paillamacu , arrogante con la ruina de - 


| ¿ga habia encargado á su vicetoquí Millacalquin 


la Imperial ; despues qué el maestre de campo 

astillejo hubo despoblado aquella colonia llevándose 
en salvo á sus vecinos, y á los de Cañete, que se ha- 
bian acogido á ella, el ambicioso jefe araucano no 
quiso que su teniente tuviese la gloria de apoderarse 
solo de la Imperial, y fué 4 incorporarse con él, juncion 
que compuso el número de diez mil sitiadores. 

Los infelices sitiados ya no tenian víveres, y, lo que 
mas es, ya habian apurado los inmundos recursos á que 
apelan los valientes en tales casos, á saber, caballos, 
perros, gatos y hasta el cuero del calzado; y hacian 
salidas desesperadas por medio de sus numeros0s enemi= 
gos, naturalmente soberbios, y, en aquel instante, er- 
guidos con sus recientes triunfos. Paillamacu se los 
recordaba sin cesar, con el fin de mantener su ardor, 
prometiéndoles nuevas victorias. Claro estaba que en las 
salidas que haci Españoles perecian ; pero tal vez 
preferian morir á manos de los Araucanos, que de exte- 
nuacion y desfallecimiento. A lo menos, er el 


MU, HistorrA. 


fe 


FS 


de: e 
an HISTORIA DE CHILE, 


e 


ys 
+ 


+ Po 
PSN 
5 

Es 


calor de la vida hasta el último suspiro. En esta deplorable 
situacion, y sin esperanza. e ser socorridos á tiempo, 
no les quedaba ya mas recurso que rendirse por medio 
de la mejor capitulacion que le; ¡fuese posible alcanzar 
de sus enemigos. En efecto, se resignaron, y, reunidos 
en el ayuntamiento, vecinos y militares, resolvieron, 
despues de una larga y dolorosa deliberacion, entregarse 
á los Araucanos, 3 

Á penas habian tomado esta resolucion extrema dose 


cuando, de repente, ven entrar en la sala una mujer, 


na señora española en traje militar, espada en mano, . 
deman varonil, heróico, jesto entre desdeñoso y airado. 

onocida como una heroina, tal vez sin igual en las his- 
torias, doña Inés de Aguilera (este era su nombre ), que 
los sitiados habian visto mil veces sobre el muro comba- 
tir al lado de su marido y de sus hijos, muertos, al fin, 
delante de sus mismos ojos, y rechazar briosamente 


ella, consintiesen en ir 4 olvidarla ho vez, en medio de 
un bárbaro jentilisimo, y en una indigna esclavitud, 


E e 

sin acordarse que Dios no abandona nunca á los suyos; 
que para corazones donde reina la verdadera fe, no 
hay nunca casos tan extremos, puesto que cuando lle- 
gan á faltar remedios humanos en las desdichas, queda 
el recurso supremo á la misericordia divina. ¡ Avergon- 
zaos de vuestra pusilánime determinacion, y que los que 
no tengan ánimo ó fuerzas para seguirme, vayan á pos. 
trarse delante de nuestra soberana protectora Virjen de 
las Nieves, pidiéndole humildemente perdon de haber 


desconfiado de la divina providencia, é implorando su 
especial amparo, mientras que yo y los que quieran 
ser conmigo, vamos á combatir nuestros feroces ene- 


migos! » ' 


Esto dicho, la asamblea quedó como electrizada, y | 


al punto un grito jeneral proclamó por gobernadora á 
doña Ines de Aguilera, la cual aceptó con magnanimidad 
la responsabilidad de tan peligrosa mision, y salió triun- 

te del ayuntamiento, seguida de los valientes; mien- 
tras que los ancianos y niños iban con sus mujeres y 
madres á invocar el amparo de nuestra Señora de las 


Nieves, imájen venerada y preciosa que el obispo San 


s coño XXIV. 275 


q 


Miguel habia dado á su catedral, en donde, á fuerza 


de ruegos, la habia dejado al pasar al obispado de 


Quito, | : 

Claro está que en honor mismo de la verdad de los 
hechos, y de la perseverancia poderosa que dá la fe á 
corazones bastante inocentes para no tener que hacer 
alarde de una tan inútil como triste incredulidad, nos 
guardaremos de querer insinuar, ni de creer nosotros, 
que la Vírjen hubo de trastornar las leyes de la natura- 
leza para protejer á los sitiados de la Imperial; lo que 
se comprende muy fácilmente es, que los infelices, lle 


5 . HISTORIA DE CHILE. 


55 Mos de confianza en su intercesión , se mantuvieron sobre 

esta última áncora de la esperanza con ánimo y fuerzas 
para descubrir humanamente algun remedio á sus des- 
dichas, segun el proverbio : A Dios rogando y con el 
mazo dando. Sobre todo, en semejantes casos, todos 
los hombres, sin distincion de prácticas y creencias, 
se acojen al poder supremo y reconocen su propia 
miseria. 

Como lo hemos dicho ya., todos los animales domés- 
ticos y hasta las badanas y aforros de los muebles ha- 
bian servido de sustento á los sitiados, y las salidas que 

, - habian hecho estos para prolongar la vida solo por al- 

- gunas horas, habian sido causa para los mas de una 

pronta muerte. Sin embargo, en este instante de fervor 

y de fe viva, Francisco Galdamez ejecuta una , sale so- 

lamente con cincuenta hombres, pasa, y vuelve no solo 
con yerbas, sino tambien con legumbres y aves; pero 

de repente, se ve asaltado por un cuerpo de 2,000 ene- 

migos, y noobstante, Galdamez entra sano y salvo en 

la plaza, sin haber perdido un solo hombre. ¿Como 

sucedió este milagro? — Helo aquí. Galdamez, viéndose 

alcanzado, dió frente continuamente, y continuó su re- 

tirada en columna, , Por frente y fondo; la intelijencia 

Militar de los Araucanos completó el milagro; porque, 

_maravillados estos de la injeniosa y sencilla evolucion 

de los Españoles, se quedaron embelesados mirándola, 
y, por decirlo así, estudiándola, hasta idas llegar _ 
ilesos bajo la proteccion de la plaza, Gs 
-¡Júzguese cual debió de ser la alegría de los sitiados! 
Recuperadas sus sa an á postrarse con acciones 
de gracias, y nuevo fervor, á los piés de nuestra Se- 
ñora de las Nieves. Pero, al salir del templo, otra mayor 


solucion de construir un barco, sin pararse en dificulta= 


CAPÍTULO XXIV. 277 


angustia los acongoja ; se sienten arder de sed, y no 


- tienen ni una gota de aguas porque los Araucanos les 


han cortado la del rio de las Damas, de que bebian. Este 
último mal era sin remedio humano, ó, á lo ménos, así 
lo creian; y se ponen á«buscar como locos una fuente 
ó arroyo, sin mas razon que la esperanza de que la Pro- 
videncia les enviaria agua de un modo ó de otro, y así 
fué : sea que nunca hubiesen notado que una cisterna 
muy profunda, en donde nunca habian=mirado, fuese 
un pozo manantial, ó que la Huvia la hubiese abaste- 
cido, sin que ellos parasen la atencion en ello, se halla- 
ron con la descubierta preciosa de que podia e, 
les agua en suficiente medida. 

Así recuperados de sus mayores necesidades, con las > 
fuerzas, sintieron mayores esperanzas , y surjieron en 
sus espíritus nuevas inspiraciones para trabajar en bus- 
_car medios eficaces de salvacion; porque los recursos 
que poseian tan milagrosamente no podian durar mu- 
cho, y lo mas racional era pedir socorro, cosa imposible 
por tierra, al paso que por mar no tenian el mas mínimo 
transporte. La consecuencia de esta reflexion fué la re= 


es 


des, ni saber si tendrian ó no materiales suficientes y pro- 
pios para esta construccion. Pu las manos á la obra , 
este proyecto se ejecutó en pocos dias, y, gracias á este 
teson admirable, se vieron poseedores de un transporte. 
Mas, cosa particular, ni una sola vez les habia pasado 
por el pensamiento que carecian de lo ma esencial para 


le Búbicran roto iirens: y ya me á desesp 
pundos de repente, uno de los concurrentes pensó que 


978 HISTORIA DE CHILE. 


podrian suplir esta falta con la pez de los cueros de vino. 
Con esta feliz ocurrencia renace la esperanza, y todos, 
cada uno por su lado, van en busca de cueros viejos de 
vino, cuando uno de ellos halla dos de dichos cueros 
llenos de un alquitran muy puro. 

Es mas. fácil el hacerse juicio de la sorpresa y del jú- 
bilo que causó esta felicísima descubierta que el pintar- 
los. Gon esta excesiva abundancia de brea que la fervo- 
rosa piedad de aquel tiempo hizo mirar como un presente 
del cielo, el barco se halló muy pronto carenado, y no que- 
daba mas que hacer que botarlo al agua, montarlo y dar 


8 vela en. busca de socorro para la plaza. En efecto, una 
noche, con el mayor sijilo, lo hecharon al Capten, y co- 
- misionaron á don Bernardino Quiroga para que, con dos 


Españoles y tres Indios, fuese en él 4 exponer la extre- 
midad en que se hallaba la Imperial... 

Pero:todo esto no pudo hacerse tan sijilosamente que . 
no llegase bastante pronto á conocimiento de Pailla= 
macu, y á penas este lo supo, destacó á su vicetoquí 
Millacalquin con tres mil hombres para ir 4 guardar 


- el paso en Yumbel y oponerse á la llegada del socorro: 


Causa verdaderamente sorpresa el ver el acierto y 


pericia militares de dls + guerreros araucanos, que im- 


por su intrepidez, sino tam- 
bien por sus miras estratéjicas. Como, sin duda alguna, 
lo habia pensado Paillamacu, el enviado de la Imperial 


habia arribado felizmente á la Concepcion, y el gober- 
-nador pe 


se habia puesto inmediatamente en 


marcha, pr epie con n fuerzas suficientes, en aten- 


s, Dien pr este a es 
con teson, y solo cediese al fuego de la artillería. No 


CAPÍTULO XXIV. 279 


dándose por vencido, Millacalquin se rehizo, y, reple- E 
gado sobre el rio Tabon, presentó segunda vez la ba= 
talla al jeneral español, pero de nuevo fué deshecho y 
batido. De suerte que Quiñones llegó, sin mas estorbo, 
sobre Paillamacu, el cual, por prueba de que las fuer- 
zas españolas que le venian encima eran UA 
levantó apresuradamente el sitio. 

El momento de la entrada del libertador en la plaza, 
y las sensaciones profundas de consuelo y de gozo que 
debieron experimentar los infelices sitiados, son cosas 
que no se podrian describir tan bien como la imajina- 

_cion las concibe. Doña Ines de Aguilera recibió del go- 
bernador un verdadero y bien merecido homenaje de 
admiracion y de respeto por sus virtudes heróicas, á las 
cuales la Imperial, dejando á parte los favores particu- 

lares de la Providencia , debia el haberse mien hagia 

| A a llegada del socorro (1). 

| $ «38 Bien que hayamos leido en algunas noticias de los 

i acontecimientos de aquel tiempo, que Quiñones se man- 

| tuvo en la Imperial hasta la llegada de un barco, que 

| vino en abril , para transportar los habitantes de la plaza E 

: á la Concepcion, la razon, y otras noticias mas fidedig= 

E nas nos inclinan á creer mas bien lo que García dice, 

á saber, que habiendo resuelto la evacuacion de la co- 
-lonia, el jeneral español se puso de nuevo, y sio Emo 
1 como era natural, en marcha, ordenando 
d odo, que llevaban bien custodiados ; 
vitantes, y en medio de ellos, 4 la ilustre doña Ines de 


Ñ, a) No se comprende el error de Molina que da por sentado que doña Ines de 
Aguilera no habia aguardado por el socorro, y que, aprovechándose de una o 
ocasion, se habia salvado por mar con el obispo, y algunos habitantes. «Es De 
tan falso dice Garcia, que el obispo habia muerto, y no habia entonces 


Me. - Obispo. » 


280 HISTORIA DE CHILE. 


Aguilera, á la cual el rey recompensó con una pension 
anual de dos mil pesos (1). 

¡Qué cuadro tan admirable y tan Hero representan 
¡lio desgraciados, salvados tan milagrosamente, en 
medio de sus libertadores, llorando, por una parte, la 
pérdida de su colonia y de sus bicilas y, por otra, sus- 
pirando: de gozo de verse en salvo; levantando los ojos 
llenos de lágrimas de reconocimiento al rostro de la ado- 
rada Vírjen á cuyo amparo se acojieron en los dias pa- 
sados de terror y de angustias, y 4 la cual llevan en el 
medio, con todos los ornatos de la catedral y hasta el 
libro becerro ó protocolo de esta iglesia! ¡ Qué marcha 
tan triunfal! ¡ Jamas historia ha presentado un cuadro ; 
tan magnífico, ni tan propio á conmover, y llenar de 
sentimientos heróicos y relijiosos cualesquiera corazon 

de abrigarlos ! e 

sí llegaron á la Concepcion ; así acabó la Imperial, Y 
esta es la verdad de los hechos. Las diferencias que se 
pueden ha en algunos escritos, diferencias que la his- 
toria d » SON puro efecto, en parte, de copias de- 
fectuosas, y, en parte, de confusion de los acontecimien- 


- tos que han sucedido en diferentes colonias con cir- 


cunstancias muy parecidas, y que ha sido muy fácil 
confundir. 

El gobernador Quiñones concluyó tambien aquí su 
gobierno. Cansado de servir, y tal vez, por los ajes y la 
lidad de fuerzas que acarrea la vejez, dejó el mando, 
ues de haberlo desempeñado quince meses con | 1 pe 


(1) Bascuñan intenta, al parecer, ajar los laureles de esta ilustrisima Es- 
pañola, acusándola de haber dado muerte á un eclesiástico y á una India. Su- 
poniendo que el hecho sea cierto y digno de la historia, la jenerala de la Im- 


: —perial pensó, sin duda, que hacia justicia. 


CAPÍTULO XXIV. 281 


nor. Los Chilenos han conservado una larga memoria de 
los nobles y jenerosos sentimientos de que estaba ador- 
nado este jeneral, y de los cuales aun dió una magnífica 
prueba al despedirse, mandando distribuir á las viudas 
de los valientes que habian muerto bajo su mando, la 
crecida cantidad de 20,000 pesos, que con este objeto 
habia pedidó á su cuñado, el arzobispo de Lima, santo 
Toribio Magravejo. 


+ de pronto, una fuerte tem 


( 1600.) 


intros sucedian las desgracias que acabamos de 
a e, aun habia otras para colmo de padecimiento de los 
habitantes de Chile, y fueron las que vamos á referir. 

El almirante holandes Van Noort, que habia entrado 
por el estrecho de Magallanes con dos navíos y un 
yate, se apareció por febragia o en el mar del Sur. Por 


y les impidió de operar reunidos; pero no por eso cau- 
saron menos males. Una de las naves, mandada por un 
- Capitan llamado Jacobo Machis, arribó al puerto de La- 
vapié, no lejos de Arauco, y el comandante, engañado 
por la actitud pacífica de los Indios, saltó imprudente- 
mente en tierra. Mal le advino, porque los naturales 
aprovecharon de la primera ocasion, y cuando mas des- 
cuidados estaban los Holandeses, mataron 4 veinte y 
tres de ellos, no salvándose los demas sino porque, rece- 
losos, se habian quedado en las lanchas. 

García se formaliza sin razon, á nuestro parecer, por- 
lolina, al referir este hecho, añade : «Quizá por- 
que les parecieron Españoles. » — Bien podria ser que 
los Chilenos aborreciesen á todos los estranjeros, como 
lo asegura García; pero no seria extraño que en este 
odio universal, hubiese alguna particularidad contra los 


4 


a 


“ 


et 


% - CAPÍTULO XXV. 983 


que habian sido y eran sus agresores. Con todo eso, la 
conjetura de Molina nos parece poco reflexionada, en 
atencion á que los Indios tienen buen ojo y buen oido, 
y verdaderamente no podian confundir los rostros y 


traje holandeses con los españoles, ni la lengua pue 


landesa con la castellana. 


De todos modos, el comandante Machis quedó eGtiS 


los muertos, y el mando del buque recayó en su teniente 
y sobrino Baltasar Cardes. Este quiso, al parecer, que 
la pena del mal que habian hecho los Indios á su tio 
y á sus marineros cargase sobre otras cabezas inocentí- 
simas de él. En efecto, Cardes fondeó (17 de abril) en 

Chiloe, y parlamentó con el gobernador, Ruiz de Pliego, 


- bajo pretexto de comerciar y hacer víveres. Pliego le 


dejó saltar en tierra con 
era este gobernador de un natural blando y bondadoso, 
y desconocia, por otra parte, hasta los menos ofensivos 
estratajemas de guerra. Así fué, que al punto experi- 
mentó lá fatal consecuencia de su ciega confianza ; pOr 
que á penas hubo desembarcado, el pirata holandes 
hizo dar muerte al infeliz gobernador, y á nueve Espa- 
ñoles mas, que le quisieron defender, ni mas ni menos 


-que si fueran los Indios que habian asesinado á su tio. 


— No satisfecho con esto, tomó por auxiliares á los na- 
turales, temiendo que otros Españoles viniesen á vengar 
la muerte de sus hermanos; sa saqueó la ciudad de Castro ; 
> algunos raptos de mujeres, 
se fortificaron en la casa de un particular llamado Mar- 
tin Uribe. 

Esta atroz conducta de Europeos contra Europeos, 
que se deberian considerar allí como hijos de un mismó 
suelo, no podia menos de despertar un noble resenti- 


tanta mas confianza, cuanto 


4 


281 HISTORIA DE CHILE. 


miento en el corazon de los Españoles, y así sucedió. 
Favorecidos por la noche y por el conocimiento del ter- 
reno, estos últimos se rehicieron , atacaron á los Holan- 
deses y les mataron dos hombres; hirieron á. su capitan 
arrancándole la bandera, y rescataron á sus pobres mu- 
jeres ; y, por complemento de satisfaccion , sobrevino el 
coronel Ocampo, el cual sorprendió al pirata y le forzó 
á reembarcarse precipitadamente, con pérdida y muerte 
de treinta Holandeses y de trescientos auxiliares. 
Entretanto, Van Noort, que habia anclado el 21 de 
marzo en la isla de Mocha, echó en tierra, para explo- 
rar, á un marinero llamado Juan Claesz, condenado por 
insubordinacion á ser abandonado en tierra extraña, 
con promesa de indultarle si volvia salvo, y dándole, 
para atraerse los habitantes, navajillas, espejuelos y 
otras niñerías de tráfico. Claesz fué muy bien recibido 
y tratado por los Indios, los cuales cedian un carnero 
una azada, y una ó dos gallinas por una navaja; y 
tanto los embelesó , que dos caciques fueron á bordo y 
pasaron allí la noche sin querer volver á tierra, Al dia 
siguiente , los Holandeses desembarcaron con ellos, pora 
ver sus poblaciones, que se componian de unas cin- 
Cuenta chozas de paja, largas y estrechas con una en- 


trada en el medio; pero los Indios no les permitieron 


entrar en ellas ni hablar con sus mujeres, las cuales, á 
una seña, iban á hincarse de focillas delante de sus 


talarios, e pi á sentarse, y les dieron de re- 
frescar con chicha, que era su licor de regalo. 

El 24, Van Noort salió para la isla de Santa María, 
y, el 26, apresó en sus aguas una nave que, al verle, 
habia largado la vela. Esta era el Buen Jesus, en comi- 


CAPÍTULO XXV. 285 


sion para dar aviso de la llegada de velas extranjeras 

por el estrecho, y que justamente fretaba con un car- 
- gamento detocino y de harina para proveer á la Concep- 
cion y á otras plazas marítimas. 

En Valparaiso , el corsario apresó algunos barcos es- 
pañoles, y otros fueron echados á pique. Sin embargo 
no saqueó los apresados, contentándose con quitarles 
algunas provisiones de que carecia él mismo. 

El 1” de abril, llegó á la embocadura del rio Guasco, 
en cuya costa echó á tierra al capitan del Buen Jesus, 
y á la mayor parte de su tripulacion. Desde entonces, 
no se oyó hablar mas de él, sin duda, porque avistó 
las velas enviadas en su persecución por el virey, al 
mando de su sobrino don Juan de Velasco. Con el tiempo, 
se supo que habia tomado el rumbo por Filipinas, en 
donde habia sido muy maltratado por navíos españoles; 
pero el hecho es que Van Noort entró con el suyo (el 
Mauricio) en Roterdan, el 26 de agosto de 1601 (1). 

Este episodio se encuadra maravillosamente en la 

guerra de Chile, como prueba de que era superfluo ser 
Americano , jentil y tener que convertirse para estar 
expuesto á invasiones ; y, de paso , como prueba tambien 
de que la humanidad y la crueldad, lo mismo que todas 
- las demas virtudes y vicios, no tienen fronteras ni país 
natal, sino que se hallan naturaliz 
“ciones, sin que estas tengan nada que envidiarse unas á 
ras, ni echarse en cara sobre este particular. 


(1) Ulloa, y Jorge Juan, viaje á la América meridional. 


ES 


sta 
CAPITULO XXVI. sl 
Gobierno interino de García Ramon. ás : 
En. 1600.) : 
+ García Ramon, antiguo maestre de campo, se hallaba 


en Lima siguiendo una solicitud, cuando el virey le 
nombró para pasar de gobernador interino 4 Chile ; pero 
lejos de prestar á este jeneral los auxilios necesarios 
para restablecer la superioridad de las armas españolas, 
y rescatar lo má el soria nada le concedió, sp le 


(1) Pero García, refiriéndose á Rojas, asegura que García Ramon recibió 
tropas de Buenos. o 5 y Molina dice que le llegó un rejimiento de velez 
ranos , que le cond : de Lisboa: don Francisco dl e op historiadog, 
a opinion jeneral, 


O a 


ME Y Ei e: q vas 


CAPÍTULO XXVI, 287 


riese, Pelantaru habia pasado el Biobio para echarse 
sobre la provincia de Chillan. De modo que el goberna- 
dor, no pudiendo dividir sus fuerzas , se hallaba en la 
imposibilidad de atender á los dos puntos amenazados. 

Sin embargo, aun supo García Ramon sacar bastante 
partido de los pocos recursos que tenia para contener á 
los jefes araucanos, y lo que es mas, forzarlos á ale- 
jarse de las márjenes del Biobio. Era mucho , sin duda, 
el no perder terreno; pero no era bastante para lo que 
se pedia y necesitaba. Al cabo de seis meses de mando, 
tuvo que cederlo al maestre de campo don Alonso de 
Rivera, enviado como gobernador en propiedad ; 


- siendo de notar, dice Molina, que García Ramon, pre- 


cisamente porque conocia lo peligroso de la situacion , 
no habia aspirado á mas que á mantener sin nuevas pér- 
didas lo que existia. e 


El nombramiento del nuevo gobernador nos da 0ca- 


sion de notar que no era extraño que la corte juzgase á 
los jefes españoles de Chile con cierta severidad, puesto 


que el mismo virey del Perú estaba persuadido de que 


la guerra se eternizaba por el solo interés de los gober- 
nadores y otros jefes del ejército. En efecto, llevado de 
esta persuasion, el virey habia pedido al rey un gober- 


nador español, no solo de pericia y conocimientos mili- 


tares, sino tambien desinteresado, á fin que no tuviese 
mas miras que las de terminar la conquista , y este fué el 
motivo por el cual don Alonso de Rivera obtuvo el mando 
de Chile con fuerzas, hasta entonces, no vistas, y COn 


grandes recursos para pagarlas; puesto que el rey le 


prometió quinientos Españoles, Y , POr de pronto , le su 
cargó de transmitir al virey del Perú la órden de darle 
trescientos. Desde este momento, queria S, M. que su 


* 


288 HISTORIA DE una, 


sólo señalado y fiagilio: por el: 
grado de jeneral hasta el de solda 
á los habitantes de Chile de ha enon 


de guerra con que aa a y 


erario, desde 
con el fin de ali 


> 


CAPITULO XXVII. 


Acontecimientos : Mimi militares, bajo el gobierno del maestre de campo 
n Alonso de Rivera. — Ruina de Villarica 


( 1601.) 


Era muy cierto que los infelices habitantes de Chile 
estaban ya casi en la imposibilidad de soportar por mas 
tiempo las cargas de la guerra; y la providencia del rey, 


- enel hecho de mandar pagar los sueldos de su ejército 
- por el erario, fué una verdadera providencia para ellos. 


A este interesante y feliz resultado , se añadia otro que lo 
fué no ménos, á saber, que el soldado, hasta entonces 
desmoralizado por la necesidad, y por el robo á que 
acudia para su remedio , volvió 4 encerrarse en los lí- 
mites estrechos de la disciplina, y ya no dió mas motivos 
de queja , en este particular. 

Al despachar de gobernador de Chile á don Alonso de 
Rivera con tan poderosos medios de terminar la guerra 
que asolaba aquel reino, el rey pensó y esperó « 
esfuerzos serian muy luego coronados de un feliz 
Rivera pensaba y esperaba lo mismo, y así se lo ] 
metió al monarca. Con estas esperanzas y priticiab e 
embarcó en San Lucar de Barrameda y llegó felizmente 
á Lima. En vista de las órdenes que le llevaba, el virey 
puso al punto á su disposicion los 300 hombres, dos 
transportes, y el dinero para las pagas; y, sin mas tar- 
danza, el nuevo gobernador de Chile se embarcó, y arrinó 
al puerto de la Concepcion , por febrero de 1601 ()- 


4) García, 
d 1. HisTonta. 19 


LA 


290 HISTORIA DE CHILE, 


En aquella época, Villarica y Osorno, solas colonias 
australes que les quedaban á los Españoles, se hallaban 
sitiadas por los Araucanos., 

La primera, mandada por el eqmegiior don Rodrigo 
Bastidas , estaba estrechada por el vicetoquí Millacalquín 
y sus habitantes hacian] 


que los lectores han admirado, sin duda. alguna, en otras 

partes. Muriendo de hambre, cadáveres galvanizados, 

mas bien que hombres en vida, sus defensores, dirijidos 

por el valiente capitan Bastidas, habian resuelto enterrarse 

bajo los escombros de la plaza ántes que rendirse; ph 
no pudiendo contar con que les llegase socorro, hacian 
salidas portentosas en busca de yerbas para sústontarill | 
Así se iban muriendo todos de una manera ó de otra. En 

la segunda, mandada por el maestre de campo don Fer- 

nando de Figueroa, sus habitantes no se señalaron con 

menos arrogancia y dieron igualmente pruebas no equí- 

vocas de grande valor y de una firme perseverancia. 

En este estado se hallaba Chile, cuando llegó el gober- 
nador Rivera, y sus primeras atenciones fueron los so- 
corros urgentes que reclamaban estas plazas, En efecto, 
despachó incontinenti al maestre de campo Gomez Ro- 
mero y al capitan Francisco Hernando Ortiz, con setenta 
hombres, y órden de reforzarse con tropas auxilisres en 
Chiloe. Al dar cumplimiento á su encargo , supo Romero 
que en la cienega de Perpalen, habia un campo ene- 
migo muy bien atrincherado, y fortificado con una 
buena palizada. Sin duda, este campo debia de ser una 
especie de cuartel jeneral, desde donde los Indios hacian 
incursiones, y por lo tanto, muy interesante el des- 
truirlo, puesto que Romero, no obstante la urjencia de 
acudir á Villarica, se empeñó en tomar la cienega, ope- 


CAPÍTULO XXVII 291 


racion que le costó tres dias de ataques y de repulsas. 
Enfin, venció todos los obstáculos, y los enemigos dis- 
persos, huyendo por todos lados, dejaron muchísimos 
muertos, en parte ahogados en la cienega. 

Pero estos tres dias perdidos eran de llorar para los 
desdichados de Villarica. Y con todo eso, ¡ cosa increi- 
ble! Romero se va de allíá Castro, y se contenta con en- 
viar cincuenta hombres al mando de Ortiz 4 Osorno. 

Llega Ortiz á Osorno, y Paillamacu , bajo pretexto de 
temer este refuerzo, levanta momentáneamente el sitio; 
pero en realidad, para reforzarse él mismo, como luego 
severá. Enfin, don Fernando de Figueroa destaca á Ortiz 
al socorro de Villarica; pero ya era tarde. En Mari- 
quina, este capitan supo que Villarica ya no existia. 
Millacalquin no habia dejado un instante de descanso á 
los infelices defensores, los cuales, no pudiendo ya, 
por su corto número, defender el cuerpo de la plaza, 
se habian retirado 4 un baluarte, en donde Bastidas, 
con solos diez 4 doce hombres que le quedaban, se ha- 
bia defendido hasta que Millacalquin, poniendo fuego al 
baluarte, los habia forzado á salir, y aun estos valientes 
habian tenido bastantes ánimos para morir con las armas 
en la mano. 

Este fué el fin de Villarica, sucedido en octubre de 
1601, y al cabo de dos años y once meses de sitio. 
Aquí, los Indios no hallaron mas vivientes que algunas 
mujeres, algunos niños y el pobre presbítero Andres 
Viveros que martirizaron con lenta é injeniosa crueldad, 


4 


le 


CAPITULO XXVHL + 


Sucesos que preceden á la evacuacion de Osorno. — Llegada de Ocampo con 
un refuerzo de tropas. — Su salida para Chiloe. — Es atacado y muerto 
por los Araucanos. 


( 1601.) 


Ortiz volvió con esta tristísima nueva 4 Osorno. En 
este momento, los Indios de encomienda de la provincia 
de Cunco se conjuraban con los de guerra, bajo el 
mando de Ligcoy, valiente jefe, atrincherado con mil 
de los suyos entre un canal de mar y una cienega intran- 
sitable para caballos, y aun dificilísima para la infan- 
tería por lo profundo del agua que llegaba á la cintura. 
Noobstante estos obstáculos, Figueroa resolvió tomar 
esta posicion y castigar á Ligcoy. En efecto, sale de la 
plaza, llega á vista de los enemigos, y manda preparar, 
cuatro piraguas, prefiriendo arriesgarse por el canal, 
que atravesar la cienega, en cuyo paso habria perdido 
mucha gente. Por otra parte, el canal presentaba la 
facilidad de ser atravesado sin mucha resistencia, pro- 
tejiendo el desembarco el fuego de una division. 

Así se verificó; las cuatro piraguas abordaron á la 
parte de los enemigos, los soldados que las montaban 
saltaron en tierra, se formaron y los contuvieron con su 
fuego, mientras se les incorporaban las otras divisiones. 
Esta operacion concluida, Figueroa se halló con otra 
dificultad mayor que vencer, á saber: al pié de un risco, 


CAPÍTULO XXVIIL 293 


que no daba acceso si no era por la cienega, que habia 
querido evitar, y por algunos senderos de tierra firme, 

defendidos con estacas puntiagudas y entrecruzadas, en 
manera de caballos de frisa; pero la empresa estaba de- 
masiado adelantada para que fuese posible el retroceder 
sin haber conseguido su fin, con escarmiento de Ligcoy 
y de los suyos. Gon todo, tuvo el jefe español mucho 
que hacer para abrirse paso mandando que los auxiliares 


lo despejasen arrancando las estacas; pero enfin, lo 


consiguió arrojando al enemigo á la cienega, en donde 
aun hizo este una larga, aunque infructuosa defensa, y 
de donde se retiró con orden á un fuerte que lenia, pro- 
tejido por una escarpada roca. 

Cuanto mas les costaba á los Españoles el forzar los 
Araucanos á rendirse, tanto mas les acrecentaba el ansia 
de alcanzar estayictoria; los bizarros Araucanos no eran 
del mismo parecer, y probaron en este , como en 
otros muchos, que eran tan impertérritos en la defensa. 
como denodados en el ataque; en todo el dia, las tropas 
españolas no pudieron hacer el menor progreso. Sin 
embargo, como á la valentía reunian el tino militar, sus 
enemigos, que sabian, sin duda, no poder esperar por 
socorro, desalojaron por la noche para retirarse por la 
cienega; pero la oscuridad de las tinieblas dió lugar, 
ántes que lo ejeculasen completamente, á la claridad del 
dia, y fueron vist Inmediatamente, Figueroa les 
destacó 4 Ortiz con los auxiliares, y este capitan pudo 
hacer algunos prisioneros, entre los cuales se halló, por 
su desgracia, el jefe Ligcoy, digno por su valor he- 
róico de mejor suerle, y á an. mandó Figueroa dar 
una cruel muerte. ¡Errores fatales! ¡Ceguedad funesta ! 
puesto que e no y de esperar, ni cabia en razon, que 


su Socorro E y tan felizmente, que al p: 


29h HISTORIA DE CHILE. 
los mas bárbaros y los mas pos diesen los PARO 
. dd idad. 


drigo de Rojas, de que iba á ser envestido por grandes 
fuerzas, Sin tomar descanso , Figueroa salió de nuevo á 
o, salvó al capi- 
5 Ira, que venia á explorar las provin- 
taáge Calle Calle y Quinchilca , y que, sineste acaso, 
habria caido en la ruina de Villarica, á donde se dirijia. 
El fuerte. de' Tebifllado fué evacuado, y Figueroa con- 
centró toda: las fuerzas de su distrito para resistir, no á 
onjuracion , sino á la trama perpetua é inter- 
minable de conjuraciones que no habian cesado de ur- 
dir los Araucanos desde la muerte de Loyola. 
¡ Qué movimiento! ¡qué multitud deshechos heróicos 
y de héroes de una y otra parte! Apenas si el ánimo 
del lector puede discernir de qué lado se inclina la ba- 
lanza del sentimiento interesado que se experimenta 


E 


siempre en favor ó en contra de uno de dos partidos. Es 


una particularidad de la historia de Chile, sin parangon 
en las demas historias. Por un lado el teson y la perse- 
verancia de los Españoles us padecimientos y sus 
grandes desgracias. Por otro, los esfuerzos incesantes, 
el pereejO y la bizarría de qn brillantes Araucanos. > 


Ei E A 


láminas de bronce. Poteó no y pod emos menos de ad 
tar la pintura que hacen del carácter y de las virtudes 
privadas de ne naturales los misioneros, los cuales los 


No bien hubo regresado 4 Osbino su comandante, ; 
j ciiido recibió _partedel de Tarpellada, que lo era Ro- 


CAPÍTULO XxXVIk. 295. 


de los Araucanos no alberga me tigclentos a “y 
magnánimos. 

Figueroa, no pudiendo ignorar 
estaba sublevada, y que á Paillamacu, el cual, $ 
que intrépido, y capaz de sobrellevar las at lec 
guerra, se hallaba sin embargo ya muy entrado en 
se le habia juntado Pelantaru, otro caudillo qu menos 
formidable , tomó medidas para poder resistirles, y, y, en 
caso necesario, para ir á buscarlos sin esperar á que le 
atacasen. La que le pareció mas urjente fué la construc» 
cion de una ciudadela , y él mismo, en persona, C00- 
peró á ella con sus propias manos ; ejemplo que dió tal 
impulso 4 los trabajadores, que en poco tiempo quedó 
la plaza fortificada con este poderoso resguardo; porque 
una ' ciudadela en el recinto de una plaza es tan venta= 
sa, que puede haber casos en que baste á salvar la - 
e la za, y á preservar de los efectos de un mal éxito. 

La segunda medida que tomó fué el alojar cómoda- 
mente y con seguridad á las clarisas de Santa Isabel 
en la casa del capitan Ortiz, el cual la cedió gusto- 
sísimo, consintiendo que se hiciese en una parte de ella, 
puesto que ofrecia suficiente capacidad, un oratorio para 
el servicio divino. Estas clarisas, Ó franciscanas, llama- 
das de Osorno, habian sido fundadas en el año 1573, 
segun el abate Olivares, por tres señoras de esta ciu- 
dad, con el título de Beaterio, y el obispo de la Imperial, 

abia reducido á clausura bajo la regla 


de Santa Clara. 

Entretanto, se delantera un dia al gobernador unos 
Indios de paz, que llegaban con el parte de que al 
norte del Rio Bueno quedaban acampadas tropas espa- 
ñolas, detenidas por la dificultad de pasar el rio. Bien 


A e 


295 - HISTORIA DE CHILE. 


que los mensajeros no pudiesen decir otra cosa mas 
acerca de estas tropas, Figueroa supuso que venian á 
reforzar su guarnicion, y envió con urjencia al capitan 
Ortiz, acompañado de su hijo, para que facilitasen á 
dichas tropas el paso del Rio Bueno, paso arriesgado, y 
para cuyo servicio no habia mas que cuatro muy peque- 
ñas canoas. Marcharon incontinenti los dos Ortiz, padre 
é hijo, y hallaron que las tropas anunciadas venian man- 
dadas por el coronel Ocampo, el cual, habiendo llegado 
demasiado tarde al socorro de Villarica, venia ahora á 
reforzar la guarnicion de Osorno. se 
A primera vista, parece incomprensible como habia 
tardado tanto Ocampo en aparecer; pero, dejando á 
parte que la multitud y rapidez de los acontecimientos 
hacen olvidar el corto período de tiempo en que suce- 


<den, Ocampo habia marchado con precauciones, y por 


rodeos áridos y escabrosos, ignorando si hallaria. ene- 
migos y en qué número. Por esta razon, cuando llegaron 
á Riobueno, sus tropas estaban exhaustas de fuerzas por 
cansancio, y por una larga privacion de alimentos; y 
la venida de Ortiz fué para ellos un verdadera socorro 
del cielo, puesto que les traian buenas provisiones y en 
abundancia. 

Sin embargo, solo tomaron una suficiente refaccion, 
y el descanso necesario, y luego se pusieron en marcha 
para Osorno, : 

Sorprendidos los Araucanos al ver llegar inopinada- 
mente este refuerzo , pensaron en reservarse para mejor 
ocasion , y dieron muestras de renunciar á sus proyectos 
belicosos ; pero Figueroa, sin fiarse en estas apariencias, 
y con aviso, por otra parte, de que mas que nunca 
pensaban en atacarlo, resolvió ir 4 buscarlos, y los sor= 


CAPÍTULO XXVIHL. 297 


prendió cuando menos lo esperaban, derrotándolos 
completamente y quitándoles numerosas cabezas de 
ganado, con lo cual los creyó escarmentados para 
mucho tiempo ; pero esta persuasion le fué fatal. = 
Calculando que los víveres, con el aumento de bocas 
que Ocampo habia traido, iban muy pronto á ser escasos, 
y que las mujeres y criaturas padecian inútilmente, 
pensó Figueroa, en atencion á que era corta ladistancia, 
en destacar al coronel Ocampo con cien hombres , bajo 
las órdenes inmediatas de los capitanes Peraza, Rodrigo 
y Pedro Ortiz, á Chiloe, en busca de víveres , caballos 
de bagajes para trasladarlas allí, y aun mas tropa, si 
la habia. Esta funesta resolucion fué puesta en ejecucion 
sobre la marcha. Ocampo salió de la plaza con sus capi- 
tanes y sus cien hombres, y mientras que no estuvieron 
demasiado lejos de su proteccion , ya fuese para volverse 
á ella ó ser socorridos por ella, viajaron sin el meno 
estorbo, bien que sin descuidar las precauciones mili- 
tares con que se debe andar por país enemigo. ., 
¿Pero de qué podian servir las precauciones mejor 
combinadas , en semejante caso , con enemigos tan sa= 
gaces y tan resueltos como los Araucanos ? En efecto, de 
nada ó de poco; y así fué que en la primera montaña 
que tuvieron que atravesar, se vieron de repente ata- 
cados por fuerzas casi decuplas, y + desde este momento 
no tuvieron mas descanso. En la imposibilidad de retro- 
gradar, de hacer alto para descansar, ni de tomar ali- 
mento, tuvieron que batirse continuamente para abrirse 
paso, hasta que en uno de estos incesantes encuentros, 
te derrotados con pérdidas dolorosas, 


1U 


Ab 


fueron e 


tanto que el coronel Ocampo quedó muerto en él. No 
parecia sino que los Indios se habian mantenido apos- 


298 HISTORIA DE CHILE, 


tados para seguirlos y vengarse de la última sorpresa que 
Figueroa les habia ocasionado. 
Pues aun, estos infelices, como si de antemano hu= 
biesen previsto este caso aciago, y se hubiesen dado 
punto de reunion, se rehicieron á la orilla de un rio, y 
en pocas torfip> atrincheraron. Los Indios los cercaron 
y por la noche les daban continuos asaltos ; pero viendo 
que eran sin fruto, determinaron dejarlos morir de 
hambre ; recurso infalible ciertamente , si, por su lado, 
los pobres sitiados, con esta prevision, no hubiesen 
ellos tomado una resolucion. Esta fué que el capitan 
Peraza, reconocido unánimemente por jefe, dispuso 
construir una piragua; y una noche en que los Indios, 
segun su máxima, habian parecido alejarse para caer 
de improviso sobre ellos, transportó en ella á la otra orilla 
su gente, en muchos viajes. 
l amanecer, viendo los Indios que los e Eapañoldl se 
habian salvado , se pusieron á perseguirlos y, al fin, los 
ron. Pero ya los Españoles se hallaban animados 
por y una de estas as. que solo vienen de arriba 


biesen sido despóllazados por los Indios: 
Reputándose invencibles con esta inspiracion, rechazaron 
valientemente á los Araucanos, y llegaron , sin cesar de 
defenderse, 4 Carelmapu , pueblo de Indios amigos y 
aun de muchos moradores Españoles, y 4 donde, por 
complemento de consuelo, acababa justamente de llegar 
don Francisco Hernandez con un refuerzo de cien hom- 
bres para Osorno. ' 
El corregidor de Castro, 4 cuyo partido pertenecia 
Carelmapu, "SS con el mayor celo todo lo que el 


4 
Me 


+ 


a y 


«3 CAPITULO XXIX. 


" ed : 
Prosiguen los sucesos de Osorno antes de la evacuacion de esta colonia. — Su 
- Jocendio. — La religiosa doña Gregoria Ramirez y el Indio Huentemagu. 


(1601.) », 


Don Fernando de Figueroa tenia demasiadamente las 
cualidades de un brillante militar de accion para que 
no hubiese alguna vez cierto apresuramiento en sus re- 
- soluciones. Así es que, confiado en el desconcierto en 
que habia dejado, con la última sorpresa, á los Arau- 


Canos, ho supo prever que podian atacarle mas pronto. 


Por desgracia , sucedió todo lo contrario. 
Sin duda las plazas y fuertes de las colonias españo- 
las, sobre cuyas fortificaciones nada vemos en los his- 
toriadores contemporaneos, no eran de la resistencia 
que las nuestras tienen en el dia, y tanto menos, cuanto 
sus muros no arriesgaban que los Araucanos abriesen 
brechas en ellos; pero aum'debian presentar algunos 
obstáculos , sino obras exteriores, tales como fosos, y 
puente levadizo, para que el enemigo no llegase de 
pronto y de pié llano á la capital dela plaza. Sea lo que 
fuere acerca de esto, las disposiciones militares de noche 
eran regulares en Osorno : las tropas acuarteladas en la 
ciudadela; guardias, centinelas, y patrullas; y si en la 
vijilancia hubo descuido , es probable que no ha sido por 
culpa del jefe que mandaba. Sobre todo, en tales casos, 
siempre ha sido imposible el averiguar la verdad. 
Una noche pues (21 de mayo 1601), en medio de una 


CAPÍTULO XXIX. 301 


tempestad horrorosa, y cuando los Españoles menos lo 
esperaban, se ven de repente arder las casas de 
Osorno ; los enemigos habian entrado en la plaza, 
gracias, probablemente, 4 la estrepitosa borrasca. 
Despertándose despavoridos , los habitantes, amena- 
zados por las llamas, salen aterrados á las calles; las 
madres llevando á sus hijos en los brazos, los maridos 
á sus mujeres, los hermanos á sus hermanas, y suscla- 
mores aumentan el bramido de la tempestad y forman un 
verdadero caos. Era justamente lo que los Araucanos se 
habian propuesto : saqueo, raptos de mujeres y prisio- 


neros; bien que Paillamacu hubiese recomendado mucho 


á los suyos que lo ejecutasen sin desunirse y con mE 
mayores precauciones. Sin embargo, los enemigos, Ca 
gados de botin, y embarazados con mujeres y 


neros , quese apresuraban á poner en seguro, no podian > 


mantenerse en estado de batirse. 

A los gritos del tumulto, las tropas de la ciudadela 
pabian tomado las armas; pero , en Sorpresas nocturnas, 
cuando se ¡ignoran los proyectos y las fuerzas de los ene- 
migos , siempre hay alguna indecisión. Noobstante, las 
llamas pusieron de manifiesto el desórden en que se 
hallaban los Indios; los soldados españoles salieron á 
ellos y los forzaron á abandonar la presa que: habian 
hecho, y la mayor parte de los prisioneros; pero no lo 
ejecutaron. sin una grande resistencia de los Araucanos 
a 2, al retirarse, aun se llevaronalgunas mujeres des- 

pues de haber muerto á muchos Españoles, y, entre 
ellos, por mayor desgracia, al mismo maestre de campo 
don Fernando de Figueroa. 

+ Al dia siguiente, llegó Peraza con Hernandez, los 
hombres, ia y bagajes que habian ido á' buscar 4 


302 HISTORIA DE CHILE. 


Castro, desde donde regresaron sin el menor encuentro 
ni estorbo. 

Aquí tiene lugar una particularidad concermianla E 
la índole de los Araucanos ; porque, por mas que se diga 
que una golondrina no hace verano, tambien es muy 
cierto que rara vez se ve un ejemplo de vicio 6 de vir= 
tud sin imitadores. 

Entre las mujeres que los Araucanos se llevaron de 
esta terrible sorpresa , se hallaba una religiosa de Santa 
Isabel (doña Gregoria Ramirez), de quien se prendó de 
amor sensible el Indio Huentemagu , en manos de quien 
cayó. Decimos de amor sensible , porque al punto en que 
este Araucano, hombre de bien y de corazon , vió que 
sus insinuaciones ofendian á su cautiva, se encerró en 
los límites del afecto el mas rendido y respetuoso. En 
una palabra, pudo mas para con él la virtud de la monja 
que su peregrina hermosura. Confesemos que Escipion, 
por pues motivos, no fué mas contenido ni 


; a 
tte, la religiosa, cuya principal esperan 

de conservarse pura se fundaba en la proteccion. de 
Dios, no pudo menos de notar con admiracion , y aun 
con una sensacion de reconocimiento, la sumision del 


Den desvivia dos hacer llevadera y aun gaia su 
situacion á doña Gregoria Ramirez; pero viendo que 
esta señora estaba siempre triste, bien que le tratase 
él con dulzura, en recompensa de sus nobles procedi- 
mientos; viendo, sobretodo, un dia, lágrimas en sus 
ojos, resolvió restituirla á la libertad y 4 su convento, 
aunque él ¡Jo bicen de morir de pesar. ¿En donde, €n 


CAPÍTULO XXIX. 303 


qué hombre culto, civilizado, noble ó plebeyo, se ha- 
llará un rasgo mas hermoso de magnanimidad y de 
bondad de corazon ? 

Al formar esta noble resolucion, Huentemagu corria 
algunos riesgos; porque en este instante, el resenti- 
miento de Paillamacu y de los Araucanos, en jeneral, 
contra los Españoles no tenia límites, y Huentemagu podia, 
comprometerse gravemente. Por lo mismo , resolvió eje- 
cutar su proyecto con maña, sin que nadie lo supiese. 
Con este fin , se concertó con un enviado de Peraza (que 
iba á proponer algunos canjes y rescates ) , y entre ellos 
quedó concertado que se la robaria ; y así fué. De modo, 
que, en la opinion de todos, Huentemagu habia tenido la 
desgracia de perderla con otra mujer que poseia ya bau- 
tizada, y que quiso dejar ir con doña pato á su con- 
vento. 

Este último rasgo pone enteramente á descubierto la 
sensibilidad de Huentemagu; no pudiendo él vivir al lado 
de su ídolo, quiso que una persona suya le recordase á 
ella, 


CAPITULO XXX. 


e seal 


Estado miserable de Osorno. — Los habitantes la abandonan y se trasladan 
con mucho trabajo á Chiloe. — Salida de las monjas clari para Santiago. 


( 1602.) 


ampo habia muerto en el camino de 


Chiloe, y tambien, sin duda alguna , los capitanes Or- 
tiz, padre é hijo, puesto que hemos visto Peraza, que 
iba con ellos, proclamado jefe despues de la derrota en 
la que quedó muerto Ocampo. Por consiguiente, Peraza 
manda ahora en Osorno, á no ser que sea Hernandez, 
que vino con él de Castro, 

Nada de esto ignoraban los Araucanos, y lejos de en- 
tibiar su ardor la venida de los refuerzos, al contrario, 
e ab: nuevos brios con la certeza de que cuantos mas 
: r 5 hay, mas pronto se acaban los víveres, El caso 
pues, para ellos, era estrehar 4 los Españoles de modo 
que no pudiesen procurárselos , al paso que consumiesen 
los que tenian, sin dejar, por eso, de continuar las hos- 
tilidades, cuando hubiese buena ocasion para ello. 

Vuelven , en efecto, los Araucanos á poner un cerco 
mas estrecho á la plaza, y á renovar tentativas de sor- 
presa y de asalto. Continuamente rechazados, otras tan- 
tas veces vuelven ála carga. De una y otra parte se notan 
rasgos de valor admirables. Entre los Españoles, se ad-= 
mira aquí » COMO hemos admirado en la Imperial, á una 
heroina española, la cual se llama justamente como la 

a, es decir doña Ines, Pero esta es doña Ines de Ba- 


* 


CAPÍTULO XXX. 305 


zan , hermosa mujer que se bate con un denuedo varonil, 


mas que varonil, extremado, entre su marido el capitan - 


Bazan y su hijo ; otra semejanza con doña Ines de Agui- 
lera, con la diferencia de que esta experimenta el dolor, 
que no tuvo la otra, de ver caer muertos delante de sus 
ojos á su marido y á sus hijos. 

Mientras tanto, el tiempo dura, y los víveres no. Ya 
los sitiados empiezan á padecer, con angustia , escasez 
de ellos, y ya preven que se verán en crueles extremi- 
dades. De aquí, junta en consejo Ó ayuntamiento, de 
vecinos y militares, y deliberacion de enviar de nuevo á 


- Castro á buscar provisiones. El arrojado Peraza se ofrece 


para esta arriesgada empresa, sin pensar en lo que habia 
padecido , y en los peligros que habia corrido el año an- 
terior, en otra semejante. Ignoramos si los sitiadores le 
dejan pasar ó si se abre paso, ó si burla la vijilancia 
del enemigo. El hecho importante para la historia es que 
salió, esta segunda vez, el dia 20 de enero de 1602, La 
fecha una vez establecida, no hay para que dudar, en 
atencion á que estas fechas no han podido menos de exis- 
tir y conservarse especialmente en las actas y archivos 
de los cabildos, conservadores natos de estos preciosos 
documentos. 

Y en este punto, queremos aprovechar de la ocasion 
de pagar un tributo de admiracion á estos cabildos, y á 
sus miembros, cuyo valor y virtudes cívicos han debido 
contribuir poderosamente á los buenos éxitos, cuando 
los habia, y padecer otrotanto, cuando eran malos, 
Porque es un error muy grande el creer que el ánimo y 
la firmeza que se ejercen en una poltrona ó silla no me- 
recen elojios porque no se practican á la boca de un 
cañon. Es, al contrario, mucho mas fácil, A 


11, Historra. 


A Y 


ai 


306 HISTORIA DE CHILE. 
parecer, adquirir el ardor del valor por el movimiento 


¿de el calor mismo de la accion , que reflexionando fria- 


mente en un consejo, y aguardando con ánimo imper- 
turbable consecuencias, tal vez funestas é inevitables, 'de 
una determinacion valiente y resuelta á toda costa, 
¿ Cuantos elojios deben merecer los cabildos chilenos ? 
¿Qué rasgos de enerjía, de paciencia , de resolucion y de 
jenerosidad no debieron haber tenido en tan largos 
años de duras pruebas, por las cuales han tenido que 
asar ? 

Volviendo á la nueva expedicion de Peraza , salió , 

como hemos dicho, con propósito de traer á la plaza 


nuevos elementos de existencia y resistencia, y de par- 
ticipar con masseguridad al gobernador la imposibilidad 


de conservar la colonia. 

¡ Gosa extraña ! Peraza fué y volvió muy en breve sin 
haber experimentado contratiempo alguno. El parte que 
habia enviado al gobernador habia llegado 4 manos de 


este jefe superior, como lo probaron las órdenes que 


at 


fueron transmitidas , á pocos dias de allí, 4 Hernandez 


para que evacuase la colonia, y e onduftas sus morado- 


res á Chiloe, con el fin de fundar con ellos las de san 
Antonio de Calbuco, y de San Miguel de Carelmapú (1). 

Hernandez dió cumplimiento á estas órdenes. Por 0c- 
tubre de 1602, salió de Osorno, llevándose á sus habi- 


.tantes que lloraban , inconsolkbles, la pérdida de una 


patria, en donde dejaban sus bites y el porvenir de sus 
hijos , adquiridos con tanto trabajo, y en medio de 
crueles zozobras y peligros, Si querian recuperarlos , 
tenian que empezar de nuevo á trabajar. Esta fué la 


E E 


E > 


CAPÍTULO XXX, 307 


. > 


- suerte de Osorno , al cabo de un sitio de mas de cuatro 


años (1). 

El viaje á Chiloe fe funesto para muchos de ellos. 
Por mas que hizo Hernandez, militar experimentado, 
para confortarlos y asistirles, tuvo el cruel sentimiento 
de que se le muriesen en el camino sobre veinte perso- 
nas, de flaqueza ó por males que no estaba en su mano 
remediar. Luego que llegó á los nuevos establecimientos 
con sus interesantísimos colonos, Hernandez envió con 
toda comodidad, y el decoro posible, las relijiosas de 
Santa Isabel á Castro, y dió parte á don Alonso de Ri- 
vera de haber cumplido en todo sus órdenes. 

En vista de este parte, el gobernador despachó un 
transporte á Castro para trasladar las relijiosas á Yal- 
paraiso ; desde donde , por noviembre (2) de 1603, pasa- 
ron á la capital. Allí, con limosnas y donativos, fun- 
daron el convento de Santa Clara, á cuya edificacion 
contribuyeron jenerosamente el virey del Perú, y las 
personas de distincion de Lima. 


(1) Carvallo 
(2) Perez García, refiriéndose al lib. 7? del cabildo, libro que empieza dicho 


año, y en el cual se halla el acuerdo de esta corporacion, diciendo que era - 
muy justo socorrerlas, y E cinco cuadras de la plaza con elcos- . 


tado de la iglesia á la Cañad 


de . 


o 
CAPITULO XXXI. 
Suerte deplorable de los prisioneros españoles. > 


La relacion verídica y cireunstanciada de los mas de 
los hechos que componen esta historia no puede menos 
de hacerla tristísima. Pero esta es la historia, la cual, 
segun el P. Ovalle, no tiene, en este particular, así como 
en otros muchos plata nada que se le semeje en las 
demas historias. 

Hablando de los infelices cautivos que se llevaron los 
Araucanos de las arruinadas colonias españolas, dos 
consideraciones angustian el corazon, á saber; que amos 
la víspera, Ó por «decirlo así, se veian esclavos al dia si- 
guiente; y que teniendo por principal objeto esta larga 
y sangrienta lucha el convertir paganos al cristianismo, 
los cristianos que la sostenian corrian el mayor riesgo de 
ver alterada su fe por el roce con las prácticas y COS- 
tumbres del paganismo , durante muchos años de cal- 


tiverio. 


Acerca de la primera de estas dos reflexiones, el 
mismo Ovalle confiesa que los Indios eran desapiadados 

'a COn sus cautivos, no pudiendo olvidar que los Es- 
pañoles habian litadido su país, dando muerte á mu- 
chos de los que habian querido defenderlo; se se habian 
apoderado de sus tierras y bienes, y los me sujetado 
á servidumbre á ellos mismos. No era pues de esperar 
que los tratasen bien, ni siquiera humanamente, y asi 
sucedia que los dejaban morir de hambre, los agobiaban 


' 


ss 
ma des, 
55d 


208 


+ 


CAPÍTULO XXXL. 309 


de trabajo en labores dómesticos y del campo, y los de- 
.n ir desnudos, En esto, sin embargo, hacian dife- 


- rencia entre los hombres y las mujeres; á los hombres 


los despojaban , engalanándose ellos mismos con sus 
vestidos, y muy particularmente con los uniformes mi- 
litares. A las mujezess se los dejaban; pero como no 


ocupaciones serviles que les daban, las pobres señoras 


se veian muy luego obligadas á vestirse como las Indias 


mismas. Peor aun que esto era el calzado; porque una 
vez usado el que llevaban, tenian que andar con los piés 
desnudos. El po. se reducia A pellejos de animales 
ento á harina de maiz 


visto el desprecio « con que los pi miraban las como= 
didades de la vi om 
Era una dolorosa ¿iimsafl pe ( 

no es muy de extrañar que haya habido. hololdad entre 
ellas, que quisiesen huir 4 toda costa tan lastimosa 
suerte, Pero aun padecian mayores angustias cuando se 
veian ocupadas en los servicios mas bajos, ya fuese en 
lo interior, ya en los campos. Estas infelices, en estos 

de Ipptos al coc que 


en que habian sido á 
lastimaba era el as a 

e brazos. Ovalle dice que ha visto él ep algunas 
que habian vuelto mancas de cautiverio, por este ejerci- 


" cio, Es verdad que añade, por otro lado, hablando del 


valor y de la constancia de estasítautivas, que se acuerda 
haber visto una de ellas, ya muy vieja, que volvió tan 
fresca» y tan- gorda como si viniese de un lugar de con- 


“e 


de 


Ñ 


3810 HISTORIA DE CHILE. 


veniencias y regalos. Esto prueba perfectamente el poder 
del hábito sobre la naturaleza, y cuan sin razon nos. 
creemos mas débiles de lo que somos. Solo así se puede 
comprender como han podido sobreponerse 4 tantos 
trabajos. Pero lo que se comprende menos fácilmente, 
Ó, por mejor decir, lo que no se puede imajinar sin 
sentirse angustiado, es el profundo dolor que debia des- 
pedazar sus entrañas maternales al ver á sus hijos, en la 
mas tierna edad, sujetos 4 las mismas miserias, con la 
particularidad de los castigos bárbaros que les daban sus 
amos, bajo el menor pretexto, 6 cuando no acertaban 
á obedecer por falta de fuerzas ó de intelijéncia, Eche- 
mos un velo sobre estos pobres corazones de madres 
para no aflijir por mas tiempo los de los lectores que 
saben que el corazon de una madre es uno de los mayores, 
sino el mayor prodijio de la creacion. +; 

: En cuanto á los hombres adúltos, claro está que ade- 
mas de estos trabajos; tenian que estar dispuestos á 
morir cuando menos lo esptrasen, en atencioná que un . 
fútil pretexto bastaba, ó una borrachera en la cual sus 
amos entonaban sus atroces cánticos, recordaban sus 
hazañas, y por consiguiente su resentimiento y motivos 
de odio contra los Españoles, En estos casos, la ven= 
ganza, ciega por sí y ciega de embriaguez, inmolaba sin 
piedad á los prisioneros, traidos allí mismo muchas veces 
de antemano con este objeto. de 


Mas es de toda justicia añadir y notar, que en muchos 


de estos casos, se han visto caciques y otros personajes 
de entre ellos, interceder con autoridad, afeando estos * 
hechos, y salvando á-los que iban á ser víctimas de 
ellos. , $ 


! € 
Sobre el segundo particular concerniente alriesgo que 


$ 


ON 


CAPÍTULO XXXI. 311 
corrian estos propagadores de la fe, dé ver sú propia fe, 
sino alterada sustancialmente, 4 lo menos entorpecida 
por desuso de prácticas relijiosás, y por el contacto con 
hábitos jentiles, la consideracion mas asómibrosa para 
el notable resultado final que termina este capítulo, es, 
que la virtud la mas acendrada solo podia por algun 
tiempo preservar intacto el honor de las mujeres espa- 
ñolas, y que, al fin, tuvieron que ser mujeres de sus 
amos, 

Lo mas admirable, continua Ovalle, es que en una 


e muy larga esclavitud, no se ha conocido un solo após- 


tata. Es cuanto se puede decir por la gloria de la fe ca- 
tólica, y en honra de la firmeza española; porque este he- 
cho es tanto mas digno de ser notado que los prisioneros 
eran tan numerosos, que no habia labrador que no tu- 
viese, á lo menos, uno. 

Por otro lado, tambien hay que decir en honra de los 
Araucanos y atenuacion del título de bárbaros con que 
han sido calificados, que si se apropiaron mujeres espa- 
ñolas, estas no eran casadas, y que no han separado ni 
una sola, de las que se hallaban en este Caso, del lado 
de su máfido (1). 

A los mozos solteros españoles, les permitieron, segun 


Molina , casarse con jóvenes araucanas, de cuyos en- 
laces han nacido principalmente los Chilenos de natu- 


raleza mixta, que fueron, Con el tiempo, los mayores 
enemigos de los Españoles. 

No debemos omitir tampoco otra particularidad, en 
(vés de los Araucanos. Esta particularidad, que es una 
de las que mas interesan para Sacar consecuencias mo- 


(1) Molina. 


$ 


dl 
312 HISTORIA DE CHILE. | 
rales de la historia, y formarse un juicio de la verdad 
probable, en medio de contradicciones, ha sido, que 
muchos Españoles, que es mas, algunos de mucho 


€ 


á CAPITULO XXXIL. 


Llegan de España los 500 soldados prometidos por el monar —Plazas res- 
tauradas. — Acierto del gobernador Rivera. — Cesacion de su mando y 
causas que la ocasionaron. : adas 


( 1603.) 


Los lectores han debido ver con extrañeza que un 
militar de renombre como Rivera no pareciese en per- 
sona, en ninguna parte, y en tan largo tiempo , mientras 
los Araucanos hacian los estragos referidos en las colo- 
nias españolas. Pero luego se reflexiona que Rivera, 
conociendo á los Araucanos, su táctica, su arrojo, y la 
nulidad, contra ellos, de la ventaja de las armas de fuego, de 
se estaba, no en la inaccion, sino atendiendo á otros % 
ramos de su gobierno, por imposibilidad de moverse 
activamente. Era este gobernador demasiado experi- 
mentado para ignorar que toda plaza que no es socorrid 
eficazmente y á tiempo, tiene que rendirse. Esto era 
tanto mas probable en las colonias españolas , cuanto á 
la imposibilidad de socorrerlas eficazmente, se juntaba 
la circunstancia de tener un cortísimo número de defen- 
sores diezmados por el hambre y los trabajos de muchos 
años de sitio. Rivera ansiaba con tanto mas ardor por 
hallarse en estado de poner remedio á tantos males, que 
ya veia á los colonos muy desanimados, y dando Mani- 
fiestos indicios de no hallarse muy lejanos de emigrar ; y 
tuvo mucho que hacer para infundirles nuevas espe- 
ranzas. 

En efecto, en el instante en que le llegaron por Bue- 


> 
314 HISTORIA DE CHILE. 


nos Aires los quinientos hombres que esperaba, lo que 
sucedió en noviembre, se puso á su frente y marchó sobre 
Arauco, restableció la colonia, y reconstruyó el fuerte 
de Santa Margarita en Lebu. En presencia de las fuerzas 
que tenia, los Aráucanos se refujiarón 4 los montes, por 
manera que no habia hallado ni uno en los llanos. 
Levantó, en seguida, la plaza de Tucapel, y dos fuer- 
tes; uno en Paycabi, y otro junto á la Imperial, despues 
de lo cual, invadió como un torrente las tierras enemigas, 
E ki aunqte inútilmente, porque los Araucanos las habian 
% asólado al retirarse, para no dejarle recursos; táctica 
; dolorosa pero sublime, de hombres de corazot resueltos 
4 todo trance, que ha seguido igualinente algun jeneral 
roderno, á quien muchos han atribuido la honra de esta 
invención, sin fundamento. E 
Sin embargo, la expedicion no fué del todo infruc- 
sa, puesto que, ademas de la reconstrucción de las 
azas, Rivera consiguió que algunas parcialidades pi- 
—Gieseñ paz, bien que alguñas lo hiciesen pérfidamente, 
con el solo objeto de servir de espías 4 los Indios guer- 


de trigo y de cebada para el ejército. 

- Trasladándose de aquí á. la isla de lá Laja, ordenó la 

edificación de la plaza del Natinitento , en lá parciall- 

dad de Santa Fe, 4.1a orilla meridional del Biobio; atra- 
vesó este rio por Negrete , recorrió toda la comáfeá sue 
bandina, y dio vuelta por los distritos de Quechereguaás 
y Puren, ejerciendo actos de vigor y de conquistádor, 


. 
Ñ 
E 
ES 
E 


CAPÍTULO XXXIL. 315 


con tán feliz éxito, que muchísimos Indios se sometie- 
ron. Gomo era de razon, Rivera los acojió muy bien, 
pero bajo la condicion de que irian á establecerse con 
proximidad á las colonias españolas, y se alistarian po 
servir como tropas regladas, con sueldo señalado. ¿Ye 
Es muy de notar que estas condiciones fueron espon- 


ñ táneamente aceptadas por estos naturales, los cuales 


se mantuvieron fieles; transmitiendo á sus descen= 
dientes esta fidelidad, como lo han probado todos 
los que vivian en las lagunillas de San Pedro de 
Coluera, Santa Juana; Talcamahuida, San Cristoval 
y nta Fe. De donde se sigue evidentemente que 
la conducta militar sola no basta para someter, por 
mas que un jeneral crea haber conquistado. Vencer 


_no es someter; la fuerza. vence, pero para someter 


se necesita, sin dejar de apoyarse en la fuerza , con= 


sultar la índole, vais todo, el interés de los ven= 


cidos. 

En esta misma e murió el célebre Paillamacu , 
cargado de'años y de laureles, y le dieron los Arauca- 
nos por sucesor á Huenencura. Este tomó posicion en las 
montañas de Nahuclbuta, aguardando por una buena 


este aviso, Rivera hizo alé | 
que se dejase ver; pero no pudo conseguirlo; de suerte 
que le pareció probable no se hallase con ánimo ni en 
estado de emprender grandes cosas, y lo sintió, porque 
los asuntos del gobierno le llamaban con besan á la 
capital, 
Don Alonso de Rivera, digno del puesto que ocupaba, 

reunia la »prevision y la prudencia « á su aptitud militar, 
y sabia por experiencia que los recursos mas Seguros 


iso sobre los Españoles. Gon 


necesitaba para mejorarla. 


316 HISTORIA DE CHILE. 


serian los que él se proporcionase dando fomento á la 
agricultura , al comercio y á la cria de animales, auxi- 
liares del hombre en sus trabajos. Así fué, que luego que 
qupgaron restablecidas las plazas de San Jerónimo, Tri- 

ida y Espíritu Santo, que puso, con sus distritos, á 
los órdenes del famoso Cortés (1), regresó $ á la Concep- 


cion para pasar inmediatamente de allí 4 Santiago, P 


como lo verificó el dia 6 de mayo (2). 

Siendo el carácter y los conocimientos de este gober- 
nador los que constituyen un hombre verdaderamente 
capaz y de un gran mérito, Hiyera tenia la conviccion 


tiempo en la inaccion, y que lo medios que fono á st 
disposicion serian muy inst 15 
por todas partes á los acontecim 
la. cual era muy difícil poner: din sin grandes y poderosos | 
recursos. Con esta íntima persuasión, reunió en consejo 
el ayuntamiento, el dia 6 de agosto, presidiendo él mis- 
mo, para deliberar sobre diferentes puntos concer- 
nientes á la situacion verdaderamente precaria de las 
cosas del reino; y de su acuerdo salió que se despachase 


un enviado al virey con un parte circunstanciado del 4 
ion prudencial de lo que e : 


estado de cosas, y una exp. 


Esta mision, que fué encargada al “maestre de campo 
don Pedro Cortés, llamado á Santiago (3) con este ob= 
jeto, debió de ser dirijida al virey Velasco , puesto que 


(1) Este Cortés, segun Carvallo, tan hábil con la pluma, como terrible con 
la espada, era pariente del vencedor de Méjico, y mereció el renombR 
sita Chileno. En su estado de servicios se leian ciento y diez y muere 

a 

(2) Actas del cabildo de Santiago. 

(3) Acuerdos del cabildo. 


ul icientes para hacer frente. ¿ 
imientos de una guerra, 4 


| 


4 


CAPÍTULO XXXIL 317 


su sucesor don Gaspar o ad llegó el 18 de enero 
del año siguiente. 
Llenado este esencial deber, el gobernador fué 4 ver 


—seplentrionalos; estableció , conforme á las facultades 
que el rey mismo le habia didé; una torada de ocho 
mil reses en Calentoa, para abastecer de carne el dis- 
trito y las plazas de guerra; y fundó fábricas de paños 
y cobertores en Melipilla, para no tener que pedir estos 
jéneros al Perú. 
Entretanto, llégó la respuesta del virey, por la que no 
podia e mas que referirse á los recursos que vinie- 
España, y, en su vista, Rivera hizo una repre- 
él mismo al monarca, exponiendo la situacion 
crítica en que se hallaba : la insuficiencia de la anualidad 
que le enviaba el virey, así como tambien la de las tropas 
de que disponia , y concluyendo con tomar bajo su res- 
ponsabilidad la samision de todos los Indios, si S. M. 
dignaba enviarle mil buenos soldados (1). 
Puesta 4 cubierto su responsabilidad sobre estos puntos 
esenciales, el infatigable verá regresó á la Concepcion, 
no para descansar, sino para entrar de nuevo en cam- 
paña, y en efecto, hizo una fructuosa, atrayendo á la 
paz uo E de Tucapel y de Arauco. Esta 
> a, la ejecutó entrando por el territorio de 
"Buena Él speranza, desde donde fué á atravesar el rio de 
la Laja por Caripichun. De aquí, marchó á Santa Fe; 
pasó el Biobio por la plaza del Nacimiento ; penetró en 
- el territorio subandino , recorriéndolo por todas partes; 
dió la a ME os e al estado de Arauco 


= 1) Figueroa dee ¿mil soldados de Europa, y en total dos mil, 


318 HISTORIA DE CHILE. 


por el norte de San Jerónimo, y atravesando segunda 
vez el Biobio á dos leguas mas arriba de su desembocás 
dura én el mar, regresó á la Concepcion. En este vas 
militar, no solo tuvo la satisfaccion de reducir á la paz la: 
parcialidades arriba dichas, sino que estableció la plaz 
de San Pedro en donde hoy existe, y un fuerte en e 
cerro de Ghepe, dedicado á nuestra Señora de Ale, con 
el fin de protejer el paso del Biobio, cerca de su desem= 
boque en el mar. 
Pero en lo que mas este gobeMador y e Chile dió 
muestras de ser hombre de cápacidad, de juicio y de. 
saber, fué en la súplica dirijida al padre visitador de la 
provincia de la compañía de Jesus para que le enviase 
misioneros que ayudasen con el celo y ami r de la hu- 
manidad , que en las cuatro partes del mundo, en los 
puestos mas arriesgados, la relijion cristiana está: 
siempre pronta á poner como centinelas avanzadas para 
protejer á los desgraciados y ablandar á hombres de 
hierro, privados de la simple razon natural; para que 
ayudasen y S st 


En Pe el padre visitador despachó á la ciudad de la 
Cblicapcion á los PP. Gabriel de Vega, y Francisco 
Villegas, los cuales eran tanto mas aptos pare ara llegar 
tan digno y alto ministerio , cuanto hablab an corriente- : 
mente el idioma de los vattinades. conocian su cáracter , 
sus inclinaciones, sus pasiones y sus debilidades. ss, 
gobernador llevaba en sus expediciones á los dos padres, - 

y Dios sabe los males de que preservaron á ambas partes 


belijerantes, y los adios que una y otra les han 
debido, 


e a ir $ 


$ 


CAPÍTULO XXXI. 319 


Porque no hay para que disimularlo, los Españoles, 
dejando á parte la fe, que es el patrimonio el mas feliz 
de la naturaleza española, los Españoles tenian tanta 
necesidad como los Indios de santas palabras que mode- 
rasen los desórdenes de su vida; desórdenes que se co- 
municaban de los hombres á las mujeres, por manera 
que la disolucion de las costumbres era tan jeneral como 
lastimosa. Los padres misioneros establecian su púlpito, 
por decirlo así , en los campamentos y en los cuerpos de 
guardia, en donde oían y muchas veces veian cosas que 
la caridad cristiana podia sola dejarles ver y oirsinrepug- 
nancia. Al fin, su celo y perseverancia tuvieron digna 
y merecida recompensa : gracias á sus sermones, ú su 


- Suave doctrina, á sus fáciles lecciones y á una > a 


de trato con la que los Indios quedaban confusos, muy 
luego las lenguas se sintieron anudadas, y las costumbres 
purificadas de inmundicia, en cuanto era posible y exi- 
gible; porque en la guerra, los hombres mas moderados 
y racionales caen alguna vez, sin pensarlo, en casos de 
relajamiento. : 

Por otro lado, los padres llenaban el primer objeto de É 
sus misiones, y lograban frutos de bendicion en la con» y 
version de los Indios. Ovalle dice que no hacian nin- 
guna expedicion sin convertir 4 muchos de ellos, y que 
aun de moribundos obtenian que muriesen de muerte 
ejemplar con todos los sacramentos , como lo harian los 
mas fervorosos cristianos. 

Realmente Rivera poseia todas las ada reque- 
ridas para completar la grande obra de la conquista , y 
le habria dado, sin duda alguna, un grande impulso, 
si un acontecimiento, en parte fútil, y en parte grave, 
á la vez serio y risueño , nO hubiese surjido de su propio 


320 HISTORIA DE CHILE, 


corazon para estorbarlo : en una palabra, puesto que 
es forzoso decirlo, por mas que le pese 4 la historia, 
Rivera se enamoró. El objeto de sus deseos era digno de 
él; Inés de Córdova, hija de la heroína Inés de Aguilera, 
era digna de un trono. Los dos amantes calcularon con 
desmayo la inmensidad de la distancia que hay de Chile 
á la corte de España, y lo que tardaria la licencia del 
rey , indispensable para que se casasen en regla : ¡im- 
posible el diferir por tanto tiempo el momento deseado ! 
En efecto, se casaron sin licencia; y como el virey 
del Perú no estaba sumamente satisfecho de Rivera, por- 
que cada dia le molestaba pidiéndole recursos para con- 
tinuar la guerra, recursos que no tenia ó no podia 
darle, el virey dió parte de este enlace, que hubiera 
podido quedar ignorado; y sin duda, este parte se re- 
sentia del mal humor de su autor; de suerte que la res- 
puesta fué quitar el gobierno á Rivera, bien que, en 
recompensa de sus servicios , el rey le dió el de la pro- 
vincia de Tucuman. É 
Fuera de los acontecimientos referidos, no hubo 
- hingun otro en su gobierno, si no es la muerte del 
Obispo de Santiago, don Francisco Pedro de Azuaga, 
cuya silla episcopal fué ocupada, en 1601, por el P; 
Pr. Juan Perez de Espinosa, fundador del semina- 
rio del Angel de la Guarda; el cual tuvo que encargarse 
al mismo tiempo del obispado de la Concepcion , por 
promocion de su obispo, don Francisco Reginaldo de 
Lizarraga, al de Tucuman. 

Ahora, el 2 de febrero 1604 , llegó de teniente y juez 
de apelaciones el licenciado Fernando Talaverano Ga- 
llegos (1), que hará muy luego figura en esta historia ; Y 

(1) Cabildo. ] 


CAPÍTULO XXXII. 321 


el 9 de agosto, el primer veedor del ejército don Fran- 
cisco de Villaseñor y Acuña; empleo que no habia 
existido hasta entonces, porque hasta entonces los 
gobernadores habian hecho todos los presupuestos del 
ejército. 


ñ 
0d 


11. HisTORIA, 


pa 


CAPITULO XXXIII. 


A Hisena dal apctra de camno don 
UU 


eg García Ramon. —Su reci- 
bimiento. — Preparativos, — Fuerzas imponentes de que disponia. 


( 1605.) 


Como se refiere al fin del precedente capítulo, descon- 
tento el marques de Salinas, virey del Perú, del celo mas 
marcial que cortesano del gobernador Rivera, dió parte 
á la corte del matrimonio que este habia contraido sin 
real licencia. Ciertamente habia habido algun apresura- 
miento en este acto, por no decir descuido de la disci- 
plina, sobre cuyo punto un jefe debe ser inflexible y 
ejemplar; pero enfin, habia sabido mantenerla tan bien 
Rivera con respecto á los grandes fines del real servicio, 
que verdaderamente merecia, por la naturaleza de la 
infraccion que habia cometido, que se le perdonase esta 
sabrosa pecadilla. 

Pero no fué así; y en vista de este acontecimiento , re- 
cibió el cabildo de Santiago dos cartas , el 3 de febrero, 
una del virey, y otra de don Alonso García Ramon (1), 
en la cual este último rogaba al ayuntamiento le apres- 
tase caballos y sillas para sujente, con el bien enten- 
dido que todo el importe seria reintegrado. 

Enfin, el 21 de marzo, entregó Rivera el mando á Su 
sucesor, y marchó para Tucuman, cuyo gobierno le 
habia dado el rey, en recompensa, de sus buenos servi- 


(1) García, 


CAPÍTULO XXXIII. 323 


cios; y es de notar, que al atravesar la cordillera, en- 
contró los mil soldados que él mismo habia pedido para 
terminar la conquista de Chile, los cuales venian de la 
Plata en donde habian desembarcado. La entrega del 
mando, esta yez, se habia hecho en la Concepcion, á 
donde García Ramon habia llegado directamente, con 
tropa fresca, no queriendo perder tiempo en Santiago, 
con el fin de aprovechar del buen tiempo, y entrar desde 
luego en campaña. Por esta razon, suplió álas formali- 
dades y ceremonial acostumbrados , remitiendo su nom- 
bramiento al cabildo, para que mandase tomar asiento 
de él en sus actas. 

El mérito de García Ramon era tan conocido , que la 
relacion de sus servicios, tanto en Europa como en Chile, 
enviada por el virey al ayuntamiento de Santiago, llenó 
dos planas de letra muy menuda de su libro de asiento. 
Júzguese qué esperanzas no debia infundir la venida de 
este jeneral, que trae doscientos hombres aguerridos, 
armas y municiones ; á los cuales vienen á juntarse otros 
doscientos cincuenta, capitaneados de Méjico por el ca- 
pitan Villaroel; sin contar los mil que le vinieron de 
España, mandados por don Antonio de Mosquera; se- 
- senta, conducidos por el capitan Rodriguez del Manzano 
y Ovalle, y, enfin, ciento y cincuenta mas, bajo las 
órdenes de Martinez de Zabala, componiendo estas fuer- 
zas un total de mas de tres mil hombres, buenos solda- 
dos, y bien pagados, circunstancia esencial para que 
no dejasen de ser buenos por ningun motivo. Porque, 
al situado, se le añadió una consignación de ciento y 
cuarenta mil ducados de las arcas reales, | 

Asi como lo hemos dicho , con tantos medios , COn su 
celo y experiencia, García Ramon prometía una era 


y 


- 324 HISTORIA DE CHILE. 


nueva al reino de Chile. Este jeneral, ante todas cosas, 
nombró por teniente jeneral á don Fernando Talabe- 
rano, por maestro de campo 4 Nuñez de Pineda, y 
por sarjento mayor 4 don Antonio de Nájera. Envió de 
visitador de Santiago y de la Serena á don Luis del 
Peso; y de la provincia de Cuyo, á don Alonso de Cór- 
dova ; y tomadas estas providencias, se fué 4 pasar el 
_Biobio para desafiar, por decirlo así, á los enemigos ; pero 
Huenencura no creyó oportuno el presentarse por en- 
tonces. De suerte que el gobernador tuvo que contentarse 
con talar sus campos, y la satisfaccion de atraer al de- 
ber y á sus banderas un buen capitan, llamado Juan 
Sanchez, que las habia abandonado mucho tiempo hacia. | 
En San Felipe de Arauco, plaza que puso en un estado 
respetable para imponer á Huenencura, decretó Con | 
fecha del 7 de mayo, que todos los encomenderos, Ve- 
cinos y moradores de las ciudades despobladas : Santa- 
Cruz de Coya, Arauco, Cañete, Infantes, Imperial, 
Villarica, Valdivia y Osorno, volviesen á tomar po- 
sesion de sus colonias y bienes respectivos, puesto | 
que este era el principal objeto de los grandes 
sacrificios hechos por el rey para la conquista de 
Chile. : | 
El 23 de mayo , García Ramon marchó para. SantiagO, 
y el 14 de julio, fué recibido con pompa y bajo de dose , 
á la puerta de la ciudad inmediata al convento de Santo 
Domingo; y luego que prestó juramento, le llevaron p 
como en-triunfo á su palacio. ME id 
_ Tales eran las esperanzas que los capitulares de Sal” 
tiago fundaban en él, que dieron en su honra fiestas 
magníficas; y al jeneral Mosquera, que habia: llevado 
los mil hombres, no teniendo mejor medio: de mostrarle 


a CAPÍTULO XXXII. 325 


su reconocimiento , le hicieron presente de una rica ca» 
dena de oro. - de : 
En una palabra, la única falta que podia notarse en 
esta abundancia de elementos de buen éxito erancaba- 
llos, y muy luego llegaron mil y quinientos de Tucuman 
- para remontar completamente la tropa de caballería. «Me 
marcho, decia García Ramon, un dia (el 5 de diciembre), 
me marcho, decia él, lleno de confianza, para ir á some- 
ter de una vez á los rebeldes de Arauco, Tucapel y de- 
mas estados de la Imperial.» 

Salió, en efecto, y en Rancagua (el 141), se halló con 
su patente de sobernador en propiedad, que remitió á 
Santiago, nombrando por sus apoderados al alcalde Je- 


rónimo Benavides; al contador Azocar, y á Gregorio 
Serrano, para que se formalizase su recibimiento; y con- 
tinuó su viaje á la Concepcion, 4. donde llegó por año 
nuevo de 1606, hallándose con un ejército tal que no se 
ha visto ni ántes ni despues en Chile. 

Sin ambargo , ántes de entrar en campaña, quiso Usar 
de bondad y de política , Y despachó al desertor recupe- 
rado Juan Sanchez, de quien hemos hablado, y que 
habia hecho grandes servicios 4 los Araucanos , para que 
4 Huenencura, pintándole las 
senazaban; y, mientras 
económicas y de fo- 
vica de paños de Melipilla, de 

estab! él en Quillata, y del acre- 
centamiento de la torada de Calentoa, debida á su an- 
tecesor Rivera. Escribió 4 la corte, Y pidió en favor de 
estos establecimientos la encomienda de Indios del valle 
de Aconcagua para don Alonso 4% Sotomayor, enco- 
mienda que redituaba 5000 pesos anuales; y» enfin, 


326 HISTORIA DE CHILE. 


recompensas para los beneméritos clciles del ejército 
de Chile (1). 

Todo cuanto pidió este gobéaador, le fué concedido 
por el monarca : fuerzas, sueldos , pertrechos y gracias; 
mas, cosa tan inesperada como dolorosa, todos estos 
aprestos € infinitos recursos se estrellaron contra los in- 
trépidos pechos de los gallardos Araucanos, y abrieron 
paso á sus lanzas y macanas ; estas, estas eran las causas 
de la eterna duracion de la guerra, la táctica y el valor 
de estos hombres invencibles (2). No ha habido pueblo 
ni nacion que haya presentado mas motivos que los Chi- 
lenos para alimentar una curiosidad intelijente, aun li- 
mitándose á lo que da que pensar la serie de partes de 
oficio, Ó diario de operaciones militares de que se com- 
pone, en sustancia hasta aquí, la historia de la con- 
quista. El número de sus guerreros en verdad ilustres, 
ilustres por hechos asombrosos , sin mezcla alguna de so- 
fisma, parece increible; y su táctica, lo repetimos, era 
la de Follard; la de los mariscales de Luxemburgo y de 
Villars, y otros célebres autores sobre el arte de la 
guerra. Mientras que todos los Americanos septentrio- 


(1) En la real cédula de organizacion del ejército de Chile el rey mandaba 
que el soldado gozase de ocho pesos mensuales; que no pagase mas que la 
cuarta parte del valor de su subsistencia, y y que lo restante quedase á cargo 
del erario, y, enfin, que en el coste del vestuario , no se le agravase con de- 

dl arbitrario, por.mas que lo autorizase la costumbre. — — Que al ca- 
pitan reformado se le atribuyesen ochenta pesos mensuales; á los subaltert 
cuarenta, y veinte y cinco á los Sion 3 y que, por fin de cada a 
al Perú gr beneméri tos para ser premiados con correjimientos de distrito, 

en aquel vireinato, y servir de estímulo á sus co ército de 
Chile.—Cabildo, mts 

(2) Si bien nos acordamos, hemos visto esta táctica y este arrojo citados en 

As a O del caballero de Follard , como prueba de la infali- 
tratado de táctica que este oficial jeneral frances escribió en dichos 
comentarios, E Ss Eno 


25 
*» 7 


CAPÍTULO XXXII. 327 


nales adoptaban las armas de fuego, los Chilenos, y, 
en particular, los Araucanos despreciaban estas armas y 
se burlaban de ellas, arrojándose con rapidez y abor- 
dando al enemigo al arma blanca, sin aguardar que 
los afusilasen desde lejos impunemente. Al punto en 
que se hicieron con caballos , quitándoselos á Sus enemi- 


- gos, se sirvieron de estos animales, cuya existencia igno- 


raban, con ventaja, é imajinaron justamente lo que Ani- 
bal puso en práctica en Italia, por la primera vez desde 
que hubo guerra entre los hombres, á saber, el trans- 
portar la infantería en ancas de la caballería, para que 
llegase mas pronto y descansada á donde se necesitaba, 
Si á estas consideraciones añadimos la consideracion 
de no menor importancia, del valor y de la experiencia 
de los Españoles, veremos que desde el gran Ciro hasta 
ellos no ha habido historia militar mas fértil en grandes 
acciones, que la de los Araucanos. Porque, en efecto, 
sus enemigos eran los vencedores de la Europa. El mismo 
dia en que fundaban una plaza en Chile, ganaban una 
ruidosa batalla en Europa, y ponian en peligro á la ca- 
pital de la civilizacion; y lo que los Españoles no han 
podido hacer, ningun ejército lo hubiera hecho, en 
iguales circunstancias, 


CAPITULO XXXIV. 
e 
e, 
Indecision aparente del gobernador en restablecer las colonias. — Apologia de 
esta indecision. — Desgraciados sucesos que la justifican. 
e E 


peo ( 1606.) 


.. Huenencura desechó con desden las proposiciones de 
paz que le habia llevado el capitan Juan Sanchez de 
parte del gobernador. Con esta respuesta, García Ramon 
entró en campaña, pasó el Biobio, y se puso 4 talar y 
quemar las tierras enemigas para provocar el coraje de 
Huenencura. 

Mientras tanto, Ayllavilu, otro jefe temible, que man- 
daba 6,000 hombres y un gran número de auxiliares, se 


apoderó del fuerte reedificado junto á la Imperial por 4 


órden de Rivera, y pasó á cuchillo su guarnicion que era 
de ciento y cincuenta hombres. Desde alli, el caudillo 
araucano marchó sobre Arauco, y le puso sitio bajo la 
direccion del Español (1), el cual habia abandonado sus 
banderas, por resentimientos contra el gobernador Gar- 
cía Ramon. 


Al punto en que lo supo, el gobernador acudió para 
castigar á Ayllavilu; pero lejos de temerle, Ayllavilu le 
alió al encuentro con resolucion , y le atacó en la cuesta 
de Villagra. Deshecho en este punto por las fuerzas de Gar- 
cía Ramon, Ayllavilu se rehizo, y presentó segunda ba- 


(1) Este Español, cuyo nombre propio no hallamos, no debe confundirse 
con Juan Sanchez, que volvió á sus banderas, como hemos visto, al paso que 
este Español murió, COMO se verá, sin volver á ellas, 


- 


CAPÍTULO XXXIV. 329 


talla en las llanuras de Turaquilla, en donde, si el Es- 
pañol, que tenia arrojo y conocimientos militares, .. 
hubiese olvidado su resentimiento personal para dar toda 
su atencion al éxito de la jornada, mal lo hubieran pa- 
sado los Españoles. Por fortuna, obcecado de rencor 
contra García Ramon, se precipitó ciego en la pelea, 
buscándole para medirse cuerpo á cuerpo con él, y fué 
muerto por el capitan Galleguillos. 

Vencido el ejército araucano , el gobernador dejó el 
mando de sus tropas al maestre de campo Lisperjer, y. 
regresó 4 la Concepcion, sin haber repoblado co SS 
ni hecho nada si no fué mucho ruido (1). dl 

El 2/ de setiembre se puso de nuevo á la cabeza del 
ejército, llevando en su compañía un gran número de 
antiguos moradores de colonias despobladas, y, esta 
vez, no era creible que semejante demostracion quedase 
sin efecto. Sin embargo , así sucedió. García Ramon 
pasó con sus colonos muy cerca de las ruinas de Coya y 
de Angol, que quedaban á su mano izquierda ; entró en 
el valle de Tucapel sin repoblar la ciudad de Cañete; 
penetró por Puren, taló, asoló , y se limitó 4 establecer 
su cuartel general en Boroa cerca de las ruinas de la 
Imperial. 

Hay cosas nd que saltan á los ojos del 
mas distraido lector, y que es inútil el explicar, porque 
realmente no es dable. Hemos visto un bando. para. que 
los antiguos colonos se preparasen para ir á repoblar sus 
antiguas colonias, y tomar nueva posesion de sus respec- 
tivos bienes. Hemos visto que este interesante objeto 
era el principal de la conquista. Ahora, en este mismo 


(1) García. 


330 HISTORIA DE CHILE. 


instante, vemos á García Ramon decidido á llevará 
- debido efecto estas medidas, puesto que le acompañan | 
muchísimas familias. Y, sin embargo, ni la Imperial re- 
puebla. ¿Qué podemos decir á esto? ¿Cual podia ser la 
causa de esta inaccion con respecto al principal objeto 
aparente de la expedicion? | 
Esta causa era indecisión , y, lo que es mas , indeci- 
sion fundada ; fundada en el conocimiento y expe iencia 
que tenia García Ramon del jenio militar de los: 
Canos; fundada en su resolucion de defenderse hasta 
“morir, resolucion clara por el desden con que Huenen- 
cura habia deshechado sus proposiciones de paz; y por 
consiguiente, fundada en la certidumbre de que no bien 
habrian entrado los antiguos colonos en el goce y pose- | 
sion de sus respectivas moradas, que de nuevo sehu- 
bieran visto sitiados por los Indios, y de nuevo expuestos 
á horribles calamidades. En vano, el ejército español 
era numeroso , fuerte, y bien organizado; porque luego, 
.. Muy luego hubiera cesado de contar con estas ventajas, 
y aun de existir, como en efecto desapareció, sin haber 
tenido que subdividirse, para protejer colonias lejanas 
una de otra, ¿ Y qué hubiera sucedido, si hubiera tenido 
que hacerlo ?... 
Pero tal es la desgracia de los que mandan y gobier- 
man. En casos críticos, tienen que disimular sus 
vo ', porque la crítica no entra en ellos ni los comprende. 
Tal era el caso de García Ramon. 
_¿Lisperjer, encargado del mando, hostilizó las. parcis- 
lidades de Tucapel haciendo muchos estragos, y redujo 
% la paz 50,600 indíjenos de los estados de Arauco Y 
Tucapel. Es verdad que esta misma paz la habian oble- 
nido del gobernador Rivera, y la acababan de violar. 


eriencia 


CAPÍTULO XXXIV. 331 


Por lo mismo , García Ramon les impuso la condicion de 
que tendrian que emigrar al norte del rio Itata; con- 
dicion que les pareció dura y que quisieron considerar, 
ántes de aceptarla. Asia se quedaron terjiversando sin 
resolverse. 

Conforme á las órdenes que tenia, Lisperjer lerántó, 
en le márjen occidental del Biobio, la plaza de Monterey, 

n io del virey del Perú, en el territorio de 
Milapo El objeto de esta plaza era tener en respeto á 
los Indios de Taboleu y de Catiray. Este mismo maestre 
de campo marchó á Tucapel con el fin de levantar la co- 
lonia de Cañete. En esta expedicion maltrató y persiguió 
cruelmente á los naturales, que no tardaron en ven- 
“garse no menos cruelmente, como era de esperar. 

El ejército español se hallaba dividido en tres divi- 


siones; una al mando del maestre de campo Pineda 5 


otra al de don Diego de Sarabia; y la tercera se la habia 
reservado el mismo capitan jeneral (1). Pineda recibió 
órden de po con la suya para levantar un fuerte en 
Chichaco. Sarabia fué mandado para establecerse entre 
este fuerte y el de Boroa, levantado por Lisperjer, y 
defendido por trescientos hombres; y o a co- 
municacion entre ellos. 
El gobernador se 
y el 8 de enero de 1607, estableció su cuartel py PR 
un punto que él mismo llamó : El estero de Madrid (2). 
Por su lado, Huenencura observaba todos estos movi- 
mientos , y aguardaba por la suya, que no tardó en pre- 
sentarse. Así como lo hemos dicho , el fuerte de Boroa 
estaba á la orilla del Kepe, y tenia trescientos hombres 


(1) Garcia. 
(2) Cabildo, 


e 


392 HIBEORKA DE CHILE. 


de guarnicion. Lisperjer, quelo mandaba, hacia batidas 


por los contornos, mientras. que García Ramon se inter- 
naba hasta la comarca 'subandina por el rio Taboy. 
- Dispitato así el teatro de la guerra y las Versaás si 
es de sus actores, veamos si lo que ha sucedic 


a, en una sabia prevision, Solo tenemos que añadir 


o precedente que la sublevacion de los Indios de 


Misqui, confederados con los de Tom , Quinel y 
Guambali, bajo su capitan, que se llamaba justa 
Misqui, era, en este mismo instante, una declaraci 
manifiesta de que todos se dejarian exterminar á md > 
rendirse. ¿ 


dolo; drosag' huevas, García Ramon vuela de 
nes del A las de la Laja; tala, asuela, y 
at antos Indios puede herir sus armas , sin excep- 
cion ni de edad ni de Sexo; y 
gado 4 las víctimas de San Fabian, regresa ála Concep- 
cion. Pero apenas habia llegado, cuando recibió aviso 
de e Ayllavilu, con sus impertérritos Araucanos, habia 
ado, en Chichaco, á N de Pineda, con muerte 
de ONGhON buenos oficiales , de los cuales fué uno e capi- 
tan Villaroel. hd 
Corre de nuevo e Ramon 4 tomar venganza de 
Ayllavilu; pero en lugar de este caudillo, se halla con 


ues de haber así ven-= 


quptgeo XXXIV. 339 


el parte de que A estrecha la plaza de Boroa , ; 
cuyo jefe Lisperjer y una parte de sus defensores ya no 
$. He aquí este caso notable, bajo diferentes as- 


que ha sidomas fácil ignorarlos que imajinarlos. - A 

Un dia Lisperjer creyó oportuno hacer provision de de 
carbon, y salió él mismo á caballo, solo por pasatiempo, ¿ 
con los trabajadores encargados de esta faena. Traba- 
jaban pues los soldados, hacian carbon, y su coman- 
dante los miraba trabajar, cuando, de repente, aparece 
HoepacoÓs con tres mil hombres, los sorprende y los 


defiende su vida con coraje, hasta que viéndose al punto 
de caer en manos de los enemigos, de > ea al 
Kepe, en cuyas aguas se ahoga. 

Este ha sido el hecho, y poco impatd que Lisperger 
hubiese salido para recibir un convoy (1 )> 


cedió por neglijencia en tomar precauellnes militares las 

mas rudimentales en semejantes casos, y que de este 
hecho, resultó la evacuacion forzosa. de la plaza. 

En efecto, Huenencura le dió, en se; eguida, tres asal- 

tos, y aunque en todos fué rechazado. por el comandante 

Negrete (2), ya era tiempo que le viniese á este 

S '0, porque ya no podian mas sus tropas, 

Que habian: quedado muy reducidas por la pérdida de los 

“que habian muerto en la sorpresa exterior. Al fin, llegó 

por fortuna á á tiempo el sido es decir, á tiempo 


arcía es de parecer que Lisper- 
correría, puesto que no se 


(m) e lo dice Molina, al paso que Perez Ga 
, sin duda, salido para hac al ma 


ds 334 HISTORIA DE CHILE. 

para salvar las vidas á estos valientes. En cuanto á la 
plaza, todo lo que se podia hacer era demoler las fortifi- 
caciones, y así lo ordenó García Ramon. Por lo demás, 
no es cierto, como lo asegura Molina, que en Chicha] 
y aquí todos los Españoles hubiesen sido muertos ó p 
sioneros. Por prueba de que no fué así, en el mes de 
abril siguiente, Sarabia fué comisionado por el gober- 
nador y por él cabildo, para ser su apoderado en Lima; 
y en cuanto á Pineda, claro está que no murió, puesto 
que él mismo dió parte de estas pérdidas. 

En este supuesto, cierto y averiguado, no es probable 
que estos dos comandantes hayan esquivado solos. la 
muerte; y esto prueba cuan numerosas son las exajera- 
ciones que se le escapan á la historia, 


A 


CAPITULO XXXV. 


Sensacion dolorosa causada por estas pérdidas. — Mision secreta del p. Luis de 
Valdivia. —Su viaje á España. — Nueva reorganizacion del ejército, 


de 


(1606—1607. ) 


El mas respetable ejército de los Españoles en Chile 
habia sido casi enteramente destruido en pocos dias. 
El gobernador lo veia con tanta mas amargura, cuanto 
lo havia previsto. El cabildo se hallaba consternado. Las 
esperanzas de la corte de España estaban frustradas. Los 
sacrificios hechos para conseguir el resultado contrario 
habian sido sin fruto. El cabildo da disposiciones para la 
seguridad de la capital. El gobernador muestra su previ- 
sion de nuevos desastres por: 3) órdenes que da á los en- 
comenderos, 

En efecto, los capitulares ds Santiago se constituyen 
en cabildo abierto; llaman para tomar parte en sus de- 
liberaciones á los capitanes de mas experiencia , y acuer- 
dan: « que para seguridad de la ciudad y su territorio , 
se haga una requisicion de armas y caballos; que los 
correjidores vijilen los Indios de sus respectivos partidos, 
y desde luego, les hagan entregar las armas que tengan 
en su poder (1). » 

El gobernador, por su lado, recomienda á los enco- 
menderos den buen trato 4 sus Indios; que no los alqui- 
len como acémilas para las faenas de minas, con per- 
juicio de sus mismos pt ad puesto que los mineros 


(1) Cabildo. 


336 HISTORIA DE CHILE. 


los miran como bestias, y los matan á fuerza de trabajo, 
no yéndoles nada en que mueran ó vivan; que esta pers- 
pectiva era irritante para los demas Indios, los cuales 
no podian menos de mirar con horror la suerte que les 
cabria , en semejante caso; y con el mismo horror á los 
autores de ella, 

Entre tanto , por los informes que habian ido á la corte 
de todo lo acaecido, el virey recibió órdenes para que 
indagase las verdaderas causas de la resistencia de los 
Araucanos y de la prolongacion de la guerra. Presuroso 
de cumplirlas, el conde de Monterey, conociendo la 
sabiduría y las virtudes del P. Luis de Valdivia, funda- 
dor del primer colejio de la compañía de Jesus en el 
Perú, le llamó y le confió este secreto. El P. Luis, que 
habia ya sido misionero en Chile y sabia hablar el idioma 
de los naturales, se ofreció gustoso para ir á llenar esta 
mision, y se puso sin la menor tardanza en camino 
para la Concepcion. 

Lo primero que hizo aquí el P. Luis de Valdivia fué 
tomar señas, bajo pretexto de poder conducirse con mas 
acierto en la nueva mision apostólica que iba 4 emprender 
tratando mucho con militares, y sonsacándoles su ver- 
dadero parecer acerca del carácter y cualidades de los 
naturales de Chile. Despues de haberse formado así él 
mismo una opinion , ó por mejor decir, confirmádose en 
la que tenia ya desde largo tiempo, dió parte al gober- 
nador de la mision que iba á predicar, con el fin de coo- 
perar con las armas espirituales al objeto de la guerra. 
García Ramon le mostró un profundo reconocimiento, Y 
le confesó con la mas síncera conviccion , que tenia mas 
confianza en sus armas espirituales que en un bueñ 
ejército. 


CAPÍTULO XXxXV. 337 


Marchó con esto el P. Luis de Valdivia, ostensible- 
mente, para catequizar y convertir como mnisioneteaA 
los Indios; y, en realidad, para llenar una grande 
sion política , de la cual, 4 su parecer, debia de resultar 
la pacificacion del reino, ó guerra eterna hasta el ex- 
terminio total de los Araucanos ó de los Espa oles. Su 
primera estacion fué Colcura. De aquí, pasó á Pen- 
quienhue; — á Quedico; — á Quiapo; — Tucapel; — 
Lebuliencoya, y, enfin, á Cayocupil; y, en todas partes 
fué recibido con amor, y oído con la mas suave docili- 
dad por los naturales , que le conocian y le saludaban 
con los mas cordiales parabienes y bienvenidas. Todo 
lo que les decia les parecia bien, fácil y gustoso, y se 
mostraban. tan dispuestos, 0 el mismo Valdivia, 4 
ponerse en paz con el rey de los cielos, como con el de 

paña. 

Es un hecho, contra el que no hay comentarios posi- 
bles q que no se estrellen ; y, á menos de negarlo, una de 
dos, ó la consecuencia era clara, evidente, ó indiscutible. 

Volvió gozoso, por mas que digan, el padre jesuita al 
Perú, y contó con la mayor alegría estas buenas noticias 
al virey, proponiéndole un medio infalible de pacifica- 
cion. Sin duda, este medio le pareció plausible al virey; 
pero no teniendo por conveniente el adoptarlo bajo su 
responsabilidad , y persuadido de que el monarca lo 
aprobaria , juzgó que no podria hallar mas digno emba- 
jador para el caso que el mismo P. Luis de Valdivia, y le 


- despachó con pliegos para la cortes. 


El padre jesuita salió para . 
namá, á-fines de 1606, y, al cabo de una larga, aun- 
que feliz navegacion , arribó á España, fué sin demora 
á la corte, y expuso al monarca que las causas E la du- 


11, HisTORIA.- 


338 HISTORIA DE CHILE. 


racion de la guerra eran : « 1* Los horrores que se co- 
metian en ella; 2” las divisiones que los mismos jefes 
españoles suscitaban entre los Indios ; 3* el maltrato que 
los encomenderos daban á los de sus encomiendas; y 
hi" el interes que tenian los comandantes del ejército en 
continuar la guerra; interes que consistia en el botin, 
y en el gran número de esclavos que adquirian. » 

Notemos aquí que todos los que han escrito, Ó mas 
bien , han tomado apuntes sobre los acontecimientos de 
aquel tiempo , son de contrario parecer. Perez García, 
Carvallo, Figueroa, y otros muchos opinan diferente- 
mente; así como tambien atribuyen 4 los naturales un 
carácter y defectos, á los cuales los jesuitas y misione- 
ros presentan un cuadro de calidades opuestas. A quien 
hemos de creer? — No sentenciemos; pongamos solo 
una reflexion, y es: que los jesuitas trataban á los In- 
dios en su estado natural de razon y de tranquilidad de 
espíritu, y no les inspiraban rencores; y que los militá- 
res no se veian con ellos sino era con las armas en la 
mano, y en medio de tempestades de odios, pasiones y 
venganzas. 

De todos modos, el P. Luis de Valdivia concluyó re- 
presentando al monarca, que « tales eran los motivos 
que habia para buscar, en conspiraciones supuestas, pre- 
textos para eternizar la guerra; y que si S. M. dignaba 
mandar que su real hacienda costease todos los años el 
viaje de los jesuitas necesarios en las casas de conver- 
sion (que él mismo se encargaba de establecer), man- 
dando, | + POr otro lado, que cesasen las hostilidades , y se 

nantuviesen las fuerzas españolas en la defensiva , él res- 
ponderia de la pacificacion del reino sin tirar un tiro; Y 
sin agotar las arcas reales, 


CAPÍTULO XXXVs 339 


A su tiempo verémos los efectos de esta proposicion. 

Mientras tanto, la corte no se habia dado por vencida, 
Al paso que el rey habia manifestado desear conocer la 
causa de cuanto sucedia , S, M, no aprobaba el que un 
jeneral de ciencia y experiencia como lo era García 
Ramon hubiese abandonado, sin graves motivos, plazas 
erijidas en país enemigo, con desaire de las armas es. 
pañolas , y despues de haber costado al erario sumas 
cuantiosas. Estas reflexiones del monarca emanaban 4 
sin duda alguna, de que no habian llegado á sus reales 
manos los descargos de García Ramon, el cual, siempre 
que habia tenido que evacuar una plaza, habia infor- 
mado á la corte de las causas que le habian impelido 4 
ello, causas que serian permanentes por las continuas 
infracciones de los Indios á la fe jurada. Recientemente 
aun, el 11 de enero de 1607, habia dado parte al rey 
de que los mil soldados que le habian llegado de España 
eran de una complexion tan apocada, que los que no 
morian de pesar, se pasaban á.los Indios para sustraerse 
á las fatigas de la guerra, y que, vista la nulidad de di- 
chos soldados, suplicaba 4. S. M. le enviase otros mil que 
_Mereciesen este nombre, 

Era tan cierto que el gobernador García Ramon habia 
obrado así, que el virey, á la sazon don Juan de Men- 
doza y Luna, marques de Montesclaros, recibió órden 
para que los establecimientos existentes en Chile fuesen 
conservados ; y que para ello , enviase 20,000 pesos con 
el fin de que los habitantes de Monterey, Arauco y Ca- 
ñete se surtiesen de simientes, ganados é instrumentos 
de labor de las tierras; exijiendo que se les facilitase el 
pago con plazos cómodos. Ademas de esto, quiso S, M. 
que del Perú pasasen inmediatamente 500 buenos sol- 


310 HISTORIA DE CHILE. 


dados á Chile, y, al año siguiente otros tantos; y, enfin, 
que debiendo estar la línea del Biobio defendida en lo 
sucesivo por 2,000 hombres bien armados, concedia 
292,279 pesos anuales para soldarlos (1). 

Por consiguiente, García Ramon era injustamente ta- 
chado.. La historia es un tribunal en donde los hombres 
toman arbitrariamente asiento para juzgar á otros hom- 
bres, y la historia debe 4 García Ramon una grande 
pájina. La diferencia, 6, por mejor decir, la oposición 
de otros pareceres al suyo, no arguye nada, de interin 
no se aclare la competencia del uno y de los otros. Pot 
prueba de esta importante verdad, no hay mas que ver 
lo que pensaban los militares españoles de Chile, y lo 
que pensaban los misioneros acerca de los naturales. 
Imposible el ponerlos de acuerdo ; pero no tan imposible 
el escojer entre los dos pareceres, apelando 4 la razon 
y al conocimiento de la historia. Los Romanos emplea= 
ron , con formidables fuerzas y lejiones, doscientos años 
en la conquista de España ; los Godos otro tanto. Llega- 
ron los Arabes, y en dos años, con fuerzas numérica= 
mente inferiores, hicieron la misma conquista. Claro 
está: los primeros y los segundos trajeron desastres Y 
calamidades á los vencidos; los Arabes les trajeron 
bienes inmensos , y que nunca habian conocido. 


(1) Perez García, 


— 


5 
E 


CAPITULO XXXVI. 


Primera crecida del rio Mapocho. — Segundo establecimiento de la real 
audiencia. 


( 1609.) 


A fines de 1607, el cabildo de Santiago habia recibido 
un pliego en que el rey pedia le informase , en atencion 
á que su real ánimo era el establecer de nuevo la real 
audiencia , de si convendria extender la jurisdiccion de 
este tribunal sobre el Tucuman y el Paraguay. 

En junio de 1608, recibió el nuevo arreglo del ejér- 
cito, firmado por el virey con fecha del 24 de marzo 
de este año (1), y al cual se habia dado enteramente 
cumplimiento por octubre. 

Reforzado con hombres y dinero, el gobernador 
tomó para sí una columna de 1,500 infantes ; otra de ca- 
ballería de 490, y una compañía, para su guardia , de 
10 oficiales reformados. Con lo restante de sus tropas, 
organizó dos campos volantes , uno mandado por su 
maestre de campo, que debia protejer las colonias de 
la costa, y hacer correrías por los estados de Arauco , 
Tucapel y Puren; — y el otro, se lo reservó para hacer 
batidas en los llanos. Dadas estas disposiciones, marchó, 
el 10 del mismo mes de octubre, para la hacienda de Can- 
cico, y allí se estuvo hasta el 18 de noviembre en que 
volvió 4 la Concepcion (2). 


(1) García. 
(2) Cabildo. 


312 HISTORIA DE CHILE, 


Hay en los asientos del cabildo, por un lado, ciertas 


reticencias; y, por otro, algunas indirectas que dan . 


pena por la situacion moral, aun mas que por la militar, 
del interesante García Ramon. En efecto, el ayunta- 
miento sabe y asienta que este gobernador pasó en la 
hacienda de Cancico desde el 10 de octubre hasta el 18 de 
noviembre; y este mismo cabildo ignora si en principios 
de 1609 hizo algo y si Huenencura se mantuvo inofen- 
sivo (1). El hecho es que el desafortunado García Ramon, 
que realmente lo era, á penas habia organizado el ejér- 
cito, tuvo que dejar el mando Á su maestre de campo 
para trasladarse á la capital, en donde un desastre nuevo 
venia á juntarse á los pasados desastres: el Mapocho 
habia salido de madre, el tercer dia de pascua de Pen- 
tecostés, tan inopinadamente, y con tanta furia, que no 
dió lugar á precaver sus efectos invasores contra casas y 
bienes, ni aun á precaverse las personas mismas , puesto 
que hubo 120 víctimas de esta, inundacion, y 20,000 
cabezas de ganado sumerjidas. 

A esta calamidad pública, se siguió la carestía de 
granos , por la escasez, que fué tal, que faltaban los ne- 
cesarios para la sementera, A esta segunda calamidad, 
la de la hambre, y, finalmente , estas calamidades se 
terminaron por una plaga de langostas que devoraban 
los frutos de la tierra, y las frutas de las huertas. 

En estas lastimosas circunstancias, García Ramon 
mostró la prenda mas brillante del que ocupa un puesto 
elevado, el desinteres, cualidad noble que debe imponer 
silencio á la infinidad de detractores, de quienes, por 
Justa é inatacable que sea, ninguna conducta está segura. 


(1) García. 


CAPÍTULO XXXVI, 313 


Despues de haber dado un noble ejemplo de simpatía por 
los inundados y hambrientos, el gobernador reunió 
los vecinos pudientes de Santiago en la catedral con 
el cabildo, bajo la presidencia del obispo diocesano, y tal 
fúé el impulso que dió á la deliberacion con la pintura de 
las calamidades que aflijian 4 la humanidad, que todos 
los presentes se ofrecieron á contribuir, cada uno en 
proporcion cón sus facultades, á aliviarlas; y que nadie 
pensó en hacer un acta de él; de nadie se dudó; todos 
fueron creidos bajo su palabra. 

- Con esto, se trajeron granos y comestibles á toda 
costa; y para evitar en lo sucesivo las crecidas del 
Mapocho, el gobernador proyectó contener sus aguas 
con un muelle, el cual fué construido bajo la direccion 
del maestre de campo don Juan Quiroga, y del capitan 
Gines de Gillo, agrimensor jeneral de Chile, En los 
vestijios que aun se ven de esta importantísima obra, 
se nota y se admira la solidez que ha tenido. 

En este punto, recibió el cabildo la noticia de que los 
majistrados de la audiencia que se iba á establecer de 
nuevo en Chile habian llegado á Lima , y, acordó se 
hiciesen los preparativos necesarios para recibirlos con 
la pompa y ostentacion correspondientes. En acuerdo 
del 26 de junio, los capitulares diputaron al alcalde 
Alonso de Córdova, y al regidor Diego Godoy, para ir á 
recibirlos á Valparaiso. 

No obstante, «otra reunion del mismo cabildo, el dia 
7 de agosto siguiente, deja ver cierto descontento de la 
venida y restablecimiento de la real audiencia. A esta 
reunion, fueron convocados todos los prelados de la 
ciudad y sus moradores, porque se trataba de la aboli- 
cion del servicio personal de los Indios, proyectada por 


Te 


344 HISTORIA DE CHILE, 


real audiencia, y que no era muy del gusto de 
los capitulares, en atencion á que dicha abolicion habia 
causado ya desastres en el Perú; y, en efecto, resultó 
de la deliberacion el acuerdo de que se solicitase de todos 
los tribunales la continuacion del servicio personal, para 
cuya solicitud dieron amplio poder al capitan Gregorio 
anchez. 

A fines de agosto, salió el gobernador de la Concep- 
cion para ir en persona á recibir en Santiago la real 
audiencia, cuyos miembros hicieron una solemne en- 
trada, el dia 8 de setiembre, con el real sello , por me- 
dio de las tropas de línea y milicianas, con don Luis 
Merlo de la Fuente por presidente; don Fernando Ta- 
laverano, don Juan Casa] y don Gabriel de Alada por 
oidores; los cuales, de interin llegaba un fiscal, dieron 
este cargo á don Fernando Manchado ó Machado. 


El carácter de Justicia y de integridad del presidente d 


Merlo de la Fuente fué el mismo en los demas magis- 
trados de este tribunal, y esta tradicion se mantuvo 
entera en todos sus sucesores hasta la cesacion de la 
audiencia. Pero Molina no está en lo cierto, cuando ase- 
gura que el cabildo se alegró con la venida de este tri- 
bunal, sin el cual se habia pasado durante treinta y 
cuatro años, trascurridos desde que habia sido suprimido 
el que se habia establecido en la Concepcion. Es muy 
Posible que no hubiese mas motivo para el descontento 
del cabildo: que la supresion -proyectada del servicio 
personal de los Indios; y, en este caso, no ha debido de 
ser duradero, puesto qué el rey no aprobó por entonces 


. 


dicha supresion, 


CAPITULO XXXVI. 
Batalla de Lumaco. — Muerte del gobernador García Ramon. 
(1609—1610.) 


Enfin, vemos que Huenencura, aunque ya viejo, aun 
tenia la actividad de un guerrero araucano. Aprovechán- 
dose de la ausencia del gobernador, ausencia que no 
habia creido tan larga, el caudillo pasó el Biobio con 
dos mil caballos (1), y saqueó algunas estancias espa- 
ñolas. Pero en medio de su expedicion, supo que el go- 
bernador se acercaba con fuerzas, y no juzgó oportuno 
aguardarle, contentándose con enviarle á decir por un 
prisionero español á quien dió libertad : «Que no se 
figurase que le huia; porque, lejos de eso, le iba á 
esperar en Puren. » 

El gobernador habia salido, el 1” de noviembre, con 
nuevos reclutas voluntarios; una compañía de caballe- 
ría de la ciudad, y una del batallon de infantería del rey. 
Estos milicianos no solo gozaban del fuero militar, sino 
tambien del mismo sueldo que la tropa de línea, mien- 
tras estaban en campaña. Con estas fuerzas y las que 
se le reunieron en la frontera, el ejército español constaba 
de ochocientos hombres suyos y ochocientos auxiliares. El 
gobernador pasó el Biobio. Huenencura, que se hallaba 
atrincherado en la cienega de Lumaco, le salió al 

(1) Esta version, que es de Perez García, nos parece menos probable que 


los gruesos de tropa (por decir columnas volantes) con que dice Carvallo 
que Huenencura pasó el Biobio en esta coyuntura. Eran demasiados 


346 HISTORIA DE CHILE, 


encuentro con seis mil hombres, y le ofreció batalla. 

Estando ya los dos ejércitos en posicion sobre el des- 
agúe del lago, y prontos 4 embestirse, sale de repente 
al frente un capitan araucano, llamado Palicheu, solo, 
montado en un brioso caballo, y despues de haber jes- 
ticulado largo rato, haciendo pruebas de mucha fuerza 
de brazo y destreza en el manejo de la macana, con- 
cluyó retando al gobernador García Ramon, en persona, 
á singular combate. Al oirle, uno de los auxiliares, cuyo 


nombre ha quedado malamente en el olvido, salió es- 
pontaneamente á sostener el reto por el gobernador; y, 
si Palicheu era valiente y esforzado, su competidor des- 
conocido no lo era menos, 6, por mejor decir, lo fué 
mucho mas, puesto que á pocos lances y encuentros le 
aterró y le cortó la cabeza, ; 

Por este leve é indiferente episodio, se ye que los 
Araucanos no necesitaban leer historias, y hacerse imi- 
tadores de tiempos caballerescos, pues naturalmente se 
sentian estas nobles aunque locas inspiraciones, 

El fin del reto de Palichen fué el principio de la ba- 
talla, batalla mas que reñida, que hubo de ser fatal para 
los Españoles, puesto que ya la primera línea fuctuaba;s 
ya cedia, ya iba á echarse atras y desordenar, proba- 
blemente, la segunda, cuando el gobernador arranca 
heróicamente, se pone á su frente, la lleva de nuevo á la 
carga y fija la suerte de la jornada. Desde este mismo 
punto se decide la victoria por él, y los enemigos 
huyen en completa derrota, dejando una infinidad de 
muertos. 


El gobernador persiguió mientras pudo la retirada. 
Pero ya García Ramon se hallaba cansado y falto de 
salud , y luego que replegó el ejército , tuvo que volverse 


CAPÍTULO XXXVII 347 


á la Concepcion, lleno de satisfaccion, sin duda , pero 
conociendo que sus fuerzas le abandonaban. 

Por una coincidencia particular, su digno competidor 
Huenencura estaba en el mismo caso; y este ilustre 
caudillo, que le habia dado tanto que hacer, y que aun 
desde la cama , en que murió á pocos dias, meditaba 
y ordenaba sorpresas contra los Españoles, confesaba 
que García Ramon era un grande ZOnDrS , y un hombre 
de bien. 

A pesar de su estado de debilidad , al oir que los Butal- 
mapus habian nombrado por sucesor de Huenencura á 
Ayllavilu IT, que fué uno de los mas bizarros jefes arau- 

-canos (1), García Ramon proyectaba ir á medirse con ga 
él, tan pronto como viniese la estacion de salir 4 cam=.. 
paña ; pero su enfermedad se agravó, y falleció el 19 de 
julio de 1610, lleno de amargura al oir que Ayllavilu 
habia estrenado su mando con la muerte de los capi- 
tanes Arraya y Antonio Sanchez, degollados, con sus 
compañías , en una salida que habian hecho de la plaza 
de Angol (2). 


(1) Don Basilio de Rojas , y Molina. 

- (2) No solo era García Ramon un militar ilustre, sino tambien hombre inte- 
resante 20 sus ia muee al salir a la niñez, se habia hallado en la 
gue ; en Tunez, con don Juan 
pi Austria; en la Jorvada de los ocrIeadS, en Flandes, y, ¿con el principe 

5 Bu e. En Maestricht, habia mandado la retaguardia del 
eins En pe sitio de < mjgmoa plazA habia ephiño * paoea al Ei 
habia entrado dentro de ella, y 
De aquí, salió con dos heridas, y con ro escudos mas que el príncipe le 
pz 5 ocho que y ya tenia, Habia rstatd en alii y de ali, habia posi asado 4 


Mau y 


en od sirvió diez años de sarjento major, y de maestre de campo. Despues 


de campo en el Callao , habia pasado de gobernador á. 


345 HISTORIA DE CHILE, 


García Ramon fué universalmente llorado no solo por 
los Españoles sino tambien por sus enemigos; de los pri- 
meros, por sus excelentes cualidades ; y de los segundos 
por la humanidad de sus sentimientos, en particular, á 
favor de los prisioneros indios. 

Es bastante, ciertamente , para honrar la memoria de 
un hombre estimable ; pero los Españoles le debian mas 
que sentir su muerte por sus excelentes cualidades. Lo 
repetimos, García Ramon era, no solo un militar de 
ciencia y de experiencia, sino tambien un hombre polí- 
tico que meditaba mucho , y resolvia difíciles problemas 
morales, con mucha prevision ,. como la experiencia lo 
- ha demostrado. La mayor fatalidad en la posicion de este. 
-jeneral, fué que sabia por instinto que seria mal juzgado, 
- por una parte; y, por otra, que no podia sacrificar su 

convencimiento á opiniones apasionadas, erroneas é in- 

teresadas , tal vez, sin comprometer la conciencia de su 
deber y su responsabilidad. La crítica es mas jeneral 
que la ciencia; tiene una inmensa mayoría, y seria go- 
zar de demasiadas ventajas si tuviese todo lo demas. 

o es dudoso que en la ejecucion de represalias contra 
raucanos, García Ramon sacrificaba su razon y Su 
humanidad á una arraigada y funesta máxima , por la 
cual, el partido que cede es perdido y se muestra cobarde. 
Tal no era su opinion sobre este punto; porque sabia 
que el partido agresor, siempre el mas fuerte, es muy 
dueño, si quiere, de hacerse regulador del sistema de 
guerra; y que, muchas veces, las mas crueles represa- 
lias son antes bien dictadas por exceso de previsiones 
pusilánimes que por energía y firmeza. 


Je 


CAPITULO XXXVIIL. 


Mando interino del oidor decano de la audiencia (1). — Buenos sucesos bajo 
su mando. 


e 


( 1610.) 
Ao 


Extraño caso es el que aquí nos presenta la historia : 


un togado pacífico mas feliz que un guerrero afamado, 


en operaciones militares y acciones de guerra. 

A García Ramon sucedió, en el mando interino, el 
oidor presidente de la audiencia don Luis Merlo de la 
Fuente, reconocido como gobernador del reino el 16 de 
agosto de este año. Este majistrado habia sido escojido, 
—.en virtud de su grande capacidad, de su ilustracion y 
de su carácter, — por el virey del Perú, para fundar de 
nuevo el Eribuiiad de la audiencia real de Santiago; de 
suerte que era Merlo de la Fuente el primero entre los 
hombres de alto mérito que componian dicho tribunal, 
cuyas atribuciones y actos políticos hubieran debido ob- 
tener una conmemoración especial de parte de los que 
tomaron asiento de los acontecimientos históricos del 
país. Lejos de eso, solo vemos que algunos, — como 
Perez García y Rojas, —se paran en notar únicamente , 
que la real cédula del restablecimiento de la AdienElK 
de Santiago estaba mal redactada, puesto que dice, — al 
señalarle esta capital por residencia, — « donde estaba 

(1) Una real cédula, de San Lorenzo á 2 de setiembre 1607, autorizaba los 
gobernadores de Chile á dejar el cor del gobierno á los presidentes de 
ps audiencia de Santiago. Así aparece de los hechos, y asi in: Molina 

ta real cédula. Sin cb el caido opinaba que esta concesion habia sido 
pre yno ji ohermadores. 


350 HISTORIA DE CHILE, 


ántes, » siendo así que ántes residia en la Concepcion. 
Es reparo poco digno de la historia, y , realmente, habia 
materia para decir mucho mas. 

En efecto, el sabio tribunal de Santiazo de Chile no 
era solo un templo de la justicia , sino tambien un senado, 
en donde se trataban las mas arduas cuestiones de go- 
bierno, y de donde salian los informes los mas luminosos 
para el rey y sus reales consejos sobre cuanto perte- 
necia al bien del estado y á los progresos de la con- 
quista. Ciertamente, en todo otro caso, y si este tribunal 
- hubiese estado solamente encargado de la administra- 
cion de la justicia civil y criminal, habria sido inútil, y 
aun algo extraño, el darle por presidente un jeneral, 
un gobernador militar y político que nada tenia que ver 
en sentencias jurídicas. Así es que los oidores de esta 
real audiencia, cuyos informes eran calificados de sabios 
en la corte, gozaban de la mayor y mas merecida consi- 
deracion; y, muy á menudo , tenian que llenar, aun in- 
dividualmente, misiones políticas de difícil cumplimiento. 
El primer paso del tribunal de Santiago, en su nueva 
carrera, y aun antes de haber tomado asiento en su es- 
trado, fué la supresion del servicio personal, 6 servidum- 
bre de los Indios de encomienda, contra cuya supresion 
representó el cabildo, Por consiguiente, es visible que 
no solamente tenia que llenar la obligacion, bastante 
penosa ya, de aclarar puntos de derecho muy confusos y 
complicados para administrar la justicia. entre los colo- 
nos, sino tambien que velar para su conservacion, y la 
prosperidad jeneral del reino; y no solo llenó siempre 
el primero de estos deberes con una inflexible rectitud, 
citada como proverbial en España mismo , sino que 
cumplió el segundo con tanto tino, que las cosas del 


el 


CAPÍTULO XXXVII. 351 


reino habrian tenido otro jiro, si algunos de los informes 
- de su real audiencia no se hubiesen estrellado contra obs- 
táculos insuperables, 

- Con esto, sorprende mucho menos la felicidad de 
corta duracion, — puesto que no duró mas que seis 
meses, — del gobierno de Merlo de la Fuente. 

El primer acto de este gobernador fué reunir el vecin- 
dario en concejo, pidiéndole voluntarios para la guerra, 
ensalzando la honra de servir á la patria con las armas 
en la mano, y el deber que tenia cada ciudadano de 
pagarle esta deuda sagrada. Pero su elocuencia 
produjo poco efecto en el auditorio , y hubo de ape- 
lar al interes materia] para conseguir algunos alista- 
mientos. 

T 4 


Kiki dr dd de dd 3550 A A 


puesto que su fecha era de 26 de mayo de 1608, en la 
cual el rey decretaba por esclayos á todos los Indios (de 
mas de diez años los hombres, y de mas de nueve y medio 
las mujeres), que en el término de dos meses de su pu- 
blicacion no se acojiesen á la paz. Despues de haberla 
mandado publicar en Santiago por público bando, que 
se echó el 20 de agosto, Merlo la mandó publiar en los 
mismos términos, en las ciudades de la Serena, Con- 
cepcion, Chillan, y en los fuertes de Arauco, Lebu, 
Angol, Paycavi y demas poblaciones. No satisfecho con 
esto, envió mensajeros á todos los cantones 6 Butalma- 
pus, para que dijesen á los Indios que, pasados los dos 
meses de plazo , quedarian sometidos al rigor de la ley, 
si no se acojian á la paz, y que, acojiéndose á ella, se- 
rian favorecidos y protejidos en nombre del rey. Todo 
esto lo hacia el gobernador no solo para que los Indios 
no pdiesen alegar ignorancia, sino tambien para obrar 


392 HISTORIA DE CHILE. 


él mismo, cuando llegase el caso, segun los principios 
mas rigurosos de equidad y de justicia. 

Porque Merlo de la Fuente sabia que tenia una carga 
muy pesada sobre sus hombros, contando, como contaba, 
muy poco con la sumision de los Araucanos. Sin em- 
bargo, salió á la cabeza de sus tropas para el fuerte de 
Paycavi, en donde se aseguró con satisfaccion de que 
sus órdenes para la publicacion y propagacion de la real 
cédula habian sido debidamente ejecutadas. Pero, no 
obstante , aun creyó que era conveniente el dar un paso 
mas, y lo hizo, enviando á Ayllavilu un menes indivi- 
dual, en el cual la decia : 

«La paz que el monarca os ofrece benignamente, 
vosotros mismos la habeis pedido muchas veces, y otras 
tantas la habeis violado, despues de haberos aprovechado 
de la confianza quo teníamos en ella para ponernos ase- 
chanzas. En el instante que os ha parecido útil y prove- 
choso violarla , lo habeis ejecutado de una manera atroz, 
con hechos horribles , renegando á vuestro Dios, profa- 
nando sus templos, saqueándolos, y llevándoos las vasoS 
sagrados. Tales son los crímenes que han apurado la 
longanimidad dela justicia del soberano. 

» Pero en vuestras manos está el desarmarla : deponed 
las armas con resolucion de no volver á tomarlas, Y 
sereis libres, bajo las condiciones las mas suaves. » 

A este mensaje noble, digno y franco, Merlo de la 
Fuente recibió una respuesta altanera de parte de 
Ayllavilu. Con todo eso, aguardó á que el plazo de los 
k s : Meses concedidos á los Indios para reflexionar Se 
cumpliese , ántes de entrar en campaña. Pero este tér- 
mino habiéndose pasado sin obtener el resultado deseado, 
se puso en marcha, con ochocientos Españoles y No" 


a E O a A e E 
mo AS A e 
$ 


CAPÍTULO XXXVII 353 


vecientos auxiliares, sin dejar traslucir sus intentos 
ni á donde se dirijia, con lo cual puso fin al descon- 
tento taciturno de sus oficiales, que ya le tachaban de 
lentitud. 

El foco de la insurrección se hallaba en este instante 
en el estado de Arauco, y las fuerzas españolas entraron 
en él; perolos Araucanos no las esperaron. De Arauco, 
pasó el gobernador á Tucapel, y, desde Lebu, destacó 
algunas columnas mandadas por Nuñez de Pineda y otros 
jefes, con el fin de hacer sentir el peso de la guerra á 
los que no querian paz. Estas co operaron con 
acierto, y regresaron con botin , caballos y prisioneros , 
entre los cuales habia veinte capitanes araucanos. 

Otra expedicion bajo el mismo plan, mandada por 
Miguel de Silva, tuvo la misma feliz suerte. 

Pero nada deesto pudo arredrar al intrépido Ayllavilu, 
el cual, atrincherado en la cienega de Lumaco, esperaba 
con firmeza y confianza la ocasion de vengarse y resar- 
cirse de sus pérdidas. El valiente Ayllavilu no tuvo que 
esperar largo tiempo. Luego que Merlo hubo organizado 
su caballería, y recibido un refuerzo que esperaba de 
Yumbel, marchó de Lebu sobre los Araucanos, á pesar 
de que algunos le pintaron con exajeracion las fuerzas 

enemigas, y las posiciones ventajosas que ocupaban. 
-——Yalo sabia yo, —respondió el jeneral jurisconsulto, 
—ya sabia yo que la posicion que ocupa Ayllavilu pasa 
por inexpugnable; pero razon de mas para que yo le 
arroje de ella. Si el terreno es malo para nuestros ca= 
ballos , tampoco debe de ser bueno para los suyos, y, 
por este lado, tenemos la ventaja de que para nuestras 
balas no hay tierra mala. ¡Ea, señores! concluyó el 
digno gobernador, ¡ probemos á Ayllavilu y e 


1. Historia. 


354 HISTORIA DE CHILE. 


vengan tras él, que no hay lago ineilaaáfo para las 
armas españolas. » 

Y, dicho esto, marcha, ¡llega y ¿bit en a la cienega. 
La vanguardia la mandaba Pineda; el gobernador mismo 
llevaba el centro, y puso la retaguardia bajo las órdenes 
del sarjento mayor Silva. 

Viéndole entrar con tanta valentía por la cienega, 
Ayllavilu le creyó perdido, y destacó una columna aguer- 
rida para que fuese á disputarle el paso; pero Pineda la 
rechazó y avanzó do sus tropas. Sorprendido de esto, 


el jefe araucano Febajó algo de la confianza que tenia 
en su posicion y envió otra columna mas fuerte contra 
los Españoles, los cuales le hicieron volver las espaldas, 
como lo habian hecho con la primera. Entonces, Aylla- 
vilu soltó, por decirlo así , los diques átodas sus fuerzas, 
y una nube de Indios se arrojó al encuentro de Merlo. La 
batalla habia empezado al amanecer y duró hasta medio 
dia con grandes vicisitudes de parte y de otra. Muchas 
veces estuvieron á pique de perderla los Españoles ; pero 
enfin vencieron, aunque, segun algunos, su victoria 
fué gosa milagrosa. Las pérdidas de parte y de otra no 
se han podido calcular, bien que los Araucanos dejaron 
mil muertos y muchos prisioneros, entre los cuales, 
algunos jefes, que el gobernador se vió en la triste 
necesidad de mandar matar. En efecto, las cabezas de 
los capitanes Sanchez y Arraya, degollados par Aylla- 
vilu en Tolpan, se veian en lo alto de un roble, y alli 
mismo mandó poner Merlo las de los jefes araucanos. 
Aquí dieron fin las operaciones militares de éste 
ilustre gobernador, que tuvo las dos glorias de serlo por 
las letras y por las armas. A pocos dias de allí , estando 
en Puren, recibió aviso de que un nuevo gobernador : 


3 CAPÍTULO XXXVII. 355 


nombrado por el virey al interinato de Chile, habia 
llegado á Valparaiso, y regresó 4 Santiago para entre- 
garle el mando, dejando á su ejército una larga me- 
moria de sus aciertos militares, memoria que aun dura 
en su esclarecida descendencia , tanto en Chile como en 
el Perú, 


CAPITULO XXXIX. 
' $ 
E 
Gobierno interino de don Juan de Xara-Quemada. — Grándes conocimientos 


y capacidad que tenia. — Sabiduría de sus actos políticos, administrativos 
y militares. : 


(1611, 


El gobierno de don Juan de Xara-Quemada , dejando 
á parte el fomento que este sabio gobernador dió 4 los 
ramos administrativos, á la agricultura, á la industria 
y al comercio, segun se verá, presenta un modelo de 
conducta política, de donde surjieron talvez proyec- 
tos posteriores de pacificacion, como lo veremos á su 
tiempo. : : 

El virey del Perú habia recibido parte de la muerte 
de García Ramon, y habia nombrado al interinato del 
gobierno de Chile á don Juan de Xara-Quemada, hom- 
bre del mayor mérito (1), del que habia dado brillantes 
pruebas en puestos eminentes que habia ocupado; caba- 
llero del hábito de Santiago, y destinado ya para ir de 
presidente de la real audienica. Xara-Quemada fué reci- 
bido de gobernador el 15 de enero, y dos dias despues 
de presidente. : 

Es cosa muy digna de notarse que sus primeros pasos 
en el gobierno hayan sido dados en favor de los Indios 
de encomienda. Como lo acabamos de recordar, ya la 
real audiencia, al tomar posesion, y aun ántes de haber 
tomado posesion , habia manifestado la misma tendencia, 
encontrando obstáculo para la ejecucion de sus proyectos, 


(1) Natural de Canarias, 


CAPÍTULO: XXXIX, 357 


en las representaciones del cabildo. Ahora: sucede lo 
mismo. A penas entra en la presidencia Xara-Quemada, 
la real audiencia reproduce nuevas instancias (prueba 
evidente de que este tribunal era un grande cuerpo po-- 
lítico), para que se suprima el servicio personal de los 
Indios, y al punto, el cabildo se reune para: deliberar 
de nuevo sobre este particular, y acuerda. que se envie 
con nuevas súplicas al rey para que dicho servicio no se 
suprima, 4 F. Francisco Riveros, con F. Diego de Ur- 
bina por acompañado. 

Sin decidir esta tan debatida cuestion , que por esto. 
mismo aparece ser interesantísima, no se puede ménos 
de advertir con mucha atencion que, viendo sus'inten- 
tos á favor de los Indios estorbados, por de pronto, con 
la representacion del cabildo al monarca, Xara-Que- 
mada halló medio de aliviarlos en su suerte, dismi- 
nuyendo los emolumentos que estos infelices pagaban á 
su protector, ó6 mas bien, tirano que los estrujaba , 
llamado Luis Pavon. En efecto, redujo estos emolumen- 
tos, que eran de mil y doscientos pesos, á novecientos, 
y muy luego tuvo la grande satisfaccion de quitarles 
enteramente esta carga, aprovechándose del noble des- 
interes del capitan Perez de la Cuadra, el cual se ofre- 
ció á desempeñar gratuitamente el empleo de protector 
de los Indios. | | 

Esta medida tan justa y tan política , nO impidió á 
este gobernador de atender á la parte militar de sus cui- 
dados : á los siete dias de haber tomado el mando, se 
puso en marcha para la frontera , y tuvo ocasion de 
mostrarse tan celoso y sabio administrador, como sagaz 
y justo en política, dos cualidades que, lejos de contra- 
decirse en un hombre de estado , forman una feliz union. 


358 HISTORIA DE CHILE, 


Esta ocasion fué que notó falta de caballos entre los 
Españoles , al paso que los Indios tenian muchos. Asom- 
brado de un hecho casi increible, preguntó la causa, la 
indagó y descubrió que esta causa era la baja codicia de 
los tenedores de paradas ó estancias, los cuales sacrifi- 
caban á su interés propio el jeneral, y, en particular, 
el del ejército, criando mulas cuyo comercio les era muy 
ventajoso en el Perú, en lugar de caballos. Indignado de 
este abuso, lo cortó de raiz imponiendo grandes multas 
á los tenedores que infrinjiesen lo que estaba mandado, 
que era mantener cien yeguas para caballos y no para 
producir mulas. En fin, salió el 17 de febrero para la 
frontera, en donde dió pruebas de la misma capacidad 
en miras militares, Estableció su cuartel jeneral sobre 
Rio-Claro, entre el de la Laja y el de Yumbel. Desde 
allí, se fué á visitar las plazas y fuertes, y vió con una 
rapidez y seguridad, dignas de un jeneral consumado, 
que el Biobo estando bien guardado, no habia que temer 
correrías de Araucanos. Dió las órdenes mas eficaces 
para que nada faltase en punto á defensa y vijilancia, 
sin pensar, por su parte, á lo que parece, que fuese útil 
ni necesario el ir á inquietarlos con vejaciones sin fin y 
resultado provechoso. Así se pasó el verano en la mas 
serena paz , por mas que los que escribieron las cosas de 
aquel tiempo se figuren que no es posible que haya sido 
así, y se manifiesten sorprendidos de no haber hallado 
bajo este gobierno correrías, saqueo, sangre y fuego. 
¿Y porque las habia de haber, estando el Biobio guar- 
dado con puestos militares suficientes, y dejando los 
Indios en paz, sin ofenderlos ni irritarlos inútilmente ? 
De todos modos, tal pareció ser el objeto que se pro- 
puso Xara-Quemada, y entre la infinidad de planes y 


o 


NIN E E RN 


CAPÍTULO XXXIX. 359 


proyectos que se han ensayado , como se verá, en este 
solo se vió razon clara, y probabilidad de éxito de- 
mostrada. ' 

Mientras tanto, el gobernador no perdia el tiempo en 
la inaccion, y su ejército fué el mejor asistido que se 
hayá visto, pues tal era su cuidado solícito por el sol- 
dado, que, el dia de paga, la presenciaba él mismo, 
para observar y ver si se hacía con justicia é integri- 
dad (1). En su tiempo, las fábricas de paños y tejidos 
para la tropa recibieron un grande impulso, y tierras 
inmensas fueron labradas y sembradas, y todo esto, en 
beneficio de la tropa. Enfin regresó á invernar en la 
Concepcion. 

Xara-Quemada tenia una de estas cabezas poderosas 
dotadas por la naturaleza con profusa liberalidad : á todo 
estaba : jurídico, político, administrativo y hasta ecle- 
siástico : todas las materias posibles las trataba y las 
ventilaba con la misma prontitud y lucidez. Los curatos 
en Chile se daban por eleccion. Los clérigos seculares 
presentaban tres pretendientes; los reglares, uno solo. 
El gobernador tenia, entre sus atribuciones, la de pro- 
veer á los euratos, y claro era que los reglares no pre- 
sentando sino un candidado, el gobernador tenia que 
aceptarlo. Xara-Quemada vió en este modo de proce- 
der, irregularidad é injusticia, y se puso á. consultar 
antecedentes y reales ordenes, y halló, en efecto, que 
las habia para que los curatos Se diesen por oposicion 
y al mas merecedor, presentando los conventos tres 
examinados, lo mismo que los seculares. Inmedia- 
tamente, les dió cumplimiento y las puso para siempre 
en vigor. 

(1) Figueroa. 


360 HISTORIA DE CHILE. 


o Al momento de volver á entrar en campaña por octu= 
bre, notó que tenia poca fuerza efectiva ; envió á San- 
tiago á pedir una compañía de línea, y luego que le 
vino, marchó sobre Arauco. Allí, supo que Ayllavilu 11 
hacia correrías y cometia robos en las poblaciones espa- 
ñolas; y, tan hábil en guerra como en paz, Xara-Que- 
mada, proyectó cortarle la retirada, y lo consiguió con 
una marcha rápida y bien concertada. Al volverse con 
su presa, el caudillo araucano se vió cortado; pero es 
verdad que no se amedrentó. Lejos de eso se mantuvo 
firme y se batió como se batian los Araucanos, es decir, 
como un leon. Pero fué muerto (1), y sus tropas, vién-= 
dose sin cabeza, se desbandaron , Corriendo para salvarse 
al Biobio, en donde muchos se ahogaron. 

Era un grande hombre Xara-Quemada, lo repetimos; 
pocos herederos han heredado una gloria tan merecida, 
tan bien adquirida , tan real y verdadera como la que 
han heredado sus descendientes que existen y honran 
al reino de Chile. Sien lugar de haber gobernado quince 
meses , hubiese mandado quince años, ¿quien sabe los 
bienes que habrian resultado para España, para Chile, 
y para los pobres Indios? Pero, por desgracia, no mandó 
mas que quince meses : el 28 de marzo 1612, entregó 
el mando á su sucesor. 


(1) García.* 


4 


CAPITULO XL. 


Segundo gobierno del maestre de campo don Alonso de Rivera, — Regreso del 
Padre Luis de Valdivia con órdenes del rey. — Sucesos de su sistema de 
pacificacion. 


(1612.) 


Ya hemos visto los motivos que el P. Valdivia pre- 
sentó á Felipe III para pedir á este monarca adoptase un 
sistema defensivo de guerra, añadiendo que él mismo se 
encargaba de la pacificacion de los Araucanos, si S. M. 
se dignaba mandar que las arcas reales costeasen, cada 
año, el viaje de un número suficiente de misioneros de la 
órden para las casas de conversion de Chile. 

Admirado el rey dela proposicion , concedió á Valdivia 
todo cuanto este quiso, tanto mas gustoso con sus planes, 
cuanto llenaban sus mas vivos deseos, á saber; la paci- 
ficacion de los Indios sin sangre ni crueldades. En con- 
secuencia, nombró al mismo Valdivia visitador jeneral 
del obispado de la Imperial, que se hallaba vacante; y, 
á peticion suya, mandó volver de gobernador á Chile á 
don Alonso de Rivera que estaba en Tucuman, con la 
advertencia de que se sometiese á la voluntad é inten- : 
ciones del padre jesuita , en todo cuanto este intentase 
con respecto á la pacificacion del reino. 

Como condicion esencial de la paz proyectada, Valdi- 
via pidió al rey, en favor de los Indios, un indulto jene- 
ral por todo lo pasado, y el rey selo concedió con la misma 
facilidad. 

No satisfecho aun con todo esto, y á fin de santificar, 


362 HISTORIA DE CHILE. 


en cierto modo, su plan y su mision, el padre Valdivia 
quiso y obtuvo que el papa y toda la cristiandad se inte- 
resasen en su éxito ; el papa, que era entonces Paulo Y, 
concedió, á peticion del rey, induljencias porque se ro- 
gase por la paz, y los fieles rogaban, en efecto, con ple- 
garias, procesiones y novenas. 

Armado con tan exorbitantes poderes, Valdivia, de 
vuelta á Chile y á la ciudad de la Concepcion, en 1612, 
empezó su carrera, y si nadie, especialmente los milita- 
res, si nadie tenia confianza en la eficacia de su sistema , 
ninguno, ni aun el mismo gobernador, podia coartar sus 
facultades. Emprendio, pues, su obra grandiosa po- 
niendo en libertad 4 muchos Araucanos principales que 
se hallaban desterrados en el Perú; y, á su llegada á la 
Concepcion en marzo, á otros prisioneros, de los cua- 
les era uno Turilipe, jeneral de la caballería araucana, 
para que llevasen á.los suyos pruebas de las buenas no- 
ticias que les traia. 

Estas demostraciones persuadieron á los Indios, y 
desde luego manifestaron desear que el misionero de paz 
fuese en persona á verse con ellos; pero no todos mos- 
traron esta docilidad, y se mantuvieron sublevados mu- 
chos que lo estaban. - 

Entre tanto, los Araucanos nombraron por jeneral á 
Ancanamun justamente cuando don Alonso de Rivera 
llegó á Santiago, el dia 98 de marzo. Rivera, al punto 
en que supo la llegada de Valdivia á la Concepcion , fué 
á reunirse con él, pero ya Valdivia habia salido para 
Arauco, con designio de dar satisfaccion á los Indios. 
En Arauco, tuvo noticias de que el sarjento mayor Alonsó 
de Cáceres y Saavedra, que se hallaba en Lebú , acababa 
Justamente de maltratar 4 algunos caciques prisioneros, 


CAPÍTULO XL, 363 


y al punto le envió órden de cesar toda hostilidad , con- 
- formándose á. la voluntad real, Al mismo tiempo, envió 
mensajes á los caciques sublevados, y atrajo á la paz á lo 
ménos seiscientos, con mas de tres mil mujeres y niños. 

Los primeros efectos de su sistema no pararon aquí; 
pues en este mismo momento, 13 de junio 1612, vi- 
nieron á verle cinco caciques de Catiray, primer par- 
cialidad guerrera, á cuya cabeza se hallaba Guayqui- 
milla (1), que querian, en nombre de otros muchos, 
satisfacerse y oir de su propia boca el perdon jeneral de 
todo lo pasado, con la condicion esencial de exencion 
de servidumbre personal. - 

Para mejor persuadirles y convencerles de la verdad 
del hecho y de las disposiciones benéficas del rey, el 
padre Valvidia se puso en marcha, con estos cinco caci- 
ques, sin mas escolta que dos soldados, que le servian 
de asistentes para su servicio, y un intérprete, que el 
monarca habia exijido que llevase siempre consigo, bien 
que hablase él mismo corrientemente el idioma de los 
naturales. En vano el comandante de Arauco quiso 
oponerse á esta resolucion del jesuita, por precipitada y 
muy arriesgada; porque Valvidia , persuadido de que no 
se podian hacer grandes cosas sin grandes resoluciones, 
y aconsejado por dos maestres de campo, tres capitanes y 
los capellanes de los fuertes, quiso mas exponer su vida 
por Dios, por el rey y por la paz, que comprometerla por 
un temor, que sus intenciones, y la responsabilidad que 
los caciques embajadores tomaban sobre sí de su vida , 
alejaba de su pensamiento, 

(1) En una carta original que hemos visto en los archivos de Lima encon- 


tramos Llancamilla y en otros manuscritos Guayquimilla ; el primero quiere 
decir Piedra de oro y el segundo Lanza de oro 


364 HISTORIA DE CHILE. 


Partió , pues, el P. Valdivia con ellos, y en efecto, 
antes de llegar á Catiray, vió venir á su encuentro 
otros ocho caciques guerreros (1), sin armas y todos 
con un ramo de canelo en la mano, los cuales se habian 
adelantado, ansiosos de verle y de oirle, y para tener la 
honra de formar su escolta hasta Namcu donde se ha- 
llaban de asamblea todos los Indios inmediatos á la 
frontera (2). 

- Este hecho histórico no deja duda acerca de la firme 
persuasion , en que estaba el jesuita , de que su sistema 
era el único que pudiese alcanzar los grandes fines de la 
pacificacion de los Indios; ni tampoco, tal vez, del 
éxito, si Dios y mil circunstancias inevitables, y extrañas 
á este mismo sistema , no lo hubiesen hecho abortar. 

Al entrar el P. Luis de Valdivia en el congreso de 
ancianos y caciques guerreros, todos se levantaron con 
profundo respeto, y vueltos á sentar, el cacique Guay- 
quimilla abrió la sesion proponiendo : 

1” Que, ante todas cosas, la asamblea tributase gracias 
al P. Valdivia por sus buenos oficios, y por el favor que 
le hacia, confiando en ella; y que se le manifestase el 
contento grande y jeneral que causaba su venida. 

2" Que se le diesen pruebas de la fe ciega, y entera 
confianza con que la asamblea aceptaria sus propuestas ; 
le y confianza que, á la verdad, no reinaban en la 
multitud del pueblo, el cual atribuia 4 puro estrata- 
jema de los Españoles todo lo que les decian, 

3” Y que, enfin, depusiese todo recelo tocante 4 la 

(1) Los cuales se echaron en sus brazos, dándole mil parabienes, y mani- 
festando el sumo gozo que tenian en verle. Ovalle. 


(2) En los archivos de Lima se hallan varias cartas 2. mismo Valdivia en las 
elos A .célebre mis Peras describe de 


2.£ 
a 


4 


CAPÍTULO XL. 265 


inviolabilidad de su persona, bien que la asamblea es- 
tuviese convencida, por la presencia misma de su reve- 
rencia en medio de ella, de que el.grande ánimo del 
P. Luis de Valdivia no era susceptible de albergar una 
debilidad. 

A esta noble mocion del cacique orador, el jesuita 
respondió dando gracias de la buena opinion que de él 
tenian, y aceptándola, puesto que en este caso, no hacia 
mas que cumplir con los deberes que le imponian la re- 
lijion y las órdenes de su rey; deberes que no le per- 
mitian de reparar en peligros, aunque realmente los hu- 
biese, cosa lejana de él, como ellos mismos lo habian 
visto en otras muchas ocasiones en que se trataba del bien 
de la paz y de sus almas; que en cuanto á la verdad de 
su mision y á la sinceridad de los bondadosos deseos del 
rey, ya las hostilidades estaban suspendidas, por man- 
dado del mismo gobernador, que tenia órden de con- 
formarse con todo lo que él, P. Valdivia, juzgase con- 
veniente para llegar al fin supremo de la paz; y que, por 
consiguiente, ya podian, cuando gustasen, y lo mas 
pronto seria lo mejor, ir á verse ellos mismos con el 
gobernador, para oir de su boca la confirmacion de 
cuanto les habia dicho. 

Los caciques y ancianos oyeron con muchísima aten- 


cion y con muestras de adhesion las palabras de Valdivia ; 
pero, al cabo de 'una corta deliberacion, resolvieron 


que, no obstante se hallaban muy dispuestos por sí 
mismos , 4 admitir sus proposiciones, y á- ejecutar lo 
que les decia, opinaban que las circunstancias exijian 
que obrasen con acuerdo jeneral de todos los caciques 
guerreros; y que, para obtenerlo, seria muy conve- 
niente que su reverencia se trasladase con ellos á la 


366 HISTORIA DE CHILE. 


parcialidad de Namcú, en donde se hallaban reunidos 
todos los toquis , capitanejos y caciques. 

En el estado de progresos en que se hallaba la nego- 
ciacion, no habia posibilidad de negarse á ello, y el 
P. Luis no titubeó un solo instante. La prontitud y el 
regocijo visible con que dió una respuesta afirmativa á 
la proposicion produjo una sensacion jeneral y agra- 
dable en la asamblea. Puestos, al dia siguiente, en mar- 
cha, caminaron otros dos, por caminos remotos é igno- 
rados, sin que los Indios que acompañaban al jesuita, y 
de cuando en cuando le miraban al descuido para co- 
lejir por su semblante lo que pasaba en su interior, no- 
tasen en su rostro el menor gesto de alteracion. Llega- 
ron , pues, y le presentaron en la asamblea jeneral de 
toquis , capitanejos y caciques, en donde le habian pre- 
parado asiento en alto, mientras que los miembros de la 
junta se sentaban en el suelo , segun su costumbre. 

El primer rumor de la entrada y del recibimiento 
una vez aquietado , y esperando ya todos en silencio, se 
levantó Guayquimilla y pronunció un discurso prepara- 
torio de hora y media, en el cual recomendó con airo- 
sas figuras de retórica la persona del padre jesuita á la 
asamblea pidiéndole atencion y respeto hácia él, y con- 
fianza en cuanto les dijese. 

_Despues de Guayquimilla, habló el toquí jeneral, 
asegurando que ya la asamblea se hallaba preparada á 
ello, y penetrada de los mismos sentimientos del preo- 
_ Pinante por la persona y las virtudes del R. Luis de 
Valdivia, cuya presencia -les colmaba de honra y de 
alegría. 

Penetrado de la importancia y de la dignidad de su 
mision, y aprovechándose del ascendiente que creyó 


CAPÍTULO XL. 367 


tener en la junta, Valdivia se mantuvo sentado , dando 
á entender por señas que iba á hablar; y, al cabo de un 
rato de silencio grave é imponente , dijo: 

« Toquis, capitanejos y caciques que componeis esta 
respetable junta, no os sorprendais ni ofendais de ver 
que os hablo en esta postura , contra vuestros usos y COS- 
tumbres, pues os hablo, y os traigo el mayor bien de 
cuantos la providencia puede conceder á los hombres, 


-—la paz, — en nombre de Dios, rey de los cielos y 


de la tierra, y del mas grande monarca que haya en 
toda ella. » . 

Viendo que la asamblea habia oido sin sorpresa, y 
aun con algunas muestras de humilde admiracion este 
exordio, el P. Valdivia expuso los principios los mas 
suaves y justos que debian de guiar la conciencia de un 
cristiano en los menores tratos, y la fe que estaba obli- 
gado á guardar en el cumplimiento de su palabra , s0 
pena de no faltar á ella impunemente , aunque lograse 
engañar á los hombres; « porque, añadió el padre jesuita 
con ardor y vehemencia, aun en este caso de poder 
burlarse de los tribunales y de la justicia de los hombres, 
tiene que comparecer delante del tribunal supremo, que 
es el de Dios, á quien nada se oculta , y que Ve lo que 
encierra en sus mas escondidos ardides la mas astuta 
conciencia, castigando con rigor y sin misericordia el 
mayor de los delitos , cual es la mala fe, y el abuso de 
la confianza del prójimo. >» ( 

Hizo aquí una pausa Valdivia, como para tomar 
aliento; pero, en realidad, para dar tiempo al auditorio 
de meditar este punto esencial de entera confianza en 
sus palabras. Al fin , repuso + e 

« Si esto, pues, sucede á cualquiera hombre, por infi- 


368 HISTORIA DE CHILE, 


delidad á su palabra , en casos muy comunes en la vida, 
¡juzgad de lo que le sucederia á un rey de la tierra, 
que, en nombre del rey de los cielos, engañase á una 
nacion de corazones nobles y valerosos, como lo sois 
vosotros! » 

Y aprovechando de la sensacion profunda y mani- 
fiesta que esta última reflexion acababa de producir en 
ellos, continuó , sacando y exhibiendo las reales cédulas 
que traia : 

« Pues aquí teneis esta real palabra de un gran mo- 
narca; aquí, sus proposiciones de paz con todas las 
ventajas que encierra; aquí, mis poderes para ejecutar 
sus órdenes, y aquí, enfin, su voluntad de que nadie, 
ni aun el mismo gobernador, pueda impedir sus bené- 
ficos efectos. ¡Miradlas! vereis que no están escritas con 
plumas, como las que usan los Españoles, sino impre- 
sas, como los libros..... | 

« ¡De rodillas! — continuó este hombre increible 
con un irresistible arrojo, —; de rodillas! esta es la 
postura humilde en que debeis verlas, y oir su contenido. 
Aquí teneis un intérprete, de cuya fidelidad no os podrá 
quedar duda. » : 

En efecto, una satisfaccion jeneral se manifestó 
cuando hubieron oido la traduccion del intérprete. Pero 
ya eran las nueve de la noche, y se difirió la delibe- 
racion, 


CAPITULO XLI. 
Continuan los progressos del P. Luis de Valdivia en su intento, 
f 1612.) 


Al dia siguiente , al amanecer, el jesuita les dijo misa, 
y en seguida les explicó los misterios del santo sacrificio, 
con cuya explicacion quedaron maravillados. Entraron 
luego despues en consejo, y el P. Luis hizo un breve y 
claro resúmen de lo tratado el dia anterior para dar 
nuevo pábulo á una buena deliberacion. 

« Ya podreis, hermanos mios, — les dijo, — vivir 
pacíficos y con quietud en vuestras casas, seguros de 
que ningun Español llegue á ellas, ni exija de vosotros el 
menor servicio personal. Nosotros solos, los padres de 
la Concepcion, vendremos, cuando lo permitais, para 
instruiros en los principios de la religion cristiana; por- 
que esto es lo mas esencial, lo que mas desea el rey, y 
lo que mantendrá para siempre la paz entre nosotros. 

» Pero, al mismo tiempo, es preciso que advirtais, 
que así como los Españoles se guardarán de pasar la 
frontera, y de intentar turbar esta paz, tambien vosotros 
debereis respetar la línea divisoria de los dos países, 
línea que quedará marcada por el curso del Biobio, no 
pasándola bajo pretexto e. 10 para ir á hacer mal á los 
Españoles. 

» Y vosotros, añadió Valdivia hablando ditectifitegta 
á los Indios guerreros, vosotros , que sois los que rompeis 
esta paz, decidme, ¿cuales son los frutos que e de 


11. Historia, 


370 HISTORIA DE CHILE. + 


la guerra? Helos aquí; los frutos que sacais de vuestras 
continuas revoluciones, son muerte, cautiverio, ham- 
bre, pérdida de vuestros bienes y ganados; incendio de 
vuestras casas; ruina de vuestros hijos, afliccion y lá- 
grimas de vuestras mujeres, y por fin , destierro de vues- 
tra patria : tales son los efectos de la guerra. A fin de 
ahorraros todos estos males y de conservaros el goce de 
vuestra libertad, de vuestros bienes, hijos y mujeres, 
me expuse á los contratiempos y riesgos de una nave- 
gacion de tres mil leguas, para ir á decir al rey cuan 
desgraciados érais con los malos tratamientos y vexacio- 
nes que padecíais, y para suplicará S. M. me autorizase 
á libertaros de ellos, Me lo otorgó el rey, y volvi á des- 
hacer estas mismas tres mil leguas para ejecutar mis 
planes y cumplir su real voluntad. Creo que estos son 
motivos muy suficientes para que me creais, y fieis en 
mi palabra. Al punto en que salté en tierra, quise venir á 
verme con vosotros, contra el parecer de todos, porque 
todos me decian que érais falsos y traidores; pero yo, 
que os conozco mejor que nadie, y que sé sois hombres 
de juicio y de gobierno, bien que esteis siempre prontos 
á combatir por vuestra libertad , vine, me metí sin recelo 
entre vuestras lanzas, y me entregué sin la menor des- 
confianza á vuestra lealtad. Si me hubiese engañado, si 
hubiese alguno entre vosotros que se sintiese la tentar 
cion de desmentir esta confianza, no os figureis que YO 
le pidiera gracia; al contrario, le abriria mi pecho y le 
pondria manifiesto el corazon para que me hiriese ; $e- 
guro de que muriendo por cumplir la mision de salvar 
vuestras almas, iria la mia en derechura á gozar de la 
presencia de su Dios, » | 
No hubo acabado de pronunciar estas últimas palar 


CAPÍTULO XLI. 371 


bras el padre Luis, cuando levantándose de repente el 
toquí jeneral de Carampangue, respondió : 

« No hay lanza, Padre mio, capaz de llegar á tu pe- 
cho, sin haber atravesado ántes el mio.. Nos has he- 
cho justicia al fiarte 4 nosotros; pues no somos tan bár- 
baros, ni tan faltos de entendimiento, ni tan traidores 
como suponen. No, no desconocemos el bien que el rey 
nos hace, ó quiere hacernos con la paz que por tu minis- 
terio nos ofrece ; y todos estamos reconocidos por él, al 
rey, al gobernador y á tí. En prueba de ello te dicen 
todos , por mi boca, que si la paz ha de ser como la pin- 
tas, todos quieren, y todos queremos esta paz. Digo 
que yo persuadiré á todos los ausentes y salgo garante de 
ello, de que la paz conviene, y de que todos debemos 
desearla, si la paz nos trae los bienes y favores que tú 
dices; vuelvo á decirlo, porque la que hasta ahora se 
nos ha ofrecido, se ha reducido á falacias, á un puro 
pretexto para hacernos esclavos, y servirse de nuestros 
bienes, y de nuestros cuerpos. Una paz semejante no la 
queremos, y le preferiremos siempre la guerra. Sobre 
todo, padre mio, si bien lo reflexionamos, dándonos el 
rey nuestras propias tierras y nuestra libertad , nada nos 
da que no nos pertenezca de derecho, y que no debamos 
defender, á toda costa, con nuestros brazos. Sin em- 
bargo, y puesto que, sin.acudir á las armas , podremos 
gozar de estos bienes, venga esa paz tal y como nos la 
prometes; y haremos ver á los Españoles, que nos re- 
putan por disimulados é inconstantes en nuestros deseos, 
que ántes faltará la luz del sol, y ántes faltarán flores en 
los campos, que nosotros faltemos á la palal a que 
mos dado, y al pacto que hayamos hecho. Ante 
los Españoles viniesen, vivíamos en paz, y n05 mul 


> 
372 HISTORIA DE CHILE. 


cábamos en términos que no cabíamos en los campos. 
Despues que ellos han venido con su paz, siempre he- 
mos estado como en guerra; nos hemos disminuido, he- 
mos perdido nuestras haciendas, y hemos padecido males 
increibles hasta que la exasperacion nos ha impelido á 
rechazar la fuerza con la fuerza. Hénos aquí prontos á 
dejar las armas; no solo no pasaremos la línea, sino 
que castigaremos con rigor á todos cuantos se atrevan á 
entrar en tierra de Españoles. Daremos, ademas, paso 
libre á los correos y 4 toda comunicacion hasta Chiloe, 
y enfin, abrazarémos la religion de Jesucristo. » 
Tal fué el feliz resultado de la deliberación , resultado 
debido al teson relijioso y á la buena fe del P. Valdi- 
via. Al salir de la sesion, los caciques se daban las ma= 
nos y el parabien, y resolvieron acompañar al R. je- 
suita á la ciudad de la Concepcion para que los presentase 
al gobernador. Así lo hicieron y Valdivia hizo la entrada 
mas triunfal y mas gloriosa que conquistador alguno 
haya jamás hecho. El gobernador y los principales ha- 
bitantes de la Concepcion ensalzaban este triunfo; y 
el primero declaró que Valdivia habia dado mas lustre 
á su gobierno, pacíficamente y en un dia, que el que le 
hubieran dado muchos años de guerra hecha con el mas 
feliz éxito. En prueba de esta verdad, le rogó que en 
adelante, se sirviese ordenar como si él mismo fuese 
gobernador, puesto que estaba mas seguro de sus luces 
y de su acierto , que de los suyos propios. y 
Pero en medio de esta aprobacion jeneral se halla- 
descontentos. Estos eran algunos antiguos mili- 
tares que presumian conocer á los Indios mejor que el 
P. Luis de Valdivia, 


CAPITULO XLII. 


Prosigue la misma interesante materia. — Perspectiva lisongera de paz. — 
Fatales acontecimientos, 


(1612.) 


Ancanamun , Pelantaru y Uñobilu, caciques de Puren, 
se mostraban desconfiados; pero aun tuvieron deseo de 
cerciorarse de la verdad, y enviaron al ulmen de Ca- 


Tampangue á la Concepcion con este objeto. A fin de sa- 


tisfacerle mas completamente, el gobernador y el misio- 
nero, de comun acuerdo, despacharon con este ulmen 
al alferez Silvestre Melendez, oficial de tino y que ha- 
blaba con facilidad la lengua chilena, para que llevase 
pruebas evidentes de la verdad á Ancanamun , que era 
el mas poderoso entre los caciques , leyéndole las reales 
cédulas de pacificacion. 

Marchó Melendez, llegó 4 Puren, fué muy bien aco- 
jido de Ancanamun, y le dejó tan satisfecho con la exhi- 
bicion de las pruebas que llevaba, que el poderoso Ca- 
cique le dió guias para que fuese á la Imperial, y las 
propagase á los que las ignoraban ó dudaban de ellas. 

El enviado español halló la misma acojida en la Im- 
perial, con la sola diferencia de que aquí , los naturales, 
despues de la lectura de Melendez, quisieron que un 
cautivo español que tenian les tradujese segunda vez las 
reales cédulas, Pero luego que Quesada, así se llamaba el 
cautivo, les hubo confirmado en la verdad , ellos mismos 
le acompañaron á Osorno, dispuestos á corroborar sus 


37h HISTORIA DE CHILE. 


E A A 


aserciones, encidos de su sinceridad. 

Entretanto, Ancanamun habia reflexionado, y re- 
suelto enviar á la Concepcion al ulmen Guaycamilla á 
suplicar al P. L. de Valdivia. que viniese en persona á, 
Paicavi, á fin de confirmar todo lo que le habia dicho 
Melendez , tocante á las reales cédulas. 

El gobernador y el P. jesuita, gustosos con este nuevo 
mensaje, respondieron que iban á ponerse en marcha 
para satisfacerle. Salieron , en efecto, y llegaron á Pai- 
cavi, en donde luego recibieron aviso de la venida 
próxima de Ancanamun, el cual les prevenia que no 
llevaria mas escolta que su comitiva. 

Así lo cumplió el jefe araucano. Pero hizo mas; por- 
que no solo llegó con solas cuarenta personas , sino que 
trajo consigo á los principales prisioneros españoles que 
tenia, y los remitió con gracioso ademan á la disposicion 
del gobernador español. Este rasgo de magnanimidad 
llenó de sorpresa á los oficiales españoles , los cuales no 
se cansaban de admirar la hermosa presencia de Ánca- 
namun que, ya en edad avanzada, se mostraba, no 0bs- 
tante, tan gallardo como si estuviese aun en todo su 
vigor viril. Su estatura era heróica, y en su estructura, 
aparentabaser un verdadero Hércules. 

El gobernador y el P. Luis de Valdivia, que habian 
salido á su encuentro con todo el estado mayor, le reci- 
bieron con agasajo y ostentacion, y le acompañaron á 
su alojamiento en medio de salvas de artillería , dándole 
el gobernador la derecha. Ancanamun, visiblemente 
lisonjeado y agradecido á la honrosa acogida que le ha- 
cian, manifestó desde luego deseo de hablar de los pre- 
liminares de la paz, objeto de su reunion. Entraron en 
deliberación, y convinieron ; «1” En que los Españoles 


CAPÍTULO XLI. 375 


abandonarian las plazas de Paicavi y Angol; 2” que el 
Biobio seria frontera inviolable entre Indios y Espa= 
noles ; 3” que los prisioneros serian recíprocamente resti- 
tuidos á su respectiva nacion, y A” que los misioneros 
serian bien recibidos en los Butalmapus , con el fin de 
predicar, catequizar y convertir á los naturales que qui. 
siesen oirles y convertirse al cristianismo.» Estos preli- 
minares debian de ser ratificados en asamblea ¡jeneral 
de caciques, y Ancanamun tomó sobre sí el irlos á buscar 
en persona , y conducirlos al cuartel jeneral español. 

Tal era la perspectiva de buen éxito. Partió Ancana- 
mun despidiéndose cordialmente del jeneral Rivera, de 
sus oficiales y de Valdivia, prometiéndoles que ningun 
ulmen resistiria 4 su persuasion ; y así fué. 

Ya Ancanamun habia recorrido muchos distritos; ya 
muchos caciques habian ido á Paicavi, á donde llega- 
ron á pié, procesionalmente con ramos floridos de ca- 
nelo en la mano, símbolo -de paz; ya habian llegado 
los misioneros enviados por el provincial; ya la paz es- 
taba enfin asegurada, cuando el hado suscitó un im- 
pedimento contra el cual se estrellaron todas las volun- 
tades. Hélo aquí. 

Tenia Ancanamún entre sus mujeres una española , 
llamada María de Junquera , que, aprovechándose de su 
ansencia , se fugó de su casa con una hija, y dos Indias, 
instruidas por ella en los principios de la relijion cris. 
tiana. Una de estas 'se habia llevado tambien á un hijo 
que tenia de Ancanamun, al cual este amaba tierna- 
mente. Todas estas fujitivas, cuya huida les habia sido 
sujerida y proporcionada por un seductor, se acojieron 
justamente 4 Paicavi, mientras su amo propagaba los 
beneficios de la paz. 


376 HISTORIA DE CHILE. 


Este es el hecho. Júzguese cual debió de ser la sen- 
sacion del poderoso cacique , cuando de vuelta á su casa, 
aunque algunos dicen que supo la noticia en camino , se 
halló con el desórden ocasionado por este acontecimiento. 
Ciertamente, el hombre mas civilizado y prudente ha- 
bria tenido mucho trabajo en contenerse, en semejante 
caso. Pues no. Lejos de entregarse al arrebato de un 
resentimiento muy natural, excusable, calculó fria- 
mente que los Españoles no podian tener la menor parte 
en su desgracia. En consecuencia , llamó al ulmen de 
llicura, Utaflame, particularmente estimado y querido 
del P. Valdivia , y le encargó fuese á pedir le resti- 
tuyesen sus mujeres y sus hijos, 

Los tres misioneros que el provincial habia enviado 
fueron : Oracio Vecchio, Italiano, primo del papa Alejan- 
dro VII; Martin de Aranda, chileno, y Diego de Mon- 
talban , mejicano , los cuales habian llegado á Paicavi, 
cuando se presentó Utaflame , acompañado de algunos 
Indios. Apenas le vió Valdivia, corrió á él. Utaflame se 
echó en sus brazos, y el jesuita le recibió en ellos con 
la misma efusion de sentimientos, pidiéndole nuevas. 

« Malas, le respondió. Oyeme : Ya sabes que con tu 
trato suave , y tus dulces palabras, has podido conmigo 
lo que no han podido todos los gobernadores de Chile 
con todo su poderío ; porque contra todos me he batido, 
yá todos les he hecho el mayor mal que he podido. Tú 
solo has sabido amansar mi índole feroz. ¿Sabes porqué? 
Porque creo entí, y en cuanto me dices; puesto que me 
has devuelto mi hijo, cautivo entre Españoles. ¡Que Dios 
te bendiga por la paz y los bienes que nos traes! Los 
aceptamos con agradecimiento. Pero de poco nos servirá, 
si Ancanamun los desecha; y temo que si no le resti- 


CAPÍTULO XLIL. 3717 


tuís sus mujeres é hijos, no los aceptará jamas. » 

Confuso quedó Valdivia, aunque por sí mismo hu- 
biera querido en el instante devolver á Ancanamun sus 
prendas ; pero no podia, solo , tomar esta resolucion , y 
se contentó con eludir la demanda por de pronto, sin 
prometer en lo futuro (1); y lo mas pasmoso es, que á 
pesar de este grave acontecimiento, no dudó en enviar 
los tres jesuitas con Utaflame , en despecho de Rivera, 
que queria oponerse á esta determinacion tan impru- 
dente. Es verdad que Utaflame respondió de ellos, y se 
los llevó 4 Ilicura, en donde los alojó en su propia casa. 

Con la respuesta que le llevó el ulmen, Áncanamun 
insistió, pidiendo que ya que no le devolviesen las es- 
pañolas, no podian razonablemente negarle las arau- 
canas, y su propio hijo. 

Perplejo el gobernador con esta juiciosa representa- 
cion, no le pareció que podia resolver por sí mismo, y 
la sometió 4 una junta de clérigos y de jurisconsultos. 
En esta junta, hubo diversos pareceres acerca de la re- 
solucion que convenia tomar, aunque todos estaban 
unánimes en que la relijion y la justicia protejian á las 
fujitivas. El caso era arduo. Si Ancanamun se volvia 
contra la paz, ya se podia renunciar á ella mientras él 
viviese; pero, por otro lado, era muy de temer que res- 
tituirle las fujitivas seria enviarlas 4 morir, á lo ménos 
una que se habia amancebado con el que les habia 
ayudado á fugarse. 

En consecuencia, fué resuelto. « que se podia devolver 
3 Ancanamun una sola mujer india, bajo la condicion 
que se casaria con ella lejítimamente en presencia de la 
Iglesia. » 


(1) Valdivia opinó siempre que se se debian devolyer. Molina. 


378 HISTORIA DE CHILE. 


Esta funesta resolucion mató todas las esperanzas, 
cuando era tan fácil, á nuestro parecer, sin grandes 
inspiraciones de política, y con solo un poco de despejo, 
de reflexion, de buena fe, sobretodo, salvar la paz con 
provecho de la relijion , que sirvió de motivo para errar 
ciegamente. Que Rivera, poniéndose, por un instante, 
en lugar de Ancanamun, le hubiese mandado á decir, 
sin consultar con nadie si no es con el P. Valdivia, « que 
la relijion y su deber le impedian de complacerle , por 
mas que reconociese cuan justo y razonable era lo que 
pedia; que fuese él mismo, en persona, á verse con las 
fujitivas, y que si estas querian volverse voluntaria- 
mente con él, nadie lo estorbaria; » y la paz no habria 
sido comprometida, yeste aciago caso se hubiese conver- 
vertido en un feliz acontecimiento. Porque Ancanamun, 
el sensato y magnánimo Ancanamun habria ido; habria 
sido magníficamente recibido y agasajado, y, templado 
su enojo con esta prueba evidente de que los Españoles 
eran inocentes, se habria sentido dispuesto á la indul- 
jencia; habria hallado sus Indías y su proprio hijo bau- 
tizados, como realmente lo estaban. Estas mujeres le 
hubiesen dicho que al huir, no habian tenido mas mo- 
tivo que el deseo de ser cristianas; que sé hiciese cris- 
tiano él, y que con el mayor gusto le seguirian , puesto 
que le amaban. ¿Quien sabe los bienes que habrian re- 
sultado de este suceso bien aprovechado? (1) Pero en 
lugar de eso, ¿qué hicieron los adversarios de la paz? 
— Alabar á Dios que lo habia permitido. No hay mas que 
oir 4 Perez García, sobre este particular: « Fortuna ha 


(1) « Hízose una oracion en nuestro colejio, y en otras partes, porqué 
diese Dios buena salida á un negocio come este, de q lia seguir tanto 
mal ó tant Ovalle. 


CAPÍTULO XLIII. 379 


sido, dice él, para Áncanamun el tener un pretexto 
honrado de hacer lo que no hubiera dejado de hacer en 
todo caso. » Romper la paz, quiere decir García. 

Semejantes juicios apagan el sentimiento, y el lector 

enjuga las lágrimas que no habia cesado de verter por 
las desgracias de Chile, 
¿Qué sucedió, en efecto? —Que Ancanamun, indig- 
nado, mandó dar muerte á los tres jesuitas Vecchio, 
Aranda y Montalban, que estaban en llicura. Estos 
mártires fueron sacrificados el dia 14 de diciembre, á 
las nueve de la mañana (1). 

El sentimiento que causó este funesto acontecimiento 
fué jeneral; pero lo mas extraño ha sido que no solo 
los militares, sino tambien los capitulares de San- 
tiago, el vecindario, y, segun las memorias del ca- 
bildo , el jeneral mismo, lo achacaban á la guerra 
defensiva, y clamaban contra sus lamentables efectos. 
Nadie tuvo lá sinceridad de reconocer la gravedad 
del motivo de resentimiento lejítimo que se le habia 
dado 4 Ancanamun. En consecuencia, hubo reunion de 
capitulares, y se acordó con el jeneral Rivera despa- 
char 4 la corte al maestrede campo Cortés, con el Pi 
Losa, franciscano, por acompañado , para que pidiesen 
la cesacion de la guerra defensiva. Estos enviados nada 
consiguieron. El rey insistió en que se mantuviese , lo 
que no impidió á S. M. de recompensar á Cortés de sus 
brillantes servicios, declarándole benemérito de la pa- 
tria, y concediéndole 2,000 pesos de renta (2). 


(1) Olivares. . ' 
(2) Cortés murió á su regreso en Panama , en la temprana edad de 55 años, - 
descendien García. 


tes en Chile. Perez 


CAPITULO XLIII. 


Consecuencias de los acontecimientos referidos en el capítulo anterior, — 


audiencia, 


( 16131614.) 


Cortés y el P. Losa no podian estar de vuelta en todo 
el año, por mas éxito que tuviesen. Mientras tanto, el 
gobernador se hallaba sumamente perplejo con los cla= 
mores de los que se quejaban de tener las manos atadas, 
por un lado ; y, por otro, con la autoridad del P. Luis de 
Valdivia, que exijia se respetasen las órdenes del rey. 

A todo esto, la muerte de los misioneros de Ilicura ha- 
bia sido para los Indios la señal de correr 4 las armas. 
Ancanamun y Pelantaru rompieron con ardor las hosti- 
lidades, en términos que Rivera creyó que su responsa- 
bilidad no le permitia mantenerse impasible por mas 
tiempo. Salió á campaña, y al impulso, por decirlo así, 
- de sus Españoles que ardian en deseos de venganza, se 
dejó: caer sobre llicura, quemando, talando y matando 
con tanto furor, que los Araucanos no hallaron asilo, ni 
aun en los montes; porque allí mismo fueron persegui- 
dos y degollados todos los que no se rindieron. Pero 
Valdivia acudió á la audiencia pidiéndole favor y ayuda 
contra estas infracciones atroces á las órdenes del so- 
berano, y la audiencia intervino, en efecto , para que 
cesasen ; de suerte que Rivera se vió forzado 4 resignarse 
y ¿regresar ála Concepcion, despues de haber repartido 


CAPÍTULO XLIII. 381 


entre las guarniciones de las plazas de la línea doscien- 
tos cincuenta hombres que le habian venido del Perú; 
y organizado la caballería en columnas volantes para 
oponerse á las agresiones de Ancanamun. Las plazas 
del Biobio las mandó trasladar á la orilla opuesta. La de 
San Francisco de Borja fué puesta en Negrete. Otra, 
en la juncion del Guasque con el Biobio, y dos mas en 
la confluencia de este rio con él de la Laja. Una de estas 
dos estaba dedicada 4 Nuestra Señora de Ale, y la otra 
4 San Rosendo. En Curihuillin y Talcamahuida, habia 
otras dos. La de San Felipe de Austría, en Virguenu, 
quedó poblada, y se reforzaron las guarniciones de las 
de Santa Lucía y Buena-Esperanza. De este modo, la 
línea se hallaba coronada de plazas, y vijilada por pa- 
trullas de caballería, pero no aun suficientemente, puesto 
que el famoso Loncothegua la forzó muchas veces bur- 
lándose del campo volante. 

Regularmente, este caudillo, tan intrépido como los 
mas de sus predecesores, ejecutaba sus correrías de 
noche sin que nadie supiese á donde dirijia sus fuerzas. 
Pasaba, por ejemplo, por Santa Lucía y San Felipe, 
daba un golpe de mano, y se volvia con el botin á la 
otra orilla. Cuando el aviso llegaba al campo volante ya 
era tarde, puesto que los soldados españoles no podian 
pasar el Biobio. 

Con esto, crecia el resentimiento de los militares, y 
aun el del cabildo de Santiago, resentimiento que se au- 
mentó con la mision del licenciado Hernando Manchado, 
encargado de fijar el tributo que debian pagar los Indios 
de encomienda. Ya, por una real cédula (1), el rey habia 
mandado á los encomenderos que no ejerciesen veja- 


(1) 8 de diciembre 1610. 


3892 HISTORIA DE CHILE. 


ciones contra ellos, ni los oprimiesen con insoportable 
servidumbre. Estos Indios eran una recompensa de los 
servicios militares de los encomenderos, en atencion á 
que les pagaban un tributo anual, pero no porque 
fuesen sus esclavos. Noobstante, los interesados viciaron 
esta regalia, y no solo redujeron sus contribuyentes á un 
verdadero estado de servidumbre, sino tambien á. sus 
mujeres y á sus hijos. 

Ahora, para llenar debidamente su encargo, Man- 
chado pidió á cada encomendero una lista de los que po- 
seia, y con estas listas, fijó el tributo'que debian pa- 
garles, y los declaró libres para que fuesen á. trabajar 
en donde y como pudiesen. De aquí, nuevo descontento, 
como se ha visto, y nuevas reclamaciones. Estos des- 
contentos y estas reclamaciones prueban que los Indios 
se quejaban con razon, y que los de guerra, en vista 
de la suerte que tenian los de paz, tenian grandes mo- 
tivos para no fiarse en ella, De todas estas ilaciones na- 
turales, resultan los bienes que meditaba el padre Val- 
divia, y el motivo de oposicion que sus planes haliaban ; 
y resulta, enfin, por último corolario y claridad lumi- 
nosa de la historia, que la pintura que nos han transmi- 
tido los misioneros del carácter y calidades de aquellos 
naturales, era, por lo ménos, mas desinteresada y ménos 
apasionada que la que nos han dejado los militares, sus 
enemi 

Volviendo á los hechos, la discordia hacia de las suyas 
por todas partes en Chile, en aquel momento, y hasta 
el jefe de la Iglesia se hallaba en guerra contra los mi- 
nistros de la justicia, Por fortuna, bien que este suceso 
fuese escandaloso, no era ménos, ó, por mejor , 
era aun mucho mas pueril y ridículo. El obispo de San- 


CAPÍTULO XLHI, 383 


tiago, Perez Espinosa, pretendia preceder en las pro- 
cesiones á los oidores de la audiencia ; y estos sostenian 
que debian ir en las procesiones delante de su ilustrísima. 
Este era el grave motivo de la ruidosa contienda eclesiás- 
tico-jurídica, 

De esta contienda surjió un recurso de ambas partes 
á la corte, y á este recurso el rey respondió , el 3 de di- 
ciembre de 1611, que su voluntad era que el obispo si- 
guiese, con un solo paje de cola, al sacerdote oficiante, 
y que la audiencia fuese detras del obispo. Si su majestad 
se hubiese limitado á cortar la cuestion en su sencillez 
natural, probablemente el negocio habria quedado con- 
cluido; pero, por desgracia, fué de su real agrado aña- 
dir ; «que no solo al obispo, sino tambien á todos los 
demas sacerdotes, se les diese agua bendita ántes que al 
rejente y oidores. » 

De aqui, nuevo escándalo harto mas serio, puesto 
que, por no verse humillados, el presidente y oidores, en 
lugar de entrar en la iglesia, se quedaban á la puerta, 
esperando su turno para ir á tomar agua bendita. 

Es preciso confesar que S.. 5. de la real audiencia de 
Santiago apelaban á un triste recurso, y daban márjen 
á, lejítima censura. El sabio obispo, que lo era real- 
mente en cánones y sagrada teolojía., lo era mucho mé- 
nos en política urbana , y los censuró agria y abierta- 
mente. Los majistrados se defendieron con la misma 
poca destreza, y de altercacion en altercacion , el pre- 
lado, en uno de sus arrebatos de celo por la fe , envió el 
librito de la buena crianza al presidente y oidores, 

Viendo en este hecho un atentado á la majestad de 
la justicia, la audiencia mandó intimar por un alcalde 
ordinario órden de arresto al obispo. Al ir á ejecutar 


384 HISTORIA DE CHILE. 


este mandato, el alcalde se hincó de rodillas delante 
del prelado, diciendo que lo cumplia, leyéndolo, pero 
que no lo ejecutaria; pero su señoría ilustrísima ahorró 
esta molestia al alcalde saliendo al punto de la ciudad y 
y retirándose á un bosque, que llamaron desde entonces 
la Quebrada del Obispo, desde donde fulminó entredicho 
contra la ciudad de Santiago. 

El efecto fué el que se podia esperar ; el pueblo, esen- 
cialmente católico cristiano, creyó que la tierra se iba á 
hundir bajo sus piés, y se puso á clamar por que le de- 
volviesen su pastor. El tumulto fué creciendo , y el tri- 
bunal, alarmado, envió súplica al obispo para que tu- 
viese á bien restituirse 4 su palacio. Aprovechándose de 
esta ventaja, su señoría respondió que muy ciertamente 
lo haria, pero bajo la condicion , sine qua non , que uno 
de los oidores iria 4 pié 4 buscarle , mientras que los 
demas señores de la audiencia lo esperarian en el arra- 
bal igualmente desmontados. 

No hubo remedio. Por el bien de la paz, el tribunal 
tuvo que someterse á estas condiciones, esperando que 
así tendria fin este triste debate. Pero se engañaron el 
presidente y oidores; porque, á pocos dias de allí, y 
bajo pretexto de visita 4 la provincia de Cuyo, el obispo 
tomó el camino de Buenos Aires y se embarcó para Es- 
paña, 

En el momento en que llegó el obispo de Santiago á 
la corte , ya el rey sabia todo lo que habia pasado, y no 
solo no quiso darle audiencia, sino que mandó que nadie 
le diese oidos, intimándole que su real voluntad era 
que regresase á su silla episcopal, desde donde podria 
exponer sus motivos de queja. 

Pues aun no cedió el santo prelado, En lugar de vol- 


CAPÍTULO XLIII. 385 


verse á Santiago de Chile, se fué á Sevilla, y allí, se 
metió fraile de San Francisco. Al morir, legó 60,000 
pesos, que se habia llevado de su obispado, para obras 
pias; pero la catedral de Santiago puso oposicion á la 
ejecucion de este testamento, y, al cabo de un largo 
pleito, el supremo consejo de Indias la declaró lejítima 
heredera de su obispo. 

Sorprende el que S. M. no haya forzado el prelado á 
obedecer; pero sin duda pensó el rey que Espinosa en 
lo sucesivo seria malquisto en Santiago; y no proveyó á 
su episcopado, porque le pareció conveniente dejar 
dormir por algun tiempo este escandaloso episodio. 


11. HisTORIA. 


CAPITULO XLIV. 


Cuidados administrativos de don Alonso de Rivera. — Otros corsarios holán- 
deses en el mar del Sur. — Descubierta del estrecho de Lemaire. 


(1615=1616.) 


Reducido á la inaccion , el gobernador Rivera fomen- 

taba la agricultura y el comercio. La cria de ganados 
se acrecentó mucho por su cuidado. En las dehesas del 
rey, habia veinte mil yeguas; en las estancias de Caten- 
toa, catorce mil vacas, y en los pagos de Buena-Espe- 
ranza , veinte mil ovejas. Se labraban y sembraban 
muchos terrenos incultos. En su tiempo, una medida 
mayor de trigo no valia mas que ocho reales. Una vaca 
costaba otro tanto; un carnero dos reales, y uno y me- 
- dio una oveja. Las fábricas de Quillota y Melipilla esta- 
ban perfectamente dirijidas y producian muchos jéne- 
ros. De suerte que el soldado se vestia, se alimentaba y 
tambien se procuraba comodidades sin aumento de gas- 
tos, El cuidado y el celo de este gobernador procuraron 
muchas economías al erario. 
Su buena política retrajo del hábito indecoroso de 
traficar 4 muchos jefes del ejército; y no solo precavia las 
deserciones, sino que continuamente se le presentaban 
voluntarios, 

Mientras que Rivera daba su atencion á la economía 


CAPÍTULO XLIV. 387 


política , por su lado, y el padre Valdivia á su sistema 
de pacificacion, por el suyo, llegaron corsarios holan= 
deses al mar del Sur. Perez García habla de dos; uno, 
que él llama Jorje Spilbergen, por abril 1615; y otro, 
al cual pone por nombre Jacobo Lemaire. 

Este último fué el mismo Lemaire, quien, el 25 de 
enero 1616, descubrió el estrecho que lleva su nombre 
y que separa la isla de los Estados del continente ame- 
ricano, casi en frente de la boca este del estrecho de 
Magallón 

De Spilbergen, García se contenta con decir, refirién= 
dose á Rojas, que el 13 de julio (1615), derrotó con sus 
seis naves, en la costa del Perú, ocho que el virey habia 
enviado contra él. 

Por otra parte, dle no habla nada de Lemaire, 
y refierela invasion ¡lb 1, CUya relacion confronta 
en parte con la que se -1ce en n la Cronolojía sed del 
América; He aquí su tenor. 

Spilbergen entró por el estrecho de Magallanes y se 
dejó ver en el mar del Sur con sus naves, por mayo de 
1615. Los habitantes de la isla de la Mocha le hicieron 
señas para que arribase, pero receloso, echó el áncora 
á media legua de distancia. El jefe de los Indios fué á 
bordo con uno de sus hijos, y llevó provisiones. Como 
era la unica cosa que queria Spilbergen, se largó luego 
que las tuvo. 

El 29, los Holandeses fueron á anclar en frente á 
Santa María, y mientras que, por un lado, no quisieron 
aceptar, por desconfianza, un convite, que ( ofrecian al- 
gunos Españoles á los oficiales de ma .; por otro, 
desembarcaron tres compañías, y Un cuerpo de marinos 
que incendiaron algunas casas, y se llevaron quinientos 


388 HISTORIA DE CHILE. 


carneros, trigo, cebada, habas, y gallinas, con todo lo 
cual se hicieron á la mar. 

El 1” de junio, pusieron la proa á Lima, y, de paso, 
Spilbergen echó algunos hombres á tierra en la Con- 
cepcion, en donde puso fuego á algunas casas. De allí, 
fué de arribada á Quintero para hacer leña y aguada, 
lo cual hecho, se dirijió á la costa del Perú. 

El virey envió contra él una escuadra de ocho buques, 
mandada por el almirante Alvarez del Pulgar y por el 
jeneral Rodrigo de Mendoza. Las dos escuadras se en- 
contraron y se embistieron el 17 de junio, y la fortuna 
se declaró por la holandesa. La almiranta española 
fué echada á pique, y Spilbergen capturó un patache, 
y desmanteló las otras seis naves que se retiraron muy 
maltratadas. 

Dueños del mar del Sur, los piratas fondearon en el 
Callao por espacio de ocho dias. De allí se fueron á 
Paita , y despues de haber ejercido muchas piraterías , 
volvieron por Filipinas 4 Holanda, á donde llegaron 
en 1617 (1). 


(1) Asilo dice Rojas; pero Ulloa y Jorge Juan aseguran que en Filipinas 
don Juan Ronquillo deshizo completamente este pirata. 


CAPITULO XLV. 


Nuevos sucesos de la guerra defensiva. — Muerte de don Alonso de Rivera; 
Elojio de este jeneral. 


(1617.) 


El padre Valdivia llevaba adelante su sistema con el 
mas laudable teson, y luchando animosamente, no solo 
contra la situacion crítica de su causa, sino tambien con- 
tra sus detractores, en cuya sistemática oposicion la his- 
toria descubre, con pena, interes y pasion; al paso que 
Valdivia habia dado, y daba sin cesar, pruebas del mas 
noble desinteres. Sus fines estaban en su corazon , y su 
interes, en el éxito de sus penosas faenas. Á pesar de la 
irritacion, que erecia, de los Indios de guerra, el padre 
Luis se aventuraba continuamente é iba á ver los Indios 
de paz, que se echaban en sus brazos, y que él estre- 
chaba contra su corazon con la ternura de un verdadero 
padre. ¿Como no habian de creer en él, viendo el poco 
caso que hacia de la vida, exponiéndola continuamente 
á los mayores riesgos por el buen suceso de la paz? 

Sí, creian en él los ludios, pero en él sólo, porque así - 
se lo aconsejaba su instinto. Así es que los de guerra 
violaban continuamente la frontera, burlándonse con 
tanto arte como arrojo, de fuertes, del campo volante 
y de patrullas. Pero en una de estas agresiones, cayó 
Pelantaru en manos de un valiente y vijilante capitan, 
llamado Gines de Lillo. Este pues, prevenido de que 
Pelantaru proyectaba una expedicion ó sorpresa, le dejó 


390 : HISTORIA DE CHILE, 


pasar, le sorprendió él mismo, le hizo prisionero, y per- 
siguió á los suyos, que, como sabemos, se desbandaban 
al punto en que perdian á su jefe, hasta un monte en 
donde los cercó por una pronta maniobra. Sin duda 
era corto el número de estos fujitivos, puesto que Lillo 
les hizo dar muerte á todos y enterrarlos para ocultar 
el hecho. Todo esto con tanta priesa y con tal sijilo, 
que ni el mismo padre Luis de Valdivia lo supo. 

Justamente en esta época , llegó de España otro je- 
suita., el padre Luis Sobrino, con nuevas órdenes de la 
corte para mantener la guerra defensiva. Los enemigos 
de Valdivia creian que Sobrino habia ido á la corte en- 
viado por el padre Luis, con el fin de contrarrestar los 
informes que llegaban al monarca contra dicho sistema ; 
pero aunque así fuese, no solo Valdivia habria usado 
de un derecho respetable, sino que aun hubiera llenado 
un- deber. El hecho es, que, ademas de estas nuevas 
órdenes que prohibian la guerra ofensiva, el jesuita So- 
brino traia un testimonio del desagrado de S. M. contra 
el gobernador, jefes y oficiales del ejército de Chile que 
desaprobaban el sistema de pacificacion últimamente 
adoptado; y este testimonio aumentó el odio y el encono 
contra el padre Luis de Valdivia, y el propósito de hacer 
cuanto fuese posible por desmentirle, bajo pretexto de 
derecho natural de defensa y de celo por el servicio. De 
suerte que los lectores tienen ya todos los datos necesa- 
rios para resolver el probiema de la perpetuidad de la 
guerra de Chile, problema , que se reduce á saber porqué 
en tantos años, con tantos esfuerzos de parte de los me- 
jores militares de aquel tiempo, y con tantos sacrificios, 
duró y no se acabó. 

En cuanto á don Alonso de Rivera, sin entrarnos en lo 


CAPÍTULO XLV. + 391 


íntimo de su conciencia, de que, por mas que digan, no 
dió el menor indicio acerca del sistema de guerra, reci- 
bió la reprension del monarca con un amargo senti- 
miento. Ya enfermo y disgustado, su mal se agravó, y 
falleció el dia 9 de marzo en la ciudad de la Concep- 
cion (1), causando universal sentimiento con su muerte, 
El único consuelo que tuvo en sus últimos instantes fué el 
saber que los padres hospitalarios de San Juan de Dios, 
que él habia pedido al virey del Perú, príncipe de 
Esquilache, para que viniesen á encargarse de los 
hospitales de Chile que se hallaban muy descuidados, 
acababan de llegar con su superior Fray Gabriel de 
Molina. 

En efecto, la órden de entrega á estos relijiosos, del 
hospital de la Concepcion se dió el mismo día 9 de marzo, 
por el cabildo, que aun quiso reservarse el título de pa- 
tron; y la entrega se efectuó el 18 de abril. Gran for- 
tuna fué la llegada de estos interesantísimos padres 
para los pobres enfermos : en cuarenta y siete años 
de su asistencia, se contó el número increible de veinte 
y siete mil doscientas treinta curas en ambos sexos. 

Los hospitales de Chile habian sido fundados por el 
gobernador Valdivia. En 1555, habia fundado en la ca- 
pital el de Nuestra Señora del Socorro. Dos años despues 


(1) Don Alonso de Rivera era de Ubeda, en Jaen. Era un brillante oficial , 
que se habia distinguido en las guerras de Flandes, y que últimamente habia 
mandado dos veces en Tucuman y otras dos en Chile, dando pruebas de gran 
saber y de estar dotado de bellas prendas. De la ilustre Chilena (hija de la 
heroina de la Imperial), con la cual se habia casado, como se ha dicho, dejó 
un bijo y dos hijas; el primero era capitan de su ejército; una de sus hijas 

, y la otra se casó con el p 


re- 
1 mayor elojio del carácter de 


Rivera es que dejó á sus hijos pobres, no obstante las ocasiones, grandes 


392 HISTORIA DE CHILE, 


de la muerte del fundador, fueron asignados á este hos- 
pital una estancia en Chada, una encomienda en la 
provincia de Maule, y la facultad de enviar á cada mina 
de oro un Indio para que tomase de este metal todo 
cuanto pudiese cargar por sí solo y llevar sobre sí. Este 
hospital estaba al cargo del ayuntamiento, el cual nom- 
braba cada año dos administradores. Los enfermos eran 
entonces muy bien asistidos; pero las cosas, en este 
punto, se habian alterado, 

El hospital de la Concepcion estaba administrado de 
modo que ya era tiempo que los religiosos de San Juan 
de Dios llegasen, y su venida, con las reformas que se 
siguieron , puso de manifiesto cosas muy poco dignas. Por 
eso no les faltaron á estos padres enemigos y calumniado- 
res absurdos; pero la opinion hizo justicia, y su conducta 
ejemplar triunfó de ellos, 


CAPITULO XLVI. 


Gobierno interino del licenciado Hernando Talaberano, — Proteccion que da 
á la guerra defensiva. 


(1617.) 


Es de notar que así como la muerte del gran Huenen- 
cura coincidió con la del gobernador de Chile García 
Ramon, lo mismo ahora, sucede la de Ancanamun 
cuando fallece don Alonso de Rivera. Los Butalmapus 
nombraron por sucesor de Ancanamun á Loncothegua , 
cuando el cabildo de Santiago entregó el mando á Her- 
nando Talaberano, nombrado en el testamento de Ri- 
vera (1). Pero Loncothegua renunció al mando, y este 
recayó en el toquí Lientur, el cual escojió por su teniente 
jeneral á Levipillan. 

Al instante en que fué revestido del supremo po- 
der, Lientur dió tales pruebas de aptitud militar y de 
actividad , pasando y repasando el Biobio con sorpre- 
sas invisibles, imperceptibles, hasta que habia dado el 
golpe, que los Españoles le pusieron el sobrenombre de 
Duende. 

Con la noticia de estas invasiones, Talaberano salió 
de Santiago y viajó con tanto apresuramiento , que el 
1? de abril pasó por Rancagua; el 12 entró en Yumbel, 


(1) Aun insiste, ó parece insistir el cabildo en que los gobernadores no 
tenian este derecho, puesto que se lee en su acta del 16 de marzo : « Cuyo 
nombramiento (el de Talaberano por Ribera) no seria enteramente lejítimo , 
pues | in 1 717 1 1Tandiencia. » 


- 


39h HISTORIA DE CHILE, 


y el dia 10 de julio, ya estaba en la Concepcion, en 
donde por primer acto de su gobierno se declaró par- 
tidario del sistema de pacificacion del P. Luis de Val- 
divia , y manifestó altamente que entendia que todos lo 
respetasen, aunque no fuese mas que por hallarse en 
reales órdenes, bajo severas penas. De esta manera, puso 
término á clamores que, áotros inconvenientes, juntaban 
el de ser ridículos pues eran inútiles. 

Viéndose bien apoyado, Valdivia cobró aliento, y 
continuó sus jestiones de pacificacion pidiendo al go- 
bernador la libertad de los prisioneros hechos por su pre- 
decesor. Talaberano la concedió , y el P. Luis los envió 
con nuevas amonestaciones á los Indios de guerra. Pero 
es de notar que estos prisioneros, al volver á los suyos, 
iban muy bien vestidos y con aire y semblantes, no de 
esclavos que salen de cadenas, sino de hombres libres 
que habian viajado por su gusto. Esta novedad agradó 
muchísimo á los demas Indios, los cuales deseaban con 
ansia verse con tan buen gobernador, pero no se atre- 
vian á salir 4 la frontera. Súpolo Talaberano, y al punto 
les envió un mensaje tan halagueño de promesas y se- 
guridad, con tal que se avistasen de buena fe con el 
P. Valdivia, que los Indios ya iban á salir, cuando una 
ienturimposibilitó este feliz proyecto, 
_ Esta sorpresa fué ejecutada con tal tino táctico y tal 
determinacion que ya estaba completamente ejecutada 
cuando hubo noticia de ella. | 

A Lientur, jeneral en jefe, se habia juntado otro 
Lientur, cacique de Cayeguemo, el cual, de amigo de 
los Españoles, se habia cambiado en enemigo por resenti- 
miento de haber perdido una hermosa dama que le ha- 
bian quitado. Reunidos estos dos Lientur, dieron el golpe 


nueva enrriraca dol 
E: 


CAPÍTULO XLVI, 395 


de mano de que hablamos, arriesgándose hasta Chillan, 

y volviéndose con la presa de nada ménos que cuatro- 
cientos caballos, con los cuales se retiraron por el Bo- 
quete de Silla-Velluda. 

* En este tiempo, ya un nuevo gobernador, nombrado 
por el príncipe de Esquilache, estaba para llegar, y Tala- 
berano dejó las cosas en tal estado por no tener el dis- 
gusto de entablar lo que él no podria concluir, y lo que 
otro desharia tal vez, no aprobándolo (1). Solo habia 
mandado diez meses. ' 


tuyo fué la mujer de Vega Bazan, presidente que fué de la audience 


(1) Talaherano dejó memoria y descendencia en Chile; una de dos hijas que 4 
namá, Ovalle. k 


CAPITULO XLVIL. 


Gobierno de don Lope de Ulloa y Lemus. —Su oposicion al sistema de Val-* 
divia. — Este ilustre jesuita se retira á España. — Muerte de Ulloa. 


( 1618—1620.) 


Ulloa fondeó en la Concepcion, bien que le espera- 
sen en Valparaiso. Segun Rojas , debió de hacerlo así, 
porque , sin duda, traia tropas y pertrechos. Esta su- 
posicion es plausible, puesto que sea lástima que los 
compiladores de la época, lo mas del tiempo, tengan 
que atenerse á suposiciones. Por fortuna importa poco 
que Ulloa haya fondeado en una ó en otra parte. El 
hecho es que el cabildo de la Concepcion le recibió y 
reconoció por gobernador y presidente, el dia 12 de 
enero. 

No es demas el notar que Nuñez de Pineda continuaba 
en el empleo de maestre de campo, y que el sarjento 
mayor era Fernandez de Rebolledo. Estos dos oficiales 
superiores guardaban y vijilaban la frontera. 

Ulloa la fué á visitar por sí mismo, se aseguró del 
buen estado de defensa, y de allí se fué 4 Santiago, á 
donde llegó por abril. En su recibimiento , hubo, segun 
el cabildo mismo lo confiesa, algunas circunstancias 
delicadas que no le parece conviene expresar ; circuns- 
peccion muy digna y loable en los capitulares de San- 
tiago. Pero estas circunstancias delicadas Carvallo nos 
las cuenta, en sustancia, así. 

El gobernador Lope de Ulloa, capitan de los jentiles- 


CAPÍTULO XLVII. 397 


hombres lanzas del Perú, era un jeneral de mérito só- 

lido, un hombre de mucho juicio y aun de grande pre- 

vision y sagacidad, pero sumamente puntilloso, en 

honra, decian sus apasionados, de su representacion, 
y de ningun modo por futilidad personal. Así debia 

de ser, admitido una vez el mérito incontestable de 

Ulloa. De todos modos, al entrar en la capital, pre- 

tendió que le recibiesen bajo de palio. Si se hubiese 

limitado á esto su dignidad,-tal vez no se le hubiese to- 

mado muy á mal; pero no fué así , puesto que declaró 
entendia que en los casos en que los oidores de la au-- 
diencia debian ponerse en pié , él se mantendria en su 

asiento. 

Este rasgo, no se le pudieron perdonar los togados 
españoles, los cuales, en todos tiempos , han mirado 
con ceño desdeñoso, — real ó afectado, — el uniforme 
militar, bajo la máxima de Ciceron : « Cedant arma 
toga. » Enviaron informes á la corte contra Su presidente 
Ulloa, y 4 su tiempo, este gobernador recibió órden 
superior de conformarse á. los usos y costumbres de sus 
predecesores. 

Sin embargo, Ulloa era naturalmente bondadoso y 
conciliaba, cuanto era posible, las exijencias de Sus 
deberes con las urbanas y sociales, y cuando vió el ca- 
bildo opuesto á la supresion del servicio personal de los 
Indios, como perjudicial, dejó á su arbitrio el nombrar 
dos apoderados que ventilasen este asunto para dar sa- 
tisfaccion al virey. 

El 18 de setiembre, el gobernader estaba de vuelta 
en la Concepcion á donde le llamaban las continuas é 
impunes correrías de Lientur sobre el territorio español. 
Pero, ántes de entrar en los detalles inevitables de 


398 HISTORIA DE CHILE, 


hechos militares; no podemos ménos de advertir una 
cosa digna de ser notada, y es; que, hi la guerra ni los 
contratiempos, nilas desgracias mismas mas lastimosáas, 
impedian , cuando lo ocasión lo permitia, los regocijos, 
los carteles, torneos, sortijas, cañas, y corridas de toros. 
Todo esto tuvo lugar con ostentacion y júbilo en San= 
tiago y en la Concepcion; para celebrar, por mandado 
del rey, la festividad de Nuestra Señora de la Concep- 
cion: Ya sabido es que en la parte relijiosa de estas fes- 
tividades los principales papeles pertenecen á los ca- 
bildos, eclesiástico y secular, y á las corporaciones 
relijiosas, y jamas todos se esmeraron tanto por solem- 
nizar un dia santo, como en esta coyuntura. 

Volviendo al estado de la guerra; la corte empezába 
yá á tener ménos esperanzas en el buen éxito del sistema 
del P. Luis de Valdivia, vistos sus pocos efectos; y los 
informes contrarios que le ibán de Chile; y se acordó de 
que si Ulloa era excesivamente puntilloso, por ún lado, 
tambien era, por otro, un militar de grandes conoti- 
mientos y capacidad. En consecuencia, el rey le envió 
carta blanca, y plenas facultades para que obrase segun 
su conciencia y ciencia militar, adoptando, segun le pa- 
reciese, la guerra defensiva 6 la ofensiva, coi prefe- 
rénicia, en cuanto posible fuese, de la primera; á fin de 
evitar efusion de sarigre¿ puesto que el inaydr deseo del 
católico monarca era reducir 4 los Indios al seno de la 
Iglesia. - 

Ulloa se mostró no de esta eminente confianza y 
quiso corresponder á ella formándose juicio por sí mismo 
de lá verdad, sin fiarse en informes interesados ó apa- 
sionados. Oyó, sin embargo, cuánto unós y otros le de- 
cian; y, de opiniones diversas, formó poco á poco la suya: 


Hg 


E 


CAPÍTULO XLVIT: 399 
Antes de adoptar medidas extremas, y conformándose 
al deseo piadoso del rey en favor de los Araucanos, pasó 
á Santiago con el solo objeto de consultar con militares 
retirados , que debian ser, á su parecer, desinteresados ; 
y con su antecesor Hernando Talaberano. 

¡Cosa extraña! Este mismo Talaberano que habia 
sostenido con tanta autoridad al P.. Luis de Valdivia, 
sostiene ahora, « que jamas se conseguiria someter á 
los Indios, sino por una guerra de exterminacion. » 

Francamente, creemos el hecho apócrifo, aunque no 
tendria nada de extraño que Talaberano pensase ahora 
así, y en lo pasado de otro modo. Sea como fuese, el 
gobernador concluyó sus exámenes de opiniones; oyendo 
muy particularmente y con la mayor atencion al mismo 
P. Valdivia, sin tomarse la libertad de interrumpirle 
una sola vez; y creyéndose bastante bien informado , 
volvió á la Concepcion. 

Pero aquí, aun no quiso obrar precipitadamente, y 
concedió al P. Luis la libertad de Pelantaru que el padre le 
pidió. Marchó Pelantaru muy en galanado, y en aparien- 
cia muy reconocido; pero á pocos dias de su vuelta en- 
tre los suyos, el mismo Pelantaru atacó con Lientur la 
frontera. Es verdad que en una reunion de guerreros, 
en donde Pelantaru parecia dispuesto á quedar fiel á su 
palabra, le emborracharon, y que, seducido, se dejó 
llevar tras de Lientur. De todos modos fué con él, y este 
hecho le pareció á Ulloa suficiente para no temporizar 
en adelante, y usar de la libertad que tenia de optar, 
segun su conciencia , entre la ofensiva y la defensiva. En 
vano Valdivia le hizo reflexiones, Ulloa persistió en su 
determinacion y marchó con arranque sobre Puren, ta- 
lando, quemando y haciendo prisioneros, los cuales 


100 HISTORIA DE CHILE. 


fueron repartidos entre los o que se habian dis- 
tinguido. 

Puesto el ejército ulolales, dá invierno, regresó el 
gobernador á la Concepcion. Viéndose sin poder, y afli- 
jido del mal éxito de su empresa, cuyos fines habian sos- - 
tenido su magnánimo corazon en medio de grandes 
tribulaciones, el P. Vafiiia se retiró y se embarcó para 
España. 

Ya volvia la primavera, ya Ulloa pensaba en salir á 
campaña, cuando, inopinadamente, un ataque de gota, 
mal de que adolecia, le arrebató. Este gobernador murió 
el 8 de diciembre de 1620, en la Concepcion. 


9 
MN 


El P. Valdivia: 
$ ae 


La historia debe al P. Luis de Valdivia una mencion 
muy especial, y no puede dejarle irse como un fugado, 
cuando era, y loserá para la posteridad, un grande hom- 
bre, un hombre de bien, un bienhechor de sus seme- 
jantes ardiendo en caridad cristiana, y tan arrojado 
pacíficamente (lo que es serlo mucho mas), como el mas 
intrépido guerrero, cuando se trataba de los fines de su 
santa y heróica mision. 

El P. Luis de Valdivia (1) era maestro de novicios en 
el colejio de Lima cuando Felipe Ml envió de España 
ocho jesuitas para fundar el de Chile. Reflexionando el 
provincial de Lima, Sebastian Parricio, que los suyos 
serian mas aptos para ello, por conocer la lengua y las 
costumbres de los Indios, guardó consigo los que llega- 
ban de la Península, y envió en su lugar otros tantos de 
los suyos, con el vice provincial Baltasar Piñas, y el 
P. Luis de Valdivia por rector, en atencion á su sabi- 
duría y á sus grandes calidades. 

Estos fundadores del colejio de jesuitas de Chile se 
embarcaron en el Callao, el dia 2 de febrero 1593, con 
viento próspero y mar bonanza; pero muy luego sobre- 
vino una borrasca, y tuvieron que arribar á Coquimbo , 
en donde el P. Valdivia aprovechó el tiempo y la cir- 
- cunstancia, operando una multitud de conversiones, y 
- (4) Pariente muy cercano del AE este nombre. pe 

E 6 


M. HISTORIA. 


102 - HISTORIA DE CHILE. 


bendiciendo al cielo por haberles enviado la feliz tem- 
pestad que las habia occasionado. 

El 12 de abril siguiente, llegaron á á Santiago, y sin to- 
mar el menor descanso el activo rector se puso á recojer 
donativos y limosnas para la ereccion del colejio máximo, 
y de un grandioso templo, declarando fundadores á 
cuantos contribuyeron á esta obra. Entre estos, se halla- 
ron el capitan Andres de Torquemada y don Agustin 
Briseño , el cual tomó el habito, y perdió la calidad de 
fundador en este hecho, segun decia el agudo Valdivia, 
no habiendo podido llenar enteramente las condiciones 
del auto de fundacion. Pero esto era un puro finjimiento 
piadoso para dejar lugar á otro fundador, que podia 
presentarse, para concluir sus edificios. 

Esta interesante ocupacion no le impedia de predicar 
no solo á los Indios sino tambien á los Españoles , que 
tal vez podian sacar algun provecho de sus sermones. 

En 1597, estando ya sus construcciones muy adelan- 
tadas, marchó de mision á la Concepcion, á la Imperial 
yá Valdivia, tomando en todas partes su alojamiento 
en los hospitales, y predicando con frutos de bendicion. 
En Osorno, estando el hospital lejos de la ciudad, 
acceptó el hospedaje que le ofreció un noble cuidadano 
en su casa. Este caballero, prendado de la virtud y del 
ardor del P. Valdivia, y oyéndole expresar con cuanta 
ansia deseaba propagar la fe, fundando colejios ó casas 
- de conversion, le hizo donacion de la suya para que 
hiciese de ella lo que le pareciese, e 

Aceptó el P. Luis, y ya iba á mandar poner manos á 
la obra para convertirla en colejio, cuando repentina= 
mente tuvo que restituirse al colejio máximo. | 

Hasta la ruina y despoblacion de las colonias, este 


| 
| 
É 
| 


ve 
de A 


ld 


CAPÍTULO XLVIII, 103 


misionero ejerció su ministerio en cuanto se lo permi- 
tieron los acontecimientos de la guerra y las situaciones 
de los ejércitos, operando conversiones, y dánse á co- 
nocer á los Indios por un ánjel de caridad y por un 
apóstol de verdad. Pero despues de la pérdida de las 
colonias, pareciéndole ajiproyincial que ya nada le que- 
daba que hacer al P. Luis en Chile, y que seria mas útil 
en Lima, le mandó volver al Perú á rejentear su anti- 
gua cálcdra de teolojía. Tal era su mérito, que en todas 
partes hacia falta , y en donde no se hallaba se le echaba 
de ménos. 

Hemos visto posteriormente su celo y su saber en la 
ardua empresa de la pacificacion del reino de Chile. Ha 
habido pocos hombres en el mundo capaci e su arrojo 
frio y reflexionado. Atoda costa, aunque le fuese en ello 
la vida, el P. Luis de Valdivia queria, y lo probó, 
conseguir el fin mas alto que se podia soñar en el estado 
en que estaba: la guerra de Chile, visto, sobre todo, 
el resentimiento de los Araucanos, su jenio guerrero, 
su aptitud militar, su táctica irresistible y su sagacidad 
estratéjica, Es increible que las pruebas que ha hecho 
entonces este jesuita no hayan subyugado todos los co- 
razones y todos los entendimientos. 

Pero razon , entendimiento, todas > iras no- 
bles del alma se ocultan y huyen del contacto de pa- 
La mas lejana posteridad admi-. 
, su noble y dea intelijencia , y 


la ingguaniccidal de su anchuroso corazon, puestos en 


ES 


evidencia por los sucesos posteriores y por la intermi- 
nable resistencia de los bizarros Áraucanos. 

Así pensaba probablemente tambien el rey de España, 
puesto que le recibió con las mas lisonjeras pruebas de 


as 


0h HISTORIA DE CHILE. 


bondad, y le colmó de consideracion queriendo nom- 
brarle al supremo consejo de Indias. Pero Valdivia no 
tenia ambicion. Para él le bastaba su alma y lo estricta- 
mente necesario al sustento de su cuerpo ; y lo mismo que 
al salir para Chile con poderes del rey para la pacifi- 
cacion, habia dado gracias 4 S. M. por el obispado de 
Santiago, que el monarca le propuso ; así ahora se las 
dió por el cargo de consejero de Indias , sin aceptar ni 
ántes ni despues. , | 

Preguntándole pues el rey lo que queria : 

« Nada mas, señor, respondió él, que algun dinero 
para libros, y licencia para irá terminar mis dias en mi 
colejio de Valladolid. » 

Así fué, y allí murió por el año 1642. 


ES 


cs . 


| 


A B " 


- CAPITULO XLIX. 


Gobierno interino del oidor don Cristoval de la Cerda. 
ó : 
(1621.) 


Una de las grandes fatalidades de las cosas de Chile 
era la corta duracion de los gobiernos. Á penas tenia 
tiempo un gobernador para enterarse del estado de los 
asuntos del reino, cuando ya otro venia á ocupar su 
lugar, y no tenia para que pensar en formar planes 
cuya ejecucion no estaba Cóada para él. No hay mas 
que yer lo corto de algunos capítulos de los que prece- 
den, conteniendo cada uno los acontecimientos de un 
gobierno, no siendo jusi el confundirlos, ni conve- 


niente el poner en parangon á los gobernadores, los 


cuales tenian y tuvieron todos su respectivo mérito. 
Don Cristoval de la Cerda fué reconocido gobernador 
del reino el 13 de diciembre, despues de la muerte de 
Ulloa, como solo oidor que quedaba en la real audiencia 
por muerte de todos los demas, y por la ausencia de su 
colega Machado que se hallaba en Lima con negocios 
urjentes. Hubo en esta ocasion una de estas particula- 
ridades notables que solo se ven en la interesantísima 
historia de Chile, historia que, como lo dice Ovalle, no 
tieñe su semejante entre las demas historias; y fué que, 
por si no era lejítimo su nombramiento, la Cerda se con- 


firmó á sí mismo en el mando. Mientras queel cabildo solo 


habia dudado de la lejitimidad de estos nombramientos, 
no habia nada que extrañar, porque los capitulares 


5 


106 HISTORIA DE CHILE, 


eran verdaderos padres de la patria, y su celo en man- 
tener en toda su integridad su poder y autoridad, como 
tales, era muy laudable, y no puede ménos de honras 
altamente á los ojos de la posteridad. Pero aquí, no es el 
cabildo sino toda la real audiencia, representada por 
uno solo de sus majistrados , la que duda; y, por otro 
lado, se reconoce á sí misma bastante poder político 
y ejecutivo para quitarse á sí misma dudas, confirmán- 
dose en la verdad de la cosa dudosa. Esta don 
de insuficencia implícitamente reconocida, y de poder 
ejecutivo, podia surjir de que, si era indudable que el 
capitan jeneral fuese presidente de la audiencia, no lo 
era tanto que el presidente de la audiencia fuese capitan 
jeneral; y que, tal vez, la real cédula en favor de Garcia 
Ramon no estaba Pi explícita en este particular. 
De todos modos, este gobernador dió principio 4 su 
mando ocasionando al cabildo una pesadumbre, 6, á lo 


ménos, un gran disgusto, con suprimir el servicio per- 


sonal de los Indios, llevando á debido efecto, por medio 
de público bando, po tasa, hecha por el virey, de lo que 
habian de pagar por año (1). Una y otra providencia Se 
empezaron á ejecutar el dia h de MAZO, en un vecino de 
Santiago llamado don Fernando de Irrazabal, y al pa- 
recer, no con jeneral disgusto, puesto que “a obispo 
Villareal exhortaba á que este cobro se hiciese con mucha 
compasion, añadiendo que mas valdria no hacerlo en 


(1) Este acto del virey, acto que encerraba 73 articulos , fué confirmado muy 
luego por una real cédula de 17 de julio 1629 2. Segun la tasa susodicha , todos 


los Indios, desde los últimos limites del Perú hasta el canal de Chiloe, debian" 


pagar solamente 8 pesos y / reales al año: 6 para el comendador respectivo, 
1 1/2 al cura párroco ae al Ao y otro medio al protector. Los 
ue pagar mas que 7 1/2; y los de la 
provincia de Cuyo, 8, Leon. A al reales.) 


CAPÍTULO XLIX. 107 


manera alguna. Quiroga dice tambien que seria el único 
medio de tenerlos contentos, puesto que aunque no les 
costase mas que ocho reales al año la contribucion de 
pecho, les pareceria violenta. 

Como se ve, era un conflicto en el cual seria teme- 
rario el querer decidir á tres siglos y tres mil leguas de 
distancia. 

Al recibir su nombramiento, la Cerda tuvo dos cartas; 
una , del cabildo de la Concepcion, y la otra, del maestre 
de campo Pineda , el cual le daba parte de que Lientur 
y Catillanca: de Puren habian forzado la línea y cau- 
sado desastres en Yumbel. Con esta noticia, el nuevo 
gobernador interino cerró la puerta de la audiencia, y 
marchó á la guerra el dia 15 de enero, llevando todas lás 
tropas que habia en la capital y á muchos de sus valerosos 
vecinos; y con celeridad, puesto que el 19 llegó á Teno 
el 30 á Maule, y el 12 de febrero á Yumbel, segun las 
noticias que tuvo de su marcha el cabildo. 

Los Araucanos habian entrado y operado con tal 
rapidez, que no podian los Españoles figurarse que for- 
masen un cuerpo de ejército, sino mas bien una cua- 
drilla de salteadores, y con esta persuasion , salió desta- 
cado el capitan Juan Alonso con su compañía para que 
les diese alcance antes que pasasen el Biobio. Corre el 
capitan Alonso, llega 4 dar vista al rio cuando ya los 
Araucanos estaban á la otra orilla, y lo pasa él mismo 
con sus soldados. Pero en aquel mismo instante, los 
Araucañnos hicieron alto y volvieron sobre sus persegul- 
dores con tantoímpetu, que los Españoles, sorprendidos 
y sin formacion, fueron batidos y quedaron todos allá 


6 muertos ó prisioneros. 
Con estos sucesos, los jefes araucanos se daban por 


108 HISTORIA DE CHILE. 


invencibles, «yy, segun Molina, Lientur se reputaba el 
favorito predilecto de la fortuna. 
Lo cierto era que los moradores españoles estaban 
consternados viendo cuan incesantes eran estas noticias 
desastrosas. En efecto, miércoles santo, el correjidor 
entró en el cabildo con una carta, fecha el 22 de marzo, 
- anunciando la pérdida del fuerte de Nicolguenu, con 
muerte de catorce soldados españoles y doce auxiliares 
que servian la artillería; y añadiendo que habia aun que 
temer nuevas y mayores desgracias por falta de fuerzas 
para resistir á los Araucanos. Con esto, y con la 
bandera que flotaba desplegada en Santiago pidiendo 
reclutas, la ciudad y el cabildo mismo se hallaban en 
grande apuro, por la imposibilidad en que estaban de 
enviar refuerzos á la frontera. 

En cuanto al gobernador, es preciso confesar que 
hacia todo lo que era humanamente posible con los 
cortos recursos de que podia disponer, manteniendo una 
vigilancia continua sobre la línea, mientras que suplia la 
falta de soldados con fortificaciones, Al norte del rio 


de la Laja, y al sudeste de Yumbel, con una legua de 


distancia intermedia, mandó erijir el fuerte de San 


Cristoval. Pero si estas fortificaciones protejian á los 


defensores que estaban dentro del recinto, no impedian 
á los Indios de burlarse de ellos por otros lados, como 
lo hacia Lientur muy á su salvo. 
Esta reflexion nos recuerda que el P. Luis de Valdivia 
acababa. € ¿retirarse de Chile en vista de la órden del 
ar la ofensiva, 6 mantener la 
segun pAÑioss conveniente. ¿Porqué se mantiene la 
Cerda en la defensiva, puesto que tanto anhelaban por 
castigar 4 los Indios? La facultad amplia que el rey 


CAPÍTULO XLIX. 1109 


habia dado á Lope de Ulloa, este debia haberla transmi- 
tido á su sucesor, sin jénero de duda. ¿Porqué la Cerda 
no se sirve de ella? Una de dos; ó por falta de fuerzas , 
Ó porque opinaba por la defensiva ; y esta ha sido siempre 
la opinion del tribunal de Santiago, en jeneral, y de 
algunos de sus miembros us" ls en particular. 
Volvamos á, los hechos. y 

El gobernador, despues de haber asegurado la defensa 
de la frontera , salió de Yumbel para la plaza de Buena 
Esperanza, porque un desastroso incendio la redujo á 
cenizas. ¿Cual de estas dos plazas fué reducida á ceni- 

s? Porque es imposible colejirlo claramente de la 
MD atucion lastimosa de los apuntes de aquel tiempo. Sin 
duda la de Yumbel, puesto que la hizo reedificar sin 
demora porque su distrito estaba expuesto á continuas 
correrías de los guerreros de Puren. Bien que Carvallo 
solo hable de este acontecimiento, no puede dudarse de 
que haya sucedido, por la razon que ya en otra ocasion 
hemos dado, á saber, que es mucho mas fácil ignorar 
un hecho que inventarlo, sobretodo cuando no ofrece 
motivo de interes. 

En resúmen , Perez García asienta que este . pco 
dor, presidente de la audiencia, se mantuvo sobre la 
defensiva, permaneciendo personalmente ya en la Con- 
cepcion ya en los fuertes, hasta el 7 de abril que bajó 

iago, de donde no volvió á salir. En 
noviembre, llegó á la se oncepcion un gobernador nom- 
brado por el príncipe de Esquilache, y por consiguiente, 
la Cerda pasó siete meses en Santiago muy tranquilo, 
bien que en todo este tiempo los Araucanos no cesasen 
de amenazar la frontera; porque estaba seguro que Se 
hallaba bien defendida. De donde se sigue evidente- 


410 HISTORIA DE CHILE. 


mente que no era tan imposible el conseguir este fih; fi 
se necesitaban tantas fuerzas para ello. La historia es 
una abeja laboriosa que, voltejeando en medio de los 
hombres y de sus acciones, solo se fija en los que le dan 
jugos para su obra, la cual es un conjunto de conse= 
cuencias morales, de reglas y de principios de conducta. 
El hecho de una permanencia pacífica de siete meses en 
Santiago, sabiendo que el Biobio estaba bien guardado, 
es un argumento Iltroso del cual el gobierno del 
ilustre Xara-Quemada habia sido ya un ejemplo mas 
largo de que el sistema del P. Luis de Valdivia, sin el 
evento aciago de las mujeres de Ancanamun, hubierá* 
producido bienes infinitos. La historia lo aclarará. 

Pero es cosa muy de notar que estos dos ejemplos han 
sido dados por dos presidentes de la celebérrima at- 
diencia de Santiago , hombres eminentísimos en sabidu- 
ría y prendas personales. Y que no se nos diga que el 
elojio que hace Ovalle de la Cerda pueda ser debido á 
los sentimientos religiosos de este gobernador : porque 
es preciso hacer justicia al autor que citamos, el cual 
no deja ningun gobernador sin “alabanzas, segun Su 
mérito ; y aun cuando la piedad de la Cerda fuese 4 sus 
ojos un motivo mas para ensalzarle , no iria tan descá- 
minado, pues no nos parece que priñicipios relijiosos 
puedan ser malos consejeros en ningun caso. 

« Aunque natural de Méjico, dice Ovalle, —en sus- 
tancia ,—era este gobernador oriundo de la casa de la 
Cerda, tan conocida por su lustre en España. Su injenio 
y Su memoria eran portentosos, y ya en las primeras 
escuelas en donde habia cursado, habia prometido ser, 
— Con sus prodijiosos adelantos ,—el eran ministro de la 
real audiencia, y consejero de la chancillería de Santiago 


CAPÍTULO XLIX. 441 


de Chile. A su sabiduría reunia un don de jentes uni- 
versal ; su nobleza brillaba en su afable cortesía llena de 
benignidad con cuantos tenian que hablarle y tratarle, 
por ínfima que fuese su condicion. Los soldados le idola-, 
traban, y todos se hubieran hecho matar por él, en 
el instante que les hubiese dado la señal de batirse. 

No diré nada de su piedad ,—continua Ovalle , —por no 
ofender su modestia. Solo diré que jamás se le ha visto 
á la derecha de un sacerdote, por mozo y poco elevado 
que fuese en dignidad ; 4 todos les daba su derecha. En 
una palabra, don Cristoval de la Cerda era un hombre 
muy eminente. » > 


* 


+ 


at sos OAPITULO L 


MES de don Pido Osores (1) de Ulloa.— Se mantiene en la defensiva. 


— Desórdenes de este gobierno.—Agresiones de los Araucanos. —Otros pi- 
ratas holandeses. — Muerte del gobernador. 


Boa se as 


> gobernador llegó á la Coniocion y fué recono- 
cido de capitan jeneral por el cabildo de esta ciudad el 
dia 5 de noviembre. Su edad avanzada no inspiró muy 
felices pronósticos , y tal vez el virey príncipe de Esqui- 
lache no le habia dado el mando de Chile, sino porque 
se hallaba de gobernador en Guancabelica. 

Don Pedro de Osores se mantuvo en la frontera todo 
el verano hasta el 1* de abril en que marchó para la ca- 
pital. El cabildo de Santiago le envió una diputacion á 
Maipú, y le recibió con la ostentacion acostumbrada el 
22 del mismo mes. El 27, quedó reconocido La pe 
dente de la real audiencia. 


á otros que no tenian el mas mínimo conocimiento de la 


guerra ni de las cosas de Chile ; y el cabildo mismo ma- 
nifestó esta opinion, diciendo que la corta duracion de 


Jos empleos , y muy particularmente la del mando supe- 


_ rior, eran grandes escollos para el buen acierto de los 
- gobernadores. Estaban tan penetrados de esta verdad los 


capitulares , que en 20 de noviembre de 1621 acordaron 


(1) Algunos escriben Sores, y debe de ser un yerro, Perez García escribe 
Osores, que nos parece mas español. Sin embargo, Ovalle dice Sorez. 


$ 


4 


» CAPÍTULO L. 113 
pedir al rey se sirviese prolongar la duracion de los go- 
biernos. , he 
: —Notemos, sin embargo , que era cosa muy dificil para 
el monarca conceder lo que le pedian, pues que los trá- 
mites regulares eran que á un gobernador muerto suce- 
diese un interino, mientras que el rey mismo nombraba 
uno en propiedad; porque el autorizar al virey del Perú 
para que hiciese estos nombramientos ofrecia ó podia.ofre- 
cer grandes inconvenientes. Realmente hasta entonces el 
mal de la corta duracion del mando habia sido inevitable, 
pues todos los gobernadores habian muerto , excepto la 
primera vez que lo dejó don Alonso de Rivera por haberse 
casado sin real licencia. z  » qe 
El nuevo gobérnador recibió tres reales cédulas : la 
primera anunciando la muerte de Felipe HI, y sus fune- 
rales , hechos el 31 de marzo 1621 ; la segunda, pr omul- 
¿dedo el advenimiento de Felipe IV, 4 la edad le diez y 


seis años (1); y en la tercera pedia el presidente del 


consejo real un donativo y un empréstito. Como en cir- 
cunstancias eríticas siempre las esperanzas renacen Con 
las novedades de esta naturaleza, el advenimiento de 
Felipe IV causó una cierta sensacion de contento , que 
produjo una especie de distraccion en medio del desaso- 
siego jeneral. Lo cierto es que siempre hay cosas nuevas 
en estas grandes mudanzas. 

Hasta entonces , el príncipe de Esquilache habia des- 


cuidado enteramente de dar cumplimiento á la real órden 


que imponia.á los vireyes del Perú el deber de recom- 
pensar en cada año doce beneméritos oficiales del ejér- 


(1) Este fué el primer monarca que concedió á los Genoveses el transporte 
de negros esclavos á la América para alivio de los Indios. Segun el abate 


de negros 
Raynal, entraron allí nueve millones de estos, desde entonces hasta sus dias. 
UIZ, 


h14 HISTORIA DE CHILE, 


cito de Chile, y, á solicitud del cabildo de Santiago, el 
nuevo monarca renovó dicha real orden corroborándola 
con particular encargo. Este hecho prueba que los capi- 
tulares no solo protejian á sus administrados naturales > 
sino tambien á los militares, | 

Los protectores de los pobres indios, siempre maltra- 
tados, recibieron el título de protectores fiscales para 
estimularlos á llenar con mas celo sus honoríficos empleos, 
Jero con cosas buenas hubo una que probó muy 
mal , y esta fué el nombramiento de maestre de campo 
que el gobernador Osores hizo en su cuñado don Fran- 
cisco de Alba y Norueña, contra reales órdenes que pro- 


hibian 4 los gobernadores y al mismo virey del Perú el 
dar empleos en sus familias. AS 
Volviendo á los Araucanos, Lientur, por sí mismo ó 
por sus capitanes , hacia correrías, y para ejecutarlas con 
probabilidad de éxito, se ponia en atalaya sobre los al- 
los desde donde descubria los movimientos de los Espa 
ñoles, y daba señal á los suyos para que ejecutasen lo 
que él habia mandado. En oposicion á esta tán ica , el 
gobernador usó de la misma, mandando construir 


| r sobre 

el cerro de Negrete un fortin con el nombre de Atalaya, 
E > a . 7 SURE: . . Ata 

desde el cual se descubrian igualmente los movimientos 


del enemigo, que no podia pasar el Biobio sin ser visto. 


Este cerro era tanto mas ventajoso cuanto tenia un rico 
manantial de agua. o » 
Pero de nada sirvió esto, y si hemos de dar crédito á 
los apuntes de Carvallo, no era nada de extrañar ; por- 
que, por un lado, los jefes y oficiales españoles se halla- 
ban muy descontentos con la guerra defensiva ; por otro, 
miraban con hastío la indolencia del gobernador, y con 
odio la de su cuñado y maestre de campo, el cual no 


> 


DI 


=el o estaba desnudo y aba Y 


CAPÍTULO Boo M5 


pensaba mas que en enriquecerse , aprovechándose de 
cuanto le venia á las manos. El ejército estaba mal ves- 
tido y mal pagado, y los soldados padecian hambre, 
mientras que él enviaba miles de pesos al Potosi, y se 
apropiaba las ovejas de los pagos de Buena Esperanza. 
Las consecuencias fatales de esta conducta fueron la des- 
moralizacion del ejército , la indisciplina y la insubordi- 
nacion ; y con esto, era inútil contar con el valor de las 
tropas. Los soldados tenian que robar para vivir, y se 
hicieron , por decirlo así , á cara descubierta salteadores. 
Todo el obispado de la acen les temia como si 
fuesen enemigos, porque los jefes y capitanes nada 
podian. 

Como para formar contraste , mientras el ejército es- 
pañol se desorganizaba, el aracuano se arreglaba, y 
habia alcanzado ya á un alto grado de órden y de disci- 
plina. Por eso, y por lo que hemos visto ya de las agre- 
siones de Lientur, parece muy extraño que no haya 
habido acciones de guerra. Molina se contenta con decir 
que no cesó la guerra contra los: Lienturanos. Perez 
García dice que así lo cree , y que nota con sentimiento, 
por los muchos certificados, cédulas y testimonios en 
punto á informes de hidalguía y méritos de nobles pa- 
tricios, cuan lijeraimente se han escrito las cosas de este 
lerno. Quiroga dice tambien que t todo iba mal; que 


se halla a en la mas erítica situacion. 

Cuando todos se yeian mas desanimados lució 0 
mente un rayo de esperanza con un despacho de Madrid 
del 21 de octubre , en que el rey anunciaba la vuelta de 
don Yñigo de Ayala 4 Chile con una escuadra en que 
llevaba trescientos buenos soldados y todos los pertrechos 


ado, y que el reino 


Ze 


A16 HISTORIA DE CHILE, 


necesarios. En efecto, Ayala habia salido con todos estos 
preciosos recursos de San Lucar de Barrameda, y habia 
navegado felizmente hasta el estrecho de Magallanes; 
pero á. penas habia entrado en él sobrevino una tan fu- 
riosa tempestad que se perdió la escuadra, y nunca se 
oyó hablar mas de Ayala. Solo se salvó la almiranta man- 
dada por Francisco Mandrugano, el cual habiendo per- 
dido de vista la capitana, que era Nuestra Señora del 
Juncal, se dejó ir viento atras á Buenos Aires, en 
donde desembarcó con su jente, la cual condujo por 
tierra á Chile, 

Lo mas portentoso, en medio de tantas adversidades, 
era que clamaban por poder hacer la guerra ofensiva. 
Hace algunos dias, hemos visto 4 don Cristoval de la 
Cerda temeroso de malos acontecimientos por falta de 
fuerzas, y ahora, vemos al cabildo de Santiago apro- 
vecharse de la circunstancia de un nuevo virey, el marques 
de Guadalcazar, que llegó á Lima á principios de 1623, 
para pedir con nuevas instancias al rey autorizase la 
guerra ofensiva; alegando que la defensiva desmora- 
lizaba al ejercito español, al paso que el Araucano se 
organizaba ; representado que los enemigos, ingreidos 
y soberbios, acometian á las estancias españolas , incen- 
diaban, mataban y robaban impunemente ; y que N 
se podia ya decir que mataban solo á los que podian 
matarlos , puesto que habian dado 4 jesuitas pacíficos « 
indefensos una muerte cruelisima ; por lo cual estaba 
visto que era urjentísimo el contenerlos con una guerra 
incesante á sangre y fuego, ántes que los extranjeros 
tuviesen la idea de ir á apoderarse del puerto de Val- 
divia. 

Que el cabildo de Santiago opinase par la guerra 


+ 


CAPÍTULO L. hA7 


ofensiva , no había que extrañarlo; pero que supusiese 
que los Araucanos habian dado muerte á los tres jesuitas 
de llicura sin motivo, y aun sin grandes motivos deirri- 
tacion y de resentimiento, nos parece ménos conforme á 
la verdad de los acontecimientos. Igualmente aparece 
contrario á un buen raciocinio la consecuencia que teme 
de invasion extranjera en el reino. Segun hemos visto 
en una circunstancia de piratería de Holandeses, la 
opinion, si hemos de dar crédito á Perez Garcia , era que 
los Chilenos aborrecian igualmente á todos los extran- 
jeros. Si esta opinion no estaba bien fundada, era á lo 
ménos muy cierto que si hubiesen querido ó pensado en. 
ello, habian tenido ocasiones de coligarse con ellos y 
no lo habian hecho. Por consiguiente, era mucho mas. 
probable que la idea de hacer conquistas en Chile les. 
viniese, al fin, 4 otras naciones en vista de la falta de 
habitantes chilenos y españoles, puesto que estos se des- 
truian reciprocamente con una guerra de exterminacion. 
¿Qué era la poblacion de Españoles desde los confines 
del Perú hasta el Biobio, es decir en una extension de 
doscientas cuarenta leguas que con su anchura formaba 
ocho mil y tantas cuadradas ? Qué era la de los Araucanos 
y demas Indios en las cien leguas (1) que les quedaban 
de el Biobio hasta el mar de Chiloe? ¿Y qué habia de 


uceder destruyéndose continuamente á sangre y fuego 


Araucanos y Españoles? Una de dos; ó trasladar toda 
España á Chile, ó hacer lugar á otras naciones. 

En efecto, si los Indios hubiesen querido, ahora 
mismo, en este instante , €s decir 4 principios de 1624, 
vuelven á la mar del Sur los Holandeses, con la sola di- 

mn 
(1) Muy cerca de ellas, 


1, Historia. 


27 


118 HISTORIA DE CHILE. 


ferencia de que esta vez vienen del mar del Norte, y los 
habrian acojido. Pero ántes, nótese que el año de 1623 
se acaba de pasar sin acciones de guerra, á lo ménos no 
las vemos en ninguna parte; y la defensiva bastaba para 
que las hubiese si los Araucanos pasaban el Biobio; y sin 


embargo el ejército español estaba desmoralizado , sin 


disciplina, desnudo y hambriento, por un lado; y, por 
otro, los guerreros araucanos perfectamente organizados, 
briosos y emprendedores. Realmente, es una verdadera 
niebla de contradicciones. Vengamos á los Holandeses. 

«En la ocasion presente, estos traian nada menos 
que una escuadra y una armada. De la escuadra, solo 
el cabildo de Santiago habla de ella. La armada fué 
avistada el 2 de febrero. Estaba mandada por un 
Jacobo Eremit Cherje, y se componia de once navíos 
de línea y dos pataches. Llevaba mil seiscientos treinta 
y siete hombres de desembarco (1) y doscientas no- 
venta y cuatro piezas de artillería. El primero que la 
descubrió , dice Perez García refiriéndose 4 Quiroga, 
fué un vaquero que la vió pasar por en frente de la costa 
de San Antonio. Sin embargo, nadie sabe, puesto que 
nadie lo dice, en qué pasó el tiempo hasta el 8 de mayo 
que fondeó en el Callao con designio de ir 4 saquear á 
Lima. Con esto, el pobre ganadero, que habia tenido 
muy buenos ojos, y que habia corrido 4 dar parte al 
gobernador de su descubierta , fué acusado de alarmista 
revolucionario, y ahorcado sin misericordia , crueldad 
mas que dudosa, increible , bien que lo aseguren Carvallo 
y Quiroga. 

(1) Perez García. — Carvallo dice: con 10,637 hombres de desembarco 


y añade que la escuadra holandesa (sin hablar de armada) habia salido de Ams- 
terdam el 29 de avril 1623, y habia entrado por el cabo de Hornos. 


CAPÍTULO” L. 119 


Sin embargo, la escuadra 6 armada, ó uno y otro 
junto, era muy cierta, y si en el tiempo dicho hasta el 
8 de mayo, nadie la habia visto, era porque se habia 
ido á la isla de Juan Fernandez á refrescar su gente. 
Segun Carvallo, cuando se fué al Callao, ancló en la isla 
de San Lorenzo con el proyecto de ir 4 apoderarse de 
Lima; pero era un proyecto insensato para sus pocas 
fuerzas, y así se estrelló. Perez García dice que Eremit 
murió de despecho. Lo cierto es que murió el 2 de junio, 
dejando el mando al vice almirante Ghen Puighen 
Scafímann. Este, mas prudente, se limitó á un bloqueo 
que duró cinco meses; se fué despues á Guayaquil, in- 
cendió la ciudad, pirateó y, enfin, se volvió á Europa 
por el cabo de Hornos. 

Por otro lado, Perez García habla de una escuadra 
de cuatro navíos; pero ignora quien la mandaba ni lo 
que hizo hasta junio que fondeó en el puerto del Papudo. 
El correjidor de Santiago, Florean Giron, corrió con las 
milicias á protejer el puerto de Valparaiso. Es de notar 
que, durante la ausencia de estas, la real audiencia nom- 
bró un capitan de guerra, Pedro Lisperger, PU que 
con los vecinos guardase la cuidad. 

Enfin, el gobernador, que ya lo era en pl 
murió, CarERón de años y de ajes, en la Concepcion, el 

re (1), dejando el interinato á su 


parece querer ignorar lo malo, dice que Osores era muy 
caritativo y limosnero; pero algunos, como Quiroga y 
aun Olivares, no lo quieren creer. 


(1) Carvallo dice el 11. 


CAPITULO LI. 


Interinato del maestre de campo don Francisco de Alba y Norueña. — Sucé- 
dele don Luis Fernandez de Córdova y Arce.— Esperanzas que inspira. — 
Llegan refuerzos á Valparaiso. — Orden y declaracion de guerra ofensiva. 


( 1625—1628. ) 


Reconocido por el cabildo de la Concepcion en 19 de 
setiembre, Norueña lo fué por procuracion, el 2 de no- 
viembre, en el de Santiago, y no pretendió que la real 
audiencia le reconociese por presidente. 

Realmente repugna el dar cumplimiento al rigoroso 
deber que impone la historia al que se encarga de escri- 
birla, cuando hay que transmitir á la posteridad parti- 
cularidades personales, que importaria muy pocoignorar, 
y que no son dignas de su atencion. 

Del gobierno interino de Norueña y de sus actos 
nadie habla si no es Carvallo, y lo hace con una vehemen- 
Cia E realmente anuncia certeza de datos, segun los 
cuales , este gobernador interino no habia aguardado á 
que el proprietario muriese para serlo, puesto que en 
vida y en virtud de sus ajes, habia obtenido este que el 
rey le concediese la gracia de nombrarse un sucesor, 
cosa difícil de creer. De todos modos , don Francisco de 
Alba solo se mostró hábil en atesorar y enriquecerse, y 
de ninguna manera en contener á los Indios que no ce- 
saban de insultar la frontera. Todo lo que hizo fué esta- 
blecer algunas baterías que defendiesen 4 la Concepcion, 
y comisionar al oidor Machado para que fuese á Valpa- 
raiS0, y otros puntos del distrito de la capital, con el 


CAPÍTULO LI. 1491 


mismo objeto. Por lo demas, al entregar el mando á su 
sucesor, al cabo de ocho meses de interinato, dejó el 
obispado de la Concepcion en tan lamentoso estado, que 
no pudiendo ya acudir á sus necesidades el de Santiago, 
hubo de enviar á comprar granos á todo coste al Perú, 

El nuevo gobernador, don Luis Fernandez de Cór- 
dova y Arce, fondeó en la Concepcion el dia 29 de mayo 
de 1625. Era este gobernador jeneral de la armada de 
Filipinas y del puerto del Callao, señor de la villa del 
Carpio y XXIV" de su nombre. El mismo dia en que des- 
embarcó fué reconocido por el cabildo de la Concepcion. 
Segun Molina, traia refuerzos para el ejército y órden 
para tomar la ofensiva contra los Araucanos. Pero esto, 
dice Perez García, no puede ser, puesto que dicha ór- 
den, fecha en Madrid, á 13 de abril 1625, no llegó á 
Chile sino en enero de 1626. De todos modos su venida 
fué reputada de buen agúero, y dió grandes esperanzas 
de salir del atolladero en que todo se hallaba en Chile, 
esperanzas que no podian menos de ser bien fundadas, 
atendiendo á la grande reputacion militar y otras bri- 
llantes circunstancias de este ilustre gobernador. Por eso, 
sin duda alguna, nadie pensó en criticar su nombra- 
miento , bien que fuese sobrino del virey del Perú, que 
le habia nombrado; y en efecto , empezó refrenando 
abusos en las administraciones, y desórdenes en el ejér- 
cito, sobretodo, el vicio que tenian los soldados de jugar 
sus prendas de vestuario. La caballería se vio remontada 
en pocos dias. 

En este tiempo, Lientur habia dejado el mando, no, 
como parece creerlo García, porque viese venir la 
guerra ofensiva, puesto que, segun este mismo recopila- 
dor, la ofensiva no habia venido sino por vejez y por re- 


192 HISTORIA DE CHILE. 


sentimiento natural de sus grandes fatigas, como se lo 
parece á Molina. Putapichion Joreu fué electo unáni- 
memente y con mucho aplauso su sucesor, por todos los 
Butalmapus; pero era la estacion de grandes lluvias poco 
propia á la guerra, y el gobernador español pudo per- 
manecer en la Concepcion hasta la primavera, que salió 
con su maestre de campo don Alonso de Córdova y 


Figueroa, — primo suyo,— y con el sarjento mayor - 


Rebolledo, para ir á inspeccionar las plazas y fuertes 
asegurándose de su buen estado de defensa. Era 
cuanto podia hacer por entonces, debiendo mantenerse 
en la defensiva, y empezó por la de San Felipe de Arauco, 
pasando el Biobio el 7 de setiembre , y dejando en ella 
á su maestre de campo. De allí regresó 4 la frontera, y 
puso en la de San Felipe de Austria al sarjento mayor 
Rebolledo. Repartió la tropa entre los diferentes fuertes, 
y tomadas estas medidas de precaución, marchó para 
Santiago. 

En Rancagua, encontró al alcalde Francisco Rodri- 
guez de Ovalle, el cual habia venido con un rejidor, 
en nombre del cabildo, á recibirle y acompañarle á la 
casa de campo preparada ya para estarecepcion , y en la 
«cual permaneció hasta el 21 de diciembre que continuó 

marcha á Santiago, en donde fué inmediatamente 
reconocido gobernador y capitan general por el cabildo, 
y, al dia siguiente , presidente de la audiencia. 

Llega, por fin, el 25 de enero 1626, la tan deseada 
órden para la guerra agresiva. Grande alegria y satis- 
faccion sobretodo, de parte del cabildo, alegría y sa- 
tisfaccion respetables , en atencion 4 que, si los capitu- 
lares padecian alguna ilusion en sus esperanzas , era 
claro que no seengañaban por capricho , si noes por con- 


CAPÍTULO Ll. 123 


vencimiento , bien ó mal fundado, que nacia de un modo 
de sentir natural y sincero. Prueba de esta verdad ha 
sido la serie de solicitudes incesantes hechas á la corte, 
en el espacio de trece años, para conseguirlo. Hela, 
pues, aquí esta real cédula, fecha en Madrid , á 13 de 
abril del año anterior, autorizando fuego y sangre, y la 
esclavitud de los Indios. ¡Albricias! García dice que la 
guerra defensiva habia hecho mucho mal á los cristia- 
nos y poco bien á la conversion de los Indios , y añade 
que Olivares piensa tambien que ha sido perjudicial á 
unos y otros. Respetando la opinion personal de este re- 
copilador de hechos, corremos á asegurarnos de lo con= 
cerniente á la de Olivares, y vemos en una mision que 
hizo el P. rector de Santiago en el districto de Arauco, 
con los P P. Oracio Vechi y Martin de Aranda : 

Que en medio de-cien caciques y una infinidad de In- 
dios pasó lo siguente. 

Expone el P. rector el objeto de su mision, asegu- 
rando que él y los demas misioneros no se arriesgan por 
conquistar oro y tierras, sino por conquistar almas para 
el cielo. Habla en seguida de la dicha que trae consigo 
la fe; de la suavidad de los preceptos evanjélicos; de 
las maravillas de los misterios de la relijion cristiana, 
y de la dulce tranquilidad de los espíritus justos. Leván- 
tase en pié el toquí de Peguenche , reduccion principal 
de Arauco, y en nombre de todos los demas, responde : 

« No te canses en predicar; déjanos seguir nuestros 
usos y creencias. No estamos ahora para mudar de re- 
ligion , puesto que estamos en guerra con los de Puren y 
de la Imperial que son enemigos de los Españoles , y 
nuestros, á la verdad. Seria una verglenza que, cuendo 
tenemos lanzas y macanas en las manos, las dejásemos 


1124 HISTORIA DE CHILE. 


para tomar un rosario, como si fuésemos mujeres ó vie- 
jos caducos. Déjanos nuestra pluralidad de mujeres con 
las cuales damos soldados á la patria para que la defien- 
dan, y honren nuestras canas, cuando seamos viejos, 
Déjanos, en fin, concluir la guerra y despues hablare- 
mos de eso. » 

Pero todos no fueron del parecer de este toquí. Otro 
de la parcialidad de Arauco se levantó con otros treinta, 
y fué á ofrecer obediencia y regalos al rector, dicién- 
dole que él y sus compañeros le oirian de muy buena 
gana, dándole infinitas gracias de las miras con que 
venia; que ya podia empezar á bautizar niños, puesto 
que las cosas que le decia del cielo le parecian cosa de 
maravilla. 

Oyendo esto Levipangui, que era el que habia ha- 
blado ántes, tomó á parte al P. Aranda, y le dijo en 
confidencia : 

« Bien me parece lo que nos decis; pero sabe que es- 
tamos recelosos de que vosotros los padres hagais como 
hacian los curas, quitándonos los hijos para pajes y las 
mujeres para ser criadas. Si no lo haceis, bien venidos. 
Ya podeis empezar á hacer cristianos. » 

En efecto , empezaron los PP. su mision con frutos 
de bendicion. Obligado el rector á volverse á su colejio 
de Santiago, se quedaron Aranda y Vechi, haciendo 
gran cosecha de almas en este punto de Arauco, que 
era el mas poblado. De allí, pasaron á la isla de Santa 
María, y, si hubiésemos de copiar las conversiones y 
casos prodijiosos de buena voluntad y fervor de los In- 
dios , casos contenidos en las cartas de los misioneros á 
su rector, serian necesarios volúmenes. Pero esta mate- 
ria es historia á parte. Volvamos á nuestro tratado. 


CAPÍTULO Ll. 195 


El 97 de febrero, sale el gobernador de Santiago, 
pasa por Yumbel, y llega á la Concepcion el 20 de abril. 
Desde aquí, intima paz ó esclavitud á los Araucanos, 
intimacion á la cual dan por respuesta aquellos valien- 
tes: ¡ guerra, guerra ! 

Era cosa sabida y nadie extrañó la respuesta. Pero lo 
que sucedió entonces muy digno de notarse fué que los 
Indios amigos, siempre constantes y fieles durante la 
defensiva, se declararon enemigos con el solo anuncio 
de la ofensiva. Este acontecimiento, bien reflexionado , 
era la verdadera solucion del problema; pero, lejos de 
estudiarlo, lo miraron los mas como una prueba del 
odioso carácter de los Indios; y con semejantes racioci- 
nios no hay que esperar en saludables resoluciones. 
Hasta el concienzudo Quiroga habla de este hecho con 
cierta lijereza desdeñosa. Segun este autor, hubo entre 
los Indios de paz algunos de distincion que proyectaron 
desertar llevándose á otros seducidos; — Y €5 de ad- 
vertir que servian con sueldo , como auxiliares. — Sú- 


polo el gobernador , y mandó prender á los principales 


motores, de los cuales cinco fueron condenados á 
muerte, y marcharon al patíbulo con la mayor entereza. 

El 15 de setiembre , el gobernador marchó á la plaza 
de Buena Esperanza; pero mientras no le llegasen re- 
fuerzos, no podia ir á buscar á Putapichion. Así sucedió 
que el 15 de diciembre , se volvió ¿la Concepcion. Esta 
ciudad fué declarada residencia del gobernador; — la 
plaza de Arauco, la del maestre de campo , — Y la de 
Yumbel, la del sarjento mayor. El gobernador dió em- 
pleos á los criollos , y Se granjeó el buen afecto de los ha- 


bitantes. Le 
El 97 de enero, entró en Valparaiso la Trinidad con 


126 HISTORIA DE CHILE. 


refuerzos y pertrechos que no podian ser de mucha 
importancia, pues cabian en un solo transporte. El ca- 
bildo de Santiago envió víveres y órden al comandante 
para que fuese á desembarcar á la Concepcion; pero, ó 
no la recibió ó se desentendió de ella, puesto que los 
soldados que habia traido se hallaban el 18 de febrero en 
Melipilla de marcha para Santiago. Lo mas extraño en- 
tonces, fué que nunca se supo si habian retrocedido para 
dar cumplimiento á la citada órden, ó si habian conti- 
nuado por tierra. Lo único cierto ha sido que el capitan 
jeneral, que los esperaba con impaciencia para entrar en 
campaña, se hallaba aun en la Concepcion, en los dias 
12 de marzo ,—30 de abril, —h de junio ,—13 de agosto, 
—3 de octubre ,—y 13 de diciembre. 

Mientras tanto, Putapichion se mantenia en la inac- 
cion, esperando , sin duda alguna, los efectos de la 
guerra ofensiva. 

A principios de enero, salió Córdova de la Concepción 
con su ejército, y el 15 del mismo mes estableció su 
cuartel general en Yumbel, cerca de San Felipe de 
Austria. Su llegada allí dió la señal de las hostilidades. 
El maestre de campo Córdova y Figueroa salió sijilosa- 
mente de Arauco con cuatrocientos Españoles y ciento y 
cincuenta auxiliares, llevando en ancas víveres para 
cinco dias, con direccion 4 Tucapel. Allí, dividió sus 
fuerzas en correrías, hizo ciento y quince prisioneros de 
diferentes edades y sexos, y antecojió cuatrocientos ca-' 
ballos con algunas cabezas de ganado. Algunos intré- 
pidos Tucapeles quisieron oponer una loca é inútil re- 
sistencia, y ocho quedaron muertos. Los habitantes 
en jeneral habian huido á los montes con lo que habian 
podido llevar, 


CAPÍTULO LI. 197 


A esto se redujo por esta vez la guerra ofensiva , pues 
no parece que el Gobernador haya pasado el Biobio, ni 
que haya habido novedad alguna durante el verano, en 
la plaza de Buena Esperanza. 

El 20 de marzo, ya estaba Córdova en marcha para ir 
á invernar en Santiago, en donde permaneció hasta el 
3 de octubre, en que las nuevas que recibió de Putapi- 
chion le obligaron á volver á la frontera. 

Hasta ahora , la ofensiva no ha podido ocasionar mu- 
chos desastres á los Araucanos; pero no podemos olvidar 
que durante los últimos cuatro años de defensiva, no 
obstante quejas y lamentos , no hemos visto acciones de 
guerra ni encuentros. 


CAPITULO LH. 


Prosigue ye el ofensiva. — Valentía de Putapichion.— Ataque de Chillan 
uerte de su correjidor. — Batalla de Ig Caogrej jerasa 


( 1629.) 


Era Putapichion un gallardo mozo de Tomeco y de la 
encomienda de Trujillo; el cual, de amigo de los Espa- 
ñoles , — Dios sabe porque ,—se habia vuelto enemigo. 
Este, pues, amenazado, quiso probar cuan poco caso ha- 
cia de amenazas , empezando él mismo la campaña con 
un golpe ruidoso contra la plaza del Nacimiento. Si- 
tuada á la orilla austral del Biobio, ademas de su si- 
tuacion inaccesible por un lado ,—tenia esta plaza una 
buena guarnicion y cuatro pedreros. Pero en nada de esto 
se paró el jóven guerrero. 

Llega este con tropas veteranas de caballería, les 
manda echar pié á tierra, y á pesar de una verdadera 
tempestad de tiros y cañonazos, en un arranque , se 
aloja en el foso y se pone á cubierto del fuego de la de- 
fensa. El viento soplaba en aque! instante favorable á 
- sus intentos, que eran nada menos que incendiar las. 
casas, que á la verdad tenian techos de paja, y con 
Móchias inflamadas , y no con disparatados tizones arro- 
jados con hondas, lo llevó 4 efecto. Todas las casas 
ardieron menos dos, que se hallaron al abrigo del viento, 
y un baluarte, en donde las valientes tropas españolas 
resolvieron enterrarse ántes que rendirse. 

Sin embargo, su situacion era de las mas críticas por 


CAPÍTULO LI. 129 


hallarse entre las llamas por detras, y los enemigos por 
delante. Bien lo veia Putapichion, y contando por ase- 
gurada la victoria, se arroja á la cabeza de los suyos al 
asalto ; pero tan sostenido fué el fuego de los defensores, 
y tan mortal para los Araucanos, que por mas que hizo el 
jefe, sus tropas se desordenaron y se retiraron dejando 
muchos muertos. 

Y con todo eso, estas tropas desordenadas, segun el 
mismo autor, llevaban hombres y mujeres cautivos ; Ca- 
ballos y ganado; particularidad que cita tambien Molina. 
Hay en todo esto una contradiccion manifiesta; pero por 
fortuna, la verdad, que es lo que se busca, se halla en el 
resultado final, contando por demasías detalles difíciles de 
conciliar; y esta verdad es que Putapichion , amenazado, 
es quien ataca sin amenazar; y que los amenazadores 
se defienden con toda su valentía, sí, pero con trabajo. 

Esto es lo que se saca en limpio de los datos mismos 
de Figueroa, en el cual notamos cierta exactitud militar 
que nos aconseja le demos particular crédito. Pues este 
mismo escritor dice, 4 consecuencia del ataque de la 
plaza del Nacimiento , que lejos de haberse desanimado, 
Putapichion volvió muy luego á pasar el Biobio con su 
trozo de veteranos determinados, y fué á infestar el 
hermoso valle de Quinel, hecho que otro escritor bien 
informado corrobora, añadiendo que lo ejecutó sin mirar 
en la proximidad de la plaza de San Felipe y burlándose, 
al contrario, de ella y de la celeridad con que el sarjento 
mayor intentó cortarle la retirada. 

- Si fuese cierto, como lo asegura Carvallo, que Puta- 
pichion mandaba en esta ocasion mil quinientos caballos, 
no habria hecho una grande hazaña. Lo que se conjetura 
_con cierta probabilidad es que los seiscientos Españole 


130 HISTORIA DE CHILE. 


que habia en Yumbel, sorprendidos por de pronto, se 
rehicieron y rechazaron al enemigo, como lo dice Perez 
García refiriéndose á Rojas. 

El sarjento mayor Rebolledo, cuya vijilancia no 
parecia muy propia á tranquilizar los animos, quiso 
tomar una especie de desquite de este último atentado 
de los Araucanos, pasando el Biobio y ejecutando con 
algun éxito una correría en la que conquistó algunos 
caballos y ganados; pero no eran estas correrías lo que 
se entendia por guerra ofensiva, dirijida con teson y 
vigor á su último fin que era la paz; lejos de eso, estos 
actos parciales de encono ocasionaban represalias 
seguras. Lo que se necesitaba era operar en masa, y no 
se comprende como ni porqué el gobernador, que en h de 
diciembre se aprestaba para la campaña de verano 
de 1629 , se mantuvo todo este tiempo en la Concepcion, 
en donde se hallaba el 11 de enero, el 7 y 20 de febrero, 
y 8 de marzo. Sin duda, como lo dice Carvallo, se 
ocupaba en actos de gobierno, proveyendo á empleos 
vacantes, reformando oficiales, poniendo órden y me- 
todo de distribuciones y abastecimientos, pidiendo y 
obteniendo que un ministro de la audiencia pasase cada 
año á la Concepcion para tomar cuentas y residencia, 
restableciendo la fábrica de paños de Quillata y tomando 
otras muchas medidas útiles. Ademas de esto, tenia 
desavenencias con la audiencia, que provenian de cier- 
tas exijencias de sus ministros : estos querian > y se les 
honrase con el saludo de banderas cuando 
delante de ellas , y el gobernador lo prohibió, con entera 
aprobacion del rey. El fiscal de la audiencia recurrió 
en una ocasion al monarca con queja de que en un 
caso dado no se habia podido proceder contra el secre- 


CAPÍTULO LH. 431 


tario del gobernador,—Pedro Valiente de la Barra ,— 
porque nadie se atrevia á declarar contra él, y el rey 
habia mandado que el gobernador mismo le castigase si 
era culpable. El gobernador dió un correjimiento en 
Santiago á don Diego Gonzalez Montero , y la audiencia 
formó oposicion á ello. Estos debates entre las primeras 
autoridades eran fatales, Y» por desgracia, tomaron 
tanto 1 to, que el dor pensó que provenian 
de que los SS. des la audiencia, hallándose lejos de su 
presidente, que lo era él, olvidaban que lo era, y 
representó al rey sobre este particular, pidiendo que la 
real audiencia se trasladase á la Concepcion con el fin 
de poder presidirla mas á menudo. Parece ser que el 
monarca halló bastante bien fundada la suposicion del 
gobernador de Chile, puesto que S. M. mandó al virey 
del Perú informase sobre lo ocurrido , y SUS causas, 

Sea lo que fuere acerca de la ausencia del capitan ge- 
neral del teatro de la guerra, Perez García opina que 
esta ausencia, que él llama inaccion, dió márjen á Pu- 
tapichion para que osase emprender las jornadas de 
Chillan y de las Cangrejeras, en las cuales batió á los 
Españoles. Olivares, Figueroa y Molina cuentan estas dos 
acciones de guerra diez años ántes que hayan sucedido, 
en 1619, bajo el gobierno de Lope de Ulloa y Lemus; 
pero Perez García prueba que estos autores se engañan , 
alegando un dato irrecusable, á saber, que Bascuñan, 
hecho prisionero en una de ellas, habia sentado plaza 
en 1625, de edad de diez y seis años, y que, por consi- 
guiente, tenia diez en 1619, y no podia. ser capitan ni 
prisionero 4 esta edad. En efecto, Bascuñan mismo 
confirma este hecho, y se halla de acuerdo con el 
cabildo de Santiago y con el rey, los cuales concuerdan 


132 . HISTORIA DE CHILE. 


con Rojas , Quiroga y Tesillo (1). Oigamos á Bascuñan. 

El dia 10 de abril 1629, se echó el enemigo sobre la 
comarca de Chillan, no con proyectos serios, sino para 
saquear y hacer mal con un golpe de mano, El correjidor 
de esta frontera le salió al encuentro; pero desgraciada- 
mente, desmintió en esta circunstancia el valor y la 
experiencia que realmente tenia, no queriendo seguir 
pareceres diferentes del suyo. Porque á una legua de la 
ciudad le advirtieron que iba á hacer un largo rodeo 
que daria lugar al enemigo á tomar una posicion ven- 
tajosa en la cordillera; mientras podia, por un atajo 
fácil, venir 4 las manos con él, con probabilidad de buen 
éxito. Enfin, no lo hizo, ibid su dictamen solo, y 
cuando dió vista 4 los Araucanos, ya estos habian ga- 
nado un paso montuoso, y se habian situado sobre un 
barranco casi intransitable. Y es de advertir que cuando 
llegó el correjidor, habia dejado atrás buen número de 
los suyos, que por cansancio de los caballos no habian 
podido seguirle ; segunda fatalidad, porque los Españoles 
eran ciento, tropa valiente y escogida; y los Araucanos 
. no pasaban de ochenta, con lo cual, si hubiese evitado 
el rodeo y los hubiese alcanzado teniendo sus tropas 
frescas, los habria derrotado sin dificultad. Llega pues el 
valiente correjidor al barranco, quiere atravesarlo con 
intrepidez, y al primer paso que da lo derriban del ca- 
ballo; dos hijos suyos corren á socorrerle, y tienen la 
misma suerte, lo mismo que cuatro buenos soldados, que 
no quisieron abandonarlos. Los demas, viéndose sin 
jefe, y conociendo que no habia allí valentia posible sino 
solo temeridad inutil, se retiraron. 

Estaba yo entonces, continua Bascuñan, en el tercio 

(1) Bascuñan ; — Rojas; —Real cédula de mayo 1629; — Cabildo, Tesillo- 


A A A A A ma 


CAPÍTULO LU. 138 


de San Felipe de Austria , en una compañía de infantería 
española. Supimos este mal suceso aquella misma noche, 
y el sarjento mayor Rebolledo determinó ir á cortar al 
enemigo la sola. retirada que tenia. Se ejecutó el moyi- 
miento bastante á tiempo; pero se ejecutó mal : la embos- 
ada fué mal entendida , y por de pronto se nos escapa- 
ron tres corredores de los enemigos, que hubiéramos 
podido cojer y que nos dejaron solo sus caballos, arro- 
jándose al rio Puchangue, sola escapada que tenian, 
puesto que por un lado del paso se hallaba la montaña 
escarpada de la cordillera nevada.; y, por otro, barrancos 
imposibles de atravesar. Si nos hubiésemos dividido por 
trozos en el contorno del valle, disposicion que no ofrecia 
riesgo alguno, pues á la menor señal nos hubiéramos 
concentrado sin dificultad, no se nos hubieran escapado. 
El resultado fué que, advertidos, los demas se nos esca- 


a 


paron igualmente tan ufanos que, á pocos dias, ejecu= 


taron nuevos proyectos contra nuestro. tercio de San 
Felipe de Austria. 

» El 15 de mayosiguiente, masdeochocientosenemigos, 
despues de haber saqueado y destruido muchas estancias, 
vinieron á atacar nuestro tercio. Las lágrimas me vienen 
4 los ojos al recordar esta desgracia y la pérdida de tantos 
compañeros, considerando, sobretodo, que.sucedió por 
falta de gobierno y de buen consejo. En aquel tiempo, lo 
sé por experiencia, los consejos de los ancianos, hombres 
de ciencia y experiencia, eran poco oidos y menos apre- 
ciados : «es pensar muy á loviejo, » decian los que eran 
aconsejados sin lisonja. Así le sucedió a mi padre el 
maestre de campo jeneral Alvaro Nuñez de Pineda con 
el gobernador don Luis Fernandez de Córdova, el cual, 
con la noticia de la muerte del correjidor de qe y 


1, HisTORIA. e 


134 HISTORIA DE CHILE, 


5 


de sus dos hijos, habia venido con prisa de la Concep- 
cion, y se habia alojado en casa de mi padre, que se 
hallaba retirado en el país, al cabo de servicios largos , de 
algunas dichas, y de muchos trabajos, con una pierna y 
un ojo de menos, y, sobretodo, muy pobre. «Sé por 
experiencia, dijo mi padre al capitan jeneral, previendo 
el ataque de los Araucanos del 15 de mayo ; sé por expe- 
riencia que los enernigos volverán á la carga con fuerzas 
respetables contra el tercio de San Felipe de Austria; por- 
que saben, tan bien como nosotros, las pocas fuerzas 
que tenemos; y seria bueno mantenerse apercibido. » 
« Piensa V. muy á lo viejo, señor de Pineda, » respon- 
dió el gobernador. Es verdad que este refran de adula- 
dores palaciegos se le escapó por distraccion, pues repa- 
rando en la persona del anciano maestre de campo, y 
en las trazas visibles de sus buenos servicios, añadió 
luego : « No descuidaré el aviso. Ya las medidas están 
tomadas para el resguardo de la frontera. » Esto dijo; 
pero no por eso dejó de volverse á la Concepcion muy 
ajeno de pensar en lo que iba á suceder. 

»En efecto, los ochocientos Araucanos, despues de 
haber hecho grandes estragos, matando, talando y 
saqueando, nos aguardaron en el desfiladero de un 
estero, llamado de las Cangrejeras. El sarjento mayor, 
al ver el atentado de los enemigos, destacó caballería 
á reconocer por donde se retiraban. La gente que 
salió del tercio serian unos setenta hombres. Diri- 
jitronse pues al citado desfiladero, en él cual nos 
aguardaban los Araucanos, sabiendo perfectamente que 
toda nuestra fuerza se reducia á doscientos hombres 
mal avenidos y peor disciplinados. Al embocar, un acci- 
dente fprano fué como un presajio de lo que nos iba 4 


led 


«CAPÍTULO ¿LH >. h353 


suceder; un arcabuz se disparó casualmente y mató á un: 
soldado que estaba delante. No sé porque no me maló 4: 
mí, pues me hallaba á su lado codo con codo. 

: Los Indios se habian formado en columnaz separadas: 
por alguna distancia. Nuestra caballería cargó la pri- 
mera, que era de unos doscientos hombres; pero per-: 
dimos diez muertos y cinco prisioneros, y los demas 
tuvieron que retirarse á una loma rasa para aguardar por 
la infantería que iba bajo mi mando. Ms llegó el parte de 
losucedido , puse la infantería que pude á caballo y llegué 
con cuanta celeridad me fué posible. En las tres compa- 
ñías de infantería no habia ochenta soldados, los cuales ,' 
con los de caballería, componian un total de poco mas 
de ciento y sesenta; al paso que los enemigos eran ya en- 
tonces mas de mil, habiéndose concentrado. Mesitné en la 
loma, 4 donde se habia retirado nuestra caballería, y vi 
desde luego que algunos trozos de los enemigos echaban 
pie á tierra para venir á atacarnos. Bajé de mi caballo, 
me puse á la cabeza de la vanguardia, como capitan mas 
antiguo, é interpolando las picas con los arcabuces, 
marché en este órden contra el enemigo, segun”el 
buen consejo del maestre de campo Pineda, que me 
habia dicho. muchas veces cuan: bien le habia resultado 
siempre el atacar á los Indios resolutamente, sin darles 
tiempo. á, contar Ó calcular nuestras fuerzas. Y á fe que 
habríamos salido mejor librados, si en esta ocasion me 
hubiesen creido, y hubiésemos cargadoá la vez infan- 
tería y caballería, con lo cual nos hubiéramos hecho 
dueños de la posicion. ( 

» Iba pues yo á ejecutar esta carga , cuando, de re- 


pente , llega un capitan de caballería lijera con órden de 


ee 


que me detenga, y forme en redondo mi infante ía 


136 HISTORIA DE CHILE. 


respondí que era una lástima perder tiempo, y que 
nuestra salvacion consistia en la rapidez de «nuestros 
movimientos; pero á esto me respondió, que la temeri- 
dad producia rara vez buenos efectos, y que sobretodo 
no hacia mas que cumplir con las órdenes que le habian 
dado. Obedecí, y mientras yo ejecutaba la evolucion 
mandada, sucedió lo que yo con razon temia, á. saber, 
que el enemigo no aguardó á que mi infantería con- 
cluyese el movimiento, y la atacó en media luna, con lain- 
fantería en el centro, y la caballería en las alas. Por mayor 
desgracia, el tiempo nos era contrario : la lluvia apagaba 
nuestro fuego , y muy luego fuimos envueltos por nuestros 
numerosos enemigos, habiendo sido abandonados por 
nuestra caballería. ¿Qué podíamos ochenta contra mil? 
Así es que nuestros capitanes y soldados, por mas que 
se defendian valerosamente, caian muertos á lanzadas ó 
eran exterminados por las terribles macanas de los 
Araucanos. En cuanto á mí, herido en la muñeca de 
una lanzada, quedé en la imposibilidad de conti- 
nuar defendiendo mi vida. De un golpe de macana me 
derribaron, me atravesaron el peto con una lanzada, 


pero esta arma: defensiva que yo llevaba era buena y no 


me mataron. Enfin, perdí el sentido, y cuando volví en 
mi, me vi cautivo. » e 

De esta accion Putapichion llevó treinta cautivos, los 
cuales fueron repartidos entre sus provincias, y desti- 
nados á ser sacrificados sucesivamente en fiestas na- 
cionales. Ademas, perecieron en ella noventa y cinco 
Españoles, y, á su consecuencia, se perdieron tambien 
doscientos Indios amigos, como lo decia amargamente 
el rey al año siguiente (1). 

(1) Real cédula de 20 de setiembre 1630. 


r 


CAPÍTULO LI. 137 


Sin embargo, Putapichion hubiera podido hacer mas, 
en esta ocasion, y, segun Molina, si hubiera querido se 
hubiera apoderado de la plaza. Pero Putapichion no 
pensó mas que en gozarse en su triunfo. En las juntas 
de los suyos se alababa de haber dado muerte en Chillan y 
las Cangrejeras á ciento y cincuenta Españoles, des- 
truyendo- treinta estancias, y conquistando dos mil 
caballos; y para eternizar estos hechos, proyectaba sa- 
crificar el prisionero que le habia tocado ásu Pillan, en 
accion de gracias , y con su sangre, hacer que los toquis 
picasen escudos de la nacion. 

Córdova, que esperaba de un instante al otro un 
sucesor, y no queriendo entregarle tan desairado el 
baston , salió de la Concepcion y, el 1 de octubre, esta- 
bleció su cuartel jeneral junto al fuerte de San Luis. Re- 
suelto 4 invadir los tres Butalmapus, el marítimo , el de 
los llanos y el subandino , envió al maestre de campo al 
primero con mil y doscientos Españoles y auxiliares; el 
sarjento mayor al de la falda de la «cordillera, y guardó 
el de los llanos para sí mismo. Figueroa corrió por Tucapel 
hasta el Cauten y ruinas de la Imperial; mató treinta va- 
lerosos que se le opusieron; hizo doscientos prisioneros 
de ambos sexos, cojió:setecientas cabezas de ganado 
vacuno y mil caballos , bien que Molina diga, sin razon, 
que fueron siete mil caballos y cien bueyes. Pero la mayor 
parte de esto se perdió «al regreso en'una tormenta que 
duró veinte horas, y que dejó á los Españoles yertos, en 
términos que tuvieron mucho trabajo en volver salvos á 
Arauco. dá 

Rebolledo salió, no dicen con qué fuerza, de San 
Felipe de Austria, y recorrió desde la plaza del Naci- 
miento por Colue, Charcienco y Quechereguas, Segun 


1138 HISTORIA DE CHILE. 


Molina, no hizo nada, porque los Araucanos se retiraron 
á los montes. Segun Quiroga, volvió con buena presa 
de ganado y cabal!os, 

Ll gobernador salió de San Luis con mil doscientos 
Españoles y auxiliares , recorrió Angol y Puren; pasó el 
Cauten, y saqueó la fertil comarca de Maquegua. Satis- 
Techo con esto, y con mucho botin, se volvia sin pensar 
en que, en el camino, tendria que pelear y tal vez per- 
derlo. En efecto, Putapichion salió 4 su encuentro para 

-quitárselo; lo encontró en Quillin y le presentó la ba- 
talla con tres mil Araucanos. En el primer choque, 
desordenó á los Españoles, por manera que los oficiales 
tuvieron grande dificultad en rehacerlos; pero por último 
lo consiguieron y la accion se restableció. Sin embargo, 
fortuna fué para ellos el tener artillería muy bien servida, 

¿pues esta arma hizo estragos en las filas enemigas, lo 
cual visto por Putapichion, dió la señal de retirada, y 

.sseretiró, llevándose prisioneros, y parte del botin que ar- 
rancó á los Españoles, á Jos cuales no tuvo inconveniente 
en dejarles cantar victoria, 

El 3 de noviembre ya estas tropas se hallaban acuarte- 
ladas en su fuerte de San Luis, y el gobernador, airoso 
con esta victoría, regresó á la Concepcion, en donde 
entregó el mando á su sucesor el dia 23 de diciembre, 

jes de cuatro años y medio de mando. De Chile 
pasó á Sanariaa con el mismo empleo en propiedad. 


e 


CAPITULO LI. 


Gobierno de don Francisco Laso de la Vega.—Refuerzos que trae.—Su política. 
—Batalla indecisa del paso de don García, ó de Picolhué q). 


( 1630.) 


Estaba don Francisco Laso de la Vega en la corte 
cuando Felipe TV le nombró de gobernador de Chile. 
Pero es de advertir que ya los cortesanos hacian aprecio 
del valor de los Araucanos, y los reputaban no como á 
Indios bárbaros, sino como á fuertes enemigos de la 
corona de España. Por eso el rey puso las miras en Laso, 
cuyo renombre militar se fandaba en largos y brillantes 
servicios hechos en los Paises Bajos, considerándole 
ademas bajo otros respetos, pues estaba dotado d 
“prendas las mas recomendables. Bien que creyese que 
debia de haber mucha exajeracion en lo que se contaba 
a figurar 
que pudiese halla 
mejante conjunto de hér 
pasiones nobles , don Francisco Laso de la Vega pidió al 
rey hombres y todo lo que se necesitaba para sobrepo- 
nerse á una tan tenaz y valerosa resistencia, y el mo- 
narca se lo concedió todo , mandando al conde de Chin- 
chon, nombrado justamente virey del Perú, le diese 
todo cuanto necesitase , haciendo levas en su vireinato 


para su ejército. : 
Llegaron á Lima los dos personajes; pero el virey 


(1) Tesillo solo escribe Picoloé, 


Y 


440 HISTORIA DE CHILE. 


tardó un año entero, bajo de diferentes pretextos ó mo- 
tivos verdaderos de dificultad , en aprontar todo lo que 
le pedia el nuevo gobernador de Chile. Enfin, puso á 
su disposicion tropa, armas y dinero, estimulado con las 
desgraciadas nuevas que le vinieron de los desastres de 
Chillan y de las Cangrejeras; y el 12 de noviembre se 
verificó el embarco de don Francisco Laso, caballero del 
hábito de Santiago , con quinientos hombres, armas, 
pertrechos y dinero en tres bajeles, llevándose ade- 


mas algunos Indios principales que se hallaban cau- 


tivos en el Perú, con el fin de darles libertad y atraerse 
las voluntades de los demas. 

Navegaron prósperamente hasta reconocer la isla de 
Mocha; pero al bajar 4 la Concepcion , experimentaron 
un temporal tan recio y peligroso, que ya los pilotos 
pensaban en tomar puerto en la isla. de Santa María. Si 
hubiera sido á tiempo, este pensamiento habria sido acer- 
tado; pero ya era tan tarde que quedaron ensenados en 
la misma bahía , sin poder tomar puerto, ni hacerse á la 
mar. Ya las cabezas se hallaban perdidas; ya no se cian 
mas que suspiros y lágrimas , implorando cada cual á su 
modo el poder de Dios, cuando de repente saltó el 
viento; se continuó la navegacion sin mas ZOZObra, y, 
el 23: de diciembre, entró don Francisco Laso en la 
Concepcion. 

Este gobernador, militar ilustrado y de grandes cali- 
dades (1), fué reconocido el mismo dia por el cabildo 
de la Concepcion, como capitan jeneral , en propiedad, 
del reino de Chile. El 5 de enero, el cabildo de Santiago 
envió: dos diputados á cumplimentarle con la mas expre- 
siva satisfaccion de su llegada ; porque durante el año 


(1) Natural de las montañas de Santander. (Perez García.) 


| 


CAPÍTULO LIL. Ab 


que Laso habia pasado en Lima luchando con inconve- 
nientes, habia estado en correspondencia con el cabildo 
de la capital, que le informaba.de cuanto sucedia en la 
guerra y en el reino. Y, á este propósito, no puede 
menos de notarse con admiracion, y aun con cierto sen- 
timiento afectuoso de apego hácia aquellos cabildantes, * 
el solícito é incesante cuidado con que miraban y vijila- 
ban las cosas del país. Ciertamente , en todas partes, el 
cuerpo municipal es el protector natural de todos sus 
administrados ; pero habia en este un no sé que de íntimo 
y de paternal que le hace extraordinariamente intere- 
sante. Bien que, tal vez, la historia no tenga lugar de 
relatar ciertas cosas, que se dan por supuestas siendo 
reglas jenerales, no puede menos detomar una parte muy 
interesada en las mas mínimas concernientes á la guerra 
de Chile. En este instante en que don Francisco Laso de 
la Vega llega á la Concepcion, tiene que dar un disgusto 
al cabildo de Santiago, despues de haber estado en 
perfecta correlacion con él durante un año por escrito. 
El motivo de este disgusto interior de familia, digámoslo 
así puesto que asi era, fué que el cabildo le habia pedido 
le mandase ó le trajese doscientos arcabuces que nece- 
sitaba, y el gobernador le habia traido cuatrocientos, 
á saber : doscientos arcabuces y ciento y ochenta mos- 
quetes ; los primeros á 39 pesos y los segundos á 40, 
precio muy superior al que pensaba el cabildo, que en 
otras ocasiones habia pagado los arcabuces 12 pesos so- 
lamente; por manera que la suma total ascendia á 
11,500 pesos, y no teniéndola el cabildo, hubo de ex- 
ponérselo al capitan jeneral, suplicándole tomase las 
armas á su cargo para el ejército. Pero esto no le impi- 
dió de despachar al punto para la Concepcion 2,634 


1412 HISTORIA DE CHILE. 


cabezas de ganado, de 1,000 que el nuevo gober- 
nador le habia pedido, y 4 cuenta de este número ; ni de 
comprar el hermoso caballo de un particular llamado 
Juan de Cuevas; silla, dosel y otros ricos aprestos de 
funciones para recibirle. Pero volvamos á la guerra. 

El principio del año y el del gobierno de Laso de la 
Vega coincidieron exactamente. Los Araucanos estaban 
soberbios, y el amor á su patria y á la libertad , segun 
las pruebas que daban de este amor, no ha tenido otro 
igual en el mundo, desde que estas dos palabras han 
hecho palpitar los corazones de los hombres, Ya no pen- 
saban en tener que defenderse, y, amenazados hace 
algunos meses, como se ha visto, con guerra ofensiva 
- Si no aceptaban la paz , que desdeñaron , respondiendo : 
¡la guerra! ¡la guerra! ahora, ya piensan y proyectan 
nada menos que marchar sobre Santiago, y, de ante- 
mano , hacen una reparticion entre ellos de bienes y de 
cautivos. Laso pasa revista á sus tropas, manifiesta la 
satisfaccion que le causa su porte y su marcial resolu- 
cion , anima á los habitantes, y todos en rededor de él 
recobran esperanzas y vigor. 

Sin embargo, emplea en primer lugar la política , an- 
tes de servirse de las armas ; porque aun no puede creer 
ni la mitad de lo que le dicen del valor y táctica de los 
Araucanos. Envia á los Indios que habia traido del Perú 
y á otros prisioneros que habia en la Concepcion en li- 
bertad , para que lleven propuestas de paz á los Butal- 
mapus , y otras particulares á Putapichion, diciéndoles 
que, si aceptaban , el 1* de febrerose hallaria en la plaza 
del Nacimiento para celebrar los preliminares de ella. 
Al enviar estos prisioneros libres, el gobernador los 
colmó de agasajos y de regalos, 


CAPÍTULO LI. 143 


Pero, antes de pasar adelante en la materia, no debe- 
mos omitir la noble política de Laso con su predecesor, 
que habia sido, es preciso confesarlo, sino descuidado, 
desgraciado. Era un papel difícil el del capitan jeneral 
entrante , en este punto, porque si habia hechos ciertos, 
ya se sabe que el vulgo es ignorante y los abulta, sin 
entrar en cuenta con hazares y circunstancias imprevisi- 
bles. De todos modos, don Luis de Córdova dejó en 
Chile, que aun no lo ha olvidado, renombre de grande y 
de desinteresado ; y su sucesor, aconsejándose con él, le 
honró con tales miramientos y pruebas de una grande 
consideracion, que don Luis se quedó muy airoso. 

- Mientras llegaba la respuesta de los jefes araucanos, 
el gobernador, penetrado de la fuerza moral que dan las 
esperanzas que vienen de arriba, y de la debilidad de las 
fuerzas humanas, despachó correos ¿todas las ciudadesco 
cartas para los prelados 
hiciesen rogativas por la paz, y» 
pedia, por la victoria de las armas españolas. 
escribió 4 todos los gobernadores y justicias para que se 
mostrasen severos en punto á costumbres y moralidad 
pública, pues donde no hay moralidad no puede haber - 
virtudes patrióticas, sin las cuales todos los esfuerzos 
en guerra son nulos. 

Realmente don Francisco Laso de la Vega se mostraba 
digno en todo del alto puesto que ocupaba, y de la con- 
fianza que inspiraba al ejército y 4 los habitantes de 
Chile. Pero los Araucanos, lejos de aceptar la paz, se 
manifestaron prontos á entrar en campaña; y lo mas 
particular fué , Segun aviso que recibió el gobernador el 
18 de enero, que los Indios á quienes habian devuelto la 
libertad eran los mas revoltosos instigadores de la 


reglares y seculares, para que 
si la dura necesidad lo 
Igualmente 


444 HISTORIA DE CHILE. 


guerra. En vista de este aviso que vino por la frontera de 
San Felipe, envió Laso órden al maestre de campo Cór- 
dova , cuya residencia, como se sabe, era Arauco, para 
que, si veia venir el enemigo, le saliese al encuentro bien 
concentrado sin dividir sus fuerzas; pero que si el ene- 
migo se retiraba sin haber hecho mal y sin mengua de las 


armas españolas , no formase empeño en seguirle, pues - 


no convenia correr hazares, á menos que hubiese nece- 
sidad urgente de exponerse á ellos, 

Córdova, entre otros cuidados, uno que le moles- 
taba particularmente era el ver comprometido á Re- 
multa , Indio amigo, que estaba con treinta hombres en 
los altos de Quedico para asegurar el paso, y, el 21 de 
enero, destacó al capitan Juan de Morales, que mandaba 
Indios auxiliares, para que con los que tuviese y treinta 
Españoles fuese á retirar á Remulta. El 24, oye el maes- 
tre de campo tocar alarma, y envia algunos Indios 4 la 
descubierta hasta el Juego de la Chueca, que distaba 
una legua ; mientras él, con cuatrocientos Españoles, in- 
fantes y caballos, se pone en movimiento. Marcha , en 
efecto, Córdova delante con la caballería , seguido de la 
infantería al mando de don Antonio de Avendaño, que 
ejercia funciones de maestre de campo del tercio, y, á 
pocos pasos, recibe parte de que los Indios de su descu- 
bierta habian venido á las manos con los Araucanos, y 
pedian socorro. Acelera su marcha, llega al Juego de la 
Chueca, y halla: sus Indios amigos cantando victoria y 
alzando en las puntas de las picas dos cabezas que ha- 
bian cortado á los enemigos. 'Vió ademas entre ellos un 
mestizo, llamado Lázaro Ambrosio, el cual dijo pasaba 
á los cristianos, siéndolo él mismo ; pero dejó dudas acerca 
de la verdad sobre si habia pasado ó si no habia podide 


CAPÍTULO LIM, 145 


escaparse; porque, ademas de ser mestizo, se habia 
criado y vivido entre los enemigos (1). No notamos estas 
particularidades sino porque este mestizo ganó la con- 
fianza del gobernador y le engañó en la primera ocasion 
que tuvo para hacerlo. 

Entretanto, este mestizo, que era hombre entendido 
y de valor, aconsejó á Córdova-Figueroa que no prosi- 
guiese , pues Putapichion tenia tres mil caballos y dos 
mil infantes, resuelto 4 dar batalla, y á tomar posicion 
en Millarapué, distante de dos leguas. Era el caso para 
el maestre de campo de tener presente lo que le habia 
escrito el capitan jeneral : « Si el enemigo no ha hecho 
mal, y si no hay mengua para nuestras armas, no es 
necesario querer darle alcance, exponiéndose á hazares 
imprevisibles. » Pero es una enfermedad humana el 
tener miedo de seguir un buen consejo, cuando, sobre- 
todo, este acto se semeja á obediencia; el maestre de 
campo quiso mas complacer á sus capitanes , que mani- 
festaban tener buena voluntad de batirse, y prosiguió 
hasta Millarapué. Sin embargo el enemigo se acababa de 
retirar, y los Españoles no hallaron allí mas que un mes- 
tizo lengua, que los Araucanos habian cojido , colgado 
de un árbol. : 

Viendo esto, Córdova-Figueroa envió delante al te- 
niente Antonio Gomez con treinta arcabuceros españoles 
y el teniente Rengel de Indios amigos .. doscientos 
caballos, para que sirviesen de vanguardia, destacando 


batidores por todos lados , pero con advertencia de no 


(1) Figueroa asegura que este mestizo habia sido dos veces as e . 
patria. O se engaña, ó Tesillo padece error. Con todo, es mas probable y 04 
primero estuviese mal informado, puesto qUe el mestizo dice que pasa 
cristianos por ser cristiano. 


446 HISTORIA DE CHILE. 


pasar mas allá del paso de don García ni ellos ni los 
descubridores. Marchan de vanguardía Gomez y Rangel, 
llegan al paso de don García, que es un desfiladero for= 
zoso de la montaña; pero, en lugar de obedecer ha- 
ciendo alto, obran con el maestre de campo como este 
obraba en el mismo instante con el capitan jeneral, y 
pasan adelante, prueba evidente del achaque humano 
de que hablabamos. Al salir del desfiladero, descubrie= 
ron el enemigo avanzando en batalla ; pero ya no podian 
retirarse sin mengua. Llega en esto Córdova-V'igueroa 
al paso de don García, ve claramente las consecuencias 
de la desobediencia ; pero el mal estaba hecho, y ya no 
podia retirar su vanguardia del otro lado sin mengua y 
sin peligro. Lo que le quedaba que hacer era disponerse 
al ataque, y así lo hizo, mandando á los Indios monta- 
dos echar pié á tierra ,:y que formasen con sus lanzas 
entre los tiradores españoles de las compañías de don 
Gines de Lillo y de don Alonso Bernal, las solas de in- 
fantería que hubiesen llegado con tres de caballería man- 
dadas por los capitanes Adaro , Rodriguez y Muñoz. La 
demas infantería habia quedado atrás , y muy pronto se 
conoció la falta que hacia. 

Todo esto lo vcia el enemigo, que ya sabia por. otra 
parte contra qué fuerzas iba á batirse, y, aprovechán- 
dose con destreza de la circunstancia, atacó á los Espar 
ñoles resolutamente. Defendiéronse estos con denuedo, 
como de costumbre, y muy luego vieron á la infantería 
del enemigo ceder. La española arremete á ella. con nue- 
vos brios , se adelanta y se separa del órden de batalla ; 
mas la araucana , que no habia hecho mas que un movi- 
vimiento simulado, vuelve, conversa sobre el ala izquieda 
española , mientras que la caballería corta á la infantería 


CAPÍTULO LH. KnT 


que habia avanzado, y la degúella con sus capitanes y ofi- 
ciales. En esto, los Indios amigos empiezan á titubear 
y ya muchos vuelven 4 montar sus caballos (1). Adviér= 
tenlo los Araucanos y cargan sobre la caballería española 
que se ve obligada á retirarse por el paso, justamente al 
tiempo en que Avendaño y Carmona entraban en él con 
alguna infantería de la que habia quedado atrás. ¿ Qué 
habia de suceder? Lo que sucedió : esta caballería, que 
no se retira, como dice Tesillo, sino que huye (2), atro- 
pella á la infantería de Carmona y Avendaño, y no deja 
nada que hacer, por decirlo así, á los enemigos. 

Sin embargo, aun hubo batalla ; los Araucanos de una 
parte, y los Españoles de la otra se batieron hasta no 
poder mas, y se separaron, dejando los Españoles cua- 
renta muertos y cautivos ; entre ellos los capitanes Aven= 
daño, Carmona, Lillo, Bernal, Tellez, y Morales, cl 
cual, despues de haber retirado á Remulta , acababa de 
incorporarse bastante á tiempo para morir, 

Los Araucanos tambien dejaron muchos muertos (3), 
y cantaron victoria. Realmente, la victoria hubiera sido 
suya, si se hubiesen aventurado á pasar el desfiladero ; 
pero no lo hicieron, y por eso, sin duda, tambien los 
Españoles la cantaron. 

Con el parte de este suceso, salió don Francisco Laso 
de la ciudad para Arauco , pasó el Biobio , y supo, ántes 
de llegar á la plaza, que ya el maestre de campo se ha- 
mataron el suyo, y con gran riesgo hubo de 


ra de sí el maestre de campo, dice 
migos que iban 4 


1) Al maestre de campo le 
montar otro. (Figuezoa.) Estaba tan fue 
este autor, que mandó dar muerte á algunos de los ladios a 

uir. 

(2) En tropel y confusion, dice Figueroa. 

- (3) Segun Figueroa, la batalla duró casi 6 horas. Los Araucanos perdieron 
700 hombres, y los Españoles 200. El maestre de campo recibió dos heridas, 
y no hubo casi un Español que no tuviese alguna. 


148 HISTORIA DE CHILE, 


llaba de vuelta en ella. Interiormente descontento, no 
pudiendo desentenderse de que habia habido desohe- 
diencia manifiesta á sus órdenes, tuvo la buena y diestra 
política de hallar excusa á esta falta. El mal estaba he- 
cho sin remedio, aunque le era muy sensible el ver la 
ejecucion de un plan de campaña, que preparaba sobre 
Puren , imposibilitada por entonces. Sin embargo, se 
contentó con formar un consejo de deliberacion, del cual 
resultó que lo mas oportuno era volver á la Concepcion, 
y así se efectuó. 

Este fué el resultado de la batalla llamada , por otro 
nombre, dePicolhwé , y contada por todos los escritores 
poco mas ó menos en los mismos términos. Solo Molina 
parece haber tenido datos erróneos. En cuanto á Perez 
García, refiriéndose á Olivares, atribuye la victoria deci- 
didamente á los Españoles, bien que, por otra parte y en 
sustancia, sus datos sean conformes con los que se han 
visto en esta narracion. 


CAPITULO LIV. 


Continuacion del Gobierno de Laso. — Pasa el Biobio y acampa sobre la cie- 
nega de Lumaco. —Putapichion no se presenta, — Vuelve el gobernador á 
pasar el Biobio y se acuartela en San Felipe de Yumbel. —Pasa Putapichion 
la frontera y ataca áSan Bartolome de Gamboa.—Sale el gobernador enfermo 
de San Felipe en su persecucion.— Batalla de los Robles.— Pasa el gober- 
nador á Santiago. — Buenas providencias de gobierno. — Levanta tropas y 
vuelye á campaña. 


( 1630.) 


Reflexionando el gobernador que seria oportuno ma- 
nifestar de algun modo á Putapichion que no le temia, 
á pesar de su arrogancia, marchó á la plaza de Buena 
Esperanza, tomó allí setecientos Españoles y cuatrocien- 
tos auxiliares; pasó el Biobio y estableció su cuartel je- 
neral á la entrada delos pantanos de Lumaco, mandando 
hacer algunas batidas para atraer al jefe araucano, mas 
inútilmente : Putapichion no se mostró. Despues de al- 
gunas demostraciones, en las que hizo algunos prisione- 
ros, mandó plegar las tiendas, volvió á pasar el Biobio 
y fué á acuartelarse en San Felipe de Yumbel, y no en 
Buena Esperanza , como cree Olivares. Allí estaba obser- 
vando , encargando la vijilancia , y recibiendo promesas 
de que era imposible que Putapichion pudiese pasar por 
sorpresa, y cuidando de su salud, que estaba muy que- 
brantada. El que mas le aseguró, de todos los coman- 
dantes, que nunca los Araucanos lograrian sorprenderle, 
fué el sarjento mayor Rebolledo, y justamente la suerte 
se empeñó en desmentir su prevision, como luego se 
verá, Ah 


1. HisTORIA. $ 


150 HISTORIA DE CHILE. 


Putapichion no habia parecido porque tenia tanta sa- 
gacidad como valor; sabia que el gobernador tenia mala 
salud , que los pantanos eran mal sanos; veia que el in- 
vierno se acercaba, y le daria mejores ocasiones. Ade- 
mas, calculaba el valiente Putapichion que con caballos 
cansados no se pueden hacer largas correrías ni brillan- 
tes cargas. Enfin, sabia que por mas vijilantes que estu- 
viesen, no le seria muy difícil pasar el Biobio, y así 
sucedió. Tales eran los verdaderos motivos de la ausen- 
cia del jefe araucano, y no miedo , como lo piensa Te- 
sillo. Que la cienega de Lumaco fuese una especie de 
Rochela para los Indios, es muy creible; pero que se 
fundasen en lo díficil de tomarla para creerse invencibles, 
como se le figura al mismo Tesillo , esto no es probable 
nidiscutible, puesto que en todas partes arrostraban álas 
armas españolas, y que los pantanos de Lumaco no esta- 
ban en todas partes. 

Los cálculos de Puntapichion tenian tan buenos datos, 
que un dia, sin que se supiese como ni por donde, invadió 
la frontera y cayó de golpe sobre San Bartolomé de Gam- 
boa, 4 tiempo que el gobernador se hallaba enfermo en 
la plaza de San Felipe. No obstante el malísimo estado 
de su salud, al oir que Putapichion causaba estragos 
horribles en las estancias , Laso se presentó 4 caballo al 
frente de sus soldados , que eran cuatrocientos Ene 
les, infantería y cabillestas; y cien auxiliares. | 

En el momento mismo de dirijirse al punto atacado, 
recibió un nuevo parte de que el enemigo se retirabá con 
buena presa. Con este aviso, mandó que sús hombres 
montados pusiesen un infante en ancas , y él mismo dió 
el ejemplo: De este modo aceleraron de tal ma ra, el 
movimiento, que en pocas horas anduvieron ocho 16- 

0 $ 


CAPÍTULO LIV. 454 


guas; pero los caballos quedaron derengados, y fué pre- 
ciso darles descanso. Por consiguiente, hubieron de 
acampar aquella noche. 

Al amanecer el dia siguiente, el jeneral quiso conti- 
nuar súu marcha en la misma forma que la víspera, aun= 
que contra el parecer de los mas acreditados capitanes. 
A las cuatro de la tarde estaban los Españoles á un tiro 
de arcabuz de los enemigos, que los veian , sin que ellos 
los viesen , puesto que estaban emboscados. 

Ya los caballos estaban rendidos, y los hombres tal 
vez mas que los animales, habiendo pasado dos dias 
crueles de fatiga sin comer. Este sitio se llamaba el de 


-los Robles, y estaba á orillas del Itata. Allí acamparon 


los Españoles. Establecido el alojamiento, la infantería 
entró en él, y la caballería se mantuvo en las avenidas, 
como puestos avanzados. Don Francisco Laso se dejó 
caer de su caballo mas bien que se apeó, y se echó 
sobre la yerba procurando mitigar con la humedad la, 
calentura que le abrasaba. Los soldados salieron de su 
formacion y arrimaron las armas. Todo esto lo veian los 
Araucanos desde su emboscada. 

Súbitamente, hállandose los soldados descansando y 
sin armas, los oficiales muy descuidados, y, enfin, 
cuando menos se esperaba, cargan á escape los Arau= 
canos con impetu irresistible, sin haber sido vistos ni 
sentidos; cargan , decíamos, la caballería española que 
guardaba las entradas del campamento, la desordenan, 
y esta misma caballería atropella la infantería españolas 
Es mas fácil el figurarse que el pintar tan espantosa con- 
fusion como la que produjo esta sorpresa. Los Araucanos 
arremetian y mataban con furor. Los gritos se podian 
oir del cielo. Don Francisco Laso los oyó, pero cuando 


452 HISTORIA DE CHILE. 


le quedaba solo el tiempo necesario para montar á ca- 
ballo, espada en mano, y sin ninguna arma defensiva. 
Por fortuna, tenia una buena este jeneral en su intrépido 
corazon. Ayudado de sus capitanes reformados, que se 
le reunieron al instante, hizo prodigios de valor, invo- 
cando á Santiago, y gritando con brio ¡Viva España! 
Esta lucha cruel duró mas de una hora, sin que los sol- 
dados reconociesen á sus jefes ni guardasen manera 
alguna de formacion ; sin órden, sin disciplina ; enfin, 
en una horrorosa confusion. 

Por fin, la noche cierra, y la termina. Putapichion 
habia perdido la mitad de su jente y se retira; pero no 
se creyó oportuno seguirle la retirada; ademas de que la 
falta de claridad lo impedia, los Españoles contaban 
cuarenta muertos y un gran número de heridos. 

Figueroa es mas serio en esta relacion, contando na- 
turalmente que Putapichion se retiró con calma y ma- 
jestad, porque estaba herido, y llevándose bagajes y 
prisioneros. Harto denuedo tuvieron los Españoles, y no 
se comprende como quedó ni uno solo con vida, puesto 
que no pudieron tirar un tiro, y que la sorpresa fué tan 
repentina que Putapichion, segun Perez García con re- 
ferencia á Olivares, le quitó al jeneral su capa de grana. 
Si hubiese podido ser, como lo dice este mismo último 
autor, que el gobernador pudo formar sus tropas y cargar 
en órden, seria otra cosa ; pero esta asercion es contraria 
á los demas detalles, y es difícil admitirla. Enfin, Perez 
García asienta que esta batalla fué decisiva en favor de 
los Españoles, y se funda en que el mismo jeneral dice 
refiriéndose á ella, en carta del 1h de setiembre al 
cabildo : « La batalla que se ganó el 14 de mayo, con 
escarmiento del enemigo, y para castigo de su orgullo, 


CAPÍTULO LIV. 453 


Así lo asentó el cabildo en su libro , añadiendo que esta 
batalla fué el total rescate del reino. 

Ya habia entrado el invierno poniendo tregua en la 
guerra con lluvias, con crecidas de rios y aun con inun= 
daciones , especialmente por el anchuroso Biobio, que 
parece entonces una especie de mar, y el gobernador 
pensó en volver á la Concepción para poner órden en los 
asuntos civiles del estado. El que de estos llamaba mas 
su atencion era el desánimo de los dueños de las estan- 
cias que, temiendo perderlas cuando menos lo esperasen, 
las tenian en un total abandono, por una parte; y, por 


otra, muchos carecian de recursos; porque habian hecho 


adelantos cuantiosos al ejército, sin que las arcas del 
gobierno hubiesen pagado su importe. Así se enjendra- 
ban los males recíprocamente en Chile unos á otros. 
Don Francisco Laso buscaba remedio á estos males; y 
para hallarlo , procuraba asesorarse con buenos consejos, 
especialmente consultando con el cabildo de la Concep- 
cion. Con esta buena política lo reunió un dia en concejo 
del mayor número de personas de todas partes de las 
fronteras, y expuso con la mayor claridad las causas de 
las dolencias públicas, entre las cuales indicó con una 
sorpresa digna de un gran político, el desmayo de los 
moradores y hacendados, que descuidaban la cultura de 
las tierras, y la cria de ganados. «Si lo hacen por falta 
de medios, dijo el gobernador, yo salgo garante que el 
real erario abonará todos los atrasos, y desde luego, 
estoy pronto á cubrir por mí mismo, en cuanto me lo per- 
mitan mis facultades , los mas urjentes. pa | 
En efecto, pagó por de pronto mas de cien mil pesos, res- 
pondió por el gobierno de lo demas; satisfizo, dió ánimos, 
y con su prudencia restableció los mas arduos negocios. 


15h HISTORIA DE CHILE. 


Pero aun quedaba un objeto digno de mayor aten- 
cion, que era la estancia de ganados de Catentoa , la 
cual, aunque propiedad del estado, ó tal vez por causa 
de eso, se hallaba completamente abandonada. El mo- 
desto don Francisco Laso declaró que lo que se habia de 
hacer para remedio de este mal era imitar al gran go- 
bernador don Alonso de Rivera, que la habia fundado, 
perpetuando en esta restauracion su memoria , por tan= 
tos títulos inmortal. En virtud de esta sabia y noble 
resolucion, y una vez calculado el consumo anual de la 
tropa, consumo que era de ocho mil vacas, Laso mandó 
poner treinta mil en dicha estancia , cuyo producto ase- 
guraba para siempre esta parte del sustento del sol- 
dado. 

Habiendo llenado estas grandes atenciones, de gober- 
nador pensó en bajar á la ciudad de Santiago con el fin 
de darse á reconocer por presidente de aquella real au- 
diencia; y el 23 de julio, llegó á ella. Ya sabido es que 
el patriótico y cortés cabildo de Santiago se esmeró en 
prepararle un magnífico recibimiento para el cual habia 


comprado , como ya hemos dicho, un magnifico ca- 


ballo, silla, dosel, palio y otros objetos de ostentacion. 
Para ir á recibirle 4 Maipú y llevarle á la casa de campo, 
comisionó á don Luis de Contreras y á un rejidor. 
Reconocido el mismo dia en el cabildo por capitan je- 
neral gobernador, lo fué, al dia siguiente en la real au- 
diencia por presidente. Diéronle magníficas funciones, 
tanto mas cuanto este gobernador obtenia sufrajios uni- 
versales , y en particular el afecto, y aun el reconoci- 
miento del cabildo , el cual se hizo un punto de honor 
en tomar y pagar las armas que Laso le habia traido del 
Perú, deseando congraciarse con este Huete montañés. 


ATA A 


CAPÍTULO LIV. 155 


Es verdad que el político don Francisco de Laso, creyendo 
que era muy esencial vivir en armonía con todas las ju- 
risdicciones, sin lo cual es imposible gobernar con acierto 
y granjearse voluntades, habia escrito una carta al ca- 
bildo de Santiago, del tenor siguiente, con fecha del 
14 de setiembre 1630 : 

« He llegado al puerto de Paita el 28 de octubre 1628, 
y para aprovechar tiempo, y obtener socorros á 
Lima por tierra. Hasta mediados de febrero 1629, el 
virey, conde de Chinchon, no pudo facilitármelos, y aun 
eran poquísimos ; de suerte que queriendo embarcarme 
el 20 de abril, me aconsejaron, — y Creo que con ra- 
zon ,—que lo difiriese hasta la primavera. Estas fueron 
las causas de mi demora, y de no haber venido ántes 
del 23 de diciembre que llegué, á reunir mis débiles es- 
fuerzos á los grandes de las demas autoridades del reimo 
de Chile, para trabajar por su bien y prosperidad. 

» A mi llegada, pasó revista al ejército que constaba 
de solo mil y doscientos hombres viejos, estropiados y 
mal armados, porque las armas estaban en muy mal. 
estado. Puse en ello el remedio que pude, y fuí á bus- 
car al enemigo 4 Puren. No habiéndose presentado, me 
volví 4 Yumbel, en donde me mantuve vigilando la 
frontera, hasta que tuve la ocasion de ganar la batalla. 
del 14 de mayo, en que los enemigos han debido que- 
dar escarmentados, y su orgullo castigado. Bl invierno 
vino, —las lluvias son copiosas ,——los rios Crecen, ymars 

l. » ; . 
e ar A ato op campal 


En la capital, el gobe 
de infantería y una de caballería para llevarlas 4 la 


frontera desde donde le avisaban Córdoya-Figueroa y 
Rebolledo que el enemigo meditaba atacarla con un 


456 HISTORIA DE CHILE. 


cuerpo de ejército de siete á ocho mil hombres. En vista 
de estas noticias, el cabildo de Santiago se esmeró en 
poner á la disposicion del jeneral todas las fuerzas que 
pudo reunir. 

Sin embargo, Laso hubiera querido, y aun preten- 
dió en esta ocasion, que á estas levas se juntasen algu- 
nos caballeros vecinos, pareciéndole cosa extraña que 
los hijos lejítimos del reino se excusasen de defen- 
pe pero parece que habia cédulas reales en su 
favor, las cuales, aunque no estaban muy claras, le hicie- 
ron conformarse con ellas ántes que dar lugar á inter- 
pretaciones contradictorias y á debates interminables. 

En esto, llegó á Santiago, en principios de octubre, 
don Fernando de Bustamante Villegas, militar de 
gran crédito y experiencia en aquella guerra, el cual 
confirmó que, por dos Indios cristianos que se ha- 
bian fugado de los Araucanos, se sabian los aprestos 
formidables que Putapichion y Keunpuantú hacian para 
atacar la frontera y acabar con los presidios. Con esta 
mala noticia, los ánimos volvieron á apocarse , temiendo 
nuevas calamidades, y viendo que el enemigo tenia 
mas ardor que nunca para la guerra. 

El gobernador reunió en su misma casa una junta á 
la cual asistieron los oidores y el fiscal de la audiencia, 
el cabildo de la ciudad y algunos antiguos capitanes ; y 
expuestos los puntos acerca de los cuales debian delibe- 
rar, resolvieron que se juntasen hombres y caballos para 
aumentar las fuerzas españolas. A consecuencia de esta 
deliberación, fueron nombrados dos diputados del ca- 
bildo para que nombrasen los que con menos perjuicios. 
pudiesen ir á campaña aquel verano, y nombraron 
unos cincuenta, de los cuales veinte representaron CX- 


CAPÍTULO LIV. 157 


poniendo imposibilidad, y los cincuenta quedaron en 
treinta. Pero, aunque este corto número parezca ridiculo, 
es indecible el valor moral, y aun real y físico que la pre- 
sencia de estos vecinos y moradores en el ejército da á 
los soldados. 

Por fin, Laso consiguió reunir unos ciento y ochenta 
hombres en las tres compañías con los voluntarios mon- 
tados, y los despachó en principio de noviembre para la 
Concepcion, á donde se dirijió él mismo, el dia 5 de di- 
cho mes. 

En la Concepcion, habia dejado al maestre de campo 
Córdova Figueroa, y en lugar de este, habia quedado 
con las mismas funciones en el estado de Arauco don 
Fernando de Zea. Rebolledo habia permanecido en San 
Felipe. En la frontera habia 1,300 Españoles y 600 auxi- 
liares con sueldo (1). 


(1) Carvallo. Tesillo dice que Zea, natural de Cordova, era un rayo de la 
guerra y ya experimentado en esla. 


CAPITULO LY. 


Forma Laso nuevo concepto de los Indios y confiesa se habia engañado. -— 
Sale de nueyo á campaña, — Putapichion , con Queupuantu por teniente ó 
vicetoquí y siete á ocho mil hombres, ataca la frontera. — Batalla de la Al- 

rada. 


(1630—1631. ) 


Don Francisco Laso conocia ahora cuanto se habia en- 
gañado no queriendo creer que los Araucanos fuesen 
tan valerosos, y lo confesaba reconociendo, con noble 
modestia, que eran mas que valientes, heróicos, incom-= 
parables. Santiago Tesillo, dice Figueroa, ha omitido 
este hecho notable, que lejos de ser indecoroso para su 
señor, le honra, al contrario ; ademas de que la historia 
debe ser de una verdad inflexible, sin lo el, no seria 
historia. 

Marcha pues el gobernador para la frontera el 5 de 
noviembre conduciendo con la mayor suavidad y dulzura 
á los voluntarios de Santiago. A“su llegada, supo el 
nombramiento que Putapichion habia hecho de teniente 
jeneral en Queupuantú (1), y que habia persuadido al 
anciano extoquí Lientur que se juntase á ellos. Halló en 
Arauco al maestre de campo muy perplejo con los auxi- 
liares que estaban poco firmes, no por espíritu de rebelion 
sino por el temor que les causaban las grandes fuerzas 
que llevaban los Araucanos, á los cuales pensaban , en 
efecto , en pasarse para salvar la vida, 

En este mismo O, vino á presentarse al goberna- 


1) García, — Keupuantú; oia Tesillo, 


IP ACE SIE EA ET A NS A O 


GAPÍTULO LV. 159 


dor el Indio Gatimala , uno de los confederados, con un 
prisionero mal herido que con otros cuatro habia venido 
por la noche de espía, y queriendo llevarse un caballo 
que estaba á la puerta del casino de Catimala, habian sido 
oidos y perseguidos, quedando este prisionero. El go- 
bernador le hizo preguntas, y el Indio , aunque herido y 
preso, respondió con firmeza, que los suyos estaban 
acampados á seis leguas de allí, y que todos los Es- 
pañoles del reino no eran bastantes para resistir á siete 
ú ocho mil valientes bien organizados, y mandados por 
Putapichion y Queupuantu. 

Con estas noticias y con la infidelidad que se temia 
de parte de los Indios auxiliares, el gobernador mismo 
se vió por un instante perplejo; pero luego su claro 
ingenio le sujivió un pensamiento que puso al punto en 
ejecucion y fué, que acordó destacar trescientos de estos 
auxiliares con cien Españoles al mando de un bizarro 
oficial, el teniente Estevan de la Muela, contra Ílicura, 
de donde era toquí Keupuantú. En efecto, el 20 de 
diciembre, marcha Muela y vuelve con cincuenta caba- 
llos y veinte prisioneros, entre los cuales se hallaban jus- 
tamente tres mujeres y dos hijos de Keupuantú, que por 
mas seguridad las habia dejado en el monte. : 

* Es preciso confesar que si los pobres Indios auxiliares 
no habian sido calumniados, se habian muy pronto con- 
vertido, puesto que en esta expedicion con Muela, la 
cual duró ocha dias, se portaron bizarramente. ia 
dad que el general Laso tenia don de atraccion no solo 
con su afable bondad sino Con el celo manifiesto é ince- 
sante con que miraba y asistia al soldado, auxiliar como 
español, en todas sus necesidades. Continuamente pa- 
saba revistas para asegurarse del buen trato, armamento 


460 HISTORIA DE CHILE. 


y vestuario, y reprendia á los capitanes cuando hallaba 
la menor falta. Iba en persona á las fraguas y armerías; 
á los cuarteles y á los ranchos, y viendo que las raciones 
de pan se daban en grano y que los soldados tenian que 
molerlo á fuerza de brazos en una piedra, mandó y Ob- 
tuvo que se las diesen en harina, por medio de una 
contrata hecha en la Concepcion, con lo cual quedaron 
desterradas estas piedras, y el soldado aliviado de una 
infinita molestia. Las casas y edificios de las plazas de la 
frontera, que tenian techo de paja, ya en este instante, 
gracias al cuidado y al ojo ejercitado y celoso del señor 
don Francisco Laso de la Vega, se hallaban bajo de un 
buen tejado y al abrigo de fáciles incendios. 

El gobernador estaba acuartelado en Arauco con 
ochenta Españoles y quinientos auxiliares. Putapichion, 
Queupuantu y Lientur estaban en marcha sobre dicha 
plaza; pero el viejo extoquí se separó porque oyó cantar 
á ciertos pajáros , y ladrar á zorras, cosa que tuvo á 
malísimo agúero (1). Putapichion, que no creia en agúe- 
ros, continuó su marcha con sus cinco mil hombres, 
infantería y caballería, y estableció su cuartel jeneral á 
una legua de la plaza de Arauco. 

Laso habia mandado á Rebolledo, que estaba en San 
Felipe, le enviase los cien soldados de caballería que 
tenia bajo sus órdenes, 6 quese los condujese él mismo, 
si gustaba de incorporársele, y dejándolo á su arbitrio. 
El valiente, aunque desgraciado, Rebolledo prefirió venir 
él mismo con los cien caballos. El gobernador, teniendo 
ya sus fuerzas reunidas, pasó revista y se halló con 
ochocientos Españoles y quinientos auxiliares, 


(4) Perez García, refiriéndose á Molina. 


CAPÍTULO LY. 461 


El dia 13 de enero (1) del año entrante 1631, decidido 
á salir á camporaso , bien que hubiese muchos pareceres 
de que mas valia esperar al enemigo en la plaza , el ca- 
pitan jeneral puso en órden sus negocios temporales, 
confesó y comulgó, y su ejemplo fué seguido por sus 
oficiales y por la mayor parte del ejército, teniendo alli 
ocho relijiosos y clérigos seculares. Entre los pri- 
meros se hallaba Fr. Francisco Laso de la Vega, so- 
brino del gobernador. La víspera por la noche (2), . 
habia habido alarma; algunas avanzadas de los enemigos 
habian llegado hasta la misma plaza, y Laso habia te- 
nido la inútil temeridad de salir en persona con alguna 
tropa. Algunas horas«despues, habian empezado á arder 
las casas de los contornos, y la oscuridad de la noche 
dió lugar á una claridad lastimosa. 

Un poco antes de amanecer, el gobernador mandó 
que se pusiesen en marcha las tropas auxiliares Con 
escarapela blanca para distinguirlas de los enemigos (3). 
Formaban estas una gran guardia qué muy luego en- 
contró á la enemiga, de cuyo encuentro se siguió una 
pequeña accion en la cual murieron cuatro Araucanos, 
y se aprisionaron dos, que dieron muy útiles señas. Los 
Indios auxiliares tuvieron algunos heridos por su parte, 
y como de comun acuerdo, cada partido se replegó 860 
campo. | | 

Pero ya entonces , el mismo jeneral marchaba á la car 
beza de sus tropas , exhortándolas alegremente , y llegó 
al mismo sitio en donde la gran guardia de amigos acá 


á 1 4. 

(1) Perez García. — Tesillo y Carvallo dicen e pa E 

(2) Figueroa dice : « Aquellamisma noche; » pero en punto 4 fechas, 

jemos á Perez García. ' 
(3) Figueroa. 


1162 HISTORIA DE CHILE. 


baba de batirse. Allí, hizo alto en una lomá de suave 
declivio, llamada la loma de Petaco (1), y dispuso el órden 
de batalla, mandando, en primer lugar, que los Indios 
amigos echasen pié á tierra, y formasen entre los Espa- 
ñoles. El sarjento mayor mandaba la derecha, com- 
puesta de: infantería; el maestre de campo Zea, la 
izquierda, formada de caballería, y el comisario jeneral 
don Alonso Villanueva mandaba la reserva, toda de 
- gente escojida. 

El sol subia al horizonte , no muy radiosó aquel dia, 
cuando el ejército español vió venir el enemigo con ade- 
man reposado y airoso, 6, mas bien, sereno y alegre, 
como si los Araucanos fuesen á una fiesta. Se componian 
sus filas de dos mil infantes y seis mil.caballos (2) con 
lanzas de cuarenta palmos, unidos de modo que parecian 
alamedas móviles, y sacudiendo graciosamente las 
plumas que adornaban sus cabezas; al compas de sus 
instrumentos bélicos, qe 

Llegan y despliegan, Qeupuantú con la caballería á 
la derecha ; Putapichion, á la izquierda con la infantería, 
Este jeneral harenga á sus tropas, recordándoles las vie- 
torias que habian conseguido sus padres contra los 
Españoles; casi cien años de noble resistencia, y glorias 
tales como las de Chillan y Cangrejeras. Keupuantú: se 
manifiesta impaciente y quiere entrar en accion. 

« Démosle gusto,» dijo Laso observándole. Y Zea 
arranca con la caballería contra la infanteria araucana; 
pero esta le gacilo en la punta de sus lanzas, y la caba- 


(1) Tesillo, A ; 
_ (2) Figueroa olvida, —puestó que nó lo ignora, —que Lientur se ha separado 


con dos mil hombres, y que las fuerzas araucanas quedaron reducidas á 
cinco mil, d 


- 
4 


CAPÍTULO LY. 163 


llería Española vuelve la espalda. Si Putapichion hubiese 
aprovechado este instante, la victoria era suya, dicen 
todos los escritores de aquel tiempo. Irritado Laso con- 
tra su caballería, denuesta su retirada y la anima á dar 
nueva carga; porque el fuego de la mosquetería , bien 
que les hiciese estragos, lo despreciaban los Araucanos, 
que pateaban por arrojarse á ella; pero Putapichion los 
contenia. Vuelve en esto la caballería española á la 
carga y rompe las filas (1) enemigas. Pero parece 
sér que en este punto Putapichion quedó gravemente 
herido, al mismo tiempo que sú caballo, cayendo los 
dos á tierra, y esta fué la principal causa de la derrota. 
De todos modos, huyeron los Indios, por mas que hizo 
Keupuantú por contenerlos, y huyeron de manera que los 
infantes, muchos á lo menos, corrian tan lijeros como 
los mismos caballos , asiéndose á sus colas. 

El gobernador siguió la relirada por el espacio de dos 
leguas , hasta que juzgó seria conveniente dejar tomar 
aliento á sus soldados. Murieron en esta accion dos mil 
enemigos, aunque algunos han reducido su pérdida á 
1200. Los prisioneros fueron seiscientos. Los caballos 
que se les quitaron, de tres á cuatro mil. E 

De los Españoles, solo dos murieron y cuatro auxiliares; 
y de unos y otros hubo muy pocos heridos. El jeneral 
ordenó la vuelta 4 Arauco, 4 donde llegaron bastante á 
tiempo para cantar un Te Deum , en accion de ia 
por tan feliz y brillante victoria. Laso dió gracias jene- 
rales á su valiente ejército, en nombre del rey, y algunas 
en particular; despues de lo cual, convidó á comer á 
todos los oficiales. e 


; da e ; A PO 
(1) Carvallo dice que esta caballeria fué rechazada dos veces; pero Y2 
solo, 


$ 


464 HISTORIA DE CHILE. 


Desde el dia en que se ganó esta batalla, Chile re- 
nació á la esperanza. Desde entonces se multiplicaron 
los buenos sucesos. Los Indios habian perdido su orgullo, 
y sus armas su prestijio, y en la misma proporcion se 
habia aumentado la fuerza moral del ejército español. 
Esta la acrecentaba Laso dando premios y recompensas 
á los que los habian merecido, en lo cual no se podia en- 
gañar, puesto que habia juzgado por sus proprios ojos. 

Ademas, el gobernador envió parte al cabildo de San- 
tiago en una carta detallada de este suceso, por medio 
de don Fernando de Bustamante, al cual el cabildo dió 
en albricias doscientos cincuenta pesos de su caja , y los 
oidores de la audiencia, trescientos, acordando ademas 
que se hiciese un presente de reconocimiento al gober- 
nador, enviándole un caballo de batalla, que fué el.de 
Jusepe Leon, el mas lucido caballo de todo el reino, 
que costó trescientos sesenta pesos ; y asentando que en 
la batalla de la Albarrada, ejecutó la providencia divina 
el castigo de los enemigos sin pérdida de un hombre. 

Esta victoria fué celebrada en todas las ciudades de - 
Chile, con regocijos y fiestas públicas. 


CAPITULO LVI. 


Sentimiento de Laso de la Vega de no haberse aprovechado de la victoria de 
la Albarrada.— Putapichlon, eiii medita volver á campaña.— Sale el go- 


bernador de san Felipe á Quilicura. — Destaca Rebolledo con tropas hasta el 
Cauten.— Maloca propi é isportacin de sus capitanes. — Felices 
resultados que tiene, — Pasa el gobernador á la Concepcion,— Providencias 


civiles y militares.— Va á ¿ete Tiene un asunto de competencia con 
la real audiencia.— Sentencia la de Lima en favor del gobernador. 


(1631.) 


Al empezar este o, no podemos menos de adop- 
tar y exponer las reflexiones sensatas que hace Carvallo 
hablando de la alegría con que se celebraba el exterminio 
delos Araucanos. 

Si los Indios, dice él, ear ganado la batalla de 
la Albarrada, toda la provincia de la Concepcion hubiera 
corrido peligro, estando sin fuerzas para resistirles. Si 
el gobernador español los hubiese perseguido despues 
de la victoria, sin dejarles descanso (1), tal vez los 
habria sometido, 4 lo menos por mucho tiempo, aunque 


á costa de crueldades, que, en resumidas cuentas , eran. 


contrarias a fin 4 donde todas las miras se encaminaban, 
á saber; á aumentar el número de los vasallos de la 
corona de España. Los mil y tant tos. de ellos (2) Ó cerca 
de dos mil que acababan de ser exterminados eran per- 


(1) Carvallo olvida que los que 0 se cansan como los perseguidos 


tie esidad de ¡Jescan 
y no ral Le Araucanos ds contaban haber perdido, pan 
heridos que murieron despues, dos mil cuatrocientos hombres; y aña Ea 
utor que Laso manifestó un tardío sentimiento por aber dejado imperl 
el suceso, no persiguiéndolos. ¿ yy 
H. HisTORIA. O 02 


+ 


166 HISTORIA DE CHILE, 


didos para ella, y no eran estas las intenciones del 
monarca. Ademas de esto, al paso que los Españoles 
mataban á los Araucanos, estos mataban á los Españoles, 
y por una y otra parte, cada triunfo ú victoria era un 
caso lastimoso , una pérdida tan sensible como irrepara- 
ble. Este habia sido ya el grande error de Valdivia, que 
pensó mas en matar que en someter, sin reflexionar 
que países desiertos ninguna utilidad le podian traer al 
rey nial Estado. 

Sin embargo, las acciones de gracias fueron entona- 
das en Lima por este suceso, como lo habian sido en 
Chile. Los prisioneros , en jeneral, fueron repartidos en 
diversos presidios, y solo se reservaron en depósito los 
principales para canjearlos , llegado el caso. El jeneral 
Laso salió de nuevo y muy pronto á campaña, reflexio- 
nando, aunque talvez algo tarde , que la victoria pasada 
seria de ningun provecho si no la aprovechaba. En efecto, 
Putapichion , aunque herido y reducido á la inaccion en 
Calpin , mientras sus heridas no estuviesen cicatrizadas, 
no dejaba por eso de pensar en salir luego á pedir á Laso 
el desquite de la Albarrada, y ya formaban los Indios 
nuevas asambleas con este objeto. Tales fueron las noti- 
cias que trajo el valiente Chanque, capitan de auxiliares, 
al gobernador que se hallaba en San Felipe, y que 
mandó sobre la marcha órden al maestre de campo Zea 
para que el 20 de enero se hallase en Negrete sobre el 


Biobio con las fuerzas de Arauco. Chanque, que habia - 


estado ocho dias en su descubierta, habia traido doce 
prisioneros mas, y decia haber deja algunos muertos. 

-Reunido con Zea y las fuerzas de Arauco, salió el 
gobernador, con mil doscientos Españoles y auxiliares, 
para marchar sobre la provincia de Quilicura, en > 


0 


CAPÍTULO LVL, 167 


se hallaba Putapichion , esperando con impaciencia el 
momento de volver á campaña. Porque era Putapi- 
chion un guerrero no solo de corazon, sino tambien de 
una grande cabeza, que lejos de desanimarse con adver- 
sos sucesos, sacaba útiles lecciones de ellos. ¡ Heróica 
constancia ,— exclama Figueroa ,—la de este jefe, y la 
de su nacion! 

Habiendo llegado á Velimavida, mandó que el sar- 
jento mayor Rebolledo se adelantase con toda la caba- 
llería y los auxiliares á Quilicura, mientras él se dirijia 
hácia el rio Coypú, en cuyo punto proyectaba aguardar 
el resultado de su expedicion. Marchó Rebolledo resuelto 
á avanzar con los auxiliares hasta el Cauten, dando 
órden al capitan mas antiguo de los Españoles, á quien 
quedaba naturalmente el mando en su ausencia, para 
que siguiese con la demas tropa sus huellas hasta el 
mismo rio de la Imperial, donde le aguardaria, 

Adelántase Rebolledo , y á penas lo pierden de vista 


- los capitanes y soldados que seguian á distancia, empie- 


zan ácavilar y 4 vociferar que el sarjento mayor Rebolledo 
habia. dado esta traza 4 su expedicion para hacer la 
maloca solo con sus auxiliares, y aprovecharse solo de 
ella. Sin decidir si esta sospecha era verosímil por haber- 
sela infundido, tal vez, otras experiencias de semejantes 
casos, los capitanes, incitados por resentimiento ó por 
codicia, marcharon con paso tan redoblado, que no 
tardaron en incorporarse con Reb lledo sobre el Cau- 
ten ; y allí, sin órden ni permiso, resolvieron pasarlo. 
Rebolledo trató de hacerles guardar el buen órden de la 
disciplina ya con autoridad, ya en términos de era A 
pero perdió el tiempo, y Se lavó las manos, dejándo es 
obrar tan locamente como les pareciese. 


1168 HISTORIA DE CHILE, 


Pasan estos revoltosos con arrebato á la otra parte del 
Cauten , y bien que desordenados, volvieron no obstante 
con ciento v cincuenta prisioneros. Este feliz resultado 
agrió á Rebolledo, el cual juzgó que no por eso la falta de 
disciplina era menos digna de castigo; y de vuelta 4 Coypú 
donde los aguardaba el gobernador, le dió parte de este 
acontecimiento. Laso mandó al instante procesar á los 
capitanes por desobediencia , y aunque en virtud de no 
sé qué razones con que se justificaron , fuesen absueltos, 
les mandó quitar los prisioneros que habian hecho y depo- 
sitarlos en el fuerte del Nacimiento. 

Realmente hay culpas ó faltas felices, al paso que hay 
buenas acciones desgraciadas. Este rasgo de indisci- 
plina produjo, por lo menos, el buen efecto de poner 
de manifiesto el acrecentamiento de la fuerza moral del 
ejército español. Así lo pensó Laso, y se alegró tal vez; 
y así mandando poner los prisioneros en el fuerte mas 
cercano al enemigo , mostró que los creía muy del caso 
para persuadir á los de su nacion que el objeto de la 
guerra no era la crueldad inútil, siño reducirlos al gre- 
mio de los Españoles. Con estas mismas miras, envió al 
instante una India cautiva á decirles que estaba muy 
dispuesto á entregarlos, si querian obedecer y reconocer 
- por su lejítimo principe al rey de España; y no fueron 
pocos los que aceptaron esta paz por amor de sus hijos. 

Si todas las expediciones tuvieran estos venturosos 
resultados, no habria mas que desear ; pero seria pre- 
ciso, para conseguirlos, que se buscasen sin pensar en 
intereses particulares. De todos modos, ya empezaba á 
ver Laso que con enemigos como los Araucanos, el único 
medio de conquista era colonizar, no como lo habian 


hecho sus predecesores, sino con poblaciones numerosas. 


CAPÍTULO LVL 1469 


Ya llegaba el mes de abril, y el gobernador determinó 
pasar á la Concepcion para arreglar otros asuntos que 
no eran de guerra, y despachar un enviado á la corte 
con parte del estado de las cosas de Chile , verdadero 
Flandes americano, en donde todos se sacrificaban , con 
raras excepciones, por su rey y su patria. Para eso, 
envió de procurador á don Francisco de Avendaño, dán- 
dole una buena ayuda de costa de las cajas del ejército, 
á la que contribuyeron tambien las ciudades del reino. 
Pero este procurador hizo como todos los procuradores 
que iban á España; no volvió. De Madrid, fué de gober- 
nador á Tucuman. 

Por mayo, se ocupó el gobernador con la mayor aten- 
cion en la distribucion del situado, que el virey le acababa 
de enviar en un navío, dando particular cuidado á la 
asistencia del soldado, á su calzado y á su vestuario, tan 
descuidados hasta entonces, que no parecian soldados 
españoles. Hizo un reglamento severo para cortar el vicio 
de jugar las prendas de vestuario , haciendo responsable 
de su observancia y de la cuenta y razon de cuanto e les 
abonaba á los individuos de sus respectivas companias, 
á los capitanes de ellas. 

Despues de esto , dió el jeneral su tiempo á la restau- 
racion de las plazas y edificios de la frontera. Como, Ye 
lo hemos dicho, á los techos de paja habian sido susti- 
tuidos buenos tejados, para hacer mas difíciles los in- 
cendios por parte de los Indios. En la estancia de Buena 
Esperanza junto al rio de la Laja, morada de gober- 
nadores verdaderamente militares, mandó construir una 
casa decente para ellos, y UN fuerte para soldados, pa y 
un fuerte que merecia este nombre. Habiéndose con P 
tado sus predecesores con vivir, en la Concepcion po 


1170 HISTORIA DE CHILE. 


ejemplo, en casas que parecian mas bien ruinas , mandó 
hacer, y se ejecutó en el espacio de dos años, sin molestar 
la real hacienda ni tocar en el situado, casas de un 
exterior imponente y regio, aplicando á esta atencion 
encomiendas y pensiones vacantes, 

Evacuados estos asuntos, marchó Laso para Santiago, 
á donde llegó á principios de junio y fué recibido con la 
mas espléndida ostentacion. El cabildo eclesiástico por 
su lado, y 4 su cabeza el obispo.don Francisco Salcedo 
de pontifical, cantaron un nuevo Te Deum en honra del 
que este santo prelado calificaba con el título de restau- 
rador. 

Sin embargo , siempre con una idea fija en la cabeza, 
en medio de otras muchas, don Francisco Laso de la 
Vega volvia continuamente á ella. Ciertamente se mani- 
festó muy retonocido á las demostraciones de conside- 
racion y de confianza con que todas las autoridades le 
honraban ; pero esto no le impidió de llenar lo que él 
pensaba ser esencialemente su deber. Acerca de algunos 
bandos que habia mandado publicar el año anterior sobre 
_las obligaciones de la guerra , halló que habia habido una 
culpable desobediencia, á lo ménos, en el defecto de 
lentitud, y se manifestó muy descontento. Habia habido 
individuos que abiertamente habian desconocido su auto- 
ridad , ó por mejor decir, la de la ley, negándose 4 ser- 
vir. Tuvo Laso conocimiento de estas faltas y de los que 
las habian cometido, y mandó arrestarlos. Este acto in- 
fundió y esparció ya dudas sobre si era apariencia ó rea- 
lidad lo que mostraba ser bondadoso ; pero Laso quiso 
pasar adelante , sin mirar en los inconvenientes perso- 
nales que podrian resultar de su firmeza. 

Este hecho, al parecer indiferente y de poca conse- 


- enel asunto mas que una falta 


CAPÍTULO LVI. 174 


cuencia, se hizo grave porque ministros de la audiencia, 
que gozaban de grande influjo, tomaron cartas en la 
- defensa de los acusados, y fué esta circunstancia una 
razon mayor para que el capitan jeneral, gobernador y 
presidente , se empeñase en mantener toda su autoridad 
dienamente. Es verdad queignoraba Laso, acostumbrado 
como estaba á la regularidad y formalidad de proce- 
deres, que los gobernadores de Chilé eran los 1 as fácil- 
mente é impunemente calumniados de cuantos han sido 
acusados en falso desde que hay gobernadores en el 
mundo. Las habladurías, y aun los suposiciones menti- 
rosas de que fulano Ó mengano han dicho tal ó cual cosa 
del gobernador, no podian, á su parecer, alcanzar á una 
autoridad que con sus acciones desmentia las habladu- 
rías y falsas acusaciones. Aquí sucedió que entre los 
arrestados habia un ciudadano principal de grande pa- 
rentela , y esto ponia la cosa en bastante mal estado. 
Con todo, no faltaban hombres de seso Y bien in- 
n veian que Laso de la Vega 
te en este asunto, pensaron 
er fin á desavenencias, ins- 
articularidades Cconcer- 


tencionados que, si bie 
obraba un poco militarmen 
que era fácil y justo el pon 
truyéndole acerca de ciertas P 
_nientes á la sociedad de la capital. Llevadas de este 
- buen deseo, algunas personas de consideracion pidieron 
al gobernador mandase poner en libertad al preso, in- 
sinuándole que ciertas cosas graves en otras partes, nO 
- eran allí ni siquiera serias. Gustosísimo se prestó Laso á 
esta condescendencia, al punto en que vió que no habia 
de formalidad habitual. 
El habitante salió de su arresto; pero el mal estaba 
hecho, es decir la ofensa recibida, y el amor propio . 
ajado, tanto mas, cuanto el jeneral, por respeto á la ley 


172 HISTORIA DE CHILE. 


y al buen ejemplo, exigió que él ó sus deudos diesen 
fianza, y lejos de querer conformarse con esta condicion, 
el ciudadano de Santiago y sus parientes apelaron á la 
audiencia pidiendo aclaracion del motivo del arresto; por 
lo cual, el asunto dejeneró en competencia entre autori- 
dades y jurisdicciones diversas. Y lo peor fué que Laso, 
mas militar que otra cosa, quiso vencer de golpe; y que 
los oidores, mas acostumbrados á los trámites lentos 
de procedimientos jurídicos, manifestaron poseer una 
grande dosis de madurez y sangre fria. 

En efecto, los culpados alegaron, en disculpa de su 
desobediencia, una real cédula de 1612, que los dispen- 
saba del servicio. La audiencia decia que la materia era 
de resorte suyo. Laso sostenia que á él solo pertenecia el 
Juzgarla. Traslado al virey. El conde de Chinchon pre- 
senta el punto á la decision de la audiencia de Lima, que 
juzga la causa en favor de la autoridad militar, y, en 
efecto , el rey mismo confirmó posteriormente este juicio. 

Don Francisco Laso usó jenerosamente de esta sen- 
tencia, no volviendo á hablar mas del asunto, con lo cual 
sometió mas corazones que si hubiese usado de su de- 
recho y hubiese operado reformas. Pero hizo mas, como 
si nada hubiese pasado, dió un dia magnífico de campo á 
los principales de Santiago, entre los cuales se hallaban 
los culpables, y muchos detractores SUyos. 


CAPITULO LVIH. 


Continua malo de sus heridas Putapichion. — Qeupuantu elejido toquí. — 
Su sorpresa, su valentía, y su muerte. — Sana Putapichion y vuelve á 
campaña.—Sucesos de la correría que los Españ les hicieron hácia el Cauten 
y la Imperial, 


(1631—1632.) “3 E 


Tardaba el gran Putapichion en curar de sus heri- 
das (1), y los Butalmapus le dieron por sucesor á Qeu- 
puantú, que hemos visto mandando una de las alas del 
ejército araucano en la batalla de la Albarrada. En este 
instante , hallamos á Qeupuantú alojado cn un profundo 
valle, rodeado de bosques, en el cual habia construido 
una habitacion ó casina con cuatro puertas para que fuese 
mas difícil sorprenderle. Pero ántes de irle á buscar allí, 
veamos qué hacian los Españoles de la frontera, mien- 
tras el jeneral Laso se hallaba en Santiago ocupado du- 
rante el invierno. 

Esta estacion, aquel año , fué sumamente benigna, y 
el maestre de campo don Francisco de Zea aprovechó de 
esta circunstancia feliz para hacer contínuas correrías en 
país enemigo, especialmente Cn llicura y en Puren, 
como depósitos y puntos de reunion de los Araucanos. 
Qeupuantú, que era caviloso , Ó previsor, pensaba pro- 
bablemente que el gobernador español no le dejaria des- 
canso, y que tal vez maquinaria algo contra su solo 50 
dividuo; y, en efecto, no S6 engañaba el nuevo toqui ; 


i diciendo que 
der que Putapichion ha muerto, 
ia U Pr mo .>: . a ; 5 de haberlo perdido.—Era un error, como 


se verá, 


47h HISTORIA DE CHILE, 


porque realmente Laso hacia cuanto podia para empeñar, 
hasta con dádivas , los Indios amigos de Arauco para que 
se le entregasen muerto ó vivo. 

Con este fin, destacó sobre Ilicura cien Españoles y 
trescientos auxiliares con el mayor sijilo , y encargo muy 
especial de guardar buen órden. Llegan á la salida de 
unos bosques que rodeaban el valle en donde moraba 
Qeupuantú, sin haber sido descubiertos, un poco ántes 
de la mañana, é inmediatamente forman dos emboscadas 
con dos trozos, mientras el tercero ataca la casina de 
Qeupuantú. 

Pero este, que, aun durmiendo, no dejaba de la 
mano su lanza, salió por la puerta opuesta al ataque 
y se entró en el monte como una vision. Los Españoles 
se retiraron para ver si saldria, y en efecto volvió con 
unos cincuenta hombres armados con lanzas y adargas. 
Una de las dos emboscadas los atacó con denuédo; pero 
ellos se defendieron con no ménos , hasta que Qeupuantú 
se vió herido, y entonces se volvieron á internar en el 
monte dejando algunos muertos. Imajinando los Espa- 
- holes que tal vez creeria que no habia mas emboscada 
que la que le acababa de atacar, y que si esta se alejaba, 
tal vez volveria, se retirazon con muestras de marcharse 
desanimados de poderle cojer. Cae Qeupuantú en el en- 
gaño, ó bien sale resuelto á vengarse ; sale, decíamos , 
mas airoso que la primera vez, y con mas jente, denos- 
tando y llamando á combate 4 los Españoles. 

Era ya dia claro á la sazon , y descúbrese de repente 
la segunda emboscada tan oportunamente, que no le 
deja tregua ni lugar para volverse á ocultar. No le que- 
daba ya al jefe araucano mas recurso que su brazo y su 
lanza, y, es preciso confesarlo , uno y otro eran formi- 


CAPÍTULO LVII. 175 


dables. A pesar de su inferioridad numérica, pelea y 
resiste con firmeza. Caen los suyos junto 4 él, y continua 
peleando , nombrándose con altivez, y eritando con voz 
espantosa : « Yo soy Qeupuantú el que ha dado muerte á 
tantos de los vuestros ; » (porque parece que es esta de- 
elaracion 4 la faz del enemigo la mayor prueba para ellos 
de valentía) « quisiera exterminar á todos los Españoles 
y tener mil vidas para perderlas todas por la patria y por 
la libertad (1)! > : 

Oyendo esto Loncomilla, hijo de Catimalá coman- 
dante de los auxiliares , se arroja á él lanza en ristre, y 
empezó entre ellos una. singular y atroz batalla. Fuertes, 
violentos, feroces y diestros á la par, se tiran botes tre- 
mendos de lanza y los paran largo tiempo sin herirse, 
hasta que se les rompen las hastas. Entonces, como de 
comun acuerdo, alzan con sus brazos poderosos en alto 
sus macanas que caen par algunos instantes en vago, Y 
hacen temblar la tierra. Enfin , se declara la suerte por 
Loncomilla, y de un golpe acertado aterra á su contra- 
rio, haciéndole la cabeza mil pedazos (2). Murió el ter- 
rible Qeupuantú con veinte Y tres heridas que habia 
recibido en aquella madrugada. 

Pero no por eso se reti ¡ yos; 
léjos de eso , continuaron batiéndose como fieras , y todos 
que fueron rodeados y prisioneros. 


1 Tao EIUNS* 


murieron, ménos doce 


(1) ¿No es tan heróico esto como el ahora nazco, pues que asi muero de 
Epaminondas? — Figueroa. : 

(2) Tesillo, que cu nta poco mas ó ménos este suceso en los mismos térmi- 
nos, varía la conclusion, diciendo que Loncomilla, despues de rota su lanza, 
hirió á Qeupuantu en la cabeza con un alfanje que tenia ceñido. Sin duda este 
acion de Figueroa, y otros que la cuentan 


— 
. 


autor es una autoridad ; pero la narraci 
como él, nos ha parecido mas conforme á los usos araucanos 
contesta este combale singular, aunque confiesa que Loncomilla mató á Qeu- 


176 HISTORIA DE CHILE. 


El nombre de Laso fué ensalzado á lo mas alto en esta 
ocasion. Ya se pensaba que los Indios de llicura, des- 
animados para siempre, pedirian la paz y se retirarian á 
la Imperial. Vanos cálculos. Los Indios de llicura se 
reunieron para hacer honras fúnebres pomposas, á su 
manera, al ilustre jeneral que habian perdido ; y despues 
de haberlo llorado , le buscaron un vengador, nombrando 
en una junta plenaria para sucederle en el mando, á un 
pariente suyo, el cual se llamaba justamente Loncomilla,, 
como el Indio auxiliar que habia dado muerte ¿Qeupuantú. 
El nuevo toquí se disponia ya para entrar en campaña, 
y por primera providencia queria cortar la comunicacion 
á los Españoles con Arauco; pero Zea que lo supo, fué 
con los mismos cuatrocientos hombres, sorprendió com- 
pletamente á Loncomilla, que no tenia consigo mas que 
cincuenta hombres con los cuales se defendió hasta mo- 
rir, y desbarató todos sus planes, volviéndose con pri- 
sioneros, ganado y caballos, 

Mientras tanto, por la parte de San Felipe, Rebolledo 
tenia la misma feliz suerte, y aun mas feliz , puesto que, 
ademas de su éxito en muchas correrías, tuyo la ventaja 
mucho mas apreciable, de atraer á la paz los célebres 
. Pehuenches, y lo que mas es, por auxiliares con sueldo, 
haciéndoles opimas promesas. En cuanto á promesas, 
dice Carvallo, Rebolledo era tan liberal cuando rajaba 
y cortaba en paño ajeno, como apretado en lo que le 
interesaba personalmente. 

_ Estos Pehuenches, que Tesillo llama Veliches y que 
califica de ingratos, eran muy valientes y no ménos san- 
guinarios, y si se redujesen sin restriccion interior, se- 
rian muy útiles; pero el mismo autor añade que siempre 
era preciso estar mirándoles 4 la cara para ver de des- 


CAPÍTULO LVII. 477 


cubrir lo que tenian en el pensamiento. De todos modos, 
ninguna de las grandes ventajas conseguidas por los Es- 
pañoles ántes del invierno, ni durante esta estacion, en 
la cual se les cojieron mas de seiscientos prisioneros, 
mil caballos, y muchas cabezas de ganado ; ninguna de 
las correcciones crueles que creian haber dado á los 
Araucanos, bastó para enfriar su ardor belicoso, su amor 
á la patria y á su independencia. Mientras que los Espa- 
ñoles creian lo contrario, los Araucanos proycctaban 
darles nuevas pruebas de que era tiempo perdido todo 
cuanto se hacia por someterlos. 

En efecto, cuando menos lo aguardaba, recibió parte 
Laso de que hacian llamamiento jeneral de sus provin- 
cias para un poderoso esfuerzo que querian intentar, 
mandados por Putapichion, el cual, despues de haberse 
consumido mucho tiempo de impaciencia , se veia ya en 
estado de volver á las armas, sin recordar en ninguna 
manera lo que acababa de padecer. Tesillo, con grande 
sorpresa nuestra, opina que Putapichion, en punto á 
valor y á consejo, tenia muy poco de ambas cosas. Sin 
duda , este autor no estaba enterado de los antecedentes 
de Putapichion, é ignoraba , cosa imposible, Chillan, 
las Cangrejeras y la capa de grana de su jeneral. 

Enfin, informado el gobernador de que este jefe arau- 
cano tenia sus fuerzas reunidas , salió 4 buscarle él mis- 
mo de la frontera de San Felipe , á principios de enero 
1632, con mil y ochocientos hombres entre Es 
auxiliares, y se fué á acuartelar en Curalava. Una vez 
allí, mandó al sargento mayor Rebolledo con caballería 
á correr por Repocura , Con órden de replegarse á él ” 
Quillin, donde le aguardaria. . 

Apenas el gobernador habia tenido tiempo para alo- 


pañoles y - 


478 HISTORIA DE CHILE, 


jarse en Quillin, cuando ya Rebolledo estaba allí de 
vuelta de su correría con trescientos prisioneros y seis 
mil cabezas de ganado. Esto pareció tan inaudito , que 
algunos capitanes viejos decian á Laso que era esta presa 
un verdadero triunfo, y que merecia la pena de no 
exponerse á perderlo , en el supuesto de que los enemigos 
vendrian á recobrarlo á toda costa. Laso fué de parecer 
contrario, respondió que si con presas semejantes se 
contentaban, la guerra de Chile seria eterna; que no 
habia levantado el campo para venir á apoderarse de un 
vil botin y de algunos esclavos, sino para servir al rey 
y al estado batiendo á los Araucanos; que semejantes pa- 
receres podrian serles muy perjudiciales para su honra y 
reputacion , puesto que dejarian creer servian mas por 
interes propio que por el honor militar y gloria de las 
armas españolas, y que, enfin, si esta presa habia de 
aumentar el rencor de los enemigos y hacerles venir mas 
pronto álas manos con su ejército, esta seria su mayor 
utilidad. « Seamos dignos de nuestros antiguos Españo- 
les, que han hecho cosas mas grandes que nosotros, 
concluyó el gobernador, dando fin glorioso á esta 
guerra, y eterna memoria á nuestro nombre. » 

Dicho y hecho, don Francisco Laso fué á Repocura, 
donde se habia ejecutado la fructuosa maloca., y los ca- 
ciques de la provincia le enviaron á suplicar tratase bien 
á los prisioneros. La respuesta fué, que no solo pensaba 
tratarlos bien , sino que estaba muy dispuesto á resti- 
tuirlos , si aceptaban la paz; y, en efecto, la aceptaron. 
El jeneral permaneció tres dias en aquel amenísimo valle, 
regalando á su ejército con carnes, frutas y legumbres. 
Al cabo de estos tres dias, marchó para la Imperial, 
lugar de tristes y dolorosas memorias. Hallándose á 


con regalos y ofertas, P 


CAPÍTULO LVH, 179 


orillas del Cauten, á media legua de esta antigua plaza 
de milagros de valentía y de padecimientos, mandó 
que se hiciesen agresiones para irritar al enemigo, que- 
mando casas y saqueándolas; pero ni un solo enemigo 
se mostró. Lejos de eso, el gobernador no vió mas que 
mensajeros con súplicas para que pusiese fin á los 
estragos que cometian los Españoles. 

Tras de los mensajeros le vinieron muchos caciques 
que recibió con la mayor cortesía y agasajo , pregun- 
tándoles porque no se acojian á la paz á fin de ahorrarse 
aquellos estragos de la guerra. La respuesta fué que lo 
harian de muy buena gana si los Españoles estuviesen 
siempre allí para protejerlos ; pero que luego que se mar- 
chasen, vendrian los guerreros de llicura y de Puren á 
castigarlos por haber estado en relacion de amistad con 
sus enemigos. 

Esto se pasaba la víspera de Navidad. Al dia siguiente, 
marcharon los caciques muy pagados del recibimiento 
que les habia hecho el gobernador, y este canjeó el mismo 
dia muchos prisioneros. Gon esla ocasion, supo que los 
enemigos se hallaban con mil y quinientos hombres á la 
otra parte del Cauten y que aguardaban por refuerzos. 
Sobre la marcha, el jeneral mandó pasar el rio á Zea 
con mil caballos, llevando en ancas alguna infantería 
para dispersarlos. Pasó Zea; pero el enemigo se retiró 
apresuradamente, y el maestre de campo mandó á Sus 
tropas talar y saquear. Con esto vinieron á implorarle 
idiéndole ne les hiciese tanto 


mal. 

Sin embargo, i 
destruir y arruinar. Lo que quen 
se vé que si con una mano mane] 


no era la intencion del gobernador 
a era imponer. Por eso 


aba la espada, con la 


180 HISTORIA DE CHILE. 


otra concedia jenerosamente todo cuanto le pedian, bajo 
la sola condicion de la paz. Por desgracia, aunque pro- 
gresaba, lo hacia, por decirlo así, paso á paso y lenta- 
mente. Pero esta era la naturaleza de los Araucanos. Por 
dorde quiera que marchase el ejército español, se veian 
enemigos sin poder venir á cabo de ellos, por mas que 
se hacia, hasta que un dia Catimalá imaginó un ardid 
que vamos á referir. 

Formaba él con los auxiliares la vanguardia, y con 
mucha destreza marchó de manera que luego se halló á 
retaguardia, con el fin de que elenemigo no le viese por 
de pronto. Entre tanto, dijo al jeneral que era precisole 
permitiese simular un ataque contra la verdadera reta- 
guardia española, la cual simularia una defensa, y que 
él se retiraria como rechazado á ponerse bajo la protec- 
cion de los enemigos. Lo permitió Laso, y Catimalá 
ejecutó su maniobra con el mayor éxito. Al punto en que 
habiéndose retirado lo bastante, vió venir á su socorro 
los Araucanos, que lo creyeron suyo, los atacó, mató á 
veinte é hizo once prisioneros. 

Por otro lado, mientras el gobernador hacia esta cam- 
paña con tan felices resultados, los Indios de Ilicura, ] 
mandados por el caudillo Huenucalquin , que habia sido 
nombrado á la muerte de Loncomilla, se arrojaron im- 
petuosamente subre el territorio de Arauco, incendiaron 
la parcialidad de Carampangui y capturaron mujeres 
indias de los de paz. Catimalá que lo supo, corrió , con 
el beneplácito del gobernador, y sostenido por Zea con 
alguna caballería, para ir á vengarse y á rescatar las 
mujeres de Arauco. Los de Ilicura conocian el cáracter 
de Catimalá, y seguros estaban que vendria á sorpren- 
derlos, si podia, En consecuencia, pusieron centinelas 


CAPÍTULO LVIL... 181 


sobre todas las alturas de Puren para no serlo; pero la 
caballería española operó con tanta celeridad, que 
aunque las centinelas que vieron venir á los Españoles, 
dieron parte al instante, cuando los de Ilicura se hallaron 
formados para resistir, ya Zea estaba de vuelta con cin- 
cuenta prisioneros, 

El conjunto de operaciones arriba relatadas compu- 
sieron lo que se llamó la campaña de la Imperial, cam- 
paña fructuosa en sucesos venturosos para las armas 
españolas, y en la cual se cogieron un total de quinientos 
prisioneros , doce mil cabezas de ganado , mil caballos; 
se dió muerte á ciento y setenta enemigos; fueron resca- 
tados muchos Españoles cautivos, y reducidas á la paz 
sesenta familias con sus jefes. Pero todo esto no procuró 
ni paz, ni descanso para el ejército español. Parece cosa 
increible, pero asi fué. De regreso de esta campaña, don 
Francisco Laso repartió sus fuerzas entre las plazas de 
San Felipede Austria y Arauco, y él seretiró á la de Buena 
Esperanza, llamada tambien estancia del rey. 

Estas disposiciones ya tomadas, Y la tropa estando 
con descanso en sus cuarteles , los Áraucanos de Puren y 
de llicura empezaron de nuevo á inquietar la frontera, 
y siemprese llevaban algo; hombres, ganados Ó caballos. 
El gobernador empezaba á convencerse de que por los 
medios empleados hasta entonces no era probable poder 
someter á estos intrépidos enemigos, los cuales, ademas 
de su arrojo, tenian en su favor la naturaleza del país 
que los protegia. Muchas veces habia entrado en consejo 
con el maestre de campo y el sarjento mayor para haber 
de dar traza de someterlos, Ó á lo menos de reducirlos 
Pero era una cuestion sobre la cual no se 


Á : ¡ 
á la inaccion. Rebolledo 
31 


hallaban de acuerdo nunca , puesto que Zea y 


ll, HISTORIA. 


182 mIStÓRÍA DE CHILE. 


eran de parecer de que, para conseguirlo, lo mas conve- 
niente seria invadir su territorio continuamente con par- 
tidas volantes durante el invierno, y cortarles los víveres 
por el verano; y que Laso no opinaba lo mismo. Sin 
embargo en esta ocasion, que era oportuna , puesto que 
ya estaban en el mes de abril, dejó al maestre de campo 
seguir su idea y marchar contra llicura. Marchó Zea con 
designio de sorprender al enemigo; pero este, que estaba 
sobre aviso, habia puesto escuchas y centinelas por todas 
partes, y la marcha de los Españoles fué descubierta. 
Mataron estos ocho centinelas y luego finjieron retirarse, 
dejando una emboscada de trescientos auxiliares y cien 
Españoles. Los de llicura cayeron en ella y perdieron 
ochenta hombres muertos, y ciento y veinte prisioneros 
con algunos caballos, 

Verdaderamente son cosas, no diremos precisamente 
increibles, pero sí incalculables : los Españoles mataban 
yaprisionaban tantos Araucanos, cogian tantos caballos y 
ganados, que ni de hombres ni de estos animales debia 
de quedar uno en las tierras de los Indios. 


CAPITULO LVIIM. 


Exajeraciones de algunos historiadores. — Preparativos de Huenucalquin. — 
Vále á buscar Laso. — Operaciones de la campaña. — Socorro de tropa á 
Tucuman para someter los Indios sublevados. — Vuelve el gobernador á 
Santiago. — Sucesos de Rebolledo en San Felipe, y de Zea por Arauco. — 
Nueva campaña hecha por el gobernador. — Su éxito, 


( 1632—1634.) 


Digámoslo, aunque nos pese, la historia se resiente 
muchas veces de cierta exajeracion muy loable porque 
procede de sentimientos nobles y jenerosos. No dirémos 
que hay en los datos de don Santiago Tesillo ausencia 
de verdad, puesto que otros autores, y entre ellos Fi- 
gueroa, concuerdan con él, aunque parece que muchas 
“veces se fundan en sus mismas aserciones; pero lo cierto 
es que, segun las actas del cabildo de Santiago, el gober- 
nador habia salido de allí tan alarmado con los partes que 
le habian venido de los aprestos formidables de Huenu- 
calquin, que habiéndose puesto en marcha el 18 de no- 
viembre, el 24 ya estaba en Teno, el 7 de diciembre 
en Yumbel y el 25 de enero del año entrante 1632, en 
la Concepcion. 

Pero luego vió que le habian abultado mucho, mu- 
chísimo las fuerzas de Huenucalquin, y noobstante, 
aunque el virey del Perú le habia enviado un refuerzo 
de doscientos cuarenta hombres con pertrechos, aun ha- 
bia pedido refuerzos á Santiago , refuerzos que el ca- 
bildo, asesorado con la audiencia, no habia creido 
posible enviarle, en atencion 4 que estaban amena- 


18h HISTORIA DE CHILE. 


zados de una nueva invasion de corsarios, y que ya los 
hombres que la ciudad tenia á su disposicion no eran de- 
masiados para vijilar mil y quinientos Indios y dos mil 
negros ,—enemigos domésticos, — que habia en ella. 

Estas son particularidades que aclaran mucho la ver- 
dadera importancia de los hechos, y, francamente, no 
pueden ménos los lectores de estar reconocidos 4 estas 
rectificaciones de los cabildos, puesto que por ellas pue- 
den formarse juicios mas exactos de verdad, sin admi- 
rar ménos los interesantes servicios hechos á la causa 
por ilustres militares, 

Igualmente, vemos que, el 17 y 23 de octubre del 
año anterior, el cabildo de Santiago ha hecho una 
especie de ley suntuaria , compuesta de catorce artícu- 
los, arreglando los trajes y otros gastos excesivos que 
acarreaba un lujo desenfrenado; particularidad digna de 
notarse en cuanto contrasta de una manera casi cho- 
cante con los apuros y apocamiento en que decian se 
hallaban aquellos vecinos ; y esta ley, creemos haberla 
visto atribuida al gobernador don Francisco Laso y á sus 
miras lejislativas, para las cuales tenia la misma ap- 
titud que para las grandes operaciones militares, sin 
que Tesillo haga mencion del cabildo. 

Enfin, el cabildo dice que desengañada S. S, de 
. Que no habia mucho que temer de las amenazas de los 


Indios, se habia mantenido en la Concepcion, sin salir. 


á campaña hasta el 26 de abril , Y que el 5 de junio ya 
se hallaba invernando en Santiago, 

Estas contradicciones son crueles, puesto que sabemos, 
sin que pueda quedarnos jénero de duda, que Laso es- 
taba por Natividades en la Imperial; que envió 4 la 
otra parte del Cauten á Zea contra Putapichion; que 


CAPÍTULO LVIM. 485 


hizo rescates , atrajo Indios á la paz, y se cogieron en 
esta campaña gran número de prisioneros, con presas . 
de ganados y caballos. ¿A quien creer en tales casos? 
— Á todos, salvo una ligera sustraccion. en la suma de 
exajeraciones. Porque cada cual cuenta su historia , y no 
podemos desconocer que Tesillo servia de cerca con el 
gobernador, á quien tenia un apego, que, tal vez, no 
le permitia de ver sus cosas si no es con anteojos de 
aumento. 

Otros autores, sin dejar de ser justos, y aun tambien 
entusiastas para con don Francisco Laso de la Vega, con- 
fiesan que era este gobernador mas rígido que concilia- 
dor, y mas militar que político. Ciertamente habia tenido 
grandísimas dificultades que vencer, y obstáculos que su- 
perar para poner las cosasde la guerra en el estado en que 
estaban en aquel entonces ; pero tambien habia sido par- 
ticularmente atendido por el conde de Chinchon, y ayu- 
dado por los cabildos de Chile. Bien que Laso se hubiese 
portado como buen caballero cuando la audiencia de 
Lima sentenció en su favor sobre la oposicion de compe- 
tencia entre él y la de Santiago de Chile, hubiera podido 
evitar estos choques teniendo presente que los cabildos 
hacian mucho mas de lo que les era buenamente posible 
con el mas admirable celo ; que lareal audiencia repre- 
sentaba muy de cerca la autoridad real , y que los veci- 
nos de Santiago, lo mismo que los habitantes de otras 
ciudades, no habian dejado de pagar la deuda grande 
de un ciudadano á su patria, sirviéndola con vida y bie- 
nes, ¿De qué importancia eran algunas excepciones, 
poquísimas, para fundar en una infraccion muy du- 
dosa., si se atiende á la real céduda de 1612 en favor de 
los vecinos de Santiago, un asunto gravísimo de estado? 


186 HISTORIA DE CHILE. 


— De ninguna , y realmente Laso lo hubiera evitado, 
si á su noble enerjía militar, hubiese querido añadir un 
poco de sangre fria política. 

En primero de marzo, el cabildo de Santiago habia 
acordado conceder armas, pólvora y municiones, —al 
fiado por un año, — á los procuradores que le habian 
enviado con este fin las ciudades de Cuyo, Mendoza y San 
Juan , para defenderse,— si llegaba el caso, — contra los 
Indios de la Rioja y de Tucuman, que estab ( 

En la misma época, sin duda alguna, el virey conde 
de Chinchon habia pedido á Laso enviase,—noobstante 
sus propias necesidades, — un socorro de tropa á don 
Felipe Alburnoz, gobernador de Tucuman, para someter 
á estos mismos Indios que eran los Calchiaques. Laso 
cumplió con esta órden enviando al correjidor de Men- 
doza, don Juan Aldaro, con un escuadron á Tucuman. 
Pero cuando lo hizo, se hallaba en la plaza de Buena 
Esperanza , como lo dice Carvallo; y sin embargo , se- 
gun Tesillo, una de las grandes atenciones que llamaban 
ahora el capitan jeneral á la capital, era el dar compli- 
miento á esta misma órden del virey. 

Ciertamente, el punto donde estaba Laso entonces 
importa bastante poco al fundamento de la historia ; pero 
por otro lado, anuncia cierta composicion en el plan del 
relato, que puede, tal vez, causar alguna confusion en el 
órden de los hechos ; bien que en esta circunstancia no la 


haya. En efecto, el escuadron que fué al socorro de Tu- 


cuman produjo el resultado que se pedia , cooperando 
eficazmente á la sumision de los Calchiaques, en la que 
tuyo gran parte el jeneral don Jerónimo Luis de de Ca- 


brera, no solo con su persona sino tambien con sus 
bienes, 


ON EA 


CAPÍTULO LVHI. 487 


Estos Indios, despues de sometidos, fueron tras- 
feridos 4 Buenos Aires, en donde se fundó con ellos la 
poblacion de los Quilmes. 

Parece, entre tanto , que mientras el gobernador es- 
taba en Santiago, Putapichion y Huenucalquin conti- 
nuaban pasando y repasando el Biobio, mal que le pesase 
al sarjento mayor Rebolledo; el primero por la frontera 
de San Felipe, y el segundo por la de Arauco. Era un 
modo muy particular de hallarse aterrados. Picado Re- 
bolledo de estas burlas , pasó el Biobio con una columna 
- lijera por la plaza del Nacimiento, y en Puren , entró en 
la ciénega, á cuyas orillas vió las balsas de los enemi- 
gos. Con esta descubierta aguardó la noche, pasó el lago 
con su tropa, y al amanecer cayó sobre las casinas en 
las cuales cautivó unos cien hombres y mujeres, y dejó 
á otros muertos. Despues de lo cual quemó las habita- 
ciones y cuanto tenian los Indios, que quedaron tan ate- 
morizados , dice Carvallo, que durante mucho tiempo no 
se atrevieron á asomarse á la frontera. 

Sin embargo , uno de los prisioneros que Zea habia 
hecho en llicura le dió parte de que en los montes de 
Puren habia un lugar muy oculto , guardado por muthas 
centinelas avanzadas, y que servia de punto de reunion 
á aquellos Indios guerreros. Este prisionero delator de 
los suyos queria gozar pacíficamente en el seno de su fa- 
milia, cautiva tambien, de la paz que le ofrecian, y se 
aventuró á servir de guia á los Españoles en esta expe- 
dicion. El maestre de campo destacó al teniente Muela 
con cuatrocientos auxiliares y doscientos Españoles. Con 
Muela iba tambien un capitan de auxiliares llamado Phe- 
lerengel. Marcharon sijilosamente y llegaron cerca del 
sitio indicado , en donde habia una parte de los Arauca- 


LA HISTORIA DE CHILE, 


nos resueltos á marchar contra Arauco. Se echaron de 
repente y por sorpresa los Españoles sobre ellos, mata- 
ron unos setenta é hicieron cien prisiqneros. 

Espárcese esta noticia, tocan al arma los Indios, salen 
los setecientos y siguen á Muela, que ya se retiraba con 
órden. Le pasan á vanguardia , se situan ventajosamente 
y empiezan una accion contra los Españoles. Por des- 
gracia, aquel dia, llovia copiosamente y las armas de 
fuego les eran de muy poca utilidad, por no decir de 
ninguna. Por consiguiente, tuvieron que batífte al arma 
blanca; pero aun conservaban ventaja, y el enemigo 


se hacia ya atrás ; mas fué para volver 4 la carga con mas 
ímpetu á fin de romper las filas PS intento que 


no consiguió, porque los Españoles, ¡ firmes 
como rocas. Retroceden segunda vez los Araucanos con 
el mismo designio, y los Españoles, que por lo malo del 
terreno no podian tenerse en pié , ni hombres ni caballos, 
empezaron á retirarse. Pican los Indios la retaguardia 
y cargan en diferentes puntos hasta cinco veces, cuando 
ya á los Españoles se les caian las armas de las manos 
por el frio que les cortaba la respiracion; de suerte que 
treinta Españoles murieron en esta ocasion , y otros mu- 
chos despues, á consecuencia de las fatigas y de la incle- 
mencia de los seis dias que habia durado esta expedicion, 
escrita por este tenor de la misma mano del maestre de 
campo Zea (1). 

Al mes de julio siguiente, destacó Zea otra' columna de 
cuatrocientos Españoles y cien auxiliares sobre Puren, y 
esta columna volvió á los catorce dias con ochenta y siete 
prisioneros y trescientos caballos, habiendo muerto á 


(1) Figueroa, cuya narración adoptamos, añade que ya los combatientes no 


- se daban cuartel, 


A 


A 


CAPÍTULO LVII. s 189 


muchos enemigos, de los cuales, por esta parte, ya no 
se vió ninguno hasta en el mes de agosto (1). 

Es decir que por ninguna parte habia ya que temerlos, 
pues por San Felipe, Rebolledo los habia arrojado á 
la Imperial. Y con todo eso, Tesillo, que pone el hecho 
de llicura en el mes de julio, dice : « que no habia que- 
dado que hacer á las armas españolas hasta el de agosto. » 
¡ Qué ceguedad ! | : 

Mientras tanto, don Francisco Laso de la Vega lle- 
naba sus deberes de presidente de la real audiencia de 
Santiago; y como ya estaba en el tercer año de su go- 
bierno, conocia mejor la naturaleza de los hombres y las 
cosas del reino de Chile. Justo con todos los que pedian 
justicia, mezclaba con ella una particular benevolencia 
hácia los hijos del país, y empezó á ser mas querido ; por- 
que hasta entonces, este ilustre gobernador habia inspi- 
rado mas respetó que sentimientos de afecto, por la razon 
de que era mas imponente que llano, sintiéndose siem- 
pre revestido de la severidad que dan al exterior cuida- 
dos abstractos y serios. La autoridad que le daba sobre 
los ánimos su acierto en operaciones militares, nadie re- 
cordaba la hubiese gozado ninguno de sus predecesores. 

A 16 de noviembre , se fué de Santiago á Yumbel, sin 
que se hubiese sabido la causa de esta marcha repen- 
tina. Sin ninguna duda , dice Perez García, tuvo aviso 
secreto de algunas de las correrías felices de Huenucal- 
quin , de que habla tanto Molina ; pero, sea lo que fuere, 
todo el mes de diciembre lo pasó en paz, bien que 0cu- 
pado en preparativos para salir 4 campaña. Segun Gar- 

(1) Tosillo. — Estos prisioneros contradicen á Figueroa. ¿A quien creer? 


Francamente y en conciencia, á este, Vemos demasiada exaltación en Tesillo, y 
algunas veces, poca sinceridad. 


190 : - HISTORIA DE CHILE. 


cía , reunió mil y quinientos hombres, pasó el Biobio en - 


busca de Huenucalquin ; no le halló, y se contentó con 
hacer trescientos prisioneros en Repocura. El 26 de abril 
1633, ya se hallaba de vuelta en la Concepcion, en 
donde se mantuvo hasta el 23 de junio , en que las cre- 
cidas de los rios habiéndolos hecho invadeables , volvió 4 
“invernar en Santiago. El 29 de julio, llegó á esta capi= 
tal ; visitó el partido de Aconcagua el dia 20 de octubre; 
volvió á salir para la Concepcion el 17 de diciembre , 
y llegó á esta ciudad á la entrada del año 163). 

Así se pasó el verano de 1633, segun García ; pero 
Tesillo es algo mas explícito. Segun él, el gobernador, 
habiendo salido á campaña á principios de enero, y des- 
pues de haber concentrado sus fuerzas en Negrete, mar- 
chó sobre el rio Coypú, á orillas del cual se acuarteló. 
Desde allí dió órden 4 Rebolledo para que marchase con 
toda la caballería contra Pellaguen , confinante á Puren, 
y tan tenaz en la resistencia como esta. Rebolledo tuvo 
poco ó nada que hacer en esta marcha, por la razon de 
que los enemigos estaban ocultos en los montes. Algunos 
temerarios hubo que quisieron oponérsele y perdieron 
la vida en la demanda; otros fueron cogidos, y con 
estos y algunas familias , se incorporó con el jeneral en 
Coypú. 


A su vez, Laso marchó con todas sus fuerzas á Puren, ' 


con el solo fin de molestar á los Araucanos cortándoles 
los víveres, que es lo que mas sienten. Sin embargo, no 
se mostraron en masa, sino por pequeños destacamentos 


diseminados por todo el terreno que ocupaba el ejército. 


español. A fuerza de ser molestados , algunos se acojie- 
ron á la paz, y entre estos, uno fué un principal cacique 
llamado Guayquimilla , con setenta personas de su fami- 


CAPÍTULO LVIHHL. . 191 


lia y allegados. A pocos diag, se creyó Ó se supo que 
esta acojida á la paz no era sincera y sí finjida, y el 
gobernador mandó prender á Guayquimilla, el cual vi- 
vió y murió en una cárcel con muestras de cristiano. 

Pensando en retirarse, no quedándole nada que hacer 
allí al ejército, el jeneral mandó disponer, el dia mismo 
de la salida, una emboscada de cuatrocientos Españoles 
y auxiliares al mando del capitan Vazquez de Arenas, 
en la cual cayeron los enemigos dejando algunos muer- 
tos y muchos prisioneros. Es increible cuan fácilmente 
caian los Araucanos en emboscadas, por mas que esto 
les habia sucedido tan frecuentemente. Es una particula- 
ridad que ensalza, mas que otra alguna , el valor arro- 
jado de estos intrépidos guerreros. El gobernador mandó 
dar muerte á estos infelices prisioneros (1). 

(1) Tesillo, — Bien habíamos pensado, dando crédito á Figueroa cuando 


nOs aseguró que ya no se daba cuartel. Lo mas increible es que Tesillo aplaude 
esta accion de Laso, diciendo que se debia hacer lo mismo con todos. 


CAPITULO LIX. 


Nuevas sorpresas de los Indios.— Putapichion se prepara á salir con grandes 
fuerzas á campaña. — Vale al encuentro Laso; pero no le espera el jefe 
araucano. — Dispersa este sus fuerzas. — Causas de las malocas y correrías 
por parte de los jefes españoles. — Diferentes correrías y sucesos de Laso 
hasta que regresa á la Concepcion. 


PA 


(1634.) 


El gobernador se retiró para la Concepcion, y apenas 
habia vuelto las espaldas, cuando los pobres Indios sa- 
lieron de los montes para ver si les habia quedado algo 
y para levantar otras habitaciones, puesto que todas las 
que tenian estaban abrasadas. Se hallaban ocupados en 
esta faena con una perseverancia admirable, y en 
medio de ella se vieron de nuevo asaltados por setecien- 
tos Españoles y auxiliares que el gobernador echó sobre 
ellos, desde que supo que habian salido de los montes. 
Esta nueva expedicion regresó al cabo de nueve dias con 
ochenta prisioneros y trescientos caballos. 

¿No seria tal vez esta expedicion la repeticion de 
otra? — No. Nos hemos asegurado bien de ello, real- 
mente cansados de asentar las mismas acciones y los 
mismos resultados por todos lados, sin fin ni objeto posi- 
bles. Pues aun, el gobernador volvió atrás, antes de 
verificar su regreso á la Concepcion, con la noticia de 
que Putapichion se preparaba á salir con nuevas y mayo- 
res fuerzas á campaña. Salió aun otra vez de San Felipe, 
y tomó posicion sobre el rio de la Laja; pero Putapichion, 
lejos de presentarse, dispersó su ejército. Para asegu- 


BE A 


CAPÍTULO LIX. ' 193 


rarse mas del hecho y experimentar la fidelidad de los 
de Puren que últimamente se habian acojido á la paz, 
los envió mezclados con auxiliares experimentados á Pu- 
ren mismo, y surtieron tan bien, que á los siete dias, 
volvieron con cuarenta y cinco prisioneros mas, los cua= 
les confirmaron la noticia de la dispersion de las fuerzas 
de Putapichion. Con esto Laso se retiró tranquilo á la 
Concepcion. 

Allí, su espíritu activo se ejercitó en obras de utilidad. 
La falta de un almacen de pólvora y las continjencias 
desgraciadas á que esta falta podia dar lugar, llenaron 
su atencion, y mandó construir una casamata para este 
objeto. Tras de esto, hizo un arsenal de artillería que no 
existia ; un cuerpo de guardia y una sala de armas, que 
podia competir con las mejores de Europa. Estas cons- 
trucciones militares ocasionaban necesariamente las de 
otras casas para empleados, y contribuian á hermosear 
la ciudad que, como ya hemos dicho , era no solo capi- 
tal de las plazas de la frontera, sino tambien puerto de 
mar, y merecia poseer la real audiencia, dice Tesillo, 
el cual parece persuadido que ha sido una equivocación 
el ténor de la real cédula que la hizo restablecer en San- 
tiago, á donde necesariamente los gobernadores tienen 
que ir para presidirla ; cosa irregular que carece de fun- 
damento, y causa graves inconvenientes. 

Estaba pues el gobernador por abril en la Concepcion 
con pocos ánimos para bajar á Santiago por causa de su 
salud delicada ; pero por estosmismo, la Concepcion no 
le era muy favorable, puesto que el invierno aquí es 
mas riguroso con lluvias y vientos del norte. Sin em- 
bargo, tanto hicieron la audiencia y el cabildo rogán- 
dole fuese, que al fin, se resolvió 4 ir. Y este es el caso 


a 
h9h HISTORIA DE CHILE. 


de decir que hay grandes inconvenientes en este viaje, 
puesto que la ausencia del jefe del ejército puede acar- 
rear graves resultados. Esta ausencia tiene lugar justa- 
mente durante la distribucion de los situados, y no es 
difícil comprender que estas distribuciones serian mucho 
mas satisfactorias para todos los interesados en jeneral, 
pero particularmente para los mas humildes , si la pri- 
mera autoridad estuviese á la vista. En esto se distinguió 
mucho un gobernador interino , ministro de la audiencia, 
Merlo de la Fuente, y no menos su sucesor el ilustre Xara 
Quemada. Laso hubiera querido imitar á estos brillantes 
modelos, y hubiera querido que los otros cabos del ejér- 
cito tuviesen la misma noble ambicion; pero parece que, 
lejos de tenerla, tenian otra tal vez diametralmente 
opuesta, é increible en militares de tanto honor. Laso 
quiso poner remedio á este abuso de la baja codicia; 
pero el mal estaba demasiado arraigado. Sin embargo 
mitigó sus malos efectos, mandando por bandos que 
entrasen víveres todos los que quisiesen , con tal que en 
pagó recibiesen dinero y no jéneros de tráfico. Pero 
ra sido preciso para la exacta «ejecucion de sus 
s que se hallase en todas partes, por la razon de 
que los jefes y capitanes eran los que las infrinjian mas 
fácilmente , y con mas ventajas , en los fuertes y plazas 
de la barr sin temor de comprometer su honra ni 


OU Or E0 vento e sonidos desprecio á los 
Indios por los Españoles fra el conocimiento que tenian 


de su codicia, codicia que era el móvil principal del 


ardor con que ejecutaban malocas, saqueos y hacian 
, Prisioneros de ambos sexos. Estaban persuadidos los 
" Araucanos de que los maestres de campo, sarjentos 


mayores y capitanes no querian guerra con ellos si no 
era por estos fines, y que el jefe de cada correría y sa- 
queo se aprovechaba solo de la presa ú del botin que 
hacia, con el objeto de comerciar fuera del reino. Por 
esto se ve cuan acertado iba el P. Luis de Valdivia en sus 
principios Ó motivos, y en sus fines; y el estar de 
acuerdo con él, como lo hacen Tesillo y otros, en los pri- 
meros condenando los segundos, no lleva camino, ni 
esto se llama raciocinar, sino hablar con pasion , jénero 
de yerro que puede ocasionar tantos males, y los oca- 
sionó , sin duda alguna , como la ciega codicia de enri- 
quecerse. 5 + 
Por fin, la real audiencia, el cabildo y los vecinos 
de Santiago tuvieron el regocijo de ver llegar al ilustre 
Laso, á la entrada del invierno de 1631. Desde allí, sin 
dejar de dar mucha atencion á los asuntos civiles, no 
descuidaba los militares. Putapichion se hallaba enton- 
ces retirado del otro lado del Cauten , á la falda de la 
cordillera, en comunicacion con Antiguenu , otro cacique 
de renombre que tenia bastantes hombres bajo sa mando. 
Esta posicion la habia escojido Putapichion como inacce- 
sible por lo estrecho y difícil de las gargantas montuosas 
que conducian á ella. El gobernador le tenia muchas 
ganas á Putapichion. Realmente, no podia olvidar Laso 
que este valiente Araucano, de quien Tesillo habla con 
tanto desden, le habia quitado en cierta ocasion su capa 
de grana. Como decíamos, le tenia ganas y meditaba 
su ruina. Con la noticia de la posicion que ocupaba Pu- 
tapichion, envió órden al sarjento mayor Rebolledo, 
desde Santiago, para que le fuese 4 desalojar, si po- 
dia. Rebolledo obedeció; pero cerca del Biobio, lo 
descubrieron las centinelas araucanas desde las alturas 


e 
E A HISTORIA DE CHILE, 


a Netimiento y creyó deber retirarse á San Felipe. 

An nimados « con esta retirada los enemigos, treinta (1) 
temerarios de entre ellos tuvieron el arrojo de adelan- 
tarse hasta los potreros españoles para llevarse caballos; 
pero Rebolledo, ya prevenido de su audaz proyecto, 
habia mandado al capitan Domingo Parra de una com- 
pañía de auxiliares de San Cristóval, que fuese con sus 
soldados y algunos arcabuceros , todos montados, á cor- 
tarles la retirada. Ejecutó muy bien Parra esta órden, y 
encontró á los treinta valientes Araucanos cerca de las 
orillas del Itata. Bien que las fuerzas españolas fuesen 
muy superiores, los Indios las arrostraron, y se batieron 
quedando todos ó muertos ó prisioneros sin que se sal- 
vase mas que uno solo que corrió á llevar esta noticia á 
los suyos. Los Españoles y auxiliares tuvieron algunos 
heridos. 

Muchísimo se holgó Laso con ella cuando la recibió 
por su lado. Muy luego salió de Santiago para la Con- 
cepcion , en donde se halló con cincuenta caciques de la 
Imperial que venian á pedirle paz, movidos del temor 
d maltratados aquel verano, dice Tesillo, el cual 
añadal « : porque por bien, no es posible se consiga cosa 
loable desu natural. » — Semejante ceguedad es increi- 
ble en un hombre de mérito que ha llenado pájinas, ele- 
gantemente escritas, de rasgos de resistencia heróicos, 
al paso que en los cuatro últimos años de defensiva no 
se vé apenas uno ; increible en un hombre que confiesa 
que la codicia es el gran móvil de malocas y correrías, 
y que el uso que hacen del botin los que las mandan los 
hace despreciables á los ojos de los mismos Araucanos. 


(1) Carvallo dice dos, que salieron á su encuentro, al parecer, con el solo 
objeto de hacerse matar, probando cuan poco se les daba de morir. 


AA 


A 


CAPÍTULO IX. MO 
Pero dejemos reflexiones inútiles cuando tenemos de- 
trás de nosotros un rastro de pruebas eternas de que no 
hay para que leer seriamente los recopiladores de aquel 
tiempo. Exceptuando Figueroa, —bien que algunas veces 
caiga en contradicciones bastante singulares ,— y €x- 
ceptuando á los jesuitas , con particularidad á Ovalle, 
todos los demas ó faltan de sinceridad , Ó de consecuen- 
cia, Es materia imposible el sacar en limpio qué querian 
6 qué pensaban algunos de ellos, ¿Porqué, — dice Fi- 
gueroa ,—no queria la paz Putapichion?-— Porque pre- 
feria la guerra á la esclavitud. E 
Salió.pues Laso en los primeros dias de enero de 1634, 
de la frontera de San Felipe, y, al mismo tiempo, salió 
Rebolledo de Arauco para marchar por las cimas de San 
Jerónimo á Puren, para incorporarse con el jeneral. 
Alonso Villanueva Soberal, que habia remplazado á 
Rebolledo en San Felipe, de sarjento mayor, Como 
Rebolledo habia remplazado al maestre de campo Zea 
en Arauco, tuvo la misma órden. Estas fuerzas se diri- 
jian sobre Puren con intencion de asolar enteramente la 
provincia, y no dejar hombre vivo (1). El plan era que 
las fuerzas de Arauco y les de San Felipe llegasen de 
golpe á Puren el mismo dia para empezar sus Opera- 
ciones simultaneamente en diferentes puntos. Rebolledo 
debia operar á la ig .% Utanlevo, y Villanueva en la 
misma cienega, pleg despt Jes uno y otro á la casa 
vieja de Puren. 
En cuanto 4 Laso, este escojió para sí caminos desu- 
sados , y escondidos, tan llenos de pantanos y de obstá- 


(1) Los ardides son los mejores medios y los mas eficaces para la conversion 
y quietud de estos rebeldes, quitándoles hijos, 9 emp 4 E á ellos 
mismos bajo el yugo tremendo de la esclavitud.— Tesil 
32 


ad 


JJ, HISTORIA. 


A 


E HISTORIA DE CHILE. 


culos, que temió no llegar á tiempo 4 Puren. En esta 
marcha , él mismo ayudaba á los trabajadores á allanar 
las dificultades casí insuperables de la ruta, animando á 
sus soldados no solo con la yoz sino tambien con su ejem- 
plo. Es de advertir que el gobernador habia mandado 
pasar todos los prisioneros á cuchillo, se entiende los de 
armas tomar. En pr 
Apesar de todas estas medidas y precauciones, el 
resultado no llenó enteramente las esperanzas de Laso, 
por la razon de que los descubridores del trozo de Arauco 
se encontraron con batidores araucanos, De suerte que 


fué preciso batirse, dando la alarma estos últimos, Sin 


embargo, aun se hicieron sobre cincuenta cautivos, y se 
dió muerte á treinta y cuatro combatientes, 

Incorporado Laso con todas sus fuerzas en la casa 
vieja de Puren, en aquel dia y en el siguiente, los Es- 
pañoles abrasaron todas las legumbres y productos de 
aquel ameno y delicioso territorio , transfiriendo los apo- 
sentos de un punto á otro luego que asolaban el primero. 
Durante esta operacion , Vinieron al campo español 
muchos Indios y mujeres, los primeros con mensajes , 
y las mujeres para hacer súplicas al gobernador por el 
buen trato de los prisioneros. En vista de que algunos 
pedian la paz, rogando que suspendiesen los Españoles 
el asuelo de sus tierras , Laso mandó suspender la eje- 
cucion por tres dias, | 

A este propósito, Tesillo suelta una tirada que real- 
mente no nos atrevemos 4 calificar por temor de llamarla 
implicitamente odiosa, Segun este autor, la virtud mili- 
tar de Laso, — fidelidad 4 sus promesas, — era ociosa 
con estos rebeldes, en quienes no habia fidelidad, y era 
cosa dura que España guardase su palabra con ellos, 


CAPÍTULO LIX. 199 


sin que ellos la guardasen nunca con España, llamán- 
dolos por último monstruos, é hijos de la ambicion. 
Viendo el gobernador, al cabo de los tres dias de sus- 
pension , que los mensajeros de paz no volvian , mandó 
continuar el asuelo aun con mas rigor que ántes, si era 
posible. Los Araucanos miraban desde lejos , reunidos en 


grupos, la ruina de su hermoso suelo cuyas cosechas - 


> 


aquel año hubieran sido abundantísimas en exceso, $ 


tanto mas , cuanto despues que habian hecho las 
bras, sus habitantes habian disminuido considerable 
mente en número, por los muchos que las armas esp 
- holas habian muerto y llevado á cautiverio, sin contar 
otros, que con este temor se habian expatriado ó mudado 
de morada. Bi 


Mientras tanto, un cacique de Puren, llamado Lianca, 


que era uno de los que habian venido con propuestas de 
paz, hacia cuanto podia para que los suyos se acojieran 
á ella; pero el venerable Lianca perdia el tiempo. Segun 
decia este, sus paisanos no la aceptaban porque preferian 
morir á ser esclavos, y que por eso debian reunirse allí 
en el mes de marzo, con el fin de preparar la venganza 
desus ultrajes ó perder con gloria la vida. Sin embargo, 
Lianca consiguió volver con algunos otros á presencia 
del gobernador, y les arengó él mismo diciéndoles : 

« Decis que el amor de la libertad os impele á la 


- guerra, tanto como la memoria de las agresiones y ul-= ' 


trajes que han venido 4 hacernos los Españoles. Eso seria 
bueno si los que están hoy aquí fueran los que han venido 
con Almagro, que rechasásteis valerosos; Ó los que 
vinieron con Valdivia, al cual habeis resistido , así como 
tambien á algunos de sus sucesores. Pero despues, 0S 
habeis acojido á la paz, y reconocido por vuestro señor 


500 HISTORIA DE CHILE. 


al rey de España; y desde este punto somos rebeldes y 
por eso nos tratan como á tales. Hace cuatro años que 
os sustentais con yerbas del campo, porque vuestras 
cosechas os faltan, quemándolas y talándolas continua- 
mente los Españoles. De modo que todo cuanto haceis 
por la libertad os convierte en esclavos de esta libertad. 
Reconoced, al fin, al rey y ála razon. Lastimaos de vos- 
otros mismos y de vuestros hijos y mujeres, que necesa- 
riamente caerán en manos de los Españoles, ó morirán 
de hambre en los montes. Esto os lo digo por vuestro bien; 
en cuanto á mi, estoy resuelto á apartarme para siempre 
de vuestros levantamientos, » 

Así habló el sesudo Lianca y su discurso pareció , al 
principio , haber persuadido á los demas Indios. Pero se 
halló allí justamente un mestizo, del nombre de Chica- 
guala, que habia bajado de la Imperial, y que aun habia 
hablado el dia ántes con el gobernador. Este mestizo 
frustró el buen efecto de las persuasiones de Lianta,, in- 
citando á los otros á la guerra, y marchándose con la 
mayor parte de ellos. Lianca y algunos otros se acojieron 
á la paz, rogándole levantase en Puren , y poblase un 
fuerte de Españoles para protejerlos, Laso formó consejo 
para deliberar sobre este punto, y resultó que accedió 
á la súplica de Lianca y de los otros. 

No podemos ménos de notar aquí una de estas contra- 
dicciones increibles que quitan la voluntad de dar impor- 
tancia alguna á las opiniones de los escritores de aquel 
tiempo. Segun Tesillo, « este consejo de levantar y poblar 
un fuerte en Puren, era sospechoso , puesto que tuviese 
por objeto la paz; porque un proyecto de paz entre los 
que ganaban honra y riquezas en la guerra, no podia 
menos de serlo, Bien que no esté siempre en manos de los 


CAPÍTULO LIX, 501 


hombres el asegurar la paz, cree dicho autor que mas de 
una vez ha estado en manos de algunos el excusar los 
desastres de la guerra. Es cierto que el fin 4 donde se 
encamina la guerra, es la paz; pero si esto se entiende 
y se hace en todas partes, no sucedia lo mismo en Chile, 
porque allí, de la guerra surtian para muchos los bienes 
y conveniencias de la vida, » 

Volviendo al asuelo de Puren, Laso lo mandó continuar 
durante todo el mes de enero; pero mientras tanto 
algunos Indios de paz le vinieron á dar parte de que los 
de guerra proyectaban echarse sobre Acauco. Laso envió 
á Rengel, capitan de auxiliares, con doscientos de estos 
y cien Españoles, á atajarlos. Marchó Rengel, y al paso 
por Ílicura, destrozaron algunas casinas y aprisionaron 
unas treinta personas con dos caciques. Despues de esto, 
continuaron sobre Arauco, pero no hallaron allí ene- 
migos. | 

En principios de febrero, levantaron el campo los 
Españoles y se pusieron en retirada. El primer dia, se 
notó la falta de un Indio ianacona, cristiano , y todos 
creyeron que sin duda alguna le habia cojido el enemigo. 
Ya lamentaban su desgraciada suerte, cuando hé aqui 
que llega Gurinamon, cacique de Puren, montado en 
un magnífico caballo y armado con brillantes armas de 
Europa (1), con otros cuatro, y con el Indio cristiano 
que se habia echado de menos en el ejército. Llega Cu- 
rinamon al jeneral, que le recibió con mucha cortesía , 
y le presentó el Indio ianacona , diciendo á Laso, que lo 
habia hallado dormido en un monte, y se lo traia por 
afecto á su persona , y noobstante los graves daños que 
les habia causado en sus tierras. 


(1) Quitadas á los Españoles, dice Figueroa. 


502 HISTORIA DE CHILE, 


Este Curinamon deseaba la paz, y lo mas particular 
es que la deseaba contra la voluntad de su mismo padre, 
Para que la paz fuese duradera, decia él á Laso, seria 
preciso levantar las antiguas ciudades españolas, y 
poblarlas con Españoles menos codiciosos y sanguinarios 
que los antiguos. Trayendo entre nosotros muchos Espa- 
ñoles, conseguireis mas fácilmente la paz porque muchos 
la desean. | 

- Tras de esto, Curinamon, que vió los ojos de envidia 
con que los oficiales miraban las hermosas y lucientes 
armas que llevaba, y que muchos le pidieron con pro- 
posiciones en apariencia ventajosas, las dió al capitan 

de la Lastra, de cuyas manos pasaron posterior- 
4 las del marqués de Vaides, 

iS Entre otras cosas raras y notables de esta campaña, 
hubo una plaga de arañas, cuya mordedura, segun varios 
autores, daba la muerte á los soldados con síntomas de 
rabia, yéfiútctios murieron así; y esta fué una de las 
causas para apresurar la salida de Puren, en donde, por 
otra parte, se habia conseguido el objeto, puesto que los 
Indios de allí estaban resueltos á retirarse 4 la Imperial, 
y aun mas allá. En Micura, sucedia lo mismo, y ya esta 
provincia quedaba casi totalmente abandonada. En la 
retirada , á cada étapa se veian venir Indios 4 pedir la 
paz, movidos por el amor á sus hijos y mujeres cautivos; 
y muchos sin esto, ya cansados de padecer otros males, 
hacian lo mismo. 

Todo el mes de febrero , lo pasó Laso en San Felipe, 
hasta que pareciéndole oportuno el ir 4 ver lo que ha- 
cian los enemigos de la costa, fué y dió órden al maestre 
de campo Rebolledo que saliese con cuatrocientos Espa- 
ñoles, infantería y caballería. , llevando consigo á Aterica 


> 


. Y 
¿CAPÍTULO LIX. 503 


con quinientos auxiliares. Rebolledo marchó para esta 
expedicion y se echó de repente sobre Calcoimo y Ke- 
lomo, donde hizo todo el mal que pudo, y aprisionó cin- 
cuenta individuos, de los cuales era uno el famoso Guri- 
milla, cacique que habia hecho muchas correrías por 
las fronteras españolas, y cuya cabeza envió como pre- 
sente á los auxiliares de San Cristoval y Arauco, á los 
cuales Curimilla habia hecho mucho mal (1). 


(1) Sin duda, este es otro Curimilla, puesto que ya Perez García nos ha 
dado un toquí de este nombre por muerto, Igualmente, en esta campaña que 
concluye, el mismo autor nos cuenta que hubo en lliura un gran choque con 
Huenucalquin , el cual se defendió hasta morir. Tesillo no dice una palabra, 
ni vuelve 4 hablar de este jefe araucano, — Hay en esto reticencia de Tesillo. 


$ 


Ed 
ss CAPITULO LX. 


Laso en la Concepcion.—Recibe parte de una nueva tentativa de Putapichion. 
so 


ñoles y Araucanos. — Nombran estos por toquí á Curanteo. — Muerte de 
este.— Sucédele otro Curimilla. 


(1634.) 


pati € E 

Desde la Concepcion , 4 donde se retiró 4 fines de 
marzo , el gobernador informó al rey del estado en que 
se hallaba la guerra de Chile, exponiéndole que se nece- 
sitaban dos mil buenos soldados para darle pronto fin. 

Durante la cuaresma, no hubo un solo parte de agre- 
sion de los Indios ; pero la víspera de Pascua, llegó uno 
de Villanueva anunciando que Putapichion venia contra 
él con fuerzas imponentes. Laso le mandó en respuesta 
tomar posicion en la Laja, á donde llegaria él mismo 
muy pronto, y le cumplió su palabra juntándose con él 
muy luego en dicho punto. 

Bien que las fuerzas que tenia allí fuesen muy inferio- 
res á las que se suponian al enemigo, ya no habia lugar 
para pedir mas á Arauco, y se resolvió 4 esperarlo. Entre- 
tanto un auxiliar, llamado Mavida, activo y sagaz, que 
habia ido con veinte de los suyos á la descubierta , vió á 
orillas del Biobio los corredores de Putapichion en 
mayor número que los que él mandaba. En vista de 
ello, envió corriendo á pedir al gobernador un refuerzo 
de treinta, que le fueron destacados sobre la marcha y 


CAPÍTULO LX. 505 


con los cuales entró en accion con los del enemigo, lo 
batió y le hizo algunos prisioneros , entre los cuales se 
hallaba un hijo del célebre Ancanamun , que el lector ha 
conocido. Uno de los que se salvaron dió parte á Putapi- 
chion de lo que acababa de suceder, y viendo este que 
su marcha estaba descubierta, se retiró desde allí mismo. 

Villanueva, que lo supo, le fué al alcance hasta Pella- 
guen ; se encontró con un trozo de Araucanos, mató á 
treinta y aprisionó cincuenta, de los cuales era uno un 
cierto Puelentaru, que gozaba de una grande reputacion 
militar. Pero aquí se acabó, porque el gobernador cayó 
gravemente enfermo y tuvo que retirarse á la Concep- 
cion por abril, en donde luchó entre la muerte y 
la vida, hasta el mes de agosto en que felizmente se 
hallaba en estado de buena convalecencia. Entonces, los 
médicos y los asuntos del estado exigieron que mudase 
de clima y salió para polio por mar hasta Valpa- 
raiso. 

Pero aquí, debemos de notar que si este viaje por 
mar era bueno para su salud, primer objeto sin duda 
alguna, tenia por otra parte Laso que dar cumpli- 
miento á una real cédula que habia recibido aquel año, 
cédula que el maltrato cruel que daban los encomenderos 
á sus Indios habia arrancado con cólera de manos del 
monarca, que exijia su cumplimiento con premura. 

Parece, en efecto, que el remedio era demasiado tar- 
dío ; que los abusos hechos con los Indios de paz estaban 
muy inveterados , sin que se viese provecho , cosa muy 
de notar, para los que cometian estos abusos. Ademas, 
no era fácil conciliar todo lo que mandaba la real cédula 
con los intereses públicos, y Laso se hallaba muy per- 
plejo. Sin embargo , animado de su celo y buenas inten- 


506 HISTORIA DE CHILE. 


ciones, no solo tomó consejo de la real Audiencia y del 
cabildo, sino tambien de cuantos estaban en estado, 
por sus luces y conocimientos, de aclarar la cuestion, 
Pero tal fué la diversidad de pareceres que le dieron, 
que despues de haberlos tomado, se halló mas confuso 
que ántes; por donde se verá cuan difícil era el poner de 
acuerdo las miras ú las pasiones de los diferentes intere- 


08. 

Por fin, concluyó el gobernador dando cumplimiento 
á dicha real cédula, es decir, dejando libertad 4 los In- 
dios; descargándolos del servicio personal, y de parte 
de los gravámenes de las tasas que pagaban, sin que 
esto surtiese mejor efecto en lo futuro, que lo habian 
surtido medidas análogas en lo pasado. 

Mientras Laso llenaba estos deberes en la capital, los 
comandantes de los fuertes hacian el suyo. Por setiem- 
bre, el maestre de campo y el sarjento mayor marcha- 
ron á Cauten, donde toma su fuente el rio de este 
nombre, que, como se sabe, es el de la Imperial, 
Putapichion se hallaba á la sazon entre este rio y la 
sierra 6 cordillera Nevada, combinado con Antiguenu, 
cacique rico y de renombre, y los dos mandaban 
fuerzas respetables. Marchó el ejército español contra 
ellos y apresó tres corredores , por los cuales se supo que 
un desertor auxiliar, llamado Pichiñanco, soldado de 
experiencia y de valor, se habia juntado con ellos. Estos 
jefes debian tener una asamblea al dia siguiente, cinco 
de octubre , con todos los de Pubinco en Curalab, con 
cuyo objeto se habian de reunir aquella misma noche en 

Con estos datos, los comandantes españoles resolvie- 
ron sorprenderlos , y para ejecutarlo, Rebolledo corrió 


CAPITULO LX. 507 


4 Cauten con sus tropas, mientras Villanueva con las 
suyas caja de improviso sobre Elol, Hecha esta combina- 
cion de movimientos, se separaron los dos jefes espa- 
ñoles; pero Villanueva, antes de llegar al punto de 
reunion de los Indios, tropezó con una casina en donde 
habia treinta de estos y tuvo que hacer ruido batiéndose 
con ellos, porque opusieron una resistencia furiosa. De 
manera que el plan de sorpresa quedó desconcertado, y 
se limitó Villanuevaá los resultados ordinarios de algunos 
muertos y prisioneros, 

Desde entonces, ya no le quedaba que hacer en este 
punto y se fué 4 incorporar con Rebolledo, con el cual 
hizo su juncion muy á tiempo, puesto que este maestre 
de campo, habiendo destacado algunas partidas que- 
dándose con una reserva, se habia visto atacado con 
vigor por los Araucanos, los cuales recibian refuerzo casi 
al mismo tiempo que le llegaba á Rebolledo el del 
sarjento mayor Villanueva. Los Araucanos cargaron 
de nuevo; pero fueron rechazados , bien que se hallasen 
mandados, — á lo ménos así lo pensaron los Espa- 
ñoles, — por el mismo Putapichion que fué aun herido. 
en esta accion. Sea como quiera, si los Araucanos se 
retiraron, los Españoles hicieron lo mismo, bien que 
con ciento y cincuenta prisioneros y dejando solo tres 
muertos. 

Es cosa muy de notar que el autor que acabamos de 
citar y que no se halló en esta expedicion porque estaba 
en Santiago con Laso, dice que supo estos detalles por 
cartas de Rebolledo y Villanueva, cartas tan discor- 
dantes que le habia sido imposible, por de pronto, el 
formarse un juicio probable del hecho. Pero que esto no 
era de extrañar, puesto que estas disonancias eran muy 


508 HISTORIA DE CHILE. 


frecuentes entre los diferentes comandantes del ejército 
de Chile, tan frecuentes como sus rivalidades y discor- 
dias. 

En este instante, recibió aviso el gobernador de que 
los Butalmapus habian nombrado por toquí jeneral á 
Curanteo , y con esta noticia reunió el cabildo para 
pedirle caballos de remonta, que él se obligaba á pa- 
gar muy en breve. El cabildo se los aprontó , y al punto 
el jeneral los envió á la frontera, quedándose él aun 
en la capital, en donde , el 1? de enero de 1635, fué 
convidado por los capitulares á presidir la eleccion de 


- nuevos alcaldes. 


Muy luego despues , recibió parte del maestre de 
campo con el relato de su nuevo encuentro con los 
Araucanos, en el cual habia perdido la vida el nuevo 
toquí Curanteo. Con esto, Laso se quedó todo el año en 
Santiago sin pasar á la frontera. 


i 


é 
CAPITULO LXI. 


Reúnense los Araucanos en Pelleguen con proyectos hostiles. — Sorpréndeles 
el maestre de campo.— Hace prisioneros, y atrae algunos Indios á la paz.— 


guenle los Españoles y rescatan los caballos. — Sale el capitan Mejorada de 
Castro hasta Osorno.—Castiga aquellos Indios matando á ciento, y se retira 
sin pérdida. — Entra el invierno. — Los Indios de Tirua quitan caballos á 
los Españoles. — Siguen las correrías, — Proyecto de repoblar á Valdivía.— 
Dilaciones.—Vuelve Laso á la Concepcion, á donde llega el 15 deenero 1636, 


(1635.) 


No habia desengaño posible para los Araucanos por la 
resolucion firme é irrevocable que habian formado de 
morir todos antes que rendirse. 

Por otro lado, tampoco habia desengaño posible para 
los Españoles, por la resolucion firme é irrevocable de 
los hombres de guerra que mandaban, de eternizarla 
por su propia honra y provecho. 

Estos son los dos puntos esenciales que la historia ha 
tenido hasta ahora que aclarar, y que quedan tan m mi- 
fiestos y patentes, que los lectores no pueden en concien- 
cia conservar la menor duda acerca de ellos y de la con- 
secuencia moral que se sigue. > 

A la entrada del año de 1635, habia discordia entre 
los Araucanos, introducida entre ellos por maña y des- 
treza del maestre de campo Rebolledo. Sin embargo, 
aun supieron concertarse, dándose punto de reunion 
en Pellaguen para caer sobre Arauco. Recibió aviso 
de este proyecto Rebolledo, y con mucha cautela y 
silencio se echó de improyiso, con una columna lijera, 


de 


510 HISTORIA DE CHILE. 


sobre ellos, los sorprendió , y aprisionó cincuenta indi- 
viduos y á un cacique. Algunos otros se acojieron á la 
paz, y uno de ellos fué el cacique de la parcialidad , 
llamado Guarapil, con toda su familia. El maestre de 
campo regresó con quietud á Arauco. 

Con todo eso, de allí á pocos dias, un AA 
de eñemigos sorprendió con éxito á los auxiliares de Cu- 
rilebo, y se llevaron un buen número de caballos. Toca- 
ron generala, se formaron los soldados Españoles, los 
persiguieron, los alcanzaron en Puren, cojieron á cinco 
de ellos y rescataron los caballos. Estos cinco prisione- 


- ros contaron que los suyos se preparaban á atacar la 


reduccion del general auxiliar Catimalá con quinientas 
lanzas ; y Rebolledo volvió á salir para Calcoymo, y con 


- emboscadas consiguió cojer á doce corredores enemigos, 


los cuales confirmaron la noticia de que cerca de allí 
reunidos ochocientos combatientes araucanos. La 
noche se acercaba , y Rebolledo temió que los enemigos 
recibiesen nuevos refuerzos para el dia siguiente, te- 
niendo , por otro lado, un mal terreno que podria serle 

ventajoso. En consecuencia, se retiró en buen órden 

todas sus fuerzas bien concentradas á tierra llana, 
destacando al Indio auxiliar Marinau á los altos de Puren 
para que desde allí vijilase los movimientos del enemigo. 
Este auxiliar dió parte al maestre de campo de que en 
efecto sabia con certeza que mil caballos iban á cargar 
el campo español, y Rebolledo creyó deber retirarse á 
Arauco , á donde tuvo el buen éxito de llegar sin ser 
atacado. 


En la isla ici de Chiloe, habia , en Castro, unos 
cien soldados de caballería, y en la de Galbuco, unos 
setenta de infantería, con las miras unos y otros, mas 


CAPÍTULO LXI. 5141 


bien de vijilar los Indios de paz y la seguridad de los 
moradores españoles, que para hacer correrías entre los 
guerreros vecinos de Osorno. El gobernador tenia moti- 
vos recientes de quejá contra estos, y envió órden al 
capitan Sanchez Mejorada, que era gobernador allí, 
para que saliesé con sus fuerzas á castigarlos. Salió Pedro 
Mejorada, y llegó hasta Osorno, apesar de una grande 
resistencia, dando muerte á ciento de los enemigos y 
retirándose él luego sin pérdida notable, 

Entretanto, llegaba el invierno, ya estaban á fines de 
marzo, y queriendo aprovechar el poco tiempo que que- 
daba, Laso envió órdenes para que el ejército hiciese una 
campaña. Salieron el maestre de campo y el sarjento 
mayor, el primero contra Pellaguen ; y el segundo contra 
Utamlevo. Despues de haber cautivado ciento y cincuenta 
individuos, con muerte de otros veinte, se reunieron en 
elestero de Lumaco, reconocieron Puren y la Cien 
no hallaron 4 nadie en toda la provincia, con lo cuai se 
retiraron á sus cuarteles de invierno, que se anunció 
tan riguroso, que en los meses de mayo y junio ni una 
partida lijera pudo salir 4 campaña. Pero al parecer, los 
rigores del invierno no arredraban tanto á los Araucanos 
como á los Españoles, puesto que algunos de Tirua, 
que eran los mas cercanos por la parte dela costa, llega- 
ron á Arauco y hasta el fuerte de Colcura, y se lleva= 
ron de una reduccion de Indios amigos hasta cincuenta 
caballos. Picado Rebolledo , salió, á pesar de las incle- 
mencias del cielo, hasta Tirua mismo, pasando el rio en 
balsas con una partida lijera, y tanto se internó, que 
tuvo tiempo el enemigo para reunir quinientos comba- 
tientes. Gon todo, Rebolledo se mantuvo firme, y los 
Españoles se batieron con tanto ánimo, que mataron á 


512 HISTORIA DE CHILE. 


treinta de los enemigos, y cojieron trece con mas de 
cien mujeres y niños. 

Por parte de San Felipe , Villanueva destacó alguna 
jente con un ayudante, y un Indio prisionero por guia, 
para que fuese 4 destruir algunos ranchos enemigos que 
habia por encima de Puren. Llegaron los Españoles y 
hallando los ranchos despoblados, continuaron su mar- 
cha hasta Cauten, en donde cojieron cuarenta mucha- 
chos, y mataron á veinte Indios, pero tuvieron que reti- 
rarse apresuradamente porque los enemigos se pusieron 
en su alcance. En Malloco, se atrincheraron en un des- 
filadero, en el cual se defendieron tan bien, que los 
enemigos se retiraron desanimados, dejando á los 

Españoles volver en salvo á sus cuarteles, 
En estos detalles de que abunda con demasiado exceso 
el gobierno de don Francisco Laso de la Vega, hay, 


e S oiegas del fastidio de la similitud idéntica de aconteci- 


ientos, similitud por la cual mas de una vez creerá el 
lector ver el mismo repetido por inadvertencia ; hay, de- 
cíamos , ademas de esto, la poca sinceridad de las narra- 
ciones, poca sinceridad tan manifiesta, que el lector 
mismo, sin querer, ve claramente lo que el escritor omite 
con mal acertada intencion, 

Llega por fin la primavera, y 4 primeros de octubre, 
sale el ejército á campaña ; pero la estacion bella se mos- 
tró tan horrorosa , que sus inclemencias de viento y tor- 
rentes de lluvia eran peores que las del invierno. Gon 
los mayores trabajos, llegaron los Españoles al rio de 
Coypú, infinitamente poco caudaloso en todos tiempos, 
pero tan soberbio en esta ocasion, que detuvo al ejército 
muchos dias sin que lo pudiese pasar. Duraban estas in- 
temperies, y, en lugar de disminuir, parecian cada dia 


CAPÍTULO LXI. 513 


mas enfurecidas, en términos que los soldados y hasta 
los mismos jefes se hallaban abatidos y de mal talante. 
Sin embargo, los jefes la tomaron por punto de honor, 
y resolvieron el paso del rio con balsas improvisadas, y 
lo ejecutaron con pérdida de algunos ahogados, españoles 
y auxiliares. En Puvinco, distribuyeron las tropas en 
columnas para correrías, y estas llegaron hasta el rio 
Tabon, matando enemigos, aprisionando hasta ciento y 
veinte individuos, y llevándose muchos caballos y armas 
ofensivas y defensivas, 

Esta jornada fué llamada la de Mongon, por compara- 
cion de la detencion é inconvenientes que experimentó 
en ella el ejército á los que experimentan los navegantes 
al pasar el promontorio que hay desde Guayaquil al Ca- 
lao, por corrientes y vientos contrarios. De resultas de 
esta jornada hubo entre los oficiales y soldados tantos 
cuentos y chismes sobre el ánimo y desánimo que tales 4 
y cuales habian mostrado en estos dias adversos, que : 
realmente se podia decir que era un puro influjo del. 
clima este estado de enemistad, y mas bien naturaleza 
que mal hábito contraido por el ejercicio de la envidia. 

En este mismo año, recibió el virey, conde de Chin- 
chon , reales órdenes concernientes á la repoblacion de 
Valdivia, como tambien las habia recibido el mismo go- 
bernador de Chile. Acerca de la ejecucion de este 
proyecto, estas dos primeras cabezas de gobierno no 
estaban enteramente acordes. El conde, que no conocia 
cuan importantes serian las fortificaciones de esta plaza, 
reputaba superfluo el gasto que se haria para levantar- 
las; y Laso, que conocia la importancia de dichas forti- 
ficaciones, pugnaba por que se levantasen noobstante 
que ocasionasen gastos, y buscaba medios y arbitrios 

11. HisTORIA, : 33 


514 HISTORIA DE CHILE. 


para conseguir el fin, que le parecia muy interesante. Tan 
larga fué la dilacion causada por estos debates, que hubo . 
lugar á que llegase nueva órden perentoria para que dicho 
proyecto se ejecutase. Tuvo que resolverse el virey, y 
despachó un navío á Valdivia, y al capitan de ingenieros 
y cosmógrafo mayor don Francisco de Quiros, con ór- 
den de sondar, demarcar y trazar, y, hecho esto, de 
pasar á la Concepcion á fin de comunicar sus planes al 
gobernador, Dió Quiros debido cumplimiento á esta Ór- 
den, y despues regresó al Perú para dar parte al virey 
de los resultados de su operacion. El conde, que habia. 
buscado sin fruto empresarios que quisiesen encargarse, 
mediante gracias y favores, de esta costosa obra, remitió 
su ejecucion al gobernador de Chile para que la hiciese 
por los medios que las reales cédulas expresaban, Este 
modo de dar cumplimiento á las reales cédulas era 
- + diferirlo de nuevo, puesto que no expresaban los medios 
que debian emplearse en la ejecucion de las obras pedi- 
das; y, tal vez, dar lugar á que en España. reflexiona- 
e - sen mas sobre la materia de que se trataba. 
- Tesillo dice, que acerca de esto, ha presentado alguna 
vez ciertas consideraciones á don Francisco Laso, el 
cual mantuvo con entereza, y aun con alguna severi- 
dad, la excelencia de su opinion. Si es cierto, dice este 
escritor, que un enemigo europeo puede entrar sin 
grandes dificultades en Valdivia, tambien lo es que 
no ignorará el arte militar lo bastante para fortificarse 
en dicho punto, sin probabilidad de conservarlo, y, lo 
que mas es, sin utilidad, aun cuando lo lograse. Y pro- 
siguiendo en la materia, el mismo autor opina que no 
habia que temer que los Indios fuesen mas inclinados á 
otros extranjeros que á los Españoles, como lo habian 


CAPÍTULO LXI, 515 


manifestado con sus actos hostiles contra los piratas ho- 
landeses que habian llegado al mar del Sur en 1600. 

Como, en efecto, esta demostracion queda ya hecha, 
de muy atras, los lectores deben estar bastante entera- 
dos para formarse juicio por sí raismos de la importancia 
de la cuestion. 

En esto, el gobernador recibió aviso de que los Árau- 
canos se preparaban de nuevo á la guerra, y habian 
nombrado por general al intrépido Curimilla, y con esta 
noticia, salió Laso con la tropa que pudo juntar, el 22 de 
diciembre para la Concepcion, á donde llegó el 15 de 
enero de 1636, y de donde muy pronto se puso en cam- 


paña, 


ES 


CAPITULO LXII. 


Sale el gobernador de Arauco con fuerzas. Un prisionero auxiliar descubre su 
marcha al enemigo, y vuélyese á la plaza. — Sale de ella segunda vez para 
las tierras de Marinao. No le aguardan los enemigos. — Las fronteras que- 
dan casi enteramente libres de ellos por sus emigraciones hacia el Cauten. 
— Resolucion de leyantar dos poblaciones ; una á orillas del Coypú, y otra 
en Angol.—Va el gobernador á reconocer para leyantar planes, y se vuelve á 
la Concepcion sin haberlos ejecutado. 


( 1636.) 


Despues de algunos dias de sosiego, el gobernador 
proyectó una expedicion á Pelulcura , provincia confi- 
nante á la Imperial, y llegó á ella con la espada desen- 
vainada causando espanto á los enemigos. Como habia 


reservas de dinero para pagar espías, Rebolledo, que 
era muy liberal de lo que nada le costaba, no las habia 
-  escaseado. Por este lado, si los enemigos eran numero- 


505, tenian mucha ménos aptitud militar por falta de 


ejercicio y experiencia. La víspera de Navidad, el go- 


bernador dejó la frontera de San Felipe al cargo de 
Villanueva con doscientos hombres, y salió con las de- 
mas fuerzas para Arauco (4). Para la segura ejecucion 
de sus planes, creia Laso que habia que temer unincon- 
veniente , el cual era la fuga de un auxiliar, llamado 
Cuero, que acababa de pasar al enemigo, y probable- 
mente no habria dejado de enterarle de los preparativos 

(1) Tesillo, — Por esta citacion, se ve el poco fundamento de unos ó de 

otros, — sino de todos, — de 108 escritores de la época : segun García, 
llega Laso á la Concepcion el dia 15 de enero 1636; — segun Tesillo , sale de 
pa que el 24 de diciembre 1 635.—¿A quién creer poe fortuna, esto im- 


* 


CAPÍTULO LXII. 517 


de los Españoles para irle á buscar; pero noobstante , 
salió de Arauco con tropas españolas y auxiliares que 
componian una, fuerza efectiva de mil y quinientos hom- 
bres. 

El enemigo no estaba lejos de allí y sus batidores no 
tardaron en encontrarse con las descubiertas españo- 
las, á las que hicieron algun mal matándoles algunos 
auxiliares, y cojiendo prisionero á uno. Este fué causa 
de que esta leve circunstancia se hizo grave, diciendo 
todo lo que sabia de las intenciones y marcha de los 
Españoles; y, en efecto, los Araucanos, despues de 
haberle degollado, esparcieron la alarma entre sus guer- 
reros. 

Este malhadado azar obligó á Laso á volverse á 
Arauco con el fin de adquirir nuevas ántes de empren- 
der su expedicion. Para eso, destacó cien auxiliares con 
treinta tiradores españoles que fueron á la descubierta y 
cautivaron en Calcoymo á cinco mujeres y dos Indios, 
por los cuales supieron que el desertor Guero habia cau- 
sado mucho cuidado á los suyos anunciándoles la proyec- 
tada invasion de Pelulcura, bien que les pareciese in- 
verosímil. Con estas señas y otras, Laso envió por 
delante al teniente de auxiliares Munzibay con tres- 
cientos y ochenta de sus soldados y algunos tiradores 
españoles, y órden de ocupar todos los pasos y veredas; 
y él mismo le siguió muy de cerca yéndose á alojar en las 
tierras de Marinao cerca de Paicavi. Munzibay habia 
dividido sujente en columnas, de las cuales Longo de 
Gue, hijo del jeneral Catimalá, mandaba una de sesenta 
hombres. Este encontró , el martes 22 de enero á media 
noche, á diez enemigos no lejos del estero de Juan 
Agustin, y cojió á dos, por los cuales supo que los 

o 


518 HISTORIA DE CHILE. 


Araucanos se hallaban reunidos en el Manzano, á dos 
leguas de allí. Longo de Gue pasó este aviso al goberna- 
dor, y simultaneamente al teniente Munzibay, que 
estaba apostado en el estero de Claroa con el resto de 
su tropa. Pero el enemigo, ya prevenido por sus ocho ba- 
tidores , se habia concentrado con todas sus fuerzas una 
legua mas atrás. El teniente Munzibay lo siguió con 
cautela hasta Copaybo, punto en donde se juntan los 
caminos de Relomo y Calcoymo, y lo alcanzó en un 
desfiladero donde se habia atrincherado, con toda su 
caballería desmontada que ascendia á trescientos hom- 
bres. Manzibay siguió este ejemplo, y con sus tiradores, 

iguió desalojarlo, matándole treinta y nueve hom- 
bres, y poniéndole en huida declarada. En esta huida, 
los Araucanos dejaron muchas armas y caballos. El co- 
mandante de los auxiliares envió incontinenti parte del 
hecho al gobernador por medio de uno de sus soldados 
llamado Quenterlu, — «¿Cuantos son los muertos? le 
preguntó el gobernador? —No tuve tiempo mas que para 
matarlos, sin pensar en contarlos,» respondió qu 
terlu. 

Si el gobernador se hubiese detenido tres dias mas 
en Arauco, sin duda alguna hubiese encontrado el ene= 
migo resuelto á esperarle, en atencion á que tenia dos 
mil guerreros de Calcoymo, Relomo, Pellaguen, Tirua, 
Repocura., la Imperial, Cauten, y Tolten, puntos que 
habia atravesado la flecha mensajera de la guerra , des- 
pedida por Marinao y por su hermano Curinamon. 

Pero ahora, ya Laso se halla desesperanzado de ver 
la cara al enemigo, y noobstante, siente tanto ver inutili- 
zados sus preparativos de campaña, que aun quiere hacer 
una nueva tentativa para atraerlo, Con este fin, simula 


CAPÍTULO LXII. 519 


una retirada con gran ruido de tambores y clarines, ti- 
ros, y llamas de incendio, y hace alto cerca de 

orillas de un riachuelo. Desde allí, envia á Rebollec 
con mil caballos, Españoles y auxiliares, contra Pelul= 
cura, quedándose él con la infantería. Cada soldado de 
los de Rebolledo llevaba en grupa víveres para los dias 
que podia durar la expedicion. 

« Y aquella primera noche (dice Tesillo, en substán= 
cia), nos emboscamos en parte segura para la caballería, 
teniendo á espaldas un estero sin nombre, pero el cual, 
desde entonces fué llamado el estero de las Truchas, por 
la infinita abundancia que habia de ellas. Como capitan 
de caballos, me hallaba presente, y puedo ase; 
habia tantas, que obstruian el estero, y. los adios las 
pescaban con las mantas. 

» Desde la emboscada, destacó Rebolledo cien auxi- 
liares para ocupar todas las avenidas , y estos cojieron 
á cinco de los enemigos de la reunion de Relomo, 
que andaban reconociendo. A orillas del rio Tirua, 
nuestras descubiertas avistaron seis corredores; pero no 
les tiraron por no hacer ruido, cuidado que fué inútil 
porque en este mismo lance, se pasó al enemigo un ne- 
- gro, trompeta de la compañía de don 'Tomas Ovalle. 
Sin embargo, avanzó Rebolledo dejando los caballos 
de refresco á la orilla del rio con treinta hombres, La 
tropa lo pasó casi 4 nado. Los Indios auxiliares, qué 
iban de vanguardia, á penas se vieron á la otra orilla, 
desaparecieron á rienda suelta sin que nadie supiese 
quien habia mandado este movimiento desordenado. 

>El país, aunque montuoso, ofrecia veredas de buen 
piso, mas tan estrechas, que los soldados tenian que 
desfilar uno 4 uno. En algunas partes, hubieron de subir 


e 


500 a HISTORIA DE CHILE. 


bajar por peligrosos precipicios. Ha sido caso verdade- 

mente increible y milagroso que en esta marcha el 
enemigo tuviese poquísimas fuerzas, porque lo teníamos 
ya sobre la retaguardia sin poderle hacer frente, y con 
solos cien hombres hubiera podido degollar fácilmente 
seiscientos que allí íbamos. 

» Los auxiliares , á lo que pareció luego, habian cor- 
rido hasta Pelulcura. Rebolledo, con algunos reforma- 
dos, habia esperado por los Españoles, y los capitanes 
Ura y Cavaleta, que iban de vanguardia, se le incorpo- 
raron , así como tambien Ovalle y Herrera, que manda- 
ban el centro; los primeros, á las cinco de la tarde, y 
estos, dos horas despues. El capitan Juan Vazquez de 
Arenas y yo llegamos mas tarde con la retaguardia, por- 
que nuestros caballos ya no podian mas de cansancio. 
> » Aquella noche la pasamos sobre las armas, y tuvimos 
que rechazar al enemigo, ya reforzado, por tres veces. 
Al amanecer, nos pusimos en marcha; pero luego hici- 
mos alto con gran temor de que muchísimas huellas de 
caballería que notamos de repente, y que indicaban que 
los caballos se habian dirijido á nuestras fronteras, fuesen 
de enemigos. Sin embargo, continuó la marcha , aunque 
con alguna zozobra, y á pocho trecho, avistamos á 
nuestros auxiliares, los cuales habian cogido en Pelul- 
cura sesenta mujeres y niños con tres caciques. Era ruin 


_ producto de una expedición tan premeditada y tan pe- 


noSa ; pero aun se consiguió que los Indios de Tirua. , de 
Calcoymo y de Relomo se fuesen retirando y emigrando 
hacia el Cauten. » 

Por todos estos infinitos detalles , invariables, inevi- 
tables y continuamente repetidos, vemos que las fronte- 
ras se hallaban ya libres de enemigos, y que si los Es- 


CAPÍTULO LXII. 529 


de 
pañoles querian guerra, tendrian que irla á buscar 
bastante lejos. La primera consecuencia de esta situacion 
era que ellos ocupasen los lugares dejados por los Arau- 
canos, so pena de haber derramado sangre para fabri- 
car desiertos, y realmente este resultado no merecia la 
pena. Parece que Laso hizo la misma reflexion, puesto 
que dió parte al virey de este pensamiento, sujerido ya 
muy de antemano por el mismo conde de Chinchon al 
gobernador Laso. Porque es preciso confesar que este 
virey atendia con mucho celo á las cosas de Chile. En 


su tiempo y vireinato jamás se oyó la menor queja de ' 


olvido. Los beneméritos no tenian ni aun necesidad 
de solicitar recompensas exponiendo sus servicios; el 
virey los sabia y premiaba cuando ménos los interesa- 
dos lo esperaban. Es verdad que en gran parte esto 
era debido al celo del mismo Laso , que no perdia nin- 
guna ocasion de recomendarlos, manteniéndose él mismo 
en la mas atenta armonía con el virey, como hubieran 
debido hacerlo todos los gobernadores. El estar mal con 
los vireyes del Perú era calcular muy mal los intereses 
del reino de Chile. Sobretodo, el conde de Chinchon , 
sabido es, ha dejado un renombre glorioso, no solo en 
el Perú y en Chile, sino tambien en todas las Américas. 
Por fin, determinó don Francisco Laso levantar una po- 
blacion á orillas del Coypu, y otra en Angol. 


Se hallaba, por marzo de este año, en la estancia del m 


Rey proyectando una nueva expedicion ántes que el in- 
vierno volviese á paralizar todos sus movimientos, Su 
primer objeto era el reconocer el sitio en donde se ee 
trazar la nueva poblacion á orillas del rio Coypú, 

marchó con las fuerzas de Arauco y de San Felipe, reu- 
nidas en el Nacimiento, á Angol, en donde se alojó. Sus 


dh 


se 


522 . HISTORIA DE CHILE, 


primeras disposiciones fueron, como era natural, ocupar 
las veredas y caminos por donde podian venir enemigos, 
y mandó que se diese este encargo á don Antonio de 
Novoa y á don Domingo de la Parra con docientos cin- 
cuenta auxiliares y algunos tiradores españoles, Estos 
capitanes salieron á reconocer, y se alojaron junto al 
estero de Caraupe. 

A tiro de mosquete de ellos se hallaban en aquella 
noche los enemigos; pero sin que ni unos ni otros lo 


supiesen. 


Al amanecer, los capitanes españoles se pusieron en 
marcha y llegaron á donde habian acampado y dejado 
rastros olvidando caballos y arreos. Es verdad que no 
eran mas que trescientos, mandados por Curinamon, 
y sin mas proyecto que ir á ver si podian robar caballos : 
en las fronteras. 

Tras de Noyoa y Parra, marchaba á cierta distancia 
el mismo gobernador, y oyendo este acontecimiento, 
lo achacó á descuido de los comandantes; pero estos 
dieron por excusa lejítima , que un auxiliar se les habia 
huido, y era, sin duda alguna, Bnica los habia descu- 
bierto al enemigo. 

El ejército continuó su marcha 4 Coypú. Allí, hubo 
pareceres diversos sobre la conveniencia y los inconve- 
nientes de aquel sitio para una poblacion. Al cabo de 


- disputas, no se hizo nada, y dieron los Españoles la. 


vuelta para la frontera. A fines de abril ya estaba Laso 
en la Concepcion, en donde habia dado cita para en 
el 8 de mayo, al maestre de campo y al sarjento mayor, 

¿ En donde ha visto Molina que en la campaña de 
este verano, el arrojado Curimilla se hubiese atrevido á 
poner sitio á la plaza de Arauco? No lo vemos en nin- 


CAPÍTULO LXIL. 523 


gun escrito, por mas que lo buscamos con cuidado por 
tener cierta desconfianza en la parcialidad de Tesillo. 
Lo mas extraño es que el mismo Perez García asienta 
este hecho, —refiriéndose á Molina, el cual añade : « que 
Curimilla fué muerto en un encuentro con el maestre 
de campo Zea. » ¡ Es así que Rebolledo habia sucedido 
á Zea, ya mucho tiempo habia, en este mando! 


CAPITULO LXIT. 


Continuacion del capítul a militar en la Concepcion, en la cual 
nada se resuelve, — e. se. á Santiago, — Consulta con la Audiencia y 
merece su aprobacion.— Jun espues, en el cabildo.— Vuelve el gober- 


nador por octubre á % mid on de Naucopillan. 
( 1636.) 


Llega el dia 8 de mayo, dia de la cita dada por Laso 
en la Concepcion al maestre de campo y al sarjento 
mayor, y llegan Rebolledo y Villanueva. Forma el go- 
bernador consejo con ellos; con los capitanes mas anti- 
guos y con el veedor jeneral, proponiendo por discusion 
el proyecto de poblaciones en Coypú y Angol. Discútese 
este proyecto largamente; unos opinan por Coypú ; otros 
por Yumbel ; los mas son de parecer que el mas conve- 
niente sitio es Angol. Por fin, queda Laso tan irresoluto 
como lo estaba ántes , y pasa á Santiago para consultar 
sobre la materia á la real Audiencia y 4 los cabildos. 

Era lo mejor que podia hacer el gobernador, puesto 
que para las poblaciones proyectadas necesitaba nuevas 
levas y moradores, y un consejo de guerra no podia 
darle ni las unas ni los otros. Por fortuna, el proyecto 

parecia satisfactorio 4 todos, y, por su lado, el virey lo 
fomentaba por. todos los medios que podia, juntando 
- refuerzos para ir á apoyarlo á Chile, € invitando mora- 
dores de Lima á ir á poblar los nuevos establecimientos. 

Marcha Laso para la capital , llega felizmente, y, el 
28 de agosto, entra en el cabildo, acompañado de un 
oidor y por el fiscal de la audiencia. En esta sesion , leyó 

Laso un manifiesto escrito , que ya en una junta prepa- 
é 


CAPÍTULO LXIIL. 595 


ratoria que habia tenido con los ministros del mismo 
tribunal en su propia casa, habia merecido la aprobacion 
de estos. Este manifiesto contenia la exposicion de las 
operaciones militares, cuyos felices resultados durante 
los siete años de su gobierno eran debidos ,— decia 
Laso humildemente, —mas bien á la Providencia que 
habia mirado por los Españoles de Chile, que á sus mé- 
ritos personales. He pensado, — continuaba el gober- 
nador en su escrito, —que lo que nos queda que hacer 
es progresar, ocupando terreno y poblando, acerca de 
lo cual he sometido ya mis proyectos á S. M. y al virey 
conde de Chinchon, que los han honrado con su aproba- 
cion. Debo de añadir que mi mayor gozo , en este inte- 
resante asunto, es el verme apoyado por los altos pare- 
ceres de los señores ministros de la real Audiencia, 
cuyo profundo saber y celo por el servicio del rey y del 
Estado, son el mas cierto y seguro salvoconducto para 
alcanzar , en todo, un fin dichoso. 

Otros, sin duda alguna, mas capaces que yo, ten- 
drán la buena suerte de fijar la paz en este desgraciado 
suelo ; y lo que ha sucedido durante mi mando dá in- 
dicios de que así será. Este mismo parecer tienen los 
sabios ministros del alto tribunal, que tan de cerca re- 
presenta la autoridad del rey. 

Para la guerra, señores, se necesitan pando: y 
ninguno me ha llegado de España, por la razon de que 
la guerra del continente la puso en la dura necesidad 
de no enviármelos. Las fuerzas que espero del Perú serán 
tan cortas, que de poco auxilio nos servirán; y, con 
esta prevision , he traido en mis equipajes una caja bien 
provista para pagar liberalmente á cuantos quieran 
alistarse para servir á su patria. ¡Apresurémonos, se- 

« 


a 


526 HISTORIA DE CHILE. 


ñores; el tiempo pasa, vuela y no volverá! Es cosa muy 
extraña que habiendo en este país tantos hombres mozos 
y robustos que no tienen oficio ni beneficio, y de los 
cuales muchos se hacen salteadores, ninguno se presente 
para ir á ser valiente con los valientes, en frente del 
enemigo, lejos del cual no hay valentía. Este es el punto 
acerca del cual llamo la atencion de Y. S., pidiéndoles 
empleen su celo y justicia en descubrirlos y entregárme- 
los, pues así lo exigen el servicio, las ordenes del rey 
y el deber mismo de Y. $. 

Con los nobles vecinos de esta ciudad, obraremos 
con la atencion que merecen; bien que estemos auto- 
rizados para hacer apercibimientos, no los haremos, 
puesto que estamos muy convencidos que de ántes ten- 
dremos que moderar su ardor, que excitarlo. Muy seguro 
estoy de que tan principales vasallos no pueden ménos 
de estar ansiosos de conservar el esmalte de sus blasones 
en todo su esplendor, yendo á pelear por la causa que 
tan valientemente han sostenido sus mayores, los cuales 
se los han dejado, A Y. S., señores, les toca el recordar 
este deber al que lo olvidase, si es posible que alguno 
de ellos se hallase en este caso; lo cual es mas que 
dudoso. Porque si se goza con derecho nobleza here- 
dada, no hay nobleza verdadera si no se adquiere con 
hechos personales. 

A estas palabras del gobernador, respondió el ca- 
bildo como le correspondia, con la mas digna expresion 
de reconocimiento. 

Reconocemos, dijo el orador, reconocemos con el 
mayor gozo, que Chile debe su salvacion, — despues de 
Dios, —á los siete años del inmortal gobierno de Y. $., 
y nuestro profundo reconocimiento ha pasado ya los 


CAPITULO LXIIL. 527 


mares para ponerse á los piés del monarca que nos ha 
enviado en Y. S., como gobernador, un instrumento de 
la Providencia. 

Reconocemos con Y. S, que lo que nos queda que 
hacer es progresar y colonizar, y que para ello se nece- 
sitan soldados y moradores. Todos los vecinos de Santiago 
saben esto mismo , y todos se hallan dispuestos á llenar 
su deber respectivo, no solo por obligacion, sino por 
afecto y admiracion hácia el jeneral don Francisco Laso 
de la Vega, que los tiene tan llenos de entusiasmo 
como de gratitud. La mayor dicha de todo el reino de 
Chile seria de llegar al fin de nuestros males por manos de 
quien tan eficaces remedios ha sabido ponerles, que con 
razon le podemos y debemos llamar nuestro restaurador. 

En consecuencia, V. S. puede ver y calcular hasta 
donde alcanzarán la buena voluntad y los cortísimos me- 
dios de los cuatrocientos vecinos escasos que componen 
esta poblacion, Mucha razon tiene Y, S. en pensar y en 
esperar que los nobles habitantes no necesitarán de 
apercibimientos para cumplir con lo que 5. M. les ha 
mandado; pero ya Y. S, conoce que por mas que 
quieran aprestarse, las imposibilidades superan mucho 
á la buena determinacion , y demuestran que si no se 
buscan otros medios , todos estos, sirealmente los hay, 
serian muy insuficientes. 

Por lo demas, la antigua lealtad: de estos vecinos, 
las enormes contribuciones con que han asistido á los 
gastos de la guerra, la, sangre que ellos mismos y sus 
antepasados han derramado, todo esto, puesto en la 
consideracion de Y. S.,le dejará sin la menor duda de | 
que si no fuesen necesarios aquí para defender sus pro- 
pios hogares y protejer á sus hijos y familias contra 


528 HISTORIA DE CHILE, 


enemigos domésticos, cuyo número es muy crecido , 
arderian por marchar á la victoria, infalible á las Ór- 
denes de Y. $. 

Estas son puras reflexiones que proponemos á Y. S. 
Vea si son justas. Disponga como guste y como puede 
de todos nosotros, que todos estamos prontos á seguirle 
y obedecerle. 

Es preciso confesar que en nuestra Moca, que se pre- 
cia tanto de diestra y de discreta , no se hallaria mejor 
orador militar, ni mejores oradores municipales. ¡Honor 
y gloria á Laso y á los capitulares de Santiago! Lo 
que la historia siente es no haber tenido respuesta 
de la Audiencia. Muy digna de leerse hubiera sido, 
si hemos de juzgar por el manifiesto y respuesta que 
preceden. 

Por fin, el gobernador consiguió solos cincuenta 
hombres con sueldo, y con ellos y algunos pocos mon- 
tados, salió, 4 fines de octubre, para la frontera á 
marchas forzadas, persuadido de que los socorros del 
Perú debian haber llegado ya á la Concepcion. 

Mientras tanto, Rebolledo habia atraido algunos na- 
turales de Tirua., Pellaguen , Calcoymo y Relomo á la 
paz. Otros se habian ido hácia la Imperial á reunirse 

con Putapichion, al cual se habian juntado Anteguenu 
y cues: En Hepocura , quedaban aun enemigos. 
E Perú no no llegaba, E Laso queria hacer 

ss emprendió y las 

Ss coniotos ya ' li- 


á pere c en esta misn 19, Époc ¿lola luto 
fuerzos del Perú con aviso de ando Cl rinchon de qu 
otros se iban á poner en marcha. 


CAPÍTULO LXIII. 529 


En esto, se huyó un Indio de paz al enemigo y 0ca- 
sionó, divulgando los proyectos de los Españoles, una 
reunion de guerreros. Estos, en número de trescientos 
caballos mandados por Naucopillan, valiente guerrero 
y cacique de Puvinco, llegaron á nuestras fronteras. 
Villanueva envió á Parra con doscientos auxiliares y cin- 
cuenta Españoles á la otra parte del Biobio. Pasó el 
capitan Parra y dió con los enemigos en un paso estrecho 
- que llaman la Angostura, en el 0, en que acababan 
de pasar para retirarse , sin haber hecho nada. Por con- 
siguiente, no se hallaban reunidos ni en órden de ba- 
talla; de suerte que Parra los atacó con mucha ventaja. 
No obstante, Naucopillan hizo frente con denuedo, y 
se mantuvo firme hasta que quedó gravemente herido , 
y prisionero con veinte y tres de los suyos. Los demas se 
dispersaron, unos por el rio y otros á los montes, aban- 
donando armas y caballos. Este encuentro, que fué uno 
de los mas felices del tiempo de Laso, sucedió el dia 
doce de diciembre. Laso se alegró tanto mas con el buen 
éxito, cuanto Naucopillan era su enemigo muy perso- 
nal. Este prisionero le llevaron al fuerte de Buena 
Esperanza, y el gobernador fué allá muy luego para co- 
nocerle. ¡ Cosa rara! Naucopillan, viéndose en pre- 
sencia del gobernador, se echó á sus. piés. Laso le 
levantó, abraz de con fe e ha de ad, y diciéndole : ; 
« Advierte co1 ué facil acilidad la suer hace mudar de 
modo de pensar seg 


13, HisTORIA. 


CAPITULO LXIV. 


eros pa de poblar en Angol. — Dase e á la obra. —Sus progressos. 
— Cae de nuevo enfermo el gobern — Se restablece y forma otros 
proyectos. —Salteadores á las puertas A A Concepcion.— Son descubiertos, 
cojidos , muertos y descuartizados, — Cojen los Indios cinco prisioneros de 
la plaza de Angol. — Muerte de estos. — Castigo frustrado. — Chicaguala. — 
Muerte de Naucopillan. o: de Angol. — Su reedificacion. — Regresa 
_ Laso á la Concepcion y á Santi 


( 1637.) 


El gobierno de Laso no deja un momento de descanso 
niá la historia ni á sus lectores : guerra continua, guerra 
por todos lados; de modo que no hay posibilidad de 
mezclar con los acontecimientos militares, otros de no 
menor interes, y cuyo relato es forzoso diferir para 
cuando haya tiempo y lugar. 

La captura de Naucopillan y los proyectos del gober- 
nador le hicieron perder, tal vez, mucho tiempo en la 
frontera , de modo que no pudo salir hasta primeros de 
enero á realizar sus planes de colonizacion. Para fijarse 
con mas probabilidad de acierto en lo concerniente á la 
ejecucion de estos planes, don Francisco Laso tomó con- 
sejo de todos los auxiliares, capitanes - capitanejos de 
las fronteras , los cu cuales unánimente opinaron que Angol 
era preferible á Coypú para establecer la nueva colonia. 


produjo las razones mas convincentes. para ello, razones 
que decidieron al gobernador á « escojer Angol. En cuanto 
á los pareceres españoles, que tambien Laso quiso oir, 
todos eran o segun los intereses ó pasiones de 


E dE 
o 


CAPÍTULO LXIV. 531 


cada uno. El astuto Rebolledo, sin adoptar explicita- 
mente un sitio de preferencia á otro, indicó solo que 
cuanto mas cerca estuviese del enemigo, mas conveniente 
seria. El sarjento mayor Villanueva se mostró mas sin- 
cero y mas desapasionado, demostrando las ventajas de 
Angol. Enfin, este fué el lugar señalado para la proyec- 
tada poblacion, lugar que distaba veinte leguas de la 
Concepcion, y doce de la plaza de San Felipe, detrás 
de tres rios que son el de la Laja , el rio Claro y el Bio- 
bio. En consecuencia, se incorporó el gobernador con 
las fuerzas de Arauco en Negrete, y las llevó á acuarte- 
larse en Angol. 

Se dió principio con ardorá la obra, y en pocos dias, 
se vieron levantados cuatro frentes del recinto, encer- 
rando una capacidad cuadrada de mil seiscientos piés, 
Muy luego , se hallaron construidos los cuarteles y 
alojamientos de la guarnicion, y todas las mujeres, con 
cuantos muebles , haberes y utensilios habia en San 
Felipe, fueron trasladadas á la nueva ciudad (1). Esta 
actividad fué tanto mas oportuna, cuanto Laso cayó otra 
vez enfermo y tuvo que volverse á la Concepcion. Re- 
bolledo pasó á Arauco, y Villanueva quedó en Angol 
encargado de la continuacion de las obras, con sete- 
cientos setenta hombres, infantería y caballería, 

Las razones principales que habia habido para tras- 
ferir la plaza de San Belipe á á Angol eran que ya no ha= 
bia enemigos en Puren, ni en otras provincias vecinas 
ya desiertas, y que, en caso de guerra, hubiera sido 
preciso ir á usoscidk muy lejos, con inconvenientes in- 


(1) A la cual dió por bOIÓ eligobernador : La ciudad de San Fran- 
eisco de la Vega. — Tesillo. 


532 HISTORIA DE CHILE. 


finitos para el éxito de cualquiera empresa. El invierno 
se pasó en paz, circunstancia feliz que permitió el pro- 
seguir con teson y sin interrupcion en las construc- 
ciones. Pero no. bien hubo venido el buen tiempo, que 
ya Villanueva empezó á hacer correrías por los contor- 
nos de la reciente colonia. 

Entretanto, se restablecia el gobernador y ya se sen- 

tia bastante bueno para salir á campaña. Sus intentos 
ahora eran de ir hácia la Imperial para ponerse en si- 
tuacion próxima á los enemigos, que todos se habian 
retirado allí, y pensar en repoblar la antigua ciudad, 
cuyo restablecimiento, como sabemos, ofrecia por grande 
dificultad, la de socorrerla, en caso necesario, por 
tierra. Naucopillan , que no se mostraba excesivamente 
resentido de la pérdida de su libertad, insinuaba cosas 
muy buenas para conseguir la pacificacion de Puvinco, 
su tierra, y parecia incomodarse mucho con algunas 
tentativas de robos de caballos hechas por los suyos en 
las cercanías de la nueva colonia, bajo la conducta 
de un Iparquili, amigo y vecino suyo, que por su 
ausencia gozaba de la popularidad que él habia te- 
nido. Naucopillan que, á pesar de su indiferencia 
afectada , suspiraba interiormente por verse libre, 
sentia tanto mas los atentados de Iparquili, que todos 
eran en perjuicio suyo, y le enviaba continuamente 
una de sus mujeres, ya de edad avanzada , para rogarle 
no hiciese cosas inútiles, y que podrian acarrearle 
malas € consecuencias. 

En este punto, para hac" un poco de diversion á las 
cosas de la guerra, se vieron en torno á la Concepcion 
asesinatos frecuentes y robos á mano armada, sin saber 
quien los cometia , y casi á la puertas de la ciudad. No 


s 


ON 


CAPÍTULO LXIV. 533 


solo los Españoles avecindados , sino tambien los via- 
jantes, los mismos Indios y los negros eran víctimas de 
los facinerosos ocultos que infestaban la comarca, sin 
que se les pudiese hallar en ninguna parte. En vano don 
Francisco Laso, sumamente irritado con esta novedad , 
estimulaba á las justicias, y mandaba él mismo hacer 
militarmente diligencias para descubrirlos ; todo esto fué 
infructuoso por mucho tiempo, y todos creian que los 
bandoleros que cometian estos crímenes debian de ser 
Indios de paz que se ocultaban en alguna parte montuosa 
sin tener morada fija. Por fin, la providencia se encargó 
ella misma de entregarlos. 

Un dia, en medio del camino real junto á una 
cienega, que llamaban la cieneguilla, á dos leguas de 
la Concepcion , los facinerosos asaltaron á muchos pa- 
sajeros , de los cuales algunos quedaron muertos y otros 
tuvieron la buena suerte de salvarse. Estos últimos, aco- 
jiéndose á la Concepcion, declararon que los salteadores 
no eran nada menos que verdaderos Indios guerreros que 
se ocultaban en los montes. Enciéndese de nuevo en có- 
lera el gobernador y envia tropas á hacer incesantes ba- 
tidas en todas las espesuras. Las batidas quedaron bur- 
ladas , y se recurrió á las trampas y emboscadas hasta 
que en una de ellas cayó un Lepiguala, el cual declaró 
que el jefe de la banda era un antiguo desertor del ejér- 
cito español, Indio bautizado llamado Cuero. Y es de 
notar que este facineroso , despues de haber desertado, 
se habia arrepentido, y habia sido perdonado. Con esta 
noticia, va Laso en persona á buscarle , y se amaña tan 
bien, que muy pronto le prende con todos los suyos, y 
los manda llevar 4 la Concepcion, en donde fueron 
arcabuceados, descuartizados, y sus cuartos puestos 


534 HISTORIA DE CHILE, 


en cruces en los caminos para escarmiento de otros, 

A penas, el gobernador habia tenido tiempo para se- 
renarse, despues de haber hecho justicia, cuando le vino 
un mayor motivo de sentimiento. Habian salido de Angol 
algunos soldados para ir 4 buscar al fuerte del Naci- 
miento víveres, y dos se destacaron para sacar algunos 
caballos de la isla de Diego Diaz, situada enmedio del 
Biobio. Estos dos valientes tardaron en volver, y la es- 
colta se retiró á Angol sin esperarlos. Bien que los dos 
atardados hubiesen podido aguardar por otros que de- 
bian pasar aquel dia del Nacimiento 4 Angol, se pusie- 
ron en camino para volver, y fueron atacados y cojidos 
por Iparquili, que, no contento con ellos, fué 4 buscar 
otros tres que quedaban guardando los caballos en la 
isla de Diego Diaz, y se fué muy ufano con cinco 
prisioneros. 

Grande dolor le causó á Laso esta noticia , temiendo 
la suerte que tendrian los cinco infelices. En efecto, los 
Indios les dieron muerte en Puvinco, partiéndoles las 
cabezas con sus macanas. El gobernador mandó inme- 
diatamente que á toda costa fuesen castigados, y salie- 
ron los jefes de la frontera, llevando á Naucopillan por 
guia con otro su amigo prisionero como él el mismo dia, 
llamado Pichipil. Solo es preciso advertir que este último 
tenia su familia consigo y, por esta razon sin duda, habia 
dado pruebas de lealtad; de manera que en la ocasion 
presente, mereció bastante confianza para que se le 
encargase del mando de una de las correrías. Pero 
Pichipil, despues de haber extraviado, de intento, su 
partida , sé pasó al enemigo. Esta ANA frustró del 
éxito, y los Españoles se lupa por dichosos en salir 
sin pérdidas, 


CAPÍTULO LXIV. 535 


Poco satisfecho con este resultado, Laso mandó reunir 
el ejército 4 principios de febrero, se le incorporo en Tol- 
pan, y se fué á alojar en Curalab. Desde allí, envió por 
delante quinientos auxiliares y cien tiradores españoles 
hasta Quillin, y en el rio de este nombre, aprisionaron á 
cinco de los Indios de guerra; pero no contentos con 
esto, los auxiliares se adelantaron dos leguas mas y co- 
jieron á otros diez. El alarma dada por los que se esca- 
paron al ver las tropas españolas, atrajo sobre ellas 
fuerzas superiores de los enemigos, por manera que Re- 
bolledo tuvo que correr con mil y quinientos caballos á 
socorrerlas, en vista de lo cual, los enemigos se retiraron, 

Laso marchó entonces en persona á Elol, en donde 
se alojó, y aquella misma noche, perdió 4 un Indio 
amigo llamado Murcullanca , en quien tenia mucha con- 
fianza, el cual aprovechó de la ocasion para volverse ¿ 
los suyos. Esta fuga causó mucha pena al gobernador; 
pero al día siguiente, debió de haber quedado satisfecho 
con la muerte de Murcullanca, el cual habia tenido la 
osadía de ponerse inmediatamente y sin tomar descanso, 
á la cabeza de una partida para ir á quitar caballos 4 
los Españoles. 

¿ Qué desengaños mayores querian estos, si realmente 
los hubiesen buscado con sinceridad y buena fe ? 

En aquel mismo instante, Putapichion, Anteguenú y 
Repocura habian reconocido por superior á Chicaguaála, 
mestizo de Indio y de Española, pero Española de cali- 
dad, que habia preferido casarse con un Araucano á su 
libertad entre los suyos. Este Chicaguala la echaba de 
arrogante, y prometia que muy pronto los Españoles se 
arrepentirian de los males que causaban á la tierra de 
Puvinco. Laso lo sabia y tomaba las mayores precau- 


P 


a 


536 HISTORIA DE CHILE. 


ciones para que no tuviese lugar á sorprender el mas .mi- 
nimo destacamento, y mas de una vez tuvo la impru- 
dencia de reconocer por sí mismo el horizonte, afin de 
descubrirsi habia enemigos ; imprudencia muy frecuente 
en grandes capitanes, por mas que, cuando se hallan de 
sangre fria, confiesen que es una temeridad inútil el com- 
prometer la salvacion de un ejército, comprometiendo 
ellos su vida. 
icado contra Iparquili, Naucopillan era su mas acér- 
.rimo enemigo, y daba al jeneral español las señas y los 
consejos mas oportunos para que le atajase los pasos. Es 
de advertir que Iparquili ocasionabaá Naucopillan justos 
motivos de resentimiento , portándose en sus propiedades 
como si fueran las de un enemigo , hasta impeler á los 
propios hijos del prisionero á que quitasen á su padre las 
mujeres que habia dejado en su casa, Este rasgo de per- 
versidad dió al traste con la sangre fria de Naucopillan, 
el cual en esta ocasion se puso rabioso de celos. Tesillo 
dice que tal vez, si se le hubiese dado libertad en aquel 
instante , habria hecho mas daño 4 los suyos que los Es- 
pañoles mismos; pero que aconsejaron á Laso no se fiase 
en él ni en la cólera que manifestaba contra Iparquili. 
Trasladado enfermo á la Concepcion , tuvo un tabar- 
dillo en el cuerpo de guardia donde estaba preso. Vién= 
dolo seriamente enfermo, el mismo Tesillo se lo llevó 4 
su posada, prodigándole remedios y cuidado; pero su 
hora habia llegado. Al verse fallecer, dice Tesillo, me 
manifestó querer morir como cristiano, y que le daria 
sumo consuelo con traerle algunos relijiosos de San Fran- 
cisco. Asflohice. Naucopillan fué bautizado, recibió todos 
las sacramentos, y murió realmente de muerte ejemplar. 
Volviendo á Puvinco, don Francisco Laso habia 


ES 
Ae 


CAPÍTULO LXIV. 591 


llegado al rio Tabon, y aquel dia, cayeron en algunas 
emboscadas doce guerreros, por los cuales supo que Pu- 
tapichion y Chicaguala tenian tres mil lanzas para entrar 
en campaña. Con este aviso, permaneció el gobernador 
tres dias sobre el rio Tabon; pero los enemigos no pa- 
recian y dió la señal de retirada á las fronteras por Lu- 
maco. El ejército siguió este movimiento con mucho con- 
tento , hallándose suficientemente vengado de las agre- 
siones de Iparquili. Pero Laso tuvo entonces el mayor 
de los sentimientos que habia experimentado, y fué que 
en Tornacura , recibió parte de que la nueva plaza de 
Angol se habia quemado , toda menos las murallas , con 
cuanto contenia dentro, como prendas de ropa , muebles, 
utensilios , alhajas, en fin, todo, todo, sin que quedase 
nada á losintereseados en esta fatal desgracia. Este acon- 
tecimiento lo tuvo el ejército á muy mal aguero; pero lo 
cierto es que era un mal acontecimiento , que causó una 
verdadera afliccion al capitan jeneral ; porque era impo- 
sible el ponerle remedio hasta la primavera, y el invierno 
empezaba entonces. 

Sin embargo, quiso Laso que se pusiese mano á la 
obra de la reedificacion incontinenti. Pero ántes, mandó 
formar causa al alférez Juan Izquierdo que habia que- 
dado decomandante , y que fué condenado á muerte. Sa- 
tisfecho con que los demas viesen la pena que tocaba al 
olvido de una grande responsabilidad , Laso le indultó, 
y luego se puso á dar á los soldados ejemplo de celo 
y actividad, cooperando él mismo á la restauracion 
de lo perdido por el incendio, ya acompañando en 
persona á las escoltas, ya vijilando en las construcciones. 
En esta ocasion , los auxiliares de Arauco se mostraron 
abrumados de fatigas, y en efecto, las habian tenido 


538 HISTORIA DE CHILE, 
grandes y muchas en la última expedicion, por lo cual 
Laso les dejó ir 4 descansar en sus cuarteles, 

Cuando se volvió el gobernador 4 la Concepción, ya 
la reedificacion estaba casi acabada. Por el mes de julio, 
pasó de allí á Santiago, en el momento en que una en= 
fermedad epidémica aflijia 4 sus habitantes, acobar= 


dados por este azote y por una segunda crecida del 


Mocho que los amenazaba con otra inundacion. 

Mientras la campaña por tigrra, otros piratas holan= 
deses se presentaron de nuevo para hacer alianza con los 
Araucanos contra los Españoles; pero la escuadra que 
traian fué dispersada por los vientos. Uno de sus barcos 
envió una lancha armada á la isla de Mocha ; los natu- 
rales se apoderaron de ella y mataron 4 los Holandeses 
que la montaban. Otro bajel tuvo la misma suerte eñ 
la islita de Talca cerca de Santa Maria. 

En vista de estos acontecimientos, éláro estaba que 
los Chilenos consideraban 4 todos los extranjeros, poco 
mas Ó menos, comó énemigos. Pero volviendo á los 
Araucanos, causa sorpresa el que el intrépido Putapi= 
chion sé haya mantenido en la inaccion, y que Chica- 
guala se haya limitado 4 proférir fanfarronadas. Lo cierto 
es que las mas de las correrías las habia mándado Laso 
para mantener á los soldados vijilantes y alerta; y lo 
mas particular, que durante el amago de los piratas 
holandeses pór mar, los Araucános elijieron por toquí 
jenerál 4 Lincopichion (1). 

(1) Es verdad que García padece tambien ciertas equivocaciones, que tal 
vez pueden proceder de malas copias; porque la llegada de los socorros del 


Perú; y la edificacion de Angol lás da en 1698, en lugar que, como $e acábd 
de ver, Tesillo, testigo ocular y presente á todo, pone estos hechos en 1637; 


FIN DEL TOMO SEGUNDO. 


INDICE 


DEL TOMO SEGUNDO. 


Caprruzo 1. 
jefe, y sale derrotado, — Acude el gobernador en persona y destruye 
á Lig-Lemu que muere en la contienda. — Se traslada el gobernador 


á Santiago.—-Aporta á Coquimbo Jerónimo de Castilla. — Llega á San= 


Villagra y le envia. al Perú, +: «either ed as 
Caprruno 11. — Rodrigo de Quiroga se manifiesta opuesto á las disposicio= 
nes gubernativas que asentaron los Villagras. — El cabildo de Santiago 
las defiende. — La mitra en el venerable sacerdote Marmolejo. — Sus 
u muerte. —El gobernador en Concepcion. — Ordena la con- 
quista de Chiloe. — La real Audiencia en Chile... ........ «++ 
— Rodrigo de 
rovidencia inti- 
matoria del tribunal gobernador, — Responde el toquí con la expug- 
— La Audiencia pide fuerzas para hacer la guerra, 
El ulmen Nahuelbuta. 
— Prosperidad de las colonias meridionales... ..¿.. <<... 
Capiruno IV. — Don Melchor de Sarabia, presidente y gobernador del 
reino. — Su salida de Santiago yendo á Concepcion. — Concejo ú junta 
ficiales generales. — Pillataru en Mariguenu, — Atácanle los Espa- 
ño n estos derrotados. — Vuelve don Melchor de Sarabia 
Concepcion harto avergonzado de du derrola...<. + +... > 
Caprruto V. — Obispado de la ciudad Imperial, — La fortaleza de Arauco 
arrasada. — Pillataru en Quiapo. — Expedicion de Gamboa á las lierras 
de Pelantaru. — Esfuerzos del presidente en favor de la administracion 


de o 
ñ CR 


de la justicia. — Sus disposiciones lejislativas -— Marcha el gobernador 


á los Infantes.— Vuelve á Concepcion.— Muere el ¡lustre Barrionuevo, + 
errbro VI — Temblor dé tierra. — Hechos de Bravo de Sarabia por el 


Pillataru muere, y Alonso Diaz declarado toquí.— El obispo 
de la Imperial comienza la visita de su diócesis.— Don fray Diego de Me- 
dellin Mamado á la silla episcopal de SU AUT 

Caprruzo VIH. — Rodrigo de Quiroga llamado al gobierno de Chile. — 
Juan Jofré correjidor de Santiago. — Calderon en el desempeño de su 


Pág 
— Lig-Lemu en Itata. — Marcha Pedro Balsa contra ese nuevo 


So 


540 ÍNDICE. 


Pág. 
juzgado, — Hechiceros. — Convento de monjas en Santiago.— El gober- 
nador se dispone á ir en persona contra los Indios... +... ...... 

Caprruno VIT. — Pasa Quiroga á Concepcion. — Sale contra los Arauca- 
nos, y los persigue y acosa en todas direcciones. — Llega á Osorno y 
regresa á Concepcion. — Sale de esta capital para Santiago. — Martin 
Ruiz de Gamboa en Chillan. — Azoca en reemplazo de Calderon. — 
a a 77 

Caprruto IX. — Martin Ruiz de Gamboa gobernador. — Pasa á Osorno. 

— El doctor Azoco pretende apoderarse del gobierno de Chile. — Des- 

tiérrale Gamboa. — Don Alonso de Sotomayor nombrado gobernador. 
e AO ANA E O a o o | 
uULO X. — Sotomayor en el gobierno,— Construccion de nueyos fuer- | 

tes. — Asedio de Villarica. — Sublevacion de los Indios. — Batalla 

reñida. — Alonso Diaz conducido á Cañete y ajusticiado. ....... 

Caprruzo XI. — Cayuncura toquií. — Sotomayor á Carampangue. — Com- 


El gobernador salva esta colonia. — Cadeguala impide el paso de Puren 
al gobernador. — Desafío entre Cadeguala y García Ramon. — El gober- 
nador sigue con tenacidad su sistema de fortificaciones. — Fastidiado 
de la guerra regresa á la capital, . dd ER e 
CaprroLo XII. — Tratos de paz con algunas tribus indias. — Huenualca 
toquí. — Engaño de Cadepinque. — Muerte del cacique Hueputaun. — 
Destemplanza de los Espanoles. — Un refuerzo del Perú.— Huechuntu- 
y su hermana. —El gobernador en la capital. — Desafio de Hue- 
A O A E e Rs qe 
CapITUL - — Yanequeu, heroina chilena. — Sus hechos. — El gober- 
nador sale de Santiago, y reconoce la necesidad de desalojar algunos 
fuertes. — Vuélvese á Santiago. — Yanequeu sitia la plaza levantada en 
Puchangui. — Valerosa defensa del capitan Castañeda... ..¿. . . » 154 
Caprruzo XV. —Quintuhuenu electo toqui. — Se piden auxilios al virey | 
del Perú. — Respuesta que este da al cabildo de Santiago. — Destitu- 
cion de Azoca. — M 
la cuesta de Villagra. — Incendio de Arauco, — Colocolo el jóven. . . . 163 


A dm 


Sotomayor á Santiago.— Pasa al Perú, y se encuentra desposeido de su 

Md o e y IR O A A SAA 

Caerrozo XVIT. —La mitra de la Imperial en don Agustin de Cisneros. — | 
Don Martin García Oñez de Loyola, gobernador de Chile. — El toquí 

Paillamacu. — Trátase de paz con el gobernador, — 


u porte 
á lo perteneciente á cosas de gobierno. : 


respecto 
z 93 


e $5 ».:e PIP “o 4 . . 


ÍNDICE. 54m 


Pág 
Caprruzo XVIHM, — Llegan los jesuitas á Chíle.— Como fueron recibidos 
en Coquímbo, y despues en Santiago. . 205 
Cariruro XIX.— Pasa el gobernador c contra dl toga” Pela E 
unda dos fuertes. —Paz con algunas parcialidades. — Santa Cruz de 
Coya. — Los jesuitas en los estados de Arauco. — El toquí en los pan= 
tanos de Lumaco.— Asedio del fuerte de Jesus. — Reformas gubernati- 
vas de don Martin. — El pirata Ricardo Hawkins. — Acuerdo del ca- 
bildo de Santiago de 17 de setiembre de 150%... ..........+.. 210 
Caprrozo XX.— Hostiliza el gobernador a los Indios Catirayes. — Avanzaá 
Puren, —Fortifica el lago Lumaco. — e Pi en Chile. — 


Oríjen peregrino de su convento. — dio de Luma de Puren. — 
Pedro Cortés á la a de los ha — El soerado derriba esos 
dos fuertes. — Alcabala. . . .... NN AS 


CaprruLo XXI. — car del abbermador? = pal: á PR ea rial. — Em- 
prende la visita de otras colonías, y le siguen los jesuitas misioneros. — 
Regresa el gobernador á Ja a Su muerte y la de cuantos Es- 
pañoles le acompañaban. . ¿ + + 295 

Caprruto XXH. — Don Pedro dé vital ¿grerdádor Atciido — - Sd 
miento de los Araucanos. — Vizcara sigue con ventura los negocios de 
la guerra. — A los seis meses de gobierno, tiene que poner el mando 
en manos de don Francisco Quiñones nombrado por el virey del Perú. 246 

Capiruo XXI. —Gobierno de don Francisco de Quiñones. — Funcion de 

b 


los campos de Chillan, despues de ganada cta — Vence eee 
al toquí en dos encuentros , y regresa á Concepcio 
CaprruLo XXIV. — El gobernador don Francisco pl db MY “del perú un 
sucesor para al E rretaión de Chile. — Asedio de la Imperial y su de- 
fensa. — Pasa Quiñones á socorrerla. — Vence á Millacalquin vicetoquí. 
— Despuebla la bla Imperial, y la de los Infantes.— Regresa á Con- 
CEDCION a e add a e A yl 
Caprruro XXV.— Nuevas calamidades con la vegada e un plena otindes 
al mar del Sur. — Saqueo de Castro. — Van Noort desembarca en la 
Mocha y despues apresa algunos barcos en Valparaiso. . . . . +... +. + 282 


Carrruro XXVI — Gobierno interino de García Ramon. : . 286 
Capiruto XXVI. — Acontecimientos y E ibititares bajo 
bierno del maestre de campo don Alonso de Rivera.— Ruína de vid 289 


Caprruzo XXVII. — Sucesos que preceden á la erica de Osorno. — 
Llegada >. Ocampo con un refuerzo de tropas. — Su salida para Chi- 
atacado y muerto por los Áraucanos. . . . + A: 10L 
Cibtmis qxb -— Prosiguen los sucesos de Osorno áhtes de la evacua- y 
cion de esta cofonia. — Su incendio. — La die doña Gregoria Ra- 
mirez y el Indio Huentemagu. 
Caprruro XXX. — Estado slenio la Osorno.” 10% habitantes A 


5112 ÍNDICE, 


Pá 
abandonan y se trasladan con mucho trabajo á Chiloe. — Salida de las 


pe pra Sanda Moa a aiahe aio y 


Caprruzo XXXI. te deplorable de los prisioneros españoles. . . . . 308 


Caprruro XXXII. — Llegan de A s00 soldados prometidos por el 
monarca. -—Plazas restauradas. — Acierto del gobernador Rivera. — 
Cesacion de su mando y causas que la ocasionaron, 


. 3l 
Caprruro XXXIII. — Segundo gobierno del maestre de ADA den nea s0 


García Ramon. — Su recibi miento, — Preparativos. — Fuerzas impo- 


ne 

CaprrruLo XXXIV.— loma aparente. del A hecnador en Po Pel las 
colonias, — Apologia de esta in ne sion. — peros sucesos que la 
justifican. .. .. 

Capiruro XXX V. — Sensación dolo Mes, oda pi as Robo E A — -Mi- 
sion secreta del P. Luis de Valdivia.— Su viaje á España. — Nueva 


reorganizacion det alrata . 335 
Caprruto XXXVI, 


— Primera m0 del rio > MndiaN Bei por 
blecimiento de la real Audien 
Cariruto XXX VIH.— Batalla de Lumicn ita del rada pa 
Ramon. pi . 
CapITULO XXXVIL ala arias del po o PE la pes e 
— Buenos sucesos bajo su mando. . .., 
Caprrezo XXXIX.— Gobierno interino de pe don de A ls 
— Grandes na lamientds y capacidad que tenia. — Sabiduría de sus 
actos políticos, aditivos Oates. 0. de $ 
XL. — Segundo gobierno del maestre de SlnDS Po lona PA 
Rivera, — Regreso e Padre Luis de Valdivia con órdenes del rey. 
Sucesos de su sistema de pacificación. . ., 
Caprruto XLI, — Continuan los progressos del p. lis de Valli en pa 
ntento.. 50 eje ip oa 
CaprruLo XLU O Po misma interesante iS — — Perspectiva 
lisonjera es paz. — Fatales a acontecimient 


. 322 


. 361 


obispo de NS con la real Audiencia, , ... e + +.380 
'T 


idados administrativos de mes o de a 

Otros corsarios io en el mar del Sur. — Descubierta del estre= 
cho de Lemaire. » 

Carrruto XLY, Y Ari Ag pd óe 000 

Alonso de Riyera,— Elojio de este jener ral... ? 

CarrruLo XALVI «—Gobierno interino del onticiada de pa 

— Proteccion que da á la guerra defensiva. . e ....... 

E jols E de don Lope de Ulloa 3 ph — Su opo- 

sistema de Valdivia. — Este ilustre jesuita se retira á España. 

— Muerte de Ulloa. . ... eS TADA 00 tod, É pal 


e IS a o A E 
fal 


386 


ÍNDICE. edi 


id XLVIML. — El P. Valdivia. .... de A 
Carrruzo XLIX. — Gobierno interino del big só Cristoval mn la Cerda. 
Caprruro L, ios de don Pedro Osores de Ulloa.— Se mantiene 
en la defens: — Desórdenes de este gobierno. — Agresiones de los 
Po e 0 piratas holandeses. — Muerte del gobernador. .. 
Caprruto LI. — Interinato del maestre de campo don Francisco de Alba y 
Norueña. — Sucédele don Luis Fernandez de Cordóva y Arce.— Espe- 
ranzas que inspira. — Llegan refuerzos á Valparaiso, — Orden y decla- 
ración de guerra OfensiVA. . ... +... ......-. +. > 
Caprróo mo — Prosigue la guerra ofensiva. — Valentia de po tó 
de Chillan ] muerte de su ES — Batalla de las Cangre- 
Heras. os a AA 
CAPITULO LJ, — ore de don Hnos A de la Vega.— Refuerzos 
que trae.— Su política, — Batalla indecisa del paso de don Sans ó de 
Piel el 


+ $ 9% 


xo 
405 


412 


Caprruno LIV. — Continuacion del pod Pe Po — o E Biobio y y : 


acampa sobre la cienega de Lumaco. —Putapichion no se presenta. — 
Vuelve el gobernador á pasar el Biobio y se acuartela en San Felipe de 
Yumbel, — Pasa Putapichion la frontera y ataca á San Bartolomé de 
. Gamboa.—Sale el gobernador enfermo de San Felipe en su persecucion. 
— Bala la de los Robles.— Pasa el gobernador á Santiago. — Buen 


CapiruLo LV. — Forma Laso nuevo concepto de los Indios y confiesa se 


habia engañado, — Sale de nuevo á cam — Putapichion, con 
Queupuantu por teniente ó pro y siete 4 e mil e... ataca 
la frontera. — Batalla de la Albar Maoteia qe Pira ldie 


CaprruLu LVI.— Sentimiento de 0 br la dean do no ligas aprove- 
¿chado de la victoria de la Albarrada. — Putapichion, apa medita 
volver á campaña.— Sale el gobernador de San Felipe á Quilicura.— 
Destaca Rebolledo con tropas hasta el Cauten.— Maloca Po é 
insubordinacion de sus capi itanes.— Felices resultados que tiene. — Pasa 

el gobernador d á la! .— Providencias « 

Vaá Santiago. —Tjene un asunto de competencia cin la real Slicadio: 
— Sentencia la de Lima en favor del gobernador... +.» ...«... 

Carrruzo LV. — Continua malo de sus heridas Putapichion. — és 
puantu elejido toquí. — Su sorpresa, su valentía, y su muerte. — 
Sana Putapicbion y pa á campaña.—Sucesos pe > correria que los 
Españoles hicieron hácia el Cauten y la Imperial, . .-. 

Capiruno LVUT.—Exajeraciones de algunos linortecadds: ó Prepiranbl 
de Huenucalquin. — Vále á buscar Laso. — Operaciones de la cam- 
paña. — Soeorro de tropa á Tucuman para someter á los Indios suble- 
vados. — Vuelve el gobernador á Santiago. — Sucesos de Rebo!l ledo 
en San Felipe, y de Zea por Arauco. — Nueva campaña hecha por el 
go 


. 449 


obernador. — Su éxito, A A 


544 e ÍNDICE. 


Pa 
CarrruLo LIX. — Nuevas sorpresas de los Indios. — Putapichion se pre- 


tativa de Putapichion. — Va á esperarle sobre el rio de la LA Retí- 
rase el jefe araucano. — Laso enfermo.— Pasa convaleciente por mar á 
Santiago. —Real cédula en favor de los Indios de encomienda.—Liga de 
Putapichion con Antigueno y Puchiñanco. — Sorpresa Pi 
Accion de guerra.—Retiranse e y Araucanos.—Nombr n estds 
por ei á Curanteo. — Muer este. — Sucédele otro Cur da. di 
— Reúnense e Huggers en Pelleguen con proyectos 
hostia: —orgn el maestre de campo. — Hace prisioneros y 
atrae algunos Indios á e — Un destacamento enemigo se lleya 
muchos caballos de Curilebo.—Persíguenle los Españoles y rescatan los 
caballos. —Sale el dogo Mejorada de Castro hasta Osorno. — Castiga 
aquellos Indios matando á ciento, y se retira sin pérdida. — Entra el 
invierno.—Los Indios de Tirua quitan caballos á los Españoles. — Si- 
guen las correrías. — Proyecto de repoblar á Valdivia. —Dilaciones. — 
Vuelve Laso 4 la Concepcion. ..........+. 
CarrruLo LXIL.—Sale el gobernador con fuerzas, 08 llevo sica 
su marcha al enemigo, y vuélvese á la plaza. — Sale de ella se- 


nt levantar e y se vuelve á la ¿e sin haberlos E 
cutado. . A > 
iaa LXIL — Cotifiizationó del aupritila anterior. Junta militar en 
la Concepcion, en la cual nada se resuelve. — Pas akas so 2 e cad — 

Pa o El EE A o E E ¿ de 


ele abildo,—Vuelve el gobernador por octubre á hn. frontera: ias 


= 


504 


. 509 


de Naucopillan. ....<. 2 


o.» 
CaprruLo LXIV. —Hoblalos de poblar € en pe gol. — De: principio á la 
obra. — Sus progressos. — Cae de nuevo enfermo el gobernador.— Se 
resta 


estos. g 

Incendio de Angol. -- Su reedificacion.— Regresa Laso á la Concepcion 
y á Santiago. A A e A Os e 0 A A E A E a 
e 


FIN DEL INDICE DEL TOMO SEGUNDO. 


Y, 


. 530