SALVADOR CAMACHO ROLDAN
NOTAS DE VIAJE
(COLOMBL\ Y ESTADOS UNIDOS DE AMERICA)
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, BOGOTÁ
T^IBR-ERIA^ COLO]VtIBIA^I>¡r.A.
CAMACHO ROLDAN & TAMAYO
-1890-
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DOS PALABRAS
Con el objeto de hacer en los Estados Uni-
dos y en Europa algunas compras, y sin pen-
samiento alguno de escribir luég') impresiones
de viaje, emprendí éste hacia esas regiones á
mediados de Abril de 1887. Por complacer
á mis hijos, que han deseado tener más noti-
cias de esos lugares distantes que las pocas
transmitidas en mi correspondencia doméstica,
escribo hoy estos recuerdos, sin pretensiones
de ninguna clase. Absorbido en lo general por
el trabajo laborioso y exigente de compras
menudas de artículos muy variados, no tuve
ocasión propicia para observar las costumbres
ni estudiar el estado social é industrial de los
países que recorrí. La lectura de periódicos,
la asistencia, no muy frecuente, á los teatros,
la vista rápida de los caminos y las calles, y
conversaciones fus'aces. con comoañeros oca-
VI Dos palabras
sionales de viaje; he ahí todas mis fuentes de
información.
Con tan escasos elementos ¿á qué fin escri-
bir estos recuerdos? se preguntará, y la res-
puesta á la verdad no deja de ser embarazosa.
Mi objeto es, sin embargo, abrir el camino á
otros que con mejores medios de instrucción
quieran atreverse á seguir mi ejemplo, presen-
tando á nuestros conciudadanos, desde el pun-
to de vista de nuestras ideas nacionales, en
trabajos mejor elaborados, el espectáculo de
pueblos distintos del nuestro.
Considero un deber hacer partícipes de las
impresiones recibidas en países más adelanta-
dos, á aquellos de mis compatriotas que quieran
someterse ala tarea — probablemente enojosa —
de leer estos renglones, para que al volver la
vista hacia nuestra situación, se reflexione sobre
ella con miras conducentes al interés general.
Siento que no se vive para sí mismo tan sólo.
Miembro de una comunidad política y social
á cuya existencia debo la escasa felicidad que
se puede encontrar en la vida, mis impresiones
no deben ser enteramente personales: juzgo
un deber dividirlas con los míos. Doy lo que
puedo dar, y no estoy obligado á más.
NOTAS DE VIAJE
CAPITULO I
CAMTXO DE BOGOTÁ Á HOiíDA
Descripcióa general de la vía.— Diversas ideas acerca de la co-
municación entre Bogotá y el río Magdalena. — Vía de Gua-
rumo á Guaduas, del señor Juan Bernardo Elbers. — Línea
de Poncet, acometida por el General Mosquera. — Vía de
Cambao .—Ferrocarril del Norte hacia la boca del río Ca-
rare. — Vía de Girardot.
Muy niño aún recuerdo haber pasado la sección
de Bogotá á Villeta en tres días de penoso viaje. En-
tonces (1836) no había ómnibus ni coches, ni carros
en la Sabana. En ésta el camino se reducía á un fan-
gal profundo, lleno de hoyos peligrosos en tiempo de
invierno, — en donde á veces se empleaban tres días en
el trayecto de Bogotá á Facatativá, — y á una llanura
oscurecida por nubes de polvo en el verano. Pequeños
caballos de trote ó muías de igual condición eran los
únicos vehículos entonces usados. Jjas posadas eran
escasas en número y en provisión de recursos para el
pasajero, salvo la de Don Antonino Gil, en Fon-
2 ^ amino de Honda
tibón, tan famosíi en esos días entre los bogotanos,
como es hoy entre los neoyorkinos la de Manhattan-
Beacli. La casa del Cura era todavía el gran refugio
de los viandantes, y en ella se recibía en lo general
esa hospitalidad rumbosa á veces, humilde otras,
siempre cordial, que Rafael Pombo alcanzó á co-
nocer y celebrar en uno de los cantos de su musa ado>
láscente. El primer descenso de la Sabana hacia las
tierras calientes principiaba en El Roble, con una so-
lemnidad especial: después de santiguarse devotamen-
te los peregrinos, la marcha se emprendía en silencio,
prestando todos la mayor atención á los saltos, resbala-
deros y grandes piedras que se oponían al paso, llamán-
dose unos á otros de vez en cuando al atravesar los ca-
llejones, oscurecidos casi siempre por la niebla; y cuan-
do, después de media hora de angustia, se llegaba á la
pequeña explanada del Aserradero, desde donde se
veía brillar limpio el cielo hacia el Occidente, mujeres
y niños respiraban alegres con toda la fuerza de los pul-
mones, y ese sitio tenía categoría como una especie de
puerto de mar. Desde allí hasta Villeta se empleaba,
de ordinario, un día entero, y en invierno dos. Ade-
lante del Alto de Gaseas se alcanzaba á ver el caserío
de ésta en lontananza, y la fantasía de los niños no
dejaba de atribuir á encantamiento la fatigosa jorna-
da que todavía era preciso hacer para llegar al ansia-
do término que tan próximo se acababa de contem-
plar. Villeta inspiraba yá la idea de tierra extranjera:
allí nos parecía que empezaban las de la Gran Breta-
ña, y en la escuela creíamos encontrar algo de acento
inglés en la voz de los que de tierras tan distantes
regresaban á Bogotá.
Descripción general
Esta ideíi tomaba cuerpo cuando, adelantando ha-
cia Guaduas, se veía en Cune la alta chimenea del
trapicho de agua de Don Guillermo Wills, el primero
de esta clase de motores empleado en el interior de la
República, y tal vez en todo el país. La novedad que
entonces despertaba esa forma de chimeneas, ahora
tan familiar, quizás hizo pensar á algún bogotano que
ahí habitaba el gigante Caraculiambro, yá vencido
por Don Quijote, ó algún familiar del mismo señor
Wills, reputado brujo en esos tiempos en vista de la
rapidez con que su trapiche exprimía centenares de
cargas de caña. Entre paréntesis: ese brujo, siempre
tan laborioso, á quien debemos la introducción de un
gran progreso en nuestra industria azucarera y tantos
escritos útiles, — entre ellos un tratado de Geología en
lenguaje familiar, al alcance de nuestros más modes-
tos agricultores, — y que dio primero el noble ejemplo
de una vida agrícola civilizada, rodeado de una larga
y distinguida familia,— murió pobre, sin alcanzar de
la suerte la recompensa de comodidad y descanso á
que era acreedor.
Desde El Roble hasta Villeta se desciende en me-
nos de cinco leguas 1,950 metros de altura vertical, y
prosiguiendo la marcha se ascienden 1,100 hasta el
Alto del Trigo, en sólo dos leguas de formidable re-
pecho habitado por unas pocas familias pobres; como
lo testifica el nombre espeluznador de nna de esas ca-
sas, conocida ahora años por los arrieros con el de
^'ÍTa Juana sin carne." De aquí se desciende al precioso
valle de Las Tibayes, para volver á subir al alto del
Raizal, y tornar á descender una cuesta de 700 me-
Alturas sobre ti mar
tros vertieales hasta Guaduas. Aquí se opone al paso
el filo de la cordillera secundaria del Sargento, que se
tramonta en el Salto, á cerca de 400 metros de altu-
ra sobre el valle de Guaduas, para tomar luego una
bajada final de 1,100 metros hasta el valle del Magda-
lena, que en los pasos de la quebrada del Tocuy, dos
leguas abajo, tiene unos 250 sobre el nivel del mar.
Daré aquí las alturas de los diversos sitios del trán-
sito desde donde principia el descenso de la altiplani-
cie hasta el Alto Magdalena, según las observaciones
de los viajeros alemanes Reiss y Stübel.
Alto del Roble 2,755 metros.
Chimbe 1,808 —
Villeta 813 —
Alto del Trigo 1,928 —
Las Tibayes 1,600 —
El Raizal 1,741 —
Guaduas 1,036 —
El Salto 1,376 —
Rioseco 240 —
Honda 200 —
El trazado de este camino, — en el que probable-
mente se siguió la huella marcada por el pie de los
aborígenes, — no puede ser peor; pero nada se ha he-
cho para rectificarlo en más de 250 años que tiene de
abierto. Sea por el interés de conservar las antiguas
poblaciones de Villeta y Guaduas; bien por defecto
de nuestras instituciones municipales, nulas en tiem-
po de la colonia, sin atribuciones suficientes desde
1819 hasta 1848, y perturbadas por violentas oscila-
ciones políticas desde 1849 hasta 1886, la verdad es
El señor Elhers
que la conservación de ese absurdo trazo hace muy
poco honor á los diversos gobiernos que se han suce-
dido desde la Independencia hasta la Regeneración,
inclusive. Se ha pensado en mejorarlo ó en adoptar
otra vía, sí: pero el espíritu de contradicción que
constituye una de las deficiencias de nuestra raza, que
no nos permite pensar la misma cosa que otros pensa-
ron antes, ha sido parte para que surjan diversos pro-
yectos por otras líneas sin lograrse acuerdo en una
sola.
Yá los Virreyes españoles, y el Pacificador Mo-
rillo últimamente, habían intentado comunicar á Bo-
gotá con el Magdalena, unos por la vía del Lebrija,
otros por las del Opón y del Oarare, en cuyos proyec-
tos precoces consumieron, según toda probabilidad,
si no grandes sumas, sí muchas vidas, en el recluta-
miento forzoso de peones y de colonias de plantadores
que se estilaba en esos tiempos de gobierno patriarcal.
En 1825, el señor Juan Bernardo Elbers, al
propio tiempo que traía los primeros vapores para
navegar ei Magdalena, abrió un camino directo de
Guarumo á Guaduas, sin tocar con Honda, y se pro-
ponía seguir rectificando la vía hasta Bogotá, si para
ello se le concedían alicientes bastantes. De seguro
no se le ofrecieron ni se le podían ofrecer en ese pe-
ríodo calamitoso, en el que de todos los ámbitos de
la gran Colombia venían los gritos de las ruinas de
quince años de guerra; cuando todavía había que
sostener, desde las bocas del Orinoco hasta las cum-
bres del Potosí, un ejército de 25 á 30,000 hombres,
y en m omentos en que se preparaba una poderosa es-
Ruta de Camhao
dos abundantes, en vez de seguir la empresa comenza-
da, se proyectó otra distinta por la ruta de Cambao.
Esta había sido indicada en su parte esencial, —
el eslabón de Pan de Azúcar, que une la cordillera
principal del Aserradero con la del Alto del Trigo, —
por el General Codazzi, y fue completada en sus des-
arrollos por los señores González Vásquez, Liévano,
Pedro María París y Santamaría, ingenieros al servi-
cio de la Junta del camino de Occidente, quienes
abrieron una trocha carretera de un metro de ancho
en las veinte leguas que separan el Alto del Eoble del
puerto de Cambao (1870).
Esta vía se aparta del camino de Honda hacia el
Occidente cerca del Roble: descabeza el río Sí quima,
pasa por las inmediaciones de Vianí y San Juan de
Rioseco y va á terminar en el Magdalena, entro Am-
balema y Honda, á ocho leguas de distancia de cada
una de estas poblaciones.
En 1871, sin embargo, el Gobierno Federal media-
namente organizado, había inspirado al Congreso una
confianza en sus fuerzas superior con mucho á lo que
la prudencia permitía. Las rentas nacionales produ-
cían yá tres y medio millones de pesos: las de los Esta-
dos y Distritos otro tanto, y las del solo Estado de
Oundinamarca en especial se aproximaban á un mi-
llón. En vez de seguir el ejemplo de los Estados Uni-
dos, en donde el Gobierno Federal se abstuvo de tomar
á su costa la ejecución de vías comerciales, — con lo
que los Estados tomaron á pechos la organización de
sus rentas para abrirlas por sí mismos en unos casos,
y subvencionar en otros las empresas particulares que
Ferrocarril del Norte 9
se formaban para acometerlas; — en vez de esa absten-
ción prudente, digo, el Congreso resolvió tomar á su
cargo un programa enorme de mejoras materiales por
un valor de más de treinta millones de pesos. Entre
esas mejoras figuraba el ferrocarril del Norte, llamado
á comunicar á Bogotá con el Magdalena, en la con-
fluencia del río Oarare, cincuenta leguas abajo de Hon-
da, y con una extensión total de más de setenta leguas
desde el punto de partida.
A nadie intento culpar en este recuerdo. Libera-
les y conservadores, federalistas y centralistas, auda-
ces y tímidos, todos tomamos parte en el error de
apreciación de nuestras fuerzas.
El ferrocarril del Norte era un proyecto deslum-
brador, que hizo borrar de la memoria todos los for-
mados hasta entonces. Dirigiéndose hacia Zipaquirá,
Ohiqumquirá y Vélez, no sólo daría comunicación á
Bogotá con el mar, sino con las densas poblaciones de
Boyacá y Santander.
Tres años más tarde (en 1874) surgió otro proyec-
to. El Tolima era y había sido por más de veinticinco
años la sección más afortunada de Colombia. Su si-
tuación topográfica, de un valle entre dos grandes
cordilleras, surcado en la mitad de su anchura por un
río navegable; á la cabeza de la producción de taba-
co, quinas, sombreros y cacao en toda la República;
rico en ganados, y en minas que empezaban á explo-
tarse, el comercio de Bogotá juzgó que una vía servi-
da por vapor que pusiese á esta ciudad en contacto
con el alto Magdalena en el corazón del Tolima, tenía
un gran porvenir. Esa vía podría luego extenderse á
10 Ruta de Girardot
los Estados del Cauca y Antioquia y aun quizás hasta
el Atrato, por donde entonces proyectaba el Gobierno
americano abrir el gran Canal entre el Atlántico y el
Pacífico. Asimismo podría servir como línea suplemen-
taria al comercio ríe la capital con el mar, una vez que
se estableciese navegación á vapor en el alto Magdale-
na; problema de cuya solución se ocupaba en esos mo-
mentos un atrevido é incansable trabajador: el señor
Alejandro Weckbecker. Tal fue en su origen la idea
del ferrocarril de Girardot, presentada como empresa
particular, para la que, aparte de la concesión de pri-
vilegio por cuarenta años en el uso de una zona estre-
cha, no se reputaba necesario ningún auxilio oficial.
Debía partir de Bogotá y Facatativá hacia el Suroeste
por las inmediaciones de Anolaima, La Mesa y Tocai-
ma, hasta el Magdalena, en un punto inmediato á las
poblaciones del Guamo y el Espinal, que forman el
centro del Estado del Tolima; treinta y cinco leguas
arriba de Honda, cuarenta abajo de Neiva, y á sólo ca-
torce de Ibaguó, entre cuyas ciudades se extiende una
vasta llanura. La extensión total de la línea se calcu-
laba igual á la de Cambao, es decir, en unas treinta
leguas.
~^o^^9*'"^-i^
CAPITULO II
vías al k a g d a l e íí a
€omparación entre estas diversas vías. — Trabajos ejecutados eu
ellas. -—Prolongación de la de Girardot hasta la sabana de
Bogotá.
Estos cuatro proyectos presentaban caracteres dis-
tintos y ventajas é inconvenientes especiales, en cuya
discusión se trabó pronto una luclia ardiente, tanto
en el periodismo como en la tribuna.
La extensión y el costo de ellas eran los dos prime-
ros factores que debían considerarse, los cuales presen-
taré aquí en un cuadro comparativo sobre la base de
un ferrocarril.
Via.-. Exttínsióu en leguas. Cueto calculado.
Sietevueltas, óseaPoncet. 40 É 6.000,000
Cambao 30 3.000,000
Ferrrocarril del Norte .... 70 17.000,000
Ferrocarril de Girardot .. 30 3.000,000
La segunda consideración consistía en el tráfico
que cada una de las vías pudiera desarrollar, en virtud
del numero, riqueza é industria de la población esta-
blecida á lo largo de ellas y de la fertilidad ó riqueza de
otro género de las tierras que cada cual de estos cami-
nos debía atravesar.
12 Comparación entre ellas
La de Sietevuelfcas se separaba en Puentegrande
de la parte más feraz de la sabana de Bogotá, para
recorrer la más estéril: al dejar la altiplanicie sólo
encontraba á su paso poblaciones pobres y atrasadas,
que muy poco contribuyen en la actualidad al tráfico
interior y nada al comercio exterior del país. La
construcción de las primeras quince leguas, desde el
Magdalena hasta las inmediaciones de La Palma, al
través de selvas vírgenes y de un valle cenagoso, de-
bía ser costoso en vidas y en dinero.
Es necesario reconocer, sin embargo, como yá dije,
que ésta es la vía más recta y más natural para la
altiplanicie, pues suprime la navegación difícil y pe-
ligrosa délas diez y seis leguas que median entre Gua-
rumoyHonda. Tampoco debe olvidarse que desde Su-
bachoque hasta Pacho se encuentran los más ricos mi-
nerales de hierro hasta ahora descubiertos y explota-
dos en la Kepublica.
En cambio, esta vía es la que menos tráfico local
podría suministrar, y á esta circunstancia se debe
quizás el que haya sido menos favorecida por la opi-
nión.
La de Cambao participa en algo de las mismas de-
ficiencias: los terrenos de Síquima, Vianí y San Juan
de Rioseco, que la vía recorre al dejar la altiplanicie,
no son distinguidos por su feracidad sino por su ca-
rácter montañoso, declives abruptos, valles en extre-
mo angostos y suelo en lo general escaso de aguas.
En el término sobre el Magdalena no hay población
alguna notable, como tampoco la hay en la parte
opuesta del río; pues Ambalema, que dista ocho le-
Trah ajos de Mr. Brown 13
guas hacia el Sur, ha perdido ia importancia que tu-
viera ahora treinta años. El único concurso que esta
vía pudiera dar al tráfico interior, sería el de 3 á 4,000
cargas de azúcar, que producen Ohaguaní, San Juan
y Vianí.
Para el comercio exterior presenta el inconvenien-
te de los trasbordes sucesivos de las mercancías de
Oambao al vapor, del vapor al ferrocarril de La Do-
rada en Honda y de aquí otra vez al vapor del bajo
Magdalena. Según entiendo, tampoco presta facilida-
des para desarrollar la línea férrea, á fin de disminuir
las pendientes; de suerte que la de 4 por 100, ó 200
pies por milla, será obligatoria en la maj^cr parte de
su extensión.
Ella, con todo, llamó la atención de un empresario
americano, distinguido por una perseverancia nada
común entre nosotros: el señor Brown, quien obtuvo
un privilegio para construir una vía férrea, no hasta
Cambao solamente, sino hasta Honda, abajo del Salto,
y pasando por las inmediaciones de Ohaguaní y de
Guaduas. Según parece, no encontró accionistas para
la empresa en los Estados Unidos, y siendo insigni-
ficantes los auxilios que el Gobierno de Cundinamar-
ca se obstinó en suministrarle, hubo de abandonar la
obra después de gastar en ella de $ 120 á $ 150,000,
en poco más de una legua de carrilera construida des-
de las Bodegas de Bodegas hasta la Cifuentes.
El ferrocarril del Norte, proyecto que tuvo una
gran resonancia y en cuyos preparativos, estudios,
exploraciones y aun colonias agrícolas, se empleó
inútilmente una suma considerable (quizás más de
14 Ruta de Cavare
% 500,000), fue una idea grandiosa y patriótica, pero
desgraciada.
Se creía suficiente, llevar los carriles hasta un puer-
to del río Carare, diez leguas distante del Magdalena;
pero un estudio más detenido de aquel río, dio á co-
nocer que era inadaptable á la navegación de los va-
pores de este otro, y delante de la necesidad de pro-
longar los trabajos por diez leguas más, de selvas
vírgenes y de vegas expuestas á inundaciones, se de-
sistió de la idea. El costo de la obra era, por otra
parte, fuera de proporción con el tráfico que prometía
y con los recursos y crédito del país; el cual no hu-
biera podido soportar el gravamen de millón y medio
de pesos anuales exigidos como garantía de intereses
y fondo de amortización sobre el capital invertido.
De tantas ilusiones desvanecidas como hemos con-
tado en el curso de nuestra breve y azarosa historia
nacional, no ha sido ésta una de las menos doloro-
sas. . . . Fue un error de juventud, del que todos, in-
clusive el que escribe estas líneas, somos responsables.
Pensóse, en vista de esa imposibilidad, en llevar la
vía férrea más lejos aún, á la orilla del lago de Patu-
ria, que comunica con el Magdalena por un caño, no
siempre transitable, ó hasta la desembocadura del Le-
brija; pero esta labor de más de cien leguas, veinte
de ellas al través de selvas vírgenes é inexploradas,
era todavía más superior á nuestros recursos. Pronto
fue abandonada.
La de Girardot ha sido menos desgraciada. El
curso de las aguas de la altiplanicie quo corren al
Magdalena por el valle del río Bogotá, indica desde
Trabajos en la de Qirardot 15
un principio que ese es el verdadero camino de esta
ciudad hacia esa arteria comercial. Y en efecto, esa
es la vía por donde la línea de ascenso puede desarro-
llarse en busca de pendientes más suaves, que tal vez
no excederán de 125 pies por milla, ó sea 2^ por 100;
por entre faldas más tendidas y sólidas; al través de
terrenos de primera calidad; por en medio de indus-
trias en prosperidad, como las de la cana de azúcar,
los cereales y el café, que pueden dar, tanto al tráfico
exterior como al comercio local, un alimento abun-
dante; en toda su extensión, salvo dos localidades
muy reducidas, por climas sanos, y con prospecto de
extenderse hacia Ibagué, hacia iSTeiva.y hacia Honda;
hacia la región minera del Saldafia y hacia la de la
cordillera que separa á Honda de Manizales y Sonsón,
en donde se trabajan en la actualidad con buen suceso
algunas minas antiguas y otras recién descubiertas.
Las ventajas de esta vía han sido tan apreciadas,
que apenas propuesta la empresa al público en 1875,
en menos de dos meses se reunió una suscripción na- •
cional de $ 750,000, y hubiera podido en breve subir
al doble sin las primeras perturbaciones del orden pú-
blico ocurridas en ese año; perturbaciones que, con-
tinuando en 1876, 1877, 1879 y 1885, destruyeron la
posibilidad de acometer la obra con el carácter de
empresa particular colombiana.
El Gobierno Nacional, sin embargo, la tomó á su
cargo en 1881, y con sus propios recursos ejecutó la
quinta parte de ella desde Girardot hasta Portillo (64-
leguas) en los tres años que siguieron hasta 1884. En
1886 resolvió continuarla hasta Juntas de Apulo para
16 Ventajas de ella
completar la cuarta parte, y, según parece, ese propó-
sito será realizado dentro de tres á cuatro meses, con
lo cual, la parte abierta al servicio público, tendrá
poco más de ocho leguas de longitud. (1) Faltarían en-
tonces tan sólo doce leguas para hacerla llegar á Bo-
gotá, pues el ferrocarril de la Sabana, avanzado ya,
será concluido en 1889. El gasto impendido no llega
quizás á $ 1.200,000 en toda la parte construida entre
Girardot y las Juntas, ni, probablemente, alcanza á
$ 1.000,000 lo que cuesta la sección de la Sabana.
Esta línea, en relación con los vapores del alto
Magdalena, podría transportar pasajeros de Bogotá
á Honda ó hasta Yeguas, en un día, por un precio de
$ 8 á $ 10; y mercancías á razón de $ 3 ó $ 4 carga
de 140 kilogramos, con una economía de más de 60
por 100 para los pasajeros y de 50 á 60 por 100 en las
mercancías. Esto, durante los cinco primeros años,
mientras cobra vigor el tráfico, que aumentando éste,
los precios pudieran reducirse mucho más. La econo-
mía de tiempo sería incalculable, pues hoy emplean
tres ó cuatro días los pasajeros y de diez á quince las
mercancías. En punto á comodidad y seguridad, no
habría término de comparación.
El servicio de este ferrocarril no debería estimarse
por la facilidad que diese al comercio entre la alti-
planicie de Bogotá y el extranjero: importante como
es esa rama de trabajo nacional, considerada en rela-
ción con el espacio que ocupa en la industria de aca-
rreo, todavía es de poca consideración.
(1) Al entrar en prensa estas Notas están construidas casi
nueve leguas. El ferrocarril de la Sabana también llega á Bo-
gotá en estos momentos.
Tráfico 'por Qirardot 17
El movimiento del comercio exterior de Bogotá y
su comarca no llega todavía á 50,000 cargas anuales,
la mitad de las cuales consiste en efectos extranjeros
y la otra difícilmente se completa entre cueros, café
y algún resto de quinas para la exportación. Entre
tanto, el tráfico interior general y local, — es decir,
entre los dos extremos el uno, y entre los puntos in-
termedios el otro, — no bajaría, en solo la línea de Gi-
rardot, de un millón de cargas por año, cinco afios
después de abierta al tráfico la totalidad de ella. Los
valles del Bogotá y del Apulo, y las tendidas faldas de
las cordilleras que caen sobre ellos, son terrenos ex-
cepcionales por su fertilidad, así como por la varie-
dad de productos que pueden rendir á los sudores hu-
manos. Cereales, dulces, frutas, forrajes, maderas, raí-
ces alimenticias; artículos que las altiplanicies frías
necesitan y que los valles del Tolima pudieran tam-
bién consumir en grande escala, para alimentar á los
trabajadores de sus minas, darían centenares de miles
de cargas al ferrocarril; como también grandes retor-
nos de papas, trigos, sal y manufacturas nacionales
de las tierras frías, y cacao, arroz, tabaco, azúcar,
maderas de ebanistería, asfalto, ganados y cerdos gor-
dos de los valles ardientes del alto Magdalena.
Tiempo es yá de prescindir de esa preocupación
funesta que ha imperado en nuestro espíritu, de que
sólo merecen protección decidida las vías del comer-
cio exterior, juzgándose que sólo éste puede suminis-
trar grandes y valiosas masas al tráfico de los ferro-
carriles. El humilde producto del carbón mineral
suministra 180 millones de toneladas á los de la Gran
2
18 La Redención
Bretaña; y entre nosotros, el maíz y la miel de los
valles de Bogotá y del Apulo darían, concluido el fe-
rrocarril, 500,000 cargas anuales, á lo menos, al fe-
rrocarril de Girardot: diez veces más que todo el
comercio exterior actual del Departamento de Cundi-
namarca. El acarreo de papas, en la Sabana de Bogotá,
representa un movimiento anual de más de 600,000
cargas, (1) doce veces mayor que el del comercio ex-
tranjero.
Oh! si algún día viésemos terminada una vía fé-
rrea desde esta ciudad al río Magdalena, y duplicada
con ello la esperanza del trabajo en ios humildes ho-
gares del pobre, y abiertas, con la mayor abundancia
de sus bienes, las fuentes de la benevolencia en el
alma del rico, y emancipados los habitantes de estas
cumbres heladas de la esclavitud de las cosas, de la
imposibilidad de moverse, — ensanchados los horizon-
tes de la vida, y abierta la mente á la contemplación
de otras ideas y de otros mundos: — sí, los que yá ba-
jamos la cuesta, dejando atrás la luz, rodeados de
nieblas cada día más espesas, divisando yá los techos
que nos habrán de dar el último descanso, podríamos
decir que á lo menos habíamos rendido una jornada
en el camino eterno de la humanidad.
(1) Calculo un consumo anual de una carga por año y por
cabeza de población, sobre 400,000 consumidores de este ar-
tículo, y agrego una tercera parte por lo que se destina á las
nuevas plantaciones y la que se lleva á las tierras calientes.
CAPITULO III
VÍAS AL MAGDALEÍn'A
(Continuación)
Estado del camino de la Sabana antes de la construcción del
carretero. — Camino de terciopelo. — Su influencia en la agri-
cultura y el comercio de la sabana de Bogotá. — Prolonga-
ción hacia el descenso de la cordillera. — Detenida por la
irrupción de las ideas relativas á la construcción de ferroca-
rriles.
Vuelvo al camino de Honda, en el cual, había di-
clio arriba que ahora cincuenta aüos no existían ca-
rros ni coches; pero rectificaré esa aserción. Había
un coche, uno solo; tirado por dos robustas muías, en
que el seQor Joaquín Gómez Hoyos disfrutaba sin ley
ni concesión especial del privilegio exclusivo de viajar
hasta su hacienda del Diamante, á tres leguas de ésta
ciudad. Según las crónicas, ese era el mismo vehículo
en que el Virrey- Arzobispo, el señor Góngora, hacía
sus paseos dominicales á una quinta. de la vecindad de
esta ciudad, nombrada así por el título eclesiástico de
su propietario; coche que por tradición hereditaria lle-
gó no sé hasta cuál de sus sucesores, de cuyos espo-
lies pasó sin duda á ser propiedad de aquel tranquilo
y respetable hacendado. Si no estoy engañado en mis
recuerdos, de manos de éste pasó á las del General
20 La Sabana
Mosquera, en su primer período presidencial, y hasta
hace pocos años se conservaba en poder del señor Nar-
ciso Garay. Quizás existe aún, confundido yá en el
rol democrático de unos yehículos corcoveadores que
hacen la carrera de Zipaquirá. Dejo la investigación
de esta duda arqueológica á otros rebuscadores de ar-
chivos, más pacientes que yo.
Y el asunto la merece, porque la descendencia de
ese primer vehículo de ruedas en el camino de la Sa-
bana, monta yá á más de 2,000 carros de bueyes, 50 á
60 coches de alquiler, otros tantos ó algo más de pro-
piedad particular, 20 ó 25 ómnibus, 3 locomotoras, 3
ó 4 coches de pasajeros y otros tantos carros de flete
en ferrocarril, en cosa de cincuenta leguas de cami-
nos carreteros que contamos en el interior de la alti-
planicie. Son conducidos los primeros por algunos
centenares de verdugos desalmados, contra quienes
las llagas y tormentos de los sufridos bueyes peilirán
justicia al Dios de los ejércitos; pero los ómnibus y
coches lo son por postillones, en lo general atentos
é inteligentes. Inteligentes, sí, porque, alo menos el
día de mi salida se requería, para buscar paso en el
camellón á cuatro ruedas, en medio de tactos hoyos,
fangales y sartenejos, tanto talento como para fallar
en la cuestión del superávit de nuestro tesoro ó para
decidir cuál forma de gobierno, el centralismo ó la
federación, es responsable entre nosotros de la aper-
tura de la Caja de Pandora. Sin haber pasado el Quin-
dío, al bajar del coche en los Manzanos, me toqué
*^para ver si tenía los huesos completos y en su lugar,"
como dice Juan de D. Restrepo, y sentí un gran bien-
Pésimo camino en ella 21
estar, como el que sale sano y vencedor de una bata-
lla. Ese mal estado del camino era fácilmente reme-
diable con algunas carretadas de cascajo; era uno de
los últimos ecos de la guerra civil de 1885, que pa-
ralizó por dos años la reparación de todos los caminos
del país; pero el esqueleto, alo menos, del Mac-Adams
construido en 1850 á 1852, durante la administración
del señor General López y bajo la perseverante ini-
ciativa y tenacidad de propósitos del señor Victoriano
Paredes, existía ahí como un monumento histórico
que merece mención especial.
Conozco la mayor parte de los malos caminos de la
República. He pasado el páramo de Moras, el Quin-
dío, el Alto del Oso y las faldas de Chinchiná hasta
Manizales; los callejones de Ocafia; las vueltas del
Xuchal ahora veinticinco años, en el camino de Hon-
da; la cuesta de la Reventona, cerca de Canoas, en
Antioquia; el Alto del Fical y las Vueltas del Infier-
no en el antiguo camino de Pamplona á Cúcuta; el
de Cruces y Gorgona á Panamá en invierno, antes
de la construcción del ferrocarril; pero puedo decir
que nada era comparable al de la Sabana en invierno.
Poco más de veinte años contaba una ocasión en que
regresaba de Anapoima: venía convidado á un baile;
traía resolución de llegar á Bogotá esa noche, aunque
fuese en medio caballo, como contaba haberlo hecho
una vez el simpático Coronel Diego Rivas, á quien un
rayo le había arrebatado el otro medio; cansé dos bes-
tias desde Balsillas á Fontibón, y á las nueve de la
noche tuve que aceptar la posada que con grande
instancia me ofrecieron en una casa de la orilla del
camino. Tal era el llamado camellón de la Sabana.
Reparaciones hechas en él
Creo recordar que los señores Doctor Rufino Cuer-
vo, Luis Silvestre y Alfonso Acevedo, con grandes
esfuerzos y escasísimos medios de los anémicos gobier-
nos municipales de esos tiempos, habían logrado me-
jorar bastante la vía hasta Puentegrande; pero la
guerra civil de 1840 á 1843 y algunos crudos invier-
nos en sucesión habían tornado á destruirlo. El señor
Paredes resolvió construir é hizo en efecto que fuese
construido el primer camino á la Mac-Adaius que se
había visto en el país. Tenía ocho leguas de largo,
ocho varas de ancho entre sardineles, fuera de las
zonas laterales, cimientos de piedras grandes á sesen-
ta centímetros de profundidad, y lo cubría una capa
de cascajo fuertemente comprimido de doce á diez y
ocho pulgadas de espesor. Era un camino superior
en toda la extensión de la palabra, detrás del cual
trajeron el General José María Gaitán, dos ó tres
ómnibus ordinarios, y en seguida el señor Guillermo
París otros cuatro magníficos, construidos por la Casa
de Joh7i Siephe7ison, de Nueva- York, ómnibus que
aún existen. El mismo señor París construyó en se-
guida el hotel de Los Manzanos, que en esos días, —
1854 y 1855 — era lo mejor que, en su género, se había
visto en el país. Facatativá, que hasta entonces era un
poblachón de casas pajizas de bahareque, surgió de
entre el polvo y el fango á la categoría que le conoce-
mos hoy; y Serrezuela, humilde caserío que se pasaba
inadvertido, alzó casas de teja y adobe, construyó
un puente de los Micos para dar fácil acceso á su
plaza, y poco después, en recuerdo de un distinguido
patriota y estadista que pasó allí sus últimos días, el
Camino de terciopelo 23
señor Fernández Madrid, tomó el nombre pomposo
de la capital de los reinos de España.
Los carros aparecieron en gran número y los fletes
de Facatativá á Bogotá, que para un pasajero costa-
ban hasta 8 4, y de $ 2 á $3 por carga de mercancías,
en algunas épocas, bajaron hasta á 0-30 por carga
y $ 1 por pasajero, desde Los Manzanos. Entre tanto,
el valor de las tierras duplicó en menos de cinco años.
De $ 60 á $ 100 que era el común, y en ocasiones me-
nos, subieron á $200 y $300 por fanegada, y los
arrendamientos, que quizás no alcanzaban á $ 4, so
han pagado en los últimos años hasta á $ 12 y aun
% 16 por fanegada, por año. El precio de los víveres,
envilecido en los días de abundancia por la falta de
salidas, — de suerte que valía de $0-80 á $ 1 la carga
de papas, y de $0-60 á $ 0-80 la arroba de carne, — su-
bió al cuadruplo; en* parte porque — á mi modo de
ver, — á consecuencia del gran número de obreros em-
pleados en la construcción del camino, los salarios su-
bieron de $ 0-05 ó $ 0-10 centavos diarios á $ 0-25. Me
regocija este recuerdo. Pues vale más en mi sentir un
plato de ajiaco aumentado á la miserable pitanza del
jornalero, que los suntuosos banquetes del Gran Res-
taurante ó de la Fonda de París.
Costó ese camino, á $ 25,000 la legua $ 200,000,
gastados en aquellos días en que el Presupuesto de Ren-
tas no alcanzaba á $ 1.500,000: tachóseie de lujo exce-
sivo, y llamóse áese ruin Mac-Adams, camino de tercio-
pelo, porque cada metro longitudinal de él costaba lo
mismo que la tela de seda de ese nombre. Hoy á lo
menos no causa escándalo pagar á óctuplo precio, á
$ 40 el metro, el de la angosta paralela de nuestros in-
24 Empresarina constructores
cipientes ferrocarriles. Unu familia Je honroso recuer-
do en los anales de nuestra industria, la de los señores
Lutorres, y entre ellos un hombre activo y emprende-
dor como pocos he conocido, el General Evaristo de la
Torre, dejaron escrito su nombre en esa etapa de pro-
greso al lado de los de López y Paredes. Esos mismos^
señores Latorres escribieron luego otra página de su
vida en la fundación de grandes haciendas en las tie-
rras calientes. El trapiche de San Pedro, los grandes
pastales de guinea y de para del Peñón, Acuatá, An-
dorra, Casasviejas y Guataquisito, en que hoy engor-
dan 9 á 10,000 novillos anualmentej dan testimonio
de su poderosa laboriosidad; y sin embargo, con sólo
dos excepciones, los demás murieron pobres, ó poco
menos; pero han dejado una posteridad sucesora de
ese alto empuje. ¡Pueda ser para ella más propicíala
fortuna!
El camino de la Sabana no se detuvo en los Man-
zanos. Diez y seis años después se prosiguió la obra,
no yá en la fácil llanura, sino trasmontando la cordi-
llera que la limita al Occidente. En 1870 y 1871 con-
tinuó el trabajo desde ese límite hasta Agualarga,
en una extensión de dos leguas más, que se dice
costaron á $50,000 cada una. Es un camino exce-
lente, ancho, sólido, con buenos desagües, en que la
monotomía del paisaje de la Sabana es agradablemen-
te interrumpida con la pintoresca variedad de las fal-
das y gargantas de los cerros, animados en su expre-
sión con el movimiento de los brazos y la ondulación
de las copas de grandes árboles, los genios habitado-
res del bosque. ¿Por qué no fue continuado? — No me
lo he podido explicar. La Junta del camino de Occi-
P?'olong ación en la Cordillera 25
(lente disponía de $ 180,000 anuales de peajes; la
conservación del de la Sabana no costaba más de
$ 16 á $ 20,000; en la del camino de herradura hasta
Honda no se invertían más de $ 25 á $ 30,000: hu-
biera podido destinarse $ 50 á $ 00,000 anuales á pro-
longar el camino carretero hasta las orillas del Rio-
negro, cerca de Villeta: ¿por qué no se hizo así?
Probablemente influencias lugareñas en la Asamblea
del Estado, conexionadas con intereses eleccionarios
de la política, distrajeron esos fondos para dar camino
cómodo á las haciendas de algunos gamonales.
Me limitaré á consignar que en la ejecución de
esas dos legua-s, primera y última tentativa de intro-
ducir las vías carreteras al través de nuestras monta-
íias, figuraron como ingenieros los seüores Nepomu-
ceno González Vásquez y Nepomuceno Santamaría
(ignoro si hubo otros), y que los miembros de la Junta
especial para la prolongación de la carretera eran los
señores Mariano Tanco, Ruperto Restrepo, José Oa-
macho Roldan, Manuel Samper y Máximo Lorenzana.
Desde 1872 se acentuó la idea de construir sólo
ferrocarriles por todas partes, y hablar de caminos ca-
rreteros ó de montaña era mirado como una herejía.
En vano se predicaba que la naturaleza montañosa
de nuestro suelo y la diseminación de sus habitantes
sobre un vasto territorio eran circunstancias que ha-
rían excesivamente costosas, por una parte, y en extre-
mo improductivas, por otra, las vías férreas; que en
el interior del país sólo había capitales muy limitados
que pudieran emplearse en ellas, y en el Extranjero
26 La fiebre ferroaarrílei'a
faltaba confianza en nuestra estabilidad para que se les .
trajese á colocar en esas empresas; que las rentas de
nuestro Tesoro eran insuficientes para conceder sub-
sidios ó pagar garantías de interés sobre esos capita-
les; que habría injusticia en invertir en una sola obra —
llamada á beneficiar apenas una parte insignificante de
la población del país — el producto de contribuciones
exigidas á contribuyentes de todos los ángulos de la
.República; que los ferrocarriles solos, al través de lí-
neas matemáticas, serían estériles si no hubiese otros
caminos laterales que les trajesen el contingente del
tráfico de las regiones adyacentes; que un mal éxito
en esas empresas no sólo comprometería el crédito del
Gobierno y trastornaría el equilibrio entre las rentas
y los gastos nacionales, sino que desorganizaría el fun-
cionamiento del Gobierno y pondría en peligro la paz
pública; que, en fin, para fincarla esperanza de rege-
neración de nuestras condiciones industriales en el
Gobierno Federal, se exigía proveer á éste de más fa-
cultades, rentas é influencia; en una palabra, romper
el equilibrio entre el poder de las secciones y el del
Gobierno Federal, hasta volver por la pendiente in-
flexible de la lógica al centralismo. Todo fue en vano;
prevaleció el furor de los ferrocarriles, ocho de los
cuales fueron acometidos, ya por la Nación, ya en
unión de ésta con los Estados, ora por empresas par-
ticulares, pero con auxilio oficial. Los de Antioquia,
el Cauca, La Dorada, Occidente (Bro^vn), Girardot,
Soto, Puerto Villamizar y Santamarta.
Milagroso parece: únicamente cuatro de ellos han
naufragado. El de Cúcuta á Puerto Villamizar (11
leguas) fue concluido en toda su extensión; el de Ls^
empresas acometidas 27
Dorada llegó á la mitad de lo proyectado, y no ha po-
dido continuarse, pero presta servicios muy importan-
tes al comercio; el de Santamarta, que se proponía
llegar hasta el Banco, á cincuenta ó sesenta leguas
de distancia, llegó á la Ciénaga (5 leguas), y no es
probable que pase de allí; los del Cauca y Aiitioquia
pasaron de manos del contratista, señor Cisneros, á
las de los Gobiernos de los antiguos Estados, están en
deterioro visible y corren. peligro de perderse los cua-
tro millones de pesos en ellos invertidos; los de Occi-
dente y Soto están invadidos por la maleza, y sus ca-
mellones desbaratados por las lluvias. El de Girardot
está en crisis, pues el Gobierno carece de medios para
continuarlo, y vacila en conceder á la Compañía ex-
tranjera que quisiera tomarlo á su cargo la garantía,
no de intereses ni de valores de ningún género, sino
de no ser embarazada luego por empresas rivales sub-
vencionadas por la Nación (la de Cambao, por ejem-
plo); exigencia que, á mi ver, no podrá tacharse de
suma injusticia.
Milagroso parece, empezaba en el anterior párra-
fo, queriendo decir que en esos últimos doce años hu-
biera podido el Tesoro público hacer frente al desem-
bolso de seis ó siete millones en la ejecución de, ó en
la subvención á estas empresas; desembolso hecho en
un tiempo de semi-anarquía, revoluciones, escaseces
y circunstancias adversas de todo género. No obstan-
te ellas, sin embargo, cuarenta y siete leguas de vías
férreas fueron construidas, sin contar las cuatro que
yá están en servicio desde Facatativá hasta Treses-
quinas, en la Sabana de Bogotá, que no -tardarán un
año en ser ocho, hasta esta ciudad.
CAPITULO IV
DE AGUALAE GA A HOlíDA
El camino de montaña actual desde Agualarga hasta Honda, —
Los cafetales de Chimbe. --La trocha de Guayacundo.— Vi-
lleta. — El alto del Obispo. — La cuesta de Petaquero. — Las
Tibayes.— Guaduas. — Tusculum. — El Consuelo. — La llega-
da al río Magdalena.
Desde Agualarga liasta Honda pocos son los cam-
bios que puedan registrarse en el curso de los cincuen-
ta últimos afíos, tanto en el camino mismo como en
las tierras que lo avecindan.
En Agualarga, término de la carretera, se han fun-
dado una tenería y una fábrica de calzado que dirigen
sus dueños, los señores Hermógenes y Sixto Duran, y
administraban los señores Carlos y Alejandro Ucrós.
En ella se curten cueros de diversos animales, desde el
becerro común hasta la cabritilla y el charol, y se fa-
brica calzado fino y ordinario á precios comparativa-
mente económicos. Aún no se sabe si el éxito final de
esos laboriosísimos y estimables trabajos será feliz ó
desgraciado.
Al lado de la tenería se ha fundado un hotel, re-
gularmente.servido, á lo menos con aseo y buena vo-
Descripción general 29
Imitad. Una legua más abajo, en Chimbe, principian
extensas plantaciones de café, iniciadas ahora quince
años, no sabemos á punto fijo por quién; perones
parece que el señor Tyrrel Moore, — ciudadano inglés
de grandes talentos y estudios, que yá en Antioquia
había prestado notables servicios á la industria mi-
nera— y el señor Francisco Ospina, fueron los pri-
meros que fundaron cafetales allí. De entonces acá,
al rededor de diez ó doce establecimientos provistos
de maquinaria adecuada á las diversas operaciones de
descerezar, secar, trillar, limpiar y escoger los granos,
se han fundado huertas y estancias de cultivadores
en pequeño, que venden el café en cereza á los dueños
de máquinas. Entre unos y otros llega á tres mil car-
gas, de á tres quintales cada una, el café que se envía
á los mercados europeos; pero se espera que no se de-
tendrán en esos guarismos las exportaciones de ese
y de los distritos inmediatos, en donde hay tierras y
climas á propósito para el cultivo de la planta. Es de
temer si, por la observación de los precios y por lo
que alcancé á oír en Europa y en los Estados Unidos,
que á esas plantaciones les falta el empleo de abonos
vegetales y animales, de que en el Oriente, en Java
sobre todo, se hace uso considerable y se los lleva pre-
parados desde Inglaterra y Holanda. Por el estudio
de los precios se viene en conocimiento de que desde
1880 se ha sentido decadencia en ellos, pues de 130
chelines el quintal á que se los solía vender en ese año,
han bajado á 80 y aun á 60. En cuanto al aprecio'
que se hace de la finura de su aroma, oí expresar el
concepto de que ha disminuido.
30 Los cafetales de Sasaima
Bella es la naturaleza salvaje y primitiva; pero
más bello es aún el contraste que delante de ella for-
ma la tierra yá cultivada y adecuada á las necesida-
des del hombre. Los campos de Sasaima presentan
este contraste, vistos desde Chimbe; sobre todo desde
el alto de Gaseas. Lns hileras rectas de los árboles de
café, marcados por una blanca línea de azahares de-
bajo del verde-oscuro y brillante de su follaje; el tono
menos intenso de la ancha y delgada copa de los Mu-
ches que les prestan su sombra; el verde-claro del plu-
maje ondulante de los guaduales; el rojo-pálido del
manto de flores con que se cubren los cámbulos; y el
cerco de antiguos y vistosos árboles del bosque yá dis-
tante, forman una decoración magnífica á las cómo-
das habitaciones campestres, que de trecho en tre-
cho anuncian la presencia del hombre, transforman-
do lo que antes fue selva espesa en campos cultiva-
dos, y difundiendo el espíritu del trabajo en asocio
íntimo con la gran naturaleza.
Forma esta colonia de cultivadores de cafó, — una
de las mejores exhibiciones de la industria latente en
el genio de nuestro país, — un grupo de familias de
origen antioquefio todas, en que se notan las cualida-
des colonizadoras de su raza. Los señores Lorenzana &
Montoya, Kestrepo Sáenz, Herrera Eestrepo, Mejía
Montoya, Martínez Montoya, Moore Mejía, Ospina
Alvarez, antioqueños todos, fueron los primeros fun-
dadores de esas haciendas. No sabemos quiénes otros
se hayan agregado luego á esa comunidad distingui-
da; pero los nombres de éstos merecen conservarse
como el núcleo de donde se propagará una fuente de
riqueza importante en esa sección de Oundina marca.
Recuerdos de otros tiempos^ 31
De aquí hasta Vi lleta, si se exceptúan las pacien-
tes y sólidas reparaciones, que para suprimir el oceá-
nico fangal del Salitre y de las Vueltas de Nuchal, di-
rigió el señor Nepomuceno Santamaría, nada hay
digno de mención en todo el camino; pero se me per-
mitirá un recuerdo de otros días.
Cuando, en Enero de 1866, se fundó la primera
Junta del camino de Occidente, me tocó ir á recibir
éste, en compañía de mis amigos los señores Miguel
Samper y Máximo Lorenzana, miembros de aquélla.
Hacía un invierno erado, y el camino estaba absolu-
tamente intransitable. Miguel Samper había com-
prado alpargatas en previsión de que tendríamos que
desmontarnos algunas veces, y no juzgando bastante
esa precaución, también negoció con el primer peón
de á pie que encontró á la entrada del monte, un
nudoso bastón de cañaguate, con fuerte recatón de
hierro en su extremo inferior. Con esas dos maqui-
narias se juzgaba capaz de salir avante en todos los
malos pasos; pero, al llegar á las casas del Salitre, el
fangal era tan profundo y pegajoso, que no se podía
avanzar ni retroceder, ni quedarse quieto, sin peligro
de correr la misma suerte que el Sir de Eavenswood,
en el célebre romance de Walter Scott.
— ¿Qué hacemos? — preguntó lleno de angustia.
— Ponte las alpargatas, — le respondí.
— Pero, ¿en dónde? si no hay cómo desmontarse.
— Entonces, apóyese en el recatón del mandador^
replicó Máximo.
— ]S"o, hombres,— -dijo Migue!, con compunción, —
el caso no es para chanzas.
32 El barretón antioqueño
— Bueno, voy á ciarte un barretón antioqueño para
componer el camino. Y sacando una botella de bran-
dy del cojinete, llené una vasija de coco, primorosa-
mente labrada en el Alto de Santa Elena, hasta la
cantidad de un cuarto de litro, y se la ofrecí.
E] ilustre economista X Y Z, jamás había pecado
más que con agua de moras, ó á lo sumo con guarapo
dulce, y olvidando que en los grandes conflictos el
Vttlor ficticio puede suplir el valor real, á la vista de
ese rubicán formidable se estremeció.
— ¿Todo eso? — me preguntó; — mira que el brandy
me mata.
— No hay remedio, —insistí, — antes me parece poca
la dosis.
Agotó en silencio la copa tan fatal á los perjuros,
haciendo algunos pucheritos semejantes á los de San-
cho después de tomar el bálsamo de Fierabrás, y dan-
do luego un gran suspiro:
— Y decían que era un paseo muy agradable el que
veníamos á dar, exclamó.
Seguimos luego su ejemplo, y yo no sé: el hecho es
que sin saber cómo nos encontramos en el corredor
de la casa del Salitre sanos y confortados. Allí, el
duefio de ella nos informó que conocía la Trocha de
Gruayacundo, por terrenos de su propiedad, en una
parte por donde, con unos pocos azadonazos, podría
sacarse carretero el camino hasta Mave, y se ofrecía
á sacarnos por ella.
— Pues vamos á Guayacundo, — dijimos á un tiem-
po. Eche usted adelante.
Nuestro propietario cabalgaba en un potro rosillo.
El Salto de Léucades 33
á cuyo legítimo dos y dos, daba él el calificativo de
magnífico trochado: abrió con elegancia una puerta
de golpe, soltó la trocha del rosillo, y después de atra-
vesar una pequeña meseta cubierta de fina grama, le
vimos desaparecer por una falda de 45 grados sobre
una greda carretera, con la velocidad de una locomo-
tora de alta presión: en la falda quedó marcada una
sola huella de la doble paralela que, estirando los bra-
zos y doblando las piernas hasta posar las ancas en el
suelo, había formado el rosillo en una extensión de
cuarenta varas.
Oí en ese momento una voz lamentable que detrás
de mí decÍA:
— Saalvaador!
Era el mismo X Y Z.
— Saca otra vez el barretón, me dijo.
Saquelo, y sintiendo no tener una oveja negra que
sacrificar á los dioses infernales, hicimos en silencio
una triple libación, después de la cual nos arrojamos,
menos desesperados que Safo, al salto de Léucades.
Gracias á la inñuencia del valeroso elíxir, sobre nues-
tras muías, salimos con vida, visto lo cual mi amigo,
en quien se habían despertado conocimientos raros de
ingeniería, opinó que, á la verdad, debíamos cambiar
por allí la dirección del camino de Occidente.
— Sí; pero entrando por el cuello de la botella, —
modificó Máximo.
Algún tiempo después bajaba en dirección á Vi-
lleta, con el mismo ingeniero que tan alta idea se
había formado de la desviación propuesta, y al pasar
por Mave alcanzamos á ver, en uno délos cerros hacia
3
34 Villeta
la derecha, nn gran derrumbo, hacia el cual le llamé
atención.
— Será, — me dijo, — la trocha de Guayacundo, que
se ha carreteado hasta Riodulce.
Villeta ha progresado poco eu el medio siglo trans-
currido desde que por primera vez la conocí: quizás
no son fértiles los terrenos de su comarca; el comején
ataca las maderas de las habitaciones y destruye las
casas á vuelta de pocos años, sin que se haya podido
encontrar para reponerlas, como en Medellín, ese
famoso comino crespo ú otra madera inatacable por
los insectos, que allí ha salvado de la ruina su bello y
cómodo caserío. Con excepción de los trapiches de
Payando, el Bagazal y Cune, en los que, — tal vez por
falta de abonos, ó quizás de otras plantas industria-
les que permitan introducir rotación de cosechas, —
la caña de azúcar lucha con el agotamiento del suelo,
acrecentado con el gran declive de las lomas en que
se la siembra, no hay en el Distrito, inmediatas al ca-
mino á lo menos, otras haciendas notables. Como lu-
gar de veraneo para los habitantes de la ciudad y de
la Sabana de Bogotá, los deliciosos baños del río de
Villeta y los del Riodulce en el Bagazal, las frutas de
tierra caliente, que se encuentran allí sazonadas y
frescas, y sobre todo, el carácter sencillo, benévolo y
hospitalario de sus pobladores, deberían atraer un
número mayor de familias.
En el hotel del señor Gustavo Scioville, á la en-
trada de la población, encuentra el pasajero cuartos
El Alto del Obispo 35
confortables, hamacas yá colgadas, mesa abundante y
aseada, forraje para las caballerías, vinos y artículos
de rancho, en variedad, y un servicio satisfactorio: en
él se puede pasar muy bien una noche, y aun también
una ó dos semanas de tregua á las destempladas llo-
viznas de Junio y Julio en Bogotá.
Las cuatro leguas que median entre Villetay Gua-
duas son en extremo fatigosas, divididas entre tres
subidas y dos bajadas. La primera de aquéllas em-
pieza en las calles de Villeta y termina en el Alto del
Obispo, nombre que se debe á la muerte que allí en-
contró el Arzobispo de Caracas, Doctor Ramón Igna-
cio Méndez, con la caída de la muía que lo conducía
sobre la durísima roca que asoma á la superficie del
suelo, en 1834. Dura le fue la suerte desde los co-
mienzos de su vida hasta el fin de ella.
Fue uno de los sacerdotes que abrazaron con calor
la causa de la Independencia desde 1810, y por ella
sufrió de los españoles persecución y destierro; fue en
seguida miembro del Congreso Constituyente de Cu-
enta y elevado después á la silla arzobispal de Cara-
cas. En 1824 concurrió al Congreso de Colombia, y
en la acalorada discusión de la ley de Patronato, gran-
demente enojado con las opiniones expresadas por el
Doctor Diego Fernando Gómez en sostenimiento de
la regalía del Patronato por el Gobierno republicano,
como sucesor en los derechos de la Monarquía espa-
ñola, al levantarse la sesión dio al orador liberal una
terrible bofetada. El ofendido, no satisfecho con ex-
presar el concepto deque el ** Prelado de la Iglesia
había defendido las pretensiones de ésta, no con la elo-
El Petaquero
cuencia de un Crisóstomo, sino con la fuerza muscular
de un buey," pidió, y obtuvo su expulsión del Senado.
Diez años más tarde, durante la Administración del
General Páez, habiéndose negado á obedecer la ley
de Venezuela que abolía el fuero eclesiástico, fue juz-
gado y sentenciado á destierro. En el curso de su
expatriación vino á encontrar tristemente el fin de su
azarosa carrera. No era para él extranjera esta patria
que había ayudado á fundar: aquí hubo dolor sincero
para su desgracia: pomposas y concurridísimas exe-
quias recibió en la Catedral, y sus restos yacen en el
Cementerio público, cercanos á los del señor Arzo-
bispo Herrán.
Pasando el Alto del Obispo, unas cortas laderas al
rededor de un empinado cerro, y una meseta en la
cual se atraviesa tres ó cuatro veces la quebrada de
Cune ó de San Pedro, empieza la subida del Peta-
quero, nombre ominoso á la verdad. En la subida á
veces se emplean dos horas mortales, si el detador de
la bestia no ha medido bien, como ordinariamente
sucede, la cantidad de muía que da en flete. Sísifo
empujando su peñón legendario á la cumbre del cerro,
apenas daría una pálida idea del tormento que oca-
siona empujar á una muía petacona por la cuesta de
Petaquero arriba. Si el areonauta mejicano, señor,
Guerrero, quisiese establecer allí una línea de sus
globos para verificar el ascenso hasta el Alto del Trigo,
seguro estoy de que no le faltaría clientela.
El espíritu, fatigado con esa mortal subida, encuen-
tra reposo al trasponer la cumbre con la frescura del
clima, que no pasará de 18° centígrados, y en la con-
Las Tibayes 37
templación del valle de las Tibayes, que se presenta
inmediatamente á la vista. Fórmalo una cuenca de
poco más de una legua de largo y dos kilómetros de
ancho, á lo más, en su parte superior, con unos dos-
cientos metros de profundidad, á cuyo fondo se des-
ciende por una tendida y amena falda salpicada de
pobres habitaciones campestres. El suelo está des-
montado y cubierto de verde grama, excepto al rede-
dor de los hogares en donde, en una pequeña .-arbole-
da, forman contraste el verde-claro de los sauces con
la tinta oscura de los cajetos y los aguacates. Debajo
de ellos sombrea apacible el manso buey, socio del
hombre en sus humildes faenas, ó trisca el corderillo
inocente, y en sus ramas busca abrigo, exhalando sus
últimos gorjeos, una nube de pajarillos multicolores.
A la caída de la tarde tiene este paisaje una belleza
melancólica indecible: el sol se oculta majestuoso de-
trás de los grandes robles que coronan la cumbre
opuesta del Kaizal; en lo alto brilla el azul del firma-
mento, cubierto á trechos por leves nubecillas de oro y
carmín; sobre la tierra avanza á grandes pasos la som-
bra de la tarde anunciando á los habitantes de la
tierra, como á los del aire, el descanso de la noche; la
cual desciende como una bendición que lleva la calma
y la paz de la naturaleza al alma del hombre. Invo-
luntariamente vienen á la memoria estas estrofas de
Lamartine:
' ' Ali ! c'est lá qu'entouré d'un rempart de verdure,
D'un horizon borne qui suffit á mes yeux,
J'aime á fíxer raes pas, et, seul daas la nature,
A n'entendre que l'onde, a ne voir que les cieux.
38 Guaduas
"J'ai trop vu, trop senti, trop uimé dans la vie;
Je viens cliercher vivant le calme du Léthé;
Beaux lieux, soyez pour moi ees bords oñ l'on oublie :
L'oubli seul desormais est ma felicité.
"Tes jours sombres et courts comme les jours d'automne
Declinent comme 1' ombre au penchant des coteaux.
L'amitié te trahit, la pitié t'abandonne,
Et seul, tu descends les sentiers des tombeaux.
"Mais la nature est la qui t'invite et qui t'aime;
Plonge-toi dans son sein qu'elle t'ouvre toujours.
Quand tout change pour toi, la nature est la múme,
Et le mOme soleil se leve sur tes jours."
[ie Yallon],
Desde el fondo de este vallecito, una subida de
175 metros verticales, divididos en unos 700 ú. 800 de
trayecto, conduce á la cumbre del cerro del Raizal, á
cuyo pie, 750 metros más abajo, demora la pequeña
ciudad de Guaduas, la segunda en población en Cun-
dinamarca. Su caserío de teja, muellemente recosta-
do sobre la falda del cerro, extiende su pie hasta las
orillas do un riachuelo, cubierto de guaduales en unas
partes, y de árboles frondosos en otras. Ocupando el
punto medio de un valle de unas dos leguas de largo,
con una anchura que varía desde un cuarto hasta tres
cuartos de legua, y rodeado por todas partes de coli-
nas suavemente redondeadas, la vístase recrea en pai-
sajes risueños por todos lados. Una quebrada que
baja del Oriente baña uno de los costados del pueblo,
y algunas casas de campo, blanqueadas y alegres en
otro tiempo, hoy algo maltratadas por los años, la
rodean en diversas direcciones. El paisaje, la situa-
ción, y el clima, recuerdan no poco á Medellín, la
bella y rica metrópoli antioqueña.
Guaduas 39
Parecióme Guaduas algo en decadencia: vi al paso
casas en ruina y el aviso de mal agüero: se vende esta
casa, podía leerse sobre la pared de algunas más.
El simpático hotel del Valle, en donde se disfru-
taba agradable fresco durante el día y cómodo descan-
so durante la noche, merced á los solícitos cuidados
de su propietario, el señor Ramón Leiva, y de su se-
ñora, ha sido últimamente trasladado de la orilla del
río, en donde la casa estaba rodeada de jardines y
grandes árboles, á la parte alta de la población, á otro
local, cuyas comodidades no conocemos, pero que tie-
ne al frente también un hermoso jardín, formado por
el célebre escritor y hombre de Estado, Doctor M. Mu-
rillo, quien solía pasar en esa ciudad frecuentes tem-
poradas.
Las familias de Acostas, Gutiérrez, Samperes y
Guzmanes, eran distinguidas en Guaduas, la primera
por el señor General de ese apellido, historiador ve-
rídico y estudioso de la conquista y colonización del
Nuevo Reino de Granada, — y padre de la distinguida
escritora, viuda del asimismo eminente escritor señor
José María Sampcr, — y por el Coronel Don José María,
cuya hospitalidad con los viajeros no tenía límites;
las otras tres eran muy conocidas por la laboriosidad,
honradez y benevolencia de los miembros de ellas. Yá
casi han desaparecido, en parte por emigración á otros
lugares.
Al salir del poblado se pasa el riachuelo por un
puente de hierro, que también se debe á la inicia-
tiva del señor Nepomuceno Santamaría; puente que
ha facilitado los viajes y el tráfico del camino, pues
40 Tusoulum
las avenidas del río eran frecuentes y peligrosas, hasta
el punto de detener por dos ó tres días el paso de los
viajeros y el de las cargas.
A pesar del puente, el día anterior al de mi paso,
siete personas habían encontrado la muerte en una
avenida repentina del río. Era domingo; los campe-
sinos regresaban del mercado á sus casas, montados
en caballos sedientos y acostumbrados á beber en el
río, á la salida. Las orillas de éste son formadas por
bancos altos de arena deleznable, al través de los cua-
les una entrada angosta y pendiente da acceso á las
aguas: en las que, sin tener noticia de la creciente,
las bestias y sus jinetes fueron arrebatados por las
olas.
A pocas cuadras del puente se lee encima de una
gran portada:
TUSCULUM.
Detrás de ella, un cafetal en buen estado, y por en
medio de él, un camino bordado de grandes árboles
frutales conduce á una casa pajiza de aspecto alegre
y aseado, rodeada de jazmines y lellísimas, alternadas
con canastillas de magníficas orquídeas. Esta casa
pertenecía también al Doctor Murillo, quien, con ese
nombre, mostraba su veneración por el gran patricio
y orador romano,' cuyo último aliento fue el último
de la Eepúblics.
En seguida empieza el ascenso de una cuesta cuya
altura vertical, sobre el plano de Guaduas, alcanza
á 400 metros, ó poco menos: desde la cumbre se
goza de una espléndida vista sobre la Cordillera Cen-
tral, las llanuras de Mariquita, los valles del alto Mag-
El Consuelo 41
dalena y el curso de este río, que se distingue en un
largo trayecto. Es una de las vistas más extensas que
sobre una parte poblada de nuestras niontafias puede
gozarse en los Andes colombianos. Este sitio tiene
1,100 metros de altura sobre el Magdalena, y á veces,
contemplando desde allí limpia la bóveda azul, se
ven las nubes y se oye el retumbo del trueno debajo
de nuestras plantas, y cuando el viento disipa el velo
de esos espesos cúmulus, aparece la tierra surgiendo,
como por primera vez la creación del seno del caos,
según la tradición mosaica.
Del mismo espectáculo se goza desde el corredor de
la casa de El Consuelo, media legua adelante; posada
en la que, ordinariamente, se almuerza cuando se va
de Guaduas hacia Honda, ó se pasa la noche si el viaje
se hace en sentido contrario, cuando la partida de
Honda se efectúa después de medio día.
Más consoladora es la posada á la subida, porque
en ese sitio, á 1,000 metros de altura yá sobre el ni-
vel del mar, se siente una temperatura agradable y se
descansa por primera vez del calor sofocante del Mag-
dalena. Por lo demás, difícil fuera encontrar grandes
comodidades en un albergue visitado por tan reducido
número de viajeros como el que transita por allí.
Arrieros y traficantes muy pobres son los huéspedes
habituales, cuyos consumos no dan para cubrir el gas-
to de habitaciones amplias, aseo esmerado, buena mesa
y lechos cómodos y abrigados. Los viajeros franceses,
sobre todo, que en nuestros caminos quisieran encon-
trar las comodidades de París, piden una cosa im-
posible.
Del Consuelo en adelante empiezan los calores de
40 TusGulum
las avenidas del río eran frecuentes y peligrosas, hasta
el punto de detener por dos ó tres días el paso de los
viajeros y el de las cargas.
A pesar del puente, el día anterior al de mi paso,
siete personas habían encontrado la muerte en una
avenida repentina del río. Era domingo; los campe-
sinos regresaban del mercado á sus casas, montados
en caballos sedientos y acostumbrados á beber en el
río, á la salida. Las orillas de éste son formadas por
bancos altos de arena deleznable, al través de los cua-
les una entrada angosta y pendiente da acceso á las
aguas: en las que, sin tener noticia de la creciente,
las bestias y sus jinetes fueron arrebatados por las
olas.
A pocas cuadras del puente se lee encima de una
gran portada:
TUSGULUM.
Detrás de ella, un cafetal en buen estado, y por en
medio de él, un camino bordado de grandes árboles
frutales conduce á una casa pajiza de aspecto alegre
y aseado, rodeada de jazmines y lellísimas, alternadas
con canastillas de magníficas orquídeas. Esta casa
pertenecía también al Doctor Murillo, quien, con ese
nombre, mostraba su veneración por el gran patricio
y orador romano,' cuyo último aliento fue el último
de la República.
En seguida empieza el ascenso de una cuesta cuya
altura vertical, sobre el plano de Guaduas, alcanza
á 400 metros, ó poco menos: desde la cumbre se
goza de una espléndida vista sobre la Cordillera Cen-
tral, las llanuras de Mariquita, los valles del alto Mag-
El Consuelo 41
dalena y el curso de este río, que se distingue en un
largo trayecto. Es una de las vistas más extensas que
sobre una parte poblada de nuestras montañas puede
gozarse en los Andes colombianos. Este sitio tiene
1,100 metros de altura sobre el Magdalena, y á veces,
contemplando desde allí limpia la bóveda azul, se
ven las nubes y se oye el retumbo del trueno debajo
de nuestras plantas, y cuando el viento disipa el velo
de esos espesos cúmulus, aparece la tierra surgiendo,
como por primera vez la creación del seno del caos,
según la tradición mosaica.
Del mismo espectáculo se goza desde el corredor de
la casa de El Consuelo, media legua adelante; posada
en la que, ordinariamente, se almuerza cuando se va
de Guaduas hacia Honda, ó se pasa la noche si el viaje
se hace en sentido contrario, cuando la partida de
Honda se efectúa después de medio día.
Más consoladora es la posada á la subida, porque
en ese sitio, á 1,000 metros de altura yá sobre el ni-
vel del mar, se siente una temperatura agradable y se
descansa por primera vez del calor sofocante del Mag-
dalena. Por lo demás, difícil fuera encontrar grandes
comodidades en un albergue visitado por tan reducido
número de viajeros como el que transita por allí.
Arrieros y traficantes muy pobres son los huéspedes
habituales, cuyos consumos no dan para cubrir el gas-
to de habitaciones amplias, aseo esmerado, buena mesa
y lechos cómodos y abrigados. Los viajeros franceses,
sobre todo, que en nuestros caminos quisieran encon-
trar las comodidades de París, piden una cosa im-
posible.
Del Consuelo en adelante empiezan los calores de
42 El Consuelo
la zona tórrida en una bajada pedregosa á trechos,
llena de fangales profundos en otros, que reclaman
del pasajero paciencia y resignación verdaderamente
cristianas: la sed mortifica; el sol lanza rayos de fue-
go en progresión tan incesante, que ''parecería que
despavesan," exclamaba una vez Bernardo Pardo; las
bestias empiezan á dar señales evidentes de fatiga y
las vegas ardientes del río amagan con no tener fin.
Al cabo se llega, por entre los rieles de un ferrocarril
que no duró dos años siquiera, á unas barracas y ban-
queos que muestran el lugar en que una barca trans-
porta los pasajeros á la orilla opuesta del Magdalena,
de donde no pasaremos por hoy.
CAPITULO V
REFLEXIONES GENERALES
Estado general de la población á lo largo de la vía. — Atraso de
ésta. — Cultivos que pudieran acometerse.— El plátano. — El
maíz. — El ensilaje de maíz. — El árbol de pan. — La palma
de dátil. — La palma real. — El cacao. — La viña. — Malos sis-
temas agrícolas de la actualidad. — Los arrendamientos á
largo término. — El mata¡/age. —Ohservíícionea generales.
Recapacitando, en esos primeros niomentos de des-
canso que el viajero concede á su humanidad des-
pués de una jornada penosa, en lo que lia visto du-
rante el día, lo primero que se viene á, la mente es la
ausencia de industrias en la población establecida
sobre el camino. Casas pajizas sin comodidad, en lo
general medio derruidas; pequeñas dehesas de grama
ó de pastos de guinea ó de para, mal conservadas, sin
cercas seguras y casi nunca provistas de agua para las
bestias; ventorrillos en donde, sobre un mostrador su-
cio, se expende chicha, guarapo y licores alcohólicos;
algunas gallinas, y marranos provistos casi siempre
de 'hediondos y malsanos fangales en la vecindad mis-
ma de las habitaciones; vi reres escasos, y caros por
44 Progreso muy lento
dondequiera: hé aquí lo que se presenta á la vista
del pasajero desde Agualarga hasta Honda, y lo que
explica el aspecto haraposo y la escuálida miseria de
la población campestre.
Los forrajes son absolutamente insuficientes para
proveer á la alimentación de las bestias en que se tran-
sita, y muy raro es el lugar en que se encuentra modo
de dar un pienso de maíz, caña ó siquiera de pasto
fresco á la caballería; más raro aún el sitio que ofrez-
ca leche fresca, frutas, ó á lo menos agua potable
para saciar la sed; punto menos que imposible encon-
trar una bestia de refresco, para cambiar la muía fa-
tigada; inútil tender la mirada en busca de la chime-
nea de alguna fábrica ó do las aspas de un molino de
viento, de algo que indique la aplicación de las fuer-
zas de la naturaleza en ayuda del trabajo del hombre.
Desde Agualarga hasta Chimbe pudiera cultivar-
se con buen éxito la manzana, la pera, el durazno,
quizás el olivo y el almendro; pero sí de seguro la mo-
rera, alimento del gusano de seda. La manzana, la
pera y el durazno tienen en Bogotá precios fabulosos:
hemos oído que se ha llegado á pagar ¡$30! por una
manzana, $ 1 por una sola de ellas es accidente har-
to común, y á $ 0-10 ó $ 0-20 cada una, no sería des-
preciable el consumo de las de calidad algo superior
á la ordinaria; de $ 0-30 á $ 0-50 es el precio no dis-
cutido de una pera, y un buen durazno sólo se en-
cuentra como regalo y en prueba de mucha estimación.
La ciruela europea se come muy rara vez, excepto
pasa y comprada á precio veinte veces mayor que en
el Viejo Mundo. Todo eso se produce muy bien en la
Producoiones posibles 45
zona de 1,600 á 2,200 metros sobre el nivel del mar,
que es la altura de los terrenos mencionados arriba.
Una huerta de una fanegada de extensión, cultivada
de buenas frutas, daría, con la pequeña pero constante
labor que puede suministrar una familia de cinco á
seis personas, desde % 300 á % 800 por año de renta
neta.
La cosecha de manzanas debe representar muchos
millones de pesos en los Estados Unidos, pues recor-
damos haber leído que la de un solo condado, en el de
Nueva-York, se estimaba en más de ocho millones, y
en el de California se espera que en breve la de pe-
ras, uvas y duraznos, reemplazará en importancia á
la producción de oro, medio agotado yá en los lava-
deros. En Francia — aparte del consumo que todos
conocemos, mucho más extendido allí que entre nos-
otros, pues constituye una parte del alimento diario
de las familias — se emplea la manzana en grande es-
cala en la fabricación de la sidra, bebida que empieza
á hacer las veces de vino, y que nosotros consumimos
no pocas veces con el prestigioso nombre de champaña.
El plátano, la higuera y la viña serían produccio-
nes que pudieran dar amplia remuneración al trabajo
de esas poblaciones. Si, pobres como somos, pagamos
de $ 1 á $ 2 por libra de uvas, ciruelas é higos pa-
gos, ¿no pudiéramos esperar que el europeo pagase
también un precio equivalente por nuestros plátanos
pasos y por las conservas, — preparadas de una manera
más aceptable al gusto de esos pueblos, — de las gua-
yabas, los mangos y otras frutas casi silvestres de
nuestra zona?
46 El Plátano
Los propietarios de tierras pudieran imponer como
una de las condiciones del arrendamiento, la forma-
ción de una manga de pasto, de una huerta de fruta-
les ó de un encerrado de árboles de café; pero bajo
promesa escrita y fielmente cumplida, de pagar un
precio equitativo por esas mejoras en caso de ser des-
pojado el arrendatario.
En las tierras calientes, como las de Villeta al
Magdalena, son innumerables los nuevos cultivos que
pudieran establecerse. El del plátano, sobre todo; no
para consumirlo fresco, sino para secarlo, reducirlo
á polvo, conservarlo y transportarlo como harina
alimenticia de primer orden. El plátano dominico,
entre todas las variedades de esta familia quizás la
de más abundante producción, y las diversas clases de
guineo, no exigen, como el hartón, tierras bajas y ri-
cas en humus, sino que pueden cultivarse en las fal-
das de los cerros; de lo que puede verse ejemplos
indudables en las inmediaciones de Tena y en los de-
clives que de La Mesa descienden con pendiente rá-
pida hasta el Bogotá. En la forma de harina, este
vegetal privilegiado, — que en igual extensión de tierra
rinde una cantidad de sustancia alimenticia muchas
veces mayor que el trigo, — pudiera entrar en la ali-
mentación humana con mil preparaciones diversas,
y á la vez pudiera yá ser transportado á los mercados
más distantes. Toda la dificultad consiste en la ex-
perimentación del medio más adecuado para secarlo,
yá sea al simple calor del sol ó empleando el artificial
de los hornos.
El cultivo del plátano en las lomas, aparte de sus
El ensüaje del maíz 47
productos, serviría para conservar en la tierra la capa
vegetal, que las lluvias arrastran en el suelo desnudo;
para defenderlo de la acción desecadora del sol; para
prevenir la formación de grietas que luego determi-
nan esos formidables torrentes de las montañas que
llevan la esterilidad á los valles más fértiles.
El maíz, no yá tan sólo para cosechar el grano,
sino para explotar la caña, — bien exprimiéndola para
la fabricación de miel, y aun quizás de azúcar, pues
algunas variedades de esta planta son muy ricas en
sustancia sacarina, — ora conservándola fresca como
forraje para las bestias, por medio del procedimiento
de ensüaje. Éste, usado yá extensamente en Francia,
Bélgica, Inglaterra y Alemania, es en extremo senci-
llo. En una alberca de cal y canto, de cuatro metros
de largo por dos dé ancho y otros dos de profundidad,
se deposita la caña de maíz, cortada en tajadas de
medio centímetro de espesor, hasta media vara de al-
tura sobre los bordes de la alberca, y cubierta con
una capa de tamo ó de aserrín: encima se colocan ta-
blas cuyo largo cubra el ancho del montón; sobre las
tablas se ponen vigas gruesas en sentido longitudinal,
comprimiéndolo todo grandes piedras, cuyo peso re-
presente de 500 á 1,000 kilogramos por metro cua-
drado.
Con este procedimiento, la caña del maíz (y cua-
lesquiera otros pastos) puede conservarse fresca hasta
por dos años. Al retirarla de ahí para darla á los ani-
males, conviene humedecerla ligeramente y dejarla
fermentar en pequeños montones durante doce ó vein-
ticuatro horas, según la temperatura del día. En
48 La palma de dátil
este estado yá, es el forraje más rico en potencia ali-
menticia, que se conoce en el mundo. Entre nosotros
pudiera emplearse, haciendo uso de los antiguos es-
tanques de aüil, delidamente reparados; y su propa-
gación sería uno de los progresos más fecundos en la
agricultura del país, quizás de mayor importancia
que la introducción de los pastos de para y de guinea
que han más que triplicado el valor de las tierras ca-
lientes en los últimos cuarenta años.
El árhol de i^an, es un adorno para las huertas y
jardines; da un aspecto oriental muy bello al paisaje,
y proporciona en su fruta un sucedáneo de la papa,
abundante en cantidad y de producto permanente.
Prefiere las tierras húmedas de la orilla de los arroyos
y de la vecindad de las vertientes. Algunas de sus va-
riedades pudieran ensayarse como sombra para el café.
La 'palma de dátil, propagada por los árabes en
toda la costa Norte de África y en la del Mediterrá-
neo, en España; la palma de dátil, esa odalisca del
reino vegetal, muestra del amor á lo bello entre las
poblaciones del desierto, es también una planta indus-
trial importante. Su racimo anual, medianamente
cultivado, puede dar cincuenta libras de fruta, que
entre nosotros equivaldrían á $ 25 anuales; pero que
en los lugares en que abunda, vale no menos de $ 5 á
% 10; suma no despreciable en el presupuesto de ren-
tas de una familia pobre, ó como elemento de avalúo
de una casa ó de un campo. El dátil ha sido uno de
los factores que han entrado en la creación del caballo
árabe, y es la comida favorita del camello. Por muy
servidos nos daríamos si aquí, como en España, entra-
Tm palma de vino 49
se en la alimentación tanto del pobre como del rico;
pues es un alimento sano, muy agradable y aun adop-
tado en la terapéutica como dieta especial en cierta
clase de enfermedades.
Casi otro tanto puede decirse de la palma de coco,
la cual rinde además el material de una vasija en
extremo durable, susceptible de gran pulimento, y la
materia textil de una alfombra superior en calorisi-
dad, duración y baratura al esparto, yá muy escaso
entre nosotros.
El vino y el aguardiente de la palma real ó de cues-
co, son productos que en las islas Filipinas se compu-
tan en cantidades considerables, y cuyas propiedades
tónicas son verdaderamente asombrosas; el follaje de
€sta palma forma un techo fresco y económico en las
tierras calientes; el cuesco es un alimento superior
para el cerdo, y acaso la almendra interior, tostada ó
cocida, pudiera ser un plato delicado para el hombre.
Si en ella se encontrase aceite como en la del coroso,
€se sería otro aspecto industrial no despreciable.
No ha llegado á mi conocimiento ningún ensayo
formal de plantaciones de cacao en todo este camino
de Honda, y se me figura que en las orillas del Rio-
negro, desde cerca de ÍSasaima, en el Aballe de Guaduas
y en las orillas de la quebrada de Tocuy, pudiera pro-
ducirse. Ningún artículo como el cacao presenta el
aliciente de consumo indefinido y precios tan altos
como el de $ 0-40 libra, á pesar de que su manipula-
lación es mucho más sencilla que la del café.
La viña, en fin, es una planta qno promete un
gran porvenir en América, en estos momentos en que
4
50 La Viña
una enfermedad, contra ]a que ha lachado inútilmen-
te la ciencia europea, amenaza destruirla en el anti-
guo mundo.
Sus productos alcanzan entre vinos, licores y su uso
como fruta de postre, á más de ochocientos millones
de pesos anuales. En Europa y en África se la cultiva
desde los 38° hasta los 28° de latitud Norte, siendo los
vinos obtenidos entre los 28° (isla de Madera) y los
36° (Málaga, Chipre y las islas Jónicas), es decir, en
climas semitropicales, los más estimados por su sabor,
duración y finura naturales.
En América se la ha cultivado con buen suceso en
el Ecuador y el Perú, en la zona tropical, y entre
nosotros se produce desde la orilla del mar hasta
1,800 metros de altura. Las uvas de Tocaimason casi
tan dulces y ricas en jugo como las de Málaga; pero
se cree que la vinificación puede hacerse con más ven-
taja en los climas templados de 18 á 22° de tempera-
tura media, á los que son equivalentes los de las faldas
de los Andes entre 1,500 y 2,000 metros de altura. Si
con el vino producido á bajo precio pudiese reempla-
zarse la chicha embrutecedora, y el aguardiente de
cafia autor de tanta infelicidad doméstica, muertes
prematuras, crímenes, y degeneración de la especie,
se obtendría un progreso moral y material, de alcan-
ce incalculable. Acaso el valle de las Tibayes ó los del
Cantón de Cáqueza serían territorios adecuados para
una experimentación seria en Cundinamarca. Me in-
clino á creer que una suma de $ 5,000 empleada anual-
mente, durante veinte años, en conceder premios á los
que mejores resultados vayan obteniendo en el cultivo
Causas del atraso 51
(le la viña y en la fabricación de vinos, despertaría un
interés nacional y aceleraría la solución del problema.
Objetos en que pudiera ocuparse el trabajo huma-
no sobre la tierra hay, pues, muchos; pero no se hace
uso de ellos: la tierra permanece inculta y el hom-
bre miserable.
Este divorcio entre la naturaleza y el hombre, esta
parálisis industrial de que parecen atacadas nuestras
poblaciones campestres, constituye un problema so-
cial que merece estudiarse.
Es indudable que hay mucha más tierra apropia-
da de la que los propietarios pueden cultivar por sí
mismos; fenómeno que se observa en todos los pue-
blos conquistados, que deben á la feudalidad el origen
de su organización social. También lo es que esta
forma de propiedad territorial, fundada en el despojo
ó en el privilegio, presenta obstáculos para el cultivo
de las tierras y da origen á inmensas desigualdades
sociales, como so nota en la mayor parte de los países
europeos.
Empero, costumbres antiguas ó instituciones nue-
vas han remediado, en parte, ese mal; pues el propie-
tario cede á un industrial el cultivo de las tierras qae
no puede ó no quiere cultivar, mediante un arrenda-
miento j907' largos años, como sucede en Inglaterra; ó
por medio de este sistema y del de cultivo por terce-
ras personas en participación do utilidades {^netayagé)
con el propietario, usado eu Francia.
El arrendamiento por períodos de diez hasta cin-
cuenta aüos, usado en Inglaterra, concede al arrenda-
52 Él metayage
tario una seguridad relativa, que le permite ejercitar
su industria y aun invertir capitales en tierras ajenas,
para indemnizarse por largos años con el goce de los
terrenos cultivados. La dificultad relativa al valor de
las mejoras al terminar el arrendamiento, constituye
el conflicto que en. la actualidad se debate en Irlanda;
pero esa diñcultad es sólo relativa.
El cultivo medianero ó en participación de utilida-
des, presenta igualmente inconvenientes graves; pero,
en fin, abre la posibilidad al trabajo del hombre sobre
la tierra, y cada día se perfecciona por medio de con-
tratos en que entran cláusulas más y más equitativas.
Entre nosotros no existe nada de eso. El arrenda-
miento por largos años es casi desconocido, pues no
excede el plazo, cuando interviene contrato, de tres á
cinco años; pero lo general, lo más común es que el
arrendatario queda á merced del propietario, el cual
sube el precio del arrendamiento á medida que el cul-
tivo y las mejoras aumentan el valor de la tierra, ó
despoja al cultivador por los motivos más ligeros. Re-
sulta de aquí que el arrendatario y el propietario tie-
nen intereses opuestos y que casi siempre son enemigos;
que el arrendatario se limita á los trabajos más primi-
tivos, á derribar el monte para gozar de la fertilidad
del suelo virgen, sin cuidarse de mejorar los terrenos,
ni de construir habitaciones, ni de poner en la tierra
nada que no pueda llevarse consigo el día en que cese
el arrendamiento. El resultado final de este sistema
es doble: por una parte, la destrucción de los bosques;
por otra, una situación con la que puede caracterizar-
se la generalidad de nuestras tierras:
Impresión final 53
EL RASTROJO.
Eso es lo que, con excepción de algunos pequeños
parches bien cultivados por los propietarios mismos,
se ve desde Agualarga hasta Honda.
Contra ese mal me atrevo á proponer un solo re-
medio: arrendamientos por largos años, con cláusu-
las bien estudiadas y equitativas acerca del valor de
las mejoras.
Un progreso tardío, pero al fin progreso, pude ob-
servar en el camino: yá se acostumbra poner herradu-
ra á las bestias de carga, condenadas antes al suplicio
de horribles dolores en el casco desnudo y ablandado
por los fangales, sobre el lecho de piedras desiguales
en gran parte de la vía.
Pero en cambio la economía, no siempre miseri-
cordiosa, de los introductores, ha aumentado el peso
de las cargas desde 112 hasta 160 y aun 180 kilogra-
mos; peso desproporcionado á las gradientes de 20
hasta 35 por 100 que dominan en toda la línea, sobre
todo entre Guaduas y Villcta, excesivo para el piso
desigual y para los profundos fangales del invierno.
Los trans])ortadores debieran cobrar el flete en pro-
porción al peso de la carga, á tanto por arroba; pero
sería mejor no aceptar ese peso abrumador. Hasta las
muías debieran tener derechos individuales, . . .
Kesumiendo la impresión general de este trayecto
en relación con mis recuerdos de cincuenta afios atrás:
64 Otro camino
la ciudad de Bogotá ha triplicado en población y
ganado mucho en riqueza y cultura; pero su caserío
actual es insuficiente, escaso en provisión de agua y
totalmente falto de aseo. La Sabana ha triplicado
también el valor de sus tierras, mejorado grandemen-
te sus crías de ganados y encontrado en el trigo barci-
no una variedad de éste menos expuesta á la enfer-
medad del polvillo, que tanta ruina ocasionaba entre
los agricultores en el período de 1830 á 1850. Las
faldas templadas de la cordillera han mejorado algo;
pero las tierras calientes, desde Vilieta hasta Honda,
no han dado un solo paso de progreso. Parece haber-
se comprendido que la ruta actual al Magdalena tenía
que ser abandonada en busca de otra más económica
y comercial. Como las grandes ciudades no pueden
sosteneráe sino mediante el contacto fácil con un río
navegable ó con el mar, ese es problema por resolver
aún en Bogotá. Tiene yá dos trozos de ferrocarril
construidos, en dos de los extremos de una de sus
vías: falta saber si los ligará entre sí.
-5-tS-»^St5>-
^aftaeafti^^-flftftftflft^
CAPITULO VI
EL MAGDALENA
Sus divisiones naturales. — Alto Magdalena. —Magdalena cen-
tral.—Bajo Magdalena.— El delta.— Población de todo el
valle.— Ríos tributarios.
Antes de proseguir viaje á lo largo de este río, creo
conveniente dar algunas ligeras nociones acerca del
territorio que hemos de recorrer. En mi concepto, el
río y el valle del Magdalena constituyen el organismo
más importante de nuestro país, en la actualidad.
Digo en la actualidad, porque en el porvenir surgirá
otra región más importante tal vez en la parte de nues-
tro territorio formada por las grandes llanuras orien-
tales, todavía desiertas y despobladas; pero por hoy
el valle del Magdalena es, sin contradicción, el rasgo
prominente de la vida colombiana.
Este río y el Cauca, que le tributa sus aguas en la
parte baja, nacen inmediatos hacia los 2° de latitud
Norte, en el ángulo formado por la cordillera de los
Andes al bifurcarse en sus dos ramos oriental y central,
los cuales, separándose, forman un gran valle de cerca
de 10° de latitud y 2° de longitud, que ocupa una área
de 90 á 100,000 millas cuadradas. Aunque constituye
jnenos de la cuarta parte del territorio colombiano,
56 Di'oersas secciones del territorio
está ocupado por una población de algo más de tres
millones de habitantes, ó treinta habitantes por milla
cuadrada. El resto de Colombia, formado por los va-
lles del alto Cauca y del Atrato, la región montañosa
de los Pastos, la costa del Pacífico, los istmos de
Panamá y el Darién y las llanuras orientales desde
la cordillera de los Andes hasta el Ñapo, el Ama-
zonas, el Casiquiare y el Orinoco, ocupa una exten-
sión de más de treinta mil leguas cuadradas, habitada
por poco más de un millón de pobladores diversa-
mente distribuidos: numerosos en el nudo de los An-
des de Pasto y Túqueres y en el valle del Cauca, muy
diseminados en el Atrato, la costa del Pacífico y los
istmos; muy escasos y todavía en lucha con tribus
salvajes en las grandes llanuras del Oriente.
El valle del Magdalena, — comprendiendo en esta
denominación las faldas y mesetas de las cordilleras que
lo encierran, — forma, pues,el núcleo ó cuerpo central
de nuestro país, y es justo que, al dar noticias é im-
presiones de viaje en este río, se agreguen algunas
acerca de la topografía general, poblaciones é indus-
trias del territorio regado por él.
En línea matemática, la del Magdalena sólo tiene
nueve grados ó ciento ochenta leguas ecuatoriales de
extensión; pero tomando en cuenta sus curvas nume-
rosas, la extensión verdadera alcanza á trescientas se-
senta leguas, y se divide en tres secciones perfecta-
mente distintas, á saber:
El alto Magdalena,
El Magdalena central, y
El bajo Magdalena.
Las secciones del rio 57
La primera es la parte de su curso comprendida
entre sus primeras vertientes y el Salto de Honda,
ó sean las grandes corrientes que interrumpen la na-
vegación y forman como una grada en donde el suelo
del valle parece hundirse repentinamente á un nivel
inferior. En esta parte recorre una línea de 150 le-
guas á lo menos.
El Magdalena central forma la segunda parte des-
de donde el río vuelve á ser navegable sin obstáculo,
abajo de Honda, hasta el Banco, lugar en que el río
se bifurca en busca de las aguas del Cauca y forma la
grande isla de Mompós. Extensión, 120 leguas.
La tercera sección, comprendida entre el Banco y
el mar, baila los Estados de Bolívar y Magdalena
sobre el Atlántico, y es navegable por buques de gran,
calado por unas 90 leguas. En la parte inferior de
ella empieza el delta, formado por el brazo ó caño de
San Antonio, que se aparta hacia el Oriente ú orilla
derecha, en la población del mismo nombre, hacia
Santamarta, y el que 6 leguas más abajo y 25 arriba
de su desembocadura principal, se aparta en Calamar
hacia el Occidente ó ribera izquierda, en busca de la
bahía de Cartagena.
Es navegable por vapores desde el mar hasta Nei-
va, ciudad situada á 320 leguas de su boca; pero agre-
gando la parte navegable de los brazos del delta y la de
los tributarios superiores, lo es por más de 600. Enu-
meraré algunas de las extensiones de estos últimos:
El brazo ó dique de Calamar, por. ... 30 leguas.
El de San Antonio, incluyendo la Cié-
naga, por 36 „
58 extensión navegable.
El de Cuatrobocas 24 leguas.
El Cauca, desde Tacaloa hasta Cáceres,
por 80 ,,
El Nechí, hasta Zaragoza, y quizás hasta
Valdivia, por 35 ,,
El Cesar, hasta Chiriguaná y quizás has-
ta cerca de Valledupar 20 ,,
El San Jorge
El Lebrija, hasta Puerto Santander ... 16 ,,
Sogamoso 20 ,,
Cafio de Paturia 10 ,,
La Colorada (ignoro).
El Opón 20 „
El Carare, hasta San Fernando 12 ,,
El San Bartolomé 6 Caño de Regla
El Nare, hasta Islitas 2 ,,
El Río de la Miel (no explorado).
El Rionegro (id.)
El Saldafla, hasta el Paso del Gusano.. 3 ,,
Con algunos trabajos de canalización, estos ríos y
algunos otros serían navegables por vapor en una ex-
tensión doble de la actual, principalmente el Cesar y
el San Jorge, en la parte baja; el Lebrija, el Sogamoso,
el Carare, el Opón y el Nare, en la parte media, y el
Saldaña en la parte alta.
La navegación por vapor principia en la ciudad de
Neiva, desde donde, hasta Purificación, en veinte le-
guas de trayecto, es difícil durante el verano y ape-
nas practicable en invierno por buques de poco calado
y de mucha fuerza, pues las corrientes de diez ó doce
millas por hora son de frecuente ocurrencia. Desde
M alto rio 59
la boca del Saldafia, río que le tributa una gran can-
tidad de aguas, la navegación hasta Honda es mucho
más fácil: el lecho del río está mejor encerrado entre
bancos altos que preservan del peligro de inundación
á las tierras ribereñas, las cuales están medianamente
pobladas y cultivadas á favor de esta circunstancia.
Con el empleo de no muy costosos trabajos en volar
algunos peñones que se avanzan sobre el río y produ-
cen vueltas muy estrechas para los vapores, á la vez
que en algunos diques laterales de corta extensión
para prevenir los derramaderos en donde disminuye
el fondo de la corriente, pudiera hacérsele navegable
por vapores de mayor calado que el de cuatrocientas
ó quinientas cargas. Hasta 1873 no se juzgaba ese
trayecto á propósito para admitir embarcaciones de
más de cien cargas, á causa, principalmente, de un
obstáculo de la naturaleza indicada que se oponía al
paso en el sitio de Colombaima, dos leguas arriba de
Ambalema; pero en ese año el señor Alejandro Weck-
becker, volando algunos peñones en sólo cuatro pun-
tos, probó con la introducción del vapor Mollee, de
más de mil cargas de capacidad, hasta Neiva mismo,
que el alto Magdalena era mucho más navegable de
lo que se creía. El atrevido explorador recibió tan
sólo una compensación de % 8,000 por este gran ser-
vicio, en el cual empleó cerca de un año de trabajo é
inutilizó, ó pocos menos, un vapor que valía más de
% 60,000. A él se le debe la solución del problema de
la navegación por vapor en la parte alta, empresa que
inició en 1861 con un pequeño vapor, el primero que
remontó el Salto de Honda, y con pena debo decir
60 El Salto de Honda
que en lugar de mostrarse generosos el Gobierno Gene-
ral y el de Oundinamarca, han sido en extremo injus-
tos con él en éste y en otros asuntos.
Con I 100 ó $ 200,000 invertidos con inteligencia
y perseverancia en la mejora del cauce de esta sección,
el alto Magdalena podría formar un canal excelente y
libre de todo peligro, tal vez hasta más arriba de
Neiva.
Como llevo dicho, en Honda, ya sea á influjo de
un estribo de la cordillera que se prolonga al través
del lecho del río, ó quizás de algún hundimiento na-
tural del terreno, aquél forma aquí una especie de
salto, y en seguida una serie de chorros impetuosos
que hacen imposible, en una extensión de media le-
gua, hasta Caracoli, y peligrosa por ocho leguas más,
la navegación, hasta el Peñón de La Dorada; y este
obstáculo dio sin duda origen á la formación de la
ciudad de Honda. Se dice que en la media legua de
distancia que separa á Honda de Caracoli, hay una
diferencia de nivel de 14 metros. De Caracoli hasta
La Dorada el río describe un gran número de vueltas
estrechas, en las que se forman chorros impetuosos en
que la corriente llega á la rapidez peligrosa de diez ó
doce millas por hora, conocidos con los nombres de Qui-
tapalanca, Roncoy, Mesuno, Perico, Guarinó, Vuel-
tanneva, La Garcera, Yeguas, Conejo, Purnio y La
Dorada, amén de otros cuyo nombre, poco parlamen-
tario, no me es permitido mencionar.
En este trayecto se ha perdido un número de ocho
ó diez de los vapores que han navegado el río, ora por
explosión de calderas, bien por golpes contra los pe-
La parte media 61
fiones de la orilhi. En lii primera /ipoca de la navega-
ción por vapor, en 18:¿4 á 1829, el señor Elbers nunca
los hizo subir arriba de Conejo: en 1840 el vapor La
Unión subió hasta la Vuelta de la Madre de Dios, y
sólo hasta 1852 entiendo que el vapor Manzanai^es
remontó por primera vez hasta Caracoli. Hoy ese tra-
yecto ha sido casi abandonado otra vez desde que, en
1883, fue inaugurado el ferrocarril de La Dorada
desde Honda basta Yeguas, con el cual han sido evi-
tados esos peligros.
De La Dorada en adelante la dificultad consiste
en algunos regaderos y cambios en la corriente, deter-
minados por los grandes árboles que el rio arrastra
en sus crecidas, los que, deteniéndo.se con cualquier
obstáculo, forman acumulaciones de arenas é islas en
la mitad del lecho y obligan á las aguas á romper
otro camino al través del bosque. Este accidente es
común en la parte despoblada del río, de Buenavista
para abajo, principalmente arriba y abajo de la An-
gostura de Nare, lugar en que el río se estrecha con-
siderablemente entre dos pellones, formando, como es
natural, un gran saco hacia hx parte superior y un re-
gadero en la inferior. También es frecuente abajo de
la boca del Carare, río de curso estrecho y tortuoso,
de grandes avenidas en que arrastra gran cantidad de
árboles de los bosques espesos que cubren sus már-
genes.
Pasada la boca del Sogamoso, el Magdalena ha
recibido ^k el concurso de las aguas de éste, el Opón,
el Carare, el Nare, el de La Miel, el Rionegro, el
Guarinó y el Gualí, con los cuales el volumen del río
62 Confluencia con el Cauca
es tan considerable, que puede ser navegado fácilmente
en toda estación, tanto de día como en las noches
despejadas, desde la boca de Paturia. Más abajo un
fenómeno particular, producido por la Sierras Nevada
y Tairona á la orilla del mar, induce un cambio de
nivelación en el valle del Magdalena, y por consi-
guiente en el curso de este río.
Del corazón de esas dos sierras, que no forman
parte del sistema andino, nace el río Cesar, el cual, en
dirección contraria del Magdalena, corre de Norte á
Sur hasta el Banco, y al unirse con éste, empuja y
desvía la mayor parte de las aguas de su dirección
Sur-Norte hacia el Oeste, en busca del valle por don-
de trae las suyas el río Cauca; desviación tanto más
natural cuanto que desde Simití, por la parte conti-
gua al Magdalena, y desde la boca del Nechí, por la
que avecinda al Cauca, ha terminado el levantamien-
to de la cordillera Central que separa los valles de es-
tos dos ríos, y principiado la gran llanura que desde
aquí se extiende hasta el mar.
El hecho notable y digno del estudio de los geólo-
gos es, que la separación de la mayor parte de las
aguas del Magdalena hacia el Oeste sólo se ha efec-
tuado de veinte años á esta parte, pues hasta 1867 ó
1868 todavía se navegaba por el brazo de Mompós,
mucho más corto y recto que el de Loba, único nave-
gado hoy. Los dos brazos del río, que forman la isla
de Mompós, existían desde siglos atrás; pero la nave-
gación de los champanes primero, y de los vapores
después, se dirigía principalmente por el primero,
hasta que, casi repentinamente, disminuyó tanto el
El bajo Magdalena 63
fondo, que los vapores se vieron obligados á tomar la
ruta del Cauca por el brazo de Loba.
¿Fue acaso esa perturbación obra de los terremo-
tosque en 1868 agitaron las entrañas de toda la Amé-
rica del Snr?
Unidos los dos ríos, su fondo, de más de veinte
pies en boda estación, adquiere una anchura media de
ochocientos metros, y permite el acceso á los vapores
del Océano hasta arriba de Magangué. De este lugar
para abajo la navegación se hace de día y de noche,
entiendo que con perfecta seguridad.
La población de las orillas del río, que desde Hon-
da hasta el Banco es muy escasa, vuelve á ser más
numerosa hasta el mar.
Los brazos del río que más abajo se desprenden ha-
cia el Oriente y el Occidente, á terminar el primero
en la Ciénaga de Santamarta, y el segando en la de
Matunilla, al Sur de Cartagena, son en extremo tor-
tuosos y el agua se riega en lagunas y manglares late-
rales, conservando poco fondo. para la navegación. La
gran masa de las aguas del río se dirige por el cauce
central á las bocas de Ceniza, en donde se forma una
barra aluvial que disminuye el fondo del río en oca-
siones á sólo doce ó quince pies; pero hoy se dice que
tiene otra vez cerca de treinta.
El valle del Magdalena está cercado desde su na-
cimiento por dos de las grandes ramas de los Andes:
la oriental, en cuyas faldas vive la mitad de la pobla-
ción del Tolima y toda la de los departamentos (an-
61 Población del Dalle
tes Estados) de Cundinamarca, Boyacá, Santander y
Magdalena, que asciende á 2.200,000, así:
Mitad oriental del Tolima 150,000
Cundinamarca. 620,000
Boyacá 700,000
Santander . . 610,000
Magdalena 120,000
Total .2.200,000
La occidental del valle y sus vertientes, en donde
reside la de la otra mitad del Tolima y las de Antio-
quia y Bolívar, en número de poco más de 1.000,000,
en esta forma:
Mitad occidental de] Tolima 140,000
Antioquia 560,000
Bolívar 320,000
Total 1.020,000
La banda derecha ú oriental es naiclio más pobla-
da, como se ve, y sus grandes poblaciones están más
inmediatas al río, del que sólo las separan distancias
de 12 á 30 leguas, mientras que las de Antioquia, en
la banda occidental, distan 40 y aun más á las veces,
y en ocasiones están más inmediatas al Cauca que al
Magdalena; pero el Cauca casi do es navegable en
parte alguna del litoral de Antioquia, á causa de los
saltos é impetuosas corrientes que determina su ma-
yor altura sobre el nivel del mar, y la angostura de
su valle, en el que las cordilleras Central y Occiden-
tal que lo limitan se acercan considerablemente, has-
ta tocarse en ocasiones. Eesulta de aquí que Antio-
Población de las orillas del rio 65
quia pertenece Cíiái en su totalidad, por razón de los
lazos comerciales, á la hoya del Magdalena.
En el valle propiamente dicho de este río sólo
vive una población de cerca de 700,000, distribui-
da así:
Tolima, en el alto Magdalena 240,000
Cundinamarca, poblaciones en una
zona de 10 legnas 100,000
Bojacá 5,000
Santander ... 60,000
Magdalena 60,000
Antioquia 40,000
Bolívar 200,000
Total 675,000
Situadas en las tres partes del río en la propor-
ción siguiente:
Alto Magdalena 340,000
Magdalena central 75,000
Bajo Magdalena 260,000
Reputo colocadas en el valle del Magdalena cen-
tral unas pocas poblaciones de Antioquia, que quizás
no alcanzan á 10,000 habitantes, situadas en la orilla
izquierda del río de La Miel, Nare, Puerto Berrío y San
Bartolomé; de Boyacá, algunos leñateos en la ribera
boyacenseyotras muy escasasen la hoya del río Mine-
ro; de Santander, algunas del Cantón de Vélez, desde
la boca del Carare hasta algo más arriba de San Fer-
nando, las que recientemente se han establecido en
la parte alta del Chucurí, que se dice pasan de 10,000,
ias de la parte baja del Lebrija, y las de Ocaña, casi
5
66 Las corrientes del rio
en su totalidad. íío considero pertenecientes al Mag-
dalena las poblaciones de Rioliacha ni las de la anti-
tigna provincia de Valledupar, de Campernclio hacia
el Norte. Excluyo de la del Estado de Bolívar las
que viven en el Sinú y en la costa del golfo de Mo-
rrosqnillo. Tampoco computo entre los habitadores
del valle los 00,000 habitantes del Tolima, que viven
en las faldas superiores de la cordillera Central.
La parte poblada del valle principia á los 1,354
metros sobre el nivel del mar, que es la altura de Pi-
talito; y esta altura va disminuyendo rápidamente en
la primera parte del río, en donde el curso de éste es
torrentoso ó inútil para la navegación. En el Pital y
Timaná, doce leguas más abajo, yá sólo es de 1,056 y
1,000; en Garzón y el Gigante, á ocho leguas de dis-
tancia, de 858 y 819, respectivamente: en Neiva, á
menos de 20 leguas, en donde principia hoy la nave-
gación por vapor, sólo es de 468. Marcaré la altura
sobre el nivel del mar y la distancia recorrida por las
aguas en los demás puntos navegables, como dato que
servirá para apreciar las corrientes del río.
Í Lugares. Distancia recorrida. Altura sobre el
Entre Garzón y el Pital. Leguas de 5,000 metros. nivel del mar.
Metros.
Orilla del río ... . .... 715 Rsiss y Síuk
Neiva 20 468 Codazzi.
Purificación 30 369 Codazzi.
Girardot ... 15 314 Cisneros.
Guataquí 15 239 E. & S.
Ambalema 16 236 R. *& S.
Honda 20 200 R. & S.
Pasan 96
Las corrientes del rio
67
Lusrares. Distancia recorrida. Altura
Entre Garzón y el Pital. Leguas de 5,000 metros, sobre el nivel del mar.
Metros.
Vienen 96
La Domda IH 182 R. & S.
Nare 22^ 131 R. & S.
Puerto Berrío 11 127 Cisneros
Bocas de Carare.. 151 124 R. & S.
Boca del Sogamoso 17 88 K & S.
El Banco 48^ R. & S.
Magangné. 37^ 55 R. & S.
Barran quilla 45 7 R. & S.
Total desde Neiva, . 304^ (1) ^
Como se ve, la corriente del río entre Neiva y Pu-
rificación tiene un descenso de 3.30 metros por legua.
Entre Purificación y Hpnda una diferencia de 169
metros, en la altura, se reparte entre QQ leguas, es de-
cir, á razón de 2.50 metros por legua.
Entre Honda y La Dorada la diferencia de 18 me-
tros, en la altura, se distribuye en 11 leguas, á razón
de 1.64 metros por legua. Observaciones posteriores
han creído encontrar en Honda, en la boca del Gualí,
;1) L;is distancias en este cuadro, desde Hopda para abajo,
son tomadas del itinerario de los vapores en el río Magdalena,
formado por la Gonipafáa (Jolomhiana de Transportes. Las altu-
ras, que son puramente barométricas, y por consig-uiente isuje-
tas á algún error, son las publicadas por los señores Ress y
Stühel, viajeros naturalistas alemanes, en 1868, por Codazzi y
por Cisneros. Asimismo lo son las alturas entre Honda y Nei-
va, excepto la de esta última ciudad, que es tomada de las ob-
servaciones de Codazzi. Las distancias en esta parte alta, que
no he encontrado en ninguna autoridad científica, las doy como
cálculos míos, y, por consiguiente, tienen muy poco ó ningún
valor. Las distancias en el camino de tierra me son conocrdas
por los itinerarios de Codazzi; pero las vueltas del río son tan
considerables, que aquéllas no pueden servir sino como base
de cálculo expuesto á muchos errores.
68 Ríos tributarios
una alcura de 210 metros, es decir, 37 metros de dife-
rencia de nivel, lo que daría 3.36 metros por legua.
De la boca de Sogamoso á Barranquilla, en 130
leguas de distancia, la diferencia de altura es de sólo
81 metros, ó sea 0.62 por legua.
Tributan al Magdalena más de 500 ríos y un sin-
número de quebradas. Mencionaré los ríos principa-
les, dividiéndolos entre las dos orillas de Oriente y
Occidente.
Del Oriente desembocan en el alto Mae^dalena:
El Suaza, Rioneiva, el Cabrera, el Prado, el Fusa-
gasugá y el Bogotá.
Del Occidente, el Páez, el Yaguará, el Bache, el
Órganos, el Saldaña, el Totare, el Cuello, Riorrecio,
Lagunilla, Sabandija, Gualí y Guarinó.
En el Magdalena central:
Del Oriente, el Rionegro, el Carare, el Opón, La
Colorada, el Sogamoso y el Lebrija.
Del Occidente, el río de La Miel, el Nare, el San
Bartolomé (llamado también Caño de Regla), el Ci-
mitarra y el Moja.
En el bajo Magdalena sólo el Cesar, al Oriente, y
el Cauca y el San Jorge, al Occidente; pero éstos son
yá grandes ríos, que á su vez tienen tributarios impor-
tantes. Además esa región tiene vías navegables al
Oriente en la Ciénaga de Santamarta y sus tributa-
rios, y en el Ranchería, también llamado Calancala en
su parte inferior, que se desprenden de las sierras
Tairona y Nevada; y al Occidente, el Sinú, último
desagüe de la cordillera Occidental en su término sep-
tentrional.
-•5:=r':F^^."^(í^#=^l(;^'F^|ií(r^í^^
CAPITULO Vil
EL VALLE DEL ALTO MAGDALENA
Recursos naturales. — Productos de la paja nacuma. — El cacao.
El tabaco.— Concentración de la propiedad del suelo.— El
vicio de la embriaguez. — Las minas de orGH^ plata. — La
mesa central de Cundinamarca.
Como se ha visto arriba, el valle del Magdalena,
limitado por las cordilleras Oriental y Central, y com-
prendiendo la parte ocupada por los antigiios Esta-
dos de Tolima, Cundinamarca, Antioquia, Boyacá,
Santander, Magdalena y Bolívar, tiene una área de
cien mil millas cuadradas, poco más ó menos, de las
cuales corresponden:
Al alto Magdalena (aproximación) 35,000 millas.
Al Magdalena central 25,000 ,,
Al bajo Magdalena 50,000 „
* Angosto en la parte alta, va ensanchándose á me-
dida que el río avanza en su curso hacia el mar, de
suerte que tiene la forma de un triángulo cuyo vér-
tice está en el nacimiento del río, sus lados en las dos
cordilleras y su base en él mar de las Antillas. La mi-
tad de su población está en la parte alta, nn 10 por
100 en la parte media y 40 por 100 en la parte baja.
La salubridad del clima, la fertilidad de la tierra
70 EL valle del alto Magdalena
y las facilidades de locomoción, explican por qué está
más poblada la parte alta que la baja; y las conexio-
nes con el mar, porqué, á pesar déla mayor insalubri-
dad del bajo valle, la población es allí más numerosa
que en el Magdalena central.
El valle alto está libre de pantanos é inundacio-
nes; es abundante en aguas; no escaso de maderas
(bien que la costumbre indígena de quemar las saba-
nas todos los años, es una causa constante de destruc-
ción inútil de los bosques); tiene grandes praderías
naturales para la cría de ganados; es rico, si no en
mineralesTie veta, sí en aluviones auríferos, así como
en productos naturales de los bosques; la proximidad
de las cordilleras le permite gozar, en espacios reduci-
dos, de la ventaja de climas variados desde 27° centí-
grados de temperatura media en la orilla del río,
hasta 10 ó 12° en las faldas de los Andes, á uno y otro
lado. Así, esta región lia sido el campo de produc-
ciones variadas é importantes para el consumo inte-
rior y para la exportación. La extremidad Sur, en
alturas de 800 á 1,500 metros sobre el nivel del mar,
ha tenido la -producción de cacao de superior calidad
en cantidades de 16 á 20,000 quintales por aüo, y la
de sombreros de paja de nacuma por valores de más
de $ 400 ó % 500,000 anuales. Las llanuras de pastos
naturales de la parte media lian desarrollado la cría de
ganado vacuno en número de más de 500.000 reses, y
de razas caballar y mular en guarismos considerables,
no sólo para su comercio interior, sino para la provi-
sión de las provincias vecinas de Bogotá y aun el So-
corro y Cúcuta. En la parte inferior, que se aproxima
Sus producciones 71
al Salto de Honda, se aclimató la producción de tabaco
hasta llegar á valores de $ 2 a $ 3.000,000 anuales. La
extracción de quinas en la cordillera Oriental, consi-
derable en diversas épocas, alcanzó en 1880 á 1883 á
sumas de más de $ 2.000,000 por año. El café pros-
pera en las faldas de sus dos cordilleras, entre 1,200 y
1,700 metros de altura, y alcanza yá valores no des-
preciables en el distrito de Chaparral y en los declives
de las mesas do Barragán y del Quindío.
Y sin embargo, sea resultado del obstáculo que el
Salto de Honda le presentaba para desarrollar su co-
mercio exterior, ó bien efecto del estancamiento que
producen en el espíritu las fáciles y productivas
pero rutineras tareas de la vida pastoril, á que du-
rante los dos primeros siglos de la colonización espa-
ñola estuvo casi reducida su población, ó también
influencia del clima cálido y seco de sus llanuras que,
dando á la vegetación un carácter áspero y duro, po-
día también engendrar en el hombre una manera de
ser poco flexible á las modiñcaciones de los tiempos;
el hecho es que los habitantes del Tolima han careci-
do de expansión de ideas y no han sabido sacar de
todas sus facilidades naturales el provecho que era de
esperar.
Presentaré algunos ejemplos.
La fabricación de sombreros de nacuina, como he di-
cho yá, alcanzaba á más de medio millón de pesos, j
proveía al sustento de más de tres mil familias en los
distritos de Suaza, N'aranjal y otros; pero la moda de
ese sombrero, antes muy extendida en las Antillas y el
Brasil, no resistió la competencia de los de seda, de
72 La poja nacuma
fieltro y (^e paja fie arroz, más lig-eros y baratos, pro-
ducido^ en Europa, y la exportación de ese artículo
cayó. Pues bien; no se ha pensado en dar á esa paja-
nacuma, tan flexible y de bonito aspecto, otra aplica-
ción. Con ella hubieran podido hacer sombreros muy
superiores á los que, adornados ligeramente con gasa,
cinta, plumas ó flores artificiales, para señorías y niños,
se importan del Extranjero á los precios extravagan-
tes de % 20, % 30 y aun I 50 cada uno, y también se
hubiera podido hacer con ella defensas para el cuello
y las espaldas en los viajes por tierras calientes, qiii-
irine.s ó millarengues, capelladas para alpargatas, chi-
nelas y aun botines, cachuchas ligeras, hamacas, asien-
tos para sillas ó canapés, y tantos otros objetos en que
ese tejido ligero, ventilado y de tan bella apariencia,
pudiera tener aplicación. Contra viento y marea se ha
perseverado en la fabricación de esos sombreros altos
de copa, anchos do ala, desproporcionados al tamafío
de la cara humana, á la que dan un aspecto semi-sal-
vaje y casi feroz, cuya moda me ha parecido uno de
los signos de decadencia de los tiempos presentes.
Motivo de admiración es para mí que la produc-
ción de cacao, desarrollada en breves años en las ori-
llas del Guayas, á más de 300,000 quintales al año, no
haya pasado en el Tolima en los últimos cuarenta de
16 ó 20,000, habiendo, como hay allí, población y tie-
rras suficientes para producir una cantidad diez ó
veinte veces mayor. Y esto á pesar del altísimo pre-
cio de $ 0-40 á $ 0-50 por libra, que encuentra en el
consumo interior, con demanda creciente todos Ios-
días.
El tabaco 73
El cultivo del tabaco llegó en Ambalema y sus;
alrededores, en 1856, auna cantidad de 400 á 500,000'
arrobas anuales, por las cuales pagaban los exporta-
dores de $ 2 á 8 3.000,000; suma enorme para una
población que, probablemente, no pasaba de 50,000
almas. Sobrevino una enfermedad en la planta, dis-
minuyó el producto de las cosechas en algunos años
de escaso invierno, decayó la calidad de la hoja, en
consecuencia el precio de ella en los mercados extran-
jeros, y al propio tiempo apareció en éstos la compe-
tencia del tabaco de Java y Sumatra, equivalente en
calidad al nuestro en tiempos anteriores. Bastaron
estas dificultades para que esa industria, tan flore-
ciente, cediese el campo sin luchar. Hubiera po-
dido ensayarse rotación filosófica entre esta planta j
otras de la tierra caliente, como el maíz, la caíla de
azúcar, forrajes, etc., el riego de las plantaciones, el
empleo de semillas de distinta procedencia y sobre-
todo, una preparación más cuidadosa del suelo. ]S"ada
de eso se hizo: el rastrojo invadió los que antes eran
espléndidos y productivísimos campos, y la miseria á
hogares antes acoslumbrados á la abundancia.
Dos causas contribuyeron á esta decadencia: la
una, especial en Ambalema; la otra, reinante en todo'
el Tolima. La primera consistía en que el monopolio-
del tabaco, abolido apenas quince ó diez y seis años"
antes, había permitido la concentración de la propie-
dad de las tierras productoras de tabaco en muy pocas
manos, principalmente en las de una casa comercial
extranjera, cuyos socios ausentes no pudieron ó no-
quisieron acometer esos ensayos, como de ordinario-
74 El vicio de la erribriaguez
acontece dondequiera que la propiedad territorial
^stá sometida á la acción enervante del misentismo.
La segunda es una enfermedad crónica en casi
todo nuestro país, pero que en ninguna parte había
presentado caracteres tun agudos como en el Tolima,
y especialmente en Ambalema: la embriaguez. El
íiguardiente de caña es la bebida popular de nuestras
poblaciones de tierra caliente, 3^ el abuso de ella al-
canza yá las proporciones de una cuestión social de
primer orden; pero en ninguna parte ha presentado
la intensidad que desplegó en aquella comarca, de
1850 á 18<0, cuando la abolición del monopolio le-
vantó el precio del tabaco en rama, áe $ 0-90 á $ 5 ó
$ 6 la arroba, y cuadruplicó casi de nn golpe la tasa
•de los jornales. Yá no se bebía el aguardiente de caña,
sino coñac, ginebra y otros licores extranjeros, á pre-
cios altos: tampoco se le tomaba en dosis pequeñas de
cinco centilitros á lo más, como de antaño, sino en
vaso y aun en totuma. La perversión del vicio fue
más lejos todavía: yá no se quería beber el licor
puro y sin mezcla, sino una combinación extraña
-de licores y vinos: de aguardiente» brandy, vino tin-
to, de Málaga y de Oporto, con el nombre calum-
nioso de matrimonio, y después con el más expresivo
y verídico de tumbaga. La noche del sábado pre-
sentaba en las calles de Ambalema el teatro de la más
espantosa orgía. Por todas partes mesas de juego: en
gran número de casas bailes de lechona, de esos que
la tradición ha bautizado con el nombre expresivo de
ca7idü y garrote; en todas las esquinas, corrillos de
.tiple y bandola, rodeados de gran círculo de cose-
Ambalema 75
olleros y alisadoras, que celebraban con grandes riso-
tadas canciones obscenas. Eecuerdo haber oído en uno
de ellos á un mercachifle ó buhonero, que por lo visto
•debía de ser casado y padre de familia, algo más
cargado de alegría de lo necesario, cantar con voz yá
agonizante de caña rajada, esta estrofa, fiel traduc-
-ción del sentimiento dominante en la multitud:
¡Quien fuera libre y soltero,
• Señor de su volunta,
Pa tunar toda la noche
Al uso é Jatativá! (1)
La fiesta duraba hasta el amanecer, para recomen-
zar el domingo, después de misa, hasta las cuatro ó
las cinco de la tarde, hora en que los cosecheros toma-
ban la vuelta de sus campos, provistos de un mer-
cado semejante al que un antiguo jefe de la Inde-
pendencia censuraba por demasiado gasto en pan,
al ordenanza, que le avisaba llevar para la campaña
nueve pesos y medio de aguardiente y cinco reales
«n pan.
Toda la labor de varios meses de trabajo asiduo,
era consumida en un día, y lo que es más lastimoso
aún, á las veces en compañía de las mujeres y los hijos.
No hubo una Caja de Ahorros que tratase de hacer si-
quiera menor el desastre, ni una autoridad que per-
siguiese los juegos y pusiese algún freno á la prosti-
tución, ni un ministro del Evangelio que levantase la
cruz é hiciese oír palabras de temperancia y domi-
(1) Según parece, Facatativá, nuestra población de la Sa-
bana, tampoco era muy ortodoxa en otro tiempo. Hoy las cos-
tumbres han mejorado notablemente.
76 Producciones de la cordillera
nio sobre las pasiones en medio de esa multitud des-
enfrenada! Nada quedó de esa prosperidad pasajera
sino el dolor de haberla perdido. Era imposible que,,
dadas esas condiciones iniciales, se pudiese combatir
contra un tropiezo en el camino industrial.
La cordillera Central, que avecinda á los Estados de
Cauca y Antioquia, parece encerrar metales preciosos
en su seno. En el lecho de los ríos Pata y Bache se
lava casi siempre oro Con buen éxito, después de las
avenidas que arrastran arenas de la parte superior.
En la Plata hay tradición antigua de riquísimas mi-
nas del metal que dio su nombre á todo el cantón.
En la parte alta del río de Órganos, que desemboca
doce ó catorce leguas abajo de Neiva, sobre la ribera
izquierda del Magdalena, hay algunos establecimientos
mineros en actividad, y otros abandonados, entre ellos
el de una compañía americana que se proponía cons-
truir, con un gasto de $ 200,000, un gran acueducto-
para el lavado de los aluviones ó para dar movimiento
á los molinos de arrastre. Se dice que las cabeceras
del Saldaua, del Ata y de los tributarios de éste, son
ricas en oro, principalmente en las inmediaciones del
distrito de Coyaima, en cuyos mercados los negocian-
tes rescatan de ochenta á cien libras de oro en polvo
por aflo. En el distrito del Chaparral he oído que,
entre otras minas, la de La Charca, trabajada por
una compañía norteamericana, rinde más de % 100,000
anuales á sus accionistas. En la montaña de Quindío
empiezan á trabajarse algunas vetas en las prime-
Las minas de la cordillera
ras vertientes del río Cuello, á pocas leguéis de Iba-
gué, en las cuales se lia invertido, aún no se sabe si
con éxito favorable, sumas que tal vez se aproximan
á S 200,000 en los tres ó cuatro últimos años. La
parte de la cordillera Central, que desde aquí hasta
el río de la Miel divide los Estados de Tolimay An-
tioquia, ha sido naturalmente más trabajada por la
inmigración de mineros antioqueflos, quienes han for-
mado diez ú doce poblaciones nuevas en la falda toli-
mense, durante los últimos treinta años, y esta es la
parte en que las empresas mineras son más abundan-
tes; pero hasta ahora, al parecer, con escasos rendi-
mientos, listas empresas han dado nacimiento en
Bogotá, con las acciones de las diversas compañías, á
especulaciones de bolsa en extremo perjudiciales á la
seria continuación de estos trabajos, de los que de-
biera retirarse todo espíritu de charlatanismo, y mucho
más el de mala fe. En estas especulaciones ha cam-
biado de manos, de 1887 á 1889, pasando de las per-
sonas dotadas de candida fe, á las menos escrupulo-
sas de otros negociantes avisados, sumas que pasan
quizás de millón y medio de pesos. Hecho notable,
pues nunca, antes de 1885, habían sido conocidas en
el mercado de signos representativos de esta ciudad
las acciones de minas, ni casi las empresas mineras.
Detrás de las primeras cuchillas de las cordilleras
que limitan el valle del río, á distancias de cinco á
diez leguas, empieza la población establecida en las
faldas y mesas de aquéllas, en las cuales se encuentra
el grupo más numeroso de la población de Colombia.
78 Riqueza de la población
En ella figura, como parte principal, la de Cundina-
marcay la capital de la Eepública, á veinte leguas de
distancia del río. Todo ese grupo, que cuenta más de
600,000 habitantes, el más rico y uno de los más
densos de todo el país, pertenece, geográficamente, al
alto Magdalena, del cual recibe maíz, ganados j
cerdos gordos, azúcar, panela y miel, cacao, arroz, etc.,.
y al cual envía en cambio manufacturas extranjeras
y nacionales, harina de trigo, papas y sal. La impor-
tancia de ese tráfico entre Bogotá y el río Magdalena,,
por las tres vías principales de Fusagasvigá y Melgar, —
La Mesa y Girardot — y Guaduas y Honda, — sube ac-
tualmente á más de 650,000 cargas, ó más de 120,000
toneladas (computando los ganados que se transportan
en pie), y por un valor de cuatro ó cinco millones de
pesos.
La riqueza general de esa sección (Oundinamarca)
en tierras, casas, mercancías y semovientes, puede
estimarse en más de $ 120.000,000, pues el solo case-
río de Bogotá, del cual no hay, desgraciadamente,
estadística alguna reciente, subía en 1863, según
catastro formado en ese año, á más de % 16.000,000.
En el día puede estimarse en algo más del doble. Las
200,000 hectáreas que aproximadamente mide la
bella y fértil explanada de Bogotá, no pueden ava-
luarse, en término medio, á menos de $ 100 cada una,
es decir, en $ 20.000,000: en mercancías extranjeras
hay constantemente en la capital un depósito de $ 12
á $ 15.000,000, y la moneda circulante no baja de
$ 4.000,000. El valor de las tierras y casas de los va-
lles de Zipaquirá, Ubaté y Ohocontá, asciende á más
Riqueza del Tolima 79
de % 20.000,000, y las tierras, cosechas y semovientes^
del resto del territorio, en donde viven más de 200,000
habitantes, debe de alcanzar á más de § 25.000,000.
Puede estimarse la riqueza general de este grupo de
población en un término medio de % 200 por cabeza, lo
que da el guarismo arriba apuntado de >$ 120.000,000.
La del Tolima, con 300,000 pobladores, entre quie^
nes está más equitativamente distribuida la riqueza
que en Cundinamarca, no baja de 8 120 por cabeza de-
población, ó sea $ 36.000,000 la de todo el territorio.
En estos guarismos me refiero tan sólo á la riqueza
venal ó cambiable, pues en cuanto á riqueza natural,,
todavía no apropiada, pero que formará una masa
muy considerable de valores cambiables cuando las
vías de comunicacióu suministren medios para explo-
tarlas y acarrearlas, sólo puede decirse que hay un
fondo inmenso de valor de esperanza, en sus riquísi-
mas minas de carbón, de hierro, de sal gema, así
como en las de oro, plata, plomo, cobre, que empie-
zan á explotarse, y en las tierras que aún permanecen
eriales por falta de salidas para sus productos.
CAPITULO YHI
EL MAGDALENA C E K T K A L
Población general. — Ciudades principales. — Riqueza general.
Deficiencias de la población. — El valle del Magdalena cen-
tral.— Obstáculos á la colonización de éste.
El valle del Magdalena ceiitfal principia al pie de
los fuertes chorros que en Honda interrumpen la na-
Tegación por vapor. Para señalarle un límite más no-
table, y de acuerdo con las divisiones políticas del
país, se podría marcar su origen en el punto en que
desembocan en el Magdalena, casi frente á frente,
los ríos de la Miel, en la orilla izquierda, y Rione-
gvo, en la derecha, veinte leguas abajo de Honda;
«1 primero de estos, límite entre los territorios de To-
iima y Antioquia, y el segundo, entre los de Cundi-
namarca y Boyacá. Do aquí se extiende á lo largo del
Magdalena hasta el Banco, punto inmediato á la línea
divisoria entre los de Antioquia y Bolívar, á la izquier-
da, y Santander y Magdalena, á la derecha. En esta
distancia queda comprendido, al Occidente, el terri-
torio de Antioquia, y los de Boyacá y Santander al
Oriente, no en toda su extensión; pues Antioquia
Población del Magdalena oHntrál 81
tiene una tercera parte á lo menos, de su territorio
en el valle fiel Cfiuca y su gran tributario el Nechí;
Boyacá, una cuarta parte de l.i suya sobro la hoya del
Meta, y Santander, tal vez una quinta parte, en el Zulia
y el lago de Maracaibo. De todos modos, el territorio
encerrado entre las más altas cumbres de las cordilleras
Oriental y Central, en esta región, tiene, en líneas geo-
gráficas, 35 leguas de ancho y 50 de largo, poco masó
menos, que con las vueltas del río Magdalena se desen-
Yuelveti á 104 entre Buenavista (boca del río de la
Miel) y el Banco.
En toda esta área hay una población de:
En Antioquia 400,000 habitantes.
En Boyacá... 560,000 —
En Santander 540,000 —
Total 1.500,('00 (1) habitantes.
De ellos sólo poco más de una vigésima parte ha-
bita en las riberas del río ó en una zona de diez leguas
á cada lado; pues sólo el antiguo cantón de Ocaña,
perteneciente á Santander, y situado casi en su tota-
lidad dentro de los límites de esta zona, tiene una
población de 50 á G0,000 habitantes. El resto de esas
poblaciones habita en las fablas ó mesas de los An-
des, en alturas de 1,000 á 2,200 metros sobre el nivel
del mar, y á distancias de 20 á 40 leguas del río,
en donde los climas, de 17 á 25° centígrados, son
(1) La población de estas tres menciones es en la artualidad
(por cálculí) aproximado) de 560 000 en Ant.oqiiia, 700,000 en
Boyacá y 640,000 en Santander; t.-tal, 1.900,0U0; pero supri-
mo la parte situada en las lioyas íiidrográtieas distintas de la del
Magdalena.
6
83 Ciudades principales
adecuados para Jas razas eur()])ea y americana: todas
iometidas al grave inconvenieiite de estar separadas
déla arteria navegable por una ó dos cuchillas de la
cordillera, casi nunca de menos ie ^.000 metros de al-
tura sobreel nivel del mar, que presentan un í)b^tá('ulo
difícil de vencer al establecimiento de buenas vías
de comunicación. A pesar de esta dificultad y de la
diseminación de los gruj»os de población, en esta par-
te se encuentran las siguientes ciudades de más de
8,000 habitantes.
EN ANTIOQUIA
Medellín 40.000
Manizales 15,000
Sonsón 10,000
EN BOYACÁ
Tunja 8,000
Soganioso 9,000
Soalá r^,000
Chiquinquirá 12,000
Guateque 9,000
EN SANTANDER
Socorro 20,000
Bucaramanga 20.000
Cuenta 12,000
San Gil 10,000
Vélez 8,000
Pamplona 8,000
La riqueza de estas comarcas es de naturaleza muy
desigual.
Riqueza de esta región 83
En Antioquia, en donde — con excepción de algu-
nos valles, como el del Alto Porce, de fertilidad ex-
cepcionalj y las orillas del Cauca, — el suelo es pobre ó
mediano á lo más, y la principal riqueza consiste en
el producto de las minas, de más de % 3.000,000 en
oro y $ 500,000 en plata, — el suelo vale poco y la agri-
cultura es de pura alimentación, sin dar hasta ahora
productos exportables, si se exceptúa un poco de café;
hay grandes capitales acumulados en Medellín, algu-
nos en Manizales, y una medianía envidiable, general-
mente difundida entre todas las clases. Antioquia pue-
de tener una riqueza general de $ 75 á $ 80.000,000.
Boyacá es quizás la sección más pobre de Colom-
bia. Su propiedad territorial mal distribuida, si se
exceptúa en el valle de Tenza,— perteneciente á la
hoya hidrográfica del Meta, — su población, indíge-
na en la gran masa, poco educada, á distancias de 30
y 40 leguas del Magdalena, sin producción alguna
notable hasta el día, pues no merece tal nombre la
de algunas manufacturas de algodón y de lana, que,
si bien dan muestra de las aptitudes mecánicas de
la raza indígena, difícilmente resisten yá la cqm-
petencia extranjera: la riqueza general de Boyacá, á
pesar de sus 700,000 habitantes, quizás no pasa de
$ 35 ó $ 40.000,000, ó 150 por cabeza de población.
No así Santander, el Estado contiguo hacia el Nor-
te, en donde la población enérgica y trabajadora ha
suplido con la industria las deficiencias de su suelo
inclinado, empobrecido por la ausencia de bosques.
Surte de azúcar y melazas á los de Boyacá y Santan-
der, exporta de sus valles de Cúcuta, Bucaramanga y
84 Necesidades de mas al Magdalena
Ocaña más de 200,000 quintales de café, provee con
Boyacá al vestido de los licibitantes del interior con
sus tejidos de algodón, y empieza yá á ocupar los va-
lles del Magdalena, con emigraciones hacia el valle
del Chucnrí, tributario del bajo Sogamoso.
La riqueza de este Estado debe aproximarse á
$ 80.000,000,pues sus tierras, aunque apenas de media-
na fertilidad, valen generalmente de $ 80 á $ 150 la
hectárea; suscaseríos,inclusive el de las fincas rurales,
son casi todos de teja, y el número de capitalistas de
$1,000 á % 4,000 se cuenta por decenas de miles entre
sus habitantes. No hay tal vez un solo millonario en
esa sección; pero en cambio es muy notable la propor-
ción de eso que se llama li07nhres acomodados.
Este millón y medio de habitantes necesita, para
entraren un progreso rápido y seguro, vencer en An-
tioquia la cuchilla oriental de sus Andes, y en Boyacá
y Saiitander traspasar las cumbres de la Sierra de Llo-
riquíes ó la Paz, y colonizar la parte alta del Carare
(llamado también Minero), del Opón, del río de la Co-
lorada; el Sogamoso y el Lebrija, en donde hay tierras
fértiles, bosques inagotables, productos naturales va-
liosos y corrientes navegables hasta el Magdalena.
Otra cosa más quizás también necesitan, sobre
todo las poblaciones de Santander, y es: espíritu de
de asociación. En Cundinamarca ha sido comparati-
vamente fácil la aclimatación de la Compañía anóni-
ma para formar bancos, explotarlas minas del Toli-
ma, acometer empresas de ferrocarriles — quizás á causa
de la mezcla con la raza indígena, en quien, á influen-
cia de largos siglos de gobierno patriarcal y de comu-
Difidencias de la población 85
nidad de bienes, se han transmitido por herencia
fisiológica algunos restos de costumbres de solidari-
dad;— pero en Santander predomina un sentimiento de
individualidad enérgica que, si bien es favorable á la
conservación de la idea republicana, no lo es tanto al
desarrollo de la asociación moderna, que tan favorable
ha sido á la marcha industrial del siglo presente.
Las compañías bancarias, por ejemplo, que en Cun-
dinamarca llegaron á doce en un período de menos
de ocho aflos, no han calado en Santander; de suerte
que Cúcuta, la población más laboriosa y rica del
Norte de Colombia, no cuenta una sola, y en el Soco-
rro, país manufacturero, dotado de genio mecánico,
gran productor de algodón, abundante en ríos to-
rrentosos á propósito para utilizar sus aguas como
fuerza motriz, no se ha establecido una sola fábrica
de tejidos, á pesar de reunirse todas las demás condi-
ciones necesarias para dar á esta empresa el porvenir
más brillante. La asociación hubiera podido crear
todo eso.
Si los declives de las cordilleras hacia el interior
están bastante poblados, los que caen hacia el río no
lo están, y forman casi un desierto. En las 104 leguas
que median entre Buenavista y el Banco, apenas exis-
ten los caseríos insignificantes de Nare, Puerto Ba-
rrio, Carare, San Pablo, Badillo, Puerto Nacional,
La Gloria y Tamalameque, y probablemente no más
de veinte ó veinticinco leñateos, con una población
que quizás no llega á 15,000. Esta soledad depende
de varias causas.
86 ' Obstáculos natU7'ales
La primera es el clima cálido y húmedo de esta
región, que requiere habitaciones abrigadas y algunas
condiciones higiénicas, que la pobreza de sus poblado-
res no está en capacidad de procurarse.
La segunda el estado imperfecto aún del lecho del
río, falto de profundidad suficiente para encauzar sus
aguas, y ocasionado á frecuentes inundaciones destruc-
toras de las labranzas, casas y aun de los caseríos mis-
mos situados sobre los bancos altos que á las veces se en-
cuentran. Parece que éstos, desde tiempos anteriores á
la conquista española, fueron ocupados como escalas
comerciales y asiento de las tribus que habitaban las
orillas; pero expuestos á la lenta acción de las corrien-
tes incesantemente roedoras de sus paredes, acaba por
arrastrarlos, con destrucción de los edificios levanta-
dos sobre ellos.
Así han desaparecido calles enteras de Nare, San
Pablo y aun Puerto Nacional, que yo mismo alcancé
á conocer en 1851, y que en 1876 yá no existían.
La tercera es la falta de vías de comunicación hacia
las tierras altas del interior, tanto para proporcionar á
la población de las orillas medios de regenerar la salud
de vez en cuando, en mejores climas, como para reno-
var con inmigraciones nuevas los vacíos que la muerte
deja entre las antiguas; y sobre todo para facilitar
alimento á los negocios del río, sin el cual la condi-
ción de los riberanos es enteramente precaria.
Hay además otra que á un tiempo es inconvenien-
te y es ventaja. De ordinario las orillas del río son
más altas que los terrenos de la parte posterior; resul-
tado probablemente de que el lecho de la corriente
Las ciénagas 87
va haciéndose cada día más profundo y do la acumu-
lación de troncos y malezas sobre las riberas, que á
la larga forman verdaderos diques ó bancos artificiales.
En sus crecidas, el río rompe á las veces estos bancos,
y encontrando detrás terreno más bajo, forma gran-
des lagunas y ciénagas, permanentes unas, accidenta-
les otras, que sirven como prolongaciones del río hacia
el interior, y como depósitos del agua de las crecidas
que, disminuyendo el volumen de éstas, tal vez pre-
servan de inundación, ó á lo menos disminuyen los es-
tragos de éstas en las tierras inferiores. Tal es la de
Patnria, por ejemplo, que en ocasiones es navegable
por vapores y reduce algunas leguas la extensión del
camino de tierra hacia Bucaramanga. De estas gran-
des ciénagas son conocidas las de Pura, Adentro, Bar-
bacoas, Sardinita y Blauca, en la orilla antioqueña; y
las de Garrapata, San Juan, Ohucurí, Opón, San Sil-
vestre, Paturia, Doña María, Badillo, Puerto Nacio-
nal, Corredor y Simaña, en la ribera santandereana y
en la de Bolívar. Quizás algún día podrá aprovechár-
selas por medio de obras de canalización bien enten-
didas; pero por hoy son causa de emanaciones insa-
lubres y motivo de inseguridad para los pobladores de
las orillas del río, cuyas habitaciones y labranzas que-
dan cercadas por las aguas en los grandes inviernos.
Todos estos terrenos del Magdalena central llega-
rán á tener suma importancia luego que, al través de
ellos y aprovechando las cuchillas de la cordillera
perpendiculares al río, se abran buenas vías de comu-
nicación hacia el interior. Algunos de los que hoy son
pueblos miserables sobre el Magdalena, llegarán á ser
88 Porvenir de sus pueblos
graneles ciudades; porvenir que tal vez toque á Bue-
navista, Puerto Berrío, San Bartolomé y San Pablo,
en la orilla izquierda, y la Boca de Rionegro ó la del
Palagua, la Boca del Opón, la del Sogamoso y la del
Lebrija, en la orilla derecha. El Banco, indudable-
mente.
CAPITULO IX
E L BAJO M A G D A L E N A
DescripciÓQ general. — La ciudad de Mompós. — Magangué. — -
Hidrografía de esta región. -^Las llanuras de Corozal.— Pro--
ducciones de ellas.— La banda oriental del bajo Magdalena.
Opinión de Reclus acerca de esta región.— La Óierra Nevada,
La acción de las aguas del Cesar, que las vierte en
dirección inversa á las de aquél, ó algún hundiinienta-
de los estratos del suelo recientemente ocurrido, de--
termina en este punto una diversión de la mayor par-
te del caudal del Magdalena hacia el Occidente, en
busca del valle del Cauca, por el canal conocido con-'
el nombre de Brazo de Loba.* Aquí termina la cordi-
llera Central, que ha dividido desde su nacimiento eí
curso de los dos ríos; y la misma cordillera Occiden-
tal,— que desde el nudo de Túquerres ha separado
el Cauca del mar Pacífica primero y del Atrato des-
pués,— se reduce también á proporciones insignifi-
cantes. So prolonga tan sólo en una cuchilla an-
gosta, conocida con el nombre de Sierra de San Jeró-
nimo, hasta las inmediaciones de la villa de Chinú,
en el centro de las llanuras del Corozal, después de
dividir por algunas leguas las aguas del Sinú de las'
del San Jorge, tributario del Cauca.
90 Terminan las üordilleras
La cordillera Oriental, á su vez, — que desde las
ánmediaciones de Bucaramaiiga ha arrojado un brazo
hacia el Oriente para internarse al Sur del lago de
Maracaibo, describiendo una gran curva al rededor de
la costa de Venezuela, — prolonga aquí otro brazo ha-
cia el Noreste, para morir á la entrada de la península
-Goajira; de suerte que por esta parte también se en-
sancha el valle del Magdalena. Al Norte, sin embar-
go, se levantan, casi desde la orilla misma del mar,
sobre la Ciénaga de Santamarta, las Sierras Nevada y
la Tairona. Corre la primera de Occidente á Oriente,
hasta el Ranchería ó Calancala, cerca de Riohucha;
la segunda se desprende de la anterior, cerca á la Cié-
naga yá nombrada, y corre de Norte á Sur. partiendo
las llanuras del departamento del Magdalena, hasta
frente al cerro de San Antonio, en donde su último
estribo es conocido con el nombre de Alto de las Mi-
nas, cerca á la confluencia del río Ariguani, que nace
en la Sierra Tairona, con el Cesar, que procede de las
más altas cumbres de la Nevada.
Toda esta región forma un gran valle de 50,000
millas de superficie, dividido por mitad por el río
Magdalena. La mitad occidental forma el antiguo.
Estado de Bolívar: la oriental, el antes Estado, hoy
departamento, del Magdalena.
El río de este nombre corría en su mayor parte,
hasta 1868, por el brazo más recto de Mompós, de-
jando encerrada entre éste y el de Loba una grande
isla, en cuyo costado oriental estaba la ciudad de
Mompós. Era ésta, desde tiempos antiguos, una de
Üas principales del valle del Magdalena y escala co-
La ciudad de Mompós 91
mercial muy importante en la navegación del río. An-
tes del establecimiento de vapores, las mercancías ex-
tranjeras venían en champanes desde Santamarta,
Cartagena ó Sabanilla, tai^ sólo hasta x\lompós: aquí
se cambiaba de -champán y de tripulación de bogas
hasta Honda. En ella se celebraba una feria muy im-
portante todos los años, en el mes de Febrero, con-
currida por los comerciantes del interior y por los de
las tres ciudades que acabo de nombrar; los primeros
traían oro, quinas, tabaco y manufacturas de las pro-
vincias interiores, y los segundos, mercancías extranje-
ras; el valor de las transacciones subía con frecuencia
<imás de $ 1.000,000. Además, los comerciantes mom-
posinos mantenían siempre en sus almacenes grandes
surtidos de artículos extranjeros, de donde se pro-
veían los de Medellín, Honda, Bogotá y otras plazas,
€omo ahora lo hacen directamente de Londres, París,
Hamburgo ó Nueva-York.
Era Mompós una ciudad muy respetable: por su
patriotismo y el valor de sus hijos ganó durante la
guerra de la Independencia el título de la Ciudad va-
lerosa; y sus comerciantes eran muy distinguidos por
su probidad, buen sentido y genio emprendedor, no
menos que por su espíritu público. Tenían un cemen-
terio muy notable por su aseo y ornamentación, buen
Colegio, buenas escuelas. Casa Municipal, Hospital y
Cárcel de cal y canto, amplios y muy bien servidos;
paseo sombreado por grandes árboles á orillas del río,
magníficas huertas de árboles frutales, y caserío de
-cal y canto y teja, sólido, de grandes patios y anchos
corredores.
92 La ciudad de Magangué
Entre las antiguas familias de esa ciudad, tal vez
condenada á desaparecer, han dejado recuerdo hono-
rable las de Martínez Pinillos, Ohoperena, Corral,
Ribón, Pino, Castellanos, Troncoso, Flórez, Jiménez,
De la Torre, Jaramillo, Blanco, Alviar, Obeso y otras
que no recuerdo ahora; pero no olvidaré el nombre
del señor Emigdio Mulet, de raza africana pura, tipo
de honradez, laboriosidad y benevolencia.
Sobre la ribera del brazo de Loba, unido yá con el
Cauca y el San Jorge, en la parte opuesta á Mompós,
está situada Magangué, otra de las ciudades impor-
tantes del Bajo Magdalena. Fundada en un principio
como escala comercial para los habitantes del Nordes-
te de Antioquia, que llevaban á las afamadas ferias
de Magangué y de Tacasuán, en los meses de Junio y
Septiembre, el producto de sus minas de oro para
cambiarlo por mercancías extranjeras, que introdu-
cían luego al interior por el Cauca, el San Jorge y el
Nechí — su importancia ha aumentado con la deca-
dencia de Mompós, y hoy sus casas de cal y canto y
teja, varias de ellas de dos pisos, á la orilla del río,
dan testimonio de su prosperidad. A su espalda, hacia
el Sur, se extiende una Mesopotamia espléncfída,
formada por el brazo Moján, del Cauca, que se apar-
ta al Oeste en busca de las cuatro ramas por donde el
San Jorge le tributa sus aguas; los cuatro caños en
que el Cauca se divide antes de entrar al Magdalena,.
y últimamente, el que un poco j|^ás abajo de la ciudad,
se junta con la corriente principal — el río Sicuco, des-
prendido del brazo de Loba ocho ó nueve leguas abajo
del Banco. Esa serie de canales, que se extiende des-
Las llanuras de Bolívar 93
de el Banco hasta Tacaloa, y desde el brazo de Mom-
pós hasta el San Jorge, forma una red Je más de
ciento cincuenta leguas de canales navegables, que ha-
rán de esa fértil llanura una región no menos famosa
que la de Oanaan, surcada por el Eufrates y el Tigris,
entre Europa y el Asia. Séanos permitido, yá que es
tan triste el tiempo en que nos ha tocado vivir, rea-
nimar el espíritu con las visiones de la esperanza.
Hacia el Occidente, traspuesta la angosta cuchilla
de San Jerónimo, se extiende otra llanura regada por
las vueltas y ramificaciones del río Sinú, que se pro-
longa hasta el Grolfo de Morrosquillo, en donde, sobre
la boca de este río, se encuentra el espléndido puerto
de Cispata, amplio, profundo y abrigado de los vien-
tos nortes, temibles en esa costa. Ese es el territorio
tan célebre en los anales de la primera colonización
española, en donde el conquistador Pedro de Ileredia
encontró en sus famosas sepulturas una cantidad de
oro superior á la que en el Perú produjo el rescate de
Atahualpa; pero falta descubrir las minas de donde
ese oro procedía, las cuales den quizás algún día ori-
gen á la fundación de otra California. También las
riquezas auríferas de ésta estuvieron ocultas durante
tres siglos á la investigación codiciosa de los conquis-
tadores españoles y de sus sucesores los criollos me-
jicanos.
Más hacia el ISorte se reúnen esas dos llanuras en
la hoy rica y agradable mansión de las sabanas de Co-
rozal, en donde pacen más de 500,000 cabezas de ga-
nado vacuno, cuya reproducción no sólo abastece de
carne en abundancia á todo el Estado de Bolívar y al
Norte de Santander, sino queda de 15 á 20,000 novi-
9i Las sabanas de Corozal
líos gordos para la exportación hacia las Antillas y el
istmo de Panamá, amén de un número no desprecia-
ble qne empieza á salir hacia el Estado del Táchira,
en la República hermana de Venezuela, atravesando
los fragosos caminos de O caña.
La reproducción de 500,000 cabezas, á la rata or-
dinaria en este país, de 20 por 100 al afio, representa
100,000 vacas y novillo?,cuyo valor de $ 2 á $ 2. 500,000,
á favor de salidas fáciles y seguras, forma una renta
muy confortable para los dueños de esos rebaños.
Ese ganado da, en novillos de 4 á 5 años, de 14 á 16
arrobas de carne, y una ó dos de sebo, en los pastos
naturales de la sabana: engordados en buenas dehesas
de para ó de guinea, puede rendir hasta un 20 por
100 más; de suerte que su calidad es poco más ó me-
nos igual á la de los hatos del Chaparral y de Ortega
en el Tolima.
En esas mismas llanuras se cultiva tabaco en can-
tidades considerables; pues la exportación de él al
mercado de Bremen llegaba á cerca de 100,000 quin-
tales por los anos de 1855 á 1865; pero esos guaris-
mos han disminuido considerablemente.
Pudieran producir también algodón, azúcar, cacao,
arroz, maíz y otros muchos artículos; pero faltan aún
industria, capital y brazos suficientes, que sólo una
buena inmigración extranjera podría suministrar de
pronto: ella daría industria y brazos, y el capital ven-
dría en el momento en que esas otras dos condiciones
ofreciesen atractivo á su inversión. En suma, la ban-
da occidental del bajo Magdalena, poblada yá por más
de 300,000 habitantes con las cuatro ciudades de Ma-
Riqueza del bajo Magdalena 95
ganglio, Sincelejo, 0:ii*tngen;i y B irranqnilhi, y con va-
lores que bien pueden montar á $ 40.000,000 (pnessohi-
ment2 sus ganados valen $ 7 lí 8.000,000; sus empresas
dtí nivpgicióa por vapor en el Miglihma, corea de
I "3.000,000, y l<H caseríos do C irtagíu ly B u'ranqailla,
más de S 6 ú $ 8.000,000 cada uno ); la b luda occiden-
tal del Magdalena, digo, quizás está yá en camino de
una prosperidad rápiíla y segura. Sólo le falta educación
popular; pues sus escuelas publicas han dejado mucho
que desear, y su población, de razas mixtas, aunque
inteligente y robusta, carece, aun en sus ocho décimas
partes, de esa iniciación suprema al misterio de la vida,
de ese bautismo de la civilización que se llama saber
leer y escribir.
La banda oriental es menos afortunada en sus con-
diciones: el suelo, que es alto y con buenos declives
hacia el Magdalena y el mar en la occidental, parece
carecer aquí de esta condición: los derrames del Mag-
dalena y del Cesar ocupan graneles extensiones en
ciénagas y pantanos, el rnar estí mis distante y los
ríos que recorren el interior, — el 0<ísar y el Ranche-
ría,— son mucho menos navegables. Quizás esto expli-
ca por qué esta sección no llega á la tercera parte de
población de la del lado opuesto, pues no alcanza qui-
zás á 100,000 habitantes.
Ea cambio tiene igual fertilidad, y en los senos
de las cordilleras Nevada y T airona, valles magníficos
de temperaturas variadas, desde 27° hasta 12° del
centígrado, en la inmediación misma del mar, en
donde podría albergar sin peligro, — cuando la parte
baja esté poblada y cultivada, — las inmigraciones de
96 El Cesar y el Ranchería
raza europea. En las llanuras del alto Ranchería y en
las del bajo Cesar tiene también de 150 á 200,000 ca-
bezas de ganado vacuno: en las inmediaciones déla
Ciénaga grande de Santamarta y en las fnldas de la
Sierra Tairona, sobre el valle del río de la Fundación,
hay alguna agricultura ocupada rn la producción de
cacao, algodón, azúcar, ron y plátanos: artículo este
último que pronto empezará á exportar en grandes
cantidades; también en las fjiLlas interiores de la Sie-
rra Nevada los capitalistas de Riohacha em[)iezan á
fomentar plantaciones de café.
La población de este Departamento no cuenta qui-
zás 100,000: sus dos ciudades principales de la Costa,
Santamarta y Riohacha, no llagan tal vez á 3,000
habitantes cada nna: las dos del intPrior, Valledupar
y Chiriguaná, están en plena decadencia, y probable-
mente no alcanzan á 5,000 habitantes entre las dos, y
la riqueza general de la región quizás no sube á
I 10.000,000.
No cabe duda, sin embargo, de que á ésta le es-
pera también un gran porvenir á f.tvor de las riquezas
naturales que las cordilleras NiVfída y Tairona ocul-
tan en su seno, así como de la exuberante fertilidad
de sus valles. Elíseo Reclus, el geógrafo distinguido,
que por cerca de dos afios residió en ella con inten-
ción de formar una colonia de inmigración francesa,
habla en los términos más lisonjeros de las ventajas
que brinda para la colonizaííión, por la asombrosa
productividad del suelo, climas salubres del interior
y carácter dulce y hosj)itabirio de sus habitantes. El
sospecha que en edades remotas el Magdalena co-
Los valles del Cesar y el Ranchería 97
rría por el lecho actual de los ríos Cesar y Ranchería
y formaba un inmenso lago de agua dulce, semejante
^1 de Maracaibo, en la Ihmura en que hoy existen los
pueblos de San Juan, Fonseca, Barranco, Cañaveral,
Urumitas, Badillo y Valledupar, hasta que el levan-
tamiento de la Sierra Nevada rechazó sus aguas ha-
cia el Occidente, á un golfo que entonces se extendía
-entre Cartagena y Santamarta, colmado después por
los aluviones del río. Citaré aquí algunas de sus pa-
labras:
"En la actualidad el levantamiento del suelo que separa la
hoya del Ranchería de la del río Cesar, afluente del Magdale-
na, es tan débil, que fácümente se podría excavar un canal que
uniese las aguas del Magdalena con el puerto de Kiohaclia. Si la
Nueva Granada comprende sus intereses, uno de los primeros
caminos de hierro que debería construir sería el de Riohacha á
Tanaalameque, sobre el Magdalena; la corriente comercial se-
guiría el curso trazado por la corriente de las aguas en las eda-
des geológicas, y atravesaría una hoya de gran fertilidad, sem-
brada yá de numerosos centros de población ....
"Uno de estos pueblos, Villanueva, adonde llegué dos
días después de haber pasado la cuesta de San Pablo, llamó mi
atención, sobre todo por su apariencia de prosperidad y su
situación maravillosamente bella. Las casas, pintadas de ama-
rillo, están sombreadas por árboles de rara opulencia aun en
la zona ecuatorial; bellos caminos, sobre los cuales podrían cir-
cular los coches, irradian en todos sentidos; acequias ó arroyos
para el regadío corren sobre las piedras con dulce murmurio
y mantienen en los jardines la más rica vegetación; á lo lejos
se extiende la sabana, inmenso río de verdura entre dos hileras
de montañas paralelas, una de las cuales tiene 2,000 y la otra
de 5 á 6,000 metros de elevación. A.1 Este la Sierra Negra (ra-
mificación de los Andes orientales), cadena relativamente mo-
desta y con todo más alta que nuestros Vosgos, abre sus an-
chos valles y desplega sus cimas redondas, encima de las cuales
a\ Cerropintado, dispuesto como una gran fortaleza rectangu-
lar, proyecta bastiones alternativamente blancos y negros. Al
Oeste, la Sierra Nevada, con escarpes rojos y desnudos, corona
su enorme muralla, coa picos tallados en forma de pirámides
y cubiertos de nieves inmaculadas, que semejan un revesti-
miento de mármol blanco. Cuando los rayos del sol naciente
aparecen sobre las cumbres de la Sierra Negra y van á golpear
las crestas del lado opuesto, dibujan primero ea el cielo una
7
98 Los valles del Cesar y el Ranchería
especie de inmensa bóveda luminosa, y después encienden aquí
y allí faros resplandecientes sobre los picos de la Nevada; poco
á poco la luz empieza á chorrear sobre los costados de los mon-
tes como un inmenso incendio, envuelve la cadena entera con
su manto de fuego, y esparciéndose por la llanura, convierte en
innumerables diamantes las gotas de rocío y el agua chispean-
te de los torrentes."
La Sierra Nevada ha sido teatro, durante los últi-
mos veinticinco años, de diferentes ensayos de coloni-
zación europea, probablemente mal estudiados y di-
rigidos, con fondos insuficientes, siempre con mal
resultado. Acaso las poblaciones europeas, y sobre
todo la francesa, familiarizada con las nuevas comodi-
dades de la vida en el siglo presente, carecen de esa
energía que en el xvi mostraron los españoles en la
conquista de estos países, y del espíritu austero que los
puritanos ingleses desplegaron en la primera coloniza-
ción de la América del Norte; región mucho más in-
clemente y desolada que nuestras tierra's ecuatoriales.
Me alienta la esperanza de que, no muy tarde, la ex-
plotación de sus minas de cobre, de las de carbón, ó
quizás tal vez la mera exportación de plátanos en
grande escala, como yá se hace en Colón, en Puerto
Limón de Costa Rica y en Honduras, darán origen á
prósperas colonias agrícolas de población colombiana
aclimatada, detrás de las cuales podrá venir con se-
guridad la inmigración europea á establecerse en los
valles altos de la cordillera, en lugares libres yá de
las influencias palúdicas de la costa del mar y de las
sabanas anegadizas de las orillas délos grandes ríos.
Una vez empezada esa corriente, no se detendrá.
X
'r^#^5lí#^lif?#^#ílíl^#^^
CAPITULO X
VALOR TRASCENDENTAL DEL RIO MAGDALENA
Resumen.— Comparación entre el valle del Magdalena y el resto
de la República. — Comercio por el río Magdalena. — Los va-
pores de este río. — Valor de éste para la industria del país. —
Necesidad de mejorar el canal navegable. — Cambios en el
lecho de éste. — Sus inconvenientes. — Gran inundación en
1886.
Resumiendo el valor y la importancia del valle del
Magdalena, comparado con el resto de la República,
obtendremos este resultado:
Territorio. Población Riqueza general.
Millas cds.
Alto Magdalena. . . í¿5,000 900,000 $ 156.000,000
Magdalena central. 20,000 1.500,000 200.000,000
Bajo Magdalena. . 55,000 400,000 50.000,000
Totales 100,000 2.800,000 $ 406.000,000
RESTO DE LA BEPUBLICA
Territorio. Población. Riqneía
Millas cds. general.
Estado del Cauca, 250,000 600.000 $ 60.000,000
— de Panamá 32,000 300,000 12.000,000
Territorios de Ca-
sanare y S." Mar-
tín 20,000 (Civilmda) 40,000 1.000,000
Pasan 302,000 940,000 73.000,000
100 Valor comparativo del ville del Magdalena
'
Territorio.
Población.
Riqneza
Millas cda.
general.
Vienen
30á,0U0
940,000
78.000,000
Hoyas del Meta y
del Zulia en los
Estados de Boya-
cáy Santander...
6,000
160,000
8.000,000
Península Goajira
10,000
25,000
1.500,000
Totales
318,000
1.12o,0D0
82.500,000
Totales de la Re-
pública (1880)
418,000
3.925 000
488.5'00,000
Asi pues, el valle del Mfigdalena ocupa tan sólo
la cuarta parte del territorio de Colombia; pero con-
tiene las tres cuartas partes de la población y las cua-
tro quintas de la riqueza general.
La zona oriental del Magdalena sostiene monos de
la mitad de la población ganeral de la República y es
poseedora de más de la mitad (53 por 100) de su ri-
queza. En la zona occidental vive la cuarta parte de
(1) Por indisculpable descuido de nuestro Gobierno Gene-
ral no tenemos en nuestro país estadística alguna relativa á la
riquezi general del país; pero hay muchos datos parciales es-
parcidos en diversas publicaciones que he podido consultar
p^ra presentar, — como msra aproxim ición de muy poco va-
lor,— los guarismos anteriores. Entre ellas: las estadísticas del
comercio exterior que, con laboriosidad digna de toda estima-
ción, compila auualm3ute, desde hace más de veinte años, el
señor A.lejandro Roa. Jefe de la Sección de Aduanas, en el Mi-
nisterio de Hacienda; los catastros de la propiedad territorial
de Cuadinamarca, Boyacáy Sintander, formidos en las Admi-
nistra ñones de los señores Aldana, Pérez (Felipe) y Villamizar
Gallardo; las estadísticas del movimiento comercial de los ca-
minos de Cundinamarca, que recogían hasta hace pocos años
las Juntas ds dichos cuninos; las noticias estadísticas déla
proiucción en los Estados de Antioquiay Santander, que algu-
nos de sus Gobiernos han solido recos^er y publicar, principal-
mente los qu3 presidieron los señores Pedro J. Barrio y José
María Villamizar G.i lardo; las de la navegación del Magdalena,
que hi publicado la Inspecaióa fluvial de Birranquilla, el valor
de los remates de los derechos de degüello y de peajes en va-
rios Estados; las del movimiento de los ferrocarriles de Cúcuta,
La Dorada y Bolívar, etc.
Comer dio por el Magdalena 101
la población de Colombia, con cerca de la tercera par-
te (30 por 100) de la riqueza.
Así pues, sobre las orillas del alto y del bajo Mag-
dalena hay establecida en el Tolima, en Bolívar y en el
Departamento del mismo nombre del río, una pobla-
ción que no baja de 700,000 habitante?, y en su parte
central bregan por abrirse paso fácil hacia él las de •
Oundinamarca, Boyacá, Santander y Antioquia, que
reúnen 2.300,000 más. Esas poblaciones dan origen á
un comercio que las estadísticas de la Inspección
fluvial sólo hacen subir por año á 223,000 cargas (de á
10 arrobas cada una); pero que, á juzgar por el movi-
miento de la aduana de Barranquilla, — que se ali-
menta en su totalidad del comercio del río, — y de la de
Cartagena, ana mitad del cual, á lo menos, tiene el
mismo origen, probablemente no baja de 300,000.
Kilogramos.
La exportación por Barranquilla en
1887 da un guarismo de 15.997,610
La importación por id. en id. da un
guarismo de 10.046,876
La exportación por Cartagena es de
(16.183,399) la mitad 8.091,699
La importación por id. (5.774,194) id. 2.887,097
Total (equivalente á 296,184 cargas de
á 125 kilogramos) 37.023,282
En estos guarismos, que se refieren exclusivamente
al movimiento entre Barranquilla y Honda en buques
de vapor, no está comprendido el que se hace entre
c los diversos puntos del río, como, por ejemplo, entre
102 Comercio de exportación
Nare y Puerto Berrío con Honda, ni el de balsas, ca-
noas y demás embarcaciones menores, que no es del
todo despreciable. Puede juzgarse que el tráfico del
río entre Honda y Barranquilla no baja de 350,000
cargas anuales, — diez veces mayor, á lo menos, que
ahora medio siglo, cuando la exportación era insig-
nificante, casi reducida á oro y maderas de tinte,
y la importación no pasaba de dos millones de pesos
anuales.
La proporción entre el tráfico de subida y el de
bajada se computa en un 40 por 100 la primera, y un
60 por 100 la segunda del gurismo total.
Los principales artículos transportados en 1887
fueron :
EXPORTACIÓN (por EL RÍO MAGDALENA)
Quintales.
Café 126,246
Tabaco 38,000
Cueros 59,500
Caucho 11,040
Quina 4,200
Cacao 29,644
Palo-mora, tagua, viguetas y tablas de cedro, gua-
yacán y otras maderas, y una gran variedad de otros
artículos, constituyen el resto.
IMPORTACIÓN (por EL RÍO MAGDALENA)
Quintales.
Alimentos 24,096
Vinos, licores y cerveza 19,181
Los vapores 103
Quintales.
Telas de algodón, lino, lana, cáflanio
Tseda , 72,208
Loza, cristalería y vidriería 6,889
Artículos para alumbrado 10,825
Drogas y medicinas 6,683
Papel, libros y útiles de escritorio. . . 5,092
Artículos de hierro, acero y otros po-
cos variados 37,102
El valor de los efectos transportados puede estimar-
se, computando, respecto de la importación, el valor
de factura, los fletes, seguros, comisiones y derechos
de importación, y respecto de la exportación su precio
primitivo y fletes hasta Barranquilla, en $ 30.000,000
'(moneda de plata de 0,900).
Los fletes pagados sobre 300,000 cargas transpor-
tadas en vapores, pueden valuarse en poco más de
$ 1.000,000, á razón de $ 3-40, por carga; pero en el
presente afío el precio de aquéllos ha subido sensi-
blemente,— en una proporción mayor que la del des-
cuento del papel-moneda circulante. Cuesta, pues, el
transporte 4 por 100, poco más ó menos, sobre el va-
lor de los artículos transportados.
El servicio se hace por veinticinco vapores, de los
cuales veintitrés circulan de Honda para abajo y dos
de Honda para arriba. Estos veinticinco vapores^ que
tienen capacidad total para transportar 40,000 cargas
encada viaje redondo,pueden estimarse en $ 1.000,000,
á razón de % 40,000 uno con otro.
Hacen sus viajes en ocho días de Barranquilla á
Honda (á veces en menos tiempo, pues ha habido via-
jes de cinco y medio días), y en tres, ó á lo más en
104 Viajes y fletes
cuatro, el de bcijadii; pero es muy frecuento el de se-
tenta y (los horas en cuarenta y ocho horas de vapor.
Caminan á razón de cuatro leguas por hora á la
bajada, y de dos leguas por hora á la subida, en tér-
mino medio
De la boca del Lebrija para abajo pueden ca-
minar de noche: de ahí para arriba sólo con río
lleno y noches muy claras pueden hacerlo hasta Puer-
to-Berrío.
Calculando el tiempo que se emplea en cargar y
descargar, y los trastornos inevitables que causan de-
moras, estos veinticinco vapores pueden hacer veinte
viajes redondos en el aüo y transportar 800,000 car-
gas; es decir, el doble del tráfico actual.
El número de pasajeros que condujeron los vapores
en 1887, entre Honda y Barranquilla, fue de 4,451 á
la bajada, y de 3,031 á la subida. La diferencia nota-
ble entre estos guarismos debe de proceder del envío
de tropas del interior á la Costa. El precio de los pa-
sajes es de cuarenta centavos por legua á la subida y
la mitad á la bajada, y representa, sobre 7,000 pasaje-
ros, más de $ 250,000.
Sumados fletes y pasajes, la transportación en el
río representa un gasto anual de $ 1.600,000 (en mo-
neda de plata de 0,900), incluyendo en este guarismo
el derecho fluvial que se cobra sobre las mercancías
transportadas, á razón de 40 centavos por cada 100
kilogramos, que debe producir cerca de $ 150,000
anuales.
300,000 cargas transportadas en 200 leguas con
un gasto de $ 1.300,000, ocasionan un gasto de, poco
más ó menos, dos centavos por carga y por legua.
Servicio que presta el río 105
Si el río no existiese y hubiese sido necesario cons-
truir un camino de tierra de 200 leguas de largo, que-
por su naturaleza fácil y económica proporcionase un
transporte de calidad semejante, la construcción de
ese camino hubiera sido tan costosa á lo menos como la
de un ferrocarril; el cual, al través de esas soledades y
esos climas, hubiera pedido no menos de $ 40.000,000.
Mas como este desembolso hubiera exigido una remu-
neración anual equivalente á $4.000,000 de intereses,
al 10 por 100 anual sobre el capital invertido, y de un»
15 por 100 más por gastos de conservación y servicio, ó
sea $ 6.000,000, esos $ 10.000,000 anuales, distribuí-
dos sobre 300,000 cargas, requerirían un flete de $ 33-
por carga, es decir, diez veces más que por el río
Magdalena.
Esta sola reflexión basta para mostrarnos que ese
río representa para el país una riqueza natural que no-
se puede estimar en menos de cien" milloí^es de
PESOS.
Reflexiónese un poco más sobre esta materia.
Si entre Honda y Barranquilla sólo existiese un
camino de montaña semejante al de Bogotá á Hon-
da,— en donde la transportación en diez días cuesta
$ 0-35 por carga y por legua— el flete de una carga
entre aquellas dos ciudades costaría $ 70, y el tiem-^
po empleado en transportarla no sería menos de tres
meses.
Si fuese un camino de ruedas que cobrase, como-
hoy el de la Sabana, á razón de ocho centavos por
carga y por legua, en aquellas 200 leguas, una carga-
I costaría $ 16.
106 necesidad de mejorar el cauce
En el estado actual de la industria del país, el río
Magdalena representa, pues, un ahorro de no menos de
$ 8.000,000 anuales al comercio general, y por este
solo cálculo se vecdrá en conocimiento de que no
tiene nada de exageración el avalúo que arriba se
le da.
El canal del río Mississippi se estima en los Esta-
dos Unidos en una suma de $ 2,300.000,000, veintitrés
veces mayor que la que damos aquí al Magdalena;
y la extensión navegable de aquél (incluyendo la de
sus afluentes) es apenas diez ó doce veces mayor.
Empero, un agente de esta magnitud no es sus-
ceptible de prestar todo el servicio de que es capaz, si
no se le completa con obras de conservación y mejora
incesantes. El Mississippi, á pesar del inmenso volu-
men de sus aguas, ha exigido el empleo de grandes
dragas para ahondar su cauce; de máquinas destina-
das á levantar los árboles que arrastra la corriente y
forman bancos de arena que obstruyen el canal natu-
ral de las aguas; de diques en sus orillas para preve-
nir la inundación de las tierras cultivadas y encajonar
las aguas en los grandes desparramaderos; de grandes
trabajos en la desembocadura para destruir las barras
que impedían el acceso á los buques de mar: trabajos
que en los últimos cincuenta años han ocasionado un
desembolso de cerca de $ 50.000,000. Con ellos el
Mississippi, que sólo daba paso en sus bocas á buques
de 14 á 16 pies de calado, se ha hecho accesible á los
grandes vapores del mar hasta Nueva Orleans, treinta .
y seis leguas arriba, y convertídose en una vía en ex**
tremo económica para la exportación de los frutos
Cambios en el cauce 107
agrícolas de todo el vulle; de cuya magnitud puede
juzgarse sabiendo que el solo articulo trigo representa
en la exportación más de 20.000,000 de cargas.
Esto es lo que se echa menos en el Magdalena,
pues la Junta de Canalización que funcionaba desde
1878, y cuyos primeros pasos vacilantes, si no die-
ron resultados visibles (excepto en el caño de Barran-
quilla y el peñón de Juana Sánchez, en donde sí los
dieron), á lo menos prometían no poco para después, —
parece que ha sido suprimida ó que no se ha vuelto á
organizMr. Esta debiera ser quizás materia de una
Oficina especial, á cargo de un ingeniero hidrógrafo
de toda competencia, y bajo la inmediata vigilancia
del Ministerio de Fomento.
La sección central del río, desde Yeguas hasta la
boca del Lebrija, está constantemente expuesta á va-
riaciones en su cauce y á regaderos, por causa, prin-
cipalmente, de los árboles arrastrados en las grandes
avenidas hacia el lecho principal de las aguas; de
•donde resultan muchos efectos perjudiciales. En pri-
mer lugar, la formación de grandes bancos de arena
al través del río, y en consecuencia la falta de fondo
suficiente para la navegación, lo que á su vez pro-
duce varadas, viajes dilatados páralos pasajeros, recar-
go de gastos para las empresas de navegación, en algu-
nos casos averías en los buques y aun naufragios en
otros. En segundo lugar, el cambio de cauce en el río
conduce á la destrucción de los bancos ú orillas en
donde yá hay población establecida, casas, labranzas y
otros establecimientos que es forzoso abandonar, en
ocasiones con pérdida de la labor de muchos años. En
108 Graves daños resultantes
tercer lugar, la formación de pantanos y trechos ane-
gadizos durante el invierno que, al secarse en los vera-
nos, son causa de emanaciones insalubres para los pa-
sajeros de los vapores y sobre todo para las familias
establecidas en las inmediaciones. Los correos se atra-
san, las mercancías no llegan en las épocas á propósito-
para su realización, y esa incertidumbre, relativa á la
duración de las operaciones comerciales, es ca,usa de-
paralización en los negocios. En consecuencia de esas-
dificultades, se hace preciso tener buques de gran ta-
maño para el invierno, y otros pequeños, de poco ca-
lado, para los veranos, lo cual envuelve una duplica-
ción costosa del capital de las empresas de navegación,.'
y alza indispensable de los fletes. En esta dificultad en-
calló por primera vez el señor Elbers, cuyos primeros^
vapores, el Sa^itander y el Gra7i Bolívar, calaban más^
de seis pies, y habiendo llegado en años de estación
seca prolongada, permanecían varados por meses en-
teros.
Si en el trayecto de que vengo hablando se obtu-
viese, por medio de trabajos bien dirigidos, un fondo-
permanente de seis ó siete pies en toda estación, en
lugar de veinticinco vapores grandes y pequeños, bas-
tarían cinco buques, de 2,000 cargas de capacidad cada
uno, para hacer con más comodidad el mismo servi-
cio y con un ahorro de 60 por 100, á lo menos, en eli
capital empleado en los vehículos, y de otro tanto em
los gastos de tripulación: lo que quiere decir que^ /
los fletes podrían también reducirse á una tercera^o
parte. :>
1^0 es menos grave el mal que resulta de la inse-j
Pueblos abandonados por el rio 109
íguridad de las orillas del río, en donde necesariamen-
te tienen que establecerse los primeros colonizadores.
No sólo casas y pequeñas labranzas son destruidas
todos los años por las grandes avenidas, sino aun
pueblos enteros; en otras ocasiones, no es al avanzar
las aguas, sino al retirarse, cuando causan la ruina.
vSi un leñador ó un agricultor no tiene já el río á la
vista para aprovechar el paso del vapor y ofrecer á éste
su leña 6 sus víveres, tiene que abandonar su hogar y
su labranza en busca de localidad más propicia. No
sólo pequeñas chozas han sufrido este daño, sino pue-
blos y aun ciudades enteras. Remolino, Plato, Tama- .
lameque, y en la estación seca todos los del brazo de
Mompós— distan yá bastante de los canales navega-
bies, con lo cual han perdido la mayor parte de su im-
portancia. Mompós, ciudad cuyo caserío no podía es-
timarse quizás en menos de un millón de pesos, si las
aguas no volvieren á su cauce acostumbrado, quedará
■sepultada, como Palmira éntrelas arenas del desierto.
Las avenidas del río, mal encauzado aún — semejan-
tes á las de las corrientes políticas, tampoco bien es-
tablecidas—son causa de mucha ruina para los intere-
€es que empiezan á formarse, y es necesario atender
'Con igual espíritu á unas y otras. También las ideas
apolíticas se salen de madre y atropellan á su paso algo
íque debiera ser conservado, ó apart.ándose de su cauce
•antiguo, relegan á olvido injustificable instituciones ó
tendencias, frutos de la evolución natural de la vida
liumana. Tanto en el orden físico como en el orden
<moral, las grandes avenidas son señal de fuerza, y son
«ellas las que acabarán por arrastrar en el uno las are-
lio La crecida de 1886
ñas, en el otro las preocupaciones, que son también
como el detritus del tiempo viejo, y formarán lecho
profundo y seguro á sus raudales. Así como no sería
posible detener permanentemente la corriente de los
ríos, tampoco podrá evitarse la marcha de las ideas
hasta su término.
A veces las crecidas del Magdalena son, aparte de
muy considerables, de mucha duración, y entonces el
mal toma proporciones de calamidad inmensa. Así
sucedió en 1886.
Ese año fue en extremo lluvioso en el país. La cre-
cida de Mayo fue extraordinaria, sobre todo en los ríos
Oarare, la Colorada, el Opón y el Sogamoso. Desde la
boca de este último para abajo, las aguas derramaron
por encima de bancos de 7 y 8 metros de altura,
é inundaron vastas extensiones, hasta cuatro y aun
cinco leguas ácada lado. Casas, plataneras, labranzas,
dehesas de ganado, todo quedó cubierto por el agua:
Cuarenta días y cuarenta noches
Llovió sobre la tierra Entre las aguas
Se fueron sumergiendo lentamente
Las selvas, las colinas, las montañas.
Rasgando el seno de enlutada nube
El sol apareció Su roja llama,
Que antes bañara bulliciosos pueblos,
Bañó de resplandor mundos de agua.
(Epifanio Mejía. La Paloma del Arca).
La gente huyó hacia las colinas distantes, abando-
nando sus hogares destruidos, y en las habitaciones
construidas sobre lugares elevados adonde la inun-
dación no llegó á más de 2 pies sobre los pisos, al-
gan¿is familias animosas formaron con tablas otro piso-
La crecida de 1886 111
más elevado, fuera de las aguas, y resolvieron aferrarse-
ai abrigo del techo paternal. En otras partes, destrui-
das las paredes laterales, pero firmes las columnas
principales que sostenían el techo, sus habitadores in-
trodujeron debajo de éste sus canoas, y en ellas dor-
mían, cocinaban y atendían á los últimos restos del
naufragio de su fortuna. Izada sobre fuertes tablas,
unidas entre sí por medio de gruesos bejucos, y pen-
diente de los brazos de algún robusto guayacán, vi
en unas partes la vaca de leche, en otras la muía en
que se acarreaba la leña de los cortes. Las gallinas,
inmóviles sobre una rama, recibían los granos de maíz
que en la mano les alargaban los niños, ó el agua que
en una totuma ponían al alcance de su pico. Sobre
praderas cubiertas por uno ó dos pies de agua se
veían errar como sombras algunas reses, buscando
inútilmente un trecho enjuto en donde acostarse, sos-
tenidas yá sólo por piernas temblorosas á fuerza de
insomnio y de fatiga.
Yo pasé en Noviembre, y el diluvio, más prolon-
gado que el de Noé, duraba hacía cinco meses! Juz-
gúese del tormento de esas pobres gentes cuya misera-
ble riqueza había zozobrado, que no tenían á quien ex-
tender una mano enflaquecida en busca de caridad y en
medio de esa soledad profunda entre el agua y el cielo,
á diez, á quince leguas de toda habitación humana!
Más abajo el Cauca arrastraba también raudales in-
mensos y formaba con sus diversos brazos, los del San
Jorge y tal vez con el Sinú, un inmenso lago. En Ma-
gangué, ciudad construida sobre un banco de 6 ú
8 metros de altura sobre las aguas medias, llegaban
112 Necesidad de investigar las causas de ella
'éstas hasta los balcones de los pisos altos, de cada uno
(de los cuales había amarrada una ó dos canoas. El va-
por en que bajábamos pudo amarrarse de una cruz
de hierro que sobre una fuerte columna de cal y canto
adorna el atrio de la iglesia. Construida ésta sobre el
terreno más alto de toda la población, su nave y un
pequeño espacio al rededor formaban la única parte
seca del caserío. Allí dormía todo el vecindario debajo
de toldos de lona ó de techos rápidamente formados
^on hojas de palma.
^n el territorio inundado vivían más de 40,000
.seres humanos, y cuando en el siguiente Abril volví á
pasar, se me informó que el desastre había causado la
muerte, por fiebres y disenterías, á más de 4,000 per-
ísonas, y por hambre y fatiga, á más de 30,000 cabezas
de ganado. Los daños en las propiedades se estima-
iban en más de un millón de pesos.
La larga duración de esta crecida del río, de la.
<\ViQ no se tenía precedente en los últimos cincuenta
años, puede hacer sospechar que el obstáculo opuesto
por la barra de la Boca de Ceniza á la salida de las
aguas quizás represó éstas y fue una de las causas de
ese fenómeno, de difícil explicación por otras hipóte-
sis; pues el invierno, aunque á la verdad muy crudo
en los meses de Mayo y Octubre, no lo fue tanto en
los restantes del año, á lo menos en el interior de la
Cordillera Oriental, de donde proceden el Carare, el
Opón y el Sogamoso. íü
Sería, pues, conveniente estudiar con cuidado la in-
Auencia de las barras de los .ríos en las inundaciones de
la parte alta, como una preparación necesaria al acó-
Apertura de la Barra 113
metimiento de la apertura de la del Magdalena. La des-
trucción de esta barra sería una obra, — si pudiera lle-
varse á cabo con bastantes probabilidades de duración y
sin un gasto para el Tesoro ó gravamen para el comercio
que anule sus ventajas, — sería una obra, digo, de alta
importancia, que equivaldría á poner las poblaciones
de la orilla del río en la orilla del mar. Aparte de que
con ella pudiera proporcionarse al comercio exterior
una economía de gastos de transporte quizás hasta de
3 por 100 sobre el valor de dicho comercio, haría muy
fácil la exportación de ganados, maderas, frutas fres-
cas y otros artículos semejantes que no soportan los
gastos ni la avería inevitables en embarques y trasbor-
dos frecuentes. Subiendo los buques de mar algunas
leguas arriba de Barranquilla, podrían llegar á ser
frutos exportables muchos que hoy no lo son á causa
de los gastos de acarreo hasta el puerto, y esas pobla-
ciones ribereñas, medio dormidas, tendrían un nue-
vo campo en qué ejercitar su actividad, vendiendo
víveres y otros frutos á los buques y ocupándose en
las tareas de embarques y desembarques. De todos
modos Ja comunicación directa con extranjeros más
civilizados, sería siempre para aquéllas un estímulo y
una ocasión para aprender y aspirar á una condic-ión
mejor que la actual.
El Magdalena tiene tres salidas principales al mar:
1.* La de los caños de la Ciénaga de Santamarta,
<{\XQ son tres: el que se aparta en el pueblo de San An-
tonio, treinta leguas arriba del mar; el caño de Re-
negados, que tiene su origen diez leguas más abajo, y
^1 caño de Cuatro Bocas, frente á la ciudad de Ba-
rranquilla. 8
114 Bocas del Magdále^ia
2.* La de las Bocas de Ceniza, Ja más recta y por
donde corre la masa }>i"]"ncipa] de las agnas.
3.* La del cafio del Dique de Cartagena, sobre
la orilla izquierda del río, que se separa en el pueblo
de Calamar, veinticinco leguas arriba de la Boca de
Ceniza, en una dirección O. S. O., y desagua en la
Ciénaga de Matunilla, diez ó doce leguas al sur de la
ciudad de Cartagena, con la que se comunica por me-
dio del caño de Pasacaballos, defendido de los vien-
tos del Atlántico por las islas de Barú y Tierrabomba.
El delta, comprendido entre el mar de las Antillas
y los caños primero y tercero, abarca una superficie de
2,500 á 3,000 millas cuadradas.
De estas tres salidas, la primera (caño de San An-
tonio), que hoy no se presta al paso de vapores á causa
de la poca profundidad de las ciénagas que forma en
su curso, calcularon en 1865 los señores Gilbart y
West, ingenieros al servicio del Gobierno Xortcarae-
ricano, que podría adaptársela para el servicio de
buques de 6 á 7 pies de calado, con un gasto de
$ 565,000. También juzgaron les mismos ingenieros
que la de Cuatro Bocas podría ser mejorada en igua-
les condiciones con $ 240,000.
. La del Dique de Cartagena, con los mismos incon-
venientes que las anteriores, fue examinada en 1871
por el ingeníelo inglés Mr. Alexander Robert Terry,
llamado por el Gobierno Nacional; pero el informe
de éste no ha visto la luz pública, ignoramos por
qué motivo. Se dice, sin embargo, que un gasto de-
$ 500,000 sería suficiente para dar al canal la profun-
didad necesaria para admitir buques de 4^ pies de-
calado en toda estación.
Las ciudades del Delta 115
Lo mismo que ha sucedido con relación á los ca-
minos de Bogotá al Magdalena, — la competencia de
estas obras entre sí para reclamar la preferencia del
Gobierno en favor de cada una de ellas, — ha sido cau-
sa para que no se haya dado atención á ninguna.
En Santamarta fue preferida á la apertura de los
caños, el proyecto de construcción de un gran ferroca-
rril hasta el Banco, costeando la gran Ciénaga que for-
man en sus inmediaciones los derrames del Magdalena,
atravesando los ríos que bajan de la Sierra Tairona y
descendiendo luego por el valle del río Cesar hasta la
confluencia de éste, en una línea de más de sesenta
leguas. Con un gasto de más de $ 300,000 han sido
construidas las primeras cinco hasta Puebloviejo, y es
de temer que no se pase de allí; pero si, suspendiendo
por algunos afios, á lo menos, la continuación de ese
grandioso proyecto, se pensase en ligar la parte cons-
truida con la canalización do alguno de los caños, no
hay duda que ese trozo de ferrocarril sería de mucha
utilidad para el comercio y la agricultura de esa
sección.
Barranquilhi — situada á corta distancia del mar, —
tiene, como se sabe, un ferrocarril de 14 millas, que
la pone en comunicación con el puerto de Sabanilla,
y eso ha bastado para atraer á ella las ocho décimas
partes del comercio de tránsito del interior — que an-
tes tomaban la vía de Santamarta por el caño de Cua-
tro Bocas.
Cartagena, á pesar de los auxilios concedidos por
el Gobierno General á la obra del Dique, no ha lo-
grado hacerlo navegable de un modo permanente, por
116 El Dique
vapores de siquiera 3 pies de calado. Hasta ahora esa
obra ha sido superior á las fuerzas de esa ciudad.
De estos proyectos hablaré más detenidamente en
otro capítulo. Por ahora volvere á tratar del Mag-
dalena.
CAPITULO XI
LOS CAMINOS AL MAGDALENA
Dislribución de la población entre las diversas alturas de la
cordillera. — Caminos que los diversos grupos de población
necesitan, — Timanáy La Plata. — Chaparral y Ortega. — Iba-
gué y su comarca. — Valles del río Fusagasugá. — Bogotá y
las mesas de Cundinamarca. — Medellín y su comarca, — Chi-
quinquirá y Tunja, — Vélez, Moniquirá y Suaita. — Socorro,
San Gil, Barichara y Zapatoca. — El Circuito de Girón.— Oca-
ña. — Cúcuta y sus valles.
Para juzgar de la capacidad productiva de una co-
marca, el primer elemento que se debe tener en cuenta
es la población. La del valle del Magdalena (dedu-
ciendo la de la parte de los Departamentos demasiado
distantes de este río y que puede hacer uso de otras
vías para su comercio exterior) puede estimarse en
3.000,000, ó sea, sobro 12,000 leguas de superficie,
250 habitantes por legua, ó 28 por milla cuadrada.
Esta población está situada sobre el valle y sus
laderas montañosas, en esta proporción aproximada:
A la orilla del mar y del río, y basta 500
metros sobre el nivel del mar 700,000
Entre 500 y 1,200 metros 000,000
Entre 1,200 y 2,700 id 1.700,000
118 Los caminos al Magdalena
De saerte que hay 1.300,000 que pueden mover su
comercio hacia el Magdalena con poco gasto ó con la
construcción de algunos caminos de poca extensión;
en este caso están las poblaciones de Ocaña, Guaduas,
el valle del bajo Bogotá, Fusagasugá, La Palma, y al-
gunas de la cordillera Central, en los departamentos
del Tolima y Antioquia.
El resto, 1.700,000, situados á distancias de más
de 20 leguas del Magdalena y á más de 1,200 metros
sobre el nivel del río, necesitarán caminos relativa-
mente costosos para ponerse en comunicación con él;
l>ero todas las poblaciones actuales situadas desde 500
hasta 2,700 metros .sobre el nivel del río, sólo requie-
ren una extensión de 400 leguas de caminos para que-
dar ligadas con la arteria central del país. Serían las
siguientes:
Habitante» . Legaa&
1.» Cantones de Timaná y La
Plata 50,000 á Neiva 30
2.» Chaparral, Ortega, etc 20,000 á Girardot ÜO
3.» Ibatruó y pueblos comarca-
nos 30,000 á Girardot 20
4.* Fusagasugrá, Pandi, Car-
men, Melgar 20,000 á Girardot 20
5.» Bogotá y pueblos del Norte
de Cundinamarca 400,000 á Girardot 40
6.» Chiquinquirá, Tanja, etc. . . . 400,000 á Puerto Niño 40
7." Sonsón, etc 50,000 á Buenavista 25
8.» Vélez,Suaita,Moniquirá,etc. 150,000 á Puerto Niño ó á Carare. 36
9. * Socorro, San Gil, etc 200,000 á Opón ó al Sogamoso ... 36-
10. Medellín, etc 350.000 á Puerto Berrío 48
11. Bucaraniinga, etc 80,000 á Puerto Wilches, ó al Le-
brija 30
12. Ocaña 40,0i)0 á Puerto Nacional ó á la
Gloria 20
13. Gúcuta y Pamplona ( vía, de
Ocaña) 100,000 á Oeaña 25
1.890.000 390
De estos caminos, sólo los que comunican á Bogotá
y á Medellín pudieran merecer por ahora el gasto de
una vía férrea: en los demás, vías carreteras ó simple-
La Plata y el Chaparral 119
mente buenos caminos de montaña darían abasto al
tráfico actual.
La primera de éstas (La Plata y Timaná), casi
constantemente al través de llanuras de suelo firme,
destinada á dar salida al cacao, las quinas y los pro-
ductos minerales de los pueblos del sur de Neiva, tie-
ne, además, una importancia particular: la de ser
el principio de la que habrá de extenderse después
hacia el Sur, en busca de los pueblos de la parte alta
del Yalle del Cauca (Popayán) y de los que ocupan el
nudo de las tres cordilleras (Almagaer, Bolívar, Pas-
to, etc.); para quienes la vía del Magdalena no es
menos necesaria tal vez que la del Pacífico. Esta es,
pues, una vía que tiende, lo mismo que la de Barra-
gán y del Quindío, á afianzar la integridad del terri-
torio de la República, poniendo en contacto la parte
superior de los valles del Cauca y del Patía con los
del Magdalena, y también, en un porvenir más distan-
te, con las regiones orientales del Caquetá y del Ñapo.
La del Chaparral, que se prolongará luego por las
cuencas de los tributarios del Saldaña, — de los cuales
el Ata se interna profundamente en la cordillera Cen
tral, — serviría los intereses de la región minera que
empieza á explotarse en la parte alta de esos ríos (Co-
yaima. Órganos, Ataco, etc,), y acaso dará origen á
otra vía que conduzca al centro del valle alto del Cau-
ca, hacia Buga ó Palmira, y aun tal vez hacia Qui-
lichao (hoy Santander).
Esta es también una región agrícola, en donde,
aparte de las crías de ganado, — las mejores de todo el
Tolima, — empieza á cultivarse con buen éxito el café
y se produce trigo de superior calidad.
120 Ibagué y Fusagasugá
Igual objeto tiene el camino de Ibagué, ciudad en
donde principia el paso principal de la cordillera
Central hacia el valle del Cauca, y que conduce á la
magnífica colonización que los derrames de la pobla-
ción antioquefla hacia el Sur empiezan á fundar sobre
la cordillera Central, en el territorio comprendido
entre Ibagué y Mariquita, en la falda oriental, y Car-
tago y Manizales, en la occidental; territorio en que
hay yá establecidos, de cuarenta años á esta parte,
quizás más de 60,000 antioqueños, atraídos por la
fertilidad del suelo, la suavidad de los climas y la
abundancia de minerales de oro y plata.
Este es un camino que, quizás con menos de
$ 50,000, puede hacerse carretero, á favor de las es-
pléndidas llanuras que se prolongan, sin la más pe-
queña interrupción, desde Flandes hasta el Chicoral,
y desde Gualanday hasta Ibagué, en cuya línea de
15 leguas sólo se exigirían trabajos de alguna consi-
deración en las 4 ó 5 millas que se interponen al des-
cender al valle del río Coello.
Las mesas paralelas al Magdalena en el interior de
la cordillera Oriental, sobre las vertientes del río Fu-
sagasugá, pobladas yá por 20 á 25,000 agricultores
ocupados en la producción de azúcares, café, cacao,
arroz, y en la cría de ganados, forman una región
hermosa, fértil y en extremo sana, que, así como las
anteriores, sería muy á propósito para la inmigración
europea; pues son climas que apenas oscilan entre los
14° y los 22° del centígrado, en todo el año.
En el anterior capítulo se habló yá del proyectado
ferrocarril de Girardot á Bogotá. El pondría en con-
Tanja y Chiquinquirá 121
tacto más de 400,000 habitantes de la mesa fría de
Cundinamarca con otros tantos de los valles ardientes
del Magdalena, y daría origen á los cambios más fe-
cundos. Esta vía será el principio de la colonización
seria del valle del Magdalena (asunto de que trataré
más adelante), y la cabeza de una gran línea llama-
da á extenderse hasta el Atrato.
La de Chiquinquirá, Tanja y demás poblaciones
del centro de Boyacá hacia el Magdalena, cortando
las cabeceras del río Minero en la vecindad de las afa-
madas minas de esmeraldas de Muzo, en dirección á
algún punto al Norte de la boca del Rionegro, es pro-
yecto de que trató en los últimos años el Estado
de Boyacá, y en el que van invertidos quizás más de
I 200,000, — en trabajos hasta ahora estériles;— está
bastante distante todavía de su realización. Requiere
exploraciones pacientes para descubrir una depresión
de las cordilleras que evite contrapendientes costosas,
contrarias á las exigencias de una vía comercial. En
lugar de buscar al Norte del Rionegro soledades des-
conocidas, quizás la mejor dirección de este camina
sería la que buscase, por los distritos de Paime y Oa-
parrapí, la línea de Poncet proyectada en Cundina-
marca, cuyo término se encuentra al Sur de la embo-
cadura de este último río. Es indudable, sí, que las
densas poblaciones de Boyacá necesitan una salida al
Magdalena más corta que la del Carare, la de Honda,
ó la de Girardot.
Las poblaciones situadas sobre las vertientes pri-
meras del río de la Miel, Sonsón, Salamina, Aguadas,
Pacora, Abejorral, etc., en el departamento de Antio-
122 Sonsón y Calamina
«quia, forman un grupo de bastante poder para abrirse
un camino propio, siguiendo la hoya de ese río ó la
<le alguno de sus tributarios, como el San Julián ó el
Negrito, que unidos forman el Timaná ó Samaná del
;Sur, para descender al Magdalena en Buenavista, qui-
zás el más bonito de todos los pueblos que se encuen-
tran sobre el gran río, desde Honda hasta el Banco.
Tierras de labor, minas en explotación, bosques mag-
níficos, ricos en maderas de todas clases: nada le fal-
taría á este camino para atraer hacia él una población
numerosa y desarrollar una producción importante.
Este camino parece, por otra parte, obedecer al mo-
yimiento de la colonización antioqueña, inclinado
hacia el Sur mucho más que hacia el Norte de su te-
rritorio.
El grupo principal de la sección de la República
.que tiene por centro á Medellín, se muestra indeciso
.todavía acerca de la dirección en que deba buscar su
salida hacia el mar entre las tres que se presentan á su
«lección, y esta vacilación es en extremo desfavorable
é> su progreso. Hasta hace pocos años había seguido
■ei curso del río Nare á la población de este nombre;
pero en ocasiones parece haber querido dirigirse por
Ja hoya del Porcc, hacia la parte baja, en donde el
«Cauca torna á ser navegable, y con este objeto algu-
nos capitalistas fundaron en esa dirección la colonia
de Valdivia; otras veces ha mostrado inclinación á bas-
<íarse una salida por el Noroeste hacia el Atrato.
La línea del Porce hasta Zaragoza ó hasta Nechí,
ó la del bajo Cauca en dirección á Cáceres, implica-
rían la construcción de un camino de más de 60 le-
Del Atrato á Medellin 123
guas de extensión al través de una región montañosa.
Sería, pues, costoso en su primera ejecución, de con-
servación difícil y no sería nunca una vía económica.
El Atrato está casi á igual distancia de Medellín
que el Magdalena; pero la despoblación de sus orillas,
la barra de su desembocadura y la falta de puertos
concurridos en el golfo do Urabá, crean peligros de
inseguridad para los pasajeros y las mercaderías, sufi-
cientes para alejar de esa vía el comercio antioquefio
y decidirlo á preferir á todo trance la del Magdalena,
en donde el tráfico de tantos años ha acumulado tra-
bajosamente los elementos necesarios para su servicio.
En el Atrato sería preciso el gasto adicional de líneas
de vapores, establecer casas comisionistas, hoteles para
los pasajeros, y en la vía terrestre potreros para las
arrias, casas de posada y condiciones de seguridad y
comodidad, que son obra de no pocos años.
Hay una observación más á este respecto. En los
países nuevos y despoblados, como el nuestro, es una
necesidad que se impone la de concentrar los grupos de
población para gozar de las ventajas que produce la
asociación. La diseminación, de los habitantes es un
motivo de debilidad que tiende á mantener la pobreza
en todas partes y á reducir la posibilidad de los grandes
esfuerzos. Por la vía del Magdalena es hoy posible iin
ferrocarril ó á lo menos una vía carretera; por la del
Atrato apenas se podrá aspirar á un mal camino de
montaña. Dividiéndose en dos direcciones opuestas el
interés del Gobierno, habría que atender á la conser-
vación de dos caminos, porque no sería posible aban-
donar las poblaciones yá establecidas en el más auti-
124 Camino de Puerto Berrio
guo, y el resultado sería que ni uno ni otro podrían
mantenerse en estado satisfactorio. En el Magdalena
hay yá un interés nacional que importa sostener y
cultivar, una solidaridad de esperanzas que es un
vínculo de unión y de paz, lugares de reunión del an-
tioqueño con el cundinamarqués, el boyacense, el
santandereano, el boli várense, que los hace conocerse,
amarse, fundirse en un solo pensamiento de naciona-
lidad. En el Atrato todo sería soledad y aislamiento,
pues sólo una parte muy pequeña del comercio del
Cauca podría servirse de la generosa corriente de ese
gran río. Otra cosa serííi, si por 61 se hubiese trazado
la dirección del canal interoceánico, como en un
tiempo parecieron pensarlo el pueblo y el Gobierno
norteamericanos.
El ferrocarril antioqueño de Puerto Berrio cons-
truido yá en la cuarta parte de su extensión, siguiendo
el valle del Ñus, que sin duda se juzgó preferible al
del Xare. después de exploraciones detenidas, ha cos-
tado yá un millón de pesos al Gobierno Nacional y
otro tanto al del Estado; la parte más peligrosa y di-
fícil, que era la zona cenagosa de las vegas del río,
está vencida; de suerte que puede decirse que está
ejecutada, no la cuarta parte, sino la mitad de la
obra. Con un impulso más, que no es superior á la
potencia de los capitales y espíritu de empresa del
comercio y de la agricultura antioqueños, esa vía fé-
rrea puede ser terminada con ventaja inmensa para
los intereses del Departamento. Yá las minas del río
Ñus empiezan á ser trabajadas: luego se pondrá la
maquinaria americana al alcance de las del Porce,
Vélez, Moniquirá y Suaita 125
uno de los más auríferos de esas montañas, y cuando
el pito de la locomotora resuene en medio de las pobla-
ciones del valle de Aburra, el café, el algodón, la
caña de azúcar, todos los frutos de las tierras calien-
tes, serán arrancados al seno de la tierra por esa raza
inteligente, trabajadora y físicamante poderosa, una
de las más capaces en nuestro país de hacer uso de las
vías económicas.
No baja de quince millones el capital circulante
que en la sola ciudad de Medellín busca constante-
mente colocación en empresas comerciales ó mineras;
de suerte que dos ó tres millones invertidos en el ade-
lantamiento de esa vía no causarían perturbación
grave en los negocios, abrirían la puerta á mil empre-
sas nuevas y asegurarían el porvenir de esa fecunda
comarca.
Diez ó quince leguas abajo de Puerto Berrío sur-
ofirá más tarde, en la boca del Carare ó en la del
Opón, la cabeza de la vía directa que las poblaciones
de Vélez, Moniquirá y Suaita anhelan con perseve-
rancia, casi desde los primeros días de la conquista
española; vía que, según un proyecto reciente, podrá
enlazar también las poblaciones del Socorro y San
Gil. Si así fuese, y si al propio tiempo se encontrase un
paso de poca altura sobre la cordillera de Lloriquíes,
y terreno firme, abundante en piedra ó cascajo para
consolidarlo, con pocos ríos que atravesar, esas labo-
riosísimas comarcas de la antigua Socorro podrían
elevar á grandes valores sus manufacturas de algo-
dón, y ocuparse en grande escala en la producción
de café, tabaco, azúcares, licores y conservas de fru-
126 Del Socorro al Magdalena
tas. Es muy de lamentar que de los trabajos á que
dio origen el proyectado ferrocarril del Carare, no
quedase una trocha siquiera por el trazado de aquél,
trocha que hubiera podido convertirse después en una
buena vía de montaña.
Desde la frontera norte de Cundinamarca hasta
Bucaramanga, en una distancia de sesenta leguas, ha-
bía cuatro grupos distintos de población, separados
entre sí por la sierra de Gámbita y por las hoyas de los
ríos Saravita y Chicamocha: primero, el compacto gru-
po de Boyacá, que no ha tenido nunca relación directa
con el Magdalena; segundo, el de Vélez y Moniquirá,
que, probablemente á causa de haber sido esa la vía
del descubridor Gonzalo Jiménez de Quesada, quiso
conservar su salida al Magdalena por el Carare; ter-
cero, el del Socorro, San Gil, Barichara y Zapatoca, que
desde 1840 ó 1845 brega por encontrar una línea di-
recta hacia la boca de la Colorada ó á la del río Soga-
moso; y cuarto, el del antiguo circuito de Girón, que
desde los tiempos de la Colonia tuvo una salida siem-
pre difícil, unas veces por la vía del Pedral, sobre el
Sogamoso, otras al Puerto de Botijas, sobre el Lebri ja,
y recientemente otradirectíi á la Ciénaga de Paturia,
sobre el Magdalena.
Pues bien: esos cuatro grupos nunca pensaron en
ponerse de acuerdo en busca de una sola vía que, des-
pués de tramontar los filos de la cordillera Oriental,
atravesase el valle, cenagoso en lo general, de este río
hasta algún puerto de embarque. Cada grupo ha que-
rido tener camino y puerto propio sobre el Magdale-
na; y el resultado es fácil de prever: todos se han
Sus diversas vías 127
agotado en esfuerzos superiores á sus recursos, sin lo-
grar nunca una vía que merezca el nombre de tal.
Para resolver ese problema hubiera debido empe-
zarse por mantener exploraciones constantes sobre Ios-
pasos de la cordillera y sobre las vegas del Magdalena^
en busca las primeras de una depresión conveniente,,
y las segundas, de una zona de terreno alto y firme,
sobre la llanura hasta el río. Por falta de ellas, sinf
embargo, se han acometido empresas festinadas, en los^^
proyectados caminos de Puerto Niño, Carare, Barran-
cabermeja, La Colorada, Puerto Wilches, el Pedral,
Botijas y Paturia, en las que van consumidos, en los
áltimos cuarenta años, más de tres millones de pesos,,
sin resultado alguno positivo.
Sin embargo, pocas poblaciones en la República
serían tan capaces como las de la antigua provincia
del Socorro, de producir grandes valores para la ex-
portación ó para el consumo de las de la Costa.
Igual destino ha cabido á los caminos de Buoa-
ramanga. Todos han fracasado; pero á lo menos es^^
un honor para esa ciudad haber hecho grandes esfuer-
zos por ligarse con el Magdalena y haber levantado*
la producción de sus frutos exportables á guarismoí?-
de consideración.
Sus recientes plantaciones de café envían yá á los;
mercados extranjeros no menos de 60,000 quintales-
anualmente.
Entre 1879 y 1883 exportó probablemente de 250»
á 300,000 quintales de quina cuprea, que produjere»
de $ 5 á 6.000,000.
En la actualidad está construyendo acueductos goí-
128 Exploradores del valle
tosos para el laboreo de sus aluviones auríferos, y
se espera que estas empresas darán resultados que ha-
rán justicia al valor de los que las acometen.
Después de Cúcuta, es el principal mercado de mer-
cancías extranjeras en todo el Norte de la Eepública.
De seguro será en toda esa región la primera ciudad
que se verá comunicada con el Magdalena por una vía
comercial.
Puesto que he mencionado las tentativas infruc-
tuosas de la infancia de nuestra nacionalidad para
abrirse paso del seno de las cordilleras, en donde úni-
camente han podido vivir hasta ahora los descendien-
tes de raza europea colonizadora de nuestro territorio,
justo es que haga mención de los nombres de los ex-
ploradores de esas regiones del porvenir.
Los señores Raimundo Bernal y Ramón Ouéllar
fueron los primeros de quienes tengo noticia que bus-
caron la vía de Boyacá hacia el Magdalena, por los
años de 1868 á 1870.
El señor Felipe Landázuri, explorador y coloniza-
dor de las selvas del Carare, dejó su nombre en una
población fundada á la entrada de esas soledades, y
los señores Coronel Antonio María Díaz, Aquileo,
Jerónimo y Trino Parra, fundaron y han sostenido
establecimientos agrícolas sobre ese río y alguno de
sus tributarios.
Fue el señor General Pablo Duran, con el carácter
de Gobernador de» la antigua provincia del Socorro,
quien primero inició el proyecto de un camino hacia
el Opón, tarea que continuaron decididamente los se-
ñores Ramón Matéus y Lucas Caballero, sucesores de
Vías de Barranca-Bermeja y Faturia 129
aquél en use pueoto; ol último de los cuules perdió la
vida en una de sus exploraciones. En seguida el señor
George Von Lengerke, ciudadano alemán, fundó en
Montebelo, sobre la falda occidental de la cordillera
de la Paz, un gran establecimiento agrícola, con tra-
piche movido por vapor; y construyó, á sus solas ex-
pensas, un camino de ahí hasta el Magdalena, que no
pudo luchar contra la dificultad del suelo movedizo
de las selvas vírgenes en los grandes inviernos. El señor
Lengerke ha sido el empresario más audaz, de más
recursos y más fe entre los que han acometido esas
peligrosas empresas.
El señor Francisco Grellet, francés de nacimien-
to, parece haber sido el primer explorador de la vía
de Paturia; y el señor Roberto A. Joy, quien tomó á su
<íargo los gastos de la ejecución del camino; obra en
la que, bajo la dirección del señor Temístocles Pare-
des, entre otros, fueron invertidos más de 8 200,000
^ntre 1868 y 1870.
El General Solón Wilches, Presidente de Santan-
der en 1880 á 1884, acometió la dificilísima empresa
ÚQ construir un ferrocarril desde Puerto-Wilches, so-
bre el Magdalena, hasta Bucaramanga, bajo la direc-
ción del joven ingeniero colombiano, señor Abelardo
Ramos. En la orilla del río fueron levantados el prin-
cipio de una población, un hotel, casa para maquina-
ria, bodega, nna ó dos millas de carrilera provistas de
una locomotora; en fin, el principio de una grande
obra, favorecida por un trazado que se dice tiene mu-
chas ventajas. Las fiebres entre los trabajadores, la
escasez de fondos y la guerra local de 1884> pusieron
9
.130 Vía de Puerto Wilclies
término á esos trabajos, emprendidos con energía, pero
sostenidos con el sólo recurso de la fe que, si en los
tiempos del Mesías allanaba las montañas, en los pre-
sentes necesita estar sostenida por capitales abundan-
tes para realizar el mismo milagro.
El General Wilches alimentó por algún tiempo la
esperanza de dar remate á la empresa con el produc-
to de una fuerte contribución sobre la quina cuprea,
que se extraía entonces á razón de más de un millón
de pesos por año, juzgando quizás que con ello sólo
aplicaba una parte de la riqueza natural del Estado,
no la de los contribuyentes. Olvidaba, sin embargo,
que el valor de ese artículo no consistía en la quina
misma sino en el trabajo empleado en extraerla; de
suerte que esos valores, así como el del oro que se
saca de las minas, en rigor no es oro ni quina sino
trabajo humano convertido en una forma material.
Indudablemente habré omitido, por falta de noti-
cia ó de memoria, algunos otros nombres. Todos deben
ser salvados del olvido, porque la posesión d& una
salida cómoda, barata y sólida al valle del Magdalena,
será para los habitantes de la cordillera Oriental de
tanta importancia como lo fue para los Estados Uni-
dos del Norte la construcción del Canal del Erie, ó
como para los Israelitas el paso del desierto, desde la
servidumbre de Egipto á las tierras prometidas de
Oanaan.
Los caminos del río hacia Ocafla tienen interés,
no sólo para esa sección de Santander, sino para toda
la República. Es la primera región montañosa de
Vías de Ocaña 131
clima fresco y salubre, á propósito para la inmigra-
ción europea, que se encuentra poblada en la inme-
diación de nuestras costas. Provista de aguas abun-
dantes para la agricultura, y que á la vez le propor-
cionan doble salida al mar — por el Zulia, navegable
yá en sus confines, ó por el Catatumbo— tributario
también al lago de Maracaibo, — ora por el Magdalena
á Barranquilla, Cartagena y Santamarta, — si algún
día llegásemos á pensar con seriedad en el problema de
la inmigración extranjera, nuestras miradas deberían
dirigirse de preferencia hacia esa parte, como la pri-
mera escala adecuada para recibirla. Allí hay tierras,
baldías en abundancia que poder ofrecer al inmigran-
te, una base de población civilizada y trabajadora,
que puede pagar salarios altos al proletario europeo
en los primeros días difíciles de su colocación. IJna
vez aclimatado allí, puede pensar en escoger el pun-
to del interior que mejor le convenga.
Además, el territorio de OcaSa tiene una impor-
tancia estratégica para los casos de guerra exterior, ó
de guerra civil, que á nadie se le podrá escapar; por
decirlo así, es la primera línea de fortificación in-
terior, y el lugar destinado á servir de campo atrin-
cherado, ya sea para enviar auxilios á las ciudades de
la costa, ya para preparar los ejércitos destinados á
recuperarlas.
Así, éste fue el lugar escogido por el Gobierno de
las provincias Unidas en 1815 para acopiar los refuerzos
que se preparaban en auxilio de Cartagena, y la prime-
ra posición ocupada por el General Morillo para invadir
el interior de la Nueva Granada. Sirvió de base de ope-
132 Vías de Ocaña
raciones al General Carinona en su desgraciada cam-
paña de 1841, y al General Herrán en la que en 1842
emprendió para reocupar las provincias de la Costa.
En Ocafia principió el General Mosquera la orga-
nización del ejército del Norte en 1854. La pérdida
de esta ciudad fue funesta al General Bricefio, recha-
zado en el Banco en 1861. No liay para qué citar,
como se pudiera, ejemplos más recientes. Bastan los
enumerados para mostrar que las comunicaciones de
Ocafia con el Magdalena son de interés nacional en
los grandes conflictos de nuestro país. Ocaüa y el
Banco son la llave del interior de Colombia. .
Hase pensado en buscar aquéllas per diversas vías.
Unas veces por la directa de Loma de Corredor,
otras inclinándose ligeramente al Norte, hacia Puer-
to Nacional, que es la antigua vía y la más frecuen-
tada en la actualidad; ambas trasmontando el últi-
mo filo de la cordillera Oriental, interpuesta entre
el valle del Algodonal y el Magdalena. Asimismo,
siguien do el curso de la quebrada de Cuaré, en busca
del puerto de la Gloria, cerca de Simaua, todavía más
al Norte; la cual quizás, aunque más larga, sería la
más ventajosa, tanto porque es la que más se aproxi-
ma á las grandes plantaciones de café de esa región,
como porque ahorra contrapendientes en el paso de
la cordillera, operación siempre costosa y difícil en los
caminos.
También se ha sugerido la idea de prolongar el
ferrocarril de Cúcuta por el valle de los ríos Sardinata
y Oatatumbo, hacia la gran depresión que por esa
parte presenta la cordillera Oriental al Sur del cerro
De Cúcuta al Magdalena 133
de Bobalí, para salir, en Tamalameque, al río Mag-
dalena; prolongación de treinta y seis leguas des-
de Puerto Villamizar, al través de selvas vírgenes,
con toda seguridad insalubres; pero que proporcio-
naría dos ventajas de gran magnitud: la primera,
comunicar los valles de Cúcuta con los de Ocafia, y
concentrar toda la actividad del Norte de la Eepú-
blica en el río Magdalena; la segunda, abrir al tra-
bajo de nuestros nacionales y de los inmigrantes
extranjeros, un territorio magnífico para nuevas colo-
nizaciones. En este caso, Ocaña debería ligarse con la
anterior vía en algún punto de las vegas del Oa-
tatumbo, por medio de un camino de diez ó doce
leguas, que la comunicaría con los principales distri-
tos agrícolas de su comarca. Este proyecto hace rela-
ción al último de los ramales hacia el Magdalena arri-
ba indicado.
En proporción al número de habitantes y al área
ocupada por éstos, la actividad industrial de los valles
de Cúcuta es la más importante en toda la Eepública.
Con una población que no llega á 80,000 almas, pro-
duce más de 100,000 quintales de café, que valen
$ 1.200,000 (moneda de plata de 0,900), y con otros
artículos sus exportaciones suben á más de millón y
medio. Su importación de mercancías extranjeras tie-
ne un radio de consumo que llega hasta el Chicamo-
cha, y un ferrocarril de 33 millas le proporciona trans-
porte á un río navegable. Esa prosperidad no ha
podido ser detenida por la peste, ni por el espantoso
terremoto de 1875, que en un minuto no dejó en pie
una sola de las casas de su ciudad capital; ni por
134 De Cúcuta al Magdalena
las guerras civiles, en fin, más desastrosas que las con-
vulsiones mismas de los elementos.
Su comercio exterior, sin embargo, tiene que salir
al mar al través de una faja del territorio de Vene-
zuela, sujeto en tiempo de guerra á graves embarazos
y perturbaciones, y en tiempo de paz á impuestos de
tránsito, no del todo equitativos. Con este motivo el
comercio de esos valles ha querido abrirse una sali-
da hacia el Magdalena, de cuyo río sólo dista 25 le-
guas San José de Cúcuta; pero que se convertirían en
40 ó 50 con las vueltas y zigzags á que daría origen el
paso de la cordillera Oriental. El Poder Ejecutivo con-
fió en 1871 la exploración de esas vías al distingui-
do'ingeniero señor Nepomuceno González Vásquez, y
éste presentó cuatro proyectos: uno de ellos, el men-
cionado arriba, al través de los valles del Zulia, el Sar-
dinata y el Catatumbo, por el pie de los estribos septen-
trionales de la Cordillera. De los tres restantes, uno
se dirigía al lago de Paturia, pasando por los distritos
cafeteros principales, de suerte que pudiera empal-
marse sobre el valle del Magdalena con alguno de los
caminos de Bucaramanga. Otro tocaba los confines
del cantón en el pueblo de la Cruz, á seis leguas de
la ciudad capital, y de ahí se dirigía á terminar en
Barrancas, desde donde el río Lebrija es navegable
por vapor hasta el Magdalena. El último, el más lar-
go de todos, pues tenía un desarrollo de 55 leguas,
tocaba en Ocaua mismo, y de ahí debía bajar al Le-
brija en Loma de Corredor, ó al Magdalena mismo
un kilómetro más abajo.
Ninguno de los tres últimos reúne caracteres co-
De Cúc'uta al Magdalena 135
merciales. Caminos de moiitafia de 45 á 55 leguas,
en los cuales hay que subir y bajar cerros elevados,
atravesar valles cubiertos de bosque primitivo, y pasar
ríos de impetuosa corriente y grandes avenidas, no sir-
ven para operaciones comerciales en estos tiempos de
competencia febril con el resto del m\indo; esos cami-
nos devoran con sus fletes el valor del producto. Los
caminos de Diontaña deben ser de corta extensión. A
todo trance hay que buscar vías navegables: ríos, cana-
les, ó el mar. Si por la exigüidad del tráfico tampoco
se pueden hacer ferrocarriles costosos, hay que buscar
otro género de industrias; pero es inútil construir,
para el servicio de frutos agrícolas de poco valor,
caminos que exigen grandes gastos de conservación,
y por consiguiente, fletes muy altos. Esa es la expe-
riencia que tenemos de nuestros caminos de montaña.
El problema de nuestras vías comerciales al Mag-
dalena es, pues, de gran magnitud. Cien leguas de
ferrocarriles, otras tantas de carreteras y doscientas
de buenos caminos de montaña, exigen un desembol-
so de veinticinco á treinta millones de pesos, y serán
la parte no menos importante del programa de nues-
tros trabajos públicos en los doce próximos años del
fin de este siglo. No toda esa snma será preciso to-
marla del bolsillo de los contribuyentes: parte será
empleada como especulación de empresarios naciona-
les ó extranjeros, que se reembolsarán en períodos
más ó menos largos, bajo la forma de fletes y peajes;
pero no hay duda de que para llevar á cabo dicho pro-
grama en toda su extensión, habrá necesidad de crear
rentas públicas que produzcan uno ó dos millones de
136 Colonización del valle
pesos anuales, además ele las que hoy existen. Un país
de cuatro á cinco millones de habitantes, que muy bien
puede producir trescientos millones de pesos anuales,
á razón de $ 60 á 70 por cabeza (lo que sólo implica
un jornal de 17 centavos por cabeza y por día), puede
y debe invertir el 1 por 100 de su renta en estos gas-
tos esencialmente reproductivos.
Cuatrocientas leguas de caminos desde el corazón
de las cordilleras hasta el Magdalena, transformarían
el aspecto de este país y le comunicarían un progre-
so comparable al que todos los días nos causa asom-
bro en hi República Argentina. Con ese elemento,
nuestra población andina pudiera aumentar sus ex-
portaciones de café de 300,000 á 3.000,000 de quin-
tales; las de tabaco de 40 ó 50,000 quintales, á más de
1.000,000; las de cacao, algodón, ramio, juta, fique,
etc., á grandes guarismos; y sobre todo, nuestras mi-
nas de oro y plata, accesible yá para ellas una maqui-
naria perfeccionada, podrían dar, no S 4 ó 5 millo-
nes, á que llegan hoy, sino % 25 ó 30.
En los años de 1851 á 18G5, Ambalema producía
tres quintales de tabaco por cabeza de población. Los
distritos productores de café en Cúcutay Bucaraman-
ga obtienen una cosecha en igual proporción, y \os
12,000 habitantes que trabajan las minas de oro corri-
do en Antioquia producen un término medio de $ 250
por cada trabajador.
No serían solamente estas producciones las que
crearían la riqueza del país. Los bosques del Magdale-
Colonización del valle 187
na, — una vez que al favor de luienos caminos pudiese
situarse la población en los últimos estribos de la cordi-
llera sobre el valle — podrían mantener con mas ventaja
que en los Estados Unidos, en donde yá las labranzas
empiezan á servir de obstáculo, algunos millones de
marranos, mantenidos con frutas silvestres y con el
maíz fácilmente obtenido en esas vegas de fecundidad
prodigiosa. En dondequiera que algún cultivo hubie-
se despejado la selva, los pastos de para, de guinea y
de la India crearían dehesas para engordar los ganados
del Bajo Magdalena y provee)' abundantemente de
carne, no sólo á las poblaciones del valle, sino alas de
la Cordillera; como yá sucede en Cundinamarca, en
donde ia mitad del ganado consumido proviene de las
dehesas del Alto Magdalena.
Las inmensas llanuras cubiertas de pastos natura-
les que se extienden desde el Banco hasta el mar, á lo
largo del Cesar y el Ranchería (llamado Calancala en
las inmediaciones de Riohacha), sobre la orilla derecha
del Magdalena; y del Cauca, el San Jorge y el Sinú,
en la izquierda, que hoy mantienen más de un millón
de cabezas de ga?jado vacuno, tienen espacio suficien-
te para cinco ó seis millones; tanto como en el Estado
de Tejas en la Unión Americana. Para estos rebaños
^e abrirán los mercados de Europa y del Asia con el
perfeccionamiento de los buques frigoríficos, en algún
día no muy distante. A la colonización humana de
esas tierras vírgenes, en donde la malaria brota por
todas partes del seno de una capa profunda de vege-
tales en putrefacción, debe preceder la colonización
animal de especies más robustas que el hombre para
138 Colo7iización del valle
resistir esas influencias. Los rebaños de ganado vacu-
no han desempeñado en el mundo esa misión de pre-
cursores del hombre sobre los desiertos. Ellos huma-
nizan el ambiente, fertilizan la tierra y marcan al
hombre los lugares habitables, en donde ellos eligen
de preferencia su mansión.
Pero estos grandes progresos sólo podrán reali-
zarse mediante la colonización del valle del gran río;
problema difícil, en que van envueltas dos cuestiones
del porvenir:
La inmigración extranjera; y
La ocupación de regiones hoy insalubres.
-^ VvpJ >"j&^5áíE=
^:í%f%B^^RÍW%
CAPITULO XII
LA. lííxMlGRAClON AL VALLE DEL MAGDALENA
Necesidad de brazos extranjeros. — Condiciones que esta inmi-
gración requiere. — La raza blanca no es á propósito para
colonizar las tierras tropicales. — La africana es la adecuada
para iniciar esa empresa. — A ella se debe la colonización de
la América tropical.— Necesidad del cruzamiento entre laa
razas blanca y negra en América.
La inmigración extranjera ha sido, en los tiempos
modernos, el medio más rápido de progreso para un
país. En la antigüedad, inmigración y conquista eran
sinónimos; en la actualidad pueden serlo-á veces, pero
no es yá el caso más frecuente. Ella da los brazos ne-
cesatios para cultivar la tierra y para todos los demás
trabajos que requiere el desenvolvimiento de un país:
trae consigo industrias más adelantadas y hábitos de
disciplina social de países más antiguos. Sirve, en
fin, para mejorar la raza nativa por el cruzamien-
to con otra más fuerte y en un estado superior de evolu-
ción. Así, nosotros querríamos inmigración europea
civilizada, moralizada y provista de elementos de tra-
bajo, semejante á la que tan asombrosos resultados
está produciendo en los Estados Unidos, en Austra-
lia, en el extremo Sur del África, y en las provincias
del río de la Plata.
140 Razas inmigrantes posibles
Empero, sólo tres causas han dado origen en este
siglo á grandes corrientes de inmigración civilizada:]
Salarios altos;
Grandes minas de oro y plata recién descubier-
tas; y
Facilidad de adquirir tierras en propiedad en paí-
ses muy prósperos.
Aparte de estos motivos, los hombres que cambian
de patria han buscado también en la nueva relaciones
de lengua, climas, costumbres y estado de civiliza-
ción no inferiores en mucho á las de su país nativo.
Yá el nuevo mundo no ejerce esa fascinación poderosa
que tenía en el viejo sobre los espíritus, en los prime-
ros días del regreso del primer viaje de Colón. El
África, tan inmediata á las costas de España, Fran-
cia é Italia, apenas ha logrado atraer á la colonia fran-
cesa de Argel, en más de cincuenta anos, un pequeño
número de inmigrantes, relativamente hablando; pero
casi ningunos el Egipto, con excepción de algunas de
sus grandes ciudades, y nada ó casi nada las colo-
nias del Senegal, la Costa de Oro, el Congo y demás
países ecuatoriales. Abolida la esclavitud, las Anti-
llas, colonias pobladas por europeos desde tres siglos
atrás, han entrado en un período de decadencia. Las
Gruayanas, que no han participado de la convulsión
de la independencia en las repúblicas americanas de
origen español, están más atrasadas que estos países
revolucionarios.
La consideración del clima se ha sobrepuesto á
las ventajas naturales de fertilidad, producciones es-
pontáneas y adquisición de tierras en propiedad. Sólo
la zona templada ha tenido atractivo para el europeo. ^
Razas ininigrante^s posibles 141
El esi)iiñol se dirige Jicy de preferencia á Buenos
Aires en lugar de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas.
El inglés va en guarismos anuales de 100,000 á Aus-
tralia y Nueva Zelandia, dobles ó triples á los Esta-
dos del Norte de la Confederación Americana, y en
números insignificantes á la India, Borneo, Ceilán y
Jamaica. El alemán prefiere refundirse en la raza
americana del Norte á ir a colonizar sus recientes ad-
quisiciones en la costa de África. A despecho de gran-
des incentivos y de protección especial, la inmigra-
ción europea es muy débil en el imperio del Brasil, en
donde no ha penetrado lo que el sajón llama espíritu
anárquico de la raza latina.
Evidentemente, el inmigrante civilizado puede
prescindir de su patria, pero no puede prescindir del
teatro, de los refinamientos culinarios, ni del comer-
cio intelectual de otros hombres á la altura de sus ideas
y de sus conocimientos.
Los pueblos tropicales tenemos que renunciar por
algunos años á la esperanza de grandes corrientes de
inmigración europea, á menos de la intervención de
causas extraordinarias, como descubrimiento de gran-
des minas ú otras semejantes.
Sólo podremos tener dos clases de importaciones
humanas: las de raza amarilla (los chinos) y las de
raza africana.
¿Serían para nosotros un mal?
La raza mongólica parece yá estrecha dentro del
límite de su gran muralla, y deseosa de derramarse
por el resto del mundo. Habiendo conocido la Amé-
rica del Norte — la mansión en la actualidad quizás
más favorecida para la raza humana en toda la tie-
142 La inmigración de mongoles
rra, — allá hubiera querido dirigirse en grandes ma-
sas; pero las puertas de esa nación, antes abiertas de
par en par á todos los desgraciados, le han sido ce-
rradas con dureza. Recientemente ha ido á las islas de
Sandwich, en donde ha dado altas muestras de su
genio colonizador. También quiso dirigirse á Austra-
lia, en donde ha encontrado éntrelos ingleses la misma
antipatía que entre los americanos. Al Perú fue, no
espontáneamente, sino llevada por medio de concier-
tos obligatorios que constituían á los inmigrantes en
calidad de esclavos. Como tales fueron tratados en lo
general, naturalmente quisieron hacer las represalias
que estuvieron á su alcance, en robos y otros géneros
de venganza; y el resultado era fácil de prever: la
inmigración china cesó.
Después, atraídos por los trabajos del Canal, han
ido á Panamá, en donde han sido mejor recibidos, y
dado menores ó ningunos motivos de queja. De Pa-
namá pueden pasar á otras partes de la República:
esto es natural. La inmigración de mongoles está,
pues, á nuestras puertas, y es bueno pensar de ante-
mano en la manera como deberemos tratarlos.
Los antiguos esclavos africanos emancipados en los
Estados Unidos no tienen| muchos motivos para estar
del todo contentos con su suerte en los del Sur, sobre
todo desde que el Gobierno federal cesó de darles esa
protección celosa con que por algunos años los cubrió
contra el poder ó contra el odio ó el desprecio de sus
antiguos amos. Como lo veremos en el curso de estas
Notas de Viaje, cuando lleguemos á los Estados Uni-
dos, hay allí campo para atraer la inmigración de algu-
Inmigración de las Antillas 143
nos centenares de miles de raza africana con sólo su-
ministrarles algún pequeño auxilio para su pasaje, y
tierras baldías que ofrecerles en propiedad. En el
mismo caso están las poblaciones de color de todas las
Antillas, las cuales suelen venir a nuestras costas á
trabajar en la construcción de ferrocarriles — cuando
los hay, — ó en la tripulación de los vapores. En el
momento en que hubiese demanda de peones en el
valle del Magdalena para tr.abajos agrícolas, pudiera
contarse con ellos en no pequeño número. El día que
allí se paguen jornales medianamente altos, vendrán.
No temeré decir resueltamente que considero la
posibilidad de esas dos inmigraciones como una cir-
cunstancia feliz, y más aún, que debiéramos preparar-
nos para hacerles una recepción simpática, tanto en las
relaciones privadas como en la acción oficial.
Las tierras tropicales no han podido nunca ser ocu-
padas por la raza blanca sino con el auxilio de otra raza
mejor dotada para resistir las influencias físicas del
clima. Destruida por los conquistadores españoles la
raza indígena aclimatada en los trópicos — cuya con-
servación en las márgenes del Magdalena hubiera sido
de tanto precio para los trabajos futuros de coloni-
zación,— la América tropical no hubiera podido ser
colonizada sin el concurso de los hombres de color
que fueron traídos en calidad de esclavos. Sólo ellos
resistían la malaria de los bosques cenagosos, sólo
ellos eran superiores á los ardores del sol, sólo ellos
tenían la fuerza física que exigían las labores de las
minas y el descuaje de los bosques seculares. Ellos
cultivaron el suelo, construyeron habitaciones, abrie-
144 Inmigración africana
ron los primeros caminos, crearon hi primera riqueza.
Con esos auxiliares la raza conquistadora pudo rodear-
se de comodidades, eximirse de trabajos duros, resis-
tir la influencia del clima, consagrarse al estudio y
levantar el nivel intelectual de estos pueblos america-
nos. Más aún, á esos hombres fuertes, valerosos y do-
tados de altas cualidades de corazón, debemos, engran^
parte, nuestra independencia.
Ni las Antillas, ni Colombia, ni Venezuela, ni el
Brasil; más digo, ni los Estados del Sur de la Unión
Americana, cuyo clima es sólo semi-tropical, hubieran
podido ser colonizados sin el concurso de los afri-
canos.
Los servicios que á la raza blanca prestó su her-
mana menor, la de color oscuro, en calidad de esclava,
no serán menos importantes prestados en condición
libre y al amparo de leyes que consagren la igualdad
política de todos los hombres. El trabajo libre del
hombre de color será tan útil como el trabajo esclavo;
pero no estará acompañado de ninguno de los incon-
venientes de la esclavitud.
La inferioridad moral que se atribuye á la raza
africana es efecto, simplemente, de su estado de evo-
lución inferior; pero es susceptible de tanta elevación
y nobleza como la raza blanca, y gr¿in parte de los
defectos que se le atribuyen en el día, son obra de la
institución social que la puso á merced de la otra, acá
en América, no efecto de inferioridad de su organis-
mo, ni siquiera de su ignorancia y falta de cultivo
moral. Stanley, el famoso explorador de las regiones
interiores del África, nos refiere haber empezado sus
l'iDnlg ración africana 145
viajes por el Congo, bajo la iaii)i-osióa de desprecio y
aun de antipatía que los americanos del IS^orte profe-
san al hijo del continente oscuro; pero después de
tres años de exploración y de combates incesantes
con los aborígenes, regresó vencido por la nobleza, el
valor heroico, la abnegación y las sólidas virtudes de
esa fuerte raza, en quien, si son temibles las cóleras,
también es grande la compasión, firme la lealtad y
profundo el sentimiento del deber. Su naturaleza
moral, por una ley de equilibrio y correlación que
parece gobernar todas las fuerzas, está á la altura de
su naturaleza física.
Se la tacha de holgazana é indolente á las necesi-
dades de la civilización: ¿mas no serán los hechos ob-
servados á este respecto acá en América, un resultado
de la falta de compensación á sus trabajos injusta-
mente expropiados por una institución inicua? El
americano del ííorte más diligente ¿mostraría menos
repugnancia al trabajo si los frutos de él no hubiesen
de pertenecerle y sí pasar á las manos de un opresor?
Establézcase la relación natural entre el trabajo y la
propiedad del trabajador, y se verán desmentidas en
breve tiempo esas impresiones.
En el Sur de los Estados Unidos se creyó arruina-
da toda producción luego que los esclavos fueron ma-
numitidos, porque se juzgó, tanto en América como
en Europa, que la indolencia de los manumisos no
podía ser vencida sino con el látigo de los sobrestan-
tes. El mundo ha visto sin asombro que con sólo el
incentivo de buenos salarios ó de participación en el
valor de las cosechas por ellos producidas en las tie-
10
146 Inmiffració?i africana
rras de sus antiguos amos, la producción de algodón
y tabaco, azúcar y melazas, arroz y maíz, lia vuelta
en esos Estados no sólo á su antiguo pie, sino á gua-
rismos mayores. Por supuesto que no cambian en
pocos años instintos arraigados en el curso de si-
glos; poro desaparecerán del todo delante de la in-
fluencia poderosa de la justicia. ¿Xo se han transfor-
mado también, en menos de un siglo, con el estímulo
del ejemplo y de la instrucción, en hombres trabaja-
dores los salvajes indolentes hasta el canibalismo, que
Oook encontró en las isla« de Sandwich? ¿No llegaron
los negros de Marruecos, bajo la influencia de la civi-
lización árabe desarrollada en España, á un alto gra-
do de poderío y riqueza? Los árabes mismos del de-
sierto, que en el día parecen refractarios al trabajo y
al respeto. del derecho de propiedad, ¿no fueron tam-
bién, en el Califato de (Jórdoba, el pneblo más civili-
zado de Europa, á tiempo que en el resto del conti-
nente imperaba espesa la tiniebla de los siglos me-
dios?
En cuanto á la repugnancia física, nacida de gustos
estéticos engendrados por la costumbre y por una selec-
ción forzosa entre dos razas hasta ahora antagonistas,
bastará decir que no se trata de establecer ninguna mez-
cla obligatoria entre ellas. Si bajo el régimen de la
esclavitud pudieron cruzarse por iniciativa de los amos
mismos, no es de temer que en el medio de la libertad
subsista con mucha fuerza ese disgusto, sobre todo en
la vida de transición de regiones no cultivadas. El
cruzamiento de ellas, en lo que á la América españo-
la se refiere, es nn hecho principiado en España du-
Cruzamiento de las razas 147
rante la dominación de los moriscos, y continuado en
América como una necesidad invencible de la prime-
ra colonización. De ese enlace providencial ha resul-
tado un tipo intermedio que, — no temeré decirlo, —
con todo el vigor físico de la una, ha sobrepujado á
la otra en la belleza escultural de las formas, en sen-
timientos conyugales y en cualidades domésticas.
El cruzamiento de las razas, como medio de me-
jorar una y otra, es un liectio demostrado en biología,
en lo relativo á las razas animales sometidas al hom-
bre. La reproducción repetida en un mismo tronco,
produce degeneración en la especie, debilidad física,
esterilidad, enfermedades hereditarias. La raza va-
cuna degenerada en una localidad se levanta por el
cruzamiento con otra. Rebaños he visto en las orillas
del Magdalena, procedentes de razas europeas mejo-
radas, que enfermos y raquíticos por la acción de un
clima y de pastos á que no estaban acostumbrados,
fueron levantados á la salud y la robustez con sólo un
cruzamiento ocasional con la raza pequeña y desme-
drada del centro del Tolima, pero yá perfectamente
aclimatada. La raza caballar árabe produjo con su
cruzamiento la de sangre inglesa, y ésta á su vez,
con las demás del continente, ha dado origen á esas
espléndidas variedades del Perdieron, el Norfolk,
el caballo de cacería inglés, el trotero americano, etc.
Cruzamiento y selección son dos leyes biológicas que,
lejos de ser antagonistas, engranan y se completan.
La selección suministra los tipos: el cruzamiento los
propaga y diversifica de acuerdo con las condiciones
locales.
148 Cruzamiento de las razas
El cruzamiento de la raza europea con la africana
es una necesidad que, á mi sentir, se impone yá acá en
América, y no sólo en la tropical, sino en algunos países
de la zona templada. Parece incontestable que no se
encuentra yá entre las familias de raza blanca esa ro-
bustez física, esa constancia indomable, esa superiori-
dad irresistible que los primeros conquistadores mos-
traron sobre los pueblos indígenas de este continente.
Nótase decadencia física y moral, en camino á la
esterilidad entre los descendientes de esas antiguas
familias, las cuales van decreciendo en número, en
riqueza, en influencia política y social. Los ejemplos
que en contradicción de este aserto pudieran citarse,
quizás proceden de algún cruzamiento oculto con el
negro ó con el indio, que ha restituido á la sangre del
blanco el vigor físico antes desfalleciente. En Co-
lombia empieza áser elemento dominante el de las fa-
milias de raza mixta, que forman la masa más conside-
rable de población, y en quienes se notan más condicio-
nes de vigor físico, si bien no todavía, preciso es con-
sarlo, de superioridad intelectual. En los Estados Uni-
dos del Xorte, por lo poco que pude observar y por lo
que leí en los periódicos y en las relaciones de los
viajeros, la raza blanca de más de un siglo de anti-
güedad ha ganado en distinción y finura en los rasgos
de la fisonomía, todo lo que ha perdido en robustez
física; la talla parece haberse levantado á expensas de
la solidez de formas; de suerte que yá son poco comu-
nes esos cuerpos macizos, extraordinariamente fuer-
tes, que se notan en el tipo inglés primitivo. La mujer
americana, en las ciudades sobre todo, es inteligente
Cruzamiento de las razas 349
en gran manera; pero parece débil y enfermiza y tie-
ne una tendencia notoria á la esterilidad, con pérdida
evidente también de los sentimientos amatorios y de
los instintos de ternura maternal, sobre todo en las
grandes ciudades.
El mismo fenómeno parece observarse en Europa,
en donde el crecimiento de la población, en Fran-
cia, Italia y España, es enteramente lento. La idea
del lujo llevada al extremo, la pasión de los goces
refinados, el desarrollo de enfermedades infectivas
que se nota en aumento, son fenómenos que en
parte pueden atribuirse á la influencia de la mise-
ria, y á la perversión de la aristocracia por otra; pero
también pueden ser considerados como síntomas de
la degeneración de la raza, que pide el cruzamiento
con otra más vigorosa, y más sana bajo el aspecto
moral.
Petulante como puede parecer en un americana
del Sur la expresión de estas ideas, que en un euro-
peo quizás despertarán una sonrisa de compasión, las
presento con franqueza como producto inconsciente
de una observación poco preocupada.
' Los principios que rigen la propagación de las for-
mas y de las condiciones morales y físicas de la vida,
son los mismos en todos los seres, sin exceptuar los
humanos. Los griegos del'siglo de Pericles profesa-
ban á las hordas amenazantes del valle del Danubio,
el mismo desprecio que las europeas del siglo xix ali-
mentan por las razas de evolución atrasada del Asia
y del África; pero esas hordas apellidadas bárbaras
por los Griegos y los Romanos, acabaron por establecer
su supremacía sobre los descendientes de los vencedores
150 Influencia del clima sobre la raza
de Maratón j sobre los orgullosos romanos del imperio,
y forman hoy la parte más intelectual y poderosa del
linaje humano. Los feroces hunos, que las crónicas del
siglo iv nos pintan con formas repulsivas y horribles,
son los magiares del tiempo presente, entre quienes
sobresalen los tipos más bellos y físicamente más po-
derosos de la raza europea.
Las comodidades físicas, la buena habitación, el
vestido-y alimentos mejor preparados; la emancipa-
ción de trabajos rudos, que gastan rápidamente la vida
orgánica; el desarrollo- intelectual que refleja en la
fisonomía los más levantados objetos que dan ocupa-
ción al cerebro, — todo eso modifica las razas al través de
los siglos, dulcifica la expresión del semblante, mode-
la en proporciones más equilibradas las formas físicas,
y suaviza los crudos tonos del color de la piel. Esta
es una materia en que son aventuradas las teorías que
pretendan elevarse á la categoría de generalizaciones
científicas; pero quizás lo que se llama las razas huma-
nas no es más que el resultado de influencias específi-
cas del clima, confirmado al través de períodos indefi-
nidos de tiempo por la acumulación de herencias fisio-
lógicas; resultado susceptible de modificación en el
curso de los siglos por influencias distintas.
En el valle del Cauca, situado á 1,000 metros so-
bre el nivel del mar, me ha parecido observar que el
tinte oscuro do la raza africana va desvaneciéndose á
tintas semejantes á las del cacao, más claras yaque en
las poblaciones del mismo origen en la costa atlántica.
A su paso por el corazón del continente africano, Stan-
ley encontró también tintas más claras en las tribus
Influencia del cdima sobre las razas 151
liabitadoras de las márgenes del lago Victoria y del
Mta-Nzigaé, á la misma altura sobre el mar que el
vallo del Cauca, y más claras aún, y sobre todo con fac-
ciones más finas, entre las poblaciones de Gambaran-
gara, que habitan alturas de 1,500 á 1,800 metros. En
el Sur de España, y aun en Madrid mismo, me pare-
ció ver en la fisonomía de personas perfectamente blan-
cas el conjunto de líneas bien expresivo de un origen
africano.
Sea de esto lo que fuere, lo que sí parece induda-
ble es que el cruzamiento modifica las razas, ya sea
produciendo un tipo distinto de ambas, bien absor-
biendo, por medio de selecciones, — que la naturaleza
dirige de un modo inconsciente,— los rasgos de la fiso-
nomía inferior entre los de la raza superior.
De todos modos, en fin; si bajo el imperio de insti-
tuciones aristocráticas pudiera existir dificultad para
las relaciones armónicas de razas distintas, la demo-
cracia sí permite que vivan en paz y prestándose
cooperación amistosa; de lo cual Colombia ofrece un
ejemplo no desmentido en los cuarenta años corridos
desde la abolición de la esclavitud.
Los chinos forman una raza superior á la africana
en los aspectos intelectual é industrial, y aun proba-
blemente á nuestro pueblo, tomado en su conjunto.
Son en extremo sobrios, laboriosos, buenos agriculto-
res, y en las artes manuales sobrepujan quizás á todos
los pueblos del mundo. Por el lado moral no es el me-
jor posible el concepto de que gozan; pero no se puede
juzgar de una comunidad inmensa, como es esa, por
unas pocas individualidades, generalmente las menos
152 La raza mongólica
tranquilas, como son los primeros exploradores que sa-
len de su país en busca de aventuras; de ordinario la
espuma de las poblaciones acumulada en las ciudades
délas costas. Si el testimonio de recientes viajeros al Ce-
leste Imperio es contradictorio, á lo menos la poca ex-
periencia que en Panamá tenemos de ellos, no ha dado
hasta ahora motivo para mirarlos con desconfianza.
Como su entrada á nuestro país habría de ser muy
lenta, tiempo sobrado tendríamos para juzgar de su
carácter por nuestro propio juicio, sin tener que guiar-
nos por opiniones ó preocupaciones ajenas. En el te-
rritorio de Panamá, sobre la línea de los trabajos del
canal, existen en número de 12,000, según fui infor-
mado.
^^rnmmwmmmmmmm^
CAPITULO XIII
COLOí^riZACIÓís' COLOMBIANA DEL VALLE DEL
MAGDALENA
La colonización colombiana del valle del Magdalena. — Pobla-
ciones de las cordilleras que podrían ocupar las orillas del
río.— El antioqueño y el socorrano. — Deberían ser precedi-
das de la ocupación por 1;is razas vacuna y de cerda. — Ejem-
plo de la colonización del valle del Mississippi — Para ello hay
base en los rebaños de los Estados de Bolívar y Magdalena-
Para la ocupación colombiana de las regiones insa-
lubres del valle del Magdalena se puede contar con dos
corrientes distintas. Una, la que puedan suministrar
las poblaciones yá establecidas y aclimatadas en la parte
baja del río, y otra, la que tímidamente bajaría de las
cordilleras Oriental y Central, una vez abiertas vías de
comunicación de carácter permanente, desde el inte-
rior hasta el Magdalena.
La primera será de muy poca consideración mien-
tras no aumente de un modo considerable el número
de habitantes, que no pasa hoy de 13 ó 14 por milla
cuadrada en toda esa región, equivalente en superficie
á la mitad de todo el valle.
La segunda será lenta pero segara desde el instante
en que se vea un camino sólido, provisto de vehículos
suficientes para dar seguridad de transportes baratos y
rápidos. Dos pueblos dotados de genio colonizador, si-
tuados á uno y otro lado del Magdalena, sólo esperan
154 El antioqueño
ese día paní dirigir su marcha hacia el gran valla: el
antioqueño y el socorrano.
El primero de éstos ha desplegado en los cincuenta
aflos que acaban de transcurrir cualidades en extremo
notables para el efecto. Raza fecunda como ninguna
otra de la República, sus números ^on hoy seis veces
mayores, á lo menos, que al principiar este siglo. (1)
Sana, vigorosa, inteligente y emprendedora, ha supli-
do con el trabajo lo que falta de fertilidad á sus
tierras, de suerte que en riqueza general esta sec-
ción es la segunda en la República. Bastará decir, en
relación con este asunto, que en diez años fueron fun-
dados allí, de 1871 á 1881, trece ó catorce bancos de
oirculaaión, establecimientos que hasta entonces eran
del todo desconocidos, no sólo en ese Estado, sino en la
Nación. Su tipo físico tiene más semejanza con el de
los habitantes de las provincias vascongadas en Espa-
ña, que con el de ningún otro grupo de la población de
la Península; pero puede bien haberse formado por la
similitud de influencias de su región montañosa con la
de igual carácter en aquellas provincias, porque el he-
cho es que los apellidos dominantes de Restrepos, Uri-
(1) El censo levautado á tíne.s del siglo pasado dio 97,000
habitantes á la provincia de Antioquia; el de 1808, 106,950; el
de 1835, 158,017; el de 1848, 189,534; el de 1851, 244,443; el
de 1861 (cómputo), 327,322; el de 1870, 365,874; el de 1888.
463,667; pero además Antioquia ha enviado al Cauca, al Toli-
ma y á Cundinamarca. no menos de 120,000 pobladores, que no
figuran en tal censo. El Doctor Manuel Üribe Ángel, en su
Geografía (jeneral de Antioquia, sólo eonipiUa en 25,000 el nú-
mero de emigrantes al Cauca y al Tolima; pero durante el úl-
timo viaje que hice al Cauca tuve ocasión de observar que en
sólo el Municipio caucano del Quindío, no bajaba de 80,000 el
número de antioqueños establecidos allí, y en la falda tolimen-
se déla cordillera Central es quizás todavía mayor el número
El socorrano 155
bes, Hoyos, Ochoas, etc., no corresponden con los que
se encuentran en el señorío de Vizcaya. Movido quizás
por la capa delgada de tierra vegetal que se encuentra
en las faldas desús cordilleras, no muestra grande ape-
go al terruño natalj emigra con facilidad en busca de
tierras más fértiles, fuera de los límites de su circuns-
cripción política, y lia empezado á poblar las de sus
vecinos de Cauca y Tolima; de suerte que, á la vuelta
de medio siglo, será quizás el elemento etnológico prin-
cipal de Colombia.
El tipo socorrano parece tener más relaciones con
el catalán. Silencioso, perseverante, económico, in-
fatigable en el trabajo, honrado en sus transaccio-
nes, goza, como el antioqueño, de una comodidad me-
jor distribuida entre las diversas capas sociales, que
la que se nota en el resto del país. No es minero como
el antioqueño, á lo que quizás deba atribuirse su ca-
rácter menos audaz en las em.presas; pero en canibio
es más adicto ala agricultura y á las manufacturas,
de las cuales, en tejidos de algodón, produce probable-
mente más de un millón de pesos anuales, en pe-
queños telares de mano. Le son familiares los culti-
vos del algodón, la caña de azúcar y el arroz, artícu-
los que produce en escala no despreciable, que envía á
vender hasta el mercado de Bogotá, á pesar de la dis-
tancia de sesenta leguas y de los malos caminos de
montaña que le unen con la capital.
Por desgracia, las tierras que ocupa no son de
las más fértiles, y aunque á fuerza de trabajo logra
rodearse de una abundancia compaj'ativa, se muestra
dispuesto á cambiar de teatro de acción en busca de
otros más favorecidos por la naturaleza, j aparte de
156 Etapas de colonización
haber enviado no pocos de sus hijos á cultivar las tie-
rras calientes de Boyacá y aun Cundinamarca, es suya
quizás, en su mayor parte, una colonia de más de
30,000 colombianos que se ocupa en el próspero culti-
vo del café en los distritos fronterizos de Venezuela.
De este grupo de población salió el primer grito de in-
dependencia en 1781, y es probablemente el que en
todo el país alimenta un sentimiento democrático
más arraigado en las costumbres.
Con un buen camino al Magdalena no tardaría mu-
chos años en extenderse por este valle, para resistir el
clima del cual su constitución robusta y su aclimata-
ción en lugares cálidos, le da quizás ventajas sobre el
antioqueño, que parece preferir los climas fríos.
La colonización colombiana del Magdalena tendrá,
pues, estas etapas:
Primero, ocupación de los últimos estribos de la
cordillera sobre el valle, para procurar á los colonos
una aclimatación gradual.
Industria pecuaria en el valle, para proporcionar
saneamiento á las tierras recién desmontadas.
Formación paulatina de establecimientos agrícolas,
sostenidos, principalmente, por trabajadores de raza
negra ó amarilla, en los primeros tiempos.
Ocupación lenta, pero constante al fin, por las emi-
graciones de la Cordillera.
La inmigración europea no se dirigiría hacia el valle
sino después de la fundación en él de grandes ciuda-
des, y acaso pasando primero por una estación más ó
menos prolongada en las tierras altas.
Este movimiento de colonización que calculo para
el porvenir en el valle del Magdalena, es el mismo
Ejemplo del 'calle del Mississipjpi 157
ocurrido eu la del valle del bajo Mississippi, que tiene
más de un punto de semejanza con aquél en lo relati-
vo á clima, condiciones del suelo ó influencia de las
diversas razas de población en él establecidas. El va-
lle del Mississippi es cenagoso como el del Magdalena,
expuesto íl iguales avenidas, consagrado á idénticas
producciones, ocasionado á unas mismas enfermeda-
des en los meses de primavera y estío, y fue cultivado
y poblado por raza africana introducida en grande es-
cala en calidad de esclava.
Daré una muestra de lo que eran su población y
su riqueza en los momentos en que principiaba la na-
vegación por vapor, comparándolas con lo que son hoy:
ESTAD» )S. roblaei.'.u cu Pohlacióii t-n ]S!80. Año en <)ue se l«s re
cibió (0111(1 Eítiiflos.
Florida 1880. 34, 730 269,498 1845.
Alabama 1820. 127,901 1.262,505 1819.
Mississippi... . 1820. 75,448 1.131,597 1817.
Luisiana 1820. 153,407 939,946 1812.
Tejas 1850 212,592 1.591,749 1845.
Missouri 1820. 66,586 2.168,380 1821.
Kansas 1860. 107,206 996,096 1861.
Nuevo Méjico. . . 1850. 61,547 119,565
Colorado.' 1860. 34,277 194,327 1876.
873,694 '^5.673.658
Estas poblaciones, fundadas en lo que al principiar
este siglo eran desiertos completos, tenían por auxi-
liares grandes rebaños de ganado y de cerdos, cuyo
movimiento inicial y actual, que tomo de los infor-
mes dignos de crédito de la Oficina de Agricultura de
Washington, son los siguientes:
158 Ejemplo del "calle del Mississippi
•:STAI
Florida 261,085 629,734 209,45;] 807,051
Alabama 728,015 741,926 1.904,540 1.376.148
x\íississip]H 783,970 714,813 1.582,934 1.226,689
Luisiana 575,342 433.465 597,301 573,821
Tejas 330,114 7.109,220 692,022 2.279,082
Missouri 791,510 2.166,712 1.702,625 3.798,799
Kansas 2.223,996 7,:?M 2.377,561
Nuevo Méji(M, :V2A>:: 1.276,991 19,941
Colorado . ." . 1 . 112,376 23,419
Totales.... 3 453,013 16.409,233 6.696.1S9 11.982,511
Como ])iu^'U' voi'st* ('11 ios 'lo.í fn-ií] i-d.'^ ¡lütorioros.
el cerdo y el buey son couijiañcros iiiseparíibles del
hombre en esas regiones; más íiiin, son los precurso-
res de éste en la ociipíición de las tierras despobladas.
Así, para una población de menos de 500,000 habi-
tantes en el valle bajo del Mississippi en 1820 (pues
entonces Tejas y Florida no hacían parte de la Unión,
ni había población alguna en Kansas, Colorado y Nue-
vo Méjico), había 3.000,000 de cabezas de ganado va-
cuno y más de 5.000,000 de cerdos: es decir, seis
reses vacunas y diez cerdos por cabeza humana. Y á
medida que ésta se aunienta en números, decrece la
proporción de animales. En 1887 yá solo había menos
de dos cerdos y menos de nna y media cabezas de ga-
nado mayor por cada hombre.
En el valle del Magdalena se pueden computar ac-
tualmente por 700,000 de población humana, 2.100,000
cabezas de ganado vacuno y quizás 1.000,000 de cer-
dos. De las primeras, 700,000 en el Tolima, 100,000
en Cundinamarca, 1.000,000 en Bolívar y 300,000 en
el departamento del Magdalena y la Goajira.
El prospecto de desarrollo de la industria pecua-
ria en el bajo Magdalena es muy considerable. Allí ca-
La industria pecuaria 159
ben perfectamente 3 ó 4 millones de cabezas de ga-
nado, tanto en las dehesas de pasto natural del inte-
rior de esos territorios, como en los inmensos pastales
de para que empiezan á formarse en las playas que
cubre el río en los inviernos con las semillas de la
parte alta arrastradas por las aguas. Tiempo es yá
de que nuestro Gobierno piense en el modo de abrir-
les salida en la exportación hacia las Antillas ingle-
sas, francesas y españolas, por medio de negociaciones
diplomáticas. Yjn años anteriores compraban las islas
de Cuba y Puerto Rico cerca de 30,000 cabezas por
año, que daban ^ 1.000,000 á los Estados de Bolívar
y Magdalena; pero hoy ha terminado ese tráfico, en
parte por altos derechos de importación impuestos
por el Gobierno Español.
A tiempo que nosotros admitimos libres de dere-
chos los vinos tintos de la Península (en envases gran-
des) y que se ha concedido en las Aduanas un derecho
diferencial de no poca importancia al papel florete es-
pañol, no sería una pretensión desmedida de nuestra
parte una correspondencia de rebajas á la entrada de
nuestros ganados en esas islas. Algo pudiera también
negociarse con las Repúblicas del Pacífico, para cuan-
do el canal de Panamá esté abierto á la navegación.
-^•*— !€^-^-t-
CAPITULO XIV
LA NA Y E G ACIÓN POR VAPOR
Vehículos del tiempo de la Colonia. — Vida salvaje en el Mag-
dalena.— La poesía de Madit-do. — La independencia de Co
lombia. — Días solemnes.— Inmii^ración extranjera notable.
— El señor Elbers.— Sus primeros vapores. — Revocación del
privilegio concedido á éste. — El señor Francisco Montoya y
el vapor La Unión. — Las Compañías de Santamaría y de
Cartagena. —Nuevos vapores. — La abolición del estanco del
tabaco asegura la navegación por vapor. — Reseña acerca de
esta medida.
Hasta 1825 el río era sólo navegado por canoas y
champanes. Para casos de guerra se empleaban tam-
bién longos. Como hasta el nombre de estos dos últi-
mos vehículos desaparecerá en breve, darc aquí una
ligera descripción de ellos. Era el champán una gran
canoa, hasta de 14 ó 15 varas de largo, 3 de ancho y
poco más de 1 de profundidad, construida ordinaria-
mente con el tronco de un solo árbol. Cubríasela
en el centro, en una extensión de 8 ó 10 varas,
con unos aros de madera elástica, sobre los cuales
se colocaban hojas de palma en suficiente cantidad
para prevenir la entrada de la lluvia y defender de los
Los champanes 16i
niyos del sol á los pasajeros. En ese reducido espacio
438 colocaba la carga, y sobre ella tendíase un cuero de
res, que, con una almohada y una sábana, formaba la
cama de aquéllos, tanto casi de noche como de día,
pues la naturaleza del vehículo sólo permitía la posi-
ción horizontal. Hacia la popa un gran tiesto lleno
de rajas de leña servía de cocina, cuyo humo pene-
traba no pocas veces dentro del espacio cubierto, que
no sé si yá se llamaba salón. La capacidad de los cham-
panes llegaba hasta cien cargas, ó sea doce á catorce
toneladas. Tripulábanle de doce á diez y seis bogas
y un piloto, quienes, ala bajada, ayudaban con sendos
canaletes (remos) la corriente del río, y á la sabida
lo impelían con el auxilio de largas palancas, á veces
complicadas con una horquilla en uno de sus extre-
mos; la palanca se afianzaba en el lecho ó en los ban-
cos de la orilla, y la otra extremidad en el pecho de
los bogas, quienes, caminando sobre la cubierta con
paso uniforme, unos tras otros, en dirección opues-
ta á la de la embarcación, la hacían subir con una
velocidad de tres y alo más cuatro leguas por día. En
tiempo de crecidas, cuando el fondo estaba profundo
y el agua cubría los bancos, la horquilla de las palan-
cas servía para prenderla de las ramas de los árboles y
tirar de ellas para hacer subir el champán. Con peque-
ños descansos se navegaba doce horas en el día, y por
la noche, amarrado el champán á algún grande árbol
de la orilla, los bogas dormían en la playa ó- en alguna
choza que acertara á encontrarse. Si ésta faltaba, ó si
llovía, ó era insoportable la cantidad de zancudos, los
bogas hacían sendos hoyos en la playa, en los cuales
11
162 Los champanes
60 sumergían, cubriéndose con la arena y sin dejar
descubiertos más que los ojos y las narices. Duraba el
yiaje desde Barranquilla hasta Honda de cuarenta y
cinco á sesenta días; á veces algo más, cuando por in-
surrección de los bogas había que buscar nueva tri-
pulación en los pueblecillos de las orillas. Era preciso
proveerse desde Mompós de los alimentos necesarios,
que no pasaban de carne salada, manteca, arroz, bollo
blanco (hecho de harina de maíz ó de arroz, y tostado
luego en el horno), pan de casahe (de yuca brava,
amasada y tostada al sol) y chocolate. En las casas
de las orillas solía encontrarse gallinas, huevos y plá-
tanos. Esto y el pescado cogido en anzuelo ó en ata-
rraya, formaba la única alimentación durante ese pe-
nosísimo y largo viaje, cuyo peligro era considerado
tan gravé, que la generalidad de los viajeros hacía
confesión general y otorgaba testamento antes de em-
prenderlo.
De lo que era la vida del Magdalena dará idea la
siguiente poesía del Doctor Manuel María Madiedo,
leída siempre con admiración y sentimiento profundo,
porque ella pinta la verdad de las escenas poéticas,
pero semi-salvajes, de un tiempo todavía muy próximo
á nosotros. Estas lineas, que respiran poesía america-
na, libre aun tiempo de rigidez clásica y de exagera-
ción romántica, tendrán para nuestro país, la impor-
tancia de un trozo de la Odisea.
La poesía de Madiedo 163
AL MAGDALENA
¡Salud, salud, majestuoso río!
Al contemplar tu frente coronada
De los hijos más viejos de la tierra,
Lleno sólo de ti, siento mi alma
Arrastrada en la espuma de tus olas,
Que entre profundos remolinos braman.
Absorberse en las obras gigantescas
De aquel gran Ser que el infinito abraza.
¿Qué fuera aquí la fábula difunta
De las ninfas de Grecia afeminada,
Al lado del tremendo cocodrilo
Que sonda los misterios de tus aguas?
No en tus corrientes nada el albo cisne
Solo armonioso en pobres alabanzas ;
Pero atraviesan tu raudoso curso
Enormes tigres y robustas dantas;
Cadáveres de cedros centenarios
Tus varoniles olas arrebatan,
Como del techo del pastor humilde
Las tempestades la ligera paja.
No nadan rosas en tus aguas turbias
Sino los brazos de la ceiba ancianii,
Que desgarró con hórrido estampido
El rayo horrendo de feroz borrasca.
Yo veo serpientes que tus aguas surcan,
Cuyos matices á la vista encantan,
Y oigo el ronquido del hambriento tigre
Rodar sobre tu margen solitaria;
Mientras salvaje el grito de los bogas
Que entre blasfemias sus trabajos cantan,
Vuela á perderse en tus sagradas selvas
Que aim no conocen la presencia humana.
¡ Oh, qué serían Sátiros y Faunos
Bailando al son de femeniles flautas,
Sobre la arena que al caimán da vida
En tus ardientes y desiertas playas!
¡ Ah, qué serían cerca de los bogas,
Que rebatiendo las calludas palmas,
En el silencio de solemne noche
En derredor de las hogueras danzan ;
Acompasados al rumor confuso
164 La poesía de Madiedo
De tus mugientes y espumosas aguas,
Que acaso llega á interrumpir no lejos
Del ronco tigre seca la garganta!
Yo los he visto en una oscura noclie
Dando á los aires la robusta espalda.
Sobre la arena que marcado habían
De las tortugas la penosa marcha,
Y del caimán la formidable cola,
Y de los tigres la temible garra.
Yo los he visto en derredor del fuego
Danzar al eco de sonora gaita,
Mientras silbaba el huracán del Norte
Sobre tus olas con sañuda rabia;
Yo los he visto juntos á la hoguera
('avar ansiosos tus arenas blandas,
Y en sus entrañas despreciar el lecho
Del más pomposo femenil monarca.
Aun me figuro que sus rostros veo
Del trémulo relámpago á la llama.
Con los ojos cerrados, cual si fueran
Los despojos de un campo de batalla.
No muy lejos de allí, menos salvaje,
Sobre la arena inculta y abrasada,
El caimán abandona tus corrientes
Y junto al boga, sin temor, descansa.
En vano busca en tu desierta margen
El hombre, que cual débil sombra pasa.
Palacios y ciudades de una hora,
Que derrumban del tiempo las pisadas.
El pescador que en tus orillas vive,
Bajo su choza de nudosas cañas,
Que á nadie manda, ni obedece á nadie,
De sí mismo el vasallo y el monarca;
¿No es más dichoso que el abyecto esclavo
Que entre perfumes sus cadenas carga?. . .
i Yo te saludo en medio de la noche.
Cuando en un cielo plácido y sin mancha,
Mira la luna en tus renansos bellos
Su faz rotunda de bruñido nácar!
¡Yo te saludo, nuncio del Océano!
Todo eres vida, libertad y calma;
Y el hombre libre que sus redes seca
En tu sublime margen solitaria,
Como en Edén nuestros primeros padres,
Sólo de Dios adora la palabra.
Tií te deslizas al través del tiempo
Como la sombra de la acuátil garza.
Los vapores 16o
Sobre la faz de tus fuf^aces olas
Que de los montes á los mares bajan.
En tus riberas vírgenes admiro
La creación saliendo de la nada,
Grandiosa y bella, cual saliera un día
Del genio augusto que tus olas manda,
i Corre á perderte en los ignotos mares.
Como entre Dios se perderá mi alma!
Cedros y flores ornan tu ribera,
Aves sin fln que con tus ondas hablan,
Cuyos variados armoniosos cantos
De tus desiertos la grandeza ensalzan,
¡Yo te saludo, hijo de los Andes!
Puedas un día fecundar mi patria.
Libre, sin par por su saber y gloria,
Y habrás colmado toda mi esperanza!
Pero este aspecto primitivo de nuestro río y de
nuestro estado industrial debía pasar pronto. El si-
glo XIX había empezado á gozar de la serie de prodigios
en la locomoción con que Fulton y Stephenson habían
de dotar al liombre. El vapor había empezado á sa-
cudir sus alas, y un barco de esta clase había remon-
tado por primera vez las aguas del Mississippi, desde
Nueva Orleans hasta Loaisville, en 1817. Seis afios
después, el Congreso de Colombia concedía privilegio
exclusivo por veinte años al señor Juan Beriíaedo
Elbers, para navegar por vapor las aguas del Mag-
dalena. Dos años después, en 1825, el vapor Santan-
der, el primero quizás que atravesó las agitas del
Atlántico sin velas ni remos (1), pasó la barra de las
Bocas de Ceniza y entró á las aguas del Magdalena.
(1) En la interesante biografía del señor José María Pino afir-
ma el señor J. T. Gaibrois que desde el año de lí^24 había traída
el señor Elbers el vapor Fidelidad, del cual no tenía yo noti-
cia ó recuerdo. Las que doy sobre este asunto las adquirí
por conversaciones con el mismo venerable introductor de los
166 Introducción de los vapores
Esos eran días solemneo para Colombia.
Pocos meses antes, la victoria de Ayacucho había
asegurado la Independencia de las repúblicas hispano-
americanas, y pocos meses después la capitulación del
valeroso Kodil en el Oallao, había puesto el sello ala
magna lucha, despejando del suelo americano el últi-
mo soldado español. Casi al mismo tiempo, Oanning
reconocía nuestra independencia en la Gran Bretaña,
á pesar de la resistencia de la Santa Alianza europea.
Hombres distinguidos por su saber y su amor á la li-
bertad, venían á buscar nueva patria entre nosotros.
Boussingault, el gran agrónomo francés, Rivero, el
Doctor Roulin, el Doctor Cheyne, Roberto Stephenson,
Thomas Fallón, Alejandro Mac-Douall, l'yrrel Moore,
Guillermo Wills, se proponían introducir adelantos
notables en la explotación de nuestras minas de oro y
plata, propagar con su ejemplo el estudio de la medici-
na, desarrollar el laboreo de nuestras minas de esmeral-
das y de sal, darnos ejemplo de la aplicación de las fuer-
zas naturales á los trabajos agrícolas, estudiar las ri-
quezas todavía vírgenes del suelo intertropical, quizás
estudiar el campo para plantear entre nosotros la
maravillosa invención, entonces en la cuna, de los fe-
rrocarriles, que habían de transformar el mundo. A
este magnífico prospecto se agregó la introducción de
vapores en 1851. Pocas personas de tan nobles y filantrópicos
sentimientos he conocido en mi vida. Era un hombre her-
moso, de fisonomía en extremo benévola, de suavísimas mane-
ras, que había conocido y tratado de cerca á los hombres
notables de la Independencia. Era, sobre todo, admirador ar-
diente del Almirante Padilla, á quien y al General Mariano
Montilla suministró grandes auxilios de dinero para el equipo
de la flotilla que tanto contribuyó á la toma de Cartaírena, en
1820 y 1821.
Introducción de los vapores 167
los vapores en la principal de nuestras arterias comer-
ciales, llamada á completar la integridad del terri-
torio nacional, antes unida por débiles lazos de comu-
nicación. Era este progreso el complemento de la
independencia: una victoria de tanta magnitud como
Boyacá ó Ayacucho.
Para los que hoy contemplamos las dificultades in-
herentes á esa empresa: la escasez de capitales; la
ignorancia de nuestras poblaciones en las artes mecá-
nicas; la falta de industrias en el interior, que diesen
ocupación y fletes á los vapores; .la carencia de com-
bustible en las orillas solitarias del río; la ausencia
de establecimientos para la reparación del casco y de
la maquinaria de los buques; la falta de conocimiento,
en fin, del lecho del río y de su adaptación á vehícu-
los de calado dos ó tres veces superior al de los cham-
panes;— la audacia, la perseverancia y el genio desple-
gados por el sefior Elbers, en esos tiempos, nos hacen
formar de él una idea semejante en grandeza á la que
de Sucre, Páez ó Narifio podemos formar en ese otro
teatro de los combates, quizás injustamente preferido
por la gloria para discernir sus coronas do inmorta-
lidad.
Esas dificultades eran tan grandes, tan invencibles
por los escasos recursos de esos tiempos, que no es de
extrañar el mal éxito que al cabo tuvieron los traba-
jos de aquel titán. Los vapores se varaban, las má-
quinas se descomponían, y en los primeros viajes, salvo
en las épocas de invierno, no ganaban mucha ventaja
sobre los vehículos primitivos. No estaban aún ense-
ñadas por la experiencia las dimensiones exigidas por
168 Los primeros 'oapor es
las Yuelfcas del río. ni 1m fuerzfi de las máquinas, nr
las formas requeridas para el acomodo de la carga,
las máquinas y los pasajeros. En los Estados Unidos
mismos esos eran problemas que estaban todavía en
estudio, contra los cuales se luchó por largo tiempo,
hasta el punto do que hasta hace poco los vapores
del Mississippi y del Ohío no tenían una duración de
más de cuatro á seis años.
Al General Santander siguió á los pocos meses el
Oran Bolívar. Ambos buques de origen americano
{si lio recuerdo mal construidos en Pittsburgo), y
de 250 á 300 toneladas, á juzgar por su calado de seis
á siete pies. El primero de éstos subió hasta Conejo en
sus primeros viajes; pero pronto se adquirió la ex-
periencia de que su calado no le permitía pasar de
la boca del Sogamoso, hasta donde el fondo del río
es más permanente. Entonces dispuso el sefior Elbers
que el Gran Bolívar, cuya construcción sólida le
permitía navegar en el mar, hiciese sus viajes desde
Cartagena ó Santamarta, por las Bocas de Ceniza,
hasta Barranca, pueblo situado una legua arriba de
Calamar; de allí hasta San Pablo, abajo de la boca del
río de la Cimitarra, el Santander: de este último
punto hasta Conejo debía continuar la navegación en
champanes, hasta tanto que llegase un tercer buque,
el Libertador j mandado construir expresamente para
subir hasta Conejo, de acuerdo con lo que la experien-
cia de los primeros meses había enseñado.
Antes de la llegada del tercer buque, el General
Bolívar que, desde Junio de 1828 se había declarado
en ejercicio de facultades dictatoriales, revocó en 12-
Dificultades con que tropezaron 169
de Mayo do 1829, sin saberse bien por qné, el privi-
legio concedido al seílor Elbers, y declaró libre la na-
vegación por vaporen las aguas del río. El constructor
del vapor Libertador, al llegar con éste á Santa-
marta, dos meses después de la revocación, juzgó más
conveniente á sus intereses introducirlo y explotarlo-
por su cuenta, haciendo con esto procedimiento una
competencia ruinosa al primer empresario, el cual ocu-
rrió á los Tribunales en protección de sus derechos.
Obtúvola, en efecto, dos años más tarde, después de la
muerte del General Bolívar y de la derrota de la nue-
va dictadura encabezada por el General Urdaneta;
pero entre tanto los dos primeros vapores estaban yá
en ruina, y con ellos la fortuna de su propietario.
De nada le sirvió la restitución del privilegio: sus
recursos estaban del todo agotados, y la experiencia
hecha en 1827 para reunir, por medio de una compa-
fiía por acciones, el capital necesario, le había proba-
do que faltaba en el país espíritu de asociación.
Con todo, desde 1827 había introducido una má-
quina de aserrar, algunos instrumentos y carpinteros
prácticos, con el designio de armar otro vapor en
Barranquilla. Haciendo el último,el supremo esfuerzo^
y probablemente probando utilizar la máquina de
alguno de los anteriores, logró armar y botar al agua
en aquella ciudad, en 1833 (1), otro vapor, al que dio
el nombre de Sitsana, que era el de su esposa. Se-
gún parece, este nuevo ensayo fue también desgracia-
do, y el río quedó, desde 1833 hasta 1839, surcada
tan sólo por botes y champanes.
(1) El señor Gaibrois dice en el opiísculo citado, que en 1836.
170 Los primeros vapores
En 1838 el señor Francisco Montoya logró formar
la primera asociación de que yo tenga noticia, desti-
nada á objetos de progreso general, y ella pidió á
Inglaterra un vapor de condiciones adecuadas para el
río; la experiencia del señor Elbers, y estudios hechos
en la navegación por una empresa de botes y champa-
nes, que los principales accionistas sostenían, les dio
medios de hacer un pedido bien especificado. Este
vapor entró al río en Julio de 1839, subió hasta la
Vuelta de la Madre de Dios, cuatro leguas abajo de
Honda, navegó con felicidad hasta 1841 y terminó
su carrera en el caño de Papayal, cerca del Banco, en
un combate contra bongos de guerra, en Noviembre
-de este último año, á consecuencia de una bala de ca-
ñón que hizo estallar las calderas. Merecen ser conser-
vados los nombres de los principales accionistas de la
«m presa. Son los señores Francisco Montoya, Santos
Agudelo, José María Pino, Manuel Abello, Dundas
Logan, Julio Plock y otros. El vapor tenía por nom-
bre Unión, medía 416 toneladas, y la. fuerza de sus
■máquinas era de 120 caballos.
Quizás hubiera tardado mucho la venida de otros
vehículos, si en 1845 no hubiese ofrecido el General
Mosquera, al principiar su primer ])eríodo de mando,
€oncedcr un auxilio de ^ 100,000 á cada una de las
Compañías que en Cartagena y Santamnrta se pro-
yectaba formar para navegar el río. La de Santamar-
ta se organizó al fin en 1846, recibió el subsidio pro-
metido, y desde luego, tal vez sin necesidad de aportar
-capital alguno sus socios, pudo poner rápidamente en
servicio los dos vapores: Magdalena (17 de Julio de
M tabaco resuelve el problema 171
1847), y Nueva Granada (18 de Septiembre del mis-
mo año). Eran estos vapores de 200 toneladas y podían
llevar de 800 á 1,000 cargas en cada viaje.
La Compañía de Cartagena necesitaba invertir una
parte de su capital en trabajos para mejorar el canal
del Dique, y probablemente por esta causa, sólo hasta
1850 introdujo á las aguas de éste el pequeño vapor Ca-
lamar, cuya capacidad no excedía de 300 á 400 cargas.
Todavía estaba en problema la navegación por va-
por. Las provincias interiores no daban sino muy pocos
frutos á la exportación, y los buques bajaban de ordi-
nario casi vacíos; pero en este año ocurrió un suceso
que vino á asentar sobre bases sólidas las empresas.
Me refiero á la abolición del monopolio del tabaco.
Este artículo sólo había sido producido hasta 1846
con destino al consumo interior, y nunca había pasa-
do la cantidad producida, en las tres únicas facto-
rías establecidas en Ambalema, Girón y Palmira, de
35,000 quintales, entre las tres, repartidos así, en el
año económico de 1848 á 1849, el último y quizás el
de más altos rendimientos en la historia de la renta.
xVmbalema 23,637 quintales.
Girón 5,93ó
!3
Palmira 5,164
Total 34,734 quintales.
Las ve7itas para el consumo interior, en el mismo
año económico, no habían pasado de 27,000 quintales:
172 El comercio del tabaco
De Ambalenia . . 20,583 quintales.
De Girón 2,967 —
De Palmira 3,288 —
Total 26,837 qaintales.
El espíritu liberal de que se mostró animada la
primera administración del General Mosquera (1845
á 1849), cuyo inspid'ador principal en el Eamo de Ha-
cienda era el señor Florentino González, — en previ-
sión, indudablemente, de la próxima desaparición del
monopolio del tabaco, contra el cual venía pronun-
ciándose la opinión pública cada día con más fuer-
za,—tomó el camino de ensanchar la producción del
artículo en otros lugares, como San Gil, Ocatla, Colom-
baima, Peñalisa y Purificación, en los cuales fueron
establecidas factorías nuevas. Y para dar salida á este
aumento, que yá superaba con mucho las necesidades
del consumo interior, se resolvió autorizar la exporta-
ción del sobrante, dándolo en pago, con una ganancia
de 50 por 100 sobre el precio de producción, á algunos
acreedores públicos, comerciantes en su totalidad.
Con esta medida se creó en la parte alta del valle
del Magdalena una nueva industria, cuyos productos
estaban llamados á dar alimento á los vapores del
río. En el año citado de 1848 á 1849, esta opera-
ción suministró, con destino á los mercados extranje-
ros, un guarismo de 12,590 quintales, procedentes, en
sus nueve décimas partes, de las nuevas factorías del
alto Magdalena, que, unidos á otra cantidad próxima-
mente igual destinada al consumo de las provincias de
la Costa, daba yá un guarismo de 25,000 quintales 6
La libertad del tabaco 173
10,000 cargas á los transportes de bajada desde Hon-
da hasta Nare, Calamar y Barrauquilla.
La libertad de cultivo de esta planta venía pidién-
dose desde 1834. Los campeones de esta idea, señores
Doctor Manuel María Quijano y Doctor Vicente Azue-
ro, habían luchado en vano contra la prudencia fiscal
del General Santander y del Doctor Francisco Soto,
su Secretario de Hacienda. A la verdad, en la Ad-
ministración del primero de éstos hubiera sido impo-
sible decretarla, en momentos en que acababa de ser
abolida otra de las contribuciones principales, legado
del sistema español: la alcabala. En las de los señores
Márquez y Herrán (1837 á 1845) hubiera sido tam-
bién poco oportuna después de una rebaja considera-
ble en la tarifa de aduanas, decretada á propuesta del
señor Aranzazu, en 1839, y menos en medio de las di-
ficultades originadas por la guerra civil de 1840 á 1842.
En la del General Mosquera (1845 á 1849), la dis-
posición progresista manifestada por éste, animó la
de la opinión pública, y después de mucha discusión,
al fin aprobaron las Cámaras un proyecto presentado
en 1848 por los señores Ignacio Gómez y Rito Anto-
nio Martínez, Diputados por la provincia del Socorro,
en el cual, á cambio del monopolio que se suprimía,
se mandaba cobrar un impuesto de siembra, de $ 2
por cada mil matas. Las ideas liberales del General
Mosquera, sin embargo, no llegaban á tanto: hubiera
querido él poner el veto al proyecto de las Cámaras;
pero, temeroso de la influencia que este procedimiento
pudiese tener en la elección presidencial próxima, le
concedió su sanción.
174 La libertad del tabaco
Al inaugurarse el Congreso de 1849, con toda leal-
tad expresó sus temores á las consecuencias qae pudie-
ra acarrear esa medida. Más valerosa la disposición
del General López, que le sucedió en el mando, no sólo
propuso, por conducto del Doctor Manuel Murillo,
que desempeñaba la cartera de Hacienda, la confir-
mación de la libertad del cultivo, sino la supresión
del derecho de siembra, que hubiera anulado todos
los buenos efectos esperados de la abolición del es-
tanco.
Acogió el Congreso este pensamiento de animosa
confianza, y sus efectos superaron las expectativas más
lisonjeras. La exportación de tabaco tomó un vue-
lo extraordinario, y el retorno de importaciones col-
mó en breve con creces, en las Aduanas, el vacío pro-
ducido por la eliminación de la otra renta.
Es ésta la operación financiera más trascendental
en los anales fiscales de nuestro país. De $ 0-90 la
arroba á que se pagaba el tabaco á los cosecheros, du-
rante el monopolio, subió el precio sucesivamente á
$ 2-50, I 3-20 y llegó hasta $ 6; con lo cual, las pobla-
ciones productoras ganaron inmensamente en comodi-
dad, subió al triple y al cuadruplo el valor de las tierras
y el de los salarios, se extendió el consumo de carne,
con lo que creció proporcionalmonte el valor de los
ganados, y el pedido de éstos condujo al estableci-
miento de grandes dehesas de pastos de guinea y de
para, suficientes hoy para la ceba de más de 100,000
reses en sólo el valle del alto Magdalena.
Por causas que no conozco bien, pero entre las
La libertad del tahaeo 175
que sospecho fue la principal la falta de capitales, la
medida no tuvo los mismos efectos en Girón, San Gil,
Palmira y Ocaña; pero sí en las llanuras del Sur de
Bolívar, bajo la influencia de los capitales y espíritu
de empresa formados en Barranquilla.
En el año de 1851 á 1852, yá subía el guarismo de
las exportaciones de tabaco de esta misma proceden-
cia y de las siembras rápidamente desarrolladas en las
llanuras del Carmen y Oorozal, en la provincia de
Cartagena, á 27,656 quintales, guarismo que, unido al
del consumo interior, debía alcanzar á un total de
40,000 quintales ó 16,000 cargas de alimento á los via-
jes de los vapores en su regreso de Honda á la Costa.
Además, la exportación de quinas, principiada con
mucha timidez en 1848, daba también al mismo tráfico
un contingente de 3,500 cargas más, procedentes de
las provincias de Bogotá y Neiva.
El movimiento iniciado no debía detenerse muy
pronto; el desarrollo de las industrias de exportación
de las provincias interiores, nulo, ó poco menos, hasta
1848, continuó en los 22 años siguientes en la forzna
que, tomada de datos estadísticos suministrados á la
Secretaría de H icienda en 1871 por los Cónsules co-
lombianos de Londres y de Bremen, señores Jaime S.
Harty Ramón Mercado, reproduzco en seguida, como-
un dato interesante para la historia industrial de-
nuestro país.
176 Comercio del tabaco
IMPORTACIONES DE TABACO COLOMBIA íí O
En Londres, pacas de 5 á 6
Años. arrobas cada una. Kn Bremen, qu¡nt»l#s.
1850 7,274 1,706
1851 10,457 1,518
1852 18,355 3,041
1853 13,181 11,993
1854 9,493 12,946
1855 8,598 11,834
185G 18,835 41,262
1857 16,799 52,280
1858 13,991 37,405
1859 8,688 44,780
1860 4,092 64,040
1861 c. 3,036. ..54,512
1862 5,273 87,221
1863 7,947 132,274
1864 12,360 105,380
1865 8,325 73,137
1866 5,031 101,457
1867 5,844 100,457
1868 6,000 112,758
1869 4,643.... 115,461
1870 12,320 81,525
A estas cantidades puede agregarse de un 15 á un
20 per 100 por las exportaciones á otros ' países de
Europa, á los Estados Unidos, Venezuela y á las
Antillas. Clasificando esta exportación, por proceden-
cias, y siguiendo un procedimiento enteramente empí-
rico, pero susceptible de ser rectificado después, se di-
vidiría así:
BL tabaco 177
Ambaleina y demás lugares del alto
Magdalena 50 por 100
El Carmen j demás lugares del inte-
rior de Bolívar 30 id.
Palmira y resto del valle del Cauca. . 15 id.
Girón, San Gil, etc. . o id.
Total 100
Reduciendo á quintales el guarismo de ¡jacas ó
zurrones importados en la Gran Bretaña, obtendre-
mos en los veintiún años á que se refieren los datos,
un guarismo total de 1.547,820 de tabaco exportados á
Inglaterra y á Bremen, y poco más ó menos 1.800,000
de exportación total, que da un promedio de 86,000
quintales por año. De ellos ha debido salir por el
río Magdalena un 80 por 100, ó sea 68,000, equivalen-
tes á 27,000 cargas anuales. Este guarismo puede au-
mentarse en un 50 por 100, por la exportación de
quinas, café, algodón, maderas de construcción y de
tinte, etc., y tendremos un movimiento total á la ba-
jada por los vapores del río Magdalena de 65,000
cargas de á 125 kilogramos cada una, en el período de
1850 á 1870.
Las cargas de subida en el mismo período debie-
ron aproximarse á 40,000 por año, de suerte que el
tráfico del Magdalena, que en 1827 no estimaba el
señor Elbers en más de 12,000, había decuplicado
á lo menos, en el espacio de 30 años; pero ese aumen-
to notable se había efectuado principalmente en los 20
últimos, á contar de 1850, fecha en que la navegación
por vapor adquirió condiciones de regularidad.
12
178 Nuevos vapores en 1850
Con posterioridad á 1850 so establecieron en el río-
las siguientes compañías de navegación por vapor:
En 1851 y 1852 la de los señores Ilamburgery Ba-
tís, comerciantes colombianos de Barranquilla, que
introdujeron los vapores Honda y Barranquilla.
La Compañía de Santamarta, subvencionada por
el Gobierno con 6 80,000 más, introdujo en 1852 el
vapor Manzanares, de 275 toneladas, uno de los mejo-
res, por sus condiciones de velocidad y poco calado,
que han navegado en el río.
En 1854 una compañía inglesa, de la que era jefe el
señor John Dixon PoAV'les, nos envió los tres vapores
Estrella, Anita ó Isabel
Una compañía americana envió en 1855, en co-
nexión con la empresa del canal del dique de Carta-
gena, el vapor Henry Wells, conocido después con el
nombre de Elena Simmonds.
Los señores Everett y Brown, de llueva- York, aso-
ciados á algunos colombianos, hicieron armar en Ba-
rranquilla, en 1856, los vapores General Mosquera (en-
tiendo que con los restos de la maquinaria y del casco del
vapor Nueva Granada) y el Bogotá.
En el mismo año fue organizada entre comercian-
tes de Barranquilla y Santamarta, y quizás también
con el concurso de algunos de Nueva-York, Bogotá
y Medellín, la Compañía U^iida de Navegación 'por
Vapor en el río Magdalena, que subsiste aún y que
llegó á tener en las aguas de éste seis transportes de
primer orden: el Cauca, q\. General Mosquera, q[ San-
tamarta, el Antioquia, el Elena Simmonds y el Bogo-
tá. Esta Compañía ha tenido en el señor Robcr-
Alejandro Weckbecker 179
to A. Joy un administrador perseverante, emprendedor
y enérgico, bajo cuya dirección se lian lieciio ex-
ploraciones útiles en algunos de los tributarios nave-
gables del Magdalena. Sus primitivos vapores, de los
cuales ninguno existe, han sfdo después reemplazados
sucesivamente con el Vencedor, digno de su nombre,
y cuyas felices proporciones de adaptabilidad al río,
sólo el Mariscal Sucre ha podido después superar; el
GoíomMa, el Esperanza, el Confianza, el Montoya, el
Gaira (vapor pequeño, á propósito para la navegación
de los caños de la Ciénaga de Santamarta), el Rolerto
Calixto, que reemplazó al anterior y desempeña sus
funciones en tiempo de seca entre Nare y Honda, etc.
El señor Alejandro Weckbecker ha sido uno de los
más útiles, patrióticos y desinteresados empresarios de
vapores en este río. Empezando por un pequeño va-
por que llevó su mismo nombre, y que fue el primero
en subir el salto de Honda y navegar en el alto Mag-
dalena hasta Ambalema, siguió con los buques Alema-
nia y América, y concluyó con elWerder y el MoltJce;
el último de ios cuales empleó en 1873 y 1874 en la
exploración del alto Magdalena hasta Neiva, y del Sal-
d-afla hasta ^1 Paso del Gusano, rompiendo á su paso
los peñones que formaban chorros impetuosos y luga-
res llenos de peligro, aun para las balsas y canoas. En
esta operación prestó el señor Weckbecker un servi-
cio que no debiera ser olvidado, pues en ella fue víc-
tima de su consagración, quedando inútil el MoUJce
para nuevo servicio. Tengo entendido que el señor
Weckbecker, con el vapor de este nombre, fue el pri-
mero que en 1859 ó 1860 navegó los caños de la Cié-
1 80 Otros vapores
r.aga, desde Saiitamarta hasta Barranquilla, abriendo
así la navegación del caüo de Cuatro Bocas.
Las diversas empresas que han tomado á su cargo
la limpia y navegación del brazo del dique de Carta-
gena, han sostenido también en diversas épocas vapo-
res pequeños para mantener el tráfico del interior de
la República por la vía de la invicta Calamar; y entre
ellos, aparte del Calamar que yá mencioné, recuerdo
los nombres del Ogde7i, el Totlen, el Sofia-Esperanza,
el AlMón, el Eafael Reijes, el Rafael Núñez, el Carta-
gena y el Pedro Vélez, estos tres últimos con el con-
curso, según entiendo, de la Compañía inglesa de Va-
pores de la línea Atlas,
La casa colombiana de Vengoechea & González, de
Barranquilla, fundó á sus solas expensas, en 1862 y
1863, otra línea compuesta de los nombrados Tequen-
dama, Vengoechea j Tairona, este último de dimensio-
nes adecuadas á los caños de la Ciénaga. El Vengoe-
chea hizo en su segundo viaje de subida el más rápido
de que tengo noticia, en 5 días y 4 horas de Barran-
quilla á Caracoli, en 1866.^ El señor Pedro R. Ven-
goechea introdujo luego el Fra^icia- Elena ¡ que nau-
fragó en su primereó segundo viaje al bajar de Honda,
arriba de Nare. Este era uno de los buques de más
porte que han navegado el río.
En 1877 el infatigable y atrevido empresario cuba-
no^señor Francisco J. Cisneros, con el objeto de pro^
porcionar oportuno y económico transporte á los ma-
teriales de sus contratados ferrocarriles de Antioquia,
La Dorada y Girardot, trajo de Inglaterra, con la po-
derosa ayuda de los señores Stephenson Clarke & C.*,
Francisco J. Cisneros 181
tres vapores de acero, de adecuadas proporciones: el
Stephenson Clarke, el General TrujiUo y el Inés Clar-
Jce. Posteriormente, para continuar la navegación en
el alto Magdalena, subió á esa sección del río los va-
pores Toli-ma, Emilia Duran y Carmen Cis?ieros, j
para ensanchar sus operaciones en ]ii parte baja, re-
construyó y puso otra vez en servicio el Francia-Ele-
na, con el nombre de María y Emma, y el pequeño
vapor Magdalena Cisneros. Sus tres primeros buques
han estado empleados durante algunos anos en el ser-
vicio del correo á^. la Costa, con los cuales ha regala-
rizado los viajes de una manera antes desconocida.
Las Compañías Alemana é Internacional, funda-
das, la primera por los señores Hoenisbergy Wessels,
y la segunda, por los señores Hoyer Hermanos y
David L. Penha, en 1869, 6 antes, y 1870, han
traído al país también varios buques de muy buena
calidad: entre ellos el Simón Bolívar, qne recibía á
bordo cerca de 3,000 cargas, el Bismarck, el Anita,
que acaba de naufragar, y el Mariscal Sucre, qne se
dice ser, por su fuerza, su economía de combustible,
su gran capacidad y poco calado, y su comodidad para
los pasajeros, el mejor de los. vapores que ha remonta-
do las aguas de nuestro río. Pareciera que á su ilustre
nombre está encadenada la fortuna.
Los señores López & Navarro, entiendo, han toma-
do á su cargo la resolución del problema de navegar
el río Lebrija, hasta algún punto más cercano á Buca-
ramanga, con dos pequeños vapores: el Lelrija y algún
otro: se dice que ellos han hecho exploraciones valio-
sas en el Cesar, que se juzga navegable hasta arriba
182 Nuevas Compañías
de la Ciénaga de Zapatosa, y en el Carare, el cual, se-
gún he visto en el interesante opúsculo biográfico sobre
el señor José María Pino, anuncia el señor J. T. Gai-
brois, se proponen remontar con un vaporcito pe-
queño hasta la confluencia de los ríos Horta y Minero,
25 ó 30 leguas arriba de su'desembocadura, y notable-
mente cerca de las importantes poblaciones de Vélez,
Moniquirá y Suaita.
Algunos comerciantes de Ocafia y Bucaramanga,
asociados en la Compañía Santander eana^ repara-
ron los vapores BarranquiUa y Vengpecliea, y con los
nombres de El Santander y Ul Libertador, formaron
una línea que navega exclusivamente entre Bodega
Central, cerca de la boca del Lebrija, Puerto Nacional
y BarranquiUa, dando transporte barato al café, el
cacao, los cueros y el azúcar de la cordillera de Ocafia
y de los valles altos de Bucaramanga.
El ciudadano americano señor Rappin introdujo
en 1884 el vapor Neiva, destinado primero al alto Mag-
dalena, al que debían seguir otros dos á propósito para
esa Sección. Desalentado quizás con la falta de carga,
que la caída del tabaco y de la quina en Europa ha
ocasionado en ella, ni ha traído los dos nuevos buques,
ni prosiguió allí sus viajes, y hoy navega entre Honda
y BarranquiUa.
El señor Pedro María de la Rosa, antiguo nave-
gante del Magdalena, parece estar formando una nue-
va línea de pequeños vapores, para servir el tráfico
local (le los pueblos y de los colonos ribereños, y reco-
ger á su [)uso todos los productos comerciales de los
bosques y de las pequeñas labranzas, como son el palo
Pilotos célebres 183
mora, la tagua, el cedro, el guayacán, el caoba, las
pieles de los animales del monte y de los caimanes, el
pescado, etc.; empresa que, aparte de los provechos
que ofrece á los empresarios, será mucho más benefi-
ciosa para los pobladores de las orillas del río, á quie-
nes estimulará en sus trabajos y llevará los recursos
de que hoy carecen. Esa empresa merecería ser sub-
vencionada por el Gobierno con alguna suma, en obse-
quio de esos valerosos colonos que afrontan hoy no
sólo la malaria de riberas pantanosas, sino el dolor
profundo de la soledad.
El primero de estos vapores lleva el nombre de Ma-
ría Fernanda.
Así pues, en los sesenta y cuatro años corridos des-
de que principió la navegación por vapor, han entrado
al río unos setenta buques, seis de ellos en los pri-
meros veinticuatro años, y el resto en los cuarenta res-
tantes. Avaluados unos con otros á $36,000, tenemos
$2.500,000 en gastos de primera adquisición, y se pue-
de calcular en otro tanto los de almacenes, diques, ta-
lleres de reparación y mobiliario. El servicio prestado
al país representa centenas de millones.
íío debe ser perdido el nombre de los nacionales y
extranjeros que han concurrido á este resultado. Ade-
más de los mencionados, recordaré el de los siguientes:
El Capitán James D. Williamson,que condujo desde
Cork, en Irlanda, hasta Santamarta, el vapor Z7/2i(?X en
Mayo de 1839; operación considerada en extremo peli-
grosa y difícil.
El piloto Encarnación Capelo, del mismo vapor,
-tiene reputación de haber sido el mejor en su clase.
181 Empresarios y Capitanes de vapores
por su conocimiento de! río, serenidad, firmeza de-
carácter y habilidad en su profesión, que ha existido
en el Magdalena.
Los Capitanes William Chapman y Ilenry Beck-
man, de los vaj)orés Magdalena y NuevaGranada, re-
pitieron la hazaña del Capitán Williamson, trayendo
desde Tvnova Yoik sus respectivos vapores. El Capi-
tán Chapman, muy popular en el Magdalena por sn
benevolencia general y buen trato á los pasajeros,
sirvió también mucho con su experiencia acerca de las
peculiaridades del río, dirigiendo en los Estados Uni-
dos y en Inglaterra la construcción de buques más ade-
cuados á las exigencias locales.
Los señores Juan Manuel Arrubla, Kaimundo San-
tamaría, Luis Montoya, Pedro Mosquera, A. Torres y
Rafael Alvarez, fueron las únicas personas que se atre-
rieron á tomar acciones en la primera Compañía da
navegaci.ón organizada por el señor Elbers en Bogotá
en 1827.
Los señores Francisco Montoya, en primera línea,-
Manuel Abello, José Antonio Cataño, Santos Agu-
delo, José María Pino, Joaquín y Mannel Julián de-
Mier, Evaristo L^jueta, Pedro Díaz Granados, Lázaro
María Herrera y, Juan Antonio Gómez, primeros fun-
dadores de la Comjoañía Unida de Santamarta en-
1846, Compañía que aún existe, á pesar de tantas vici-
situdes.
Los señores Manuel Marcelino Núfíez, Pedro Ma-
ciá, Coronel G. M. Totten, Francisco de Z ubi ría, An-
tonio Rodríguez Torices, Senén Benedetti y José Pa-
blo Rodríguez de la Torre, primeros organizadores de
la Empresa de canalización y navegación por vapor del
Carlos H. Siinmonda 185
dique de Cartagena. Entre éstos el Coronel Totten
merece mención especial, por haber sido el ingeniero
que ejecutó los primeros trabajos serios en la limpia de
eso brazo del Magdalena, el constructor y administra-
dor, durante los primeros veinte afios, del ferrocarril
de Panamá, y uno de los primeros empresarios del fe-
rrocarril de Girardot en los Estados Unidos, en ten-
tativas que fracasaron á causa de las guerras civiles de
1875 y 1876. También fue Presidente de la Comisión
técnica organizada por M. de Lesseps en 1880, para
determinar la línea de Canal Interoceánico por la vía
de Panamá.
El señor Carlos H. Simmonds, no sólo montó por
su sola cuenta el vapor Elena Simmonds, sino que fue
siempre accionista en estas empresas, durante su resi-
dencia en Santamarta; ha sido el comerciante más ac-
tivo, emprendedor y liberal en las negociaciones que
tuvo la Costa Atlántica; en la que impulsó poderosa-
mente todos los ramos posibles de trabajo útil; y aca-
ba de introducir el primer vapor que ha navegado las
aguas del Alto Cauca. No he conocido persona en
quien se vean en tan alto grado ligadas la actividad
en el trabajo con el desinterés y la generosidad más
caballerosos, sobre todo en los asuntos de interés ge-
neral.
Al señor Francisco Montoya no sólo se debe la
introducción del vapor Unión, en 1839, y el del Pa-
trono, en 1856, sino el fomento más decidido á todas
las empresas de exportación, y en especial al gran des-
arrollo del cultivo del tabaco en Ambalema, de 1848
á 1856. Después de allegar la fortuna más considera-
186 Francisco Montoya
ble en este país, y de fundar en Londres una casa co-
lombiana que conquistó allí simpatías y respeto, con-
tratiempos ocurridos en sus negocios de Europa die-
ron término desgraciado á los esfuerzos de su laborio-
sa carrera.
Puesto que he dado especial atención á la industria
del tabaco como verdadera fundadora de la navegación
por vapor, séame permitido recordar que el General
Joaquín Posada fue el primer iniciador de la expor-
tación de este artículo en 1834, año en que llevó á
Londres las primeras pacas del nuestro. Como de or-
dinario sucede, ese primer ensayo fue desgraciado, ya
por no ser conocido el aroma especial del de Ambalema,
ora por la defectuosa preparación en andullos que im-
ponía el monopolio, y que fue causa de que las hojas
resultasen rotas é inútiles para emplearlas como capa
de los cigarros.
Vivamente siento ignorar el nombre de los Capita-
nes de los vapores Santander y Gran Bolívar, los pri-
meros que atravesaron el Océano y navegaron en nues-
tro río; ojalá qne algún día logremos salvarlos del
olvido.
^^:^^^U-
CAPITULO XY
LAS CIUDADES DEL DELTA
Santamaría. —Ventajas y desventajas de ésta. — Sus habitantes.
Proyecto de ferrocarril al Banco. — Cartagena. — Origen de su
prosperidad. — El Dique. — Avance del mar sobre la tierra. —
Barranquilla y Sabanilla. — El Ferrocarril.— Su porvenir.—
Las líneas de vapores trasatlánticos.
Tres ciudades se disputan en el Atlántico la su-
premacía en el comercio del Magdalena: Santamarta,
en la boca oriental; Barranquilla, en la salida central
de la Boca de Ceniza, y Cartagena, á la desembocadu-
ra occidental del brazo del Dique. Todas tres han dis-
frutado alternativamente do ese privilegio, y hacen
cada día los esfuerzos posibles para atraérselo.
Santamarta, la ciudad fundada por Rodrigo Bas-
tidas en 1525, es la más antigua de las tres, y la que
tiene el mérito indisputable de haber sido el punto de
partida de donde Gonzalo Jiménez de Quesada em-
prendió el descubrimiento y conquista de las regiones^
interiores de los Andes, entre ellas del reino yá medio
civilizado de los Muiscas. Situada al pie de las sierras
Nevada y Tairona, de cuyas faldas meridionales y occi-
dentales se desprenden numerosas corrientes de agua,
que forman valles amenos y probablemente salubres,
188 Santa77iarta
densamente poblados al tiempo de la conquista por
tribus indígenas, es muy de extrañar que su comarca
no hubiese sido teatro de una próspera colonización,
sobre todo en las fértiles alturas de la Ramada y Poci-
güeica. Hacia este último lado encontré en 1867, en
un viaje que hice por tierra en compañía del señor
Aquileo Parra, desde Santamarta hasta Ocaña, una
familia inglesa inmigrada desde 1825 (Campbell de
apellido, sino me engañan mis recuerdos), estableci-
da en la parte alta del río de San Sebastián de la Fun-
dación, con plantaciones de café y de cacao. Vivía aún
allí la señora con sus hijos, y en sus modales y conver-
sación pudimos descubrir que pertenecía á la clase
culta de Inglaterra; prueba evidente de que el clima de
esa región es sano y á propósito para la raza europea.
Sin embargo, hoy toda esa comarca es un desierto.
Santamarta tiene las siguientes ventajas para for-
mar una buena ciudad comercial:
Puerto profundo, abrigado de los nortes por la isla
del Morro, y de fácil acceso para los buques, los cua-
les, aun los de mayor porte, pueden fondear con segu-
ridad á cincuenta metros de la playa.
Agua potable en abundancia, suministrada por el
cristalino Manzanares, que desemboca en el mar por
uno de los costados de la ciudad.
La vecindad de la gran Ciénaga, abundante en pes-
cado, rodeada de tierras en extremo fértiles, regadas
por los ríos Gaira, Papares, Córdoba, Frío y otros.
Facilidad de comunicarse con el Magdalena por
medio de los caños de este río que desembocan en la
Ciénaga; la cual acaso pudiera, con algún trabajo, ser
convertida en otro puerto de buenas condiciones.
Los samarlos 189
En cambio, la vecindad de las abruptas, por el laclo
Septentrional, y descubiertas faldas de la Sierra No-
vada, la priva de los vientos de tierra y hace subir la
temperatura á un nivel desagradable y aun malsano
para el hombre. Según las observaciones de Boussin-
gault, Santamarta, con una temperatura media de
28° 6 del centígrado, y á veces hasta 42° á la sombra
durante el día, es la ciudad más caliente de toda la
América tropical; un grado más que la Guaira (cuyas
condiciones topográficas son muy semejantes), Carta-
gena, Barranquilla, Panamá y Cumaná, y 2° más que
Tumaco y Guayaquil, en el Pacífico.
Una playa pantanosa que la rodea hacia el Oriente
produce emanaciones fétidas é indudablemente mal-
sanas; pero la influencia de esta causa pudiera desapa-
recer fácilmente por medio de un saneamiento conve-
nientemente dirigido y la siembra abundante de árbo-
les que absorbiesen los miasmas.
Estas dos circunstancias hacen en el día algún
tanto insalubre el clima y han contribuido no poco á
la decadencia de esta antigua y benemérita ciudad.
Luchando constantemente contra las ventajas que
la protección oficial ha concedido siempre á Cartage-
na, Santamarta ha tenido algunos de los más activos
é inteligentes comerciantes del país: los señores Mier,
Abellos, Cátanos, Díaz Granados, Yengoecheas, Fer-
gusson,ííogueras, Simmondsy otros, quienes sucesiva-
mente, con pocas excepciones, se han visto obligados
á buscar teatro para sus trabajos en otros lugares,
Gran parte de la población samaría se ha dispersado,
principalmente á París, á Barranquilla y á Bogotá;
190 Ferrocarril al Banco
pero es fácil reconocerlos en dondequiera por su acti-
vidad en el comercio, la buena letra y las aptitudes
especiales para la contabilidad; muestra de la buena
escuela de adversidad y de Inclia on que fueron edu-
cados.
En el día piensan los samarlos en el gran proyecta
de un ferrocarril hasta el Banco, como si quisiesen
hacer competencia al río Magdalena que, más que
nadie, han contribuido ellos á proveer de vapores;,
pero empresa que es de temer no pase de la parte yá
ejecutada desde Santamaría hasta Pueblo viejo, en
la Ciénaga. Sesenta leguas de vía férrea, á lo menos,
al través de todos los ríos que nacen de la Sierra Tai-
rona, y de bosques y ciénagas despoblados, llenos de
plaga, en donde se respira la fiebre, serían en extrema
costosas en vidas y en dinero, y no podrían propor-
cionar jamás fletes más baratos que el río Magdalena,
navegable en ese trayecto, hasta Tacaloa y aún más
arriba, por los mismos buques de mar. Me parece que
ese proyectóse anticipa más de medio siglo á las nece-
sidades de esa región, en la que no alcanza talvez á
60,000 habitantes la población que pudiera servirse de
la vía; pues la que vive sobre el Magdalena preferiría
siempre hacer uso del río,y la situada sobre el Kanchería
tiene salida más natural hacia el puerto de Riohacha.
Mejor fortuna que Santamaría tuvo Cartagena
desde su fundación, en 1533, por Pedro de Heredia.
Las grandes cantidades de oro recogidas por este
desalmado conquistador en los primeros pueblos ocu-
pados, principalmente en la comarca del río Sinú, —
Cartagena 191
que sobrepujaron la fabulosa suma obtenida en el
Perú en el mismo año por el rescate de Atahualpa, —
atrajeron desde los primeros días de la fundación déla-
"ciudad un gran número de pobladores y mercaderes,
que, rápidamente enriquecidos, dieron principio á un
establecimiento considerable y duradero. Convertida
luego en plaza fuerte y apostadero marítimo para las
flotas de galeones, Cartagena llegó á ser en breve una
de las plazas principales del poderío español en Amé-
rica; pero sobre todo, la primera del Nuevo Eeino
de Granada.
Poblada por gentes ricas y por los empleados del
Gobierno Español, desplegó desde un principio el ge-
nio alegre y hospitalario, altivo y dominador, algún
tanto aristocrático en las clases acomodadas, que ha
mantenido cierta separación entre las castas, no obser-
vada en las demás poblaciones de la Costa; pero no
tan tenazmente adicta al trabajo como se nota entre
sus rivales de la orilla derecha del Magdalena. Con-
tenida desde muy temprano la inmigración española,
por la dificultad que presentaba el atraso de la nave-
gación, de una parte, y de la otra las grandes empre-
sas navales que ocuparon á España durante los agi-
tados tiempos de Carlos v y Felipe n, para las que
era insuficiente su escasa marina en esos días aciagos,
— la prosperidad de Cartagena, digo, permaneció es-
tacionaria casi desde entonces hasta la época de la In-
dependencia, sostenida su población, más que por una
inmigración ó un comercio activo, por los intereses
burocráticos de la Monarquía española, que llegó á
hacer de ella la plaza más fuerte de la América meri-
192 Las murallas. — El Dique
dional. Baste decir que sus murallas y fortificaciones
costaban, hasta mediados del siglo pasado, más de
$ 70.000,000; suma enorme, si se tiene en cuenta que
los metales preciosos valían en esos tiempos tres ó
cuatro veces más que en la actualidad. Teniendo en
cuenta esa circunstancia, ese desembolso representa-
ba tanto como % 250.000,000 á mediados de este siglo.
;Cuán otra sería la suerte de estos países si esas cuan-
tiosas riquezas, unidas á las no menos enormes inver-
tidas en las fortificaciones de Panamá, Portobelo y
Chegres, lo hubiesen sido en escuelas, en buenos ca-
minos hacia el interior, en traernos aquí una parte
de la población morisca que los Felipes ii y iv em-
pujaron desapiadadamente á morir sobre las costas
africanas I
Lo mismo ([ue Santamarta, Cartagena luchaba
con la dificultad de comunicarse con el Magdalena
por algún medio menos peligroso que el de atravesar
la barra de las bocas de este río. El cano llamado de
El Dique, que desemboca en el mar diez leguas
al Sur de la ciudad, no fue nunca navegable más que
por canoas y champanes, y aun para este efecto exi-
gía que todos los años fuese limpiado de la tupida ve-
getación acuática (llamada tapón ó tarullo) que lo
obstruía; y en la vacilación do tener abierto este
canal de cuarenta leguas de extensión, ó de construir
un buen camino por tierra, de veinticinco, nunca se
tuvo lo uno ni lo otro.
No es esta la única dificultad para Cartagena.
Carece de agua potable, y aunque sería posible lle-
varla de Turbaco por medio de un acueducto de cua-
Avariue del Día?' Caribe 193
tro ó cinco leguas, hi íiusenciii de administración mu-
nicipal durante el período de la colonia no perntiitió
acometer esa obra, y la pobreza á que quedó reduci-
da después del memorable sitio de 1815, tampoco le
ha dado recursos para ello. Los habitantes tienen
que recoger en aljibes el agua de la estación lluviosa,
única con que cuentan para los variados usos y exi-
gencias del clima.
La entrada al puerto es otra dificultad. Los bu-
x][ues procedentes del Norte tienen que bajar casi tres
leguas al )Sur para penetrar por el canal estrecho de
Bocachica, y remontar luego por la bahía hasta el
fondeadero inmediato á la ciudad. En otro tiempo
había la entrada de Bocagrande, de poco fondo tal
vez, mas inmediata á la ciudad; pero fue preciso
obstruirla por medio de una escollera de pilotes, cons-
truida á grandes gastos (I 1.600,000) á mediados del
siglo pasado, para defender la ciudad de las irrupcio-
nes del mar en la época en que dominan los vientos
del Norte. El mar Caribe parece estar avanzando ha-
cia lo interior de las tierras, pues esa escollera, en
otro tiempo considerada protección bastante, yá no lo
es, de suerte que se piensa prolongarla por algunos
centenares de metros más; en las bocas del Magdalena
está desapareciendo la isla de Los Gómez, que se
extendía paralela á la costa de la orilla derecha íi
oriental; en Santamarta, el castillo de San Felipe,
construido á principios de este siglo con baterías de
barbeta, que sobresalían casi dos metros sobre la playa,
se encuentra hoy algunos pies debajo del agua. La
calle principal de Riohacha fue arrebatada por las olas,
13
194 Porvenir de Cartagena
según he visto en el viaje de M. E. Eeclus. Igual ob-
servación me pareció hacer en La Guaira, en donde
el mar invade yá la carrilera del ferrocarril de Macu-
to, y destruyó en Diciembre último las obras del ta-
jamar. En Sabanilla barrió la isla Verde, y rom-
pió también en el mismo mes, y quizás el mismo día,
la prolongación del ferrocarril hacia Puertobelillo,
construida sobre la playa de arena que rodea por el
Norte el antiguo puerto de Sabanilla, y que se reputa-
ba yá terreno firme.
Del mismo peligro parece estar amenazada Carta-
gena en toda la cortina de muralla que se extiende
desde Santa Catalina hacia el Norte.
La prosperidad de esa ciudad no depende princi-
palmente de la navegación del Dique, cuanto del
desarrollo de sus industrias pecuaria y agrícola, que
cuentan yá con bases firmes para un progreso no-
table en el porvenir. La población del Departamen-
to no baja de 300,000 habitantes, quizá demasia-
do regados en una grande extensión de su terri-
torio, el cual ocupa algo más de 25,000 millas cuadra-
das, de terrenos fértilísimos, con excepción tan sólo
de algunas ciénagas formadas por los derrames, del
brazo del Dique. En sus extensas sabanas, cubiertas
de pastos naturales y regadas por aguas abundan-
tes, se mantienen rebaños de ganado vacuno, que
no bajan de un millón de cabezas, y en sus tierras de
labor se cosecha algodón, del que en un tiempo se
llegó á exportar más de 20,000 quintales anuales;
tabaco, del que se exportó durante algunos afios de
60 á 80,000 quintales; maíz, que suele salir en busca
La ciudad heroica 195
del mercado de las Antillas; arroz, suficiente para el
consumo interior; ñames, batatas y otras raíces ali-
menticias que en el día se llevan en cantidades no
despreciables á los trabajadores del canal de Panamá:
en suma, producciones alimenticias que dan amplio
sustento á sus habitantes, entre quienes predomina la
raza africana, mezclada con raza blanca en su mayor
-parte.
Cartagena tiene en nuestros fastos republicanos
el merecido nombre de Ciudad Heroica: timbre ga-
nado cuando, sitiada en 1815 por Morillo con un
ejército de 8,500 hombres, sostenidos por una fuerte
escuadra en el mar, sus habitantes rechazaron duran-
te cuatro meses todos los ataques del ejército sitiador,
perdieron por la peste y el hambre más de la tercera
parte de su número, y abriéndose paso por en medio
de la flota enemiga en pequeñas embarcaciones, deja-
ron al enemigo una ciudad poblada de espectros, obs-
truidas sus calles por los cadáveres, pero no rendid«i
ni humillada. La visité en 1887, y el recuerdo de su
heroísmo cubrió á mis ojos el aspecto desolado y triste
que todavía presenta á la vista del viajero. I^o vi
sus casas deshabitadas ni me fijé en sus murallas aban-
, donadas, entre cuyas brechas
hoy sacude
La grama del erial su infausta espiga.
Me llenó la visión de su glorioso pasado, creí sen-
tir el soplo de patriotismo de sus guerreros y ver aun
BUS banderas, desgarradas por las balas enemigas, fla-
meando sobre sus baluartes; me descubrí reverente de-
lante de los bustos de sus mártires en la plaza de la
196 La co/narca de Cartagena
Independencia, — en la que hace falta la sombra de
grandes árboles, — y el confuso alboroto de nuestras
estériles discordias no ahogó para mí la voz resonante
de 1815, que todavía me parecía vibrar: ¡Libertad!
¡Patria!
Durante la colonia el Gobierno Español quiso hacer
de Cartagena el único puerto para el interior, y su po-
blación llegó á pasar de 20,000 habitantes. Su caserío
de cal y canto, con habitaciones amplias y cómodas, sus
edificios públicos de aspecto imponente, sus murallas
almenadas á trechos, de ocho metros de altura y casi
otros tantos de espesor, en doble línea hacia el barrio
de Jemani, protegida por fuertes baluartes en los si-
tios expuestos al ataque, — demuestran el interés promi-
nente que tenía á los ojos de la metrópoli; pero hoy,
que no se la reputa plaza de guerra sino puramente
comercial, esos arreos, en lugar de hermosearla, mues-
tran la contrariedad de su destino y manifiestan deca-
dencia. El Gobierno republicano, que concedió igual-
dad de derechos comerciales á Santamarta, permitió
que ésta se sobrepusiera á Cartagena en la preferencia
de los comerciantes del interior, á causa de sus mayo-
res facilidades para unirse con el Magdalena, y la últi-
ma vio bajar su población á menos de 7,000 habitan-
tes. Empero, la prosperidad del Carmen y demás pue-
blos productores de tabaco, y la de las llanuras de Co-
rozal, con crías de ganado, han revivido la actividad
comercial de sus almacenes, y uniéndose á ello la nave-
gación por vapor en el Dique, que ha atraído parte del
comercio de tránsito de Antioquia y Cundinamarca,
le ha restituido alguna prosperidad. Hoy me parece
que no faltan 12,000 vecinos dentro de sus murallas.
¡Sabanilla 197
Hasta 1870 Santamarta atraía á su buen puerto
las nueve décimas partes de las importaciones y las
tres cuartas de las exportaciones del Magdalena; era
también la vía que tomaban los viajeros del interior;
pero en ese año fue terminado un ferrocarril de cinco
legua?, desde Barranquilla hasta Salgar (rada abierta,
situada entre la bahía del Nisperal y el antiguo puer-
to de Sabanilla), y con esa mejora todo el comercio del
interior tomó esa nueva vía.
Barranquilla, cuatro leguas arriba de la boca prin-
cipal del río Magdalena, tenía dos salidas al mar:
La boca de Ceniza, y la del caño de la Pina al puer-
to de Sabanilla.
El canal de la primera, obstruido de ordinario por
una barra de arena, que cambia de posición con fre-
cuencia, y alborotado siempre por el choque de la co-
rriente del río contra las olas del mar, ha sido consi-
derado peligroso; en tales términos, que los primeros
conquistadores, á pesar de su indomable audacia, no
se atrevieron á penetrar por él, hasta que el caballero
portugués Jerónimo Meló dio el primer ejemplo, por
los años de 1530, esto es, cinco años despuqs de la fun-
dación de Santamarta. En consecuencia, sólo buques
de vapor de poco calado se habían atrevido á penetrar
por esa vía.
En 1868, sin embargo, el señor Joaquín Palacio,
administrador entonces de la aduana de Sabanilla,
hizo verificar sondeos repetidos en dicha boca, y en-
contró que la barra había casi desaparecido, pues daba
fondo de 22 á 27 pies, con cuya noticia el Congreso
permitió la entrada de buques de mar hasta Barran-
198 Bocas de Ceniza
quilla. Por lo pronto se creyó que esa situación sería
duradera; pero aparte de que ese paso requería boya»
incesantemente cambiadas, á medida de los frecuentes
cambios en el canal, prácticos experimentados y re-
molcadores de gran fuerza, la barra reapareció, según
parece, pues el hecho es que los buques de la línea de
vapores Atlas, que eran los frecuentadores de esa vía,
no han vuelto á hacer uso de ella.
El representante de un Sindicado, formado en Nue-
va York, para servir de base á una compañía que se
propone obtener del Congreso un privilegio para man-
tener expedito el paso de la barra, por medio de tra-
bajos semejantes á los empleados por el Capitán Eads
en la boca del Mississippi,— se encuentra en esta ciudad
hace yá casi tres aQos en esa solicitud; pero no parece
haber conseguido llamar la atención del Grobierno
hacia esta empresa, la que, en mi conceptO; es mere-
cedora de un estudio serio. »
El caño de la Pifia que, durante algunos afios, fue
objeto de estudios y tentativas para hacerlo navegable
por los vapores del río, tropezó con un obstáculo in-
vencible: líis areijas arrastradas por el Magdalena en
sus crecidas cegaron el puerto interior de Sabanilla,
dejándolo reducido á un fondo de sólo 11 á 12 pies,
por consiguiente inútil para los vapores trasatlánticos.
Lo que se llama el Puerto de Sabajiilla se compone
de cuatro partes distintas: entrando del mar, afuera,
se encuentra, en primer lugar, la bahía del ís"isperal,
espacio extenso defendido hacia el Sur, y en parte,
hacia el Occidente, por los cerros de la costa del mis-
mo nombro, cerros sin vegetación alta, sin agua pota-
Salgar 199
ble, cuyas faldas escarpadas no ofrecen playa alguna,
en dónde desembarcar casi ni aun á los botes. En la
«xtremidad Xorte de esta bahía existían una isla y
una faja de playa prolongada en forma de cintura, que
formaba un puerto profundo, regularmente abrigado
de los Nortes, conocido con el nombre de Portoleli-
.lio, hasta donde se pensó prolongar el ferrocarril, y se
prolongó en efecto, para establecer el fondeadero, en
1887; pero una tempestad furiosa barrió en Diciem-
bre del mismo año la isla, y rompió gran parte déla
playa; de suerte que esa prolongación del ferrocarril,
de cosa de cinco millas, quedó perdida.
Hacia el Sur había, sobre la costa rocallosa, un lu-
gar adonde podían arrimar vapores pequeños, — que se
bautizó con el nombre de Salgar, en lionor del enton-
ces Presidente de la República, General Eastorgio Sal-
gar,— hasta el cual se llevó primero el ferrocarril de
Barranquilla y donde se estableció el desembarcadero
de los pasajeros y las mercaderías. Los buques de mar
tenían que fondear en el Nisperal, en una situación
desabrigada y aun peligrosa por los muchos arrecifes
de la inmediación, y las mercancías y los pasajeros
eran tomados á bordo de vapores pequeños que, ya en
un saloncito estrecho é incómodo, ora en grandes
botes llevados á remolque por aquéllos, eran condu-
cidos á Salgar, seis ó siete kilómetros distante.
Más adentro aún, la cintura de playa arriba men-
cionada, que se prolonga hasta la costa misma, en la
desembocadura del caño de la Pifia, formaba el anti-
guo puerto de Sabanilla, propiamente dicho, en cuya
playa se había formado una pequeña población de pes-
200 El ferrocarril de Barranquüla
cadores, en la cual estaba la aduana. Como lie dicho^
ese sitio tuvo que ser abandonado.
Hoy el desembarcadero está en Salgar con mucha
molestia, gastos y aun algo de riesgo cuando el mar
está agitado; pero el actual empresario del ferrocarril,
sefíor Oisneros, sin desalentarse por la pérdida su-
frida en la prolongación á Portpbelillo, con su acos-
tumbrada energía está prolongándolo por el costado
Sur, hacia la bahía de Nisperal, en donde se propone
construir un loarfe internado 1,300 metros hasta el
fondeadero, á efecto de que pasajeros y mercancías
bajen directamente del buque de mar á los carros del
ferrocarril de Barranquüla.
Este Ferrocarril, el segundo construido en nuestro
país, — de catorce millas de largo, tres pies de paralela,
servido por locomotoras de 18 toneladas de peso, vago-
nes de 10 toneladas de capacidad y coches para 25 pasa-
jeros,— fue proyectado en 1867 por los señores General
Ramón Santodomingo Vila y Ramón B. Jimeno, y
construido en 1870 y 1871 por los señores Koenigsberg.
& Wessels, — á quienes aquéllos traspasaron el privi-
legio,— mediante una garantía de interés de 7j°, ofre-
cida por el Gobierno, sobre un capital de % 680,000,
presupuestos como gasto de construcción del Ferro-
carril y de dos remolcadores adicionales para el servi-
cio de la carga y descarga.
No habiendo sido suficiente el producto neto del
Ferrocarril para cubrir ese 7 por 100 de garantía, el
Gobierno tuvo que cubrir el déficit durante los seis
primeros años, lo que dio motivo á que éste lo com-
prase, en 1877, por el precio estipulado de $ 680,000.
Ferrocarril de Barranquilla 201
Los gastos de conservación y servicio aumentaron en-
tonces considerablemente, porque el Gobierno creó una
multitud de empleados innecesarios, como ordinaria-
mente sucede en la, administración de las empresas en
que no preside el interés individual; y últimamente,
en 1S86, fue cedido al señor Francisco J. Oisneros, en
pago de acreencias de éste contra el Tesoro Nacional;
pero con la condición de prolongar la carrilera hasta
Portobelillo. Ya se lia visto el resultado de esa pro-
longación.
Si el Ferrocarril no ha sido todavía lucrativo para
sus empresarios, en cambio ha sido beneficioso para
la ciudad de Barranquilla, en la cual se ha centraliza-
do el comercio del Magdalena, y cuya población ha
subido, de 12>000 á más de 25,000 habitantes durante
los últimos diez y seis años; no del todo, eso sí, por cau-
sa del Ferrocarril, sino también de las líneas de vapores
del río ahí estacionadas; pero aquél ha confirmado la
superioridad decidida de esta ciudad sobre sus rivales
Santamarta y Cartagena. Barranquilla es hoy un
punto de escala comercial importante, todavía no con-
vertido por completo, de pajizo poblachón que era
ahora cuarenta años, en ciudad moderna con las co-
modidades que implica la palabra ciudad. Tiene bas-
tantes casas de cal y canto, de más apariencia exterior
que comodidad interior tal vez; cómodos escritorios,
almacenes extensos, algunas calles anchas, provistas
de angostas aceras; muelles y lugares de estación para
recibir y refeccionar los vapores, regularmente provis-
tos de talleres de carpintería y de maquinaria; acaba
de adquirir, debido á la iniciativa del señor Ramón
202 Barranquilla
B. Jimeno, un acueducto para repartir á las casas
particulares las aguas del río; tiene un mercado cu-
bierto, medianamente cómodo, y empieza á construir
algunas quintas semiurbanas, rodeadas de jardines y
frutales. Cuenta yá con algunos coches para el seryi-
cio de las calles, tirados por caballos pequeños, en lo
general mal mantenidos, guiados por postillones hábi-
les para gobernar sus caballos y no menos para extor-
sionar al pasajero poco conocedor del precio de sus
servicios; tiene dos hoteles principales, bastante con-
curridos, en uno de los cuales el servicio de mesa no
deja nada que desear, pero son muy calorosas las pie-
zas, y otro cuya casa es fresca y sombreada por algu-
nos árboles, pero cuyo servicio no parece digno de
entera alabanza, según llegó á mis oídos. Empero,
todavía abundan las casas pajizas, que en ese clima
<3onstituyen un gran riesgo de incendios; en sus calles
sin empedrar ó cubrir de otro modo, se hunde hasta
el tobillo en la arena el pie de los caminantes, y las
nubes de polvo, en los días de brisa, son verdadera-
mente insoportables. No tiene teatro; carece de bafios
cómodos en las casas, y no sé que haya un solo baño
público. Empieza apenas á plantar árboles en sus pla-
cas y lugares concurridos ; no tiene un paseo público,
v todavía no se ha pensado en la construcción de cloa-
cas y desagües bien servidos, <jue den garantía contra
la aparición súbita de epidemias destructoras. Xece-
sita salir de la orilla de un caño estrecho y tortuoso
en que está edificada, á ostentarse nueva y verdadera
reina del río, en el ancho y majestuoso cauce prin-
cipal de éste. Sobre todo, requiere, como base esencial
Competencia de las tres ciudades 203
de su futura prosperidad, abrir paso á los buques de
mar hasta el frente de sus calles. El puerto debe ser
trasladado de Salgar ó del Nisperal á las aguas del
Magdalena.
La competencia de las tres ciudades colombianas
del Atlántico tiene alternativamente inconvenientes y
ventajas para la Nación. Los primeros consisten en la
rivalidad incesante, que sirve de embarazo al Gobier-
no para proteger eficazmente el interés de alguna de
ellas, sin suscitar celos y descontento en las otras.
Esta rivalidad de intereses comerciales se transforma
con frecuencia en antagonismo de ideas políticas, y
suele llegar á constituir un elemento de inseguridad
para el orden público. Lo más grave de todo es la ne-
cesidad de distribuir los escasos recursos del Gobierno
General entre las tres vías, lo que no permite conce-
der á ninguna un auxilio suficiente para alguna obra
seria, ni mucho menos guardar perseverancia en la
ejecución de un plan de mejoras bien meditado.
En cambio, esa competencia es un estímulo ince-
sante en cada una de ellas para ocuparse en la prepa-
ración de nuevos servicios al comercio de tránsito. Si
Santamarta navega sus caños, Cartagena redobla su
esfuerzo por abrir el paso á los vapores en el Dique. Si
Barranquilla establece una línea de vapores, Cartage-
na suscita la formación de otra que navegue hasta su
bahía. Barranquilla fomenta y desarrolla el cultivo
del tabaco del Carmen, y Cartagena, para no quedarse
204 Competencia de las tres ciudades
atrás,- protege el comercio del j-ío Sinú, y sus comer-
ciantes emprenden trabajos, llenos de esperanza, en el
valle del río Atraco. Si un ferrocarril hasta el mar
ha dado la preponderancia á Barranquilla, otro ferro-
carril hasta el Magdalena la hará recobrar á Santa-
marta.
La competencia es el gran resorte del progreso, la
fuente de donde brotan los principales esfuerzos en
los seres individuales y en los colectivos. Por eso el pro-
teccionismo aletarga á los protegidos, y el libre cambio
retempla la energía de los concurrentes.
De esa misma rivalidad política surge un elemento
conservador del orden, de que el Gobierno general
hace uso en los casos, por desgracia muy frecuentes
todavía, de trastornos locales; pues en ella encuentra
un punto de apoyo para ejercer su acción sobre esos
territorios lejanos, en donde es á las veces fácil la for-
mación de elementos divergentes de la corriente de las
ideas nacionales.
Esas tres ciudades han sido en extremo favorecidas,
además, por el establecimiento de líneas de vapores
trasatlánticos que las ponen en comunicación regular
y frecuente con los mercados europeos y americanos,
que casi súbitamente han cambiado el estado de re-
clusión en que vivieron durante la dominación espa-
ñola, é irán despertando la energía productora de esas
poblaciones.
En el día hay en actividad las siguientes:
La Mala Real Británica, la más antigua de todas,
procedente de Southampton y las Antillas, que toca
dos veces al mes.
Lineas trasatlánticas 205
La Trasatlántica Francesa, de Saint-lSTazaire y
Burdeos, las frecuenta en iguales períodos.
La de las Indias Occidentales y el PacíficOy que
hace yiajes desde Liverpool.
La línea Hamburguesa, dos veces al mes.
Dos líneas españolas, que parten de Barcelona y de
Oádiz, las ponen en contacto con la Habana, Puerto
Rico, Veracruz, y varios puertos do la Península.
La de Atlas, que hace dos viajes á los puertos
orientales de la América Central y á Nueva York.
Todas estas líneas abordan con igual regularidad
al istmo de Panamá y á las costas de Venezuela, y
nos ponen en comunicación con las Repúblicas de la
costa occidental de América.
Falta únicamente ligar esas ciudades con los cables
telegráficos del istmo de Panamá, para dotarlas de co-
municación instantánea con todo el mundo; lo que no
tardará mucho en verse realizado. Hoy tienen que
servirse, para este efecto, de los alambres que recorren
el interior de la República, desde la Costa hasta Bogo-
tá, y desde Bogotá hasta Buenaventura, sobre el mar
Pacífico, puerto ligado yá con Panamá; pero estos te-
légrafos interiores, sobre todo los que van á la Costa,
mal establecidos desde su principio, y peor conserva-
dos, sólo dan comunicaciones precarias y á veces tan
demoradas, que con frecuencia se recibe primero la
comunicación postal qiie la telegráfica. Un cable sub-
marino desde Santamarta, que tocase en Sabanilla y
Cartagena, hasta Colón, resolvería el problema, y no
sería en extremo costoso.
La prosperidad del interior depende en gran parte
206 Industrias posibles en la Costa
de la fie estas tres ciudades de la Costa, principal-
mente en lo que se refiere á la inmigración extranjera.
La gran masa de ésta se compondrá siempre de pro-
letarios, que necesitarán hacer en la Costa una escala
de más ó menos duración, para hacerse á recursos con
qué continuar su viaje al corazón de los Andes; y esto
no podrá suceder mientras no haya en las ciudades
del Atlántico un movimiento industrial que les pro-
porcione salarios suficientes. Eso vendrá cuando sean
mejor apreciadas las ventajas que para la fabricación
de varios artículos dan el régimen represivo de las
Aduanas, por una parte, y la imposibilidad actual de
transportar maquinaria pesada á las comarcas andi-
nas. Los artículos que en la Costa pueden producirse
con gran ventaja para expenderlos en los mercados
del interior, podrían ser les siguientes:
Los muebles y artículos de madera.
El hilo y aun los tejidos de algodón ordinarios.
Los jabones finos.
El pescado en una forma que resista el transporte
al través de las mon tafias.
El calzado.
El papel de imprenta.
Los muebles comunes de madera, que todavía se
fabrican de mala calidad y excesivamente caros en el
interior, por falta de maquinaria adecuada, pudieran
producirse en la Costa, en donde hay abundancia y
variedad de maderas, y facilidad de montar máqui-
nas. Este artículo está gravado con más de 200 por
100 sobre su valor de factura en la tarifa actual y tiene
precio extravagante cuando se importa del extranjero.
Industrias posibles en la Costa 207
La Costa produce algodón, y los ríos que desaguan
en la ciénaga de Santamaría suministrarían fuerza
motriz para las máquinas de hilarlo y tejerlo, tan
abundante y barata como pudiera desearse. Los hilos
de algodón que allí se produjesen tendrían gran salida
para los departamentos de Santander, Boyacá y Cun-
dinamarca, en donde es popular el manejo de telares
de mano, y sube á algunos millones de pesos anuales
el valor de las telas fabricadas. El hilado del algodón
y de la lana en el interior es muy defectuoso, y los
hilos extranjeros pagan en la Aduana más de 100 por
100 sobre precios de fábrica, aparte de más de 25 por
100 que cuestan las comisiones, seguros, empaques y
Üetes.
Los aceites vegetales (de las palmas) de la Costa y
el sebo de sus ganados, tendrían en la fabricación de
bujías y jabones una aplicación ventajosa. El jabón
inglés ordinario vale en Bogotá y Medellín á no me-
nos de S 1 el kilogramo.
El pescado ahumado, ó conservado por el método
Appert, tendría un consumo de mucha consideración
entre las poblaciones de los Andes, que pagan á $ 2
el kilogramo de salmón, atún ó merluza, conservados
en latas.
Hábiles operarios extranjeros, provistos de buena»
máquinas y de cueros bien curtidos, podrían ganar
altos jornales en la fabricación de calzado en Carta-
gena y Barranquilla. De ahí pudieran continuar sn
viaje á Bogotá y Medellín; en donde los pocos zapa-
teros franceses que han venido á ejercer su industria,
se han retirado ricos á la vuelta de pocos años.
208 Industrias posibles en la Costa
El papel de imprenta, que en Europa se produce
á $ 0-20 el kilogramo y en Bogotá se vende á $ 1, ¿poi-
qué no hubiera de poder producirse en la Costa, en
donde abundan las cascaras del maíz, las cortezas de
árboles y las hojas de tantas plantas que dan la mate-
ria prima de aquel artículo? A la mitad del precio
que hoy cuesta, en sólo Bogotá habría consumo para
50 y aun tal vez 100,000 kilogramos anuales de este ai'-
tículo. [La producción de libros impresos no es yá des-
preciable en esta ciudad, y con papel á precio bajo pu-
diera triplicar en diez anos. Estimo entre $50 y $ 60,000
anuales el valor de los libros publicados en Bogotá; y
no son á propósito los tiempos para calcular el con-
suma de papel de imprenta en el periodismo; mas sí
puede afirmarse que en tiempos normales supera con-
siderablemente el consumo de papel de imprenta, en
esta forma y la de hojas suelta» y folletos, al que se
hace en los libros.
La agricultura de la sabana de Bogotá podrá pagar
con sus trigos y sus papas, todo lo que la Costa envíe
al interior, cuando estos artículos se produzcan aquí á
no más alto precio que en ios Estados Unidos, lo que
no es imposible. Los fletes sí serán obstáculo duran-
te mucho tiempo, porque de Facatativá á Honda no
serán menores de $3 por carga y otro tanto de Honda
á Barranquilla, es decir, $ 6; mientras que de Nueva
York á Sabanilla sólo cuestan $ 2.
Así, el resultado de todas las lucubraciones sobre
los problemas económicos del porvenir se resuelve
siempre en dos palabras:
Transportes baratos, ó lo que es lo mismo, buenos
caminos.
'^^#l#%fs^^fií^#^#^
CAPITULO XVI
VIAJE POll EL MAGDALENA. — HOKDA
La vista del río, — Mejoras en el tránsito introducidas por el fe-
rrocarril de La Dorada. — Honda antes del terrenooto de 1805.
El ferrocarril de La Dorada.— Sus proyectistas. — Aspecto de
la población. — El clima del río.— La bajada. — Puerto Niño.
Baenavista. — Nare.— Puerto Berrío
Como se ha visto, el Magdalena y sus Vapores cons-
tituyen, á mi modo de ver, el primero de los intere-
ses materiales de Colombia, y puesto que íbamos á
viajar por él parecía justo que tuviésemos una ligera
idea de las esperanzas y de los beneficios que nos unen
<3on su majestuosa corriente. En obsequio de esta idea
espero que se me perdonará la tal vez fastidiosa dis-
quisición que precede.
Nunca he llegado á las orillas de este río sin expe-
rimentar á su vista una sensación do respeto y simpa-
tía. Cuando por primera vez lo conocí recibí tan sólo
una impresión de grandeza y de fuerza con el volumen
de sus aguas y el movimiento incesante de sus ondas
hacia el mar. Después, cuando pude recapacitar en el
servicio que nos presta, en el vínculo de unión con que
liga todas las partes de nuestro territorio, en su reía-
14
210 Arranoaplumas
ción con todo lo que es progreso y vida nacional, en
las esperanzas que de ligarse con él fincan todos nues-
tros pueblos, — lo he mirado siempre como una divi-
nidad protectora que guarda el secreto de nuestro
destino: á su presencia he sentido despertarse en mi
alma algo como sentimientos do veneración y amor
filial, y nunca, al embarcarme en él, he dejado de
sentir alegría y aun orgullo. Los que habitamos en el
corazón de las altas montañas, habituados al obstácu-
lo que para movernos nos oponen sus formidables ba-
rreras, sentimos, al vernos en la ribera de ese gran
río, que para nosotros se abre yá sin estorbos la distan-
cia infinita, y un soplo de libertad viene á alegrar
nuestras almas.
Llegaba á la playa de Arranoaplumas, en don-
de en otro tiempo hubiera necesitado esperar la llega-
da de una canoa para atravesar el río con incomodi-
dad y no sin peligro. Ahora yá encontré allí una
barca en la que pueden pasar cargadas las muías, y,,
con desahogo relativo el pasajero, en sólo dos ó tres
minutos. Yá Honda no es, como en otro tiempo, la
ciudad de las dificultades ; yá no es necesario pasar
en hombros humanos la Quebrada Seca; yá no es pre-
ciso esperar la llegada de mozos de cordel para trans-
portar á la posada, con grandes gastos, la montura y el
equipaje. Un ferrocarril recibe al viajero en la orilla
del río y lo transporta cómodamente al centro de la
ciudad.
Era ésta hasta principios de este siglo un centro
comercial de primer orden. Como lo atestiguan toda-
vía con lenguaje mudo, pero de solemne tristeza, sus
Las ruinas de Honda 211
grandes ruinas, no menos de .20,000 habitantes debían
de dar en otro tiempo animación y vida á sus calles;
estrechas y llenas de almacenes al pie, levantadas en
anfiteatro sobre la colina rocallosa, (]ue la embaraza
casi desde la orilla del río, espaciadas y cómodas en la
meseta que la domina hacia el Occidente. El río Gua-
lí, que baja de la cordillera Central, la divide en dos
partes, iguales probablemente, en otro tiempo, hoy
mucho más poblada la del costado derecho ó Sur, en
donde quedan más habitaciones en pie, sin duda por-
que la conmoción subterránea que la destruyó encon-
tró resistencia á sus vibraciones en la durísima roca
que la sostiene hacia ese lado. Los escombros de gran-
des lienzos de paredes de cal y canto, de grandes arca-
das de granito de sus conventos, los árboles centena-
rios que surgen de entre las ruinas, los restos inconmo-
vibles de los estribos de un gran puente, volcados hoy
sobre el torrentoso Gualí, — todo demuestra que esa
ciudad, destruida por un espantoso terremoto el 16 de
Junio de 1805, á las once de la noche, era no menos
rica y poblada que Cartagena y asiento de más riqueza
comercial que Bogotá.
Era tal el letargo en que vivían nuestros padres
bajo el ala paternal de la metrópoli española, que no
ha quedado una descripción, aun la más somera, de
esa catástrofe. Un periódico fundado en 1791 en Bo-
gotá por el entonces bibliotecario, señor Manuel del
Socorro Rodríguez, natural de Cuba, el Papel Pe-
riódico, había suspendido su publicación algunos años
antes, y otro fundado tres años después del terremoto,
por el nunca bien lamentado patriota y mártir, Fran-
S12 Honda antes del terremoto
cisco J. de Caldas, tampoco publicó noticia alguna
acerca de ella. Las «nicas que conservo son las que
cincuenta años há alcancé á oír allí mismo á uno de
los últimos testigos presenciales de ese acontecimien-
to, el señor Pablo Crespo.
Según él, Honda era la residencia principal de los
comerciantes españoles que hacían para el interior del
Xuevo Reino introducciones directas de la Península;
algunos de los cuales, decía el señor Crespo, no repu-
taban bueno el día en que sus ventas no alcanzaban á
mil pesos al contado. Ambas orillas del Gualí estaban
cubiertas de magníficas huertas y jardines, detrás de los
cuales se levantaban espléndidas casas altas de azotea,
provistas de abundantes y frescas fuentes, residencia de
esos afortunados magnates. Las corporaciones monás-
ticas, numerosas y ricas, elemento dominante de la vida
social en esos tiempos, habitaban en grandes conven-
tos y hacían fiestas religiosas de mucha pompa y mag-
nificencia. Arboles coposos, frutales magníficos, pal-
meras elevadas, mantenían por dondequiera una agra-
dable sombra á los ardores del clima. Numerosos
esclavos servían en las casas, manejaban las recuas de
muías y cultivaban los campos. Detrás de Honda, al
pie de la Cordillera, á seis leguas de distancia, demo-
raba la ciudad de Mariquita, Real de minas, adonde
afluían y eran beneficiados los minerales déla cordille-
ra Central, sirviendo además como lugar de veraneo
para las familias de Honda. Era esta otra ciudad de
no menor importancia, cuyas calles ostentaban caños
profundos de piedra labrada, que alcancé á ver, por
donde corrían abundantes acequias para proporcio-
Honda antes del terremoto 1213
nar aseo á las habitaciones y riego permanente á sus
deliciosos jardines. A juzgar por la extensión de las
ruinas, esa ciudad cubría media legua de largo por
una milla de anchura, y la abundancia de almendro-
nes, caimitos, aguacates de la mejor variedad que he
visto en todo el país, mangos y otros árboles raros,
entre ellos tres ó cuatro canelos, cuya introducción
atribuía la tradición oral á Don José Celestino Mutis,
daban testimonio de la opulencia de sus moradores, y
de que el número de ellos no debía bajar de 12 á
15,000.
Eecomponiendo en la imaginación lo que debió de
ser Honda, tanto por lo que es hoy como por las des-
cripciones del señor Crespo, al viajero procedente de
Bogotá que la contemplase desde el peñón opuesto de
Pescaderías, debería presentársele como una de esa?
mágicas ciudades moriscas levantadas hace cinco ó
seis siglos en las faldas de la Sierra de Málaga, bajo
el ciclo azul de las riberas del Mediterráneo. Un
caserío oculto entre el follaje, coquetamente adornado
por la copa estrellada de las palmeras, desordenado y
como desvestido para tomar el baño debajo de las cei-
bas ala orilla del río; alineado en gradería de azoteas
sobre las colinas, como en medio de los jardines sus-
pendidos de Babilonia; perdiéndose entre el denso fo-
llaje del rumoroso Gualí, y coronado en la cumbre de
los collados por la imponente masado los conventos,
asilados siempre al pie de las altas torres de sus
iglesias. Creería uno oír la voz confusa y varia de las
chusmas, el relincho de los caballos, el repique de las
campanas en lo alto de las torres y hasta las voces del
214 El terremoto de 1805
currulao y del bambuco, desprendiéndose de las cuer-
das de la bandola, á compás de los golpes del tamboril.
Ese ruido cesó: en vez de esas voces de vida, se oyó
de repente un rumor de cadenas arrastradas sobre
el pavimento; un trueno sordo repercutió bajo la man-
sión délos hombres, quienes sintieron un desvaneci-
miento semejante al mareo, yantes que nadie se die-
se cuenta de lo que pasaba, paredes y tedios se des-
plomaron sobre los míseros moradores, dejándolos
aplastados en gran número. Muy pocas casas que-
daron en pie; quizá 10 ó 12,000 personas hallaron
la muerte entre Honda y Mariquita; cesó por mu-
chos años, tal vez por siglos, el rumor de la actividad
comercial, y sobre la grieta de los muros que antes
abrigaban al hombre, se engarzan hoy las raíces do
los caracolíes, que levantan sus copas y extienden sus
brazos como para ocultar á los hijos el espectáculo de
la funesta ruina de sus padres. En lugar de esas vi-
siones de movimiento industrial y esperanza y placer,
el espectáculo actual inspira ideas lúgubres. Madiedo,
el poeta del Magdalena por excelencia, describió así
la impresión que allí se siente á la luz de la luna:
De los cielos la bóveda inmensa,
De las olas plateadas el ruido,
El silencio del mundo dormido
Y del céfiro el blando gemir;
Al incierto rumor de la yerba
Que en las ruinas tan triste se mece,
De la muerte la voz me parece
Que en sus brazos me llama á dormir.
Aún no se ha levantado Honda de la postración á que
la redujo el terremoto; pero se levantará de su sueño
de ochenta años á la voz de la locomotora que yá re-
El ferrocarril de la Dorada 215
«nena entre sus escombros. El desnivel del lecho del
Magdalena, que interrumpe allí la navegación, ha dado
pie á la construcción del ferrocarril de La Dorada,
prolongado hoy desde la parte superior de los chorros,
tírente á la ciudad, hasta Yeguas, catorce millas
abajo, y se prolongará por seis más hasta el pie de la
Vuelta de Conejo. Los vapores del alto Magdalena
atracan en Arrancaplumas, en el punto en donde
principia el Ferrocarril, y los del bajo río llegan sólo
hasta Yeguas. Así, este anillo de hierro liga las dos
partes del río y mantiene una comunicación cómoda
entre ííeiva y Barranquilla, ciudades que distan entre
sí trescientas leguas. Este ha sido, pues, un gran
progreso, que conservará para Honda la importancia
de punto de escala obligado en la navegación, aun
cuando la construcción de otro camino hacia el inte-
rior de Candi namarca le pueda arrebatar más tarde
el comercio de tránsito de esta última región.
Aunque vagamente se había hablado de la idea
de un ferrocarril entre Honda y la playa de Caracoli,
al seüor Nicolás Pereira Gamba corresponde el honor
de haber dado los primeros pasos prácticos y hecho los
primeros sacrificios para darle principio. Él trajo de
Inglaterra en 1873 al ingeniero Mr. C. D. Roberts,
quien levantó el trazo de un ferrocarril desde Honda
hasta la boca de ia quebrada de Perrera, abajo de Co-
nejo y calculó su costo en $1.500,000, guarismo que
asustó á los capitalistas ingleses con quienes aquél es-
taba en relación. El señor Pereira proyectaba en un
principio tan sólo un ferr(»carril de tres millas hasta
'Oaracolí y un puente sobre el río Magd;ilcna; pero
216 Empresarios del ferrocarril
Mr. Roberts juzgó que en esa pequeña distancia sería
lá obra muy costosa y no alcanzarían cubrir el tráfico
los intereses del capital y los gastos de servicio y con-
servación de la obra, por lo cual extendió el proyecto
á veintisiete millas más abajo. Luego, en 1881, el
Doctor Pío Rengifo, en unión de Mr. Módica, ciuda-
dano americano, tomó á su cargo la empresa, en rela-
ción con una casa americana, y otro Ingeniero de esta
nacionalidad, Mr. Wheeler, rectificó el trazado, acopió
durmientes, pidió rieles, y hubiera empezado la cons-
trucción, á no haber quebrado la firma de quien los
empresarios esperaban los primeros recursos; de suerte
que los gastos yá impendidos quedaron á cargo del
Doctor Rengifo, arrebatándole una modesta fortu-
na laboriosamente acumulada. Ew 1883, en fin, tomó
la empresa á su cargo el señor Francisco J. Cisneros,
quien, con la actividad norteamericana que lo distin-
gue, en poco más de un año construyó las catorce^
millas que hoy existen, auxiliado con $7,000 por milla,
con que contribuyó el Gobierno general; pero con un
desembolso total de cerca de % 700,000, es decir, de
$50,000 por milla. No había transcurrido un mes des-
pués de inaugurado ese trayecto, cuando una avenida
simultánea, y sin precedente, del Gualí, el río Perico y
el Guarinó, se llevó en una noche el puente de hierro-
de este último río y los de madera de los dos prime-
ros. Súpolo en Barranquilla, en viaje para Europa,
el señor Cisneros, y regresando en el acto, con un
trabajo de veinticinco días con sus noches, repuso
sobre burros de guayacán sumamente sólidos, el puente
de Guarinó, levantó de nuevo los otros dos y continuó-
Prolongación posible del ferrocarril 217
y ha continuado sin interrupción el tráfico hasta él
día. Un mes más tarde estalló la guerra civil, los beli-
gerantes tomaron sucesivamente para el transporte de
tropas y elementos de guerra, los vehículos; los cuales,
así como la línea misma, debieron su salvación al tacto
de mundo y habilidad del empresario. Habiendo sus-
pendido el Gobierno la subvención ofrecida, la pro-
longación de la obra está también en suspenso; pero
en el estado actual presta un servicio de mucha consi-
deración evitando á los vapores la subida de los cho-
rros que S3 encuentran desde Yeguas hasta Caracoli,
proporcionando una rebaja notable en el aseguro do
las mercancías y acelerando el viaje á los pasajeros.
Hoy pertenece este ferrocarril, que su constructor no
pudo conservar, al señor J. J. Ribón, negociante co-
lombiano establecido en París.
Es de esperar que en breves años se prolongue al
Sur, eu busca de las minas de la cordillera Central,
quizás hasta Girardot é Ibagué, y no es imposible que,
extendiéndose veinticinco ó treinta leguas hacia el
Norte, se ligue con el ferrocarril de Antioquia en
las vegas del río Ñus, y una por el vapor las dos
ciudades de Bogotá y Medellín. Con diez años de
paz se vería muy próximo ese resultado, que hoy nos
parece distante.
La extensión hacia el Sur, hasta Mariquita ó San-
tana, será también la señal que determine á los comer
ciantes de Honda y de Manizales á construir un buen
camino para cambiar las producciones de sus respec-
tivas comarcas, Manizales puede introducir con mu-
cho mayor ventaja por la vía de Honda las mercancía»
^18 Los pobladores de Bo'O'^a
extranjeras que hoy recibe por la de Puerto Berrío y
Medellín, por donde tienen que describir un rodeo de
retenta y cinco leguas, y por ahí podría también en-
contrar salida para el café que cosechase en los férti-
Jes valles y laderas del Chinchiná y el Otun, del Gua-
caica y el Tapias.
Honda será, pues, siempre un lugar comercial im-
portante. Hoy, sin embargo, parece vivir trabajo-
samente. Como punto estratégico á causa de sus co-
nexiones con el Alto y Bajo Magdalena, con Antio-
quia y con Bogotá, está particularmente expuesto
á las violencias de las guerras civiles, y esto es. sin
duda, lo que ha hecho decrecer su comercio, en otro
iiempo importante, del cual se han retirado, en los
últimos anos, casas importadoras que sostenían un
movimiento notable. El Ferrocarril y la barca ejecu-
tan hoy. los trabajos antes desempeüados por los co-
misionistas, arrieros, mozos de cordel y bogas; sus
calles carecen de animación, y sus almacenes parecen
tan sólo ocupados á medias.
Una población distinta en el color, las costumbres
y los alimentos, de la que habita las montañas, se en-
<íuentra allí. La raza mezclada de blanco y africano
prevalece; el castellano se habla con un dejo prolon-
gado sobre el final de las palabras: las formas angulo-
sas y secas y el color pálido-amarillento, llamado vul-
garmente y¿/jfl^, se nota en las mejillas délos blancos,
en lugar de la carnación redonda y rosada de las
gentes de tierra fría; hay menos amabilidad en las
maneras y bastante más altivez en las fisonomías. Yá
no se ven la papa, ni las habas ni las arvejas, ni la chi-.
El clima 219
cha de las tierras altas; trasciende el olor á pescado;
el plátano, el arroz, el flame y la yuca son los alimen-
tos principales; el aguardiente es casi la vínica bebida
estimulante de la clase trabajadora, y el traje de
color negro ó gris, usado en el interior, cede el pues-
to al de blanco y rojo, preferidos por el gusto africano
6 exigidos por el calor del clima. En lo general esas
poblaciones del Magdalena parecen mejor alimentadas
que las de las montañas: el maíz hace las veces del
trigo, el cual, por un fenómeno que no acierto á
comprender, se consume desde Guaduas, de proce-
dencia norteamericana, en mayor cantidad que el de
la sabana de Bogotá.
Los agricultores de la altiplanicie no han hecho
hasta ahora un solo esfuerzo por extender el radio del
consumo de sus trigos hacia el Magdalena, en donde
pudiera encontrar salida para algunos miles de car-
gas al año. Una asociación de los productores pu-
diera repartir entre cuarenta ó cincuenta personas el
gasto de algunos ensayos, que no sería gravoso para
ñinga no y abriría el camino á cambies fecundos;
por ejemplo, con el pescado de aquel río, que sólo en
cuaresma, y á precios exorbitantes, de 40 ó 50 centa-
vos la libra, llega á esta ciudad.
El clima de Honda y el de todo el Magdalena, á
bordo de los vapores, es perfectamente sano: la fiebre
perniciosa, ó tal vez la amarilla, es casi desconocida,
y suelen confundirse con ella las insolaciones causadas,
por exceso de exposición á los soles ardientes de esa
región, en personas poco acostumbradas á esas influen-
cias. Para conservar buena salud basta nrecaverse del
220 Precauciones higiénicas
sol en las horas medias del día, mantener abrigo mode-
rado durante la noche, y evitar los excesos de la comida
y de bebidas alcohólicas. Stanley, el famoso descu-
bridor africano, opina también que el uso de frutas
conservadas en vinagre es funesto en los climas afri-
canos, con los que los nuestros del Magdalena deben
tener bastante analogía, bien que aquí el calor es más
moderado que allá. El uso del catre de lona, sin el
aditamento de una estera de cJdngalé y wna frazada de
lana, suele ser dañoso, porque durante la noche se
producen enfriamientos en la temperatura, que, sin
suficiente abrigo, pueden ocasionar fiebres. El café
negro al levantarse de la cama es nna precaución
higiénica muy saludable; también lo es el empleo del
jugo de la naranja agria con la sopa ó con la carne, á
la cual comunica un sabor agradable. Las carnes
y pescados conservados en latas, los mangos, el pláta-
no crudo, la patilla, el aguacate y el melón deben
proscribirse. El agua de panela fría, llamada en al-
gunas partes de Venezuela Agua-Páez, es una bebida
refrescante y sana, de la cual, sin embargo, no debe
abusarse. Las personas acostumbradas en tierra fría
al uso de ropa interior de lana, deben conservarla
en el Magdalena. Las dos terceras partes de los casos
de fiebre tienen su principio en un enfriamiento ó en
una indigestión. El bafio de fricción con agua y al-
cohol es muy conveniente para las personas de salud
delicada. Al sentir pesada la cabeza y perezoso el
cuerpo, debe tomarse un laxante ligero tres ó cua-
tro horas después de almorzar ó de comer. En caso
de fiebre, y en ausencia de médico, es bueno tomar
Principio del viaje 231
iin purgante ó un vomitivo, beber limonadas, frías 6
calientes, y tomar quinina, al declinar la fiebre, en
dosis de seis á diez granos. Esta es la experiencia
vulgar.
Muy agradable es el viaje de bajada en los vapores
del Magdalena. A diferencia de lo que sucede en
países más civilizados, — en donde, á menos de intro-
ducción especial, no hay comunicación alguna entre
los pasajeros, — entre nosotros, un cuarto de hora des-
pués de comenzado el viaje principia la conver-
sación general, y á pesar de la ausencia de etiquetas
y formalismos, reina en las relaciones no poco de be-
nevolencia y cultura. Si hay sefioras y niños es doble
la garantía do que reinarán atención, respeto y buen
humor durante el viaje.
A las 9 de una mañana fresca y despejada empren-
dimos el nuestro.
El vapor se desprendió de la orilla en busca de la
mitad del río, giró lentamente sobre sí mismo para
poner la proa en dirección de la corriente, dio un
largo pitazo como anuncio de su partida, y empe-
zó su marcha majestuosa hacia el mar. Pronto se
perdieron de vista la playa y el peñón de Caracoli,
y el paisaje cambiaba con frecuencia, á medida de las
vueltas frecuentes del río, estrechado por las últimas
líneas de contrafuertes de las cordilleras Central y
Oriental. Estas cordilleras parecen haber estado uni-
das aquí y después rotas por las aguas del Magdalena,
que en otro tiempo debieron de correr en un lecho
más elevado, según parece observarse en los estra-
222 El Golilludo
tos de sns bancos á una y otra orilla. De trecho en
treclio aparecen humildes chozas de lefladores acom-
pafiadas de pequeQas plataneras y de algunos árboles
frutales, en la orilla de los barrancos por donde des-
aguan las lluvias del invierno solamente, pues esas
sabanas altas, sobre todo del lado cundinamarqués,
parecen escasas en aguas corrientes, y por lo mismo
son poco adecuadas á la agricultura. En la ribera to-
limense ú occidental parece más fértil el suelo, cu-
bierto á trechos de gramíneas, quizás no muy sucu-
lentas, á juzgar por el aspecto desmedrado de los
pocos ganados que pacen allí.
El horizonte es estrecho y tiene por rasgo domi-
nante la forma rara de los peñones de Ouariiió y del
GoUlludo; semeja éste la cabeza y el cuello de un
hombre adornado con una gran golilla de las usadas
en el siglo xvi en la corte española. Al llegar á Co-
nejo las cordilleras se separan, el valle se ensancha,
y los tendidos en que el río conserva una dirección
recta son de más extensión. En cuarenta y cinco mi-
nutos recorrimos las cuatro leguas que separan á Ye-
guas de Caracoli, y en veinticinco minutos las dos le-
guas restantes hasta Conejo.
La vegetación de las orillas del río cambia de as-
pecto, según que en ellas ha habido cortes de leña
para los vapores ó nó. Lii vegetación primitiva se
compone en lo general de tres líneas distintas: 1.*
platanillo, caña brava y Síiuces pequeños; 2.* guaru-
mos, balsos, guaduas y payandés; 3.* ceibas, caraco-
lles, cauchos, capoticos y palmas reales. Más hacia
el interior, en los lugares altos y secos, principian
Vegetación de las orillas 223
los árboles de corazón, como el guayacán, el diomute^
el cumula, el aceituno, etc. En las orillas que han
sido desmontadas, y por consiguiente ocupadas por
el hombre, dominan el guásimo, el gualanday, la pal-
ma de coco, el mango, el ciruelo, y á las veces el
árbol de pan: todos ellos alimenticios ó medicina-
les, sobre todo el guásimo y el gualanday. Útil el
primero por las propiedades refrescantes, tanto de
su sombra como de su corteza y fruta que, disueltas
en agua, se aplican en baños contra las inflamaciones
externas, y endulzadas con panela, como una poción
calmante para combatir la acción de los ardores del
sol; el gualanday es un admirable específico para cu-
rar las úlceras y las erupciones cutáneas, aplicado en
baños, y en fricciones con la miel preparada déla
infusión de su corteza.
Sólo en un sitio inmediato á Conejo, que se me
dijo pertenecía á una señora vecina de Honda, había
señales de habitación permanente, en una casa de re-
gular capacidad, blanqueada y rodeada de árboles
frutales y carralejas; en el resto de las riberas veían-
se ranchos pequeños é incómodos, construidos por
leñadores con el designio de abandonarlos tan luego
como el bosque se aleje algún tanto de la playa y
haga difícil el transporte de la leña á la orilla del
río. El hombre no hace todavía mansión permanente
en esas riberas, quizás por temor de ser despojado de
sus mejoras por algún propietario codicioso, ó por la
dificultad de obtener títulos de propiedad sobre la
tierra mejorada con su trabajo. Es de presumir que
si se diesen facilidades para la adquisición de aquello»
224 Puerto- Niño
títulos, ios pobladores del Magdalena serían ntienos
trashumantes en sus costumbres, y procurarían ro-
dearse de mejores comodidades en esos primeros esta-
blecimientos de colonización.
De Conejo para abajo, Puerto Niño, en la orilla
derecha ú oriental, es el primer punto que llama la
atención del viíijero, con dos pequeñas casas pajizas,
de construcción algo más cuidadosa, provistas de co-
cina separada y con el acompañamiento de pequeñas
plataneras, manga de pasto, labranzas de maíz y de
yuca, y algunos árboles frutales. Esas habitaciones
fueron construidas en lo que se consideró el término de
un camino que debía poner en comunicación directa el
interior del Estado de Boyacá con el Magdalena, y
fue bautizado el sitio con el nombre de uno délos más
notables patriotas boyacenseñ de la época de la Inde-
pendencia, sacrificado por la ferocidad de Morillo. Allí
se encuentra leña para los vapores, plátanos y yucas
frescos, á las veces carne y pescado, y hacía los honores
de una de las casas una mujer bogotana, de modales
agradables, alegre y benévola. Cómo dejó la residencia
y la sociedad de Bogotá por la vida de esa sole-
dad terrible, de ese clima ardiente y de esa falta
total de comodidades, no pude saberlo. Vivía conten-
ta, gozaba de buena salud, y sin duda hacía la felicidad
de un marido tolimense, de esos que aman el río como
otros aman la heredad de sus padres, que prefieren la
canoa al mejor caballo, el pescado á la carne vacuna,
y á quienes la sola vista de las montañas causa nos-
talgia.
Del camino que tantas esperanzas despertó, sólo
Buenavüta y Nare 225
quedan las cíisíis de Pnerfco-NiOo y quizá uno que otro
establecimiento agrícola en las márgenes del río Mi-
nero.
Más abajo se presenta, en la ribera izquierda, el
bello caserío de Buen avista, á orillas del río de La
Miel, en donde principia el territorio antioqueflo.
En otro tiempo se construían en este lugar gran-
des canoas, champanes y aun bongos, probablemente
á favor de los árboles colosales que se encuentran en
las vegas del río. Hoy, suprimida casi la navegación
con palanca y remo, su importancia se reduce á algu-
nas labranzas de cacao, plátanos, maíz y algún gana-
do. El sitio es bello y parece baño. El valle del río La
Miel y de sus tributarios se extiende bastante hacia el
interior para permitir tal vez la apertura de alguna vía
de comunicación directa hacia Sonsón y Salamina, que
daría á este pueblo un movimiento comercial consi-
derable.
Pasando algunos leñateos (1), y también algunos re-
gaderos, en que el lecho del río se extiende considera-
blemente y forma lugares peligrosos para la navega-
ción á causa de las varadas, se llega en invierno, en
menos de siete horas de navegación, á JSTare; lugar
importante por haber sido durante muchos años el
único puerto de Antioquia en el Magdalena. Rodea-
do de p.m tunos como está el sitio, la insalubridad
del clima ha sido obstáculo á la fundación de estable-
cimientos agrícolas, y por consiguiente á la coloniza-
(1) Leñateo. Orilla cubierta de bosque en donde se corta
leña para los s'^apores. Además de la choza del leñador, tiene
allí éste alguna labranza que proporciona víveres para su fa-
milia. 15
226 Nare
ción antioqueña. Las variaciones de la corriente del
río han arrebatado gran parte de la barranca y de las
casas allí construidas, y hoy el pueblo, — reducido ade-
más en su comercio de tránsito, por la competencia-
de otra vía para el interior de Antioquia más hacia el
Norte, — es yá una ruina lamentable, y pronto desapa-
recerá.
CAPITULO XVII
DE PUERTO BKRRIO A LA BOCA DK LEBRTJA
El poblado de Puerto Berrío— El ferrocarril de Antioquia. —
Trazado de éste. — Ríos tributarios al Magdalena Central. —
El San Bartolomé, El Carare. — El Opón, El Sogamoso, El
Colorada.— El pueblo de Carare y su comarca. — Los indios
aruacos.— Entrada de Gonzalo Jiménez de Quesadaporel
Opón.— La Tora, hoy Barrancabermeja.— Barbacoas.— Vic-
toria fluvial en la guerra de Independencia.— El General Cór-
doba.—Puerto Wilches.— Paturia.— El Puerto de Botijas.
Diez leguas abajo se encuentra la nueva población
de Puerto Berrío, que, sin contar todavía catorce
abriles, pues apenas fue fundada en 1875, muestra yá
arrugas de vejez. Escogida para principio del ferro-
carril de Antioquia, en una playa protegida por un
peOón que desvía hacia la ribera opuesta la fuerza de
la corriente, el suelo es liúmedo y la habitación mal-
sana. La casa del primer empresario, señor Cisneros,
fue construida casi en la cumbre del pefíón, y un
poco más abajo, pero todavía á prudente distancia
del río, las de los empleados; á cincuenta pasos de la
playa se conserva todavía una buena casa construida
para hotel, con capacidad para cuarenta ó cincuenta
huéspedes; y en la orilla misma, con la mayor inmc-
Puerto Beirio
diación posible al fondeadero de los vapores, las habi-
taciones do los vecinos, con el principal objeto de tra-
ficar con las tripulacioiies de los buques.
Este fue el teatro de grandes trabajos (todavía no
bien apreciados do nuestro pueblo) por parte del se-
ñor Francisco J. Cisneros en la construcción de las
cuatro primeras leguas del Ferrocarril antioqneño.
Tratábase de principiar en una playa desierta, in-
hospitalaria y rodeada de profundos pantanos que
se prolongan por cuatro leguas hacia el interior. No
había por allí sino miasmas palúdicos, plagas de todo
género, de jején y mosquito durante el día, de zancu-
dos y otros bichos no menos temibles durante la no-
che; ni una choza, ni una labranza en diez leguas á
la redonda; había que procurarse los peones de los
pueblos del interior de Antioquia, y los víveres para
mantenerlos de Honda y Barranquilla, á cuarenta y
ciento cincuenta leguas de distancia. Las fiebres diez-
maban los cmjdeados y los peones; no había una senda,
ui la más leve trocha, por donde internarse, ni un
puato elevado para buscar la orientación, ni un ha-
quiano que ayudase en las exploraciones. Lo que allí
debieron de sufrir los primeros exploradores, sólo po-
dría compararse á los trabajos de los conquistadore»
en el siglo xvi. Complicóse esa situación con la gue-
rra civil de 1876, durante la cual el Gobierno Na-
cional, siguiendo el propósito de mantener á Antio-
quia— rebelado entonces — en absoluta incomunicación
con el resto de la República, prohibió á los vapores
tocar en Puerto Berrío, á tiempo que el Gobierno re-
volucionario antioqueQo, deseoso de ocultar sus mo-
El ferrocarril de Antioquia 229
vimientos militares á las ftierzHS del Nacional, pres-
cribía también una incomunicación absoluta con los
pueblos ribereños del Magdalena. Acabáronse los ví-
veres, y la pequeña colonia, sitiada en aquel desierto,
hubiera perecido toda sin la infatigable energía de su
Director. Un año más tarde, en 1877, recorría la lo-
comotora seis kilómetros de enrielado al través del
bosque anegadizo.
Empero, esa guerra civil fue funesta para la ter-
minación de la obra. Antioquia era un Estado cuya
laboriosa población, dirigida por un Gobierno honra-
do y prudente, empezaba á ganar crédito en los paí-
ses extranjeros. No hubiera sido difícil para un em-
presario activo obtener capitales con qué llevar á tér-
mino la empresa, si esa desgraciada guerra civil no hu-
biese hecho nacer dudas acerca de la estabilidad de
nuestras instituciones políticas. Aumentada esa des-
confianza con el estado de semianarquía en que per-
maneció el país hasta 1880, se hizo imposible obtener
el concurso de los capitales ingleses que, en otras cir-
cunstancias, hubieran podido mirar esos trabajos con
sfmpatía decidida. A duras penas fue construida una
extensión de diez leguas de carrilera hasta el valle del
río Nuz, en donde quedaba yá en contacto con las
primeras explotaciones mineras de esa región; mas
cuando el pito de la locomotora resonaba sobre las pri-
meras altaras de la cordillera Central en 1884, una
segunda guerra civil dio otro toque de ¡alto! á la mar-
cha de los trabajadores desalentados. Inútil era pen-
sar yá en atraer capitales europeos á la ejecución de
obras costosas en países no constituidos; los traba-
230 Eí ferrocarril de Antioquia
jos cesaron, las lluvias tropicales desmoronaron en
breve los camellones lev^antados con tanta dificultad;
la maleza empieza á reconquistar su imperio, y esa
población, llamada á ser uno de los emporios del vallo
del Magdalena, presenta, cuando apenas está en la
infancia de su vida, el aspecto de una vejez prematura!
Y, sin embargo, no debiera ser así. Pasadas las
cuatro primeras leguas de vegas anegadizas, la ruta
hacia Medelliu empieza á sabir los escalones de la
Cordillera; el piso es firme, el suelo más seco, la
temperatura más fresca, y en el punto adonde llega
hoy el Ferrocarril, á 800 metros de altura sobre el
nivel del mar, principia el valle del í^uz, que se ex-
tiende por más de doce leguas de terrenos aurífe-
ros, en donde empiezan á trabajarse algunas minas.
Durante la noche que pasamos fondeados en Puerto
Barrio, llegaron algunos pasajeros del interior de An-
tioquia para seguir á la Costa en el mismo vapor, y la
conversación versó principalmente sobre las minas de
Las Colonias, situadas en el valle del Nuz — en cnj^a
explotación se ocupa el srfíor José Domingo Restrepo,
inteligente y enérgico j"ven. cu asocio de algunos ca-
pitalistas americanos — y de La Cortada del Nuz, pro-
yecto acometido por un distinguido francés, para des-
viar por algunos centenares de metros el cauce del río,
y explotar en seco las arenas auríferas depositadas en
las cuencas por la acción de los siglos. Unay otra em-
presa, á las que el ferrocarril ofrece ventajas conside-
rables con el fácil y barato transporte de la maquina-
ria, prometían grandes esperanzas.
En relación con este objeto d^ proporcionar facili-
El ferrocarril de Ántioquia 231
dades al trabajo de la minería, el trazado del ferroca-
rril de Puerto Berrío es nna grande adquisición para
Ántioquia, cuyo suelo, excesivamente arrugado y cru-
zado de Norte á Sur por tres líneas de altas montañas,
presenta tantos obstáculos á las vías transversales al
Magdalena ó al Cauca. La de Puerto Berrío á Mede-
llín ha dado solución feliz al problema, de una ma-
nera á un tiempo económica y adecuada á las nece-
-sidades de la minería. Salvando la orilla cenagosa del
río, sigue el curso Sudoeste de La Colorada, y luego se
interna por la hoya de la quebrada de Sabaletas hasta
su origen, en una depresión déla cuchilla, que permi-
te pasar sin gran dificultad á la hoya del Nuz. Este,
tributario del Nare, con el cual se reúne arriba de la
bodega de Islitas, presenta en la dirección Noroeste de
su valle una línea fácil, de doce leguas de extensión,
en la que se encuentran minas halagadoras en la Cor-
dillera y fértiles vegas en las orillas del río hasta sus
vertientes. Aquí se atraviesa la sierra que divide las
aguas que caen al Cauca de las que corren al Magda-
lena, en un punto denominado La Quielra, cuya al-
tura sobre el nivel del mar no pasa de 2,000 metros,
y se desciende al valle del Porce, que se considera el
más rico en oro en todo el Estado.
El punto en que el trazado toca al Porce adquirirá
con el tiempo grande importancia, por ser el de
intersección de las dos vías que del corazón del Es-
tado conducen al Magdalena y al Cauca. Remontando
luego el Porce, se llega sin obstáculo serio, y evitando
la necesidad de costosos túneles, por un camino cuyas
gradientes no pasan del 4 por 100, hasta la capital an-
232 Arboles nuevos
tioquefia. El hallazgo de esta línea ha sido, pues, un
servicio de primer orden, que Antioqui^i tendrá siem-
pre que agradecer al señor Cisneros.
Desde Honda hasta Puerto Berrío la distancia re-
corrida es de 44 leguas, distribuidas entre las siguien-
tes estaciones:
De Honda á Yeguas •"> leguas.
De Yeguas á La Dorada, pasando por
La Garcera, Peñasmuertas y Conejo, —
lefíateos con algunas casas 6-|^ —
De La Dorada á Buenavista (boca del
río de La Miel), pasando por la boca de la
quebrada de La Perrera (término de la lí-
nea de Poncet, cuya ejecución })royecta el
señor Liévano), Gaarumo, el Conchai y
Fierro O —
De Buenavista á Nare, pasando poi-
Puerto-Niño Id —
De Nare á Puerto Berrío, pasando por
La Angostura, Callejas y Garrapata 10|^
44 leguas.
En Puerto Berrío empieza la parte más despoblada
de las vegas del Magdalena, y quizás á esta circunstan-
cia, que no ha permitido desmontes considerables en
sus orillas, se debe la aparición de árboles nuevos,
entre los cuales, dos llamaron particularmente mi
atención : el canta-gallo y el sanaguare.
El primero tiene alguna semejanza con el cámba-
lo en la forma y aspecto del tronco y de las ramas:
Carare 233
pero en vez de ser rojas, como líis de éste, sns flores
8011 blancas y el revés de las hojas tiene ligeros reflejos
argentinos. Es un árbol muy bello, que pudiera pro-
pagarse para adorno de los jardines.
£1 sanaguavG habita de preferencia en las vegas
pantanosas; es de rápido crecimiento, da una sombra
agradable, no muy tupida, y produce un fruto seme-
jante al del algarrobo, que sirve de alimento á los
ganados en los fuertes veranos. La madera de sus
ramas es muy buena leña y su tronco es blando, fácil
para trabajarlo en muebles. En las inmediaciones de
Barranquilla se le encuentra en grande abundancia en
una isla poblada de ganados, pues su sombra no hace
daño á los pastos naturales, sus raíces absorben lu
humedad del suelo y ayudan á secarlo y convertirla
en terreno de labor. Sería una adquisición útil para
el alto Magdalena, en donde no es conocido.
En esta sección principia la entrada de los gran-
des tributarios del Magdalena central. A cosa de cinco
leguas de Puerto Berrío desemboca en la orilla iz-
quierda el San Bartolomé, río que penetra profunda-
mente en el territorio de Antioquia, pues sus ver-
tientes llegan hasta la vecindad de Amalfi, y que
probablemente es navegable por algunas leguas en su
parte baja. En otro tiempo había arriba de su desem-
bocadura una bodega, hasta donde llegaban los cham-
panes, y un camino por donde se introducían al inte-
rior algunas mercancías. Diez leguas más abajo entra
por la orilla derecha el Carare, en cuya boca, sobre
un peñón elevado y libre del riesgo de inundaciones.
234 Cavare
está situada la población del mismo nombre, esperan-
do desde Iiaoe un siglo el advenimiento de un camino
hacia el interior, tantas veces anunciado como frustra-
do luego por el destino. El río se interna por noventa
leguas en los Estados de Santander y Boyacá, y se
dice que es navegable por más de veinte, en vapores
pequetlos; pero su curso, en extremo tortuoso, arras-
tra grandes árboles de la poderosa vegetación de sus
orillas que, por hoy, hacen imposible ó poco menos
^sa navegación. Las vegas son en extremo fértiles y
<3n ellas hay establecidas, en la parte alta, algunas
plantaciones de cacao, café y caña de azúcar, asfixia-
das desde un principio por la dificultad de llevar sus
productos al río. Los habitantes de la parte baja, muy
<3scasos en número, viven de la pesca y de la extrac-
ción de taguas, que son muy abundantes.
Dos obstáculos encuentra esa población para me-
drar y propagarse. Primero, los aruacos ó yariguíes,
tribu indígena enemistada á muerte desde tiempo in-
memorial con los blancos, á quienes ataca sin dar cuar-
tel, siempre que puede hacerlo con impunidad. Se-
gundo, la insalubridad del clima, que ha llegado á
tener un nombre fatídico, pero que cederá algún día,
cuando la canalización del Carare permita desaguar
los pantanos y ganar para el cultivo los terrenos cu-
biertos hoy de bosques cenagosos.
El peligro de los aruacos es menor. Según parece,
<?stas tribus, esparcidas entre el Carare y el Sogamoso,
no cuentan más de mil habitantes, capaces de presen-
tar á lo sumo cuatrocientos hombres de armas, que no
resistirían la presencia de cincuenta soldados armados
<;on armas de fuego.
El Opón 235
Además, no sería imposible reducirlas ala vida civi-
lizada por medio de tratados, escuelas y comercio.
Habiendo, como hay, relaciones étnicas entre ellas
y las poblaciones del Socorro y Vélez, descendien-
tes de los antiguos guanes, la mezcla de las razas no
sería difícil y triunfaría en breve de las antipatías
de la vida salvaje. Debería evitarse á todo trance la
destrucción de esas tribus, grupo de población acli-
matada á las influencias miasmáticas de esa región,
de un valor inapreciable para la colonización futura
del valle del Magdalena, hacia el que empiezan á
descolgarse yá los habitantes de Zapatoca, Chima y
demás pueblos de la orilla occidental del Saravita, en
la antigua provincia del Socorro.
Ocho leguas abí^jo del Carare se encuentra, en
la misma orilla, la boca del Opón, río notable en nues-
tra historia por haber dado entrada hacia las densas y
civilizadas poblaciones indígenas que hoy forman los
Estados de Santander, Boyacá y Cundí namarca, á la
expedición conquistadora acaudillada por Gonzalo Ji-
ménez de Quesada. »
Erase, probablemente, el mes de Octubre de 1536.
El letrado espaüol que la conducía, detenido por cer-
ca de un mes en Barrancabermeja (llamada enton-
ces La Tora, dos leguas más abajo), á causa de
la escasez de víveres, — después de haber perdido por
las enfermedades más de cuatrocientos de los ocho-
cientos hombres con que principió su exploración, —
había resistido, á semejanza de Colón, las exigencias
de regresar á Santamarta, que le hacían todos sus
compañeros, y enviado al Capitán Juan de Sanmar-
236 Entrada de Gonzalo Jiménez de Quesada
tín, en tres canoas tripuladas por doce hombres, á
explorar el río inmediato, hacia cuyas vertientes se
descubrían las cimas azuladas de una cordillera de
2,000 metros de altura. Esta pequeña descubierta
tropezó con una canoa cargada de mantas finísimas de
algodón y de cuiches (1) de sal, y adelantando algo más
encontró, en el punto en que el Opón cesa de ser
navegable, dos bodegas llenas de sal. Desembarcando
aquí é internándose por una senda que corría por en-
medio del bosque, llegó á un punto elevado, desde
donde se divisaban casas y labranzas numerosas, indi-
cio de grandes poblaciones conocedoras de artes fabri-
les é indudablemente entregadas á algún comercio
con las tribus de las orillas del río. Enajenado de
gozo con este encuentro, regresó Sanmartín á La
Taray engalanados sus compañeros con las plumas
y otros adornos de los indios que habían hallado en
las bodegas, y enarbolando las mantas en señal de ale-
gría. El historiador de esa expedición, el Padre Cas-
tellanos, refiere estas exclamaciones de los explorado-
res á sus desalentados compañeros, al llegar;
¡Tierra buena! ¡Tierra buena!
Tierra que pone fin á nuestra pena.
Tierra de oro, tierra bastecida,
Tierra para hacer perpetua casa,
Tierra donde se ve gente vestida.
Tierra de bendición clara y serena.
"Y sus valles y cumbres son propicias
A nobles y generosas influencias.
Estábase en el camino del Reino de los Muiscas,
(1) Sal compactada al fuego, dentro de una olla de barro,
cuya forma conserva.
Barrancábei'meja 237
j ese fue el origen de la fundación de la nacionalidad
que hoy es Colombia!
Barrancabcrmeja, llanriada así por el color de los
bancos del río, atraía en un tiempo la atención por
ser el punto donde debía terminar un camino que
desde Zapatoca se construía hacia el Magdalena. Era
esa una vía excesivamente larga, de costosísima con-
servación, que requería, en consecuencia, un gran
número de recuas de muías, de potreros, de arrieros,
de posadas, y que, en fin de fines, haría tan costosa
la transportación, que sólo muy pocos servicios podría
prestar al comercio. En ese camino se trabajó por
largos años, se invirtieron sumas cuantiosas y resultó
al cabo que, ya sea por el temor á los asaltos de los
indios, ó por la naturaleza arcillosa y deleznable de
los terrenos, no pudo ser conservado. Para sostener
la competencia comercial de los países que cuentan con
ferrocarriles, ríos navegables y el mar, se necesita lu-
char con armas iguales. Así como las hondas y las fle-
chas no son yá armas de guerra contra los rifles y los
cañones rayados, los caminos de montaña y las muías
tampoco pueden competir con los ferrocarriles y los
vapores en la exportación de azúcar, algodón y café.
El gran problema consiste en llegar pronto, y con poco
gasto, á las vías navegables. Barrancabermeja ha per-
dido yá, pues, sus grandes esperanzas de otros días.
Cinco leguas más abajo sigue la bodega de Soga-
moso, á corta distancia de la boca del río de este
nombre, antes de la cual se pasa por delante del río
de La Colorada, que así como el Carare, el Opón y el
Sogamoso, recorren de Sur á Norte el valle que se
238 El Sogamoso
extiende al Occidente de la Sierra de Lloriquíes hasta
el Magdalena, formando en él cuatro líneas paralelas,
dentro de las cuales deben quedar cinco valles secun-
darios muv fértiles, pero tal vez malsanos. De esos
ríos el Carare es el más próximo al Magdalena, y el
Sogamoso el más inmediato á la cordillera Oriental.
El Colorada y el Opón son loa intermedios. Toda esa
región debe ser espléndida y está inexplorada. El So-
gamoso tiene un curso de más de cien leguas basta la
laguna de Fúquene, de donde procede su gran tribu-
tario, el Suárez, y basta la de Tota, de cuyas cercanías
nace el Sogamoso propiamente dicho. Riega gran par-
te del territorio de Boyacá y Santander, y sólo es nave-
gable por pequeñas embarcaciones en las quince últi-
mas leguas de sn torrentoso curso. Quizá por medio
de esclusas podrá hacérsele más útil algún día.
Entre Puerto Berrío y la boca del Sogamoso median
31 leguas, divididas entre las siguientes estaciones:
De Puerto Berrío á la boca del San
Bartolomé, pasando por Murillo 5 leguas.
De San Bartolomé á Carare, pasando
por Rionuevo, Saíno y Barbacoas 10|^
De Carare á la boca del Opón, pasando
por Pefiasblancas 8
De Opón á la boca de Sogamoso, pa-
sando por la boca del Colorada y Barran-
cabermeja ... 7^
31 leguas.
De las poblaciones que acabo de mencionar, merece
recuerdo especial la de Barbacoas, situada tres leguas
La victoria de Barbacoas 239
arriba de la boca de Oarare, y doce abajo de Puerto-
Berrío.
Acababa de ganarse la importante victoria de
Boyacá, durante la guerra de la Independencia, con
la cual había sido libertado de la dominación españo-
la el territorio del Tolima, Cundinamarca, Boyacá j
Santander; pero quedaba sometida aún (\ la Metrópoli
toda la hoya del Magdalena desde Honda hasta el mar,
incluyendo á Mompós y las ciudades del litoral, Car-
tagena, Santamarta, Riohacha y Panamá, en la pri-
mera de las cuales había parado su desatentada fuga,
desde Bogotá, el Virrey Sámano. Este, con los gran-
des recursos que la posesión de la orilla del mar le
proporcionaba, intentaba recuperar el terreno perdi-
do, manteniendo la dominación del Rey en Antioquia
con fuerzas que envió allí por el Cauca arriba, á órde-
nes de Warleta, y con una poderosa flotilla de bongos
y champanes regida por el Teniente-Coronel Isidro
Barrada, que debía subir hasta Nare.
El Vicepresidente de Cundinamarca, General San-
tander, comprendiendo también la suprema importan-
cia de Antioquia y el Magdalena, había enviudo á
tomar posesión del primero al joven héroe José María
Córdoba, y nombrado Gobernador de Mariquita, con
residencia en Honda, al entonces Coronel José María
Mantilla, encargado, antes que todo, de levantar una
escuadrilla capaz de dominar en el M?>gdalena, á lo
menos hasta la Angostura de Nare. En este sitio de-
bían levantarse baterías de tierra para cruzar con sus
fuegos la garganta angosta que comprime allí la co-
rriente del río.
240 La victoria de Barbacoas
Córdoba realizó su misión con la magia propia de
ese guerrero de veinte aüos. Ocupar á Antioquia, casi
tan sólo con su audacia; levantar fuerzas, batir á
Warleta, descender por el Porce y el Nechí, bajar el
Cauca, ocupar á Magangué y desalojar de Mompós al
Coronel Villa, que la guarnecía por el Eey, fue obra de
pocos meses.
Por su parte, el General Mantilla reunió en Hon-
da los elementos, muy escasos entonces (pues en su
derrota el Virrey Sámano había barrido con lo más
importante), de una flotilla, la cual puso á órdenes del
Comandante José Antonio Maíz, con instrucciones de
bajar sólo hasta la Angostura de Nare y de evitar
todo combate con la muy superior en buques, tripu-
laciones y artillería que podía subir del bajo Magdale-
na. Sin embargo, habiendo sabido la aproximación
de los bongos españoles, no pudo resistir á la atrac-
ción misteriosa que para los valientes tiene hi cer-
canía del peligro; no vaciló, y marchó derecho sobre
ellos con el designio de tomarlos al abordaje. El Jefe
español, por su parte, tampoco dudó de la victoria;
seguro de ella, hizo desembarcar parte de su infante-
ría en el pueblo de Barbacoas, hacia cuya barranca es
menos fuerte la corriente, y por donde debían subir,
en la retirada que preveía, las embarcacion.es de los
patriotas. Aceptaron éstos el desafío é hicieron des-
embarcar igualmente 50 jinetes mandados por el cé-
lebre Carvajal, el compañero de Rondón en el Pan-
tano de Vargas.
Dispuestas así las líneas de batalla, los indepen-
dientes, que tenían en su favor la corriente del río, lo
Puerto Wilches 241
'que les daba más facilidad para maniobrar, bajaron á
boga arrancada sobre los bongos enemigos desprecian-
do los disparos de su artillería,^ echaron á pique dos de
ellos, tomaron al abordaje otros dos y nueve champa-
nes, visto lo cual Ids cinco bongos rtístantes tomaron
la faga (20 de Enero de 1820).
Con no menos decisión arremetió en tierra Carva-
jal, hasta el punto de no dejar vivo un solo español
•de los que habían pretendido cortar la retirada á los
patriotas.
Seiscientos fusiles encajonados, muchos pertrechos,
y sobre todo cuatro bongos y nueve champanes, in-
apreciables en esos instantes, fueron el fruto de ese
acto de arrojo, que abrió á los patriotas el camino del
Magdalena hasta Mompós.
Este hecho fue de la mayor importancia. Bajando
la ñotilla vencedora, reforzada con los despojos toma-
dos al enemigo, ai llegar á Mompós pudo obrar en
combinación con las fuerzas que de Antioquia habían
traído José María Córdoba y su hermano Salvador,
Manuel del Corral, Joaquín y José Manuel Montoya
y otros. En las filas humildes del soldado estaba el
hoy General Braulio Henao. Luego volveremos á en-
contrar esta misma flotilla en Tenerife, no yá regida
por Maíz, inutilizado por una herida recibida en el
combate, sino por el Coronel Hermógenes Maza.
Puerto Wilches dista solo dos leguas de la boca
del Sogamoso. Según afirman personas dignas de cré-
dito, este sitio posee la ventaja de tener una línea do
tierras altas, al abrigo de inundaciones, sin cordille-
16
242 San Pablo y Fatiiria
ras interpuestas y adecuadas para la construcción de
un ferrocarril á Bucaramanga, con una extensión de
menos de 25 leguas. Es, pues, probable que este camino
de hierro se hará, porque Bncarg^manga es una ciudad
rica y emprendedora, y sería la metrópoli comercial de
todo el Norte do Colombia, á tener esti vía de comu-
nicación.
Tres leguas y media abajo de Puerto Wilches está
San Pablo, pueblo que debe su existencia al vecino río
de la Cimitarra, procedente de las cordilleras antio-
quefias, en las cuales tiene nacimiento su grande
afluente el Ité, al Sudoeste de la ciudad de Remedios.
Ignoro si es navegable, y probablemente no ha sido
explorado por ser poco poblada, aunque abundante
en minas, la región que atraviesa. Esta aldea, en otro
tiempo de bonito aspecto y abundante caserío, ha su-
frido mucho con la destrucción de las barrancas en
que está edificada.
Cuatro leguas abajo de San Pablo sigue Paturia,
pequeña población fundada en 18G7 con el objeto de
servir de punto de partida á un camino hacia Bucara-
manga, proyectado por el señor Roberto Joy, y prote-
gido por el entonces Gobernador de Santander, señor
Victoriano de D. Paredes. Un caño navegable de cer-
ca de diez leguas comunica el río con una gran cié-
naga interior, desde la cual parte un camino llano y
cómodo hasta Bucaramanga, que se dice ser el mejor
para la importación de mercancías extranjeras: aun-
que no para la exportación, en la cual son más econó-
micas las vías fluviales del Lebrija y del Sogamoso,
flotables á la bajada, pero muy difíciles en la subida.
El Puerto de Botijas 243
Este camino de tierra se une á poca distancia de la
Ciénaga con el trazo del proyectado ferrocarril de
Soto, que parte de Puerto Wilchcs.
De Paturiaen adelante pasa el vapor por los tres
pequeños pueblos do Boca de Eosario, Vijagual y Ba-
dillo, y á continuación de este ultimo se encuentra la
boca del Lebrija. Nace este río en el Páramo de Juan
Rodríguez, cerca do Piedecuesta, y se dice empieza á
ser navegable desde Botijas, treinta' leguas arribado
su desembocadura en el Magdalena.
El sitio de Botijas es notable en la historia del pe-
ríodo colonial de Colombia como término escogido
por alguno de los gobernantes espafíoles de un camino
que alguna vez se proyectó construir desde Bogotá,
por en medio de las densas poblaciones de Cundina-
marca, Boyacá y Santander, que forman la mitad de
las de toda la República. Recuerdo haber visto postes
de cal y canto marcando la distancia desde Sahtafé y
puntos intermedios hasta dicho puerto' El más inme-
diato á Bogotá de que hago memoria daba 110 leguas
españolas, equivalentes á 63 miriámetros.
Esa era una grande idea, en cuya tradición hubiera
debido perseverar el Gobierno republicano para des-
arrollar el comercio interior y crear lazos de unión y
solidaridad entre esas tres grandes secciones; pero no
se pensó nunca en darle continuidad. Por su parte, el
Gobierno Español tampoco dio paso alguno para su
ejecución, si se exceptúa el de medir las distancias y
fijar los postes. Ignoro á cuál de nuestros antiguos Vi-
rreyes se debe ese pensamiento, del que no hacen men-
ción siquiera las memorias de mando de los que go-
bernaron el Virreinato desde 1770 para acá.
CAPITULO XVIII
DE L.\ BOCA DK LEURIJA AI. KA N^CO
Escalas entre Puerto Berrío y Bodega Central.— Caminos del
Magdalena á Bucaramanga.— La isla de Morales. — Puerto
Nacional. — La Gloria.— Caminos del Magdalena á Ocaña.
El Carmen (de Ocaña).— Habitaciones humanas en las orillas
del Magdalena Central. — Los leñateos. — Las aldeas.— In-
dustrias que pudieran tener importancia en esos lugares. —
Cómo formaba el Gobierno colonial las poblaciones en el
Magdalena. — Tamalameque.antes Sompallón, punto de escala
en la expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada.— Pobla-
ción de las orillas del Bajo Río al tiempo de la conquista. —
Sufrimientos de los conquistadores en el trayecto de la Cié-
nega de Santamarta á Tamalameque.
Abajo de la boca del Lebrija fue fundada en 1873
ó 1874 la Bodega Central, edificio de madera con techo
de láminas de hierro ó de zinc, en la orilla occiden-
tal (de Bolívar), destinado á recibir los cargamentos
procedentes del río Lebrija ó con destino á internarse
por él.
La boca de este río señala la mitad de la distancia
entre Honda y Barranquilla. Entre la boca del Soga-
moso y la del Lebrija median 25 leguas, distribui-
das así :
Rutas hacia Bucaramanga 245
De líi boca del Sogamoso á Puerto
AVilches • 2 leguas.
De Puerto Wilches á San Pablo (boca
del Cimitarra, río que marca deslindes
entre Antioquia y Bolívar) 3^
De San Pablo á Paturia (principia el
territorio del Estado del Magdalena y cesa
la ribera santandereana) , . 4
De Paturia á Bodega Central, pasando
por la boca de Rosario, Vijagual y Ba-
dillo 15i
25 leguas.
Distancia de Puerto Berrío á la boca
del Sogamoso 31
De Honda á Puerto Berrío 44
Total de Honda á la boca de Lebrija,
ó sea á la Bodega Central. 100 leguas.
Esta distancia se recorre, á la bajada, en dos días
y medio; pero puede hacerse perfectamente en dos,
pasando la noche del primero abajo de Puerto Be-
rrío. A la subida se emplean de 50 á 54 horas de
navegación efectiva, y cinco días de viaje, pues sólo eu
circunstancias muy favorables puede navegarse de
noche, y eso hasta la boca del Carare solamente.
Hay entre la boca del Sogamoso y la del Lebrija
cuatro salidas del antiguo cantón de Soto, en el Esta-
do de Santander, hacia el Magdalena:
1.* La de Bucaramanga y Girón, por tierra, hasta
Pedrales, y de aquí, por agua, á la boca del Sogamoso.
2.* La de Bucaramanga á Puerto Wilches, toda
por tierra.
246 Puerto Nacional
o.^ La de Bucaramanga á Paturia, por tierra hasta
Puerto Paredes, sobre el lago, y por agUii en el lago
y el caño de Paturia, hasta el Magdalena.
4.* La de Bucaramanga á Botijas, por tierra, y de
aquí hasta Bodega Central por el río Lebrija.
Se dice que la más económica para bajar al Mag-
dalena es la de Pedrales y el río Sogamoso, y la mejor
por la dirección contraria, sobre todo para pasajeros,
la de Puerto Wilches.
En la boca del Lebrija el Magdalena se divide, de-
jando en medio de los dos brazos la grande isla de
Morales, de unas ocho leguas de largo por dos de an-
cho. El brazo occidental, llamado de Morales, forma á
su terminóla Ciénaga de Pajaral, de la cual nace el río
ó caño de Papayal, que desemboca cerca del Banco;
pero la mayor parte de las aguas vuelve hacia el Orien-
te á unirse cerca de Eegidor con el brazo de Ocafla.
Por este brazo, que es recto y profundo, hacen la na-
vegación los vapores y en la orilla derecha está la po-
blación de Puerto Nacional.
Descendiendo cinco leguas de Bodega Central se lle-
ga á Puerto Nacional, ó más bien á las bodegas de este
nombre, pues el pueblo queda una legua hacia el in-
terior, sobre la ribera de un caño que comunica con el
río; y de este lugar parte un camino de catorce leguas
de extensión á Ocaña. Tanto el caserío inmediato á las
bodegas como la aldea, muestran pocas señales de pro-
greso, el cual se descubre algo más en la de Agu achica,
cuatro leguas adelante hacia el interior.
Siete y media leguas abajo de Puerto Nacional
Los leñateos y las aldeas del rio 247
sigue La GIoi-ím, en la orilla derecha, (iesde donde
parte otro camino hacia Ocafía, que toca en el Car-
men, población agrícola y comercial importante, entre
otros motivos por sef un lugar de negociación de los
ganados del Corozal vendidos para Ocaña, Cúcuta y
Venezuela. Aparte de plantaciones de café, cacao y
caíla de azúcar que tiene en sus inmediaciones, cuenta
el Carmen con extensas y valiosas dehesas de pastos de
para y de guinea, en donde los ganados procedentes
de la orilla opuesta del río descansan y se reponen para
continuar su viaje, de 12 leguas, á Ocaña, y de 36 más
hasta Cúcuta.
Como se habrá notado, las poblaciones de la orilla
del río, muy escnsas desde Puerto Bcrrío hasta la
boca del Sogamoso, empiezan á aparecer con más
frecuencia. Esos puntos aislados de colonización son
de dos clases: los leñateos y los pueblos. Los leñateos
son casas solitarias á la orilla del río, en las que vive
una familia de las faenas del corte de leña para
suministrar combustible á los vapores. La leña se
vende por una medida llamada burro, que consiste en
dos varas cúbicas, de astillas de una vara de largo,
cuyo precio, entre sesenta centavos hasta un peso
veinte centavos cada uno, se establece según la abun-
dancia ó escasez del artículo. En aquellos parajes en
que abundan los leñateos, los contadores de los vapo-
res, que son los encargados de comprarla, pueden dar
la ley y escoger la más barata: en donde es escaso el
número, los leñadores imponen el precio y se hacen
pagar mejor. Ahora treinta años eran pocos los leña-
248 Consumo de lefia en los vapores
teos, paes apenas principiaba la navegación por vapor
á tomar fuerza, y cada burro valía de $ 1-60 á $ 2-40;
hoy ha bajado á menos de la mitad, porque la pobla-
ción del río es dos ó tres veces mayor, y por consi-
guiente, la leña es más abundante.
El consumo de ella en los vapores se estima, por
término medio, en tres burros por hora á la subida y
dos á la bajada. Como el viaje de subida exige un tér-
mino medio, de noventa horas de vapor, y el de bajada
cuarenta y ocho, en cada viaje redondo entre Barran -
quillay Honda se puede estimar que cada vapor con-
sume SOO'J)t0TOS á la subida y 100 á la bajada; es de-
cir, 400 burros. A un precio medio de $ 1 cada uno,
cuestan $400, y en cincuenta viajes al año, $ 20,000,
repartidos entre unos cien leñateos; lo que equivale á
$ 200 anuales, ó 60 centavos diarios para cada leñador.
Estos son,como se puede comprender, términos medios,
pues el consumo de leña depende del tamaño del buque
y de la construcción de sus máquinas, en lo cual bay di-
ferencias considerables. Oí expresar, por ejemplo, el
concepto de que el vapor Confianza co\\s,nm\'á una can-
tidad tres veces mayor que el vapor Mariscal Sitare, á
pesar de ser su'^capacidad transportadora poco más 6
menos igual, y me pareció observar que el vapor Car-
tagena consumía menos leña que el Trvjillo, siendo-
uno y otro vehículos de á 800 cargas. Estas diferen-
cias dependen también de la calidad de la leña y de
estar más ó menos seca, pues la leña húmeda desarro-
lla menor cantidad de vapor. Generalmente el consu-
mo es mayor en invierno que en verano.
Como $ 200 anuales sería una suma del todoinsufi-
Vida de los leñateos 2i9
cíente para hacer vivir una familia de leñadores com-
puesta de cinco personas,de las cuales tres á lo más con-
tribuyen con algún trabajo, la diferencia se completa
con el auxilio de una platanera, una roza de maíz,
una labranza de yuca (si el leñador es santandereano),
dos ó tres marranos, algunas gallinas y algo de pesca
con atarraya. De ordinario hay en cada sitio dos ó tres
familias cuyas casas distan dos ó trescientas Taras una
de otra, porque la soledad absoluta se comprende que
sería insoportable. Sin embargo, la vida de esos leña-
teos me ha inspirado siempre profunda conmiseración
y simpatía. ¡Cuánto sufrimiento no debe de existir en
esos humildes hogares en los meses de invierno, cuando
las avenidas del río rodean sus casas de ciénagas y fan-
gales profundos ó destru3^en su labranza I ¡Qué priva-
ciones no deberán experimentar en las épocas de gue-
rra civil, cuando se suspende la navegación de los va-
pores y se cierran las puertas á la realización de la lefia,
á la adquisición de sal, de lumbre y de vestido! ¡Cómo
será el conflicto en los días de enfermedad ó de muer-
te en medio de esa soledad I
La vida de las aldeas, aunque más social, no debe
de ser menos difícil. En ellas el producto de la
lefia es menor por causa de la competencia, y el atraso
rutinero de esas pobres gentes no les ha sugerido aún
ciertas industrias que pudieran ser de grande utilidad
para ellas. Aparte de la recolección de taguas y pala
mora, sólo en ocasiones el aserrío de tablas, chaflones,
ó la fabricación de canoas, son sus industrias com-
plementarias. Empiezan apenas la fundación de algu-
nas dehesas para la cría de ganados, y las mujeres á
250 La vida en las aldeas
-ocuparse en la fabricación de cigarros y conservas de
frutas en panela, para vender á las tripulaciones de los
buques, cuando aciertan á tocar en la playa inmediata
á sus casas. En algunas partes suelen aparecer vento-
rrillos en que se expende aguardiente, pan de maíz,
huecos frescos, plátanos, totumas, y muy rara vez
-algunas frutas, como mangos — muy abundantes en
todo el río, — guanábanas y anones. Naranjas agrias ó
dulces, limones, pinas, nísperos, cocos, etc., frutas
que encontrarían compradores seguros en los pasajeros
de los vapores, son en extremo raras, á pesar de que
con ellas pudiera hacerse un tráfico de alguna impor-
tancia para vender en Sabanilla y Cartagena á los bu-
ques de mar. La naranja es una fruta que resiste por
más de veinte días la transportación, y encontraría
compradores en grandes cantidades, pues su consumo
se cuenta por millones de pesos anuales en los Estados
Unidos. Tampoco se cultivan melones, batatas, al-
mendrones, uvas de playa; artículos que resisten el
transporte á diez ó doce días de distancia. Del pesca-
do seco pudiera tal vez formarse acopios para vender
por mayor á los traficantes que empiezan yá á recorrer
las orillas del río vendiendo artículos extranjeros y
comprando artículos de exportación. Animales del
bosque domesticados, como pavan, guacharacas, pau-
jiles, monos, yulos (1), aves de pluma .ó de canto,
quizás no serían un artículo despreciable, así como las
pieles de nutria, de zorro, de oso y otras especies,
algunas de las cuales tienen valor muy considerable
(1) El yulo es un marrano silvestre de grandes dimensiones,
rrápido crecimiento y fácil domesticación.
Industrias que pudieran aclimatarse 251
-entre nosotros. Las de nutria, por ejemplo, he oído
decir que, yá curtidas, se pagan á $ 10 y $ 12 cada
una en Medellín, para la fabricación de guarnieles.
Un gran servicio prestaría á los ribereños del Mag-'
dalena el que enseñase á construir habitaciones en
zancos de maderas incorruptibles á la altura de dos ó
tres metros sobre el suelo, suficiente para prevenir en
gran parte la influencia de los miasmas palúdicos, y
ponerlas á cubierto del peligro de las inundaciones.
Bastaría esta sola medida higiénica para proteger la
vida de los habitantes del río, cuya reproducción abun-
dante, como lo es entre los pueblos que hacen gran con-
sumo de pescado, está compensada por la gran morta-
lidad de los niños.
Ko comprendo por qué no es muy considerable la
cría de marranos, á no ser porque la abundancia de
tigres, y tal^vez el peligro délos caimanes, sea todavía
muy grande para desalentar esta clase de industria,
en la que hallarían colocación el plátano y el maíz de
las labranzas, y para la cual habría salida ilimitada en
las grandes poblaciones de la Costa, que se proveen
de manteca importada de los Estados Unidos.
La extracción de viguetas de guayacán para tra-
viesas de ferrocarriles empieza á ser artículo notable
de exportación, y no veo por qué no había de dar
también buenos resultados la de maderas de ebanis-
tería, como nazareno, granadillo, diornate, caoba, gua-
yacán carrapo (que además de ser incorruptible, da
un color verde oscuro muy adecuado para los mue-
bles caseros), cumula, solecito (de color rosado),
aceituno y otras. El musgo ó b^rba de palo, que es
252 Origen de las poblaciones del rio
un artículo importante de comercio en los bosques del
bajo Mississippi para la fabricación de almohadas,,
colchones y relleno de muebles en Nueva Orleans^
pudiera ser también otro objeto de comercio de algún
valor.
El primer origen de estas poblaciones puede ex-
plicar, en parte, el letargo industrial en que viven.
Exterminada la población indígena aclimatada que
los conquistadores encontraron en las orillas del río,
que tan útil hubiera podido ser para los trabajos de
colonización, los Presidentes y Virreyes españoles se
propusieron reemplazarla con colonias de familias
reclutadas con violencia entre los pueblos del inte-
rior y abandonadas en medio de la soledad — entonces
mucho mayor que hoy — á los más crueles tormentos.
Los vagos y las prostitutas, ó los reputados tales, eran
enviados sin conmiseracióa alguna á poblar, se decía,
las márgenes del Magdalena, cuando en la mayor
parte de los casos era tan sólo á morir. Las memorias
de mando de los Virreyes dan testimonio repetido de
esta política cruel, que debió establecer desde enton-
ces hábitos de indolencia y disposición de espíritu
favorable á considerar la muerte como una redención
y el trabajo como un tormento.
A lo menos hoy esa colonización es voluntaria, y el
que va allí, aclimatado yá á la acción de los bosque»
y á la vida solitaria, puede encontrarse con la energía
física y moral que requiere ese medio ambiente, tan
distinto del de las ciudades y los pueblos del interior;
pero esa colonización tiene que ser muy lenta. En los
Pobladores actuales 253
Estados Unidos ha sido fácil poblar los valles desier-
tos del alto Mississippi, y en la República Argentina no
será difícil poblar la soledad de las Pampas, porque
entre esos climas y los de las ciudades y grandes gru-
pos de población, casi no hay diferencia alguna; pero
entre la temperatura de 14° á 20° centígrados de los
centros poblados de las cordilleras, y la de 27° y 28*
de los Talles dé nuestros ríos navegables, sí hay un
abismo, todavía más profundo con la acción de los
moscos, zancudos, garrapat¿\s y demás plagas de esas
tierras salvajes, mucho más salvajes aún que los pri-
meros habitantes de ellas. La acción prolongada de
los grandes calores produce, como primer efecto,
languidez en el organismo, falta de nutrición y por
consiguiente debilidad general, transmitida luego por
herencisk á los hijos. La anemia, el coto, las úlce-
ras, son la consecuencia inmediata; y la pereza, los
vicios, sobre todo el del uso de licores estimulantes,
la miseria fisiológica y la del alma — mucho peor que
la otra — aparecen luego en la segunda y la tercera ge-
neración.
Quizás la población que empieza á formarse en
esas márgenes desiertas es yá distinta de la que por
la fuerza quisieron implantar allí los Virreyes y sus
agentes. Desertores del ejército, reos prófugos, po-
blación de los montes del interior yá acostumbra-
da á la soledad, antiguos bogas de los champanes, y
como base general el residuo formado por selección
de las primitivas colonias de habitantes aclimatados á
las condiciones de vida de esos lugares, son probable-
mente los que en los lefíateos y los pueblos del Magda-
254 Tamalameque
lena Central constituyen hoy la masa principal délos
plantadores. Entre ellos predomina la raza negra ó la
mezclada; pero tampoco faltan familias blancas, prin-
cipalmente de la antigua provincia del Socorro, —
cuya raza parece dotada de una energía particular,
tanto física como moral, — y algunas del bnjo Magda-
lena emigradas de Santamarta y Cartagena. El hecha
es que en el Magdalena Central, aparte de unos veinte
pueblos pequeños, habrá cuarenta lefi ateos, a los cua-
les la navegación de los vapores ofrece una base de
existencia medianamente asegurada.
De La Gloria al Banco median 11-^ leguas, en cuyo
trayecto se toca, ó más bien se pasa por frente á las
poblaciones de Regidor, San Pedro y del depósito de
lefia de Tamalameque, llamado Sompallón en los días
de la conquista, nombre que los españoles cambiaron
por el del Cacique que regía las tribus inmediatas á
la embocadura del río Cesar. Tamalameque llama
la atención por haber sido punto de escala y de des-
canso de la expedición de Gonzalo Jiménez de Que-
sada, mientras llegaba la que por el río conducía en
bongos el Licenciado Gallegos, y por encontrarse en él
uno délos datos con que puede formarse juicio acerca
de los números de población indígena que ocupaba
el bajo Magdalena al tiempo de la conquista.
La tropa descubridora, en su marcha por tierra,
debía apoyarse en la flotilla del río; pero ésta había
perdido, por naufragio, algunas de sus embarcacio-
nes en el paso de las bocas de Ceniza, y los restos de
ella no se consideraron con fuerza suficiente para
Una india heroica 255
internarse en medio de la actitud hostil de los indí-
genas ribereños. Mientras daba noticia de sii contra-
tiempo á Santamarta, y recibía refuerzos del Ade-
lantado Pedro Fernández de Lugo, que regía esa
colonia, Jiménez de Quesada se vio forzado á dete-
nerse por más de dos meses en Sompallón ó Tamala-
meque. en donde afortunadamente no escaseaban las-
subsistencias. Estas, indudablemente, tenía que pro-
porcionárselas con más brutalidad é injusticia de la
que en los tiempos modernos ¡ay! emplean, con ex-
cepciones honrosas, nuestros jefes militares en guerra
civil; es decir, tomando sin remuneración lo que nece-
sitaba y haciendo prisioneros á los dueños para con-
ducir á espaldas al campamento sus propios víveres
robados. En una de esas ocasiones, refiere el historia-
dor Acosta, en que los españoles tuvieron la fortuna
de hallar algunas sementeras y de sorprender á los na-
turales cosechando el maíz, que trajeron cargado en
los mismos indios, '*' á pocas horas — dice — rompió por
entre las tropas una mujer desgreñada y llorosa, que
sin temor ni asombro de tan extraños huéspedes y
animales desconocidos (los caballos), llegó al grupo dé-
los primeros, y arrojándose en los brazos de un mucha-
cho, lo estrechó con transporte. Quiso el Licenciado'
Quesada que los intérpretes le explicaran lo que aque-
lla india decía, y supo que el jiiuchacho era su hijo y
que venía á constituirse prisionera para no separarse
de su lado. Conmovido de esta prueba de ternura ma-
ternal, ordenó que no sólo le restituyeran su hijo at
instante, sino que dio libertad á todos los demás, coí>
excepción do un hombre de edad que conservó para
256 Población indígena al tiempo dt la conquista
guía. Aseguraba el Licenciado que en el curso de su
larga vida, llena de vicisitudes, jamás pudo olvidar
la mirada expresiva de gratitud profunda que aquella
simple mujer le había dirigido al desaparecer con los
sujos en las selvas."
Si en el principio de las sociedades huniauas sue-
len ocurrir ejemplos que forman antecedente y sirven
de pauta á las generaciones futuras, quizás no es im-
posible que éste, de abnegación heroica al amor y al
4eber en la una, de sencilla y noble generosidad en el
ejercicio del poder sin límites en el otro, se hayan
fundido en el molde del carácter colombiano.
En esta remontada, desde las bocas del Magdalena
hasta Tamalameque, la flotilla p.spafiula se vio expues-
ta sin cesar á mil peligros, el principal entre ellos el
ataque incesante de los naturales; los cuales, refieren
los historiadores de la conquista, llegaron á presen-
tarse en alguna ocasión embarcados en más de dos
mil pequeñas canoas, desde las que hacían llover nu-
bes de flechas. Sobre la masa compacta de esas canoas,
el fuego de dos pedreros que llevaban los bongos ha-
-GÍa estragos fáciles de concebir. Si á cada canoa da-
mos tan sólo una tripulación de cinco hombres, entre
remeros y flecheros, tendremos que un guarismo de
diez mil combatientes és indicio de una población, en
6Ólo las orillas, de cuarenta á cincuenta mil. Agre-
gando á este número el de los pobladores de la orilla del
mar, los de las sierras Kevada y Tairona, los del río
Hacha y de la parte alta de los valles del Cesar y del
Ranchería, podríamos llegar á sumas mucho mayores
Sufrimientos de los conquistadores 257
que ItíS de la población actual. Quizás no es arries-
gado suponer que pasaría de 150,000, en la propor-
ción de cinco habitantes por milla, ó cuarenta y cinco
en legua cuadrada; lo que en ese estado de civiliza-
ción, que conocía el cultivo de plantas alimenticias, la
pesca, la extracción del oro y del cobre, y algún co-
mercio entre las diferentes tribus, tal vez no traspasa
los límites de la verosimilitud.
Terrible debió de ser la empresa de los conquista-
dores. Si por el río eran incesantemente atacados sus
bongos, las fuerzas de tierra necesitaban abrirse cami-
no al través del bosque, orientándose con extrema
dificultad, transportando á espaldas sus bagajes y pro-
visiones, y en ocasiones cargando en andas sus caba-
llos, instrumento de guerra el más importante en esos
días por el terror que inspiraba á los indígenas. Oclio
días empleaban las compañías de macheteros en abrir
el camino que la tropa debía después recorrer en uno
solo. Para preservarse de las flechas, los soldados nece-
sitaban cubrirse con un sobrevestido acolchonado de
algodón, usar morriones de bronce, cubrir la cara con
celada de barras de hierro, y aun poner iguales defen-
sas á sus caballos, con lo cual el aspecto de un jinete
debía semejar un monstruo aterrador. Caso hubo en
que del vestido de un caballero fue necesario arrancar
doscientas flechas prendidas en el acolchonado en el
curso de pocas horas.
Ni podía ser de otro modo después de las horri-
bles crueldades de Ojeda, Pedrarias Dávila, Alonso
de Heredia, Badillo y principalmente de Alfinger,
alemán de nacimiento, que sobrepujó á todos en fero-
cidad. 17
258 Comparación con los exploradores modernos
De los sufrimientos de los castellanos en esos tiem-
pos podemos apenas formarnos alguna idea con los
que en los tiempos presentes ha soportado, y aun está
soportando Stanley en sus peregrinaciones al través
del África ecuatorial por en medio de tribus de caní-
bciles. Stanley— en su primera expedición de bajada
por el Congo, en 1873 y 187-4, abriéndose paso por
tierra con su escolta de 200 zanzíbares, para evitar los
seis ó siete órdenes de cataratas que forma este río
en su parte media; abriendo trocha durante la noche
y combatiendo todo el día; llevando á cuestas sus ca-
noas, bagajes y provisiones, durante catorce meses
consecutivos— nos presenta renovado, después de tres-
cientos cincuenta años, el horror inconmensurable de
esas empresas.
Pero ¡qué diferencia la que establece hoy el pro-
greso de la civilización I Stanley remonta ahora el
Congo en vapores, abundantemente provisto de víve-
res, obligado por el mandato de un Congreso Interna-
cional á guardar paz con los aborígenes, é instruido
para fundar un Estado libre formado por la confede-
ración voluntaria de las tribus indígenas. No es una
colonia europea lo que se trata de aclimatar sobre la
servidumbre de los conquistados, sino una república
libre," sin aduanas, ni monopolios, ni peajes, ni perse-
cución religiosa; con acceso libre á la inmigración de
todas las nacionalidades, sobre la base del recono-
cimiento de la propiedad territorial en las tribus indí-
genas, y de la autoridad admitida por ellas en sus
caudillos.
¡Cuan otra hubiera sido nuestra suerte si las coló-
El Congo 259
nizacioiies europeas del siglo xvi hubiesen sido guia-
das por estos principios, como lo fue la de Guillermo
Penn en lo que hoy es Pensilvania!
l^amalameque, ó sea el pueblo de este nombre, está
hoy una legua hacia el interior. Las aguas del río, re-
tirándose de su antiguo cauce, han dejado el pueblo
en medio de la sabana que se extiende hacia el Orien-
te, con daño considerable de sus pocos habitantes.
Es, sin embargo, un pueblo industrioso, que no se ha
dejado abatir por esta desgracia, según fui informado.
•^¡^•:§^^':y^t^
émmimmmmmmmm
xge:^
CAPITULO XIX
DEL BAIÍCO A BARRANQUILLA
El Banco.— Los jefes liberales muertos en la Humareda.— La
Humareda.—* Principia el Bajo Magdalena. — El brazo de
Loba.— Magangué. — Tacaloa.-— La batalla de Tenerife. —
Hermógenes Maza. — Calamar. — Las tardes en el Magdale-
na.— The Muddy Mdgdalene. — Las cercanías de Barranqui-
lld. — Recapitulación de las distancias.
A cinco leguas y media de TaniaUímeqiie está el
Banco, en la orilla derecha del Cesar, que en este
mismo sitio desemboca en el Magdalena. La población,
situada en una colina de poca altura, que la de-
fiende de los derrames del Cesar, tiene algunas casas
de teja, si bien la mayor parte son de paja, y presenta
un aspecto aseado, bello y simpático. A la llegada del
vapor se precipita sobre la cubierta una nube de tra-
ficantes en busca de panelas y tabaco de Ambalema, y
en solicitud de realización de una variedad de ar-
tículos de producción del pueblo, que dan idea del
carácter industrioso de sus pobladores, y de que allí
habrá de desarrollarse en el porvenir una suerte me-
jor. Conservas de dulce, bizcochos de maíz, turpiales
El Banco 261
y sinsontes, escobas y sombreros de palma, totumas
con labrados de flores y pájaros, barnizadas de diver-
sos colores, artículos de loza porosa de barro, como ti-
najas, ollas, callanas, vasijas pequeñas y esteras de
chíngale, constituyen la masa principal de ellos. Estas
últimas, fabricadas con el junco de las ciénagas del
Cesar — de las cuales la de Zapatosa ocupa una exten-
sión considerable, — forman un artículo de valor no
despreciable, que va á surtir los menajes del alto y del
bajo río, y llegan á Bogotá en cantidades notables.
Las hay de todos tamaños y colores, desde una vara en
cuadro hasta tres y cuatro de largo, y una y media ó
dos de ancho. El tamaño más común es de dos y me-
dia varas de largo y una y cuarto de ancho, y so venden
aun precio medio de I? 6 á $ 9 docena, según su cali-
dad y labores. Quizás pasan de mil docenas las que
allí se expenden anualmente, pues forman el elemento
principal de la cama de los habitantes del río, desde
el boga acomodaticio hasta el más exigente ricacho. Si
para su fabricación se introdujese alguna maquinaria
que ayudase el trabajo de las mujeres, abaratando su
valor, no hay duda que el consumo llegaría á cantida-
des diez ó doce veces mayores.
Subiendo á la plaza del pueblo encontré, en el
centro de ella, una muestra de cultura y delicadeza
de sentimientos, que llamó vivamente mi atención.
En ese lugar habían sido sepultados, el día 15 de Ju-
nio de 1885, los restos de Pedro José Sarmiento, Da-
niel Hernández, Fortunato Bernal, Bernardino Lom-
lana y Plutarco Vargas, Generales del ejército fede-
ralista, muertos en la sangrienta hecatombe del día
262 La Humareda
anterior en la playa del Hoho, frente á la Humareda.
Vencida la causa á que habían ofrendado su vida, era'l
de temer, en la embriaguez desatentada de las pasio-
nes políticas, algún ultraje á los restos de esos cam-
peones. Pero no: las señoras del Banco tomaron bajo
5u protección esos huéspedes indefensos; rodearon
sus sepulcros con una decente verja de madera, y
plantaron flores en ese triste recinto. Amigas ó no de
la memoria de esas víctimas, sólo sintieron el respeto
debido á la desgracia de los que ofrecieron cuanto
tenían en holocausto á sus convicciones v á su fe.
LA HUMAREDA
A\ pasar por Tamalameque el vapor se detuvo
frente á un liólo, árbol que crece en toda la orilla del
río y que da su nombre á la playa en donde se efectuó
en 1885 el reñido combate bautizado con el nombre de
La Humareda : entre los pasajeros se encontraban al-
gunos que habían sido actores en él, y naturalmente
pude obtener algunos detalles acerca de ese trance
funesto de lucha fratricida.
El ejército federalista del Norte y del Atlántico,
reunido, desalentado con la pérdida de sus posiciones
en Santander y Boyacá y con los desastres repetidos,
yá deñnitivos para sus armas, en el Tolima, Cauca, An-
tioquia y Panamá, acababa de sufrir un terrible re-
chazo en los muros de Cartagena. Para completar lo
desesperado de su situación, un ejército conservador
acumulado en esta última ciudad, con refuerzos reci-
La Humareda 263
bidos de Antioquia por la vía de Ayapel, y del Cauca
por la de Panamá, y otro que amenazaba desde Ocaña
y El Carmen con invasión sobre El Banco y Mompós,
situado yá en Tamalameque, sólo dejaban abierta la
vía del Magdalena á favor de la posesión de los vapo-
res del río. Sirviéndose de ellos, y probablemente con
el objeto de cambiar el campo de los Estados de la
Costa, yá difícil de conservar, por el de Santander, en
donde esperaba encontrar grandes recursos de opinión
y mejores climas para sus soldados; aquel ejército,
digo, reanimado con el regreso de un jefe prestigio-
so— el General Camargo — resolvió abandonar al ene-
migo su base de operaciones en Barranquilla y rom-
per en Tamalameque uno de los eslabones de la cadena
que principiaba á estrecharse sobre él.
En cinco vapores y una draga, antes destinada á la
limpia del lecho del río, movió sus fuerzas hacia el
Banco, el 11 de Junio, en número de dos mil hom-
bres, número que el General Reinales, uno de los jefes
del ejército conservador, con amplia ocasión de haber-
lo conocido, estimó en menos.
En Tamalameque, cuatro leguas arriba de este
lugar, estaba situado el enemigo, á órdenes del Gene-
ral Quintero Calderón, y sus fuerzas se componían de
tres batallones de voluntarios y milicias, reforzados en
esos mismos días por el 23 de Linca y una batería de
artillería, que por el río, en el vapor Emilia Duran,
condujo desde Honda el General Reinales. Este ejér-
cito probablemente no pasaba de 1,200: establecido
sobre la playa, en un sitio en ([wc el río se estrecha,
cubrió su frente con empalizadas de grandes árboles.
264 Las últimas palabras
dejando huecos para su artillería y pozos para rifleros
en medio del bosque, á sus costados, defendidos, ade-
más, por caños y ciénagas de difícil acceso.
El choque hubiera podido evitarse: los vapores ha-
brían podido pasar por el frente, limitándose á contes-
tar los fuegos de la ribera, y la fuerza conservadora
pudo retirarse hacia el interior; pero unos y otros esta-
ban deseosos de venir á las manos, y el desafío fue acep-
tado por ambas partes. Los buques se movieron del
Banco á las nueve de la mañana del 14; fondearon al
frente de las trincheras, y el fuego de artillería y fusile-
ría empezó por ambas partes con furia á las nueve.
A las doce ordenó el General Camargo un desembarco
por los dos extremos de la línea enemiga; orden cuya
interpretación originó un sentimiento de susceptibi-
lidad por parte de los jefes que debían cumplirla, y los
condujo á precipitarse todos, con pocas precauciones,
al asalto de trincheras defendidas con un ardor igual
al del ataque. En pocos momentos habían perdido los
federalistas siete jefes importantes de sus tropas y
gran número de soldados; pero el campamento enemi-
go fue tomado con casi todos sus defensores, cañones,
armas y municiones. Seiscientos muertos y casi otros
tantos heridos — la tercera parte de los combatientes —
quedaron en el campo. Era una victoria de Pirro.
Según refiere un testigo ocular — el señor Rudesin-
do Cáceres — las últimas palabras del General Pedro J.
Sarmiento fueron éstas: *' Muero satisfecho por haber
cumplido mi deber."
Al simpático Daniel Hernández, á ])esar de lanci-
nantes dolores de una herida en el estómago, no le des-
La última impresión 265
amparó hasta el último instante su sonrisa habitual.
Al recibir Luis Lleras, de abajo arriba, sobre la
trinchera, el bayonetazo en el pecho que le causó la
muerte: '^;Qué fatalidadl" exclamó por última vez.
Herido en el estómago por una bala de cañón Ber-
nardino Lombana, decía á los amigos que deseaban
proporcionarle alivio: '•'Mi herida es mortal; pero aún
tengo tiempo para fumar un cigarrillo."
Al recibir Fortunato Bernal el primer balazo que
le atravesó el corazón: ''No es nada — dijo — ¡Adelan-
te!", cuando otro balazo puso término final á su
marcha.
Mostráronme los sitios adonde arribaron los vapo-
res á efectuar el desembarco de sus infanterías; el lu-
gar en que el terreno fue disputado en combate de
arma blanca; la dirección por donde, en uno y otro
extremo de la línea, los asaltantes buscaron al fin el
medio de flanquear las trincheras; el árbol á cuya
sombra fue sepultado el cadáver de Gratiniano Oban-
do, á la orilla misma del río; el puesto en que el va-
por María Emma alumbró con su llama, durante la
noche, esa escena de horror. Embebido en la vivaci-
dad de esas relaciones, llegó un instante en que me
pareció oír levantarse de esa playa inhospitalaria el
clamor de los heridos, bajo un sol de fuego y sin espe-
ranza de auxilio humano; creí ver sobre la ribera
arenosa la fúnebre línea de tantos cadáveres; sentí
llegar las sombras dé la noche anunciando á los ago-
nizantes el único descanso para sus dolores en el rega-
zo de la muerte. Olvidé cuál era el lado á que en un
principio se inclinaban mis simpatías, y la imagina-
266 El Brazo de Loba
oión sólo me representó, de una y otra parte, conciu-
dadanos, hermanos míos todos, llevados á ese teatro
<ie furor desencadenado por el destino ciego é incom-
prensible que preside á la formación de las naciones.
Creí oír, al través de la distancia, el lamento que se
levantaba del fondo dj3 tantos hogares huérfanos y en-
lutecidos.
— ¿Hasta cuándo — pregunté á la Providencia —
durará el reinado de esa fatalidad horrible, que parece
envolver en dolores y lágrimas el alumbramiento de
las ideas que la pobre humanidad cree dirigidas á la
fundación de la paz y del amor? — ¿Cuándo llegará á
fundirse en un solo sentimiento de libertad y concor-
dia la aspiración desordenada hacia el bien, en cuyo
término sólo encontramos hoy los demonios de la am-
bición y del odio?. . . .
De Bodega Central al Banco se recorren veinti-
cuatro leguas, divididas así:
De Bodega Central á Puerto Nacional. 5 leguas.
De Puerto Nacional á La Gloria . . . , . 7^ —
De La Gloria á Eegidor 1
De Eegidor á San Pedro 2 —
De San Pedro á Tamaiameque 3 —
De Tamaiameque al Banco. Ov, —
24 leguas.
Como llevo dicho, en el Banco se aparta del curso
Sur-Norte la mayor parte (se calcula que las siete dé-
Situación favorable del Banco 267
cimas) de las aguas del Magdalena, y se dirige por
el brazo de Loba hacia el Occidente en busca de las
del Cauca, y aquí empieza lo que liemos convenido
en llamar Bajo Magdalena. Una recta que se pro-
longue del Banco hacia el Oriente, tropezará á me-
nos de diez leguas con la frontera de Venezuela,
en la cumbre de la sierra de Motilones; otra que se
extienda cuarenta al Occidente, terminaría en Punta-
Arbolete, sobre el Atlántico, en los límites del Cauca
y Bolívar. Por consiguiente, el Banco tiene hacia el
Norte los valles del río Cesar, ricos en ganados; al
Sur las sabanas de Tamalameque y los fértiles terre-
nos de la isla de Papayal, en cuyo caño del mismo
nombre desemboca el río Moja; al Oriente, á muy
corta distancia, las tierras frías de la cordillera Orien-
tal, y al Occidente, la prodigiosa red navegable que el
Cauca, el brazo de Loba, el San Jorge y los brazos de
Mojana, Perico y Sicuco forma u sobre las sabanas de
Ayapel y Corozal. El porvenir de este pueblo es, pues,
brillante.
Enderezando la proa al Occidente, el vapor se lan-
za por el brazo de Loba; tropieza á dos y media
leguas con las piedras de Juana Sánchez, frente al
pueblo del mismo nombre, y á las cuatro leguas con
^1 pueblo de Barranca de Loba. Cuatro leguas adelan-
te se aparta, á la derecha, el caño Sicuco, que corta
en dos la grande isla de Mompós, y algunos centena-
res de metros más abajo entra el primer brazo del
Cauca por la orilla izquierda. No sé si es preocupa-
ción mía, ó si el fenómeno habrá sido observado por
otros viajeros; pero en este punto he creído siempre
268 La Mesopotamia
percibir un fuerte olor de pantanos en descomposi-
ción, una atmósfera de miasmas palúdicos concentra-
dos, que no he sentido en ninguna otra parte del Mag-
dalena.
A cosa de veinte leguas arriba de este sitio, el Cau-
ca se divide en dos brazos principales: al Occidente, el
de Mojana, que va á recibir las aguas del río San Jor-
ge, desprendido de la cordillera Occidental, río que se
divide también en cuatro brazos ó caños antes de su
confluencia; y hacia el Oriente ó lado derecho conti-
núa la masa principal del Cauca. Ocho leguas abajo
del pueblo de Barranca de Loba tributa al Magdalena
el brazo de Guamal del Cauca, y se encuentra el pue-
blo del mismo nombre sobre este río. A las seis leguas
entra el brazo de Perico, del Cauca, en donde se en-
cuentra el pueblo de El Retiro; una legua más abajo,
la masa principal del San Jorge, y en seguida, á las
cuatro leguas, se llega á la importante población de
Magangué. *
En las veintinueve leguas que median entre el
Banco y Magangué hay muchas poblaciones pequeñas
á una y otra orilla del brazo de Loba. Las principales,
y sus distancias entre una y otra, son las siguientes:
Del Banco á Barranca de Loba 4 leguas»
De Barranca de Loba á Guamal 12 —
De Guamal á Barbosa 6 —
De Barbosa á Mao^an^ué 7
•t)'
29 leguas.
Magangué 269
Aparte de éstas se encuentran las de Juana Sán-
chez, Pinillos, La Cruz, El Retiro y otros caseríos pe-
queños, cuyo nombre no recuerdo. Toda esa región,
bastante poblada, está provista de dehesas abundan-
tes en ganados. Los derrames del río, en sus avenidas,
traen del Alto Magdalena abundantes cantidades de
hierba de para que, depositándose en las tierras bajas,
han cubierto naturalmente con esta vegetación los
playones por leguas enteras, con gran beneficio para
los pobladores y sus ganados, los cuales, gracias á este
forraje muy alimenticio, tierno y abundante, han de-
bido de mejorar notablemente en calidad. Sin em-
bargo, en ninguna parte, ni en Magangué, se ven seña-
les de agricultura algo adelantada; ni la chimenea de
un trapiche, ni buenas corralejas, ni labranzas de
cacao ó de tabaco: nada, excepto pequeñas plataneras,
maizales de muy corta extensión, corrales mal conser-
vados y algunos frutales en las inmediaciones de las
casas de campo (pajizas todas), siendo el mango el
más común de ellos. No se encuentran señales de esos
magníficos bosques de naranjos que se veían en la
ladera de Margarita, por el brazo de Mompós, cuyas
frutas eran de una calidad no sobrepujada por nin-
guna otra en América ni en Europa.
Magangué es una población importante, que re-
quiere yá defensas contra las avenidas del río. Diques
de tablas y pilotes de madera incorruptible, sosteni-
dos por terraplenes de tierra, no serían muy costosos,
darían suelo firme á sus labranzas y mejorarían in-
mensamente las condiciones del clima; pero requieren
370 Tacaloa
una considerable extensión á lo largo del Magdalena
y del último brazo del San Jorge, que rodea el suelo
adyacente por el Oeste.
Una legua hacia el ííorte de Magangué devuelve
el río Sicuco sus aguas al Magdalena, y dos ó tres más
adelante el brazo de Mompós, en el sitio llamada
Boca de Tacaloa, ocupado á la izquierda por el pue-
blo de este nombre, y á la derecha por el de Pinto,
ambos en territorio de Bolívar. La playa de Tacaloa es
el sitio más frecuentado por los caimanes que he visto
en el río. En una tarde serena, antes de hundirse el
sol, vi una vez más de doscientos en un circuito de
menos de dos fanegadas. A pesar de verse reunidas
allí por primera vez las aguas de tres ríos caudalosos,
no se nota diferencia en el volumen del río. Su an-
chura no pasa de 800 metros, pero su profundidad es
yá mucho mayor. Podría dar entrada hasta aquí á
buques de mar de 2,000 á 2,500 toneladas.
Vienen en seguida los puertos de Tacamocho, Zam-
brano, Jesús del Eío y Tenerife, á distancias de siete
y media, ocho, dos y media y dos leguas, respectiva-
mente. Del segundo y el tercero de éstos parten ca-
minos al interior de las sabanas de Oorozal, prin-
cipalmente hacia el Carmen, que es el centro agrí-
cola y comercial de esta región, y en donde se recoge
la mayor parte del tabaco cosechado en ella. Ordina-
riamente se pasa por estos pueblos, á la bajada, du-
rante la noche, pues en los dos primeros días de viaje
se duerme en Puerto Berrío y en las inmediaciones de
Bodega Central; y saliendo de aquí por la mañana, la
noche empieza cerca del Banco. Si se logra pasar con
Tenerife 271
luz las piedras de Juana Sánchez, la navegación con-
tinúa toda la noche; si al contrario, se pernocta an-
tes de pasarlas, y el viaje continúa al amanecer. A mí
me tocó siempre pasarlas durante la noche, por lo
cual no puedo dar noticia del aspecto que presentan;
pero observé en ellas movimiento de pasajeros y de
carga y descarga de bultos, lo que me hace suponer
que su actividad comercial es importante.
Tenerife es el sitio del célebre combate fluvial dado
por Maza el 25 de Junio de 1820 contra el Coronel
español Vicente Villa, combate que aseguró la posesión
de todo el río Magdalena á los patriotas.
A consecuencia déla derrota de la flotilla española
en Barbacoas, cinco meses antes, los restos de ésta, re-
forzados por el Brigadier Ruiz Porras desde Santamar-
ía, ocupaban la fuerte posición del. Banco, que es la
llave del Bajo Magdalena, cubriendo con baterías de
artillería los peñones que dominan el río, y desde este
punto rechazaron las fuerzas sutiles independientes
que en prosecución de su triunfo habían descendido
hasta allí; pero, habiendo bajado Córdoba por el Cauca
hasta Magangué, y situádose así á la espalda de los
peninsulares, éstos abandonaron esa posición formida-
ble y bajaron á situarse en Tenerife. El historiador
Restrepo describe así la célebre victoria de Maza:
"El Teniente-Coronel Hermógenes Maza se unió en Mom-
pós, el 22 de Junio, á la fuerza de Córdoba, llevando siete pe-
queñas embarcaciones de guerra y algo más de cien fusileros.
De común acuerdo resolvieron atacar inmediatamente la escua-
drilla española, muy superior en fuerza. Componíase ésta de
once buques bien tripulados, armados con cañones de grueso
calibre y regidos por buenos oficiales de la marina española;
por el contrario, las embarcaciones llamadas de guerra de los
La batalla
patriotas sólo tenían pedreros, que ni aun montados estaban,
sino atados con sogas sobre maderos. Sin embargo, los dos jó-
venes oficiales, Córdoba y Maza, con una audacia que rayaba
en temeridad, no dudaron un momento que vencerían á los rea-
listas: así, dejando á Mompós, navegaron río abajo hacia Te-
nerife.
"Antes de avistar á los enemigos, el Comandante Córdoba
desembarca guiando una columna de infantería para arremeter
á los españoles, que sabía ocupaban la fuerte posición de Tene-
rife. Maza, con sus pequeños buques, parte á las cinco de la
mañana del 25 de Junio y navega contra los enemigos con la
intrepidez que siempre le caracterizó en la guerra de la Inde-
pendencia. Los realistas no aguardaban el ataque, y fueron sor-
prendidos. Mientras dan sus disposiciones para la defensa, llegan
los buques de los patriotas arrastrados por la corriente; el humo
y la confusión impidieron á los españoles reconocer cuan débi-
les eran las fuerzas de los independientes. Estos corren al abor-
daje de los buques enemigos. Vuélase el de mayor fuerza, regi-
do por el Comandante Don Vicente Villa, bien fuera porque
éste le puso fuego para libertarse del deshonor ó vergüenza
de caer en manos de los rebeldes, bien porque se incendiara la
pólvora por alguna casualidad. Los demás fueron tomados en
breve y degollados más de doscientos hombres de infantería
que los guarnecían, pues solamente se hicieron veintisiete pri-
sioneros
"Nueve buques de guerra con su armamento, fusiles y muni-
ciones cayeron en poder de los patriotas
"Un solo buque había escapado de la refriega, pero en Sitio-
nuevo fue tomado por fuerzas sutiles, armadas en Barranquilla
por el Almirante Brioa, que regía José Padilla (1). Córdoba
ocupó á Barranca sin resistencia alguna. Apoderóse allí de un
abundante tren de obuses, cañones, balas y otros aprestos mili,
tares que el Gobernador de Cartagena, Don Gabriel de Torres,
enviaba á Mompós
"Con el inesperado acontecimiento de Tenerife, los españoles
huyeron de todas partes á encerrarse en Cartagena"
Despejado así el Magdalena, Santamarta y Carta-
gena, ocupadas aún por fuerzas españolas considera-
bles, volvieron al seno de la patria: Santamarta, el 11
de Noviembre, después del encarnizado combate de la
Ciénaga en el día anterior, en el que Padilla y Maza,
(1) El Almirante Padilla. Si bien nunca recibió en vida esta
graduación, la gratitud del pueblo colombiano se la ha confe-
rido después de su muerte.
Calamar 273
á órdenes del General José Maiía Oarrefio, liicieron
prodigios de valor; Cartagena, algunos meses más
tarde, por haber sido suspendidas las operaciones del
sitio durante más de cuatro meses, á virtud del armis-
ticio de Trujillo, celebrado entre Bolívar y Morillo el
21 de Noviembre de 1820. Con todo, nada pudo re-
sistir al arrojo singular de Padilla, quien, habiendo
introducido en la bahía sus fuerzas sutiles, abordó y
destrozó bajo los cañones enemigos de la plaza la es-
cuadrilla española, se apoderó, de los buques que por
dos ocasiones pretendieron llevar á ésta provisiones,
obligó á rendirse por hambre los castillos de Bocachi-
ca, y fue el alma de los ataques contra la ciudad,
cuya rendición (en Septiembre de 1821) no fue menos
gloriosa que el sitio sostenido por sus habitantes en
1815.
A Tenerife siguen los pueblos de Nervití, Heredia,
Buenavista y Calamar. Este último, en el punto de
partida del caño del Dique, desprendido aquí del ca-
ñón del Magdalena en busca del mar vecino á Car-
tagena.
El caserío de Calamar ha emigrado sucesivamente
en los últimos sesenta años de Barrancavieja á Ba-
rrancanueva, y de aquí al sitio actual, en donde la for-
tuna parece haberle sido más próspera, á juzgar por
algunas casas de cal y canto, almacenes mejor provistos
y alrededores algún tanto libres de la maleza y rastro-
jeras que tanto afean los pueblos del Magdalena, sin
exceptuar á Magangué. Sin embargo, el área se ve
rodeada de caños de los derrames del río, poco tran-
quilizadores en los grandes inviernos. La prosperidad
18
274 Última tarde en el i'io ,
de este pueblo depende de la solidez que se dé á los
trabajos de canalización del Dique; pero ahí está el
busilis: en esos trabajos no ha presidido hasta ahora
ningún plan científicamente concebido, ni menos per-
severautemente ejecutado; de suerte que en ellos han
consumido inútilmente inmensas sumas.
Calamar es un punto de conexión de las líneas de
yapores que parten de Barranquilla y Cartagena hacia
el interior, lo que comunica á sus calles y almacenes
una actividad poco conocida en la generalidad de la
del río.
Las 31-J leguas de distancia entre Magangué y Ca-
lamar se descomponen así:
De Magangué á Tacaloa 6 leguas.
De Tacaloa á Zambrano 9^
De Zambrano á Jesús del Río 2^
De Jesús del Río á Tenerife 2
De Tenerife á Nervití 3|
De Nervití á Heredia 2
De Heredia á Buenavista ...... 2^
De Buenavista á Calamar 3^
31:J^ leguas..
Las ol¿ leguas que nos faltan aún para llegar á Ba-
rranquilla se hacen con más rapidez y confianza, ordi-
nariamente de noche. En la última comida á bordo
suele el Capitán festejar á los pasajeros con un pudding
inglés y algunas botellas de champaña; de sobremesa,
ó tomando el café en la proa, se disfruta en ocasiones
del magnífico espectáculo que presenta la coinciden-
cia de la puesta del sol y la salida de la luna.
La puesta del sol 275
íío hay una nube en el cénit, las brisas del mar
llegan hasta nosotros, el sol desciende rojo, espléndi-
do, como en un trono de nubes de oro y de púrpura,
y sus resphindores proyectan al través del bosque las
formas de los árboles, como titanes rodeados de llamas
que extienden sus brazos en desesperación; empiezan
á brotar las estrellas sobre un cielo de plata, y luego
avanza la sombra cubriendo con un cendal de misterio
lo que momentos antes reverberaba de luz.
Pero en ese instante asoma en la parte opuesta
del horizonte un resplandor dulce y tímido, semejante
al preludio de una oración; la bóveda celeste parece
teñirse con tintes semejantes á los del pudor de una
virgen; aparece en la penumbra el primer segmento
de una corola de plata, ante el cual cree uno ver rea-
nimarse la naturaleza soñolienta, y las olas adormeci-
das del río se tornan en un inmenso espejo, circundado
por el marco de sombra que al rededor le forma el
bosque impenetrable. Entonces cesa la charla de los
pasajeros, absortos en la contemplación de ese grande
espectáculo; el espíritu vuela á las regiones de lo infi-
nito, y por algunos instantes se experimenta una emo-
ción deliciosa que nada en las obras del hombre pu-
diera engendrar.
En una de esas ocasiones el Capitán del vapor,
hijo de laa riberas del Ohío, á quien el recuerdo de
las bellezas de su patrio río no impide apreciar las
del nuestro, rasgueando una guitarra, nos dio en gra-
tísimo recitado las impresiones de algún rudo poeta
americano en su lengua natal. Helas aquí:
276 The muddy Magdalene
THE MÜDDY MAGDALENE
lu the wilds of fair Colombia, near the equinoctial line,
Where the f ummer last for ever and the sultry sun doth shine,
There is a charmiuír valley where the grass is allways green,
Through which flows the rapid waters of the Muddy Magdalene.
On whose banks stand ruined cities where the Spaniards dwelt of oíd;
And revelled on the luxury of a bloody gotteu gold;
Buttheir reign hath passed away, and o'er thelr graves the grass is green,
Still your waters ere go rippling on oh! Muady Magdalene
You've the tiger in your jungle, and the caimán fierce and free,
And the deadly serpent coiled beneath the shapely mango trae.
The broad-leaved waiving plantain and pointed sivgar cañe,
On your margin you have golden fruits oh! Muddy Magdalene.
In ages past and gone ere the white man hither drew,
No back disturbed your waters, save the indianas light canoe.
Now you"ve lordy steamers passing swiftly by your banks of green,
Whose prows disdain your curreuts strong oh! Muddy Magdalene.
The snow on oíd Tolima by the avalanche is riven.
And d(»wn in torrid regions through the mountains gorges driven,
Rushes wildly down in torrents, through the valleys green
To mingle with the waters of the Muddy Magdalene.
The forest on your banks by the floods and earthquake torn
Are maddy ou your bosom to the mighty Ocean borne.
May you still roU on for ages and your grass be allways green,
Andyour waters aye be cool and sweet oh! Muddy Magdalene.
' Algún bardo colombiano ha vertido al español estas
estrofas, populares entre los capitanes, ingenieros,
pilotos y aun empleados inferiores de los buques del
Vio. La traducción dice
AL TUliBIO MAGDALENA
En Colombia, hermosa reina de un imperio tropical,
Donde el sol va siempre en triunfo y el verano es inmortal.
Hay un valle delicioso, viva imagen del Edén,
Que fecunda con sus aguas el revuelto Magdalén.
En sus bordes quedan rastros del poder del español.
Hondas huellas del gigante que alumbrara siempre el sol;
Pero yá ni los sepulcros de sus sátrapas se ven,
Ni la sangre que te dieron, ¡oh revuelto Magdalén!
Por tus breñas ronda el tigre, por tus playas el caimán,
Y tus mangos primorosos, á la sierpe sombra dan.
Y el banano y la áurea caña de tus brisas al vaivén
Se retratan en tus aguas, ¡oh revuelto Magdalén!
Frente á Barranquüla 277
otro tiempo cuando el blanco no asomaba por aquí,
Sólo el indio en su canoa resbalaba sobre ti.
Hoy vapores soberanos con bufido de desdén
Ensordecen tus raudales, ¡oh revuelto Magdalén!
Cae á veces del Tolima el alud desolador, ''.
Y en las cuencas de los montes, escondiéndose traidor,
Derretido al sol de fuego, derrumbando su sostén,
Rueda súbito en torrentes al revuelto Magdalén.
Lluvias, rayos, terremotos, acostumbran desgajar
Tu magnífica diadema de floresta secular;
Pero el sol restaura siempre cada joya de tu sien
Y eres siempre fresco y dulce, ¡oh revuelto Magdalén!
El vapor se desliza por delante de las poblaciones
del Cerro de San Antonio, Piñón, Mata de Caña, Re-
molino y Sitio nnevo, todos pertenecientes á la orilla
oriental ó derecha (Estado del Magdalena), pueblos
importantes por su agricultura y su comercio. En la
orilla del río, al frente de las poblaciones, se ve el
principio de diques de tablas y pilotes de madera para
defensa contra las avenidas; el bosque empieza á no-
tarse más distante; los ganados y las cercas de madera
abundan; las rozas de maíz, los árboles frutales, casas
de mejor aspecto, son de más frecuente aparición.
A la izquierda la llanura es baja y permite exten-
der la vista á largas distancias: las poblaciones de
Soledad, Sabanalarga y Santo Tomás, están distantes
del río; pero se ven numerosos cultivos. A la derecha
se levantan las montañas colosales de la Sierra Neva-
da, cuyas cimas llegan á más de 5,000 metros de al-
tura; abundan las ciénagas, pero se observa que de-
trás de ellas hay terrenos altos donde pueden refu-
giarse los ganados en caso de inundación; la palma de
Sara ó de Saray, elegante, vistosa, domina en el pai-
saje, y parece que la propagan y cultivan, principal-
mente porque sus hojas dan techo á las casas de los
campos y de los pueblos.
278 Los árboles de la ribera
La vegetación es magnífica en ambas orillas. El
mango de follaje brillante y tupido en copa redonda;
el plateado cantagallo; el madroño, de ancho ramaje,
Ycrde profundo en el anverso de las hojas, con visos
bermejos en el reverso; el gigante caracoli, rey de la
selva, que se complace en las frescas orillas de las
quebradas; el magnolia (importado, según creo, de log
bosques de La Florida, en la América del Norte), qu©
rebosa de juventud y alegría y es hoy el orgullo de los
jardines en el Mediodía de Europa; pero sobre todo,
representante de la belleza tropical, nuestro almen-
drón,— tan distinguido por su almendra exquisita
como por su follaje sin igual — de hojas grandes de ver-
de claro, que se torna en rojo encendido ala mitad del
verano, y en violeta oscuro á los comienzos del invier-
no, con lo cual, visto en lontananza, toma la aparien-
cia de un ramo gigantesco de flores. A la izquierda
empiezan á divisarse las torres de la iglesia y de la
bomba del acueducto; á la derecha se prolonga una
llanura que, quizás por el color oscuro de la vegetación,
parece á un nivel inferior al del río, cubierta de pal-
meras, confundiéndose en la penumbra con la línea
del mar, cuya resaca se alcanza á sospechar en un
geniido profundo traído por instantes en alas de los
TÍ«nt08.
Pasamos yá por el frente de la ciudad, edificada en
la parte más honda de la sabana: el pito de la máqui-
na del vapor la saluda con silbido estridente, llegamoi
á la boca del Caño de ahajo, y nos despedimos de
e^a serie de paisajes magníficos que, durante tres díai,
hemos venido contemplando. Dejamos, pues, con pe-
Llegada 279
aar esa vida de contacto íntimo con la naturaleza po-
tente de nuestra zona, y recordando la invocación de
Espronceda en el Dialh Mundo, la recitamos como
un adiós:
Tú la hoguera del sol alimentas,
Tú revistes los cielos de azul,
Tú la luna en las sombras argentas,
Tú coronas la aurora de luz.
Gratos ecos al bosque sombrío.
Verde pompa á los árboles das,
Melancólica música al río,
Ronco grito á las olas del mar.
Estamos en Barranquilla. Hemos recorrido en se-
tenta y dos horas, de puerto á puerto (de Caracoli al
muelle del ferrocarril de Bolívar), las doscientas seii
leguas que separan estos dos extremos, y las hemos
vencido en cuarenta y cuatro horas de vapor. Con
máquinas un poco más poderosas en los vapores, que
permitiesen una rapidez de diez y seis millas por hora,
á la bajada, esta distancia sería recorrida en dos días,
41SÍ :
Primer día, en doce horas de vapor, de
Yeguas á la Boca de Opón 63 leguas.
Segundo día, doce horas de vapor, de
Opón á Barranca de Loba 60 id.
Noche del segundo día, doce horas de
vapor, de Barranca de Loba á Calamar. .. 61 id.
Mañana del tercer día, cinco horas de
vapor, de Calamar á Barranquilla 21 id.
Total 205 leguas.
La subida pudiera hacerse, áocho millas por hora,
en ochenta horas de vapor y cuatro días y medio d*
280 Distancias
viaje efectivo; pernoctando en la tercer jornada en la
Boca de Opón, y en la cuarta en Nare, ó tal vez en
Puerto Niño; lo que no tendría nada de imposible, pues
yá se han hecho algunos viajes en poco más de cinco
días: entre ellos el segundo del vapor Vengoechea en
Marzo de 1866, y uno del vapor Montoya en Noviem-
bre de 1886.
Concluido el ferrocarril de Girardot, el viaje de
Bogotá á Barra nquilla sería obra de tres días á la ba-
jada, y seis ó siete á la subida. Las familias de Bogotá
podrían mudar temperamento á la orilla del mar con
más comodidad que en Anapoima ó Tocaima.
Con vapores directos de Sabanilla á Nueva York,
que hiciesen siquiera quince millas por hora (los nue-
vos de la carrera entre Nueva York y Liverpool ó el
Havre, caminan á razón de diez y ocho millas por
hora), esas seiscientas leguas se barían en cinco días
y medio, y Bogotá quedaría á diez ú once días de Nue-
va York, y á diez y seis ó diez y siete de los puertos
europeos. ¡Cuánta ventaja para las operaciones co-
merciales no daría esta economía de tiempo!
Daré un resumen de las distancias entre los prin-
cipales puntos de escala de Honda á Barranquilla.
De Honda á la boca del río de La Miel
(Buenavista) 21 leguas.
De Buenavista á Puerto Berrío 24 id.
De Puerto Berrío á Cai-are 15 id.
De Carare á laBocride Sogamoso 15^ id.
De Boca de Sogamoso á Boca de Lebrija. 30 id.
Pasan 105^ id.
Distancias 281
Vienen 105 J Igs.
De Boca de Lebrija al Banco ... i ... . 25 id.
Del Banco á Magangué , 29 id.
De Magangué á Calamar 31i id.
De Calamar á Barranquilla 21 J id.
212i Igs.
c^^:
CAPITULO XX
DE BARRANQÜILLA. Á COLOlí
Los afueras de Barranquilla. — El ferrocaril de Bolívar;— Sal-
gar.— El mar.— La salida del sol. — Cartagena otra vez. —
Las costas del Darién y sus indígenas.
De Barranquilla á Salgar, puerto de embarque para
el exterior, hay establecido, como dejo dicho, un
ferrocarril de vía angosta (3 pies entre rieles) de ca-
torce millas de extensión, que recorre el tren ordina-
riamente en hora y media, al través de una llanura
arenosa, cubierta quizá en otro tiempo por las aguas
del mar. Al salir de Barranquilla la línea sigue un
curso paralelo al Magdalena, en dirección Sur-Norte;
pero frente á las Bocas de Ceniza se inclina hacia el
Oeste, costeando la playa sur del antiguo puerto de
Sabanilla, hasta el embarcadero de Salgar.
En este punto la costa se levanta en una serie do
peñones de cuarenta á cien metros de altura perpen-
dicular sobre el mar, en el primero de los cuales hay
una gran casa de cal y canto, que en un principio sir-
vió de aduana, hoy abandonada y casi en ruina. Si-
Los afueras de Barranqtiilla 283
guiendo algunos centenares de metros hacia el Oeste,
<3n la cumbre de otro peüón y frente al fondeadero
de la bahía exterior del Nisperal, se alza la Vigía que
anuncia á los empleados del resguardo en Salgar la
entrada de los buques.
Al salir de Barranquílla se encuentran alguna?i
quintas semiurbanas, rodeadas de jardines y árboles
frutales hasta un cuarto de legua de los afueras: des-
pués— sin más excepción que una quinta de bonita
arquitectura y aspecto lujoso, construida por un ex-
tranjero cerca del río — domina la maleza, salpicada á
trechos de pequelíos espacios limpios y cubiertos de
pasto, en que pacen algunas vacas de regular calidad.
No parece estéril el terreno; pero ni una casa ni una
labranza se alcanzan á ver en toda esa extensión, que
pudiera ser en extremo productiva; hecho que no me
he podido explicar. Verdades que en esa comarca falta
población y sobran tierras que poder ocupar; pero la
situación de éstas, entre el puerto principal de la Re-
pública y la ciudad más importante del valle del Mag-
dalena es tan privilegiada, que el fenómeno necesita
otra explicación. ¿Es malsano el clima? ¿Pertenece
€sa tierra á propietarios egoístas que no pudiendo cul-
tivarla tampoco quieren que otros la cultiven? ¿Hay
alguna dificultad con respecto á los títulos de propie-
dad? Si la falta de agua potable en esa extensión ha
sido hasta ahora un obstáculo, ese pudiera ser obviado
por medio de cisternas ó de pozos artesianos: de todos
modos, esos eriales en la inmediación de una ciudad
importante dan triste idea del espíritu de empresa de
flus pobladores, y muestran cuáu vasto campo de¡
284 Salgar
trabajo presenta esa comarca á los futuros inmi-
grantes.
Otro tanto puede observarse en la población de
Salgar, en la cual no hay un hotel en donde pasar la
noche cuando el pasajero desembarca después de las
cinco de la tarde, hora de los últimos trenes para Ba-
rranquilla, ni un restaurante en donde encontrar al-
muerzo ó comida á ningún precio, ni una casa que
ofrezca abrigo contra el sol en las horas del día. Los
que llegan allí con el objeto de embarcarse se ven for-
zados á dirigirse al buque sin demora. Así lo hicimos
diez viajeros del interior que habíamos tomado pasaje
en un buque que hacía rumbo para Nueva Orleans,
con escala en Cartagena y Colón; del ferrocarril nos
dirigimos al remolcador que hace el servicio entre el
muelle y los buques fondeados en el Nisperal, y media
hora después estábamos á bordo del Texan, vapor
inglés de Liverpool, perteneciente á la línea de Ha-
rrison.
Antes de partir, el Capitán deseaba conocer el fon-
deadero de Portobelillo, situado al Korte de la entrada
de la bahía del Nisperal, al abrigo de la isla Verde, que
por esta parte cierra el extremo occidental de la ba-
hía; invitado por aquél bajé al bote y nos dirigimos
hacia el nuevo puerto proyectado, al cual llegaban yá
los rieles de una prolongación de doce kilómetros al
ferrocarril de Barranquilla. De los sondajes tomados
resultó que á poco menos de doscientos metros de dis-
tancia de la playa había un fondo limpio y constante
de más de treinta pies, protegido de los vientos del Sur
por los cerros de la costa, de los nortes por la isla nom-
El mar 285
brada, y sólo expuesto á los del Oeste, allí no muy te-
mibles. Formé con ese motivo la esperanza de que al
regresar podría tomar el tren en el mismo muelle al
bajar del vapor, sin peligro de las incomodidades que
hoy ofrece el desembarco en Salgar. ¡Esperanza frus-
trada, como tantas otras en nuestro país! pues ocho
meses más tarde, en una furiosa tempestad, el mar ba-
rrió la isla Verde y rompió en varias partes la carri-
lera tendida sobre la playa de arena que cierra el
puerto de Sabanilla.
A las cinco de la tarde recogió anclas el vapor, un
cañonazo anunció la partida, y á las seis nos encon-
trábamos fuera del puerto, contemplando en silencio,
no sin emoción, la inmensa soledad del Océano, á
tiempo que el sol se hundía majestuoso debajo de las
olas y empezaba á perderse de vista la última línea
angosta de las playas.
Treinta y cinco años antes había formado yo cono-
cimiento con el mar; le había visto por primera vez lle-
gando á Cartagena por el camino de tierra de Calamar,
y no me había causado impresión alguna notable, pues
apenas lo había visto en las primeras caletas de la cos-
ta, en donde sólo me sugirió la idea de ser un poco
más extenso que la laguna de Fontibón (desecada hoy),
cerca de Bogotá; mas cuando al siguiente día pude
contemplarle desde la muralla de Santa Catalina, á la
luz de la mañana, en marea creciente, estrellándose
colérico contra la playa inconmovible á mis pies, la
revelación de su inmensa grandeza, de su extensión,
que parecía infinita, me dominó y ejerció en mí una
fascinación poderosa. Sus aguas azules, coronadas á
El mar
trechos por fajas de blanca espuma, el avance que pa-
rece irresistible de sus ondas en la ribera, el fragor con
que se estrellan en la arena levantando larga línea
de espuma semejante á interminables manadas de
carneros, y la vista de la inmensidad que arrebata la
mente al pensamiento de lo infinito y de lo eterno, me
causaron una de esas impresiones de poder y de fuer-
za, de belleza y de gracia, que una vez sentidas no se
borran jamás.
La sensación del mar es una de las más extrafiai
para nosotros, habitantes de las alturas de los Andes,
acostumbrados á los horizontes limitados de las cordi-
lleras y al espectáculo de la mezcla incesante de la luz
y las sombras, de las altas montañas y de los valles pro-
fundos, en los contornos del paisaje. La quietud y el re-
poso eternos de las vistas de tierra, cambian totalmente
con ese movimiento incesante de ir y venir de las on-
das sóbrela llanura líquida del Océano. Este tiene un
poder de expresión incomparable: tranquilo y risueño
en lo general, cuando sus ondas se agitan á impulso
de la tempestad, se muestra colérico y amenazador,
como si estuviese animado de todas las pasiones del
hombre. En sus diversos colores expresa todos los es-
tados del alma humana: el verde profundo, que osten-
ta con más generalidad, anuncia la esperanza; el azul
claro parece reflejar la serenidad de los cielos; las
blancas espumas que se levantan en la superficie agi-
tada por el ligero soplo de los céfiros, semejan las
sonrisas de niños alegres. A las veces pierde su diafa-
nidad acostumbrada, se torna turbio y amarillento, y
sus ondas agitadas revelan la señal de su cólera: oscu-
La salida del sol en el mar 287
ro y lívido en ocasiones, cubierto de nubes, derrama en
el alma torrentes de tristeza infinita. En las estrella-
das noches ecuatoriales, alumbradas por la luna, re-
frescadas por las brisas aromosas de la ribera, no hay
nada que penetre tan hondamente en el corazón con
emociones de amor y ternura; no del amor lascivo de
la carne, sino del inextinguible de las almas, seme-
jante á la atracción de los cuerpos celestes en los es-
pacios siderales.
El espectáculo de la salida del sol, en el mar, no
tiene rival entre todos los de la naturaleza que me ha
sido dado contemplar. Recuerdo haberlo visto abordo
de un vapor de la línea de California, fondeado en el
puerto de Taboga, isla que por su belleza tropical me-
reció ser comparada por un viajero inglés á la de Ca-
lipso, que Homero y Fenelón describen como la man-
sión de una diosa con una corte de ninfas de juventud
inmortal. Mi camarote tenía ventana hacia el Oriento,
y á la derecha se extendía la playa angosta de la isla,
á pocos pasos de la cual empieza á levantarse el terre-
no en suave ascenso primero, en rápido arranque ver-
tical después, hasta una altura considerable: á la iz-
quierda se divisaban las islas de Perico y Flamenco,
que sirven de antemural á la costa de Panamá, y
forman el puerto verdadero de la ciudad. Después
de una noche fresca y de un sueño restaurador, me
desperté al ruido de las brisas matinales que sonaban
como alas de genios bienhechores: abrí la ventana y
tí el cielo confundido con el mar, de suerte que me
parecía estar suspendido en el éter. Cielo y mar prin-
cipiaron 4 oscurecerse, como si sobre ellos se extendiese
288 El msperal
un cendal antes del despertar de la naturaleza dormi-
da; sobre ese velo empezaron á aparecer ligeras tintas
violadas, convertidas luego en rosas virginales, cor-
tadas por grandes rayas de ligerísima luz dorada, que
desde el mar se abrían sobre el cielo hasta una grande
altura. Una luz de plata empezó á difundirse por los
espacios, apagando lentamente el fulgor de las estre-
llas, y en la cumbre del cerro apareció una hoguera en
contraste con la sombra que se estremecía en la falda
sobre las copas de los árboles. De repente brilló en el
confín del horizonte un punto luminoso que saltó de
cumbre en cumbre sobre las ondas hasta venir á es-
trellarse en el costado del buque, en donde convirtió
en diamantes, zafiros y rubíes las gotas de agua que se
esparcían sobre el mar. En ese momento soplaron las
brisas, estremecióse el bosque, soltaron su primer
canto las aves, se levantó como la llama de un incen-
dio sobre el mar, y los bosques, el cielo y la llanura
líquida parecieron entonar un gran concierto de vida
y de resurrección. El sol brotó á saltos, rojo, inmen-
so, y el mar, antes semejante á la boca de un horno de
ferrería que derrama torrentes de hierro caldeado,
volvió en pocos instantes á rizarse de blancas es-
pumas.
No era tan alegre el aspecto del paisaje en el Nispe-
ral al tiempo de levar anclas el vapor. Por largo rato ha-
bía yo permanecido con los codos fijos sobre la baranda
de popa y la cara cogida entre las manos, mirando la tie-
rra patria que íbamos á dejar; las ondas revueltas que en
incesante movimiento subían y bajaban, chocando unas
contra otras, me parecían semejantes al vario y confu-
Cartagena 289
so vaivén de las ideas colombianas y á la desordenada
agitación de nuestras pasiones políticas. En medio de
la tiniebla que empezaba á borrar las líneas de la cos-
ta mi mente entristecida vagaba en las sombras desde
la idea de la patria á la de mi hogar yá distante, del
cual cada golpe del hélice me alejaba más y más. Al
fia no vi nada, y con la tristeza del que no sabe
cuándo volverá, me recogí en silencio á la estrecha
prisión del camarote.
Al amanecer del siguiente día empezamos á divisar
las costas de Cartagena; poco después el morro de la
Popa y las blancas torres de la Catedral nos anuncia-
ron la aproximación de la Ciudad Heroica. Lués^o se
dibujó ésta en su totalidad; pasamos delante de la
muralla y de la escollera de Bocagrande; recorrimos
el costado oriental de la isla de Tierrabomba, en rum-
bo hacia el Sur, y penetrando en seguida por el paso
angosto de Bocachica, dominado á uno y otro lado por
los fuertes de San Fernando y San José, viramos de
rumbo hacia el Norte á remontar la extensa bahía,
que después de la de Kío Janeiro es la mejor de la
América del Sur. Desembarcamos inmediatamente, y
tomando nn coche, nos dimos á recorrer las calles y
sitios más notables de la ciudad, en la cual noté poca
animación, y sobre todo, ausencia completa de árbo-
les de sombra, tan necesarios en ese clima ardoroso,
cuya temperatura media, según Boussingault, es de
27°5 del centígrado, pero que debe de subir en las ho-
ras medias del día hasta 40° á la sombra. Afios antes,
en la flor de la juventud, había visitado esta cin-
tilad, en la que encontré la cordial y generosa hospita-
19
290 La costa del Darién
lidad de sus habitantes y formé gran número de gra-
tas relaciones; pero ahora casi todos esos amigos ha-
bían desaparecido: en viaje á las regiones de donde
no S8 regresa, los más; por cambio de domicilio, otros;
arrebatados en opuestas direcciones por los vientos de
la política, algunos. Sólo dos personas conocidas en-
contré en más de tres horas; sentí como un aire de
soledad y tristeza en medio de esos recuerdos, y regre-
sé á bordo. Allí tuve á lo menos el placer de observar el
movimiento comercial que empieza á establecerse en-
tre esa ciudad y Colón, en la última de las cuales en-
cuentra salida, á favor de la aglomeración de traba-
jadores en el Canal interoceánico, una no despreciable
cantidad de productos agrícolas de la comarca de la
primera, principalmente maíz, llames, yucas, gallinas,
cerdos gordos, quesos y tortugas; tráfico en que se
ocupa de preferencia la clase pobre de Cartagena,
gracias á la moderada tarifa de fletes y pasajes de las
líneas de vapores ingleses Atlas y Ilarrison.
En la tarde del siguiente día continuó el Texan su
viaje á Colón: al amanecer del tercero habíamos per-
dido de vista la tierra, seguramente durante la trave-
sía al frente del saco del Darién, llamado también
golfo de Urabá, en el fondo del cual desagua el Atra-
to; pero después de medio día empezaron á verse las
costas del Istmo habitadas por la tribu de los Cunas,
el archipiélago de Las Mulatas y la costa de San Blas,
hasta que la noche nos ocultó la vista de la tierra.
Apenas se divisaba el resplandor de las quemas de las
rozas de esos indígenas, quienes, algo adelantados en
la agricultura, comercian con los buques ingleses, pa-
gando sus compras en cacao, maíz y tal vez cocos.
Los indios Cunas 291
Esas tribus representan cosa de cuatro mil habi-
tantes, ocupan el territorio que se extiende desde el
golfo de Urabá y el golfo de San Miguel á la línea que
del golfo de San Blas, en el Atlántico, se prolonga
hasta la boca del río Bayano en el Pacífico. Su admi-
nistración, para preservar ese pueblo de una destruc-
ción total y civilizarlo, es uno de los problemas que
debe preocupar desde ahora al Gobierno Colombiano,
porque los trabajos de la población civilizada que ocu-
pa la bahía de San Miguel, y la de Panamá mismo,
empiezan á extenderse sobre esa región en busca de
caucho, que es abundante en sus bosques, y de minas-
de oro, que parecen ser ricas. El contacto de la pobla-
ción civilizada con la salvaje ó semisalvaje ha sido casi
siempre funesto á la última, terminando en la gene-
ralidad de los casos por la exterminación de los más
débiles. El salvaje necesita grandes extensiones de
tierra, no se resuelve con facilidad á abandonar la
vida errante, es propenso á dejarse dominar de la
cólera, y más que por las virtudes, por los vicios de la
civilización, principalmente por el abuso de los licores-
alcohólicos, y en su furor contra la intrusión del fo-
rastero, sus instintos feroces provocan retaliaciones de
exterminio. Yá ha empezado esa lucha en el Darién,.
y por dos veces los Cunas han enviado comisiones al
Gobierno de Bogotá en busca de protección contra los
invasores civilizados, pero en realidad pidiendo tan
sólo que nadie penetre en sus soledades á explotar Ia&
riquezas de sus territorios, inútiles para ellos. Preciso
se hace establecer, antes que las animosidades se en-
venenen, alguna línea de conducta en el particular,
como crear autoridades protectoras de los indios, sos-
292 Los Cunas
tenidas por algunas pequeñas guarniciones, estable-
cer escuelas para enseñar el castellano y nociones in-
dustriales á la generación naciente, acostumbrarlos á
la práctica de cambios frecuentes con los civilizados,
y fomentar ])or todos los medios posibles las relacio-
nes pacíficas entre las dos razas. En la generalidad
de los casos la predicación religiosa ha sido ineficaz, y
sólo el comercio y la mezcla de las razas en matrimonio
de carácter permanente han podido triunfar déla preo-
cupación del salvaje contra los pueblos desconocidos.
La raza española ha tenido, como colonizadora,
esa superioridad notoria sobre la sajona y aun la fran-
cesa: no ha desdeñado enlazarse con los pueblos de
evolución inferior, y esa cualidad le da hoy el segun-
do puesto en importancia entre los de origen europeo.
Si ciento diez millones hablan el inglés y mantienen
las tradiciones de la historia inglesa, algo más de se-
senta millones, — cerca de cuarenta en América y más
de veinte en Europa y Asia, — conservan el castellano
y las memorias de esa raza generosa, á cuya formación
han contribuido el ibero y el celta, el cartaginés y
el romano, el indo-germano y el árabe; es decir, todos
los variados elementos que en treinta siglos dominaron
alternativamente el curso de la civilización europea.
Los cuarenta millones de hispano-americanos hoy
existentes serán, á la rata de duplicación, en períodos
de treinta y tres años seguida en el curso de este si-
glo, no menos de trescientos millones á la vuelta de
otro; y esa magnífica expansión de una lengua y un
pueblo, que tanta prolongación darán en la Historia
al nombre español, serán el resultado de su enlace con
los antes semisalvajes aborígenes de América.
Mf%í%^í\^Mf^^
CAPITULO XXI
COLON Y PANAMÁ
Colón.— Noticias históricas. —Aspecto de las calles.— La comar-
ca á lo largo del ferrocarril.— La población de la misma
zona. — Los africanos de Liberia.— Los cultivos.— Panamá.
— Causas de su decadencia hasta 1848.— Los bucaneros.
— La navegación por el estrecho de Magallanes. — Las mi-
nas de California.— Estado moral y político de Panamá
al tiempo del descubrimiento de ellas. — El veneno de las
serpientes— Desafío indígena.— Panamá en 1887. — ¿Qué se
ha hecho el dinero regado en los trabajos del Canal? —Los
grupos étnicos de la población panameña.- Necesidad de
grandes libertades municipales.
Veinte horas después de nuestro paso por las costas
del Darién estábamos en la bahía de Limón, saco en
que el mar penetra dentro de la tierra unos ocho kiló-
metros, con una anchura de tres á cuatro, cuyos puntos
extremos al exterior son la isla de Manzanillo al Orien-
te, y la punta del Toro al Occidente. La ciudad de Co-
lón está situada en la isla de Manzanillo, en el extremo
oriental, y al frente de ella fondeamos el primer día,
sin poder desembarcar, pues todos los muelles ó warfes
estaban ocupados por otros buques; tampoco pudi-
mos ver el aspecto de la población, oculta por un velo
espeso de niebla y de lluvia incesante; de esa lluvia
formidable que descarga en la comarca una columna
294 Colón
de agua hasta de cuatro ó cinco metros de altura sobre
!a tierra en el curso del año. Desagradable fue la no-
che: la humedad nos penetraba híista en el fondo de
los camarotes, y nubes de zancudos nos obligaron des-
de muy temprano á encerrarnos dentro del toldillo, á
pesar del calor casi insoportable.
A las siete de la mañana pudimos arrimar al mue-
lle y desembarcar con el propósito de tomar inmedia-
tamente el primer tren que siguiese para Panamá, á
fin de dar una rápida ojeada á los trabajos del Canal.
El tren, sin embargo, no partía hasta las ocho, y tu-
vimos una hora que poder consagrar á una vista su-
perficial del espectáculo de las calles.
Colón fue fundado con el nombre de Aspinwall,
en los últimos días de 1851. Hasta entonces el des-
embarca de ios pasajeros que se proponían atravesar
el istmo de Panamá se hacía en Chagres, poblachón
miserable, defendido por una fortaleza en la boca
del río del mismo nombre, algunos kilómetros al Oc-
cidente: de donde se remontaba el río en canoas hasta
Gorgona en verano, y hasta Cruces en invierno (ocho
leguas): las ocho restantes hasta Panamá se hacían,
á muía, por un camino de tierra, soportable en vera-
no, espantoso sobre toda ponderación, á causa de los
profundos fangales, en invierno. Durante más de
tres siglos ésta fue la única vía interoceánica conocida
en América; pero debemos suponer que estuvo en me-
jor estado mientras el paso del comercio entre los dos
Océanos, y sobre todo el de los tesoros procedentes de
la costa occidental de Méjico, del Perú y de Bolivia,
venía á buscar en esta ruta los galeones españoles que
Los pasajeros de California 295
debían coiuiucirlos á la Península. Cuando, mejor
conocida la navegación por el estrecho de Magallanes,
el comercio tomó esa nueva vía, Panamá, Cliagres y
Portobelo, hasta entonces ciudades florecientes, ca-
yeron en decadencia profunda y el camino debió
de sufrir un abandono casi total. En esta situación se
encontraba en 1848 y 1849, á tiempo que el descubri-
miento de grandes placeres en California determinó
una gran corriente de pasajeros procedentes de Nue-
va York, en busca de esos famosos aluviones.
De 25 á 40,000 pasajeros, hombres, mujeres y ni-
ños, recorrían anualmente ese camino en la confusión
más extraordinaria que puede darse. Una nube de
aventureros de todas las procedencias, edades, vestidos
y condiciones, armados de revólver y pnfial, desembar-
caba cada quincena para atravesar el Istmo, unos á
pie, otros á muía, solos la mayor parte, acompañados
de sus familias unos pocos. Mujeres vestidas de hom-
bre, niños de todas edades en hombros de robustos
negros, metidos dentro del fango, y cubiertos de él
hasta los ojos, presentaban las escenas más raras en
medio de un camino encerrado entre dos paredes de
bosque ó en la oscuridad de barrancos profundos ex-
cavados por el pie de las muías. El asesinato de los
pasajeros era frecuente: en los cuatro años corridos
de 1848 á 1852 el número de víctimas se computó en
dos ó tres mil, pues por lo pronto, y en medio de esa
súbita invasión, no había policía ni rentas organiza-
das para proveer á esa urgente necesidad de protec-
ción á la vida humana, que sólo hasta 1853 empezó á
ser medianamente atendida. Tocóme presenciar las
296 Aspinwall
escenas de ese camino desde fines de 1852 hasta fines
de 1853, y debo declarar que ni las marchas militares
después de una derrota son comparables al horror de
esas peregrinaciones. La nebro amarilla, el cólera, lít
disentería epidémica, hacían repentinamente su apa-
rición en medio de esas multitudes, y entonces, apo-
derándose de todos las divinidades infernales del egoís-
mo y el terror, sólo el cuadro de un campo de batalla
al resonar los últimos disparos, podía presentar rasgos
de semejanza con esos horrores.
De ese movimiento de emigración hacia Califor-
nia surgieron la idea y la rápida ejecución del ferro-
carril de Panamá, precursor del Canal Interoceánico.
Los ingenieros de aquél escogieron como punto de
partida la bahía de Limón, por su gran capacidad
para buques y por la proximidad al valle del río Cha-
gres, y el extremo Norte de la isla de Manzanillo,
como sitio adecuado para una gran ciudad, á causa
de la profundidad del mar hasta cerca de la playa
para fondeadero de los buques. Allí, pues, fueron
construidas las primeras habitaciones de los trabaja-
dores, el primer muelle para el embarco y desem-
barco de los pasajeros, y luego una larga hilera de
hoteles de madera, á lo largo de la playa y al frente
de los primeros carriles de hierro, formó la prime-
ra calle de la futura ciudad, que los empresarios ame-
ricanos bautizaron con el nombre de x\spin"WALL, en
honor de uno de los más decididos y acaudahidos pro-
motores de la obra. La Cámara de provincia de Pana-
má la rebautizó después con el del descubridor de la
América, nombre que, con el transcurso del tiempo, ha
Cristóbal Colón 297
prevalecido. Era ese un sitio salvaje, salpicado de
pantanos, cubierto á trechos de manglares espesos, en
donde nó las aves siquiera, sino las serpientes, hacían
su mansión; no tenía agna potable, la cual era nece-
sario conducir todos los días desde Gatún, á dos le-
guas de distancia, cuando, durante el verano, se ago-
taba la de lluvia, recogida en cada casa en toneles de
hierro. Así la conocí en 1852, improvisada y como
surgida repentinamente de en medio de las olas por
uno de esos prodigios que sólo la audacia y el genia
emprendedor del pueblo norteamericano saben pro-
ducir.
Hoy se compone yá de tres partes distintas. Es la
primera, la ciudad americana formada por los prime-
ros edificios,almacenes y casas de habitación de los em-
pleados de la Compañía del Ferrocarril, levantados al
N"orte de la isla, en la parte más salubre quizás, pues
está bafíada directamente por los vientos del mar; edifi-
cios de buen aspecto, perfectamente aseados y rodeados
de umbrosa arboleda; á continuación se extiende la ciu-
dad cosmopolita compuesta de hoteles, almacenes de
comercio, tabucos miserables de chinos y jamaicanos,
y casas particulares, construidas á lo largo de la carri-
lera, en línea frecuentemente interrumpida por pan-
tanos, muladares y algunas ruinas del grande incendio
de 1885. Inmediato á la embocadura del Canal, hacia
el término sur de la isla, se levanta el barrio francés
de Cristóbal Colón, serie de casas nuevas, ordinaria-
mente de dos pisos, que forman á la orilla del mar
una gran calle plantada de árboles y palmeras, en la
que se percibe el gusto artístico del pueblo francés.
298 Las calles de Colón
Allí están los edificios de la Compañía del Oanal, sus
oficinas, talleres y las residencias de sus empleados;
detrás de esta calle se extiende, volviendo hacia la iz-
quierda, un grande espacio de tierra, antes pantanoso,
ahora medianamente terraplenado, en el término sur
de la isla, que sirve de base á los trabajos de apertura
del Canal; atravesando el brazo de m?ir que separa la
isla del continente, en la parte opuesta está la boca
del Canal, que tiene una anchura de cien metros y
una profundidad que debe llegar á diez ó más. Esto
sólo en la boca, pues el resto de la obra deberá tener
cuarenta en la superficie, veinticuatro en el fondo y
lina profundidad de ocho á nueve metros.
Nada tan raro, tan extraño y confuso como el as-
pecto de sus calles. Americanos aseados, con cuellos,
puños y calzado perfectamente limpios, chaqueta de
paño delgado de color claro, sombrero ligero de paja de
arroz ó de fieltro; franceses y colombianos del interior
ó de Panamá, no menos elegantes en el vestir, pero
reconocibles quizás en que no son tan exigentes en la
limpieza de los puños y cuellos de la camisa: negros y
negras jamaicanos de anchas narices, labios de aran-
dela y frente deprimida, ordinariamente calzados los
primeros con gruesas botas sin barnizar, enchancleta-
das las últimas, vestidos de telas de color vistoso, entre
el rojo y el verde; negros y mulatos panameños, de
color menos oscuro, facciones más regulares, en lo
general vestidos de blanco; marineros de diversas na-
ciones, con sombrero de alas angostas, camisa de pun-
to de lana de color oscuro con anclas estampadas en el
pecho; chinos de aspecto extravagante, de facciones
Las calles de Colón 299
íilgo parecidas á las del africano — pómulos salientes,
bocas rasgadas, frentes estrechas,— largo mechón sobre
la nuca, túnica negra casi hasta el tobillo, mirada ne-
bulosa é ininteligible; locomotoras provistas de cam-
panilla, arrastrando lentamente grandes Avagones de
carga; carretas tiradas por muías á paso de trote lige-
ro, con los conductores dentro del carro ó sentados
sobre el timón; todo eso forma una multitud confusa,
dentro de la cual es difícil mantener un paso acele-
rado. Gritos, ladridos, relinchos, pitazos, timbres de
diversos idiomas, desde el inglés y el español hasta el
papiamento y el chino, producen un ruido ensordece-
dor. Aquí un almacén espléndido colmado de telas,
vestidos y artículos de lujo; al lado una sucia tienda
de licores, llena de marineros, carreteros y bebedores
de profesión; más allá un restaurante tapizado de es-
pejos, provisto de mesas pequeñas de mármol relucien-
te, á cuyo rededor están tranquilamente sentados parro-
quianos del cochtail y del sherry-cobMery preparando
el apetito para el almuerzo; en seguida una casa de
madera de aspecto lúgubre, con una tabla llena de
extraños caracteres, habitada por algún carnicero chi-
no. La mezcla de la civilización y la barbarie, de la
limpieza con la mugre, del trabajo con la ociosidad,
forman contrastes sorprendentes. Entre las fisono-
mías nuevas se destacan principalmente las de los
chinos por sus rasgos singulares y sin expresión, su
exterior humilde y su actitud silenciosa. Entre la
población notante y la sedentaria nos pareció que la
de Colón no debería bajar de 20,000 habitantes, cálcu-
lo que nos fue confirmado después, en Panamá, por
personas bien informadas.
300 Viaje á Panamá
Buscamos en vano la oficina en que se venden los
tiquetes del Ferrocarril; en cuatro ó cinco lugares que
se nos indicaron nos dieron razón de que yá no se ex-
pendían allí; y últimamente se nos dijo que el pasaje
debía pagarse en los coches mismos del tren. Subimos
á uno de ellos y tomamos asiento; pero á pocos instan-
tes se presentó una familia del interior, acompañada
de uno de los empleados de la Empresa, que nos in-
vitaron á pasar á otro carro más cómodo, en la ex-
tremidad del tren. Aceptamos la invitación, y allá
tuvimos, al par que grandes y cómodas butacas, la
facilidad de contemplar la línea del Ferrocarril y los
terrenos adyacentes, desde grandes ventanas laterales
y por un espacio abierto en el fondo, en dirección
contraria á la de los carros. Dos pasajeros residentes
en -Panamá ó Colón nos dieron con la mayor benevo-
lencia todos los informes que nuestra ardiente curio-
sidad nos hacía pedirles; de vez en cuando un emplea-
do de la Empresa se acercaba á la puerta y retrocedía
inmediatamente sin darnos tiempo á verificar el pago.
Al llegar á Panamá este carro fue separado de los
demás y quedó aislado en la mitad de la calle: salimos
á buscar alguna oficina en dónde pagar, pero no vi-
mos abierta ninguna. Resolvimos pagar el viaje re-
dondo á nuestro regreso, no sin admirarnos de la poca
atención que se daba al cobro de los pasajes.
LA LÍNEA DEL PERROCARRTL
La vía desde Colón hasta Panamá es, á causa de
las varias estaciones de los trabajos del Canal, casi
una sola calle. Con excepción de las dos primeras
Población en la linea del Canal 301
leguas^ en que se prolonga al través de terrenos y
bosques anegadizos durante las crecientes del río Cha-
gres, en el resto de ella, luego que empieza el terreno
firme, se nota la aparición de grupos de chozas y
pequeñas labranzas para la producción de víveres;
trabajo que debe ser sumamente productivo, pues en
esa línea de quince leguas, de uno á otro océano, hay
una población do 75 á 85,000 habitantes distribuidos
así, según los informes que me dieron algunos cono-
cedores:
En Colón, población flotante, y la se-
dentaria, de 20 á 25,000
En Panamá, población flotante, y la
sedentaria, de , 25 á 30,000
En los trabajos del Canal, y á lo lar-
go de la línea, de 25 á 30,000
Como los jornales del Canal y del Ferrocarril son
muy altos, el consumo de víveres tal vez no baja de
30 centavos por persona y por día, lo que daría un
total de cerca de $ 25,000 diarios ó más de % 9.000,000
al año. Si bien el trigo, el arroz y aun el maíz, la
manteca, el queso, la mantequilla, la cerveza, las car-
nes conservadas ó ahumadas, vienen de los Estados
Unidos á precios muy bajos; la carne, el pescado, las
raíces, hortalizas y frutas frescas, tendrán que tomar-
se de preferencia de la producción interior. En tiem-
pos recientes había en las inmediaciones de Colón
grandes plataneras de donde se exportaba anualmente
de 10 á 15,000 toneladas de plátanos á Nueva York.
A mi paso no vi muchas señales de esas plantaciones,
y antes me pareció notar que algunas, al borde de la
Los trajes de los trabajadores
línea, estaban abandonadas, sin duda íi causa de la
escasez y carestía de jornaleros atraídos á los trabajos
del Canal.
Aparte de los antiguos caseríos de los nativos, se
han fundado otros muchos, unos de carácter perma-
nente, para oficinas y residencia de los empleados del
Canal, y otros de madera de carácter transitorio, para
los peones, al rededor de los cuales brota la ranchería
de los vivanderos, chinos en su mayor parte. Estos
ejercen los oficios de carniceros, panaderos, lavande-
ros, cocineros, maromeros y chucheros ó buhoneros,
en los cuales su competencia ha sido irresistible para
los franceses, americanos y aun para los panameños
mismos. Todas esas profesiones menores han sido mo-
nopolizadas por ellos, y se dice que, merced á su
laboriosidad, espíritu de orden y economía, son consi-
derables las ganancias que acumulan á pesar de los
precios comparativamente bajos á que venden su mer-
cancía. Como son también muy buenos agricultores,
es probable que tengan asimismo labranzas .inmedia-
tas; pero no tuve ocasión de visitarlas. Pasé en do-
mingo, cuando los trabajadores estaban entregados á
los ocios y diversiones propios de ese día, y los más de
ellos y sus mujeres y niños vestían sn mejor ropa, se-
gún la moda de los diversos países de su procedencia.
De esa extravagante variedad de trajes y colo-
res, me llamó la atención particularmente el de al-
gunos africanos de la república de Liberia, recién
llegados en número de 600 á 700, por contrato cele-
brado con los agentes de la Compañía. Tenían por
todo traje una túnica suelta, de tela de algodón, de
Los peones de Liheria 303
color verde ó azul, y nn trapo rojo amarrado en la ca-
beza á guisa de turbante. Los tomé en un principio
por mujeres, á pesar de sus rasgos y aspecto varoniles.
Se me informó luego que se les había puesto calzones:
mas como no estaban heclios á bragas, . . . había tenido
cumplimiento el resto del refrán español, lo que había
determinado á los empleados á cambiarles el traje,
para darles á lo menos alguna ventaja sobre el de nues-
tro padre xldán. Una comisión de ocho magistrados
ó comisarios de la Kepública africana los había acom-
pañado para cerciorarse de que Panamá no es un
país tan frío, y para observar el tratamiento, alimen-
tación y clase de trabajo que se les daba ó imponía,
con facultad de reembarcarlos para su país si el aloja-
miento era malo, escasos los alimentos ó excesiva la
labor que se les impusiera.
Eran casi todos jóvenes, robustos, sobrios, de apa-
cible condición y muy buenas costumbres; se les re-
putaba como el mejor grupo de trabajadores al servi-
cio de la Compañía. jS^o pocos habían venido acom-
pañados de sus mujeres, y según parece, no habían en-
contrado tan fríos los ¡mramos de Colón y Panamá.
Con gran pena observé, en algunas partes, juegos
de cachimona, dados y barajas, en los que, de seguro,
los banqueros americanos, chinos y colombianos, no
llevarían la peor parte. Quizás por haber pasado tem-
prano no vi ebrios, á pesar del gran número de ventas
de licores; no faltaban, sin embargo, fisonomías hebe-
tadas en quienes eran visibles los estragos del vicio.
Con excepción de las plataneras inmediatas á Co-
304 Aspecto de las tierras de la linea
lón que, como dejo dicho, no deben hallarse muy flo-
recientes, no vi señales de movimiento agrícola en la
parte de la línea comprendida entre Cruces y Panamá:
el bosque, la maleza, y en parches el rastrojo, ocupaban
la tierra en el mismo estado que ahora treinta y cua-
tro años, cuando fue terminado el Ferrocarril. Ni una
hacienda, ni una producción industrial, ni siquiera
bonitas casas de campo se ven en las inmediaciones.
Las facilidades de locomoción no han atraído pobla-
ción extranjera, ni el alto precio de algunos productos
on Panamá, — como el de las frutas, la leche, el queso
y la mantequilla, las gallinas y los huevos, el ñame,
las batatas ó camotes, pero ni siquiera los forrajes
para engordar ganado ó mantener bestias, — han llama-
do la atención de los propietarios panameños. La tie-
rra no puede ser estéril en todas partes; en el interior
el clima debe ser más sano que en la costa, y en Colón
vale cuarenta centavos una botella de leche; pero nin-
guno de estos estímulos ha sido suficiente para deter-
minar trabajos agrícolas. Sin duda los hábitos comer-
ciales de la población panameña, la falta de tradicio-
nes agrícolas, quizás la escasez de capitales, atraídos
por los negocios y por el alto arrendamiento de las casas
en Panamá, han sido obstáculos al acometimiento de
estas nuevas empresas. La raza española no es agricul-
tora en la Península, sino en las partes en donde los
árabes dejaron fuertemente impreso el sello de su genio
agricultor; como en las huertas de Valencia, Caste-
llón, Jaén, Murcia, los alrededores de Málaga y en Ca-
taluña. Los castellanos, la generalidad de los andaluces,
los asturianos y gallegos, se hacen notar poco en este
Falta de agricultura en la linea 805
ramo del trabajo humuno, y esta deficiencia es más sen-
sible aun en sus descendientes de América. Compren-
demos que no se trabaje en donde no hay medios de
proporcionar salidas á los productos, ya sea por la falta
de medios económicos de transporte, ó bien por la po-
breza de las poblaciones consumidoras; pero ese no es
el caso en Panamá. Debemos reflexionar fríamente en
estos ejemplos los que estamos dispuestos á juzgar que
los ferrocarriles son la panacea universal. Si es algún
vicio en la constitución de la propiedad territorial; si
fuere la altísima tarifa de fletes y pasajes establecida
por la Compañía del Ferrocarril; si hubiere alguna en-
fermedad social oculta que paralice las tendencias
naturales del hombre á mejorar su condición por me-
dio del trabajo, debe investigarse para tratar de po-
nerle remedio.
Para concluir anotaré que el empresario de las gran-
des plantaciones de plátano en las inmediaciones de
Colón fue un alemán; circunstancia que considero dig-
na de mención, porque sólo los inmigrantes alemanes,
entre todas las razas europeas se han consagrado á la
agricultura en algunas regiones tropicales de América:
en el Brasil y en Venezuela; hasta ahora no en Colom-
bia, pues en Bucaramangay Cúcuta, en donde hay es-
tablecidos algunos, ejercen la profesión de comercian-
tes, no de agricultores.
PANAMÁ
Panamá fue una ciudad importante por su comer-
cio y su riqueza hasta principios del siglo xviii. Las
20
306 Panamá en el siglo xvii
crónicas de ese tiempo le dan una población de 20,000
habitantes, y aun más; aserción que confirman los restos
de su antiguo caserío decaí y canto de dos y tres pisos,
las ruinas de sus numerosos conventos de frailes y de
monjas, y más que todo, las grandes y costosas mura-
llas y fortificaciones que aún la rodean, cuyo costo
debió ser de algunos millones. Bien que el recinto
amurallado de la rocallosa península en que fue edi-
ficada, tuviese, como tiene, en el sistema de construc-
ción usado en los siglos xvi y xvii — de calles estre-
chas y grandes edificios de varios pisos, sin plazas ni
espacios vacíos, — capacidad suficiente para más de
20,000 personas, el caserío desbordó hacia la parte con-
tinental, en donde la parroquia de Santana se extendía
hasta el barrio de Oalidonia, en la actual estación del
Ferrocarril, por un lado, y hasta los cuarteles de Bo-
yain, hoy ocupados por el hospital de la Compañía
del Canal, entre el cerro del Ancón y la boca de Rio-
grande, por otro. Dos enemigos, sin embargo, redu-
jeron á nada su antigua prosperidad: los bucaneros
y la navegación por el estrecho de Magallanes.
Los bucaneros en primer lugar. Las noticias de la
fabulosa riqueza de Méjico y del Perú y la prodigiosa
cantidad de plata que se extraía de las minas de Za-
catecas, Guanajuato y Potosí, despertaron la codi-
cia de los pueblos navegantes que, como el inglés, el
holandés y el francés, estaban privados de participa-
ción en esa inmensa fortuna. Perseguidos á muerte
por los españoles en su propósito de establecerse pa-
oíficí^mente en la isla de Santo Domingo y en otras
Antillas pertenecientes á España,— en donde fueron
Los hucaneros W7
casi exterminados, — tomaron á pechos entrar en la di-
visión de los despojos arrancados á los indios y á las
ricas cordilleras de esos países recién descubiertos.
Imposibilitados para establecerse en las regiones pri-
vilegiadas que con tanta profusión producían el me-
tal considerado entonces como la única riqueza ver-
dadera del mundo, se propusieron sitiar las avenidas
por donde ella se derramaba hacia los hambrien-
tos pueblos del Viejo Mundo, y estableciéndose en las
islas vecinas á las costas de Jamaica y Santo Domingo
en el Atlántico, y en las vecinas al golfo do Panamá
en el Pacífico, empezaron esa serie de piraterías en
el mar y de incursiones en las ciudades de la Costa,
en donde suponían acumulados los más grandes teso-
ros, que se ha hecho famosa en la historia: Veracruz,
Campeche, Chagres, Portobelo, Panamá, Cartagena,
Santamarta, Eiohacha, Maracaibo, todas ésas ciuda-
des fueron sucesivamente atacadas y saqueadas por
ellos con una ferocidad cuyo recuerdo guardan aún
las tradiciones locales. Chagres, Portobelo y Panamá,
en nuestro país, fueron las más frecuentemente visi-
tadas, principalmente por Morgan y Drake, el primero
de los cuales se retiró con un inmenso botín de las
tres ciudades citadas, y el segundo, después de saquear
y arrasarlos establecimientos mineros del Darién, en-
tonces en gran prosperidad, tuvo el pensamiento de
conquistar esa región para la Eeina Isabel, reinante
á la sazón en la Gran Bretaña.
El saqueo ó incendio ejecutado por Morgan en Pa-
namá (1671)— establecida entonces dos leguas al Nor-
I este de su sitio actual — debió de ser tan terrible, que
308 Morgan— Asalto á Panamá
la traslación de la ciudad á otra localidad de más fácil
defensa, no encontró resistencia entre sus pobladores.
Visitó en 1853 las ruinas de la antigua ciudad, provisto
de una antigua descripción detallada de la marcha de
Morgan al través del Istmo, después de remontar el río
Ohagres en sus propias embarcaciones hasta Cruces, del
combate en que la guarnición de Panamá fue destro-
zada, y del asalto, yá no resistido por los moradores
aterrados. El viento gemía entre las ruinas de los vie-
jos bastiones y doblaba las copas de los árboles crecidos
entre las grietas de la muralla ; la marea alca golpeaba
furiosa contra las rocas y barrancas perpendiculares de
la costa, y todos esos ruidos formaban en medio de la
eoledad profunda como un eco de la confusa vocería del
asalto y el saqueo de la desgraciada ciudad. Casi creía
oír las roncas y aguardientosas voces de los asaltantes
al través de las brechas; parecíame ver brillar la llama
rojiza de los incendios entre nubes de humo; entre
las derruidas torres de las iglesias parecíame distin-
guir el grito desesperado de las mujeres y los niños
allí asilados, y sobre toda esa confusión, se alzaba en
mi fantasía la odiosa figura del filibustero, cubierto
de sangre, los ojos fuera desús órbitas y ebrio de furor
y codicia en medio de grupos de mujeres arrodilladas
al lado de los cadáveres de sus padres y esposos.
Ese estado de inseguridad duró casi un siglo, has-
ta fines del xvii, y no hay duda de que fue la pri-
mera causa de decadencia; pero la inseguridad contri-
buyó también á determinar otra, si menos aguda,
más destructora: la adopción de la vía de Magallanes
por el comercio del Pacífico.
Resurrenoión de Panamá 309
Este fue el golpe final, de agonía prolongada,
de muerte lenta pero definitiva. Yá los galeones espa-
ñoles procedentes de Acapulco apenas tocaban en
Panamá á hacer agua en Taboga; la guarnición y el
apostadero marítimo disminuyeron en importancia;
no pocos de sus grandes comerciantes emigraron al
Callao, á la Habana y á Lima, y la ciudad fue deca-
yendo tan considerablemente, que en 1840 ó 1841 es-
cribía el Doctor Rufino Cuervo desde allí á un amigo
suyo de Bogotá, que el que quisiese conocer á Panamá,
debía apresurarse porque estaba dando las últimas bo-
queadas. Su población entonces no alcanzaría á 4,000
habitantes.
La corriente de pasajeros al través del Istmo, deter-
minada en 1848 por los aluviones auríferos de Cali-
fornia descubiertos por el Capitán Sutter, volvió la
vida á la yá expirante ciudad. Cuarenta millones de
pesos en oro de California, de diez á doce millones
en plata de Méjico, el Perú, Chile y Bolivia, y de
veinticinco á cuarenta mil pasajeros pasaban anual-
mente entre Panamá y Colón. Los arrendamientos
de casas subieron á precios fabulosos; el flete de las
muías, en una distancia de ocho leguas, se pagaba
á razón de treinta á cincuenta pesos por viaje entre
Panamá y Cruces; el de una canoa ó barquetona, con
capacidad para cuatro hasta doce pasajeros, entre Cha-
gres ó Gatún y Cruces, de cuarenta á doscientos pe-
sos; el precio de los víveres no tenía límites; los jorna-
les habían subido á tres y aun hasta á diez pesos diarios,
y una pieza de oro americano de veinte pesos se cam-
310 Panamá en 1849
biaba por diez y seis de ocho décimos de nuestra mo-
neda de plata. Los negocios de Panamá eran más
productivos que las mejores minas de Sacramento ó
del valle de San Joaquín; el oro circulaba en abun-
dancia desde las más ruines cabanas de expendio de
licores hasta los grandes almacenes de la calle de La
Merced. L'Ollonais, Morgan y Drake, todos esos an-
tiguos filibusteros, las sombras feroces de esos mons-
truos sedientos de pillaje y de sangre, debieron de in-
corporarse y soliviar la losa de sus sepulcros al prodi-
gioso retintín de tantos millones.
Con condiciones de esta naturaleza cualquier pue-
blo de los Estados unidos sería hoy una ciudad de
100,000 habitantes, rodeada de todas las comodidades
de la vida civilizada, con un porvenir de grandeza
perfectamente seguro; pero en Panamá no podía su-
ceder ni ha sucedido así. Siglo y medio de estanca-
ción y decadencia debían producir y produjeron un
sello profundo de inmovilidad en el organismo de la
población panameña: la pobreza había llegado al úl-
timo grado: el antagonismo de las dos razas — la negra
y la blanca— pobladoras de esa región, mantenido por
tres siglos de esclavitud, debía hacerse sentir fuer-
temente en los momentos en que esta institución aca-
baba de ser abolida (1850): la acción del clima, des-
favorable para la blanca, había enervado la actividad
de la clase gobernante y permitido que la raza inferior
en evolución mental se sobrepusiese en número, en
energía y en influencia política. A pesar de aquellas
ventajas, Panamá ha progresado muy poco, y si la
empresa del Canal hubiese de fracasar, y sobre todo si
Panamá de 1850 á 1855 311
fuese abierto en otro país, en Nicaragua, por ejemplo,
sería dudoso predecir la suerte futura de la ciudad.
El estado de incuria en que yacía esa población pue-
de juzgarse por el liecho de que no tenía ni tiene aún
agua potable, con excepción de la de lluvia, recogida
en unas pocas cisternas, y la de unas fuentes distantes
de la ciudad, escasas y mal conservadas; carece de
cloacas y desagües, cuyo oficio es reemplazado por una
marea que se levanta ordinariamente á veintidós
pies de altura, la cual, al retirarse, deja descubierta,
en una extensión de tres millas, una playa infecta,
llena de despojos animales y vegetales, de la cual
se levantan, después de las horas de sol, emanaciones
fétidas, á las veces insoportables. En 1852, cuando
por primera vez la conocí, no tenía una escuela pú-
blica ni establecimiento alguno de educación; sólo
existía un pequeño hospital sostenido por las contri-
buciones voluntarias de los extranjeros; carecía total-
mente de árboles de sombra, de jardines y paseos, y
de alumbrado público durante la noche; el antiguo
enlosado de las calles estaba casi destruido, lleno
de hoyos y fangales en invierno, y por último, no te-
nía policía alguna organizada. Empezaba apenas la
tarea de la organización de las rentas: la Provincia
contaba yá con unos % 100,000 anuales, producto de
un derecho de tránsito de I 2 sobre cada pasajero,
y de un impuesto directo sobre los establecimientos
comerciales, suma apenas suficiente para cubrir el
gasto de la Gobernación, la Cámara provincial, algu-
nos jueces y escasos sueldos á los empleados adminis-
trativos. La ciudad no contaba con más de % 12,000,
312 La sociedad de Panamá
exigidos á la clase jornalera que hacía el servicio de
botes en la bahía, á los carreteros y á los aguadores:
los propietarios de casas, cuya renta era muy conside-
rable, estaban exentos de contribuciones. Empero,
para hacer frente á las variadas y urgentes necesida-
des de la situación, $ 500,000 anuales de rentas quizás
no hubieran bastado, bien que tampoco había de dón-
de tomarlos, pues el país era en extremo pobre y las
rentas nacionales, en esa época de transición y de re-
formas, no excedían de millón -^ medio de pesos.
En cambio, la sociedad era excelente, pues los res-
tos, perfectamente republicanizados de las antiguas
familias españolas, eran numerosos y distinguidos por
su inteligencia y cultura. Los Arosemenas, Herreras,
Sosas, Obarrios, Fábregas, Hurtados, Paredes, Valla-
rinos, Alemanes, Jiménez, Arces, Brájimos, Pérez,
Arias, Morros, Icazas, Picones, Díaz, Obaldías, La
Guardias y otros, formaban un grupo tan notable por
la instrucción y talento de los hombres, por la belleza
física, cultura y suavidad de maneras de las seüoras,
como en muy pocas ciudades de Colombia pudieran
encontrarse. En la raza mezclada había hombres muy
notables por su inteligencia, buenas maneras y ardor
en el trabajo, y gran número de jóvenes salidos de
sus filas recibía educación en los Colegios de Bo-
gotá, ganaba puesto notable en la política del país,
y adquiría derecho de entrada en la sociedad de la
clase reputada antes superior. Pronto principiaron
enlaces entre los americanos del norte, los ingleses,
El periodismo 313
los franceses y las familias panameñas, llamadas á
producir una descendencia físicamente superior, más
poderosa en facultades industriales y dotada por he-
rencia fisiológica de mejores condiciones de interés
cívico y disciplina social.
Las relaciones de sociabilidad, — si bien no acompa-
ñadas todavía del lujo y de la etiqueta que en socieda-
des más avanzadas las hacen menos cordiales y menos
frecuentes, — eran en extremo agradables y bastante
repetidas. Bailes, paseos al campo ó á la bahía, princi-
palmente en las noches de luna, y almuerzos y comidas,
daban animación á la vida con ese interés peculiar
que se despierta en el trato de personas de nacionali-
dades, costumbres é ideas diversas, pero unidas por
lazos de cultura y benevolencia recíprocas. La llegada
incesante de buques y pasajeros de todas partes del
mundo, con noticias del carácter más variado de Aus-
tralia, la China, el Japón, el Perú, California,. Ecua-
dor, Venezuela, la Costa atlántica de los Estados Uni-
dos, Europa y el interior de Colombia, mantenía la
-inente ocupada en un horizonte que abarcaba todos
los confines de la tierra, á propósito para combatir las
ideas estrechas que se forman en los países recluidos
del comercio del mundo, y para desarrollar en el es-
píritu ideas cosmopolitas.
El periodismo, entonces quizá más numeroso y
mejor servido que hoy, tenía al frente de los periódi-
cos nacionales. El Panameño y el Correo del Istmo, al
veterano escritor y editor señor José Ángel Santos y
al señor Bartolomé Calvo, quien debía figurar luego
notablemente en la política de la capital. El periodis-
314 Hombres notables
mo, destinado principalmente á la población extran-
jera, era servido en el Panamá- Herald y el Panamá-
Star por los señores John Powers y Arcliibaldo Boyd,
unidos luego en un solo periódico de grande extensión
con materiales muy escogidos. El último de éstos logró
conservar la empresa, cada día más popular y mejor
desempeñada, hasta el ñn de sus días, y transmitirla
á sus hijos; no menos inteligentes y distinguidos pe-
riodistas que simpáticos y amables caballeros. Ellos
acaban de completar cuarenta años á la vida de su
importante diario.
El General Tomás Herrera, tipo, como Bayardo,
del ^'caballero sin miedo y sin mancha,'^ carácter en
quien podía notarse en estrecha alianza el más avan-
zado espíritu democrático con la lealtad y el honor
más completos, era el hombre de la popularidad entre
las clases pobres y el más estimado entre las acomo-
dadas. El estribillo de la canción panameña de esos
días era:
Panamá, Panamá
¡ Que viva Don Toma
El señor Manuel José Hurtado, representante de
una de las antiguas familias aristocráticas del Istmo,
inmensamente rico entonces, con una empresa de
transporte de pasajeros, tesoros, correos y mercancías
valiosas en el camino de tierra de Cruces á Panamá;
era al propio tiempo un hombre de grande espíritu
público, que prestaba ayuda decidida á todo lo que
fuera progreso. No menos era distinguido por la misma
disposición patriótica el señor José María Jované, Te-
sorero de la Caja de Ahorros y Síndico recién nombra-
El veneno de las culebras 315
do de un colegio de señoritas, que debió su estableci-
miento á los generosos esfuerzos de este filántropo.
Entre los extranjeros, recuerdo especialmente al
Doctor Emilio Le Bretón, médico francés de gran-
des talentos y de no menores dotes de caridad y bene-
volencia, que podía proporcionarse beneficios enor-
mes con el ejercicio de su profesión; pero que prefería
YÍvir en la más honrosa pobreza, recetando de balde á
los pobres y á los pasajeros destituidos de amigos y
relaciones. El señor William Ralston, joven ameri-
cano, dotado de la actividad en el trabajo más extra-
ordinaria que he conocido, y al mismo tiempo del
carácter más amable, simpático y generoso. Por ini-
ciativa del entonces gobernador de la Provincia se
prestó á encabezar un cuerpo de policía, compuesto de
extranjeros y panameños, no remunerados, que se en-
cargó de recorrer constantemente el camino de Cruces
á Panamá y de dar protección á los pasajeros; servicio
importantísimo entonces, en el que fue decididamente
secundado por los señores W. Munro, agente de una
de las compañías de vapores, Ran Runnels, dueño de
un hotel en Cruces, Manuel José Hurtado, empresario
de transportes en el camino de tierra, y Leonardo Be-
nito, jefe de la escolta que conducía Los caudales.
A propósito del Doctor Le Bretón, recuerdo un he-
cho notable en los anales de la ciencia médica ocurrido
durante mi primera visita á Panamá. Este Doctor es-
taba curado contra el veneno de las culebras por medio
del uso del jugo de las hojas de guaco, y con ese mo-
316 Contra-ve7ienos iridigenas
tivo jugaba con impunidad en la botica llamada de las
culelras, perteneciente al Doctor Kratochwill, con las
serpientes más venenosas, que por capricho especial
del propietario había allí siempre en exhibición: se
las envolvía en el brazo, en el cuello, y aun se aplicaba
blandamente, en señal de cariño, la cabeza del reptil
contra la mejilla, sin haber sido mordido jamás. Un
día llegó del Darién una culebra especialmente pedida
por el Jardín Zoológico de París, de un metro de largo,
color negro, cabeza muy aplastada, movimientos muy
rápidos y ojos de una tristeza singular. Tomarla en la
mano el Doctor Le Bretón y recibir en el acto en ella
dos ó tres mordeduras, fue todo uno. Por pura pre-
caución en un principio (pues el Doctor afirmaba que
no tendría consecuencia alguna, lleno de confianza en
la inmunidad que esperábale daría el gnaco), le hicie-
ron todas las aplicaciones usadas en tales casos. Ven-
daje en el brazo, amoníaco líquido sobre la herida y
más luego cáustico de Viena. Sin embargo, los efectos
del veneno empezaron á producirse en breve: hincha-
zón en la parte herida, fuerte dolor de cabeza, sudor
frío, vómitos, palidez mortal y coloración morada ó
azulosa en la mano. Se pensó entonces en cortarle el
brazo por el codo; pero al efectuarlo se notó que la
hinchazón pasaba hasta cerca del hombro, y luego se
vio invadido por la infiltración del veneno el tronco
mismo del cuerpo. Bien que lo asistían todos los mé-
dicos de Panamá, y entre ellos uno alemán de gran
reputación — el Doctor Autenrieth, — á las veinticuatro
horas se consideró desesperado el caso.
En esos momentos se presentó un indígena de
Desafio singular 317
Chepo, pueblo de las inmediaciones, ofreciendo que si
lo dejaban solo, y el Doctor Le Bretón prometía guar-
dar secreto acerca de los remedios que emplease, lo
curaría. El ofrecimiento fue aceptado, y encerrándose
el indio con el Doctor, ya moribundo, al siguiente día
salió anunciando que la curación estaba efectuada; lo
que en efecto sucedió, pues aunque lenta la convale-
cencia, veinte días ó un mes después estaba el enfer-
mo del todo restablecido.
Con motivo de este acontecimiento ocurrió á pocos
días un desafío singular. Reñían dos indios acerca de
cuál de los dos conocía mejores contras para combatir
el veneno de las culebras, y sujetando la disputa al
procedimiento experimental, resolvieron recibir las pi-
caduras de las que los contendientes tuviesen á bien
presentar. Después de ensayar varias víboras y sus
contravenenos respectivos, al fin uno de los dos su-
cumbió en la demanda, y su antagonista lo dejó
morir para comprobar la inferioridad de conocimien-
tos de su adversario. Jactándose el vencedor de que él
sí conocía el contra, fue juzgado y condenado á presi-
dio— como autor de un homicidio voluntario, — por
más que fuese caso grave probar que existía el reme-
dio. Desgraciadamente no recuerdo el nombre de la
culebra homicida; pero este es uno de los casos que
comprueban la conveniencia de salvar, junto con las
razas salvajes 6 semi-salvajes, un cúmulo de conoci-
mientos raros adquiridos por la experiencia de ios
pueblos primitivos. ¡Cuántos agentes terapéuticos
importantes, desde la quina, el guaco, el cedrón y la
ipecacuana, no se deben á la ciencia despreciada de
los indígenas de América!
3Í8 Panamá con los trabajos del Canal
Volvamos al Panamá de los tiempos actuales.
No ha sido muy afortunada la marcha política de-
esa sección durante los últimos cuarenta afios, ni
por consiguiente la evolución industrial; pero en fin.
algo SG ha progresado. La población de Panamá pasa
hoy de 25,000 y aun tal vez llega á 30,000 habi-
tantes; el caserío ha aumentado en proporción, ora
por medio de reparaciones á las ruinas antiguas, bien
por edificaciones nuevas. Los hoteles son numerosos,
y á favor del libre cambio (pues no hay aduanas ni
derechos de importación ó exportación), el precio de
los víveres es barato, y no menos el de todas las mercan-
cías extranjeras. El pescado es en extremo abundante
y de exquisito sabor; las llanuras del Departamento
vecino de Bolívar envían de IS á 20,000 reses anua-
les, y proveen de carne fresca, de buena calidad, á
precios cómodos; el hielo, á barato precio, mejora la
condición del agua potable, y con excepción del arren-
damiento de las casas —todavía muy alto, — la vida no
es cara. Hay un número suficiente de coches de alqui-
ler para el servicio de las calles, las cuales, desde lue-
go, han mejorado en sus empedrados y enlosados; hay
alumbrado nocturno de gas en las calles y plazas prin-
cipales, y debe de estar adelantado el servicio de la
policía, porque pude observar menos desaseo en aqué-
llas. Entre los progresos á que se llamó mi atención
se cuenta una plaza de toros, progreso que me pareció
de carácter muy disputable, por lo que no quise visi-
tarla. Este progreso y el de la lotería, como recurso
rentístico, introducido también allí, son imitaciones-
evidentes de las antiguas costumbres españolas, y en
Influencias americana y francesa 31&
ellas se puede notar la oleada misteriosa de reacción
antirrepublicana que ha venido en pos de las rápidas
reformas políticas decretadas en Colombia de 1849 á
1863: la reacción es siempre igual á la acción. Panamá
es la única ciudad de Colombia en que hay plaza de
toros, fiesta que afortunadamente ha caído en desuso
en el resto del país.
Hasta 1880 la influencia de las corrientes norte-
americanas era la única que en el Istmo se hacía sentir;
pero de ese año en adelante los trabajos de la Empresa
del Canal han debido de introducir en alguna parte
la de las ideas y costumbres francesas; pero en esta vez
fue tan corta mi permanencia en Panamá, que no tuve
ocasión de hacer observaciones á ese respecto. Ojalá
deje la presencia del gran número de franceses que ha
visitado la ciudad algún principio de su genio sobrio y
económico, porque en materia de sobriedad y economía
el ejemplo de los americanos no es el mejor posible.
En 1852 y 1853 era tal el consumo de cerveza y de
champaña, que durante la noche, al pasar por ciertas
calles, creyera uno estar oyendo descargas de batallo-
nes armados de pistolas, y todas las mañanas era una
grandísima dificultad hacer recoger y botar al mar cua-
tro ó cinco mil botellas vacías que aparecían regadas
en las calles al frente de los restaurantes y hoteles.
Un fenómeno económico importante mereciera ser
detenidamente estudiado allí. La Compañía del Canal
ha necesitado desembolsar en sus trabajos de excava-
ción y construcciones durante los últimos Qcho afios.
320 Corriente de moneda de plata
no menos de ocho á diez millones de pesos anuales,
bajo la forma de destajos, jornales á los operarios y
sueldos á sus empleados. En lugar de liacer venir de
Francia esa gran cantidad de numerario, la Compa-
ñía se ha limitado á vender en Panamá letras sobre
París ó sobre Londres, que podía colocar con un pre-
mio de 30 y aun 40 por 100 sobre las monedas de plata
circulantes (piezas de 0,900 y 0,835 de fino). El mer-
cado de toda la costa del Pacífico, desde Centro-Amé-
rica hasta Chile, tenía en su contra la balanza del co-
mercio exterior, y se ha visto forzado á exportar su
numerario á Panamá á comprar esos giros; de suerte
que no menos de cincuenta ó sesenta millones de pesos
han debido de venir á esa ciudad en pocos afios. ¿Qué
curso ha tomado esa enorme aglomeración de plata,
en una ciudad para cuyas transacciones bastaría me-
nos de un millón?
Panamá compra, á la verdad, dos ó tres millones
anuales en víveres á los Estados Unidos; pero con las
Repúblicas del Pacífico sus negocios son muy limita-
dos : en pago de fletes y pasajes en el Ferrocarril ape-
nas podía volver á la Compañía una suma de dos á
dos y medio millones anuales, parte de los cuales es
de creer que ha sido pagado en Nueva York, Londres
y París. Repito, pues, ¿qué ha sido de esa enorme
masa de numerario acumulada en las cajas de la Com-
pañía y distribuida luego entre sus contratistas, jor-
naleros y empleados? De Bogotá solamente han salido
con ese destino, en los últimos ocho años, de cuatro á
seis millones de pesos, que no han vuelto; mayores
sumas aún han debido de ser enviadas de Valparaíso,
Panamá y Colón requieren organizadión especial 321
el Callao, Guavíiquil, Guatemala y San José de Costa
Rica; ¿adonde han ido á parar?
No es de presumir que los empleados franceses ni
los jornaleros de las Antillas ó de Centro-América
hayan enviado á sus familias una moneda que no tie-
ne curso legal en otros países, ó que, reducida á barras,
daría una pérdida de 25 á 35 por 100 ; tampoco hay
bancos en Panamá que puedan guardar en sus sóta-
nos sumas de esa ni de mucho menor consideración.
El problema merece una investigación concienzuda,
pues la sola posibilidad de que algunas de las Repú-
blicas del Pacífico enviasen, á veces, sus giros sobre
Europa y los Estados Unidos á venderse en esa ciudad,
no explica suficientemente el fenóniíeno.
El hecho es que Panamá empieza á conquistar, en
esta materia de cambios internacionales, la superiori-
dad que su posición geográfica está llamada á darle
en los negocios del mundo. No es improbable que con
el tiempo llegue á ser también un lugar de depósito
de las mercancías de los dos hemisferios, siempre que
mejore su policía de sanidad y no sean excesivas, como
hasta aquí, las tarifas del Ferrocarril, ni altas las del
Canal, cuando esté abierto.
Panamá y Colón son poblaciones importantísimas,
que requieren una organización distinta de la de las
demás ciudades de la República. Ni el sistema fede-
ral ni el central, tal como se los practica en nuestro
país, son adaptables á las condiciones especiales que
están llamadas á tener en el mundo. El primero creó
una organización democrática en que la raza mestiza,
21
322 Elementos distintos de su población
el elemento social más atrasado, tomó preponderanciti
y no alcanzó á estar á la altura de la nueva situación
creada por el comercio interoceánico. Falta allí edu-
cación popular para dar abundancia de hombres capa-
ces de administrar los grandes intereses súbitamente
desarrollados en es", región. El régimen central-buro-
crático, estrecho, inepto y perezoso de la tradición co-
lonial, tampoco es capaz de gobernar esas dos ciudades.
Juzgoque en ellas se requiere algo parecido al régimen
de las antiguas ciudades anseáticas en Europa: un es-
píritu cosmopolita no restringido por la arbitrariedad
del centralismo, ni una organización floja y débil,
como la que en la actualidad puede dar la federación.
En esas dos ciudades hay cuatro elementos distin-
tos, ó sea cuatro grupos étnicos diversos que necesitan
ser armonizados en un equilibrio equitativo é inteli-
gente: 1.° el de la raza blanca criolla, propietaria del
suelo, antes dominadora sin contrapeso, hoy reduci-
da á igualdad democrática; 2.° el de la raza africana
recién emancipada, el más numeroso, mejor aclima-
tado, antes sin participación alguna en la vida públi-
ca, hoy tal vez más exigente á este respecto de lo que
su educación actual debiera permitirle pretender ;
S."" el de la población extranjera sedentaria, que con
el transcurso del tiempo será quizás el grupo más in-
fluyente y principal por la educación y la riqueza;
4.° el elemento oficial representante de la nacionali-
dad colombiana: es decir, el grupo formado por la
guarnición, los inmigrantes colombianos del interior y
los empleados superiores nombrados por el Gobierno
central. El problema sociológico, pues, consiste en.
Problema sociológico 323
fundir esos grupos en un espíritu de fraternidad é in-
terés común.
Ei primero de ellos es el representante de la tradi-
ción de la sociedad formada por la conquista española,
el núcleo, por decirlo así, de la comunidad moderna;
el segundo forma el músculo del cuerpo social, la po-
blación trabajadora, la que mejor puede resistir la in-
fluencia del clima, y que por consiguiente es la llamada
á cultivar la tierra y á sostener las industrias indispen-
sables á la formación de grandes ciudades; el tercero
constituirá Itt agencia organizadora de los grandes
cambios internacionales que permite la posición geo-
gráfica y que formarán la grandeza y el poderío de sus
futuros pobladores; el cuarto, en fin, deberá dar el
molde en que esos tres elementos anteriores se fundan
en la nacionalidad colombiana que garantiza sus liber-
tades y les asegura paz y justicia.
Empero, el progreso de esas dos ciudades y la fusión
de sus diversos componentes tiene por condición in-
eludible, que se dé franca entrada en la vida municipal,
y aun en la nacional, al tercero de estos factores, al ex-
tranjero residente, liasta ahora alejado de esas funcio-
nes; más educación en escuelas numerosas y mejor ser-
vidas al segundo, y que el cuarto restrinja su espí-
ritu inquieto y dominador, que hasta ahora ha sido,
si bien una garantía de paz en lo general, — en no po-
cos casos bajo la influencia de las pasiones del interior
de la Repíiblica, — una causa de inseguridad y de
retroceso.
Vida municipal activa y verdadera es de lo que
esas dos ciudades carecen: el panameño nativo tiene
324 Necesidad de libertades municipales
l)ocas tradiciones de interés público; el mestizo africano
carece de educación y hasta de nociones sóbrelo que es
la edilidad de un pueblo civilizado. El gobierno cen-
tral, á trescientas leguas de distancia, mal pudiera pro-
veer al aseo, á la salubridad y á la policía de ornato y
de seguridad de lugares desconocidos para los miembros
del Gobierno de Bogotá; sólo el elemento extranjero
podría comunicar á esos intereses la iniciativa, la es-
pontaneidad, el amor cívico que ellas requieren. Agua
potable,alumbrado público, albañales en comunicación
con la parte profunda de la bahía, servicio diario de
aseo de las casas y de las calles, buen pavimento en
las calles, árboles y flores en las casas y en los paseos
públicos de los afueras, servicio de bombas contra los
incendios, mercados públicos aseados, bien vigilados
por la policía de sanidad, teatros y lugares de distrac-
ción honesta, hospitales y cementerios bien manteni-
dos: todo eso está aún por crear en Colón y Panamá,
y sólo puede esperarse en gran parte de la iniciativa
del extranjero.
En mi concepto debiera concederse derecho de
elegir y ser elegido al extranjero residente casado con
colombiana, tanto en negocios municipales como en
los nacionales, y derechos municipales al extranjero
que cuente dos años de residencia en el país y nego-
cios agrícolas ó comerciales, ó una profesión industrial
establecida. Además, esas Municipalidades debieran
tener una ancha esfera de acción para el efecto de
imponer contribuciones, crear sus propios agentes y
ejecutar con independencia sus obras y servicios co-
munales. Un gobernador general, representante de la
Reformas al contrato del Ferrocarril 325
unidad colombianti, con residencia alternativa en am-
bas ciudades; jueces y tribunales, nombrados los pri-
meros por las Municipalidades y los segundos por el
Presidente de la,- Eepública ó por- la Corte Suprema
Nacional, y un representante de cada una de las dos
ciudades en la Cámara de Representantes, podrían
completar el gobierno de la zona interoceánica. El
resto del Istmo podría formar: al Norte, una provin-
cia; al Sur, un territorio nacional regido por leyes es-
peciales, en que se reconociese gobierno propio y la
propiedad territorial en una zona limitada á las tribus
indígenas, bajo la protección del nacional.
Pero no bastaría esto. Los contratos con la Com-
pañía del Ferrocarril, qne en la actualidad forman
una jaula de hierro para las poblaciones del Istmo, de-
bieran ser modificados para permitir la construcción
de otras vías á las poblaciones de Azuero, Veraguas y
Chiriquí, rebajar el precio de los pasajes y fletes locales
del ferrocarril de Panamá á una rata que no excediese
de diez centavos por legua ni de veinte centavos por
tonelada y por legua á los frutos destinados al consumo
propio déla línea; reformas que la apertura del Canal
hace fáciles y aun necesarias hasta para el interés
mismo de la empresa del Ferrocarril. Probablemente
también sería necesario conceder al Gobierno Muni-
cipal una participación mayor que la de diez por
ciento en la renta que el Nacional deriva ó debe deri-
var de una y otra empresas. Quizás la causa verdadera
de la situación estacionaria de la agricultura en Pa-
namá sea principalmente la enorme tarifa que la
Compañía ha mantenido para el uso del Ferrocarril.
326 Objeciones contra estas ideas
En nuestro país no dejarán de hacerse, contra estas
ideas de organización especial del istmo de Panamá,
objeciones de qne con ella se rompe la armonía do uni-
dad nacional; preocupación antigua del régimen espa-
ñol. Me será permitido, pues, consignar aquí una frase
profunda que recuerdo haber visto en un discurso de
Lord Derby (el padre del actual titular):
"La Constitución inglesa, — semejante á los edificios y
construcciones que un propietario astrícola agrega todos los
días á su mansión campestre, con los cuales rompe la unidad y
la euritmia de ella, — ha sido levantada no tanto para complacer
el gusto del forastero que las contempla desde fuera, cuanto
para proporcionar comodidad al que las habita en su interior."
Tenemos nosotro?, — pueblo nuevo que empieza á
establecerse en medio de condiciones locales muy dis-
tintas entre sí, que sacrificar la unidad y la armonía
externa de nuestra Constitución á las exigencias es-
peciales de los diversos grupos de nuestra población.
El centralismo riguroso,— posible aunque esterilizador
quizás, en el territorio de Francia, — es imposible en-
tre nosotros en medio de la divergencia de suelos, cli-
mas, costumbres y estados de civilización que se notan
en nuestro país. La federación es nuestro estado na-
tural: ella nació con nuestra independencia y se im-
pondrá en el curso de nuestra historia.
.íí^
CAPITULO XXII
EL FEtiROGARRIL Y EL CAIÍAL INTEROCEÁNICO
Insuficiencia del Ferrocarril para el tránsito interoceánico. —
Costo de construcción del Ferrocarril. — Sus productos. — Pro-
greso realizado con el camino de hierro. — Crisis de esta em-
presa en 1870. — Porvenir del Ferrocarril y del Canal. — Los
trabajos del Canal.— Se requieren tres canales paralelos. — Ins-
trumentare empleado en la excavación. — Dificultades princi-
pales: el río Chagres y el clima. — La desmoralización de los
empleados. — El cambio de ingenieros-directores originado por
la muerte de éstos. — Las habitaciones de los jornaleros y de
los empleados en la línea de los trabajos.— Clasificación de
los trabajos. — Dinero regado en el Istmo por la Empresa del
Canal. — Los trabajadores y sus procedencias.— Los chinos. —
Presupuestes formados con anterioridad á los trabajos. — El
gasto real enormemente mayor. — La actitud hostil del Go-
bierno americano.
Como dejo insinuado arriba, la primera de esf-as
■obras fue construida, no tanto con el objeto de dar
paso al comercio general entre los dos mares, cuanto con
el de facilitar el tránsito de los pasajeros que se diri-
gían á California en los primeros momentos de fiebre
despertada por el descubrimiento de grandes aluviones
auríferos. Así, no e¿ un camino de primer orden.
Hasta hace pocos años su capacidad transportadora no
excedía el guarismo de 400,000 toneladas por año, ó
sea muy poco más de 1,000 toneladas por día. Sus prin-
cipales deficiencias consistían:
328 DeficiejiGias del Ferrocarril
A. En la falta de muelles suficientes en Colón para
la carga y descarga de los buques, y en la de almacenes
para depositar fuertes cantidades de mercancías; es
decir, para 40 ó 50,000 toneladas.
B. En las fuertes gradientes de p.lgunas partes de la
línea (1-jy aun 2 por 100) que limitan extraordinaria-
mente la cantidad de flete que puede arrastrar una
locomotora en cada viaje.
G. En la defectuosa terminación de la vía en Pana-
má, átres millas de distancia del fondeadero délos va-
pores. Este inconveniente pudiera subsanarse prolon-
gando el Ferrocarril hasta las islas de Naos, Perico y
Flamenco, en donde hay fondeadero profundo y abri-
gado, y la Compañía primitiva se había obligado á
prolongarlo hasta allá; pero retrocedió de esa idea en
vista del gasto considerable que envolvía (cerca de
I 5.000,000, según se dice), y en 1881 obtuvo que se
la exonerara de esa obligación, mediante un emprés-
tito de $ 3.000,000, que consintió en dar al Gobierno
Colombiano, reembolsable con la renta misma de
$ 250,000 anuales que la Empresa debía pagar confor-
me al contrato de 1867. El gasto de embarque ó des-
embarque que esa distancia del fondeadero ocasiona al
comercio, se computa en I 10 por tonelada, gasto que
devora el ahorro de esa vía para los buques, comparado
con el de la de Magallanes.
A pesar de esta limitación en las construcciones, las
diez y seis leguas de vía férrea, con un- material rodan-
te apenas mediano, resultaron costando % 7.400,000, 6
sea $ 460,000 por legua. Según recuerdo haber leído
en uno de los primeros informes del Ingeniero- Jefe,
Gastos de construGci67i y sermcio del Ferrocarril 329
Coronel G. M. Totteii, el gasto de las dos ó tres
primeras leguas al través de las vegas anegadizas
del río Chagres subió á $ 1.000,000 cada una. La
pérdida de vidas debió de ser enorme también en ese
trayecto.
Los gastos anuales de conservación y servicio lian
alternado entre $ 40 y $ 50,000 por legua: es decir,
de $ 600 á S 800,000 anuales. Sus productos, con una
tarifa de k> 25 por pasajero y de $ 15, en término me-
dio, por tonelada do mercancías, basta 1870, rebajados
acosa de 8 10 por tonelada de entonces para acá, ban
sido de $ 2 á S 3.000,000 anuales. El dividendo anual
repartido á los accionistas nunca ha bajado del 12 por
100 y ha subido en ocasiones hasta el 40 por 100. Ha
sido una empresa en extremo remuneradora. Ultima-
mente la Compañía del Canal compró las acciones por
un precio de $ 28.000,000, ó sea pagando un premio
de cerca de 300 por 100 !
El tráfico anual parece no haber excedido nunca
de 300,000 toneladas ni de 50,000 el número de los
pasajeros.
Altísimo como es este flete de setenta centavos por
tonelada y por legua, comparado con el de los ferro-
carriles americanos de Chicago á Nueva York, que
no pasa de dos y medio centavos por tonelada y por
legua; y este pasaje de % 1-60 por legua y por pasa-
jero, veinte veces mayor que el de los ferrocarriles
americanos ó europeos, el de Panamá fue siempre un
progreso enorme sobre el gasto de locomoción por el
camino de montaña anterior al Ferrocarril. En 1852
me costó el viaje de Colón á Panamá:
Flete de una canoa de Gatún á Gorgona. . . .$ 50
Flete de dos bestias de silla para mí y un sir-
viente, de Cruces á Panamá 64
Flete de una carga de baúles de Cruces á
Panamá (8 leguas), á 30 centavos por libra 84
Hoteles en Colón, Cruces, Gorgona y almuer-
zo en el camino 71
Total $ 269
Se juzgará tal vez que en los hoteles comía yo paste-
les de Perigord y bebía champaña por agua ordinaria.
Referiré, pues, dos escenas del camino de Gorgona á
Panamá. Llegué á almorzar á una casa de madera, es-
trecha y mal provista, en la cual la lista de platos se
redujo á una tajada de carne salada, galletas de ma-
rinero, mantequilla rancia y te sin leche. Al pedir la
cuenta se excusó de ello el ventero, exponiendo que
yo viajaba en servicio público, y que en su patria (los
Estados Unidos) las autoridades en viaje tenían pues-
to libre en los hoteles y restaurantes; pero manifes-
tándole yo que esa costumbre no existía en nuestro
país, y que yo quería pagar: "' pues si es así, me dijo,
ese almuerzo para dos personas vale $ 6-40."
Más adelante me acerqué á una casa pajiza y pedí
un terrón de azúcar y dos vasos de agua, de los que mi
sirviente participó. El dueño sacó dos vasos en un pla-
to, dos pedazos pequeños de azúcar y una totuma llena
de agua: como la sed era ardiente, cada uno tomó
dos vasos. '^ Cuánto vale," pregunté. Sin vacilarme
replicó: ''el azúcar veinte centavos: cada vaso de
agua diez centavos, sesenta centavos, if yo%i please."
Crisis del Ferrocarril en 1870 331
Todo guardaba proporción. ¡Con cuánto placer
no pagaría un pasajero, que hubiese conocido los ho-
rrores de ese camino, la pequeña suma de $ 25 por
trasladarse de un mar á otro en tres horas, al abrigo
de la lluvia y del sol, en asiento cómodo, y refrescado
por la brisa que levanta la marcha rápida del tren!
Ese alto precio era, sin embargo, morigerado con
la frecuente concesión de tiquetes de cortesía á los
pasajeros colombianos y á los personajes de otros
países.
A pesar de toda su carrera de prosperidad, la Em-
presa se creyó perdida en 1870, cuando con la inaugu-
ración del primer ferrocarril al Pacífico en los Estados
Unidos, y el establecimiento de una línea de vapores
al través del estrecho de Magallanes, pareció que el
primero iba á quitarle los pasajeros de California y la
segunda todas las mercancías procedentes de Europa
para la Costa Occidental de América. Los Directores
de la Compañía solicitaron del Gobierno Colombiano
que renunciase á la renta de I 250,000, y en caso de
negativa, que aceptase la cesión srratuíta de la empresa
conforme al contrato de 1850. Contestó el Gobierno
que para llegar á una de esas dos extremidades era ne-
cesario que la experiencia de los hechos confirmase los
cálculos pesimistas délos Directores; pero entre tanto
preguntó á sus banqueros en Londres, los señores Ba-
ring Brothers, si querrían encargarse de organizar en
esa ciudad otra compañía que tomase á su cargo la
empresa. La respuesta negativa de éstos se fundaba
en el concepto de la imposibilidad de resistir la com-
petencia de esos terribles rivales.
333 Nuevas mas interoceánicas
No obstante estos pronósticos, al Ferrocarril Central
del Pacífico siguieron el del Norte del Pacífico, el de
Missouri y el Pacífico, el del Sur del Pacífico, el de Te-
jas y el Pacífico, el de Canadá y el Pacífico, y ha habi-
do tráfico suficiente para todos ellos, sin que la vía de
Panamá se haya afectado en lo mínimo; prueba evidente
de que el Canal tendría algunos millones de toneladas
de tráfico con sólo los productos de California, que por
su valor no puedan resistir, el flete de 1,400 leguas de
ferrocarril. ¥A trigo de California y Oregón, el café
de la América Central, el guano y el nitrato de soda
del Perú, Bolivia y Chile, que hoy montan á 2^ mi-
llones de toneladas, serán cinco á lo menos antes de
diez años, y los retornos que, en pago, envíen Europa
y la Costa Oriental de América, bastarían para dar
veinte ó más millones de pesos en peajes al Canal.
Hoy puede decirse que hay diez y seis vías intero-
ceánicas al través de la América:
En el Canadá 1
En los Estados Unidos 5
En Méjico (en construcción) 2
En Centro- América (en construcción) -^ (1)
En Colombia 1 (2)
(1) El ferrocarril de Honduras; el de Punta Arenas á Puer-
to Limón, en Costa Rica; el de Corinto al lago de Managua, en
Nicaragua, y el canal proyectado de Punta Mono á Perico, en
territorio nicaragüense también. No es imposible que Guate-
mala prolongue su ferrocarril de San José á Guatemala, hasta
Puerto Livingstone.
(2) En Colombia, aparte del ferrocarril y canal de Panamá,
en breves años se prolongará hasta el Magdalena el ferrocarril
en construcción del Cauca al Pacífico, que formará otra línea
interoceánica. Tampoco tardará más de veinte años la prolon-
gación del ferrocarril de Puerto Berrío á Medellín, hasta el
valle del Cauca, en donde formará una segunda conexión entre
los dos Océanos.
El canal de Panamá 333
Entre Bolivia y el Brasil (en construcción) 1
Entre la Argentina y Chile 1
El estrecho de Magallanes 1
El desarrollo industrial que la colonización 4 lo
largo de todas estas vías hará surgir, es incalculable:
los recursos de la América Española todavía están casi
intactos: el concurso que darán los cuatro Estados
nuevos que acaban de crearse en los Estados Unidos,
todos los cuales tienen una salida natural para sus
producciones agrícolas por el Northern Pacific hacia
el Pacífico, será inmenso; de suerte que, cualquiera
que sea el costo definitivo del canal de Panamá, pue-
de asegurarse que el tráfico necesario para sostenerlo
no puede faltarle, porque siempre será el paso más
corto para la navegación marítima entre uno y otro
Océano.
LOS TRABAJOS DEL CAIÍAL DE PANAMÁ
Xo basta la lectura de las diversas publicaciones
que han visto la luz acerca de esta obra para formar
idea de su inmensa magnitud: se necesita dar una
vista, aunque sea muy ligera, á los trabajos, para po-
der apreciar sus variadas y enormes dificultades.
Se trata de abrir una zanja de 75 kilómetros de
largo con 40 metros de anchura y 8 ó 9 de profun-
didad, dehaJQ del nivel del mar, en una faja que
desde la orilla se levanta gradualmente hasta cerca
de 100 metros, para lo cual se calcula necesario sacar
un cubo de tierra de más de ciento treinta millones
de metros cúbicos.
334 Trabajos titánicos que exige
Se trata de transportar esta enorme masa de tierra
blanda desde las orillas del Canal,— que viene á ser la
parte más profunda de todo el Istmo, y adonde por la
ley de gravitación se dirigirán las corrientes perma-
nentes y las accidentales de las lluvias, — hasta di-
versos lugares, de donde la acción natural de las lluvias
y la del viento no la arrojen de nuevo al lugar de
donde se la extrajo.
Se requiere mantener dentro del Canal una cantidad
de agua siempre igual, y evitar que las avenidas de
los ciento cuarenta arroyos y ríos que atraviesa la
faja canalizada penetren dentro de ella, rompan sus
orillas y llenen el cauce con los árboles, la piedra y
las arenas que arrastran consigo.
De suerte que casi se necesita abrir tres canales:
uno central, destinado á la navegación, y otros dos la-
terales, para recoger las aguas de los ríos y los arroyos,
sobre todo las de crecida, y arrojarlas al mar por un
cauce distinto del que primitivamente llevaban.
Y esta operación debe hacerse en tres clases dis-
tintas de terreno: en el cenagoso de las orillas del
mar ó del lecho desecado de los ríos cuyo curso ha
sido desviado; en el suelo firme, tierra arable, cas-
cajo ó arcilla do los niveles un poco más altos; y en
la roca que forma el espinazo del Istmo en el punto
divisorio de las aguas hacia el uno y el otro mar.
Cada una de estas tres clases de terreno exige he-
rramientas distintas para su excavación. El anegadizo
y blando se trabaja con dragas; el suelo firme con cx-
cavadoras ; la roca pide pólvora y dinamita después
de perforada con grandes taladros.
El instrumenta je empleado 335
El transporte de la materia sólida excavada se
hace tiimbién en vehículos distintos: la que se extrae
en la vecindad del mar, se arroja al mar mismo por
medio de botes de falso fondo; la tierra mueble de las
partes altas es transportada por ferrocarriles paralelos
unos, perpendiculares otros á la línea del Canal, y
probablemente será entregada á los canales laterales
para que su corriente la arrastre hasta el mar: la roca
sólida, en fin, será em.pleada en construcciones, re-
vestimiento de los bancos del Canal en algunas partes
y en terraplenes de las zonas comprendidas entre los
canales laterales y el central, transportándosela en los
ferrocarriles arriba mencionados.
Desde luego estos ferrocarriles son distintos del
que hace el servicio de pasajeros y mercancías entre
los dos Océanos. Para dar una muestra de la magni-
tud de los trabajos, diré que estos otros ferrocarriles
son de dos clases: el uno de vía ancha (1,51 centíme-
tros entre rieles); de 50 centímetros de paralela los
otros. La extensión de los primeros alcanzaba á cerca
de 350 kilómetros (el ferrocarril de pasajeros y mer-
cancías sólo tiene 78), y la de los segundos á cerca
de 200, servidos unos y otros por 170 locomotoras,
129 locomobilas y máquinas fijas de vapor, y más de
13,000 carros ó vagones.
El resto de la maquinaria empleada en la excava-
ción se componía de 130 dragas, 116 excavadoras y
188 botes, remolcadores, barcos chatos y lanchas, mo-
vidos unos por vapor, otros con remos y otros con
velas. Toda esta maquinaria era servida por una fuer-
za de cerca de 60,000 caballos de vapor, equivalentes
336 Bragas y excavadoras
al trabajo de 600,000 jornaleros, según se calcula en
mecánica, por el viento y por el brazo de remeros.
La draga es un barco de vapor provisto de una serie
de cajones en forma de cucliaras que se hincan en el
fondo del agua, levantan el fango y lo arrojan ea segui-
da en un bote inmediato; una vez lleno el bote, sale al
mar á derramarlo á bastante distancia. Cada draga se
calculaba que, por sus grandes dimensiones, podría ex-
traer 3,000 metros cúbicos de fango en el día. Avan-
zando desde la orilla del mar hacia el interior de la
tierra, estas máquinas iban abriendo camino para sí
mismas, y en esta forma estaban abiertas, á mi paso,
cosa de tres leguas de canal yá navegable por grandes
buques.
La excavadora es otra máquina de vapor provista
de una garlancha enorme, que una vez fija en el suelo
firme, extrae en cada golpe un metro cúbico de tierra,
y por medio de una palanca semejante á un brazo hu-
mano, la arroja á los carros de un ferrocarril estable-
cido al costado.
Como trabajo preparatorio á estas operaciones hay
que desmontar el bosque, quemarlo y en seguida arran-
car las raíces de los árboles y arbustos y las grandes
piedras que pudieran embarazar el servicio de la má-
quina: esta operación debe hacerse en una zona de 100
metros de anchura, á fin de dejar ácada lado un espa-
cio limpio de 30 metros para el movimiento de los
peones y para todos los trabajos subsiguientes.
A primera vista parecen sencillas estas operacio-
nes: al verlas ejecutar se perciben sus dificultades.
Cuando la excavadora ha abierto una zanja de 1 me-
Clasificación de los trabajos 337
tro de profundidad, se hace preciso levantarla y pasar-
la al costado para continuar la excavación en otra
línea; pero entonces se necesita cambiar también los
rieles y los carros del ferrocarril transportador, para
mantener el paralelismo que debe existir entre los dos
aparatos. En una excavación de cuarenta metros de
anchura, hay que cambiar varias veces el asiento del
ferrocarril y el de hi máquina. Cuando la excavación
lleva 6, 10, 20 metros de profundidad, como sucedo
constantemente al aproximarse á la cima del Istmo,
el levantamiento de las tierras extraídas á 10, 20, 80
metros de altura, presenta dificultades enormes. Cuan-
do la zanja tiene profundidad suficiente y hay facili-
dad de arrojar sobre ella una corriente de agua, al
trabajo de la excavadora puede suceder el más fácil
y económico de la draga. Pero ¡cuan difícil es in-
troducir un buque de vapor al través de un camino de
tierra!
Todo trabajo requiere un ferrocarril paralelo para
transportar lejos los materiales excavados. ¡Considé-
rese lo que será esta tarea de construir y desbaratar
ferrocarriles en un país en donde llueve ocho meses
al año y en donde las lluvias arrojan una cantidad de
agua ocho y diez veces mayor que por acá»en el inte-
rior de Colombia!
De los 75 kilómetros de extensión del Canal pue-
den trabajarse con dragas cerca de. 20
Con excavadoras hasta el fondo mismo del lecho
del Canal 20
Con excavadoras y dragas 35
De los 20 kilómetros que deben trabajarse en
22
338 El rio Chagres
seco hasta el fondo, 11 forman la parte rocallosa del
centro del Istmo, en donde la profundidad de la exca-
vación será desde 50 hasta más de 100 metros.
El ligero bosquejo anterior no da sino una idea
muy diminuta de Ifis dificultades con que hay que lu-
char: hay dos más, delante de las cuales todo el resto-^
es pequeño : el río Chagres y el clima.
El Chagres nace al Oriente de la línea, en la cordi-
llera de los Andes, que por esa parte es más ancha y
más alta que en la de Panamá á Colón. En Gamboa,
á cuarenta y cinco kilómetros de esta última ciudad,
se dirige hacia el í^íordeste en un curso tortuoso que el'
trazado del Canal corta cosa de veinticinco veces. Lle-
va una cjintidad de agua de trece metros por segundo
en Gamboa, nueve leguas arriba de su desembocadura
en el mar, en tiempo de verano, y forma un canal de
30 varas de ancho con 2 pies de profundidad. En
invierno su volumen es diez y basta cincuenta ve-
ces, mayor en las grandes crecidas, que á veces duran
una semana entera, durante las cuales inunda exten-
siones considerables á uno y otro lado. He leído en
alguna parte que en 1879 nna avenida nunca vista ha-
bía aumentado sus aguas á nn volumen .ciento cin-
cuenta veces mayor que el de los veranos comunes.
Desagua en el mar al Sur de la bahía de Limón; mas-
para prevenir sus estragos, entre otras derivaciones,
se tomará quince kilómetros antes de su embocadura
una parte de sus aguas para arrojarlas al N'orte de la
misma bahía, pero fuera de ella también.
Para alimentar el canal en los meses de verano, así'
como para prevenir inmensas avenidas, se había pensado-
El lago artificial de Gamboa 339
en formar en Gamboa un lago artificial con las aguas
de aquel río, capaz de contener cinco mil millones de
metros cúbicos; obra para la cual presuponía M. de
Lesseps un gasto de veinte millones de pesos; pero in-
genieros americanos lo han calculado en más do ciento.
Si en un principio no fuese posible la construcción de
un canal á nivel del mar, será forzoso hacer suficiente
provisión de agua para los veranos y para la parte com-
prendida entre la cumbre de la Cordillera y el Pacífi-
co, y la solución de este problema es uno de los moti-
vos de ansiedad que todavía agitan el espíritu de los
constructores; pues sin ser ingeniero, se comprende
qno un río que puede arrastrar cincuenta y hasta cien
millones de metros cúbicos de agua por día, en nn
cauce tortuoso y en la proximidad del Canal, es una
de las vecindades más peligrosas que pueden darse.
Terrible como es este problema, todavía parece de
mayores proporciones el que presenta el clima de las
regiones intertropicales en lugares sometidos á inun-
daciones frecuentes, como son casi todos los que reco-
rre la línea del Canal. En el curso de su secular evo-
lución la corteza terrestre no vino á ser habitable mien-
tras no adquirió el grado de sequedad necesario para de-
terminar en la atmósfera una composición adecuada á
la respiración humana; quizás también la prolongada
decadencia de esas comarcas, que convirtió en eriales
las tierras antes cultivadas, contribuyó á destruir el
equilibrio necesario entre la vida animal y la vegetal,
que hoy parece ser una condición reconocida de salu>
bridad para el hombre. Sea de esto lo que fuere, el
340 Acción del clima sobre los empleados
hecho es que el clima del Istmo, en la línea del Ferro-
carril, á lo largo de los vallen del Ohagres y del Río-
grande, es malsano, que las fiebres palúdicas y las
disenterías son endémicas, y que la fiebre amarilla
hace apariciones frecuentes entre la población no acli-
matada; bien que se duda si esta temible enfermedad
es producida por influencias locales ó simplemente
por contagio traído de otros lugares. De todos modos,
ella produce víctimas numerosas entre los europeos,
los americanos del Norte y aun entre los colombianos
del interior. La naturaleza misma de los trabajos del
Canal, la inmensa cantidad de tierra removida y los
trabajos en medio del fango de pantanos seculares,
son por sí solas causas que en todas partes, aun en
los climas más sanos, levantan pestes é infecciones
peligrosas.
De la acción de esta causa resultaron dos efectos
igualmente costosos para la ejecución de la obra: 1.", la
explotación inmoral de la empresa por parte de sus
mismos agentes; y 2.°, la necesidad de levantar costo-
sas habitaciones, bien abrigadas, en los lugares menos
insalubres, para la habitación de los empleados y de los
trabajadores á jornal.
La primera de estas causas ha debido de recargar
considerablemente los gastos de la obra. Algunos em-
pleados poseído á de la idea de que estaban arriesgando
incesantemente su vida, no sólo pedían remuneraciones
muy superiores á las que en otro lugar pudieran pre-
tender, sino que buscaban por todos los medios, aun
los menos legítimos, ganancias de todo género, para
regresar á su país con un capital equivalente al tra-
Habitaciones de los trabajadores 341
bajo de toda una vida. Les jefes de oficinas y talle-
res complicados, enfermos casi siempre, ó temiendo
estarlo, no podían desplegar la energía moral ni la
actividad mental de que en otras circunstancias hu-
bieran sido capaces. La frecuente renovación de in-
genieros y directores generales ocasionada por las re-
petidas bajas de estos empleados en la lista de los
vivos, no debía permitir continuidad en los planes ni
conservar tradiciones del pensamiento formado para
la solución de cada problema, ni mantener espíritu
de orden en nada. El número de enfermos entre los
trabajadores sostenidos por la Compañía en los hospi-
tales, llegaba con frecuencia al temeroso guarismo de
más de 25 por 100. La mortalidad parece haber osci-
lado entre el 6 y el 10 por 100 del número total de
trabajadores; de suerte que, en los ocho aflos corridos
desde el principio de los trabajos, el gasto de vida hu-
mana no ha debido de bajar de 8 ó 10,000 personas.
Deduciendo la mortalidad natural, independiente de
las causas morbosas imputables al trabajo mismo, este
número no puede bajar de o ó 6,000.
De esta condición excepcional de los trabajos surgía
forzosamente la necesidad de construir habitaciones
para los trabajadores á jornal, abrigadas, aseadas, en
los lugares más elevados, y por consecuencia en las lo-
calidades más costosas, y mansiones agradables, cómo-
das, á propósito para dar á los empleados europeos
un reposo reparador durante la noche y en los días
feriados. Considérese la magnitud de esta fuente de
erogaciones con un número de mil doscientos á mil
quinientos empleados europeos, y de doce á veinticin-
co rail jornaleros de todas procedencias. Tanto como
343 Los hospitales
edificar una ciudad para 20,000 habitantes. Porque
hubiera sido inútil, y a la larga más costoso, levantar
chozas de poco gasto y poca duración para trabajos
que debían ocupar de diez á doce afios y que en mu-
chos casos debían dar origen á poblaciones de carácter
permanente. Además, el inmenso material de herra-
mientas, maquinaria, pólvora, dinamita, medicamen-
tos, etc. etc., requería también edificios sólidos, abri-
gados y de vastas proporciones.
Forzoso es reconocer y proclamar que en esta ma-
teria de respeto é interés por la conservación de la
vida humana, la dirección de la Compañía desplegó
toda la benevolencia y filantropía que era de esperarse
del culto pueblo francés y de un hombre de la talla
de M. de Lesseps, asociado á las dos más grandes
empresas del siglo xix.
Los hospitales permanentes de Colón y Panamá,
el último de los cuales apenas tuve tiempo de visitar
muy de carrera, están á la altura de las exigencias de
esa obra colosal. Este, principalmente, ocupa, — con
cerca de cuarenta casas, separadas para sus diversos
servicios, comunicadas por anchos camellones planta-
dos de árboles, rodeadas de jardines y huertas, pro-
vistas de agua en abundancia, y bañadas á todas ho-
ras por las brisas del mar, — la falda del cerro del An-
cón, encima de la extremidad Sur del Canal. Se me
dijo que su costo no bajaría de dos millones de pesos.
Unido este establecimiento y el de Colón á los hospi-
tales provisionales de la línea, y al costo incesante de
muebles, camas, abrigos, medicamentos, médicos y
enfermeros, no se puede estimar en menoá de diez mi-
La nostalgia de los empleados franceses 343
alones de pesos el desembolso ocasionado por este ca-
pítulo.
El de las liabitaciones de los empleados y jornale-
ros representa asimismo sumas de muclia considera-
ción. Los sitios más altos ó más secos, á la proximi-
dad, de corrientes de agua, protegidos por bosques
frondosos, están ocupados con los caseríos de los obre-
ros. Cada casa con capacidad suficiente para el dor-
mitorio de 25 á 30 jornaleros, está levantada sobre
pilotes dy cal y canto á 1 metro de altura sobre el sue-
lo, con piso y paredes de tabla y techo de madera,
ventanas y puertas orientadas á los vientos más sanos.
Pueden ser fácilmente lavadas con frecuencia, y de-
fienden todo lo posible á sus habitantes de la acción
de los miasmas y de las grandes bajas de temperatura,
comunes durante la noche en los lugares pantanosos
y los climas cálidos y húmedos.
Las de los empleados están construidas con gusto
en medio de paisajes alegres, ordinariamente en la
cumbre de altas colinas, rodeadas de jardines, provis-
tas de anchos corredores y alares extendidos que las de-
fienden de la acción del sol. Coquetamente pintadas,
distribuidas convenientemente, sombreadas casi siem-
pre por grandes árboles primitivos, todavía sus huéspe-
des europeos debían echar de menos en ellas eso irreem-
plazable que se llama la patria; la vista deslumbradora
do los bulevares de París, los Campos Elíseos, el Bos-
que de Bolonia, sus teatros innumerables y los refina-
mientos culinarios de sus espléndidos restaurantes,
en donde se come con tanta alegría y se goza al propio
tiempo de la charla espiritual que, como un fuego de
344 Las criticas acerca de las habitaciones
artificio, brota de todas las mesas y parece escondida
debajo de los corchos del espumoso champafla. Para
nosotros, colombianos, poco acostumbrados á esos pla-
ceres, una de esas casitas en medio del bosque, con
" un libro y un amigo " por mundo, una hamaca por
todo mueble, un plato de sancocho, una taza de leche
y un bollo blanco dorado al horno — por todo banque-
te,— llenarían nuestros deseos: para un parisiense que
no ha hecho amistades con las garrapatas y las ni-
guas; que no sabe que las culebras son un sofisma
del miedo á lo desconocido; para quien el ñame, el
plátano y la ahuyama son hermanos mayores de la
ipecacuana, la vida del Istmo debe ser un tormento,
y ninguno de los esplendores de la naturaleza, ningu-
na de las imitaciones del chalet suizo, ni el delicado
matiz y perfume exquisito de las flores tropicales, será
bastante á calmar su nostalgia.
Para atender á este mal han sido en parte cons-
truidas esas habitaciones, censuradas con excesiva
acrimonia como un despilfarro injustificable, por es-
critores y viajeros que las vieron, cómodamente senta-
dos en los coches del Ferrocarril y que debían embar-
carse el mismo día en alguno de los suntuosos vapo-
res de la Mala Eeal ó de la Compañía de Vapores del
Pacífico. Esa preparación del suelo á las condiciones
del trabajo civilizado era una simple previsión econó-
mica que podían comprender espíritus elevados, ini-
ciados yá á los multiplicados problemas de las grandes
obras ; pero con frecuencia so escapa á la penetración
de escritores superficiales.
De diez á veinte millones de pesos debía costar ese-
El verdadero costo del Canal 345
solo capítulo, que, según parece, quedó en blanco en
los cómputos del presupuesto primitivo del Canal.
El desconcierto engendrado por la acción del clima
sobre los cerebros ha debido montar en el aumento de
los gastos á sumas de mucho mayor consideración;
pero uno y otro capítulo son inevitables en la ejecu-
ción de las grandes obras.
El ferrocarril de Panamá costó casi el doble de lo
calculado, y no puede decirse que lo hecho correspon-
diese á la mitad de las esperanzas de los proyectistas.
El túnel de Hoosac, en el Estado de Massachussets,
presupuesto primitivamente en un millón de pesos,
resultó costando más de ocho, envolviendo la quiebra
de dos ó más de las compaflías contratistas.
El puente de Brooklyn ocasionó un desembolso
cuadruplo del más alto cálculo anterior á su eje-
cución.
El túnel do Londres, debajo del Támesis, costó
dos y cuarto millones de pesos en lugar de novecien-
tos mil.
En fin, quizás no hay ejemplo de una sola obra un
poco complicada cuyo costo no haya excedido más ó
menos notablemente de lo presupuesto. ¡Qué no de-
bía esperarse del trabajo, sin precedente hasta ahora
en el mundo, de cortar un istmo rocalloso entre dos
mares, en una región destituida de recursos y en un
clima todavía no domado por la civilización humanal
Diré algo acerca de los trabajadores del Canal:
Se me informó por uno de los contratistas de los
trabajos que había (á fines de Abril de 1887) 25,000
2.*
id.
3.^
id.
4.»
id.
o.'^
id.
346 División de los trabajos
trabajadores en la linea, de los cuales 10,400 al servi-
cio directo de la Compañía, y entre 14 y 15,000 al de
los contratistas de las diversas secciones.
Los trabajos estaban divididos en dos grandes par-
tes. Trabajos de dirección y trabajos de ejecución.
Los primeros se clasificaban en seis divisiones.
1.* División. Secretaría (correspondencia, etc.).
Oficinas técnicas.
Caja y contabilidad general.
Material y almacenes de provisión.
Talleres de mecánica y de rei)ara-
ciones.
6.'' id. Transportes y operaciones maríti-
mas.
Los trabajos de ejecución se descomponían así:
1.* División residente en Colón. — De Colón al ki-
lómetro 36 (trabajo de dragas en te-
rrenos pantanosos).
2.* id. id. en Gorgona. — Del kilómetro 26 al 44
(excavadoras).
3.* id. id. en Emperador. — Del kilómetro 44 al
54 (excavadoras y roca dura).
4.* id. id. en Culebra. — Del kilómetro 54 al oQ
(roca dura).
5.^' id. id. en Panamá. — Del kilómetro 56 al Pa-
cífico (suelo variable).
Estas últimas divisiones se subdividían en seccio-
nes establecidas en diversos puntos: Bohío-Soldado,
'Tabernilla, Santa Cruz, Matachín, Alto y Bajo Obis-
po, Las Cascadas, Emperador, Culebra, Paraíso, Pedro-
Miguel, etc. eran lugares en que había centros de tra-
Procedencias de los trabajadoi'es 347
bajo bajo la dirección de un ingeniero de sección,
dependiente del ingeniero divisionario. En cada sec-
ción cada grupo de trabajadores estaba dirigido por un
capataz. Como ee puede comprender, los ingenieros,
escribientes, contabilistas, capataces al servicio de la
Compañía, eran casi en su totalidad franceses, con
algunos pocos alemanes y americanos.
Los mecánicos y artesanos superiores, en la gene-
ralidad franceses, ingleses y americanos.
Los peones eran casi todos hombres de color, de
origen africano, y mongoles. Procedentes los prime-
ros de Panamá, Colón y otras partes del Istmo, del
Estado de Bolívar no pocos, y algunos cancanos; de
Costa Rica, Chile, Venezuela, Jamaica, Las Barba-
das, Martinica, Curazao, etc., los demás. Los trabaja-
dores chinos eran poco numerosos, pero los había.
También había 700 á 800 trabajadores de Liberia, en
la costa de África. Más de la mitad de los de color
oscuro, según se mé informó, eran jamaicanos.
Leí en algún periódico que hasta del Brasil habían
venido industriales prácticos en trabajos de terraplén,
con algunos peones. Se hablaba diez y seis ó veinte
lenguas distintas entre ellos; pero predominaban el
inglés y el castellano.
Algunos trabajadores habían ido con sus muje-
res y aun sus hijos pequeños. Había en los campamen-
tos escenas que debían de tener semejanza con las de
las primeras Cruzadas en Palestina ó con las de los alu-
viones de oro en California en los primeros años de su
explotación.
Esta última comparación tiene mucho de seme-
348 El dinero repartido
janza, porque la plata y el oro circulaban en Panamá
en tanta abundancia como en los placeres más ricos.
Los jornales de los peones no bajaban de $ 1-50 al
día, y los de los artesanos superiores se elevaban á
$ 3, $ 5 y aun % 8. Suponiendo tan sólo 15,000 peo-
nes, el pago semanal de los jornales debía montar á
cerca de $ 150,000 en cada sábado ó domingo. Los
trabajadores franceses preferían recibirlo cada mes, y
se dice que hacían fuertes envíos á sus familias.
$ 7.500,000, á lo menos, se repartían anualmente
en sólo jornales. Si en lugar de las exhibiciones de
maro7neroSj culüeteros, circos, farsas y mesas de jue-
go de todas clases, hubiese la Compañía ó el Gobierno
de Panamá establecido Cajas de ahorros bien servidas,
mucha mortalidad se hubiera evitado, los hospitales
habrían estado menos concurridos y algo de esos sala-
rios, tan dura y peligrosamente ganados, hubiera ido
á alegrar el triste hogar de familias abandonadas;
quizás algunos de esos trabajadores hubieran querido
comprar algunos pedazos de tierra para establecerse en
el país. Mas no se pensó en eso. Todos esos millones
fueron á parar al bolsillo de especuladores desalmados,
en cambio de licores venenosos, ó de la excitación, na
alegre ni saludable al alma ó al cuerpo, sino enfermiza
y triste, que podían proporcionar las mesas de juego.
Quizás los chinos con sus fondas y tenduchas, fueron
los mejor aprovechados. Ellos también se distinguían
por su sobriedad y economía, así como por su carácter
apacible y respetuoso.
Algunos de esos chinos habían contraído matrimo-
nio con mujeres jamaicanas (negras) ó hijas del país.
Los negros y los chinos 349
cortado su mechón de pelo nacional y adoptado el ves-
tido panameño ó el europeo. Pregunté por su con-
ducta como maridos y padres de familia, y el informe
que se me dio fue perfectamente favorable al cumpli-
miento de sus deberes morales. ¿Por qué se los abo-
rrece? ¿por qué se los denigra en los periódicos y aun
se ha restringido su entrada al país? No he podido
explicármelo por otro motivo que por el de un resto
del antiguo espíritu hostil á todas las razas descono-
cidas, como una exhibición inconsciente de las ideas
que la intensidad de la lucha por la vida engendra en
el cerebro de los pueblos atrasados.
Viendo la dificultad que el clima opone á la eje-
cución del Canal con brazos de europeos, la facili-
dad con que lo soportan los africanos y los asiáticos,
el estado inculto y malsano del interior de la América
tropical, — se comprende sin dificultad que aquellas dos
razas están llamadas á representar un papel muy im-
portante en la colonización de este continente; que
las preocupaciones no razonadas con que se las quiere
rechazar son suicidas para el porvenir de estos países,
y en fin, que la ley de la unidad de la raza humana
conduce á su cruzamiento y homogeneidad y es provi-
dencial é irresistible.
Volvamos á los trabajos del Canal. Los gastos so-
brepujaron á todas las conjeturas formadas en un
principio. M. de Lesseps partía en sus cálculos de las
bases de experiencia adquiridas en la empresa del de
Suez; pero las condiciones en Panamá eran del todo
distintas. Allá el trabajo era de naturaleza uniforme,
350 Presupuestos de gastos
el suelo arenoso en toda su extensión, el clima — aun-
que no favorable al europeo — mucho menos malsano
que el de Panamá, y la temperatura, sobre todo, guar-
daba menos distancia con la de los países del Norte
del Mediterráneo que con la de las regiones tropicales
de América. El error de esos cómputos parece hoy
increíble; pero entonces era posible á causa de una exa-
gerada confianza en las fuerzas, mecánicas conocidas yá
en el último cuarto del siglo xix.
Varios fueron los presupuestos formados, con algu-
na precipitación quizás, acerca del costo de este gran-
dioso proyecto.
El de Mr. Wyse, concesionario primi-
tivo del privilegio (1879) $ 85.000,000
El del Congreso Científico Interna-
cional, reunido en París en 3879 200.000,000
El de la Comisión técnica reunida por
M. de Lesseps en Panamá (1880) 168.000,000
El de M. de Lesseps al lanzar la sus-
cripción de acciones (Febrero de ]881). . . 131.000,000
Rectificación posterior en Septiembre
de 1881 106.000,000
El de Ingenieros americanos en 1884.
(Teniente Mc-Leau) 350.000,000
El de Ingenieros ingleses en 1885 (to-
mando por base los trabajos yá ejecutados
y su costo) 540.000,000
Creo que no dejará de tener interés para los colom-
bianos conocer el pormenor de esas fabulosas sumas y
la manera como se forman esos inmensos guarismos.
Presentaré ese pormenor, tomado de una serie de car-
Pormenor de un Presupuesto 351
tas publicadas en el Financial News de Londres, cuyo
autor, el señor J. O. Rodríguez, las recogió en un in-
teresante libro.
1.° Compra del privilegio á Mr. Wyse.S 10.000,000
2.° Trabajos ejecutados hasta Diciem-
bre de 1884 (11.000,000 de metros cúbicos
de excavación, hospitales, casas de habita-
ción, estudios, etc.) 87.500,000
3.° Excavaciones que aún faltaban
(116.905,400 metros cúbicos), ú razón de
% 1-25 por metro cúbico 146.200,000
4.° Canales de derivación, lago artifi-
cial, tajamar en Panamá y Colón, etc.
etc. etc. (suma en extremo baja) 40.000,000"
5.^ Interés sobre las sumas gastadas
hasta Diciembre de 1884 (9| años) 65.300,000
6.*^ Administración en París y Pana-
namá, en diez años más, á razón de
$ 1.600,000 anuales 16.000,000
7.° Descuento de 40 por 100 sobre los
empréstitos necesarios para completar los
trabajos 95.000,000
8.° Interés sobre estos empréstitos has-
ta su extinción 80.000,000
Total.... $540.000,000
Pero evidentemente la cuarta de estas partidas está
calculada con una moderación excesiva, y no sería im-
posible que esas obras costasen $ 100.000,000 más que
el guarismo en que se la computa. Para que se vea
352 El lago artificial otra 'oez
€sta posibilidad, daré una sucinta idea de lo que es el
lago artificial proyectado en Gamboa.
El Chagres tiene sus nacimientos á unas diez y seis
leguas al oriente de Gamboa; aquí tuerce hacia el ]N"or-
te, por un valle encerrado entre dos hileras de cerros
distantes una milla entre sí, y sii lecho está á 50 pies de
altura sobre el Canal. Esta es la parte que se considera
á propósito para levantar una represa de 1 milla de
largo con 60 metros de altura á lo menos. Debajo de
€sta muralla se piensa ó se pensaba construir un túnel
decaí y canto de 50 pies de ancho, con la profundidad
suficiente para dejar escapar la cantidad de agua ne-
cesaria para surtir el canal, y en la parte alta del lago
se pensaba dejar una compuerta por la cual pudiera sa-
lir hacia el canal de derivación, paralelo al canal na-
vegable, la cantidad, de agua conveniente para evitar
todo peligro de derrame sobre este. La cantidad de
agua del lago debería ser de cinco á seis mil millo-
nes de metros cúbicos, volumen que se calcula — si se
extendiese con una profundidad de 25 centímetros, —
cubriría una superficie de 758 millas cuadradas; pero
que reducido á una profundidad de 60 metros, sólo ocu-
paría 6 millas cuadradas. El peligro en este asunto con-
siste en que, si sobreviniese una segunda avenida del
río cuando aún no hubiese salido el agua de la anterior,
la represa hecha de tierra pisada, como el camellón de
un ferrocarril, podría no resistir la presión, y su rup-
tura se llevaría por delante todo lo que encontrase en
su camino hasta el Atlántico: canal, poblaciones, la-
branzas y buques. Se requeriría, pues, una construc-
ción ciclópea, delante de la cual serían juego de niños
Hostilidad del Gobierno Americano. 353
las murallas de Cartagena; principalmente si la com-
posición de los cerros que cierran el valle snperior
del río Cliagres presentase puntos débiles en algunas
partes.
El gasto emprendido hasta Diciembre de 1884
hemos visto que montaba á % 97.500,000: el de los
cuatro años siguientes hasta Diciembre de 1888 se
hace subir <á más de otro tanto, ó sea á un total de
$ 225.000,000; mas para obtener esta suma lia sido
preciso emitir obligaciones por ana suma doble: sea
$ 400.000,000. Por aquí puede juzgarse que no tiene
nada de exagerado el cómputo de $ 540.000,000 for-
mulado en el Financial News.
A la verdad, la empresa es mucho más costosa de
lo que en un principio juzgó la ardiente fantasía del
Gran Francés, Alas dificultades nacidas de la configu-
ración del suelo, de la vecindad del río Chagres y del
clima se agrega, últimamente, en los momentos de
crisis para los empresarios,
LA ACTITUD HOSTIL DEL GOBIERNO AMERICANO.
La primera idea de intervención por parte del Go-
bierno de los Eát¿i(los Unidos en los asuntos conexio-
nados con el tránsito entre el Atlántico y el Pacífico
al través de la Aniéi'ica Central, data, probablemente,
de las primeras negociaciones para la incorporacióa
de Tejas en la Unión Americana, entre 1840 y 1846.
La doctrina Monroe (1823), — ala que algunos escri-
tores hacen remontar aquel pensamiento, — fue en su
origen de sugestión inglesa (Oanuing),y en la dispo-
23
364 Doctrina Monroe
sición de ánimo de su primer expositor americano
(Jhon Qüincy Adams), una teoría benévola y entera-
mente desinteresada: era una amenaza á la Santa
Alianza de hacer causa común con las repúblicas his-
pano-americanas recién emancipadas contra las agre-
siones europeüs. La teoría avanzada por primera vez
durante la Administración de Mr. Johnson y acen-
tuada en el primer período de la del General Grant,
es una amenaza á la independencia de las mismas
repúblicas, en el caso de que, con auxilio de capitales
europeos, se atrevan á abrir al viejo mundo la puerta
de Ja navegación del Pacífico. El pensamiento actual
del Gabinete de Washington es este: "No se puede
abrir un canal entre los dos mares al través de la Amé-
rica Central, sino con la condición de que en él tenga
una acción preponderante el Gobierno de los Estados
Unidos." Concretando más la idea, la pretensión de
éstos es que, ** en caso de guerra, las puertas del Canal
estarán abiertas únicamente á la marina de guerra
americana y cernidas á todas las demás banderas del
globo." Esa es la exigencia formulada con más ó me-
nos precisión por los diplomáticos americanos, Gene-
rales Sullivan y Ilurlbut, acreditados cerca del Go-
bierno de Colombia de 1868 á 1870, y el espíritu de
las proposiciones formuladas en el Senado de Was-
hington por los Senadores Morgan, Burnside, Ed-
munds y otros. Con este objeto fue enviado también
á Bogotá en comisión especial Mr. Caleb Cubhing, á
fines de 18G8.
Pero ese pro3'ecto de adquirir preponderancia so-
bre el canal que se construyese al través de los istmos
Pretensiones anteriores del Gobierno de Washington 355
de Panamá, Darién ó el Atrato, venía madurándose
desde mucho antes.
En 184G fue negociado un tratado éntrelos Estados
Unidos y Colombia, en el cual, á cambio de adquirir
para sus ciudadanos y mercancías iguales derechos de
tránsito al través del istmo de Panamá que los de que
gozasen ios colombianos y sus mercancías, los Estados
Unidos nos garantizaron: 1.° la neiitralidad de las
vías interoceánicas construidas 6 que se construyesen
dentro de los límites de dicho Istmo; y ¿.° la sobera-
nía de Colombia en ese territorio.
Diez aflos más tarde, á consecuencia de una riña
ocurrida en las calles de Panamá entro norteamerica-
nos y panameños, en la cual murieron algunos de los
primeros, el Gobierno americano, presidido entoncee
por el General Pierce, envió á Bogotá una comisión
especial á cargo de los sefiores Morse y Bowlin, á exi-
gir, aparte de una indemnización en dinero, la crea^
ción de dos iminicipalidades semi-independientes eo
Colón y Panamá y la venta al Gobierno americano de
las islas de Taboga, Taboguilla, Perico y Flamenco,
que constituyen el verdadero puerto de Panamá.
La Administración de Mr. Buchanan prescindió
de esas pretensiones en 185'7; pero dos años más tarde
un señor Thompson, ciudadano americano, que supo-
nía haber adquirido de la provincia de Chiriquí un
derecho á construir un camino interoceánico entre
David, capital de esa provincia, en el Pacífico, y la
gran bahía de Bocas del Toro en el Atlántico, vendió
esa concesión al Gobierno americano por conducto deí
Secretario de Guerra, Mr. Floyd. Aunque tal conce-
356 Negociaciones diversas entre los dos países
sión había sido declarada nula por la Corte Suprema
(le Colombia, á solicitud de la Compañía del ferroca-
rril de Panamá, y aunque esa transacción, juzgada en
ios Estados Unidos como una mera concusión escan-
dalosa de un alto en» picado del Gobierno, uo había
parecido ser reconocida en muchos años, — en 1880
Ó 1881 el Gobierno de Washington, presidido por
Mr. Ifayeí?, dio algunos tímidos pasos para hacerla
efectiva, con el objeto de establecer en Bocas del Toro
un depósito de carbón para la marina de guerra; pero
esa idea fue pronto abandonada.
Por repetidas ocasiones ese mismo Gobierno soli-
citó permiso del Colombiano para hacer exploraciones
en 8US istmos de Panamá, Darién y el Atrato, con la
mira de construir por alguno de ellos un canal entre
ios dos océanos, y propuso por dos veces la celebra-
ción de un tratado al efecto. ^\\ la primera (1868),
nuestros negociadores, los sefiores Miguel Samper y
Tomás Cuenca, celebraron uno con el General Sullivan,
que no mereció la aprobación del Senado de Washing-
ton, porque uo se le concedía ninguna superiori-
dad en el tránsito á los buques de guerra americanos.
En la segunda (1870) fueron algo más condescendien-
tes nuestros Plenipotenciarios, señores Antonio María
Pradilla y Jac«.bo Sánchez; pero la Administración
del General Salgar, por el órgano del Secietario de
Relaciones Exterioies, señor Felipe Zapata, solicitó
del Congi'eso reformas á ese tratado en el sentido de
poner en pie de perfecta igualdad á todas las poten-
cias en el uso del C.inal, en paz y en guerra; condi-
ciones que el Congreso Colombiano puso, en efecto, á
Proyectos americanos en Nicarayua 857
la aprobación, pero que no fueron del ísgrado de la
Administración del General Grant.
Esta entonces dirigió sus miradas al istmo de Ni-
caragua, en donde sus ingenieros creían haber encon-
trado una ruta preferible á la de Panamá, y tal vez
sus diplomáticos las concesiones de supremacía á que
se aspiraba; pero no por eso perdió de vista lo que
hacía relación á la última de estas vías, ni abandonóel
objetivo de su política, que yá no consiste en dar una
protección fraternal á las repúblicas débiles de origen
español, sino en conservar sobre ellas una influencia
superior, como un timbre de su grandeza nacional.
Temeroso tal vez el Gabinete de Washington de que
alguna gran potencia europea haga pie firme en este
Continente, ponga en duda su superioridad en los
asuntos americanos y la obligue á mantener una ma-
rina y un pie de íuerza permanente considerable y
acaso peligroso para la conservación de sus institucio-
nes republicanas, parece querer fundar su poderío, á
la vez en su propio engrandecimiento y en la debili-
dad de los países que ocupan el mismo continente^
impidiéndoles estrechar sus relaciones con los pueblos
europeos.
Esta política puede, en las circunstancias actuales^
hacer fracasar la empresa del canal de Panamá. En
los momentos en que, agotados sns primeros recursos,
la Compañía necesitaba algún apoyo simpático, que
quizas sólo el Gobierno fraiicés pudiera» darle, — bajo
la forma de garantía de un interés mínimo á los nue-
vos capitales necesarios para llevarla á feliz término,- —
una proposición aprobada casi por unanimidad en el
358 Temores infundados del Gobierno Americano
Senado americano, hizo muy difícil esa pequeña pro-
tección. Se hizo la declaratoria de que la intervención
directa ó indirecta de cualquier gobierno europeo en
la construcción did canal de Panamá sería considerada
como un acto poco amistoso á los Estados Unidos,
que éstos no podrían mirar con indiferencia. Palabras
de esta naturaleza, dirigidas á una nación republicana
europea combatida por la coalición de tres viejas mo-
narquías en el exterior, por ambiciones desleales en el
interior, y tal v»'Z amenazada de una próxima restau-
ración de las formas monárquicas, no podían menos de
paralizar la acción protectora de ese Gobierno á los
capitales de sus clases laboriosas comprometidas en
aquella emjiresa vacilante.
El resultado de ellas puede ser á un tiempo la pér-
dida de más de $ í200. 000,000 yá invertidos, y de gran-
des esfuerzos industriales, ejecutados con el sacrificio
de muchas vidas, pai'a Francia, y la desaparición
para Colombia de una grande esperanza de progreso
intelectual y desarrollo comercial.
Aquí en Colombia no podemos comprender la sa-
biduría de esas previsiones americanas. Si los estadis-
tas de ese país temen complicaciones con las poten-
cias europeas en América, debieran empezar por sa-
cudir la vecindatl de la soberanía británica en el
Canadá, \'\ de ésta y otras naciones en las Guayanas
y en las Antillas: allá, á las puertas de su territorio,
sería e!i donf>e pudiera ser temible la influencia de la
Gran Bretafia, de España, de Francia y do Holanda,
no á cuatrocientas leguas de sus puertos. Si los Esta-
dos Unidos creen tener enemigos de quienes descon-
Resultados posibles de esa política 359
íiar, quizás los menos temibles serían los que ayuda-
ron poderosamente á conqui.^tarles su independencia y
su libertad. Si ellos, pueblo tan afortunado, tan rico,
tan poderoso, quieren proteger los intereses de su co-
mercio en el mar Pacífico, debieran mirar si hay jus-
ticia é hidalguía en hacerlo á expensas del porvenir de
un pueblo pobre, de escasa población, que se inicia en
la carrera de la vida en medio de tantas dificultades
originadas por la tradición de sus tres primeros siglos;
Todos esos temores del Senado de Washington pa-
recen quiméricos. Ningún pueblo del mundo, excepto
en caso de agresión y de propia defensa, querría me-
dirse por medio de las armas con ese coloso; y en la
competencia industrial nada tiene éste que temer del
europeo. Dentro de los límites de su territorio, con
una densidad menor aún que la que contenta y feliz
ocupa el de Bélgica, cabe una población veinte veces
mayor que la actual; es decir, mil quinientos millo-
nes; su constitución política es la más perfecta hasta
hoy conocida; sus recursos de todo género son inex-
tinguibles. Libre de complicaciones exteriores é inte-
riores, sus fuerzas defensivas consisten en el espíritu
de sus libres instituciones, en la sim|)atía que inspira
á todos los pueblos de la tierra la generosidad con quo
los invita á venir á trabajar sus baldíos y á gozar de
los derechos de hombres libres; en la ausencia de tira-
nías, servicio militar y clases privilegiudiis; pero sobre
todo en la 2>(iz que ofrece á los trabajadores, al corazón
de las madres, que dejarán de ver allí arrastrados á los
cuarteles á sus hijos. La paz y la libertad son el gran
secreto de su poder expansivo. El egoísmo conduce á
360 Contradicodón con sus ideas tradicionales
la guerra, y por la guerra á la tiranía y la decadencia.
No quiera el cielo que la grandeza de ese país, en
el que fincan las esperanzas del porvenir los amigos
de la humanidad, empiece á encerrarse dentro délos
límites estrechos de la gran muralla de la China!
«)e:;;;Sfe^3^
CAPITULO XXIII
DE COLOJÍ" A KÜEVA ORLEANS
Las islas de San Andrés y Providencia — Las Bocas del Missis-
sippi— Puerto Eads— Gasto impendido en la apertura déla
barra — Importancia de esta obra para las poblaciones del va-
lle del Mississippi — Las orillas del Missitsippi entre Puerto
Eads y Nueva Orleans— La cuarentena— Aspecto del Missis-
sippi—Los diques de sus orillas- La llegada á Nueva Or-
leans.
Dejé á Panamá con pena de no hacer allí una per-
manencia más larga en la sociedad de buenos y anti-
guos amigos, en algunos de los cuales,después de trein-
ta y cuatro años do ausencia, encontré la misma afec-
tuosa y cordial acogida; pero era necesario seguir.
A las 6 de la tarde salíamos de Colón, y continuaba la
vida del mar, estrecha, monótona, semejante á la de
la prisión, dominada incesantemente por un solo pen-
samiento: el de llegar otra vez á la tierra. Eramos
yá treinta pasajeros, disididos en dos grupos distintos:
formaban el más numeroso, siete san ¿and créanos, cin-
co antioqueños, un boliviano, un panamefio,un cuba-
no, un casanareño, un cundinamarqués, un alemán, su
señora y una señorita, que habiendo vivido largos años
362 Las islas de San Andrés
en Bogotá y en Medellín, se asimilaban al grupo co-
lombiano, y diez americanos del Norte, alemanes, in-
gleses y un francés, que en breve se incorporó tam-
bién en la compafiía de raza latina, con preferencia
á la de los demás europeos. La franca alegría, la con-
versación bulliciosa y la amable obsequiosidad de los
colombianos, rompió al fin el hielo de los europeos, y
al tercer día casi todos los pasajeros entraban en la
conversación general. No había niños, y la falta de
ellos se hacía sentir, pues nada como la inocencia y
el candor del alma reflejada en la mirada, tiene un
poder igual de distracción y contento. Se jugaba tre-
sillo y ajedrez, se leía algo, se dormía á ratos durante
el día, y en lo demás el mar ejercía esa poderosa atrac-
ción de la inmensidad sobre el pensamiento humano
que conduce á la meditación y al silencio.
Al tercer día dejamos á nuestra derecha la isla
de Providencia, guarida antes de temibles bucaneros,
mansión hoy de algunos restos de una colonia de es-
clavos llevada allí desde Jamaica por un propietario
inglés; posición que podrá ser importante en lo por ve-
nir, y á la cual ha llamado recientemente la atención en
un interesante opúsculo el señor Francisco J. Vergara.
Dista poco más de ochenta leguas de Colón, y con la de
San Andrés, formaba esta isla un Territorio Nacional
poblado por unos 4,000 habitantes, que hablan casi
exclusivamente el inglés. En esa misma noche debi-
mos de pasar frente á la Costa de Honduras, y al si-
guiente día avistamos las costas occidentales de la
isla de Cuba; á eso de las cuatro de la tarde pasamos
á la vista del cabo de San Antonio, dejando á la iz-
Las bocas del Mississippi 363
quierda el cabo Catoche, que dista de aquél unas
cuarenta leguas. Durante esa noche entramos en el gol-
fo de Méjico, y al amanecer del séptimo día nos en-
contramos frente á las bocas del Mississippi.
La mañana estaba algo oscura: á nuestro frente
se veía una línea negra, y sobre ella se levantaban, en
medio de la bruma, la luz eléctrica de un faro y la co-
lumna de humo, que algunos minutos después se vio
•con los anteojos era una lancha de vapor y á su
bordo un práctico para penetrar en la boca del río.
Estábamos, pues, al frente de Puerto Eads, así nom-
brado en honor del célebre ingeniero que logró abrir
la barra al paso de buques de 30 pies de calado. A las
6^ a. m. subió el práctico á bordo del Texan y tomó
el timón; media hora después entrábamos sin difical-
tad alguna por la boca central del Mississippi, conoci-
da con el nombre de Paso del Sur, y dos millas ade-
lante llegamos al cauce profundo del río, fuera yá de
la barra. Hasta este momento la atención de los j)Msa-
jeros estaba atraída toda por los sondajes que se hacían
-en el fondo del canal. El vapor marchaba lentamente,
como esperando la voz del marinero, que incesante-
mente arrojaba la sonda y marcaba en voz alta: '* trein-
ta pies," *' veintinueve pies," ** treinta pies," hasta
que al fin, al grito de '^cuarenta pies," los pasajeros
exclamaron: *' ¡estamos fuera de la barra!" Entonces
pudimos dirigir la vista al paisaje que nos rodeaba.
Era una sabana de agua ó fango, hasta el confín
del horizonte, de la cual surgían á trechos líneas
angostas de tierra, á veces cubiertas de sauces lloro-
nes ó de cipreses enanos. A lo lejos se alcanzaba á
364 Puerto Eads
divisar el mar, distinguido del resto del paisaje por
el color más briilfinte de la superficie y por las velas
de pequeñas embarcaciones de pescadores que le atra-
vesaban. A nuestro frente se ocultaba la tierra detrás
de un velo de brumas. Habíamos atravesado las
obras principales que han dado al canal ó Paso del Sur
rina profundidad permanente (?) de treinta pies;
obra que se reputa el complemento de la navegación
del gran río.
Es éste, en el estado actual de la civilización de la
tierra, la más importante de todas las arterias nave-
gables. Con sus tributarios forma una red de comu-
nicaciones accesible á los vapores en más de cinco
mil leguas; el valle recorrido por ellas presenta una
superficie de ciento cuarenta mil leguas cuadradas, y
está ocupado hoy por más de treinta y tres millones de
habitantes, que producen anualmente una riqueza de
quizás más de siete mil millones de pesos. Como sus
producciones principales consisten en artículos agrí-
colas de mucho volumen con relación á su valor, era
un problema de inmensa importancia abrir al comer-
cio exterior las bocas mismas del río, á fin de evitar
trasbordes y acarreos terrestres, siempre mucho más
caros que el transporte fluvial. Abrir las bocas del mar
á los grandes buques del océano, equivalía á doblar y
aun triplicar las posibilidades comerciales de ese gran
valle, cuya población, — calculando los mismos períodos
de duplicación seguidos en el siglo xix, — puede lle-
gar á ser, á fines del siglo xx, de quinientos millones.
La barra que obstruía las bocas sólo daba paso
á buques de 8 pies de calado en uno de los caños,
Trabajos del Capitán JSads 365
do 11 en otro y hasta de 13 en el principal, que era
el del Sudoeste. Pero los grandes vapores y clippers
del Océano, los que pueden hacer el transporte á })re-
cios más económicos, requieren de 24: íi 2S: esa barra,
de naturaleza movible, exigía un examen diario de su
dirección y profundidad; pilotos' muy prácticos, bo-
yas cambiadas de posición con mucha frecuencia,
dragas costosas en constante trabajo, y á pesar de
todos esos cuidados y de todo ese gasto, el paso por
ella era siempre peligroso.
La obra del Capitán Eads suprimió todos esos obs-
táculos.
En 1875 celebró él un contrato con el Gobierno
americano, en el que, mediante la suma de $ 5.200,000,
se obligó á suprimir la barra por medio de diques la-
terales, con las siguientes condiciones principales:
Se obligaba á aumentar gradualmente la anchura
y la profundidad del canal, á razón de 2 pies do pro-
fundidad en cada año, y desde 200 hasta 350 la an-
chura.
Por cada 2 pies de profundidad, mantenida sin
variación durante un año, se le pagarían ^ 500,000
unas veces, otras 8 250,000, hasta la concurrencia de
cuatro millones de pesos.
Si la profundidad y anchura del canal se mantenían
intactas durante diez años, se le pagarían $ 500,000
más.
Si esa situación duraba veinte años, se le pagarían
otros $ 500,000.
Desde que el canal tuviese 24 pies de fondo per-
manente y 350 pies de anchura, se le daría además
366 Dificultades para la apertura de la harra
lina renta de S 100,000 anuajes, hasta completar 20
afios.
S¡ en cualquier tiempo ocurría algún accidente
que interrumpiese el tránsito de los buques, el Go-
bierno suspendería los pagos.
Ninguna anticipación de fondos debía hacerse al
empresario, ni pago alguno, hasta doce meses después
de obtenidos resultados visibles en sus trabajos.
Estos abarcaban cuestiones en extremo difíciles,
tratándose de un río que arrastra 540 millones de me-
tros cúbicos cada veinticuatro horas en tiempo seco, y
una cantidad cinco veces mayor en sus crecidas; que
acarrea cuatro millones de metros cúbicos por día de
materia sólida en suspensión durante sus grandes ave-
nidas; de suerte que con ello se calcula que los aluvio-
nes del Mississippi han avanzado la costa dentro del
mar doscientas veinte millas; casi desde la confluen-
cia del río Rojo, hasta donde hay seflales geológicas de
que llegaba el mar algunos cuarenta siglos antes. Los
estudios geológicos, matemáticos, mecánicos y físicos
que precedieron á esa obra, debieron ser de inmensa
magnitud.
El j)laD de los trabajos, sin embargo, parece sencillo.
El primer dato sobre que reposan es la profundi-
dad del mar frente á la boca del río. Según los es-
tudios hechos con mucha minuciosidad por los inge-
nieros hidrógrafos del Gobierno americano, á nueve
millas de distancia, es decir, hasta donde penetra
dentro del mar la corriente del río, la profundidad es
de más de 600 pies.
El segundo es la fuerza de la corriente en la boca
Sistema adoptado 367
del río. Al encontrar éste la resistencia de las olas del
mar, pierde su velocidad, el caudal de las aguas se
divide hacia los lados sobre el suelo anegado, se ex-
tiende en una gran superficie, y deposita tanto en ésta
como en el cauce la materia sólida que trae en sus-
pensión. Esta es la causa que conduce á la formación
de barras en los ríos de curso aluvial: de donde se de-
duce que el problema para destruirlas consiste en man-
tener la rapidez de la corriente para acarrear á fondo
profundo las tierras y arenas de que viene cargada.
Para obtener este resultado,el Capitán Eads, emplean-
do procedimientos semejantes álosyá usados en la barra
del Danubio y de otros ríos en Europa, encauzó la co-
rriente de la menor de las bocas del Mississippi den-
tro de diques laterales formados con fajinas de ramas
delgadas de sauce y con colchones de junco compri-
midos con lechos de piedra dentro de fuertes estacadas
de pilotes clavados á gran profundidad. Por medio de
estos lechos alternados de fajinas y piedras, formó un
banco natural, en el que, depositándose lentamente la
tierra y la arena de la corriente, al fin formó una mu-
ralla sólida á uno y otro lado, dentro de las cuales la
corriente comprimida arrastró la obstrucción formada
por las arenas.
El gran río derrama en el mar por tres bocas prin-
cipales: la del Sudoeste, que tiene 400 metros de
anchura, daba una profundidad de 13 pies, era la
más frecuentada en otro tiempo, y toma el 45 por 100
de las aguas; la del Sudeste, llamada también Pass a
Loutre, con cerca de 500 metros de anchura, no daba
más de 11 pies de profundidad, pero tomaba otro
368 Oposición á la emp^^esa
45 por 100 de la masa fin vial; el paso central del Sur
sólo tenía 8 pies de fondo, 200 metros ó poco más
de ancho, y contenía apenas el 10 por 100 del volu-
men total. Por consideraciones de economía éste fue
el escogido para hacer un canal accesible á los más
grandes buques del mar.
Para asegurar este resultado era necesario también
obstruir desde la parte superior del delta las salidas
de los caflos por donde se escapaba una parte de las
aguas, y disminuir también ks que se dirigían al mar
por las dos bocas laterales del Paso del Sudoeste y
del Pass a Loutre, por medio de extensos diques hori-
zontales. Quedaba, sin embargo, un gran peligro. La
violencia del mar en los días de tempestad podía des-
truir el término de los diques en la boca exterior d«l
candil, y para prevenir ese accidente fue defendida esa
parte con un revestimiento de piedra artificial en blo-
ques de veinticinco á cincuenta toneladas de peso cada
uno. Todos estos trabajos titánicos, tratándose de un
río de la magnitud del Mississippi, fueron ejecutados
en medio de una violenta opo.^ición que otros ingenie-
ros y empresas rivales suscitaban en la prensa, toman-
do dinero á interés á tasas usurarias, hasta de 10 por
100 anual y 100 por 100 de utilidad en caso de buen
resultado en las obras, contra predicciones adversas de
los ingenieros militares al servicio del Gobierno ame-
ricano, y aun con la enorme dificultad de una violenta
epidemia de fiebre amarilla que reinó por varios meses
en el curso del Mississippi, desde el golfo de Méjico has-
ta arriba del Menfis. A pesar de tantos obstáculos, pare-
ce que dará resultados permanentes y de toda la mag-
La visita de sanidad 869
nitud que se deseaba. Por lo pronto el precio de los
transportes desde Nueva Orleans hasta Europa ha
bajado casi á la mitad de lo que antes costaba; es de-
cir, á 50 centavos el quintal de algodón y poco más
de 25 centavos el de trigo (1). En 1880 se calculaba
que esta economía en los fletes representaba yá para el
comercio de Nueva Orleans $ 4.000,000 anuales, casi
el costo total de la obra.
En cuanto á la duración de ésta, la experiencia de
más de un siglo de la aplicación del sistema de diques
laterales para vencer la barra de los ríos en Prusia,
Rusia, Holanda, Suecia, y sobre todo más recientemen-
te en la del Danubio en Rumania, hace concebir espe-
ranzas de que sea igualmente favorable. Tan sólo en el
Ródano, en Francia, fue adverso el resultado, por lo
cual allí tuvieron que ocurrir al sistema de un canal con
esclusas para comunicar el río con el mar.
Pasada la barra, á poca distancia se presentó en
el río un bote que conducía al médico encargado de
practicar la visita de sanidad. Subió éste á bordo,
hizo formar en hilera á los pasajeros y la tripulación,
mirando todas las fisonomías con ojo penetrante y es-
crutador, recorrió los salones, camarotes y bodegas
del buque, y no encontrando seguramente nada sos-
pechoso, dio permiso para seguir hasta Nueva Or-
leans, previa fumigación del equipaje de los pasajeros
«n el edificio especial destinado á este objeto, cuaren-
ta millas arriba de la boca del río, y sesenta y ocho
(1) El algodón paga flete sobre el volumen y el trigo sobre
el peso. Esto explica la diferencia de flete entre uno y otro
artículo.
24
370 La cuarentena
abajo de Nueva Orleans: operación enojosa y comple-
tamente inútil. Todos los equipajes, ropa? de las ca-
mas, manteles y muebles de tela de servicio del buque
fueron llevados á tierra, abiertos y excendidos en un
gran salón, en perchas colocadas en toda su extensión.
Luego cerraron herméticamente las puertas y venta-
nas é introdujeron una fuerte cp«ntidad de aire calen-
tado á muy alta temperatura (300° de Fahrenheit),
por espacio de media hora. Esta es la fumigación
hecha de acuerdo con el sistema reinante, que atri-
buye á microbios todas las enfermedades epidémicas,
y que parte del principio de que las altas temperatu-
ras matan esos organismos infecciosos. Lo natural
era que los pasajeros 3^ la tripulación del buque
fuesen también sometidos á esa prueba del fuego,
pues dentro de sus vestidos, de sus intestinos y desús
órganos respiratorios podía encontrarse también el
microbio de la fiebre amarilla; pero no se llevó hasta
allá la severidad de la Academia de Medicina de Nue-
va Orleans.
Después de una detención de más de seis horas en
un sitio desolado pudimos continuar la marcha, te-
niendo yá á un lado y otro terrenos cultivados con
plantaciones de arroz y caña dulce en lo general, y
casas invariablemente rodeadas de bosquecillos de na-
ranjos- El magnolia, árbol de hojas brillantes de ver-
de claro, grandes flores blancas y aspecto de juventud
y alegría, empieza á mostrarse en la vecindad de to-
das las habitaciones. El terreno, aunque perfectamente
llano, desnudo de árboles, y como acabado de salir del
fondo de las aguas, se presta yá á cultivos variados-
Aspecto de las orillas 371
Como acontece generalmente en los ríos aluviales, y
especialmente en nuestro Cauca, sus primeras márge-
nes son más altas que las tierras más distantes, lo que
atrae la fundación de los establecimientos agrícolas á
la orilla misma y comunica al paisaje durante la na-
vegación un aspecto encantador. El río desarrolla su
curso majestuosamente contorneado en S S inmen-
sas; en las riberas se ven en primer término casas
blancas de techo rojizo, como escondidas á la sombra
de grupos de grandes árboles, y detrás se alzan las
altas chimeneas de las fábricas; á los lados se di-
latan dehesas de poca extensión, en donde pacei>
algunas hermosas vacas, los bueyes de acarreo y los
caballos de servicio de la familia; debajo de algún
grande árbol paternal que extiende sus poderosos bra-
zos sobre la corriente, se ve amarrada al tronco una
lancha pintada de verde, cubierta con un toldo de
blanca lona, y á la sombra de ese mismo árbol, senta-
da en rústicos asientos ó sobre las raíces mismas del
gigante, congregada la familia del propietario, ^n
actitud reposada las señoras, juguetones é inquietos
los niños. Detrás, á distancia, se ven relucir char-
cas y pantanos en medio de la campiña desolada; á
veces también se destaca en esa soledad la vela de
un bote que cruza por entre la red intrincada de ca-
ños y lagunas que dejan siempre á sus inmediaciones
las crecientes del río, rodeadas de cipreses, sauces llo-
rones y juncales, y sobre ellas se ven mirlada^ de pa-
tos, pequeñas garzas y aves acuáticas revolando. Los
caminos que sirven para la comunicación terrestre
entre las haciendas y labranzas serpentean por la ribe-
372 Anchura del rio
ra, ora mostrándose á descubierto, ora ocultos detrás
de angostos parches de bosque, y, cosa rara, casi no se
ve un hombre á caballo ó á pie; coches pequeños con
cubierta blanca de cáñamo, tirados por un solo caba-
llo, forman el vehículo habitual de los pasajeros, ya
sean propietarios ó sus mayordomos y sirvientes. Allá
prefieren tal vez la vida arrastrada á la vida sangolo-
teada del trote de nuestros ^oc7¿í>s (1) calentanos.
En cst-^ parte baja del río tampoco se observa
el movimiento activo de canoas pequeñas de nues-
tro Magdalena. Es raro divisar alguna manejada,
no por un solo canalete en la popa, como entre nos-
otros, sino por dos remos en la mitad de la embarca-
ción, asegurados en los bordes de ésta, que con ambas
manos maneja el conductor en impulsos simultáneos.
En cambio, sí es frecuente el encuentro de pequeños
vapores cubiertos con toldos de lona, debajo de los cua-
les alegres partidas de señoras y caballeros, de hombres
y mujeres del pueblo, bajan ó suben, departiendo ó
cantando en paseos ñuviales á los lugares interesantes
de las orillas.
Ko es tan ancho el río como uno espera encon-
trarlo. Esa arteria principal de los Estados Unidos,
cuyo curso se extiende por 1,370 leguas desde las ver-
tientes primeras del Missouri hasta Puerto Eads; que
recibe el tributo de tantos ríos inmensos, muchos de
los cuales son superiores en extensión y en raudal á
nuestro Magdalena; que recibe los desagües de 140,000
(1) En España se llama ^foc^í? al marrano: entre nosotros se
8abe que es el caballo que ha perdido las orejas por un bubón
llamado gochera, muy común en las tierras calientes.
Su profimdidad 373
leguas (le valle y las nieves de grandes cordilleras á
uno y otro lado; que uno espera encontrar con una
anchura de 10 ó 12 leguas, no aparece ordinariamente
entre Nueva Orleans y el mar, con más amplitud que
el Magdalena entre Tacaloa y Barranquilla; su ca-
nal ordinario es de 800 á 1,500 metros: en muy raras
partes llega á una legua; pero en cambio, ¡qué pro-
fundidad! El Magdalena no tiene en su parte baja
más de 20 á 40 pies de fondo en los mejores lugares do
su curso, y de Tacaloa para arriba yá no es de fácil
navegación en verano. El Mississippi tiene en Nueva
Orleans, á 36 leguas de su embocadura, un fondo de
oO á 250 pies, fondo que de nuestros ríos sólo el Atrato
presenta un poco más abajo de Quibdó, á una distan-
cia doble del mar; profundidad que fue juzgada sufi-
ciente para las necesidades de un canal interoceánico
por esa vía.
Desde el paso de la barra para arriba se nota que
el liombre ba ocupado todo pedazo de tierra firme que
se encuentra en las orillas, y que ba levantado su ha-
bitación, aun corriendo el peligro frecuente de las
inundaciones, no menor allí que en el Magdalena ó el
bajo Cauca. De la Cuarentena para arriba yá casi todo
el terreno, en un fondo de una legua á lo menos, está
cultivado, y empiezan á observarse en las orillas las
defensas hechas con diques de arena ó césped, soste-
nidos por estacones y tablas, hasta la altura de 2 ó
3 varas. Subíamos á principios de Mayo, las aguas
debían estar yá á su más alto nivel ordinario, y esos
pequeños diques eran suficientes para proteger las
habitaciones á lo menos, y en no pocos casos los sem-
374 Los diques de las orillas
brados ó tierras productivas de alguna manera. Estas
defensas, ligeras en unas partes, sólidas y altas en
otras, hasta la altura de 5 varas, angostas á tre-
chos, anchas en el frente de la ciudad de Nueva Or-
leans, en donde forman calles enteras hasta de 100
ó más varas de anchura, han sido necesarias en toda
la parte baja del Mississippi para proteger de las inun-
daciones el suelo ocupado por la población en ciuda-
des, pueblos y campos; representan yá un gasto de
más de $ 150.000,000 (ciento cincuenta millones de
pesos), y todavía no han producido el resultado de
prevenir del todo los estragos del río. Cuando esos di-
ques revientan en alguna parte débil, por allí se preci-
pitan inmensos torrentes que destruyen labranzas, ha-
bitaciones, rebaños, por valor de muchos millones de
pesos, en un solo día. A pesar de ese peligro y del
que resulta de la formación de grandes pantanos que,
al secarse, producen miasmas venenosos, el hombre se
ha establecido allí, la civilización se ha desarrollado,
y la riqueza y la comodidad general se aumentan todos
los días.
La demora producida por la cuarentena nos quitó
la mayor parte del día, y la noche nos sorprendió á
lina distancia todavía considerable de Nueva Orleans,
privándonos de la vista de esas orillas encantadas, en
las que hubiéramos querido sorprender el destino de
los pueblos de nuestro bajo Magdalena, dueños de
tantas ventajas, pero expuestos asimismo á los incon-
venientes de la vecindad del río. La oscuridad cayó
en los campos del rededor, y yá sólo pudimos ver,
al través de las tinieblas, las luces que de trecho en
trecho anunciaban los hogares diseminados.
Nueva Orleans 375
Muy temprano, sí, antes de las cinco de la mañana,
estábamos yá sobre la cubierta del vapor, y el espec-
táculo que se presentó á nuestra vista es uno de aque-
'llos que nunca podrá borrarse de la memoria.
NUEVA ORLEAIÍS
El vapor continuaba subi'endo lentamente por la
mitad del río, que aquí tiene de 600 á 1,000 me-
tros de anchura. A nuestra izquierda se levantaban
los enormes edificios y las altas armazones de astille-
ros de construcción de buques, y de las vastas esta-
•ciones de varios ferrocarriles que comunican á la ciu-
dad con los demás Estados del golfo de Méjico y con
los de la ribera occidental del Mississippi, sobre el ba-
rrio ó suburbio de A.rgel. A nuestra derecha se exten-
día en primer término una hilera interminable de
vapores y buques devela, arrimados á los muelles; en
segundo término las copas de grandes árboles, y en
medio de ellos la línea blanquecina de luces eléctri-
cas, prolongada quizás por más de dos leguas á la
orilla del río; en tercer término, edificios colosales de
cinco, seis y ocho pisos, y á nuestro frente la espléndi-
da curva de la ciudad, encima de la cual surgían ilu-
minadas, por los primeros rayos de un sol de primave-
Ta, las altas cúpulas de sus iglesias. Vapores grandes
y pequeños, buques devela, arrastrados por poderosos
remolcadores, botes y lanchas de todos tamaños su-
bían, bajaban ó atravesaban el río en diversas direc-
376 La visita de la Aduana
ciones. El pito de los vapores y el de las locomotoras
de numerosas líneas de ferrocarriles resonaba por todos
los ámbitos; los muelles se veían cuajados de millares
de pacas de algodón, barriles de azúcar, tercios de ta-
baco y sacos de trigo en pilas interminables; la clius-
ma de marineros y mozos de cordel, carretas, carros y
coches se agitaba confusa por todas partes; la anima-
ción y el movimiento de una gran ciudad comercial
se presentaba á nuestros ojos deslumbrados, inicián-
donos á los grandes espectáculos que ese gran país La-
bia de presentarnos en la peregrinación que empren-
díamos.
Al arrimar á un gran muelle de madera extendido
á lo largo de la orilla, subieron al vapor dos empleados
del Resguardo y notificaron á los pasajeros la prohi-
bición de bajar á tierra mientras no pasase la visita de
la Aduana; en consecuencia, los equipajes fueron sa-
cados ala cubierta y puestos en orden para examinar-
los. A todos los pasajeros se les había repartido desde
el día anterior una hoja impresa, en la que debían
declarar los artículos sujetos al pago de derechos que
trajesen consigo. Entre estos artículos figuraban los
cigarros, de los que llevaba yo una buena provisión,
que hube de declarsvr. Al llegar mi turno, el empleado
de la Aduana abrió los baúles, tomó dos cajitas de
cigarros habanos que iban entre la partida, me dijo
que escogiera de los demás el paquete que quisiera, y
me los entregó, recogiendo los restantes en un saco
para llevarlos á hacer avaluar y aforar en la Aduana.
No tuve tiempo para ir á recobrarlos pagando los
derechos, que por otra parte son excesivos, y los perdí..
La localidad de Nueva Orleans 377
Advierto, para conocimiento de mis compatriotas, que
sólo la ropa, el calzado y los objetos de uso diario,
están libres de derechos en la Unión Americana. Todo
lo demás, — con excepción de un reloj por persona, —
y todos esos encargos de que suelen llenarlo á uno los
amigos no conocedores de esas prácticas, está sujeto al
pago de derechos de no poca consideración.
Bajamos del vapor al muelle, tomamos allí un co-
che, y llevando en un carro nuestros baúles, nos diri-
gimos al hotel San Carlos, uno de los mejores y más
antiguos de la ciudad. Inmediatamente después de
almorzar, todos los colombianos, reunidos en cuatro
coches, nos dirigimos, provistos de guías y de un prác-
tico ó ciceroíie, á visitar la ciudad.
El terreno en que está situadii es un istmo de dos
á tres leguas de anchura, entre el río Mississippi, al
Occidente, y el lago Pontchartrain, al Oriente. A una
milla de distancia del río, un caño semejante al que
corre por el frente de Barranquilla, formado por los
derrames del Mississippi, arriba de la ciudad, y cono-
cido con el nombre de Bayou Saint John, forma un
canal navegable por pequeñas embarcaciones hasta el
lago Pontchartrain, que comunica con el golfo de
Méjico. Así, Nueva Orleans tiene dos medios de co-
municarse con el mar: el uno por las bocas del Missis-
sippi, en grandes buques; el otro por el lago, en buques
costaneros de menor capacidad. Entre Nueva Orlean»
y el lago Pontchartrain hay, además, cuatro líneas de
ferrocarril, una de las cuales recorre primero toda la
orilla del río y se dirige al lago por la parte baja de la
ciudad, y otra, desde la parte alta, penetra al centro y
378 El plano de la ciudad
de allí se dirige al mismo lago. Aparte de estos ferro-
carriles, hay dos ó tres carreteras muy bien conserva-
das. Resulta de aquí que Nueva Orleans se extiende
primero á lo largo del Mississippi, en más de dos leguas;
sobre el lago Pontchartrain, en cuyas orillas tiene re-
sidencias de placer y de negocios, parques, teatros,
hoteles y restaurantes, — y á todo lo largo de los cami-
nos entre el río y el lago. El área de la ciudad es, pues,
inmensa. El Distrito tiene cerca de 200 millas cua-
dradas de superficie; pero la parte poblada verdadera-
mente cubre unas 18 millas, ó sea dos leguas cuadradas,
con una población que probablemente no excede hoy de
250,000 habitantes.
La parte más alta de su plano está en la orilla
misma del río: de aquí bajan todos los desagües de la
ciudad hacia el caño Saint John, ó directamente hasta
el lago, el cual está al nivel del mar. En consecuencia,
Nueva Orleans está rodeada de lagunas^ pantanos, ca-
ños, manglares y juncales espesos, inhabitables é in-
salubres. Esto explica la frecuencia con que la fiebre
amarilla azota la población y detiene el progreso de
ella. Las invasiones de esta epidemia se suceden en
períodos de dos á tres años, y en alguna ocasión des-
truyó una de ellas, en pocos meses, la décima parte de
la población (11,000 muertos cuando no llegaba á
120,000 habitantes), principal y casi exclusivamente
los procedentes de otros lugares. Los nacidos en la
ciudad están, comparativamente, exentos de ese pe-
ligro.
Aparte de este lado oscuro, — pero que será ven-
cido á medida que en la lucha con la naturaleza el
Ventajas de su sitiíación 379
hombre logre prevenir las inundaciones, dar salida
fácil á las aguas estancadas y sanear el clima, — todo
lo demás concurre á hacer de esa ciudad uno de los
lugares más privilegiados del globo. Como sitio co-
mercial, al pie de un valle de 140,000 leguas cua-
dradas de superficie, que dentro de cincuenta años es-
tará poblado por más de 120 millones de habitantes,
ninguna otra ciudad puede comparársele. Su tempe-
ratura media de 20° centígrados, sus inviernos tan
dulces, durante los cuales el naranjo y el magnolia
•conservan toda la magnificencia de su follaje, y en
donde la nieve es desconocida, constituyen un atrac-
tivo á que muy pocos lugares del globo pueden aspi-
rar. La fertilidad de sus tierras, formadas con el
detritus de las montañas, laderas y desagües del gran
valle, todos los años fecundadas con las inundaciones
del río, las hace aptas para producir en prodigiosa
abundancia todos los frutos de la tierra. El río, el
lago, el mar y las lagunas inmediatas le dan una
inaudita variedad de caza y pesca; de suerte que la
mesa en sus hoteles y restaurantes es una de las
más abundantes y suntuosas que pueden verse; las
tierras baldías inmediatas á la ciudad y comunicadas
con ella por una red multiplicada de ferrocarriles, ca-
ños navegables y el río, hacen comparativamente fácil
la adquisición de propiedad territorial, y son un ele-
mento de independencia y dignidad para sus poblado-
res. Sin embargo, todas estas fuentes de prosperidad
han sido combatidas por la fiebre amarilla.
Nueva Orleans fue fundada en 1718; tiene, por
consiguiente, ciento setenta y un años de antigüedad,
380 Progreso de la población
y en este largo período sólo ha reunido 250,000 habi-
tantes. Entre tanto otras ciudades americanas, en con-
diciones generales menos favorables, muestran un cre-
cimiento mucho más rápido.
Washington, fundada en 1800, tiene hoy más de
220,000.
Oincinnati, que tenía 400 habitantes en 1800, pasa
de 300,000.
San Luis de Missouri tenía 1,680 en 1810, y hoy
no menos de 550,000.
Chicago cuenta apenas cincuenta y dos años de
existencia, y la pueblan yá 750,000.
ISío ha sido lento, con todo, el progreso de aquélla
desde que, en 1803, pasó del poder de los franceses á
hacer parte de la federación americana el territorio de
Orleans, como entonces era llamada esa colonia.
La ciudad tenía 10,000 habitantes apenas. En
ochenta y cinco años ha duplicado su población cuatro
veces y media, es decir, es hoy veinticinco veces más
poblada que entonces, Bogotá tenía cerca de 20,000
al principiar este siglo, y sólo ha duplicado algo más
de dos veces; pero ¡qué diferencia de situación y de
historia! Bogotá dista del mar 220 leguas, y sobre el
nivel de éste tiene 2,615 metros de altura (según Reiss
y Stübel). La navegación por vapor ha poblado á Nueva
Orleans, y ese agente de progreso data sólo de 1817.
La población de Nueva Orleans es muy mezclada.
La francesa ó de origen francés es numerosa; también
lo es la originaria de los Estados del Sur inmediatos á
Luisiana, sobre todo de la parte media del valle, de
Kentucky^ Alabama, Mississippi, Missouri y Tenues-
Las razas de los 2^obladores 381
see; los negros, mulatos y zambos forman una tercera
parte del total; liay una pequefía parte de españoles pro-
cedentes de Cuba ó descendientes de los antiguos
funcionarios del tiempo en que esa colonia perteneció
á España, y el resto se compone de criollos, ó sea des-
cendientes de las familias antiguas de la colonia fran-
cesa, yá americanizados. Se suele ver en los merca-
dos escasísimos restos de los aborígenes, y alguna
gente blanca cuyos rasgos fisonómicos tienen extraña
semejanza con los de los indios: caras largas, pómulos
salientes, cráneos de forma cónica y ojos espantados.
Se dice que son descendientes de la población fran-
cesa de Nueva Escocia, deportados á Luisiana entre
1763 y 1768, cuando los ingleses se apoderaron de la
provincia junto con las demás posesiones francesas
del Canadá. Como los indios estuvieron reducidos á
la esclavitud en compañía de los africanos importados
de Cuba y Santo Domingo, estas dos razas se mezcla-
ron profundamente, y como además la raza francesa
tuvo siempre menos repugnancia que la inglesa á mez-
clarse con la indígena, entre- las familias criollas se
nota la huella de la sangre amerioana primitiva. Fiso-
nomías finas y amables, color ligeramente aceitunado,
ojos y pelo negros, labios gruesos y formas redoridas,
más expresivas de sensualidad que de fuerza.
El caserío tiene el mismo carácter desigual. Las
familiaá antiguas ocupan en lo general casas de nno ó
dos pisos solamente, provistas de patios, jardines y
fuentes; todavía se encuentran casas bajas con gran
patio central, anchos zaguanes, enormes ventanas y
espaciosos corredores que recuerdan el gusto español;
las habitaciones de las gentes de color se reducen á
382 ■ Extensión del caserío
casitas pequeñas de madera en que vive una sola fami-
lia en lo general, pero casi siempre provistas de un
corral grande ó pequeño. La parte nueva de la ciu-
dad, hacia el extremo norte, tiene aspecto enteramente
europeo: casas de cuatro y cinco pisos, alineadas en
calles anchas, frecuentemente recorridas por tranvías
tirados por muías colosales.
Lo que á este respecto llama al primer golpe de
vista la atención del hispano-americano, es el gran nú-
mero de edificios notables pertenecientes á estableci-
mientos públicos. Los bancos, las compañías de segu-
ros, las de navegación, las de ferrocarriles y telégrafos,
los clubs y las multiplicadas asociaciones de todo gé-
nero, están provistas de edificios enormes de piedra
ó de ladrillo. Los almacenes de depósito, cercanos á
los muelles, las fábricas en que se prensa el algo-
dón, los establecimientos de empaque de mercan-
cías, los elevadores de granos, las lonjas diversas des-
tinadas á cada especie de mercancías de exportación
ó importación, forman una masa de edificios, que,,
unidos á las casas de habitación, ensanchan enor-
memente la extensión de las ciudades. Si á esto se
agrega la multitud de teatros, casas de conciertos,
hoteles, restaurantes, hospitales, casas de asilo, cole-
gios, escuelas colosales, oficinas públicas, se compren-
derá desde luego que una de las faces de la civili-
zación es la asociación mucho más estrecha entre los
hombres.
El segundo ó tercer día de nuestra residencia en
Nueva Orleans nos llamaron la atención una música
que recorría la calle y el paso cadencioso de una gran
Los edificios públicos 383
procesión; habiéndonos asomado á la ventana, vimos
un desfile de más de ochocientas ó mil personas, toda
gente de color, decoradas con insignias masónicas, que
conducían estandartes, carros simbólicos y banderas
con motes extraños. Se nos informó que en efecto
era una procesión de masones, y con este motivo pu-
dimos saber que pasaba de ochenta el número de lo-
gias masónicas de la ciudad, y su personal de decenas
de miles. Pudimos ver en una de las guías de la ciu-
dad el nombre y la localidad de los edificios de reunión
de todas ellas, que se nos aseguró estaban en actividad.
Investigando más este asunto, recibimos informes
de que, entre muchas otras, había en la ciudad las si-
guientes asociaciones:
La Cámara de Comercio.
La Lonja de algodones.
La Lonja de rematadores ó venduteros.
La Bolsa de papeles de crédito (Stock ExcJiatige).
La Bolsa de productos en general (Produce Ex-
change).
La Bolsa de mecánicos, negociantes de madera, y
tratantes.
La Bolsa y Sociedad de los mecánicos.
La Bolsa Mejicana, Centro y Sur-Americana.
La Bolsa de frutas.
La Bolsa de azúcares de Luisiana.
22 Bancos.
29 Sociedades de templanza, varias de ellas organi-
zadas en forma masónica.
Más de 100 sociedades de benevolencia, fraterni-
dad y socorros mutuos (aparte de las logias masónicas,
que tienen éstos también como objetos principales).
384 Las iglesias
No pude súber el número de compañías de segu-
ros, pero había varias. Este es, sin embargo, un ramo
de especulación que pertenece, principalmente en los
Estados Unidos, á las ciudades de Hartford (en Con-
necticut), Boston y Nueva York, las cuales tienen
agencias en todos los lugares importantes.
Las iglesias son muy numerosas y las religiones á
que pertenecen muy variadas.
Hay 52 de la religión de los Bautistas.
35 id. id. id. de los Metodistas.
13 id. id. id. de los Presbiterianos.
13 id. id. id. de los Anglicanos Episcopales.
14 id. id. id. de los Luteranos y Congregaciona-
listas.
34 id. id. id. de los Católicos. .
1 Griega, 1 Unitaria, 5 Judias.
Total, 168 iglesias; es decir, una iglesia para cada
1,500 habitantes.
Además, 27 conventos, que supongo son católicos
todos, consagrados á la educación ó á obras de cari-
dad, como los de San Vicente de Paul, etc.; y 30
instituciones y asociaciones laicas de caridad y ense-
ñanza.
Entre los conventos, el más notable por las propor-
ciones de su edificio, número de profesas, antigüedad
y rentas, es el de las Ursulinas, á la orilla misma del
Mississippi.
Es la ciudad en que he visto más cementerios. Hay
35, situados en lo general en los caminos que condu-
cen al lago Pontchartrain : todos muy aseados, muy
bien conservados y con no pocas tumbas elegantes,
Los ceme^iterios 385
sombreadas por grandes árboles. La humedad del piso
no permite inhumar los cadáveres en el suelo, sino en
bóvedas de cal y canto superpuestas en cuatro y aun
ocho órdenes de filas. Para ir á los parques y lugares
de recreo de la orilla del lago, se pasa por en medio de
cuatro ó seis cementerios, por cualquiera de las vías.
A veces se juzgaría que hay más habitaciones para los
muertos que para los vivos; y poseído uno de esta idea,
pudiera esperar el encuentro de los muertos en las
mesas alegres y bulliciosas de los restaurantes.
Muchas ciudades americanas tienen sobrenombres
alusivos al rasgo característico que predomina en ellas.
Nueva York se llama la Ciudad imperial; Filadelfia,
la Ciudad cuáquera ó la Ciudad del amor fraternal;
Pittsburgo, la Ciudad de hierro 6 la Ciudad de los hu-
mos; Nueva Orleans es Crescent-City ó la Ciudad de
la Media Luna, pero más bien debiera ser llamada la
Necrópolis del Mississippi, si no fuese porque la dis-
tinguen tanta juventud y alegría. En efecto, en pocas
ciudades americanas se ve tanta abundancia de espec-
táculos y sitios de placer. Jockey Club, provisto de
un gran circo paralas carreras de caballos,' muy bien
conservado; cafés-conciertos; patios espaciosos para el
tiro de pistola y de carabina; billares; pequeños teatros
de juglares; salones para bailes públicos; vapores y
lanchas en el río, el lago y las lagunas, exclusivamente
destinados á excursiones de placer; todo eso da idea
de que la alegría francesa ha conservado allí las tradi-
ciones de su raza. Se dice que la celebración de la
Nochebuena, délas Pascuas, del Año nuevo, etc., es allí
espléndida, acompañada de procesiones, disfraces, bai-
25
386 Las fiestas y Itigares de placer
les páblicosj ceremonias singalareá, en que toma parte
toda la población. Los meses de invierno atraen allí
gran número de viajeros y familias de los Estados del
Norte, en busca de clima dulce para los pulmones
delicados de los habitadores de las regiones frías, en
donde la tisis no es menos amenazadora que la fiebre
amarilla en la vecindad del Ecuador. Y como puede
comprenderse, esa es la ocasión de bailes, paseos, con-
ciertos, comidas y diversiones numerosas y variadas.
Nueva Orleans tiene reputación de ser la ciudad más
alegre de los Estados Unidos.
Ocupa una área inmensa, como sucede con todas
las ciudades norteamericanas modernas; pero los me-
dios de locomoción interior son muy abundantes. Me
parece que liay sesenta leguas de tranvías en sus calles
y alrededores, varias líneas de ómnibus, gran número
de coches de alquiler, y el río y sus caflos, en los que
circula gran número de botes.
Los hoteles, restaurantes y casas de posada, algunos
de los primeros fastuosos, de aspecto monumental y
excelente servicio, como sólo se ve en los hoteles ame-
ricanos, son muy numerosos. Las piezas de habitación
en el San Carlos eran grandes, claras, bien ventiladas;
provistas de bafío de tina y de regadera, con agua fría
y caliente á discreción; luz eléctrica conducida por
alambres cuya colocación podía cambiarse á voluntad,
encerrada en unas peras de vidrio de color ligeramente
opaco y provistas de una llavecilla que, dando vuelta
hacia un lado, encendía la luz, y hacia el opuesto, la
apagaba; campanillas eléctricas para llamar á los cria-
dos; camas ampliasy cómodas, acompañadas de ligeros
Los hoteles iJ87
toldillos contra el zancudo, abundante yá durante la
noche. Los comedores, con capacidad para más de
cuatrocientas personas, bien ventilados y con mucha
luz, muy bien servidos por sirvientes aseados y atentos,
con una abundancia que se echa de menos en presen-
cia de la parsimonia de los hoteles europeos- Según
he oído, sólo los hoteles suizos pueden competir con
los americanos; pero éstos son superiores á todos los
que vi en Inglaterra, Francia y España.
Dicen las guías de Nueva Orleans que en ésta
hay el casi increíble número de diez mil hoteles, y
loardings ó casas de posada, y más de mil restau-
rantes. El valor de la asistencia oscila entre $ 2 y
$ 5 por persona y por día sin incluir el lavado de
la ropa, ni los vinos y licores, que son extras por los
cuales se paga un precio adicional. A las veces, cuando
es grande el número de pasajeros, es también nece-
sario gratificar álos criados para obtener servicio pron-
to y de buena voluntad. Generalmente éstos son per-
sonas de color, en quienes suele notarse la imperti-
nencia común á las razas mixtas en el trato con fo-
rasteros; pero cede fácilmente á la administración de
un prnir-hüire de veintiiíinco centavos.
Más de una cuarta parte de la población de la ciu-
dad es de origen africano, pobre en lo general y mu-
cho menos activa é industriosa que la americana. Se
puede, pues, comprender que la edificación ofrece,
auncjue no en igual grado, el mismo contraste que en
nuestras ciudades del Atlántico y del Cauca, de casas
espléndidas á estilo europeo, y casuchos de bahareque
y paja. La escasez de piedra en todo el valle inferior
388 El consumo de plátanos
del Mississippi explica el mal piso de las calles en lo
general y alguna falta de aseo en ellas.
Uno de los aspectos notables de ésta, como de to-
das las ciudades americanas, es la abundancia de tien-
das y almacenes de comestibles, vegetales y animales,
por .todas las calles, aparte de los mercados, que en
Nueva Orleans son numerosos y bien provistos. Estas
tiendas y almacenes, llamados en inglés groceries
(cuyo equivalente castellano no conozco), están ates-
tados de hortalizas, raíces y frutas frescas, granos,
carnes y pescados preparados, quesos, mantequilla, vi-
nos y licores, y otros comestibles en una abundancia
tal, que bastaría su vista para quitar el apetito al más
hambriento. Detalle que llamó nuestra atención: en
todos ellos figuran en lugar prominente grandes raci-
mos maduros de plátanos, de esas variedades que aquí
conocemos con los nombres de dáñanos y norteños:
los primeros largos, más delgados que el hartón, de
carne blanca y como plateada; más pequeños los otros
y más delgados que q\ guineo; quizás también de esa
variedad de forma piramidal y color rosado que llama-
mos pacíficos. No vi hartones, ni guineos cambures,
dominicos, manzanos, bocadillos, ni de miniatura.
El consumo de plátanos en los Estados Unidos
vale algunos millones de pesos al año; los comen cru-
dos exclusivamente, como fruta de postre; y desde la
más pequeña y más remota aldea situada cerca de un
ferrocarril, hasta las ciudades más populosas, se les en-
cuentra en grandes cantidades, como artículo de pri-
mera necesidad, tan necesario como el pan. Proceden
de la isla de Cuba, Jamaica, las Bermudas, Méjico,
El de naranjas 389
Honduras, Costa Rica, Colombia y Venezuela; y el día
que en buques frigoríficos ó con algún empaque espe-
cial se puedan llevar los manzanos, los de miniatura,
\oñ guineos, y los hartones verdes, pintones ó maduros,
para comerlos cocidos, asados ó fritos en diversas pre-
paraciones, los países tropicales podrán enviar á ese
mercado decenas de millones de cargas. El plátano es
mejor alimento que la papa, y para los niños, prepa-
rado en forma líquida, es el mejor reemplazo al pecho
de la madre. Durante los meses del estío el plátano sa-
tisface esa necesidad de un alimento que desarrolle
menos calor en el cuerpo humano, y es el compaflero
natural del café.
I En Luisiana han logrado producir dos variedades:
las que llamamos resplaridor y norteña^ que son de las
menos estimadas entre nosotros. Sin embargo, la plan-
ta no resiste los inviernos fuertes: es decir, cuando la
temperatura baja á 8° ó 6° centígrados por yarios días
seguidos, aun sin llegar á 0. Así, todavía no puede con-
siderarse como un hecho consumado la aclimatación
del plátano en esa región.
La naranja es otra de las producciones de la zona
tórrida, yá aclimatada en la templada, que el Estado de
Luisiana produce en abundancia y consume en can-
tidades fabulosas toda la Unión Americana. En un
periódico, tal vez el Neiv York Herald, vi calculado
en 600 millones de naranjas el consumo anual de ese
país; estimado á razón de $ 1 el ciento ó nn centavo
cada una, daría un guarismo de $C. 000,000. Juzgo
que no es exagerado calcular doble número y doble
valor, y como no es menor el consumo de plátanos, al
390 Las industrias dominantes
mismo precio, subiría la estimación de los dos artícu-
los en ese país á cerca de veinte millones de pesos
anuales. Véase el valor del producto que nosotros repu-
tamos insignificante, y del cual Costa Eica solamente
exportó $ 669,000 en 1887.
Las industrias que predominan en Nueva Orleans,
aparte de las grandes negociaciones de algodón, azúcar
y madera, que son los tres grandes productos de la agri-
cultura del Estado de Luisiana, son las de comisión y
de comercio de tránsito de los Estados del alto valle
con el Exterior. Una tercera ó cuarta parte de las ex-
portaciones de los Estados Unidos, sale por la vía de
Nueva Orleans; en las importaciones, Nueva York,
Boston y Filadelfia son los puertos favorecidos, pues
N'ueva York toma como los dos tercios de la importa-
ción total; pero con todo, Nueva Orleans es el segundo
puerto de importancia en aquel país. Con excepción
de las de refinación de azúcar, carece, propiamente
hablando, de fábricas ó manufacturas.
Situado como está, en la extremidad Sur de los Es-
tados Unidos, tiene dos ó tres días menos de navega-
ción por vapor que Nueva York ó Filadelfia, en el co-
mercio con Méjico, la América Central y la del Sur;
circunstancia que lo hará preferible para las relaciones
comerciales de estos países, con el transcurso del tiem-
po, no sólo por lo que se refiere al comercio de Nueva
Orleans, sino al de los valles altos del Mississippi y del
Missouri, para los cuales la vía fluvial será, aunque algo
más dilatada, más económica que la de los ferrocarri-
les á Nueva York, Boston y Filadelfia. Los comer-
ciantes denuestra Costa Atlántica debieran procurarse
Afluencia de aventureros 391
relaciones en Nueva Orleans, en donde tal vez puedan
encontrar harinas^ manteca, petróleo y otros artículos
á mejores precios que en Nueva York, y quizás tam-
bién mejor mercado para el café, los palos de tinte y
los cueros de este país. La introducción de plátanos,
naranjas, pifias, mangos, cocos y otras frutas de nues-
tra costa á los grandes mercados de Denver, Kansas,
San Luis de Missouri, Cincinnati, Pittsburgo y aun
Chicago, es más fácil por la vía de Nueva Orleans,
adonde los fletes pudieran ser menores y de donde ven-
drían con menos recargos los productos agrícolas del
Oeste y las manufacturas de sus grandes ciudades.
Nueva Orleans tiene un rasgo especial en materia
de relaciones políticas con los países de la América
española. A ella anuyen muchos aventureros de toda
la Unión, y ha sido en este siglo el punto de partida
de expediciones sobre las colonias españolas de las
Antillas y las repúblicas de Centro-América. De allí
partió el General español Mina, en su célebre expedi-
ción para emancipar á Méjico, en 1817. Entre esos
expedicionarios iban el General Sarda, más tarde esta-
blecido en este país, y autor del conato de rebelión del
23 de Julio de 1833, durante la administración del
General Santander, y el señor Santiago Brush, des-
pués muy pacífico y respetable comercian te y agricultor
de esta ciudad, abuelo de los distinguidos jóvenes Sam-
per Brush. También se organizó allí la expedición fili-
bustera de Walker en 1855, que, con el concurso de al-
gunos truidorcs nicaragüenses, estuvo á pique de con-
vertir en colonia norteamericana á Nicaragua, y tal
392 Walker y sus proyectos
vez á toda la Amérioa Central, á no ser por la opor-
tuna y decisiva participación de Costa Rica, presidi-
da entonces por D. Juan Rafael Mora. Al ejército
costarricense, mandado por el General Cañas, cupo la
parte principal en la derrota de esos nuevos bucaneros
del siglo XIX. Es un heclio lamentable en la historia
de las vicisitudes de estos países nuevos, que luchan
por constituirse, el que tanto Mora como Cañas — cu-
yos servicios en esa contienda hubieran debido me-
recerles una consideración especial — fueran fusilados
después en una lucha doméstica. Eran dignos de mejor
suerte.
Volviendo á Walker, el aventurero atrevido, que en
un principio recibió auxilios decididos de banqueros
de Nueva Orleansy aun déla Compañía de Vapores de
tránsito para California al través de Nicaragua, cuyo
principal propietario era el Comodoro Vanderbilt,
fundador de la dinastía de acaudalados capitalistas
de este nombre, — se atrajo la enemistad de éste, por
haber confiscado sus vapores; enemistad que le fue
fatal, porque dio á los nicaragüenses el auxilio de
otros americanos, armados por influencia de V¿inder-
bilt, para combatirlo. Como se sabe, Walker fue al
fin hecho prisionero y fusilado en Honduras, en 1860,
en el curso de una cuarta ó quinta tentativa de fun-
dar la dominación norteamericana en Centro Amé-
rica. De Nueva Orleans, en fin, partieron algunas ex-
pediciones destinadas á emancipar á Cuba de la do-
minación española en 1850, 1851 y 1868 á 1872, entre
ellas la que encabezó el célebre y desgraciado General
Narciso López, venezolano de nacimiento, pero esta-
Orígenes de la población 393
blecido posteriormente en Cuba, quien sufrió la pena
de garrote en la Habana en Septiembre de 1851. si na
estoy engañado.
No es imposible que esa ciudad esté llamada to-
davía á desempeñar un papel importante en la serie
de infortunios que puede tenernos reservados el por-
venir, y bastaría esa consideración para que las re-
públicas Centroamericanas y Colombia tuviesen e»
Nueva Orleans una respetable representación con-
su lar.
La historia de esta ciudad es corta, pero agitada y na
poco novelesca. Fundada en 1718 por atrevidos aven-
tureros franceses, que desde los grandes lagos del Nor-
te habían bajado á todo lo largo del Mississippi, pron-
to se encontraron, como los primeros romanos, esca-
sos de mujeres, y tuvieron que buscar por espasas alas
indias que les dieron abrigo y les ayudaron á sobre-
llevar las durezas de la vida. El Duque de Orleans,
regente entonces en Francia, les envió luego, coma
una gran merced, algunas partidas de las hijas de las
calles de París, sacadas de la casa de corrección de la
Salpetriére, que fueron dadas en recompensa á los sol-
dados y oficiales de la guarnición. Mejor aconsejada
luego, hizo que del Canadá enviasen algunas mucha-
chas pobres, pero honestas, que fueron enajenadas al
mejor postor para esposas de los colonos ricos, en
cuya almoneda indudablemente llegaron á precios ele*
vados. Esta remesa de mejor ley, fue llamada de ia
Caja de joyas. La población criolla de Nueva Orlean&
tenía, pues, su origen maternal en nobles indias, en la
394 La caja dejoyasyla Salpetriere
casa de corrección de la Salpetrüre y en la Caja de
joyas, y de ahí nació la primera clasificación de las va-
riedades de la raza. Tampoco faltaron madres negras,
elevadas á la condición de mujeres legítimas; pero en
esos tiempos y en esa primera desgraciada condición
de la colonia no podía repararse tanto en la genealo-
gía cuanto en el servicio positivo que esas caseras de-
bían prestar en medio de la soledad, la escasez y las
enfermedades. Las más útiles debían ser las más no-
bles. También es este el origen de todas las poblaciones
de la América tropical, en donde por la ley providen-
cial déla necesidad y la influencia fisiológica de la acli-
matación secular, la raza europea sólo puede propa-
garse y multiplicarse por injerto en tronco indígena ó
africano, únicos que pueden resistir el calor continua-
do de las zonas ecuatoriales y las influencias palúdicas
de las costas y de los valles de los grandes ríos.
Poco progresó como colonia francesa, á pesar de
iiaber sido ella uno de los espejismos que Law, el fa-
moso banquero y agiotista escocés, hizo brillar en la
imaginación del pueblo francés durante su corta pero
asombrosa prosperidad, y en 17.G3 fue cedida á los es-
pañoles, quienes no tomaron posesión hasta 1766.
Tampoco tuvo desarrollo notable bajo la dominación
de éstos, hasta 1802, cuando, por el tratado de San
Ildefonso, fue devuelta á los franceses, y en el mismo
año vendida á los americanos, junto con el territorio
de Luisiana, por el Emperador Napoleón, por un pre-
cio de $ 10.000,000. Era entonces Nueva Orleans una
ciudad de 10,000 habitantes, y su incorporación en
un país libre fue la señal de la realización de sus altos
La invasión inglesa en 1814 395
destinos. Sus peripecias anteriores se reducían á oscu-
ras luchas con las tribus indígenas del rededor; á
insurrecciones de los esclavos, fácilmente sofocadas y
castigadas con desapiadada crueldad; inundaciones,
pestes 6 incendios frecuentes; pero luego se ensancha-
ron los horizontes de su vida política é industrial y
llegó á ser el teatro de acontecimientos resonantes.
Fue el primero de ellos la gran victoria ganada
contra los ingleses por el General Andrés Jackson, en
los días 23 y 28 de Diciembre de 1814 y 8 de Enero
de 1815, en los afueras de la ciudad. Las pretensiones
orgullosas de Napoleón i, de someter todo el Conti-
nente europeo á su dominación altanera, resistidas
principalmente por Inglaterra, arrastraron el hemis-
ferio occidental á una guerra general á la que los Es-
tados Unidos no pudieron sustraerse. Por los decretos
imperiales sobre bloqueo continental, Napoleón pre-
tendía cerrar los puertos ingleses al comercio del mun-
do, é igual cosa pretendían los ingleses contra los
puertos de Francia. Las victorias navales de A.boukir
y Trafalgar habían dado á aquéllos el imperio de los
mares, prevaliéndose del cual pretendieron someter
la marina de todas las naciones á un derecho de visita,
para perseguir en todas partes las mercancías france-
sas, y reclutar los marineros que por algún título pu-
diesen ser considerados de origen inglés. No pudieron
soportar esa arrogancia los americanos, y prefirieron
la guerra, á pesar de que su población total no pasaba
de ocho millones, ni la de sus Estados del Sur, los más
expuestos, de dos, ni'sns rentas de $ 12 ó $ 15.000,000,
y de que su marina de guerra era poco menos que in-
396 El General JaokHon
significante. Inglaterra, país antiguo, bien organizado,
cuya población subía á 18 millones, hizo un poderoso
esfuerzo, — sostenido como estaba en Europa por todas
las potencias continentales; dueño, como se reputaba,
de los mares, — envió sobre los Estados Unidos dos gran-
des ejércitos, de 16 á 20,000 hombres cada uno, con
la intención evidente de recobrar allí, si no el todo,
gran parte de sus antiguas posesiones, principalmente
en el Sur, en donde Espafia, su aliada, conservaba para
ella una base de operaciones en la colonia y puertos de
la Florida, en la isla de Cuba y aun en los puertos de
Méjico. Contra Nueva Orleans fue, pues, dirigido un
ejército de más de 15,000 hombres, á órdenes del Ge-
neral Pakenham.
Jackson sólo tenía el primer día del conflicto poco
más de 2,000, que con refuerzos llegados en los si-
guientes, subieron el 8 de Enero, día de la batalla de-
cisiva, á 4,500, compuestos de algo más de 1,000 vete-
ranos, y el resto de milicianos de los Estados vecinos
de Kentucky, Mississippi, Luisianay Tennessee; entre
ellos un batallón de voluntarios de raza africana, y
aunque pueda parecer extraño, una compañía de fili-
busteros, encargada de manejar doce piezas de artille-
ría. En lugar de encerrarse dentro de los edificios de
la ciudad, el Jefe americano, carácter de acero, como
lo mostró siempre en todas las luchas militares, polí-
ticas y diplomáticas de su larga y azarosa carrera,
sacó sus fuerzas á campo raso, á una posición defendi-
da en uno de sus flancos por el río Mississippi y por
baterías de artillería colocadas en la orilla opuesta; en
el otro por una laguna y pantanos invadeables, y por
La batalla del 8 de Enero 397
el frente por \\\v<\ zanja de una milla de extensión, cu-
bierta por un parapeto de tierra y de tablas de veinte
pies de espesor y cinco de altura. Después de vanas
escaramuzas y ataques nocturnos incesantes, con que
mantuvo en jaque sin dar un momento de descanso á
la fuerza enemiga, ésta se acercó el 8 de Enero á ata-
car los atrincheramientos americanos, sin esperar el
resultado de una columna que había enviado á la ori-
lla opuesta á despejar las baterías que incomodaban
su ala izquierda, y enfilaban su línea de ataque. Los
americanos hicieron una resistencia inconmovible:
animados por la absoluta confianza de su Jefe, bien
colocados para dirigir fuegos certeros contra las colum-
nas asaltantes, éstas fueron rechazadas, una tras de
otra, con una pérdida horrorosa, que se hace subir
hasta 3,000 hombres entre muertos y heridos. En el
campo solamente fueron encontrados más de 1,500,
contándose entre los primeros el General Pakenham y
su segundo.
Poco después de la batalla la columna inglesa en-
viada sobre la orilla derecha del río, que por circuns-
tancias imprevistas se había atrasado en su marcha,
puso en fuga á los americanos que defendían las ba-
terías, se apoderó de los cañones, y hubiera podido,
repasando el río, ocupar la ciudad, atacar por la es-
palda las posiciones de Jackson y dar á la batalla un
resultado distinto.
No esperó esa posibilidad la impaciencia del Jefe
inglés, quien, atacando las posiciones principales sin
tener noticia de las operaciones del otro lado, pagó su
intrepidez temeraria con la derrota y con la vida.
398 La mctoria
Como puede concebirse, esa victoria, obtenida
sobre tropas acostumbradas á combatir y vencer en
los conflictos europeos, por milicianos indisciplinados
inferiores en número, llenó de orgullo á ese pueblo
nuevo y repercutió por todos los ámbitos del territo-
rio con ecos de alegría y entusiasmo. Para ellos, como
para los griegos de Maratón -y de Platea, la batalla d.e
Nueva Orleans es y será uno de los más grandes re-
cuerdos históricos de su infancia nacional y un prece-
dente de alta responsabilidad en el futuro de su vida. •
El campo de esa victoria es uno de los lugares santos
en Nueva Orleans, adonde el pasajero es conducido
inmediatamente. Allí se conservan, medio derruida
por el tiempo, la casa que sirvió de cuartel general
al Jefe del Ejército inglés antes de la batalla, la vigía
desde donde Jackson dirigió las operaciones del suyo,
los árboles debajo de los cuales cayó muerto el Jefe
inglés, y aun parte de la zanja y parapeto que dio
abrigo á los tiradores americanos. Algo del campo está
ocupado por un ** cementerio federal," lugar en que
el pueblo americano dio piadosa sepultura á los muer-
tos en esa batalla, con separación de amigos y enemi-
gos, y en donde, además, están los de otros defensores
de la Unión, muertos en la guerra civil de 1861 á 18G5.
El resto del terreno está sembrado de hortalizas y
naranjos, realización visible de esa cadena eterna en
que la muerte se transforma otra vez en la vida.
La otra peripecia notable de esta ciudad es su cap-
tura por el Comodoro Farragut el 25 de Abril de 1862,
durante la guerra de secesión.
El estado de Luisiana, con todos los demás del Sur
Nueva Orleans secesionista 399
de la Unión en que existía la institución de la escla-
vitud, entró en el pacto de separación de los Esta-
dos Unidos proclamado en ei Congreso de Montgo-
mery, para constituirse en la nueva nacionalidad de
los " Estados Confederados." Naturalmente el teatro
adonde primero tenían que dirigirse las. operaciones mi-
litares de los defensores de ia Unión era el río Missis-
sippi, — sobre el cual estaban situados quince Estados^
entre ellos diez de los secesionistas, — y en primer lugar
Nueva Orleans, accesible poi* las bocas del río. Do-
minado éste por la Unión, Tejas, Arkansas j Missouri
en la orilla derecha, quedaban, si no en poder de los fe-
derales, CHsi imposibilitados para mantener una acción
común con sus compañeros. Nueva Orleans fue, pues^
objeto de una poderosa expedición naval — á órde-
nes del Comodoro Farragut, la escuadra, y del Gene-
ral Butler las fuerzas de desembarco, — á principios-
de 1862.
El desembarco de ésta sobre el lago Ponchartrain
era difícil, bien por carencia de buenos puertos, ora
por falta de fondo para dar acceso á buques de gue-
rra de gran porte; para el ataque se escogió, en con-
secuencia, el cañón mismo del río. Forzado el paso
de la barra, operación larga y difícil, la escuadra del
Norte tenía que avanzar por en medio de dos podero-
sas fortalezas armadas con 126 cañones de gruesa
calibre, situadas 25 millas arriba, en uno y otro lado
del río, vencer una obstrucción de botes sumergido»
y cadenas de hierro extendidas sobre pilotes de la una
ala otra ribera, y batirse luego con una escuadra con-
federada, en la cual había varios buques blindados.
400 El Almirante Farragut
Sin amedrentarse por todos estos obstáculos, Fa-
rragut—que disputará á Nelson el primer puesto en-
tre los marinos de este siglo — avanzó con 47 buques de
madera, la mayor parte lanchas cañoneras, apagó el
fuego de los cañones de los fuertes, rompió la trinche-
ra de cadenas que obstruía el paso del río, hundió ó
capturó la flota confederada y avanzó hasta el pie de
Nueva Orleans, en donde nadie imaginaba que fuese
posible vencer esas enormes defensas. Allí lo espera-
ban otras baterías situadas á uno y otro lado del río,
que obligó á callar con el fuego de sus cañones y obu-
ses, y fondeando enfrente de la ciudad, exigió su ren-
dición incondicional.
Un frenesí semejante al que en otro tiempo se
apoderó de los pobladores do Sagunto y Numancia,
surgió entre los campeones de la esclavitud. Yá no
tenían medios de defensa; pero querían impedir que
las fuerzas de la Unión encontrasen dentro de los al-
macenes de la ciudad algo que pudiese serles útil.
Sacando de éstos 50 ó 60,000 pacas de algodón, que
en esos tiempos podían valer $ 2 ó 3 millones, hicie-
ron con ellos una pila inmensa, en breves horas redu-
cida á cenizas; siguió la destrucción con gran número
de vapores y buques de vela, cargados del mismo ar-
tículo, todos los cuales fueron entregados á las lla-
mas en la mitad de la corriente, como emisarios capa-
ces de dar idea á los invasores del espíritu que ani-
maba á la población. Inmensos depósitos de azúcar,
melazas, carnes saladas y otros víveres fueron presa
del fuego ó entregados á saco por el pueblo enfureci-
do. Al siguiente día la ciudad parecía vestida de cili-
La e7nancipaciÓ7i de los negros 401
cío, con sus techos cubiertos tle ceniza, como dando tes-
timonio del dolor supremo por la causa vencida. La
ciudad se entregó sin resistencia, y un año más tarde
los antes esclavos envilecidos eran ciudadanos libres,
con voz preponderante en la administración de los
negocios públicos.
í¿G
CAPITULO XXIY
EL ESTADO DE LUISIAXA
La adquisición de su territorio por los Estados Unidos. — Ex-
tensión superficial.— La población.— Comparación entre el
Estado de Luisiana y los de Bolívar y Magdalena en Colom-
bia.— Distribución del suelo.— Riqueza general. —Conse-
cuencias de la abolición de la esclavitud. — Comparación
entre Luisiana y otros Estados de la Unión Americana. —
Producciones principales de Luisiana. — Organización agrí-
cola.— La raza blanca y la africana.
El territorio de los Estados Unidos en 1783, al reco-
nocer su independencia la G ran Bretaña, era menor que
el de la antigua Colombia. Esta tenía poco más ó menos
1.000,000 de millas cuadradas, y los trece Estados de
la Unión Americana no pasaban de 860,000. Con la ad-
quisición de la colonia de Luisiana duplicó la exten-
sión de su área y entró en posesión de uno de los
elementos que constituyen la grandeza de primer orden
en las nacionalidades. Esta colonia se extendía por el
Norte desde los grandes lagos hasta las primeras ver-
tientes del Missouri, y descendiendo hacia el Sur por
la margen derecha u occidental de este río y del Mis-
sissippi, hasta el golfo de Méjico. Con ella completa-
ron la posesión de todo el valle de este río, en el que
Diversos dueños antiguos del territorio 403
sólo les pertenecía la orilla izquierda, y cerraron sus
fronteras occidentales, antes abiertas, con los límites
arcifinios de los Montes Rocallosos; es decir, echaron
uno de los cimientos indestructibles de su nacionali-
dad. Fue este uno de los golpes felices del destino que
los Americanos supieron aprovechar con decisión y
oportunidad.
Ese territorio, descubierto por los españoles en
1539; empezado á colonizar por los franceses en 1673;
cedido á España durante el reinado de Luis xv, á
consecuencia del " Pacto de familia" entre los Borbo-
nes, en 17G3; devuelto á los franceses durante la pri-
vanza de Godoy, bajo Carlos iv, en 1802: por una
combinación de circunstancias fortuitas fue vendido
por Napoleón á los Americanos por la suma de
$10.000,000 en 1803.
Mientras había pertenecido á España, en los diez y
ocho primeros años de la independencia de los Esta-
dos Unidos, la piolítica liberal y previsora de Carlos iii
había abierto el Mississippi al comercio de éstos y
permitido que algunos comerciantes de Filadelfia es-
tableciesen en Nueva Orleans casas de comercio para
servir el de tránsito con el Exterior; pero al pasar á
manos francesas esa franquicia fue suprimida. Una
oleada de inquietud y de alarma pasó entonces por
las poblaciones americanas del Oeste, en donde los
tres nuevos Estados de Kentucky, Tennessee y Ohio
tenían cerca de 400,000 habitantes, y donde princi-
piaban las colonizaciones en lo que son hoy los pode-
rosos Estados de Indiana é Illinois. A pesar de todas
las victorias de Francia y del nombre yá prestigioso
404 La compra de Luisiana
(le Napoleón, el pueblo de los Estados Unidos sentía
en su interior el presentimiento de su futura grandeza;
comprendió que el valle de ese gran río no podía di-
vidirse con una potencia europea sin poner en peligro
su integridad y su seguridad interior; y juzgando que
una guerra era inevitable para completar su territorio,
empezó á prepararse para ese confiicto disciplinando
milicias y aumentando su marina de guerra. Tomás
Jeííerson, entonces Presidente de los Estados Unidos,
uno de los grandes fundadores de la independencia y
del engrandecimiento de ese país, liabía comprendido
la situación desde la primera noticia de la cesión á la
Francia, había mantenido sobre este punto una co-
rrespondencia incesante con Mr. Livingston, Ministro
americano en París, y en 1803, considerando inevita-
ble la ruptura del tratado de Amiens, que en 1802 no
más había establecido la paz entre Inglaterra y Fran-
cia, envió otro Ministro especial, Mr. Monroe, des-
pués Presidente de la Unión, con encargo de propo-
ner atrevidamente la compra de ese territorio.
Napoleón, entre tanto, había tenido una inspira-
ción que coincidía felizmente con esas miras.
También creía segura la ruptura de la paz de
Amiens, y temeroso de que la superioridad naval de la
Gran Bretaña condujese á la pérdida de esa colonia
de difícil defensa para Francia, á la par que deseoso
de suscitar en la república Americana del Norte, así
engrandecida, un rival poderoso al poderío inglés, —
anticipándose al pensamiento de Jefferson, — propuso
la venta á Mr. Livingston. En esos momentos, lle-
gando Mr. Monroe á París, la proposición fue acepta-
da, el tratado de compra celebrado, y desde luego su
aceptación por el Congreso americano, obra de pocos
días.
Pocos ejemplos presenta la historia de un aconte-
cimiento providencial como éste, que en un instante
formó de una nación ¡pequeña, pues no llegaba á
6.000,000 de habitantes, un coloso destinado á com-
pletar 100.000,000, ó poco menos, á la vuelta de un
siglo. Era la idea republicana, la transformación so-
cial del mundo surgiendo del misterio ele las fuerzas
ocultas que presiden á la vida de las sociedades. Data
de aquí ese dogma del ^Mestino manifiesto" que reina
en el fondo oscuro del cerebro americano, y que tantos
peligros parece encerrar para los pueblos de raza lati-
na en este continente.
En ese valle de más de 100,000 leguas cuadradas
ha tenido ese pueblo nuevo un campo inmenso para
ofrecer, al amparo de sus libres instituciones, hospi-
talidad generosa á las poblaciones hambreadas del
viejo mundo. A esa invitación han respondido, to-
mando asiento en el banquete de la democracia,
16.000,000 de oprimidos, que, con su descendencia,
forman yá más de 30.000,000, ó sea casi la mitad de
la población americana; y de sólo tres Estados que en
1803 ocupaban, con menos de 500,000 pobladores, el
valle del Mississippi, el número de Estados ha subido
allí á veinte y la población á más de 30.000,000, con
prospecto de subir á 400 ó 500.000,000 á la vuelta de
otro siglo.
El territorio adquirido por la cesión francesa ha
sido dividido en trece Estados y tres Territorios, así:
406 Limites actuales de Luisiana
Estados: Luisiana, Arkansas, Missouri, lowa, Minne-
sbta, Oregón, Kansas, Colorado, Nebraska, Dakota-
Norte, Dakota-Sur, Montana y Washington; Territo-
rios: Wyoming, Idalioyel Territorio de Indios. Unos
y otros poblados hoy por 13 ó 14.000,000 de habitantes.
El de Luisiana, reducido á 41,000 millas cuadradas
de superficie, contaba 940,000 habitantes en 1880, y
tendrá lio menos de 1.200,000 en la actualidad. En
1803 tendría de 50 á 60,000 á lo más, pues en el pri-
mer censo federal levantado en 1810, fueron contados
76,000, á pesar de la inmigración americana nume-
rosa de los primeros años.
Ensayaré una sucinta descripción de este Estado,
tomada de los documentos que pude recoger á mi paso
por Nueva Orleans y de las noticias que acerca de él
he podido leer en diversas publicaciones dignas de
crédito. Considero de algún interés esta descripción,
por las relaciones de semejanza que hay entre esa sec-
ción de un país próspero con nuestros Estados, hoy
Departamentos, deBolívar y Magdalena; semejanza en
cuanto á las condiciones geológicas y etnológicas,
pero no en nada de lo demás.
El territorio de Luisiana ocupa 41,000 millas cua-
dradas.
El territorio de Bolívar y Magdalena 51,000.
Ambos países se extienden á las dos orillas ane-
gadizas de la parte inferior de un río navegable, en
cuyo delta están situadas las principales ciudades.
Aunque situado fuera del trópico de cáncer, el
clima de Luisiana es el mismo del Magdalena y Bolí-
Comparación con nuestros Estados de la Costa 407
var desde mediados de Abril hasta mediados de Octu-
bre; lo que establece una similaridad de producciones
muy notable entre las dos regiones: en una y otra
predominan la caña dulce, el algodón, el maíz y el
arroz, las crías de ganado vacuno y de cerda, y tienen
como uno de sus grandes intereses el comercio de
tránsito de la parte alta de sus valles respectivos. La
navegación de un gran río es una de sus principales
industrias.
Su población está dividida casi por mitad entre los
dos orígenes: europeo y africano. 1.200,000 habitantes
en Luisiana; cerca de 500,000 en Bolívar y Magdale-
na. Si en estos últimos la población de origen africa-
no ó mezclada con ella alcanza tal vez á los dos ter-
cios, en cambio tienen la ventaja de estar muy ade-
lantada la fusión de las dos razas, pues la de sangre
africana pura no alcanza á la séptima parte del total,
y tanto ella como la mixta están más civilizadas y
mejor incorporadas en las corrientes políticas y so-
ciales que en Luisiana.
- En punto á riqueza y estado industrial sí no hay
comparación: Luisiana tiene en esta materia una su-
perioridad abrumadora, que en parte se explica por
la mayor densidad de población, y en parte por la su-
perioridad industrial del elemento americano-sajón
sobre el tipo español y africano do nuestras razas.
Luisiana tiene 30 habitantes por milla cuadrada;
Bolívar y Magdalena no más de 8. Aquélla cuenta
cerca de 500,000 anglo-americanos de nacimiento,
pues tal vez no alcanza su población extranjera blanca
á 100,000, mientras que en nuestra costa atlántica la
408 Distribución del territorio
raza blanca pura no alcanza á 50.000, ni á 150,000
la población mezclada de español y africano ó indíge-
na. Pero en Luisiana hay 500,000 habitantes de raza
africana pura, y sus pardos (1) no pasan de 100,000.
La población general de este Estado se divide así
en el censo de 1880:
Población blanca 454,954
Población de color (africana) .. . 483,655
Total en 1880 938,609
Población nacida en América.... 885,800
Población nacida en país extran-
jero 54,146 939,946
La diferencia entre la primera y la segunda suma
procede de que en la primera no están comprendidos
los aborígenes ni los chinos, cuyo número es de algo
más de 800 los primeros y de 500 los segundos.
A los guarismos anteriores puede agregarse por au-
mento de población en nueve y medio años, un 30 por
100; lo que da el de 1.200,000, calculado arriba para la
actualidad.
El Territorio comprende 29.000,000 de acres (2) y
se clasifica en dos divisiones generales, á saber:
Tierras quebradas, 6 sea ligera-
mente montañosas 12.332,000 acres
Llanuras casi al nivel mar 13.773,000 —
Que se subdividen, según los trabajos topográfi-
cos ejecutados por los ingenieros del Estado, así:
(1) El Diccionario de la Academia no trae la ^íxiohm pardo
en la acepción que los españoles empleaban en América para
designar la gente de raza mixta de blanco y negro.
(2) El acre es igual á dos tercios de fanegada, ó 40 por 100 de
la hectárea.
Regiones diversas á09
Buenas tierras altas 5.248,000 acres
Bosques de pinos 5. 497,000 — •
Bancos altos (bluffs) á las ori-
llas de los ríos 1.587,000 —
Región de las praderas (sin árbo-
les y con pastos naturales) 2.483,000 —
Tierras de aluvión cultivables... 3.615,000 —
Tierras de aluvión cubiertas de
bosque 2.752,000 —
Pinares bajos, expuestos á inun-
dación 1.585,000 —
Tierras pantanosas 3.338,000 —
Tierras ocupadas por los ríos y los
lagos 1.228,000 —
Playas del mar 1.100,000 —
No hay sistema alguno de montañas verdaderas
en todo el Estado. Lo que se llama tierras montaño-
sas son meras colinas de sesenta á ciento cincuenta
metros de altura, — formadas siglos atrás por la vio-
lencia de las aguas, —unidas unas veces en grupos,
aisladas á las veces. En lo general el Mississppi corre
entre bancos altos de tierra [bluffs) que forman me-
setas de más ó menos extensión, fuera del alcance de
las inundaciones. Detrás de ellas las irrupciones de
las aguas han roto en ocasiones esos bancos ó inun-
dado grandes extensiones de tierras bajas: fenómeno
que puede observarse también en el A'alle del alto
Cauca y en algunas partes de Bolívar y el Magdalena,
del Banco para abajo. La región de las praderas se
compone de llanuras onduladas que recuerdan la for-
ma de las olas del mar; tierras arenosas, cubiertas de
4W Producciones de cada región
pastos naturales, semejantes á las llanuras del Gaamo
y el Espinal y á la que detrás de la ciudad de Neiva se
extiende hasta el Hobo; tierras que en su estado pri-
mitivo están ocupadas por rebaños de ganado, pero
que, bien cultivadas, serían también buenas tierras
de labor.
Esa división délas condiciones topográficas da na-
cimiento á las diversas producciones agrícolas y á la
forma de agrupación ó diseminación de los habitan-
tes. En los bancos de las orillas de los ríos están las
ciudades. Las praderas están destinadas á la industria
pecuaria. Las tierras altas producen cereales y algo-
dón. Las orillas de los ríos y lagos sostienen las plan-
taciones de caña. Las tierras de aluvión expuestas á las
inundaciones producen grandes cantidades de arroz.
Las tierras aluviales libres de inundación se prestan
al cultivo del tabaco y de las frutas de todas clases.
Las hortalizas prosperan mejor en el terreno conquis-
tado sobre los pantanos, en donde también tienen su
mansión favorita las plantaciones de naranjos. Los
bosques son respetados en lo general, y de ellos se
extraen considerables cantidades de maderas, dejan-
do siempre campo á la reproducción constante de los
árboles. La alternación frecuente de camjios altos y
secos con vegas bajas y húmedas se presta admirable-
mente á la construcción de las habitaciones campes-
tres en lugares sanos, pero en medio de tierras férti-
les menos á propósito para mansiones humanas.
La parte Norte del Estado está regada por el
Mississippi, el Washita y el río Rojo, el último de los
Riqueza general del Estado 411
cuales es navegable también en vapores, por más de
170 leguas hacia el Oeste, y cuenta en sus riberas las
ciudades notables de Alejandría, Natchitochez y
Shreveport. Esos dos últimos ríos, unidos, desembocan
en el Mississippi, 73 leguas arriba de Nueva Orleans, y
sus valles respectivos constituyen la parte más habi-
table del Estado, por ser la menos expuesta á inunda-
ciones. De la boca del río Rojo hacia abajo principia
el delta del Mississippi, cuyas tierras, formadas por el
depósito de las arenas arrastradas de la parte alta,
constituyen la mayor parte de las tierras aluviales.
La riqueza general del Estado y la importancia de
8US capitales circulantes han sufrido muchas oscilacio-
nes en los últimos treinta años, con motivo de los
acontecimientos políticos; es decir, la guerra civil de
1861 á 1865 y la abolición de la esclavitud. Según un
cuadro relativo á toda la Unión, que publica Mr. Blai-
ne (el actual Secretario de Relaciones Exteriores), en
su libro titulado Tiuenty years of Congress, el valor
verdadero de la riqueza general de Luisiana ha teni-
do los siguientes cambios:
En 1850 era % 233.998,764 (incluyendo el valor de
244,800 esclavos).
En 1860 era $ 602.118,568 (incluyendo el valor de
331,726 esclavos).
En 1870 era $ 323.125,666 (sin avaluar los esclavos
yá emancipados.
En 1880 era $ 382.000,000.
Como estos cambios constituyen un fenómeno muy
complejo, que necesita ser analizado cuidadosamente
en la historia, al juzgar de los efectos de la abolición
412 Efectos de la abolición de la esclavitud
de la esclavitud,— punto que no deja de tener inte-
rés para nosotros, en donde esa medida dio también
extraordinaria intensidad al debate político y concu-
rrió como agente más ó menos conocido á determinar
algunas de nuestras guerras domésticas, — me deten-
dré algunos instantes en su examen.
En primer lugar, si de los avalúos de la riqueza en
1850 y 1860 deducimos el valor de los esclavos, com-
putándolos á un precio medio de $ 500 cada uno (que
era el término medio corriente en el mercado), tendre-
mos que el verdadero valor de la propiedad avalua-
ble era sólo en 1850 de .$ 111.600,000
En 1860 436.255,000
Subsistiendo la esclavitud, cultivadas con esclavos
las tierras, éstas podían valer más, no porque fuesen
más productivas, sin'o porque costaba menos su cultivo
á virtud de la expropiación que se hacía del trabajo
humano; del mismo modo que, á la inversa, el valor
de las tierras debe bajar cuando alza la tasa de los sa-
larios, no porque entonces sean menos productivas,
sino por el aumento de gastos de producción.
Con esta consideración podemos rebajar no poco en
el avalúo de 1850 y 1860; de suerte que las pérdidas
ocasionadas por la manumisión no fueron tan graves
como aparece en la anterior comparación.
Si los dueños de esclavos perdieron con la manu-
misión, la riqueza general no perdió nada, porque los
trabajadores no desaparecieron. El valor del esclavo
depende de su capacidad para el trabajo, y esa subsis-
tió, no en beneficio de sus antiguos amos, por supues-
to, sino de los negros mismos, que se hicieron yá due-
ños del valor de su propio trabajo.
Reorganización de las industrias 413
IJna consecuencia grave sí debió tener la libertad
en la desorganización de las empresas que tenían por
base el trabajo esclavo. Mientras los antiguos amos
no se resolvieron á pagar jornales á los antes escla-
vos, indudablemente el cultivo de muchas tierras de-
bió de quedar paralizado, y con ello debió de perderse
un valor muy considerable.
En segundo lugar, vinieron á ser imposibles esos
cultivos en grande escala que la esclavitud hacía fáci-
les y aun naturales; las propiedades extensas no tuvie-
ron yá medios de sostenerse, y fue preciso dividirlas.
Esto debió determinar una fuerte oferta, con una
demanda limitada, y el valor de la tierra debió de ba-
jar y bajó en efecto.
En resumen, pues, bajó el valor de la tierra, pero
subió el valor de la industria humana. Lo que perdie-
ron los dueños de esclavos lo ganaron los esclavos mis-
mos. Las pérdidas procedentes de la emancipación
(porque la guerra debió ser causa activa también de
destrucción de valores y de paralización de muchas
empresas) no fueron, de consiguiente, tantas como pa-
rece á primera vista.
Empero, la reorganización de las empresas sobre
la base de industrias libres no era tarea de pocos aflos.
Dividir en pequeños lotes los grandes feudos; encon-
trar empresarios en pequeño, provistos de capital ade-
cuado; suavizar las relaciones entre las dos razas para
hacer posible su cooperación; fundar el crédito de los
pequeños propietarios, hombres tal vezantes descono-
cidos en los bancos: todo eso requería una labor de
muchos años; pero todo ha venido y está viniendo con
4 14 Luisiana y los Estados del Norte
la inmigración de hombres del Norte, más conocedo-
res de las faenas agrícolas en pequeña escala. Con
ellos vienen también ideas más democráticas adecua-
das al cambio profundo operado por la muerte de esa
'institución peculiar."
La población de Luisiana, según el censo de 1880,
era de 940,000 habitantes.
Su riqueza general $ 382.000,000.
Es decir, $ 406 por cabeza de población, riqueza dos
ó tres veces superior á la del pueblo colombiano, pero
muy inferior al término medio de la del resto del pueblo
de los Estados Unidos, que en una avaluación general
de $ 43,642.000,000 daba, sobre 50.000,000 de pobla-
ción, en 1880, un cociente de $ 873 por cabeza, é in-
ferior también á la de los siguientes Estados del Norte:
California (costa del Pacífico), en que la ri-
queza por individuo es de $ 1,670
Massachussets (Nueva Inglaterra) 1,471
Connecticut (id. id.) 1,236
Nueva York (Estados centrales) 1,241
Pensilvania (id. id.) 1,154
Ohio (Oeste) 1,012
Illinois (id.) 1,043
Sin embargo, con excepción del de Virginia, Lui-
siana es el más rico entre los Estados del Sur, con re-
lación á su población.
Debe tenerse en cuenta, además, para formar idea
más aproximada de la influencia de la esclavitud so-
bre la riqueza pública y la civilización general, que
una parte no despreciable de los valores de los Esta-
dos del Sur pertenece á gente del Norte, mientras que
el hecho contrario es de rarísima ocurrencia.
ProducQÍones agrícolas 415
Las principales producciones de Lnisiana son las
siguientes:
Maíz: en 1887, 4^ millones de cargas, producidas
en 600,000 fanegadas, ó sea á razón de 1\ cargas por
fanegada. Como el precio medio de este grano fue allí
de $ 2 por carga, el valor de esta cosecha representó
$ 9.191,220, que equivalen á cerca de $ 9 por cabeza
de población, y I 14-50 por fanegada.
Algodón: en 1886, 2.300,000 quintales producidos
en muy poco más de 600,000 fanegadas, á razón de
cerca de 4 quintales por fanegada. El precio medio
de $ 8-30 por quintal produjo, pues, % 18.999,230,
que dan un cociente de cerca de $ 20 por cabeza de
población y $ 33-20 por fanegada.
Aziicar. Perdí el dato relativo á la producción de
azúcar en 1887, y sólo lio podido hallarlo con rela-
ción á 1877 y 1878, en cuyo año fue de 208,841 barri-
les de á 40 arrobas cada uno, ó sea 2.088,410 quinta-
les, que á un precio medio de % 8-50 quintal, valen
$ 16.707,280, ó $ 17 por cabeza de población en
ese año.
Arroz. En el mismo año de 1877-1878 la de este
artículo alcanzó á 157,770 barriles de á 400 libras
cada uno, es decir, 631,080 quintales, que, á $ 6 quin-
tal, valen % 3.786,480, ó más de $ 4 por persona.
El resto de producciones vegetales, muy variadas:
frutas, hortalizas, avena y cebada, batatas, etc., debe
representar algunos millones de pesos más.
La riqueza animal en 1887 se componía de los si-
guientes valores principales:
Caballos. . . . N.° 119,810 Avaluados á % 57.15 C2U, $ 6.847,507
Muías „ 84,478 „ á$ 88.40 „ $7.473,811
416 Baja en el valo?' del azúcar
Vacas de ^
leche S '
, 162,648
á$ 16.30 ,
, $2.651,179
Bueyes y]
demás ga- !
nado va- ¡ '
, 270,816
á$ 11.33 ,
. $3.009,187
cuno j
Ovejas
Marranos ... ,
„ 113,965
, 573,821
á$ 1.64 ,
á$ 3.08 ,
, $ 186,891
, $1.769,663
Por esta enumeración se comprenderá que la pro-
ducción anual de riqueza por cabeza de población no
puede bajar de $ 100 á $ 125 por individuo; suma que
da idea de un bienestar superior al de nuestra población
colombiana; pero muy inferior al de otros Estados de
la Unión, en donde ese guarismo se eleva á $ 300 por
cabeza, y aun á más. Los jornales comunes de un peón
agricultor oscilan entre 0.40 y $ 1 por día, y el término
medio en todo el Estado se estimaba en 1887 en-$ 16,
sin alimentos, y en $ 11, con ellos, en 25 días de trabajo
en el mes.
No toda la decadencia que se nota en ciertas
producciones de Luisiana es imputable á la guerra 6
á la abolición de la esclavitud. La de azúcar era la
más notable hasta 1859; pero la baja en la producción
de este artículo procede principalmente de la compe-
tencia desastrosa del azúcar de remolacha en Europa,
que en los últimos veinte años ha hecho bajar á la
tercera parte el precio de esta mercancía, y dado ori-
gen á la ruina de muchos establecimientos montados
en grande escala y con la inversión de capitales muy
crecidos, en Cuba, el Brasil y Luisiana.
Durante los breves días de mi visita á N"ueva Or-
leans oí hablar de un método nuevo que empezaba á
ensayarse para el tratamiento de la cafla en la fabri-
El método de difusión 417
cación de azúcar: el de difusión, en lugar del de ex-
presión, ho}' usado.
La caña dulce contiene, según la variedad á que
pertenezca, y la calidad del terreno en que se la siem-
bre, desde 10 hasta 20 por 100 de azúcar; pero los
procedimientos lioy conocidos, aun en los mejores tra-
piches de Luisiana, sólo permitían obtener, á lo más,
un 7i por 100; el resto queda adherido al bagazo ó se
pierde en las espumas y mieles incristalizables que
llamamos de purga. Esto por el método de expresión
en trapiche, en el cual sale el guarapo mezclado con
gomas y otras sustancias que sirven de obstáculo á la
cristalización, que vienen en mayor cantidad cuando
se muele la caña viche, ó al contrario, pasada yá de
madurez.
Para evitar esos inconvenientes, se trata de aplicar
el método de difusión, usado últimam.ente en Europa
en la fabricación de azúcar de remolacha, en la cual
ha dado resultados muy notables. Yo soy enteramente
ignorante en estas materias; pero deseoso de que sean
estudiadas en mi país por otros más competentes, me
atrevo á llamar la atención hacia ellas, pidiendo per-
dón de antemano por este atrevimiento.
En lugar de exprimir la caña entre los cilindros,
se la corta en tajadas de un tercio á medk) centímetro
de espesor, y se la hace pasar, así dividida, por nueve
ó diez cajones, á los que se hace llegar una corriente
de agua á una temperatura de 60 á 90" centígrados,
que permanezca en contacto con aquélla por ocho ó
diez minutos en cada cajón. El agua absorbe sucesi-
vamente todo el azúcar contenido en las celdas de la
27
418 JSus resultados
caña, y este caldo es tratado ea seguida por el mismo
método de evaporación que el guarapo obtenido por
expresión en el trapiche.
Se dice que los resultados obtenidos en las expe-
riencias hechas en Luisiana, bajo la dirección de la
Oficina de Agricultura de Washington, son los si-
guientes:
La caña contiene de cada 100 partes de su peso
bruto:
En guarapo 89 partes.
En bagazo,.. , 11 ,,
100 partes.
El trapiche no logra extraer sino 50 partes de gua-
rapo, y deja perder 39. Por el procedimiento de difu-
sión se llega á extraer 85 partes, y sólo se pierden 4.
Como resultado general, se cree que la diferencia
en Luisiana sería la siguiente:
Una tonelada (8 cargas) de caña produce hoy,
por medio del trapiche 110 libras de azúcar.
Una tonelada de cafía, por
el sistema de difusión, pro-
duciría 200
Casi el doble, pero en las circunstancias más favo-
rables al sistema actual, la ventaja del nuevo no sería
menor de un 25 por 100.
Abajo de Nueva Orleans, en toda la orilla del
Mississippi, vimos las chimeneas del establecimiento
en que se hacían las experiencias en grande escala;
mas como en el mes de Mayo la vegetación está todavía
muy atrasada, me fue imposible ir á presenciarlas.
Para adoptar el nuevo procedimiento se tropieza
Inconvenientes para introducirlo 419
en aquel Estado con la dificultad de montar maquina-
ria nueva, lo que envuelve la pérdida de más de
$ 60.000,000 que cuestan los actuales trapiches y sus
edificios, y la inversión quizás de otro tanto en los nue-
vos aparatos. Además, éstos exigen combustible de
mejor calidad, y no bastaría el bagazo empleado hoy:
sería necesario el carbón mineral, y se calcula que no
bajaría el consumo de dos libras de carbón por cada
libra de azúcar producida. Así, la introducción del
nuevo método tendrá que hacerse con alguna lentitud;
pero abrirá la puerta á la explotación de minas de car-
bón, hoy inútiles por falta de mercado, y se evitará
la tala de los bosques de donde se saca gran parte del
combustible empleado en los trapiches.
Como la producción de azúcar, panela y miel en
Colombia no representa menos de $ 12 á $ 15 millones
anuales, bien valía la pena de enviar comisionados á
estudiar esos nuevos métodos de producción; ya fuese
á los Estados Unidos, ya á Europa mismo, — á Fran-
cia y Alemania, — de donde el sistema aplicado á la
explotación de la remolacha empieza á ser introduci-
do en América. Al propio tiempo se pudiera estu-
diar las diversas variedades de la cafla, entre las
cuales algunas, procedentes del Asia, dan un rendi-
miento de azúcar mucho mayor que las tjue aquí co-
nocemos.
La organización industrial de Luisiana, en lo que
se refiere á la agricultura, que es la preponderante,
participa de la forma general adoptada en los Estados
Unidos, la cual se divide en tres clases:
'420 Sistemas agrícolas
Cultivo por el propietario mismo;
Cultivo por arrendamiento;
Cultivo en participación por acciones.
El suelo apropiado en Luisiana comprende 48,292
propiedades: haciendas y estancias, cuyo cultivo se
divide así:
Por el propietario 31,286, es decir, el 65 por 100.
Por arrendatarios. ...:........ 6,669, ,, 13.80 ,,
En participación por acciones . . 10,337, ,, 21.30 ,,
En la mayor parte de los Estados del Norte y del
Noroeste, sobre todo en los de Nueva Inglaterra, la
proporción de cultivadores propietarios pasa de 80
por 100, llegando en algunos, como Maine, New
Hampsliire, Massacliussets, Dakota, Montana y Was-
hington, á 96, 92, 96, 95, 92 y 93 por 100, respec-
tivamente.
Los esclavos emancipados se rehusan en lo general
en los Estados del Sur á trabajar con el carácter de
arrendatarios; quieren trabajar con independencia y
sin correr el peligro de ser esquilmados con altos
arrendamientos; prefieren en lo general comprar pe-
queñas extensiones para ser dueños libres en ellas, ó
partir en equidad con el propietario las ganancias ó
pérdidas. Este último sistema prevalece sobre el de
arrendamieifto en toda la Unión. Así, el número de pro-
piedades rurales era, en 1887, de 4.008,907, y de ellas
eran trabajadas por sus mismos dueños.. 2.984,306
Por arrendatarios 322,357
En participación por acciones .... 702,244
Según los informes recibidos en la Oficina de Agri-
cultura, la tendencia que se muestra en los Estados
Precio de las tierras 421
del Sur, aparte de la división de tierras en pequeños
lotes para venderlas á los manumisos, es la de trabajo
á jornal, sobre todo á medida que sube, como va su-
biendo, la tasa de éste.
El precio de las tierras ha bajado notablemente.
En Luisiana es de $ 20 la fanegada de tierra desmon-
tada y cercada. En otros Estados del Sur es menor
todavía, pues no pasa de $ 13 á $ 15; pero las de Lui-
siana son, en lo general, de calidad mejor. El produc-
to medio del valor de las cosechas medianamente
trabajadas, da $ 30 y aun $ 32 por fanegada, y una
utilidad media de $ 8 á $ 12.
El precio de arrendamiento de las tierras es de
^ 1-60 á % 4-80 por fanegada, según hi calidad de
aquéllas.
El valor de las no cultivadas ó cubiertas de bosque
es, por término medio, de $ 5 por fanegada.
Se consideraba antes de la guerra civil de 1861
que el clima de Luisiana en los meses principalmen-
te ocupados por las faenas agrícolas (que son los de
Marzo á Octubre, en que la temperatura se levanta
sucesivamente desde 22° centígrados hasta 42°), no
permitía á la raza blanca ocuparse en el trabajo de los
campos, y de aquí nacía que esos trabajos se hacían
casi exclusivamente con esclavos negros. Abolida la
esclavitud, fue necesario ocurrir al brazo de los blan-
cos. La experiencia, se dice, parece demostrar que,
salvo la necesidad de algunas precauciones, éstos resis-
ten el clima casi lo mismo que aquéllos. Este es á lo
menos el tema incesante de los periódicos y de las pu-
422 La raza blanca en los climas semüropicales
blicaciones frecuentes, que con el objeto de atraer in-
migración blanca, se hacen en los Estados del Sur. Me
atrevo á pensar, sin embargo, que si un adulto fuerte
y robusto puede resistir las influencias del clima, no
así las mujeres y los niños, entre quienes la acción
del paludismo debe ser siempre más peligrosa.
La experiencia secular de la raza europea,— que
no ha podido aclimatarse en el valle menos insalubre
del Nilo, en el Norte de África,— no es á propósito para
infundir confianza en esas previsiones. Los griegos y
los romanos conquistadores del Egipto no lograron
dejar allí, después de largos períodos de dominación,
huellas algunas de su raza, y la egipcia, aclimatada
en el transcurso de muchos siglos, es la única que se
encuentra hoy en las orillas de aquel río, según el tes-
timonio de los viajeros. Las colonias europeas en las
costas del Senegal y demás regiones intertropicales del
África; las colonias inglesas y francesas de las Anti-
llas; las Guayanas inglesa, holandesa y francesa dan
testimonio de la dificultad para la aclimatación del
europeo en las regiones palúdicas de la zona inmedia-
ta á los trópicos.
Sea de eso lo que fuere, en los Estados del Sur de
la Unión parecería que se quiere prescindir á todo
trance del concurso de la raza africana, y que las preo-
cupaciones de casta son en el rlía más fuertes que en
los tiempos en que reinaba la esclavitud. Ré aquí el
gran problema social, político é industrial de esos
Estados.
La raza negra existe allá porque fue llevada por
los blancos; se propagó en esos lugares, porque el
La raza negra . 423
blanco favoreció su propagación; cultivó la tierra,
preparó los elementos de colonización para el blanco,
lo hizo rico é hizo habitable para éste el suelo que,
sin el negro, no hubiera podido tal vez habitar; pero
de toda esa cooperación, prestada bajo el régimen de
la esclavitud, aquél quiere prescindir ahora bajo el
reinado de la libertad. Quiere separarse de su ante-
rior compañero, privarlo de participación en la vida
política y mantenerlo en un estado de aislamiento é
inferioridad perfectos.
¿Qué resultará de esta disposición de ánimo de la
parte civilizada y directora de la política en esos Es-
tados?
Aparte de otras consecuencias más ó menos dis-
tantes, del orden moral y del político, por lo pronto
esa repugnancia— que no puede menos de engendrar
reciprocidad — está decidiendo á la población de color
á separarse de la blanca y agruparse en lugares dis-
tantes, para formar una sociedad distinta y desde
luego enemiga. Con algunas excepciones, la expre-
sión constante del periodismo — que no puede dejar
de suponerse representa el sentimiento general de la
población blanca — protesta contra la participación
del hombre de color en el sufragio y en el desempeño
de los destinos públicos, contra la concurrencia de
los niños de color á las escuelas de los blancos y hasta
contra la comunidad de la oración en las iglesias en-
tre las dos razas.
La blanca no admite nada en común con la otra, ni
aun el mismo Dios. Suponía yo que este sentimiento,
explicable á lo menos durante los primeros años que
424 * La fiebre amarilla
siguieron á la abolición de la esclavitud, pasaría,
como ha pasado el deseo de separación entre las dos
secciones; pero no es así. Con el triunfo reciente del
partido republicano, uno de cuyos puntos de progra-
ma consistía en la protección á la raza de color en
el ejercicio de sus derechos políticos y civiles, la ani-
mosidad de los blancos en el Sur se ha levantado fu-
riosa, y esa promesa de protección es una de las difi-
cultades actuales para la administración del General
Harrison, porque cualquier empleo de medidas coerci-
tivas con ese objeto renovaría tal vez las ideas sepa-
ratistas y pondría en peligro la paz nacional.
La fiebre amarilla es otra fuerza que detiene el
progreso de Luisiana. Las ciénagas y pantanos del
delta del Mississippi, unidos á los calores tropicales del
estío, levantan el germen de esta epidemia en todo
el litoral del golfo de Méjico y en las costas del
Atlántico hasta el paralelo 35° hacia el Norte. A pesar
de la inmigración blanca del valle alto del Mississippi,
que es considerable, la reproducción de la gente de
color va superando cada día más el guarismo de la
otra. La fiebre amarilla, de la cual parece comparati-
vamente inmune la raza africana, se propaga cada,
dos ó tres años á lo largo de las riberas del gran río,
en cada vez algo más arriba que la anterior, habiendo
llegado yá casi hasta Cairo, ciudad situada en la con-
fluencia del Ohio, trescientas sesenta leguas arriba
del mar; de suerte que si esta situación continúa du-
rante un siglo, no sería aventurado sospechar que, por
nna inversión providencial de los propósitos humanos,
Porvenir de la raza negra en Luisiana 425
esos magníficos territorios llegarán á ser el patrimo-
nio de los oprimidos, y el antes teatro de esclavitud,
lugar de dolor y de lágrimas, el campo de regenera-
ción, de libertad y de luz para los pueblos africanos,
A la verdad, la industria y los capitales de los pue-
blos civilizados pueden mucho; el hombre puede mo-
dificar el aspecto físico de la superficie de la tierra,
cambiar los climas y hacer habitables los lugares más
inhospitalarios. Testigo de ello es el suelo de la Gran
Bretaña, que los romanos habitantes de Constantino-
pla en el siglo iv no más de nuestra era, juzgaban
habitable tan sólo por serpientes y espectros; prueba
incontestable de los prodigios del hombre es el suelo
de Holanda, en donde se vive en lucha constante con
el mar; pero para ello se necesitan siglos enteros de
labor incansable. Algún día serán encajonadas las co-
rrientes, hoy indomables, del ^' Padre de las Aguas,"
algún siglo después se abrirá lecho á las estanca-
das de los pantanos, y lo que hoy es centro de putre-
facción y de miasmas, será suelo fértil en que el hom-
bre blanco podrá fundar con seguridad hogares tran-
quilos; pero mientras llega ese día, quizás tan sólo los
** hijos de la noche" podrán habitar en esa región; á
lo menos sólo ellos podrán criar allí sus hijos, multi-
plicar su descendencia y fundar una nueva civiliza-
ción
¿Algo semejante á esta evolución no deberá ser el
destino de la América tropical en las orillas del Atrato,
del Magdalena, del Orinoco y del Amazonas?
CAPITULO XXA^
EL A^ALIiE DEL MISSISSIPPI
Importancia general de este valle. — Sus diversas hoyas hidro-
gráficas.—Comunicaciones con el resto de la Unión. — Pro-
ducciones principales. — El maíz.— Los cerdos. — King-cm'n.
—El maíz es la producción principal de los Estados Unidos.
—Producción de él por fanegada. — El maíz y la producción
animal. — Gran distribución de la propiedad territorial. — Cul-
tivo de las tierras por los propietarios mismos.— Jornaleros y
salarios de éstos. — Orígenes diversos de los pobladores del
valle. — Los extranjeros. — Los africanos. — Causas de su pros-
peridad.—i£'¿ Cotton giri.—Lü segadora M'Cormick.— La na-
vegación por vapor. — El aceite de la semilla de algodón.
Nueva Orleans tiene hoy un gran número de vías
férreas que la comunican rápidamente con todas las
secciones de la Unión Americana. Yo hubiera deseado
recorrer lentamente el valle del gran río, conocer si-
quiera superficialmente esas famosas regiones del Oes-
te, viajando alternativamente en los vapores y en los
ferrocarriles y visitando sus campos; })ero me era im-
posible. Muy á mi pesar tuve que limitarme á recorrer
en ferrocarril la línea que conduce del golfo de Méjico
á los grandes lagos, atravesar luego el valle del Ohio
y de ahí volver á Nueva York, pasando por las gran-
des ciudades de San Luis, Chicago, Cincinnati, Pitts-
burgo, Washington y Filadelfia. Emprendí mi viaje
El valle del Mississippi 427
por la ruta del Illinois Central, construido en su mayor
parte al través de tierras incultas en que el hombre
empieza apenas su lucha con la naturaleza primitiva.
Quería ver, aunque fuese al vuelo, el aspecto de esas
primeras colonizaciones; cómo del seno de esas soleda-
des han surgido esas poderosas repúblicas que son hoy
íil asombro del mundo.
El valle del Mississippi representa en la actualidad
un papel tan importante en la alimentación de la raza
humana como en los últimos tiempos de la Repú-
blica Romana el valle del Nilo; pero el de aquel río
tiene una grandeza de proporciones á que nunca
pudo aspirar el país que fue la cuna de la civilización
greco-romana. El Xilo tiene también un curso muy
extenso, muy poco menor en longitud que el Missis-
sippi; pero la historia de su parte alta nos es descono-
oida y su influencia sobre la civilización de los países
del Mediterráneo se detuvo en las primeras cataratas
que embarazan la navegación en la parte central de su
curso. No así la grande arteria americana, la cual nos
€s conocida hasta sus primeros orígenes; su navegación
no tiene estorbos, y los tributarios laterales penetran á
uno y otro lado hasta ocupar las dos terceras partes de
toda la anchura del continente.
Este inmenso valle se subdivide en los dos de sus
partes alta y baja, y los cuatro de sus grandes tributa-
rios laterales, tres de los cuales recorren un área igual
á la de Francia ó Alemania, y la de uno de ellos no es
inferior á la de estos dos países y España reunidos.
Presentaré aquí sus áreas y población en 1880, hacien-
do notar que á esta última puede agregársele un 35
ó 40 por 100 para completar su guarismo actual.
428 Las diversas hoyas hidrográficas
Superficie en Población Por milla
millas cuadradas en 1880 cuadrada
Hoya del Alto Mississippi... 179,635 6.698,000 38
„ delOhio 207,111 10.136,000 49
,, del Missouri 527,690 4.360.000 8
,, delArkansas 184,742 1.348,000 7
,, del Río Rojo 92,721 468,000 5
,, del Bajo Mississippi... 143,306 4.548,000 33
Totales 1.335,205 27.558,000 139
Este gran valle, limitado al Occidente por los Mon-
tes Rocallosos y al Oriente por los Apalaches, se liga
por multiplicados ferrocarriles y canales con las otras
grandes regiones de la República; á saber:
Millas cuadradas. Habitantes.
Al Norte con la de los grandes lagos (1) 82,007 y 3.732,000
Al Nordeste con la de los doce Estados
de Nueva Inglaterra y los centrales (2) 169,520 y 15.764,000
Al Oriente y el Sudeste con los cinco
Estados del Sur del Atlántico (3) 359,139 y 7.594,000
Al Sudoeste con el de Tejas y los terri-
torios de Nuevo Méjico y Arizona 289,778 y 1.752,000
Al Oeste con los Estados mineros délos
Montes Rocallosos y del litoral del Pací-
fico (4) 561,622y 1.718,000
Al Noroeste con los Estados limítrofes
con el Canadá, fundados á lo largo del fe-
rrocarril del Norte del Pacífico (5).., 545,856 y 302,000
El censo que se levantará en 1890 se calcula que
dará una población total de 66.000,000 á todo el país.
Del aumento de 16.000,000 verificado en estos últimos
diez años se juzga que corresponderán no menos de
diez millones á los Estados del Valle; de suerte que
hoy puede estimarse la población de éste en no menos
de 35.000,000.
[11 Estados de Michigan, Wisconsin y Minnesota.
'2J Estados deMaine.Vermont, RhodeTsland, New Hampshire, Con-
necticut y Massachussetts, Nueva York, Pensilvania, Maryland, De-
laware, New Jersey y West Viríjinia.
[3] Estados de Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Geor-
gia y Florida.
[4] Estados de Nevada y California, Oregón, Washington y Territorio
de Utah,
[5] Estados de Dakota-Norte, Dakota-Sur, Montana, y territorios
de Wyoming é Idaho.
Las producciones principales 429
El valle del Mississippi forma, pues, el cuerpo cen-
tral, el tronco indivisible de la Unión Americana.
Comunicado entre sus diversas partes y con el resto de
la Unión por el más vasto sistemude ferrocarriles que
se conoce en el mundo (treinta mil seiscientas cua-
renta y cinco leguas— 30,645— en 1887) (1), y nave-
gado por mil doscientos vapores, en sus ríos, en una
extensión de cerca de G,000 leguas, las facilidades de
locomoción que ofrece al trabajador en la abundancia
y variedad de sus mercados, tanto en el interior como
en el exterior, ha desarrollado sus producciones en
una proporción asombrosa.
Por ahora éstas son agrícolas en sus ocho décimas
partes, pues su población se 'ha formado de emigran-
tes europeos y de los Estados de N"u3va Inglaterra,
pobres en la generalidad, que han ido allí en busca,
los unos de tierras en propiedad, los otros de suelo
más fértil y más remunerador de su trabajo. Las pro-
ducciones principales son maíz, trigo, avena, cebada,
forrajes, algodón, tabaco, azúcar, ganados y cerdos
gordos. Daré una idea sucinta de ellas, refiriéndome
á las estadísticas correspondientes á 1886, compiladas
por la Oficina de Agricultura de Washington, publi-
cadas en 1887 y 1888, y reduciré los guarismos á las
medidas conocidas en Colombia:
Artículos, Cosecha en Valor Producto por Valor tota!,
cargas de de cada fanegada.
9>¿ á 10 @ carga.
Maíz 302.690,000 $160 10 cargas ^ 4S4.304,000
Trigo 65.000,000 2 75 5^ — 178.750,000
Avena 84.000,000 1 20 U}4 — 101.068,000
Heno 21.000,000 tonelada, 9 .. ^]4 ~ 189.000,000
Algodón... 14.337,000 quintal, 8 50 260 libras lHi.833,000
Tabaco.... 2.953,000 — 7 50 720 — 22.147,500
1,095.102,500
(1) Este guarismo se refiere únicamente á los que cruzan el
valle del Mississippi; el resto de la Unión tenía 20,000 leguaá
más en la misma fecha. En el pasado año de 1889 los ferro-
carriles proyectados en todo el país subían á otras 15,000 leguas.
430 La producción de maíz
Estos guarismos no son completos, porque en ellos
no figura la producción de la parte de los cuatro Es-
tados de Pensilvania, Virginia Occidental, Colorado
y Nebraska, perteneciente á los valles altos del Ohio,
del Arkansas y del Missouri, ni la de otros artículos
cuyo valor es también considerable, como la cebada,
las papas, el arroz, el azúcar, las batatas, el cente-
no, etc. Tampoco figura su producción animal en
carne, sebo, leche, lana, cueros, muías, caballos, ma-
rranos, etc., que es quizás de mayor valor. Laproduc-.
ción de ellos varía en cada Estado según las adapta-
ciones especiales del suelo, el clima y las costumbres
de los pobladores.
Por ejemplo, los Estados más productores de
maíz son :
Arkansas 11.000,000 de cargas.
Tennessee 18.500,000 —
Kentucky .... 22.000,000 —
Ohio 24.000,000 —
Indiana 29. 000,000 —
Illinois 52.000,000 —
lowa 49.500,090 —
Missouri .- 36.000,000 —
Kansas 27.000,00.0 —
Los principales productores de trigo son :
Ohio 10.000,000 de cargas.
Indiana 10.000,000 —
lowa 8.000,000 —
Fuera del valle del Mississppi, Minnesota en la re-
gión de los lagos y California en la costa del Pacífico,
son los más fuertes en esta cosecha. E! primero con
11.000,000 de cargas y el segundo con 9.000,000.
-oorn 431
La producción total de maíz en los Estados Uni-
dos subió á 500.000,000 de era-gas (algo más de
2,000.000,000 de hushels) y á 125.000,000 la de trigo,
en el año de 1889.
La de algodón montó á 31.273,000 qq. en 1886,
producidos en 12.000,000 de fanegadas y su valor
total á $ 257.000,000.
Los más fuertes productores fueron:
Tejas, que contribuyó con.. 7.543,000quintales.
Mississippi — — 4.536,000 —
Georgia — — 4.050,000 —
' Alabama — — 3.670,000 —
Las cosechas de maíz y de trigo, avaluadas á pre-
cios bajos de $ 1-40 la carga del primero y $ 3-50 la
del segundo; de las cuales el valle del Mississippi da
casi tres cuartos del total en la Unión, de la primera,
y casi los dos tercios de la segunda; valen % 700.000,000
la del primero, $ 437.000,000 la del segundo, y repre-
sentan el papel más importante en la organización in-
dustrial del país.
Aparte de la aplicación de los cereales del Oeste á-
la alimentación humana, proveen al engorde anual de
40.000,000 de cerdos, consumidos ó exportados en
forma de jamones, tocino, manteca y rellenos; al sus-
tento de la parte de 16.000,000 de caballos y muías
que en toda la Unión estén aplicados al servicio dia-
rio en las haciendas y en los tranvías y coches de las
ciudades; al de 16.000,000 de vacas, cuyo producto
se transforma en masas inmensas de leche, queso y
mantequilla; á la ceba de 8 á 10.000,000 de novillos
degollados anualmente en las carnicerías, y á la cría
432 Influencias colaterales de este grano
de números incalculables de gallinas y aves de corral.
El maíz, la avena, la cebada y el heno se transfor-
man, pues, por medio del procedimiento químico —
orgánico de la vida animal — en jamones, manteca,
leche, queso, mantequilla, carne, sebo y fuerza mecá-
nica en todos los trabajos industriales, y este nuevo
valor apenas puede vislumbrarlo la imaginación, pero
no expresarse en números.
Baste decir que el de la matanza de cerdos alcanza
por sí solo á % 400.000,000 anuales, el de ganado va-
cuno á otro tanto, ios productos ea leche, queso y
mantequilla á una suma muy poco menor; y es el
valle del Mississippi el que suministra la base para las
dos terceras partes de estos valores.
La influencia de esta producción se siente en otras
consecuencias colaterales. En primer lugar las de algo-
dón, trigo, maíz y productos del marrano dan á la ex-
portación del país un concurso de 10 ó 12.000,000 de to-
neladas, cuyo flete de 50 ó 60.000,000 de pesos anuales
es bastante para sostener numerosas líneas de navega-
ción, á fletes muy bajos; lo que abre el mercado del
mundo á his demás producciones de la Unión. Así,
por ejemplo, al favor de estos fletes baratos, el hielo,
la,s manzanas y el petróleo pueden constituir objetos
de comercio de grande importancia y por valor de
más de un centenar de millones de pesos entre los
tres. Los buques de mar, cargados hasta el tope á la
salida, no tienen al regreso flete bastante para ocupar
su capacidad, y pueden ofrecer pasaje, á precios ínfi-
mos, á los emigrantes europeos; los cuales, como es
La inmigración extranjera 433
natural, prefieren siempre el lugar adonde, siendo
por lo menos iguales las demás condiciones, pueden
transportarse con menos gastos. Esta circunstancia,
pues, contribuye poderosamente á la extraordinaria
corriente que ha dado á los Estados Unidos:
En la década de 1820 á 1830. 143,439 iflffiigrantes.
id. de 1830 á 1840. 599,125 —
id. de 1840 á 1850. 1.713,251 —
id. de 1850 á 1860. 2.598,214 —
id. de 1860 á 1870. 2.466,752 (guerra eivil).
id. de 1870 á 1880. 2.944,695
id. de 1880 á 1890. 6.000,000 (aproxioiaciÓD).
Total en 68 años 16.465,476
En
id.
En
id.
En
id.
En
id.
En
id.
En
id.
Sin esa fuerte exportación de articulos volumino-
sos es más que probable que la inmigración no hubie-
ra pasado de la mitad de este guarismo, al cual debe
ese país no poco de su asombrosa prosperidad. Tam-
poco hubiera podido construir y sostener alguna parte
de esa red de ferrocarriles que cruza todos los ámbitos
de su territorio, ni menos la totalidad de esa navega-
ción fluvial sin rival en el mundo.
No se limita al territorio americano la influencia
del valle del Mississippi. Abaratando^ á favor de sus
tierras libres y de poco valor, así como de la compe-
tencia extraordinaria de sus productores, el valor de
los artículos alimenticios, no sólo en América, sino en
Europa y sobre todo en Inglaterra, ha hecho bajar,
durante los últimos veinte aflos, el precio de los arren-
damientos de las tierras de la aristocracia inglesa en
más de un 30 por 100 quizás. Con ello ha dado un rudo
28
434 Importancia del maíz como alimento
golpe á esta institución social en el viejo mundo y pre-
parado el advenimiento de otras formas de gobierno
más compatibles con las aspiraciones de la especie
humana.
El cultivo de maíz en los Estados Unidos es uno
de los hechos más notables en el siglo xix. Con me-
nos trabajo, más economía, tierras menos fértiles y
zona productiva mucho más extensa, rinde cosechas
superiores á las del trigo, ayuda á la producción ani-
mal y se transforma por este medio en una variada
multitud de otros artículos, como acabamos de ver.
Al maíz, cereal americano por excelencia, puede
atribuírsele una parte no despreciable en la superio-
ridad de condiciones de vida adquiridas por el hom-
bre en Norte-América sobre las que ofrece el viejo
mundo. Para comprobar esta afirmación basta obser-
var que aquel grano se produce desde la orilla del mar
hasta 2,700 metros de altura en el corazón de las cor-
dilleras, mientras que el trigo, en la zona ecuatorial,
no se produce sino en una zona de 1,200 á 2,600 me-
tros; que con una agricultura incipiente, es decir,
extensiva apenas en los Estados Unidos, rinde cose-
chas superiores á las que con agricultura intensiva
produce el trigo en Inglaterra y en Bélgica; que las
muchas variedades del maíz lo hacen apto para la pre-
paración de una variedad mayor de alimentos; que, en
fin, el precio del maíz, es decir, su gasto de produc-
ción, sólo es 40 })or 100 de lo que cuesta el trigo.
Su rendimiento es el siguiente, en las varias seccio-
nes de la Unión:
En los Estados de Nueva Inglaterra y en los Es-
En superior á la del trigo
taclos Centrales (Nueva York, Pensilvania, Maryland,
Delaware y New Jersey) es de 10 cargas por fane-
gada (1).
En los Estados del Sur del Atlántico, de 6^ cargas
por fanegada.
En la región de los grandes lagos, de 13 cargas
por fanegada.
En el valle alto del Mississippi, de 13^ cargas por
fanegada.
El el bajo valle, de 5 cargas por fanegada.
En la costa del Pacífico, de 9|- cargas por fane-
gada.
Término medio de toda la Unión, 10^ por fa-
negada.
Mientras tanto el rendimiento del trigo en las me-
jores partes de Europa, como en Inglaterra, Bélgica,
y en algunas secciones de Alemania, no alcanza á 11
cargas por fanegada, ni pasa de ? el término medio
del continente europeo.
Consecuencia de estas ventajas especiales del maíz
es la notable superioridad de medios de alimentación
vegetal y animal de los Estados Unidos sobre el conti-
nente europeo. Comparando el abasto de cereales entre
nna y otra región, encontramos este resultado:
Total de cereales producido en los Estados Unidos
(1836), 2,842.580,000 bushels, ó 711.000,000 de cargas.
Total en todo el continente europeo ( 1883 ),
5,273.398,495 bushels, ó 1,323.000,000 de cargas.
Por cabeza de población en los Estados Unidos,
45 bushels, ó 12 cargas.
(1) 33 bushels por acre.
436 Producéión de maíz en diversos Estados
Por cabeza de población en Europa, 16 bushels, ó
4 cargas.
La producción de maíz es muy diversa en los Es-
tados americanos: en Massacluisscts, Estado manufac-
turero, consagrado á industrias muy variadas, sólo al-
canza á 1 busliel (56 libras) por cabeza de población.
1883. En Nueva York, á 5 bushels, 1^ cargas por ca-
beza de población.
— En Pensil vania, á 11 bushels, 2f cargas.
— En Virginia, á 19 bushels, 4f cargas.
— En Tennessee, á40 bushels, 10 cargas.
— En Indiana, á 58 bushels, 14|- cargas.
— En Missouri, á 93 bushels, 23¿ cargas.
— En Kansas, á 106 bushels, 26^ cargáis.
— En Illinois, á 106 bushels, 26J cargas.
— En Nebraska, á 144 bushels, 36 cargas.
— En lowa, á 169 bushels, 42 cargas por cabeza
de población.
Me parece que en las regiones ecuatoriales puede ser
mayor el producto por fanegida de este cereal. Ea la
del bajo Bogotá, en Cundinamarca, cuya temperatura
media es de 26^^" centígrados y el agua de lluvia no pasa
de 25 pulgadas por año, el producto ordinario en cada
cosecha es de 16 cargas por fanegada; mas como el cli-
ma permite dos y á veces tres cosechas en el año (pues
desde la germinación de la semilla hasta la sazón per-
fecta del grano sólo se emplean de 80 á 90 días), se
puede esperar una producción media de 30 cargas
anuales por fanegada. Yo he yisto sembrar y coger ca-
torce cosechas seguidas en siete años en la misma tie-
rra, sin abonos, ni riego ni el empleo de otro instru-
mento que el azadón ó la pala.
El maíz y las crias de animales 437
La abundancia de maíz lleva siempre una marcha
paralela con la riqueza en ganado vacuno, sobre todo
de las razas mejoradas, y en las de cerda y caballar.^
Así, en los Estados del valle del Mississippi se encuen-
tra la siguiente correspondencia:
Producción en
Xumero
Nvímero de
Número
1SS3.— Estados.
maíz (cargas
de vacas
cerdos.
de cabaUos
de 9>á @j.
de leche.
y muías..
Alabama
6.500,000
279,668
1.286,311
246,948
Mississippi
6.000,000
274,829
1.177,298
259,343
Luisiana
3.600,000
162,649 .
573,821
204,288
Arkansas
7.500,000
257,752
1.550,636
284,184
Tennessee
16.000,000
313,742
2.127,966
4.52,895
Ohio
18.500,000
781,990
2.442,701
746,015
Illinois
51.000,000
900,984
4.010,472
1.1.51,a59
Missouri
49.000,000
674,565
4.087.566
896,619
lowa
42.500,000
1.085,077
4.800.998
939,239
Kentucky
19.000,000
304,720
1.954,919
4S3,813
Indiana
24.000,000
504.793
2.642,&52
615,946
Kansas
43.000,000
526,933
2.103.725
598,018
Nebraska
25.500,000
312.100,000
255,544
6.323,252
1.786,383
309,711'
30.545,446
7.198,377
El maíz, el cerdo, la vaca de leche y el caballo se
completan para producir la mejor alimentación del
hombre y el compafíero de éste en sus faenas pacíficas
y sus ocupaciones guerreras. El maíz, el cereal más
barato; el cerdo, la máquina de producción animal
alimenticia más económica; la vaca do lecho, que su-
ministra el alimento más saludable en la leche y el de
más energía en la carne; el caballo, el motor mecánico
más sencillo y más al alcance del hombre primitivo:
hé aquí el gran papel que en la economía industrial
de un pueblo que ha empezado á formarse con pro-
porciones gigantescas, representa aquel grano.
Tiene aún otra ventaja. Conduce á la organización
natural de pueblos que empiezan. El maíz y el cerdo
son industrias proletarias por su naturaleza. No satis-
facen la ambición del rico, pero sí colman las esperan-
488 Es cultivo fácil para los proletarios
zas del pobre. El maíz se produce mejor en terrenos
primitivos de los que el bosque acaba de pasar, que en
las tierras fuertemente removidas por el arado y boni-
ficadas con costosos abonos. La planta toma del aire,
por medio de sus grandes hojas, la parte principal de
su alimentación, así como sus raíces, multiplicadas y
poco profundas, sólo requieren una delgada capa vege-
tal, que sería insuficiente para otras plantas más civi-
lizadas pero que piden suelos profundos, como el café,
el algodón, el añil, la viña y el tabaco. Todo en él es
valor útil: su tallo y sus liojas son un forraje de pri-
mer orden para el ganado vacuno; la cascara que en-
vuelve la mazorca sirve para la fabricación del papel,
y hasta la tusa ó carozo, desnuda yá de sus granos,
convenientemente triturada, contiene aceites alimen-
ticios para el cerdo y la vaca, y sustancias que sirven
de abono á las tierras empobrecidas.
El cerdo ama de preferencia el bosque antiguo y
la vecindad de los pantanos, de donde ahuyenta las
culebras y animales ponzoñosos, y extrae produccio-
nes raras, que á las veces hacen también la delicia del
hombre, como los hongos y las trufas. Obediente al
sonido del cacho, que anuncia la ración diaria de
maíz, el cerdo distingue el toque peculiar de sus amos
y no necesita cercas ni vallados para congregarse. Es
la vanguardia del colonizador en los senos del bosque
primitivo, y^'aunque tal vez calumniado por el árabe, — ■
que le atribuyó ser el originador de la lepra en la raza
humana, y condenado por el judío á ser el receptor
del espíritu maligno,— el siglo xix y el pueblo Ameri-
cano del Norte le han hecho una justicia acaso tardía.
El maíz y el cerdo 439
Está aún por escribir la historia do esta raza animal,
y de SLi influencia en la civilización humana; pero en
ella debieran esclarecerse dos puntos esenciales. Es
el primero que la edad cerdtma tiene su limite in-
traspasable en la aparición de otras industrias más
adelantadas, incompatibles con la existencia de este
animal sintomático de costumbres atrasadas y de poco
gusto por el aseo. Y el segundo, averiguar positiva-
mente su influencia en la producción de la lepra ó en
la del cáncer.
Desde que la cría de ganado vacuno 6 lanar em-
pieza á aparecer, asi como cultivos agrícolas que
exigen cuidados especiales, el cerdo es más bien un
obstáculo que un auxiliar, como yá se observa en no
pocas partes de nues!:ro país. Su responsabilidad en
la lepra 6 en el cáncer también merece estudiarse.
En los Estados Unidos, en Irlanda y en Antioquia,
entre nosotros, no hay lepra, á pesar de la abundan-
cia del cerdo; pero el cáncer es una de las más fre-
cuentes causas de abreviación de la vida del hombre.
En Noruega, en la India inglesa y en Santander, en-
tre nosotros, nu hay tal vez cáncer; pero hay lepra
entre las poblaciones que manejan las piaras.
Este régimen de producciones exige, como arriba
indiqué, una gran distribución de la propiedad terri-
torial entre propietarios jiobres, comparativamente
hablando. De los datos publicados por la Oficina de
Agricultura de Washington en los años de 1879 á 1887
ha compilado el cuadro siguiente, que expresa el nú-
mero de haciendas ó posesiones, la extensión total del
suelo apropiado y el término medio de la superficie de
cada hacienda, en los Estados del valle del Mississippi.
440 Organización agraria del Valle
Estaaos.
Número de ha-
ciendas ó pro-
piedades.
136,000
Extensión total de
las haciendas.
Término medio de
cada hacienda.
Alabama
12.200,000 fancgs.
90 faneí^s.
Mississippi. .
102,000
10.000,000 —
100 —
Luisiana
48.000
5.000,000 —
105 —
Arkansas
94,000
7.200,000 —
75 —
Tennessee ...
166,000
12.000,000 —
72 —
Kentucky...
167,000
13.000,000 —
78 —
Ohio
247,000
15.000,000 —
60 —
Indiana
194,000
12.000,000 —
61 -
Illinois
256,000
19.000.000 —
75 —
lowa
185,000
15.000,000 —
81 —
Missouri
216,000
17.000,000 —
80 —
Kansas
139,000
13.000,000 -
94 —
Nebraska . . .
63,000
6,000,000 -
93 -
2.013,000 156.400,000 1,064
N"o es, pues, esta la propiedad parcelaria de Fran-
cia, ni menos la propiedad en grande de Inglaterra,
sino nn lérmino equitativo entre la ruin condición á
que la propiedad de media ó de nn cuarto de hectárea
reduce al paisano francés ó al arrendatario irlandés, y
la magnificencia del aristócrata inglés, que prefiere
criar venados á dejar vivir hombres en sus extensos
dominios.
Desde luego los cultivos de agricultores pobres
poco conocedores del clima y de las aptitudes especia-
les del suelo, distan todavía mucho de los espléndidos
resultados que el cultivador belga ó el paisano del
Departamento del Norte, en Francia, sabe sacar de
terrenos tal vez inferiores. Para eso se requiere la
experiencia secular de padres á hijos transmitida en
larga serie de generaciones á que todavía no pue-
den aspirar los nuevos inmigrantes que en gran parte
han poblado esas regiones. Los resultados de esos pri-
meros ensayos son, sin embargo, sorprendentes, como
puede verse en el cuadro siguiente compilado de las
Valor de sus' cosechas 441
estadísticas pablica'Lis por la Oficiiia de Agricaltura
y correspondientes al año de 18S6. Se refiere tan sólo
á la producción de cereales, papas, heno, tabaco y al-
godón en el valle del Mississippi. Los cereales son tan
sólo maíz, trigo y avena, pues la cebada, el sarracena
(buckwheat) y el centeno sólo figuran por muy pe-
queñas cantidades en los muy detallados informes de
aquella Oficina.
Fanejrarlas de Valor de las co- Tértni no
Estados. sembradura. suchas. medio por
fanegada.
Alabama [IJ 3.300,000 $ 53.000.000 $ 16 06
Mississippi 3.900,000 56.000,000 19 30
Luisiana 1.130,000 28.000,000 24 78
Arkansas 2.200,000 52.000,000 23 65
Tennessee 4.000,000 56.000,00o 14 . .
Kentucky 3.200,000 59.000.000 18 45
Ohio 5.240.000 108.000,000 20 06
Indiana 5.600,000 99.000,000 18 . .
Illinois 9.700,000 146.000,000 15 ..
lowa 9.400,000 125.000,000 13 30
Missouri 5.600,000 79.000,000 14 10
Kansas 5.300,000 62.000,000 11 70
Nebraska 4.100,000 42.000,000 10 25
61.670,000 $Q65.000,000 $218 65
Como se ha visto yá, el valle del Mississippi tiene
1.257,000 millas cuadradas, que equivalen, á razón de
400 fanegadas por milla, á 502.800,000 fanegadas.
De ellas sólo había apropiadas en 1883, 156.000,000
de fanegadas, y de éstas haciendas sólo había cultiva-
das en cereales, algodón, caña, ])apas, tabaco y forra-
jes de cortar (heno), 62.631,000 fanegadas: sea el 12
por 100 de la extensión de todo el valle.
Mas como en él hemos visto que había más de
6.000,000 de vacas de leche, que dan idea de que la
totalidad del ganado vacuno del valle no debería ba-
(1) Despreciando fracciones. El acre reducido á un 66 % de fanegada.
442 Extensión de tierra cultivada
jar de 20.000,000, y cerca de 7.000,000 de caballos y
muías, podemos calcular 30.000,000 más de fanega-
das de tierra cultivadas en dehesas naturales ó artifi-
ciales. La superficie cultivada en el valle del Missis-
sippi no puede, pues, bajar ni exceder mucho de
100.000,000 de fanegadas ó 40,000 leguas cuadradas:
íilgo menos de la tercera parte de la extensión total
■de 61.
Según el censo catastral de 1870, había entonces 407
millones de acres de terrenos apropiados en hacien-
das ó estancias en toda la Unión, de las cuales la mi-
tad estaba cultivada ó mejorada, es decir, 200.000,000
de íicres, ó 112.000,000 de fanegadas; pero en la
iictualidad puede calcularse algo mas del doble: sea
€l doble solamente, y eso daría 200.000,000 de fanega-
das ú 80,000 leguas cuadradas en toda la Unión. La
agricultura del valle del Mississippi constituye, pues,
la mitad á lo menos de la totalidad de la del país.
Mas, ¿en qué proporción está dividida esa exten-
sión apropiada entre los diversos propietarios? Sabe-
mos que el término medio del dominio de éstos es
de 78 fanegadas; pero indudablemente algunos son
dueños de una área mayor, otros de una menor: ¿cuál
es la escala de distribución? ¿Cuántos son los grandes
propietarios y hasta dónde llega su adquisición y
ííuántos los pequeños propietarios al alcance de cuyos
recursos no llega la posibilidad de tener una yunta
de bueyes, máquinas cultivadoras, de segar y de tri-
llar el grano? ¿Hay tendencia á la formación de lati-
f undos y, por consiguiente, á la de propiedad parcela-
ria vecina de la indigencia absoluta y por consiguien-
te la semilla del pauperismo europeo?
Oran división de la propiedad territorial 443
No tengo á la vista el tomo 3.° del décimo censo
(1880), que da pormenores minuciosos á este respecto.
A falta de ellos, pueden darnos una idea aproximada
los que encuentro en el tomo de la Enciclopedia Anual
de Appleton, correspondiente á 1872, cuyos datos se
refieren á toda la Unión en 31 de Diciembre de
1869. De ellos resulta que la extensión total de la
propiedad territorial cubría entonces 407.735,000 acres
(271.000,000 de fanegadas), distribuidas así:
Lotes de menos de 3 acres 6,875
— de 3á 10 — 172,021
— de 10 á 20 — 294,607
— de 20 á 50 — 847,614
— de 50 á 100 — 754,221
— de 100 á 500 — 565,064
— de 500 á 1,000 — 15,873
~ de más de 1,000 — 3,720
Dedúcese de aquí qne, entre 2.659,000 pro-
pietarios, sólo 6,875 tenían menos de tres acres de
tierra, y sólo 3,720 más de 660 fanegadas: había,
pues, 2.648,000 dueños de extensiones de 2 á 660 fa-
negadas, que dan un término medio de 98 fanegadas
por propietario; pero yá hemos visto que el del valle
del Mississippi sólo representaba 78.
La propiedad en grande escala es hoy la causa
principal del pauperismo en Europa; de la deáigual
distribución de los valores anualmente creados por la
industria; de la desigualdad de condiciones entre los
hombres; de la altanera disposición de los unos y del
carácter abatido ó envidioso de los otros. Es, pues, la
causa primera de antagonismo entre los hombres y de
444 Desventajas de la concentración de la propiedad
peligros sociales que se expresan en esas teorías lla-
madas socialismo, comunismo, nihilismo y anarquis-
mo en las sociedades del Viejo Mundo, que las ins-
tituciones republicanas tienen por objeto corregir y
evitar. Es este uno de los puntos controvertidos con
relación al estado social del pueblo Americano, sobre
el cual no expresaré todavía concepto alguno, sino
tan sólo el de que las Repúblicas nuevas de este gran
territorio están, á lo menos, en una condición muy
distinta, en esta materia, de la reinante en la Gran
Bretaña, su antigua metrópoli. Puede esta distribu-
ción de la propiedad de la tierra no ser tan favora-
ble en los Estados del Sur, y aun tal vez en los cen-
trales de Nueva York, Pensilvania, Maryland, New
Jersey y Delaware, ocupados yá en granparte al tiem-
po de la proclamación de la independencia; pero á lo
menos en la Nueva Inglaterra y los Estados del Oeste,
las condiciones de la constitución social no son las del
pasado sino las del porvenir.
Para dar alguna mayor idea acerca de la condición
industrial del pueblo que habita el valle del Missis-
sippi, presentaré algunos de los últimos datos recogi-
dos en 1886 á 1888, acerca de los puntos siguientes:
1." Proporción de las haciendas cultivadas por
los propietarios mismos.
2:° Valor de los jornales en los trabajos puramen-
te agrícolas, que son siempre los menos remunerados.
3.° Distribución de la población según su raza y
su procedencia.
Cultivos por el propietario mismo 445
1.° Haciendas cíiUivadas 2Jor los propietarios.
Estados. Cultivadas por los pro- Relación con el número total de
pietarios. haciendas ó propiedades.
Alabama 72,215 53 por 100
Mississippi 57,214 56 —
Liiisiana 31,286 65 —
Arkansas 65,245 69 —
Tennessee 108,454 65 —
Kentucky 122,426 74 —
Ohio 199,562 81 —
Indiana 147,963 76 —
Illinois 175,497 69 -
lowa 141,177 76 —
Missouri 156,703 73 —
Kansas 115,910 84 —
Nebraska 51,963 82 —
Las diferencias que se observan en este cuadro se
atribuyen al influjo de tres causas distintas.
La primera es la antigua institución de la esclavi-
tud que condujo ala formación de grandes haciendas.
No habiendo podido continuar el trabajo de éstas des-
pués de la manumisión, ha sido preciso dividirlas en
fracciones que los antiguos dueños dan en arrenda-
miento á cultivadores en participación, que ponen su
industria, y á las veces el todo ó parte del capital. En
este caso se encuentran Alabama, Mississippi, Tennes-
see, Luisiana y Arkansas.
En otras partes, como en Illinois, por ejemplo,
Estado que nunca tuvo esclavos, el Gobierno Federal
concedió como auxilio para la ejecución de sus pri-
meros ferrocarriles grandes extensiones de tierras
baldías á los empresarios; lo cual dio origen á propie-
446 Causas de las diferencias
dades muy extensas que, divididas en lotes, se traba-
jan por arrendatarios.
En el resto de los Estados la mayor parte de las
propiedades se ha formado por medio del Homestead
Laiu: institución que concede de 80 á 160 acres de
tierra, en propiedad, á todo colonizador ó inmigran-
te que se establezca en las baldías con casa y labranza.
A este origen se debe en los Estados nuevos la mayor
parte de la propiedad adquirida en la tierra. Se com-
prende que este sistema exige el cultivo de la tierra
por el propietario mismo.
A este respecto dice el informe de la Sección de
Estadística de la Oficina de Agricultura de Washing-
ton en 1887:
"La peculiaridad notable de la agricultura americana ha
sido el hecho de que los propietarios de haciendas son los cul-
tivadores mismos de la tierra, pues la mayor parte de los pro-
pietarios no emplean trabajadores á jornal; de suerte que hay
menos jornaleros que propietarios cultivadores de sus tierras."
Calcula Mr. J. R. Dodge (el mismo autor del in-
forme), que de 9.000,000 de trabajadores agrícolas en
los Estados Unidos, sin contar las mujeres y los hi-
jos de éstos menores de diez y seis años, hay en la ac-
tualidad 5.000,000 de propietarios cultivadores y sólo
4.000,000 de peones á jornal: situación excepcional
y envidiable, á la que no sólo los países europeos,
sino muchos de Hispano-América, tardaremos algu-
nas decenas de años y aun siglos en llegar.
Entre nosotros la propiedad territorial está muy
mal distribuida, á causa de la forma de la coloniza-
ción primitiva, que consistió en una expropiación
universal de las tierras á los indígenas para distribuir-
Mala distribución de la tierra en Colombia áá?
las entre un pequeño número de conquistadores, quie-
nes á su vez fundaron con ellas mayorazgos indivisi-
bles: situación que se prolongó durante tres siglos hasta
que la célebre ley de 10 de Julio de 1824 suprimiá
esta institución, así como las de vinculaciones y sus-
tituciones. Ha contribuido también á esta situación
el derroche con que los Congresos han concedido in-
mensas extensiones de baldíos á todas las empresas
de caminos y otras, con lo cual el patrimonio de nues-
tros descendientes ha sido concentrado en pocas ma-
nos y destruido el estímulo de los trabajadores que
hubieran podido cultivarlas. Data apenas de 1848, y
á proposición del Senador Salvador Camacho, padre
del autor de estas líneas, la primera idea de conceder
la propiedad de diez fanegadas de baldíos al cultiva-
dor de ellas: institución á que luego se ha dado en-
sanche y procurado aclimatar, hasta ahora con poco
buen éxito y tan sólo en lugares en extremo remotos
de las vías comerciales.
2.° Valor de los jornales agrícolas.
El término medio de éstos en los años de 1&6Í) y
de 1888 ha sido el siguiente. En 1869 circulaba pa-
pel-moneda que tenía un descuento de 25 á 30 por
100, lo que había producido alza nominal en los precios:
Estados. 1869— Por mes. Por día. 1888— Por mes. Por día.
Alabama $ 10 91 S O 80 % 13 59 ^ O 75
Mississippi.... 1121 0 90 15 19 0 75
Luisiana 12 62 110 15 37 0 75
Arkansas 16 60 1 02 18 34 O 93
Tennessee .... 11 . . O 68 14 . . O 74 '
Kentucky .... 12 57 O 79 16 51 O 82
448 . Valo7' de los Jornales
Estados. 1869— Formes. Perdía. 1888— Por mes. Por día.
Ohio $16 74 105 22 21 107
Indiana 17 03 1 01 22 50 1 10
Illinois 17 70 1121 23 20 1 12i
lowa 17 87 113 25 60 1 27i
Missouri 16 38 102 21.. 0 94
Kansas 18 38 112 24 25 1 17i
Nebraska 19 18 1 26 25 59 1 37
Si á la diferencia nominal entre el precio de estos
dos años agregamos la que procede del descuento que
en 1869 tenía el papel-moneda circulante, encontra-
remos que el alza de los jornales en 20 afios alcanza á
50 por 100: resultado que constituye la prueba más po-
sitiva del progreso de estos Estados, consistente en una
distribución de los valores creados más favorable á la
clase proletaria. Y debe tenerse presente al propio
tiempo, que el valor de los víveres es menor hoy con
jornales más altos: lo que constituye otra gran ven-
taja para el trabajador. Se notará también que los
jornales contratados al mes, parecen más bajos que
los que se contratan por día, lo cual procede, proba-
blemente, de que en el concierto mensual el trabaja-
dor recibe alojamiento, quizás es menos duro el tra-
bajo que se exige de él, y al propio tiempo le da con-
diciones de seguridad de trabajo.
En nuestro país puede computarse el término me-
dio del jornal agrícola en 25 centavos al día (sin ali-
mentos) en las tierras frías y 40 en las tierras calien-
tes. Sube hasta 8 1 en estas últimas, y suele bajar á
$ 0-15 en las primeras. El jornal de la mujer vale co-
munmente una tercera parte menos que el del hombre,
Distrihución de diversas razas en el valle 4i9
y el de los niños, entre nueve y catorce años, la mitad.
3.° La distribución de la población del valle, se-
gún su raza y procedencia, teníalas siguientes })ropor-
ciones en 1880:
Kstiidtií-. Población blanca Población Población blaucu Total,
extranjera. africana. nativa.
Alabama 9,734 600,103 6.52.451 1.26?,505
Arkansas 10,350 210,066 581,181 802,525
Illinois 588,576 40,368 2.494.595 3 077.871
Indiana 144,178 39.228 1.794,995 1.978.301
lowa 261.650 9,516 1.353.449 1.624,615
Kansas 110,086 43,107 842,903 996,096
Kentucky 59,517 271,451 1.317,722 1.648,690
Luisiana 54,146 483,655 402,145 939,490
Mississippi ... .. 9,209 650,291 472,097 1.131,597
Missouri 211,578 145,350 1.811,4.^2 2:168,380
Nebraska 97,414 2.385 352 603 452,402
Ohio 394.943 79,900 2.723,219 3.198,062
Tennessee 16,702 403,151 1.122,506 1.542,359
Totales 1.963,083 2.978,247 15.921,318 20.822,899
Según este cuadro, en el valle del Mississippi había
una décima parte de población extranjera, una sép-
tima de raza africana y algo más de cuatro quintas de
pobladores americanos nativos: pero la segunda gene-
ración extranjera puede todavía considerarse como
extranjera también: es decir, puede contarse con más
de cuatro millones de extranjeros, lo que reduce la
población nativa á las dos terceras y eleva á otra ter-
cera la parte de africanos y europeos. Y como al pre-
sente es de suponerse que délos seis millones de inmi-
grantes venidos durante la última década no menos
de la mitad se han establecido en el valle, puede calcu-
larse en una población de treinta millones, seis ó
siete de otras procedencias, es decir, la cuarta parte.
Este es un hecho de significación importante como
más adelante veremos.
Estas tres procedencias de población— americana,
europea y africana— no están confundidas en un mis-
to
450 Producción de riqueza
mo territorio, sino separadas, por decirlo así, entre
las tres partes del valle: el alto Mississippi, la parte
media y la parte baja. En la primera vive de pre-
ferencia la inmigración europea; en la segunda, la
población americana, y en el Sur la raza africana.
Del mismo modo están divididas las producciones:
el trigo, en la parte alta del valle; el maíz y las
crías de animales, en la parte media; el algodón, el
azúcar y otras producciones semitropicales, en la par-
te baja.
La producción general de riqueza en los Estados
Unidos se estima hoy en un guarismo de doce mil
millones de pesos ($ 12,000.000,000) anuales, de los
cuales la mitad corresponde al valle del Mississippi y
equivale á $ 200 por cabeza de población; el más alto
grado de bienestar á que lia podido llegar la especie
humana en uno de los lugares privilegiados de la tie-
rra: por la más amplia satisfacción de las necesidades,,
la benignidad del clima, las mayores facilidades de lo-
comoción, las más grandes esperanzas para el porvenir
y el régimen político que consulta mejor las aspiracio-
nes más profundas del individuo y de la sociedad.
Tres hombres han contribuido poderosamente á la
prosperidad maravillosa de este valle: Eli Wihtney,
inventor del Cotton-gln, la máquina de desmotar el
algodón; Robert Ful ton, de la aplicación del vapor á
la navegación de los ríos; y Mac-Cormick, el perfec-
cionador de la máquina de segar el trigo.
La cápsula del algodón contiene dos terceras par-
tes de sa peso en pepita ó semilla fuertemente adhe-
Autores de esa prosperidad 451
rida á la fibra, y la operación de separarlas es tan di-
fícil, que nn hombre podía á lo más limpiar una libra
de algodón en nn día; de suerte que para la produc-
ción actual de los .Estados Unidos, de 3,200.000,000
de libras por año, hubiera sido necesario el empleo
incesante de 10.000,000 de trabajadores en esta sola
operación. Se comprende, pues, que la producción
de este artículo hubiera sido en extremo limitada y á
precios que no habrían sido menores de 60 á 80 cen-
tavos por libra. Wihtney resolvió el problema en
1793, construyendo una máquina que con el trabajo
de un hombre podía dar tres quintales de algodón lim-
pio en el día, con lo cual 30,000 obreros pueden eje-
cutar la tarea que antes hubiera requerido 10.000,000.
La industria algodonera del mundo, que hoy em-
plea más de 45.000,000 de quintales de fibra por un
valor de $ 500.000,000 anuales, aumentado á más del
doble en los diversos tejidos, y que da sustento á poco
menos de 20.000,000 de seres humanos, debe su exis-
tencia á esa sencilla invención.
La navegación de los ríos, á la subida, hubiera
sido punto menos que imposible para los efectos co-
merciales sin la fecunda producción del genio de
Fulton. Para remontar en nuestro Magdalena en un
champán de cien cargas, ú ocho toneladas de flete, se
requerían diez y seis bogas y un patrón, y se navegaba
á razón de cuatro leguas por día. El flete era de $ 16
por carga, ó $ 125 por tonelada en una distancia de
doscientas leguas y en cincuenta días de navegación,
en las circunstancias más favorables.
Para remontar desde Nueva Orleans hasta Cincin-
452 Progreso de la navegación por vapor
nati en una distancia de cuatrocientas ochenta leguas,
suponiendo velocidad j gasto igual, se hubieran ne-
cesitado ciento veinte días de viaje y un flete de $ 300
por tonelada.
El vapor cambió por entero estas condiciones de
locomoción. En 1881 se hizo un viaje en vapor de
Xueva Orleans á Cincinnati en cinco días doce horas,
es decii", á razón de ochenta y siete leguas por día:
velocidad tres veces mayor que la de nuestros vapo-
res del Magdalena en la actualidad, y veintidós veces
mayor que la de los antiguos champanes. Es de supo-
ner que se navega allí de día y de noche.
La distancia de Nueva Orleans á Luisville (en
Kentucky) es de 1,382 millas, ó 460f leguas, y el
progreso en rapidez,obfcenido con los perfeccionamien-
tos introducidos en las máquinas de los buques, ha
sido el siguiente:
En 1817, año del primer viaje, se empleaban 25
días, 2 horas.
En 1819 20 días, 4 horas.
En 1828 18 id. 10 id.
En 1834 8 id. 4 id.
En 1858.. 4 id. 19 id.
La navegación de subida ha alcanzado, de consi-
guiente, una rapidez general de cuatro y media leguas
por hora. A esta rata debiera emplearse de Barran-
quilla á Honda en viaje de subida menos de dos días,
es decir, un día veinte horas; pero todavía se em-
plean de siete á nueve días.
A pesar de la competencia de varias líneas de fe-
rrocarril paralelas al Mississippi, este río sostiene más
de mil vapores en sus aguas, no pocos de los cuales
La segadora Mac-Cormick 453
tienen capacidad para más de quinientas toneladas de
flete, ó sea cuatro mil cargas de las nuestras, j sun-
tuosas comodidades para los pasajeros.
La segadora perfeccionada, instrumento que, mo-
vido por uno ó dos caballos y dirigido por un solo
hombre puede reemplazar el trabajo de yeinte y aun
treinta, ha permitido también levantar las cosechas
de trigo desde menos de 25.000,000 de cargas en
1849 á 125.000,000 en 1887 en los Estados Unidos; y
cosa de las dos terceras partes de este aumento perte-
nece al valle del Mississippi.
La dificultad principal en la producción de estece-
real consistía en el gran número de brazos que exigía la
operación de la siega en los meses de la cosecha, por-
que la espiga no podía permanecer en pie, una vez
sazonada, sin sufrir deterioro con las lluvias del otoflo
y los hielos del invierno. Esta dificultad en un país
en que los jornales son escasos y caros, era enorme,
sobre todo para el efecto de sostener la competencia
eon otros países en donde también se produce trigo
en abundancia en tierras fértiles y baratas, y con bra-
zos que sólo cuestan de la mitad á la décima parte
de lo que en los Estados Unidos. Estos países son:
Kusia, la India inglesa, Australia, la República Ar-
gentina y Chile.
El consumo de trigo en el mundo se calcula en
600.000,000 de cargas de á 240 libras (75.000,000 de
toneladas), y la producción se distribuye asi:
Europa 300.000,000 de cargas. 50 por 100
Estados Unidos. 120.000,000 de id. 20 por 100
Pasan 420.000,000 de cargas. 70 por 100
454 Consumo de, trigo en el mundo
Vienen 420.000,000 de cargas. 70 por 100
India inglesa.. . 65.000,000 de id. 11 por 100
Resto del mundo 115.000,000 de id. 19 por 100
Totales 600.000,000 de cargas. 100 por 100
Los principales productores, no especificados en el
cuadro anterior, son los siguientes:
Francia., 61.000,000 de cargas.
Rusia 58.000,000 —
Austria Hungría. 30.000,000 —
Inglaterra ,. , . 16.000,000 —
Alemania 24.000,000 —
Italia 32.000,000 —
España 30.000,000 —
República Argentina (1887) 5.000,000 —
Australia 10.000,000 —
Chile. . . 3.000,000 —
El consumo de cereales varía en las diversas partes
de la tierra. Europa prefiere el trigo; Asia y Polinesia
el arroz; América y África el maíz; Australia el trigo.
Empero, Europa sola produce algo más de las dos
terceras partes del trigo que consume, y esa deficien-
cia de 80.000,000 de cargas se colma con las importa-
ciones de la América del Norte, la India, la Argen-
tina, Chile, la Colonia inglesa del Cabo en África,
Argel y Egipto, países cuya competencia tienen que
sostener los Estados Unidos. En esa competencia
tienen la ventaja de jornales mucho más baratos la
India, x\rgel y Egipto; pero en ella, á pesar de la
mayor distancia respecto de Rusia y los pueblos afri-
canos, han triunfado aquéllos, á merced de la econo-
El aceite de semillas de algodón 455
mííi que les proporciona la segadora mecánica princi-
palmente. Los Estados Unidos venden en Europa la
mitad del trigo extranjero que ésta consume; es decir,
40.000,000 de cargas anuales por término medio.
La Lidia envía 10.000,000
Australia 1.600,000
La Argentina . 2.500,000
De toda esta concurrencia la más temible para los
Estados Uuidos es la de la Argentina, país nuevo con
territorio extensísimo, á propósito para la producción
de cerealen, con una inmigración de 200,000 perso-
iias al año, que promete extenderse á guarismos ma-
yores, y con un espíritu de empresa que rivaliza casi
yá la afamada actividad de los yanhees.
Ignoro á quién se debe la invención de otro pro-
ducto que ha contribuido á reanimar poderosamente
la producción de algodón: el aceite extraído de las
semillas de éste.
Treinta y dos millones de quintales de algodón
dejaban un residuo de sesenta y cuatro millones de
quintales de pepita, de la que no se sabía qué hacer,
pues formaba montones inmensos cuya descomposi-
ción viciaba el aire y engendraba enfermedades terri-
bles: era algo parecido, pero en escala mayor, á la
basura de las cocinas ó á la pizca (1) de los estanques
de añil. Recientemente se ha descubierto que expri-
mido en prensa produce un aceite que puede servir
para el alumbrado, para lubrificar las máquinas, para
(1) La pizca, llamada así en nuestro país, es el residuo de la
rama del añil después de macerado en los estanques. Engendra
nubes de moscos y da mal olor.
456 Trabajos nuevos en proyecto
reemplaza^- eii la alimentación humana el aceite de
olivas, j para fabricar un tocino artiñcial. Esta nueva
producción representa hoy un valor de cien millones
de pesos anuales; es decir, 40 por 100 de aumento
sobre el valor de Ja cosecha de algodón. El residuo de
las semillas se prepara en tortas que constituyen un
alimento excelente para el ganado; y lo que en esta
forma no puede utilizarse, es un abono de muy buena
clase para las tierras de labor.
En este privilegiado valle se prei)aran paríi el por-
venir mejoras de carácter colosal.
En primer lugar la apertura de la barra de las
bocas del río, unida al trabajo incesante de la cons-
trucción de diques en las orillas para prevenir las
inundaciones, hará cultivables y habitables muchas
tierras de superior calidad, que hoy no lo son. El Es-
tado de Luisiana lleva gastados en esta última tarea
más de ciento cincuenta millones de pesos; y aunque
la conclusión de la obra exigirá tal vez trescientos ó
cuatrocientos millones de pesos más, no hay motivo
para dudar que no se hará,
Como complemento de ese trabajo se proyecta
otro más gigantesco aún: la construcción de lagos
artificiales en lugares convenientes en la parte alta de
los ríos, destinados á recoger el agua de las grandes
crecidas que supere á la capacidad natural del lecho
de aquéllos. Así se evitarán las inundaciones en la
parte baja, se crearán depósitos de agua para el rega-
dío de los campos inmediatos, y para aumentar el
canal navegable en los fuertes veranos.
ProvisiÓ7i de aguas para la agricultura 457
Este proyecto no tiene precedente en los anales de
la civilización moderna, y sus resultados sobrepuja-
rán las más ideales previsiones del genio humano.
Con él quedarían asegurados los trabajos délos diques
laterales, saneadas las tierras pantanosas ó anegadizas,
prolongada la navegación hacia la parte alta de los
ríos, y destruido uno de los principales peligros ú
obstáculos para la colonización de todo el valle, que
es el de las grandes inundaciones en esos ríos de pode-
rosa corriente.
iS'o es este el único. En esa vasta extensión de
llanuras, — sobre todo al Occidente del Missouri, en
el espacio comprendido entre éste y ios Montes Ro-
callosos,— la ausencia de cordilleras que detengan la
acción de los grandes vientos, produce veranos pro-
longados y una escasez de aguas tan notable, que esa
región ha recibido el nombre de Desierto Americano.
Esa circunstancia, sin embargo, no ha detenido el
empuje irresistible de ese pueblo colonizador. La^
escasez de agilas es combatida — hasta ahora al pare-
cer con buen suceso — con la apertura de pozos arte-
sianos, aljibes en grande escala y la formación de-
grandes represas para acopiar las aguas lluvias en
los lugares en que los pliegues del suelo se prestan á
la formación de grandes concavidades. Se espera, ade-
más, que los cultivos forestales favorezcan el aumento
de las lluvias; pero en esta materia la experiencia
empieza á sugerir dudas acerca de la acción de los
bosques en la modificación del régimen de las agua»
pluviales. El hecho es, sin embargo, que esa región
desolada empieza á poblarse.
458 Condiciones favorables para el porvenir
El enemigo contra el cual no se ha encontj-ado hasta
ahora defensa suficiente es la langosta, la cual tiene su
centro de producción en la región intermedia entre los
Montes rocallosos y las montañas de Nevada,que corren
paralelas al mar Pacífico. Este azote, que tanta devas-
tación produce en África, al ISlorte déla cordillera del
Atlas, en Europa en toda la costa del Mediterráneo,
— y entre nosotros al Sur de la laguna del Castigo,
desde la trifurcación de los Andes en la región de los
Pastos, hasta las orillas del Atlántico, — se extiende
por todo el Norte del valle del Missibsippi hasta la
boca del Ohio, y causa la destrucción de cosechas por
un valor hasta de doscientos millones de pesos anua-
les; pero ese azote es pasajero, y sus daños son á veces
compensados con la mayor fertilidad que deja en los
campos visitados por ella. El bien y el mal suelen con
frecuencia ser las dos caras de una misma medalla.
Con excepción de los habitantes de la parte baja
del río, en la que existió durante medio siglo la escla-
vitud, institución que dejó allí costumbres y senti-
mientos de otro género, esa región ha sido colonizada
y poblada desde un principio en medio de influencias
del todo distintas á las que presidieron la formación
de las naciones antiguas. Instituciones democráticas,
igualdad política, libertad en todos los actos de la
vida, tolerancia religiosa, distribución equitativa de
la propiedad territorial, exención de servicio militar
obligatorio, paz casi no interrumpida, comunicación
fácil del pensamiento con el resto del mundo, escue-
las populares gratuitas: en fin, con la realización de
los más altos ideales que la ciencia social ha señalado
Origen vicioso de las naciones antiguas 459
como meta á las aspiraciones del hombre. Aquí debe
surgir un mundo nuevo en política, en religión, en
formas sociales. Eu el resto del mundo han presidido
la conquista, la guerra, el despotismo, la intoleran-
cia, el aislamiento, el dogma impuesto por la fuerza,
el monopolio, la restricción, la opresión de las multi-
tudes, el predominio de clases privilegiadas, el paupe-
rismo hereditario, los rencores, las envidias y la degra-
dación de los unos, el orgullo, la insolencia y la
superioridad hereditaria de los otros. Inglaterra tiene
en su origen político la huella de los cascos de los
caballos de la aristocracia normanda entronizada por
Guillermo el Conquistador; sobi-e el reino de Italia se
extiende todavía la sombra del Poder temporal de los
Papas, si no el terror que vibraba á los pasos de sus
Emperadores; en Francia subsiste aún el espíritu de
lucha y de contradicción en que por tan largos siglos
vivieron sus duques y condes ambiciosos; el resplan-
dor pasado de las hogueras de la inquisición perturba
todavía el sueño y comprime el vuelo del pensa-
miento en el cerebro español; la sombra ceñuda de
Felipe II se cierne aún en las alturas sobre los hoga-
res tranquilos de Bélgica y Holanda; para el alemán
inquieto no parece haber cesado la peregrinación gue-
rrera de sus multitudes, emprendida hacia el Occidente
desde las cumbres del Asia Central ; sobre las estepas de
Rusia se oye todavía la voz colérica de Iván el Terri-
ble. En el valle del Mississippi no: salvo los restos del
pasado que la herencia fisiológica de otras generacio-
nes haya conservado en los organismos individuales,
la cuna de esas Eepúblicas sólo ha sido mecida por
460 Espectatwas
aires de libertad, democracia, reivindicación de los
derechos del hombre: no del hombre inglés, ó del
francés, del alemán ó del español, sino de la especie
hunií^na entera. Hasta los pobladores mismos de los
Estados de la Costa Atlántica — los de Nueva York,
Pensilvania, Marjland, New Jersey y Delaware —
pudieron resentirse algún tanto del espíritu aristo-
crático predominante en la madre patria durante dos
siglos de sumisión á ésta: los de los Estados del Sur
del orgullo de raza que debió despertar en ellos la
atmósfera de la esclavitud, que llegó á ser la idea
dominante de su modo de ser social; pero los del Mis-
sissippi sólo tuvieron por pensamiento el trabajo de
la tierra, la resolución de formar en cada familia una
situación independiente por medio de la conquista
pacífica de la naturaleza á impulso de la labor de sus
bi'azos. Se puede esperar con confianza en que de allí
brotará una sociedad enteramente distinta al través
de los siglos, cuando á fuerza de selección sostenida
durante diez ó más generaciones, esos principios de su
vida política actual se hayan consolidado profunda-
mente en el óvulo de las generaciones futuras.
:^íiifi:aftafi:^^aftaeftfó.=^
CAPITULO ^X.YL
D E K U E V A. O K L E A X S A SAN LUIS
El carro de camas (sleeping-car). — Conversación con un clérigo
protestante. — Estado de Mississippi. — Sus producciones, ri-
queza y población. — Las maderas, — Necesidad de dar pro-
tección á los bosques. ~E1 Estado de Tennessee,— Sus pro-
ducciones, riqueza y población. — El Estado de Kentucky. —
Producciones, riqueza y población. — El pasto azul. — Cam-
bio de climas, producciones y estado de civilización á me-
dida que se viaja de Sur á Norte.— Llegada á la boca del
Ohio. — Paso del Oliio. — El valle de este río.— Llegada á
San Luis.
En Nueva Orleíiiis tomaron mis compañeros colom-
bianos el tren directo hacia llueva York: yo quedé
acompañado tan sólo por uno de mis hijos para seguir
á San Luis. Empezaba á oscurecer cuando salimos de
la estación del ferrocarril: la locomotora se lanzó por
la orilla izquierda ú oriental del Mississippi hacia el
jSTorte: pronto dejamos atrás las últimas casas de la
ciudad, y con ellas los últimos vestigios de civiliza-
ción, pues en esa parte el terreno se estrecha entre el
río, las ciénagas y el lago Pontchartrain. Tan sólo
cabanas miserables habitadas por gente de color,
pequeñas sementeras de maíz y puestos de pescado-
res alcanzan á descubrirse á uno y otro lado de la vía.
Las sombras de la noche se hacen más y más espesas:
462 El carro de camas en ferrocarril
los sirvientes del tren encienden la lámpara de aceite
cola^ada del techo del curro, y á esa luz empezamos á
reconocer mejor la naturaleza del vehículo y los pasa-
jeros en compañía de quienes debemos pasar la noche.
El primero es un carro de camas {sleeping-car) de
15 á 16 varas de largo. 3.]- de ancho y 3 de alto, provisto
de dos antesalas: en una de ellas hay dos aguamaniles
con los útiles necesarios para el aseo, un barril de agua
con hielo y vasos para tomarla, y un excusado, delica-
damente escondido en un rincón; en la otra cuatro pe-
queños soñís y una mesita que puede doblarse sobre el
costado del carro ó extenderse entro dos sofás, para
cenar, jugar ajedrez ó dominó, etc. En un ángulo se
abre un aparador en el que se ven botellas de diversos
contenidos, brandy, vino tinto, cerveza, limonada con
soda, agua de vichy, galletas, cigarros y cigarrillos,
que el sirviente ó empleado del tren nos dice están de
venta á precios equitativos: también nos avisa que, en
caso de desearlo, puede suministrarnos te ó café
caliente y carnes frías. Allí se puede fumar cigarro
también, siempre que no haya señoras y que se cuide
de cerrar la puerta que comunica con el salón, á fin
de que no penetre allí el humo.
En el salón no hay señal alguna de camas, sino
sofás por los cuatro costados, en los cuales ha tomado
asiento una veintena de personas de buen aspecto,
entre ellas una señora y dos niños. Todas son caras
serias, y no se cruza ei más pequeño saludo entre los
que no se conocen; únicamente la señora da las gra-
cias y dirige algunas palabras afectuosas á mi hijo,
que ayuda á abrir la ventana, para gozar de aire
El carro de camas 463
fresco, á uno de los niños. Las conversaciones empie-
zan en voz baja entre cada dos pasajeros, y oímos
hablar inglés, francés y otros idiomas desconocidos.
Como la noche empieza a refrescarse algo más de lo
necesario, los pasajeros sacan sus sobretodos y se abri-
gan la cabeza unos con pañuelo de seda, otros con
cachuchas de paño: los que están distantes de la'
señora cambian sus botines por pantuflas y se envuel-
ven los pies y las piernas hasta la rodilla con mantas
de paño grueso. Cada cual arregla á su lado un pe-
queño saco de noche, en el que van \t\ camisa de dor-
mir, las pantuflas, los peines, cepillos y jabón, una
bufanda, cuellos y puños limpios de camisa, un libro
y algunos periódicos.
A las ocho de la noche empiezan á reclamar sus
camas los pasajeros. Dos criados se ocupan en desdo-
blar las tablas de los costados, las cuales forman dos
hileras de lechos superpuestos, á distancia de una
vara á lo menos la una de la otra, provistos de buenos
colchones, sábanas y almohadas perfectamente lim-
pias, lavadas y aplanchadas las fundas todos los días,
dos frazadas de lana y una sobrecama. Dos cortinas de
género grueso de lana se desprenden del techo y cu-
bren perfectamente cada departamento para dos per-
sonas, dejando un espacio intermedio libre de casi
1 metro de anchura. Dentro del recinto asignado á
las camas hay lugar para colocar con separación la
ropa, el calzado y las piezas de vestido, y un cordón
para llamar por medio de una campanilla al sirviente.
El lecho tiene 1 vara de ancho á lo menos y es per-
fectamente cómodo. La señora lleva á sus niños al
464 Conversación con un clérigo protestante
retrete ¡nrnediatu, vuelve con ellos, los introduce al
lecho superior, en el que ayuda á desnudarlos, les
hace rezar una corta oración, les da su bendición
con un ósculo en la frente, y, despidiéndose con gracia
y naturalidad perfecta de sus vecinos, por medio de
una mera inclinación de cabeza, se recoge en el lecho •
inferior. Los demás empiezan á seguir su ejemplo.
Mi hijo y yo pasamos á la antesala á fumar un ciga-
rro, y allí llega el conductor del tren, sujeto de aspec-
to respetable, que traba conversación con nosotros.
Resulta ser un clérigo presbiteriano que, disgustado de
la estrechez de los dogmas y disciplina de su religión,
ha abandonado su ministerio y desea buscar coloca-
ción como profesor de matemáticas en algún colegio
de la América española, para lo cual está estudiando
el castellano: mientras tanto ha tomado el empleo de
conductor del tren, que le produce % 40 mensuales.
Primero nos compromete á repasarle su lección de
castellano en la traducción y pronunciación, después
nos conversa largamente acerca de las religiones en los
Estados Unidos y nos da noticias minuciosas sobre la
organización de las diversas sectas. Se queja del espí-
ritu intolerante y fanático de las más de ellas y opina
que las religiones no debían ser vallas de separación
y antipatía entre los adeptos de sus diversas varieda-
des, sino un vínculo común de unión y caridad entre
todos los hombres, con tendencia liberal á fundirlas
todas en una sola: reducida á la adoración de un Ser
Omnipotente protector de la familia humana en to-
das las naciones y climas de la tierra, sin dogmas,
misterios ni ritos especiales de naturaleza obligatoria,
El manteo de Sancho 465
<3e suerte que cadn cual pueda practicar las que sean
de su preferencia.
Nuestro interlocutor parecía enseñado á velar toda
la noclie por razón de su oficio, pero yá eran más de
las once, y aunque la plática estaba interesante, el
sueño nos rendía y sus palabras nos llegaban con-
fusas y medio perdidas, como la conversación con un
habitante de otro mundo: despedí monos de ól y nos
recogimos á nuestras camas. Parecíame que iba á
dormir muy bien; pero durante las dos ó tres prime-
ras horas fue imposible. Al tomar la posición hori-
zontal sentí el sangoloteo más estupendo: el trote de
un caballo de tiro montado en pelo, el manteo de
Sancho Panza en la venta ó los corcovos de un terne-
ro de año, me (larecieron movimientos acompasados
en comparación del que ahora sentía. De trecho en
trecho venía un trueno en alas del huracán seguido
de un fuerte relámpago, producidos por trenes en di-
recciones opuestas sobre la doble carrilera de la línea.
A veces parecía detenerse la marcha, y un empleado
especial entraba al cocho á anunciar en alta, rápida é
ininteligible voz, semejante á la trompeta del juicio
final, la estación adonde llegábamos, las nuevas di-
recciones que allí podían tomar los viajeros y el nú-
mero de minutos que permanecería detenido el tren.
Al fin la naturaleza recobró su imperio, y aunque hu-
biese estado convertido en taco del cañón inventado
por Julio Verne, para hacer viaje de la tierra á hi
luna, hubiera dormido en el tránsito á nuestro sa-
télite: al fin me dormí hasta las seis de la mañana,
hora en que los golpes de un tam-tam anunciaron la
30
466 Estado del Mississippi
de levantarse en la disciplina del tren. Vestíine aprisa,
y volví á tomar puesto al frente de la ventana para con-
templar el paisaje é informarme del lugar en que está-
bamos.
Habíamos salido yá de los límites del Estado de
Liiisiana y nos encontrábamos en el de Mississippi.
El territorio de éste fue empezado á poblar entre
1790 y 1800; en este último año contaba tan sólo
8,850 habitantes; pero en 1880 tenía 1.131,597, y en la
actualidad puede calcularse que no baja de 1.400,000.
Su riqueza general, es decir, sus valores cambiables,
montaban en 1880 á $ 354.000,000. Sus principales-
producciones fueron, en 1887, 4.536,000 quintales de^
algodón, estimados (ál 8-30 quintal) en $ 37.654,000,.
6.400,000 cargas de maíz, avaluadas, á % 2-36 car-
ga, en % 15.049,000, y $ 2.121,000 en avena. Como-
tenia 3.801,000 marranos y más de 700,000 cabezas
de ganado vacuno, podrá obtener más de $ 2.000,000
anuales de la matanza de los primeros y más de
% 4.000,000 de la leche, carne y cueros de los últimos.
Tiene 47,156 millas cuadradas de superficie, lo que
le da unas 90 leguas de largo de Norte á Sur, por 60
de ancho de Este á Oeste. Su costado occidental está
bañado por el Mississippi; por el Sur toca en el golfo-
de Méjico; por el lado oriental deslinda con el Es-
tado de Alabama, y por el Norte con el de Tennessee.
Todo su territorio es una llanura ligeramente ondu-
lada, regada por los ríos Yazoo y Perla. Un 65 por
100 de su población es de raza africana, y, como se:^
ha visto, sus producciones son puramente agrícolas^
Aspecto del suelo 467
de naturaleza semitropiciil, pues está incluido éntrelos
grados 30 j 35 de latitud iNorte, en los que las tempera-
turas medias, máxima y mínima, son 27° centígrados
en Julio y 12'' en Enero. Su territorio— aluvial en su
mayor parte, pues parece haber sido formado por los
depósitos del Mississippi, — es en extremo fértil.
El aspecto del país, aunque no diversificado por
montañas, presenta cuatro formas distintas: tierras
pantanosas; tierras altas, secas; bosques, y praderas
onduladas. Las primeras, formadas por los derrames
del Mississippi y de sus tributarios, están en lo gene-
ral incultas, y, como se puede comprender, el ferro-
carril se aparta de ellas en todo lo posible; pero se
alcanzan á ver á la distancia. Las tierras altas forman
grandes llanuras cortadas á trechos por colinas aisla-
das, de 50 á 100 metros de altura sobre el nivel de los
ríos, son fértiles, de clima sano, en ellas están esta-
blecidos la mayor parte de los cultivos, y esta es la
sección más rica del Estado. La región de los bosques
se extiende ordinariamente á uno y otro lado de las
corrientes de agua, y constituye en éste, como en
todos los Estados de la Unión, una de las grandes
fuentes de prosperidad para el país. Las praderas son
terrenos llanos, con ondulaciones semejantes á las del
mar, en donde á cada 200 metros ocurre una pro-
minencia hasta de 10 de altura, con una base de 50 á
80 de ancho. Esta formación es muy hermosa á la
vista; generalmente está cubierta de pastos naturales
y es utilizada para crías de ganado.
Llamaron particularmente mi atención los bos-
ques que atravesábamos. Situados en una llanura ni-
it^ Los bosques y sus productos
velada, á la orilla de un ferrocarril ó de nn río, com-
puestos do grandes árboles de maderas industriales
casi todos, se comprende que esta es una de las rique-
zas naturales á que deben los Estados Unidos su rápi-
do desenvolvimiento. Yá no tiene uno dificultad |)ara
creer que el valor de las maderas extraído anualmen-
te de los bosques pase de $ 500 á GOO millones, ni que
las man n facturas de este artículo aumenten ese gua-
rismo á valores de otro tanto. Se me llamó Ja aten-
ción á uT\a estadística publicada en 18S5 sobre la im-
portancia de las manufacturas de madera, de la cual
tomo el siguiente estracto:
, ,• ,„ Valor de la ma- Dt-l articulo
'^""^"'^'- teria prima. fabricado.
Herramientas de agricultura $ 81.531,000 $ 68.646,000
Empaques de mercancías 7.674,000 12.687,000
Carros para ferrocarriles, tranvías
y reparaciones de éstos 19. 780,000 27.997,000
Carros y carruajes para caminos
ordinarios 30.597,000 64.951,000
Ataúdes 3.776,000 8.157,000
Barriles y toneles 18.332,000 33.714,000
Muebles domésticos 35.860,000 77.845,000
Espejos y marcos para pinturas. . . 4.831,000 9.596,000
Fósforos de luz 4.298,000 4.668,000
Órganos y pianos 7.975,000 18.400,000
Puertas y ventanas. 20.790,000 36.621,000
. Buques, etc 19.736,000 36.800,000
Ruedas para maquinaria 6.703,000 18.892,000
Con los artículos aquí omitidos los
totales son .171.883,000 418.974,000
Y no figuran las aquí invertidas en construcción
de edificios, ni en cercas de propiedades, ni en tra-
viesas de ferrocarriles, que pueden importar un 50
por 100 más, pues la edificación de madera es muy
general.
Siendo, como es, tan abundante la de buena ca-
Precauciones contra la tala inútil 469,
lidad, situada como está en lugares llanos á orillas
de los ríos ó en bosques atravesados por ferrocarriles,
su extracción y preparación es en extremo fácil y los
precios á que se puede vender en todas partes en
extremo módicos. Resultó de esta comodidad una
explotación excesiva y con mucho superior á las nece-
sidades de los consumidores; es decir, una inútil des-
trucción de muchos bosques, cuya falta debería no-
tarse al aumentar la población del país; pero afortu-
nadamente el mal fue notado á tiempo, la prensa
tomó á su cargo la defensa de ese interés del porve-
nir, y tanto el nacional como los gobiernos de los
Estados empezaron á legislar sobre el asunto con la
más benéfica influencia. No sólo ha parado la tala
estúpida de ellos, sino que su repoblación y la crea-
ción de otros, en el erial que se extendía al Oeste de
los Montes Rocallosos, ha principiado con el ardor que
los americanos muestran en todas sus empresas. En
casi todos los Estados se han organizado cuerpos de
guarda-bosques, el corte de éstos ha sido sometido á
reglas de prudencia, y se procura propagar las mejores
familias de árboles, tanto indígenas como exóticos, en
las nuevas plantaciones. Hoy se estima que de la su-
perficie total del territorio, un 26 por 100 (más de
96,000 leguas cuadradas) está cubierto de bosque;
un 16 por 100 (64,000 leguas cuadradas) cultivado;
y un 58 por 100 (240,000 leguas) erial ú ocupado por
ríos, lagos, ciénagas y poblaciones.
Materia es esta que exige la más seria atención
en nuestro país, pues nuestros bosques están yá en
extremo retirados de las poblaciones, y la escasez de
470 Mal estado de los bosques en Colombia
maderas se siente como una grave dificultad para la
edificación de casas y para la construcción de cercas
en los trabajos del campo, á causa de su precio exce-
sivo: dificultad que restringe el crecimiento y pro-
greso de las poblaciones, obliga á las familias á vivir
en casas viejas, semiarruinadas, sin comodidad ni
belleza, y mantiene costumbres semisalvajes de mugre
y desaseo.
Pero no es esta quizá la peor de las consecuencias:
la falta de bosques agota el agua de las vertientes,
imposibilitíí el riego de los campos, impide el desarro-
llo de las crías de ganado, haciéndolo usar aguas co-
rrompidas, lo que origina graves enfermedades, trans-
mitidas luego al hombre en la leche y en las carnes
cargadas de gérmenes morbosos. Xo temeré decir que
estos efectos se sienten yá en Bogotá mismo y en
todos los pueblos de tierra caliente situados al derre-
dor, en donde este ramo de servicio público ha sido
mirado con supremo descuido.
La línea del ferrocarril en que viajábamos debió
de ser trazada con el objeto de abrir á la colonización
terrenos inocupados. No se veían en él campos muy
cultivados, ni poblaciones inmediatas, ni buenas man-
siones rurales. Casas de madera de triste aspecto, cer-
cas mal conservadas, hechas de troncos y raíces de
árboles recién arrancados, ganados escasos, de me-
diana calidad, y en general, pocas señales de pro-
greso. Quizás también la época del año (principios
de Mayo) no era todavía á propósito para ver campos
Estado da Tennessee 471
cultivados, pues apeuas empezaban á brocar las plan-
tas con los primeros calores de la primavera.
Mejor aspecto presentó el Estado de Tennessee, en
los límites del cual penetramos pasado medio día.
El territorio de éste se extiende de Occidente á
Oriente en línea de más de 190 leguas por cosa de 30
de anchura de Norte á Sur. Tiene por límites: el
Mississippi, al Occidente; las dos Carolinas y Georgia,
^1 Oriente; Kentuckj al Norte, y Alabama y Missis-
sippi (el Estado) al Sur. Está cruzado por los Apala-
ches en línea in.O. y tiene minas de hierro y carbón
que empiezan á ser explotadas. Formado por cesiones
del territorio de Georgia y la Carolina del Sur, y por
parte del suelo de la antigua Luisiana, tenía 35,000
habitantes en 1790, y fue admitido al rango de Estado
en 1796. Su población alcanzaba en 1880 á 1.542,359,
y llegará en el día á muy cerca de 2.000,000. El ava-
lúo de su propiedad mueble é inmueble subía en 1880
.á % 705.000,000; es decir, I 458 por cabeza de po-
blación.
Sus principales producciones en 1886 consistían en
Maíz l!s. 500,000 cargas, avaluadas, á $ 1 .60 cada una, en % 29.125,000
Trigo 2.00fi,000 — — k% 3.16 — en $ 6.258,000
Avena 1.980,000 — — á$ 1.28 — en $ 2.534,000
Tabaco 317,600 quintales — á$ 6.. — en $ 1.905,000
Algodón 1448,900 — — á$ 8.20 — en $ 11.881,000
Heno 279,487 toneladas — á$ 11.25 — eu $ 3.144,000
Papas fi:«,000 cargas — a $ 1.68 — en $ 1.063,000
El valor de las cosechas subió á más de 56.000,000
en el año expresado.
Como fuentes de producción animal contaba en el
mismo año con más de 800,000 cabezas de ganado va-
cuno y más de 500,000 caballos y malas. • Se dice que
472 Especialidades de este Estado
es uiiH de las es})ecialidades de los tres Estados de
Tennessee, Keutucky y Missouri, situados en el cen-
tro del territorio americano, comprar los terneros y
potros nacidos en Tejas y demás Estados del Sur, en
dehesas de calidad inferior, y levantarlos en los mejo-
res pastos que proporciona el suelo montañoso, y por
consiguiente más húmedo de su territorio. Además,
el cruzamiento de los ganados de razas primitivas cou
las mejoradas procedentes de Europa, se practica en
aquellos tres Estados en grande escala.
Tennessee es uno de los Estados intermedios entre
}a esclavitud y la libertad en los Estados Unidos, y su
posesión y dominación en favor de la causa de la liber-
tad, fue uno de los hechos que ayudó poderosa-
mente á decidir la victoria por la Unión en la guerra
civil de 18G1 á 1865. A este resultado contribuya
Mr. Johnson, antiguo partidario del Sur, quien juzgó
preferible la conservación de la Unión á la de la es-
clavitud, y esto le valió la Vícepresidencia en 1865.
Del millón y medio de habitantes de Tennessee en
1880 sólo 403,000, es decir, un 25 por 100 pertenecía
á la raza africana, lo que explica el más rápido pro-
greso en industria y riqueza de este Estado, así como
de los de Kentucky y Missouri, comparados con los
Estados del Sur, en donde predomina la negra sobre
]a blanca.
De Tennessee pasamos en la misma tarde al Esta-
do de Kentucky, cuyo rincón occidental solamente
atravesamos.
Formado de una desmembración del de Virginia^
Estado de Kentuoky 473
tenía yá 73,000 habitantes cuando fue admitido al
rango de Estado en 1792; su población aumentó rá-
pidamente con la inmigración de plantadores blancos
de otros Estados, y en seguida los dueños de esclavos
de la vecindad empezaron á llevar éstos para vender-
los en las grandes haciendas de tabaco, que, con las
crías de ganados vacuno y caballar, forman las princi-
pales industrias de esta sección. En ella, como en
Tennessee y Missouri, principió, pues, la lucha sorda
entre las dos formas de constitución social que origi-
naron el irrepresible conflicto, sometido al fin á la so-
lución de la espada.
Con 1.648,190 habitantes en 1880, sólo tenía
271,451 de color oscuro, es decir, menos de 20 por
100, y sin embargo, era tal la influencia que la riqueza
superior concedía á los dueños de esclavos, que, sin el
poderoso auxilio de las fuerzas del Norte, Kentucky
se hubiera adherido decididamente á la Confedera-
ción del Sur en los proyectos de secesión.
Es este un Estado poderoso en todo sentido. Su
riqueza general asciende á % 902.000,000 ($ 553 de
capital acumulado por cabeza de población), que se
forma con los siguientes artículos principales de pro-
ducción anual (1886):
Maíz, cargas. 22.000,000, avaluadas, á $1.36qu.ea $30.177,000
Trigo, id... 3.100,000, id. á$2.88 id., 8.931,000
Avena, id... 2.540,000, id. á|l.28 id., 3.270,000
q^utnLTes f ^-^^^'^O^^' í^^' ^$6... id., 11.634,000
^ndadas"?". [ ^^13,200, id. á$9.80 id., 3.069.000
La producción de sus labranzas subió á $¡59.134,000.
474 El pasto azul
Empero, su producción pecuaria tal vez sobrepuja
11 la de sus cultivos.
Contaba en 18SG, caballos y muías 553,000
Id, id. ganado vacuno 843,000
Id. id. cerdos 1.718,000
La suavidad de sus climas de montaña y la feliz
<;omposición quimica de sus tierras ha dado origen á
la formación de extensísimas praderías de pasto azul
{Uue grass), que es reputado como el mejor de los
pastos naturales conocidos en el mundo, hasta el pun-
to de que sin cuidados especiales de estabulación ni
de variedad de alimentos preparados, la acción de
«sos pastos ha producido la mejor raza de caballos
de los Estados Unidos, que — no en belleza de formas
ni tal vez en equilibrio de proporciones, pero sí en
fuerza y agilidad — pueden competir con el tipo ára-
be, y se venden para las carreras del circo á los más
altos precios. Mil, y aun mil quinientos pesos, suele
ser precio en partida de caballos de las crías afamadas,
y veinte ó treinta mil el de algún vencedor en los cir-
cos de Lexington, de Frankfort y aun de Jerome Park
<3n Nueva York, no son de rara ocurrencia. Kentucky
da también, sin cruzamiento con razas extranjeras,
los más grandes bueyes y los marranos más colosales
de toda la Unión.
Natural es que esta acción del clima se haga notar
también en la raza humana; y en efecto, es fama en
los Estados Unidos que los hombres de más robusta
talla se encuentran en Kentucky: fenómeno curioso
que en Colombia se observa en el valle de Neiva y en
los pueblos del Sur de Antioquia; en Chile, en la Pa-
Cambio de clima 475
tagonia, y en Europa, en los Balkanes, principal-
mente en Montenegro, según recuerdo haber leído.
Todo el viaje lo hemos hecho desde Nueva Or-
leans caminando hacia el Norte. Luisiana está com-
prendido entre los grados 30''3^32|; Mississippi, entre
32 y 35; Tennessee, entre 35 y 3tí^; Kentucky, entre
36 y 38|. Aquí se siente yá notablemente la diferen-
cia de climas, tanto por la latitud como por la altura
sobre el nivel del mar. En Nueva Orleans vimos subir
-el termómetro á la sombra hasta los 34° del centígra-
do; al atravesar el Kentucky tuvimos que echar mano
al sobretodo: la temperatura había bajado á 18°. La
temperatura media del año entre los calores del vera-
no y los fríos del invierno es de 20^° centígrados en
Luisiana, 17,60° en Mississippi, 14,30° en Tennessee
y 13^20"" en Kentucky. Y esto explica la diferencia de
producciones. La principal de Luisiana es el azúcar
de caña; de Mississippi el algodón; las de Tennessee
son variadas entre el maíz, el algodón, la avena y el
trigo, como temperatura de transición; las principa-
les de Kentucky, el tabaco y el maíz; principia á pro-
ducirse el trigo desde Tennessee; pero yá no se cose-
chan ni la caña dulce ni el algodón; en cambio sí se
empieza á sembrar papas, trigo y cebada (1). El maíz
es planta cosmopolita que se acomoda á todas las
temperaturas, y es probable que algunas otras, como
(1) En nuestras tierras templadas se obtienen también pro-
ducciones de las tierras frías. Yo he visto trigo en la hacienda
del Cacagual, cerca de La Mesa, á menos de 1,200 metros sobre
el nivel del mar. Y en Ocaña, á 920 metros de altura, vi en
terreno contiguo á orillas del río del Algodonal, plantaciones
de papas, caña dulce y plátanos.
476 El paso del Ohio
la papa, y anii algunos forrajes^ sean susceptibles de
aclimatación paulatina en temperaturas muy variadas.
En Kentucky y Tennessee empiezan á trabajarse
con buen éxito minas de hierro y carbón y á fundarse
fábricas de tejidos de algodón y de lana. Como se ha
experimentado que esos trabajos pueden ser desem.pe-
ñados por brazos de raza africana, remunerados con
salarios menores que los exigidos por los blancos, se
espera un brillante resultado para esas empresas; de
las cuales surgirá otro no menos importante á mi ver:
acercar las distancias entre las dos razas y extender
en la práctica la fusión de ellas.
El tren llegó á eso de las tres de la tarde al ángulo
formado por el Mississippi y el Ohio, que reúnen sus
aguas al frente de la ciudad de Cairo, en la orilla
derecha ó Norte de este último río. Aquí se nos pre-
sentó un espectáculo de esos que causan sorpresa al
europeo mismo, y que en el americano del sur deben
despertarla mayor: el paso de un tren embarcado en
un vapor del uno al otro lado del río. Debíamos atra-
vesar el Ohio, que en esta parte tiene de 500 á 600
metros de anchura: la construcción de un puente exi-
giría de ocho á diez millones de pesos, gasto que toda-
vía no autorizan los productos de la línea férrea; pero
el americano, fecundo en recursos y animoso en sus
empresas, lo ha reemplazado con un medio mucho
más económico. Los rieles van descendiendo hasta
un muelle flotante de madera levantado en la orilla
del río á la altura del puente de un gran vapor: en
éste se prolongan los rieles en el número de paralelas
El ferrocarril en vapor 477
necesario para admitir la locomotora y los carros:
la locomotora penetra por una de las carrileras arras-
trando los primeros carros, regresa á reculones por
la paralela siguiente para traer otros, y así suce-
sivamente, hasta que todos quedan - colocados. De
600 á 800 toneladas, peso de una locomotora con
15 ó 20 carros cargados, entran así á un gran vapor
de mil ó más toneladas de porte, provisto de dos ó
cuatro máquinas con sus respectivas altísimas chi-
meneas pintadas de rojo y blanco. Estas arrojan to-
rrentes de humo negro: luego el pito.de las válvu-
las, el golpe de los cilindros y el movimiento de las
ruedas del vapor producen ruidos enormes, ora seme-
jantes á la respiración anhelante de un leviatán,
ya como el formidable baladro de algún monstruo
antediluviano. Entre torrentes de llamas y humo,silbi-
dos, gritos enronquecidos y remolino de las olas, se
mueve lentamente el vapor hacia el lado opuesto, en
donde un aparato igual lo recibe y ofrece medios
igualmente fáciles para la descarga y la continuación
del viaje; operaciones para las que basta menos de
una hora de trabajo: la locomotora da su grito de
triunfo en la cabeza del tren, y á esta señal continúa
el viaje. Los pasajeros no han necesitado moverse de
sus asientos en el coche, y esta operación, que pare-
ciera imposible, se ha llevado á cabo con más facili-
dad que la de verificar en una canoa el paso de un
río dos ó tres pasajeros.
478 El Ohio
E L o H I O
Este río tiene una importancia capital eii los Es-
tados Unidos, qne sólo cede en importancia al Mis-
sissippi. Su extensión, de unas 300 leguas, es un poco
menor que la de nuestro Magdalena; pero la anchura
de su valle es más que doble de la del nuestro, de
suerte que ocupa algo más de 200,000 millas cuadra-
das (cerca de 25,00.0 leguas). Está dividido en par-
tes desiguales entre los siete Estados de Pensilvania,
Virginia Occidental, Ohio, Illinois, Indiana, Ken-
tucky y Tennessee, y poblado en la actualidad por
cerca de diez y seis millones de habitantes. Eiegan
este gran territorio, aparte del Ohio mismo, sus gran-
des tributarios: el AUeghanie y el Monon gabela, que
son sus dos brazos superiores, procedentes del Norte
y del Sur de la gran cadena de los Apalaches; el Cum-
berland, el Tennessee, el Wabash, el Miami y otros de
menor importancia. Como sus vertientes se encuen-
tran en cumbres de poca elevación, su descenso es
suave y sus corrientes no pasan ordinariamente de 2
ó 3 millas por hora. A pesar de que el área cuyas
aguas recoge es doble de la de nuestro valle magdale-
nense, me pareció inferior el caudal de sus aguas al
de nuestro río entre Tacaloa y Barranquilla; lo que
parece indicar que es mayor la precipitación de lluvia
entre nosotros.
El valor territorial y mueble ó circulante de ese
valle alcanzaba á doce mil quinientos millones de pesos
($ 12,500.000,000) en 1880; pero en la actualidad debe
Valle de este río 479
(le pasar del doble, porque la riqueza general duplica en
los Estados Unidos en períodos de menos de diez años^
lo que quiere decir que los ahorros en la América del
íí'orte equivalen anualmente á un 10 por 100 de los
valores capitales. Esta acumulación inmensa se debe
en no pequeña parte á la inversión incesante de capi-
tales ingleses y holandeses en la construcción de ferro-
carriles, los cuales determinan un valor muchas veces
mayor en las tierras baldías que atraviesan. Como
esta construcción de vías nuevas se hace á razón de
tres á cinco mil leguas anualmente, se puede compren-
der cuánto será el aumento de valores en este solo ca-
pítulo. No menos magnitud debe tener la construcción
de casas para la habitación de dos millones de habitan-
tes con que anualmente aumenta en la actualidad la
población de ese país. Calculando solamente á $ 100
por persona el gasto de habitación, ó en $ 500 el
de cada familia de cinco habitantes, ese solo capital
representaría 200.000,000 de pesos anuales; pero pro-
bablemente, la realidad sobrepuja este cálculo, porque
en sólo la ciudad de Nueva York- oscila entre $ 28 y
$ 30.000,000 por año el valor de las construcciones
y en Inglaterra se computa en $ 340.000,000 anuales
el de las de todo el Reino; guarismo que debe ser mu-
cho más alto en los Estados Unidos, en donde el
aumento de población es cuatro ó cinco veces mayor.
Este valle es inmensamente rico en minas de car-
bón y de hierro, y en consecuencia lo es también en
fábricas y maquinaria de toda especie; de suerte que
su producción industrial es asombrosa. Si á esos re-
sultados se ha llegado en sólo un siglo, ;qué no será á
la vuelta del que empezará en 1890!
480 Val07' del suelo
$ 25,000.000,000 de riqueza para un territorio
de 25,000 leguas cuadradas, daii $ 1.000,000 por
legua cuadrada, valor que tienen entre nosotros los
terrenos de las inmediaciones de Bogotá y Medellin,
estimados á $ 300 la fanegada (''^^fb^^^^ 4). Y lo ten-
dría cada legua cuadrada plantada de árboles de cafó,
en la que caben 3.600,000 plantas de esta fruta, ó de
árboles de cacao, en que caben 1.800,000 de ellos.
La exportación de café de nuestro país alcanza á
300,000 quintales anuales, y suponiendo un consumo
interior de 60,000 quintales más, nuestra producción
de este artículo alcanzaría á 360,000 quintales. Toman-
do por base un rendimiento de una libra por árbol,
ese guarismo puede obtenerse de 36.000,000 de árbo-
les, que ocupan 36,000 fanegadas ó 10 leguas cuadra-
das de territorio.
Si en las orillas del bajo Magdalena y de los caños
de éste que desaguan en el mar, se cultivase con pla-
taneras y naranjales, aún más productivos que los ca-
fetales, 10 leguas cuadradas — lo que no sería un es-
fuerzo extraordinario para más de 100,000 habitantes
que ocupan esas regiones, — nos darían una riqueza
de 10.000,000 de pesos más, que pagarían en los ví-
veres, vestidos y habitaciones de sus cultivadores
valores por otros 10.000,000.
Este problema parece fácil, pero requiere condi-
ciones difíciles de realizar en nuestro estado actual de
civilización.
Requiere, en primer lugar, espíritu de equidad "
y justicia de parte de los propietarios de la tierra,
para no exigir á los cultivadores una parte inde-
Condiüiones del p,rogreso 481
bida, y monstruosa tle los valores producidos por el
trabajo.
Pide seguridad para las personas y las propiedades
de parte de la autoridad pública.
íí"ecesita algún auxilio del Gobierno para mejorar
las vías de transporte de los artículos así producidos y
de los que necesitan consumir los trabajadores.
Exige de estos últimos moralidad y consagración
al trabajo; prescindencia del nso de bebidas embria-
gantes; ausencia de mesas de juegos; hábitos de vida
de familia; placeres y descanso domésticos moderados;
inteligencia y razón cultivada con la asistencia á las
escuelas.
Algunos de mis lectores pondrían en primera línea,
educación religiosa; pero, lo digo con dolor y con
toda sinceridad: la predicación religiosa que oigo y
leo en este país aconseja mucho odio á los herejes ó
reputados tales, aunque sean sobrios, austeros y labo-
riosos en su vida privada; mucho espíritu de sumisión
y obediencia á los sacerdotes, pero muy poco ó nada
de sumisión de la voluntad á la razón ilustrada de sí
mismo, — no tanto á la razón ajena, — mucho menos de
ese espíritu de amor y caridad á los demás hombres,
que era el todo en la predicación del fundador del
Cristianismo.
A la verdad, no es tan difícil el progreso en la
América Espafiola. Bastó un poco de seguridad en
la República Argentina, nacida simplemente con la
caída del poder arbitrario de Rosas, é instituciones
liberales adoptadas después, para que al favor de
sus climas salubres viniese en grandes números la
31
482 Llegada á San Luis
inmigración extranjera y surgiese como por encanto
una prosperidad prodigiosa. Con la base de alguna
industria próspera en los Estados de la Costa, que
ofreciese salarios altos al nacional y al inmigrante
europeo, la inmigración no tardaría en subir el Mag-
dalena á los climas sanos del interior en busca de
tierras en propiedad, exención del servicio militar, é
igualdad de condiciones políticas y sociales con los
demás hombres. Todo lo que necesitamos acá en Co-
lombia, aparte de libertad y seguridad, es el ejemplo
de industria inteligente y de espíritu de empresa.
Nuestra población tiene las cualidades necesarias para
seguir el movimiento una vez iniciado.
Pasado el Ohio en Cairo, entramos en el Estado de
Illinois, y siguiendo la orilla del Mississippi, alas diez
y media ú once de la noche llegamos al frente de San
Luis de Missouri. Teníamos pagada la cama en el
sleeping-car, la cual cuesta $ 2-50 por noche, y ha-
bíamos empezado á dormir; creíamos haber entra-
do al depósito ó estación del ferrocarril y encontrar-
nos bajo techo en un edificio cerrado: temerosos de
la dificultad de dar á esas horas con nn buen hotel,
resolvimos pasar la noche en el carro y dejar para el
día siguiente nuestra instalación en la ciudad. Dormi-
mos, pues, con la tranquilidad de los justos, tanto me-
jor cuanto que todo movimiento y ruido habían cesado
y teníamos de la mala noche anterior un saldo crecido
contra el sueño. Al despertar en la mañana siguiente,
tiramos el cordón de la campanilla en solicitud del
criado; pero en vano: nadie contestó el llamamiento.
Noche peligrosa 483
Pusimos el oído á los ruidos del salón: nada sonaba.
Vestímonos aprisa, descorrimos la cortina, salimos al
pasadizo, tosimos, hablamos, llamamos, gritamos:
nadie respondió á nuestra voz. Pasamos revista á
nuestros sacos de noche, paraguas, sombreros, etc.:
todo estaba intacto. Abrimos una ventana y nos aso-
mamos á ella: nuestro carro y otro de carga estaban
solos en el centro de un gran crucero de rieles, en el
fondo de un barranco algo parecido á un muladar:
un hombre que pasaba nos indicó que el sirviente
debía estar durmiendo en el carro vecino: llamólo, y,
en efecto, de ahí salió restregándose los ojos, abrió la
puerta de nuestro coche y nos dirigió al restaurante
del ferrocarril, que estaba inmediato. No tuvimos
tiempo para averiguar qué era lo que había pasado
con nosotros: nos bastó saber que nada de nuestros
efectos se había perdido y que ningún daño ni des-
agrado habíamos sufrido en nuestras personas. El
caso, sin embargo, pudo ser peligroso.
«=^\:-:^r3S^:?'8fc
CAPITULO XXVII
SAN LUIS (DK MISSOURI
Rápi'clo progreso de esta ciudad.— Es un tipo de ciudad mo-
derna.— Aspecto general. — El puente sobre el Mississippi. —
Coadiciones que l;i civilización exige en las ciudades mo-
díírnas. — Anchura de las calles. — Área de caserío muy am-
plia.— Los parques. — Influencia de las mejoras en la dismi-
nucióü de la mortalidad. — Las cloacas. — El agua potable. —
Gasto impendido en acueductos en diversas ciudades del
mundo. — El piso de las calles. — El plano de las ciudades
trazado con anticipación. — Los medios de locomoción. —
. Crédito Municipal. — Deudas de las ciudades americanas. —
Objetos en que se han invertido los empréstitos. — Rentas
municipales. — Contribuciones directas. — Riqueza de las ciu-
dades americanas.— Distribución de las diversas clases de
población entre las diversas partes de las ciudades. — La
ñlantropia de los americanos. — Su grande espíritu públi-
co.— Las asociaciones benévolas. — Las igleisas de San Luis.
— Los hoteles. — Los vinos americanos. — Proyectos de los
comerciantes de San Luis relativos al comercio con Sur-
América.
Estábamos en San Luis del Oriente {East Saint
Louis), es decir, en un caserío ocupado por estaciones
de ferrocarriles principalmente, en la ribera izquier-
da ú oriental del Mississippi, todavía territorio de
Illinois. En la ribera opuesta, perteneciente al de
Missouri, se levanta la gran ciudad del nombre de
este capítulo, una de las cinco metrópolis del gran
La población de San Luis 485
valle de este río, y la primera eii importancia des-
pués de Chicago, Situada seis leguas abajo de la
boca del Missouri, domina el comercio del gran valle
de este río, que se extiende por más de 70,000 leguas
cuadradas, y ocupa el centro de la navegación <Jel
Mississippi, accesible a los vapores en 430 leguas
desde su boca hasta San Luis, en más de 300 desde
San Luis hasta las cascadas de San Antonio, arriba
de Saint Paul (Minnessota), y por más de 800, re-
montando el Missouri desde San Luis hasta arriba de
la confluencia del Yellowstone. Dista cerca de 400
leguas de Nueva Orleans, 350 de "Nueva York, 95 de
Chicago y 750 de San Francisco, con todas las cuales
puede comunicarse por medio de vías férreas y fluvia-
les, excepto con San Francisco, con la que sólo puede
hacerlo por ferrocarriles. Esta situación tan favorable
le ha hecho dar el nombre de la Ciudad del Gran
Futuro, y en efecto, el desarrollo de su población ha
sido muy rápido.
En 1800 tenía 925 habitantes.
En 1810 1,400 —
En 1820 4,928 -^
En 1830 5,852 —
En 1840 16,469 —
En 1850 74,439 " — .
En 1860 .... 162,179
En 1870 310,963 . — .
En 1880 350,518 —
, En 1886 506,000 —
Hoy tiene, pues, una población 500 ó 600 veces
mayor que al principio de este siglo, y de 1840 para
48t5 Las ciudades modernas
acá, en un período de cuarenta y cinco años, ha mul-
tiplicado en la proporción de 1 á 30. Es, pues, una
ciudad enteramente moderna: yo deseaba vivamente
apreciar el cambio que en la idea de ciudad ha intro-
ducido el siglo XIX.
Hasta mediados de este siglo las grandes ciudades
se componían de agrupaciones incoherentes, desorde-
nadas, de casas de tres y cuatro pisos, en calles tor-
tuosas y estrechas, sin ideas formadas acerca de las
necesidades que imponen la vida fabril y comercial
de los tiempos modernos. En consecuencia, sucias, es-
casas de agua potable, malsanas é incómodas en todo
sentido. En París y en un pequeño número de otras
ciudades había principiado apenas la apertura de ca-
lles anchas y la ornamentación de ellas con parques
sembrados de árboles; pero en lo general era muy de-
fectuoso el servicio municipal y muy pocas las ideaa
relativas á las nuevas exigencias que impone la aglo-
meración de un gran número de habitantes y á los
servicios que están llamadas á prestar como centros de
distribución de la actividad industrial de los pueblos.
San Luis puede presentar un tipo digno de estudio á
este respecto.
Saliendo del restaurante de la estación para atra-
vesar el Mississippi, lo primero que llama la atención
es este inmenso río surcado por gran número de vapo-
res de grandes dimensiones, de marcha elegante y
airosa, coronados por el fantástico penacho de humo
extendido detrás de sus altas chimeneas: barcas, bo-
tes, canoas y vehículos de todas formas se agitan en
diversas direcciones, dando al paisaje una diversidad
Puente sobre el Mississippi 487
y un movimiento encantadores. Detrás se extiende
una ciudad sin término sobre tres niveles superpues-
tos hasta perderse de vista en los confines del horizon-
te; pero lo que desde luego atrae y domina la aten-
-ción es el gigantesco puente de cal y canto que atra-
viesa el río sobre tres arcos colosales. Mide el puente
propiamente dicho 700 metros, ó poco menos, que es
la anchura del río; pero como fue preciso levantarlo
-muy alto para que diese paso á las chimeneas de los
vapores y se pusiese á nivel con las calles comerciales
y elegantes del interior de la ciudad, hi estructura se
prolonga por 300 ó 400 en el lado oriental y 800 ó
:900 dentro de aquélla, en el occidental; de suerte
que la extensión total es de 1,928 metros, con 25
de anchura. Los estribos y pilares centrales son
de cal y canto, y el puente de hierro, con dos pisos:
el inferior da paso á los trenes, los cuales penetran
al interior de la ciudad por varios túneles; en el piso
superior corren los ómnibus, los coches y los pasajeros
de á pie y de á caballo. Seis años duró la construc-
ción de esta obra grandiosa, en la cual se emplearon
68,000 yardas cúbicas de cal y canto, 63,130 quintales
de hierro de martillo, 47,800 quintales de acero y muy
cerca de % 10.000,000 de gasto entre construcción
propiamente dicha ($ 6.536,000) é intereses, comisio-
nes é indemnizaciones. Su solidez es superior á toda
prueba, y la elegancia de sus proporciones digna de la
civilización de sus habitantes. La orilla del río, arri-
ba y abajo del puente, está defendida por un dique ó
camellón de tierra de grande anchura, al cual se ape-
gan los vapores y vehículos para sus operaciones de
488 Paisaje sorprendente
' carga y descarga. Por la mitad de ese dique, y parale-
los al río, corren los rieles de nn ferrocarril rjue la
comunica con diversas partes del interior de la ciu-
dad. Pasado el dique ó malecón, sigue una orilla de
grandes almacenes en que se depositan los bultos
del inmenso comercio. La vista que se disfruta desde
lo alto del puente por leguas enteras arriba y abajo,
compite en majestad y supera en belleza á la del
Támesis en Londres, aunque quizás no tiene la artís-
tica poesía que respiran las orillas del Sena en París.
El caudal imponente del río, los centenares de va-
pores amarrados á los muelles, que semejan inmen-
sas tortugas gozando del sol, la actividad de los di-
ques, en los que corren los trenes con la agilidad de
poderosos cetáceos, los ómnibus, coches, carretones y
pasajeros qne se cruzan en todas direcciones, las ca-
lles anchas sin término, que se prolongan hacia el in-
terior; ese espectáculo, digo, es uno de los más sor-
prendentes para un viajero suramericano, y en la
contemplación de él se pierde el espíritu en un océa-
no de pensamientos variados. El primero de todos,
sin embargo, es el del día en que podamos contemplar
escenas semejantes en nuestro país. Quizás no estará
muy remoto para nuestros hijos.
Las condiciones i)rincipales que se ven realizadas
en una ciudad moderna, como San Luis, son las si-
guientes:
.L Amplitud y comodidad de espacio para la cir-
culación de las calles.
B. Grandes extensiones reservadas en el interior
Co7id¿aio?ies de las ciudades modernas 489
de la ciiulad, plantadas de árboles y flores, provistas
de grandes estanques y juegos de agua corriente, para
la purificación del aire respi rabie.
C. Abundante provisión de agua pura en las ca-
lles, las plazas, las habitaciones y los caños de des-
agüe de las cloacas.
D. Cloacas aseadísimas para el servicio del públi-
co en las calles y plazas.
E. Desagües profundos en todas direcciones para
sanear perfectamente el suelo de las habitaciones.
F. Piso sólido, limpio y poco ruidoso para el trán-
sito de los vehículos en las calles y plazas.
G. Mercados públicos cubiertos, bien distribuí-
dos, mejor ordenados y vigilados por una policía espe-
cial para asegurar la provisión de víveres perfecta-
mente sanos, pesos y medidas exactamente iguales y
conocidos de todos.
//. Centros de contratación y almacenaje de los
artículos que se venden por mayor para efectos co-
merciales, en los que día por día se dé publicidad á la
oferta, la demanda y los precios corrientes.
1. Mataderos públicos y establecimientos especia-
les en que se asegure el aseo y las condiciones higié-
nicas necesarias para el expendio de efectos expuestos
á rápida descomposición.
/. Organización inteligente para disponer, sin per-
juicio de la salud pública, de todas las basuras 6 in-
mundicias de las habitaciones y las calles.
A". Hospitales, hospicios y lugares de provisión de
socorros contra los accidentes de las calles.
L. Alumbrado nocturno de las calles y plazas.
490 Condiciones de las ciudades modernas
Ll. Tránsito rápido y barato al través de las ca-
lles para los pasajeros y sus efectos.
M. Policía de protección á las mujeres, los niños,
los ancianos y los inválidos.
N. Servicio contra los incendios.
^. Fuerza pública organizada para atender á cual-
quiera emergencia de perturbación del orden ó de la
seguridad general.
O. Escuelas, librerías, museos y exhibiciones pú-
blicas para la educación universal.
P. Lugares de información á los forasteros y de
protección á los huérfanos y personas desvalidas.
Q. Plano de la ciudad y de sus ensanches futuros,
científicamente trazado y perseverantemente seguido.
R. Cárceles para los criminales y establecimientos
<le corrección para los nifios mal inclinados ó aban-
donados de sus padres.
S. Policía general encargada de hacer cumplir las
prescripciones generales relativas á la seguridad, el
aseo, el ornato, la salubridad y el orden públicos.
T. Vigilancia general déla moralidad y las cos-
tumbres.
U. Organización del crédito municipal á la altu-
ra de todas las necesidades y emergencias imprevistas.
F. Celebración de fiestas, conmemoraciones y ex-
posiciones, destinadas á mantener y desarrollar el
espíritu de solidaridad, fraternidad y cooperación
equitativa de los miembros de un mismo grupo de
población.
W, Rápida comunicación del habitante con la
autoridad ó la protección pública.
Las calles 491
X, Organizaci<)n de la caridad y benevolencia in-
dividual.
Z. Provisión de lugares de descanso y placer para
las clases proletarias.
No me puedo explicar qué género de vida llevaban
nuestros antepasados para poder circular, en ciudades
de 200 á 300,000 habitantes, en calles de cuatro á diez
varas de anchura, la ordinaria hasta 1830. En Lon-
dres, Nueva York, Chicago y otras, hay calles por
donde pasan 18 y 20,000 carros, ómnibus y vehículos
tirados por caballos, en el curso de las diez horas de
actividad en el día: horas hay en que la circulación
excede de 3,000 vehículos, ó uno cada segundo, aparte
de 200 á 500,000 pasajeros de á pie por día, que en
las de la mañana y de la tarde alcanzan á guarismos
de 60 y 80,000 por hora.
Las calles modernas son, pues, muy amplias — 20
metros es una anchura insuficiente en el día: 30 y 40
€s la ordinaria; en las de mucho concurso se da de 60
á 80 metros, distribuidos entre camellón central para
grandes ó rápidos vehículos de ruedas, dos calles la-
terales para jinetes, carretones y cargadores, y dos
anchas aceras de 4 á 6 metros, enlosadas, al pie de las
habitaciones y almacenes. De trecho en trecho plazas
más ó menos extensas, para proporcionar desahogo y
campo en donde revolver y cambiar de dirección á las
grandes acumulaciones de carros y coches. En las
calles y en las plazas, grandes y frondosos árboles para
dar sombra al hombre y á los animales contra los calo-
res del verano: aquí y allí fuentes rumorosas provistas
492 La extensión de las áreas
de depósitos de agua para dar de beber á los animales
sedientos, y columnas huecas provistas de agua, llave
para extraerla y jarros aseados para los transeúntes.
Debajo de los árboles, rústicos pero cómodos asientos
para descansar. Aquí estatuas, allá jardines siempre
floridos. Todo barrido una ó dos veces al día, regado
con bombas ó con carros de regadío para evitar el
polvo. De distancia en distancia parques de cuatro á
cincuenta fanegadas, plantados de árboles indígenas y
exóticos, flores de la más rara belleza y plantas arre-
gladas en grupos simétricos ó en imitación de figuras
animadas. Al lado de estos adornos, hileras de edifi-
cios aseados, almacenes espléndidos llenos de luz, in-
mensas vitrinas detrás de las cuales se exhiben los co-
mestibles en suntuosos aparadores que despiertan el
hambre, magníficos muebles, artículos de lujo, obje-
tos de arte dispuestos con el mayor gusto y formando
los contrastes más raros.
Esas son las grandes calles comerciales de San Luis.
Para proporcionar ese desahogo se necesita ocupar
grandes áreas. La de esta ciudad se extiende sobre
7 leguas ó 64 millas cuadradas. Cinco y media leguas
presenta de frente al Mississippi, y muy cerca de dos
de fondo hacia el interior. Para que se forme idea de
lo que es esta superficie, diré que r)Ogotá, con más de
100,000 habitantes, ó sea la quinta parte de la pobla-
ción de San Luis, no alcanza á ocupar sino 2 (ó 3 millas
cuadradas, incluyendo los alrededores semi-vacíos);
Londres, ciudad rica en grandes parques, con una po-
blación diez veces mayor, apenas ocupa el doble (128
millas cuadradas); París, con quíntuplo número de
Los parques 493
pobladores, está reducidii á menos dé Ui mitad, pues
sólo tiene poco más de 3 leguas (7,800 liectáreas) ó 28
millas cuadradas. Nueva York mismo, con 1.500,000
habitantes, no se extiende á más de o2 millas cua-
dradas, ó la mitad de las que' necesita la Ciudad del
Gran Futuro.
Esta gran superficie ha sido exigida no tanto })or la
extensión de sus parques, sino principalmente por el
gran volumen de las mercancías que forman el co-
mercio del Mississippi: maderas, ganados en pie, maíz,
trigo, papas, forrajes, melazas, pescado, carbón, al-
godón, petróleo; en una palabra, materias primas
voluminosíis que piden grandes espacios para mover-
las y almacenarlas. Los muelles del río exigen mucha
amplitud, y las estaciones de sus numerosos ferrocarri-
les cubren centenares de fanegadas en todos los alre-
dedores de la ciudad. En seguida, como lo observé yá
también en Nueva Orleans, las numerosas asociacio-
nes para muy variados objetos ocupan grandes edifi-
cios que no forman parte del caserío habitado.
Empero, el establecimiento de grandes parques,
poblados de árboles y de grandes piezas de agua co-
rriente en el corazón de las ciudades, es uno de los
rasgos característicos de la ciudad moderna. El api-
ñamiento de las habitaciones y la construcción de
éstas en casas de diez y hasta quince pisos en calles
estrechas, engendra depósitos encerrados de respira-
ción humana que vician el aire y son el vehículo más
rápido de transmisión de las enfermedades. Las epi-
demias se propagan con suma facilidad en esos lu-
494 Disminución de la mortalidad
gares, en donde adquieren una virulencia especial
y causan grandes estragos. Por el contrario, esa
atmósfera, fuertemente cargada de carbono, cons-
tituye un alimento especial para los vegetales, que,
absorbiendo los principios expelidos por el hombre^
prosperan mejor que en ninguna otra parte. De aquí
la conveniencia natural de asociar la vida humana á
la vida vegetal, las cuales se completan y mejoran la
una por la otra. Unida la acción de este consorcio á
calles anchas y rectas que no opongan obstáculo algu-
no á las corrientes del viento, la atmósfera de las ciu-
dades se purifica y la salud de los habitantes gana
inmensamente. Las raíces de los árboles absorben la
humedad y las materias en descomposición del sub^
suelo, á las veces foco también de miasmas deletéreos.
El efecto de estas mejoras ha sido, no tan sólo el
bien de mejor salud y disminución de la mortalidad,
sino una prolongación en la vida media del hombre.
Pondré muestras de la rata de mortalidad en diversas
ciudades para que se juzgue mejor de la influencia de
esas causas.
Ciudades de msyor mortalidad (anual) por Ciudades de menor mortalidad [anual] por
1,000 habitantes. 1,000 habitantes.
Valparaíso 64.6 Brigh ton (Inglaterra) 19
San Petersburgo.. 51.4 Chicago. 20.2
Madrid 37.4 San Francisco... 18.1
Habana 45.7 Nueva Orleans. . . 22.7
Viena 29 Boston .... 23.5
Madras . 38.8 Liverpool 26.7
París 28.6 Londres 21.2
Rio Janeiro 39.4 San Luis 19.3
Berlín 27.6 Nueva York 26.2
México 30.9 Bogotá 27
Los parques de San Luis 495
He procurado poner en contraposición ciudades
de población ó de circunstancias generales de clima
análogas; pero como todavía pudiera decirse que en
estas últimas concurren causas generales en que es
difícil establecer un paralelo, pondré aquí la rata de
mortalidad de una misma ciudad en diversas épocas
para marcar la influencia que el mejor servicio muni-
cipal de saneamiento ha prodvicido. — La de Londres:
En 1725 á 1750, por cada 1,000 habitantes, 39.9 muertos.
En 1751 á 1799, por id. id 38.8 —
En 1800 á 1830, por id. id 33.7 —
En 1840 á 1845, por id. id 24.5 —
En 1874 á 1878, por id. id 22.8 —
En 1879 á 1881, por id. id 21.7 —
Se observará que las tres plazas en donde la mor-
talidad es menor en el anterior cuadro, son San Fran-
cisco, San Luis y Chicago, cuya fundación data de
medio siglo ó menos.
Los- parques públicos han sido llamados con pro-
piedad los puhnones de las ciudades, pues por medio
de ellos se regenera el aire que sirve para la combus-
tión del cuerpo humano. Aparte de muchas plazas y
jardines públicos, San Luis tiene doce parques, que
ocupan una superficie de más de tres millas cuadra-
das, y de ellos los principales son: el Bosque (Forest
Park), con cerca de 700 fanegadas en la parte occi-
dental de la ciudad, y cuyo terreno costó á la Muni-
cipalidad $ 849,000; Tower Grove, con 140 fanegadas,
regalado á la ciudad por un distinguido filántropo,
inglés de nacimiento, Mr. Henry Shaw, y en el ador-
4&B Las cloacas
no del cual ha empleado la ciudad más de $ 500,000;
y Lafayette Parle, con sólo 16 fanegadas, pero es
quizás el más bello de la ciudad, como también es
el más antiguo.
Describir la belleza de estos parques sería imposi-
ble. Bastará decir que ellos son la residencia ordina-
ria de los niños, los ancianos, los convalecientes, de
los desgraciados 3^ los felices; todos los cuales van á
buscar allí aire puro, fresca sombra, consuelo los unos
para sus penas, confidente los otros para sus secretas
alegrías, en el seno limigo de la naturaleza. Nada hay
comparable á la misteriosa sombra de esos parques en
los días calurosos del estío, á las emanaciones vivifi-
<jantes de la vegetación, á la tranquilidad y la calma
que se respiran en esos bosques; nada más delicioso,
más tierno que sus noches de luna, en que el suelo
reproduce las formas de las ramas y de las hojas sobre
la alfombra del césped y trae en las auras el sonido
distante de cantos y músicas, ^o los recuerdo ahora
con placer; pero confieso que la impresión que me
producían allá no era agradable; en ninguna parte
experimentaba tanta nostalgia como en esos bosques,
que me recordaban el atraso de mi patria.
El servicio de cloacas es antiguo: los romanos lo
■conocieron y practicaron en Roma, pero no dejaron
la tradición de ellas en los países latinos. Los pueblos
sajones son los que han heredado y adelantado la cons-
trucción de ellas. Esa materia requiere estudios espe-
ciales y la formación de un plan sistemático, al que
deberían estar sujetas las nuevas construcciones. En
El agua potable 497
Bogotá, á pesar de facilidades especiales, carecemos del
todo de una organización de est^ servicio, en el que in-
novaciones empíricas recién introducidas han mejorado
las calles pero destruido los caños que conducían las
aguas para dar aseo al interior de las casas. Esta es ma-
teria científica, no de arbitrariedad ignorante.
La provisión de agua pura y de composición ade-
cuada para las reacciones químicas que se verifi-
can en la digestión, es uno de los primeros elemen-
tos requeridos en todo nuevo establecimiento de
hombres. Es una condición indispensable para la
salud y el aseo, y sin ella es imposible fundar una
población progresista y simpática. Si no la hay inme-
diata, no se debe vacilar en hacer todo el gasto que sea
necesario para llevarla de lejos. Mantener poblaciones
sedientas, esclavas de la tarea de transportar el agua
para el consumo diario desde sitios distantes, como
por desgracia sucede en gran número de poblaciones
en Colombia, no puede menos de engendrar hábitos
de desaseo, de egoísmo y de indolencia. Si la mitad de
la energía de la vida se gasta en la sola necesidad de
saciar la sed, el resto no alcanzará para ganar sino
una alimentación insuficiente. Si por descuido ó igno-
rancia se bebe agua de mala calidad, que produce coto
ó anemia, las cualidades activas de la inteligencia y
de la voluntad irán decayendo día por día, hasta parar
en la extinción de la vida y el abandono completo de
la localidad. Estas nociones, poco difundidas en la
América Española, son populares en la del Norte, y
allí nadie repara en el gasto de buenos acueductos, por
muchos que sean los millones de pesos que exija, no
32
498 Acueductos notables
sólo en las grandes, sino en las pequeñas poblaciones.
El esfuerzo que en satisfacción de esta necesi-
dad han hecho los americanos del Norte, puede apre-
ciarse en la siguiente comparación con otros pueblos
más antiguos.
Ciudades. Provisión de agua — litros Litros por ha- Gastos de acueductos,
por Í24 horas. hitante.
Liverpool 45.000,000 90 $ 8.300,000
Londres 650.000,000 130 60.500,000
París 400.000,000 (?) 180 10.500,000
Manchester 45.000,000 90 6.600,000
Dublín 3L000,000 93 3.000,000
Hamburgo 22.000,000 54 850,000
Nueva York ... 600.000,000 400 20.000,000
Chicago. 270.000,000 540 9.350,000
San Luis. 126.000,000 250
Búfalo 72.000,000 540
Washington.... 360.000,000 1,800
Bogotá 3.000,000 28 Empresa particular.
El piso de las calles, plazas y paseos públicos en-
cierra hoy un gran número de condiciones; pero las
principales son las siguientes:
Nivelación regular del plano de la ciudad, que fa-
cilite el tránsito de vehículos de ruedas y dé salida
fácil á los desagües.
Solidez que evite la formación de nubes de polvo
en los veranos, de fangales en los inviernos, y la des-
trucción de los conductos subterráneos de agua, gas
y albañales al paso de los carros cargados.
Material poco sonoro para evitar los ruidos des-
agradables de los vehículos en las calles.
Favimentos de las calles 499
Baratura y fácil reparación.
Los materiales principalmente usados son: el Mac
Adams, el empedrado, el adoquinado, la madera, el
asfalto y las carrileras de hierro.
El primero de éstos es ocasionado á nubes de pol-
vo si no se le riega con frecuencia, y á hoyos y fan-
gales, si la reparación no es incesante. Su conserva-
ción es, pues, muy costosa.
El empedrado y el adoquinado si no se hacen con
granito ó piedra muy dura, que no en todas partes se
encuentra, son de poca duración, en extremo sonoros
y gastan rápidamente, con vibraciones muy repetidas,
los resortes y ensambles de los coches y los carros.
También fatigan pronto los pies de los caballos.
El asfalto es muy suave, embota los ruidos, pro-
longa la duración de los vehículos y de los animales;
pero es resbaloso en los i inviernos para los pasajeros
de á pie, y en algunos lugares costosísimo. Se le usa
mezclado con arena sobre lechos de cascajo apretado.
Los adoquines de madera, humedecidos todos los
días para conservar su yuxtaposición, y regados con
frecuencia con arena de rio ó cascajo fino para preve-
nir los resbalones, empiezan á ganar la preferencia
endondequiera que los bosques están inmediatos ó la
madera á bajo precio por la facilidad de los transpor-
tes, sobre todo en los paseos públicos y las calles
frecuentadas por vehículos ligeros.
Sin embargo, las carrileras de hierro destinadas al
uso de tranvías movidos por fuerza animal, por el
vapor, por correas subterráneas tiradas por máquinas
fijas situadas fuera de las poblaciones ó por la electri-
500 Tranvíos eléctricos
cidad, empiezan á generalizarse para el movimiento
de pasajeros y el transporte de efectos pesados. Con
el transcurso del tiempo éste será el género de lo-
comoción universalmente adoptado para recorrer las
distancias de más de un kilómetro. Se dice que la
electricidad promete prestar su servicio sin ruido,
humo, peligro de explosiones y sin dificultad para
contener la marcha en el momento preciso, por medio
de aparatos de volumen reducido. Cuando á todas
esas condiciones se agregue la baratura de las pilas,
no hay duda que llegará á ser de empleo universal,
aun para los coches de paseo de las familias. Entre
tanto los coches tirados por cables subterráneos, mo-
vidos por máquinas fijas de vapor, de dos en dos ó de
tres en tres millas de distancia, son lo mejor que vi
en los Estados Unidos para el servicio de las calles en
las ciudades nuevas del Oeste. Un cable mueve dos
carros con capacidad para treinta pasajeros cada uno
en una misma dirección, y en la opuesta otros dos,
sin ruido ni sacudones de ninguna clase, sin ocupar
espacio para caballos ó máquinas, pudiendo subir y
bajar pendientes de ocho y diez por ciento y con una
velocidad general de 3 á 4 leguas por hora. Vi practi-
cado este sistema en San Luis, Chicago y Cincinnati, -
y extrañé no encontrarle generalizado en Filadelfia,
Nueva York y Boston, en donde, probablemente, las
concesiones hechas á los tranvías de caballos sirven
de obstáculo al establecimiento de otros medios de
locomoción. Hay muchas líneas de ferrocarriles ser-
vidos por vapor en el interior de San Luis, en conexión
con las que se dirigen á lugares distantes, pero ningu-
Calles modernas 501
na todavía de ferrocarriles elevados, que hasta ahora
parecen, una especialidad de Nueva York.
Todos estos medios de lomoción en calles concu-
rridísimas, son ocasionados á accidentes de atropello
de mujeres, niños, ancianos, sordos, ciegos é inváli-
dos, para prevenir los cuales se ha ocurrido, en Lon-
dres, al sistema costosísimo y aun desagradable de
ferrocarriles subterráneos, y en Nueva York al de
ferrocarriles levantados sobre pilares de hierro á cua-
tro, cinco y aun diez metros de altura, que hacen os-
curas, obstruyen la ventilación y suprimen la belleza
de las calles. Es probable que pronto se apele al me-
dio de construir aceras levantadas al nivel de los bal-
cones del primer piso, con puentes para atravesar las
bocas-calles, dejando los carros de toda especie en el
nivel inferior del suelo.
Estos grandes hormigueros humanos de 200,000,
500,000, ó uno, dos y aun cinco millones de habitantes
(como Londres), se formaban antes de un modo in-
consciente, por un simple procedimiento de agregación
desordenada, desarrollado por condiciones favorables
para el comercio; como la de un gran río navegable al
pie de valles extensos y fértiles. En ellos surgían aquí
fábricas de tejidos de algodón ó de lana, allí fabrica-
ciones de loza ó de vidriería, más allá artículos de
hierro ó acero: acá producción de calzado, acullá in-
mensos depósitos de víveres. Todas esas producciones
exigen cambios, traslaciones de grandes masas de pro-
ductos de un lugar á otro, necesidad de cambiar ideas
con otros hombres, movimiento incesante de éstos de
unos lugares á otros, actividad fel)ril, carreras presu-
502 Plano de las ciudades
rosus: todo eso que se llama circulación. Para ella
no podían bastar esas calles estrechas, tortuosas, in-
cómodas en todo sentido; ni los mozos de cordel, ni
el carguío en muías ó burros, ni los carros tirados por
bueyes ó caballos. Se necesita anchura en las calles,
amplitud de espacios, medios mecánicos y económi-
cos de locomoción. De aquí la transformación de las
ciudades modernas, las demoliciones de barrios ente-
ros, la organización de nuevos servicios complicadísi-
mos, llenos de exigencias no siempre fáciles de prever.
Pero el americano del Norte parece tener la intui-
ción de la grandeza futura, j cuando empieza la fun-
dación de una ciudad en medio de un desierto, yá
sabe que ahí vendrá á establecerse un millón de habi-
tantes. De acuerdo con esta expectativa, traza los pla-
nos de la nueva población con una grandiosidad sor-
prendente, que explica la rapidez en la formación de
esas ciudades estupendas.
Así, lo primero en que se ocupa la Municipalidad
de una ciudad en embrión ó de un pueblo en que se
despierta la idea del porvenir, es en trazar el plano
desús futuras construcciones. Se determina en pri-
mer lugar el sitio importante, esencial, adonde aflui-
rá por la naturaleza de las cosas la actividad manu-
facturera ó comercial; el desembarcadero del río ó el
lugar apropiado para depósito del artículo de pro-
ducción dominante, y de ahí se proyecta la línea di-
rectriz de las construcciones, de acuerdo con la nive-
lación natural ó artificial que se dé al terreno y con
el pensamiento del en-sanche futuro de la ciudad. En
seguida se buscan los desagües naturales para relacio-
Plano de las ciudades 503
liar con ellos la dirección de Iíís cloacas, de manera
que éstas tengan la mayor pendiente y la mayor pro-
fundidad posible. Se busca la orientación á propósito
para recibir las corrientes de aire ó para abrigarse
contra los vientos nocivos. Se traza el eje de la ciu-
dad, es decir, la línea de prolongación que servirá de
centro directivo para marcar y distinguir en orden
numeral ú otro las calles paralelas y las transversales.
Se designan los sitios principales de interés colectivo:
los de Casa Municipal, Cortes de Justicia, Cárce-
les,-Mercados, Mataderos, Hospitales, Casas de enfer-
medades contagiosas, etc. Sobre todo, se establece de
antemano la dirección y anchura de las calles, á efecto
de que las nuevas construcciones sigan con regulari-
dad un plan que facilite el conocimiento de la ciudad
y haga sencillas las comunicaciones entre sus habitan-
tes. El centro de este plano se destina de ordinario
á los negocios, transacciones é industrias diversas,
incluyendo, desde luego, sitios para los hoteles y luga-
res de alojamiento de los forasteros: la periferia para
las casas de habitación de las familias acomodadas
que desean principalmente tranquilidad y aseo en sus
mansiones domésticas. Así, hacia esta parte se sitúan
las calles más anchas, en relación con los parques pú-
blicos, y al contrario de lo que ocurre en las ciudades
antiguas, en donde los afueras son ordinariamente
sucios y desordenados, en las modernas esa es la parte
más suntuosa y más bella de todo el caserío.
Tal es el plano de la ciudad de San Luis. El Mis-
sissippi forma la línea que recorre la mitad de la cir-
cunferencia exterior, en 6 leguas de extensión; la otra
504 Plano de San Luis
mitad está formada poi* el parque do O'Fallon, los
magníficos cementerios de Bellefontaine y el Calva-
rio (destinado éste á los católicos), la avenida de la
Unión, el parque Forest, y otra curva que con 2 le-
guas de distancia se extiende desde este sitio hasta el
río, en el punto en que arranca la Gran avenida, que
atraviesa todo el centro de la ciudad en 4 leguas de
extensión. Así pues, forma San Luis un óvalo de 4
leguas de largo de Norte á Sur y 2 de ancho de Orien-
te á Occidente.
El Mississippi está cubierto por un muelle ó dique
de tierra, enlosado de piedra dura en gran parte; de-
trás de éste sigue un ferrocarril paralelo al río en
todo el frente de la ciudad, á lo largo del cual se en-
cuentran los parques de Hyde, las obras del acueducto
que levántalas aguas del río, y un poco, más al interior
de la ciudad, el parque de Fair-grounds; en seguida los
dos cementerios yá mencionados, que por su belleza,
sus grandes árboles, sus jardines y monumentos, pue-
den también considerarse como parques; todo esto
del centro de la línea del Mississippi hacia el Norte.
Hacia el Sur, siguiendo siempre el ferrocarril de cin-
tura, se encuentran los parques de Lyon, Laclede y
Oarondelet. De Oriente á Occidente otra línea de fe-
rrocarril atraviesa la ciudad desde el río hasta el par-
que de Forest, pasando por el parque Lafayette. En el
centro de ella, en el punto en que los rieles cruzan á
Manchester Road, — una de las grandes calles de la
ciudad,. — la carrilera se bifurca hacia el Noroeste, for-
mando la cabeza de la gran línea llamada Missouri y
el Pacífico. Un poco más adelante, en la avenida de
Calles de San Luis 505
Washington, rompe hacía el Noroeste otro ferrocarril
de vía angosta que conduce á los afueras de la ciudad.
De N'orfce á Sur la cortan las grandes avenidas
de BroadAYaj; Jeíferson, Oompton, G-rand y Kings-
higliway, que tienen de 2 á 4 leguas de largo. De
Oriente á Occidente están las calles comerciales y las-
más ricas en famosos edificios de bancos, compañías-
comerciales, hoteles y establecimientos públicos. La
calle del Mercado divide á la ciudad por mitad al
]N[orte y al Sur, y paralelas á ésta corren á uno y otro
lado las de Washington, Olive, Pine, Franklin, La-
fayette, etc.: calles que, por su anchura, pavimento,
árboles frondosos y esplendidez de edificios, no son
sobrepujadas tal vez por las de ninguna otra ciudad
del mando, y tan sólo igualadas por algunas de Chi-
cago y por la 5.* avenida en Nueva York.
La facilidad, rapidez y baratura para la comuni-
cación entre las diferentes partes de la ciudad deja
muy poco que desear. Los ferrocarriles, los tranvías,
las líneas de ómnibus y coches la recorren en todas
direcciones, y últimamente el Mississippi mismo es
una vía económica y rápida para los artículos volu-
minosos ó muy pesados entre los extremos Norte^
y Sur.
La provisión de agua potable y para el aseo es in-
mensa, como se comprende, tratándose de una ciudad
situada á orillas de uno de los más grandes ríos del
mundo, cuyas aguas son, como todas las de los grande»
ríos, de la mejor calidad imaginable. El depósito-
principal contiene constantemente 250.000,000 de li-
606 El acueducto
tros de agua, previamente asentada para despojar-
la por precipitación de toda materia extraña. Esta
•cantidad de agua se distribuye, según las necesidades,
por medio de 93 leguas de tubería de hierro en to-
das direcciones, en las cuales se encuentran 2,685
<jolumnas provistas de aparatos para apagar los incen-
dios. El consumo de agua alcanza á 86.000,000 de litros
por día en los meses de invierno y hasta 140.000,000
«n los de verano: el término medio es de 110.000,000
•de litros por día, ó 210 litros por cabeza de población
■entre 500,000 habitantes.
Para llegar á esta altura de buen servicio de aguas,
Bogotá debería recibir 25.000,000 de litros por día y
tener en sus depósitos una cantidad de agua veinte
veces mayor que la disponible en el actual acueducto.
Muy lejos estamos, pues, de la meta que sería de
desear, no por falta de recursos naturales, sino de
trabajo para ponerlos al alcance de todos. Según los
cálculos del Ingeniero señor Manuel H. Peña, el Bo-
queróiiy el Arzolispo, Fuclia y otras pequeñas co-
rrientes de agua que atraviesan la ciudad pudieran
dar 22.000,000 de litros cada veinticuatro horas; pero
trayendo tomas del Chico y de Tunjuelo, á legua y
media de distancia no más, esta cantidad pudiera
aumentarse al quíntuplo, sin un gasto desproporcio-
nado á la riqueza de los habitantes.
Estas obras no podrían ejecutarse, desde luego,
con las rentas ordinarias, y es para estos casos para lo
que se requiere fundar y conservar el crédito de una
ciudad: asunto qué en las ciudades europeas, pero
«obre todo en las americanas, llama vivamente la
Crédito municipal 507
atención, como uno de los rasgos de gobierno libre,
sistema republicano y buena organización municipal.
La deuda pública de las ciudades y villas de más
de 7,500 habitantes en los Estados Unidos ascendía,
^n 1880, á $ 682.000,000, y había sido contraída, en-
tre otros objetos de mejora material de las poblacio-
nes, con los siguientes:
Construcción de puentes $ 24. 850,000
Servicio de incendios 2.514,000
Mejora de puertos, ríos, muelles, canales
y caídas de agua para el movimiento de
máquinas 36.224,000
Construcción de parques y plazas 40.612,000
Construcción de cloacas 21.370,000
Edificios públicos 48.493,000
Apertura y pavimento de las calles .... 86.674,000
Provisión de agua potable 141.000,000
Escuelas y librerías públicas . 26.514,000
•Objetos varios 130.374,000
Citaré la deuda de algunas ciudades, con expresión
de su población, en 1880 también:
Nueva York, con 1.206,000 habitantes, $ 109.425,000 de deuda.
Filadelfia — 847,000 — 54.223,000 —
Brooklyn — 566,000 — 38.040,000 —
Chicago — 503,000 — 12.794,000 —
Boston — 362,000 — 28.244,000 —
San Luis — 350,000 — 22.847,000 —
Cincinnati — 255,000 — 21.992,000 —
San Francisco — 233,000 — 3.059,000 —
Nueva Orleans — 216,000 — 17.736,000 —
Citaré una gran ciudad casi sin deuda pública:
Baltimore, cpn 332,000 habitantes, I 854,000 de deuda.
Algunas de población semejante á las de Bogotá,
508 Deudas de algunas ciudades
Medellín y Barranquilla, es decir, entre 30,000 y
100,000 habitantes:
Albany.... 90,000 habitantes, ^ 3. 683,000 de deuda.
Atlanta.... 37,000 ^ 2.1S0,000 —
Cambridge. 52,000 — 3.403,000 —
Charleston. 49,000 — 4.129,000 —
Jersey City 120,000 — 15.386,000 —
Louisville.. 123,000 — 4,840,000 —
Menfis 33,000 — 4.554,000 ^
Savannah.. 30,000 — 3.425,000 —
Y algunas semejantes á Manizales, Sogamosa^
Cartagena, Cúcuta, Bucaramanga y Sincelejo, es de-
cir, entre 8 y 16,000 habitantes:
Ciudades. Habitantes, Deuda.
Appleton (Wisconsin) 8,000 % 100,000
Bangor (Maine) 16,000 2.661,000
Columbus (Georgia). . 10,000 540,000
Danville (Virginia).. 7,500 543,000
Houston (Tejas) .... 16,000 1.501,000
Middletown (Conn).. 12,000 1.407,000
Salem (Alabama) 7,500 323,000
La deuda de las poblaciones ó distritos de menos
de 7,500 habitantes alcanzaba á % 42.000,000. Así
pues, la buena organización de las rentas, el buen
empleo de ellas y el crédito necesario para descontar
los beneficios del porvenir por medio de empréstitos,
no son allí privilegios de las grandes ciudades.
Estos empréstitos han sido tomados á ratas de in-
terés que, según el crédito de la ciudad ó villa respec-
tiva, varían desde 3 hasta 10 por 100 anual, siendo 5
y 6 por 100 la tasa ordinaria á que han sido contrata-
Libertades municipales 509
das las dos terceras partes del total. Algunas ciuda-
des, como la de Boston, por ejemplo, sólo pagan de 3
á 4 por 100 y sus bonos tienen generalmente premio
sobre la par en>el mercado público.
La formación de este crédito se debe indudable-
mente á las costumbres de descentralización y amplios
poderes municipales concedidos á los pueblos y ciuda-
des, los cuales han estado provistos de facultades su-
ficientes para imponer contribuciones y aplicar los pro-
ductos de éstas á los objetos determinados por ellas
mismas con entera libertad. Sólo eso puede explicar
esa prosperidad asombrosa, esa comodidad, aseo, de-
cencia y aun esplendor de la vida colectiva, obtenido
en sólo un siglo de existencia nacional. Para llegar á
un resultado igual bajo un sistema de centralización
desconfiada y orgullosa, hubiera sido necesario el
lapso de muchos siglos de paz, y todavía con ellos el
mundo europeo está muy distante, aun en los países
más afortunados, como Inglaterra, Francia y Alema-
nia, de esa civilización universalmente difundida por
todas las extremidades del territorio que se observa á
primera vista en los Estados Unidos, principalmente
entre las ciudades nuevas del Oeste. París, Londres,
"Yiena, Berlín, San Petersburgo, son creaciones de la
centralización europea á expensas de la prosperidad
de las provincias y ciudades distantes de la capital de
cada nación; pero Nueva York, Boston, Filadelfia,
Chicago, San Luis, Oincinnati, San Francisco y tantas
otras datan de ayer nada más y son obra de los esfuer-
zos exclusivos de sus habitantes, sin ayuda ni protec-
ción oficial.
510 Rentas municipales
Aparte de las rentas de los Gobiernos de los Esta-
dos, que ascendían á $ 110.000,000, las de las ciuda-
des y distritos producían, en 1880, muy poco menos
de $ 300.000,000, es decir, casi tanto como las del
Gobierno Federal. Para dar idea concreta de la im-
portancia del servicio municipal en ellas, presentaré
algunos datos sobre el particular, relativos á seis de
las principales ciudades en el año de 1887:
Ciudades. Gastos, Contribuciones Productes Productos Entradas
directas. del ramo del gas. varias,
de aguas.
Baltimore $ 8.403,930 $ 4.210,112 $ 745,446 % 3.448,312
Boston 18.562,518 8.885,881 1.274,498 8.402,139
Chicago 13.220,220 5.166,156 1.642,682 6.411,382
Nueva York 73.309,884 31.56S,097 2.485,653 39.514,342
Filadelfia 17.633,304 11.360,785 1.993,643 $ 2.969,689 1.309,187
Atlanta 785,152 522,109 38,257 95,643 129,143
Como se comprenderá, parte de estas entradas y
de estos desembolsos consisten en sumas tomadas á
préstamo y en pagos hechos á los prestadores; pero
siempre dará idea del movimiento municipal de seis
ciudades, cuya población suma 4.200,000 habitantes
á lo más, el hecho de que sus rentas normales pasan
de $ 80.000,000, de los cuales más de % 60.000,000
son contribuciones directas sobre los valores raíces y
muebles. El término medio del gasto efectivo no baja
de $ 20 anuales por cabeza de población. Las rentas
municipales de San Luis no bajarán de % 10.000,000.
Las contribuciones que forman las rentas de las
ciudades son generalmente estas:
1.* De 1 á 1.60 por 100 sobre el avalúo de la pro-
piedad mueble ó inmueble de los habitantes: contri-
bución que, como se ve, llega en los Estados Unidos
á una rata cuatro veces mayor que la acostumbrada
en el Estado de Cundinamarca, en donde en más de
veinte años no ha pasado de cuatro milésimos por
Sistemas de contribuciones 511
cada cien pesos del avalúo de la propiedad raíz sola-
mente. En los Estados Unidos, sin embargo, se cree-
que los avalúos, siempre muy moderados, no repre-^
sentan más del 40 ó 50 por 100 del valor efectivo
de dichas propiedades. Sobre todo, en el cómputo y
avalúo de la riqueza mueble se cree que hay, por una
parte ocultaciones, y por otra avalúos muy inferio-
res á la realidad.
La relación entre los valores muebles é inmuebles-
de una ciudad es de muy difícil apreciación. Siendo
cada día mayores las cosechas, mayores los productos-
de las fábricas, mayor el uso de artículos de comodi-
dad y de lujo en los muebles, joyas, vestidos y efec-
tos de uso diario; en la moneda circulante, en los
signos representativos de la moneda (títulos de deuda
pública, acciones de bancos, ferrocarriles, minas y
compañías anónimas de todas clases), á primera vista
parece que el avalúo de esta clase de propiedad (mue-
ble) debiera aumentar considerablemente, y, sin em-
bargo, el aumento de valor en la propiedad raíz
— consistente en tierras, casas y ferrocarriles — es
mucho mayor.
En los Territorios de los Estados Unidos (sec-
ciones políticas poco pobladas) el valor de la pro-
piedad raíz sólo alcanza al 46.81 por 100 de la rique-
za general del catastro, y el 53.19 por 100 restante
se forma de valores mobiliarios. La tierra sin pobla-
dores vale poco ó nada, y el incremento de su valor
depende del número de habitantes que deben sacar
de ella su subsistencia; de suerte que con sólo el au-
mento de la población, aunque la tierra no reciba
512 Proporción entre la riqueza raíz y la mohüiaria
mejoras notables, duplica, triplica ó centuplica en ava-
lúo. Entre tanto, en los Estados yá poblados la pro-
porción entre el avalúo de la riqueza mueble é inmue-
ble guarda las siguientes proporciones:
Propiedad raíz. Propiedad mobiliaria.
En los Estados de Nue-
va Inglaterra vale. . . 71.50 por 100 28.50 por 100
En los Estados centra-
les (ííueva York Pen-
silvania, Ma r yl a nd,
New Jersey y Dela-
ware),que son los más
ricos y poblados 86.60 — 13.40 —
EnlosdelSur 70.77 — 29.23 —
En los del Oeste 74.09 — 25.91 —
Término medio de toda
la Unión 77.13 — 22.87 —
2.* En derechos de licencia ó patente para el ejer-
cicio de diversas industrias y profesiones.
3.'"^ En licencias especiales para la venta de bebi-
das espirituosas ó fermentadas: contribución que en
los últimos años, á contar de 1881 para acá, ha toma-
do una extensión considerabilísima y produce muchos
millones de pesos.
4.^ Los ramos de aguas potables y de alumbrado
de gas, en muchas ciudades servidos directamente por
las Municipalidades mismas; en gran parte de ellas,
según se cree, con más abundancia, economía y lim-
pieza que en el servicio por privilegios ó contratos.
Se comprende, sin embargo, que para obtener este
resultado se requiere mucho interés público y Cor-
Riqueza de las ciudades 513
poraciones muy bien organizadas á iníluencia de tra-
diciones antiguas de libertad municipal.
o.'^ Pequeñas contribuciones de carácter variado,
entre ellas derechos j obvenciones especiales á los em-
pleados públicos por los actos de su servicio; como,
por ejemplo, derechos curiales, á los jueces, notarios,
é inspectores de mercados y cementerios.
Sorprende á primera vista la masa enorme de va-
lores recogidos por medio de esas contribuciones y
empleada en la vida colectiva de aglomeraciones de
hombres reducidos á recintos estrechos. Nueva York,
por ejemplo, cuya población apenas excederá ligera-
mente hoy de la tercera parte de la de toda Colombia,
reúne y emplea, tan sólo en su servicio municipal,
sumas diez veces mayores que las del presupuesto de
rentas y gastos de nuestro país, y trescientas veces
mayores que las rentas de la ciudad de Bogotá, con
sólo una población doce ó trece veces mayor. En otros
términos, el gasto de servicio común de los habitantes
de l!íueva York es treinta veces mayor que el de los
pobladores de Bogotá.
Esa sorpresa empieza á disminuirse á medida que
se considera la inmensa magnitud de los intereses acu-
mulados allí. El avalúo de catastro de su caserío, ava-
lúo que se considera ser de sólo la mitad del valor real
ó venal, monta á I 1,203.000,000; el de los víveres,
muebles, joyas, vestidos, mercancías, animales, vehícu-
los de transporte, acciones de bancos, títulos de deuda
33
5] 4 Dificultades de la aglomeraoión
pública, etc. etc., no puede bajar de un 40 por 100
sobre la anterior suma, y esas dos sumas reuni-
das y aumentadas k su valor efectivo, no bajarán de
.3,000.000,0000 de pesos. Tampoco bajará de la mitad
de esta suma la de los valores creados anualmente con
ese capital y con la poderosa industria de 1.500,000
habitantes actuales (1). De suerte que el gasto he-
cho en común por los neoyorkinos no pasa del 2J
por 100 de sus rentas, á tiempo que con ese pe-
queño desembolso se procuran satisfacciones muy
importantes y economías de no poca consideración en
sus gastos individuales. Entre las primeras mencio-
naré la seguridad personal y condiciones generales de
aseo y sanidad; entre las segundas, las facilidades y
baratura de locomoción al través de la ciudad, en la
cual se puede recorrer una extensión de cuatro leguas,
con toda comodidad, con rapidez, y al abrigo de la
intemperie, por un precio de cinco centavos en los
ferrocarriles elevados: servicios que, obtenidos indivi-
dualmente, exigirían un gran consumo de tiempo y
un gasto diez ó veinte veces mayor.
Pero no es esto sólo lo que exige la creación de ese
tren, complicado y costoso en la apariencia, en la
administración de las ciudades. La aglomeración de
hombres crea dificultades inmensas para la vida. La
alimentación de uu millón de personas, por ejemplo,
exige una provisión diaria de víveres de una magni-
tud difícil de imaginar en los pueblos pequeños ó en
la vida de los campos. En estos últimos cada cual
(1) En 1880 era de poco más de 1.200,000; en el día se la es-
tima en 1.650,000.
Organización del sermcio municipal 515
procura producir por sí mismo, y con la ayuda de los
miembros de la familia, el mayor número de los ar-
tículos de su consumo, reservándose para obtener por
medio de cambios efectuados en un rato, en un solo
día de la semana, en la población inmediata, unos
pocos más. Pero en una gran ciudad todo necesita
adquirirse por medio de compras á los productores ó
traficantes, en lugares distantes á veces, y siempre con
el concurso de sirvientes ó personas intermediarias,
Esa necesidad individual, multiplicada por un mi-
llón de personas, da origen á una complicación ex-
traordinaria, y exige organización para todos esos
cambios, exigencias y movimientos. Esa organización
es la tarea de los funcionarios de la ciudad, la cual
requiere talentos, actividad y trabajos incesantes, po-
cas veces bien comprendidos, nunca completamente
satisfactorios y sólo por excepción agradecidos.
La aglomeración extraordinaria hace subir el pre-
cio de las habitaciones á sumas inesperadas: obliga ala
construcción de casas estrechas, con departamentos de
extrema pequenez en que falta airo respirable, y fre-
cuentemente se hace necesaria la habitación de varias
familias bajo un mismo techo, con inconvenientes y
desagrados de todo género; el precio de la tierra para
edificar no se mide yá por fanegadas ni aun por varas
cuadradas, sino por cuartas y aun pulgadas, y llega á
subir á valores de $ 100 y $ 200 por cuarta de suelo.
Para gozar del bienestar de una habitación indepen-
diente ocupada por una sola familia, provista de pa-
tios y de algunos vegetales que alegren la vista, den
sombra y purifiquen el aire, se necesita hoy el empleo
516 Clase de población predominante
de $500,000 á $2 ó ^3.000,000; por consiguiente, es
muy limitado el número de familias que se permiten
esa comodidad. El gran número, aprovechando las
facilidades de locomoción que dan lioy los ferrocarri-
les, hace mansión doméstica en los campos inmedia-
tos, á dos, cuatro y aun diez leguas de distancia, y
sólo conserva en la ciudad sus almacenes, sus fábricas
ó sus escritorios: viene por la mañana á sus trabajos^
pasa ahí el dia y vuelve á comer y dormir á su casa,
en el seno de la familia durante la noche. Eu la ciu-
dad quedan viviendo solamente los hombres solteros,
las familias muy pobres que se reducen á los subte-
rráneos ó los desvanes, los forasteros y la población
flotante, que tiene por necesidad que vivir de cualquier
modo. Ahora bien: esa clase de pobladores de las ciu-
dades es menos pacífica, menos disciplinada, y da ori-
gen á discordias, desórdenes y aun escándalos que
hacen más necesaria la intervención de la autoridad
pública en el cumplimiento de la tarea de proporcio-
nar á los hombres paz y justicia, libertad y seguridad.
El servicio judicial y el de policía en las ciudades po-
pulosas tiene, pues, que ser complicado, de personal
numeroso, muy bien retribuido y constantemente vi-
gilado para prevenir sus abusos.
La dificultad de la vida en las ciudades populosas,
á la par que la demanda incesantemente creciente de
servicios humanos de todo género, mantiene remune-
raciones para los trabajadores más altas que en los
campos, y esta circunstancia atrae sin cesar nuevos y
nuevos habitadores de los menos pacíficos y morales
de los campos, llenos de deseos y ambiciones no siem-
Servicios que exige 517
pre de fácil satisfacción; y esto engendra enjambres
de gente aventurera, depósitos de mendicidad, guari-
das de prostitución y de vicios, que requieren servi-
cios muy especiales para dispensar caridad á las vícti-
mas de la desgracia involuntaria, para poner en el cami-
no del trabajo á los que sin él pudieran ser una carga
ó un peligro; en fin, para tener á rayalas malas pasio-
nes inevitables en ese ,estado social. No es la misma
cosa gobernar una sociedad compuesta de aglomera-
ción de familias, — en quienes la disciplina de la vida
doméstica y la autoridad paternal son auxiliares po-
derosos de la ley, — que administrar otra aglomeración
de individualidades disueltas, de elementos heterogé-
neos, sobre quienes la voz de la autoridad pública
tiene menos imperio. Esta dificultad sube de punto
si, como en los Estados Unidos, una inmigración
extranjera numerosa hace que esas masas individuales
se compongan de extranjeros ignorantes de la lengua
nacional, de los usos y costumbres del país, y frecuen-
temente de hombres que en el de su procedencia han
vivido en antagonismo constante con instituciones
opresoras, con autoridades arbitrarias ó tiránicas, hom-
bres, por decirlo así, de naturaleza antisocial.
Esos inmigrantes necesitan auxilios en los prime-
ros días, informes acerca del lugar en donde, de
acuerdo con su industria ó sus gustos, preferirían esta-
blecerse: para todo esto se necesitan oficinas y estable-
cimientos especiales, cuyo servicio ha contribuido po-
derosamente á ensanchar la inmigración y dar á las
industrias interiores todos los brazos que necesitaban.
En Nueva York hay inmensos establecimientos soste-
518 Espíritu público
nidos por la Municipalidad para recibir á los inmi-
grantes, hospitales especiales para el cuidado de los
enfermos y oficinas numerosas encargadas de proveer
á su colocación en trabajos adecuados á sus condicio-
nes: de estas últimas las hay también en todas las
ciudades principales, especialmente en las del Oeste.
Xo cabe en un libro de notas ligeras, como éste,
la enumeración de los variadísimos objetos que en-
vuelve la administración municipal de pueblos nue-
vos. Baste decir que esa tarea es la de fundar un
Nuevo Mundo, sobre bases de sociabilidad del todo
distintas á las que presidieron á la de las viejas socie-
dades europeas. Es verdad que en muchas de éstas se
reunieron los hombres buscando en la asociación más
estrecha un refugio contra la tiranía de los señores
feudales; pero en ese pensamiento se encontraban
contrariados por la falta de apoyos en las instituciones
generales del país, pues el espíritu de solidaridad aún
no había surgido de entre la ruina y las tinieblas de
la Edad Media. En los Estados Unidos, al contrario
— desde la proclamación de la Independencia hasta la
última de las instituciones, — todo respira la idea de
fraternidad y de organización délas fuerzas individua-
les en beneficio de la colectividad. Surgía de un modo
más claro en las mentes la idea de que la sociedad po-
lítica tiene por objeto reemplazar la lucha salvaje por
la 7Ída entre todos los hombres con la cooperación
ordenada de todos para todos, sobre bases de partici-
pación equitativa en el fondo común.
. Así, no ha sido únicamente el trabajo oficial lo
Grandes ejemplos 519
•que ha realizado esa vida de prosperidad común entre
los americanos: á ella ha contribuido poderosamente la
filantropía individual con una generosidad, una lar-
gueza de que hay pocos ejemplos en la historia. Allí
se han fundado las escuelas, los colegios; los hospi-
tales y los hospicios; los parques y las plazas públi-
cas; los acueductos y las fuentes públicas; las biblio-
tecas y los museos, — no tanto con los fondos comunes
de las ciudades ó de los Estados, cuanto con las dona-
ciones y legados de los particulares— no con sumas de
generosidad meticulosa, sino con millones y millones
de pesos. Frecuente ha sido el caso, en hombres con-
sagrados á una vida de trabajo ardoroso, olvidados
en medio de las emociones de la industria y de la
especulación hasta del pensamiento de fundar una fa-
milia,— legar el fruto de los sudores, de las privaciones-,
de las angustias de cuarenta y cincuenta años de traba-
jo, á la ciudad adoptiva ó al pueblo americano, refun-
diéndose en todo él á la muerte como en él estuvie-
ron confundidos durante la vida. Muchos de ellos, el
mayor número quizás, no ha esperado la hora supre-
ma para desprenderse en favor de sus conciudadanos
de la fortuna que fue señora desús pensamientos, y
ha consagrado sus últimos años á la tarea de plantear
sus benéficos designios y de gozar en vida el placer
del bien prestado á sus semejantes.
En San Luis, por ejemplo, entre varios estableci-
mientos públicos debidos á la munificencia de los par-
ticulares, recuerdo haber visitado el Parque de Tower-
•Grove, en el centro de la ciudad, con una área de 140
fanegadas, uno de los más bellos y útiles monumentos
520 Milloíiarios Jilántropos
de su grandeza, cuyo valor debía alcanzar tal vez á
más de $ 1.000,000, regalado por Mr. Henry Sliaw,
quien lo adornó después con dos espléndidas estatuas
en bronce de Humboldt y de Shakespeare, con un
gasto de más de $ 100,000. El mismo Mr. Sliaw ha
consagrado sus últimos años á fundar, adelantar y
embellecer los famosos jardines de aclimatación que
llevan su nombre, en donde se encuentran todas las
plantas americanas posibles y un inmenso número de
árboles, flores y plantas exóticas de las cinco partes
del mundo, entre ellas no pocas pertenecientes á Co-
lombia, que es otro de los suntuosos adornos de esa
ciudad de ayer. El Museo de Bellas Artes, magnífica
institución — que en breve rivalizará con las más famo-
sas de Europa, por la competencia de exquisitos re-
galos que todos los días le hacen los acaudalados via-
jeros de San Luis á su regreso de Europa, — es dona-
ción hecha á la Universidad en 1880, por Mr. Way-
man Orow, en memoria de un hijo suyo muerto en
1878. El dolor de ese padre encontró consuelo en la
idea de inspirar á otros ese sentimiento de ternura
que el amor á lo bello produce á la vista de las pode-
rosas creaciones de la fantasía y en asociar el dolor de
sus recuerdos al placer permanente y puro de sus con-
ciudadanos.
El número de establecimientos destinados á la
educación, al descanso, á la comodidad, á la conser-
vación de la salud, al alivio de los desgraciados, á la
facilidad de las transacciones del público, es verdade-
ramente extraordinario en esta ciudad. Meses y aun
años enteros de residencia en ella no bastarían para
La masonería — Las iglesias 521
apreciar suficientemente los inmensos trabajos de su
espíritu de fraternidad y benevolencia. El número de
sociedades de todo género, entre ellas las de asociacio-
nes masónicas, es inmenso. Seguramente esta institu-
ción presta grandes servicios en los países nuevos; sin
duda en ella se encuentra más desarrollado y cultivada
el espíritu de fraternidad, de tolerancia y de solidari-
dad en los diversos accidentes de la vida humana que en
las comunes relaciones sociales viciadas de vanidad y
egoísmo; quizás se deba en gran parte á la influencia
de la masonería, especialmente protectora de la fami-
lia, ese respeto por la mujer y los niños que tanto dis-
tingue á los americanos; pero el hecho es que en los
Estados Unidos la masonería ocupa un espacio muy
grande en las manifestaciones del espíritu de conci-
liación y benevolencia: fenómeno de cuyas causas no
me pude dar explicación satisfactoria. Según pude
juzgar por los avisos de los periódicos, pasaban de
treinta las sociedades de esta especie en San Luis.
Las iglesias son muy numerosas, y San Luis es
uno de los lugares que cuenta mayor número de cató-
licos en los Estados Unidos. De 186 iglesias que le-
vantan allí sus torres, 45 pertenecían á esta comuni-
dad: el resto á las diversas sectas protestantes, en esta
proporción:
Presbiterianas 21
Evangélicas 24
Bautistas 19
Metodistas . . 20
Congregacionalistas 1 1 '
522 Establecimientos públicos
Episcopales . . 14
Unitarias 3
Judías 6
jSTueva Jerusalén. , 3
Diversas 20
Los hospitales y otras instituciones de caridad
guardan proporción con el variado número de asocia-
ciones de benevolencia. La Municipalidad sostiene
dos grandes hospitales generales, un dispensario, una
casa de enajenados, una casa de los pobres, una cua-
rentena y hospital para enfermos de viruelas, una
•casa de refugio, y una casa de trabajo; y el Estado
de Missouri una casa para ciegos. En los tres prime-
ros establecimientos reciben asistencia ó socorros más
de 13,000 personas en cada año. En el cuarto hay
constantemente más de 500 habitantes. En la casa de
pobres hay asistencia para 800 huéspedes. Aparte de
éstos hay 15 hospitales sostenidos por las diversas
sectas cristianas y 26 casas de refugio, asilos para ni-
ños y viejos, etc., sostenidas [)or asociaciones bené-
volas.
Hay 2? hoteles de primer orden, con capacidad
.cada uno para desde 200 hasta 1,000 huéspedes y un
sin número de hoardings, que nosotros llamamos ca-
sas de asistencia y los españoles casas de pupilos.
El SoiUhern, el Lindell, el Flauteras, el Ladéele,
el Glenmore, son reputados como los principales, y
su tarifa cobra desde $ 3 hasta $ 6 y aun % 8 diarios
por persona, según el piso de la casa y el espacio de
los cuartos. La impresión que recibí en San Luis, así
como en las demás ciudades americanas y europeas,
Los líateles — Los vinos 523
€S que en los grandes hoteles se sacrifica la comodi-
dad al lujo y la vana ostentación; pero para el recién
llegado, sin relaciones, hay en éstos más seguridad
^ue en los de segundo ó tercer orden, menos caros,
bien servidos; pero á las veces peligrosos por los aven-
tureros que los frecuentan. El lujo de los hoteles
americanos tiene muy poco de democrático; el aseo es
irreprochable; el servicio de los sirvientes mejor que
€n los hoteles europeos; la mesa muy abundante; hay
pocos extras; pero ol precio de los vinos (generalmen-
te de producción americana), qae suministran con el
nombre de Burdeos, Champaña, Oporto, Madera y
Rhin, es enteramente judaico.
Esta aserción requiere algunos pormenores.
Cuando en un hotel americano se pide vino de
California ó del Estado mismo á que pertenece la ciu-
dad, la contestación invariable del empleado que tie-
ne á su cargo este ramo del servicio, es que esos vinos
son malos, por lo cual el hotel no los tiene: que en
consecuencia sólo hay vinos europeos, de los cuales
presentan una larga lista en que están expresados los
precios. En lo general, pues, se pide tinto de Bur-
deos, Champaña — el vino favorito de los america-
nos— ó Jerez, por los cuales se paga desde $ 3-50 has-
ta S 5 ó $ 6 la botella. En el tinto de Burdeos creía
yo percibir siempre un sabor distinto, no desagrada-
ble á la verdad, pero no el mismo del vino francés.
Deseoso, sin embargo, de conocer los vinos america-
nos, logré obtenerlos, y mi impresión es que el Angé-
lica y el Zinfandel es el mismo vino que en los hoteles
524 Los vinos americanos
y restaurantes se me había vendido por Burdeos. Esta
sospecha tomó cuerpo al ver en la estadística de las
aduanas americanas la corta cantidad de vinos impor-
tados, que sólo da un guarismo de siete á ocho millo-
nes de galones ó menos de cincuenta millones de bo-
tellas; de suerte que, según calcula la Oficina de Es-
tadística del Ministerio de Agricultura, el 85 por 100
del consumo de vinos se hace con los de fabricación
americana y sólo un 15 por 100 con las de procedencia
extranjera. Después oí expresar el mismo concepto á
personas inteligentes, y he visto repetida la aserción
en periódicos americanos bien informados.
Producen vinos en los Estados Unidos el Estado
de California, que es el principal, y los de Ohio, Illi-
nois, Missouri, Virginia Occidental y el de Pensilva-
nia en la parte situada en el valle del Ohio. Tam-
bién otros, pero entiendo que en muy pequeñas canti-
dades. La producción total alcanza hoy á más de
millón y medio de hectolitros ó más de doscientos
millones de botellas. Casi todas las uvas europeas so
han aclimatado, sobre todo en California, á la vez que
se han obtenido variedades nuevas en extremo robus-
tas, que han servido para salvar en Francia los viñe-
dos atacados déla filoxera; pues los finos sarmientos de
Burdeos, injertos en tronco de uva americana, han
resistido perfectamente los estragos de aquel insecto.
El consumo de vinos en los Estados Unidos es toda-
vía de poca importancia. Se calcula que no pasa de un
59 por 100 de galón, ó sea menos de cuatro botellas por
cabeza de población, que hoy se computa en 65.000,000.
Entre tanto, el de licores destilados se estima en 1.23
Comercio de San Luis 525
de galón, ó siete y media botellas por año y en doce
y medio galones, ó sesenta y cinco botellas por perso-
na el de cerveza.
Los mejores vinos producidos son: el Angélica,
procedente de cepas españolas plantadas hace dos si-
glos por los Jesuítas; el Zinfandel, llevado de Hungría,
ambos tintos, vinos ligeros á propósito para la mesa;
el Ilock, de origen alemán de las orillas del Rhin, y
el Oatawba, variedad americana. Este último compi-
te con el Champaña en buen sabor y alto houqxiet. En
San Luis probamos uno llamado Cook-imperial, que
bien puede luego, cuando el uso repetido haya forma-
do el gusto, y quizás perfeccionádose la fabricación,
entrar en competencia con el Chateau-Iquem. Se nos
dijo procedía de los viñedos del mismo Estado de
Missouri. Es un vino exquisito, al que sólo hacen falta
la consagración del tiempo y el prestigio de la moda.
Escusado es decir que en materia de periódicos,
teatros, circos, carreras de caballos, regatas, restau-
rantes, clubs, en todos esos rasgos de la civilización
moderna en las grandes ciudades, San Luis está ala
altura de las mejores de Europa; pero hablaré de una
do las esperanzas de porvenir que allí se alimenta.
Nueva York ha monopolizado casi el comercio ex-
terior de los Estados Unidos hasta ahora. Más de la
mitad de las exportaciones y más de las dos terceras
partes de las importaciones se hacen por medio de la
espléndida bahía á cuyas orillas se extiende aquella
gran metrópoli. En el comercio interior Chicago,
Filadelfia, Boston, San Luis, pueden disputarle la pri-
526 Grandes proyectos
macía; pero en el tráfico exterior el movimiento está
concentrado en la boca del Hudson.
San Luis piensa yá en establecerle competencia,
sobre todo en io que se refiere al comercio con la
América española.
En una de las noclies que pasamos allí recibimos
inesperadamente la visita de dos americanos para
quienes no teníamos carta de introducción, pero que
tenían acciones en una mina que empieza á trabajarse
en el Tolima, y habiendo sabido nuestra nacionalidad
colombiana, creyeron que podríamos darles informes
acerca de ella. Ambos habían residido largos años en
países de la América española: en Cuba el uno, en
México el otro; hablaban bastante el castellano y pare-
cían profesar simpatías por la gente de nuestra raza.
N"o pudiendo darles los informes que deseaban, pues
hasta el nombre de la mina nos era desconocido, la
conversación se dirigió á otros temas, entre ellos el
del comercio con las Eepúblicas hispanoamericanas.
_ "El Oeste de los Estados Unidos, nos dijeron, es la sec-
ción que produce los artículos que reciben ustedes por la vía
de Nueva York. Pittsburgo construye los vapores en que na-
vegan ustedes el Magdalena, y esa misma ciudad pudiera pro-
veerlos de loza y vidrierías á precios tan cómodos como los de
Birminghan; C'liicago es el primer mercado de harinas, mante-
cas y carnes conservadas de todo el mundo: San Luis produce
las locomotoras, los carros, los rieles y los demás artículos que
necesitan ustedes para sus ferrocarriles, quizás á más barato
precio que en Nueva York, Filadelfla ó Jersey City, máquinas y
herramientas agrícolas, quesos, mantequilla, petróleo, galletas,
vinos, cerveza, artículos de talabartería y hasta tejidos de lana,
cáñamo y algodón podemos suministrarlos á los mismos ó más
baratos precios que en los almacenes de Nueva York, porque
aquí los producimos en escala inmensa y de primera mano. El
transporte del Mississippi hasta el mar es más barato que el de
los ferrocarriles hasta Nueva York. Nosotros consumimos el
café, las sustancias tintóreas, los cueros, las maderas de ebanis-
tería, y pudiéramos consumir, parte á lo menos, del tabaco que-
Vapo7'es de mar y de río 527
ustedes exportan. ¿ Por qué no habríamos de entablar relacio-
nes comerciales directas? Aquí no tendrían el peligro de los-
tiburones de Nueva York, que con sus combinaciones y sus-
trincas (1) envilecen en ocasiones el precio de los artículos que
ustedes exportan, ó recargan en un 10, en un 20 por 100 el de
las mercancías que compran para su importación."
— " Pero el caso es, les respondimos, que ustedes no tienen
líneas de vapores á nuestros puertos; sólo en Nueva York las hay
establecidas; de suerte que por necesidad indeclinable tenemos
que ir allá á vender y comprar. ÍSi alo menos estableciesen uste-
des alguna línea de vapores que partiese de Nueva Orleans di-
rectamente á Colón, Cartagena, Sabanilla, Santamarta y Rioha-
cha, una parte de nuestro comercio podría venir sin rodeos al
valle del Mississippi; y aun así, el trasbordo en Nueva Orleans
á los vapores del río, todavía sería una dificultad grave por las
comisiones, almacenajes, etc., que de ello se originarían. En
Nueva Orleans tendríamos que vender y comprar con desven-
taja, porque allí no hay ni la competencia de compradores ni
el surtido de mercancías necesario para hacer nuestras compras."
— " Pues ahí está principalmente el plan que nos propone-
mos desarrollar aquí en San Luis, nos replicaron. Aquí inten-
tamos construir baques que puedan navegar tanto en el Missis-
sippi como en el mar; de suerte que las mercancías que salgan
de aquí vayan directamente á Barranquilla sin necesidad de
trasbordo en Nueva Orleans, y viceversa; que las que vengan
de Barranquilla lleguen en el mismo vapor hasta San Luis,
porque nuestro río admite buques de mar hasta esta ciudad.
Máá aún (agregaron): podemos construir vapores de tal natura-
leza, que desde San Luis vayan directamente por las Bocas de
Ceniza hasta Honda mismo, sin trasbordo en Barranquilla,
Uno de nosotros ha pedido á la Oficina de Washington una pa-
tente de invención para esa clase de buques, y, obtenida que sea,
nos ocuparemos en el establecimiento de una Compañía de
navegación entre San Luis y Honda."
Si tal cosa fuese realizada, no hay duda que sería
de grande utilidad para nuestro país; pero no lie
vuelto á tener noticia alguna sobre el particular.
San Luis deriva su importancia especial de ser á
un tiempo la ciudad más central de los Estados Uni-
dos y del valle del Mississippi, y de ser la capital,
no la política, sino comercial, del grande Estado de
Missouri.
(1) Truts. pools, asociaciones de unos pocos capitalistas formadas con
el objeto de dominar artificialmente los precios del mercado para es-
pecular en esos cambios.
:^:ftftflíftíifti^^aftftftafi:
CAPITULO XXVIII
EL ESTADO DE MISSOURI
Territorio, población y riqueza. — Industrias 'principales.— Ra-
zas diversas de población, — Los dos grandes tipos de la po-
blación blanca en los Estados Unidos.
Este Estado tiene un territorio de 67,000 millas, ó
7,000 leguas cuadradas, situadas éntrelos 36 y los 40^
de latitud Norte. Deslinda: al Norte, con el de lowa;
al Oriente, con los de Illinois, Kentueky y Mississippi,
de quienes lo separa el gran río; al Sur, con Arkansas,
y al Occidente, con los de Kansas y Nebraska. De
Noroeste á Sureste lo atraviesa el río que le presta su
nombre con nn gran número de tributarios navega-
bles, y como al Oriente lo limita el Mississippi hasta
más abajo de la boca del Ohio, es el Estado de la
Unión Americana que goza de más extensa navega-
ción interior. Además, tiene en la actualidad cerca de
2,000 leguas de ferrocarriles, pues en 1882 tenía 1,500.
Empezó su organización, como simple Territorio
en 1812 con 20,845 habitantes, y en 1820 había subido
á 66,586, 10,000 de los cuales eran esclavos. En 1821
Progreso de Missouri 529^
fue admitido al rango de Estado, y su población lia
seguido después la siguiente marcha:
En lcS20 66,586
En 1830 140,455
En 1840 383,702
En 1850 682,044
En 1860 1.182,012
En 1870 1.721,295
En 1880 2.168,380
En la actualidad (1889) se estima que no bajará
de 2.700,000.
Su riqueza mueble é inmueble se computaba:
En 1850 en % 137.247,000, ó % 201 por cabeza.
En;i860 501.214,000, ó $ 424 —
En 1870 1,284.922,000, ó $ 746 —
En 1880 1,562.000,000, ó $ 720 —
De suerte que entre 1870 y 1880 el acrecentamien-
to de la riqueza por liabitante se ha detenido, proba-
blemente porque yá han empezado emigraciones de
sus pobladores más enérgicos hacia los vecinos novísi-
mos Estados de Kansas, Nebraska y* Colorado.
Además, hay otra causa que explica esta paraliza-
ción aparente del movimiento progresivo de la riqueza.
Los avalúos de 1870 se bacían en papel-moneda, que
tenía respecto de la moneda]¡metálica un descuento de
25 á 30 por 100. En 1880 se hicieron yá en moneda
de oro, y en esta proporción, % 720 en 1880, equiva-
lían á $ 900 en papel-moneda.
La producción agrícola de Missouri consiste en los
siguientes artículos, según los datos y avalúos de
1886:
34
530 ProduGoiones prinoApales
Artículos, Carga» de 91^ @. . Precio de cada Produc- Valor total,
una. to por
fanegada.
Cargas.
Maíz 36.000,000$ 1.24 11 $44.549,000
Trigo 5.500,000 2.52 ^ 13.851,000
Avena 7.644,000 1,. llf 7.644,000
Papas 1.025,000 1.68 25 1.725,000
^fatesV^.^"'!'.'} 11^'^^^ 7..15qq. 837,000
^das) ^*^^^^®^^"[ 1-^6^.(^00 7 .. liralt 10.253,000
Con otros artículos de poca importancia, la pro-
ducción de las cosechas en 1886 subió á $ 79.272,000,
ó $ 32 por cabeza de población.
La producción pecuaria tiene por base la siguiente
riqueza general:
Animales. Número. Precio medio Valor total.
de cada uno.
Caballos 782,104 $ 57.60 $ 45.040,000
Muías 225,560 66.60 15.019,000
Vacas de leche 737,000 20.25 14.929,000
Bueyes, toros y terneros 1.429,000 18.24 26.077,000
Ovejas 1.087,000 1.74 1.894,000
Cerdos 3.798,000 3.96 15.043,000
Estos avalúos suman más de $ 120.000,000, y cal-
culándoles un promedio de producción anual de sólo
33 por 100,— que en el ganado de leche, en el de lana
y el cerduno asciende á más de 60 por 100, — puede
estimarse en más de $ 40.000,000 la producción ani-
mal en cada año, ó $ 16 por cabeza de población.
Falta computar las producciones minera, manu-
facturera, comercial y la de acarreo, más impor-
tantes que la agrícola en Missouri; sobre todo las dos
últimas, especialmente favorecidas por la situación
Orígenes de su poilación 531
del territorio con respecto al resto de las poblaciones
del valle. Calcnlándolas, se podrá venir en conoci-
miento de que el pueblo missuriano se acerca al térmi-
no medio de producción de riqueza en los Estados
Unidos, que se estima en $ 200 por cabeza de pobla-
ción y por afio.
En capítulo anterior se ha visto yá la composición
de los diversos orígenes de los habitantes de este Es-
tado. En 1880 había en él un 10 por 100 de naturales
de otros países y un 7 por 100 de raza africana. El
83 por 100 restante se componía de nativos blancos de
la Unión, principalmente originarios de los Estados
del Sur y del Sudoeste; circunstancia que explica las
tendencias separatistas que aparecieron en él durante
la guerra civil de 1861 á 1865, no obstante que el nu-
mero de esclavos no alcanzaba al 6 ó 7 por 100 de la
población total, y que por lo mismo no parecía que la
esclavitud hubiera de ser un interés preponderante.
La población extranjera (211,000) es en su mayor parte
alemana, y en ella han aparecido manifestaciones de
querer conservar la afiliación á su patria abandonada
y evitar la fusión en la nacionalidad adoptiva; fenó-
meno que, después de los triunfos en la guerra con
Francia en 1870 y 1871, se ha observado en todas
partes entre los extranjeros de origen alemán, más
dispuestos antes á incorporarse decididamente en las
nuevas nacionalidades buscadas en la emigración. En
Missouri pidieron que el Estado sostuviese escuelas
exclusivamente destinadas al elemento alemán, en don-
de se enseñase este idioma por profesores de la misma
Los dos tipos americanos
nacionalidad; protensión que fue rechazada en el acto,
como debía serlo. En las escuelas públicas americanas
se enseña francés, inglés y alemán, y empieza á ense-
ñarse el español; pero las lecciones se dan en lengua
inglesa: la pretensión de escuelas exclusivas para los
alemanes traspasaba, pues, los límites de la equidad y
mostraba una aspiración inaceptable á formar otra
Alemania en un país independiente.
Hasta aquí habíamos atravesado territorios coloni-
zados en su mayor parte por uno de los principales
elementos de la población americana: el tipo virgi-
niano; pero ahora íbamos á tropezar con otro de ca-
rácter algo distinto: el yanhee.
Como se sabe, los Estados Unidos fueron ocupa-
dos por dos clases de hombres de la misma nacionali-
dad inglesa, pero adeptos de ideas sociales, políticas y
religiosas diferentes. La región del Norte, desde el
río San Lorenzo hasta el Potomac, y desde la bahía
de Passamaquoddy hasta la de Delaware, lo fue prin-
cipalmente por esa parte de la población inglesa en
quien la tiranía religiosa y política principiaba á
desarrollar las ideas que condujeron á la revolución
inglesa del siglo xvii. Estos fueron los Puritanos, ca-
racteres enérgicos, almas templadas en el fuego del
amor á la libertad, en quienes el poderoso sentimiento
de familia mantenía costumbres austeras, y que pre-
ferían la emigración, la vida en medio de soledades
inclementes y tierras inhospitalarias recién descubier-
tas, á la arbitrariedad, la tiranía y la corrupción de
las costumbres implantadas en su patria por una di-
Colonización del Oeste 533
nastía de príncipes orgullosos y disolutos. La del Sur,
desde la bahía de Chesapeake hasta el arranque sep-
tentrional de la península de Florida, había tenido
por fundadores á hombres en quienes predominaba el
espíritu de aventura, la sed de las conquistas y el pen-
samiento de ensanchar los límites del nombre inglés
hasta las más remotas extremidades del globo. Ee-
Yolucionarios en embrión los unos, conservadores in-
conscientes los otros, los primeros tenían la pasión dé
buscarse un porvenir con el solo trabajo de sus brazos,
mediante la adquisición, en propiedad, del pedazo de
tierra que nunca estuvo á su alcance en la vieja In-
glaterra; mientras que los segundos, dominados por
las costumbres de su país nativo, preferían hacer
grandes adquisiciones territoriales que sólo con escla-
vos podían cultivar. En una y en otra parte la colo-
nización se había limitado, durante la dominación
inglesa, á la faja de tierra que se extiende desde el
Atlántico hasta la cumbre de los Apalaches; pero in-
mediatamente después de conquistada la independen-
cia, entre 1780 y 1790, empezó la toma de posesión
de los territorios situados hacia el Oeste en el valle
de Mississippi y en los grandes lagos del Norte. Vir-
ginia, las dos Carolinas y Georgia enviaron colonos
hacia los territorios desiertos que hoy son Estados
de Kentucky, Tennessee, Mississippi, Alabama, Ar-'
kansas y Luisiana, llevando también sus esclavos.
Pensilvania, Nueva York, Nueva Jersey, Maryland y
los seis Estados de Nueva Inglaterra dirigieron sus po-
bladores á los de Ohio, Indiana, Illinois, lowa, Michi-
gan,Wisconsin y Minnessota, para trabajarlos exclu-
534 El compromiso de Missouri
sivamente con hombres libres. Entre los territorios
libres de Illinois é íowa, al Norte, y el de Arkansas,
con esclavos al Sur, quedaba ese gran territorio de
Missouri, que entre 1810 y 1820 había empezado á
poblarse, y en él apareció por primera vez el con-
flicto entre la esclavitud y la emancipación, en 1819
y 1820. El Norte exigía yá que en los nuevos Es-
tados sólo fuese establecido el trabajo libre: el Sur
protestaba contra esa libertad, contraria á la institu-
ción á que creía deber la inmensa riqueza que empe-
zaba á obtener con la producción y exportación de
algodón, entonces en todo el auge de su primera pros-
peridad. Ese fue el primer peligro de desintegración
del gran coloso, conjurado con el compromiso de
Missouri, en cuyo Estado se permitió la introduc-
ción de esclavos, pero con la condición de que en lo
sucesivo éstos no podrían ser llevados á ningún Terri-
torio al Norte de la línea 36°, 30' de latitud.
Dos colonizaciones muy distintas se formaron pues.
Al Norte del Potomac, del Ohio y del paralelo 36° 30'
trabajo libre, propiedad territorial en pequeños
lotes, igualdad de condiciones y tradición de ideas y
costumbres procedente de los antiguos puritanos. Al
Sur de esas líneas grandes propietarios, trabajo servil,
masa de población blanca^ pobre, comparativamente
ignorante y abatida, obligada á sostener competencia
con los esclavos. El primero de estos tipos, el yankee,
estaba llamado á crecer primero en riqueza, educa-
ción é influencia política, fundada en el desarrollo
democrático. El segundo podía presentar individuali-
dades más brillantes, hombres de Estado más distin-
Cambio de tipo de población 535
guidos, lujo y costumbres aristocráticas á propósito
para ganar la simpatía del europeo, y esa organiza-
ción, más poderosa en la apariencia, que las aristo-
cracias han mostrado tanto en los pueblos antiguos
como en los modernos.
Hasta ahora sólo había visto ciudades, civilización
y costumbres en que predominan las ideas y los gus-
tos del tipo Sur ó Virginiano. Ahora iba á entrar al
territorio del trabajo libre y debía empezar á palpar
las influencias de otras ideas sociales. Repasando el
Mississippi volvimos al Estado de Illinois, el cual cru-
zamos en toda su extensión, de Sur á Norte, hasta la
gran metrópoli comercial de los lagos.
'%#^ííl5#^líf5#^#íl$
CAPITULO XXIX
LA REINA DE LOS LAGOS
Llegada á Chicago — Progreso rapidísimo de esta ciudad.— Sus
principales producciones. — Investigación de las causas de
esta rápida evolución. —Su situación comercial.— Belleza de
sus calles.— La Avenida Michigan.— La grande avenida cir-
cular.—Una representación en el teatro Mc-Vicker. — JEl
Wüd-West j el Circo romano. —Los Stock- Yards.~L?LS
Packing Houses. — La división del trabajo.- El trigo. —Cob-
den y la Liga.— El libre cambio.— Influencia de los trabajos
de Cobden en el progreso de América y en la evolución
política de Europa. — Los ferrocarriles y Chicago, — Ideas re-
trógradas dominantes en los Estados Unidos con relación
al libre cambio. — Riqueza enorme de Chicago.— Los clubs,
los Bancos y el espíritu de asociación. — El incendio de 187L
Poco diré de lo que se ve desde el ferrocarril. -Es
tan poco lo que puede verse en esa carrera desenfre-
nada! Campos mejor cultivados, pequeñas casas cam-
pestres rodeadas de árboles, blancas y de aspecto asea-
do. Aquí trigo, allá maíz, más Jejos avena, de vez en
cuando trébol, hasta los confines del horizonte; en las
líneas divisorias de las propiedades hileras de arces;
árbol cuya savia evaporada da al condensarse un dulce
exactamente igual en la forma, el color y el sabor á
nuestra panela, y cuya producción se cuenta por millo-
nes de arrobas en los Estados del Norte de la Unión (1).
(1) 1.600,000 de arrobas en 1885.
Cercanías de Chioago 537
Ausencia completa de montañas; por todas partes pra--
deras onduladas semejantes á las olas de un mar repen-
tinamente petrificado; de trecho en trecho divisábamos
la flecha aguda de los campanarios de las iglesias de las
aldeas; pero la rapidez del tren y la nivelación del terre-
no constantemente igual no nos daban tiempo de obser-
var bien la apariencia de éstas. En los caminos toda
la gente circulaba en coches y carros tirados por caba-
llos: nada de Jinetes y muy poco de gente á pie. Por
la tarde empezó á menudear el número de locomoto-
ras que veíamos pasar á lo lejos, al Norte, al Sur,
al Oriente, al Occidente, y también cruzábamos yá
con frecuencia los rieles de otras líneas. Luego alcan-
zamos á ver á nuestra derecha los reflejos de un mar;
las velas blancas de los botes pescadores, semejantes á
bandadas de gaviotas, y la cabellera flotante de humo
de los vapores, aparecieron en lontananza; á nuestro
frente el horizonte se cubría de nubes de humo espeso
que brotaban de altas chimeneas; entramos en un
campo cubierto en una grande extensión de rieles ex-
tendidos en un gran número de paralelas. Estábamos
en Chicago. Tumulto inmenso en la estación. Aten-
tos á nuestros baúles y maletas en medio de esa mul-
titud, yá no volvimos á ver nada hasta que no nos
detuvimos á la puerta del hotel Sheríuan.
Chicago es uno de los milagros realizados por los
americanos en el siglo xix. Su localidad se reducía
á una llanura pantanosa en el costado Sudoeste del
lago Michigan, atravesada por un pequeño río que
allí descargaba sus aguas. Una ó dos chozas de caza-
dores, y un fuerte de poca importancia, construido por
538 Progreso de la ciudad
«1 Gobierno para vigilar á los indios, constituían todo
su caserío. En 1835 un señor Beaubien compró en
-$ 94-61 todo el terreno en que está edificada hoy la
ciudad, lo dividió en lotes y ofreció algunos de ellos
■en la bolsa de Nueva York; hecho que Michel Ohe-
valier menciona en sus célebres Cartas soire la Amé-
rica del Norte, publicadas en 1836. En un pleito que
se siguió, el título de Beaubien á la propiedad de esas
tierras fue declarado nulo, y los proyectos de éste
vinieron al suelo. En 1837, sin embargo, principió la
construcción de la ciudad.
En 1830 habitaban allí 70 habitantes.
En 1840 4,853 —
En 1850 29,900 —
En 1860 112,000 —
En 1870 298,000 —
En 1880 503,000 —
En 1886 703,817 —
La actividad industrial de sus habitantes había
crecido en proporciones todavía mayores. Esa ciudad
había asumido la posición de centro principal de ne-
gociación y distribución de la inmensa riqueza agrí-
cola y manufacturera de todo el gran Oeste. Tres fue-
ron en el origen los ramos de producción que allí to-
maron asiento.
A. La matanza de cerdos y la preparación en gran-
de escala de las carnes y mantecas de este animal para
•distribuirlas á sus consumidores de Europa, de toda
América y aun de Asia: las carnes secas ó cocidas;
los jamones; los salchichones y embutidos de todas
clases; el tocino en su estado primitivo y la manteca
conservada en potes de lata:
Ramos de prodiicción 539
La matanza de ganado vacuno y lanar, y la prepa-
ración adecuada de sus carnes para conservarlas por
largo tiempo y exportarlas á diversos países.
B. La negociación de cereales, principalmente
trigo y harina, para exportarlos á todo el mundo ó
dirigirlos á los mercados del interior.
O. El acopio y distribución de maderas cortadas
<3n los inmensos bosques de pinos y robles que se ex-
tienden á lo largo de las primeras vertientes del
Mississippi y del Missouri y al rededor de los cinco
grandes lagos del Norte.
La matanza de cerdos y preparación y empaque de
sus productos estaba concentrada en Oincinnati hasta
1850, lo que había valido á esta simpática ciudad,
llamada por unos La Reina del Oeste, el menos poé-
tico nombre de PorcópoUs; en 1854, sin embargo, yá
Chicago llegó á matar y empacar:
En 1854 52,800 cerdos.
En 1860 151,000 —
En 1871 (año del grande in-
cendio) 919,900 —
En 1881 5.752,000 —
En 1886 8.000,000 —
La de ganado vacuno ascendió
en 1863 á 70,086 cabezas.
Enl885. L319,000 —
En 1886 alcanzó á L500,000 —
La de carneros había subido en
1886 á 2.000,000 —
Los embarques de trigos y harinas para otras pía-
540 Su comercio
zas, habían principiado en 1853 con car-
gas de 10 arrobas 19
Subieron en 1870 á 13.500,000
Y en 1883 á 35.430,064!
La madera acopiada en los almacenes de Chicago,
para despachar y vender á todo el mundo fue, en
1853, de:
Pies cúbicos en vigas, cercos,
chaflones, etc 202.101,000
Y en tablas (número) 93.483,000
Subió en 1885: en vigas, cer-
cos, etc., pies cúbicos 1,744.892,000
En tablas (número de tablas) . . 795.248,000
Al lado de estos artículos surgieron otros muchos:
sal, carbón mineral, cueros de res, de ovejas y de cer-
dos, lana, minerales de hierro y de cobre, mercancías
extranjeras y nacionales, etc. Las transacciones co-
merciales, excluyendo el valor de los objetos destina-
dos al consumo propio de la ciudad, montaban á
% 20.000,000 en 1850, á $ 97.000,000 en 1860, á
% 377.000,000 en 1870, á $ 900.000,000 en 1880, y á
$ 1,050.000,000 en 1883. Es decir, el comercio inte-
rior de esa sola ciudad montaba á una suma apenas
inferior en un 25 por 100 á todo el comercio exterior,
exportaciones é importaciones reunidas, de toda la-
Unión!
Su riqueza es tan grande, que al visitarla no se
sorprende uno al saber que se está trabajando para
rodear el caserío con una espléndida avenida sem-
brada de árboles, de 10 leguas de largo en toda la cir-
cunferencia exterior!
Causas de su prosperidad 541
A la vista de esa prosperidad maravillosa la mente
se recoge para investigar las causas que la han produ-
cido, y separar lo que es obra espontánea de la natura-
leza, de lo que es resultado de las instituciones socia-
les, del trabajo del hombre, de agencias al alcance de
la voluntad humana.
Lo primero que involuntariamente viene á la me-
moria es la acción de los ferrocarriles y de la inmi-
gración extranjera; pero recapacitando un poco se
cae en la cuenta de que el desarrollo anormal, prodi-
giosOjde los Estados Unidos no había sido menor, pro-
porcionalmente, en los primeros cuarenta años de la
independencia (de 1790 á 1830) — época en que no ha-
bía ferrocarriles y la inmigración era insignificante, —
que en los cuarenta siguientes (de 1830 á 1870), y se
comprende que tanto los ferrocarriles como la inmi-
gración extranjera han sido efecto más bien que
causa de esa prosperidad.
Si se busca el origen en la fertilidad del suelo y
en la localidad favorable al comercio de esa región,
basta ver que en España, por ejemplo, el suelo y el
clima de Andalucía no son menos fértiles ni menos
adecuados al trabajo y la felicidad del hombre; tanto •
que ahora ocho ó nueve siglos en esa región brotó
también una de las más extraordinarias fulguraciones
de civilización, riqueza y poderío que conserva la his-
toria del mundo. Córdoba y Sevilla, en efecto, no sólo
no cedían, sino que tal vez sobrepujaban á Chicago,
Boston y Xueva York en los tiempos modernos. ¿Por
qué Andalucía no es hoy una de las más ricas y civiliza-
das mansiones del globo?— ¿Por qué hay tanta distan-
542 Civilización antigua en territorio nuevo
oia entre la riqueza de Chicagoy la de Nueva Orleans,
siendo esta última quizás la que cuenta á su rededor
tierras más fértiles y en su situación, sin igual para el
comercio, las mejores condiciones de toda la América?
Chicago no tiene, como San Francisco ó como las
ciudades de Australia, la vecindad de ricas minas
de oro y plata; no ha recibido, como recibía Roma
ahora veinte siglos, los despojos de cien países con-
quistados; no está, como Londres y París, en el centra
de ]a civilización y riqueza del mundo: fue fundada,
al contrario, á 300 leguas del mar, en el centro de lo
que, al tiempo de su fundación, era un desierto inhos-
pitalario. Destruida por el fuego en 1871 y 1874, se
levantó de entre sus cenizas y continuó con pasos de
gigante su carrrera. Todo lo que puede decirse es:
que en su localidad concurrían condiciones adecuadas
á lo que la evolución social de los tiempos modernos
pide para realizar el progreso: tierras fértiles al alcan-
ce de todos los hombres; libertad religiosa y política;
facilidades naturales para la locomoción económica^
ausencia de trabas y ligaduras creadas por las institu-
ciones y costumbres de lo pasado al desenvolvimiento
de las fuerzas del hombre civilizado. En una palabra:
naturaleza primitiva y pueblo yá formado por la
adversidad á la lucha contra los obstáculos. Si el
hombre yá maduro por los años pudiese volver á la
primera juventud con todo un caudal de experiencia,,
¡cuánto no sería capaz de realizar en esa segunda vida
que todos querríamos poder volver á vivir! Algo se-
mejante ha sucedido en Chicago y en, toda esa re-
gión del Oeste y Noroeste de los Estados Unidos^
Posición admirable 543
Pobló esas llanuras espléndidas no el salvaje igno-
rante, sino el hombre yá civilizado; gobernó la emi-
gración de esos nuevos israelitas la libertad inteli-
gente, no el brazo de hierro de Moisés, inspirado por
el demonio do la intolerancia; sembró semillas fecun-
das en el suelo fértil, no sembró de sal las ruinas hu-
meantes de las ciudades destruidas; levantó altares^
no al Dios de los Ejércitos ni á la Divinidad exclusiva
de Abraham, Isaac y Jacob, sino al Omnipotente, que
cubre con su manto á todas las criaturas y mira con
ternura especial á los débiles y á los afligidos.
La Reina de los Lagos tiene en efecto una situa-
ción admirable. Encima de las primeras vertientes
del Mississippi y del Missouri se extienden en medio
de una vasta llanura, en la mitad del ancho conti-
nente, cinco grandes lagos, cinco mares de agua dul-
ce. El Superior y el Michigan, con 130 y 100 leguas--
de largo y 40 y 20 de ancho, respectivamente; el Erie
y el Hurón con 90 y 80 de largo y 16 y 30 de ancho;
el Ontario, en fin, con 60 de largo y 13 de ancho:
todos ellos con profundidad de 60 hasta 400 varas,,
rodeados de inmensos bosques de excelentes maderas^
comunicados ó fácilmente comunicables entre sí por
canales naturales y artificiales. La altura que los se-
para de los ríos tributarios al Mississippi es tan pe-
queña, que con gastos comparativamente reducidos ha
podido comunicarse los lagos con el río, por cana-
les de pocas esclusas; de suerte que Chicago, recibien-
do sus aguas potables del lago Michigan, ha podida
arrojar las aguas sucias de sus cloacas al golfo de
México, por medio del Canal de Illinois y Michigan,
54á Las vías de comunicación
La salida natural de estos lagos es el río San Lorenzo,
por el cual los buques cargados en Chicago pueden
seguir viaje hasta Liverpool; el Canal de Erie los
pone en contacto fluvial con el Hudson y la ciudad
de Nueva York; el de Illinois y Michigan con el
Mississippi, y 10,000 leguas de ferrocarriles en todas
direcciones comunican la ciudad con todos los extre-
mos de la Unión.
Situada en la extremidad Norte del Estado de
Illinois, tiene al Norte los lagos y los Estados de Mi-
chigan, AVisconsin y Minnessota; al Oriente, los de
Indiana y Ohio; al Occidente, el de lowa, y al Sur,
los de Kentucky y Missouri. Es decir, ocupa el centro
de un territorio homogéneo y compacto poblado por
más de 16.000,000 de habitantes.
Excusado es decir que en punto á iglesias, hoteles,
bancos, clubs, estaciones de ferrocarriles, hospitales,
hospicios y establecimientos de caridad, escuelas y
colegios, teatros y parques públicos, calles y plazas,
está á la altura de las primeras ciudades del mundo.
En materia de calles, daré idea de una sola, de la
Avenida Michigan, que no es la mejor, sino aquella
de que conservo recuerdo más distinto, por haberla
atravesado mayor número de veces.
Empieza en el Parque del Lago, al cual da vista
cerca del monumento levantado á la memoria del dis-
tinguido orador y hombre de Estado Stephen A. Dou-
glas, muerto en 1862, y, extendiéndose paralela al
lago, termina en la calle de Jackson, vecina al Parque
del mismo nombre, — el más extenso de los muchos que
La avenida MicJiigán 545
encierran la ciudad, — en una prolongación de más de
una legua. Se compone de una carretera, macadami-
zada á trechos y á trechos cubierta con adoquines de
madera, de 30 metros de anchura. A cada lado se
extiende una faja de 15 metros de césped, con doble
hilera de frondosos árboles, olmos casi todos. Al
costado de esta faja de verdura va la acera ó enlo-
sado de grandes piedras labradas, que es el camino
de la gente de á pie, y tiene no menos de 8 metros
de espacio. Luego empiezan los jardines de las ha-
bitaciones, protegidos por elegantes enrejados de hie-
rro sostenidos á trechos por columnas de piedra labra-
da coronadas por faroles de gas. En partes sólo hay
edificios de un lado, y en el opuesto va la playa del
lago; pero toda la parte edificada se compone de casas
de uno ó dos pisos altos, rodeadas de un parquecito
plantado de árboles, enredaderas y flores escogidas,
siempre con un juego de aguas fresco y gracioso en el
centro.
En las grandes ciudades europeas fatiga la vista en
las calles la monotonía general de las construcciones,
casi todas casas de cuatro, cinco ó seis pisos de arqui-
tectura uniforme. En la Avenida Michigan, así como
en otras calles modernas de las ciudades do Norte-
América, casi no hay dos casas iguales: la una figura
un castillo gótico con torres cuadradas coronadas de
almenas; la siguiente es una casa morisca sostenida
por columnas delgadas entre puertas y ventanas ojiva-
les; la tercera es un chalet suizo; luego un palacio ita-
liano del renacimiento; ésta termina en azotea; aquélla
en un techo á la Mansard; esa otra en un tejado de alas
35
546 Los patios de las casas
tendidas. Aquí, granito rojo; allá, piedra verde; más
lejos, mármol blanco; luego, ladj'illo de diversos colo-
res. Una casa semejaba montones cónicos de piedra
redonda, lisa, acabada de sacar del lecho de un torren-
te: dentro de esos montones se abrían espléndidos de-
partamentos llenos de gusto y elegancia en sus mue-
bles y adornos interiores. En algunos de los jardines
del frente un pequeño lago ostentaba cisnes, patos y
diversas aves acuáticas: grandes pajareras de alambre
entre las ramas encerraban aves de canto ó de pluma;
de tronco á tronco de los árboles colgaban hamacas
en que se mecían niños alegres, ó leían reposadamen-
te la última novela de Daudet ó de Palacio Valdés,
traducidas al inglés, bellas y elegantes señoritas. Pare-
cía eso una ciudad encantada, y esperaba uno ver apa-
recer de repente la reina de las hadas en medio de un
cortejo de ninfas coronadas de ñores. De mí, puedo
decir quü no vi en ninguna délas ciudades de Europa
que me ha sido dado visitar, nada comparable á estas
calles. Considérese lo que será esa ciudad cuando,
concluida la ejecución de los proyectos actuales, se
extienda á su rededor una línea circular de diez leguas
de avenidas iguales ó superiores á la Michigan!
Llegamos á ella con las últimas luces del día, y, á
pesar de la fatiga de diez horas de viaje, nos era pre-
ciso aprovechar los instantes para ver todo lo que
fuese posible en el corto espacio de tiempo que podía-
mos conceder á cada una de estas grandes metrópo-
lis. Así pues, después de comer salimos á la calle y
Los teatros 547
entramos al primer teatro que encontramos abierto.
Los teatros, las calles principales, los mercados, los
paseos públicos, las iglesias y los barrios habitados
por la clase pobre, son los lug.ires adonde natural-,
mente debe dirigirse de preferencia el viajero que
desea formarse una idea ligera de la manera de ser de
una población. En los teatros, sobre todo, la observa-
ción es doble, porque se ve el aspecto de la gente en
sus diferentes clases: — el público general en el patio;
la gente acomodada, en los palcos de las primeras
filas; las familias de la clase media en los palcos supe-
riores, y la masa inferior en las bohardillas ó último
piso, llamado en España el Paraíso y entre nosotros
Gallinero: — y al propio tiempo la representación su-
giere casi siempre la clase de ideas dominantes, algo
sobre la naturaleza de las costumbres, pasiones, vicios,
ridiculeces y manera de ser general de la sociedad.
El autor dramático, aunque quiera exhibir las costum-
bres y los hechos de otros países y otros tiempos, in-
conscientemente tiene que inspirarse en las ideas,
caracteres y costumbres que tiene á la vista, por más
esfuerzo que haga su imaginación para recomponer
en la mente escenas y personajes distintos. Yá en
Nueva Orleans y San Luis habíamos visto el teatro y
empezado á formar concepto de la sociedad americana
por la clase particular de escenas allí representadas;
pero teníamos á pechos verlo en Chicago, ciudad que
juzgábamos más americana que ninguna otra, excepto
Boston y Filadelfia, que parecen ser los dos tipos más
completos de esa sociedad.
Acertó á ser Me. Vicker, uno de los mejores,
548 Represeiitación en uno de ellos
si no el mejor de Chicago, el que nos tocó visitar,
y se representaba Los Turistas (1), ó viajeros por
placer.
Éranse dos viajeros ingleses que pasaban los meses
de verano en los Estados Unidos, recorriendo el país
por los ferrocarriles, con disposición á encontrar de
preferencia los lados ridículos ó desagradables de la
sociedad americana. Uno de ellos era un elegante de
profesión, truhán por carácter, bastante inclinado al
brandy y al champaña, y deseoso de burlarse de los
americanos en todo lo posible. Su compañero era un
joven estudioso, pipiciego, y, po-r consiguiente, mo-
derado y aun tímido, á quien su socio calavera hacía
caer con frecuencia en lances ridículos y á las veces
harto desagrables; pero siempre dando por resultado
la superioridad del carácter inglés sobre el americano.
Entiendo que la pieza era escrita por un inglés, pero
amoldada á los gustos del teatro americano.
En el primer acto los viajeros llegan á un sitio de
veraneo, en donde se encuentran en medio de la vida
fácil y alegre de las familias que salen en busca de
desahogo y de placeres campestres. La escena muestra
¿1 carácter poco cuidadoso de los padres, las disposi-
ciones amatorias de las madres, á pesar de sus años, y
la coquetería poco escrupulosa de las niñas, las cuales,
poco más ó menos, andan siempre en cacería nada
tímida de maridos, ó á lo menos de candidatos á tales
colocaciones. Estos por su parte no escasean, pero los
(1) El Diccionario de la Acadetaia no trae esta palabra, ne-
cesaria en el día para calificar una clase de viajeros que busca
por placer impresiones rápidas en los países que recorre.
Costumbres americanas 549
ingleses saben siempre llevarse la preferencia por sus
modales aristocráticos, que las americanas estiman en
mucho y procuran imitar con monerías que provocan
la risa más contenta de los insulares. En concepto de
las americanas, los viajeros desconocidos son duques y
marqueses disfrazados, y sus extravagancias inspiran
alta idea de su riqueza y posición.
En el segundo acto la escena se traslada á un coche
de camas {sleeping-car) de un tren de ferrocarril du-
rante la noche. El sirviente negro que asiste en el
coche es objeto de todas las burlas, las cuales trata de
devolver con cÍ3rta torpeza maliciosa que despierta
en el auditorio la más gozosa hilaridad. Un ladrón
atrevido que se introduce en el coche, revólver en
mano, saquea impunemente á los pasajeros desarma-
dos y llenos de terror, y cuando uno de ellos quiere
hacer resistencia, el Recaudador de peajes, como aquél
se intitula, fríamente lo despacha con uno de sus tiros,
y arroja el cuerpo, muerto ó tan sólo herido, por la
portezuela: precedente que hace fácil la continuación
de su tarea y que no despierta ningún asombro espe-
cial entre los demás pasajeros, á quienes se supone
acostumbrados á estos lances. El ladrón se escapa
luego tranquilamente, y las señoras, que, en extremo
asustadas, salen de sus lechos en traje enteramente
matinal, provocan el deseo de nuevas aventuras en el
duque inglés, el cual se presenta algo ligeramente cu-
bierto á dar protección á las damas adoloridas. Los
pasajeros yá no pueden dormir, falta mucho aún para
la vuelta de la luz y se trata de organizar algo en qué
pasar el resto de la noche: el conductor del tren y el
550 Especialidades del gusto americano
negro sirviente empiezan á cantar; éste las canciones
de los de su raza, con acompañamiento de vihuela; el
otro canciones populares de diversos países, con acom-
pañamiento de baile y castañetas á las veces. Canta
en francés, alemán, sueco, español y polaco, carac-
terizando admirablemente estos diversos pueblos. No
dejaré de confesar que esta parte de la representa-
ción me pareció una de las más extraordinarias, y
francamente diré que de las más agradables.
En otros teatros vi una particularidad que me
llamó la atención. Al lado de las escenas de la come-
dia algún actor favorito del público acompañaba con
muecas grotescas el juego de los actores; lo que no
sólo no distraía de la trama á los espectadores, sino
que provocaba en la generalidad del auditorio las más
francas risotadas. Se comprende que un pueblo tan
laborioso como el americano no encuentra placer en
los dramas ó comedias complicadas ó que requieren
grande esfuerzo de atención para percibir sus bellezas,
sino en gracias naturales de fácil percepción, que des-
piertan buen humor y preparan al sueño. Mal negocio
sería interesarse en un orden de ideas distinto de las
del trabajo diario, ó dormir bajo la penosa impresión
de un drama terrífico, ó de pasiones violentas, de esas
que hacen insufrible el trabajo y aun poco codiciable
el dinero.
Las piezas representadas generalmente en los tea-
tros, según tuve ocasión de confirmar después mi ob-
servación, carecen de trama, de desenlace y de estudio
seguido de alguno de los problemas sociales: son más
bien escenas ó cuadros sueltos, ligeros, encaminados á
La parte material del teatro 551
liacer reír y desarrugar las frentes oscurecidas por las
preocupaciones de la especulación. Tendencia de la
literatura, por lo demás, qne no es exclusiva del pue-
blo americano, pues en la novela francesa y la españo-
la modernas puede observarse en el día igual cosa:
cuadros sueltos de las costumbres populares contempo-
ráneas, débilmente ligadas por una trama insignifican-
te destinada á conservar un pequeQo resto de unidad
entre las diversas escenas. Trabajo de imitación del
natural más que de creaciones ideales de la fantasía.
La parte exterior de la representación, el edificio
del teatro y sus adornos, sí, magníficos. Al de Mc-
Vicker se penetra por un espacioso vestíbulo (abriga-
do contra los cambios repentinos de la temperatura)
á amplios corredores bien alumbrados, provistos de
grandes y hermosas salas de desahogo. El patio y el
escenario iluminados con luz eléctrica oculta cuida-
dosamente para evitar la ofuscación que suele produ-
cir á los ojos no acostumbrados á ella; admirablemen-
te ventilados por un aparato colocado en el cielo raso,
que distribuye aire artificialmente calentado en in-
vierno y refrescado en el verano. El edificio tiene ca-
pacidad para unas 2,000 personas, á lo más; está aisla-
do de las habitaciones contiguas para prevenir los
riesgos de incendio, y para el caso de ocurrir éste,
está provisto, según se nos informó, de más de veinte
salidas en distintas direcciones, á favor del aislamien-
to de sus paredes exteriores.
Para la mañana del siguiente día estaba anuncia-
da una de esas funciones en que, á imitación del circo
552 El Wild- West de Forepaugh
romano de los tiempos del Imperio, se representan
las costumbres semi-salvajes de la ocupación primi-
tÍYa de las soledades del Oeste: escenas del Wild-
Westy como allá se dice, del famoso empresario Fo
repaugh, y á ella resolvimos asistir, como espectácu-
lo más concurrido por las diversas clases de la po-
blación.
En el centro de un grande espacio cercado de tablas
se levantaba un circo del mismo material, compuesto
de diez ó doce órdenes de gradería circular, que deja-
ba encerrado un patio de unos 100 metros de largo
por 50 ó 60 de ancho. Podían tomar cómodo asiento
de 12 á 15,000 espectadores, y estaba perfectamente
lleno de señoras, hombres, nifios y personas de toda
condición, ricos y pobres. En<el programa de la fun-
ción estaba anunciada como pieza inaugural La ejitra-
da triunfal de Vespasiana en Roma.
El espectáculo empezó, pues, por una procesión
imponente de soldados romanos, elefantes armados de
altas torres, sobre cuyas almenas asomaban las picas
de los guerreros; camellos, dromedarios, carros de
construcciones diversas, prisioneros de distintas nacio-
nes, y en medio de una guardia de amazonas, un gran
carro tirado por caballos blancos conduce á Vespasiano
con todas sus insignias imperiales; en seguida un gran
séquito de jinetes con vestidos y arreos de los diver-
sos países sometidos á Roma, iberos, numidas, galos,
egipcios y asiáticos de diversas procedencias. La idea
de la superioridad de Roma sobre el mundo entonces
conocido se conoce que empieza á perseguir el cerebro
americano con sus visiones de o:randeza futura. Y en
El circo romano 553
efecto, para completar la semejanza de esta fiesta ro-
mana, fuera del circo sigue una gran galería llena de
leones, tigres, panteras, cebras, hipopótamos, rinoce-
rontes, jirafas, boas y animales raros de todas partes
del mundo: al sonido de las trompetas y á las aclama-
ciones de la masa inmensa de espectadores se oye res-
ponder el rugido de los leones y el sordo ronquido de
los tigres.
Des portes tout á coup los gonds d'acier géraissent.
La foule entre en froissant les grilles qui f rémissent.
Les panthéres dans l'ombre ont tressailli d'effroi,
Et poussant mille cris qu'un long bniit assompagne,
Comme un fleuve épandu de montagne en montague,
De degrés en degrés roule le peuple-roi.
(VÍCTOR HvQO.—Lechant clu cirque).
Siguen luchas de gladiadores, exhibiciones de fuer-
za y agilidad, carreras en el circo, pruebas de equita-
ción, de destreza en el tiro de carabina y pistola, com-
bates simulados entre los indios de la frontera de
Tejas y Nuevo Méjico con la caballería americana, y
\o& y2í(\\xQYos {Gow-hotjs) de esa región; celadas, sor-
presas, ataques al correo y á los trenes de los ferroca-
rriles, etc., que forman por el número de personas, la
exactitud de los vestidos, la destreza de los ejecutan-
tes, la variedad y finura de los caballos, un espectácu-
lo raro y grandioso. Era casi el circo romano, con dos
diferencias enormes: faltaba el Emperador y no había
mártires.
Tampoco se veían lictores, ni pretorianps, ni se-
nadores vestidos de augustas laticlavias: había perfec-
ta ausencia do augures, y los sacerdotes de Cibeles no-
tenían para qué entrometerse en los placeres del pue-
554 Los corrales de gan ado
■blo romano. Confundidos en éste undaban los galos
presenciando el espectáculo, sin temor de ser arrojados
,á las fieras; veíanse no pocos judíos, pero no con la
cabeza inclinada,
Trainant partout une lioate cachee.
sino altivos, dominadores, dueños de la situación.
La concurrencia era inmensa, como dejo dicho;
pero era difícil disíiinguir en ella las clases sociales:
todos vestidos con sencillez pero con extremo aseo:
las fisonomías naturales, sin afectación alguna, no
expresaban orgullo ni abatimiento. Naturalmente do-
minarían en el concurso las sirvientas domésticas,
pero todas parecían señoras; el elemento artesano de-
bería estar en gran número, mas á la simple vista era
imposible distinguirlo, porque el vestido era igual. Un
<5ompatriota, residente por largos años en ese país, me
decía que la única particularidad que había observado
-era que había muchos talabarteros y zapateros millo-
narios; pero esa pequeña particularidad encierra un
mundo entero de diferencia entre esa y las sociedades
^ntiffuas.
La maflana del día siguiente fue empleada en una
visita á los Union Stoch-yards, ó sean los corrales de
ganados unidos: establecimiento que constituye la
principal riqueza de Chicago.
Fórmalo una agrupación de 3,300 corrales de ga-
nado y de cerdos, la mayor parte de ellos cubiertos
con techo de astillas, en una extensión continua de
180 fanegadas en los afueras de la ciudad, en el
La industria de carnes 555
extremo Norte de la calle de Halsted. Los corrales
están cercados de talanqueras, exactamente como nues-
tras corralejas, y en todos ellos hay grandes canoas,
llenas de agua las ujias, de heno y otros alimentos las
otras; de suerte que el ganado allí depositado puede
comer y beber. Calles numerosas permiten el fácil
acceso á todos ellos, y hay capacidad suficiente para
encerrar á un tiempo 25,000 cabezas de ganado vacu-
no, 14,000 corderos y 150,000 marranos. Cinco pozos
artesianos y un lago alimentado con ogua del río de
Chicago suministran la suficiente para la provisión de
los animales y el aseo de los corrales, por medio de
quince leguas de tubos de hierro. Treinta leguas de
carrilera dan acceso á los trenes de ganados á los di-
versos corrales, pues este artículo llega por todos los
ferrocarriles que terminan en la ciudad.
Por primera vez se mató ganado allí en el Otoño
de 1832, en número de 200 novillos comprados á
$ 2-75 el quintal (peso vivo) y 350 cerdos á $ 3 el
quintal de igual condición, y yá en 1885 los negocios
de este ramo habían subido á las siguientes propor-
ciones:
Entradas de ganado vacuno. . . 1.905,548 cabezas.
— de marranos G.937,981 —
— de terneras 58,500 — •
— de corderos 1.003,598 —
— de caballos 19,356 —
Entre los envíos de Chicago, en el mismo ano,
para otras plazas, figuran:
Manteca 2.553,760 quintales.
Carnes y embutidos .. 7.053,560 —
556 El gallado de Tejas
Cueros 1.133, 125 quintales.
Lana 494,347 —
Eecorrimos todo lo que nos fue posible de esos co-
rrales viendo los ganados de diversas calidades y pro-
cedencias; desde los magníficos bueyes de Illinois,
lowa y Missouri, de razas mejoradas, cuyos productos
pasan de 50 arrobas netas de carne y de 25 á 30 de sebo
cada uno, los bueyes inferiores de Kentucky, Kansas
y Tennessee, hasta los más inferiores de Tejas y aun
de la misma república de México, que por los ferro-
carriles vienen desde 700 leguas de distancia en busca
de mercado. Queríamos comparar, sobre todo, el gana-
do de Tejas con el nuestro del Estado de Bolívar, para
juzgar si aquél podría hacer competencia ruinosa á
éste en el mercado del istmo de Panamá y en el de
las Antillas. Vimos, pues, muy despacio los novillos
téjanos de cuatro y cinco años de edad, y no fiándonos
al testimonio de nuestros ojos, pedímos informes álos
vaqueros que los cuidaban acerca de la cantidad de car-
ne y sebo que podrían rendir. Estos informes nos con-
vencieron de la superioridad del dó Bolívar, que pro-
duce de 14 á 15 arrobas de carne y 1 de sebo en el pasto
natural de la sabana, mientras que el de Tejas sólo al-
canza á 10 y 12 de la primera y ^ arroba del segundo»
Pero debe tenerse presente que en Tejas se hace mu-
cho esfuerzo por mejorar las crías, cruzándolas con
toros de Durham y de otras razas, mientras que en
Bolívar se da mucho menos atención á esta mejora:
por lo cual esa superioridad puede dejar de existir al-
gún día. Lo que sí pudimos calcular decididamente
como una ventaja de naturaleza permanente, es que las
Las casas de prepara'iión de carnes 557
sabanas de Bolívar son mejores que las de Tejas, eu
las que suele faltar agua en los veranos y ser excesivo
el frío de algunos inviernos, ambas causas eficientes
de inferioridad y de degenaración en las crías de saba-
na: no en las que se forman con estabulación arti-
ficial.
Vimos también los marranos, los cuales sí son de-
cididamente superiores á los nuestros, y comparados
con el precio de los que se venden en el mercado de La
Mesa, mucho más baratos. El precio medio de anima-
les de 2 arrobas de carne y á lo menos otras 2 de man-
teca, oscila apenas entre $ 6 y $ 8. Marranos de esa
calidad tienen en La Mesa un precio medio de $ 16 á
$ 20: lo que explica la diferencia entre 5 centavos que
vale en Chicago la libra de manteca y el de 30 y 40
centavos que, en la actualidad, cuesta en Bogotá.
De los corrales pasamos á las casas de preparación
(FacMng-Jiouses). Como no habíamos llevado á Chica-
go una sola carta de introducción, y no conocíamos á
nadie, preguntamos á la primera persona de cara in-
teligente y desocupada que encontramos, cómo pudié-
ramos hacer esa visita. Era un muchacho, á quien re-
sultó faltarle una pierna y andaba en muletas, la per-
sona á quien nos dirigimos: con una agilidad que no
sospechábamos pasó por encima de la talanquera, nos
sacó á la calle, y echando a caminar muy aprisa, nos
dijo que lo siguiéramos porque en viendo, nos infor-
mó, que éramos extranjeros y americanos del Sur, no
nos pondrían obstáculo alguno. Así fue: el muchacho
nos introdujo al superintendente ó administrador de
una de esas casas, que nos recibió con mucha cortesía,
558 El matadero
y excusándose de que sus ocupaciones del momento no
le permitiesen íicompañarnos, llamó á un dependiente
y le encargó que nos mostrase todo lo que quisiése-
mos ver.
Empezamos, pues, por el principio en una carni-
cería de marranos: por el lugar en que estos animales
entran al establecimiento. Es este una callejuela an-
gosta en plano inclinado hecha de tablas, de abajo
arriba, por donde, desde el desembarcadero del tren,
empieza la subida de un torrente de cerdos hasta el um-
bral de la puerta fatal. Llegan á dos en fondo hasta
la puerta, en donde dos hombres emboscados y provis-
tos de un gran tercio de lazos cortos de fique, echan
una lazada á las piernas traceras y cuelgan el lazo de
un gancho pendiente [de una cadena movediza á 2
varas de altura: la cadena, que está corriendo incesan-
temente, los lleva á un pequeño cuarto inmediato, en
donde el carnicero les aplica, con gran destreza, una
puñalada en el cuello: sin detenerse la cadena los pasa
á la celda contigua, en donde, por medio de un resorte,
un obrero hace zabullir un instante los cuerpoíá en un
caldero de agua hirviendo á 200°^= de temperatura, y
seguir su camino á un tercer cuarto, en donde otro
obrero, provisto de guantes de alambre, les pasa rápi-
damente la mano y les quita todas las cerdas, las cuales
recoge en canastos que tiene al lado. Siguen sucesiva-
mente su camino por un largo corredor, en el que
cada obrero ejecuta con ellos una sola operación. Uno
divide completamente el pescuezo, dejando casi col-
gando la cabeza, otro les abre el viente, otro saca los
intestinos, que por camino separado dirige á otra serie-
La división del trabajo 559
de celdas, otro separa los brazos, otro las piernas, otro'
corta las coyunturas de la mitad de estas piezas, otra
divide la espalda de arriba abajo, otro marca las lon-
jas de tocino, y así sucesivamente el cuerpo del animal
va presentándose al frente de ciento cincuenta 6 dos-
cientos operarios, cada uno de los cuales ejecuta la
pequeña operación que le corresponde, y al llegar al
término el animal está dividido en una multitud d&
piezas: la cabeza, los jamones de piernas y los de bra-
zos, las lonjas de tocino, las costillas, los lomos, los pies,
las canillas, las diversas partes de los intestinos, la
sangre, las cerdas, etc., está lavado, cocinado, picado,
convertido en longanizas, salchichas, chorizos, salchi-
chones, rellenas, etc. Al llegar á la parte opuesta de
la entrada, yá nos ofrecieron longaniza todavía calien-
te, quizás de los marranos mismos que acabábamos de^
ver matar.
Como algunas de las piezas del animal necesitan
conservarse en temperaturas frías, la casa está dividi-
da en dos departamentos (era el mes de Mayo y hacía
calor): uno de tierra fría, á 1° ó 2° del centígrado, y
otro de tierra caliente. En el primero había paredes
de hielo, ó alguna composición química que enfriaba el
aire hasta donde se quería: el hecho es que de 24 ó
25° centígrados pasamos súbitamente á una gran sala,
en la que á pocos momentos tiritamos de frío y tuvi-
mos que dejarla rápidamente, temerosos de alguna
pulmonía.
El trabajo de los obreros está regulado por el mo-
vimiento de la máquina, en tales términos, que ningu-
no de ellos puede detenerse, ni conversar, ni aun toser
560 Un verdugo feliz
jpues la máquina lo atrepella y los obreros siguientes
no podrían ejecutar la parte que les toca, dependiente
de la que debe ejecutar el anterior. La habilidad y ra-
pidez con que cada cual hace su parte de trabajo cau-
san admiración: es un golpe seco, seguro, entera-
mente igual como pudiera darlo un autómata perfec-
tamente graduado, como los golpes de un reloj que
marca los segundos, los minutos, las horas, con exac-
titud siempre igual.
Al sentirse cogido de los pies el marrano, levanta
á veces un chillido agudo, ahogado en el momento
por la puñalada ó por la inmersión en agua hirviendo
que le sigue. Este es un animal muy inteligente: á
diez pasos de distancia de la entrada, oye el grito de
sus compañeros y comprende la suerte que le espera:
se detiene, quisiera volverse; pero es imposible; el des-
tino es inexorable: la corriente que viene detrás de él
lo empuja y arrastra. Semejantes al hombre, algunos
tiemblan y dan otras demostraciones de miedo, otros
se desmadejan y se dan por muertos antes de tiempo;
otros, en fin, valerosos, parecen arrojarse al peligro
para anticipar el momento final: unos dan gritos, otros
reciben la muerte sin una sola queja.
Consideraba yo al obrero-verdugo: daba ochocientas
^ mil puñaladas en diez horas: á sus oídos sólo llegaban
gritos de agonía; su olfato no percibía sino olores de
sangre, en la cual estaba sumergido hasta el tobillo;
sus ojos debían haber fotografiado yá en el cerebro el
relámpago de dolor y despedida á la vida que cruza el
organismo de la víctima en el último instante. Debe
de ser un hombre desgraciado, me decía: qué sueños
La aplicación de las máquinas 561
de horror no serán los suyos: á lasóla vista de un ma-
rrano deberán venírsele las lágrimas á los ojos. Pues
nó; habiendo sonado la hora de la comida, la máquina
paró, y el hombre, quitándose el sobretodo de la muer-
te y lavándose las manos en una fuente inmediata,
salió alegre, silbando un aire de baile popular y conver-
sando con sus enmaradas de los objetos más distintos.
En algunos establecimientos sólo se trabaja duran.-
te el otoño y el invierno: en éste (que no supimos á
quién pertenecía) se trabajaba todo el aflo y se labraba
millón y medio de cerdos. A la puerta de la casa lle-
gaba el tren: los carros del ferrocarril entraban á un
grande almacén, del cual salían constantemente car-
gados de jamones, costillas, lonjas de tocino salado y
barriles de carne preparada. Muy cerca estaría quizás
un buque á la carga. Por otro lado salían otros carros
cargados de una sustancia tan fétida, que durante va-
rios días conservé la impresión: eran los despojos fina-
les del marrano, la parte no consumible, que, prepara-
da como abono para la tierra, iba á emplearse en las
huertas y campos de las inmediaciones de la ciudad;
no se perdía la menor partícula del animal.
La división del trabajo, llevada hasta el último aná-
lisis, está practicada aquí en grande escala, y ella es \¿í
que engendra esa prodigiosa baratura que domina los
mercados del mundo y abate las competencias en don-
dequiera. Ese es el secreto de la prosperidad de este
ramo de industria en Chicago.
Divididas las operaciones hasta la forma más sen-
cilla, la máquina puede entrar á hacer las veces del
hombre: lo que á éste queda reservado es tan sencillo,
36
562 Producto de estas industrias
que puede hacerlo maquinHlmente, sin parar, sin can-
sancio, casi sin sentirlo. De todo esto resulta perfec-
ción admirable, aprovecliamiento de los minutos, ga-
nancia de tiempo, aliorro de todo género, baratura
suprema.
En el resto del mundo la matanza del marrano es
una operación que ocupa á toda la familia y aun á los
yecJnos. Todas las operaciones se hacen á mano y por
manos inexpertas: para cada Tez se compra un cuchi-
llo nuevo, una caldera, platos y batería especial para
ese solo objeto. Píirte de la carne se pierde ó se daña,
parte se arroja como inútil: la preparación del ma-
rrano sale costando tanto como el marrano mismo.
Para reunir con objeto comercial un cargamento del
artículo es preciso buscar en diversos lugares y com-
prarlo de calidades desiguales de difícil clasificación.
No es extraño, pues, que no puedan resistir la compe-
tencia del marrano americano que, en dondequiera
que entra en guerra comercial, apaga, con su excelente
calidad y su bajo precio, todos los fuegos del enemigo.
Ocho millones de cerdos vivos cuestan de $ 56 á
$ 64 millones. Convertidos en jamones, manteca, to-
cino, embutidos, etc., valen el doble, y tal vez más. En
un pequeño espacio, en 130 fanegadas, se ejecutan las
operaciones que crean ese nuevo valor.
Entre tanto, los jornales de los trabajadores son
altísimos: el matador ganaba $ 10 diarios; los demás
obreros desde $ 4 hasta $ 7.
El poderoso talento de organización que presupo-
nen estos trabajos reunidos, facilitados, apoyados por la
maquinaria, por la exposición tan perfecta de un mer-
La matanza de ganado vacuno 563
cado inmenso, por todas las comodidades imaginables,
es superior á toda ponderación. La reunión, la con-
centración, la organización son los distintivos indus-
triales del presente siglo; pero de esas corrientes pao-
de resultar alguna contraria ala de la democracia. Si
la corriente industrial se encuentra con la corriente
política en sentido opuesto, algún gran cataclismo so-
cial puede producirse. De este asunto trataré quizás
más adelante.
Del matadero de puercos pasamos al de ganado va-
cuno. Era tarde yá, y apenas nos alcanzó el tiempo
para ver la manera como se hace allí la matanza. En-
tra el ganado por un corredor angosto en que sólo
cabe una res de frente: al llegar á la pieza en que
se prepara la res muerta, desde un pequeño puesto
sobre el umbralado, el matador dispara un tiro de
carabina sobre la cabeza del animal en el punto media
de los cuernos. El efecto es instantáneo: como heri-
do de rayo, el novillo cae sobre sus piernas, una
nube se extiende sobre sus ojos, y sin un berrido ni
grito alguno, queda perfectamente inmóvil: un mu-
chacho extiende un lazo sobre los cuernos, y la máqui-
na arrastra el cuerpo hacia el interior del matadero.
No vimos más. La destreza del tirador es asombrosa:
en menos de cinco minutos mató seis grandes novillos,
dándoles el balazo exactamente en el mismo punto y
siempre con un resultado igual. Aunque no vimos el
pormenor de las operaciones siguientes, nos pareció
que la aplicación de la maquinaria á esta otra clase
de carnicería no entraba en escala tan importante
como en la de los cerdos. Seguramente el mayor peso
564 El trigo
del animal requeriría máquinas más poderosas y por
consiguiente el empleo de un capital de mayor con-
sideración. Además, el comercio de carne vacuna á
lugares distantes está todavía en problema: se pre-
fiere la carne fresca á la salada, y para satisfacer
ese gusto de los consumidores, el problema consiste
más en la construcción adecuada de buques para
transportar vivo el ganado, ó en la de aparatos frigo-
rices en los buques, que en la preparación de las car-
nes en establecimientos de carnicería. Chicago, sin
embargo, como yá he dicho, mata y prepara en sus
Packing -lio uses, un millón y seiscientos mil novillos
todos los años, que reparte entre el consumo interior
de la Unión y la exportación al Extranjero.
Entre cerdos, ganado vacuno y corderos, el valor de
las matanzas de esa ciudad sube á más de 1250.000,000
anuales.
La distribución de la cosecha de trigo de los Esta-
dos del Oeste entre los diversos mercados del mundo
es otra de las funciones á que concurre activamente
esta ciudad en la organización del trabajo nacional.
El consumo de este grano en Europa y América
ha aumentado en este siglo en una proporción ma-
yor que el aumento de población, por el inñujo de dos
causas. La primera es la baja del valor de este ar-
tículo, reducido tal vez á menos de la tercera de lo que
costaba ahora noventa años; pues la disminución se
puede observar tanto en el precio nominal en plata,
como en el menor valor de ésta, que hoy quizás no ex-
cede de la mitad de lo que representaba hace un siglo.
Causas favorables á su producción 565
Esa baja naturalmente ha puesto el artículo al alcance
de mayor número de consumidores. La segunda es la
mejora de condición de las clases proletarias, favoreci-
das cada día con trabajo más asegurado y con salarios
más altos: lo que les ha permitido alimentarse mejor,
comer más pan.
En esta última causa no han tenido mucha parte
los Estados Unidos, á no ser la del ejemplo que han
dado, el estímulo nacido en los pueblos europeos con
el espectáculo de América, y la mayor demanda de
manufacturas europeas que ésta ha determinado. Pero
en la primera de aquellas influencias los americanos
del Norte sí han tenido una parte preponderante.-La
introducción de nuevos instrumentos para preparar y
limpiar el suelo arable; las máquinas de segar y de
trillar; la apertura de las grandes regiones del valle
del Mississippi á los trabajadores de todo el mundo en
condiciones de igualdad, baratura y libre competen-
cia; la construcción de esa enorme red de canales y
ferrocarriles; el empleo de medios económicos en la
recolección, concentración y transportación del pro-
ducto, y las condiciones de seguridad dadas al trabajo
empleado en la producción y el comercio, por medio
de la publicación y difusión de las noticias relati-
vas á la demanda y la oferta y el cálculo de Jas pro-
babilidades para lo futuro: todas esas agencias, obra
unas de la asociación privada, otras del concurso del
gobierno por medio de sus Cónsules en el Extran-
jero y de sus oficinas de Agricutura, nacional y de los
Estados, se deben, en su mayor parte, á los ameri-
canos del Norte y en una muy considerable también
566 Cobdeii y la liga
á Mr. Oobden y La liga de los cereales^ en Inglaterra.
El concurso de Cobden fue admirable y es uno de
los grandes sucesos del siglo xix. La aristocracia in-
glesa propietaria del suelo, derivaba sus rentas sobre
todo del alto precio del trigo. Para asegurar ese alto
precio de 80, 70 y últimamente de 56 clielines el
quarter, como mínimum en los mercados ingleses
(ó sea 2 cargas de nuestro modo de medir), equi-
valentes á I 10, $ 8-75 y $ 7 la carga de trigo, la
tarifa inglesa cobraba en las aduanas, de acuerdo con
una escala movible, el derecho de importación necesa-
rio para que el trigo extranjero no pudiese venderse á
un precio menor.
Cobden atacó esa institución inicua por medio de
la organización de una liga, que con sus contribucio-
nes sostenía periódicos y publicaciones diversas, man-
tenía oradores predicando en los meetings y procuraba
ganar electores que votasen por miembros del Parla-
mento partidarios de la abolición absoluta de derechos
de aduana sobre los cereales. Cuatro ó cinco años de
labor incesante y de discusión en reuniones públi-
cas, en las cuales aquél llegó á pronunciar hastci tres
discursos por día en otros tantos lugares, educaron
la opinión pública y produjeron el efecto asombroso
de atraer á su causa al mismo jefe del partido aris-
tocrático, á Mr. Kobert Peel. El primer triunfo ob-
tenido en 1846 con la abolición de los derechos sobre
los cereales, fue seguido de otros que concedieron
igual franquicia á casi todas las sustancias alimenti-
cias, á las materias primeras de las manufacturas
mglesas, y últimamente á casi todos los productos ex-
La ley del Honcestead 567
tranjeros, excepto siete. Eso es lo que se llama en
Inglaterra el libre cambio^ y á la organización po-
lítica que lo propuso y sostiene la escuela de Mán-
chester.
En Inglaterra no se podía producir trigo á barato
precio, á causa del alto arrendamiento de las tierras:
en los Estados Unidos sí. En todo el Oeste y el Noroes-
te había una región inmensa, en extremo fértil, que
el Gobierno americano se propuso vender á bajo pre-
cio, por lotes pequeños, de 60 á 120 fanegadas, á lo
más; y los especuladores americanos, calculando el
gran negocio á que pudieran conducir ferrocarriles
que la pusiesen en rápida y barata comunicación con
el Atlántico, acometieron la empresa de construirlos.
La inmigración europea había tomado yá un incre-
mento consid«írable, repentinamente acrecido con esa
-terrible catástrofe ocurrida en Irlanda, en donde la
pérdida de las cosechas de papas en 1846 (artículo
que constituye allí la ba^e esencial de la alimentación)
causóla muerte de uno ó 2.000,000 de personas en
pocos meses. Tan terrible azote determinó á ese pobre
pueblo á emigrar en masa hacia las regiones prometi-
das, al nuevo Canán del siglo xix, que abría sus
puertas á los hambrientos y los oprimidos. La revolu-
ción de Febrero ea 1848 en Francia, se juzgó en Eu-
ropa como la señal de convulsiones semejantes alas de
fines del siglo xviii, y de guerras que podían hacer de
las soluciones de Waterloo una mera tregua. La vuel-
ta del Imperio Napoleónico y la guerra de Crimea, que
vino en pos, determinaron el crecimiento de los ejér-
citos europeos y el consiguiente reclutamiento de cen-
568 La inmigración
tenares de miles de soldados: otros hechos llamados a
acrecer las proporciones del éxodo hacia las tierras
americanas.
Así, la inmigración, que en el período do 1820 á
1830 sólo había alcanzado á 143,300 cabezas
Subió en, el de 1830-1840 hasta 598,000 —
Y en 1840-1850 á 1.713,000 —
En 1850-1860 á 2.598,000 —
Detenida por la guerra civil en el
de 1860-1870, se mantuvo siem-
pre en 2.466,000 —
Para volver á subir en 1870-1880 á 2.944,000 —
Y en los ocho años de 1880 á 1888,
al enorme guarismo de 4.804,000 —
Estos nuevos pobladores, establecidos en un prin-
cipio en los viejos Estados del Atlántico, — en aque-
llos en que no había esclavos, exclusivamente — pro-
dujeron, con su competencia en el ramo de salarios
de las manufacturas, el efecto de desalojar números
pocos menores de población americana nativa hacía-
los territorios del Oeste, cuyas ventajas para el hom-
bre libre estaban yá en capacidad de apreciar. De aquí
la rápida formación de esos diez Estados de Ohio, In-
diana, Illinois, Michigan, AVisconsin, Minnessota,
lowa, Nebraska, Kansas y Colorado, — poblados hoy
por más de 16.000,000 de habitantes, y cuyo centro in-
dustrial ha venido á ser Chicago.
La producción de trigo ha seguido paso á paso el
progreso de la inmigración, á contar desde la aboli-
ción de los derechos de entrada en la Gran Bretaña..
Progreso en la producción de trigo 569
Cargas de 10 @.
La producción de 1849 fue de 25.000,000
La de 1859 de 43.276,000
La de 1869 de 71.936,000
La de 1879 de 115.000,000
La de 1884 de 128.000,000
Las exportaciones de cereales (incluyendo algo de
maíz) han seguido el mismo movimiento, según los
datos de Mulhall en su Diccionario de Estadística.
Valor.
En 1830-1840— término medio anual. $ 5.300,000'
En 1840-1850 id. id 15.600,000
En 1850-1860 id. id : 30.500,000
En 1860-1870 id. id 47.000,000
En 1870-1880 id. id 135.500,000'
La de 1886, según la Oficina de Agricultura de
Washington, subió á 158.804,970 hmliels (39.701,242
de cargas colombianas), y el valor debe acercarse á
% 150.000,000.
El pueblo inglés es el principal consumidor de
trigo americano. Según Mulhall, el importado en la
Gran Bretafla en 1880 ascendió á 265.000,000 de
lushels, que es equivalente á 151.000,000 de quinta-
les. Pues bien: según los datos de la aduana inglesa,
el de procedencia de los Estados Unidos alcanzó á la
siguiente cantidad y valor, en 1883: 59.145,478 quin-
tales, avaluados en $ 144.186,090.
El resto de la importación á Inglaterra procede
de la India, Rusia, Hungría, Australia, Canadá, Re-
pública Argentina, Chile y á veces de Francia.
El libre cambio, al establecimiento del cual tanto
contribuyó la escuela de Mánchester, ha sido una de-
570 Los ferrocarriles
las grandes agencias del progreso en el Oeste de los
Estados Unidos, y es para mí motivo de extrañeza el
poco favor y aun desconfianza que abriga contra ella el
partido republicano de ese país, preponderante en las
regiones más favorecidas por las ideas de esa Escuela.
Chicago, como hemos visto, concentra primero y
distribuye después 35.000,000 anuales de cargas de
trigo, ó sea algo más de la cuarta parte de la cose-
cha total de la Unión, y sus molinos y fabricación de
harinas y galletas son afamados en todo el mundo por
sus vastas proporciones y excelente calidad de la ma-
quinaria.
Para llegar á ese grandioso resultado ha sido pre-
cisa la construcción de una vasta red de canales y vías
férreas. Siete grandes líneas de ferrocarril la comu-
nican con las metrópolis del Atlántico: Boston, Nue-
va York, Filadelfia y Baltimore, de las cuales se des-
prenden ramificaciones hacia el Sur y el Oeste; otras
veintitrés líneas principales parten de Chicago hacia
el Norte (la región de los lagos), el Oeste, el Pacífico
y el Sudoeste. Sin contar las ramificaciones, el tronco
principal de esos ferrocarriles tiene una extensión
de 10,000 leguas. Cuenta, además, con todas las
líneas férreas y los grandes canales del Canadá, que,
partiendo de la orilla Norte de los lagos, se dirigen
hacia la parte baja del río San Lorenzo, y de ahí
hasta el mar. Uno de esos ferrocarriles recorre todo
el Oeste de las posesiones inglesas hasta Vancouver,
^n el mar Pacífico. Así, Chicago, sirviendo de centro
á la comunicación entre los dos mares, viene á ser la
ciudad interoceánica por excelencia y el lugar en que
-se cruzan las producciones de los dos hemisferios.
Baratura de los transportes 571
La competencia de esas diversas líneas y la enor-
midad de los productos transportables ha hecho bajar
el precio de los transportes á ratas fabulosamente ba-
ratas. Por ejemplo: la distancia entre Chicago y Nue-
va York es de 306 leguas, y el precio de los fletes en
es4 distancia, tomando por unidad un quintal de peso,
ha sido el siguiente sobre diversos productos:
Gaííado eít pie— sobre el peso bruto. Desde 20
hasta 60 centavos por quintal. Es decir: un buey de
primera clase, con 50 arrobas netas de carne y 25 de
sebo, que daría un peso bruto de 25 quintales al ani-
mal vivo, sería transportado en .306 leguas por $ 5 y
hasta $ 15. Un novillo común de los nuestros, con 16
arrobas netas de carne y 2 de sebo, que daría 9 quinta-
les de peso bruto, costaría de $ 1-80 á S 5-40 en 300
leguas. En 30 leguas (distancia de Girardot á Bogotá)
sólo costaría de % 0-18 á $ 0-54; póngase el quíntu-
plo: sólo sería de $ 1 á $ 3.
Cerdos. — De 20 á 35 centavos por quintal. De
Chicago á Nueva York costaría un animal de 2 quin-
tales de peso vivo, entre 40 y 70 centavos. De Girar-
dot á Bogotá, sería de % 0-05 á % 0-07. El quíntuplo
de esta rata sólo daría de % 0-25 á $ 0-35.
Maíz, trigo y harina. — De 15 á 25 centavos el
quintal, ó $ 0-3 7i á % 0-Q^ la carga de 10 arrobas.
Entre Girardot y Bogotá sería de 4 á 7^ centavos por
carga. Póngase el quíntuplo, y no pasaría de 20 á 40
centavos por carga, que hoy no cuesta menos de $ 5,
ó sea un flete veinte veces mayor.
Juzgúese el incremento que daría á la producción,
la baratura á los consumos y la extensión á los negó-
572 Baja de los fletes marítimos
cios, lu conclusión del ferrocarril de Girardofc; tenien-
do en cuenta que el maíz puede producirse en las
tierras calientes del bajo Bogotá á $ 1-20 la carga, á
otro tanto la de plátanos y yucas, yde$2á$31a car-
ga de miel: artículos que cuestan hoy % 10, $ 12 y has-
ta $ 18, respectivamente, en el mercado de esta ciudad I
Los fletes marítimos de Boston y Nueva York á
los puertos europeos han bajado en la misma propor-
ción. Entre Nueva York y Liverpool han seguido la
siguiente marcha descendente:
En el trigo. — Desde 1873, en que costaba, en vapor,.
el flete de una carga de granos I 0-62^ — hasta 13 cen-
tavos en 1887. ¡13 centavos por carga {% 0.0542 el
hushel) en una distancia de 1,000 leguas I
Como se podrá comprender, esta baratura de fletes
se extiende á todos los artículos. La leche, por ejem-
plo, es transportada en algunos ferrocarriles desde 50^
leguas de distancia á razón de 40 centavos el barril de
12 galones, equivalente á 72 botellas ó 3 botijas de la.
medida usada en Bogotá. Con esta facilidad, el ramo
de lechería se ha levantado en ese país á una produc-
ción de más de $ 500.000,000 (quinientos millones de
pesos), obtenida de 16.000,000 de vacas de leche.
Desde luego, esa prosperidad no se ha lograda
ni se sostiene sino en medio de una lucha ardiente
de competencia con otros países y de hostilidad,
oculta á veces, franca en otras, de los Gobiernos ex-
tranjeros. En materia de trigos, los ingleses han he-
cho esfuerzos supremos por levantar la producción
en sus colonias al más alto grado posible, en el Ca-
nadá, la India, Australia y el Cabo de Buenaespe-
La competencia exterior 573
ranza; Rusia' ba puesto en cultivo sus inmensas es-
tepas; Chile y la Argentina, en la América del Sur,
han hecho también esfuerzos notables; pero en casi
todos esos países la competencia americana ha desalen-
tado, ó poco menos, á los productores. Inglaterra no
produce yá la mitad del trigo que consume; Francia,
que en otro tiempo era exportadora de trigo, tiene yá
necesidad, á veces, para colmar las deficiencias de sus
cosechas, de importar cantidades no despreciables; Ale-
mania importa anualmente por cerca de t 20.000,000;
Italia, España, Portugal, Suecia y Noruega, á duras
penas se bastan: tan sólo Eusia y Hungría, la India,
Australia, el Cabo, Chile y la Argentina, aparte de
los Estados Unidos, son exportadores permanentes;
pero, con excepción de los Estados Unidos y la Argen-
tina, en los demás países la exportación disminuye:
ora por aumento de su propio consumo, como en la
India y Australia; ora porque la baja de los precios
reduce el interés de los cultivadores. Rusia, la India
inglesa y la Argentina son, pues, yálos únicos rivales
temibles.
Menos de temer es la hostilidad de los Gobiernos.
Con motivo ó con pretexto de enfermedades en el ga-
nado y en los marranos de América, varios de los de
Europa han prohibido, unos la introducción de gana-
do vivo, otros la de las carnes y mantecas. Francia y
Alemania han aumentado los derechos sobre la impor-
tación de los trigos: medida que el partido tory ha
deseado, pero no atrevídose á proponer al Parlamento.
En los tiempos presentes no es yá tarea fácil para los
gobiernos encarecer el precio de las subsistencias á
574 Hostilidad de los gobiernos europeos
los pueblos: los derechos llamados proteccionistas en-
carecen el precio de los artículos y enriquecen á un
pequeño número de protegidos, y no determinan un
aumento sensible de producción, cuando las ventajas
naturales están del lado de otros productores. En
Francia se encarecerá el pan, pero se consumirá siem-
pre trigo americano. La victoria quedará por los que
tengan distribuida la propiedad territorial entre ma-
yor número de propietarios, que son los que pueden
producir más y á más barato precio. Por esta razón
no considero muy temible la hostilidad de los Go-
biernos ni la competencia de Rusia y de la India in-
glesa; pero sí es temible la de la República Argentina,
en donde hay un fondo inmenso de tierras fértiles,
accesible á la inmigración extranjera y al espíritu in-
dustrial que se ha despertado entre los habitantes de
esa región.
La diplomacia americana necesita tener atenta la
mirada á esos intereses y á esa hostilidad estrecha, con
que los Gobiernos europeos se preocupan más de las
dificultades presentes que de la evolución de los inte-
reses futuros de los pueblos. Si los países de América
pueden producir artículos alimenticios á más barato
precio que Europa, esa baratura cede en beneficio de
los consumidores europeos, los cuales pagarán esa ali-
mentación más económica con otros productos — manu-
facturas principalmente — que todavía los americanos
no pueden producir con ventaja. Esa transformación
de las industrias cederá en beneficio de unos y otros,
mejor que la rutina de obstinarse en trabajos poco-
remuneradores.
Riqueza acumulada en Chicago 575
Desgraciadamente, en mi sentir, los hombres de
Estado americanos, en lugar de dirigir sus esfuerzos á
conservar sus mercados entre los pueblos europeos,
cuyas grandes poblaciones ofrecen salidas más exten-
sas á sus producciones agrícolas, parecen querer bus-
carlos de preferencia para sus manufacturas entre los
pueblos de Hispano-América, con la engañosa espe-
ranza de obtener la preferencia de éstos en la compra
de efectos que el europeo puede vendernos con mejo-
res condiciones. Esa política puede provocar represa-
lias por parte de los Gobiernos del Viejo Mundo,
quienes si lograsen restringir el consumo de cereales
americanos entre sus poblaciones, podrían causar no
poca ruina en los Estados recién establecidos en el
Noroeste sobre la base de una extensa producción de
ese artículo.
Empero, esos pueblos han adquirido un grado tal
de energía en la lucha por la vida, que todas sus difi-
cultades serían transitorias. La riqueza producida,
consumida y acumulada constantemente por ellos es
tan considerable como probablemente no se encuentra
en ninguno otro sobre la tierra. No sale uno de una
sensación de asombro al visitar por primera vez las
calles de Chicago, viendo el lujo arquitectónico de los
edificios, la variedad y esplendidez de los materiales
empleados y la grandiosidad de sus edificios públi-
cos. La aduana, la casa de correos, la casa munici-
pal, los tribunales, las cárceles, son todos de gra-
nito, de mármoles de diversos colores, adornado»
con inmensas columnas de una sola pieza, con el gasto
576 Los clubs
•de $ 4, $ G, $ 10.000,000, como con la idea permanen-
te de que son destinados al servicio de un pueblo-rey
y á resistir la acción de los siglos. Los clubs, sobre
todo, construcciones destinadas á una clase de asocia-
ción poco acostumbrada en los países latinos, son es-
pléndidos, y dan una idea de riqueza y de lujo sólo
sobrepujada por los de la ciudad de Londres, que tal
vez no tienen rival.
Los clubs, como se sabe, son casas de reunión para
hombres, destinadas á proporcionar sociedad, comu-
nicación de ideas y facilidad de asociación para obje-
tos políticos, literarios, industriales y otros. Así,
los partidos políticos tienen cada cual uno ó varios
clubs, en donde los que profesan unas mismas opinio-
nes gozan de la sociedad de sus copartidarios, pre-
paran sus programas y organizan sus trabajos; los
comerciantes encuentran la compañía de sus compa-
ñeros de profesión, hablan de sus negocios, se infor-
man de los sucesos que pueden afectarles y organizan
empresas comunes; los periodistas en el suyo se reú-
nen, dan tregua á la animación de sus debates encar-
nizados, leen los periódicos de otros países y fundan
en común una librería de consulta que en ocasiones
llega á proporciones muy respetables; los amigos del
•caballo tienen de ordinario su Jockey Club y viven en
la sociedad de los que participican del mismo amor á
ese compañero del hombre, organizan en él sus carre-
ras, preparan sus apuestas y fomentan la cría de las
mejores razas, etc. En todos ellos hay excelente coci-
na, piezas de habitación permanente para los solteros
j los viajeros de residencia accidental, se dan con fre-
Los clubs 577
cuencia comidas nunierosas, recepciones á los perso-
najes notables y á los viajeros de distinción, y en oca-
siones conciertos vocales é instrumentales, y grandes
bailes á que concurren las familias de los socios.
Cada asociación de este género tiene su casa propia,
con frec.uencia magníficos palacios; el gasto se hace
por medio de una contribución de entrada que oscila
entre 8 50 y $ 500, y otra contribución anual que sube
desde $ 10 hasta I 100: lo que en números de 500
á 1,000 contribuyentes, forma al cabo un tesoro muy
bien provisto. En ellos pasan los hombres las horas
que no dedican al trabajo personal, y forman una cos-
tumbre que me figuro llegará á ser al cabo un rival te-
mible para la vida doméstica. Los de Chicago son nu-
merosos, sus edificios ostentan un lujo extraordinario,
y casi todos son de creación reciente, pues los más an-
tiguos apenas datan de veinte años atrás. Quizás son
síntoma de una sociabilidad más estrecha que los pro-
gresos del siglo van desarrollando entre los hombres,
y cuyas manifestaciones se encuentran en las corpo-
raciones masónicas, las asociaciones de obreros, de
bancos, seguros, ferrocíirriles, vapores, etc., las compa-
ñías comerciales, — regulares y anónimas — las socieda-
des cooperativas y de socorros mutuos, los cuerpos mi-
litares de voluntarios, la creación de hoteles y casas de
alojamiento en grande escala, etc. etc. El mundo mar-
cha y se transforma: los que ayer eran conventos,
abadías, asociaciones religiosas, hoy son casas de se-
guros, bancos, clubs y sociedades cooperativas.
Llama principalmente la atención en Chicago el
aire de juventud que se nota por dondequiera. Un
37
578 El incendio de 1871
espantoso incendio en 18T1, continuado por otro menos
grave, pero no despreciable, en 1874, destruyó, á lo
menos, la mitad de la ciudad. Empezó el 8 de Octu-
bre á las 9 de la noche, á consecuencia de una lámpara
de petróleo derribada por la coz de una vaca en un
establo, se comunicó á otros edificios de madera, luego
á algunos de los vastos depósitos del mismo material;
y en seguida, protegido por un gran viento del Oeste,
á toda la parte comercial de la ciudad comprendida
entre el lago Michigan y el río de Chicago, que se di-
vide en dos ramas hacia el Norte y el Sur de la ciudad,
límite que la llama no alcanzó á traspasar en veinti-
cuatro horas de duración.
La ciudad tenía entonces (1871) 323,000 habitan-
tes, y el valor de sus edificios y efectos muebles alcan-
zaba á I 650.000,000. El incendio destruyó 17,500
casas, y valores por $ 196.000,000. Con los daños
consecuenciales las pérdidas alcanzaron á cerca de
$ 300.000,000, de los cuales había $ 100.000,000 ase-
gurados. Empero, la quiebra de 56 compañías de
seguros que no pudieron hacer frente á esta inmensa
pérdida, redujo á poco más de I 40.000,000 los valo-
res recobrados. 98,000 personas quedaron sin habita-
ción, reducidas á vivir en toldos y casas construidas
á la ligera. En consecuencia, más de 50,000 fueron á
buscar residencia en otros lugares. Parecía, pues, que
habían de pasar muchos años antes que Chicago logra-
se levantarse de ese desastre.
Mas no fue así. La noticia de esta catástrofe des-
pertó un sentimiento de caridad de que la historia del
mundo presenta pocos ejemplos. Las sociedades de
Las suscripciones en favor de las victimas 579
socorros organizadas en la cíiiidad habían recibido an-
tes de un mes más de $ 2.000,000, con los cuales se
habían construido cuatro mil casas capaces de dar
habitación á 20,000 ])ersonas, y se esperaba termi-
nar en quince días masías necesarias para alojará
todos los que no habían emigrado. Los auxilios de ví-
veres, ropas, muebles, instrumentos de trabajo, eran
tan enormes, que la población se reanimó con nuevo
vigor á la tarea de recobrar lo perdido. Las contribu-
ciones venidas de todos los Estados, y aun del Extran-
jero, parece que subieron á unos 8 60.000,000, con
lo cual, lo recobrado de las compañías de seguros y
las ventajas naturales de la ciudad y de los territorios
vecinos, que habían quedado intactos, esa metrópoli
se levantó de entre sus ruinas, reconstruyó sus calles
en un plan todavía más gigantesco, y hoy, diez y siete
años después, es una de las más bellas, ricas y famosas
ciudades del mundo. Sin igual, sobre todo en la rapi-
dez con que se ha levantado en cincuenta años desde el
desierto, hasta quizás 800,000 habitantes", y desde las
cenizas del incendio hasta una riqueza en caserío, mer-
cancías, fábricas, etc., de 1,200 á % 1,500.000,000.
CAPITULO XXX
EL ESTADO DE ILLIJÍOIS
Progreso de su poblaciÓQ. — Riqueza general. — Producciones. —
El elemento extranjero.— La inmigración europea prefiere
las altas latitudes.— Los canales de Illinois. — La comodidad
de los ferrocarriles y sus diversas clases de vehículos para
pasajeros. — Pullman-City. — Experimento social.— Las dos
naturalezas del americano.
El Estado de Illinois, al que Chicago pertenece, es
el cuarto en población 3^ riqueza en toda la Unión y el
sexto en antigüedad entre los Estados nuevos forma-
dos después de la independencia. Le preceden en po-
blación ís"ueva York (con 5.082,800, en 1880) Pensil-
vania (con 4.282,800) y Ohio (con 3.198,061): en an-
tigüedad de los recién constituidos, Kentucky (1792),
Tennessee (1796), Ohio (1802), Luisiana (1812), Mis-
sissippi (1816) é Indiana (1817) — pues Illinois fue ad-
mitido á este rango en 1818.
Empezó á recibir población entre 1800 y 1810, en
cuyo último año tenía . . . 12,282 habitantes.
En 1820 55,162
En 1830 J57,44:5
En 1840 476,100 —
Progreso de su población y riqueza 581
En 1850 851,400 habitantes.
En 1860 l.ni,900 —
En 1870 2.539,800 —
En 1880 3.077,871 —
En 1888 (estimación ) „ ív-a nnn
oficial) í ^-^^^'^^^ —
Rápido como ha sido el crecimiento de su pobla-
ción, de 100 por 100 'en la década de 1850 á 1860; de
50 por 100 en la de 1860 á 1870; de 21 por 100 en la de
1870 á 1880, y de 25 por 100 en los ocho últimos afios,
el incremento de su riqueza ha sido todavía ma3^or-
En 1850 le daba el catastro una riqueza general
de $ 156.265,000
En 1860 de 871.860,000
En 1870 de 2,121.680,000
En 1880 de .. 3,210.000,000
Es decir, que de 1850 á 1880, en treinta años, la po-
blación era tres y media veces mayor; pero la riqueza
era veinte veces más grande. En otros términos: lari'
queza, por cabeza de población, era de $ 183-55, en
1850; en 1880 cada habitante era dueño, por término
medio, de $ 1,043.
Su territorio de 56,000 millas cuadradas estaba en
1886 dividido entre 255,741 propietarios, de los cua-
les 175,500 (69 por 100) cultivaban la tierra por sí
mismos, 20,620 (8 por 100) por medio de arrendata-
rios y 59,620 (23 por 100) en participación de utili-
dades con el cultivador.
La producción de cereales y fo-rrajes subió, en 1886,
sobro los principales artículos, á las cantidades si-
guientes:
582 Artículos principales de producción
Maíz . . . 52.500.000 cargas, á razón de 14^ cargas por fanegada.
Trigo... 6.888,000 — — 6| — —
Avena.. 26.000.000 — _ 16 — __
Papas... 2.400,000 — — 33^ _ _
Heno... 4.513,000 toneladas — l| toneladas —
Y el valor total de estas producciones, avaluando á
$ 1-24 la carga de maíz, á $ 2-76 la de trigo, I 1-04
la de avana, $ 1-72 la de papas y $ 6-40 la tonelada
de heno, subió á $ 146.033,000.
La producción animal en sus dehesas debió de ser
inmensa, pues este Estado es muy rico en rebaños. De
los principales animales tenía en 1886:
Caballos 1.069,800, avaluados á$ 77.25 c^u., $ 82.649,000
Muías 115,660 — 83.73 — 9.684,000
Vacas de leche 937,476 — 26.50 — 24.843,000
^n^Iot' e\T \ 1-485,754 - 22.23 - 33.029,000
Ovejas. '. .. 814,177 — 2.49 — 2.026,000
Marranos 3.102,945 — 6.47 — 20.088,000
Las razas son en lo general mejores que en los Es-
tados que hemos pasado en rápida revista, como lo de-
muestran los altos preciosa que se les avalúa; de suerte
que la producción anual de este ramo quizás no pue-
de computarse en menos de I 60 á $ 70.000,000. Illi-
nois es entre todos los Estados de la Unión el que
cuenta número mayor de cabezas de ganado vacuno de
crías mejoradas.
Tiene de ellas (cabezas) (en 1884).. ) 820,000
Sígnenle, Ohio, que cuenta ) 719,000
lowa 638,000
Tejas 494,000
Nueva York 479,000
Indiana 447,000
Nebraska 403,000
Kansas 401,000
Valo7- de las tierras 583
Xo he encontrado en esta ciudad dato reciente
acerca del valor de sus tierras cultivadas. Tengo tan
sólo el del censo de 1860, en el que sus 22.000,000 de
fanegadas están estimadas en $ 432.000,000, es decir,
á $ 20 cada fanegada. Esta suma representaba enton-
ces la mitad del avalúo total de la riqueza del Estado;
si, pues, esa proporción se hubiese conservado, en 1880,
cuando la riqueza total de Illinois se computaba en
I 3,210.000,000, sus tierras valdrían $ 1,600.000,000;
estimación que todavía sería moderada.
En la composición de la población de este Estado
entra por una parte considerable el elemento extran-
jero. De 3.077,000 habitantes que tenía en 1880,
583,000, ó un 19 por 100, eran extranjeros de nacimien^
to. Como en los últimos diez años la inmigración ha
sido mucho mayor que en el decenio anterior, es permi-
tido suponer que de los 3.750,000 que se le computa-
ban en 1888, no menos de 800 ó 900,000, ó casi la cuar-
ta parte pertenecerá á ese origen. Contando con la
primera generación de los inmigrantes, — que todavía
conserva los rasgos y tendencia de la nacionalidad de
sus padres — se puede decir que la mitad de la pobla-
ción de Illinois es compuesta de extranjeros.
Es un hecho digno de interés para nosotros que la
inmigración europea se dirige de preferencia á las al-
tas latitudes. Así, de los 6.679,000 extranjeros es-
tablecidos en los Estados Unidos en 1880, las tres cuar-
tas partes vivían entre los 41° y los 45° de latitud
Norte, así:
584 Población extranjera
En Oonnecticut 129,992
En Dakota (Territorio entonces). . . . 51,795
En Illinois 583,576
En Indiana 144,178
En lowa 261,650
En Massachnsetts 443,491
En Michigan . 388,508
En Minnesota 267,676
En Nebraska 97,414
En Nueva York (el Estado) 1.211,379
En' Ohio 394,943
En Pensilvania 587,829
En Wisconsin., 405,425
Total 4.867,856
Esta inmigración se compone principalmente de
ingleses é irlandeses, alemanes, suecos, noruegos, ru-
sos, anstriacos y húngaros. Poblaciones de origen la-
tino sólo había en los Estados Unidos, en 1880, las si-
guientes:
Franceses 106,971
Italianos 44,230
Españoles y portugueses 13,259
Mexicanos 68 399 -S ^^ Tejas, Arizona
Total 232,859
Verdad es que de algunos años á esta parte empie-
zan á emigrar á América en grandes números los ita-
lianos y los españoles, pero á las regiones del Plata,
comprendidas entre los 30° y los 40° grados de latitud
Proyectos de ensanc^ie de los canales 585
Sur, principalmente entre los 35* y los 40°. Podrían,
pues, venir á la América ecuatorial, á las regiones al-
tas de los Andes; pero no será sino cuando buenos ca-
minos faciliten su entrada hacia ellas, y sobre todo
cuando fletes baratos permitan la abundante exporta-
ción de sns f)rod netos.
El último rasgo de prosperidad para este poderoso
Estado de que tuve noticia durante mi re.sidencia allí,
es el proyecto de ensanchar los CRnales que comunican
los grandes lagos con los ríos tributarios al Missis-
eippi, hasta el punto de que los más grandes buípies del
Océano puedan zarpar de los lagos y bajar Jil golfo de
México por el canal de ese gran río. Como otro tanto
se hará con el río San Lorenzo, la América del Norte
tendrá una navegación interior de más de dos mil le-
guas por medio de dos gi-andes ríos y de cinco mares
de agua dulce, superior á la de cualquier otro con-
tinente.
Excepto, eso sí, el de la América del Sur: el cual
cuenta en la comunicación entre el Orinoco, el Oasi-
quiare, el Rionegro y el Amazonas, yá conocida, y las
que se consideran posibles entre el Madeira, tributa-
rio del Amazonas, el Mamoré y el Pilcomayo, tribu-
tario del Plata; entre el Tapajos y el Paraguay; y en-
tre el Paraná y el San Francisco, una red de grandes
ríos navegables por todo el interior del Continente,
desde las inmediaciones de Bogotá hasta Buenos Aires,
y desde la capital de Bolivia hasta las bocas del Ama-
zonas y del Plata, que no tendrá rival en este planeta.
586 Los cochea de ferrocarril
A pocos minutos de nuestra salida de 01iicag:o tu-
vimos la pena de saber que pasábamos por Pullnum-
Oify, cuando yá no podíamos detenernos para visitar
esa interesantísima población.
El célebre inventor de los coches-palacios (1) para
ferrocarril ha establecido aquí, por medio de una com-
pañía anónima, una fábrica inmensa de sus coches,
sobre bases de cooperación con los obraros, los que no
bajan de 4,000.
(1) Para el viaje de ferrocarril en los Estados Unidos se usan
vehículos diversos, de los cuales son más conocidos los si-
guientes:
1/ El coche común de primera ó segunda clase, con capa-
cidad para sesenta y hasta ochenta pasajeros en cada coclie.
Son cómodos, ventilados, provistos de agua potable, siempre
con hielo, aguamanil con jabón y paños de mano muy limpios,
y gabinete reservado; pero sin comodidad para dormir.
3 ° Coche-salón, en que los asientos son sillones muy cómo-
dos, con resortes que permiten bajar ó levantar el espaldar y un
apéndice en donde colocar los pies; de suerte que en esos asien-
tos se puede, al desearlo, tomar posición horizontal. En ellos
dan al pasajero una manta abrigada para cubrirse y dormir du-
rante la noche. También se da desayuno, almuerzo, comida y
cena, sin parar la marcha,
3.° Coche de camas, que yá he descrito en el capítulo de
viaje de Nueva Orleans á San Luis.
4.° Coche-palacio, de gran tamaño, comunicado con otros
dos inmediatos: el coche principal es un salón muy bien amue-
blado, que alternativamente puede convertirse en comedor para
veinte personas y en dormitorio para otras tantas; otro de los
inmediatos es un restaurante con cocina, despensa, bodega y
todo lo necesario para proporcionar comidas á los pasajeros sin
suspender la marcha del tren; el último es un salón de baño y
de aseo, en donde puede tenerse hasta billar ú otros aparatos
de recreo. También está destinado á los fumadores. Estos co-
ches se emplean en los largos viajes, que duran más de dos ó
tres días; como el de Nueva York á San Francisco, que dura
cinco ó seis, ó el de cualquiera ciudad de los Estados Unidos
á México, que es de siete ú ocho. También en los viajes cir-
culares, que son vueltas en el interior de los Estados pasando
por varias ciudades; pero conservando siempre la liabitación, es
decir, la comida y la cama, en el mismo coche: viajes que du-
ran á veces quince y V2inte días seguidos. El coche se convierte
en un hotel ambulante.
Pulhnan-City 587
La Compañía les suminisbra asistencia en un gran
hotel, y también da pequeñas casas de habitación á
las familias que quieren vivir con independencia; sos-
tiene escuelas, salas de asilo para los niños pequeños
durante el día, teatro, salón para bailes, conciertos y
reuniones públicas, hospital, cementerio, mercado,
artículos para vestido, mobiliario y demás servicio do-
méstico, todo á precios de por mayor y una pequeña
comisión; les paga un moderado salario semanal y
una participación en las utilidades al fin del año.
A los obreros que lo desean, esta participación se les
convierte en acciones en la Empi'esa; pues el pensa-
miento de la Compañía es transferir lentamente la pro-
piedad de aquélla á los obreros mismos, para ensa-
yar la posibilidad de una nueva organización social en
que cada objeto de trabajo y de producción llegue á
ser propiedad de los trabajadores mismos, sin lucha ni
competencia alguna entre el capital y el trabajo, entre
los capitalistas y los proletarios. Es esta una obra de
grande experimento social.
La Compañía provee abundantemetite á las necesi-
dades diarias de sus obreros. El alojamiento es cómo-
do, bien ventilado, con todas las condiciones higiéni-
cas necesarias; agua con profusión; luz eléctrica y de
gas durante la noche; la comida abundante y sana; el
vestido de buenas telas y á los más bajos precios posi-
bles, pues todo es comprado por mayor; les procura
diversión variada durante la noche, música y recrea-
ciones pacíficas los domingos; se encarga durante las
horas de trabajo en las fábricas del cuidado de los ni-
ños pequeños, y sostiene escuelas para los que están en
588 Gran experimento social
estado de recibir educación. Los sitios son alegres^
poblados de árboles y flores. Hasta aquí el lado cómo-
do y satisfactorio para los trabajadores.
En cambio, es obligatorio el ahorro; el obrero está
ligado á la Empresa por un año á lo menos, y quizás
por más tiempo en la generalidad de los casos; está
prohibido en absoluto el consumo de licores y bebidas
embriagantes, y en lo relativo á costumbres y policía
general, es natural suponer que las reglas son más es-
trictas que las de la autoridad municipal de los lugares»
Cuál sea el resultado de estos experimentos, es
difícil decirlo. En los Estados Unidos hay, al lado de
las más ingobernables é ilimitadas codicias, los más al-
tos sentimientos de filantropía y amor á la humani-
dad. Muy de temerse son, á veces, las empresas de ca-
ridad y benevolencia acometidas por desalmados é
hipócritas especuladores; pero á las veces también en-
tre los que parecieran especuladores puros, llenos de
ambición de riquezas, resultan los actos de desprendi-
mientoy de humanidad más extraordinarios. Hoy hay
en ese país dos corrientes contrarias, incomprensibles.
La una es la pasión de hacer fortuna por todos los me-
dios imaginables, y fortunas colosales, inmensamente
superiores á lo que las más exigentes necesidades de la
vida humana puedan requerir: 100, 200, 300.000,000
de pesos. La otra un espíritu de refusión del indivi-
duo en la humanidad entera con sacrificio de todo lo
que pudiera ser egoísta, de todo lo que es individual.
Y á veces esas dos tendencias suelen aparecer en una
misma persona. Girard era un especulador, prestador
de dinero á interés, en extremo duro, que no rebajá
Los dos caracteres del americano del Norte 589
jamás un centavo du intereses á sas deudores, y al
propio tiempo daba ejemplo de una caridad ardiente
en los días de calamidad pública, hasta el punto de ir
personalmente á servir de enfermero en los hospitales
en tiempo de epidemia. Ese hombre empleó en vida y
legó á su muerte una fortuna de $ 9.000,000 en favor
de los establecimientos de educación y de caridad
de Filadelfia, JN'ueva Orleans y otras ciudades. Peabo-
dy, el filántropo más generoso de los tiempos moder-
nos, confesaba que era avaro y que le causaba dolor el
gasto más pequeño, por lo cual se impuso en castigo
dar muy buenas comidas todas las semanas y gastar
sumas extraordinarias en actos de caridad.
El Comodoro Vanderbilt, el fundador de una di-
nastía de cien-millonarios, dejaba vivir á sus hijos en
una pobreza vecina de la miseria; pero cuando esta-
lló en 1861 la guerra civil, dirigió al Secretario de la
marina una carta en la que ponía á disposición del
gobierno una flota de veinte vapores, en venta, en
arrendamiento ó como quisiese, y en caso de que no se
les reputase necesarios, rogaba que á lo monos se acep-
tase como donación suya al pueblo americano el vapor
Vaiiderhilt, construido con un gasto de $ 5.000,000 y
reputado en esos días como el mejor barco que flota-
ba en los Océanos.
El hecho es que las asociaciones de vida común y des-
prendimiento y abnegación de sí mismo son no poco
numerosas en los Estados Unidos, y algunas de ellas,
como la de los TemUadores {Shakers), por ejemplo,
están en plena prosperidad y cuentan yá cerca de un
siglo de existencia. La idea de asociación más estrecha
590 Contrastes raros
entre grandes comunidades ó de ensanche del círculo
de la familia á proporciones mucho más extensas, ha
dado grandes pasos en el siglo xix y no puede decirse
hasta dónde podrá no llegar. Hay en la humanidad
resortes misteriosos que determinan súbitamente las
corrientes más contrarias: jamás ha presenciado el
mundo actos de ferocidad comparables á los que ponía
en práctica la inquisición para asegurar el predominio
de una religión de caridad; y, según refiere Stanley,
nunca vio un sentimiento de compasión y de caridad
más apasionado que entre los caníbales del Congo,
cuando vieron hambrientos, enfermos y necesitados
de socorro á él y á sus compañeros.
cja^¿f^^<;:;r^^;:¿?^^^^^ii^p=>
CAPITULO XXXI
CINCIIÍNATI
Aspecto general.— Progreso de la población.— Espíritu comer-
cial de sus habitantes.— Zos reporters. — lEintrevisUi con uno-
de éstos. — La plaza del agua. — Espléndida fuente. — Cincin-
nati á vuelo de pájaro.— El Museo de Bellas Artes. — Las
manufacturas de la ciudad. — El movimiento comercial, — El
Oliioen Cincinnati, y su navegación. — El precio de los fletes.
— La Cámara de Comercio. — Los puentes sobre el Oliio.
— Covington y Newport. — Un cuartel americano. — Otra vez
los masones.
Llegamos á <Jinc¡niuiti en la mañaiiM de an día de
primavera, despejado, sereno y acariciado por tibias
brisas. En pocas horas habíamos atravesado en línea
diagonal de N.O. á S.E. todo el Estado de Indiana,
poblado hoy por más de 2.000,000 de habitantes, y
penetrado en el ángulo N.O. del poderoso Ohio, el
tercero de la Unión en población y riqueza, admitido
al rango de Estado desde 1802. Cincinnati, la antes
Reina del Oeste, hoy destronada por San Luis y por
Chicago en punto á industrias y número de habitan-
tes, conserva sus títulos en lo que se refiere á la be-
lleza del paisaje que la rodea. Edificada en la orilla
oriental, en una vuelta que con curso pere%a»o des-
592 La población de Cincinnati
cribe el gran río que da su nombre al Estado, en
medio de un anfiteatro de graciosas colinas de poco
más de 100 metros de altura, su espléndido caserío
se levanta desde el nivel de las aguas hasta las cum-
bres del rededor, y se completa con Covington (1) en
la orilla derecha del río, perteneciente á Kentucky,
al respetable guarismo de 284,000 en 1880, Hoy debe
pasar de 350,000.
Tenía en 1800 750 habitantes.
En 1810 2,540 —
En 1820 9,602 —
En 18^0 24,800 —
-En J840 46,300 —
En 1850 115,400 —
En 1860 161,000 —
En 1870 216,200 —
En 1880 255,139 —
La primera impresión que de ella recibimos fue
relativa al espíritu comercial de sus habitantes. Ape-
nas hiibíamos tomado cuartos en el hotel Burnet,
cuando i-ecibimosla visita de un joven comerciante, á
quien habían informado que traíamos de Sur América
un gran cargamento de maní, y venía á comprárnoslo.
Al contestarle negativamente y decirle que éramos
viajeros de mera curiosidad, sin artículo alguno que
vender, dudó de nuestra sinceridad y amablemente
nos manifestó que, aun cuando fuesen 5 ó 6,000 quin-
tales, podía comprarnos toda la partida, pues nego-
ciaba por mayor en esa almendra y estaba dispuesto á
pagárnosla al mejor precio del mercado. Cuando al
(1) Covington tenía 29,400 en 1880.
Visita de un ** repórter " 593
al fin logramos convencerlo de su error, y á nuestra
vez le manifestamos exfcrafleza de que ese artículo
fuese conocido y tan solicitado en los Estados Unidos;
nos informó con mucha atención que de él se hacía
un uso inmenso en confituras y salsas para las carnes
y el pescado; que en el Estado de Tennessee se le pro-
ducía en cantidades de 700 á 800,000 quintales por año
y que su precio actual era de % 0-04 á $ 0-05 centavos
la libra, si no estoy equivocado. í^o se manifestó corri-
do de su engaño: con mucha galantería nos dio la
tarjeta y la dirección de su almacén de comercio, nos
invitó á ir á inspeccionar sus mercancías y se ofreció á
acom.pañarnos en otros días á visitar la ciudad.
Nos preparábamos yá á salir á recorrer las calles,
-cuando se anunció otra visita. Era el repórter de uno
de los principales periódicos de la ciudad que venía
á tomar noticias de Colombia. Desde Nueva Orleans
habíamos hecho conocimiento de esa costumbre sin-
gular de los periodistas americanos de informarse con
los viajeros, no sólo de lo relativo al país de éstos,
sino de averiguar las impresiones que los Estados
Unidos producen en ellos. En Nueva Orleans había-
mos tenido tres visitas de esta clase, dos en San Luis,
una en Chicago, y en Cincinnati tuvimos dos. Ordina-
riamente es un joven hien vestido, agradable é inteli-
gente el que desempeña estas funciones: se insinúa
con mucha suavidad, apunta rápidamente en su car-
tera las respuestas que se le dan, probablemente en
caracteres taquigráficos, conversa sobre la política
americana y pide la opinión del viajero acerca de las
38
594 Lo que son los reporters
cuestiones del día. Responde con amabilidad á las
preguntas que se le hacen, da informes relativos á la
ciudad y los acontecimientos de su país, y á veces
suele ser útil para facilitar al viajero la manera de
visitar los lugares que desea conocer. No siempre
es muy correcto en las versiones que da de sus en-
trevistas, por lo cual conviene exigirle que antes de
dar publicidad á la conversación, envíe una prueba
en tiras para corregir y rectificar las ideas. Uno de
estos interviewers en Nueva Orleans juzgó por mis
preguntas acerca de los métodos empleados en la pro-
ducción de azúcar, que yo sería hacendado, y me pre-
guntó si en efecto lo era. Contestóle que tenía una
pequeña propiedad.
— ;Ah! yá sabemos por aquí lo que llaman ustedes
pequeña propiedad, exclamó.
Y al siguiente día vi con agradable sorpresa en las
tiras de su periódico, que yo era uno de los más gran-
des hacendados de Sur América, cosa que me era
completam.ente ignorada. Otro me preguntó si tenía
participación en la política de Colombia. Contéstele
que sí había estado mezclado en otro tiempo en esas
cosas de una manera muy subalterna; pero que hacía
años estaba retirado á sólo mi trabajo personal, por-
que en mi país la política no da para vivir. La inter-
pretación que á esta respuesta dio el rejiortevQ^ curiosa.
"Mr. C. . . decían las tiras de su periódico, es \xn polüiciaíi
importante, y debe de venir encargado de alguna negociación
considerable, porque trata de ocultar sus conexiones con Ja po-
lítica de su país."
Si JO hubiese dejado pasar ese párrafo, todos los
reporters de los 1,500 diarios americanos me hubieran
La conversación con él 595
perseguido á todas horas para arrancarme el secreto.
No le aconsejaría yo al General Boulanger venir á
pasar algunos de los días de la peregrinación de expec-
tativa que atraviesa, en los Estados Unidos. No lo
dejaría vivir tranquilo esa plaga de curiosos, más te-
mible que los zancudos en el Magdalena ó que los
chiribicos en una cama de posada en tierra caliente.
Esa es evidentemente una de las esclavitudes de la
vida americana de que se quejaba Ilerbert Spencer
con un intervieiuGr; pero es una parte del precio á
que se compra la libertad. La república necesita la
participación de todos, el pensamiento de todos, la
discusión incesante sobre los asuntos conexionados
con la vida pública; si la esclavitud se acomoda bien
con el reposo y el silencio, la libertad, nó: las aguas
estancadas se descomponen y corrompen, no las bebáis.
Bebed de las fuentes rumorosas que forman espumas
entre las piedras.
El repórter, decía, empezó las preguntas relativas
á su país:
— ¿Qué le han parecido á usted los Estados Uni-
dos?
— Un país muy grande, muy rico, muy libre y
muy feliz.
— ¿Qué le ha parecido más notable?
— Sus vías de comunicación: sus ferrocarriles, sus
vapores en los ríos; sa gran producción, la grandiosi-
dad de sus ciudades.
— ¿No ha encontrado usted algo que le cause dis-
gusto ó que le parezca digno de censura?
— Sólo me ha causado estrañeza el sentimiento de
596 ¡Su interrogatorio
repugnancia ó de desprecio que me ha parecido ins-
pira á la gente de raza blanca la de color oscuro.
— ¿Y por qué extraña usted eso?
— Pues, porque teniendo ustedes que vivir con la
gente de color, necesitando de ella, recibiendo de ella
cooperación en los trabajos más duros, parecería na-
tural que ustedes le hiciesen justicia admitiéndola
sin repugnancia en los teatros, en los hoteles, en las
iglesias y en las escuelas, y veo que no es así.
— Según eso, usted se inclina aquí al partido repu-
blicano.
— Yo soy un extranjero y no tengo partido en este
país; pero en el mío fui partidario ardiente de la abo-
lición de la esclavitud; veo con placer que allá no se
hace diferencia política entre las dos razas, y muy
poca en las relaciones sociales; desde allá seguí con
mucho interés Iog progresos de la emancipación en los
Estados Unidos y fui admirador de Lincoln y Seward,
de Greeleyy de Sumner, de Stanton y Chase: de todos
los hombres que contribuyeron á la libertad de los es-
clavos y á la reforma de la Constitución en el sentido
de darles iguales derechos políticos y civiles.
Cambiando repentinamente de conversación, me
preguntó entonces:
— ¿Y qué dice usted de Mr. Cleveland?
Medité un instante mi respuesta y la di con otra
pregunta.
—¿Para qué desea usted la opinión de un extran-
jero que acaba de entrar á su país, y que por lo mis-
mo debe de carecer de conocimientos suficientes para
juzgar del carácter y del valer de ese hombre público?
Mi declaración instructiva 597
— Si usted tiene repugnancia á contestar mi pre-
gunta, podemos hablar de otra cosa; pero si, como yo
creo, eso no tiene nada de particular, déme su opi-
nión con franqueza. A los periodistas nos gusta oír
siempre las opiniones de los extranjeros, porque nues-
tro modo de ver las cosas puede ser interesado ó apa-
sionado, y el extranjero tiene más imparcialidad y
suele considerar las cuestiones por lados nuevos y
originales.
— Pues bien, le dije: Mr. Cleveland me gusta mu-
cho. Sus actos públicos parecen partir de un carácter
elevado, justiciero é imbuido en las verdaderas ideas
americanas.
— ¿Como cuáles actos?
— Los relativos á la protección á los indios en la
posesión de las tierras de sus resguardos; sus mensa-
jes al Congreso con motivo de los ataques contra los
chinos; sus vetos á las leyes de despilfarro del Tesoro
con pretexto de pensiones.
— ¿De suerte que usted opinaría que se le reeligie-
se para la Presidencia de la Unión?
— Francamente, sí.
— Pero, ¿no sabe usted que Mr. Cleveland es demó-
crata? Usted acaba de decirme que las ideas de usted
son las del partido republicano.
— Sí, señor; en todo lo relativo á conceder igualdad
política á la raza africana pertenezco á lo que aquí se
llama partido republicano; pero en cuestiones econó-
micas, en lo que llaman ustedes *' protección á las in-
dustrias americanas," me inclino más bien al demó-
crata. Soy partidario del libre cambio, y creo que
598 Repreguntas y sentencia
por hoy esa es la cuestión más grave que liay en este
país. La tarifa de aduanas tan alta de ustedes, será
á la larga un obstáculo al desarrollo de las industrias
en este pueblo. La titulada protección á las manufac-
turas, protegerá á los dueños de fábricas, á los gran-
des ricos, que son pocos, con perjuicio de los consu-
midores pobres, que son los muchos. Yo creo que
eso no está en la corriente verdadera de lo que uste-
des llaman 'Mdeas americanas."
— Usted no es demócrata, tampoco es republicano:
entonces es Mugiuiimp (1).
— Quizás sí, señor.
— Pero usted olvida que la prosperidad de este
país se debe principalmente á nuestras niMnufacturas,
y que éstas no hubieran podido desarrollarse sin una
protección en las aduanas contra la competencia de
las fábricas inglesas.
— Excúseme usted, señor: yo he creído observar más
bien que la prosperidad de los Estados Unidos se debe
á sus instituciones liberales; á la división de las tierras
baldías en pequeños lotes, al alcance de todo el pue-
blo; á los productos de su agricultura, que forman las
tres cuartas partes de ia exportación; á la inmigración
extranjera; á las escuelas públicas; á la ausencia de
ejército pernianente; á las vías de comunicación rá-
pidas, que proporcionan transportes baratos y un in-
(1) Este apodo de Mugwump fue dado en 1884 á los repu-
blicanos que no aceptaron— á causa de algunas acusaciones con-
tra la probidad personal de Mr. Blaine y de disentimiento de
opiniones acerca del proteccionismo y de la provisión de los
empleos exclusivamente entre los intrigantes políticos— la can-
didatura de éste, y prefirieron apoyar la de Mr, Cleveland. Los
Mugwumps equivalen á nuestros antiguos gólgotas.
La fuente monumental 599
menso comercio interior; á la paz de qne ustedes
han disfrutado. Ustedes podrían Juchar con la compe-
tencia inglesa sin necesidad de protección aduanera,
á favor de su espíritu mecánico y de ser grandes pro-
ductores de las materias primeras.
— Decididamente, usted es discípulo de la escuela
de Mánchester. Adiós, señor.
Después de media hora de interrogatorio, el repór-
ter se retiró y en el acto nos lanzamos á las calles, en
las cuales tropezamos á pocos pasos con la Fuente de
la Explanada, el monumento artístico más notable de
la ciudad, y, en su género, uno de los primeros del
mundo.
En el centro de una plaza larga y angosta, som-
breada por magníficos árboles, y alumbrada con gran
número de faroles do gas, se levanta un pavimento de
cimento romano de 2 pies de altura, al que se sube
por dos escalones y que forma un salón abierto ó lugar
de paseo para el público, mucho más ancho que nues-
tro atrio de la Catedral de Bogotá. En el centro de
éste hay una fuente monumental de doce metros de
altura, compuesta de una ancha base y estanque de
pórfido admirablemente labrado, y tres cuerpos de
bronce, ó más bien una grande estatua representativa
de la idea del agua, montada sobre dos pedestales de
bronce. En el primer pedestal, en alto relieve, están
representados en sus cuatro caras los cuatro usos prin-
cipales del agua: fuerza para mover máquinas, nave-
gación, pesca y vapor. Encima hay cuatro grandes
recipientes, del centro de los cuales brota una gran
600 Representaciones del agua
columna de agua; entre uno y otro de los recipientes
hay nichos adornados con figuras de tamafio natural:
de un muchacho que ostenta con alegría un gran pes-
cado que acaba de sacar del agua; de una muchacha
que ostenta con orgullo un collar de perlas; el tercero
se aplica al oído un caracol marino y oye el rumor que
en él parecen haber dejado las olas, y el cuarto corre
con patines en el hielo. De cada una de esas figuras bro-
tan asimismo grandes chorros. Sobre este pedestal se
levanta una columna cuadrada que une cuatro grupos
de tamafio heroico. El del Oriente es una madre que
conduce al baño á un pequefiuelo; el de Occidente,
una muchacha que da de beber á su anciano padre;
al Norte, un hombre clama al cielo por agua desde el
"^techo de su casa, devorada por las llamas; al Sur, un
agricultor con arado, yá inútil sobre el terrón duro,
y un perro que saca la lengua seca de sed, parecen in-
vocar el favor de las nubes para el campo arrasado
por el verano. La figura superior, el genio de las
aguas, personificado en una mujer cubierta con tú-
nica ligera y con los brazos abiertos, arroja de los dedos
y de la palma de las manos una lluvia bienhechora,
que cubre con un ligero velo de niebla todos los gru-
pos inferiores. El todo es un magnífico idilio, una
ferviente oración al Todopoderoso, dispensador del
agua á los hombres. Es una obra de arte llena de
pensamiento, de unidad de acción y de perfecto
acabado en todos sus detalles. Fue fundida en Mu-
nich, y se dice que costó más de % 200,000 á su
donador, Mr. Henry Probasco, quien la regaló á la
ciudad en memoria de su cufiado, Mr. Tyler Davidson,.
Vista general de la ciudad 60i
que por muchos años tuvo la idea de dotar la ciudad
con este monumento, orgullo hoy de los habitantes
de Oincinnati.
Esta plaza forma el centro de las líneas de ómni-
bus, coches y tranvías que recorren la ciudad: en ella
tomamos un carro tirado por cable subterráneo, y su-
bimos á una de las colinas del rededor, desde la cual
se goza de la vista de un suntuoso panorama. Una
llanura circular rodeada de colinas en gradería; un
valle ameno cruzado en zig-zag por el hermoso río,
que tiene allí 300 varas de anchura, en todas di-
recciones recorrido por vapores, lanchas, canoas y
balsas; tres puentes inmensos lo atraviesan dentro de
los límites de la ciudad y la comunican con Oovington
y la costa de Kentucky; 172 iglesias leviintan á los aires
sus elegantes torres; centenares de edificios monu-
mentales alzan sus techos de diversos colores sobre las
más modestas casas de habitación: columnas de humo
brotan de altísimas chimeneas de las fábricas; calles
rectas sombreadas por árboles; parques liónos de ver-
dura y de bosques misteriosos, cortados por carreteras
pobladas de diversos vehículos; quintas preciosas blan-
quean en las faldas délas colinas: bullicioy animación
por todas partes.
Tal es el aspecto que presenta Oincinnati. Cubre
con su caserío nna extensión de 7,500 fanegadas (más
de dos leguas cuadradas), y se extiende en la orilla si-
nuosa del río por más de tres leguas, ocupadas por
muelles, desembarcaderos, fábricas, jardines, huertas
y grandes parques, los cuales ocupan sobre el río y en
las colinas un área de 1,500 fanegadas, ó tres veces la
superficie de Bogotá.
602 La Academia de Bellas Artes
En otra ocasión tomamos un coche y dimos una
vuelta por ias calles, parques, cementerios y lugares
principales de la ciudad. Visitamos el jardín zoológico,
que exhibe cosa de 900 animales raros de todas partes
del mundo, en el cual recuerdo haber visto un gallo y
una gallina del tamaño de un pavo, y un pavo casi tan
grande como un avestruz, elefantes, leones, tigres, pan-
teras, cebras, burros salvajes africanos de tamaño muy
i'espetable, más respetables aún por su ferocidad indo-
mable, y una variedad muy grande de aves de canto,
de pluma y de otras cualidades notables; la Academia
de Bellas Artes recién construida á iniciativa de un
rico filántropo, Mr. Charles A\^. West, quien donó
$ 150,000 para la construcción del edificio, con la con-
dición de que otros donasen otro tanto, condición rea-
lizada en el acto, y de que la ciudad diese terreno en
un sitio adecuado, lo que también se realizó con gene-
rosidad. Mr. West regaló entonces otros $150,000 para
iniciar la formación de nn fondo permanente desti-
nado ásu conservación y adelanto. Aunque abierto ape-
nas en 18<!6, yá tenía el salón de pintura cerca de 300
cuadros, al óleo casi todos, regalados los más por los
ricos de la ciudad, entre los que descuella el nombre
de Mr. Euben R. Springer, quien parece haber lega-
do al establecimiento una colección notable de más
de 100 cuadros; otros muchos eran simplemente pres-
tados.
Domina en estas galerías la escuela alemana, algo
se encuentra de pintores belgas, muy poco de la es-
cuela francesa y tan sólo muestras de la inglesa y es-
pañola; lo que se explica por pertenecer á la inmigra-
El Museo de pinturas 603
cióu filemana más de la tercera parte de la población de
Cincinuati. Los cuadros de paisaje forman la variedad
más numerosa, como que es también la preferida por
el gusto americano, todavía en la infancia. Los pinto-
res modernos cuyas obras están en mayoría son Achen-
bach, de la escuela de Dusseldorf; Lessing: (Carlos Fe-
derico), de la de Berlín, y Schirmer (J. W.), déla de
Dusseldorf. Los grandes pintores del Eenaci miento,
en lo general están representados por copias, y de los
modernos sólo vi cuadros de Bonguera u, Frére, Grude
(Hans) — noruego, Knaus (de Dusseldorf), Leutze (ale-
mán establecido en Filadelíia), Müller, Verboeckhovon
(belga), West (americano establecido en Londres),
Courbet, Corot (Juan Bautista), Vernet (Horacio),
Madrazo, y dibujos á lápiz de Meissonier y de Zama-
cois. Pintores americanos, todavía pocos; pero éstos se
anuncian con aptitudes notables.
Hay dos Rubens, una Crucifixión de Alonso Cano,
un Cario Dolci, un Hobbema, un Jordaens, un Marat-
ta, un Rembrandt (retrato), y un Tintoreto proceden-
te de una iglesia de México, de donde fue robado por
un soldado francés durante el imperio de Maximilia-
no. Gran número de cuadros procede de autores des-
^conocidos.
El edificio fue empezado en 1881, abierto al públi-
co en 1886, y me causó asombro encontrar tantas obras
de arte sólo un año después. La parte construida cos-
tó $ 330,000, y aun faltaba una de las alas; con la
compra de algunos cuadros el desembolso montaba yá
á % 450,000, obtenidos por contribuciones voluntarias.
El inmenso número de establecimientos de cari-
604 Las manufacturas
dad, instrucción, adorno y comodidad pública, costea-
dos por particulares, y las instituciones del mismo
género, sostenidas con rentas de la ciudad, dan idea
de una riqueza enorme. Quise averiguar los orígenes
de ella, y en una publicación reciente de estadística,
cuidadosamente compilada por la Cámara de Comer-
cio, encontré todos los datos que deseaba.
La producción manufacturera subió á$ 200. 357,000
en 1883, entre los siguientes principales artículos:
Manufacturas de hierro $ 25. 986,000
— de otros metales 6. 845,000
— de madera 20.392,000
— de cuero , 12.573,00(>
— alimenticias 25.426,00G
Jabón y alumbrado 10.730,000
Vestidos 21.394,000
Licores destilados y fermentados 30.597,000
Tejidos de algodón, lana, lino, etc 1.996,000
Drogas y sustancias químicas 4.658,000
Manufacturas de piedra y de loza 4.313,000
Carros, carruajes, etc , 10. 154,000
Papel 5.315,000
Pastas de libros, y libros en blanco 448,000
Libros, periódicos y publicaciones 4.666,000.
Manufacturas de tabaco ... 4.367,000
Artículos de bellas artes 899,000
Miscelánea 9.591,000
El número de obreros empleados en estas manu-
facturas subió en el mismo año á 91,761, ó sea la ter-
cera parte de la población déla ciudad: guarismo muy
alto, porque si se le adiciona el número de trabajado-
Las bebidas espirituosas 605
res en las industrias de comercio y de acarreo y en las
profesiones que sólo concurren indirectamente á la
pi'oducción, como abogados, médicos, músicos, acto-
res, empleados y sirvientes domésticos, resultará que
más de la mitad de la población de Oincinnati es pro-
ductora. Ahora bien: el cálculo general que se hace en
los Estados Unidos es, que de cada tres habitantes
sólo uno es productor, pues los dos restantes son muje-
res, niños, ancianos ó inválidos exentos de las tareas del
trabajo.
Llama la atención en el cuadro anterior la enorme
suma de la producción de licores y bebidas fermenta-
das, la más alta entre todas, y equivalente á $ 120 por
cabeza de población. Esta partida se descompone así:
Licores destilados (alcohol; 52.000,000 de litros, $ 11.830,000
^key,-eTcl!^':^'!''!.^^^'''[ 53.500.000 - 11.255,000
Cerveza...!.*.".'*..".*.'.*."."... 128.000,000 — 6.232,000
Víqos — 150,000
Sobre la producción de estas bebidas cobra el Gro-
bierno Federal un derecho de sisa, de % 7.400,000
sobre los destilados y de cerca de % 800,000 sobre la
cerveza; sea 7^ centavos sobre cada litro de licores j
f de centavo sobre cada litro de cerveza. Es probable
que la ciudad haya establecido ó establezca otro im-
puesto sobre la venta por menor de estas bebidas, que
no bajará de $ 1.500,000 á $ 2.000,000 anuales.
El movimiento comercial de Oincinnati, es decir,
el valor de los productos que recibe de fuera y el de
los que despacha á consumirse en otros lugares, sube
á % 500.000,000 anuales, así:
1884.— Entradas % 247.347,134
Salidas 253.260,366
606 El río y la ciudad
En estos guarismos puede observarse que el valor
de los artículos recibidos, transformado en las manu-
facturas, aumentó de valor io suficiente para proveer
á todos los consumos de los habitantes y para propor-
cionar, con el residuo, lo necesario para enviar á otros
lugares un valor mayor aún que el de las entradas.
Cincinnati tiene en el río Oliio su principal venta-
ja, acompañada, sin embargo, de algunos inconvenien-
tes. Situada, poco más ó menos, á la mitad del curso
navegable de este río, entre Pittsburgo en la parte su-
perior y Cairo en la boca del Mississippi — es decir,
como el pueblo de .Carare en el Magdalena — las 300
leguas navegables de él, y otras tantas quizás de sus
tributarios, forman naturalmente la vía de comunica-
ción más barata; con ella se ahorró en un principio la
necesidad de la construcción costosa de ferrocarriles
para su comercio; pero al propio tiempo sirve de obs-
táculo para construirlos, á causa de la competencia
que les hace en los transportes.
x\hora bien: esa ventaja sería inmensa si el río
fuese cómodamente navegable todo el año; pero está
lejos de ser así. Desde principios de este siglo una
frase de Jeííerson caracterizó la naturaleza del Ohio,
diciendo que ^^ sería un río admirable si no estuviese
seco en los veranos y helado en los inviernos." Y tie-
ne esto mucho de verdad. Durante los veranos se seca
hasta el punto de que en Cincinnati sólo ofrece á ve-
ces á los vapores, en Julio ó Agosto, un fondo de dos
pies, mientras que en los inviernos sube hasta 50 ó
60, y en 1885 llegó á subir hasta 71. Además, desde-
Vapores que lo navegan 607
mediados de Noviembre empieza á helarse, lo cual
cierra la navegación ordinariamente hasta mediados de
Marzo ó principios de Abril. Así, sólo presta servicia
durante cinco ó seis meses del año. Se ve, pues, que
sus condiciones de navegabilidad son notablemente in-
feriores á las de nuestro Magdalena.
Esta dificultad, lo mismo que entre nosotros, obli-
ga á tener varias clases de vehículos adaptados á los
diversos estados del caudal de las aguas. En primer
lugar haj' vapores para pasajeros y carga, y simples
remolcadores de botes y balsas que no pueden llevar
pasajeros. En segundo luga)-, unos y otros son de di-
verso tamaño y fuerza para adaptarse á la parte alta y
á la baja, á los tributarios y al río principal. Estos;
vehículos se dividen en las siguientes proporciones:
Vapores pa7'a pasajeros y carga.
De menos de 400 toneladas , 41
Entre 400 y 800 ^ 23
DemásdeSOO 14 7S'
Remolcadores.
De menos de 200 toneladas 68
De 200 á 500 52
De más de 500 10 ISO
Total de vehículos de vapor 208'
La capacidad de estos vapores representaba, en
1885, 65,000 toneladas, que es un total doce ó catorce
veces mayor que los de nuestro Magdalena; pero debe
tenerse en cuenta que en el valle del Ohio hay, ade-
más, líneas de ferrocarriles paralelas al río que presta»
servicio en adición á éste.
608 Irregularidad del caudal de las aguas
Estos vehículos liacen once ó doce viajes por aflo,
ew término medio, porque las entradas de vapores á
Cincinnati en los aflos de 1882 á 1885 dan un térmi-
no medio de 2,250 en el año, ó sea una entrada diaria
de 6 á 7 vapores, es decir, de 12 ó 14, pues la navega-
ción no dura más de 150 á 180 días en el año.
Estos cambios en el fondo del río son en extremo
perjudiciales en el Ohio. Cuando la seca ó el hielo
sobrevienen, quedan varados los vapores y deteni-
dos pasajeros y mercancías, por días y aun semanas
anteras, oes necesario, cuando se puede, transbordar á
la orilla en busca de ferrocarriles para continuar
el viaje. Yá se puede figurar cuántas demoras, re-
cargo de gastos y perturbación en los cálculos de
las operaciones comerciales no surgirán de estos acci-
dentes. Los naufragios é incendios son frecuentes. En
1885 se perdieron 7 vapores con un tonelaje total de
4^395: de ellos, 4 incendiados y 3 hundidos en el río;
«s decir, 3| por 100 de riesgo total, aparte de averías
parciales.
Si hubiese alguna regularidad en el alza y la baja, en
al hielo y el deshielo'de las aguas, el mal sería menor;
pero en ocasiones el río baja súbitamente cuando menos
se espera, y los bancos de hielo vienen asimismo, de re-
pente, con los cambios caprichosos de la temperatura
en los Alleghanies, en donde el río y sus tributarios
tienen su origen. Estos bancos son más peligrosos aún
que los troncos ocultos debajo de la corriente, muy
comunes también en el Ohio. Si á todas estas causas
fíe agrega la impaciencia, el deseo de andar aprisa del
carácter americano, se comprenderá que la navegación
de este río no es lo más cómoda ni lo más segura.
Ludia entre ferrocarriles y vapores 609
Así, la competencia de los ferrocarriles, que pue-
den caminar de día y de noche durante todo el año,
empieza á triunfar sobre los vapores del río. Estos se
contaban en nn término medio de 250 en los años de
1850 á 1860, con una capacidad de 50 á 80,000 tone-
ladas; entre 1860 y 1870 el número de vapores subió
á 300, poco más ó menos, y el tonelaje descendió á 40
ó 60,000; últimamente el tonelaje y el número de va-
pores han bajado á 200 los últimos y 65 ó 70,000 el
primero. Los ferrocarriles sí han aumentado enorme-
mente en todas direcciones, y acabarán por absorber
todo el tráfico; pero la navegación del río será siem-
pre un competidor y regulador de ios fletes y ejercerá
por este medio su benéfica influencia.
Así, el de un barril de harina (200 libras) de Cin-
cinnati á Atlanta (Gfeorgia) y á Charleston (Carolina
del Sur), lugares adonde sólo se puede ir en rieles,
fue en 1885, de 36 á 54 centavos, predominando la
última rata en la mayor parte del año; pero á Menfis
(Mississippi) y á Nueva Orleans, ciudades más dis-
tantes, pero accesibles tanto por riel como por el río,
los fletes bajaron á 26 y 30 centavos á la primera y
hasta 39 y 44 á la segunda. La transportación por
camino de hierro bajó, respecto de Nueva Orleans,
de 56 á 44 centavos, y por el río de 48 á 39: precio
baratísimo para una distancia de más de 500 leguas.
¡Qué contraste con el gasto de nuestras vías co-
merciales, en la principal do las cuales, — la de Hon-
da á Facatativá, — cuesta en estos momentos el trans-
porte de un barril de harina, en sólo 15 leguas, % 12-80
(doce pesos ochenta centavos)! En los Estados üni-
39
610 La Cámara de Comercio
dos cuesta 1 milésimo por legua el transporte de lo
que aquí 800 milésimos ú 80 centavos. Son duras,
vergonzosas, odiosas, estas comparaciones; pero las
hago para llamar la atención: de nuestros capitalistas,
hacia la necesidad de invertir su dinero en las empre-
sas de vías de comunicación; al deber de asociarse y
aunar los esfuerzos para resolver el problema de que
depende principalmente el trabajo y la riqueza de-
todos; del Gobierno, para ver si algún día se prescinde
de consideraciones mezquinas al tratar de esta clase-
de obras, y se las protege, dándoles seguridad siquie-
ra, con resolución y buena fe.
Yá que menciono la necesidad de asociación fran-
ca y liberal entre nuestros capitalistas, daré alguna no-
ticia de una de las de Cincinnati, á cuyos trabajos
soy deudor de los pormenores que estoy dando acerca-
del comercio de esa ciudad: me refiero á la Cámara
de Comercio.
Fórmase ésta de los elegidos por la Asociación Ge-
neral de los comerciantes, con tres objetos principales:
A. Procurar conciliación y avenimiento amigable
en todos los disentimientos que surjan con motivo de
negocios comerciales. Y esto á fin de evitar litigios ju-
diciales interminables, y excesivamente costosos por.
las retribuciones de los abogados.
B, Tomar conocimiento de los hechos relativos ai
comercio, y reunirlos en estadísticas bien preparadas
que se publican en un tomo todos los afios. Compren-
de este trabajo la cantidad introducida, la consumida-
y la reexportada de todos los artículos principales de
producción comercial ó manufacturera; sus calidades,.
8us objetos 611
precios, fletes, almacenajes, gastos de comisión, etc.
El movimiento de vehículos de todas clases, los ne-
gocios de los Bancos, Compañías de Seguros, etc. La
Cámara de Comercio nombra el Superintendente déla
Bolsa, el cual vigila y lleva registro, publicado día por
día, de todas sus operaciones.
El objeto de esta vigilancia es dar un carácter ho-
norable y serio á todas las transacciones, levantar el
nivel moral de la clase comerciante.
C, Estudiar los intereses comerciales déla ciudad,
discutir las empresas y operaciones nuevas, fomentar-
las y ayudarlas. Defender estos intereses ante el pú-
blico y las autoridades.
Las publicaciones de esta institución, de las cua-
les me fue regalado el volumen correspondiente á
1886, dan idea de todo el comercio de Cincinnati,
desde los artículos más considerables hasta los que
parecieran de menos interés, con expresión de sus
procedencias, de sus precios, semana por semana, de
las causas que han determinado el alza ó la baja de
los valores, del precio de los fletes de río y de ferro-
carril, del precio de los jornales, y con una compara-
ción de todos estos hechos con los respectivos en los
cuarenta ó cincuenta aüos anteriores; en una pala-
bra: analizan el movimiento industrial de la ciudad
en todos sus pormenores. ¡Ah! ¡Si algo de ese espíritu
ilustrado, de esa cooperación universal de todos en
favor de todos tuviésemos algún día entre nosotros!
Esos trabajos se sostienen con una cotización de
todos sus miembros, de % 10 por derecho de inicia-
ción, y de $ 30 anuales por socio activo: contribu-
612 Los puentes sobre el Ohio
ción que debe alcanzar á sumas muy considerables,
pues en 1886 habían comprado en $ 100,000 un magní-
fico local para celebrar sus reuniones.
Tres puentes sobre el Ohio comunican la ciudad
con la orilla opuesta, en donde principia el territorio
de Kentuckj. El principal de ellos arranca á 150 va-
ras de la orilla, atraviesa una de las calles de la ciudad
á 15 pies de altura, y se lanza á la opuesta ribera,
sostenido por cables de alambre, en un salto prodi-
gioso de 290 metros, entre dos altas torres de cal y
canto. Se dice que es el puente colgante de más
grandes proporciones que hay en el mundo. Tiene
dos pisos: el inferior, con doble carrilera para los fe-
rrocarriles; el superior, con vías separadas para los
carruajes y los jinetes, y doble vía para la gente de a
pie: su anchura es de 10 metros. La vista que desde
él se goza sobre las dos ciudades, el río y el anfiteatro
que las rodea, no puede ser más bella. Los otros puen-
tes, en las extremidades inferior y superior de la ciu-
dad, son también estructuras grandiosas, que dan
paso á otros ferrocarriles, y presuponen el gasto de
muchos millones de pesos.
Oovington, la ciudad kentuckiana, tenía 29,000
habitantes en 1880, y es también muy hermosa: gran
número de habitantes de Oincinnati tiene allí sus ca-
sas ó quintas de recreo construidas con más amplitud,
en medio de pequeños parques cubiertos de hermo-
sas arboledas. También se encuentra al otro lado del
río, separada de Oovington por el río Licking, la pe-
Un cuartel americano 613
queflít ciudad de Newport, de 16 á 20,000 habitan-
tes, vecinos de Cincinnati en su mayor parte.
Allí vimos por primera y casi única vez en los Es-
tados Unidos un cuartel y algunos soldados del Go-
bierno Kacional. Me dio curiosidad saber cuántos
había en ese puesto militar, que debió de construirse
durante la guerra de secesión que terminó en 1865.
Como se sabe, el Estado de Kentucky admitía la es-
clavitud, y tenía en favor de esta institución muchos
partidarios. El cuartel debió de construirse para man-
tener alguna guarnición federal contra las tendencias
separatistas. Es un espacioso edificio rodeado de árbo-
les, en una prominencia del terreno inmediata al río,
en medio de una hermosa explanada. Pregunté, pues,
al cochero, cuánta fuerza había allí estacionada: el co-
chero transmitió mi pregunta al centinela, quien, con
admiración mía, echó su fusil al hombro, dando una
recia palmada en la culata, y con aire marcial pero
lleno de atención, contestó:
— Diez y siete hombres, señor.
— Pero hombre, dije al cochero, ¿de qué pueden
servir diez y siete soldaditos?
Sonrióse éste y se limitó á replicar:
— Con eso basta y sobra: aquí no nos gusta ver
soldados.
Fueron los únicos del ejército permanente do la
Unión que vi en una correría de más de 1,000 leguas
al través del territorio. Las palabras del cochero que-
daron reseñándome en el cerebro por largo rato.
614 Otra vez los masones
Otra vez atrajo mi atención en las calles la pode-
rosa organización que en los Estados Unidos tienen
las asociaciones masónicas. En un paseo de unas po-
cas horas habíamos tropezado con dos grandes edifi-
cios destinados á lugares de reuniones masónicas, v
esto nos condujo á tomar informes acerca del número
de esas sociedades. Había en Oincinnati ocho organi-
zaciones ú órdenes diversas, así:
1.° Los Masones libres y aceptados. Tienen diez y
seis logias, entre ellas tres de la gente de color, con más
de 3,000 miembros. A ellos pertenece un hermoso edi-
ficio llamado el Templo Masónico, en una de las prin-
cipales calles de la ciudad, que se dice costó más de
$ 200,000.
2.° La sociedad de los Odd-Fellotvs (Hermanos
raros), fundada algunos siglos atrás en Inglaterra,
exclusivamente por artesanos y agricultores, con el
propósito de proporcionarse auxilios recíprocos en
caso de enfermedad, y á las viudas y huérfanos en
caso de muerte de sus maridos ó padres. En Oincinnati
hay 32 de estas logias, y sus afiliados pasaban de 6,000.
3.' Los Good-Fellows (Buenos hermanos ó próji-
mos), quince logias. De 3,500 á 4,000 socios.
4.* Los Druidas f 500 miembros.
5.° La Orde?i indepe7idiente de los Foresters. (Webs-
ter es de opinión que este vocablo corresponde en espa-
ñol á Forastero). Tiene siete cortes ó logias, y su objeto
esencial es dar un auxilio de U 5 semanales á cada
socio enfermo y $ 1,000 á su familia en caso de muerte.
6.° Los Hilernianos. Asociación de irlandeses,
cuatro logias.
Servicios que prestan 615
7''' Los Caballeros de Pitias. Quince logias, 1,500
socios.
8.° La Orden unida délos Pieles-Rojas. Ocho tri-
bus. Su objeto especial es la protección á los indíge-
nas americanos.
9.° La Fraternidad de los Ingenieros de Locomo-
toras. 150 asociados en Cincinnati. Se extiende, coraio
todas las demás, á toda la Unión. La de esta ciudad
iue organizada en 1855, y se dice que en los primeros
treinta aQos de su existencia llevaba distribuidos más
de 1.000,000 de pesos en auxilios á los hermanóse
sus familias.
Todas ellas están organizadas sobre las siguientes
bases:
Secreto en sus reuniones y en los procedimientos
de su gobierno interior.
Protección fraternal en las emergencias y dificul-
tades que ocurran á los socios.
Auxilio eficaz en caso de enfermedad, y socorro á
las viudas y huérfanos en caso de muerte.
Kespeto absoluto á las esposas é hijas de los aso-
ciados.
Banquetes de asistencia general en ciertos días
-del aüo.
Resulta que en los Estados Unidos más de ia mi-
tad de la población pertenece á afiliaciones de esta
especie, cuyo origen se remonta á una grande anti-
güedad, y en su mayor parte fue determinado por el
deseo de resistir la opresión de los señores feudales
en los países europeos.
La libertad é igualdad de que se goza en los Esta-
616 Los gobiernos europeos los protegen
dos Unidos no ha disniinuído su popularidad. La ma-
yor parte de ellas ha sido introducida por los alenna-
nes; gran número tiene su asiento principal eu'
Inglaterra, y algunas pocas en Francia y España.
Están afiliados á ellas hombres de todas las religio-
nes, inclusive la católica, y de todos los partidos, in-
clusive los más conservadores. Domina en ellas la
clase pobre ó intermedia de la sociedad; pero también
se cuentan algunos raros millonarios entre sus afilia-
dos. Forman un vínculo sociológico más fuerte que
el de la opinión política y que el de la comunidad de
creencia religiosa, y en sus filas no hay exclusión de
razas, nacionalidades, condiciones sociales, religiones
ni profesiones. Al contrario: hay en ellas, al parecer,
más filantropía universal y más sentimiento de la
unidad de la especie humana, que en ninguna otra
asociación de las conocidas. En Europa no han podi-
do combatirlas las leyes más tiránicas ni los monar-
cas más absolutos. Federico ii de Prusia prefirió afi-
liarse en ellas y hacerse su jefe y protector natural.
El Príncipe de Gales es hoy el jefe de las logias in-
glesas. Como es condición requerida en esas asociacio-
nes la moralidad de costumbres bien comprobada con
testimonios respetables, el hecho de pertenecer á una
de ellas da á las veces pasaporte para entrar en relacio-
nes con las familias de los asociados, y parece que por
este aspecto son útiles para los viajeros á quienes pro-
porcionan medios de adquirir relaciones sociales, no-
siempre de fácil acceso en países extraños, y compa-
ñía y protección amistosa en caso de enfermedad.
Impresión final 617
A pesar ele la gran riqueza de esta ciudad, de sus
ferrocarriles, bancos, colegios, escuelas, estableci-
mientos de caridad, monumentos públicos, museos y
sociedades de progreso, no pude menos de percibir
cierta sensación de que Cincinnati no es yá una de las
aglomeraciones de más riipido acrecentamiento en la
Unión americana. Chicago y San Luis, quizás mejor
situadas, le han arrebatado la supremacía en varios
ramos industriales; el desarrollo de su población ha
sido menor en los últimos treinta años, durante los
cuales apenas duplicó sus números, mientras que San
Luis los quintuplicó y Chicago los multiplicó por diez
y siete. Decadencia iba á decir, pero en los Estados-
Unidos es desconocida la idea de este vocablo.
;ftfiaftflft«ftraftaftafi:aft<
CAPITULO XXXI
EL ESTADO DE OHIO
Aumento de su población. — A.umento mucho mayor de su ri-
queza.— Frodncciones.—Over-pi'oducíion.—LsL lucha por la
vida entre diversas naciones. — Producciones nuevas en em-
brión en los Estados Unidos. — Más azúcar. — De sorgo y
de remolacha. — La sericicultura.— Los vinos. — La reforma
de las razas de ganado. — La producción de leche, queso j
mantequilla.— La de carne vacuna. — La alimentación del
ganado vacuno. — Las razas mejoradas. — Reminiscencia»
acerca de esta materia en Colombia.— Las enfermedades del
ganado.— La fiebre de Tejas ó la ranilla. — El comercio d«
ganados.
Ohio es todavía, á pesar del rápido incremento de
Illinois, el tercero de laUnión. Tiene 39,000 millas cua-
dradas de superficie, y su primer censo, levantado en
1800, le dio 45,365 habitantes. Admitido á la catcgo>
ría de Estado en 1802, su población ha seguido esta
marcha :
1800 ... 45,000 ^""''"*"-
1810. 230,700 511 por 100
1820 581,400 252 —
1830 937,900 Gl —
1840 1.519,400 62 —
1850 1.980,300 30 —
18G0 2.339,500 18 —
Aumento de su 7'iqueza 619
Aumento.
1870 2.665,200 14 por 100
1880 3.198,000 20 —
1888 4.000,000 25 —
De suerte que, puede deoirse, ha centuplicado sn
población en los noventa años corridos de este siglo.
La marcha de su riqueza ha seguido en los últi-
mos cuarenta este movimiento:
Aumento en Riqueza. Aumento,
población.
1850.. - % ^504.700,000 .. ...
1860 18 °/„ 1,193.800,000 138°/,
1870 14 °/, 2,235.400,000 90 °/^
1880 20 °/„ 3,238.000,000 45 \
Así pues, en este período ha cuítdruplicado su po-
blación y octuplicado su riqueza; hi cual era de $ 250
por cabeza en 1850, y de $ 1,110 en 1880.
Sus principales cosechas fueron las siguientes, en
1886, á las cuales agregaré la cantidad y valor por fa-
negada y el número de éstas sembrado de cada ar-
tículo:
Productos. Valor por car- Randimiento Total cosecha- Número de Valor tolal.
gas de 9>í por fanegada. do. Cargas, fanegadas,
arrobas.
Maíz S 1.40 16 cargas 24.000,000 1.493,000 % 33.671,009
Trigo 3.08 "iVz — 10.000,000 1.344,000 89.867,000
Aveaa 2.24 16 - 8.000,000 491,800 8.918,000
Papas 1.60 39 — 2.936,000 73,200 4.862,000
Tabaco 175® 76 arrobas 1.413,030 @ 18,000 2 473,000
Heno 9.00 ton. 2'/5 toaelad. 3.106.000 ton. 1.500,000 27.956,000
El valor total de los principales artículos sube á
% 108.573,000.
Su riqueza animal se compone de los elementos
siguientes:
Animales. Valor por Número de Valor total.
cabeza. ellos.
Caballos. $ 87.30 723,000 $63.132,000
Muías 89.42 24,724 2.210,000
620 Artículos principales de producción
Animalts. Valor por Número de Valor total
cabeza. ellos.
Vacas de leche. . . 29.20 783,400 22.877,000
Bueyes, toros y
terneros 25.60 967,500 24.766,000
Ovejas 2.61 4.106,000 10.714,000
Marranos 5.72 2.668,000 15.261,000
Este total de cerca de $ 140.000,000 debe de dar
un rendimiento aunal de más de 50 por 100, pues el
de las vacas de leche, ovejas y marranos solamente es,
poco más ó menos, de 100 por 100 al año.
La explotación de minas de hierro, de carbón mi-
neral y de gas natural y la de bosques, es muy consi-
derable; las manufacturas son muy variadas, y su co-
mercio, favorecido por una inmensa red de ferrocarri-
les, debe de alcanzar á guarismos enormes.
En 1880 era el tercero en población entre todos los
Estados; el primero en producción de lana (250,037
quintales); el tercero en la de carbón de mjneral
(5.932,000 toneladas); el tercero en la producción de
trigo (11.500,000 cargas); el tercero en la de mante-
quilla (676,000 quintales); el tercero en la de papas
(3.200,000 cargas) y el quinto en la de manufacturas
{% 348.298,000). A estos guarismos se les podría agre-
gar hoy, quizás, por el progreso de nueve años, un 50
por 100 más.
La creación anual de riqueza en este Estado puede
pasar hoy de $ 1,000.000,000, á razón de más de $ 250
por cabeza de población.
Sus principales ciudades son:
Cincinnati 255,000 habitantes en 1880
Cleveland 160,000 -- —
Over-prodnction 621
Columbns 51,000
Toledo 50,000
Dayton 38,000
Springfield 21,000
Esta misma prosperidad, sin embargo, es causa do
un fenómeno económico singular, y es: el exceso de
producción sobre el de consumos posibles {over-^ro-
duction), de que empiezan á quejarse los americanos
en los Estados del Oeste y Noroeste. Este exceso de
producción conduce desde luego á la baja de los. pre-
cios hasta un límite que reduce demasiado la remune-
ración de los productores. Es verdad que la baratura
ensancha el radio de compradores y permite exportar
los artículos á los lugares más distantes: á Europa,
al Asia, á Sur-América, en donde van á hacer compe-
tencia á los trabajadores del mismo género; pero aun
esta misma exportación tiene sus limites. La intro-
ducción de trigo, maíz, carnes de puerco y de vaca,
manteca, queso y mantequilla en la Gran Bretaña,
ha hecho bajar allí también el precio de ellos y hecho
poco remunerativa la producción en el suelo inglés,
gravado con altos arrendamientos por la clase aristo-
crática propietaria: los arrendatarios ingleses han
empezado á renunciar á trabajar y preferido emigrar
en grandes números á las riberas americanas, en donde
á poco costo y breves años de economías pueden con-
vertirse en propietarios. Con ello ha bajado el valor
de las tierras y el precio de los arrendamientos en la
Gran Bretaña, en más de un 30 por 100, en el curso
de los últimos treinta años, según se calcula; pero aun
62á Lucha industrial con Europa
así, la competencia americana, que no tiene casi que
pagar arrendamientos, aunque sí fletes muy modera-
dos, es todavía muy sensible, mas no lo bastante para
levantar los precios en América.
En Francia y Alemania, en donde la influencia po-
lítica de los propietarios territoriales es más grande
quizás que en Inglaterra, éstos han logrado hacer de-
cretar derechos de importación contra los trigos y ha-
rinas, y prohibición absoluta á las veces contra las car-
nes y mantecas de los Estados Unidos, lo cual ha dis-
minuido para éstos la extensión de sus mercados.
En resumen: los Estados Unidos producen ya en
cereales y carnes una cantidad no sólo superior á la
que pueden consumir en su propio territorio, sino á la
que los pueblos extranjeros pueden ó quieren comprar-
les; yá la agricultura no paga bien sus gastos, ni sos-
tiene el precio de sus tierras, ni enriquece á los culti-
vadores. La industria americana es tan poderosa, que
supera con mucho á la de los pueblos antiguos. Pera
como para producir es necesario tener compradores,
— si en el resto del mundo la actividad industrial no
marcha al mismo paso, —forzoso será á los americanos
detener el suyo, ó consagrarse á producciones nuevas
que puedan servir para los cambios con las antiguas.
La consecuencia que de aquí se desprende es, que un
país no puede progresar solo sino en compañía de los
demás, que el progreso indefinido de un pueblo requiere
el adelanto de otros pueblos en grado igual; en una pa-
labra: que la especie humana está unida por vínculos
de solidaridad en el bien como en el mal, en virtud de
los cuales para mantener la prosperidad propia es un
Proyecto de industrias nuevas 623
deber auxiliar á veces el esfuerzo ajeno. Si los Estados
Unidos quieren encontrar más consumidores para sus
artículos alimenticios entre las poblaciones europeas,
en lugar de cerrar sus puertas á las manufacturas del
viejo mundo por medio de una altísima tarifa de adua-
nas, debieran empezar por abrirlas para hacer posibles
los cambios entre unos y otras.
Pero ahora dominan allí otras ideas. Se pretende
resolver el problema con la creación de otros artículos,
con la diversificación de sus propias industrias. Siesos
precios de $ 1-40 por carga de maíz, de I 3 por carga
de trigo, de % 1-80 por arroba de tabaco, de I 2-50
por arroba de algodón limpio de semilla, de % 1-60 por
carga de papas, — no son yá remuneradores, se trata
de disminuir la producción de ellos y de ensanchar la
de otros productos que en la actualidad necesita pedir
al Extranjero. Estos nuevos artículos son: azúcar, se-
das y vinos.
Los Estados Unidos consumen anualmente algo-
más de 25.000,000 de quintales de azúcar, y sólo pro-
ducen poco más de 3.000,000, ó sea la octava parte. El
resto, por un valor de $ 80 á $ 100.000,000 anuales,
lo introducen de Europa (de remolacha), las Antillas,
el Brasil y las Islas de Sandwich. Quisieran producir-
lo ellos mismos; pero el problema no es tan fácil coma
á primera vista parece. Sólo de cuatro plantas se le
extrae hasta ahora: la caña, la remolacha, el sorgo y el
arce. La primera requiere condiciones de temperatu-
ra que sólo al sur de Luisiana y de Tejas se encuen-
tran, pero de donde el clima insalubre rechaza á los
trabajadores blancos. Así, la producción es limitada.
624 Azúcar de sorgo
La remolacha, de la que se extrae yá más de la mitad
del azúcar que el mundo consume (250.000,000 de
quintales), no tiene la riqueza sacarina suficiente para
pagar los gastos que exige su manipulación al bajo
precio (3 á 5 centavos la libra), á que ha caído el ar-
tículo en los grandes mercados. El rendimiento de la
savia del arce (maple-sugar), muy útil como produc-
ción doméstica en los campos, no llega á las proporcio-
nes de un grande artículo de comercio. Se trata, pues,
de extraerla de un vegetal nuevo: el sorgo dulce, que
nosotros conocemos en Colombia con el nombre de
maíz guitieo.
La caña de esta gramínea puede dar una cantidad
considerable de azúcar, aplicarse á la vez como forra-
je para los ganados, y sus granos como cereal para el
consumo de las aves de corral y para el sustento del
hombre mismo. La zona cultivable con él en los Esta-
dos Unidos es mucho más vasta que la de la cafia
de azúcar, pues se extiende por todos ios del Sur, una
gran parte de los del Oeste y Sudoeste, como Tennes-
see, Kentucky, Missouri, Colorado, Kansas; siendo de
esperar que también sea accesible á los de Ohio, In-
diana, Illinois y tal vez á lowa; es decir, á un terri-
torio poblado por cercado 20.000,000 de habitantes.
Según los últimos informes suministrados por el Se-
cretario de Agricultura,— que hacen referencia. á ex-
perimentos dirigidos por la Oficina del ramo desde
1884 para acá — el sorgo puede producir de 20 á 25
quintales de azúcar por fanegada, con una maquinaria
no muy costosa, y el costo de producción puede redu-
cirse á $ 3 por quintal. Así, allá se espera poder pro-
La Í7idustria de la seda 625
ducir cantidades siiñcientes para abastecer el mundo
entero, que no es menos la ambición ordinaria de ese
pueblo.
La remolacha se empieza á trabajar en California
y Pensilvania, con esperanza de extender el cultivo en
los Estados del Atlántico y del Oeste.
Empieza también á hacerse ensayos de aplicación
del nuevo sistema de extracción del azúcar de la caña
del sorgo, por el procedimiento de difusión en lugar
del de expresión empleado hasta el día: asunto de que
di yá alguna ligera noticia al hablar de las industrias
de Luisiana.
La producción de seda ocupa un inmenso espacio
en el trabajo del mundo, y en sus variados pormenores
se ejercita con interés una de las secciones de la Ofi-
cina de Agricultura de Washington, sostenida por
establecimientos de naturaleza semejante, costeados
por los Estados de Pensilvania, Kansas y California;
pero esta materia es difícil, y tanto, que Francia é
Italia resisten difícilmente la lucha contra la China
y el Japón, en donde una práctica de muchos siglos
sostiene hasta ahora esa industria contra la compe-
tencia del resto del mundo. Los ensayos america-
nos datan de niuchos años atrás y aun no ofrecen
resultados perceptibles. El hilaje de la seda es una
operación laboriosa que requiere mucha mano de obra:
circunstancia que constituye la superioridad de aque-
llos países en donde los salarios son en extremo bajos.
A facilitarla con maquinaria se han dirigido los es-
fuerzos especiales de los americanos; mas aunque desde
40
626 Países productores
1883 Mr. E. W. Serrell, jr., nativo de Nueva York,
anunció haber inventado una máquina que, dijo, ten-
dría en la producción de seda la misma influencia que
el Cotton-gin en la de algodón, sus resultados no se
han visto aún.
Aunque datando de la más remota antigüedaíj, la
industria de los tejidos de seda no es todavía una de
las principales en el mundo. La producción de seda
en bruto alcanza anualmente á unos 400,000 quinta-
les, por un valor de $ 200.000,000, ó sea % 500 el
quintal. El trabajo de los tejidos debe aumentar á
más del doble el valor del artículo.
De los países productores de la materia prima, la
China da más de la mitad (210,000 quintales), el Ja-
pón 45,000 quintales, la India y Persia sólo 20,000
quintales. El resto es suministrado por Itali¿i (60,000
quintales), Francia (14,000 quintales). Turquía, Es-
paña, etc., completan el guarismo. Las manufacturas
de seda tienen su asiento principal en Francia, en
donde representan $ 150.000,000 anuales. Así, no es
muy grande para los Estados Unidos el interés de
estas empresas.
Mayor es el que promete la producción de vinos,
esparcida yá por varios de los Estados del Oeste, prin-
cipalmente en Missouri, Ohio é Illinois, y más que
en ningún otro, en California, cuya ])roducción anual
oscila yá entre 80 y 123.000,000 de botellas, parte de
la cual va á Francia mismo, á distribuirse con marca
de fabricación francesa por todo el mundo.
Lucha industrial de grande interés es esta en que
están entrando los Estados Unidos con los países vie-
Los vinos 627
jos de Europa, porque en ella no pertenecerá tanto
la victoria al que tenga tierras fértiles no apropiadas,
como pudiera alegarse en el caso de las de cereales y
carnes, sino al que más habilidad muestre en la elec-
ción de los suelos y de los climas y en la manipula-
ción química de un líquido expuesto á reacciones muy
delicadas.
La cosecha de vinos se estimaba en el mundo, en
1884, en las proporciones siguientes:
Francia 3,173.287,500 litros.
Italia 2,722.500,000 —
España 2,182.500,000 —
Austria-Hungría (Hungría,
principalmente) 841.500,000 —
Portugal 396.000,000 —
Alemania 367.500,000 —
Eusia 346.000,000 —
Chipre 157.500,000 —
Suiza , 128.700,000 —
Grecia 128.700,000 —
Algeria 100.000,000 —
Estados Unidos , 100.000,000 — (1)
Turquía 99.000,000 —
Cabo deBuenaesperanza... . 69.300,000 —
Kumania 69.300,000 —
Servia 49. 500,000 —
Argentina 9.000,000 —
Australia. 8.698,500 —
Chile. (No tengo datos) .. . —
Total 10,947798M0Óde litros.
(1) Este dato es tomado de estadísticas europeas. Las de los
Estados Unidos dan un guarismo de 150.000,000 de litros.
628 Los productos de la viña
Antes de la aparición de la filoxera en Francia (1875),
este país producía cerca de las dos terceras partes del
vino qae consumía el mundo, é Italia y España no al-
canzaban á guarismos equivalentes á la mitad, ni tal
vez ala tercera parte, de lo que hoy. El término medio
de la cosecha francesa podía calcularse en 6,500.000,000
de litros (65.000,000 de hectolitros), y el de Italia y
España no pasaba de 80 á 90,000 millones (ú 8 á
9.000,000 de hectolitros); pero la enfermedad de las
viñas en el primero de estos países ha permitido á los
dos últimos tomar nn vuelo considerable, del cual quie-
ren participar los Estados Unidos. Estos ocupan hoy
el 12.° ó 13.° lugar en el rango do los productores,
pero no es difícil que al fin del siglo se cuenten en se-
gundo ó tercer lugar.
Los productos de la uva alcanzan hoy á I 800 ó
I 1,000 millones anuales; pero si los precios hubiesen
de bajar y competir sin mucha desventaja con los de
la cerveza y de la cidra, la demanda de vinos pudiera
subir al doble ó al triple de lo que es hoy. El vino li-
gero no ejerce sobre el organismo la influencia ener-
vadora de las facultades mentales propias de la cerveza
y de la chicha, y satisface mejor que éstas la propen-
sión irresistible en el hombre á buscar alegría artifi-
cial, en compensación délas penas de la vida. Se obser-
va que la embriaguez, vicio que forma hoy uno de los
más grandes problemas sociales, es mucho menos sen-
sible en los países que tienen vino en abundancia,
como Francia, España é Italia, que entre los que ha-
cen uso de otras bebidas, como en la Gran Bretaña,
los Estados Unidos, Alemania, Suiza, Suecia y No-
Mejora de las razas de gaiíado 629
ruega. En la propagación del uso del vino y del café
puede tal vez encontrarse un agente más eficaz que
la mera predicación, nula ó poco menos hasta ahora
en sus efectos, en el combate entre la felicidad real del
trabajo contra la felicidad facticia que ofrece el licor.
Entre las transformaciones del trabajo humano
llamadas progreso, hay una que merece mención espe-
cial tratándose de Ohio: la mejora de las razas de ga-
nado.
Se sabe que la aplicación dada por Bakewell y los
hermanos Oollins, en Inglaterra, á la ley biológica de
la selección, dio por resultado razas de ganado de
precoz desarrollo, y de mayor rendimiento de carne,
sebo, leche ó lana. En materia de precocidad se re-
dujo el período de crecimiento de seis y siete años en
el ganado vacuno á dos y medio ó tres: en producti-
vidad de carne se logró un aumento de catorce ó diez
y seis arrobas á más del doble; á cerca del triple la
del sebo, y la de leche se la hizo subir, en Holanda
primero y después en dondequiera que se han aplica-
do métodos semejantes, desde dos ó tres litros por día
(obtenidos en Colombia de las razas comunes), hasta
ocho ó diez, en circunstancias ordinarias, y hasta cua-
renta en las razas escogidas.
Se sabe también que una vez formada una raza
de estas condiciones, puede propagársela por cru-
zamiento con razas inferiores hasta restituir la des-
cendencia al tipo más elevado, manteniendo constan- '
temente reproductores de raza pura superior.
Si, pues, un rebaño mejorado produce en tres años
630 Diversas variedades de ellas
el mismo número de descendientes que antes requería
seis años, y estos descendientes dan un producto doble
á lo menos, las crías darán un producto bruto cuatro
veces mayor; del cual deberá deducirse, eso sí, el
aumento de gasto de una mejor alimentación, y el de
cuidados más inteligentes á los rebaños.
La aplicación de estos principios en todos los Es-
tados de la Unión, pero principalmente en los de
Ohio, Illinois y Kentucky, ha dado resultados extraor-
dinarios. Oontrayéndome al primero de éstos, daré
algunns noticias acerca de su influencia en la riqueza
general del Estado.
Comoyá se ha visto, en 1884 Ohio tenía 1.799,816
cabezas de ganado vacuno, y 40 por 100 de ese guaris-
mo consistía en animales de razas mejoradas: Durhams,
Angus, Devons, Galloways y Herefords en la línea de
animales productores de carne; y Ayrshires, Jerseys y
Holstein-Frisians, entre los productores de leche. En-
tre los primeros predomina la raza de Durham, excep-
to en algunos condados, en donde todavía se hace uso
del buey como animal de trabajo, y son preferidos los
Angus (sin cuernos). Entre los segundos era preferida
la raza de Jersey; pero últimamente la experiencia
parece haber demostrado la superioridad de la de Hols-
teÍ7i-Frisia, la cual en los últimos años se ha propa-
gado con más rapidez que ninguna otra; sin duda por-
que la lechería ha llegado á ser uno de los ramos más
importantes de la Agricultura nacional. Bastará decir
á este respecto que la producción de leche alcanza un
Yalor mayor que el de la cosecha de algodón, que es de
$ 250.000,000, algo mayor que el de la cosecha de trigo
Producción de queso y mantequilla 631
($ 320.000,000), y apenas inferior al de la del maíz
($ 700.000,000), pues se la computa en cerca de
$ 500.000,000 anuales.
No hay estadísticas acerca de la producción espe-
cial de estos rebaños de raza mejorada; pero la influen-
cia de ellos en la producción general puede observar-
se en los datos siguientes:
La producción de mantequilla en el Estado de Ohio
alcanzó, en 1870, á 50.268,000 libras, y cada vaca pro-
dujo, por término medio anual, 76.81 libras.
La de 1880 subió á 69.722,000 libras, y la de cada
vaca á 90.9.
La de queso en el mismo Estado, en 1870, fue de
24.153,000 libras, y cada vaca rendía, en término
medio, 36.8 libras.
En 1880 subía á 32.531,000 libras, y á 42.9 libras
por vaca.
Se cree, sin embargo, que estos datos son deficien-
tes y que en ellos sólo se da el producto de las grandes
factorías, omitiendo el de las haciendas y estancias
para el consumo directo de las familias: consumo que
es de muy notable consideración.
La producción de queso ha sido considerablemente
aumentada en los últimos veinticinco años con el es-
tablecimiento de grandes fábricas centrales, por medio
déla asociación de los criadores. En el medio de los
hatos de vacas una asociación independiente se encar-
ga de recibir la leche ordeñada en todos ellos para
convertirla en mantequilla y queso, por medio de
procedimientos científicamente ordenados, provistos
de todos los elementos necesarios para asegurar en
632, Lns grandes fábricas de queso
primer lugar el aseo más perfecto de todas las mani-
pulaciones: circunstancia de que depende esencialmen-
te el mayor rendimiento. En segnndo lugar, grandes
cuartos, provistos de aparatos para obtener artificial-
mente en toda estación la temperatura favorable á la
separación de la crema y del queso, que es la de 14°
centígrados; en tercer lugar, almacenes adecuados para
conservar, curar y empacar para el transporte á luga-
res .distantes el artículo así obtenido. Se sabe que la
curación del queso requiere una temperatura uniforme
de 16° centígrados.
La fabricación de mantequilla y queso es una
operación delicada, en la que es preciso evitar todo
lo que puede alterar las modificaciones físicas y
químicas necesarias para obtener el mayor producto
posible. Eso requiere grandes edificios científicamen-
te construidos, vasos conservados con extraordina-
ria limpieza, operarios acostumbrados al manejo del
termómetro y poseedores de nociones físicas y quí-
micas que están fuera del alcance de jornaleros ordi-
narios. Todas estas condiciones, muy difíciles de llenar
por los hacendados y estancieros, pueden ser obser-
vadas con minuciosidad en un establecimiento espe-
cial en donde se trabaja con la leche de mil ó dos
mil vacas á un tiempo. El valor de la leche de cada
hacienda es cuidadosamente establecido por medio del-
lactómetro, y terminadas las operaciones de la fabri-
cación de mantequilla y queso, á cada cual se le asig-
na y entrega la parte que le corresponde, ó bien el es-
tablecimiento realiza los productos y da á cada hacen-
dado la cuota que le pertenece. Con este sistema se
La produccióíi de carne 633^
obtienen productos en mayor cantidad, de mejor ca-
lidad y ahorrando á los criadores los gastos de insta-
lación y los cuidados que esta industria requiere. Al
propio tiempo, la comparación diaria del rendimiento
de la leche de las diversas haciendas, conduce al estudio
délas condiciones de la industrie* de lechería, á saber:
la raza de las vacMS, la alimentación de ellas y los cuida-
dos especiales que requieren.
Para ahorrar el gasto de transporte de la leche á
la oficina central, se acostumbra en algunas partes en-
viarla por medio de tubería de hierro desde el lugar
en que se la ordeña.
Estos establecimientos son una aplicación fecunda
de dos principios económicos que gobiej'nan hoy todas
las industrias: la asociación de los trabajadores y la
división del trabajo.
En mtiteria de producción de carne los^ progresos
no pueden expresarse con claridad en guai'ismos; pera
mencionaré los siguientes resultados:
Ahora quince años la edad á que ordinariamente
se llevaban los novillos á la carnicería era la de cua-
tro á seis años. Hoy es la de dos á cuatro, siendo la
de dos la más general.
El peso vivo de los novillos de carnicería es hoy de
1,000 á 1,300 libras, y se calcula que dan un 75 por
100 de peso neto: es decir, de 30 á 38 arrobas netas
de carne y sebo. El peso vivo de los bueyes es de 1,500
á 1,800 libras; de suerte que el neto será de 45 á 54r
arrobas; pero los de razas mejoradas dan con frecuen-
cia 2,500 libras (100 arrobas) de peso bruto y hasta 64
arrobas de peso neto.
631 Alimentación del ganado de ceba
El precio del ganado gordo oscila, según calidad,
entre 4y5|^ centavos por libra sobro el peso vivo; jel
precio medio de los novillos de Ohio era de % 46, en 1887:
lo que da nn peso vivo de 950 libras ó 23 arrobas de
peso útil; probablemente 20 arrobas de carne y 3 de
sebo. Debe además tenerse en cuenta que este es un
promedio entre animales de uno, dos y tres aflos de
edad, la mayor parte de los cuales es la de dos años, y
sólo un 40 por 100 de raza mejorada.
También debe tenerse presente, por otra parte, la
superior alimentación que se da á estos ganados, com-
puesta de pasto natural, en los meses de Mayo á Julio,
maíz en grano, y la caña de éste, heno en los meses de
otoQo, invierno y primavera, tortas de semilla de al-
godón (allá reputado como el mejor alimento, sobre
todo parala producción de mantequilla), salvado y re-
siduos de las cervecerías y destilaciones. Quizás esta
mejor alimentación produzca á su vez una carne más
alimenticia para el hombre.
La ración ordinaria de un novillo en ceba es la
siguiente:
De carga y media á dos cargas de maíz en grano
por mes; es decir, de 12 á 15 libras al día.
Pasto natural á razón de 1| fanegadas por cabeza.
En los meses de invierno, otoño y primavera, cuan-
do no hay pasto fresco en los campos, de 17 á 20 li-
bras de heno perdía.
Cuando se les da otros alimentos se disminuye pro-
porcionalmente la ración de heno, ó la de maíz, si éste
está caro. Se considera antieconómico darles grano
cuando la carga de maíz vale más de $ 1-60; pero en
los campos muy rara vez sube de esta tasa.
Comparación con los pastos de Colombia 635
La ceba dura de tres á seis meses, según la calidad
del ganado y la de los pastos, y se calcula que el ani-
mal, en buenas condiciones, gana un término medio
de 2^ libras por día, ó 3 arrobas al mes.
Juzgo por estos datos que los pastos naturales de
esas regiones son inferiores á los nuestros. En los de
guinea y para de nuestras tierras calientes, novillos
de tres años, flacos al principiar la ceba, pero sanos y
ligeramente carnados, dan á los seis ú ocho meses de
potrero, con sólo el pasto natural de la dehesa, un au-
mento de carne y sebo que no se puede estimar en me-
nos de 10 arrobas; es decir, de una arroba á arroba y
media por mes. Pero estos cálculos son difíciles entre
nosotros, pues aquí no se acostumbra en ninguna parte
pesar los novillos, y la diferencia en el peso útil de la
res proviene enteramente, en primer lugar de la raza
ó procedencia, y en segundo lugar de la calidad de los
pastos; sin embargo, he oído expresar el concepto á
agricultores muy prácticos, de que, en ciertos potreros
de Bojacá, Zipaquirá y Ubaté ganan los novillos, con
sólo el pasto natural, hasta 3 arrobas de carne y sebo
por mes.
Tia ganancia ordinaria de los cebadores se estima
por allá entre $ 8 y $ 12 en novillo: á veces más, cuan-
do está barato el maíz.
También se quejan, como entre nosotros, de que la
ganancia de los carniceros es mayor que la de los ce-
badores; lo que se explica por el monopolio que las
grandes casas de matanza han adquirido, á merced de
sus métodos económicos y del inmenso capital con que
ejecutan sus operaciones sobre agricultores pobres,
636 Edad á que se venden los novillos
sostenidos en sus industrias con capital tomado á in-
terés, ordinariamente á plazos cortos.
Se cree en esos Estados, y esta es una prueba evi-
dente de la influencia de la mejora de las razas, que
gana más con la ceba el toretón de un año que el
novillo de dos, y éste que el de tres. De suerte que,
á virtud de esta experiencia, la edad á que se mata
mayor número de animales es la de dos años. Tam-
poco se espera allá que el animal adquiera una gran
cantidad de sebo, como entre nosotros. En esas re-
giones vale poco el sebo, frecuentemente menos quo
la carne, á causa del uso del gas y del petróleo, con
los cuales se obtiene una iluminación más barata que
la de las velas ó las bujías. También se reputa que
cuando el animal ha llegado á cierto estado de gordu-
ra asimila menos los alimentos, y resulta yá muy cara
la alimentación, que no se compensa con el mayor peso
adquirido por el animal.
Otro elemento de cálculo entra por allá en estas
operaciones. El estiércol del animal alimentado con
grano, y principalmente con semilla de algodón, abona
y mejora la condición de los terrenos mucho más que
el procedente de pasto natural ó heno. Y se calcula que
el solo valor de este abono compensa el gasto de perso-
nal en el cuido y pastoreo del ganado.
La Oficina de Agricultura de Washington, en su
informe anual de 1885 suministra los siguientes datos
acerca del número y valor de los animales de razas
puras mejoradas, existentes en los Estados Unidos y
registrados en los herd-booJcs de los Estados.
Proporción de las razas mejoradas 637
Número. Valor de cada animal.
Angas.... 3,500 % 300
Ayrshire 12,867 100
Devon 10,187 81
Guernesey 4,947 149
Hereford 14,000 300
Holstein-Frisia 21,138 200
Jersey 51,000
No dan noticia de los Darliams, por ser inmenso el
número y ser la raza más antigua y más propagada
desde tiempos en qae no se llevaba registro de ella.
Tampoco la dan de las razas francesas (principal-
mente de Normandía), suizas y otras, muy estimadas
también, por falta de datos enteramente fidediguos.
Los números aateriores se refieren á animales de
raza pura. El de mestizos de media sangre ó más de
media sangre, ascendía en todos los Estados Unidos,
en 1884, á 7.723,000 sobre un total de ganado vacu-
no de 42.547,000; es decir, más de una sexta parte.
La calidad de este ganado mejorado depende, desde
luego, del estado de la raza nativa con quien se verifica
el cruzamiento. En los Estados del Norte y de Nueva
Inglaterra, en donde la raza estaba en buen estado, los
mestizos de razas europeas mejoradas son muy buenos.
En los del Sur, en donde las crías eran de inferior ca-
lidad, no lo son tanto. Y en Tejas, en donde los reba-
ños pacían en inmensas manadas en pastos de sabana
de mala calidad, y eran apenas comparables con nues-
tras crías del Tolima, la raza mezclada es fuerte, me-
nos exigente, pero muy inferior á las otras en rendi-
miento de carne y leche.
638 Importación de ellas en 1886
Para que se juzgue de la idea que últimamente se
tiene en los Estados Unidos de las diferentes razas
europeas, daré el pormenor de la importación de re-
productores hecha en los años de 1885 y 1886.
Razas europeas. Número de animales
importados.— 18S5. 1886.
Holstein-Frisia (raza de leche) 1,133 99
Ost-Frisia 26
Galloway (Escocia) 236 120
Jersey (de leche) 170 m
Angus (Escocia) (de trabajo, sin
cuernos) 142 , 26
llereford 98 4a
Guernesey 54 (>
Durham 44 107
Ayrshires 9 1
Suiza (de leche) 5 6
Normand ía 2 3
Eed PoUed. (?) Eoja, sin cuer-
nos (?) 116
De estas razas son conocidas entre nosotros, prin-
cipalmente en el Estado de Cundinamarca, las de Hols-
tein, la primera, perteneciente á la rama de Short-
Horns importada al país por el señor Mauricio Uribe,
inteligentemente propagada por el señor Eduardo Sa-
yer; la de Angus, introducida por los señores José María
y Enrique Cortés; la de llereford, traída desde 1846
por el señor Enrique París; la de Frisia, por los seño-
res Aníbal Bermúdez y Eustasio Santamaría; la de
Durham inglesa, por los señores Carlos Urdaneta,
Eduardo Sayer, Carlos Michelsen, Manuel Vicente
Umaña y Evaristo de Latorre (quien la propagó en el
Importadores de ellas en Colombia 639
alto Magdalena); la de Durham francesa, por el
señor Francisco A. TJribe; la de Normandía, por
los señores Julio Barriga, Carlos H. Simonds, Enri-
que üarrizosa y José Camacho Roldan; la de Alder-
ney, por el señor Daniel O'Leary; y la de Jersey,
llevada á Medellín por el señor Luciano Restrepo;
é ignoro si algunas otras; pero con excepción del señor
Eduardo Sayer, y tal vez dos ó tres hacendados más,
no se las han dado cuidados suficientes y quizás se las
ha dejado degenerar por falta de nuevos reproductores
de raza pura. Con la raza de leche de origen holandés
ignoro si se ha formado algún rebaño, que yá podía
ser numeroso. En un país como Bogotá y su comarca,
en donde se consume una gran cantidad de leche, á
precios que no bajan de 10 centavos, y que suben en
ocasiones, como en la actualidad, á 15 centavos el litro,
sería una riqueza comparable á una buena mina de
oro. En la actualidad los novillos de f de sangre de
Durham se venden en la carnicería de Bogotá á % 200
cabeza, y los de ^ sangre de las tierras calientes, en
partidas de 50, sé que se han vendido de $ 90 á más de
$ 100 cada uno. Para los Estados del Magdalena y Bo-
lívar y los territorios de Casanare y San Martín serían
perfectamente adecuados los Durham-Tejas, traídos
de Galveston ó de Nueva Orleans. Esa sería una em-
presa de inmenso valor para esas regiones.
Muy de desear sería entre nosotros la apertura y
conservación de un libro de registro de rebaños de raza
mejorada en cada Estado, servido con inteligencia y
entera buena fe, á cargo de una especie de notario;
pues aquí se paga hasta % 1,500 y aun 2,000 por to-
640 Produfíoión de leche en los Estados Unidos
retoñes de año y medio, de raza pura, importados, y
de '^ 500 á $ 1,000 por los nacidos en el país. Habien-
do seguridad de la genealogía, los precios deberían in-
vertirse.
Volviendo á los Estados Unidos: la producción
de leche en todo el país la computa la Oficina de Agri-
cultura de Washington, en el informe anual de 1885,
«n más de 300 millones de pesos, tomando por báselos
datos siguientes:
Número de vacas consagradas á la lechería.. 16. 000,000
Cantidad de leche producida por cada vaca,
850 galones, ó 1,600 litros en el año, ó me-
nos de 5 litros por día en 300 días de lac-
tancia galones 5,600.000,000
Cantidad de mantequilla producida, quintales 11.000,000
de queso, quintales 4.000,000
Leche consumida en estado natural, galones. 2,013.000,000
Avaluando á $ 20 el quintal de mantequilla,
11 millones dan $ 220.000,000
Avaluando á $ 12 el quintal de queso 48.000,000
,, á 12 centavos el galón de leche para
el consumo de las ciudades y los campos,
2,013.000,000 de galones producen 54.250,000
Total producto de la lechería en la Unión. . $ 322.250,000
En 1888 se le calculó en más de $ 500 millones.
El consumo de mantequilla es enorme en los Esta-
dos Unidos. Se le calcula en 17 libras por persona y
por año, mientras que en los países europeos sólo al-
alcanza á 13 libras en Inglaterra, 11 en Suecia y No-
ruega, 8 en Alemania, 6 en Bélgica y Holanda, 5 en
Austria y 4 en Erancia.
El producto en mantequilla de cada vaca, que eu
toda la Unión sólo alcanza á 68 libras por año, puede
subir á mucho más con la propagación de la raza ho-
landesa, la cual rinde en Hahxnda 175 libras por cabeza
en término medio.
El consumo de carne 641
El consumo de carne es también más alto en los
Estados Unidos que en cualquier país europeo. Se le
calcula en 120 libras por persona al año, ó más de
cinco onzas por día, repartidas así:
Carne vacuna • • • • ^^ libras.
— de puerco 41 —
— de carnero.. 14 —
— aves de corral 3 —
120
El de Inglaterra se estima en 105 libras.
Francia 74 —
Alemania 69 —
Suecia, Noruega y Dinamarca 69 —
Rusia 48 —
Italia 23 —
Este consumo de 62 libras de carne vacuna por per-
sona y por año da un total de 40.000,000 de quintales,
equivalentes á 8.000,000 de cabezas que diesen un
término medio de 20 arrobas de carne cada una, y
representan, á precio por mayor, $ 400.000,000.
La reproducción de 16.000,000 de vacas de leche
debe dar, sin embargo, no menos de 12.000,000 de ter-
neros al año; de suerte que á pesar de su gran consu-
mo y de la exportación, puede aumentar sus crías á
razón de 3.000,000 de cabezas al año.
Las grandes crías se encuentran en los siguientes
Estados:
Tejas : 7.iC9,000
lowa 3.305,000
Kansas 2.071,000
41
642 La ranilla afiebre del ganado
V
Nebraska 1.844,000
Illinois 2.403,000
Ohio 1.799,000
Missouri 2.096,000
Colorado 1.070,000
Nuevo México 1.213,000
Es decir, más de 25.000,000 de cabezas eii sólo ocho
Estados y un Territorio.
Tejas ha derramado el exceso de sus hatos sobre
Kansas, ív nevo México y Colorado, y es el centro princi -
pal de producción en todo el Sur; pero es también
el foco de donde se propaga en los Estados del Sur y
del Oeste esa epizootia conocida con e) nombre de^e-
hre de Tejas, entre nosotros con el de ranilla, compa-
ñera de las sacas de ganado de Casanare y San Mar-
tín; en general «Je las que de un clima cálido pasan
á otro frío y viceversa.
Esta enfermedad ha dado origen á graves desave-
nencias entre los criadores de Tejas y los de los Esta-
dos situados hacia el Norte. Los primeros necesitan
vender su ganado de cualquiera manera, y los segundos
lo rechazan prohibiendo su introducción, sujetándola
á costosas cuarentenas ó negándole pastaje en sus
dehesas. Se sabe que ergermen del mal consiste en
un parásito que vive sobre los pastos de la región con-
tigua al golfo de México y al Atlántico hasta el gra-
do 34 de latitud Norte, que se conserva en los excre-
mentos del animal y sigue viviendo en los vegetales
sobre que cae. También se cree que existe en los cas-
cos del animal, cuando, á consecuencia de un viaje
largo en terrenos pedregosos ó cascajosos, duran-
Estudios acerca de esta enfermedad 643
te los calores del verano, se forman pústulas en los
pies del ganado: el pus envenena los pastos. La causa
principal, sin embargo, parece consistir en un estado
atmosférico procedente de emanaciones palúdicas, pro-
pio de las regiones anegadizas de las orillas de los ríos
ó del mar, que tiene relaciones evidentes con el mias-
ma productor de la fiebre amarilla entre los hombres.
Es una región entera infestada, cuyos límites han po-
dido fijarse con bastante aproximación, dentro de la
cual existen los gérmenes de la enfermedad, la cual
estalla al cambiar de clima la res. Entonces se trans-
mite el contagio á las que pastorean en las mismas
dehesas, duermen en los mismos establos ó son trans-
portadas en los mismos buques ó carros de ferrocarril.
En ocasiones es causa de pérdidas enormes, sobre todo,
con la baja en el valor de los ganados, computada al-
guna vez en más de % 50.00,0000, en sólo el valle del
Mississippi.
El estudio de la enfermedad por las Oficinas de Agri-
cultura nacional y de los Estados ha conducido al co-
nocimiento de ciertos hechos generales, á los que la
legislación preventiva de aquéllos ha podido sujetarse
para disminuir los efectos del contagio y los de las
trabas al comercio de ganados.
1.° Sólo los ganados procedentes de la región infes-
tada por acciones atmosféricas, pueden transmitir con
seguridad el contagio á los pastos ó a otros animales.
2.° Una permanencia de sesenta ó noventa días en
regiones no infestadas es suficiente para detener el
curso de la enfermedad en los animales procedentes
de la región peligrosa, y devolver la salud á los que
644 Precauciones contra el contagio
hubieran podido ser atacados. (Es la misma operación
que nosotros llamamos desbabar).
3.° Las heladas del invierno tienen, en lo gene-
ral (no siempre), la propiedad de matar el parásito
en los pastos contagiados y hacer á éstos otra vez in-
ofensivos.
4.° Las sacas de ganado hechas á principios de la
primavera á dehesas no contagiadas, pueden ser con-
ducidas después con toda seguridad á otras regiones.
5.° Debe evitarse, en todo lo posible, hacer las sa-
cas durante los fuertes calores del verano. En el Sur
de les Estados Unidos, de Junio á Agosto. Etn nuestra
región oriental, en Febrero y Marzo.
6.° El viaje de los ganados debe hacerse muy des-
pacio, proporcionándoles medio de comer, beber y
dormir durante las noches. El encierro nocturno en
corrales estrechos, sucios ó llenos de lodo, es particu-
larmente perjudicial.
Para nosotros es de la mayor importancia seguir
con atención estos estudios, porque nuestros centros
de provisión de ganado — las llanuras de Oriente para
los Estados del interior; las de Bolívar para Antio-
quia y Santander; Patía para el Cauca — son esencial-
mente productores del mal. Esta debería ser materia
de legislación nacional, y la policía del comercio de
ganados debería estar inspeccionada, á lo menos, por
empleados nacionales. Este es un asunto que afecta
no tan sólo el comercio de ganados y la industria de
las crías, sino á la salud pública; porque el consumo
de la carne de animales enfermos es en extremo da-
ñoso para el hombre.
Debe ser asunto de ley nacional 645
Al propio tiempo, el legislador debe estar premu-
nido contra las influencias del interés egoísta de los
criadores y cebadores locales, quienes, con el objeto
de alejar la competencia de otros ganados y de hacer
subir el valor de los suyos, pueden exigir la adopción
de medidas restrictivas, inútiles para la salud pública
y en extremo gravosas para los consumidores. La
tendencia principal de la legislación debiera ser la
popularización de las nociones de higiene animal, á
fin de acostumbrar á ellas las corrientes comerciales.
Debe tenerse presente que no es la ranilla la única
causa eficiente del mal entre los ganados, sino las
aguas corrompidas en las dehesas; la mala alimenta-
ción, escasa ó de forrajes dañados; la leche de vacas
enfermas ó que beben aguas estancadas ó de albañales
inmundos; sobre todas las cuales debe ejercer la poli-
cía su vigilancia protectora. Ningún teatro más á prO:
pósito para hacer estudios de este género que los Es-
tados centrales del Oeste de la Unión Americana:
Missouri, lowa, Illinois, Indiana y Ohio, adonde aflu-
yen alternativamente ganados del Norte y del Sur, en
busca de las inmensas dehesas naturales de sus llanu-
ras onduladas y de la enorme cantidad de maíz que se
produce en ellos. Entre estos cinco Estados y el de
Kansas se reúne probablemente más de la mitad del ga-
nado que se ceba actualmente en toda la Confederación.
CAPITULO XXXIII
PITTSBURGO
El paisaje. — Aspecto distinto del país.— La región minera.—
Producciones. — Riqueza — El gas natural.— El Hotel Du-
quesne. — Home, sweet home f —Yisiia. desgraciada á algu-
nas fábricas. — Calor insoportable. — Progreso de Pittsburgo.
— Esperanzas.
Unas pocas horas de viaje en ferrocarril nos basta-
ron para dejar el territorio de Ohio y penetrar en la
región montañosa occidental del de Pensilvania. Pa-
sando de la orilla izquierda á la derecha del Ohio so-
bre un gran puente, nuestra vista se alegró con el
espectáculo de montañas inmediatas y paisajes varia-
dos, ora á la orilla del río, por el fondo risueño de pe-
queños valles, bien atravesando las gargantas de los
cerros y contemplando perspectivas austeras formadas
por un conjunto de rocas, bosques y nubes. En más
de 700 leguas de viaje sólo habíamos visto llanuras:
yá sentíamos nostalgia, y empezábamos á suspirar por
nuestros Andes. Afortunadamente empezábamos el
paso de los Alleghanies, en medio de los cuales está
sentada Pittsburgo, en el sitio en que el Alleghany y
el Monongahela juntan sus aguas y cambian sus nom-
Situación y aspecto de la ciudad 647
bres por el de Oliio. Nacen estos dos ríos en aquellas
montañas: hacia el Norte el primero, hacia el Sur el
segundo, de suerte que forman un solo valle de con-
siderable extensión en linea Norte-Sur: al unirse,
como si de la fuerza igual con que verifican su en-
cuentro resolviesen por transacción tomar un térmi-
no medio, sus corrientes se dirigen hacia el Oeste; en
el centro de ese valle triangular se levanta la ciudad.
Por consiguiente, el paisaje tiene la belleza propia
de esas tres facciones de la naturaleza: ríos, valles,
montañas.
El caserío, principiado en el ángulo agudo forma-
do por los dos ríos en su confluencia, se ha extendido
hasta las colinas que limitan el valle al Oriente, y brin-
cado luego á la orilla derecha del Alleghany y á la
izquierda del Monongahela, los cuales atraviesa en
cinco ó seis magníficos puentes el primero y dos ó tres
el segundo. Por todas partes actividad y movimiento:
sobre los ríos los vapores, y grandes barcazas llenas de
carbón, arrastradas por remolcadores; en tierra, las
locomotoras de numerosos ferrocarriles, los tranvías,
los ómnibus y los coches. Los alambres de los telégra-
fos y de los teléfonos sobre los techos de las casas os-
curecen el aire. Mil chimeneas altísimas de sus fábri-
cas envían hacia el cielo sus columnas de humo.
El aspecto general de la región ha cambiado del
todo. A la agricultura animada y campos cultivados
de las praderas de Illinois, Indiana y Ohio, ha sucedi-
do la fisonomía singular de un país minero. Por todas
partes montaña? de agrias pendientes llenas de agu-
jeros de las boca-min-as; terrenos revolcados; color
648 Las producciones
rojo y amarillo en las faldas de las colinas; seQales de
carbón y de hierro por dondequiera; hornos inmen-
sos que despiden llamas y arrojan torrentes de humo
por sinnúmero de chimeneas; molinos de viento; ca-
nales cubiertos de botes tirados por caballos; grandes
acueductos; canteras en explotación; casas de made-
ra de aspecto pobre pero aseado, acompañadas de una
pequefía huerta y do un jardincito al frente, á la ori-
lla de los canales y de los ríos; en todas partes pirá-
mides inmensas de carbón y de mineral de hierro. El
carbón y el hierro son las divinidades protectoras de
la comarca.
Ignoro cuánto sea en toneladas la producción de
carbón en el distrito de Pittsburgo; pero su valor que,
en 1886 se computaba en más de $ 20.000,000, me
hace pensar que no debe de bajar de 10.000,000 el
número de aquéllas. La de todo el Estado de Pensil-
vania pasaba de 40.000,000 de toneladas.
La de hierro fundido alcanzaba á la décima par-
te de la de toda la Unión; es decir, á más de 600,000
toneladas; pero el consumo de hierro maleable, de to-
das procedencias, en sus grandes fábricas pasaba de
1.500,000 toneladas: en rieles solamente alcanzó, en
1886, á 1.305,000, y el valor do este artículo á más
de I 40.000,000.
La fabricación de maquinaria para molinos, fábri-
cas de vapor, etc., pasaba de $ 5.000,000.
La de calderas para vapores, locomotoras, etc., for-
maba artículo aparte por más de $ 2.000,000. La ma-
yor parte de los vapores que navegan el Magdalena soa
construidos en Pittsburgo.
El gas natural y el petróleo 649
Veintidós grandes factorías productoras de acera
de Bessemer dan artículos que representaron, en 1886,,
I 28.000,000.
La fabricación de puentes de hierro para todos lo&
países del mundo es allí una especialidad, estimada en
I 6.000,000 anuales.
La manufactura, sin embargo, que ofrece rivalizar
y superar á todas las demás, es la de vidriería y cris-
talería. Más de ochenta fábricas de estos artículos
dan al consumo efectos de todo género, desde botellas
comunes y vidrios planos, hasta los finos servicios para
la mesa de los millonarios, por un valor de más de
$ 10.000,000, en el año yá mencionado.
Un producto espontáneo de la tierra, perdido an-
tes, aprovechado de pocos años á esta parte, el gas
natural, ha venido á dar á Pittsburgo una superiori-
dad, no sé si real ó si en parte imaginaria, en la fa-
bricación de estos artículos, así como en los de hierro
y acero.
El gas natural y el petróleo son dos elementos de
luz y de calor, cuyo descubrimiento, en la segunda
mitad de este siglo, ha sido una fuente de comodidad
y riqueza inapreciable para el hombre, y ambos han'
sido encontrados por primera vez en las inmediacio-
nes de aquella ciudad. El petróleo, como es sabido, es
un aceite depositado en ciertas partes profundas de la
tierra, de donde se le extrae por medio de tubos de
hierro hundidos á la profundidad de 200 á 1,000 me-
tros. Asentado y depurado por medio de procedimien-
tos sencillos, arde en mechas de algodón empapadas^
con él y produce una luz vivísima, en extremo barata::
'650 Producción del petróleo
•cnarenta, cincuenta ó cien veces más barata que la
obtenida del sebo en las bujías. Propagado en todo el
mundo, pronto llegó á ser uno de los principales ar-
tículos de exportación de los Estados Unidos, y aun-
que en competencia con el gas de carbón, también
muy barato, en la producción americana llegó á re-
presentar algo como I 100.000,000 anuales, valor de
más de 1,200.000,000 de galones. Después se le ha
encontrado en muchas otras partes, sobre todo en Ru-
sia, y la abundancia con que se le ha ofrecido en los
mercados ha envilecido sus precios. Un galón de pe-
tróleo, que puede dar durante cuatro meses, encendi-
do cinco horas por noche, una luz equivalente á la de
cinco bujías, vale apenas en Oil City ó en Pittsburgo
cinco centavos. Yá, pues, no es artículo de tanta co-
dicia; pero con él se han levantado en el Estado de
Pensilvania numerosas fortunas, que cuentan millones
de pesos por decenas en el balance de los libros de
cuentas: sobre todo, hombres que anochecían pobres
y amanecían millonarios cuando el cincel de la má-
quina de perforar había tropezado con la fuente del
petróleo y traído el precioso artículo á la superficie.
Yá hoy no es mina de oro de filón abundante, pero
siempre es una riqueza de mucha consideración.
A ella ha venido á agregarse el gas natural, cono-
cido desde hace más de medio siglo, introducido en la
industria, á título de ensayo desde 1874, populariza-
do con furor desde 1883. El gas producido por la
combustión de ciertas variedades de carbón mineral
— despojado de algunos principios, utilizables los unos,
perjudiciales al hombre otros — constituye un artículo
El gas de carbón y el gas natural 651
de iluminación importante en las ciudades; de cuya
importancia puede tenerse alguna idea, sabiendo que
€11 Londres, en donde es muy barato el carbón,
cuesta la iluminación de las calles públicas cerca de
% 2.500,000 anuales, y más de % 3.000,000 en la de
París. También servirá para juzgar de la importancia
de este negocio este dato: la Compañía de gas de la
ciudad de París tuvo en 1880 entradas por valor de
$ 17.250,000, y utilidad neta de % 7.500,000.
Empero, en estas empresas, para obtener el gas, se
necesita primero comprar el carbón, quemarlo en gran-
des hornos provistos de aparatos costosos para generar,
purificar, almacenar y enviar el gas á los lugares en
que se le ha de consumir; en una palabra: montar á
grandes gastos establecimientos complicados. En con-
secuencia, la producción tenía límites intraspasables:
fiólo podía aplicársela al alumbrado de las calles y ca-
sas, pero lio á otros usos.
Entonces fue hallado el gas natural. En la perfo-
ración de pozos de petróleo solía aparecer un gas que
se inflamaba al contacto de la llama. Considerado en un
principio como un embarazo perjadical á los trabajos,
luego se ensayó su aplicación á los hornos de las ferre-
rías, y venciéndose al fin las dificultades que para su
conducción en tubos de hierro oponía, en 1883 llegó
á ser un artículo de consumo general no sólo en lasfe-
rrerías y talleres de maquinaria, sino en los usos do-
mésticos de las casas particulares, á las que se le lleva
de una manera tan sencilla como el agua de los acue-
ductos. En los primeros alimenta la hoguera de los
hornos y da luz para el trabajo nocturno; á las últimas
652 Ventajas del gas natural
suministra fuego para las cocinas, calor en las chime-
neas durante los meses do invierno, y alumbrado en
todas las piezas por la noche. Tiene la ventaja de ser
un agente perfectamente aseado, de fácil manejo por
medio de llaves, de no exigir depósitos ni carboneros;
se puede graduar á voluntad, no engendra humo como
el de carbón, ni ofrece peligro de diseminación fuera
de los lugares destinados á su empleo.
Para las ferrerías y las fábricas de cristales y vidrios
tiene una cualidad inapreciable, y es su pureza: no
contiene fósforo ni azufre: la combinación de los cua-
les, aun en los carbones de mejor calidad, hace que-
bradizo el hierro ú opaco el vidrio; no tiene gastos de
acarreo ni ocupa espacio en el almacenaje. Por media
de tubos cuya colocación es fácil de alterar á volun-
tad, se le puede poner en el primero ó en el séptimo
piso, á derecha ó á izquierda, dentro ó fuera de las
piezas. A pesar de todas estas ventajas su precio se
gradúa á la mitad de lo que costaría el carbón mine-
ral en el mismo empleo, y se le calcula en las transac-
ciones no por el número de pies cúbicos, como el gas
de carbón, sino por el de toneladas de carbón que des-
aloja ó reemplaza en el consumo. De esta suerte se
computa que en Pittsburgo se ha economizado el de
4.000,000 de éstas, las cuales á su vez no son perdidas:
se las ha podido llevar á vender á los vapores del Mis-
sissippi, ó alas fábricas de San Luis, Oincinnati, Chi-
cago y Filadelfia.
La economía en el combustible y la superior cali-
dad de éste han ejercido una influencia favorable en
las fábricas de Pittsburgo. En esa ciudad creen poder
Producción de gas natural 653
superar á todos sus rivales de Europa y América en la
producción de efectos de hierro, acero, cristal, vidrio,
loza 3^ porcelana, t«.nto en calidades como en precios,
y es la primera cosa íi la que en las visitas á las fá-
bricas llaman sus administradores la atención del via-
jero. Hasta ahora sólo se le ha encontrado en los dos
Estados de Pensilvania y Ohio, en donde Murraysvi-
lle es el centro principal en el primero y Dayton en el
segundo, y había dado origen en 1887 á la colocación
de unas 350 leguas de tuberías de hierro para distri-
buirlo; pero la extensión del negocio se continuaba
con ardor febril. En Pensilvania había 75 compañías
organizadas para explotarlo, y se calculaba que el
uso de él producía yá, en 1886, en los dos Estados,
$ 13.500,000 anuales. En Pittsburgo no se dudaba de
que antes de diez años llegaría á ser, á favor de esa
riqueza natural, la primera ciudad manufacturera del
orbe. Los americanos no acostumbran aspirar á supe-
rioridades relativas: las quieren siempre absolutas,
Y en efecto, causa admiración encontrar un pueblo
dotado, además de una superioridad de genio indus-
trial indisputable, de tantos dones espontáneos de la
naturaleza en la tierra que habitan.
Llanuras inmensas tan adecuadas á la construc-
ción de vías comerciales; uno de los más vastos siste-
mas de ríos y de lagos para la navegación interior;
carbón mineral en yacimientos de más extensión que en
ninguna otra parte del mundo; materiales de construc-
ción inagotables y de fácil extracción; minas de cobre
en el lago Superior, más ricas que todas las demás co-
nocidas; aluviones de oro y vetas de plata que produ-
654 El hotel Duquesne
cen más de la mitad de la suma que de ellos se extrae
en el mundo: y todos los días riquezas naturales nue-
vas con que hacer barata y cómoda la vida liumana,
como el petróleo y el gas natural. Razón tienen los
americanos del Norte para alimentar tanta fe en sus
destinos. No vayan, sin embargo, á creerse como los
judíos, "el pueblo escogido de Dios," y á desarrollar
como éstos ese espíritu de egoísmo que los ha hecho
el blanco de la persecución y el odio de todas las
naciones!
Pittsburgo tiene, como todas las ciudades ameri-
canas, los mismos rasgos característicos: aseo encare-
cido; gran provisión de agua potable; calles anchas
sombreadas por grandes árboles; parques umbrosos
llenos de misterio; espléndidos edificios públicos; igle-
sias en profusión y hoteles no superados en comodidad
y magnificencia. Tocónos alojamiento en el Hotel Du-
quesne, administrado por un alemán, cuyo nombre
siento vivamente haber olvidado, del cual recibimos,
sin introducción ni recomendación alguna, la más
afectuosa acogida. Diónos muy buenas piezas de habi-
tación; mostrónos en el momento el gas natural en las
chimeneas del salón, del comedor y de las hornillas
de sus cocinas, artículo de que no teníamos la más li-
gera noticia; proveyónos de tarjetas suyas con introduc-
ción páralos administradores de las fábricas principales
de la ciudad, y en la primera noche nos llevó, á sus ex-
pensas, aun gran concierto que daba una afamada
Compañía musical de Nueva York, de paso en ese
día por la ciudad.
Era inmenso el salón: podía contener de dos átres-
Home^ sweet home ! 655
mil oyentes, y estaba lleno hasta el tope de una socie-
dad escogida, muy culta, bien vestida, entusiasta por'
la música. Tuve placer indecible en oír ejecutar,
acompañada por una orquesta inmejorable y con un
coro de doscientas voces, en que sobresalía una voz de
soprano fresca y pura, esa canción de tanta melanco-
lía y tanto consuelo para los ingleses y americanos au-
sentes de su patria: el Home, siveet lióme!
Be it ever so humble, there's no place like home!
A cliarm from tlie skies seems to hallow us there,
Whicli seek through the world, is not met vith elsewhere
An exile from home, splendours dazzles in vain.
Oh, give me my lowly thatched cottage again.
Home ! home ! sweet homo !
There's no place like home!
Yo había oído esta canción en Bogotá sin sentir la
dulce tristeza que respiran las palabras y la música;
pero al oírla á mil leguas de mi país me levanté, como
movido por un resorte, preguntando á nuestro compa-
ñero qué era ese canto:
— ¡Qué ha de ser! me contestó, con una lágrima
suspendida en las pestañas: es Siveet Home.
Xo fuimos muy afortunados en nuestras visitas á
las fábricas. En una de artículos de hierro estaba au-
sente el administrador en el momento de nuestra lle-
gada, y nos acompañó á mostrarnos los diversos tra-
bajos un muchacho de mala voluntad, sin darnos
explicación ni pormenores algunos. Nos fatigó pron-
to el papel de necedad é ignorancia que estábamos re-
presentando y nos retiramos.
Entramos luego á otra de vidrios y cristaleSr Allíi
■656 Visita desgraciada á las fábricas
líos tomaron, según pudimos percibir, por franceses
deseosos de sorprender los secretos de sus fabricacio-
nes, y con muy mala voluntad nos llevaron al almacén
á ver los productos; pero no á los talleres ni á las fra-
guas. Era visible el mal humor que causaba nuestra
visita, á pesar de la cortesía que en lo general distin-
gue á los directores de esos establecimientos. Dimos las
gracias, nos despedimos y pasamos á una fundición de
hierro vecina.
Por una de esas desigualdades temibles del clima
■de los Estados Unidos, en ese día de primavera reina-
ha una calor canicular. El termómetro marcaba 104°
Farenheit (39.6° centígrados), que unido al fuego
•de los hornos tomaba las proporciones de una tempe-
ratura senegaliense. No pudimos resistir mucho tiem-
po. Salimos á buscar fresco á la orilla de uno de los
TÍOS y á la sombra de arbolea compasivos. Si hubiera
sido yo rey habría exclamado como Carlos i: *'mi reino
por una hamaca! "; pero ese instrumento no tiene apli-
cación todavía en las ferrerías del Oeste.
Investigamos el precio de algunos artículos de cris-
talería y nos parecieron en extremo caros. En París
vimos algunos meses después los mismos artículos de
procedencia americana, exhibidos como producto de
superior calidad. Salvo error en mis recuerdos, me
pareció que allá pedían precios notablemente inferio-
res á los de Pittsburgo. Seguramente los fabricantes
envían á vender al exterior, á precio rebajado, lo que
-en los Estados Unidos no encuentra comprador. La
íalta de competencia determinada por la altísima tari-
fa americana, unida ala riqueza del país, permite ven-
Él desarrollo de Píttshurgo 657
der allí á precios muy alfcos. En los mercados extran-
jeros la ley déla competencia impone más moderación
en las ganancias.
La localidad de Pittsburgo á la cabeza de la nave-
gación del Ohio, llamó la atención, desde mediados
del siglo pasado, tanto á los ingleses como á los fran-
ceses, que entonces se disputaban la posesión de esos
desiertos. Los primeros construyeron un fuerte en la
confluencia de los dos ríos; pero fueron desalojados por
los segundos, quienes á su vez construyeron el fuerte
Duqiiesney yqg\\íí7jííyo\\ una expedición inglesa enviada
contra ellos, en la cual hacía armas por primera vez
(1755) el entonces coronel de milicias de Virginia,
Jorge Washington. Batidos al ñn en 1758, los ingle-
ses construyeron otra fortaleza, á la que dieron el nom-
bre de Pitt, en honor del primer hombre de Estado
de este apellido, conocido en la historia con el de
Lord Chattam: de aquí el de Pittsburgo. En 1777 tuvo
principio la hoy importante industria de construcción
fluvial, con la de algunos botes; en 1784 fue abierta la
primera mina de carbón; en 1796 iniciada la prime-
ra fábrica de cristales, y en 1798 una de papel. Sin
embargo, en 1800 la población apenas alcanzaba á
1,565 habitantes.
En 1837 yá subía á 30,000.
En 1880 contaba 156,000, y con AUeghany, que
tenía 78,000,-238,000. Hoy pasará de 300,000.
Esta es una ciudad muy importante. Llama la
atención en ella la naturaleza superior de sus empre-
sas, todas las cuales requieren grandes capitales, po-
42
658 Temores de cataclismos
derosa organización, alto genio mecánico y graneles
conocimientos en física, química y geología. De esta
naturaleza son las de construcción de buques de vapor,
las de locomotoras, las de máquinas y aparatos de
vapor de divsrsas aplicaciones, y las de extracción de
petróleo y gas natural.
Se considera como circunstancia adversa para ella
la instabilidad en el rendimiento de las fuentes de
este combustible, cuya naturaleza es todavía poco co-
nocida, las cuales suelen agotarse repentinamente sin
saberse perenal motivo, con grave perjuicio de las fá-
bricas, que tenían por base esa fuente de calor para sus
trabajos. Se teme por algunos también que la cons-
tante extracción de aceite y gases del seno de la tie-
rra, de la que naturalmente debe resultar un gran
vacío, pueda ser causa de algún hundimiento de los
terrenos, acompañado de gran pérdida de vidas y de
riquezas. Poco se preocupan, sin embargo, de esa po-
sibilidad en Pittsburgo, cuyos habitantes no cederían
sus propiedades á los conventos en las vísperas del
miUenium, y aun es de dudar si entregarían las ruinas
en pago de las hipotecas.
Muy corta fue nuestra residencia en esa ciudad:
nos derrotó el calor excesivo, y tomamos el tren para
Washington.
aftaeaft^^aftafiaft
CAPITULO XXXIV
IMPRESIONES GENERALES ACERCA DE LA UNIÓN
AMERICANA.
Bu fundación y crecimiento es el hecho social más notable de
la historia moderna. — La grandeza de sus proporciones. —
La solidez de su L'Onstitución política. — El respeto unánime
que profesan á ella los americanos. — La cohesión nacional sos-
tenida principalmente por las vías de comunicación y el pe-
riodismo.— Lo que será dentro de un siglo. — Su progreso no
sólo es material, sino intelectual y moral. — Caracteres inte-
lectuales de los principales pueblos civilizados.— El de los
Estados Unidos consiste en la aplicación práctica de las cien-
cias al servicio del hombre. —Causas de esta prosperidad.
Las instituciones republicanas.— Za Homeístead lato.
Suspenderé aquí mis recuerdos locales de viaje por
este gran país, y pasaré á dar las impresiones genera-
les que acerca de él recibí en mis conversaciones con
americanos y en la lectura de sus numerosos, varia-
dos y nutridos periódicos.
La nacionalidad americana del Norte es el hecho
sociológico más trascendental surgido en el mundo
desde la caída del Imperio Romano hasta los tiempos
presentes. Considerada en sus grandes proporciones,
la rapidez de su formación y la influencia que yá ejer-
ce, así como la que está llamada á ejercer en la evolu-
ción de los pueblos, esta nueva nacionalidad será más
660 Grandeza de la Unión americana
importante en la historia que la del antiguo coloso
que tuvo por núcleo la península italiana. Este tardó
cuatro ó cinco siglos en llegar á su apogeo, y tuvo lue-
go una decadencia rápida, que dejó cubierta de ruinas
la tierra entonces conocida. La Roma moderna en
sólo un siglo se extiende sobre un territorio conti-
guo doble en extensión; poblado por algo más de la
mitad del guarismo que se atribuye al Imperio Roma-
no al terminar el reinado de los Antoninos, la época
de su mayor prosperidad; y en lugar de ser, como la
otra, una poderosa máquina de conquista, de guerra y
de destrucción de las civilizaciones antiguas, es un
coloso hasta ahora levantado sobre cimientos de liber-
tad y de paz.
Llama en él la atención en primer lugar el aire de
grandeza visible en todas sus proporciones y la rapidez
en el levantamiento de su estructura política, la más
sólida y al parecer de más condiciones de duración
entre todas las naciones civilizadas. Su territorio de
400,000 leguas cuadradas, homogéneo, en superficie
contigua, es cuatro veces mayor en extensión que el de
Inglaterra, Francia, Alemania, Austria é Italia reuni-
das; la riqueza general de sus habitantes, computada en
setenta mil millones de pesos, supera la de Inglaterra
ó la de Francia, países antiguos en donde la acumula-
ción de capitales tiene siglos de antigüedad; su pobla-
ción—de sesenta y seis millones hoy— al tiempo de pro-
clamar su independencia apenas alcanzaba á la cuarta
parte de la de la madre patria, y ha subido en el espa-
cio de un siglo á un guarismo doble del de ésta; sus
rentas, nacionales, municipales y comunales, alcanza-
Rápido crecimiento 661
ban á cerca de mil millones de pesos anuales, ó el doble
de las de la Gran Bretaña; su producción industrial,
estimada en doce mil millones de pesos anuales,
compite, en la proporción por individuo, con la de
este último país, en donde la producción fabril, po-
derosamente ayudada por la maquinaria, forma el
principal elemento de creación de riqueza; su educa-
ción popular tendría el primer puesto entre todas las
naciones civilizarlas, sin la inmigración tan considera-
ble de proletarios ignorantes procedentes del Viejo
Continente; sus vías de comunicación rápidas y eco-
nómicas al través de su territorio, es decir, sus ferro-
carriles (55,000 leguas) y sus telégrafos (60,000 leguas)
igualan en extensión á las de todo el resto de la tie-
rra; de los treinta y dos mil periódicos que se publican
en las cinco partes del mundo, el 40 por 100, ó sea
más de doce mil ven allí la luz; en ninguna parte son
tan baratas y abundantes las subsistencias como en
aquel país privilegiado, y en ninguna son tan altos los
salarios de las clases jornaleras; no liay allí ejércitos
permanentes; pero el día que la necesidad lo exigiese,
fácilmente podrían salir á campaña, en pocos meses,
tres ó cuatro millones de hombres, bien equipados y
medianamente instruidos en las artes de la táctica.
La solidez de su organización política corre pare-
jas con la magnitud de sus intereses individuales y so-
ciales. Sin necesidad de modificación alguna, su Cons-
titución política tiene un siglo de funcionamiento,
durante el cual ha continuado sin más dificultad que
la ocasionada por la institución de la esclavitud, yá
eliminada. En el mismo período de tiempo el número
662 Solidez de su estructura
de listados ha subido al cuadruplo, demostrando con
el ejemplo la posibilidad de subir al óctuplo sin in-
conveniente alguno. Salvo la excepción indicada, las
luchas domésticas, comunes á los países recién consti-
tuidos, son allí desconocidas. No hay fricción alguna
en el funcionamiento de sus diversos gobiernos: nacio-
nal y municipal de los Estados, condados, ciudades
y distritos parroquiales; las diversas religiones practi-
can su respectivo culto en paz y sin muestra alguna
exterior de antagonismo ó simplemente de mera an-
tipatía. Los hombres de diversas nacionalidades, len-
guas, costumbres é ideas, viven allí mezclados y con-
fundidos, fundiéndose en el molde y hablando la len-
gua nacional á la segunda ó tercera generación; los
océanos Atlántico y Pacífico los separan á miles de le-
guas de las potencias inquietas y guerreadoras del Vie-
jo Mundo; rodeados en sus fronteras terrestres, al
Norte y al Sur, de colonias y repúblicas notablemente
inferiores en fuerza, nada tienen que temer de sus
vecinos. El espíritu de secesión, engendrado al Sur de
su territorio por la institución de la esclavitud, mu-
rió con ésta; la línea divisoria délos partidos políticos
es en el día tan débil, que casi es imposible distinguir-
los, tomando por base los rasgos que caracterizan á
éstos en el resto de los países representativos; la for-
ma federal, reputada poco á propósito para desarrollar
energía y fuerza conservadora en las grandes crisis,
mostró en la experiencia de su única guerra extranjera
de carácter temible (la de 1812) y de su única guerra
civil, formidable, eso sí (la de 1861 á 1865), que ese
sistema político se presta, tanto ó más que el de la
Superioridad sobre Los países europeos 663
centralización, para los más grandes esfuerzos. Las más
antiguas y poderosas nacionalidades del mundo anti-
guo tienen todas algún cáncer en su seno. Inglaterra
tiene el de la Irlanda, el problema agrario y la mul-
tiplicidad de sus colonias; Francia su antagonismo se-
cular con Alemania por la frontera del Rhin; Alema-
nia brega además todavía con el espíritu local y sepa-
ratista de sus antiguos reinos, principados y ducados,
cada día más temible con el gravamen de su régimen
militar dominante; Austria lucha con el pensamiento
de resurrección de las diversas nacionalidades, sujetas
por la conquista, que la componen; Rusia con la civili-
zación desigual y las diversas razas de sus inmensos te-
rritorios sometidos ala voluntad caprichosa de un solo
gobernante; Italia continúala lucha tradicional de los
siglos medios entre güelfos y gibelinos, entre el Papa
y el Emperador, entre la teocracia y el gobierno tem-
poral; el pensamiento español oscila desde hace cua-
tro siglos entre la idea de unificación centralizadora y
la de su división ó federación entre los seis grupos de
sus pueblos, todavía separados por el recuerdo de su
vario origen, de sus diversas tradiciones y de sus dis-
tintos idiomas; Turquía es un agonizante cuya muer-
te sólo está aplazada por la dificultad que presenta la
partición de la herencia.
Los Estados L^nidos no presentan complicación
alguna de esas variedades: quizás su único peligro,
peligro distante á mi ver, es el de la exageración de la
grandeza de sus destinos. La esclavitud era su único
escollo. Tres piedras de hogar constituyen sobre todo
la solidez de su estructura política: 1.*, la aceptación
66á Ventajas políticas y sociales
universal de la Constitución por los ciudadanos; 2.*, la
abundancia de sus vías de comunicación entre las di-
versas partes del territorio; 3.% el periodismo libre, nu-
meroso y profundamente esparcido entre todas las
clases sociales.
El respeto unánime á la Constitución política de
1787 es una poderosa garantía de concordia, de liber-
tad y de paz; es un vínculo de unión y de integri-
dad nacional más fuerte que un grande ejército.
Mientras exista esa convicción profunda de la sabi-
duría desús instituciones fundament;des, comentadas
por sus expositores, a^fianzadas en las sentencias y ante-
cedentes del Poder Judicial, identificadas con su histo-
ria,— ^las causas de desavenencia y de lucha entre sus
diversas secciones, sus diversos partidos y sus varia-
dos y grandes intereses serán menores; se referirán
tan sólo á cuestiones de detalle fáciles de arreglar, ó
á lo menos carecerán de importancia para poner en
peligro la integridad y la paz de la Unión. Con excep-
ción de la Gran Bretaña, tal vez ningún otro país pue-
de contar con la solidez que esta feliz circunstancia
comunica á los Estados Unidos. Aun la Gran Breta-
ña ha necesitado modificar su Constitución en varios
puntos importantes en el curso de este siglo, y tiene
en ella algunas brechas, como las relativas á su orga-
nización agraria y á la eliminación ó reforma profunda
de la Cámara de los Lores, por las cuales se dispone
á subir al asalto la opinión reformadora. En los
Estados Unidos no se observa hasta ahora síntoma
alguno que anuncie evoluciones importantes en su or-
ganización elemental.
Las vías de coinunicación 665
El servicio de las vías de comunicación, numero-
sas, rápidas y económicas, es una ventaja de magnitud
inapreciable, siempre muy ponderada, nunca suficien-
temente comprendida. Nacionalidad quiere significar
asociación de hombres dirigida á proporcionarse coope-
ración ordenada de todos en favor de todos. La coo-
peración presupone y exige división del trabajo, tanta
más fecunda cuanto la separación de ocupaciones-
es más completa. La división del trabajo conduce
á cambios de productos, servicios, ideas, cada vez más
numerosos y frecuentes, tanto en el campo de la
industria como en el de la ciencia y en el de la po-
lítica. Ahora bien: esos cambios incesantes conducen
á la movilización de los productos y de los hombre»
de un lugar á otro y piden medios de proporcionar
el más estrecho contacto entre los asociados. Mientras
más numeros;is y económicas sean las vías de comu-
nicación, mayor será la posibilidad de cambios de va-
lores, servicios, sentimientos, ideas y trabajos entre
ellos; mayor será el acuerdo, la combinación, la sim-
patía, la decisión de obrar unidos entre sí. Así, los fe-
rrocarriles no sólo estimulan el trabajo, el ahorro, el
comercio, el estudio, las relaciones benévolas, sino que
á la vez crean lazos materiales, morales é intelectua-
les de unión, concordia é integridad nacional entre
los hombres, hasta el punto de convertir esas relaciones
de intereses individuales en un solo interés común, y
la asociación de los hombres en un solo cuerpo colec-
tivo, para quien el interés individual es inseparable
del interés nacional. Así se camina en las sociedades
modernas hacia esa concordia y unión entre los hom-
666 Numeroso periodismo
brcs, que lia de fundar primero la paz interior en el
seno de las naciones, y después la paz universal hasta
los últimos límites de la tierra.
Ninguna otra nación se aproxima á los Estados
Unidos en la abimdancia de vías de comunicación,
sobre todo en las servidas por el vapor. Una costa ma-
rítima, que con sus sinuosidades se extiende por más de
5,000 leguas; ríos y canales navegables por vapor en
más de 6,000; lagos interiores cuya periferia se extiende
tanto quizás como la costa del mar, forman, con más
de 50,000 leguas de ferrocarriles, un total de más de
70,000 leguas, en donde el americano viaja anualmente
tres veces más que el inglés y seis veces más que el
francés, según se calcula; adquiere el conocimiento de
ideas, costumbres é intereses distintos de los de su lo-
calidad, y forma relaciones de industria y benévola so-
ciabilidad con sus conciudadanos.
No menor es quizás la influencia de su numeroso
periodismo. Doce mil periódicos diarios, bisemanales,
hebdomadarios, mensuales ó trimestrales, tirados en
número de muchos millones de ejemplares, están in-
cesantemente emitiendo el sentimiento, h.s ideas, los
descubrimientos, los hechos de todo género, produci-
dos no sólo en el interior del país, sino en todo el mun-
do. Toda idea nueva es reproducida y comentada in-
mediatamente por cuatrocientas ó quinientas voces en
todos los ángulos del país: aspiraciones, quejas, necesi-
dades, satisfacciones, todo sale á la luz, se discute, se
aprueba ó se condena, se depura á la luz de ese foco ma-
ravilloso de vida nacional, de pensamiento común en-
sanchado á los límites de los más extensos horizontej.
Actividad de la inteligencia nacional 667
Allí son poco frecuentes las decisiones íirrancadas por
sorpresa, la ejecución de planes preparados en el mis-
terio, los actos irreflexivos determinados por el capri-
oho del momento ó impuestos por la tiranía de la moda.
La luz de las inteligencias brillantes se irradia sobre
los cerebros opacos; el grito de los dolores no se pier-
de en la soledad, y encuentra en todas partes ecos de
simpatía; los peligros públicos pueden ser inmediata-
mente combatidos por el remedio. Hay, por decirlo
así, para todas las cosas, el ejercicio de las funciones
de una sola alma nacional.
La acción de estos tres elementos: paz no inte-
rrumpida; vías de comunicación numerosas, baratas y
rápidas; periodismo numeroso y nutrido, es á mi ver
la más poderosa para afirmar sobre sólidos cimientos
una nacionalidad y un gobierno nuevos, casi sin tradi-
ciones históricas, no sostenidos por ejércitos perma-
nentes ni por poderes fuertemente autoritarios, úni-
cas fuerzas que en- el Viejo Mundo se consideran con-
servadoras del orden establecido.
Si sobre estas bases la prosperidad de ese país con-
tinuase por otro siglo más en la proporción del que
acaba de transcurrir, su población, duplicándose en
períodos de veinticinco años, sería de 130-260-520-
1,040.000,000 de habitantes en 1990. Y como su rique-
za por cabeza de población ha aumentado en el mismo
período desde $ 320 hasta % 1,077 por cabeza, los se-
tenta mil millones de pesos hoy existentes llegarían á
ser un billón y medio: guarismo superior al poder de
la imaginación para comprenderle, y que no podría
menos de constituir un bienestar universal del que en
668 Lo que llegará á ser dentro de un
la actualidad nos creemos distantes centenares de si-
glos. Redúzcase todo lo que se quiera la rapidez en la
marcha de este progreso, no deberá ponerse en duda
que la población americana puede subir dentro de un
siglo á 500.000,000 y su riqueza á un guarismo diez
veces mayor que el actual.
Ahora bien: la duplicación de la población en los
países más prósperos del continente europeo, como In-
glaterra y Alemania, exige períodos de sesenta y tres
años en la primera y de ochenta en la segunda. En esta
hipótesis, la Gran Bretaña, en 1990, tendrá 106.000,00a
de habitantes y Alemania 120.000,000. La superioridad
que en este elemento de fuerza y poderío adquirirán
los Estados Unidos será siempre abrumadora.
En 1790 no tenía este pueblo manufacturas de
ninguna clase: en 1880 la producción de ellas pasaba de
cinco mil millones de pesos. Sólo contaba una ciudad
de 40,000 habitantes (Filadelfia), y su gran metrópoli
comercial (Nueva York) apenas tenía 20,000. En 1880
yá había 494 ciudades, cuya pobUición excedía de 5,000^
habitantes, 20 que pasaban de 40,000, 20 de más de
100,0000, y 4 que entraban en la línea de más de
500,000. En la actualidad puede asegurarse que estas
últimas traspasan yá el guarismo de un millón (1),
Me detengo en este fenómeno sociológico de las gran-
des ciudades, porque en ellas la cooperación humana
es más activa y da origen á elementos de poderío no en-
contrados en la diseminada población de los campos»
Generalmente se cree que la prosperidad de la
América del Norte es puramente material, concre-
(1) Nueva York , Filadelfia, Brooklyn y Chicago.
Patriotismo de sus habitantes 669
tada á la mejor satisfacción de las necesidades físicas,
pero descuidada en lo relativo al cnltivo de los sen-
timientos y al adelanto de las facultades intelectua-
les. A mi ver éste és un grande error, inducido en la
mente por la energía que ese pueblo ha desplegado en
la lucha por la vida; pero no es difícil observar
en él el desarrollo de otras facultades menos egoís-
tas. En las columnas de sus periódicos, frecuente-
mente colmados de noticias relativas á los países y
pueblos extranjeros más distantes, se nota un espíritu
cosmopolita de más amplitud que el visible en el pe-
riodismo europeo. No tengo conocimiento de ningún
pueblo, tal vez niel griego ni el romano de la antigüe-
dad, que haya mostrado un patriotismo tan ardoroso
como el exhibido por ambas fracciones en su última
guerra civil, en la que con gran facilidad el Norte su-
bió sus rentas nacionales en el espacio de dos años de
cuarenta á seiscientos millones de pesos anuales; su
ejército de veinte mil á un millón de hombres; su ma-
rina desde treinta ó cuarenta hasta novecientos sesenta
buques de guerra; suministrando al propio tiempo
á su Gobierno dos mil ochocientos millones de pesos
en empréstitos. Y esto en una ocasión no relativa á
la existencia ó el honor del país, sino simplemente á
la conservación de la integridad nacional, fnndamento
de su grandeza y poderío.
Del sentimiento de solidaridad entre sus ciudada-
nos pueden citarse los más altos ejemplos. La protec-
ción de los heridos en esa misma guerra llegó al pun-
to de emplearse, por medio de suscripciones y organi-
zación voluntarias, centenares de millones de pesos en
670 Espíritu de fraternidad
la construcción de hospitales modelos, ambulancias y
cuerpos de sanidad, en los que se mostró la caridad
más ardiente que el mundo ha visto en medio de los
horrores de esa insania salvaje que se llama la guerra.
Las suscripciones y auxilios en favor de las vícti-
mas del incendio de Chicago en 1871, montaron en po-
cos meses á más de cincuenta ó sesenta millones de
pesos. El Maire ó Alcalde de esa ciudad creyó de su
deber suplicar por medio del telégrafo, á todos los án-
gulos de la Unión, que no se enviasen más socorros^
pues yá casi sobrepujaba el valor de lo recibido al im-
porte de las propiedades destruidas. Oharleston, el
foco principal de las pasiones secesionistas en 1861 á
1865, recibía en 1886, con motivo del terremoto que
arruinó una parte de su caserío, cerca de dos millones
de pesos en el espacio de un mes, principalmente de
las poblaciones del Norte, de quienes veinte años antes
había sido enemiga encarnizada.
Los cementerios nacionales, en donde con piedad y
ternura han sido recogidos, en medio de paisajes her-
mosos que convidan al pensamiento del reposo eterno,
los restos de los muertos en defensa de la patria, con
indicación de su nombre, edad y lugar de su naci-
miento, dan testimonio de delicados sentimientos de
amor cívico.
Con motivo de la ruptura de una esclusa que sos-^
tenía un lago artificial en las inmediaciones de Jhons-
town, que causó grandes estragos en el valle inferior,
en este mismo año, la afluencia de suscripciones, for-
muladas en cheques sobre los Bancos, fue tal en Iív
ciudad de Nueva York, que la Alcaldía á quien ibaní
Progreso intelectual 671
dirigidas necesitó duplicar el número de sus emplea-
dos, y trabajar de día y de noche, con sólo el objeto de
abrir las cartas y tomar razón de tales socorros. De dos á>
cuatro millones fueron suministrados inmediatamente
en diversas partes de la Unión para protegerá las viu-
das, huérfanos y personas destituidas de medios de
subsistencia por esa catástrofe.
Las donaciones y legados para fundar colegios,
bibliotecas, hospitales é instituciones diversas de-
enseñanza, beneQcencia y comodidad ó aseo para el
pueblo, cubren de monumentos más grandiosos que
las pirámides de Egipto las ciudades de ese país. En
más de dos millones de pesos se calcula el monto anual
de esas donaciones; y aunque este guarismo ha sida
tachado de exageración por algún periódico respeta-
ble, mi impresión personal es, que si no llega á tanto,
no es considerable la suma que deba rebajarse. La
educación profesional de artes y oficios es hoy el tema^
favorito de la generosidad de los magnates de la in-
dustria. La filantropía no tiene allí por objeto el in-
dividuo, sino el pneblo americano entero: no se pro-
diga la limosna, que á las veces degrada ó por lo menos
humilla, sino el espíritu de la caridad organizado en
la forma de una Providencia humana.
Tampoco podría ser mirado con el más pequeña
desdén el progreso intelectual de los americanos. Bas-
tará decir á este respecto que las dos más grandes
invenciones del siglo xix, las dos más extraordinarias
creaciones del genio humano, que han transformada
y seguirán transformando las condiciones de la vida-
del hombre: las aplicaciones del vapor y de la electri-
672 Frecuencia de las nuevas invencio7ies
€idad, son obra de dos americanos: Faltón y Edison.
A esas grandes alturas no se llega 2^6?^ saltum sino con
la ayuda de un nutrido ambiente intelectual formado
por la elucubración poderosa de una inteligencia na-
cional. La Oficina de Patentes de Washington sor-
prende al menos entusiasta por el inmenso número de
investigadores que, contándose por decenas de miles,
van anualmente allí á depositar el secreto de sus con-
íjuistas en el reino de lo desconocido, por esa legión de
Prometeos incesantemente ocupados en la tarea de
;asaltar las alturas para robar el fuego del cielo. Los
«estudios de todo género, caracterizados por un genio
singular de independencia é iniciativa propia, llaman
la atención en sus numerosas publicaciones. Ciencias
físicas y matemáticas, ciencias sociales, filosofía é his-
toria, nada es extraño al pensamiento de ese pueblo;
pero su vida' nacional es todavía muy corta y aun no
se le puede pedir monumentos iguales á los que siglos
-enteros de meditación y de estudio han producido en
los viejos países de Europa. Los viajeros europeos que
han creído encontrar deficiencia en esta parte del mo-
vimiento colectivo de ese pueblo, tal vez lo han juz-
gado por comparación con el carácter especial de la
inteligencia de la raza á que pertenecen. El alemán
se distingue por su afición al análisis; el francés es
un espíritu vulgarizador, que introduce en las cien-
cias la claridad, el orden y el método á que tanto se
presta la composición filosófica de su lengua; la gene-
ralización parece ser un don del cerebro inglés, que
desde Xewton en las ciencias físicas y Bacon en la
filosofía, hasta Lyell, Darwin y Spencer, ha sobresalido
Espirüit de aplicación práctica 673
en la explicación de las grandes leyes que gobiernan el
orden de la naturaleza. La mente americana no ha
tomado ninguno de esos caminos, pero ha seguido el
de la aplicación práctica de las leyes generales de las
ciencias á las satisfacciones de la vida humana. Estos
son, por supuesto, caracteres generales sujetos á excep-
ción. Guttenberg fue un genio de aplicación prácti-
ca, como lo es Pasfceur en los tiempos modernos; Ben-
tham introdujo el análisis y la clasificación en el campo
al parecer menos propicio de las ciencias sociales;
Baffon, Lavoisier y Cuvier fueron también genios
creadores.
El americano es el hombre práctico por excelencia.
Desde su Constitución política, la obra más perfecta
en su género de los tiempos antiguos y modernos, de-
bida al genio de los fundadores de la independencia,
hasta la invención del fósforo de luz, — producto, se-
gún creo, del ingenio de un oscuro zapatero americano,
que realizó para el hogar de los destituidos y de los tris-
tes una de las sublimes palabras del Géíiesis,— los más
grandes inventos industriales de este siglo se deben á
esa forma peculiar de su inteligencia. El vapor era co-
nocido desde hace más de tres mil años: los sacerdotes
griegos se servían de él para abrir automáticamente la
puerta de los templos é inspirar al pueblo la idea de
ser la divinidad misma quien lo hacía para convocar
los creyentes á las ceremonias del culto. Papin expe-
rimentó de diversos modos la fuerza del vapor com-
primido; pero su aplicación á los movimientos de tras-
lación de los cuerpos esperaba la perspicuidad especial
del yanhee para hacer volar los buques contra la fuerza
43
671 Genio belicoso
del viento y de las corrientes del Océano. Ampére co-
noció la naturaleza íntima y las propiedades de la elec-
tricidad mejor que Franklin; pero éste inventó el pa-
rarrayo: aquél llegó al umbral de la puerta que escondía
el telégrafo eléctrico; pero sólo Morse agregó á su co-
rriente el alfabeto con que había de hablar el mundo
para transmitir el pensamiento al través de los conti-
nentes y de los mares.
Y no sólo en las ciencias y las artes de la paz es en
lo que este pueblo ha mostrado sus grandes aptitudes.
Después de cuarenta y ocho años de paz (pues la gue-
rra de México, en la que los Estados del Norte tuvie-
ron poca participación, apenas puede considerarse
como un corto episodio) el espíritu bélico parecía
deber haber relajado sus resortes; más no fue así. En
el curso de la guerra de secesión de una y otra parte
se mostró la más sorprendente disposición para esas
nuevas tareas, tanto en el valor personal como en la
organización y disciplina de los combatientes y en la
provisión de los elementos necesarios para sus opera-
ciones. Armas, municiones, tren de campaña, buques
de guerra, todo fue construido y usado en escala enor-
me, en nada inferior á la empleada por las naciones
guerreras de Europa. Los generales fueron improvi-
sados en medio del fuego: capitanes y tenientes antes
de las hostilidades funcionaron en calidad de genera-
les al frente de ejércitos de 50 y hasta de 200,000
hombres; un hombre civil, Mr. Stanton, desplegó en
las funciones de Secretario de Guerra la actividad y
el talento de organización que dieron fama imperece-
dera á Carnot en las guerras de la Revolución fran-
Causas de su prosperidad excepcional 676
cesa; Farraa^ut no fue inferior á Nelson en sus opera-
ciones navales; armas perfeccionadas fueron inmedia-
tamente construidas en gran número y variedad; en
la guerra naval la invención de los monitores ha obli-
gado á las potencias europeas á renovar la construcción
de sus escuadras, ün código redactado con precisión
y amplio espíritu de humanidad, fijó límites á los
derechos y determinó los deberes de los ejércitos en
campaña, con lo cual se puso una valla de civilización
á los horrores de la guerra. Vencida una formidable
insurrección que alzó bandera para perpetuar el cri-
men de la esclavitud, los vencidos fueron tratados
como hermanos y conciudadanos, sin persecuciones ni
venganzas: por primera vez no se prolongó la guerra
después de la paz.
Difícil es determinar las causas de esta prosperi-
dad excepcional en medio de la marcha comparativa-
mente lenta del resto del mundo; los factores de ella
son numerosos indudablemente, y hechos que pueden
tomarse por causas, probablemente no son sino efectos.
Algunos atribuyen una influencia considerable á
la inmigración; pero este fenómeno no ha tomado
proporciones importantes sino después de 1820, y,
propiamente hablando, después de 1850; pero antes de
1820 el movimiento progresivo del país no era infe-
rior al exhibido después.
Tampoco puede atribuirse á los ferrocarriles, ini-
ciados apenas en 1830, y poco numerosos hasta 1850,
Estos dos factores, inmigración y ferrocarriles,
han sido á un tiempo efecto y causa del progreso, pero
no son los que dieron el primer impulso .
676 La principal, sus instituciones Ubres
La raza enérgica j civilizada que habita en esas
regiones es también un elemento de grande impor-
tancia; mas puede observarse que el progreso en todo
sentido tomó un vuelo prodigioso después de la inde-
pendencia, desconocido antes de la revolución. In-
glaterra y Alemania proceden de los mismos orígenes,
y-no han tenido el mismo rápido acrecentamiento de
población y riqueza.
Indudablemente las instituciones republicanas,
aceptadas sin contradicción por todos los habitantes,
han sido la agencia inicial de esa transformación ex-
traordinaria: la libertad religiosa, la* imprenta libre,
la libertad industrial sin monopolios de ninguna es-
pecie, el comercio sin trabas al través de un vasto
territorio, la equitativa distribución de la propiedad
territorial, la paz apenas ligeramente interrumpida
en el espacio de más de un siglo, la ausencia de ejér-
citos permanentes, la modicidad de los impuestos, la
educación popular y las circunstancias felices de que
se vieron rodeados, gozando de una paz perfecta du-
rante treinta años (1783 á 1812), á tiempo que en el
continente europeo ardía la guerra entre las naciones
más civilizadas.
No tuvieron las Repúblicas hispano-americanas,
surgidas treinta y seis años después que los Estados
Unidos, todas estas ventajas. Adoptaron las institu-
ciones republicanas, pero carecían de las tradiciones
antiguas de libertades municipales implantadas desde
su origen en las colonias inglesas; en vez de unani-
midad había una discordancia enorme de opinión en
sus poblaciones en cuanto á las formas de gobierno y
Diferencias con las Repúblicas hispano-americanas 677
de administración; la intolerancia religiosa, principio
esencial del Gobierno español, había dejado raíces
profundas; la masa de los habitantes era formada por
las razas indígena y africana puras, ó mezcladas con
la blanca, pero en un estado muy inferior de evolu-
ción; subsistieron en ellas gran parte de los monopo-
lios del régimen colonial; habían carecido de escuelas
y no tomaron á pechos la resolución de crearlas y
sostenerlas; sus libertadores mismos, en fin, fueron
los primeros jefes de la reacción contra su propia
obra. Iturbide y Santana en México, Bolívar en Co-
lombia y el Perú, quisieron sustituir su régimen per-
sonal y arbitrario al régimen español, y después im-
plantar de nuevo la monarquía en los países á quienes
tantos sacrificios había costado echar las primeras
bases de la Eepública.
A pesar de estas diferencias, de la devastación de
la riqueza ocasionada por quince años de guerra de
independencia, de la inseguridad en que las han man-
tenido después sus frecuentes guerras civiles, estas
Repúblicas del Sur han triplicado su población en
ochenta años, aumentado considerablemente su rique-
za y adelantado su evolución intelectual en propor-
ciones no despreciables: prueba evidente de la acción
civilizadora de las instituciones libres.
Entre las causas de la prosperidad de la América
anglo-sajona considero la principal el sistema adop-
tado desde un principio para la distribución de las
tierras baldías en pequeños lotes, que pusiesen al al-
cance del trabajador este primer elemento de toda
678 La Homestead law
riqueza, primera condición de independencia y de
dignidad personal entre los hombres, y cimiento in-
dispensable de la igualdad política, sin la cual las
formas republicanas son una mentira. Ese sistema y
la institución de la Homestead law, introducida des-
pués; institución que establece como única fuente de
adquisición de la propiedad territorial el cultivo de
la tierra por el trabajador, — han dado un enorme es-
tímulo al trabajo de las clases proletarias; cambiado
por completo las condiciones de la antigua organiza-
ción social, que vinculaba la tierra en manos de unas
pocas familias privilegiadas; echado bases imperece-
deras á la democracia; fundado sobre la concurrencia
universal la cooperación más perfecta entre los aso-
ciados; abaratado el precio de las subsistencias; atraí-
do poderosamente la inmigración extranjera; dado
impulso á la construcción de su vasta red de ferroca-
rriles; sostenido la demanda de sus manufacturas
interiores, y creado por todas partes artículos nuevos
de comercio exterior.
En efecto. ¿Qué, sino el anhelo de adquirir tierra
en propiedad, ha empujado á poblar las soledades del
Oeste y fundar esos nuevos y poderosos Estados del
valle del Mississippi, esa enorme corriente de inmi-
grantes americanos y europeos? ¿Qué, sino la deman-
da de los numerosísimos y acomodados /arwer¿? de
esas nuevas regiones sostuvo y sostiene las fábricas de
telas de algodón y de lana, de maquinaria y herra-
mientas agrícolas de la Nueva Inglaterra? ¿Quién,
sino esos cuatro ó cinco millones de pequeños propie-
tarios, recoge en sus cosechas esos centenares de millo-
Resultados de ella 679
nes de cargas de maíz y de trigo y engorda esos cuarenta
millones anuales de marranos, y mantiene y ordeña
esos diez y seis millones de Vacas de leche, artículos
que constituyen las dos terceras partes de la alimen-
tación del pueblo americano y las dos terceras partes
de su comercio de exportación? ¿En dónde, sino en el
yalle del Mississippi, entre esos viriles plantadores de
las praderas, se organizaron primero esos centenares
de regimientos de voluntarios que, á las órdenes
de Grant, Sherman y Tilomas, dieron el golpe de
muerte á la Confederación esclavista, en Mill-Springs,
Fort Donaldson, Vicskburgh, Pittsburg-landing,
Ohattanooga y Nashville? ¿No es la aspiración á un
pedazo de tierra en propiedad, para libertarse del
rack-rent, del siempre creciente arrendamiento de la
tierra europea yá monopolizada, el resorte principal
que empuja á los cultivadores ingleses, irlandeses y
alemanes á abandonar sus hogares, en números de
más de medio millón por año, en busca de seguridad
y dignidad en los campos de América? ¿No es la
competencia de millones de vendedores de artículos
alimenticios, la que, haciendo bajar el precio de éstos,
hace fácil, barata y abundante la vida en esas re-
giones?
Esa gran masa de pequeños propietarios, estable-
cidos principalmente en el Oeste, domina hoy las elec-
ciones en esa República y mantiene el equilibrio entre
las ideas semifeudales de los grandes propietarios del
Sur, los gustos aristocráticos de los grandes dueños
de fábricas en Nueva Inglaterra y los magnates de la
especulación en los Estados centrales de Nueva York,
680 El cuarto Estado
Pensilvania y Nueva Jersey. La Presidencia de la
Unión fue, durante cuarenta y cuatro años, patrimo-
nio del Sur, con Washington, Jeílerson, Madison,
Monroe, Jackson y T3der; pasó luego al dominio de
Nueva York y Pensilvania con Van-Buren, Fillmore
y Buchanan; de treinta años á esta parte es el Oeste
quien ha elegido á Lincoln, Grant, Hayes, Garfield y
Harrison, originarios de los Estados de Illinois, Ohio-
é Indiana: Lincoln y Garfield, leñadores en su ju-
ventud; Grant, curtidor de pieles, y Harrison nieta
de otro Presidente, muerto prematuramente, que ei>
sus primeros años fue también plantador en los bos-
ques solitarios y habitador de una cabana de troncos
de árbol.
Así, es en los Estados Unidos en donde puede es-
tudiarse mejor el cambio que el siglo xrx empieza á
mostrar en las condiciones de la vida colectiva de loa
pueblos. El mundo antiguo era el reinado del privile-
gio, de la explotación descarada de las multitudes en
favor de unos pocos, del lujo de las aristocracias en
medio de la destitución y miseria de las masas. En Ja
Revolución Francesa surgió, al lado de la nobleza y del
clero, el tercer Estado, en cuya composición entraban?
los manufactureros, los comerciantes, los profesores
liberales y los literatos y escritores: en los tiempos
presentes surge yá el cuarto Estado en el cuerpo de los
artesanos y obreros llamados ai ejercicio del voto elec-
toral. En los Estados Unidos, en 1880, entre nueve
millones de cultivadores de la tierra, cerca de cinco
eran propietarios y apenas llegaban á cuatro los tra-
bajadores á jornal. Allá luce, pues, la aurora de la re-
Regeneración social 681
dención de los oprimidos. Los que antes fueron escla-
vos uncidos al grillete, después siervos de la gleba,
más tarde arrendatarios esquilmados, empiezan yá »
ser propietarios, dueños de sí mismos y de la tierra
que fecundan con sus sudores. Y esta transformación
no viene en pos de la sangre de los mártires, ni por la
convulsión violenta de las bases sociales que prometen
el orden y la paz, sino por la acción lenta pero segura,
pacífica pero vencedora, de la mejor organización de
las sociedades humanas.
Entre todas las g)*andezas que alcancé á percibir en
mi Tapido viaje por el corazón de aquel país, ninguna
me pareció tan grande como ese hecho social, porque
la independencia, la libertad, la igualdad de los hom-
bres no consisten en meras palabras escritas coma
una promesa en las Constituciones políticas, sino en
hechos verdaderos y tangibles que pongan ú los hom-
bres en el camino de la redención. ¿Cómo puede^
considerarse hombre Ubre el que para ganar su sub-
sistencia y la de su familia depende de la voluntad
de un propietario? ¿Puede jamás existir igidádad
entre el jornalero y su patrón? Más temible que la
tiranía de los hombres es la tiranía de las cosas, y este
resultado del funcionamiento de una institución, bas-
taría para comprender la diferencia que debe existir
entre pueblos que tienen su punto de partida histó-
rico en la constitución feudal del suelo, y el que ha
procurado establecerlo en la distribución equitativa
de ese primer fondo productivo, en proporción á la
capacidad laboriosa de sus ocupantes.
No ignoro que esta materia constituye una de las
682 Antiguos sistemas de propiedad t<irritorial
grandes cuestiones científicas que divide á los econo-
mistas modernos en la apreciación de los méritos res-
pectivos de las tres formas de constitución de la pro-
piedad territorial individual conocidas: la propiedad
en grandes extensiones de 500 ó más hectáreas; la pro-
piedad media de superficies de 20 á 500; y la propie-
dad parcelaria de áreas de un cuarto de hectárea hasta
20. No desconozco que la propiedad en grande so
presta — cuando es cultivada por el propietario mismo,
lo que no es el caso más frecuente — á la inversión de
grandes capitales en la ejecución de mejoras que, como
el regadío, el drenaje, el empleo de maquinaria costosa
y la división del trabajo, no están al alcance de las
fortunas mediana,s, consagradas á la explotación de
pequeñas extensiones. Sin embargo, comprendo tam-
bién que la propiedad mediana puede procurarse todos
«sos recursos por medio de la asociación y la coopera-
ción, agentes que todos los días reciben nuevas aplica-
ciones prácticas, una de las cuales es la de las facto-
rías centrales para la explotación de la leche en los
Estados Unidos, y la ejecución de ciertos trabajos agrí-
colas, como el arado de los campos y la siega y la trilla
del trigo por medio de empresarios distintos del agri-
cultor, los cuales aplican el arado de vapor y máquinas
perfeccionadas de segar y trillar. Sea cual fuere el re-
sultado de aquellas discusiones, si la propiedad en
grande puede ser más ó menos defendible bajo el as-
pecto económico, no lo es bajo el punto de vista social,
es decir, de la desigualdad de condiciones entre los
hombres, la fuente más fecunda de perversión, injus-
ticia y de malas pasiones en el seno de las sociedades.
Los grandes elementos sociales del país 683
Además, tampoco puede negarse que la concentra-
cióa de la propiedad de las tierras en pocas manos es
un instrumento de concentración de la riqueza entre
menor número de productores; lo que conduce al
desarrollo del lujo, de los placeres facticios, de los vi-
cios en los unos y de la degradación en los otros; lo
que viene á serla creación de riquezas inútiles, pues-
to que no se emplean en la satisfacción de necesidades
verdaderas. Entre la mayor producción y la mejor
distribución de las riquezas, el moralista, y el econo-
mista mismo, se inclinaría siempre á este último térmi-
no. Por mi parte, creo que, en resumen, el problema
principal de las sociedades modernas consiste en pro-
curar por medios naturales, por la eliminación de
instituciones injustas, la mejor distribución de los va-
lores creados por la producción entre los productores.
Xc
msmí%^^:f%mms^
CAPITULO XXXY
IMPRESIONES GENERALES.
(.continuación) ,.5
Factores principales. — Población. — Territorio. — Riqueza. —
Producción. — Consumos. — Ahorros. — Extensión cultivada.
Pormenor de la producción agrícola. — Divisiones generales
del territorio.— Adquisiciones paulatinas.— Población.— Sus
orígenes diversos. — El elemento extranjero y su distribu-
ción.— Trabajadores y su distribución entre los diversos tra-
bajos.— Población urbana. — Distribución de los pobladores
según la altura sobre el nivel del mar. — Según los grados^
de calor del clima. — Las manufacturas. — Desarrollo de ellas
en los últimos sesenta años. — Clasificación de los valores que
componen la riqueza general. — Distribución geográfica de la
riqueza. — Las rentas públicas y su distribución. — La deuda
pública.
Daré aquí una idea general de la composición de
los elementos sociales en los Estados Unidos.
Su población actual (1889) se calcula en 65.000,000.
Su territorio, en 3.501,404 millas cuadradas
(399,045 leguas).
Su riqueza general en $ 70,000.000,000 ($ 1,077
por cabeza de población.
Su producción anual en $ 12,000.000,000 (184-60
por cabeza).
Sus consumos de riqueza, en $ 10,500.000,000 anua-
les ($ 161-54 por cabeza).
Distribución política del territorio 685
Su ahorro anual, ó sea acumulación de capitales,
en % 1,500.000,000 ($ 23 por individuo).
El 40 por 100 de su suelo — 160,000 leguas cuadra-
das— está escasamente poblado y constituye siete Te-
rritorios y varias reservaciones de tierras ocupadas
por aborígenes no civilizados.
Sin contar el Territorio de Alaska, cuya superficie
ocupa 59,000 leguas cuadradas, en el resto de los Es-
tados y Territorios existían, en 1887, 42,000 leguas
cuadradas de tierras baldías á disposición del Go-
bierno (1).
Los Estados se extienden en superficies de 4 á
6,000 leguas cuadradas cada uno, excepto Tejas, que
tiene 29,000 leguas, el nuevo Estado de Montana,
16,000, y íí"evada, Oregon, Kansas y Minnesota, de 9
á 12,000. Los Estados de Nueva Inglaterra tienen
superficies muy pequeñas, desde 120 leguas cuadradas
Ehode Island, hasta 1,000 leguas, más ó menos, cada
uno de los cinco restantes.
De las 260,000 leguas apropiadas yá en toda la
Unión, tan sólo 64,000 están cultivadas en labranzas:
el resto está cubierto de bosques ó se compone de
pastos naturales, lagos, terrenos anegadizos, ríos, ciu-
dades y pueblos, etc.
La producción agrícola de 1879 fue computada, en
el censo levantado en 31 de Diciembre de ese año, en
$ 3,726.000,000, distribuidos así:
(i) Este dato es tomado del Statesman's Tear-Book, corres-
pondiente á 1889. Temo que haya deficieacia en este guarismo,
pues el informe de la Oáciua de Agricultura, correspondien-
te á 1834, sólo da como ocupada en haciendas {farm lands)
536.081,835 acres, equivalentes á menos de 100,00'9 leguas cua-
dradas.
Producciones agrícolas
En carnes de buey, puerco y cordero. ..I 800.000,000
En maíz... 695.000,000
Entripo ■ 437.000,000
Enheno 410.000,000
En leche, queso y mantequilla 353.000,000
En algodón 272.000,000
En aves de corral. 180.000,000
En otros productos 579. 000,000
Entre estos últimos se cuentan la avena
($ 16.000,000), las papas ($ 81.000,000), la lana
(I 67.000,000), el tabaco ($ 38.000,000) y los vinos
($ 12.000,000); pero en el día ha aumentado conside-
rablemente el valor de este artículo), etc.
A los productos de la tierra deben agregarse los de
la minería, entre ellos:
El de hierro (7.265,000 toneladas, en 1887), % 295.000,000
El de plata 1887 53.000,000
El de oro — 33.000,000
El de cobre. 92,000 toneladas — 21.000,000
El de plomo 160,700 toneladas — 14.000,000
El de azo- ^
gue, ni- I
quel, a-}- — 8.000,000
luminio, I
etc J
Total $ 424.000,000
Los de las minas de carbón, sal, petróleo, cal, aguas
minerales, etc., así:
Carbón mineral, 116.000,000 de toneladas, 1885, $ 182.000,000
Productos de las canteras — ;¿5.GOO,000
Petróleo,— 1,120.000.000 de galones — 78.000,000
Gas natural — 13 000.000
Otros productos — 156.000,000
Total $ 454.000,000
Divisiones gener^aJes del territorio 687
El de madera extraída de los bosques, qne se com-
putó eu 1888 en $ 600.000,000.
Hay otras varias industrias, entre ellas la pesque-
ría, que produjo en 1879 I 48.000,000.
Así pues, la riqueza extraída directamente de la
tierra monta á más de seis mil millones de pesos
anuales.
Un territorio tan extenso, que ocupa 70 grados de
longitud por 25 de latitud, presenta las más grandes
variedades de climas, producciones y adaptaciones al
trabajo, y se le clasifica en las siguientes divisiones:
Costa del Atlántico, comprendida entre este mar y
la cumbre de los Apalaches.
Oeste, formado por los valles del Mississippi, del
Missouri y del Ohio.
Pacífico, que comprende los territorios situados
éntrelos montes Rocallosos y este mar.
La primera división se ocupa principalmente en el
comercio con Europa y las costas de ambas Ameritas.
El valle central del Mississippi es una r^ón
agrícola y minera que suministra los principales ele-
mentos del comercio interior.
La costa del Pacífico está más especialmente lla-
mada á mantener relaciones con las grandes poblacio-
nes de la China, el Japón, Australia y la India inglesa.
En lo que se refiere á opiniones y acontecimientos
que yá pertenecen á la historia, se hace esta otra clasi-
ficación.
La Nueva Inglaterra. Los seis Estados situados-
en el extremo Nordeste, llamados también los Estado»
Grupos de Estados
puritanos, en donde lian dominado particularmente
la austeridad religiosa, Ihs ideas más avanzadas de re-
publicanismo, de donde surgió el movimiento contra-
rio á la esclavitud, y cuya producción principal con-
siste en manufacturas. Hoy forman el núcleo de las
opiniones proteccionistas.
Los Estados Centrales. Los seis Estados de Nueva
York, Pensilvania, Maryland, jSTueva Jersey, Virgi-
nia Occidental y Delaware, en donde alternativamen-
te se han hecho sentir las influencias puritanas de
Nueva Inglaterra y las ideas aristocráticas de los par-
tidarios de la esclavitud; región ecléctica en materia
<\e opiniones políticas.
Los Estados del Sur, que se extienden al Sur del
Potomac hasta la península de Florida: productores de
algodón y los principales sostenedores y propagadores
de la esclavitud.
Los Estados del Golfo (de México). Florida, Alaba-
na, Mississippi, Luisiana y Tejas, cuyo litoral maríti-
mo cae sobre aquel Golfo; Estados formados después
de^ Independencia sobre la base de las ideas escla-
vistas: productores de algodón, azúcar y ganados, y
en donde la propiedad territorial, así como en el ante-
rior grupo, estaba constituida en grandes haciendas.
Estados del Sudoeste. Los de Kentucky, Tennessee,
Arkansas y Missouri, de reciente colonización también,
que en parte admitieron la esclavitud; pero en donde
había numerosos partidarios de la abolición.
Los del Oeste, establecidos en la parte media de
los valles del Mississippi, el Ohio y el Missouri, que
¡abolieron temprano ó no admitieron la esclavitud en
Ensanches del territorio 689
su territorio. Son los de Ohio, Illinois, Indiana, Kan-
sas, lowa y Colorado.
Los del Noroeste, establecidos sobre las márgenes
de los grandes lagos, y la parte alta de los ríos Mis-
souri y Mississippi: Michigan, Minnesota, Wisconsin,
Nebraska, los dos Dakotas (Norte y Sur), y los terri-
torios de Wyoming é Idalio. Son los más avanzados
quizás en ideas democráticas. También son los más
grandes productores de trigo.
Los del Pacífico. California, Oregón, Washington,
Nevada y Montana, los tres primeros situados en la
costa de ese mar y los dos restantes en contigüidad:
mineros, agricultores y comerciantes.
El territorio de la Unión, al tiempo de la Indepen-
dencia, contenía solamente trece Estados y 820,000
millas cuadradas.
La compra de la colonia de Luisiana á los France-
ses, en 1803,^uiírentó el área con 899,000 millas
cuadradas.
La adquisición de Florida, por compra al OobSIno
Español, en 1819, con 66,000, mediante un precio de
^ 6.500,000.
La anexación de Tejas, en 1845, con 318,000.
Las conquistas hechas á México en 1848,con 545,000
millas, indemnizadas con $ 15.000,000.
El tratado de límites celebrado con la Gran Bre-
taña en 1849, con 308,000 millas.
El territorio Gadsden comprado á México en 1853,
€on 45,000 millas.
La compra de Alaska á Rusia en 1867, en
$ 7.200,000, con 577,000. 44
690 Diversas razas que lo pueblan
Esta incesante adquisición de nuevos territorios,
á pesar de no haber tenido nunca ocupada y cultivada
más de la sexta parte de ellos, no es tranquilizadora
para las débiles repúblicas hispa no-americanas y debe-
ser objeto de constante atención.
La población actual de los Estados Unidos se esti-
ma en 65.000,000. En 1880 sólo tenía 50.000,000; de
suerte que ha tenido un aumento de 1.500,000 en
cada año y de 15.000,000 en la década. De este gua-
rismo pertenecerá la tercera parte á la inmigración
extranjera y el resto á la reproducción natural.
En 1891 será publicado el censo que debe levan-
tarse el 30 de Junio de 1890, y hasta entonces no se
podrá dar noticia segura de la composición de los ele-
mentos étnicos de la Unión: puede, sin embargo, ensa-
yarse un cálculo aproximado, tomando por báselos
números del censo de 1880, la reproducción ordina-
ria de los diversos grupos en períodos anteriores y el
númffl'o, que yá es conocido, de la inmigración ex-
tranlfra durante la última década.
Los 65 millones actuales pueden clasificarse así:
Raza blanca de origen americano 32.000,000
Raza africana. 8.700,000^
Población de natividad extranjera. . . > 10.100,000
Hijos de padres extranjeros nacidos en
América , 14.200,000
Total 65.000,000
En 1880 alcanzaba al guarismo de 50.155,783,,
Naoioiíalidades de los inmigra7ites 691
entre ellos 6.679,943 nacidos en país extranjero, y
éstos tenían los siguientes orígenes:
Ingleses . . 1.634,755
Irlandeses 1.854,571
Alemanes 1.966,742
Suecos y noruegos 376,066
Austro-húngaros 125,550
Franceses 106,971
Chinos 104,468
Suizos 88,621
Rusos 84,279
Mexicanos 68,399
Daneses 64,196
Holandeses 58,090
Otras nacionalidades 85,860
Total 6.679,943
La inmigración de 1880 á 1889 empieza á mostrar
cambios en la composición de las nacionalidades de
que proviene.
Hasta 1880 sólo había 125,000 austro-hún¿áros:
las entradas de ellos en la última década pasan de
300,000, húngaros principalmente.
Sólo había en aquel año 44,000 italianos; en los
últimos diez han inmigrado cerca de 300,000.
Los rusos apenas alcanzaban á 84,000: la última
década trajo más de 200,000.
De suerte que los 250,000 inmigrantes de esos tres
orígenes han recibido en los diez últimos afíos un re-
fuerzo de 800,000.
La inmigración de Suecia, Noruega y Dinamarca,
692 Proporción de los diversos inmigrantes
cuyo número era de 460,000 en 1880, lia tenido un
aumento de 700,000.
La procedente de las Islas Británicas no pasó de
2.000,000, incluyendo la que se verifica por la vía del
Canadá.
La de Alemania alcanzó á cerca de 1.600,000.
El total de la década pasó de 6.000,000 de todas
procedencias. Esos nuevos habitantes se dirigen prefe-
rentemente al Noroeste, á Nueva Inglaterra y á los
Estados centrales: en ellos desalojan una parte de los
antiguos obreros y artesanos, cuyos salarios y utilida-
des reducen con su competencia, y determinan con
ellos otra corriente que se dirige á los Estados del
Oeste y del Pacífico.
La inmigración total de los últimos setenta años,
desde 1820 hasta 1889, se computa en 16.000,000; de
los cuales eran aproximadamente:
Ingleses, escoceses, galeses y canadien-
ses . 3.200,000
Irlandeses 3.800,000
krémanes 4.000,000
Suecos y noruegos 1.000,000
Austro-húngaros 450,000
Franceses \ 400,000
Italianos 400,000
Kusos 350,000
Suizos 175,000
Daneses 140,000
Holandeses 100,000
Españoles y portugueses 45,000
Belgas 45,000
Elementos principales de la inmigración 693
Chinos 290,000
América espafíola y Antillas 160,000
Otras procedencias 240,000
El elemento francés, que parece de poca importan-
cia en la anterior clasificación, es en realidad mucho
más considerable con la inmigración canadiense de la
provincia de Quebec, casi toda descendiente de la ocu-
pante de esa antigua colonia francesa: población que
ha conservado su lengua y en cierto modo su espíritu
nacional. Así pues, los grupos principales de inmigra-
ción extranjera en los Estados Unidos, son cinco: el
alemán, el irlandés, el inglés, el francés y el escandi-
navo, que alcanzan tal vez á 13, y á 18.000,000, con-
tando la primera generación nacida en América.
Adquisición muy valiosa es la de esta inmigración
de tan diversos orígenes, que lleva las variadas in-
dustrias é ideas de diversos países y permite verificar
una selección de lo más civilizado, más fuerte y más
adaptado á las circunstancias peculiares del país.
Si la emigración es una muestra de descontento
con la organización social y política de un país, el
veredicto de los anteriores números es terrible contra
Inglaterra y Alemania y muy poco favorable á Suecia
y Noruega.
La distribución del elemento extranjero es muy
desigual entre los Estados y Territorios. Según el
censo de 1880, había por cada 100 americanos de na-
cimiento el siguiente número de extranjeros:
En Nevada 70
En Arizona ....• 66
En Dakota. 62
694 DistrihiíGión entre los diversos Estados
ICu Minnesota 52
En California 51
£n Wisconsin ^ , 44
En Idaho ,... 44
En Utah 44
En Montana 41
En Wyoming 39
En Massachussets (443,000) 33
En Nneva York (1.211,000) , . . . 31
En Michigan 31
En Nueva Jersey (231,000) , 26
En Illinois (583,000) 23
En Connecticut (129,000) 24
En lowa „ 19
En Pensil vania (587,000) 15
En Ohio 14
En Indiana 9
En Tejas 7
En Luisiana 6
En Virginia, menos de 1
^Po mismo que en Virginia en los demás Estados
del Sur.
El elemento americano blanco habita, pues, de
preferencia los Estados del Oeste, en donde el ele-
mento extranjero oscilaba entre 10 y 20 por 100
apenas.
Esta preferencia del extranjero se debe á las ma-
nufacturas de Nueva Inglaterra y los Estados cen-
trales, cuyos salarios, fáciles de obtener y más altos
que los de Europa, los atraen desde luego. Los suecos,
Los trabajos en toda la Ufiión 695
noruegos, daneses y parte de ingleses van de prefe-
rencia al Noroeste á ocuparse en la siembra de trigo.
De ese total de 50 millones que daba el censo de
1880, había 17.392,000 trabajadores.
Tomo de un interesante estudio estadístico de
Mv. Edvvard Atkinson la siguiente distribución de
ellos entre las diversas industrias:
TRABAJO MENTAL
Clérigos 65,000
Abogados 64,000
Médicos y cirujanos 85,600
Profesores y literatos 228,000
Periodistas 12,300
Ingenieros y hombres científicos 8,100
Músicos 30,400
Empleados en oficinas públicas 67,000
En bancos, seguros, ferrocarriles y esta-
blecimientos privados , 135,000
Total 695,400
TRABAJO Á UN TIEMPO MENTAL Y MANUAL
Comerciantes 481,000
Hoteleros 33,000
Dependientes de establecimientos co-
merciales 522,000
Total 1.036,000
696 ClasiJiGación de los trabajos industriales
EK EL MAKEJO DE MAQUIIÍARIA AUTOMÁTICA
Obreros en fábricas de tejidos 500,000
Obreros en trabajo de metales 300,000
Obreros sastres y costureras 450,000
Obreros zapateros y sombrereros 210,000
Obreros, varios oficios semejantes 280,000
Total 1.740,00(>
MECÁNICOS Y TRABAJADOBES COlí HERRAMIENTA
Carpinteros y trabajadores en madera. 500,000
Herreros 172,00(>
Pintores 128,00(>'
Albañiles (probablemente maestros). . . 102,000
Otros oficios semejantes 958,000
Total 1.860,000
TRABAJO MANUAL Y MENTAL
Empleados en el servicio de ferrocarri-
les y telégrafos (no en la construcción) . .. 300,000
^-vientes domésticos 1.075,000
Lavanderos 122,000
Sirvientes en hoteles, buques, porte-
rías, etc , 200,000
Ordeñadores, cocheros, carreteros, etc. 180,000
Otros semejantes 391,000
Total 2.268,000
TRABAJOS AGRÍCOLAS
Estancieros {farmers), vaqueros, cha-
lanes, etc 4.350,00a
Población urbana 697
TRABAJO ENTERAMENTE MANUAL
Peones á jornal en los campos 3.324,000
Otros no especificados, como leñadores,
carboneros, etc., peones de albafiilería y
trabajadores en ferrocarriles 1.857,000'
Mineros 240,000-
Total 5.421,00a
De suerte que puede calcularse que la mitad de
estos 17.400,000 de trabajadores trabajaban por su pro-
pia cuenta como personas independientes, y como cada
uno de ellos podría sostener dos ó tres personas más
(mujer é hijos), puede sospecharse que muy cerca de
un 60 por 100 de la población general dependía de sí
misma.
La población urbana, es decir, residente en ciu-
dades de 5,000 ó más habitantes, subía á 11.318,000.
La proporción entre los habitantes de los campos y
los de las ciudades cambia rápidamente en favor de
estas últimas. Kecuerdo haber leído en alguna publi-
cación que en 1888 yá subía á 44 por 100, ó sea más
de 25.000,000, el total de la población urbana.
La distribución de los habitantes entre las diver-
sas alturas sobre el nivel del mar, aunque no de tanto
interés en la zona templada como en la tórrida, em-
pieza á tener interés desde los 35° de latitud, porque
hasta ahí llega el límite de la fiebre amarilla, y en
todo el territorio, porque la cantidad de lluvia, nece-
698 Pohlaoión según la altura sobre el mar ,
saria para las cosechas, disminuye con la altura. Ade-
más, el calor de las bajas latitudes atrae á la raza
africana y el frío de las altas á la raza europea del
Norte.
Se calcula que la altura media del territorio de los
Estados Unidos es de 740 metros sobre el nivel del
mar (2,600 pies ingleses).
La población, á este respecto, está dividida así:
De la orilla del mar hasta 30 metros de altura
vivían en 1880 9.152,000
Desde 30 hasta 300 metros de altu-
ra, id. id 29.800,000
Desde 300 hasta 450 id. id 7.904,000
Desde 450 hasta 1,000 id. id 2.543,000
Entre 1,500 y 1,800 id. id 271,000
Entre 1,800 y 3,000 id. id 186,000
De 1,000 á 3,000 metros de altura vive casi exclu-
eivamente la población minera, principalmente la que
trabaja las minas de plata.
Se considera alli que de 1,000 metros de altura en
adelante es indispensable el regadío artificial para los
trabajos de la agricultura, tanto por la falta de
corrientes naturales, como por la escasez de las llu-
vias. A esta última circunstancia concurre también
la distancia del mar, pues la evaporación de éste
€S la que principalmente forma las nubes y la precipi-
tación de ellas. Esta noción debiera tenerse muy
presente en Colombia, el Ecuador, Bolivia y México,
«n donde las dos terceras partes de la población viven
entre 1,000 y 2,500 metros sobre el nivel del mar.
El territorio de la Unión está dividido por los
Según los grados de temperatura media 699
Montes Rocallosos en dos partes casi iguales: al
Oriente, el valle del Mississippi y la costa del Atlán-
tico se componen de regiones bajas, á menos de 400
metros de altura sobre el mar; al Occidente, aquella
cordillera, la de Nevada y altas mesas intermedias,
tienen alturas de 500 á 3,000 en casi toda su exten-
sión, y requerirán, para maiitener una población con-
siderable, grandes trabajos hidráulicos para levantar
las aguas, abundantes, eso sí, en los niveles inferiores.
La Sabana de Bogotá entre nosotros, con algunos
trabajos de esta especie, podría ser dos ó tres veces más
productiva que hoy.
Los grados de temperatura son otro factor en la
distribución de las razas y las industrias sobre el te-
rritorio americano. Entre las diversas estaciones y
entre las diversas alturas sobre el nivel del mar hay allí
oscilaciones de cosa de 100° centígrados, desde— 44°
hasta + 46°. En el Sur la temperatura media del año es
de 16 á 20°; en el Norte oscila entre 4 y 10°. La pri-
mera de estas regiones permite el cultivo de plantas
tropicales, como el algodón, la caña de azúcar y las
naranjas: en el Norte casi sólo los cereales, las frutas
de tierras frías, las papas y algunos forrajes de verano
prosperan. La raza negra se complace en las bajas lati-
tudes, entre los paralelos 40° y los 25°: los americanos
viven principalmente entre los 35 y los 45°; los escan-
dinavos y alemanes del Norte prefieren los climas de
los 40 á 49° de latitud. Estas inclinaciones diversas
daban el siguiente resultado general en el censo de 1880:
700 Las manv facturas
En los climas de temperatura media de
5° centígrados vivían 273,000 habitantes,
EnlosdeS á 8°..... 3.498,000 —
Enlosde8 á 10° 15.022.000 —
EnlosdelOá 14 22.443,000 —
En los de 14 á 20 8.484,000 —
En los de 20 y 25 434,000 —
En temperaturas de 5 á 12° centígrados vivían, en
1880, 5.811,000 de nacimiento extranjero. Los 800,000
restantes vivían en temperaturas más altas, pero en
climas de montaña en lo general. La raza de color
se ha situado en el otro extremo de la Unión, así:
Entre 5 y 7° de temperatura media. . 14,800
— 10 y 13i — — .. 989,000
— 13i y 21 — — .. 5.420,000
Los 155,000 restantes vivían en climas más cáli-
dos aún.
Estos climas pertenecen á las orillas del mar y el
valle del bajo Mississippi, desde los 25 hasta los 39"*
de latitud. El Estado de Virginia, el más septen-
trional de los del Sur, en donde principiaba la línea
de la esclavitud, está situado entre 5 y 8° de tempe-
ratura media; pero el invierno es corto y los calore»
principian desde la mitad de la primavera.
Las manufacturas americanas se descomponen así:
Fabricación de harina y artículos de
ésta % 590.000,000
Artículos de cuero y calzado 365.000,000
Manufacturas de madera y artículos
de carpintería 550.000,000
Manufacturas de algodón 270.000,000
Pasan $ 1^75^00^000
Influencia de la tarifa sobre las manufacturas 701
Vienen % 1,775.000,000
Manufacturas de lana 215.000,000
Ropa hecha 280.000,000
Maquinaria 260.000,000
Fabricación de licores 145.000,000
Artículos varios 2,885.000,000
Total $ 5,560.'000',00Ó
Este dato se refiere á 1880.
El valor de las manufacturas alcanzaba á... $ 110.000,000 en 1830
— — — á 480.000,000 en 1840
— á 1,055 000,000 en 1850
— — — á 1,885.000,000 en 1860
- — á 4,230.000,000 en 1870
— — — á 5,5(30.000,000 en 1880
A propósito de esta progresión haré notar la in-
fluencia de la tarifa americana sobre los precios. El
valor de las manufacturas subió 120 por 100 en el pe-
ríodo desgraciado de la guerra civil de 1860 á 1870,
mientras que en la década anterior y en la siguiente
sólo alcanzó el aumento á 80 por 100 en la primera y
30 por 100 en la segunda. Como no es de creer que la
actividad industrial durante la guerra hubiese alcan-
zado esa proporción extraordinaria, no es inverosímil
suponer que ella fuese resultado del alza de la tarifa
decretado para hacer frente á los gastos de lucha; alza
que, reprimiendo la concurrencia europea, permitió á
los fabricantes del Norte subir considerablemente el
precio de sus artículos, á tiempo que el bloqueo man-
tenido en los puertos del Sur los había hecho escasear
grandemente.
La riqueza general de los Estados Unidos fue com-
putada, en el censo de 1880, en $ 43,642.000,000, divi-
didos en los siguientes capítulos:
702 Riqueza general de la Unión
Valor de las haciendas ó propieda-
des agrícolas $ 10, 197. 000,000
Valor de las casas y edificios de
todas clases 9,881.000,000
Valor de las minas, pozos de pe-
tróleo, canteras, etc., inclu3'endo el
valor de la mitad del producto anaal. 781.000,000
Total de los valores raíces $ 20,859.000,000
Telégrafos, buques y canales .... 419.000,000
Ferrocarriles y sus equipos 5,536.000,000
Muebles, libros, vestidos, joyas y
demás efectos existentes en poder de
los consumidores 5,000.000,000
Animales domésticos en las ha-
ciendas, herramienta y maquinaria de
trabajos agrícolas 2,406.000,000
Tres cuartas partes del producto
anual de la agricultura y de las fábri-
cas y manufacturas y mercancías ex-
tranjeras importadas 6,160.000,000
Herramientas, máquinas y artículos
varios 650.000,000
Monedas de oro y plata 612 .000,000
Iglesias, escuelas, edificios públi-
cos y demás valores raíces no sujetos
á contribuciones 2,000.000,000
Total $ 43,642.000,000
La población aumenta en este país un 30 por 100
en cada diez años; pero la riqueza sube un 60 por 100^
Distribución geográfica de la riqueza 703
y á las veces 100 por 100. Así, fíti estos últimos diez
años se estima que, ya por el alza natural del valor de
las fincas raíces, como por la acumulación de los aho-
rros, la riqueza general asciende á $ 70,000.000,000, ó,
en otros términos: que ha tenido un acrecimiento de
$26,000.000,000, igual á un 60 por 100.
Esta riqueza se dividía en 1880 entre las diversas
partes de la Unión del modo siguiente:
Por cabeza.
Estados de Nueva Inglaterra $ 4,935 000,000 $1,235
— Centrales 16,420.000,000 1,430-
— del Sur y del Sudoeste.... 4,415.000,000 440
— del Oeste y Nordeste 14,435.000,000 830
— del Pacífico 1,490.000,000 1,35a
Territorios federales, caminos, etc. . 5.500,000 110
Término medio por cabeza de la Unión (en 1880) $ 940
Se ve, pues, que los más ricos eran los habitantes
de Nueva York y Pensilvíania, en los Estados Centra-
les, seguidos por los de California y los de Nueva
Inglaterra, y que los más pobres eran los del Sur; pero
en la última década deben de haberse alterado estas
proporciones con el progreso sorprendente de los Es-
tados y territorios del Noroeste, á los cuales se ha di-
rigido la gran masa de la inmigración, y sobre todo
con el de los Estados del Sur y del Sudoeste, en donde
Alabama, Tennessee y Kentucky han desarrollado muy
en grande la explotación de sus minas de carbón y de
hierro, las fábricas de tejidos de algodón, todas fun-
dadas en vasta escala y ensanchado de un modo sorpren-
dente sus vías férreas. A este último fenómeno, com-
probante de los felices resultados de la abolición déla
esclavitud, ha ayudado poderosamente el concurso de
704 Las oontribuciones
oapitales y empresarios de los Estados del Norte. En
los periódicos americanos veo que éstos invirtieron en
los del Sur, en sólo el año de 1888, $168.000,000:
suma enorme, que no parece verosímil.
Las contribuciones públicas, ó sea la parte de la
riqueza individual que se emplea en la satisfacción de
necesidades colectivas, es de dos clases: la una com-
prende los impuestos de naturaleza obligatoria, la otra
las contribuciones voluntarias, los legados y las dona-
ciones intervivos.
Las primeras montan, poco más ó menos, á
$ 1,000.000,000 anuales, divididas así:
Contribuciones nacionales $ 380.000,000
— délos Estados 120.000,000
— de las ciudades 320.000,000
— de los condados y distri-
tos parroquiales 180.000,000
Las nacionales se invierten en los gastos que exige
el funcionamiento del Gobierno Nacional, la defensa
exterior (ejército, marina y relaciones diplomáticas) y
■el fomento de algunos ramos necesarios á la evolución
intelectual é industrial del país (como la oficina de
Patentes, la oficina de Agricultura, el Instituto Smitli-
soniano, el Observatorio naval, el cuerpo de Ingenie-
ros civiles, la Escuela militar de West Point y la Naval
de Annápolis) y la deuda pública.
Las de los Estados, en el Gobierno municipal de
éstos, la educación pública, las vías de comunicación,
establecimientos de corrección, de caridad y de sani-
dad, las milicias, la policía de seguridad, etc.
Importancia de la admmistraGión comunal 705
Las terceras en el servicio especial exigido por las
grandes aglomeraciones de hombres, como facilidades
de locomoción en las calles, aseo y ornato de éstas, par-
ques públicos, mercados, provisión deaguas,alumbrado
nocturno, escuelas primarias, hospitales, servicio de sa-
nidad, policía de seguridad y las deudas de las ciudades.
De las últimas, las de los condados se invierten
principalmente en el servicio judicial de tribunales,
jurados, cárceles, funcionarios de instrucción, y á las
veces en caminos cantonales etc.
Las iiltimas en los objetos de la vida parroquial:
calles, caminos vecinales, policía, cárceles, hospitales,
provisión de agua y de luz, mercados, cementerios,
escuelas etc.
Como se ve, estos gastos comunales ó parroquiales
de las ciudades y pueblos, alcanzan á sumas iguales a
las que exige el servicio de los Gobiernos Nacional y de
los Estados ($ 500.000,000 cada uno); pero el servi-
cio municipal de los Estados, condados y municipios,
ciudades y pueblos, es casi tres veces más costoso y aun
más importante que el del solo servicio nacional. Esto
es efecto de la organización federal del país. El go-
bierno de las ciudades exige más labor, hombres más
especiales, grandes talentos de organización, y como se
ve, la suma invertida por ellas es superior a la que in-
vierte el Gobierno Nacional; las rentas del cual, aun
después de pagar los intereses y fondo de amortización
de la deuda, superan actualmente en ^ 100.000,000 á
sus gastos ordinarios.
A éstos se provee con uu sistema sencillo de con-
tribuciones: las de aduanas en el nacional, con algu-
45
706 Las contribuciones voluntarias
nos derechos de sisa como rentas interiores. Contri-
buciones directas sobre el valor de las fincas raíces y-
sobre la renta ó en proporción al capital del contribu-
yente, en los Estados, ciudades y distritos parroquia-
les. No hay monopolio alguno, si se exceptúa el de
unos lechos de fosfato, valiosos como abono para las
tierras, en la Carolina del Sur, y el arrendamiento, sin
monopolio, de unas vertientes saladas en el Estado de
Nueva York.
De las contribuciones voluntarias no se lleva cuen-
ta especial, como puede comprenderse; pero son de una
importancia muy digna de llamar la atención. LaS'
universidades, colegios, escuelas de enseñanza pro-
fesional, museos, bibliotecas, academias de Bellas Ar-
tes; parques públicos, plazas, jardines, acueductos;
hospitales, hospicios, casas de asilo; estatuas, monu-
mentos conmemorativos, fuentes artísticas, etc., deben
gran parte de su existencia y conservación á donacio-
nes y legados, cuyo importe se calcula en no menos de-
dos millones de pesos anuales.
Entre las muestras de este gran espíritu cívico me-
recen citarse las donaciones hechas al Gobierno de la
Unión al principiar la guerra civil, en 1861, que en
menos de dos meses montaron, según mis recuerdos
de lectura en los periódicos de esos días, á más de vein-
te millones de pesos. Las suscripciones en favor de las
víctimas del incendio de Chicago en 1871, que pasa-
ron, en sólo los Estados Unidos, de cuarenta ó cin-^
cuenta millones de pesos. Los auxilios enviados de^
todos los Estados á los habitantes de Charleston con
motivo del terremoto de 1886, y á los de Jamestown
en el presente año después de la ruptura de la esclusa
Las deudas nacional y municipal 707
que sostenía un lago artificial. El célebre filántropo
Peabody solamente hizo en los últimos tres años de su
vida donaciones diversas para la educación de la gente
de color en el Sur, por más de dos ó tres millones de
pesos, y para diversos objetos en varias ciudades por
tres ó cuatro millones más.
Llenos de confianza en el porvenir, los americanos
no vacilan en descontarlo. El Gobierno Nacional de-
bía en 1865, al fin de la guerra de secesión, cerca de
S 3,000.000,000; pero ha pagado en monedas de oro los
intereses y más de las dos terceras del capital, á pesar
de haber tenido también papel-moneda circulante.
Hoy no pasa de $ 900.000,000 el monto de su deuda,
cuya amortización espera terminar para fines de este
siglo, pues se hace á razón de $ 80 á $ 90.000,0000 por
aflo, hasta pagando premio de 30 por 100 sobre el va-
lor nominal de los bonos de plazo no vencido. ¡Tanto
así son la plétora de su Tesorería y el crédito de que
disfruta en el mundo!
Los Estados debían en 1880 $ 234.000,00"0
Los condados y municipios (1) 124.000,000
Las ciudades, los distritos (townships)
y los distritos escolares (2) 698.000,000
De suerte que la deuda total de los Estados Uni-
dos ascendía á dos mil millones de pesos.
(1) La reunión de varios distritos para objetos judiciales 6
administrativos forma un condado en unos Estados, en otros
un municipio.
(2) Además de Estados, condados, ciudades y pueblo'?, hay
distritos escolares, organizados para la mejor administración de
las e-cuelas primarias, y á cargo de comisionados especiales en-
cargados únicamente de este ramo.
CAPITULO XXXVI
PROBLEMAS AMERICANOS
Conservación de la integridad de la Unión. — La raza negra. —
A.nexación del Canadá. — Conquistas ó adquisiciones de nue-
vos territorios en México y la América Central.
Entre las cosas que atraen la atención del via-
jero en los Estados Unidos, los monumentos que
recuerdan la formidable guerra civil de 1861 á 1865
son una de las principales. A la entrada de la calle
de San Carlos, en Nueva Orleans, se tropieza con
una estatua de bronce del General Lee, General en
Jefe del Ejército Confederado de Virginia, y luego en
dos de los cementerios principales, columnas de gra-
nito, expresivas de adhesión orgullosa á la causa ven-
cida, sostienen estatuas conmemorativas de los solda-
dos confederados de Luisiana que murieron defen-
diendo la causa de la secesión. Al pasar los límites de
la antes tierra de esclavitud aparecen los monumentos
de Lincoln, Grant, Farragut y otros jefes de los ejér-
citos que sostuvieron la integridad de la Unión; los ce-
menterios federales, y el monumento de Gettysburgli,
Huellas de la guerra de secesión 709
que conmemórala gran victoria del Norte. Procuran-
do darse cuenta de la división actual de los partidos,
encuentra el observador que los separa la misma
línea geográfica que dividía las líneas de los ejércitos
durante la guerra civil: el Sur, sólido de una parte;
el Norte, el Noroeste y el Oeste, compactos, de la otra;
vacilante é indeciso el Centro, exactamente como apa-
recían antes de la guerra. Indagando cuál es la dispo-
sición de los partidos con relación á la raza antes escla-
va, se encuentra en el periodismo la expresión franca
de una resistencia tenaz á reconocerles derechos polí-
ticos en los Estados del Sur, y tendencia — muy poco
enérgica á la verdad — á protegerla en el ejercicio de
tales derechos entre los hombres de estado que enca-
bezan el sentimiento popular en los del Norte.
A juzgar por estas señales, por los recuerdos de en-
carnizamiento de la lucha y por el espíritu de prefe-
rencia á la causa de los Estados sobre la causa nacio-
nal, de que todavía da muestras el Sur, en contraposi-
ción al sentimiento de amor á la Unión, dominante
en los del Norte y del Oeste, creyera uno que el fuego
está encubierto debajo de la ceniza, y que cualquier
día, á un soplo de las cóleras de partido, pudiera pren-
der otra vez la llama de la separación entre las dos
secciones.
lía historia de la primera formación de los parti-
dos en los Estados Unidos pudiera contribuir á refor-
zar este concepto. En los primeros días de la Indepen-
dencia, Washington y sus amigos juzgaban preferente
á toda otra idea política fortificar el sentimiento na-
cional, aumentar la influencia del Gobierno de la
710 Oriyen de los partidos políticos en ]}forte América
Unión y establecer como interés preponderante el de
la integridad de la República, en el caso de encontrar-
se en conflicto con el interés local de los Estados. A
esta idea pareció afiliarse la mayoría de la opinión en
los de Nueva Inglaterra y del Centro. Jeíferson y sus
amigos siguieron otro camino. Temerosos de que la
organización de un Gobierno Nacional demasiado vi-
goroso pudiese atentar á las libertades individuales de
los ciudadanos, juzgaron garantía mejor de la conser-
vación de éstas mantener en toda su fuerza el espíritu
local reinante en las antiguas colonias inglesas, y
establecer como punto de partida que el patriotismo
debía obediencia y amor primordial al Estado y tan
sólo en segundo lugar á la Unión. A esta interpreta-
ción de los deberes cívicos se adhirieron Virginia, el
más fuerte entonces de la reciente nacionalidad, lla-
mada por antonomasia la madre de los Estados y de los
hombres de Estado^ y todos los demás situados al Sur
del Potomac.
Los intereses de la esclavitud, en seguida, vinieron
á reforzar esta idea peligrosa en el corazón de los gran-
des plantadores dueños de esclavos, que constituían
la clase gobernante en esa sección. Desde que en la
mayoría de los Estados del Norte fue decretada la ma-
numisión de los esclavos, en el Sur se sospechó que la
idea abolicionista no tardaría en aparecer como un
elemento destructor de su prosperidad y su influen-
cia política. En previsión de que el Gobierno gene-
ral, entonces patrimonio de los hombres del Sur, pu-
diese pasar á manos de los del Norte, juzgaron ne-
cesaria poner la institución de la esclavitud bajo la
La esclavitud y la libertad 711
jurisdicción exclusiva do los gobiernos locales, y de
aquí surgió la famosa teoría déla Solerania de los Es-
tados, ardorosamente sostenida por Calhoun, origen
de tanta controversia y dificultades allá, así como de
no poca anarquía y guerras civiles en Colombia y en
las demás Repúblicas federales de la América españo-
la, adonde se propagó por imitación demagógica.
Una vez enfrentadas las dos ideas de esclavitud y
de libertad, el pensamiento de la lucha, quizás el de
la separación do las dos fracciones del territorio, em-
pezó á preparar materiales para el día del conflicto
supremo. No es imposible que la invasión al Canadá,
ejecutada durante la guerra de 1812, hubiese tenido
entre sus causas determinantes la idea de extender en
esas regiones el territorio libre de la Unión; pero sí
es indudable que la adquisición de la Florida, el auxi-
lio prestado á la separación de Tejas de la nacionali-
dad mexicana eti 1835 y 1836, y la anexación poste-
rior de ese territorio en 1845 y 1846, se debieron al
fuerte interés de los dueños de esclavos por extender
los límites de su influencia con la creación de otros dos
Estados participantes de sus mismas ideas. El combate
entre los dos principios se mantuvo en campo cerrado
desde 1820. En ese año las fuerzas contendientes se
componían, por un lado de los once Estados de Ver-
mont, New Hampshire, Connecticut, Rhode Island,
Massachussets, Nueva York, Pensil vania, Nueva Jer-
sey, Ohio, Indiana é Illinois, que yá habían abolido la
esclavitud; y del otro los once de Delaware, Maryland,
Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Geor-
gia, Kentucky, Tennessee, Alabama, Mississippi y
712 Equilibrio de las fuerzas rivales
Luisiana, que la mantenían. La creación de Maine
en ese mismo año-, por desmembración del de Massa-
clinssefcs, dio un voto de mayoría á la causa de la li-
bertad, que los Estados del Sur compensaron con la
admisión de Missouri, favorable á la esclavitud en
1821. Yá la admisión de este último había dado ori-
gen á debates apasionados que parecieron poner en
peligro la integridad de laEepública, pero que fueron
calmados por el célebre Co'mpro7niso de Missouri; en
el cual se zanjó por lo pronto la dificultad con la adop-
ción del paralelo 36° 30' como último límite adonde
pudiera extenderse la esclavitud en el Oeste. Los dos
partidos parecieron contentarse con un equilibrio de
sus fuerzas respectivas estrecbamen te mantenido. En
1836 la incorporación de Arkansas, con esclavos, fue
compensada en 1837 con la de Michigan, como territo-
rio libre, y las de Florida y Tejas en 1845, con las de
lowa y Wisconsin en 1846 y 1848. Así pues, desde el
origen de la nacionalidad el Sur y el Norte aparecie-
ron como fracciones esencialmente antagonistas, á
quienes sólo un perfecto equilibrio podía mantener
en paz.
Empero, las adiciones sucesivas de los Estados li-
bres de California en 1850, Minnesota en 1858, Ore-
gón en 1859, y la próxima de Kansas en 1861, rom-
pían ese equilibrio y anunciaban la hora del desenlace.
Era imposible mantener por más tiempo la fuerte
tensión de las pasiones comprimidas; el Sur apeló á
Id decisión de la espada; el fallo de ésta le fue adver-
so; la esclavitud fue abolida, y veinticinco años de
muerte para ésta han puesto un sello definitivo á esa
Ruptura del equilibrio 713
solución. La esclavitud no sería revivida allí aun.'
cuando los Estados Confederados tornasen á levantarse
del sepulcro y conquistasen su independencia. En
vista de sus grandes progresos actuales, comprenden
no tan sólo la inutilidad de esa institución para el
desarrollo de sus riquezas, sino el peligro que trae
consigo la existencia de dos razas entre quienes dese-
mejanzas físicas son obstáculo á su fusión, y que, man-
teniéndose separadas, tienen que llegar á sei* enemigas;
peligro grave separado el Sur del resto de la Confede-
ración, insignificante mientras permanezca en ella.
La antipatía entre el Norte y el Sur era obra ex-
clusiva de los grandes intereses fincados en la escla-
vitud. La enemistad verdadera existía únicamente
entre los dueños de esclavos, por una parte, y los
predicadores de la abolición por la otra: enemistad
sostenida en los unos por un interés monetario, en los
otros por una convicción filosófica: extendida en una
y otra parte al resto de la masa de los habitantes por
esa solidaridad inconsciente que suele establecerse den-
tro de unas mismas líneas geográficas por la comuni-
dad de otros muchos intereses; pero enemistad que,
como la luz reflejada, no puede tener la intensidad
ni la duración que el foco primitivo de donde procede.
Destruida la esclavitud, reemplazada con el trabajo
libre de los blancos y el de los manumisos mismos, sus-
tituido en la organización de las industrias el sistema
de grandes plantaciones por el de pequeñas labranzas,
dividida yá entre muchas manos la propiedad territo-
rial antes concentrada en pocas, — los intereses nuevos,
en lugar de ser hostiles á los de los Estados del Norte,.
714 Aumento del desequilibrio
les son homogéneos y aun simpáticos. Delante de
-ellos toda esperanza de renacimiento para la esclavi-
tud es ilusoria: el origen de la discordia no existe yá,
pues, y el odio de otros tiempos cederá el campo al
sentimiento histórico de comunidad de origen, intere-
ses y destinos.
Aparte de estas consideraciones morales, que son
las que deciden el sentimiento y el modo de obrar de
las poblaciones, la posibilidad material de renovar la
lucha es menor, á causa de la desigualdad cada día
mayor entre la población y los recursos de los com-
batientes.
En 1820 la Unión tenía 9.600,000
De ellos en los Estados libres 5.200,000
_ _ _ esclavos 4.400,000
En 1860 alcanzaba la Unión á 31.400,000
Los Estados del Norte 18.000,000
_ _ —Sur 13.400,000
En 1880 la población total
subía á r,0.000,000
Los Estados del Norte 32.000,000
_ _ —Sur 18.000,000
En 1890 (aproximación) los
Estados Unidos 65.000,000
Los del Norte 42.000,000
— —Sur 23.000,000
En 1820 el Norte sobrepujaba en población al Sur
en menos de 20 por 100
En 1860 la ventaja era yá de 40 por 100
En 1880 de 50 por 100
En 1890 de 85 por 100
Armoiiía entre las dos regiones 715
Y si de la población de los Estados del Sur se de-
ducen 8.000,000 á lo menos de raza africana, que de
ningún modo favorecerían la causa de la secesión, los
términos serían 42.000,000 contra 15, y la superioridad
del Norte sería de 400 por 100.
La idea de la separación ha muerto, pues, en el
Sur, y con ella la teoría de la soberanía de los Estados
y de la primacía de obediencia y fidelidad al Gobierno
de éstos. Un siglo de prueba ha demostrado que los
derechos individuales nada tienen que temer y sí mu-
cha protección que esperar de la supremacía nacional.
El Potomac ha perdido su significación como línea
divisoria de dos pueblos distintos en su constitución
social y sus aspiraciones políticas. La generación que
alimentaba esas discordias va desapareciendo, y con
ella hasta la memoria de esa enemistad pasajera. En-
tre la parte alta y la baja del valle del Mississippi no
caben fronteras. El comercio libre al través de ese in-
menso territorio es el primero de los bienes de que
disfrutan sus habitantes. Los ríos y los ferrocarriles,
que de Norte á Sur cruzan esos inmensos espacios, es-
tablecen todos los días una relación, una penetración
recíproca de ideas, intereses y afecciones yá imposible
de romper. Los sobrevivientes de los vencedores y los
vencidos de Gettysburgh se dieron yá un abrazo de
paz en el suelo en que veinte años antes corrió
unida la sangre de unos y otros. Quizás más bien no
muy tarde el Sur será Norte y el Norte será Sur:
quiero decir que los antes mantenedores del privilegio
y de la desigualdad en el Sur, serán ahora los campeo-
nes del libre cambio, los defensores del comercio sin
716 Prohlema de la raza africana
trabas entre todos los pueblos; y los antes abolicionis-
tas del íí'orte, los fabricantes millonarios de Nueva
Inglaterra y de los Estados centrales, los potentados
que pretenderán el derecho exclusivo de vender sus
telas á los consumidores del resto del país.
Pero ¿qué será de la raza africana una vez que
sus antiguos amos puedan prescindir de ella en sus
trabajos y consideren su presencia como un peligro 6
simplemente como un lunar que afea, en su concepto,
el conjunto de la civilización á que los blancos as-
piran?
Para mis lectores colombianos esta pregunta pue-
de parecer ridicula, pues entre nosotros, como en
todos los países latinos, la raza negra ha seguido vi-
viendo, después de abolida la esclavitud, en términos
de amistad, ó por lo menos sin ser objeto de antipa-
tía por parte de los blancos. Las relaciones entre las
dos razas, sobre todo en los pueblos de origen español,
son muy antiguas y empiezan á ser, si no son del todo,
armoniosas, porque la fusión de ellas empezó en Espa-
ña desde la invasión de los árabes, y en Sur América
desde el origen mismo de las colonias españolas; pero
en los pueblos anglosajones el caso es distinto. En los
Estados Unidos, sobre todo, la idea de la superioridad
inmensa de la raza blanca sobre la de color, está tan
profundamente arraigada, que, con excepciones, por
supuesto, el negro inspira al blanco sentimientos d&
antipatía, trocados casi en rencor después de la eman-
cipación. Una reforma de la Constitución adoptada
en 1865 y 1866 concedió á los negros derechos civiles
Protegida en un 'prinoipio por el Gobierno 717
y políticos iguales á los de los blancos; pero esta re-
forma, principalmente en lo que se refiere á la fran-
quicia electoral, ha veiiido á ser letra muerta en la
práctica.
En los primeros años que siguieron á la emanci-
pación, el Gobierno Federal mantuvo guarniciones en
los Estados del Sur y una Oficina de manumisos
{Freedmen Burean) con el objeto principal de proteger
á éstos en el libre ejercicio de sus derechos, de darles
acceso á la educación en his escuehis y de facilitarles
medios de abrirse carrej-a en los trabajos que estaban
á su alcance. Esto exigía un pie de fuerza permanente
superior al que los americanos del Norte conside-
ran compatible con la forma republicana, y en las re-
bajas que sucesivamente decretó el Congreso de la
Unión se hizo imposible conservar las guarniciones, y
sin éstas tampoco pudo funcionar la institución pro-
tectora de que acabo de hacer mención. Mientras exis-
tieron en el Sur fuerzas del Norte, al abrigo de ellas y
del aniquilamiento del partido demócrata, en los pri-
meros años después de la guerra, la reconstitución de
los Estados vencidos pudo hacerse con el sufragio de
los manumisos y el de votos de blancos simpáticos á
éstos, dando á los hombres de color una generosa par-
ticipación en los destinos públicos. Los gobiernos de
los Estados eran, en lo general, presididos por hombres
del Norte, poco ó nada conocedores de los intereses y
sentimientos de esos Estados; hombres á quienes las
poblaciones acusaban, con razón ó sin ella, de ser
meros aventureros, sin más equipaje ni más títulos
que un saco de noche y el espíritu de intriga suficiente
718 Los " carpet-haggers "
para buscar fortuna en el gobierno de los pueblos
del Sur. De aquí el sobrenombre de Gobiernos de
cafpet-'baggers con que loa bautizó la antipatía de sus
gobernados, agregando á este apodo las acusaciones
de ineptitud y de espíritu concusionario dispuesto á
las operaciones más inmorales, á trueque de encontrar
en ellas una retribución pecuniaria. Algunos de esos
hombres de color, sacados repentinamente do la situa-
ción más abyecta al ejercicio de altas funciones polí-
ticas, dieron muestras inesperadas de inteligencia poca
común; pero, según parece, — semejantes á los anti-
guos espartanos, á quienes una vida de austeridad
obligatoria no pudo enseñarles el desprecio del dinero
y de los placeres del lujo que á manos llenas les ofre-
cieron los sátrapas persas, — los manumisos mostra-
ron poca probidad en el manejo de los negocios pú-
blicos que se les confiaron. Observación que puede
hacerse en todas partes y con todas las razas: la escla-
vitud degrada, corrompe el sentido moral del hombre.
La moralidad y la dignidad personal no se adquieren
sino en el medio ambiente de la libertad, y no en po-
cos días ni en pocos años, sino en el transcurso do
generaciones enteras. Las razas recién redimidas pue-
den ser físicamente robustas, pueden ser inteligentes;
pero la evolución moral es la última forma de regene-
ración que se produce en ellas.
Así parece haber sucedido en el Sur de la Unión.
Cayó en descrédito la participación de los hombres
de color en el Gobierno: volvió éste á manos de las
antiguas familias de raza blanca, y, como medio de
impedir cualquiera combinación que pudiera arreba-
Situación excepcional de la población negra 719
térselo, ya por la astacia, ora por la intimidación, el
negro ha sido alejado de las urnas electorales, aun en
aquellos Estados en donde, como en Luisiana, Missis-
sippi y Carolina del Sur, esttá en mayoría notable sobre
los blancos.
No es esto sólo: también se les rechaza de los ho-
teles, de los teatros, de los ómnibus y coches de Ios-
ferrocarriles, de las escuelas, de las iglesias y aun de
los cementerios de los blancos: su testimonio es des-
preciado en los juicios entre los blancos, y aun ciertos
delitos que entre éstos son á las veces mirados con
lenidad, en el negro son castigados con pena de
muerte, no impuesta siquiera con formas judiciales,
sino con el procedimiento sumario del Lynch laiü,
por medio de jueces, testigos y verdugos enmascara-
dos, cuya impunidad está siempre asegurada.
Más aún: algunos periódicos del Sur, alarmados
con la idea de que el partido republicano se propone-
adoptar medidas con el objeto de proteger á esa raza,
en el ejercicio del derecho de sufragio, expresan con
toda franqueza el sentimiento de que, al contrario,
debe constituírsela en estado notorio de inferioridad,
privándosela de derechos políticos, confinándosela á
determinados lugares insalubres, ó bien obligándosela
á emigrar otra vez al continente africano de donde
procede.
Estas últimas son, á no dudarlo, exageraciones de
cabezas acaloradas. Según he podido juzgar, los hom-
bres públicos y los periodistas del Sur están dividido»
á este respecto en tres pareceres:
1.° El de adoptar medidas activas para educar y
720 Opiniones acerca de ella en los Estados del Sur
-civilizar la raza negra, proporcionándole escuelas nu-
merosas, y creando ó subvencionando establecimientos
industriales de que los africanos puedan llegar á ser
dueños exclusivos mediante su laboriosidad, conducta
moral y espíritu de economía. Los partidarios de este
sistema no juzgan necesaria ninguna restricción de
los derechos civiles y políticos, y confían en que la
mejor educación los hará ciudadanos útiles en todo
sentido.
2.° El de negarle decididamente toda participa-
-ción en la política y considerarla á perpetuidad como
«na raza inferior, únicamente consagrada á servir de
instrumento de trabajo á la raza blanca.
Citaré las palabras de un hombre de Estado, del Sur,
actualmente Senador de la Unión, Mr. J. B. Eustis,
palabras que traduzco de un artículo publicado en
27ie Forum de Nueva York, en Octubre de 1888:
"La corriente del golfo, ese río dentro del Océano con su
-corriente propia y sus aguas de más alta temperatura, no está
más distintamente separado del Océano que la raza negra de la
familia humana, aunque sea una rama de ella. Esta separa-
ción, esta falta total de posibilidad de asimilación, este extra-
ñamiento social produce un sentiaiiento de antipatía ó cuasi
hostilidad entre las dos razas, tanto en el Norte como en el
Sur; con la sola diferencia de que, siendo más numerosos los
negros en la última de estas secciones, las manifestaciones de
ese antagonismo son inevitablemente más frecuentes y carac-
terizadas por una intensidad de más serios resultados, porque,
cualquiera que sea la provocación, ambas razas la consideran
como un mero incidente en la lucha por la supremacía y la
dominación.
"Esta es necesariamente la desgraciada condición de un
país habitado por tales dos razas tan distintas y antagonistas.
Pueden gozar de largos períodos de calma y de paz ; pero cual-
quier incidente imprevisto, político, religioso, de educación ó
-social, puede en un momento levantar el odio y conmover toda
ia sociedad en un terremoto de razas en conflicto."
" Si en el Sur ha habido pocas violencias ó derramamiento
Exaínen de esas opiniones 721
de sangre, se debe al hecho de que desde el principio de cual-
quier trastorno los blancos se han mostrado resueltos á ense-
ñar á los negros que la destrucción de propiedades y el asesi-
nato de mujeres y niños no sería tolerado de modo alguno.
Corsecuencia de esta política inflexible (sfern polícy) ha sido el
reinado de la paz y la quietud en el Sur, y que ambas razas
hayan vivido por años enteros en términos amigables y satis-
factorios."
" El negro puede vivir, prosperar y ser feliz bajo el Go-
bierno, de los blancos; pero el blanco jamás podrá serlo bajo
el Gobierno de los negros.
" Si la inferioridad es la suerte de los negros, más bien que
apelar al favoritismo político del Gobierno federal ó á las sim-
patías de los filántropos del Norte, su deber es confiar implí-
citamente en la magnanimidad de sus conciudadanos blancos
del Sur para que los traten con la justicia y la generosidad
debida á su condición infortunada."
3.° El de confinarla á una región exclusivamente
destinada para ella en el Sur, en donde forme otra
organización política dependiente y bajo la protec-
ción de los Estados Unidos. O bien transportarla nue-
vamente al continente africano.
Se comprende que lo último es moral y material-
mente imposible, y que si no lo fuera y se llevase á
cabo, sería uno de los más negros crímenes que un
pueblo cristiano y civilizado pudiera cometer. La raza
africana no vino á este continente por su propia vo-
luntad: fue traída con violencia, empleada en la pres-
tación de los más útiles servicios á la riqueza y civili-
zación de los Estados del Sur: devolverla, pues, á las
regiones en donde impera el salvajismo, sería un acto
que la lengua humana no tendría adjetivo con qué
calificar. No sólo sería un crimen, sería un suicidio
para la raza blanca, la cual carecería de los brazos
necesarios para cultivar sus campos y ejecutar todos
los trabajos que requieren resistencia contra el clima
46
722 Progreso realizado por la población africana
y fuerza física superior. El Sur se tornaría en un
desierto: sería la expulsión de los Árabes en España.
La segunda de estas alternativas equivaldría al
restablecimiento puro y simple de la esclavitud, á
hacer estériles los sacrificios que costó aboliría: solu-
ción que los Estados del Norte, mucho más fuertes
hoy que en 1861, no consentirían jamás.
La primera de ellas es, pues, la única posible, la
que está en la corriente natural de los sucesos y la
que, sin necesidad de medidas violentas por parte del
Gobierno federal, será al fin adoptada, como ha em-
pezado yá á serlo con el concurso do algunos de los
mismos antiguos campeones de la esclavitud, entre
ellos el General Wade-Hampton, Gobernador de la
Carolina del Sur hace pocos años.
La raza negra no ha mostrado, por otra parte,,
condiciones que puedan hacerla considerar incapaz de
llegar á la civilización: antes bien, ha desmentido el
pronóstico de sus enemigos, de que, una vez libre, se
entregaría a la ociosidad y á los crímenes. Ha acep-
tado el trabajo y consagrádose á él con no poco buen
éxito. Según he leído en periódicos americanos, se
calcula que sus ahorros, invertidos en su mayor parte
en la adquisición de tierras en propiedad, pasan ac-
tualmente de dos mil millones de pesos, tanto como
la quinta ó cuarta parte de la riqueza de los Estados
del Sur; se dice que publica doscientos cincuenta pe-
riódicos, y que sostiene un gran número de escuelas
privadas para educar los niños de su raza.
El problema es temeroso, sin embargo. Antes que
las dos razas se resuelvan á considerarse iguales, poli-
El Qobierno se considera obligado d protegerla 723
ticamente hablando, ó más bien antes que el blanco
aprenda á prescindir de sus manifestaciones de des-
precio y antipatía por los negros, transcurrirán largos
años de inquietud y aun tal vez de peripecias san-
grientas. El Gobierno Federal se considera obligado
á proteger á los oprimidos, á hacer efectivas las ga-
rantías que á éstos concede la reforma xiv de la
Constitución nacional, y esta tarea es una de las más
difíciles y com])licadas que pueden darse. Para lle-
yarla á cabo sería necesario establecer en el Sur tri-
bunales y funcionarios nacionales, sostenidos por fuer-
za armada, y eso implicaría una modificación profun-
da en la naturaleza de las instituciones fundamentales
del país; exigiría la intervención del Gobierno na-
cional en la administración municipal de los Estados.
De aquí surgirían motivos de fricción entre una y
otras entidades, en las que la nacional pudiera no ser
la más fuerte, pues en los Estados mismos del Norte
tampoco se miraría con buenos ojos esa intervención.
Esta dificultad social se complica con los intereses
políticos y puede precipitar algún conflicto. Si el
partido republicano llegase á necesitar del sufragio de
los negros, naturalmente más adictos á los que fueron
sus libertadores que á los demócratas, sus antiguos
amos, esta eventualidad podría conducir á medidas
de protección intempestivas y aun marcadas de exa-
geración, como lo son casi siempre las que parten de
pasiones ó intereses de partido, y las consecuencias
no serían de fácil previsión. Esa eventualidad, que
hoy no parece próxima, surgiría ineyitablemente si
en la balanza política los Estados del Oeste se incli-
724 La fusión de las dos razas
uaseii al partido demócrata, porque entonces los repu-
blicanos necesitarían formarse mayorías en los del
Sur, las cuales sólo del concurso de la raza negra po-
drían esperar.
La única solución radical del problema es, á mi
ver, la fusión de las dos razas: fenómeno que hoy pa-
rece muy distante, pero que la civilización de la que
hoy es inferior acercará. Contra los negros ricos,
educados y en posición independiente, no habrá la
misma repugnancia mostrada hoy por la- pobreza, la
abyección y el desaseo en que viven. Si la paz y el
orden llegasen á fundarse en las Eepúblicas de Santo
Domingo y Haití, las necesidades del comercio ame-
ricano obligarían á prestar á los habitantes negros de
esa isla más consideración y simpatía de las que hoy
se conceden á los de los Estados del Sur. Si en alguna
guerra en que los Estados Unidos se viesen envuel-
tos, la raza negra manifestase el valor y la lealtad
que tan alto puesto le valió en la de la independencia
colombiana, esas cualidades la ennoblecerían á los
ojos de los más preocupados. Si algún día llegase á
la posesión del sufragio, y su concurso fuese necesario
para obtener el triunfo de ideas ó intereses sostenidos
con pasión, el espíritu de partido no consentiría en
suicidarse y miraría como más pequeñas las diferen-
cias físicas que hoy le parecen enormes, á trueque de
las mayorías que esa raza pudiera proporcionarle.
Cuando trabajen unidos en unos mismos talleres, unos
mismos surcos y unas mismas minas el blanco y el ne-
gro, la comunidad de trabajos y esperanzas romperá
las valias mantenidas antes por la incomunicación y
la desigualdad de condiciones sociales.
Pensamiento de adquiHción de nuevos territorios 725
Hay más: el día en qne los Estados Unidos consi-
deren necesario intervenir en las cuestiones de la Amé-
rica tropical por medio de las armas, esa raza les dará
un elemento militar muy superior al que tendrían
con ejércitos reclutados exclusivamente entre los
blancos: consideración que por sí sola bastaría para
hacerles comprender que esa diversidad de colores en
su población es un complemento de su poderío y de
su influencia futura sobre los destinos de este conti-
nente. Los ingleses han dado yá el ejemplo empleando
en el Egipto sus cipayos de la India, y los americanos
no tardarán en seguirlo, sirviéndose de sus africanos
en las Antillas, México, la América Central ó el
Brasil.
Pocos serán los americanos que juzguen defini-
tivos los límites actuales de su territorio nacional.
La extensión indefinida de sus dominios es entre
ellos, como entre los Romanos de ahora veinte siglos,
una de las visiones de lo que juzgan ser su destino
manifiesto. Aunque sólo tienen poblada y cultivada
menos de la quinta parte de sus tierras, y aunque en
esa misma quinta parte pudiera caber una población
cinco veces mayor que la actual, parecen sentirse es-^
trechos en esa inmensidad, y empiezan á dirigir sus
miradas al Norte y al Sur en busca do nuevas adqui-
siciones. La anexación del Canadá es hoy yá uno de
los temas de discusión en sus periódicos. Y esa ad-
quisición, si la lograsen, duplicaría su territorio (1),
[1] El Canadá se extiende en 360,000 leguas cuadradas.
726 Miradas Jiaoia el Canadá
aumentaría en cinco ó seis millones el número de sus
habitantes y dejaría libre su espíritu de la enojosa
vecindad de una fuerte potencia europea.
Aparte de e.stos motivos, el último de los cuales
es, como puede comprenderse, el de más peso en el
pensamiento de los hombres de estado, los america-
nos desearían esa incorparación: 1.° Para dar á las
densas poblaciones de su Nueva Inglaterra, cuyo suelo
es comparativamente estéril, otros contiguos y de cli-
ma homogéneo en donde establecerse, pues los del
Oeste hasta las vertientes del Missouri, están apro-
piados casi en su totalidad, y los que se prolongan
desde los Montes Rocallosos hasta el Pacífico, son es-
casos de aguas y de difícil cultivo.
2.° Para evitarse competencia europea en los mer-
cados del Asia. Los Estados unidos vendrían á quedar
más cerca de la China y el Japón por la vía del Pací-
00, que los países europeos por la del Mediterráneo y
el Océano índico.
3.° Para ahorrar la necesidad de cubrir una fron-
teiia terrestre de 1,000 leguas desde el río San Loren-
zo hasta la isla de Vancouver.
4.° Para extender en esas regiones el mercado de
los productos americanos, hoy disputado por la Gran
Bretaña en más de la mitad de los consumos.
5.° Para hacer la adquisición de los extensísimos
é inagotables bosques del Canadá, ricos en maderas
de construcción terrestre y naval, cuya escasez para
tin día no muy lejano, se empieza á temer en los Es-
tadoíí del Korte.
6." Para dar á sus poblaciones marítimas una zona
Composición de la población canadiense 727
de costas más extensa, en donde ejercitar la industria
de la pesca, hoy disputada y embarazada por la polí-
tica del Gobierno canadiense.
Por ahora el Gabinete de Washington y la opinión
popular están muy lejos de alimentar la idea de obte-
ner la anegación por la fuerza; pero esperan que con
el transcurso del tiempo, — con el extenso mercado
que los Estados Unidos abrirían á los productos cana-
dienses; con el ejemplo de un gobierno republicano
más simpático á los ojos del pueblo; con el aliciente
de eliminar empleados superiores de origen extranjero
en el manejo de sus negocios públicos; con la ventaja
de no participar en nada de las complicaciones á que
pudiera arrastrarlos la política exterior de la metró-
poli,— esperan, digo, que la opinión de los pueblos se
forme en el sentido de su agregación á los Estados
Unidos, caso en el cual éstos no vacilarían en acep-
tarla, ni la Gran Bretaña se obstinaría quizás en con-
.trariarla por la fuerza.
La composición de la población canadiense, según
su origen, parece autorizar la esperanza de esta solu-
ción. Es la siguiente, según el censo de 1881, cuando
sólo era de 4.o24,810 habitantes el guarismo total.
De origen francés 1.298,929
— inglés..: 881,301
— irlandés 957,403
— escocés 669,863
— alemán 254,319
— holandés . , 30,412
Y el resto de diversas nacionalidades europeas quo
tienen yá en los Estados Unidos intereses y números
.muv considerables.
728 Organizacdón política del Canadá
Se ve en la distribución anterior que las dos terce-
ras partes de la población se componen de elementos
— francés, irlandés, alemán, — probablemente con más
afinidades por la Eepública americana que por la metró-
poli inglesa. A lo cual se agrega que en los Estados
Unidos existe una inmigración canadiense de cerca de
un millón de personas, que son prueba evidente de la
preferencia que allí se alimenta por los Estados Uni-
dos, y otras tantas voces que llaman á sus antiguos-
conciudadanos á seguir su ejemplo.
La misma población de origen inglés y escocés pu-
diera no ser muy adicta á la Gran Bretaña, como la
hace sospechar su emigración misma del suelo nataL
En Inglaterra no ha dejado de considerarse la posi-
bilidad de ese movimiento. Aleccionados sus hombres
públicos por la experiencia de la revolución de las trece
colonias en el último cuarto del siglo pasado, han con-
cedido á las que hoy conservan todas las libertades
compatibles con su carácter de dependencias. Para
despertar en ellas un sentimiento cuasi-nacional que
sirviese de obstáculo á la idea de incorporarse en otra
nacionalidad, formaron en 1867 una Confederación^
— compuesta de las siete provincias de Ontario, Que-
bec, Nueva Escocia, Nueva Brunswick, Manitoba^
Colombia Británica (en el Pacífico) y la isla del
Príncipe Eduardo, administrada por un Gobernador
General nombrado por el Gobierno inglés, dos Cáma-
ras— con miembros vitalicios la una, y renovable cada
cinco años la otra, — elegidas ambas por sufragio popu-
lar. Es dudoso, sin embargo, sien vista de la autono-
mía perfecta de que gozan los Estados en la República.
Actitud del Gobierno inglés 729
vecina, de la ausencia de aristocracias y clases privi-
legiadas, es dudoso, digo, si los canadienses seguirá»
dando preferencia á ser subditos de la Corona britá-
nica, más bien que ciudadanos de una poderosa Repú-
blica. El hof'ho es que tanto en la orilla Norte de los
grandes lagos y del río San Lorenzo, corno en la ri-
bera sur, suena la palabra *'anexación."
La actitud del Gobierno inglés en presencia de
este movimiento es difícil de calcular. A primera
vista parecería que la distancia de esas colonias, la
complicación de sus variadísimas cuestiones en diver-
sas partes del mundo, — como las del home rule en Ir-
landa á sus puertas mismas; la de su dominación en
la India, constantemente amenazada por la marcha
invasora de la Rusia en el Asia central; la de sus co-
lonias en Áfrico, que empiezan á ser disputadas por
los alemanes; las de sus numerosas pequeñas colonias
en todos los mares, que quedarían á merced de sus
enemigos; los intereses de su inmenso comercio por
todos los extremos del mundo, que requieren protec-
ción especial: — todo eso haría creer que la Gran Breta-
ña trataría, por todos los medios imaginables, de evi-
tar un conflicto con la poderosa República americana,
haciendo de la necesidad virtud. Empero, sus recursos
son tan colosales, el orgullo de su aristocracia tan in-
domable, el patriotismo del pueblo inglés tan probado
en ocasiones no menos solemnes, — que no se podríar
tener mucha conñanza en que un acontecimiento de
esa magnitud pudiese pasar sin una guerra desastrosa
para ambos países.
Los americanos no dejan de comprenderlo así, y sólo
730 La anexación será obra tardía
se resolvería su Gobierno á entrar en esa aventura, en
e\ caso de que la gran mayoría del pueblo canadiense
mostrase con hechos indudables una decisión perfecta
á la incorporación, porque sólo en este caso el dere-
cho público de las naciones estaría de su parte, y po-
dría despertar menos susceptibilidades entre las de-
más potencias, alarmadas á la vista de ese trastorno
del equilibrio internacional. Los Estados Unidos,
además, carecen de fuerzas navales, tienen costas in-
defensas de grande extensión, ricas y populosas ciu-
dades en el litoral, expuestas á ser reducidas á ceni-
zas por las escuadras inglesas; y sus hombres de Es-
tado temen, más que todo, la necesidad de crear, en
grandes ejércitos y la aparición de un espíritu militar
en sus masas, un elemento perturbador de sus institu-
ciones libres, que podría atraer sobre el mundo la re-
aparición de la era de los Césares.
Así, la anexación del Canadá puede considerarse
como una posibilidad todavía distante, que sólo una
guerra general en Europa pudiera acercar. En ese
caso sí, los Estados Unidos se extenderían desde el
golfo de México hasta el Océano Polar.
¿Y las repúblicas de México y Centro América?
La anexión del Canadá á los Estados Unidos sería
la mera agregación de elementos de la misma natu-
raleza, dotados de condiciones de afinidad que no en-
volverían perturbación alguna en el desarrollo de unas
y otras poblaciones. Comunidad de lengua y de his-
toria, semejanza de instituciones, unidad de esperan-
Adquisiciones en territorio mexicano 731
zas y de género de evolución políticíi é industrial, son
circunstancias que concurren á facilitar la incorpora-
ción de uno en otro pueblo. No así respecto de los
países de origen indígeno-americano y español, se-
parados de las tribus americanas del Norte desde al-
gunos siglos antes del descubrimiento de este conti-
nente, é iniciados á la civilización europea con siste-
mas enteramente distintos de los que sirvieron de
base á la colonización inglesa. Lo primero es la mez-
cla de dos cuerpos de igual naturaleza; lo segundo,
sería la de elementos de composición química diversa,
llamada á producir reacciones muy distintas.
En contradición de esta idea no pudiera citarse el
ejemplo de Tejas, que incorporado en la Unión, lia
desarrollado una prosperidad inesperada. Tejas fue
desde un principio un grupo de población heterogénea
para México. Su primera colonización fue de origen
francés; no tenía población indígena digna de ser
tomada en cuenta por su numero; fue poblada des-
pués por colonias americanas del Norte que tomaron
«na parte considerable con l-i indígena en la lucha
por la independencia contra el Gobierno español; y
en 1833, cuando principió la guerra civil con México,
el elemento norteamericano igualaba, á lo menos en
número, y sobrepnjabí en riqueza é ¡nfluenoia al
mexicano, por lo cual éste pudo sor fácilmente elimi-
nado después.
La adquisición de ese territorio no puede, en con-
secuencia, servir de base para juzgar de las dificulta-
des que tendría la del resto de la nación mexicana:
hecho que sólo pudiera realizarse por medio de la
732 Composición de la población mexicana
conquista y después de una guerra, larga, sangrienta y
destructora de la riqueza actual.
La República mexicana ocupa una superficie de
algo más de 80,000 leguas cuadradas, con poco menos
de 12.000,000 de habitantes (pues el censo levantada
en 1882 le dio 10.448,000). En 1874 tenía 9.343,000,
de suerte que en ocho años tuvo un aumento de
1.105,000, que equivale á 1^ por 100 por año. La
población se distribuye así, según el cómputo de la
estadística mexicana:
Blancos de raza pura ó
casi pura 2.500,000
Mestizos de blanco é in-
dio ... 5.500,000
Indios puros. 3.500,000 11.500,000
No hay allí raza africana, y se dice que los indios
de raza pura disminuyen notablemente, bien porque
las actuales condiciones políticas é industriales na
son favorables á su multiplicación, ora porque en su
constante cruzamiento con la raza blanca, pierde su
carácter original. Es probable que la ignorancia
y la pobreza en que aún se halla sumida serán
causas activas de esterilidad por una parte y de ma-
yor mortalidad por la otra, en comparación con la
blanca y la mestiza provistas de mejores medios de
subsistencia.
La riqueza general es considerable, pues se estima
la sola propiedad raíz, en publicaciones oficiales de
1883, en $ 3,549.000,000. Suponiendo tan sólo un
20 por 100 más por la riqueza mueble, el total mon-
taría á I 4,200.000,000, que dan cerca de $ 350 por
Riqueza mexicana 733
cabeza de población. Teniendo en cuenta la composi-
ción de la población mexicana y la frecuencia de sus
guerras civiles desde 1810 para acá, me permito juz-
gar algún tanto exagerada esa avaluación.
Sin embargo, la producción mexicana en sólo el
departamento de Agricultura se estimó, en 1883, en
$ 177.451,000, siendo los principales factores de esta
suma:
El maíz, por S 114.185,000
Eitrigo ". 17.525,000
El azúcar 8.735,000
El algodón 6.605,000
Habas, arvejas, garbanzos, etc 10.000,000
La industria pecuaria es importante. La estadís-
tica oficial suministra el dato de 20,574 haciendas de
ganado, estimadas en $ 515.000,000.
En México se bizo sentir más tal vez que en nin-
guna otra colonia española la constitución feudal de
la metrópoli, y domina la propiedad territorial en
grandes extensiones.
La riqueza mineral de ese país consiste en minas
de veta, de plata, de las cuales había en 1883, 324 en
explotación, con el trabajo de 102,240 hombres. Los
productos suben á muy poco más de I 30.000,000 por
año, lo que descubre un producto medio de $ 100,000
por cada mina y de $ 300 por cada trabajador. Supo-
niendo que éstos sólo trabajen en la mina la mitad de
los días del año, se puede calcular que reciben un
jornal de $ 1-50 á S 2 por día. Gran número de estas
empresas pertenece á capitalistas ingleses y america-
nos; pero, según parece, es mayor el interés de los
primeros: proporción que puede alterarse, porque los
734 Evolución de la población indígena
segundos tienen ahora, en los ferrocarriles que parten
de la frontera de Tejas liacia el interior de México, mu-
chas más facilidades para adquirirlas y explotarlas.
Había en la República, en 1883, 88 fábricas de
tejidos de algodón, que representaban un capital
de $ 10,000,000, consumían anualmente 750,000
quintales de fibra y empleaban 12,846 obreros; las
telas producidas no podían valer menos de % 13 á
% 15.000,000. De los Estc\dos americanos del Sur em-
pezaba yá á exportarse algodón hacia México.
La población indígena y la mestiza dan señales de
levantarse notablemente en dondequiera que se pre-
senta alguna circunstancia favorable. En el Estado
de Yucatán, por ejemplo, antes uno de los más po-
bres y más atrasados, surgió de repente la industria
de producción de fique (1) empleada por los ameri-
canos del Norte en la fabricación de cables para los
buques y en la de alfombras ordinaria?. Habiendo
subido á % 12 y % 14 el precio del quintal de este ar-
tículo, se sintió estímulo por producirlo, y hoy ese
Estado, cuya población apenas alcanza á 300,000 ha-
bitantes, exporta 800,000 quintales, que distribuyen
una suma de más de $ 8.000,000 entre los producto-
res. Esta industria ha dudo origen á la construcción
de unas 30 leguas de ferrocarril, desde Progreso, el
puerto de embarque, hasta Mérida, capital del Esta-
do y hasta los centros principales de producción. No
menos se espera en otros Estados del cultivo de café,
[1] En México lo llaman henequén ó jeneqven; en los Esta-
dos Unidos yerba de Sisal [del puerto de Yucatán, en donde se
le embarcaba, y últimamente hemp].
JSoolucwn industrial en Centro América 735
emprendido hace pocos afíos, que yá suministra cerca
de $ 3.000,000 á la exportación del país.
Así ha sucedido también en Guatemala, país cuya
población, — indígena ó mestiza en sus cuatro quintas
partes, — exportó en el año de 1888 á 1889 más de
600,000 quintales de café, por valor de 8 12.000,000,
ó sea á razón de % 10 por cabeza en un solo artículo.
He leído en periódicos americanos que en la ciudad
capital pasa de 60 el número do millonarios, no pocos
de ellos con capitales de $ 5 á I 10.000,000.
Con poca diferencia, el progreso es igual en las
demás Repúblicas de Centro-América, en donde pre-
valecen los mismos elementos que en México. La po-
blación de ellas apenas alcanzaba en 1885 y 1886 á
2.833,000, en esta forma:
Guatemala , .... 1.394,000
Salvador 634,000
Honduras 329,000
Nicaragua 262,000
Costa Rica 214,000
Total 2.833,000
Pero su comercio exterior, en el mismo aflo, se
acercaba á $ 50 millones, divididos así:
Importación. Exportación. Totales,
Guatemala. ...S 4.241,000 9.039,000 13.280,000
Costa Rica.. .. 5.600,000 6.236,000 11.836,000
Salvador 3.460,000 7.597,000 11.057,000
Nicaragua 3.684,000 4.726,000 8.410,000
Honduras 1.500,000 1.600,000 3.100,000
Totales $ 18.485,000 29.198,000 47.683,000
736 Los ferrocarriles mexicanos
Este tütal da un cociente de cerca de $ 16 por ca-
beza; el de los Estados Unidos no pasa en la actua-
lidad de $ 23, pues sube á % 1,600.000,000 anuales de
'exportación é importación, efectuados por $ 65.000,000
de población.
Traigo á la vista estos datos para hacer notar el
hecho de que las instituciones y la constitución social
•de estas razas indígenas han empezado yá la trans-
iormación que se esperaba de la independencia, sin
necesidad de la protección ni el concurso de otras
razas más civilizadas.
Todas estas Repúblicas están construyendo vías
interoceánicas, servidas por vapor al través de sus
territorios, cuya terminación no puede tardar más de
diez años.
En México, sin embargo, la vecindad de los Es-
tados Unidos ha acelerado de un modo muy notable
e\ progreso material, consistente en la construcción
de grandes líneas de ferrocarriles. Al principiar el
año de 1880 sólo había 124 leguas de vías férreas,
casi todas establecidas en la línea de Veracruz á las
<íiudades de México, Puebla y Jalapa, en la falda que
de la mesa central de su territorio desciende hacia el
Atlántico; en 1888 yá existían abiertas al tráfico
1,600 leguas, cuyas nueve décimas partes se dirigían
desde la frontera de los Estados Unidos, en el Norte
de México, por seis diversas direcciones, hasta el co-
razón del país, atravesando los Estados de Sonora,
Chihuahua, Cohahuila, Nuevo León, Durango, Za-
catecas, San Luis de Potosí, Guanajuato, Querétaro
j México, construidas en su mayor parte por capita-
Situación difíGÜ del Gobierno mexicano 737
listas americanos, con gastos que pasaba de doscientos
millones de pesos. El ascendiente que este motivo, así
como el de la adquisición de minas y tierras debe
dar á aquéllos, es materia de grave consideración.
Motivos de ansiedad y de vacilaciones fáciles de
explicar, debieron de ser los contratos en que el Go-
bierno mexicano concedió á los primeros empresarios
americanos, no sólo el privilegio para construir esas
vías, sino garantías de intereses sobre el capital que
se invirtiese en ellas. El deseo natural de entrar en
la corriente de los progresos del mundo debía hala-
gar por una parte á los hombres públicos; el temor
de franquear la puerta á peligros para la independen-
cia nacional, no era despreciable por otra. Al fin es
de presumir que la consideración de ser la ignorancia
y la pobreza del pueblo muy malas defensas en esas
eventualidades posibles, decidió la opinión de sus
gobernantes á adoptar la política actual, en la que
ha tocado al General Porfirio Díaz representar el
papel más importante. Y en efecto, no es una raza
miserable y abatida por la pobreza y la superstición
la que puede conservar mejor su independencia. Si
así fuese, los indígenas de estas regiones no hubieran
sido conquistados primero y exterminados después
por un puñado de españoles. Esos ferrocarriles hacia
la frontera americana pueden convertirse en caminos
abiertos á la invasión, es verdad; pero también des-
pertarán las poblaciones del letargo de tantos siglos,
crearán riquezas, levantarán energías y acumularán
elementos de resistencia y de triunfo. •
47
738 Peligros para México
No ha sido esta, sin embargo, la opinión muy res-
petable de otros pueblos modernos. El Gobierno
inglés se ha negado constantemente á permitir la
construcción de un ferrocarril submarino en el canal
de la Mancha para estrechar mejor sus relaciones con
el Continente europeo. España tampoco ha consen-
tido en la construcción de nuevas vías férreas proce-
dentes de Francia, que rompiesen la barrera de los Pi-
rineos. En ambas Naciones se ha temido debilitar la
fuerza de sus fronteras naturales para cualquiera even-
tualidad imprevista del pom^enir.
Naturalmente el comercio de México por la fron-
tera terrestre del Norte, de j^oca significación antes,
ha tomado ahora proporciones muy crecidas. El Co-
mercio del Valle, periódico de San Luis de Missouri,
computa en cien millones de pesos anuales la suma
de esas relaciones, tanto por las vías terrestres como
por las marítimas del Atlántico y el Pacífico. Si no
fuese exagerado este guarismo, como parece serlo, el co-
mercio exterior de México pasaría de ciento cincuenta
millones anuales, pues los cambios con Europa no
representan menos de cincuenta.
Esa frecuencia de comunicaciones, esa intimidad
repentina entre dos pueblos, no ligados en su vida an-
terior por otras relaciones distintas de las de odios y
rencores que dejaron en pos de sí las guerras de 1835,
1846 y 1847, sostenidos en^México por la intolerancia
religiosa de uno de los partidos ^de ese país, no puede
menos de engendrar dificultades frecuentes y tal vez
á la larga disposiciones poco amistosas entre los dos
gobiernos, hasta ahora, sin ¡embargo, muy cordiales,.
Circunstancias adversas 739
por esfuerzo de los diplomáticos encargados de sos-
tenerías.
La situación de México y de las Repúblicas de
Centro-América con motivo de la vecindad de los
Estados Unidos, lia mejorado después de la aboli-
ción de la esclavitud. Esa institución tiránica era
al mismo tiempo invasora de los. derechos de los
pueblos vecinos. Los dueQos de esclavos creían ne-
cesitar, para .conservarlos, la propagación de la escla-
vitud á los pueblos limítrofes, á fin de disminuir
el peligro de la fuga, extender el radio de los merca-
dos y sostener el precio de esa mercancía humana.
Difícilmente hubiera podido libertarse México de
dificultades con los Estados del Sur si aquella ins-
titución hubiese continuado viviendo á su lado. Hoy
los peligros son menores; pero existen, dependientes
de varias causas.
La primera es la falta de solidez en la organiza-
ción política de México, en donde uno de los partidos
dio yá el ejemplo de apelar á la intervención del ex-
tranjero en apoyo de sus intereses especiales, aun con
sacrificio de la independencia nacional, y en donde
las formas políticas no son el resultado de una lenta
elaboración pacífica, sino de insurrecciones de caudi-
llos militares desprovistas de esos altos ideales de pro-
greso que forman el espíritu nacional; lo cual es una
fuente de debilidad para el Gobierno en los días de
conflicto.
La segunda es el estado atrasado de la educación
política del pueblo, pues los gobiernos militares bro-
tados de la anarquía han formado ideas poco respe-
740 El gobierno de las masas en Norte América
tuosas de las garantías individuales, tanto de los na-
cionales como de los extranjeros, los cuales están
expuestos á vejaciones no justificadas. A esta causa
se agrega la mala voluntad que el partido católico
profesa á los americanos, considerados todos como
herejes propagadores de doctrinas contrarias al Cato-
licismo, única religión que aquel estima verdadera.
La tercera es la impaciencia de las masas popula-
res en los Estados Unidos, poco dispuestas á respetar
los derechos de los pueblos débiles en presencia de
agravios reales ó supuestos, ó de los incentivos de ri-
queza que encuentran á su paso, sobre todo en luga-
res distantes del centro de acción del Gobierno Fe-
deral. De ello se vio un ejemplo reciente, con motivo
del descubrimiento de minas que se creyeron muy
ricas, en la Baja California, ocasión en que la idea de
conquista de ese territorio resonó en los ineetings y en
los periódicos de la Alta California y de Tejas. A pro-
pósito de la prisión de un periodista americano en terri-
torio de México, ahora dos ó tres años, el Gobernador
de Tejas anunció que se haría justicia con las milicias
tejanas si el Gobierno de Washington mostrase tibieza
en sus reclamaciones: amenaza que tal vez se hubiera
llevado á efecto sin la energía de Mr. Cleveland y el
espíritu recto de Mr. Bayard.
La influencia del sufragio universal se hace sentir
sobre la conducta de los hombres públicos quizás más
en América que en ninguna parte de Europa, y los
jefes de los partidos están más sometidos á las pasio-
nes populares. Los grandes ejércitos permanentes son
en el viejo mundo una fuerza que reprime incesante-
Los hombres públicos tímidos delante de ellas 741
mente los impulsos de lus masas y permiten más li-
bertad de acción á los gobiernos. En América, en
donde no existe ese freno, las democracias son más
impulsivas y á las veces gobiernan más que los go-
biernos. Las tentativas sobre México y Centro-Amé-
rica no serán obra de éstos, sino actos irreflexivos de
las masas populares, al servicio de las cuales hay
siempre no pocos caracteres ambiciosos entre los hom-
bres públicos. Raro es, además, entre éstos, el que
virilmente pretenda oponerse á los impulsos, intere-
ses ó codicias de aquéllas. Jeíferson veía claramente
los peligros á que la esclavitud podía conducir; pero
nunca insinuó nada que pudiera contrariarla en el
Gobierno nacional ni en el de los Estados. Henry
Cla3% fundador del partido Whig y nada simpático á
la idea de preferencia á la soberanía de los Estados
sobre la nacional, se mostró encolerizado en 1821, de
que en el Congreso se pretendiese imponer á la admi-
sión de Missouri al rango de Estado, la condición de
abolir la esclavitud. Webster, hombre del Norte por
excelencia, evitó siempre pronunciarse contra esa ins.-
titución, temeroso de perder su popularidad en los
Estados del Sur. Douglas quiso fundar títulos á su
candidatura á la Presidencia de la Unión, en 1859.
sobre la derogatoria del compromiso de Missouri, que
por cuarenta años había mantenido la calma de los
partidos con respecto á la cuestión esclavitud.
Charles Sumner fue el último hombre de probi-
dad antigua, capaz de combatir las conveniencias par
sajeras y de defender los intereses eternos de la justi-
cia, que son también las conveniencias eternas de^
742 Corriente de los mineros hacia el Sur
todos los pueblos. No sólo los hombres públicos,
hastii los periodistas mismos prefieren seguir la co-
rriente de la opinión á intentar dirigirla. Masas for-
madas por las avalanchas de emigrantes europeos,
ignorantes, hambrientos, son peligrosas. Y esas son
las que pueden determinar irrupciones repentinas
sobre pueblos comparativamente indefensos.
La posibilidad de ellas, en medio de esa corriente
do mineros, que del Norte va dirigiéndose al Sur, en
busca de cordilleras no explotadas, y á quienes la
construcción de líneas de ferrocarril en México ha
abierto el camino, no puede negarse. Agotadas las
ricas minas de Nevada, difícil já la explotación de los
placeres de California, la corriente de aventureros
que extrajo tantos miles de millones de esos Estados,
va hoy descendiendo hacia Colorado, Arizona, Nuevo
México y los territorios mexicanos. Sonora y la Baja
California serán los primeros invadidos por esa ava-
lancha.
Desgraciadamente, los actos públicos délos poderes
federales en los Estados Unidos en los últimos años,
lejos de contrariar esas ambiciones, les son favorables.
Las pretensiones sobre Colombia en el istmo de Pana-
má y las esperanzas yá formadas sobre las comunica-
ciones interoceánicas de Centro-América, tienden á
inspirar á las multitudes la idea de que á ellas perte-
necen osos territorios poblados por una raza hoy infe-
rior y esas riquezas naturales de que hasta ahora no
han sabido ó podido sacar provecho los pobladores na-
tivos.
Con todo, esas empresas aventureras no son yá tan
Nueva nacionalidad en Centro América 743
fáciles como pudieron serlo en otro tiempo. Yá no se
trataría de despoblados distantes del centro de activi-
dad política, sino de territorios relativamente ocupa-
dos, llenos de intereses valiosos, y con gobiernos, si
bien todavía en período de transición, mucho más
organizados que ahora cuarenta años. El incidente
•de la invasión francesa retempló allí la energía de
raza, sorprendida en un principio por 1^ traición del
elemento ultramontano, y dejó en la experiencia de
lo que es la conquista extranjera, semillas vigorosas
•de sentimiento nacional.
Es sin duda la previsión de esas eventualidades
del porvenir lo que principalmente ha determinado
en las cinco pequeñas Repúblicas Centro-americanas
el pacto de reintegración de su antigua nacionalidad,
que en estos momentos parece en vía de llevarse á
cabo. Asimismo, es de esperarse igual movimiento
en los trozos de la antigua Colombia.
La lucha por la vida y el imperio de los más fuer-
tes, origen de tanta guerra entre los individuos así
como entre las colectividades pequeñas, ha determi-
nado las grandes agrupaciones políticas actuales del
mundo, en busca de grandes fuerzas para la defensa ex-
terior é interior de los pueblos, y con el pensamiento
de sustituir á la ley del más fuerte el reinado pacífico
del derecho, del respeto recíproco de nacionalidades
independientes. Mas, aunque en América, por razón
del principio que ha presidido á la fundación de sus
nacionalidades, parece tener esta idea un imperio más
general que en el viejo mundo, — no puede decirse si
alcanza el suficiente para prevenir la repetición de
744 La ley del más fuerte y el reinado del derecho
los fenómenos de guerras de raza y de conquista, de
que está llena la historia del mundo. Etw este conti-
nente existen dos razas de hombres de origen, tradi-
ciones y costumbres diversas: la anglosajona al Nor-
te, y la hispanoamericana al Sur. La revolución de
la Independencia, para emanciparse de las domina-
ciones euro|)eas, ha creado en una y otra, tendencias
é instituciones semejantes y en cierto modo un víncu-
lo de interés común, un sentimiento de simpatía y
hasta de fraternidad inconsciente; pero una de ellas
tiene una evolución más avanzada en su triple aspecto
físico, intelectual y moral, y es este desequilibrio lo
que puede conducir á la lucha entre elhis. Setenta
millones de anglosajones: cincuenta y cuatro millo-
nes de hispanoamericanos y brasileños, son las fuer-
zas respectivas en la actualidad, ocupando cada una
de las dos la mitad del suelo de este continente:
ochocientas mil leguas cuadradas los anglosajones:
ochocientas mil los hispanoamericanos y brasileños.
La lucha, empero, sería muy desigual: los unos for-
man un todo compacto, sólidamente organizado in-
dustrial y políticamente; los otros están divididos en
diversas nacionalidades, dispersos en territorios distan-
tes y sin comunicaciones interiores que permitan una
acción común.
¿Cuál será la solución del problema?
¿Seguirá reinando en el Nuevo Mundo la ley de
la fuerza que gobernó las sociedades antiguas? ó
¿Habremos llegado yá al período en que prevale-
cerán como ley de la humanidad el derecho universal
y la paz?
i Cuál será la solución f 745
¿Será restablecido el equilibrio porbt intervención
de las potencias del Viejo Mundo, deseosas de conser-
var en el Nuevo la participación que las tierras de
éste pueden ofrecer á sus hijos?
Nadie puede saberlo. Así como los volcanes sue-
len arrojar á la superficie los restos de estratos an-
tiguos yá sumergidos por otras formaciones geoló-
gicas,— de en medio de las civilizaciones más avan-
zadas suelen también brotar muestras de la barbarie
primitiva de otros tiempos.
México será el país en donde tendrá principio la
solución de estos grandes problemas, y lu construc-
ción del primer canal marítimo entre los dos Océa-
nos, la piedra do toque que anunciará si es la fuerza
ó es el derecho la ley que impera en el mundo social..
á%§é%m
CAPITULO XXXYII
PROBLEMAS AMERICANOS (CONTINUACIÓN)
La inrnifijración extranjera— Sus ventajas— Sus inconvenientes —
Ideas políticas contrarias á la constitución americana— Co-
rrupción del sufragio— Relajación del respeto á la ley— La
embriaguez— Medidas adoptadas para combatirla.
La aplicación del vapor á la locomoción será indu-
dablemente el hecho característico del siglo xix. Sin
necesidad de mencionar los resaltados industriales de
ella, bastará decir que ha acercado los hombres unos
á otros desde las más remotas distancias, y permití-
dolesocupar grandes extensiones incultas ó desconoci-
das de la tierra que les fue dada en patrimonio.
Entre las diversas revoluciones á que el vapor ha
dado origen, la de las grandes emigraciones de pue-
blos es, sin duda, una de las principales. La de
españoles á América en el siglo xvi, que algunos
escritores de la Península consideran como una de
las causas de la decadencia de esa entonces pode-
rosa nacionalidad, no debió de alcanzar, — limitada
como estaba por los escasos medios de transporte
Inmigrantes muy notables 747
•conocidos en esos tiempos, — á más de cincuenta
mil personas. Entre tanto, las emigraciones maríti-
mas del XIX pasarán de veinticinco ó treinta millo-
nes, de sólo Europa á la América, Australia, el Asia
y el África. Ea los setenta años corridos de 1820 á
1890, los Estados Unidos lian recibido más de diez y
seis millones de asociados á su vida industrial y polí-
tica, y éstos, con su primera generación nacida en
este continente, probablemente forman cerca de la
mitad de los números actuales de su población.
Como he dicho yá, no ha sido esta una de las cau-
sas iniciales de la prosperidad de ese país; pero sí ha
ayudado poderosamente á sn desarrollo ulterior en los
últimos cincuenta años. Los servicios de ella han sido
principalmente los que, á mi modo de ver, paso á
■expresar:
1.° La adquisición de algunos hombres mu? im-
portantes en la política y en las ciencias. Citaré entre
Jos primeros á Alberto Gallatin (suizo), que en compa-
ñía de Alejandro Hamilton, inmigrante también, fue-
ron los fundadores de la hacienda y del crédito público
de la Unión; Mr, Schurz (alemán), grande escritor,
orador y Secretario de lo Interior durante la Adminis-
tración de Mr. Ilayes; Mr. Lieber (alemán), publicista,
redactor de las instrucciones sobre los derechos y los de-
beres de los beligerantes en guerra civil, expedidos por
Mr. Lincoln en 1862. Entre los segundos bastará re-
cordarlos nombres de Ericsson (sueco), inventor de los
Monitores; Agassis (suizo), y Audubon (francés), g';an-
des naturalistas los dos últimos. Imposible sería reco-
rrer la larga lista de profesores en los Colegios y de
748 Otras ventajas de la inmigración
escritores en el periodismo que han contribuido á le-
Tant'.ir el nivel intelectual del país.
2." La introducción de industrias nuevas en todos
los ramos del trabajo humano, y el adelantamiento de
las que eran conocidris. Atraídos por altas remunera-
ciones, son innumerables los hombres hábiles en las
artes y oficios que han atravesado el Océano para
fijarse en los Estados Unidos, y llevado las indus-
trias á un alto grado de adelantamiento.
3.° La gran masa de obreros, así adquirida, ha
mantenido á nivel igual la tasa de los salarios, restrin-
gido, en consecuencia, el alza en el precio de los frutos
alimenticios y abaratado las condiciones de la vida. La
inmensidad de obras allí realizadas en los últimos se-
senta años (por ejemplo, 52,000 leguas de ferrocarriles)
hubiera sido imposible sin ese refuerzo incesante de
trabajadores.
4." La colonización de las tierras del Oeste, Noroes-
te y Pacífico, bien porque ellos las han poblado direc-
tamente, ora porque su competencia á los trabajado-
res de Nueva Inglaterra y de los Estados centrales
obligó á éstos á trasladarse á otro teatro más propicia
para sus trabajos. Esos nuevos Estados forman hoy
el tronco, el principal centro de actividad de la Unión,
á cuyo rededor giran los grandes movimientos in-
dustriales, sociales y políticos del país.
5.° No siempre la inmigración se compone de pro-
letarios destituidos de toda fortuna: muchos de ellos,
la generalidad, viene con algunos recursos pecuniarios
ó consistentes en herramientas de un oficio. Se calcu-
la que, uno con otro, cada inmigrante trae un valor
de % 100. Sobre 16.000,000 de inmigrantes, da este
Fusión de las razas indispensable al progreso 749
cálcalo una entnidade $1,600.000,000 en aumento de
la riqueza pública.
6.° La grandeza y poderío actuales de la Nación se
fundan en gran parte on el número de sus habitantes,
que los inmigrados lian contribuido á formar. Ava-
luando la industria de éstos como antes se valoraba la
capacidad productiva de los esclavos, á solamente
% 500 por cabeza, 16.000,000 de inmigrantes valdrían
$8,000.000,000.
7.° El contacto estrecho, el cruzamiento de pobla-
ciones procedentes de tan diversos lugares, no puede
menos de ser ocasionado á una selección superior de
razas, ideas, costumbres é inteligencias, que sirva de
vínculo de unión, de tolerancia y de paz en la especie
humana. Es indudable que de esta mezcla de elemen-
tos tan variados debe resultar una ebullición poderosa
que, al aclararse, precipitando al fondo todas sus im-
purezas, dará, como las esencias obtenidas por desti-
lación, un licor rico en savia vital y en generoso per-
fume. Los pueblos que se reproducen en su propio
elemento pueden desarrollar ciertas superioridades á
una altura notable; pero están expuestos á exagerar
sus cualidades, á endurecer su fibra hasta la fosiliza-
ción, á perder la elasticidad necesaria para prestarse
á los cambios exigidos por la evolución incesante de las
sociedades humanas.
Todas estas ventajas están, como es ley inflexible
en el mundo moral, acompañadas de inconvenientes,
transitorios los más, de naturaleza permanente al-
gunos.
Tal vez el más importante, es la contradicción
750 Inconvenientes de la inmigración
que puede surgir entre el espíritu de la Constitu-
ción,— obra trazada exclusivamente para el carácter
americano. — y el espíritu de esos nuevos poblado-
res, formado por siglos enteros de influencias de un
género distinto. El americano, modelado por la semi-
independencia adquirida en dos siglos de vida muni-
cipal á mil leguas de distancia de la metrópoli, acos-
tumbrado, como dice Spencer, ;i un máximum de
libertad personal y á un mínimum de gobierno; prác-
tico en el arte de manejar por sí mismo sus intereses
locales; perfectamente sabedor de que el respeto á su
derecho propio tiene por condición el respeto á los
intereses ajenos: el americano, digo, no entiende lo
que es la majestad real; no necesita de la iniciativa ó
de la orden de la autoridad para acometer las empre-
sas de que depende su bienestar; se consagra sin vaci-
laciones y sin egoísmo á la protección y mejora de los
intereses públicos, y es respetuoso por naturaleza á la
libertad y la propiedad desús vecinos. El europeo,
sobre todo el perteneciente á las clases rurales, tiene
una idea oscura de lo que es esa abstracción llamada
ley; acostumbrado como está á respetar principalmen-
te esa otra cosa que se llama orden del rey, para todos
los actos importantes de su vida necesita la presencia
de la autoridad; carece de nociones claras acerca de la
importancia del sufragio popular; ignora el bien que
resulta del cumplimiento de los deberes cívicos, y
cuando no está directamente vigilado por la autoridad
pública, no se juzga muy obligado á respetar la liber-
tad y los derechos ajenos.
Así, el inmigrante alas veces vende el sufragio;.
Defectos del inmigrante 751
Qescuicla concurrir á las sesiones del Ayuntamiento ó
del Cabildo; considera pecado venial el peculado; arro-
ja á la calle las basuras de su cocina; gusta de promo-
ver ó ayudar á las asonadas en la plaza pública; pre-
fiere la sociedad de la taberna á la de su mujer y sus
hijos; ignora si pertenece á un partido ó ai otro; no
comprende la necesidad de imponerse de la marcha
de los negocios públicos por medio de la lectura del
periodismo, y desdeña la escuela primaria; está dis-
puesto á obedecer sin repugnancia cualquiera orden
de la autoridad, por arbitraria que sea, si está apoya-
da por la fuerza de las bayonetas, así como decidido
á resistirla si no es de su agrado y está ausente ese
símbolo, único á sus ojos, del deber de obediencia.
Compuesta como es la masa general de los inmigran-
tes de los residuos de la civilización de otros países,
su entrada en grandes números es á las veces una
carga pesada para el Gobierno de la patria adoptiva,
y con el tiempo puede implicar la necesidad de un
cambio en las instituciones.
Esta dificultad es de naturaleza transitoria, mien-
tras el elemento extranjero, menos numeroso que el
nativo, puede ser dominado por el ejemplo y corregi-
do por la educación: cuando las proporciones se in-
vierten ó la masa acumulada de inmigrantes llega á
proporciones considerables, entonces el mal adquiere
influencia permanente. Así sucede en el Estado de
Nueva York, en donde se juzga preponderante el ele-
mento irlandés en las elecciones, y en algunos de los
de Nueva Inglaterra, en donde suele decidir del re-
sultado, según el partido á que se inclina. Si la co-
752 Males que se les atribuyen
rriente extranjera se detuviese por algunos años, po-
dría ser fáoilmente asimilada; pero, manteniéndose
incesante, el resallado empieza á inspirar alarmas á
los pensadores. Esta es á lo menos la opinión de la
mayoría del periodismo.
Los males atribuidos al exceso de inmigración en
los Estados Unidos se resumen en los siguientes ca-
pítulos.
Aparición de ideas políticas y sociales contrarias
á los principios de la Constitución americana.
Corrupción del sufragio.
Ilelajación del respeto á la ley y ala autoridad des-
armada.
Propagación del vicio de la embriaguez.
Desarrollo visible de centros de mendicidad, pros-
titución y hurtos rateros.
Aumento extraordinario de la clase proletaria,
baja de los salarios y cambio desfavorable á la idea
democrática en la distribución de la riqueza publica.
El primero de éstos se liace notar en varias
manifestaciones distintas, entre las cuales citaré las
siguientes:
{a) La tendencia á mezclarla política americana en
las cuestiones europeas, contra la regla de neutrali-
dad nacida de su situación independiente de compli-
caciones dinásticas, y de su gobierno fundado en la
fuerza de la opinión pública y no en la de las bayo-
netas. Los irlandeses, por ejemplo, querrían arrastrar
á los Estados Unidos, á complicaciones con la Gran
otros inconvenientes 753
Bretaña, como medio coercitivo de obtener para Ir-
landa la autonomía que tanto desean.
{b) La pretensión del clero católico, sostenida por
una parte de los alemanes, ingleses é irlandeses católi-
cos, de ser el único dispensador de la educación prima-
ria á los niños afiliados á sus creencias, con exclusión
absoluta de toda intervención de naturaleza laica.
Pretende, además, que se le entregue de las rentas
públicas la parte proporcional que se supone corres-
pondiente á la población católica en las contribucio-
nes exigidas con este objeto. En apoyo de esta preten-
sión, rechazada en absoluto por la opinión americana,
llegó un Obispo (el señor Me. Clcskey, de Luisville-
Kentuckj^), después Cardenal, si no estoy engañado,
á ordenar que se negase la absolución en el sacra-
mento de la penitenciad los padres de familia que
enviasen sus hijos á las escuelas laicas en los lugares
en que existiese otra católica. Estas pretensiones han
sido el único asomo de (lerturbación religiosa en ese
país, distinguido por la más franca tolerancia y por
la abstención del Gobierno en asuntos de religión.
(6') El gusto que empieza á observarse entre las fa-
milias ricas por alianzas matrimoniales con títulos aris-
tocráticos del continente europeo.
(íZ) El pensamiento de atribuir al Congreso de la
Unión facultades hasta hoy reservadas á la Legisla-
ción de los Estados: por ejemplo, la de legislar en
todo lo relativo á la institución del matrimonio.
(e) La disposición de los capitalistas ingleses allí na-
turalizados á hacer la adquisición de grandes extensio-
nes de tierras, á fin de establecer una aristocracia
48
754 La corrupción del sufragio
territorial, contraria al principio de distribución del
suelo en porciones medianas, al alcance de las fortu-
nas modestas, que reina en el espíritu de sas institu-
ciones sociales como parte esencial del ideal demo-
crático.
La corrupción del sufragio es uno de los peligros
de las democracias modernas, ha sido una de las úlce-
ras del sistema representativo en la Gran Bretaña, y
contra su contagio en los Estados IJnidos levanta en
estos momentos su grito el periodismo de todos los
partidos. Parecería difícil comprar el sufragio univer-
sal en un país en donde concurren á las urnas diez
millones de sufragantes; pero tal es el hecho que la
prensa americana denuncia, que nadie procura negar,
y que, al contrario, todos confiesan con ocasión de la
última campaña electoral para el nombramiento de
Presidente de la gran República. Diez millones de
pesos se dice fueron empleados en ella, no todos en la
compra de votos, pero sí sumas considerables. Iguales
en fuerza los dos partidos políticos, en el extremo
Korte el uno y en el extremo Sur el otro, la lucha
eleccionaria se concentra en los Estados centrales de
Nueva York, Pensilvania y Nueva Jersey, en donde
las mayorías del uno sobre el otro se limitan á sólo
centenas de votos, y aquí es donde el tráfico eleccio-
nario se muestra descarado á la luz del día. Precisa-
mente son estos Estados manufactureros los que cuen-
tan en sus fábricas mayor número de inmigrantes
recién naturalizados, cuyos votos, comprados á vil
precio, vienen á decidir de los más altos intereses
del país.
Influencia de los irlandeses en Nuemb York 755
Durante los últimos años el equilibrio de las fuer-
zas políticas de los dos grandes partidos era completo,
y el Estado de ís'ueva York mantenía el fiel de la
balanza. Los treinta y seis votos que le correspondían
en la elección presidencial, y los treinta y seis Dipu-
tados que enviaba á la Cámara de Eepresentantes,
daban el triunfo en aquélla y aseguraban la mayoría
en ésta. El voto del Estado, como se puede compren-
der, depende del resultado de las elecciones en la ciu-
dad del mismo nombre, cuya población alcanza íí ser
la cuarta parte de la de aquél. Dominada como estaba
la metrópoli comercial por 300,000 irlandeses, resi-
dentes en ella, eran éstos quienes, por un conjunto
raro de circunstancias, decidían del éxito de los más
altos intereses políticos y sociales en toda la Unión.
¡Y este voto, en su generalidad, estaba en subasta pú-
blica! La administración municipal de esa ciudad,
cuyas rentas alcanzan á cerca de cuarenta millones
de pesos anuales, ha sido la piedra del escándalo de
algunos años á esta parte. En una ocasión se tuvo co-
nocimiento del robo de algunos millones de pesos, los
autores del cual fueron descubiertos y enviados á la
Penitenciaría de Sing-Sing: eran irlandeses naturali-
zados en su mayor parte. Eecientemente la prensa
denunció el peculado de varios miembros de la Mu-
nicipalidad en la concesión del privilegio para la cons-
trucción del tranvía que ha destruido la belleza sin
rival de la gran calle de Broadway. El crimen no
quedó impune: los prevaricadores municipales fueron
sentenciados, y el corruptor, un gran millonario, tam-
bién; pero esa vergüenz.a para la primera corporación
756 Relojación del respeto á la ley
inanicipal de ambas Américas se atribuye al sufragio
de los inmigrantes.
El respeto á la ley y á la autoridad pública, condi-
ción ineludible de las libertades públicas, ha sido el
primer timbre del pueblo americano. Sólo la esclavitud,
crimen secular protegido por la ley, por todo el poder
de la riqueza del algodón, del tabaco y del azúcar, de-
fendido por gran parte del clero de algunas religiones,
había tenido el poder de trastornarla paz pública en el
curso de un siglo entero de cambios y transformaciones
maravillosas después de la independencia. Ahora yá
empieza á mostrarse el genio de la asonada en ataques
á la propiedad de los em})resarios de grandes obras, con
motivo de las huelgas de los obreros. En Pittsburgo,
después de días enteros do violencia, incendios y sa-
queos fue necesaria, por primera vez, la presencia de
las tropas federales para restablecer el orden, durante
la segunda administración del General Grant. En
Chicago, ahora tres años, la intimación pacífica de
la policía para disolver un meeting que obstruía el
libre paso de las calles públicas, fue contestada con
bombas de dinamita que causaron la muerte de uu
número cunsiderable de esos inocentes representantes
de la ley.
En uno y otro caso los trastornadores del orden,
ó á lo menos sus jefes y directores, eran inmigrantes
alemanes, austriacos ó húngaros. Las cóleras incuba-
das en el alma de los oprimidos por los despotismos
del viejo mundo, vienen á hacer explosión en el país
que convida á todos á la libertad.
La temperancia 757
Según parece, son obreros alemanes é irlandeses
los autores principales de los inexcusables ataques
contra los chinos en los Estados del Pacífico y del
Noroeste.
Para un pueblo como el americano, distinguido
en primera línea por su consagración al trabajo, la
temperancia tiene que ser condición esencial, la prác-
tica de ella una virtud muy estimada y la embria-
guez uno de los vicios más detestables y detestados.
Así es, en efecto: la ausencia de toda bebida embria-
gante en la mesa de las familias pobres ó ricas, ó á lo
menos la moderación con que se hace uso de ellas
cuando un extranjero recibe el honor de una invita-
ción, es una de las primeras observaciones del viajero
en la América del Norte. Agua de muy buena cali-
dad hay en todas las poblaciones, procurada con fre-
cuencia á grandes gastos; frutas de toda especie:
naranjas, melones, sandías, fresas, moras, frambue-
sas, se encuentran en todas partes, lo mismo que
leche fresca, en abundancia y á barato precio para
aplacar la sed; grandes y magníficas fuentes de agua
de soda, á las veces mezclada con el jugo de frutas
acidas, crema de leche y enfriada con hielo, se en-
cuentran en las calles y las plazas en los días calurosos
del verano. Helados de gran variedad se ofrecen sin
tasa en las reuniones sociales: licores y vinos, muy
rara vez. En la Casa Blanca misma, la señora del
Presidente Hayes creyó de su deber negarlos en las
comidas que éste ofrecía al Cuerpo Diplomático; y á
pesar de las burlas, comentarios poco benévolos y aun
7o8 ExdiLsión de vinos y licores en la Casa Blanca
en ocnsioiierf coiisiirtis amargas de los invitados, para
quienes el uso del vino en la mesa era casi una nece-
sidad, aquella señora, distinguida por una singular
firmeza de convicciones, no menos que por otras mu-
chas amabled virtudes, se denegó siempre á aceptar
la indicación de sus amigos en el sentido de relajar
algún tanto la severidad de sus costumbres. Recien-
temente la señorita Cleveland, hermana del Presiden-
te, que hacía los honores de la casa presidencial en el
primer año de su período, cedió, con viva repugnan-
cia de su parte, á presentar vinos en la mesa sólo en
virtud de orden expresa de su hermano; y la señora
Cleveland después, — esa dama que fue el orgullo de
la sociedad de Washington por los enc¿intos de sus
maneras no menos que por su belleza singular, —
también se prestó en esa parte á los deseos del Pre-
sidente; pero no se la vio llevar una sola vez la copa
á los labios.
La presencia de un ebrio era un hecho de rarísi-
ma ocurrencia en las calles; la beodez pública era
reputada delito, y la severidad especial con quü en
los Estados Unidos se quiere mantener la observan-
cia del domingo, tiene, entre los motivos principales,
el de precaver, en el día destinado al descanso, los
excesos de la bebida en las tabernas. Una de las ideas
peculiares de este pueblo trabajador, es mantener
siempre ocupado al hombre en las pacíficas tareas de
la lucha por la existencia, sin permitir ninguno de
los goces sensuales que, afectando el cerebro, puedan
distraerle un solo instante de esa misión única de la
vida humana, de cuyo cumplimiento se derivan los
El salón 759
goces más puros. El respeto de sí mismo, la protec-
ción de la familia, la pureza de las costumbres, el
acrecen tamiei)to incesante de los medios de subsisten-
cia, la benevolencia en todas las relaciones, en una
palabra, la inalterable tranquilidad del alma, resul-
tante del cumplimiento de todos los deberes: ese es el
sumo placer á que aspiran, en el que Epicuro hacía
consistir la felicidad del hombre sobre la tierra. La
alegría facticia, seguida de torpor en la mente y de
relajamiento en la energía de la voluntad que propor-
cionan las bebidas fermentadas, era para ellos el pri-
mer enemigo del género humano, la primera inicia-
ción al estado de ausencia de la razón que abre la
puerta á los vicios, á la depravación de los sentidos,
á la perversión de la conciencia moral, detrás de la
cual empieza la carreía del crimen.
La afluencia de inmigrantes educados en otro
orden de ideas, empujados tal vez — por las triste-
zas del hambre, por la dificultad que otras organiza-
ciones sociales presentan al trabajo y á la satisfac-
ción de necesidades legítimas, — á buscar consuelo
.ó alivio pasajero en los mundos de la imaginación
extraviada, ha cambiado esa manera de ser, propa-
gado el uso de las bebidas embriagantes, y determi-
nado la aparición de numerosas tabernas, á la vez que
de espléndidos salones, en donde el lujo parece enno-
blecer el vicio, y en donde el gusto estragado cree
encontrar placer en las más acres sensaciones ó en
la postración total de los sentidos.
Lo que se llama El Salón en los Estados Unidos,
grandes y lujosos establecimientos de expendio de li-
760 La mujer ha sido el apóstol de la, temperaíicia
cores, lia llegado á la categoría de una " institución
peculiar." Todos los atractivos imaginables á la sen-
sualidad enfermiza están allí prodigados. Adornos,
espejos, mesas de mármol, espléndida cristalería, luz
resplandeciente, free lunch, es decir, mesas cubiertas
de golosinas excitantes, destinadas al consumo gra-
tuito de los bebedores, reuniones electorales: todo con-
curre allí á despertar apetitos desconocidos, sensa-
ciones distintas de las de la vida real, disgusto y aun
odio al trabajo, extendido á las veces á las personas
que eran objeto de los afectos en la existencia común.
"Per me si va nella cittá dolente.
Per me si va nell'eterno dolore,
Per me si va tra la perduta geate."
Son palabras que se creyera ver escritas en el
dintel.
Así, el bebedor de profesión descuida el trabajo,
abandona el cumplimiento de los deberes, y con no
poca frecuencia, de tierno protector de su familia, se
torna en verdugo de ésta, y es la causa más frecuen-
te de dolor y tormento en hogares antes felices. El
asesinato de la mujer, el abandono de los liijos, es á
veces el término de esa infausta carrera de disipación.
N"o es de extrañar, pues, que sea la mujer ame-
ricana quien, herida en lo vivo con el contraste pro-
ducido en su existencia por la propagación de este
vicio, se haya levantado indignada, y con una energía
desconocida en su sexo, haya dado el grito contra
el uso de los licores y conmovido las entrañas de la
sociedad entera en busca de remedio contra el mal.
Es la mujer la primera que ha empezado el combate
Resistencia de los traficantes en licores 761
público contra la ombriagaez, formando .sociedades
de temperancia; nombrando comisiones encargadas
de vigilar las tiendas de licores; atacando y destra-
yendo con violencia en algunos casos estos estableci-
mientos; haciendo publicaciones para llamar la aten-
ción del público; solicitando el divorcio de maridos
ebrios consuetudinarios ante los tribunales, y produ-
ciendo, al fin, uno de los más extraordinarios movi-
mientos de opinión que pueda observarse en las socie-
dades modernas. Admiración profunda ha causado
en mi la unanimidad, la perseverancia con que el pe-
riodismo americano de todos los partidos, y desde los
centros principales hasta los más distantes rincones
del territorio, levanta su voz en el debate abierto
sobre los medios más eficaces de combatir ese peligro
público. Este y el problema de la raza negra son de
algunos años á esta parte los dos más grandes objetos
de preocupación en los Estados Unidos, cuyo trata-
miento está confiado, no á la decisión de algún ce-
rebro infalible, ni á la del Congreso, ni á la de las
Asambleas de los Estados, sino á la de la razón uni-
versal.
Sin embargo, la producción y venta de licores ha
llegado á ser uno de los negocios más considerables,
en la explotación del cual están invertidos centenares
de millones de pesos y la inteligencia de homb^-es ac-
tivos, dotados de voluntad poderosa; quienes á su
vez se han asociado y organizado para defender sus
intereses. Contando con la ayuda de sus numerosos
prrroquianos; erigiendo sus salones en centro de tra-
bajos electorales; ligándose con hubilidad consumada^
762 ^Sus maniohrfis pol'iticas
aquí con uno de los partidos políticos, allá con ol
otro; favoreciendo con sus regimientos de electores
intemperantes á los hombres políticos que los sos-
tienen ó que alo menos se muestran indiferentes; ata-
cando decididamente á aquellos que les son hostiles;
suscitando ocultamente divergencias de opinión acer-
ca del modo de proceder entre sus adversarios; sos-
teniendo en ocasiones á cara descubierta la influencia
higiénica 6 vigorizadora que, en su concepto, tiene
el uso moderado de los licores, — la causado la em-
briaguez lucha desesperadamente í)or conservar sus
posiciones, y, semejante á la de la esclavitud, no ce-
derá el campo hasta uo quemar el último cartucho en
defensa del último atrincheramiento.
Como ejemplo de este injerto del interés de los
vicios en los intereses de la política, se cita en los
Estados Unidos el hecho siguiente: En las elecciones
de ísToviembre de 1888 eran al mismo tiempo candi-
datos del partido demócrata, para Presidente de la
Unión, Mr. Cleveland, y el General Hill para Gober-
nador del Estado de Nueva York; candidatos de reelec-
ción, pues el primero desempefiaba la Presidencia y
el segundo el puesto de Gobernador. La Asamblea del
Estado había aprobado recientemente un proyecto de
ordenanza para imponer un fuerte derecho por el per-
miso de vender licores, y el Gobernador Hill le habííi-
opuesto su veto, con lo cual la ordenanza quedó sin
efecto. Pues bien: el partido licorista de IS^ueva York
votó por el General Hill y obtuvo mayoría demócrata
en el Estado en la reelección del Gobernador: al pro-
pio tiempo votó por el General Harrison para Presi-
Sistemas oficiales para combatir la embriaguez 763
dente j dio la mayoría al partido repablicano. Como
sin el voto de Nueva York no hubiera sido Presidente
de la Unión el que actaalniente desempeña estas fun-
ciones, resulta que fue la causa de la embriaguez
la que decidió la cuestión entre los dos grandes par-
tidos del país. Me apresuro á declarar que el Ge-
neral Harrison está muy lejos de toda sospecha en
cuanto á sus opiniones y su carácter en materia de
bebidas alcohólicas, y que, al contrario, goza de alto
concepteen lo relativo á su austeridad de costumbres.
En la discusión sostenida por el periodismo y por
las sociedades de temperancia acerca de los medios
legislativos que pudieran emplearse para combatir este
vicio, las opiniones están divididas entre tres ideas:
1.* Establecer como renta del Estado un fuerte
derecho por la licencia de vender licores en las tien-
das y almacenes {fíiglt licence).
2.^ Prohibición absoluta de vender licores alcohó-
licos ó fermentados, excepto en las boticas, en calidad
de remedio ó de producto químico para usos indus-
triales y bajo estricta vigilancia de hi policía (Prohi-
hitioii).
3.* Autorizar á los condados y ciudades para deci-
dir, por medio del sufragio universal, cuál de estos
dos sistemas debe establecerse en ellos {Local option).
Hay también derechos moderados sobre la venta
•de los licores en alganas partes, que en la termino-
logía americana se llaman loiü licence; pero se juzga
que no ejercen influencia tilguna sobre el consumo.
Lo que se \\'¿imB>7iiff7i licence consiste en contribuciones
anuales de $ 500 6 más sobre cada establecimiento.
764 ^^Prohibition, High-lieense, Local option
de suerte que la venta por menor quede reducida á un
pequeño número de lugares y prohibida del todo en
las tabernas y tiendas de la clase obrera.
El primero de estos sistemas {higli licence) está
establecido en los Estados de Pensilvania, Illinois,
N'cbraska, Missouri, Mississippi, Arkansas, ^Eichigan,
Minnessota, Dakota, Montana y Washington. La prohi-
bición absoluta reina en los de Maine (originador de
la idea desde 1850), New Hampshire, Vermont, Rhode
Island, lowa y Kansas.
El tercer sistema (local option) ha sido adoptado
en catorce Estados y tres Territorios, y parece el sis-
tema preferido. Diez Estados y cuatro Territorios no
habían adoptado aún sistema alguno; probablemente
aquellos en donde es insignificante el número de inmi-
grantes. La prohibición de vender licores los domin-
gos existía, además, en casi todas partes. En ninguna
se había ocurrido al monopolio de la ]7roducción ó de
la venta del artículo, ni á contribuciones sobre la des-
tilación.
Cada uno de estos medios represivos tiene venta-
jas é inconvenientes, en virtud de los cuales la opinión
temperante se mantiene dividida, y en lugar de adop-
tar una acción común, parecen hostilizarse una á otra
en el funcionamiento de cada sistema. Los más intra-
tables parecen ser los prohibicionistas, representantes
de la idea radical.
El primero de estos métodos (el de los altos dere-
chos sobre la venta) suprime los pequeños negocios de
la clase pobre, con beneficio de las grandes empresas
de los ricos, á quien deja el monopolio de esta fecunda
Inconvenientes de estos sistemas 765
especulación. Eodea de dificultades el solaz único de
los pobres, que las más veces consiste en la sociedad
de la taberna, y deja á la clase rica el derecho de rego-
cijarse y dar el mal ejemplo en los "salones." Es,
pues, contrario á la igualdad y á la justicia.
En cambio, protege eficazmente en sus costumbres
á los que más necesitan ser protegidos: á los proleta-
rios y sus familias; reduce á corto número los lugares
que necesitan ser vigilados, lo que permite excluir de
ellos á los hijos de familia y ejercer una sanción moral
más efectiva sobre los padres y hombres de negocios
que tienen compromisos graves con la sociedad. ¡Sobre
este pequeño ó reducido número de ventfis es fácil
imponer y hacer efectivas otras condiciones favorables
á la tranquilidad y la moral pública. De aquellas con-
tribuciones derivan algunas ciudades, como Filadelña,
Boston, Baltimorey Oincinuati, rentas de % 250,000 á
cerca de $ 1.000,000 anuales, tomados del bolsillo de
los viciosos, como una compensación del mayor gasto
que imponen á la autoridad en la protección de las
gentes pacíficas.
La prohibición absolatu tiene el grave inconve-
niente de inmensa dificultad para hacerla efectiva.
Es imposible vigilar en una ciudad considerable los
mil lugares secretos adonde se retira el expendio, los
diversos disfraces con que se le encubre; así como
también lo es luchar con la resistencia de millares de
personas á quienes se arrebata súbitamente el ejerci-
cio de una industria, y con las decenas ó centenas de
miles, á quienes se priva de un consumo, moderado
en muchos casos, convertido yá en necesidad impres-
766 Tropezón en la cerveza
cindible. El uso de bebidas feí'mentfidas se remonta á
los primeros orígenes de la especie humana, se liga
con la celebración de los fastos solemnes, se reputa
universalmente como una señal de hospitalidad, amis-
tad ó simpatía, y tal vez, en no pocos casos, es un
agente necesario para excitar la digestión, reanimar
las fuerzas vitales y prevenir los accidentes que tienen
por causa la humedad ó el frío. La propensión á usar-
las es, probablemente, resultado de una herencia fisio-
lógica fijada en las razas por siglos enteros de influen-
cias naturales; y tal vez hay un exceso de coerción
en quererla desarraigar súbitamente. Tales pueden
ser las causas de esa resistencia á obedecer la ley, en
virtud de la cual este sistema ha sido rechazado últi-
mamente por la opinión en los Estados de Pensilva-
nia, Massachussets, Oonnecticut y algún otro, en
donde la ordenanza de prohibición fue sometida al
sufragio universal.
La campaña contra el vicio encuentra un tropezón
en la cerveza. Esta bebida es alimenticia, tónica, y
contiene muy pequeña dosis de alcohol, ó á lo menos
puede fabricársela así. Se pensó, en consecuencia,
en permitir la venta de la que no contuviese más de
3 ó 4 por 100 del elemento embriagador, y gravar con
fuertes derechos ó prohibir la que excediese este
límite; pero los bebedores de ella compensaban la
calidad con la cantidad, ó bien era imposible para la
policía estar examinando incesantemente los grados
embriagantes del líquido ofrecido al público. Además,
el partido demócrata en los Estados Unidos no es tan
severo en la persecución de la bebida, á causa de con-
Continuación de la hicha 767
tar entre sus adeptos la mayoría de la población irlan-
desa, la más inclinada al uso de los licores fuertes.
En cambio, los alemanes, que en lo general favore-
cen con su voto al partido republicano, son grandes
bebedores de cerveza, y sus patrones políticos no qui-
sieran darles motivo de disgusto. De aquí ha resul-
tado una legislación que, protegiendo disfrazada-
mente el consumo de esta bebida, ha contribuido á-
aumentarlo enormemente hasta más de 700.000,000
de galones al año, equivalentes á sesenta botellas por
cabeza de población. Prueba adicional de que allí,
como en todas partes, los intereses políticos preva-
lecen indebidamente sobre los intereses sociales.
A pesar de todo, la opiíiión prosigue sin descanso
esa cruzada incruenta contra un enemigo más temible
que las huestes de la Media Luna. Más temible, sí,
porque los sectarios del Profeta no siempre llevaban
consigo la devastación sola: á veces también, como en
Espafia, en Siria, y aun en los territorios mismos del
antiguo imperio de Constantino, fundaron una civili-
zación brillante, si bien pasajera; pero la embriaguez
mata los cuerpos y las almas, lo presente y lo por venir;
aquellos amenazaban las fronteras, éste los hogares.
Satisfacción inmensa causa la vista de esos nobles
esfuerzos, testimonio irrecusable de la benéfica influen-
cia de la libertad para depurar y enaltecer el alma
humana.
fP^^^Mm:fMmá'^M§B'k^^
CAPITULO XXXYIII
PROBLEMAS AMERICANOS (CONCLUSIÓIí)
Los centros de mendicidad y prostitución— El aumento de ex-
tensión en las propiedades territoriales — Los grandes millo-
narios—La inmigración de Mongoles- Consecuencias posi-
bles de su expulsión de los Estados Unidos — Resumen de las
ventajas é inconvenientes déla inmigración extranjera — Las
religiones.
"La A^mérica del Norte — escribía Michel Clievalier en
1835— es un país de bendición para el obrero y el campesino,
i Qué contraste entre nuestra Europa y esta América! Al des-
embarcar en Nueva York creí que allí todos los días eran
domingos, porque el apretado gentío de JBroadway, á juzgar
por su vestido, parecía enfiestado. Nada de esas caras mar-
chitas por las privaciones y los miasmas de Paiís; nada seme-
jante á nuestros miserables barredores de calles, á la casta de
nuestros ropavejeros ó de nuestros vendedores al aire libre: al
c<mtrario, los hombres están cómodamente abrigados con su
sobretodo, y las mujeres con su capa y su sombrero á la última
moda de París."
Medio siglo después lío pudiera repetirse la im-
presión del observador y distinguido viajero: sobre
todo en Nueva York y en Oincinnati yá vi figuras es-
cuálidas, ojos hundidos, rodeados de grandes ojeras,
vestidos hechos jirones, con ese brillo ominoso de la
mugre refregada, llamado correa metálica en lengua-
je escolar. Yá se pueden recorrer barrios enteros
El éxodo irlandés y el alemán 769
de calles sacias, de donde han huido la alegría y el
aseo, y en donde todo anuncia el reinado de esos dos
precursores de la muerte: vicio y miseria. He leído
en una de las más serias revistas mensuales de esa
ciudad, la aserción de que una quinta parte de sus
habitantes (más de 200,000) vive en Tencment-liou-
ses; os decir, en grandes edificios de ocho á diez
pisos, divididos en multitud de cuartos estrechos, con
poca luz y menos ventilación, ocupados por familias
enteras.
Y así tenía que suceder. Los primeros inmigran-
tes debían de ser gentes poseedoras de algunos recur-
sos, dotadas de carácter enérgico y emprendedor. Con
€l establecimiento de líneas de vapores entre Europa
y América, bajó el precio de los pasajes y la emi-
gración se puso al alcance de las familias pobres.
Cuando, con la construcción de grandes buques de
marcha rápida, aumentó el número de viajes anuales,
y la competencia de las diversas empresas facilitó el
viaje aun á los mendigos del Viejo Mundo, y las no-
ticias de la mejor suerte que los esí)eraba en el Nuevo,
llegaron hasta las últimas capas de esas sociedades, la
corriente de las emigraciones subió á guarismos que
hubieran parecido imposibles. SI hambre de Irlanda
en 1846 fue ocasión de un éxodo irlandés: á pesar de
la fecundidad de esta raza, la población de esa Isla,
que en 1840 pasaba de 8.000,000, bajó con la emigra-
ción, en cuarenta años, á menos de 5. Las guerras euro-
peas de 1853 á 1871, y los grandes armamentos que les
siguieron precursores de nuevos combates y matanzas,
determinaron la emigración en masa de los pueblos
49
770 El de los pueblos del Sur y el oriente de Europa
alemanes, en torrentes semejantes á los que ea los siglos
III y IV de nuestra era inundaron la Italia y las Galias.
Más aún: los Gobiernos mismos de esos países
antiguos, deseosos de libertarse de la carga del pau-
perismo, fomentaron las emigraciones y auxiliaron
á las veces, pagando el pasaje, la traslación de esos
desheredados á playas distantes. Así creían descar-
garse de esos sobrantes de población que sus indus-
trias no podían alimentar y cuyos consumos, soste-
nidos por la caridad pública, encarecían el precio de
los víveres. Al propio tiempo creían libertarse de esas
aguas estancadas, de cuya corrupción emanaban los
miasmas del vicio y del crimen. En un principio las
emigraciones se limitaron á las fuertes é industriosas
razas del Norte de Europa, cuya colocación en los
trabajos de las fábricas, de las minas y de la cons-
trucción de ferrocarriles, proveía en los Estados Uni-
dos á la demanda incesante de jornaleros determi-
nada por sus numerosas empresas. Más- tarde, en los
diez últimos años principalmente, ha empezado el
movimiento de traslación entre las masas del Medio-
día y del Oriente de Europa: italianos, españoles
y turcos; húngaros, rusos y polacos; en extremo
pobres y destituidos de toda educación industrial los
primeros, no mejor provistos y además maltratados
por la tiranía de razas conquistadoras, los últimos.
Los primeros inmigrantes hablaban inglés en lo ge-
neral y podían fácilmente ponerse en relación con el
pueblo Americano: aun los alemanes después, á causa
del común origen de las dos lenguas, no eran del
todo incomprensibles para la población nativa; pera
El proletarismo 771
no sucedía igual cosa con los huéspedes nuevos de
otras regiones cuyas lenguas extrañas constituían una
valla invencible á la cooperación deseada en trabajos
comunes. Esos nuevos elementos tienen más dificul-
tad para asimilarse y fundirse en la masa general, y
debían dar origen á ese fenómeno social de los hetero-
géneos ó declasséSy que tanto abundan en las grandes
ciudades del litoral, con los nombres de vayrants
(ociosos), tramps (vagos, errantes), roughs (toscos,
groseros), cranks (jubilados, m\\t\\Qíi),rogues (picaros),
pick-jyockets (rateros), paupers (pobres de solemni-
dad mantenidos en las casas de beneficencia), etc.,
que forman ejércitos de "clases peligrosas," cons-
tantemente vigiladas por la policía.
La extinción, ó á -lo menos la disminución cons-
tante de la clase proletaria, ha sido una de las aspi-
raciones de la sociedad moderna, principalmente en
Norte América. Las cajas de ahorros, los seguros
sobre la vida, las asociaciones cooperativas, las ac-
ciones de poco valor en las compañías anónimas, la
distribución de las tierras baldías en pequeños lotes y
á bajo precio, son instituciones destinadas á facilitar
al obrero el modo de reunir un capital productivo,
de procurarse medios de vivir no sólo en el día pre-
sente, sino en los futuros, de emanciparse de la ne-
cesidad de trabajar por cuenta ajena y de adquirir la
independencia y la dignidad propias á que tanto as-
pira la naturaleza humana. A medida que el hombre
llega á este estado, la sociedad mejora en condiciones
de moralidad y de paz, porque se atempera el rigor
772 Cambios en la extfMsióii de la propiedad territorial
de esa lucha permanente entre los que tienen y los
que no tienen, entre la superioridad orgullosa del
rico y á las veces la envidia del pobre.
En los Estados Unidos se oye en esta materia la
queja de que las oleadas incesantes de proletarios eu-
ropeos impiden la llegada de esa feliz situación po-
pular; se dice, y con razón, por supuesto, que ese
gran número de nuevos pobres todos los años tiene
j)or resultado hacer bajar con la competencia la tasa
de los salarios, mejorar la condición del empresario
de industria y empeorar la del obrero, aumentar Lis
ganancias del capitalista y disminuir la posibilidad
de los ahorros para el trabajador á jornal; en una pa-
labra: crear una agericia más de mala ó injusta dis-
tribución de la riqueza entre los hombres.
Este fenómeno de la desigual distribución de la
riqueza en los Estados Unidos empieza á llamar pro-
fundamente la atención de los pensadores de aquel
país, y como muestra de ese fenómeno citaré algunos
hechos.
Sea el primero los cambios en la distribución de
la propiedad territorial, ocurridos en el período de
1870 á 18S0:
NUMERO DK DUEÑOS.
Extensión de las propiedades.
Acres Año de 1870. Año de 1880.
Menos de 3 6.875 4 353
De 3 á 10 173,021 134.889
De 10 á 20 294,607 254,749
De 20 á 50 847,614 1.321,117 781,474 1.175,464
De 50 á 100 .... 754 221 1.032,910
De 100 á 500 565.054 1.695,983
De 500 á 1,000.... 15,873 75,972
De más de 1,000.. 3,720 1.338.868 28,578 2.833,443
Totales 2.659,985 4.008,907
Apreciaciones de este fenómeno 773
Como puede observarse, el número de propietarios
de 50 acres (32 fanegadas), ó menos, disminuyó desde
1.321,117 en 1870 á 1.175,464 en 1880. Estos pe-
qnefíos propietarios formaban en 1870, con nna pobla-
ción total de 38.000,000, un 3^ por 100. En 1880, con
50.000,000, sólo formaban poco más de un 2 por 100.
En cambio, las propiedades de 50 á 100 acres
(32 á 64 fanegadas) aumentaron un 33 por 100, las
de 100 á 500 un 300 por 100, las de 500 á 1,000
otro tanto, y un 750 por 100 las de más de 1,000
acres. Es, pues, notable el crecimiento de la pasión
por grandes extensiones de propiedad, y es de pre-
sumir sea principalmente debido á las ideas europeas.
En Inglaterra ha sido considerado este cambio
como síntoma dereorganiíiación en los Estados Unidos
de la propiedad mediana á la gran propiedad, á imita-
ción del sistema inglés; pero puede dudarse todavía de
esa deducción. Quizás pueda atribuirse el fenómeno al
crecimiento de la riqueza pública que yá permite exten-
der la adquisición y el cultivo de la tierra á mayores
extensiones, á favor de la introducción de fuerzas me-
cánicas, como el arado de vapor, la segadora Mc-Oor-
mick, las máquinas de trillar, etc. También pudiera
explicársele por el desarrollo de la industria pecua-
ria en los terrenos nuevos del Oeste y Sudoeste, por-
que es sabido que la cría de ganados exige exten-
siones mucho mayores que las labranzas. El hecho
notable es que el número de propietarios en relación
con la población no ha disminuido: 7'40 por 100 de
propietarios de la tierra en 1870, 8 por 100 en 1880.
Hay sí un hecho grave que encuentro en The
774 Los grandes millonarios
Statesmaii's Year Booh. En 1883, — dice esta publi-
cación periódica, muy bien informada en lo general — ■
había en los Estados Unidos 18.000,000 de acres
de tierra (cerca de 10.000,000 de fanegadas), per-
tenecientes á sólo ocho propietarios. Veremos qué
resultados da en esta materia el censo que en estos
momentos se está levantando en ese país.
El segundo consiste en las aglomeraciones in-
mensas de riqueza en las manos de unos pocos afor-
tunados, riquezas que superan las que el transcurso
de los siglos y la acción de privilegios injustos ha
acumulado en algunos miembros de la aristocracia
inglesa, sólo igualadas en la antigüedad por las de
los grandes ladrones que acaudillaron las conquistas
romanas en el Asia, durante el período de decadencia
de la República.
La muy respetable Revista de Nueva York, yá ci-
tada, El Forum, publica recientemente una lista de
70 nombres de personas cuyo capital monta á la prodi-
giosa suma de ^ 2,700.000,000, es decir, un término
medio de $ 37.500,000 por individuo; pero en esa lista
se encuentran capitalistas de $ 100 á $ 150.000,000,
adquiridos de diversas maneras: algunos por el descu-
brimiento de riquísimas minas de oro y plata; otroís
por el empleo de grandes talentos en la organización
de líneas de ferrocarriles; algunos por el alza natural
del valor de las propiedades raíces en las ciudades, á
consecuencia del aumento de población y de riqueza,
y sobre todo de la influencia de las mejoras realizadas
en las localidades con la inversión de las contribu-
ciones públicas; algunos más, en fin, por medio de
Son síntoma de empobrecimiento en las masas 775
operacioues no siempre mantenidas dentro de los lí-
^mites de la probidad y del respeto al derecho ajeno,
que no representan un aumento, sino una mera tras-
lación de riqueza de unas manos á otras. Estas úl-
timas, las más numerosas tal vez, vienen á ser, en
análisis final, la expropiación del trabajo de la gran
masa de proletarios en provecho de los más audaces,
á favor de algún defecto en las leyes artificiales que
rigen en la circulación de los valores. Así eran for-
madas las inmensas riquezas de los propietarios de
esclavos: las constituía pura y simplemente el trabajo
expropiado á éstos; fenómeno que se repite con los
proletarios cuando su número trastórnalas leyes del
equilibrio éntrelas clases sociales: pueden ser fácil-
mente explotados. El proletarismo es, en resumen, una
clase nueva en reemplazo de la esclavitud, formada por
la acción lenta al través de los siglos, de los privilegios,
los monopolios y las opresiones del mundo antiguo.
La inmigración de chinos tenía en grado super-
lativo todas las desventajas arriba anotadas; pero
• principalmente la primera y las dos últimas. La or-
ganización social y política de China y la de los
Estados Unidos son los dos polos opuestos del mundo.
Los inmigrantes asiáticos eran exclusivamente hom-
bres, vivían completamente separados de la población
americana, y en lo general, según parece, se compo-
nían de la parte más abyecta y más triste de las ciu-
dades del litoral del Celeste Imperio. Por lo pronto
no traían idea de establecerse definitivamente en el
,país, y regresaban á su patria tan luego como habían
77 Q La inmigración china
formado un capital. Hábiles en el trabajo manual, y
en extremo económicos, se contentaban con los más
ruines jornales, cuya tasa hacían bajar sensiblemente
en dondequiera que se fijaban. Ignorando del todo la
lengua, las costumbres y las instituciones del país, for-
maban asociaciones numerosas bajo la dependencia ab-
soluta de algún jefe de su raza, y componían un grupo
de sociedad enteramente distinta delaamericana,sobre
quien las leyes, las autoridades y la policía ejercían
muy poca ó ninguna influencia. Como la población
del Imperio Celeste se estima en no menos de una
quinta y llega tal vez basta la tercera de la de toda la
tierra, se llegó á temer una inundación, un diluvio de
gentes extrafías que podría cambiar totalmente el
aspecto y las condiciones de la nacionalidad ameri-
cana.
Bastaron estas circunstancias para que contra ellas
se levantase primero un sentimiento de disgusto, lue-
go de antipatía y aun de horror, especialmente marcado
entre los alemanes é irlandeses, para quienes su com-
petencia en el trabajo manual era particularmente des-
favorable. Pronto se formó un partido en los Estados
del Pacífico, en donde aquéllos existían en grandes nú-
meros, que exigió se prohibiese su inmigración y que,
por medio de asonadas y ataques violentos contra
ellos, se propuso arrojarlos del país.
Los chinos eran por su parte gente pacífica, traba-
jadora, económica: algunos aprendieron pronto la
lengua inglesa, adoptaron las costumbres del Occi-
dente, formaron capitales considerables, se organiza-
ron en compañías de comercio, y con inteligencia
Su progreso en los Estados Unidos 777
poco común mostraron que eran mny capaces de luchar
con los americanos y de contribuir poderosamente á
la colonización y riqueza de las regiones del Pacífico.
Fundaron Bancos, abrieron grandes y lujosos almace-
nes, fueron los primeros en apreciar las condiciones
singulares que el suelo y el clima brindan á la Agri-
cultura en California, prestaron servicio notable en
la construcción del primer ferrocarril del Pacífico, y
mostraron que, á la vuelta de medio siglo, podían
reunir las condiciones necesarias para incorporarse en
las costumbres é ideales de la civilización europea.
La prensa de las ciudades del Atlántico estaba le-
jos de serles desfavorable. Apreciaba la inteligencia
perspicaz de esa raza, su constancia en el trabajo, la
disciplina social adquirida en tantos siglos de gobier-
no regular. Juzgaba que esos hombres no podían me-
nos de traer á América ideas nuevas, industrias des-
conocidas, y sobre todo, que por medio de ellos podía
abrirse á las manufucturas americanas una salida in-
mensa entre los cuatrocientos millones de consumido-
res del Imperio del Medio. En vano predicó que, una
vez acomodados los chinos á la satisfacción de las nece-
sidades de la vida americana, yá no se contentarían con
jornales tan bajos, ni continuarían en esa economía es-
trecha engendrada por la miseria en que habían vivido
hasta allí. De nada valieron las demostraciones de que
á una distancia de cuatro mil leguas de las costas de Ca-
lifornia, como se encuentra la China, era imposible que
la inmigración pudiese pasar de veinticinco ó treinta
mil cabezas por año: guarismo que al cabo de un
síselo, — teniendo en cuenta la mortalidad natural y el
778 Qwirra que se les Mzo en los Estados del Pactfi
Ico
regreso de muchos de ellos á su país, — no daría más
de un millón de chinos en América, á tiempo que los
Estados Unidos tendrían yá 300 ó 400 millones de po-
blación: el interés egoísta de alejar esa competencia
de trabajadores manuales se sobrepuso á toda conside-
ración y exigió que se les obligase á abandonar el cam-
po. Cundió la idea en los tres Estados de California,
Oregón y Nevada, cuyos votos podían decidir de las
mayorías en el Congreso y en la elección presidencial,
y delante de esta consideración los directores de la
política se sometieron humildemente á esa exigencia.
A pesar de tratados vigentes con China, en los que
se ofrecía á sus naturales libertad para entrar al terri-
torio americano, así como la protección de las leyes y
autoridades, el Congreso de Washington prohibió por
diez afios su entrada á los Estados Unidos, y faltó
energía en las autoridades de aquellos Estados para
prevenir los ataques y asesinatos de que fueron objeto.
De cosa de 200,000 celestiales que se calculaban en
1875, como resultado de treinta afíos de inmigración,
parecen haber quedado reducidoQ á menos de 100,000,
dispersos ahora en todos los Estados de la Unión.
Mr. Cleveland pasó con este motivo un mensaje á
las Cámaras, en el que reprobaba enérgicamente esos he-
chos y solicitaba un crédito para indemnizar á las vícti-
mas de esos atentados ó á sus familias; y este documen-
to, escrito sin miedo y con toda la elevación de ideas de
un hombre que no temíala impopularidad — valor raro
entre los hombres públicos en los Estados Unidos, —
será uno de los timbres notables de su administración.
Antes de decretarse aquella medida (en 1882) el
La8 acusaciones contra ellos 77^
carácter especial de la inmigración china había sido
objeto de estudio especial por comisiones de las Cáma-
ras y por los reporters de la prensa americana, com®
es allá costambre antes de adoptar una decisión gra\re.
Los periódicos publicaron sobre el particular declara-
ciones de testigos, cartas é informes particulares, en
sentido favorable unos, adversos otros. Las acusacio-
nes se referían á tres capítulos.
Dificultad de entenderse con ellos á causa de la
imperfección y complicación extraordinaria de su
idioma.
Desaseo, inmoralidad, paganismo y vicios destrac-
tores, como el de fumar opio.
Envilecimiento del trabajo, á causa de los mezqui-
nos jornales con que se contentan.
Casi las mismas que hacían á los aborígenes de
este continente los españoles del siglo xvr.
De la primera pudiera prescindirse. Los chinos
aprendían pronto los suficientes vocablos ingleses para
hacerse entender.
En cuanto á su inmoralidad y sus vicios, carezco
de datos personales para formar juicio; pero sí puedo
decir que no oí acusaciones de ese carácter en Panamá
y Colón, en donde habitaban diez ó doce mil de ellos,
y que el testimonio de la mayor parte de los viajeros
por el interior de la China está muy lejos de confir-
marlas. El desaseo y la poca santidad du hombres
solos sin sus familias, en un país extraño, no requiere
mucho esfuerzo para admitirlo.
La baratura de los objetos de su fabricación ó
producción, es proverbial; pero esa baratura, era una^
ventaja para los consuraidores americanos.
780 Ocasión perdida para los Estados Unidos
En contraste con estas acusaciones recuerdo haber
leído opiniones ó informes de personas respetables, al-
tamente honrosas para los chinos.
Me atreveré, sí, á expresar el concepto de que con
aquellos procedimientos contrarios á esta rázalos ame-
ricanos han perdido la ocasión de abrir á sus produc-
ciones el mercado más inmenso que pudieran desear.
Pudieron ser los preferidos en el comercio déla China,
para el cual tienen una situación geográfica superior
á la de todos los países de Europa, excepto la líusia, y
gozaban allí de simpatías especiales, que no supieron
cultivar. Entre tanto, Inglaterra, Francia y Alema-
nia podrían obtener las ventajas que los Estados Uni-
dos dejaron perder. En la China se piensa también
yá, como es natural, en restringir el consumo de los
artículos americanos y en expulsar ó en cometer con-
tra los nacionales allí establecidos represalias de aten-
tados, de que éstos no tendrían derecho para quejarse.
Este es un asunto de la más alta trascendencia.
Ese pueblo, hasta ahora excluido de toda comunicación
con el mundo, había llegado á una civilización estrecha
y estancada: nadie sabe si estaba en progreso ó en de-
cadencia; pero es indudable que abriendo sus puertas
al extranjero, recibiendo de éste ferrocarriles, telégra-
fos, vapores, máquinas diversas, productos variados,
y sobre todo hombres científicos, sus condiciones in-
dustriales, comerciales y políticas pueden cambiar
enormemente. El día en que la civilización europea
penetre en el interior de China, y en que á fuerza de
luchas y desastres se eleve su pueblo á la energía viril
El problema chino en el po^^venir 781
del europeo, es difícil decir lo que podrá suceder.
Después de cinco siglos de derrotas é inferioridad in-
mensa con relación á los Romanos; á pesar de las vic-
torias de Mario, de las conquistas de César, de las in-
vasiones de Trajano, de las victorias de Aecio, — los
bárbaros del Korte acabaron por destruir el Imperio
Romano y establecerse en todo el Occidente de Euro-
pa. ¿Qué no podrán hacer 400.000,000 de hombres,
de muy adelantada civilización yá, estrechos dentro
de sus límites y desapiadadamente repelidos de Amé-
rica, de Australia, de la India y de todos los países
adonde pacíficamente quisieron llevar su trabajo y fun-
dar nuevos liogares? El día en que algún Arminio de
raza mongólica marque la hora del equilibrio con tos
hasta hoy superiores en organización militar, podrían
repetirse en Europa y aun en los Estados Unidos las
escenas de ahora quince siglos. Cada pueblo tiene su
día en la sucesión infinita de las evoluciones históri-
cas. No sería imposible que á la China le tocase el
suyo. Los Árabes eran unas tribus insignificantes, ci-
vilizadas unas, errantes otras, desconocidas del mundo
trece siglos há; pero ellas conquistaron el Asia, el
Norte de África é hicieron teniblar á Europa hasta
ahora dos siglos. Los ataques contra los chinos en San
Francisco, en Portland y en otros lugares pudieran
ser las primeras escaramuzas de grandes convulsiones
internacionales en el siglo xx ó en el xxi.
La inmigración extranjera tiene, pues, grandes
ventajas, y graves inconvenientes cuando es despropor-
cionada, como lo es actualmente en la República Argén-
782 Repugnancia d la inmigración
tina. Aquí, sin embargo, el contrapeso de los diversos
elementos étnicos de quese compone, y la inferioridad
relativa de la población indígena, ahorran dificultades,
por una parte, y no permit-en estimar como un mal,^
por otra, lo que en los Estados Unidos sólo puede con-
siderarse como un lunar en una superficie brillante.
Cuando la población extranjera sobrepuje en núme-
ro á la nacional y haya tomado posiciones importan-
tes en la propiedad territorial y en el juego de las in-
dustrias, tal vez entonces empezará á sentirse algún
malestar; sobre todo si alguno de los pueblos contri-
buyentes á la inmigración forma en Europa una na-
cionalidad poderosa.
En los Estados Unidos no existen estos peligros;
pero yá empiezan á considerar la inmigración como
un mal. Juzgando con un espíritu nacional estrecho,
preocupándose poco de consideraciones que dicen re-
lación á la humanidad en general, sólo quisieran reci-
bir inmigrantes ricos, inteligentes, civilizados; en una
palabra, pertenecientes á las clases elevadas que en
ninguna parte tienen necesidad de emigrar. Satisfe-
chos y aun orgullosos con su situación actual, quisie-
ran detener la marcha del tiempo y renunciar á las
contribuciones de los demás pueblos, á fin de evitar la
contaminación de seres de naturaleza inferior.
No sólo se trata de restringir la inmigración, sino
de poner obstáculos al ejercicio de los derechos polí-
ticos á los no nacidos en el país, exigiendo una residen-
cia de mayor número de años para poder obtener carta
de naturaleza.
Quizás se olvida allí la parte con que la inmigración
Se olvidan los sei vicios prestados por ella 783
ha concurrido al engrandecimiento del país, y el ser-
vicio que prestó en 1861 á 1865, suministrando un con-
tingente de más de 400,000 soldados al ejército que
conservó la integridad de la Unión; que el timbre
mejor de la democracia americana, el rasgo de su
fisonomía social que la hizo tan simpática á los ojos
del mundo, ha sido esa hospitalidad generosa dispen-
sada á los pobres y á los oprimidos de otras regiones,
con la cual ha demostrado la posibilidad de la regene-
ración humana por medio de la acción de instituciones
libres; probablemente no se cae en la cuenta de que
los mismos que hoy son altivos ciudadanos de una na-
cionalidad poderosa y feliz, fueron ahora dos siglos
pobres inmigrantes que, como los de la actualidad^
huían de la tiranía y de la miseria en busca de liber-
tades y de tierras propias en donde ejercitar su tra-
bajo. Algo debiera reflexionarse en que la úlcera de
la corrupción electornl no consiste tanto en los co-
rrompidos cuanto en los corruptores, que en lo gene-
ral son americanos de antiguo origen; en que la ex-
plotación del proletarismo no es obra de los extranjeros
sino de los hijos yá acaudalados de América, — proba-
blemente al favor de instituciones que, como la alta
tarifa de aduanas, protegen más á los capitalistas que
á los obreros. Probablemente la inmigración es un fe-
nómeno complicado y difícil que no debiera dejarse
abandonado así mismo, sino que podría constituir un
objeto de administración pública, para inspeccionarla,
protegerla y dirigirla con más atención aún déla que
hasta ahora se ha dado á este asunto, el cual tiene toda
la importancia necesaria para constituir una Secreta-
784 Inmigración libre 6 guerra de pueblos
ría nacional, lo mismo que los Correos, la Agricultura
ó la Marina. Debiera recapacitarse, en fin, que no sólo
la nacionalidaíi tiene derechos, sino que la humani-
dad los tiene también, y entre ellos el de vivir y buscar
la felicidad. Hay algo trascendental en esta materia
<|ue no debiera dejarse de lado como consideración de
puro sentimentalismo.
En resumen: los bienes de la inmigración sobrepu-
jan, á mi ver, en los Estados Unidos, á sus inconve-
nientes: en 300,000 leguas cuadradas de terrenos toda-
vía incultos cabe una inmigración diez veces mayor
que la recibida en los últimos sesenta años, sin el me-
nor peligro de que el cuerpo extranjero se sobreponga
ó llegue á tener influencia permanente mayor que el
nativo. La inmigración extranjera es uno de los as-
pectos que presenta la ley de la lucha por la existencia
en el seno de la humanidad, materia que se gobierna
por la acción de fuerzas naturales irresistibles masque
por las artificiales del capricho humano.
Entre los problemas americanos no es el menos inte-
resante el de la evolución religiosa en medio de la varie-
dad de sectas y formas del culto con que esta idea se
presenta allí al estudio del observador. La Eeforma pro-
testante del siglo xvr, que permitió la interpretación
de la biblia á la conciencia individual, abrió el campo
á la crítica, trajo de nuevo á discusión las opiniones
inútilmente condenadas por los Papas y los Concilios,
y ha permitido al Cristianismo seguir, auque á bas-
tante distancia, el curso de las nuevas revelaciones
obtenidas por la ciencia moderna, en las cuales ha-
Movimiento de la idea religiosa 785
bráii de renovarse las creencias religiosas con el trans-
curso de los tiempos. Restringido este movinviento
por el espíritu conservador dominante en las monar-
quías europeas, el espíritu liberal de las instituciones
políticas americanas le ha dado nuevo impulso y ex-
tendido en el mundo á número mucho más conside-
rable el de los afiliados en las diversas sectas protes-
tantes. Esa libertad de interpretación y la organiza-
ción independiente y democrática de sus congrega-
ciones religiosas, unida al ambiente liberal de las
ideas políticas, en lugar de apagar ó debilitar el fer-
vor religioso, lo ha sostenido, y atraído á la carrera
eclesiástica hombres de grandes talentos, caracteres
muy distinguidos, que con sus estudios y su predica^
ción mantienen un foco luminoso en las diversas igle-
sias y ejercen una influencia de gran consideración
entre las clases educadas, las más asiduas en su
concurrencia á las iglesias. Allí se nota una lucha
menos sensible entre lo que se llama verdad obser-
vada ó experimentada y lo que se admite con el
nombre de revelación; y aun cuando las innovaciones
son mucho más difíciles en los credos religiosos que
en ninguna otra de las ideas humanas, es visible la
tendencia á introducir la predicación moral en reem-
plazo de la dogmática y á conceder á la razón todo el
terreno que va perdiendo la fe. El númwo de los libre-
pensadores aumenta y el de fanáticos intolerantes de-
crece; pero se está aún muy lejos de lo que en Fraftcia,*
y quizás más aún en Alemania, se ha llamado con el
nombre de racionalismo.
La proporción en que las diversas sectas están di-
50
786 DistrihuGión de las religiones
vididas se computa así por Mulhall, por el States-
man's Year BooTc y por algunos periódicos religiosos,
con referencia al afio de 1885, y según los datos del
censo de 1880.
Religiones. Número de adeptos. Proporción á la población total.
Metodistas 14.667,000 29,4 por 100
Bautistas 10.464,000 20,9 —
Presbiterianos 6.478,000 12,9 —
Católicos 6.143,000 12,3 —
Otras sectas 12.407,000 24,5 —
Totales 50.159,000 100
Las Otras sectas que figuran en el cuadro anterior
son: luteranos, discípulos de Cristo, congregaciona-
listas, episcopales, hermanos unidos, iglesia refor-
mada, unitarios, universalistas, morniones, judíos,
cuáqueros, etc. Con excepción de los mormones, que
en punto al matrimonio profesan una moral distinta,
y de los judíos, todas son ramas de la gran familia
cristiana. Entre todas, las que han tenido un creci-
miento más notable durante el medio siglo corrido de
1835 á 1885, son las metodistas y la de los católicos.
Los metodistas subieron de 1.240,000 adeptos en
1835, á 14.667,000 en 1880. Los católicos, de 555,000
á 6.143,000. Los primeros por resultado de propaganda
activa; los caipólicos, por la inmigración de irlandeses
y alemanes del Sur; pero se juzga que si estos inmi-
grantes y su descendencia hubiesen conservado todos
la religión que trajeron de su país, sus números debe-
rían pasar actualmente, de 12 ó 14.000,000
El cuadro siguiente, que tomo de las recientes es-
Fuerza délas diversas sectas 787
tadísticas de Mulhall, presenta una comparación acer-
ca de la fuerza respectiva de estas religiones en 1880:
Reliííiones.
Iglesias.
Ministros.
lüqu
eza poseítte por la« igks
Metodista . .
28,281
16,759
$
70.500,000
Bautista
24,794:
15,401
42.000,000
Presbiteriana
10,474
8,026
53.000,000
Católica
5,975
. 6,366
61.000,000
Otras sectas.
22,643
30,678
$
127.500,000
Totales.
92,167
77,230
354.000,000
Las denominaciones religiosas de segundo orden
no enumeradas arriba, son las siguientes:
1880.
Iglesias. Ministros. Adeptos. Riqueza.
Los luteranos, alema-
nes principalmeate, con.. 5,556 3,102 2.740,000 $6.000,000
Los discípulos cristia-
nos (entiendo que son
considerados como parte
de los metodistas) 4,681 3,658 2.268,000 6.000,000
Los congregacionalis-
tas 3,689 3,589 1.334,000 25.000,000
Los episcopales (igle-
sia anglicana). 3,104 3,564 1.413,000 36.000,00.0
Los hermanos unidos
en Cristo i.rama de los me-
todistas) 2,573 2,563 1.196,000 2.000,000
El resto se compone de unitarios, universalistas,
mormones, Judíos, espiritistas, cu<áqueros, hermanos
moravos, swendenborgianos, etc., con más de 3. 000,000
de adeptos en 1880.
Las diferencias entre estas sectas consisten á un
tiempo en la aceptación ó rechazo de algunos artícu-
los de fe, y en la organización interior de ellas»
Todas están separadas del Estado, y no reciben ni
gozan de auxilio ó privilegio oficial alguno.
788 Catacteres de las principales sectas
Las iglesias episcopal anglicana y la presbiteriana
son las que tienen más semejanza con el catolicismo,
del cual se separan principalmente en no reconocer la
autoridad de la silla pontificia. Los presbiterianos se
separan también en lo relativo á su organización inte-
rior, que es de naturaleza republicana.
Los metodistas están divididos en tres orga-
nizaciones distintas. La primera es la de los epis-
copales, que admiten el gobierno de la iglesia por los
obispos y por asambleas anuales en que los fieles
«stán representados en proporción al número de co-
municantes. La segunda, de los tuesleyanos, que re-
chazan el gobierno episcopal, admiten el derecho en
cala iglesia ó congregación local para gobernarse con
entera independencia, sin más vínculo de unión que
un sínodo reunido cada siete años, sin facultad legis-
lativa alguna. Estos rechazaron la esclavitud desde
.1835 y excluyeron de su comunidad á toda persona
que fuese propietaria de esclavos. También rechaza-
ron recientemente á los que produzcan, vendan ó
hagan uso de licores espirituosos, excepto como remedio
en caso de enfermedad. La tercera es la iglesia meto-
dista de los Estados del Sur, que cortó toda comuni-
cación con las iglesias del Norte, desde que la aboli-
ción de la esclavitud empezó á ser discutida en éstas.
Los bautistas sostienen que el bautismo debe ad-
minstrarse sólo á los creyentes en goce yá del ejer-
cicio libre de su inteligencia, y no á los niños incapa-
ces de pensar: también creen que debe administrarse
por inmersión del cuerpo entero en el agua. Entre
ellos cada congregación local es independiente, y sus
Los congregacionalistas y los unitarios 789
asambleas son estrictamente representativas de las
iglesias locales.
Los congregacionalistas ó independientes, secta de
disidentes de la iglesia anglicana en' Inglaterra, per-
seguidos allí, obligados á expatriarse á Holanda pri-
mero, después á los Estados Unidos, son los antiguos
puritanos que tanto contribuyeron al destronamiento
de Carlos i, y luego fueron los fundadores de los Estados
de ísTucYa Inglaterra. Son estrictamente demócratas en
su disciplina, liberales avanzados en sus ideas, y sos-
tienen misiones especiales para evangelizar, educándo-
los, á los indios, á los hombres de color en el Sur y á
los chinos, — á quienes especialmente han tratado de
proteger contra los injustos ataques y violencias de
que han sido objeto.
Los unitarios y los universalistas, aunque no re- .
putados cristianos en el sentido ortodoxo de la pala-
bra, profesan la moral de Jesucristo, juzgan que la
religión consiste más en la virtud que en las prácticas
rituales ó en la profesión de dogmas oscuros, y pre-'
dican que la religión debe elevarse á la altura de la
ciencia moderna, so pena de que la ciencia y las hom-
bres superiores hagan causa común con la impiedad.
Como puede notarse á primera vista, la política
ha tenido en los Estados Unidos más influencia sobre
la religión que la religión sobre la política. Las for-
mas de ésta han penetrado en las religiones, las han
democratizado, liberalizado y acostumbrado á la tole-
rancia. Más difícil es, por supuesto, ejercer influencia
sobre los dogmas, en los cuales los cambios actuales
son efecto de la Reforma del siglo xyi; pero es inda-
790 ' La evolución de la idea religiosa
dable que á la larga la forma tendrá también inflaen-
cia sobre el fondo.
Hasta ahora el espíritu conservador de las organi-
zaciones religiosas les ha permitido entrar en alianza
con los gobiernos establecidos, aun los más tiránicos
y contrarios á la ley de Cristo, mejor que con las fuer-
zas, al parecer débiles, de las nuevas ideas de reforma
social y política; pero yá los metodistas wesleyanos,
los congregacionalistas y los unitarios creyeron un
deber renunciar á la comunión de los defensores de
la esclavitud, y los primeros han dado el saludable
ejemplo de no considerar incluidos en ella á los trafi-
cantes en licores espirituosos. En ese nuevo camino no
podrán menos de imponer respeto á las almas generosas,
conquistar la simpatía de las masas y atraer á su seno
numerosos prosélitos. Jesús no aduló nunca los pode-
res de la tierra, no hizo alianza con los ricos y los afor-
tunados, prometió los dones del cielo á los humildes
y álos mansos de corazón, rehusó alzar la espada con-
tra sus enemigos más encarnizados y prefirió perdo-
narlos, subir al Calvario y morir en la cruz. Puede
que algún día, libre el sentimiento religioso de las
ligaduras con que lo sujetó su alianza con los empera-
dores, reanude el lazo de su tradición primitiva.
<=BÉ*5:--¿5^ SSS5;2:^f=§fe3
CAPITULO XXXIX
LOS IDEALES AMERICANOS
EvoliiciÓQ de los partidos— La reforma del servicio civil — Com-
bate á la Plutocracia— Proteccionismo— Libre cambio— La
plétora del Tesoro — Los partidos actuales.
Cuando, asegurada la independencia de la metró-
poli, las trece repúblicas angloamericanas empezaron
su carrera propia liacia el porvenir, dominaban en la
opinión pública dos aspiraciones distintas, de donde
tomaron origen sus dos grandes partidos. Washing-
ton y Alejandro Hamilton, fundadores del partido
federalista, temerosos de que el espíritu de la revolu-
ción traspasase su blanco y lanzase el país en la anar-
quía, creyeron superior á todas la necesidad de fundar
un gobierno nacional vigoroso que mantuviese la
Unión, se sobrepusiese del todo al poderío de los Esta-
dos y crease una fuerza política capaz de mantener el
-orden en el interior y liacer respetar en el exterior la
nueva y primera nacionalidad independiente que sur-
gía de este lado del Océano. De otro lado reinaba entre
Jefferson y los hombres del Sur, fundadores del antiguo
partido republicano, el deseo de conservar el gobierno
propio de las antiguas colonias, y el temor de que un go-
793 Ideas de los partidos americanos
bierno nacional demasiado fuerte destruyese la autono-
mía de ellas y condujese á otra tiranía semejante á la
de la metrópoli inglesa. El primero de estos partidos
se preocupaba más del interés de la nacionalidad que
de las libertades délos ciudadanos: el segundo, al con-
trario: tenía más á pechos las libertades municipales
y las garantías del ciudadano que el poderío resultante
de la organización de un gobierno centralizador. Podía
creerse, pues, que la idea liberal se encarnaba en éstos
y la conservadora en los otros; mas en la realidad no
era así. Entre los que se daban el nombre de republica-
nos figuraban principalmente los propietarios de escla-
vos en los Estados del Sur, de quienes no podía espe-
rarse ese espíritu de filantropía, igualdad política y
aspiraciones generosas que constituyen la idea liberal.
Al propio tiempo, los partidarios de una centralización
más vigorosa deseaban la abolición de la esclavitud y
la consagración constitucional de garantías individua-
les al ciudadano que diesen un carácter homogéneo al
pueblo de la Unión.
Así, el partido llamado entonces republicano (hoy
demócrata), que aspiraba á conservar el espíritu de
particularismo y semi-independencia de las antiguas
colonias, y con ella la esclavitud, uno de los vicios-
del pasado, era el verdadero partido conservador; y los
federalistas, — á quienes se acusaba de tendencias secre-
tas á una reacción monárquica, — en realidad eran los
sostenedores de las libertades del ciudadano y los que
aspiraban á constituir una sociedad nueva, rompiendo
las tradiciones coloniales: eran los verdaderos liberales.
Sin embargo, la constitución de 1787, resultado de
La esclavitud era lo que los dividía 793
la lucha entre esas dos tendencias, fue un compromiso^
una transacción entre ellas. Las antiguas colonias,
ahora Estados, cedieron ala Nación una parte de sus
derechos, y no poca de sus territorios,consintieron en la
organización de un gobierno general provisto de facul-
tades para crear rentas, levantar ejércitos, organizar
tribunales, fundar el crédito publico, disponer de las
tierras baldías y crear nuevos Estados en los territorios
todavía despoblados. A su vez los partidarios de un ré-
gimen centralizador convinieron en atribuir á los Esta-
dos todas las funciones no concedidas expresamente al
Gobierno federal, en permitir la esclavituden los Esta-
dos que quisiesen conservarla y en renunciar á toda idea
de entrometerse en el gobierno interior de las locali-
dades.
Como dije yá en otro capítulo, las diferencias po-
líticas se encerraron dentro de líneas geográficas, con-
centrándoseen una sola idea principal: la conservación
ó la abolición de la esclavitud de la raza negra; pero de
esta cuestión nacieron luego otras dos diferencias, por
entonces secundarias.
Los partidarios de la esclavitud querían extender
los dominios de esta institución á otras regiones: en
consecuencia, eran partidarios de la adquisición de
nuevos territorios á expensas de la seguridad de las
naciones vecinas. De aquí la compra de la Elorida, la
incorporación de Teja?, la conquista de California, los
proyectos de conquista en Centro América por Wal-
ker, y de adquisición de la isla de Cuba, durante las
Administraciones de Pierce y Buchanan. Los enemi-
gos de la esclavitud lo eran también de la extensión
794 De ella surgió la cuestión comeroial
de los límites de la unión, y miraban con horror los
proyectos atentatorios á los derechos de otras nacio-
nalidades.
La esclavitud reducía la organización industrial
de los territorios del Sur á los trabajos de la agricul-
tura, únicos al alcance de esclavos ignorantes. La
libertad, al contrario, había extendido la industria
de los del Norte á las manufacturas, en fábricas
que en un principio resistían difícilmente la compe-
tencia europea. Para protegerlas se ocurrió al expe-
diente de altas tarifas de aduanas sobre los artículos
extranjeros que pudieran importarse con ventaja, á
fin de asegurar en favor de aquéllas el mercado inte-
rior. Pronto se cayó en la cuenta de que esta protec-
ción encarecía esos productos para los consumidores
del Sur y disminuía las importaciones en el comercio
exterior. Ahora bien: la limitación de las importacio-
nes ponía también límite á las exportaciones, porque
ningún país puede exportar más de lo necesario para
pagar los productos extranjeros que importa, y esto
eausaba perjuicio á la agricultura del Sur. El país
quedaba dividido en dos partes: launa, que exportaba
productos agrícolas; la otra, que, no teniendo artículos
exportables, quería vivir de la venta de sus manufac-
turas á los Estados exportadores. De aquí el arraigo
de la idea proteccionista en los Estados del Norte, y la
aparición de la de libre cambio y tarifas moderadas
en los del Sur; antagonismo que en 1832 paso en peli-
gro la paz pública, pero que fue zanjado por las me-
didas conciliadoras de Henry Clay, á la vez que por
la firmeza del General Jackson.
Desaparición del partido federalista 795
El partido federalista desapareció á la vuelta de
un cuarto de siglo, porque no pudo luchar con el po-
deroso sentimiento de amor y respeto profesado en
todas partes á la entidad local del Estado; pero su es-
píritu reapareció bajo la inspiración de Henry Olay,
con el nombre wliig, tomado del que representaba la
idea liberal en la Grran Bretaña. Este partido alcanzó á
triunfar dos veces en la elección presidencial: en 1841
la primera, con el General Harrison, abuelo del actual
titular, y con el General Taylor la segunda, en 1849.
En ambas ocasiones murió el Presidente, al tercer mes
del ejercicio de sus funciones el uno, y al segundo año
el otro, con la desgracia de que el Vicepresidente per-
tenecía en ambos casos al partido opuesto. Falto su
programa de soluciones precisas en lo relativo á la
gran cuestión de la esclavitud, desapareció de la esce-
na para dar campo á un nuevo partido que tomó el
nombre antiguo de su adversario, el de republicano,
francamente favorable á la emancipación y dispuesto
á no permitir el trabajo esclavo en los nuevos Terri-
torios de la Unión. Este partido obtuvo el triunfo
con la elección de Mr. Lincoln en 1860.
A su vez la organización que se tituló partido re-
publicano en los Estados del Sur, también cedió el
puesto desde 1825 á otra que, con el nombre de par-
tido demócrata y encabezado por el General Jackson,
tomó á pechos combatir la institución privilegiada del
Banco Nacional, que ahogaba el desarrollo de los Ban-
cos privados y podía conducir á la formación de una
aristocracia monetaria. Eti efecto, el Banco N"acional
fue suprimido.
796 Nuevos partidos en embrión
Así pues, el que hoy se llama partido repuhlicano
es el mismo que en un principio se denominaba/eíZe-
ralista; y el conocido hoy con el nombre de demócrata
se apellidó en su origen republicano; circunstancia que
es causa de alguna confusión en las nociones históricas
de ellos.
La descomposición de los antiguos partidos ha ins-
pirado en ocasiones el pensamiento de formar otros
con nuevas soluciones en sus banderas: como los si-
guientes:
El JSÍuUficador, que pretendía atribuir á las Asam-
bleas de los Estados el derecho de anular las leyes del
Congreso, cuando fuesen reputadas contrarias á los
derechos de aquéllos.
El Knoiu-Notliing, contrario ala inmigración y á
la naturalización de los extranjeros.
El Anti Masónico f que en un tiempo tuvo el pro-
pósito de combatir la existencia de las asociaciones
masónicas.
El Aholicionista, que hacía propaganda para com-
batir la esclavitud y aboliría por medio de leyes.
El Pro7¿z5ic/o/i7's^«!, últimamente dirigido á obtener,
por medio de la legislación de los Estados, la prohibi-
ción de vender licores en las tiendas y almacenes pú-
blicos.
Ninguno de éstos ha alcanzado á la categoría de
partido nacional; es decir, á conseguir la consagración
de alguna de esas ideas en el programa de los, actos
de la administración legislativa ó ejecutiva de la
Nación.
La abolición misma de la esclavitud nunca figuró
Los ''Mtigwumps^' 797
entre las medidas que los grandes partidos deseasen
obtener por medio de una ley del Congreso. El mayor
extremo á que se llegó en esta materia, antes de la
guerra civil de 1861, fue el déla proposición de prohi-
bir j^ar^ lofiUuro la introducción de la esclavitud en
los Territorios nacionales, y la de aboliría en el dis-
trito nacional de Washington.
La abolición fue decretada como un acto de guerra
contra los Estados separatistas, y una vez consumada,
por reforma constitucional fue prohibido el restableci-
miento de la esclavitud. Hecho significativo del respeto
que en los Estados Unidos se profesa por los derechos
una vez adquiridos, y de la idea de limitación de los
poderes del Gobierno.
Resulta de las anteriores premisas que el partido
liberal de la Unión era conservador en materias de
comercio exterior, y que el conservador tenía en esta
parte de su programa un viso de liberalismo. Esta
situación duró hasta 1865, año en que la derrota defi-
nitiva de la esclavitud cambió del todo la naturaleza
del debate pplítico, y en la actualidad los antiguos
partidos, profundamente modificados, no tienen toda-
vía rasgos de diferenciación bastante claros; es decir,
aún no tienen ideales bien definidos.
Empieza únicamente á aparecer el fenómeno de
un tercer partido político: el independiente, allá lla-
mado Miigioump, desmembración del republicano, en
algunos puntos aliado con el demócrata, y cuyo pro-
grama parece resumirse en los principios siguientes:
Purificación del sufragio popular.
Provisión de los destinos públicos en los más aptos,
798 I^uevos prohUmas
mediante examen y calificación previa, y sin atender
á opiniones de partido.
Rebaja de la tarifa de aduanas, empezando por
declarar libres las materias primeras de la industria
interior.
Esta fracción tiene todavía poca fuerza. Tuvo su
origen en el proyecto — que combatió vigorosamen-
te— de una tercera elección del General Gran t en 1880,
haciendo decidir la designación en favor del General
Garfield; inclinó con sus votos en 1884 la balanza elec-
cionaria del lado de Mr. Cleveland, en competencia
con Mr. Blaine, y en la actualidad hace oposición á la
política del General Ilarrison.
Como he insinuado en otra parte, los Mugwumps
tienen gran semejanza con los gólgotas colombianos
de 1851 á 1858; pero si bien constituyen un grupo muy
respetable, con adeptos y periódicos de gran circula-
ción en casi todos los Estados, todavía no alcanzan á
formar un verdadero partido nacional.
Han surgido, sí, algunos nuevos problemas cuya
solución se basca por medio de leyes, y que empiezan
á marcar la fisonomía de los grandes partidos; mencio-
naré algunos de ellos:
La reforma del servicio civil.
La influencia de los grandes capitalistas sobre el
Gobierno de la Unión, llamada en el periodismo 'Ma
dominación de la Plutocracia."
La aspiración a mantener alta la tasa de los sala-
rios por medio de sistemas económicos artificiales, j
La Plétora del Tesoro nacional.
Las remociones de empleados 799
Durante las dosadmirxistracionesdel GeneralJack-
son (1829 á 1837), este hombre violento é iracundo
estableció el funesto precedente de premiar á sus par-
tidarios y sostenedores con los empleos públicos, me-
diante la remoción de los titulares que no hubiesen sos-
tenido su elección. Refiere la historia que Washington
sólo removió, durante los ocho años de su gobierno, once
empleados; John Adams en cuatro años, once; Jeffer-
son, en ocho años, treinta y seis; Madison, en igual
tiempo, cinco; Monroe, en sus dos períodos, nueve;
John Quincy Adams, en cuatro años, dos; Jackson re-
movió dos mil en el primer año de su Gobierno.
Esta práctica ha sido seguida después con masó
menos extensión por todas las administraciones ejecuti-
vas, con lo cual se ha despertado una enfermedad social
que parecería increíble en ese pueblo tan trabajador:
la empleomanía. Cada cuatro años se renueva allí el
personal de las oficinas nacionales, compuesto de un
guarismo de cerca de setenta mil empleados, y la mul-
titud de solicitantes, empeños, intrigas, amenazas y
procedimientos indignos puestos en juego para obte-
ner colocaciones, supera la idea más rebajada que se
pueda tener de la naturaleza humana. El daño prin-
cipal originado con esta práctica consiste, sin embargo,
en la casi imposibilidad de nombrar para cada puesto
el hombre capaz de prestar el servicio que se requiere,
pues la iniciativa del nombramiento deja de pertene-
cer al Presidente y está exclusivamente en manos de
los solicitantes y de sus protectores; los caracteres
dignos, el mérito verdadero se apartan de ese merca-
do; el servicio público se torna objeto de especula-
800 Bases de reforma en la provisión de empleos
oión, y los verdaderos intereses nacionales quedan
abandonados en poder de los menos capaces. Esta es
una epidemia bastante conocida entre nosotros, en
donde la introducción de aquel sistemaba contribuido
no poco á la intensidad de las pasiones políticas y á
desorganizar el servicio público: no hay para qué di-
sertar más acerca de ella.
Si no estoy equivocado, fue Mr. Pendleton, demó-
crata, Senador por el Estado de Ohio, el autor de un
proyecto de ley aprobado por el Congreso, en 1881 ó
1882, en que se establecieron las siguientes bases de
"reforma del servicio civil:"
1.* La provisión de los destinos deberá hacerse en
los más aptos, y la aptitud se comprobará por medio
de examen previo de los aspirantes á un mismo destino.
2.^ Los así nombrados no podrán ser removidos
antes de la expiración del período legal para que lo
fueron; excepto en caso de mala conducta debidamente
comprobada.
3.* El nombramiento para empleos superiores se
hará de preferencia por medio de ascensos de los que
hayan desempeñado los inferiores, siempre que en el
examen previo comprueben su aptitud para el efecto.
4.* Es prohibido hacer nombramientos en recom-
pensa de servicios eleccionarios, opiniones políticas á
consideraciones distintas de la capacidad para des-
empeñar las funciones públicas. Ei motivo de respon-
sabilidad el hacerlos con violación de este precepto.
5.* Habrá comisionados especiales encargados de
presidir los exámenes y de vigilar la ejecución de estas
reglas.
Violaciones al principio reformador 801
La reforma, aplaudida por la opinión desinteresa-
da, fue recibida con desagrado por los hombres que
hacen profesión de la política. El General Arthur, pri-
mer encargado del Ejecutivo á quien tocó ponerla en
práctica, mostró no poca tibieza en esta tarea: Mr. Cle-
veland, que le sucedió, no pudo resistir la presión
formidable que sobre él ejercitó un partido sepa-
rado hacía veinticuatro años de la posesión del poder
público, y violó la ley; y el actual Presidente, General
llarrison, á pesar de sus promesas de darle fiel cum-
plimiento, hechas mientras fue candidato, parece ha-
ber sobrepujado á su predecesor en debilidad con sus
copartidarios, cuando llegó ala silla preside-ncial, pues
en el primer aQo de su período se dice ha hecho treinta
y ocho mil remociones.
A pesar de estas primeras pruebas no hay por qué
desesperar: poco á poco irán penetrando esos princi-
pios en las costumbres. Las instituciones se forman
con la lentitud del crecimiento de los grandes árboles;
á veces requieren siglos enteros para consolidarse. Sin
duda alguna la fiel ejecución de esa ley será un ele-
mento de paz y concordia en las relaciones políticas y
un instrumento que regularizará el funcionamiento de
la máquina gubernamental.
La aparición de grandes millonarios, semejantes á
los que en la última época de la república romana
fueron la señal de la transformación de las antiguas
leyes en el imperio de los Césares, es un fenómeno
posterior en los Estados Unidos á la última guerra
civil, y coincide en su origen con el levantamiento de
51
802 Aparición de los grandes inUlonarios
fuertes impuestos j la acumulación de enormes depósi-
tos en el Tesoro federal. Los estupendos gastos á que esa
guerra dio origen; los grandes contratos de suministros
de vestuarios, armas y provisiones para los ejércitos;
la emisión de sumas de papel-moneda desproporcio-
nadas á las necesidades de la circulación; el alza re-
pentina en el valor de las manufacturas determinada
por el alza súbita de la tarifa de aduanas; los grandes
negocios á que se prestaban las fluctuaciones en el
valor del papel-moneda; y las grandes operaciones de
agio que siguieron ala emisión de % 3,000.000,000 en
documentos de deudas consolidadas y flotantes, — sin
• duda ningvina fueron ocasionados á mucha relajación
en la moralidad de las transacciones y á la acumula-
ción de esos enormes capitales que hacen hoy el asom-
bro del mundo. La desmoralización empezó á mos-
trarse en el juego de la política con motivo de las em-
presas de construcción de ferrocarriles trasatlánticos,
el primero de los cuales fue subvencionado por el
Grobierno con gruesas sumas del Tesoro, y los siguien-
tes con vastas extensiones de tierras baldías. La prensa
denunció peculados vergonzosos, extendidos desde las
altas regiones oficiales hasta los salones de las Cáma-
ras, en los que más de una reputación antes ilustre,
quedó cubierta con sombras indelebles*
Desde entonces se pudo sospechar que en la co-
rriente de la democracia había penetrado un elemento
impuro que enturbiaba sus aguas; que las leyes na-
turales de distribución de la riqueza creada por el
trabajo, empezaban á desviarse en su camino hacia
canales distintos de los de retribución equitativa á
8u influencia en la política 803
los servicios de cada trabajador; que en la lucha de
las ideas políticas entraban pasiones nuevas, distintas
de la aspiración desinteresada hacia el bien común,
encaminadas en unos á mantener una superioridad
artificial en el juego del trabajo humano, á resta-
blecer en otros condiciones de igualdad, justas unas
veces, inspiradas en otras quizás por un sentimiento
de envidia.
Difícil es para un viajero formar opinión en estas
materias con sólo una residencia de pocos meses en
ese país. La lectura de los periódicos, casi siempre
inspirados por pasiones ó intereses políticos, tanipoco
es guía seguro para descubrir la verdad. Los cambios
efectuados en las condiciones de riqueza y de organi-
zación del trabajo en estos últimos veinticinco aüos
de maravillosa prosperidad, son tan considerables, que
bien puedo un hispanoamericano ofuscarse al formav
juicio sobre la marcha actual de ese país. A pesar .de
todo, no temeré expresar cuan poco tranquilizadoj^'
me ha parecido este aspecto de la sociedad americana»
Acostumbrados como estábamos los inexpertos republi-:
canos de Sur América á mirarla como la columna lu-
minosa que en otro tiempo guiaba á los israelitas al
través del desierto, hoy es imposible dejar de temer
que huya ocurrido alií algún extravío en la marcha
de las ideas democráticas, entre los mismos que, abar
tiendo la hidra de la esclavitud, mantuvieron la intep
grjdad de la Unión y creyeron salvado el último peli-
gro para la causa popular en el Nuevo Mundo. Enua-»
ciaré algunos de los hechos en que se fundan mis te-
mores.
804 En la supresión de los impuestos directos
Cuando las necesidades do la guerra civil determi-
naron la creación de nuevos impuestos, uno de los
primeros á que se ocurrió fue el directo proporcional
sobre la renta de los contribuyentes, como el más na-
tural, el más justo en la índole del sistema republi-
cano. Pasada la guerra se pensó desde luego en alige-
rar la carga, rebajando la tasa do las contribuciones
que se consideraban más opresoras. No se pensó, sin
embargo, en abaratar por este medio el precio de
las telas de vestido de las clases laboriosas, ni el de las
herramientas para las profesiones, ni el de los materia-
les para los aparatos de locomoción, ni el de las ma-
terias primeras de las industrias populares: lo primero
abolido fue la contribución sobre la renta. Es verdad
que Steward, el gran comerciante, pagaba de $ 200 á
$ 300,000 anuales; Moses Taylor, algo menos; John
Jacob Astor, más de % 200,000; Vanderbilt, más de
$ 50,000; pero también lo es que el primero confesaba
una utilidad líquida en sus negocios de $4.000,000
anuales; el segundo, de cerca de $ 2.000,000; el
tercero, de $ 1.200,000, producto del arrendamiento
de sus dos ó tres mil casas en la ciudad de Nueva
York, y el último, % 600,000 en el flete de sus va-
pores y los dividendos de sus acciones de ferroca-
rril. El impuesto directo que, en -sus diversas for-
mas, llegó á producir cosa de $ 100.000,000 anuales, fue
totalmente abolido primero que nada. Si alguna ins-
titución mereciera el nombre de americana por exce-
lencia, sería el impuesto directo, decretado por los
inmigrantes desdo los primeros días de las colo-
nias. Hoy se puedo nofc.ir reacción visible contra
En la protección á las empresas mineras 805
ella en los hechos: el avalúo oficial de las propieda-
des sujetas al impuesto se creo que no llega á la mi-
tad del verdadero, y en algunos casos, como respecto
de la riqueza mueble, en algunas ciudades, se juzga
que no pasa del 5 por 100.
Hay varias industrias que sufren por consecuencia
de la carestía de ciertos artículos. El hierro y el acero,
por ejemplo, entran como factor indispensable en la
construcción de maquinaria, en la edificación, — en la
que, como sustancia incombustible, son una garantía
contra los incendios, — y en los ferrocarriles, los que
entre construcciones nuevas y reparación de las an-
tiguas, consumen cuatro millones anuales de tone-
ladas de rieles, guarismo que la industria ameri-
cana no alcanza á producir. Pues este artículo está
gravado á la importación con un derecho de $ 15 por
tonelada, que equivale á 60 por 100 sobre el precio
europeo, y no ha sido posible obtener rebaja alguna
en esa parte de la tarifa, acaso porque los dueños de
las minas de hierro y los de las ferrerías son capitalistas
de grande influencia. El mineral de hierro pudiera
introducirse con ventaja de España, en donde es abun-
dantísimo, de superior calidad y extraído de minas
inmediatas al mar; pero tiene un derecho casi prohi-
bitivo de $ 6 por tonelada en las aduanas.
El fique ó henequén tiene un gran consumo en la
agricultura del Oeste, para cordeles de amarrarlos ha-
ces del trigo al tiempo de la siega. Tiene $ 15 de de-
rechos por tonelada. Las lanas del Plata no pueden
introducirse á los Estados Unidos á causa de los dere-
chos de introducción, y prefieren el mercado de Bél-
806 Especialmente en las de minas de plata
gica. Entre tanto, las de procedencia indígena, arfciñ-
cialmenté encarecidas, no bastan para vestir al pueblo
americano, el cual tiene que consumir $ 90.000^000
en telas extranjeras, sujetas asimismo al pago de altos
derechos.
Si á lo menos el producto de éstos fuese necesario
para cubrir los gastos nacionales, esa tenacidad en
sostenerlos pudiera explicarse; pero hace yá aüos que
las rentas dejan un superávit de 50 á 100 millones de
pesos anuales después de cubrir todos los servicios
públicos, inclusive los intereses y la amortización
de la deuda pública de plazo vencido; mas se pre-
fiere pagar 30 por 100 "de premio en la amortiza-
ción de la que está por vencer, y conceder á los gran-
des capitalistas, tenedores de ella, utilidades conside-
rables tomadas de los impuestos sobre los consumos.
El valor de la plata con relación al oro ha bajado
entre 20 y 30 por 100, de la proporción de 15^ á 1 an-
tiguamente establecida en la Unión latina; pero una
ley del Congreso ha hecho obligatorio acuñar platu á
razón de dos millones de pesos mensuales, dándole un
valor legal superior al verdadero, sin otro resultado
que proteger la explotación de las minas de este metal
pertenecientes á grandes millonarios. Medida seme-
jante á la adoptada en Colombia, en 1866 y 1872, de
acuñar moneda de 0,835, con un valor legal igual ala
de 0,900, sólo con el objeto de proteger la ex}»lotaoión
de las minas de Santana y Marmato, trabajadas por
una compañía extranjera. El resultado fue la expor-
tación de toda la moneda de 0,900, la escasez del nu-
merario circulante, la emisión de papel-moneda y la
Tienen representantes propios en el Congreso 807
final exportación de las de 0,835, con una pérdida
de 40 á 45 por 100 para los tenedores de ellas, con
relación al valor que quiso darles el Gobierno (1).
Entre nosotros fue quizás obra de la ignorancia esa
medida: en otras partes probablemente no lo fue, sino
del influjo superior de las clases acaudaladas.
Frecuente es en los periódicos americanos la aser-
ción de que las poderosas compañías de ferrocarriles,
minas, ferrerías j manufacturas introducen en las
listas para miembros de las Asambleas y del Con-
greso, candidatos suyos, representantes, no del pue-
blo, sino de un interés privado. A la verdad no
hay en esta práctica mucho que poder censurar,
pues en último análisis los intereses públicos se com-
ponen de la reunión y contraposición de los intereses
privados; mas sí podrá objetarse al funcionamiento
de una democracia el que predomine en los Consejos
(1) La verdad híst(5rica pide que no se atribuyan todos es-
tos males á la influencia exclusiva de lu adopción de la ley de
0,835 en nuestras monedas de plata.
Es evidente que con ella se determinó la corriente de ex-
portación de las de 0,900; pero también contribuyeron á produ-
cirla otras dos causas. La primera, que entre esas monedas, las
procedentes de nuestras minas contenían una aleación natural
de oro, que nuestras Casas de Moneda no tenían medios de se-
parar. Esa parte de oro valía de 5 á Vñ por 100 y daba una
utilidad al fundirlas en las oficinas de apartado de países ex-
tranjeros.
La segunda fue la caída del valor, en los mercados extran-
jeros, de dos de nuestros principales artículos de exportación:
el tabaco y la quina, que unidos representaban de $ 8 á
$ 12.000,000 anuales, y cuya exportación se redujo á menos
de dos.
La exportación de las monedas de plata abrió la posibili-
dad después á la emisión de papel-moneda como medida de
guerra civil en 1885.
Este asunto fornlará un capítulo interesante el día que se
escriba nuestra historia financiera.
808 Rodean al partido republicano
de SLi Gobierno el deseo dé conservar sus goces á los
afortunados, sobre el pensamiento de mejorar la con-
dición de los infelices. Lo que se llama la cosa pií-
ilica se compone en los países libres de intereses posi-
tivos é intereses negativos: de las riquezas de los
unos, y las miserias de los otros: el problema social
consiste en encontrar á la vez alivio para éstas sin
afectar la seguridad de las otras.
Pudiera citar otros hechos, pero es inútil: la apa-
rición de la clase nueva de los millonarios y su in-
fluencia predominante, en la sociedad política de
Washington con la acción deslumbradora del lujo, y en
la industria general con las combinaciones de grandes
capitales conocidas con el nombre Trusts, es un fe-
nómeno que salta á los ojos del observador menos
perspicaz.
Desde los días de la primera administración de
Washington hasta los actuales, ha sido una observa-
ción constante que las clases ricas, los hombres de la
finanza y de la grande especulación, han rodeado par-
ticularmente, al partido federalista en un principio,
al whig después, hoy al republicano; todos tres parti-
dos inspirados por la idea de protección especial del
Tesoro público á las grandes fábricas, al Banco Na-
cional, á las empresas de ferrocarriles y á las com-
pañías de navegación marítima; pero el partido repu-
blicano de 1889 presenta diferencias visibles con el
que en 1860 elevó á la presidencia de la Unión á
Mr. Lincoln. Los grandes ideales depuran á los gran-
des partidos: en 1860 estaban en perspectiva la lucha
gigantesca por la integridad de la Unión y la eman-
Ideales falsos engendradus por ellos 809
cipación de la raza negra, expectativa que levant6
el partido republicano á las aiás nobles alturas de des-
interés y abnegación; produjo hombres de Estado coma
Lincoln, Seward, Stanton, Chase, Horacio Greelj,
Charles Sumner, Charles Francis Adams, cuyos nom-
bres han dejado huella luminosa en la historia; im-
provisó rentas, ejércitos, marina de guerra, grandes
caudillos al nivel, por lo menos, de los más grandes
esfuerzos de los pueblos europeos; en medio del es-
truendo de las armas ligó con un anillo de hierro los
dos grandes mares que circundan el territorio, al tra-
vés de la parte más ancha del continente. Empero, su
mayor grandeza consistía en q1 pensamiento de prote-
ger á una raza oprimida, despreciada antes, y de levan-
tarla por medio de la libertad, la educación y los dere-
chos políticos aun porvenir de moralidad, inteligencia
j bienestar. Por un efecto de perspectiva de observa-
ción diaria, la compañía de los grandes hace ver
pequeño lo que los rodea; pero las proporciones de lo
que se inclina hacia los humildes engrandecen á los
ojos de la posteridad.
Sin embargo, el partido republicano cuenta entre
sus ideales la esperanza de mantener alta la tasa
de los jornales en América, de suerte que alcance
para una amplia satisfacción de las necesidades mate-
riales de la clase proletaria. Según se calcula en aquel
país, de acuerdo con la distribución común de las
familias, cada una de éstas se compone, por término
medio, de cinco personas, de las cuales dos en capaci-
dad de trabajar; pero suponiendo que cada trabajador
810 EL alza artificial de los jornales
tenga el deber de mantener dos menores, ancianos ó
inválidos, bastaría nn jornal de % 1-40 diarios, ó sea
$ 420 anuales, en 300 días de trabajo, para proporcio-
nará todos tres 40 centavos diarios ó % 140 por cabeza
en el año, para vivir: suma que con relación al precio
actual de los víveres, la habitación y el vestido, se
considera suficiente para la cómoda subsistencia de
las clases pobres. Hase llegado á esta conclusión por
medio de investigaciones estadísticas en extremo mi-
nuciosas acerca del precio de los víveres, vestidos r
alquileres de habitaciones, y de los consumos habitua-
les de grupos de familias proletarias en diversas indus-
trias, en las ciudades y en los campos y en diversos
Estados de la Unión. Y no se piense que estos consu-
mos se calculan con moderación excesiva: en materia
de alimentación, por ejemplo, la distribución del gasto
abarca la siguiente diversidad de artículos:
Artículos Consumo anual
por pcrsoua.
Carnes (incluyendo gallina, pescado, y aun os-
tiones á veces) , % 27 70
Mantequilla, queso y leche 12 18
Huevos 1 85
Vegetales 8 75
Pan 7 64
Azúcar y melazas 7 22
Te y café 3 16
Frutas frescas ó secas 1 85
Sal, especias, aceite y vinagre 1 67
Suma % 72 02
Medios propuestos para obtenerlo 811
Obsérvese que la carne cuesta una suma equiva-
lente áoclio ó diez arrobasen el año, es decir, cosa de
media libra por día; el queso, la leche y la mantequi-
lla á más de 3 centavos; ios vegetales, una suma sufi-
ciente para cuatro cargas de papas en el año, ó tres
libras al día; el pan, 2 centavos diarios, equivalentes
allá alo que cuesta hoy 10 centavos entre nosotros; el
azúcar y la miel, lo bastante para seis ú ocho arrobas
en el año, ó seis onzas por día. Esta es, pues, una
ración alimenticia que no desdeñaría una familia me-
dianamente acomodada en cualquiera parte del mun-
do; sin bebida fermentada, eso sí (1). Restan % ^'^
anuales para alquiler de habitación y vestido de cada
persona.
Para realizar ese deside/'átum de jornal mínimo se
proponen dos medidas principales:
Protección á las producciones interiores por medio
de altos derechos en las aduanas, y
Leyes represivas de la inmigración extranjera.
Oon la primera se procura alejar la competencia de
los productos extranjeros y hacer subir los precios de
los de producción nacional.
(1) No carecerá de interés conocer los precios de los princi-
pales artículos alimenticios en los Estados Unidos. Los que doy
á continuación son suministrados á una respetable publicación
estadística por un hoarding de jornaleros, en una fábrica de al-
godón, en el Estado de Maryland, en iojS seis primeros meses
de 1884:
Harina, barril de 196 libras, % 5-40; harina de maíz, 5 cen-
tavos libra; bizcochos de trigo, 8 centavos libra; azúcar, $ 1-82
arroba; te, 43 centavos libra; bujías, 12 centavos libra; papas,
% 2 carga; habas, 62 centavos arroba; repollos, 7 centavos cada
uno; cebollas, 25 centavos la docena de ristras; lechugas, 2 cen-
tavos cada una; manzanas, 32 centavos arroba; carne, de 10 á 15
centavos libra; tocino, 10 centavos libra; huevos, 16 centavos
docena; queso, 15 centavos libra; leche, 24 centavos galón
de 5 botellas.
812 La protección oficial á ciertas industrias
Con la segunda, reducir la ofertado trabajadores á
jornal y hacer subir la tasa remunerativa del trabajo.
Los artículos cuya producción especialmente se
desea proteger son: el tabaco, el azúcar, la lana y los
metales inferiores como el hierro, el acero, etc., y las
manufacturas de toda especie.
En los Estados de Kentucky, Ohio, Virginia y al-
gunos de Nueva Inglaterra se produce tabaco, de in-
ferior calidad, pero en cantidad de 4 á 5 millones de
quintales por año, al abrigo de derechos monstruosos
equivalentes al 200 ó 300 por 100 sobre su precio de
producción en los países tropicales, como Cuba, Méxi-
co, Colombia y el Brasil. Si los derechos de aduana
sobre este artículo fuesen rebajados, los coiisumi dores
preferirían la mejor calidad del de procedencia ex-
tranjera; pero la producción americana tal vez no
disminuiría, porque su b'ajo precio le abriría siem-
pre el mercado europeo, al favor de los monopolios
allá establecidos casi en todas partes. El efecto de esa
protección es rechazar del consumo el artículo proce-
dente de los pueblos hispano-americanos.
Sólo el Estado de Luisiana puede producir caña de
azúcar, y eso en no muy buenas condiciones, porque
faltan luz y calor en varios meses del año para acumu-
lar en la planta la cantidad de dulce que aquellos agen-
tes le dan en los climas tropicales. Además, los pro-
gresos realizados en la explotación de la remolacha en
Europa, y la enorme producción á que este artículo se
ha levantado, en Alemania y Francia, ha hecho bajar
los precios á $ 4 y I 3 el quintal, que yá no son remu-
neradores para la agricultura americana. Para sostener
Las manufacturas de algodón y el libre cambio 813
ésta se han establecido en la tarifa derechos que hacen
subir artificialmente aquél en el mercado interior, á
$ 7 y $ 8.
Las crías de ovejas en Ohio y en California dan
lana de muy buena calidad; pero mantenidas en tie-
rras yá valiosas, densamente pobladas, no podrían re-
sistir la competencia de las lanas de las inmensas crías
de las Pampas del Plata, todavía muy baratas. La
tarifa, pues, repele aquéllas hacia Bélgica y Francia,
y con ello se encarece á un tiempo la materia primera
y las telas con ella fabricadas en los Estados Unidos.
Otro tanto sucede con el hierro. En Inglaterra y
en Bélgica los minerales se encuentran en contigüidad
á Ios-yacimientos de carbón, lo que facilita y abarata
la fundición de aquéllos. En los Estados del Oeste y
del Norte de los Estados Unidos, esas dos formaciones
están separadas, de suerte que se necesita transportar
el mineral á la vecindad del carbón, ó viceversa, lo
cual, unido al más alto precio de los jornales, recarga
el costo de producción del metal. La tarifa americana
cobra altos derechos sobre el.mineral, sobre el hierro y
sobre los artículos fabricados con él, de suerte que
estos tres artículos cuestan allí de un 33 á un 50 más
que en los mercados ingleses y belgas.
Las telas de algodón no debían ser más caras en
los Estados Unidos, país productor de la ñbra, que en
Inglaterra, adonde llega desde miles de leguas de distan-
ciaj (B03 dos países debían disputarse, con éxito igual
á lo menos, el mercado del mundo; pero está lejos de
ser así. En 1880 Inglaterra trabajaba en sus fábricas
14.000,000 de quintales de algodón y producía manu-
814 Los " 2V't¿5¿6'," ^)ro¿ec¿(/re.9 ¿am6íéw
facturas por valor de $ 475.000,000, de los cuales ex-
portaba % 348.000,000. El valor de las manufacturas
americanas del mismo textil alcanzaba á$ 270.000,000;
pero sus exportaciones apenas llegaban á % 10.000,000.
El consumo interior les está asegurado en la tarifa
por medio de altos derechos que les proporcionan pre-
cios elevados; pero éstos les cierran el comercio exte-
rior. Con todo, esos altos derechos de aduanase llaman
allá dereclios 'protectores de la industria interior.
Gomo se ve, el primer resultado de la protección
es encarecer los artículos protegidos, lo cual, si á la
yerdad es favorable para los productores, que son los
menos, no puede ser motivo de agradecimiento para
los consumidores, que son los más.
A esta protección del Gobierno se ha agregado
luego otra clase de protectores: la de los Trusts. Son
éstos, asociaciones de reciente origen formadas por
grandes capitalistas que ponen en común capitales de
muchos millones de pesos, para comprar directamente
de los productores algún artículo especial, é interpo-
nerse entre éstos y los consumidores, á fin de impedir
que el precio del producto se envilezca con la compe-
tencia: ellos recogen, pues, esta mercancía y fijan su
precio, aumentándolo. Por supuesto que esta opera-
ción no tiene lugar cuando el artículo está caro, sino,
al contrario, muy barato; pero una vez recogido en
pocas manos, sube de valor. De este asunto trataré en
capítulo especial con más extensión y seguiré hablan-
do de la protección oficial.
Es indudable que no tanto al amparo de ésta
como de las costumbres de amplias satisfacciones ma-
Causa verdadera de los jornales altos 815
teriales alcanzadas por los trabajadores, en medio de
la maravillosa prosperidad que ha seguido los pasos de
la democracia americana en este siglo, — la exigencia de
altos jornales para laclase proletaria lia sido consegui-
da; pero no tan sólo entre los productores de mercancía
protegida, sino en todos los ramos de trabajo, prote-
gidos ó nó. El espíritu de empresa, que formad rasgo
dominante de las poblaciones americanas, pide incesan-
temente nuevos obreros, y este pedido determina el
alza de los salarios. La división de la propiedad terri-
torial ha dado impulso á una producción inmensa de
víveres y de materias primeras para las manufacturas,
cuya baratura les ha abierto un mercado creciente
todos los días entre los pueblos europeos. A favor de
esta organización natural de las industrias, déla cons-
tante construcción de numerosas vías férreas que ocu-
pan 500,000 jornaleros,^ y de la facilidad con que á vir-
tud de la Home-stead laiü, puede el jornalero elevarse,
en número de 400,000 por año, á la condición de pro-
pietario y emanciparse de la necesidad de alquilar
sus servicios, la clase jornalera se encuentra en capa-
cidad de exigir á los empresarios remuneraciones no-
tablemente más altas que en Europa.
Los hombres de la política en el partido republi-
cano atribuyen esta situación de los salarios á la
influencia de lus tarifas elevadas en las aduanas, y esta
aserción, contradicha por una parte de los demócratas
y por los órganos del partido independiente ó mug-
wump, forma en el día uno de los grandes temas del de-
bate nacional.
Los republicanos diccD :
816 Discusión entre la protección y la libertad
— Los derechos de importación encarecen, es cier-
to, el valor de los productos gravados; pero ese alto pre-
cio permite á los empresarios de industria pagar á sus
obreros salarios más altos.
Los demócratas contestan:
—Esos salarios más altos, pues, son pagados por los
consumidores americanos. Lo que unos ganan otros
lo pierden; sólo hay una traslación de riqueza de unas
manos á otras.
Ese encarecimiento de los productos sirve para
aumentar uno ó dos centavos al salario del obrero;
pero una parte muy considerable se queda en el bolsi-
llo de los dueños de fábricas, de los grandes hacenda-
dos y de los dueños de las minas. Por esa razón se ha
formado esa nueva entidad política de la clase millo-
naria.
Los primeros replican:
Ese encarecimiento de los productos es pasajero.
Las mayores ganancias que rinde la producción de
un artículo atraen otros empresarios á producirlo:
la competencia de los nuevos productores hace bajar
los precios á tasas más equitativas.
Los demócratas redarguyen:
— Pues si los precios bajan y con ellos las utilidades
de los empresarios, ¿de dónde tomarán éstos lo nece-
sario para pagar esos altos jornales? La tasa de éstos
volverá á bajar, y la protección del jornalero quedará
anulada.
Si, además, se confiaba en que la competencia
interior haría bajar los precios, ese mismo resultado
hubiera producido la competencia exterior sin necesi-
dad de alzar la tarifa.
Dependencia reciproca, prosperidad reciproca 817
Los republicanos. — •'Bueno, pero el país ha acli-
matado una producción nueva, que sin el estímulo de
altos precios momentáneos no hubiera adquirido."
Demócratas. — '*En lugar de ese artículo se hubie-
ra creado otro más natural, más conforme con el clima,
la naturaleza de los terrenos y las aptitudes de nues-
tros industriales."
Ee2)ubU canos. — ''Nó, nuestro país necesita eman-
ciparse de la obligación de comprar á los europeos
ciertos ])roductos importantes. Nuestra independencia
de la Gran Bretaña no será completa mientras tenga-
mos que ocurrir á ella por telas para vestirnos, hierro
para nuestra maquinaria y nuestros ferrocarriles y car-
bón de piedra para calentarnos en los inviernos."
Demócratas. — '*De esa dependencia de unos pue-
blos con otros no puede libertarse ninguno; pero
siendo, como es, recíproca, no hay peligro ni superio-
ridad para unos ni otros. De la Gran Bretaña depen-
demos para que nos compre nuestro algodón, nuestros
cereales y nuestras carnes, y ella depende de nosotros
para proveerse de estos artículos. Esa dependencia re-
cíproca es la prosperidad recíproca; es la cooperación
universal de unos pueblos con otros. Nosotros necesi-
tamos vender más algodón, más cereales, más carnes,
á fin de sostener la prosperidad de estas industrias;
pero no podemos vender sin comprar. Vender única-
mente, sería regalar nuestro trabajo: algo tenemos que
recibir en cambio."
A la verdad, si los Estados Unidos han ensanchado
su producción de hierro y de carbón de piedra hasta
un nivel igual al de Inglaterra, es porque tienen mi-
52
818 La competencia estimula el progreso
ñas abundantes de una y otra sustancia, porque neoe-
sitan de esos artículos y porque tienen industriales que
saben explotarlos. Y la verdad es que los principales
efectos de producción americana: los cereales, las ma-
deras, el algodón y las crías de ganado, se han desarro-
llado en escala inmensa sin necesidad de protección
alguna; mientras tanto los artículos especialmente
protegidos siguen un curso lento y perezoso semejante
al estancamiento. El azúcar se sostiene difícilmente,
el tabaco progresa muy poco ó casi nada, y las manu-
facturas de algodón y de lana son derrotadas en His-
pano-América y en Asia por las telas inglesas. En
el primero de estos casos es evidente que la protección
oficial no puede dar al clima el calor que le falta para
producir azúcar; en el mismo caso está el tabaco, y en
el tercero, parece evidente que si los ingleses produ-
cen y venden más telas que los americanos, es porque
saben producir mejor y á más barato precio. Los pri-
vilegios y protecciones oficiales no enseñan á producir
mejor, pero la competencia sí hubiera obligado á los
americanos á estudiar y aprender el modo de vencer á
BUS rivales. Es seguro, sí, que al fin aprenderán con
el estímulo de la concurrencia en el exterior. Entre
tanto, no serán esas industrias las que determinen un
alza considerable en los salarios del obrero de Norte-
América.
La tasa de los jornales sólo puede ser determinada
por las causas que fijan el valor de los productos y el
precio de los servicios: ó en otros términos, las que
determinan la relación entre el pedido y la oferta.
De ellas las que han obrado de una manera más deci-
Orígenes del alza de los salarios 819
si va y seguirán ejerciendo su acción en los Estados
Unidos, son las siguientes, á mi modo de ver:
1.* La aplicación de las grandes fuerzas de la na-
turaleza en reemplazo del trabajo humano.
Porque aunque á primera vista pudiera parecer que
esta causa disminuye el pedido de servicios humanos, la
revolución industrial que viene en pos de ella aumenta
á la larga el pedido en proporciones inesperadas, tanto
por sus efectos directos como por los colaterales.
¿Quién puede calcular el aumento de riqueza y de tra-
bajo humano desarrollado por las aplicaciones del
vapor en las fábricas, la construcción y servicio de los
ferrocarriles, la construcción y servicio de los vapores
y el acrecentamiento de los cambios en todo el mundo?
¿Quién podría sospechar hasta dónde llegará el domi-
nio del hombre sobre el agente electricidad en los telé-
grafos, los teléfonos, los fonógrafos, la luz eléctrica y
la electricidad como motor? El Gotton-gin solamente
¿no ha determinado el empleo de brazos humanos en
la producción, transporte y manipulación del algodón,
en un guarismo ciento ó mil veces mayor que el que
se supuso iba á reemplazar?
2.* La educación primaria y secundaria extendida
á las nuevas generaciones y llevada todos los días á
más amplios horizontes.
Esta es una fuerza creadora de nuevas invenciones,
de industria más adelantada en los obreros, acreedora,
por consiguiente, á más alta remuneración, y de un se-
millero de empresarios á cuyo rededor se determinará
la necesidad de más y más cooperadores á jornal.
3.* La formación de nuevos capitales por medio
830 Rentas y gastos nacionales
del ahorro que reclama el empleo del hombre en indus-
trias nuevas todos los días.
4.* La ocupación por el hombre de regiones des-
pobladas, que abre constantemente un campo nuevo al
empleo de servicios humanos. En las 300,000 leguas de
tierras todavía incultas que tiene en patrimonio el pue-
blo americano, hay un porvenir incalculable, delante
del cual es imposible temer que la tasa de los salarios
pueda bajar durante algunos siglos; siempre que la
distribución de los valores y de la propiedad territorial
continúen al amparo de la justicia en instituciones
liberales. Para este efecto las restricciones á la inmi-
gración y al comercio exterior serían suicidas.
Sobre estas causas naturales de elevación de los
jornales no tiene ni puede tener influencia alguna la
tarifa de aduanas; mas sí puede ésta dar origen á re-
presalias, en los países europeos, de altos derechos y
restricciones sobre los artículos agrícolas de exporta-
ción de los Estados Unidos, como yá empieza á verse
en Francia y Alemania respecto de los trigos, y en estos
mismos países y en Inglaterra y España con relación
á los ganados en pie y las carnes de cerdo. Pueden
perder más, en esta guerra de tarifas, los productores
agrícolas del Oeste, que ganar los fabricantes de Nueva
Inglaterra y de los Estados centrales.
Las rentas nacionales en los Estados Unidos alcan-
zan á % 380.000,000 por año, obtenidos así:
Aduanas $ 220.000,000
Pasan. . . .% 220.000,000
El superámt crónico 821
Vienen. . . .$ 220.000,000
Contribuciones inte-
riores (derechos sobre la
fabricación de cerveza y
licores, correos, etc.) . . 125.000,000
Ventas de tierras bal-
días (10^ millones), amo-
nedación, (9^ millones) y
rentas varias . 35.000,000 $ 380.000,000
Y los gastos anuales
son los siguientes:
Servicio civil (suel-
dos, obras públicas, etc.) 72.000,000
Pensiones 80.000,000
Ejército y Marina. . 65.000,000
Tribus de indios {%^
millones) Distrito fede-
deral(4i) 11.000,000
Intereses de la deuda. 40.000,000
Fondo de amortiza-
ción anual 48.000,000
Superávit crónico. . 64.000,000 $ 380.000,000
Este es el resumen del Presupuesto de Rentas y
Gastos para 1888; pero hay ocasiones en que las rentas
suben á ^ 400.000,000 y en que los gastos comunes,
incluyendo el pago de los intereses de la deuda, no
alcanzan á $ 300.000,000. La acumulación do estos
superávit mantiene constantemente en las cajas de la
Tesorería General sumas de $200.000,000, y aun más,
sin objeto alguno conocido.
833 Peligros d^. esa situación
El Presidente Cleveland se preocupó vivamente
con este estado de cosas, y en mensajes repetidos al
Congreso expresó sus temores, manifestando:
Que esa acumulación nunca vista de fondos era
ocasionada á sustracciones y corrupción por parte de
los empleados.
Que inducía en los especuladores sobre el Te-
soro público un espíritu de malversación y de gastos
inútiles en extremo perjudicial para las costumbres
públicas.
Que esa fuerte suma en especies metálicas sustraída
de la circulación podía dar origen á crisis monetarias,
y distraía un capital enorme de las inversiones pro-
ductivas.
Que esa masa de sobrantes constituía una prueba
evidente de que se le exigían al pueblo más contribu-
ciones de las necesarias para el servicio nacional; para
lo cual no hay derecho alguno en los países republi-
canos.
Que, según informaba la Tesorería,yá no había espa-
cio en donde depositar esos valores, pues los cimien-
tos del espléndido edificio empezaban á dar muestras
de que su solidez era inferior al peso desproporcio-
nado que gravitaba sobre ellos. ($ 200.000,000 en
plata sellada pesan 5,000 toneladas).
Solicitaba, en consecuencia, que la tarifa de adua-
nas fuese rebajfida á términos equitativos para los
consumidores de efectos extranjeros, procurándose
no hacer repentinamente alguna alteración tan con-
siderable que pudiese afectar los intereses de las ma-
nufacturas americanas.
Los tiene también para el partido repuhlicano 823
La mayoría republicana del Congreso no aceptó
estas ideas. Prefería decretar nuevas pensiones, au-
mentar la marina de guerra, rescatar, con premio de
30 por 100 sobre la par, la deuda de plazo no vencido,
antes que disminuir la tarifa de aduanas. Dominada
por un espíritu de partido intransigente, se manifes-
taba dispuesta tan sólo á rebajar de un golpe los de-
rechos sobre el azúcar, con lo cual se daría un golpe
terrible á los Estados demócratas del Sur, sobre todo
al de Luisiana, en donde la producción de este ar-
tículo constituye la industria dominante, pero también
el fondo de distribución de jornales á la raza africana.
La protección oficial á las grandes fábricas del Nor-
deste y de los Estados Centrales es un Sancta Sancto-
rum para el partido que sólo los miigivumps podían
pensar en ofender.
La plétora del Tesoro continúa, pues, como un he-
cho único en el mundo. Hoy no hay país civilizado
en Europa y América que no se encuentre en dificul-
tades financieras más ó menos graves. En los últimos
treinta años las deudas de los gobiernos han aumen-
tado en doce ó quince mil millones de pesos; países
que no tenían deuda la han contraído; el déficit es una
enfermedad general, — excepto en los Estados Unidos.
Aquí la plétora es el peligro! sí; pero sobre todo para
la dominación del partido republicano, contra quien
esta situación anormal puede ser y está poderosa-
mente explotada en el debate periodístico. En efecto,
es uno de los más grandes errores de esta organiza-
ción política el de aferrarse á viejos puntos de pro-
824 Abandono probable de las ideas proteccionistas
grama, afcrasfidos yá en la evolución de las ideas y de
los intereses del país, en lugar de bascar su regenera-
ción en las aguas de otros ideales.
Como los Estados del Sur han entrado también
en el camino de fundar fábricas de tejidos y de ex-
plotar minas de hierro y de carbón, la competencia
que se temía del extranjero va á surgir en el interior
mismo de la República. Los mercados del Sur no se-
rán yá, como antes, una mina fecunda para los fabri-
cantes de Nueva Inglaterra y de los Estados Centra-
les; bajará el precio de las manufacturas; la tarifa
perderá su prestigio, y forzosamente se producirá
un cambio considerable en los intereses representados
por los partidos. En qué sentido, no es fácil pre-
verlo; pero es indudable que se producirá.
El siglo XX presentará un gran cambio en la fisono-
mía de los partidos americanos. La influencia de Ha-
milton y Jefferson, los fundadores de los actuales,
— Hamilton del partido centralizador y nacionalista, —
Jefferson del demócrata, conservador del sistema de
gobierno propio para las localidades, — ha durado un
siglo entero. Aún no se alcanza á vislumbrar lo que
serán los partidos en los próximos cien años; pero no
será aventurado sospechar que la intervención de este
gran . pueblo en cuestiones exteriores, prescindiendo
del consejo de Washington, será una de las noveda-
des que presentará su política.
Hoy es punto menos que imposible, sobre todo
para un extranjero, distinguir los caracteres que se-
paran á los l'epublicanos de los demócratas, excepto
en que los primeros, más estrechos en sus ideas, no
Cambios futuros «"n los programas departido 825
lian importjincia á loá cambios internacionales y qui-
sieran reducir su actividad industrial á los límites de
su territorio, mientras que los otros alientan teorías
económicas más cosmopolitas. Eliminado el elemento
esclavitud, autor de los descarríos en que incurrieron
los hombres del Sur, no es imposible que éstos tornen
á serlos más genuínos representantes de la democra-
cia, y los del Norte, los mantenedores de la fuerza
centrípeta, tanto en lo relativo á integridad nacio-
nal como en la conservación de las viejas institucione&
y costumbres.
CAPITULO XL
NUBES EN EL HORIZONTE
Los Trusts— has asociaciones obreras— La intervención del
Gobierno en la lucha entre el capital y el trabajo.
De algunos afios á esta parte, la ley de la concu-
rrencia universal empieza á ser modificada por el
principio de asociación entre los competidores mis-
mos en la lucha. Cuando la producción de un ar-
tículo cualquiera parece traspasar los límites del con-
sumo y empiezan á bajar los precios al nivel de los
gastos de producción, — en lugar de obstinarse en un
combate á muerte, desenlazado antes en la ruina y la
desaparición de los más débiles, — los productores han
iniciado el procedimiento nuevo de entenderse entre
sí, formar asociaciones amistosas y organizar una ac-
ción común que restrinja el exceso de producción y
ponga el producto en manos de un solo vendedor en-
cargado de sostener precios remuneradores. Tal es el
origen de los trusts. Hasta aquí no hay nada perjudi-
cial al interés de la sociedad entera, sino un efecto
natural del progreso en la sociabilidad humana reali-
zado por las grandes facilidades que los medios de
Los ''Trusts'' 827
comunicación modernos, — el ferrocarril, los vapores
de mar, los telégrafos, los teléfonos y los periódi-
cos,— han dado al pensamiento de los hombres. Em-
pero, de esta primera asociación inocente ha surgido
luego otra que no lo es tanto: la de los capitales, con
el objeto de dominar los precios, no sólo dentro de los
límites de una nación, sino en todo el mundo, de pro-
ducir en ellos oscilaciones repentinas de alza y de baja
y de especular en las aguas turbias ocasionadas por estos
bruscos cambios. Estas sociedades formadas por el con-
curso de unos pocos millonarios con capitales de diez
á cien millones de pesos, constituyen uno de los fenó-
menos económicos más notables de los tiempos mo-
dernos. En los últimos años se han ejercitado en Fran-
cia de un modo ruidoso sobre los cobres, en los Esta-
dos Unidos sobre el trigo, el café, el petróleo, los azú-
cares y el whishey; en la Gran Bretaña sobre objetos
variados, algunos con la mira de practicar sus opera-
ciones en los Estados Unidos. El procedimiento prin-
cipal consiste en compraren momentos de abundancia
y depresión de los precios, subir éstos luego por la
reducción de la oferta, guardar una parte del pro-
ducto pai'a vender á menos precio cuando otros quie-
ren aprovecharse del alza y envilecer los valores cuando
desean volver á hacer provisión. En ocasiones es difícil
dominar el mercado cuando la abundancia continúa por
dos ó tres años, y el resultado viene á ser una liquidación
desastrosa; pero cuando se trata de artículos agríco-
las en los que una ó dos buenas cosechas son ordina-
riamente seguidas de dos ó tres inferiores, los resul-
tados para los especuladores suelen ser brillantes.
828 Efectos de esas combinaciones
Sobre los efectos sometidos á la competencia extran-
jera, la operación es peligrosa; pero sobre aquellos en
que la competencia exterior es imposible, por estar
protegido el nacional con una elevada tarifa, no sólo
es fácil, sino de éxito casi seguro. Estos son los Trusts,
vocablo todavía sin equivalente en la lengua castella-
na, al que empieza á darse el nombre de trinca.
Un Trust 6 combinación sobre los trigos mantu-
vo de I 0-90 á $ 1 el bushel (60 libras) de este grano,
en 1886 y hasta principios de 1887, cuando una buena
cosecha en Europa paralizó la exportación, rompió
las esclusas en el mercado de Chicago, produjo la quie-
bra de los principales interesados é hizo bajar á 60
centavos el precio del artículo.
Otro tanto sucedió en el mismo año con el café,
pero en sentido contrario. El alza de los precios derrotó
á los especuladores empeñados en bajarlo.
Según dice el Herald de N"ueva York, la trinca 6
combinación de los azúcares ha dado, en 1889, una
utilidad de 16.000,000 á una sola de las firmas asocia-
das. El azúcar está protegido contra la concurrencia
extranjera por fuertes derechos de aduana.
La frecuencia de estas combinaciones ha hecho in-
seguro el mercado de Nueva York para los exporta-
dores suramericanos, quienes encuentran en el día
más seguridad en el de Londres. Una trinca orga-
nizada sobre las quinas colombianas, dio á una casa
de Filadelfia, según recuerdo haber leído en el JVew
York Times, en Julio de 1880, una utilidad de
$ 28.000,000 en pocos años, y obligó á nuestros ex-
portadores, que antes vendían allí las tres cuartas
Su aplicación a¿ servicio de los ferrocarriles 829
partes de este artículo, á concentrar sus operaciones
en Londres y París. La combinación cesó con la abo-
lición del derecho de entrada sobre la quina, decretada
en ese mismo año.
El resultado de estos trusts es dejar en manos de
los agentes intermedios entre el productor y el con-
sumidor una parte leonina del valor del producto; eá
decir, extorsionar á un tiempo al cultivador y al con-
sumidor; al primero de una parte de la remuneración
de su trabajo, al segundo con un precio más alto que
el natural sobre el objeto consumido. Así es como se
improvisan esas fortunas colosales.
No es tan sólo en la circulación de los productos
agrícolas en donde intervienen estas combinaciones.
El servicio de los ferrocarriles y el valor de sus accio-
nes ha sido quizás el campo más fecundo para estos
nuevos señores feudales de la especulación. En un
país que cuenta más de 50,000 leguas de ferrocarriles
y cerca de $ 10,000.000,000 invertidos en su construc-
ción, que mueve en esas líneas 4.00.000,000 de tonela-
das de mercancías al año y casi un número igual de
pasajeros, y en donde las entradas anuales de fletes y
pasajes ascienden á una suma igual á la de todas las
contribuciones públicas, nacionales y locales; es decir,
á cerca de $ 1,000.000,000, — en un campo de esta
magnitud — las especulaciones injustas toman propor-
ciones colosales.
Unas veces son fletes diferenciales en favor de una
región y con perjuicio de las otras, en ocasiones, de-
moras intencionales en el transporte de un producto,
para dar tiempo á la realización á precios altos de
830 Peligros délos privilegios
otros de la misma especie; ya diferencias en el flete
en beneficio de ciertos interesados, con desfalco de
las utilidades de industrias rivales.
Si la competencia de varias líneas que sirven una
misma región se logra allanar por medio de una orga-
nización amistosa entre ellas, sigue á esta tregua un
alza en la tarifa de fletes y pasajes, y á ésta, la emisión
de nuevas acciones al capital de la empresa. Así, un
ferrocarril que en un día vale $40.000,000, representa
al siguiente % 60.000,000, sin haber aumentado una
pulgada la extensión de su carrilera ni agregado una
locomotora ó un carro á su material rodante; operación
á que se da el nombre de aguar las acciones {watering
the stock). En un principio los gobiernos no hacían
alto en la concesión de privilegios á las compañías
empresarias, en la esperanza de que la competencia de
otras líneas anularía la superioridad así adquirida;
pero después, la reunión de los privilegiados llega á
convertirse en un monstruo, en el monopolio de los
transportes sobre una región entera, sin temor de
competencia alguna. Esta tendencia á la fusión y la
combinación de intereses antes antagonistas, ahora
unidos en un mismo pensamiento de explotación del
pueblo, gana terreno cada día. El capital se dirige al
monopolio, y por el monopolio á la explotación del
trabajo individual. Ejemplo de ello son también los
grandes bazares ó establecimientos comerciales como
el de Whitely en Londres y el Bon-Marché en París,
en donde se ofrece al público, al principio á precios
bajos, una inmensa variedad de artículos, — bazares
que ocasionan la quiebra de todos los pequeños comer-
AsoGiaciones obreras que las combaten 831
ciantes del mismo barrio, y que son muy comunes tam-
bién en grandes ciudades de la Unión americana.
Esta corriente ha causado alarma general entre las
clases proletarias ó semiproletarias, que ven en ella
una nueva máquina de superioridad y de opresión por
las clases superiores, semejante ala de la organización
feudal de los siglos medios. De esta situación ha sur-
gido otro fenómeno no menos notable: la asociación y
organización general, secreta en su origen, pública
después, de las clases obreras en los países civilizados,
con el propósito de luchar contra las tendencias ab-
sorbentes de los capitalistas.
Principiaron por la asociación de los obreros de
una misma fábrica, se extendieron después á los tra-
bajadores en un mismo artículo en una ciudad, luéga
á una región entera, en seguida á toda una nación, y
últimamente, salvando los límites de una nacionali- '
dad, empiezan á asumir el carácter de asociaciones
internacionales. En Inglaterra y los Estados Unidos
son conocidas con el nombre de Trade Uiiions (Unión
de los trabajadores), en Alemania su funcionamiento
conserva aún carácter secreto y suele confundírselas
con el partido socialista, con el que parecen tener re-
laciones de afinidad en sus tendencias. En Francia y
Bélgica se muestran frecuentemente en huelgas, que
asumen á las veces el carácter de verdaderas sedicio-
nes, si bien yá no con ese programa temeroso quemos-^
traron en 1848 y 1849. En fin, en los Estados Unidos
las dos sociedades que han ostentado más fuerza de
organización han sido las conocidas con los nombre»
832 Programa de los ''Grangers^^
de Grangers (campesinos) y the Knights of Lalor (ca-
balleros del trabajo), cada una de las cuales ha llegado
á contar más de un millón de afiliados.
La primera en antigüedad es la de los Grangers,
cuya masa principal existe en los Estados del valle del
Mississippi. Era en su origen una sociedad secreta,
de organización masónica, destinada á dar protección
á los intereses de los trabajadores agrícolas contra los
grandes propietarios, los monopolistas,y últimamente
contra las maquinaciones de los directores de los fe-
rrocarriles. Fue fundada en 1867 por Mr. William
Saunders, escocés de nacimiento, pero naturalizado en
los Estados Unidos y empleado en la Oficina de Agri-
cultura de Washington. En 1808 parece fueron es-
tablecidas las diez primeras logias en Pensilvania,
Nueva York, Ohio, Illinoisy Minnessota: 39 lo fueron
en 1869, 38 en 1870, 125 en 1871, 1,105 en 1872, 8,400
<3n 1873, y en 1874 se estimaba yá en 1.500,000 el nú-
mero de afiliados. Entonces resolvieron dar publicidad
á su organización y sus propósitos, entre los cuales son
de notar los siguientes:
"Desarrollar y mejorar la condición del hombre y la de la
mujer,
" Ensanchar la comodidad y el atractivo^ de los hogares de
familia por medio de una mayor consagración al trabajo.
" Procurar la buena inteligencia y la mejor cooperación entre
los asociados.
" Apresurar la llegada de mejores tiempos por medio de
emulación en el trabajo, reducción de los gastos individuales y
colectivos, comprando menos y produciendo más, diversifi-
cando los cultivos y sembrando menores extensiones, pero mejor
cultivadas.
"Suprimir en lo posible el sistema de negocios á crédito,
el de las hipotecas, la influenjia de las modas y todo agente
que pueda, como éstos, conducir á la prodigalidad y la ruina,
*' Reunirse, conversar, trabajar, comprar, vender en acción
común cuanto se pueda en beneíicio de todos.
DeclaracióiL de sentimientos 833
" Evitar pleitos y someter las diferencias al arbitramento
de miembros de la asociación: procurar mantener armonía,
buena voluntad y fraternidad entre los asociadjs, y comprimir
todo espíritu de rencor personal, local, nacional, toda rivalidad
malsana y toda ambición egoísta.''
También hicieron las siguientes declaraciones:
" Para el interés de nuestros negocios deseamos que los pro-
ductores y los consumidores, los agricultores y los manufactu-
reros se coloquen en la más directa y amistosa relación, supri-
miendo en todo lo posible los agentes intermedios que tienen
por objeto retener para sí una parte de los valores cambiados
y disminuir, en cousecuencia, nuestras remuneraciones.
"Consideramos necesaria para nuestros intereses la exis-
tencia de compañías transportadoras de toda clase que pongan
á los compradores y vendedores en rápido y económico con-
tacto.
" No somos enemigos de los ferrocarriles ni de las compa-
ñías de oavegación, irrigación y cualesquiera otras dirigidas á
hacer progresar nuestros negocios: ni profesíunos ideas afgunas
de comunismo ó de enemistad á la propiedad territorial; pero
sí somos opuestos á todo espíritu en el manejo de estas empre-
sas diiigido á oprimir al pueblo y robarle una parte de sus le-
gítimos provechos. No somos enemigos del capital, pero sí de
la tiranía de los monopolios. Somos opuestos á salarios, inte-
reses y ganancias excesivas.
"Sostendremos la causa de la educación para nosotros y
nuestros hijos por todos los medios legítimos que estén á nues-
tro alcance, especialmente por medio de colegios agrícolas é
industriales en que se dé enseñanzi práctica de la agricultura,
ÚQ la ciencia doméstica y de todas las artes que coni^ribuyen al
adorno y comodidad del hogar de la familia.
" Con placer esperamos que el espíritu de seccionalismo
esté muerto y enterrado para siempre. En nuestra fraternidad
agrícola no admitimos Norte ni Sur, Orient'3 ni Occidente, y ,
todo miembro de la asociación tiene entera libertad para afi-
liarse en el partido político que concuerde mejor con sus opi-
niones. Profesamos el principio de que las diferencias de opi-
nión ó de creencia no son un crimen: antes sostenemos que el
progreso hacia la verdad se aligera por medio de esas dife-
rencias: el único mal de ellas consiste en la acritud de las
controversias.
" Últimamente, pero no como lo menos importante, procla-
mamos entre nuestros propósitos el de elevar la condición de la
mujer, ensanchar la esfera de sus trabajos, y como prueba de
ello le abrimos nuestras filas y la admitimos entre nuestros
miembros activos."
Pronto se pusieron en campaña los afiliados contra
53
834 Intervención de las Asambleas de los Estados
los abusos de las compañías de ferrocarril, logrando
que las Asambleas de algunos Estados estableciesen
los siguientes principios en la materia:
1.° Prohibición de cobrar fletes ó pasajes más altos
que los anunciados en las tarifas. Obligación de pu-
blicar éstas con anticipación á su vigor, y obligación
de indemnizar á los perjudicados en caso de cobrar
precios distintos.
2.° Uniformidad de tarifas en proporción estricta
de las distancias.
3.° Reducción de los precios de fletes y. pasajes en
proporción al aumento del tráfico, de suerte que el
dividendo de los accionistas no sea en ningún caso
desproporcionado con perjuicio del público.
Al efecto se establecieron comisiones permanentes
encargadas de vigilar el cumplimiento de estos precep-
tos y de rebajar las tarifas, si las compañías se rehu-
sasen á hacerlo por sí mismas.
Estas leyes originaron muchas contiendas judicia-
les, y á las veces los Tribunales dieron sentencias con-
trarias á su ejecución, por reputarlas opuestas á la
Constitución nacional, cuando podían afectar los dere-
chos de otros Estados atravesados por un mismo ferro-
carril. Entonces el Congreso tomó á su cargo el asunto,
y en ley expedida en 1887 dio principio á la tarea de
proteger al pueblo de los Estados Unidos contra los
abusos de las compañías de ferrocarriles, en la forma
siguiente:
1.° Creó una oficina permanente, de naturaleza
semi judicial, semiaáministrativa, denominada Comi-
lón del Cornercio entre los Estados, compuesta de
Ley del Congreso nacional 835
cinco miembros, un secretario y los subalternos nece-
sarios, con la misión de vigilar la manera como dichas
compañías de ferrocarril y de vapores en los ríos y los
lagos prestan sus servicios al público en el transporte
de pasajeros y mercancías, de corregir los abusos que
cometan y de perseguir á sus autores ante los tribu-
nales de la Unión en caso de desobediencia á sus
resoluciones.
2.* Estableció como punto de partida general que
las compañías transportadoras tienen obligación de
prestar su^ servicios al público con perfecta igualdad,
sin concefler á nadie rebajas ó descuentos en el precio
de las tarifas ni dar preferencia en la transportación .á
ninguna localidad, compañía, efectos ó individuos,
excepto la Nación, los Estados, las Municipalidades y
los establecimientos de Caridad. Las tarifas de fletes
y pasajes deben establecer tipos proporcionales á las
distancias en cada línea, excepto en los casos justifica-
dos en que la comisión permita cobrar una pequeña
adición en las menores distancias.
S.** Las compañías quedan sometidas al principio
de que sus fletes y pasajes deben ser "razonables y jas-
tos," no arbitrarios.
4.° Implícitamente se estableced principio de que
los privilegios exclusivos concedidos á las Compañías
de ferrocarriles, — que sólo pueden justificarse en una
república por motivos de utilidad pública, — quedan
restringidos en su ejercicio á lo que la utilidad pú-
blica requiera.
5.° Se prohiben las combinaciones entre diversas
compañías para el efecto de excluir la competencia de
836 Alcance notable de algunas disposiciones
unas con otras líneas ó para darse participación recí-
proca en los productos de los fletes y pasajes.
6.° Se prohibe toda combinación ó arreglo que pro-
duzca el efecto de interrumpir la continuidad de los
transportes de un extremo á otro de cada línea, de
donde puedan resultar demoras para los efectos.
7.° Se exige que las tarifas de fletes y pasajes estén
constantemente fijadas á la vista del público en todas
las estaciones. Ningún cambio de alza ó baja de las
tarifas es exequible sino hasta diez días después de
publicado en todas las estaciones y oficinas d.e las com-
pañías.
8.° Se impone á todas las compañías de ferroca-
íril la obligación de dar periódicamente á la Comi-
sión de Comercio entre los Estados^ relación minuciosa
de todas sus operaciones y valores, incluyendo el capi-
tal pagado, las deudas que gravitan sobre ella, la ex-
tensión de la línea, su matei'ial rodante, sus entradas
y sus gastos, sus dividendos pasivos, su fondo de re-
serva, etc. La Comisión tiene derecho para examinar
los libros, documentos, archivos, correspondencia, etc.,
de las Compañías siempre que lo juzgue necesario.
9." Tiene también derecho la Comisión para exa-
minar las quejas y reclamaciones que se intenten con-
tra las Compañías por perjuicios indebidamente cau-
sados; para recomendar que se paguen las indemniza-
ciones que estimo justas, y en caso de que la Compañía
no se someta áesa recomendación, pueden la Comisión
ó el interesado someter el asunto á la Corte de Equi-
dad, la cual, oyendo brevemente á los interesados,
decidirá de plano, verdad sabida y buena fe guardada,
Los caballei'os del. traba jo 837
lo que estime justo; teniendo por comprobante sufi-
ciente, salvo que se aduzcan pruebas incontestables e»
contrario, el concepto de la Comisión.
10. Las violaciones de la ley están sujetas á pena»,
impuestas en unos casos por la Comisión, en otros
por los Tribunales.
Esta ley tiene un carácter muy trascendental*
Marca una tendencia manifiesta á poner á cargo del Go-
bierno federal el servicio de los ferrocarriles, á dar una
nueva organización al Poder Judicial, y á extender la
esfera de acción del Gobierno al campo reputado basta
ahora como del exclusivo dominio de la libre competen-
cia y de la propiedad individual. Las disposiciones de
ella son una muestra de la influencia que en el Gobier-
no de las sociedades empieza á ejercer la organización
extraoficial de los ciudadanos, sobre todo la de las cla-
ses proletarias. Dicha h^y es obra de hi acción de los
Grangers, y lo particular es que ha sido recibida con
aplauso universal, á pesar de la vaguedad, probable-
mente estudiada, de algunas de sus clásulas y del al-
cance formidable de otras. La opinión general es que
con ella mejorará notablemente la condición de los pe-
queños agricultores.
Los Knights of Labor principiaron su organiza-
ción en 1869 con un núcleo de ocho miembros presidi-
dos por un sastre de Filad elfia llamado ürías S. Ste-
Tens. Hasta entonces cada oficio ó profesión tenía su
asociación especial, ordinariamente limitada á una
ciudad, á un cantón ó á lo más á un Estado de pe-
queño territorio, como el de Massachussets, por ejem-
838 Su declaración de principios
pío; lo cual reduoía á muy poco ó á casi nada la in-
fluencia de los asociados; pero Stevens, advirtiéndolo,
abrió las puertas á todos los trabajadores cualquiera
que fuese su proíesión ú oficio, y extendió sus límites
á toda la Unión. En un principio la organización se
mantuvo en el más profundo secreto, hasta que notán-
dose en aquella ciudad que algunas marcas cabalísti-
cas hechas con tierra blanca en cierto lugar coinci-
dían con la aparición de railes de hombres en la
plaza pública, se difundió alarma y temores de incen-
dios y de comunismo. El clero católico había sido uno
de los más fogosos enemigos de esa asociación secreta,
contra la cual había predicado violentos sermones;
pero habiendo los directores autorizado que no se
ocultasen sus objetos y procedimientos en el secreto
de la confesión, cesó la hostilidad, y alcontrario, mu-
chos sacerdotes de esa religión se mostraron ardientes
amigos de ella. Al fin, en 18T8 se resolvió hacerla pú-
blica. Se dice que en 1883 tenía 52,000 miembros,
71,000 en 1884, 111,000 en 1885, entre 300 y 500,000
en 1886, y en 1888 se cree que llegaba á 1.000,000.
Tiene logias en todos los Estados de la Unión, prin-
cipalmente en los del Sur del Atlántico, cuenta entre
sus miembros un gran número de hombres y mujeres
de raza de color, siempre muy adictos á esas asociacio-
nes, y ha entrado en amistosas relaciones con la de los
(xrangers ó campesinos.
El preámbulo, como ellos lo llaman, ó Declaración
deprincipioSy contiene los siguientes:
" El alarmante desarrollo y carácter agresivo de los grandea
capitalistas y corporaciones, á no ser comb uido, conduciría in-
evitablemente á la pauperización de las masas trabajadoras.
Sus propósitos 839
" Si deseamos gozar por completo de las bendiciones déla
vida, es preciso poner uaa valla á la acumulación injusta y al
poder de hacer mal de las grandes acumulaciones de riqueza.
' ' Este objeto sólo puede ser realizado por el esfuerzo unido
de los que obedecen el precepto divino de ganar el pan con el
sudor de la frente.
" En consecuencia, hemos formado la Orden de los Caballeros
del Trabajo, con el objeto de organizar y dirigir el poder de laá
masas industriales, no con el carácter de partido político, por-
que es aún más que esto; pero debe tenerse presente, al ejercer
el derecho de sufragio, que gran número de los objetos que nos
proponemos, sólo puede ser obtenido por medio de leyes, y que,
en consecuencia, es un deber de todos ayudar á sostener y nom-
brar con sus votos á los que prometan sostener esas medidas con
independencia de los partidos políticos.
" Declaramos al mundo que nuestros propósitos son:
' ' I — Hacer que la excelencia industrial y moral, no la mera
riqueza, sea la verdadera medida de la grandeza de las naciones
y de los individuos.
' 'II — Asegurar á los trabajadores el perfecto goce de la ri-
queza creada por ellos; vacación en el trabajo por el tiempo su-
ficiente para cultivar sus facultades intelectuales, morales y so-
ciales; todos los beneficios, recreación y placer, de la asociación;
en una palabra: habilitarlos para tomar participación en los
honores y ganancias de una civilización progresiva.
" III — Obtener de los Estados el establecimiento de oficinas
de estadística del trabajo humano, á fin de llegar á un perfecto
conocimiento del estado en que se encuentran la educación, la
la moralidad y las condiciones financieras de las masas traba-
jadoras.
"IV — Conseguir que las tierras baldías, la herencia del pobre,
sean reservadas á los ocupantes y cultivadores de ellas; que no
86 dé un acre más á los ferrocarriles y especuladores; y que todas
las tierras hoy conservadas eriales para mera especulación, sean
gravadas con impuestos por todo su legítimo valor.
" V— La derogatoria de las leyes que no pesan con igualdad
sobre el trabajo y el capital, y la reforma de esos tecnicalismos,
dilaciones y discriminaciones en la administración de justicia.
" VI — La adopción de medidas protectoras de la salud y la
seguridad de los que trabajan en las minas, manufacturas y
construcciones industriales, y que consagren la responsabilidad
de los empresarios en favor de sus obreros por daños recibidos
en esos trabajos á causa de la falta de precauciones y protección
necesarias.
" VII — La expedición de leyes que obliguen á las Compa-
ñías á pagar sus trabajadores semanalmente, en moneda legíti-
ma; y que concedan á los mismos preferencia, en caso de quie-
bra, por el valor de su trabajo y en todo el importe de sus sa-
larios.
" VIII — La abolición del sistema de contratas en las obras
nacionales, municipales y de los Estados.
840 Modificaciones aceptables de la idea socialista
"IX—La expedición de leyes que establezcan el sistema de
arbitramento entre los empresarios de industria y sus obreros
y hagan obligatoria la sentenda de los arbitros.
" X— La pr< hibición de emplear niños de menos de quince
años en las fábricas y las minas.
•' XI — Prohibición de alquilará empresas particulares el tra-
bajo de los presidiarios.
" XII— El establecimiento de impuesto directo gradual {gra-
duated). Tal vez quisieron decir progresivo),
" XIII — La emisión de papel-moneda obligatorio, sin inter-
vención de Banco Nacional ni de Bancos privados, y sin con-
ceder á éstos derechos ni privilegio alguno.
" XIV— La prohibición de introducir del Extranjero traba-
jadores contratados.
"XV— La cesación de emitir documentos de crédito del
Gobierno que ganen algún interés. Cuando ocurra alguna emer-
gencia, que se emita el papel-moneda necesario para hacer
frente á ella, pero siempre sin interés.
" XVI — El establecimiento de cajas de ahorros en todas las
administraciones de correos.
" XVII— Que en virtud de su dominio eminente tome el Go-
bierno posesión, por compra, de todos los ferrocarriles, telégra-
fos y teléfonos í*)' que en lo sucesivo no se concedan privilegios
para la ejecución de estas obras, sino que el Gobierno las cons-
truya por administración; á este efecto, los Caballeros del Tra-
bajo ofrecen sus servicios.
" X VIH— Que se establezcan instituciones cooperativas di-
rigidas á suprimir el trabajo á jornal y reemplazarlo con el sis-
tema cooperativo.
" XIX— Procurar para ambos sexos igual paga por igual
trabajo.
" XX— Acortar las horas de trabajo del obrero por medio
de una negativa universal á trabajar más de ocho horas en el día.
" XXI— Decidir á los empresarios á someter á arbitramento
todas las diferencias que se susciten con sus obreros, á fin de
mantener y afianzar entre ellos vínculos de simpatía y hacer in-
necesarias las huelgas."
Este prognimu, — en parte racional y legítimo, en
parte socialista é inaceptable, — tal vez tomado sin dis-
criminación suficiente del de los socialistas franceses
de 1848 y de los socialistas alemanes del día presente,
merece atención detenida, porque comprueba la modi-
ficación favorable que en las ideas extravagantes de laa
clases oprimidas en Europa han producido las institu-
En gran parte consagradas yd por algunos países 841
Clones libres de América; y porque será el punto de
partida para el porvenir de ese movimiento organiza-
do de las clases obreras, en la nueva lucha que se pre-
para entre las capas inferiores y las superiores de los
países civilizados. Algunos de estos puntos pueden
considerarse como victorias yá casi obtenidas: como el
de la responsabilidad de los dueños de fábricas y mi-
nas en favor de sus obreros por los daños causados á
éstos por falta de precaución; el de obligar á los em-
presarios á velar por las condiciones higiénicas de sus
fábricas y talleres; el de alejar los niños de los traba-
jos peligrosos y embrutecedores de las manufacturas
y de las minas, á fin de preservar el perfecto desarrollo
de sus facultades y prevenir la degeneración de la es-
pecie humana; el establecimiento del sistema de arbi-
tramento entre empresarios y obreros. Estas ideas han
empezado á tener consagración legal en Suiza, Francia,
Inglaterra, Alemania y los Estados Unidos. La reduc-
ción de las horas de trabajo,— desde diez y seis que
era común á principios de este siglo, hasta diez, prac-
ticada hoy en la mayor parte de las fábricas de Ingla-
terra, Francia y los Estados Unidos, — tiene prospecto
favorable de llegar hasta ocho. Hoy se siente circular
en el ambiente de las ideas la máxima de la distribu-
ción de las horas del día, así: ocho para el sueño,
ocho para el trabajo, ocho para el descanso, la lectura
y la sociedad doméstica. Doce ó más horas de trabaja
abruman el cuerpo, asfixian el alma, destruyen las re-
laciones de familia y conducen casi necesariamente á
la embriaguez, como único paréntesis al suplicio dé-
la vida real.
842 Falta aún la emancipación de la mujer
La rehabilitación del trabajo de la mujer, en todas
partes considerado como inferior al del hombre, es otro
pensamiento generoso y justo que, no tal vez la legis-
lación, sino la evolución moral de los pueblos en pros-
peridad, está introJuciendo en todas partes; pero aún
falta mucho para llegar á la equidad verdadera. Es
un título de honor para las clases obreras el haberlo
hecho aparecer en el lema de sus banderas primero
que en el programa de los legisladores y de los hom-
bres de Estado. En la condición industrial de la mujer
impera aún esa ley de hierro, todavía rodeada de de-
fensores inconscientes, que sólo admite la superiori-
dad de la fuerza brutal, i^dmitida al trabajo de los
establecimientos comerciales, oí decir que en muchos
de ellos se les impone la obligación de permanecer de
pie, sin permitírseles tomar asiento, durante las diez
ó doce horas de su servicio en los almacenes, en tanto
que su salario es todavía muy inferior al del hombre.
El gobierno federal las ha llamado al servicio de las
oficinas públicas; en la educación de la infancia, en
las escuelas, se las prefiere al hombre, á causa de su
dulzura y suavidad con los niños y de sus facultades
intelectuales más delicadas y penetrantes que las del
hombre. Algunos colegios superiores han creado cla-
ses especialmente destinadas á ellas para la enseñanza
de las ciencias físicas y matemáticas y aun para las de
Jurisprudencia y Medicina, autorizándolas para optar
á grados universitarios. Otros mantienen clases á que
concurren los dos sexos, y se afirma que de esa circuns-
tancia resulta un estímulo extraordinario y un adelan-
tamiento mucho mayor. En algunos Estados, princi-
Organización de la liga 843
pálmente en los nuevos del Oeste, se les ha concedido
la ciudadanía municipal, y aun recuerdo haber leído
en los periódicos que en algún pueblo de Kansas el
puesto de Alcalde y los de Consejeros Municipales,
elegidos por el sufragio universal, estaban desempe-
ñados por mujeres, á entera satisfacción de los habi-
tantes.
La economía en la distribución de las tierras baldías
reducida á los colonizadores con casa y labranza,
puede decirse que es una institución yá conquistada.
La hostilidad á los Bancos privados y el reemplazo
de la circulación metálica por la de papel-moneda no
han sido admitidos en los Estados Unidos; pero han
encontrado prosélitos en otros países de Hispano-
Am erica.
La organización de la Sociedad de los Caballeros
del Trabajo, aparte de sus jefes locales en los pueblos,
ciudades y Estados, es dirigida por un Gran Maestre
en toda la Unión, con facultades verdaderamente te-
merosas. Él puede en un momento dado ordenar la
huelga de los trabajadores en cualquier ramo de indus-
tria en toda la Unión y paralizar así, no sólo la acción
de los capitales, sino una multitud inesperada de resor-
tes de la organización social. — Figúrese, por ejemplo,
una huelga de los empleados de los ferrocarriles para
suspender los movimientos de locomoción en todo el
país ó tan sólo al rededor de una ciudad; la coerción
que nacería de la huelga de los panaderos ó de los car-
niceros; el retiro súbito de las amas de leche dejando
abandonados los niños de pecho! Supóngase la policía
de las ciudades comprometida también en una asocia-
Sá-i Con fondos abundantes
cióii de esta clase, ó que estas afiliaciones penetrasen
en los ejércitos, como empieza á temerse que esté su-
cediendo en Alemania y en Austria, en donde el fun-
cionamiento de ellas se mantiene secreto. Calcúlense
las consecuencias adonde podría llegar esta doble or-
ganización de los pueblos, gobernada la una por leyes
conocidas, dirigida la otra en el misterio, y contando
cada cual con fuerzas materiales que en un momento
dado pueden aparecer formadas en línea en el campo
enemigo!
Las clases obreras acumulan todos los días sus ele-
mentos de lucha. Pequeñas contribuciones semanales,
probablemente proporcionales al salario de cada
obrero, suman en esos grandes números cantidades
nada despreciables. Diez centavos por semana y por
cabeza en una asociación de 500,000 personas, produ-
cen $ 2.500,000 en un año: acumulación suficiente
para sostener huelgas parciales en distintos lugares
durante una, dos ó tres semanas. Las diversas asocia-
ciones cooperativas destinadas á objetos especiales, y
dueñas también de grandes capitales, parecen ir entran-
do en alianza con la de carácter general, á la que auxi-
lian en caso necesario; de suerte que el tesoro de ésta
va tomando insensiblemente proporciones mucho má«
respetables.
Lo que da un carácter más serio á estas asocia-
ciones es la organización, la centralización de ellas
bajo un gobierno de duración permanente. En todo
tiempo, desde la más remota antigüedad, han exis-
tido: la plebe de Eoma se retiraba al Monte Aven-
tino; la Jacquerie de los campesinos del centro de
Su influencia futura 845
Francia anticipó cuatro siglos la lucha contra la no-
bleza y las escenas del terror en la revolución de 1793;
la Santa Hermnndad, originada primero en Aragón y
extendida después á León y Castilla, en el siglo xiii
atacó y arrasó mil quinientos castillos feudales; pero
carecieron de organización permanente, y excepto la
asociación espaüola, siempre benéfica, se lanzaron en
desórdenes atroces que levantaron contra ellas la masa
pacífica de los grandes intereses sociales. Las asociacio-
nes obreras de América, formadas en medio de la liber-
tad, bajo la egida del derecho público moderno, care-
cen yá (le esos odios profundos y derivan su fuerza de
la legalidad misma: así ellas proceden con moderación
ejemplar, y en lugar de promover excesos locales, los
restringen y combaten. Así organizadas á la luz del
día, constituyen una nueva fuerza social, cuyos resul-
tados favorables á la causa de la civilización, pueden
observarse en la Li(/a de los Cereales en Inglaterra; la
Asociación nacional Irlandesa dirigida por Mr. Parnell,
á la que un pueblo oprimido deberá su libertad sin
necesidad de guerras destructoras, y en los Estados
Unidos la de los Grangers, que ha podido medirse con
el coloso de las Compañías de ferrocarriles. Falta saber
á dónde conducirá la de los KnigJits of Lahory hasta
ahora pacífica y ordenada en lo general.
Como todos los cuerpos dotados de vida, sus prin-
cipios son débiles, vacilantes, á veces espasmódicos y
expuestos á los vientos de reacción: con todo, poca
visión al porvenir mostraría quien juzgase que de toda
esa corriente no habrá de resultar una modificación
profunda en la constitución de la sociedad moderna;
846 Peligrosa para las antiguas monarquías
quizás algún cataclismo, si, como se pretende en las
viejas monarquías de Europa, se echasen vallas de vio-
lencia y arbitrariedad en medio de su camino, en lugar
de dirigirlas, encauzarlas y hacerles justicia. Hasta
hoy han carecido de jefes inteligentes capaces de ad-
quirir prestigio sobre las multitudes; el día que apa-
rezca á su frente uno de esos hombres audaces dotado
de la intuición del porvenir, con genio suficiente para
disciplinar y mover esas grandes masas, quizás se
echará de ver que la organización actual de los gobier-
nos no está á la altura de la evolución realizada por el
progreso industrial. El de la Unión Americana, refor-
zado por la triple barrera de la fuerte organización
comunal de las ciudades y de los Estados, será uno de
los que mejor puedan resistir esos grandes choques.
Los de las monarquías cuya fuerza está concentrada en
una sola institución, y de ordinario en la sola ciudad
capital, serán los más débiles ante el esfuerzo revolu-
cionario. Las revoluciones triunfantes en París han
dominado toda la Francia, é igual cosa podría suceder
en Viena y en Berlín, l^o así en los Estados Unidos,
en donde Washington es una ciudad de tercer orden
apenas, en donde cada Estado tiene el poder de una
nación entera, y cada una de sus grandes metrópolis
elementos bastantes para sostener el orden social. La
federación no es más que la aplicación á la política del
gran principio de la división del trabajo, ** la multipli-
cación de los centros," como dijo con mucha propiedad
un pensador colombiano (1).
(1) El señor Ricardo Vunegas.
Temidas por los partidos en los Estados Unidos 847
El peligro principal de las asociaciones obreras en
aquel país, es su influencia sobre los partidos políticos.
Ellas se han alejado hasta ahora prudentemente de
toda conexión con éstos, temerosas, como es natural,
de ser absorbidas y desnaturalizadas en otras corrien-
tes; mas como pueden disponer de algunas centenas
de miles de sufragantes, y en un caso dado pudieran
decidir una elección importante, los directores de Ios-
partidos las miran con respeto y no se atreven á con-
trariarlas oculta ni abiertamente, antes bien procuran
acomodarse en todo lo posible á sus tendencias, á fin
de ganar sus simpatías. El demócrata con cuyas teo-
rías parecen tener más afinidades, es el más inclinado
á protegerlas; pero el republicano, convencido de que
en las urnas pesan más los sufragios que las cajas fuer-
tes, tampoco se atreve á entrar en franca liza con ellas.
Sólo el periodismo tiene la fuerza y la libertad sufi-
cientes para medirse con tan poderoso contendor, y ese
cuarto poder constitucional que todos los días sale á
ilustrar las conciencias, como el sol á iluminar los
campos, ese poder que apoya su palanca en la razón
humana, es el único freno que morigera y corrige las
pasiones inclinadas á sacar de su camino de legalidad
el pensamiento de los obreros.
Los Trusts ó asociaciones de los millones, encarna-
ción de la idea Riqueza, y la Humanidad representada
en las asociaciones obreras, parecen, pues, encontrarse
frente á frente y prontos á entrar en lucha en los Es-
tados Unidos: algunos espíritus, temerosos de las con-
secuencias del combate,quisieran impedirlo ó aplazarlo:
con concesiones meticulosas los unos, con apelación á
848 Probable resultado de la lucha
la fuerza los otros. En mi concepto, no hay combate
posible: la mayor riqueza es el hombre mismo; la
fuerza más fuerte es la razón ilustrada, y en donde
ésta domine por la escuela primaria, por los estudios
superiores, por el periodismo, por el telégrafo, por la
libre discusión, por la tolerancia y la libertad, todas
las resistencias se allanarán á su paso: el mundo mar-
cha y el porvenir pertenece á la humanidad.
~^*>>'X'<<-'"-
CAPITULO XLI
ÍÍUBES EN EL HORIZONTE (CONTINUACIÓN)
Las pensiones— La Lynch laiD—E\ divorcio
Entre las diversas formas que asume la idea socia-
lista, en el sentido apasionado de esta palabra,— es
decir, la idea de modificar la distribución de las rique-
zas por medios artificiales distintos del de la equitativa
remuneración de los servicios, — debe contarse la del
sistema do pensiones pagadas del Tesoro público. El
método natural, y quizás el único equitativo, de re-
tribución á los servicios, es el común de sueldos, sala-
rios j precios de cambio previamente estipulados; los
que una vez satisfechos ponen término al derecho á
retribución, cuando el servicio no sigue prestándose.
Hay, sin embargo, casos en que la justicia exige
una modificación á este principio. Si la prestación de
un servicio ocasiona la muerte ó la invalidez absoluta
al trabajador, éste ó sus inmediatos sucesores, las viu-
das ó los huérfanos del muerto, parecen acreedores á
una indemnización que compense en algo la pérdida
54
850 Exageración de las pensiones
sufrida por ellos. Mas aún: cuando interviene un
contrato, tácito ó explícito, como el que existe en la
profesión militar, que impone al empleado la obliga-
ción de prestar sus servicios por toda una vida, siem-
pre que se le requiera para ello — es natural que el así
obligado, sinpodcr disponer libremente do su persona,
reciba alguna gratificación, aun cuando no esté en
gervicio activo. Este es el fundamento tle la institu-
ción de las pensiones, que, como se comprende, tiene
límites cimentados en principios de justicia.
Sin embargo, en algunos países, como en Colom-
bia, por ejemplo, ha solido dársele una extensión des-
mesurada, hasta el punto de crearse entre las familias
pensionadas una clase ociosa, acostumbrada á vivir
del Tesoro público, para quien no existe esa relación
imprescindible entre el trabajo y la remuneración:
clase que, sostenida por otra de especuladores en este
ramo, mantiene un asalto permanente sobre el Tesoro
público, ó lo que es lo mismo, sobre el trabajo de la
gente que págalas contribuciones públicas. En Colom-
bia el cajíítulo de pensiones ha llegado á veces á más
del 20 por 100 del producto de las rentas nacionales.
En los Estados Unidos sucede hoy otro tanto.
El monto anual de ellas sube á la increíble suma
de $ 80.000,000 anuales, lo que da idea de 250 á
300,000 pensionados y un promedio de $ 300 á 400
anuales ácada uno, y todas, con rarísimas excepciones,
proceden de servicios militares durante la guerra civil
que terminó en 1865. Como durante los 25 años trans-
curridos no puede menos de haber muerto las tres
cuartas partes de los hombres que llevaron armas en
Superan el gasto de un grande ejército 851
esa contienda, así como las dos terceras de sus descen-
dientes, ese guarismo tan crecido de pensionados de-
muestra que no es solamente á los invalidados por
heridas, ni á las viudas y huérfanos de los muertos á
quienes se les paga, sino á otros muchos, escasos de
títulos para reclamarlas. Más de mil millones han sido
desembolsados con este objeto desde el fin de la guerra;
y como todos los aüos se renueva el proyecto de dar-
les efecto retroactivo, es decir, de hacerlas pagadera?,
no sólo desde la fecha de su concesión, sino desde que
se prestó el servicio,— proyecto á que opuso su veto
Mr. Cleveland, según creo recordar, — si ese pensa-
samiento llegase á ser ley, sería preciso contraer una
nueva deuda de cerca de $ 700.000,000 más, para ese
solo ítem. % 80.000,000 es, con poca diferencia, una
suma igual al gasto de 160,000 hombres en el ejército
ingléá ($ 83.000,000), y apenas 15 por 100 menor que
el impendido en Alemania en el sostenimiento de un
pie de fuerza de 492,000 hombres.
Un país en donde, sin trabajar, viven á expensas de
sus conciudadanos, aparte de los miserables, 200,000
familias ó 1.000,000 de personas válidas para el trabajo;
un pueblo en que á los impulsos del patriotismo desin-
teresado se sustituyen insti ritos mercenarios para fiar
la defensa de sus leyes,— no es país que va en buen
camino. El parasitismo es una clase fecunda como
pocas y se transmite por herencia fisiológica de padres
á hijos. Cuando las contribuciones públicas se con-
vierten en arma de partido para comprar el voto y. la
influencia de los pensionados, como se ve estar suce-
diendo allí, no se puede menos de pensar que ese es
un punto oscuro en el horizonte.
852 La '^Lynohlaw^''
Otro punto oscuro es la práctica de la Lynch law
en los Estados del Sur y del Sudoeste.
El origen de esta institución parece ser el sígnente:
A fines del siglo pasado, cuando empezaba la colo-
nización de los territorios entonces despoblados al
Oeste de los Apalaches, la situación de los primeros
colonos debía de ser no poco difícil. Atacados con fre-
cuencia por las tribus salvajes, á quienes iban á des-
poseer de la tranquila ocupación de sus bosques, ex-
puestos á los actos de depredación de los reos prófugos,
de los esclavos alzados y de los aventureros de las po-
blaciones del Atlántico refugiados en esas regiones,
— su vida era un combate perpetuo, su única ley la del
más fuerte, su noción de organización civil la necesi-
dad de hacerse justicia por sí mismos. Forzosamente
debía resultar después entre esas poblaciones algo de
sus antiguas costumbres de vida semi-salvaje. En una
aldea de la parte occidental de la Carolina del Sur, se
dice que en momentos de recrudescencia de la crimina-
lidad, que la justicia ordinaria no acertaba á corregir,
los ciudadanos se reunieron y dieron poderes de legis-
lador y de juez á un tal John Lynch, para extirparla.
Sectario inconsciente de Dracon, el Dictador esta-
bleció juicios sumarios ante la Asamblea del pueblo,— á
cuya jurisdicción sometió á los criminales notorios y á
los cogidos en flagrante delito— caracterizados por el
principio de que las sentencias dictadas se ejecutasen en
el acto. La pena ordinaria era la de muerte. Mas á lo
menos el reo era oído y confrontado con los testigos de,
la acusación. Pronto fueron restablecidas la seguridad
y la tranquilidad que se buscaban, el nombre de Lynch
Sus orígenes 853
se hizo famoso, y el ejemplo cundió en todas las colo-
nias del Sudoeste con el carácter de institución perma-.
nente.
Los orígenes del nuevo Estado de California, for-.
mado por irrupciones de aventureros de diversas par-
tes del mundo, atraídos por el fabuloso producto de
los aluviones auríferos, condujeron á una situación;
todavía peor que la de los bosques de la Carolina del .,
Sur. La pasión de la codicia, encendida por la fácil ri-
queza allí acumulada, se transformó en robos y ase-
sinatos diarios. La parte sana de los inmigrantes y
la que, por buenos ó por malos medio?, había forma-
do una fortuna que necesitaba defender, se reunió
en la plaza pública de San Francisco, organizó una
Comisión de Vigilancia encargada de perseguir á los
criminales por el sistema de Lynch, y á falta de jue-
ces y tribunales, aun no establecidos por la ley, la
población resolvió asumir en común la responsabi-
lidad de los hechos que fuesen necesarios para fundar
el respeto á la vida y á la propiedad. La comisión em-
pezó, en efecto, sus labores con la actividad febril pro-
pia del carácter americano, ahorcó, sin exceso de for-
malidades, á los criminales más notorios, deportó á
otros y restableció el orden. Prestó allí un servicio,
pero revivió en el Sur de la Unión, en donde había
leyes y autoridades bien establecidas, el funesto pres-
tigio de procedimientos quizás disculpables en otra si-
tuación.
• La aplicación de la Lynch lato ha vuelto con furor,
no yá siquiera observando las exterioridades de un jui-
cio, como se acostumbraba en un principio, sino sacan-
854 Su apHeación en la actualidad
do.á los acusados de las cárceles con el empleo de
hombres enmascarados, y asesinándolos miserablemen-
te, sin más pruebas del delito que una supuesta noto-
riedad. Este procedimiento se emplea principalmente
contra los sindicados de robo de ganados y bestias y de
los ataques contra el pudor de mujeres blancas por
hombres de color. Estos, ásu vez, empiezan á practicar
represalias, en dondequiera que se creen en mayoría,
contra los blancos acusados de seducción á las mujeres
de su raza; de suerte que la mezcla de las dos, fenóme-
no natural é inevitable en esos Estados, es una causa
fecunda en asesinatos. Recientemente citó la prensa
como un caso de generosidad y de justicia, el indulto
decretado por el Gobernador de Virginia, en favor de
dos negros sentenciados á trabajos forzados por el
linchamiento del seductor blanco de una muchacha
de color. El indulto se fundaba en la consideración
de que el linchamiento de negros por la misma causa
era frecuente y casi siempre quedaba impune, lo que
exigía una compensación de impunidad en favor de
éstos!
A juzgar por las noticias de los periódicos de Nueva
York, no siempre muy bien informados de lo que
ocurre en los pueblos remotos de esos Estados del Sur
y del Sudoeste, los casos de aplicación de la ley de
Lynch no bajan de uno por día. Se comprende que
ésta es una mancha que afea y deslustra lacivilización
y el progreso material de ese gran pueblo á los ojos
del mundo civilizado.
Dos son las causas de este desencadenamiento de
pasiones feroces. La primera, el desprecio formado por
Desprecio por la vida humana 855
la vida de los negros, considerados durante la esclavi-
tud como seres distintos de la especie humana. El
rigor con que se les trataba, los duros castigos que se les
imponía, la persecución á los prófugos con perros de
presa; todos esos hechos formaron costumbres bárba-
ras cuyas consecuencias están sintiéndose aún.
La segunda es resultado, á mi ver, de la frecuente
ocurrencia de la pena de muerte en los Códigos crimi-
nales de los Estados del Sur y aun quizás de la mayo-
ría de los Estados. La horca ha sido un espectáculo
frecuente, que ha engendrado la idea de no ser esa
clase de muerte la ejecución de un crimen, sino un
acto de justicia. El verbo to liang es familiar en la
conversación y en el periodismo americano: el puñal,
el veneno, son allí odiosos instrumentos de crimen;
mas laborea es vocablo que asocia en la mente la idea
del orden social y del imperio de la ley. Probablemente
era americano aquel náufrago que, aportando á una
playa desconocida, exclamó al encontrar en ella un
ahorcado pendiente de un árbol: Gracias á Dios que
estoy en im país de civilización! Ko he logrado ver es-
tadística alguna relativa á la pena de muerte en los
Estados Unidos, pero mi impresión es que se la impo-
ne con más frecuencia que en ningún otro país de
Europa y América, y que en lugar de corregir las cos-
tumbres, ha disminuido el respeto á la vida humana,
pues quizás tampoco hay otro pueblo en donde sea
más frecuente la apelación al revólver en las desave-
nencias personales, y no tanto en las clases ignorantes
cuanto en las de esfera superior.
lío pretendo afirmar que sea exclusiva la confianza
856 Influjo de la frecuencia de la pena de muerte
en la severidad de las penas como medio represivo de
los delitos, la idea dominante en el país. Quizás no liay
otro en donde puedan citarse tantas instituciones be-
néficas, dirigidas á inspirar ideas de benevolencia, de
concordia y de amor éntrelos hombres. La educación
universal; las casas de asilo para los niños huérfanos
ó abandonados por sus padres; las de asistencia y pro-
tección á los jóvenes que principian la carrera del
mundo; los hospitales y hospicios para inválidos; la
costumbre de ofrecer paseos y diversiones á los mu-
chachos que ejercen pequeñas industrias en las calles
(limpia-botines, vendedores de periódicos, etc.); la de
visitar las casas de los pobres, que practican con fre-
cuencia las familias cristianas, dan testimonio no sólo-
de altas virtudes, sino de que el problema social
de la miseria y el abandono de las inferiores preocu-
pan vivamente á las clases superiores. Lo que acasa
falta en los legisladores es la noción ^filosófica do que
la reacción es igual á la acción, que las leyes crueles-
endurecen los caracteres descaminados y que la suavi-
dad de las penas atempera la ferocidad de los crímenes.
La pena de muerte ha sido abolida en algunos Es-
tados nuevos del Noroeste: el de Nueva York ha reem-
plazado la horca con la electricidad; mas contra la ley
del viejo Lynch no encuentro movimiento alguno no-
table en la opinión.
Tan sólo tengo conocimiento de un hecho notable
ocurrido recientemente en Birmingham (Estado de
Alabama). Una asonada pretendía sacar de la prisión
aun hombre de color acusado del asesinato de su es-
posa, para ahorcarle, por supuesto. El Alcalde, infor-
Pocas señales de reaoción 857
mado de esta pretensión, llamó al servicio una partida,
de milicia, intimó á los amotinados que se dispersa-
ran, llenó las formalidades prescritas para tales casos,
y no siendo obedecido, mandó hacer fuego. Doce muer-
tos y treinta ó cuarenta heridos quedaron en el campo.
Por primera vez fue respetada la ley, al doloroso pre-
cio de varias vidas; pero puede dudarse mucho de que
este ejemplo de valor y severidad en el cumplimiento
del deber por parte de la autoridad, sea imitado, y aun
más, de que ejerza influencia moral sobre las ideas po-
pulares. El terror no es buen camino para conducir
los cerebros á la razón: con más frecuencia induce en
extravíos. Quizás sí, la resonancia del hecho obligue á
meditar sobre la gravedad de ese espíritu de impacien-
cia, de desprecio por los tribunales y de violación del
mandamiento de respetar la vida humana, que la reli-
gión, la moral y la ley civil consagran. A mis ojos la
práctica de la ley de Lynch es un mero asesinato, y la
impunidad de que goza y la frialdad con que se la con-
templa, forman una de las más feas manchas de la
democracia americana, una semilla de desobediencia á
la ley y una prueba de que la organización del Poder
Judicial en los Estados del Sur no está á la altura de
lo que su elevada misión exige.
La frecuencia de los divorcios ha sido considerada
como otro de los puntos débiles en la constitución de
la sociedad civil en Norte América. Como el divorcio
trae consigo en gran número de casos la disolución de
la familia, — y ésta es el primer núcleo de cuya agrega-
ción se forman en seguida los grupos sociológicos su-
858 El divorcio en los Estados Unidos
periores, — la solidez ó debilidad de los vínculos de fa-
milia puede ser considerada por algunos como una
muestra de la solidez ó debilidad de la agrupación
nacional. Bajo este, como bajo otros varios puntos
de vista, el análisis de la estadística matrimonial ofre-
ce motivo á la más detenida meditación. En esta ma-
teria, pues, la nueva sociedad formada en los Estados
Unidos presenta un hecho importante: el de frecuen-
cia creciente en la disolución de la sociedad marital.
Una Sección de la Oficina del Trabajo nacional de
Washington ha publicado recientemente, con relación
á este punto, un estudio estadístico interesantísimo
referente á los veinte años corridos de 1867 á 1886.
De los extractos de ese documento publicados por
los diarios americanos tomo los datos siguientes:
Número de divorcios decretados en los veinte
afios 328,716
Es decir, un término medio anual de 16,435.
Pero el primero y el último de los años á que Be
refiere la estadística presentan un movimiento de au-
mento en los divorcios, muy considerable.
En 1867 sólo hubo 9,937
En 1886 había subido el número á 25,536
Lo que quiere decir que se habían aumentado un
157 por 100 en veinte años.
Entre tanto, el aumento de población en el mismo
tiempo sólo había sido de 69 por 100; de suerte que la
ocurrencia de ruptura de los lazos matrimoniales, te-
niendo en cuenta el aumento de número de los matri-
monios, siempre era, en X886, un 90 por 100 mayor
que en 1867.
ComparaGión con los pueblos europeos 859
Ese guarismo es, verdaderamente, extraordinario^
En 1886 el número de ellos concedido en toda
Europa, con una población cinco veces mayor que la
de los Estados Unidos, fue tan sólo de 22,080. Sea,
pues, la frecuencia del naufragio de la vida conyugal
cerca de siete veces mayor allí que en el conti-
nente europeo. Se cree generalmente que Francia es
el país más abierto á la relajación de las costumbres tra-
dicionales; pues bien: en Francia, cuya población
alcanza á un 00 por 100 de la de la Unión Americana,
los divorcios en 1886 sólo subieron á 6,211. Por tanto,
líi frecuencia del divorcio, en proporción á los nú-
meros respectivos de los habitantes, fue tres veces
mayor en los Estados Unidos. La población de Fran-
cia llegaba á 38.000,000.
En Alemania, en el mismo año, fueron (con
48.000,000 de habitantes) 6,078
En Suiza (con menos de 3.000,000) 899
En Austria (con 38.000,000) 763
En Inglaterra (con 36.000,000) 475
En Italia (con 28.000,000) 418
En Bélgica (con 5. 600,000) 354
íío obstante, en Europa se siente también en esta
materia un movimiento ascensional muy notable de
veinte años á esta parte.
Como se sabe, el catolicismo ha prohibido el di-
vorcio de un modo absoluto; pero las religiones pro-
testantes y la griega, iguales, con levísima diferencia,
en el número de prosélitos á la primera, lo admiten.
Sin enibargo, es en Francia, país católico, en donde se
cuenta el número mayor de divoícios en toda Pjuropa.
860 Progresión del divorcio y sus causas
La progresión en los Estados Unidos ha seguido
la marcha siguiente en el período á que se refieren las
estadísticas.
Aumento.
Quinquenio de 1867 á 1871. 53,574 ....
— de 1872 á 1876. 68,547 27,9 por 100
— de 1877 á 1881. 89,284 30,3 —
— de 1882 á 1886. 117,311 31,4 —
Hasta aquí son puramente aterradores los guaris-
mos. Pasando á investigar las causas determinan-
tes, se encontrarán hechos que deberán llamar no
menos seriamente la atención. Las principales son
cinco:
Por el marido. Por la mujer. Total.
Deserción del hogar doméstico eje-
cutada 75,119 51,438 126,557
Adulterio 29,480 38,156 67,836
Tratamientos crueles. . , 45,419 6,101 51,520
Embriaguez habitual 12,411 1,432 13,843
Ausencia de contribución para los
gastos domésticos 7,948 7,948
Las cinco causas anteriores ó al-
gunas de ellas reunidas 32,517 7,646 40,163
Otros motivos (incompatibilidad
de caracteres, enfermedad con-
tagiosa, locura, etc) 13,183 7,866 21,049
Totales 216,077 112,639 328,710
Se ha alegado siempre que la indisolubilidad del
matrimonio es una institución dirigida á proteger la
parte más débil en esta asociación: la mujer, contra
la inconstancia caprichosa del hombro. En Norte Amé-
rica la experiencia demuestra lo contrario. Es la
mujer quien principalmente hace uso del divorcio
contra las desgracias de la vida conyugal. De 328,000
casos de divorcio decretados por los Tribunales, en las
dos terceras partes (216,077) han sido pedidos por las
mujeres: para remediar el abandono total ó la incapa-
Coincidencia entre el divorcio y la inmigración 861
cidad de proveer á la subsistencia del hogar por parte
del marido; para defender su vida, libertándose de
crueles tratamientos, ó para sacudir la ignominia de
la vida común con ebrios consuetudinarios ó esposos
infieles.
A la verdad, no se podría hacer cargo alguno á una
mujer abandonada á soledad y miseria por el marido,
de buscar en la disolución del matrimonio alguna es-
peranza de volver á ser feliz; ni consideración alguna
de justicia humana pudiera alegarse para condenar
por toda la vida al tormento, á un ser cuyo único de-
lito es la virtud, mientras el cónyuge culpable se ha
abierto con el pecado las puertas de la libertad.
No sé si en los Estados Unidos se habrá hecho (in-
dudablemente debe de habérsela hecho) la observa-
ción de la coincidencia entre el número de extranjeros
inmigrantes y el número de divorcios ocurrido en cada
Estado. Yo encuentro la siguiente:
Estadoi. ^ Número de divorcios. Número de extranjero!
inmigrantes. Censo
de 1880.
Illinois 36,072 583,576
Ohio 26,367 394,943
Indiana 25,193 144,178
Michigan 18,443 388,508
lowa 16,554 261,650
Pensilvania 16,020 587,829
Nueva York 15,365 1.211,379 (1)
xMissouri 15,278 211,578
California 12,118 292,874
Pasan 181,410 3!o76^515
(1) En este Estado no se autoriza el divorcio sino por adul-
terio de cualquiera de los cónyuges.
862 Aumento de él en los Estados del Sur
TV
Vienen 181,410 4.073,515
Tejas 11,472 114,616
Visconsin 9,9oB 405,425
Massachussets 9,853 443,491
Connecticut 8,542 129,992
Kansas 7,191 110,086
224,456 5.280,125
Esta proporción de extranjeros recién inmigrados
ha aumentado considerablemente en los años de 1880
á 1886. Es, pues, una conjetura que no carece de ve-
rosimilitud la de atribuir una parte principal de los
divorcios al elemento inmigrante; pero sobre este par-
ticular no dan luz alguna los pocos extractos que he
tenido á la vista; sólo sí, la de que esta epidemia ha
cundido también durante los últimos años en los Es-
tados del Sur, que casi no reciben inmigración, tanto
ó más que en los del Norte. Así, por ejemplo, los di-
vorcios hun sido:
En Tejas.. 11,472
En Kentucky 10,248
En Tennessee 9, 625
En Arkansas 6,041
En Alabama 5,204
Misóissippi 5,046
Estos seis Estados, cuya población en 1880 alcan-
zaba á 8.000,000, ó la sexta parte de toda la Unión,
tuvieron 47,000 casos de divorcio, equivalentes á la
séptima de los ocurridos en ella, en veinte años. Es de
suponer que el elemento africano, expuesto á más vi-
cisitudes que el blanco, ha debido de tener no poca
influencia en esos números.
Distribución de stis causas entre los Estados 863'
Las cansas de disolución de los matrimonios varían'
entre las ciudades y los campos. En las primeras pre-
valece la de adulterio de la mujer; indudablemente
efecto del lujo, la ociosidad y la ligereza de las cos-
tumbres; en los segundos, la deserción del lecho con-
yugal por el hombre y los tratamientos crueles; ambas
causas determinadas, según toda probabilidad, por las
frecuentes emigraciones de la población agrícola y de
los inmigrantes extranjeros hacia las regiones del No-
roeste, no menos que por la ausencia de cultura inte-
lectual y moral entre esas enérgicas pero groseras mul-
titudes. Así, Nueva York encabeza los casos de adul-
terio, con 13,979, seguido por Illinois, en donde Chi-
cago, otro gran foco del mismo vicio, — ostenta 7,í¿63
á la par que 6,521 por malos tratamientos.
Es un caso curioso que en Massachussets, el Es-
tado de más refinada cultura en toda la Unión, ocu-
rrieron 730 divorcios pedidos por los maridos para
libertarse del trato cruel de sus esposas.
La embriaguez de los maridos domina como causa
de separación en los de Illinois (2,979 casos), Ohio
(2,039), lowa (1,260), todos ellos receptáculos prin-
cipales de inmigrantes. En Rhode-Island y Pensilva-
nia ocurrió el mayor número de casos de embriaguez
permanente entre las mujeres. Es digno de mención
que en los Estados de Maine, New Hampshire, Ver-
mont, New Jersey y Virginia no ocurrió caso alguno
motivado por embriaguez; siendo de notar que en los
tres primeros rige el sistema de prohibición absoluta
de vender licores ó bebidas embriagantes.
Los Estados en que el matrimonio se disuelve no
864 Observaciones locales
yá.por una, sino por todas las causas imaginables á un
tiempo: por adulterio, embriaguez, abandono y malos
tratamientos; es decir, aquellos en donde el naufragio
de la felicidad conyugal es más completo, son: India-
na, Michigan y Connecticut, en donde aparecieron,
respectivamente, 7,554, — 4,116, y 4,088 muestras de
-esta múltiple lista de miserias.
Los maridos de Indiana, Arkansas y Michigan no
gozan de excelente reputación en punto á generosidad
para con sus mujeres. Estas se vieron obligadas á
pedir divorcio, por falta de provisión de dinero para
hacer mercado, en 1,549 casos en el primero, 1,379 en
el segundo y 1,366 en el tercero. Esta causa de rup-
tura no tiene acción contra la mujer. El americano
profesa el principio invariable de que sólo el marido
tiene obligación de proveer á los gastos del matrimo-
nio. No sucedería lo mismo en Francia, en donde la
dote es condición indispensable para los candidatos
maritales, y en donde la participación en los gastos es
recíproca.
Se juzgó en un principio que la multiplicación de
los divorcios en algunos Estados dependía de que la
facilidad para obtenerlos, atraía matrimonios de otras
pairtes en busca de ruptura de sus vínculos. Un estu-
dio más detenido ha hecho ver que no es así, pues es
insignificante el número de divorcios de matrimonios
contraídos fuera del Estado.
En Chicago se ha averiguado qué suerte toca á las
mujeres divorciadas en esa ciudad, y se ha encontrado
la siguiente distribución:
Un 75 por 100 vuelve á casarse pronto.
Aumento pr'ogresivo del divorcio 865
Un 10 por 100 .encuentra alguna dificultad, pero
desea repetir el sacramento.
ün 10 por 100 toma caminos extraviados.
ün 5 por 100 renuncia decididamente al matri-
monio.
Por supuesto que Chicago no puede tomarse, á este
respecto, como indicación segura de lo que sucede en
el resto del país.
La progresión en la costumbre del divorcio, en los
dos períodos de diez años á que se refieren las estadís-
ticas, da los siguientes resultados por divisiones geo-
gráficas:
ESTADOS DEL SUDOESTE
Aumento de la segunda década sobre la primera.
Tejas 310,7 por 100
Arkansas 229
Alabama 222,7 ^-
Mississippi 209,4 —
Tennessee 85,6 —
Missouri 77,7 —
Kentucky 58,2 —
ESTADOS DEL OESTE
Kansas 156,4 por 100
lowa 60,9 —
Oliio 55
Illinois .:.,.. 51,9 —
Indiana 32,6 —
ESTADOS DEL NOROESTE
Visconsin 102
Michigan 87,2 por 100
55
866 Impresión producida en los hombres pensadores
Minnessota .18
Dakota 17,8 por 100
ESTADOS DEL PACÍFICO
California.... 115,4 por 100
Nevada... 18,9 —
ESTADOS DEL ATLÁNTICO (CENTRALES)
Pensilvania 47,1 por 100
Nueva York 20
ESTADOS DE NUEVA llíGLATERRA
New Hampsliire ... 54,8 por lOa
MassHchusetts 32,9 ■ —
Rhode-Island 26,7 —
ESTADOS DEL SUR (dEL ATLÁNTICO)
Virginia, Carolina del Norte
7 Georgia, aumento de 18 á 19 por 100
Únicos Estados en que hubo disminución en los
divorcios:
Maine de 8,3 por 100
Connecticut 16
Vermont 17,8 —
Delavvare . « , . 64
La publicación de estas estadísticas causó alarmar
en los buenos círculos sociales. Este estado de com-
parativa debilidad en el vínculo del matrimonio y en
la solidez de la familia, se atribuyó por algunos pensa-
dores á las siguientes agencias:
La facilidad con que la ley civil y las de procedi-
miento permiten el divorcio.
Remedios propuestos 867
La falta de solemnidad en la celebración de los ma-
trimonios.
La relajación en el influjo de las creencias reli-
giosas.
La admisión de causas de divorcio distintas de la
de adulterio, única autorizada por el Evangelio.
En consecuencia, los obispos, teólogos distingui-
dos y juristas de los Estados Unidos, á quienes los
periódicos han pedido su concepto acerca de los reme-
dios de posible aplicación á este mal, han juzgado,
algo de prisa, que la materia de matrimonio y divorcio
debiera retirarse de la competencia de los Estados,
adscribirla al Congreso, 3; expedir una ley obligatoria
en toda la Unión, por lacual se procure rodear de más
solemnidad la celebración del nno y se opongan todas
las trabas posibles á la consecución del otro. Algunos
son de parecer que no se permita á los divorciados la
entrada á nuevos enlaces durante la vida del otro
cónyu2:e.
Los hombres más versados en la política y en la
ciencia de la legislación juzgan peligrosa esa reforma
constitucional, dirigida á recargar las atribuciones y
ensanchar las facultades del Congreso; difícil dictar
nna sola legislación para tan diversas condiciones de
civilización, costumbres, necesidades, climas y razas
como encierra el vasto territorio de la Unión, y se in-
clinan á pensar que la frecuente disolución de los ma-
trimonios es un accidente pasajero que, como las epi-
demias, las modas y la irregularidad de las estaciones,
son de ocurrencia inevitable en el campo de la física
como en el de la moral; pero que será de corta duración,
Discusión sobre ellos
porque el mando moral está dominado también por una
ley invencible de gravitación hacia el orden.
¡Cosa rara! Con unanimidad sorprendente las mu-
jeres consultadas han sido de concepto que el divorcio
debe ser conservado, como el único freno contra los
abusos del matrimonio, como ei único agente moral i-
zador de la vida conyugal.
La historia del divorcio puede explicar en parte la
situación actual.
Los países cristianos adoptaron la monogamia
como carácter principal del matrimonio, y procura-
ron afirmar el vínculo por medio de las sanciones re-
ligiosa, civil y moral á un mismo tiempo. El divorcio
y aun el repudio, aunque admitidos en la práctica de
los primeros siglos del Cristianismo, como un resto del
período pagano, fueron al fin proscritos por la iglesia
Católica, y esta fue la idea dominante grabada en los
cerebros durante algunos siglos.
El cisma de Oriente y la reforma protestante ad-
mitieron el divorcio, tan sólo, eso sí, en el caso de adul-
terio. Durante tres siglos la ley canónica dominó en
esta materia, y en ellos se vigorizó la idea de que el
vínculo matrimonial sólo por la muerte podía ser di-
suelto. El divorcio por adulterio era tan difícil de
obtener, que en rarísimas ocasiones podía verse un
ejemplo de su existencia. El mundo occidental plegó,
pues, la mente á la ley de indisolubilidad, si no en los
hechos, á lo menos en la teoría.
Federico ii, el Grande, fue el primer legislador que
abrió las puertas á la reforma, en el entonces pequeño
reino de Prusia: la revolución francesa siguió después
El divorcio es institución muy nueva 869
el mismo camino, no sólo en Francia, sino en Bélgica,
Holanda, Italia, España y provincias del Khin some-
tidas al imperio napoleónico. En los Estados Unidos
principió con lentitud, concedido al principio por las
Asambleas de los Estados, en ejercicio de su poder so-
berano, luego por tribunales especiales creados al efec-
to, y al fin por la justicia ordinaria. En Inglaterra,
en donde el Parlamento solía concederlo, apenas hasta
1837 no fue recibido, para ser dispensado por un solo
Tribunal en todo el reino, únicamente accesible á
personas de gran riqueza, capaces de soportar ingentes
gastos. En Francia, dominada en un tiempo por la
revolución francesa, la reacción del pasado que vino
en pos de Waterloo, lo suprimió de sus códigos, para
ser restablecido después de la tercera proclamación
de la Eepública.
En los Estados Unidos fue extendiéndose poco á
poco el número de causas que daban origen á la sepa-
ración. La primera introducida en el presente siglo
fue la de abandono del hogar doméstico en un lapso
de cinco años, reducido más tarde á tres y aun á dos;
siguióle la de condenación á trabajos forzados por
vida, la cual, considerada como muerte civil, produ-
cía ip so fado el divorcio; los tratamientos crueles y la
embriaguez consuetudinaria, más tarde; el no cumpli-
miento del deber de sostener á la esposa y á los hijos,
en seguida; el consentimiento recíproco, al fin. Desde
luego con variaciones más ó menos sustanciales en la
legislación de los diversos Estados: los del Noroeste
y del Pacífico, enteramente nuevos, menos dominados
por la tradición, fueron los más avanzados; los de
870 La ruptura de los matrimonios muy antigua
Nueva Inglaterra, los más prudentes; los Estados cen-
trales, los más vacilantes; los del Sur, los más conser-
vadores. Todos, sin embarp^o, han entrado en el mismo
camino y casi con la misma decisión.
Aunque las revelaciones de la estadística oficial
han levantado un grito de alarma y de reacción con-
servadora, no parece que se vuelva atrás en esta refor-
ma de la institución matrimonial.
En el divorcio hay dos faces distintas. Una, la des-
avenencia irremediable entre los esposos: otra, la li-
bertad ó la prohibición de contraer nuevo enlace cuando
se ha reconocido judicialmente el hecho de la separa-
ción. La primera es la parte esencial, y está fuera del
alcance del legislador, el cual no puede obligar á amarse
á dos seres que se aborrecen, ni restituir al infiel la
fidelidad perdida, ni convertir en esposo tierno al
hombre brutal dominado por el egoísmo y la cólera
en sus relaciones con un ser débil. En consecuencia,
los códigos de diversos países, y tanto la religión pro-
testante como la católica, han admitido la necesidad
de la separación, con el nombre de divorcio la prime-
ra, con el de separación de los cuerpos la segunda. En
este último caso, el Catolicismo ha prohibido la con-
tratación de nuevos vínculos, estableciendo la teoría
de que, aunque separados los cuerpos, siguen unidas las
almas: en otros términos, declarando que el matrimo-
nio, aunque disuelto, es indisoluble.
De esta contradicción entre los preceptos de las dos
religiones ha surgido la primera dificultad para la le-
gislación en la materia; pero el legislador puede dejar
en libertad á los esposos separados para contraer ó no
Los remedios pueden ser peores que el mal 871
nuevas nupcias, según su conciencia religiosa, pues la
libertad no impone la obligación de contraerlas. La
cuestión queda reducida á la conveniencia ó inconve-
niencia do permitir los nuevos vínculos.
Si en esta materia se oyese la opinión de los direc-
tamente interesados, no habría cuestión: la casi una-
nimidad de éstos los contraen cuando les es permitido.
Sin embargo, es preciso considerar también las influen-
cias que sobre la sociedad en general pueda tener esta
solución. ¿Es perjudicial á la sociedad la repetición
de las nupcias en los esposos divorciados?
A mi entender, la respuesta no es difícil. — Si el
matrimonio es una institución útil, no debe res-
tringírsela. — Si es necesaria para la felicidad de la
■especie humana, la prohibición es imposible. Por so-
bre todas las vallas imaginables el hombre obede-
cerá de preferencia la primera de todas las leyes: la
de buscar su felicidad; á la vista del público, si fuese
permitido; en secreto, si no le estuviese. Esta es la
realidad.
Si los nuevos enlaces fuesen mal mirados, peor es
el ejemplo de los matrimonios desavenidos. Si se
quiere evitar un inal, el verdadero mal consiste en la
corrupción de las costumbres, y éstas son las que de-
bieran ser corregidas. La indisolubilidad obliga á los
caracteres leales á vivir unidos con el cónyuge crimi-
nal; los que no profesan respeto por la sanción legal,
buscan la felicidad á su modo.
La indisolubilidad no mejora el carácter de los
esposos; pero el divorcio sí puede lograrlo á las veces.
La unión perpetua es una pena para el cónyuge ino-
872 El progreso moderno es revolucionario
cente, y no es un correctivo ni un obstáculo para el.
esposo criminal.
Mantener ligada una víctima al costado de un
victimario, vale tanto como mantener el cuerpo de un
sano atado á un cadáver en descomposición.
Corríjanse las costumbres; destruyase el vicio de
la embriaguez; persígase el lujo; iufúndanse ideas de
honor y fidelidad en las relaciones sociales; póngase
obstáculo á los matrimonios mercenarios; désele tiempo
al proletario para gustar del descanso de la sociedad
doméstica; investigúese el arte de enseñar la moral,
la moral práctica, la higiene del alma: entonces el
matrimonio será indisoluble por su propio encanto;
pero mientras subsistan los vicios sociales de una ci-
vilización incompleta, es inútil pensar en sujetar con
las leyes lo que está disuelto por las enfermedades so-
ciales.
A mi ver, la recrudescencia del divorcio en los tiem-
pos actuales se debe en gran parte á la revolución in-
troducida en las condiciones de la vida humana por el
vapor, por las grandes emigraciones y por el afloja-
miento general de las ligaduras políticas, religiosas é
industriales que la evolución del siglo xix ha traído
consigo.
Fijémonos en un hecho: las facilidades de locomo-
ción en los ferrocarriles y los vapores.
El hombre, antes encerrado dentro de los estrechos
límites de pequeñas aldeas, y siempre vigilado desde
el campanario de la parroquia, ve ensancharse á su re-
dedor los horizontes de la vida, entra en contacto con
otros hombres, otras costumbres, otras sociedades: pue-
Las influencias externas modfjican al hombre 873
de alejarse á otras tierras, contraer nuevas relaciones^,
variar por completo de género de existencia. Su hogar,
antes el todo, ahora es una parte muy pequeña del
mundo. La posibilidad de cambiar de escena, de sen-
saciones y esperanzas, lo preocupa. El campesino que
ha conocido la vida de la ciudad, su mejor habitación,
sus trabajos menos rudos, los más altos salarios, la
alimentación más variada, los teatros, las escenas de
las calles, — difícilmente podrá volver á la soledad del
campo, á la monotonía de su existencia, á sus tristes
rencillas y duras faenas. Otro tanto sucederá á la mujer,
emancipada en la ciudad de la condición semiesclava
de los trabajos campestres, y más fácilmente seducida
por los halagos de una cultura superior. De ese cam-
bio de escenas, al cambio de los sentimientos íntimos,
sólo hay un paso, que conduce á la ruptura de vínculos
impuestos por la férrea ley de la necesidad inevitable.
La revolución súbita producida en las condiciones
de la vida por la construcción de esa asombrosa red
de ferrocarriles en los Estados Unidos, de 1850 á 1880,
no debe de haber tenido poca parteen la explosión del
deseo del divorcio ocurrida en los últimos veinte años.
Otro tanto ha debido suceder entre los 16.000,000
de inmigrantes llegados á las playas americanas.
Siervos de la gleba, ó poco menos, en Inglaterra, Ir-
landa, Alemania y los países escandinavos: ciudadanos
libres, propietarios territoriales en su nueva patria,
al sentirse nacer á nueva vida, era muy fácil que tam-
bién se sintiesen dispuestos á romper los vínculos que
los ligaban á su existencia ^interior. La vida con
otras razas, otras leyes y otras costumbres ha debido
874 El divorcio dará solidez al matrimonio
engendrar en la sociedad americana una ebullición
violenta, cambios de ideas, nueras relaciones de aso-
ciación. Dentro de esa atmósfera social conmo-
vida por tantos ciclones y corrientes opuestas, más
de un hogar ha debido zozobrar, más de una fa-
milia ser. regada á los cuatro vientos. La antigua ins-
titución del matrimonio indisoluble ha tenido que ser
conmovida desde su base. El cambio de impresiones
^n el mundo exterior ha debido ser acompañado de
otros cambios en la naturaleza interior del hombre.
Los ferrocarriles, la facilidad de locomoción, el co-
mercio con otros hombres, el contacto de otras ideas,
han sido, son y serán agentes de modificaciones más
profundas que la revolución francesa de 89; delante
de la cual otro mundo político va apareciendo tam-
bién, aun en los países más estacionarios. Política, le-
gislación, industria, religiones, todo tiene que seguir
el movimiento iniciado en las leyes de la física social.
Me inclino á pensar que el divorcio será un co-
rrectivo útil para el matrimonio, tanto para dar más
seriedad ala elección délos cónyuges, como para regu-
larizar las relaciones de la vida conyugal, y que lo
que hoy se teme como una fuente de instabilidad en la
familia, vendrá á ser una condición de permanencia
andando los tiempos. Las acciones y reacciones de
las fuerzas de la naturaleza son las más fecundas. Para
suprimir la oscuridad de la noche no hay necesidad
de pensar en detener la marcha del sol. Tras de las
tinieblas viene la luz.
CAPITULO XLII
IMPRESIONES FiríALES
Poder limitado del Gobierno — Aseo universal — Rasgos fisionó-
micos del pueblo, en particular del americsiTio pw sang. — ¿A
dónde camina esa Nación? — Le sobra amor al dinero — De-
biera cultivar más su carácter moral.
— ¿Qué es lo que más ha llamado su atención en
nuestro país? — me preguntaba en Washington un dis-
tinguido americano.
Sin vacilar le contesté:
— Que las cosas parecen marchar aquí por sí solas,
sin intervención de la autoridad pública. Acabo de
atravesar el territorio de once Estados, en una línea
de ochocientas leguas, sin tropezarme para nada con
ningún alcalde, ni ninguna escolta, ni comisario, ni
cobrador de peajes, y sin oír una corneta ni un tambor.
Sonrióse mi interrogador con la punta de los la-
bios, y volviendo á mirar á otro personaje á su lado,
con la mayor naturalidad, sin el menor acento de
ironía, continuó:
— Sí es cierto. Pero parece que en su país también
sucede lo mismo: ¿no es así?
876 Distintivos americanos
Miréle fijamente, y encontrándole otra vez seria y
grave la fisonomía:
—No exactamente lo mismo, pero
Hubiera querido estar á mil leguas de distancia.
En efecto. Todo se mueve como automáticamente
en ese país, y en ninguna parte ve uno señales de go-
bierno ó de autoridad. El espionaje y la interven-
ción de la policía en todo, son insoportables, á veces,
en Francia. En España la guardia municipal, los co-
bradores de derechos de consumos á la entrada de las
ciudades, la infantería, caballería y artillería, le acom-
pañan á uno á dondequiera. En Alemania, lo pri-
mero que se encuentra en las estaciones de los cami-
nos de hierro es una figura estereotipada de casco re-
luciente, gran levitón abrochado con botones ximarillos,
sable arrastrando sobre una ruedecilla y bigotazos dis-
formes. En los Estados Unidos no se ve el gobierno
por parte alguna; pero se comprende que existe, por-
que todo está en orden.
El aseo es otro distintivo. Cuellos y puños blan-
quísimos, botines perfectamente lustrosos, la ropa
bien cepillada, el sombrero enteramente nuevo, la
barba acabada de afeitar, el cabello bien peinado, son
cosas que observa uno en la gente que encuentra en
las calles y plazas. Los coches perfectamente limpios,
los anillos y hebillas de los arneses relucientes, los
vidrios bien frotados, los caballos gordos, lisos, aca-
bados de salir del paso de la bruza y la almohaza. Las
paredes de las casas recién blanqueadas, fresco el
color de las puertas y ventanas, barridas dos ó tres
veces al día las aceras y las calles. Los muebles, las
El aseo personal 877
cortinas y las alfómbrasele las casas sacudidos ó acepi-
llados todos los días; las camas perfectamente aseadas,
mudadas las sábanas y las fundas todos los días ó tres
veces por semana. Agua fría y caliente, en las piezas
de los hoteles; baños en todas las casas y á veces en
todas las habitaciones. Pareciera que acaba de salir
de ellos la gente que encuentra uno en los comedores.
A las veces se tropieza, principalmente en los pue-
blos pequeños, con sombreros á la Bolívar, casacas de
punta de diamante, cuellos de cordero pascual y boti-
nes con suelas de dos pulgadas de espesor, pero siem-
pre acepillados y limpios. De las mujeres no se hable:
todas parecen esposas del Ministro inglés; excepto
que la expresión de la fisonomía no es desdeñosa, ni
los labios parecen estar pronunciando la palabra
sliocking. Sólo en Holanda se encuentra un gusto
igual ó superior por el aseo, y eso explica tal vez la
predilección particular del americano por el pueblo ho-
landés. Ser de este origen es casi un título de nobleza
en los Estados Unidos, pero de todos modos es una
recomendación.
— ¿De qué parte de los Estados Unidos le parece
á usted que soy yo? -me preguntaba en España una
señorita americana.
— De Boston, por supuesto, le contesté, creyendo
dejarla complacida.
— No, señor; soy neoyorkina, me replicó; pero, ¿no
le parece á usted que mi corte de cara es holandés?
En efecto, tenía la cara redonda, finísimo el cutis,
la nariz algo roma, las mejillas prominentes y sonro-
sadas y la fisonomía plácida y tranquila como las que
se encuentran en los cuadros de Rembrandt.
878 Los diversos tipos
Difícil es dar una idea de la fisonomía dominante
en el americano, á causa de la variedad de tipos produ-
cida por la inmigración extranjera. Serio j adusto el
inglés, como escoltado por dos buques de guerra;
bravo y de mal humor el irlandés, reconocible en la pro-
longación de la parte inferior déla cara, desde la base
de la nariz hasta la punta de la barba; voluble, atento y
desembarazado en los movimientos el francés; de alta
estatura, cabello castaño ó rubio, fornido, con ante-
ojos frecuentemente, y algo duro, el alemán; de sem-
blante hostil, bigotes y patillas negros, que de lejos
parecen dos puflales cruzados debajo de los ojos, el
espaílol; muy buen mozo y cortés, eso sí, visto de
cerca. El americano pur-sang es reconocible en su
estatura ligeramente superior á la mediana, el per-
fecto aseo, el cuerpo delgado, íiexible, de movimien-
tos rápidos ^ el aire absorto en el pensamiento de los
negocios. Siempre va de prisa; sin mirar á las tiendas ó
á las damas, como el francés; en los ferrocarriles es el
primero que salta al andén, aun antes de que pare el
movimiento del tren; en los vapores brinca al muelle
cuando todavía faltan dos varas para unirse al costado
de la embarcación; salta de los ómnibus á la calle sin
que hayan parado los caballos; es el primero que to-
ma asiento en la luneta del teatro, y se pone el sobre-
todo cinco minutos antes del desenlace del drama.
Llega dos minutos antes que ningún otro al luffet ó
mostrador en que se come de viaje en los ferrocarri-
les, tema la mejor pieza de gallina, escoge la mejor
fruta, y para él nunca se agota el helado ó el postre.
Toma el primer coche al bajar del tren y puede esco-
El americano ^^pur sang " 879
ger la mejor pieza en el hotel. Compra á flote la mer-
cancía de ultramar, vende su cosecha antes de ha-
berla cogido, descuenta en el mismo día del otorga-
miento los pagarés de sus deudores, y prepara todos
sus negocios con seis meses do anticipación, sin per-
juicio de coger al vuelo los que pasen á su alcance.
Sus devaneos amorosos no duran más de una semana:
propone casamiento el lunes y se casa el martes. Nace
antes de seis meses de concebido, y probablemente
muere la víspera, si con ello logra ahorrar algunos
pesos. No porque sea avaro: al contrario; nunca su
mujer tiene limitación alguna en los gastos, ni él re-
gatea jamás en sus compras.
Esta pasión de los negocios, esta actividad devo-
rante en el trabajo, determina los defectos de sus cua-
lidades. Todo lo hace de prisa, á las veces festinadOy
en la mesa pasa enteros los bocados, y por eso quizás
la dispepsia es la enfermedad nacional; cultiva poco la
sociedad doméstica y no es muy galante con la esposa,
á la que deja en la más completa libertad: costumbre
que podrá tener alguna parte en la frecuencia de los
divorcios. No puede soportar la idea de que otro vaya
delante de él; en los vapores de los ríos entra en
lucha desenfrenada con los que le preceden por ganar
la delantera, sin temor alguno de explosión de las
calderas; otro tanto hace en el mar, hasta el punto de
que, en su rivalidad con la línea inglesa de Ounard,
la de Collins, americana, perdió sucesivamente en
apuestas de velocidad todos sus vapores. Tratábase
recientemente de ocupar con liomesteads el territorio
de Oklahoma, comprado á los indios; al sonar la hora
880 '' Ooahead. Make money^^
de la ocupación yá había en las entradas cinco ó seis
mil personas listas á penetrar y fundar establecimien-
tos. Veinticuatro horas después yá estaba fundado
un pueblo con casas de madera, trazadas las calles y
plazas, levantado el plano del futuro acueducto,
abierto el Banco, publicado el primer número de un
diario, organizada la corporación municipal, abiertos
los almacenes de mercancías y flameando la bandera
estrellada sobre la fachada de un hotel organizado en
sus múltiples pormenores.
El deseo de andar aprisa (go aliead) y el de hacer
dinero {make money) son las dos divisas del americano,
y ese espíritu ha contribuido poderosamente á la rea-
lización de sus asombrosos progresos. Empero, la
unión de esas dos fuerzas es á propósito para descarriar
á un pueblo; para convertirlo de un ser racional y sen-
sible, en un autómata del trabajo; de un trabajador
honrado en un escamoteador de la fortuna ajena. To-
da cualidad humana tiene sus límites, y el equilibrio
-entre ellas es una ley de perfección. El trabajo y el
dinero no son un fin, sino un medio de conquistar la
felicidad: convertirlos en objetos finales sería trastor-
nar las leyes morales que presiden al destino y á la
misión de la especie humana. No sólo de pan vive el
hombre. Hay objetos trascendentales y eternos cuya
contemplación levanta los caracteres y retempla el
poder de las almas: hay sentimientos delicados que
nacen del amor á lo pequeño y lo humilde en los cuales
el corazón encuentra las fuente^ de los goces más ín-
timos; la inteligencia, en fin, necesita remontarse á
los mundos misteriosos de lo desconocido para traer
i Qué les falta ? 881
de allá algo distinto de las preocupaciones vulgares de
la vida ordinaria. Longfellow debería tener otros con-
tinuadores; Emerson más discípulos; Channing y Par-
ker otros renuevos; Prescott y Motley más sucesores;
la señora Beecber Stowe algunas continuadoras en la
tarea de aplicar la inteligencia femenina, — no conta-
minada con las codicias ni con los odios, sino encendi-
da por el fuego de la caridad, — á la solución de los
grandes problemas sociales.
Tiempo es yá de levantar la mirada á otras regiones.
Sí; tiempo esyá para la mente americana de detener-
se á investigar el término adonde conduce su carrera
actual. ¿ Pretenüe aislarse del resto de la humanidad,
como China, para gozar sola de su prosperidad, sin
hacer partícipe de ella al resto de la especie humana?
¿Irá más bien á extenderse, como el mundo Romano,
á los últimos límites del Continente, por medio de la
conquista y del aniquilamiento de las razas inferiores?
O ¿dominará al fin — al favor de la benéfica influencia
de su primera inspiración, representada en sus libres
instituciones — la idea de constituir un mundo nuevo
en que reinen la justicia y la paz, la caridad y el amor
entre todos los hombres, sin acepción de razas, pueblos
y religiones ?
De todas esas tres corrientes hay allí señales vi-
sibles.
La repugnancia á admitir las manufacturas de
otros países y la inmigración extranjera, dan mues-
tra de la primera.
Las adquisiciones sucesivas de territorio, la anexión
56
882 i A dónde los lleva la corriente ?
de Tejas, la conquista de California y las revelaciones
que un historiador americano reciente, Mr. Schouler,
acaba de hacer acerca de la conducta de las adminis-
traciones de Jackson y Polk con relación á México,
dejan poca duda respecto de la segunda (1).
(1) Después de referir que en el tratado sobre compra del
territorio de la Florida á España, en 1820, la Administración de
Mr, Monroe había hecho inútiles esfuerzos por obtener como
límite entre los Estados Unidos y las posesiones españolas en
México la línea del Río Grande (es decir, la adquisición de la
mitad del territorio de Tejas); que Mr. Clay, como Secretario
de Relaciones Exteriores en la Administración de Mr. John
Quincy Adams, había dado instrucciones á Mr. Poinsset, Mi-
nistro Americano en México, para proponer la compra de ese
mismo territorio, lo que éste no se atrevió á hacer, sabiendo que
tal proposición causaría grande irritación entre los mexicanos y
sería rechazada con toda seguridad, agrega este historiador:
"Aquí empieza un capítulo oscuro en nuestra historia nacional,—
el primero de una política exterior todavía no iniciada y de tremendo
alcance, cuyo autor fue Andrés Jackson. Anexación por medio de la
fuerza, cuyo propósito específico fue la anexación de Tejas; anexación
por medio de conquistas y de guerras costosas, cuyo último resultado
fue la caída del sistema social (el de la esclavitud), que estaba llamada
á sostener. Esta anexación ó "reanexación," como se la llamaba en
esos días, comprendía no sólo á Tejas, provincia de México, sino un
Tejas sacado pedazo por pedazo, en una línea que se extendiese hasta
el Océano Pacífico y que nos asegurase la posesión de la bahía de San
Francisco."
Sigue refiriendo que, en 1829, Mr. Van Burén, Secretario de
Relaciones Exteriores en la primera Administración del General
Jackson, halúa aumentado de un millón á cinco millones de
pesos el precio ofrecido por Tejas; y que en 1835, durante el
segundo período ejecutivo del mismo Jackson, su nuevo Secre-
tario, Mr. Forsyth, preparó una nueva proposición á México,
para comprar todo el territorio comprendido entre el río Sabina
(límite entonces entre los Estados Unidos y México), siguiendo
el paralelo 37 de latitud Norte hasta el Pacífico, que también
fue rechazada.
" Este es el punto en que la Administración de Jackson ha quedado
expuesta á fuertes sospechas de perfidia. Sam Houston, rt^ciente com-
pañero de armas de Jackson. quien <te Gobernador del Estado de Ten-
nessee había caído súbitamente ala condición de un perdido, que aban-
donó su hogar y su familia por vivir entre los indios Cheroquis, entre-
gado á la embriaguez, se presentó en Washington en busca de algún
contrato relativo á la protección de los indios [1832]. Allí adquirió por
lo pronto alguna notoriedad por haber abofeteado aun miembro de la
Cámara de Representantes, loque le valió la reprensión pública del Pre-
sidente de esta Corporación y una multa impuesta por la policía.
'•Jackson, por vía de manifestación amistosa aun camarada en
desgracia, envió á Houston á Tejas, poniéndolo, como io mostró el re-
sultado, en un nuevo camino de gloria y fama. Jackson bien sabía que
g Al imperio romano í 883
De la tercera hay también señales, pero cada día
más débiles. El actuMl Congreso Pan-americano de
Washington, lejos de confirmarla, parece anunciar
tendencias egoístas, visibles también en la pretensión
á dominar el servicio de los canales interoceánicos en
la América Central y Colombia.
La primera de estas tendencias es imposible en el
estado actual del mundo. La China misma so ha vista
obligada á abrir sus puertas al comercio universal.
Pueden las masas americanas tener caprichos momen-
táneos; pero sería el fenómeno más inexplicable, el de
que el pueblo más cosmopolita, la agregación más rara
de hombres de diversos países, climas y razas, viniese
Houston pensaba en revolución, y parece que Jos dos tennesianos con-
certaron un plan para traer á Tejas á la Unión Americana.
" A poco de la lieírada de Houston, Tejas empezó á quejarse d©
opresión, [1833], sus pretendidos ciudadanos corrieron á las armas con
el objeto de emanciparse, y un gobierno provisorio fue organizado
en Austín, con Houston en calidad de Comandante en Jefe; quien in-
medi'itamente, ofreciendo grandes recompen^as, llamó voluntarios de
los Estados Unidos en ayuda suya y con el objeto de sacudir el yugo
del "usurpador mexicano" [el General Santana, Presidente de
México].
" Nuestros dueños de esclavos, simpáticos á ese movimiento, ha-
bían enviado dinero, armas y municiones, y Nueva Orleaus fue el sitio
en donde públicamente se hicieron enganches de hombres en auxilio
del ejército de H'Uston.
"ijen-otado y pii?;ionero Santana en San Jacinto, nuestro Presi-
dente prestó otro auxilio á la estrategia de Houston, situando una fuer-
za del ejército americano, á órdenes del General Gaines, entre los ríos
Sabina y Nueces [en el corazón de Tejas, territorio mexicano], con el
pretexto de impedir la irrupción de indios sah'ajes al territorio de
Luisiana.
" Al propio tiempo que ninguna de esas expediciones organizadas
en Nueva Orleans había sido impedida, cuando el Gobierno mexicano
reclamó contra esa abierta violación de la neutralidad, el nuestro con-
testó blandamente que no podía ser responsable por la conducta de
individuos sobre quienes no tenía medios de obrar. En deferencia, sin
embargo, á la expresión popular de nuestro periodismo, Jackson retiró
las tropas, pero empleando como medio más efectivo de cot- ición con-
tra México, el de reclamos por t-xpoliaciones en perjuicio de ciudada-
nos amb'ricanos. Y en cuanto á pruebas dótales expoliaciones, For^yth
instruyó á nuestro Ministro que apurara el cobro de éstas, ofrecieado
que las pruebas serían presentadas después."
{History of ihe United States of America, under iJie constt-
lution-, By James ScnouLER. Volum iv. — Chap. xiv. Págs. 247,
257. Washington— D. C.—WiHiam H. Morrison~1889). Omito
otros pormenores no menos graves que pueden verse allí mismo.
884 La guerra cíe secesión levantó los caracteres
á dar ejemplo de repulsión á sus antes hermanos y
conciudadanos. Esas ideas son suicidas, y pasarán.
La segunda sí es francamente temible. Con un
presidente de menos energía que Mr. Lincoln al frente
del Gobierno, la guerra civil de la secesión hubiera
podido dejar semillas de preponderancia militar, el
elemento más temible en las democracias. El General
Grant, aunque de carácter modesto y pacífico, poco á
propósito para iniciar empresas de ambición personal,
quiso abrir la puerta á las conquistas con la adquisi-
ción de la bahía de Samaná, y tal vez de toda la isla
de Santo Domingo. Tampoco mostró repugnancia ala
idea de un tercer período presidencial. Con un Jackson
en lugar de un Grant, las llamas de la guerra estarían
quizás ardiendo en ambas Américas.
Afortunadamente, también esa gaerra civil, soste-
nida por las poblaciones del Norte en nombre de una
idea desinteresada de caridad y filantropía, despertó
nobles pensamientos y llevó las almas á la contempla-
ción de altos ideales. El grito de guerra no fue ya de
furor, venganza, exterminio; era un grito de enterne-
cimiento que no he leído en la historia de ninguna
otra guerra, salvo quizás la de la independencia de
Grecia, ahora sesenta años, en la que también se oye-
ron mezcladas á las voces de muerte invocaciones á los
amores del hogar. El grito de guerra del Norte parece
que empezaba así:
Just before battle, mother,
We are thinking of thee.
Fareweli, father, mother, sister:
We are thinking of thee.
(Al entrar en batalla, oh madre —Estamos pensando en ti—
Adiós, padre, madre,hermana. — Estamos pensando en vosotros).
El amor al dinero los rebaja 885
¡Cómo habían de sentir miedo á la muerte ni ali-
mentar ideas perniciosas los guerreros que se creían
sostenidos por la santa oración de las madres, la au-
gusta bendición de los padres y el entrañable cariño
de las hermanas y esposas!
También nuestros soldados de la independencia
entraban al bautismo del fuego á la voz de
; VIVA LA AMÉRICA LIBRE !
la América entera, desde la bahía de Baffin hasta Ma-
gallanes. Como en todos los grandes movimientos de
opinión que á las veces sacuden el alma humana á la
contemplación de grandes objetos, los corazones se en-
sanchaban á la vasta extensión de dos continentes y al
amor de pueblos hermanos, distantes y casi desco-
nocidos.
Sí; el amor al dinero necesita circunscribirse ámás
estrechos límites en los Estados Unidos. La predica-
ción moral de sus filósofos debiera tomar más á pechos
la idea de que la felicidad no consiste tanto en la
satisfacción de los apetitos materiales, cuanto en la
paz del alma, la moderación en los deseos y en el
dulce calor, en el bienestar reflejado que nos viene al
contacto de las almas amigas. Las religiones debieran
levantarse con más fuerza del estrecho espíritu de
secta, desprendiéndose de todo pensamiento de domi-
nación temporal, á cultivar el sentimiento misterioso
de solidaridad del hombre con la especie humana y
con lo infinito del Universo, fuente inagotable de
humildad y de adoración al Espíritu supremo que
mantiene el orden eterno de los mundos.
El carácter americano necesita equilibrio entre las
ideas individualista y nacional, fuertemente desarro-
lladas, y la idea de colectividad de la especie, que á las
material
veces aparece oscurecida entre las nieblas. El egoísmo
es pequefío: sólo es grande y durable lo que abarca la
humanidad entera. De las riquezas materiales sólo
suele quedar el testimonio de las ruinas; de la gran-
deza moral de un pueblo sobrevive una fulguración
luminosa al través de los siglos, que sirve de fanal á
generaciones sin cuento. **La prosperidad material
continuada es con frecuencia funesta para un hombre;
para una nación lo es siempre," dijo en una ocasión
solemne uno de sus grandes oradores sagrados (1). El
pueblo americano tiene que fundar sus títulos al res-
peto de la historia, no sólo en la acumulación de los
millones, sino en la acumulación de los actos de des-
prendimiento, abnegación y justicia en favor de la
humanidad.
(1) Teodoro Parker.
$|f
-#l«l^ft^»fi#llí#^^
I^STIDIOE
CAPITULO I
CAMINO DE BOGOTÁ A HONDA
Descripción general de la vía. — Diversas ideas acerca de la
comunicación entre Bogotá y el río Magdalena. — Vía
de Guarumo á Guaduas, del señor Juan Bernardo El-
bers. — Línea de Poncet, acometida por el General Mos-
quera.— Vía de Cambao. — Ferrocarril del Norte hacia
la boca del río Carare. — Vía de Girardot 1
CAPITULO II
VÍAS AL MAGDALENA
Comparación entre estas diversas vías. — Trabajos ejecuta-
dos en ellas. — Prolongación de la de Girardot hasta la
sabana de Bogotá 11
CAPITULO III
VÍAS AL MAGDALENA (CONTINUACIÓN)
Estado del camino de la Sabana antes de la construcción
del carretero. — Camino de terciopelo.— Su influencia en
la agricultura y el comercio de la sabana de Bogotá. —
Prolongación hacia el descenso de la cordillera, — Dete-
nida por la irrupción de las ideas relativas ala construc-
ción de ferrocarriles 19
Índice
CAPITULO IV
DE AGUALARGA A HONDA
Págs.
El camino de montaña actual desde Agualarga hasta Hon-
da.—Los cafetales de Chimbe.— La trocha de Guaya-
cundo. — Villeta.— El alto del Obispo. — La cuesta de
Petaquero. — Las Tibayes.— Guaduas. — Tasculum.—'^l
Consuelo.— La llegada al río Magdalena 28
CAPITULO V
REFLEXIONES GENERALES
Estado general de la población á lo largo de la vía, — Atraso
de ésta.— Cultivos que pudieran acometerse. — El plá-
tano.—El maíz.— El ensilaje de maíz.— El árbol de pan.
— La palma de dátil.— La palma real. — El cacao.— La
viña. — Malos sistemas agrícolas de la actualidad.— Los
arrendamientos á largo tQvmmo.—^\ matayage.—Oh>-
vaciones generales 43
CAPITULO VI
EL MAGDALENA
Sus divisiones naturales. —Alto Magdalena.— Madalena cen-
tral.—Bajo Magdalena. — El delta.— Población de todo
el valle. — Ríos tributarios 55
CAPITULO VII
EL VALLE DEL ALTO MAGDALENA
Recursos naturales.— Productos de la paja nacuma.— El
cacao. — El tabaco.— Concentración de la propiedad del
suelo.— El vicio de la embriaguez.— Las minas de oro y
plata.— La mesa central de Cundinamarca 69
/ 11 d ice 889
CAPITULO VIII
ET. MAGDALENA CENTRAL
Págs.
Población general. — Ciudades principales.— Riqueza gene-
ral.—Deficiencias de la población.— El valle del Magda-
lena central.— Obstáculos á la colonización de éste 80
Capitulo ix
EL BAJO MAGDAL3NA
Descripción general.— La ciudad deMompós.— Magangué.
Hidrografía de esta región.— Las llanuras de Corozal.
Producciones de ellas. — La banda oriental del bajo Mag-
dalena.—Opinión de Reclus acerca de esta región. — La
Sierra Nevada 89
CAPITULO X
VALOR TRASCENDENTAL DEL RÍO MAGDALENA
Resumen.— Comparación entre el valle del Magdalena y el
resto de la República. — Comercio por el río Magdalena.
Los vapores de*ste río.— Valor de éste para la industria
del país.— Necesidad de mejorar el canal navegable. —
Cambios en el lecho de éste. —Sus inconvenientes.— Gran
"Inundación en 1886 99
CAPITULO XI
LOS CAMINOS AL MAGDALENA
Distribución de la población entre las diversas alturas de la
cordillera. — Caminos que los diversos grupos de pobla-
ción necesitan.— Timaná y La Plata.— Chaparral y Or-
tega.— Ibagué y su comarca. — Valles del río Fusaga-
sugá.— Bogotá y las mesas de Cundinamarca.— Medellín
y su comarca.- Chiquinquirá y Tunja.— Vélez, Moni-
quirá y tíuaita.— Socorro, San Gil, Barichara y Zapa-
toca.— El Circuito de Girón.— Ocaña.—Cúcuta y sus
valles 117
890 índice
CAPITULO XII
LA INMIGRACIÓN AL VALLE DEL MAGDALENA
Págs.
Necesidad de brazos extranjeros. — Condiciones que esta
inmigración requiere. — La raza blanca no es á propósito
para colonizar las tierras tropicales. — La africana es la
adecuada para iniciar esa empresa.— -A ella se debe la
colonización déla América tropical. —Necesidad del cru-
zamiento entre las razas blanca y negra en América 139
CAPITULO XIII
COLONIZACIÓN COLOMBIANA DEL VALLE DEL
MAGDALENA
La colonización colombiana del valle del Magdalena. — Po-
blaciones de las cordilleras que podrían ocupar las ori-
llas del rí'j. — El antioqueño y el socorrano. — Deberían
ser precedidas de la ocupación por las razas vacuna y de
cerda. — Ejemplo de la colonización del valle del Missis-
sippi. — Para ello hay base en los rebaños de los Estados
de Bolívar y Magdalena 153
-ar
CAPITULO XIV
LÁ NAVEGACIÓN POR VAPOR
Vehículos del tiempo de la Colonia. — Vida salvaje en el
Magdalena. — La poesía de Madiedo. — La independencia
de Colombia. — Días solemnes. — Inmigración extranjera
notable. — El señor Elbers.— Sus primeros vapores.— Re-
vocación del privilegio concedido á éste.— El señor Fran-
cisco Montoya y el vapor La Unión. — Las Compañías de
Santamarta y de Cartagena. — Nuevos vapores.— La abo-
lición del estanco del tabaco asegura la navegación por
vapor.— Reseña acerca de esta medida 160
Índice 891
CAPITULO XV
LAS CIUDADES DEL DELTA
Págí.
Santamaría. — Ventajas y desventajas de ésta. — Sus habi-
tantes.— Proyecto de ferrocarril al Banco.— Cartagena.
Origen de su prosperidad. — El Dique. — Avance del mar
sobre la tierra.— Barranquilla y Sabanilla. — El Ferro-
carril.— Su porvenir.— Las líneas de vapores trasatlán-
ticos : 187
CAPITULO XVI
VIAJE POR EL MAGDALENA. — HONDA
La vista del rio. — Mejoras en el tránsito introducidas por
el ferrocarril de La Dorada. — Honda antes del terremoto
de 1805. — El ferrocarril de La Dorada —Sus proyectis-
tas.— Aspecto de la población.— El clima del río. — La
bajada.— Puerto Niño.— Buenavista. — Nare. — Puerto
Berrío 209
CAPITULO XVII
DE PUERTO BERRÍO A LA BOCA DE LEBRIJA
El poblado de Puerto Berrío.— El ferrocarril de Antioquia.
Trazado de éste. — Ríos tributarios al Magdalena Cen-
tral.—El San Bartolomé, El Carare.— El Opón, El So-
gamoso, El Colorada.— El pueblo de Carare y su comar-
ca.—Los indios aruacos.— Entrada de Gonzalo Jiménez
de Quesada por el Opón. — La Tora, hoy Barrancaber-
meja. — Barbacoas. — Victoria fluvial en la guerra de
Independencia.— El General Córdoba. — Puerto Wil-
ches. — Paturia.— El Puerto de Botijas 227
CAPITULO XVIII
DE LA BOCA DE LEBRIJA AL BANCO
Escalas entre Puerto Berrío y Bodega Central. — Caminos
del Magdalena á Bucaramanga. — La isla de Morales. —
892 Índice
págí.
Puerto Nacional —La Gloria.— Camiaos del Magdalena
á Ücaña. — El Carmen (de Ocaña). — Habitaciones huma-
nas en las orillas del Magdalena Central.— Los leñateos.
Las aldeas. — Industrias que pudieran tener importancia
en esos lugares.— Cómo formaba el Gobierno colonial
las poblaciones en el Magdalena.— Tamalameque, antes
Sompallón, punto de escala en la expedición de Gonzalo
Jiménez de Quesada. — Población de las orillas del Bajo
Río al tiempo de la conquista. — Sufrimientos de los con-
quistadores en el trayecto de la Ciénaga de Santamarta
á Tamalameque 244
CAPITULO XIX
DEL B.\NCO A BARRANQUILLA
El Banco,— Los jefes liberales muertos en la Humareda. —
La Humareda. — Principia el Bajo Magdalena. — El brazo
de Loba. — Magangué.— Tacaloa. — La batalla de Tene-
rife.—Hermógenes Maza. — Calamar.— Las tardes en el
Magdalena. — TJie Muddy Magdalena. — Las cercanías de
Barranquilla. — Becapitulación de las distancias 260
CAPITULO XX
DE BARRANQUILLA A COLÓN
Los afueras de Barranquilla.— El ferrocarril de Bolívar. —
Salgar. — El mar.— La salida del sol.— Cartagena otra
Tez. — Las costas del Darién y sus indígenas 282
CAPITULO XXI
C0L(3N Y PANAMÁ
Colón. — Noticias históricas.— Aspecto de las calles. — La
comarca á lo largo del ferrocarriL— La población de la
misma zona. — Los africanos de Liberia,— Los cultivos.
Panamá, — Causas de su decadencia hasta 1848.— Los
índice 893
Págs.
bucaneros.— La navegación por el estrecho de Magalla-
nes.— Las minas de California. — Estado moral y político
de Panamá al tiempo del descubrimiento de ellas. — El
veneno de las serpientes. — Desafío indígena. — Panamá
en 1887. — ¿Que se lia hecho el dinero regado en los tra-
bajos del Canal? — Los grupos étnicos de la población
panameña.— Necesidad de grandes libertades munici-
pales 293
CAPITULO XXII
EL FERROCARRIL Y EL CANAL INTEROCEÁNICO
Insuficiencia del Ferrocarril para el tránsito interoceánico.
Costo de construcción del Ferrocarril. — Sus productos.
Progreso realizado con el camino de hierro. — Crisis de
esta empresa en 1870.— Porvenir del Ferrocarril y del Ca-
nal.— Los trabajos del Canal.— Se requieren tres canales
paralelos.— Instrumentaje empleado en la excavación. —
Dificultades principales: el río Chagres y el clima. — La
desmoralización de los empleados. — El cambio de inge-
nieros-directores originado por la muerte de éstos. — Las
habitaciones de los jornaleros y de los empleados en la
línea de los trabajos. — Clasificación de los trabajos.-
Dinero regado en el Istmo por la Empresa del Canal. —
Los trabajadores y sus procedencias. — Los chinos. — Pre-
supuestos formados con anterioridad á los trabajos. —El
gastó real enormemente mayor.— La actitud hostil del
Gobierno americano » 327
CAPITULO XXIII
DE COLÓN A NUEVA ORLEANS
Las islas de San Andrés y Providencia.— Las Bocas del
Mississippi.— Puerto Eads. — Gasto impendido en la
apertura de la barra.— Importancia de esta obra para las
poblaciones del valle del Mississippi. — Las orillas del
894 índice
Paga.
Mississippi entre Puerto Eads y Nueva Orleans.— La
cuarentena. — ilspecto del Mississippi.— Los diques de
sus orillas. — La llegada á Nueva Orleans 861
CAPITULO XXIV
EL ESTADO DE LUISIANA
La adquisición de su territorio por los Estados Unidos. —
Extensión superficial. — La población. — Comparación
entre el Estado de Luisiana y los de Bolívar y Magda-
lena en Colombia. — Distribución del suelo, — Riqueza
general.— Consecuencias de la abolición de la esclavi-
tud.— Comparación entre Luisiana y otros Estados de
la Unión Americana. — Producciones principales de Lui-
siana.— Organización agrícola. —La raza blanca y la
africana 403
CAPITULO XXV
EL VAIiLE DEL MISSISSIPPI
Importancia general de este valle. — Sus diversas boyas hi-
drográficas.— Comunicaciones con el resto de la Unión.
Producciones principales. — El maíz. — Los cerdos. —
King-corn. — El maíz es la producción principal de los
Estados Unidos. — Producción de él por fanegada. — El
maíz y la producción animal. — Gran distribución de la
propiedad territorial. — Cultivo de las tierras por los pro-
pietarios mismos. — Jornaleros y salarios de éstos. — Orí-
genes diversos de los pobladores del valle. — Los extran-
jeros.— Los africanos. — Causas de su prosperidad. — El
CoUon gin. — La segadora M'Cormick. — La navegación
por vapor. --El aceite de la semilla de algodón 426
CAPITULO XXVI
DE NUEVA ORLEANS A SAN LUIS
El carro d^ camas {sleeping-car).—CoBNeTS2i,cióii con un clé-
rigo protestante. — Estado de Mississippi. — Sus produc-
índice 895
Págs.
ciones, riqueza y población. — Las maderas. — Necesidad
de dar protección á los bosques. — El Estado de Tennes-
see. — Sus producciones^ riqueza y población. — El Es-
tado de Kentucky. — Producciones, riqueza y población.
El pasto azul. — Cambio de climas, producciones y esta-
do de civilización á medida que se viaja de Sur ti Norte.
Llegada á la boca del Ohic. — Paso del Ohio. — El valle
de este río. — Llegada á San Luis 461
CAPITULO XXVII
SAN LUIS (DE MISSOURI)
Rápido progreso de esta ciudad. — Es un tipo de ciudad
moderna. — Aspecto general. — El puente sobre el Missis-
sippi. — Condiciones que la civilización exige en las ciu-
dades modernas. — Anchura de las calles. — Área de case-
río muy amplia, — Los parques. — Influencia de las mejo-
ras en la disminución de la mortalidad. — Las cloacas,—
El agua potable. — Gasto impendido en acueductos en
diversas ciudades del mundo. — El piso de las calles.- -
El plano de las ciudades trazado con anticipación, — Los
medios de locomoción,— Crédito Municipal. —Deudas
de las ciudades americanas.— Objetos en que se han in-
vertido los empréstitos -Rentas municipales. — Coutri-
buciooes directas. — Riqueza de las ciudades americanas.
Distribución de las diversas clases de población entre las
diversas partes de las ci,udades. — La filantropía de los
americanos. — Su grande espíritu público. — Las asocia-
ciones benévolas. — Las iglesias de San Luis. — Los hote-
les.— Los vinos americanos. — Proyectos de los comer-
ciantes de San Luis relativos al comercio con. Sur-
América 484
896 índice
CAPITULO XXVIII
EL ESTADO DE MISSOURI
PÚ*3.
Territorio, población y riqueza. — Industrias principales.—
Razas diversas de población. — Los dos grandes tipos de
la población blanca en los Estados Unidos 538
CAPITULO XXIX
LA llEINA DE LOS LAGOS
Llegada á Chicago.— Progreso rapidísimo de esta ciudad.—
Sus principales producciones.— Investigación de las cau-
sas de esta rápida evolución.— Su situación comercial. —
Belleza de sus calles. —La Avenida Michigan. — La gran-
de avenida circular. — Una representación en el teatro
Mc-Vicker.— El Wild-Wesi y el Circo romano. — Los
Stock- Yarcls. — Las Packing Ilouses. — La división del
trabajo. — El trigo. — Cobden y la Liga. — El libre cam-
bio.— Influencia de los trabajos de Cobden en el pro-
greso de América y en la evolución política de Europa.
Los ferrocarriles y Chicago. — Ideas retrógradas domi-
nantes en los Estados Unidos con relación al libre cam-
bio.—Riqueza enorme de Chicago. — Los clubs, los Ban-
cos y el espíritu de asociación. — El incendio de 1871. . . 53G
CAPITULO XXX
EL ESTADO DE ILLINOIS
Progreso de su población. — Riqueza general.— Produccio-
nes.— El elemento extranjero. — La inmigración europea
prefiere las altas latitudes. — Los canales de Illinois. — La
comodidad de los ferrocarriles y sus diversas clases de
vehículos par%|)asajeros. — PuUman-City. — Experimento
social. — Las dos naturalezas del americano 580
Indi c H 897
CAPITULO XXXI
CINCINNATI
/Vspecto general. — Progreso de la población. — Espíritu co-
mercial de sus habitantes. — Los repórter». — Entrevista
con uno de éstos. — La plaza del agua. — Espléndida
fuente. — Cincinnati á vuelo de. pájaro. — El Museo de
Bellas Artes. — Las manufacturas de la ciudad. — El mo
vimiento comercial. — El Ohio en Cincinnati, y su nave
gación.— El precio de los fletes. —La Cámara de Comer
cío. — Los puentes sobre el Ohio. — Covingíon y Newport
Un cuartel americano.— Otra vez los masones
591
CAPITULO XXXII
EL ESTADO DE OHIO
Aumento de su pi;blación. — Aumento mucho mayor de su
riqueza. — Producciones. — Over-producUon. — La luclia
por la vida entre diversas naciones. —Producciones nue-
vas en embrión en los Estados Unidos. — Más azúcar. —
De sorgo y de remolacha. — La sericicultura.— Los vinos.
La reforma de las razas de ganado. — La producción de
leche, queso y mantequilla.— La de carne vacuna.— La
alimentación del ganado vacuno. — Las razas mejoradas.
Reminiscencias acerca de esta materia en Colombia.—
Las enfermedades del ganado. — La fiebre de Tejas ó la
ranilla.— E\ comercio de ganados 618
CAPITULO XXXIII
PITTSBÜRGO
El paisaje.— Aspecto distintí> del país.fr-La región minera.
Producciones.— Riqueza. — El gas natural.— El Hotel
Duquesne.—ffome, sweet home ! — Visita desgraciada á
algunas fábricas.— Calor insoportable. — Progreso de
Pittsburgo. — Esperanzas 646
índice
CAPITULO XXXIV
IMPRESIONES GENERALES ACERCA DE LA UNIÓN
AMERICANA
Su fundación y crecimiento es el hecho social más notable
de la historia moderna. — La grandeza de sus proporcio-
nes.—La solidez de su Constitución política.— El respeto
unánime que profesan á ella los americanos.— La cohe-
sión nacional sostenida principalmente por las vías de
comunicación y el periodismo. — Lo que será dentro de
un siglo.— Su progreso no sólo es material, sino intelec-
tual y moral. — Caracteres intelectuales de los principa-
les pueblos civilizados. — El de los Estados Unidos con-
siste en la aplicación práctica de las ciencias al servicio
del hombre. — Causas de esta prosperidad. — Las institu-
ciones republicanas. — La Ilomesitead law 650
CAPITULO XXXV
IMPRESIONES GENERALES (CONTINUACIÓN)
Factores principales.— Población.— Territorio.— Riqueza.
Producción. — Consumos. — Ahorros. — Extensión culti-
vada.— Pormenor de la producción agrícola. — Divisio-
nes generales del territorio. — Adquisiciones paulatinas.
Población. — Sus orígenes diversos. —El elemento extran-
jero y su distribución. — Trabajadores y su distribución
entre los diversos trabajos. — Población urbana. — Dis-
tribución de los pobladores según la altura sobre el
nivel del mar. — Según los grados de calor del clima. —
Las manufacturas. — Desarrollo de ellas en les últimos
sesenta años. — Clasificación de los valores que componen
la riqueza general. — Distribución geográfica de la ri-
queza.—Las rentas públicas y su distribución. — La deu-
da pública 684
Índice
CAPITULO XXXVI
PROBLEMAS AMERICANOS
Conservación de la integridad de la Unión.— La raza negra.
Anexación del Canadá. — Conquistas ó adquisiciones de
nuevos territorios en México y la América Central 708
CAPITULO XXXVII
PROBLEMAS AMERICANOS (CONTINUACIÓN)
La inmigración extranjera.— Sus ventajas. — Sus inconve-
nientes. —Ideas políticas contrarias á la constitución ame-
ricana.— Corrupción del sufragio. — Relajación del res-
peto á la ley.— La embriaguez. — Medidas adoptadas
para combatirla . 746
CAPITULO XXXVIII
PROBLEMAS AMERICANOS (CONCLUSIÓN)
Los centros de mendicidad y prostitución. — El aumento de
extensión en las propiedades territoriales. — Los grandes
millonarios. — La inmigración de Mongoles. — Consecuen-
cias posibles de su expulsión de los Estados Unidos. —
Resumen de las ventajas é inconvenientes de la inmigra-
ción extranjera. — Las religiones 768
CAPITULO XXXIX
LOS IDEALES AMERICANOS
Evolución de los partidos.— La reforma del servicio civil.
Combate á la Plutocracia.— Proteccionismo. — Libre cam-
bio.—La plétora del Tesoro.— Los partidos actuales 791
CAPITULO XL
NUBES EN EL HORIZONTE
Los Trusts.— l^KS asociaciones obreras. — La intervención
del Gobierno en la lucha entre el capital y el trabajo. . . 820
900 índice
CAPITULO XLI
NUBES EN EL HORIZONTE (CONTINUACIÓN)
Las pensiones, — La Lyncli law.—YA divorcio 849
CAPITULO XLII
IMPRESIONES FINALES
Poder limitado del Gobierno.— Aseo universal.— Rasgos
fisionómicos del pueblo, en particular del americano
pur-sang. — ¿A dónde camina esa Nación?— Le sobra
amor al dinero.— Debiera cultivar más su carácter moral. 875
— »-5f<^—
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parís ( 6. Rué des Saints-Peres ),
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ft
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