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Full text of "Notas de viaje (Colombia y Estados Unidos de America)."

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SALVADOR  CAMACHO  ROLDAN 


NOTAS  DE  VIAJE 


(COLOMBL\  Y  ESTADOS  UNIDOS  DE  AMERICA) 


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,  BOGOTÁ 

T^IBR-ERIA^       COLO]VtIBIA^I>¡r.A. 

CAMACHO  ROLDAN  &  TAMAYO 

-1890- 


.Ks  prujpú^dcLcl  riel  ChU.toT 


luiprenra  <W.  í.\  i.u/,  V,-\\V-  \%.  número  100,  ApaHadu  H>0   Teléfono  3-¿0. 


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DOS  PALABRAS 


Con  el  objeto  de  hacer  en  los  Estados  Uni- 
dos y  en  Europa  algunas  compras,  y  sin  pen- 
samiento alguno  de  escribir  luég')  impresiones 
de  viaje,  emprendí  éste  hacia  esas  regiones  á 
mediados  de  Abril  de  1887.  Por  complacer 
á  mis  hijos,  que  han  deseado  tener  más  noti- 
cias de  esos  lugares  distantes  que  las  pocas 
transmitidas  en  mi  correspondencia  doméstica, 
escribo  hoy  estos  recuerdos,  sin  pretensiones 
de  ninguna  clase.  Absorbido  en  lo  general  por 
el  trabajo  laborioso  y  exigente  de  compras 
menudas  de  artículos  muy  variados,  no  tuve 
ocasión  propicia  para  observar  las  costumbres 
ni  estudiar  el  estado  social  é  industrial  de  los 
países  que  recorrí.  La  lectura  de  periódicos, 
la  asistencia,  no  muy  frecuente,  á  los  teatros, 
la  vista  rápida  de  los  caminos  y  las  calles,  y 
conversaciones  fus'aces.   con   comoañeros  oca- 


VI  Dos  palabras 

sionales  de  viaje;   he  ahí  todas  mis   fuentes  de 
información. 

Con  tan  escasos  elementos  ¿á  qué  fin  escri- 
bir estos  recuerdos?  se  preguntará,  y  la  res- 
puesta á  la  verdad  no  deja  de  ser  embarazosa. 
Mi  objeto  es,  sin  embargo,  abrir  el  camino  á 
otros  que  con  mejores  medios  de  instrucción 
quieran  atreverse  á  seguir  mi  ejemplo,  presen- 
tando á  nuestros  conciudadanos,  desde  el  pun- 
to de  vista  de  nuestras  ideas  nacionales,  en 
trabajos  mejor  elaborados,  el  espectáculo  de 
pueblos  distintos  del  nuestro. 

Considero  un  deber  hacer  partícipes  de  las 
impresiones  recibidas  en  países  más  adelanta- 
dos, á  aquellos  de  mis  compatriotas  que  quieran 
someterse  ala  tarea — probablemente  enojosa — 
de  leer  estos  renglones,  para  que  al  volver  la 
vista  hacia  nuestra  situación,  se  reflexione  sobre 
ella  con  miras  conducentes  al  interés  general. 
Siento  que  no  se  vive  para  sí  mismo  tan  sólo. 
Miembro  de  una  comunidad  política  y  social 
á  cuya  existencia  debo  la  escasa  felicidad  que 
se  puede  encontrar  en  la  vida,  mis  impresiones 
no  deben  ser  enteramente  personales:  juzgo 
un  deber  dividirlas  con  los  míos.  Doy  lo  que 
puedo  dar,  y  no  estoy  obligado  á  más. 


NOTAS  DE  VIAJE 

CAPITULO  I 

CAMTXO    DE    BOGOTÁ    Á    HOiíDA 


Descripcióa  general  de  la  vía.— Diversas  ideas  acerca  de  la  co- 
municación entre  Bogotá  y  el  río  Magdalena. — Vía  de  Gua- 
rumo  á  Guaduas,  del  señor  Juan  Bernardo  Elbers. — Línea 
de  Poncet,  acometida  por  el  General  Mosquera. — Vía  de 
Cambao  .—Ferrocarril  del  Norte  hacia  la  boca  del  río  Ca- 
rare. — Vía  de  Girardot. 


Muy  niño  aún  recuerdo  haber  pasado  la  sección 
de  Bogotá  á  Villeta  en  tres  días  de  penoso  viaje.  En- 
tonces (1836)  no  había  ómnibus  ni  coches,  ni  carros 
en  la  Sabana.  En  ésta  el  camino  se  reducía  á  un  fan- 
gal profundo,  lleno  de  hoyos  peligrosos  en  tiempo  de 
invierno, — en  donde  á  veces  se  empleaban  tres  días  en 
el  trayecto  de  Bogotá  á  Facatativá, — y  á  una  llanura 
oscurecida  por  nubes  de  polvo  en  el  verano.  Pequeños 
caballos  de  trote  ó  muías  de  igual  condición  eran  los 
únicos  vehículos  entonces  usados.  Jjas  posadas  eran 
escasas  en  número  y  en  provisión  de  recursos  para  el 
pasajero,    salvo  la  de  Don  Antonino  Gil,   en  Fon- 


2  ^  amino  de  Honda 

tibón,  tan  famosíi  en  esos  días  entre  los  bogotanos, 
como  es  hoy  entre  los  neoyorkinos  la  de  Manhattan- 
Beacli.  La  casa  del  Cura  era  todavía  el  gran  refugio 
de  los  viandantes,  y  en  ella  se  recibía  en  lo  general 
esa  hospitalidad  rumbosa  á  veces,  humilde  otras, 
siempre  cordial,  que  Rafael  Pombo  alcanzó  á  co- 
nocer y  celebrar  en  uno  de  los  cantos  de  su  musa  ado> 
láscente.  El  primer  descenso  de  la  Sabana  hacia  las 
tierras  calientes  principiaba  en  El  Roble,  con  una  so- 
lemnidad especial:  después  de  santiguarse  devotamen- 
te los  peregrinos,  la  marcha  se  emprendía  en  silencio, 
prestando  todos  la  mayor  atención  á  los  saltos,  resbala- 
deros y  grandes  piedras  que  se  oponían  al  paso,  llamán- 
dose unos  á  otros  de  vez  en  cuando  al  atravesar  los  ca- 
llejones, oscurecidos  casi  siempre  por  la  niebla;  y  cuan- 
do, después  de  media  hora  de  angustia,  se  llegaba  á  la 
pequeña  explanada  del  Aserradero,  desde  donde  se 
veía  brillar  limpio  el  cielo  hacia  el  Occidente,  mujeres 
y  niños  respiraban  alegres  con  toda  la  fuerza  de  los  pul- 
mones, y  ese  sitio  tenía  categoría  como  una  especie  de 
puerto  de  mar.  Desde  allí  hasta  Villeta  se  empleaba, 
de  ordinario,  un  día  entero,  y  en  invierno  dos.  Ade- 
lante del  Alto  de  Gaseas  se  alcanzaba  á  ver  el  caserío 
de  ésta  en  lontananza,  y  la  fantasía  de  los  niños  no 
dejaba  de  atribuir  á  encantamiento  la  fatigosa  jorna- 
da que  todavía  era  preciso  hacer  para  llegar  al  ansia- 
do término  que  tan  próximo  se  acababa  de  contem- 
plar. Villeta  inspiraba  yá  la  idea  de  tierra  extranjera: 
allí  nos  parecía  que  empezaban  las  de  la  Gran  Breta- 
ña, y  en  la  escuela  creíamos  encontrar  algo  de  acento 
inglés  en  la  voz  de  los  que  de  tierras  tan  distantes 
regresaban  á  Bogotá. 


Descripción  general 

Esta  ideíi  tomaba  cuerpo  cuando,  adelantando  ha- 
cia Guaduas,  se  veía  en  Cune  la  alta  chimenea  del 
trapicho  de  agua  de  Don  Guillermo  Wills,  el  primero 
de  esta  clase  de  motores  empleado  en  el  interior  de  la 
República,  y  tal  vez  en  todo  el  país.  La  novedad  que 
entonces  despertaba  esa  forma  de  chimeneas,  ahora 
tan  familiar,  quizás  hizo  pensar  á  algún  bogotano  que 
ahí  habitaba  el  gigante  Caraculiambro,  yá  vencido 
por  Don  Quijote,  ó  algún  familiar  del  mismo  señor 
Wills,  reputado  brujo  en  esos  tiempos  en  vista  de  la 
rapidez  con  que  su  trapiche  exprimía  centenares  de 
cargas  de  caña.  Entre  paréntesis:  ese  brujo,  siempre 
tan  laborioso,  á  quien  debemos  la  introducción  de  un 
gran  progreso  en  nuestra  industria  azucarera  y  tantos 
escritos  útiles, — entre  ellos  un  tratado  de  Geología  en 
lenguaje  familiar,  al  alcance  de  nuestros  más  modes- 
tos agricultores, — y  que  dio  primero  el  noble  ejemplo 
de  una  vida  agrícola  civilizada,  rodeado  de  una  larga 
y  distinguida  familia,— murió  pobre,  sin  alcanzar  de 
la  suerte  la  recompensa  de  comodidad  y  descanso  á 
que  era  acreedor. 

Desde  El  Roble  hasta  Villeta  se  desciende  en  me- 
nos de  cinco  leguas  1,950  metros  de  altura  vertical,  y 
prosiguiendo  la  marcha  se  ascienden  1,100  hasta  el 
Alto  del  Trigo,  en  sólo  dos  leguas  de  formidable  re- 
pecho habitado  por  unas  pocas  familias  pobres;  como 
lo  testifica  el  nombre  espeluznador  de  nna  de  esas  ca- 
sas, conocida  ahora  años  por  los  arrieros  con  el  de 
^'ÍTa  Juana  sin  carne."  De  aquí  se  desciende  al  precioso 
valle  de  Las  Tibayes,  para  volver  á  subir  al  alto  del 
Raizal,  y  tornar  á  descender  una  cuesta  de  700  me- 


Alturas  sobre  ti  mar 

tros  vertieales  hasta  Guaduas.  Aquí  se  opone  al  paso 
el  filo  de  la  cordillera  secundaria  del  Sargento,  que  se 
tramonta  en  el  Salto,  á  cerca  de  400  metros  de  altu- 
ra sobre  el  valle  de  Guaduas,  para  tomar  luego  una 
bajada  final  de  1,100  metros  hasta  el  valle  del  Magda- 
lena, que  en  los  pasos  de  la  quebrada  del  Tocuy,  dos 
leguas  abajo,  tiene  unos  250  sobre  el  nivel  del  mar. 

Daré  aquí  las  alturas  de  los  diversos  sitios  del  trán- 
sito desde  donde  principia  el  descenso  de  la  altiplani- 
cie hasta  el  Alto  Magdalena,  según  las  observaciones 
de  los  viajeros  alemanes  Reiss  y  Stübel. 

Alto  del  Roble 2,755  metros. 

Chimbe 1,808     — 

Villeta 813     — 

Alto  del  Trigo 1,928     — 

Las  Tibayes 1,600     — 

El  Raizal 1,741     — 

Guaduas 1,036     — 

El  Salto 1,376     — 

Rioseco 240     — 

Honda 200     — 

El  trazado  de  este  camino, — en  el  que  probable- 
mente se  siguió  la  huella  marcada  por  el  pie  de  los 
aborígenes, — no  puede  ser  peor;  pero  nada  se  ha  he- 
cho para  rectificarlo  en  más  de  250  años  que  tiene  de 
abierto.  Sea  por  el  interés  de  conservar  las  antiguas 
poblaciones  de  Villeta  y  Guaduas;  bien  por  defecto 
de  nuestras  instituciones  municipales,  nulas  en  tiem- 
po de  la  colonia,  sin  atribuciones  suficientes  desde 
1819  hasta  1848,  y  perturbadas  por  violentas  oscila- 
ciones políticas  desde  1849  hasta  1886,  la  verdad  es 


El  señor  Elhers 

que  la  conservación  de  ese  absurdo  trazo  hace  muy 
poco  honor  á  los  diversos  gobiernos  que  se  han  suce- 
dido desde  la  Independencia  hasta  la  Regeneración, 
inclusive.  Se  ha  pensado  en  mejorarlo  ó  en  adoptar 
otra  vía,  sí:  pero  el  espíritu  de  contradicción  que 
constituye  una  de  las  deficiencias  de  nuestra  raza,  que 
no  nos  permite  pensar  la  misma  cosa  que  otros  pensa- 
ron antes,  ha  sido  parte  para  que  surjan  diversos  pro- 
yectos por  otras  líneas  sin  lograrse  acuerdo  en  una 
sola. 

Yá  los  Virreyes  españoles,  y  el  Pacificador  Mo- 
rillo últimamente,  habían  intentado  comunicar  á  Bo- 
gotá con  el  Magdalena,  unos  por  la  vía  del  Lebrija, 
otros  por  las  del  Opón  y  del  Oarare,  en  cuyos  proyec- 
tos precoces  consumieron,  según  toda  probabilidad, 
si  no  grandes  sumas,  sí  muchas  vidas,  en  el  recluta- 
miento forzoso  de  peones  y  de  colonias  de  plantadores 
que  se  estilaba  en  esos  tiempos  de  gobierno  patriarcal. 

En  1825,  el  señor  Juan  Bernardo  Elbers,  al 
propio  tiempo  que  traía  los  primeros  vapores  para 
navegar  ei  Magdalena,  abrió  un  camino  directo  de 
Guarumo  á  Guaduas,  sin  tocar  con  Honda,  y  se  pro- 
ponía seguir  rectificando  la  vía  hasta  Bogotá,  si  para 
ello  se  le  concedían  alicientes  bastantes.  De  seguro 
no  se  le  ofrecieron  ni  se  le  podían  ofrecer  en  ese  pe- 
ríodo calamitoso,  en  el  que  de  todos  los  ámbitos  de 
la  gran  Colombia  venían  los  gritos  de  las  ruinas  de 
quince  años  de  guerra;  cuando  todavía  había  que 
sostener,  desde  las  bocas  del  Orinoco  hasta  las  cum- 
bres del  Potosí,  un  ejército  de  25  á  30,000  hombres, 
y  en  m  omentos  en  que  se  preparaba  una  poderosa  es- 


Ruta  de  Camhao 

dos  abundantes,  en  vez  de  seguir  la  empresa  comenza- 
da, se  proyectó  otra  distinta  por  la  ruta  de  Cambao. 

Esta  había  sido  indicada  en  su  parte  esencial, — 
el  eslabón  de  Pan  de  Azúcar,  que  une  la  cordillera 
principal  del  Aserradero  con  la  del  Alto  del  Trigo, — 
por  el  General  Codazzi,  y  fue  completada  en  sus  des- 
arrollos por  los  señores  González  Vásquez,  Liévano, 
Pedro  María  París  y  Santamaría,  ingenieros  al  servi- 
cio de  la  Junta  del  camino  de  Occidente,  quienes 
abrieron  una  trocha  carretera  de  un  metro  de  ancho 
en  las  veinte  leguas  que  separan  el  Alto  del  Eoble  del 
puerto  de  Cambao  (1870). 

Esta  vía  se  aparta  del  camino  de  Honda  hacia  el 
Occidente  cerca  del  Roble:  descabeza  el  río  Sí  quima, 
pasa  por  las  inmediaciones  de  Vianí  y  San  Juan  de 
Rioseco  y  va  á  terminar  en  el  Magdalena,  entro  Am- 
balema  y  Honda,  á  ocho  leguas  de  distancia  de  cada 
una  de  estas  poblaciones. 

En  1871,  sin  embargo,  el  Gobierno  Federal  media- 
namente organizado,  había  inspirado  al  Congreso  una 
confianza  en  sus  fuerzas  superior  con  mucho  á  lo  que 
la  prudencia  permitía.  Las  rentas  nacionales  produ- 
cían yá  tres  y  medio  millones  de  pesos:  las  de  los  Esta- 
dos y  Distritos  otro  tanto,  y  las  del  solo  Estado  de 
Oundinamarca  en  especial  se  aproximaban  á  un  mi- 
llón. En  vez  de  seguir  el  ejemplo  de  los  Estados  Uni- 
dos, en  donde  el  Gobierno  Federal  se  abstuvo  de  tomar 
á  su  costa  la  ejecución  de  vías  comerciales, — con  lo 
que  los  Estados  tomaron  á  pechos  la  organización  de 
sus  rentas  para  abrirlas  por  sí  mismos  en  unos  casos, 
y  subvencionar  en  otros  las  empresas  particulares  que 


Ferrocarril  del  Norte  9 

se  formaban  para  acometerlas; — en  vez  de  esa  absten- 
ción prudente,  digo,  el  Congreso  resolvió  tomar  á  su 
cargo  un  programa  enorme  de  mejoras  materiales  por 
un  valor  de  más  de  treinta  millones  de  pesos.  Entre 
esas  mejoras  figuraba  el  ferrocarril  del  Norte,  llamado 
á  comunicar  á  Bogotá  con  el  Magdalena,  en  la  con- 
fluencia del  río  Oarare,  cincuenta  leguas  abajo  de  Hon- 
da, y  con  una  extensión  total  de  más  de  setenta  leguas 
desde  el  punto  de  partida. 

A  nadie  intento  culpar  en  este  recuerdo.  Libera- 
les y  conservadores,  federalistas  y  centralistas,  auda- 
ces y  tímidos,  todos  tomamos  parte  en  el  error  de 
apreciación  de  nuestras  fuerzas. 

El  ferrocarril  del  Norte  era  un  proyecto  deslum- 
brador, que  hizo  borrar  de  la  memoria  todos  los  for- 
mados hasta  entonces.  Dirigiéndose  hacia  Zipaquirá, 
Ohiqumquirá  y  Vélez,  no  sólo  daría  comunicación  á 
Bogotá  con  el  mar,  sino  con  las  densas  poblaciones  de 
Boyacá  y  Santander. 

Tres  años  más  tarde  (en  1874)  surgió  otro  proyec- 
to. El  Tolima  era  y  había  sido  por  más  de  veinticinco 
años  la  sección  más  afortunada  de  Colombia.  Su  si- 
tuación topográfica,  de  un  valle  entre  dos  grandes 
cordilleras,  surcado  en  la  mitad  de  su  anchura  por  un 
río  navegable;  á  la  cabeza  de  la  producción  de  taba- 
co, quinas,  sombreros  y  cacao  en  toda  la  República; 
rico  en  ganados,  y  en  minas  que  empezaban  á  explo- 
tarse, el  comercio  de  Bogotá  juzgó  que  una  vía  servi- 
da por  vapor  que  pusiese  á  esta  ciudad  en  contacto 
con  el  alto  Magdalena  en  el  corazón  del  Tolima,  tenía 
un  gran  porvenir.    Esa  vía  podría  luego  extenderse  á 


10  Ruta  de  Girardot 


los  Estados  del  Cauca  y  Antioquia  y  aun  quizás  hasta 
el  Atrato,  por  donde  entonces  proyectaba  el  Gobierno 
americano  abrir  el  gran  Canal  entre  el  Atlántico  y  el 
Pacífico.  Asimismo  podría  servir  como  línea  suplemen- 
taria al  comercio  ríe  la  capital  con  el  mar,  una  vez  que 
se  estableciese  navegación  á  vapor  en  el  alto  Magdale- 
na; problema  de  cuya  solución  se  ocupaba  en  esos  mo- 
mentos un  atrevido  é  incansable  trabajador:  el  señor 
Alejandro  Weckbecker.  Tal  fue  en  su  origen  la  idea 
del  ferrocarril  de  Girardot,  presentada  como  empresa 
particular,  para  la  que,  aparte  de  la  concesión  de  pri- 
vilegio por  cuarenta  años  en  el  uso  de  una  zona  estre- 
cha, no  se  reputaba  necesario  ningún  auxilio  oficial. 
Debía  partir  de  Bogotá  y  Facatativá  hacia  el  Suroeste 
por  las  inmediaciones  de  Anolaima,  La  Mesa  y  Tocai- 
ma,  hasta  el  Magdalena,  en  un  punto  inmediato  á  las 
poblaciones  del  Guamo  y  el  Espinal,  que  forman  el 
centro  del  Estado  del  Tolima;  treinta  y  cinco  leguas 
arriba  de  Honda,  cuarenta  abajo  de  Neiva,  y  á  sólo  ca- 
torce de  Ibaguó,  entre  cuyas  ciudades  se  extiende  una 
vasta  llanura.  La  extensión  total  de  la  línea  se  calcu- 
laba igual  á  la  de  Cambao,  es  decir,  en  unas  treinta 
leguas. 


~^o^^9*'"^-i^ 


CAPITULO  II 


vías  al  k a  g d  a l e íí  a 


€omparación  entre  estas  diversas  vías. — Trabajos  ejecutados  eu 
ellas.  -—Prolongación  de  la  de  Girardot  hasta  la  sabana  de 
Bogotá. 

Estos  cuatro  proyectos  presentaban  caracteres  dis- 
tintos y  ventajas  é  inconvenientes  especiales,  en  cuya 
discusión  se  trabó  pronto  una  luclia  ardiente,  tanto 
en  el  periodismo  como  en  la  tribuna. 

La  extensión  y  el  costo  de  ellas  eran  los  dos  prime- 
ros factores  que  debían  considerarse,  los  cuales  presen- 
taré aquí  en  un  cuadro  comparativo  sobre  la  base  de 
un  ferrocarril. 

Via.-.  Exttínsióu  en  leguas.        Cueto  calculado. 

Sietevueltas,  óseaPoncet.         40         É   6.000,000 

Cambao 30  3.000,000 

Ferrrocarril  del  Norte ....         70  17.000,000 

Ferrocarril  de  Girardot  ..         30  3.000,000 

La  segunda  consideración  consistía  en  el  tráfico 
que  cada  una  de  las  vías  pudiera  desarrollar,  en  virtud 
del  numero,  riqueza  é  industria  de  la  población  esta- 
blecida á  lo  largo  de  ellas  y  de  la  fertilidad  ó  riqueza  de 
otro  género  de  las  tierras  que  cada  cual  de  estos  cami- 
nos debía  atravesar. 


12  Comparación  entre  ellas 

La  de  Sietevuelfcas  se  separaba  en  Puentegrande 
de  la  parte  más  feraz  de  la  sabana  de  Bogotá,  para 
recorrer  la  más  estéril:  al  dejar  la  altiplanicie  sólo 
encontraba  á  su  paso  poblaciones  pobres  y  atrasadas, 
que  muy  poco  contribuyen  en  la  actualidad  al  tráfico 
interior  y  nada  al  comercio  exterior  del  país.  La 
construcción  de  las  primeras  quince  leguas,  desde  el 
Magdalena  hasta  las  inmediaciones  de  La  Palma,  al 
través  de  selvas  vírgenes  y  de  un  valle  cenagoso,  de- 
bía ser  costoso  en  vidas  y  en  dinero. 

Es  necesario  reconocer,  sin  embargo,  como  yá  dije, 
que  ésta  es  la  vía  más  recta  y  más  natural  para  la 
altiplanicie,  pues  suprime  la  navegación  difícil  y  pe- 
ligrosa délas  diez  y  seis  leguas  que  median  entre  Gua- 
rumoyHonda.  Tampoco  debe  olvidarse  que  desde  Su- 
bachoque  hasta  Pacho  se  encuentran  los  más  ricos  mi- 
nerales de  hierro  hasta  ahora  descubiertos  y  explota- 
dos en  la  Kepublica. 

En  cambio,  esta  vía  es  la  que  menos  tráfico  local 
podría  suministrar,  y  á  esta  circunstancia  se  debe 
quizás  el  que  haya  sido  menos  favorecida  por  la  opi- 
nión. 

La  de  Cambao  participa  en  algo  de  las  mismas  de- 
ficiencias: los  terrenos  de  Síquima,  Vianí  y  San  Juan 
de  Rioseco,  que  la  vía  recorre  al  dejar  la  altiplanicie, 
no  son  distinguidos  por  su  feracidad  sino  por  su  ca- 
rácter montañoso,  declives  abruptos,  valles  en  extre- 
mo angostos  y  suelo  en  lo  general  escaso  de  aguas. 
En  el  término  sobre  el  Magdalena  no  hay  población 
alguna  notable,  como  tampoco  la  hay  en  la  parte 
opuesta  del  río;  pues  Ambalema,  que  dista  ocho  le- 


Trah ajos  de  Mr.  Brown  13 

guas  hacia  el  Sur,  ha  perdido  ia  importancia  que  tu- 
viera ahora  treinta  años.  El  único  concurso  que  esta 
vía  pudiera  dar  al  tráfico  interior,  sería  el  de  3  á  4,000 
cargas  de  azúcar,  que  producen  Ohaguaní,  San  Juan 
y  Vianí. 

Para  el  comercio  exterior  presenta  el  inconvenien- 
te de  los  trasbordes  sucesivos  de  las  mercancías  de 
Oambao  al  vapor,  del  vapor  al  ferrocarril  de  La  Do- 
rada en  Honda  y  de  aquí  otra  vez  al  vapor  del  bajo 
Magdalena.  Según  entiendo,  tampoco  presta  facilida- 
des para  desarrollar  la  línea  férrea,  á  fin  de  disminuir 
las  pendientes;  de  suerte  que  la  de  4  por  100,  ó  200 
pies  por  milla,  será  obligatoria  en  la  maj^cr  parte  de 
su  extensión. 

Ella,  con  todo,  llamó  la  atención  de  un  empresario 
americano,  distinguido  por  una  perseverancia  nada 
común  entre  nosotros:  el  señor  Brown,  quien  obtuvo 
un  privilegio  para  construir  una  vía  férrea,  no  hasta 
Cambao  solamente,  sino  hasta  Honda,  abajo  del  Salto, 
y  pasando  por  las  inmediaciones  de  Ohaguaní  y  de 
Guaduas.  Según  parece,  no  encontró  accionistas  para 
la  empresa  en  los  Estados  Unidos,  y  siendo  insigni- 
ficantes los  auxilios  que  el  Gobierno  de  Cundinamar- 
ca  se  obstinó  en  suministrarle,  hubo  de  abandonar  la 
obra  después  de  gastar  en  ella  de  $  120  á  $  150,000, 
en  poco  más  de  una  legua  de  carrilera  construida  des- 
de las  Bodegas  de  Bodegas  hasta  la  Cifuentes. 

El  ferrocarril  del  Norte,  proyecto  que  tuvo  una 
gran  resonancia  y  en  cuyos  preparativos,  estudios, 
exploraciones  y  aun  colonias  agrícolas,  se  empleó 
inútilmente  una  suma  considerable   (quizás  más  de 


14  Ruta  de  Cavare 

%  500,000),  fue  una  idea  grandiosa  y  patriótica,  pero 
desgraciada. 

Se  creía  suficiente,  llevar  los  carriles  hasta  un  puer- 
to del  río  Carare,  diez  leguas  distante  del  Magdalena; 
pero  un  estudio  más  detenido  de  aquel  río,  dio  á  co- 
nocer que  era  inadaptable  á  la  navegación  de  los  va- 
pores de  este  otro,  y  delante  de  la  necesidad  de  pro- 
longar los  trabajos  por  diez  leguas  más,  de  selvas 
vírgenes  y  de  vegas  expuestas  á  inundaciones,  se  de- 
sistió de  la  idea.  El  costo  de  la  obra  era,  por  otra 
parte,  fuera  de  proporción  con  el  tráfico  que  prometía 
y  con  los  recursos  y  crédito  del  país;  el  cual  no  hu- 
biera podido  soportar  el  gravamen  de  millón  y  medio 
de  pesos  anuales  exigidos  como  garantía  de  intereses 
y  fondo  de  amortización  sobre  el  capital  invertido. 

De  tantas  ilusiones  desvanecidas  como  hemos  con- 
tado en  el  curso  de  nuestra  breve  y  azarosa  historia 
nacional,  no  ha  sido  ésta  una  de  las  menos  doloro- 
sas. . . .  Fue  un  error  de  juventud,  del  que  todos,  in- 
clusive el  que  escribe  estas  líneas,  somos  responsables. 

Pensóse,  en  vista  de  esa  imposibilidad,  en  llevar  la 
vía  férrea  más  lejos  aún,  á  la  orilla  del  lago  de  Patu- 
ria,  que  comunica  con  el  Magdalena  por  un  caño,  no 
siempre  transitable,  ó  hasta  la  desembocadura  del  Le- 
brija;  pero  esta  labor  de  más  de  cien  leguas,  veinte 
de  ellas  al  través  de  selvas  vírgenes  é  inexploradas, 
era  todavía  más  superior  á  nuestros  recursos.  Pronto 
fue  abandonada. 

La  de  Girardot  ha  sido  menos  desgraciada.  El 
curso  de  las  aguas  de  la  altiplanicie  quo  corren  al 
Magdalena  por  el  valle  del  río  Bogotá,  indica  desde 


Trabajos  en  la  de  Qirardot  15 

un  principio  que  ese  es  el  verdadero  camino  de  esta 
ciudad  hacia  esa  arteria  comercial.  Y  en  efecto,  esa 
es  la  vía  por  donde  la  línea  de  ascenso  puede  desarro- 
llarse en  busca  de  pendientes  más  suaves,  que  tal  vez 
no  excederán  de  125  pies  por  milla,  ó  sea  2^  por  100; 
por  entre  faldas  más  tendidas  y  sólidas;  al  través  de 
terrenos  de  primera  calidad;  por  en  medio  de  indus- 
trias en  prosperidad,  como  las  de  la  cana  de  azúcar, 
los  cereales  y  el  café,  que  pueden  dar,  tanto  al  tráfico 
exterior  como  al  comercio  local,  un  alimento  abun- 
dante; en  toda  su  extensión,  salvo  dos  localidades 
muy  reducidas,  por  climas  sanos,  y  con  prospecto  de 
extenderse  hacia  Ibagué,  hacia  iSTeiva.y  hacia  Honda; 
hacia  la  región  minera  del  Saldafia  y  hacia  la  de  la 
cordillera  que  separa  á  Honda  de  Manizales  y  Sonsón, 
en  donde  se  trabajan  en  la  actualidad  con  buen  suceso 
algunas  minas  antiguas  y  otras  recién  descubiertas. 

Las  ventajas  de  esta  vía  han  sido  tan  apreciadas, 
que  apenas  propuesta  la  empresa  al  público  en  1875, 
en  menos  de  dos  meses  se  reunió  una  suscripción  na- • 
cional  de  $  750,000,  y  hubiera  podido  en  breve  subir 
al  doble  sin  las  primeras  perturbaciones  del  orden  pú- 
blico ocurridas  en  ese  año;  perturbaciones  que,  con- 
tinuando en  1876,  1877,  1879  y  1885,  destruyeron  la 
posibilidad  de  acometer  la  obra  con  el  carácter  de 
empresa  particular  colombiana. 

El  Gobierno  Nacional,  sin  embargo,  la  tomó  á  su 
cargo  en  1881,  y  con  sus  propios  recursos  ejecutó  la 
quinta  parte  de  ella  desde  Girardot  hasta  Portillo  (64- 
leguas)  en  los  tres  años  que  siguieron  hasta  1884.  En 
1886  resolvió  continuarla  hasta  Juntas  de  Apulo  para 


16  Ventajas  de  ella 

completar  la  cuarta  parte,  y,  según  parece,  ese  propó- 
sito será  realizado  dentro  de  tres  á  cuatro  meses,  con 
lo  cual,  la  parte  abierta  al  servicio  público,  tendrá 
poco  más  de  ocho  leguas  de  longitud.  (1)  Faltarían  en- 
tonces tan  sólo  doce  leguas  para  hacerla  llegar  á  Bo- 
gotá, pues  el  ferrocarril  de  la  Sabana,  avanzado  ya, 
será  concluido  en  1889.  El  gasto  impendido  no  llega 
quizás  á  $  1.200,000  en  toda  la  parte  construida  entre 
Girardot  y  las  Juntas,  ni,  probablemente,  alcanza  á 
$  1.000,000  lo  que  cuesta  la  sección  de  la  Sabana. 

Esta  línea,  en  relación  con  los  vapores  del  alto 
Magdalena,  podría  transportar  pasajeros  de  Bogotá 
á  Honda  ó  hasta  Yeguas,  en  un  día,  por  un  precio  de 
$  8  á  $  10;  y  mercancías  á  razón  de  $  3  ó  $  4  carga 
de  140  kilogramos,  con  una  economía  de  más  de  60 
por  100  para  los  pasajeros  y  de  50  á  60  por  100  en  las 
mercancías.  Esto,  durante  los  cinco  primeros  años, 
mientras  cobra  vigor  el  tráfico,  que  aumentando  éste, 
los  precios  pudieran  reducirse  mucho  más.  La  econo- 
mía de  tiempo  sería  incalculable,  pues  hoy  emplean 
tres  ó  cuatro  días  los  pasajeros  y  de  diez  á  quince  las 
mercancías.  En  punto  á  comodidad  y  seguridad,  no 
habría  término  de  comparación. 

El  servicio  de  este  ferrocarril  no  debería  estimarse 
por  la  facilidad  que  diese  al  comercio  entre  la  alti- 
planicie de  Bogotá  y  el  extranjero:  importante  como 
es  esa  rama  de  trabajo  nacional,  considerada  en  rela- 
ción con  el  espacio  que  ocupa  en  la  industria  de  aca- 
rreo, todavía  es  de  poca  consideración. 

(1)  Al  entrar  en  prensa  estas  Notas  están  construidas  casi 
nueve  leguas.  El  ferrocarril  de  la  Sabana  también  llega  á  Bo- 
gotá en  estos  momentos. 


Tráfico  'por  Qirardot  17 

El  movimiento  del  comercio  exterior  de  Bogotá  y 
su  comarca  no  llega  todavía  á  50,000  cargas  anuales, 
la  mitad  de  las  cuales  consiste  en  efectos  extranjeros 
y  la  otra  difícilmente  se  completa  entre  cueros,  café 
y  algún  resto  de  quinas  para  la  exportación.  Entre 
tanto,  el  tráfico  interior  general  y  local, — es  decir, 
entre  los  dos  extremos  el  uno,  y  entre  los  puntos  in- 
termedios el  otro, — no  bajaría,  en  solo  la  línea  de  Gi- 
rardot,  de  un  millón  de  cargas  por  año,  cinco  afios 
después  de  abierta  al  tráfico  la  totalidad  de  ella.  Los 
valles  del  Bogotá  y  del  Apulo,  y  las  tendidas  faldas  de 
las  cordilleras  que  caen  sobre  ellos,  son  terrenos  ex- 
cepcionales por  su  fertilidad,  así  como  por  la  varie- 
dad de  productos  que  pueden  rendir  á  los  sudores  hu- 
manos. Cereales,  dulces,  frutas,  forrajes,  maderas,  raí- 
ces alimenticias;  artículos  que  las  altiplanicies  frías 
necesitan  y  que  los  valles  del  Tolima  pudieran  tam- 
bién consumir  en  grande  escala,  para  alimentar  á  los 
trabajadores  de  sus  minas,  darían  centenares  de  miles 
de  cargas  al  ferrocarril;  como  también  grandes  retor- 
nos de  papas,  trigos,  sal  y  manufacturas  nacionales 
de  las  tierras  frías,  y  cacao,  arroz,  tabaco,  azúcar, 
maderas  de  ebanistería,  asfalto,  ganados  y  cerdos  gor- 
dos de  los  valles  ardientes  del  alto  Magdalena. 

Tiempo  es  yá  de  prescindir  de  esa  preocupación 
funesta  que  ha  imperado  en  nuestro  espíritu,  de  que 
sólo  merecen  protección  decidida  las  vías  del  comer- 
cio exterior,  juzgándose  que  sólo  éste  puede  suminis- 
trar grandes  y  valiosas  masas  al  tráfico  de  los  ferro- 
carriles. El  humilde  producto  del  carbón  mineral 
suministra  180  millones  de  toneladas  á  los  de  la  Gran 

2 


18  La   Redención 

Bretaña;  y  entre  nosotros,  el  maíz  y  la  miel  de  los 
valles  de  Bogotá  y  del  Apulo  darían,  concluido  el  fe- 
rrocarril, 500,000  cargas  anuales,  á  lo  menos,  al  fe- 
rrocarril de  Girardot:  diez  veces  más  que  todo  el 
comercio  exterior  actual  del  Departamento  de  Cundi- 
namarca.  El  acarreo  de  papas,  en  la  Sabana  de  Bogotá, 
representa  un  movimiento  anual  de  más  de  600,000 
cargas,  (1)  doce  veces  mayor  que  el  del  comercio  ex- 
tranjero. 

Oh!  si  algún  día  viésemos  terminada  una  vía  fé- 
rrea desde  esta  ciudad  al  río  Magdalena,  y  duplicada 
con  ello  la  esperanza  del  trabajo  en  ios  humildes  ho- 
gares del  pobre,  y  abiertas,  con  la  mayor  abundancia 
de  sus  bienes,  las  fuentes  de  la  benevolencia  en  el 
alma  del  rico,  y  emancipados  los  habitantes  de  estas 
cumbres  heladas  de  la  esclavitud  de  las  cosas,  de  la 
imposibilidad  de  moverse, — ensanchados  los  horizon- 
tes de  la  vida,  y  abierta  la  mente  á  la  contemplación 
de  otras  ideas  y  de  otros  mundos: — sí,  los  que  yá  ba- 
jamos la  cuesta,  dejando  atrás  la  luz,  rodeados  de 
nieblas  cada  día  más  espesas,  divisando  yá  los  techos 
que  nos  habrán  de  dar  el  último  descanso,  podríamos 
decir  que  á  lo  menos  habíamos  rendido  una  jornada 
en  el  camino  eterno  de  la  humanidad. 


(1)  Calculo  un  consumo  anual  de  una  carga  por  año  y  por 
cabeza  de  población,  sobre  400,000  consumidores  de  este  ar- 
tículo, y  agrego  una  tercera  parte  por  lo  que  se  destina  á  las 
nuevas  plantaciones  y  la  que  se  lleva  á  las  tierras  calientes. 


CAPITULO   III 

VÍAS      AL     MAGDALEÍn'A 

(Continuación) 

Estado  del  camino  de  la  Sabana  antes  de  la  construcción  del 
carretero. — Camino  de  terciopelo. — Su  influencia  en  la  agri- 
cultura y  el  comercio  de  la  sabana  de  Bogotá. — Prolonga- 
ción hacia  el  descenso  de  la  cordillera. — Detenida  por  la 
irrupción  de  las  ideas  relativas  á  la  construcción  de  ferroca- 
rriles. 

Vuelvo  al  camino  de  Honda,  en  el  cual,  había  di- 
clio  arriba  que  ahora  cincuenta  aüos  no  existían  ca- 
rros ni  coches;  pero  rectificaré  esa  aserción.  Había 
un  coche,  uno  solo;  tirado  por  dos  robustas  muías,  en 
que  el  seQor  Joaquín  Gómez  Hoyos  disfrutaba  sin  ley 
ni  concesión  especial  del  privilegio  exclusivo  de  viajar 
hasta  su  hacienda  del  Diamante,  á  tres  leguas  de  ésta 
ciudad.  Según  las  crónicas,  ese  era  el  mismo  vehículo 
en  que  el  Virrey- Arzobispo,  el  señor  Góngora,  hacía 
sus  paseos  dominicales  á  una  quinta. de  la  vecindad  de 
esta  ciudad,  nombrada  así  por  el  título  eclesiástico  de 
su  propietario;  coche  que  por  tradición  hereditaria  lle- 
gó no  sé  hasta  cuál  de  sus  sucesores,  de  cuyos  espo- 
lies pasó  sin  duda  á  ser  propiedad  de  aquel  tranquilo 
y  respetable  hacendado.  Si  no  estoy  engañado  en  mis 
recuerdos,  de  manos  de  éste  pasó  á  las  del  General 


20  La  Sabana 

Mosquera,  en  su  primer  período  presidencial,  y  hasta 
hace  pocos  años  se  conservaba  en  poder  del  señor  Nar- 
ciso Garay.  Quizás  existe  aún,  confundido  yá  en  el 
rol  democrático  de  unos  yehículos  corcoveadores  que 
hacen  la  carrera  de  Zipaquirá.  Dejo  la  investigación 
de  esta  duda  arqueológica  á  otros  rebuscadores  de  ar- 
chivos, más  pacientes  que  yo. 

Y  el  asunto  la  merece,  porque  la  descendencia  de 
ese  primer  vehículo  de  ruedas  en  el  camino  de  la  Sa- 
bana, monta  yá  á  más  de  2,000  carros  de  bueyes,  50  á 
60  coches  de  alquiler,  otros  tantos  ó  algo  más  de  pro- 
piedad particular,  20  ó  25  ómnibus,  3  locomotoras,  3 
ó  4  coches  de  pasajeros  y  otros  tantos  carros  de  flete 
en  ferrocarril,  en  cosa  de  cincuenta  leguas  de  cami- 
nos carreteros  que  contamos  en  el  interior  de  la  alti- 
planicie. Son  conducidos  los  primeros  por  algunos 
centenares  de  verdugos  desalmados,  contra  quienes 
las  llagas  y  tormentos  de  los  sufridos  bueyes  peilirán 
justicia  al  Dios  de  los  ejércitos;  pero  los  ómnibus  y 
coches  lo  son  por  postillones,  en  lo  general  atentos 
é  inteligentes.  Inteligentes,  sí,  porque,  alo  menos  el 
día  de  mi  salida  se  requería,  para  buscar  paso  en  el 
camellón  á  cuatro  ruedas,  en  medio  de  tactos  hoyos, 
fangales  y  sartenejos,  tanto  talento  como  para  fallar 
en  la  cuestión  del  superávit  de  nuestro  tesoro  ó  para 
decidir  cuál  forma  de  gobierno,  el  centralismo  ó  la 
federación,  es  responsable  entre  nosotros  de  la  aper- 
tura de  la  Caja  de  Pandora.  Sin  haber  pasado  el  Quin- 
dío,  al  bajar  del  coche  en  los  Manzanos,  me  toqué 
*^para  ver  si  tenía  los  huesos  completos  y  en  su  lugar," 
como  dice  Juan  de  D.  Restrepo,  y  sentí  un  gran  bien- 


Pésimo  camino  en  ella  21 

estar,  como  el  que  sale  sano  y  vencedor  de  una  bata- 
lla. Ese  mal  estado  del  camino  era  fácilmente  reme- 
diable con  algunas  carretadas  de  cascajo;  era  uno  de 
los  últimos  ecos  de  la  guerra  civil  de  1885,  que  pa- 
ralizó por  dos  años  la  reparación  de  todos  los  caminos 
del  país;  pero  el  esqueleto,  alo  menos,  del  Mac-Adams 
construido  en  1850  á  1852,  durante  la  administración 
del  señor  General  López  y  bajo  la  perseverante  ini- 
ciativa y  tenacidad  de  propósitos  del  señor  Victoriano 
Paredes,  existía  ahí  como  un  monumento  histórico 
que  merece  mención  especial. 

Conozco  la  mayor  parte  de  los  malos  caminos  de  la 
República.  He  pasado  el  páramo  de  Moras,  el  Quin- 
dío,  el  Alto  del  Oso  y  las  faldas  de  Chinchiná  hasta 
Manizales;  los  callejones  de  Ocafia;  las  vueltas  del 
Xuchal  ahora  veinticinco  años,  en  el  camino  de  Hon- 
da; la  cuesta  de  la  Reventona,  cerca  de  Canoas,  en 
Antioquia;  el  Alto  del  Fical  y  las  Vueltas  del  Infier- 
no en  el  antiguo  camino  de  Pamplona  á  Cúcuta;  el 
de  Cruces  y  Gorgona  á  Panamá  en  invierno,  antes 
de  la  construcción  del  ferrocarril;  pero  puedo  decir 
que  nada  era  comparable  al  de  la  Sabana  en  invierno. 
Poco  más  de  veinte  años  contaba  una  ocasión  en  que 
regresaba  de  Anapoima:  venía  convidado  á  un  baile; 
traía  resolución  de  llegar  á  Bogotá  esa  noche,  aunque 
fuese  en  medio  caballo,  como  contaba  haberlo  hecho 
una  vez  el  simpático  Coronel  Diego  Rivas,  á  quien  un 
rayo  le  había  arrebatado  el  otro  medio;  cansé  dos  bes- 
tias desde  Balsillas  á  Fontibón,  y  á  las  nueve  de  la 
noche  tuve  que  aceptar  la  posada  que  con  grande 
instancia  me  ofrecieron  en  una  casa  de  la  orilla  del 
camino.  Tal  era  el  llamado  camellón  de  la  Sabana. 


Reparaciones  hechas  en  él 

Creo  recordar  que  los  señores  Doctor  Rufino  Cuer- 
vo, Luis  Silvestre  y  Alfonso  Acevedo,  con  grandes 
esfuerzos  y  escasísimos  medios  de  los  anémicos  gobier- 
nos municipales  de  esos  tiempos,  habían  logrado  me- 
jorar bastante  la  vía  hasta  Puentegrande;  pero  la 
guerra  civil  de  1840  á  1843  y  algunos  crudos  invier- 
nos en  sucesión  habían  tornado  á  destruirlo.  El  señor 
Paredes  resolvió  construir  é  hizo  en  efecto  que  fuese 
construido  el  primer  camino  á  la  Mac-Adaius  que  se 
había  visto  en  el  país.  Tenía  ocho  leguas  de  largo, 
ocho  varas  de  ancho  entre  sardineles,  fuera  de  las 
zonas  laterales,  cimientos  de  piedras  grandes  á  sesen- 
ta centímetros  de  profundidad,  y  lo  cubría  una  capa 
de  cascajo  fuertemente  comprimido  de  doce  á  diez  y 
ocho  pulgadas  de  espesor.  Era  un  camino  superior 
en  toda  la  extensión  de  la  palabra,  detrás  del  cual 
trajeron  el  General  José  María  Gaitán,  dos  ó  tres 
ómnibus  ordinarios,  y  en  seguida  el  señor  Guillermo 
París  otros  cuatro  magníficos,  construidos  por  la  Casa 
de  Joh7i  Siephe7ison,  de  Nueva- York,  ómnibus  que 
aún  existen.  El  mismo  señor  París  construyó  en  se- 
guida el  hotel  de  Los  Manzanos,  que  en  esos  días, — 
1854  y  1855 — era  lo  mejor  que,  en  su  género,  se  había 
visto  en  el  país.  Facatativá,  que  hasta  entonces  era  un 
poblachón  de  casas  pajizas  de  bahareque,  surgió  de 
entre  el  polvo  y  el  fango  á  la  categoría  que  le  conoce- 
mos hoy;  y  Serrezuela,  humilde  caserío  que  se  pasaba 
inadvertido,  alzó  casas  de  teja  y  adobe,  construyó 
un  puente  de  los  Micos  para  dar  fácil  acceso  á  su 
plaza,  y  poco  después,  en  recuerdo  de  un  distinguido 
patriota  y  estadista  que   pasó  allí  sus  últimos  días,  el 


Camino  de  terciopelo  23 

señor  Fernández  Madrid,   tomó  el  nombre  pomposo 
de  la  capital  de  los  reinos  de  España. 

Los  carros  aparecieron  en  gran  número  y  los  fletes 
de  Facatativá  á  Bogotá,  que  para  un  pasajero  costa- 
ban hasta  8  4,  y  de  $  2  á  $3  por  carga  de  mercancías, 
en  algunas  épocas,  bajaron  hasta  á  0-30  por  carga 
y  $  1  por  pasajero,  desde  Los  Manzanos.  Entre  tanto, 
el  valor  de  las  tierras  duplicó  en  menos  de  cinco  años. 
De  $  60  á  $  100  que  era  el  común,  y  en  ocasiones  me- 
nos, subieron  á  $200  y  $300  por  fanegada,  y  los 
arrendamientos,  que  quizás  no  alcanzaban  á  $  4,  so 
han  pagado  en  los  últimos  años  hasta  á  $  12  y  aun 
%  16  por  fanegada,  por  año.  El  precio  de  los  víveres, 
envilecido  en  los  días  de  abundancia  por  la  falta  de 
salidas, — de  suerte  que  valía  de  $0-80  á  $  1  la  carga 
de  papas,  y  de  $0-60  á  $  0-80  la  arroba  de  carne, — su- 
bió al  cuadruplo;  en*  parte  porque — á  mi  modo  de 
ver, — á  consecuencia  del  gran  número  de  obreros  em- 
pleados en  la  construcción  del  camino,  los  salarios  su- 
bieron de  $  0-05  ó  $  0-10  centavos  diarios  á  $  0-25.  Me 
regocija  este  recuerdo.  Pues  vale  más  en  mi  sentir  un 
plato  de  ajiaco  aumentado  á  la  miserable  pitanza  del 
jornalero,  que  los  suntuosos  banquetes  del  Gran  Res- 
taurante ó  de  la  Fonda  de  París. 

Costó  ese  camino,  á  $  25,000  la  legua  $  200,000, 
gastados  en  aquellos  días  en  que  el  Presupuesto  de  Ren- 
tas no  alcanzaba  á  $  1.500,000:  tachóseie  de  lujo  exce- 
sivo, y  llamóse  áese  ruin  Mac-Adams,  camino  de  tercio- 
pelo, porque  cada  metro  longitudinal  de  él  costaba  lo 
mismo  que  la  tela  de  seda  de  ese  nombre.  Hoy  á  lo 
menos  no  causa  escándalo  pagar  á  óctuplo  precio,  á 
$  40  el  metro,  el  de  la  angosta  paralela  de  nuestros  in- 


24  Empresarina  constructores 

cipientes  ferrocarriles.  Unu  familia  Je  honroso  recuer- 
do en  los  anales  de  nuestra  industria,  la  de  los  señores 
Lutorres,  y  entre  ellos  un  hombre  activo  y  emprende- 
dor como  pocos  he  conocido,  el  General  Evaristo  de  la 
Torre,  dejaron  escrito  su  nombre  en  esa  etapa  de  pro- 
greso al  lado  de  los  de  López  y  Paredes.  Esos  mismos^ 
señores  Latorres  escribieron  luego  otra  página  de  su 
vida  en  la  fundación  de  grandes  haciendas  en  las  tie- 
rras calientes.  El  trapiche  de  San  Pedro,  los  grandes 
pastales  de  guinea  y  de  para  del  Peñón,  Acuatá,  An- 
dorra, Casasviejas  y  Guataquisito,  en  que  hoy  engor- 
dan 9  á  10,000  novillos  anualmentej  dan  testimonio 
de  su  poderosa  laboriosidad;  y  sin  embargo,  con  sólo 
dos  excepciones,  los  demás  murieron  pobres,  ó  poco 
menos;  pero  han  dejado  una  posteridad  sucesora  de 
ese  alto  empuje.  ¡Pueda  ser  para  ella  más  propicíala 
fortuna! 

El  camino  de  la  Sabana  no  se  detuvo  en  los  Man- 
zanos. Diez  y  seis  años  después  se  prosiguió  la  obra, 
no  yá  en  la  fácil  llanura,  sino  trasmontando  la  cordi- 
llera que  la  limita  al  Occidente.  En  1870  y  1871  con- 
tinuó el  trabajo  desde  ese  límite  hasta  Agualarga, 
en  una  extensión  de  dos  leguas  más,  que  se  dice 
costaron  á  $50,000  cada  una.  Es  un  camino  exce- 
lente, ancho,  sólido,  con  buenos  desagües,  en  que  la 
monotomía  del  paisaje  de  la  Sabana  es  agradablemen- 
te interrumpida  con  la  pintoresca  variedad  de  las  fal- 
das y  gargantas  de  los  cerros,  animados  en  su  expre- 
sión con  el  movimiento  de  los  brazos  y  la  ondulación 
de  las  copas  de  grandes  árboles,  los  genios  habitado- 
res del  bosque.  ¿Por  qué  no  fue  continuado? — No  me 
lo  he  podido  explicar.  La  Junta  del  camino  de  Occi- 


P?'olong ación  en  la  Cordillera  25 

(lente  disponía  de  $  180,000  anuales  de  peajes;  la 
conservación  del  de  la  Sabana  no  costaba  más  de 
$  16  á  $  20,000;  en  la  del  camino  de  herradura  hasta 
Honda  no  se  invertían  más  de  $  25  á  $  30,000:  hu- 
biera podido  destinarse  $  50  á  $  00,000  anuales  á  pro- 
longar el  camino  carretero  hasta  las  orillas  del  Rio- 
negro,  cerca  de  Villeta:  ¿por  qué  no  se  hizo  así? 
Probablemente  influencias  lugareñas  en  la  Asamblea 
del  Estado,  conexionadas  con  intereses  eleccionarios 
de  la  política,  distrajeron  esos  fondos  para  dar  camino 
cómodo  á  las  haciendas  de  algunos  gamonales. 

Me  limitaré  á  consignar  que  en  la  ejecución  de 
esas  dos  legua-s,  primera  y  última  tentativa  de  intro- 
ducir las  vías  carreteras  al  través  de  nuestras  monta- 
íias,  figuraron  como  ingenieros  los  seüores  Nepomu- 
ceno  González  Vásquez  y  Nepomuceno  Santamaría 
(ignoro  si  hubo  otros),  y  que  los  miembros  de  la  Junta 
especial  para  la  prolongación  de  la  carretera  eran  los 
señores  Mariano  Tanco,  Ruperto  Restrepo,  José  Oa- 
macho  Roldan,  Manuel  Samper  y  Máximo  Lorenzana. 


Desde  1872  se  acentuó  la  idea  de  construir  sólo 
ferrocarriles  por  todas  partes,  y  hablar  de  caminos  ca- 
rreteros ó  de  montaña  era  mirado  como  una  herejía. 
En  vano  se  predicaba  que  la  naturaleza  montañosa 
de  nuestro  suelo  y  la  diseminación  de  sus  habitantes 
sobre  un  vasto  territorio  eran  circunstancias  que  ha- 
rían excesivamente  costosas,  por  una  parte,  y  en  extre- 
mo improductivas,  por  otra,  las  vías  férreas;  que  en 
el  interior  del  país  sólo  había  capitales  muy  limitados 
que  pudieran  emplearse  en  ellas,  y  en  el  Extranjero 


26  La  fiebre  ferroaarrílei'a 

faltaba  confianza  en  nuestra  estabilidad  para  que  se  les  . 
trajese  á  colocar  en  esas  empresas;  que  las  rentas  de 
nuestro  Tesoro  eran  insuficientes  para  conceder  sub- 
sidios ó  pagar  garantías  de  interés  sobre  esos  capita- 
les; que  habría  injusticia  en  invertir  en  una  sola  obra — 
llamada  á  beneficiar  apenas  una  parte  insignificante  de 
la  población  del  país — el  producto  de  contribuciones 
exigidas  á  contribuyentes  de  todos  los  ángulos  de  la 
.República;  que  los  ferrocarriles  solos,  al  través  de  lí- 
neas matemáticas,  serían  estériles  si  no  hubiese  otros 
caminos  laterales  que  les  trajesen  el  contingente  del 
tráfico  de  las  regiones  adyacentes;  que  un  mal  éxito 
en  esas  empresas  no  sólo  comprometería  el  crédito  del 
Gobierno  y  trastornaría  el  equilibrio  entre  las  rentas 
y  los  gastos  nacionales,  sino  que  desorganizaría  el  fun- 
cionamiento del  Gobierno  y  pondría  en  peligro  la  paz 
pública;  que,  en  fin,  para  fincarla  esperanza  de  rege- 
neración de  nuestras  condiciones  industriales  en  el 
Gobierno  Federal,  se  exigía  proveer  á  éste  de  más  fa- 
cultades, rentas  é  influencia;  en  una  palabra,  romper 
el  equilibrio  entre  el  poder  de  las  secciones  y  el  del 
Gobierno  Federal,  hasta  volver  por  la  pendiente  in- 
flexible de  la  lógica  al  centralismo.  Todo  fue  en  vano; 
prevaleció  el  furor  de  los  ferrocarriles,  ocho  de  los 
cuales  fueron  acometidos,  ya  por  la  Nación,  ya  en 
unión  de  ésta  con  los  Estados,  ora  por  empresas  par- 
ticulares, pero  con  auxilio  oficial.  Los  de  Antioquia, 
el  Cauca,  La  Dorada,  Occidente  (Bro^vn),  Girardot, 
Soto,  Puerto  Villamizar  y  Santamarta. 

Milagroso  parece:  únicamente  cuatro  de  ellos  han 
naufragado.  El  de  Cúcuta  á  Puerto  Villamizar  (11 
leguas)  fue  concluido  en  toda  su  extensión;  el  de  Ls^ 


empresas   acometidas  27 

Dorada  llegó  á  la  mitad  de  lo  proyectado,  y  no  ha  po- 
dido continuarse,  pero  presta  servicios  muy  importan- 
tes al  comercio;  el  de  Santamarta,  que  se  proponía 
llegar  hasta  el  Banco,  á  cincuenta  ó  sesenta  leguas 
de  distancia,  llegó  á  la  Ciénaga  (5  leguas),  y  no  es 
probable  que  pase  de  allí;  los  del  Cauca  y  Aiitioquia 
pasaron  de  manos  del  contratista,  señor  Cisneros,  á 
las  de  los  Gobiernos  de  los  antiguos  Estados,  están  en 
deterioro  visible  y  corren. peligro  de  perderse  los  cua- 
tro millones  de  pesos  en  ellos  invertidos;  los  de  Occi- 
dente y  Soto  están  invadidos  por  la  maleza,  y  sus  ca- 
mellones desbaratados  por  las  lluvias.  El  de  Girardot 
está  en  crisis,  pues  el  Gobierno  carece  de  medios  para 
continuarlo,  y  vacila  en  conceder  á  la  Compañía  ex- 
tranjera que  quisiera  tomarlo  á  su  cargo  la  garantía, 
no  de  intereses  ni  de  valores  de  ningún  género,  sino 
de  no  ser  embarazada  luego  por  empresas  rivales  sub- 
vencionadas por  la  Nación  (la  de  Cambao,  por  ejem- 
plo); exigencia  que,  á  mi  ver,  no  podrá  tacharse  de 
suma  injusticia. 

Milagroso  parece,  empezaba  en  el  anterior  párra- 
fo, queriendo  decir  que  en  esos  últimos  doce  años  hu- 
biera podido  el  Tesoro  público  hacer  frente  al  desem- 
bolso de  seis  ó  siete  millones  en  la  ejecución  de,  ó  en 
la  subvención  á  estas  empresas;  desembolso  hecho  en 
un  tiempo  de  semi-anarquía,  revoluciones,  escaseces 
y  circunstancias  adversas  de  todo  género.  No  obstan- 
te ellas,  sin  embargo,  cuarenta  y  siete  leguas  de  vías 
férreas  fueron  construidas,  sin  contar  las  cuatro  que 
yá  están  en  servicio  desde  Facatativá  hasta  Treses- 
quinas,  en  la  Sabana  de  Bogotá,  que  no  -tardarán  un 
año  en  ser  ocho,  hasta  esta  ciudad. 


CAPITULO  IV 


DE      AGUALAE  GA      A     HOlíDA 


El  camino  de  montaña  actual  desde  Agualarga  hasta  Honda, — 
Los  cafetales  de  Chimbe. --La  trocha  de  Guayacundo.— Vi- 
lleta. — El  alto  del  Obispo. — La  cuesta  de  Petaquero. — Las 
Tibayes.— Guaduas. — Tusculum. — El  Consuelo. — La  llega- 
da al  río  Magdalena. 


Desde  Agualarga  liasta  Honda  pocos  son  los  cam- 
bios que  puedan  registrarse  en  el  curso  de  los  cincuen- 
ta últimos  afíos,  tanto  en  el  camino  mismo  como  en 
las  tierras  que  lo  avecindan. 

En  Agualarga,  término  de  la  carretera,  se  han  fun- 
dado una  tenería  y  una  fábrica  de  calzado  que  dirigen 
sus  dueños,  los  señores  Hermógenes  y  Sixto  Duran,  y 
administraban  los  señores  Carlos  y  Alejandro  Ucrós. 
En  ella  se  curten  cueros  de  diversos  animales,  desde  el 
becerro  común  hasta  la  cabritilla  y  el  charol,  y  se  fa- 
brica calzado  fino  y  ordinario  á  precios  comparativa- 
mente económicos.  Aún  no  se  sabe  si  el  éxito  final  de 
esos  laboriosísimos  y  estimables  trabajos  será  feliz  ó 
desgraciado. 

Al  lado  de  la  tenería  se  ha  fundado  un  hotel,  re- 
gularmente.servido,  á  lo  menos  con   aseo  y  buena  vo- 


Descripción  general  29 

Imitad.  Una  legua  más  abajo,  en  Chimbe,  principian 
extensas  plantaciones  de  café,  iniciadas  ahora  quince 
años,  no  sabemos  á  punto  fijo  por  quién;  perones 
parece  que  el  señor  Tyrrel  Moore,  — ciudadano  inglés 
de  grandes  talentos  y  estudios,  que  yá  en  Antioquia 
había  prestado  notables  servicios  á  la  industria  mi- 
nera— y  el  señor  Francisco  Ospina,  fueron  los  pri- 
meros que  fundaron  cafetales  allí.  De  entonces  acá, 
al  rededor  de  diez  ó  doce  establecimientos  provistos 
de  maquinaria  adecuada  á  las  diversas  operaciones  de 
descerezar,  secar,  trillar,  limpiar  y  escoger  los  granos, 
se  han  fundado  huertas  y  estancias  de  cultivadores 
en  pequeño,  que  venden  el  café  en  cereza  á  los  dueños 
de  máquinas.  Entre  unos  y  otros  llega  á  tres  mil  car- 
gas, de  á  tres  quintales  cada  una,  el  café  que  se  envía 
á  los  mercados  europeos;  pero  se  espera  que  no  se  de- 
tendrán en  esos  guarismos  las  exportaciones  de  ese 
y  de  los  distritos  inmediatos,  en  donde  hay  tierras  y 
climas  á  propósito  para  el  cultivo  de  la  planta.  Es  de 
temer  si,  por  la  observación  de  los  precios  y  por  lo 
que  alcancé  á  oír  en  Europa  y  en  los  Estados  Unidos, 
que  á  esas  plantaciones  les  falta  el  empleo  de  abonos 
vegetales  y  animales,  de  que  en  el  Oriente,  en  Java 
sobre  todo,  se  hace  uso  considerable  y  se  los  lleva  pre- 
parados desde  Inglaterra  y  Holanda.  Por  el  estudio 
de  los  precios  se  viene  en  conocimiento  de  que  desde 
1880  se  ha  sentido  decadencia  en  ellos,  pues  de  130 
chelines  el  quintal  á  que  se  los  solía  vender  en  ese  año, 
han  bajado  á  80  y  aun  á  60.  En  cuanto  al  aprecio' 
que  se  hace  de  la  finura  de  su  aroma,  oí  expresar  el 
concepto  de  que  ha  disminuido. 


30  Los  cafetales  de  Sasaima 

Bella  es  la  naturaleza  salvaje  y  primitiva;  pero 
más  bello  es  aún  el  contraste  que  delante  de  ella  for- 
ma la  tierra  yá  cultivada  y  adecuada  á  las  necesida- 
des del  hombre.  Los  campos  de  Sasaima  presentan 
este  contraste,  vistos  desde  Chimbe;  sobre  todo  desde 
el  alto  de  Gaseas.  Lns  hileras  rectas  de  los  árboles  de 
café,  marcados  por  una  blanca  línea  de  azahares  de- 
bajo del  verde-oscuro  y  brillante  de  su  follaje;  el  tono 
menos  intenso  de  la  ancha  y  delgada  copa  de  los  Mu- 
ches  que  les  prestan  su  sombra;  el  verde-claro  del  plu- 
maje ondulante  de  los  guaduales;  el  rojo-pálido  del 
manto  de  flores  con  que  se  cubren  los  cámbulos;  y  el 
cerco  de  antiguos  y  vistosos  árboles  del  bosque  yá  dis- 
tante, forman  una  decoración  magnífica  á  las  cómo- 
das habitaciones  campestres,  que  de  trecho  en  tre- 
cho anuncian  la  presencia  del  hombre,  transforman- 
do lo  que  antes  fue  selva  espesa  en  campos  cultiva- 
dos, y  difundiendo  el  espíritu  del  trabajo  en  asocio 
íntimo  con  la  gran  naturaleza. 

Forma  esta  colonia  de  cultivadores  de  cafó, — una 
de  las  mejores  exhibiciones  de  la  industria  latente  en 
el  genio  de  nuestro  país, — un  grupo  de  familias  de 
origen  antioquefio  todas,  en  que  se  notan  las  cualida- 
des colonizadoras  de  su  raza.  Los  señores  Lorenzana  & 
Montoya,  Kestrepo  Sáenz,  Herrera  Eestrepo,  Mejía 
Montoya,  Martínez  Montoya,  Moore  Mejía,  Ospina 
Alvarez,  antioqueños  todos,  fueron  los  primeros  fun- 
dadores de  esas  haciendas.  No  sabemos  quiénes  otros 
se  hayan  agregado  luego  á  esa  comunidad  distingui- 
da; pero  los  nombres  de  éstos  merecen  conservarse 
como  el  núcleo  de  donde  se  propagará  una  fuente  de 
riqueza  importante  en  esa  sección  de  Oundina marca. 


Recuerdos  de  otros  tiempos^  31 

De  aquí  hasta  Vi  lleta,  si  se  exceptúan  las  pacien- 
tes y  sólidas  reparaciones,  que  para  suprimir  el  oceá- 
nico fangal  del  Salitre  y  de  las  Vueltas  de  Nuchal,  di- 
rigió el  señor  Nepomuceno  Santamaría,  nada  hay 
digno  de  mención  en  todo  el  camino;  pero  se  me  per- 
mitirá un  recuerdo  de  otros  días. 

Cuando,  en  Enero  de  1866,  se  fundó  la  primera 
Junta  del  camino  de  Occidente,  me  tocó  ir  á  recibir 
éste,  en  compañía  de  mis  amigos  los  señores  Miguel 
Samper  y  Máximo  Lorenzana,  miembros  de  aquélla. 
Hacía  un  invierno  erado,  y  el  camino  estaba  absolu- 
tamente intransitable.  Miguel  Samper  había  com- 
prado alpargatas  en  previsión  de  que  tendríamos  que 
desmontarnos  algunas  veces,  y  no  juzgando  bastante 
esa  precaución,  también  negoció  con  el  primer  peón 
de  á  pie  que  encontró  á  la  entrada  del  monte,  un 
nudoso  bastón  de  cañaguate,  con  fuerte  recatón  de 
hierro  en  su  extremo  inferior.  Con  esas  dos  maqui- 
narias se  juzgaba  capaz  de  salir  avante  en  todos  los 
malos  pasos;  pero,  al  llegar  á  las  casas  del  Salitre,  el 
fangal  era  tan  profundo  y  pegajoso,  que  no  se  podía 
avanzar  ni  retroceder,  ni  quedarse  quieto,  sin  peligro 
de  correr  la  misma  suerte  que  el  Sir  de  Eavenswood, 
en  el  célebre  romance  de  Walter  Scott. 

— ¿Qué  hacemos? — preguntó  lleno  de  angustia. 

— Ponte  las  alpargatas, — le  respondí. 

— Pero,  ¿en  dónde?  si  no  hay  cómo  desmontarse. 

— Entonces,  apóyese  en  el  recatón  del  mandador^ 
replicó  Máximo. 

— ]S"o,  hombres,— -dijo  Migue!,  con  compunción, — 
el  caso  no  es  para  chanzas. 


32  El  barretón  antioqueño 

— Bueno,  voy  á  ciarte  un  barretón  antioqueño  para 
componer  el  camino.  Y  sacando  una  botella  de  bran- 
dy del  cojinete,  llené  una  vasija  de  coco,  primorosa- 
mente labrada  en  el  Alto  de  Santa  Elena,  hasta  la 
cantidad  de  un  cuarto  de  litro,  y  se  la  ofrecí. 

E]  ilustre  economista  X  Y  Z,  jamás  había  pecado 
más  que  con  agua  de  moras,  ó  á  lo  sumo  con  guarapo 
dulce,  y  olvidando  que  en  los  grandes  conflictos  el 
Vttlor  ficticio  puede  suplir  el  valor  real,  á  la  vista  de 
ese  rubicán  formidable  se  estremeció. 

— ¿Todo  eso? — me  preguntó; — mira  que  el  brandy 
me  mata. 

— No  hay  remedio,  —insistí, — antes  me  parece  poca 
la  dosis. 

Agotó  en  silencio  la  copa  tan  fatal  á  los  perjuros, 
haciendo  algunos  pucheritos  semejantes  á  los  de  San- 
cho después  de  tomar  el  bálsamo  de  Fierabrás,  y  dan- 
do luego  un  gran  suspiro: 

— Y  decían  que  era  un  paseo  muy  agradable  el  que 
veníamos  á  dar,  exclamó. 

Seguimos  luego  su  ejemplo,  y  yo  no  sé:  el  hecho  es 
que  sin  saber  cómo  nos  encontramos  en  el  corredor 
de  la  casa  del  Salitre  sanos  y  confortados.  Allí,  el 
duefio  de  ella  nos  informó  que  conocía  la  Trocha  de 
Gruayacundo,  por  terrenos  de  su  propiedad,  en  una 
parte  por  donde,  con  unos  pocos  azadonazos,  podría 
sacarse  carretero  el  camino  hasta  Mave,  y  se  ofrecía 
á  sacarnos  por  ella. 

— Pues  vamos  á  Guayacundo, — dijimos  á  un  tiem- 
po.  Eche  usted  adelante. 

Nuestro  propietario  cabalgaba  en  un  potro  rosillo. 


El  Salto  de  Léucades  33 

á  cuyo  legítimo  dos  y  dos,  daba  él  el  calificativo  de 
magnífico  trochado:  abrió  con  elegancia  una  puerta 
de  golpe,  soltó  la  trocha  del  rosillo,  y  después  de  atra- 
vesar una  pequeña  meseta  cubierta  de  fina  grama,  le 
vimos  desaparecer  por  una  falda  de  45  grados  sobre 
una  greda  carretera,  con  la  velocidad  de  una  locomo- 
tora de  alta  presión:  en  la  falda  quedó  marcada  una 
sola  huella  de  la  doble  paralela  que,  estirando  los  bra- 
zos y  doblando  las  piernas  hasta  posar  las  ancas  en  el 
suelo,  había  formado  el  rosillo  en  una  extensión  de 
cuarenta  varas. 

Oí  en  ese  momento  una  voz  lamentable  que  detrás 
de  mí  decÍA: 

— Saalvaador! 

Era  el  mismo  X  Y  Z. 

— Saca  otra  vez  el  barretón,  me  dijo. 

Saquelo,  y  sintiendo  no  tener  una  oveja  negra  que 
sacrificar  á  los  dioses  infernales,  hicimos  en  silencio 
una  triple  libación,  después  de  la  cual  nos  arrojamos, 
menos  desesperados  que  Safo,  al  salto  de  Léucades. 
Gracias  á  la  inñuencia  del  valeroso  elíxir,  sobre  nues- 
tras muías,  salimos  con  vida,  visto  lo  cual  mi  amigo, 
en  quien  se  habían  despertado  conocimientos  raros  de 
ingeniería,  opinó  que,  á  la  verdad,  debíamos  cambiar 
por  allí  la  dirección  del  camino  de  Occidente. 

— Sí;  pero  entrando  por  el  cuello  de  la  botella, — 
modificó  Máximo. 

Algún  tiempo  después  bajaba  en  dirección  á  Vi- 
lleta,  con  el  mismo  ingeniero  que  tan  alta  idea  se 
había  formado  de  la  desviación  propuesta,  y  al  pasar 
por  Mave  alcanzamos á  ver,  en  uno  délos  cerros  hacia 

3 


34  Villeta 

la  derecha,  nn  gran  derrumbo,  hacia  el  cual  le  llamé 
atención. 

— Será, — me  dijo, — la  trocha  de  Guayacundo,  que 
se  ha  carreteado  hasta  Riodulce. 


Villeta  ha  progresado  poco  eu  el  medio  siglo  trans- 
currido desde  que  por  primera  vez  la  conocí:  quizás 
no  son  fértiles  los  terrenos  de  su  comarca;  el  comején 
ataca  las  maderas  de  las  habitaciones  y  destruye  las 
casas  á  vuelta  de  pocos  años,  sin  que  se  haya  podido 
encontrar  para  reponerlas,  como  en  Medellín,  ese 
famoso  comino  crespo  ú  otra  madera  inatacable  por 
los  insectos,  que  allí  ha  salvado  de  la  ruina  su  bello  y 
cómodo  caserío.  Con  excepción  de  los  trapiches  de 
Payando,  el  Bagazal  y  Cune,  en  los  que, — tal  vez  por 
falta  de  abonos,  ó  quizás  de  otras  plantas  industria- 
les que  permitan  introducir  rotación  de  cosechas, — 
la  caña  de  azúcar  lucha  con  el  agotamiento  del  suelo, 
acrecentado  con  el  gran  declive  de  las  lomas  en  que 
se  la  siembra,  no  hay  en  el  Distrito,  inmediatas  al  ca- 
mino á  lo  menos,  otras  haciendas  notables.  Como  lu- 
gar de  veraneo  para  los  habitantes  de  la  ciudad  y  de 
la  Sabana  de  Bogotá,  los  deliciosos  baños  del  río  de 
Villeta  y  los  del  Riodulce  en  el  Bagazal,  las  frutas  de 
tierra  caliente,  que  se  encuentran  allí  sazonadas  y 
frescas,  y  sobre  todo,  el  carácter  sencillo,  benévolo  y 
hospitalario  de  sus  pobladores,  deberían  atraer  un 
número  mayor  de  familias. 

En  el  hotel  del  señor  Gustavo  Scioville,  á  la  en- 
trada de  la  población,  encuentra  el  pasajero  cuartos 


El  Alto  del  Obispo  35 

confortables,  hamacas  yá  colgadas,  mesa  abundante  y 
aseada,  forraje  para  las  caballerías,  vinos  y  artículos 
de  rancho,  en  variedad,  y  un  servicio  satisfactorio:  en 
él  se  puede  pasar  muy  bien  una  noche,  y  aun  también 
una  ó  dos  semanas  de  tregua  á  las  destempladas  llo- 
viznas de  Junio  y  Julio  en  Bogotá. 

Las  cuatro  leguas  que  median  entre  Villetay  Gua- 
duas son  en  extremo  fatigosas,  divididas  entre  tres 
subidas  y  dos  bajadas.  La  primera  de  aquéllas  em- 
pieza en  las  calles  de  Villeta  y  termina  en  el  Alto  del 
Obispo,  nombre  que  se  debe  á  la  muerte  que  allí  en- 
contró el  Arzobispo  de  Caracas,  Doctor  Ramón  Igna- 
cio Méndez,  con  la  caída  de  la  muía  que  lo  conducía 
sobre  la  durísima  roca  que  asoma  á  la  superficie  del 
suelo,  en  1834.  Dura  le  fue  la  suerte  desde  los  co- 
mienzos de  su  vida  hasta  el  fin  de  ella. 

Fue  uno  de  los  sacerdotes  que  abrazaron  con  calor 
la  causa  de  la  Independencia  desde  1810,  y  por  ella 
sufrió  de  los  españoles  persecución  y  destierro;  fue  en 
seguida  miembro  del  Congreso  Constituyente  de  Cu- 
enta y  elevado  después  á  la  silla  arzobispal  de  Cara- 
cas. En  1824  concurrió  al  Congreso  de  Colombia,  y 
en  la  acalorada  discusión  de  la  ley  de  Patronato,  gran- 
demente enojado  con  las  opiniones  expresadas  por  el 
Doctor  Diego  Fernando  Gómez  en  sostenimiento  de 
la  regalía  del  Patronato  por  el  Gobierno  republicano, 
como  sucesor  en  los  derechos  de  la  Monarquía  espa- 
ñola, al  levantarse  la  sesión  dio  al  orador  liberal  una 
terrible  bofetada.  El  ofendido,  no  satisfecho  con  ex- 
presar el  concepto  deque  el  **  Prelado  de  la  Iglesia 
había  defendido  las  pretensiones  de  ésta,  no  con  la  elo- 


El  Petaquero 

cuencia  de  un  Crisóstomo,  sino  con  la  fuerza  muscular 
de  un  buey,"  pidió,  y  obtuvo  su  expulsión  del  Senado. 
Diez  años  más  tarde,  durante  la  Administración  del 
General  Páez,  habiéndose  negado  á  obedecer  la  ley 
de  Venezuela  que  abolía  el  fuero  eclesiástico,  fue  juz- 
gado y  sentenciado  á  destierro.  En  el  curso  de  su 
expatriación  vino  á  encontrar  tristemente  el  fin  de  su 
azarosa  carrera.  No  era  para  él  extranjera  esta  patria 
que  había  ayudado  á  fundar:  aquí  hubo  dolor  sincero 
para  su  desgracia:  pomposas  y  concurridísimas  exe- 
quias recibió  en  la  Catedral,  y  sus  restos  yacen  en  el 
Cementerio  público,  cercanos  á  los  del  señor  Arzo- 
bispo Herrán. 

Pasando  el  Alto  del  Obispo,  unas  cortas  laderas  al 
rededor  de  un  empinado  cerro,  y  una  meseta  en  la 
cual  se  atraviesa  tres  ó  cuatro  veces  la  quebrada  de 
Cune  ó  de  San  Pedro,  empieza  la  subida  del  Peta- 
quero,  nombre  ominoso  á  la  verdad.  En  la  subida  á 
veces  se  emplean  dos  horas  mortales,  si  el  detador  de 
la  bestia  no  ha  medido  bien,  como  ordinariamente 
sucede,  la  cantidad  de  muía  que  da  en  flete.  Sísifo 
empujando  su  peñón  legendario  á  la  cumbre  del  cerro, 
apenas  daría  una  pálida  idea  del  tormento  que  oca- 
siona empujar  á  una  muía  petacona  por  la  cuesta  de 
Petaquero  arriba.  Si  el  areonauta  mejicano,  señor, 
Guerrero,  quisiese  establecer  allí  una  línea  de  sus 
globos  para  verificar  el  ascenso  hasta  el  Alto  del  Trigo, 
seguro  estoy  de  que  no  le  faltaría  clientela. 

El  espíritu,  fatigado  con  esa  mortal  subida,  encuen- 
tra reposo  al  trasponer  la  cumbre  con  la  frescura  del 
clima,  que  no  pasará  de  18°  centígrados,  y  en  la  con- 


Las  Tibayes  37 

templación  del  valle  de  las  Tibayes,  que  se  presenta 
inmediatamente  á  la  vista.  Fórmalo  una  cuenca  de 
poco  más  de  una  legua  de  largo  y  dos  kilómetros  de 
ancho,  á  lo  más,  en  su  parte  superior,  con  unos  dos- 
cientos metros  de  profundidad,  á  cuyo  fondo  se  des- 
ciende por  una  tendida  y  amena  falda  salpicada  de 
pobres  habitaciones  campestres.  El  suelo  está  des- 
montado y  cubierto  de  verde  grama,  excepto  al  rede- 
dor de  los  hogares  en  donde,  en  una  pequeña  .-arbole- 
da, forman  contraste  el  verde-claro  de  los  sauces  con 
la  tinta  oscura  de  los  cajetos  y  los  aguacates.  Debajo 
de  ellos  sombrea  apacible  el  manso  buey,  socio  del 
hombre  en  sus  humildes  faenas,  ó  trisca  el  corderillo 
inocente,  y  en  sus  ramas  busca  abrigo,  exhalando  sus 
últimos  gorjeos,  una  nube  de  pajarillos  multicolores. 
A  la  caída  de  la  tarde  tiene  este  paisaje  una  belleza 
melancólica  indecible:  el  sol  se  oculta  majestuoso  de- 
trás de  los  grandes  robles  que  coronan  la  cumbre 
opuesta  del  Kaizal;  en  lo  alto  brilla  el  azul  del  firma- 
mento, cubierto  á  trechos  por  leves  nubecillas  de  oro  y 
carmín;  sobre  la  tierra  avanza  á  grandes  pasos  la  som- 
bra de  la  tarde  anunciando  á  los  habitantes  de  la 
tierra,  como  á  los  del  aire,  el  descanso  de  la  noche;  la 
cual  desciende  como  una  bendición  que  lleva  la  calma 
y  la  paz  de  la  naturaleza  al  alma  del  hombre.  Invo- 
luntariamente vienen  á  la  memoria  estas  estrofas  de 
Lamartine: 


' ' Ali !  c'est  lá  qu'entouré  d'un  rempart  de  verdure, 
D'un  horizon  borne  qui  suffit  á  mes  yeux, 
J'aime  á  fíxer  raes  pas,  et,  seul  daas  la  nature, 
A  n'entendre  que  l'onde,  a  ne  voir  que  les  cieux. 


38  Guaduas 


"J'ai  trop  vu,  trop  senti,  trop  uimé  dans  la  vie; 
Je  viens  cliercher  vivant  le  calme  du  Léthé; 
Beaux  lieux,  soyez  pour  moi  ees  bords  oñ  l'on  oublie : 
L'oubli  seul  desormais  est  ma  felicité. 


"Tes  jours  sombres  et  courts  comme  les  jours  d'automne 
Declinent  comme  1'  ombre  au  penchant  des  coteaux. 
L'amitié  te  trahit,  la  pitié    t'abandonne, 
Et  seul,  tu  descends  les  sentiers  des  tombeaux. 

"Mais  la  nature  est  la  qui  t'invite  et  qui  t'aime; 
Plonge-toi  dans  son  sein  qu'elle  t'ouvre  toujours. 
Quand  tout  change  pour  toi,  la  nature  est  la  múme, 
Et  le  mOme  soleil  se  leve  sur  tes  jours." 

[ie  Yallon], 


Desde  el  fondo  de  este  vallecito,  una  subida  de 
175  metros  verticales,  divididos  en  unos  700  ú.  800  de 
trayecto,  conduce  á  la  cumbre  del  cerro  del  Raizal,  á 
cuyo  pie,  750  metros  más  abajo,  demora  la  pequeña 
ciudad  de  Guaduas,  la  segunda  en  población  en  Cun- 
dinamarca.  Su  caserío  de  teja,  muellemente  recosta- 
do sobre  la  falda  del  cerro,  extiende  su  pie  hasta  las 
orillas  do  un  riachuelo,  cubierto  de  guaduales  en  unas 
partes,  y  de  árboles  frondosos  en  otras.  Ocupando  el 
punto  medio  de  un  valle  de  unas  dos  leguas  de  largo, 
con  una  anchura  que  varía  desde  un  cuarto  hasta  tres 
cuartos  de  legua,  y  rodeado  por  todas  partes  de  coli- 
nas suavemente  redondeadas,  la  vístase  recrea  en  pai- 
sajes risueños  por  todos  lados.  Una  quebrada  que 
baja  del  Oriente  baña  uno  de  los  costados  del  pueblo, 
y  algunas  casas  de  campo,  blanqueadas  y  alegres  en 
otro  tiempo,  hoy  algo  maltratadas  por  los  años,  la 
rodean  en  diversas  direcciones.  El  paisaje,  la  situa- 
ción, y  el  clima,  recuerdan  no  poco  á  Medellín,  la 
bella  y  rica  metrópoli  antioqueña. 


Guaduas  39 

Parecióme  Guaduas  algo  en  decadencia:  vi  al  paso 
casas  en  ruina  y  el  aviso  de  mal  agüero:  se  vende  esta 
casa,  podía  leerse  sobre  la  pared  de  algunas  más. 

El  simpático  hotel  del  Valle,  en  donde  se  disfru- 
taba agradable  fresco  durante  el  día  y  cómodo  descan- 
so durante  la  noche,  merced  á  los  solícitos  cuidados 
de  su  propietario,  el  señor  Ramón  Leiva,  y  de  su  se- 
ñora, ha  sido  últimamente  trasladado  de  la  orilla  del 
río,  en  donde  la  casa  estaba  rodeada  de  jardines  y 
grandes  árboles,  á  la  parte  alta  de  la  población,  á  otro 
local,  cuyas  comodidades  no  conocemos,  pero  que  tie- 
ne al  frente  también  un  hermoso  jardín,  formado  por 
el  célebre  escritor  y  hombre  de  Estado,  Doctor  M.  Mu- 
rillo,  quien  solía  pasar  en  esa  ciudad  frecuentes  tem- 
poradas. 

Las  familias  de  Acostas,  Gutiérrez,  Samperes  y 
Guzmanes,  eran  distinguidas  en  Guaduas,  la  primera 
por  el  señor  General  de  ese  apellido,  historiador  ve- 
rídico y  estudioso  de  la  conquista  y  colonización  del 
Nuevo  Reino  de  Granada, — y  padre  de  la  distinguida 
escritora,  viuda  del  asimismo  eminente  escritor  señor 
José  María  Sampcr, — y  por  el  Coronel  Don  José  María, 
cuya  hospitalidad  con  los  viajeros  no  tenía  límites; 
las  otras  tres  eran  muy  conocidas  por  la  laboriosidad, 
honradez  y  benevolencia  de  los  miembros  de  ellas.  Yá 
casi  han  desaparecido,  en  parte  por  emigración  á  otros 
lugares. 

Al  salir  del  poblado  se  pasa  el  riachuelo  por  un 
puente  de  hierro,  que  también  se  debe  á  la  inicia- 
tiva del  señor  Nepomuceno  Santamaría;  puente  que 
ha  facilitado  los  viajes  y  el  tráfico  del  camino,  pues 


40  Tusoulum 

las  avenidas  del  río  eran  frecuentes  y  peligrosas,  hasta 
el  punto  de  detener  por  dos  ó  tres  días  el  paso  de  los 
viajeros  y  el  de  las  cargas. 

A  pesar  del  puente,  el  día  anterior  al  de  mi  paso, 
siete  personas  habían  encontrado  la  muerte  en  una 
avenida  repentina  del  río.  Era  domingo;  los  campe- 
sinos regresaban  del  mercado  á  sus  casas,  montados 
en  caballos  sedientos  y  acostumbrados  á  beber  en  el 
río,  á  la  salida.  Las  orillas  de  éste  son  formadas  por 
bancos  altos  de  arena  deleznable,  al  través  de  los  cua- 
les una  entrada  angosta  y  pendiente  da  acceso  á  las 
aguas:  en  las  que,  sin  tener  noticia  de  la  creciente, 
las  bestias  y  sus  jinetes  fueron  arrebatados  por  las 
olas. 

A  pocas  cuadras  del  puente  se  lee  encima  de  una 
gran  portada: 

TUSCULUM. 

Detrás  de  ella,  un  cafetal  en  buen  estado,  y  por  en 
medio  de  él,  un  camino  bordado  de  grandes  árboles 
frutales  conduce  á  una  casa  pajiza  de  aspecto  alegre 
y  aseado,  rodeada  de  jazmines  y  lellísimas,  alternadas 
con  canastillas  de  magníficas  orquídeas.  Esta  casa 
pertenecía  también  al  Doctor  Murillo,  quien,  con  ese 
nombre,  mostraba  su  veneración  por  el  gran  patricio 
y  orador  romano,'  cuyo  último  aliento  fue  el  último 
de  la  Eepúblics. 

En  seguida  empieza  el  ascenso  de  una  cuesta  cuya 
altura  vertical,  sobre  el  plano  de  Guaduas,  alcanza 
á  400  metros,  ó  poco  menos:  desde  la  cumbre  se 
goza  de  una  espléndida  vista  sobre  la  Cordillera  Cen- 
tral, las  llanuras  de  Mariquita,  los  valles  del  alto  Mag- 


El  Consuelo  41 

dalena  y  el  curso  de  este  río,  que  se  distingue  en  un 
largo  trayecto.  Es  una  de  las  vistas  más  extensas  que 
sobre  una  parte  poblada  de  nuestras  niontafias  puede 
gozarse  en  los  Andes  colombianos.  Este  sitio  tiene 
1,100  metros  de  altura  sobre  el  Magdalena,  y  á  veces, 
contemplando  desde  allí  limpia  la  bóveda  azul,  se 
ven  las  nubes  y  se  oye  el  retumbo  del  trueno  debajo 
de  nuestras  plantas,  y  cuando  el  viento  disipa  el  velo 
de  esos  espesos  cúmulus,  aparece  la  tierra  surgiendo, 
como  por  primera  vez  la  creación  del  seno  del  caos, 
según  la  tradición  mosaica. 

Del  mismo  espectáculo  se  goza  desde  el  corredor  de 
la  casa  de  El  Consuelo,  media  legua  adelante;  posada 
en  la  que,  ordinariamente,  se  almuerza  cuando  se  va 
de  Guaduas  hacia  Honda,  ó  se  pasa  la  noche  si  el  viaje 
se  hace  en  sentido  contrario,  cuando  la  partida  de 
Honda  se  efectúa  después  de  medio  día. 

Más  consoladora  es  la  posada  á  la  subida,  porque 
en  ese  sitio,  á  1,000  metros  de  altura  yá  sobre  el  ni- 
vel del  mar,  se  siente  una  temperatura  agradable  y  se 
descansa  por  primera  vez  del  calor  sofocante  del  Mag- 
dalena. Por  lo  demás,  difícil  fuera  encontrar  grandes 
comodidades  en  un  albergue  visitado  por  tan  reducido 
número  de  viajeros  como  el  que  transita  por  allí. 
Arrieros  y  traficantes  muy  pobres  son  los  huéspedes 
habituales,  cuyos  consumos  no  dan  para  cubrir  el  gas- 
to de  habitaciones  amplias,  aseo  esmerado,  buena  mesa 
y  lechos  cómodos  y  abrigados.  Los  viajeros  franceses, 
sobre  todo,  que  en  nuestros  caminos  quisieran  encon- 
trar las  comodidades  de  París,  piden  una  cosa  im- 
posible. 

Del  Consuelo  en  adelante  empiezan  los  calores  de 


40  TusGulum 

las  avenidas  del  río  eran  frecuentes  y  peligrosas,  hasta 
el  punto  de  detener  por  dos  ó  tres  días  el  paso  de  los 
viajeros  y  el  de  las  cargas. 

A  pesar  del  puente,  el  día  anterior  al  de  mi  paso, 
siete  personas  habían  encontrado  la  muerte  en  una 
avenida  repentina  del  río.  Era  domingo;  los  campe- 
sinos regresaban  del  mercado  á  sus  casas,  montados 
en  caballos  sedientos  y  acostumbrados  á  beber  en  el 
río,  á  la  salida.  Las  orillas  de  éste  son  formadas  por 
bancos  altos  de  arena  deleznable,  al  través  de  los  cua- 
les una  entrada  angosta  y  pendiente  da  acceso  á  las 
aguas:  en  las  que,  sin  tener  noticia  de  la  creciente, 
las  bestias  y  sus  jinetes  fueron  arrebatados  por  las 
olas. 

A  pocas  cuadras  del  puente  se  lee  encima  de  una 
gran  portada: 

TUSGULUM. 

Detrás  de  ella,  un  cafetal  en  buen  estado,  y  por  en 
medio  de  él,  un  camino  bordado  de  grandes  árboles 
frutales  conduce  á  una  casa  pajiza  de  aspecto  alegre 
y  aseado,  rodeada  de  jazmines  y  lellísimas,  alternadas 
con  canastillas  de  magníficas  orquídeas.  Esta  casa 
pertenecía  también  al  Doctor  Murillo,  quien,  con  ese 
nombre,  mostraba  su  veneración  por  el  gran  patricio 
y  orador  romano,'  cuyo  último  aliento  fue  el  último 
de  la  República. 

En  seguida  empieza  el  ascenso  de  una  cuesta  cuya 
altura  vertical,  sobre  el  plano  de  Guaduas,  alcanza 
á  400  metros,  ó  poco  menos:  desde  la  cumbre  se 
goza  de  una  espléndida  vista  sobre  la  Cordillera  Cen- 
tral, las  llanuras  de  Mariquita,  los  valles  del  alto  Mag- 


El  Consuelo  41 

dalena  y  el  curso  de  este  río,  que  se  distingue  en  un 
largo  trayecto.  Es  una  de  las  vistas  más  extensas  que 
sobre  una  parte  poblada  de  nuestras  montañas  puede 
gozarse  en  los  Andes  colombianos.  Este  sitio  tiene 
1,100  metros  de  altura  sobre  el  Magdalena,  y  á  veces, 
contemplando  desde  allí  limpia  la  bóveda  azul,  se 
ven  las  nubes  y  se  oye  el  retumbo  del  trueno  debajo 
de  nuestras  plantas,  y  cuando  el  viento  disipa  el  velo 
de  esos  espesos  cúmulus,  aparece  la  tierra  surgiendo, 
como  por  primera  vez  la  creación  del  seno  del  caos, 
según  la  tradición  mosaica. 

Del  mismo  espectáculo  se  goza  desde  el  corredor  de 
la  casa  de  El  Consuelo,  media  legua  adelante;  posada 
en  la  que,  ordinariamente,  se  almuerza  cuando  se  va 
de  Guaduas  hacia  Honda,  ó  se  pasa  la  noche  si  el  viaje 
se  hace  en  sentido  contrario,  cuando  la  partida  de 
Honda  se  efectúa  después  de  medio  día. 

Más  consoladora  es  la  posada  á  la  subida,  porque 
en  ese  sitio,  á  1,000  metros  de  altura  yá  sobre  el  ni- 
vel del  mar,  se  siente  una  temperatura  agradable  y  se 
descansa  por  primera  vez  del  calor  sofocante  del  Mag- 
dalena. Por  lo  demás,  difícil  fuera  encontrar  grandes 
comodidades  en  un  albergue  visitado  por  tan  reducido 
número  de  viajeros  como  el  que  transita  por  allí. 
Arrieros  y  traficantes  muy  pobres  son  los  huéspedes 
habituales,  cuyos  consumos  no  dan  para  cubrir  el  gas- 
to de  habitaciones  amplias,  aseo  esmerado,  buena  mesa 
y  lechos  cómodos  y  abrigados.  Los  viajeros  franceses, 
sobre  todo,  que  en  nuestros  caminos  quisieran  encon- 
trar las  comodidades  de  París,  piden  una  cosa  im- 
posible. 

Del  Consuelo  en  adelante  empiezan  los  calores  de 


42  El   Consuelo 

la  zona  tórrida  en  una  bajada  pedregosa  á  trechos, 
llena  de  fangales  profundos  en  otros,  que  reclaman 
del  pasajero  paciencia  y  resignación  verdaderamente 
cristianas:  la  sed  mortifica;  el  sol  lanza  rayos  de  fue- 
go en  progresión  tan  incesante,  que  ''parecería  que 
despavesan,"  exclamaba  una  vez  Bernardo  Pardo;  las 
bestias  empiezan  á  dar  señales  evidentes  de  fatiga  y 
las  vegas  ardientes  del  río  amagan  con  no  tener  fin. 
Al  cabo  se  llega,  por  entre  los  rieles  de  un  ferrocarril 
que  no  duró  dos  años  siquiera,  á  unas  barracas  y  ban- 
queos que  muestran  el  lugar  en  que  una  barca  trans- 
porta los  pasajeros  á  la  orilla  opuesta  del  Magdalena, 
de  donde  no  pasaremos  por  hoy. 


CAPITULO   V 


REFLEXIONES    GENERALES 


Estado  general  de  la  población  á  lo  largo  de  la  vía. — Atraso  de 
ésta. — Cultivos  que  pudieran  acometerse.— El  plátano. — El 
maíz. — El  ensilaje  de  maíz. — El  árbol  de  pan. — La  palma 
de  dátil. — La  palma  real. — El  cacao. — La  viña. — Malos  sis- 
temas agrícolas  de  la  actualidad. — Los  arrendamientos  á 
largo  término. — El  mata¡/age. —Ohservíícionea  generales. 

Recapacitando,  en  esos  primeros  niomentos  de  des- 
canso que  el  viajero  concede  á  su  humanidad  des- 
pués de  una  jornada  penosa,  en  lo  que  lia  visto  du- 
rante el  día,  lo  primero  que  se  viene  á,  la  mente  es  la 
ausencia  de  industrias  en  la  población  establecida 
sobre  el  camino.  Casas  pajizas  sin  comodidad,  en  lo 
general  medio  derruidas;  pequeñas  dehesas  de  grama 
ó  de  pastos  de  guinea  ó  de  para,  mal  conservadas,  sin 
cercas  seguras  y  casi  nunca  provistas  de  agua  para  las 
bestias;  ventorrillos  en  donde,  sobre  un  mostrador  su- 
cio, se  expende  chicha,  guarapo  y  licores  alcohólicos; 
algunas  gallinas,  y  marranos  provistos  casi  siempre 
de  'hediondos  y  malsanos  fangales  en  la  vecindad  mis- 
ma de  las  habitaciones;  vi  reres  escasos,  y  caros  por 


44  Progreso  muy  lento 

dondequiera:  hé  aquí  lo  que  se  presenta  á  la  vista 
del  pasajero  desde  Agualarga  hasta  Honda,  y  lo  que 
explica  el  aspecto  haraposo  y  la  escuálida  miseria  de 
la  población  campestre. 

Los  forrajes  son  absolutamente  insuficientes  para 
proveer  á  la  alimentación  de  las  bestias  en  que  se  tran- 
sita, y  muy  raro  es  el  lugar  en  que  se  encuentra  modo 
de  dar  un  pienso  de  maíz,  caña  ó  siquiera  de  pasto 
fresco  á  la  caballería;  más  raro  aún  el  sitio  que  ofrez- 
ca leche  fresca,  frutas,  ó  á  lo  menos  agua  potable 
para  saciar  la  sed;  punto  menos  que  imposible  encon- 
trar una  bestia  de  refresco,  para  cambiar  la  muía  fa- 
tigada; inútil  tender  la  mirada  en  busca  de  la  chime- 
nea de  alguna  fábrica  ó  do  las  aspas  de  un  molino  de 
viento,  de  algo  que  indique  la  aplicación  de  las  fuer- 
zas de  la  naturaleza  en  ayuda  del  trabajo  del  hombre. 

Desde  Agualarga  hasta  Chimbe  pudiera  cultivar- 
se con  buen  éxito  la  manzana,  la  pera,  el  durazno, 
quizás  el  olivo  y  el  almendro;  pero  sí  de  seguro  la  mo- 
rera, alimento  del  gusano  de  seda.  La  manzana,  la 
pera  y  el  durazno  tienen  en  Bogotá  precios  fabulosos: 
hemos  oído  que  se  ha  llegado  á  pagar  ¡$30!  por  una 
manzana,  $  1  por  una  sola  de  ellas  es  accidente  har- 
to común,  y  á  $  0-10  ó  $  0-20  cada  una,  no  sería  des- 
preciable el  consumo  de  las  de  calidad  algo  superior 
á  la  ordinaria;  de  $  0-30  á  $  0-50  es  el  precio  no  dis- 
cutido de  una  pera,  y  un  buen  durazno  sólo  se  en- 
cuentra como  regalo  y  en  prueba  de  mucha  estimación. 
La  ciruela  europea  se  come  muy  rara  vez,  excepto 
pasa  y  comprada  á  precio  veinte  veces  mayor  que  en 
el  Viejo  Mundo.   Todo  eso  se  produce  muy  bien  en  la 


Producoiones  posibles  45 

zona  de  1,600  á  2,200  metros  sobre  el  nivel  del  mar, 
que  es  la  altura  de  los  terrenos  mencionados  arriba. 
Una  huerta  de  una  fanegada  de  extensión,  cultivada 
de  buenas  frutas,  daría,  con  la  pequeña  pero  constante 
labor  que  puede  suministrar  una  familia  de  cinco  á 
seis  personas,  desde  %  300  á  %  800  por  año  de  renta 
neta. 

La  cosecha  de  manzanas  debe  representar  muchos 
millones  de  pesos  en  los  Estados  Unidos,  pues  recor- 
damos haber  leído  que  la  de  un  solo  condado,  en  el  de 
Nueva-York,  se  estimaba  en  más  de  ocho  millones,  y 
en  el  de  California  se  espera  que  en  breve  la  de  pe- 
ras, uvas  y  duraznos,  reemplazará  en  importancia  á 
la  producción  de  oro,  medio  agotado  yá  en  los  lava- 
deros. En  Francia — aparte  del  consumo  que  todos 
conocemos,  mucho  más  extendido  allí  que  entre  nos- 
otros, pues  constituye  una  parte  del  alimento  diario 
de  las  familias — se  emplea  la  manzana  en  grande  es- 
cala en  la  fabricación  de  la  sidra,  bebida  que  empieza 
á  hacer  las  veces  de  vino,  y  que  nosotros  consumimos 
no  pocas  veces  con  el  prestigioso  nombre  de  champaña. 

El  plátano,  la  higuera  y  la  viña  serían  produccio- 
nes que  pudieran  dar  amplia  remuneración  al  trabajo 
de  esas  poblaciones.  Si,  pobres  como  somos,  pagamos 
de  $  1  á  $  2  por  libra  de  uvas,  ciruelas  é  higos  pa- 
gos, ¿no  pudiéramos  esperar  que  el  europeo  pagase 
también  un  precio  equivalente  por  nuestros  plátanos 
pasos  y  por  las  conservas, — preparadas  de  una  manera 
más  aceptable  al  gusto  de  esos  pueblos, — de  las  gua- 
yabas, los  mangos  y  otras  frutas  casi  silvestres  de 
nuestra  zona? 


46  El  Plátano 

Los  propietarios  de  tierras  pudieran  imponer  como 
una  de  las  condiciones  del  arrendamiento,  la  forma- 
ción de  una  manga  de  pasto,  de  una  huerta  de  fruta- 
les ó  de  un  encerrado  de  árboles  de  café;  pero  bajo 
promesa  escrita  y  fielmente  cumplida,  de  pagar  un 
precio  equitativo  por  esas  mejoras  en  caso  de  ser  des- 
pojado el  arrendatario. 

En  las  tierras  calientes,  como  las  de  Villeta  al 
Magdalena,  son  innumerables  los  nuevos  cultivos  que 
pudieran  establecerse.  El  del  plátano,  sobre  todo;  no 
para  consumirlo  fresco,  sino  para  secarlo,  reducirlo 
á  polvo,  conservarlo  y  transportarlo  como  harina 
alimenticia  de  primer  orden.  El  plátano  dominico, 
entre  todas  las  variedades  de  esta  familia  quizás  la 
de  más  abundante  producción,  y  las  diversas  clases  de 
guineo,  no  exigen,  como  el  hartón,  tierras  bajas  y  ri- 
cas en  humus,  sino  que  pueden  cultivarse  en  las  fal- 
das de  los  cerros;  de  lo  que  puede  verse  ejemplos 
indudables  en  las  inmediaciones  de  Tena  y  en  los  de- 
clives que  de  La  Mesa  descienden  con  pendiente  rá- 
pida hasta  el  Bogotá.  En  la  forma  de  harina,  este 
vegetal  privilegiado, — que  en  igual  extensión  de  tierra 
rinde  una  cantidad  de  sustancia  alimenticia  muchas 
veces  mayor  que  el  trigo, — pudiera  entrar  en  la  ali- 
mentación humana  con  mil  preparaciones  diversas, 
y  á  la  vez  pudiera  yá  ser  transportado  á  los  mercados 
más  distantes.  Toda  la  dificultad  consiste  en  la  ex- 
perimentación del  medio  más  adecuado  para  secarlo, 
yá  sea  al  simple  calor  del  sol  ó  empleando  el  artificial 
de  los  hornos. 

El  cultivo  del  plátano  en  las  lomas,  aparte  de  sus 


El  ensüaje  del  maíz  47 

productos,  serviría  para  conservar  en  la  tierra  la  capa 
vegetal,  que  las  lluvias  arrastran  en  el  suelo  desnudo; 
para  defenderlo  de  la  acción  desecadora  del  sol;  para 
prevenir  la  formación  de  grietas  que  luego  determi- 
nan esos  formidables  torrentes  de  las  montañas  que 
llevan  la  esterilidad  á  los  valles  más  fértiles. 

El  maíz,  no  yá  tan  sólo  para  cosechar  el  grano, 
sino  para  explotar  la  caña, — bien  exprimiéndola  para 
la  fabricación  de  miel,  y  aun  quizás  de  azúcar,  pues 
algunas  variedades  de  esta  planta  son  muy  ricas  en 
sustancia  sacarina, — ora  conservándola  fresca  como 
forraje  para  las  bestias,  por  medio  del  procedimiento 
de  ensüaje.  Éste,  usado  yá  extensamente  en  Francia, 
Bélgica,  Inglaterra  y  Alemania,  es  en  extremo  senci- 
llo. En  una  alberca  de  cal  y  canto,  de  cuatro  metros 
de  largo  por  dos  dé  ancho  y  otros  dos  de  profundidad, 
se  deposita  la  caña  de  maíz,  cortada  en  tajadas  de 
medio  centímetro  de  espesor,  hasta  media  vara  de  al- 
tura sobre  los  bordes  de  la  alberca,  y  cubierta  con 
una  capa  de  tamo  ó  de  aserrín:  encima  se  colocan  ta- 
blas cuyo  largo  cubra  el  ancho  del  montón;  sobre  las 
tablas  se  ponen  vigas  gruesas  en  sentido  longitudinal, 
comprimiéndolo  todo  grandes  piedras,  cuyo  peso  re- 
presente de  500  á  1,000  kilogramos  por  metro  cua- 
drado. 

Con  este  procedimiento,  la  caña  del  maíz  (y  cua- 
lesquiera otros  pastos)  puede  conservarse  fresca  hasta 
por  dos  años.  Al  retirarla  de  ahí  para  darla  á  los  ani- 
males, conviene  humedecerla  ligeramente  y  dejarla 
fermentar  en  pequeños  montones  durante  doce  ó  vein- 
ticuatro horas,  según  la  temperatura  del    día.    En 


48  La  palma  de  dátil 

este  estado  yá,  es  el  forraje  más  rico  en  potencia  ali- 
menticia, que  se  conoce  en  el  mundo.  Entre  nosotros 
pudiera  emplearse,  haciendo  uso  de  los  antiguos  es- 
tanques de  aüil,  delidamente  reparados;  y  su  propa- 
gación sería  uno  de  los  progresos  más  fecundos  en  la 
agricultura  del  país,  quizás  de  mayor  importancia 
que  la  introducción  de  los  pastos  de  para  y  de  guinea 
que  han  más  que  triplicado  el  valor  de  las  tierras  ca- 
lientes en  los  últimos  cuarenta  años. 

El  árhol  de  i^an,  es  un  adorno  para  las  huertas  y 
jardines;  da  un  aspecto  oriental  muy  bello  al  paisaje, 
y  proporciona  en  su  fruta  un  sucedáneo  de  la  papa, 
abundante  en  cantidad  y  de  producto  permanente. 
Prefiere  las  tierras  húmedas  de  la  orilla  de  los  arroyos 
y  de  la  vecindad  de  las  vertientes.  Algunas  de  sus  va- 
riedades pudieran  ensayarse  como  sombra  para  el  café. 

La  'palma  de  dátil,  propagada  por  los  árabes  en 
toda  la  costa  Norte  de  África  y  en  la  del  Mediterrá- 
neo, en  España;  la  palma  de  dátil,  esa  odalisca  del 
reino  vegetal,  muestra  del  amor  á  lo  bello  entre  las 
poblaciones  del  desierto,  es  también  una  planta  indus- 
trial importante.  Su  racimo  anual,  medianamente 
cultivado,  puede  dar  cincuenta  libras  de  fruta,  que 
entre  nosotros  equivaldrían  á  $  25  anuales;  pero  que 
en  los  lugares  en  que  abunda,  vale  no  menos  de  $  5  á 
%  10;  suma  no  despreciable  en  el  presupuesto  de  ren- 
tas de  una  familia  pobre,  ó  como  elemento  de  avalúo 
de  una  casa  ó  de  un  campo.  El  dátil  ha  sido  uno  de 
los  factores  que  han  entrado  en  la  creación  del  caballo 
árabe,  y  es  la  comida  favorita  del  camello.  Por  muy 
servidos  nos  daríamos  si  aquí,  como  en  España,  entra- 


Tm  palma  de  vino  49 


se  en  la  alimentación  tanto  del  pobre  como  del  rico; 
pues  es  un  alimento  sano,  muy  agradable  y  aun  adop- 
tado en  la  terapéutica  como  dieta  especial  en  cierta 
clase  de  enfermedades. 

Casi  otro  tanto  puede  decirse  de  la  palma  de  coco, 
la  cual  rinde  además  el  material  de  una  vasija  en 
extremo  durable,  susceptible  de  gran  pulimento,  y  la 
materia  textil  de  una  alfombra  superior  en  calorisi- 
dad,  duración  y  baratura  al  esparto,  yá  muy  escaso 
entre  nosotros. 

El  vino  y  el  aguardiente  de  la  palma  real  ó  de  cues- 
co, son  productos  que  en  las  islas  Filipinas  se  compu- 
tan en  cantidades  considerables,  y  cuyas  propiedades 
tónicas  son  verdaderamente  asombrosas;  el  follaje  de 
€sta  palma  forma  un  techo  fresco  y  económico  en  las 
tierras  calientes;  el  cuesco  es  un  alimento  superior 
para  el  cerdo,  y  acaso  la  almendra  interior,  tostada  ó 
cocida,  pudiera  ser  un  plato  delicado  para  el  hombre. 
Si  en  ella  se  encontrase  aceite  como  en  la  del  coroso, 
€se  sería  otro  aspecto  industrial  no  despreciable. 

No  ha  llegado  á  mi  conocimiento  ningún  ensayo 
formal  de  plantaciones  de  cacao  en  todo  este  camino 
de  Honda,  y  se  me  figura  que  en  las  orillas  del  Rio- 
negro,  desde  cerca  de  ÍSasaima,  en  el  Aballe  de  Guaduas 
y  en  las  orillas  de  la  quebrada  de  Tocuy,  pudiera  pro- 
ducirse. Ningún  artículo  como  el  cacao  presenta  el 
aliciente  de  consumo  indefinido  y  precios  tan  altos 
como  el  de  $  0-40  libra,  á  pesar  de  que  su  manipula- 
lación  es  mucho  más  sencilla  que  la  del  café. 

La  viña,  en  fin,  es  una  planta  qno  promete  un 
gran  porvenir  en  América,  en  estos  momentos  en  que 

4 


50  La  Viña 

una  enfermedad,  contra  ]a  que  ha  lachado  inútilmen- 
te la  ciencia  europea,  amenaza  destruirla  en  el  anti- 
guo mundo. 

Sus  productos  alcanzan  entre  vinos,  licores  y  su  uso 
como  fruta  de  postre,  á  más  de  ochocientos  millones 
de  pesos  anuales.  En  Europa  y  en  África  se  la  cultiva 
desde  los  38°  hasta  los  28°  de  latitud  Norte,  siendo  los 
vinos  obtenidos  entre  los  28°  (isla  de  Madera)  y  los 
36°  (Málaga,  Chipre  y  las  islas  Jónicas),  es  decir,  en 
climas  semitropicales,  los  más  estimados  por  su  sabor, 
duración  y  finura  naturales. 

En  América  se  la  ha  cultivado  con  buen  suceso  en 
el  Ecuador  y  el  Perú,  en  la  zona  tropical,  y  entre 
nosotros  se  produce  desde  la  orilla  del  mar  hasta 
1,800  metros  de  altura.  Las  uvas  de  Tocaimason  casi 
tan  dulces  y  ricas  en  jugo  como  las  de  Málaga;  pero 
se  cree  que  la  vinificación  puede  hacerse  con  más  ven- 
taja en  los  climas  templados  de  18  á  22°  de  tempera- 
tura media,  á  los  que  son  equivalentes  los  de  las  faldas 
de  los  Andes  entre  1,500  y  2,000  metros  de  altura.  Si 
con  el  vino  producido  á  bajo  precio  pudiese  reempla- 
zarse la  chicha  embrutecedora,  y  el  aguardiente  de 
cafia  autor  de  tanta  infelicidad  doméstica,  muertes 
prematuras,  crímenes,  y  degeneración  de  la  especie, 
se  obtendría  un  progreso  moral  y  material,  de  alcan- 
ce incalculable.  Acaso  el  valle  de  las  Tibayes  ó  los  del 
Cantón  de  Cáqueza  serían  territorios  adecuados  para 
una  experimentación  seria  en  Cundinamarca.  Me  in- 
clino á  creer  que  una  suma  de  $  5,000  empleada  anual- 
mente, durante  veinte  años,  en  conceder  premios  á  los 
que  mejores  resultados  vayan  obteniendo  en  el  cultivo 


Causas  del  atraso  51 


(le  la  viña  y  en  la  fabricación  de  vinos,  despertaría  un 
interés  nacional  y  aceleraría  la  solución  del  problema. 


Objetos  en  que  pudiera  ocuparse  el  trabajo  huma- 
no sobre  la  tierra  hay,  pues,  muchos;  pero  no  se  hace 
uso  de  ellos:  la  tierra  permanece  inculta  y  el  hom- 
bre miserable. 

Este  divorcio  entre  la  naturaleza  y  el  hombre,  esta 
parálisis  industrial  de  que  parecen  atacadas  nuestras 
poblaciones  campestres,  constituye  un  problema  so- 
cial que  merece  estudiarse. 

Es  indudable  que  hay  mucha  más  tierra  apropia- 
da de  la  que  los  propietarios  pueden  cultivar  por  sí 
mismos;  fenómeno  que  se  observa  en  todos  los  pue- 
blos conquistados,  que  deben  á  la  feudalidad  el  origen 
de  su  organización  social.  También  lo  es  que  esta 
forma  de  propiedad  territorial,  fundada  en  el  despojo 
ó  en  el  privilegio,  presenta  obstáculos  para  el  cultivo 
de  las  tierras  y  da  origen  á  inmensas  desigualdades 
sociales,  como  so  nota  en  la  mayor  parte  de  los  países 
europeos. 

Empero,  costumbres  antiguas  ó  instituciones  nue- 
vas han  remediado,  en  parte,  ese  mal;  pues  el  propie- 
tario cede  á  un  industrial  el  cultivo  de  las  tierras  qae 
no  puede  ó  no  quiere  cultivar,  mediante  un  arrenda- 
miento j907'  largos  años,  como  sucede  en  Inglaterra;  ó 
por  medio  de  este  sistema  y  del  de  cultivo  por  terce- 
ras personas  en  participación  do  utilidades  {^netayagé) 
con  el  propietario,  usado  eu  Francia. 

El  arrendamiento  por  períodos  de  diez  hasta  cin- 
cuenta aüos,  usado  en  Inglaterra,  concede  al  arrenda- 


52  Él  metayage 

tario  una  seguridad  relativa,  que  le  permite  ejercitar 
su  industria  y  aun  invertir  capitales  en  tierras  ajenas, 
para  indemnizarse  por  largos  años  con  el  goce  de  los 
terrenos  cultivados.  La  dificultad  relativa  al  valor  de 
las  mejoras  al  terminar  el  arrendamiento,  constituye 
el  conflicto  que  en. la  actualidad  se  debate  en  Irlanda; 
pero  esa  diñcultad  es  sólo  relativa. 

El  cultivo  medianero  ó  en  participación  de  utilida- 
des, presenta  igualmente  inconvenientes  graves;  pero, 
en  fin,  abre  la  posibilidad  al  trabajo  del  hombre  sobre 
la  tierra,  y  cada  día  se  perfecciona  por  medio  de  con- 
tratos en  que  entran  cláusulas  más  y  más  equitativas. 

Entre  nosotros  no  existe  nada  de  eso.  El  arrenda- 
miento por  largos  años  es  casi  desconocido,  pues  no 
excede  el  plazo,  cuando  interviene  contrato,  de  tres  á 
cinco  años;  pero  lo  general,  lo  más  común  es  que  el 
arrendatario  queda  á  merced  del  propietario,  el  cual 
sube  el  precio  del  arrendamiento  á  medida  que  el  cul- 
tivo y  las  mejoras  aumentan  el  valor  de  la  tierra,  ó 
despoja  al  cultivador  por  los  motivos  más  ligeros.  Re- 
sulta de  aquí  que  el  arrendatario  y  el  propietario  tie- 
nen intereses  opuestos  y  que  casi  siempre  son  enemigos; 
que  el  arrendatario  se  limita  á  los  trabajos  más  primi- 
tivos, á  derribar  el  monte  para  gozar  de  la  fertilidad 
del  suelo  virgen,  sin  cuidarse  de  mejorar  los  terrenos, 
ni  de  construir  habitaciones,  ni  de  poner  en  la  tierra 
nada  que  no  pueda  llevarse  consigo  el  día  en  que  cese 
el  arrendamiento.  El  resultado  final  de  este  sistema 
es  doble:  por  una  parte,  la  destrucción  de  los  bosques; 
por  otra,  una  situación  con  la  que  puede  caracterizar- 
se la  generalidad  de  nuestras  tierras: 


Impresión  final  53 


EL    RASTROJO. 

Eso  es  lo  que,  con  excepción  de  algunos  pequeños 
parches  bien  cultivados  por  los  propietarios  mismos, 
se  ve  desde  Agualarga  hasta  Honda. 

Contra  ese  mal  me  atrevo  á  proponer  un  solo  re- 
medio: arrendamientos  por  largos  años,  con  cláusu- 
las bien  estudiadas  y  equitativas  acerca  del  valor  de 
las  mejoras. 


Un  progreso  tardío,  pero  al  fin  progreso,  pude  ob- 
servar en  el  camino:  yá  se  acostumbra  poner  herradu- 
ra á  las  bestias  de  carga,  condenadas  antes  al  suplicio 
de  horribles  dolores  en  el  casco  desnudo  y  ablandado 
por  los  fangales,  sobre  el  lecho  de  piedras  desiguales 
en  gran  parte  de  la  vía. 

Pero  en  cambio  la  economía,  no  siempre  miseri- 
cordiosa, de  los  introductores,  ha  aumentado  el  peso 
de  las  cargas  desde  112  hasta  160  y  aun  180  kilogra- 
mos; peso  desproporcionado  á  las  gradientes  de  20 
hasta  35  por  100  que  dominan  en  toda  la  línea,  sobre 
todo  entre  Guaduas  y  Villcta,  excesivo  para  el  piso 
desigual  y  para  los  profundos  fangales  del  invierno. 
Los  trans])ortadores  debieran  cobrar  el  flete  en  pro- 
porción al  peso  de  la  carga,  á  tanto  por  arroba;  pero 
sería  mejor  no  aceptar  ese  peso  abrumador.  Hasta  las 
muías  debieran  tener  derechos  individuales, . . . 


Kesumiendo  la  impresión  general  de  este  trayecto 
en  relación  con  mis  recuerdos  de  cincuenta  afios  atrás: 


64  Otro  camino 

la  ciudad  de  Bogotá  ha  triplicado  en  población  y 
ganado  mucho  en  riqueza  y  cultura;  pero  su  caserío 
actual  es  insuficiente,  escaso  en  provisión  de  agua  y 
totalmente  falto  de  aseo.  La  Sabana  ha  triplicado 
también  el  valor  de  sus  tierras,  mejorado  grandemen- 
te sus  crías  de  ganados  y  encontrado  en  el  trigo  barci- 
no una  variedad  de  éste  menos  expuesta  á  la  enfer- 
medad del  polvillo,  que  tanta  ruina  ocasionaba  entre 
los  agricultores  en  el  período  de  1830  á  1850.  Las 
faldas  templadas  de  la  cordillera  han  mejorado  algo; 
pero  las  tierras  calientes,  desde  Vilieta  hasta  Honda, 
no  han  dado  un  solo  paso  de  progreso.  Parece  haber- 
se comprendido  que  la  ruta  actual  al  Magdalena  tenía 
que  ser  abandonada  en  busca  de  otra  más  económica 
y  comercial.  Como  las  grandes  ciudades  no  pueden 
sosteneráe  sino  mediante  el  contacto  fácil  con  un  río 
navegable  ó  con  el  mar,  ese  es  problema  por  resolver 
aún  en  Bogotá.  Tiene  yá  dos  trozos  de  ferrocarril 
construidos,  en  dos  de  los  extremos  de  una  de  sus 
vías:  falta  saber  si  los  ligará  entre  sí. 


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CAPITULO   VI 


EL  MAGDALENA 


Sus  divisiones  naturales.  —  Alto  Magdalena. —Magdalena  cen- 
tral.—Bajo  Magdalena.— El  delta.— Población  de  todo  el 
valle.— Ríos  tributarios. 

Antes  de  proseguir  viaje  á  lo  largo  de  este  río,  creo 
conveniente  dar  algunas  ligeras  nociones  acerca  del 
territorio  que  hemos  de  recorrer.  En  mi  concepto,  el 
río  y  el  valle  del  Magdalena  constituyen  el  organismo 
más  importante  de  nuestro  país,  en  la  actualidad. 
Digo  en  la  actualidad,  porque  en  el  porvenir  surgirá 
otra  región  más  importante  tal  vez  en  la  parte  de  nues- 
tro territorio  formada  por  las  grandes  llanuras  orien- 
tales, todavía  desiertas  y  despobladas;  pero  por  hoy 
el  valle  del  Magdalena  es,  sin  contradicción,  el  rasgo 
prominente  de  la  vida  colombiana. 

Este  río  y  el  Cauca,  que  le  tributa  sus  aguas  en  la 
parte  baja,  nacen  inmediatos  hacia  los  2°  de  latitud 
Norte,  en  el  ángulo  formado  por  la  cordillera  de  los 
Andes  al  bifurcarse  en  sus  dos  ramos  oriental  y  central, 
los  cuales,  separándose,  forman  un  gran  valle  de  cerca 
de  10°  de  latitud  y  2°  de  longitud,  que  ocupa  una  área 
de  90  á  100,000  millas  cuadradas.  Aunque  constituye 
jnenos  de  la  cuarta  parte  del  territorio  colombiano, 


56  Di'oersas  secciones  del  territorio 

está  ocupado  por  una  población  de  algo  más  de  tres 
millones  de  habitantes,  ó  treinta  habitantes  por  milla 
cuadrada.  El  resto  de  Colombia,  formado  por  los  va- 
lles del  alto  Cauca  y  del  Atrato,  la  región  montañosa 
de  los  Pastos,  la  costa  del  Pacífico,  los  istmos  de 
Panamá  y  el  Darién  y  las  llanuras  orientales  desde 
la  cordillera  de  los  Andes  hasta  el  Ñapo,  el  Ama- 
zonas, el  Casiquiare  y  el  Orinoco,  ocupa  una  exten- 
sión de  más  de  treinta  mil  leguas  cuadradas,  habitada 
por  poco  más  de  un  millón  de  pobladores  diversa- 
mente distribuidos:  numerosos  en  el  nudo  de  los  An- 
des de  Pasto  y  Túqueres  y  en  el  valle  del  Cauca,  muy 
diseminados  en  el  Atrato,  la  costa  del  Pacífico  y  los 
istmos;  muy  escasos  y  todavía  en  lucha  con  tribus 
salvajes  en  las  grandes  llanuras  del  Oriente. 

El  valle  del  Magdalena, — comprendiendo  en  esta 
denominación  las  faldas  y  mesetas  de  las  cordilleras  que 
lo  encierran, — forma,  pues,el  núcleo  ó  cuerpo  central 
de  nuestro  país,  y  es  justo  que,  al  dar  noticias  é  im- 
presiones de  viaje  en  este  río,  se  agreguen  algunas 
acerca  de  la  topografía  general,  poblaciones  é  indus- 
trias del  territorio  regado  por  él. 

En  línea  matemática,  la  del  Magdalena  sólo  tiene 
nueve  grados  ó  ciento  ochenta  leguas  ecuatoriales  de 
extensión;  pero  tomando  en  cuenta  sus  curvas  nume- 
rosas, la  extensión  verdadera  alcanza  á  trescientas  se- 
senta leguas,  y  se  divide  en  tres  secciones  perfecta- 
mente distintas,  á  saber: 

El  alto  Magdalena, 

El  Magdalena  central,  y 

El  bajo  Magdalena. 


Las  secciones  del  rio  57 

La  primera  es  la  parte  de  su  curso  comprendida 
entre  sus  primeras  vertientes  y  el  Salto  de  Honda, 
ó  sean  las  grandes  corrientes  que  interrumpen  la  na- 
vegación y  forman  como  una  grada  en  donde  el  suelo 
del  valle  parece  hundirse  repentinamente  á  un  nivel 
inferior.  En  esta  parte  recorre  una  línea  de  150  le- 
guas á  lo  menos. 

El  Magdalena  central  forma  la  segunda  parte  des- 
de donde  el  río  vuelve  á  ser  navegable  sin  obstáculo, 
abajo  de  Honda,  hasta  el  Banco,  lugar  en  que  el  río 
se  bifurca  en  busca  de  las  aguas  del  Cauca  y  forma  la 
grande  isla  de  Mompós.  Extensión,  120  leguas. 

La  tercera  sección,  comprendida  entre  el  Banco  y 
el  mar,  baila  los  Estados  de  Bolívar  y  Magdalena 
sobre  el  Atlántico,  y  es  navegable  por  buques  de  gran, 
calado  por  unas  90  leguas.  En  la  parte  inferior  de 
ella  empieza  el  delta,  formado  por  el  brazo  ó  caño  de 
San  Antonio,  que  se  aparta  hacia  el  Oriente  ú  orilla 
derecha,  en  la  población  del  mismo  nombre,  hacia 
Santamarta,  y  el  que  6  leguas  más  abajo  y  25  arriba 
de  su  desembocadura  principal,  se  aparta  en  Calamar 
hacia  el  Occidente  ó  ribera  izquierda,  en  busca  de  la 
bahía  de  Cartagena. 

Es  navegable  por  vapores  desde  el  mar  hasta  Nei- 
va,  ciudad  situada  á  320  leguas  de  su  boca;  pero  agre- 
gando la  parte  navegable  de  los  brazos  del  delta  y  la  de 
los  tributarios  superiores,  lo  es  por  más  de  600.  Enu- 
meraré algunas  de  las  extensiones  de  estos  últimos: 

El  brazo  ó  dique  de  Calamar,  por.    ...   30  leguas. 

El  de  San  Antonio,  incluyendo  la  Cié- 
naga, por 36     „ 


58  extensión  navegable. 

El  de  Cuatrobocas 24  leguas. 

El  Cauca,  desde  Tacaloa  hasta  Cáceres, 

por 80     ,, 

El  Nechí,  hasta  Zaragoza,  y  quizás  hasta 

Valdivia,  por 35     ,, 

El  Cesar,  hasta  Chiriguaná  y  quizás  has- 
ta cerca  de  Valledupar 20     ,, 

El  San  Jorge 

El  Lebrija,  hasta  Puerto  Santander   ...   16     ,, 

Sogamoso 20     ,, 

Cafio  de  Paturia 10     ,, 

La  Colorada  (ignoro). 

El  Opón 20    „ 

El  Carare,  hasta  San  Fernando 12     ,, 

El  San  Bartolomé  6  Caño  de  Regla 

El  Nare,  hasta  Islitas 2     ,, 

El  Río  de  la  Miel  (no  explorado). 
El  Rionegro  (id.) 

El  Saldafla,  hasta  el  Paso  del  Gusano..  3  ,, 
Con  algunos  trabajos  de  canalización,  estos  ríos  y 
algunos  otros  serían  navegables  por  vapor  en  una  ex- 
tensión doble  de  la  actual,  principalmente  el  Cesar  y 
el  San  Jorge,  en  la  parte  baja;  el  Lebrija,  el  Sogamoso, 
el  Carare,  el  Opón  y  el  Nare,  en  la  parte  media,  y  el 
Saldaña  en  la  parte  alta. 

La  navegación  por  vapor  principia  en  la  ciudad  de 
Neiva,  desde  donde,  hasta  Purificación,  en  veinte  le- 
guas de  trayecto,  es  difícil  durante  el  verano  y  ape- 
nas practicable  en  invierno  por  buques  de  poco  calado 
y  de  mucha  fuerza,  pues  las  corrientes  de  diez  ó  doce 
millas  por  hora  son  de  frecuente  ocurrencia.    Desde 


M  alto  rio  59 

la  boca  del  Saldafia,  río  que  le  tributa  una  gran  can- 
tidad de  aguas,  la  navegación  hasta  Honda  es  mucho 
más  fácil:  el  lecho  del  río  está  mejor  encerrado  entre 
bancos  altos  que  preservan  del  peligro  de  inundación 
á  las  tierras  ribereñas,  las  cuales  están  medianamente 
pobladas  y  cultivadas  á  favor  de  esta  circunstancia. 
Con  el  empleo  de  no  muy  costosos  trabajos  en  volar 
algunos  peñones  que  se  avanzan  sobre  el  río  y  produ- 
cen vueltas  muy  estrechas  para  los  vapores,  á  la  vez 
que  en  algunos  diques  laterales  de  corta  extensión 
para  prevenir  los  derramaderos  en  donde  disminuye 
el  fondo  de  la  corriente,  pudiera  hacérsele  navegable 
por  vapores  de  mayor  calado  que  el  de  cuatrocientas 
ó  quinientas  cargas.  Hasta  1873  no  se  juzgaba  ese 
trayecto  á  propósito  para  admitir  embarcaciones  de 
más  de  cien  cargas,  á  causa,  principalmente,  de  un 
obstáculo  de  la  naturaleza  indicada  que  se  oponía  al 
paso  en  el  sitio  de  Colombaima,  dos  leguas  arriba  de 
Ambalema;  pero  en  ese  año  el  señor  Alejandro  Weck- 
becker,  volando  algunos  peñones  en  sólo  cuatro  pun- 
tos, probó  con  la  introducción  del  vapor  Mollee,  de 
más  de  mil  cargas  de  capacidad,  hasta  Neiva  mismo, 
que  el  alto  Magdalena  era  mucho  más  navegable  de 
lo  que  se  creía.  El  atrevido  explorador  recibió  tan 
sólo  una  compensación  de  %  8,000  por  este  gran  ser- 
vicio, en  el  cual  empleó  cerca  de  un  año  de  trabajo  é 
inutilizó,  ó  pocos  menos,  un  vapor  que  valía  más  de 
%  60,000.  A  él  se  le  debe  la  solución  del  problema  de 
la  navegación  por  vapor  en  la  parte  alta,  empresa  que 
inició  en  1861  con  un  pequeño  vapor,  el  primero  que 
remontó  el  Salto  de  Honda,  y  con  pena  debo  decir 


60  El  Salto  de  Honda 

que  en  lugar  de  mostrarse  generosos  el  Gobierno  Gene- 
ral y  el  de  Oundinamarca,  han  sido  en  extremo  injus- 
tos con  él  en  éste  y  en  otros  asuntos. 

Con  I  100  ó  $  200,000  invertidos  con  inteligencia 
y  perseverancia  en  la  mejora  del  cauce  de  esta  sección, 
el  alto  Magdalena  podría  formar  un  canal  excelente  y 
libre  de  todo  peligro,  tal  vez  hasta  más  arriba  de 
Neiva. 

Como  llevo  dicho,  en  Honda,  ya  sea  á  influjo  de 
un  estribo  de  la  cordillera  que  se  prolonga  al  través 
del  lecho  del  río,  ó  quizás  de  algún  hundimiento  na- 
tural del  terreno,  aquél  forma  aquí  una  especie  de 
salto,  y  en  seguida  una  serie  de  chorros  impetuosos 
que  hacen  imposible,  en  una  extensión  de  media  le- 
gua, hasta  Caracoli,  y  peligrosa  por  ocho  leguas  más, 
la  navegación,  hasta  el  Peñón  de  La  Dorada;  y  este 
obstáculo  dio  sin  duda  origen  á  la  formación  de  la 
ciudad  de  Honda.  Se  dice  que  en  la  media  legua  de 
distancia  que  separa  á  Honda  de  Caracoli,  hay  una 
diferencia  de  nivel  de  14  metros.  De  Caracoli  hasta 
La  Dorada  el  río  describe  un  gran  número  de  vueltas 
estrechas,  en  las  que  se  forman  chorros  impetuosos  en 
que  la  corriente  llega  á  la  rapidez  peligrosa  de  diez  ó 
doce  millas  por  hora, conocidos  con  los  nombres  de  Qui- 
tapalanca,  Roncoy,  Mesuno,  Perico,  Guarinó,  Vuel- 
tanneva,  La  Garcera,  Yeguas,  Conejo,  Purnio  y  La 
Dorada,  amén  de  otros  cuyo  nombre,  poco  parlamen- 
tario, no  me  es  permitido  mencionar. 

En  este  trayecto  se  ha  perdido  un  número  de  ocho 
ó  diez  de  los  vapores  que  han  navegado  el  río,  ora  por 
explosión  de  calderas,  bien  por  golpes  contra  los  pe- 


La  parte  media  61 

fiones  de  la  orilhi.  En  lii  primera  /ipoca  de  la  navega- 
ción por  vapor,  en  18:¿4  á  1829,  el  señor  Elbers  nunca 
los  hizo  subir  arriba  de  Conejo:  en  1840  el  vapor  La 
Unión  subió  hasta  la  Vuelta  de  la  Madre  de  Dios,  y 
sólo  hasta  1852  entiendo  que  el  vapor  Manzanai^es 
remontó  por  primera  vez  hasta  Caracoli.  Hoy  ese  tra- 
yecto ha  sido  casi  abandonado  otra  vez  desde  que,  en 
1883,  fue  inaugurado  el  ferrocarril  de  La  Dorada 
desde  Honda  basta  Yeguas,  con  el  cual  han  sido  evi- 
tados esos  peligros. 

De  La  Dorada  en  adelante  la  dificultad  consiste 
en  algunos  regaderos  y  cambios  en  la  corriente,  deter- 
minados por  los  grandes  árboles  que  el  rio  arrastra 
en  sus  crecidas,  los  que,  deteniéndo.se  con  cualquier 
obstáculo,  forman  acumulaciones  de  arenas  é  islas  en 
la  mitad  del  lecho  y  obligan  á  las  aguas  á  romper 
otro  camino  al  través  del  bosque.  Este  accidente  es 
común  en  la  parte  despoblada  del  río,  de  Buenavista 
para  abajo,  principalmente  arriba  y  abajo  de  la  An- 
gostura de  Nare,  lugar  en  que  el  río  se  estrecha  con- 
siderablemente entre  dos  pellones,  formando,  como  es 
natural,  un  gran  saco  hacia  hx  parte  superior  y  un  re- 
gadero en  la  inferior.  También  es  frecuente  abajo  de 
la  boca  del  Carare,  río  de  curso  estrecho  y  tortuoso, 
de  grandes  avenidas  en  que  arrastra  gran  cantidad  de 
árboles  de  los  bosques  espesos  que  cubren  sus  már- 
genes. 

Pasada  la  boca  del  Sogamoso,  el  Magdalena  ha 
recibido  ^k  el  concurso  de  las  aguas  de  éste,  el  Opón, 
el  Carare,  el  Nare,  el  de  La  Miel,  el  Rionegro,  el 
Guarinó  y  el  Gualí,  con  los  cuales  el  volumen  del  río 


62  Confluencia  con  el  Cauca 

es  tan  considerable,  que  puede  ser  navegado  fácilmente 
en  toda  estación,  tanto  de  día  como  en  las  noches 
despejadas,  desde  la  boca  de  Paturia.  Más  abajo  un 
fenómeno  particular,  producido  por  la  Sierras  Nevada 
y  Tairona  á  la  orilla  del  mar,  induce  un  cambio  de 
nivelación  en  el  valle  del  Magdalena,  y  por  consi- 
guiente en  el  curso  de  este  río. 

Del  corazón  de  esas  dos  sierras,  que  no  forman 
parte  del  sistema  andino,  nace  el  río  Cesar,  el  cual,  en 
dirección  contraria  del  Magdalena,  corre  de  Norte  á 
Sur  hasta  el  Banco,  y  al  unirse  con  éste,  empuja  y 
desvía  la  mayor  parte  de  las  aguas  de  su  dirección 
Sur-Norte  hacia  el  Oeste,  en  busca  del  valle  por  don- 
de trae  las  suyas  el  río  Cauca;  desviación  tanto  más 
natural  cuanto  que  desde  Simití,  por  la  parte  conti- 
gua al  Magdalena,  y  desde  la  boca  del  Nechí,  por  la 
que  avecinda  al  Cauca,  ha  terminado  el  levantamien- 
to de  la  cordillera  Central  que  separa  los  valles  de  es- 
tos dos  ríos,  y  principiado  la  gran  llanura  que  desde 
aquí  se  extiende  hasta  el  mar. 

El  hecho  notable  y  digno  del  estudio  de  los  geólo- 
gos es,  que  la  separación  de  la  mayor  parte  de  las 
aguas  del  Magdalena  hacia  el  Oeste  sólo  se  ha  efec- 
tuado de  veinte  años  á  esta  parte,  pues  hasta  1867  ó 
1868  todavía  se  navegaba  por  el  brazo  de  Mompós, 
mucho  más  corto  y  recto  que  el  de  Loba,  único  nave- 
gado hoy.  Los  dos  brazos  del  río,  que  forman  la  isla 
de  Mompós,  existían  desde  siglos  atrás;  pero  la  nave- 
gación de  los  champanes  primero,  y  de  los  vapores 
después,  se  dirigía  principalmente  por  el  primero, 
hasta  que,  casi  repentinamente,  disminuyó  tanto  el 


El  bajo  Magdalena  63 

fondo,  que  los  vapores  se  vieron  obligados  á  tomar  la 
ruta  del  Cauca  por  el  brazo  de  Loba. 

¿Fue  acaso  esa  perturbación  obra  de  los  terremo- 
tosque  en  1868  agitaron  las  entrañas  de  toda  la  Amé- 
rica del  Snr? 

Unidos  los  dos  ríos,  su  fondo,  de  más  de  veinte 
pies  en  boda  estación,  adquiere  una  anchura  media  de 
ochocientos  metros,  y  permite  el  acceso  á  los  vapores 
del  Océano  hasta  arriba  de  Magangué.  De  este  lugar 
para  abajo  la  navegación  se  hace  de  día  y  de  noche, 
entiendo  que  con  perfecta  seguridad. 

La  población  de  las  orillas  del  río,  que  desde  Hon- 
da hasta  el  Banco  es  muy  escasa,  vuelve  á  ser  más 
numerosa  hasta  el  mar. 

Los  brazos  del  río  que  más  abajo  se  desprenden  ha- 
cia el  Oriente  y  el  Occidente,  á  terminar  el  primero 
en  la  Ciénaga  de  Santamarta,  y  el  segando  en  la  de 
Matunilla,  al  Sur  de  Cartagena,  son  en  extremo  tor- 
tuosos y  el  agua  se  riega  en  lagunas  y  manglares  late- 
rales, conservando  poco  fondo. para  la  navegación.  La 
gran  masa  de  las  aguas  del  río  se  dirige  por  el  cauce 
central  á  las  bocas  de  Ceniza,  en  donde  se  forma  una 
barra  aluvial  que  disminuye  el  fondo  del  río  en  oca- 
siones á  sólo  doce  ó  quince  pies;  pero  hoy  se  dice  que 
tiene  otra  vez  cerca  de  treinta. 


El  valle  del  Magdalena  está  cercado  desde  su  na- 
cimiento por  dos  de  las  grandes  ramas  de  los  Andes: 
la  oriental,  en  cuyas  faldas  vive  la  mitad  de  la  pobla- 
ción del  Tolima  y  toda  la  de  los   departamentos  (an- 


61  Población  del  Dalle 

tes  Estados)  de  Cundinamarca,  Boyacá,  Santander  y 
Magdalena,  que  asciende  á  2.200,000,  así: 

Mitad  oriental  del  Tolima 150,000 

Cundinamarca.    620,000 

Boyacá 700,000 

Santander . .        610,000 

Magdalena 120,000 

Total .2.200,000 

La  occidental  del  valle  y  sus  vertientes,  en  donde 
reside  la  de  la  otra  mitad  del  Tolima  y  las  de  Antio- 
quia  y  Bolívar,  en  número  de  poco  más  de  1.000,000, 
en  esta  forma: 

Mitad  occidental  de]  Tolima 140,000 

Antioquia 560,000 

Bolívar 320,000 

Total 1.020,000 

La  banda  derecha  ú  oriental  es  naiclio  más  pobla- 
da, como  se  ve,  y  sus  grandes  poblaciones  están  más 
inmediatas  al  río,  del  que  sólo  las  separan  distancias 
de  12  á  30  leguas,  mientras  que  las  de  Antioquia,  en 
la  banda  occidental,  distan  40  y  aun  más  á  las  veces, 
y  en  ocasiones  están  más  inmediatas  al  Cauca  que  al 
Magdalena;  pero  el  Cauca  casi  do  es  navegable  en 
parte  alguna  del  litoral  de  Antioquia,  á  causa  de  los 
saltos  é  impetuosas  corrientes  que  determina  su  ma- 
yor altura  sobre  el  nivel  del  mar,  y  la  angostura  de 
su  valle,  en  el  que  las  cordilleras  Central  y  Occiden- 
tal que  lo  limitan  se  acercan  considerablemente,  has- 
ta tocarse  en  ocasiones.    Eesulta  de  aquí  que  Antio- 


Población  de  las  orillas  del  rio  65 

quia  pertenece   Cíiái  en  su  totalidad,  por  razón  de  los 
lazos  comerciales,  á  la  hoya  del  Magdalena. 

En  el  valle  propiamente  dicho  de  este  río  sólo 
vive  una  población  de  cerca  de  700,000,  distribui- 
da así: 

Tolima,  en  el  alto   Magdalena 240,000 

Cundinamarca,    poblaciones    en    una 

zona  de  10  legnas 100,000 

Bojacá    5,000 

Santander ...        60,000 

Magdalena 60,000 

Antioquia 40,000 

Bolívar 200,000 

Total 675,000 

Situadas  en  las  tres  partes  del  río  en  la  propor- 
ción siguiente: 

Alto  Magdalena 340,000 

Magdalena  central   75,000 

Bajo  Magdalena 260,000 

Reputo  colocadas  en  el  valle  del  Magdalena  cen- 
tral unas  pocas  poblaciones  de  Antioquia,  que  quizás 
no  alcanzan  á  10,000  habitantes,  situadas  en  la  orilla 
izquierda  del  río  de  La  Miel,  Nare,  Puerto  Berrío  y  San 
Bartolomé;  de  Boyacá,  algunos  leñateos  en  la  ribera 
boyacenseyotras  muy  escasasen  la  hoya  del  río  Mine- 
ro; de  Santander,  algunas  del  Cantón  de  Vélez,  desde 
la  boca  del  Carare  hasta  algo  más  arriba  de  San  Fer- 
nando, las  que  recientemente  se  han  establecido  en 
la  parte  alta  del  Chucurí,  que  se  dice  pasan  de  10,000, 
ias  de  la  parte  baja  del   Lebrija,  y  las  de  Ocaña,  casi 

5 


66  Las  corrientes  del  rio 

en  su  totalidad.  íío  considero  pertenecientes  al  Mag- 
dalena las  poblaciones  de  Rioliacha  ni  las  de  la  anti- 
tigna  provincia  de  Valledupar,  de  Campernclio  hacia 
el  Norte.  Excluyo  de  la  del  Estado  de  Bolívar  las 
que  viven  en  el  Sinú  y  en  la  costa  del  golfo  de  Mo- 
rrosqnillo.  Tampoco  computo  entre  los  habitadores 
del  valle  los  00,000  habitantes  del  Tolima,  que  viven 
en  las  faldas  superiores  de  la  cordillera  Central. 

La  parte  poblada  del  valle  principia  á  los  1,354 
metros  sobre  el  nivel  del  mar,  que  es  la  altura  de  Pi- 
talito;  y  esta  altura  va  disminuyendo  rápidamente  en 
la  primera  parte  del  río,  en  donde  el  curso  de  éste  es 
torrentoso  ó  inútil  para  la  navegación.  En  el  Pital  y 
Timaná,  doce  leguas  más  abajo,  yá  sólo  es  de  1,056  y 
1,000;  en  Garzón  y  el  Gigante,  á  ocho  leguas  de  dis- 
tancia, de  858  y  819,  respectivamente:  en  Neiva,  á 
menos  de  20  leguas,  en  donde  principia  hoy  la  nave- 
gación por  vapor,  sólo  es  de  468.  Marcaré  la  altura 
sobre  el  nivel  del  mar  y  la  distancia  recorrida  por  las 
aguas  en  los  demás  puntos  navegables,  como  dato  que 
servirá  para  apreciar  las  corrientes  del  río. 

Í  Lugares.  Distancia  recorrida.         Altura  sobre  el 

Entre  Garzón  y  el  Pital.     Leguas  de  5,000  metros.       nivel  del  mar. 
Metros. 
Orilla  del  río ... .  ....  715  Rsiss  y  Síuk 

Neiva 20  468  Codazzi. 

Purificación 30  369  Codazzi. 

Girardot ...  15  314  Cisneros. 

Guataquí 15  239  E.  &  S. 

Ambalema 16  236  R.  *&  S. 

Honda 20  200  R.  &  S. 

Pasan   96 


Las  corrientes  del  rio 


67 


Lusrares.  Distancia  recorrida.  Altura 

Entre  Garzón  y  el  Pital.     Leguas  de  5,000  metros,  sobre  el  nivel  del  mar. 

Metros. 

Vienen 96 

La   Domda  IH  182  R.  &  S. 

Nare 22^  131  R.  &  S. 

Puerto  Berrío 11  127  Cisneros 

Bocas  de  Carare..  151  124  R.  &  S. 

Boca  del  Sogamoso  17  88  K  &  S. 

El  Banco   48^  R.  &  S. 

Magangné. 37^  55  R.  &  S. 

Barran  quilla 45  7  R.  &  S. 

Total  desde  Neiva, .     304^  (1)  ^ 

Como  se  ve,  la  corriente  del  río  entre  Neiva  y  Pu- 
rificación tiene  un  descenso  de  3.30  metros  por  legua. 

Entre  Purificación  y  Hpnda  una  diferencia  de  169 
metros,  en  la  altura,  se  reparte  entre  QQ  leguas,  es  de- 
cir, á  razón  de  2.50  metros  por  legua. 

Entre  Honda  y  La  Dorada  la  diferencia  de  18  me- 
tros, en  la  altura,  se  distribuye  en  11  leguas,  á  razón 
de  1.64  metros  por  legua.  Observaciones  posteriores 
han  creído  encontrar  en  Honda,  en  la  boca  del  Gualí, 


;1)  L;is  distancias  en  este  cuadro,  desde Hopda  para  abajo, 
son  tomadas  del  itinerario  de  los  vapores  en  el  río  Magdalena, 
formado  por  la  Gonipafáa  (Jolomhiana  de  Transportes.  Las  altu- 
ras, que  son  puramente  barométricas,  y  por  consig-uiente  isuje- 
tas  á  algún  error,  son  las  publicadas  por  los  señores  Ress  y 
Stühel,  viajeros  naturalistas  alemanes,  en  1868,  por  Codazzi  y 
por  Cisneros.  Asimismo  lo  son  las  alturas  entre  Honda  y  Nei- 
va,  excepto  la  de  esta  última  ciudad,  que  es  tomada  de  las  ob- 
servaciones de  Codazzi.  Las  distancias  en  esta  parte  alta,  que 
no  he  encontrado  en  ninguna  autoridad  científica,  las  doy  como 
cálculos  míos,  y,  por  consiguiente,  tienen  muy  poco  ó  ningún 
valor.  Las  distancias  en  el  camino  de  tierra  me  son  conocrdas 
por  los  itinerarios  de  Codazzi;  pero  las  vueltas  del  río  son  tan 
considerables,  que  aquéllas  no  pueden  servir  sino  como  base 
de  cálculo  expuesto  á  muchos  errores. 


68  Ríos  tributarios 

una  alcura  de  210  metros,  es  decir,  37  metros  de  dife- 
rencia de  nivel,  lo  que  daría  3.36  metros  por  legua. 
De  la  boca  de  Sogamoso  á  Barranquilla,  en  130 
leguas  de  distancia,  la  diferencia  de  altura  es  de  sólo 
81  metros,  ó  sea  0.62  por  legua. 


Tributan  al  Magdalena  más  de  500  ríos  y  un  sin- 
número de  quebradas.  Mencionaré  los  ríos  principa- 
les, dividiéndolos  entre  las  dos  orillas  de  Oriente  y 
Occidente. 

Del  Oriente  desembocan  en  el  alto  Mae^dalena: 

El  Suaza,  Rioneiva,  el  Cabrera,  el  Prado,  el  Fusa- 
gasugá  y  el  Bogotá. 

Del  Occidente,  el  Páez,  el  Yaguará,  el  Bache,  el 
Órganos,  el  Saldaña,  el  Totare,  el  Cuello,  Riorrecio, 
Lagunilla,  Sabandija,  Gualí  y  Guarinó. 

En  el  Magdalena  central: 

Del  Oriente,  el  Rionegro,  el  Carare,  el  Opón,  La 
Colorada,  el  Sogamoso  y  el  Lebrija. 

Del  Occidente,  el  río  de  La  Miel,  el  Nare,  el  San 
Bartolomé  (llamado  también  Caño  de  Regla),  el  Ci- 
mitarra y  el  Moja. 

En  el  bajo  Magdalena  sólo  el  Cesar,  al  Oriente,  y 
el  Cauca  y  el  San  Jorge,  al  Occidente;  pero  éstos  son 
yá  grandes  ríos,  que  á  su  vez  tienen  tributarios  impor- 
tantes. Además  esa  región  tiene  vías  navegables  al 
Oriente  en  la  Ciénaga  de  Santamarta  y  sus  tributa- 
rios, y  en  el  Ranchería,  también  llamado  Calancala  en 
su  parte  inferior,  que  se  desprenden  de  las  sierras 
Tairona  y  Nevada;  y  al  Occidente,  el  Sinú,  último 
desagüe  de  la  cordillera  Occidental  en  su  término  sep- 
tentrional. 


-•5:=r':F^^."^(í^#=^l(;^'F^|ií(r^í^^ 


CAPITULO   Vil 


EL  VALLE  DEL  ALTO  MAGDALENA 


Recursos  naturales. — Productos  de  la  paja  nacuma. — El  cacao. 
El  tabaco.— Concentración  de  la  propiedad  del  suelo.— El 
vicio  de  la  embriaguez. — Las  minas  de  orGH^  plata. — La 
mesa  central  de  Cundinamarca. 


Como  se  ha  visto  arriba,  el  valle  del  Magdalena, 
limitado  por  las  cordilleras  Oriental  y  Central,  y  com- 
prendiendo la  parte  ocupada  por  los  antigiios  Esta- 
dos de  Tolima,  Cundinamarca,  Antioquia,  Boyacá, 
Santander,  Magdalena  y  Bolívar,  tiene  una  área  de 
cien  mil  millas  cuadradas,  poco  más  ó  menos,  de  las 
cuales  corresponden: 

Al  alto  Magdalena  (aproximación)  35,000  millas. 

Al  Magdalena  central 25,000       ,, 

Al  bajo  Magdalena 50,000       „ 

*  Angosto  en  la  parte  alta,  va  ensanchándose  á  me- 
dida que  el  río  avanza  en  su  curso  hacia  el  mar,  de 
suerte  que  tiene  la  forma  de  un  triángulo  cuyo  vér- 
tice está  en  el  nacimiento  del  río,  sus  lados  en  las  dos 
cordilleras  y  su  base  en  él  mar  de  las  Antillas.  La  mi- 
tad de  su  población  está  en  la  parte  alta,  nn  10  por 
100  en  la  parte  media  y  40  por  100  en  la  parte  baja. 

La  salubridad  del  clima,  la  fertilidad  de  la  tierra 


70  EL  valle  del  alto  Magdalena 

y  las  facilidades  de  locomoción,  explican  por  qué  está 
más  poblada  la  parte  alta  que  la  baja;  y  las  conexio- 
nes con  el  mar,  porqué,  á  pesar  déla  mayor  insalubri- 
dad del  bajo  valle,  la  población  es  allí  más  numerosa 
que  en  el  Magdalena  central. 

El  valle  alto  está  libre  de  pantanos  é  inundacio- 
nes; es  abundante  en  aguas;  no  escaso  de  maderas 
(bien  que  la  costumbre  indígena  de  quemar  las  saba- 
nas todos  los  años,  es  una  causa  constante  de  destruc- 
ción inútil  de  los  bosques);  tiene  grandes  praderías 
naturales  para  la  cría  de  ganados;  es  rico,  si  no  en 
mineralesTie  veta,  sí  en  aluviones  auríferos,  así  como 
en  productos  naturales  de  los  bosques;  la  proximidad 
de  las  cordilleras  le  permite  gozar,  en  espacios  reduci- 
dos, de  la  ventaja  de  climas  variados  desde  27°  centí- 
grados de  temperatura  media  en  la  orilla  del  río, 
hasta  10  ó  12°  en  las  faldas  de  los  Andes,  á  uno  y  otro 
lado.  Así,  esta  región  lia  sido  el  campo  de  produc- 
ciones variadas  é  importantes  para  el  consumo  inte- 
rior y  para  la  exportación.  La  extremidad  Sur,  en 
alturas  de  800  á  1,500  metros  sobre  el  nivel  del  mar, 
ha  tenido  la -producción  de  cacao  de  superior  calidad 
en  cantidades  de  16  á  20,000  quintales  por  aüo,  y  la 
de  sombreros  de  paja  de  nacuma  por  valores  de  más 
de  $  400  ó  %  500,000  anuales.  Las  llanuras  de  pastos 
naturales  de  la  parte  media  lian  desarrollado  la  cría  de 
ganado  vacuno  en  número  de  más  de  500.000  reses,  y 
de  razas  caballar  y  mular  en  guarismos  considerables, 
no  sólo  para  su  comercio  interior,  sino  para  la  provi- 
sión de  las  provincias  vecinas  de  Bogotá  y  aun  el  So- 
corro y  Cúcuta.   En  la  parte  inferior,  que  se  aproxima 


Sus  producciones  71 

al  Salto  de  Honda,  se  aclimató  la  producción  de  tabaco 
hasta  llegar  á  valores  de  $  2  a  $  3.000,000  anuales.  La 
extracción  de  quinas  en  la  cordillera  Oriental,  consi- 
derable en  diversas  épocas,  alcanzó  en  1880  á  1883  á 
sumas  de  más  de  $  2.000,000  por  año.  El  café  pros- 
pera en  las  faldas  de  sus  dos  cordilleras,  entre  1,200  y 
1,700  metros  de  altura,  y  alcanza  yá  valores  no  des- 
preciables en  el  distrito  de  Chaparral  y  en  los  declives 
de  las  mesas  do  Barragán  y  del  Quindío. 

Y  sin  embargo,  sea  resultado  del  obstáculo  que  el 
Salto  de  Honda  le  presentaba  para  desarrollar  su  co- 
mercio exterior,  ó  bien  efecto  del  estancamiento  que 
producen  en  el  espíritu  las  fáciles  y  productivas 
pero  rutineras  tareas  de  la  vida  pastoril,  á  que  du- 
rante los  dos  primeros  siglos  de  la  colonización  espa- 
ñola estuvo  casi  reducida  su  población,  ó  también 
influencia  del  clima  cálido  y  seco  de  sus  llanuras  que, 
dando  á  la  vegetación  un  carácter  áspero  y  duro,  po- 
día también  engendrar  en  el  hombre  una  manera  de 
ser  poco  flexible  á  las  modiñcaciones  de  los  tiempos; 
el  hecho  es  que  los  habitantes  del  Tolima  han  careci- 
do de  expansión  de  ideas  y  no  han  sabido  sacar  de 
todas  sus  facilidades  naturales  el  provecho  que  era  de 
esperar. 

Presentaré  algunos  ejemplos. 

La  fabricación  de  sombreros  de  nacuina,  como  he  di- 
cho yá,  alcanzaba  á  más  de  medio  millón  de  pesos,  j 
proveía  al  sustento  de  más  de  tres  mil  familias  en  los 
distritos  de  Suaza,  N'aranjal  y  otros;  pero  la  moda  de 
ese  sombrero,  antes  muy  extendida  en  las  Antillas  y  el 
Brasil,  no  resistió  la  competencia  de  los  de  seda,  de 


72  La  poja  nacuma 

fieltro  y  (^e  paja  fie  arroz,  más  lig-eros  y  baratos,  pro- 
ducido^ en  Europa,  y  la  exportación  de  ese  artículo 
cayó.  Pues  bien;  no  se  ha  pensado  en  dar  á  esa  paja- 
nacuma,  tan  flexible  y  de  bonito  aspecto,  otra  aplica- 
ción. Con  ella  hubieran  podido  hacer  sombreros  muy 
superiores  á  los  que,  adornados  ligeramente  con  gasa, 
cinta,  plumas  ó  flores  artificiales,  para  señorías  y  niños, 
se  importan  del  Extranjero  á  los  precios  extravagan- 
tes de  %  20,  %  30  y  aun  I  50  cada  uno,  y  también  se 
hubiera  podido  hacer  con  ella  defensas  para  el  cuello 
y  las  espaldas  en  los  viajes  por  tierras  calientes,  qiii- 
irine.s  ó  millarengues,  capelladas  para  alpargatas,  chi- 
nelas y  aun  botines,  cachuchas  ligeras,  hamacas,  asien- 
tos para  sillas  ó  canapés,  y  tantos  otros  objetos  en  que 
ese  tejido  ligero,  ventilado  y  de  tan  bella  apariencia, 
pudiera  tener  aplicación.  Contra  viento  y  marea  se  ha 
perseverado  en  la  fabricación  de  esos  sombreros  altos 
de  copa,  anchos  do  ala,  desproporcionados  al  tamafío 
de  la  cara  humana,  á  la  que  dan  un  aspecto  semi-sal- 
vaje  y  casi  feroz,  cuya  moda  me  ha  parecido  uno  de 
los  signos  de  decadencia  de  los  tiempos  presentes. 

Motivo  de  admiración  es  para  mí  que  la  produc- 
ción de  cacao,  desarrollada  en  breves  años  en  las  ori- 
llas del  Guayas,  á  más  de  300,000  quintales  al  año,  no 
haya  pasado  en  el  Tolima  en  los  últimos  cuarenta  de 
16  ó  20,000,  habiendo,  como  hay  allí,  población  y  tie- 
rras suficientes  para  producir  una  cantidad  diez  ó 
veinte  veces  mayor.  Y  esto  á  pesar  del  altísimo  pre- 
cio de  $  0-40  á  $  0-50  por  libra,  que  encuentra  en  el 
consumo  interior,  con  demanda  creciente  todos  Ios- 
días. 


El  tabaco  73 

El  cultivo  del  tabaco  llegó  en  Ambalema  y  sus; 
alrededores,  en  1856,  auna  cantidad  de  400  á  500,000' 
arrobas  anuales,  por  las  cuales  pagaban  los  exporta- 
dores de  $  2  á  8  3.000,000;  suma  enorme  para  una 
población  que,  probablemente,  no  pasaba  de  50,000 
almas.  Sobrevino  una  enfermedad  en  la  planta,  dis- 
minuyó el  producto  de  las  cosechas  en  algunos  años 
de  escaso  invierno,  decayó  la  calidad  de  la  hoja,  en 
consecuencia  el  precio  de  ella  en  los  mercados  extran- 
jeros, y  al  propio  tiempo  apareció  en  éstos  la  compe- 
tencia del  tabaco  de  Java  y  Sumatra,  equivalente  en 
calidad  al  nuestro  en  tiempos  anteriores.  Bastaron 
estas  dificultades  para  que  esa  industria,  tan  flore- 
ciente, cediese  el  campo  sin  luchar.  Hubiera  po- 
dido ensayarse  rotación  filosófica  entre  esta  planta  j 
otras  de  la  tierra  caliente,  como  el  maíz,  la  caíla  de 
azúcar,  forrajes,  etc.,  el  riego  de  las  plantaciones,  el 
empleo  de  semillas  de  distinta  procedencia  y  sobre- 
todo, una  preparación  más  cuidadosa  del  suelo.  ]S"ada 
de  eso  se  hizo:  el  rastrojo  invadió  los  que  antes  eran 
espléndidos  y  productivísimos  campos,  y  la  miseria  á 
hogares  antes  acoslumbrados  á  la  abundancia. 

Dos  causas  contribuyeron  á  esta  decadencia:  la 
una,  especial  en  Ambalema;  la  otra,  reinante  en  todo' 
el  Tolima.  La  primera  consistía  en  que  el  monopolio- 
del  tabaco,  abolido  apenas  quince  ó  diez  y  seis  años" 
antes,  había  permitido  la  concentración  de  la  propie- 
dad de  las  tierras  productoras  de  tabaco  en  muy  pocas 
manos,  principalmente  en  las  de  una  casa  comercial 
extranjera,  cuyos  socios  ausentes  no  pudieron  ó  no- 
quisieron  acometer  esos  ensayos,   como  de  ordinario- 


74  El  vicio  de  la  erribriaguez 

acontece  dondequiera  que  la  propiedad  territorial 
^stá  sometida  á  la  acción  enervante  del  misentismo. 
La  segunda  es  una  enfermedad  crónica  en  casi 
todo  nuestro  país,  pero  que  en  ninguna  parte  había 
presentado  caracteres  tun  agudos  como  en  el  Tolima, 
y  especialmente  en  Ambalema:  la  embriaguez.  El 
íiguardiente  de  caña  es  la  bebida  popular  de  nuestras 
poblaciones  de  tierra  caliente,  3^  el  abuso  de  ella  al- 
canza yá  las  proporciones  de  una  cuestión  social  de 
primer  orden;  pero  en  ninguna  parte  ha  presentado 
la  intensidad  que  desplegó  en  aquella  comarca,  de 
1850  á  18<0,  cuando  la  abolición  del  monopolio  le- 
vantó el  precio  del  tabaco  en  rama,  áe  $  0-90  á  $  5  ó 
$  6  la  arroba,  y  cuadruplicó  casi  de  nn  golpe  la  tasa 
•de  los  jornales.  Yá  no  se  bebía  el  aguardiente  de  caña, 
sino  coñac,  ginebra  y  otros  licores  extranjeros,  á  pre- 
cios altos:  tampoco  se  le  tomaba  en  dosis  pequeñas  de 
cinco  centilitros  á  lo  más,  como  de  antaño,  sino  en 
vaso  y  aun  en  totuma.  La  perversión  del  vicio  fue 
más  lejos  todavía:  yá  no  se  quería  beber  el  licor 
puro  y  sin  mezcla,  sino  una  combinación  extraña 
-de  licores  y  vinos:  de  aguardiente»  brandy,  vino  tin- 
to, de  Málaga  y  de  Oporto,  con  el  nombre  calum- 
nioso de  matrimonio,  y  después  con  el  más  expresivo 
y  verídico  de  tumbaga.  La  noche  del  sábado  pre- 
sentaba en  las  calles  de  Ambalema  el  teatro  de  la  más 
espantosa  orgía.  Por  todas  partes  mesas  de  juego:  en 
gran  número  de  casas  bailes  de  lechona,  de  esos  que 
la  tradición  ha  bautizado  con  el  nombre  expresivo  de 
ca7idü  y  garrote;  en  todas  las  esquinas,  corrillos  de 
.tiple  y  bandola,   rodeados  de  gran   círculo  de  cose- 


Ambalema  75 

olleros  y  alisadoras,  que  celebraban  con  grandes  riso- 
tadas canciones  obscenas.  Eecuerdo  haber  oído  en  uno 
de  ellos  á  un  mercachifle  ó  buhonero,  que  por  lo  visto 
•debía  de  ser  casado  y  padre  de  familia,  algo  más 
cargado  de  alegría  de  lo  necesario,  cantar  con  voz  yá 
agonizante  de  caña  rajada,  esta  estrofa,  fiel  traduc- 
-ción  del  sentimiento  dominante  en  la  multitud: 

¡Quien  fuera  libre  y  soltero, 
•  Señor  de  su  volunta, 

Pa  tunar  toda  la  noche 
Al  uso  é  Jatativá!  (1) 

La  fiesta  duraba  hasta  el  amanecer,  para  recomen- 
zar el  domingo,  después  de  misa,  hasta  las  cuatro  ó 
las  cinco  de  la  tarde,  hora  en  que  los  cosecheros  toma- 
ban la  vuelta  de  sus  campos,  provistos  de  un  mer- 
cado semejante  al  que  un  antiguo  jefe  de  la  Inde- 
pendencia censuraba  por  demasiado  gasto  en  pan, 
al  ordenanza,  que  le  avisaba  llevar  para  la  campaña 
nueve  pesos  y  medio  de  aguardiente  y  cinco  reales 
«n  pan. 

Toda  la  labor  de  varios  meses  de  trabajo  asiduo, 
era  consumida  en  un  día,  y  lo  que  es  más  lastimoso 
aún,  á  las  veces  en  compañía  de  las  mujeres  y  los  hijos. 
No  hubo  una  Caja  de  Ahorros  que  tratase  de  hacer  si- 
quiera menor  el  desastre,  ni  una  autoridad  que  per- 
siguiese los  juegos  y  pusiese  algún  freno  á  la  prosti- 
tución, ni  un  ministro  del  Evangelio  que  levantase  la 
cruz  é  hiciese  oír  palabras  de  temperancia  y   domi- 


(1)  Según  parece,  Facatativá,  nuestra  población  de  la  Sa- 
bana, tampoco  era  muy  ortodoxa  en  otro  tiempo.  Hoy  las  cos- 
tumbres han  mejorado  notablemente. 


76  Producciones  de  la  cordillera 

nio  sobre  las  pasiones  en  medio  de  esa  multitud  des- 
enfrenada! Nada  quedó  de  esa  prosperidad  pasajera 
sino  el  dolor  de  haberla  perdido.  Era  imposible  que,, 
dadas  esas  condiciones  iniciales,  se  pudiese  combatir 
contra  un  tropiezo  en  el  camino  industrial. 


La  cordillera  Central,  que  avecinda  á  los  Estados  de 
Cauca  y  Antioquia,  parece  encerrar  metales  preciosos 
en  su  seno.  En  el  lecho  de  los  ríos  Pata  y  Bache  se 
lava  casi  siempre  oro  Con  buen  éxito,  después  de  las 
avenidas  que  arrastran  arenas  de  la  parte  superior. 
En  la  Plata  hay  tradición  antigua  de  riquísimas  mi- 
nas del  metal  que  dio  su  nombre  á  todo  el  cantón. 
En  la  parte  alta  del  río  de  Órganos,  que  desemboca 
doce  ó  catorce  leguas  abajo  de  Neiva,  sobre  la  ribera 
izquierda  del  Magdalena,  hay  algunos  establecimientos 
mineros  en  actividad,  y  otros  abandonados,  entre  ellos 
el  de  una  compañía  americana  que  se  proponía  cons- 
truir, con  un  gasto  de  $  200,000,  un  gran  acueducto- 
para  el  lavado  de  los  aluviones  ó  para  dar  movimiento 
á  los  molinos  de  arrastre.  Se  dice  que  las  cabeceras 
del  Saldaua,  del  Ata  y  de  los  tributarios  de  éste,  son 
ricas  en  oro,  principalmente  en  las  inmediaciones  del 
distrito  de  Coyaima,  en  cuyos  mercados  los  negocian- 
tes rescatan  de  ochenta  á  cien  libras  de  oro  en  polvo 
por  aflo.  En  el  distrito  del  Chaparral  he  oído  que, 
entre  otras  minas,  la  de  La  Charca,  trabajada  por 
una  compañía  norteamericana,  rinde  más  de  %  100,000 
anuales  á  sus  accionistas.  En  la  montaña  de  Quindío 
empiezan  á  trabajarse   algunas  vetas  en  las   prime- 


Las  minas  de  la  cordillera 

ras  vertientes  del  río  Cuello,  á  pocas  leguéis  de  Iba- 
gué,  en  las  cuales  se  lia  invertido,  aún  no  se  sabe  si 
con  éxito  favorable,  sumas  que  tal  vez  se  aproximan 
á  S  200,000  en  los  tres  ó  cuatro  últimos  años.  La 
parte  de  la  cordillera  Central,  que  desde  aquí  hasta 
el  río  de  la  Miel  divide  los  Estados  de  Tolimay  An- 
tioquia,  ha  sido  naturalmente  más  trabajada  por  la 
inmigración  de  mineros  antioqueflos,  quienes  han  for- 
mado diez  ú  doce  poblaciones  nuevas  en  la  falda  toli- 
mense,  durante  los  últimos  treinta  años,  y  esta  es  la 
parte  en  que  las  empresas  mineras  son  más  abundan- 
tes; pero  hasta  ahora,  al  parecer,  con  escasos  rendi- 
mientos, listas  empresas  han  dado  nacimiento  en 
Bogotá,  con  las  acciones  de  las  diversas  compañías,  á 
especulaciones  de  bolsa  en  extremo  perjudiciales  á  la 
seria  continuación  de  estos  trabajos,  de  los  que  de- 
biera retirarse  todo  espíritu  de  charlatanismo,  y  mucho 
más  el  de  mala  fe.  En  estas  especulaciones  ha  cam- 
biado de  manos,  de  1887  á  1889,  pasando  de  las  per- 
sonas dotadas  de  candida  fe,  á  las  menos  escrupulo- 
sas de  otros  negociantes  avisados,  sumas  que  pasan 
quizás  de  millón  y  medio  de  pesos.  Hecho  notable, 
pues  nunca,  antes  de  1885,  habían  sido  conocidas  en 
el  mercado  de  signos  representativos  de  esta  ciudad 
las  acciones  de  minas,   ni   casi  las  empresas  mineras. 


Detrás  de  las  primeras  cuchillas  de  las  cordilleras 
que  limitan  el  valle  del  río,  á  distancias  de  cinco  á 
diez  leguas,  empieza  la  población  establecida  en  las 
faldas  y  mesas  de  aquéllas,  en  las  cuales  se  encuentra 
el  grupo  más  numeroso  de  la  población  de  Colombia. 


78  Riqueza  de  la  población 

En  ella  figura,  como  parte  principal,  la  de  Cundina- 
marcay  la  capital  de  la  Eepública,  á  veinte  leguas  de 
distancia  del  río.  Todo  ese  grupo,  que  cuenta  más  de 
600,000  habitantes,  el  más  rico  y  uno  de  los  más 
densos  de  todo  el  país,  pertenece,  geográficamente,  al 
alto  Magdalena,  del  cual  recibe  maíz,  ganados  j 
cerdos  gordos,  azúcar,  panela  y  miel,  cacao,  arroz,  etc.,. 
y  al  cual  envía  en  cambio  manufacturas  extranjeras 
y  nacionales,  harina  de  trigo,  papas  y  sal.  La  impor- 
tancia de  ese  tráfico  entre  Bogotá  y  el  río  Magdalena,, 
por  las  tres  vías  principales  de  Fusagasvigá  y  Melgar, — 
La  Mesa  y  Girardot — y  Guaduas  y  Honda, — sube  ac- 
tualmente á  más  de  650,000  cargas,  ó  más  de  120,000 
toneladas  (computando  los  ganados  que  se  transportan 
en  pie),  y  por  un  valor  de  cuatro  ó  cinco  millones  de 
pesos. 

La  riqueza  general  de  esa  sección  (Oundinamarca) 
en  tierras,  casas,  mercancías  y  semovientes,  puede 
estimarse  en  más  de  $  120.000,000,  pues  el  solo  case- 
río de  Bogotá,  del  cual  no  hay,  desgraciadamente, 
estadística  alguna  reciente,  subía  en  1863,  según 
catastro  formado  en  ese  año,  á  más  de  %  16.000,000. 
En  el  día  puede  estimarse  en  algo  más  del  doble.  Las 
200,000  hectáreas  que  aproximadamente  mide  la 
bella  y  fértil  explanada  de  Bogotá,  no  pueden  ava- 
luarse, en  término  medio,  á  menos  de  $  100  cada  una, 
es  decir,  en  $  20.000,000:  en  mercancías  extranjeras 
hay  constantemente  en  la  capital  un  depósito  de  $  12 
á  $  15.000,000,  y  la  moneda  circulante  no  baja  de 
$  4.000,000.  El  valor  de  las  tierras  y  casas  de  los  va- 
lles de  Zipaquirá,  Ubaté  y  Ohocontá,   asciende  á  más 


Riqueza  del  Tolima  79 

de  %  20.000,000,  y  las  tierras,  cosechas  y  semovientes^ 
del  resto  del  territorio,  en  donde  viven  más  de  200,000 
habitantes,  debe  de  alcanzar  á  más  de  §  25.000,000. 
Puede  estimarse  la  riqueza  general  de  este  grupo  de 
población  en  un  término  medio  de  %  200  por  cabeza,  lo 
que  da  el  guarismo  arriba  apuntado  de  >$  120.000,000. 

La  del  Tolima,  con  300,000  pobladores,  entre  quie^ 
nes  está  más  equitativamente  distribuida  la  riqueza 
que  en  Cundinamarca,  no  baja  de  8  120  por  cabeza  de- 
población,  ó  sea  $  36.000,000  la  de  todo  el  territorio. 

En  estos  guarismos  me  refiero  tan  sólo  á  la  riqueza 
venal  ó  cambiable,  pues  en  cuanto  á  riqueza  natural,, 
todavía  no  apropiada,  pero  que  formará  una  masa 
muy  considerable  de  valores  cambiables  cuando  las 
vías  de  comunicacióu  suministren  medios  para  explo- 
tarlas y  acarrearlas,  sólo  puede  decirse  que  hay  un 
fondo  inmenso  de  valor  de  esperanza,  en  sus  riquísi- 
mas minas  de  carbón,  de  hierro,  de  sal  gema,  así 
como  en  las  de  oro,  plata,  plomo,  cobre,  que  empie- 
zan á  explotarse,  y  en  las  tierras  que  aún  permanecen 
eriales  por  falta  de  salidas  para  sus  productos. 


CAPITULO  YHI 


EL     MAGDALENA     C  E  K  T  K  A  L 


Población  general. — Ciudades  principales. — Riqueza  general. 
Deficiencias  de  la  población. — El  valle  del  Magdalena  cen- 
tral.— Obstáculos  á  la  colonización  de  éste. 


El  valle  del  Magdalena  ceiitfal  principia  al  pie  de 
los  fuertes  chorros  que  en  Honda  interrumpen  la  na- 
Tegación  por  vapor.  Para  señalarle  un  límite  más  no- 
table, y  de  acuerdo  con  las  divisiones  políticas  del 
país,  se  podría  marcar  su  origen  en  el  punto  en  que 
desembocan  en  el  Magdalena,  casi  frente  á  frente, 
los  ríos  de  la  Miel,  en  la  orilla  izquierda,  y  Rione- 
gvo,  en  la  derecha,  veinte  leguas  abajo  de  Honda; 
«1  primero  de  estos,  límite  entre  los  territorios  de  To- 
iima  y  Antioquia,  y  el  segundo,  entre  los  de  Cundi- 
namarca  y  Boyacá.  Do  aquí  se  extiende  á  lo  largo  del 
Magdalena  hasta  el  Banco,  punto  inmediato  á  la  línea 
divisoria  entre  los  de  Antioquia  y  Bolívar,  á  la  izquier- 
da, y  Santander  y  Magdalena,  á  la  derecha.  En  esta 
distancia  queda  comprendido,  al  Occidente,  el  terri- 
torio de  Antioquia,  y  los  de  Boyacá  y  Santander  al 
Oriente,   no  en  toda  su  extensión;  pues    Antioquia 


Población  del  Magdalena  oHntrál  81 

tiene  una  tercera  parte  á  lo  menos,  de  su  territorio 
en  el  valle  fiel  Cfiuca  y  su  gran  tributario  el  Nechí; 
Boyacá,  una  cuarta  parte  de  l.i  suya  sobro  la  hoya  del 
Meta,  y  Santander,  tal  vez  una  quinta  parte,  en  el  Zulia 
y  el  lago  de  Maracaibo.  De  todos  modos,  el  territorio 
encerrado  entre  las  más  altas  cumbres  de  las  cordilleras 
Oriental  y  Central,  en  esta  región,  tiene,  en  líneas  geo- 
gráficas, 35  leguas  de  ancho  y  50  de  largo,  poco  masó 
menos,  que  con  las  vueltas  del  río  Magdalena  se  desen- 
Yuelveti  á  104  entre  Buenavista  (boca  del  río  de  la 
Miel)  y  el  Banco. 

En  toda  esta  área  hay  una  población  de: 

En  Antioquia 400,000        habitantes. 

En   Boyacá... 560,000  — 

En  Santander 540,000  — 

Total 1.500,('00  (1)  habitantes. 

De  ellos  sólo  poco  más  de  una  vigésima  parte  ha- 
bita en  las  riberas  del  río  ó  en  una  zona  de  diez  leguas 
á  cada  lado;  pues  sólo  el  antiguo  cantón  de  Ocaña, 
perteneciente  á  Santander,  y  situado  casi  en  su  tota- 
lidad dentro  de  los  límites  de  esta  zona,  tiene  una 
población  de  50  á  G0,000  habitantes.  El  resto  de  esas 
poblaciones  habita  en  las  fablas  ó  mesas  de  los  An- 
des, en  alturas  de  1,000  á  2,200  metros  sobre  el  nivel 
del  mar,  y  á  distancias  de  20  á  40  leguas  del  río, 
en  donde  los  climas,  de  17  á  25°  centígrados,  son 

(1)  La  población  de  estas  tres  menciones  es  en  la  artualidad 
(por  cálculí)  aproximado)  de  560  000  en  Ant.oqiiia,  700,000  en 
Boyacá  y  640,000  en  Santander;  t.-tal,  1.900,0U0;  pero  supri- 
mo la  parte  situada  en  las  lioyas  íiidrográtieas  distintas  de  la  del 
Magdalena. 

6 


83  Ciudades  principales 

adecuados  para  Jas  razas  eur()])ea  y  americana:  todas 
iometidas  al  grave  inconvenieiite  de  estar  separadas 
déla  arteria  navegable  por  una  ó  dos  cuchillas  de  la 
cordillera,  casi  nunca  de  menos  ie  ^.000  metros  de  al- 
tura sobreel  nivel  del  mar,  que  presentan  un  í)b^tá('ulo 
difícil  de  vencer  al  establecimiento  de  buenas  vías 
de  comunicación.  A  pesar  de  esta  dificultad  y  de  la 
diseminación  de  los  gruj»os  de  población,  en  esta  par- 
te se  encuentran  las  siguientes  ciudades  de  más  de 
8,000  habitantes. 

EN    ANTIOQUIA 

Medellín   40.000 

Manizales 15,000 

Sonsón 10,000 

EN    BOYACÁ 

Tunja 8,000 

Soganioso 9,000 

Soalá r^,000 

Chiquinquirá 12,000 

Guateque 9,000 

EN  SANTANDER 

Socorro 20,000 

Bucaramanga 20.000 

Cuenta 12,000 

San  Gil 10,000 

Vélez 8,000 

Pamplona 8,000 

La  riqueza  de  estas  comarcas  es  de  naturaleza  muy 
desigual. 


Riqueza  de  esta  región  83 

En  Antioquia,  en  donde — con  excepción  de  algu- 
nos valles,  como  el  del  Alto  Porce,  de  fertilidad  ex- 
cepcionalj  y  las  orillas  del  Cauca, — el  suelo  es  pobre  ó 
mediano  á  lo  más,  y  la  principal  riqueza  consiste  en 
el  producto  de  las  minas,  de  más  de  %  3.000,000  en 
oro  y  $  500,000  en  plata, — el  suelo  vale  poco  y  la  agri- 
cultura es  de  pura  alimentación,  sin  dar  hasta  ahora 
productos  exportables,  si  se  exceptúa  un  poco  de  café; 
hay  grandes  capitales  acumulados  en  Medellín,  algu- 
nos en  Manizales,  y  una  medianía  envidiable,  general- 
mente difundida  entre  todas  las  clases.  Antioquia  pue- 
de tener  una  riqueza  general  de  $  75  á  $  80.000,000. 

Boyacá  es  quizás  la  sección  más  pobre  de  Colom- 
bia. Su  propiedad  territorial  mal  distribuida,  si  se 
exceptúa  en  el  valle  de  Tenza,— perteneciente  á  la 
hoya  hidrográfica  del  Meta, — su  población,  indíge- 
na en  la  gran  masa,  poco  educada,  á  distancias  de  30 
y  40  leguas  del  Magdalena,  sin  producción  alguna 
notable  hasta  el  día,  pues  no  merece  tal  nombre  la 
de  algunas  manufacturas  de  algodón  y  de  lana,  que, 
si  bien  dan  muestra  de  las  aptitudes  mecánicas  de 
la  raza  indígena,  difícilmente  resisten  yá  la  cqm- 
petencia  extranjera:  la  riqueza  general  de  Boyacá,  á 
pesar  de  sus  700,000  habitantes,  quizás  no  pasa  de 
$  35  ó  $  40.000,000,  ó  150  por  cabeza  de  población. 

No  así  Santander,  el  Estado  contiguo  hacia  el  Nor- 
te, en  donde  la  población  enérgica  y  trabajadora  ha 
suplido  con  la  industria  las  deficiencias  de  su  suelo 
inclinado,  empobrecido  por  la  ausencia  de  bosques. 
Surte  de  azúcar  y  melazas  á  los  de  Boyacá  y  Santan- 
der, exporta  de  sus  valles  de  Cúcuta,  Bucaramanga  y 


84  Necesidades  de  mas  al  Magdalena 

Ocaña  más  de  200,000  quintales  de  café,  provee  con 
Boyacá  al  vestido  de  los  licibitantes  del  interior  con 
sus  tejidos  de  algodón,  y  empieza  yá  á  ocupar  los  va- 
lles del  Magdalena,  con  emigraciones  hacia  el  valle 
del  Chucnrí,  tributario  del  bajo  Sogamoso. 

La  riqueza  de  este  Estado  debe  aproximarse  á 
$  80.000,000,pues  sus  tierras,  aunque  apenas  de  media- 
na fertilidad,  valen  generalmente  de  $  80  á  $  150  la 
hectárea;  suscaseríos,inclusive  el  de  las  fincas  rurales, 
son  casi  todos  de  teja,  y  el  número  de  capitalistas  de 
$1,000  á  %  4,000  se  cuenta  por  decenas  de  miles  entre 
sus  habitantes.  No  hay  tal  vez  un  solo  millonario  en 
esa  sección;  pero  en  cambio  es  muy  notable  la  propor- 
ción de  eso  que  se  llama  li07nhres  acomodados. 

Este  millón  y  medio  de  habitantes  necesita,  para 
entraren  un  progreso  rápido  y  seguro,  vencer  en  An- 
tioquia  la  cuchilla  oriental  de  sus  Andes,  y  en  Boyacá 
y  Saiitander  traspasar  las  cumbres  de  la  Sierra  de  Llo- 
riquíes  ó  la  Paz,  y  colonizar  la  parte  alta  del  Carare 
(llamado  también  Minero),  del  Opón,  del  río  de  la  Co- 
lorada; el  Sogamoso  y  el  Lebrija,  en  donde  hay  tierras 
fértiles,  bosques  inagotables,  productos  naturales  va- 
liosos y  corrientes  navegables  hasta  el  Magdalena. 

Otra  cosa  más  quizás  también  necesitan,  sobre 
todo  las  poblaciones  de  Santander,  y  es:  espíritu  de 
de  asociación.  En  Cundinamarca  ha  sido  comparati- 
vamente fácil  la  aclimatación  de  la  Compañía  anóni- 
ma para  formar  bancos,  explotarlas  minas  del  Toli- 
ma,  acometer  empresas  de  ferrocarriles — quizás  á  causa 
de  la  mezcla  con  la  raza  indígena,  en  quien,  á  influen- 
cia de  largos  siglos  de  gobierno  patriarcal  y  de  comu- 


Difidencias  de  la  población  85 

nidad  de  bienes,  se  han  transmitido  por  herencia 
fisiológica  algunos  restos  de  costumbres  de  solidari- 
dad;— pero  en  Santander  predomina  un  sentimiento  de 
individualidad  enérgica  que,  si  bien  es  favorable  á  la 
conservación  de  la  idea  republicana,  no  lo  es  tanto  al 
desarrollo  de  la  asociación  moderna,  que  tan  favorable 
ha  sido  á  la  marcha  industrial  del  siglo  presente. 

Las  compañías  bancarias,  por  ejemplo,  que  en  Cun- 
dinamarca  llegaron  á  doce  en  un  período  de  menos 
de  ocho  aflos,  no  han  calado  en  Santander;  de  suerte 
que  Cúcuta,  la  población  más  laboriosa  y  rica  del 
Norte  de  Colombia,  no  cuenta  una  sola,  y  en  el  Soco- 
rro, país  manufacturero,  dotado  de  genio  mecánico, 
gran  productor  de  algodón,  abundante  en  ríos  to- 
rrentosos á  propósito  para  utilizar  sus  aguas  como 
fuerza  motriz,  no  se  ha  establecido  una  sola  fábrica 
de  tejidos,  á  pesar  de  reunirse  todas  las  demás  condi- 
ciones necesarias  para  dar  á  esta  empresa  el  porvenir 
más  brillante.  La  asociación  hubiera  podido  crear 
todo  eso. 


Si  los  declives  de  las  cordilleras  hacia  el  interior 
están  bastante  poblados,  los  que  caen  hacia  el  río  no 
lo  están,  y  forman  casi  un  desierto.  En  las  104  leguas 
que  median  entre  Buenavista  y  el  Banco,  apenas  exis- 
ten los  caseríos  insignificantes  de  Nare,  Puerto  Ba- 
rrio, Carare,  San  Pablo,  Badillo,  Puerto  Nacional, 
La  Gloria  y  Tamalameque,  y  probablemente  no  más 
de  veinte  ó  veinticinco  leñateos,  con  una  población 
que  quizás  no  llega  á  15,000.  Esta  soledad  depende 
de  varias  causas. 


86        '  Obstáculos  natU7'ales 

La  primera  es  el  clima  cálido  y  húmedo  de  esta 
región,  que  requiere  habitaciones  abrigadas  y  algunas 
condiciones  higiénicas,  que  la  pobreza  de  sus  poblado- 
res no  está  en  capacidad  de  procurarse. 

La  segunda  el  estado  imperfecto  aún  del  lecho  del 
río,  falto  de  profundidad  suficiente  para  encauzar  sus 
aguas,  y  ocasionado  á  frecuentes  inundaciones  destruc- 
toras de  las  labranzas,  casas  y  aun  de  los  caseríos  mis- 
mos situados  sobre  los  bancos  altos  que  á  las  veces  se  en- 
cuentran. Parece  que  éstos,  desde  tiempos  anteriores  á 
la  conquista  española,  fueron  ocupados  como  escalas 
comerciales  y  asiento  de  las  tribus  que  habitaban  las 
orillas;  pero  expuestos  á  la  lenta  acción  de  las  corrien- 
tes incesantemente  roedoras  de  sus  paredes,  acaba  por 
arrastrarlos,  con  destrucción  de  los  edificios  levanta- 
dos sobre  ellos. 

Así  han  desaparecido  calles  enteras  de  Nare,  San 
Pablo  y  aun  Puerto  Nacional,  que  yo  mismo  alcancé 
á  conocer  en  1851,  y  que  en  1876  yá  no  existían. 

La  tercera  es  la  falta  de  vías  de  comunicación  hacia 
las  tierras  altas  del  interior,  tanto  para  proporcionar  á 
la  población  de  las  orillas  medios  de  regenerar  la  salud 
de  vez  en  cuando,  en  mejores  climas,  como  para  reno- 
var con  inmigraciones  nuevas  los  vacíos  que  la  muerte 
deja  entre  las  antiguas;  y  sobre  todo  para  facilitar 
alimento  á  los  negocios  del  río,  sin  el  cual  la  condi- 
ción de  los  riberanos  es  enteramente  precaria. 

Hay  además  otra  que  á  un  tiempo  es  inconvenien- 
te y  es  ventaja.  De  ordinario  las  orillas  del  río  son 
más  altas  que  los  terrenos  de  la  parte  posterior;  resul- 
tado probablemente   de  que  el  lecho  de  la  corriente 


Las  ciénagas  87 

va  haciéndose  cada  día  más  profundo  y  do  la  acumu- 
lación de  troncos  y  malezas  sobre  las  riberas,  que  á 
la  larga  forman  verdaderos  diques  ó  bancos  artificiales. 
En  sus  crecidas,  el  río  rompe  á  las  veces  estos  bancos, 
y  encontrando  detrás  terreno  más  bajo,  forma  gran- 
des lagunas  y  ciénagas,  permanentes  unas,  accidenta- 
les otras,  que  sirven  como  prolongaciones  del  río  hacia 
el  interior,  y  como  depósitos  del  agua  de  las  crecidas 
que,  disminuyendo  el  volumen  de  éstas,  tal  vez  pre- 
servan de  inundación,  ó  á  lo  menos  disminuyen  los  es- 
tragos de  éstas  en  las  tierras  inferiores.  Tal  es  la  de 
Patnria,  por  ejemplo,  que  en  ocasiones  es  navegable 
por  vapores  y  reduce  algunas  leguas  la  extensión  del 
camino  de  tierra  hacia  Bucaramanga.  De  estas  gran- 
des ciénagas  son  conocidas  las  de  Pura,  Adentro,  Bar- 
bacoas, Sardinita  y  Blauca,  en  la  orilla  antioqueña;  y 
las  de  Garrapata,  San  Juan,  Ohucurí,  Opón,  San  Sil- 
vestre, Paturia,  Doña  María,  Badillo,  Puerto  Nacio- 
nal, Corredor  y  Simaña,  en  la  ribera  santandereana  y 
en  la  de  Bolívar.  Quizás  algún  día  podrá  aprovechár- 
selas por  medio  de  obras  de  canalización  bien  enten- 
didas; pero  por  hoy  son  causa  de  emanaciones  insa- 
lubres y  motivo  de  inseguridad  para  los  pobladores  de 
las  orillas  del  río,  cuyas  habitaciones  y  labranzas  que- 
dan cercadas  por  las  aguas  en  los  grandes  inviernos. 
Todos  estos  terrenos  del  Magdalena  central  llega- 
rán á  tener  suma  importancia  luego  que,  al  través  de 
ellos  y  aprovechando  las  cuchillas  de  la  cordillera 
perpendiculares  al  río,  se  abran  buenas  vías  de  comu- 
nicación hacia  el  interior.  Algunos  de  los  que  hoy  son 
pueblos  miserables  sobre  el  Magdalena,  llegarán  á  ser 


88  Porvenir  de  sus  pueblos 

graneles  ciudades;  porvenir  que  tal  vez  toque  á  Bue- 
navista,  Puerto  Berrío,  San  Bartolomé  y  San  Pablo, 
en  la  orilla  izquierda,  y  la  Boca  de  Rionegro  ó  la  del 
Palagua,  la  Boca  del  Opón,  la  del  Sogamoso  y  la  del 
Lebrija,  en  la  orilla  derecha.  El  Banco,  indudable- 
mente. 


CAPITULO  IX 


E  L    BAJO     M  A  G  D  A  L  E  N  A 


DescripciÓQ  general. — La  ciudad  de  Mompós. — Magangué. — - 
Hidrografía  de  esta  región. -^Las  llanuras  de  Corozal.— Pro-- 
ducciones  de  ellas.— La  banda  oriental  del  bajo  Magdalena. 
Opinión  de  Reclus  acerca  de  esta  región.— La  Óierra  Nevada, 

La  acción  de  las  aguas  del  Cesar,  que  las  vierte  en 
dirección  inversa  á  las  de  aquél,  ó  algún  hundiinienta- 
de  los  estratos  del  suelo  recientemente  ocurrido,  de-- 
termina  en  este  punto  una  diversión  de  la  mayor  par- 
te del  caudal  del  Magdalena  hacia  el  Occidente,  en 
busca  del  valle  del  Cauca,  por  el  canal  conocido  con-' 
el  nombre  de  Brazo  de  Loba.*  Aquí  termina  la  cordi- 
llera Central,  que  ha  dividido  desde  su  nacimiento  eí 
curso  de  los  dos  ríos;  y  la  misma  cordillera  Occiden- 
tal,— que  desde  el  nudo  de  Túquerres  ha  separado 
el  Cauca  del  mar  Pacífica  primero  y  del  Atrato  des- 
pués,— se  reduce  también  á  proporciones  insignifi- 
cantes. So  prolonga  tan  sólo  en  una  cuchilla  an- 
gosta, conocida  con  el  nombre  de  Sierra  de  San  Jeró- 
nimo, hasta  las  inmediaciones  de  la  villa  de  Chinú, 
en  el  centro  de  las  llanuras  del  Corozal,  después  de 
dividir  por  algunas  leguas  las  aguas  del  Sinú  de  las' 
del  San  Jorge,  tributario  del  Cauca. 


90  Terminan  las  üordilleras 

La  cordillera  Oriental,  á  su  vez, — que  desde  las 
ánmediaciones  de  Bucaramaiiga  ha  arrojado  un  brazo 
hacia  el  Oriente  para  internarse  al  Sur  del  lago  de 
Maracaibo,  describiendo  una  gran  curva  al  rededor  de 
la  costa  de  Venezuela, — prolonga  aquí  otro  brazo  ha- 
cia el  Noreste,  para  morir  á  la  entrada  de  la  península 
-Goajira;  de  suerte  que  por  esta  parte  también  se  en- 
sancha el  valle  del  Magdalena.  Al  Norte,  sin  embar- 
go, se  levantan,  casi  desde  la  orilla  misma  del  mar, 
sobre  la  Ciénaga  de  Santamarta,  las  Sierras  Nevada  y 
la  Tairona.  Corre  la  primera  de  Occidente  á  Oriente, 
hasta  el  Ranchería  ó  Calancala,  cerca  de  Riohucha; 
la  segunda  se  desprende  de  la  anterior,  cerca  á  la  Cié- 
naga yá  nombrada,  y  corre  de  Norte  á  Sur.  partiendo 
las  llanuras  del  departamento  del  Magdalena,  hasta 
frente  al  cerro  de  San  Antonio,  en  donde  su  último 
estribo  es  conocido  con  el  nombre  de  Alto  de  las  Mi- 
nas, cerca  á  la  confluencia  del  río  Ariguani,  que  nace 
en  la  Sierra  Tairona,  con  el  Cesar,  que  procede  de  las 
más  altas  cumbres  de  la  Nevada. 

Toda  esta  región  forma  un  gran  valle  de  50,000 
millas  de  superficie,  dividido  por  mitad  por  el  río 
Magdalena.  La  mitad  occidental  forma  el  antiguo. 
Estado  de  Bolívar:  la  oriental,  el  antes  Estado,  hoy 
departamento,  del  Magdalena. 

El  río  de  este  nombre  corría  en  su  mayor  parte, 
hasta  1868,  por  el  brazo  más  recto  de  Mompós,  de- 
jando encerrada  entre  éste  y  el  de  Loba  una  grande 
isla,  en  cuyo  costado  oriental  estaba  la  ciudad  de 
Mompós.  Era  ésta,  desde  tiempos  antiguos,  una  de 
Üas  principales  del  valle  del   Magdalena  y  escala  co- 


La  ciudad  de  Mompós  91 

mercial  muy  importante  en  la  navegación  del  río.  An- 
tes del  establecimiento  de  vapores,  las  mercancías  ex- 
tranjeras venían  en  champanes  desde  Santamarta, 
Cartagena  ó  Sabanilla,  tai^  sólo  hasta  x\lompós:  aquí 
se  cambiaba  de -champán  y  de  tripulación  de  bogas 
hasta  Honda.  En  ella  se  celebraba  una  feria  muy  im- 
portante todos  los  años,  en  el  mes  de  Febrero,  con- 
currida por  los  comerciantes  del  interior  y  por  los  de 
las  tres  ciudades  que  acabo  de  nombrar;  los  primeros 
traían  oro,  quinas,  tabaco  y  manufacturas  de  las  pro- 
vincias interiores,  y  los  segundos,  mercancías  extranje- 
ras; el  valor  de  las  transacciones  subía  con  frecuencia 
<imás  de  $  1.000,000.  Además,  los  comerciantes  mom- 
posinos  mantenían  siempre  en  sus  almacenes  grandes 
surtidos  de  artículos  extranjeros,  de  donde  se  pro- 
veían los  de  Medellín,  Honda,  Bogotá  y  otras  plazas, 
€omo  ahora  lo  hacen  directamente  de  Londres,  París, 
Hamburgo  ó  Nueva-York. 

Era  Mompós  una  ciudad  muy  respetable:  por  su 
patriotismo  y  el  valor  de  sus  hijos  ganó  durante  la 
guerra  de  la  Independencia  el  título  de  la  Ciudad  va- 
lerosa; y  sus  comerciantes  eran  muy  distinguidos  por 
su  probidad,  buen  sentido  y  genio  emprendedor,  no 
menos  que  por  su  espíritu  público.  Tenían  un  cemen- 
terio muy  notable  por  su  aseo  y  ornamentación,  buen 
Colegio,  buenas  escuelas.  Casa  Municipal,  Hospital  y 
Cárcel  de  cal  y  canto,  amplios  y  muy  bien  servidos; 
paseo  sombreado  por  grandes  árboles  á  orillas  del  río, 
magníficas  huertas  de  árboles  frutales,  y  caserío  de 
-cal  y  canto  y  teja,  sólido,  de  grandes  patios  y  anchos 
corredores. 


92  La  ciudad  de  Magangué 

Entre  las  antiguas  familias  de  esa  ciudad,  tal  vez 
condenada  á  desaparecer,  han  dejado  recuerdo  hono- 
rable las  de  Martínez  Pinillos,  Ohoperena,  Corral, 
Ribón,  Pino,  Castellanos,  Troncoso,  Flórez,  Jiménez, 
De  la  Torre,  Jaramillo,  Blanco,  Alviar,  Obeso  y  otras 
que  no  recuerdo  ahora;  pero  no  olvidaré  el  nombre 
del  señor  Emigdio  Mulet,  de  raza  africana  pura,  tipo 
de  honradez,  laboriosidad  y  benevolencia. 

Sobre  la  ribera  del  brazo  de  Loba,  unido  yá  con  el 
Cauca  y  el  San  Jorge,  en  la  parte  opuesta  á  Mompós, 
está  situada  Magangué,  otra  de  las  ciudades  impor- 
tantes del  Bajo  Magdalena.  Fundada  en  un  principio 
como  escala  comercial  para  los  habitantes  del  Nordes- 
te de  Antioquia,  que  llevaban   á  las  afamadas  ferias 
de  Magangué  y  de  Tacasuán,  en  los  meses  de  Junio  y 
Septiembre,  el  producto  de  sus  minas  de   oro  para 
cambiarlo  por  mercancías  extranjeras,  que   introdu- 
cían luego  al  interior  por  el  Cauca,  el  San  Jorge  y  el 
Nechí — su  importancia  ha  aumentado  con  la  deca- 
dencia de  Mompós,  y  hoy  sus  casas  de  cal  y  canto  y 
teja,  varias  de  ellas  de  dos  pisos,  á  la  orilla  del  río, 
dan  testimonio  de  su  prosperidad.   A  su  espalda,  hacia 
el  Sur,    se   extiende    una   Mesopotamia   espléncfída, 
formada  por  el  brazo  Moján,  del  Cauca,  que  se  apar- 
ta al  Oeste  en  busca  de  las  cuatro  ramas  por  donde  el 
San  Jorge  le  tributa  sus  aguas;  los  cuatro  caños  en 
que  el  Cauca  se  divide  antes  de  entrar  al  Magdalena,. 
y  últimamente,  el  que  un  poco  j|^ás  abajo  de  la  ciudad, 
se  junta  con  la  corriente  principal — el  río  Sicuco,  des- 
prendido del  brazo  de  Loba  ocho  ó  nueve  leguas  abajo 
del  Banco.    Esa  serie  de  canales,  que  se  extiende  des- 


Las  llanuras  de  Bolívar  93 

de  el  Banco  hasta  Tacaloa,  y  desde  el  brazo  de  Mom- 
pós  hasta  el  San  Jorge,  forma  una  red  Je  más  de 
ciento  cincuenta  leguas  de  canales  navegables,  que  ha- 
rán de  esa  fértil  llanura  una  región  no  menos  famosa 
que  la  de  Oanaan,  surcada  por  el  Eufrates  y  el  Tigris, 
entre  Europa  y  el  Asia.  Séanos  permitido,  yá  que  es 
tan  triste  el  tiempo  en  que  nos  ha  tocado  vivir,  rea- 
nimar el  espíritu  con  las  visiones  de  la  esperanza. 

Hacia  el  Occidente,  traspuesta  la  angosta  cuchilla 
de  San  Jerónimo,  se  extiende  otra  llanura  regada  por 
las  vueltas  y  ramificaciones  del  río  Sinú,  que  se  pro- 
longa hasta  el  Grolfo  de  Morrosquillo,  en  donde,  sobre 
la  boca  de  este  río,  se  encuentra  el  espléndido  puerto 
de  Cispata,  amplio,  profundo  y  abrigado  de  los  vien- 
tos nortes,  temibles  en  esa  costa.    Ese  es  el  territorio 
tan  célebre  en  los  anales  de  la  primera  colonización 
española,  en  donde  el  conquistador  Pedro  de  Ileredia 
encontró  en  sus  famosas  sepulturas  una  cantidad  de 
oro  superior  á  la  que  en  el  Perú  produjo  el  rescate  de 
Atahualpa;  pero  falta  descubrir  las  minas  de  donde 
ese  oro  procedía,  las  cuales  den  quizás  algún  día  ori- 
gen á  la  fundación  de  otra   California.   También  las 
riquezas  auríferas  de  ésta  estuvieron  ocultas  durante 
tres  siglos  á  la  investigación  codiciosa  de  los  conquis- 
tadores españoles  y  de  sus  sucesores  los  criollos  me- 
jicanos. 

Más  hacia  el  ISorte  se  reúnen  esas  dos  llanuras  en 
la  hoy  rica  y  agradable  mansión  de  las  sabanas  de  Co- 
rozal,  en  donde  pacen  más  de  500,000  cabezas  de  ga- 
nado vacuno,  cuya  reproducción  no  sólo  abastece  de 
carne  en  abundancia  á  todo  el  Estado  de  Bolívar  y  al 
Norte  de  Santander,  sino  queda  de  15  á  20,000  novi- 


9i  Las  sabanas  de  Corozal 

líos  gordos  para  la  exportación  hacia  las  Antillas  y  el 
istmo  de  Panamá,  amén  de  un  número  no  desprecia- 
ble qne  empieza  á  salir  hacia  el  Estado  del  Táchira, 
en  la  República  hermana  de  Venezuela,  atravesando 
los  fragosos  caminos  de  O  caña. 

La  reproducción  de  500,000  cabezas,  á  la  rata  or- 
dinaria en  este  país,  de  20  por  100  al  afio,  representa 
100,000  vacas  y  novillo?,cuyo  valor  de  $  2  á  $  2. 500,000, 
á  favor  de  salidas  fáciles  y  seguras,  forma  una  renta 
muy  confortable  para  los  dueños  de  esos  rebaños. 
Ese  ganado  da,  en  novillos  de  4  á  5  años,  de  14  á  16 
arrobas  de  carne,  y  una  ó  dos  de  sebo,  en  los  pastos 
naturales  de  la  sabana:  engordados  en  buenas  dehesas 
de  para  ó  de  guinea,  puede  rendir  hasta  un  20  por 
100  más;  de  suerte  que  su  calidad  es  poco  más  ó  me- 
nos igual  á  la  de  los  hatos  del  Chaparral  y  de  Ortega 
en  el  Tolima. 

En  esas  mismas  llanuras  se  cultiva  tabaco  en  can- 
tidades considerables;  pues  la  exportación  de  él  al 
mercado  de  Bremen  llegaba  á  cerca  de  100,000  quin- 
tales por  los  anos  de  1855  á  1865;  pero  esos  guaris- 
mos han  disminuido  considerablemente. 

Pudieran  producir  también  algodón,  azúcar,  cacao, 
arroz,  maíz  y  otros  muchos  artículos;  pero  faltan  aún 
industria,  capital  y  brazos  suficientes,  que  sólo  una 
buena  inmigración  extranjera  podría  suministrar  de 
pronto:  ella  daría  industria  y  brazos,  y  el  capital  ven- 
dría en  el  momento  en  que  esas  otras  dos  condiciones 
ofreciesen  atractivo  á  su  inversión.  En  suma,  la  ban- 
da occidental  del  bajo  Magdalena,  poblada  yá  por  más 
de  300,000  habitantes  con  las  cuatro  ciudades  de  Ma- 


Riqueza  del  bajo  Magdalena  95 

ganglio,  Sincelejo,  0:ii*tngen;i  y  B  irranqnilhi,  y  con  va- 
lores que  bien  pueden  montar  á  $  40.000,000  (pnessohi- 
ment2  sus  ganados  valen  $  7  lí  8.000,000;  sus  empresas 
dtí  nivpgicióa  por  vapor  en  el  Miglihma,  corea  de 
I  "3.000,000,  y  l<H  caseríos  do  C  irtagíu  ly  B  u'ranqailla, 
más  de  S  6  ú  $  8.000,000  cada  uno  );  la  b  luda  occiden- 
tal del  Magdalena,  digo,  quizás  está  yá  en  camino  de 
una  prosperidad  rápiíla  y  segura.  Sólo  le  falta  educación 
popular;  pues  sus  escuelas  publicas  han  dejado  mucho 
que  desear,  y  su  población,  de  razas  mixtas,  aunque 
inteligente  y  robusta,  carece,  aun  en  sus  ocho  décimas 
partes,  de  esa  iniciación  suprema  al  misterio  de  la  vida, 
de  ese  bautismo  de  la  civilización  que  se  llama  saber 
leer  y  escribir. 

La  banda  oriental  es  menos  afortunada  en  sus  con- 
diciones: el  suelo,  que  es  alto  y  con  buenos  declives 
hacia  el  Magdalena  y  el  mar  en  la  occidental,  parece 
carecer  aquí  de  esta  condición:  los  derrames  del  Mag- 
dalena y  del  Cesar  ocupan  graneles  extensiones  en 
ciénagas  y  pantanos,  el  rnar  estí  mis  distante  y  los 
ríos  que  recorren  el  interior, — el  0<ísar  y  el  Ranche- 
ría,— son  mucho  menos  navegables.  Quizás  esto  expli- 
ca por  qué  esta  sección  no  llega  á  la  tercera  parte  de 
población  de  la  del  lado  opuesto,  pues  no  alcanza  qui- 
zás á  100,000  habitantes. 

Ea  cambio  tiene  igual  fertilidad,  y  en  los  senos 
de  las  cordilleras  Nevada  y  T airona,  valles  magníficos 
de  temperaturas  variadas,  desde  27°  hasta  12°  del 
centígrado,  en  la  inmediación  misma  del  mar,  en 
donde  podría  albergar  sin  peligro, — cuando  la  parte 
baja  esté  poblada  y  cultivada, — las  inmigraciones  de 


96  El  Cesar  y  el  Ranchería 

raza  europea.  En  las  llanuras  del  alto  Ranchería  y  en 
las  del  bajo  Cesar  tiene  también  de  150  á  200,000  ca- 
bezas de  ganado  vacuno:  en  las  inmediaciones  déla 
Ciénaga  grande  de  Santamarta  y  en  las  fnldas  de  la 
Sierra  Tairona,  sobre  el  valle  del  río  de  la  Fundación, 
hay  alguna  agricultura  ocupada  rn  la  producción  de 
cacao,  algodón,  azúcar,  ron  y  plátanos:  artículo  este 
último  que  pronto  empezará  á  exportar  en  grandes 
cantidades;  también  en  las  fjiLlas  interiores  de  la  Sie- 
rra Nevada  los  capitalistas  de  Riohacha  em[)iezan  á 
fomentar  plantaciones  de  café. 

La  población  de  este  Departamento  no  cuenta  qui- 
zás 100,000:  sus  dos  ciudades  principales  de  la  Costa, 
Santamarta  y  Riohacha,  no  llagan  tal  vez  á  3,000 
habitantes  cada  nna:  las  dos  del  intPrior,  Valledupar 
y  Chiriguaná,  están  en  plena  decadencia,  y  probable- 
mente no  alcanzan  á  5,000  habitantes  entre  las  dos,  y 
la  riqueza  general  de  la  región  quizás  no  sube  á 
I  10.000,000. 

No  cabe  duda,  sin  embargo,  de  que  á  ésta  le  es- 
pera también  un  gran  porvenir  á  f.tvor  de  las  riquezas 
naturales  que  las  cordilleras  NiVfída  y  Tairona  ocul- 
tan en  su  seno,  así  como  de  la  exuberante  fertilidad 
de  sus  valles.  Elíseo  Reclus,  el  geógrafo  distinguido, 
que  por  cerca  de  dos  afios  residió  en  ella  con  inten- 
ción de  formar  una  colonia  de  inmigración  francesa, 
habla  en  los  términos  más  lisonjeros  de  las  ventajas 
que  brinda  para  la  colonizaííión,  por  la  asombrosa 
productividad  del  suelo,  climas  salubres  del  interior 
y  carácter  dulce  y  hosj)itabirio  de  sus  habitantes.  El 
sospecha  que  en  edades  remotas  el  Magdalena  co- 


Los  valles  del  Cesar  y  el  Ranchería  97 

rría  por  el  lecho  actual  de  los  ríos  Cesar  y  Ranchería 
y  formaba  un  inmenso  lago  de  agua  dulce,  semejante 
^1  de  Maracaibo,  en  la  Ihmura  en  que  hoy  existen  los 
pueblos  de  San  Juan,  Fonseca,  Barranco,  Cañaveral, 
Urumitas,  Badillo  y  Valledupar,  hasta  que  el  levan- 
tamiento de  la  Sierra  Nevada  rechazó  sus  aguas  ha- 
cia el  Occidente,  á  un  golfo  que  entonces  se  extendía 
-entre  Cartagena  y  Santamarta,  colmado  después  por 
los  aluviones  del  río.  Citaré  aquí  algunas  de  sus  pa- 
labras: 

"En  la  actualidad  el  levantamiento  del  suelo  que  separa  la 
hoya  del  Ranchería  de  la  del  río  Cesar,  afluente  del  Magdale- 
na, es  tan  débil,  que  fácümente  se  podría  excavar  un  canal  que 
uniese  las  aguas  del  Magdalena  con  el  puerto  de  Kiohaclia.  Si  la 
Nueva  Granada  comprende  sus  intereses,  uno  de  los  primeros 
caminos  de  hierro  que  debería  construir  sería  el  de  Riohacha  á 
Tanaalameque,  sobre  el  Magdalena;  la  corriente  comercial  se- 
guiría el  curso  trazado  por  la  corriente  de  las  aguas  en  las  eda- 
des geológicas,  y  atravesaría  una  hoya  de  gran  fertilidad,  sem- 
brada yá  de  numerosos  centros  de  población  .... 

"Uno  de  estos  pueblos,  Villanueva,  adonde  llegué  dos 
días  después  de  haber  pasado  la  cuesta  de  San  Pablo,  llamó  mi 
atención,  sobre  todo  por  su  apariencia  de  prosperidad  y  su 
situación  maravillosamente  bella.  Las  casas,  pintadas  de  ama- 
rillo, están  sombreadas  por  árboles  de  rara  opulencia  aun  en 
la  zona  ecuatorial;  bellos  caminos,  sobre  los  cuales  podrían  cir- 
cular los  coches,  irradian  en  todos  sentidos;  acequias  ó  arroyos 
para  el  regadío  corren  sobre  las  piedras  con  dulce  murmurio 
y  mantienen  en  los  jardines  la  más  rica  vegetación;  á  lo  lejos 
se  extiende  la  sabana,  inmenso  río  de  verdura  entre  dos  hileras 
de  montañas  paralelas,  una  de  las  cuales  tiene  2,000  y  la  otra 
de  5  á  6,000  metros  de  elevación.  A.1  Este  la  Sierra  Negra  (ra- 
mificación  de  los  Andes  orientales),  cadena  relativamente  mo- 
desta y  con  todo  más  alta  que  nuestros  Vosgos,  abre  sus  an- 
chos valles  y  desplega  sus  cimas  redondas,  encima  de  las  cuales 
a\  Cerropintado,  dispuesto  como  una  gran  fortaleza  rectangu- 
lar, proyecta  bastiones  alternativamente  blancos  y  negros.  Al 
Oeste,  la  Sierra  Nevada,  con  escarpes  rojos  y  desnudos,  corona 
su  enorme  muralla,  coa  picos  tallados  en  forma  de  pirámides 
y  cubiertos  de  nieves  inmaculadas,  que  semejan  un  revesti- 
miento de  mármol  blanco.  Cuando  los  rayos  del  sol  naciente 
aparecen  sobre  las  cumbres  de  la  Sierra  Negra  y  van  á  golpear 
las  crestas  del  lado  opuesto,  dibujan  primero  ea  el  cielo  una 

7 


98  Los  valles  del  Cesar  y  el  Ranchería 

especie  de  inmensa  bóveda  luminosa,  y  después  encienden  aquí 
y  allí  faros  resplandecientes  sobre  los  picos  de  la  Nevada;  poco 
á  poco  la  luz  empieza  á  chorrear  sobre  los  costados  de  los  mon- 
tes como  un  inmenso  incendio,  envuelve  la  cadena  entera  con 
su  manto  de  fuego,  y  esparciéndose  por  la  llanura, convierte  en 
innumerables  diamantes  las  gotas  de  rocío  y  el  agua  chispean- 
te de  los  torrentes." 

La  Sierra  Nevada  ha  sido  teatro,  durante  los  últi- 
mos veinticinco  años,  de  diferentes  ensayos  de  coloni- 
zación europea,  probablemente  mal  estudiados  y  di- 
rigidos, con  fondos  insuficientes,  siempre  con  mal 
resultado.  Acaso  las  poblaciones  europeas,  y  sobre 
todo  la  francesa,  familiarizada  con  las  nuevas  comodi- 
dades de  la  vida  en  el  siglo  presente,  carecen  de  esa 
energía  que  en  el  xvi  mostraron  los  españoles  en  la 
conquista  de  estos  países,  y  del  espíritu  austero  que  los 
puritanos  ingleses  desplegaron  en  la  primera  coloniza- 
ción de  la  América  del  Norte;  región  mucho  más  in- 
clemente y  desolada  que  nuestras  tierra's  ecuatoriales. 
Me  alienta  la  esperanza  de  que,  no  muy  tarde,  la  ex- 
plotación de  sus  minas  de  cobre,  de  las  de  carbón,  ó 
quizás  tal  vez  la  mera  exportación  de  plátanos  en 
grande  escala,  como  yá  se  hace  en  Colón,  en  Puerto 
Limón  de  Costa  Rica  y  en  Honduras,  darán  origen  á 
prósperas  colonias  agrícolas  de  población  colombiana 
aclimatada,  detrás  de  las  cuales  podrá  venir  con  se- 
guridad la  inmigración  europea  á  establecerse  en  los 
valles  altos  de  la  cordillera,  en  lugares  libres  yá  de 
las  influencias  palúdicas  de  la  costa  del  mar  y  de  las 
sabanas  anegadizas  de  las  orillas  délos  grandes  ríos. 
Una  vez  empezada  esa  corriente,  no  se  detendrá. 

X 


'r^#^5lí#^lif?#^#ílíl^#^^ 


CAPITULO  X 


VALOR     TRASCENDENTAL    DEL  RIO  MAGDALENA 


Resumen.— Comparación  entre  el  valle  del  Magdalena  y  el  resto 
de  la  República. — Comercio  por  el  río  Magdalena. — Los  va- 
pores de  este  río. — Valor  de  éste  para  la  industria  del  país. — 
Necesidad  de  mejorar  el  canal  navegable. — Cambios  en  el 
lecho  de  éste. — Sus  inconvenientes. — Gran  inundación  en 
1886. 


Resumiendo  el  valor  y  la  importancia  del  valle  del 
Magdalena,  comparado  con  el  resto  de  la  República, 
obtendremos  este  resultado: 

Territorio.  Población  Riqueza    general. 

Millas  cds. 

Alto  Magdalena. . .  í¿5,000  900,000  $  156.000,000 
Magdalena  central.  20,000  1.500,000  200.000,000 
Bajo  Magdalena.  .     55,000        400,000       50.000,000 


Totales 100,000     2.800,000  $  406.000,000 


RESTO  DE  LA  BEPUBLICA 

Territorio.  Población.  Riqneía 

Millas  cds.  general. 

Estado  del  Cauca,     250,000  600.000    $  60.000,000 

—    de  Panamá      32,000  300,000       12.000,000 

Territorios  de  Ca- 
sanare  y  S."  Mar- 
tín        20,000      (Civilmda)  40,000         1.000,000 


Pasan 302,000  940,000       73.000,000 


100    Valor  comparativo  del  ville  del  Magdalena 


' 

Territorio. 

Población. 

Riqneza 

Millas  cda. 

general. 

Vienen 

30á,0U0 

940,000 

78.000,000 

Hoyas  del  Meta  y 

del  Zulia   en   los 

Estados  de  Boya- 

cáy  Santander... 

6,000 

160,000 

8.000,000 

Península  Goajira 

10,000 

25,000 

1.500,000 

Totales 

318,000 

1.12o,0D0 

82.500,000 

Totales  de  la   Re- 

pública (1880) 

418,000 

3.925  000 

488.5'00,000 

Asi  pues,  el  valle  del  Mfigdalena  ocupa  tan  sólo 
la  cuarta  parte  del  territorio  de  Colombia;  pero  con- 
tiene las  tres  cuartas  partes  de  la  población  y  las  cua- 
tro quintas  de  la  riqueza  general. 

La  zona  oriental  del  Magdalena  sostiene  monos  de 
la  mitad  de  la  población  ganeral  de  la  República  y  es 
poseedora  de  más  de  la  mitad  (53  por  100)  de  su  ri- 
queza.   En  la  zona  occidental  vive  la  cuarta  parte   de 

(1)  Por  indisculpable  descuido  de  nuestro  Gobierno  Gene- 
ral no  tenemos  en  nuestro  país  estadística  alguna  relativa  á  la 
riquezi  general  del  país;  pero  hay  muchos  datos  parciales  es- 
parcidos en  diversas  publicaciones  que  he  podido  consultar 
p^ra  presentar, — como  msra  aproxim  ición  de  muy  poco  va- 
lor,— los  guarismos  anteriores.  Entre  ellas:  las  estadísticas  del 
comercio  exterior  que,  con  laboriosidad  digna  de  toda  estima- 
ción, compila  auualm3ute,  desde  hace  más  de  veinte  años,  el 
señor  A.lejandro  Roa.  Jefe  de  la  Sección  de  Aduanas,  en  el  Mi- 
nisterio de  Hacienda;  los  catastros  de  la  propiedad  territorial 
de  Cuadinamarca,  Boyacáy  Sintander,  formidos  en  las  Admi- 
nistra  ñones  de  los  señores  Aldana,  Pérez  (Felipe)  y  Villamizar 
Gallardo;  las  estadísticas  del  movimiento  comercial  de  los  ca- 
minos de  Cundinamarca,  que  recogían  hasta  hace  pocos  años 
las  Juntas  ds  dichos  cuninos;  las  noticias  estadísticas  déla 
proiucción  en  los  Estados  de  Antioquiay  Santander,  que  algu- 
nos de  sus  Gobiernos  han  solido  recos^er  y  publicar,  principal- 
mente los  qu3  presidieron  los  señores  Pedro  J.  Barrio  y  José 
María  Villamizar  G.i  lardo;  las  de  la  navegación  del  Magdalena, 
que  hi  publicado  la  Inspecaióa fluvial  de  Birranquilla,  el  valor 
de  los  remates  de  los  derechos  de  degüello  y  de  peajes  en  va- 
rios Estados;  las  del  movimiento  de  los  ferrocarriles  de  Cúcuta, 
La  Dorada  y  Bolívar,  etc. 


Comer  dio  por  el  Magdalena  101 

la  población  de  Colombia,  con  cerca  de  la  tercera  par- 
te (30  por  100)  de  la  riqueza. 

Así  pues,  sobre  las  orillas  del  alto  y  del  bajo  Mag- 
dalena hay  establecida  en  el  Tolima,  en  Bolívar  y  en  el 
Departamento  del  mismo  nombre  del  río,  una  pobla- 
ción que  no  baja  de  700,000  habitante?,  y  en  su  parte 
central  bregan  por  abrirse  paso  fácil  hacia  él  las  de  • 
Oundinamarca,  Boyacá,  Santander  y  Antioquia,  que 
reúnen  2.300,000  más.  Esas  poblaciones  dan  origen  á 
un  comercio  que  las  estadísticas  de  la  Inspección 
fluvial  sólo  hacen  subir  por  año  á  223,000  cargas  (de  á 
10  arrobas  cada  una);  pero  que,  á  juzgar  por  el  movi- 
miento de  la  aduana  de  Barranquilla, — que  se  ali- 
menta en  su  totalidad  del  comercio  del  río, — y  de  la  de 
Cartagena,  ana  mitad  del  cual,  á  lo  menos,  tiene  el 
mismo  origen,  probablemente  no  baja  de  300,000. 

Kilogramos. 

La  exportación  por  Barranquilla  en 
1887  da  un  guarismo  de 15.997,610 

La  importación  por  id.  en  id.  da  un 
guarismo  de  10.046,876 

La  exportación  por  Cartagena  es  de 
(16.183,399)  la  mitad 8.091,699 

La  importación  por  id.  (5.774,194)  id.      2.887,097 

Total  (equivalente  á  296,184  cargas  de 
á  125  kilogramos) 37.023,282 

En  estos  guarismos,  que  se  refieren  exclusivamente 
al  movimiento  entre  Barranquilla  y  Honda  en  buques 
de  vapor,  no  está  comprendido  el  que  se  hace  entre 
c     los  diversos  puntos  del  río,  como,  por  ejemplo,  entre 


102  Comercio  de  exportación 

Nare  y  Puerto  Berrío  con  Honda,  ni  el  de  balsas,  ca- 
noas y  demás  embarcaciones  menores,  que  no  es  del 
todo  despreciable.  Puede  juzgarse  que  el  tráfico  del 
río  entre  Honda  y  Barranquilla  no  baja  de  350,000 
cargas  anuales, — diez  veces  mayor,  á  lo  menos,  que 
ahora  medio  siglo,  cuando  la  exportación  era  insig- 
nificante, casi  reducida  á  oro  y  maderas  de  tinte, 
y  la  importación  no  pasaba  de  dos  millones  de  pesos 
anuales. 

La  proporción  entre  el  tráfico  de  subida  y  el  de 
bajada  se  computa  en  un  40  por  100  la  primera,  y  un 
60  por  100  la  segunda  del  gurismo  total. 

Los  principales  artículos  transportados  en  1887 
fueron : 

EXPORTACIÓN    (por  EL    RÍO    MAGDALENA) 

Quintales. 

Café 126,246 

Tabaco 38,000 

Cueros 59,500 

Caucho 11,040 

Quina 4,200 

Cacao    29,644 

Palo-mora,  tagua,  viguetas  y  tablas  de  cedro,  gua- 

yacán  y  otras  maderas,  y  una  gran  variedad  de  otros 

artículos,  constituyen  el  resto. 


IMPORTACIÓN  (por  EL  RÍO  MAGDALENA) 

Quintales. 

Alimentos 24,096 

Vinos,  licores  y  cerveza 19,181 


Los  vapores  103 

Quintales. 

Telas  de  algodón,  lino,  lana,  cáflanio 

Tseda       , 72,208 

Loza,  cristalería  y  vidriería 6,889 

Artículos  para  alumbrado 10,825 

Drogas  y  medicinas 6,683 

Papel,  libros  y  útiles  de  escritorio. . .        5,092 
Artículos  de  hierro,  acero  y  otros  po- 
cos variados 37,102 

El  valor  de  los  efectos  transportados  puede  estimar- 
se, computando,  respecto  de  la  importación,  el  valor 
de  factura,  los  fletes,  seguros,  comisiones  y  derechos 
de  importación,  y  respecto  de  la  exportación  su  precio 
primitivo  y  fletes  hasta  Barranquilla,  en  $  30.000,000 
'(moneda  de  plata  de  0,900). 

Los  fletes  pagados  sobre  300,000  cargas  transpor- 
tadas en  vapores,  pueden  valuarse  en  poco  más  de 
$  1.000,000,  á  razón  de  $  3-40,  por  carga;  pero  en  el 
presente  afío  el  precio  de  aquéllos  ha  subido  sensi- 
blemente,— en  una  proporción  mayor  que  la  del  des- 
cuento del  papel-moneda  circulante.  Cuesta,  pues,  el 
transporte  4  por  100,  poco  más  ó  menos,  sobre  el  va- 
lor de  los  artículos  transportados. 

El  servicio  se  hace  por  veinticinco  vapores,  de  los 
cuales  veintitrés  circulan  de  Honda  para  abajo  y  dos 
de  Honda  para  arriba.  Estos  veinticinco  vapores^  que 
tienen  capacidad  total  para  transportar  40,000  cargas 
encada  viaje  redondo,pueden  estimarse  en  $  1.000,000, 
á  razón  de  %  40,000  uno  con  otro. 

Hacen  sus   viajes  en  ocho  días  de   Barranquilla  á 
Honda  (á  veces  en  menos  tiempo,  pues  ha  habido  via- 
jes de  cinco  y  medio  días),  y  en   tres,  ó  á  lo  más  en 


104  Viajes  y  fletes 

cuatro,  el  de  bcijadii;  pero  es  muy  frecuento  el  de  se- 
tenta y  (los  horas  en  cuarenta  y  ocho  horas  de  vapor. 
Caminan  á  razón  de  cuatro  leguas  por  hora  á  la 
bajada,  y  de  dos  leguas  por  hora  á  la  subida,  en  tér- 
mino medio 

De  la  boca  del  Lebrija  para  abajo  pueden  ca- 
minar de  noche:  de  ahí  para  arriba  sólo  con  río 
lleno  y  noches  muy  claras  pueden  hacerlo  hasta  Puer- 
to-Berrío. 

Calculando  el  tiempo  que  se  emplea  en  cargar  y 
descargar,  y  los  trastornos  inevitables  que  causan  de- 
moras, estos  veinticinco  vapores  pueden  hacer  veinte 
viajes  redondos  en  el  aüo  y  transportar  800,000  car- 
gas; es  decir,  el  doble  del  tráfico  actual. 

El  número  de  pasajeros  que  condujeron  los  vapores 
en  1887,  entre  Honda  y  Barranquilla,  fue  de  4,451  á 
la  bajada,  y  de  3,031  á  la  subida.  La  diferencia  nota- 
ble entre  estos  guarismos  debe  de  proceder  del  envío 
de  tropas  del  interior  á  la  Costa.  El  precio  de  los  pa- 
sajes es  de  cuarenta  centavos  por  legua  á  la  subida  y 
la  mitad  á  la  bajada,  y  representa,  sobre  7,000  pasaje- 
ros, más  de  $  250,000. 

Sumados  fletes  y  pasajes,  la  transportación  en  el 
río  representa  un  gasto  anual  de  $  1.600,000  (en  mo- 
neda de  plata  de  0,900),  incluyendo  en  este  guarismo 
el  derecho  fluvial  que  se  cobra  sobre  las  mercancías 
transportadas,  á  razón  de  40  centavos  por  cada  100 
kilogramos,  que  debe  producir  cerca  de  $  150,000 
anuales. 

300,000  cargas  transportadas  en  200  leguas  con 
un  gasto  de  $  1.300,000,  ocasionan  un  gasto  de,  poco 
más  ó  menos,  dos  centavos  por  carga  y  por  legua. 


Servicio  que  presta  el  río  105 

Si  el  río  no  existiese  y  hubiese  sido  necesario  cons- 
truir un  camino  de  tierra  de  200  leguas  de  largo,  que- 
por  su  naturaleza  fácil  y  económica  proporcionase  un 
transporte  de  calidad  semejante,  la  construcción  de 
ese  camino  hubiera  sido  tan  costosa  á  lo  menos  como  la 
de  un  ferrocarril;  el  cual,  al  través  de  esas  soledades  y 
esos  climas,  hubiera  pedido  no  menos  de  $  40.000,000. 
Mas  como  este  desembolso  hubiera  exigido  una  remu- 
neración anual  equivalente  á  $4.000,000  de  intereses, 
al  10  por  100  anual  sobre  el  capital  invertido,  y  de  un» 
15  por  100  más  por  gastos  de  conservación  y  servicio,  ó 
sea  $  6.000,000,  esos  $  10.000,000  anuales,  distribuí- 
dos  sobre  300,000  cargas,  requerirían  un  flete  de  $  33- 
por  carga,  es  decir,  diez  veces  más  que  por  el  río 
Magdalena. 

Esta  sola  reflexión  basta  para  mostrarnos  que  ese 
río  representa  para  el  país  una  riqueza  natural  que  no- 
se  puede  estimar  en  menos  de  cien"  milloí^es   de 

PESOS. 

Reflexiónese  un  poco  más  sobre  esta  materia. 

Si  entre  Honda  y  Barranquilla  sólo  existiese  un 
camino  de  montaña  semejante  al  de  Bogotá  á  Hon- 
da,— en  donde  la  transportación  en  diez  días  cuesta 
$  0-35  por  carga  y  por  legua— el  flete  de  una  carga 
entre  aquellas  dos  ciudades  costaría  $  70,  y  el  tiem-^ 
po  empleado  en  transportarla  no  sería  menos  de  tres 
meses. 

Si  fuese  un  camino  de  ruedas  que  cobrase,  como- 
hoy  el  de  la  Sabana,  á  razón  de  ocho  centavos  por 
carga  y  por  legua,  en  aquellas  200  leguas,  una  carga- 
I  costaría  $  16. 


106  necesidad  de  mejorar  el  cauce 

En  el  estado  actual  de  la  industria  del  país,  el  río 
Magdalena  representa,  pues,  un  ahorro  de  no  menos  de 
$  8.000,000  anuales  al  comercio  general,  y  por  este 
solo  cálculo  se  vecdrá  en  conocimiento  de  que  no 
tiene  nada  de  exageración  el  avalúo  que  arriba  se 
le  da. 

El  canal  del  río  Mississippi  se  estima  en  los  Esta- 
dos Unidos  en  una  suma  de  $  2,300.000,000,  veintitrés 
veces  mayor  que  la  que  damos  aquí  al  Magdalena; 
y  la  extensión  navegable  de  aquél  (incluyendo  la  de 
sus  afluentes)  es  apenas  diez  ó  doce  veces  mayor. 

Empero,  un  agente  de  esta  magnitud  no  es  sus- 
ceptible de  prestar  todo  el  servicio  de  que  es  capaz,  si 
no  se  le  completa  con  obras  de  conservación  y  mejora 
incesantes.  El  Mississippi,  á  pesar  del  inmenso  volu- 
men de  sus  aguas,  ha  exigido  el  empleo  de  grandes 
dragas  para  ahondar  su  cauce;  de  máquinas  destina- 
das á  levantar  los  árboles  que  arrastra  la  corriente  y 
forman  bancos  de  arena  que  obstruyen  el  canal  natu- 
ral de  las  aguas;  de  diques  en  sus  orillas  para  preve- 
nir la  inundación  de  las  tierras  cultivadas  y  encajonar 
las  aguas  en  los  grandes  desparramaderos;  de  grandes 
trabajos  en  la  desembocadura  para  destruir  las  barras 
que  impedían  el  acceso  á  los  buques  de  mar:  trabajos 
que  en  los  últimos  cincuenta  años  han  ocasionado  un 
desembolso  de  cerca  de  $  50.000,000.  Con  ellos  el 
Mississippi,  que  sólo  daba  paso  en  sus  bocas  á  buques 
de  14  á  16  pies  de  calado,  se  ha  hecho  accesible  á  los 
grandes  vapores  del  mar  hasta  Nueva  Orleans,  treinta  . 
y  seis  leguas  arriba,  y  convertídose  en  una  vía  en  ex** 
tremo  económica  para  la  exportación   de  los  frutos 


Cambios  en  el  cauce  107 

agrícolas  de  todo  el  vulle;  de  cuya  magnitud  puede 
juzgarse  sabiendo  que  el  solo  articulo  trigo  representa 
en  la  exportación  más  de  20.000,000  de  cargas. 

Esto  es  lo  que  se  echa  menos  en  el  Magdalena, 
pues  la  Junta  de  Canalización  que  funcionaba  desde 
1878,  y  cuyos  primeros  pasos  vacilantes,  si  no  die- 
ron resultados  visibles  (excepto  en  el  caño  de  Barran- 
quilla  y  el  peñón  de  Juana  Sánchez,  en  donde  sí  los 
dieron),  á  lo  menos  prometían  no  poco  para  después, — 
parece  que  ha  sido  suprimida  ó  que  no  se  ha  vuelto  á 
organizMr.  Esta  debiera  ser  quizás  materia  de  una 
Oficina  especial,  á  cargo  de  un  ingeniero  hidrógrafo 
de  toda  competencia,  y  bajo  la  inmediata  vigilancia 
del  Ministerio  de  Fomento. 

La  sección  central  del  río,  desde  Yeguas  hasta  la 
boca  del  Lebrija,  está  constantemente  expuesta  á  va- 
riaciones en  su  cauce  y  á  regaderos,  por  causa,  prin- 
cipalmente, de  los  árboles  arrastrados  en  las  grandes 
avenidas  hacia  el  lecho  principal  de  las  aguas;  de 
•donde  resultan  muchos  efectos  perjudiciales.  En  pri- 
mer lugar,  la  formación  de  grandes  bancos  de  arena 
al  través  del  río,  y  en  consecuencia  la  falta  de  fondo 
suficiente  para  la  navegación,  lo  que  á  su  vez  pro- 
duce varadas,  viajes  dilatados  páralos  pasajeros,  recar- 
go de  gastos  para  las  empresas  de  navegación,  en  algu- 
nos casos  averías  en  los  buques  y  aun  naufragios  en 
otros.  En  segundo  lugar,  el  cambio  de  cauce  en  el  río 
conduce  á  la  destrucción  de  los  bancos  ú  orillas  en 
donde  yá  hay  población  establecida,  casas,  labranzas  y 
otros  establecimientos  que  es  forzoso  abandonar,  en 
ocasiones  con  pérdida  de  la  labor  de  muchos  años.  En 


108  Graves  daños  resultantes 

tercer  lugar,  la  formación  de  pantanos  y  trechos  ane- 
gadizos durante  el  invierno  que,  al  secarse  en  los  vera- 
nos, son  causa  de  emanaciones  insalubres  para  los  pa- 
sajeros de  los  vapores  y  sobre  todo  para  las  familias 
establecidas  en  las  inmediaciones.  Los  correos  se  atra- 
san, las  mercancías  no  llegan  en  las  épocas  á  propósito- 
para  su  realización,  y  esa  incertidumbre,  relativa  á  la 
duración  de  las  operaciones  comerciales,  es  ca,usa  de- 
paralización en  los  negocios.   En  consecuencia  de  esas- 
dificultades,  se  hace  preciso  tener  buques  de  gran  ta- 
maño para  el  invierno,  y  otros  pequeños,  de  poco  ca- 
lado, para  los  veranos,  lo  cual   envuelve  una  duplica- 
ción costosa  del  capital  de  las  empresas  de  navegación,.' 
y  alza  indispensable  de  los  fletes.  En  esta  dificultad  en- 
calló por  primera  vez  el  señor  Elbers,  cuyos  primeros^ 
vapores,  el  Sa^itander  y  el  Gra7i  Bolívar,  calaban  más^ 
de  seis  pies,  y  habiendo  llegado  en   años  de  estación 
seca  prolongada,  permanecían   varados  por  meses  en- 
teros. 

Si  en  el  trayecto  de  que  vengo  hablando  se  obtu- 
viese, por  medio  de  trabajos  bien  dirigidos,  un  fondo- 
permanente  de  seis  ó  siete  pies  en  toda  estación,  en 
lugar  de  veinticinco  vapores  grandes  y  pequeños,  bas- 
tarían cinco  buques,  de  2,000  cargas  de  capacidad  cada 
uno,  para  hacer  con   más  comodidad  el  mismo  servi- 
cio y  con  un  ahorro  de  60  por  100,  á  lo   menos,  en  eli 
capital  empleado  en  los  vehículos,  y  de  otro  tanto  em 
los  gastos  de  tripulación:  lo   que   quiere   decir  que^  / 
los  fletes  podrían   también  reducirse  á  una  tercera^o 
parte.  :> 

1^0  es  menos  grave  el  mal  que  resulta  de  la  inse-j 


Pueblos  abandonados  por  el  rio  109 

íguridad  de  las  orillas  del  río,  en  donde  necesariamen- 
te tienen  que  establecerse  los  primeros  colonizadores. 
No  sólo  casas  y  pequeñas  labranzas  son   destruidas 
todos  los  años  por  las   grandes   avenidas,   sino    aun 
pueblos  enteros;  en  otras  ocasiones,  no  es  al  avanzar 
las  aguas,  sino  al  retirarse,    cuando  causan  la  ruina. 
vSi  un  leñador  ó  un  agricultor  no   tiene  já  el  río  á  la 
vista  para  aprovechar  el  paso  del  vapor  y  ofrecer  á  éste 
su  leña  6  sus  víveres,  tiene  que  abandonar  su  hogar  y 
su  labranza  en  busca  de  localidad   más  propicia.    No 
sólo  pequeñas  chozas  han  sufrido  este  daño,  sino  pue- 
blos y  aun  ciudades  enteras.   Remolino,  Plato,  Tama- . 
lameque,  y  en  la  estación   seca  todos  los  del  brazo  de 
Mompós— distan   yá  bastante  de  los  canales   navega- 
bies,  con  lo  cual  han  perdido  la  mayor  parte  de  su  im- 
portancia.  Mompós,  ciudad  cuyo  caserío  no  podía  es- 
timarse quizás  en  menos  de  un  millón  de  pesos,  si  las 
aguas  no  volvieren  á  su  cauce  acostumbrado,  quedará 
■sepultada,  como  Palmira  éntrelas  arenas  del  desierto. 
Las  avenidas  del  río,  mal  encauzado  aún — semejan- 
tes á  las  de  las  corrientes  políticas,   tampoco   bien  es- 
tablecidas—son causa  de  mucha  ruina  para  los  intere- 
€es  que  empiezan  á  formarse,  y  es  necesario  atender 
'Con  igual  espíritu  á  unas  y  otras.   También   las  ideas 
apolíticas  se  salen  de  madre  y  atropellan  á  su  paso  algo 
íque  debiera  ser  conservado,  ó  apart.ándose  de  su  cauce 
•antiguo,  relegan  á  olvido  injustificable  instituciones  ó 
tendencias,  frutos  de  la  evolución  natural  de  la  vida 
liumana.   Tanto  en  el  orden  físico  como  en  el  orden 
<moral,  las  grandes  avenidas  son  señal  de  fuerza,  y  son 
«ellas  las  que  acabarán  por  arrastrar  en  el  uno  las  are- 


lio  La  crecida  de  1886 

ñas,  en  el  otro  las  preocupaciones,  que  son  también 
como  el  detritus  del  tiempo  viejo,  y  formarán  lecho 
profundo  y  seguro  á  sus  raudales.  Así  como  no  sería 
posible  detener  permanentemente  la  corriente  de  los 
ríos,  tampoco  podrá  evitarse  la  marcha  de  las  ideas 
hasta  su  término. 

A  veces  las  crecidas  del  Magdalena  son,  aparte  de 
muy  considerables,  de  mucha  duración,  y  entonces  el 
mal  toma  proporciones  de  calamidad  inmensa.  Así 
sucedió  en  1886. 

Ese  año  fue  en  extremo  lluvioso  en  el  país.  La  cre- 
cida de  Mayo  fue  extraordinaria,  sobre  todo  en  los  ríos 
Oarare,  la  Colorada,  el  Opón  y  el  Sogamoso.  Desde  la 
boca  de  este  último  para  abajo,  las  aguas  derramaron 
por  encima  de  bancos  de  7  y  8  metros  de  altura, 
é  inundaron  vastas  extensiones,  hasta  cuatro  y  aun 
cinco  leguas  ácada  lado.  Casas,  plataneras,  labranzas, 
dehesas  de  ganado,  todo  quedó  cubierto  por  el  agua: 

Cuarenta  días  y  cuarenta  noches 

Llovió  sobre  la  tierra Entre  las  aguas 

Se  fueron  sumergiendo  lentamente 
Las  selvas,  las  colinas,  las  montañas. 


Rasgando  el  seno  de  enlutada  nube 

El  sol  apareció Su  roja  llama, 

Que  antes  bañara  bulliciosos  pueblos, 
Bañó  de  resplandor  mundos  de  agua. 

(Epifanio  Mejía.  La  Paloma  del  Arca). 

La  gente  huyó  hacia  las  colinas  distantes,  abando- 
nando sus  hogares  destruidos,  y  en  las  habitaciones 
construidas  sobre  lugares  elevados  adonde  la  inun- 
dación no  llegó  á  más  de  2  pies  sobre  los  pisos,  al- 
gan¿is  familias  animosas  formaron  con  tablas  otro  piso- 


La  crecida  de  1886  111 

más  elevado,  fuera  de  las  aguas,  y  resolvieron  aferrarse- 
ai  abrigo  del  techo  paternal.  En  otras  partes,  destrui- 
das las  paredes  laterales,  pero  firmes  las  columnas 
principales  que  sostenían  el  techo,  sus  habitadores  in- 
trodujeron debajo  de  éste  sus  canoas,  y  en  ellas  dor- 
mían, cocinaban  y  atendían  á  los  últimos  restos  del 
naufragio  de  su  fortuna.  Izada  sobre  fuertes  tablas, 
unidas  entre  sí  por  medio  de  gruesos  bejucos,  y  pen- 
diente de  los  brazos  de  algún  robusto  guayacán,  vi 
en  unas  partes  la  vaca  de  leche,  en  otras  la  muía  en 
que  se  acarreaba  la  leña  de  los  cortes.  Las  gallinas, 
inmóviles  sobre  una  rama,  recibían  los  granos  de  maíz 
que  en  la  mano  les  alargaban  los  niños,  ó  el  agua  que 
en  una  totuma  ponían  al  alcance  de  su  pico.  Sobre 
praderas  cubiertas  por  uno  ó  dos  pies  de  agua  se 
veían  errar  como  sombras  algunas  reses,  buscando 
inútilmente  un  trecho  enjuto  en  donde  acostarse,  sos- 
tenidas yá  sólo  por  piernas  temblorosas  á  fuerza  de 
insomnio  y  de  fatiga. 

Yo  pasé  en  Noviembre,  y  el  diluvio,  más  prolon- 
gado que  el  de  Noé,  duraba  hacía  cinco  meses!  Juz- 
gúese del  tormento  de  esas  pobres  gentes  cuya  misera- 
ble riqueza  había  zozobrado,  que  no  tenían  á  quien  ex- 
tender una  mano  enflaquecida  en  busca  de  caridad  y  en 
medio  de  esa  soledad  profunda  entre  el  agua  y  el  cielo, 
á  diez,  á  quince  leguas  de  toda  habitación  humana! 

Más  abajo  el  Cauca  arrastraba  también  raudales  in- 
mensos y  formaba  con  sus  diversos  brazos,  los  del  San 
Jorge  y  tal  vez  con  el  Sinú,  un  inmenso  lago.  En  Ma- 
gangué,  ciudad  construida  sobre  un  banco  de  6  ú 
8  metros  de  altura  sobre  las  aguas  medias,  llegaban 


112     Necesidad  de  investigar  las  causas  de  ella 

'éstas  hasta  los  balcones  de  los  pisos  altos,  de  cada  uno 
(de  los  cuales  había  amarrada  una  ó  dos  canoas.  El  va- 
por en  que  bajábamos  pudo  amarrarse  de  una  cruz 
de  hierro  que  sobre  una  fuerte  columna  de  cal  y  canto 
adorna  el  atrio  de  la  iglesia.  Construida  ésta  sobre  el 
terreno  más  alto  de  toda  la  población,  su  nave  y  un 
pequeño  espacio  al  rededor  formaban  la  única  parte 
seca  del  caserío.  Allí  dormía  todo  el  vecindario  debajo 
de  toldos  de  lona  ó  de  techos  rápidamente  formados 
^on  hojas  de  palma. 

^n  el  territorio  inundado  vivían  más  de  40,000 
.seres  humanos,  y  cuando  en  el  siguiente  Abril  volví  á 
pasar,  se  me  informó  que  el  desastre  había  causado  la 
muerte,  por  fiebres  y  disenterías,  á  más  de  4,000  per- 
ísonas,  y  por  hambre  y  fatiga,  á  más  de  30,000  cabezas 
de  ganado.  Los  daños  en  las  propiedades  se  estima- 
iban  en  más  de  un  millón  de  pesos. 

La  larga  duración  de  esta  crecida  del  río,  de  la. 
<\ViQ  no  se  tenía  precedente  en  los  últimos  cincuenta 
años,  puede  hacer  sospechar  que  el  obstáculo  opuesto 
por  la  barra  de  la  Boca  de  Ceniza  á  la  salida  de  las 
aguas  quizás  represó  éstas  y  fue  una  de  las  causas  de 
ese  fenómeno,  de  difícil  explicación  por  otras  hipóte- 
sis; pues  el  invierno,  aunque  á  la  verdad  muy  crudo 
en  los  meses  de  Mayo  y  Octubre,  no  lo  fue  tanto  en 
los  restantes  del  año,  á  lo  menos  en  el  interior  de  la 
Cordillera  Oriental,  de  donde  proceden  el  Carare,  el 
Opón  y  el  Sogamoso.  íü 

Sería,  pues,  conveniente  estudiar  con  cuidado  la  in- 
Auencia  de  las  barras  de  los  .ríos  en  las  inundaciones  de 
la  parte  alta,  como  una  preparación  necesaria  al  acó- 


Apertura  de  la  Barra  113 

metimiento  de  la  apertura  de  la  del  Magdalena.  La  des- 
trucción de  esta  barra  sería  una  obra, — si  pudiera  lle- 
varse á  cabo  con  bastantes  probabilidades  de  duración  y 
sin  un  gasto  para  el  Tesoro  ó  gravamen  para  el  comercio 
que  anule  sus  ventajas, — sería  una  obra,  digo,  de  alta 
importancia,  que  equivaldría  á  poner  las  poblaciones 
de  la  orilla  del  río  en  la  orilla  del  mar.  Aparte  de  que 
con  ella  pudiera  proporcionarse  al  comercio  exterior 
una  economía  de  gastos  de  transporte  quizás  hasta  de 
3  por  100  sobre  el  valor  de  dicho  comercio,  haría  muy 
fácil  la  exportación  de  ganados,  maderas,  frutas  fres- 
cas y  otros  artículos  semejantes  que  no  soportan  los 
gastos  ni  la  avería  inevitables  en  embarques  y  trasbor- 
dos frecuentes.  Subiendo  los  buques  de  mar  algunas 
leguas  arriba  de  Barranquilla,  podrían  llegar  á  ser 
frutos  exportables  muchos  que  hoy  no  lo  son  á  causa 
de  los  gastos  de  acarreo  hasta  el  puerto,  y  esas  pobla- 
ciones ribereñas,  medio  dormidas,  tendrían  un  nue- 
vo campo  en  qué  ejercitar  su  actividad,  vendiendo 
víveres  y  otros  frutos  á  los  buques  y  ocupándose  en 
las  tareas  de  embarques  y  desembarques.  De  todos 
modos  Ja  comunicación  directa  con  extranjeros  más 
civilizados,  sería  siempre  para  aquéllas  un  estímulo  y 
una  ocasión  para  aprender  y  aspirar  á  una  condic-ión 
mejor  que  la  actual. 

El  Magdalena  tiene  tres  salidas  principales  al  mar: 
1.*  La  de  los  caños  de  la  Ciénaga  de  Santamarta, 
<{\XQ  son  tres:  el  que  se  aparta  en  el  pueblo  de  San  An- 
tonio, treinta  leguas  arriba  del  mar;  el  caño  de  Re- 
negados, que  tiene  su  origen  diez  leguas  más  abajo,  y 
^1  caño  de  Cuatro  Bocas,  frente  á  la  ciudad  de  Ba- 
rranquilla. 8 


114  Bocas  del  Magdále^ia 

2.*  La  de  las  Bocas  de  Ceniza,  Ja  más  recta  y  por 
donde  corre  la  masa  }>i"]"ncipa]  de  las  agnas. 

3.*  La  del  cafio  del  Dique  de  Cartagena,  sobre 
la  orilla  izquierda  del  río,  que  se  separa  en  el  pueblo 
de  Calamar,  veinticinco  leguas  arriba  de  la  Boca  de 
Ceniza,  en  una  dirección  O.  S.  O.,  y  desagua  en  la 
Ciénaga  de  Matunilla,  diez  ó  doce  leguas  al  sur  de  la 
ciudad  de  Cartagena,  con  la  que  se  comunica  por  me- 
dio del  caño  de  Pasacaballos,  defendido  de  los  vien- 
tos del  Atlántico  por  las  islas  de  Barú  y  Tierrabomba. 
El  delta,  comprendido  entre  el  mar  de  las  Antillas 
y  los  caños  primero  y  tercero,  abarca  una  superficie  de 
2,500  á  3,000  millas  cuadradas. 

De  estas  tres  salidas,  la  primera  (caño  de  San  An- 
tonio), que  hoy  no  se  presta  al  paso  de  vapores  á  causa 
de  la  poca  profundidad  de  las  ciénagas  que  forma  en 
su  curso,  calcularon  en  1865  los  señores  Gilbart  y 
West,  ingenieros  al  servicio  del  Gobierno  Xortcarae- 
ricano,  que  podría  adaptársela  para  el  servicio  de 
buques  de  6  á  7  pies  de  calado,  con  un  gasto  de 
$  565,000.  También  juzgaron  les  mismos  ingenieros 
que  la  de  Cuatro  Bocas  podría  ser  mejorada  en  igua- 
les condiciones  con  $  240,000. 

.  La  del  Dique  de  Cartagena,  con  los  mismos  incon- 
venientes que  las  anteriores,  fue  examinada  en  1871 
por  el  ingeníelo  inglés  Mr.  Alexander  Robert  Terry, 
llamado  por  el  Gobierno  Nacional;  pero  el  informe 
de  éste  no  ha  visto  la  luz  pública,  ignoramos  por 
qué  motivo.  Se  dice,  sin  embargo,  que  un  gasto  de- 
$  500,000  sería  suficiente  para  dar  al  canal  la  profun- 
didad necesaria  para  admitir  buques  de  4^  pies  de- 
calado  en  toda  estación. 


Las  ciudades  del  Delta  115 

Lo  mismo  que  ha  sucedido  con  relación  á  los  ca- 
minos de  Bogotá  al  Magdalena, — la  competencia  de 
estas  obras  entre  sí  para  reclamar  la  preferencia  del 
Gobierno  en  favor  de  cada  una  de  ellas, — ha  sido  cau- 
sa para  que  no  se  haya  dado  atención  á  ninguna. 

En  Santamarta  fue  preferida  á  la  apertura  de  los 
caños,  el  proyecto  de  construcción  de  un  gran  ferroca- 
rril hasta  el  Banco,  costeando  la  gran  Ciénaga  que  for- 
man en  sus  inmediaciones  los  derrames  del  Magdalena, 
atravesando  los  ríos  que  bajan  de  la  Sierra  Tairona  y 
descendiendo  luego  por  el  valle  del  río  Cesar  hasta  la 
confluencia  de  éste,  en  una  línea  de  más  de  sesenta 
leguas.  Con  un  gasto  de  más  de  $  300,000  han  sido 
construidas  las  primeras  cinco  hasta  Puebloviejo,  y  es 
de  temer  que  no  se  pase  de  allí;  pero  si,  suspendiendo 
por  algunos  afios,  á  lo  menos,  la  continuación  de  ese 
grandioso  proyecto,  se  pensase  en  ligar  la  parte  cons- 
truida con  la  canalización  do  alguno  de  los  caños,  no 
hay  duda  que  ese  trozo  de  ferrocarril  sería  de  mucha 
utilidad  para  el  comercio  y  la  agricultura  de  esa 
sección. 

Barranquilhi — situada  á  corta  distancia  del  mar, — 
tiene,  como  se  sabe,  un  ferrocarril  de  14  millas,  que 
la  pone  en  comunicación  con  el  puerto  de  Sabanilla, 
y  eso  ha  bastado  para  atraer  á  ella  las  ocho  décimas 
partes  del  comercio  de  tránsito  del  interior — que  an- 
tes tomaban  la  vía  de  Santamarta  por  el  caño  de  Cua- 
tro Bocas. 

Cartagena,  á  pesar  de  los  auxilios  concedidos  por 
el  Gobierno  General  á  la  obra  del  Dique,  no  ha  lo- 
grado hacerlo  navegable  de  un  modo  permanente,  por 


116  El  Dique 

vapores  de  siquiera  3  pies  de  calado.  Hasta  ahora  esa 
obra  ha  sido  superior  á  las  fuerzas  de  esa  ciudad. 

De  estos  proyectos  hablaré  más  detenidamente  en 
otro  capítulo.  Por  ahora  volvere  á  tratar  del  Mag- 
dalena. 


CAPITULO   XI 


LOS    CAMINOS    AL    MAGDALENA 


Dislribución  de  la  población  entre  las  diversas  alturas  de  la 
cordillera. — Caminos  que  los  diversos  grupos  de  población 
necesitan, — Timanáy  La  Plata. — Chaparral  y  Ortega. — Iba- 
gué  y  su  comarca. — Valles  del  río  Fusagasugá. — Bogotá  y 
las  mesas  de  Cundinamarca. — Medellín  y  su  comarca, — Chi- 
quinquirá  y  Tunja, — Vélez,  Moniquirá  y  Suaita. — Socorro, 
San  Gil,  Barichara  y  Zapatoca. — El  Circuito  de  Girón.— Oca- 
ña. — Cúcuta  y  sus  valles. 

Para  juzgar  de  la  capacidad  productiva  de  una  co- 
marca, el  primer  elemento  que  se  debe  tener  en  cuenta 
es  la  población.  La  del  valle  del  Magdalena  (dedu- 
ciendo la  de  la  parte  de  los  Departamentos  demasiado 
distantes  de  este  río  y  que  puede  hacer  uso  de  otras 
vías  para  su  comercio  exterior)  puede  estimarse  en 
3.000,000,  ó  sea,  sobro  12,000  leguas  de  superficie, 
250  habitantes  por  legua,  ó  28  por  milla  cuadrada. 

Esta  población  está  situada  sobre  el  valle  y  sus 
laderas  montañosas,  en  esta  proporción  aproximada: 

A  la  orilla  del  mar  y  del  río,  y  basta  500 
metros  sobre  el  nivel  del  mar 700,000 

Entre  500  y  1,200  metros 000,000 

Entre  1,200  y  2,700  id 1.700,000 


118  Los  caminos  al  Magdalena 

De  saerte  que  hay  1.300,000  que  pueden  mover  su 
comercio  hacia  el  Magdalena  con  poco  gasto  ó  con  la 
construcción  de  algunos  caminos  de  poca  extensión; 
en  este  caso  están  las  poblaciones  de  Ocaña,  Guaduas, 
el  valle  del  bajo  Bogotá,  Fusagasugá,  La  Palma,  y  al- 
gunas de  la  cordillera  Central,  en  los  departamentos 
del  Tolima  y  Antioquia. 

El  resto,  1.700,000,  situados  á  distancias  de  más 
de  20  leguas  del  Magdalena  y  á  más  de  1,200  metros 
sobre  el  nivel  del  río,  necesitarán  caminos  relativa- 
mente costosos  para  ponerse  en  comunicación  con  él; 
l>ero  todas  las  poblaciones  actuales  situadas  desde  500 
hasta  2,700  metros  .sobre  el  nivel  del  río,  sólo  requie- 
ren una  extensión  de  400  leguas  de  caminos  para  que- 
dar ligadas  con  la  arteria  central  del  país.  Serían  las 
siguientes: 

Habitante» .  Legaa& 

1.»  Cantones  de  Timaná  y  La 

Plata 50,000    á  Neiva 30 

2.»  Chaparral,  Ortega,  etc 20,000    á  Girardot ÜO 

3.»  Ibatruó  y  pueblos  comarca- 
nos    30,000    á  Girardot 20 

4.*  Fusagasugrá,  Pandi,  Car- 
men, Melgar 20,000    á  Girardot 20 

5.»  Bogotá  y  pueblos  del  Norte 

de  Cundinamarca 400,000    á  Girardot 40 

6.»  Chiquinquirá,  Tanja,  etc. . . .  400,000    á  Puerto  Niño 40 

7."  Sonsón,  etc 50,000    á  Buenavista 25 

8.»  Vélez,Suaita,Moniquirá,etc.  150,000  á  Puerto  Niño  ó  á  Carare.  36 

9.  *  Socorro,  San  Gil,  etc 200,000  á  Opón  ó  al  Sogamoso ...  36- 

10.  Medellín,  etc 350.000    á  Puerto  Berrío 48 

11.  Bucaraniinga,  etc 80,000    á  Puerto  Wilches,  ó  al  Le- 

brija 30 

12.  Ocaña 40,0i)0    á  Puerto  Nacional  ó  á  la 

Gloria 20 

13.  Gúcuta  y  Pamplona  ( vía,  de 

Ocaña) 100,000    á  Oeaña 25 

1.890.000  390 

De  estos  caminos,  sólo  los  que  comunican  á  Bogotá 
y  á  Medellín  pudieran  merecer  por  ahora  el  gasto  de 
una  vía  férrea:  en  los  demás,  vías  carreteras  ó  simple- 


La  Plata  y  el  Chaparral  119 

mente  buenos  caminos  de  montaña  darían  abasto  al 
tráfico  actual. 

La  primera  de  éstas  (La  Plata  y   Timaná),  casi 
constantemente  al  través  de  llanuras  de  suelo  firme, 
destinada  á  dar  salida  al  cacao,  las  quinas  y  los  pro- 
ductos minerales  de  los  pueblos  del  sur  de  Neiva,  tie- 
ne, además,    una  importancia   particular:  la  de  ser 
el  principio  de  la  que  habrá  de  extenderse  después 
hacia  el  Sur,  en  busca  de  los  pueblos  de  la  parte  alta 
del  Yalle  del  Cauca  (Popayán)  y  de  los  que  ocupan  el 
nudo  de  las  tres  cordilleras  (Almagaer,  Bolívar,  Pas- 
to, etc.);    para  quienes  la  vía  del   Magdalena  no  es 
menos  necesaria  tal  vez   que  la  del  Pacífico.  Esta  es, 
pues,  una  vía  que  tiende,  lo  mismo  que   la  de  Barra- 
gán y  del  Quindío,  á  afianzar  la  integridad  del  terri- 
torio de  la  República,  poniendo  en  contacto  la    parte 
superior  de  los  valles  del  Cauca  y  del  Patía  con  los 
del  Magdalena,  y  también,  en  un  porvenir  más  distan- 
te, con  las  regiones  orientales  del  Caquetá  y  del  Ñapo. 
La  del  Chaparral,  que  se  prolongará  luego  por  las 
cuencas  de  los  tributarios  del  Saldaña, — de  los  cuales 
el  Ata  se  interna  profundamente  en  la  cordillera  Cen 
tral, — serviría  los  intereses  de  la  región  minera  que 
empieza  á  explotarse  en  la  parte  alta  de  esos  ríos  (Co- 
yaima.  Órganos,  Ataco,  etc,),   y  acaso  dará  origen  á 
otra  vía  que  conduzca  al  centro  del  valle  alto  del  Cau- 
ca, hacia  Buga  ó  Palmira,  y  aun  tal   vez  hacia  Qui- 
lichao  (hoy   Santander). 

Esta  es  también  una  región  agrícola,  en  donde, 
aparte  de  las  crías  de  ganado, — las  mejores  de  todo  el 
Tolima, — empieza  á  cultivarse  con  buen  éxito  el  café 
y  se  produce  trigo  de  superior  calidad. 


120  Ibagué  y  Fusagasugá 

Igual  objeto  tiene  el  camino  de  Ibagué,  ciudad  en 
donde  principia  el  paso  principal  de  la  cordillera 
Central  hacia  el  valle  del  Cauca,  y  que  conduce  á  la 
magnífica  colonización  que  los  derrames  de  la  pobla- 
ción antioquefla  hacia  el  Sur  empiezan  á  fundar  sobre 
la  cordillera  Central,  en  el  territorio  comprendido 
entre  Ibagué  y  Mariquita,  en  la  falda  oriental,  y  Car- 
tago  y  Manizales,  en  la  occidental;  territorio  en  que 
hay  yá  establecidos,  de  cuarenta  años  á  esta  parte, 
quizás  más  de  60,000  antioqueños,  atraídos  por  la 
fertilidad  del  suelo,  la  suavidad  de  los  climas  y  la 
abundancia  de  minerales  de  oro  y  plata. 

Este  es  un  camino  que,  quizás  con  menos  de 
$  50,000,  puede  hacerse  carretero,  á  favor  de  las  es- 
pléndidas llanuras  que  se  prolongan,  sin  la  más  pe- 
queña interrupción,  desde  Flandes  hasta  el  Chicoral, 
y  desde  Gualanday  hasta  Ibagué,  en  cuya  línea  de 
15  leguas  sólo  se  exigirían  trabajos  de  alguna  consi- 
deración en  las  4  ó  5  millas  que  se  interponen  al  des- 
cender al  valle  del  río  Coello. 

Las  mesas  paralelas  al  Magdalena  en  el  interior  de 
la  cordillera  Oriental,  sobre  las  vertientes  del  río  Fu- 
sagasugá, pobladas  yá  por  20  á  25,000  agricultores 
ocupados  en  la  producción  de  azúcares,  café,  cacao, 
arroz,  y  en  la  cría  de  ganados,  forman  una  región 
hermosa,  fértil  y  en  extremo  sana,  que,  así  como  las 
anteriores,  sería  muy  á  propósito  para  la  inmigración 
europea;  pues  son  climas  que  apenas  oscilan  entre  los 
14°  y  los  22°  del  centígrado,  en  todo  el  año. 

En  el  anterior  capítulo  se  habló  yá  del  proyectado 
ferrocarril  de  Girardot  á  Bogotá.    El  pondría  en  con- 


Tanja  y  Chiquinquirá  121 

tacto  más  de  400,000  habitantes  de  la  mesa  fría  de 
Cundinamarca  con  otros  tantos  de  los  valles  ardientes 
del  Magdalena,  y  daría  origen  á  los  cambios  más  fe- 
cundos. Esta  vía  será  el  principio  de  la  colonización 
seria  del  valle  del  Magdalena  (asunto  de  que  trataré 
más  adelante),  y  la  cabeza  de  una  gran  línea  llama- 
da á  extenderse  hasta  el  Atrato. 

La  de  Chiquinquirá,  Tanja  y  demás  poblaciones 
del  centro  de  Boyacá  hacia  el  Magdalena,  cortando 
las  cabeceras  del  río  Minero  en  la  vecindad  de  las  afa- 
madas minas  de  esmeraldas  de  Muzo,  en  dirección  á 
algún  punto  al  Norte  de  la  boca  del  Rionegro,  es  pro- 
yecto de  que  trató  en  los  últimos  años  el  Estado 
de  Boyacá,  y  en  el  que  van  invertidos  quizás  más  de 
I  200,000, — en  trabajos  hasta  ahora  estériles;— está 
bastante  distante  todavía  de  su  realización.  Requiere 
exploraciones  pacientes  para  descubrir  una  depresión 
de  las  cordilleras  que  evite  contrapendientes  costosas, 
contrarias  á  las  exigencias  de  una  vía  comercial.  En 
lugar  de  buscar  al  Norte  del  Rionegro  soledades  des- 
conocidas, quizás  la  mejor  dirección  de  este  camina 
sería  la  que  buscase,  por  los  distritos  de  Paime  y  Oa- 
parrapí,  la  línea  de  Poncet  proyectada  en  Cundina- 
marca, cuyo  término  se  encuentra  al  Sur  de  la  embo- 
cadura de  este  último  río.  Es  indudable,  sí,  que  las 
densas  poblaciones  de  Boyacá  necesitan  una  salida  al 
Magdalena  más  corta  que  la  del  Carare,  la  de  Honda, 
ó  la  de  Girardot. 

Las  poblaciones  situadas  sobre  las  vertientes  pri- 
meras del  río  de  la  Miel,  Sonsón,  Salamina,  Aguadas, 
Pacora,  Abejorral,  etc.,  en  el  departamento  de  Antio- 


122  Sonsón  y  Calamina 

«quia,  forman  un  grupo  de  bastante  poder  para  abrirse 
un  camino  propio,  siguiendo  la  hoya  de  ese  río  ó  la 
<le  alguno  de  sus  tributarios,  como  el  San  Julián  ó  el 
Negrito,  que  unidos  forman  el  Timaná  ó  Samaná  del 
;Sur,  para  descender  al  Magdalena  en  Buenavista,  qui- 
zás el  más  bonito  de  todos  los  pueblos  que  se  encuen- 
tran sobre  el  gran  río,  desde  Honda  hasta  el  Banco. 
Tierras  de  labor,  minas  en  explotación,  bosques  mag- 
níficos, ricos  en  maderas  de  todas  clases:  nada  le  fal- 
taría á  este  camino  para  atraer  hacia  él  una  población 
numerosa  y  desarrollar  una  producción  importante. 
Este  camino  parece,  por  otra  parte,  obedecer  al  mo- 
yimiento  de  la  colonización  antioqueña,  inclinado 
hacia  el  Sur  mucho  más  que  hacia  el  Norte  de  su  te- 
rritorio. 

El  grupo  principal  de  la  sección  de  la  República 
.que  tiene  por  centro  á  Medellín,  se  muestra  indeciso 
.todavía  acerca  de  la  dirección  en  que  deba  buscar  su 
salida  hacia  el  mar  entre  las  tres  que  se  presentan  á  su 
«lección,  y  esta  vacilación  es  en  extremo  desfavorable 
é>  su  progreso.  Hasta  hace  pocos  años  había  seguido 
■ei  curso  del  río  Nare  á  la  población  de  este  nombre; 
pero  en  ocasiones  parece  haber  querido  dirigirse  por 
Ja  hoya  del  Porcc,  hacia  la  parte  baja,  en  donde  el 
«Cauca  torna  á  ser  navegable,  y  con  este  objeto  algu- 
nos capitalistas  fundaron  en  esa  dirección  la  colonia 
de  Valdivia;  otras  veces  ha  mostrado  inclinación  á  bas- 
<íarse  una  salida  por  el  Noroeste  hacia  el  Atrato. 

La  línea  del  Porce  hasta  Zaragoza  ó  hasta  Nechí, 
ó  la  del  bajo  Cauca  en  dirección  á  Cáceres,  implica- 
rían la  construcción  de  un  camino  de  más  de  60  le- 


Del  Atrato  á  Medellin  123 

guas  de  extensión  al  través  de  una  región  montañosa. 
Sería,  pues,  costoso  en  su  primera  ejecución,  de  con- 
servación difícil  y  no  sería  nunca  una  vía  económica. 

El  Atrato  está  casi  á  igual  distancia  de  Medellín 
que  el  Magdalena;  pero  la  despoblación  de  sus  orillas, 
la  barra  de  su  desembocadura  y  la  falta  de  puertos 
concurridos  en  el  golfo  do  Urabá,  crean  peligros  de 
inseguridad  para  los  pasajeros  y  las  mercaderías,  sufi- 
cientes para  alejar  de  esa  vía  el  comercio  antioquefio 
y  decidirlo  á  preferir  á  todo  trance  la  del  Magdalena, 
en  donde  el  tráfico  de  tantos  años  ha  acumulado  tra- 
bajosamente los  elementos  necesarios  para  su  servicio. 
En  el  Atrato  sería  preciso  el  gasto  adicional  de  líneas 
de  vapores,  establecer  casas  comisionistas,  hoteles  para 
los  pasajeros,  y  en  la  vía  terrestre  potreros  para  las 
arrias,  casas  de  posada  y  condiciones  de  seguridad  y 
comodidad,  que  son  obra  de  no  pocos  años. 

Hay  una  observación  más  á  este  respecto.  En  los 
países  nuevos  y  despoblados,  como  el  nuestro,  es  una 
necesidad  que  se  impone  la  de  concentrar  los  grupos  de 
población  para  gozar  de  las  ventajas  que  produce  la 
asociación.  La  diseminación,  de  los  habitantes  es  un 
motivo  de  debilidad  que  tiende  á  mantener  la  pobreza 
en  todas  partes  y  á  reducir  la  posibilidad  de  los  grandes 
esfuerzos.  Por  la  vía  del  Magdalena  es  hoy  posible  iin 
ferrocarril  ó  á  lo  menos  una  vía  carretera;  por  la  del 
Atrato  apenas  se  podrá  aspirar  á  un  mal  camino  de 
montaña.  Dividiéndose  en  dos  direcciones  opuestas  el 
interés  del  Gobierno,  habría  que  atender  á  la  conser- 
vación de  dos  caminos,  porque  no  sería  posible  aban- 
donar las  poblaciones  yá  establecidas  en  el  más  auti- 


124  Camino  de  Puerto  Berrio 

guo,  y  el  resultado  sería  que  ni  uno  ni  otro  podrían 
mantenerse  en  estado  satisfactorio.  En  el  Magdalena 
hay  yá  un  interés  nacional  que  importa  sostener  y 
cultivar,  una  solidaridad  de  esperanzas  que  es  un 
vínculo  de  unión  y  de  paz,  lugares  de  reunión  del  an- 
tioqueño  con  el  cundinamarqués,  el  boyacense,  el 
santandereano,  el  boli várense,  que  los  hace  conocerse, 
amarse,  fundirse  en  un  solo  pensamiento  de  naciona- 
lidad. En  el  Atrato  todo  sería  soledad  y  aislamiento, 
pues  sólo  una  parte  muy  pequeña  del  comercio  del 
Cauca  podría  servirse  de  la  generosa  corriente  de  ese 
gran  río.  Otra  cosa  serííi,  si  por  61  se  hubiese  trazado 
la  dirección  del  canal  interoceánico,  como  en  un 
tiempo  parecieron  pensarlo  el  pueblo  y  el  Gobierno 
norteamericanos. 

El  ferrocarril  antioqueño  de  Puerto  Berrio  cons- 
truido yá  en  la  cuarta  parte  de  su  extensión,  siguiendo 
el  valle  del  Ñus,  que  sin  duda  se  juzgó  preferible  al 
del  Xare.  después  de  exploraciones  detenidas,  ha  cos- 
tado yá  un  millón  de  pesos  al  Gobierno  Nacional  y 
otro  tanto  al  del  Estado;  la  parte  más  peligrosa  y  di- 
fícil, que  era  la  zona  cenagosa  de  las  vegas  del  río, 
está  vencida;  de  suerte  que  puede  decirse  que  está 
ejecutada,  no  la  cuarta  parte,  sino  la  mitad  de  la 
obra.  Con  un  impulso  más,  que  no  es  superior  á  la 
potencia  de  los  capitales  y  espíritu  de  empresa  del 
comercio  y  de  la  agricultura  antioqueños,  esa  vía  fé- 
rrea puede  ser  terminada  con  ventaja  inmensa  para 
los  intereses  del  Departamento.  Yá  las  minas  del  río 
Ñus  empiezan  á  ser  trabajadas:  luego  se  pondrá  la 
maquinaria  americana  al  alcance  de  las  del  Porce, 


Vélez,  Moniquirá  y  Suaita  125 

uno  de  los  más  auríferos  de  esas  montañas,  y  cuando 
el  pito  de  la  locomotora  resuene  en  medio  de  las  pobla- 
ciones del  valle  de  Aburra,  el  café,  el  algodón,  la 
caña  de  azúcar,  todos  los  frutos  de  las  tierras  calien- 
tes, serán  arrancados  al  seno  de  la  tierra  por  esa  raza 
inteligente,  trabajadora  y  físicamante  poderosa,  una 
de  las  más  capaces  en  nuestro  país  de  hacer  uso  de  las 
vías  económicas. 

No  baja  de  quince  millones  el  capital  circulante 
que  en  la  sola  ciudad  de  Medellín  busca  constante- 
mente colocación  en  empresas  comerciales  ó  mineras; 
de  suerte  que  dos  ó  tres  millones  invertidos  en  el  ade- 
lantamiento de  esa  vía  no  causarían  perturbación 
grave  en  los  negocios,  abrirían  la  puerta  á  mil  empre- 
sas nuevas  y  asegurarían  el  porvenir  de  esa  fecunda 
comarca. 

Diez  ó  quince  leguas  abajo  de  Puerto  Berrío  sur- 
ofirá  más  tarde,  en  la  boca  del  Carare  ó  en  la  del 
Opón,  la  cabeza  de  la  vía  directa  que  las  poblaciones 
de  Vélez,  Moniquirá  y  Suaita  anhelan  con  perseve- 
rancia, casi  desde  los  primeros  días  de  la  conquista 
española;  vía  que,  según  un  proyecto  reciente,  podrá 
enlazar  también  las  poblaciones  del  Socorro  y  San 
Gil.  Si  así  fuese,  y  si  al  propio  tiempo  se  encontrase  un 
paso  de  poca  altura  sobre  la  cordillera  de  Lloriquíes, 
y  terreno  firme,  abundante  en  piedra  ó  cascajo  para 
consolidarlo,  con  pocos  ríos  que  atravesar,  esas  labo- 
riosísimas comarcas  de  la  antigua  Socorro  podrían 
elevar  á  grandes  valores  sus  manufacturas  de  algo- 
dón, y  ocuparse  en  grande  escala  en  la  producción 
de  café,  tabaco,  azúcares,  licores  y  conservas  de  fru- 


126  Del  Socorro  al  Magdalena 

tas.  Es  muy  de  lamentar  que  de  los  trabajos  á  que 
dio  origen  el  proyectado  ferrocarril  del  Carare,  no 
quedase  una  trocha  siquiera  por  el  trazado  de  aquél, 
trocha  que  hubiera  podido  convertirse  después  en  una 
buena  vía  de  montaña. 

Desde  la  frontera  norte  de  Cundinamarca  hasta 
Bucaramanga,  en  una  distancia  de  sesenta  leguas,  ha- 
bía cuatro  grupos  distintos  de  población,  separados 
entre  sí  por  la  sierra  de  Gámbita  y  por  las  hoyas  de  los 
ríos  Saravita  y  Chicamocha:  primero,  el  compacto  gru- 
po de  Boyacá,  que  no  ha  tenido  nunca  relación  directa 
con  el  Magdalena;  segundo,  el  de  Vélez  y  Moniquirá, 
que,  probablemente  á  causa  de  haber  sido  esa  la  vía 
del  descubridor  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada,  quiso 
conservar  su  salida  al  Magdalena  por  el  Carare;  ter- 
cero, el  del  Socorro,  San  Gil,  Barichara  y  Zapatoca,  que 
desde  1840  ó  1845  brega  por  encontrar  una  línea  di- 
recta hacia  la  boca  de  la  Colorada  ó  á  la  del  río  Soga- 
moso;  y  cuarto,  el  del  antiguo  circuito  de  Girón,  que 
desde  los  tiempos  de  la  Colonia  tuvo  una  salida  siem- 
pre difícil,  unas  veces  por  la  vía  del  Pedral,  sobre  el 
Sogamoso,  otras  al  Puerto  de  Botijas,  sobre  el  Lebri ja, 
y  recientemente  otradirectíi  á  la  Ciénaga  de  Paturia, 
sobre  el  Magdalena. 

Pues  bien:  esos  cuatro  grupos  nunca  pensaron  en 
ponerse  de  acuerdo  en  busca  de  una  sola  vía  que,  des- 
pués de  tramontar  los  filos  de  la  cordillera  Oriental, 
atravesase  el  valle,  cenagoso  en  lo  general,  de  este  río 
hasta  algún  puerto  de  embarque.  Cada  grupo  ha  que- 
rido tener  camino  y  puerto  propio  sobre  el  Magdale- 
na; y  el  resultado  es  fácil  de  prever:  todos  se  han 


Sus  diversas  vías  127 

agotado  en  esfuerzos  superiores  á  sus  recursos,  sin  lo- 
grar nunca  una  vía  que  merezca  el  nombre  de  tal. 

Para  resolver  ese  problema  hubiera  debido  empe- 
zarse por  mantener  exploraciones  constantes  sobre  Ios- 
pasos  de  la  cordillera  y  sobre  las  vegas  del  Magdalena^ 
en  busca  las  primeras  de  una  depresión  conveniente,, 
y  las  segundas,  de  una  zona  de  terreno  alto  y  firme, 
sobre  la  llanura  hasta  el  río.  Por  falta  de  ellas,  sinf 
embargo,  se  han  acometido  empresas  festinadas,  en  los^^ 
proyectados  caminos  de  Puerto  Niño,  Carare,  Barran- 
cabermeja,  La  Colorada,  Puerto  Wilches,  el  Pedral, 
Botijas  y  Paturia,  en  las  que  van  consumidos,  en  los 
áltimos  cuarenta  años,  más  de  tres  millones  de  pesos,, 
sin  resultado  alguno  positivo. 

Sin  embargo,  pocas  poblaciones  en  la  República 
serían  tan  capaces  como  las  de  la  antigua  provincia 
del  Socorro,  de  producir  grandes  valores  para  la  ex- 
portación ó  para  el  consumo  de  las  de  la  Costa. 

Igual  destino  ha  cabido  á  los  caminos  de  Buoa- 
ramanga.  Todos  han  fracasado;  pero  á  lo  menos  es^^ 
un  honor  para  esa  ciudad  haber  hecho  grandes  esfuer- 
zos por  ligarse  con  el  Magdalena  y  haber  levantado* 
la  producción  de  sus  frutos  exportables  á  guarismoí?- 
de  consideración. 

Sus  recientes  plantaciones  de  café  envían  yá  á  los; 
mercados  extranjeros  no  menos  de  60,000  quintales- 
anualmente. 

Entre  1879  y  1883  exportó  probablemente  de  250» 
á  300,000  quintales  de  quina  cuprea,  que  produjere» 
de  $  5  á  6.000,000. 

En  la  actualidad  está  construyendo  acueductos  goí- 


128  Exploradores  del  valle 

tosos  para  el  laboreo  de  sus  aluviones  auríferos,  y 
se  espera  que  estas  empresas  darán  resultados  que  ha- 
rán justicia  al  valor  de  los  que  las  acometen. 

Después  de  Cúcuta,  es  el  principal  mercado  de  mer- 
cancías extranjeras  en  todo  el  Norte  de  la  Eepública. 

De  seguro  será  en  toda  esa  región  la  primera  ciudad 
que  se  verá  comunicada  con  el  Magdalena  por  una  vía 
comercial. 

Puesto  que  he  mencionado  las  tentativas  infruc- 
tuosas de  la  infancia  de  nuestra  nacionalidad  para 
abrirse  paso  del  seno  de  las  cordilleras,  en  donde  úni- 
camente han  podido  vivir  hasta  ahora  los  descendien- 
tes de  raza  europea  colonizadora  de  nuestro  territorio, 
justo  es  que  haga  mención  de  los  nombres  de  los  ex- 
ploradores de  esas  regiones  del  porvenir. 

Los  señores  Raimundo  Bernal  y  Ramón  Ouéllar 
fueron  los  primeros  de  quienes  tengo  noticia  que  bus- 
caron la  vía  de  Boyacá  hacia  el  Magdalena,  por  los 
años  de  1868  á  1870. 

El  señor  Felipe  Landázuri,  explorador  y  coloniza- 
dor de  las  selvas  del  Carare,  dejó  su  nombre  en  una 
población  fundada  á  la  entrada  de  esas  soledades,  y 
los  señores  Coronel  Antonio  María  Díaz,  Aquileo, 
Jerónimo  y  Trino  Parra,  fundaron  y  han  sostenido 
establecimientos  agrícolas  sobre  ese  río  y  alguno  de 
sus  tributarios. 

Fue  el  señor  General  Pablo  Duran,  con  el  carácter 
de  Gobernador  de»  la  antigua  provincia  del  Socorro, 
quien  primero  inició  el  proyecto  de  un  camino  hacia 
el  Opón,  tarea  que  continuaron  decididamente  los  se- 
ñores Ramón  Matéus  y  Lucas  Caballero,  sucesores  de 


Vías  de  Barranca-Bermeja  y  Faturia  129 

aquél  en  use  pueoto;  ol  último  de  los  cuules  perdió  la 
vida  en  una  de  sus  exploraciones.  En  seguida  el  señor 
George  Von  Lengerke,  ciudadano  alemán,  fundó  en 
Montebelo,  sobre  la  falda  occidental  de  la  cordillera 
de  la  Paz,  un  gran  establecimiento  agrícola,  con  tra- 
piche movido  por  vapor;  y  construyó,  á  sus  solas  ex- 
pensas, un  camino  de  ahí  hasta  el  Magdalena,  que  no 
pudo  luchar  contra  la  dificultad  del  suelo  movedizo 
de  las  selvas  vírgenes  en  los  grandes  inviernos.  El  señor 
Lengerke  ha  sido  el  empresario  más  audaz,  de  más 
recursos  y  más  fe  entre  los  que  han  acometido  esas 
peligrosas  empresas. 

El  señor  Francisco  Grellet,  francés  de  nacimien- 
to, parece  haber  sido  el  primer  explorador  de  la  vía 
de  Paturia;  y  el  señor  Roberto  A.  Joy,  quien  tomó  á  su 
<íargo  los  gastos  de  la  ejecución  del  camino;  obra  en 
la  que,  bajo  la  dirección  del  señor  Temístocles  Pare- 
des, entre  otros,  fueron  invertidos  más  de  8  200,000 
^ntre  1868  y  1870. 

El  General  Solón  Wilches,  Presidente  de  Santan- 
der en  1880  á  1884,  acometió  la  dificilísima  empresa 
ÚQ  construir  un  ferrocarril  desde  Puerto-Wilches,  so- 
bre el  Magdalena,  hasta  Bucaramanga,  bajo  la  direc- 
ción del  joven  ingeniero  colombiano,  señor  Abelardo 
Ramos.  En  la  orilla  del  río  fueron  levantados  el  prin- 
cipio de  una  población,  un  hotel,  casa  para  maquina- 
ria, bodega,  nna  ó  dos  millas  de  carrilera  provistas  de 
una  locomotora;  en  fin,  el  principio  de  una  grande 
obra,  favorecida  por  un  trazado  que  se  dice  tiene  mu- 
chas ventajas.  Las  fiebres  entre  los  trabajadores,  la 
escasez  de  fondos  y  la  guerra  local  de  1884>  pusieron 

9 


.130  Vía  de  Puerto  Wilclies 

término  á  esos  trabajos,  emprendidos  con  energía,  pero 
sostenidos  con  el  sólo  recurso  de  la  fe  que,  si  en  los 
tiempos  del  Mesías  allanaba  las  montañas,  en  los  pre- 
sentes necesita  estar  sostenida  por  capitales  abundan- 
tes para  realizar  el  mismo  milagro. 

El  General  Wilches  alimentó  por  algún  tiempo  la 
esperanza  de  dar  remate  á  la  empresa  con  el  produc- 
to de  una  fuerte  contribución  sobre  la  quina  cuprea, 
que  se  extraía  entonces  á  razón  de  más  de  un  millón 
de  pesos  por  año,  juzgando  quizás  que  con  ello  sólo 
aplicaba  una  parte  de  la  riqueza  natural  del  Estado, 
no  la  de  los  contribuyentes.  Olvidaba,  sin  embargo, 
que  el  valor  de  ese  artículo  no  consistía  en  la  quina 
misma  sino  en  el  trabajo  empleado  en  extraerla;  de 
suerte  que  esos  valores,  así  como  el  del  oro  que  se 
saca  de  las  minas,  en  rigor  no  es  oro  ni  quina  sino 
trabajo  humano  convertido  en  una  forma  material. 

Indudablemente  habré  omitido,  por  falta  de  noti- 
cia ó  de  memoria,  algunos  otros  nombres.  Todos  deben 
ser  salvados  del  olvido,  porque  la  posesión  d&  una 
salida  cómoda,  barata  y  sólida  al  valle  del  Magdalena, 
será  para  los  habitantes  de  la  cordillera  Oriental  de 
tanta  importancia  como  lo  fue  para  los  Estados  Uni- 
dos del  Norte  la  construcción  del  Canal  del  Erie,  ó 
como  para  los  Israelitas  el  paso  del  desierto,  desde  la 
servidumbre  de  Egipto  á  las  tierras  prometidas  de 
Oanaan. 


Los  caminos  del  río  hacia  Ocafla  tienen  interés, 
no  sólo  para  esa  sección  de  Santander,  sino  para  toda 
la  República.    Es  la  primera  región  montañosa  de 


Vías  de  Ocaña  131 

clima  fresco  y  salubre,  á  propósito  para  la  inmigra- 
ción europea,  que  se  encuentra  poblada  en  la  inme- 
diación de  nuestras  costas.  Provista  de  aguas  abun- 
dantes para  la  agricultura,  y  que  á  la  vez  le  propor- 
cionan doble  salida  al  mar — por  el  Zulia,  navegable 
yá  en  sus  confines,  ó  por  el  Catatumbo— tributario 
también  al  lago  de  Maracaibo, — ora  por  el  Magdalena 
á  Barranquilla,  Cartagena  y  Santamarta, — si  algún 
día  llegásemos  á  pensar  con  seriedad  en  el  problema  de 
la  inmigración  extranjera,  nuestras  miradas  deberían 
dirigirse  de  preferencia  hacia  esa  parte,  como  la  pri- 
mera escala  adecuada  para  recibirla.  Allí  hay  tierras, 
baldías  en  abundancia  que  poder  ofrecer  al  inmigran- 
te, una  base  de  población  civilizada  y  trabajadora, 
que  puede  pagar  salarios  altos  al  proletario  europeo 
en  los  primeros  días  difíciles  de  su  colocación.  IJna 
vez  aclimatado  allí,  puede  pensar  en  escoger  el  pun- 
to del  interior  que  mejor  le  convenga. 

Además,  el  territorio  de  OcaSa  tiene  una  impor- 
tancia estratégica  para  los  casos  de  guerra  exterior,  ó 
de  guerra  civil,  que  á  nadie  se  le  podrá  escapar;  por 
decirlo  así,  es  la  primera  línea  de  fortificación  in- 
terior, y  el  lugar  destinado  á  servir  de  campo  atrin- 
cherado, ya  sea  para  enviar  auxilios  á  las  ciudades  de 
la  costa,  ya  para  preparar  los  ejércitos  destinados  á 
recuperarlas. 

Así,  éste  fue  el  lugar  escogido  por  el  Gobierno  de 
las  provincias  Unidas  en  1815  para  acopiar  los  refuerzos 
que  se  preparaban  en  auxilio  de  Cartagena,  y  la  prime- 
ra posición  ocupada  por  el  General  Morillo  para  invadir 
el  interior  de  la  Nueva  Granada.  Sirvió  de  base  de  ope- 


132  Vías  de  Ocaña 

raciones  al  General  Carinona  en  su  desgraciada  cam- 
paña de  1841,  y  al  General  Herrán  en  la  que  en  1842 
emprendió  para  reocupar  las  provincias  de  la  Costa. 

En  Ocafia  principió  el  General  Mosquera  la  orga- 
nización del  ejército  del  Norte  en  1854.  La  pérdida 
de  esta  ciudad  fue  funesta  al  General  Bricefio,  recha- 
zado en  el  Banco  en  1861.  No  liay  para  qué  citar, 
como  se  pudiera,  ejemplos  más  recientes.  Bastan  los 
enumerados  para  mostrar  que  las  comunicaciones  de 
Ocafia  con  el  Magdalena  son  de  interés  nacional  en 
los  grandes  conflictos  de  nuestro  país.  Ocaüa  y  el 
Banco  son  la  llave  del  interior  de  Colombia.  . 

Hase  pensado  en  buscar  aquéllas  per  diversas  vías. 
Unas  veces  por  la  directa  de  Loma  de  Corredor, 
otras  inclinándose  ligeramente  al  Norte,  hacia  Puer- 
to Nacional,  que  es  la  antigua  vía  y  la  más  frecuen- 
tada en  la  actualidad;  ambas  trasmontando  el  últi- 
mo filo  de  la  cordillera  Oriental,  interpuesta  entre 
el  valle  del  Algodonal  y  el  Magdalena.  Asimismo, 
siguien  do  el  curso  de  la  quebrada  de  Cuaré,  en  busca 
del  puerto  de  la  Gloria,  cerca  de  Simaua,  todavía  más 
al  Norte;  la  cual  quizás,  aunque  más  larga,  sería  la 
más  ventajosa,  tanto  porque  es  la  que  más  se  aproxi- 
ma á  las  grandes  plantaciones  de  café  de  esa  región, 
como  porque  ahorra  contrapendientes  en  el  paso  de 
la  cordillera,  operación  siempre  costosa  y  difícil  en  los 
caminos. 

También  se  ha  sugerido  la  idea  de  prolongar  el 
ferrocarril  de  Cúcuta  por  el  valle  de  los  ríos  Sardinata 
y  Oatatumbo,  hacia  la  gran  depresión  que  por  esa 
parte  presenta  la  cordillera  Oriental  al  Sur  del  cerro 


De  Cúcuta  al  Magdalena  133 


de  Bobalí,  para  salir,  en  Tamalameque,  al  río  Mag- 
dalena; prolongación  de  treinta  y  seis  leguas  des- 
de Puerto  Villamizar,  al  través  de  selvas  vírgenes, 
con  toda  seguridad  insalubres;  pero  que  proporcio- 
naría dos  ventajas  de  gran  magnitud:  la  primera, 
comunicar  los  valles  de  Cúcuta  con  los  de  Ocafia,  y 
concentrar  toda  la  actividad  del  Norte  de  la  Eepú- 
blica  en  el  río  Magdalena;  la  segunda,  abrir  al  tra- 
bajo de  nuestros  nacionales  y  de  los  inmigrantes 
extranjeros,  un  territorio  magnífico  para  nuevas  colo- 
nizaciones. En  este  caso,  Ocaña  debería  ligarse  con  la 
anterior  vía  en  algún  punto  de  las  vegas  del  Oa- 
tatumbo,  por  medio  de  un  camino  de  diez  ó  doce 
leguas,  que  la  comunicaría  con  los  principales  distri- 
tos agrícolas  de  su  comarca.  Este  proyecto  hace  rela- 
ción al  último  de  los  ramales  hacia  el  Magdalena  arri- 
ba indicado. 

En  proporción  al  número  de  habitantes  y  al  área 
ocupada  por  éstos,  la  actividad  industrial  de  los  valles 
de  Cúcuta  es  la  más  importante  en  toda  la  Eepública. 
Con  una  población  que  no  llega  á  80,000  almas,  pro- 
duce más  de  100,000  quintales  de  café,  que  valen 
$  1.200,000  (moneda  de  plata  de  0,900),  y  con  otros 
artículos  sus  exportaciones  suben  á  más  de  millón  y 
medio.  Su  importación  de  mercancías  extranjeras  tie- 
ne un  radio  de  consumo  que  llega  hasta  el  Chicamo- 
cha,  y  un  ferrocarril  de  33  millas  le  proporciona  trans- 
porte á  un  río  navegable.  Esa  prosperidad  no  ha 
podido  ser  detenida  por  la  peste,  ni  por  el  espantoso 
terremoto  de  1875,  que  en  un  minuto  no  dejó  en  pie 
una   sola  de   las  casas  de  su  ciudad  capital;    ni  por 


134  De  Cúcuta  al  Magdalena 

las  guerras  civiles,  en  fin,  más  desastrosas  que  las  con- 
vulsiones mismas  de  los  elementos. 

Su  comercio  exterior,  sin  embargo,  tiene  que  salir 
al  mar  al  través  de  una  faja  del  territorio  de  Vene- 
zuela, sujeto  en  tiempo  de  guerra  á  graves  embarazos 
y  perturbaciones,  y  en  tiempo  de  paz  á  impuestos  de 
tránsito,  no  del  todo  equitativos.  Con  este  motivo  el 
comercio  de  esos  valles  ha  querido  abrirse  una  sali- 
da hacia  el  Magdalena,  de  cuyo  río  sólo  dista  25  le- 
guas San  José  de  Cúcuta;  pero  que  se  convertirían  en 
40  ó  50  con  las  vueltas  y  zigzags  á  que  daría  origen  el 
paso  de  la  cordillera  Oriental.  El  Poder  Ejecutivo  con- 
fió en  1871  la  exploración  de  esas  vías  al  distingui- 
do'ingeniero  señor  Nepomuceno  González  Vásquez,  y 
éste  presentó  cuatro  proyectos:  uno  de  ellos,  el  men- 
cionado arriba,  al  través  de  los  valles  del  Zulia,  el  Sar- 
dinata  y  el  Catatumbo,  por  el  pie  de  los  estribos  septen- 
trionales de  la  Cordillera.  De  los  tres  restantes,  uno 
se  dirigía  al  lago  de  Paturia,  pasando  por  los  distritos 
cafeteros  principales,  de  suerte  que  pudiera  empal- 
marse sobre  el  valle  del  Magdalena  con  alguno  de  los 
caminos  de  Bucaramanga.  Otro  tocaba  los  confines 
del  cantón  en  el  pueblo  de  la  Cruz,  á  seis  leguas  de 
la  ciudad  capital,  y  de  ahí  se  dirigía  á  terminar  en 
Barrancas,  desde  donde  el  río  Lebrija  es  navegable 
por  vapor  hasta  el  Magdalena.  El  último,  el  más  lar- 
go de  todos,  pues  tenía  un  desarrollo  de  55  leguas, 
tocaba  en  Ocaua  mismo,  y  de  ahí  debía  bajar  al  Le- 
brija en  Loma  de  Corredor,  ó  al  Magdalena  mismo 
un  kilómetro  más  abajo. 

Ninguno  de  los  tres  últimos  reúne  caracteres   co- 


De  Cúc'uta  al  Magdalena  135 

merciales.  Caminos  de  moiitafia  de  45  á  55  leguas, 
en  los  cuales  hay  que  subir  y  bajar  cerros  elevados, 
atravesar  valles  cubiertos  de  bosque  primitivo,  y  pasar 
ríos  de  impetuosa  corriente  y  grandes  avenidas,  no  sir- 
ven para  operaciones  comerciales  en  estos  tiempos  de 
competencia  febril  con  el  resto  del  m\indo;  esos  cami- 
nos devoran  con  sus  fletes  el  valor  del  producto.  Los 
caminos  de  Diontaña  deben  ser  de  corta  extensión.  A 
todo  trance  hay  que  buscar  vías  navegables:  ríos,  cana- 
les, ó  el  mar.  Si  por  la  exigüidad  del  tráfico  tampoco 
se  pueden  hacer  ferrocarriles  costosos,  hay  que  buscar 
otro  género  de  industrias;  pero  es  inútil  construir, 
para  el  servicio  de  frutos  agrícolas  de  poco  valor, 
caminos  que  exigen  grandes  gastos  de  conservación, 
y  por  consiguiente,  fletes  muy  altos.  Esa  es  la  expe- 
riencia que  tenemos  de  nuestros  caminos  de  montaña. 
El  problema  de  nuestras  vías  comerciales  al  Mag- 
dalena es,  pues,  de  gran  magnitud.  Cien  leguas  de 
ferrocarriles,  otras  tantas  de  carreteras  y  doscientas 
de  buenos  caminos  de  montaña,  exigen  un  desembol- 
so de  veinticinco  á  treinta  millones  de  pesos,  y  serán 
la  parte  no  menos  importante  del  programa  de  nues- 
tros trabajos  públicos  en  los  doce  próximos  años  del 
fin  de  este  siglo.  No  toda  esa  snma  será  preciso  to- 
marla del  bolsillo  de  los  contribuyentes:  parte  será 
empleada  como  especulación  de  empresarios  naciona- 
les ó  extranjeros,  que  se  reembolsarán  en  períodos 
más  ó  menos  largos,  bajo  la  forma  de  fletes  y  peajes; 
pero  no  hay  duda  de  que  para  llevar  á  cabo  dicho  pro- 
grama en  toda  su  extensión,  habrá  necesidad  de  crear 
rentas  públicas  que  produzcan  uno  ó  dos  millones  de 


136  Colonización  del  valle 

pesos  anuales,  además  ele  las  que  hoy  existen.  Un  país 
de  cuatro  á  cinco  millones  de  habitantes,  que  muy  bien 
puede  producir  trescientos  millones  de  pesos  anuales, 
á  razón  de  $  60  á  70  por  cabeza  (lo  que  sólo  implica 
un  jornal  de  17  centavos  por  cabeza  y  por  día),  puede 
y  debe  invertir  el  1  por  100  de  su  renta  en  estos  gas- 
tos esencialmente  reproductivos. 


Cuatrocientas  leguas  de  caminos  desde  el  corazón 
de  las  cordilleras  hasta  el  Magdalena,  transformarían 
el  aspecto  de  este  país  y  le  comunicarían  un  progre- 
so comparable  al  que  todos  los  días  nos  causa  asom- 
bro en  hi  República  Argentina.  Con  ese  elemento, 
nuestra  población  andina  pudiera  aumentar  sus  ex- 
portaciones de  café  de  300,000  á  3.000,000  de  quin- 
tales; las  de  tabaco  de  40  ó  50,000  quintales,  á  más  de 
1.000,000;  las  de  cacao,  algodón,  ramio,  juta,  fique, 
etc.,  á  grandes  guarismos;  y  sobre  todo,  nuestras  mi- 
nas de  oro  y  plata,  accesible  yá  para  ellas  una  maqui- 
naria perfeccionada,  podrían  dar,  no  S  4  ó  5  millo- 
nes, á  que  llegan  hoy,  sino  %  25  ó  30. 

En  los  años  de  1851  á  18G5,  Ambalema  producía 
tres  quintales  de  tabaco  por  cabeza  de  población.  Los 
distritos  productores  de  café  en  Cúcutay  Bucaraman- 
ga  obtienen  una  cosecha  en  igual  proporción,  y  \os 
12,000  habitantes  que  trabajan  las  minas  de  oro  corri- 
do en  Antioquia  producen  un  término  medio  de  $  250 
por  cada  trabajador. 

No  serían  solamente  estas  producciones  las  que 
crearían  la  riqueza  del  país.   Los  bosques  del  Magdale- 


Colonización  del  valle  187 

na, — una  vez  que  al  favor  de  luienos  caminos  pudiese 
situarse  la  población  en  los  últimos  estribos  de  la  cordi- 
llera sobre  el  valle — podrían  mantener  con  mas  ventaja 
que  en  los  Estados  Unidos,  en  donde  yá  las  labranzas 
empiezan  á  servir  de  obstáculo,  algunos  millones  de 
marranos,  mantenidos  con  frutas  silvestres  y  con  el 
maíz  fácilmente  obtenido  en  esas  vegas  de  fecundidad 
prodigiosa.  En  dondequiera  que  algún  cultivo  hubie- 
se despejado  la  selva,  los  pastos  de  para,  de  guinea  y 
de  la  India  crearían  dehesas  para  engordar  los  ganados 
del  Bajo  Magdalena  y  provee)'  abundantemente  de 
carne,  no  sólo  á  las  poblaciones  del  valle,  sino  alas  de 
la  Cordillera;  como  yá  sucede  en  Cundinamarca,  en 
donde  ia  mitad  del  ganado  consumido  proviene  de  las 
dehesas  del  Alto  Magdalena. 

Las  inmensas  llanuras  cubiertas  de  pastos  natura- 
les que  se  extienden  desde  el  Banco  hasta  el  mar,  á  lo 
largo  del  Cesar  y  el  Ranchería  (llamado  Calancala  en 
las  inmediaciones  de  Riohacha),  sobre  la  orilla  derecha 
del  Magdalena;  y  del  Cauca,  el  San  Jorge  y  el  Sinú, 
en  la  izquierda,  que  hoy  mantienen  más  de  un  millón 
de  cabezas  de  ga?jado  vacuno,  tienen  espacio  suficien- 
te para  cinco  ó  seis  millones;  tanto  como  en  el  Estado 
de  Tejas  en  la  Unión  Americana.  Para  estos  rebaños 
^e  abrirán  los  mercados  de  Europa  y  del  Asia  con  el 
perfeccionamiento  de  los  buques  frigoríficos,  en  algún 
día  no  muy  distante.  A  la  colonización  humana  de 
esas  tierras  vírgenes,  en  donde  la  malaria  brota  por 
todas  partes  del  seno  de  una  capa  profunda  de  vege- 
tales en  putrefacción,  debe  preceder  la  colonización 
animal  de  especies  más  robustas  que  el  hombre  para 


138  Colo7iización  del  valle 

resistir  esas  influencias.  Los  rebaños  de  ganado  vacu- 
no han  desempeñado  en  el  mundo  esa  misión  de  pre- 
cursores del  hombre  sobre  los  desiertos.  Ellos  huma- 
nizan el  ambiente,  fertilizan  la  tierra  y  marcan  al 
hombre  los  lugares  habitables,  en  donde  ellos  eligen 
de  preferencia  su  mansión. 

Pero  estos  grandes  progresos  sólo  podrán  reali- 
zarse mediante  la  colonización  del  valle  del  gran  río; 
problema  difícil,  en  que  van  envueltas  dos  cuestiones 
del  porvenir: 

La  inmigración  extranjera;  y 

La  ocupación  de  regiones  hoy  insalubres. 


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CAPITULO  XII 


LA.    lííxMlGRAClON    AL  VALLE    DEL    MAGDALENA 

Necesidad  de  brazos  extranjeros. — Condiciones  que  esta  inmi- 
gración requiere. — La  raza  blanca  no  es  á  propósito  para 
colonizar  las  tierras  tropicales. — La  africana  es  la  adecuada 
para  iniciar  esa  empresa. — A  ella  se  debe  la  colonización  de 
la  América  tropical.— Necesidad  del  cruzamiento  entre  laa 
razas  blanca  y  negra  en  América. 

La  inmigración  extranjera  ha  sido,  en  los  tiempos 
modernos,  el  medio  más  rápido  de  progreso  para  un 
país.  En  la  antigüedad,  inmigración  y  conquista  eran 
sinónimos;  en  la  actualidad  pueden  serlo-á  veces,  pero 
no  es  yá  el  caso  más  frecuente.  Ella  da  los  brazos  ne- 
cesatios  para  cultivar  la  tierra  y  para  todos  los  demás 
trabajos  que  requiere  el  desenvolvimiento  de  un  país: 
trae  consigo  industrias  más  adelantadas  y  hábitos  de 
disciplina  social  de  países  más  antiguos.  Sirve,  en 
fin,  para  mejorar  la  raza  nativa  por  el  cruzamien- 
to con  otra  más  fuerte  y  en  un  estado  superior  de  evolu- 
ción. Así,  nosotros  querríamos  inmigración  europea 
civilizada,  moralizada  y  provista  de  elementos  de  tra- 
bajo, semejante  á  la  que  tan  asombrosos  resultados 
está  produciendo  en  los  Estados  Unidos,  en  Austra- 
lia, en  el  extremo  Sur  del  África,  y  en  las  provincias 
del  río  de  la  Plata. 


140  Razas  inmigrantes  posibles 

Empero,  sólo  tres  causas  han  dado  origen  en  este 
siglo  á  grandes  corrientes  de  inmigración  civilizada:] 

Salarios  altos; 

Grandes  minas  de  oro  y  plata  recién  descubier- 
tas; y 

Facilidad  de  adquirir  tierras  en  propiedad  en  paí- 
ses muy  prósperos. 

Aparte  de  estos  motivos,  los  hombres  que  cambian 
de  patria  han  buscado  también  en  la  nueva  relaciones 
de  lengua,  climas,  costumbres  y  estado  de  civiliza- 
ción no  inferiores  en  mucho  á  las  de  su  país  nativo. 
Yá  el  nuevo  mundo  no  ejerce  esa  fascinación  poderosa 
que  tenía  en  el  viejo  sobre  los  espíritus,  en  los  prime- 
ros días  del  regreso  del  primer  viaje  de  Colón.  El 
África,  tan  inmediata  á  las  costas  de  España,  Fran- 
cia é  Italia,  apenas  ha  logrado  atraer  á  la  colonia  fran- 
cesa de  Argel,  en  más  de  cincuenta  anos,  un  pequeño 
número  de  inmigrantes,  relativamente  hablando;  pero 
casi  ningunos  el  Egipto,  con  excepción  de  algunas  de 
sus  grandes  ciudades,  y  nada  ó  casi  nada  las  colo- 
nias del  Senegal,  la  Costa  de  Oro,  el  Congo  y  demás 
países  ecuatoriales.  Abolida  la  esclavitud,  las  Anti- 
llas, colonias  pobladas  por  europeos  desde  tres  siglos 
atrás,  han  entrado  en  un  período  de  decadencia.  Las 
Gruayanas,  que  no  han  participado  de  la  convulsión 
de  la  independencia  en  las  repúblicas  americanas  de 
origen  español,  están  más  atrasadas  que  estos  países 
revolucionarios. 

La  consideración  del  clima  se  ha  sobrepuesto  á 
las  ventajas  naturales  de  fertilidad,  producciones  es- 
pontáneas y  adquisición  de  tierras  en  propiedad.  Sólo 
la  zona  templada  ha  tenido  atractivo  para  el  europeo.         ^ 


Razas  ininigrante^s  posibles  141 

El  esi)iiñol  se  dirige  Jicy  de  preferencia  á  Buenos 
Aires  en  lugar  de  Cuba,  Puerto  Rico  y  las  Filipinas. 
El  inglés  va  en  guarismos  anuales  de  100,000  á  Aus- 
tralia y  Nueva  Zelandia,  dobles  ó  triples  á  los  Esta- 
dos del  Norte  de  la  Confederación  Americana,  y  en 
números  insignificantes  á  la  India,  Borneo,  Ceilán  y 
Jamaica.  El  alemán  prefiere  refundirse  en  la  raza 
americana  del  Norte  á  ir  a  colonizar  sus  recientes  ad- 
quisiciones en  la  costa  de  África.  A  despecho  de  gran- 
des incentivos  y  de  protección  especial,  la  inmigra- 
ción europea  es  muy  débil  en  el  imperio  del  Brasil,  en 
donde  no  ha  penetrado  lo  que  el  sajón  llama  espíritu 
anárquico  de  la  raza  latina. 

Evidentemente,  el  inmigrante  civilizado  puede 
prescindir  de  su  patria,  pero  no  puede  prescindir  del 
teatro,  de  los  refinamientos  culinarios,  ni  del  comer- 
cio intelectual  de  otros  hombres  á  la  altura  de  sus  ideas 
y  de  sus  conocimientos. 

Los  pueblos  tropicales  tenemos  que  renunciar  por 
algunos  años  á  la  esperanza  de  grandes  corrientes  de 
inmigración  europea,  á  menos  de  la  intervención  de 
causas  extraordinarias,  como  descubrimiento  de  gran- 
des minas  ú  otras  semejantes. 

Sólo  podremos  tener  dos  clases  de  importaciones 
humanas:  las  de  raza  amarilla  (los  chinos)  y  las  de 
raza  africana. 

¿Serían  para  nosotros  un  mal? 

La  raza  mongólica  parece  yá  estrecha  dentro  del 
límite  de  su  gran  muralla,  y  deseosa  de  derramarse 
por  el  resto  del  mundo.  Habiendo  conocido  la  Amé- 
rica del  Norte — la  mansión  en  la  actualidad  quizás 
más  favorecida  para  la  raza  humana   en  toda  la  tie- 


142  La  inmigración  de  mongoles 

rra, — allá  hubiera  querido  dirigirse  en  grandes  ma- 
sas; pero  las  puertas  de  esa  nación,  antes  abiertas  de 
par  en  par  á  todos  los  desgraciados,  le  han  sido  ce- 
rradas con  dureza.  Recientemente  ha  ido  á  las  islas  de 
Sandwich,  en  donde  ha  dado  altas  muestras  de  su 
genio  colonizador.  También  quiso  dirigirse  á  Austra- 
lia, en  donde  ha  encontrado  éntrelos  ingleses  la  misma 
antipatía  que  entre  los  americanos.  Al  Perú  fue,  no 
espontáneamente,  sino  llevada  por  medio  de  concier- 
tos obligatorios  que  constituían  á  los  inmigrantes  en 
calidad  de  esclavos.  Como  tales  fueron  tratados  en  lo 
general,  naturalmente  quisieron  hacer  las  represalias 
que  estuvieron  á  su  alcance,  en  robos  y  otros  géneros 
de  venganza;  y  el  resultado  era  fácil  de  prever:  la 
inmigración  china  cesó. 

Después,  atraídos  por  los  trabajos  del  Canal,  han 
ido  á  Panamá,  en  donde  han  sido  mejor  recibidos,  y 
dado  menores  ó  ningunos  motivos  de  queja.  De  Pa- 
namá pueden  pasar  á  otras  partes  de  la  República: 
esto  es  natural.  La  inmigración  de  mongoles  está, 
pues,  á  nuestras  puertas,  y  es  bueno  pensar  de  ante- 
mano en  la  manera  como  deberemos  tratarlos. 

Los  antiguos  esclavos  africanos  emancipados  en  los 
Estados  Unidos  no  tienen|  muchos  motivos  para  estar 
del  todo  contentos  con  su  suerte  en  los  del  Sur,  sobre 
todo  desde  que  el  Gobierno  federal  cesó  de  darles  esa 
protección  celosa  con  que  por  algunos  años  los  cubrió 
contra  el  poder  ó  contra  el  odio  ó  el  desprecio  de  sus 
antiguos  amos.  Como  lo  veremos  en  el  curso  de  estas 
Notas  de  Viaje,  cuando  lleguemos  á  los  Estados  Uni- 
dos, hay  allí  campo  para  atraer  la  inmigración  de  algu- 


Inmigración  de  las  Antillas  143 

nos  centenares  de  miles  de  raza  africana  con  sólo  su- 
ministrarles algún  pequeño  auxilio  para  su  pasaje,  y 
tierras  baldías  que  ofrecerles  en  propiedad.  En  el 
mismo  caso  están  las  poblaciones  de  color  de  todas  las 
Antillas,  las  cuales  suelen  venir  a  nuestras  costas  á 
trabajar  en  la  construcción  de  ferrocarriles — cuando 
los  hay, — ó  en  la  tripulación  de  los  vapores.  En  el 
momento  en  que  hubiese  demanda  de  peones  en  el 
valle  del  Magdalena  para  tr.abajos  agrícolas,  pudiera 
contarse  con  ellos  en  no  pequeño  número.  El  día  que 
allí  se  paguen  jornales  medianamente  altos,  vendrán. 
No  temeré  decir  resueltamente  que  considero  la 
posibilidad  de  esas  dos  inmigraciones  como  una  cir- 
cunstancia feliz,  y  más  aún,  que  debiéramos  preparar- 
nos para  hacerles  una  recepción  simpática,  tanto  en  las 
relaciones  privadas  como  en  la  acción  oficial. 

Las  tierras  tropicales  no  han  podido  nunca  ser  ocu- 
padas por  la  raza  blanca  sino  con  el  auxilio  de  otra  raza 
mejor  dotada  para  resistir  las  influencias  físicas  del 
clima.  Destruida  por  los  conquistadores  españoles  la 
raza  indígena  aclimatada  en  los  trópicos — cuya  con- 
servación en  las  márgenes  del  Magdalena  hubiera  sido 
de  tanto  precio  para  los  trabajos  futuros  de  coloni- 
zación,— la  América  tropical  no  hubiera  podido  ser 
colonizada  sin  el  concurso  de  los  hombres  de  color 
que  fueron  traídos  en  calidad  de  esclavos.  Sólo  ellos 
resistían  la  malaria  de  los  bosques  cenagosos,  sólo 
ellos  eran  superiores  á  los  ardores  del  sol,  sólo  ellos 
tenían  la  fuerza  física  que  exigían  las  labores  de  las 
minas  y  el  descuaje  de  los  bosques  seculares.  Ellos 
cultivaron  el  suelo,  construyeron  habitaciones,  abrie- 


144  Inmigración  africana 

ron  los  primeros  caminos,  crearon  hi  primera  riqueza. 
Con  esos  auxiliares  la  raza  conquistadora  pudo  rodear- 
se de  comodidades,  eximirse  de  trabajos  duros,  resis- 
tir la  influencia  del  clima,  consagrarse  al  estudio  y 
levantar  el  nivel  intelectual  de  estos  pueblos  america- 
nos. Más  aún,  á  esos  hombres  fuertes,  valerosos  y  do- 
tados de  altas  cualidades  de  corazón,  debemos,  engran^ 
parte,  nuestra  independencia. 

Ni  las  Antillas,  ni  Colombia,  ni  Venezuela,  ni  el 
Brasil;  más  digo,  ni  los  Estados  del  Sur  de  la  Unión 
Americana,  cuyo  clima  es  sólo  semi-tropical,  hubieran 
podido  ser  colonizados  sin  el  concurso  de  los  afri- 
canos. 

Los  servicios  que  á  la  raza  blanca  prestó  su  her- 
mana menor,  la  de  color  oscuro,  en  calidad  de  esclava, 
no  serán  menos  importantes  prestados  en  condición 
libre  y  al  amparo  de  leyes  que  consagren  la  igualdad 
política  de  todos  los  hombres.  El  trabajo  libre  del 
hombre  de  color  será  tan  útil  como  el  trabajo  esclavo; 
pero  no  estará  acompañado  de  ninguno  de  los  incon- 
venientes de  la  esclavitud. 

La  inferioridad  moral  que  se  atribuye  á  la  raza 
africana  es  efecto,  simplemente,  de  su  estado  de  evo- 
lución inferior;  pero  es  susceptible  de  tanta  elevación 
y  nobleza  como  la  raza  blanca,  y  gr¿in  parte  de  los 
defectos  que  se  le  atribuyen  en  el  día,  son  obra  de  la 
institución  social  que  la  puso  á  merced  de  la  otra,  acá 
en  América,  no  efecto  de  inferioridad  de  su  organis- 
mo, ni  siquiera  de  su  ignorancia  y  falta  de  cultivo 
moral.  Stanley,  el  famoso  explorador  de  las  regiones 
interiores  del  África,  nos  refiere  haber  empezado  sus 


l'iDnlg ración  africana  145 

viajes  por  el  Congo,  bajo  la  iaii)i-osióa  de  desprecio  y 
aun  de  antipatía  que  los  americanos  del  IS^orte  profe- 
san al  hijo  del  continente  oscuro;  pero  después  de 
tres  años  de  exploración  y  de  combates  incesantes 
con  los  aborígenes,  regresó  vencido  por  la  nobleza,  el 
valor  heroico,  la  abnegación  y  las  sólidas  virtudes  de 
esa  fuerte  raza,  en  quien,  si  son  temibles  las  cóleras, 
también  es  grande  la  compasión,  firme  la  lealtad  y 
profundo  el  sentimiento  del  deber.  Su  naturaleza 
moral,  por  una  ley  de  equilibrio  y  correlación  que 
parece  gobernar  todas  las  fuerzas,  está  á  la  altura  de 
su  naturaleza  física. 

Se  la  tacha  de  holgazana  é  indolente  á  las  necesi- 
dades de  la  civilización:  ¿mas  no  serán  los  hechos  ob- 
servados á  este  respecto  acá  en  América,  un  resultado 
de  la  falta  de  compensación  á  sus  trabajos  injusta- 
mente expropiados  por  una  institución  inicua?  El 
americano  del  ííorte  más  diligente  ¿mostraría  menos 
repugnancia  al  trabajo  si  los  frutos  de  él  no  hubiesen 
de  pertenecerle  y  sí  pasar  á  las  manos  de  un  opresor? 
Establézcase  la  relación  natural  entre  el  trabajo  y  la 
propiedad  del  trabajador,  y  se  verán  desmentidas  en 
breve  tiempo  esas  impresiones. 

En  el  Sur  de  los  Estados  Unidos  se  creyó  arruina- 
da toda  producción  luego  que  los  esclavos  fueron  ma- 
numitidos, porque  se  juzgó,  tanto  en  América  como 
en  Europa,  que  la  indolencia  de  los  manumisos  no 
podía  ser  vencida  sino  con  el  látigo  de  los  sobrestan- 
tes. El  mundo  ha  visto  sin  asombro  que  con  sólo  el 
incentivo  de  buenos  salarios  ó  de  participación  en  el 
valor  de  las  cosechas  por  ellos  producidas  en  las  tie- 

10 


146  Inmiffració?i  africana 

rras  de  sus  antiguos  amos,  la  producción  de  algodón 
y  tabaco,  azúcar  y  melazas,  arroz  y  maíz,  lia  vuelta 
en  esos  Estados  no  sólo  á  su  antiguo  pie,  sino  á  gua- 
rismos mayores.  Por  supuesto  que  no  cambian  en 
pocos  años  instintos  arraigados  en  el  curso  de  si- 
glos; poro  desaparecerán  del  todo  delante  de  la  in- 
fluencia poderosa  de  la  justicia.  ¿Xo  se  han  transfor- 
mado también,  en  menos  de  un  siglo,  con  el  estímulo 
del  ejemplo  y  de  la  instrucción,  en  hombres  trabaja- 
dores los  salvajes  indolentes  hasta  el  canibalismo,  que 
Oook  encontró  en  las  isla«  de  Sandwich?  ¿No  llegaron 
los  negros  de  Marruecos,  bajo  la  influencia  de  la  civi- 
lización árabe  desarrollada  en  España,  á  un  alto  gra- 
do de  poderío  y  riqueza?  Los  árabes  mismos  del  de- 
sierto, que  en  el  día  parecen  refractarios  al  trabajo  y 
al  respeto. del  derecho  de  propiedad,  ¿no  fueron  tam- 
bién, en  el  Califato  de  (Jórdoba,  el  pneblo  más  civili- 
zado de  Europa,  á  tiempo  que  en  el  resto  del  conti- 
nente imperaba  espesa  la  tiniebla  de  los  siglos  me- 
dios? 

En  cuanto  á  la  repugnancia  física,  nacida  de  gustos 
estéticos  engendrados  por  la  costumbre  y  por  una  selec- 
ción forzosa  entre  dos  razas  hasta  ahora  antagonistas, 
bastará  decir  que  no  se  trata  de  establecer  ninguna  mez- 
cla obligatoria  entre  ellas.  Si  bajo  el  régimen  de  la 
esclavitud  pudieron  cruzarse  por  iniciativa  de  los  amos 
mismos,  no  es  de  temer  que  en  el  medio  de  la  libertad 
subsista  con  mucha  fuerza  ese  disgusto,  sobre  todo  en 
la  vida  de  transición  de  regiones  no  cultivadas.  El 
cruzamiento  de  ellas,  en  lo  que  á  la  América  españo- 
la se  refiere,  es  nn  hecho  principiado  en  España  du- 


Cruzamiento  de  las  razas  147 

rante  la  dominación  de  los  moriscos,  y  continuado  en 
América  como  una  necesidad  invencible  de  la  prime- 
ra colonización.  De  ese  enlace  providencial  ha  resul- 
tado un  tipo  intermedio  que, — no  temeré  decirlo, — 
con  todo  el  vigor  físico  de  la  una,  ha  sobrepujado  á 
la  otra  en  la  belleza  escultural  de  las  formas,  en  sen- 
timientos conyugales  y  en  cualidades  domésticas. 

El  cruzamiento  de  las  razas,  como  medio  de  me- 
jorar una  y  otra,  es  un  liectio  demostrado  en  biología, 
en  lo  relativo  á  las  razas  animales  sometidas  al  hom- 
bre. La  reproducción  repetida  en  un  mismo  tronco, 
produce  degeneración  en  la  especie,  debilidad  física, 
esterilidad,  enfermedades  hereditarias.  La  raza  va- 
cuna degenerada  en  una  localidad  se  levanta  por  el 
cruzamiento  con  otra.  Rebaños  he  visto  en  las  orillas 
del  Magdalena,  procedentes  de  razas  europeas  mejo- 
radas, que  enfermos  y  raquíticos  por  la  acción  de  un 
clima  y  de  pastos  á  que  no  estaban  acostumbrados, 
fueron  levantados  á  la  salud  y  la  robustez  con  sólo  un 
cruzamiento  ocasional  con  la  raza  pequeña  y  desme- 
drada del  centro  del  Tolima,  pero  yá  perfectamente 
aclimatada.  La  raza  caballar  árabe  produjo  con  su 
cruzamiento  la  de  sangre  inglesa,  y  ésta  á  su  vez, 
con  las  demás  del  continente,  ha  dado  origen  á  esas 
espléndidas  variedades  del  Perdieron,  el  Norfolk, 
el  caballo  de  cacería  inglés,  el  trotero  americano,  etc. 
Cruzamiento  y  selección  son  dos  leyes  biológicas  que, 
lejos  de  ser  antagonistas,  engranan  y  se  completan. 
La  selección  suministra  los  tipos:  el  cruzamiento  los 
propaga  y  diversifica  de  acuerdo  con  las  condiciones 
locales. 


148  Cruzamiento  de  las  razas 

El  cruzamiento  de  la  raza  europea  con  la  africana 
es  una  necesidad  que,  á  mi  sentir,  se  impone  yá  acá  en 
América,  y  no  sólo  en  la  tropical,  sino  en  algunos  países 
de  la  zona  templada.    Parece  incontestable  que  no  se 
encuentra  yá  entre  las  familias  de  raza  blanca  esa  ro- 
bustez física,  esa  constancia  indomable,  esa  superiori- 
dad irresistible  que  los  primeros  conquistadores  mos- 
traron sobre  los  pueblos  indígenas  de  este  continente. 
Nótase  decadencia  física  y  moral,    en  camino  á   la 
esterilidad  entre  los  descendientes  de  esas  antiguas 
familias,  las  cuales  van  decreciendo  en  número,   en 
riqueza,  en  influencia  política  y  social.    Los  ejemplos 
que  en  contradicción  de  este  aserto  pudieran  citarse, 
quizás  proceden  de  algún  cruzamiento  oculto  con  el 
negro  ó  con  el  indio,  que  ha  restituido  á  la  sangre  del 
blanco  el  vigor  físico  antes  desfalleciente.    En  Co- 
lombia empieza  áser  elemento  dominante  el  de  las  fa- 
milias de  raza  mixta,  que  forman  la  masa  más  conside- 
rable de  población,  y  en  quienes  se  notan  más  condicio- 
nes de  vigor  físico,  si  bien  no  todavía,  preciso  es  con- 
sarlo,  de  superioridad  intelectual.  En  los  Estados  Uni- 
dos del  Xorte,  por  lo  poco  que  pude  observar  y  por  lo 
que  leí  en  los  periódicos  y  en  las  relaciones  de  los 
viajeros,  la  raza  blanca  de  más  de  un  siglo  de  anti- 
güedad ha  ganado  en  distinción  y  finura  en  los  rasgos 
de  la  fisonomía,  todo  lo  que  ha  perdido  en  robustez 
física;  la  talla  parece  haberse  levantado  á  expensas  de 
la  solidez  de  formas;  de  suerte  que  yá  son  poco  comu- 
nes esos  cuerpos  macizos,  extraordinariamente  fuer- 
tes, que  se  notan  en  el  tipo  inglés  primitivo.  La  mujer 
americana,  en  las  ciudades   sobre  todo,  es  inteligente 


Cruzamiento  de  las  razas  349 

en  gran  manera;  pero  parece  débil  y  enfermiza  y  tie- 
ne una  tendencia  notoria  á  la  esterilidad,  con  pérdida 
evidente  también  de  los  sentimientos  amatorios  y  de 
los  instintos  de  ternura  maternal,  sobre  todo  en  las 
grandes  ciudades. 

El  mismo  fenómeno  parece  observarse  en  Europa, 
en  donde  el  crecimiento  de  la  población,  en  Fran- 
cia, Italia  y  España,  es  enteramente  lento.  La  idea 
del  lujo  llevada  al  extremo,  la  pasión  de  los  goces 
refinados,  el  desarrollo  de  enfermedades  infectivas 
que  se  nota  en  aumento,  son  fenómenos  que  en 
parte  pueden  atribuirse  á  la  influencia  de  la  mise- 
ria, y  á  la  perversión  de  la  aristocracia  por  otra;  pero 
también  pueden  ser  considerados  como  síntomas  de 
la  degeneración  de  la  raza,  que  pide  el  cruzamiento 
con  otra  más  vigorosa,  y  más  sana  bajo  el  aspecto 
moral. 

Petulante  como  puede  parecer  en  un  americana 
del  Sur  la  expresión  de  estas  ideas,  que  en  un  euro- 
peo quizás  despertarán  una  sonrisa  de  compasión,  las 
presento  con  franqueza  como  producto  inconsciente 
de  una  observación  poco  preocupada. 

'  Los  principios  que  rigen  la  propagación  de  las  for- 
mas y  de  las  condiciones  morales  y  físicas  de  la  vida, 
son  los  mismos  en  todos  los  seres,  sin  exceptuar  los 
humanos.  Los  griegos  del'siglo  de  Pericles  profesa- 
ban á  las  hordas  amenazantes  del  valle  del  Danubio, 
el  mismo  desprecio  que  las  europeas  del  siglo  xix  ali- 
mentan por  las  razas  de  evolución  atrasada  del  Asia 
y  del  África;  pero  esas  hordas  apellidadas  bárbaras 
por  los  Griegos  y  los  Romanos,  acabaron  por  establecer 
su  supremacía  sobre  los  descendientes  de  los  vencedores 


150  Influencia  del  clima  sobre  la  raza 

de  Maratón  j  sobre  los  orgullosos  romanos  del  imperio, 
y  forman  hoy  la  parte  más  intelectual  y  poderosa  del 
linaje  humano.  Los  feroces  hunos,  que  las  crónicas  del 
siglo  iv  nos  pintan  con  formas  repulsivas  y  horribles, 
son  los  magiares  del  tiempo  presente,  entre  quienes 
sobresalen  los  tipos  más  bellos  y  físicamente  más  po- 
derosos de  la  raza  europea. 

Las  comodidades  físicas,  la  buena  habitación,  el 
vestido-y  alimentos  mejor  preparados;  la  emancipa- 
ción de  trabajos  rudos,  que  gastan  rápidamente  la  vida 
orgánica;  el  desarrollo-  intelectual  que  refleja  en  la 
fisonomía  los  más  levantados  objetos  que  dan  ocupa- 
ción al  cerebro, — todo  eso  modifica  las  razas  al  través  de 
los  siglos,  dulcifica  la  expresión  del  semblante,  mode- 
la en  proporciones  más  equilibradas  las  formas  físicas, 
y  suaviza  los  crudos  tonos  del  color  de  la  piel.  Esta 
es  una  materia  en  que  son  aventuradas  las  teorías  que 
pretendan  elevarse  á  la  categoría  de  generalizaciones 
científicas;  pero  quizás  lo  que  se  llama  las  razas  huma- 
nas no  es  más  que  el  resultado  de  influencias  específi- 
cas del  clima,  confirmado  al  través  de  períodos  indefi- 
nidos de  tiempo  por  la  acumulación  de  herencias  fisio- 
lógicas; resultado  susceptible  de  modificación  en  el 
curso  de  los  siglos  por  influencias  distintas. 

En  el  valle  del  Cauca,  situado  á  1,000  metros  so- 
bre el  nivel  del  mar,  me  ha  parecido  observar  que  el 
tinte  oscuro  do  la  raza  africana  va  desvaneciéndose  á 
tintas  semejantes  á  las  del  cacao,  más  claras  yaque  en 
las  poblaciones  del  mismo  origen  en  la  costa  atlántica. 
A  su  paso  por  el  corazón  del  continente  africano,  Stan- 
ley encontró  también  tintas  más  claras  en  las  tribus 


Influencia  del  cdima  sobre  las  razas  151 

liabitadoras  de  las  márgenes  del  lago  Victoria  y  del 
Mta-Nzigaé,  á  la  misma  altura  sobre  el  mar  que  el 
vallo  del  Cauca,  y  más  claras  aún,  y  sobre  todo  con  fac- 
ciones más  finas,  entre  las  poblaciones  de  Gambaran- 
gara,  que  habitan  alturas  de  1,500  á  1,800  metros.  En 
el  Sur  de  España,  y  aun  en  Madrid  mismo,  me  pare- 
ció ver  en  la  fisonomía  de  personas  perfectamente  blan- 
cas el  conjunto  de  líneas  bien  expresivo  de  un  origen 
africano. 

Sea  de  esto  lo  que  fuere,  lo  que  sí  parece  induda- 
ble es  que  el  cruzamiento  modifica  las  razas,  ya  sea 
produciendo  un  tipo  distinto  de  ambas,  bien  absor- 
biendo, por  medio  de  selecciones, — que  la  naturaleza 
dirige  de  un  modo  inconsciente,— los  rasgos  de  la  fiso- 
nomía inferior  entre  los  de  la  raza  superior. 

De  todos  modos,  en  fin;  si  bajo  el  imperio  de  insti- 
tuciones aristocráticas  pudiera  existir  dificultad  para 
las  relaciones  armónicas  de  razas  distintas,  la  demo- 
cracia sí  permite  que  vivan  en  paz  y  prestándose 
cooperación  amistosa;  de  lo  cual  Colombia  ofrece  un 
ejemplo  no  desmentido  en  los  cuarenta  años  corridos 
desde  la  abolición  de  la  esclavitud. 

Los  chinos  forman  una  raza  superior  á  la  africana 
en  los  aspectos  intelectual  é  industrial,  y  aun  proba- 
blemente á  nuestro  pueblo,  tomado  en  su  conjunto. 
Son  en  extremo  sobrios,  laboriosos,  buenos  agriculto- 
res, y  en  las  artes  manuales  sobrepujan  quizás  á  todos 
los  pueblos  del  mundo.  Por  el  lado  moral  no  es  el  me- 
jor posible  el  concepto  de  que  gozan;  pero  no  se  puede 
juzgar  de  una  comunidad  inmensa,  como  es  esa,  por 
unas  pocas  individualidades,  generalmente  las  menos 


152  La  raza  mongólica 

tranquilas,  como  son  los  primeros  exploradores  que  sa- 
len de  su  país  en  busca  de  aventuras;  de  ordinario  la 
espuma  de  las  poblaciones  acumulada  en  las  ciudades 
délas  costas.  Si  el  testimonio  de  recientes  viajeros  al  Ce- 
leste Imperio  es  contradictorio,  á  lo  menos  la  poca  ex- 
periencia que  en  Panamá  tenemos  de  ellos,  no  ha  dado 
hasta  ahora  motivo  para  mirarlos  con  desconfianza. 
Como  su  entrada  á  nuestro  país  habría  de  ser  muy 
lenta,  tiempo  sobrado  tendríamos  para  juzgar  de  su 
carácter  por  nuestro  propio  juicio,  sin  tener  que  guiar- 
nos por  opiniones  ó  preocupaciones  ajenas.  En  el  te- 
rritorio de  Panamá,  sobre  la  línea  de  los  trabajos  del 
canal,  existen  en  número  de  12,000,  según  fui  infor- 
mado. 


^^rnmmwmmmmmmm^ 


CAPITULO  XIII 

COLOí^riZACIÓís'    COLOMBIANA    DEL    VALLE    DEL 
MAGDALENA 

La  colonización  colombiana  del  valle  del  Magdalena. — Pobla- 
ciones de  las   cordilleras  que  podrían  ocupar  las  orillas  del 
río.— El  antioqueño  y  el  socorrano. — Deberían  ser  precedi- 
das de  la  ocupación  por  1;is  razas  vacuna  y  de  cerda. — Ejem- 
plo de  la  colonización  del  valle  del  Mississippi — Para  ello  hay 
base  en  los  rebaños  de  los  Estados  de  Bolívar  y  Magdalena- 
Para  la  ocupación  colombiana  de  las  regiones  insa- 
lubres del  valle  del  Magdalena  se  puede  contar  con  dos 
corrientes  distintas.  Una,  la  que  puedan  suministrar 
las  poblaciones  yá  establecidas  y  aclimatadas  en  la  parte 
baja  del  río,  y  otra,  la  que  tímidamente  bajaría  de  las 
cordilleras  Oriental  y  Central,  una  vez  abiertas  vías  de 
comunicación  de  carácter  permanente,   desde  el  inte- 
rior hasta  el  Magdalena. 

La  primera  será  de  muy  poca  consideración  mien- 
tras no  aumente  de  un  modo  considerable  el  número 
de  habitantes,  que  no  pasa  hoy  de  13  ó  14  por  milla 
cuadrada  en  toda  esa  región,  equivalente  en  superficie 
á  la  mitad  de  todo  el  valle. 

La  segunda  será  lenta  pero  segara  desde  el  instante 
en  que  se  vea  un  camino  sólido,  provisto  de  vehículos 
suficientes  para  dar  seguridad  de  transportes  baratos  y 
rápidos.  Dos  pueblos  dotados  de  genio  colonizador,  si- 
tuados á  uno  y  otro  lado  del  Magdalena,  sólo  esperan 


154  El  antioqueño 

ese  día  paní  dirigir  su  marcha  hacia  el  gran  valla:  el 
antioqueño  y  el  socorrano. 

El  primero  de  éstos  ha  desplegado  en  los  cincuenta 
aflos  que  acaban  de  transcurrir  cualidades  en  extremo 
notables  para  el  efecto.  Raza  fecunda  como  ninguna 
otra  de  la  República,  sus  números  ^on  hoy  seis  veces 
mayores,  á  lo  menos,  que  al  principiar  este  siglo.  (1) 
Sana,  vigorosa,  inteligente  y  emprendedora,  ha  supli- 
do con  el  trabajo  lo  que  falta  de  fertilidad  á  sus 
tierras,  de  suerte  que  en  riqueza  general  esta  sec- 
ción es  la  segunda  en  la  República.  Bastará  decir,  en 
relación  con  este  asunto,  que  en  diez  años  fueron  fun- 
dados allí,  de  1871  á  1881,  trece  ó  catorce  bancos  de 
oirculaaión,  establecimientos  que  hasta  entonces  eran 
del  todo  desconocidos,  no  sólo  en  ese  Estado,  sino  en  la 
Nación.  Su  tipo  físico  tiene  más  semejanza  con  el  de 
los  habitantes  de  las  provincias  vascongadas  en  Espa- 
ña, que  con  el  de  ningún  otro  grupo  de  la  población  de 
la  Península;  pero  puede  bien  haberse  formado  por  la 
similitud  de  influencias  de  su  región  montañosa  con  la 
de  igual  carácter  en  aquellas  provincias,  porque  el  he- 
cho es  que  los  apellidos  dominantes  de  Restrepos,  Uri- 


(1)  El  censo  levautado  á  tíne.s  del  siglo  pasado  dio  97,000 
habitantes  á  la  provincia  de  Antioquia;  el  de  1808,  106,950;  el 
de  1835,  158,017;  el  de  1848,  189,534;  el  de  1851,  244,443;  el 
de  1861  (cómputo),  327,322;  el  de  1870,  365,874;  el  de  1888. 
463,667;  pero  además  Antioquia  ha  enviado  al  Cauca,  al  Toli- 
ma  y  á  Cundinamarca.  no  menos  de  120,000  pobladores,  que  no 
figuran  en  tal  censo.  El  Doctor  Manuel  Üribe  Ángel,  en  su 
Geografía  (jeneral  de  Antioquia,  sólo  eonipiUa  en  25,000  el  nú- 
mero de  emigrantes  al  Cauca  y  al  Tolima;  pero  durante  el  úl- 
timo viaje  que  hice  al  Cauca  tuve  ocasión  de  observar  que  en 
sólo  el  Municipio  caucano  del  Quindío,  no  bajaba  de  80,000  el 
número  de  antioqueños  establecidos  allí,  y  en  la  falda  tolimen- 
se  déla  cordillera  Central  es  quizás  todavía  mayor  el  número 


El  socorrano  155 

bes,  Hoyos,  Ochoas,  etc.,  no  corresponden  con  los  que 
se  encuentran  en  el  señorío  de  Vizcaya.  Movido  quizás 
por  la  capa  delgada  de  tierra  vegetal  que  se  encuentra 
en  las  faldas  desús  cordilleras,  no  muestra  grande  ape- 
go al  terruño  natalj  emigra  con  facilidad  en  busca  de 
tierras  más  fértiles,  fuera  de  los  límites  de  su  circuns- 
cripción política,  y  lia  empezado  á  poblar  las  de  sus 
vecinos  de  Cauca  y  Tolima;  de  suerte  que,  á  la  vuelta 
de  medio  siglo,  será  quizás  el  elemento  etnológico  prin- 
cipal de  Colombia. 

El  tipo  socorrano  parece  tener  más  relaciones  con 
el  catalán.  Silencioso,  perseverante,  económico,  in- 
fatigable en  el  trabajo,  honrado  en  sus  transaccio- 
nes, goza,  como  el  antioqueño,  de  una  comodidad  me- 
jor distribuida  entre  las  diversas  capas  sociales,  que 
la  que  se  nota  en  el  resto  del  país.  No  es  minero  como 
el  antioqueño,  á  lo  que  quizás  deba  atribuirse  su  ca- 
rácter menos  audaz  en  las  em.presas;  pero  en  canibio 
es  más  adicto  ala  agricultura  y  á  las  manufacturas, 
de  las  cuales,  en  tejidos  de  algodón,  produce  probable- 
mente más  de  un  millón  de  pesos  anuales,  en  pe- 
queños telares  de  mano.  Le  son  familiares  los  culti- 
vos del  algodón,  la  caña  de  azúcar  y  el  arroz,  artícu- 
los que  produce  en  escala  no  despreciable,  que  envía  á 
vender  hasta  el  mercado  de  Bogotá,  á  pesar  de  la  dis- 
tancia de  sesenta  leguas  y  de  los  malos  caminos  de 
montaña  que  le  unen  con  la  capital. 

Por  desgracia,  las  tierras  que  ocupa  no  son  de 
las  más  fértiles,  y  aunque  á  fuerza  de  trabajo  logra 
rodearse  de  una  abundancia  compaj'ativa,  se  muestra 
dispuesto  á  cambiar  de  teatro  de  acción  en  busca  de 
otros  más  favorecidos  por  la  naturaleza,  j  aparte  de 


156  Etapas  de  colonización 

haber  enviado  no  pocos  de  sus  hijos  á  cultivar  las  tie- 
rras calientes  de  Boyacá  y  aun  Cundinamarca,  es  suya 
quizás,  en  su  mayor  parte,  una  colonia  de  más  de 
30,000  colombianos  que  se  ocupa  en  el  próspero  culti- 
vo del  café  en  los  distritos  fronterizos  de  Venezuela. 
De  este  grupo  de  población  salió  el  primer  grito  de  in- 
dependencia en  1781,  y  es  probablemente  el  que  en 
todo  el  país  alimenta  un  sentimiento  democrático 
más  arraigado  en  las  costumbres. 

Con  un  buen  camino  al  Magdalena  no  tardaría  mu- 
chos años  en  extenderse  por  este  valle,  para  resistir  el 
clima  del  cual  su  constitución  robusta  y  su  aclimata- 
ción en  lugares  cálidos,  le  da  quizás  ventajas  sobre  el 
antioqueño,  que  parece  preferir  los  climas  fríos. 

La  colonización  colombiana  del  Magdalena  tendrá, 
pues,  estas  etapas: 

Primero,  ocupación  de  los  últimos  estribos  de  la 
cordillera  sobre  el  valle,  para  procurar  á  los  colonos 
una  aclimatación  gradual. 

Industria  pecuaria  en  el  valle,  para  proporcionar 
saneamiento  á  las  tierras  recién  desmontadas. 

Formación  paulatina  de  establecimientos  agrícolas, 
sostenidos,  principalmente,  por  trabajadores  de  raza 
negra  ó  amarilla,  en  los  primeros  tiempos. 

Ocupación  lenta,  pero  constante  al  fin,  por  las  emi- 
graciones de  la  Cordillera. 

La  inmigración  europea  no  se  dirigiría  hacia  el  valle 
sino  después  de  la  fundación  en  él  de  grandes  ciuda- 
des, y  acaso  pasando  primero  por  una  estación  más  ó 
menos  prolongada  en  las  tierras  altas. 

Este  movimiento  de  colonización  que  calculo  para 
el  porvenir  en  el  valle   del   Magdalena,  es  el  mismo 


Ejemplo  del  'calle  del  Mississipjpi  157 

ocurrido  eu  la  del  valle  del  bajo  Mississippi,  que  tiene 
más  de  un  punto  de  semejanza  con  aquél  en  lo  relati- 
vo á  clima,  condiciones  del  suelo  ó  influencia  de  las 
diversas  razas  de  población  en  él  establecidas.  El  va- 
lle del  Mississippi  es  cenagoso  como  el  del  Magdalena, 
expuesto  íl  iguales  avenidas,  consagrado  á  idénticas 
producciones,  ocasionado  á  unas  mismas  enfermeda- 
des en  los  meses  de  primavera  y  estío,  y  fue  cultivado 
y  poblado  por  raza  africana  introducida  en  grande  es- 
cala en  calidad  de  esclava. 

Daré  una  muestra  de  lo  que  eran  su  población  y 
su  riqueza  en  los  momentos  en  que  principiaba  la  na- 
vegación por  vapor,  comparándolas  con  lo  que  son  hoy: 

ESTAD»  )S.  roblaei.'.u  cu  Pohlacióii  t-n  ]S!80.    Año  en  <)ue  se  l«s  re 

cibió  (0111(1   Eítiiflos. 

Florida 1880.  34, 730  269,498  1845. 

Alabama 1820.  127,901  1.262,505  1819. 

Mississippi...    .  1820.  75,448  1.131,597  1817. 

Luisiana 1820.  153,407  939,946  1812. 

Tejas 1850  212,592  1.591,749  1845. 

Missouri 1820.  66,586  2.168,380  1821. 

Kansas 1860.  107,206  996,096  1861. 

Nuevo  Méjico. . .  1850.  61,547  119,565 

Colorado.' 1860.  34,277  194,327  1876. 

873,694       '^5.673.658 


Estas  poblaciones,  fundadas  en  lo  que  al  principiar 
este  siglo  eran  desiertos  completos,  tenían  por  auxi- 
liares grandes  rebaños  de  ganado  y  de  cerdos,  cuyo 
movimiento  inicial  y  actual,  que  tomo  de  los  infor- 
mes dignos  de  crédito  de  la  Oficina  de  Agricultura  de 
Washington,  son  los  siguientes: 


158  Ejemplo  del  "calle  del  Mississippi 


•:STAI 


Florida 261,085  629,734  209,45;]  807,051 

Alabama 728,015  741,926  1.904,540  1.376.148 

x\íississip]H 783,970  714,813  1.582,934  1.226,689 

Luisiana 575,342  433.465  597,301  573,821 

Tejas 330,114  7.109,220  692,022  2.279,082 

Missouri 791,510  2.166,712  1.702,625  3.798,799 

Kansas 2.223,996  7,:?M  2.377,561 

Nuevo    Méji(M,         :V2A>::  1.276,991        19,941 

Colorado  .  ." .  1 .  112,376          23,419 

Totales....     3  453,013     16.409,233       6.696.1S9     11.982,511 

Como  ])iu^'U'  voi'st*  ('11  ios  'lo.í  fn-ií]  i-d.'^  ¡lütorioros. 
el  cerdo  y  el  buey  son  couijiañcros  iiiseparíibles  del 
hombre  en  esas  regiones;  más  íiiin,  son  los  precurso- 
res de  éste  en  la  ociipíición  de  las  tierras  despobladas. 
Así,  para  una  población  de  menos  de  500,000  habi- 
tantes en  el  valle  bajo  del  Mississippi  en  1820  (pues 
entonces  Tejas  y  Florida  no  hacían  parte  de  la  Unión, 
ni  había  población  alguna  en  Kansas,  Colorado  y  Nue- 
vo Méjico),  había  3.000,000  de  cabezas  de  ganado  va- 
cuno y  más  de  5.000,000  de  cerdos:  es  decir,  seis 
reses  vacunas  y  diez  cerdos  por  cabeza  humana.  Y  á 
medida  que  ésta  se  aunienta  en  números,  decrece  la 
proporción  de  animales.  En  1887  yá  solo  había  menos 
de  dos  cerdos  y  menos  de  nna  y  media  cabezas  de  ga- 
nado mayor  por  cada  hombre. 

En  el  valle  del  Magdalena  se  pueden  computar  ac- 
tualmente por  700,000  de  población  humana,  2.100,000 
cabezas  de  ganado  vacuno  y  quizás  1.000,000  de  cer- 
dos. De  las  primeras,  700,000  en  el  Tolima,  100,000 
en  Cundinamarca,  1.000,000  en  Bolívar  y  300,000  en 
el  departamento  del  Magdalena  y  la  Goajira. 

El  prospecto  de  desarrollo  de  la  industria  pecua- 
ria en  el  bajo  Magdalena  es  muy  considerable.  Allí  ca- 


La  industria  pecuaria  159 

ben  perfectamente  3  ó  4  millones  de  cabezas  de  ga- 
nado, tanto  en  las  dehesas  de  pasto  natural  del  inte- 
rior de  esos  territorios,  como  en  los  inmensos  pastales 
de  para  que  empiezan  á  formarse  en  las  playas  que 
cubre  el  río  en  los  inviernos  con  las  semillas  de  la 
parte  alta  arrastradas  por  las  aguas.  Tiempo  es  yá 
de  que  nuestro  Gobierno  piense  en  el  modo  de  abrir- 
les salida  en  la  exportación  hacia  las  Antillas  ingle- 
sas, francesas  y  españolas,  por  medio  de  negociaciones 
diplomáticas.  Yjn  años  anteriores  compraban  las  islas 
de  Cuba  y  Puerto  Rico  cerca  de  30,000  cabezas  por 
año,  que  daban  ^  1.000,000  á  los  Estados  de  Bolívar 
y  Magdalena;  pero  hoy  ha  terminado  ese  tráfico,  en 
parte  por  altos  derechos  de  importación  impuestos 
por  el  Gobierno  Español. 

A  tiempo  que  nosotros  admitimos  libres  de  dere- 
chos los  vinos  tintos  de  la  Península  (en  envases  gran- 
des) y  que  se  ha  concedido  en  las  Aduanas  un  derecho 
diferencial  de  no  poca  importancia  al  papel  florete  es- 
pañol, no  sería  una  pretensión  desmedida  de  nuestra 
parte  una  correspondencia  de  rebajas  á  la  entrada  de 
nuestros  ganados  en  esas  islas.  Algo  pudiera  también 
negociarse  con  las  Repúblicas  del  Pacífico,  para  cuan- 
do el  canal  de  Panamá  esté   abierto  á  la  navegación. 


-^•*— !€^-^-t- 


CAPITULO  XIV 


LA    NA  Y  E  G  ACIÓN    POR    VAPOR 


Vehículos  del  tiempo  de  la  Colonia. — Vida  salvaje  en  el  Mag- 
dalena.— La  poesía  de  Madit-do.  —  La  independencia  de  Co 
lombia. — Días  solemnes.— Inmii^ración  extranjera  notable. 
— El  señor  Elbers.— Sus  primeros  vapores. — Revocación  del 
privilegio  concedido  á  éste. — El  señor  Francisco  Montoya  y 
el  vapor  La  Unión. — Las  Compañías  de  Santamaría  y  de 
Cartagena.  —Nuevos  vapores.  — La  abolición  del  estanco  del 
tabaco  asegura  la  navegación  por  vapor. — Reseña  acerca  de 
esta  medida. 


Hasta  1825  el  río  era  sólo  navegado  por  canoas  y 
champanes.  Para  casos  de  guerra  se  empleaban  tam- 
bién longos.  Como  hasta  el  nombre  de  estos  dos  últi- 
mos vehículos  desaparecerá  en  breve,  darc  aquí  una 
ligera  descripción  de  ellos.  Era  el  champán  una  gran 
canoa,  hasta  de  14  ó  15  varas  de  largo,  3  de  ancho  y 
poco  más  de  1  de  profundidad,  construida  ordinaria- 
mente con  el  tronco  de  un  solo  árbol.  Cubríasela 
en  el  centro,  en  una  extensión  de  8  ó  10  varas, 
con  unos  aros  de  madera  elástica,  sobre  los  cuales 
se  colocaban  hojas  de  palma  en  suficiente  cantidad 
para  prevenir  la  entrada  de  la  lluvia  y  defender  de  los 


Los  champanes  16i 

niyos  del  sol  á  los  pasajeros.  En  ese  reducido  espacio 
438  colocaba  la  carga,  y  sobre  ella  tendíase  un  cuero  de 
res,  que,  con  una  almohada  y  una  sábana,  formaba  la 
cama  de  aquéllos,  tanto  casi  de  noche  como  de  día, 
pues  la  naturaleza  del  vehículo  sólo  permitía  la  posi- 
ción horizontal.  Hacia  la  popa  un  gran  tiesto  lleno 
de  rajas  de  leña  servía  de  cocina,  cuyo  humo  pene- 
traba no  pocas  veces  dentro  del  espacio  cubierto,  que 
no  sé  si  yá  se  llamaba  salón.  La  capacidad  de  los  cham- 
panes llegaba  hasta  cien  cargas,  ó  sea  doce  á  catorce 
toneladas.  Tripulábanle  de  doce  á  diez  y  seis  bogas 
y  un  piloto,  quienes,  ala  bajada,  ayudaban  con  sendos 
canaletes  (remos)  la  corriente  del  río,  y  á  la  sabida 
lo  impelían  con  el  auxilio  de  largas  palancas,  á  veces 
complicadas  con  una  horquilla  en  uno  de  sus  extre- 
mos; la  palanca  se  afianzaba  en  el  lecho  ó  en  los  ban- 
cos de  la  orilla,  y  la  otra  extremidad  en  el  pecho  de 
los  bogas,  quienes,  caminando  sobre  la  cubierta  con 
paso  uniforme,  unos  tras  otros,  en  dirección  opues- 
ta á  la  de  la  embarcación,  la  hacían  subir  con  una 
velocidad  de  tres  y  alo  más  cuatro  leguas  por  día.  En 
tiempo  de  crecidas,  cuando  el  fondo  estaba  profundo 
y  el  agua  cubría  los  bancos,  la  horquilla  de  las  palan- 
cas servía  para  prenderla  de  las  ramas  de  los  árboles  y 
tirar  de  ellas  para  hacer  subir  el  champán.  Con  peque- 
ños descansos  se  navegaba  doce  horas  en  el  día,  y  por 
la  noche,  amarrado  el  champán  á  algún  grande  árbol 
de  la  orilla,  los  bogas  dormían  en  la  playa  ó-  en  alguna 
choza  que  acertara  á  encontrarse.  Si  ésta  faltaba,  ó  si 
llovía,  ó  era  insoportable  la  cantidad  de  zancudos,  los 
bogas  hacían  sendos  hoyos  en  la  playa,  en  los  cuales 

11 


162  Los  champanes 

60  sumergían,  cubriéndose  con  la  arena  y  sin  dejar 
descubiertos  más  que  los  ojos  y  las  narices.  Duraba  el 
yiaje  desde  Barranquilla  hasta  Honda  de  cuarenta  y 
cinco  á  sesenta  días;  á  veces  algo  más,  cuando  por  in- 
surrección de  los  bogas  había  que  buscar  nueva  tri- 
pulación en  los  pueblecillos  de  las  orillas.  Era  preciso 
proveerse  desde  Mompós  de  los  alimentos  necesarios, 
que  no  pasaban  de  carne  salada,  manteca,  arroz,  bollo 
blanco  (hecho  de  harina  de  maíz  ó  de  arroz,  y  tostado 
luego  en  el  horno),  pan  de  casahe  (de  yuca  brava, 
amasada  y  tostada  al  sol)  y  chocolate.  En  las  casas 
de  las  orillas  solía  encontrarse  gallinas,  huevos  y  plá- 
tanos. Esto  y  el  pescado  cogido  en  anzuelo  ó  en  ata- 
rraya, formaba  la  única  alimentación  durante  ese  pe- 
nosísimo y  largo  viaje,  cuyo  peligro  era  considerado 
tan  gravé,  que  la  generalidad  de  los  viajeros  hacía 
confesión  general  y  otorgaba  testamento  antes  de  em- 
prenderlo. 

De  lo  que  era  la  vida  del  Magdalena  dará  idea  la 
siguiente  poesía  del  Doctor  Manuel  María  Madiedo, 
leída  siempre  con  admiración  y  sentimiento  profundo, 
porque  ella  pinta  la  verdad  de  las  escenas  poéticas, 
pero  semi-salvajes,  de  un  tiempo  todavía  muy  próximo 
á  nosotros.  Estas  lineas,  que  respiran  poesía  america- 
na, libre  aun  tiempo  de  rigidez  clásica  y  de  exagera- 
ción romántica,  tendrán  para  nuestro  país,  la  impor- 
tancia de  un  trozo  de  la  Odisea. 


La  poesía  de  Madiedo  163 


AL    MAGDALENA 


¡Salud,  salud,  majestuoso  río! 


Al  contemplar  tu  frente  coronada 
De  los  hijos  más  viejos  de  la  tierra, 
Lleno  sólo  de  ti,  siento  mi  alma 
Arrastrada  en  la  espuma  de  tus  olas, 
Que  entre  profundos  remolinos  braman. 
Absorberse  en  las  obras  gigantescas 
De  aquel  gran  Ser  que  el  infinito  abraza. 

¿Qué  fuera  aquí  la  fábula  difunta 
De  las  ninfas  de  Grecia  afeminada, 
Al  lado  del  tremendo  cocodrilo 
Que  sonda  los  misterios  de  tus  aguas? 

No  en  tus  corrientes  nada  el  albo  cisne 
Solo  armonioso  en  pobres  alabanzas ; 
Pero  atraviesan  tu  raudoso  curso 
Enormes  tigres  y  robustas  dantas; 
Cadáveres  de  cedros  centenarios 
Tus  varoniles  olas  arrebatan, 
Como  del  techo  del  pastor  humilde 
Las  tempestades  la  ligera  paja. 

No  nadan  rosas  en  tus  aguas  turbias 
Sino  los  brazos  de  la  ceiba  ancianii, 
Que  desgarró  con  hórrido  estampido 
El  rayo  horrendo  de  feroz  borrasca. 

Yo  veo  serpientes  que  tus  aguas  surcan, 
Cuyos  matices  á  la  vista  encantan, 
Y  oigo  el  ronquido  del  hambriento  tigre 
Rodar  sobre  tu  margen  solitaria; 
Mientras  salvaje  el  grito  de  los  bogas 
Que  entre  blasfemias  sus  trabajos  cantan, 
Vuela  á  perderse  en  tus  sagradas  selvas 
Que  aim  no  conocen  la  presencia  humana. 

¡  Oh,  qué  serían  Sátiros  y  Faunos 
Bailando  al  son  de  femeniles  flautas, 
Sobre  la  arena  que  al  caimán  da  vida 

En  tus  ardientes  y  desiertas  playas! 

¡  Ah,  qué  serían  cerca  de  los  bogas, 
Que  rebatiendo  las  calludas  palmas, 
En  el  silencio  de  solemne  noche 
En  derredor  de  las  hogueras  danzan ; 
Acompasados  al  rumor  confuso 


164  La  poesía  de  Madiedo 


De  tus  mugientes  y  espumosas  aguas, 
Que  acaso  llega  á  interrumpir  no  lejos 
Del  ronco  tigre  seca  la  garganta! 

Yo  los  he  visto  en  una  oscura  noclie 
Dando  á  los  aires  la  robusta  espalda. 
Sobre  la  arena  que  marcado  habían 
De  las  tortugas  la  penosa  marcha, 

Y  del  caimán  la  formidable  cola, 

Y  de  los  tigres  la  temible  garra. 

Yo  los  he  visto  en  derredor  del  fuego 
Danzar  al  eco  de  sonora  gaita, 
Mientras  silbaba  el  huracán  del  Norte 
Sobre  tus  olas  con  sañuda  rabia; 
Yo  los  he  visto  juntos  á  la  hoguera 
('avar  ansiosos  tus  arenas  blandas, 

Y  en  sus  entrañas  despreciar  el  lecho 
Del  más  pomposo  femenil  monarca. 
Aun  me  figuro  que  sus  rostros  veo 
Del  trémulo  relámpago  á  la  llama. 
Con  los  ojos  cerrados,  cual  si  fueran 
Los  despojos  de  un  campo  de  batalla. 

No  muy  lejos  de  allí,  menos  salvaje, 
Sobre  la  arena  inculta  y  abrasada, 
El  caimán  abandona  tus  corrientes 

Y  junto  al  boga,  sin  temor,  descansa. 

En  vano  busca  en  tu  desierta  margen 
El  hombre,  que  cual  débil  sombra  pasa. 
Palacios  y  ciudades  de  una  hora, 
Que  derrumban  del  tiempo  las  pisadas. 

El  pescador  que  en  tus  orillas  vive, 
Bajo  su  choza  de  nudosas  cañas, 
Que  á  nadie  manda,  ni  obedece  á  nadie, 
De  sí  mismo  el  vasallo  y  el  monarca; 
¿No  es  más  dichoso  que  el  abyecto  esclavo 
Que  entre  perfumes  sus  cadenas  carga?. . . 
i  Yo  te  saludo  en  medio  de  la  noche. 
Cuando  en  un  cielo  plácido  y  sin  mancha, 
Mira  la  luna  en  tus  renansos  bellos 
Su  faz  rotunda  de  bruñido  nácar! 
¡Yo  te  saludo,  nuncio  del  Océano! 
Todo  eres  vida,  libertad  y  calma; 

Y  el  hombre  libre  que  sus  redes  seca 
En  tu  sublime  margen  solitaria, 

Como  en  Edén  nuestros  primeros  padres, 
Sólo  de  Dios  adora  la  palabra. 

Tií  te  deslizas  al  través  del  tiempo 
Como  la  sombra  de  la  acuátil  garza. 


Los  vapores  16o 


Sobre  la  faz  de  tus  fuf^aces  olas 
Que  de  los  montes  á  los  mares  bajan. 
En  tus  riberas  vírgenes  admiro 
La  creación  saliendo  de  la  nada, 
Grandiosa  y  bella,  cual  saliera  un  día 
Del  genio  augusto  que  tus  olas  manda, 
i  Corre  á  perderte  en  los  ignotos  mares. 
Como  entre  Dios  se  perderá  mi  alma! 

Cedros  y  flores  ornan  tu  ribera, 
Aves  sin  fln  que  con  tus  ondas  hablan, 
Cuyos  variados  armoniosos  cantos 
De  tus  desiertos  la  grandeza  ensalzan, 
¡Yo  te  saludo,  hijo  de  los  Andes! 
Puedas  un  día  fecundar  mi  patria. 
Libre,  sin  par  por  su  saber  y  gloria, 
Y  habrás  colmado  toda  mi  esperanza! 


Pero  este  aspecto  primitivo  de  nuestro  río  y  de 
nuestro  estado  industrial  debía  pasar  pronto.  El  si- 
glo XIX  había  empezado  á  gozar  de  la  serie  de  prodigios 
en  la  locomoción  con  que  Fulton  y  Stephenson  habían 
de  dotar  al  liombre.  El  vapor  había  empezado  á  sa- 
cudir sus  alas,  y  un  barco  de  esta  clase  había  remon- 
tado por  primera  vez  las  aguas  del  Mississippi,  desde 
Nueva  Orleans  hasta  Loaisville,  en  1817.  Seis  afios 
después,  el  Congreso  de  Colombia  concedía  privilegio 
exclusivo  por  veinte  años  al  señor  Juan  Beriíaedo 
Elbers,  para  navegar  por  vapor  las  aguas  del  Mag- 
dalena. Dos  años  después,  en  1825,  el  vapor  Santan- 
der, el  primero  quizás  que  atravesó  las  agitas  del 
Atlántico  sin  velas  ni  remos  (1),  pasó  la  barra  de  las 
Bocas  de  Ceniza  y  entró  á  las  aguas  del  Magdalena. 

(1)  En  la  interesante  biografía  del  señor  José  María  Pino  afir- 
ma el  señor  J.  T.  Gaibrois  que  desde  el  año  de  lí^24  había  traída 
el  señor  Elbers  el  vapor  Fidelidad,  del  cual  no  tenía  yo  noti- 
cia ó  recuerdo.  Las  que  doy  sobre  este  asunto  las  adquirí 
por  conversaciones  con  el  mismo  venerable  introductor  de  los 


166  Introducción  de  los  vapores 

Esos  eran  días  solemneo  para  Colombia. 

Pocos  meses  antes,  la  victoria  de  Ayacucho  había 
asegurado  la  Independencia  de  las  repúblicas  hispano- 
americanas, y  pocos  meses  después  la  capitulación  del 
valeroso  Kodil  en  el  Oallao,  había  puesto  el  sello  ala 
magna  lucha,  despejando  del  suelo  americano  el  últi- 
mo soldado  español.  Casi  al  mismo  tiempo,  Oanning 
reconocía  nuestra  independencia  en  la  Gran  Bretaña, 
á  pesar  de  la  resistencia  de  la  Santa  Alianza  europea. 
Hombres  distinguidos  por  su  saber  y  su  amor  á  la  li- 
bertad, venían  á  buscar  nueva  patria  entre  nosotros. 
Boussingault,  el  gran  agrónomo  francés,  Rivero,  el 
Doctor  Roulin,  el  Doctor  Cheyne,  Roberto  Stephenson, 
Thomas  Fallón,  Alejandro  Mac-Douall,  l'yrrel  Moore, 
Guillermo  Wills,  se  proponían  introducir  adelantos 
notables  en  la  explotación  de  nuestras  minas  de  oro  y 
plata,  propagar  con  su  ejemplo  el  estudio  de  la  medici- 
na, desarrollar  el  laboreo  de  nuestras  minas  de  esmeral- 
das y  de  sal,  darnos  ejemplo  de  la  aplicación  de  las  fuer- 
zas naturales  á  los  trabajos  agrícolas,  estudiar  las  ri- 
quezas todavía  vírgenes  del  suelo  intertropical,  quizás 
estudiar  el  campo  para  plantear  entre  nosotros  la 
maravillosa  invención,  entonces  en  la  cuna,  de  los  fe- 
rrocarriles, que  habían  de  transformar  el  mundo.  A 
este  magnífico  prospecto  se  agregó  la  introducción  de 


vapores  en  1851.  Pocas  personas  de  tan  nobles  y  filantrópicos 
sentimientos  he  conocido  en  mi  vida.  Era  un  hombre  her- 
moso, de  fisonomía  en  extremo  benévola,  de  suavísimas  mane- 
ras, que  había  conocido  y  tratado  de  cerca  á  los  hombres 
notables  de  la  Independencia.  Era,  sobre  todo,  admirador  ar- 
diente del  Almirante  Padilla,  á  quien  y  al  General  Mariano 
Montilla  suministró  grandes  auxilios  de  dinero  para  el  equipo 
de  la  flotilla  que  tanto  contribuyó  á  la  toma  de  Cartaírena,  en 
1820  y  1821. 


Introducción  de  los  vapores  167 

los  vapores  en  la  principal  de  nuestras  arterias  comer- 
ciales, llamada  á  completar  la  integridad  del  terri- 
torio nacional,  antes  unida  por  débiles  lazos  de  comu- 
nicación. Era  este  progreso  el  complemento  de  la 
independencia:  una  victoria  de  tanta  magnitud  como 
Boyacá  ó  Ayacucho. 

Para  los  que  hoy  contemplamos  las  dificultades  in- 
herentes á  esa  empresa:  la  escasez  de  capitales;  la 
ignorancia  de  nuestras  poblaciones  en  las  artes  mecá- 
nicas; la  falta  de  industrias  en  el  interior,  que  diesen 
ocupación  y  fletes  á  los  vapores;  .la  carencia  de  com- 
bustible en  las  orillas  solitarias  del  río;  la  ausencia 
de  establecimientos  para  la  reparación  del  casco  y  de 
la  maquinaria  de  los  buques;  la  falta  de  conocimiento, 
en  fin,  del  lecho  del  río  y  de  su  adaptación  á  vehícu- 
los de  calado  dos  ó  tres  veces  superior  al  de  los  cham- 
panes;— la  audacia,  la  perseverancia  y  el  genio  desple- 
gados por  el  sefior  Elbers,  en  esos  tiempos,  nos  hacen 
formar  de  él  una  idea  semejante  en  grandeza  á  la  que 
de  Sucre,  Páez  ó  Narifio  podemos  formar  en  ese  otro 
teatro  de  los  combates,  quizás  injustamente  preferido 
por  la  gloria  para  discernir  sus  coronas  do  inmorta- 
lidad. 

Esas  dificultades  eran  tan  grandes,  tan  invencibles 
por  los  escasos  recursos  de  esos  tiempos,  que  no  es  de 
extrañar  el  mal  éxito  que  al  cabo  tuvieron  los  traba- 
jos de  aquel  titán.  Los  vapores  se  varaban,  las  má- 
quinas se  descomponían,  y  en  los  primeros  viajes,  salvo 
en  las  épocas  de  invierno,  no  ganaban  mucha  ventaja 
sobre  los  vehículos  primitivos.  No  estaban  aún  ense- 
ñadas por  la  experiencia  las  dimensiones  exigidas  por 


168  Los  primeros 'oapor es 

las  Yuelfcas  del  río.  ni  1m  fuerzfi  de  las  máquinas,  nr 
las  formas  requeridas  para  el  acomodo  de  la  carga, 
las  máquinas  y  los  pasajeros.  En  los  Estados  Unidos 
mismos  esos  eran  problemas  que  estaban  todavía  en 
estudio,  contra  los  cuales  se  luchó  por  largo  tiempo, 
hasta  el  punto  do  que  hasta  hace  poco  los  vapores 
del  Mississippi  y  del  Ohío  no  tenían  una  duración  de 
más  de  cuatro  á  seis  años. 

Al  General  Santander  siguió  á  los  pocos  meses  el 
Oran  Bolívar.  Ambos  buques  de  origen  americano 
{si  lio  recuerdo  mal  construidos  en  Pittsburgo),  y 
de  250  á  300  toneladas,  á  juzgar  por  su  calado  de  seis 
á  siete  pies.  El  primero  de  éstos  subió  hasta  Conejo  en 
sus  primeros  viajes;  pero  pronto  se  adquirió  la  ex- 
periencia de  que  su  calado  no  le  permitía  pasar  de 
la  boca  del  Sogamoso,  hasta  donde  el  fondo  del  río 
es  más  permanente.  Entonces  dispuso  el  sefior  Elbers 
que  el  Gran  Bolívar,  cuya  construcción  sólida  le 
permitía  navegar  en  el  mar,  hiciese  sus  viajes  desde 
Cartagena  ó  Santamarta,  por  las  Bocas  de  Ceniza, 
hasta  Barranca,  pueblo  situado  una  legua  arriba  de 
Calamar;  de  allí  hasta  San  Pablo,  abajo  de  la  boca  del 
río  de  la  Cimitarra,  el  Santander:  de  este  último 
punto  hasta  Conejo  debía  continuar  la  navegación  en 
champanes,  hasta  tanto  que  llegase  un  tercer  buque, 
el  Libertador j  mandado  construir  expresamente  para 
subir  hasta  Conejo,  de  acuerdo  con  lo  que  la  experien- 
cia de  los  primeros  meses  había  enseñado. 

Antes  de  la  llegada  del  tercer  buque,  el  General 
Bolívar  que,  desde  Junio  de  1828  se  había  declarado 
en  ejercicio  de  facultades  dictatoriales,  revocó  en  12- 


Dificultades  con  que  tropezaron  169 

de  Mayo  do  1829,  sin  saberse  bien  por  qné,  el  privi- 
legio concedido  al  seílor  Elbers,  y  declaró  libre  la  na- 
vegación por  vaporen  las  aguas  del  río.  El  constructor 
del  vapor  Libertador,  al  llegar  con  éste  á  Santa- 
marta,  dos  meses  después  de  la  revocación,  juzgó  más 
conveniente  á  sus  intereses  introducirlo  y  explotarlo- 
por  su  cuenta,  haciendo  con  esto  procedimiento  una 
competencia  ruinosa  al  primer  empresario,  el  cual  ocu- 
rrió á  los  Tribunales  en  protección  de  sus  derechos. 
Obtúvola,  en  efecto,  dos  años  más  tarde,  después  de  la 
muerte  del  General  Bolívar  y  de  la  derrota  de  la  nue- 
va dictadura  encabezada  por  el  General  Urdaneta; 
pero  entre  tanto  los  dos  primeros  vapores  estaban  yá 
en  ruina,  y  con  ellos  la  fortuna  de  su  propietario. 

De  nada  le  sirvió  la  restitución  del  privilegio:  sus 
recursos  estaban  del  todo  agotados,  y  la  experiencia 
hecha  en  1827  para  reunir,  por  medio  de  una  compa- 
fiía  por  acciones,  el  capital  necesario,  le  había  proba- 
do  que  faltaba  en  el  país  espíritu  de  asociación. 

Con  todo,  desde  1827  había  introducido  una  má- 
quina de  aserrar,  algunos  instrumentos  y  carpinteros 
prácticos,  con  el  designio  de  armar  otro  vapor  en 
Barranquilla.  Haciendo  el  último,el  supremo  esfuerzo^ 
y  probablemente  probando  utilizar  la  máquina  de 
alguno  de  los  anteriores,  logró  armar  y  botar  al  agua 
en  aquella  ciudad,  en  1833  (1),  otro  vapor,  al  que  dio 
el  nombre  de  Sitsana,  que  era  el  de  su  esposa.  Se- 
gún parece,  este  nuevo  ensayo  fue  también  desgracia- 
do, y  el  río  quedó,  desde  1833  hasta  1839,  surcada 
tan  sólo  por  botes  y  champanes. 

(1)  El  señor  Gaibrois  dice  en  el  opiísculo  citado,  que  en  1836. 


170  Los  primeros  vapores 

En  1838  el  señor  Francisco  Montoya  logró  formar 
la  primera  asociación  de  que  yo  tenga  noticia,  desti- 
nada á  objetos  de  progreso  general,  y  ella  pidió  á 
Inglaterra  un  vapor  de  condiciones  adecuadas  para  el 
río;  la  experiencia  del  señor  Elbers,  y  estudios  hechos 
en  la  navegación  por  una  empresa  de  botes  y  champa- 
nes, que  los  principales  accionistas  sostenían,  les  dio 
medios  de  hacer  un  pedido  bien  especificado.  Este 
vapor  entró  al  río  en  Julio  de  1839,  subió  hasta  la 
Vuelta  de  la  Madre  de  Dios,  cuatro  leguas  abajo  de 
Honda,  navegó  con  felicidad  hasta  1841  y  terminó 
su  carrera  en  el  caño  de  Papayal,  cerca  del  Banco,  en 
un  combate  contra  bongos  de  guerra,  en  Noviembre 
-de  este  último  año,  á  consecuencia  de  una  bala  de  ca- 
ñón que  hizo  estallar  las  calderas.  Merecen  ser  conser- 
vados los  nombres  de  los  principales  accionistas  de  la 
«m presa.  Son  los  señores  Francisco  Montoya,  Santos 
Agudelo,  José  María  Pino,  Manuel  Abello,  Dundas 
Logan,  Julio  Plock  y  otros.  El  vapor  tenía  por  nom- 
bre Unión,  medía  416  toneladas,  y  la.  fuerza  de  sus 
■máquinas  era  de  120  caballos. 

Quizás  hubiera  tardado  mucho  la  venida  de  otros 
vehículos,  si  en  1845  no  hubiese  ofrecido  el  General 
Mosquera,  al  principiar  su  primer  ])eríodo  de  mando, 
€oncedcr  un  auxilio  de  ^  100,000  á  cada  una  de  las 
Compañías  que  en  Cartagena  y  Santamnrta  se  pro- 
yectaba formar  para  navegar  el  río.  La  de  Santamar- 
ta  se  organizó  al  fin  en  1846,  recibió  el  subsidio  pro- 
metido, y  desde  luego,  tal  vez  sin  necesidad  de  aportar 
-capital  alguno  sus  socios,  pudo  poner  rápidamente  en 
servicio  los  dos  vapores:   Magdalena  (17  de  Julio  de 


M  tabaco  resuelve  el  problema  171 

1847),  y  Nueva  Granada  (18  de  Septiembre  del  mis- 
mo año).  Eran  estos  vapores  de  200  toneladas  y  podían 
llevar  de  800  á  1,000  cargas  en  cada  viaje. 

La  Compañía  de  Cartagena  necesitaba  invertir  una 
parte  de  su  capital  en  trabajos  para  mejorar  el  canal 
del  Dique,  y  probablemente  por  esta  causa,  sólo  hasta 
1850  introdujo  á  las  aguas  de  éste  el  pequeño  vapor  Ca- 
lamar, cuya  capacidad  no  excedía  de  300  á  400  cargas. 

Todavía  estaba  en  problema  la  navegación  por  va- 
por. Las  provincias  interiores  no  daban  sino  muy  pocos 
frutos  á  la  exportación,  y  los  buques  bajaban  de  ordi- 
nario casi  vacíos;  pero  en  este  año  ocurrió  un  suceso 
que  vino  á  asentar  sobre  bases  sólidas  las  empresas. 
Me  refiero  á  la  abolición  del  monopolio  del  tabaco. 

Este  artículo  sólo  había  sido  producido  hasta  1846 
con  destino  al  consumo  interior,  y  nunca  había  pasa- 
do la  cantidad  producida,  en  las  tres  únicas  facto- 
rías establecidas  en  Ambalema,  Girón  y  Palmira,  de 
35,000  quintales,  entre  las  tres,  repartidos  así,  en  el 
año  económico  de  1848  á  1849,  el  último  y  quizás  el 
de  más  altos  rendimientos  en  la  historia  de  la  renta. 

xVmbalema 23,637  quintales. 


Girón 5,93ó 


!3 
Palmira 5,164 


Total 34,734  quintales. 

Las  ve7itas  para  el  consumo  interior,  en  el  mismo 
año  económico,  no  habían  pasado  de  27,000  quintales: 


172  El  comercio  del  tabaco 

De  Ambalenia   . .    20,583  quintales. 

De  Girón   2,967         — 

De  Palmira 3,288         — 

Total 26,837  qaintales. 

El  espíritu  liberal  de  que  se  mostró  animada  la 
primera  administración  del  General  Mosquera  (1845 
á  1849),  cuyo  inspid'ador  principal  en  el  Eamo  de  Ha- 
cienda era  el  señor  Florentino  González, — en  previ- 
sión, indudablemente,  de  la  próxima  desaparición  del 
monopolio  del  tabaco,  contra  el  cual  venía  pronun- 
ciándose la  opinión  pública  cada  día  con  más  fuer- 
za,—tomó  el  camino  de  ensanchar  la  producción  del 
artículo  en  otros  lugares,  como  San  Gil,  Ocatla,  Colom- 
baima,  Peñalisa  y  Purificación,  en  los  cuales  fueron 
establecidas  factorías  nuevas.  Y  para  dar  salida  á  este 
aumento,  que  yá  superaba  con  mucho  las  necesidades 
del  consumo  interior,  se  resolvió  autorizar  la  exporta- 
ción del  sobrante,  dándolo  en  pago,  con  una  ganancia 
de  50  por  100  sobre  el  precio  de  producción,  á  algunos 
acreedores  públicos,  comerciantes  en  su  totalidad. 

Con  esta  medida  se  creó  en  la  parte  alta  del  valle 
del  Magdalena  una  nueva  industria,  cuyos  productos 
estaban  llamados  á  dar  alimento  á  los  vapores  del 
río.  En  el  año  citado  de  1848  á  1849,  esta  opera- 
ción suministró,  con  destino  á  los  mercados  extranje- 
ros, un  guarismo  de  12,590  quintales,  procedentes,  en 
sus  nueve  décimas  partes,  de  las  nuevas  factorías  del 
alto  Magdalena,  que,  unidos  á  otra  cantidad  próxima- 
mente igual  destinada  al  consumo  de  las  provincias  de 
la  Costa,  daba  yá  un  guarismo  de  25,000  quintales  6 


La  libertad  del  tabaco  173 

10,000  cargas  á  los  transportes  de  bajada  desde  Hon- 
da hasta  Nare,  Calamar  y  Barrauquilla. 

La  libertad  de  cultivo  de  esta  planta  venía  pidién- 
dose desde  1834.  Los  campeones  de  esta  idea,  señores 
Doctor  Manuel  María  Quijano  y  Doctor  Vicente  Azue- 
ro,  habían  luchado  en  vano  contra  la  prudencia  fiscal 
del  General  Santander  y  del  Doctor  Francisco  Soto, 
su  Secretario  de  Hacienda.  A  la  verdad,  en  la  Ad- 
ministración del  primero  de  éstos  hubiera  sido  impo- 
sible decretarla,  en  momentos  en  que  acababa  de  ser 
abolida  otra  de  las  contribuciones  principales,  legado 
del  sistema  español:  la  alcabala.  En  las  de  los  señores 
Márquez  y  Herrán  (1837  á  1845)  hubiera  sido  tam- 
bién poco  oportuna  después  de  una  rebaja  considera- 
ble en  la  tarifa  de  aduanas,  decretada  á  propuesta  del 
señor  Aranzazu,  en  1839,  y  menos  en  medio  de  las  di- 
ficultades originadas  por  la  guerra  civil  de  1840  á  1842. 

En  la  del  General  Mosquera  (1845  á  1849),  la  dis- 
posición progresista  manifestada  por  éste,  animó  la 
de  la  opinión  pública,  y  después  de  mucha  discusión, 
al  fin  aprobaron  las  Cámaras  un  proyecto  presentado 
en  1848  por  los  señores  Ignacio  Gómez  y  Rito  Anto- 
nio Martínez,  Diputados  por  la  provincia  del  Socorro, 
en  el  cual,  á  cambio  del  monopolio  que  se  suprimía, 
se  mandaba  cobrar  un  impuesto  de  siembra,  de  $  2 
por  cada  mil  matas.  Las  ideas  liberales  del  General 
Mosquera,  sin  embargo,  no  llegaban  á  tanto:  hubiera 
querido  él  poner  el  veto  al  proyecto  de  las  Cámaras; 
pero,  temeroso  de  la  influencia  que  este  procedimiento 
pudiese  tener  en  la  elección  presidencial  próxima,  le 
concedió  su  sanción. 


174  La  libertad  del  tabaco 

Al  inaugurarse  el  Congreso  de  1849,  con  toda  leal- 
tad expresó  sus  temores  á  las  consecuencias  qae  pudie- 
ra acarrear  esa  medida.  Más  valerosa  la  disposición 
del  General  López,  que  le  sucedió  en  el  mando,  no  sólo 
propuso,  por  conducto  del  Doctor  Manuel  Murillo, 
que  desempeñaba  la  cartera  de  Hacienda,  la  confir- 
mación de  la  libertad  del  cultivo,  sino  la  supresión 
del  derecho  de  siembra,  que  hubiera  anulado  todos 
los  buenos  efectos  esperados  de  la  abolición  del  es- 
tanco. 

Acogió  el  Congreso  este  pensamiento  de  animosa 
confianza,  y  sus  efectos  superaron  las  expectativas  más 
lisonjeras.  La  exportación  de  tabaco  tomó  un  vue- 
lo extraordinario,  y  el  retorno  de  importaciones  col- 
mó en  breve  con  creces,  en  las  Aduanas,  el  vacío  pro- 
ducido por  la  eliminación  de  la  otra  renta. 

Es  ésta  la  operación  financiera  más  trascendental 
en  los  anales  fiscales  de  nuestro  país.  De  $  0-90  la 
arroba  á  que  se  pagaba  el  tabaco  á  los  cosecheros,  du- 
rante el  monopolio,  subió  el  precio  sucesivamente  á 
$  2-50,  I  3-20  y  llegó  hasta  $  6;  con  lo  cual,  las  pobla- 
ciones productoras  ganaron  inmensamente  en  comodi- 
dad, subió  al  triple  y  al  cuadruplo  el  valor  de  las  tierras 
y  el  de  los  salarios,  se  extendió  el  consumo  de  carne, 
con  lo  que  creció  proporcionalmonte  el  valor  de  los 
ganados,  y  el  pedido  de  éstos  condujo  al  estableci- 
miento de  grandes  dehesas  de  pastos  de  guinea  y  de 
para,  suficientes  hoy  para  la  ceba  de  más  de  100,000 
reses  en  sólo  el  valle  del  alto  Magdalena. 

Por  causas  que  no  conozco  bien,  pero  entre  las 


La  libertad  del  tahaeo  175 

que  sospecho  fue  la  principal  la  falta  de  capitales,  la 
medida  no  tuvo  los  mismos  efectos  en  Girón,  San  Gil, 
Palmira  y  Ocaña;  pero  sí  en  las  llanuras  del  Sur  de 
Bolívar,  bajo  la  influencia  de  los  capitales  y  espíritu 
de  empresa  formados  en  Barranquilla. 

En  el  año  de  1851  á  1852,  yá  subía  el  guarismo  de 
las  exportaciones  de  tabaco  de  esta  misma  proceden- 
cia y  de  las  siembras  rápidamente  desarrolladas  en  las 
llanuras  del  Carmen  y  Oorozal,  en  la  provincia  de 
Cartagena,  á  27,656  quintales,  guarismo  que,  unido  al 
del  consumo  interior,  debía  alcanzar  á  un  total  de 
40,000  quintales  ó  16,000  cargas  de  alimento  á  los  via- 
jes de  los  vapores  en  su  regreso  de  Honda  á  la  Costa. 
Además,  la  exportación  de  quinas,  principiada  con 
mucha  timidez  en  1848,  daba  también  al  mismo  tráfico 
un  contingente  de  3,500  cargas  más,  procedentes  de 
las  provincias  de  Bogotá  y  Neiva. 

El  movimiento  iniciado  no  debía  detenerse  muy 
pronto;  el  desarrollo  de  las  industrias  de  exportación 
de  las  provincias  interiores,  nulo,  ó  poco  menos,  hasta 
1848,  continuó  en  los  22  años  siguientes  en  la  forzna 
que,  tomada  de  datos  estadísticos  suministrados  á  la 
Secretaría  de  H  icienda  en  1871  por  los  Cónsules  co- 
lombianos de  Londres  y  de  Bremen,  señores  Jaime  S. 
Harty  Ramón  Mercado,  reproduzco  en  seguida,  como- 
un  dato  interesante  para  la  historia  industrial  de- 
nuestro  país. 


176  Comercio  del  tabaco 

IMPORTACIONES    DE    TABACO    COLOMBIA  íí  O 

En  Londres,  pacas  de  5  á  6 
Años.  arrobas  cada  una.  Kn  Bremen,  qu¡nt»l#s. 

1850 7,274 1,706 

1851 10,457 1,518 

1852 18,355 3,041 

1853 13,181 11,993 

1854 9,493 12,946 

1855 8,598  11,834 

185G 18,835 41,262 

1857 16,799 52,280 

1858 13,991 37,405 

1859 8,688 44,780 

1860 4,092 64,040 

1861 c.   3,036. ..54,512 

1862 5,273 87,221 

1863  7,947 132,274 

1864 12,360 105,380 

1865 8,325 73,137 

1866 5,031 101,457 

1867 5,844 100,457 

1868 6,000 112,758 

1869 4,643.... 115,461 

1870 12,320 81,525 

A  estas  cantidades  puede  agregarse  de  un  15  á  un 
20  per  100  por  las  exportaciones  á  otros '  países  de 
Europa,  á  los  Estados  Unidos,  Venezuela  y  á  las 
Antillas.  Clasificando  esta  exportación,  por  proceden- 
cias, y  siguiendo  un  procedimiento  enteramente  empí- 
rico, pero  susceptible  de  ser  rectificado  después,  se  di- 
vidiría así: 


BL  tabaco  177 

Ambaleina  y  demás  lugares  del   alto 

Magdalena 50  por  100 

El  Carmen  j  demás  lugares  del  inte- 
rior de  Bolívar 30      id. 

Palmira  y  resto  del  valle  del  Cauca. .  15      id. 

Girón,  San  Gil,  etc. . o      id. 

Total 100 

Reduciendo  á  quintales  el  guarismo  de  ¡jacas  ó 
zurrones  importados  en  la  Gran  Bretaña,  obtendre- 
mos en  los  veintiún  años  á  que  se  refieren  los  datos, 
un  guarismo  total  de  1.547,820  de  tabaco  exportados  á 
Inglaterra  y  á  Bremen,  y  poco  más  ó  menos  1.800,000 
de  exportación  total,  que  da  un  promedio  de  86,000 
quintales  por  año.  De  ellos  ha  debido  salir  por  el 
río  Magdalena  un  80  por  100,  ó  sea  68,000,  equivalen- 
tes á  27,000  cargas  anuales.  Este  guarismo  puede  au- 
mentarse en  un  50  por  100,  por  la  exportación  de 
quinas,  café,  algodón,  maderas  de  construcción  y  de 
tinte,  etc.,  y  tendremos  un  movimiento  total  á  la  ba- 
jada por  los  vapores  del  río  Magdalena  de  65,000 
cargas  de  á  125  kilogramos  cada  una,  en  el  período  de 
1850  á 1870. 

Las  cargas  de  subida  en  el  mismo  período  debie- 
ron aproximarse  á  40,000  por  año,  de  suerte  que  el 
tráfico  del  Magdalena,  que  en  1827  no  estimaba  el 
señor  Elbers  en  más  de  12,000,  había  decuplicado 
á  lo  menos,  en  el  espacio  de  30  años;  pero  ese  aumen- 
to notable  se  había  efectuado  principalmente  en  los  20 
últimos,  á  contar  de  1850,  fecha  en  que  la  navegación 
por  vapor  adquirió  condiciones  de  regularidad. 

12 


178  Nuevos  vapores  en  1850 

Con  posterioridad  á  1850  so  establecieron  en  el  río- 
las  siguientes  compañías  de  navegación  por  vapor: 

En  1851  y  1852  la  de  los  señores  Ilamburgery  Ba- 
tís, comerciantes  colombianos  de  Barranquilla,  que 
introdujeron  los  vapores  Honda  y  Barranquilla. 

La  Compañía  de  Santamarta,  subvencionada  por 
el  Gobierno  con  6  80,000  más,  introdujo  en  1852  el 
vapor  Manzanares,  de  275  toneladas,  uno  de  los  mejo- 
res, por  sus  condiciones  de  velocidad  y  poco  calado, 
que  han  navegado  en  el  río. 

En  1854  una  compañía  inglesa,  de  la  que  era  jefe  el 
señor  John  Dixon  PoAV'les,  nos  envió  los  tres  vapores 
Estrella,  Anita  ó  Isabel 

Una  compañía  americana  envió  en  1855,  en  co- 
nexión con  la  empresa  del  canal  del  dique  de  Carta- 
gena, el  vapor  Henry  Wells,  conocido  después  con  el 
nombre  de  Elena  Simmonds. 

Los  señores  Everett  y  Brown,  de  llueva- York,  aso- 
ciados á  algunos  colombianos,  hicieron  armar  en  Ba- 
rranquilla, en  1856,  los  vapores  General  Mosquera  (en- 
tiendo que  con  los  restos  de  la  maquinaria  y  del  casco  del 
vapor  Nueva  Granada)  y  el  Bogotá. 

En  el  mismo  año  fue  organizada  entre  comercian- 
tes de  Barranquilla  y  Santamarta,  y  quizás  también 
con  el  concurso  de  algunos  de  Nueva-York,  Bogotá 
y  Medellín,  la  Compañía  U^iida  de  Navegación  'por 
Vapor  en  el  río  Magdalena,  que  subsiste  aún  y  que 
llegó  á  tener  en  las  aguas  de  éste  seis  transportes  de 
primer  orden:  el  Cauca,  q\.  General  Mosquera,  q[  San- 
tamarta, el  Antioquia,  el  Elena  Simmonds  y  el  Bogo- 
tá. Esta  Compañía   ha   tenido   en   el   señor  Robcr- 


Alejandro  Weckbecker  179 

to  A.  Joy  un  administrador  perseverante,  emprendedor 
y  enérgico,  bajo  cuya  dirección  se  lian  lieciio  ex- 
ploraciones útiles  en  algunos  de  los  tributarios  nave- 
gables del  Magdalena.  Sus  primitivos  vapores,  de  los 
cuales  ninguno  existe,  han  sfdo  después  reemplazados 
sucesivamente  con  el  Vencedor,  digno  de  su  nombre, 
y  cuyas  felices  proporciones  de  adaptabilidad  al  río, 
sólo  el  Mariscal  Sucre  ha  podido  después  superar;  el 
GoíomMa,  el  Esperanza,  el  Confianza,  el  Montoya,  el 
Gaira  (vapor  pequeño,  á  propósito  para  la  navegación 
de  los  caños  de  la  Ciénaga  de  Santamarta),  el  Rolerto 
Calixto,  que  reemplazó  al  anterior  y  desempeña  sus 
funciones  en  tiempo  de  seca  entre  Nare  y  Honda,  etc. 
El  señor  Alejandro  Weckbecker  ha  sido  uno  de  los 
más  útiles,  patrióticos  y  desinteresados  empresarios  de 
vapores  en  este  río.  Empezando  por  un  pequeño  va- 
por que  llevó  su  mismo  nombre,  y  que  fue  el  primero 
en  subir  el  salto  de  Honda  y  navegar  en  el  alto  Mag- 
dalena hasta  Ambalema,  siguió  con  los  buques  Alema- 
nia y  América,  y  concluyó  con  elWerder  y  el  MoltJce; 
el  último  de  ios  cuales  empleó  en  1873  y  1874  en  la 
exploración  del  alto  Magdalena  hasta  Neiva,  y  del  Sal- 
d-afla  hasta  ^1  Paso  del  Gusano,  rompiendo  á  su  paso 
los  peñones  que  formaban  chorros  impetuosos  y  luga- 
res llenos  de  peligro,  aun  para  las  balsas  y  canoas.  En 
esta  operación  prestó  el  señor  Weckbecker  un  servi- 
cio que  no  debiera  ser  olvidado,  pues  en  ella  fue  víc- 
tima de  su  consagración,  quedando  inútil  el  MoUJce 
para  nuevo  servicio.  Tengo  entendido  que  el  señor 
Weckbecker,  con  el  vapor  de  este  nombre,  fue  el  pri- 
mero que  en  1859  ó  1860  navegó  los  caños  de  la  Cié- 


1 80  Otros  vapores 


r.aga,  desde  Saiitamarta  hasta  Barranquilla,  abriendo 
así  la  navegación  del  caüo  de  Cuatro  Bocas. 

Las  diversas  empresas  que  han  tomado  á  su  cargo 
la  limpia  y  navegación  del  brazo  del  dique  de  Carta- 
gena, han  sostenido  también  en  diversas  épocas  vapo- 
res pequeños  para  mantener  el  tráfico  del  interior  de 
la  República  por  la  vía  de  la  invicta  Calamar;  y  entre 
ellos,  aparte  del  Calamar  que  yá  mencioné,  recuerdo 
los  nombres  del  Ogde7i,  el  Totlen,  el  Sofia-Esperanza, 
el  AlMón,  el  Eafael  Reijes,  el  Rafael  Núñez,  el  Carta- 
gena y  el  Pedro  Vélez,  estos  tres  últimos  con  el  con- 
curso, según  entiendo,  de  la  Compañía  inglesa  de  Va- 
pores de  la  línea  Atlas, 

La  casa  colombiana  de  Vengoechea  &  González,  de 
Barranquilla,  fundó  á  sus  solas  expensas,  en  1862  y 
1863,  otra  línea  compuesta  de  los  nombrados  Tequen- 
dama,  Vengoechea  j  Tairona,  este  último  de  dimensio- 
nes adecuadas  á  los  caños  de  la  Ciénaga.  El  Vengoe- 
chea hizo  en  su  segundo  viaje  de  subida  el  más  rápido 
de  que  tengo  noticia,  en  5  días  y  4  horas  de  Barran- 
quilla  á  Caracoli,  en  1866.^  El  señor  Pedro  R.  Ven- 
goechea introdujo  luego  el  Fra^icia- Elena ¡  que  nau- 
fragó en  su  primereó  segundo  viaje  al  bajar  de  Honda, 
arriba  de  Nare.  Este  era  uno  de  los  buques  de  más 
porte  que  han  navegado  el  río. 

En  1877  el  infatigable  y  atrevido  empresario  cuba- 
no^señor  Francisco  J.  Cisneros,  con  el  objeto  de  pro^ 
porcionar  oportuno  y  económico  transporte  á  los  ma- 
teriales de  sus  contratados  ferrocarriles  de  Antioquia, 
La  Dorada  y  Girardot,  trajo  de  Inglaterra,  con  la  po- 
derosa ayuda  de  los  señores  Stephenson  Clarke  &  C.*, 


Francisco  J.  Cisneros  181 


tres  vapores  de  acero,  de  adecuadas  proporciones:  el 
Stephenson  Clarke,  el  General  TrujiUo  y  el  Inés  Clar- 
Jce.  Posteriormente,  para  continuar  la  navegación  en 
el  alto  Magdalena,  subió  á  esa  sección  del  río  los  va- 
pores Toli-ma,  Emilia  Duran  y  Carmen  Cis?ieros,  j 
para  ensanchar  sus  operaciones  en  ]ii  parte  baja,  re- 
construyó y  puso  otra  vez  en  servicio  el  Francia-Ele- 
na, con  el  nombre  de  María  y  Emma,  y  el  pequeño 
vapor  Magdalena  Cisneros.  Sus  tres  primeros  buques 
han  estado  empleados  durante  algunos  anos  en  el  ser- 
vicio del  correo  á^.  la  Costa,  con  los  cuales  ha  regala- 
rizado  los  viajes  de  una  manera  antes  desconocida. 

Las  Compañías  Alemana  é  Internacional,  funda- 
das, la  primera  por  los  señores  Hoenisbergy  Wessels, 
y  la  segunda,  por  los  señores  Hoyer  Hermanos  y 
David  L.  Penha,  en  1869,  6  antes,  y  1870,  han 
traído  al  país  también  varios  buques  de  muy  buena 
calidad:  entre  ellos  el  Simón  Bolívar,  qne  recibía  á 
bordo  cerca  de  3,000  cargas,  el  Bismarck,  el  Anita, 
que  acaba  de  naufragar,  y  el  Mariscal  Sucre,  qne  se 
dice  ser,  por  su  fuerza,  su  economía  de  combustible, 
su  gran  capacidad  y  poco  calado,  y  su  comodidad  para 
los  pasajeros,  el  mejor  de  los.  vapores  que  ha  remonta- 
do las  aguas  de  nuestro  río.  Pareciera  que  á  su  ilustre 
nombre  está  encadenada  la  fortuna. 

Los  señores  López  &  Navarro,  entiendo,  han  toma- 
do á  su  cargo  la  resolución  del  problema  de  navegar 
el  río  Lebrija,  hasta  algún  punto  más  cercano  á  Buca- 
ramanga,  con  dos  pequeños  vapores:  el  Lelrija  y  algún 
otro:  se  dice  que  ellos  han  hecho  exploraciones  valio- 
sas en  el  Cesar,   que  se  juzga   navegable  hasta  arriba 


182  Nuevas  Compañías 

de  la  Ciénaga  de  Zapatosa,  y  en  el  Carare,  el  cual,  se- 
gún he  visto  en  el  interesante  opúsculo  biográfico  sobre 
el  señor  José  María  Pino,  anuncia  el  señor  J.  T.  Gai- 
brois,  se  proponen  remontar  con  un  vaporcito  pe- 
queño hasta  la  confluencia  de  los  ríos  Horta  y  Minero, 
25  ó  30  leguas  arriba  de  su'desembocadura,  y  notable- 
mente cerca  de  las  importantes  poblaciones  de  Vélez, 
Moniquirá  y  Suaita. 

Algunos  comerciantes  de  Ocafia  y  Bucaramanga, 
asociados  en  la  Compañía  Santander eana^  repara- 
ron los  vapores  BarranquiUa  y  Vengpecliea,  y  con  los 
nombres  de  El  Santander  y  Ul  Libertador,  formaron 
una  línea  que  navega  exclusivamente  entre  Bodega 
Central,  cerca  de  la  boca  del  Lebrija,  Puerto  Nacional 
y  BarranquiUa,  dando  transporte  barato  al  café,  el 
cacao,  los  cueros  y  el  azúcar  de  la  cordillera  de  Ocafia 
y  de  los  valles  altos  de  Bucaramanga. 

El  ciudadano  americano  señor  Rappin  introdujo 
en  1884  el  vapor  Neiva,  destinado  primero  al  alto  Mag- 
dalena, al  que  debían  seguir  otros  dos  á  propósito  para 
esa  Sección.  Desalentado  quizás  con  la  falta  de  carga, 
que  la  caída  del  tabaco  y  de  la  quina  en  Europa  ha 
ocasionado  en  ella,  ni  ha  traído  los  dos  nuevos  buques, 
ni  prosiguió  allí  sus  viajes,  y  hoy  navega  entre  Honda 
y  BarranquiUa. 

El  señor  Pedro  María  de  la  Rosa,  antiguo  nave- 
gante del  Magdalena,  parece  estar  formando  una  nue- 
va línea  de  pequeños  vapores,  para  servir  el  tráfico 
local  (le  los  pueblos  y  de  los  colonos  ribereños,  y  reco- 
ger á  su  [)uso  todos  los  productos  comerciales  de  los 
bosques  y  de  las  pequeñas  labranzas,  como  son  el  palo 


Pilotos  célebres  183 

mora,  la  tagua,  el  cedro,  el  guayacán,  el  caoba,  las 
pieles  de  los  animales  del  monte  y  de  los  caimanes,  el 
pescado,  etc.;  empresa  que,  aparte  de  los  provechos 
que  ofrece  á  los  empresarios,  será  mucho  más  benefi- 
ciosa para  los  pobladores  de  las  orillas  del  río,  á  quie- 
nes estimulará  en  sus  trabajos  y  llevará  los  recursos 
de  que  hoy  carecen.  Esa  empresa  merecería  ser  sub- 
vencionada por  el  Gobierno  con  alguna  suma,  en  obse- 
quio de  esos  valerosos  colonos  que  afrontan  hoy  no 
sólo  la  malaria  de  riberas  pantanosas,  sino  el  dolor 
profundo  de  la  soledad. 

El  primero  de  estos  vapores  lleva  el  nombre  de  Ma- 
ría Fernanda. 

Así  pues,  en  los  sesenta  y  cuatro  años  corridos  des- 
de que  principió  la  navegación  por  vapor,  han  entrado 
al  río  unos  setenta  buques,  seis  de  ellos  en  los  pri- 
meros veinticuatro  años,  y  el  resto  en  los  cuarenta  res- 
tantes. Avaluados  unos  con  otros  á  $36,000,  tenemos 
$2.500,000  en  gastos  de  primera  adquisición,  y  se  pue- 
de calcular  en  otro  tanto  los  de  almacenes,  diques,  ta- 
lleres de  reparación  y  mobiliario.  El  servicio  prestado 
al  país  representa  centenas  de  millones. 

íío  debe  ser  perdido  el  nombre  de  los  nacionales  y 
extranjeros  que  han  concurrido  á  este  resultado.  Ade- 
más de  los  mencionados,  recordaré  el  de  los  siguientes: 

El  Capitán  James  D.  Williamson,que  condujo  desde 
Cork,  en  Irlanda,  hasta  Santamarta,  el  vapor  Z7/2i(?X  en 
Mayo  de  1839;  operación  considerada  en  extremo  peli- 
grosa y  difícil. 

El  piloto  Encarnación  Capelo,  del  mismo  vapor, 
-tiene  reputación  de  haber  sido  el  mejor  en  su   clase. 


181  Empresarios  y  Capitanes  de  vapores 

por  su  conocimiento  de!  río,  serenidad,  firmeza  de- 
carácter y  habilidad  en  su  profesión,  que  ha  existido 
en  el  Magdalena. 

Los  Capitanes  William  Chapman  y  Ilenry  Beck- 
man,  de  los  vaj)orés  Magdalena  y  NuevaGranada,  re- 
pitieron la  hazaña  del  Capitán  Williamson,  trayendo 
desde  Tvnova  Yoik  sus  respectivos  vapores.  El  Capi- 
tán Chapman,  muy  popular  en  el  Magdalena  por  sn 
benevolencia  general  y  buen  trato  á  los  pasajeros, 
sirvió  también  mucho  con  su  experiencia  acerca  de  las 
peculiaridades  del  río,  dirigiendo  en  los  Estados  Uni- 
dos y  en  Inglaterra  la  construcción  de  buques  más  ade- 
cuados á  las  exigencias  locales. 

Los  señores  Juan  Manuel  Arrubla,  Kaimundo  San- 
tamaría, Luis  Montoya,  Pedro  Mosquera,  A.  Torres  y 
Rafael  Alvarez,  fueron  las  únicas  personas  que  se  atre- 
rieron  á  tomar  acciones  en  la  primera  Compañía  da 
navegaci.ón  organizada  por  el  señor  Elbers  en  Bogotá 
en  1827. 

Los  señores  Francisco  Montoya,  en  primera  línea,- 
Manuel  Abello,  José  Antonio  Cataño,  Santos  Agu- 
delo,  José  María  Pino,  Joaquín  y  Mannel  Julián  de- 
Mier,  Evaristo  L^jueta,  Pedro  Díaz  Granados,  Lázaro 
María  Herrera  y,  Juan  Antonio  Gómez,  primeros  fun- 
dadores de  la  Comjoañía  Unida  de  Santamarta  en- 
1846,  Compañía  que  aún  existe,  á  pesar  de  tantas  vici- 
situdes. 

Los  señores  Manuel  Marcelino  Núfíez,  Pedro  Ma- 
ciá,  Coronel  G.  M.  Totten,  Francisco  de  Z  ubi  ría,  An- 
tonio Rodríguez  Torices,  Senén  Benedetti  y  José  Pa- 
blo Rodríguez  de  la  Torre,  primeros  organizadores  de 
la  Empresa  de  canalización  y  navegación  por  vapor  del 


Carlos  H.  Siinmonda  185 

dique  de  Cartagena.  Entre  éstos  el  Coronel  Totten 
merece  mención  especial,  por  haber  sido  el  ingeniero 
que  ejecutó  los  primeros  trabajos  serios  en  la  limpia  de 
eso  brazo  del  Magdalena,  el  constructor  y  administra- 
dor, durante  los  primeros  veinte  afios,  del  ferrocarril 
de  Panamá,  y  uno  de  los  primeros  empresarios  del  fe- 
rrocarril de  Girardot  en  los  Estados  Unidos,  en  ten- 
tativas que  fracasaron  á  causa  de  las  guerras  civiles  de 
1875  y  1876.  También  fue  Presidente  de  la  Comisión 
técnica  organizada  por  M.  de  Lesseps  en  1880,  para 
determinar  la  línea  de  Canal  Interoceánico  por  la  vía 
de  Panamá. 

El  señor  Carlos  H.  Simmonds,  no  sólo  montó  por 
su  sola  cuenta  el  vapor  Elena  Simmonds,  sino  que  fue 
siempre  accionista  en  estas  empresas,  durante  su  resi- 
dencia en  Santamarta;  ha  sido  el  comerciante  más  ac- 
tivo, emprendedor  y  liberal  en  las  negociaciones  que 
tuvo  la  Costa  Atlántica;  en  la  que  impulsó  poderosa- 
mente todos  los  ramos  posibles  de  trabajo  útil;  y  aca- 
ba de  introducir  el  primer  vapor  que  ha  navegado  las 
aguas  del  Alto  Cauca.  No  he  conocido  persona  en 
quien  se  vean  en  tan  alto  grado  ligadas  la  actividad 
en  el  trabajo  con  el  desinterés  y  la  generosidad  más 
caballerosos,  sobre  todo  en  los  asuntos  de  interés  ge- 
neral. 

Al  señor  Francisco  Montoya  no  sólo  se  debe  la 
introducción  del  vapor  Unión,  en  1839,  y  el  del  Pa- 
trono, en  1856,  sino  el  fomento  más  decidido  á  todas 
las  empresas  de  exportación,  y  en  especial  al  gran  des- 
arrollo del  cultivo  del  tabaco  en  Ambalema,  de  1848 
á  1856.  Después  de  allegar  la  fortuna  más  considera- 


186  Francisco  Montoya 

ble  en  este  país,  y  de  fundar  en  Londres  una  casa  co- 
lombiana que  conquistó  allí  simpatías  y  respeto,  con- 
tratiempos ocurridos  en  sus  negocios  de  Europa  die- 
ron término  desgraciado  á  los  esfuerzos  de  su  laborio- 
sa carrera. 

Puesto  que  he  dado  especial  atención  á  la  industria 
del  tabaco  como  verdadera  fundadora  de  la  navegación 
por  vapor,  séame  permitido  recordar  que  el  General 
Joaquín  Posada  fue  el  primer  iniciador  de  la  expor- 
tación de  este  artículo  en  1834,  año  en  que  llevó  á 
Londres  las  primeras  pacas  del  nuestro.  Como  de  or- 
dinario sucede,  ese  primer  ensayo  fue  desgraciado,  ya 
por  no  ser  conocido  el  aroma  especial  del  de  Ambalema, 
ora  por  la  defectuosa  preparación  en  andullos  que  im- 
ponía el  monopolio,  y  que  fue  causa  de  que  las  hojas 
resultasen  rotas  é  inútiles  para  emplearlas  como  capa 
de  los  cigarros. 

Vivamente  siento  ignorar  el  nombre  de  los  Capita- 
nes de  los  vapores  Santander  y  Gran  Bolívar,  los  pri- 
meros que  atravesaron  el  Océano  y  navegaron  en  nues- 
tro río;  ojalá  qne  algún  día  logremos  salvarlos  del 
olvido. 


^^:^^^U- 


CAPITULO  XY 


LAS    CIUDADES    DEL    DELTA 


Santamaría. —Ventajas  y  desventajas  de  ésta. — Sus  habitantes. 
Proyecto  de  ferrocarril  al  Banco. — Cartagena. — Origen  de  su 
prosperidad. — El  Dique. — Avance  del  mar  sobre  la  tierra. — 
Barranquilla  y  Sabanilla. — El  Ferrocarril.— Su  porvenir.— 
Las  líneas  de  vapores  trasatlánticos. 

Tres  ciudades  se  disputan  en  el  Atlántico  la  su- 
premacía en  el  comercio  del  Magdalena:  Santamarta, 
en  la  boca  oriental;  Barranquilla,  en  la  salida  central 
de  la  Boca  de  Ceniza,  y  Cartagena,  á  la  desembocadu- 
ra occidental  del  brazo  del  Dique.  Todas  tres  han  dis- 
frutado alternativamente  do  ese  privilegio,  y  hacen 
cada  día  los  esfuerzos  posibles  para  atraérselo. 

Santamarta,  la  ciudad  fundada  por  Rodrigo  Bas- 
tidas en  1525,  es  la  más  antigua  de  las  tres,  y  la  que 
tiene  el  mérito  indisputable  de  haber  sido  el  punto  de 
partida  de  donde  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada  em- 
prendió el  descubrimiento  y  conquista  de  las  regiones^ 
interiores  de  los  Andes,  entre  ellas  del  reino  yá  medio 
civilizado  de  los  Muiscas.  Situada  al  pie  de  las  sierras 
Nevada  y  Tairona,  de  cuyas  faldas  meridionales  y  occi- 
dentales se  desprenden  numerosas  corrientes  de  agua, 
que  forman  valles  amenos  y  probablemente  salubres, 


188  Santa77iarta 

densamente  poblados  al  tiempo  de  la  conquista  por 
tribus  indígenas,  es  muy  de  extrañar  que  su  comarca 
no  hubiese  sido  teatro  de  una  próspera  colonización, 
sobre  todo  en  las  fértiles  alturas  de  la  Ramada  y  Poci- 
güeica.  Hacia  este  último  lado  encontré  en  1867,  en 
un  viaje  que  hice  por  tierra  en  compañía  del  señor 
Aquileo  Parra,  desde  Santamarta  hasta  Ocaña,  una 
familia  inglesa  inmigrada  desde  1825  (Campbell  de 
apellido,  sino  me  engañan  mis  recuerdos),  estableci- 
da en  la  parte  alta  del  río  de  San  Sebastián  de  la  Fun- 
dación, con  plantaciones  de  café  y  de  cacao.  Vivía  aún 
allí  la  señora  con  sus  hijos,  y  en  sus  modales  y  conver- 
sación pudimos  descubrir  que  pertenecía  á  la  clase 
culta  de  Inglaterra;  prueba  evidente  de  que  el  clima  de 
esa  región  es  sano  y  á  propósito  para  la  raza  europea. 
Sin  embargo,  hoy  toda  esa  comarca  es  un  desierto. 

Santamarta  tiene  las  siguientes  ventajas  para  for- 
mar una  buena  ciudad  comercial: 

Puerto  profundo,  abrigado  de  los  nortes  por  la  isla 
del  Morro,  y  de  fácil  acceso  para  los  buques,  los  cua- 
les, aun  los  de  mayor  porte,  pueden  fondear  con  segu- 
ridad á  cincuenta  metros  de  la  playa. 

Agua  potable  en  abundancia,  suministrada  por  el 
cristalino  Manzanares,  que  desemboca  en  el  mar  por 
uno  de  los  costados  de  la  ciudad. 

La  vecindad  de  la  gran  Ciénaga,  abundante  en  pes- 
cado, rodeada  de  tierras  en  extremo  fértiles,  regadas 
por  los  ríos  Gaira,  Papares,  Córdoba,  Frío  y  otros. 

Facilidad  de  comunicarse  con  el  Magdalena  por 
medio  de  los  caños  de  este  río  que  desembocan  en  la 
Ciénaga;  la  cual  acaso  pudiera,  con  algún  trabajo,  ser 
convertida  en  otro  puerto  de  buenas  condiciones. 


Los  samarlos  189 

En  cambio,  la  vecindad  de  las  abruptas,  por  el  laclo 
Septentrional,  y  descubiertas  faldas  de  la  Sierra  No- 
vada,  la  priva  de  los  vientos  de  tierra  y  hace  subir  la 
temperatura  á  un  nivel  desagradable  y  aun  malsano 
para  el  hombre.  Según  las  observaciones  de  Boussin- 
gault,  Santamarta,  con  una  temperatura  media  de 
28°  6  del  centígrado,  y  á  veces  hasta  42°  á  la  sombra 
durante  el  día,  es  la  ciudad  más  caliente  de  toda  la 
América  tropical;  un  grado  más  que  la  Guaira  (cuyas 
condiciones  topográficas  son  muy  semejantes),  Carta- 
gena, Barranquilla,  Panamá  y  Cumaná,  y  2°  más  que 
Tumaco  y  Guayaquil,  en  el  Pacífico. 

Una  playa  pantanosa  que  la  rodea  hacia  el  Oriente 
produce  emanaciones  fétidas  é  indudablemente  mal- 
sanas; pero  la  influencia  de  esta  causa  pudiera  desapa- 
recer fácilmente  por  medio  de  un  saneamiento  conve- 
nientemente dirigido  y  la  siembra  abundante  de  árbo- 
les que  absorbiesen  los  miasmas. 

Estas  dos  circunstancias  hacen  en  el  día  algún 
tanto  insalubre  el  clima  y  han  contribuido  no  poco  á 
la  decadencia  de  esta  antigua  y  benemérita  ciudad. 

Luchando  constantemente  contra  las  ventajas  que 
la  protección  oficial  ha  concedido  siempre  á  Cartage- 
na, Santamarta  ha  tenido  algunos  de  los  más  activos 
é  inteligentes  comerciantes  del  país:  los  señores  Mier, 
Abellos,  Cátanos,  Díaz  Granados,  Yengoecheas,  Fer- 
gusson,ííogueras,  Simmondsy  otros,  quienes  sucesiva- 
mente, con  pocas  excepciones,  se  han  visto  obligados 
á  buscar  teatro  para  sus  trabajos  en  otros  lugares, 
Gran  parte  de  la  población  samaría  se  ha  dispersado, 
principalmente  á  París,  á  Barranquilla  y  á  Bogotá; 


190  Ferrocarril  al  Banco 

pero  es  fácil  reconocerlos  en  dondequiera  por  su  acti- 
vidad en  el  comercio,  la  buena  letra  y  las  aptitudes 
especiales  para  la  contabilidad;  muestra  de  la  buena 
escuela  de  adversidad  y  de  Inclia  on  que  fueron  edu- 
cados. 

En  el  día  piensan  los  samarlos  en  el  gran  proyecta 
de  un  ferrocarril  hasta  el  Banco,  como  si  quisiesen 
hacer  competencia  al  río  Magdalena  que,  más  que 
nadie,  han  contribuido  ellos  á  proveer  de  vapores;, 
pero  empresa  que  es  de  temer  no  pase  de  la  parte  yá 
ejecutada  desde  Santamaría  hasta  Pueblo  viejo,  en 
la  Ciénaga.  Sesenta  leguas  de  vía  férrea,  á  lo  menos, 
al  través  de  todos  los  ríos  que  nacen  de  la  Sierra  Tai- 
rona,  y  de  bosques  y  ciénagas  despoblados,  llenos  de 
plaga,  en  donde  se  respira  la  fiebre,  serían  en  extrema 
costosas  en  vidas  y  en  dinero,  y  no  podrían  propor- 
cionar jamás  fletes  más  baratos  que  el  río  Magdalena, 
navegable  en  ese  trayecto,  hasta  Tacaloa  y  aún  más 
arriba,  por  los  mismos  buques  de  mar.  Me  parece  que 
ese  proyectóse  anticipa  más  de  medio  siglo  á  las  nece- 
sidades de  esa  región,  en  la  que  no  alcanza  talvez  á 
60,000  habitantes  la  población  que  pudiera  servirse  de 
la  vía;  pues  la  que  vive  sobre  el  Magdalena  preferiría 
siempre  hacer  uso  del  río,y  la  situada  sobre  el  Kanchería 
tiene  salida  más  natural  hacia  el  puerto  de  Riohacha. 

Mejor  fortuna  que  Santamaría  tuvo  Cartagena 
desde  su  fundación,  en  1533,  por  Pedro  de  Heredia. 
Las  grandes  cantidades  de  oro  recogidas  por  este 
desalmado  conquistador  en  los  primeros  pueblos  ocu- 
pados, principalmente  en  la  comarca   del  río  Sinú, — 


Cartagena  191 

que  sobrepujaron  la  fabulosa  suma  obtenida  en  el 
Perú  en  el  mismo  año  por  el  rescate  de  Atahualpa, — 
atrajeron  desde  los  primeros  días  de  la  fundación  déla- 
"ciudad  un  gran  número  de  pobladores  y  mercaderes, 
que,  rápidamente  enriquecidos,  dieron  principio  á  un 
establecimiento  considerable  y  duradero.  Convertida 
luego  en  plaza  fuerte  y  apostadero  marítimo  para  las 
flotas  de  galeones,  Cartagena  llegó  á  ser  en  breve  una 
de  las  plazas  principales  del  poderío  español  en  Amé- 
rica; pero  sobre  todo,  la  primera  del  Nuevo  Eeino 
de  Granada. 

Poblada  por  gentes  ricas  y  por  los  empleados  del 
Gobierno  Español,  desplegó  desde  un  principio  el  ge- 
nio alegre  y  hospitalario,  altivo  y  dominador,  algún 
tanto  aristocrático  en  las  clases  acomodadas,  que  ha 
mantenido  cierta  separación  entre  las  castas,  no  obser- 
vada en  las  demás  poblaciones  de  la  Costa;  pero  no 
tan  tenazmente  adicta  al  trabajo  como  se  nota  entre 
sus  rivales  de  la  orilla  derecha  del  Magdalena.  Con- 
tenida desde  muy  temprano  la  inmigración  española, 
por  la  dificultad  que  presentaba  el  atraso  de  la  nave- 
gación, de  una  parte,  y  de  la  otra  las  grandes  empre- 
sas navales  que  ocuparon  á  España  durante  los  agi- 
tados tiempos  de  Carlos  v  y  Felipe  n,  para  las  que 
era  insuficiente  su  escasa  marina  en  esos  días  aciagos, 
— la  prosperidad  de  Cartagena,  digo,  permaneció  es- 
tacionaria casi  desde  entonces  hasta  la  época  de  la  In- 
dependencia, sostenida  su  población,  más  que  por  una 
inmigración  ó  un  comercio  activo,  por  los  intereses 
burocráticos  de  la  Monarquía  española,  que  llegó  á 
hacer  de  ella  la  plaza  más  fuerte  de  la  América  meri- 


192  Las  murallas. — El  Dique 

dional.  Baste  decir  que  sus  murallas  y  fortificaciones 
costaban,  hasta  mediados  del  siglo  pasado,  más  de 
$  70.000,000;  suma  enorme,  si  se  tiene  en  cuenta  que 
los  metales  preciosos  valían  en  esos  tiempos  tres  ó 
cuatro  veces  más  que  en  la  actualidad.  Teniendo  en 
cuenta  esa  circunstancia,  ese  desembolso  representa- 
ba tanto  como  %  250.000,000  á  mediados  de  este  siglo. 
;Cuán  otra  sería  la  suerte  de  estos  países  si  esas  cuan- 
tiosas riquezas,  unidas  á  las  no  menos  enormes  inver- 
tidas en  las  fortificaciones  de  Panamá,  Portobelo  y 
Chegres,  lo  hubiesen  sido  en  escuelas,  en  buenos  ca- 
minos hacia  el  interior,  en  traernos  aquí  una  parte 
de  la  población  morisca  que  los  Felipes  ii  y  iv  em- 
pujaron desapiadadamente  á  morir  sobre  las  costas 
africanas  I 

Lo  mismo  ([ue  Santamarta,  Cartagena  luchaba 
con  la  dificultad  de  comunicarse  con  el  Magdalena 
por  algún  medio  menos  peligroso  que  el  de  atravesar 
la  barra  de  las  bocas  de  este  río.  El  cano  llamado  de 
El  Dique,  que  desemboca  en  el  mar  diez  leguas 
al  Sur  de  la  ciudad,  no  fue  nunca  navegable  más  que 
por  canoas  y  champanes,  y  aun  para  este  efecto  exi- 
gía que  todos  los  años  fuese  limpiado  de  la  tupida  ve- 
getación acuática  (llamada  tapón  ó  tarullo)  que  lo 
obstruía;  y  en  la  vacilación  do  tener  abierto  este 
canal  de  cuarenta  leguas  de  extensión,  ó  de  construir 
un  buen  camino  por  tierra,  de  veinticinco,  nunca  se 
tuvo  lo  uno  ni  lo  otro. 

No  es  esta  la  única  dificultad  para  Cartagena. 

Carece  de  agua  potable,  y  aunque  sería  posible  lle- 
varla de  Turbaco  por  medio  de  un  acueducto  de  cua- 


Avariue  del  Día?'  Caribe  193 

tro  ó  cinco  leguas,  hi  íiusenciii  de  administración  mu- 
nicipal durante  el  período  de  la  colonia  no  perntiitió 
acometer  esa  obra,  y  la  pobreza  á  que  quedó  reduci- 
da después  del  memorable  sitio  de  1815,  tampoco  le 
ha  dado  recursos  para  ello.  Los  habitantes  tienen 
que  recoger  en  aljibes  el  agua  de  la  estación  lluviosa, 
única  con  que  cuentan  para  los  variados  usos  y  exi- 
gencias del  clima. 

La  entrada  al  puerto  es  otra  dificultad.  Los  bu- 
x][ues  procedentes  del  Norte  tienen  que  bajar  casi  tres 
leguas  al  )Sur  para  penetrar  por  el  canal  estrecho  de 
Bocachica,  y  remontar  luego  por  la  bahía  hasta  el 
fondeadero  inmediato  á  la  ciudad.  En  otro  tiempo 
había  la  entrada  de  Bocagrande,  de  poco  fondo  tal 
vez,  mas  inmediata  á  la  ciudad;  pero  fue  preciso 
obstruirla  por  medio  de  una  escollera  de  pilotes,  cons- 
truida á  grandes  gastos  (I  1.600,000)  á  mediados  del 
siglo  pasado,  para  defender  la  ciudad  de  las  irrupcio- 
nes del  mar  en  la  época  en  que  dominan  los  vientos 
del  Norte.  El  mar  Caribe  parece  estar  avanzando  ha- 
cia lo  interior  de  las  tierras,  pues  esa  escollera,  en 
otro  tiempo  considerada  protección  bastante,  yá  no  lo 
es,  de  suerte  que  se  piensa  prolongarla  por  algunos 
centenares  de  metros  más;  en  las  bocas  del  Magdalena 
está  desapareciendo  la  isla  de  Los  Gómez,  que  se 
extendía  paralela  á  la  costa  de  la  orilla  derecha  íi 
oriental;  en  Santamarta,  el  castillo  de  San  Felipe, 
construido  á  principios  de  este  siglo  con  baterías  de 
barbeta,  que  sobresalían  casi  dos  metros  sobre  la  playa, 
se  encuentra  hoy  algunos  pies  debajo  del  agua.  La 
calle  principal  de  Riohacha  fue  arrebatada  por  las  olas, 

13 


194  Porvenir  de  Cartagena 

según  he  visto  en  el  viaje  de  M.  E.  Eeclus.  Igual  ob- 
servación me  pareció  hacer  en  La  Guaira,  en  donde 
el  mar  invade  yá  la  carrilera  del  ferrocarril  de  Macu- 
to, y  destruyó  en  Diciembre  último  las  obras  del  ta- 
jamar. En  Sabanilla  barrió  la  isla  Verde,  y  rom- 
pió también  en  el  mismo  mes,  y  quizás  el  mismo  día, 
la  prolongación  del  ferrocarril  hacia  Puertobelillo, 
construida  sobre  la  playa  de  arena  que  rodea  por  el 
Norte  el  antiguo  puerto  de  Sabanilla,  y  que  se  reputa- 
ba yá  terreno  firme. 

Del  mismo  peligro  parece  estar  amenazada  Carta- 
gena en  toda  la  cortina  de  muralla  que  se  extiende 
desde  Santa  Catalina  hacia  el  Norte. 

La  prosperidad  de  esa  ciudad  no  depende  princi- 
palmente de  la  navegación  del  Dique,  cuanto  del 
desarrollo  de  sus  industrias  pecuaria  y  agrícola,  que 
cuentan  yá  con  bases  firmes  para  un  progreso  no- 
table en  el  porvenir.  La  población  del  Departamen- 
to no  baja  de  300,000  habitantes,  quizá  demasia- 
do regados  en  una  grande  extensión  de  su  terri- 
torio, el  cual  ocupa  algo  más  de  25,000  millas  cuadra- 
das, de  terrenos  fértilísimos,  con  excepción  tan  sólo 
de  algunas  ciénagas  formadas  por  los  derrames,  del 
brazo  del  Dique.  En  sus  extensas  sabanas,  cubiertas 
de  pastos  naturales  y  regadas  por  aguas  abundan- 
tes, se  mantienen  rebaños  de  ganado  vacuno,  que 
no  bajan  de  un  millón  de  cabezas,  y  en  sus  tierras  de 
labor  se  cosecha  algodón,  del  que  en  un  tiempo  se 
llegó  á  exportar  más  de  20,000  quintales  anuales; 
tabaco,  del  que  se  exportó  durante  algunos  afios  de 
60  á  80,000  quintales;  maíz,  que  suele  salir  en  busca 


La  ciudad  heroica  195 

del  mercado  de  las  Antillas;  arroz,  suficiente  para  el 
consumo  interior;  ñames,  batatas  y  otras  raíces  ali- 
menticias que  en  el  día  se  llevan  en  cantidades  no 
despreciables  á  los  trabajadores  del  canal  de  Panamá: 
en  suma,  producciones  alimenticias  que  dan  amplio 
sustento  á  sus  habitantes,  entre  quienes  predomina  la 
raza  africana,  mezclada  con  raza  blanca  en  su  mayor 
-parte. 

Cartagena  tiene  en  nuestros  fastos  republicanos 
el  merecido  nombre  de  Ciudad  Heroica:  timbre  ga- 
nado cuando,  sitiada  en  1815  por  Morillo  con  un 
ejército  de  8,500  hombres,  sostenidos  por  una  fuerte 
escuadra  en  el  mar,  sus  habitantes  rechazaron  duran- 
te cuatro  meses  todos  los  ataques  del  ejército  sitiador, 
perdieron  por  la  peste  y  el  hambre  más  de  la  tercera 
parte  de  su  número,  y  abriéndose  paso  por  en  medio 
de  la  flota  enemiga  en  pequeñas  embarcaciones,  deja- 
ron al  enemigo  una  ciudad  poblada  de  espectros,  obs- 
truidas sus  calles  por  los  cadáveres,  pero  no  rendid«i 
ni  humillada.  La  visité  en  1887,  y  el  recuerdo  de  su 
heroísmo  cubrió  á  mis  ojos  el  aspecto  desolado  y  triste 
que  todavía  presenta  á  la  vista  del  viajero.  I^o  vi 
sus  casas  deshabitadas  ni  me  fijé  en  sus  murallas  aban- 
,  donadas,  entre  cuyas  brechas 

hoy  sacude 

La  grama  del  erial  su  infausta  espiga. 

Me  llenó  la  visión  de  su  glorioso  pasado,  creí  sen- 
tir el  soplo  de  patriotismo  de  sus  guerreros  y  ver  aun 
BUS  banderas,  desgarradas  por  las  balas  enemigas,  fla- 
meando sobre  sus  baluartes;  me  descubrí  reverente  de- 
lante  de  los  bustos  de  sus  mártires  en  la  plaza  de  la 


196  La  co/narca  de  Cartagena 

Independencia, — en  la  que  hace  falta  la  sombra  de 
grandes  árboles, — y  el  confuso  alboroto  de  nuestras 
estériles  discordias  no  ahogó  para  mí  la  voz  resonante 
de  1815,  que  todavía  me  parecía  vibrar:  ¡Libertad! 
¡Patria! 

Durante  la  colonia  el  Gobierno  Español  quiso  hacer 
de  Cartagena  el  único  puerto  para  el  interior,  y  su  po- 
blación llegó  á  pasar  de  20,000  habitantes.  Su  caserío 
de  cal  y  canto,  con  habitaciones  amplias  y  cómodas,  sus 
edificios  públicos  de  aspecto  imponente,  sus  murallas 
almenadas  á  trechos,  de  ocho  metros  de  altura  y  casi 
otros  tantos  de  espesor,  en  doble  línea  hacia  el  barrio 
de  Jemani,  protegida  por  fuertes  baluartes  en  los  si- 
tios expuestos  al  ataque, — demuestran  el  interés  promi- 
nente que  tenía  á  los  ojos  de  la  metrópoli;  pero  hoy, 
que  no  se  la  reputa  plaza  de  guerra  sino  puramente 
comercial,  esos  arreos,  en  lugar  de  hermosearla,  mues- 
tran la  contrariedad  de  su  destino  y  manifiestan  deca- 
dencia. El  Gobierno  republicano,  que  concedió  igual- 
dad de  derechos  comerciales  á  Santamarta,  permitió 
que  ésta  se  sobrepusiera  á  Cartagena  en  la  preferencia 
de  los  comerciantes  del  interior,  á  causa  de  sus  mayo- 
res facilidades  para  unirse  con  el  Magdalena,  y  la  últi- 
ma vio  bajar  su  población  á  menos  de  7,000  habitan- 
tes. Empero,  la  prosperidad  del  Carmen  y  demás  pue- 
blos productores  de  tabaco,  y  la  de  las  llanuras  de  Co- 
rozal,  con  crías  de  ganado,  han  revivido  la  actividad 
comercial  de  sus  almacenes,  y  uniéndose  á  ello  la  nave- 
gación por  vapor  en  el  Dique,  que  ha  atraído  parte  del 
comercio  de  tránsito  de  Antioquia  y  Cundinamarca, 
le  ha  restituido  alguna  prosperidad.  Hoy  me  parece 
que  no  faltan  12,000  vecinos  dentro  de  sus  murallas. 


¡Sabanilla  197 

Hasta  1870  Santamarta  atraía  á  su  buen  puerto 
las  nueve  décimas  partes  de  las  importaciones  y  las 
tres  cuartas  de  las  exportaciones  del  Magdalena;  era 
también  la  vía  que  tomaban  los  viajeros  del  interior; 
pero  en  ese  año  fue  terminado  un  ferrocarril  de  cinco 
legua?,  desde  Barranquilla  hasta  Salgar  (rada  abierta, 
situada  entre  la  bahía  del  Nisperal  y  el  antiguo  puer- 
to de  Sabanilla),  y  con  esa  mejora  todo  el  comercio  del 
interior  tomó  esa  nueva  vía. 

Barranquilla,  cuatro  leguas  arriba  de  la  boca  prin- 
cipal del  río  Magdalena,  tenía  dos  salidas  al  mar: 

La  boca  de  Ceniza,  y  la  del  caño  de  la  Pina  al  puer- 
to de  Sabanilla. 

El  canal  de  la  primera,  obstruido  de  ordinario  por 
una  barra  de  arena,  que  cambia  de  posición  con  fre- 
cuencia, y  alborotado  siempre  por  el  choque  de  la  co- 
rriente del  río  contra  las  olas  del  mar,  ha  sido  consi- 
derado peligroso;  en  tales  términos,  que  los  primeros 
conquistadores,  á  pesar  de  su  indomable  audacia,  no 
se  atrevieron  á  penetrar  por  él,  hasta  que  el  caballero 
portugués  Jerónimo  Meló  dio  el  primer  ejemplo,  por 
los  años  de  1530,  esto  es,  cinco  años  despuqs  de  la  fun- 
dación de  Santamarta.  En  consecuencia,  sólo  buques 
de  vapor  de  poco  calado  se  habían  atrevido  á  penetrar 
por  esa  vía. 

En  1868,  sin  embargo,  el  señor  Joaquín  Palacio, 
administrador  entonces  de  la  aduana  de  Sabanilla, 
hizo  verificar  sondeos  repetidos  en  dicha  boca,  y  en- 
contró que  la  barra  había  casi  desaparecido,  pues  daba 
fondo  de  22  á  27  pies,  con  cuya  noticia  el  Congreso 
permitió  la  entrada  de  buques  de  mar  hasta  Barran- 


198  Bocas  de  Ceniza 

quilla.  Por  lo  pronto  se  creyó  que  esa  situación  sería 
duradera;  pero  aparte  de  que  ese  paso  requería  boya» 
incesantemente  cambiadas,  á  medida  de  los  frecuentes 
cambios  en  el  canal,  prácticos  experimentados  y  re- 
molcadores de  gran  fuerza,  la  barra  reapareció,  según 
parece,  pues  el  hecho  es  que  los  buques  de  la  línea  de 
vapores  Atlas,  que  eran  los  frecuentadores  de  esa  vía, 
no  han  vuelto  á  hacer  uso  de  ella. 

El  representante  de  un  Sindicado,  formado  en  Nue- 
va York,  para  servir  de  base  á  una  compañía  que  se 
propone  obtener  del  Congreso  un  privilegio  para  man- 
tener expedito  el  paso  de  la  barra,  por  medio  de  tra- 
bajos semejantes  á  los  empleados  por  el  Capitán  Eads 
en  la  boca  del  Mississippi,— se  encuentra  en  esta  ciudad 
hace  yá  casi  tres  aQos  en  esa  solicitud;  pero  no  parece 
haber  conseguido  llamar  la  atención  del  Grobierno 
hacia  esta  empresa,  la  que,  en  mi  conceptO;  es  mere- 
cedora de  un  estudio  serio.  » 

El  caño  de  la  Pifia  que,  durante  algunos  afios,  fue 
objeto  de  estudios  y  tentativas  para  hacerlo  navegable 
por  los  vapores  del  río,  tropezó  con  un  obstáculo  in- 
vencible: líis  areijas  arrastradas  por  el  Magdalena  en 
sus  crecidas  cegaron  el  puerto  interior  de  Sabanilla, 
dejándolo  reducido  á  un  fondo  de  sólo  11  á  12  pies, 
por  consiguiente  inútil  para  los  vapores  trasatlánticos. 

Lo  que  se  llama  el  Puerto  de  Sabajiilla  se  compone 
de  cuatro  partes  distintas:  entrando  del  mar,  afuera, 
se  encuentra,  en  primer  lugar,  la  bahía  del  ís"isperal, 
espacio  extenso  defendido  hacia  el  Sur,  y  en  parte, 
hacia  el  Occidente,  por  los  cerros  de  la  costa  del  mis- 
mo nombro,  cerros  sin  vegetación  alta,  sin  agua  pota- 


Salgar  199 

ble,  cuyas  faldas  escarpadas  no  ofrecen  playa  alguna, 
en  dónde  desembarcar  casi  ni  aun  á  los  botes.  En  la 
«xtremidad  Xorte  de  esta  bahía  existían  una  isla  y 
una  faja  de  playa  prolongada  en  forma  de  cintura,  que 
formaba  un  puerto  profundo,  regularmente  abrigado 
de  los  Nortes,  conocido  con  el  nombre  de  Portoleli- 
.lio,  hasta  donde  se  pensó  prolongar  el  ferrocarril,  y  se 
prolongó  en  efecto,  para  establecer  el  fondeadero,  en 
1887;  pero  una  tempestad  furiosa  barrió  en  Diciem- 
bre del  mismo  año  la  isla,  y  rompió  gran  parte  déla 
playa;  de  suerte  que  esa  prolongación  del  ferrocarril, 
de  cosa  de  cinco  millas,  quedó  perdida. 

Hacia  el  Sur  había,  sobre  la  costa  rocallosa,  un  lu- 
gar adonde  podían  arrimar  vapores  pequeños, — que  se 
bautizó  con  el  nombre  de  Salgar,  en  lionor  del  enton- 
ces Presidente  de  la  República,  General  Eastorgio  Sal- 
gar,— hasta  el  cual  se  llevó  primero  el  ferrocarril  de 
Barranquilla  y  donde  se  estableció  el  desembarcadero 
de  los  pasajeros  y  las  mercaderías.  Los  buques  de  mar 
tenían  que  fondear  en  el  Nisperal,  en  una  situación 
desabrigada  y  aun  peligrosa  por  los  muchos  arrecifes 
de  la  inmediación,  y  las  mercancías  y  los  pasajeros 
eran  tomados  á  bordo  de  vapores  pequeños  que,  ya  en 
un  saloncito  estrecho  é  incómodo,  ora  en  grandes 
botes  llevados  á  remolque  por  aquéllos,  eran  condu- 
cidos á  Salgar,  seis  ó  siete  kilómetros  distante. 

Más  adentro  aún,  la  cintura  de  playa  arriba  men- 
cionada, que  se  prolonga  hasta  la  costa  misma,  en  la 
desembocadura  del  caño  de  la  Pifia,  formaba  el  anti- 
guo puerto  de  Sabanilla,  propiamente  dicho,  en  cuya 
playa  se  había  formado  una  pequeña  población  de  pes- 


200  El  ferrocarril  de  Barranquüla 

cadores,  en  la  cual  estaba  la  aduana.   Como  lie  dicho^ 
ese  sitio  tuvo  que  ser  abandonado. 

Hoy  el  desembarcadero  está  en  Salgar  con  mucha 
molestia,  gastos  y  aun  algo  de  riesgo  cuando  el  mar 
está  agitado;  pero  el  actual  empresario  del  ferrocarril, 
sefíor  Oisneros,  sin  desalentarse  por  la  pérdida  su- 
frida en  la  prolongación  á  Portpbelillo,  con  su  acos- 
tumbrada energía  está  prolongándolo  por  el  costado 
Sur,  hacia  la  bahía  de  Nisperal,  en  donde  se  propone 
construir  un  loarfe  internado  1,300  metros  hasta  el 
fondeadero,  á  efecto  de  que  pasajeros  y  mercancías 
bajen  directamente  del  buque  de  mar  á  los  carros  del 
ferrocarril  de  Barranquüla. 

Este  Ferrocarril,  el  segundo  construido  en  nuestro 
país, — de  catorce  millas  de  largo,  tres  pies  de  paralela, 
servido  por  locomotoras  de  18  toneladas  de  peso,  vago- 
nes de  10  toneladas  de  capacidad  y  coches  para  25  pasa- 
jeros,— fue  proyectado  en  1867  por  los  señores  General 
Ramón  Santodomingo  Vila  y  Ramón  B.  Jimeno,  y 
construido  en  1870  y  1871  por  los  señores  Koenigsberg. 
&  Wessels,  — á  quienes  aquéllos  traspasaron  el  privi- 
legio,— mediante  una  garantía  de  interés  de  7j°,  ofre- 
cida por  el  Gobierno,  sobre  un  capital  de  %  680,000, 
presupuestos  como  gasto  de  construcción  del  Ferro- 
carril y  de  dos  remolcadores  adicionales  para  el  servi- 
cio de  la  carga  y  descarga. 

No  habiendo  sido  suficiente  el  producto  neto  del 
Ferrocarril  para  cubrir  ese  7  por  100  de  garantía,  el 
Gobierno  tuvo  que  cubrir  el  déficit  durante  los  seis 
primeros  años,  lo  que  dio  motivo  á  que  éste  lo  com- 
prase, en  1877,  por  el  precio  estipulado  de  $  680,000. 


Ferrocarril  de  Barranquilla  201 

Los  gastos  de  conservación  y  servicio  aumentaron  en- 
tonces considerablemente,  porque  el  Gobierno  creó  una 
multitud  de  empleados  innecesarios,  como  ordinaria- 
mente sucede  en  la,  administración  de  las  empresas  en 
que  no  preside  el  interés  individual;  y  últimamente, 
en  1S86,  fue  cedido  al  señor  Francisco  J.  Oisneros,  en 
pago  de  acreencias  de  éste  contra  el  Tesoro  Nacional; 
pero  con  la  condición  de  prolongar  la  carrilera  hasta 
Portobelillo.  Ya  se  lia  visto  el  resultado  de  esa  pro- 
longación. 

Si  el  Ferrocarril  no  ha  sido  todavía  lucrativo  para 
sus  empresarios,  en  cambio  ha  sido  beneficioso  para 
la  ciudad  de  Barranquilla,  en  la  cual  se  ha  centraliza- 
do el  comercio  del  Magdalena,  y  cuya  población  ha 
subido,  de  12>000  á  más  de  25,000  habitantes  durante 
los  últimos  diez  y  seis  años;  no  del  todo,  eso  sí,  por  cau- 
sa del  Ferrocarril,  sino  también  de  las  líneas  de  vapores 
del  río  ahí  estacionadas;  pero  aquél  ha  confirmado  la 
superioridad  decidida  de  esta  ciudad  sobre  sus  rivales 
Santamarta  y  Cartagena.  Barranquilla  es  hoy  un 
punto  de  escala  comercial  importante,  todavía  no  con- 
vertido por  completo,  de  pajizo  poblachón  que  era 
ahora  cuarenta  años,  en  ciudad  moderna  con  las  co- 
modidades que  implica  la  palabra  ciudad.  Tiene  bas- 
tantes casas  de  cal  y  canto,  de  más  apariencia  exterior 
que  comodidad  interior  tal  vez;  cómodos  escritorios, 
almacenes  extensos,  algunas  calles  anchas,  provistas 
de  angostas  aceras;  muelles  y  lugares  de  estación  para 
recibir  y  refeccionar  los  vapores,  regularmente  provis- 
tos de  talleres  de  carpintería  y  de  maquinaria;  acaba 
de  adquirir,   debido  á  la  iniciativa  del   señor  Ramón 


202  Barranquilla 

B.  Jimeno,  un  acueducto  para  repartir  á  las  casas 
particulares  las  aguas  del  río;  tiene  un  mercado  cu- 
bierto, medianamente  cómodo,  y  empieza  á  construir 
algunas  quintas  semiurbanas,  rodeadas  de  jardines  y 
frutales.  Cuenta  yá  con  algunos  coches  para  el  seryi- 
cio  de  las  calles,  tirados  por  caballos  pequeños,  en  lo 
general  mal  mantenidos,  guiados  por  postillones  hábi- 
les para  gobernar  sus  caballos  y  no  menos  para  extor- 
sionar al  pasajero  poco  conocedor  del  precio  de  sus 
servicios;  tiene  dos  hoteles  principales,  bastante  con- 
curridos, en  uno  de  los  cuales  el  servicio  de  mesa  no 
deja  nada  que  desear,  pero  son  muy  calorosas  las  pie- 
zas, y  otro  cuya  casa  es  fresca  y  sombreada  por  algu- 
nos árboles,  pero  cuyo  servicio  no  parece  digno  de 
entera  alabanza,  según  llegó  á  mis  oídos.  Empero, 
todavía  abundan  las  casas  pajizas,  que  en  ese  clima 
<3onstituyen  un  gran  riesgo  de  incendios;  en  sus  calles 
sin  empedrar  ó  cubrir  de  otro  modo,  se  hunde  hasta 
el  tobillo  en  la  arena  el  pie  de  los  caminantes,  y  las 
nubes  de  polvo,  en  los  días  de  brisa,  son  verdadera- 
mente insoportables.  No  tiene  teatro;  carece  de  bafios 
cómodos  en  las  casas,  y  no  sé  que  haya  un  solo  baño 
público.  Empieza  apenas  á  plantar  árboles  en  sus  pla- 
cas y  lugares  concurridos  ;  no  tiene  un  paseo  público, 
v  todavía  no  se  ha  pensado  en  la  construcción  de  cloa- 
cas y  desagües  bien  servidos,  <jue  den  garantía  contra 
la  aparición  súbita  de  epidemias  destructoras.  Xece- 
sita  salir  de  la  orilla  de  un  caño  estrecho  y  tortuoso 
en  que  está  edificada,  á  ostentarse  nueva  y  verdadera 
reina  del  río,  en  el  ancho  y  majestuoso  cauce  prin- 
cipal de  éste.  Sobre  todo,  requiere,  como  base  esencial 


Competencia  de  las  tres  ciudades  203 

de  su  futura  prosperidad,  abrir  paso  á  los  buques  de 
mar  hasta  el  frente  de  sus  calles.  El  puerto  debe  ser 
trasladado  de  Salgar  ó  del  Nisperal  á  las  aguas  del 
Magdalena. 


La  competencia  de  las  tres  ciudades  colombianas 
del  Atlántico  tiene  alternativamente  inconvenientes  y 
ventajas  para  la  Nación.  Los  primeros  consisten  en  la 
rivalidad  incesante,  que  sirve  de  embarazo  al  Gobier- 
no para  proteger  eficazmente  el  interés  de  alguna  de 
ellas,  sin  suscitar  celos  y  descontento  en  las  otras. 
Esta  rivalidad  de  intereses  comerciales  se  transforma 
con  frecuencia  en  antagonismo  de  ideas  políticas,  y 
suele  llegar  á  constituir  un  elemento  de  inseguridad 
para  el  orden  público.  Lo  más  grave  de  todo  es  la  ne- 
cesidad de  distribuir  los  escasos  recursos  del  Gobierno 
General  entre  las  tres  vías,  lo  que  no  permite  conce- 
der á  ninguna  un  auxilio  suficiente  para  alguna  obra 
seria,  ni  mucho  menos  guardar  perseverancia  en  la 
ejecución  de  un  plan  de  mejoras  bien  meditado. 

En  cambio,  esa  competencia  es  un  estímulo  ince- 
sante en  cada  una  de  ellas  para  ocuparse  en  la  prepa- 
ración de  nuevos  servicios  al  comercio  de  tránsito.  Si 
Santamarta  navega  sus  caños,  Cartagena  redobla  su 
esfuerzo  por  abrir  el  paso  á  los  vapores  en  el  Dique.  Si 
Barranquilla  establece  una  línea  de  vapores,  Cartage- 
na suscita  la  formación  de  otra  que  navegue  hasta  su 
bahía.  Barranquilla  fomenta  y  desarrolla  el  cultivo 
del  tabaco  del  Carmen,  y  Cartagena,  para  no  quedarse 


204  Competencia  de  las  tres  ciudades 

atrás,- protege  el  comercio  del  j-ío  Sinú,  y  sus  comer- 
ciantes emprenden  trabajos,  llenos  de  esperanza,  en  el 
valle  del  río  Atraco.  Si  un  ferrocarril  hasta  el  mar 
ha  dado  la  preponderancia  á  Barranquilla,  otro  ferro- 
carril hasta  el  Magdalena  la  hará  recobrar  á  Santa- 
marta. 

La  competencia  es  el  gran  resorte  del  progreso,  la 
fuente  de  donde  brotan  los  principales  esfuerzos  en 
los  seres  individuales  y  en  los  colectivos.  Por  eso  el  pro- 
teccionismo aletarga  á  los  protegidos,  y  el  libre  cambio 
retempla  la  energía  de  los  concurrentes. 

De  esa  misma  rivalidad  política  surge  un  elemento 
conservador  del  orden,  de  que  el  Gobierno  general 
hace  uso  en  los  casos,  por  desgracia  muy  frecuentes 
todavía,  de  trastornos  locales;  pues  en  ella  encuentra 
un  punto  de  apoyo  para  ejercer  su  acción  sobre  esos 
territorios  lejanos,  en  donde  es  á  las  veces  fácil  la  for- 
mación de  elementos  divergentes  de  la  corriente  de  las 
ideas  nacionales. 

Esas  tres  ciudades  han  sido  en  extremo  favorecidas, 
además,  por  el  establecimiento  de  líneas  de  vapores 
trasatlánticos  que  las  ponen  en  comunicación  regular 
y  frecuente  con  los  mercados  europeos  y  americanos, 
que  casi  súbitamente  han  cambiado  el  estado  de  re- 
clusión en  que  vivieron  durante  la  dominación  espa- 
ñola, é  irán  despertando  la  energía  productora  de  esas 
poblaciones. 

En  el  día  hay  en  actividad  las  siguientes: 

La  Mala  Real  Británica,  la  más  antigua  de  todas, 
procedente  de  Southampton  y  las  Antillas,  que  toca 
dos  veces  al  mes. 


Lineas  trasatlánticas  205 

La  Trasatlántica  Francesa,  de  Saint-lSTazaire  y 
Burdeos,  las  frecuenta  en  iguales  períodos. 

La  de  las  Indias  Occidentales  y  el  PacíficOy  que 
hace  yiajes  desde  Liverpool. 

La  línea  Hamburguesa,  dos  veces  al  mes. 

Dos  líneas  españolas,  que  parten  de  Barcelona  y  de 
Oádiz,  las  ponen  en  contacto  con  la  Habana,  Puerto 
Rico,  Veracruz,  y  varios  puertos  do  la  Península. 

La  de  Atlas,  que  hace  dos  viajes  á  los  puertos 
orientales  de  la  América  Central  y  á  Nueva  York. 

Todas  estas  líneas  abordan  con  igual  regularidad 
al  istmo  de  Panamá  y  á  las  costas  de  Venezuela,  y 
nos  ponen  en  comunicación  con  las  Repúblicas  de  la 
costa  occidental  de  América. 

Falta  únicamente  ligar  esas  ciudades  con  los  cables 
telegráficos  del  istmo  de  Panamá,  para  dotarlas  de  co- 
municación instantánea  con  todo  el  mundo;  lo  que  no 
tardará  mucho  en  verse  realizado.  Hoy  tienen  que 
servirse,  para  este  efecto,  de  los  alambres  que  recorren 
el  interior  de  la  República,  desde  la  Costa  hasta  Bogo- 
tá, y  desde  Bogotá  hasta  Buenaventura,  sobre  el  mar 
Pacífico,  puerto  ligado  yá  con  Panamá;  pero  estos  te- 
légrafos interiores,  sobre  todo  los  que  van  á  la  Costa, 
mal  establecidos  desde  su  principio,  y  peor  conserva- 
dos, sólo  dan  comunicaciones  precarias  y  á  veces  tan 
demoradas,  que  con  frecuencia  se  recibe  primero  la 
comunicación  postal  qiie  la  telegráfica.  Un  cable  sub- 
marino desde  Santamarta,  que  tocase  en  Sabanilla  y 
Cartagena,  hasta  Colón,  resolvería  el  problema,  y  no 
sería  en  extremo  costoso. 

La  prosperidad  del  interior  depende  en  gran  parte 


206  Industrias  posibles  en  la  Costa 

de  la  fie  estas  tres  ciudades  de  la  Costa,  principal- 
mente en  lo  que  se  refiere  á  la  inmigración  extranjera. 
La  gran  masa  de  ésta  se  compondrá  siempre  de  pro- 
letarios, que  necesitarán  hacer  en  la  Costa  una  escala 
de  más  ó  menos  duración,  para  hacerse  á  recursos  con 
qué  continuar  su  viaje  al  corazón  de  los  Andes;  y  esto 
no  podrá  suceder  mientras  no  haya  en  las  ciudades 
del  Atlántico  un  movimiento  industrial  que  les  pro- 
porcione salarios  suficientes.  Eso  vendrá  cuando  sean 
mejor  apreciadas  las  ventajas  que  para  la  fabricación 
de  varios  artículos  dan  el  régimen  represivo  de  las 
Aduanas,  por  una  parte,  y  la  imposibilidad  actual  de 
transportar  maquinaria  pesada  á  las  comarcas  andi- 
nas. Los  artículos  que  en  la  Costa  pueden  producirse 
con  gran  ventaja  para  expenderlos  en  los  mercados 
del  interior,  podrían  ser  les  siguientes: 

Los  muebles  y  artículos  de  madera. 

El  hilo  y  aun  los  tejidos  de  algodón  ordinarios. 

Los  jabones  finos. 

El  pescado  en  una  forma  que  resista  el  transporte 
al  través  de  las  mon tafias. 

El  calzado. 

El  papel  de  imprenta. 

Los  muebles  comunes  de  madera,  que  todavía  se 
fabrican  de  mala  calidad  y  excesivamente  caros  en  el 
interior,  por  falta  de  maquinaria  adecuada,  pudieran 
producirse  en  la  Costa,  en  donde  hay  abundancia  y 
variedad  de  maderas,  y  facilidad  de  montar  máqui- 
nas. Este  artículo  está  gravado  con  más  de  200  por 
100  sobre  su  valor  de  factura  en  la  tarifa  actual  y  tiene 
precio  extravagante  cuando  se  importa  del  extranjero. 


Industrias  posibles  en  la  Costa  207 

La  Costa  produce  algodón,  y  los  ríos  que  desaguan 
en  la  ciénaga  de  Santamaría  suministrarían  fuerza 
motriz  para  las  máquinas  de  hilarlo  y  tejerlo,  tan 
abundante  y  barata  como  pudiera  desearse.  Los  hilos 
de  algodón  que  allí  se  produjesen  tendrían  gran  salida 
para  los  departamentos  de  Santander,  Boyacá  y  Cun- 
dinamarca,  en  donde  es  popular  el  manejo  de  telares 
de  mano,  y  sube  á  algunos  millones  de  pesos  anuales 
el  valor  de  las  telas  fabricadas.  El  hilado  del  algodón 
y  de  la  lana  en  el  interior  es  muy  defectuoso,  y  los 
hilos  extranjeros  pagan  en  la  Aduana  más  de  100  por 
100  sobre  precios  de  fábrica,  aparte  de  más  de  25  por 
100  que  cuestan  las  comisiones,  seguros,  empaques  y 
Üetes. 

Los  aceites  vegetales  (de  las  palmas)  de  la  Costa  y 
el  sebo  de  sus  ganados,  tendrían  en  la  fabricación  de 
bujías  y  jabones  una  aplicación  ventajosa.  El  jabón 
inglés  ordinario  vale  en  Bogotá  y  Medellín  á  no  me- 
nos de  S  1  el  kilogramo. 

El  pescado  ahumado,  ó  conservado  por  el  método 
Appert,  tendría  un  consumo  de  mucha  consideración 
entre  las  poblaciones  de  los  Andes,  que  pagan  á  $  2 
el  kilogramo  de  salmón,  atún  ó  merluza,  conservados 
en  latas. 

Hábiles  operarios  extranjeros,  provistos  de  buena» 
máquinas  y  de  cueros  bien  curtidos,  podrían  ganar 
altos  jornales  en  la  fabricación  de  calzado  en  Carta- 
gena y  Barranquilla.  De  ahí  pudieran  continuar  sn 
viaje  á  Bogotá  y  Medellín;  en  donde  los  pocos  zapa- 
teros franceses  que  han  venido  á  ejercer  su  industria, 
se  han  retirado  ricos  á  la  vuelta  de  pocos  años. 


208  Industrias  posibles  en  la  Costa 

El  papel  de  imprenta,  que  en  Europa  se  produce 
á  $  0-20  el  kilogramo  y  en  Bogotá  se  vende  á  $  1,  ¿poi- 
qué no  hubiera  de  poder  producirse  en  la  Costa,  en 
donde  abundan  las  cascaras  del  maíz,  las  cortezas  de 
árboles  y  las  hojas  de  tantas  plantas  que  dan  la  mate- 
ria prima  de  aquel  artículo?  A  la  mitad  del  precio 
que  hoy  cuesta,  en  sólo  Bogotá  habría  consumo  para 
50  y  aun  tal  vez  100,000  kilogramos  anuales  de  este  ai'- 
tículo.  [La  producción  de  libros  impresos  no  es  yá  des- 
preciable en  esta  ciudad,  y  con  papel  á  precio  bajo  pu- 
diera triplicar  en  diez  anos.  Estimo  entre  $50  y  $  60,000 
anuales  el  valor  de  los  libros  publicados  en  Bogotá;  y 
no  son  á  propósito  los  tiempos  para  calcular  el  con- 
suma de  papel  de  imprenta  en  el  periodismo;  mas  sí 
puede  afirmarse  que  en  tiempos  normales  supera  con- 
siderablemente el  consumo  de  papel  de  imprenta,  en 
esta  forma  y  la  de  hojas  suelta»  y  folletos,  al  que  se 
hace  en  los  libros. 

La  agricultura  de  la  sabana  de  Bogotá  podrá  pagar 
con  sus  trigos  y  sus  papas,  todo  lo  que  la  Costa  envíe 
al  interior,  cuando  estos  artículos  se  produzcan  aquí  á 
no  más  alto  precio  que  en  ios  Estados  Unidos,  lo  que 
no  es  imposible.  Los  fletes  sí  serán  obstáculo  duran- 
te mucho  tiempo,  porque  de  Facatativá  á  Honda  no 
serán  menores  de  $3  por  carga  y  otro  tanto  de  Honda 
á  Barranquilla,  es  decir,  $  6;  mientras  que  de  Nueva 
York  á  Sabanilla  sólo  cuestan  $  2. 

Así,  el  resultado  de  todas  las  lucubraciones  sobre 
los  problemas  económicos  del  porvenir  se  resuelve 
siempre  en  dos  palabras: 

Transportes  baratos,  ó  lo  que  es  lo  mismo,  buenos 
caminos. 


'^^#l#%fs^^fií^#^#^ 


CAPITULO  XVI 


VIAJE    POll  EL  MAGDALENA. — HOKDA 


La  vista  del  río, — Mejoras  en  el  tránsito  introducidas  por  el  fe- 
rrocarril de  La  Dorada. — Honda  antes  del  terrenooto  de  1805. 
El  ferrocarril  de  La  Dorada.— Sus  proyectistas. — Aspecto  de 
la  población. — El  clima  del  río.— La  bajada. — Puerto  Niño. 
Baenavista. — Nare.— Puerto  Berrío 


Como  se  ha  visto,  el  Magdalena  y  sus  Vapores  cons- 
tituyen, á  mi  modo  de  ver,  el  primero  de  los  intere- 
ses materiales  de  Colombia,  y  puesto  que  íbamos  á 
viajar  por  él  parecía  justo  que  tuviésemos  una  ligera 
idea  de  las  esperanzas  y  de  los  beneficios  que  nos  unen 
<3on  su  majestuosa  corriente.  En  obsequio  de  esta  idea 
espero  que  se  me  perdonará  la  tal  vez  fastidiosa  dis- 
quisición que  precede. 

Nunca  he  llegado  á  las  orillas  de  este  río  sin  expe- 
rimentar á  su  vista  una  sensación  do  respeto  y  simpa- 
tía. Cuando  por  primera  vez  lo  conocí  recibí  tan  sólo 
una  impresión  de  grandeza  y  de  fuerza  con  el  volumen 
de  sus  aguas  y  el  movimiento  incesante  de  sus  ondas 
hacia  el  mar.  Después,  cuando  pude  recapacitar  en  el 
servicio  que  nos  presta,  en  el  vínculo  de  unión  con  que 
liga  todas  las  partes  de  nuestro  territorio,  en  su  reía- 

14 


210  Arranoaplumas 

ción  con  todo  lo  que  es  progreso  y  vida  nacional,  en 
las  esperanzas  que  de  ligarse  con  él  fincan  todos  nues- 
tros pueblos, — lo  he  mirado  siempre  como  una  divi- 
nidad protectora  que  guarda  el  secreto  de  nuestro 
destino:  á  su  presencia  he  sentido  despertarse  en  mi 
alma  algo  como  sentimientos  do  veneración  y  amor 
filial,  y  nunca,  al  embarcarme  en  él,  he  dejado  de 
sentir  alegría  y  aun  orgullo.  Los  que  habitamos  en  el 
corazón  de  las  altas  montañas,  habituados  al  obstácu- 
lo que  para  movernos  nos  oponen  sus  formidables  ba- 
rreras, sentimos,  al  vernos  en  la  ribera  de  ese  gran 
río,  que  para  nosotros  se  abre  yá  sin  estorbos  la  distan- 
cia infinita,  y  un  soplo  de  libertad  viene  á  alegrar 
nuestras  almas. 

Llegaba  á  la  playa  de  Arranoaplumas,  en  don- 
de en  otro  tiempo  hubiera  necesitado  esperar  la  llega- 
da de  una  canoa  para  atravesar  el  río  con  incomodi- 
dad y  no  sin  peligro.  Ahora  yá  encontré  allí  una 
barca  en  la  que  pueden  pasar  cargadas  las  muías,  y,, 
con  desahogo  relativo  el  pasajero,  en  sólo  dos  ó  tres 
minutos.  Yá  Honda  no  es,  como  en  otro  tiempo,  la 
ciudad  de  las  dificultades  ;  yá  no  es  necesario  pasar 
en  hombros  humanos  la  Quebrada  Seca;  yá  no  es  pre- 
ciso esperar  la  llegada  de  mozos  de  cordel  para  trans- 
portar á  la  posada,  con  grandes  gastos,  la  montura  y  el 
equipaje.  Un  ferrocarril  recibe  al  viajero  en  la  orilla 
del  río  y  lo  transporta  cómodamente  al  centro  de  la 
ciudad. 

Era  ésta  hasta  principios  de  este  siglo  un  centro 
comercial  de  primer  orden.  Como  lo  atestiguan  toda- 
vía con  lenguaje  mudo,  pero  de  solemne  tristeza,  sus 


Las  ruinas  de  Honda  211 

grandes  ruinas,  no  menos  de  .20,000  habitantes  debían 
de  dar  en  otro  tiempo  animación  y  vida  á  sus  calles; 
estrechas  y  llenas  de  almacenes  al  pie,  levantadas  en 
anfiteatro  sobre  la  colina  rocallosa,  (]ue  la  embaraza 
casi  desde  la  orilla  del  río,  espaciadas  y  cómodas  en  la 
meseta  que  la  domina  hacia  el  Occidente.  El  río  Gua- 
lí,  que  baja  de  la  cordillera  Central,  la  divide  en  dos 
partes,  iguales  probablemente,  en  otro  tiempo,  hoy 
mucho  más  poblada  la  del  costado  derecho  ó  Sur,  en 
donde  quedan  más  habitaciones  en  pie,  sin  duda  por- 
que la  conmoción  subterránea  que  la  destruyó  encon- 
tró resistencia  á  sus  vibraciones  en  la  durísima  roca 
que  la  sostiene  hacia  ese  lado.  Los  escombros  de  gran- 
des lienzos  de  paredes  de  cal  y  canto,  de  grandes  arca- 
das de  granito  de  sus  conventos,  los  árboles  centena- 
rios que  surgen  de  entre  las  ruinas,  los  restos  inconmo- 
vibles de  los  estribos  de  un  gran  puente,  volcados  hoy 
sobre  el  torrentoso  Gualí, — todo  demuestra  que  esa 
ciudad,  destruida  por  un  espantoso  terremoto  el  16  de 
Junio  de  1805,  á  las  once  de  la  noche,  era  no  menos 
rica  y  poblada  que  Cartagena  y  asiento  de  más  riqueza 
comercial  que  Bogotá. 

Era  tal  el  letargo  en  que  vivían  nuestros  padres 
bajo  el  ala  paternal  de  la  metrópoli  española,  que  no 
ha  quedado  una  descripción,  aun  la  más  somera,  de 
esa  catástrofe.  Un  periódico  fundado  en  1791  en  Bo- 
gotá por  el  entonces  bibliotecario,  señor  Manuel  del 
Socorro  Rodríguez,  natural  de  Cuba,  el  Papel  Pe- 
riódico, había  suspendido  su  publicación  algunos  años 
antes,  y  otro  fundado  tres  años  después  del  terremoto, 
por  el  nunca  bien  lamentado  patriota  y  mártir,  Fran- 


S12  Honda  antes  del  terremoto 

cisco  J.  de  Caldas,  tampoco  publicó  noticia  alguna 
acerca  de  ella.  Las  «nicas  que  conservo  son  las  que 
cincuenta  años  há  alcancé  á  oír  allí  mismo  á  uno  de 
los  últimos  testigos  presenciales  de  ese  acontecimien- 
to, el  señor  Pablo  Crespo. 

Según  él,  Honda  era  la  residencia  principal  de  los 
comerciantes  españoles  que  hacían  para  el  interior  del 
Xuevo  Reino  introducciones  directas  de  la  Península; 
algunos  de  los  cuales,  decía  el  señor  Crespo,  no  repu- 
taban bueno  el  día  en  que  sus  ventas  no  alcanzaban  á 
mil  pesos  al  contado.  Ambas  orillas  del  Gualí  estaban 
cubiertas  de  magníficas  huertas  y  jardines,  detrás  de  los 
cuales  se  levantaban  espléndidas  casas  altas  de  azotea, 
provistas  de  abundantes  y  frescas  fuentes,  residencia  de 
esos  afortunados  magnates.  Las  corporaciones  monás- 
ticas, numerosas  y  ricas,  elemento  dominante  de  la  vida 
social  en  esos  tiempos,  habitaban  en  grandes  conven- 
tos y  hacían  fiestas  religiosas  de  mucha  pompa  y  mag- 
nificencia. Arboles  coposos,  frutales  magníficos,  pal- 
meras elevadas,  mantenían  por  dondequiera  una  agra- 
dable sombra  á  los  ardores  del  clima.  Numerosos 
esclavos  servían  en  las  casas,  manejaban  las  recuas  de 
muías  y  cultivaban  los  campos.  Detrás  de  Honda,  al 
pie  de  la  Cordillera,  á  seis  leguas  de  distancia,  demo- 
raba la  ciudad  de  Mariquita,  Real  de  minas,  adonde 
afluían  y  eran  beneficiados  los  minerales  déla  cordille- 
ra Central,  sirviendo  además  como  lugar  de  veraneo 
para  las  familias  de  Honda.  Era  esta  otra  ciudad  de 
no  menor  importancia,  cuyas  calles  ostentaban  caños 
profundos  de  piedra  labrada,  que  alcancé  á  ver,  por 
donde  corrían    abundantes   acequias    para  proporcio- 


Honda  antes  del  terremoto  1213 

nar  aseo  á  las  habitaciones  y  riego  permanente  á  sus 
deliciosos  jardines.  A  juzgar  por  la  extensión  de  las 
ruinas,  esa  ciudad  cubría  media  legua  de  largo  por 
una  milla  de  anchura,  y  la  abundancia  de  almendro- 
nes, caimitos,  aguacates  de  la  mejor  variedad  que  he 
visto  en  todo  el  país,  mangos  y  otros  árboles  raros, 
entre  ellos  tres  ó  cuatro  canelos,  cuya  introducción 
atribuía  la  tradición  oral  á  Don  José  Celestino  Mutis, 
daban  testimonio  de  la  opulencia  de  sus  moradores,  y 
de  que  el  número  de  ellos  no  debía  bajar  de  12  á 
15,000. 

Eecomponiendo  en  la  imaginación  lo  que  debió  de 
ser  Honda,  tanto  por  lo  que  es  hoy  como  por  las  des- 
cripciones del  señor  Crespo,  al  viajero  procedente  de 
Bogotá  que  la  contemplase  desde  el  peñón  opuesto  de 
Pescaderías,  debería  presentársele  como  una  de  esa? 
mágicas  ciudades  moriscas  levantadas  hace  cinco  ó 
seis  siglos  en  las  faldas  de  la  Sierra  de  Málaga,  bajo 
el  ciclo  azul  de  las  riberas  del  Mediterráneo.  Un 
caserío  oculto  entre  el  follaje,  coquetamente  adornado 
por  la  copa  estrellada  de  las  palmeras,  desordenado  y 
como  desvestido  para  tomar  el  baño  debajo  de  las  cei- 
bas ala  orilla  del  río;  alineado  en  gradería  de  azoteas 
sobre  las  colinas,  como  en  medio  de  los  jardines  sus- 
pendidos de  Babilonia;  perdiéndose  entre  el  denso  fo- 
llaje  del  rumoroso  Gualí,  y  coronado  en  la  cumbre  de 
los  collados  por  la  imponente  masado  los  conventos, 
asilados  siempre  al  pie  de  las  altas  torres  de  sus 
iglesias.  Creería  uno  oír  la  voz  confusa  y  varia  de  las 
chusmas,  el  relincho  de  los  caballos,  el  repique  de  las 
campanas  en  lo  alto  de  las  torres  y  hasta  las  voces  del 


214  El  terremoto  de  1805 

currulao  y  del  bambuco,  desprendiéndose  de  las  cuer- 
das de  la  bandola,  á  compás  de  los  golpes  del  tamboril. 
Ese  ruido  cesó:  en  vez  de  esas  voces  de  vida,  se  oyó 
de  repente  un  rumor  de  cadenas  arrastradas  sobre 
el  pavimento;  un  trueno  sordo  repercutió  bajo  la  man- 
sión délos  hombres,  quienes  sintieron  un  desvaneci- 
miento semejante  al  mareo,  yantes  que  nadie  se  die- 
se cuenta  de  lo  que  pasaba,  paredes  y  tedios  se  des- 
plomaron sobre  los  míseros  moradores,  dejándolos 
aplastados  en  gran  número.  Muy  pocas  casas  que- 
daron en  pie;  quizá  10  ó  12,000  personas  hallaron 
la  muerte  entre  Honda  y  Mariquita;  cesó  por  mu- 
chos años,  tal  vez  por  siglos,  el  rumor  de  la  actividad 
comercial,  y  sobre  la  grieta  de  los  muros  que  antes 
abrigaban  al  hombre,  se  engarzan  hoy  las  raíces  do 
los  caracolíes,  que  levantan  sus  copas  y  extienden  sus 
brazos  como  para  ocultar  á  los  hijos  el  espectáculo  de 
la  funesta  ruina  de  sus  padres.  En  lugar  de  esas  vi- 
siones de  movimiento  industrial  y  esperanza  y  placer, 
el  espectáculo  actual  inspira  ideas  lúgubres.  Madiedo, 
el  poeta  del  Magdalena  por  excelencia,  describió  así 
la  impresión  que  allí  se  siente  á  la  luz  de  la  luna: 

De  los  cielos  la  bóveda  inmensa, 
De  las  olas  plateadas  el  ruido, 
El  silencio  del  mundo  dormido 
Y  del  céfiro  el  blando  gemir; 
Al  incierto  rumor  de  la  yerba 
Que  en  las  ruinas  tan  triste  se  mece, 
De  la  muerte  la  voz  me  parece 
Que  en  sus  brazos  me  llama  á  dormir. 

Aún  no  se  ha  levantado  Honda  de  la  postración  á  que 
la  redujo  el  terremoto;  pero  se  levantará  de  su  sueño 
de  ochenta  años  á  la  voz  de  la  locomotora  que  yá  re- 


El  ferrocarril  de  la  Dorada  215 

«nena  entre  sus  escombros.  El  desnivel  del  lecho  del 
Magdalena,  que  interrumpe  allí  la  navegación,  ha  dado 
pie  á  la  construcción  del  ferrocarril  de  La  Dorada, 
prolongado  hoy  desde  la  parte  superior  de  los  chorros, 
tírente  á  la  ciudad,  hasta  Yeguas,  catorce  millas 
abajo,  y  se  prolongará  por  seis  más  hasta  el  pie  de  la 
Vuelta  de  Conejo.  Los  vapores  del  alto  Magdalena 
atracan  en  Arrancaplumas,  en  el  punto  en  donde 
principia  el  Ferrocarril,  y  los  del  bajo  río  llegan  sólo 
hasta  Yeguas.  Así,  este  anillo  de  hierro  liga  las  dos 
partes  del  río  y  mantiene  una  comunicación  cómoda 
entre  ííeiva  y  Barranquilla,  ciudades  que  distan  entre 
sí  trescientas  leguas.  Este  ha  sido,  pues,  un  gran 
progreso,  que  conservará  para  Honda  la  importancia 
de  punto  de  escala  obligado  en  la  navegación,  aun 
cuando  la  construcción  de  otro  camino  hacia  el  inte- 
rior de  Candi namarca  le  pueda  arrebatar  más  tarde 
el  comercio  de  tránsito  de  esta  última  región. 

Aunque  vagamente  se  había  hablado  de  la  idea 
de  un  ferrocarril  entre  Honda  y  la  playa  de  Caracoli, 
al  seüor  Nicolás  Pereira  Gamba  corresponde  el  honor 
de  haber  dado  los  primeros  pasos  prácticos  y  hecho  los 
primeros  sacrificios  para  darle  principio.  Él  trajo  de 
Inglaterra  en  1873  al  ingeniero  Mr.  C.  D.  Roberts, 
quien  levantó  el  trazo  de  un  ferrocarril  desde  Honda 
hasta  la  boca  de  ia  quebrada  de  Perrera,  abajo  de  Co- 
nejo y  calculó  su  costo  en  $1.500,000,  guarismo  que 
asustó  á  los  capitalistas  ingleses  con  quienes  aquél  es- 
taba en  relación.  El  señor  Pereira  proyectaba  en  un 
principio  tan  sólo  un  ferr(»carril  de  tres  millas  hasta 
'Oaracolí  y  un   puente  sobre   el  río   Magd;ilcna;   pero 


216  Empresarios  del  ferrocarril 

Mr.  Roberts  juzgó  que  en  esa  pequeña  distancia  sería 
lá  obra  muy  costosa  y  no  alcanzarían  cubrir  el  tráfico 
los  intereses  del  capital  y  los  gastos  de  servicio  y  con- 
servación de  la  obra,  por  lo  cual  extendió  el  proyecto 
á  veintisiete  millas  más  abajo.  Luego,  en  1881,  el 
Doctor  Pío  Rengifo,  en  unión  de  Mr.  Módica,  ciuda- 
dano americano,  tomó  á  su  cargo  la  empresa,  en  rela- 
ción con  una  casa  americana,  y  otro  Ingeniero  de  esta 
nacionalidad,  Mr.  Wheeler,  rectificó  el  trazado,  acopió 
durmientes,  pidió  rieles,  y  hubiera  empezado  la  cons- 
trucción, á  no  haber  quebrado  la  firma  de  quien  los 
empresarios  esperaban  los  primeros  recursos;  de  suerte 
que  los  gastos  yá  impendidos  quedaron  á  cargo  del 
Doctor  Rengifo,  arrebatándole  una  modesta  fortu- 
na laboriosamente  acumulada.  Ew  1883,  en  fin,  tomó 
la  empresa  á  su  cargo  el  señor  Francisco  J.  Cisneros, 
quien,  con  la  actividad  norteamericana  que  lo  distin- 
gue, en  poco  más  de  un  año  construyó  las  catorce^ 
millas  que  hoy  existen,  auxiliado  con  $7,000  por  milla, 
con  que  contribuyó  el  Gobierno  general;  pero  con  un 
desembolso  total  de  cerca  de  %  700,000,  es  decir,  de 
$50,000  por  milla.  No  había  transcurrido  un  mes  des- 
pués de  inaugurado  ese  trayecto,  cuando  una  avenida 
simultánea,  y  sin  precedente,  del  Gualí,  el  río  Perico  y 
el  Guarinó,  se  llevó  en  una  noche  el  puente  de  hierro- 
de  este  último  río  y  los  de  madera  de  los  dos  prime- 
ros. Súpolo  en  Barranquilla,  en  viaje  para  Europa, 
el  señor  Cisneros,  y  regresando  en  el  acto,  con  un 
trabajo  de  veinticinco  días  con  sus  noches,  repuso 
sobre  burros  de  guayacán  sumamente  sólidos,  el  puente 
de  Guarinó,  levantó  de  nuevo  los  otros  dos  y  continuó- 


Prolongación  posible  del  ferrocarril         217 

y  ha  continuado  sin  interrupción  el  tráfico  hasta  él 
día.  Un  mes  más  tarde  estalló  la  guerra  civil,  los  beli- 
gerantes tomaron  sucesivamente  para  el  transporte  de 
tropas  y  elementos  de  guerra,  los  vehículos;  los  cuales, 
así  como  la  línea  misma,  debieron  su  salvación  al  tacto 
de  mundo  y  habilidad  del  empresario.  Habiendo  sus- 
pendido el  Gobierno  la  subvención  ofrecida,  la  pro- 
longación de  la  obra  está  también  en  suspenso;  pero 
en  el  estado  actual  presta  un  servicio  de  mucha  consi- 
deración evitando  á  los  vapores  la  subida  de  los  cho- 
rros que  S3  encuentran  desde  Yeguas  hasta  Caracoli, 
proporcionando  una  rebaja  notable  en  el  aseguro  do 
las  mercancías  y  acelerando  el  viaje  á  los  pasajeros. 
Hoy  pertenece  este  ferrocarril,  que  su  constructor  no 
pudo  conservar,  al  señor  J.  J.  Ribón,  negociante  co- 
lombiano establecido  en  París. 

Es  de  esperar  que  en  breves  años  se  prolongue  al 
Sur,  eu  busca  de  las  minas  de  la  cordillera  Central, 
quizás  hasta  Girardot  é  Ibagué,  y  no  es  imposible  que, 
extendiéndose  veinticinco  ó  treinta  leguas  hacia  el 
Norte,  se  ligue  con  el  ferrocarril  de  Antioquia  en 
las  vegas  del  río  Ñus,  y  una  por  el  vapor  las  dos 
ciudades  de  Bogotá  y  Medellín.  Con  diez  años  de 
paz  se  vería  muy  próximo  ese  resultado,  que  hoy  nos 
parece  distante. 

La  extensión  hacia  el  Sur,  hasta  Mariquita  ó  San- 
tana,  será  también  la  señal  que  determine  á  los  comer 
ciantes  de  Honda  y  de  Manizales  á  construir  un  buen 
camino  para  cambiar  las  producciones  de  sus  respec- 
tivas comarcas,  Manizales  puede  introducir  con  mu- 
cho mayor  ventaja  por  la  vía  de  Honda  las  mercancía» 


^18  Los  pobladores  de  Bo'O'^a 

extranjeras  que  hoy  recibe  por  la  de  Puerto  Berrío  y 
Medellín,  por  donde  tienen  que  describir  un  rodeo  de 
retenta  y  cinco  leguas,  y  por  ahí  podría  también  en- 
contrar salida  para  el  café  que  cosechase  en  los  férti- 
Jes  valles  y  laderas  del  Chinchiná  y  el  Otun,  del  Gua- 
caica  y  el  Tapias. 

Honda  será,  pues,  siempre  un  lugar  comercial  im- 
portante. Hoy,  sin  embargo,  parece  vivir  trabajo- 
samente. Como  punto  estratégico  á  causa  de  sus  co- 
nexiones con  el  Alto  y  Bajo  Magdalena,  con  Antio- 
quia  y  con  Bogotá,  está  particularmente  expuesto 
á  las  violencias  de  las  guerras  civiles,  y  esto  es.  sin 
duda,  lo  que  ha  hecho  decrecer  su  comercio,  en  otro 
iiempo  importante,  del  cual  se  han  retirado,  en  los 
últimos  anos,  casas  importadoras  que  sostenían  un 
movimiento  notable.  El  Ferrocarril  y  la  barca  ejecu- 
tan hoy.  los  trabajos  antes  desempeüados  por  los  co- 
misionistas, arrieros,  mozos  de  cordel  y  bogas;  sus 
calles  carecen  de  animación,  y  sus  almacenes  parecen 
tan  sólo  ocupados  á  medias. 

Una  población  distinta  en  el  color,  las  costumbres 
y  los  alimentos,  de  la  que  habita  las  montañas,  se  en- 
<íuentra  allí.  La  raza  mezclada  de  blanco  y  africano 
prevalece;  el  castellano  se  habla  con  un  dejo  prolon- 
gado sobre  el  final  de  las  palabras:  las  formas  angulo- 
sas y  secas  y  el  color  pálido-amarillento,  llamado  vul- 
garmente y¿/jfl^,  se  nota  en  las  mejillas  délos  blancos, 
en  lugar  de  la  carnación  redonda  y  rosada  de  las 
gentes  de  tierra  fría;  hay  menos  amabilidad  en  las 
maneras  y  bastante  más  altivez  en  las  fisonomías.  Yá 
no  se  ven  la  papa,  ni  las  habas  ni  las  arvejas,  ni  la  chi-. 


El  clima  219 

cha  de  las  tierras  altas;  trasciende  el  olor  á  pescado; 
el  plátano,  el  arroz,  el  flame  y  la  yuca  son  los  alimen- 
tos principales;  el  aguardiente  es  casi  la  vínica  bebida 
estimulante  de  la  clase  trabajadora,  y  el  traje  de 
color  negro  ó  gris,  usado  en  el  interior,  cede  el  pues- 
to al  de  blanco  y  rojo,  preferidos  por  el  gusto  africano 
6  exigidos  por  el  calor  del  clima.  En  lo  general  esas 
poblaciones  del  Magdalena  parecen  mejor  alimentadas 
que  las  de  las  montañas:  el  maíz  hace  las  veces  del 
trigo,  el  cual,  por  un  fenómeno  que  no  acierto  á 
comprender,  se  consume  desde  Guaduas,  de  proce- 
dencia norteamericana,  en  mayor  cantidad  que  el  de 
la  sabana  de  Bogotá. 

Los  agricultores  de  la  altiplanicie  no  han  hecho 
hasta  ahora  un  solo  esfuerzo  por  extender  el  radio  del 
consumo  de  sus  trigos  hacia  el  Magdalena,  en  donde 
pudiera  encontrar  salida  para  algunos  miles  de  car- 
gas al  año.  Una  asociación  de  los  productores  pu- 
diera repartir  entre  cuarenta  ó  cincuenta  personas  el 
gasto  de  algunos  ensayos,  que  no  sería  gravoso  para 
ñinga  no  y  abriría  el  camino  á  cambies  fecundos; 
por  ejemplo,  con  el  pescado  de  aquel  río,  que  sólo  en 
cuaresma,  y  á  precios  exorbitantes,  de  40  ó  50  centa- 
vos la  libra,  llega  á  esta  ciudad. 

El  clima  de  Honda  y  el  de  todo  el  Magdalena,  á 
bordo  de  los  vapores,  es  perfectamente  sano:  la  fiebre 
perniciosa,  ó  tal  vez  la  amarilla,  es  casi  desconocida, 
y  suelen  confundirse  con  ella  las  insolaciones  causadas, 
por  exceso  de  exposición  á  los  soles  ardientes  de  esa 
región,  en  personas  poco  acostumbradas  á  esas  influen- 
cias.  Para  conservar  buena  salud  basta  nrecaverse  del 


220  Precauciones  higiénicas 

sol  en  las  horas  medias  del  día,  mantener  abrigo  mode- 
rado durante  la  noche,  y  evitar  los  excesos  de  la  comida 
y  de  bebidas  alcohólicas.  Stanley,  el  famoso  descu- 
bridor africano,  opina  también  que  el  uso  de  frutas 
conservadas  en  vinagre  es  funesto  en  los  climas  afri- 
canos, con  los  que  los  nuestros  del  Magdalena  deben 
tener  bastante  analogía,  bien  que  aquí  el  calor  es  más 
moderado  que  allá.  El  uso  del  catre  de  lona,  sin  el 
aditamento  de  una  estera  de  cJdngalé  y  wna  frazada  de 
lana,  suele  ser  dañoso,  porque  durante  la  noche  se 
producen  enfriamientos  en  la  temperatura,  que,  sin 
suficiente  abrigo,  pueden  ocasionar  fiebres.  El  café 
negro  al  levantarse  de  la  cama  es  nna  precaución 
higiénica  muy  saludable;  también  lo  es  el  empleo  del 
jugo  de  la  naranja  agria  con  la  sopa  ó  con  la  carne,  á 
la  cual  comunica  un  sabor  agradable.  Las  carnes 
y  pescados  conservados  en  latas,  los  mangos,  el  pláta- 
no crudo,  la  patilla,  el  aguacate  y  el  melón  deben 
proscribirse.  El  agua  de  panela  fría,  llamada  en  al- 
gunas partes  de  Venezuela  Agua-Páez,  es  una  bebida 
refrescante  y  sana,  de  la  cual,  sin  embargo,  no  debe 
abusarse.  Las  personas  acostumbradas  en  tierra  fría 
al  uso  de  ropa  interior  de  lana,  deben  conservarla 
en  el  Magdalena.  Las  dos  terceras  partes  de  los  casos 
de  fiebre  tienen  su  principio  en  un  enfriamiento  ó  en 
una  indigestión.  El  bafio  de  fricción  con  agua  y  al- 
cohol es  muy  conveniente  para  las  personas  de  salud 
delicada.  Al  sentir  pesada  la  cabeza  y  perezoso  el 
cuerpo,  debe  tomarse  un  laxante  ligero  tres  ó  cua- 
tro horas  después  de  almorzar  ó  de  comer.  En  caso 
de  fiebre,  y  en  ausencia  de  médico,  es  bueno  tomar 


Principio  del  viaje  231 

iin  purgante  ó  un  vomitivo,  beber  limonadas,  frías  6 
calientes,  y  tomar  quinina,  al  declinar  la  fiebre,  en 
dosis  de  seis  á  diez  granos.  Esta  es  la  experiencia 
vulgar. 

Muy  agradable  es  el  viaje  de  bajada  en  los  vapores 
del  Magdalena.  A  diferencia  de  lo  que  sucede  en 
países  más  civilizados, — en  donde,  á  menos  de  intro- 
ducción especial,  no  hay  comunicación  alguna  entre 
los  pasajeros, — entre  nosotros,  un  cuarto  de  hora  des- 
pués de  comenzado  el  viaje  principia  la  conver- 
sación general,  y  á  pesar  de  la  ausencia  de  etiquetas 
y  formalismos,  reina  en  las  relaciones  no  poco  de  be- 
nevolencia y  cultura.  Si  hay  sefioras  y  niños  es  doble 
la  garantía  do  que  reinarán  atención,  respeto  y  buen 
humor  durante  el  viaje. 

A  las  9  de  una  mañana  fresca  y  despejada  empren- 
dimos el  nuestro. 

El  vapor  se  desprendió  de  la  orilla  en  busca  de  la 
mitad  del  río,  giró  lentamente  sobre  sí  mismo  para 
poner  la  proa  en  dirección  de  la  corriente,  dio  un 
largo  pitazo  como  anuncio  de  su  partida,  y  empe- 
zó su  marcha  majestuosa  hacia  el  mar.  Pronto  se 
perdieron  de  vista  la  playa  y  el  peñón  de  Caracoli, 
y  el  paisaje  cambiaba  con  frecuencia,  á  medida  de  las 
vueltas  frecuentes  del  río,  estrechado  por  las  últimas 
líneas  de  contrafuertes  de  las  cordilleras  Central  y 
Oriental.  Estas  cordilleras  parecen  haber  estado  uni- 
das aquí  y  después  rotas  por  las  aguas  del  Magdalena, 
que  en  otro  tiempo  debieron  de  correr  en  un  lecho 
más  elevado,   según  parece  observarse  en  los  estra- 


222  El  Golilludo 

tos  de  sns  bancos  á  una  y  otra  orilla.  De  trecho  en 
treclio  aparecen  humildes  chozas  de  lefladores  acom- 
pafiadas  de  pequeQas  plataneras  y  de  algunos  árboles 
frutales,  en  la  orilla  de  los  barrancos  por  donde  des- 
aguan las  lluvias  del  invierno  solamente,  pues  esas 
sabanas  altas,  sobre  todo  del  lado  cundinamarqués, 
parecen  escasas  en  aguas  corrientes,  y  por  lo  mismo 
son  poco  adecuadas  á  la  agricultura.  En  la  ribera  to- 
limense  ú  occidental  parece  más  fértil  el  suelo,  cu- 
bierto á  trechos  de  gramíneas,  quizás  no  muy  sucu- 
lentas, á  juzgar  por  el  aspecto  desmedrado  de  los 
pocos  ganados  que  pacen  allí. 

El  horizonte  es  estrecho  y  tiene  por  rasgo  domi- 
nante la  forma  rara  de  los  peñones  de  Ouariiió  y  del 
GoUlludo;  semeja  éste  la  cabeza  y  el  cuello  de  un 
hombre  adornado  con  una  gran  golilla  de  las  usadas 
en  el  siglo  xvi  en  la  corte  española.  Al  llegar  á  Co- 
nejo las  cordilleras  se  separan,  el  valle  se  ensancha, 
y  los  tendidos  en  que  el  río  conserva  una  dirección 
recta  son  de  más  extensión.  En  cuarenta  y  cinco  mi- 
nutos recorrimos  las  cuatro  leguas  que  separan  á  Ye- 
guas de  Caracoli,  y  en  veinticinco  minutos  las  dos  le- 
guas restantes  hasta  Conejo. 

La  vegetación  de  las  orillas  del  río  cambia  de  as- 
pecto, según  que  en  ellas  ha  habido  cortes  de  leña 
para  los  vapores  ó  nó.  Lii  vegetación  primitiva  se 
compone  en  lo  general  de  tres  líneas  distintas:  1.* 
platanillo,  caña  brava  y  Síiuces  pequeños;  2.*  guaru- 
mos,  balsos,  guaduas  y  payandés;  3.*  ceibas,  caraco- 
lles,  cauchos,  capoticos  y  palmas  reales.  Más  hacia 
el  interior,  en   los  lugares  altos  y  secos,  principian 


Vegetación  de  las  orillas  223 


los  árboles  de  corazón,  como  el  guayacán,  el  diomute^ 
el  cumula,  el  aceituno,  etc.  En  las  orillas  que  han 
sido  desmontadas,  y  por  consiguiente  ocupadas  por 
el  hombre,  dominan  el  guásimo,  el  gualanday,  la  pal- 
ma de  coco,  el  mango,  el  ciruelo,  y  á  las  veces  el 
árbol  de  pan:  todos  ellos  alimenticios  ó  medicina- 
les, sobre  todo  el  guásimo  y  el  gualanday.  Útil  el 
primero  por  las  propiedades  refrescantes,  tanto  de 
su  sombra  como  de  su  corteza  y  fruta  que,  disueltas 
en  agua,  se  aplican  en  baños  contra  las  inflamaciones 
externas,  y  endulzadas  con  panela,  como  una  poción 
calmante  para  combatir  la  acción  de  los  ardores  del 
sol;  el  gualanday  es  un  admirable  específico  para  cu- 
rar las  úlceras  y  las  erupciones  cutáneas,  aplicado  en 
baños,  y  en  fricciones  con  la  miel  preparada  déla 
infusión  de  su  corteza. 

Sólo  en  un  sitio  inmediato  á  Conejo,  que  se  me 
dijo  pertenecía  á  una  señora  vecina  de  Honda,  había 
señales  de  habitación  permanente,  en  una  casa  de  re- 
gular capacidad,  blanqueada  y  rodeada  de  árboles 
frutales  y  carralejas;  en  el  resto  de  las  riberas  veían- 
se ranchos  pequeños  é  incómodos,  construidos  por 
leñadores  con  el  designio  de  abandonarlos  tan  luego 
como  el  bosque  se  aleje  algún  tanto  de  la  playa  y 
haga  difícil  el  transporte  de  la  leña  á  la  orilla  del 
río.  El  hombre  no  hace  todavía  mansión  permanente 
en  esas  riberas,  quizás  por  temor  de  ser  despojado  de 
sus  mejoras  por  algún  propietario  codicioso,  ó  por  la 
dificultad  de  obtener  títulos  de  propiedad  sobre  la 
tierra  mejorada  con  su  trabajo.  Es  de  presumir  que 
si  se  diesen  facilidades  para  la  adquisición  de  aquello» 


224  Puerto- Niño 

títulos,  ios  pobladores  del  Magdalena  serían  ntienos 
trashumantes  en  sus  costumbres,  y  procurarían  ro- 
dearse de  mejores  comodidades  en  esos  primeros  esta- 
blecimientos de  colonización. 

De  Conejo  para  abajo,  Puerto  Niño,  en  la  orilla 
derecha  ú  oriental,  es  el  primer  punto  que  llama  la 
atención  del  viíijero,  con  dos  pequeñas  casas  pajizas, 
de  construcción  algo  más  cuidadosa,  provistas  de  co- 
cina separada  y  con  el  acompañamiento  de  pequeñas 
plataneras,  manga  de  pasto,  labranzas  de  maíz  y  de 
yuca,  y  algunos  árboles  frutales.  Esas  habitaciones 
fueron  construidas  en  lo  que  se  consideró  el  término  de 
un  camino  que  debía  poner  en  comunicación  directa  el 
interior  del  Estado  de  Boyacá  con  el  Magdalena,  y 
fue  bautizado  el  sitio  con  el  nombre  de  uno  délos  más 
notables  patriotas  boyacenseñ  de  la  época  de  la  Inde- 
pendencia, sacrificado  por  la  ferocidad  de  Morillo.  Allí 
se  encuentra  leña  para  los  vapores,  plátanos  y  yucas 
frescos,  á  las  veces  carne  y  pescado,  y  hacía  los  honores 
de  una  de  las  casas  una  mujer  bogotana,  de  modales 
agradables,  alegre  y  benévola.  Cómo  dejó  la  residencia 
y  la  sociedad  de  Bogotá  por  la  vida  de  esa  sole- 
dad terrible,  de  ese  clima  ardiente  y  de  esa  falta 
total  de  comodidades,  no  pude  saberlo.  Vivía  conten- 
ta, gozaba  de  buena  salud,  y  sin  duda  hacía  la  felicidad 
de  un  marido  tolimense,  de  esos  que  aman  el  río  como 
otros  aman  la  heredad  de  sus  padres,  que  prefieren  la 
canoa  al  mejor  caballo,  el  pescado  á  la  carne  vacuna, 
y  á  quienes  la  sola  vista  de  las  montañas  causa  nos- 
talgia. 

Del  camino  que  tantas  esperanzas  despertó,  sólo 


Buenavüta  y  Nare  225 

quedan  las  cíisíis  de  Pnerfco-NiOo  y  quizá  uno  que  otro 
establecimiento  agrícola  en  las  márgenes  del  río  Mi- 
nero. 

Más  abajo  se  presenta,  en  la  ribera  izquierda,  el 
bello  caserío  de  Buen  avista,  á  orillas  del  río  de  La 
Miel,  en  donde  principia  el  territorio  antioqueflo. 

En  otro  tiempo  se  construían  en  este  lugar  gran- 
des canoas,  champanes  y  aun  bongos,  probablemente 
á  favor  de  los  árboles  colosales  que  se  encuentran  en 
las  vegas  del  río.  Hoy,  suprimida  casi  la  navegación 
con  palanca  y  remo,  su  importancia  se  reduce  á  algu- 
nas labranzas  de  cacao,  plátanos,  maíz  y  algún  gana- 
do. El  sitio  es  bello  y  parece  baño.  El  valle  del  río  La 
Miel  y  de  sus  tributarios  se  extiende  bastante  hacia  el 
interior  para  permitir  tal  vez  la  apertura  de  alguna  vía 
de  comunicación  directa  hacia  Sonsón  y  Salamina,  que 
daría  á  este  pueblo  un  movimiento  comercial  consi- 
derable. 

Pasando  algunos  leñateos  (1),  y  también  algunos  re- 
gaderos, en  que  el  lecho  del  río  se  extiende  considera- 
blemente y  forma  lugares  peligrosos  para  la  navega- 
ción á  causa  de  las  varadas,  se  llega  en  invierno,  en 
menos  de  siete  horas  de  navegación,  á  JSTare;  lugar 
importante  por  haber  sido  durante  muchos  años  el 
único  puerto  de  Antioquia  en  el  Magdalena.  Rodea- 
do de  p.m tunos  como  está  el  sitio,  la  insalubridad 
del  clima  ha  sido  obstáculo  á  la  fundación  de  estable- 
cimientos agrícolas,   y  por  consiguiente  á  la  coloniza- 


(1)  Leñateo.  Orilla  cubierta  de  bosque  en  donde  se  corta 
leña  para  los  s'^apores.  Además  de  la  choza  del  leñador,  tiene 
allí  éste  alguna  labranza  que  proporciona  víveres  para  su  fa- 
milia. 15 


226  Nare 

ción  antioqueña.  Las  variaciones  de  la  corriente  del 
río  han  arrebatado  gran  parte  de  la  barranca  y  de  las 
casas  allí  construidas,  y  hoy  el  pueblo, — reducido  ade- 
más en  su  comercio  de  tránsito,  por  la  competencia- 
de  otra  vía  para  el  interior  de  Antioquia  más  hacia  el 
Norte, — es  yá  una  ruina  lamentable,  y  pronto  desapa- 
recerá. 


CAPITULO   XVII 


DE  PUERTO   BKRRIO   A  LA  BOCA    DK  LEBRTJA 


El  poblado  de  Puerto  Berrío— El  ferrocarril  de  Antioquia. — 
Trazado  de  éste. — Ríos  tributarios  al  Magdalena  Central. — 
El  San  Bartolomé,  El  Carare. — El  Opón,  El  Sogamoso,  El 
Colorada.— El  pueblo  de  Carare  y  su  comarca. — Los  indios 
aruacos.— Entrada  de  Gonzalo  Jiménez  de  Quesadaporel 
Opón.— La  Tora,  hoy  Barrancabermeja.— Barbacoas.— Vic- 
toria fluvial  en  la  guerra  de  Independencia.— El  General  Cór- 
doba.—Puerto  Wilches.— Paturia.— El  Puerto  de  Botijas. 

Diez  leguas  abajo  se  encuentra  la  nueva  población 
de  Puerto  Berrío,  que,  sin  contar  todavía  catorce 
abriles,  pues  apenas  fue  fundada  en  1875,  muestra  yá 
arrugas  de  vejez.  Escogida  para  principio  del  ferro- 
carril de  Antioquia,  en  una  playa  protegida  por  un 
peOón  que  desvía  hacia  la  ribera  opuesta  la  fuerza  de 
la  corriente,  el  suelo  es  liúmedo  y  la  habitación  mal- 
sana. La  casa  del  primer  empresario,  señor  Cisneros, 
fue  construida  casi  en  la  cumbre  del  pefíón,  y  un 
poco  más  abajo,  pero  todavía  á  prudente  distancia 
del  río,  las  de  los  empleados;  á  cincuenta  pasos  de  la 
playa  se  conserva  todavía  una  buena  casa  construida 
para  hotel,  con  capacidad  para  cuarenta  ó  cincuenta 
huéspedes;  y  en  la  orilla  misma,  con  la  mayor  inmc- 


Puerto  Beirio 

diación  posible  al  fondeadero  de  los  vapores,  las  habi- 
taciones do  los  vecinos,  con  el  principal  objeto  de  tra- 
ficar con  las  tripulacioiies  de  los  buques. 

Este  fue  el  teatro  de  grandes  trabajos  (todavía  no 
bien  apreciados  do  nuestro  pueblo)  por  parte  del  se- 
ñor Francisco  J.    Cisneros  en  la  construcción  de   las 
cuatro   primeras  leguas   del  Ferrocarril  antioqneño. 
Tratábase   de   principiar  en  una   playa  desierta,  in- 
hospitalaria y  rodeada  de  profundos   pantanos   que 
se  prolongan  por  cuatro   leguas  hacia  el  interior.  No 
había  por  allí  sino  miasmas  palúdicos,  plagas  de  todo 
género,  de  jején  y  mosquito  durante  el  día,  de  zancu- 
dos y  otros  bichos  no  menos   temibles   durante  la  no- 
che; ni  una  choza,  ni   una  labranza  en    diez  leguas  á 
la  redonda;  había   que   procurarse   los  peones  de  los 
pueblos  del   interior  de  Antioquia,  y  los  víveres  para 
mantenerlos  de  Honda  y  Barranquilla,  á   cuarenta  y 
ciento  cincuenta  leguas  de  distancia.  Las  fiebres  diez- 
maban los  cmjdeados  y  los  peones;  no  había  una  senda, 
ui  la  más  leve  trocha,  por  donde  internarse,   ni   un 
puato  elevado  para  buscar  la  orientación,  ni  un  ha- 
quiano  que  ayudase  en  las  exploraciones.  Lo  que  allí 
debieron  de  sufrir  los  primeros  exploradores,  sólo  po- 
dría compararse  á  los  trabajos  de  los  conquistadore» 
en  el  siglo  xvi.  Complicóse  esa  situación  con  la  gue- 
rra civil  de  1876,  durante  la  cual  el  Gobierno  Na- 
cional, siguiendo  el  propósito  de  mantener  á  Antio- 
quia— rebelado  entonces — en  absoluta  incomunicación 
con  el  resto  de  la  República,  prohibió  á  los  vapores 
tocar  en  Puerto  Berrío,  á  tiempo  que  el  Gobierno  re- 
volucionario antioqueQo,  deseoso  de  ocultar  sus  mo- 


El  ferrocarril  de  Antioquia  229 

vimientos  militares  á  las  ftierzHS  del  Nacional,  pres- 
cribía también  una  incomunicación  absoluta  con  los 
pueblos  ribereños  del  Magdalena.  Acabáronse  los  ví- 
veres, y  la  pequeña  colonia,  sitiada  en  aquel  desierto, 
hubiera  perecido  toda  sin  la  infatigable  energía  de  su 
Director.  Un  año  más  tarde,  en  1877,  recorría  la  lo- 
comotora seis  kilómetros  de  enrielado  al  través  del 
bosque  anegadizo. 

Empero,  esa  guerra  civil  fue  funesta  para  la  ter- 
minación de  la  obra.  Antioquia  era  un  Estado  cuya 
laboriosa  población,  dirigida  por  un  Gobierno  honra- 
do y  prudente,  empezaba  á  ganar  crédito  en  los  paí- 
ses extranjeros.  No  hubiera  sido  difícil  para  un  em- 
presario activo  obtener  capitales  con  qué  llevar  á  tér- 
mino la  empresa,  si  esa  desgraciada  guerra  civil  no  hu- 
biese hecho  nacer  dudas  acerca  de  la  estabilidad  de 
nuestras  instituciones  políticas.  Aumentada  esa  des- 
confianza con  el  estado  de  semianarquía  en  que  per- 
maneció el  país  hasta  1880,  se  hizo  imposible  obtener 
el  concurso  de  los  capitales  ingleses  que,  en  otras  cir- 
cunstancias, hubieran  podido  mirar  esos  trabajos  con 
sfmpatía  decidida.  A  duras  penas  fue  construida  una 
extensión  de  diez  leguas  de  carrilera  hasta  el  valle  del 
río  Nuz,  en  donde  quedaba  yá  en  contacto  con  las 
primeras  explotaciones  mineras  de  esa  región;  mas 
cuando  el  pito  de  la  locomotora  resonaba  sobre  las  pri- 
meras altaras  de  la  cordillera  Central  en  1884,  una 
segunda  guerra  civil  dio  otro  toque  de  ¡alto!  á  la  mar- 
cha de  los  trabajadores  desalentados.  Inútil  era  pen- 
sar yá  en  atraer  capitales  europeos  á  la  ejecución  de 
obras  costosas  en  países  no  constituidos;  los    traba- 


230  Eí  ferrocarril  de  Antioquia 

jos  cesaron,  las  lluvias  tropicales  desmoronaron  en 
breve  los  camellones  lev^antados  con  tanta  dificultad; 
la  maleza  empieza  á  reconquistar  su  imperio,  y  esa 
población,  llamada  á  ser  uno  de  los  emporios  del  vallo 
del  Magdalena,  presenta,  cuando  apenas  está  en  la 
infancia  de  su  vida,  el  aspecto  de  una  vejez  prematura! 

Y,  sin  embargo,  no  debiera  ser  así.  Pasadas  las 
cuatro  primeras  leguas  de  vegas  anegadizas,  la  ruta 
hacia  Medelliu  empieza  á  sabir  los  escalones  de  la 
Cordillera;  el  piso  es  firme,  el  suelo  más  seco,  la 
temperatura  más  fresca,  y  en  el  punto  adonde  llega 
hoy  el  Ferrocarril,  á  800  metros  de  altura  sobre  el 
nivel  del  mar,  principia  el  valle  del  í^uz,  que  se  ex- 
tiende por  más  de  doce  leguas  de  terrenos  aurífe- 
ros, en  donde  empiezan  á  trabajarse  algunas  minas. 
Durante  la  noche  que  pasamos  fondeados  en  Puerto 
Barrio,  llegaron  algunos  pasajeros  del  interior  de  An- 
tioquia para  seguir  á  la  Costa  en  el  mismo  vapor,  y  la 
conversación  versó  principalmente  sobre  las  minas  de 
Las  Colonias,  situadas  en  el  valle  del  Nuz — en  cnj^a 
explotación  se  ocupa  el  srfíor  José  Domingo  Restrepo, 
inteligente  y  enérgico  j"ven.  cu  asocio  de  algunos  ca- 
pitalistas americanos — y  de  La  Cortada  del  Nuz,  pro- 
yecto acometido  por  un  distinguido  francés,  para  des- 
viar por  algunos  centenares  de  metros  el  cauce  del  río, 
y  explotar  en  seco  las  arenas  auríferas  depositadas  en 
las  cuencas  por  la  acción  de  los  siglos.  Unay  otra  em- 
presa, á  las  que  el  ferrocarril  ofrece  ventajas  conside- 
rables con  el  fácil  y  barato  transporte  de  la  maquina- 
ria, prometían  grandes  esperanzas. 

En  relación  con  este  objeto  d^  proporcionar  facili- 


El  ferrocarril  de  Ántioquia  231 

dades  al  trabajo  de  la  minería,  el  trazado  del  ferroca- 
rril de  Puerto  Berrío  es  nna  grande  adquisición  para 
Ántioquia,  cuyo  suelo,  excesivamente  arrugado  y  cru- 
zado de  Norte  á  Sur  por  tres  líneas  de  altas  montañas, 
presenta  tantos  obstáculos  á  las  vías  transversales  al 
Magdalena  ó  al  Cauca.  La  de  Puerto  Berrío  á  Mede- 
llín  ha  dado  solución  feliz  al  problema,  de  una  ma- 
nera á  un  tiempo  económica  y  adecuada  á  las  nece- 
-sidades  de  la  minería.  Salvando  la  orilla  cenagosa  del 
río,  sigue  el  curso  Sudoeste  de  La  Colorada,  y  luego  se 
interna  por  la  hoya  de  la  quebrada  de  Sabaletas  hasta 
su  origen,  en  una  depresión  déla  cuchilla,  que  permi- 
te pasar  sin  gran  dificultad  á  la  hoya  del  Nuz.  Este, 
tributario  del  Nare,  con  el  cual  se  reúne  arriba  de  la 
bodega  de  Islitas,  presenta  en  la  dirección  Noroeste  de 
su  valle  una  línea  fácil,  de  doce  leguas  de  extensión, 
en  la  que  se  encuentran  minas  halagadoras  en  la  Cor- 
dillera y  fértiles  vegas  en  las  orillas  del  río  hasta  sus 
vertientes.  Aquí  se  atraviesa  la  sierra  que  divide  las 
aguas  que  caen  al  Cauca  de  las  que  corren  al  Magda- 
lena, en  un  punto  denominado  La  Quielra,  cuya  al- 
tura sobre  el  nivel  del  mar  no  pasa  de  2,000  metros, 
y  se  desciende  al  valle  del  Porce,  que  se  considera  el 
más  rico  en  oro  en  todo  el  Estado. 

El  punto  en  que  el  trazado  toca  al  Porce  adquirirá 
con  el  tiempo  grande  importancia,  por  ser  el  de 
intersección  de  las  dos  vías  que  del  corazón  del  Es- 
tado conducen  al  Magdalena  y  al  Cauca.  Remontando 
luego  el  Porce,  se  llega  sin  obstáculo  serio,  y  evitando 
la  necesidad  de  costosos  túneles,  por  un  camino  cuyas 
gradientes  no  pasan  del  4  por  100,  hasta  la  capital  an- 


232  Arboles  nuevos 


tioquefia.  El  hallazgo  de  esta  línea  ha  sido,  pues,  un 
servicio  de  primer  orden,  que  Antioqui^i  tendrá  siem- 
pre que  agradecer  al  señor  Cisneros. 


Desde  Honda  hasta  Puerto  Berrío  la  distancia  re- 
corrida es  de  44  leguas,  distribuidas  entre  las  siguien- 
tes estaciones: 

De  Honda  á  Yeguas •">  leguas. 

De  Yeguas  á  La  Dorada,  pasando  por 
La  Garcera,  Peñasmuertas  y  Conejo, — 
lefíateos  con  algunas  casas 6-|^     — 

De  La  Dorada  á  Buenavista  (boca  del 
río  de  La  Miel),  pasando  por  la  boca  de  la 
quebrada  de  La  Perrera  (término  de  la  lí- 
nea de  Poncet,  cuya  ejecución  })royecta  el 
señor  Liévano),  Gaarumo,  el  Conchai  y 
Fierro O       — 

De  Buenavista  á  Nare,  pasando  poi- 
Puerto-Niño Id       — 

De  Nare  á  Puerto  Berrío,  pasando  por 
La  Angostura,  Callejas  y  Garrapata 10|^ 

44  leguas. 

En  Puerto  Berrío  empieza  la  parte  más  despoblada 
de  las  vegas  del  Magdalena,  y  quizás  á  esta  circunstan- 
cia, que  no  ha  permitido  desmontes  considerables  en 
sus  orillas,  se  debe  la  aparición  de  árboles  nuevos, 
entre  los  cuales,  dos  llamaron  particularmente  mi 
atención  :  el  canta-gallo  y  el  sanaguare. 

El  primero  tiene  alguna  semejanza  con  el  cámba- 
lo en  la   forma  y  aspecto   del  tronco  y  de  las   ramas: 


Carare  233 

pero  en  vez  de  ser  rojas,  como  líis  de  éste,  sns  flores 
8011  blancas  y  el  revés  de  las  hojas  tiene  ligeros  reflejos 
argentinos.  Es  un  árbol  muy  bello,  que  pudiera  pro- 
pagarse para  adorno  de  los  jardines. 

£1  sanaguavG  habita  de  preferencia  en  las  vegas 
pantanosas;  es  de  rápido  crecimiento,  da  una  sombra 
agradable,  no  muy  tupida,  y  produce  un  fruto  seme- 
jante al  del  algarrobo,  que  sirve  de  alimento  á  los 
ganados  en  los  fuertes  veranos.  La  madera  de  sus 
ramas  es  muy  buena  leña  y  su  tronco  es  blando,  fácil 
para  trabajarlo  en  muebles.  En  las  inmediaciones  de 
Barranquilla  se  le  encuentra  en  grande  abundancia  en 
una  isla  poblada  de  ganados,  pues  su  sombra  no  hace 
daño  á  los  pastos  naturales,  sus  raíces  absorben  lu 
humedad  del  suelo  y  ayudan  á  secarlo  y  convertirla 
en  terreno  de  labor.  Sería  una  adquisición  útil  para 
el  alto  Magdalena,  en  donde  no  es  conocido. 


En  esta  sección  principia  la  entrada  de  los  gran- 
des tributarios  del  Magdalena  central.  A  cosa  de  cinco 
leguas  de  Puerto  Berrío  desemboca  en  la  orilla  iz- 
quierda el  San  Bartolomé,  río  que  penetra  profunda- 
mente en  el  territorio  de  Antioquia,  pues  sus  ver- 
tientes llegan  hasta  la  vecindad  de  Amalfi,  y  que 
probablemente  es  navegable  por  algunas  leguas  en  su 
parte  baja.  En  otro  tiempo  había  arriba  de  su  desem- 
bocadura una  bodega,  hasta  donde  llegaban  los  cham- 
panes, y  un  camino  por  donde  se  introducían  al  inte- 
rior algunas  mercancías.  Diez  leguas  más  abajo  entra 
por  la  orilla  derecha  el  Carare,  en  cuya  boca,  sobre 
un  peñón  elevado  y  libre  del  riesgo  de  inundaciones. 


234  Cavare 

está  situada  la  población  del  mismo  nombre,  esperan- 
do desde  Iiaoe  un  siglo  el  advenimiento  de  un  camino 
hacia  el  interior,  tantas  veces  anunciado  como  frustra- 
do luego  por  el  destino.  El  río  se  interna  por  noventa 
leguas  en  los  Estados  de  Santander  y  Boyacá,  y  se 
dice  que  es  navegable  por  más  de  veinte,  en  vapores 
pequetlos;  pero  su  curso,  en  extremo  tortuoso,  arras- 
tra grandes  árboles  de  la  poderosa  vegetación  de  sus 
orillas  que,  por  hoy,  hacen  imposible  ó  poco  menos 
^sa  navegación.  Las  vegas  son  en  extremo  fértiles  y 
<3n  ellas  hay  establecidas,  en  la  parte  alta,  algunas 
plantaciones  de  cacao,  café  y  caña  de  azúcar,  asfixia- 
das desde  un  principio  por  la  dificultad  de  llevar  sus 
productos  al  río.  Los  habitantes  de  la  parte  baja,  muy 
<3scasos  en  número,  viven  de  la  pesca  y  de  la  extrac- 
ción de  taguas,  que  son  muy  abundantes. 

Dos  obstáculos  encuentra  esa  población  para  me- 
drar y  propagarse.  Primero,  los  aruacos  ó  yariguíes, 
tribu  indígena  enemistada  á  muerte  desde  tiempo  in- 
memorial con  los  blancos,  á  quienes  ataca  sin  dar  cuar- 
tel, siempre  que  puede  hacerlo  con  impunidad.  Se- 
gundo, la  insalubridad  del  clima,  que  ha  llegado  á 
tener  un  nombre  fatídico,  pero  que  cederá  algún  día, 
cuando  la  canalización  del  Carare  permita  desaguar 
los  pantanos  y  ganar  para  el  cultivo  los  terrenos  cu- 
biertos hoy  de  bosques  cenagosos. 

El  peligro  de  los  aruacos  es  menor.  Según  parece, 
<?stas  tribus,  esparcidas  entre  el  Carare  y  el  Sogamoso, 
no  cuentan  más  de  mil  habitantes,  capaces  de  presen- 
tar á  lo  sumo  cuatrocientos  hombres  de  armas,  que  no 
resistirían  la  presencia  de  cincuenta  soldados  armados 
<;on  armas  de  fuego. 


El  Opón  235 

Además,  no  sería  imposible  reducirlas  ala  vida  civi- 
lizada por  medio  de  tratados,  escuelas  y  comercio. 
Habiendo,  como  hay,  relaciones  étnicas  entre  ellas 
y  las  poblaciones  del  Socorro  y  Vélez,  descendien- 
tes de  los  antiguos  guanes,  la  mezcla  de  las  razas  no 
sería  difícil  y  triunfaría  en  breve  de  las  antipatías 
de  la  vida  salvaje.  Debería  evitarse  á  todo  trance  la 
destrucción  de  esas  tribus,  grupo  de  población  acli- 
matada á  las  influencias  miasmáticas  de  esa  región, 
de  un  valor  inapreciable  para  la  colonización  futura 
del  valle  del  Magdalena,  hacia  el  que  empiezan  á 
descolgarse  yá  los  habitantes  de  Zapatoca,  Chima  y 
demás  pueblos  de  la  orilla  occidental  del  Saravita,  en 
la  antigua  provincia  del  Socorro. 

Ocho  leguas  abí^jo  del  Carare  se  encuentra,  en 
la  misma  orilla,  la  boca  del  Opón,  río  notable  en  nues- 
tra historia  por  haber  dado  entrada  hacia  las  densas  y 
civilizadas  poblaciones  indígenas  que  hoy  forman  los 
Estados  de  Santander,  Boyacá  y  Cundí namarca,  á  la 
expedición  conquistadora  acaudillada  por  Gonzalo  Ji- 
ménez de  Quesada.  » 

Erase,  probablemente,  el  mes  de  Octubre  de  1536. 
El  letrado  espaüol  que  la  conducía,  detenido  por  cer- 
ca de  un  mes  en  Barrancabermeja  (llamada  enton- 
ces La  Tora,  dos  leguas  más  abajo),  á  causa  de 
la  escasez  de  víveres, — después  de  haber  perdido  por 
las  enfermedades  más  de  cuatrocientos  de  los  ocho- 
cientos hombres  con  que  principió  su  exploración, — 
había  resistido,  á  semejanza  de  Colón,  las  exigencias 
de  regresar  á  Santamarta,  que  le  hacían  todos  sus 
compañeros,  y  enviado  al  Capitán   Juan  de  Sanmar- 


236        Entrada  de  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada 

tín,  en  tres  canoas  tripuladas  por  doce  hombres,  á 
explorar  el  río  inmediato,  hacia  cuyas  vertientes  se 
descubrían  las  cimas  azuladas  de  una  cordillera  de 
2,000  metros  de  altura.  Esta  pequeña  descubierta 
tropezó  con  una  canoa  cargada  de  mantas  finísimas  de 
algodón  y  de  cuiches  (1)  de  sal,  y  adelantando  algo  más 
encontró,  en  el  punto  en  que  el  Opón  cesa  de  ser 
navegable,  dos  bodegas  llenas  de  sal.  Desembarcando 
aquí  é  internándose  por  una  senda  que  corría  por  en- 
medio  del  bosque,  llegó  á  un  punto  elevado,  desde 
donde  se  divisaban  casas  y  labranzas  numerosas,  indi- 
cio de  grandes  poblaciones  conocedoras  de  artes  fabri- 
les é  indudablemente  entregadas  á  algún  comercio 
con  las  tribus  de  las  orillas  del  río.  Enajenado  de 
gozo  con  este  encuentro,  regresó  Sanmartín  á  La 
Taray  engalanados  sus  compañeros  con  las  plumas 
y  otros  adornos  de  los  indios  que  habían  hallado  en 
las  bodegas,  y  enarbolando  las  mantas  en  señal  de  ale- 
gría. El  historiador  de  esa  expedición,  el  Padre  Cas- 
tellanos, refiere  estas  exclamaciones  de  los  explorado- 
res á  sus  desalentados  compañeros,  al  llegar; 

¡Tierra  buena!  ¡Tierra  buena! 
Tierra  que  pone  fin  á  nuestra  pena. 
Tierra  de  oro,  tierra  bastecida, 
Tierra  para  hacer  perpetua  casa, 
Tierra  donde  se  ve  gente  vestida. 


Tierra  de  bendición  clara  y  serena. 

"Y  sus  valles  y  cumbres  son  propicias 
A  nobles  y  generosas  influencias. 

Estábase  en  el  camino  del  Reino  de  los  Muiscas, 


(1)  Sal  compactada  al  fuego,   dentro  de  una  olla  de  barro, 
cuya  forma  conserva. 


Barrancábei'meja  237 

j  ese  fue  el  origen  de  la  fundación  de  la  nacionalidad 
que  hoy  es  Colombia! 

Barrancabcrmeja,  llanriada  así  por  el  color  de  los 
bancos  del  río,  atraía  en  un  tiempo  la  atención  por 
ser  el  punto  donde  debía  terminar  un  camino  que 
desde  Zapatoca  se  construía  hacia  el  Magdalena.  Era 
esa  una  vía  excesivamente  larga,  de  costosísima  con- 
servación, que  requería,  en  consecuencia,  un  gran 
número  de  recuas  de  muías,  de  potreros,  de  arrieros, 
de  posadas,  y  que,  en  fin  de  fines,  haría  tan  costosa 
la  transportación,  que  sólo  muy  pocos  servicios  podría 
prestar  al  comercio.  En  ese  camino  se  trabajó  por 
largos  años,  se  invirtieron  sumas  cuantiosas  y  resultó 
al  cabo  que,  ya  sea  por  el  temor  á  los  asaltos  de  los 
indios,  ó  por  la  naturaleza  arcillosa  y  deleznable  de 
los  terrenos,  no  pudo  ser  conservado.  Para  sostener 
la  competencia  comercial  de  los  países  que  cuentan  con 
ferrocarriles,  ríos  navegables  y  el  mar,  se  necesita  lu- 
char con  armas  iguales.  Así  como  las  hondas  y  las  fle- 
chas no  son  yá  armas  de  guerra  contra  los  rifles  y  los 
cañones  rayados,  los  caminos  de  montaña  y  las  muías 
tampoco  pueden  competir  con  los  ferrocarriles  y  los 
vapores  en  la  exportación  de  azúcar,  algodón  y  café. 
El  gran  problema  consiste  en  llegar  pronto,  y  con  poco 
gasto,  á  las  vías  navegables.  Barrancabermeja  ha  per- 
dido yá,  pues,   sus  grandes  esperanzas  de  otros  días. 

Cinco  leguas  más  abajo  sigue  la  bodega  de  Soga- 
moso,  á  corta  distancia  de  la  boca  del  río  de  este 
nombre,  antes  de  la  cual  se  pasa  por  delante  del  río 
de  La  Colorada,  que  así  como  el  Carare,  el  Opón  y  el 
Sogamoso,    recorren   de   Sur  á  Norte  el  valle  que  se 


238  El  Sogamoso 

extiende  al  Occidente  de  la  Sierra  de  Lloriquíes  hasta 
el  Magdalena,  formando  en  él  cuatro  líneas  paralelas, 
dentro  de  las  cuales  deben  quedar  cinco  valles  secun- 
darios muv  fértiles,  pero  tal  vez  malsanos.  De  esos 
ríos  el  Carare  es  el  más  próximo  al  Magdalena,  y  el 
Sogamoso  el  más  inmediato  á  la  cordillera  Oriental. 
El  Colorada  y  el  Opón  son  loa  intermedios.  Toda  esa 
región  debe  ser  espléndida  y  está  inexplorada.  El  So- 
gamoso tiene  un  curso  de  más  de  cien  leguas  basta  la 
laguna  de  Fúquene,  de  donde  procede  su  gran  tribu- 
tario, el  Suárez,  y  basta  la  de  Tota,  de  cuyas  cercanías 
nace  el  Sogamoso  propiamente  dicho.  Riega  gran  par- 
te del  territorio  de  Boyacá  y  Santander,  y  sólo  es  nave- 
gable por  pequeñas  embarcaciones  en  las  quince  últi- 
mas leguas  de  sn  torrentoso  curso.  Quizá  por  medio 
de  esclusas  podrá  hacérsele  más  útil  algún  día. 

Entre  Puerto  Berrío  y  la  boca  del  Sogamoso  median 
31  leguas,  divididas  entre  las  siguientes  estaciones: 

De  Puerto  Berrío  á  la  boca  del   San 
Bartolomé,  pasando  por  Murillo 5  leguas. 

De  San  Bartolomé  á  Carare,  pasando 
por  Rionuevo,  Saíno  y  Barbacoas 10|^ 

De  Carare  á  la  boca  del  Opón,  pasando 
por  Pefiasblancas 8 

De  Opón  á  la  boca  de  Sogamoso,  pa- 
sando por  la  boca  del  Colorada  y  Barran- 

cabermeja ...    7^ 

31  leguas. 


De  las  poblaciones  que  acabo  de  mencionar,  merece 
recuerdo  especial  la  de  Barbacoas,  situada  tres  leguas 


La  victoria  de  Barbacoas  239 

arriba  de  la  boca  de  Oarare,  y  doce  abajo  de   Puerto- 
Berrío. 

Acababa  de  ganarse  la  importante  victoria  de 
Boyacá,  durante  la  guerra  de  la  Independencia,  con 
la  cual  había  sido  libertado  de  la  dominación  españo- 
la  el  territorio  del  Tolima,  Cundinamarca,  Boyacá  j 
Santander;  pero  quedaba  sometida  aún  (\  la  Metrópoli 
toda  la  hoya  del  Magdalena  desde  Honda  hasta  el  mar, 
incluyendo  á  Mompós  y  las  ciudades  del  litoral,  Car- 
tagena, Santamarta,  Riohacha  y  Panamá,  en  la  pri- 
mera de  las  cuales  había  parado  su  desatentada  fuga, 
desde  Bogotá,  el  Virrey  Sámano.  Este,  con  los  gran- 
des recursos  que  la  posesión  de  la  orilla  del  mar  le 
proporcionaba,  intentaba  recuperar  el  terreno  perdi- 
do, manteniendo  la  dominación  del  Rey  en  Antioquia 
con  fuerzas  que  envió  allí  por  el  Cauca  arriba,  á  órde- 
nes de  Warleta,  y  con  una  poderosa  flotilla  de  bongos 
y  champanes  regida  por  el  Teniente-Coronel  Isidro 
Barrada,  que  debía  subir  hasta  Nare. 

El  Vicepresidente  de  Cundinamarca,  General  San- 
tander, comprendiendo  también  la  suprema  importan- 
cia de  Antioquia  y  el  Magdalena,  había  enviudo  á 
tomar  posesión  del  primero  al  joven  héroe  José  María 
Córdoba,  y  nombrado  Gobernador  de  Mariquita,  con 
residencia  en  Honda,  al  entonces  Coronel  José  María 
Mantilla,  encargado,  antes  que  todo,  de  levantar  una 
escuadrilla  capaz  de  dominar  en  el  M?>gdalena,  á  lo 
menos  hasta  la  Angostura  de  Nare.  En  este  sitio  de- 
bían levantarse  baterías  de  tierra  para  cruzar  con  sus 
fuegos  la  garganta  angosta  que  comprime  allí  la  co- 
rriente del  río. 


240  La  victoria  de  Barbacoas 

Córdoba  realizó  su  misión  con  la  magia  propia  de 
ese  guerrero  de  veinte  aüos.  Ocupar  á  Antioquia,  casi 
tan  sólo  con  su  audacia;  levantar  fuerzas,  batir  á 
Warleta,  descender  por  el  Porce  y  el  Nechí,  bajar  el 
Cauca,  ocupar  á  Magangué  y  desalojar  de  Mompós  al 
Coronel  Villa,  que  la  guarnecía  por  el  Eey,  fue  obra  de 
pocos  meses. 

Por  su  parte,  el  General  Mantilla  reunió  en  Hon- 
da los  elementos,  muy  escasos  entonces  (pues  en  su 
derrota  el  Virrey  Sámano  había  barrido  con  lo  más 
importante),  de  una  flotilla, la  cual  puso  á  órdenes  del 
Comandante  José  Antonio  Maíz,  con  instrucciones  de 
bajar  sólo  hasta  la  Angostura  de  Nare  y  de  evitar 
todo  combate  con  la  muy  superior  en  buques,  tripu- 
laciones y  artillería  que  podía  subir  del  bajo  Magdale- 
na. Sin  embargo,  habiendo  sabido  la  aproximación 
de  los  bongos  españoles,  no  pudo  resistir  á  la  atrac- 
ción misteriosa  que  para  los  valientes  tiene  hi  cer- 
canía del  peligro;  no  vaciló,  y  marchó  derecho  sobre 
ellos  con  el  designio  de  tomarlos  al  abordaje.  El  Jefe 
español,  por  su  parte,  tampoco  dudó  de  la  victoria; 
seguro  de  ella,  hizo  desembarcar  parte  de  su  infante- 
ría en  el  pueblo  de  Barbacoas,  hacia  cuya  barranca  es 
menos  fuerte  la  corriente,  y  por  donde  debían  subir, 
en  la  retirada  que  preveía,  las  embarcacion.es  de  los 
patriotas.  Aceptaron  éstos  el  desafío  é  hicieron  des- 
embarcar igualmente  50  jinetes  mandados  por  el  cé- 
lebre Carvajal,  el  compañero  de  Rondón  en  el  Pan- 
tano de  Vargas. 

Dispuestas  así  las  líneas  de  batalla,  los  indepen- 
dientes, que  tenían  en  su  favor  la  corriente  del  río,  lo 


Puerto  Wilches  241 

'que  les  daba  más  facilidad  para  maniobrar,  bajaron  á 
boga  arrancada  sobre  los  bongos  enemigos  desprecian- 
do los  disparos  de  su  artillería,^  echaron  á  pique  dos  de 
ellos,  tomaron  al  abordaje  otros  dos  y  nueve  champa- 
nes, visto  lo  cual  Ids  cinco  bongos  rtístantes  tomaron 
la  faga  (20  de  Enero  de  1820). 

Con  no  menos  decisión  arremetió  en  tierra  Carva- 
jal, hasta  el  punto  de  no  dejar  vivo  un  solo  español 
•de  los  que  habían  pretendido  cortar  la  retirada  á  los 
patriotas. 

Seiscientos  fusiles  encajonados,  muchos  pertrechos, 
y  sobre  todo  cuatro  bongos  y  nueve  champanes,  in- 
apreciables en  esos  instantes,  fueron  el  fruto  de  ese 
acto  de  arrojo,  que  abrió  á  los  patriotas  el  camino  del 
Magdalena  hasta  Mompós. 

Este  hecho  fue  de  la  mayor  importancia.  Bajando 
la  ñotilla  vencedora,  reforzada  con  los  despojos  toma- 
dos al  enemigo,  ai  llegar  á  Mompós  pudo  obrar  en 
combinación  con  las  fuerzas  que  de  Antioquia  habían 
traído  José  María  Córdoba  y  su  hermano  Salvador, 
Manuel  del  Corral,  Joaquín  y  José  Manuel  Montoya 
y  otros.  En  las  filas  humildes  del  soldado  estaba  el 
hoy  General  Braulio  Henao.  Luego  volveremos  á  en- 
contrar esta  misma  flotilla  en  Tenerife,  no  yá  regida 
por  Maíz,  inutilizado  por  una  herida  recibida  en  el 
combate,  sino  por  el  Coronel  Hermógenes  Maza. 


Puerto  Wilches  dista  solo  dos  leguas  de  la  boca 
del  Sogamoso.  Según  afirman  personas  dignas  de  cré- 
dito, este  sitio  posee  la  ventaja  de  tener  una  línea  do 
tierras  altas,  al  abrigo  de  inundaciones,  sin   cordille- 

16 


242  San  Pablo  y  Fatiiria 

ras  interpuestas  y  adecuadas  para  la  construcción  de 
un  ferrocarril  á  Bucaramanga,  con  una  extensión  de 
menos  de  25  leguas.  Es,  pues,  probable  que  este  camino 
de  hierro  se  hará,  porque  Bncarg^manga  es  una  ciudad 
rica  y  emprendedora,  y  sería  la  metrópoli  comercial  de 
todo  el  Norte  do  Colombia,  á  tener  esti  vía  de  comu- 
nicación. 

Tres  leguas  y  media  abajo  de  Puerto  Wilches  está 
San  Pablo,  pueblo  que  debe  su  existencia  al  vecino  río 
de  la  Cimitarra,  procedente  de  las  cordilleras  antio- 
quefias,  en  las  cuales  tiene  nacimiento  su  grande 
afluente  el  Ité,  al  Sudoeste  de  la  ciudad  de  Remedios. 
Ignoro  si  es  navegable,  y  probablemente  no  ha  sido 
explorado  por  ser  poco  poblada,  aunque  abundante 
en  minas,  la  región  que  atraviesa.  Esta  aldea,  en  otro 
tiempo  de  bonito  aspecto  y  abundante  caserío,  ha  su- 
frido mucho  con  la  destrucción  de  las  barrancas  en 
que  está  edificada. 

Cuatro  leguas  abajo  de  San  Pablo  sigue  Paturia, 
pequeña  población  fundada  en  18G7  con  el  objeto  de 
servir  de  punto  de  partida  á  un  camino  hacia  Bucara- 
manga,  proyectado  por  el  señor  Roberto  Joy,  y  prote- 
gido por  el  entonces  Gobernador  de  Santander,  señor 
Victoriano  de  D.  Paredes.  Un  caño  navegable  de  cer- 
ca de  diez  leguas  comunica  el  río  con  una  gran  cié- 
naga interior,  desde  la  cual  parte  un  camino  llano  y 
cómodo  hasta  Bucaramanga,  que  se  dice  ser  el  mejor 
para  la  importación  de  mercancías  extranjeras:  aun- 
que no  para  la  exportación,  en  la  cual  son  más  econó- 
micas las  vías  fluviales  del  Lebrija  y  del  Sogamoso, 
flotables  á  la  bajada,   pero  muy  difíciles  en  la  subida. 


El  Puerto  de  Botijas  243 

Este  camino  de  tierra  se  une  á  poca  distancia  de  la 
Ciénaga  con  el  trazo  del  proyectado  ferrocarril  de 
Soto,  que  parte  de  Puerto  Wilchcs. 

De  Paturiaen  adelante  pasa  el  vapor  por  los  tres 
pequeños  pueblos  do  Boca  de  Eosario,  Vijagual  y  Ba- 
dillo,  y  á  continuación  de  este  ultimo  se  encuentra  la 
boca  del  Lebrija.  Nace  este  río  en  el  Páramo  de  Juan 
Rodríguez,  cerca  do  Piedecuesta,  y  se  dice  empieza  á 
ser  navegable  desde  Botijas,  treinta' leguas  arribado 
su  desembocadura  en  el  Magdalena. 

El  sitio  de  Botijas  es  notable  en  la  historia  del  pe- 
ríodo colonial  de  Colombia  como  término  escogido 
por  alguno  de  los  gobernantes  espafíoles  de  un  camino 
que  alguna  vez  se  proyectó  construir  desde  Bogotá, 
por  en  medio  de  las  densas  poblaciones  de  Cundina- 
marca,  Boyacá  y  Santander,  que  forman  la  mitad  de 
las  de  toda  la  República.  Recuerdo  haber  visto  postes 
de  cal  y  canto  marcando  la  distancia  desde  Sahtafé  y 
puntos  intermedios  hasta  dicho  puerto'  El  más  inme- 
diato á  Bogotá  de  que  hago  memoria  daba  110  leguas 
españolas,  equivalentes  á  63  miriámetros. 

Esa  era  una  grande  idea,  en  cuya  tradición  hubiera 
debido  perseverar  el  Gobierno  republicano  para  des- 
arrollar el  comercio  interior  y  crear  lazos  de  unión  y 
solidaridad  entre  esas  tres  grandes  secciones;  pero  no 
se  pensó  nunca  en  darle  continuidad.  Por  su  parte,  el 
Gobierno  Español  tampoco  dio  paso  alguno  para  su 
ejecución,  si  se  exceptúa  el  de  medir  las  distancias  y 
fijar  los  postes.  Ignoro  á  cuál  de  nuestros  antiguos  Vi- 
rreyes se  debe  ese  pensamiento,  del  que  no  hacen  men- 
ción siquiera  las  memorias  de  mando  de  los  que  go- 
bernaron el  Virreinato  desde  1770  para  acá. 


CAPITULO    XVIII 


DE  L.\    BOCA    DK  LEURIJA   AI.    KA  N^CO 


Escalas  entre  Puerto  Berrío  y  Bodega  Central.— Caminos  del 
Magdalena  á  Bucaramanga.— La  isla  de  Morales. — Puerto 
Nacional. — La  Gloria.— Caminos  del  Magdalena  á  Ocaña. 
El  Carmen  (de  Ocaña).— Habitaciones  humanas  en  las  orillas 
del  Magdalena  Central. — Los  leñateos. — Las  aldeas.— In- 
dustrias que  pudieran  tener  importancia  en  esos  lugares. — 
Cómo  formaba  el  Gobierno  colonial  las  poblaciones  en  el 
Magdalena. — Tamalameque.antes  Sompallón, punto  de  escala 
en  la  expedición  de  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada.— Pobla- 
ción de  las  orillas  del  Bajo  Río  al  tiempo  de  la  conquista. — 
Sufrimientos  de  los  conquistadores  en  el  trayecto  de  la  Cié- 
nega de  Santamarta  á  Tamalameque. 


Abajo  de  la  boca  del  Lebrija  fue  fundada  en  1873 
ó  1874  la  Bodega  Central,  edificio  de  madera  con  techo 
de  láminas  de  hierro  ó  de  zinc,  en  la  orilla  occiden- 
tal (de  Bolívar),  destinado  á  recibir  los  cargamentos 
procedentes  del  río  Lebrija  ó  con  destino  á  internarse 
por  él. 

La  boca  de  este  río  señala  la  mitad  de  la  distancia 
entre  Honda  y  Barranquilla.  Entre  la  boca  del  Soga- 
moso  y  la  del  Lebrija  median  25  leguas,  distribui- 
das así : 


Rutas  hacia  Bucaramanga  245 

De  líi  boca  del  Sogamoso  á  Puerto 
AVilches • 2  leguas. 

De  Puerto  Wilches  á  San  Pablo  (boca 
del  Cimitarra,  río  que  marca  deslindes 
entre  Antioquia  y  Bolívar) 3^ 

De  San  Pablo  á  Paturia  (principia  el 
territorio  del  Estado  del  Magdalena  y  cesa 
la  ribera  santandereana) , .       4 

De  Paturia  á  Bodega  Central,  pasando 
por  la  boca  de  Rosario,  Vijagual  y  Ba- 
dillo 15i 

25  leguas. 
Distancia  de  Puerto  Berrío  á  la  boca 

del  Sogamoso  31 

De  Honda  á  Puerto  Berrío 44 

Total  de  Honda  á  la  boca  de  Lebrija, 
ó  sea  á  la  Bodega  Central. 100  leguas. 

Esta  distancia  se  recorre,  á  la  bajada,  en  dos  días 
y  medio;  pero  puede  hacerse  perfectamente  en  dos, 
pasando  la  noche  del  primero  abajo  de  Puerto  Be- 
rrío. A  la  subida  se  emplean  de  50  á  54  horas  de 
navegación  efectiva,  y  cinco  días  de  viaje,  pues  sólo  eu 
circunstancias  muy  favorables  puede  navegarse  de 
noche,  y  eso  hasta  la  boca  del  Carare  solamente. 

Hay  entre  la  boca  del  Sogamoso  y  la  del  Lebrija 
cuatro  salidas  del  antiguo  cantón  de  Soto,  en  el  Esta- 
do de  Santander,  hacia  el  Magdalena: 

1.*  La  de  Bucaramanga  y  Girón,  por  tierra,  hasta 
Pedrales,  y  de  aquí,  por  agua,  á  la  boca  del  Sogamoso. 

2.*  La  de  Bucaramanga  á  Puerto  Wilches,  toda 
por  tierra. 


246  Puerto  Nacional 

o.^  La  de  Bucaramanga  á  Paturia,  por  tierra  hasta 
Puerto  Paredes,  sobre  el  lago,  y  por  agUii  en  el  lago 
y  el  caño  de  Paturia,  hasta  el  Magdalena. 

4.*  La  de  Bucaramanga  á  Botijas,  por  tierra,  y  de 
aquí  hasta  Bodega  Central  por  el  río  Lebrija. 

Se  dice  que  la  más  económica  para  bajar  al  Mag- 
dalena es  la  de  Pedrales  y  el  río  Sogamoso,  y  la  mejor 
por  la  dirección  contraria,  sobre  todo  para  pasajeros, 
la  de  Puerto  Wilches. 


En  la  boca  del  Lebrija  el  Magdalena  se  divide,  de- 
jando en  medio  de  los  dos  brazos  la  grande  isla  de 
Morales,  de  unas  ocho  leguas  de  largo  por  dos  de  an- 
cho. El  brazo  occidental,  llamado  de  Morales,  forma  á 
su  terminóla  Ciénaga  de  Pajaral,  de  la  cual  nace  el  río 
ó  caño  de  Papayal,  que  desemboca  cerca  del  Banco; 
pero  la  mayor  parte  de  las  aguas  vuelve  hacia  el  Orien- 
te á  unirse  cerca  de  Eegidor  con  el  brazo  de  Ocafla. 
Por  este  brazo,  que  es  recto  y  profundo,  hacen  la  na- 
vegación los  vapores  y  en  la  orilla  derecha  está  la  po- 
blación de  Puerto  Nacional. 

Descendiendo  cinco  leguas  de  Bodega  Central  se  lle- 
ga á  Puerto  Nacional,  ó  más  bien  á  las  bodegas  de  este 
nombre,  pues  el  pueblo  queda  una  legua  hacia  el  in- 
terior, sobre  la  ribera  de  un  caño  que  comunica  con  el 
río;  y  de  este  lugar  parte  un  camino  de  catorce  leguas 
de  extensión  á  Ocaña.  Tanto  el  caserío  inmediato  á  las 
bodegas  como  la  aldea,  muestran  pocas  señales  de  pro- 
greso, el  cual  se  descubre  algo  más  en  la  de  Agu achica, 
cuatro  leguas  adelante  hacia  el  interior. 

Siete  y   media   leguas  abajo  de  Puerto  Nacional 


Los  leñateos  y  las  aldeas  del  rio  247 

sigue  La  GIoi-ím,  en  la  orilla  derecha,  (iesde  donde 
parte  otro  camino  hacia  Ocafía,  que  toca  en  el  Car- 
men, población  agrícola  y  comercial  importante,  entre 
otros  motivos  por  sef  un  lugar  de  negociación  de  los 
ganados  del  Corozal  vendidos  para  Ocaña,  Cúcuta  y 
Venezuela.  Aparte  de  plantaciones  de  café,  cacao  y 
caíla  de  azúcar  que  tiene  en  sus  inmediaciones,  cuenta 
el  Carmen  con  extensas  y  valiosas  dehesas  de  pastos  de 
para  y  de  guinea,  en  donde  los  ganados  procedentes 
de  la  orilla  opuesta  del  río  descansan  y  se  reponen  para 
continuar  su  viaje,  de  12  leguas,  á  Ocaña,  y  de  36  más 
hasta  Cúcuta. 


Como  se  habrá  notado,  las  poblaciones  de  la  orilla 
del  río,  muy  escnsas  desde  Puerto  Bcrrío  hasta  la 
boca  del  Sogamoso,  empiezan  á  aparecer  con  más 
frecuencia.  Esos  puntos  aislados  de  colonización  son 
de  dos  clases:  los  leñateos  y  los  pueblos.  Los  leñateos 
son  casas  solitarias  á  la  orilla  del  río,  en  las  que  vive 
una  familia  de  las  faenas  del  corte  de  leña  para 
suministrar  combustible  á  los  vapores.  La  leña  se 
vende  por  una  medida  llamada  burro,  que  consiste  en 
dos  varas  cúbicas,  de  astillas  de  una  vara  de  largo, 
cuyo  precio,  entre  sesenta  centavos  hasta  un  peso 
veinte  centavos  cada  uno,  se  establece  según  la  abun- 
dancia ó  escasez  del  artículo.  En  aquellos  parajes  en 
que  abundan  los  leñateos,  los  contadores  de  los  vapo- 
res, que  son  los  encargados  de  comprarla,  pueden  dar 
la  ley  y  escoger  la  más  barata:  en  donde  es  escaso  el 
número,  los  leñadores  imponen  el  precio  y  se  hacen 
pagar  mejor.    Ahora  treinta  años  eran  pocos  los  leña- 


248  Consumo  de  lefia  en  los  vapores 

teos,  paes  apenas  principiaba  la  navegación  por  vapor 
á  tomar  fuerza,  y  cada  burro  valía  de  $  1-60  á  $  2-40; 
hoy  ha  bajado  á  menos  de  la  mitad,  porque  la  pobla- 
ción del  río  es  dos  ó  tres  veces  mayor,  y  por  consi- 
guiente, la  leña  es  más  abundante. 

El  consumo  de  ella  en  los  vapores  se  estima,  por 
término  medio,  en  tres  burros  por  hora  á  la  subida  y 
dos  á  la  bajada.  Como  el  viaje  de  subida  exige  un  tér- 
mino medio,  de  noventa  horas  de  vapor,  y  el  de  bajada 
cuarenta  y  ocho,  en  cada  viaje  redondo  entre  Barran - 
quillay  Honda  se  puede  estimar  que  cada  vapor  con- 
sume SOO'J)t0TOS  á  la  subida  y  100  á  la  bajada;  es  de- 
cir, 400  burros.  A  un  precio  medio  de  $  1  cada  uno, 
cuestan  $400,  y  en  cincuenta  viajes  al  año,  $  20,000, 
repartidos  entre  unos  cien  leñateos;  lo  que  equivale  á 
$  200  anuales,  ó  60  centavos  diarios  para  cada  leñador. 
Estos  son,como  se  puede  comprender,  términos  medios, 
pues  el  consumo  de  leña  depende  del  tamaño  del  buque 
y  de  la  construcción  de  sus  máquinas,  en  lo  cual  bay  di- 
ferencias considerables.  Oí  expresar,  por  ejemplo,  el 
concepto  de  que  el  vapor  Confianza  co\\s,nm\'á  una  can- 
tidad tres  veces  mayor  que  el  vapor  Mariscal  Sitare,  á 
pesar  de  ser  su'^capacidad  transportadora  poco  más  6 
menos  igual,  y  me  pareció  observar  que  el  vapor  Car- 
tagena consumía  menos  leña  que  el  Trvjillo,  siendo- 
uno  y  otro  vehículos  de  á  800  cargas.  Estas  diferen- 
cias dependen  también  de  la  calidad  de  la  leña  y  de 
estar  más  ó  menos  seca,  pues  la  leña  húmeda  desarro- 
lla menor  cantidad  de  vapor.  Generalmente  el  consu- 
mo es  mayor  en  invierno  que  en  verano. 

Como  $  200  anuales  sería  una  suma  del  todoinsufi- 


Vida  de  los  leñateos  2i9 

cíente  para  hacer  vivir  una  familia  de  leñadores  com- 
puesta de  cinco  personas,de  las  cuales  tres  á  lo  más  con- 
tribuyen con  algún  trabajo,  la  diferencia  se  completa 
con  el  auxilio  de  una  platanera,  una  roza  de  maíz, 
una  labranza  de  yuca  (si  el  leñador  es  santandereano), 
dos  ó  tres  marranos,  algunas  gallinas  y  algo  de  pesca 
con  atarraya.  De  ordinario  hay  en  cada  sitio  dos  ó  tres 
familias  cuyas  casas  distan  dos  ó  trescientas  Taras  una 
de  otra,  porque  la  soledad  absoluta  se  comprende  que 
sería  insoportable.  Sin  embargo,  la  vida  de  esos  leña- 
teos me  ha  inspirado  siempre  profunda  conmiseración 
y  simpatía.  ¡Cuánto  sufrimiento  no  debe  de  existir  en 
esos  humildes  hogares  en  los  meses  de  invierno,  cuando 
las  avenidas  del  río  rodean  sus  casas  de  ciénagas  y  fan- 
gales profundos  ó  destru3^en  su  labranza  I  ¡Qué  priva- 
ciones no  deberán  experimentar  en  las  épocas  de  gue- 
rra civil,  cuando  se  suspende  la  navegación  de  los  va- 
pores y  se  cierran  las  puertas  á  la  realización  de  la  lefia, 
á  la  adquisición  de  sal,  de  lumbre  y  de  vestido!  ¡Cómo 
será  el  conflicto  en  los  días  de  enfermedad  ó  de  muer- 
te en  medio  de  esa  soledad  I 

La  vida  de  las  aldeas,  aunque  más  social,  no  debe 
de  ser  menos  difícil.  En  ellas  el  producto  de  la 
lefia  es  menor  por  causa  de  la  competencia,  y  el  atraso 
rutinero  de  esas  pobres  gentes  no  les  ha  sugerido  aún 
ciertas  industrias  que  pudieran  ser  de  grande  utilidad 
para  ellas.  Aparte  de  la  recolección  de  taguas  y  pala 
mora,  sólo  en  ocasiones  el  aserrío  de  tablas,  chaflones, 
ó  la  fabricación  de  canoas,  son  sus  industrias  com- 
plementarias. Empiezan  apenas  la  fundación  de  algu- 
nas dehesas  para  la  cría  de  ganados,  y  las  mujeres  á 


250  La  vida  en  las  aldeas 

-ocuparse  en  la  fabricación  de  cigarros  y  conservas  de 
frutas  en  panela,  para  vender  á  las  tripulaciones  de  los 
buques,  cuando  aciertan  á  tocar  en  la  playa  inmediata 
á  sus  casas.  En  algunas  partes  suelen  aparecer  vento- 
rrillos en  que  se  expende  aguardiente,  pan  de  maíz, 
huecos  frescos,  plátanos,  totumas,  y  muy  rara  vez 
-algunas  frutas,  como  mangos — muy  abundantes  en 
todo  el  río, — guanábanas  y  anones.  Naranjas  agrias  ó 
dulces,  limones,  pinas,  nísperos,  cocos,  etc.,  frutas 
que  encontrarían  compradores  seguros  en  los  pasajeros 
de  los  vapores,  son  en  extremo  raras,  á  pesar  de  que 
con  ellas  pudiera  hacerse  un  tráfico  de  alguna  impor- 
tancia para  vender  en  Sabanilla  y  Cartagena  á  los  bu- 
ques de  mar.  La  naranja  es  una  fruta  que  resiste  por 
más  de  veinte  días  la  transportación,  y  encontraría 
compradores  en  grandes  cantidades,  pues  su  consumo 
se  cuenta  por  millones  de  pesos  anuales  en  los  Estados 
Unidos.  Tampoco  se  cultivan  melones,  batatas,  al- 
mendrones, uvas  de  playa;  artículos  que  resisten  el 
transporte  á  diez  ó  doce  días  de  distancia.  Del  pesca- 
do seco  pudiera  tal  vez  formarse  acopios  para  vender 
por  mayor  á  los  traficantes  que  empiezan  yá  á  recorrer 
las  orillas  del  río  vendiendo  artículos  extranjeros  y 
comprando  artículos  de  exportación.  Animales  del 
bosque  domesticados,  como  pavan,  guacharacas,  pau- 
jiles,  monos,  yulos  (1),  aves  de  pluma  .ó  de  canto, 
quizás  no  serían  un  artículo  despreciable,  así  como  las 
pieles  de  nutria,  de  zorro,  de  oso  y  otras  especies, 
algunas  de  las  cuales  tienen  valor  muy  considerable 


(1)  El  yulo  es  un  marrano  silvestre  de  grandes  dimensiones, 
rrápido  crecimiento  y  fácil  domesticación. 


Industrias  que  pudieran  aclimatarse         251 

-entre  nosotros.  Las  de  nutria,  por  ejemplo,  he  oído 
decir  que,  yá  curtidas,  se  pagan  á  $  10  y  $  12  cada 
una  en  Medellín,  para  la  fabricación  de  guarnieles. 

Un  gran  servicio  prestaría  á  los  ribereños  del  Mag-' 
dalena  el  que  enseñase  á  construir  habitaciones  en 
zancos  de  maderas  incorruptibles  á  la  altura  de  dos  ó 
tres  metros  sobre  el  suelo,  suficiente  para  prevenir  en 
gran  parte  la  influencia  de  los  miasmas  palúdicos,  y 
ponerlas  á  cubierto  del  peligro  de  las  inundaciones. 
Bastaría  esta  sola  medida  higiénica  para  proteger  la 
vida  de  los  habitantes  del  río,  cuya  reproducción  abun- 
dante, como  lo  es  entre  los  pueblos  que  hacen  gran  con- 
sumo de  pescado,  está  compensada  por  la  gran  morta- 
lidad de  los  niños. 

Ko  comprendo  por  qué  no  es  muy  considerable  la 
cría  de  marranos,  á  no  ser  porque  la  abundancia  de 
tigres,  y  tal^vez  el  peligro  délos  caimanes,  sea  todavía 
muy  grande  para  desalentar  esta  clase  de  industria, 
en  la  que  hallarían  colocación  el  plátano  y  el  maíz  de 
las  labranzas,  y  para  la  cual  habría  salida  ilimitada  en 
las  grandes  poblaciones  de  la  Costa,  que  se  proveen 
de  manteca  importada  de  los  Estados  Unidos. 

La  extracción  de  viguetas  de  guayacán  para  tra- 
viesas de  ferrocarriles  empieza  á  ser  artículo  notable 
de  exportación,  y  no  veo  por  qué  no  había  de  dar 
también  buenos  resultados  la  de  maderas  de  ebanis- 
tería, como  nazareno,  granadillo,  diornate,  caoba,  gua- 
yacán  carrapo  (que  además  de  ser  incorruptible,  da 
un  color  verde  oscuro  muy  adecuado  para  los  mue- 
bles caseros),  cumula,  solecito  (de  color  rosado), 
aceituno  y  otras.  El   musgo  ó  b^rba  de  palo,   que  es 


252  Origen  de  las  poblaciones  del  rio 

un  artículo  importante  de  comercio  en  los  bosques  del 
bajo  Mississippi  para  la  fabricación  de  almohadas,, 
colchones  y  relleno  de  muebles  en  Nueva  Orleans^ 
pudiera  ser  también  otro  objeto  de  comercio  de  algún 
valor. 


El  primer  origen  de  estas  poblaciones  puede  ex- 
plicar, en  parte,  el  letargo  industrial  en  que  viven. 
Exterminada  la  población  indígena  aclimatada  que 
los  conquistadores  encontraron  en  las  orillas  del  río, 
que  tan  útil  hubiera  podido  ser  para  los  trabajos  de 
colonización,  los  Presidentes  y  Virreyes  españoles  se 
propusieron  reemplazarla  con  colonias  de  familias 
reclutadas  con  violencia  entre  los  pueblos  del  inte- 
rior y  abandonadas  en  medio  de  la  soledad — entonces 
mucho  mayor  que  hoy — á  los  más  crueles  tormentos. 
Los  vagos  y  las  prostitutas,  ó  los  reputados  tales,  eran 
enviados  sin  conmiseracióa  alguna  á  poblar,  se  decía, 
las  márgenes  del  Magdalena,  cuando  en  la  mayor 
parte  de  los  casos  era  tan  sólo  á  morir.  Las  memorias 
de  mando  de  los  Virreyes  dan  testimonio  repetido  de 
esta  política  cruel,  que  debió  establecer  desde  enton- 
ces hábitos  de  indolencia  y  disposición  de  espíritu 
favorable  á  considerar  la  muerte  como  una  redención 
y  el  trabajo  como  un  tormento. 

A  lo  menos  hoy  esa  colonización  es  voluntaria,  y  el 
que  va  allí,  aclimatado  yá  á  la  acción  de  los  bosque» 
y  á  la  vida  solitaria,  puede  encontrarse  con  la  energía 
física  y  moral  que  requiere  ese  medio  ambiente,  tan 
distinto  del  de  las  ciudades  y  los  pueblos  del  interior; 
pero  esa  colonización  tiene  que  ser  muy  lenta.  En  los 


Pobladores  actuales  253 

Estados  Unidos  ha  sido  fácil  poblar  los  valles  desier- 
tos del  alto  Mississippi,  y  en  la  República  Argentina  no 
será  difícil  poblar  la  soledad  de  las  Pampas,  porque 
entre  esos  climas  y  los  de  las  ciudades  y  grandes  gru- 
pos de  población,  casi  no  hay  diferencia  alguna;  pero 
entre  la  temperatura  de  14°  á  20°  centígrados  de  los 
centros  poblados  de  las  cordilleras,  y  la  de  27°  y  28* 
de  los  Talles  dé  nuestros  ríos  navegables,  sí  hay  un 
abismo,  todavía  más  profundo  con  la  acción  de  los 
moscos,  zancudos,  garrapat¿\s  y  demás  plagas  de  esas 
tierras  salvajes,  mucho  más  salvajes  aún  que  los  pri- 
meros habitantes  de  ellas.  La  acción  prolongada  de 
los  grandes  calores  produce,  como  primer  efecto, 
languidez  en  el  organismo,  falta  de  nutrición  y  por 
consiguiente  debilidad  general,  transmitida  luego  por 
herencisk  á  los  hijos.  La  anemia,  el  coto,  las  úlce- 
ras, son  la  consecuencia  inmediata;  y  la  pereza,  los 
vicios,  sobre  todo  el  del  uso  de  licores  estimulantes, 
la  miseria  fisiológica  y  la  del  alma — mucho  peor  que 
la  otra — aparecen  luego  en  la  segunda  y  la  tercera  ge- 
neración. 

Quizás  la  población  que  empieza  á  formarse  en 
esas  márgenes  desiertas  es  yá  distinta  de  la  que  por 
la  fuerza  quisieron  implantar  allí  los  Virreyes  y  sus 
agentes.  Desertores  del  ejército,  reos  prófugos,  po- 
blación de  los  montes  del  interior  yá  acostumbra- 
da á  la  soledad,  antiguos  bogas  de  los  champanes,  y 
como  base  general  el  residuo  formado  por  selección 
de  las  primitivas  colonias  de  habitantes  aclimatados  á 
las  condiciones  de  vida  de  esos  lugares,  son  probable- 
mente los  que  en  los  lefíateos  y  los  pueblos  del  Magda- 


254  Tamalameque 

lena  Central  constituyen  hoy  la  masa  principal  délos 
plantadores.  Entre  ellos  predomina  la  raza  negra  ó  la 
mezclada;  pero  tampoco  faltan  familias  blancas,  prin- 
cipalmente de  la  antigua  provincia  del  Socorro, — 
cuya  raza  parece  dotada  de  una  energía  particular, 
tanto  física  como  moral, —  y  algunas  del  bnjo  Magda- 
lena emigradas  de  Santamarta  y  Cartagena.  El  hecha 
es  que  en  el  Magdalena  Central,  aparte  de  unos  veinte 
pueblos  pequeños,  habrá  cuarenta  lefi ateos,  a  los  cua- 
les la  navegación  de  los  vapores  ofrece  una  base  de 
existencia  medianamente  asegurada. 

De  La  Gloria  al  Banco  median  11-^  leguas,  en  cuyo 
trayecto  se  toca,  ó  más  bien  se  pasa  por  frente  á  las 
poblaciones  de  Regidor,  San  Pedro  y  del  depósito  de 
lefia  de  Tamalameque,  llamado  Sompallón  en  los  días 
de  la  conquista,  nombre  que  los  españoles  cambiaron 
por  el  del  Cacique  que  regía  las  tribus  inmediatas  á 
la  embocadura  del  río  Cesar.  Tamalameque  llama 
la  atención  por  haber  sido  punto  de  escala  y  de  des- 
canso de  la  expedición  de  Gonzalo  Jiménez  de  Que- 
sada,  mientras  llegaba  la  que  por  el  río  conducía  en 
bongos  el  Licenciado  Gallegos,  y  por  encontrarse  en  él 
uno  délos  datos  con  que  puede  formarse  juicio  acerca 
de  los  números  de  población  indígena  que  ocupaba 
el  bajo  Magdalena  al  tiempo  de  la  conquista. 

La  tropa  descubridora,  en  su  marcha  por  tierra, 
debía  apoyarse  en  la  flotilla  del  río;  pero  ésta  había 
perdido,  por  naufragio,  algunas  de  sus  embarcacio- 
nes en  el  paso  de  las  bocas  de  Ceniza,  y  los  restos  de 
ella   no   se   consideraron  con   fuerza   suficiente  para 


Una  india  heroica  255 

internarse  en  medio  de  la  actitud  hostil  de  los  indí- 
genas ribereños.  Mientras  daba  noticia  de  sii  contra- 
tiempo á  Santamarta,  y  recibía  refuerzos  del  Ade- 
lantado Pedro  Fernández  de  Lugo,  que  regía  esa 
colonia,  Jiménez  de  Quesada  se  vio  forzado  á  dete- 
nerse por  más  de  dos  meses  en  Sompallón  ó  Tamala- 
meque.  en  donde  afortunadamente  no  escaseaban  las- 
subsistencias.  Estas,  indudablemente,  tenía  que  pro- 
porcionárselas con  más  brutalidad  é  injusticia  de  la 
que  en  los  tiempos  modernos  ¡ay!  emplean,  con  ex- 
cepciones honrosas,  nuestros  jefes  militares  en  guerra 
civil;  es  decir,  tomando  sin  remuneración  lo  que  nece- 
sitaba y  haciendo  prisioneros  á  los  dueños  para  con- 
ducir á  espaldas  al  campamento  sus  propios  víveres 
robados.  En  una  de  esas  ocasiones,  refiere  el  historia- 
dor Acosta,  en  que  los  españoles  tuvieron  la  fortuna 
de  hallar  algunas  sementeras  y  de  sorprender  á  los  na- 
turales cosechando  el  maíz,  que  trajeron  cargado  en 
los  mismos  indios,  '*'  á  pocas  horas — dice — rompió  por 
entre  las  tropas  una  mujer  desgreñada  y  llorosa,  que 
sin  temor  ni  asombro  de  tan  extraños  huéspedes  y 
animales  desconocidos  (los  caballos),  llegó  al  grupo  dé- 
los primeros,  y  arrojándose  en  los  brazos  de  un  mucha- 
cho, lo  estrechó  con  transporte.  Quiso  el  Licenciado' 
Quesada  que  los  intérpretes  le  explicaran  lo  que  aque- 
lla india  decía,  y  supo  que  el  jiiuchacho  era  su  hijo  y 
que  venía  á  constituirse  prisionera  para  no  separarse 
de  su  lado.  Conmovido  de  esta  prueba  de  ternura  ma- 
ternal, ordenó  que  no  sólo  le  restituyeran  su  hijo  at 
instante,  sino  que  dio  libertad  á  todos  los  demás,  coí> 
excepción  do  un  hombre  de  edad  que  conservó  para 


256    Población  indígena  al  tiempo  dt  la  conquista 

guía.  Aseguraba  el  Licenciado  que  en  el  curso  de  su 
larga  vida,  llena  de  vicisitudes,  jamás  pudo  olvidar 
la  mirada  expresiva  de  gratitud  profunda  que  aquella 
simple  mujer  le  había  dirigido  al  desaparecer  con  los 
sujos  en  las  selvas." 

Si  en  el  principio  de  las  sociedades  huniauas  sue- 
len ocurrir  ejemplos  que  forman  antecedente  y  sirven 
de  pauta  á  las  generaciones  futuras,  quizás  no  es  im- 
posible que  éste,  de  abnegación  heroica  al  amor  y  al 
4eber  en  la  una,  de  sencilla  y  noble  generosidad  en  el 
ejercicio  del  poder  sin  límites  en  el  otro,  se  hayan 
fundido  en  el  molde  del  carácter  colombiano. 


En  esta  remontada,  desde  las  bocas  del  Magdalena 
hasta  Tamalameque,  la  flotilla  p.spafiula  se  vio  expues- 
ta sin  cesar  á  mil  peligros,  el  principal  entre  ellos  el 
ataque  incesante  de  los  naturales;  los  cuales,  refieren 
los  historiadores  de  la  conquista,  llegaron  á  presen- 
tarse en  alguna  ocasión  embarcados  en  más  de  dos 
mil  pequeñas  canoas,  desde  las  que  hacían  llover  nu- 
bes de  flechas.  Sobre  la  masa  compacta  de  esas  canoas, 
el  fuego  de  dos  pedreros  que  llevaban  los  bongos  ha- 
-GÍa  estragos  fáciles  de  concebir.  Si  á  cada  canoa  da- 
mos tan  sólo  una  tripulación  de  cinco  hombres,  entre 
remeros  y  flecheros,  tendremos  que  un  guarismo  de 
diez  mil  combatientes  és  indicio  de  una  población,  en 
6Ólo  las  orillas,  de  cuarenta  á  cincuenta  mil.  Agre- 
gando á  este  número  el  de  los  pobladores  de  la  orilla  del 
mar,  los  de  las  sierras  Kevada  y  Tairona,  los  del  río 
Hacha  y  de  la  parte  alta  de  los  valles  del  Cesar  y  del 
Ranchería,  podríamos  llegar  á  sumas  mucho  mayores 


Sufrimientos  de  los  conquistadores  257 

que  ItíS  de  la  población  actual.  Quizás  no  es  arries- 
gado suponer  que  pasaría  de  150,000,  en  la  propor- 
ción de  cinco  habitantes  por  milla,  ó  cuarenta  y  cinco 
en  legua  cuadrada;  lo  que  en  ese  estado  de  civiliza- 
ción, que  conocía  el  cultivo  de  plantas  alimenticias,  la 
pesca,  la  extracción  del  oro  y  del  cobre,  y  algún  co- 
mercio entre  las  diferentes  tribus,  tal  vez  no  traspasa 
los  límites  de  la  verosimilitud. 

Terrible  debió  de  ser  la  empresa  de  los  conquista- 
dores. Si  por  el  río  eran  incesantemente  atacados  sus 
bongos,  las  fuerzas  de  tierra  necesitaban  abrirse  cami- 
no al  través  del  bosque,  orientándose  con  extrema 
dificultad,  transportando  á  espaldas  sus  bagajes  y  pro- 
visiones, y  en  ocasiones  cargando  en  andas  sus  caba- 
llos, instrumento  de  guerra  el  más  importante  en  esos 
días  por  el  terror  que  inspiraba  á  los  indígenas.  Oclio 
días  empleaban  las  compañías  de  macheteros  en  abrir 
el  camino  que  la  tropa  debía  después  recorrer  en  uno 
solo.  Para  preservarse  de  las  flechas,  los  soldados  nece- 
sitaban cubrirse  con  un  sobrevestido  acolchonado  de 
algodón,  usar  morriones  de  bronce,  cubrir  la  cara  con 
celada  de  barras  de  hierro,  y  aun  poner  iguales  defen- 
sas á  sus  caballos,  con  lo  cual  el  aspecto  de  un  jinete 
debía  semejar  un  monstruo  aterrador.  Caso  hubo  en 
que  del  vestido  de  un  caballero  fue  necesario  arrancar 
doscientas  flechas  prendidas  en  el  acolchonado  en  el 
curso  de  pocas  horas. 

Ni  podía  ser  de  otro  modo  después  de  las  horri- 
bles crueldades  de  Ojeda,  Pedrarias  Dávila,  Alonso 
de  Heredia,  Badillo  y  principalmente  de  Alfinger, 
alemán  de  nacimiento,  que  sobrepujó  á  todos  en  fero- 
cidad. 17 


258     Comparación  con  los  exploradores  modernos 

De  los  sufrimientos  de  los  castellanos  en  esos  tiem- 
pos podemos  apenas  formarnos  alguna  idea  con  los 
que  en  los  tiempos  presentes  ha  soportado,  y  aun  está 
soportando  Stanley  en  sus  peregrinaciones  al  través 
del  África  ecuatorial  por  en  medio  de  tribus  de  caní- 
bciles.  Stanley— en  su  primera  expedición  de  bajada 
por  el  Congo,  en  1873  y  187-4,  abriéndose  paso  por 
tierra  con  su  escolta  de  200  zanzíbares,  para  evitar  los 
seis  ó  siete  órdenes  de  cataratas  que  forma  este  río 
en  su  parte  media;  abriendo  trocha  durante  la  noche 
y  combatiendo  todo  el  día;  llevando  á  cuestas  sus  ca- 
noas, bagajes  y  provisiones,  durante  catorce  meses 
consecutivos— nos  presenta  renovado,  después  de  tres- 
cientos cincuenta  años,  el  horror  inconmensurable  de 
esas  empresas. 

Pero  ¡qué  diferencia  la  que  establece  hoy  el  pro- 
greso de  la  civilización  I  Stanley  remonta  ahora  el 
Congo  en  vapores,  abundantemente  provisto  de  víve- 
res, obligado  por  el  mandato  de  un  Congreso  Interna- 
cional á  guardar  paz  con  los  aborígenes,  é  instruido 
para  fundar  un  Estado  libre  formado  por  la  confede- 
ración voluntaria  de  las  tribus  indígenas.  No  es  una 
colonia  europea  lo  que  se  trata  de  aclimatar  sobre  la 
servidumbre  de  los  conquistados,  sino  una  república 
libre,"  sin  aduanas,  ni  monopolios,  ni  peajes,  ni  perse- 
cución religiosa;  con  acceso  libre  á  la  inmigración  de 
todas  las  nacionalidades,  sobre  la  base  del  recono- 
cimiento de  la  propiedad  territorial  en  las  tribus  indí- 
genas, y  de  la  autoridad  admitida  por  ellas  en  sus 
caudillos. 

¡Cuan  otra  hubiera  sido  nuestra  suerte  si  las  coló- 


El  Congo  259 

nizacioiies  europeas  del  siglo  xvi  hubiesen  sido  guia- 
das por  estos  principios,  como  lo  fue  la  de  Guillermo 
Penn  en  lo  que  hoy  es  Pensilvania! 

l^amalameque,  ó  sea  el  pueblo  de  este  nombre,  está 
hoy  una  legua  hacia  el  interior.  Las  aguas  del  río,  re- 
tirándose de  su  antiguo  cauce,  han  dejado  el  pueblo 
en  medio  de  la  sabana  que  se  extiende  hacia  el  Orien- 
te, con  daño  considerable  de  sus  pocos  habitantes. 
Es,  sin  embargo,  un  pueblo  industrioso,  que  no  se  ha 
dejado  abatir  por  esta  desgracia,  según  fui  informado. 


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CAPITULO   XIX 


DEL   BAIÍCO   A   BARRANQUILLA 


El  Banco.— Los  jefes  liberales  muertos  en  la  Humareda.— La 
Humareda.—* Principia  el  Bajo  Magdalena. — El  brazo  de 
Loba.— Magangué.  —  Tacaloa.-— La  batalla  de  Tenerife. — 
Hermógenes  Maza. — Calamar. — Las  tardes  en  el  Magdale- 
na.— The  Muddy  Mdgdalene. — Las  cercanías  de  Barranqui- 
lld. — Recapitulación  de  las  distancias. 


A  cinco  leguas  y  media  de  TaniaUímeqiie  está  el 
Banco,  en  la  orilla  derecha  del  Cesar,  que  en  este 
mismo  sitio  desemboca  en  el  Magdalena.  La  población, 
situada  en  una  colina  de  poca  altura,  que  la  de- 
fiende de  los  derrames  del  Cesar,  tiene  algunas  casas 
de  teja,  si  bien  la  mayor  parte  son  de  paja,  y  presenta 
un  aspecto  aseado,  bello  y  simpático.  A  la  llegada  del 
vapor  se  precipita  sobre  la  cubierta  una  nube  de  tra- 
ficantes en  busca  de  panelas  y  tabaco  de  Ambalema,  y 
en  solicitud  de  realización  de  una  variedad  de  ar- 
tículos de  producción  del  pueblo,  que  dan  idea  del 
carácter  industrioso  de  sus  pobladores,  y  de  que  allí 
habrá  de  desarrollarse  en  el  porvenir  una  suerte  me- 
jor. Conservas  de  dulce,  bizcochos  de  maíz,  turpiales 


El  Banco  261 

y  sinsontes,  escobas  y  sombreros  de  palma,  totumas 
con  labrados  de  flores  y  pájaros,  barnizadas  de  diver- 
sos colores,  artículos  de  loza  porosa  de  barro,  como  ti- 
najas, ollas,  callanas,  vasijas  pequeñas  y  esteras  de 
chíngale,  constituyen  la  masa  principal  de  ellos.  Estas 
últimas,  fabricadas  con  el  junco  de  las  ciénagas  del 
Cesar — de  las  cuales  la  de  Zapatosa  ocupa  una  exten- 
sión considerable, — forman  un  artículo  de  valor  no 
despreciable,  que  va  á  surtir  los  menajes  del  alto  y  del 
bajo  río,  y  llegan  á  Bogotá  en  cantidades  notables. 
Las  hay  de  todos  tamaños  y  colores,  desde  una  vara  en 
cuadro  hasta  tres  y  cuatro  de  largo,  y  una  y  media  ó 
dos  de  ancho.  El  tamaño  más  común  es  de  dos  y  me- 
dia varas  de  largo  y  una  y  cuarto  de  ancho,  y  so  venden 
aun  precio  medio  de  I?  6  á  $  9  docena,  según  su  cali- 
dad y  labores.  Quizás  pasan  de  mil  docenas  las  que 
allí  se  expenden  anualmente,  pues  forman  el  elemento 
principal  de  la  cama  de  los  habitantes  del  río,  desde 
el  boga  acomodaticio  hasta  el  más  exigente  ricacho.  Si 
para  su  fabricación  se  introdujese  alguna  maquinaria 
que  ayudase  el  trabajo  de  las  mujeres,  abaratando  su 
valor,  no  hay  duda  que  el  consumo  llegaría  á  cantida- 
des diez  ó  doce  veces  mayores. 

Subiendo  á  la  plaza  del  pueblo  encontré,  en  el 
centro  de  ella,  una  muestra  de  cultura  y  delicadeza 
de  sentimientos,  que  llamó  vivamente  mi  atención. 
En  ese  lugar  habían  sido  sepultados,  el  día  15  de  Ju- 
nio de  1885,  los  restos  de  Pedro  José  Sarmiento,  Da- 
niel Hernández,  Fortunato  Bernal,  Bernardino  Lom- 
lana  y  Plutarco  Vargas,  Generales  del  ejército  fede- 
ralista, muertos  en  la  sangrienta   hecatombe  del  día 


262  La  Humareda 

anterior  en  la  playa  del  Hoho,  frente  á  la  Humareda. 
Vencida  la  causa  á  que  habían  ofrendado  su  vida,  era'l 
de  temer,  en  la  embriaguez  desatentada  de  las  pasio- 
nes políticas,  algún  ultraje  á  los  restos  de  esos  cam- 
peones. Pero  no:  las  señoras  del  Banco  tomaron  bajo 
5u  protección  esos  huéspedes  indefensos;  rodearon 
sus  sepulcros  con  una  decente  verja  de  madera,  y 
plantaron  flores  en  ese  triste  recinto.  Amigas  ó  no  de 
la  memoria  de  esas  víctimas,  sólo  sintieron  el  respeto 
debido  á  la  desgracia  de  los  que  ofrecieron  cuanto 
tenían  en  holocausto  á  sus  convicciones  v  á  su  fe. 


LA    HUMAREDA 

A\  pasar  por  Tamalameque  el  vapor  se  detuvo 
frente  á  un  liólo,  árbol  que  crece  en  toda  la  orilla  del 
río  y  que  da  su  nombre  á  la  playa  en  donde  se  efectuó 
en  1885  el  reñido  combate  bautizado  con  el  nombre  de 
La  Humareda :  entre  los  pasajeros  se  encontraban  al- 
gunos que  habían  sido  actores  en  él,  y  naturalmente 
pude  obtener  algunos  detalles  acerca  de  ese  trance 
funesto  de  lucha  fratricida. 

El  ejército  federalista  del  Norte  y  del  Atlántico, 
reunido,  desalentado  con  la  pérdida  de  sus  posiciones 
en  Santander  y  Boyacá  y  con  los  desastres  repetidos, 
yá  deñnitivos  para  sus  armas,  en  el  Tolima,  Cauca,  An- 
tioquia  y  Panamá,  acababa  de  sufrir  un  terrible  re- 
chazo en  los  muros  de  Cartagena.  Para  completar  lo 
desesperado  de  su  situación,  un  ejército  conservador 
acumulado  en  esta  última  ciudad,  con  refuerzos  reci- 


La  Humareda  263 

bidos  de  Antioquia  por  la  vía  de  Ayapel,  y  del  Cauca 
por  la  de  Panamá,  y  otro  que  amenazaba  desde  Ocaña 
y  El  Carmen  con  invasión  sobre  El  Banco  y  Mompós, 
situado  yá  en  Tamalameque,  sólo  dejaban  abierta  la 
vía  del  Magdalena  á  favor  de  la  posesión  de  los  vapo- 
res del  río.  Sirviéndose  de  ellos,  y  probablemente  con 
el  objeto  de  cambiar  el  campo  de  los  Estados  de  la 
Costa,  yá  difícil  de  conservar,  por  el  de  Santander,  en 
donde  esperaba  encontrar  grandes  recursos  de  opinión 
y  mejores  climas  para  sus  soldados;  aquel  ejército, 
digo,  reanimado  con  el  regreso  de  un  jefe  prestigio- 
so— el  General  Camargo — resolvió  abandonar  al  ene- 
migo su  base  de  operaciones  en  Barranquilla  y  rom- 
per en  Tamalameque  uno  de  los  eslabones  de  la  cadena 
que  principiaba  á  estrecharse  sobre  él. 

En  cinco  vapores  y  una  draga,  antes  destinada  á  la 
limpia  del  lecho  del  río,  movió  sus  fuerzas  hacia  el 
Banco,  el  11  de  Junio,  en  número  de  dos  mil  hom- 
bres, número  que  el  General  Reinales,  uno  de  los  jefes 
del  ejército  conservador,  con  amplia  ocasión  de  haber- 
lo conocido,  estimó  en  menos. 

En  Tamalameque,  cuatro  leguas  arriba  de  este 
lugar,  estaba  situado  el  enemigo,  á  órdenes  del  Gene- 
ral Quintero  Calderón,  y  sus  fuerzas  se  componían  de 
tres  batallones  de  voluntarios  y  milicias,  reforzados  en 
esos  mismos  días  por  el  23  de  Linca  y  una  batería  de 
artillería,  que  por  el  río,  en  el  vapor  Emilia  Duran, 
condujo  desde  Honda  el  General  Reinales.  Este  ejér- 
cito probablemente  no  pasaba  de  1,200:  establecido 
sobre  la  playa,  en  un  sitio  en  ([wc  el  río  se  estrecha, 
cubrió  su  frente  con  empalizadas  de  grandes  árboles. 


264  Las  últimas  palabras 

dejando  huecos  para  su  artillería  y  pozos  para  rifleros 
en  medio  del  bosque,  á  sus  costados,  defendidos,  ade- 
más, por  caños  y  ciénagas  de  difícil  acceso. 

El  choque  hubiera  podido  evitarse:  los  vapores  ha- 
brían podido  pasar  por  el  frente,  limitándose  á  contes- 
tar los  fuegos  de  la  ribera,  y  la  fuerza  conservadora 
pudo  retirarse  hacia  el  interior;  pero  unos  y  otros  esta- 
ban deseosos  de  venir  á  las  manos,  y  el  desafío  fue  acep- 
tado por  ambas  partes.  Los  buques  se  movieron  del 
Banco  á  las  nueve  de  la  mañana  del  14;  fondearon  al 
frente  de  las  trincheras,  y  el  fuego  de  artillería  y  fusile- 
ría empezó  por  ambas  partes  con  furia  á  las  nueve. 
A  las  doce  ordenó  el  General  Camargo  un  desembarco 
por  los  dos  extremos  de  la  línea  enemiga;  orden  cuya 
interpretación  originó  un  sentimiento  de  susceptibi- 
lidad por  parte  de  los  jefes  que  debían  cumplirla,  y  los 
condujo  á  precipitarse  todos,  con  pocas  precauciones, 
al  asalto  de  trincheras  defendidas  con  un  ardor  igual 
al  del  ataque.  En  pocos  momentos  habían  perdido  los 
federalistas  siete  jefes  importantes  de  sus  tropas  y 
gran  número  de  soldados;  pero  el  campamento  enemi- 
go fue  tomado  con  casi  todos  sus  defensores,  cañones, 
armas  y  municiones.  Seiscientos  muertos  y  casi  otros 
tantos  heridos — la  tercera  parte  de  los  combatientes  — 
quedaron  en  el  campo.  Era  una  victoria  de  Pirro. 

Según  refiere  un  testigo  ocular — el  señor  Rudesin- 
do  Cáceres — las  últimas  palabras  del  General  Pedro  J. 
Sarmiento  fueron  éstas:  *' Muero  satisfecho  por  haber 
cumplido  mi  deber." 

Al  simpático  Daniel  Hernández,  á  ])esar  de  lanci- 
nantes dolores  de  una  herida  en  el  estómago,  no  le  des- 


La  última  impresión  265 

amparó  hasta  el  último  instante  su  sonrisa  habitual. 

Al  recibir  Luis  Lleras,  de  abajo  arriba,  sobre  la 
trinchera,  el  bayonetazo  en  el  pecho  que  le  causó  la 
muerte:   '^;Qué  fatalidadl"  exclamó  por  última  vez. 

Herido  en  el  estómago  por  una  bala  de  cañón  Ber- 
nardino  Lombana,  decía  á  los  amigos  que  deseaban 
proporcionarle  alivio:  '•'Mi herida  es  mortal;  pero  aún 
tengo  tiempo  para  fumar  un  cigarrillo." 

Al  recibir  Fortunato  Bernal  el  primer  balazo  que 
le  atravesó  el  corazón:  ''No  es  nada — dijo — ¡Adelan- 
te!", cuando  otro  balazo  puso  término  final  á  su 
marcha. 

Mostráronme  los  sitios  adonde  arribaron  los  vapo- 
res á  efectuar  el  desembarco  de  sus  infanterías;  el  lu- 
gar en  que  el  terreno  fue  disputado  en  combate  de 
arma  blanca;  la  dirección  por  donde,  en  uno  y  otro 
extremo  de  la  línea,  los  asaltantes  buscaron  al  fin  el 
medio  de  flanquear  las  trincheras;  el  árbol  á  cuya 
sombra  fue  sepultado  el  cadáver  de  Gratiniano  Oban- 
do,  á  la  orilla  misma  del  río;  el  puesto  en  que  el  va- 
por María  Emma  alumbró  con  su  llama,  durante  la 
noche,  esa  escena  de  horror.  Embebido  en  la  vivaci- 
dad de  esas  relaciones,  llegó  un  instante  en  que  me 
pareció  oír  levantarse  de  esa  playa  inhospitalaria  el 
clamor  de  los  heridos,  bajo  un  sol  de  fuego  y  sin  espe- 
ranza de  auxilio  humano;  creí  ver  sobre  la  ribera 
arenosa  la  fúnebre  línea  de  tantos  cadáveres;  sentí 
llegar  las  sombras  dé  la  noche  anunciando  á  los  ago- 
nizantes el  único  descanso  para  sus  dolores  en  el  rega- 
zo de  la  muerte.  Olvidé  cuál  era  el  lado  á  que  en  un 
principio  se  inclinaban  mis  simpatías,  y  la  imagina- 


266  El  Brazo  de  Loba 

oión  sólo  me  representó,  de  una  y  otra  parte,  conciu- 
dadanos, hermanos  míos  todos,  llevados  á  ese  teatro 
<ie  furor  desencadenado  por  el  destino  ciego  é  incom- 
prensible que  preside  á  la  formación  de  las  naciones. 
Creí  oír,  al  través  de  la  distancia,  el  lamento  que  se 
levantaba  del  fondo  dj3  tantos  hogares  huérfanos  y  en- 
lutecidos. 

— ¿Hasta  cuándo — pregunté  á  la  Providencia — 
durará  el  reinado  de  esa  fatalidad  horrible,  que  parece 
envolver  en  dolores  y  lágrimas  el  alumbramiento  de 
las  ideas  que  la  pobre  humanidad  cree  dirigidas  á  la 
fundación  de  la  paz  y  del  amor? — ¿Cuándo  llegará  á 
fundirse  en  un  solo  sentimiento  de  libertad  y  concor- 
dia la  aspiración  desordenada  hacia  el  bien,  en  cuyo 
término  sólo  encontramos  hoy  los  demonios  de  la  am- 
bición y  del  odio?. .  . . 


De  Bodega  Central  al  Banco  se  recorren   veinti- 
cuatro leguas,  divididas  así: 

De  Bodega  Central  á  Puerto  Nacional.  5     leguas. 

De  Puerto  Nacional  á  La  Gloria   .  . . , .  7^      — 

De  La  Gloria  á  Eegidor 1 

De  Eegidor  á  San  Pedro 2        — 

De  San  Pedro  á  Tamaiameque 3        — 

De  Tamaiameque  al  Banco. Ov,      — 

24   leguas. 

Como  llevo  dicho,  en  el  Banco  se  aparta  del  curso 
Sur-Norte  la  mayor  parte  (se  calcula  que  las  siete  dé- 


Situación  favorable  del  Banco  267 

cimas)  de  las  aguas  del  Magdalena,  y  se  dirige  por 
el  brazo  de  Loba  hacia  el  Occidente  en  busca  de  las 
del  Cauca,  y  aquí  empieza  lo  que  liemos  convenido 
en  llamar  Bajo  Magdalena.  Una  recta  que  se  pro- 
longue del  Banco  hacia  el  Oriente,  tropezará  á  me- 
nos de  diez  leguas  con  la  frontera  de  Venezuela, 
en  la  cumbre  de  la  sierra  de  Motilones;  otra  que  se 
extienda  cuarenta  al  Occidente,  terminaría  en  Punta- 
Arbolete,  sobre  el  Atlántico,  en  los  límites  del  Cauca 
y  Bolívar.  Por  consiguiente,  el  Banco  tiene  hacia  el 
Norte  los  valles  del  río  Cesar,  ricos  en  ganados;  al 
Sur  las  sabanas  de  Tamalameque  y  los  fértiles  terre- 
nos de  la  isla  de  Papayal,  en  cuyo  caño  del  mismo 
nombre  desemboca  el  río  Moja;  al  Oriente,  á  muy 
corta  distancia,  las  tierras  frías  de  la  cordillera  Orien- 
tal, y  al  Occidente,  la  prodigiosa  red  navegable  que  el 
Cauca,  el  brazo  de  Loba,  el  San  Jorge  y  los  brazos  de 
Mojana,  Perico  y  Sicuco  forma u  sobre  las  sabanas  de 
Ayapel  y  Corozal.  El  porvenir  de  este  pueblo  es,  pues, 
brillante. 

Enderezando  la  proa  al  Occidente,  el  vapor  se  lan- 
za por  el  brazo  de  Loba;  tropieza  á  dos  y  media 
leguas  con  las  piedras  de  Juana  Sánchez,  frente  al 
pueblo  del  mismo  nombre,  y  á  las  cuatro  leguas  con 
^1  pueblo  de  Barranca  de  Loba.  Cuatro  leguas  adelan- 
te se  aparta,  á  la  derecha,  el  caño  Sicuco,  que  corta 
en  dos  la  grande  isla  de  Mompós,  y  algunos  centena- 
res de  metros  más  abajo  entra  el  primer  brazo  del 
Cauca  por  la  orilla  izquierda.  No  sé  si  es  preocupa- 
ción mía,  ó  si  el  fenómeno  habrá  sido  observado  por 
otros  viajeros;  pero  en  este  punto  he  creído  siempre 


268  La  Mesopotamia 

percibir  un  fuerte  olor  de  pantanos  en  descomposi- 
ción, una  atmósfera  de  miasmas  palúdicos  concentra- 
dos, que  no  he  sentido  en  ninguna  otra  parte  del  Mag- 
dalena. 

A  cosa  de  veinte  leguas  arriba  de  este  sitio,  el  Cau- 
ca se  divide  en  dos  brazos  principales:  al  Occidente,  el 
de  Mojana,  que  va  á  recibir  las  aguas  del  río  San  Jor- 
ge, desprendido  de  la  cordillera  Occidental,  río  que  se 
divide  también  en  cuatro  brazos  ó  caños  antes  de  su 
confluencia;  y  hacia  el  Oriente  ó  lado  derecho  conti- 
núa la  masa  principal  del  Cauca.  Ocho  leguas  abajo 
del  pueblo  de  Barranca  de  Loba  tributa  al  Magdalena 
el  brazo  de  Guamal  del  Cauca,  y  se  encuentra  el  pue- 
blo del  mismo  nombre  sobre  este  río.  A  las  seis  leguas 
entra  el  brazo  de  Perico,  del  Cauca,  en  donde  se  en- 
cuentra el  pueblo  de  El  Retiro;  una  legua  más  abajo, 
la  masa  principal  del  San  Jorge,  y  en  seguida,  á  las 
cuatro  leguas,  se  llega  á  la  importante  población  de 
Magangué.  * 

En  las  veintinueve  leguas  que  median  entre  el 
Banco  y  Magangué  hay  muchas  poblaciones  pequeñas 
á  una  y  otra  orilla  del  brazo  de  Loba.  Las  principales, 
y  sus  distancias  entre  una  y   otra,  son  las  siguientes: 

Del  Banco  á  Barranca  de  Loba 4  leguas» 

De  Barranca  de  Loba  á  Guamal 12      — 

De  Guamal  á  Barbosa 6      — 

De  Barbosa  á  Mao^an^ué 7 


•t)' 


29  leguas. 


Magangué  269 

Aparte  de  éstas  se  encuentran  las  de  Juana  Sán- 
chez, Pinillos,  La  Cruz,  El  Retiro  y  otros  caseríos  pe- 
queños, cuyo  nombre  no  recuerdo.  Toda  esa  región, 
bastante  poblada,  está  provista  de  dehesas  abundan- 
tes en  ganados.  Los  derrames  del  río,  en  sus  avenidas, 
traen  del  Alto  Magdalena  abundantes  cantidades  de 
hierba  de  para  que,  depositándose  en  las  tierras  bajas, 
han  cubierto  naturalmente  con  esta  vegetación  los 
playones  por  leguas  enteras,  con  gran  beneficio  para 
los  pobladores  y  sus  ganados,  los  cuales,  gracias  á  este 
forraje  muy  alimenticio,  tierno  y  abundante,  han  de- 
bido de  mejorar  notablemente  en  calidad.  Sin  em- 
bargo, en  ninguna  parte,  ni  en  Magangué,  se  ven  seña- 
les de  agricultura  algo  adelantada;  ni  la  chimenea  de 
un  trapiche,  ni  buenas  corralejas,  ni  labranzas  de 
cacao  ó  de  tabaco:  nada,  excepto  pequeñas  plataneras, 
maizales  de  muy  corta  extensión,  corrales  mal  conser- 
vados y  algunos  frutales  en  las  inmediaciones  de  las 
casas  de  campo  (pajizas  todas),  siendo  el  mango  el 
más  común  de  ellos.  No  se  encuentran  señales  de  esos 
magníficos  bosques  de  naranjos  que  se  veían  en  la 
ladera  de  Margarita,  por  el  brazo  de  Mompós,  cuyas 
frutas  eran  de  una  calidad  no  sobrepujada  por  nin- 
guna otra  en  América  ni  en  Europa. 

Magangué  es  una  población  importante,  que  re- 
quiere yá  defensas  contra  las  avenidas  del  río.  Diques 
de  tablas  y  pilotes  de  madera  incorruptible,  sosteni- 
dos por  terraplenes  de  tierra,  no  serían  muy  costosos, 
darían  suelo  firme  á  sus  labranzas  y  mejorarían  in- 
mensamente las  condiciones  del  clima;  pero  requieren 


370  Tacaloa 

una  considerable  extensión  á  lo  largo  del  Magdalena 
y  del  último  brazo  del  San  Jorge,  que  rodea  el  suelo 
adyacente  por  el  Oeste. 

Una  legua  hacia  el  ííorte  de  Magangué  devuelve 
el  río  Sicuco  sus  aguas  al  Magdalena,  y  dos  ó  tres  más 
adelante  el  brazo  de  Mompós,  en  el  sitio  llamada 
Boca  de  Tacaloa,  ocupado  á  la  izquierda  por  el  pue- 
blo de  este  nombre,  y  á  la  derecha  por  el  de  Pinto, 
ambos  en  territorio  de  Bolívar.  La  playa  de  Tacaloa  es 
el  sitio  más  frecuentado  por  los  caimanes  que  he  visto 
en  el  río.  En  una  tarde  serena,  antes  de  hundirse  el 
sol,  vi  una  vez  más  de  doscientos  en  un  circuito  de 
menos  de  dos  fanegadas.  A  pesar  de  verse  reunidas 
allí  por  primera  vez  las  aguas  de  tres  ríos  caudalosos, 
no  se  nota  diferencia  en  el  volumen  del  río.  Su  an- 
chura no  pasa  de  800  metros,  pero  su  profundidad  es 
yá  mucho  mayor.  Podría  dar  entrada  hasta  aquí  á 
buques  de  mar  de  2,000  á  2,500  toneladas. 

Vienen  en  seguida  los  puertos  de  Tacamocho,  Zam- 
brano,  Jesús  del  Eío  y  Tenerife,  á  distancias  de  siete 
y  media,  ocho,  dos  y  media  y  dos  leguas,  respectiva- 
mente. Del  segundo  y  el  tercero  de  éstos  parten  ca- 
minos al  interior  de  las  sabanas  de  Oorozal,  prin- 
cipalmente hacia  el  Carmen,  que  es  el  centro  agrí- 
cola y  comercial  de  esta  región,  y  en  donde  se  recoge 
la  mayor  parte  del  tabaco  cosechado  en  ella.  Ordina- 
riamente se  pasa  por  estos  pueblos,  á  la  bajada,  du- 
rante la  noche,  pues  en  los  dos  primeros  días  de  viaje 
se  duerme  en  Puerto  Berrío  y  en  las  inmediaciones  de 
Bodega  Central;  y  saliendo  de  aquí  por  la  mañana,  la 
noche  empieza  cerca  del  Banco.   Si  se  logra  pasar  con 


Tenerife  271 

luz  las  piedras  de  Juana  Sánchez,  la  navegación  con- 
tinúa toda  la  noche;  si  al  contrario,  se  pernocta  an- 
tes de  pasarlas,  y  el  viaje  continúa  al  amanecer.  A  mí 
me  tocó  siempre   pasarlas  durante  la  noche,  por  lo 

cual  no  puedo  dar  noticia  del  aspecto  que  presentan; 
pero  observé  en  ellas  movimiento  de  pasajeros  y  de 
carga  y  descarga  de  bultos,  lo  que  me  hace  suponer 
que  su  actividad  comercial  es  importante. 

Tenerife  es  el  sitio  del  célebre  combate  fluvial  dado 
por  Maza  el  25  de  Junio  de  1820  contra  el  Coronel 
español  Vicente  Villa,  combate  que  aseguró  la  posesión 
de  todo  el  río  Magdalena  á  los  patriotas. 

A  consecuencia  déla  derrota  de  la  flotilla  española 
en  Barbacoas,  cinco  meses  antes,  los  restos  de  ésta,  re- 
forzados por  el  Brigadier  Ruiz  Porras  desde  Santamar- 
ía, ocupaban  la  fuerte  posición  del.  Banco,  que  es  la 
llave  del  Bajo  Magdalena,  cubriendo  con  baterías  de 
artillería  los  peñones  que  dominan  el  río,  y  desde  este 
punto  rechazaron  las  fuerzas  sutiles  independientes 
que  en  prosecución  de  su  triunfo  habían  descendido 
hasta  allí;  pero,  habiendo  bajado  Córdoba  por  el  Cauca 
hasta  Magangué,  y  situádose  así  á  la  espalda  de  los 
peninsulares,  éstos  abandonaron  esa  posición  formida- 
ble y  bajaron  á  situarse  en  Tenerife.  El  historiador 
Restrepo  describe  así  la  célebre  victoria  de  Maza: 

"El  Teniente-Coronel  Hermógenes  Maza  se  unió  en  Mom- 
pós,  el  22  de  Junio,  á  la  fuerza  de  Córdoba,  llevando  siete  pe- 
queñas embarcaciones  de  guerra  y  algo  más  de  cien  fusileros. 
De  común  acuerdo  resolvieron  atacar  inmediatamente  la  escua- 
drilla española,  muy  superior  en  fuerza.  Componíase  ésta  de 
once  buques  bien  tripulados,  armados  con  cañones  de  grueso 
calibre  y  regidos  por  buenos  oficiales  de  la  marina  española; 
por  el  contrario,  las  embarcaciones  llamadas  de  guerra  de  los 


La  batalla 


patriotas  sólo  tenían  pedreros,  que  ni  aun  montados  estaban, 
sino  atados  con  sogas  sobre  maderos.  Sin  embargo,  los  dos  jó- 
venes oficiales,  Córdoba  y  Maza,  con  una  audacia  que  rayaba 
en  temeridad,  no  dudaron  un  momento  que  vencerían  á  los  rea- 
listas: así,  dejando  á  Mompós,  navegaron  río  abajo  hacia  Te- 
nerife. 

"Antes  de  avistar  á  los  enemigos,  el  Comandante  Córdoba 
desembarca  guiando  una  columna  de  infantería  para  arremeter 
á  los  españoles,  que  sabía  ocupaban  la  fuerte  posición  de  Tene- 
rife. Maza,  con  sus  pequeños  buques,  parte  á  las  cinco  de  la 
mañana  del  25  de  Junio  y  navega  contra  los  enemigos  con  la 
intrepidez  que  siempre  le  caracterizó  en  la  guerra  de  la  Inde- 
pendencia. Los  realistas  no  aguardaban  el  ataque,  y  fueron  sor- 
prendidos. Mientras  dan  sus  disposiciones  para  la  defensa,  llegan 
los  buques  de  los  patriotas  arrastrados  por  la  corriente;  el  humo 
y  la  confusión  impidieron  á  los  españoles  reconocer  cuan  débi- 
les eran  las  fuerzas  de  los  independientes.  Estos  corren  al  abor- 
daje de  los  buques  enemigos.  Vuélase  el  de  mayor  fuerza,  regi- 
do por  el  Comandante  Don  Vicente  Villa,  bien  fuera  porque 
éste  le  puso  fuego  para  libertarse  del  deshonor  ó  vergüenza 
de  caer  en  manos  de  los  rebeldes,  bien  porque  se  incendiara  la 
pólvora  por  alguna  casualidad.  Los  demás  fueron  tomados  en 
breve  y  degollados  más  de  doscientos  hombres  de  infantería 
que  los  guarnecían,  pues  solamente  se  hicieron  veintisiete  pri- 
sioneros  

"Nueve  buques  de  guerra  con  su  armamento,  fusiles  y  muni- 
ciones cayeron  en  poder  de  los  patriotas 

"Un  solo  buque  había  escapado  de  la  refriega,  pero  en  Sitio- 
nuevo  fue  tomado  por  fuerzas  sutiles,  armadas  en  Barranquilla 
por  el  Almirante  Brioa,  que  regía  José  Padilla  (1).  Córdoba 
ocupó  á  Barranca  sin  resistencia  alguna.  Apoderóse  allí  de  un 
abundante  tren  de  obuses,  cañones,  balas  y  otros  aprestos  mili, 
tares  que  el  Gobernador  de  Cartagena,  Don  Gabriel  de  Torres, 
enviaba  á  Mompós 

"Con  el  inesperado  acontecimiento  de  Tenerife,  los  españoles 
huyeron  de  todas  partes  á  encerrarse  en  Cartagena" 

Despejado  así  el  Magdalena,  Santamarta  y  Carta- 
gena, ocupadas  aún  por  fuerzas  españolas  considera- 
bles, volvieron  al  seno  de  la  patria:  Santamarta,  el  11 
de  Noviembre,  después  del  encarnizado  combate  de  la 
Ciénaga  en  el  día  anterior,  en  el  que  Padilla  y  Maza, 

(1)  El  Almirante  Padilla.  Si  bien  nunca  recibió  en  vida  esta 
graduación,  la  gratitud  del  pueblo  colombiano  se  la  ha  confe- 
rido después  de  su  muerte. 


Calamar  273 

á  órdenes  del  General  José  Maiía  Oarrefio,  liicieron 
prodigios  de  valor;  Cartagena,  algunos  meses  más 
tarde,  por  haber  sido  suspendidas  las  operaciones  del 
sitio  durante  más  de  cuatro  meses,  á  virtud  del  armis- 
ticio de  Trujillo,  celebrado  entre  Bolívar  y  Morillo  el 
21  de  Noviembre  de  1820.  Con  todo,  nada  pudo  re- 
sistir al  arrojo  singular  de  Padilla,  quien,  habiendo 
introducido  en  la  bahía  sus  fuerzas  sutiles,  abordó  y 
destrozó  bajo  los  cañones  enemigos  de  la  plaza  la  es- 
cuadrilla española,  se  apoderó,  de  los  buques  que  por 
dos  ocasiones  pretendieron  llevar  á  ésta  provisiones, 
obligó  á  rendirse  por  hambre  los  castillos  de  Bocachi- 
ca,  y  fue  el  alma  de  los  ataques  contra  la  ciudad, 
cuya  rendición  (en  Septiembre  de  1821)  no  fue  menos 
gloriosa  que  el  sitio  sostenido  por  sus  habitantes  en 
1815. 

A  Tenerife  siguen  los  pueblos  de  Nervití,  Heredia, 
Buenavista  y  Calamar.  Este  último,  en  el  punto  de 
partida  del  caño  del  Dique,  desprendido  aquí  del  ca- 
ñón del  Magdalena  en  busca  del  mar  vecino  á  Car- 
tagena. 

El  caserío  de  Calamar  ha  emigrado  sucesivamente 
en  los  últimos  sesenta  años  de  Barrancavieja  á  Ba- 
rrancanueva,  y  de  aquí  al  sitio  actual,  en  donde  la  for- 
tuna parece  haberle  sido  más  próspera,  á  juzgar  por 
algunas  casas  de  cal  y  canto,  almacenes  mejor  provistos 
y  alrededores  algún  tanto  libres  de  la  maleza  y  rastro- 
jeras que  tanto  afean  los  pueblos  del  Magdalena,  sin 
exceptuar  á  Magangué.  Sin  embargo,  el  área  se  ve 
rodeada  de  caños  de  los  derrames  del  río,  poco  tran- 
quilizadores en  los  grandes  inviernos.  La  prosperidad 

18 


274  Última  tarde  en  el  i'io     , 

de  este  pueblo  depende  de  la  solidez  que  se  dé  á  los 
trabajos  de  canalización  del  Dique;  pero  ahí  está  el 
busilis:  en  esos  trabajos  no  ha  presidido  hasta  ahora 
ningún  plan  científicamente  concebido,  ni  menos  per- 
severautemente  ejecutado;  de  suerte  que  en  ellos  han 
consumido  inútilmente  inmensas  sumas. 

Calamar  es  un  punto  de  conexión  de  las  líneas  de 
yapores  que  parten  de  Barranquilla  y  Cartagena  hacia 
el  interior,  lo  que  comunica  á  sus  calles  y  almacenes 
una  actividad  poco  conocida  en  la  generalidad  de  la 
del  río. 

Las  31-J  leguas  de  distancia  entre  Magangué  y  Ca- 
lamar se  descomponen  así: 

De  Magangué  á  Tacaloa 6     leguas. 

De  Tacaloa  á  Zambrano 9^ 

De  Zambrano  á  Jesús  del  Río 2^ 

De  Jesús  del  Río  á  Tenerife 2 

De  Tenerife  á  Nervití 3| 

De  Nervití  á  Heredia 2 

De  Heredia  á  Buenavista ......  2^ 

De  Buenavista  á  Calamar 3^ 

31:J^  leguas.. 


Las  ol¿  leguas  que  nos  faltan  aún  para  llegar  á  Ba- 
rranquilla se  hacen  con  más  rapidez  y  confianza,  ordi- 
nariamente de  noche.  En  la  última  comida  á  bordo 
suele  el  Capitán  festejar  á  los  pasajeros  con  un  pudding 
inglés  y  algunas  botellas  de  champaña;  de  sobremesa, 
ó  tomando  el  café  en  la  proa,  se  disfruta  en  ocasiones 
del  magnífico  espectáculo  que  presenta  la  coinciden- 
cia de  la  puesta  del  sol  y  la  salida  de  la  luna. 


La  puesta  del  sol  275 

íío  hay  una  nube  en  el  cénit,  las  brisas  del  mar 
llegan  hasta  nosotros,  el  sol  desciende  rojo,  espléndi- 
do, como  en  un  trono  de  nubes  de  oro  y  de  púrpura, 
y  sus  resphindores  proyectan  al  través  del  bosque  las 
formas  de  los  árboles,  como  titanes  rodeados  de  llamas 
que  extienden  sus  brazos  en  desesperación;  empiezan 
á  brotar  las  estrellas  sobre  un  cielo  de  plata,  y  luego 
avanza  la  sombra  cubriendo  con  un  cendal  de  misterio 
lo  que  momentos  antes  reverberaba  de  luz. 

Pero  en  ese  instante  asoma  en  la  parte  opuesta 
del  horizonte  un  resplandor  dulce  y  tímido,  semejante 
al  preludio  de  una  oración;  la  bóveda  celeste  parece 
teñirse  con  tintes  semejantes  á  los  del  pudor  de  una 
virgen;  aparece  en  la  penumbra  el  primer  segmento 
de  una  corola  de  plata,  ante  el  cual  cree  uno  ver  rea- 
nimarse la  naturaleza  soñolienta,  y  las  olas  adormeci- 
das del  río  se  tornan  en  un  inmenso  espejo,  circundado 
por  el  marco  de  sombra  que  al  rededor  le  forma  el 
bosque  impenetrable.  Entonces  cesa  la  charla  de  los 
pasajeros,  absortos  en  la  contemplación  de  ese  grande 
espectáculo;  el  espíritu  vuela  á  las  regiones  de  lo  infi- 
nito, y  por  algunos  instantes  se  experimenta  una  emo- 
ción deliciosa  que  nada  en  las  obras  del  hombre  pu- 
diera engendrar. 

En  una  de  esas  ocasiones  el  Capitán  del  vapor, 
hijo  de  laa  riberas  del  Ohío,  á  quien  el  recuerdo  de 
las  bellezas  de  su  patrio  río  no  impide  apreciar  las 
del  nuestro,  rasgueando  una  guitarra,  nos  dio  en  gra- 
tísimo recitado  las  impresiones  de  algún  rudo  poeta 
americano  en  su  lengua  natal.  Helas  aquí: 


276  The  muddy  Magdalene 


THE   MÜDDY   MAGDALENE 

lu  the  wilds  of  fair  Colombia,  near  the  equinoctial  line, 
Where  the  f  ummer  last  for  ever  and  the  sultry  sun  doth  shine, 
There  is  a  charmiuír  valley  where  the  grass  is  allways  green, 
Through  which  flows  the  rapid  waters  of  the  Muddy  Magdalene. 

On  whose  banks  stand  ruined  cities  where  the  Spaniards  dwelt  of  oíd; 
And  revelled  on  the  luxury  of  a  bloody  gotteu  gold; 
Buttheir  reign  hath  passed  away,  and  o'er  thelr  graves  the  grass  is  green, 
Still  your  waters  ere  go  rippling  on  oh!  Muady  Magdalene 

You've  the  tiger  in  your  jungle,  and  the  caimán  fierce  and  free, 
And  the  deadly  serpent  coiled  beneath  the  shapely  mango  trae. 
The  broad-leaved  waiving  plantain  and  pointed  sivgar  cañe, 
On  your  margin  you  have  golden  fruits  oh!  Muddy  Magdalene. 

In  ages  past  and  gone  ere  the  white  man  hither  drew, 
No  back  disturbed  your  waters,  save  the  indianas  light  canoe. 
Now  you"ve  lordy  steamers  passing  swiftly  by  your  banks  of  green, 
Whose  prows  disdain  your  curreuts  strong  oh!  Muddy  Magdalene. 

The  snow  on  oíd  Tolima  by  the  avalanche  is  riven. 
And  d(»wn  in  torrid  regions  through  the  mountains  gorges  driven, 
Rushes  wildly  down  in  torrents,  through  the  valleys  green 
To  mingle  with  the  waters  of  the  Muddy  Magdalene. 

The  forest  on  your  banks  by  the  floods  and  earthquake  torn 
Are  maddy  ou  your  bosom  to  the  mighty  Ocean  borne. 
May  you  still  roU  on  for  ages  and  your  grass  be  allways  green, 
Andyour  waters  aye  be  cool  and  sweet  oh!  Muddy  Magdalene. 

'  Algún  bardo  colombiano  ha  vertido  al  español  estas 
estrofas,  populares  entre  los  capitanes,  ingenieros, 
pilotos  y  aun  empleados   inferiores  de  los  buques  del 


Vio.   La  traducción  dice 


AL   TUliBIO    MAGDALENA 


En  Colombia,  hermosa  reina  de  un  imperio  tropical, 
Donde  el  sol  va  siempre  en  triunfo  y  el  verano  es  inmortal. 
Hay  un  valle  delicioso,  viva  imagen  del  Edén, 
Que  fecunda  con  sus  aguas  el  revuelto  Magdalén. 

En  sus  bordes  quedan  rastros  del  poder  del  español. 
Hondas  huellas  del  gigante  que  alumbrara  siempre  el  sol; 
Pero  yá  ni  los  sepulcros  de  sus  sátrapas  se  ven, 
Ni  la  sangre  que  te  dieron,  ¡oh  revuelto  Magdalén! 

Por  tus  breñas  ronda  el  tigre,  por  tus  playas  el  caimán, 

Y  tus  mangos  primorosos,  á  la  sierpe  sombra  dan. 

Y  el  banano  y  la  áurea  caña  de  tus  brisas  al  vaivén 
Se  retratan  en  tus  aguas,  ¡oh  revuelto  Magdalén! 


Frente  á  Barranquüla  277 

otro  tiempo  cuando  el  blanco  no  asomaba  por  aquí, 
Sólo  el  indio  en  su  canoa  resbalaba  sobre  ti. 
Hoy  vapores  soberanos  con  bufido  de  desdén 
Ensordecen  tus  raudales,  ¡oh  revuelto  Magdalén! 

Cae  á  veces  del  Tolima  el  alud  desolador,  ''. 

Y  en  las  cuencas  de  los  montes,  escondiéndose  traidor, 
Derretido  al  sol  de  fuego,  derrumbando  su  sostén, 
Rueda  súbito  en  torrentes  al  revuelto  Magdalén. 

Lluvias,  rayos,  terremotos,  acostumbran  desgajar 
Tu  magnífica  diadema  de  floresta  secular; 
Pero  el  sol  restaura  siempre  cada  joya  de  tu  sien 

Y  eres  siempre  fresco  y  dulce,  ¡oh  revuelto  Magdalén! 

El  vapor  se  desliza  por  delante  de  las  poblaciones 
del  Cerro  de  San  Antonio,  Piñón,  Mata  de  Caña,  Re- 
molino y  Sitio  nnevo,  todos  pertenecientes  á  la  orilla 
oriental  ó  derecha  (Estado  del  Magdalena),  pueblos 
importantes  por  su  agricultura  y  su  comercio.  En  la 
orilla  del  río,  al  frente  de  las  poblaciones,  se  ve  el 
principio  de  diques  de  tablas  y  pilotes  de  madera  para 
defensa  contra  las  avenidas;  el  bosque  empieza  á  no- 
tarse más  distante;  los  ganados  y  las  cercas  de  madera 
abundan;  las  rozas  de  maíz,  los  árboles  frutales,  casas 
de  mejor  aspecto,  son  de  más   frecuente  aparición. 

A  la  izquierda  la  llanura  es  baja  y  permite  exten- 
der la  vista  á  largas  distancias:  las  poblaciones  de 
Soledad,  Sabanalarga  y  Santo  Tomás,  están  distantes 
del  río;  pero  se  ven  numerosos  cultivos.  A  la  derecha 
se  levantan  las  montañas  colosales  de  la  Sierra  Neva- 
da, cuyas  cimas  llegan  á  más  de  5,000  metros  de  al- 
tura; abundan  las  ciénagas,  pero  se  observa  que  de- 
trás de  ellas  hay  terrenos  altos  donde  pueden  refu- 
giarse los  ganados  en  caso  de  inundación;  la  palma  de 
Sara  ó  de  Saray,  elegante,  vistosa,  domina  en  el  pai- 
saje, y  parece  que  la  propagan  y  cultivan,  principal- 
mente porque  sus  hojas  dan  techo  á  las  casas  de  los 
campos  y  de  los  pueblos. 


278  Los  árboles  de  la  ribera 

La  vegetación  es  magnífica  en  ambas  orillas.  El 
mango  de  follaje  brillante  y  tupido  en  copa  redonda; 
el  plateado  cantagallo;  el  madroño,  de  ancho  ramaje, 
Ycrde  profundo  en  el  anverso  de  las  hojas,  con  visos 
bermejos  en  el  reverso;  el  gigante  caracoli,  rey  de  la 
selva,  que  se  complace  en  las  frescas  orillas  de  las 
quebradas;  el  magnolia  (importado,  según  creo,  de  log 
bosques  de  La  Florida,  en  la  América  del  Norte),  qu© 
rebosa  de  juventud  y  alegría  y  es  hoy  el  orgullo  de  los 
jardines  en  el  Mediodía  de  Europa;  pero  sobre  todo, 
representante  de  la  belleza  tropical,  nuestro  almen- 
drón,—  tan  distinguido  por  su  almendra  exquisita 
como  por  su  follaje  sin  igual — de  hojas  grandes  de  ver- 
de claro,  que  se  torna  en  rojo  encendido  ala  mitad  del 
verano,  y  en  violeta  oscuro  á  los  comienzos  del  invier- 
no, con  lo  cual,  visto  en  lontananza,  toma  la  aparien- 
cia de  un  ramo  gigantesco  de  flores.  A  la  izquierda 
empiezan  á  divisarse  las  torres  de  la  iglesia  y  de  la 
bomba  del  acueducto;  á  la  derecha  se  prolonga  una 
llanura  que,  quizás  por  el  color  oscuro  de  la  vegetación, 
parece  á  un  nivel  inferior  al  del  río,  cubierta  de  pal- 
meras, confundiéndose  en  la  penumbra  con  la  línea 
del  mar,  cuya  resaca  se  alcanza  á  sospechar  en  un 
geniido  profundo  traído  por  instantes  en  alas  de  los 

TÍ«nt08. 

Pasamos  yá  por  el  frente  de  la  ciudad,  edificada  en 
la  parte  más  honda  de  la  sabana:  el  pito  de  la  máqui- 
na del  vapor  la  saluda  con  silbido  estridente,  llegamoi 
á  la  boca  del  Caño  de  ahajo,  y  nos  despedimos  de 
e^a  serie  de  paisajes  magníficos  que,  durante  tres  díai, 
hemos  venido  contemplando.  Dejamos,  pues,  con  pe- 


Llegada  279 

aar  esa  vida  de  contacto  íntimo  con  la  naturaleza  po- 
tente de  nuestra  zona,  y  recordando  la  invocación  de 
Espronceda  en  el  Dialh  Mundo,  la  recitamos  como 
un  adiós: 

Tú  la  hoguera  del  sol  alimentas, 
Tú  revistes  los  cielos  de  azul, 
Tú  la  luna  en  las  sombras  argentas, 
Tú  coronas  la  aurora  de  luz. 

Gratos  ecos  al  bosque  sombrío. 
Verde  pompa  á  los  árboles  das, 
Melancólica  música  al  río, 
Ronco  grito  á  las  olas  del  mar. 


Estamos  en  Barranquilla.  Hemos  recorrido  en  se- 
tenta y  dos  horas,  de  puerto  á  puerto  (de  Caracoli  al 
muelle  del  ferrocarril  de  Bolívar),  las  doscientas  seii 
leguas  que  separan  estos  dos  extremos,  y  las  hemos 
vencido  en  cuarenta  y  cuatro  horas  de  vapor.  Con 
máquinas  un  poco  más  poderosas  en  los  vapores,  que 
permitiesen  una  rapidez  de  diez  y  seis  millas  por  hora, 
á  la  bajada,  esta  distancia  sería  recorrida  en  dos  días, 
41SÍ : 

Primer  día,  en  doce  horas  de  vapor,  de 
Yeguas  á  la  Boca  de  Opón 63  leguas. 

Segundo  día,  doce  horas  de  vapor,  de 
Opón  á  Barranca  de  Loba 60      id. 

Noche  del  segundo  día,  doce  horas  de 
vapor,  de  Barranca  de  Loba  á  Calamar. ..     61      id. 

Mañana  del  tercer  día,  cinco  horas  de 
vapor,  de  Calamar  á  Barranquilla 21      id. 

Total  205  leguas. 

La  subida  pudiera  hacerse,  áocho  millas  por  hora, 
en  ochenta  horas  de  vapor  y  cuatro  días  y  medio  d* 


280  Distancias 

viaje  efectivo;  pernoctando  en  la  tercer  jornada  en  la 
Boca  de  Opón,  y  en  la  cuarta  en  Nare,  ó  tal  vez  en 
Puerto  Niño;  lo  que  no  tendría  nada  de  imposible,  pues 
yá  se  han  hecho  algunos  viajes  en  poco  más  de  cinco 
días:  entre  ellos  el  segundo  del  vapor  Vengoechea  en 
Marzo  de  1866,  y  uno  del  vapor  Montoya  en  Noviem- 
bre de  1886. 

Concluido  el  ferrocarril  de  Girardot,  el  viaje  de 
Bogotá  á  Barra nquilla  sería  obra  de  tres  días  á  la  ba- 
jada, y  seis  ó  siete  á  la  subida.  Las  familias  de  Bogotá 
podrían  mudar  temperamento  á  la  orilla  del  mar  con 
más  comodidad  que  en  Anapoima  ó  Tocaima. 

Con  vapores  directos  de  Sabanilla  á  Nueva  York, 
que  hiciesen  siquiera  quince  millas  por  hora  (los  nue- 
vos de  la  carrera  entre  Nueva  York  y  Liverpool  ó  el 
Havre,  caminan  á  razón  de  diez  y  ocho  millas  por 
hora),  esas  seiscientas  leguas  se  barían  en  cinco  días 
y  medio,  y  Bogotá  quedaría  á  diez  ú  once  días  de  Nue- 
va York,  y  á  diez  y  seis  ó  diez  y  siete  de  los  puertos 
europeos.  ¡Cuánta  ventaja  para  las  operaciones  co- 
merciales no  daría  esta  economía  de  tiempo! 

Daré  un  resumen  de  las  distancias  entre  los  prin- 
cipales puntos  de  escala  de  Honda  á  Barranquilla. 

De  Honda  á  la  boca  del  río  de  La  Miel 
(Buenavista) 21  leguas. 

De  Buenavista  á  Puerto  Berrío 24    id. 

De  Puerto  Berrío  á  Cai-are 15    id. 

De  Carare  á  laBocride  Sogamoso 15^  id. 

De  Boca  de  Sogamoso  á  Boca  de  Lebrija.     30    id. 

Pasan 105^  id. 


Distancias  281 

Vienen 105 J  Igs. 

De  Boca  de  Lebrija  al  Banco ...  i ... .  25    id. 

Del  Banco  á  Magangué , 29    id. 

De  Magangué  á  Calamar 31i  id. 

De  Calamar  á  Barranquilla 21 J  id. 

212i  Igs. 


c^^: 


CAPITULO   XX 


DE    BARRANQÜILLA.    Á    COLOlí 


Los  afueras  de  Barranquilla. — El  ferrocaril  de  Bolívar;— Sal- 
gar.— El  mar.— La  salida  del  sol. — Cartagena  otra  vez. — 
Las  costas  del  Darién  y  sus  indígenas. 

De  Barranquilla  á  Salgar,  puerto  de  embarque  para 
el  exterior,  hay  establecido,  como  dejo  dicho,  un 
ferrocarril  de  vía  angosta  (3  pies  entre  rieles)  de  ca- 
torce millas  de  extensión,  que  recorre  el  tren  ordina- 
riamente en  hora  y  media,  al  través  de  una  llanura 
arenosa,  cubierta  quizá  en  otro  tiempo  por  las  aguas 
del  mar.  Al  salir  de  Barranquilla  la  línea  sigue  un 
curso  paralelo  al  Magdalena,  en  dirección  Sur-Norte; 
pero  frente  á  las  Bocas  de  Ceniza  se  inclina  hacia  el 
Oeste,  costeando  la  playa  sur  del  antiguo  puerto  de 
Sabanilla,  hasta  el  embarcadero  de  Salgar. 

En  este  punto  la  costa  se  levanta  en  una  serie  do 
peñones  de  cuarenta  á  cien  metros  de  altura  perpen- 
dicular sobre  el  mar,  en  el  primero  de  los  cuales  hay 
una  gran  casa  de  cal  y  canto,  que  en  un  principio  sir- 
vió de  aduana,  hoy  abandonada  y  casi  en  ruina.  Si- 


Los  afueras  de  Barranqtiilla  283 

guiendo  algunos  centenares  de  metros  hacia  el  Oeste, 
<3n  la  cumbre  de  otro  peüón  y  frente  al  fondeadero 
de  la  bahía  exterior  del  Nisperal,  se  alza  la  Vigía  que 
anuncia  á  los  empleados  del  resguardo  en  Salgar  la 
entrada  de  los  buques. 

Al  salir  de  Barranquílla  se  encuentran  alguna?i 
quintas  semiurbanas,  rodeadas  de  jardines  y  árboles 
frutales  hasta  un  cuarto  de  legua  de  los  afueras:  des- 
pués— sin  más  excepción  que  una  quinta  de  bonita 
arquitectura  y  aspecto  lujoso,  construida  por  un  ex- 
tranjero cerca  del  río — domina  la  maleza,  salpicada  á 
trechos  de  pequelíos  espacios  limpios  y  cubiertos  de 
pasto,  en  que  pacen  algunas  vacas  de  regular  calidad. 
No  parece  estéril  el  terreno;  pero  ni  una  casa  ni  una 
labranza  se  alcanzan  á  ver  en  toda  esa  extensión,  que 
pudiera  ser  en  extremo  productiva;  hecho  que  no  me 
he  podido  explicar.  Verdades  que  en  esa  comarca  falta 
población  y  sobran  tierras  que  poder  ocupar;  pero  la 
situación  de  éstas,  entre  el  puerto  principal  de  la  Re- 
pública y  la  ciudad  más  importante  del  valle  del  Mag- 
dalena es  tan  privilegiada,  que  el  fenómeno  necesita 
otra  explicación.  ¿Es  malsano  el  clima?  ¿Pertenece 
€sa  tierra  á  propietarios  egoístas  que  no  pudiendo  cul- 
tivarla tampoco  quieren  que  otros  la  cultiven?  ¿Hay 
alguna  dificultad  con  respecto  á  los  títulos  de  propie- 
dad? Si  la  falta  de  agua  potable  en  esa  extensión  ha 
sido  hasta  ahora  un  obstáculo,  ese  pudiera  ser  obviado 
por  medio  de  cisternas  ó  de  pozos  artesianos:  de  todos 
modos,  esos  eriales  en  la  inmediación  de  una  ciudad 
importante  dan  triste  idea  del  espíritu  de  empresa  de 
flus  pobladores,   y  muestran  cuáu    vasto  campo   de¡ 


284  Salgar 

trabajo   presenta   esa   comarca   á   los   futuros   inmi- 
grantes. 

Otro  tanto  puede  observarse  en  la  población  de 
Salgar,  en  la  cual  no  hay  un  hotel  en  donde  pasar  la 
noche  cuando  el  pasajero  desembarca  después  de  las 
cinco  de  la  tarde,  hora  de  los  últimos  trenes  para  Ba- 
rranquilla,  ni  un  restaurante  en  donde  encontrar  al- 
muerzo ó  comida  á  ningún  precio,  ni  una  casa  que 
ofrezca  abrigo  contra  el  sol  en  las  horas  del  día.  Los 
que  llegan  allí  con  el  objeto  de  embarcarse  se  ven  for- 
zados á  dirigirse  al  buque  sin  demora.  Así  lo  hicimos 
diez  viajeros  del  interior  que  habíamos  tomado  pasaje 
en  un  buque  que  hacía  rumbo  para  Nueva  Orleans, 
con  escala  en  Cartagena  y  Colón;  del  ferrocarril  nos 
dirigimos  al  remolcador  que  hace  el  servicio  entre  el 
muelle  y  los  buques  fondeados  en  el  Nisperal,  y  media 
hora  después  estábamos  á  bordo  del  Texan,  vapor 
inglés  de  Liverpool,  perteneciente  á  la  línea  de  Ha- 
rrison. 

Antes  de  partir,  el  Capitán  deseaba  conocer  el  fon- 
deadero de  Portobelillo,  situado  al  Korte  de  la  entrada 
de  la  bahía  del  Nisperal,  al  abrigo  de  la  isla  Verde,  que 
por  esta  parte  cierra  el  extremo  occidental  de  la  ba- 
hía; invitado  por  aquél  bajé  al  bote  y  nos  dirigimos 
hacia  el  nuevo  puerto  proyectado,  al  cual  llegaban  yá 
los  rieles  de  una  prolongación  de  doce  kilómetros  al 
ferrocarril  de  Barranquilla.  De  los  sondajes  tomados 
resultó  que  á  poco  menos  de  doscientos  metros  de  dis- 
tancia de  la  playa  había  un  fondo  limpio  y  constante 
de  más  de  treinta  pies,  protegido  de  los  vientos  del  Sur 
por  los  cerros  de  la  costa,  de  los  nortes  por  la  isla  nom- 


El  mar  285 

brada,  y  sólo  expuesto  á  los  del  Oeste,  allí  no  muy  te- 
mibles. Formé  con  ese  motivo  la  esperanza  de  que  al 
regresar  podría  tomar  el  tren  en  el  mismo  muelle  al 
bajar  del  vapor,  sin  peligro  de  las  incomodidades  que 
hoy  ofrece  el  desembarco  en  Salgar.  ¡Esperanza  frus- 
trada, como  tantas  otras  en  nuestro  país!  pues  ocho 
meses  más  tarde,  en  una  furiosa  tempestad,  el  mar  ba- 
rrió la  isla  Verde  y  rompió  en  varias  partes  la  carri- 
lera tendida  sobre  la  playa  de  arena  que  cierra  el 
puerto  de  Sabanilla. 

A  las  cinco  de  la  tarde  recogió  anclas  el  vapor,  un 
cañonazo  anunció  la  partida,  y  á  las  seis  nos  encon- 
trábamos fuera  del  puerto,  contemplando  en  silencio, 
no  sin  emoción,  la  inmensa  soledad  del  Océano,  á 
tiempo  que  el  sol  se  hundía  majestuoso  debajo  de  las 
olas  y  empezaba  á  perderse  de  vista  la  última  línea 
angosta  de  las  playas. 

Treinta  y  cinco  años  antes  había  formado  yo  cono- 
cimiento con  el  mar;  le  había  visto  por  primera  vez  lle- 
gando á  Cartagena  por  el  camino  de  tierra  de  Calamar, 
y  no  me  había  causado  impresión  alguna  notable,  pues 
apenas  lo  había  visto  en  las  primeras  caletas  de  la  cos- 
ta, en  donde  sólo  me  sugirió  la  idea  de  ser  un  poco 
más  extenso  que  la  laguna  de  Fontibón  (desecada  hoy), 
cerca  de  Bogotá;  mas  cuando  al  siguiente  día  pude 
contemplarle  desde  la  muralla  de  Santa  Catalina,  á  la 
luz  de  la  mañana,  en  marea  creciente,  estrellándose 
colérico  contra  la  playa  inconmovible  á  mis  pies,  la 
revelación  de  su  inmensa  grandeza,  de  su  extensión, 
que  parecía  infinita,  me  dominó  y  ejerció  en  mí  una 
fascinación  poderosa.    Sus  aguas  azules,  coronadas  á 


El  mar 

trechos  por  fajas  de  blanca  espuma,  el  avance  que  pa- 
rece irresistible  de  sus  ondas  en  la  ribera,  el  fragor  con 
que  se  estrellan  en  la  arena  levantando  larga  línea 
de  espuma  semejante  á  interminables  manadas  de 
carneros,  y  la  vista  de  la  inmensidad  que  arrebata  la 
mente  al  pensamiento  de  lo  infinito  y  de  lo  eterno,  me 
causaron  una  de  esas  impresiones  de  poder  y  de  fuer- 
za, de  belleza  y  de  gracia,  que  una  vez  sentidas  no  se 
borran  jamás. 

La  sensación  del  mar  es  una  de  las  más  extrafiai 
para  nosotros,  habitantes  de  las  alturas  de  los  Andes, 
acostumbrados  á  los  horizontes  limitados  de  las  cordi- 
lleras y  al  espectáculo  de  la  mezcla  incesante  de  la  luz 
y  las  sombras,  de  las  altas  montañas  y  de  los  valles  pro- 
fundos, en  los  contornos  del  paisaje.  La  quietud  y  el  re- 
poso eternos  de  las  vistas  de  tierra,  cambian  totalmente 
con  ese  movimiento  incesante  de  ir  y  venir  de  las  on- 
das sóbrela  llanura  líquida  del  Océano.  Este  tiene  un 
poder  de  expresión  incomparable:  tranquilo  y  risueño 
en  lo  general,  cuando  sus  ondas  se  agitan  á  impulso 
de  la  tempestad,  se  muestra  colérico  y  amenazador, 
como  si  estuviese  animado  de  todas  las  pasiones  del 
hombre.  En  sus  diversos  colores  expresa  todos  los  es- 
tados del  alma  humana:  el  verde  profundo,  que  osten- 
ta con  más  generalidad,  anuncia  la  esperanza;  el  azul 
claro  parece  reflejar  la  serenidad  de  los  cielos;  las 
blancas  espumas  que  se  levantan  en  la  superficie  agi- 
tada por  el  ligero  soplo  de  los  céfiros,  semejan  las 
sonrisas  de  niños  alegres.  A  las  veces  pierde  su  diafa- 
nidad acostumbrada,  se  torna  turbio  y  amarillento,  y 
sus  ondas  agitadas  revelan  la  señal  de  su  cólera:  oscu- 


La  salida  del  sol  en  el  mar  287 

ro  y  lívido  en  ocasiones,  cubierto  de  nubes,  derrama  en 
el  alma  torrentes  de  tristeza  infinita.  En  las  estrella- 
das noches  ecuatoriales,  alumbradas  por  la  luna,  re- 
frescadas por  las  brisas  aromosas  de  la  ribera,  no  hay 
nada  que  penetre  tan  hondamente  en  el  corazón  con 
emociones  de  amor  y  ternura;  no  del  amor  lascivo  de 
la  carne,  sino  del  inextinguible  de  las  almas,  seme- 
jante á  la  atracción  de  los  cuerpos  celestes  en  los  es- 
pacios siderales. 

El  espectáculo  de  la  salida  del  sol,  en  el  mar,  no 
tiene  rival  entre  todos  los  de  la  naturaleza  que  me  ha 
sido  dado  contemplar.  Recuerdo  haberlo  visto  abordo 
de  un  vapor  de  la  línea  de  California,  fondeado  en  el 
puerto  de  Taboga,  isla  que  por  su  belleza  tropical  me- 
reció ser  comparada  por  un  viajero  inglés  á  la  de  Ca- 
lipso,  que  Homero  y  Fenelón  describen  como  la  man- 
sión de  una  diosa  con  una  corte  de  ninfas  de  juventud 
inmortal.  Mi  camarote  tenía  ventana  hacia  el  Oriento, 
y  á  la  derecha  se  extendía  la  playa  angosta  de  la  isla, 
á  pocos  pasos  de  la  cual  empieza  á  levantarse  el  terre- 
no en  suave  ascenso  primero,  en  rápido  arranque  ver- 
tical después,  hasta  una  altura  considerable:  á  la  iz- 
quierda se  divisaban  las  islas  de  Perico  y  Flamenco, 
que  sirven  de  antemural  á  la  costa  de  Panamá,  y 
forman  el  puerto  verdadero  de  la  ciudad.  Después 
de  una  noche  fresca  y  de  un  sueño  restaurador,  me 
desperté  al  ruido  de  las  brisas  matinales  que  sonaban 
como  alas  de  genios  bienhechores:  abrí  la  ventana  y 
tí  el  cielo  confundido  con  el  mar,  de  suerte  que  me 
parecía  estar  suspendido  en  el  éter.  Cielo  y  mar  prin- 
cipiaron 4  oscurecerse,  como  si  sobre  ellos  se  extendiese 


288  El  msperal 

un  cendal  antes  del  despertar  de  la  naturaleza  dormi- 
da; sobre  ese  velo  empezaron  á  aparecer  ligeras  tintas 
violadas,  convertidas  luego  en  rosas  virginales,  cor- 
tadas por  grandes  rayas  de  ligerísima  luz  dorada,  que 
desde  el  mar  se  abrían  sobre  el  cielo  hasta  una  grande 
altura.  Una  luz  de  plata  empezó  á  difundirse  por  los 
espacios,  apagando  lentamente  el  fulgor  de  las  estre- 
llas, y  en  la  cumbre  del  cerro  apareció  una  hoguera  en 
contraste  con  la  sombra  que  se  estremecía  en  la  falda 
sobre  las  copas  de  los  árboles.  De  repente  brilló  en  el 
confín  del  horizonte  un  punto  luminoso  que  saltó  de 
cumbre  en  cumbre  sobre  las  ondas  hasta  venir  á  es- 
trellarse en  el  costado  del  buque,  en  donde  convirtió 
en  diamantes,  zafiros  y  rubíes  las  gotas  de  agua  que  se 
esparcían  sobre  el  mar.  En  ese  momento  soplaron  las 
brisas,  estremecióse  el  bosque,  soltaron  su  primer 
canto  las  aves,  se  levantó  como  la  llama  de  un  incen- 
dio sobre  el  mar,  y  los  bosques,  el  cielo  y  la  llanura 
líquida  parecieron  entonar  un  gran  concierto  de  vida 
y  de  resurrección.  El  sol  brotó  á  saltos,  rojo,  inmen- 
so, y  el  mar,  antes  semejante  á  la  boca  de  un  horno  de 
ferrería  que  derrama  torrentes  de  hierro  caldeado, 
volvió  en  pocos  instantes  á  rizarse  de  blancas  es- 
pumas. 

No  era  tan  alegre  el  aspecto  del  paisaje  en  el  Nispe- 
ral  al  tiempo  de  levar  anclas  el  vapor.  Por  largo  rato  ha- 
bía yo  permanecido  con  los  codos  fijos  sobre  la  baranda 
de  popa  y  la  cara  cogida  entre  las  manos,  mirando  la  tie- 
rra patria  que  íbamos  á  dejar;  las  ondas  revueltas  que  en 
incesante  movimiento  subían  y  bajaban,  chocando  unas 
contra  otras,  me  parecían  semejantes  al  vario  y  confu- 


Cartagena  289 

so  vaivén  de  las  ideas  colombianas  y  á  la  desordenada 
agitación  de  nuestras  pasiones  políticas.  En  medio  de 
la  tiniebla  que  empezaba  á  borrar  las  líneas  de  la  cos- 
ta mi  mente  entristecida  vagaba  en  las  sombras  desde 
la  idea  de  la  patria  á  la  de  mi  hogar  yá  distante,  del 
cual  cada  golpe  del  hélice  me  alejaba  más  y  más.  Al 
fia  no  vi  nada,  y  con  la  tristeza  del  que  no  sabe 
cuándo  volverá,  me  recogí  en  silencio  á  la  estrecha 
prisión  del  camarote. 

Al  amanecer  del  siguiente  día  empezamos  á  divisar 
las  costas  de  Cartagena;  poco  después  el  morro  de  la 
Popa  y  las  blancas  torres  de  la  Catedral  nos  anuncia- 
ron la  aproximación  de  la  Ciudad  Heroica.  Lués^o  se 
dibujó  ésta  en  su  totalidad;  pasamos  delante  de  la 
muralla  y  de  la  escollera  de  Bocagrande;  recorrimos 
el  costado  oriental  de  la  isla  de  Tierrabomba,  en  rum- 
bo hacia  el  Sur,  y  penetrando  en  seguida  por  el  paso 
angosto  de  Bocachica,  dominado  á  uno  y  otro  lado  por 
los  fuertes  de  San  Fernando  y  San  José,  viramos  de 
rumbo  hacia  el  Norte  á  remontar  la  extensa  bahía, 
que  después  de  la  de  Kío  Janeiro  es  la  mejor  de  la 
América  del  Sur.  Desembarcamos  inmediatamente,  y 
tomando  nn  coche,  nos  dimos  á  recorrer  las  calles  y 
sitios  más  notables  de  la  ciudad,  en  la  cual  noté  poca 
animación,  y  sobre  todo,  ausencia  completa  de  árbo- 
les de  sombra,  tan  necesarios  en  ese  clima  ardoroso, 
cuya  temperatura  media,  según  Boussingault,  es  de 
27°5  del  centígrado,  pero  que  debe  de  subir  en  las  ho- 
ras medias  del  día  hasta  40°  á  la  sombra.  Afios  antes, 
en  la  flor  de  la  juventud,  había  visitado  esta  cin- 
tilad, en  la  que  encontré  la  cordial  y  generosa  hospita- 

19 


290  La  costa  del  Darién 

lidad  de  sus  habitantes  y  formé  gran  número  de  gra- 
tas relaciones;  pero  ahora  casi  todos  esos  amigos  ha- 
bían desaparecido:  en  viaje  á  las  regiones  de  donde 
no  S8  regresa,  los  más;  por  cambio  de  domicilio,  otros; 
arrebatados  en  opuestas  direcciones  por  los  vientos  de 
la  política,  algunos.  Sólo  dos  personas  conocidas  en- 
contré en  más  de  tres  horas;  sentí  como  un  aire  de 
soledad  y  tristeza  en  medio  de  esos  recuerdos,  y  regre- 
sé á  bordo.  Allí  tuve  á  lo  menos  el  placer  de  observar  el 
movimiento  comercial  que  empieza  á  establecerse  en- 
tre esa  ciudad  y  Colón,  en  la  última  de  las  cuales  en- 
cuentra salida,  á  favor  de  la  aglomeración  de  traba- 
jadores en  el  Canal  interoceánico,  una  no  despreciable 
cantidad  de  productos  agrícolas  de  la  comarca  de  la 
primera,  principalmente  maíz,  llames,  yucas,  gallinas, 
cerdos  gordos,  quesos  y  tortugas;  tráfico  en  que  se 
ocupa  de  preferencia  la  clase  pobre  de  Cartagena, 
gracias  á  la  moderada  tarifa  de  fletes  y  pasajes  de  las 
líneas  de  vapores  ingleses  Atlas  y  Ilarrison. 

En  la  tarde  del  siguiente  día  continuó  el  Texan  su 
viaje  á  Colón:  al  amanecer  del  tercero  habíamos  per- 
dido de  vista  la  tierra,  seguramente  durante  la  trave- 
sía al  frente  del  saco  del  Darién,  llamado  también 
golfo  de  Urabá,  en  el  fondo  del  cual  desagua  el  Atra- 
to;  pero  después  de  medio  día  empezaron  á  verse  las 
costas  del  Istmo  habitadas  por  la  tribu  de  los  Cunas, 
el  archipiélago  de  Las  Mulatas  y  la  costa  de  San  Blas, 
hasta  que  la  noche  nos  ocultó  la  vista  de  la  tierra. 
Apenas  se  divisaba  el  resplandor  de  las  quemas  de  las 
rozas  de  esos  indígenas,  quienes,  algo  adelantados  en 
la  agricultura,  comercian  con  los  buques  ingleses,  pa- 
gando sus  compras  en  cacao,  maíz  y  tal  vez  cocos. 


Los  indios  Cunas  291 

Esas  tribus  representan  cosa  de  cuatro  mil  habi- 
tantes, ocupan  el  territorio  que  se  extiende  desde  el 
golfo  de  Urabá  y  el  golfo  de  San  Miguel  á  la  línea  que 
del  golfo  de  San  Blas,  en  el  Atlántico,  se  prolonga 
hasta  la  boca  del  río  Bayano  en  el  Pacífico.  Su  admi- 
nistración, para  preservar  ese  pueblo  de  una  destruc- 
ción total  y  civilizarlo,  es  uno  de  los  problemas  que 
debe  preocupar  desde  ahora  al  Gobierno  Colombiano, 
porque  los  trabajos  de  la  población  civilizada  que  ocu- 
pa la  bahía  de  San  Miguel,  y  la  de  Panamá  mismo, 
empiezan  á  extenderse  sobre  esa  región  en  busca  de 
caucho,  que  es  abundante  en  sus  bosques,  y  de  minas- 
de  oro,  que  parecen  ser  ricas.  El  contacto  de  la  pobla- 
ción civilizada  con  la  salvaje  ó  semisalvaje  ha  sido  casi 
siempre  funesto  á  la  última,  terminando  en  la  gene- 
ralidad de  los  casos  por  la  exterminación  de  los  más 
débiles.  El  salvaje  necesita  grandes  extensiones  de 
tierra,  no  se  resuelve  con  facilidad  á  abandonar  la 
vida  errante,  es  propenso  á  dejarse  dominar  de  la 
cólera,  y  más  que  por  las  virtudes,  por  los  vicios  de  la 
civilización,  principalmente  por  el  abuso  de  los  licores- 
alcohólicos,  y  en  su  furor  contra  la  intrusión  del  fo- 
rastero, sus  instintos  feroces  provocan  retaliaciones  de 
exterminio.  Yá  ha  empezado  esa  lucha  en  el  Darién,. 
y  por  dos  veces  los  Cunas  han  enviado  comisiones  al 
Gobierno  de  Bogotá  en  busca  de  protección  contra  los 
invasores  civilizados,  pero  en  realidad  pidiendo  tan 
sólo  que  nadie  penetre  en  sus  soledades  á  explotar  Ia& 
riquezas  de  sus  territorios,  inútiles  para  ellos.  Preciso 
se  hace  establecer,  antes  que  las  animosidades  se  en- 
venenen, alguna  línea  de  conducta  en  el  particular, 
como  crear  autoridades  protectoras  de  los  indios,  sos- 


292  Los  Cunas 

tenidas  por  algunas  pequeñas  guarniciones,    estable- 
cer escuelas  para  enseñar  el  castellano  y  nociones  in- 
dustriales á  la  generación  naciente,  acostumbrarlos  á 
la  práctica  de  cambios  frecuentes  con  los  civilizados, 
y  fomentar  ])or  todos  los  medios  posibles  las  relacio- 
nes pacíficas  entre  las  dos  razas.    En  la  generalidad 
de  los  casos  la  predicación  religiosa  ha  sido  ineficaz,  y 
sólo  el  comercio  y  la  mezcla  de  las  razas  en  matrimonio 
de  carácter  permanente  han  podido  triunfar  déla  preo- 
cupación del  salvaje  contra  los  pueblos  desconocidos. 
La  raza  española  ha  tenido,   como  colonizadora, 
esa  superioridad  notoria  sobre  la  sajona  y  aun  la  fran- 
cesa: no  ha  desdeñado  enlazarse  con  los  pueblos  de 
evolución   inferior,  y  esa  cualidad  le  da  hoy  el  segun- 
do puesto  en  importancia  entre  los  de  origen  europeo. 
Si  ciento  diez  millones  hablan  el  inglés  y  mantienen 
las  tradiciones  de  la  historia  inglesa,  algo  más  de  se- 
senta millones, — cerca  de  cuarenta  en  América  y  más 
de  veinte  en  Europa  y  Asia, — conservan  el  castellano 
y  las  memorias  de  esa  raza  generosa,  á  cuya  formación 
han  contribuido  el  ibero  y  el  celta,  el  cartaginés  y 
el  romano,  el  indo-germano  y  el  árabe;  es  decir,  todos 
los  variados  elementos  que  en  treinta  siglos  dominaron 
alternativamente  el  curso  de  la  civilización  europea. 
Los  cuarenta  millones   de   hispano-americanos  hoy 
existentes  serán,  á  la  rata  de  duplicación,  en  períodos 
de  treinta  y  tres  años  seguida  en  el  curso  de  este  si- 
glo, no  menos  de  trescientos   millones  á  la  vuelta  de 
otro;  y  esa  magnífica  expansión  de  una  lengua  y  un 
pueblo,  que  tanta  prolongación  darán  en  la  Historia 
al  nombre  español,  serán  el  resultado  de  su  enlace  con 
los  antes  semisalvajes  aborígenes  de  América. 


Mf%í%^í\^Mf^^ 


CAPITULO   XXI 


COLON  Y  PANAMÁ 


Colón.— Noticias  históricas. —Aspecto  de  las  calles.— La  comar- 
ca á  lo  largo  del  ferrocarril.— La  población  de  la  misma 
zona. — Los  africanos  de  Liberia.— Los  cultivos.— Panamá. 
—  Causas  de  su  decadencia  hasta  1848.— Los  bucaneros. 
— La  navegación  por  el  estrecho  de  Magallanes. — Las  mi- 
nas de  California.— Estado  moral  y  político  de  Panamá 
al  tiempo  del  descubrimiento  de  ellas. — El  veneno  de  las 
serpientes— Desafío  indígena.— Panamá  en  1887. — ¿Qué  se 
ha  hecho  el  dinero  regado  en  los  trabajos  del  Canal?  —Los 
grupos  étnicos  de  la  población  panameña.-  Necesidad  de 
grandes  libertades  municipales. 

Veinte  horas  después  de  nuestro  paso  por  las  costas 
del  Darién  estábamos  en  la  bahía  de  Limón,  saco  en 
que  el  mar  penetra  dentro  de  la  tierra  unos  ocho  kiló- 
metros, con  una  anchura  de  tres  á  cuatro,  cuyos  puntos 
extremos  al  exterior  son  la  isla  de  Manzanillo  al  Orien- 
te, y  la  punta  del  Toro  al  Occidente.  La  ciudad  de  Co- 
lón está  situada  en  la  isla  de  Manzanillo,  en  el  extremo 
oriental,  y  al  frente  de  ella  fondeamos  el  primer  día, 
sin  poder  desembarcar,  pues  todos  los  muelles  ó  warfes 
estaban  ocupados  por  otros  buques;  tampoco  pudi- 
mos ver  el  aspecto  de  la  población,  oculta  por  un  velo 
espeso  de  niebla  y  de  lluvia  incesante;  de  esa  lluvia 
formidable  que  descarga  en  la  comarca  una  columna 


294  Colón 

de  agua  hasta  de  cuatro  ó  cinco  metros  de  altura  sobre 
!a  tierra  en  el  curso  del  año.  Desagradable  fue  la  no- 
che: la  humedad  nos  penetraba  híista  en  el  fondo  de 
los  camarotes,  y  nubes  de  zancudos  nos  obligaron  des- 
de muy  temprano  á  encerrarnos  dentro  del  toldillo,  á 
pesar  del  calor  casi  insoportable. 

A  las  siete  de  la  mañana  pudimos  arrimar  al  mue- 
lle y  desembarcar  con  el  propósito  de  tomar  inmedia- 
tamente el  primer  tren  que  siguiese  para  Panamá,  á 
fin  de  dar  una  rápida  ojeada  á  los  trabajos  del  Canal. 
El  tren,  sin  embargo,  no  partía  hasta  las  ocho,  y  tu- 
vimos una  hora  que  poder  consagrar  á  una  vista  su- 
perficial del  espectáculo  de  las  calles. 

Colón  fue  fundado  con  el  nombre  de  Aspinwall, 
en  los  últimos  días  de  1851.  Hasta  entonces  el  des- 
embarca de  ios  pasajeros  que  se  proponían  atravesar 
el  istmo  de  Panamá  se  hacía  en  Chagres,  poblachón 
miserable,  defendido  por  una  fortaleza  en  la  boca 
del  río  del  mismo  nombre,  algunos  kilómetros  al  Oc- 
cidente: de  donde  se  remontaba  el  río  en  canoas  hasta 
Gorgona  en  verano,  y  hasta  Cruces  en  invierno  (ocho 
leguas):  las  ocho  restantes  hasta  Panamá  se  hacían, 
á  muía,  por  un  camino  de  tierra,  soportable  en  vera- 
no, espantoso  sobre  toda  ponderación,  á  causa  de  los 
profundos  fangales,  en  invierno.  Durante  más  de 
tres  siglos  ésta  fue  la  única  vía  interoceánica  conocida 
en  América;  pero  debemos  suponer  que  estuvo  en  me- 
jor estado  mientras  el  paso  del  comercio  entre  los  dos 
Océanos,  y  sobre  todo  el  de  los  tesoros  procedentes  de 
la  costa  occidental  de  Méjico,  del  Perú  y  de  Bolivia, 
venía  á  buscar  en  esta  ruta  los  galeones  españoles  que 


Los  pasajeros  de  California  295 

debían  coiuiucirlos  á  la  Península.  Cuando,  mejor 
conocida  la  navegación  por  el  estrecho  de  Magallanes, 
el  comercio  tomó  esa  nueva  vía,  Panamá,  Cliagres  y 
Portobelo,  hasta  entonces  ciudades  florecientes,  ca- 
yeron en  decadencia  profunda  y  el  camino  debió 
de  sufrir  un  abandono  casi  total.  En  esta  situación  se 
encontraba  en  1848  y  1849,  á  tiempo  que  el  descubri- 
miento de  grandes  placeres  en  California  determinó 
una  gran  corriente  de  pasajeros  procedentes  de  Nue- 
va York,  en  busca  de  esos  famosos  aluviones. 

De  25  á  40,000  pasajeros,  hombres,  mujeres  y  ni- 
ños, recorrían  anualmente  ese  camino  en  la  confusión 
más  extraordinaria  que  puede  darse.  Una  nube  de 
aventureros  de  todas  las  procedencias,  edades,  vestidos 
y  condiciones,  armados  de  revólver  y  pnfial,  desembar- 
caba cada  quincena  para  atravesar  el  Istmo,  unos  á 
pie,  otros  á  muía,  solos  la  mayor  parte,  acompañados 
de  sus  familias  unos  pocos.  Mujeres  vestidas  de  hom- 
bre, niños  de  todas  edades  en  hombros  de  robustos 
negros,  metidos  dentro  del  fango,  y  cubiertos  de  él 
hasta  los  ojos,  presentaban  las  escenas  más  raras  en 
medio  de  un  camino  encerrado  entre  dos  paredes  de 
bosque  ó  en  la  oscuridad  de  barrancos  profundos  ex- 
cavados por  el  pie  de  las  muías.  El  asesinato  de  los 
pasajeros  era  frecuente:  en  los  cuatro  años  corridos 
de  1848  á  1852  el  número  de  víctimas  se  computó  en 
dos  ó  tres  mil,  pues  por  lo  pronto,  y  en  medio  de  esa 
súbita  invasión,  no  había  policía  ni  rentas  organiza- 
das para  proveer  á  esa  urgente  necesidad  de  protec- 
ción á  la  vida  humana,  que  sólo  hasta  1853  empezó  á 
ser  medianamente  atendida.    Tocóme  presenciar  las 


296  Aspinwall 

escenas  de  ese  camino  desde  fines  de  1852  hasta  fines 
de  1853,  y  debo  declarar  que  ni  las  marchas  militares 
después  de  una  derrota  son  comparables  al  horror  de 
esas  peregrinaciones.  La  nebro  amarilla,  el  cólera,  lít 
disentería  epidémica,  hacían  repentinamente  su  apa- 
rición en  medio  de  esas  multitudes,  y  entonces,  apo- 
derándose de  todos  las  divinidades  infernales  del  egoís- 
mo y  el  terror,  sólo  el  cuadro  de  un  campo  de  batalla 
al  resonar  los  últimos  disparos,  podía  presentar  rasgos 
de  semejanza  con  esos  horrores. 

De  ese  movimiento  de  emigración  hacia  Califor- 
nia surgieron  la  idea  y  la  rápida  ejecución  del  ferro- 
carril de  Panamá,  precursor  del  Canal  Interoceánico. 
Los  ingenieros  de  aquél  escogieron  como  punto  de 
partida  la  bahía  de  Limón,  por  su  gran  capacidad 
para  buques  y  por  la  proximidad  al  valle  del  río  Cha- 
gres,  y  el  extremo  Norte  de  la  isla  de  Manzanillo, 
como  sitio  adecuado  para  una  gran  ciudad,  á  causa 
de  la  profundidad  del  mar  hasta  cerca  de  la  playa 
para  fondeadero  de  los  buques.  Allí,  pues,  fueron 
construidas  las  primeras  habitaciones  de  los  trabaja- 
dores, el  primer  muelle  para  el  embarco  y  desem- 
barco de  los  pasajeros,  y  luego  una  larga  hilera  de 
hoteles  de  madera,  á  lo  largo  de  la  playa  y  al  frente 
de  los  primeros  carriles  de  hierro,  formó  la  prime- 
ra calle  de  la  futura  ciudad,  que  los  empresarios  ame- 
ricanos bautizaron  con  el  nombre  de  x\spin"WALL,  en 
honor  de  uno  de  los  más  decididos  y  acaudahidos  pro- 
motores de  la  obra.  La  Cámara  de  provincia  de  Pana- 
má la  rebautizó  después  con  el  del  descubridor  de  la 
América,  nombre  que,  con  el  transcurso  del  tiempo,  ha 


Cristóbal  Colón  297 

prevalecido.  Era  ese  un  sitio  salvaje,  salpicado  de 
pantanos,  cubierto  á  trechos  de  manglares  espesos,  en 
donde  nó  las  aves  siquiera,  sino  las  serpientes,  hacían 
su  mansión;  no  tenía  agna  potable,  la  cual  era  nece- 
sario conducir  todos  los  días  desde  Gatún,  á  dos  le- 
guas de  distancia,  cuando,  durante  el  verano,  se  ago- 
taba la  de  lluvia,  recogida  en  cada  casa  en  toneles  de 
hierro.  Así  la  conocí  en  1852,  improvisada  y  como 
surgida  repentinamente  de  en  medio  de  las  olas  por 
uno  de  esos  prodigios  que  sólo  la  audacia  y  el  genia 
emprendedor  del  pueblo  norteamericano  saben  pro- 
ducir. 

Hoy  se  compone  yá  de  tres  partes  distintas.  Es  la 
primera,  la  ciudad  americana  formada  por  los  prime- 
ros edificios,almacenes  y  casas  de  habitación  de  los  em- 
pleados de  la  Compañía  del  Ferrocarril,  levantados  al 
N"orte  de  la  isla,  en  la  parte  más  salubre  quizás,  pues 
está  bafíada  directamente  por  los  vientos  del  mar;  edifi- 
cios de  buen  aspecto,  perfectamente  aseados  y  rodeados 
de  umbrosa  arboleda;  á  continuación  se  extiende  la  ciu- 
dad cosmopolita  compuesta  de  hoteles,  almacenes  de 
comercio,  tabucos  miserables  de  chinos  y  jamaicanos, 
y  casas  particulares,  construidas  á  lo  largo  de  la  carri- 
lera, en  línea  frecuentemente  interrumpida  por  pan- 
tanos, muladares  y  algunas  ruinas  del  grande  incendio 
de  1885.  Inmediato  á  la  embocadura  del  Canal,  hacia 
el  término  sur  de  la  isla,  se  levanta  el  barrio  francés 
de  Cristóbal  Colón,  serie  de  casas  nuevas,  ordinaria- 
mente de  dos  pisos,  que  forman  á  la  orilla  del  mar 
una  gran  calle  plantada  de  árboles  y  palmeras,  en  la 
que  se  percibe  el  gusto  artístico  del  pueblo  francés. 


298  Las  calles  de  Colón 

Allí  están  los  edificios  de  la  Compañía  del  Oanal,  sus 
oficinas,  talleres  y  las  residencias  de  sus  empleados; 
detrás  de  esta  calle  se  extiende,  volviendo  hacia  la  iz- 
quierda, un  grande  espacio  de  tierra,  antes  pantanoso, 
ahora  medianamente  terraplenado,  en  el  término  sur 
de  la  isla,  que  sirve  de  base  á  los  trabajos  de  apertura 
del  Canal;  atravesando  el  brazo  de  m?ir  que  separa  la 
isla  del  continente,  en  la  parte  opuesta  está  la  boca 
del  Canal,  que  tiene  una  anchura  de  cien  metros  y 
una  profundidad  que  debe  llegar  á  diez  ó  más.  Esto 
sólo  en  la  boca,  pues  el  resto  de  la  obra  deberá  tener 
cuarenta  en  la  superficie,  veinticuatro  en  el  fondo  y 
lina  profundidad  de  ocho  á  nueve  metros. 

Nada  tan  raro,  tan  extraño  y  confuso  como  el  as- 
pecto de  sus  calles.  Americanos  aseados,  con  cuellos, 
puños  y  calzado  perfectamente  limpios,  chaqueta  de 
paño  delgado  de  color  claro,  sombrero  ligero  de  paja  de 
arroz  ó  de  fieltro;  franceses  y  colombianos  del  interior 
ó  de  Panamá,  no  menos  elegantes  en  el  vestir,  pero 
reconocibles  quizás  en  que  no  son  tan  exigentes  en  la 
limpieza  de  los  puños  y  cuellos  de  la  camisa:  negros  y 
negras  jamaicanos  de  anchas  narices,  labios  de  aran- 
dela y  frente  deprimida,  ordinariamente  calzados  los 
primeros  con  gruesas  botas  sin  barnizar,  enchancleta- 
das las  últimas,  vestidos  de  telas  de  color  vistoso,  entre 
el  rojo  y  el  verde;  negros  y  mulatos  panameños,  de 
color  menos  oscuro,  facciones  más  regulares,  en  lo 
general  vestidos  de  blanco;  marineros  de  diversas  na- 
ciones, con  sombrero  de  alas  angostas,  camisa  de  pun- 
to de  lana  de  color  oscuro  con  anclas  estampadas  en  el 
pecho;  chinos  de  aspecto  extravagante,  de  facciones 


Las  calles  de  Colón  299 

íilgo  parecidas  á  las  del  africano — pómulos  salientes, 
bocas  rasgadas,  frentes  estrechas,— largo  mechón  sobre 
la  nuca,  túnica  negra  casi  hasta  el  tobillo,  mirada  ne- 
bulosa é  ininteligible;  locomotoras  provistas  de  cam- 
panilla, arrastrando  lentamente  grandes  Avagones  de 
carga;  carretas  tiradas  por  muías  á  paso  de  trote  lige- 
ro, con  los  conductores  dentro  del  carro  ó  sentados 
sobre  el  timón;  todo  eso  forma  una  multitud  confusa, 
dentro  de  la  cual  es  difícil  mantener  un  paso  acele- 
rado. Gritos,  ladridos,  relinchos,  pitazos,  timbres  de 
diversos  idiomas,  desde  el  inglés  y  el  español  hasta  el 
papiamento  y  el  chino,  producen  un  ruido  ensordece- 
dor. Aquí  un  almacén  espléndido  colmado  de  telas, 
vestidos  y  artículos  de  lujo;  al  lado  una  sucia  tienda 
de  licores,  llena  de  marineros,  carreteros  y  bebedores 
de  profesión;  más  allá  un  restaurante  tapizado  de  es- 
pejos, provisto  de  mesas  pequeñas  de  mármol  relucien- 
te, á  cuyo  rededor  están  tranquilamente  sentados  parro- 
quianos del  cochtail  y  del  sherry-cobMery  preparando 
el  apetito  para  el  almuerzo;  en  seguida  una  casa  de 
madera  de  aspecto  lúgubre,  con  una  tabla  llena  de 
extraños  caracteres,  habitada  por  algún  carnicero  chi- 
no. La  mezcla  de  la  civilización  y  la  barbarie,  de  la 
limpieza  con  la  mugre,  del  trabajo  con  la  ociosidad, 
forman  contrastes  sorprendentes.  Entre  las  fisono- 
mías nuevas  se  destacan  principalmente  las  de  los 
chinos  por  sus  rasgos  singulares  y  sin  expresión,  su 
exterior  humilde  y  su  actitud  silenciosa.  Entre  la 
población  notante  y  la  sedentaria  nos  pareció  que  la 
de  Colón  no  debería  bajar  de  20,000  habitantes,  cálcu- 
lo que  nos  fue  confirmado  después,  en  Panamá,  por 
personas  bien  informadas. 


300  Viaje  á  Panamá 

Buscamos  en  vano  la  oficina  en  que  se  venden  los 
tiquetes  del  Ferrocarril;  en  cuatro  ó  cinco  lugares  que 
se  nos  indicaron  nos  dieron  razón  de  que  yá  no  se  ex- 
pendían allí;  y  últimamente  se  nos  dijo  que  el  pasaje 
debía  pagarse  en  los  coches  mismos  del  tren.  Subimos 
á  uno  de  ellos  y  tomamos  asiento;  pero  á  pocos  instan- 
tes se  presentó  una  familia  del  interior,  acompañada 
de  uno  de  los  empleados  de  la  Empresa,  que  nos  in- 
vitaron á  pasar  á  otro  carro  más  cómodo,  en  la  ex- 
tremidad del  tren.  Aceptamos  la  invitación,  y  allá 
tuvimos,  al  par  que  grandes  y  cómodas  butacas,  la 
facilidad  de  contemplar  la  línea  del  Ferrocarril  y  los 
terrenos  adyacentes,  desde  grandes  ventanas  laterales 
y  por  un  espacio  abierto  en  el  fondo,  en  dirección 
contraria  á  la  de  los  carros.  Dos  pasajeros  residentes 
en -Panamá  ó  Colón  nos  dieron  con  la  mayor  benevo- 
lencia todos  los  informes  que  nuestra  ardiente  curio- 
sidad nos  hacía  pedirles;  de  vez  en  cuando  un  emplea- 
do de  la  Empresa  se  acercaba  á  la  puerta  y  retrocedía 
inmediatamente  sin  darnos  tiempo  á  verificar  el  pago. 
Al  llegar  á  Panamá  este  carro  fue  separado  de  los 
demás  y  quedó  aislado  en  la  mitad  de  la  calle:  salimos 
á  buscar  alguna  oficina  en  dónde  pagar,  pero  no  vi- 
mos abierta  ninguna.  Resolvimos  pagar  el  viaje  re- 
dondo á  nuestro  regreso,  no  sin  admirarnos  de  la  poca 
atención  que  se  daba  al  cobro  de  los  pasajes. 

LA    LÍNEA    DEL   PERROCARRTL 

La  vía  desde  Colón  hasta  Panamá  es,  á  causa  de 
las  varias  estaciones  de  los  trabajos  del  Canal,  casi 
una  sola  calle.    Con  excepción  de   las  dos  primeras 


Población  en  la  linea  del  Canal  301 

leguas^  en  que  se  prolonga  al  través  de  terrenos  y 
bosques  anegadizos  durante  las  crecientes  del  río  Cha- 
gres,  en  el  resto  de  ella,  luego  que  empieza  el  terreno 
firme,  se  nota  la  aparición  de  grupos  de  chozas  y 
pequeñas  labranzas  para  la  producción  de  víveres; 
trabajo  que  debe  ser  sumamente  productivo,  pues  en 
esa  línea  de  quince  leguas,  de  uno  á  otro  océano,  hay 
una  población  do  75  á  85,000  habitantes  distribuidos 
así,  según  los  informes  que  me  dieron  algunos  cono- 
cedores: 

En  Colón,  población  flotante,  y  la  se- 
dentaria, de 20  á  25,000 

En  Panamá,  población  flotante,  y  la 
sedentaria,  de , 25  á  30,000 

En  los  trabajos  del  Canal,  y  á  lo  lar- 
go de  la  línea,  de 25  á  30,000 

Como  los  jornales  del  Canal  y  del  Ferrocarril  son 
muy  altos,  el  consumo  de  víveres  tal  vez  no  baja  de 
30  centavos  por  persona  y  por  día,  lo  que  daría  un 
total  de  cerca  de  $  25,000  diarios  ó  más  de  %  9.000,000 
al  año.  Si  bien  el  trigo,  el  arroz  y  aun  el  maíz,  la 
manteca,  el  queso,  la  mantequilla,  la  cerveza,  las  car- 
nes conservadas  ó  ahumadas,  vienen  de  los  Estados 
Unidos  á  precios  muy  bajos;  la  carne,  el  pescado,  las 
raíces,  hortalizas  y  frutas  frescas,  tendrán  que  tomar- 
se de  preferencia  de  la  producción  interior.  En  tiem- 
pos recientes  había  en  las  inmediaciones  de  Colón 
grandes  plataneras  de  donde  se  exportaba  anualmente 
de  10  á  15,000  toneladas  de  plátanos  á  Nueva  York. 
A  mi  paso  no  vi  muchas  señales  de  esas  plantaciones, 
y  antes  me  pareció  notar  que  algunas,  al  borde  de  la 


Los  trajes  de  los  trabajadores 

línea,  estaban  abandonadas,  sin  duda  íi  causa  de  la 
escasez  y  carestía  de  jornaleros  atraídos  á  los  trabajos 
del  Canal. 

Aparte  de  los  antiguos  caseríos  de  los  nativos,  se 
han  fundado  otros  muchos,  unos  de  carácter  perma- 
nente, para  oficinas  y  residencia  de  los  empleados  del 
Canal,  y  otros  de  madera  de  carácter  transitorio,  para 
los  peones,  al  rededor  de  los  cuales  brota  la  ranchería 
de  los  vivanderos,  chinos  en  su  mayor  parte.  Estos 
ejercen  los  oficios  de  carniceros,  panaderos,  lavande- 
ros,  cocineros,  maromeros  y  chucheros  ó  buhoneros, 
en  los  cuales  su  competencia  ha  sido  irresistible  para 
los  franceses,  americanos  y  aun  para  los  panameños 
mismos.  Todas  esas  profesiones  menores  han  sido  mo- 
nopolizadas por  ellos,  y  se  dice  que,  merced  á  su 
laboriosidad,  espíritu  de  orden  y  economía,  son  consi- 
derables las  ganancias  que  acumulan  á  pesar  de  los 
precios  comparativamente  bajos  á  que  venden  su  mer- 
cancía. Como  son  también  muy  buenos  agricultores, 
es  probable  que  tengan  asimismo  labranzas  .inmedia- 
tas; pero  no  tuve  ocasión  de  visitarlas.  Pasé  en  do- 
mingo, cuando  los  trabajadores  estaban  entregados  á 
los  ocios  y  diversiones  propios  de  ese  día,  y  los  más  de 
ellos  y  sus  mujeres  y  niños  vestían  sn  mejor  ropa,  se- 
gún la  moda  de  los  diversos  países  de  su  procedencia. 

De  esa  extravagante  variedad  de  trajes  y  colo- 
res, me  llamó  la  atención  particularmente  el  de  al- 
gunos africanos  de  la  república  de  Liberia,  recién 
llegados  en  número  de  600  á  700,  por  contrato  cele- 
brado con  los  agentes  de  la  Compañía.  Tenían  por 
todo  traje  una  túnica  suelta,   de  tela  de  algodón,  de 


Los  peones  de  Liheria  303 

color  verde  ó  azul,  y  nn  trapo  rojo  amarrado  en  la  ca- 
beza á  guisa  de  turbante.  Los  tomé  en  un  principio 
por  mujeres,  á  pesar  de  sus  rasgos  y  aspecto  varoniles. 
Se  me  informó  luego  que  se  les  había  puesto  calzones: 
mas  como  no  estaban  heclios  á  bragas, . .  .  había  tenido 
cumplimiento  el  resto  del  refrán  español,  lo  que  había 
determinado  á  los  empleados  á  cambiarles  el  traje, 
para  darles  á  lo  menos  alguna  ventaja  sobre  el  de  nues- 
tro padre  xldán.  Una  comisión  de  ocho  magistrados 
ó  comisarios  de  la  Kepública  africana  los  había  acom- 
pañado para  cerciorarse  de  que  Panamá  no  es  un 
país  tan  frío,  y  para  observar  el  tratamiento,  alimen- 
tación y  clase  de  trabajo  que  se  les  daba  ó  imponía, 
con  facultad  de  reembarcarlos  para  su  país  si  el  aloja- 
miento era  malo,  escasos  los  alimentos  ó  excesiva  la 
labor  que  se  les  impusiera. 

Eran  casi  todos  jóvenes,  robustos,  sobrios,  de  apa- 
cible condición  y  muy  buenas  costumbres;  se  les  re- 
putaba como  el  mejor  grupo  de  trabajadores  al  servi- 
cio de  la  Compañía.  jS^o  pocos  habían  venido  acom- 
pañados de  sus  mujeres,  y  según  parece,  no  habían  en- 
contrado tan  fríos  los  ¡mramos  de  Colón  y  Panamá. 

Con  gran  pena  observé,  en  algunas  partes,  juegos 
de  cachimona,  dados  y  barajas,  en  los  que,  de  seguro, 
los  banqueros  americanos,  chinos  y  colombianos,  no 
llevarían  la  peor  parte.  Quizás  por  haber  pasado  tem- 
prano no  vi  ebrios,  á  pesar  del  gran  número  de  ventas 
de  licores;  no  faltaban,  sin  embargo,  fisonomías  hebe- 
tadas en  quienes  eran  visibles  los  estragos  del  vicio. 

Con  excepción  de  las  plataneras  inmediatas  á  Co- 


304  Aspecto  de  las  tierras  de  la  linea 

lón  que,  como  dejo  dicho,  no  deben  hallarse  muy  flo- 
recientes, no  vi  señales  de  movimiento  agrícola  en  la 
parte  de  la  línea  comprendida  entre  Cruces  y  Panamá: 
el  bosque,  la  maleza,  y  en  parches  el  rastrojo,  ocupaban 
la  tierra  en  el  mismo  estado  que  ahora  treinta  y  cua- 
tro años,  cuando  fue  terminado  el  Ferrocarril.  Ni  una 
hacienda,  ni  una  producción  industrial,  ni  siquiera 
bonitas  casas  de  campo  se  ven  en  las  inmediaciones. 
Las  facilidades  de  locomoción  no  han  atraído  pobla- 
ción extranjera,  ni  el  alto  precio  de  algunos  productos 
on  Panamá, — como  el  de  las  frutas,  la  leche,  el  queso 
y  la  mantequilla,  las  gallinas  y  los  huevos,  el  ñame, 
las  batatas  ó  camotes,  pero  ni  siquiera  los  forrajes 
para  engordar  ganado  ó  mantener  bestias, — han  llama- 
do la  atención  de  los  propietarios  panameños.  La  tie- 
rra no  puede  ser  estéril  en  todas  partes;  en  el  interior 
el  clima  debe  ser  más  sano  que  en  la  costa,  y  en  Colón 
vale  cuarenta  centavos  una  botella  de  leche;  pero  nin- 
guno de  estos  estímulos  ha  sido  suficiente  para  deter- 
minar trabajos  agrícolas.  Sin  duda  los  hábitos  comer- 
ciales de  la  población  panameña,  la  falta  de  tradicio- 
nes agrícolas,  quizás  la  escasez  de  capitales,  atraídos 
por  los  negocios  y  por  el  alto  arrendamiento  de  las  casas 
en  Panamá,  han  sido  obstáculos  al  acometimiento  de 
estas  nuevas  empresas.  La  raza  española  no  es  agricul- 
tora  en  la  Península,  sino  en  las  partes  en  donde  los 
árabes  dejaron  fuertemente  impreso  el  sello  de  su  genio 
agricultor;  como  en  las  huertas  de  Valencia,  Caste- 
llón, Jaén,  Murcia,  los  alrededores  de  Málaga  y  en  Ca- 
taluña. Los  castellanos,  la  generalidad  de  los  andaluces, 
los  asturianos  y  gallegos,  se  hacen  notar  poco  en  este 


Falta  de  agricultura  en  la  linea  805 

ramo  del  trabajo  humuno,  y  esta  deficiencia  es  más  sen- 
sible aun  en  sus  descendientes  de  América.  Compren- 
demos que  no  se  trabaje  en  donde  no  hay  medios  de 
proporcionar  salidas  á  los  productos,  ya  sea  por  la  falta 
de  medios  económicos  de  transporte,  ó  bien  por  la  po- 
breza de  las  poblaciones  consumidoras;  pero  ese  no  es 
el  caso  en  Panamá.  Debemos  reflexionar  fríamente  en 
estos  ejemplos  los  que  estamos  dispuestos  á  juzgar  que 
los  ferrocarriles  son  la  panacea  universal.  Si  es  algún 
vicio  en  la  constitución  de  la  propiedad  territorial;  si 
fuere  la  altísima  tarifa  de  fletes  y  pasajes  establecida 
por  la  Compañía  del  Ferrocarril;  si  hubiere  alguna  en- 
fermedad social  oculta  que  paralice  las  tendencias 
naturales  del  hombre  á  mejorar  su  condición  por  me- 
dio del  trabajo,  debe  investigarse  para  tratar  de  po- 
nerle remedio. 

Para  concluir  anotaré  que  el  empresario  de  las  gran- 
des plantaciones  de  plátano  en  las  inmediaciones  de 
Colón  fue  un  alemán;  circunstancia  que  considero  dig- 
na de  mención,  porque  sólo  los  inmigrantes  alemanes, 
entre  todas  las  razas  europeas  se  han  consagrado  á  la 
agricultura  en  algunas  regiones  tropicales  de  América: 
en  el  Brasil  y  en  Venezuela;  hasta  ahora  no  en  Colom- 
bia, pues  en  Bucaramangay  Cúcuta,  en  donde  hay  es- 
tablecidos algunos,  ejercen  la  profesión  de  comercian- 
tes, no  de  agricultores. 

PANAMÁ 

Panamá  fue  una  ciudad  importante  por  su  comer- 
cio y  su  riqueza  hasta  principios  del  siglo  xviii.  Las 

20 


306  Panamá  en  el  siglo  xvii 

crónicas  de  ese  tiempo  le  dan  una  población  de  20,000 
habitantes,  y  aun  más;  aserción  que  confirman  los  restos 
de  su  antiguo  caserío  decaí  y  canto  de  dos  y  tres  pisos, 
las  ruinas  de  sus  numerosos  conventos  de  frailes  y  de 
monjas,  y  más  que  todo,  las  grandes  y  costosas  mura- 
llas y  fortificaciones  que  aún  la  rodean,  cuyo  costo 
debió  ser  de  algunos  millones.  Bien  que  el  recinto 
amurallado  de  la  rocallosa  península  en  que  fue  edi- 
ficada, tuviese,  como  tiene,  en  el  sistema  de  construc- 
ción usado  en  los  siglos  xvi  y  xvii — de  calles  estre- 
chas y  grandes  edificios  de  varios  pisos,  sin  plazas  ni 
espacios  vacíos,  —  capacidad  suficiente  para  más  de 
20,000  personas,  el  caserío  desbordó  hacia  la  parte  con- 
tinental, en  donde  la  parroquia  de  Santana  se  extendía 
hasta  el  barrio  de  Oalidonia,  en  la  actual  estación  del 
Ferrocarril,  por  un  lado,  y  hasta  los  cuarteles  de  Bo- 
yain,  hoy  ocupados  por  el  hospital  de  la  Compañía 
del  Canal,  entre  el  cerro  del  Ancón  y  la  boca  de  Rio- 
grande,  por  otro.  Dos  enemigos,  sin  embargo,  redu- 
jeron á  nada  su  antigua  prosperidad:  los  bucaneros 
y  la  navegación  por  el  estrecho  de  Magallanes. 

Los  bucaneros  en  primer  lugar.  Las  noticias  de  la 
fabulosa  riqueza  de  Méjico  y  del  Perú  y  la  prodigiosa 
cantidad  de  plata  que  se  extraía  de  las  minas  de  Za- 
catecas, Guanajuato  y  Potosí,  despertaron  la  codi- 
cia de  los  pueblos  navegantes  que,  como  el  inglés,  el 
holandés  y  el  francés,  estaban  privados  de  participa- 
ción en  esa  inmensa  fortuna.  Perseguidos  á  muerte 
por  los  españoles  en  su  propósito  de  establecerse  pa- 
oíficí^mente  en  la  isla  de  Santo  Domingo  y  en  otras 
Antillas  pertenecientes  á  España,— en  donde  fueron 


Los  hucaneros  W7 

casi  exterminados, — tomaron  á  pechos  entrar  en  la  di- 
visión de  los  despojos  arrancados  á  los  indios  y  á  las 
ricas  cordilleras  de  esos  países  recién  descubiertos. 
Imposibilitados  para  establecerse  en  las  regiones  pri- 
vilegiadas que  con  tanta  profusión  producían  el  me- 
tal considerado  entonces  como  la  única  riqueza  ver- 
dadera del  mundo,  se  propusieron  sitiar  las  avenidas 
por  donde  ella  se  derramaba  hacia  los  hambrien- 
tos pueblos  del  Viejo  Mundo,  y  estableciéndose  en  las 
islas  vecinas  á  las  costas  de  Jamaica  y  Santo  Domingo 
en  el  Atlántico,  y  en  las  vecinas  al  golfo  do  Panamá 
en  el  Pacífico,  empezaron  esa  serie  de  piraterías  en 
el  mar  y  de  incursiones  en  las  ciudades  de  la  Costa, 
en  donde  suponían  acumulados  los  más  grandes  teso- 
ros, que  se  ha  hecho  famosa  en  la  historia:  Veracruz, 
Campeche,  Chagres,  Portobelo,  Panamá,  Cartagena, 
Santamarta,  Eiohacha,  Maracaibo,  todas  ésas  ciuda- 
des fueron  sucesivamente  atacadas  y  saqueadas  por 
ellos  con  una  ferocidad  cuyo  recuerdo  guardan  aún 
las  tradiciones  locales.  Chagres,  Portobelo  y  Panamá, 
en  nuestro  país,  fueron  las  más  frecuentemente  visi- 
tadas, principalmente  por  Morgan  y  Drake,  el  primero 
de  los  cuales  se  retiró  con  un  inmenso  botín  de  las 
tres  ciudades  citadas,  y  el  segundo,  después  de  saquear 
y  arrasarlos  establecimientos  mineros  del  Darién,  en- 
tonces en  gran  prosperidad,  tuvo  el  pensamiento  de 
conquistar  esa  región  para  la  Eeina  Isabel,  reinante 
á  la  sazón  en  la  Gran  Bretaña. 

El  saqueo  ó  incendio  ejecutado  por  Morgan  en  Pa- 
namá (1671)— establecida  entonces  dos  leguas  al  Nor- 
I       este  de  su  sitio  actual — debió  de  ser  tan  terrible,  que 


308  Morgan— Asalto  á  Panamá 

la  traslación  de  la  ciudad  á  otra  localidad  de  más  fácil 
defensa,  no  encontró  resistencia  entre  sus  pobladores. 
Visitó  en  1853  las  ruinas  de  la  antigua  ciudad,  provisto 
de  una  antigua  descripción  detallada  de  la  marcha  de 
Morgan  al  través  del  Istmo,  después  de  remontar  el  río 
Ohagres  en  sus  propias  embarcaciones  hasta  Cruces,  del 
combate  en  que  la  guarnición  de  Panamá  fue  destro- 
zada, y  del  asalto,  yá  no  resistido  por  los  moradores 
aterrados.  El  viento  gemía  entre  las  ruinas  de  los  vie- 
jos bastiones  y  doblaba  las  copas  de  los  árboles  crecidos 
entre  las  grietas  de  la  muralla  ;  la  marea  alca  golpeaba 
furiosa  contra  las  rocas  y  barrancas  perpendiculares  de 
la  costa,  y  todos  esos  ruidos  formaban  en  medio  de  la 
eoledad  profunda  como  un  eco  de  la  confusa  vocería  del 
asalto  y  el  saqueo  de  la  desgraciada  ciudad.  Casi  creía 
oír  las  roncas  y  aguardientosas  voces  de  los  asaltantes 
al  través  de  las  brechas;  parecíame  ver  brillar  la  llama 
rojiza  de  los  incendios  entre  nubes  de  humo;  entre 
las  derruidas  torres  de  las  iglesias  parecíame  distin- 
guir el  grito  desesperado  de  las  mujeres  y  los  niños 
allí  asilados,  y  sobre  toda  esa  confusión,  se  alzaba  en 
mi  fantasía  la  odiosa  figura  del  filibustero,  cubierto 
de  sangre,  los  ojos  fuera  desús  órbitas  y  ebrio  de  furor 
y  codicia  en  medio  de  grupos  de  mujeres  arrodilladas 
al  lado  de  los  cadáveres  de  sus  padres  y  esposos. 

Ese  estado  de  inseguridad  duró  casi  un  siglo,  has- 
ta fines  del  xvii,  y  no  hay  duda  de  que  fue  la  pri- 
mera causa  de  decadencia;  pero  la  inseguridad  contri- 
buyó también  á  determinar  otra,  si  menos  aguda, 
más  destructora:  la  adopción  de  la  vía  de  Magallanes 
por  el  comercio  del  Pacífico. 


Resurrenoión  de  Panamá  309 

Este  fue  el  golpe  final,  de  agonía  prolongada, 
de  muerte  lenta  pero  definitiva.  Yá  los  galeones  espa- 
ñoles procedentes  de  Acapulco  apenas  tocaban  en 
Panamá  á  hacer  agua  en  Taboga;  la  guarnición  y  el 
apostadero  marítimo  disminuyeron  en  importancia; 
no  pocos  de  sus  grandes  comerciantes  emigraron  al 
Callao,  á  la  Habana  y  á  Lima,  y  la  ciudad  fue  deca- 
yendo tan  considerablemente,  que  en  1840  ó  1841  es- 
cribía el  Doctor  Rufino  Cuervo  desde  allí  á  un  amigo 
suyo  de  Bogotá,  que  el  que  quisiese  conocer  á  Panamá, 
debía  apresurarse  porque  estaba  dando  las  últimas  bo- 
queadas. Su  población  entonces  no  alcanzaría  á  4,000 
habitantes. 


La  corriente  de  pasajeros  al  través  del  Istmo,  deter- 
minada en  1848  por  los  aluviones  auríferos  de  Cali- 
fornia descubiertos  por  el  Capitán  Sutter,  volvió  la 
vida  á  la  yá  expirante  ciudad.  Cuarenta  millones  de 
pesos  en  oro  de  California,  de  diez  á  doce  millones 
en  plata  de  Méjico,  el  Perú,  Chile  y  Bolivia,  y  de 
veinticinco  á  cuarenta  mil  pasajeros  pasaban  anual- 
mente entre  Panamá  y  Colón.  Los  arrendamientos 
de  casas  subieron  á  precios  fabulosos;  el  flete  de  las 
muías,  en  una  distancia  de  ocho  leguas,  se  pagaba 
á  razón  de  treinta  á  cincuenta  pesos  por  viaje  entre 
Panamá  y  Cruces;  el  de  una  canoa  ó  barquetona,  con 
capacidad  para  cuatro  hasta  doce  pasajeros,  entre  Cha- 
gres  ó  Gatún  y  Cruces,  de  cuarenta  á  doscientos  pe- 
sos; el  precio  de  los  víveres  no  tenía  límites;  los  jorna- 
les habían  subido  á  tres  y  aun  hasta  á  diez  pesos  diarios, 
y  una  pieza  de  oro  americano  de  veinte  pesos  se  cam- 


310  Panamá  en  1849 

biaba  por  diez  y  seis  de  ocho  décimos  de  nuestra  mo- 
neda de  plata.  Los  negocios  de  Panamá  eran  más 
productivos  que  las  mejores  minas  de  Sacramento  ó 
del  valle  de  San  Joaquín;  el  oro  circulaba  en  abun- 
dancia desde  las  más  ruines  cabanas  de  expendio  de 
licores  hasta  los  grandes  almacenes  de  la  calle  de  La 
Merced.  L'Ollonais,  Morgan  y  Drake,  todos  esos  an- 
tiguos filibusteros,  las  sombras  feroces  de  esos  mons- 
truos sedientos  de  pillaje  y  de  sangre,  debieron  de  in- 
corporarse y  soliviar  la  losa  de  sus  sepulcros  al  prodi- 
gioso retintín  de  tantos  millones. 

Con  condiciones  de  esta  naturaleza  cualquier  pue- 
blo de  los  Estados  unidos  sería  hoy  una  ciudad  de 
100,000  habitantes,  rodeada  de  todas  las  comodidades 
de  la  vida  civilizada,  con  un  porvenir  de  grandeza 
perfectamente  seguro;  pero  en  Panamá  no  podía  su- 
ceder ni  ha  sucedido  así.  Siglo  y  medio  de  estanca- 
ción y  decadencia  debían  producir  y  produjeron  un 
sello  profundo  de  inmovilidad  en  el  organismo  de  la 
población  panameña:  la  pobreza  había  llegado  al  úl- 
timo grado:  el  antagonismo  de  las  dos  razas — la  negra 
y  la  blanca— pobladoras  de  esa  región,  mantenido  por 
tres  siglos  de  esclavitud,  debía  hacerse  sentir  fuer- 
temente en  los  momentos  en  que  esta  institución  aca- 
baba de  ser  abolida  (1850):  la  acción  del  clima,  des- 
favorable para  la  blanca,  había  enervado  la  actividad 
de  la  clase  gobernante  y  permitido  que  la  raza  inferior 
en  evolución  mental  se  sobrepusiese  en  número,  en 
energía  y  en  influencia  política.  A  pesar  de  aquellas 
ventajas,  Panamá  ha  progresado  muy  poco,  y  si  la 
empresa  del  Canal  hubiese  de  fracasar,  y  sobre  todo  si 


Panamá  de  1850  á  1855  311 

fuese  abierto  en  otro  país,  en  Nicaragua,  por  ejemplo, 
sería  dudoso  predecir  la  suerte  futura  de  la  ciudad. 

El  estado  de  incuria  en  que  yacía  esa  población  pue- 
de juzgarse  por  el  liecho  de  que  no  tenía  ni  tiene  aún 
agua  potable,  con  excepción  de  la  de  lluvia,  recogida 
en  unas  pocas  cisternas,  y  la  de  unas  fuentes  distantes 
de  la  ciudad,  escasas  y  mal  conservadas;  carece  de 
cloacas  y  desagües,  cuyo  oficio  es  reemplazado  por  una 
marea  que  se  levanta  ordinariamente  á  veintidós 
pies  de  altura,  la  cual,  al  retirarse,  deja  descubierta, 
en  una  extensión  de  tres  millas,  una  playa  infecta, 
llena  de  despojos  animales  y  vegetales,  de  la  cual 
se  levantan,  después  de  las  horas  de  sol,  emanaciones 
fétidas,  á  las  veces  insoportables.  En  1852,  cuando 
por  primera  vez  la  conocí,  no  tenía  una  escuela  pú- 
blica ni  establecimiento  alguno  de  educación;  sólo 
existía  un  pequeño  hospital  sostenido  por  las  contri- 
buciones voluntarias  de  los  extranjeros;  carecía  total- 
mente de  árboles  de  sombra,  de  jardines  y  paseos,  y 
de  alumbrado  público  durante  la  noche;  el  antiguo 
enlosado  de  las  calles  estaba  casi  destruido,  lleno 
de  hoyos  y  fangales  en  invierno,  y  por  último,  no  te- 
nía policía  alguna  organizada.  Empezaba  apenas  la 
tarea  de  la  organización  de  las  rentas:  la  Provincia 
contaba  yá  con  unos  %  100,000  anuales,  producto  de 
un  derecho  de  tránsito  de  I  2  sobre  cada  pasajero, 
y  de  un  impuesto  directo  sobre  los  establecimientos 
comerciales,  suma  apenas  suficiente  para  cubrir  el 
gasto  de  la  Gobernación,  la  Cámara  provincial,  algu- 
nos jueces  y  escasos  sueldos  á  los  empleados  adminis- 
trativos.  La  ciudad  no  contaba  con  más  de   %  12,000, 


312  La  sociedad  de  Panamá 


exigidos  á  la  clase  jornalera  que  hacía  el  servicio  de 
botes  en  la  bahía,  á  los  carreteros  y  á  los  aguadores: 
los  propietarios  de  casas,  cuya  renta  era  muy  conside- 
rable, estaban  exentos  de  contribuciones.  Empero, 
para  hacer  frente  á  las  variadas  y  urgentes  necesida- 
des de  la  situación,  $  500,000  anuales  de  rentas  quizás 
no  hubieran  bastado,  bien  que  tampoco  había  de  dón- 
de tomarlos,  pues  el  país  era  en  extremo  pobre  y  las 
rentas  nacionales,  en  esa  época  de  transición  y  de  re- 
formas, no  excedían  de  millón  -^  medio  de  pesos. 


En  cambio,  la  sociedad  era  excelente,  pues  los  res- 
tos, perfectamente  republicanizados  de  las  antiguas 
familias  españolas,  eran  numerosos  y  distinguidos  por 
su  inteligencia  y  cultura.  Los  Arosemenas,  Herreras, 
Sosas,  Obarrios,  Fábregas,  Hurtados,  Paredes,  Valla- 
rinos,  Alemanes,  Jiménez,  Arces,  Brájimos,  Pérez, 
Arias,  Morros,  Icazas,  Picones,  Díaz,  Obaldías,  La 
Guardias  y  otros,  formaban  un  grupo  tan  notable  por 
la  instrucción  y  talento  de  los  hombres,  por  la  belleza 
física,  cultura  y  suavidad  de  maneras  de  las  seüoras, 
como  en  muy  pocas  ciudades  de  Colombia  pudieran 
encontrarse.  En  la  raza  mezclada  había  hombres  muy 
notables  por  su  inteligencia,  buenas  maneras  y  ardor 
en  el  trabajo,  y  gran  número  de  jóvenes  salidos  de 
sus  filas  recibía  educación  en  los  Colegios  de  Bo- 
gotá, ganaba  puesto  notable  en  la  política  del  país, 
y  adquiría  derecho  de  entrada  en  la  sociedad  de  la 
clase  reputada  antes  superior.  Pronto  principiaron 
enlaces  entre  los  americanos  del  norte,  los  ingleses, 


El  periodismo  313 

los  franceses  y  las  familias  panameñas,  llamadas  á 
producir  una  descendencia  físicamente  superior,  más 
poderosa  en  facultades  industriales  y  dotada  por  he- 
rencia fisiológica  de  mejores  condiciones  de  interés 
cívico  y  disciplina  social. 

Las  relaciones  de  sociabilidad, — si  bien  no  acompa- 
ñadas todavía  del  lujo  y  de  la  etiqueta  que  en  socieda- 
des más  avanzadas  las  hacen  menos  cordiales  y  menos 
frecuentes, — eran  en  extremo  agradables  y  bastante 
repetidas.  Bailes,  paseos  al  campo  ó  á  la  bahía,  princi- 
palmente en  las  noches  de  luna,  y  almuerzos  y  comidas, 
daban  animación  á  la  vida  con  ese  interés  peculiar 
que  se  despierta  en  el  trato  de  personas  de  nacionali- 
dades, costumbres  é  ideas  diversas,  pero  unidas  por 
lazos  de  cultura  y  benevolencia  recíprocas.  La  llegada 
incesante  de  buques  y  pasajeros  de  todas  partes  del 
mundo,  con  noticias  del  carácter  más  variado  de  Aus- 
tralia, la  China,  el  Japón,  el  Perú,  California,.  Ecua- 
dor, Venezuela,  la  Costa  atlántica  de  los  Estados  Uni- 
dos, Europa  y  el  interior  de  Colombia,  mantenía  la 
-inente  ocupada  en  un  horizonte  que  abarcaba  todos 
los  confines  de  la  tierra,  á  propósito  para  combatir  las 
ideas  estrechas  que  se  forman  en  los  países  recluidos 
del  comercio  del  mundo,  y  para  desarrollar  en  el  es- 
píritu ideas  cosmopolitas. 

El  periodismo,  entonces  quizá  más  numeroso  y 
mejor  servido  que  hoy,  tenía  al  frente  de  los  periódi- 
cos nacionales.  El  Panameño  y  el  Correo  del  Istmo,  al 
veterano  escritor  y  editor  señor  José  Ángel  Santos  y 
al  señor  Bartolomé  Calvo,  quien  debía  figurar  luego 
notablemente  en  la  política  de  la  capital.  El  periodis- 


314  Hombres  notables 

mo,  destinado  principalmente  á  la  población  extran- 
jera, era  servido  en  el  Panamá- Herald  y  el  Panamá- 
Star  por  los  señores  John  Powers  y  Arcliibaldo  Boyd, 
unidos  luego  en  un  solo  periódico  de  grande  extensión 
con  materiales  muy  escogidos.  El  último  de  éstos  logró 
conservar  la  empresa,  cada  día  más  popular  y  mejor 
desempeñada,  hasta  el  ñn  de  sus  días,  y  transmitirla 
á  sus  hijos;  no  menos  inteligentes  y  distinguidos  pe- 
riodistas que  simpáticos  y  amables  caballeros.  Ellos 
acaban  de  completar  cuarenta  años  á  la  vida  de  su 
importante  diario. 

El  General  Tomás  Herrera,  tipo,  como  Bayardo, 
del  ^'caballero  sin  miedo  y  sin  mancha,'^  carácter  en 
quien  podía  notarse  en  estrecha  alianza  el  más  avan- 
zado espíritu  democrático  con  la  lealtad  y  el  honor 
más  completos,  era  el  hombre  de  la  popularidad  entre 
las  clases  pobres  y  el  más  estimado  entre  las  acomo- 
dadas. El  estribillo  de  la  canción  panameña  de  esos 
días  era: 


Panamá,  Panamá 
¡  Que  viva  Don  Toma 


El  señor  Manuel  José  Hurtado,  representante  de 
una  de  las  antiguas  familias  aristocráticas  del  Istmo, 
inmensamente  rico  entonces,  con  una  empresa  de 
transporte  de  pasajeros,  tesoros,  correos  y  mercancías 
valiosas  en  el  camino  de  tierra  de  Cruces  á  Panamá; 
era  al  propio  tiempo  un  hombre  de  grande  espíritu 
público,  que  prestaba  ayuda  decidida  á  todo  lo  que 
fuera  progreso.  No  menos  era  distinguido  por  la  misma 
disposición  patriótica  el  señor  José  María  Jované,  Te- 
sorero de  la  Caja  de  Ahorros  y  Síndico  recién  nombra- 


El  veneno  de  las  culebras  315 

do  de  un  colegio  de  señoritas,  que  debió  su  estableci- 
miento á  los  generosos  esfuerzos  de  este  filántropo. 
Entre  los  extranjeros,  recuerdo  especialmente  al 
Doctor  Emilio  Le  Bretón,  médico  francés  de  gran- 
des talentos  y  de  no  menores  dotes  de  caridad  y  bene- 
volencia, que  podía  proporcionarse  beneficios  enor- 
mes con  el  ejercicio  de  su  profesión;  pero  que  prefería 
YÍvir  en  la  más  honrosa  pobreza,  recetando  de  balde  á 
los  pobres  y  á  los  pasajeros  destituidos  de  amigos  y 
relaciones.  El  señor  William  Ralston,  joven  ameri- 
cano, dotado  de  la  actividad  en  el  trabajo  más  extra- 
ordinaria que  he  conocido,  y  al  mismo  tiempo  del 
carácter  más  amable,  simpático  y  generoso.  Por  ini- 
ciativa del  entonces  gobernador  de  la  Provincia  se 
prestó  á  encabezar  un  cuerpo  de  policía,  compuesto  de 
extranjeros  y  panameños,  no  remunerados,  que  se  en- 
cargó de  recorrer  constantemente  el  camino  de  Cruces 
á  Panamá  y  de  dar  protección  á  los  pasajeros;  servicio 
importantísimo  entonces,  en  el  que  fue  decididamente 
secundado  por  los  señores  W.  Munro,  agente  de  una 
de  las  compañías  de  vapores,  Ran  Runnels,  dueño  de 
un  hotel  en  Cruces,  Manuel  José  Hurtado,  empresario 
de  transportes  en  el  camino  de  tierra,  y  Leonardo  Be- 
nito, jefe  de  la  escolta  que  conducía  Los  caudales. 


A  propósito  del  Doctor  Le  Bretón,  recuerdo  un  he- 
cho notable  en  los  anales  de  la  ciencia  médica  ocurrido 
durante  mi  primera  visita  á  Panamá.  Este  Doctor  es- 
taba curado  contra  el  veneno  de  las  culebras  por  medio 
del  uso  del  jugo  de  las  hojas  de  guaco,  y  con  ese  mo- 


316  Contra-ve7ienos  iridigenas 

tivo  jugaba  con  impunidad  en  la  botica  llamada  de  las 
culelras,  perteneciente  al  Doctor  Kratochwill,  con  las 
serpientes  más  venenosas,  que  por  capricho  especial 
del  propietario  había  allí  siempre  en  exhibición:  se 
las  envolvía  en  el  brazo,  en  el  cuello,  y  aun  se  aplicaba 
blandamente,  en  señal  de  cariño,  la  cabeza  del  reptil 
contra  la  mejilla,  sin  haber  sido  mordido  jamás.  Un 
día  llegó  del  Darién  una  culebra  especialmente  pedida 
por  el  Jardín  Zoológico  de  París,  de  un  metro  de  largo, 
color  negro,  cabeza  muy  aplastada,  movimientos  muy 
rápidos  y  ojos  de  una  tristeza  singular.  Tomarla  en  la 
mano  el  Doctor  Le  Bretón  y  recibir  en  el  acto  en  ella 
dos  ó  tres  mordeduras,  fue  todo  uno.  Por  pura  pre- 
caución en  un  principio  (pues  el  Doctor  afirmaba  que 
no  tendría  consecuencia  alguna,  lleno  de  confianza  en 
la  inmunidad  que  esperábale  daría  el  gnaco),  le  hicie- 
ron todas  las  aplicaciones  usadas  en  tales  casos.  Ven- 
daje en  el  brazo,  amoníaco  líquido  sobre  la  herida  y 
más  luego  cáustico  de  Viena.  Sin  embargo,  los  efectos 
del  veneno  empezaron  á  producirse  en  breve:  hincha- 
zón en  la  parte  herida,  fuerte  dolor  de  cabeza,  sudor 
frío,  vómitos,  palidez  mortal  y  coloración  morada  ó 
azulosa  en  la  mano.  Se  pensó  entonces  en  cortarle  el 
brazo  por  el  codo;  pero  al  efectuarlo  se  notó  que  la 
hinchazón  pasaba  hasta  cerca  del  hombro,  y  luego  se 
vio  invadido  por  la  infiltración  del  veneno  el  tronco 
mismo  del  cuerpo.  Bien  que  lo  asistían  todos  los  mé- 
dicos de  Panamá,  y  entre  ellos  uno  alemán  de  gran 
reputación — el  Doctor  Autenrieth, — á  las  veinticuatro 
horas  se  consideró  desesperado  el  caso. 

En  esos   momentos  se  presentó   un   indígena  de 


Desafio  singular  317 

Chepo,  pueblo  de  las  inmediaciones,  ofreciendo  que  si 
lo  dejaban  solo,  y  el  Doctor  Le  Bretón  prometía  guar- 
dar secreto  acerca  de  los  remedios  que  emplease,  lo 
curaría.  El  ofrecimiento  fue  aceptado,  y  encerrándose 
el  indio  con  el  Doctor,  ya  moribundo,  al  siguiente  día 
salió  anunciando  que  la  curación  estaba  efectuada;  lo 
que  en  efecto  sucedió,  pues  aunque  lenta  la  convale- 
cencia, veinte  días  ó  un  mes  después  estaba  el  enfer- 
mo del  todo  restablecido. 

Con  motivo  de  este  acontecimiento  ocurrió  á  pocos 
días  un  desafío  singular.  Reñían  dos  indios  acerca  de 
cuál  de  los  dos  conocía  mejores  contras  para  combatir 
el  veneno  de  las  culebras,  y  sujetando  la  disputa  al 
procedimiento  experimental,  resolvieron  recibir  las  pi- 
caduras de  las  que  los  contendientes  tuviesen  á  bien 
presentar.  Después  de  ensayar  varias  víboras  y  sus 
contravenenos  respectivos,  al  fin  uno  de  los  dos  su- 
cumbió en  la  demanda,  y  su  antagonista  lo  dejó 
morir  para  comprobar  la  inferioridad  de  conocimien- 
tos de  su  adversario.  Jactándose  el  vencedor  de  que  él 
sí  conocía  el  contra,  fue  juzgado  y  condenado  á  presi- 
dio— como  autor  de  un  homicidio  voluntario, — por 
más  que  fuese  caso  grave  probar  que  existía  el  reme- 
dio. Desgraciadamente  no  recuerdo  el  nombre  de  la 
culebra  homicida;  pero  este  es  uno  de  los  casos  que 
comprueban  la  conveniencia  de  salvar,  junto  con  las 
razas  salvajes  6  semi-salvajes,  un  cúmulo  de  conoci- 
mientos raros  adquiridos  por  la  experiencia  de  ios 
pueblos  primitivos.  ¡Cuántos  agentes  terapéuticos 
importantes,  desde  la  quina,  el  guaco,  el  cedrón  y  la 
ipecacuana,  no  se  deben  á  la  ciencia  despreciada  de 
los  indígenas  de  América! 


3Í8  Panamá  con  los  trabajos  del  Canal 

Volvamos  al  Panamá  de  los  tiempos  actuales. 

No  ha  sido  muy  afortunada  la  marcha  política  de- 
esa sección  durante  los  últimos  cuarenta  afios,  ni 
por  consiguiente  la  evolución  industrial;  pero  en  fin. 
algo  SG  ha  progresado.  La  población  de  Panamá  pasa 
hoy  de  25,000  y  aun  tal  vez  llega  á  30,000  habi- 
tantes; el  caserío  ha  aumentado  en  proporción,  ora 
por  medio  de  reparaciones  á  las  ruinas  antiguas,  bien 
por  edificaciones  nuevas.  Los  hoteles  son  numerosos, 
y  á  favor  del  libre  cambio  (pues  no  hay  aduanas  ni 
derechos  de  importación  ó  exportación),  el  precio  de 
los  víveres  es  barato,  y  no  menos  el  de  todas  las  mercan- 
cías extranjeras.  El  pescado  es  en  extremo  abundante 
y  de  exquisito  sabor;  las  llanuras  del  Departamento 
vecino  de  Bolívar  envían  de  IS  á  20,000  reses  anua- 
les, y  proveen  de  carne  fresca,  de  buena  calidad,  á 
precios  cómodos;  el  hielo,  á  barato  precio,  mejora  la 
condición  del  agua  potable,  y  con  excepción  del  arren- 
damiento de  las  casas —todavía  muy  alto, — la  vida  no 
es  cara.  Hay  un  número  suficiente  de  coches  de  alqui- 
ler para  el  servicio  de  las  calles,  las  cuales,  desde  lue- 
go, han  mejorado  en  sus  empedrados  y  enlosados;  hay 
alumbrado  nocturno  de  gas  en  las  calles  y  plazas  prin- 
cipales, y  debe  de  estar  adelantado  el  servicio  de  la 
policía,  porque  pude  observar  menos  desaseo  en  aqué- 
llas. Entre  los  progresos  á  que  se  llamó  mi  atención 
se  cuenta  una  plaza  de  toros,  progreso  que  me  pareció 
de  carácter  muy  disputable,  por  lo  que  no  quise  visi- 
tarla. Este  progreso  y  el  de  la  lotería,  como  recurso 
rentístico,  introducido  también  allí,  son  imitaciones- 
evidentes  de  las  antiguas  costumbres  españolas,  y  en 


Influencias  americana  y  francesa  31& 

ellas  se  puede  notar  la  oleada  misteriosa  de  reacción 
antirrepublicana  que  ha  venido  en  pos  de  las  rápidas 
reformas  políticas  decretadas  en  Colombia  de  1849  á 
1863:  la  reacción  es  siempre  igual  á  la  acción.  Panamá 
es  la  única  ciudad  de  Colombia  en  que  hay  plaza  de 
toros,  fiesta  que  afortunadamente  ha  caído  en  desuso 
en  el  resto  del  país. 

Hasta  1880  la  influencia  de  las  corrientes  norte- 
americanas era  la  única  que  en  el  Istmo  se  hacía  sentir; 
pero  de  ese  año  en  adelante  los  trabajos  de  la  Empresa 
del  Canal  han  debido  de  introducir  en  alguna  parte 
la  de  las  ideas  y  costumbres  francesas;  pero  en  esta  vez 
fue  tan  corta  mi  permanencia  en  Panamá,  que  no  tuve 
ocasión  de  hacer  observaciones  á  ese  respecto.  Ojalá 
deje  la  presencia  del  gran  número  de  franceses  que  ha 
visitado  la  ciudad  algún  principio  de  su  genio  sobrio  y 
económico,  porque  en  materia  de  sobriedad  y  economía 
el  ejemplo  de  los  americanos  no  es  el  mejor  posible. 
En  1852  y  1853  era  tal  el  consumo  de  cerveza  y  de 
champaña,  que  durante  la  noche,  al  pasar  por  ciertas 
calles,  creyera  uno  estar  oyendo  descargas  de  batallo- 
nes armados  de  pistolas,  y  todas  las  mañanas  era  una 
grandísima  dificultad  hacer  recoger  y  botar  al  mar  cua- 
tro ó  cinco  mil  botellas  vacías  que  aparecían  regadas 
en  las  calles  al  frente  de  los  restaurantes  y  hoteles. 


Un  fenómeno  económico  importante  mereciera  ser 
detenidamente  estudiado  allí.  La  Compañía  del  Canal 
ha  necesitado  desembolsar  en  sus  trabajos  de  excava- 
ción y  construcciones  durante  los  últimos  Qcho  afios. 


320  Corriente  de  moneda  de  plata 

no  menos  de  ocho  á  diez  millones  de  pesos  anuales, 
bajo  la  forma  de  destajos,  jornales  á  los  operarios  y 
sueldos  á  sus  empleados.  En  lugar  de  liacer  venir  de 
Francia  esa  gran  cantidad  de  numerario,  la  Compa- 
ñía se  ha  limitado  á  vender  en  Panamá  letras  sobre 
París  ó  sobre  Londres,  que  podía  colocar  con  un  pre- 
mio de  30  y  aun  40  por  100  sobre  las  monedas  de  plata 
circulantes  (piezas  de  0,900  y  0,835  de  fino).  El  mer- 
cado de  toda  la  costa  del  Pacífico,  desde  Centro-Amé- 
rica hasta  Chile,  tenía  en  su  contra  la  balanza  del  co- 
mercio exterior,  y  se  ha  visto  forzado  á  exportar  su 
numerario  á  Panamá  á  comprar  esos  giros;  de  suerte 
que  no  menos  de  cincuenta  ó  sesenta  millones  de  pesos 
han  debido  de  venir  á  esa  ciudad  en  pocos  afios.  ¿Qué 
curso  ha  tomado  esa  enorme  aglomeración  de  plata, 
en  una  ciudad  para  cuyas  transacciones  bastaría  me- 
nos de  un  millón? 

Panamá  compra,  á  la  verdad,  dos  ó  tres  millones 
anuales  en  víveres  á  los  Estados  Unidos;  pero  con  las 
Repúblicas  del  Pacífico  sus  negocios  son  muy  limita- 
dos :  en  pago  de  fletes  y  pasajes  en  el  Ferrocarril  ape- 
nas podía  volver  á  la  Compañía  una  suma  de  dos  á 
dos  y  medio  millones  anuales,  parte  de  los  cuales  es 
de  creer  que  ha  sido  pagado  en  Nueva  York,  Londres 
y  París.  Repito,  pues,  ¿qué  ha  sido  de  esa  enorme 
masa  de  numerario  acumulada  en  las  cajas  de  la  Com- 
pañía y  distribuida  luego  entre  sus  contratistas,  jor- 
naleros y  empleados?  De  Bogotá  solamente  han  salido 
con  ese  destino,  en  los  últimos  ocho  años,  de  cuatro  á 
seis  millones  de  pesos,  que  no  han  vuelto;  mayores 
sumas  aún  han  debido  de  ser  enviadas  de  Valparaíso, 


Panamá  y  Colón  requieren  organizadión  especial     321 

el  Callao,  Guavíiquil,  Guatemala  y  San  José  de  Costa 
Rica;  ¿adonde  han  ido  á  parar? 

No  es  de  presumir  que  los  empleados  franceses  ni 
los  jornaleros  de  las  Antillas  ó  de  Centro-América 
hayan  enviado  á  sus  familias  una  moneda  que  no  tie- 
ne curso  legal  en  otros  países,  ó  que,  reducida  á  barras, 
daría  una  pérdida  de  25  á  35  por  100  ;  tampoco  hay 
bancos  en  Panamá  que  puedan  guardar  en  sus  sóta- 
nos sumas  de  esa  ni  de  mucho  menor  consideración. 
El  problema  merece  una  investigación  concienzuda, 
pues  la  sola  posibilidad  de  que  algunas  de  las  Repú- 
blicas del  Pacífico  enviasen,  á  veces,  sus  giros  sobre 
Europa  y  los  Estados  Unidos  á  venderse  en  esa  ciudad, 
no  explica  suficientemente  el  fenóniíeno. 

El  hecho  es  que  Panamá  empieza  á  conquistar,  en 
esta  materia  de  cambios  internacionales,  la  superiori- 
dad que  su  posición  geográfica  está  llamada  á  darle 
en  los  negocios  del  mundo.  No  es  improbable  que  con 
el  tiempo  llegue  á  ser  también  un  lugar  de  depósito 
de  las  mercancías  de  los  dos  hemisferios,  siempre  que 
mejore  su  policía  de  sanidad  y  no  sean  excesivas,  como 
hasta  aquí,  las  tarifas  del  Ferrocarril,  ni  altas  las  del 
Canal,  cuando  esté  abierto. 


Panamá  y  Colón  son  poblaciones  importantísimas, 
que  requieren  una  organización  distinta  de  la  de  las 
demás  ciudades  de  la  República.  Ni  el  sistema  fede- 
ral ni  el  central,  tal  como  se  los  practica  en  nuestro 
país,  son  adaptables  á  las  condiciones  especiales  que 
están  llamadas  á  tener  en  el  mundo.  El  primero  creó 
una  organización  democrática  en  que  la  raza  mestiza, 

21 


322  Elementos  distintos  de  su  población 

el  elemento  social  más  atrasado,  tomó  preponderanciti 
y  no  alcanzó  á  estar  á  la  altura  de  la  nueva  situación 
creada  por  el  comercio  interoceánico.  Falta  allí  edu- 
cación popular  para  dar  abundancia  de  hombres  capa- 
ces de  administrar  los  grandes  intereses  súbitamente 
desarrollados  en  es",  región.  El  régimen  central-buro- 
crático, estrecho,  inepto  y  perezoso  de  la  tradición  co- 
lonial, tampoco  es  capaz  de  gobernar  esas  dos  ciudades. 
Juzgoque  en  ellas  se  requiere  algo  parecido  al  régimen 
de  las  antiguas  ciudades  anseáticas  en  Europa:  un  es- 
píritu cosmopolita  no  restringido  por  la  arbitrariedad 
del  centralismo,  ni  una  organización  floja  y  débil, 
como  la  que  en  la  actualidad  puede  dar  la  federación. 
En  esas  dos  ciudades  hay  cuatro  elementos  distin- 
tos, ó  sea  cuatro  grupos  étnicos  diversos  que  necesitan 
ser  armonizados  en  un  equilibrio  equitativo  é  inteli- 
gente: 1.°  el  de  la  raza  blanca  criolla,  propietaria  del 
suelo,  antes  dominadora  sin  contrapeso,  hoy  reduci- 
da á  igualdad  democrática;  2.°  el  de  la  raza  africana 
recién  emancipada,  el  más  numeroso,  mejor  aclima- 
tado, antes  sin  participación  alguna  en  la  vida  públi- 
ca, hoy  tal  vez  más  exigente  á  este  respecto  de  lo  que 
su  educación  actual  debiera  permitirle  pretender ; 
S.""  el  de  la  población  extranjera  sedentaria,  que  con 
el  transcurso  del  tiempo  será  quizás  el  grupo  más  in- 
fluyente y  principal  por  la  educación  y  la  riqueza; 
4.°  el  elemento  oficial  representante  de  la  nacionali- 
dad colombiana:  es  decir,  el  grupo  formado  por  la 
guarnición,  los  inmigrantes  colombianos  del  interior  y 
los  empleados  superiores  nombrados  por  el  Gobierno 
central.    El  problema  sociológico,  pues,   consiste  en. 


Problema  sociológico  323 

fundir  esos  grupos  en  un  espíritu  de  fraternidad  é  in- 
terés común. 

Ei  primero  de  ellos  es  el  representante  de  la  tradi- 
ción de  la  sociedad  formada  por  la  conquista  española, 
el  núcleo,  por  decirlo  así,  de  la  comunidad  moderna; 
el  segundo  forma  el  músculo  del  cuerpo  social,  la  po- 
blación trabajadora,  la  que  mejor  puede  resistir  la  in- 
fluencia del  clima,  y  que  por  consiguiente  es  la  llamada 
á  cultivar  la  tierra  y  á  sostener  las  industrias  indispen- 
sables á  la  formación  de  grandes  ciudades;  el  tercero 
constituirá  Itt  agencia  organizadora  de  los  grandes 
cambios  internacionales  que  permite  la  posición  geo- 
gráfica y  que  formarán  la  grandeza  y  el  poderío  de  sus 
futuros  pobladores;  el  cuarto,  en  fin,  deberá  dar  el 
molde  en  que  esos  tres  elementos  anteriores  se  fundan 
en  la  nacionalidad  colombiana  que  garantiza  sus  liber- 
tades y  les  asegura  paz  y  justicia. 

Empero,  el  progreso  de  esas  dos  ciudades  y  la  fusión 
de  sus  diversos  componentes  tiene  por  condición  in- 
eludible, que  se  dé  franca  entrada  en  la  vida  municipal, 
y  aun  en  la  nacional,  al  tercero  de  estos  factores,  al  ex- 
tranjero residente,  liasta  ahora  alejado  de  esas  funcio- 
nes; más  educación  en  escuelas  numerosas  y  mejor  ser- 
vidas al  segundo,  y  que  el  cuarto  restrinja  su  espí- 
ritu inquieto  y  dominador,  que  hasta  ahora  ha  sido, 
si  bien  una  garantía  de  paz  en  lo  general, — en  no  po- 
cos casos  bajo  la  influencia  de  las  pasiones  del  interior 
de  la  Repíiblica, — una  causa  de  inseguridad  y  de 
retroceso. 

Vida  municipal  activa  y  verdadera  es  de  lo  que 
esas  dos  ciudades  carecen:   el  panameño  nativo  tiene 


324  Necesidad  de  libertades  municipales 

l)ocas  tradiciones  de  interés  público;  el  mestizo  africano 
carece  de  educación  y  hasta  de  nociones  sóbrelo  que  es 
la  edilidad  de  un  pueblo  civilizado.  El  gobierno  cen- 
tral, á  trescientas  leguas  de  distancia,  mal  pudiera  pro- 
veer al  aseo,  á  la  salubridad  y  á  la  policía  de  ornato  y 
de  seguridad  de  lugares  desconocidos  para  los  miembros 
del  Gobierno  de  Bogotá;  sólo  el  elemento  extranjero 
podría  comunicar  á  esos  intereses  la  iniciativa,  la  es- 
pontaneidad, el  amor  cívico  que  ellas  requieren.  Agua 
potable,alumbrado  público,  albañales  en  comunicación 
con  la  parte  profunda  de  la  bahía,  servicio  diario  de 
aseo  de  las  casas  y  de  las  calles,  buen  pavimento  en 
las  calles,  árboles  y  flores  en  las  casas  y  en  los  paseos 
públicos  de  los  afueras,  servicio  de  bombas  contra  los 
incendios,  mercados  públicos  aseados,  bien  vigilados 
por  la  policía  de  sanidad,  teatros  y  lugares  de  distrac- 
ción honesta,  hospitales  y  cementerios  bien  manteni- 
dos: todo  eso  está  aún  por  crear  en  Colón  y  Panamá, 
y  sólo  puede  esperarse  en  gran  parte  de  la  iniciativa 
del  extranjero. 

En  mi  concepto  debiera  concederse  derecho  de 
elegir  y  ser  elegido  al  extranjero  residente  casado  con 
colombiana,  tanto  en  negocios  municipales  como  en 
los  nacionales,  y  derechos  municipales  al  extranjero 
que  cuente  dos  años  de  residencia  en  el  país  y  nego- 
cios agrícolas  ó  comerciales,  ó  una  profesión  industrial 
establecida.  Además,  esas  Municipalidades  debieran 
tener  una  ancha  esfera  de  acción  para  el  efecto  de 
imponer  contribuciones,  crear  sus  propios  agentes  y 
ejecutar  con  independencia  sus  obras  y  servicios  co- 
munales.  Un  gobernador  general,  representante  de  la 


Reformas  al  contrato  del  Ferrocarril         325 

unidad  colombianti,  con  residencia  alternativa  en  am- 
bas ciudades;  jueces  y  tribunales,  nombrados  los  pri- 
meros por  las  Municipalidades  y  los  segundos  por  el 
Presidente  de  la,-  Eepública  ó  por- la  Corte  Suprema 
Nacional,  y  un  representante  de  cada  una  de  las  dos 
ciudades  en  la  Cámara  de  Representantes,  podrían 
completar  el  gobierno  de  la  zona  interoceánica.  El 
resto  del  Istmo  podría  formar:  al  Norte,  una  provin- 
cia; al  Sur,  un  territorio  nacional  regido  por  leyes  es- 
peciales, en  que  se  reconociese  gobierno  propio  y  la 
propiedad  territorial  en  una  zona  limitada  á  las  tribus 
indígenas,  bajo  la  protección  del  nacional. 

Pero  no  bastaría  esto.  Los  contratos  con  la  Com- 
pañía del  Ferrocarril,  qne  en  la  actualidad  forman 
una  jaula  de  hierro  para  las  poblaciones  del  Istmo,  de- 
bieran ser  modificados  para  permitir  la  construcción 
de  otras  vías  á  las  poblaciones  de  Azuero,  Veraguas  y 
Chiriquí,  rebajar  el  precio  de  los  pasajes  y  fletes  locales 
del  ferrocarril  de  Panamá  á  una  rata  que  no  excediese 
de  diez  centavos  por  legua  ni  de  veinte  centavos  por 
tonelada  y  por  legua  á  los  frutos  destinados  al  consumo 
propio  déla  línea;  reformas  que  la  apertura  del  Canal 
hace  fáciles  y  aun  necesarias  hasta  para  el  interés 
mismo  de  la  empresa  del  Ferrocarril.  Probablemente 
también  sería  necesario  conceder  al  Gobierno  Muni- 
cipal una  participación  mayor  que  la  de  diez  por 
ciento  en  la  renta  que  el  Nacional  deriva  ó  debe  deri- 
var de  una  y  otra  empresas.  Quizás  la  causa  verdadera 
de  la  situación  estacionaria  de  la  agricultura  en  Pa- 
namá sea  principalmente  la  enorme  tarifa  que  la 
Compañía  ha  mantenido  para  el  uso  del  Ferrocarril. 


326  Objeciones  contra  estas  ideas 

En  nuestro  país  no  dejarán  de  hacerse,  contra  estas 
ideas  de  organización  especial  del  istmo  de  Panamá, 
objeciones  de  qne  con  ella  se  rompe  la  armonía  do  uni- 
dad nacional;  preocupación  antigua  del  régimen  espa- 
ñol. Me  será  permitido,  pues,  consignar  aquí  una  frase 
profunda  que  recuerdo  haber  visto  en  un  discurso  de 
Lord  Derby  (el  padre  del  actual  titular): 

"La  Constitución  inglesa, — semejante  á  los  edificios  y 
construcciones  que  un  propietario  astrícola  agrega  todos  los 
días  á  su  mansión  campestre,  con  los  cuales  rompe  la  unidad  y 
la  euritmia  de  ella, — ha  sido  levantada  no  tanto  para  complacer 
el  gusto  del  forastero  que  las  contempla  desde  fuera,  cuanto 
para  proporcionar  comodidad  al  que  las  habita  en  su  interior." 

Tenemos  nosotro?, — pueblo  nuevo  que  empieza  á 
establecerse  en  medio  de  condiciones  locales  muy  dis- 
tintas entre  sí,  que  sacrificar  la  unidad  y  la  armonía 
externa  de  nuestra  Constitución  á  las  exigencias  es- 
peciales de  los  diversos  grupos  de  nuestra  población. 
El  centralismo  riguroso,— posible  aunque  esterilizador 
quizás,  en  el  territorio  de  Francia, — es  imposible  en- 
tre nosotros  en  medio  de  la  divergencia  de  suelos,  cli- 
mas, costumbres  y  estados  de  civilización  que  se  notan 
en  nuestro  país.  La  federación  es  nuestro  estado  na- 
tural: ella  nació  con  nuestra  independencia  y  se  im- 
pondrá en  el  curso  de  nuestra  historia. 


.íí^ 


CAPITULO   XXII 


EL  FEtiROGARRIL  Y  EL  CAIÍAL  INTEROCEÁNICO 


Insuficiencia  del  Ferrocarril  para  el  tránsito  interoceánico. — 
Costo  de  construcción  del  Ferrocarril. — Sus  productos. — Pro- 
greso realizado  con  el  camino  de  hierro. — Crisis  de  esta  em- 
presa en  1870. — Porvenir  del  Ferrocarril  y  del  Canal. — Los 
trabajos  del  Canal.— Se  requieren  tres  canales  paralelos. — Ins- 
trumentare empleado  en  la  excavación. — Dificultades  princi- 
pales: el  río  Chagres  y  el  clima. — La  desmoralización  de  los 
empleados. — El  cambio  de  ingenieros-directores  originado  por 
la  muerte  de  éstos. — Las  habitaciones  de  los  jornaleros  y  de 
los  empleados  en  la  línea  de  los  trabajos.— Clasificación  de 
los  trabajos. — Dinero  regado  en  el  Istmo  por  la  Empresa  del 
Canal. — Los  trabajadores  y  sus  procedencias.— Los  chinos. — 
Presupuestes  formados  con  anterioridad  á  los  trabajos. — El 
gasto  real  enormemente  mayor. — La  actitud  hostil  del  Go- 
bierno americano. 


Como  dejo  insinuado  arriba,  la  primera  de  esf-as 
■obras  fue  construida,  no  tanto  con  el  objeto  de  dar 
paso  al  comercio  general  entre  los  dos  mares,  cuanto  con 
el  de  facilitar  el  tránsito  de  los  pasajeros  que  se  diri- 
gían á  California  en  los  primeros  momentos  de  fiebre 
despertada  por  el  descubrimiento  de  grandes  aluviones 
auríferos.  Así,  no  e¿  un  camino  de  primer  orden. 
Hasta  hace  pocos  años  su  capacidad  transportadora  no 
excedía  el  guarismo  de  400,000  toneladas  por  año,  ó 
sea  muy  poco  más  de  1,000  toneladas  por  día.  Sus  prin- 
cipales deficiencias  consistían: 


328  DeficiejiGias  del  Ferrocarril 

A.  En  la  falta  de  muelles  suficientes  en  Colón  para 
la  carga  y  descarga  de  los  buques,  y  en  la  de  almacenes 
para  depositar  fuertes  cantidades  de  mercancías;  es 
decir,  para  40  ó  50,000  toneladas. 

B.  En  las  fuertes  gradientes  de  p.lgunas  partes  de  la 
línea  (1-jy  aun  2  por  100)  que  limitan  extraordinaria- 
mente la  cantidad  de  flete  que  puede  arrastrar  una 
locomotora  en  cada  viaje. 

G.  En  la  defectuosa  terminación  de  la  vía  en  Pana- 
má, átres  millas  de  distancia  del  fondeadero  délos  va- 
pores. Este  inconveniente  pudiera  subsanarse  prolon- 
gando el  Ferrocarril  hasta  las  islas  de  Naos,  Perico  y 
Flamenco,  en  donde  hay  fondeadero  profundo  y  abri- 
gado, y  la  Compañía  primitiva  se  había  obligado  á 
prolongarlo  hasta  allá;  pero  retrocedió  de  esa  idea  en 
vista  del  gasto  considerable  que  envolvía  (cerca  de 
I  5.000,000,  según  se  dice),  y  en  1881  obtuvo  que  se 
la  exonerara  de  esa  obligación,  mediante  un  emprés- 
tito de  $  3.000,000,  que  consintió  en  dar  al  Gobierno 
Colombiano,  reembolsable  con  la  renta  misma  de 
$  250,000  anuales  que  la  Empresa  debía  pagar  confor- 
me al  contrato  de  1867.  El  gasto  de  embarque  ó  des- 
embarque que  esa  distancia  del  fondeadero  ocasiona  al 
comercio,  se  computa  en  I  10  por  tonelada,  gasto  que 
devora  el  ahorro  de  esa  vía  para  los  buques,  comparado 
con  el  de  la  de  Magallanes. 

A  pesar  de  esta  limitación  en  las  construcciones,  las 
diez  y  seis  leguas  de  vía  férrea,  con  un- material  rodan- 
te apenas  mediano,  resultaron  costando  %  7.400,000,  6 
sea  $  460,000  por  legua.  Según  recuerdo  haber  leído 
en  uno  de  los  primeros  informes  del  Ingeniero- Jefe, 


Gastos  de  construGci67i  y  sermcio  del  Ferrocarril    329 

Coronel  G.  M.  Totteii,  el  gasto  de  las  dos  ó  tres 
primeras  leguas  al  través  de  las  vegas  anegadizas 
del  río  Chagres  subió  á  $  1.000,000  cada  una.  La 
pérdida  de  vidas  debió  de  ser  enorme  también  en  ese 
trayecto. 

Los  gastos  anuales  de  conservación  y  servicio  lian 
alternado  entre  $  40  y  $  50,000  por  legua:  es  decir, 
de  $  600  á  S  800,000  anuales.  Sus  productos,  con  una 
tarifa  de  k>  25  por  pasajero  y  de  $  15,  en  término  me- 
dio, por  tonelada  do  mercancías,  basta  1870,  rebajados 
acosa  de  8  10  por  tonelada  de  entonces  para  acá,  ban 
sido  de  $  2  á  S  3.000,000  anuales.  El  dividendo  anual 
repartido  á  los  accionistas  nunca  ha  bajado  del  12  por 
100  y  ha  subido  en  ocasiones  hasta  el  40  por  100.  Ha 
sido  una  empresa  en  extremo  remuneradora.  Ultima- 
mente  la  Compañía  del  Canal  compró  las  acciones  por 
un  precio  de  $  28.000,000,  ó  sea  pagando  un  premio 
de  cerca  de  300  por  100  ! 

El  tráfico  anual  parece  no  haber  excedido  nunca 
de  300,000  toneladas  ni  de  50,000  el  número  de  los 
pasajeros. 

Altísimo  como  es  este  flete  de  setenta  centavos  por 
tonelada  y  por  legua,  comparado  con  el  de  los  ferro- 
carriles americanos  de  Chicago  á  Nueva  York,  que 
no  pasa  de  dos  y  medio  centavos  por  tonelada  y  por 
legua;  y  este  pasaje  de  %  1-60  por  legua  y  por  pasa- 
jero, veinte  veces  mayor  que  el  de  los  ferrocarriles 
americanos  ó  europeos,  el  de  Panamá  fue  siempre  un 
progreso  enorme  sobre  el  gasto  de  locomoción  por  el 
camino  de  montaña  anterior  al  Ferrocarril.  En  1852 
me  costó  el  viaje  de  Colón  á  Panamá: 


Flete  de  una  canoa  de  Gatún  á  Gorgona. . .  .$     50 

Flete  de  dos  bestias  de  silla  para  mí  y  un  sir- 
viente, de  Cruces  á  Panamá 64 

Flete  de  una  carga  de  baúles  de  Cruces  á 
Panamá  (8  leguas),  á  30  centavos  por  libra 84 

Hoteles  en  Colón,  Cruces,  Gorgona  y  almuer- 
zo en  el  camino 71 

Total $  269 

Se  juzgará  tal  vez  que  en  los  hoteles  comía  yo  paste- 
les de  Perigord  y  bebía  champaña  por  agua  ordinaria. 
Referiré,  pues,  dos  escenas  del  camino  de  Gorgona  á 
Panamá.  Llegué  á  almorzar  á  una  casa  de  madera,  es- 
trecha y  mal  provista,  en  la  cual  la  lista  de  platos  se 
redujo  á  una  tajada  de  carne  salada,  galletas  de  ma- 
rinero, mantequilla  rancia  y  te  sin  leche.  Al  pedir  la 
cuenta  se  excusó  de  ello  el  ventero,  exponiendo  que 
yo  viajaba  en  servicio  público,  y  que  en  su  patria  (los 
Estados  Unidos)  las  autoridades  en  viaje  tenían  pues- 
to libre  en  los  hoteles  y  restaurantes;  pero  manifes- 
tándole yo  que  esa  costumbre  no  existía  en  nuestro 
país,  y  que  yo  quería  pagar:  "'  pues  si  es  así,  me  dijo, 
ese  almuerzo  para  dos  personas  vale  $  6-40." 

Más  adelante  me  acerqué  á  una  casa  pajiza  y  pedí 
un  terrón  de  azúcar  y  dos  vasos  de  agua,  de  los  que  mi 
sirviente  participó.  El  dueño  sacó  dos  vasos  en  un  pla- 
to, dos  pedazos  pequeños  de  azúcar  y  una  totuma  llena 
de  agua:  como  la  sed  era  ardiente,  cada  uno  tomó 
dos  vasos.  '^  Cuánto  vale,"  pregunté.  Sin  vacilarme 
replicó:  ''el  azúcar  veinte  centavos:  cada  vaso  de 
agua  diez  centavos,  sesenta  centavos,  if  yo%i  please." 


Crisis  del  Ferrocarril  en  1870  331 

Todo  guardaba  proporción.  ¡Con  cuánto  placer 
no  pagaría  un  pasajero,  que  hubiese  conocido  los  ho- 
rrores de  ese  camino,  la  pequeña  suma  de  $  25  por 
trasladarse  de  un  mar  á  otro  en  tres  horas,  al  abrigo 
de  la  lluvia  y  del  sol,  en  asiento  cómodo,  y  refrescado 
por  la  brisa  que  levanta  la  marcha  rápida  del  tren! 

Ese  alto  precio  era,  sin  embargo,  morigerado  con 
la  frecuente  concesión  de  tiquetes  de  cortesía  á  los 
pasajeros  colombianos  y  á  los  personajes  de  otros 
países. 

A  pesar  de  toda  su  carrera  de  prosperidad,  la  Em- 
presa se  creyó  perdida  en  1870,  cuando  con  la  inaugu- 
ración del  primer  ferrocarril  al  Pacífico  en  los  Estados 
Unidos,  y  el  establecimiento  de  una  línea  de  vapores 
al  través  del  estrecho  de  Magallanes,  pareció  que  el 
primero  iba  á  quitarle  los  pasajeros  de  California  y  la 
segunda  todas  las  mercancías  procedentes  de  Europa 
para  la  Costa  Occidental  de  América.  Los  Directores 
de  la  Compañía  solicitaron  del  Gobierno  Colombiano 
que  renunciase  á  la  renta  de  I  250,000,  y  en  caso  de 
negativa,  que  aceptase  la  cesión  srratuíta  de  la  empresa 
conforme  al  contrato  de  1850.  Contestó  el  Gobierno 
que  para  llegar  á  una  de  esas  dos  extremidades  era  ne- 
cesario que  la  experiencia  de  los  hechos  confirmase  los 
cálculos  pesimistas  délos  Directores;  pero  entre  tanto 
preguntó  á  sus  banqueros  en  Londres,  los  señores  Ba- 
ring  Brothers,  si  querrían  encargarse  de  organizar  en 
esa  ciudad  otra  compañía  que  tomase  á  su  cargo  la 
empresa.  La  respuesta  negativa  de  éstos  se  fundaba 
en  el  concepto  de  la  imposibilidad  de  resistir  la  com- 
petencia de  esos  terribles  rivales. 


333  Nuevas  mas  interoceánicas 


No  obstante  estos  pronósticos, al  Ferrocarril  Central 
del  Pacífico  siguieron  el  del  Norte  del  Pacífico,  el  de 
Missouri  y  el  Pacífico,  el  del  Sur  del  Pacífico,  el  de  Te- 
jas y  el  Pacífico,  el  de  Canadá  y  el  Pacífico,  y  ha  habi- 
do tráfico  suficiente  para  todos  ellos,  sin  que  la  vía  de 
Panamá  se  haya  afectado  en  lo  mínimo;  prueba  evidente 
de  que  el  Canal  tendría  algunos  millones  de  toneladas 
de  tráfico  con  sólo  los  productos  de  California,  que  por 
su  valor  no  puedan  resistir,  el  flete  de  1,400  leguas  de 
ferrocarril.  ¥A  trigo  de  California  y  Oregón,  el  café 
de  la  América  Central,  el  guano  y  el  nitrato  de  soda 
del  Perú,  Bolivia  y  Chile,  que  hoy  montan  á  2^  mi- 
llones de  toneladas,  serán  cinco  á  lo  menos  antes  de 
diez  años,  y  los  retornos  que,  en  pago,  envíen  Europa 
y  la  Costa  Oriental  de  América,  bastarían  para  dar 
veinte  ó  más  millones  de  pesos  en  peajes  al  Canal. 

Hoy  puede  decirse  que  hay  diez  y  seis  vías  intero- 
ceánicas al  través  de  la  América: 

En  el  Canadá 1 

En  los  Estados  Unidos 5 

En  Méjico  (en  construcción) 2 

En  Centro- América  (en  construcción) -^  (1) 

En  Colombia 1  (2) 


(1)  El  ferrocarril  de  Honduras;  el  de  Punta  Arenas  á  Puer- 
to Limón,  en  Costa  Rica;  el  de  Corinto  al  lago  de  Managua,  en 
Nicaragua,  y  el  canal  proyectado  de  Punta  Mono  á  Perico,  en 
territorio  nicaragüense  también.  No  es  imposible  que  Guate- 
mala prolongue  su  ferrocarril  de  San  José  á  Guatemala,  hasta 
Puerto  Livingstone. 

(2)  En  Colombia,  aparte  del  ferrocarril  y  canal  de  Panamá, 
en  breves  años  se  prolongará  hasta  el  Magdalena  el  ferrocarril 
en  construcción  del  Cauca  al  Pacífico,  que  formará  otra  línea 
interoceánica.  Tampoco  tardará  más  de  veinte  años  la  prolon- 
gación del  ferrocarril  de  Puerto  Berrío  á  Medellín,  hasta  el 
valle  del  Cauca,  en  donde  formará  una  segunda  conexión  entre 
los  dos  Océanos. 


El  canal  de  Panamá  333 

Entre  Bolivia  y  el  Brasil    (en    construcción)   1 

Entre  la   Argentina  y  Chile 1 

El  estrecho  de  Magallanes 1 

El  desarrollo  industrial  que  la  colonización  4  lo 
largo  de  todas  estas  vías  hará  surgir,  es  incalculable: 
los  recursos  de  la  América  Española  todavía  están  casi 
intactos:  el  concurso  que  darán  los  cuatro  Estados 
nuevos  que  acaban  de  crearse  en  los  Estados  Unidos, 
todos  los  cuales  tienen  una  salida  natural  para  sus 
producciones  agrícolas  por  el  Northern  Pacific  hacia 
el  Pacífico,  será  inmenso;  de  suerte  que,  cualquiera 
que  sea  el  costo  definitivo  del  canal  de  Panamá,  pue- 
de asegurarse  que  el  tráfico  necesario  para  sostenerlo 
no  puede  faltarle,  porque  siempre  será  el  paso  más 
corto  para  la  navegación  marítima  entre  uno  y  otro 
Océano. 


LOS  TRABAJOS  DEL  CAIÍAL  DE  PANAMÁ 

Xo  basta  la  lectura  de  las  diversas  publicaciones 
que  han  visto  la  luz  acerca  de  esta  obra  para  formar 
idea  de  su  inmensa  magnitud:  se  necesita  dar  una 
vista,  aunque  sea  muy  ligera,  á  los  trabajos,  para  po- 
der apreciar  sus  variadas  y  enormes  dificultades. 

Se  trata  de  abrir  una  zanja  de  75  kilómetros  de 
largo  con  40  metros  de  anchura  y  8  ó  9  de  profun- 
didad, dehaJQ  del  nivel  del  mar,  en  una  faja  que 
desde  la  orilla  se  levanta  gradualmente  hasta  cerca 
de  100  metros,  para  lo  cual  se  calcula  necesario  sacar 
un  cubo  de  tierra  de  más  de  ciento  treinta  millones 
de  metros  cúbicos. 


334  Trabajos  titánicos  que  exige 

Se  trata  de  transportar  esta  enorme  masa  de  tierra 
blanda  desde  las  orillas  del  Canal,— que  viene  á  ser  la 
parte  más  profunda  de  todo  el  Istmo,  y  adonde  por  la 
ley  de  gravitación  se  dirigirán  las  corrientes  perma- 
nentes y  las  accidentales  de  las  lluvias, — hasta  di- 
versos lugares,  de  donde  la  acción  natural  de  las  lluvias 
y  la  del  viento  no  la  arrojen  de  nuevo  al  lugar  de 
donde  se  la  extrajo. 

Se  requiere  mantener  dentro  del  Canal  una  cantidad 
de  agua  siempre  igual,  y  evitar  que  las  avenidas  de 
los  ciento  cuarenta  arroyos  y  ríos  que  atraviesa  la 
faja  canalizada  penetren  dentro  de  ella,  rompan  sus 
orillas  y  llenen  el  cauce  con  los  árboles,  la  piedra  y 
las  arenas  que  arrastran  consigo. 

De  suerte  que  casi  se  necesita  abrir  tres  canales: 
uno  central,  destinado  á  la  navegación,  y  otros  dos  la- 
terales, para  recoger  las  aguas  de  los  ríos  y  los  arroyos, 
sobre  todo  las  de  crecida,  y  arrojarlas  al  mar  por  un 
cauce  distinto  del  que  primitivamente  llevaban. 

Y  esta  operación  debe  hacerse  en  tres  clases  dis- 
tintas de  terreno:  en  el  cenagoso  de  las  orillas  del 
mar  ó  del  lecho  desecado  de  los  ríos  cuyo  curso  ha 
sido  desviado;  en  el  suelo  firme,  tierra  arable,  cas- 
cajo ó  arcilla  do  los  niveles  un  poco  más  altos;  y  en 
la  roca  que  forma  el  espinazo  del  Istmo  en  el  punto 
divisorio  de  las  aguas  hacia  el  uno  y  el  otro  mar. 

Cada  una  de  estas  tres  clases  de  terreno  exige  he- 
rramientas distintas  para  su  excavación.  El  anegadizo 
y  blando  se  trabaja  con  dragas;  el  suelo  firme  con  cx- 
cavadoras ;  la  roca  pide  pólvora  y  dinamita  después 
de  perforada  con  grandes  taladros. 


El  instrumenta  je  empleado  335 

El  transporte  de  la  materia  sólida  excavada  se 
hace  tiimbién  en  vehículos  distintos:  la  que  se  extrae 
en  la  vecindad  del  mar,  se  arroja  al  mar  mismo  por 
medio  de  botes  de  falso  fondo;  la  tierra  mueble  de  las 
partes  altas  es  transportada  por  ferrocarriles  paralelos 
unos,  perpendiculares  otros  á  la  línea  del  Canal,  y 
probablemente  será  entregada  á  los  canales  laterales 
para  que  su  corriente  la  arrastre  hasta  el  mar:  la  roca 
sólida,  en  fin,  será  em.pleada  en  construcciones,  re- 
vestimiento de  los  bancos  del  Canal  en  algunas  partes 
y  en  terraplenes  de  las  zonas  comprendidas  entre  los 
canales  laterales  y  el  central,  transportándosela  en  los 
ferrocarriles  arriba  mencionados. 

Desde  luego  estos  ferrocarriles  son  distintos  del 
que  hace  el  servicio  de  pasajeros  y  mercancías  entre 
los  dos  Océanos.  Para  dar  una  muestra  de  la  magni- 
tud de  los  trabajos,  diré  que  estos  otros  ferrocarriles 
son  de  dos  clases:  el  uno  de  vía  ancha  (1,51  centíme- 
tros entre  rieles);  de  50  centímetros  de  paralela  los 
otros.  La  extensión  de  los  primeros  alcanzaba  á  cerca 
de  350  kilómetros  (el  ferrocarril  de  pasajeros  y  mer- 
cancías sólo  tiene  78),  y  la  de  los  segundos  á  cerca 
de  200,  servidos  unos  y  otros  por  170  locomotoras, 
129  locomobilas  y  máquinas  fijas  de  vapor,  y  más  de 
13,000  carros  ó  vagones. 

El  resto  de  la  maquinaria  empleada  en  la  excava- 
ción se  componía  de  130  dragas,  116  excavadoras  y 
188  botes,  remolcadores,  barcos  chatos  y  lanchas,  mo- 
vidos unos  por  vapor,  otros  con  remos  y  otros  con 
velas.  Toda  esta  maquinaria  era  servida  por  una  fuer- 
za de  cerca  de  60,000  caballos   de  vapor,  equivalentes 


336  Bragas  y  excavadoras 

al  trabajo  de  600,000  jornaleros,  según  se  calcula  en 
mecánica,  por  el  viento  y  por  el  brazo  de  remeros. 

La  draga  es  un  barco  de  vapor  provisto  de  una  serie 
de  cajones  en  forma  de  cucliaras  que  se  hincan  en  el 
fondo  del  agua,  levantan  el  fango  y  lo  arrojan  ea  segui- 
da en  un  bote  inmediato;  una  vez  lleno  el  bote,  sale  al 
mar  á  derramarlo  á  bastante  distancia.  Cada  draga  se 
calculaba  que,  por  sus  grandes  dimensiones,  podría  ex- 
traer 3,000  metros  cúbicos  de  fango  en  el  día.  Avan- 
zando desde  la  orilla  del  mar  hacia  el  interior  de  la 
tierra,  estas  máquinas  iban  abriendo  camino  para  sí 
mismas,  y  en  esta  forma  estaban  abiertas,  á  mi  paso, 
cosa  de  tres  leguas  de  canal  yá  navegable  por  grandes 
buques. 

La  excavadora  es  otra  máquina  de  vapor  provista 
de  una  garlancha  enorme,  que  una  vez  fija  en  el  suelo 
firme,  extrae  en  cada  golpe  un  metro  cúbico  de  tierra, 
y  por  medio  de  una  palanca  semejante  á  un  brazo  hu- 
mano, la  arroja  á  los  carros  de  un  ferrocarril  estable- 
cido al  costado. 

Como  trabajo  preparatorio  á  estas  operaciones  hay 
que  desmontar  el  bosque,  quemarlo  y  en  seguida  arran- 
car las  raíces  de  los  árboles  y  arbustos  y  las  grandes 
piedras  que  pudieran  embarazar  el  servicio  de  la  má- 
quina: esta  operación  debe  hacerse  en  una  zona  de  100 
metros  de  anchura,  á  fin  de  dejar  ácada  lado  un  espa- 
cio limpio  de  30  metros  para  el  movimiento  de  los 
peones  y  para  todos  los  trabajos  subsiguientes. 

A  primera  vista  parecen  sencillas  estas  operacio- 
nes: al  verlas  ejecutar  se  perciben  sus  dificultades. 
Cuando  la  excavadora  ha  abierto   una  zanja  de  1  me- 


Clasificación  de  los  trabajos  337 

tro  de  profundidad,  se  hace  preciso  levantarla  y  pasar- 
la al  costado  para  continuar  la  excavación  en  otra 
línea;  pero  entonces  se  necesita  cambiar  también  los 
rieles  y  los  carros  del  ferrocarril  transportador,  para 
mantener  el  paralelismo  que  debe  existir  entre  los  dos 
aparatos.  En  una  excavación  de  cuarenta  metros  de 
anchura,  hay  que  cambiar  varias  veces  el  asiento  del 
ferrocarril  y  el  de  hi  máquina.  Cuando  la  excavación 
lleva  6,  10,  20  metros  de  profundidad,  como  sucedo 
constantemente  al  aproximarse  á  la  cima  del  Istmo, 
el  levantamiento  de  las  tierras  extraídas  á  10,  20,  80 
metros  de  altura,  presenta  dificultades  enormes.  Cuan- 
do la  zanja  tiene  profundidad  suficiente  y  hay  facili- 
dad de  arrojar  sobre  ella  una  corriente  de  agua,  al 
trabajo  de  la  excavadora  puede  suceder  el  más  fácil 
y  económico  de  la  draga.  Pero  ¡cuan  difícil  es  in- 
troducir un  buque  de  vapor  al  través  de  un  camino  de 
tierra! 

Todo  trabajo  requiere  un  ferrocarril  paralelo  para 
transportar  lejos  los  materiales  excavados.  ¡Considé- 
rese lo  que  será  esta  tarea  de  construir  y  desbaratar 
ferrocarriles  en  un  país  en  donde  llueve  ocho  meses 
al  año  y  en  donde  las  lluvias  arrojan  una  cantidad  de 
agua  ocho  y  diez  veces  mayor  que  por  acá»en  el  inte- 
rior de  Colombia! 

De  los  75  kilómetros  de  extensión  del  Canal  pue- 
den trabajarse  con  dragas  cerca  de.    20 

Con  excavadoras  hasta  el  fondo  mismo  del  lecho 
del  Canal 20 

Con  excavadoras  y  dragas 35 

De   los   20   kilómetros  que   deben    trabajarse  en 

22 


338  El  rio  Chagres 

seco  hasta  el  fondo,  11  forman  la  parte  rocallosa  del 
centro  del  Istmo,  en  donde  la  profundidad  de  la  exca- 
vación será  desde  50  hasta  más  de  100  metros. 

El  ligero  bosquejo  anterior  no  da  sino  una  idea 
muy  diminuta  de  Ifis  dificultades  con  que  hay  que  lu- 
char: hay  dos  más,  delante  de  las  cuales  todo  el  resto-^ 
es  pequeño  :  el  río  Chagres  y  el  clima. 

El  Chagres  nace  al  Oriente  de  la  línea,  en  la  cordi- 
llera de  los  Andes,  que  por  esa  parte  es  más  ancha  y 
más  alta  que  en  la  de  Panamá  á  Colón.  En  Gamboa, 
á  cuarenta  y  cinco  kilómetros  de  esta  última  ciudad, 
se  dirige  hacia  el  í^íordeste  en  un  curso  tortuoso  que  el' 
trazado  del  Canal  corta  cosa  de  veinticinco  veces.  Lle- 
va una  cjintidad  de  agua  de  trece  metros  por  segundo 
en  Gamboa,  nueve  leguas  arriba  de  su  desembocadura 
en  el  mar,  en  tiempo  de  verano,  y  forma  un  canal  de 
30  varas  de  ancho  con  2  pies  de  profundidad.  En 
invierno  su  volumen  es  diez  y  basta  cincuenta  ve- 
ces, mayor  en  las  grandes  crecidas,  que  á  veces  duran 
una  semana  entera,  durante  las  cuales  inunda  exten- 
siones considerables  á  uno  y  otro  lado.  He  leído  en 
alguna  parte  que  en  1879  nna  avenida  nunca  vista  ha- 
bía aumentado  sus  aguas  á  nn  volumen  .ciento  cin- 
cuenta veces  mayor  que  el  de  los  veranos  comunes. 
Desagua  en  el  mar  al  Sur  de  la  bahía  de  Limón;  mas- 
para  prevenir  sus  estragos,  entre  otras  derivaciones, 
se  tomará  quince  kilómetros  antes  de  su  embocadura 
una  parte  de  sus  aguas  para  arrojarlas  al  N'orte  de  la 
misma  bahía,  pero  fuera  de  ella  también. 

Para  alimentar  el  canal  en  los  meses  de  verano,  así' 
como  para  prevenir  inmensas  avenidas,  se  había  pensado- 


El  lago  artificial  de  Gamboa  339 

en  formar  en  Gamboa  un  lago  artificial  con  las  aguas 
de  aquel  río,  capaz  de  contener  cinco  mil  millones  de 
metros  cúbicos;  obra  para  la  cual  presuponía  M.  de 
Lesseps  un  gasto  de  veinte  millones  de  pesos;  pero  in- 
genieros americanos  lo  han  calculado  en  más  do  ciento. 
Si  en  un  principio  no  fuese  posible  la  construcción  de 
un  canal  á  nivel  del  mar,  será  forzoso  hacer  suficiente 
provisión  de  agua  para  los  veranos  y  para  la  parte  com- 
prendida entre  la  cumbre  de  la  Cordillera  y  el  Pacífi- 
co, y  la  solución  de  este  problema  es  uno  de  los  moti- 
vos de  ansiedad  que  todavía  agitan  el  espíritu  de  los 
constructores;  pues  sin  ser  ingeniero,  se  comprende 
qno  un  río  que  puede  arrastrar  cincuenta  y  hasta  cien 
millones  de  metros  cúbicos  de  agua  por  día,  en  nn 
cauce  tortuoso  y  en  la  proximidad  del  Canal,  es  una 
de  las  vecindades   más   peligrosas  que  pueden  darse. 


Terrible  como  es  este  problema,  todavía  parece  de 
mayores  proporciones  el  que  presenta  el  clima  de  las 
regiones  intertropicales  en  lugares  sometidos  á  inun- 
daciones frecuentes,  como  son  casi  todos  los  que  reco- 
rre la  línea  del  Canal.  En  el  curso  de  su  secular  evo- 
lución la  corteza  terrestre  no  vino  á  ser  habitable  mien- 
tras no  adquirió  el  grado  de  sequedad  necesario  para  de- 
terminar en  la  atmósfera  una  composición  adecuada  á 
la  respiración  humana;  quizás  también  la  prolongada 
decadencia  de  esas  comarcas,  que  convirtió  en  eriales 
las  tierras  antes  cultivadas,  contribuyó  á  destruir  el 
equilibrio  necesario  entre  la  vida  animal  y  la  vegetal, 
que  hoy  parece  ser  una  condición  reconocida  de  salu> 
bridad  para  el  hombre.  Sea  de   esto   lo  que  fuere,  el 


340         Acción  del  clima  sobre  los  empleados 

hecho  es  que  el  clima  del  Istmo,  en  la  línea  del  Ferro- 
carril, á  lo  largo  de  los  vallen  del  Ohagres  y  del  Río- 
grande,  es  malsano,  que  las  fiebres  palúdicas  y  las 
disenterías  son  endémicas,  y  que  la  fiebre  amarilla 
hace  apariciones  frecuentes  entre  la  población  no  acli- 
matada; bien  que  se  duda  si  esta  temible  enfermedad 
es  producida  por  influencias  locales  ó  simplemente 
por  contagio  traído  de  otros  lugares.  De  todos  modos, 
ella  produce  víctimas  numerosas  entre  los  europeos, 
los  americanos  del  Norte  y  aun  entre  los  colombianos 
del  interior.  La  naturaleza  misma  de  los  trabajos  del 
Canal,  la  inmensa  cantidad  de  tierra  removida  y  los 
trabajos  en  medio  del  fango  de  pantanos  seculares, 
son  por  sí  solas  causas  que  en  todas  partes,  aun  en 
los  climas  más  sanos,  levantan  pestes  é  infecciones 
peligrosas. 

De  la  acción  de  esta  causa  resultaron  dos  efectos 
igualmente  costosos  para  la  ejecución  de  la  obra:  1.",  la 
explotación  inmoral  de  la  empresa  por  parte  de  sus 
mismos  agentes;  y  2.°,  la  necesidad  de  levantar  costo- 
sas habitaciones,  bien  abrigadas,  en  los  lugares  menos 
insalubres,  para  la  habitación  de  los  empleados  y  de  los 
trabajadores  á  jornal. 

La  primera  de  estas  causas  ha  debido  de  recargar 
considerablemente  los  gastos  de  la  obra.  Algunos  em- 
pleados poseído á  de  la  idea  de  que  estaban  arriesgando 
incesantemente  su  vida,  no  sólo  pedían  remuneraciones 
muy  superiores  á  las  que  en  otro  lugar  pudieran  pre- 
tender, sino  que  buscaban  por  todos  los  medios,  aun 
los  menos  legítimos,  ganancias  de  todo  género,  para 
regresar  á  su  país  con  un  capital  equivalente  al  tra- 


Habitaciones  de  los  trabajadores  341 

bajo  de  toda  una  vida.  Les  jefes  de  oficinas  y  talle- 
res complicados,  enfermos  casi  siempre,  ó  temiendo 
estarlo,  no  podían  desplegar  la  energía  moral  ni  la 
actividad  mental  de  que  en  otras  circunstancias  hu- 
bieran sido  capaces.  La  frecuente  renovación  de  in- 
genieros y  directores  generales  ocasionada  por  las  re- 
petidas bajas  de  estos  empleados  en  la  lista  de  los 
vivos,  no  debía  permitir  continuidad  en  los  planes  ni 
conservar  tradiciones  del  pensamiento  formado  para 
la  solución  de  cada  problema,  ni  mantener  espíritu 
de  orden  en  nada.  El  número  de  enfermos  entre  los 
trabajadores  sostenidos  por  la  Compañía  en  los  hospi- 
tales, llegaba  con  frecuencia  al  temeroso  guarismo  de 
más  de  25  por  100.  La  mortalidad  parece  haber  osci- 
lado entre  el  6  y  el  10  por  100  del  número  total  de 
trabajadores;  de  suerte  que,  en  los  ocho  aflos  corridos 
desde  el  principio  de  los  trabajos,  el  gasto  de  vida  hu- 
mana no  ha  debido  de  bajar  de  8  ó  10,000  personas. 
Deduciendo  la  mortalidad  natural,  independiente  de 
las  causas  morbosas  imputables  al  trabajo  mismo,  este 
número  no  puede  bajar  de  o  ó  6,000. 

De  esta  condición  excepcional  de  los  trabajos  surgía 
forzosamente  la  necesidad  de  construir  habitaciones 
para  los  trabajadores  á  jornal,  abrigadas,  aseadas,  en 
los  lugares  más  elevados,  y  por  consecuencia  en  las  lo- 
calidades más  costosas,  y  mansiones  agradables,  cómo- 
das, á  propósito  para  dar  á  los  empleados  europeos 
un  reposo  reparador  durante  la  noche  y  en  los  días 
feriados.  Considérese  la  magnitud  de  esta  fuente  de 
erogaciones  con  un  número  de  mil  doscientos  á  mil 
quinientos  empleados  europeos,  y  de  doce  á  veinticin- 
co rail  jornaleros  de  todas  procedencias.   Tanto  como 


343  Los  hospitales 

edificar  una  ciudad  para  20,000  habitantes.  Porque 
hubiera  sido  inútil,  y  a  la  larga  más  costoso,  levantar 
chozas  de  poco  gasto  y  poca  duración  para  trabajos 
que  debían  ocupar  de  diez  á  doce  afios  y  que  en  mu- 
chos casos  debían  dar  origen  á  poblaciones  de  carácter 
permanente.  Además,  el  inmenso  material  de  herra- 
mientas, maquinaria,  pólvora,  dinamita,  medicamen- 
tos, etc.  etc.,  requería  también  edificios  sólidos,  abri- 
gados y  de  vastas  proporciones. 

Forzoso  es  reconocer  y  proclamar  que  en  esta  ma- 
teria de  respeto  é  interés  por  la  conservación  de  la 
vida  humana,  la  dirección  de  la  Compañía  desplegó 
toda  la  benevolencia  y  filantropía  que  era  de  esperarse 
del  culto  pueblo  francés  y  de  un  hombre  de  la  talla 
de  M.  de  Lesseps,  asociado  á  las  dos  más  grandes 
empresas  del  siglo  xix. 

Los  hospitales  permanentes  de  Colón  y  Panamá, 
el  último  de  los  cuales  apenas  tuve  tiempo  de  visitar 
muy  de  carrera,  están  á  la  altura  de  las  exigencias  de 
esa  obra  colosal.  Este,  principalmente,  ocupa, — con 
cerca  de  cuarenta  casas,  separadas  para  sus  diversos 
servicios,  comunicadas  por  anchos  camellones  planta- 
dos de  árboles,  rodeadas  de  jardines  y  huertas,  pro- 
vistas de  agua  en  abundancia,  y  bañadas  á  todas  ho- 
ras por  las  brisas  del  mar, — la  falda  del  cerro  del  An- 
cón, encima  de  la  extremidad  Sur  del  Canal.  Se  me 
dijo  que  su  costo  no  bajaría  de  dos  millones  de  pesos. 
Unido  este  establecimiento  y  el  de  Colón  á  los  hospi- 
tales provisionales  de  la  línea,  y  al  costo  incesante  de 
muebles,  camas,  abrigos,  medicamentos,  médicos  y 
enfermeros,  no  se  puede  estimar  en  menoá  de  diez  mi- 


La  nostalgia  de  los  empleados  franceses      343 

alones  de  pesos  el  desembolso  ocasionado  por  este  ca- 
pítulo. 

El  de  las  liabitaciones  de  los  empleados  y  jornale- 
ros representa  asimismo  sumas  de  muclia  considera- 
ción. Los  sitios  más  altos  ó  más  secos,  á  la  proximi- 
dad, de  corrientes  de  agua,  protegidos  por  bosques 
frondosos,  están  ocupados  con  los  caseríos  de  los  obre- 
ros. Cada  casa  con  capacidad  suficiente  para  el  dor- 
mitorio de  25  á  30  jornaleros,  está  levantada  sobre 
pilotes  dy  cal  y  canto  á  1  metro  de  altura  sobre  el  sue- 
lo, con  piso  y  paredes  de  tabla  y  techo  de  madera, 
ventanas  y  puertas  orientadas  á  los  vientos  más  sanos. 
Pueden  ser  fácilmente  lavadas  con  frecuencia,  y  de- 
fienden todo  lo  posible  á  sus  habitantes  de  la  acción 
de  los  miasmas  y  de  las  grandes  bajas  de  temperatura, 
comunes  durante  la  noche  en  los  lugares  pantanosos 
y  los  climas  cálidos  y  húmedos. 

Las  de  los  empleados  están  construidas  con  gusto 
en  medio  de  paisajes  alegres,  ordinariamente  en  la 
cumbre  de  altas  colinas,  rodeadas  de  jardines,  provis- 
tas de  anchos  corredores  y  alares  extendidos  que  las  de- 
fienden de  la  acción  del  sol.  Coquetamente  pintadas, 
distribuidas  convenientemente,  sombreadas  casi  siem- 
pre por  grandes  árboles  primitivos,  todavía  sus  huéspe- 
des europeos  debían  echar  de  menos  en  ellas  eso  irreem- 
plazable que  se  llama  la  patria;  la  vista  deslumbradora 
do  los  bulevares  de  París,  los  Campos  Elíseos,  el  Bos- 
que de  Bolonia,  sus  teatros  innumerables  y  los  refina- 
mientos culinarios  de  sus  espléndidos  restaurantes, 
en  donde  se  come  con  tanta  alegría  y  se  goza  al  propio 
tiempo  de  la  charla  espiritual  que,  como  un  fuego  de 


344        Las  criticas  acerca  de  las  habitaciones 

artificio,  brota  de  todas  las  mesas  y  parece  escondida 
debajo  de  los  corchos  del  espumoso  champafla.  Para 
nosotros,  colombianos,  poco  acostumbrados  á  esos  pla- 
ceres, una  de  esas  casitas  en  medio  del  bosque,  con 
"  un  libro  y  un  amigo  "  por  mundo,  una  hamaca  por 
todo  mueble,  un  plato  de  sancocho,  una  taza  de  leche 
y  un  bollo  blanco  dorado  al  horno — por  todo  banque- 
te,— llenarían  nuestros  deseos:  para  un  parisiense  que 
no  ha  hecho  amistades  con  las  garrapatas  y  las  ni- 
guas; que  no  sabe  que  las  culebras  son  un  sofisma 
del  miedo  á  lo  desconocido;  para  quien  el  ñame,  el 
plátano  y  la  ahuyama  son  hermanos  mayores  de  la 
ipecacuana,  la  vida  del  Istmo  debe  ser  un  tormento, 
y  ninguno  de  los  esplendores  de  la  naturaleza,  ningu- 
na de  las  imitaciones  del  chalet  suizo,  ni  el  delicado 
matiz  y  perfume  exquisito  de  las  flores  tropicales,  será 
bastante  á  calmar  su  nostalgia. 

Para  atender  á  este  mal  han  sido  en  parte  cons- 
truidas esas  habitaciones,  censuradas  con  excesiva 
acrimonia  como  un  despilfarro  injustificable,  por  es- 
critores y  viajeros  que  las  vieron,  cómodamente  senta- 
dos en  los  coches  del  Ferrocarril  y  que  debían  embar- 
carse el  mismo  día  en  alguno  de  los  suntuosos  vapo- 
res de  la  Mala  Eeal  ó  de  la  Compañía  de  Vapores  del 
Pacífico.  Esa  preparación  del  suelo  á  las  condiciones 
del  trabajo  civilizado  era  una  simple  previsión  econó- 
mica que  podían  comprender  espíritus  elevados,  ini- 
ciados yá  á  los  multiplicados  problemas  de  las  grandes 
obras  ;  pero  con  frecuencia  so  escapa  á  la  penetración 
de  escritores  superficiales. 

De  diez  á  veinte  millones  de  pesos  debía  costar  ese- 


El  verdadero  costo  del  Canal  345 

solo  capítulo,  que,  según  parece,  quedó  en  blanco  en 
los  cómputos   del   presupuesto  primitivo  del  Canal. 

El  desconcierto  engendrado  por  la  acción  del  clima 
sobre  los  cerebros  ha  debido  montar  en  el  aumento  de 
los  gastos  á  sumas  de  mucho  mayor  consideración; 
pero  uno  y  otro  capítulo  son  inevitables  en  la  ejecu- 
ción de  las  grandes  obras. 

El  ferrocarril  de  Panamá  costó  casi  el  doble  de  lo 
calculado,  y  no  puede  decirse  que  lo  hecho  correspon- 
diese á  la  mitad  de  las  esperanzas  de  los  proyectistas. 

El  túnel  de  Hoosac,  en  el  Estado  de  Massachussets, 
presupuesto  primitivamente  en  un  millón  de  pesos, 
resultó  costando  más  de  ocho,  envolviendo  la  quiebra 
de  dos  ó  más  de  las  compaflías  contratistas. 

El  puente  de  Brooklyn  ocasionó  un  desembolso 
cuadruplo  del  más  alto  cálculo  anterior  á  su  eje- 
cución. 

El  túnel  do  Londres,  debajo  del  Támesis,  costó 
dos  y  cuarto  millones  de  pesos  en  lugar  de  novecien- 
tos mil. 

En  fin,  quizás  no  hay  ejemplo  de  una  sola  obra  un 
poco  complicada  cuyo  costo  no  haya  excedido  más  ó 
menos  notablemente  de  lo  presupuesto.  ¡Qué  no  de- 
bía esperarse  del  trabajo,  sin  precedente  hasta  ahora 
en  el  mundo,  de  cortar  un  istmo  rocalloso  entre  dos 
mares,  en  una  región  destituida  de  recursos  y  en  un 
clima  todavía  no  domado  por  la  civilización  humanal 


Diré  algo  acerca  de  los  trabajadores  del  Canal: 
Se  me  informó  por  uno  de  los  contratistas  de  los 
trabajos  que  había  (á  fines  de  Abril  de  1887)  25,000 


2.* 

id. 

3.^ 

id. 

4.» 

id. 

o.'^ 

id. 

346  División  de  los  trabajos 

trabajadores  en  la  linea,  de  los  cuales  10,400  al  servi- 
cio directo  de  la  Compañía,  y  entre  14  y  15,000  al  de 
los  contratistas  de  las  diversas  secciones. 

Los  trabajos  estaban  divididos  en  dos  grandes  par- 
tes. Trabajos  de  dirección  y  trabajos  de  ejecución. 
Los  primeros  se  clasificaban  en  seis  divisiones. 
1.*  División.    Secretaría  (correspondencia,  etc.). 
Oficinas  técnicas. 
Caja  y  contabilidad  general. 
Material  y  almacenes  de  provisión. 
Talleres  de  mecánica  y  de  rei)ara- 
ciones. 
6.''       id.  Transportes   y  operaciones    maríti- 

mas. 
Los  trabajos  de  ejecución  se  descomponían  así: 
1.*  División  residente  en  Colón.  — De  Colón  al  ki- 
lómetro 36  (trabajo  de   dragas  en  te- 
rrenos pantanosos). 
2.*     id.     id.  en  Gorgona. — Del  kilómetro  26  al  44 

(excavadoras). 
3.*     id.    id.  en  Emperador. — Del  kilómetro  44  al 

54  (excavadoras  y  roca  dura). 
4.*     id.     id.  en  Culebra. — Del  kilómetro  54  al  oQ 

(roca  dura). 
5.^'     id.    id.  en  Panamá. — Del  kilómetro  56  al  Pa- 
cífico (suelo  variable). 
Estas  últimas  divisiones  se  subdividían  en  seccio- 
nes establecidas  en  diversos  puntos:  Bohío-Soldado, 
'Tabernilla,  Santa  Cruz,  Matachín,  Alto  y  Bajo  Obis- 
po, Las  Cascadas,  Emperador,  Culebra,  Paraíso,  Pedro- 
Miguel,  etc.  eran  lugares  en  que  había  centros  de  tra- 


Procedencias  de  los  trabajadoi'es  347 

bajo  bajo  la  dirección  de  un  ingeniero  de  sección, 
dependiente  del  ingeniero  divisionario.  En  cada  sec- 
ción cada  grupo  de  trabajadores  estaba  dirigido  por  un 
capataz.  Como  ee  puede  comprender,  los  ingenieros, 
escribientes,  contabilistas,  capataces  al  servicio  de  la 
Compañía,  eran  casi  en  su  totalidad  franceses,  con 
algunos  pocos  alemanes  y  americanos. 

Los  mecánicos  y  artesanos  superiores,  en  la  gene- 
ralidad franceses,  ingleses  y  americanos. 

Los  peones  eran  casi  todos  hombres  de  color,  de 
origen  africano,  y  mongoles.  Procedentes  los  prime- 
ros de  Panamá,  Colón  y  otras  partes  del  Istmo,  del 
Estado  de  Bolívar  no  pocos,  y  algunos  cancanos;  de 
Costa  Rica,  Chile,  Venezuela,  Jamaica,  Las  Barba- 
das, Martinica,  Curazao,  etc.,  los  demás.  Los  trabaja- 
dores chinos  eran  poco  numerosos,  pero  los  había. 
También  había  700  á  800  trabajadores  de  Liberia,  en 
la  costa  de  África.  Más  de  la  mitad  de  los  de  color 
oscuro,  según  se  mé  informó,  eran  jamaicanos. 

Leí  en  algún  periódico  que  hasta  del  Brasil  habían 
venido  industriales  prácticos  en  trabajos  de  terraplén, 
con  algunos  peones.  Se  hablaba  diez  y  seis  ó  veinte 
lenguas  distintas  entre  ellos;  pero  predominaban  el 
inglés  y  el  castellano. 

Algunos  trabajadores  habían  ido  con  sus  muje- 
res y  aun  sus  hijos  pequeños.  Había  en  los  campamen- 
tos escenas  que  debían  de  tener  semejanza  con  las  de 
las  primeras  Cruzadas  en  Palestina  ó  con  las  de  los  alu- 
viones de  oro  en  California  en  los  primeros  años  de  su 
explotación. 

Esta  última  comparación  tiene  mucho  de  seme- 


348  El  dinero  repartido 

janza,  porque  la  plata  y  el  oro  circulaban  en  Panamá 
en  tanta  abundancia  como  en  los  placeres  más  ricos. 
Los  jornales  de  los  peones  no  bajaban  de  $  1-50  al 
día,  y  los  de  los  artesanos  superiores  se  elevaban  á 
$  3,  $  5  y  aun  %  8.  Suponiendo  tan  sólo  15,000  peo- 
nes, el  pago  semanal  de  los  jornales  debía  montar  á 
cerca  de  $  150,000  en  cada  sábado  ó  domingo.  Los 
trabajadores  franceses  preferían  recibirlo  cada  mes,  y 
se  dice  que  hacían  fuertes  envíos  á  sus  familias. 

$  7.500,000,  á  lo  menos,  se  repartían  anualmente 
en  sólo  jornales.  Si  en  lugar  de  las  exhibiciones  de 
maro7neroSj  culüeteros,  circos,  farsas  y  mesas  de  jue- 
go de  todas  clases,  hubiese  la  Compañía  ó  el  Gobierno 
de  Panamá  establecido  Cajas  de  ahorros  bien  servidas, 
mucha  mortalidad  se  hubiera  evitado,  los  hospitales 
habrían  estado  menos  concurridos  y  algo  de  esos  sala- 
rios, tan  dura  y  peligrosamente  ganados,  hubiera  ido 
á  alegrar  el  triste  hogar  de  familias  abandonadas; 
quizás  algunos  de  esos  trabajadores  hubieran  querido 
comprar  algunos  pedazos  de  tierra  para  establecerse  en 
el  país.  Mas  no  se  pensó  en  eso.  Todos  esos  millones 
fueron  á  parar  al  bolsillo  de  especuladores  desalmados, 
en  cambio  de  licores  venenosos,  ó  de  la  excitación,  na 
alegre  ni  saludable  al  alma  ó  al  cuerpo,  sino  enfermiza 
y  triste,  que  podían  proporcionar  las  mesas  de  juego. 
Quizás  los  chinos  con  sus  fondas  y  tenduchas,  fueron 
los  mejor  aprovechados.  Ellos  también  se  distinguían 
por  su  sobriedad  y  economía,  así  como  por  su  carácter 
apacible  y  respetuoso. 

Algunos  de  esos  chinos  habían  contraído  matrimo- 
nio con  mujeres  jamaicanas  (negras)  ó  hijas  del  país. 


Los  negros  y  los  chinos  349 

cortado  su  mechón  de  pelo  nacional  y  adoptado  el  ves- 
tido panameño  ó  el  europeo.  Pregunté  por  su  con- 
ducta como  maridos  y  padres  de  familia,  y  el  informe 
que  se  me  dio  fue  perfectamente  favorable  al  cumpli- 
miento de  sus  deberes  morales.  ¿Por  qué  se  los  abo- 
rrece? ¿por  qué  se  los  denigra  en  los  periódicos  y  aun 
se  ha  restringido  su  entrada  al  país?  No  he  podido 
explicármelo  por  otro  motivo  que  por  el  de  un  resto 
del  antiguo  espíritu  hostil  á  todas  las  razas  descono- 
cidas, como  una  exhibición  inconsciente  de  las  ideas 
que  la  intensidad  de  la  lucha  por  la  vida  engendra  en 
el  cerebro  de  los  pueblos  atrasados. 

Viendo  la  dificultad  que  el  clima  opone  á  la  eje- 
cución del  Canal  con  brazos  de  europeos,  la  facili- 
dad con  que  lo  soportan  los  africanos  y  los  asiáticos, 
el  estado  inculto  y  malsano  del  interior  de  la  América 
tropical, — se  comprende  sin  dificultad  que  aquellas  dos 
razas  están  llamadas  á  representar  un  papel  muy  im- 
portante en  la  colonización  de  este  continente;  que 
las  preocupaciones  no  razonadas  con  que  se  las  quiere 
rechazar  son  suicidas  para  el  porvenir  de  estos  países, 
y  en  fin,  que  la  ley  de  la  unidad  de  la  raza  humana 
conduce  á  su  cruzamiento  y  homogeneidad  y  es  provi- 
dencial é  irresistible. 


Volvamos  á  los  trabajos  del  Canal.  Los  gastos  so- 
brepujaron á  todas  las  conjeturas  formadas  en  un 
principio.  M.  de  Lesseps  partía  en  sus  cálculos  de  las 
bases  de  experiencia  adquiridas  en  la  empresa  del  de 
Suez;  pero  las  condiciones  en  Panamá  eran  del  todo 
distintas.    Allá  el  trabajo  era  de  naturaleza  uniforme, 


350  Presupuestos  de  gastos 

el  suelo  arenoso  en  toda  su  extensión,  el  clima — aun- 
que no  favorable  al  europeo — mucho  menos  malsano 
que  el  de  Panamá,  y  la  temperatura,  sobre  todo,  guar- 
daba menos  distancia  con  la  de  los  países  del  Norte 
del  Mediterráneo  que  con  la  de  las  regiones  tropicales 
de  América.  El  error  de  esos  cómputos  parece  hoy 
increíble;  pero  entonces  era  posible  á  causa  de  una  exa- 
gerada confianza  en  las  fuerzas,  mecánicas  conocidas  yá 
en  el  último  cuarto  del  siglo  xix. 

Varios  fueron  los  presupuestos  formados,  con  algu- 
na precipitación  quizás,  acerca  del  costo  de  este  gran- 
dioso proyecto. 

El  de  Mr.  Wyse,  concesionario  primi- 
tivo del  privilegio  (1879) $    85.000,000 

El  del   Congreso    Científico   Interna- 
cional, reunido  en  París  en  3879 200.000,000 

El  de  la  Comisión  técnica  reunida  por 

M.  de  Lesseps  en  Panamá  (1880) 168.000,000 

El  de  M.  de  Lesseps  al  lanzar  la  sus- 
cripción de  acciones  (Febrero  de  ]881). . .  131.000,000 
Rectificación  posterior  en  Septiembre 

de   1881 106.000,000 

El  de  Ingenieros  americanos  en  1884. 

(Teniente  Mc-Leau) 350.000,000 

El  de  Ingenieros  ingleses  en  1885  (to- 
mando por  base  los  trabajos  yá  ejecutados 

y  su  costo) 540.000,000 

Creo  que  no  dejará  de  tener  interés  para  los  colom- 
bianos conocer  el  pormenor  de  esas  fabulosas  sumas  y 
la  manera  como  se  forman  esos  inmensos  guarismos. 
Presentaré  ese  pormenor,  tomado  de  una  serie  de  car- 


Pormenor  de  un  Presupuesto  351 

tas  publicadas  en  el  Financial  News  de  Londres,  cuyo 
autor,  el  señor  J.  O.  Rodríguez,  las  recogió  en  un  in- 
teresante libro. 

1.°  Compra  del  privilegio  á  Mr.  Wyse.S    10.000,000 

2.°  Trabajos  ejecutados  hasta  Diciem- 
bre de  1884  (11.000,000  de  metros  cúbicos 
de  excavación,  hospitales,  casas  de  habita- 
ción, estudios,  etc.) 87.500,000 

3.°  Excavaciones  que  aún  faltaban 
(116.905,400  metros  cúbicos),  ú  razón  de 
%  1-25  por  metro  cúbico 146.200,000 

4.°  Canales  de  derivación,  lago  artifi- 
cial, tajamar  en  Panamá  y  Colón,  etc. 
etc.  etc.  (suma  en  extremo  baja) 40.000,000" 

5.^  Interés  sobre  las  sumas  gastadas 
hasta  Diciembre  de  1884  (9|  años) 65.300,000 

6.*^  Administración  en  París  y  Pana- 
namá,  en  diez  años  más,  á  razón  de 
$  1.600,000  anuales 16.000,000 

7.°  Descuento  de  40  por  100  sobre  los 
empréstitos  necesarios  para  completar  los 
trabajos 95.000,000 

8.°  Interés  sobre  estos  empréstitos  has- 
ta su  extinción 80.000,000 

Total....    $540.000,000 


Pero  evidentemente  la  cuarta  de  estas  partidas  está 
calculada  con  una  moderación  excesiva,  y  no  sería  im- 
posible que  esas  obras  costasen  $  100.000,000  más  que 
el  guarismo  en  que  se  la  computa.  Para  que  se  vea 


352  El  lago  artificial  otra  'oez 

€sta  posibilidad,  daré  una  sucinta  idea  de  lo  que  es  el 
lago  artificial  proyectado  en  Gamboa. 

El  Chagres  tiene  sus  nacimientos  á  unas  diez  y  seis 
leguas  al  oriente  de  Gamboa;  aquí  tuerce  hacia  el  ]N"or- 
te,  por  un  valle  encerrado  entre  dos  hileras  de  cerros 
distantes  una  milla  entre  sí,  y  sii  lecho  está  á  50  pies  de 
altura  sobre  el  Canal.  Esta  es  la  parte  que  se  considera 
á  propósito  para  levantar  una  represa  de  1  milla  de 
largo  con  60  metros  de  altura  á  lo  menos.  Debajo  de 
€sta  muralla  se  piensa  ó  se  pensaba  construir  un  túnel 
decaí  y  canto  de  50  pies  de  ancho,  con  la  profundidad 
suficiente  para  dejar  escapar  la  cantidad  de  agua  ne- 
cesaria para  surtir  el  canal,  y  en  la  parte  alta  del  lago 
se  pensaba  dejar  una  compuerta  por  la  cual  pudiera  sa- 
lir hacia  el  canal  de  derivación,  paralelo  al  canal  na- 
vegable, la  cantidad,  de  agua  conveniente  para  evitar 
todo  peligro  de  derrame  sobre  este.  La  cantidad  de 
agua  del  lago  debería  ser  de  cinco  á  seis  mil  millo- 
nes de  metros  cúbicos,  volumen  que  se  calcula — si  se 
extendiese  con  una  profundidad  de  25  centímetros, — 
cubriría  una  superficie  de  758  millas  cuadradas;  pero 
que  reducido  á  una  profundidad  de  60  metros,  sólo  ocu- 
paría 6  millas  cuadradas.  El  peligro  en  este  asunto  con- 
siste en  que,  si  sobreviniese  una  segunda  avenida  del 
río  cuando  aún  no  hubiese  salido  el  agua  de  la  anterior, 
la  represa  hecha  de  tierra  pisada,  como  el  camellón  de 
un  ferrocarril,  podría  no  resistir  la  presión,  y  su  rup- 
tura se  llevaría  por  delante  todo  lo  que  encontrase  en 
su  camino  hasta  el  Atlántico:  canal,  poblaciones,  la- 
branzas y  buques.  Se  requeriría,  pues,  una  construc- 
ción ciclópea,  delante  de  la  cual  serían  juego  de  niños 


Hostilidad  del  Gobierno  Americano.  353 

las  murallas  de  Cartagena;  principalmente  si  la  com- 
posición de  los  cerros  que  cierran  el  valle  snperior 
del  río  Cliagres  presentase  puntos  débiles  en  algunas 
partes. 

El  gasto  emprendido  hasta  Diciembre  de  1884 
hemos  visto  que  montaba  á  %  97.500,000:  el  de  los 
cuatro  años  siguientes  hasta  Diciembre  de  1888  se 
hace  subir  <á  más  de  otro  tanto,  ó  sea  á  un  total  de 
$  225.000,000;  mas  para  obtener  esta  suma  lia  sido 
preciso  emitir  obligaciones  por  ana  suma  doble:  sea 
$  400.000,000.  Por  aquí  puede  juzgarse  que  no  tiene 
nada  de  exagerado  el  cómputo  de  $  540.000,000  for- 
mulado en  el  Financial  News. 

A  la  verdad,  la  empresa  es  mucho  más  costosa  de 
lo  que  en  un  principio  juzgó  la  ardiente  fantasía  del 
Gran  Francés,  Alas  dificultades  nacidas  de  la  configu- 
ración del  suelo,  de  la  vecindad  del  río  Chagres  y  del 
clima  se  agrega,  últimamente,  en  los  momentos  de 
crisis  para  los  empresarios, 


LA    ACTITUD    HOSTIL   DEL   GOBIERNO    AMERICANO. 

La  primera  idea  de  intervención  por  parte  del  Go- 
bierno de  los  Eát¿i(los  Unidos  en  los  asuntos  conexio- 
nados con  el  tránsito  entre  el  Atlántico  y  el  Pacífico 
al  través  de  la  Aniéi'ica  Central,  data,  probablemente, 
de  las  primeras  negociaciones  para  la  incorporacióa 
de  Tejas  en  la  Unión  Americana,  entre  1840  y  1846. 
La  doctrina  Monroe  (1823), — ala  que  algunos  escri- 
tores hacen  remontar  aquel  pensamiento, — fue  en  su 
origen  de  sugestión  inglesa  (Oanuing),y  en  la  dispo- 

23 


364  Doctrina  Monroe 

sición  de  ánimo  de  su  primer  expositor  americano 
(Jhon  Qüincy  Adams),  una  teoría  benévola  y  entera- 
mente desinteresada:  era  una  amenaza  á  la  Santa 
Alianza  de  hacer  causa  común  con  las  repúblicas  his- 
pano-americanas  recién  emancipadas  contra  las  agre- 
siones europeüs.  La  teoría  avanzada  por  primera  vez 
durante  la  Administración  de  Mr.  Johnson  y  acen- 
tuada en  el  primer  período  de  la  del  General  Grant, 
es  una  amenaza  á  la  independencia  de  las  mismas 
repúblicas,  en  el  caso  de  que,  con  auxilio  de  capitales 
europeos,  se  atrevan  á  abrir  al  viejo  mundo  la  puerta 
de  Ja  navegación  del  Pacífico.  El  pensamiento  actual 
del  Gabinete  de  Washington  es  este:  "No  se  puede 
abrir  un  canal  entre  los  dos  mares  al  través  de  la  Amé- 
rica Central,  sino  con  la  condición  de  que  en  él  tenga 
una  acción  preponderante  el  Gobierno  de  los  Estados 
Unidos."  Concretando  más  la  idea,  la  pretensión  de 
éstos  es  que,  **  en  caso  de  guerra,  las  puertas  del  Canal 
estarán  abiertas  únicamente  á  la  marina  de  guerra 
americana  y  cernidas  á  todas  las  demás  banderas  del 
globo."  Esa  es  la  exigencia  formulada  con  más  ó  me- 
nos precisión  por  los  diplomáticos  americanos,  Gene- 
rales Sullivan  y  Ilurlbut,  acreditados  cerca  del  Go- 
bierno de  Colombia  de  1868  á  1870,  y  el  espíritu  de 
las  proposiciones  formuladas  en  el  Senado  de  Was- 
hington por  los  Senadores  Morgan,  Burnside,  Ed- 
munds  y  otros.  Con  este  objeto  fue  enviado  también 
á  Bogotá  en  comisión  especial  Mr.  Caleb  Cubhing,  á 
fines  de  18G8. 

Pero  ese  pro3'ecto  de  adquirir  preponderancia  so- 
bre el  canal  que  se  construyese  al  través  de  los  istmos 


Pretensiones  anteriores  del  Gobierno  de  Washington  355 

de  Panamá,  Darién  ó  el  Atrato,  venía  madurándose 
desde  mucho  antes. 

En  184G  fue  negociado  un  tratado  éntrelos  Estados 
Unidos  y  Colombia,  en  el  cual,  á  cambio  de  adquirir 
para  sus  ciudadanos  y  mercancías  iguales  derechos  de 
tránsito  al  través  del  istmo  de  Panamá  que  los  de  que 
gozasen  ios  colombianos  y  sus  mercancías,  los  Estados 
Unidos  nos  garantizaron:  1.°  la  neiitralidad  de  las 
vías  interoceánicas  construidas  6  que  se  construyesen 
dentro  de  los  límites  de  dicho  Istmo;  y  ¿.°  la  sobera- 
nía de  Colombia  en  ese  territorio. 

Diez  aflos  más  tarde,  á  consecuencia  de  una  riña 
ocurrida  en  las  calles  de  Panamá  entro  norteamerica- 
nos y  panameños,  en  la  cual  murieron  algunos  de  los 
primeros,  el  Gobierno  americano,  presidido  entoncee 
por  el  General  Pierce,  envió  á  Bogotá  una  comisión 
especial  á  cargo  de  los  sefiores  Morse  y  Bowlin,  á  exi- 
gir, aparte  de  una  indemnización  en  dinero,  la  crea^ 
ción  de  dos  iminicipalidades  semi-independientes  eo 
Colón  y  Panamá  y  la  venta  al  Gobierno  americano  de 
las  islas  de  Taboga,  Taboguilla,  Perico  y  Flamenco, 
que  constituyen  el  verdadero  puerto  de  Panamá. 

La  Administración  de  Mr.  Buchanan  prescindió 
de  esas  pretensiones  en  185'7;  pero  dos  años  más  tarde 
un  señor  Thompson,  ciudadano  americano,  que  supo- 
nía haber  adquirido  de  la  provincia  de  Chiriquí  un 
derecho  á  construir  un  camino  interoceánico  entre 
David,  capital  de  esa  provincia,  en  el  Pacífico,  y  la 
gran  bahía  de  Bocas  del  Toro  en  el  Atlántico,  vendió 
esa  concesión  al  Gobierno  americano  por  conducto  deí 
Secretario  de  Guerra,  Mr.  Floyd.  Aunque  tal  conce- 


356    Negociaciones  diversas  entre  los  dos  países 

sión  había  sido  declarada  nula  por  la  Corte  Suprema 
(le  Colombia,  á  solicitud  de  la  Compañía  del  ferroca- 
rril de  Panamá,  y  aunque  esa  transacción,  juzgada  en 
ios  Estados  Unidos  como  una  mera  concusión  escan- 
dalosa de  un  alto  en» picado  del  Gobierno,  uo  había 
parecido  ser  reconocida  en  muchos  años, — en  1880 
Ó  1881  el  Gobierno  de  Washington,  presidido  por 
Mr.  Ifayeí?,  dio  algunos  tímidos  pasos  para  hacerla 
efectiva,  con  el  objeto  de  establecer  en  Bocas  del  Toro 
un  depósito  de  carbón  para  la  marina  de  guerra;  pero 
esa  idea  fue  pronto  abandonada. 

Por  repetidas  ocasiones  ese  mismo  Gobierno  soli- 
citó permiso  del  Colombiano  para  hacer  exploraciones 
en  8US  istmos  de  Panamá,  Darién  y  el  Atrato,  con  la 
mira  de  construir  por  alguno  de  ellos  un  canal  entre 
ios  dos  océanos,  y  propuso  por  dos  veces  la  celebra- 
ción de  un  tratado  al  efecto.  ^\\  la  primera  (1868), 
nuestros  negociadores,  los  sefiores  Miguel  Samper  y 
Tomás  Cuenca, celebraron  uno  con  el  General  Sullivan, 
que  no  mereció  la  aprobación  del  Senado  de  Washing- 
ton, porque  uo  se  le  concedía  ninguna  superiori- 
dad en  el  tránsito  á  los  buques  de  guerra  americanos. 
En  la  segunda  (1870)  fueron  algo  más  condescendien- 
tes nuestros  Plenipotenciarios,  señores  Antonio  María 
Pradilla  y  Jac«.bo  Sánchez;  pero  la  Administración 
del  General  Salgar,  por  el  órgano  del  Secietario  de 
Relaciones  Exterioies,  señor  Felipe  Zapata,  solicitó 
del  Congi'eso  reformas  á  ese  tratado  en  el  sentido  de 
poner  en  pie  de  perfecta  igualdad  á  todas  las  poten- 
cias en  el  uso  del  C.inal,  en  paz  y  en  guerra;  condi- 
ciones que  el  Congreso  Colombiano  puso,  en  efecto,  á 


Proyectos  americanos  en  Nicarayua  857 

la  aprobación,  pero  que  no  fueron   del   ísgrado  de  la 
Administración  del  General  Grant. 

Esta  entonces  dirigió  sus  miradas  al  istmo  de  Ni- 
caragua, en  donde  sus  ingenieros  creían  haber  encon- 
trado una  ruta  preferible  á  la  de  Panamá,  y  tal  vez 
sus  diplomáticos  las  concesiones  de  supremacía  á  que 
se  aspiraba;  pero  no  por  eso  perdió  de  vista  lo  que 
hacía  relación  á  la  última  de  estas  vías,  ni  abandonóel 
objetivo  de  su  política,  que  yá  no  consiste  en  dar  una 
protección  fraternal  á  las  repúblicas  débiles  de  origen 
español,  sino  en  conservar  sobre  ellas  una  influencia 
superior,  como  un  timbre  de  su  grandeza  nacional. 
Temeroso  tal  vez  el  Gabinete  de  Washington  de  que 
alguna  gran  potencia  europea  haga  pie  firme  en  este 
Continente,  ponga  en  duda  su  superioridad  en  los 
asuntos  americanos  y  la  obligue  á  mantener  una  ma- 
rina y  un  pie  de  íuerza  permanente  considerable  y 
acaso  peligroso  para  la  conservación  de  sus  institucio- 
nes republicanas,  parece  querer  fundar  su  poderío,  á 
la  vez  en  su  propio  engrandecimiento  y  en  la  debili- 
dad de  los  países  que  ocupan  el  mismo  continente^ 
impidiéndoles  estrechar  sus  relaciones  con  los  pueblos 
europeos. 

Esta  política  puede,  en  las  circunstancias  actuales^ 
hacer  fracasar  la  empresa  del  canal  de  Panamá.  En 
los  momentos  en  que,  agotados  sns  primeros  recursos, 
la  Compañía  necesitaba  algún  apoyo  simpático,  que 
quizas  sólo  el  Gobierno  fraiicés  pudiera» darle, — bajo 
la  forma  de  garantía  de  un  interés  mínimo  á  los  nue- 
vos capitales  necesarios  para  llevarla  á  feliz  término,- — 
una  proposición  aprobada  casi   por  unanimidad  en  el 


358    Temores  infundados  del  Gobierno  Americano 

Senado  americano,  hizo  muy  difícil  esa  pequeña  pro- 
tección. Se  hizo  la  declaratoria  de  que  la  intervención 
directa  ó  indirecta  de  cualquier  gobierno  europeo  en 
la  construcción  did  canal  de  Panamá  sería  considerada 
como  un  acto  poco  amistoso  á  los  Estados  Unidos, 
que  éstos  no  podrían  mirar  con  indiferencia.  Palabras 
de  esta  naturaleza,  dirigidas  á  una  nación  republicana 
europea  combatida  por  la  coalición  de  tres  viejas  mo- 
narquías en  el  exterior,  por  ambiciones  desleales  en  el 
interior,  y  tal  v»'Z  amenazada  de  una  próxima  restau- 
ración de  las  formas  monárquicas,  no  podían  menos  de 
paralizar  la  acción  protectora  de  ese  Gobierno  á  los 
capitales  de  sus  clases  laboriosas  comprometidas  en 
aquella  emjiresa  vacilante. 

El  resultado  de  ellas  puede  ser  á  un  tiempo  la  pér- 
dida de  más  de  $  í200. 000,000 yá  invertidos,  y  de  gran- 
des esfuerzos  industriales,  ejecutados  con  el  sacrificio 
de  muchas  vidas,  pai'a  Francia,  y  la  desaparición 
para  Colombia  de  una  grande  esperanza  de  progreso 
intelectual  y  desarrollo  comercial. 

Aquí  en  Colombia  no  podemos  comprender  la  sa- 
biduría de  esas  previsiones  americanas.  Si  los  estadis- 
tas de  ese  país  temen  complicaciones  con  las  poten- 
cias europeas  en  América,  debieran  empezar  por  sa- 
cudir la  vecindatl  de  la  soberanía  británica  en  el 
Canadá,  \'\  de  ésta  y  otras  naciones  en  las  Guayanas 
y  en  las  Antillas:  allá,  á  las  puertas  de  su  territorio, 
sería  e!i  donf>e  pudiera  ser  temible  la  influencia  de  la 
Gran  Bretafia,  de  España,  de  Francia  y  do  Holanda, 
no  á  cuatrocientas  leguas  de  sus  puertos.  Si  los  Esta- 
dos Unidos  creen  tener  enemigos  de  quienes  descon- 


Resultados  posibles  de  esa  política  359 

íiar,  quizás  los  menos  temibles  serían  los  que  ayuda- 
ron poderosamente  á  conqui.^tarles  su  independencia  y 
su  libertad.   Si  ellos,  pueblo  tan  afortunado,  tan  rico, 
tan  poderoso,  quieren  proteger  los  intereses  de  su  co- 
mercio en  el  mar  Pacífico,  debieran  mirar  si  hay  jus- 
ticia é  hidalguía  en  hacerlo  á  expensas  del  porvenir  de 
un  pueblo  pobre,  de  escasa  población,  que  se  inicia  en 
la  carrera  de  la  vida  en  medio  de  tantas  dificultades 
originadas  por  la  tradición  de  sus  tres  primeros  siglos; 
Todos  esos  temores  del  Senado  de  Washington  pa- 
recen quiméricos.  Ningún  pueblo  del  mundo,  excepto 
en  caso  de  agresión  y  de  propia  defensa,  querría  me- 
dirse por  medio  de  las  armas  con  ese  coloso;  y  en  la 
competencia  industrial  nada  tiene  éste  que  temer  del 
europeo.   Dentro  de  los  límites  de  su  territorio,   con 
una  densidad  menor  aún  que  la  que  contenta  y  feliz 
ocupa  el  de  Bélgica,  cabe  una  población  veinte  veces 
mayor  que  la  actual;  es  decir,   mil  quinientos  millo- 
nes; su  constitución  política  es  la  más  perfecta  hasta 
hoy  conocida;  sus  recursos  de  todo  género  son  inex- 
tinguibles. Libre  de  complicaciones  exteriores  é  inte- 
riores, sus  fuerzas  defensivas  consisten  en  el  espíritu 
de  sus  libres  instituciones,  en  la  sim|)atía  que  inspira 
á  todos  los  pueblos  de  la  tierra  la  generosidad  con  quo 
los  invita  á  venir  á  trabajar  sus  baldíos  y  á  gozar  de 
los  derechos  de  hombres  libres;  en  la  ausencia  de  tira- 
nías, servicio  militar  y  clases  privilegiudiis;  pero  sobre 
todo  en  la  2>(iz  que  ofrece  á  los  trabajadores,  al  corazón 
de  las  madres,  que  dejarán  de  ver  allí  arrastrados  á  los 
cuarteles  á  sus  hijos.   La  paz  y  la  libertad  son  el  gran 
secreto  de  su  poder  expansivo.  El  egoísmo  conduce  á 


360      Contradicodón  con  sus  ideas  tradicionales 

la  guerra,  y  por  la  guerra  á  la  tiranía  y  la  decadencia. 
No  quiera  el  cielo  que  la  grandeza  de  ese  país,  en 
el  que  fincan  las  esperanzas  del  porvenir  los  amigos 
de  la  humanidad,  empiece  á  encerrarse  dentro  délos 
límites  estrechos  de  la  gran  muralla  de  la  China! 


«)e:;;;Sfe^3^ 


CAPITULO  XXIII 


DE    COLOJÍ"    A    KÜEVA    ORLEANS 


Las  islas  de  San  Andrés  y  Providencia — Las  Bocas  del  Missis- 
sippi— Puerto  Eads— Gasto  impendido  en  la  apertura  déla 
barra — Importancia  de  esta  obra  para  las  poblaciones  del  va- 
lle del  Mississippi — Las  orillas  del  Missitsippi  entre  Puerto 
Eads  y  Nueva  Orleans— La  cuarentena— Aspecto  del  Missis- 
sippi—Los  diques  de  sus  orillas- La  llegada  á  Nueva  Or- 
leans. 


Dejé  á  Panamá  con  pena  de  no  hacer  allí  una  per- 
manencia más  larga  en  la  sociedad  de  buenos  y  anti- 
guos amigos,  en  algunos  de  los  cuales,después  de  trein- 
ta y  cuatro  años  do  ausencia,  encontré  la  misma  afec- 
tuosa y  cordial  acogida;  pero  era  necesario  seguir. 
A  las  6  de  la  tarde  salíamos  de  Colón,  y  continuaba  la 
vida  del  mar,  estrecha,  monótona,  semejante  á  la  de 
la  prisión,  dominada  incesantemente  por  un  solo  pen- 
samiento: el  de  llegar  otra  vez  á  la  tierra.  Eramos 
yá  treinta  pasajeros,  disididos  en  dos  grupos  distintos: 
formaban  el  más  numeroso,  siete  san  ¿and  créanos,  cin- 
co antioqueños,  un  boliviano,  un  panamefio,un  cuba- 
no, un  casanareño,  un  cundinamarqués,  un  alemán,  su 
señora  y  una  señorita,  que  habiendo  vivido  largos  años 


362  Las  islas  de  San  Andrés 

en  Bogotá  y  en  Medellín,  se  asimilaban  al  grupo  co- 
lombiano, y  diez  americanos  del  Norte,  alemanes,  in- 
gleses y  un  francés,  que  en  breve  se  incorporó  tam- 
bién en  la  compafiía  de  raza  latina,  con  preferencia 
á  la  de  los  demás  europeos.  La  franca  alegría,  la  con- 
versación bulliciosa  y  la  amable  obsequiosidad  de  los 
colombianos,  rompió  al  fin  el  hielo  de  los  europeos,  y 
al  tercer  día  casi  todos  los  pasajeros  entraban  en  la 
conversación  general.  No  había  niños,  y  la  falta  de 
ellos  se  hacía  sentir,  pues  nada  como  la  inocencia  y 
el  candor  del  alma  reflejada  en  la  mirada,  tiene  un 
poder  igual  de  distracción  y  contento.  Se  jugaba  tre- 
sillo y  ajedrez,  se  leía  algo,  se  dormía  á  ratos  durante 
el  día,  y  en  lo  demás  el  mar  ejercía  esa  poderosa  atrac- 
ción de  la  inmensidad  sobre  el  pensamiento  humano 
que  conduce  á  la  meditación  y  al  silencio. 

Al  tercer  día  dejamos  á  nuestra  derecha  la  isla 
de  Providencia,  guarida  antes  de  temibles  bucaneros, 
mansión  hoy  de  algunos  restos  de  una  colonia  de  es- 
clavos llevada  allí  desde  Jamaica  por  un  propietario 
inglés;  posición  que  podrá  ser  importante  en  lo  por  ve- 
nir, y  á  la  cual  ha  llamado  recientemente  la  atención  en 
un  interesante  opúsculo  el  señor  Francisco  J.  Vergara. 
Dista  poco  más  de  ochenta  leguas  de  Colón,  y  con  la  de 
San  Andrés,  formaba  esta  isla  un  Territorio  Nacional 
poblado  por  unos  4,000  habitantes,  que  hablan  casi 
exclusivamente  el  inglés.  En  esa  misma  noche  debi- 
mos de  pasar  frente  á  la  Costa  de  Honduras,  y  al  si- 
guiente día  avistamos  las  costas  occidentales  de  la 
isla  de  Cuba;  á  eso  de  las  cuatro  de  la  tarde  pasamos 
á  la  vista  del  cabo  de  San  Antonio,   dejando  á  la  iz- 


Las  bocas  del  Mississippi  363 

quierda  el  cabo  Catoche,  que  dista  de  aquél  unas 
cuarenta  leguas.  Durante  esa  noche  entramos  en  el  gol- 
fo de  Méjico,  y  al  amanecer  del  séptimo  día  nos  en- 
contramos frente  á  las  bocas  del  Mississippi. 

La  mañana  estaba  algo  oscura:  á  nuestro  frente 
se  veía  una  línea  negra,  y  sobre  ella  se  levantaban,  en 
medio  de  la  bruma,  la  luz  eléctrica  de  un  faro  y  la  co- 
lumna de  humo,  que  algunos  minutos  después  se  vio 
•con  los  anteojos  era  una  lancha  de  vapor  y  á  su 
bordo  un  práctico  para  penetrar  en  la  boca  del  río. 
Estábamos,  pues,  al  frente  de  Puerto  Eads,  así  nom- 
brado en  honor  del  célebre  ingeniero  que  logró  abrir 
la  barra  al  paso  de  buques  de  30  pies  de  calado.  A  las 
6^  a.  m.  subió  el  práctico  á  bordo  del  Texan  y  tomó 
el  timón;  media  hora  después  entrábamos  sin  difical- 
tad  alguna  por  la  boca  central  del  Mississippi,  conoci- 
da con  el  nombre  de  Paso  del  Sur,  y  dos  millas  ade- 
lante llegamos  al  cauce  profundo  del  río,  fuera  yá  de 
la  barra.  Hasta  este  momento  la  atención  de  los  j)Msa- 
jeros  estaba  atraída  toda  por  los  sondajes  que  se  hacían 
-en  el  fondo  del  canal.  El  vapor  marchaba  lentamente, 
como  esperando  la  voz  del  marinero,  que  incesante- 
mente arrojaba  la  sonda  y  marcaba  en  voz  alta:  '*  trein- 
ta pies,"  *' veintinueve  pies,"  **  treinta  pies,"  hasta 
que  al  fin,  al  grito  de  '^cuarenta  pies,"  los  pasajeros 
exclamaron:  *' ¡estamos  fuera  de  la  barra!"  Entonces 
pudimos  dirigir  la  vista  al  paisaje  que  nos  rodeaba. 

Era  una  sabana  de  agua  ó  fango,  hasta  el  confín 
del  horizonte,  de  la  cual  surgían  á  trechos  líneas 
angostas  de  tierra,  á  veces  cubiertas  de  sauces  lloro- 
nes ó  de  cipreses  enanos.    A  lo  lejos  se  alcanzaba  á 


364  Puerto  Eads 

divisar  el  mar,  distinguido  del  resto  del  paisaje  por 
el  color  más  briilfinte  de  la  superficie  y  por  las  velas 
de  pequeñas  embarcaciones  de  pescadores  que  le  atra- 
vesaban. A  nuestro  frente  se  ocultaba  la  tierra  detrás 
de  un  velo  de  brumas.  Habíamos  atravesado  las 
obras  principales  que  han  dado  al  canal  ó  Paso  del  Sur 
rina  profundidad  permanente  (?)  de  treinta  pies; 
obra  que  se  reputa  el  complemento  de  la  navegación 
del  gran  río. 

Es  éste,  en  el  estado  actual  de  la  civilización  de  la 
tierra,  la  más  importante  de  todas  las  arterias  nave- 
gables. Con  sus  tributarios  forma  una  red  de  comu- 
nicaciones accesible  á  los  vapores  en  más  de  cinco 
mil  leguas;  el  valle  recorrido  por  ellas  presenta  una 
superficie  de  ciento  cuarenta  mil  leguas  cuadradas,  y 
está  ocupado  hoy  por  más  de  treinta  y  tres  millones  de 
habitantes,  que  producen  anualmente  una  riqueza  de 
quizás  más  de  siete  mil  millones  de  pesos.  Como  sus 
producciones  principales  consisten  en  artículos  agrí- 
colas de  mucho  volumen  con  relación  á  su  valor,  era 
un  problema  de  inmensa  importancia  abrir  al  comer- 
cio exterior  las  bocas  mismas  del  río,  á  fin  de  evitar 
trasbordes  y  acarreos  terrestres,  siempre  mucho  más 
caros  que  el  transporte  fluvial.  Abrir  las  bocas  del  mar 
á  los  grandes  buques  del  océano,  equivalía  á  doblar  y 
aun  triplicar  las  posibilidades  comerciales  de  ese  gran 
valle,  cuya  población, — calculando  los  mismos  períodos 
de  duplicación  seguidos  en  el  siglo  xix, — puede  lle- 
gar á  ser,  á  fines  del  siglo  xx,  de  quinientos  millones. 

La  barra   que  obstruía  las  bocas  sólo  daba  paso 
á  buques  de  8  pies   de  calado  en  uno  de  los  caños, 


Trabajos  del  Capitán  JSads  365 

do  11  en  otro  y  hasta  de  13  en  el  principal,  que  era 
el  del  Sudoeste.  Pero  los  grandes  vapores  y  clippers 
del  Océano,  los  que  pueden  hacer  el  transporte  á  })re- 
cios  más  económicos,  requieren  de  24:  íi  2S:  esa  barra, 
de  naturaleza  movible,  exigía  un  examen  diario  de  su 
dirección  y  profundidad;  pilotos'  muy  prácticos,  bo- 
yas cambiadas  de  posición  con  mucha  frecuencia, 
dragas  costosas  en  constante  trabajo,  y  á  pesar  de 
todos  esos  cuidados  y  de  todo  ese  gasto,  el  paso  por 
ella  era  siempre  peligroso. 

La  obra  del  Capitán  Eads  suprimió  todos  esos  obs- 
táculos. 

En  1875  celebró  él  un  contrato  con  el  Gobierno 
americano,  en  el  que,  mediante  la  suma  de  $  5.200,000, 
se  obligó  á  suprimir  la  barra  por  medio  de  diques  la- 
terales, con  las  siguientes  condiciones  principales: 

Se  obligaba  á  aumentar  gradualmente  la  anchura 
y  la  profundidad  del  canal,  á  razón  de  2  pies  do  pro- 
fundidad en  cada  año,  y  desde  200  hasta  350  la  an- 
chura. 

Por  cada  2  pies  de  profundidad,  mantenida  sin 
variación  durante  un  año,  se  le  pagarían  ^  500,000 
unas  veces,  otras  8  250,000,  hasta  la  concurrencia  de 
cuatro  millones  de  pesos. 

Si  la  profundidad  y  anchura  del  canal  se  mantenían 
intactas  durante  diez  años,  se  le  pagarían  $  500,000 
más. 

Si  esa  situación  duraba  veinte  años,  se  le  pagarían 
otros  $  500,000. 

Desde  que  el  canal  tuviese  24  pies  de  fondo  per- 
manente y  350   pies  de  anchura,  se  le  daría  además 


366      Dificultades  para  la  apertura  de  la  harra 

lina  renta  de  S  100,000  anuajes,  hasta  completar  20 
afios. 

S¡  en  cualquier  tiempo  ocurría  algún  accidente 
que  interrumpiese  el  tránsito  de  los  buques,  el  Go- 
bierno suspendería  los  pagos. 

Ninguna  anticipación  de  fondos  debía  hacerse  al 
empresario,  ni  pago  alguno,  hasta  doce  meses  después 
de  obtenidos  resultados  visibles  en  sus  trabajos. 

Estos  abarcaban  cuestiones  en  extremo  difíciles, 
tratándose  de  un  río  que  arrastra  540  millones  de  me- 
tros cúbicos  cada  veinticuatro  horas  en  tiempo  seco,  y 
una  cantidad  cinco  veces  mayor  en  sus  crecidas;  que 
acarrea  cuatro  millones  de  metros  cúbicos  por  día  de 
materia  sólida  en  suspensión  durante  sus  grandes  ave- 
nidas; de  suerte  que  con  ello  se  calcula  que  los  aluvio- 
nes del  Mississippi  han  avanzado  la  costa  dentro  del 
mar  doscientas  veinte  millas;  casi  desde  la  confluen- 
cia del  río  Rojo,  hasta  donde  hay  seflales  geológicas  de 
que  llegaba  el  mar  algunos  cuarenta  siglos  antes.  Los 
estudios  geológicos,  matemáticos,  mecánicos  y  físicos 
que  precedieron  á  esa  obra,  debieron  ser  de  inmensa 
magnitud. 

El  j)laD  de  los  trabajos,  sin  embargo,  parece  sencillo. 

El  primer  dato  sobre  que  reposan  es  la  profundi- 
dad del  mar  frente  á  la  boca  del  río.  Según  los  es- 
tudios hechos  con  mucha  minuciosidad  por  los  inge- 
nieros hidrógrafos  del  Gobierno  americano,  á  nueve 
millas  de  distancia,  es  decir,  hasta  donde  penetra 
dentro  del  mar  la  corriente  del  río,  la  profundidad  es 
de  más  de  600  pies. 

El  segundo  es  la  fuerza  de  la  corriente  en  la  boca 


Sistema  adoptado  367 

del  río.  Al  encontrar  éste  la  resistencia  de  las  olas  del 
mar,  pierde  su  velocidad,  el  caudal  de  las  aguas  se 
divide  hacia  los  lados  sobre  el  suelo  anegado,  se  ex- 
tiende en  una  gran  superficie,  y  deposita  tanto  en  ésta 
como  en  el  cauce  la  materia  sólida  que  trae  en  sus- 
pensión. Esta  es  la  causa  que  conduce  á  la  formación 
de  barras  en  los  ríos  de  curso  aluvial:  de  donde  se  de- 
duce que  el  problema  para  destruirlas  consiste  en  man- 
tener la  rapidez  de  la  corriente  para  acarrear  á  fondo 
profundo  las  tierras  y  arenas  de  que  viene  cargada. 
Para  obtener  este  resultado,el  Capitán  Eads,  emplean- 
do procedimientos  semejantes  álosyá  usados  en  la  barra 
del  Danubio  y  de  otros  ríos  en  Europa,  encauzó  la  co- 
rriente de  la  menor  de  las  bocas  del  Mississippi  den- 
tro de  diques  laterales  formados  con  fajinas  de  ramas 
delgadas  de  sauce  y  con  colchones  de  junco  compri- 
midos con  lechos  de  piedra  dentro  de  fuertes  estacadas 
de  pilotes  clavados  á  gran  profundidad.  Por  medio  de 
estos  lechos  alternados  de  fajinas  y  piedras,  formó  un 
banco  natural,  en  el  que,  depositándose  lentamente  la 
tierra  y  la  arena  de  la  corriente,  al  fin  formó  una  mu- 
ralla sólida  á  uno  y  otro  lado,  dentro  de  las  cuales  la 
corriente  comprimida  arrastró  la  obstrucción  formada 
por  las  arenas. 

El  gran  río  derrama  en  el  mar  por  tres  bocas  prin- 
cipales: la  del  Sudoeste,  que  tiene  400  metros  de 
anchura,  daba  una  profundidad  de  13  pies,  era  la 
más  frecuentada  en  otro  tiempo,  y  toma  el  45  por  100 
de  las  aguas;  la  del  Sudeste,  llamada  también  Pass  a 
Loutre,  con  cerca  de  500  metros  de  anchura,  no  daba 
más  de  11  pies  de  profundidad,   pero  tomaba  otro 


368  Oposición  á  la  emp^^esa 

45  por  100  de  la  masa  fin  vial;  el  paso  central  del  Sur 
sólo  tenía  8  pies  de  fondo,  200  metros  ó  poco  más 
de  ancho,  y  contenía  apenas  el  10  por  100  del  volu- 
men total.  Por  consideraciones  de  economía  éste  fue 
el  escogido  para  hacer  un  canal  accesible  á  los  más 
grandes  buques  del  mar. 

Para  asegurar  este  resultado  era  necesario  también 
obstruir  desde  la  parte  superior  del  delta  las  salidas 
de  los  caflos  por  donde  se  escapaba  una  parte  de  las 
aguas,  y  disminuir  también  ks  que  se  dirigían  al  mar 
por  las  dos  bocas  laterales  del  Paso  del  Sudoeste  y 
del  Pass  a  Loutre,  por  medio  de  extensos  diques  hori- 
zontales. Quedaba,  sin  embargo,  un  gran  peligro.  La 
violencia  del  mar  en  los  días  de  tempestad  podía  des- 
truir el  término  de  los  diques  en  la  boca  exterior  d«l 
candil,  y  para  prevenir  ese  accidente  fue  defendida  esa 
parte  con  un  revestimiento  de  piedra  artificial  en  blo- 
ques de  veinticinco  á  cincuenta  toneladas  de  peso  cada 
uno.  Todos  estos  trabajos  titánicos,  tratándose  de  un 
río  de  la  magnitud  del  Mississippi,  fueron  ejecutados 
en  medio  de  una  violenta  opo.^ición  que  otros  ingenie- 
ros y  empresas  rivales  suscitaban  en  la  prensa,  toman- 
do dinero  á  interés  á  tasas  usurarias,  hasta  de  10  por 
100  anual  y  100  por  100  de  utilidad  en  caso  de  buen 
resultado  en  las  obras,  contra  predicciones  adversas  de 
los  ingenieros  militares  al  servicio  del  Gobierno  ame- 
ricano, y  aun  con  la  enorme  dificultad  de  una  violenta 
epidemia  de  fiebre  amarilla  que  reinó  por  varios  meses 
en  el  curso  del  Mississippi,  desde  el  golfo  de  Méjico  has- 
ta arriba  del  Menfis.  A  pesar  de  tantos  obstáculos,  pare- 
ce que  dará  resultados  permanentes  y  de  toda  la  mag- 


La  visita  de  sanidad  869 

nitud  que  se  deseaba.  Por  lo  pronto  el  precio  de  los 
transportes  desde  Nueva  Orleans  hasta  Europa  ha 
bajado  casi  á  la  mitad  de  lo  que  antes  costaba;  es  de- 
cir, á  50  centavos  el  quintal  de  algodón  y  poco  más 
de  25  centavos  el  de  trigo  (1).  En  1880  se  calculaba 
que  esta  economía  en  los  fletes  representaba  yá  para  el 
comercio  de  Nueva  Orleans  $  4.000,000  anuales,  casi 
el  costo  total  de  la  obra. 

En  cuanto  á  la  duración  de  ésta,  la  experiencia  de 
más  de  un  siglo  de  la  aplicación  del  sistema  de  diques 
laterales  para  vencer  la  barra  de  los  ríos  en  Prusia, 
Rusia,  Holanda,  Suecia,  y  sobre  todo  más  recientemen- 
te en  la  del  Danubio  en  Rumania,  hace  concebir  espe- 
ranzas de  que  sea  igualmente  favorable.  Tan  sólo  en  el 
Ródano,  en  Francia,  fue  adverso  el  resultado,  por  lo 
cual  allí  tuvieron  que  ocurrir  al  sistema  de  un  canal  con 
esclusas  para  comunicar  el  río  con  el  mar. 

Pasada  la  barra,  á  poca  distancia  se  presentó  en 
el  río  un  bote  que  conducía  al  médico  encargado  de 
practicar  la  visita  de  sanidad.  Subió  éste  á  bordo, 
hizo  formar  en  hilera  á  los  pasajeros  y  la  tripulación, 
mirando  todas  las  fisonomías  con  ojo  penetrante  y  es- 
crutador, recorrió  los  salones,  camarotes  y  bodegas 
del  buque,  y  no  encontrando  seguramente  nada  sos- 
pechoso, dio  permiso  para  seguir  hasta  Nueva  Or- 
leans, previa  fumigación  del  equipaje  de  los  pasajeros 
«n  el  edificio  especial  destinado  á  este  objeto,  cuaren- 
ta millas  arriba  de  la  boca  del  río,  y  sesenta  y  ocho 


(1)  El  algodón  paga  flete  sobre  el  volumen  y  el  trigo  sobre 
el  peso.  Esto  explica  la  diferencia  de  flete  entre  uno  y  otro 
artículo. 

24 


370  La  cuarentena 

abajo  de  Nueva  Orleans:  operación  enojosa  y  comple- 
tamente inútil.  Todos  los  equipajes,  ropa?  de  las  ca- 
mas, manteles  y  muebles  de  tela  de  servicio  del  buque 
fueron  llevados  á  tierra,  abiertos  y  excendidos  en  un 
gran  salón,  en  perchas  colocadas  en  toda  su  extensión. 
Luego  cerraron  herméticamente  las  puertas  y  venta- 
nas é  introdujeron  una  fuerte  cp«ntidad  de  aire  calen- 
tado á  muy  alta  temperatura  (300°  de  Fahrenheit), 
por  espacio  de  media  hora.  Esta  es  la  fumigación 
hecha  de  acuerdo  con  el  sistema  reinante,  que  atri- 
buye á  microbios  todas  las  enfermedades  epidémicas, 
y  que  parte  del  principio  de  que  las  altas  temperatu- 
ras matan  esos  organismos  infecciosos.  Lo  natural 
era  que  los  pasajeros  3^  la  tripulación  del  buque 
fuesen  también  sometidos  á  esa  prueba  del  fuego, 
pues  dentro  de  sus  vestidos,  de  sus  intestinos  y  desús 
órganos  respiratorios  podía  encontrarse  también  el 
microbio  de  la  fiebre  amarilla;  pero  no  se  llevó  hasta 
allá  la  severidad  de  la  Academia  de  Medicina  de  Nue- 
va Orleans. 

Después  de  una  detención  de  más  de  seis  horas  en 
un  sitio  desolado  pudimos  continuar  la  marcha,  te- 
niendo yá  á  un  lado  y  otro  terrenos  cultivados  con 
plantaciones  de  arroz  y  caña  dulce  en  lo  general,  y 
casas  invariablemente  rodeadas  de  bosquecillos  de  na- 
ranjos- El  magnolia,  árbol  de  hojas  brillantes  de  ver- 
de claro,  grandes  flores  blancas  y  aspecto  de  juventud 
y  alegría,  empieza  á  mostrarse  en  la  vecindad  de  to- 
das las  habitaciones.  El  terreno,  aunque  perfectamente 
llano,  desnudo  de  árboles,  y  como  acabado  de  salir  del 
fondo  de  las  aguas,  se  presta  yá  á  cultivos  variados- 


Aspecto  de  las  orillas  371 

Como  acontece  generalmente  en  los  ríos  aluviales,  y 
especialmente  en  nuestro  Cauca,  sus  primeras  márge- 
nes son  más  altas  que  las  tierras  más  distantes,  lo  que 
atrae  la  fundación  de  los  establecimientos  agrícolas  á 
la  orilla  misma  y  comunica  al  paisaje  durante  la  na- 
vegación un  aspecto  encantador.  El  río  desarrolla  su 
curso  majestuosamente  contorneado  en  S  S  inmen- 
sas; en  las  riberas  se  ven  en  primer  término  casas 
blancas  de  techo  rojizo,  como  escondidas  á  la  sombra 
de  grupos  de  grandes  árboles,  y  detrás  se  alzan  las 
altas  chimeneas  de  las  fábricas;  á  los  lados  se  di- 
latan dehesas  de  poca  extensión,  en  donde  pacei> 
algunas  hermosas  vacas,  los  bueyes  de  acarreo  y  los 
caballos  de  servicio  de  la  familia;  debajo  de  algún 
grande  árbol  paternal  que  extiende  sus  poderosos  bra- 
zos sobre  la  corriente,  se  ve  amarrada  al  tronco  una 
lancha  pintada  de  verde,  cubierta  con  un  toldo  de 
blanca  lona,  y  á  la  sombra  de  ese  mismo  árbol,  senta- 
da en  rústicos  asientos  ó  sobre  las  raíces  mismas  del 
gigante,  congregada  la  familia  del  propietario,  ^n 
actitud  reposada  las  señoras,  juguetones  é  inquietos 
los  niños.  Detrás,  á  distancia,  se  ven  relucir  char- 
cas y  pantanos  en  medio  de  la  campiña  desolada;  á 
veces  también  se  destaca  en  esa  soledad  la  vela  de 
un  bote  que  cruza  por  entre  la  red  intrincada  de  ca- 
ños y  lagunas  que  dejan  siempre  á  sus  inmediaciones 
las  crecientes  del  río,  rodeadas  de  cipreses,  sauces  llo- 
rones y  juncales,  y  sobre  ellas  se  ven  mirlada^  de  pa- 
tos, pequeñas  garzas  y  aves  acuáticas  revolando.  Los 
caminos  que  sirven  para  la  comunicación  terrestre 
entre  las  haciendas  y  labranzas  serpentean  por  la  ribe- 


372  Anchura  del  rio 

ra,  ora  mostrándose  á  descubierto,  ora  ocultos  detrás 
de  angostos  parches  de  bosque,  y,  cosa  rara,  casi  no  se 
ve  un  hombre  á  caballo  ó  á  pie;  coches  pequeños  con 
cubierta  blanca  de  cáñamo,  tirados  por  un  solo  caba- 
llo, forman  el  vehículo  habitual  de  los  pasajeros,  ya 
sean  propietarios  ó  sus  mayordomos  y  sirvientes.  Allá 
prefieren  tal  vez  la  vida  arrastrada  á  la  vida  sangolo- 
teada  del  trote  de  nuestros  ^oc7¿í>s  (1)  calentanos. 

En  cst-^  parte  baja  del  río  tampoco  se  observa 
el  movimiento  activo  de  canoas  pequeñas  de  nues- 
tro Magdalena.  Es  raro  divisar  alguna  manejada, 
no  por  un  solo  canalete  en  la  popa,  como  entre  nos- 
otros, sino  por  dos  remos  en  la  mitad  de  la  embarca- 
ción, asegurados  en  los  bordes  de  ésta,  que  con  ambas 
manos  maneja  el  conductor  en  impulsos  simultáneos. 
En  cambio,  sí  es  frecuente  el  encuentro  de  pequeños 
vapores  cubiertos  con  toldos  de  lona,  debajo  de  los  cua- 
les alegres  partidas  de  señoras  y  caballeros,  de  hombres 
y  mujeres  del  pueblo,  bajan  ó  suben,  departiendo  ó 
cantando  en  paseos  ñuviales  á  los  lugares  interesantes 
de  las  orillas. 

Ko  es  tan  ancho  el  río  como  uno  espera  encon- 
trarlo. Esa  arteria  principal  de  los  Estados  Unidos, 
cuyo  curso  se  extiende  por  1,370  leguas  desde  las  ver- 
tientes primeras  del  Missouri  hasta  Puerto  Eads;  que 
recibe  el  tributo  de  tantos  ríos  inmensos,  muchos  de 
los  cuales  son  superiores  en  extensión  y  en  raudal  á 
nuestro  Magdalena;  que  recibe  los  desagües  de  140,000 


(1)  En  España  se  llama  ^foc^í?  al  marrano:  entre  nosotros  se 
8abe  que  es  el  caballo  que  ha  perdido  las  orejas  por  un  bubón 
llamado  gochera,  muy  común  en  las  tierras  calientes. 


Su  profimdidad  373 

leguas  (le  valle  y  las  nieves  de  grandes  cordilleras  á 
uno  y  otro  lado;  que  uno  espera  encontrar  con  una 
anchura  de  10  ó  12  leguas,  no  aparece  ordinariamente 
entre  Nueva  Orleans  y  el  mar,  con  más  amplitud  que 
el  Magdalena  entre  Tacaloa  y  Barranquilla;  su  ca- 
nal ordinario  es  de  800  á  1,500  metros:  en  muy  raras 
partes  llega  á  una  legua;  pero  en  cambio,  ¡qué  pro- 
fundidad! El  Magdalena  no  tiene  en  su  parte  baja 
más  de  20  á  40  pies  de  fondo  en  los  mejores  lugares  do 
su  curso,  y  de  Tacaloa  para  arriba  yá  no  es  de  fácil 
navegación  en  verano.  El  Mississippi  tiene  en  Nueva 
Orleans,  á  36  leguas  de  su  embocadura,  un  fondo  de 
oO  á  250  pies,  fondo  que  de  nuestros  ríos  sólo  el  Atrato 
presenta  un  poco  más  abajo  de  Quibdó,  á  una  distan- 
cia doble  del  mar;  profundidad  que  fue  juzgada  sufi- 
ciente para  las  necesidades  de  un  canal  interoceánico 
por  esa  vía. 

Desde  el  paso  de  la  barra  para  arriba  se  nota  que 
el  liombre  ba  ocupado  todo  pedazo  de  tierra  firme  que 
se  encuentra  en  las  orillas,  y  que  ba  levantado  su  ha- 
bitación, aun  corriendo  el  peligro  frecuente  de  las 
inundaciones,  no  menor  allí  que  en  el  Magdalena  ó  el 
bajo  Cauca.  De  la  Cuarentena  para  arriba  yá  casi  todo 
el  terreno,  en  un  fondo  de  una  legua  á  lo  menos,  está 
cultivado,  y  empiezan  á  observarse  en  las  orillas  las 
defensas  hechas  con  diques  de  arena  ó  césped,  soste- 
nidos por  estacones  y  tablas,  hasta  la  altura  de  2  ó 
3  varas.  Subíamos  á  principios  de  Mayo,  las  aguas 
debían  estar  yá  á  su  más  alto  nivel  ordinario,  y  esos 
pequeños  diques  eran  suficientes  para  proteger  las 
habitaciones  á  lo  menos,  y  en  no  pocos  casos  los  sem- 


374  Los  diques  de  las  orillas 

brados  ó  tierras  productivas  de  alguna  manera.  Estas 
defensas,  ligeras  en  unas  partes,  sólidas  y  altas  en 
otras,  hasta  la  altura  de  5  varas,  angostas  á  tre- 
chos, anchas  en  el  frente  de  la  ciudad  de  Nueva  Or- 
leans,  en  donde  forman  calles  enteras  hasta  de  100 
ó  más  varas  de  anchura,  han  sido  necesarias  en  toda 
la  parte  baja  del  Mississippi  para  proteger  de  las  inun- 
daciones el  suelo  ocupado  por  la  población  en  ciuda- 
des, pueblos  y  campos;  representan  yá  un  gasto  de 
más  de  $  150.000,000  (ciento  cincuenta  millones  de 
pesos),  y  todavía  no  han  producido  el  resultado  de 
prevenir  del  todo  los  estragos  del  río.  Cuando  esos  di- 
ques revientan  en  alguna  parte  débil,  por  allí  se  preci- 
pitan inmensos  torrentes  que  destruyen  labranzas,  ha- 
bitaciones, rebaños,  por  valor  de  muchos  millones  de 
pesos,  en  un  solo  día.  A  pesar  de  ese  peligro  y  del 
que  resulta  de  la  formación  de  grandes  pantanos  que, 
al  secarse,  producen  miasmas  venenosos,  el  hombre  se 
ha  establecido  allí,  la  civilización  se  ha  desarrollado, 
y  la  riqueza  y  la  comodidad  general  se  aumentan  todos 
los  días. 

La  demora  producida  por  la  cuarentena  nos  quitó 
la  mayor  parte  del  día,  y  la  noche  nos  sorprendió  á 
lina  distancia  todavía  considerable  de  Nueva  Orleans, 
privándonos  de  la  vista  de  esas  orillas  encantadas,  en 
las  que  hubiéramos  querido  sorprender  el  destino  de 
los  pueblos  de  nuestro  bajo  Magdalena,  dueños  de 
tantas  ventajas,  pero  expuestos  asimismo  á  los  incon- 
venientes de  la  vecindad  del  río.  La  oscuridad  cayó 
en  los  campos  del  rededor,  y  yá  sólo  pudimos  ver, 
al  través  de  las  tinieblas,  las  luces  que  de  trecho  en 
trecho  anunciaban  los  hogares  diseminados. 


Nueva  Orleans  375 

Muy  temprano,  sí,  antes  de  las  cinco  de  la  mañana, 
estábamos  yá  sobre  la  cubierta  del  vapor,  y  el  espec- 
táculo que  se  presentó  á  nuestra  vista  es  uno  de  aque- 
'llos  que  nunca  podrá  borrarse  de  la  memoria. 


NUEVA   ORLEAIÍS 

El  vapor  continuaba  subi'endo  lentamente  por  la 
mitad  del  río,  que  aquí  tiene  de  600  á  1,000  me- 
tros de  anchura.  A  nuestra  izquierda  se  levantaban 
los  enormes  edificios  y  las  altas  armazones  de  astille- 
ros de  construcción  de  buques,  y  de  las  vastas  esta- 
•ciones  de  varios  ferrocarriles  que  comunican  á  la  ciu- 
dad con  los  demás  Estados  del  golfo  de  Méjico  y  con 
los  de  la  ribera  occidental  del  Mississippi,  sobre  el  ba- 
rrio ó  suburbio  de  A.rgel.  A  nuestra  derecha  se  exten- 
día en  primer  término  una  hilera  interminable  de 
vapores  y  buques  devela,  arrimados  á  los  muelles;  en 
segundo  término  las  copas  de  grandes  árboles,  y  en 
medio  de  ellos  la  línea  blanquecina  de  luces  eléctri- 
cas, prolongada  quizás  por  más  de  dos  leguas  á  la 
orilla  del  río;  en  tercer  término,  edificios  colosales  de 
cinco,  seis  y  ocho  pisos,  y  á  nuestro  frente  la  espléndi- 
da curva  de  la  ciudad,  encima  de  la  cual  surgían  ilu- 
minadas, por  los  primeros  rayos  de  un  sol  de  primave- 
Ta,  las  altas  cúpulas  de  sus  iglesias.  Vapores  grandes 
y  pequeños,  buques  devela,  arrastrados  por  poderosos 
remolcadores,  botes  y  lanchas  de  todos  tamaños  su- 
bían, bajaban   ó  atravesaban  el  río  en  diversas  direc- 


376  La  visita  de  la  Aduana 

ciones.  El  pito  de  los  vapores  y  el  de  las  locomotoras 
de  numerosas  líneas  de  ferrocarriles  resonaba  por  todos 
los  ámbitos;  los  muelles  se  veían  cuajados  de  millares 
de  pacas  de  algodón,  barriles  de  azúcar,  tercios  de  ta- 
baco y  sacos  de  trigo  en  pilas  interminables;  la  clius- 
ma  de  marineros  y  mozos  de  cordel,  carretas,  carros  y 
coches  se  agitaba  confusa  por  todas  partes;  la  anima- 
ción y  el  movimiento  de  una  gran  ciudad  comercial 
se  presentaba  á  nuestros  ojos  deslumbrados,  inicián- 
donos á  los  grandes  espectáculos  que  ese  gran  país  La- 
bia de  presentarnos  en  la  peregrinación  que  empren- 
díamos. 

Al  arrimar  á  un  gran  muelle  de  madera  extendido 
á  lo  largo  de  la  orilla,  subieron  al  vapor  dos  empleados 
del  Resguardo  y  notificaron  á  los  pasajeros  la  prohi- 
bición de  bajar  á  tierra  mientras  no  pasase  la  visita  de 
la  Aduana;  en  consecuencia,  los  equipajes  fueron  sa- 
cados ala  cubierta  y  puestos  en  orden  para  examinar- 
los. A  todos  los  pasajeros  se  les  había  repartido  desde 
el  día  anterior  una  hoja  impresa,  en  la  que  debían 
declarar  los  artículos  sujetos  al  pago  de  derechos  que 
trajesen  consigo.  Entre  estos  artículos  figuraban  los 
cigarros,  de  los  que  llevaba  yo  una  buena  provisión, 
que  hube  de  declarsvr.  Al  llegar  mi  turno,  el  empleado 
de  la  Aduana  abrió  los  baúles,  tomó  dos  cajitas  de 
cigarros  habanos  que  iban  entre  la  partida,  me  dijo 
que  escogiera  de  los  demás  el  paquete  que  quisiera,  y 
me  los  entregó,  recogiendo  los  restantes  en  un  saco 
para  llevarlos  á  hacer  avaluar  y  aforar  en  la  Aduana. 
No  tuve  tiempo  para  ir  á  recobrarlos  pagando  los 
derechos,  que  por  otra  parte  son  excesivos,  y  los  perdí.. 


La  localidad  de  Nueva  Orleans  377 

Advierto,  para  conocimiento  de  mis  compatriotas,  que 
sólo  la  ropa,  el  calzado  y  los  objetos  de  uso  diario, 
están  libres  de  derechos  en  la  Unión  Americana.  Todo 
lo  demás, — con  excepción  de  un  reloj  por  persona, — 
y  todos  esos  encargos  de  que  suelen  llenarlo  á  uno  los 
amigos  no  conocedores  de  esas  prácticas,  está  sujeto  al 
pago  de  derechos  de  no  poca  consideración. 

Bajamos  del  vapor  al  muelle,  tomamos  allí  un  co- 
che, y  llevando  en  un  carro  nuestros  baúles,  nos  diri- 
gimos al  hotel  San  Carlos,  uno  de  los  mejores  y  más 
antiguos  de  la  ciudad.  Inmediatamente  después  de 
almorzar,  todos  los  colombianos,  reunidos  en  cuatro 
coches,  nos  dirigimos,  provistos  de  guías  y  de  un  prác- 
tico ó  ciceroíie,  á  visitar  la  ciudad. 

El  terreno  en  que  está  situadii  es  un  istmo  de  dos 
á  tres  leguas  de  anchura,  entre  el  río  Mississippi,  al 
Occidente,  y  el  lago  Pontchartrain,  al  Oriente.  A  una 
milla  de  distancia  del  río,  un  caño  semejante  al  que 
corre  por  el  frente  de  Barranquilla,  formado  por  los 
derrames  del  Mississippi,  arriba  de  la  ciudad,  y  cono- 
cido con  el  nombre  de  Bayou  Saint  John,  forma  un 
canal  navegable  por  pequeñas  embarcaciones  hasta  el 
lago  Pontchartrain,  que  comunica  con  el  golfo  de 
Méjico.  Así,  Nueva  Orleans  tiene  dos  medios  de  co- 
municarse con  el  mar:  el  uno  por  las  bocas  del  Missis- 
sippi, en  grandes  buques;  el  otro  por  el  lago,  en  buques 
costaneros  de  menor  capacidad.  Entre  Nueva  Orlean» 
y  el  lago  Pontchartrain  hay,  además,  cuatro  líneas  de 
ferrocarril,  una  de  las  cuales  recorre  primero  toda  la 
orilla  del  río  y  se  dirige  al  lago  por  la  parte  baja  de  la 
ciudad,  y  otra,  desde  la  parte  alta,  penetra  al  centro  y 


378  El  plano  de  la  ciudad 

de  allí  se  dirige  al  mismo  lago.  Aparte  de  estos  ferro- 
carriles, hay  dos  ó  tres  carreteras  muy  bien  conserva- 
das. Resulta  de  aquí  que  Nueva  Orleans  se  extiende 
primero  á  lo  largo  del  Mississippi,  en  más  de  dos  leguas; 
sobre  el  lago  Pontchartrain,  en  cuyas  orillas  tiene  re- 
sidencias de  placer  y  de  negocios,  parques,  teatros, 
hoteles  y  restaurantes, — y  á  todo  lo  largo  de  los  cami- 
nos entre  el  río  y  el  lago.  El  área  de  la  ciudad  es,  pues, 
inmensa.  El  Distrito  tiene  cerca  de  200  millas  cua- 
dradas de  superficie;  pero  la  parte  poblada  verdadera- 
mente cubre  unas  18  millas,  ó  sea  dos  leguas  cuadradas, 
con  una  población  que  probablemente  no  excede  hoy  de 
250,000  habitantes. 

La  parte  más  alta  de  su  plano  está  en  la  orilla 
misma  del  río:  de  aquí  bajan  todos  los  desagües  de  la 
ciudad  hacia  el  caño  Saint  John,  ó  directamente  hasta 
el  lago,  el  cual  está  al  nivel  del  mar.  En  consecuencia, 
Nueva  Orleans  está  rodeada  de  lagunas^  pantanos,  ca- 
ños, manglares  y  juncales  espesos,  inhabitables  é  in- 
salubres. Esto  explica  la  frecuencia  con  que  la  fiebre 
amarilla  azota  la  población  y  detiene  el  progreso  de 
ella.  Las  invasiones  de  esta  epidemia  se  suceden  en 
períodos  de  dos  á  tres  años,  y  en  alguna  ocasión  des- 
truyó una  de  ellas,  en  pocos  meses,  la  décima  parte  de 
la  población  (11,000  muertos  cuando  no  llegaba  á 
120,000  habitantes),  principal  y  casi  exclusivamente 
los  procedentes  de  otros  lugares.  Los  nacidos  en  la 
ciudad  están,  comparativamente,  exentos  de  ese  pe- 
ligro. 

Aparte  de  este  lado  oscuro, — pero  que  será  ven- 
cido á  medida  que  en   la  lucha  con  la  naturaleza  el 


Ventajas  de  su  sitiíación  379 

hombre  logre  prevenir  las  inundaciones,  dar  salida 
fácil  á  las  aguas  estancadas  y  sanear  el  clima, — todo 
lo  demás  concurre  á  hacer  de  esa  ciudad  uno  de  los 
lugares  más  privilegiados  del  globo.  Como  sitio  co- 
mercial, al  pie  de  un  valle  de  140,000  leguas  cua- 
dradas de  superficie,  que  dentro  de  cincuenta  años  es- 
tará poblado  por  más  de  120  millones  de  habitantes, 
ninguna  otra  ciudad  puede  comparársele.  Su  tempe- 
ratura media  de  20°  centígrados,  sus  inviernos  tan 
dulces,  durante  los  cuales  el  naranjo  y  el  magnolia 
•conservan  toda  la  magnificencia  de  su  follaje,  y  en 
donde  la  nieve  es  desconocida,  constituyen  un  atrac- 
tivo á  que  muy  pocos  lugares  del  globo  pueden  aspi- 
rar. La  fertilidad  de  sus  tierras,  formadas  con  el 
detritus  de  las  montañas,  laderas  y  desagües  del  gran 
valle,  todos  los  años  fecundadas  con  las  inundaciones 
del  río,  las  hace  aptas  para  producir  en  prodigiosa 
abundancia  todos  los  frutos  de  la  tierra.  El  río,  el 
lago,  el  mar  y  las  lagunas  inmediatas  le  dan  una 
inaudita  variedad  de  caza  y  pesca;  de  suerte  que  la 
mesa  en  sus  hoteles  y  restaurantes  es  una  de  las 
más  abundantes  y  suntuosas  que  pueden  verse;  las 
tierras  baldías  inmediatas  á  la  ciudad  y  comunicadas 
con  ella  por  una  red  multiplicada  de  ferrocarriles,  ca- 
ños navegables  y  el  río,  hacen  comparativamente  fácil 
la  adquisición  de  propiedad  territorial,  y  son  un  ele- 
mento de  independencia  y  dignidad  para  sus  poblado- 
res. Sin  embargo,  todas  estas  fuentes  de  prosperidad 
han  sido  combatidas  por  la  fiebre  amarilla. 

Nueva  Orleans  fue  fundada  en  1718;   tiene,  por 
consiguiente,  ciento  setenta  y  un  años  de  antigüedad, 


380  Progreso  de  la  población 

y  en  este  largo  período  sólo  ha  reunido  250,000  habi- 
tantes. Entre  tanto  otras  ciudades  americanas,  en  con- 
diciones generales  menos  favorables,  muestran  un  cre- 
cimiento mucho  más  rápido. 

Washington,  fundada  en  1800,  tiene  hoy  más  de 
220,000. 

Oincinnati,  que  tenía  400  habitantes  en  1800,  pasa 
de  300,000. 

San  Luis  de  Missouri  tenía  1,680  en  1810,  y  hoy 
no  menos  de  550,000. 

Chicago  cuenta  apenas  cincuenta  y  dos  años  de 
existencia,  y  la  pueblan  yá  750,000. 

ISío  ha  sido  lento,  con  todo,  el  progreso  de  aquélla 
desde  que,  en  1803,  pasó  del  poder  de  los  franceses  á 
hacer  parte  de  la  federación  americana  el  territorio  de 
Orleans,  como  entonces  era  llamada  esa  colonia. 

La  ciudad  tenía  10,000  habitantes  apenas.  En 
ochenta  y  cinco  años  ha  duplicado  su  población  cuatro 
veces  y  media,  es  decir,  es  hoy  veinticinco  veces  más 
poblada  que  entonces,  Bogotá  tenía  cerca  de  20,000 
al  principiar  este  siglo,  y  sólo  ha  duplicado  algo  más 
de  dos  veces;  pero  ¡qué  diferencia  de  situación  y  de 
historia!  Bogotá  dista  del  mar  220  leguas,  y  sobre  el 
nivel  de  éste  tiene  2,615  metros  de  altura  (según  Reiss 
y  Stübel).  La  navegación  por  vapor  ha  poblado  á  Nueva 
Orleans,  y  ese  agente  de  progreso  data  sólo  de  1817. 

La  población  de  Nueva  Orleans  es  muy  mezclada. 
La  francesa  ó  de  origen  francés  es  numerosa;  también 
lo  es  la  originaria  de  los  Estados  del  Sur  inmediatos  á 
Luisiana,  sobre  todo  de  la  parte  media  del  valle,  de 
Kentucky^  Alabama,  Mississippi,  Missouri   y  Tenues- 


Las  razas  de  los  2^obladores  381 

see;  los  negros,  mulatos  y  zambos  forman  una  tercera 
parte  del  total;  liay  una  pequefía  parte  de  españoles  pro- 
cedentes de  Cuba  ó  descendientes  de  los  antiguos 
funcionarios  del  tiempo  en  que  esa  colonia  perteneció 
á  España,  y  el  resto  se  compone  de  criollos,  ó  sea  des- 
cendientes de  las  familias  antiguas  de  la  colonia  fran- 
cesa, yá  americanizados.  Se  suele  ver  en  los  merca- 
dos escasísimos  restos  de  los  aborígenes,  y  alguna 
gente  blanca  cuyos  rasgos  fisonómicos  tienen  extraña 
semejanza  con  los  de  los  indios:  caras  largas,  pómulos 
salientes,  cráneos  de  forma  cónica  y  ojos  espantados. 
Se  dice  que  son  descendientes  de  la  población  fran- 
cesa de  Nueva  Escocia,  deportados  á  Luisiana  entre 
1763  y  1768,  cuando  los  ingleses  se  apoderaron  de  la 
provincia  junto  con  las  demás  posesiones  francesas 
del  Canadá.  Como  los  indios  estuvieron  reducidos  á 
la  esclavitud  en  compañía  de  los  africanos  importados 
de  Cuba  y  Santo  Domingo,  estas  dos  razas  se  mezcla- 
ron profundamente,  y  como  además  la  raza  francesa 
tuvo  siempre  menos  repugnancia  que  la  inglesa  á  mez- 
clarse con  la  indígena,  entre-  las  familias  criollas  se 
nota  la  huella  de  la  sangre  amerioana  primitiva.  Fiso- 
nomías finas  y  amables,  color  ligeramente  aceitunado, 
ojos  y  pelo  negros,  labios  gruesos  y  formas  redoridas, 
más  expresivas  de  sensualidad  que  de  fuerza. 

El  caserío  tiene  el  mismo  carácter  desigual.  Las 
familiaá  antiguas  ocupan  en  lo  general  casas  de  nno  ó 
dos  pisos  solamente,  provistas  de  patios,  jardines  y 
fuentes;  todavía  se  encuentran  casas  bajas  con  gran 
patio  central,  anchos  zaguanes,  enormes  ventanas  y 
espaciosos  corredores  que  recuerdan  el  gusto  español; 
las  habitaciones  de  las  gentes  de  color  se  reducen  á 


382    ■  Extensión  del  caserío 

casitas  pequeñas  de  madera  en  que  vive  una  sola  fami- 
lia en  lo  general,  pero  casi  siempre  provistas  de  un 
corral  grande  ó  pequeño.  La  parte  nueva  de  la  ciu- 
dad, hacia  el  extremo  norte,  tiene  aspecto  enteramente 
europeo:  casas  de  cuatro  y  cinco  pisos,  alineadas  en 
calles  anchas,  frecuentemente  recorridas  por  tranvías 
tirados  por  muías  colosales. 

Lo  que  á  este  respecto  llama  al  primer  golpe  de 
vista  la  atención  del  hispano-americano,  es  el  gran  nú- 
mero de  edificios  notables  pertenecientes  á  estableci- 
mientos públicos.  Los  bancos,  las  compañías  de  segu- 
ros, las  de  navegación,  las  de  ferrocarriles  y  telégrafos, 
los  clubs  y  las  multiplicadas  asociaciones  de  todo  gé- 
nero, están  provistas  de  edificios  enormes  de  piedra 
ó  de  ladrillo.  Los  almacenes  de  depósito,  cercanos  á 
los  muelles,  las  fábricas  en  que  se  prensa  el  algo- 
dón, los  establecimientos  de  empaque  de  mercan- 
cías, los  elevadores  de  granos,  las  lonjas  diversas  des- 
tinadas á  cada  especie  de  mercancías  de  exportación 
ó  importación,  forman  una  masa  de  edificios,  que,, 
unidos  á  las  casas  de  habitación,  ensanchan  enor- 
memente la  extensión  de  las  ciudades.  Si  á  esto  se 
agrega  la  multitud  de  teatros,  casas  de  conciertos, 
hoteles,  restaurantes,  hospitales,  casas  de  asilo,  cole- 
gios, escuelas  colosales,  oficinas  públicas,  se  compren- 
derá desde  luego  que  una  de  las  faces  de  la  civili- 
zación es  la  asociación  mucho  más  estrecha  entre  los 
hombres. 

El  segundo  ó  tercer  día  de  nuestra  residencia  en 
Nueva  Orleans  nos  llamaron  la  atención  una  música 
que  recorría  la  calle  y  el  paso  cadencioso  de  una  gran 


Los  edificios  públicos  383 

procesión;  habiéndonos  asomado  á  la  ventana,  vimos 
un  desfile  de  más  de  ochocientas  ó  mil  personas,  toda 
gente  de  color,  decoradas  con  insignias  masónicas,  que 
conducían  estandartes,  carros  simbólicos  y  banderas 
con  motes  extraños.  Se  nos  informó  que  en  efecto 
era  una  procesión  de  masones,  y  con  este  motivo  pu- 
dimos saber  que  pasaba  de  ochenta  el  número  de  lo- 
gias masónicas  de  la  ciudad,  y  su  personal  de  decenas 
de  miles.  Pudimos  ver  en  una  de  las  guías  de  la  ciu- 
dad el  nombre  y  la  localidad  de  los  edificios  de  reunión 
de  todas  ellas,  que  se  nos  aseguró  estaban  en  actividad. 

Investigando  más  este  asunto,  recibimos  informes 
de  que,  entre  muchas  otras,  había  en  la  ciudad  las  si- 
guientes asociaciones: 

La  Cámara  de  Comercio. 

La  Lonja  de  algodones. 

La  Lonja  de  rematadores  ó  venduteros. 

La  Bolsa  de  papeles  de  crédito  (Stock  ExcJiatige). 

La  Bolsa  de  productos  en  general  (Produce  Ex- 
change). 

La  Bolsa  de  mecánicos,  negociantes  de  madera,  y 
tratantes. 

La  Bolsa  y  Sociedad  de  los  mecánicos. 

La  Bolsa  Mejicana,  Centro  y  Sur-Americana. 

La  Bolsa  de  frutas. 

La  Bolsa  de  azúcares  de  Luisiana. 

22  Bancos. 

29  Sociedades  de  templanza,  varias  de  ellas  organi- 
zadas en  forma  masónica. 

Más  de  100  sociedades  de  benevolencia,  fraterni- 
dad y  socorros  mutuos  (aparte  de  las  logias  masónicas, 
que  tienen  éstos  también  como  objetos  principales). 


384  Las  iglesias 

No  pude  súber  el  número  de  compañías  de  segu- 
ros, pero  había  varias.  Este  es,  sin  embargo,  un  ramo 
de  especulación  que  pertenece,  principalmente  en  los 
Estados  Unidos,  á  las  ciudades  de  Hartford  (en  Con- 
necticut),  Boston  y  Nueva  York,  las  cuales  tienen 
agencias  en  todos  los  lugares  importantes. 

Las  iglesias  son  muy  numerosas  y  las  religiones  á 
que  pertenecen  muy  variadas. 

Hay  52  de  la  religión  de  los  Bautistas. 

35  id.  id.  id.  de  los  Metodistas. 

13  id.  id.  id.  de  los  Presbiterianos. 

13  id.  id.  id.  de  los  Anglicanos  Episcopales. 

14  id.  id.  id.  de  los  Luteranos  y  Congregaciona- 
listas. 

34  id.  id.  id.  de  los  Católicos. . 

1  Griega,  1  Unitaria,  5  Judias. 

Total,  168  iglesias;  es  decir,  una  iglesia  para  cada 
1,500  habitantes. 

Además,  27  conventos,  que  supongo  son  católicos 
todos,  consagrados  á  la  educación  ó  á  obras  de  cari- 
dad, como  los  de  San  Vicente  de  Paul,  etc.;  y  30 
instituciones  y  asociaciones  laicas  de  caridad  y  ense- 
ñanza. 

Entre  los  conventos,  el  más  notable  por  las  propor- 
ciones de  su  edificio,  número  de  profesas,  antigüedad 
y  rentas,  es  el  de  las  Ursulinas,  á  la  orilla  misma  del 
Mississippi. 

Es  la  ciudad  en  que  he  visto  más  cementerios.  Hay 
35,  situados  en  lo  general  en  los  caminos  que  condu- 
cen al  lago  Pontchartrain :  todos  muy  aseados,  muy 
bien   conservados  y  con  no  pocas  tumbas  elegantes, 


Los  ceme^iterios  385 

sombreadas  por  grandes  árboles.  La  humedad  del  piso 
no  permite  inhumar  los  cadáveres  en  el  suelo,  sino  en 
bóvedas  de  cal  y  canto  superpuestas  en  cuatro  y  aun 
ocho  órdenes  de  filas.  Para  ir  á  los  parques  y  lugares 
de  recreo  de  la  orilla  del  lago,  se  pasa  por  en  medio  de 
cuatro  ó  seis  cementerios,  por  cualquiera  de  las  vías. 
A  veces  se  juzgaría  que  hay  más  habitaciones  para  los 
muertos  que  para  los  vivos;  y  poseído  uno  de  esta  idea, 
pudiera  esperar  el  encuentro  de  los  muertos  en  las 
mesas  alegres  y  bulliciosas  de  los  restaurantes. 

Muchas  ciudades  americanas  tienen  sobrenombres 
alusivos  al  rasgo  característico  que  predomina  en  ellas. 
Nueva  York  se  llama  la  Ciudad  imperial;  Filadelfia, 
la  Ciudad  cuáquera  ó  la  Ciudad  del  amor  fraternal; 
Pittsburgo,  la  Ciudad  de  hierro  6  la  Ciudad  de  los  hu- 
mos; Nueva  Orleans  es  Crescent-City  ó  la  Ciudad  de 
la  Media  Luna,  pero  más  bien  debiera  ser  llamada  la 
Necrópolis  del  Mississippi,  si  no  fuese  porque  la  dis- 
tinguen tanta  juventud  y  alegría.  En  efecto,  en  pocas 
ciudades  americanas  se  ve  tanta  abundancia  de  espec- 
táculos y  sitios  de  placer.  Jockey  Club,  provisto  de 
un  gran  circo  paralas  carreras  de  caballos,' muy  bien 
conservado;  cafés-conciertos;  patios  espaciosos  para  el 
tiro  de  pistola  y  de  carabina;  billares;  pequeños  teatros 
de  juglares;  salones  para  bailes  públicos;  vapores  y 
lanchas  en  el  río,  el  lago  y  las  lagunas,  exclusivamente 
destinados  á  excursiones  de  placer;  todo  eso  da  idea 
de  que  la  alegría  francesa  ha  conservado  allí  las  tradi- 
ciones de  su  raza.  Se  dice  que  la  celebración  de  la 
Nochebuena,  délas  Pascuas,  del  Año  nuevo,  etc., es  allí 
espléndida,  acompañada  de  procesiones,  disfraces,  bai- 

25 


386  Las  fiestas  y  Itigares  de  placer 

les  páblicosj  ceremonias  singalareá,  en  que  toma  parte 
toda  la  población.  Los  meses  de  invierno  atraen  allí 
gran  número  de  viajeros  y  familias  de  los  Estados  del 
Norte,  en  busca  de  clima  dulce  para  los  pulmones 
delicados  de  los  habitadores  de  las  regiones  frías,  en 
donde  la  tisis  no  es  menos  amenazadora  que  la  fiebre 
amarilla  en  la  vecindad  del  Ecuador.  Y  como  puede 
comprenderse,  esa  es  la  ocasión  de  bailes,  paseos,  con- 
ciertos, comidas  y  diversiones  numerosas  y  variadas. 
Nueva  Orleans  tiene  reputación  de  ser  la  ciudad  más 
alegre  de  los  Estados  Unidos. 

Ocupa  una  área  inmensa,  como  sucede  con  todas 
las  ciudades  norteamericanas  modernas;  pero  los  me- 
dios de  locomoción  interior  son  muy  abundantes.  Me 
parece  que  liay  sesenta  leguas  de  tranvías  en  sus  calles 
y  alrededores,  varias  líneas  de  ómnibus,  gran  número 
de  coches  de  alquiler,  y  el  río  y  sus  caflos,  en  los  que 
circula  gran  número  de  botes. 

Los  hoteles,  restaurantes  y  casas  de  posada,  algunos 
de  los  primeros  fastuosos,  de  aspecto  monumental  y 
excelente  servicio,  como  sólo  se  ve  en  los  hoteles  ame- 
ricanos, son  muy  numerosos.  Las  piezas  de  habitación 
en  el  San  Carlos  eran  grandes,  claras,  bien  ventiladas; 
provistas  de  bafío  de  tina  y  de  regadera,  con  agua  fría 
y  caliente  á  discreción;  luz  eléctrica  conducida  por 
alambres  cuya  colocación  podía  cambiarse  á  voluntad, 
encerrada  en  unas  peras  de  vidrio  de  color  ligeramente 
opaco  y  provistas  de  una  llavecilla  que,  dando  vuelta 
hacia  un  lado,  encendía  la  luz,  y  hacia  el  opuesto,  la 
apagaba;  campanillas  eléctricas  para  llamar  á  los  cria- 
dos; camas  ampliasy  cómodas,  acompañadas  de  ligeros 


Los  hoteles  iJ87 

toldillos  contra  el  zancudo,  abundante  yá  durante  la 
noche.  Los  comedores,  con  capacidad  para  más  de 
cuatrocientas  personas,  bien  ventilados  y  con  mucha 
luz,  muy  bien  servidos  por  sirvientes  aseados  y  atentos, 
con  una  abundancia  que  se  echa  de  menos  en  presen- 
cia de  la  parsimonia  de  los  hoteles  europeos-  Según 
he  oído,  sólo  los  hoteles  suizos  pueden  competir  con 
los  americanos;  pero  éstos  son  superiores  á  todos  los 
que  vi  en  Inglaterra,  Francia  y  España. 

Dicen  las  guías  de  Nueva  Orleans  que  en  ésta 
hay  el  casi  increíble  número  de  diez  mil  hoteles,  y 
loardings  ó  casas  de  posada,  y  más  de  mil  restau- 
rantes. El  valor  de  la  asistencia  oscila  entre  $  2  y 
$  5  por  persona  y  por  día  sin  incluir  el  lavado  de 
la  ropa,  ni  los  vinos  y  licores,  que  son  extras  por  los 
cuales  se  paga  un  precio  adicional.  A  las  veces,  cuando 
es  grande  el  número  de  pasajeros,  es  también  nece- 
sario gratificar  álos  criados  para  obtener  servicio  pron- 
to y  de  buena  voluntad.  Generalmente  éstos  son  per- 
sonas de  color,  en  quienes  suele  notarse  la  imperti- 
nencia común  á  las  razas  mixtas  en  el  trato  con  fo- 
rasteros; pero  cede  fácilmente  á  la  administración  de 
un  prnir-hüire  de  veintiiíinco  centavos. 

Más  de  una  cuarta  parte  de  la  población  de  la  ciu- 
dad es  de  origen  africano,  pobre  en  lo  general  y  mu- 
cho menos  activa  é  industriosa  que  la  americana.  Se 
puede,  pues,  comprender  que  la  edificación  ofrece, 
auncjue  no  en  igual  grado,  el  mismo  contraste  que  en 
nuestras  ciudades  del  Atlántico  y  del  Cauca,  de  casas 
espléndidas  á  estilo  europeo,  y  casuchos  de  bahareque 
y  paja.    La  escasez  de  piedra  en  todo  el  valle  inferior 


388  El  consumo    de  plátanos 

del  Mississippi  explica  el  mal  piso  de  las  calles  en  lo 
general  y  alguna  falta  de  aseo  en  ellas. 

Uno  de  los  aspectos  notables  de  ésta,  como  de  to- 
das las  ciudades  americanas,  es  la  abundancia  de  tien- 
das y  almacenes  de  comestibles,  vegetales  y  animales, 
por  .todas  las  calles,  aparte  de  los  mercados,  que  en 
Nueva  Orleans  son  numerosos  y  bien  provistos.  Estas 
tiendas  y  almacenes,  llamados  en  inglés  groceries 
(cuyo  equivalente  castellano  no  conozco),  están  ates- 
tados de  hortalizas,  raíces  y  frutas  frescas,  granos, 
carnes  y  pescados  preparados,  quesos,  mantequilla,  vi- 
nos y  licores,  y  otros  comestibles  en  una  abundancia 
tal,  que  bastaría  su  vista  para  quitar  el  apetito  al  más 
hambriento.  Detalle  que  llamó  nuestra  atención:  en 
todos  ellos  figuran  en  lugar  prominente  grandes  raci- 
mos maduros  de  plátanos,  de  esas  variedades  que  aquí 
conocemos  con  los  nombres  de  dáñanos  y  norteños: 
los  primeros  largos,  más  delgados  que  el  hartón,  de 
carne  blanca  y  como  plateada;  más  pequeños  los  otros 
y  más  delgados  que  q\  guineo;  quizás  también  de  esa 
variedad  de  forma  piramidal  y  color  rosado  que  llama- 
mos pacíficos.  No  vi  hartones,  ni  guineos  cambures, 
dominicos,  manzanos,  bocadillos,  ni  de  miniatura. 

El  consumo  de  plátanos  en  los  Estados  Unidos 
vale  algunos  millones  de  pesos  al  año;  los  comen  cru- 
dos exclusivamente,  como  fruta  de  postre;  y  desde  la 
más  pequeña  y  más  remota  aldea  situada  cerca  de  un 
ferrocarril,  hasta  las  ciudades  más  populosas,  se  les  en- 
cuentra en  grandes  cantidades,  como  artículo  de  pri- 
mera necesidad,  tan  necesario  como  el  pan.  Proceden 
de  la  isla  de  Cuba,  Jamaica,  las  Bermudas,  Méjico, 


El  de  naranjas  389 

Honduras,  Costa  Rica,  Colombia  y  Venezuela;  y  el  día 
que  en  buques  frigoríficos  ó  con  algún  empaque  espe- 
cial se  puedan  llevar  los  manzanos,  los  de  miniatura, 
\oñ  guineos,  y  los  hartones  verdes,  pintones  ó  maduros, 
para  comerlos  cocidos,  asados  ó  fritos  en  diversas  pre- 
paraciones, los  países  tropicales  podrán  enviar  á  ese 
mercado  decenas  de  millones  de  cargas.  El  plátano  es 
mejor  alimento  que  la  papa,  y  para  los  niños,  prepa- 
rado en  forma  líquida,  es  el  mejor  reemplazo  al  pecho 
de  la  madre.  Durante  los  meses  del  estío  el  plátano  sa- 
tisface esa  necesidad  de  un  alimento  que  desarrolle 
menos  calor  en  el  cuerpo  humano,  y  es  el  compaflero 
natural  del  café. 
I  En  Luisiana  han  logrado  producir  dos  variedades: 
las  que  llamamos  resplaridor  y  norteña^  que  son  de  las 
menos  estimadas  entre  nosotros.  Sin  embargo,  la  plan- 
ta no  resiste  los  inviernos  fuertes:  es  decir,  cuando  la 
temperatura  baja  á  8°  ó  6°  centígrados  por  yarios  días 
seguidos,  aun  sin  llegar  á  0.  Así,  todavía  no  puede  con- 
siderarse como  un  hecho  consumado  la  aclimatación 
del  plátano  en  esa  región. 

La  naranja  es  otra  de  las  producciones  de  la  zona 
tórrida,  yá  aclimatada  en  la  templada,  que  el  Estado  de 
Luisiana  produce  en  abundancia  y  consume  en  can- 
tidades fabulosas  toda  la  Unión  Americana.  En  un 
periódico,  tal  vez  el  Neiv  York  Herald,  vi  calculado 
en  600  millones  de  naranjas  el  consumo  anual  de  ese 
país;  estimado  á  razón  de  $  1  el  ciento  ó  nn  centavo 
cada  una,  daría  un  guarismo  de  $C. 000,000.  Juzgo 
que  no  es  exagerado  calcular  doble  número  y  doble 
valor,  y  como  no  es  menor  el  consumo  de  plátanos,  al 


390  Las  industrias  dominantes 

mismo  precio,  subiría  la  estimación  de  los  dos  artícu- 
los en  ese  país  á  cerca  de  veinte  millones  de  pesos 
anuales.  Véase  el  valor  del  producto  que  nosotros  repu- 
tamos insignificante,  y  del  cual  Costa  Eica  solamente 
exportó  $  669,000  en  1887. 

Las  industrias  que  predominan  en  Nueva  Orleans, 
aparte  de  las  grandes  negociaciones  de  algodón,  azúcar 
y  madera,  que  son  los  tres  grandes  productos  de  la  agri- 
cultura del  Estado  de  Luisiana,  son  las  de  comisión  y 
de  comercio  de  tránsito  de  los  Estados  del  alto  valle 
con  el  Exterior.  Una  tercera  ó  cuarta  parte  de  las  ex- 
portaciones de  los  Estados  Unidos,  sale  por  la  vía  de 
Nueva  Orleans;  en  las  importaciones,  Nueva  York, 
Boston  y  Filadelfia  son  los  puertos  favorecidos,  pues 
N'ueva  York  toma  como  los  dos  tercios  de  la  importa- 
ción total;  pero  con  todo,  Nueva  Orleans  es  el  segundo 
puerto  de  importancia  en  aquel  país.  Con  excepción 
de  las  de  refinación  de  azúcar,  carece,  propiamente 
hablando,  de  fábricas  ó  manufacturas. 

Situado  como  está,  en  la  extremidad  Sur  de  los  Es- 
tados Unidos,  tiene  dos  ó  tres  días  menos  de  navega- 
ción por  vapor  que  Nueva  York  ó  Filadelfia,  en  el  co- 
mercio con  Méjico,  la  América  Central  y  la  del  Sur; 
circunstancia  que  lo  hará  preferible  para  las  relaciones 
comerciales  de  estos  países,  con  el  transcurso  del  tiem- 
po, no  sólo  por  lo  que  se  refiere  al  comercio  de  Nueva 
Orleans,  sino  al  de  los  valles  altos  del  Mississippi  y  del 
Missouri,  para  los  cuales  la  vía  fluvial  será,  aunque  algo 
más  dilatada,  más  económica  que  la  de  los  ferrocarri- 
les á  Nueva  York,  Boston  y  Filadelfia.  Los  comer- 
ciantes denuestra  Costa  Atlántica  debieran  procurarse 


Afluencia  de  aventureros  391 

relaciones  en  Nueva  Orleans,  en  donde  tal  vez  puedan 
encontrar  harinas^  manteca,  petróleo  y  otros  artículos 
á  mejores  precios  que  en  Nueva  York,  y  quizás  tam- 
bién mejor  mercado  para  el  café,  los  palos  de  tinte  y 
los  cueros  de  este  país.  La  introducción  de  plátanos, 
naranjas,  pifias,  mangos,  cocos  y  otras  frutas  de  nues- 
tra costa  á  los  grandes  mercados  de  Denver,  Kansas, 
San  Luis  de  Missouri,  Cincinnati,  Pittsburgo  y  aun 
Chicago,  es  más  fácil  por  la  vía  de  Nueva  Orleans, 
adonde  los  fletes  pudieran  ser  menores  y  de  donde  ven- 
drían con  menos  recargos  los  productos  agrícolas  del 
Oeste  y  las  manufacturas  de  sus  grandes  ciudades. 

Nueva  Orleans  tiene  un  rasgo  especial  en  materia 
de  relaciones  políticas  con  los  países  de  la  América 
española.  A  ella  anuyen  muchos  aventureros  de  toda 
la  Unión,  y  ha  sido  en  este  siglo  el  punto  de  partida 
de  expediciones  sobre  las  colonias  españolas  de  las 
Antillas  y  las  repúblicas  de  Centro-América.  De  allí 
partió  el  General  español  Mina,  en  su  célebre  expedi- 
ción para  emancipar  á  Méjico,  en  1817.  Entre  esos 
expedicionarios  iban  el  General  Sarda,  más  tarde  esta- 
blecido en  este  país,  y  autor  del  conato  de  rebelión  del 
23  de  Julio  de  1833,  durante  la  administración  del 
General  Santander,  y  el  señor  Santiago  Brush,  des- 
pués muy  pacífico  y  respetable  comercian  te  y  agricultor 
de  esta  ciudad,  abuelo  de  los  distinguidos  jóvenes  Sam- 
per  Brush.  También  se  organizó  allí  la  expedición  fili- 
bustera de  Walker  en  1855,  que,  con  el  concurso  de  al- 
gunos truidorcs  nicaragüenses,  estuvo  á  pique  de  con- 
vertir en  colonia  norteamericana  á  Nicaragua,  y  tal 


392  Walker  y  sus  proyectos 

vez  á  toda  la  Amérioa  Central,  á  no  ser  por  la  opor- 
tuna y  decisiva  participación  de  Costa  Rica,  presidi- 
da entonces  por  D.  Juan  Rafael  Mora.  Al  ejército 
costarricense,  mandado  por  el  General  Cañas,  cupo  la 
parte  principal  en  la  derrota  de  esos  nuevos  bucaneros 
del  siglo  XIX.  Es  un  heclio  lamentable  en  la  historia 
de  las  vicisitudes  de  estos  países  nuevos,  que  luchan 
por  constituirse,  el  que  tanto  Mora  como  Cañas — cu- 
yos servicios  en  esa  contienda  hubieran  debido  me- 
recerles una  consideración  especial — fueran  fusilados 
después  en  una  lucha  doméstica.  Eran  dignos  de  mejor 
suerte. 

Volviendo  á  Walker,  el  aventurero  atrevido,  que  en 
un  principio  recibió  auxilios  decididos  de  banqueros 
de  Nueva  Orleansy  aun  déla  Compañía  de  Vapores  de 
tránsito  para  California  al  través  de  Nicaragua,  cuyo 
principal  propietario  era  el  Comodoro  Vanderbilt, 
fundador  de  la  dinastía  de  acaudalados  capitalistas 
de  este  nombre, — se  atrajo  la  enemistad  de  éste,  por 
haber  confiscado  sus  vapores;  enemistad  que  le  fue 
fatal,  porque  dio  á  los  nicaragüenses  el  auxilio  de 
otros  americanos,  armados  por  influencia  de  V¿inder- 
bilt,  para  combatirlo.  Como  se  sabe,  Walker  fue  al 
fin  hecho  prisionero  y  fusilado  en  Honduras,  en  1860, 
en  el  curso  de  una  cuarta  ó  quinta  tentativa  de  fun- 
dar la  dominación  norteamericana  en  Centro  Amé- 
rica. De  Nueva  Orleans,  en  fin,  partieron  algunas  ex- 
pediciones destinadas  á  emancipar  á  Cuba  de  la  do- 
minación española  en  1850,  1851  y  1868  á  1872,  entre 
ellas  la  que  encabezó  el  célebre  y  desgraciado  General 
Narciso  López,  venezolano  de  nacimiento,   pero  esta- 


Orígenes  de  la  población  393 

blecido  posteriormente  en  Cuba,  quien  sufrió  la  pena 
de  garrote  en  la  Habana  en  Septiembre  de  1851.  si  na 
estoy  engañado. 

No  es  imposible  que  esa  ciudad  esté  llamada  to- 
davía á  desempeñar  un  papel  importante  en  la  serie 
de  infortunios  que  puede  tenernos  reservados  el  por- 
venir, y  bastaría  esa  consideración  para  que  las  re- 
públicas Centroamericanas  y  Colombia  tuviesen  e» 
Nueva  Orleans  una  respetable  representación  con- 
su  lar. 

La  historia  de  esta  ciudad  es  corta,  pero  agitada  y  na 
poco  novelesca.  Fundada  en  1718  por  atrevidos  aven- 
tureros franceses,  que  desde  los  grandes  lagos  del  Nor- 
te habían  bajado  á  todo  lo  largo  del  Mississippi,  pron- 
to se  encontraron,  como  los  primeros  romanos,  esca- 
sos de  mujeres,  y  tuvieron  que  buscar  por  espasas  alas 
indias  que  les  dieron  abrigo  y  les  ayudaron  á  sobre- 
llevar las  durezas  de  la  vida.  El  Duque  de  Orleans, 
regente  entonces  en  Francia,  les  envió  luego,  coma 
una  gran  merced,  algunas  partidas  de  las  hijas  de  las 
calles  de  París,  sacadas  de  la  casa  de  corrección  de  la 
Salpetriére,  que  fueron  dadas  en  recompensa  á  los  sol- 
dados y  oficiales  de  la  guarnición.  Mejor  aconsejada 
luego,  hizo  que  del  Canadá  enviasen  algunas  mucha- 
chas pobres,  pero  honestas,  que  fueron  enajenadas  al 
mejor  postor  para  esposas  de  los  colonos  ricos,  en 
cuya  almoneda  indudablemente  llegaron  á  precios  ele* 
vados.  Esta  remesa  de  mejor  ley,  fue  llamada  de  ia 
Caja  de  joyas.  La  población  criolla  de  Nueva  Orlean& 
tenía,  pues,  su  origen  maternal  en  nobles  indias,  en  la 


394  La  caja  dejoyasyla  Salpetriere 

casa  de  corrección  de  la  Salpetrüre  y  en  la  Caja  de 
joyas,  y  de  ahí  nació  la  primera  clasificación  de  las  va- 
riedades de  la  raza.  Tampoco  faltaron  madres  negras, 
elevadas  á  la  condición  de  mujeres  legítimas;  pero  en 
esos  tiempos  y  en  esa  primera  desgraciada  condición 
de  la  colonia  no  podía  repararse  tanto  en  la  genealo- 
gía cuanto  en  el  servicio  positivo  que  esas  caseras  de- 
bían prestar  en  medio  de  la  soledad,  la  escasez  y  las 
enfermedades.  Las  más  útiles  debían  ser  las  más  no- 
bles. También  es  este  el  origen  de  todas  las  poblaciones 
de  la  América  tropical,  en  donde  por  la  ley  providen- 
cial déla  necesidad  y  la  influencia  fisiológica  de  la  acli- 
matación secular,  la  raza  europea  sólo  puede  propa- 
garse y  multiplicarse  por  injerto  en  tronco  indígena  ó 
africano,  únicos  que  pueden  resistir  el  calor  continua- 
do de  las  zonas  ecuatoriales  y  las  influencias  palúdicas 
de  las  costas  y  de  los  valles  de  los  grandes  ríos. 

Poco  progresó  como  colonia  francesa,  á  pesar  de 
iiaber  sido  ella  uno  de  los  espejismos  que  Law,  el  fa- 
moso banquero  y  agiotista  escocés,  hizo  brillar  en  la 
imaginación  del  pueblo  francés  durante  su  corta  pero 
asombrosa  prosperidad,  y  en  17.G3  fue  cedida  á  los  es- 
pañoles, quienes  no  tomaron  posesión  hasta  1766. 
Tampoco  tuvo  desarrollo  notable  bajo  la  dominación 
de  éstos,  hasta  1802,  cuando,  por  el  tratado  de  San 
Ildefonso,  fue  devuelta  á  los  franceses,  y  en  el  mismo 
año  vendida  á  los  americanos,  junto  con  el  territorio 
de  Luisiana,  por  el  Emperador  Napoleón,  por  un  pre- 
cio de  $  10.000,000.  Era  entonces  Nueva  Orleans  una 
ciudad  de  10,000  habitantes,  y  su  incorporación  en 
un  país  libre  fue  la  señal  de  la  realización  de  sus  altos 


La  invasión  inglesa  en  1814  395 

destinos.  Sus  peripecias  anteriores  se  reducían  á  oscu- 
ras luchas  con  las  tribus  indígenas  del  rededor;  á 
insurrecciones  de  los  esclavos,  fácilmente  sofocadas  y 
castigadas  con  desapiadada  crueldad;  inundaciones, 
pestes  6  incendios  frecuentes;  pero  luego  se  ensancha- 
ron los  horizontes  de  su  vida  política  é  industrial  y 
llegó  á  ser  el  teatro  de  acontecimientos  resonantes. 

Fue  el  primero  de  ellos  la  gran  victoria  ganada 
contra  los  ingleses  por  el  General  Andrés  Jackson,  en 
los  días  23  y  28  de  Diciembre  de  1814  y  8  de  Enero 
de  1815,  en  los  afueras  de  la  ciudad.  Las  pretensiones 
orgullosas  de  Napoleón  i,  de  someter  todo  el  Conti- 
nente europeo  á  su  dominación  altanera,  resistidas 
principalmente  por  Inglaterra,  arrastraron  el  hemis- 
ferio occidental  á  una  guerra  general  á  la  que  los  Es- 
tados Unidos  no  pudieron  sustraerse.  Por  los  decretos 
imperiales  sobre  bloqueo  continental,  Napoleón  pre- 
tendía cerrar  los  puertos  ingleses  al  comercio  del  mun- 
do, é  igual  cosa  pretendían  los  ingleses  contra  los 
puertos  de  Francia.  Las  victorias  navales  de  A.boukir 
y  Trafalgar  habían  dado  á  aquéllos  el  imperio  de  los 
mares,  prevaliéndose  del  cual  pretendieron  someter 
la  marina  de  todas  las  naciones  á  un  derecho  de  visita, 
para  perseguir  en  todas  partes  las  mercancías  france- 
sas, y  reclutar  los  marineros  que  por  algún  título  pu- 
diesen ser  considerados  de  origen  inglés.  No  pudieron 
soportar  esa  arrogancia  los  americanos,  y  prefirieron 
la  guerra,  á  pesar  de  que  su  población  total  no  pasaba 
de  ocho  millones,  ni  la  de  sus  Estados  del  Sur,  los  más 
expuestos,  de  dos,  ni'sns  rentas  de  $  12  ó  $  15.000,000, 
y  de  que  su  marina  de  guerra  era  poco  menos  que  in- 


396  El  General  JaokHon 

significante.  Inglaterra,  país  antiguo,  bien  organizado, 
cuya  población  subía  á  18  millones,  hizo  un  poderoso 
esfuerzo, — sostenido  como  estaba  en  Europa  por  todas 
las  potencias  continentales;  dueño,  como  se  reputaba, 
de  los  mares, — envió  sobre  los  Estados  Unidos  dos  gran- 
des ejércitos,  de  16  á  20,000  hombres  cada  uno,  con 
la  intención  evidente  de  recobrar  allí,  si  no  el  todo, 
gran  parte  de  sus  antiguas  posesiones,  principalmente 
en  el  Sur,  en  donde  Espafia,  su  aliada,  conservaba  para 
ella  una  base  de  operaciones  en  la  colonia  y  puertos  de 
la  Florida,  en  la  isla  de  Cuba  y  aun  en  los  puertos  de 
Méjico.  Contra  Nueva  Orleans  fue,  pues,  dirigido  un 
ejército  de  más  de  15,000  hombres,  á  órdenes  del  Ge- 
neral Pakenham. 

Jackson  sólo  tenía  el  primer  día  del  conflicto  poco 
más  de  2,000,  que  con  refuerzos  llegados  en  los  si- 
guientes, subieron  el  8  de  Enero,  día  de  la  batalla  de- 
cisiva, á  4,500,  compuestos  de  algo  más  de  1,000  vete- 
ranos, y  el  resto  de  milicianos  de  los  Estados  vecinos 
de  Kentucky,  Mississippi,  Luisianay  Tennessee;  entre 
ellos  un  batallón  de  voluntarios  de  raza  africana,  y 
aunque  pueda  parecer  extraño,  una  compañía  de  fili- 
busteros, encargada  de  manejar  doce  piezas  de  artille- 
ría. En  lugar  de  encerrarse  dentro  de  los  edificios  de 
la  ciudad,  el  Jefe  americano,  carácter  de  acero,  como 
lo  mostró  siempre  en  todas  las  luchas  militares,  polí- 
ticas y  diplomáticas  de  su  larga  y  azarosa  carrera, 
sacó  sus  fuerzas  á  campo  raso,  á  una  posición  defendi- 
da en  uno  de  sus  flancos  por  el  río  Mississippi  y  por 
baterías  de  artillería  colocadas  en  la  orilla  opuesta;  en 
el  otro  por  una  laguna  y  pantanos  invadeables,  y  por 


La  batalla  del  8  de  Enero  397 

el  frente  por  \\\v<\  zanja  de  una  milla  de  extensión,  cu- 
bierta por  un  parapeto  de  tierra  y  de  tablas  de  veinte 
pies  de  espesor  y  cinco  de  altura.  Después  de  vanas 
escaramuzas  y  ataques  nocturnos  incesantes,  con  que 
mantuvo  en  jaque  sin  dar  un  momento  de  descanso  á 
la  fuerza  enemiga,  ésta  se  acercó  el  8  de  Enero  á  ata- 
car los  atrincheramientos  americanos,  sin  esperar  el 
resultado  de  una  columna  que  había  enviado  á  la  ori- 
lla opuesta  á  despejar  las  baterías  que  incomodaban 
su  ala  izquierda,  y  enfilaban  su  línea  de  ataque.  Los 
americanos  hicieron  una  resistencia  inconmovible: 
animados  por  la  absoluta  confianza  de  su  Jefe,  bien 
colocados  para  dirigir  fuegos  certeros  contra  las  colum- 
nas asaltantes,  éstas  fueron  rechazadas,  una  tras  de 
otra,  con  una  pérdida  horrorosa,  que  se  hace  subir 
hasta  3,000  hombres  entre  muertos  y  heridos.  En  el 
campo  solamente  fueron  encontrados  más  de  1,500, 
contándose  entre  los  primeros  el  General  Pakenham  y 
su  segundo. 

Poco  después  de  la  batalla  la  columna  inglesa  en- 
viada sobre  la  orilla  derecha  del  río,  que  por  circuns- 
tancias imprevistas  se  había  atrasado  en  su  marcha, 
puso  en  fuga  á  los  americanos  que  defendían  las  ba- 
terías, se  apoderó  de  los  cañones,  y  hubiera  podido, 
repasando  el  río,  ocupar  la  ciudad,  atacar  por  la  es- 
palda las  posiciones  de  Jackson  y  dar  á  la  batalla  un 
resultado  distinto. 

No  esperó  esa  posibilidad  la  impaciencia  del  Jefe 
inglés,  quien,  atacando  las  posiciones  principales  sin 
tener  noticia  de  las  operaciones  del  otro  lado,  pagó  su 
intrepidez  temeraria  con  la  derrota  y  con  la  vida. 


398  La  mctoria 

Como  puede  concebirse,  esa  victoria,  obtenida 
sobre  tropas  acostumbradas  á  combatir  y  vencer  en 
los  conflictos  europeos,  por  milicianos  indisciplinados 
inferiores  en  número,  llenó  de  orgullo  á  ese  pueblo 
nuevo  y  repercutió  por  todos  los  ámbitos  del  territo- 
rio con  ecos  de  alegría  y  entusiasmo.  Para  ellos,  como 
para  los  griegos  de  Maratón -y  de  Platea,  la  batalla  d.e 
Nueva  Orleans  es  y  será  uno  de  los  más  grandes  re- 
cuerdos históricos  de  su  infancia  nacional  y  un  prece- 
dente de  alta  responsabilidad  en  el  futuro  de  su  vida.  • 
El  campo  de  esa  victoria  es  uno  de  los  lugares  santos 
en  Nueva  Orleans,  adonde  el  pasajero  es  conducido 
inmediatamente.  Allí  se  conservan,  medio  derruida 
por  el  tiempo,  la  casa  que  sirvió  de  cuartel  general 
al  Jefe  del  Ejército  inglés  antes  de  la  batalla,  la  vigía 
desde  donde  Jackson  dirigió  las  operaciones  del  suyo, 
los  árboles  debajo  de  los  cuales  cayó  muerto  el  Jefe 
inglés,  y  aun  parte  de  la  zanja  y  parapeto  que  dio 
abrigo  á  los  tiradores  americanos.  Algo  del  campo  está 
ocupado  por  un  **  cementerio  federal,"  lugar  en  que 
el  pueblo  americano  dio  piadosa  sepultura  á  los  muer- 
tos en  esa  batalla,  con  separación  de  amigos  y  enemi- 
gos, y  en  donde,  además,  están  los  de  otros  defensores 
de  la  Unión,  muertos  en  la  guerra  civil  de  1861  á  18G5. 
El  resto  del  terreno  está  sembrado  de  hortalizas  y 
naranjos,  realización  visible  de  esa  cadena  eterna  en 
que  la  muerte  se  transforma  otra  vez  en  la  vida. 

La  otra  peripecia  notable  de  esta  ciudad  es  su  cap- 
tura por  el  Comodoro  Farragut  el  25  de  Abril  de  1862, 
durante  la  guerra  de  secesión. 

El  estado  de  Luisiana,  con  todos  los  demás  del  Sur 


Nueva  Orleans  secesionista  399 

de  la  Unión  en  que  existía  la  institución  de  la  escla- 
vitud, entró  en  el  pacto  de  separación  de  los  Esta- 
dos Unidos  proclamado  en  ei  Congreso  de  Montgo- 
mery,  para  constituirse  en  la  nueva  nacionalidad  de 
los  "  Estados  Confederados."  Naturalmente  el  teatro 
adonde  primero  tenían  que  dirigirse  las. operaciones  mi- 
litares de  los  defensores  de  ia  Unión  era  el  río  Missis- 
sippi, — sobre  el  cual  estaban  situados  quince  Estados^ 
entre  ellos  diez  de  los  secesionistas, — y  en  primer  lugar 
Nueva  Orleans,  accesible  poi*  las  bocas  del  río.  Do- 
minado éste  por  la  Unión,  Tejas,  Arkansas  j  Missouri 
en  la  orilla  derecha,  quedaban,  si  no  en  poder  de  los  fe- 
derales, CHsi  imposibilitados  para  mantener  una  acción 
común  con  sus  compañeros.  Nueva  Orleans  fue,  pues^ 
objeto  de  una  poderosa  expedición  naval — á  órde- 
nes del  Comodoro  Farragut,  la  escuadra,  y  del  Gene- 
ral Butler  las  fuerzas  de  desembarco, —  á  principios- 
de  1862. 

El  desembarco  de  ésta  sobre  el  lago  Ponchartrain 
era  difícil,  bien  por  carencia  de  buenos  puertos,  ora 
por  falta  de  fondo  para  dar  acceso  á  buques  de  gue- 
rra de  gran  porte;  para  el  ataque  se  escogió,  en  con- 
secuencia, el  cañón  mismo  del  río.  Forzado  el  paso 
de  la  barra,  operación  larga  y  difícil,  la  escuadra  del 
Norte  tenía  que  avanzar  por  en  medio  de  dos  podero- 
sas fortalezas  armadas  con  126  cañones  de  gruesa 
calibre,  situadas  25  millas  arriba,  en  uno  y  otro  lado 
del  río,  vencer  una  obstrucción  de  botes  sumergido» 
y  cadenas  de  hierro  extendidas  sobre  pilotes  de  la  una 
ala  otra  ribera,  y  batirse  luego  con  una  escuadra  con- 
federada, en  la  cual  había  varios  buques  blindados. 


400  El  Almirante  Farragut 

Sin  amedrentarse  por  todos  estos  obstáculos,  Fa- 
rragut—que  disputará  á  Nelson  el  primer  puesto  en- 
tre los  marinos  de  este  siglo — avanzó  con  47  buques  de 
madera,  la  mayor  parte  lanchas  cañoneras,  apagó  el 
fuego  de  los  cañones  de  los  fuertes,  rompió  la  trinche- 
ra de  cadenas  que  obstruía  el  paso  del  río,  hundió  ó 
capturó  la  flota  confederada  y  avanzó  hasta  el  pie  de 
Nueva  Orleans,  en  donde  nadie  imaginaba  que  fuese 
posible  vencer  esas  enormes  defensas.  Allí  lo  espera- 
ban otras  baterías  situadas  á  uno  y  otro  lado  del  río, 
que  obligó  á  callar  con  el  fuego  de  sus  cañones  y  obu- 
ses,  y  fondeando  enfrente  de  la  ciudad,  exigió  su  ren- 
dición incondicional. 

Un  frenesí  semejante  al  que  en  otro  tiempo  se 
apoderó  de  los  pobladores  do  Sagunto  y  Numancia, 
surgió  entre  los  campeones  de  la  esclavitud.  Yá  no 
tenían  medios  de  defensa;  pero  querían  impedir  que 
las  fuerzas  de  la  Unión  encontrasen  dentro  de  los  al- 
macenes de  la  ciudad  algo  que  pudiese  serles  útil. 
Sacando  de  éstos  50  ó  60,000  pacas  de  algodón,  que 
en  esos  tiempos  podían  valer  $  2  ó  3  millones,  hicie- 
ron con  ellos  una  pila  inmensa,  en  breves  horas  redu- 
cida á  cenizas;  siguió  la  destrucción  con  gran  número 
de  vapores  y  buques  de  vela,  cargados  del  mismo  ar- 
tículo, todos  los  cuales  fueron  entregados  á  las  lla- 
mas en  la  mitad  de  la  corriente,  como  emisarios  capa- 
ces de  dar  idea  á  los  invasores  del  espíritu  que  ani- 
maba á  la  población.  Inmensos  depósitos  de  azúcar, 
melazas,  carnes  saladas  y  otros  víveres  fueron  presa 
del  fuego  ó  entregados  á  saco  por  el  pueblo  enfureci- 
do. Al  siguiente  día  la  ciudad  parecía  vestida  de  cili- 


La  e7nancipaciÓ7i  de  los  negros  401 

cío,  con  sus  techos  cubiertos  tle  ceniza,  como  dando  tes- 
timonio del  dolor  supremo  por  la  causa  vencida.  La 
ciudad  se  entregó  sin  resistencia,  y  un  año  más  tarde 
los  antes  esclavos  envilecidos  eran  ciudadanos  libres, 
con  voz  preponderante  en  la  administración  de  los 
negocios  públicos. 


í¿G 


CAPITULO   XXIY 


EL  ESTADO  DE  LUISIAXA 


La  adquisición  de  su  territorio  por  los  Estados  Unidos. — Ex- 
tensión superficial.— La  población.— Comparación  entre  el 
Estado  de  Luisiana  y  los  de  Bolívar  y  Magdalena  en  Colom- 
bia.— Distribución  del  suelo.— Riqueza  general. —Conse- 
cuencias de  la  abolición  de  la  esclavitud. — Comparación 
entre  Luisiana  y  otros  Estados  de  la  Unión  Americana. — 
Producciones  principales  de  Luisiana. — Organización  agrí- 
cola.— La  raza  blanca  y  la  africana. 


El  territorio  de  los  Estados  Unidos  en  1783,  al  reco- 
nocer su  independencia  la  G  ran  Bretaña,  era  menor  que 
el  de  la  antigua  Colombia.  Esta  tenía  poco  más  ó  menos 
1.000,000  de  millas  cuadradas,  y  los  trece  Estados  de 
la  Unión  Americana  no  pasaban  de  860,000.  Con  la  ad- 
quisición de  la  colonia  de  Luisiana  duplicó  la  exten- 
sión de  su  área  y  entró  en  posesión  de  uno  de  los 
elementos  que  constituyen  la  grandeza  de  primer  orden 
en  las  nacionalidades.  Esta  colonia  se  extendía  por  el 
Norte  desde  los  grandes  lagos  hasta  las  primeras  ver- 
tientes del  Missouri,  y  descendiendo  hacia  el  Sur  por 
la  margen  derecha  u  occidental  de  este  río  y  del  Mis- 
sissippi,  hasta  el  golfo  de  Méjico.  Con  ella  completa- 
ron la  posesión  de  todo  el  valle  de  este  río,  en  el  que 


Diversos  dueños  antiguos  del  territorio      403 

sólo  les  pertenecía  la  orilla  izquierda,  y  cerraron  sus 
fronteras  occidentales,  antes  abiertas,  con  los  límites 
arcifinios  de  los  Montes  Rocallosos;  es  decir,  echaron 
uno  de  los  cimientos  indestructibles  de  su  nacionali- 
dad. Fue  este  uno  de  los  golpes  felices  del  destino  que 
los  Americanos  supieron  aprovechar  con  decisión  y 
oportunidad. 

Ese  territorio,  descubierto  por  los  españoles  en 
1539;  empezado  á  colonizar  por  los  franceses  en  1673; 
cedido  á  España  durante  el  reinado  de  Luis  xv,  á 
consecuencia  del  "  Pacto  de  familia"  entre  los  Borbo- 
nes,  en  17G3;  devuelto  á  los  franceses  durante  la  pri- 
vanza de  Godoy,  bajo  Carlos  iv,  en  1802:  por  una 
combinación  de  circunstancias  fortuitas  fue  vendido 
por  Napoleón  á  los  Americanos  por  la  suma  de 
$10.000,000  en  1803. 

Mientras  había  pertenecido  á  España,  en  los  diez  y 
ocho  primeros  años  de  la  independencia  de  los  Esta- 
dos Unidos,  la  piolítica  liberal  y  previsora  de  Carlos  iii 
había  abierto  el  Mississippi  al  comercio  de  éstos  y 
permitido  que  algunos  comerciantes  de  Filadelfia  es- 
tableciesen en  Nueva  Orleans  casas  de  comercio  para 
servir  el  de  tránsito  con  el  Exterior;  pero  al  pasar  á 
manos  francesas  esa  franquicia  fue  suprimida.  Una 
oleada  de  inquietud  y  de  alarma  pasó  entonces  por 
las  poblaciones  americanas  del  Oeste,  en  donde  los 
tres  nuevos  Estados  de  Kentucky,  Tennessee  y  Ohio 
tenían  cerca  de  400,000  habitantes,  y  donde  princi- 
piaban las  colonizaciones  en  lo  que  son  hoy  los  pode- 
rosos Estados  de  Indiana  é  Illinois.  A  pesar  de  todas 
las  victorias  de  Francia  y  del  nombre  yá  prestigioso 


404  La  compra  de  Luisiana 

(le  Napoleón,  el  pueblo  de  los  Estados  Unidos  sentía 
en  su  interior  el  presentimiento  de  su  futura  grandeza; 
comprendió  que  el  valle  de  ese  gran  río  no  podía  di- 
vidirse con  una  potencia  europea  sin  poner  en  peligro 
su  integridad  y  su  seguridad  interior;  y  juzgando  que 
una  guerra  era  inevitable  para  completar  su  territorio, 
empezó  á  prepararse  para  ese  confiicto  disciplinando 
milicias  y  aumentando  su  marina  de  guerra.  Tomás 
Jeííerson,  entonces  Presidente  de  los  Estados  Unidos, 
uno  de  los  grandes  fundadores  de  la  independencia  y 
del  engrandecimiento  de  ese  país,  liabía  comprendido 
la  situación  desde  la  primera  noticia  de  la  cesión  á  la 
Francia,  había  mantenido  sobre  este  punto  una  co- 
rrespondencia incesante  con  Mr.  Livingston,  Ministro 
americano  en  París,  y  en  1803,  considerando  inevita- 
ble la  ruptura  del  tratado  de  Amiens,  que  en  1802  no 
más  había  establecido  la  paz  entre  Inglaterra  y  Fran- 
cia, envió  otro  Ministro  especial,  Mr.  Monroe,  des- 
pués Presidente  de  la  Unión,  con  encargo  de  propo- 
ner atrevidamente  la  compra  de  ese  territorio. 

Napoleón,  entre  tanto,  había  tenido  una  inspira- 
ción que  coincidía  felizmente  con  esas  miras. 

También  creía  segura  la  ruptura  de  la  paz  de 
Amiens,  y  temeroso  de  que  la  superioridad  naval  de  la 
Gran  Bretaña  condujese  á  la  pérdida  de  esa  colonia 
de  difícil  defensa  para  Francia,  á  la  par  que  deseoso 
de  suscitar  en  la  república  Americana  del  Norte,  así 
engrandecida,  un  rival  poderoso  al  poderío  inglés, — 
anticipándose  al  pensamiento  de  Jefferson, — propuso 
la  venta  á  Mr.  Livingston.  En  esos  momentos,  lle- 
gando Mr.  Monroe  á  París,  la  proposición  fue  acepta- 


da,  el  tratado  de  compra  celebrado,  y  desde  luego  su 
aceptación  por  el  Congreso  americano,  obra  de  pocos 
días. 

Pocos  ejemplos  presenta  la  historia  de  un  aconte- 
cimiento providencial  como  éste,  que  en  un  instante 
formó  de  una  nación  ¡pequeña,  pues  no  llegaba  á 
6.000,000  de  habitantes,  un  coloso  destinado  á  com- 
pletar 100.000,000,  ó  poco  menos,  á  la  vuelta  de  un 
siglo.  Era  la  idea  republicana,  la  transformación  so- 
cial del  mundo  surgiendo  del  misterio  ele  las  fuerzas 
ocultas  que  presiden  á  la  vida  de  las  sociedades.  Data 
de  aquí  ese  dogma  del  ^Mestino  manifiesto"  que  reina 
en  el  fondo  oscuro  del  cerebro  americano,  y  que  tantos 
peligros  parece  encerrar  para  los  pueblos  de  raza  lati- 
na en  este  continente. 

En  ese  valle  de  más  de  100,000  leguas  cuadradas 
ha  tenido  ese  pueblo  nuevo  un  campo  inmenso  para 
ofrecer,  al  amparo  de  sus  libres  instituciones,  hospi- 
talidad generosa  á  las  poblaciones  hambreadas  del 
viejo  mundo.  A  esa  invitación  han  respondido,  to- 
mando asiento  en  el  banquete  de  la  democracia, 
16.000,000  de  oprimidos,  que,  con  su  descendencia, 
forman  yá  más  de  30.000,000,  ó  sea  casi  la  mitad  de 
la  población  americana;  y  de  sólo  tres  Estados  que  en 
1803  ocupaban,  con  menos  de  500,000  pobladores,  el 
valle  del  Mississippi,  el  número  de  Estados  ha  subido 
allí  á  veinte  y  la  población  á  más  de  30.000,000,  con 
prospecto  de  subir  á  400  ó  500.000,000  á  la  vuelta  de 
otro  siglo. 

El  territorio  adquirido  por  la  cesión  francesa  ha 
sido  dividido  en  trece  Estados  y  tres  Territorios,  así: 


406  Limites  actuales  de  Luisiana 

Estados:  Luisiana,  Arkansas,  Missouri,  lowa,  Minne- 
sbta,  Oregón,  Kansas,  Colorado,  Nebraska,  Dakota- 
Norte,  Dakota-Sur,  Montana  y  Washington;  Territo- 
rios: Wyoming,  Idalioyel  Territorio  de  Indios.  Unos 
y  otros  poblados  hoy  por  13  ó  14.000,000  de  habitantes. 
El  de  Luisiana,  reducido  á  41,000  millas  cuadradas 
de  superficie,  contaba  940,000  habitantes  en  1880,  y 
tendrá  lio  menos  de  1.200,000  en  la  actualidad.  En 
1803  tendría  de  50  á  60,000  á  lo  más,  pues  en  el  pri- 
mer censo  federal  levantado  en  1810,  fueron  contados 
76,000,  á  pesar  de  la  inmigración  americana  nume- 
rosa de  los  primeros  años. 


Ensayaré  una  sucinta  descripción  de  este  Estado, 
tomada  de  los  documentos  que  pude  recoger  á  mi  paso 
por  Nueva  Orleans  y  de  las  noticias  que  acerca  de  él 
he  podido  leer  en  diversas  publicaciones  dignas  de 
crédito.  Considero  de  algún  interés  esta  descripción, 
por  las  relaciones  de  semejanza  que  hay  entre  esa  sec- 
ción de  un  país  próspero  con  nuestros  Estados,  hoy 
Departamentos,  deBolívar  y  Magdalena;  semejanza  en 
cuanto  á  las  condiciones  geológicas  y  etnológicas, 
pero  no  en  nada  de  lo  demás. 

El  territorio  de  Luisiana  ocupa  41,000  millas  cua- 
dradas. 

El  territorio  de  Bolívar  y  Magdalena  51,000. 

Ambos  países  se  extienden  á  las  dos  orillas  ane- 
gadizas de  la  parte  inferior  de  un  río  navegable,  en 
cuyo  delta  están  situadas  las  principales  ciudades. 

Aunque  situado  fuera  del  trópico  de  cáncer,  el 
clima  de  Luisiana  es  el  mismo  del  Magdalena  y  Bolí- 


Comparación  con  nuestros  Estados  de  la  Costa   407 

var  desde  mediados  de  Abril  hasta  mediados  de  Octu- 
bre; lo  que  establece  una  similaridad  de  producciones 
muy  notable  entre  las  dos  regiones:  en  una  y  otra 
predominan  la  caña  dulce,  el  algodón,  el  maíz  y  el 
arroz,  las  crías  de  ganado  vacuno  y  de  cerda,  y  tienen 
como  uno  de  sus  grandes  intereses  el  comercio  de 
tránsito  de  la  parte  alta  de  sus  valles  respectivos.  La 
navegación  de  un  gran  río  es  una  de  sus  principales 
industrias. 

Su  población  está  dividida  casi  por  mitad  entre  los 
dos  orígenes:  europeo  y  africano.  1.200,000  habitantes 
en  Luisiana;  cerca  de  500,000  en  Bolívar  y  Magdale- 
na. Si  en  estos  últimos  la  población  de  origen  africa- 
no ó  mezclada  con  ella  alcanza  tal  vez  á  los  dos  ter- 
cios, en  cambio  tienen  la  ventaja  de  estar  muy  ade- 
lantada la  fusión  de  las  dos  razas,  pues  la  de  sangre 
africana  pura  no  alcanza  á  la  séptima  parte  del  total, 
y  tanto  ella  como  la  mixta  están  más  civilizadas  y 
mejor  incorporadas  en  las  corrientes  políticas  y  so- 
ciales que  en  Luisiana. 

-  En  punto  á  riqueza  y  estado  industrial  sí  no  hay 
comparación:  Luisiana  tiene  en  esta  materia  una  su- 
perioridad abrumadora,  que  en  parte  se  explica  por 
la  mayor  densidad  de  población,  y  en  parte  por  la  su- 
perioridad industrial  del  elemento  americano-sajón 
sobre  el  tipo  español  y  africano  do  nuestras  razas. 

Luisiana  tiene  30  habitantes  por  milla  cuadrada; 
Bolívar  y  Magdalena  no  más  de  8.  Aquélla  cuenta 
cerca  de  500,000  anglo-americanos  de  nacimiento, 
pues  tal  vez  no  alcanza  su  población  extranjera  blanca 

á  100,000,  mientras  que  en  nuestra  costa  atlántica  la 


408  Distribución  del  territorio 

raza  blanca  pura  no  alcanza  á  50.000,  ni  á  150,000 
la  población  mezclada  de  español  y  africano  ó  indíge- 
na. Pero  en  Luisiana  hay  500,000  habitantes  de  raza 
africana  pura,  y  sus  pardos  (1)  no  pasan  de  100,000. 
La  población  general  de  este  Estado  se  divide  así 
en  el  censo  de  1880: 

Población  blanca 454,954 

Población  de  color  (africana) ..  .   483,655 

Total  en  1880 938,609 

Población  nacida  en  América....   885,800 
Población  nacida  en  país  extran- 
jero      54,146    939,946 

La  diferencia  entre  la  primera  y  la  segunda  suma 
procede  de  que  en  la  primera  no  están  comprendidos 
los  aborígenes  ni  los  chinos,  cuyo  número  es  de  algo 
más  de  800  los  primeros  y  de  500  los  segundos. 

A  los  guarismos  anteriores  puede  agregarse  por  au- 
mento de  población  en  nueve  y  medio  años,  un  30  por 
100;  lo  que  da  el  de  1.200,000,  calculado  arriba  para  la 
actualidad. 

El  Territorio  comprende  29.000,000  de  acres  (2)  y 
se  clasifica  en  dos  divisiones  generales,  á  saber: 

Tierras   quebradas,   6  sea  ligera- 
mente montañosas 12.332,000  acres 

Llanuras  casi  al  nivel  mar 13.773,000     — 

Que  se  subdividen,  según  los  trabajos  topográfi- 
cos ejecutados  por  los  ingenieros  del  Estado,  así: 


(1)  El  Diccionario  de  la  Academia  no  trae  la  ^íxiohm  pardo 
en  la  acepción  que  los  españoles  empleaban  en  América  para 
designar  la  gente  de  raza  mixta  de  blanco  y  negro. 

(2)  El  acre  es  igual  á  dos  tercios  de  fanegada,  ó  40  por  100  de 
la  hectárea. 


Regiones  diversas  á09 

Buenas  tierras  altas 5.248,000  acres 

Bosques  de  pinos 5. 497,000  — • 

Bancos  altos  (bluffs)  á  las  ori- 
llas de  los  ríos  1.587,000  — 

Región  de  las  praderas  (sin  árbo- 
les y  con  pastos  naturales) 2.483,000  — 

Tierras  de  aluvión  cultivables...  3.615,000  — 

Tierras  de  aluvión    cubiertas  de 

bosque 2.752,000  — 

Pinares  bajos,  expuestos  á  inun- 
dación     1.585,000  — 

Tierras  pantanosas   3.338,000  — 

Tierras  ocupadas  por  los  ríos  y  los 

lagos 1.228,000  — 

Playas  del  mar 1.100,000  — 

No  hay  sistema  alguno  de  montañas  verdaderas 
en  todo  el  Estado.  Lo  que  se  llama  tierras  montaño- 
sas son  meras  colinas  de  sesenta  á  ciento  cincuenta 
metros  de  altura, — formadas  siglos  atrás  por  la  vio- 
lencia de  las  aguas,  —unidas  unas  veces  en  grupos, 
aisladas  á  las  veces.  En  lo  general  el  Mississppi  corre 
entre  bancos  altos  de  tierra  [bluffs)  que  forman  me- 
setas de  más  ó  menos  extensión,  fuera  del  alcance  de 
las  inundaciones.  Detrás  de  ellas  las  irrupciones  de 
las  aguas  han  roto  en  ocasiones  esos  bancos  ó  inun- 
dado grandes  extensiones  de  tierras  bajas:  fenómeno 
que  puede  observarse  también  en  el  A'alle  del  alto 
Cauca  y  en  algunas  partes  de  Bolívar  y  el  Magdalena, 
del  Banco  para  abajo.  La  región  de  las  praderas  se 
compone  de  llanuras  onduladas  que  recuerdan  la  for- 
ma de  las  olas  del  mar;  tierras  arenosas,   cubiertas  de 


4W  Producciones  de  cada  región 

pastos  naturales,  semejantes  á  las  llanuras  del  Gaamo 
y  el  Espinal  y  á  la  que  detrás  de  la  ciudad  de  Neiva  se 
extiende  hasta  el  Hobo;  tierras  que  en  su  estado  pri- 
mitivo están  ocupadas  por  rebaños  de  ganado,  pero 
que,  bien  cultivadas,  serían  también  buenas  tierras 
de  labor. 

Esa  división  délas  condiciones  topográficas  da  na- 
cimiento á  las  diversas  producciones  agrícolas  y  á  la 
forma  de  agrupación  ó  diseminación  de  los  habitan- 
tes. En  los  bancos  de  las  orillas  de  los  ríos  están  las 
ciudades.  Las  praderas  están  destinadas  á  la  industria 
pecuaria.  Las  tierras  altas  producen  cereales  y  algo- 
dón. Las  orillas  de  los  ríos  y  lagos  sostienen  las  plan- 
taciones de  caña.  Las  tierras  de  aluvión  expuestas  á  las 
inundaciones  producen  grandes  cantidades  de  arroz. 
Las  tierras  aluviales  libres  de  inundación  se  prestan 
al  cultivo  del  tabaco  y  de  las  frutas  de  todas  clases. 
Las  hortalizas  prosperan  mejor  en  el  terreno  conquis- 
tado sobre  los  pantanos,  en  donde  también  tienen  su 
mansión  favorita  las  plantaciones  de  naranjos.  Los 
bosques  son  respetados  en  lo  general,  y  de  ellos  se 
extraen  considerables  cantidades  de  maderas,  dejan- 
do siempre  campo  á  la  reproducción  constante  de  los 
árboles.  La  alternación  frecuente  de  camjios  altos  y 
secos  con  vegas  bajas  y  húmedas  se  presta  admirable- 
mente á  la  construcción  de  las  habitaciones  campes- 
tres en  lugares  sanos,  pero  en  medio  de  tierras  férti- 
les  menos  á  propósito  para  mansiones  humanas. 


La  parte   Norte  del   Estado  está  regada  por  el 
Mississippi,  el  Washita  y  el  río  Rojo,  el  último  de  los 


Riqueza  general  del  Estado  411 

cuales  es  navegable  también  en  vapores,  por  más  de 
170  leguas  hacia  el  Oeste,  y  cuenta  en  sus  riberas  las 
ciudades  notables  de  Alejandría,  Natchitochez  y 
Shreveport.  Esos  dos  últimos  ríos,  unidos,  desembocan 
en  el  Mississippi,  73  leguas  arriba  de  Nueva  Orleans,  y 
sus  valles  respectivos  constituyen  la  parte  más  habi- 
table del  Estado,  por  ser  la  menos  expuesta  á  inunda- 
ciones. De  la  boca  del  río  Rojo  hacia  abajo  principia 
el  delta  del  Mississippi,  cuyas  tierras,  formadas  por  el 
depósito  de  las  arenas  arrastradas  de  la  parte  alta, 
constituyen  la  mayor  parte  de  las  tierras  aluviales. 

La  riqueza  general  del  Estado  y  la  importancia  de 
8US  capitales  circulantes  han  sufrido  muchas  oscilacio- 
nes en  los  últimos  treinta  años,  con  motivo  de  los 
acontecimientos  políticos;  es  decir,  la  guerra  civil  de 
1861  á  1865  y  la  abolición  de  la  esclavitud.  Según  un 
cuadro  relativo  á  toda  la  Unión,  que  publica  Mr.  Blai- 
ne  (el  actual  Secretario  de  Relaciones  Exteriores),  en 
su  libro  titulado  Tiuenty  years  of  Congress,  el  valor 
verdadero  de  la  riqueza  general  de  Luisiana  ha  teni- 
do los  siguientes  cambios: 

En  1850  era  %  233.998,764  (incluyendo  el  valor  de 
244,800  esclavos). 

En  1860  era  $  602.118,568  (incluyendo  el  valor  de 
331,726  esclavos). 

En  1870  era  $  323.125,666  (sin  avaluar  los  esclavos 
yá  emancipados. 

En  1880  era  $  382.000,000. 

Como  estos  cambios  constituyen  un  fenómeno  muy 
complejo,  que  necesita  ser  analizado  cuidadosamente 
en  la  historia,  al  juzgar  de  los  efectos  de  la  abolición 


412       Efectos  de  la  abolición  de  la  esclavitud 

de  la  esclavitud,— punto  que  no  deja  de  tener  inte- 
rés para  nosotros,  en  donde  esa  medida  dio  también 
extraordinaria  intensidad  al  debate  político  y  concu- 
rrió como  agente  más  ó  menos  conocido  á  determinar 
algunas  de  nuestras  guerras  domésticas, — me  deten- 
dré algunos  instantes  en  su  examen. 

En  primer  lugar,  si  de  los  avalúos  de  la  riqueza  en 
1850  y  1860  deducimos  el  valor  de  los  esclavos,  com- 
putándolos á  un  precio  medio  de  $  500  cada  uno  (que 
era  el  término  medio  corriente  en  el  mercado),  tendre- 
mos que  el  verdadero  valor  de  la  propiedad  avalua- 
ble  era  sólo  en  1850  de .$  111.600,000 

En  1860 436.255,000 

Subsistiendo  la  esclavitud,  cultivadas  con  esclavos 
las  tierras,  éstas  podían  valer  más,  no  porque  fuesen 
más  productivas,  sin'o  porque  costaba  menos  su  cultivo 
á  virtud  de  la  expropiación  que  se  hacía  del  trabajo 
humano;  del  mismo  modo  que,  á  la  inversa,  el  valor 
de  las  tierras  debe  bajar  cuando  alza  la  tasa  de  los  sa- 
larios, no  porque  entonces  sean  menos  productivas, 
sino  por  el  aumento  de  gastos  de  producción. 

Con  esta  consideración  podemos  rebajar  no  poco  en 
el  avalúo  de  1850  y  1860;  de  suerte  que  las  pérdidas 
ocasionadas  por  la  manumisión  no  fueron  tan  graves 
como  aparece  en  la  anterior  comparación. 

Si  los  dueños  de  esclavos  perdieron  con  la  manu- 
misión, la  riqueza  general  no  perdió  nada,  porque  los 
trabajadores  no  desaparecieron.  El  valor  del  esclavo 
depende  de  su  capacidad  para  el  trabajo,  y  esa  subsis- 
tió, no  en  beneficio  de  sus  antiguos  amos,  por  supues- 
to, sino  de  los  negros  mismos,  que  se  hicieron  yá  due- 
ños del  valor  de  su  propio  trabajo. 


Reorganización  de  las  industrias  413 

IJna  consecuencia  grave  sí  debió  tener  la  libertad 
en  la  desorganización  de  las  empresas  que  tenían  por 
base  el  trabajo  esclavo.  Mientras  los  antiguos  amos 
no  se  resolvieron  á  pagar  jornales  á  los  antes  escla- 
vos, indudablemente  el  cultivo  de  muchas  tierras  de- 
bió de  quedar  paralizado,  y  con  ello  debió  de  perderse 
un  valor  muy  considerable. 

En  segundo  lugar,  vinieron  á  ser  imposibles  esos 
cultivos  en  grande  escala  que  la  esclavitud  hacía  fáci- 
les y  aun  naturales;  las  propiedades  extensas  no  tuvie- 
ron yá  medios  de  sostenerse,  y  fue  preciso  dividirlas. 
Esto  debió  determinar  una  fuerte  oferta,  con  una 
demanda  limitada,  y  el  valor  de  la  tierra  debió  de  ba- 
jar y  bajó  en  efecto. 

En  resumen,  pues,  bajó  el  valor  de  la  tierra,  pero 
subió  el  valor  de  la  industria  humana.  Lo  que  perdie- 
ron los  dueños  de  esclavos  lo  ganaron  los  esclavos  mis- 
mos. Las  pérdidas  procedentes  de  la  emancipación 
(porque  la  guerra  debió  ser  causa  activa  también  de 
destrucción  de  valores  y  de  paralización  de  muchas 
empresas)  no  fueron,  de  consiguiente,  tantas  como  pa- 
rece á  primera  vista. 

Empero,  la  reorganización  de  las  empresas  sobre 
la  base  de  industrias  libres  no  era  tarea  de  pocos  aflos. 
Dividir  en  pequeños  lotes  los  grandes  feudos;  encon- 
trar empresarios  en  pequeño,  provistos  de  capital  ade- 
cuado; suavizar  las  relaciones  entre  las  dos  razas  para 
hacer  posible  su  cooperación;  fundar  el  crédito  de  los 
pequeños  propietarios,  hombres  tal  vezantes  descono- 
cidos en  los  bancos:  todo  eso  requería  una  labor  de 
muchos  años;  pero  todo  ha  venido  y  está  viniendo  con 


4 14  Luisiana  y  los  Estados  del  Norte 

la  inmigración  de  hombres  del  Norte,  más  conocedo- 
res de  las  faenas  agrícolas  en  pequeña  escala.  Con 
ellos  vienen  también  ideas  más  democráticas  adecua- 
das al  cambio  profundo  operado  por  la  muerte  de  esa 
'institución  peculiar." 

La  población  de  Luisiana,  según  el  censo  de  1880, 

era  de 940,000  habitantes. 

Su  riqueza  general $  382.000,000. 

Es  decir,  $  406  por  cabeza  de  población,  riqueza  dos 
ó  tres  veces  superior  á  la  del  pueblo  colombiano,  pero 
muy  inferior  al  término  medio  de  la  del  resto  del  pueblo 
de  los  Estados  Unidos,  que  en  una  avaluación  general 
de  $  43,642.000,000  daba,  sobre  50.000,000  de  pobla- 
ción, en  1880,  un  cociente  de  $  873  por  cabeza,  é  in- 
ferior también  á  la  de  los  siguientes  Estados  del  Norte: 

California  (costa  del  Pacífico),  en  que  la  ri- 
queza por  individuo  es  de $  1,670 

Massachussets  (Nueva  Inglaterra) 1,471 

Connecticut  (id.      id.) 1,236 

Nueva  York  (Estados  centrales) 1,241 

Pensilvania    (id.  id.) 1,154 

Ohio  (Oeste) 1,012 

Illinois    (id.) 1,043 

Sin  embargo,  con  excepción  del  de  Virginia,  Lui- 
siana es  el  más  rico  entre  los  Estados  del  Sur,  con  re- 
lación á  su  población. 

Debe  tenerse  en  cuenta,  además,  para  formar  idea 
más  aproximada  de  la  influencia  de  la  esclavitud  so- 
bre la  riqueza  pública  y  la  civilización  general,  que 
una  parte  no  despreciable  de  los  valores  de  los  Esta- 
dos del  Sur  pertenece  á  gente  del  Norte,  mientras  que 
el  hecho  contrario  es  de  rarísima  ocurrencia. 


ProducQÍones  agrícolas  415 

Las  principales  producciones  de  Lnisiana  son  las 
siguientes: 

Maíz:  en  1887,  4^  millones  de  cargas,  producidas 
en  600,000  fanegadas,  ó  sea  á  razón  de  1\  cargas  por 
fanegada.  Como  el  precio  medio  de  este  grano  fue  allí 
de  $  2  por  carga,  el  valor  de  esta  cosecha  representó 
$  9.191,220,  que  equivalen  á  cerca  de  $  9  por  cabeza 
de  población,  y  I  14-50  por  fanegada. 

Algodón:  en  1886,  2.300,000  quintales  producidos 
en  muy  poco  más  de  600,000  fanegadas,  á  razón  de 
cerca  de  4  quintales  por  fanegada.  El  precio  medio 
de  $  8-30  por  quintal  produjo,  pues,  %  18.999,230, 
que  dan  un  cociente  de  cerca  de  $  20  por  cabeza  de 
población  y  $  33-20  por  fanegada. 

Aziicar.  Perdí  el  dato  relativo  á  la  producción  de 
azúcar  en  1887,  y  sólo  lio  podido  hallarlo  con  rela- 
ción á  1877  y  1878,  en  cuyo  año  fue  de  208,841  barri- 
les de  á  40  arrobas  cada  uno,  ó  sea  2.088,410  quinta- 
les, que  á  un  precio  medio  de  %  8-50  quintal,  valen 
$  16.707,280,  ó  $  17  por  cabeza  de  población  en 
ese  año. 

Arroz.  En  el  mismo  año  de  1877-1878  la  de  este 
artículo  alcanzó  á  157,770  barriles  de  á  400  libras 
cada  uno,  es  decir,  631,080  quintales,  que,  á  $  6  quin- 
tal, valen  %  3.786,480,  ó  más  de  $  4  por  persona. 

El  resto  de  producciones  vegetales,  muy  variadas: 
frutas,  hortalizas,  avena  y  cebada,  batatas,  etc.,  debe 
representar  algunos  millones  de  pesos  más. 

La  riqueza  animal  en  1887  se  componía  de  los  si- 
guientes valores  principales: 

Caballos. . . .  N.°  119,810  Avaluados  á  %  57.15  C2U,  $  6.847,507 
Muías „      84,478  „  á$  88.40    „    $7.473,811 


416  Baja  en  el  valo?'  del  azúcar 


Vacas     de  ^ 
leche S     ' 

,    162,648 

á$  16.30    , 

,    $2.651,179 

Bueyes     y] 
demás  ga-  ! 
nado    va-  ¡     ' 

,    270,816 

á$  11.33    , 

.    $3.009,187 

cuno j 

Ovejas 

Marranos ...    , 

„    113,965 

,    573,821 

á$    1.64    , 
á$    3.08    , 

,    $     186,891 
,    $1.769,663 

Por  esta  enumeración  se  comprenderá  que  la  pro- 
ducción anual  de  riqueza  por  cabeza  de  población  no 
puede  bajar  de  $  100  á  $  125  por  individuo;  suma  que 
da  idea  de  un  bienestar  superior  al  de  nuestra  población 
colombiana;  pero  muy  inferior  al  de  otros  Estados  de 
la  Unión,  en  donde  ese  guarismo  se  eleva  á  $  300  por 
cabeza,  y  aun  á  más.  Los  jornales  comunes  de  un  peón 
agricultor  oscilan  entre  0.40  y  $  1  por  día,  y  el  término 
medio  en  todo  el  Estado  se  estimaba  en  1887  en-$  16, 
sin  alimentos,  y  en  $  11,  con  ellos,  en  25  días  de  trabajo 
en  el  mes. 

No  toda  la  decadencia  que  se  nota  en  ciertas 
producciones  de  Luisiana  es  imputable  á  la  guerra  6 
á  la  abolición  de  la  esclavitud.  La  de  azúcar  era  la 
más  notable  hasta  1859;  pero  la  baja  en  la  producción 
de  este  artículo  procede  principalmente  de  la  compe- 
tencia desastrosa  del  azúcar  de  remolacha  en  Europa, 
que  en  los  últimos  veinte  años  ha  hecho  bajar  á  la 
tercera  parte  el  precio  de  esta  mercancía,  y  dado  ori- 
gen á  la  ruina  de  muchos  establecimientos  montados 
en  grande  escala  y  con  la  inversión  de  capitales  muy 
crecidos,  en  Cuba,  el  Brasil  y  Luisiana. 

Durante  los  breves  días  de  mi  visita  á  N"ueva  Or- 
leans  oí  hablar  de  un  método  nuevo  que  empezaba  á 
ensayarse  para  el  tratamiento  de  la  cafla  en  la  fabri- 


El  método  de  difusión  417 

cación  de  azúcar:  el  de  difusión,  en  lugar  del  de  ex- 
presión, ho}'  usado. 

La  caña  dulce  contiene,  según  la  variedad  á  que 
pertenezca,  y  la  calidad  del  terreno  en  que  se  la  siem- 
bre, desde  10  hasta  20  por  100  de  azúcar;  pero  los 
procedimientos  lioy  conocidos,  aun  en  los  mejores  tra- 
piches de  Luisiana,  sólo  permitían  obtener,  á  lo  más, 
un  7i  por  100;  el  resto  queda  adherido  al  bagazo  ó  se 
pierde  en  las  espumas  y  mieles  incristalizables  que 
llamamos  de  purga.  Esto  por  el  método  de  expresión 
en  trapiche,  en  el  cual  sale  el  guarapo  mezclado  con 
gomas  y  otras  sustancias  que  sirven  de  obstáculo  á  la 
cristalización,  que  vienen  en  mayor  cantidad  cuando 
se  muele  la  caña  viche,  ó  al  contrario,  pasada  yá  de 
madurez. 

Para  evitar  esos  inconvenientes,  se  trata  de  aplicar 
el  método  de  difusión,  usado  últimam.ente  en  Europa 
en  la  fabricación  de  azúcar  de  remolacha,  en  la  cual 
ha  dado  resultados  muy  notables.  Yo  soy  enteramente 
ignorante  en  estas  materias;  pero  deseoso  de  que  sean 
estudiadas  en  mi  país  por  otros  más  competentes,  me 
atrevo  á  llamar  la  atención  hacia  ellas,  pidiendo  per- 
dón de  antemano  por  este  atrevimiento. 

En  lugar  de  exprimir  la  caña  entre  los  cilindros, 
se  la  corta  en  tajadas  de  un  tercio  á  medk)  centímetro 
de  espesor,  y  se  la  hace  pasar,  así  dividida,  por  nueve 
ó  diez  cajones,  á  los  que  se  hace  llegar  una  corriente 
de  agua  á  una  temperatura  de  60  á  90"  centígrados, 
que  permanezca  en  contacto  con  aquélla  por  ocho  ó 
diez  minutos  en  cada  cajón.  El  agua  absorbe  sucesi- 
vamente todo  el  azúcar  contenido  en  las  celdas  de  la 

27 


418  JSus  resultados 

caña,  y  este  caldo  es  tratado  ea  seguida  por  el  mismo 
método  de  evaporación  que  el  guarapo  obtenido  por 
expresión  en  el  trapiche. 

Se  dice  que  los  resultados  obtenidos  en  las  expe- 
riencias hechas  en  Luisiana,  bajo  la  dirección  de  la 
Oficina  de  Agricultura  de  Washington,  son  los  si- 
guientes: 

La  caña  contiene  de  cada  100  partes  de  su  peso 
bruto: 

En  guarapo 89  partes. 

En  bagazo,..    , 11      ,, 

100  partes. 

El  trapiche  no  logra  extraer  sino  50  partes  de  gua- 
rapo, y  deja  perder  39.  Por  el  procedimiento  de  difu- 
sión se  llega  á  extraer  85  partes,  y  sólo  se  pierden  4. 

Como  resultado  general,  se  cree  que  la  diferencia 
en  Luisiana  sería  la  siguiente: 

Una  tonelada  (8  cargas)  de  caña  produce  hoy, 
por  medio  del  trapiche 110  libras  de  azúcar. 

Una  tonelada  de  cafía,  por 
el  sistema  de  difusión,  pro- 
duciría      200 

Casi  el  doble,  pero  en  las  circunstancias  más  favo- 
rables al  sistema  actual,  la  ventaja  del  nuevo  no  sería 
menor  de  un  25  por  100. 

Abajo  de  Nueva  Orleans,  en  toda  la  orilla  del 
Mississippi,  vimos  las  chimeneas  del  establecimiento 
en  que  se  hacían  las  experiencias  en  grande  escala; 
mas  como  en  el  mes  de  Mayo  la  vegetación  está  todavía 
muy  atrasada,  me  fue  imposible  ir  á  presenciarlas. 

Para  adoptar  el  nuevo   procedimiento  se  tropieza 


Inconvenientes  para  introducirlo  419 

en  aquel  Estado  con  la  dificultad  de  montar  maquina- 
ria nueva,  lo  que  envuelve  la  pérdida  de  más  de 
$  60.000,000  que  cuestan  los  actuales  trapiches  y  sus 
edificios,  y  la  inversión  quizás  de  otro  tanto  en  los  nue- 
vos aparatos.  Además,  éstos  exigen  combustible  de 
mejor  calidad,  y  no  bastaría  el  bagazo  empleado  hoy: 
sería  necesario  el  carbón  mineral,  y  se  calcula  que  no 
bajaría  el  consumo  de  dos  libras  de  carbón  por  cada 
libra  de  azúcar  producida.  Así,  la  introducción  del 
nuevo  método  tendrá  que  hacerse  con  alguna  lentitud; 
pero  abrirá  la  puerta  á  la  explotación  de  minas  de  car- 
bón, hoy  inútiles  por  falta  de  mercado,  y  se  evitará 
la  tala  de  los  bosques  de  donde  se  saca  gran  parte  del 
combustible  empleado  en  los  trapiches. 

Como  la  producción  de  azúcar,  panela  y  miel  en 
Colombia  no  representa  menos  de  $  12  á  $  15  millones 
anuales,  bien  valía  la  pena  de  enviar  comisionados  á 
estudiar  esos  nuevos  métodos  de  producción;  ya  fuese 
á  los  Estados  Unidos,  ya  á  Europa  mismo, — á  Fran- 
cia y  Alemania, — de  donde  el  sistema  aplicado  á  la 
explotación  de  la  remolacha  empieza  á  ser  introduci- 
do en  América.  Al  propio  tiempo  se  pudiera  estu- 
diar las  diversas  variedades  de  la  cafla,  entre  las 
cuales  algunas,  procedentes  del  Asia,  dan  un  rendi- 
miento de  azúcar  mucho  mayor  que  las  tjue  aquí  co- 
nocemos. 

La  organización  industrial  de  Luisiana,  en  lo  que 
se  refiere  á  la  agricultura,  que  es  la  preponderante, 
participa  de  la  forma  general  adoptada  en  los  Estados 
Unidos,  la  cual  se  divide  en  tres  clases: 


'420  Sistemas  agrícolas 

Cultivo  por  el  propietario  mismo; 

Cultivo  por  arrendamiento; 

Cultivo  en  participación  por  acciones. 

El  suelo  apropiado  en  Luisiana  comprende  48,292 
propiedades:  haciendas  y  estancias,  cuyo  cultivo  se 
divide  así: 

Por  el  propietario  31,286,  es  decir,  el  65  por  100. 

Por  arrendatarios. ...:........     6,669,        ,,  13.80    ,, 

En  participación  por  acciones . .  10,337,        ,,  21.30    ,, 

En  la  mayor  parte  de  los  Estados  del  Norte  y  del 
Noroeste,  sobre  todo  en  los  de  Nueva  Inglaterra,  la 
proporción  de  cultivadores  propietarios  pasa  de  80 
por  100,  llegando  en  algunos,  como  Maine,  New 
Hampsliire,  Massacliussets,  Dakota,  Montana  y  Was- 
hington, á  96,  92,  96,  95,  92  y  93  por  100,  respec- 
tivamente. 

Los  esclavos  emancipados  se  rehusan  en  lo  general 
en  los  Estados  del  Sur  á  trabajar  con  el  carácter  de 
arrendatarios;  quieren  trabajar  con  independencia  y 
sin  correr  el  peligro  de  ser  esquilmados  con  altos 
arrendamientos;  prefieren  en  lo  general  comprar  pe- 
queñas extensiones  para  ser  dueños  libres  en  ellas,  ó 
partir  en  equidad  con  el  propietario  las  ganancias  ó 
pérdidas.  Este  último  sistema  prevalece  sobre  el  de 
arrendamieifto  en  toda  la  Unión.  Así, el  número  de  pro- 
piedades rurales  era,  en  1887,  de  4.008,907,  y  de  ellas 
eran  trabajadas  por  sus  mismos  dueños..     2.984,306 

Por  arrendatarios  322,357 

En  participación  por  acciones ....        702,244 

Según  los  informes  recibidos  en  la  Oficina  de  Agri- 
cultura, la  tendencia   que  se  muestra  en   los   Estados 


Precio  de  las  tierras  421 

del  Sur,  aparte  de  la  división  de  tierras  en  pequeños 
lotes  para  venderlas  á  los  manumisos,  es  la  de  trabajo 
á  jornal,  sobre  todo  á  medida  que  sube,  como  va  su- 
biendo, la  tasa  de  éste. 

El  precio  de  las  tierras  ha  bajado  notablemente. 
En  Luisiana  es  de  $  20  la  fanegada  de  tierra  desmon- 
tada y  cercada.  En  otros  Estados  del  Sur  es  menor 
todavía,  pues  no  pasa  de  $  13  á  $  15;  pero  las  de  Lui- 
siana son,  en  lo  general,  de  calidad  mejor.  El  produc- 
to medio  del  valor  de  las  cosechas  medianamente 
trabajadas,  da  $  30  y  aun  $  32  por  fanegada,  y  una 
utilidad  media  de  $  8  á  $  12. 

El  precio  de  arrendamiento  de  las  tierras  es  de 
^  1-60  á  %  4-80  por  fanegada,  según  hi  calidad  de 
aquéllas. 

El  valor  de  las  no  cultivadas  ó  cubiertas  de  bosque 
es,  por  término  medio,  de  $  5  por  fanegada. 


Se  consideraba  antes  de  la  guerra  civil  de  1861 
que  el  clima  de  Luisiana  en  los  meses  principalmen- 
te ocupados  por  las  faenas  agrícolas  (que  son  los  de 
Marzo  á  Octubre,  en  que  la  temperatura  se  levanta 
sucesivamente  desde  22°  centígrados  hasta  42°),  no 
permitía  á  la  raza  blanca  ocuparse  en  el  trabajo  de  los 
campos,  y  de  aquí  nacía  que  esos  trabajos  se  hacían 
casi  exclusivamente  con  esclavos  negros.  Abolida  la 
esclavitud,  fue  necesario  ocurrir  al  brazo  de  los  blan- 
cos. La  experiencia,  se  dice,  parece  demostrar  que, 
salvo  la  necesidad  de  algunas  precauciones,  éstos  resis- 
ten el  clima  casi  lo  mismo  que  aquéllos.  Este  es  á  lo 
menos  el  tema  incesante  de  los  periódicos  y  de  las  pu- 


422    La  raza  blanca  en  los  climas  semüropicales 

blicaciones  frecuentes,  que  con  el  objeto  de  atraer  in- 
migración blanca,  se  hacen  en  los  Estados  del  Sur.  Me 
atrevo  á  pensar,  sin  embargo,  que  si  un  adulto  fuerte 
y  robusto  puede  resistir  las  influencias  del  clima,  no 
así  las  mujeres  y  los  niños,  entre  quienes  la  acción 
del  paludismo  debe  ser  siempre  más  peligrosa. 

La  experiencia  secular  de  la  raza  europea,— que 
no  ha  podido  aclimatarse  en  el  valle  menos  insalubre 
del  Nilo,  en  el  Norte  de  África,— no  es  á  propósito  para 
infundir  confianza  en  esas  previsiones.  Los  griegos  y 
los  romanos  conquistadores  del  Egipto  no  lograron 
dejar  allí,  después  de  largos  períodos  de  dominación, 
huellas  algunas  de  su  raza,  y  la  egipcia,  aclimatada 
en  el  transcurso  de  muchos  siglos,  es  la  única  que  se 
encuentra  hoy  en  las  orillas  de  aquel  río,  según  el  tes- 
timonio de  los  viajeros.  Las  colonias  europeas  en  las 
costas  del  Senegal  y  demás  regiones  intertropicales  del 
África;  las  colonias  inglesas  y  francesas  de  las  Anti- 
llas; las  Guayanas  inglesa,  holandesa  y  francesa  dan 
testimonio  de  la  dificultad  para  la  aclimatación  del 
europeo  en  las  regiones  palúdicas  de  la  zona  inmedia- 
ta á  los  trópicos. 

Sea  de  eso  lo  que  fuere,  en  los  Estados  del  Sur  de 
la  Unión  parecería  que  se  quiere  prescindir  á  todo 
trance  del  concurso  de  la  raza  africana,  y  que  las  preo- 
cupaciones de  casta  son  en  el  rlía  más  fuertes  que  en 
los  tiempos  en  que  reinaba  la  esclavitud.  Ré  aquí  el 
gran  problema  social,  político  é  industrial  de  esos 
Estados. 

La  raza  negra  existe  allá  porque  fue  llevada  por 
los  blancos;  se  propagó  en  esos  lugares,  porque  el 


La  raza  negra      .  423 

blanco  favoreció  su  propagación;  cultivó  la  tierra, 
preparó  los  elementos  de  colonización  para  el  blanco, 
lo  hizo  rico  é  hizo  habitable  para  éste  el  suelo  que, 
sin  el  negro,  no  hubiera  podido  tal  vez  habitar;  pero 
de  toda  esa  cooperación,  prestada  bajo  el  régimen  de 
la  esclavitud,  aquél  quiere  prescindir  ahora  bajo  el 
reinado  de  la  libertad.  Quiere  separarse  de  su  ante- 
rior compañero,  privarlo  de  participación  en  la  vida 
política  y  mantenerlo  en  un  estado  de  aislamiento  é 
inferioridad  perfectos. 

¿Qué  resultará  de  esta  disposición  de  ánimo  de  la 
parte  civilizada  y  directora  de  la  política  en  esos  Es- 
tados? 

Aparte  de  otras  consecuencias  más  ó  menos  dis- 
tantes, del  orden  moral  y  del  político,  por  lo  pronto 
esa  repugnancia— que  no  puede  menos  de  engendrar 
reciprocidad — está  decidiendo  á  la  población  de  color 
á  separarse  de  la  blanca  y  agruparse  en  lugares  dis- 
tantes, para  formar  una  sociedad  distinta  y  desde 
luego  enemiga.  Con  algunas  excepciones,  la  expre- 
sión constante  del  periodismo — que  no  puede  dejar 
de  suponerse  representa  el  sentimiento  general  de  la 
población  blanca — protesta  contra  la  participación 
del  hombre  de  color  en  el  sufragio  y  en  el  desempeño 
de  los  destinos  públicos,  contra  la  concurrencia  de 
los  niños  de  color  á  las  escuelas  de  los  blancos  y  hasta 
contra  la  comunidad  de  la  oración  en  las  iglesias  en- 
tre las  dos  razas. 

La  blanca  no  admite  nada  en  común  con  la  otra,  ni 
aun  el  mismo  Dios.  Suponía  yo  que  este  sentimiento, 
explicable  á  lo  menos  durante  los  primeros  años  que 


424  *  La  fiebre  amarilla 

siguieron  á  la  abolición  de  la  esclavitud,  pasaría, 
como  ha  pasado  el  deseo  de  separación  entre  las  dos 
secciones;  pero  no  es  así.  Con  el  triunfo  reciente  del 
partido  republicano,  uno  de  cuyos  puntos  de  progra- 
ma consistía  en  la  protección  á  la  raza  de  color  en 
el  ejercicio  de  sus  derechos  políticos  y  civiles,  la  ani- 
mosidad de  los  blancos  en  el  Sur  se  ha  levantado  fu- 
riosa, y  esa  promesa  de  protección  es  una  de  las  difi- 
cultades actuales  para  la  administración  del  General 
Harrison,  porque  cualquier  empleo  de  medidas  coerci- 
tivas con  ese  objeto  renovaría  tal  vez  las  ideas  sepa- 
ratistas y  pondría  en  peligro  la  paz  nacional. 


La  fiebre  amarilla  es  otra  fuerza  que  detiene  el 
progreso  de  Luisiana.  Las  ciénagas  y  pantanos  del 
delta  del  Mississippi,  unidos  á  los  calores  tropicales  del 
estío,  levantan  el  germen  de  esta  epidemia  en  todo 
el  litoral  del  golfo  de  Méjico  y  en  las  costas  del 
Atlántico  hasta  el  paralelo  35°  hacia  el  Norte.  A  pesar 
de  la  inmigración  blanca  del  valle  alto  del  Mississippi, 
que  es  considerable,  la  reproducción  de  la  gente  de 
color  va  superando  cada  día  más  el  guarismo  de  la 
otra.  La  fiebre  amarilla,  de  la  cual  parece  comparati- 
vamente inmune  la  raza  africana,  se  propaga  cada, 
dos  ó  tres  años  á  lo  largo  de  las  riberas  del  gran  río, 
en  cada  vez  algo  más  arriba  que  la  anterior,  habiendo 
llegado  yá  casi  hasta  Cairo,  ciudad  situada  en  la  con- 
fluencia del  Ohio,  trescientas  sesenta  leguas  arriba 
del  mar;  de  suerte  que  si  esta  situación  continúa  du- 
rante un  siglo,  no  sería  aventurado  sospechar  que,  por 
nna  inversión  providencial  de  los  propósitos  humanos, 


Porvenir  de  la  raza  negra  en  Luisiana      425 

esos  magníficos  territorios  llegarán  á  ser  el  patrimo- 
nio de  los  oprimidos,  y  el  antes  teatro  de  esclavitud, 
lugar  de  dolor  y  de  lágrimas,  el  campo  de  regenera- 
ción, de  libertad  y  de  luz  para  los  pueblos  africanos, 

A  la  verdad,  la  industria  y  los  capitales  de  los  pue- 
blos civilizados  pueden  mucho;  el  hombre  puede  mo- 
dificar el  aspecto  físico  de  la  superficie  de  la  tierra, 
cambiar  los  climas  y  hacer  habitables  los  lugares  más 
inhospitalarios.  Testigo  de  ello  es  el  suelo  de  la  Gran 
Bretaña,  que  los  romanos  habitantes  de  Constantino- 
pla  en  el  siglo  iv  no  más  de  nuestra  era,  juzgaban 
habitable  tan  sólo  por  serpientes  y  espectros;  prueba 
incontestable  de  los  prodigios  del  hombre  es  el  suelo 
de  Holanda,  en  donde  se  vive  en  lucha  constante  con 
el  mar;  pero  para  ello  se  necesitan  siglos  enteros  de 
labor  incansable.  Algún  día  serán  encajonadas  las  co- 
rrientes, hoy  indomables,  del  ^'  Padre  de  las  Aguas," 
algún  siglo  después  se  abrirá  lecho  á  las  estanca- 
das de  los  pantanos,  y  lo  que  hoy  es  centro  de  putre- 
facción y  de  miasmas,  será  suelo  fértil  en  que  el  hom- 
bre blanco  podrá  fundar  con  seguridad  hogares  tran- 
quilos; pero  mientras  llega  ese  día,  quizás  tan  sólo  los 
** hijos  de  la  noche"  podrán  habitar  en  esa  región;  á 
lo  menos  sólo  ellos  podrán  criar  allí  sus  hijos,  multi- 
plicar su  descendencia  y  fundar  una  nueva  civiliza- 
ción   

¿Algo  semejante  á  esta  evolución  no  deberá  ser  el 
destino  de  la  América  tropical  en  las  orillas  del  Atrato, 
del  Magdalena,  del  Orinoco  y  del  Amazonas? 


CAPITULO  XXA^ 


EL     A^ALIiE     DEL     MISSISSIPPI 


Importancia  general  de  este  valle. — Sus  diversas  hoyas  hidro- 
gráficas.—Comunicaciones  con  el  resto  de  la  Unión. — Pro- 
ducciones principales. — El  maíz.— Los  cerdos. — King-cm'n. 
—El  maíz  es  la  producción  principal  de  los  Estados  Unidos. 
—Producción  de  él  por  fanegada. — El  maíz  y  la  producción 
animal. — Gran  distribución  de  la  propiedad  territorial. — Cul- 
tivo de  las  tierras  por  los  propietarios  mismos.— Jornaleros  y 
salarios  de  éstos. — Orígenes  diversos  de  los  pobladores  del 
valle. — Los  extranjeros. — Los  africanos. — Causas  de  su  pros- 
peridad.—i£'¿  Cotton  giri.—Lü  segadora  M'Cormick.— La  na- 
vegación por  vapor. — El  aceite  de  la  semilla  de  algodón. 

Nueva  Orleans  tiene  hoy  un  gran  número  de  vías 
férreas  que  la  comunican  rápidamente  con  todas  las 
secciones  de  la  Unión  Americana.  Yo  hubiera  deseado 
recorrer  lentamente  el  valle  del  gran  río,  conocer  si- 
quiera superficialmente  esas  famosas  regiones  del  Oes- 
te, viajando  alternativamente  en  los  vapores  y  en  los 
ferrocarriles  y  visitando  sus  campos;  })ero  me  era  im- 
posible. Muy  á  mi  pesar  tuve  que  limitarme  á  recorrer 
en  ferrocarril  la  línea  que  conduce  del  golfo  de  Méjico 
á  los  grandes  lagos,  atravesar  luego  el  valle  del  Ohio 
y  de  ahí  volver  á  Nueva  York,  pasando  por  las  gran- 
des ciudades  de  San  Luis,  Chicago,  Cincinnati,  Pitts- 
burgo,  Washington  y  Filadelfia.   Emprendí  mi  viaje 


El  valle  del  Mississippi  427 

por  la  ruta  del  Illinois  Central,  construido  en  su  mayor 
parte  al  través  de  tierras  incultas  en  que  el  hombre 
empieza  apenas  su  lucha  con  la  naturaleza  primitiva. 
Quería  ver,  aunque  fuese  al  vuelo,  el  aspecto  de  esas 
primeras  colonizaciones;  cómo  del  seno  de  esas  soleda- 
des han  surgido  esas  poderosas  repúblicas  que  son  hoy 
íil  asombro  del  mundo. 

El  valle  del  Mississippi  representa  en  la  actualidad 
un  papel  tan  importante  en  la  alimentación  de  la  raza 
humana  como  en  los  últimos  tiempos  de  la  Repú- 
blica Romana  el  valle  del  Nilo;  pero  el  de  aquel  río 
tiene  una  grandeza  de  proporciones  á  que  nunca 
pudo  aspirar  el  país  que  fue  la  cuna  de  la  civilización 
greco-romana.  El  Xilo  tiene  también  un  curso  muy 
extenso,  muy  poco  menor  en  longitud  que  el  Missis- 
sippi; pero  la  historia  de  su  parte  alta  nos  es  descono- 
oida  y  su  influencia  sobre  la  civilización  de  los  países 
del  Mediterráneo  se  detuvo  en  las  primeras  cataratas 
que  embarazan  la  navegación  en  la  parte  central  de  su 
curso.  No  así  la  grande  arteria  americana,  la  cual  nos 
€s  conocida  hasta  sus  primeros  orígenes;  su  navegación 
no  tiene  estorbos,  y  los  tributarios  laterales  penetran  á 
uno  y  otro  lado  hasta  ocupar  las  dos  terceras  partes  de 
toda  la  anchura  del  continente. 

Este  inmenso  valle  se  subdivide  en  los  dos  de  sus 
partes  alta  y  baja,  y  los  cuatro  de  sus  grandes  tributa- 
rios laterales,  tres  de  los  cuales  recorren  un  área  igual 
á  la  de  Francia  ó  Alemania,  y  la  de  uno  de  ellos  no  es 
inferior  á  la  de  estos  dos  países  y  España  reunidos. 
Presentaré  aquí  sus  áreas  y  población  en  1880,  hacien- 
do notar  que  á  esta  última  puede  agregársele  un  35 
ó  40  por  100  para  completar  su  guarismo  actual. 


428  Las  diversas  hoyas  hidrográficas 


Superficie  en  Población      Por  milla 

millas  cuadradas  en  1880         cuadrada 

Hoya  del  Alto  Mississippi...  179,635  6.698,000  38 

„      delOhio 207,111  10.136,000  49 

,,      del  Missouri 527,690  4.360.000  8 

,,      delArkansas 184,742  1.348,000  7 

,,      del  Río  Rojo 92,721  468,000  5 

,,      del  Bajo  Mississippi...  143,306  4.548,000  33 

Totales 1.335,205       27.558,000      139 

Este  gran  valle,  limitado  al  Occidente  por  los  Mon- 
tes Rocallosos  y  al  Oriente  por  los  Apalaches,  se  liga 
por  multiplicados  ferrocarriles  y  canales  con  las  otras 
grandes  regiones  de  la  República;  á  saber: 

Millas  cuadradas.  Habitantes. 

Al  Norte  con  la  de  los  grandes  lagos  (1)     82,007  y    3.732,000 

Al  Nordeste  con  la  de  los  doce  Estados 
de  Nueva  Inglaterra  y  los  centrales  (2) 169,520  y  15.764,000 

Al  Oriente  y  el  Sudeste  con  los  cinco 
Estados  del  Sur  del  Atlántico  (3) 359,139  y    7.594,000 

Al  Sudoeste  con  el  de  Tejas  y  los  terri- 
torios de  Nuevo  Méjico  y  Arizona 289,778  y    1.752,000 

Al  Oeste  con  los  Estados  mineros  délos 
Montes  Rocallosos  y  del  litoral  del  Pací- 
fico (4) 561,622y    1.718,000 

Al  Noroeste  con  los  Estados  limítrofes 
con  el  Canadá,  fundados  á  lo  largo  del  fe- 
rrocarril del  Norte  del  Pacífico  (5).., 545,856  y       302,000 

El  censo  que  se  levantará  en  1890  se  calcula  que 
dará  una  población  total  de  66.000,000  á  todo  el  país. 
Del  aumento  de  16.000,000  verificado  en  estos  últimos 
diez  años  se  juzga  que  corresponderán  no  menos  de 
diez  millones  á  los  Estados  del  Valle;  de  suerte  que 
hoy  puede  estimarse  la  población  de  éste  en  no  menos 
de  35.000,000. 

[11  Estados  de  Michigan,  Wisconsin  y  Minnesota. 

'2J  Estados  deMaine.Vermont,  RhodeTsland,  New Hampshire,  Con- 
necticut  y  Massachussetts,  Nueva  York,  Pensilvania,  Maryland,  De- 
laware,  New  Jersey  y  West  Viríjinia. 

[3]  Estados  de  Virginia,  Carolina  del  Norte,  Carolina  del  Sur,  Geor- 
gia y  Florida. 

[4]  Estados  de  Nevada  y  California,  Oregón,  Washington  y  Territorio 
de  Utah, 

[5]  Estados  de  Dakota-Norte,  Dakota-Sur,  Montana,  y  territorios 
de  Wyoming  é  Idaho. 


Las  producciones  principales  429 

El  valle  del  Mississippi  forma,  pues,  el  cuerpo  cen- 
tral, el  tronco  indivisible  de  la  Unión  Americana. 
Comunicado  entre  sus  diversas  partes  y  con  el  resto  de 
la  Unión  por  el  más  vasto  sistemude  ferrocarriles  que 
se  conoce  en  el  mundo  (treinta  mil  seiscientas  cua- 
renta y  cinco  leguas— 30,645— en  1887)  (1),  y  nave- 
gado por  mil  doscientos  vapores,  en  sus  ríos,  en  una 
extensión  de  cerca  de  G,000  leguas,  las  facilidades  de 
locomoción  que  ofrece  al  trabajador  en  la  abundancia 
y  variedad  de  sus  mercados,  tanto  en  el  interior  como 
en  el  exterior,  ha  desarrollado  sus  producciones  en 
una  proporción  asombrosa. 

Por  ahora  éstas  son  agrícolas  en  sus  ocho  décimas 
partes,  pues  su  población  se 'ha  formado  de  emigran- 
tes europeos  y  de  los  Estados  de  N"u3va  Inglaterra, 
pobres  en  la  generalidad,  que  han  ido  allí  en  busca, 
los  unos  de  tierras  en  propiedad,  los  otros  de  suelo 
más  fértil  y  más  remunerador  de  su  trabajo.  Las  pro- 
ducciones principales  son  maíz,  trigo,  avena,  cebada, 
forrajes,  algodón,  tabaco,  azúcar,  ganados  y  cerdos 
gordos.  Daré  una  idea  sucinta  de  ellas,  refiriéndome 
á  las  estadísticas  correspondientes  á  1886,  compiladas 
por  la  Oficina  de  Agricultura  de  Washington,  publi- 
cadas en  1887  y  1888,  y  reduciré  los  guarismos  á  las 
medidas  conocidas  en  Colombia: 

Artículos,             Cosecha  en  Valor  Producto  por  Valor  tota!, 

cargas  de  de  cada  fanegada. 

9>¿  á  10  @  carga. 

Maíz 302.690,000  $160  10      cargas              ^    4S4.304,000 

Trigo 65.000,000  2  75  5^    —  178.750,000 

Avena 84.000,000  1  20  U}4    —  101.068,000 

Heno 21.000,000  tonelada,     9  ..  ^]4     ~  189.000,000 

Algodón...          14.337,000  quintal,        8  50  260     libras  lHi.833,000 

Tabaco....            2.953,000  —             7  50  720       —  22.147,500 

1,095.102,500 

(1)  Este  guarismo  se  refiere  únicamente  á  los  que  cruzan  el 
valle  del  Mississippi;  el  resto  de  la  Unión  tenía  20,000  leguaá 
más  en  la  misma  fecha.  En  el  pasado  año  de  1889  los  ferro- 
carriles proyectados  en  todo  el  país  subían  á  otras  15,000  leguas. 


430  La  producción  de  maíz 

Estos  guarismos  no  son  completos,  porque  en  ellos 
no  figura  la  producción  de  la  parte  de  los  cuatro  Es- 
tados de  Pensilvania,  Virginia  Occidental,  Colorado 
y  Nebraska,  perteneciente  á  los  valles  altos  del  Ohio, 
del  Arkansas  y  del  Missouri,  ni  la  de  otros  artículos 
cuyo  valor  es  también  considerable,  como  la  cebada, 
las  papas,  el  arroz,  el  azúcar,  las  batatas,  el  cente- 
no, etc.  Tampoco  figura  su  producción  animal  en 
carne,  sebo,  leche,  lana,  cueros,  muías,  caballos,  ma- 
rranos, etc.,  que  es  quizás  de  mayor  valor.  Laproduc-. 
ción  de  ellos  varía  en  cada  Estado  según  las  adapta- 
ciones especiales  del  suelo,  el  clima  y  las  costumbres 
de  los  pobladores. 

Por  ejemplo,  los  Estados  más  productores  de 
maíz  son : 

Arkansas 11.000,000  de  cargas. 

Tennessee 18.500,000  — 

Kentucky  .... 22.000,000  — 

Ohio 24.000,000  — 

Indiana 29. 000,000  — 

Illinois 52.000,000  — 

lowa 49.500,090  — 

Missouri   .- 36.000,000  — 

Kansas 27.000,00.0  — 

Los  principales  productores  de  trigo  son : 

Ohio 10.000,000  de  cargas. 

Indiana 10.000,000  — 

lowa 8.000,000  — 

Fuera  del  valle  del  Mississppi,  Minnesota  en  la  re- 
gión de  los  lagos  y  California  en  la  costa  del  Pacífico, 
son  los  más  fuertes  en  esta  cosecha.  E!  primero  con 
11.000,000  de  cargas  y  el  segundo  con  9.000,000. 


-oorn  431 


La  producción  total  de  maíz  en  los  Estados  Uni- 
dos subió  á  500.000,000  de  era-gas  (algo  más  de 
2,000.000,000  de  hushels)  y  á  125.000,000  la  de  trigo, 
en  el  año  de  1889. 

La  de  algodón  montó  á  31.273,000  qq.  en  1886, 
producidos  en  12.000,000  de  fanegadas  y  su  valor 
total  á  $  257.000,000. 

Los  más  fuertes  productores  fueron: 

Tejas,  que  contribuyó  con..   7.543,000quintales. 

Mississippi     —      —       4.536,000         — 

Georgia  —       —       4.050,000         — 

'  Alabama        —      —       3.670,000        — 

Las  cosechas  de  maíz  y  de  trigo,  avaluadas  á  pre- 
cios bajos  de  $  1-40  la  carga  del  primero  y  $  3-50  la 
del  segundo;  de  las  cuales  el  valle  del  Mississippi  da 
casi  tres  cuartos  del  total  en  la  Unión,  de  la  primera, 
y  casi  los  dos  tercios  de  la  segunda;  valen  %  700.000,000 
la  del  primero,  $  437.000,000  la  del  segundo,  y  repre- 
sentan el  papel  más  importante  en  la  organización  in- 
dustrial del  país. 

Aparte  de  la  aplicación  de  los  cereales  del  Oeste  á- 
la  alimentación  humana,  proveen  al  engorde  anual  de 
40.000,000  de  cerdos,  consumidos  ó  exportados  en 
forma  de  jamones,  tocino,  manteca  y  rellenos;  al  sus- 
tento de  la  parte  de  16.000,000  de  caballos  y  muías 
que  en  toda  la  Unión  estén  aplicados  al  servicio  dia- 
rio en  las  haciendas  y  en  los  tranvías  y  coches  de  las 
ciudades;  al  de  16.000,000  de  vacas,  cuyo  producto 
se  transforma  en  masas  inmensas  de  leche,  queso  y 
mantequilla;  á  la  ceba  de  8  á  10.000,000  de  novillos 
degollados  anualmente  en  las  carnicerías,  y  á  la  cría 


432  Influencias  colaterales  de  este  grano 

de  números  incalculables  de  gallinas  y  aves  de  corral. 
El  maíz,  la  avena,  la  cebada  y  el  heno  se  transfor- 
man, pues,  por  medio  del  procedimiento  químico — 
orgánico  de  la  vida  animal — en  jamones,  manteca, 
leche,  queso,  mantequilla,  carne,  sebo  y  fuerza  mecá- 
nica en  todos  los  trabajos  industriales,  y  este  nuevo 
valor  apenas  puede  vislumbrarlo  la  imaginación,  pero 
no  expresarse  en  números. 

Baste  decir  que  el  de  la  matanza  de  cerdos  alcanza 
por  sí  solo  á  %  400.000,000  anuales,  el  de  ganado  va- 
cuno á  otro  tanto,  ios  productos  ea  leche,  queso  y 
mantequilla  á  una  suma  muy  poco  menor;  y  es  el 
valle  del  Mississippi  el  que  suministra  la  base  para  las 
dos  terceras  partes  de  estos  valores. 


La  influencia  de  esta  producción  se  siente  en  otras 
consecuencias  colaterales.  En  primer  lugar  las  de  algo- 
dón, trigo,  maíz  y  productos  del  marrano  dan  á  la  ex- 
portación del  país  un  concurso  de  10  ó  12.000,000  de  to- 
neladas, cuyo  flete  de  50  ó  60.000,000  de  pesos  anuales 
es  bastante  para  sostener  numerosas  líneas  de  navega- 
ción, á  fletes  muy  bajos;  lo  que  abre  el  mercado  del 
mundo  á  his  demás  producciones  de  la  Unión.  Así, 
por  ejemplo,  al  favor  de  estos  fletes  baratos,  el  hielo, 
la,s  manzanas  y  el  petróleo  pueden  constituir  objetos 
de  comercio  de  grande  importancia  y  por  valor  de 
más  de  un  centenar  de  millones  de  pesos  entre  los 
tres.  Los  buques  de  mar,  cargados  hasta  el  tope  á  la 
salida,  no  tienen  al  regreso  flete  bastante  para  ocupar 
su  capacidad,  y  pueden  ofrecer  pasaje,  á  precios  ínfi- 
mos, á  los  emigrantes  europeos;  los  cuales,  como  es 


La  inmigración  extranjera  433 

natural,  prefieren  siempre  el  lugar  adonde,  siendo 
por  lo  menos  iguales  las  demás  condiciones,  pueden 
transportarse  con  menos  gastos.  Esta  circunstancia, 
pues,  contribuye  poderosamente  á  la  extraordinaria 
corriente  que  ha  dado  á  los  Estados  Unidos: 

En  la  década  de  1820  á  1830.        143,439  iflffiigrantes. 
id.  de  1830  á  1840.        599,125       — 
id.  de  1840  á  1850.     1.713,251       — 
id.  de  1850  á  1860.    2.598,214      — 
id.  de  1860  á  1870.    2.466,752  (guerra  eivil). 
id.  de  1870  á  1880.    2.944,695 
id.  de  1880  á  1890.     6.000,000  (aproxioiaciÓD). 

Total  en  68  años 16.465,476 


En 

id. 

En 

id. 

En 

id. 

En 

id. 

En 

id. 

En 

id. 

Sin  esa  fuerte  exportación  de  articulos  volumino- 
sos es  más  que  probable  que  la  inmigración  no  hubie- 
ra pasado  de  la  mitad  de  este  guarismo,  al  cual  debe 
ese  país  no  poco  de  su  asombrosa  prosperidad.  Tam- 
poco hubiera  podido  construir  y  sostener  alguna  parte 
de  esa  red  de  ferrocarriles  que  cruza  todos  los  ámbitos 
de  su  territorio,  ni  menos  la  totalidad  de  esa  navega- 
ción fluvial  sin  rival  en  el  mundo. 

No  se  limita  al  territorio  americano  la  influencia 
del  valle  del  Mississippi.  Abaratando^  á  favor  de  sus 
tierras  libres  y  de  poco  valor,  así  como  de  la  compe- 
tencia extraordinaria  de  sus  productores,  el  valor  de 
los  artículos  alimenticios,  no  sólo  en  América,  sino  en 
Europa  y  sobre  todo  en  Inglaterra,  ha  hecho  bajar, 
durante  los  últimos  veinte  aflos,  el  precio  de  los  arren- 
damientos de  las  tierras  de  la  aristocracia  inglesa  en 
más  de  un  30  por  100  quizás.  Con  ello  ha  dado  un  rudo 

28 


434         Importancia  del  maíz  como  alimento 

golpe  á  esta  institución  social  en  el  viejo  mundo  y  pre- 
parado el  advenimiento  de  otras  formas  de  gobierno 
más  compatibles  con  las  aspiraciones  de  la  especie 
humana. 

El  cultivo  de  maíz  en  los  Estados  Unidos  es  uno 
de  los  hechos  más  notables  en  el  siglo  xix.  Con  me- 
nos trabajo,  más  economía,  tierras  menos  fértiles  y 
zona  productiva  mucho  más  extensa,  rinde  cosechas 
superiores  á  las  del  trigo,  ayuda  á  la  producción  ani- 
mal y  se  transforma  por  este  medio  en  una  variada 
multitud  de  otros  artículos,  como  acabamos  de  ver. 

Al  maíz,  cereal  americano  por  excelencia,  puede 
atribuírsele  una  parte  no  despreciable  en  la  superio- 
ridad de  condiciones  de  vida  adquiridas  por  el  hom- 
bre en  Norte-América  sobre  las  que  ofrece  el  viejo 
mundo.  Para  comprobar  esta  afirmación  basta  obser- 
var que  aquel  grano  se  produce  desde  la  orilla  del  mar 
hasta  2,700  metros  de  altura  en  el  corazón  de  las  cor- 
dilleras, mientras  que  el  trigo,  en  la  zona  ecuatorial, 
no  se  produce  sino  en  una  zona  de  1,200  á  2,600  me- 
tros; que  con  una  agricultura  incipiente,  es  decir, 
extensiva  apenas  en  los  Estados  Unidos,  rinde  cose- 
chas superiores  á  las  que  con  agricultura  intensiva 
produce  el  trigo  en  Inglaterra  y  en  Bélgica;  que  las 
muchas  variedades  del  maíz  lo  hacen  apto  para  la  pre- 
paración de  una  variedad  mayor  de  alimentos;  que,  en 
fin,  el  precio  del  maíz,  es  decir,  su  gasto  de  produc- 
ción, sólo  es  40  })or  100  de  lo  que  cuesta  el  trigo. 

Su  rendimiento  es  el  siguiente,  en  las  varias  seccio- 
nes de  la  Unión: 

En  los  Estados  de  Nueva  Inglaterra  y  en  los  Es- 


En  superior  á  la  del  trigo 


taclos  Centrales  (Nueva  York,  Pensilvania,  Maryland, 
Delaware  y  New  Jersey)  es  de  10  cargas  por  fane- 
gada (1). 

En  los  Estados  del  Sur  del  Atlántico,  de  6^  cargas 
por  fanegada. 

En  la  región  de  los  grandes  lagos,  de  13  cargas 
por  fanegada. 

En  el  valle  alto  del  Mississippi,  de  13^  cargas  por 
fanegada. 

El  el  bajo  valle,  de  5  cargas  por  fanegada. 

En  la  costa  del  Pacífico,  de  9|-  cargas  por  fane- 
gada. 

Término  medio  de  toda  la  Unión,  10^  por  fa- 
negada. 

Mientras  tanto  el  rendimiento  del  trigo  en  las  me- 
jores partes  de  Europa,  como  en  Inglaterra,  Bélgica, 
y  en  algunas  secciones  de  Alemania,  no  alcanza  á  11 
cargas  por  fanegada,  ni  pasa  de  ?  el  término  medio 
del  continente  europeo. 

Consecuencia  de  estas  ventajas  especiales  del  maíz 
es  la  notable  superioridad  de  medios  de  alimentación 
vegetal  y  animal  de  los  Estados  Unidos  sobre  el  conti- 
nente europeo.  Comparando  el  abasto  de  cereales  entre 
nna  y  otra  región,  encontramos  este  resultado: 

Total  de  cereales  producido  en  los  Estados  Unidos 
(1836),  2,842.580,000  bushels,  ó  711.000,000  de  cargas. 

Total  en  todo  el  continente  europeo  ( 1883 ), 
5,273.398,495  bushels,  ó  1,323.000,000  de  cargas. 

Por  cabeza  de  población  en  los  Estados  Unidos, 
45  bushels,  ó  12  cargas. 


(1)  33  bushels  por  acre. 


436     Producéión  de  maíz  en  diversos  Estados 

Por  cabeza  de  población  en  Europa,  16  bushels,  ó 
4  cargas. 

La  producción  de  maíz  es  muy  diversa  en  los  Es- 
tados americanos:  en  Massacluisscts,  Estado  manufac- 
turero, consagrado  á  industrias  muy  variadas,  sólo  al- 
canza á  1  busliel  (56  libras)  por  cabeza  de  población. 
1883.  En  Nueva  York,  á  5  bushels,  1^  cargas  por  ca- 
beza de  población. 

—  En  Pensil vania,  á  11  bushels,  2f  cargas. 

—  En  Virginia,  á  19  bushels,  4f  cargas. 

—  En  Tennessee,  á40  bushels,  10  cargas. 

—  En  Indiana,  á  58  bushels,  14|- cargas. 

—  En  Missouri,  á  93  bushels,  23¿  cargas. 

—  En  Kansas,  á  106  bushels,  26^  cargáis. 

—  En  Illinois,  á  106  bushels,  26J  cargas. 

—  En  Nebraska,  á  144  bushels,  36  cargas. 

—  En  lowa,  á  169  bushels,  42  cargas  por  cabeza 

de  población. 
Me  parece  que  en  las  regiones  ecuatoriales  puede  ser 
mayor  el  producto  por  fanegida  de  este  cereal.  Ea  la 
del  bajo  Bogotá,  en  Cundinamarca,  cuya  temperatura 
media  es  de  26^^"  centígrados  y  el  agua  de  lluvia  no  pasa 
de  25  pulgadas  por  año,  el  producto  ordinario  en  cada 
cosecha  es  de  16  cargas  por  fanegada;  mas  como  el  cli- 
ma permite  dos  y  á  veces  tres  cosechas  en  el  año  (pues 
desde  la  germinación  de  la  semilla  hasta  la  sazón  per- 
fecta del  grano  sólo  se  emplean  de  80  á  90  días),  se 
puede  esperar  una  producción  media  de  30  cargas 
anuales  por  fanegada.  Yo  he  yisto  sembrar  y  coger  ca- 
torce cosechas  seguidas  en  siete  años  en  la  misma  tie- 
rra, sin  abonos,  ni  riego  ni  el  empleo  de  otro  instru- 
mento que  el  azadón  ó  la  pala. 


El  maíz  y  las  crias  de  animales  437 

La  abundancia  de  maíz  lleva  siempre  una  marcha 
paralela  con  la  riqueza  en  ganado  vacuno,  sobre  todo 
de  las  razas  mejoradas,  y  en  las  de  cerda  y  caballar.^ 
Así,  en  los  Estados  del  valle  del  Mississippi  se  encuen- 
tra la  siguiente  correspondencia: 


Producción  en 

Xumero 

Nvímero  de 

Número 

1SS3.— Estados. 

maíz  (cargas 

de  vacas 

cerdos. 

de  cabaUos 

de  9>á  @j. 

de  leche. 

y  muías.. 

Alabama 

6.500,000 

279,668 

1.286,311 

246,948 

Mississippi 

6.000,000 

274,829 

1.177,298 

259,343 

Luisiana 

3.600,000 

162,649   . 

573,821 

204,288 

Arkansas 

7.500,000 

257,752 

1.550,636 

284,184 

Tennessee 

16.000,000 

313,742 

2.127,966 

4.52,895 

Ohio 

18.500,000 

781,990 

2.442,701 

746,015 

Illinois 

51.000,000 

900,984 

4.010,472 

1.1.51,a59 

Missouri 

49.000,000 

674,565 

4.087.566 

896,619 

lowa 

42.500,000 

1.085,077 

4.800.998 

939,239 

Kentucky 

19.000,000 

304,720 

1.954,919 

4S3,813 

Indiana 

24.000,000 

504.793 

2.642,&52 

615,946 

Kansas 

43.000,000 

526,933 

2.103.725 

598,018 

Nebraska 

25.500,000 
312.100,000 

255,544 
6.323,252 

1.786,383 

309,711' 

30.545,446 

7.198,377 

El  maíz,  el  cerdo,  la  vaca  de  leche  y  el  caballo  se 
completan  para  producir  la  mejor  alimentación  del 
hombre  y  el  compafíero  de  éste  en  sus  faenas  pacíficas 
y  sus  ocupaciones  guerreras.  El  maíz,  el  cereal  más 
barato;  el  cerdo,  la  máquina  de  producción  animal 
alimenticia  más  económica;  la  vaca  do  lecho,  que  su- 
ministra el  alimento  más  saludable  en  la  leche  y  el  de 
más  energía  en  la  carne;  el  caballo,  el  motor  mecánico 
más  sencillo  y  más  al  alcance  del  hombre  primitivo: 
hé  aquí  el  gran  papel  que  en  la  economía  industrial 
de  un  pueblo  que  ha  empezado  á  formarse  con  pro- 
porciones gigantescas,  representa  aquel  grano. 

Tiene  aún  otra  ventaja.  Conduce  á  la  organización 
natural  de  pueblos  que  empiezan.  El  maíz  y  el  cerdo 
son  industrias  proletarias  por  su  naturaleza.  No  satis- 
facen la  ambición  del  rico,  pero  sí  colman  las  esperan- 


488         Es  cultivo  fácil  para  los  proletarios 

zas  del  pobre.  El  maíz  se  produce  mejor  en  terrenos 
primitivos  de  los  que  el  bosque  acaba  de  pasar,  que  en 
las  tierras  fuertemente  removidas  por  el  arado  y  boni- 
ficadas con  costosos  abonos.  La  planta  toma  del  aire, 
por  medio  de  sus  grandes  hojas,  la  parte  principal  de 
su  alimentación,  así  como  sus  raíces,  multiplicadas  y 
poco  profundas,  sólo  requieren  una  delgada  capa  vege- 
tal, que  sería  insuficiente  para  otras  plantas  más  civi- 
lizadas pero  que  piden  suelos  profundos,  como  el  café, 
el  algodón,  el  añil,  la  viña  y  el  tabaco.  Todo  en  él  es 
valor  útil:  su  tallo  y  sus  liojas  son  un  forraje  de  pri- 
mer orden  para  el  ganado  vacuno;  la  cascara  que  en- 
vuelve la  mazorca  sirve  para  la  fabricación  del  papel, 
y  hasta  la  tusa  ó  carozo,  desnuda  yá  de  sus  granos, 
convenientemente  triturada,  contiene  aceites  alimen- 
ticios para  el  cerdo  y  la  vaca,  y  sustancias  que  sirven 
de  abono  á  las  tierras  empobrecidas. 

El  cerdo  ama  de  preferencia  el  bosque  antiguo  y 
la  vecindad  de  los  pantanos,  de  donde  ahuyenta  las 
culebras  y  animales  ponzoñosos,  y  extrae  produccio- 
nes raras,  que  á  las  veces  hacen  también  la  delicia  del 
hombre,  como  los  hongos  y  las  trufas.  Obediente  al 
sonido  del  cacho,  que  anuncia  la  ración  diaria  de 
maíz,  el  cerdo  distingue  el  toque  peculiar  de  sus  amos 
y  no  necesita  cercas  ni  vallados  para  congregarse.  Es 
la  vanguardia  del  colonizador  en  los  senos  del  bosque 
primitivo,  y^'aunque  tal  vez  calumniado  por  el  árabe, — ■ 
que  le  atribuyó  ser  el  originador  de  la  lepra  en  la  raza 
humana,  y  condenado  por  el  judío  á  ser  el  receptor 
del  espíritu  maligno,— el  siglo  xix  y  el  pueblo  Ameri- 
cano del  Norte  le  han  hecho  una  justicia  acaso  tardía. 


El  maíz  y  el  cerdo  439 

Está  aún  por  escribir  la  historia  do  esta  raza  animal, 
y  de  SLi  influencia  en  la  civilización  humana;  pero  en 
ella  debieran  esclarecerse  dos  puntos  esenciales.  Es 
el  primero  que  la  edad  cerdtma  tiene  su  limite  in- 
traspasable  en  la  aparición  de  otras  industrias  más 
adelantadas,  incompatibles  con  la  existencia  de  este 
animal  sintomático  de  costumbres  atrasadas  y  de  poco 
gusto  por  el  aseo.  Y  el  segundo,  averiguar  positiva- 
mente su  influencia  en  la  producción  de  la  lepra  ó  en 
la  del  cáncer. 

Desde  que  la  cría  de  ganado  vacuno  6  lanar  em- 
pieza á  aparecer,  asi  como  cultivos  agrícolas  que 
exigen  cuidados  especiales,  el  cerdo  es  más  bien  un 
obstáculo  que  un  auxiliar,  como  yá  se  observa  en  no 
pocas  partes  de  nues!:ro  país.  Su  responsabilidad  en 
la  lepra  6  en  el  cáncer  también  merece  estudiarse. 
En  los  Estados  Unidos,  en  Irlanda  y  en  Antioquia, 
entre  nosotros,  no  hay  lepra,  á  pesar  de  la  abundan- 
cia del  cerdo;  pero  el  cáncer  es  una  de  las  más  fre- 
cuentes causas  de  abreviación  de  la  vida  del  hombre. 
En  Noruega,  en  la  India  inglesa  y  en  Santander,  en- 
tre nosotros,  nu  hay  tal  vez  cáncer;  pero  hay  lepra 
entre  las  poblaciones  que  manejan  las  piaras. 

Este  régimen  de  producciones  exige,  como  arriba 
indiqué,  una  gran  distribución  de  la  propiedad  terri- 
torial entre  propietarios  jiobres,  comparativamente 
hablando.  De  los  datos  publicados  por  la  Oficina  de 
Agricultura  de  Washington  en  los  años  de  1879  á  1887 
ha  compilado  el  cuadro  siguiente,  que  expresa  el  nú- 
mero de  haciendas  ó  posesiones,  la  extensión  total  del 
suelo  apropiado  y  el  término  medio  de  la  superficie  de 
cada  hacienda,  en  los  Estados  del  valle  del  Mississippi. 


440  Organización  agraria  del  Valle 


Estaaos. 

Número  de  ha- 
ciendas ó  pro- 
piedades. 

136,000 

Extensión  total  de 
las  haciendas. 

Término  medio  de 
cada  hacienda. 

Alabama 

12.200,000  fancgs. 

90  faneí^s. 

Mississippi. . 

102,000 

10.000,000      — 

100      — 

Luisiana 

48.000 

5.000,000      — 

105      — 

Arkansas 

94,000 

7.200,000      — 

75      — 

Tennessee  ... 

166,000 

12.000,000      — 

72      — 

Kentucky... 

167,000 

13.000,000      — 

78      — 

Ohio 

247,000 

15.000,000      — 

60      — 

Indiana 

194,000 

12.000,000      — 

61       - 

Illinois 

256,000 

19.000.000      — 

75      — 

lowa 

185,000 

15.000,000      — 

81      — 

Missouri 

216,000 

17.000,000      — 

80      — 

Kansas 

139,000 

13.000,000      - 

94      — 

Nebraska . . . 

63,000 

6,000,000      - 

93      - 

2.013,000    156.400,000  1,064 

N"o  es,  pues,  esta  la  propiedad  parcelaria  de  Fran- 
cia, ni  menos  la  propiedad  en  grande  de  Inglaterra, 
sino  nn  lérmino  equitativo  entre  la  ruin  condición  á 
que  la  propiedad  de  media  ó  de  nn  cuarto  de  hectárea 
reduce  al  paisano  francés  ó  al  arrendatario  irlandés,  y 
la  magnificencia  del  aristócrata  inglés,  que  prefiere 
criar  venados  á  dejar  vivir  hombres  en  sus  extensos 
dominios. 

Desde  luego  los  cultivos  de  agricultores  pobres 
poco  conocedores  del  clima  y  de  las  aptitudes  especia- 
les del  suelo,  distan  todavía  mucho  de  los  espléndidos 
resultados  que  el  cultivador  belga  ó  el  paisano  del 
Departamento  del  Norte,  en  Francia,  sabe  sacar  de 
terrenos  tal  vez  inferiores.  Para  eso  se  requiere  la 
experiencia  secular  de  padres  á  hijos  transmitida  en 
larga  serie  de  generaciones  á  que  todavía  no  pue- 
den aspirar  los  nuevos  inmigrantes  que  en  gran  parte 
han  poblado  esas  regiones.  Los  resultados  de  esos  pri- 
meros ensayos  son,  sin  embargo,  sorprendentes,  como 
puede  verse  en  el  cuadro   siguiente  compilado  de  las 


Valor  de  sus'  cosechas  441 

estadísticas  pablica'Lis  por  la  Oficiiia  de  Agricaltura 
y  correspondientes  al  año  de  18S6.  Se  refiere  tan  sólo 
á  la  producción  de  cereales,  papas,  heno,  tabaco  y  al- 
godón en  el  valle  del  Mississippi.  Los  cereales  son  tan 
sólo  maíz,  trigo  y  avena,  pues  la  cebada,  el  sarracena 
(buckwheat)  y  el  centeno  sólo  figuran  por  muy  pe- 
queñas cantidades  en  los  muy  detallados  informes  de 
aquella  Oficina. 

Fanejrarlas  de  Valor  de  las  co-  Tértni  no 

Estados.  sembradura.  suchas.  medio  por 

fanegada. 

Alabama [IJ     3.300,000  $  53.000.000    $  16  06 

Mississippi 3.900,000  56.000,000  19  30 

Luisiana 1.130,000  28.000,000  24  78 

Arkansas 2.200,000  52.000,000  23  65 

Tennessee 4.000,000  56.000,00o  14  . . 

Kentucky 3.200,000  59.000.000  18  45 

Ohio  5.240.000  108.000,000  20  06 

Indiana 5.600,000  99.000,000  18  . . 

Illinois 9.700,000  146.000,000  15  .. 

lowa 9.400,000  125.000,000  13  30 

Missouri 5.600,000  79.000,000  14  10 

Kansas 5.300,000  62.000,000  11  70 

Nebraska 4.100,000  42.000,000  10  25 

61.670,000    $Q65.000,000  $218  65 

Como  se  ha  visto  yá,  el  valle  del  Mississippi  tiene 
1.257,000  millas  cuadradas,  que  equivalen,  á  razón  de 
400  fanegadas  por  milla,  á  502.800,000  fanegadas. 
De  ellas  sólo  había  apropiadas  en  1883,  156.000,000 
de  fanegadas,  y  de  éstas  haciendas  sólo  había  cultiva- 
das en  cereales,  algodón,  caña,  ])apas,  tabaco  y  forra- 
jes de  cortar  (heno),  62.631,000  fanegadas:  sea  el  12 
por  100  de  la  extensión  de  todo  el  valle. 

Mas  como  en  él  hemos  visto  que  había  más  de 
6.000,000  de  vacas  de  leche,  que  dan  idea  de  que  la 
totalidad  del  ganado  vacuno  del  valle  no   debería  ba- 

(1)  Despreciando  fracciones.  El  acre  reducido  á  un  66  %  de  fanegada. 


442  Extensión  de  tierra  cultivada 

jar  de  20.000,000,  y  cerca  de  7.000,000  de  caballos  y 
muías,  podemos  calcular  30.000,000  más  de  fanega- 
das de  tierra  cultivadas  en  dehesas  naturales  ó  artifi- 
ciales. La  superficie  cultivada  en  el  valle  del  Missis- 
sippi  no  puede,  pues,  bajar  ni  exceder  mucho  de 
100.000,000  de  fanegadas  ó  40,000  leguas  cuadradas: 
íilgo  menos  de  la  tercera  parte  de  la  extensión  total 
■de  61. 

Según  el  censo  catastral  de  1870,  había  entonces  407 
millones  de  acres  de  terrenos  apropiados  en  hacien- 
das ó  estancias  en  toda  la  Unión,  de  las  cuales  la  mi- 
tad estaba  cultivada  ó  mejorada,  es  decir,  200.000,000 
de  íicres,  ó  112.000,000  de  fanegadas;  pero  en  la 
iictualidad  puede  calcularse  algo  mas  del  doble:  sea 
€l  doble  solamente,  y  eso  daría  200.000,000  de  fanega- 
das ú  80,000  leguas  cuadradas  en  toda  la  Unión.  La 
agricultura  del  valle  del  Mississippi  constituye,  pues, 
la  mitad  á  lo  menos  de  la  totalidad  de  la  del  país. 

Mas,  ¿en  qué  proporción  está  dividida  esa  exten- 
sión apropiada  entre  los  diversos  propietarios?  Sabe- 
mos que  el  término  medio  del  dominio  de  éstos  es 
de  78  fanegadas;  pero  indudablemente  algunos  son 
dueños  de  una  área  mayor,  otros  de  una  menor:  ¿cuál 
es  la  escala  de  distribución?  ¿Cuántos  son  los  grandes 
propietarios  y  hasta  dónde  llega  su  adquisición  y 
ííuántos  los  pequeños  propietarios  al  alcance  de  cuyos 
recursos  no  llega  la  posibilidad  de  tener  una  yunta 
de  bueyes,  máquinas  cultivadoras,  de  segar  y  de  tri- 
llar el  grano?  ¿Hay  tendencia  á  la  formación  de  lati- 
f  undos  y,  por  consiguiente,  á  la  de  propiedad  parcela- 
ria vecina  de  la  indigencia  absoluta  y  por  consiguien- 
te la  semilla  del  pauperismo  europeo? 


Oran  división  de  la  propiedad  territorial    443 

No  tengo  á  la  vista  el  tomo  3.°  del  décimo  censo 
(1880),  que  da  pormenores  minuciosos  á  este  respecto. 
A  falta  de  ellos,  pueden  darnos  una  idea  aproximada 
los  que  encuentro  en  el  tomo  de  la  Enciclopedia  Anual 
de  Appleton,  correspondiente  á  1872,  cuyos  datos  se 
refieren  á  toda  la  Unión  en  31  de  Diciembre  de 
1869.  De  ellos  resulta  que  la  extensión  total  de  la 
propiedad  territorial  cubría  entonces  407.735,000  acres 
(271.000,000  de  fanegadas),  distribuidas  así: 
Lotes  de  menos  de  3  acres 6,875 

—  de        3á       10     — 172,021 

—  de       10  á        20     —    294,607 

—  de       20  á        50     —     847,614 

—  de       50  á      100     —    754,221 

—  de     100  á      500     —    565,064 

—  de     500  á  1,000     —     15,873 

~     de  más  de  1,000     —    3,720 

Dedúcese  de  aquí  qne,  entre  2.659,000  pro- 
pietarios, sólo  6,875  tenían  menos  de  tres  acres  de 
tierra,  y  sólo  3,720  más  de  660  fanegadas:  había, 
pues,  2.648,000  dueños  de  extensiones  de  2  á  660  fa- 
negadas, que  dan  un  término  medio  de  98  fanegadas 
por  propietario;  pero  yá  hemos  visto  que  el  del  valle 
del  Mississippi  sólo  representaba  78. 

La  propiedad  en  grande  escala  es  hoy  la  causa 
principal  del  pauperismo  en  Europa;  de  la  deáigual 
distribución  de  los  valores  anualmente  creados  por  la 
industria;  de  la  desigualdad  de  condiciones  entre  los 
hombres;  de  la  altanera  disposición  de  los  unos  y  del 
carácter  abatido  ó  envidioso  de  los  otros.  Es,  pues,  la 
causa  primera  de  antagonismo  entre  los  hombres  y  de 


444    Desventajas  de  la  concentración  de  la  propiedad 

peligros  sociales  que  se  expresan  en  esas  teorías  lla- 
madas socialismo,  comunismo,  nihilismo  y  anarquis- 
mo en  las  sociedades  del  Viejo  Mundo,  que  las  ins- 
tituciones republicanas  tienen  por  objeto  corregir  y 
evitar.  Es  este  uno  de  los  puntos  controvertidos  con 
relación  al  estado  social  del  pueblo  Americano,  sobre 
el  cual  no  expresaré  todavía  concepto  alguno,  sino 
tan  sólo  el  de  que  las  Repúblicas  nuevas  de  este  gran 
territorio  están,  á  lo  menos,  en  una  condición  muy 
distinta,  en  esta  materia,  de  la  reinante  en  la  Gran 
Bretaña,  su  antigua  metrópoli.  Puede  esta  distribu- 
ción de  la  propiedad  de  la  tierra  no  ser  tan  favora- 
ble en  los  Estados  del  Sur,  y  aun  tal  vez  en  los  cen- 
trales de  Nueva  York,  Pensilvania,  Maryland,  New 
Jersey  y  Delaware,  ocupados  yá  en  granparte  al  tiem- 
po de  la  proclamación  de  la  independencia;  pero  á  lo 
menos  en  la  Nueva  Inglaterra  y  los  Estados  del  Oeste, 
las  condiciones  de  la  constitución  social  no  son  las  del 
pasado  sino  las  del  porvenir. 

Para  dar  alguna  mayor  idea  acerca  de  la  condición 
industrial  del  pueblo  que  habita  el  valle  del  Missis- 
sippi,  presentaré  algunos  de  los  últimos  datos  recogi- 
dos en  1886  á  1888,  acerca  de  los   puntos   siguientes: 

1."  Proporción  de  las  haciendas  cultivadas  por 
los  propietarios  mismos. 

2:°  Valor  de  los  jornales  en  los  trabajos  puramen- 
te agrícolas,  que  son  siempre  los  menos  remunerados. 

3.°  Distribución  de  la  población  según  su  raza  y 
su  procedencia. 


Cultivos  por  el  propietario  mismo  445 

1.°  Haciendas  cíiUivadas  2Jor  los  propietarios. 

Estados.  Cultivadas  por    los    pro-     Relación  con  el  número  total  de 

pietarios.  haciendas  ó  propiedades. 

Alabama 72,215  53  por  100 

Mississippi 57,214  56  — 

Liiisiana 31,286  65  — 

Arkansas 65,245  69  — 

Tennessee 108,454  65  — 

Kentucky 122,426  74  — 

Ohio   199,562  81  — 

Indiana 147,963  76  — 

Illinois 175,497  69  - 

lowa 141,177  76  — 

Missouri 156,703  73  — 

Kansas 115,910  84  — 

Nebraska 51,963  82  — 

Las  diferencias  que  se  observan  en  este  cuadro  se 
atribuyen  al  influjo  de  tres  causas  distintas. 

La  primera  es  la  antigua  institución  de  la  esclavi- 
tud que  condujo  ala  formación  de  grandes  haciendas. 
No  habiendo  podido  continuar  el  trabajo  de  éstas  des- 
pués de  la  manumisión,  ha  sido  preciso  dividirlas  en 
fracciones  que  los  antiguos  dueños  dan  en  arrenda- 
miento á  cultivadores  en  participación,  que  ponen  su 
industria,  y  á  las  veces  el  todo  ó  parte  del  capital.  En 
este  caso  se  encuentran  Alabama,  Mississippi,  Tennes- 
see, Luisiana  y  Arkansas. 

En  otras  partes,  como  en  Illinois,  por  ejemplo, 
Estado  que  nunca  tuvo  esclavos,  el  Gobierno  Federal 
concedió  como  auxilio  para  la  ejecución  de  sus  pri- 
meros ferrocarriles  grandes  extensiones  de  tierras 
baldías  á  los  empresarios;  lo  cual  dio  origen  á  propie- 


446  Causas  de  las  diferencias 

dades  muy  extensas  que,  divididas  en  lotes,  se  traba- 
jan por  arrendatarios. 

En  el  resto  de  los  Estados  la  mayor  parte  de  las 
propiedades  se  ha  formado  por  medio  del  Homestead 
Laiu:  institución  que  concede  de  80  á  160  acres  de 
tierra,  en  propiedad,  á  todo  colonizador  ó  inmigran- 
te que  se  establezca  en  las  baldías  con  casa  y  labranza. 
A  este  origen  se  debe  en  los  Estados  nuevos  la  mayor 
parte  de  la  propiedad  adquirida  en  la  tierra.  Se  com- 
prende que  este  sistema  exige  el  cultivo  de  la  tierra 
por  el  propietario  mismo. 

A  este  respecto  dice  el  informe  de  la  Sección  de 
Estadística  de  la  Oficina  de  Agricultura  de  Washing- 
ton en  1887: 

"La  peculiaridad  notable  de  la  agricultura  americana  ha 
sido  el  hecho  de  que  los  propietarios  de  haciendas  son  los  cul- 
tivadores mismos  de  la  tierra,  pues  la  mayor  parte  de  los  pro- 
pietarios no  emplean  trabajadores  á  jornal;  de  suerte  que  hay 
menos  jornaleros  que  propietarios  cultivadores  de  sus  tierras." 

Calcula  Mr.  J.  R.  Dodge  (el  mismo  autor  del  in- 
forme), que  de  9.000,000  de  trabajadores  agrícolas  en 
los  Estados  Unidos,  sin  contar  las  mujeres  y  los  hi- 
jos de  éstos  menores  de  diez  y  seis  años,  hay  en  la  ac- 
tualidad 5.000,000  de  propietarios  cultivadores  y  sólo 
4.000,000  de  peones  á  jornal:  situación  excepcional 
y  envidiable,  á  la  que  no  sólo  los  países  europeos, 
sino  muchos  de  Hispano-América,  tardaremos  algu- 
nas decenas  de  años  y  aun  siglos  en  llegar. 

Entre  nosotros  la  propiedad  territorial  está  muy 
mal  distribuida,  á  causa  de  la  forma  de  la  coloniza- 
ción primitiva,  que  consistió  en  una  expropiación 
universal  de  las  tierras  á  los  indígenas  para  distribuir- 


Mala  distribución  de  la  tierra  en  Colombia    áá? 

las  entre  un  pequeño  número  de  conquistadores,  quie- 
nes á  su  vez  fundaron  con  ellas  mayorazgos  indivisi- 
bles: situación  que  se  prolongó  durante  tres  siglos  hasta 
que  la  célebre  ley  de  10  de  Julio  de  1824  suprimiá 
esta  institución,  así  como  las  de  vinculaciones  y  sus- 
tituciones. Ha  contribuido  también  á  esta  situación 
el  derroche  con  que  los  Congresos  han  concedido  in- 
mensas extensiones  de  baldíos  á  todas  las  empresas 
de  caminos  y  otras,  con  lo  cual  el  patrimonio  de  nues- 
tros descendientes  ha  sido  concentrado  en  pocas  ma- 
nos y  destruido  el  estímulo  de  los  trabajadores  que 
hubieran  podido  cultivarlas.  Data  apenas  de  1848,  y 
á  proposición  del  Senador  Salvador  Camacho,  padre 
del  autor  de  estas  líneas,  la  primera  idea  de  conceder 
la  propiedad  de  diez  fanegadas  de  baldíos  al  cultiva- 
dor de  ellas:  institución  á  que  luego  se  ha  dado  en- 
sanche y  procurado  aclimatar,  hasta  ahora  con  poco 
buen  éxito  y  tan  sólo  en  lugares  en  extremo  remotos 
de  las  vías  comerciales. 

2.°    Valor  de  los  jornales  agrícolas. 
El  término  medio  de  éstos   en  los  años  de  1&6Í)  y 
de  1888  ha  sido   el   siguiente.  En  1869  circulaba  pa- 
pel-moneda que  tenía  un  descuento   de   25  á  30   por 
100,  lo  que  había  producido  alza  nominal  en  los  precios: 

Estados.  1869— Por  mes.  Por  día.  1888— Por  mes.  Por  día. 

Alabama $  10  91  S  O  80  %  13  59  ^  O  75 

Mississippi....       1121  0  90  15  19  0  75 

Luisiana 12  62  110  15  37  0  75 

Arkansas 16  60  1  02  18  34  O  93 

Tennessee  ....       11   . .  O  68  14  . .  O  74   ' 

Kentucky  ....       12  57  O  79  16  51  O  82 


448  .    Valo7'  de  los  Jornales 

Estados.  1869— Formes.  Perdía.  1888— Por  mes.  Por  día. 

Ohio   $16  74  105  22  21  107 

Indiana 17  03  1  01  22  50  1  10 

Illinois 17  70  1121  23  20  1  12i 

lowa 17  87  113  25  60  1  27i 

Missouri 16  38  102  21..  0  94 

Kansas 18  38  112  24  25  1  17i 

Nebraska 19  18  1  26  25  59  1  37 

Si  á  la  diferencia  nominal  entre  el  precio  de  estos 
dos  años  agregamos  la  que  procede  del  descuento  que 
en  1869  tenía  el  papel-moneda  circulante,  encontra- 
remos que  el  alza  de  los  jornales  en  20  afios  alcanza  á 
50  por  100:  resultado  que  constituye  la  prueba  más  po- 
sitiva del  progreso  de  estos  Estados,  consistente  en  una 
distribución  de  los  valores  creados  más  favorable  á  la 
clase  proletaria.  Y  debe  tenerse  presente  al  propio 
tiempo,  que  el  valor  de  los  víveres  es  menor  hoy  con 
jornales  más  altos:  lo  que  constituye  otra  gran  ven- 
taja para  el  trabajador.  Se  notará  también  que  los 
jornales  contratados  al  mes,  parecen  más  bajos  que 
los  que  se  contratan  por  día,  lo  cual  procede,  proba- 
blemente, de  que  en  el  concierto  mensual  el  trabaja- 
dor recibe  alojamiento,  quizás  es  menos  duro  el  tra- 
bajo que  se  exige  de  él,  y  al  propio  tiempo  le  da  con- 
diciones de  seguridad  de  trabajo. 

En  nuestro  país  puede  computarse  el  término  me- 
dio del  jornal  agrícola  en  25  centavos  al  día  (sin  ali- 
mentos) en  las  tierras  frías  y  40  en  las  tierras  calien- 
tes. Sube  hasta  8  1  en  estas  últimas,  y  suele  bajar  á 
$  0-15  en  las  primeras.  El  jornal  de  la  mujer  vale  co- 
munmente una  tercera  parte  menos  que  el  del  hombre, 


Distrihución  de  diversas  razas  en  el  valle     4i9 

y  el  de  los  niños,  entre  nueve  y  catorce  años,  la  mitad. 
3.°  La  distribución  de  la  población   del    valle,  se- 
gún su  raza  y  procedencia,  teníalas  siguientes  })ropor- 
ciones  en  1880: 

Kstiidtií-.  Población  blanca    Población  Población  blaucu  Total, 

extranjera.  africana.  nativa. 

Alabama  9,734  600,103  6.52.451  1.26?,505 

Arkansas 10,350  210,066  581,181  802,525 

Illinois 588,576  40,368  2.494.595  3  077.871 

Indiana 144,178  39.228  1.794,995  1.978.301 

lowa 261.650  9,516  1.353.449  1.624,615 

Kansas 110,086  43,107  842,903  996,096 

Kentucky 59,517  271,451  1.317,722  1.648,690 

Luisiana 54,146  483,655  402,145  939,490 

Mississippi  ...         ..  9,209  650,291  472,097  1.131,597 

Missouri 211,578  145,350  1.811,4.^2  2:168,380 

Nebraska 97,414  2.385  352  603  452,402 

Ohio 394.943  79,900  2.723,219  3.198,062 

Tennessee 16,702  403,151  1.122,506  1.542,359 

Totales 1.963,083       2.978,247  15.921,318  20.822,899 

Según  este  cuadro,  en  el  valle  del  Mississippi  había 
una  décima  parte  de  población  extranjera,  una  sép- 
tima de  raza  africana  y  algo  más  de  cuatro  quintas  de 
pobladores  americanos  nativos:  pero  la  segunda  gene- 
ración extranjera  puede  todavía  considerarse  como 
extranjera  también:  es  decir,  puede  contarse  con  más 
de  cuatro  millones  de  extranjeros,  lo  que  reduce  la 
población  nativa  á  las  dos  terceras  y  eleva  á  otra  ter- 
cera la  parte  de  africanos  y  europeos.  Y  como  al  pre- 
sente es  de  suponerse  que  délos  seis  millones  de  inmi- 
grantes venidos  durante  la  última  década  no  menos 
de  la  mitad  se  han  establecido  en  el  valle,  puede  calcu- 
larse en  una  población  de  treinta  millones,  seis  ó 
siete  de  otras  procedencias,  es  decir,  la  cuarta  parte. 
Este  es  un  hecho  de  significación  importante  como 
más  adelante  veremos. 

Estas  tres  procedencias  de  población— americana, 
europea  y  africana— no  están  confundidas  en  un  mis- 


to 


450  Producción  de  riqueza 

mo  territorio,  sino  separadas,  por  decirlo  así,  entre 
las  tres  partes  del  valle:  el  alto  Mississippi,  la  parte 
media  y  la  parte  baja.  En  la  primera  vive  de  pre- 
ferencia la  inmigración  europea;  en  la  segunda,  la 
población  americana,  y  en  el  Sur  la  raza  africana. 
Del  mismo  modo  están  divididas  las  producciones: 
el  trigo,  en  la  parte  alta  del  valle;  el  maíz  y  las 
crías  de  animales,  en  la  parte  media;  el  algodón,  el 
azúcar  y  otras  producciones  semitropicales,  en  la  par- 
te baja. 

La  producción  general  de  riqueza  en  los  Estados 
Unidos  se  estima  hoy  en  un  guarismo  de  doce  mil 
millones  de  pesos  ($  12,000.000,000)  anuales,  de  los 
cuales  la  mitad  corresponde  al  valle  del  Mississippi  y 
equivale  á  $  200  por  cabeza  de  población;  el  más  alto 
grado  de  bienestar  á  que  lia  podido  llegar  la  especie 
humana  en  uno  de  los  lugares  privilegiados  de  la  tie- 
rra: por  la  más  amplia  satisfacción  de  las  necesidades,, 
la  benignidad  del  clima,  las  mayores  facilidades  de  lo- 
comoción, las  más  grandes  esperanzas  para  el  porvenir 
y  el  régimen  político  que  consulta  mejor  las  aspiracio- 
nes más  profundas  del  individuo  y  de  la  sociedad. 


Tres  hombres  han  contribuido  poderosamente  á  la 
prosperidad  maravillosa  de  este  valle:  Eli  Wihtney, 
inventor  del  Cotton-gln,  la  máquina  de  desmotar  el 
algodón;  Robert  Ful  ton,  de  la  aplicación  del  vapor  á 
la  navegación  de  los  ríos;  y  Mac-Cormick,  el  perfec- 
cionador  de  la  máquina  de  segar  el  trigo. 

La  cápsula  del  algodón  contiene  dos  terceras  par- 
tes de  sa  peso  en   pepita  ó  semilla  fuertemente  adhe- 


Autores  de  esa  prosperidad  451 

rida  á  la  fibra,  y  la  operación  de  separarlas  es  tan  di- 
fícil, que  nn  hombre  podía  á  lo  más  limpiar  una  libra 
de  algodón  en  nn  día;  de  suerte  que  para  la  produc- 
ción actual  de  los  .Estados  Unidos,  de  3,200.000,000 
de  libras  por  año,  hubiera  sido  necesario  el  empleo 
incesante  de  10.000,000  de  trabajadores  en  esta  sola 
operación.  Se  comprende,  pues,  que  la  producción 
de  este  artículo  hubiera  sido  en  extremo  limitada  y  á 
precios  que  no  habrían  sido  menores  de  60  á  80  cen- 
tavos por  libra.  Wihtney  resolvió  el  problema  en 
1793,  construyendo  una  máquina  que  con  el  trabajo 
de  un  hombre  podía  dar  tres  quintales  de  algodón  lim- 
pio en  el  día,  con  lo  cual  30,000  obreros  pueden  eje- 
cutar la  tarea  que  antes  hubiera  requerido  10.000,000. 

La  industria  algodonera  del  mundo,  que  hoy  em- 
plea más  de  45.000,000  de  quintales  de  fibra  por  un 
valor  de  $  500.000,000  anuales,  aumentado  á  más  del 
doble  en  los  diversos  tejidos,  y  que  da  sustento  á  poco 
menos  de  20.000,000  de  seres  humanos,  debe  su  exis- 
tencia á  esa  sencilla  invención. 

La  navegación  de  los  ríos,  á  la  subida,  hubiera 
sido  punto  menos  que  imposible  para  los  efectos  co- 
merciales sin  la  fecunda  producción  del  genio  de 
Fulton.  Para  remontar  en  nuestro  Magdalena  en  un 
champán  de  cien  cargas,  ú  ocho  toneladas  de  flete,  se 
requerían  diez  y  seis  bogas  y  un  patrón,  y  se  navegaba 
á  razón  de  cuatro  leguas  por  día.  El  flete  era  de  $  16 
por  carga,  ó  $  125  por  tonelada  en  una  distancia  de 
doscientas  leguas  y  en  cincuenta  días  de  navegación, 
en  las  circunstancias  más  favorables. 

Para  remontar  desde  Nueva  Orleans  hasta  Cincin- 


452  Progreso  de  la  navegación  por  vapor 

nati  en  una  distancia  de  cuatrocientas  ochenta  leguas, 
suponiendo  velocidad  j  gasto  igual,  se  hubieran  ne- 
cesitado ciento  veinte  días  de  viaje  y  un  flete  de  $  300 
por  tonelada. 

El  vapor  cambió  por  entero  estas  condiciones  de 
locomoción.  En  1881  se  hizo  un  viaje  en  vapor  de 
Xueva  Orleans  á  Cincinnati  en  cinco  días  doce  horas, 
es  decii",  á  razón  de  ochenta  y  siete  leguas  por  día: 
velocidad  tres  veces  mayor  que  la  de  nuestros  vapo- 
res del  Magdalena  en  la  actualidad,  y  veintidós  veces 
mayor  que  la  de  los  antiguos  champanes.  Es  de  supo- 
ner que  se  navega  allí  de  día  y  de  noche. 

La  distancia  de  Nueva  Orleans  á  Luisville  (en 
Kentucky)  es  de  1,382  millas,  ó  460f  leguas,  y  el 
progreso  en  rapidez,obfcenido  con  los  perfeccionamien- 
tos introducidos  en  las  máquinas  de  los  buques,  ha 
sido  el  siguiente: 

En  1817,  año  del  primer  viaje,  se  empleaban  25 
días,  2  horas. 

En  1819   20  días,  4  horas. 

En  1828 18   id.  10    id. 

En  1834 8   id.     4    id. 

En  1858.. 4   id.   19    id. 

La  navegación  de  subida  ha  alcanzado,  de  consi- 
guiente, una  rapidez  general  de  cuatro  y  media  leguas 
por  hora.  A  esta  rata  debiera  emplearse  de  Barran- 
quilla  á  Honda  en  viaje  de  subida  menos  de  dos  días, 
es  decir,  un  día  veinte  horas;  pero  todavía  se  em- 
plean de  siete  á  nueve  días. 

A  pesar  de  la  competencia  de  varias  líneas  de  fe- 
rrocarril paralelas  al  Mississippi,  este  río  sostiene  más 
de  mil  vapores  en  sus  aguas,   no  pocos  de  los  cuales 


La  segadora  Mac-Cormick  453 

tienen  capacidad  para  más  de  quinientas  toneladas  de 
flete,  ó  sea  cuatro  mil  cargas  de  las  nuestras,  j  sun- 
tuosas comodidades  para  los  pasajeros. 

La  segadora  perfeccionada,  instrumento  que,  mo- 
vido por  uno  ó  dos  caballos  y  dirigido  por  un  solo 
hombre  puede  reemplazar  el  trabajo  de  yeinte  y  aun 
treinta,  ha  permitido  también  levantar  las  cosechas 
de  trigo  desde  menos  de  25.000,000  de  cargas  en 
1849  á  125.000,000  en  1887  en  los  Estados  Unidos;  y 
cosa  de  las  dos  terceras  partes  de  este  aumento  perte- 
nece al  valle  del  Mississippi. 

La  dificultad  principal  en  la  producción  de  estece- 
real  consistía  en  el  gran  número  de  brazos  que  exigía  la 
operación  de  la  siega  en  los  meses  de  la  cosecha,  por- 
que la  espiga  no  podía  permanecer  en  pie,  una  vez 
sazonada,  sin  sufrir  deterioro  con  las  lluvias  del  otoflo 
y  los  hielos  del  invierno.  Esta  dificultad  en  un  país 
en  que  los  jornales  son  escasos  y  caros,  era  enorme, 
sobre  todo  para  el  efecto  de  sostener  la  competencia 
eon  otros  países  en  donde  también  se  produce  trigo 
en  abundancia  en  tierras  fértiles  y  baratas,  y  con  bra- 
zos que  sólo  cuestan  de  la  mitad  á  la  décima  parte 
de  lo  que  en  los  Estados  Unidos.  Estos  países  son: 
Kusia,  la  India  inglesa,  Australia,  la  República  Ar- 
gentina y  Chile. 

El  consumo  de  trigo  en  el  mundo  se  calcula  en 
600.000,000  de  cargas  de  á  240  libras  (75.000,000  de 
toneladas),  y  la  producción  se  distribuye  asi: 

Europa 300.000,000  de  cargas.     50  por  100 

Estados  Unidos.   120.000,000  de      id.       20  por  100 


Pasan 420.000,000  de  cargas.     70  por  100 


454  Consumo  de,  trigo  en  el  mundo 

Vienen 420.000,000  de  cargas.    70  por  100 

India  inglesa..  .     65.000,000  de     id.         11  por  100 
Resto  del  mundo  115.000,000  de     id.         19  por  100 

Totales 600.000,000  de  cargas.   100  por  100 

Los  principales  productores,  no  especificados  en  el 
cuadro  anterior,  son  los  siguientes: 

Francia., 61.000,000  de  cargas. 

Rusia 58.000,000  — 

Austria  Hungría. 30.000,000         — 

Inglaterra ,. , .   16.000,000  — 

Alemania 24.000,000  — 

Italia 32.000,000  — 

España 30.000,000  — 

República  Argentina  (1887)     5.000,000         — 

Australia 10.000,000  — 

Chile.  .    . 3.000,000         — 

El  consumo  de  cereales  varía  en  las  diversas  partes 
de  la  tierra.  Europa  prefiere  el  trigo;  Asia  y  Polinesia 
el  arroz;  América  y  África  el  maíz;  Australia  el  trigo. 
Empero,  Europa  sola  produce  algo  más  de  las  dos 
terceras  partes  del  trigo  que  consume,  y  esa  deficien- 
cia de  80.000,000  de  cargas  se  colma  con  las  importa- 
ciones de  la  América  del  Norte,  la  India,  la  Argen- 
tina, Chile,  la  Colonia  inglesa  del  Cabo  en  África, 
Argel  y  Egipto,  países  cuya  competencia  tienen  que 
sostener  los  Estados  Unidos.  En  esa  competencia 
tienen  la  ventaja  de  jornales  mucho  más  baratos  la 
India,  x\rgel  y  Egipto;  pero  en  ella,  á  pesar  de  la 
mayor  distancia  respecto  de  Rusia  y  los  pueblos  afri- 
canos, han  triunfado  aquéllos,  á  merced  de  la  econo- 


El  aceite  de  semillas  de  algodón  455 


mííi  que  les  proporciona  la  segadora  mecánica  princi- 
palmente. Los  Estados  Unidos  venden  en  Europa  la 
mitad  del  trigo  extranjero  que  ésta  consume;  es  decir, 
40.000,000  de  cargas  anuales  por  término  medio. 

La  Lidia  envía 10.000,000 

Australia 1.600,000 

La  Argentina .     2.500,000 

De  toda  esta  concurrencia  la  más  temible  para  los 
Estados  Uuidos  es  la  de  la  Argentina,  país  nuevo  con 
territorio  extensísimo,  á  propósito  para  la  producción 
de  cerealen,  con  una  inmigración  de  200,000  perso- 
iias  al  año,  que  promete  extenderse  á  guarismos  ma- 
yores, y  con  un  espíritu  de  empresa  que  rivaliza  casi 
yá  la  afamada  actividad  de  los  yanhees. 

Ignoro  á  quién  se  debe  la  invención  de  otro  pro- 
ducto que  ha  contribuido  á  reanimar  poderosamente 
la  producción  de  algodón:  el  aceite  extraído  de  las 
semillas  de  éste. 

Treinta  y  dos  millones  de  quintales  de  algodón 
dejaban  un  residuo  de  sesenta  y  cuatro  millones  de 
quintales  de  pepita,  de  la  que  no  se  sabía  qué  hacer, 
pues  formaba  montones  inmensos  cuya  descomposi- 
ción viciaba  el  aire  y  engendraba  enfermedades  terri- 
bles: era  algo  parecido,  pero  en  escala  mayor,  á  la 
basura  de  las  cocinas  ó  á  la  pizca  (1)  de  los  estanques 
de  añil.  Recientemente  se  ha  descubierto  que  expri- 
mido en  prensa  produce  un  aceite  que  puede  servir 
para  el  alumbrado,  para  lubrificar  las  máquinas,  para 


(1)  La  pizca,  llamada  así  en  nuestro  país,  es  el  residuo  de  la 
rama  del  añil  después  de  macerado  en  los  estanques.  Engendra 
nubes  de  moscos  y  da  mal  olor. 


456  Trabajos  nuevos  en  proyecto 


reemplaza^-  eii  la  alimentación  humana  el  aceite  de 
olivas,  j  para  fabricar  un  tocino  artiñcial.  Esta  nueva 
producción  representa  hoy  un  valor  de  cien  millones 
de  pesos  anuales;  es  decir,  40  por  100  de  aumento 
sobre  el  valor  de  Ja  cosecha  de  algodón.  El  residuo  de 
las  semillas  se  prepara  en  tortas  que  constituyen  un 
alimento  excelente  para  el  ganado;  y  lo  que  en  esta 
forma  no  puede  utilizarse,  es  un  abono  de  muy  buena 
clase  para  las  tierras  de  labor. 

En  este  privilegiado  valle  se  prei)aran  paríi  el  por- 
venir mejoras  de  carácter  colosal. 

En  primer  lugar  la  apertura  de  la  barra  de  las 
bocas  del  río,  unida  al  trabajo  incesante  de  la  cons- 
trucción de  diques  en  las  orillas  para  prevenir  las 
inundaciones,  hará  cultivables  y  habitables  muchas 
tierras  de  superior  calidad,  que  hoy  no  lo  son.  El  Es- 
tado de  Luisiana  lleva  gastados  en  esta  última  tarea 
más  de  ciento  cincuenta  millones  de  pesos;  y  aunque 
la  conclusión  de  la  obra  exigirá  tal  vez  trescientos  ó 
cuatrocientos  millones  de  pesos  más,  no  hay  motivo 
para  dudar  que  no  se  hará, 

Como  complemento  de  ese  trabajo  se  proyecta 
otro  más  gigantesco  aún:  la  construcción  de  lagos 
artificiales  en  lugares  convenientes  en  la  parte  alta  de 
los  ríos,  destinados  á  recoger  el  agua  de  las  grandes 
crecidas  que  supere  á  la  capacidad  natural  del  lecho 
de  aquéllos.  Así  se  evitarán  las  inundaciones  en  la 
parte  baja,  se  crearán  depósitos  de  agua  para  el  rega- 
dío de  los  campos  inmediatos,  y  para  aumentar  el 
canal  navegable  en  los  fuertes  veranos. 


ProvisiÓ7i  de  aguas  para  la  agricultura      457 

Este  proyecto  no  tiene  precedente  en  los  anales  de 
la  civilización  moderna,  y  sus  resultados  sobrepuja- 
rán las  más  ideales  previsiones  del  genio  humano. 
Con  él  quedarían  asegurados  los  trabajos  délos  diques 
laterales,  saneadas  las  tierras  pantanosas  ó  anegadizas, 
prolongada  la  navegación  hacia  la  parte  alta  de  los 
ríos,  y  destruido  uno  de  los  principales  peligros  ú 
obstáculos  para  la  colonización  de  todo  el  valle,  que 
es  el  de  las  grandes  inundaciones  en  esos  ríos  de  pode- 
rosa corriente. 

iS'o  es  este  el  único.  En  esa  vasta  extensión  de 
llanuras, — sobre  todo  al  Occidente  del  Missouri,  en 
el  espacio  comprendido  entre  éste  y  ios  Montes  Ro- 
callosos,— la  ausencia  de  cordilleras  que  detengan  la 
acción  de  los  grandes  vientos,  produce  veranos  pro- 
longados y  una  escasez  de  aguas  tan  notable,  que  esa 
región  ha  recibido  el  nombre  de  Desierto  Americano. 
Esa  circunstancia,  sin  embargo,  no  ha  detenido  el 
empuje  irresistible  de  ese  pueblo  colonizador.  La^ 
escasez  de  agilas  es  combatida — hasta  ahora  al  pare- 
cer con  buen  suceso — con  la  apertura  de  pozos  arte- 
sianos, aljibes  en  grande  escala  y  la  formación  de- 
grandes  represas  para  acopiar  las  aguas  lluvias  en 
los  lugares  en  que  los  pliegues  del  suelo  se  prestan  á 
la  formación  de  grandes  concavidades.  Se  espera,  ade- 
más, que  los  cultivos  forestales  favorezcan  el  aumento 
de  las  lluvias;  pero  en  esta  materia  la  experiencia 
empieza  á  sugerir  dudas  acerca  de  la  acción  de  los 
bosques  en  la  modificación  del  régimen  de  las  agua» 
pluviales.  El  hecho  es,  sin  embargo,  que  esa  región 
desolada  empieza  á  poblarse. 


458      Condiciones  favorables  para  el  porvenir 

El  enemigo  contra  el  cual  no  se  ha  encontj-ado  hasta 
ahora  defensa  suficiente  es  la  langosta,  la  cual  tiene  su 
centro  de  producción  en  la  región  intermedia  entre  los 
Montes  rocallosos  y  las  montañas  de  Nevada,que  corren 
paralelas  al  mar  Pacífico.  Este  azote,  que  tanta  devas- 
tación produce  en  África,  al  ISlorte  déla  cordillera  del 
Atlas,  en  Europa  en  toda  la  costa  del  Mediterráneo, 
— y  entre  nosotros  al  Sur  de  la  laguna  del  Castigo, 
desde  la  trifurcación  de  los  Andes  en  la  región  de  los 
Pastos,  hasta  las  orillas  del  Atlántico, — se  extiende 
por  todo  el  Norte  del  valle  del  Missibsippi  hasta  la 
boca  del  Ohio,  y  causa  la  destrucción  de  cosechas  por 
un  valor  hasta  de  doscientos  millones  de  pesos  anua- 
les; pero  ese  azote  es  pasajero,  y  sus  daños  son  á  veces 
compensados  con  la  mayor  fertilidad  que  deja  en  los 
campos  visitados  por  ella.  El  bien  y  el  mal  suelen  con 
frecuencia  ser  las  dos  caras  de  una  misma  medalla. 

Con  excepción  de  los  habitantes  de  la  parte  baja 
del  río,  en  la  que  existió  durante  medio  siglo  la  escla- 
vitud, institución  que  dejó  allí  costumbres  y  senti- 
mientos de  otro  género,  esa  región  ha  sido  colonizada 
y  poblada  desde  un  principio  en  medio  de  influencias 
del  todo  distintas  á  las  que  presidieron  la  formación 
de  las  naciones  antiguas.  Instituciones  democráticas, 
igualdad  política,  libertad  en  todos  los  actos  de  la 
vida,  tolerancia  religiosa,  distribución  equitativa  de 
la  propiedad  territorial,  exención  de  servicio  militar 
obligatorio,  paz  casi  no  interrumpida,  comunicación 
fácil  del  pensamiento  con  el  resto  del  mundo,  escue- 
las populares  gratuitas:  en  fin,  con  la  realización  de 
los  más  altos  ideales  que  la  ciencia  social  ha  señalado 


Origen  vicioso  de  las  naciones  antiguas        459 

como  meta  á  las  aspiraciones  del  hombre.  Aquí  debe 
surgir  un  mundo  nuevo  en  política,  en  religión,  en 
formas  sociales.  Eu  el  resto  del  mundo  han  presidido 
la  conquista,  la  guerra,  el  despotismo,  la  intoleran- 
cia, el  aislamiento,  el  dogma  impuesto  por  la  fuerza, 
el  monopolio,  la  restricción,  la  opresión  de  las  multi- 
tudes, el  predominio  de  clases  privilegiadas,  el  paupe- 
rismo hereditario,  los  rencores,  las  envidias  y  la  degra- 
dación de  los  unos,  el  orgullo,  la  insolencia  y  la 
superioridad  hereditaria  de  los  otros.  Inglaterra  tiene 
en  su  origen  político  la  huella  de  los  cascos  de  los 
caballos  de  la  aristocracia  normanda  entronizada  por 
Guillermo  el  Conquistador;  sobi-e  el  reino  de  Italia  se 
extiende  todavía  la  sombra  del  Poder  temporal  de  los 
Papas,  si  no  el  terror  que  vibraba  á  los  pasos  de  sus 
Emperadores;  en  Francia  subsiste  aún  el  espíritu  de 
lucha  y  de  contradicción  en  que  por  tan  largos  siglos 
vivieron  sus  duques  y  condes  ambiciosos;  el  resplan- 
dor pasado  de  las  hogueras  de  la  inquisición  perturba 
todavía  el  sueño  y  comprime  el  vuelo  del  pensa- 
miento en  el  cerebro  español;  la  sombra  ceñuda  de 
Felipe  II  se  cierne  aún  en  las  alturas  sobre  los  hoga- 
res tranquilos  de  Bélgica  y  Holanda;  para  el  alemán 
inquieto  no  parece  haber  cesado  la  peregrinación  gue- 
rrera de  sus  multitudes,  emprendida  hacia  el  Occidente 
desde  las  cumbres  del  Asia  Central ;  sobre  las  estepas  de 
Rusia  se  oye  todavía  la  voz  colérica  de  Iván  el  Terri- 
ble. En  el  valle  del  Mississippi  no:  salvo  los  restos  del 
pasado  que  la  herencia  fisiológica  de  otras  generacio- 
nes haya  conservado  en  los  organismos  individuales, 
la  cuna  de  esas  Eepúblicas  sólo  ha  sido   mecida  por 


460  Espectatwas 

aires  de  libertad,  democracia,  reivindicación  de  los 
derechos  del  hombre:  no  del  hombre  inglés,  ó  del 
francés,  del  alemán  ó  del  español,  sino  de  la  especie 
hunií^na  entera.  Hasta  los  pobladores  mismos  de  los 
Estados  de  la  Costa  Atlántica — los  de  Nueva  York, 
Pensilvania,  Marjland,  New  Jersey  y  Delaware — 
pudieron  resentirse  algún  tanto  del  espíritu  aristo- 
crático predominante  en  la  madre  patria  durante  dos 
siglos  de  sumisión  á  ésta:  los  de  los  Estados  del  Sur 
del  orgullo  de  raza  que  debió  despertar  en  ellos  la 
atmósfera  de  la  esclavitud,  que  llegó  á  ser  la  idea 
dominante  de  su  modo  de  ser  social;  pero  los  del  Mis- 
sissippi  sólo  tuvieron  por  pensamiento  el  trabajo  de 
la  tierra,  la  resolución  de  formar  en  cada  familia  una 
situación  independiente  por  medio  de  la  conquista 
pacífica  de  la  naturaleza  á  impulso  de  la  labor  de  sus 
bi'azos.  Se  puede  esperar  con  confianza  en  que  de  allí 
brotará  una  sociedad  enteramente  distinta  al  través 
de  los  siglos,  cuando  á  fuerza  de  selección  sostenida 
durante  diez  ó  más  generaciones,  esos  principios  de  su 
vida  política  actual  se  hayan  consolidado  profunda- 
mente en  el  óvulo  de  las  generaciones  futuras. 


:^íiifi:aftafi:^^aftaeftfó.=^ 


CAPITULO  ^X.YL 


D  E     K  U  E  V  A.     O  K  L  E  A  X  S    A    SAN    LUIS 


El  carro  de  camas  (sleeping-car). — Conversación  con  un  clérigo 
protestante. — Estado  de  Mississippi. — Sus  producciones,  ri- 
queza y  población. — Las  maderas, — Necesidad  de  dar  pro- 
tección á  los  bosques. ~E1  Estado  de  Tennessee,— Sus  pro- 
ducciones, riqueza  y  población. — El  Estado  de  Kentucky. — 
Producciones,  riqueza  y  población. — El  pasto  azul. — Cam- 
bio de  climas,  producciones  y  estado  de  civilización  á  me- 
dida que  se  viaja  de  Sur  á  Norte.— Llegada  á  la  boca  del 
Ohio. — Paso  del  Oliio. — El  valle  de  este  río.— Llegada  á 
San  Luis. 


En  Nueva  Orleíiiis  tomaron  mis  compañeros  colom- 
bianos el  tren  directo  hacia  llueva  York:  yo  quedé 
acompañado  tan  sólo  por  uno  de  mis  hijos  para  seguir 
á  San  Luis.  Empezaba  á  oscurecer  cuando  salimos  de 
la  estación  del  ferrocarril:  la  locomotora  se  lanzó  por 
la  orilla  izquierda  ú  oriental  del  Mississippi  hacia  el 
jSTorte:  pronto  dejamos  atrás  las  últimas  casas  de  la 
ciudad,  y  con  ellas  los  últimos  vestigios  de  civiliza- 
ción, pues  en  esa  parte  el  terreno  se  estrecha  entre  el 
río,  las  ciénagas  y  el  lago  Pontchartrain.  Tan  sólo 
cabanas  miserables  habitadas  por  gente  de  color, 
pequeñas  sementeras  de  maíz  y  puestos  de  pescado- 
res alcanzan  á  descubrirse  á  uno  y  otro  lado  de  la  vía. 
Las  sombras  de  la  noche  se  hacen  más  y  más  espesas: 


462  El  carro  de  camas  en  ferrocarril 

los  sirvientes  del  tren  encienden  la  lámpara  de  aceite 
cola^ada  del  techo  del  curro,  y  á  esa  luz  empezamos  á 
reconocer  mejor  la  naturaleza  del  vehículo  y  los  pasa- 
jeros en  compañía  de  quienes  debemos  pasar  la  noche. 
El  primero  es  un  carro  de  camas  {sleeping-car)  de 
15  á  16  varas  de  largo.  3.]-  de  ancho  y  3  de  alto,  provisto 
de  dos  antesalas:  en  una  de  ellas  hay  dos  aguamaniles 
con  los  útiles  necesarios  para  el  aseo,  un  barril  de  agua 
con  hielo  y  vasos  para  tomarla,  y  un  excusado,  delica- 
damente escondido  en  un  rincón;  en  la  otra  cuatro  pe- 
queños soñís  y  una  mesita  que  puede  doblarse  sobre  el 
costado  del  carro  ó  extenderse  entro  dos  sofás,  para 
cenar,  jugar  ajedrez  ó  dominó,  etc.  En  un  ángulo  se 
abre  un  aparador  en  el  que  se  ven  botellas  de  diversos 
contenidos,  brandy,  vino  tinto,  cerveza,  limonada  con 
soda,  agua  de  vichy,  galletas,  cigarros  y  cigarrillos, 
que  el  sirviente  ó  empleado  del  tren  nos  dice  están  de 
venta  á  precios  equitativos:  también  nos  avisa  que,  en 
caso  de  desearlo,  puede  suministrarnos  te  ó  café 
caliente  y  carnes  frías.  Allí  se  puede  fumar  cigarro 
también,  siempre  que  no  haya  señoras  y  que  se  cuide 
de  cerrar  la  puerta  que  comunica  con  el  salón,  á  fin 
de  que  no  penetre  allí  el  humo. 

En  el  salón  no  hay  señal  alguna  de  camas,  sino 
sofás  por  los  cuatro  costados,  en  los  cuales  ha  tomado 
asiento  una  veintena  de  personas  de  buen  aspecto, 
entre  ellas  una  señora  y  dos  niños.  Todas  son  caras 
serias,  y  no  se  cruza  ei  más  pequeño  saludo  entre  los 
que  no  se  conocen;  únicamente  la  señora  da  las  gra- 
cias y  dirige  algunas  palabras  afectuosas  á  mi  hijo, 
que   ayuda  á  abrir  la  ventana,    para   gozar  de  aire 


El  carro  de  camas  463 

fresco,  á  uno  de  los  niños.  Las  conversaciones  empie- 
zan en  voz  baja  entre  cada  dos  pasajeros,  y  oímos 
hablar  inglés,  francés  y  otros  idiomas  desconocidos. 
Como  la  noche  empieza  a  refrescarse  algo  más  de  lo 
necesario,  los  pasajeros  sacan  sus  sobretodos  y  se  abri- 
gan la  cabeza  unos  con  pañuelo  de  seda,  otros  con 
cachuchas  de  paño:  los  que  están  distantes  de  la' 
señora  cambian  sus  botines  por  pantuflas  y  se  envuel- 
ven los  pies  y  las  piernas  hasta  la  rodilla  con  mantas 
de  paño  grueso.  Cada  cual  arregla  á  su  lado  un  pe- 
queño saco  de  noche,  en  el  que  van  \t\  camisa  de  dor- 
mir, las  pantuflas,  los  peines,  cepillos  y  jabón,  una 
bufanda,  cuellos  y  puños  limpios  de  camisa,  un  libro 
y  algunos  periódicos. 

A  las  ocho  de  la  noche  empiezan  á  reclamar  sus 
camas  los  pasajeros.  Dos  criados  se  ocupan  en  desdo- 
blar las  tablas  de  los  costados,  las  cuales  forman  dos 
hileras  de  lechos  superpuestos,  á  distancia  de  una 
vara  á  lo  menos  la  una  de  la  otra,  provistos  de  buenos 
colchones,  sábanas  y  almohadas  perfectamente  lim- 
pias, lavadas  y  aplanchadas  las  fundas  todos  los  días, 
dos  frazadas  de  lana  y  una  sobrecama.  Dos  cortinas  de 
género  grueso  de  lana  se  desprenden  del  techo  y  cu- 
bren perfectamente  cada  departamento  para  dos  per- 
sonas, dejando  un  espacio  intermedio  libre  de  casi 
1  metro  de  anchura.  Dentro  del  recinto  asignado  á 
las  camas  hay  lugar  para  colocar  con  separación  la 
ropa,  el  calzado  y  las  piezas  de  vestido,  y  un  cordón 
para  llamar  por  medio  de  una  campanilla  al  sirviente. 
El  lecho  tiene  1  vara  de  ancho  á  lo  menos  y  es  per- 
fectamente cómodo.    La  señora  lleva  á  sus  niños  al 


464       Conversación  con  un  clérigo  protestante 

retrete  ¡nrnediatu,  vuelve  con  ellos,   los  introduce  al 
lecho  superior,    en  el  que  ayuda  á  desnudarlos,   les 
hace  rezar  una  corta    oración,   les  da  su  bendición 
con  un  ósculo  en  la  frente,  y,  despidiéndose  con  gracia 
y  naturalidad  perfecta  de  sus  vecinos,   por  medio  de 
una  mera  inclinación  de  cabeza,  se  recoge  en  el  lecho  • 
inferior.     Los  demás  empiezan  á  seguir  su  ejemplo. 
Mi  hijo  y  yo  pasamos   á  la  antesala  á  fumar  un  ciga- 
rro, y  allí  llega  el  conductor  del  tren,  sujeto  de  aspec- 
to respetable,  que    traba   conversación   con   nosotros. 
Resulta  ser  un  clérigo  presbiteriano  que,  disgustado  de 
la  estrechez  de  los  dogmas  y  disciplina  de  su  religión, 
ha  abandonado  su   ministerio  y  desea  buscar  coloca- 
ción como  profesor  de  matemáticas  en   algún  colegio 
de  la  América  española,  para  lo  cual  está  estudiando 
el  castellano:  mientras  tanto  ha  tomado  el  empleo  de 
conductor  del  tren,  que   le   produce  %  40  mensuales. 
Primero   nos   compromete  á  repasarle  su  lección  de 
castellano  en  la  traducción  y  pronunciación,  después 
nos  conversa  largamente  acerca  de  las  religiones  en  los 
Estados  Unidos  y  nos  da  noticias  minuciosas  sobre  la 
organización  de  las  diversas  sectas.   Se  queja  del  espí- 
ritu intolerante  y  fanático  de  las  más  de  ellas  y  opina 
que  las  religiones  no  debían  ser  vallas  de  separación 
y  antipatía  entre  los  adeptos  de  sus  diversas  varieda- 
des, sino  un  vínculo  común  de  unión  y  caridad  entre 
todos  los  hombres,  con  tendencia   liberal  á  fundirlas 
todas  en  una  sola:  reducida  á  la  adoración  de  un  Ser 
Omnipotente  protector  de  la  familia  humana  en  to- 
das las  naciones   y  climas  de   la  tierra,  sin  dogmas, 
misterios  ni  ritos  especiales  de  naturaleza  obligatoria, 


El  manteo  de  Sancho  465 

<3e  suerte  que  cadn  cual  pueda  practicar  las  que  sean 
de  su  preferencia. 

Nuestro  interlocutor  parecía  enseñado  á  velar  toda 
la  noclie  por  razón  de  su   oficio,  pero  yá  eran  más  de 
las  once,  y   aunque   la  plática  estaba  interesante,  el 
sueño  nos  rendía  y  sus  palabras   nos  llegaban   con- 
fusas y  medio  perdidas,  como  la  conversación  con  un 
habitante  de  otro  mundo:  despedí  monos  de  ól  y  nos 
recogimos  á  nuestras  camas.    Parecíame  que   iba    á 
dormir  muy  bien;  pero  durante  las  dos  ó  tres  prime- 
ras horas  fue  imposible.     Al   tomar  la   posición  hori- 
zontal sentí  el  sangoloteo  más  estupendo:  el  trote  de 
un  caballo  de  tiro  montado  en   pelo,   el   manteo  de 
Sancho  Panza  en  la  venta  ó  los  corcovos  de  un  terne- 
ro de  año,  me   (larecieron   movimientos  acompasados 
en  comparación   del   que   ahora  sentía.   De  trecho  en 
trecho  venía  un  trueno  en  alas  del  huracán  seguido 
de  un  fuerte  relámpago,  producidos  por  trenes  en  di- 
recciones opuestas  sobre  la  doble  carrilera  de  la  línea. 
A  veces  parecía  detenerse  la  marcha,   y  un  empleado 
especial  entraba  al  cocho  á  anunciar  en  alta,  rápida  é 
ininteligible  voz,  semejante  á  la  trompeta  del  juicio 
final,  la  estación  adonde   llegábamos,  las   nuevas  di- 
recciones que  allí  podían  tomar  los  viajeros  y  el  nú- 
mero de  minutos  que  permanecería  detenido  el  tren. 
Al  fin  la  naturaleza  recobró  su  imperio,  y  aunque  hu- 
biese estado  convertido  en  taco   del  cañón  inventado 
por  Julio  Verne,  para   hacer  viaje   de   la  tierra  á  hi 
luna,  hubiera  dormido  en  el  tránsito  á   nuestro  sa- 
télite: al  fin  me  dormí  hasta  las  seis  de  la  mañana, 
hora  en  que  los  golpes  de  un  tam-tam  anunciaron  la 

30 


466  Estado  del  Mississippi 

de  levantarse  en  la  disciplina  del  tren.  Vestíine  aprisa, 
y  volví  á  tomar  puesto  al  frente  de  la  ventana  para  con- 
templar el  paisaje  é  informarme  del  lugar  en  que  está- 
bamos. 


Habíamos  salido  yá  de  los  límites  del  Estado  de 
Liiisiana  y  nos  encontrábamos  en  el  de  Mississippi. 
El  territorio  de  éste  fue  empezado  á  poblar  entre 
1790  y  1800;  en  este  último  año  contaba  tan  sólo 
8,850  habitantes;  pero  en  1880  tenía  1.131,597,  y  en  la 
actualidad  puede  calcularse  que  no  baja  de  1.400,000. 
Su  riqueza  general,  es  decir,  sus  valores  cambiables, 
montaban  en  1880  á  $  354.000,000.  Sus  principales- 
producciones  fueron,  en  1887,  4.536,000  quintales  de^ 
algodón,  estimados  (ál  8-30  quintal)  en  $  37.654,000,. 
6.400,000  cargas  de  maíz,  avaluadas,  á  %  2-36  car- 
ga, en  %  15.049,000,  y  $  2.121,000  en  avena.  Como- 
tenia  3.801,000  marranos  y  más  de  700,000  cabezas 
de  ganado  vacuno,  podrá  obtener  más  de  $  2.000,000 
anuales  de  la  matanza  de  los  primeros  y  más  de 
%  4.000,000  de  la  leche,  carne  y  cueros  de  los  últimos. 
Tiene  47,156  millas  cuadradas  de  superficie,  lo  que 
le  da  unas  90  leguas  de  largo  de  Norte  á  Sur,  por  60 
de  ancho  de  Este  á  Oeste.  Su  costado  occidental  está 
bañado  por  el  Mississippi;  por  el  Sur  toca  en  el  golfo- 
de  Méjico;  por  el  lado  oriental  deslinda  con  el  Es- 
tado de  Alabama,  y  por  el  Norte  con  el  de  Tennessee. 
Todo  su  territorio  es  una  llanura  ligeramente  ondu- 
lada, regada  por  los  ríos  Yazoo  y  Perla.  Un  65  por 
100  de  su  población  es  de  raza  africana,  y,  como  se:^ 
ha  visto,  sus  producciones  son  puramente  agrícolas^ 


Aspecto  del  suelo  467 

de  naturaleza  semitropiciil,  pues  está  incluido  éntrelos 
grados  30  j  35  de  latitud  iNorte,  en  los  que  las  tempera- 
turas medias,  máxima  y  mínima,  son  27°  centígrados 
en  Julio  y  12''  en  Enero.  Su  territorio— aluvial  en  su 
mayor  parte,  pues  parece  haber  sido  formado  por  los 
depósitos  del  Mississippi, — es  en  extremo  fértil. 

El  aspecto  del  país,  aunque  no  diversificado  por 
montañas,  presenta  cuatro  formas  distintas:  tierras 
pantanosas;  tierras  altas,  secas;  bosques,  y  praderas 
onduladas.  Las  primeras,  formadas  por  los  derrames 
del  Mississippi  y  de  sus  tributarios,  están  en  lo  gene- 
ral incultas,  y,  como  se  puede  comprender,  el  ferro- 
carril se  aparta  de  ellas  en  todo  lo  posible;  pero  se 
alcanzan  á  ver  á  la  distancia.  Las  tierras  altas  forman 
grandes  llanuras  cortadas  á  trechos  por  colinas  aisla- 
das, de  50  á  100  metros  de  altura  sobre  el  nivel  de  los 
ríos,  son  fértiles,  de  clima  sano,  en  ellas  están  esta- 
blecidos la  mayor  parte  de  los  cultivos,  y  esta  es  la 
sección  más  rica  del  Estado.  La  región  de  los  bosques 
se  extiende  ordinariamente  á  uno  y  otro  lado  de  las 
corrientes  de  agua,  y  constituye  en  éste,  como  en 
todos  los  Estados  de  la  Unión,  una  de  las  grandes 
fuentes  de  prosperidad  para  el  país.  Las  praderas  son 
terrenos  llanos,  con  ondulaciones  semejantes  á  las  del 
mar,  en  donde  á  cada  200  metros  ocurre  una  pro- 
minencia hasta  de  10  de  altura,  con  una  base  de  50  á 
80  de  ancho.  Esta  formación  es  muy  hermosa  á  la 
vista;  generalmente  está  cubierta  de  pastos  naturales 
y  es  utilizada  para  crías  de  ganado. 

Llamaron  particularmente  mi  atención   los  bos- 
ques que  atravesábamos.  Situados  en  una  llanura  ni- 


it^  Los  bosques  y  sus  productos 

velada,  á  la  orilla  de  un  ferrocarril  ó  de  nn  río,  com- 
puestos do  grandes  árboles  de  maderas  industriales 
casi  todos,  se  comprende  que  esta  es  una  de  las  rique- 
zas naturales  á  que  deben  los  Estados  Unidos  su  rápi- 
do desenvolvimiento.  Yá  no  tiene  uno  dificultad  |)ara 
creer  que  el  valor  de  las  maderas  extraído  anualmen- 
te de  los  bosques  pase  de  $  500  á  GOO  millones,  ni  que 
las  man n facturas  de  este  artículo  aumenten  ese  gua- 
rismo á  valores  de  otro  tanto.  Se  me  llamó  Ja  aten- 
ción á  uT\a  estadística  publicada  en  18S5  sobre  la  im- 
portancia de  las  manufacturas  de  madera,  de  la  cual 
tomo  el  siguiente  estracto: 

,   ,•     ,„  Valor  de  la  ma-  Dt-l  articulo 

'^""^"'^'-  teria  prima.  fabricado. 

Herramientas  de  agricultura $  81.531,000  $  68.646,000 

Empaques  de  mercancías 7.674,000  12.687,000 

Carros  para  ferrocarriles,   tranvías 

y  reparaciones  de  éstos 19. 780,000  27.997,000 

Carros  y  carruajes  para  caminos 

ordinarios 30.597,000  64.951,000 

Ataúdes 3.776,000  8.157,000 

Barriles  y  toneles 18.332,000  33.714,000 

Muebles  domésticos 35.860,000  77.845,000 

Espejos  y  marcos  para  pinturas. . .  4.831,000  9.596,000 

Fósforos  de  luz 4.298,000  4.668,000 

Órganos  y  pianos 7.975,000  18.400,000 

Puertas  y  ventanas. 20.790,000  36.621,000 

.  Buques,  etc     19.736,000  36.800,000 

Ruedas  para  maquinaria 6.703,000  18.892,000 

Con  los  artículos  aquí  omitidos  los 
totales  son .171.883,000  418.974,000 

Y  no  figuran  las  aquí  invertidas  en  construcción 
de  edificios,  ni  en  cercas  de  propiedades,  ni  en  tra- 
viesas de  ferrocarriles,  que  pueden  importar  un  50 
por  100  más,  pues  la  edificación  de  madera  es  muy 
general. 

Siendo,   como  es,   tan  abundante  la  de  buena  ca- 


Precauciones  contra  la  tala  inútil  469, 

lidad,  situada  como  está  en  lugares  llanos  á  orillas 
de  los  ríos  ó  en  bosques  atravesados  por  ferrocarriles, 
su  extracción  y  preparación  es  en  extremo  fácil  y  los 
precios  á  que  se  puede  vender  en  todas  partes  en 
extremo  módicos.  Resultó  de  esta  comodidad  una 
explotación  excesiva  y  con  mucho  superior  á  las  nece- 
sidades de  los  consumidores;  es  decir,  una  inútil  des- 
trucción de  muchos  bosques,  cuya  falta  debería  no- 
tarse al  aumentar  la  población  del  país;  pero  afortu- 
nadamente el  mal  fue  notado  á  tiempo,  la  prensa 
tomó  á  su  cargo  la  defensa  de  ese  interés  del  porve- 
nir, y  tanto  el  nacional  como  los  gobiernos  de  los 
Estados  empezaron  á  legislar  sobre  el  asunto  con  la 
más  benéfica  influencia.  No  sólo  ha  parado  la  tala 
estúpida  de  ellos,  sino  que  su  repoblación  y  la  crea- 
ción de  otros,  en  el  erial  que  se  extendía  al  Oeste  de 
los  Montes  Rocallosos,  ha  principiado  con  el  ardor  que 
los  americanos  muestran  en  todas  sus  empresas.  En 
casi  todos  los  Estados  se  han  organizado  cuerpos  de 
guarda-bosques,  el  corte  de  éstos  ha  sido  sometido  á 
reglas  de  prudencia,  y  se  procura  propagar  las  mejores 
familias  de  árboles,  tanto  indígenas  como  exóticos,  en 
las  nuevas  plantaciones.  Hoy  se  estima  que  de  la  su- 
perficie total  del  territorio,  un  26  por  100  (más  de 
96,000  leguas  cuadradas)  está  cubierto  de  bosque; 
un  16  por  100  (64,000  leguas  cuadradas)  cultivado; 
y  un  58  por  100  (240,000  leguas)  erial  ú  ocupado  por 
ríos,  lagos,  ciénagas  y  poblaciones. 

Materia  es  esta  que  exige  la  más  seria  atención 
en  nuestro  país,  pues  nuestros  bosques  están  yá  en 
extremo  retirados  de  las  poblaciones,   y  la  escasez  de 


470        Mal  estado  de  los  bosques  en  Colombia 

maderas  se  siente  como  una  grave  dificultad  para  la 
edificación  de  casas  y  para  la  construcción  de  cercas 
en  los  trabajos  del  campo,  á  causa  de  su  precio  exce- 
sivo: dificultad  que  restringe  el  crecimiento  y  pro- 
greso de  las  poblaciones,  obliga  á  las  familias  á  vivir 
en  casas  viejas,  semiarruinadas,  sin  comodidad  ni 
belleza,  y  mantiene  costumbres  semisalvajes  de  mugre 
y  desaseo. 

Pero  no  es  esta  quizá  la  peor  de  las  consecuencias: 
la  falta  de  bosques  agota  el  agua  de  las  vertientes, 
imposibilitíí  el  riego  de  los  campos,  impide  el  desarro- 
llo de  las  crías  de  ganado,  haciéndolo  usar  aguas  co- 
rrompidas, lo  que  origina  graves  enfermedades,  trans- 
mitidas luego  al  hombre  en  la  leche  y  en  las  carnes 
cargadas  de  gérmenes  morbosos.  Xo  temeré  decir  que 
estos  efectos  se  sienten  yá  en  Bogotá  mismo  y  en 
todos  los  pueblos  de  tierra  caliente  situados  al  derre- 
dor, en  donde  este  ramo  de  servicio  público  ha  sido 
mirado  con  supremo  descuido. 


La  línea  del  ferrocarril  en  que  viajábamos  debió 
de  ser  trazada  con  el  objeto  de  abrir  á  la  colonización 
terrenos  inocupados.  No  se  veían  en  él  campos  muy 
cultivados,  ni  poblaciones  inmediatas,  ni  buenas  man- 
siones rurales.  Casas  de  madera  de  triste  aspecto,  cer- 
cas mal  conservadas,  hechas  de  troncos  y  raíces  de 
árboles  recién  arrancados,  ganados  escasos,  de  me- 
diana calidad,  y  en  general,  pocas  señales  de  pro- 
greso. Quizás  también  la  época  del  año  (principios 
de  Mayo)  no  era  todavía  á  propósito  para  ver  campos 


Estado  da  Tennessee  471 

cultivados,  pues  apeuas  empezaban  á  brocar  las  plan- 
tas con  los  primeros  calores  de  la  primavera. 

Mejor  aspecto  presentó  el  Estado  de  Tennessee,  en 
los  límites  del  cual  penetramos  pasado  medio  día. 

El  territorio  de  éste  se  extiende  de  Occidente  á 
Oriente  en  línea  de  más  de  190  leguas  por  cosa  de  30 
de  anchura  de  Norte  á  Sur.  Tiene  por  límites:  el 
Mississippi,  al  Occidente;  las  dos  Carolinas  y  Georgia, 
^1  Oriente;  Kentuckj  al  Norte,  y  Alabama  y  Missis- 
sippi  (el  Estado)  al  Sur.  Está  cruzado  por  los  Apala- 
ches en  línea  in.O.  y  tiene  minas  de  hierro  y  carbón 
que  empiezan  á  ser  explotadas.  Formado  por  cesiones 
del  territorio  de  Georgia  y  la  Carolina  del  Sur,  y  por 
parte  del  suelo  de  la  antigua  Luisiana,  tenía  35,000 
habitantes  en  1790,  y  fue  admitido  al  rango  de  Estado 
en  1796.  Su  población  alcanzaba  en  1880  á  1.542,359, 
y  llegará  en  el  día  á  muy  cerca  de  2.000,000.  El  ava- 
lúo de  su  propiedad  mueble  é  inmueble  subía  en  1880 
.á  %  705.000,000;  es  decir,  I  458  por  cabeza  de  po- 
blación. 

Sus  principales  producciones  en  1886  consistían  en 

Maíz l!s. 500,000  cargas,  avaluadas,  á  $  1 .60  cada  una,  en  %  29.125,000 

Trigo 2.00fi,000      —  —  k%  3.16  —  en  $  6.258,000 

Avena 1.980,000       —  —  á$  1.28  —  en  $  2.534,000 

Tabaco 317,600  quintales  —  á$  6..  —  en  $  1.905,000 

Algodón 1448,900      —  —  á$  8.20  —  en  $  11.881,000 

Heno 279,487  toneladas  —  á$  11.25  —  eu  $  3.144,000 

Papas  fi:«,000  cargas  —  a  $  1.68  —  en  $  1.063,000 

El  valor  de  las  cosechas  subió  á  más  de  56.000,000 
en  el  año  expresado. 

Como  fuentes  de  producción  animal  contaba  en  el 
mismo  año  con  más  de  800,000  cabezas  de  ganado  va- 
cuno y  más  de  500,000  caballos  y  malas.  •  Se  dice  que 


472  Especialidades  de  este  Estado 

es  uiiH  de  las  es})ecialidades  de  los  tres  Estados  de 
Tennessee,  Keutucky  y  Missouri,  situados  en  el  cen- 
tro del  territorio  americano,  comprar  los  terneros  y 
potros  nacidos  en  Tejas  y  demás  Estados  del  Sur,  en 
dehesas  de  calidad  inferior,  y  levantarlos  en  los  mejo- 
res pastos  que  proporciona  el  suelo  montañoso,  y  por 
consiguiente  más  húmedo  de  su  territorio.  Además, 
el  cruzamiento  de  los  ganados  de  razas  primitivas  cou 
las  mejoradas  procedentes  de  Europa,  se  practica  en 
aquellos  tres  Estados  en  grande  escala. 

Tennessee  es  uno  de  los  Estados  intermedios  entre 
}a  esclavitud  y  la  libertad  en  los  Estados  Unidos,  y  su 
posesión  y  dominación  en  favor  de  la  causa  de  la  liber- 
tad, fue  uno  de  los  hechos  que  ayudó  poderosa- 
mente á  decidir  la  victoria  por  la  Unión  en  la  guerra 
civil  de  18G1  á  1865.  A  este  resultado  contribuya 
Mr.  Johnson,  antiguo  partidario  del  Sur,  quien  juzgó 
preferible  la  conservación  de  la  Unión  á  la  de  la  es- 
clavitud, y  esto  le  valió  la  Vícepresidencia  en  1865. 

Del  millón  y  medio  de  habitantes  de  Tennessee  en 
1880  sólo  403,000,  es  decir,  un  25  por  100  pertenecía 
á  la  raza  africana,  lo  que  explica  el  más  rápido  pro- 
greso en  industria  y  riqueza  de  este  Estado,  así  como 
de  los  de  Kentucky  y  Missouri,  comparados  con  los 
Estados  del  Sur,  en  donde  predomina  la  negra  sobre 
]a  blanca. 


De  Tennessee  pasamos  en  la  misma  tarde  al  Esta- 
do de  Kentucky,  cuyo  rincón  occidental  solamente 
atravesamos. 

Formado  de  una  desmembración  del  de  Virginia^ 


Estado  de  Kentuoky  473 

tenía  yá  73,000  habitantes  cuando  fue  admitido  al 
rango  de  Estado  en  1792;  su  población  aumentó  rá- 
pidamente con  la  inmigración  de  plantadores  blancos 
de  otros  Estados,  y  en  seguida  los  dueños  de  esclavos 
de  la  vecindad  empezaron  á  llevar  éstos  para  vender- 
los en  las  grandes  haciendas  de  tabaco,  que,  con  las 
crías  de  ganados  vacuno  y  caballar,  forman  las  princi- 
pales industrias  de  esta  sección.  En  ella,  como  en 
Tennessee  y  Missouri,  principió,  pues,  la  lucha  sorda 
entre  las  dos  formas  de  constitución  social  que  origi- 
naron el  irrepresible  conflicto,  sometido  al  fin  á  la  so- 
lución de  la  espada. 

Con  1.648,190  habitantes  en  1880,  sólo  tenía 
271,451  de  color  oscuro,  es  decir,  menos  de  20  por 
100,  y  sin  embargo,  era  tal  la  influencia  que  la  riqueza 
superior  concedía  á  los  dueños  de  esclavos,  que,  sin  el 
poderoso  auxilio  de  las  fuerzas  del  Norte,  Kentucky 
se  hubiera  adherido  decididamente  á  la  Confedera- 
ción del  Sur  en  los  proyectos  de  secesión. 

Es  este  un  Estado  poderoso  en  todo  sentido.  Su 
riqueza  general  asciende  á  %  902.000,000  ($  553  de 
capital  acumulado  por  cabeza  de  población),  que  se 
forma  con  los  siguientes  artículos  principales  de  pro- 
ducción anual  (1886): 

Maíz,  cargas.  22.000,000,  avaluadas,  á  $1.36qu.ea  $30.177,000 
Trigo,  id...  3.100,000,  id.  á$2.88  id.,  8.931,000 
Avena,  id...    2.540,000,        id.         á|l.28      id.,        3.270,000 

q^utnLTes  f  ^-^^^'^O^^'  í^^'  ^$6...  id.,  11.634,000 
^ndadas"?".  [       ^^13,200,        id.         á$9.80      id.,        3.069.000 

La  producción  de  sus  labranzas  subió  á  $¡59.134,000. 


474  El  pasto  azul 

Empero,  su  producción  pecuaria  tal  vez  sobrepuja 
11  la  de  sus  cultivos. 

Contaba  en  18SG,  caballos  y  muías 553,000 

Id,         id.         ganado  vacuno 843,000 

Id.         id.         cerdos 1.718,000 

La  suavidad  de  sus  climas  de  montaña  y  la  feliz 
<;omposición  quimica  de  sus  tierras  ha  dado  origen  á 
la  formación  de  extensísimas  praderías  de  pasto  azul 
{Uue  grass),  que  es  reputado  como  el  mejor  de  los 
pastos  naturales  conocidos  en  el  mundo,  hasta  el  pun- 
to de  que  sin  cuidados  especiales  de  estabulación  ni 
de  variedad  de  alimentos  preparados,  la  acción  de 
«sos  pastos  ha  producido  la  mejor  raza  de  caballos 
de  los  Estados  Unidos,  que — no  en  belleza  de  formas 
ni  tal  vez  en  equilibrio  de  proporciones,  pero  sí  en 
fuerza  y  agilidad — pueden  competir  con  el  tipo  ára- 
be, y  se  venden  para  las  carreras  del  circo  á  los  más 
altos  precios.  Mil,  y  aun  mil  quinientos  pesos,  suele 
ser  precio  en  partida  de  caballos  de  las  crías  afamadas, 
y  veinte  ó  treinta  mil  el  de  algún  vencedor  en  los  cir- 
cos de  Lexington,  de  Frankfort  y  aun  de  Jerome  Park 
<3n  Nueva  York,  no  son  de  rara  ocurrencia.  Kentucky 
da  también,  sin  cruzamiento  con  razas  extranjeras, 
los  más  grandes  bueyes  y  los  marranos  más  colosales 
de  toda  la  Unión. 

Natural  es  que  esta  acción  del  clima  se  haga  notar 
también  en  la  raza  humana;  y  en  efecto,  es  fama  en 
los  Estados  Unidos  que  los  hombres  de  más  robusta 
talla  se  encuentran  en  Kentucky:  fenómeno  curioso 
que  en  Colombia  se  observa  en  el  valle  de  Neiva  y  en 
los  pueblos  del  Sur  de  Antioquia;  en  Chile,  en  la  Pa- 


Cambio  de  clima  475 

tagonia,  y  en   Europa,    en   los   Balkanes,    principal- 
mente en  Montenegro,  según  recuerdo  haber  leído. 

Todo  el  viaje  lo  hemos  hecho  desde  Nueva  Or- 
leans  caminando  hacia  el  Norte.  Luisiana  está  com- 
prendido entre  los  grados  30''3^32|;  Mississippi,  entre 
32  y  35;  Tennessee,  entre  35  y  3tí^;  Kentucky,  entre 
36  y  38|.  Aquí  se  siente  yá  notablemente  la  diferen- 
cia de  climas,  tanto  por  la  latitud  como  por  la  altura 
sobre  el  nivel  del  mar.  En  Nueva  Orleans  vimos  subir 
-el  termómetro  á  la  sombra  hasta  los  34°  del  centígra- 
do; al  atravesar  el  Kentucky  tuvimos  que  echar  mano 
al  sobretodo:  la  temperatura  había  bajado  á  18°.  La 
temperatura  media  del  año  entre  los  calores  del  vera- 
no y  los  fríos  del  invierno  es  de  20^°  centígrados  en 
Luisiana,  17,60°  en  Mississippi,  14,30°  en  Tennessee 
y  13^20""  en  Kentucky.  Y  esto  explica  la  diferencia  de 
producciones.  La  principal  de  Luisiana  es  el  azúcar 
de  caña;  de  Mississippi  el  algodón;  las  de  Tennessee 
son  variadas  entre  el  maíz,  el  algodón,  la  avena  y  el 
trigo,  como  temperatura  de  transición;  las  principa- 
les de  Kentucky,  el  tabaco  y  el  maíz;  principia  á  pro- 
ducirse el  trigo  desde  Tennessee;  pero  yá  no  se  cose- 
chan ni  la  caña  dulce  ni  el  algodón;  en  cambio  sí  se 
empieza  á  sembrar  papas,  trigo  y  cebada  (1).  El  maíz 
es  planta  cosmopolita  que  se  acomoda  á  todas  las 
temperaturas,  y  es  probable  que  algunas  otras,  como 


(1)  En  nuestras  tierras  templadas  se  obtienen  también  pro- 
ducciones de  las  tierras  frías.  Yo  he  visto  trigo  en  la  hacienda 
del  Cacagual,  cerca  de  La  Mesa,  á  menos  de  1,200  metros  sobre 
el  nivel  del  mar.  Y  en  Ocaña,  á  920  metros  de  altura,  vi  en 
terreno  contiguo  á  orillas  del  río  del  Algodonal,  plantaciones 
de  papas,  caña  dulce  y  plátanos. 


476  El  paso  del  Ohio 

la  papa,  y  anii  algunos  forrajes^  sean  susceptibles  de 
aclimatación  paulatina  en  temperaturas  muy  variadas. 
En  Kentucky  y  Tennessee  empiezan  á  trabajarse 
con  buen  éxito  minas  de  hierro  y  carbón  y  á  fundarse 
fábricas  de  tejidos  de  algodón  y  de  lana.  Como  se  ha 
experimentado  que  esos  trabajos  pueden  ser  desem.pe- 
ñados  por  brazos  de  raza  africana,  remunerados  con 
salarios  menores  que  los  exigidos  por  los  blancos,  se 
espera  un  brillante  resultado  para  esas  empresas;  de 
las  cuales  surgirá  otro  no  menos  importante  á  mi  ver: 
acercar  las  distancias  entre  las  dos  razas  y  extender 
en  la  práctica  la  fusión  de  ellas. 


El  tren  llegó  á  eso  de  las  tres  de  la  tarde  al  ángulo 
formado  por  el  Mississippi  y  el  Ohio,  que  reúnen  sus 
aguas  al  frente  de  la  ciudad  de  Cairo,  en  la  orilla 
derecha  ó  Norte  de  este  último  río.  Aquí  se  nos  pre- 
sentó un  espectáculo  de  esos  que  causan  sorpresa  al 
europeo  mismo,  y  que  en  el  americano  del  sur  deben 
despertarla  mayor:  el  paso  de  un  tren  embarcado  en 
un  vapor  del  uno  al  otro  lado  del  río.  Debíamos  atra- 
vesar el  Ohio,  que  en  esta  parte  tiene  de  500  á  600 
metros  de  anchura:  la  construcción  de  un  puente  exi- 
giría de  ocho  á  diez  millones  de  pesos,  gasto  que  toda- 
vía no  autorizan  los  productos  de  la  línea  férrea;  pero 
el  americano,  fecundo  en  recursos  y  animoso  en  sus 
empresas,  lo  ha  reemplazado  con  un  medio  mucho 
más  económico.  Los  rieles  van  descendiendo  hasta 
un  muelle  flotante  de  madera  levantado  en  la  orilla 
del  río  á  la  altura  del  puente  de  un  gran  vapor:  en 
éste  se  prolongan  los  rieles  en  el  número  de  paralelas 


El  ferrocarril  en  vapor  477 


necesario  para  admitir  la  locomotora  y  los  carros: 
la  locomotora  penetra  por  una  de  las  carrileras  arras- 
trando los  primeros  carros,  regresa  á  reculones  por 
la  paralela  siguiente  para  traer  otros,  y  así  suce- 
sivamente, hasta  que  todos  quedan  -  colocados.  De 
600  á  800  toneladas,  peso  de  una  locomotora  con 
15  ó  20  carros  cargados,  entran  así  á  un  gran  vapor 
de  mil  ó  más  toneladas  de  porte,  provisto  de  dos  ó 
cuatro  máquinas  con  sus  respectivas  altísimas  chi- 
meneas pintadas  de  rojo  y  blanco.  Estas  arrojan  to- 
rrentes de  humo  negro:  luego  el  pito.de  las  válvu- 
las, el  golpe  de  los  cilindros  y  el  movimiento  de  las 
ruedas  del  vapor  producen  ruidos  enormes,  ora  seme- 
jantes á  la  respiración  anhelante  de  un  leviatán, 
ya  como  el  formidable  baladro  de  algún  monstruo 
antediluviano.  Entre  torrentes  de  llamas  y  humo,silbi- 
dos,  gritos  enronquecidos  y  remolino  de  las  olas,  se 
mueve  lentamente  el  vapor  hacia  el  lado  opuesto,  en 
donde  un  aparato  igual  lo  recibe  y  ofrece  medios 
igualmente  fáciles  para  la  descarga  y  la  continuación 
del  viaje;  operaciones  para  las  que  basta  menos  de 
una  hora  de  trabajo:  la  locomotora  da  su  grito  de 
triunfo  en  la  cabeza  del  tren,  y  á  esta  señal  continúa 
el  viaje.  Los  pasajeros  no  han  necesitado  moverse  de 
sus  asientos  en  el  coche,  y  esta  operación,  que  pare- 
ciera imposible,  se  ha  llevado  á  cabo  con  más  facili- 
dad que  la  de  verificar  en  una  canoa  el  paso  de  un 
río  dos  ó  tres  pasajeros. 


478  El  Ohio 


E  L     o  H  I  O 


Este  río  tiene  una  importancia  capital  eii  los  Es- 
tados Unidos,  qne  sólo  cede  en  importancia  al  Mis- 
sissippi.  Su  extensión,  de  unas  300  leguas,  es  un  poco 
menor  que  la  de  nuestro  Magdalena;  pero  la  anchura 
de  su  valle  es  más  que  doble  de  la  del  nuestro,  de 
suerte  que  ocupa  algo  más  de  200,000  millas  cuadra- 
das (cerca  de  25,00.0  leguas).  Está  dividido  en  par- 
tes desiguales  entre  los  siete  Estados  de  Pensilvania, 
Virginia  Occidental,  Ohio,  Illinois,  Indiana,  Ken- 
tucky  y  Tennessee,  y  poblado  en  la  actualidad  por 
cerca  de  diez  y  seis  millones  de  habitantes.  Eiegan 
este  gran  territorio,  aparte  del  Ohio  mismo,  sus  gran- 
des tributarios:  el  AUeghanie  y  el  Monon gabela,  que 
son  sus  dos  brazos  superiores,  procedentes  del  Norte 
y  del  Sur  de  la  gran  cadena  de  los  Apalaches;  el  Cum- 
berland,  el  Tennessee,  el  Wabash,  el  Miami  y  otros  de 
menor  importancia.  Como  sus  vertientes  se  encuen- 
tran en  cumbres  de  poca  elevación,  su  descenso  es 
suave  y  sus  corrientes  no  pasan  ordinariamente  de  2 
ó  3  millas  por  hora.  A  pesar  de  que  el  área  cuyas 
aguas  recoge  es  doble  de  la  de  nuestro  valle  magdale- 
nense,  me  pareció  inferior  el  caudal  de  sus  aguas  al 
de  nuestro  río  entre  Tacaloa  y  Barranquilla;  lo  que 
parece  indicar  que  es  mayor  la  precipitación  de  lluvia 
entre  nosotros. 

El  valor  territorial  y  mueble  ó  circulante  de  ese 
valle  alcanzaba  á  doce  mil  quinientos  millones  de  pesos 
($  12,500.000,000)  en  1880;  pero  en  la  actualidad  debe 


Valle  de  este  río  479 

(le  pasar  del  doble,  porque  la  riqueza  general  duplica  en 
los  Estados  Unidos  en  períodos  de  menos  de  diez  años^ 
lo  que  quiere  decir  que  los  ahorros  en  la  América  del 
íí'orte  equivalen  anualmente  á  un  10  por  100  de  los 
valores  capitales.  Esta  acumulación  inmensa  se  debe 
en  no  pequeña  parte  á  la  inversión  incesante  de  capi- 
tales ingleses  y  holandeses  en  la  construcción  de  ferro- 
carriles, los  cuales  determinan  un  valor  muchas  veces 
mayor  en  las  tierras  baldías  que  atraviesan.  Como 
esta  construcción  de  vías  nuevas  se  hace  á  razón  de 
tres  á  cinco  mil  leguas  anualmente,  se  puede  compren- 
der cuánto  será  el  aumento  de  valores  en  este  solo  ca- 
pítulo. No  menos  magnitud  debe  tener  la  construcción 
de  casas  para  la  habitación  de  dos  millones  de  habitan- 
tes con  que  anualmente  aumenta  en  la  actualidad  la 
población  de  ese  país.  Calculando  solamente  á  $  100 
por  persona  el  gasto  de  habitación,  ó  en  $  500  el 
de  cada  familia  de  cinco  habitantes,  ese  solo  capital 
representaría  200.000,000  de  pesos  anuales;  pero  pro- 
bablemente, la  realidad  sobrepuja  este  cálculo,  porque 
en  sólo  la  ciudad  de  Nueva  York-  oscila  entre  $  28  y 
$  30.000,000  por  año  el  valor  de  las  construcciones 
y  en  Inglaterra  se  computa  en  $  340.000,000  anuales 
el  de  las  de  todo  el  Reino;  guarismo  que  debe  ser  mu- 
cho más  alto  en  los  Estados  Unidos,  en  donde  el 
aumento  de  población  es  cuatro  ó  cinco  veces  mayor. 
Este  valle  es  inmensamente  rico  en  minas  de  car- 
bón y  de  hierro,  y  en  consecuencia  lo  es  también  en 
fábricas  y  maquinaria  de  toda  especie;  de  suerte  que 
su  producción  industrial  es  asombrosa.  Si  á  esos  re- 
sultados se  ha  llegado  en  sólo  un  siglo,  ;qué  no  será  á 
la  vuelta  del  que  empezará  en  1890! 


480  Val07'  del  suelo 

$  25,000.000,000  de  riqueza  para  un  territorio 
de  25,000  leguas  cuadradas,  daii  $  1.000,000  por 
legua  cuadrada,  valor  que  tienen  entre  nosotros  los 
terrenos  de  las  inmediaciones  de  Bogotá  y  Medellin, 
estimados  á  $  300  la  fanegada  (''^^fb^^^^  4).  Y  lo  ten- 
dría cada  legua  cuadrada  plantada  de  árboles  de  cafó, 
en  la  que  caben  3.600,000  plantas  de  esta  fruta,  ó  de 
árboles  de  cacao,  en  que  caben  1.800,000  de  ellos. 

La  exportación  de  café  de  nuestro  país  alcanza  á 
300,000  quintales  anuales,  y  suponiendo  un  consumo 
interior  de  60,000  quintales  más,  nuestra  producción 
de  este  artículo  alcanzaría  á  360,000  quintales.  Toman- 
do por  base  un  rendimiento  de  una  libra  por  árbol, 
ese  guarismo  puede  obtenerse  de  36.000,000  de  árbo- 
les, que  ocupan  36,000  fanegadas  ó  10  leguas  cuadra- 
das de  territorio. 

Si  en  las  orillas  del  bajo  Magdalena  y  de  los  caños 
de  éste  que  desaguan  en  el  mar,  se  cultivase  con  pla- 
taneras y  naranjales,  aún  más  productivos  que  los  ca- 
fetales, 10  leguas  cuadradas — lo  que  no  sería  un  es- 
fuerzo extraordinario  para  más  de  100,000  habitantes 
que  ocupan  esas  regiones, — nos  darían  una  riqueza 
de  10.000,000  de  pesos  más,  que  pagarían  en  los  ví- 
veres, vestidos  y  habitaciones  de  sus  cultivadores 
valores  por  otros  10.000,000. 

Este  problema  parece  fácil,  pero  requiere  condi- 
ciones difíciles  de  realizar  en  nuestro  estado  actual  de 
civilización. 

Requiere,   en  primer   lugar,    espíritu  de   equidad  " 
y  justicia  de  parte  de  los  propietarios  de  la  tierra, 
para  no  exigir  á  los  cultivadores   una  parte  inde- 


Condiüiones  del  p,rogreso  481 

bida,   y  monstruosa  tle  los   valores   producidos  por  el 
trabajo. 

Pide  seguridad  para  las  personas  y  las  propiedades 
de  parte  de  la  autoridad  pública. 

íí"ecesita  algún  auxilio  del  Gobierno  para  mejorar 
las  vías  de  transporte  de  los  artículos  así  producidos  y 
de  los  que  necesitan  consumir  los  trabajadores. 

Exige  de  estos  últimos  moralidad  y  consagración 
al  trabajo;  prescindencia  del  nso  de  bebidas  embria- 
gantes; ausencia  de  mesas  de  juegos;  hábitos  de  vida 
de  familia;  placeres  y  descanso  domésticos  moderados; 
inteligencia  y  razón  cultivada  con  la  asistencia  á  las 
escuelas. 

Algunos  de  mis  lectores  pondrían  en  primera  línea, 
educación  religiosa;  pero,  lo  digo  con  dolor  y  con 
toda  sinceridad:  la  predicación  religiosa  que  oigo  y 
leo  en  este  país  aconseja  mucho  odio  á  los  herejes  ó 
reputados  tales,  aunque  sean  sobrios,  austeros  y  labo- 
riosos en  su  vida  privada;  mucho  espíritu  de  sumisión 
y  obediencia  á  los  sacerdotes,  pero  muy  poco  ó  nada 
de  sumisión  de  la  voluntad  á  la  razón  ilustrada  de  sí 
mismo, — no  tanto  á  la  razón  ajena, — mucho  menos  de 
ese  espíritu  de  amor  y  caridad  á  los  demás  hombres, 
que  era  el  todo  en  la  predicación  del  fundador  del 
Cristianismo. 

A  la  verdad,  no  es  tan  difícil  el  progreso  en  la 
América  Espafiola.  Bastó  un  poco  de  seguridad  en 
la  República  Argentina,  nacida  simplemente  con  la 
caída  del  poder  arbitrario  de  Rosas,  é  instituciones 
liberales  adoptadas  después,  para  que  al  favor  de 
sus  climas  salubres  viniese  en  grandes  números    la 

31 


482  Llegada  á  San  Luis 

inmigración  extranjera  y  surgiese  como  por  encanto 
una  prosperidad  prodigiosa.  Con  la  base  de  alguna 
industria  próspera  en  los  Estados  de  la  Costa,  que 
ofreciese  salarios  altos  al  nacional  y  al  inmigrante 
europeo,  la  inmigración  no  tardaría  en  subir  el  Mag- 
dalena á  los  climas  sanos  del  interior  en  busca  de 
tierras  en  propiedad,  exención  del  servicio  militar,  é 
igualdad  de  condiciones  políticas  y  sociales  con  los 
demás  hombres.  Todo  lo  que  necesitamos  acá  en  Co- 
lombia, aparte  de  libertad  y  seguridad,  es  el  ejemplo 
de  industria  inteligente  y  de  espíritu  de  empresa. 
Nuestra  población  tiene  las  cualidades  necesarias  para 
seguir  el  movimiento  una  vez  iniciado. 


Pasado  el  Ohio  en  Cairo,  entramos  en  el  Estado  de 
Illinois,  y  siguiendo  la  orilla  del  Mississippi,  alas  diez 
y  media  ú  once  de  la  noche  llegamos  al  frente  de  San 
Luis  de  Missouri.  Teníamos  pagada  la  cama  en  el 
sleeping-car,  la  cual  cuesta  $  2-50  por  noche,  y  ha- 
bíamos empezado  á  dormir;  creíamos  haber  entra- 
do al  depósito  ó  estación  del  ferrocarril  y  encontrar- 
nos bajo  techo  en  un  edificio  cerrado:  temerosos  de 
la  dificultad  de  dar  á  esas  horas  con  nn  buen  hotel, 
resolvimos  pasar  la  noche  en  el  carro  y  dejar  para  el 
día  siguiente  nuestra  instalación  en  la  ciudad.  Dormi- 
mos, pues,  con  la  tranquilidad  de  los  justos,  tanto  me- 
jor cuanto  que  todo  movimiento  y  ruido  habían  cesado 
y  teníamos  de  la  mala  noche  anterior  un  saldo  crecido 
contra  el  sueño.  Al  despertar  en  la  mañana  siguiente, 
tiramos  el  cordón  de  la  campanilla  en  solicitud  del 
criado;  pero  en  vano:  nadie  contestó  el  llamamiento. 


Noche  peligrosa  483 

Pusimos  el  oído  á  los  ruidos  del  salón:  nada  sonaba. 
Vestímonos  aprisa,  descorrimos  la  cortina,  salimos  al 
pasadizo,  tosimos,  hablamos,  llamamos,  gritamos: 
nadie  respondió  á  nuestra  voz.  Pasamos  revista  á 
nuestros  sacos  de  noche,  paraguas,  sombreros,  etc.: 
todo  estaba  intacto.  Abrimos  una  ventana  y  nos  aso- 
mamos á  ella:  nuestro  carro  y  otro  de  carga  estaban 
solos  en  el  centro  de  un  gran  crucero  de  rieles,  en  el 
fondo  de  un  barranco  algo  parecido  á  un  muladar: 
un  hombre  que  pasaba  nos  indicó  que  el  sirviente 
debía  estar  durmiendo  en  el  carro  vecino:  llamólo,  y, 
en  efecto,  de  ahí  salió  restregándose  los  ojos,  abrió  la 
puerta  de  nuestro  coche  y  nos  dirigió  al  restaurante 
del  ferrocarril,  que  estaba  inmediato.  No  tuvimos 
tiempo  para  averiguar  qué  era  lo  que  había  pasado 
con  nosotros:  nos  bastó  saber  que  nada  de  nuestros 
efectos  se  había  perdido  y  que  ningún  daño  ni  des- 
agrado habíamos  sufrido  en  nuestras  personas.  El 
caso,  sin  embargo,  pudo  ser  peligroso. 


«=^\:-:^r3S^:?'8fc 


CAPITULO  XXVII 


SAN      LUIS      (DK      MISSOURI 


Rápi'clo  progreso  de  esta  ciudad.— Es  un  tipo  de  ciudad  mo- 
derna.— Aspecto  general. — El  puente  sobre  el  Mississippi. — 
Coadiciones  que  l;i  civilización  exige  en  las  ciudades  mo- 
díírnas. — Anchura  de  las  calles. — Área  de  caserío  muy  am- 
plia.— Los  parques. — Influencia  de  las  mejoras  en  la  dismi- 
nucióü  de  la  mortalidad. — Las  cloacas. — El  agua  potable. — 
Gasto  impendido  en  acueductos  en  diversas  ciudades  del 
mundo. — El  piso  de  las  calles. — El  plano  de  las  ciudades 
trazado  con  anticipación. — Los  medios  de  locomoción. — 
.  Crédito  Municipal. — Deudas  de  las  ciudades  americanas. — 
Objetos  en  que  se  han  invertido  los  empréstitos. — Rentas 
municipales. — Contribuciones  directas. — Riqueza  de  las  ciu- 
dades americanas.— Distribución  de  las  diversas  clases  de 
población  entre  las  diversas  partes  de  las  ciudades. — La 
ñlantropia  de  los  americanos. — Su  grande  espíritu  públi- 
co.— Las  asociaciones  benévolas. — Las  igleisas  de  San  Luis. 
— Los  hoteles. — Los  vinos  americanos. — Proyectos  de  los 
comerciantes  de  San  Luis  relativos  al  comercio  con  Sur- 
América. 


Estábamos  en  San  Luis  del  Oriente  {East  Saint 
Louis),  es  decir,  en  un  caserío  ocupado  por  estaciones 
de  ferrocarriles  principalmente,  en  la  ribera  izquier- 
da ú  oriental  del  Mississippi,  todavía  territorio  de 
Illinois.  En  la  ribera  opuesta,  perteneciente  al  de 
Missouri,  se  levanta  la  gran  ciudad  del  nombre  de 
este  capítulo,  una  de  las  cinco  metrópolis  del  gran 


La  población  de  San  Luis  485 

valle  de  este  río,  y  la  primera  eii  importancia  des- 
pués de  Chicago,  Situada  seis  leguas  abajo  de  la 
boca  del  Missouri,  domina  el  comercio  del  gran  valle 
de  este  río,  que  se  extiende  por  más  de  70,000  leguas 
cuadradas,  y  ocupa  el  centro  de  la  navegación  <Jel 
Mississippi,  accesible  a  los  vapores  en  430  leguas 
desde  su  boca  hasta  San  Luis,  en  más  de  300  desde 
San  Luis  hasta  las  cascadas  de  San  Antonio,  arriba 
de  Saint  Paul  (Minnessota),  y  por  más  de  800,  re- 
montando el  Missouri  desde  San  Luis  hasta  arriba  de 
la  confluencia  del  Yellowstone.  Dista  cerca  de  400 
leguas  de  Nueva  Orleans,  350  de  "Nueva  York,  95  de 
Chicago  y  750  de  San  Francisco,  con  todas  las  cuales 
puede  comunicarse  por  medio  de  vías  férreas  y  fluvia- 
les, excepto  con  San  Francisco,  con  la  que  sólo  puede 
hacerlo  por  ferrocarriles.  Esta  situación  tan  favorable 
le  ha  hecho  dar  el  nombre  de  la  Ciudad  del  Gran 
Futuro,  y  en  efecto,  el  desarrollo  de  su  población  ha 
sido  muy  rápido. 

En  1800  tenía 925  habitantes. 

En  1810 1,400        — 

En  1820 4,928        -^ 

En  1830 5,852         — 

En  1840   16,469         — 

En  1850 74,439      "  —  . 

En  1860 ....   162,179 

En  1870 310,963      .   —     . 

En  1880 350,518        — 

, En  1886 506,000        — 

Hoy  tiene,  pues,  una  población  500  ó  600  veces 
mayor  que  al  principio  de  este  siglo,  y  de  1840  para 


48t5  Las  ciudades  modernas 

acá,  en  un  período  de  cuarenta  y  cinco  años,  ha  mul- 
tiplicado en  la  proporción  de  1  á  30.  Es,  pues,  una 
ciudad  enteramente  moderna:  yo  deseaba  vivamente 
apreciar  el  cambio  que  en  la  idea  de  ciudad  ha  intro- 
ducido el  siglo  XIX. 


Hasta  mediados  de  este  siglo  las  grandes  ciudades 
se  componían  de  agrupaciones  incoherentes,  desorde- 
nadas, de  casas  de  tres  y  cuatro  pisos,  en  calles  tor- 
tuosas y  estrechas,  sin  ideas  formadas  acerca  de  las 
necesidades  que  imponen  la  vida  fabril  y  comercial 
de  los  tiempos  modernos.  En  consecuencia,  sucias,  es- 
casas de  agua  potable,  malsanas  é  incómodas  en  todo 
sentido.  En  París  y  en  un  pequeño  número  de  otras 
ciudades  había  principiado  apenas  la  apertura  de  ca- 
lles anchas  y  la  ornamentación  de  ellas  con  parques 
sembrados  de  árboles;  pero  en  lo  general  era  muy  de- 
fectuoso el  servicio  municipal  y  muy  pocas  las  ideaa 
relativas  á  las  nuevas  exigencias  que  impone  la  aglo- 
meración de  un  gran  número  de  habitantes  y  á  los 
servicios  que  están  llamadas  á  prestar  como  centros  de 
distribución  de  la  actividad  industrial  de  los  pueblos. 
San  Luis  puede  presentar  un  tipo  digno  de  estudio  á 
este  respecto. 

Saliendo  del  restaurante  de  la  estación  para  atra- 
vesar el  Mississippi,  lo  primero  que  llama  la  atención 
es  este  inmenso  río  surcado  por  gran  número  de  vapo- 
res de  grandes  dimensiones,  de  marcha  elegante  y 
airosa,  coronados  por  el  fantástico  penacho  de  humo 
extendido  detrás  de  sus  altas  chimeneas:  barcas,  bo- 
tes, canoas  y  vehículos  de  todas  formas  se  agitan  en 
diversas  direcciones,  dando  al  paisaje  una  diversidad 


Puente  sobre  el  Mississippi  487 

y  un  movimiento  encantadores.  Detrás  se  extiende 
una  ciudad  sin  término  sobre  tres  niveles  superpues- 
tos hasta  perderse  de  vista  en  los  confines  del  horizon- 
te; pero  lo  que  desde  luego  atrae  y  domina  la  aten- 
-ción  es  el  gigantesco  puente  de  cal  y  canto  que  atra- 
viesa el  río  sobre  tres  arcos  colosales.  Mide  el  puente 
propiamente  dicho  700  metros,  ó  poco  menos,  que  es 
la  anchura  del  río;  pero  como  fue  preciso  levantarlo 
-muy  alto  para  que  diese  paso  á  las  chimeneas  de  los 
vapores  y  se  pusiese  á  nivel  con  las  calles  comerciales 
y  elegantes  del  interior  de  la  ciudad,  hi  estructura  se 
prolonga  por  300  ó  400  en  el  lado  oriental  y  800  ó 
:900  dentro  de  aquélla,  en  el  occidental;  de  suerte 
que  la  extensión  total  es  de  1,928  metros,  con  25 
de  anchura.  Los  estribos  y  pilares  centrales  son 
de  cal  y  canto,  y  el  puente  de  hierro,  con  dos  pisos: 
el  inferior  da  paso  á  los  trenes,  los  cuales  penetran 
al  interior  de  la  ciudad  por  varios  túneles;  en  el  piso 
superior  corren  los  ómnibus,  los  coches  y  los  pasajeros 
de  á  pie  y  de  á  caballo.  Seis  años  duró  la  construc- 
ción de  esta  obra  grandiosa,  en  la  cual  se  emplearon 
68,000  yardas  cúbicas  de  cal  y  canto,  63,130  quintales 
de  hierro  de  martillo,  47,800  quintales  de  acero  y  muy 
cerca  de  %  10.000,000  de  gasto  entre  construcción 
propiamente  dicha  ($  6.536,000)  é  intereses,  comisio- 
nes é  indemnizaciones.  Su  solidez  es  superior  á  toda 
prueba,  y  la  elegancia  de  sus  proporciones  digna  de  la 
civilización  de  sus  habitantes.  La  orilla  del  río,  arri- 
ba y  abajo  del  puente,  está  defendida  por  un  dique  ó 
camellón  de  tierra  de  grande  anchura,  al  cual  se  ape- 
gan los  vapores  y  vehículos  para  sus  operaciones  de 


488  Paisaje  sorprendente 

'  carga  y  descarga.  Por  la  mitad  de  ese  dique,  y  parale- 
los al  río,  corren  los  rieles  de  nn  ferrocarril  rjue  la 
comunica  con  diversas  partes  del  interior  de  la  ciu- 
dad. Pasado  el  dique  ó  malecón,  sigue  una  orilla  de 
grandes  almacenes  en  que  se  depositan  los  bultos 
del  inmenso  comercio.  La  vista  que  se  disfruta  desde 
lo  alto  del  puente  por  leguas  enteras  arriba  y  abajo, 
compite  en  majestad  y  supera  en  belleza  á  la  del 
Támesis  en  Londres,  aunque  quizás  no  tiene  la  artís- 
tica poesía  que  respiran  las  orillas  del  Sena  en  París. 
El  caudal  imponente  del  río,  los  centenares  de  va- 
pores amarrados  á  los  muelles,  que  semejan  inmen- 
sas tortugas  gozando  del  sol,  la  actividad  de  los  di- 
ques, en  los  que  corren  los  trenes  con  la  agilidad  de 
poderosos  cetáceos,  los  ómnibus,  coches,  carretones  y 
pasajeros  qne  se  cruzan  en  todas  direcciones,  las  ca- 
lles anchas  sin  término,  que  se  prolongan  hacia  el  in- 
terior; ese  espectáculo,  digo,  es  uno  de  los  más  sor- 
prendentes para  un  viajero  suramericano,  y  en  la 
contemplación  de  él  se  pierde  el  espíritu  en  un  océa- 
no de  pensamientos  variados.  El  primero  de  todos, 
sin  embargo,  es  el  del  día  en  que  podamos  contemplar 
escenas  semejantes  en  nuestro  país.  Quizás  no  estará 
muy  remoto  para  nuestros  hijos. 


Las  condiciones  i)rincipales  que  se  ven  realizadas 
en  una  ciudad  moderna,  como  San  Luis,  son  las  si- 
guientes: 

.L  Amplitud  y  comodidad  de  espacio  para  la  cir- 
culación de  las  calles. 

B.  Grandes  extensiones  reservadas  en   el  interior 


Co7id¿aio?ies  de  las  ciudades  modernas       489 

de  la  ciiulad,  plantadas  de  árboles  y  flores,  provistas 
de  grandes  estanques  y  juegos  de  agua  corriente,  para 
la  purificación  del  aire  respi rabie. 

C.  Abundante  provisión  de  agua  pura  en  las  ca- 
lles, las  plazas,  las  habitaciones  y  los  caños  de  des- 
agüe de  las  cloacas. 

D.  Cloacas  aseadísimas  para  el  servicio  del  públi- 
co en  las  calles  y  plazas. 

E.  Desagües  profundos  en  todas  direcciones  para 
sanear  perfectamente  el  suelo  de  las  habitaciones. 

F.  Piso  sólido,  limpio  y  poco  ruidoso  para  el  trán- 
sito de  los  vehículos  en  las  calles  y  plazas. 

G.  Mercados  públicos  cubiertos,  bien  distribuí- 
dos,  mejor  ordenados  y  vigilados  por  una  policía  espe- 
cial para  asegurar  la  provisión  de  víveres  perfecta- 
mente sanos,  pesos  y  medidas  exactamente  iguales  y 
conocidos  de  todos. 

//.  Centros  de  contratación  y  almacenaje  de  los 
artículos  que  se  venden  por  mayor  para  efectos  co- 
merciales, en  los  que  día  por  día  se  dé  publicidad  á  la 
oferta,  la  demanda  y  los  precios  corrientes. 

1.  Mataderos  públicos  y  establecimientos  especia- 
les en  que  se  asegure  el  aseo  y  las  condiciones  higié- 
nicas necesarias  para  el  expendio  de  efectos  expuestos 
á  rápida  descomposición. 

/.  Organización  inteligente  para  disponer,  sin  per- 
juicio de  la  salud  pública,  de  todas  las  basuras  6  in- 
mundicias de  las  habitaciones  y  las  calles. 

A".  Hospitales,  hospicios  y  lugares  de  provisión  de 
socorros  contra  los  accidentes  de  las  calles. 

L.   Alumbrado  nocturno  de  las  calles  y  plazas. 


490         Condiciones  de  las  ciudades  modernas 

Ll.  Tránsito  rápido  y  barato  al  través  de  las  ca- 
lles para  los  pasajeros  y  sus  efectos. 

M.  Policía  de  protección  á  las  mujeres,  los  niños, 
los  ancianos  y  los  inválidos. 

N.  Servicio  contra  los  incendios. 

^.  Fuerza  pública  organizada  para  atender  á  cual- 
quiera emergencia  de  perturbación  del  orden  ó  de  la 
seguridad  general. 

O.  Escuelas,  librerías,  museos  y  exhibiciones  pú- 
blicas para  la  educación  universal. 

P.  Lugares  de  información  á  los  forasteros  y  de 
protección  á  los  huérfanos  y  personas  desvalidas. 

Q.  Plano  de  la  ciudad  y  de  sus  ensanches  futuros, 
científicamente  trazado  y  perseverantemente  seguido. 

R.  Cárceles  para  los  criminales  y  establecimientos 
<le  corrección  para  los  nifios  mal  inclinados  ó  aban- 
donados de  sus  padres. 

S.  Policía  general  encargada  de  hacer  cumplir  las 
prescripciones  generales  relativas  á  la  seguridad,  el 
aseo,  el  ornato,  la  salubridad  y  el  orden  públicos. 

T.  Vigilancia  general  déla  moralidad  y  las  cos- 
tumbres. 

U.  Organización  del  crédito  municipal  á  la  altu- 
ra de  todas  las  necesidades  y  emergencias  imprevistas. 

F.  Celebración  de  fiestas,  conmemoraciones  y  ex- 
posiciones, destinadas  á  mantener  y  desarrollar  el 
espíritu  de  solidaridad,  fraternidad  y  cooperación 
equitativa  de  los  miembros  de  un  mismo  grupo  de 
población. 

W,  Rápida  comunicación  del  habitante  con  la 
autoridad  ó  la  protección  pública. 


Las  calles  491 

X,  Organizaci<)n  de  la  caridad  y  benevolencia  in- 
dividual. 

Z.  Provisión  de  lugares  de  descanso  y  placer  para 
las  clases  proletarias. 

No  me  puedo  explicar  qué  género  de  vida  llevaban 
nuestros  antepasados  para  poder  circular,  en  ciudades 
de  200  á  300,000  habitantes,  en  calles  de  cuatro  á  diez 
varas  de  anchura,  la  ordinaria  hasta  1830.  En  Lon- 
dres, Nueva  York,  Chicago  y  otras,  hay  calles  por 
donde  pasan  18  y  20,000  carros,  ómnibus  y  vehículos 
tirados  por  caballos,  en  el  curso  de  las  diez  horas  de 
actividad  en  el  día:  horas  hay  en  que  la  circulación 
excede  de  3,000  vehículos,  ó  uno  cada  segundo,  aparte 
de  200  á  500,000  pasajeros  de  á  pie  por  día,  que  en 
las  de  la  mañana  y  de  la  tarde  alcanzan  á  guarismos 
de  60  y  80,000  por  hora. 

Las  calles  modernas  son,  pues,  muy  amplias — 20 
metros  es  una  anchura  insuficiente  en  el  día:  30  y  40 
€s  la  ordinaria;  en  las  de  mucho  concurso  se  da  de  60 
á  80  metros,  distribuidos  entre  camellón  central  para 
grandes  ó  rápidos  vehículos  de  ruedas,  dos  calles  la- 
terales para  jinetes,  carretones  y  cargadores,  y  dos 
anchas  aceras  de  4  á  6  metros,  enlosadas,  al  pie  de  las 
habitaciones  y  almacenes.  De  trecho  en  trecho  plazas 
más  ó  menos  extensas,  para  proporcionar  desahogo  y 
campo  en  donde  revolver  y  cambiar  de  dirección  á  las 
grandes  acumulaciones  de  carros  y  coches.  En  las 
calles  y  en  las  plazas,  grandes  y  frondosos  árboles  para 
dar  sombra  al  hombre  y  á  los  animales  contra  los  calo- 
res del  verano:  aquí  y  allí  fuentes  rumorosas  provistas 


492  La  extensión  de  las  áreas 

de  depósitos  de  agua  para  dar  de  beber  á  los  animales 
sedientos,  y  columnas  huecas  provistas  de  agua,  llave 
para  extraerla  y  jarros  aseados  para  los  transeúntes. 
Debajo  de  los  árboles,  rústicos  pero  cómodos  asientos 
para  descansar.  Aquí  estatuas,  allá  jardines  siempre 
floridos.  Todo  barrido  una  ó  dos  veces  al  día,  regado 
con  bombas  ó  con  carros  de  regadío  para  evitar  el 
polvo.  De  distancia  en  distancia  parques  de  cuatro  á 
cincuenta  fanegadas,  plantados  de  árboles  indígenas  y 
exóticos,  flores  de  la  más  rara  belleza  y  plantas  arre- 
gladas en  grupos  simétricos  ó  en  imitación  de  figuras 
animadas.  Al  lado  de  estos  adornos,  hileras  de  edifi- 
cios aseados,  almacenes  espléndidos  llenos  de  luz,  in- 
mensas vitrinas  detrás  de  las  cuales  se  exhiben  los  co- 
mestibles en  suntuosos  aparadores  que  despiertan  el 
hambre,  magníficos  muebles,  artículos  de  lujo,  obje- 
tos de  arte  dispuestos  con  el  mayor  gusto  y  formando 
los  contrastes  más  raros. 

Esas  son  las  grandes  calles  comerciales  de  San  Luis. 


Para  proporcionar  ese  desahogo  se  necesita  ocupar 
grandes  áreas.  La  de  esta  ciudad  se  extiende  sobre 
7  leguas  ó  64  millas  cuadradas.  Cinco  y  media  leguas 
presenta  de  frente  al  Mississippi,  y  muy  cerca  de  dos 
de  fondo  hacia  el  interior.  Para  que  se  forme  idea  de 
lo  que  es  esta  superficie,  diré  que  r)Ogotá,  con  más  de 
100,000  habitantes,  ó  sea  la  quinta  parte  de  la  pobla- 
ción  de  San  Luis,  no  alcanza  á  ocupar  sino  2  (ó  3  millas 
cuadradas,  incluyendo  los  alrededores  semi-vacíos); 
Londres,  ciudad  rica  en  grandes  parques,  con  una  po- 
blación diez  veces  mayor,  apenas  ocupa  el  doble  (128 
millas  cuadradas);  París,    con    quíntuplo   número  de 


Los  parques  493 

pobladores,  está  reducidii  á  menos  dé  Ui  mitad,  pues 
sólo  tiene  poco  más  de  3  leguas  (7,800  liectáreas)  ó  28 
millas  cuadradas.  Nueva  York  mismo,  con  1.500,000 
habitantes,  no  se  extiende  á  más  de  o2  millas  cua- 
dradas, ó  la  mitad  de  las  que'  necesita  la  Ciudad  del 
Gran  Futuro. 

Esta  gran  superficie  ha  sido  exigida  no  tanto  })or  la 
extensión  de  sus  parques,  sino  principalmente  por  el 
gran  volumen  de  las  mercancías  que  forman  el  co- 
mercio del  Mississippi:  maderas,  ganados  en  pie,  maíz, 
trigo,  papas,  forrajes,  melazas,  pescado,  carbón,  al- 
godón, petróleo;  en  una  palabra,  materias  primas 
voluminosíis  que  piden  grandes  espacios  para  mover- 
las y  almacenarlas.  Los  muelles  del  río  exigen  mucha 
amplitud,  y  las  estaciones  de  sus  numerosos  ferrocarri- 
les cubren  centenares  de  fanegadas  en  todos  los  alre- 
dedores de  la  ciudad.  En  seguida,  como  lo  observé  yá 
también  en  Nueva  Orleans,  las  numerosas  asociacio- 
nes para  muy  variados  objetos  ocupan  grandes  edifi- 
cios que  no  forman  parte  del  caserío  habitado. 

Empero,  el  establecimiento  de  grandes  parques, 
poblados  de  árboles  y  de  grandes  piezas  de  agua  co- 
rriente en  el  corazón  de  las  ciudades,  es  uno  de  los 
rasgos  característicos  de  la  ciudad  moderna.  El  api- 
ñamiento de  las  habitaciones  y  la  construcción  de 
éstas  en  casas  de  diez  y  hasta  quince  pisos  en  calles 
estrechas,  engendra  depósitos  encerrados  de  respira- 
ción humana  que  vician  el  aire  y  son  el  vehículo  más 
rápido  de  transmisión  de  las  enfermedades.  Las  epi- 
demias se  propagan  con  suma   facilidad  en   esos  lu- 


494  Disminución  de  la  mortalidad 

gares,  en  donde  adquieren  una  virulencia  especial 
y  causan  grandes  estragos.  Por  el  contrario,  esa 
atmósfera,  fuertemente  cargada  de  carbono,  cons- 
tituye un  alimento  especial  para  los  vegetales,  que, 
absorbiendo  los  principios  expelidos  por  el  hombre^ 
prosperan  mejor  que  en  ninguna  otra  parte.  De  aquí 
la  conveniencia  natural  de  asociar  la  vida  humana  á 
la  vida  vegetal,  las  cuales  se  completan  y  mejoran  la 
una  por  la  otra.  Unida  la  acción  de  este  consorcio  á 
calles  anchas  y  rectas  que  no  opongan  obstáculo  algu- 
no á  las  corrientes  del  viento,  la  atmósfera  de  las  ciu- 
dades se  purifica  y  la  salud  de  los  habitantes  gana 
inmensamente.  Las  raíces  de  los  árboles  absorben  la 
humedad  y  las  materias  en  descomposición  del  sub^ 
suelo,  á  las  veces  foco  también  de  miasmas  deletéreos. 
El  efecto  de  estas  mejoras  ha  sido,  no  tan  sólo  el 
bien  de  mejor  salud  y  disminución  de  la  mortalidad, 
sino  una  prolongación  en  la  vida  media  del  hombre. 
Pondré  muestras  de  la  rata  de  mortalidad  en  diversas 
ciudades  para  que  se  juzgue  mejor  de  la  influencia  de 
esas  causas. 

Ciudades  de  msyor  mortalidad  (anual)  por  Ciudades  de  menor  mortalidad  [anual]  por 

1,000  habitantes.  1,000  habitantes. 

Valparaíso 64.6  Brigh ton  (Inglaterra)  19 

San  Petersburgo..   51.4  Chicago. 20.2 

Madrid 37.4  San  Francisco...  18.1 

Habana 45.7  Nueva  Orleans. . .  22.7 

Viena 29  Boston ....  23.5 

Madras . 38.8  Liverpool 26.7 

París 28.6  Londres     21.2 

Rio  Janeiro 39.4  San  Luis 19.3 

Berlín 27.6  Nueva  York 26.2 

México 30.9  Bogotá 27 


Los  parques  de  San  Luis  495 

He  procurado  poner  en  contraposición  ciudades 
de  población  ó  de  circunstancias  generales  de  clima 
análogas;  pero  como  todavía  pudiera  decirse  que  en 
estas  últimas  concurren  causas  generales  en  que  es 
difícil  establecer  un  paralelo,  pondré  aquí  la  rata  de 
mortalidad  de  una  misma  ciudad  en  diversas  épocas 
para  marcar  la  influencia  que  el  mejor  servicio  muni- 
cipal de  saneamiento  ha  prodvicido. — La  de  Londres: 
En  1725  á  1750,  por  cada  1,000  habitantes,  39.9  muertos. 

En  1751  á  1799,  por  id.  id 38.8     — 

En  1800 á  1830,  por  id.  id 33.7     — 

En  1840  á  1845,  por  id.  id  24.5     — 

En  1874  á  1878,  por  id.  id 22.8     — 

En  1879  á  1881,  por  id.  id 21.7     — 

Se  observará  que  las  tres  plazas  en  donde  la  mor- 
talidad es  menor  en  el  anterior  cuadro,  son  San  Fran- 
cisco, San  Luis  y  Chicago,  cuya  fundación  data  de 
medio  siglo  ó  menos. 


Los- parques  públicos  han  sido  llamados  con  pro- 
piedad los  puhnones  de  las  ciudades,  pues  por  medio 
de  ellos  se  regenera  el  aire  que  sirve  para  la  combus- 
tión del  cuerpo  humano.  Aparte  de  muchas  plazas  y 
jardines  públicos,  San  Luis  tiene  doce  parques,  que 
ocupan  una  superficie  de  más  de  tres  millas  cuadra- 
das, y  de  ellos  los  principales  son:  el  Bosque  (Forest 
Park),  con  cerca  de  700  fanegadas  en  la  parte  occi- 
dental de  la  ciudad,  y  cuyo  terreno  costó  á  la  Muni- 
cipalidad $  849,000;  Tower  Grove,  con  140  fanegadas, 
regalado  á  la  ciudad  por  un  distinguido  filántropo, 
inglés  de  nacimiento,  Mr.  Henry  Shaw,  y  en  el  ador- 


4&B  Las  cloacas 

no  del  cual  ha  empleado  la  ciudad  más  de  $  500,000; 
y  Lafayette  Parle,  con  sólo  16  fanegadas,  pero  es 
quizás  el  más  bello  de  la  ciudad,  como  también  es 
el   más  antiguo. 

Describir  la  belleza  de  estos  parques  sería  imposi- 
ble. Bastará  decir  que  ellos  son  la  residencia  ordina- 
ria de  los  niños,  los  ancianos,  los  convalecientes,  de 
los  desgraciados  3^  los  felices;  todos  los  cuales  van  á 
buscar  allí  aire  puro,  fresca  sombra,  consuelo  los  unos 
para  sus  penas,  confidente  los  otros  para  sus  secretas 
alegrías,  en  el  seno  limigo  de  la  naturaleza.  Nada  hay 
comparable  á  la  misteriosa  sombra  de  esos  parques  en 
los  días  calurosos  del  estío,  á  las  emanaciones  vivifi- 
<jantes  de  la  vegetación,  á  la  tranquilidad  y  la  calma 
que  se  respiran  en  esos  bosques;  nada  más  delicioso, 
más  tierno  que  sus  noches  de  luna,  en  que  el  suelo 
reproduce  las  formas  de  las  ramas  y  de  las  hojas  sobre 
la  alfombra  del  césped  y  trae  en  las  auras  el  sonido 
distante  de  cantos  y  músicas,  ^o  los  recuerdo  ahora 
con  placer;  pero  confieso  que  la  impresión  que  me 
producían  allá  no  era  agradable;  en  ninguna  parte 
experimentaba  tanta  nostalgia  como  en  esos  bosques, 
que  me  recordaban  el  atraso  de  mi  patria. 


El  servicio  de  cloacas  es  antiguo:  los  romanos  lo 
■conocieron  y  practicaron  en  Roma,  pero  no  dejaron 
la  tradición  de  ellas  en  los  países  latinos.  Los  pueblos 
sajones  son  los  que  han  heredado  y  adelantado  la  cons- 
trucción de  ellas.  Esa  materia  requiere  estudios  espe- 
ciales y  la  formación  de  un  plan  sistemático,  al  que 
deberían  estar  sujetas  las  nuevas  construcciones.  En 


El  agua  potable  497 

Bogotá,  á  pesar  de  facilidades  especiales,  carecemos  del 
todo  de  una  organización  de  est^  servicio,  en  el  que  in- 
novaciones empíricas  recién  introducidas  han  mejorado 
las  calles  pero  destruido  los  caños  que  conducían  las 
aguas  para  dar  aseo  al  interior  de  las  casas.  Esta  es  ma- 
teria científica,  no  de  arbitrariedad  ignorante. 

La  provisión  de  agua  pura  y  de  composición  ade- 
cuada para  las  reacciones  químicas  que  se  verifi- 
can en  la  digestión,  es  uno  de  los  primeros  elemen- 
tos requeridos  en  todo  nuevo  establecimiento  de 
hombres.  Es  una  condición  indispensable  para  la 
salud  y  el  aseo,  y  sin  ella  es  imposible  fundar  una 
población  progresista  y  simpática.  Si  no  la  hay  inme- 
diata, no  se  debe  vacilar  en  hacer  todo  el  gasto  que  sea 
necesario  para  llevarla  de  lejos.  Mantener  poblaciones 
sedientas,  esclavas  de  la  tarea  de  transportar  el  agua 
para  el  consumo  diario  desde  sitios  distantes,  como 
por  desgracia  sucede  en  gran  número  de  poblaciones 
en  Colombia,  no  puede  menos  de  engendrar  hábitos 
de  desaseo,  de  egoísmo  y  de  indolencia.  Si  la  mitad  de 
la  energía  de  la  vida  se  gasta  en  la  sola  necesidad  de 
saciar  la  sed,  el  resto  no  alcanzará  para  ganar  sino 
una  alimentación  insuficiente.  Si  por  descuido  ó  igno- 
rancia se  bebe  agua  de  mala  calidad,  que  produce  coto 
ó  anemia,  las  cualidades  activas  de  la  inteligencia  y 
de  la  voluntad  irán  decayendo  día  por  día,  hasta  parar 
en  la  extinción  de  la  vida  y  el  abandono  completo  de 
la  localidad.  Estas  nociones,  poco  difundidas  en  la 
América  Española,  son  populares  en  la  del  Norte,  y 
allí  nadie  repara  en  el  gasto  de  buenos  acueductos,  por 
muchos  que  sean  los  millones   de   pesos  que  exija,  no 

32 


498  Acueductos  notables 

sólo  en  las  grandes,  sino  en  las  pequeñas  poblaciones. 
El  esfuerzo  que  en  satisfacción  de  esta  necesi- 
dad han  hecho  los  americanos  del  Norte,  puede  apre- 
ciarse en  la  siguiente  comparación  con  otros  pueblos 
más  antiguos. 

Ciudades.  Provisión  de  agua — litros    Litros  por  ha-        Gastos  de  acueductos, 

por  Í24  horas.  hitante. 

Liverpool 45.000,000  90  $    8.300,000 

Londres 650.000,000  130  60.500,000 

París 400.000,000  (?)    180  10.500,000 

Manchester 45.000,000  90  6.600,000 

Dublín 3L000,000  93  3.000,000 

Hamburgo 22.000,000  54  850,000 

Nueva  York  ...  600.000,000  400  20.000,000 

Chicago. 270.000,000  540  9.350,000 

San  Luis. 126.000,000  250          

Búfalo 72.000,000  540          

Washington....  360.000,000  1,800           

Bogotá 3.000,000  28  Empresa  particular. 


El  piso  de  las  calles,  plazas  y  paseos  públicos  en- 
cierra hoy  un  gran  número  de  condiciones;  pero  las 
principales  son  las  siguientes: 

Nivelación  regular  del  plano  de  la  ciudad,  que  fa- 
cilite el  tránsito  de  vehículos  de  ruedas  y  dé  salida 
fácil  á  los  desagües. 

Solidez  que  evite  la  formación  de  nubes  de  polvo 
en  los  veranos,  de  fangales  en  los  inviernos,  y  la  des- 
trucción de  los  conductos  subterráneos  de  agua,  gas 
y  albañales  al  paso  de  los  carros  cargados. 

Material  poco  sonoro  para  evitar  los  ruidos  des- 
agradables de  los  vehículos  en  las  calles. 


Favimentos  de  las  calles  499 

Baratura  y  fácil  reparación. 

Los  materiales  principalmente  usados  son:  el  Mac 
Adams,  el  empedrado,  el  adoquinado,  la  madera,  el 
asfalto  y  las  carrileras  de  hierro. 

El  primero  de  éstos  es  ocasionado  á  nubes  de  pol- 
vo si  no  se  le  riega  con  frecuencia,  y  á  hoyos  y  fan- 
gales, si  la  reparación  no  es  incesante.  Su  conserva- 
ción es,  pues,  muy  costosa. 

El  empedrado  y  el  adoquinado  si  no  se  hacen  con 
granito  ó  piedra  muy  dura,  que  no  en  todas  partes  se 
encuentra,  son  de  poca  duración,  en  extremo  sonoros 
y  gastan  rápidamente,  con  vibraciones  muy  repetidas, 
los  resortes  y  ensambles  de  los  coches  y  los  carros. 
También  fatigan  pronto  los  pies  de  los  caballos. 

El  asfalto  es  muy  suave,  embota  los  ruidos,  pro- 
longa la  duración  de  los  vehículos  y  de  los  animales; 
pero  es  resbaloso  en  los  i  inviernos  para  los  pasajeros 
de  á  pie,  y  en  algunos  lugares  costosísimo.  Se  le  usa 
mezclado  con  arena  sobre  lechos  de  cascajo  apretado. 

Los  adoquines  de  madera,  humedecidos  todos  los 
días  para  conservar  su  yuxtaposición,  y  regados  con 
frecuencia  con  arena  de  rio  ó  cascajo  fino  para  preve- 
nir los  resbalones,  empiezan  á  ganar  la  preferencia 
endondequiera  que  los  bosques  están  inmediatos  ó  la 
madera  á  bajo  precio  por  la  facilidad  de  los  transpor- 
tes, sobre  todo  en  los  paseos  públicos  y  las  calles 
frecuentadas  por  vehículos  ligeros. 

Sin  embargo,  las  carrileras  de  hierro  destinadas  al 
uso  de  tranvías  movidos  por  fuerza  animal,  por  el 
vapor,  por  correas  subterráneas  tiradas  por  máquinas 
fijas  situadas  fuera  de  las  poblaciones  ó  por  la  electri- 


500  Tranvíos  eléctricos 

cidad,   empiezan  á  generalizarse  para  el  movimiento 
de  pasajeros  y  el  transporte  de  efectos  pesados.   Con 
el  transcurso  del  tiempo  éste  será  el  género  de  lo- 
comoción universalmente  adoptado   para  recorrer  las 
distancias  de  más  de  un  kilómetro.  Se  dice  que  la 
electricidad  promete  prestar   su  servicio  sin   ruido, 
humo,   peligro  de  explosiones  y  sin  dificultad  para 
contener  la  marcha  en  el  momento  preciso,  por  medio 
de  aparatos  de  volumen  reducido.   Cuando   á  todas 
esas  condiciones  se  agregue  la  baratura  de  las  pilas, 
no  hay  duda  que  llegará  á  ser  de  empleo   universal, 
aun  para  los  coches   de  paseo  de  las  familias.  Entre 
tanto  los  coches  tirados  por  cables  subterráneos,   mo- 
vidos por  máquinas  fijas  de  vapor,   de  dos  en  dos  ó  de 
tres  en   tres  millas  de  distancia,  son  lo  mejor  que  vi 
en  los  Estados  Unidos  para  el  servicio  de  las  calles  en 
las  ciudades  nuevas  del   Oeste.  Un  cable  mueve  dos 
carros  con  capacidad  para  treinta  pasajeros  cada  uno 
en  una  misma  dirección,  y  en  la  opuesta  otros  dos, 
sin  ruido  ni  sacudones  de  ninguna  clase,  sin  ocupar 
espacio  para  caballos  ó  máquinas,  pudiendo  subir  y 
bajar  pendientes  de  ocho  y  diez  por  ciento  y  con  una 
velocidad  general  de  3  á  4  leguas  por  hora.  Vi  practi- 
cado este  sistema  en  San  Luis,  Chicago  y  Cincinnati,  - 
y  extrañé   no  encontrarle  generalizado  en  Filadelfia, 
Nueva  York  y  Boston,  en  donde,   probablemente,  las 
concesiones  hechas  á  los  tranvías  de  caballos  sirven 
de  obstáculo  al  establecimiento  de  otros  medios  de 
locomoción.  Hay  muchas  líneas  de  ferrocarriles  ser- 
vidos por  vapor  en  el  interior  de  San  Luis,  en  conexión 
con  las  que  se  dirigen  á  lugares  distantes,  pero  ningu- 


Calles  modernas  501 

na  todavía  de  ferrocarriles  elevados,  que  hasta  ahora 
parecen,  una  especialidad  de  Nueva  York. 

Todos  estos  medios  de  lomoción  en  calles  concu- 
rridísimas, son  ocasionados  á  accidentes  de  atropello 
de  mujeres,  niños,  ancianos,  sordos,  ciegos  é  inváli- 
dos, para  prevenir  los  cuales  se  ha  ocurrido,  en  Lon- 
dres, al  sistema  costosísimo  y  aun  desagradable  de 
ferrocarriles  subterráneos,  y  en  Nueva  York  al  de 
ferrocarriles  levantados  sobre  pilares  de  hierro  á  cua- 
tro, cinco  y  aun  diez  metros  de  altura,  que  hacen  os- 
curas, obstruyen  la  ventilación  y  suprimen  la  belleza 
de  las  calles.  Es  probable  que  pronto  se  apele  al  me- 
dio de  construir  aceras  levantadas  al  nivel  de  los  bal- 
cones del  primer  piso,  con  puentes  para  atravesar  las 
bocas-calles,  dejando  los  carros  de  toda  especie  en  el 
nivel  inferior  del  suelo. 

Estos  grandes  hormigueros  humanos  de  200,000, 
500,000,  ó  uno,  dos  y  aun  cinco  millones  de  habitantes 
(como  Londres),  se  formaban  antes  de  un  modo  in- 
consciente, por  un  simple  procedimiento  de  agregación 
desordenada,  desarrollado  por  condiciones  favorables 
para  el  comercio;  como  la  de  un  gran  río  navegable  al 
pie  de  valles  extensos  y  fértiles.  En  ellos  surgían  aquí 
fábricas  de  tejidos  de  algodón  ó  de  lana,  allí  fabrica- 
ciones de  loza  ó  de  vidriería,  más  allá  artículos  de 
hierro  ó  acero:  acá  producción  de  calzado,  acullá  in- 
mensos depósitos  de  víveres.  Todas  esas  producciones 
exigen  cambios,  traslaciones  de  grandes  masas  de  pro- 
ductos de  un  lugar  á  otro,  necesidad  de  cambiar  ideas 
con  otros  hombres,  movimiento  incesante  de  éstos  de 
unos  lugares  á  otros,  actividad  fel)ril,  carreras  presu- 


502  Plano  de  las  ciudades 

rosus:  todo  eso  que  se  llama  circulación.  Para  ella 
no  podían  bastar  esas  calles  estrechas,  tortuosas,  in- 
cómodas en  todo  sentido;  ni  los  mozos  de  cordel,  ni 
el  carguío  en  muías  ó  burros,  ni  los  carros  tirados  por 
bueyes  ó  caballos.  Se  necesita  anchura  en  las  calles, 
amplitud  de  espacios,  medios  mecánicos  y  económi- 
cos de  locomoción.  De  aquí  la  transformación  de  las 
ciudades  modernas,  las  demoliciones  de  barrios  ente- 
ros, la  organización  de  nuevos  servicios  complicadísi- 
mos, llenos  de  exigencias  no  siempre  fáciles  de  prever. 

Pero  el  americano  del  Norte  parece  tener  la  intui- 
ción de  la  grandeza  futura,  j  cuando  empieza  la  fun- 
dación de  una  ciudad  en  medio  de  un  desierto,  yá 
sabe  que  ahí  vendrá  á  establecerse  un  millón  de  habi- 
tantes. De  acuerdo  con  esta  expectativa,  traza  los  pla- 
nos de  la  nueva  población  con  una  grandiosidad  sor- 
prendente, que  explica  la  rapidez  en  la  formación  de 
esas  ciudades  estupendas. 

Así,  lo  primero  en  que  se  ocupa  la  Municipalidad 
de  una  ciudad  en  embrión  ó  de  un  pueblo  en  que  se 
despierta  la  idea  del  porvenir,  es  en  trazar  el  plano 
desús  futuras  construcciones.  Se  determina  en  pri- 
mer lugar  el  sitio  importante,  esencial,  adonde  aflui- 
rá por  la  naturaleza  de  las  cosas  la  actividad  manu- 
facturera ó  comercial;  el  desembarcadero  del  río  ó  el 
lugar  apropiado  para  depósito  del  artículo  de  pro- 
ducción dominante,  y  de  ahí  se  proyecta  la  línea  di- 
rectriz de  las  construcciones,  de  acuerdo  con  la  nive- 
lación natural  ó  artificial  que  se  dé  al  terreno  y  con 
el  pensamiento  del  en-sanche  futuro  de  la  ciudad.  En 
seguida  se  buscan  los  desagües  naturales  para  relacio- 


Plano  de  las  ciudades  503 

liar  con  ellos  la  dirección  de  Iíís  cloacas,  de  manera 
que  éstas  tengan  la  mayor  pendiente  y  la  mayor  pro- 
fundidad posible.  Se  busca  la  orientación  á  propósito 
para  recibir  las  corrientes  de  aire  ó  para  abrigarse 
contra  los  vientos  nocivos.  Se  traza  el  eje  de  la  ciu- 
dad, es  decir,  la  línea  de  prolongación  que  servirá  de 
centro  directivo  para  marcar  y  distinguir  en  orden 
numeral  ú  otro  las  calles  paralelas  y  las  transversales. 
Se  designan  los  sitios  principales  de  interés  colectivo: 
los  de  Casa  Municipal,  Cortes  de  Justicia,  Cárce- 
les,-Mercados,  Mataderos,  Hospitales,  Casas  de  enfer- 
medades contagiosas,  etc.  Sobre  todo,  se  establece  de 
antemano  la  dirección  y  anchura  de  las  calles,  á  efecto 
de  que  las  nuevas  construcciones  sigan  con  regulari- 
dad un  plan  que  facilite  el  conocimiento  de  la  ciudad 
y  haga  sencillas  las  comunicaciones  entre  sus  habitan- 
tes. El  centro  de  este  plano  se  destina  de  ordinario 
á  los  negocios,  transacciones  é  industrias  diversas, 
incluyendo,  desde  luego,  sitios  para  los  hoteles  y  luga- 
res de  alojamiento  de  los  forasteros:  la  periferia  para 
las  casas  de  habitación  de  las  familias  acomodadas 
que  desean  principalmente  tranquilidad  y  aseo  en  sus 
mansiones  domésticas.  Así,  hacia  esta  parte  se  sitúan 
las  calles  más  anchas,  en  relación  con  los  parques  pú- 
blicos, y  al  contrario  de  lo  que  ocurre  en  las  ciudades 
antiguas,  en  donde  los  afueras  son  ordinariamente 
sucios  y  desordenados,  en  las  modernas  esa  es  la  parte 
más  suntuosa  y  más  bella  de  todo  el  caserío. 

Tal  es  el  plano  de  la  ciudad  de  San  Luis.  El  Mis- 
sissippi  forma  la  línea  que  recorre  la  mitad  de  la  cir- 
cunferencia exterior,  en  6  leguas  de  extensión;  la  otra 


504  Plano  de  San  Luis 

mitad  está  formada  poi*  el  parque  do  O'Fallon,  los 
magníficos  cementerios  de  Bellefontaine  y  el  Calva- 
rio (destinado  éste  á  los  católicos),  la  avenida  de  la 
Unión,  el  parque  Forest,  y  otra  curva  que  con  2  le- 
guas de  distancia  se  extiende  desde  este  sitio  hasta  el 
río,  en  el  punto  en  que  arranca  la  Gran  avenida,  que 
atraviesa  todo  el  centro  de  la  ciudad  en  4  leguas  de 
extensión.  Así  pues,  forma  San  Luis  un  óvalo  de  4 
leguas  de  largo  de  Norte  á  Sur  y  2  de  ancho  de  Orien- 
te á  Occidente. 

El  Mississippi  está  cubierto  por  un  muelle  ó  dique 
de  tierra,  enlosado  de  piedra  dura  en  gran  parte;  de- 
trás de  éste  sigue  un  ferrocarril  paralelo  al  río  en 
todo  el  frente  de  la  ciudad,  á  lo  largo  del  cual  se  en- 
cuentran los  parques  de  Hyde,  las  obras  del  acueducto 
que  levántalas  aguas  del  río,  y  un  poco,  más  al  interior 
de  la  ciudad,  el  parque  de  Fair-grounds;  en  seguida  los 
dos  cementerios  yá  mencionados,  que  por  su  belleza, 
sus  grandes  árboles,  sus  jardines  y  monumentos,  pue- 
den también  considerarse  como  parques;  todo  esto 
del  centro  de  la  línea  del  Mississippi  hacia  el  Norte. 
Hacia  el  Sur,  siguiendo  siempre  el  ferrocarril  de  cin- 
tura, se  encuentran  los  parques  de  Lyon,  Laclede  y 
Oarondelet.  De  Oriente  á  Occidente  otra  línea  de  fe- 
rrocarril atraviesa  la  ciudad  desde  el  río  hasta  el  par- 
que de  Forest,  pasando  por  el  parque  Lafayette.  En  el 
centro  de  ella,  en  el  punto  en  que  los  rieles  cruzan  á 
Manchester  Road, — una  de  las  grandes  calles  de  la 
ciudad,. — la  carrilera  se  bifurca  hacia  el  Noroeste,  for- 
mando la  cabeza  de  la  gran  línea  llamada  Missouri  y 
el  Pacífico.    Un  poco  más  adelante,  en  la  avenida  de 


Calles  de  San  Luis  505 

Washington,  rompe  hacía  el  Noroeste  otro  ferrocarril 
de  vía  angosta  que  conduce  á  los  afueras  de  la  ciudad. 

De  N'orfce  á  Sur  la  cortan  las  grandes  avenidas 
de  BroadAYaj;  Jeíferson,  Oompton,  G-rand  y  Kings- 
higliway,  que  tienen  de  2  á  4  leguas  de  largo.  De 
Oriente  á  Occidente  están  las  calles  comerciales  y  las- 
más  ricas  en  famosos  edificios  de  bancos,  compañías- 
comerciales,  hoteles  y  establecimientos  públicos.  La 
calle  del  Mercado  divide  á  la  ciudad  por  mitad  al 
]N[orte  y  al  Sur,  y  paralelas  á  ésta  corren  á  uno  y  otro 
lado  las  de  Washington,  Olive,  Pine,  Franklin,  La- 
fayette,  etc.:  calles  que,  por  su  anchura,  pavimento, 
árboles  frondosos  y  esplendidez  de  edificios,  no  son 
sobrepujadas  tal  vez  por  las  de  ninguna  otra  ciudad 
del  mando,  y  tan  sólo  igualadas  por  algunas  de  Chi- 
cago y  por  la  5.*  avenida  en  Nueva  York. 

La  facilidad,  rapidez  y  baratura  para  la  comuni- 
cación entre  las  diferentes  partes  de  la  ciudad  deja 
muy  poco  que  desear.  Los  ferrocarriles,  los  tranvías, 
las  líneas  de  ómnibus  y  coches  la  recorren  en  todas 
direcciones,  y  últimamente  el  Mississippi  mismo  es 
una  vía  económica  y  rápida  para  los  artículos  volu- 
minosos ó  muy  pesados  entre  los  extremos  Norte^ 
y  Sur. 


La  provisión  de  agua  potable  y  para  el  aseo  es  in- 
mensa, como  se  comprende,  tratándose  de  una  ciudad 
situada  á  orillas  de  uno  de  los  más  grandes  ríos  del 
mundo,  cuyas  aguas  son,  como  todas  las  de  los  grande» 
ríos,  de  la  mejor  calidad  imaginable.  El  depósito- 
principal  contiene  constantemente  250.000,000  de  li- 


606  El  acueducto 

tros  de  agua,  previamente  asentada  para  despojar- 
la por  precipitación  de  toda  materia  extraña.  Esta 
•cantidad  de  agua  se  distribuye,  según  las  necesidades, 
por  medio  de  93  leguas  de  tubería  de  hierro  en  to- 
das direcciones,  en  las  cuales  se  encuentran  2,685 
<jolumnas  provistas  de  aparatos  para  apagar  los  incen- 
dios. El  consumo  de  agua  alcanza  á  86.000,000  de  litros 
por  día  en  los  meses  de  invierno  y  hasta  140.000,000 
«n  los  de  verano:  el  término  medio  es  de  110.000,000 
•de  litros  por  día,  ó  210  litros  por  cabeza  de  población 
■entre  500,000  habitantes. 

Para  llegar  á  esta  altura  de  buen  servicio  de  aguas, 
Bogotá  debería  recibir  25.000,000  de  litros  por  día  y 
tener  en  sus  depósitos  una  cantidad  de  agua  veinte 
veces  mayor  que  la  disponible  en  el  actual  acueducto. 
Muy  lejos  estamos,  pues,  de  la  meta  que  sería  de 
desear,  no  por  falta  de  recursos  naturales,  sino  de 
trabajo  para  ponerlos  al  alcance  de  todos.  Según  los 
cálculos  del  Ingeniero  señor  Manuel  H.  Peña,  el  Bo- 
queróiiy  el  Arzolispo,  Fuclia  y  otras  pequeñas  co- 
rrientes de  agua  que  atraviesan  la  ciudad  pudieran 
dar  22.000,000  de  litros  cada  veinticuatro  horas;  pero 
trayendo  tomas  del  Chico  y  de  Tunjuelo,  á  legua  y 
media  de  distancia  no  más,  esta  cantidad  pudiera 
aumentarse  al  quíntuplo,  sin  un  gasto  desproporcio- 
nado á  la  riqueza  de  los  habitantes. 

Estas  obras  no  podrían  ejecutarse,  desde  luego, 
con  las  rentas  ordinarias,  y  es  para  estos  casos  para  lo 
que  se  requiere  fundar  y  conservar  el  crédito  de  una 
ciudad:  asunto  qué  en  las  ciudades  europeas,  pero 
«obre   todo   en   las   americanas,  llama   vivamente    la 


Crédito  municipal  507 

atención,  como    uno  de  los   rasgos  de  gobierno   libre, 
sistema  republicano  y  buena  organización  municipal. 

La  deuda  pública  de  las  ciudades  y  villas  de  más 
de  7,500  habitantes  en  los  Estados  Unidos  ascendía, 
^n  1880,  á  $  682.000,000,  y  había  sido  contraída,  en- 
tre otros  objetos  de  mejora  material  de  las  poblacio- 
nes, con  los  siguientes: 

Construcción  de  puentes $     24. 850,000 

Servicio  de  incendios 2.514,000 

Mejora  de  puertos,  ríos,  muelles,  canales 
y  caídas  de  agua  para  el  movimiento  de 

máquinas 36.224,000 

Construcción  de  parques  y  plazas 40.612,000 

Construcción  de  cloacas 21.370,000 

Edificios  públicos 48.493,000 

Apertura  y  pavimento   de  las  calles  ....     86.674,000 

Provisión  de  agua  potable 141.000,000 

Escuelas  y  librerías  públicas   .    26.514,000 

•Objetos  varios 130.374,000 

Citaré  la  deuda  de  algunas  ciudades,  con  expresión 
de  su  población,  en  1880  también: 

Nueva  York,  con  1.206,000  habitantes,  $  109.425,000  de  deuda. 

Filadelfia          —  847,000  —  54.223,000  — 

Brooklyn          —  566,000  —  38.040,000  — 

Chicago            —  503,000  —  12.794,000  — 

Boston             —  362,000  —  28.244,000  — 

San  Luis           —  350,000  —  22.847,000  — 

Cincinnati        —  255,000  —  21.992,000  — 

San  Francisco  —  233,000  —  3.059,000  — 

Nueva  Orleans     —     216,000       —  17.736,000      — 

Citaré  una  gran  ciudad  casi  sin  deuda  pública: 
Baltimore,  cpn  332,000  habitantes,  I  854,000  de  deuda. 
Algunas  de  población   semejante  á  las  de  Bogotá, 


508  Deudas  de  algunas  ciudades 

Medellín   y   Barranquilla,  es   decir,   entre    30,000   y 
100,000  habitantes: 

Albany....    90,000  habitantes,  ^   3. 683,000  de  deuda. 
Atlanta....    37,000         ^  2.1S0,000       — 

Cambridge.    52,000        —  3.403,000       — 

Charleston.    49,000         —  4.129,000        — 

Jersey  City  120,000        —  15.386,000        — 

Louisville..  123,000        —  4,840,000        — 

Menfis 33,000        —  4.554,000       ^ 

Savannah..    30,000        —  3.425,000       — 

Y  algunas  semejantes  á  Manizales,  Sogamosa^ 
Cartagena,  Cúcuta,  Bucaramanga  y  Sincelejo,  es  de- 
cir, entre  8  y  16,000  habitantes: 

Ciudades.  Habitantes,  Deuda. 

Appleton   (Wisconsin)     8,000         %       100,000 

Bangor  (Maine) 16,000  2.661,000 

Columbus  (Georgia). .   10,000  540,000 

Danville  (Virginia)..     7,500  543,000 

Houston  (Tejas)   ....   16,000  1.501,000 

Middletown  (Conn)..    12,000  1.407,000 

Salem  (Alabama) 7,500  323,000 

La  deuda  de  las  poblaciones  ó  distritos  de  menos 
de  7,500  habitantes  alcanzaba  á  %  42.000,000.  Así 
pues,  la  buena  organización  de  las  rentas,  el  buen 
empleo  de  ellas  y  el  crédito  necesario  para  descontar 
los  beneficios  del  porvenir  por  medio  de  empréstitos, 
no  son  allí  privilegios  de  las  grandes  ciudades. 

Estos  empréstitos  han  sido  tomados  á  ratas  de  in- 
terés que,  según  el  crédito  de  la  ciudad  ó  villa  respec- 
tiva, varían  desde  3  hasta  10  por  100  anual,  siendo  5 
y  6  por  100  la  tasa  ordinaria  á  que  han  sido  contrata- 


Libertades  municipales  509 

das  las  dos  terceras  partes  del  total.  Algunas  ciuda- 
des, como  la  de  Boston,  por  ejemplo,  sólo  pagan  de  3 
á  4  por  100  y  sus  bonos  tienen  generalmente  premio 
sobre  la  par  en>el  mercado  público. 

La  formación  de  este  crédito  se  debe  indudable- 
mente á  las  costumbres  de  descentralización  y  amplios 
poderes  municipales  concedidos  á  los  pueblos  y  ciuda- 
des, los  cuales  han  estado  provistos  de  facultades  su- 
ficientes para  imponer  contribuciones  y  aplicar  los  pro- 
ductos de  éstas  á  los  objetos  determinados  por  ellas 
mismas  con  entera  libertad.  Sólo  eso  puede  explicar 
esa  prosperidad  asombrosa,  esa  comodidad,  aseo,  de- 
cencia y  aun  esplendor  de  la  vida  colectiva,  obtenido 
en  sólo  un  siglo  de  existencia  nacional.  Para  llegar  á 
un  resultado  igual  bajo  un  sistema  de  centralización 
desconfiada  y  orgullosa,  hubiera  sido  necesario  el 
lapso  de  muchos  siglos  de  paz,  y  todavía  con  ellos  el 
mundo  europeo  está  muy  distante,  aun  en  los  países 
más  afortunados,  como  Inglaterra,  Francia  y  Alema- 
nia, de  esa  civilización  universalmente  difundida  por 
todas  las  extremidades  del  territorio  que  se  observa  á 
primera  vista  en  los  Estados  Unidos,  principalmente 
entre  las  ciudades  nuevas  del  Oeste.  París,  Londres, 
"Yiena,  Berlín,  San  Petersburgo,  son  creaciones  de  la 
centralización  europea  á  expensas  de  la  prosperidad 
de  las  provincias  y  ciudades  distantes  de  la  capital  de 
cada  nación;  pero  Nueva  York,  Boston,  Filadelfia, 
Chicago,  San  Luis,  Oincinnati,  San  Francisco  y  tantas 
otras  datan  de  ayer  nada  más  y  son  obra  de  los  esfuer- 
zos exclusivos  de  sus  habitantes,  sin  ayuda  ni  protec- 
ción oficial. 


510  Rentas  municipales 

Aparte  de  las  rentas  de  los  Gobiernos  de  los  Esta- 
dos, que  ascendían  á  $  110.000,000,  las  de  las  ciuda- 
des y  distritos  producían,  en  1880,  muy  poco  menos 
de  $  300.000,000,  es  decir,  casi  tanto  como  las  del 
Gobierno  Federal.  Para  dar  idea  concreta  de  la  im- 
portancia del  servicio  municipal  en  ellas,  presentaré 
algunos  datos  sobre  el  particular,  relativos  á  seis  de 
las  principales  ciudades  en  el  año  de  1887: 

Ciudades.                          Gastos,        Contribuciones    Productes  Productos  Entradas 

directas.            del  ramo  del  gas.  varias, 
de  aguas. 

Baltimore $     8.403,930    $    4.210,112    $      745,446     %    3.448,312 

Boston 18.562,518          8.885,881         1.274,498     8.402,139 

Chicago 13.220,220           5.166,156        1.642,682     6.411,382 

Nueva  York 73.309,884         31.56S,097        2.485,653     39.514,342 

Filadelfia 17.633,304         11.360,785        1.993,643  $    2.969,689  1.309,187 

Atlanta 785,152             522,109             38,257  95,643  129,143 

Como  se  comprenderá,  parte  de  estas  entradas  y 
de  estos  desembolsos  consisten  en  sumas  tomadas  á 
préstamo  y  en  pagos  hechos  á  los  prestadores;  pero 
siempre  dará  idea  del  movimiento  municipal  de  seis 
ciudades,  cuya  población  suma  4.200,000  habitantes 
á  lo  más,  el  hecho  de  que  sus  rentas  normales  pasan 
de  $  80.000,000,  de  los  cuales  más  de  %  60.000,000 
son  contribuciones  directas  sobre  los  valores  raíces  y 
muebles.  El  término  medio  del  gasto  efectivo  no  baja 
de  $  20  anuales  por  cabeza  de  población.  Las  rentas 
municipales  de  San  Luis  no  bajarán  de  %  10.000,000. 

Las  contribuciones  que  forman  las  rentas  de  las 
ciudades  son  generalmente  estas: 

1.*  De  1  á  1.60  por  100  sobre  el  avalúo  de  la  pro- 
piedad mueble  ó  inmueble  de  los  habitantes:  contri- 
bución que,  como  se  ve,  llega  en  los  Estados  Unidos 
á  una  rata  cuatro  veces  mayor  que  la  acostumbrada 
en  el  Estado  de  Cundinamarca,  en  donde  en  más  de 
veinte  años   no  ha   pasado  de   cuatro   milésimos  por 


Sistemas  de  contribuciones  511 

cada  cien  pesos  del  avalúo  de  la  propiedad  raíz  sola- 
mente. En  los  Estados  Unidos,  sin  embargo,  se  cree- 
que  los  avalúos,  siempre  muy  moderados,  no  repre-^ 
sentan  más  del  40  ó  50  por  100  del  valor  efectivo 
de  dichas  propiedades.  Sobre  todo,  en  el  cómputo  y 
avalúo  de  la  riqueza  mueble  se  cree  que  hay,  por  una 
parte  ocultaciones,  y  por  otra  avalúos  muy  inferio- 
res á  la  realidad. 

La  relación  entre  los  valores  muebles  é  inmuebles- 
de  una  ciudad  es  de  muy  difícil  apreciación.  Siendo 
cada  día  mayores  las  cosechas,  mayores  los  productos- 
de  las  fábricas,  mayor  el  uso  de  artículos  de  comodi- 
dad y  de  lujo  en  los  muebles,  joyas,  vestidos  y  efec- 
tos de  uso  diario;  en  la  moneda  circulante,  en  los 
signos  representativos  de  la  moneda  (títulos  de  deuda 
pública,  acciones  de  bancos,  ferrocarriles,  minas  y 
compañías  anónimas  de  todas  clases),  á  primera  vista 
parece  que  el  avalúo  de  esta  clase  de  propiedad  (mue- 
ble) debiera  aumentar  considerablemente,  y,  sin  em- 
bargo, el  aumento  de  valor  en  la  propiedad  raíz 
— consistente  en  tierras,  casas  y  ferrocarriles  —  es 
mucho  mayor. 

En  los  Territorios  de  los  Estados  Unidos  (sec- 
ciones políticas  poco  pobladas)  el  valor  de  la  pro- 
piedad raíz  sólo  alcanza  al  46.81  por  100  de  la  rique- 
za general  del  catastro,  y  el  53.19  por  100  restante 
se  forma  de  valores  mobiliarios.  La  tierra  sin  pobla- 
dores vale  poco  ó  nada,  y  el  incremento  de  su  valor 
depende  del  número  de  habitantes  que  deben  sacar 
de  ella  su  subsistencia;  de  suerte  que  con  sólo  el  au- 
mento de  la  población,  aunque  la  tierra  no  reciba 


512    Proporción  entre  la  riqueza  raíz  y  la  mohüiaria 

mejoras  notables,  duplica,  triplica  ó  centuplica  en  ava- 
lúo. Entre  tanto,  en  los  Estados  yá  poblados  la  pro- 
porción entre  el  avalúo  de  la  riqueza  mueble  é  inmue- 
ble guarda  las  siguientes  proporciones: 

Propiedad  raíz.  Propiedad  mobiliaria. 

En  los  Estados  de  Nue- 
va Inglaterra  vale. .  .    71.50  por  100     28.50  por  100 

En  los  Estados  centra- 
les (ííueva  York  Pen- 
silvania,  Ma  r  yl  a  nd, 
New  Jersey  y  Dela- 
ware),que  son  los  más 
ricos  y  poblados 86.60       —         13.40       — 

EnlosdelSur 70.77       —        29.23      — 

En  los  del  Oeste 74.09       —        25.91      — 

Término  medio  de  toda 

la  Unión 77.13       —        22.87      — 

2.*  En  derechos  de  licencia  ó  patente  para  el  ejer- 
cicio de  diversas  industrias  y  profesiones. 

3.'"^  En  licencias  especiales  para  la  venta  de  bebi- 
das espirituosas  ó  fermentadas:  contribución  que  en 
los  últimos  años,  á  contar  de  1881  para  acá,  ha  toma- 
do una  extensión  considerabilísima  y  produce  muchos 
millones  de  pesos. 

4.^  Los  ramos  de  aguas  potables  y  de  alumbrado 
de  gas,  en  muchas  ciudades  servidos  directamente  por 
las  Municipalidades  mismas;  en  gran  parte  de  ellas, 
según  se  cree,  con  más  abundancia,  economía  y  lim- 
pieza que  en  el  servicio  por  privilegios  ó  contratos. 
Se  comprende,  sin  embargo,  que  para  obtener  este 
resultado  se  requiere   mucho  interés  público  y  Cor- 


Riqueza  de  las  ciudades  513 

poraciones  muy  bien  organizadas  á  iníluencia  de  tra- 
diciones antiguas  de  libertad  municipal. 

o.'^  Pequeñas  contribuciones  de  carácter  variado, 
entre  ellas  derechos  j  obvenciones  especiales  á  los  em- 
pleados públicos  por  los  actos  de  su  servicio;  como, 
por  ejemplo,  derechos  curiales,  á  los  jueces,  notarios, 
é  inspectores  de  mercados  y  cementerios. 


Sorprende  á  primera  vista  la  masa  enorme  de  va- 
lores recogidos  por  medio  de  esas  contribuciones  y 
empleada  en  la  vida  colectiva  de  aglomeraciones  de 
hombres  reducidos  á  recintos  estrechos.  Nueva  York, 
por  ejemplo,  cuya  población  apenas  excederá  ligera- 
mente hoy  de  la  tercera  parte  de  la  de  toda  Colombia, 
reúne  y  emplea,  tan  sólo  en  su  servicio  municipal, 
sumas  diez  veces  mayores  que  las  del  presupuesto  de 
rentas  y  gastos  de  nuestro  país,  y  trescientas  veces 
mayores  que  las  rentas  de  la  ciudad  de  Bogotá,  con 
sólo  una  población  doce  ó  trece  veces  mayor.  En  otros 
términos,  el  gasto  de  servicio  común  de  los  habitantes 
de  l!íueva  York  es  treinta  veces  mayor  que  el  de  los 
pobladores  de  Bogotá. 

Esa  sorpresa  empieza  á  disminuirse  á  medida  que 
se  considera  la  inmensa  magnitud  de  los  intereses  acu- 
mulados allí.  El  avalúo  de  catastro  de  su  caserío,  ava- 
lúo que  se  considera  ser  de  sólo  la  mitad  del  valor  real 
ó  venal,  monta  á  I  1,203.000,000;  el  de  los  víveres, 
muebles,  joyas,  vestidos,  mercancías,  animales,  vehícu- 
los de  transporte,  acciones  de  bancos,  títulos  de  deuda 

33 


5]  4  Dificultades  de  la  aglomeraoión 

pública,  etc.  etc.,  no  puede  bajar  de  un  40  por  100 
sobre  la  anterior  suma,  y  esas  dos  sumas  reuni- 
das y  aumentadas  k  su  valor  efectivo,  no  bajarán  de 
.3,000.000,0000  de  pesos.  Tampoco  bajará  de  la  mitad 
de  esta  suma  la  de  los  valores  creados  anualmente  con 
ese  capital  y  con  la  poderosa  industria  de  1.500,000 
habitantes  actuales  (1).  De  suerte  que  el  gasto  he- 
cho en  común  por  los  neoyorkinos  no  pasa  del  2J 
por  100  de  sus  rentas,  á  tiempo  que  con  ese  pe- 
queño desembolso  se  procuran  satisfacciones  muy 
importantes  y  economías  de  no  poca  consideración  en 
sus  gastos  individuales.  Entre  las  primeras  mencio- 
naré la  seguridad  personal  y  condiciones  generales  de 
aseo  y  sanidad;  entre  las  segundas,  las  facilidades  y 
baratura  de  locomoción  al  través  de  la  ciudad,  en  la 
cual  se  puede  recorrer  una  extensión  de  cuatro  leguas, 
con  toda  comodidad,  con  rapidez,  y  al  abrigo  de  la 
intemperie,  por  un  precio  de  cinco  centavos  en  los 
ferrocarriles  elevados:  servicios  que,  obtenidos  indivi- 
dualmente, exigirían  un  gran  consumo  de  tiempo  y 
un  gasto  diez  ó  veinte  veces  mayor. 

Pero  no  es  esto  sólo  lo  que  exige  la  creación  de  ese 
tren,  complicado  y  costoso  en  la  apariencia,  en  la 
administración  de  las  ciudades.  La  aglomeración  de 
hombres  crea  dificultades  inmensas  para  la  vida.  La 
alimentación  de  uu  millón  de  personas,  por  ejemplo, 
exige  una  provisión  diaria  de  víveres  de  una  magni- 
tud difícil  de  imaginar  en  los  pueblos  pequeños  ó  en 
la  vida  de  los  campos.    En  estos  últimos  cada  cual 

(1)  En  1880  era  de  poco  más  de  1.200,000;  en  el  día  se  la  es- 
tima en  1.650,000. 


Organización  del  sermcio  municipal         515 

procura  producir  por  sí  mismo,  y  con  la  ayuda  de  los 
miembros  de  la  familia,  el  mayor  número  de  los  ar- 
tículos de  su  consumo,  reservándose  para  obtener  por 
medio  de  cambios  efectuados  en  un  rato,  en  un  solo 
día  de  la  semana,  en  la  población  inmediata,  unos 
pocos  más.  Pero  en  una  gran  ciudad  todo  necesita 
adquirirse  por  medio  de  compras  á  los  productores  ó 
traficantes,  en  lugares  distantes  á  veces,  y  siempre  con 
el  concurso  de  sirvientes  ó  personas  intermediarias, 
Esa  necesidad  individual,  multiplicada  por  un  mi- 
llón de  personas,  da  origen  á  una  complicación  ex- 
traordinaria, y  exige  organización  para  todos  esos 
cambios,  exigencias  y  movimientos.  Esa  organización 
es  la  tarea  de  los  funcionarios  de  la  ciudad,  la  cual 
requiere  talentos,  actividad  y  trabajos  incesantes,  po- 
cas veces  bien  comprendidos,  nunca  completamente 
satisfactorios  y  sólo  por  excepción  agradecidos. 

La  aglomeración  extraordinaria  hace  subir  el  pre- 
cio de  las  habitaciones  á  sumas  inesperadas:  obliga  ala 
construcción  de  casas  estrechas,  con  departamentos  de 
extrema  pequenez  en  que  falta  airo  respirable,  y  fre- 
cuentemente se  hace  necesaria  la  habitación  de  varias 
familias  bajo  un  mismo  techo,  con  inconvenientes  y 
desagrados  de  todo  género;  el  precio  de  la  tierra  para 
edificar  no  se  mide  yá  por  fanegadas  ni  aun  por  varas 
cuadradas,  sino  por  cuartas  y  aun  pulgadas,  y  llega  á 
subir  á  valores  de  $  100  y  $  200  por  cuarta  de  suelo. 
Para  gozar  del  bienestar  de  una  habitación  indepen- 
diente ocupada  por  una  sola  familia,  provista  de  pa- 
tios y  de  algunos  vegetales  que  alegren  la  vista,  den 
sombra  y  purifiquen  el  aire,  se  necesita  hoy  el  empleo 


516  Clase  de  población  predominante 

de  $500,000  á  $2  ó  ^3.000,000;  por  consiguiente,  es 
muy  limitado  el  número  de  familias  que  se  permiten 
esa  comodidad.  El  gran  número,  aprovechando  las 
facilidades  de  locomoción  que  dan  lioy  los  ferrocarri- 
les, hace  mansión  doméstica  en  los  campos  inmedia- 
tos, á  dos,  cuatro  y  aun  diez  leguas  de  distancia,  y 
sólo  conserva  en  la  ciudad  sus  almacenes,  sus  fábricas 
ó  sus  escritorios:  viene  por  la  mañana  á  sus  trabajos^ 
pasa  ahí  el  dia  y  vuelve  á  comer  y  dormir  á  su  casa, 
en  el  seno  de  la  familia  durante  la  noche.  Eu  la  ciu- 
dad quedan  viviendo  solamente  los  hombres  solteros, 
las  familias  muy  pobres  que  se  reducen  á  los  subte- 
rráneos ó  los  desvanes,  los  forasteros  y  la  población 
flotante,  que  tiene  por  necesidad  que  vivir  de  cualquier 
modo.  Ahora  bien:  esa  clase  de  pobladores  de  las  ciu- 
dades es  menos  pacífica,  menos  disciplinada,  y  da  ori- 
gen á  discordias,  desórdenes  y  aun  escándalos  que 
hacen  más  necesaria  la  intervención  de  la  autoridad 
pública  en  el  cumplimiento  de  la  tarea  de  proporcio- 
nar á  los  hombres  paz  y  justicia,  libertad  y  seguridad. 
El  servicio  judicial  y  el  de  policía  en  las  ciudades  po- 
pulosas tiene,  pues,  que  ser  complicado,  de  personal 
numeroso,  muy  bien  retribuido  y  constantemente  vi- 
gilado para  prevenir  sus  abusos. 

La  dificultad  de  la  vida  en  las  ciudades  populosas, 
á  la  par  que  la  demanda  incesantemente  creciente  de 
servicios  humanos  de  todo  género,  mantiene  remune- 
raciones para  los  trabajadores  más  altas  que  en  los 
campos,  y  esta  circunstancia  atrae  sin  cesar  nuevos  y 
nuevos  habitadores  de  los  menos  pacíficos  y  morales 
de  los  campos,  llenos  de  deseos  y  ambiciones  no  siem- 


Servicios  que  exige  517 

pre  de  fácil  satisfacción;  y  esto  engendra  enjambres 
de  gente  aventurera,  depósitos  de  mendicidad,  guari- 
das de  prostitución  y  de  vicios,  que  requieren  servi- 
cios muy  especiales  para  dispensar  caridad  á  las  vícti- 
mas de  la  desgracia  involuntaria,  para  poner  en  el  cami- 
no del  trabajo  á  los  que  sin  él  pudieran  ser  una  carga 
ó  un  peligro;  en  fin,  para  tener  á  rayalas  malas  pasio- 
nes inevitables  en  ese  ,estado  social.  No  es  la  misma 
cosa  gobernar  una  sociedad  compuesta  de  aglomera- 
ción de  familias, — en  quienes  la  disciplina  de  la  vida 
doméstica  y  la  autoridad  paternal  son  auxiliares  po- 
derosos de  la  ley, — que  administrar  otra  aglomeración 
de  individualidades  disueltas,  de  elementos  heterogé- 
neos, sobre  quienes  la  voz  de  la  autoridad  pública 
tiene  menos  imperio.  Esta  dificultad  sube  de  punto 
si,  como  en  los  Estados  Unidos,  una  inmigración 
extranjera  numerosa  hace  que  esas  masas  individuales 
se  compongan  de  extranjeros  ignorantes  de  la  lengua 
nacional,  de  los  usos  y  costumbres  del  país,  y  frecuen- 
temente de  hombres  que  en  el  de  su  procedencia  han 
vivido  en  antagonismo  constante  con  instituciones 
opresoras,  con  autoridades  arbitrarias  ó  tiránicas,  hom- 
bres, por  decirlo  así,  de  naturaleza  antisocial. 

Esos  inmigrantes  necesitan  auxilios  en  los  prime- 
ros días,  informes  acerca  del  lugar  en  donde,  de 
acuerdo  con  su  industria  ó  sus  gustos,  preferirían  esta- 
blecerse: para  todo  esto  se  necesitan  oficinas  y  estable- 
cimientos especiales,  cuyo  servicio  ha  contribuido  po- 
derosamente á  ensanchar  la  inmigración  y  dar  á  las 
industrias  interiores  todos  los  brazos  que  necesitaban. 
En  Nueva  York  hay  inmensos  establecimientos  soste- 


518  Espíritu  público 

nidos  por  la  Municipalidad  para  recibir  á  los  inmi- 
grantes, hospitales  especiales  para  el  cuidado  de  los 
enfermos  y  oficinas  numerosas  encargadas  de  proveer 
á  su  colocación  en  trabajos  adecuados  á  sus  condicio- 
nes: de  estas  últimas  las  hay  también  en  todas  las 
ciudades  principales,    especialmente  en  las  del  Oeste. 

Xo  cabe  en  un  libro  de  notas  ligeras,  como  éste, 
la  enumeración  de  los  variadísimos  objetos  que  en- 
vuelve la  administración  municipal  de  pueblos  nue- 
vos. Baste  decir  que  esa  tarea  es  la  de  fundar  un 
Nuevo  Mundo,  sobre  bases  de  sociabilidad  del  todo 
distintas  á  las  que  presidieron  á  la  de  las  viejas  socie- 
dades europeas.  Es  verdad  que  en  muchas  de  éstas  se 
reunieron  los  hombres  buscando  en  la  asociación  más 
estrecha  un  refugio  contra  la  tiranía  de  los  señores 
feudales;  pero  en  ese  pensamiento  se  encontraban 
contrariados  por  la  falta  de  apoyos  en  las  instituciones 
generales  del  país,  pues  el  espíritu  de  solidaridad  aún 
no  había  surgido  de  entre  la  ruina  y  las  tinieblas  de 
la  Edad  Media.  En  los  Estados  Unidos,  al  contrario 
— desde  la  proclamación  de  la  Independencia  hasta  la 
última  de  las  instituciones, — todo  respira  la  idea  de 
fraternidad  y  de  organización  délas  fuerzas  individua- 
les en  beneficio  de  la  colectividad.  Surgía  de  un  modo 
más  claro  en  las  mentes  la  idea  de  que  la  sociedad  po- 
lítica tiene  por  objeto  reemplazar  la  lucha  salvaje  por 
la  7Ída  entre  todos  los  hombres  con  la  cooperación 
ordenada  de  todos  para  todos,  sobre  bases  de  partici- 
pación equitativa  en  el  fondo  común. 
.     Así,  no  ha  sido  únicamente  el  trabajo  oficial  lo 


Grandes  ejemplos  519 

•que  ha  realizado  esa  vida  de  prosperidad  común  entre 
los  americanos:  á  ella  ha  contribuido  poderosamente  la 
filantropía  individual  con  una  generosidad,  una  lar- 
gueza de  que  hay  pocos  ejemplos  en  la  historia.  Allí 
se  han  fundado  las  escuelas,  los  colegios;  los  hospi- 
tales y  los  hospicios;  los  parques  y  las  plazas  públi- 
cas; los  acueductos  y  las  fuentes  públicas;  las  biblio- 
tecas y  los  museos, — no  tanto  con  los  fondos  comunes 
de  las  ciudades  ó  de  los  Estados,  cuanto  con  las  dona- 
ciones y  legados  de  los  particulares— no  con  sumas  de 
generosidad  meticulosa,  sino  con  millones  y  millones 
de  pesos.  Frecuente  ha  sido  el  caso,  en  hombres  con- 
sagrados á  una  vida  de  trabajo  ardoroso,  olvidados 
en  medio  de  las  emociones  de  la  industria  y  de  la 
especulación  hasta  del  pensamiento  de  fundar  una  fa- 
milia,— legar  el  fruto  de  los  sudores,  de  las  privaciones-, 
de  las  angustias  de  cuarenta  y  cincuenta  años  de  traba- 
jo, á  la  ciudad  adoptiva  ó  al  pueblo  americano,  refun- 
diéndose en  todo  él  á  la  muerte  como  en  él  estuvie- 
ron confundidos  durante  la  vida.  Muchos  de  ellos,  el 
mayor  número  quizás,  no  ha  esperado  la  hora  supre- 
ma para  desprenderse  en  favor  de  sus  conciudadanos 
de  la  fortuna  que  fue  señora  desús  pensamientos,  y 
ha  consagrado  sus  últimos  años  á  la  tarea  de  plantear 
sus  benéficos  designios  y  de  gozar  en  vida  el  placer 
del  bien  prestado  á  sus  semejantes. 

En  San  Luis,  por  ejemplo,  entre  varios  estableci- 
mientos públicos  debidos  á  la  munificencia  de  los  par- 
ticulares, recuerdo  haber  visitado  el  Parque  de  Tower- 
•Grove,  en  el  centro  de  la  ciudad,  con  una  área  de  140 
fanegadas,  uno  de  los  más  bellos  y  útiles  monumentos 


520  Milloíiarios  Jilántropos 

de  su  grandeza,  cuyo  valor  debía  alcanzar  tal  vez  á 
más  de  $  1.000,000,  regalado  por  Mr.  Henry  Sliaw, 
quien  lo  adornó  después  con  dos  espléndidas  estatuas 
en  bronce  de  Humboldt  y  de  Shakespeare,  con  un 
gasto  de  más  de  $  100,000.  El  mismo  Mr.  Sliaw  ha 
consagrado  sus  últimos  años  á  fundar,  adelantar  y 
embellecer  los  famosos  jardines  de  aclimatación  que 
llevan  su  nombre,  en  donde  se  encuentran  todas  las 
plantas  americanas  posibles  y  un  inmenso  número  de 
árboles,  flores  y  plantas  exóticas  de  las  cinco  partes 
del  mundo,  entre  ellas  no  pocas  pertenecientes  á  Co- 
lombia, que  es  otro  de  los  suntuosos  adornos  de  esa 
ciudad  de  ayer.  El  Museo  de  Bellas  Artes,  magnífica 
institución — que  en  breve  rivalizará  con  las  más  famo- 
sas de  Europa,  por  la  competencia  de  exquisitos  re- 
galos que  todos  los  días  le  hacen  los  acaudalados  via- 
jeros de  San  Luis  á  su  regreso  de  Europa, — es  dona- 
ción hecha  á  la  Universidad  en  1880,  por  Mr.  Way- 
man  Orow,  en  memoria  de  un  hijo  suyo  muerto  en 
1878.  El  dolor  de  ese  padre  encontró  consuelo  en  la 
idea  de  inspirar  á  otros  ese  sentimiento  de  ternura 
que  el  amor  á  lo  bello  produce  á  la  vista  de  las  pode- 
rosas creaciones  de  la  fantasía  y  en  asociar  el  dolor  de 
sus  recuerdos  al  placer  permanente  y  puro  de  sus  con- 
ciudadanos. 

El  número  de  establecimientos  destinados  á  la 
educación,  al  descanso,  á  la  comodidad,  á  la  conser- 
vación de  la  salud,  al  alivio  de  los  desgraciados,  á  la 
facilidad  de  las  transacciones  del  público,  es  verdade- 
ramente extraordinario  en  esta  ciudad.  Meses  y  aun 
años  enteros  de  residencia  en   ella  no  bastarían  para 


La  masonería — Las  iglesias  521 

apreciar  suficientemente  los  inmensos  trabajos  de  su 
espíritu  de  fraternidad  y  benevolencia.  El  número  de 
sociedades  de  todo  género,  entre  ellas  las  de  asociacio- 
nes masónicas,  es  inmenso.  Seguramente  esta  institu- 
ción presta  grandes  servicios  en  los  países  nuevos;  sin 
duda  en  ella  se  encuentra  más  desarrollado  y  cultivada 
el  espíritu  de  fraternidad,  de  tolerancia  y  de  solidari- 
dad en  los  diversos  accidentes  de  la  vida  humana  que  en 
las  comunes  relaciones  sociales  viciadas  de  vanidad  y 
egoísmo;  quizás  se  deba  en  gran  parte  á  la  influencia 
de  la  masonería,  especialmente  protectora  de  la  fami- 
lia, ese  respeto  por  la  mujer  y  los  niños  que  tanto  dis- 
tingue á  los  americanos;  pero  el  hecho  es  que  en  los 
Estados  Unidos  la  masonería  ocupa  un  espacio  muy 
grande  en  las  manifestaciones  del  espíritu  de  conci- 
liación y  benevolencia:  fenómeno  de  cuyas  causas  no 
me  pude  dar  explicación  satisfactoria.  Según  pude 
juzgar  por  los  avisos  de  los  periódicos,  pasaban  de 
treinta  las  sociedades  de  esta  especie  en  San  Luis. 


Las  iglesias  son  muy  numerosas,  y  San  Luis  es 
uno  de  los  lugares  que  cuenta  mayor  número  de  cató- 
licos en  los  Estados  Unidos.  De  186  iglesias  que  le- 
vantan allí  sus  torres,  45  pertenecían  á  esta  comuni- 
dad: el  resto  á  las  diversas  sectas  protestantes,  en  esta 
proporción: 

Presbiterianas 21 

Evangélicas   24 

Bautistas 19 

Metodistas . . 20 

Congregacionalistas 1 1  ' 


522  Establecimientos  públicos 

Episcopales . .     14 

Unitarias 3 

Judías 6 

jSTueva  Jerusalén.  ,      3 

Diversas 20 

Los  hospitales  y  otras  instituciones  de  caridad 
guardan  proporción  con  el  variado  número  de  asocia- 
ciones de  benevolencia.  La  Municipalidad  sostiene 
dos  grandes  hospitales  generales,  un  dispensario,  una 
casa  de  enajenados,  una  casa  de  los  pobres,  una  cua- 
rentena y  hospital  para  enfermos  de  viruelas,  una 
•casa  de  refugio,  y  una  casa  de  trabajo;  y  el  Estado 
de  Missouri  una  casa  para  ciegos.  En  los  tres  prime- 
ros establecimientos  reciben  asistencia  ó  socorros  más 
de  13,000  personas  en  cada  año.  En  el  cuarto  hay 
constantemente  más  de  500  habitantes.  En  la  casa  de 
pobres  hay  asistencia  para  800  huéspedes.  Aparte  de 
éstos  hay  15  hospitales  sostenidos  por  las  diversas 
sectas  cristianas  y  26  casas  de  refugio,  asilos  para  ni- 
ños y  viejos,  etc.,  sostenidas  [)or  asociaciones  bené- 
volas. 

Hay  2?  hoteles  de  primer  orden,  con  capacidad 
.cada  uno  para  desde  200  hasta  1,000  huéspedes  y  un 
sin  número  de  hoardings,  que  nosotros  llamamos  ca- 
sas de  asistencia  y  los  españoles  casas  de  pupilos. 

El  SoiUhern,  el  Lindell,  el  Flauteras,  el  Ladéele, 
el  Glenmore,  son  reputados  como  los  principales,  y 
su  tarifa  cobra  desde  $  3  hasta  $  6  y  aun  %  8  diarios 
por  persona,  según  el  piso  de  la  casa  y  el  espacio  de 
los  cuartos.  La  impresión  que  recibí  en  San  Luis,  así 
como  en  las  demás  ciudades  americanas  y  europeas, 


Los  líateles — Los  vinos  523 

€S  que  en  los  grandes  hoteles  se  sacrifica  la  comodi- 
dad al  lujo  y  la  vana  ostentación;  pero  para  el  recién 
llegado,  sin  relaciones,  hay  en  éstos  más  seguridad 
^ue  en  los  de  segundo  ó  tercer  orden,  menos  caros, 
bien  servidos;  pero  á  las  veces  peligrosos  por  los  aven- 
tureros que  los  frecuentan.  El  lujo  de  los  hoteles 
americanos  tiene  muy  poco  de  democrático;  el  aseo  es 
irreprochable;  el  servicio  de  los  sirvientes  mejor  que 
€n  los  hoteles  europeos;  la  mesa  muy  abundante;  hay 
pocos  extras;  pero  ol  precio  de  los  vinos  (generalmen- 
te de  producción  americana),  qae  suministran  con  el 
nombre  de  Burdeos,  Champaña,  Oporto,  Madera  y 
Rhin,  es  enteramente  judaico. 


Esta  aserción  requiere  algunos  pormenores. 

Cuando  en  un  hotel  americano  se  pide  vino  de 
California  ó  del  Estado  mismo  á  que  pertenece  la  ciu- 
dad, la  contestación  invariable  del  empleado  que  tie- 
ne á  su  cargo  este  ramo  del  servicio,  es  que  esos  vinos 
son  malos,  por  lo  cual  el  hotel  no  los  tiene:  que  en 
consecuencia  sólo  hay  vinos  europeos,  de  los  cuales 
presentan  una  larga  lista  en  que  están  expresados  los 
precios.  En  lo  general,  pues,  se  pide  tinto  de  Bur- 
deos, Champaña — el  vino  favorito  de  los  america- 
nos— ó  Jerez,  por  los  cuales  se  paga  desde  $  3-50  has- 
ta S  5  ó  $  6  la  botella.  En  el  tinto  de  Burdeos  creía 
yo  percibir  siempre  un  sabor  distinto,  no  desagrada- 
ble á  la  verdad,  pero  no  el  mismo  del  vino  francés. 
Deseoso,  sin  embargo,  de  conocer  los  vinos  america- 
nos, logré  obtenerlos,  y  mi  impresión  es  que  el  Angé- 
lica y  el  Zinfandel  es  el  mismo  vino  que  en  los  hoteles 


524  Los  vinos  americanos 

y  restaurantes  se  me  había  vendido  por  Burdeos.  Esta 
sospecha  tomó  cuerpo  al  ver  en  la  estadística  de  las 
aduanas  americanas  la  corta  cantidad  de  vinos  impor- 
tados, que  sólo  da  un  guarismo  de  siete  á  ocho  millo- 
nes de  galones  ó  menos  de  cincuenta  millones  de  bo- 
tellas; de  suerte  que,  según  calcula  la  Oficina  de  Es- 
tadística del  Ministerio  de  Agricultura,  el  85  por  100 
del  consumo  de  vinos  se  hace  con  los  de  fabricación 
americana  y  sólo  un  15  por  100  con  las  de  procedencia 
extranjera.  Después  oí  expresar  el  mismo  concepto  á 
personas  inteligentes,  y  he  visto  repetida  la  aserción 
en  periódicos  americanos  bien  informados. 

Producen  vinos  en  los  Estados  Unidos  el  Estado 
de  California,  que  es  el  principal,  y  los  de  Ohio,  Illi- 
nois, Missouri,  Virginia  Occidental  y  el  de  Pensilva- 
nia  en  la  parte  situada  en  el  valle  del  Ohio.  Tam- 
bién otros,  pero  entiendo  que  en  muy  pequeñas  canti- 
dades. La  producción  total  alcanza  hoy  á  más  de 
millón  y  medio  de  hectolitros  ó  más  de  doscientos 
millones  de  botellas.  Casi  todas  las  uvas  europeas  so 
han  aclimatado,  sobre  todo  en  California,  á  la  vez  que 
se  han  obtenido  variedades  nuevas  en  extremo  robus- 
tas, que  han  servido  para  salvar  en  Francia  los  viñe- 
dos atacados  déla  filoxera;  pues  los  finos  sarmientos  de 
Burdeos,  injertos  en  tronco  de  uva  americana,  han 
resistido  perfectamente  los  estragos  de  aquel  insecto. 

El  consumo  de  vinos  en  los  Estados  Unidos  es  toda- 
vía de  poca  importancia.  Se  calcula  que  no  pasa  de  un 
59  por  100  de  galón,  ó  sea  menos  de  cuatro  botellas  por 
cabeza  de  población,  que  hoy  se  computa  en  65.000,000. 
Entre  tanto,  el  de  licores  destilados  se  estima  en  1.23 


Comercio  de  San  Luis  525 

de  galón,  ó  siete  y  media  botellas  por  año  y  en  doce 
y  medio  galones,  ó  sesenta  y  cinco  botellas  por  perso- 
na el  de  cerveza. 

Los  mejores  vinos  producidos  son:  el  Angélica, 
procedente  de  cepas  españolas  plantadas  hace  dos  si- 
glos por  los  Jesuítas;  el  Zinfandel,  llevado  de  Hungría, 
ambos  tintos,  vinos  ligeros  á  propósito  para  la  mesa; 
el  Ilock,  de  origen  alemán  de  las  orillas  del  Rhin,  y 
el  Oatawba,  variedad  americana.  Este  último  compi- 
te con  el  Champaña  en  buen  sabor  y  alto  houqxiet.  En 
San  Luis  probamos  uno  llamado  Cook-imperial,  que 
bien  puede  luego,  cuando  el  uso  repetido  haya  forma- 
do el  gusto,  y  quizás  perfeccionádose  la  fabricación, 
entrar  en  competencia  con  el  Chateau-Iquem.  Se  nos 
dijo  procedía  de  los  viñedos  del  mismo  Estado  de 
Missouri.  Es  un  vino  exquisito,  al  que  sólo  hacen  falta 
la  consagración  del  tiempo  y  el  prestigio  de  la  moda. 


Escusado  es  decir  que  en  materia  de  periódicos, 
teatros,  circos,  carreras  de  caballos,  regatas,  restau- 
rantes, clubs,  en  todos  esos  rasgos  de  la  civilización 
moderna  en  las  grandes  ciudades,  San  Luis  está  ala 
altura  de  las  mejores  de  Europa;  pero  hablaré  de  una 
do  las  esperanzas  de  porvenir  que  allí  se  alimenta. 

Nueva  York  ha  monopolizado  casi  el  comercio  ex- 
terior de  los  Estados  Unidos  hasta  ahora.  Más  de  la 
mitad  de  las  exportaciones  y  más  de  las  dos  terceras 
partes  de  las  importaciones  se  hacen  por  medio  de  la 
espléndida  bahía  á  cuyas  orillas  se  extiende  aquella 
gran  metrópoli.  En  el  comercio  interior  Chicago, 
Filadelfia,  Boston,  San  Luis,  pueden  disputarle  la  pri- 


526  Grandes  proyectos 

macía;  pero  en  el  tráfico  exterior  el  movimiento  está 
concentrado  en  la  boca  del  Hudson. 

San  Luis  piensa  yá  en  establecerle  competencia, 
sobre  todo  en  io  que  se  refiere  al  comercio  con  la 
América  española. 

En  una  de  las  noclies  que  pasamos  allí  recibimos 
inesperadamente  la  visita  de  dos  americanos  para 
quienes  no  teníamos  carta  de  introducción,  pero  que 
tenían  acciones  en  una  mina  que  empieza  á  trabajarse 
en  el  Tolima,  y  habiendo  sabido  nuestra  nacionalidad 
colombiana,  creyeron  que  podríamos  darles  informes 
acerca  de  ella.  Ambos  habían  residido  largos  años  en 
países  de  la  América  española:  en  Cuba  el  uno,  en 
México  el  otro;  hablaban  bastante  el  castellano  y  pare- 
cían profesar  simpatías  por  la  gente  de  nuestra  raza. 
N"o  pudiendo  darles  los  informes  que  deseaban,  pues 
hasta  el  nombre  de  la  mina  nos  era  desconocido,  la 
conversación  se  dirigió  á  otros  temas,  entre  ellos  el 
del  comercio  con  las  Eepúblicas  hispanoamericanas. 

_  "El  Oeste  de  los  Estados  Unidos,  nos  dijeron,  es  la  sec- 
ción que  produce  los  artículos  que  reciben  ustedes  por  la  vía 
de  Nueva  York.  Pittsburgo  construye  los  vapores  en  que  na- 
vegan ustedes  el  Magdalena,  y  esa  misma  ciudad  pudiera  pro- 
veerlos de  loza  y  vidrierías  á  precios  tan  cómodos  como  los  de 
Birminghan;  C'liicago  es  el  primer  mercado  de  harinas,  mante- 
cas y  carnes  conservadas  de  todo  el  mundo:  San  Luis  produce 
las  locomotoras,  los  carros,  los  rieles  y  los  demás  artículos  que 
necesitan  ustedes  para  sus  ferrocarriles,  quizás  á  más  barato 
precio  que  en  Nueva  York,  Filadelfla  ó  Jersey  City,  máquinas  y 
herramientas  agrícolas,  quesos,  mantequilla,  petróleo,  galletas, 
vinos,  cerveza,  artículos  de  talabartería  y  hasta  tejidos  de  lana, 
cáñamo  y  algodón  podemos  suministrarlos  á  los  mismos  ó  más 
baratos  precios  que  en  los  almacenes  de  Nueva  York,  porque 
aquí  los  producimos  en  escala  inmensa  y  de  primera  mano.  El 
transporte  del  Mississippi  hasta  el  mar  es  más  barato  que  el  de 
los  ferrocarriles  hasta  Nueva  York.  Nosotros  consumimos  el 
café,  las  sustancias  tintóreas,  los  cueros,  las  maderas  de  ebanis- 
tería, y  pudiéramos  consumir,  parte  á  lo  menos,  del  tabaco  que- 


Vapo7'es  de  mar  y  de  río  527 


ustedes  exportan.  ¿  Por  qué  no  habríamos  de  entablar  relacio- 
nes comerciales  directas?  Aquí  no  tendrían  el  peligro  de  los- 
tiburones  de  Nueva  York,  que  con  sus  combinaciones  y  sus- 
trincas  (1)  envilecen  en  ocasiones  el  precio  de  los  artículos  que 
ustedes  exportan,  ó  recargan  en  un  10,  en  un  20  por  100  el  de 
las  mercancías  que  compran  para  su  importación." 

— "  Pero  el  caso  es,  les  respondimos,  que  ustedes  no  tienen 
líneas  de  vapores  á  nuestros  puertos;  sólo  en  Nueva  York  las  hay 
establecidas;  de  suerte  que  por  necesidad  indeclinable  tenemos 
que  ir  allá  á  vender  y  comprar.  ÍSi  alo  menos  estableciesen  uste- 
des alguna  línea  de  vapores  que  partiese  de  Nueva  Orleans  di- 
rectamente á  Colón,  Cartagena,  Sabanilla,  Santamarta  y  Rioha- 
cha,  una  parte  de  nuestro  comercio  podría  venir  sin  rodeos  al 
valle  del  Mississippi;  y  aun  así,  el  trasbordo  en  Nueva  Orleans 
á  los  vapores  del  río,  todavía  sería  una  dificultad  grave  por  las 
comisiones,  almacenajes,  etc.,  que  de  ello  se  originarían.  En 
Nueva  Orleans  tendríamos  que  vender  y  comprar  con  desven- 
taja, porque  allí  no  hay  ni  la  competencia  de  compradores  ni 
el  surtido  de  mercancías  necesario  para  hacer  nuestras  compras." 

— "  Pues  ahí  está  principalmente  el  plan  que  nos  propone- 
mos desarrollar  aquí  en  San  Luis,  nos  replicaron.  Aquí  inten- 
tamos construir  baques  que  puedan  navegar  tanto  en  el  Missis- 
sippi como  en  el  mar;  de  suerte  que  las  mercancías  que  salgan 
de  aquí  vayan  directamente  á  Barranquilla  sin  necesidad  de 
trasbordo  en  Nueva  Orleans,  y  viceversa;  que  las  que  vengan 
de  Barranquilla  lleguen  en  el  mismo  vapor  hasta  San  Luis, 
porque  nuestro  río  admite  buques  de  mar  hasta  esta  ciudad. 
Máá  aún  (agregaron):  podemos  construir  vapores  de  tal  natura- 
leza, que  desde  San  Luis  vayan  directamente  por  las  Bocas  de 
Ceniza  hasta  Honda  mismo,  sin  trasbordo  en  Barranquilla, 
Uno  de  nosotros  ha  pedido  á  la  Oficina  de  Washington  una  pa- 
tente de  invención  para  esa  clase  de  buques,  y,  obtenida  que  sea, 
nos  ocuparemos  en  el  establecimiento  de  una  Compañía  de 
navegación  entre  San  Luis  y  Honda." 

Si  tal  cosa  fuese  realizada,  no  hay  duda  que  sería 
de  grande  utilidad  para  nuestro  país;  pero  no  lie 
vuelto  á  tener  noticia  alguna  sobre  el  particular. 


San  Luis  deriva  su  importancia  especial  de  ser  á 
un  tiempo  la  ciudad  más  central  de  los  Estados  Uni- 
dos y  del  valle  del  Mississippi,  y  de  ser  la  capital, 
no  la  política,  sino  comercial,  del  grande  Estado  de 
Missouri. 

(1)  Truts.  pools,  asociaciones  de  unos  pocos  capitalistas  formadas  con 
el  objeto  de  dominar  artificialmente  los  precios  del  mercado  para  es- 
pecular en  esos  cambios. 


:^:ftftflíftíifti^^aftftftafi: 


CAPITULO    XXVIII 


EL  ESTADO  DE  MISSOURI 


Territorio,  población  y  riqueza. — Industrias  'principales.— Ra- 
zas diversas  de  población, — Los  dos  grandes  tipos  de  la  po- 
blación blanca  en  los  Estados  Unidos. 


Este  Estado  tiene  un  territorio  de  67,000  millas,  ó 
7,000  leguas  cuadradas,  situadas  éntrelos  36  y  los  40^ 
de  latitud  Norte.  Deslinda:  al  Norte,  con  el  de  lowa; 
al  Oriente,  con  los  de  Illinois,  Kentueky  y  Mississippi, 
de  quienes  lo  separa  el  gran  río;  al  Sur,  con  Arkansas, 
y  al  Occidente,  con  los  de  Kansas  y  Nebraska.  De 
Noroeste  á  Sureste  lo  atraviesa  el  río  que  le  presta  su 
nombre  con  nn  gran  número  de  tributarios  navega- 
bles, y  como  al  Oriente  lo  limita  el  Mississippi  hasta 
más  abajo  de  la  boca  del  Ohio,  es  el  Estado  de  la 
Unión  Americana  que  goza  de  más  extensa  navega- 
ción interior.  Además,  tiene  en  la  actualidad  cerca  de 
2,000  leguas  de  ferrocarriles,  pues  en  1882  tenía  1,500. 

Empezó  su  organización,  como  simple  Territorio 
en  1812  con  20,845  habitantes,  y  en  1820  había  subido 
á  66,586,  10,000  de  los  cuales  eran  esclavos.   En  1821 


Progreso  de  Missouri  529^ 

fue  admitido  al  rango  de  Estado,  y  su  población  lia 
seguido  después  la  siguiente  marcha: 

En   lcS20 66,586 

En  1830 140,455 

En  1840 383,702 

En  1850 682,044 

En  1860 1.182,012 

En  1870 1.721,295 

En  1880 2.168,380 

En  la  actualidad  (1889)  se  estima  que  no  bajará 
de  2.700,000. 

Su  riqueza  mueble  é  inmueble  se  computaba: 

En  1850  en %      137.247,000,  ó  %  201  por  cabeza. 

En;i860 501.214,000,  ó  $  424         — 

En  1870 1,284.922,000,  ó  $  746         — 

En  1880 1,562.000,000,  ó  $  720         — 

De  suerte  que  entre  1870  y  1880  el  acrecentamien- 
to de  la  riqueza  por  liabitante  se  ha  detenido,  proba- 
blemente porque  yá  han  empezado  emigraciones  de 
sus  pobladores  más  enérgicos  hacia  los  vecinos  novísi- 
mos Estados  de  Kansas,  Nebraska  y*  Colorado. 

Además,  hay  otra  causa  que  explica  esta  paraliza- 
ción aparente  del  movimiento  progresivo  de  la  riqueza. 
Los  avalúos  de  1870  se  bacían  en  papel-moneda,  que 
tenía  respecto  de  la  moneda]¡metálica  un  descuento  de 
25  á  30  por  100.  En  1880  se  hicieron  yá  en  moneda 
de  oro,  y  en  esta  proporción,  %  720  en  1880,  equiva- 
lían á  $  900  en  papel-moneda. 

La  producción  agrícola  de  Missouri  consiste  en  los 
siguientes  artículos,  según  los  datos  y  avalúos  de 
1886: 

34 


530  ProduGoiones  prinoApales 

Artículos,  Carga»  de  91^  @. .     Precio  de  cada    Produc-  Valor  total, 

una.  to    por 

fanegada. 
Cargas. 

Maíz 36.000,000$  1.24  11     $44.549,000 

Trigo 5.500,000  2.52     ^      13.851,000 

Avena  7.644,000  1,.   llf         7.644,000 

Papas 1.025,000  1.68  25  1.725,000 

^fatesV^.^"'!'.'}     11^'^^^         7..15qq.        837,000 

^das)  ^*^^^^®^^"[  1-^6^.(^00        7  ..    liralt  10.253,000 

Con  otros  artículos  de  poca  importancia,  la  pro- 
ducción de  las  cosechas  en  1886  subió  á  $  79.272,000, 
ó  $  32  por  cabeza  de  población. 

La  producción  pecuaria  tiene  por  base  la  siguiente 
riqueza  general: 

Animales.  Número.  Precio  medio  Valor  total. 

de  cada  uno. 

Caballos 782,104  $  57.60  $  45.040,000 

Muías 225,560     66.60     15.019,000 

Vacas  de  leche 737,000     20.25     14.929,000 

Bueyes,  toros  y  terneros  1.429,000     18.24    26.077,000 

Ovejas 1.087,000       1.74       1.894,000 

Cerdos 3.798,000       3.96     15.043,000 

Estos  avalúos  suman  más  de  $  120.000,000,  y  cal- 
culándoles un  promedio  de  producción  anual  de  sólo 
33  por  100,— que  en  el  ganado  de  leche,  en  el  de  lana 
y  el  cerduno  asciende  á  más  de  60  por  100, — puede 
estimarse  en  más  de  $  40.000,000  la  producción  ani- 
mal en  cada  año,  ó  $  16  por  cabeza  de  población. 

Falta  computar  las  producciones  minera,  manu- 
facturera, comercial  y  la  de  acarreo,  más  impor- 
tantes que  la  agrícola  en  Missouri;  sobre  todo  las  dos 
últimas,  especialmente  favorecidas   por   la  situación 


Orígenes  de  su  poilación  531 

del  territorio  con  respecto  al  resto  de  las  poblaciones 
del  valle.  Calcnlándolas,  se  podrá  venir  en  conoci- 
miento de  que  el  pueblo  missuriano  se  acerca  al  térmi- 
no medio  de  producción  de  riqueza  en  los  Estados 
Unidos,  que  se  estima  en  $  200  por  cabeza  de  pobla- 
ción y  por  afio. 


En  capítulo  anterior  se  ha  visto  yá  la  composición 
de  los  diversos  orígenes  de  los  habitantes  de  este  Es- 
tado. En  1880  había  en  él  un  10  por  100  de  naturales 
de  otros  países  y  un  7  por  100  de  raza  africana.  El 
83  por  100  restante  se  componía  de  nativos  blancos  de 
la  Unión,  principalmente  originarios  de  los  Estados 
del  Sur  y  del  Sudoeste;  circunstancia  que  explica  las 
tendencias  separatistas  que  aparecieron  en  él  durante 
la  guerra  civil  de  1861  á  1865,  no  obstante  que  el  nu- 
mero de  esclavos  no  alcanzaba  al  6  ó  7  por  100  de  la 
población  total,  y  que  por  lo  mismo  no  parecía  que  la 
esclavitud  hubiera  de  ser  un  interés  preponderante. 
La  población  extranjera  (211,000)  es  en  su  mayor  parte 
alemana,  y  en  ella  han  aparecido  manifestaciones  de 
querer  conservar  la  afiliación  á  su  patria  abandonada 
y  evitar  la  fusión  en  la  nacionalidad  adoptiva;  fenó- 
meno que,  después  de  los  triunfos  en  la  guerra  con 
Francia  en  1870  y  1871,  se  ha  observado  en  todas 
partes  entre  los  extranjeros  de  origen  alemán,  más 
dispuestos  antes  á  incorporarse  decididamente  en  las 
nuevas  nacionalidades  buscadas  en  la  emigración.  En 
Missouri  pidieron  que  el  Estado  sostuviese  escuelas 
exclusivamente  destinadas  al  elemento  alemán,  en  don- 
de se  enseñase  este  idioma  por  profesores  de  la  misma 


Los  dos  tipos  americanos 

nacionalidad;  protensión  que  fue  rechazada  en  el  acto, 
como  debía  serlo.  En  las  escuelas  públicas  americanas 
se  enseña  francés,  inglés  y  alemán,  y  empieza  á  ense- 
ñarse el  español;  pero  las  lecciones  se  dan  en  lengua 
inglesa:  la  pretensión  de  escuelas  exclusivas  para  los 
alemanes  traspasaba,  pues,  los  límites  de  la  equidad  y 
mostraba  una  aspiración  inaceptable  á  formar  otra 
Alemania  en  un  país  independiente. 


Hasta  aquí  habíamos  atravesado  territorios  coloni- 
zados en  su  mayor  parte  por  uno  de  los  principales 
elementos  de  la  población  americana:  el  tipo  virgi- 
niano;  pero  ahora  íbamos  á  tropezar  con  otro  de  ca- 
rácter algo  distinto:  el  yanhee. 

Como  se  sabe,  los  Estados  Unidos  fueron  ocupa- 
dos por  dos  clases  de  hombres  de  la  misma  nacionali- 
dad inglesa,  pero  adeptos  de  ideas  sociales,  políticas  y 
religiosas  diferentes.  La  región  del  Norte,  desde  el 
río  San  Lorenzo  hasta  el  Potomac,  y  desde  la  bahía 
de  Passamaquoddy  hasta  la  de  Delaware,  lo  fue  prin- 
cipalmente por  esa  parte  de  la  población  inglesa  en 
quien  la  tiranía  religiosa  y  política  principiaba  á 
desarrollar  las  ideas  que  condujeron  á  la  revolución 
inglesa  del  siglo  xvii.  Estos  fueron  los  Puritanos,  ca- 
racteres enérgicos,  almas  templadas  en  el  fuego  del 
amor  á  la  libertad,  en  quienes  el  poderoso  sentimiento 
de  familia  mantenía  costumbres  austeras,  y  que  pre- 
ferían la  emigración,  la  vida  en  medio  de  soledades 
inclementes  y  tierras  inhospitalarias  recién  descubier- 
tas, á  la  arbitrariedad,  la  tiranía  y  la  corrupción  de 
las  costumbres  implantadas  en  su  patria  por  una  di- 


Colonización  del  Oeste  533 

nastía  de  príncipes  orgullosos  y  disolutos.  La  del  Sur, 
desde  la  bahía  de  Chesapeake  hasta  el  arranque  sep- 
tentrional de  la  península  de  Florida,  había  tenido 
por  fundadores  á  hombres  en  quienes  predominaba  el 
espíritu  de  aventura,  la  sed  de  las  conquistas  y  el  pen- 
samiento de  ensanchar  los  límites  del  nombre  inglés 
hasta  las  más  remotas  extremidades  del  globo.  Ee- 
Yolucionarios  en  embrión  los  unos,  conservadores  in- 
conscientes los  otros,  los  primeros  tenían  la  pasión  dé 
buscarse  un  porvenir  con  el  solo  trabajo  de  sus  brazos, 
mediante  la  adquisición,  en  propiedad,  del  pedazo  de 
tierra  que  nunca  estuvo  á  su  alcance  en  la  vieja  In- 
glaterra; mientras  que  los  segundos,  dominados  por 
las  costumbres  de  su  país  nativo,  preferían  hacer 
grandes  adquisiciones  territoriales  que  sólo  con  escla- 
vos podían  cultivar.  En  una  y  en  otra  parte  la  colo- 
nización se  había  limitado,  durante  la  dominación 
inglesa,  á  la  faja  de  tierra  que  se  extiende  desde  el 
Atlántico  hasta  la  cumbre  de  los  Apalaches;  pero  in- 
mediatamente después  de  conquistada  la  independen- 
cia, entre  1780  y  1790,  empezó  la  toma  de  posesión 
de  los  territorios  situados  hacia  el  Oeste  en  el  valle 
de  Mississippi  y  en  los  grandes  lagos  del  Norte.  Vir- 
ginia, las  dos  Carolinas  y  Georgia  enviaron  colonos 
hacia  los  territorios  desiertos  que  hoy  son  Estados 
de  Kentucky,  Tennessee,  Mississippi,  Alabama,  Ar-' 
kansas  y  Luisiana,  llevando  también  sus  esclavos. 
Pensilvania,  Nueva  York,  Nueva  Jersey,  Maryland  y 
los  seis  Estados  de  Nueva  Inglaterra  dirigieron  sus  po- 
bladores á  los  de  Ohio,  Indiana,  Illinois,  lowa,  Michi- 
gan,Wisconsin  y  Minnessota,  para  trabajarlos  exclu- 


534  El  compromiso  de  Missouri 

sivamente  con  hombres  libres.  Entre  los  territorios 
libres  de  Illinois  é  íowa,  al  Norte,  y  el  de  Arkansas, 
con  esclavos  al  Sur,  quedaba  ese  gran  territorio  de 
Missouri,  que  entre  1810  y  1820  había  empezado  á 
poblarse,  y  en  él  apareció  por  primera  vez  el  con- 
flicto entre  la  esclavitud  y  la  emancipación,  en  1819 
y  1820.  El  Norte  exigía  yá  que  en  los  nuevos  Es- 
tados sólo  fuese  establecido  el  trabajo  libre:  el  Sur 
protestaba  contra  esa  libertad,  contraria  á  la  institu- 
ción á  que  creía  deber  la  inmensa  riqueza  que  empe- 
zaba á  obtener  con  la  producción  y  exportación  de 
algodón,  entonces  en  todo  el  auge  de  su  primera  pros- 
peridad. Ese  fue  el  primer  peligro  de  desintegración 
del  gran  coloso,  conjurado  con  el  compromiso  de 
Missouri,  en  cuyo  Estado  se  permitió  la  introduc- 
ción de  esclavos,  pero  con  la  condición  de  que  en  lo 
sucesivo  éstos  no  podrían  ser  llevados  á  ningún  Terri- 
torio al  Norte  de  la  línea   36°,  30'  de  latitud. 

Dos  colonizaciones  muy  distintas  se  formaron  pues. 
Al  Norte  del  Potomac,  del  Ohio  y  del  paralelo  36°  30' 
trabajo  libre,  propiedad  territorial  en  pequeños 
lotes,  igualdad  de  condiciones  y  tradición  de  ideas  y 
costumbres  procedente  de  los  antiguos  puritanos.  Al 
Sur  de  esas  líneas  grandes  propietarios,  trabajo  servil, 
masa  de  población  blanca^  pobre,  comparativamente 
ignorante  y  abatida,  obligada  á  sostener  competencia 
con  los  esclavos.  El  primero  de  estos  tipos,  el  yankee, 
estaba  llamado  á  crecer  primero  en  riqueza,  educa- 
ción é  influencia  política,  fundada  en  el  desarrollo 
democrático.  El  segundo  podía  presentar  individuali- 
dades más  brillantes,  hombres  de  Estado  más  distin- 


Cambio  de  tipo  de  población  535 

guidos,  lujo  y  costumbres  aristocráticas  á  propósito 
para  ganar  la  simpatía  del  europeo,  y  esa  organiza- 
ción, más  poderosa  en  la  apariencia,  que  las  aristo- 
cracias han  mostrado  tanto  en  los  pueblos  antiguos 
como  en  los  modernos. 

Hasta  ahora  sólo  había  visto  ciudades,  civilización 
y  costumbres  en  que  predominan  las  ideas  y  los  gus- 
tos del  tipo  Sur  ó  Virginiano.  Ahora  iba  á  entrar  al 
territorio  del  trabajo  libre  y  debía  empezar  á  palpar 
las  influencias  de  otras  ideas  sociales.  Repasando  el 
Mississippi  volvimos  al  Estado  de  Illinois,  el  cual  cru- 
zamos en  toda  su  extensión,  de  Sur  á  Norte,  hasta  la 
gran  metrópoli  comercial  de  los  lagos. 


'%#^ííl5#^líf5#^#íl$ 


CAPITULO   XXIX 


LA     REINA     DE     LOS     LAGOS 


Llegada  á  Chicago — Progreso  rapidísimo  de  esta  ciudad.— Sus 
principales  producciones. — Investigación  de  las  causas  de 
esta  rápida  evolución. —Su  situación  comercial.— Belleza  de 
sus  calles.— La  Avenida  Michigan.— La  grande  avenida  cir- 
cular.—Una  representación  en  el  teatro  Mc-Vicker.  —  JEl 
Wüd-West  j  el  Circo  romano. —Los  Stock- Yards.~L?LS 
Packing  Houses. — La  división  del  trabajo.- El  trigo. —Cob- 
den  y  la  Liga.— El  libre  cambio.— Influencia  de  los  trabajos 
de  Cobden  en  el  progreso  de  América  y  en  la  evolución 
política  de  Europa. — Los  ferrocarriles  y  Chicago, — Ideas  re- 
trógradas dominantes  en  los  Estados  Unidos  con  relación 
al  libre  cambio. — Riqueza  enorme  de  Chicago.— Los  clubs, 
los  Bancos  y  el  espíritu  de  asociación. — El  incendio  de  187L 

Poco  diré  de  lo  que  se  ve  desde  el  ferrocarril.  -Es 
tan  poco  lo  que  puede  verse  en  esa  carrera  desenfre- 
nada! Campos  mejor  cultivados,  pequeñas  casas  cam- 
pestres rodeadas  de  árboles,  blancas  y  de  aspecto  asea- 
do. Aquí  trigo,  allá  maíz,  más  Jejos  avena,  de  vez  en 
cuando  trébol,  hasta  los  confines  del  horizonte;  en  las 
líneas  divisorias  de  las  propiedades  hileras  de  arces; 
árbol  cuya  savia  evaporada  da  al  condensarse  un  dulce 
exactamente  igual  en  la  forma,  el  color  y  el  sabor  á 
nuestra  panela,  y  cuya  producción  se  cuenta  por  millo- 
nes de  arrobas  en  los  Estados  del  Norte  de  la  Unión  (1). 

(1)  1.600,000  de  arrobas  en  1885. 


Cercanías  de  Chioago  537 

Ausencia  completa  de  montañas;  por  todas  partes  pra-- 
deras  onduladas  semejantes  á  las  olas  de  un  mar  repen- 
tinamente petrificado;  de  trecho  en  trecho  divisábamos 
la  flecha  aguda  de  los  campanarios  de  las  iglesias  de  las 
aldeas;  pero  la  rapidez  del  tren  y  la  nivelación  del  terre- 
no constantemente  igual  no  nos  daban  tiempo  de  obser- 
var bien  la  apariencia  de  éstas.  En  los  caminos  toda 
la  gente  circulaba  en  coches  y  carros  tirados  por  caba- 
llos: nada  de  Jinetes  y  muy  poco  de  gente  á  pie.  Por 
la  tarde  empezó  á  menudear  el  número  de  locomoto- 
ras que  veíamos  pasar  á  lo  lejos,  al  Norte,  al  Sur, 
al  Oriente,  al  Occidente,  y  también  cruzábamos  yá 
con  frecuencia  los  rieles  de  otras  líneas.  Luego  alcan- 
zamos á  ver  á  nuestra  derecha  los  reflejos  de  un  mar; 
las  velas  blancas  de  los  botes  pescadores,  semejantes  á 
bandadas  de  gaviotas,  y  la  cabellera  flotante  de  humo 
de  los  vapores,  aparecieron  en  lontananza;  á  nuestro 
frente  el  horizonte  se  cubría  de  nubes  de  humo  espeso 
que  brotaban  de  altas  chimeneas;  entramos  en  un 
campo  cubierto  en  una  grande  extensión  de  rieles  ex- 
tendidos en  un  gran  número  de  paralelas.  Estábamos 
en  Chicago.  Tumulto  inmenso  en  la  estación.  Aten- 
tos á  nuestros  baúles  y  maletas  en  medio  de  esa  mul- 
titud, yá  no  volvimos  á  ver  nada  hasta  que  no  nos 
detuvimos  á  la  puerta  del  hotel  Sheríuan. 

Chicago  es  uno  de  los  milagros  realizados  por  los 
americanos  en  el  siglo  xix.  Su  localidad  se  reducía 
á  una  llanura  pantanosa  en  el  costado  Sudoeste  del 
lago  Michigan,  atravesada  por  un  pequeño  río  que 
allí  descargaba  sus  aguas.  Una  ó  dos  chozas  de  caza- 
dores, y  un  fuerte  de  poca  importancia,  construido  por 


538  Progreso  de  la  ciudad 

«1  Gobierno  para  vigilar  á  los  indios,  constituían  todo 
su  caserío.  En  1835  un  señor  Beaubien  compró  en 
-$  94-61  todo  el  terreno  en  que  está  edificada  hoy  la 
ciudad,  lo  dividió  en  lotes  y  ofreció  algunos  de  ellos 
■en  la  bolsa  de  Nueva  York;  hecho  que  Michel  Ohe- 
valier  menciona  en  sus  célebres  Cartas  soire  la  Amé- 
rica del  Norte,  publicadas  en  1836.  En  un  pleito  que 
se  siguió,  el  título  de  Beaubien  á  la  propiedad  de  esas 
tierras  fue  declarado  nulo,  y  los  proyectos  de  éste 
vinieron  al  suelo.  En  1837,  sin  embargo,  principió  la 
construcción  de  la  ciudad. 

En  1830  habitaban  allí 70  habitantes. 

En  1840 4,853         — 

En  1850 29,900         — 

En  1860 112,000         — 

En  1870 298,000         — 

En  1880 503,000         — 

En  1886 703,817         — 

La  actividad  industrial  de  sus  habitantes  había 
crecido  en  proporciones  todavía  mayores.  Esa  ciudad 
había  asumido  la  posición  de  centro  principal  de  ne- 
gociación y  distribución  de  la  inmensa  riqueza  agrí- 
cola y  manufacturera  de  todo  el  gran  Oeste.  Tres  fue- 
ron en  el  origen  los  ramos  de  producción  que  allí  to- 
maron asiento. 

A.  La  matanza  de  cerdos  y  la  preparación  en  gran- 
de escala  de  las  carnes  y  mantecas  de  este  animal  para 
•distribuirlas  á  sus  consumidores  de  Europa,  de  toda 
América  y  aun  de  Asia:  las  carnes  secas  ó  cocidas; 
los  jamones;  los  salchichones  y  embutidos  de  todas 
clases;  el  tocino  en  su  estado  primitivo  y  la  manteca 
conservada  en  potes  de  lata: 


Ramos  de  prodiicción  539 

La  matanza  de  ganado  vacuno  y  lanar,  y  la  prepa- 
ración adecuada  de  sus  carnes  para  conservarlas  por 
largo  tiempo  y  exportarlas  á  diversos  países. 

B.  La  negociación  de  cereales,  principalmente 
trigo  y  harina,  para  exportarlos  á  todo  el  mundo  ó 
dirigirlos  á  los  mercados  del  interior. 

O.  El  acopio  y  distribución  de  maderas  cortadas 
<3n  los  inmensos  bosques  de  pinos  y  robles  que  se  ex- 
tienden á  lo  largo  de  las  primeras  vertientes  del 
Mississippi  y  del  Missouri  y  al  rededor  de  los  cinco 
grandes  lagos  del  Norte. 

La  matanza  de  cerdos  y  preparación  y  empaque  de 
sus  productos  estaba  concentrada  en  Oincinnati  hasta 
1850,  lo  que  había  valido  á  esta  simpática  ciudad, 
llamada  por  unos  La  Reina  del  Oeste,  el  menos  poé- 
tico nombre  de  PorcópoUs;  en  1854,  sin  embargo,  yá 
Chicago  llegó  á  matar  y  empacar: 

En  1854 52,800  cerdos. 

En  1860 151,000     — 

En  1871   (año  del  grande  in- 
cendio)         919,900     — 

En  1881 5.752,000     — 

En  1886    8.000,000     — 

La  de  ganado  vacuno  ascendió 

en  1863  á 70,086  cabezas. 

Enl885. L319,000     — 

En  1886  alcanzó  á L500,000     — 

La  de  carneros  había  subido  en 

1886  á   2.000,000     — 

Los  embarques  de  trigos  y  harinas  para  otras  pía- 


540  Su  comercio 

zas,  habían  principiado  en  1853  con  car- 
gas de  10  arrobas 19 

Subieron  en  1870  á 13.500,000 

Y  en  1883  á 35.430,064! 

La  madera  acopiada  en  los  almacenes  de  Chicago, 

para  despachar  y  vender  á  todo  el   mundo  fue,   en 
1853,  de: 

Pies  cúbicos  en    vigas,   cercos, 
chaflones,  etc 202.101,000 

Y  en  tablas  (número) 93.483,000 

Subió  en  1885:  en  vigas,    cer- 
cos, etc.,  pies  cúbicos 1,744.892,000 

En  tablas  (número  de  tablas) . .  795.248,000 

Al  lado  de  estos  artículos  surgieron  otros  muchos: 
sal,  carbón  mineral,  cueros  de  res,  de  ovejas  y  de  cer- 
dos, lana,  minerales  de  hierro  y  de  cobre,  mercancías 
extranjeras  y  nacionales,  etc.  Las  transacciones  co- 
merciales, excluyendo  el  valor  de  los  objetos  destina- 
dos al  consumo  propio  de  la  ciudad,  montaban  á 
%  20.000,000  en  1850,  á  $  97.000,000  en  1860,  á 
%  377.000,000  en  1870,  á  $  900.000,000  en  1880,  y  á 
$  1,050.000,000  en  1883.  Es  decir,  el  comercio  inte- 
rior de  esa  sola  ciudad  montaba  á  una  suma  apenas 
inferior  en  un  25  por  100  á  todo  el  comercio  exterior, 
exportaciones  é  importaciones  reunidas,  de  toda  la- 
Unión! 

Su  riqueza  es  tan  grande,  que  al  visitarla  no  se 
sorprende  uno  al  saber  que  se  está  trabajando  para 
rodear  el  caserío  con  una  espléndida  avenida  sem- 
brada de  árboles,  de  10  leguas  de  largo  en  toda  la  cir- 
cunferencia exterior! 


Causas  de  su  prosperidad  541 

A  la  vista  de  esa  prosperidad  maravillosa  la  mente 
se  recoge  para  investigar  las  causas  que  la  han  produ- 
cido, y  separar  lo  que  es  obra  espontánea  de  la  natura- 
leza, de  lo  que  es  resultado  de  las  instituciones  socia- 
les, del  trabajo  del  hombre,  de  agencias  al  alcance  de 
la  voluntad  humana. 

Lo  primero  que  involuntariamente  viene  á  la  me- 
moria es  la  acción  de  los  ferrocarriles  y  de  la  inmi- 
gración extranjera;  pero  recapacitando  un  poco  se 
cae  en  la  cuenta  de  que  el  desarrollo  anormal,  prodi- 
giosOjde  los  Estados  Unidos  no  había  sido  menor,  pro- 
porcionalmente,  en  los  primeros  cuarenta  años  de  la 
independencia  (de  1790  á  1830) — época  en  que  no  ha- 
bía ferrocarriles  y  la  inmigración  era  insignificante, — 
que  en  los  cuarenta  siguientes  (de  1830  á  1870),  y  se 
comprende  que  tanto  los  ferrocarriles  como  la  inmi- 
gración extranjera  han  sido  efecto  más  bien  que 
causa  de  esa  prosperidad. 

Si  se  busca  el  origen  en  la  fertilidad  del  suelo  y 
en  la  localidad  favorable  al  comercio  de  esa  región, 
basta  ver  que  en  España,  por  ejemplo,  el  suelo  y  el 
clima  de  Andalucía  no  son  menos  fértiles  ni  menos 
adecuados  al  trabajo  y  la  felicidad  del  hombre;  tanto  • 
que  ahora  ocho  ó  nueve  siglos  en  esa  región  brotó 
también  una  de  las  más  extraordinarias  fulguraciones 
de  civilización,  riqueza  y  poderío  que  conserva  la  his- 
toria del  mundo.  Córdoba  y  Sevilla,  en  efecto,  no  sólo 
no  cedían,  sino  que  tal  vez  sobrepujaban  á  Chicago, 
Boston  y  Xueva  York  en  los  tiempos  modernos.  ¿Por 
qué  Andalucía  no  es  hoy  una  de  las  más  ricas  y  civiliza- 
das mansiones  del  globo?— ¿Por  qué  hay  tanta  distan- 


542       Civilización  antigua  en  territorio  nuevo 

oia  entre  la  riqueza  de  Chicagoy  la  de  Nueva  Orleans, 
siendo  esta  última  quizás  la  que  cuenta  á  su  rededor 
tierras  más  fértiles  y  en  su  situación,  sin  igual  para  el 
comercio,  las  mejores  condiciones  de  toda  la  América? 
Chicago  no  tiene,  como  San  Francisco  ó  como  las 
ciudades  de  Australia,  la  vecindad  de  ricas  minas 
de  oro  y  plata;  no  ha  recibido,  como  recibía  Roma 
ahora  veinte  siglos,  los  despojos  de  cien  países  con- 
quistados; no  está,  como  Londres  y  París,  en  el  centra 
de  ]a  civilización  y  riqueza  del  mundo:  fue  fundada, 
al  contrario,  á  300  leguas  del  mar,  en  el  centro  de  lo 
que,  al  tiempo  de  su  fundación,  era  un  desierto  inhos- 
pitalario. Destruida  por  el  fuego  en  1871  y  1874,  se 
levantó  de  entre  sus  cenizas  y  continuó  con  pasos  de 
gigante  su  carrrera.  Todo  lo  que  puede  decirse  es: 
que  en  su  localidad  concurrían  condiciones  adecuadas 
á  lo  que  la  evolución  social  de  los  tiempos  modernos 
pide  para  realizar  el  progreso:  tierras  fértiles  al  alcan- 
ce de  todos  los  hombres;  libertad  religiosa  y  política; 
facilidades  naturales  para  la  locomoción  económica^ 
ausencia  de  trabas  y  ligaduras  creadas  por  las  institu- 
ciones y  costumbres  de  lo  pasado  al  desenvolvimiento 
de  las  fuerzas  del  hombre  civilizado.  En  una  palabra: 
naturaleza  primitiva  y  pueblo  yá  formado  por  la 
adversidad  á  la  lucha  contra  los  obstáculos.  Si  el 
hombre  yá  maduro  por  los  años  pudiese  volver  á  la 
primera  juventud  con  todo  un  caudal  de  experiencia,, 
¡cuánto  no  sería  capaz  de  realizar  en  esa  segunda  vida 
que  todos  querríamos  poder  volver  á  vivir!  Algo  se- 
mejante ha  sucedido  en  Chicago  y  en,  toda  esa  re- 
gión del  Oeste  y  Noroeste   de  los  Estados   Unidos^ 


Posición  admirable  543 

Pobló  esas  llanuras  espléndidas  no  el  salvaje  igno- 
rante, sino  el  hombre  yá  civilizado;  gobernó  la  emi- 
gración de  esos  nuevos  israelitas  la  libertad  inteli- 
gente, no  el  brazo  de  hierro  de  Moisés,  inspirado  por 
el  demonio  do  la  intolerancia;  sembró  semillas  fecun- 
das en  el  suelo  fértil,  no  sembró  de  sal  las  ruinas  hu- 
meantes de  las  ciudades  destruidas;  levantó  altares^ 
no  al  Dios  de  los  Ejércitos  ni  á  la  Divinidad  exclusiva 
de  Abraham,  Isaac  y  Jacob,  sino  al  Omnipotente,  que 
cubre  con  su  manto  á  todas  las  criaturas  y  mira  con 
ternura  especial  á  los  débiles  y  á  los  afligidos. 

La  Reina  de  los  Lagos  tiene  en  efecto  una  situa- 
ción admirable.  Encima  de  las  primeras  vertientes 
del  Mississippi  y  del  Missouri  se  extienden  en  medio 
de  una  vasta  llanura,  en  la  mitad  del  ancho  conti- 
nente, cinco  grandes  lagos,  cinco  mares  de  agua  dul- 
ce. El  Superior  y  el  Michigan,  con  130  y  100  leguas-- 
de  largo  y  40  y  20  de  ancho,  respectivamente;  el  Erie 
y  el  Hurón  con  90  y  80  de  largo  y  16  y  30  de  ancho; 
el  Ontario,  en  fin,  con  60  de  largo  y  13  de  ancho: 
todos  ellos  con  profundidad  de  60  hasta  400  varas,, 
rodeados  de  inmensos  bosques  de  excelentes  maderas^ 
comunicados  ó  fácilmente  comunicables  entre  sí  por 
canales  naturales  y  artificiales.  La  altura  que  los  se- 
para de  los  ríos  tributarios  al  Mississippi  es  tan  pe- 
queña, que  con  gastos  comparativamente  reducidos  ha 
podido  comunicarse  los  lagos  con  el  río,  por  cana- 
les de  pocas  esclusas;  de  suerte  que  Chicago,  recibien- 
do sus  aguas  potables  del  lago  Michigan,  ha  podida 
arrojar  las  aguas  sucias  de  sus  cloacas  al  golfo  de 
México,  por  medio  del  Canal  de  Illinois  y  Michigan, 


54á  Las  vías  de  comunicación 

La  salida  natural  de  estos  lagos  es  el  río  San  Lorenzo, 
por  el  cual  los  buques  cargados  en  Chicago  pueden 
seguir  viaje  hasta  Liverpool;  el  Canal  de  Erie  los 
pone  en  contacto  fluvial  con  el  Hudson  y  la  ciudad 
de  Nueva  York;  el  de  Illinois  y  Michigan  con  el 
Mississippi,  y  10,000  leguas  de  ferrocarriles  en  todas 
direcciones  comunican  la  ciudad  con  todos  los  extre- 
mos de  la  Unión. 


Situada  en  la  extremidad  Norte  del  Estado  de 
Illinois,  tiene  al  Norte  los  lagos  y  los  Estados  de  Mi- 
chigan, AVisconsin  y  Minnessota;  al  Oriente,  los  de 
Indiana  y  Ohio;  al  Occidente,  el  de  lowa,  y  al  Sur, 
los  de  Kentucky  y  Missouri.  Es  decir,  ocupa  el  centro 
de  un  territorio  homogéneo  y  compacto  poblado  por 
más  de  16.000,000  de  habitantes. 

Excusado  es  decir  que  en  punto  á  iglesias,  hoteles, 
bancos,  clubs,  estaciones  de  ferrocarriles,  hospitales, 
hospicios  y  establecimientos  de  caridad,  escuelas  y 
colegios,  teatros  y  parques  públicos,  calles  y  plazas, 
está  á  la  altura  de  las  primeras  ciudades  del  mundo. 
En  materia  de  calles,  daré  idea  de  una  sola,  de  la 
Avenida  Michigan,  que  no  es  la  mejor,  sino  aquella 
de  que  conservo  recuerdo  más  distinto,  por  haberla 
atravesado  mayor  número  de  veces. 

Empieza  en  el  Parque  del  Lago,  al  cual  da  vista 
cerca  del  monumento  levantado  á  la  memoria  del  dis- 
tinguido orador  y  hombre  de  Estado  Stephen  A.  Dou- 
glas,  muerto  en  1862,  y,  extendiéndose  paralela  al 
lago,  termina  en  la  calle  de  Jackson,  vecina  al  Parque 
del  mismo  nombre, — el  más  extenso  de  los  muchos  que 


La  avenida  MicJiigán  545 

encierran  la  ciudad, — en  una  prolongación  de  más  de 
una  legua.  Se  compone  de  una  carretera,  macadami- 
zada  á  trechos  y  á  trechos  cubierta  con  adoquines  de 
madera,  de  30  metros  de  anchura.  A  cada  lado  se 
extiende  una  faja  de  15  metros  de  césped,  con  doble 
hilera  de  frondosos  árboles,  olmos  casi  todos.  Al 
costado  de  esta  faja  de  verdura  va  la  acera  ó  enlo- 
sado de  grandes  piedras  labradas,  que  es  el  camino 
de  la  gente  de  á  pie,  y  tiene  no  menos  de  8  metros 
de  espacio.  Luego  empiezan  los  jardines  de  las  ha- 
bitaciones, protegidos  por  elegantes  enrejados  de  hie- 
rro sostenidos  á  trechos  por  columnas  de  piedra  labra- 
da coronadas  por  faroles  de  gas.  En  partes  sólo  hay 
edificios  de  un  lado,  y  en  el  opuesto  va  la  playa  del 
lago;  pero  toda  la  parte  edificada  se  compone  de  casas 
de  uno  ó  dos  pisos  altos,  rodeadas  de  un  parquecito 
plantado  de  árboles,  enredaderas  y  flores  escogidas, 
siempre  con  un  juego  de  aguas  fresco  y  gracioso  en  el 
centro. 

En  las  grandes  ciudades  europeas  fatiga  la  vista  en 
las  calles  la  monotonía  general  de  las  construcciones, 
casi  todas  casas  de  cuatro,  cinco  ó  seis  pisos  de  arqui- 
tectura uniforme.  En  la  Avenida  Michigan,  así  como 
en  otras  calles  modernas  de  las  ciudades  do  Norte- 
América,  casi  no  hay  dos  casas  iguales:  la  una  figura 
un  castillo  gótico  con  torres  cuadradas  coronadas  de 
almenas;  la  siguiente  es  una  casa  morisca  sostenida 
por  columnas  delgadas  entre  puertas  y  ventanas  ojiva- 
les; la  tercera  es  un  chalet  suizo;  luego  un  palacio  ita- 
liano del  renacimiento;  ésta  termina  en  azotea;  aquélla 
en  un  techo  á  la  Mansard;  esa  otra  en  un  tejado  de  alas 

35 


546  Los  patios  de  las  casas 

tendidas.  Aquí,  granito  rojo;  allá,  piedra  verde;  más 
lejos,  mármol  blanco;  luego,  ladj'illo  de  diversos  colo- 
res. Una  casa  semejaba  montones  cónicos  de  piedra 
redonda,  lisa,  acabada  de  sacar  del  lecho  de  un  torren- 
te: dentro  de  esos  montones  se  abrían  espléndidos  de- 
partamentos llenos  de  gusto  y  elegancia  en  sus  mue- 
bles y  adornos  interiores.  En  algunos  de  los  jardines 
del  frente  un  pequeño  lago  ostentaba  cisnes,  patos  y 
diversas  aves  acuáticas:  grandes  pajareras  de  alambre 
entre  las  ramas  encerraban  aves  de  canto  ó  de  pluma; 
de  tronco  á  tronco  de  los  árboles  colgaban  hamacas 
en  que  se  mecían  niños  alegres,  ó  leían  reposadamen- 
te la  última  novela  de  Daudet  ó  de  Palacio  Valdés, 
traducidas  al  inglés,  bellas  y  elegantes  señoritas.  Pare- 
cía eso  una  ciudad  encantada,  y  esperaba  uno  ver  apa- 
recer de  repente  la  reina  de  las  hadas  en  medio  de  un 
cortejo  de  ninfas  coronadas  de  ñores.  De  mí,  puedo 
decir  quü  no  vi  en  ninguna  délas  ciudades  de  Europa 
que  me  ha  sido  dado  visitar,  nada  comparable  á  estas 
calles.  Considérese  lo  que  será  esa  ciudad  cuando, 
concluida  la  ejecución  de  los  proyectos  actuales,  se 
extienda  á  su  rededor  una  línea  circular  de  diez  leguas 
de  avenidas  iguales  ó  superiores  á  la  Michigan! 


Llegamos  á  ella  con  las  últimas  luces  del  día,  y,  á 
pesar  de  la  fatiga  de  diez  horas  de  viaje,  nos  era  pre- 
ciso aprovechar  los  instantes  para  ver  todo  lo  que 
fuese  posible  en  el  corto  espacio  de  tiempo  que  podía- 
mos conceder  á  cada  una  de  estas  grandes  metrópo- 
lis. Así  pues,   después  de  comer  salimos  á  la  calle  y 


Los  teatros  547 

entramos  al  primer  teatro  que  encontramos  abierto. 
Los  teatros,  las  calles  principales,  los  mercados,  los 
paseos  públicos,  las  iglesias  y  los  barrios  habitados 
por  la  clase  pobre,  son  los  lug.ires  adonde  natural-, 
mente  debe  dirigirse  de  preferencia  el  viajero  que 
desea  formarse  una  idea  ligera  de  la  manera  de  ser  de 
una  población.  En  los  teatros,  sobre  todo,  la  observa- 
ción es  doble,  porque  se  ve  el  aspecto  de  la  gente  en 
sus  diferentes  clases: — el  público  general  en  el  patio; 
la  gente  acomodada,  en  los  palcos  de  las  primeras 
filas;  las  familias  de  la  clase  media  en  los  palcos  supe- 
riores, y  la  masa  inferior  en  las  bohardillas  ó  último 
piso,  llamado  en  España  el  Paraíso  y  entre  nosotros 
Gallinero: — y  al  propio  tiempo  la  representación  su- 
giere casi  siempre  la  clase  de  ideas  dominantes,  algo 
sobre  la  naturaleza  de  las  costumbres,  pasiones,  vicios, 
ridiculeces  y  manera  de  ser  general  de  la  sociedad. 
El  autor  dramático,  aunque  quiera  exhibir  las  costum- 
bres y  los  hechos  de  otros  países  y  otros  tiempos,  in- 
conscientemente tiene  que  inspirarse  en  las  ideas, 
caracteres  y  costumbres  que  tiene  á  la  vista,  por  más 
esfuerzo  que  haga  su  imaginación  para  recomponer 
en  la  mente  escenas  y  personajes  distintos.  Yá  en 
Nueva  Orleans  y  San  Luis  habíamos  visto  el  teatro  y 
empezado  á  formar  concepto  de  la  sociedad  americana 
por  la  clase  particular  de  escenas  allí  representadas; 
pero  teníamos  á  pechos  verlo  en  Chicago,  ciudad  que 
juzgábamos  más  americana  que  ninguna  otra,  excepto 
Boston  y  Filadelfia,  que  parecen  ser  los  dos  tipos  más 
completos  de  esa  sociedad. 

Acertó   á  ser   Me.   Vicker,   uno   de   los  mejores, 


548  Represeiitación  en  uno  de  ellos 

si  no  el  mejor  de  Chicago,  el  que  nos  tocó  visitar, 
y  se  representaba  Los  Turistas  (1),  ó  viajeros  por 
placer. 

Éranse  dos  viajeros  ingleses  que  pasaban  los  meses 
de  verano  en  los  Estados  Unidos,  recorriendo  el  país 
por  los  ferrocarriles,  con  disposición  á  encontrar  de 
preferencia  los  lados  ridículos  ó  desagradables  de  la 
sociedad  americana.  Uno  de  ellos  era  un  elegante  de 
profesión,  truhán  por  carácter,  bastante  inclinado  al 
brandy  y  al  champaña,  y  deseoso  de  burlarse  de  los 
americanos  en  todo  lo  posible.  Su  compañero  era  un 
joven  estudioso,  pipiciego,  y,  po-r  consiguiente,  mo- 
derado y  aun  tímido,  á  quien  su  socio  calavera  hacía 
caer  con  frecuencia  en  lances  ridículos  y  á  las  veces 
harto  desagrables;  pero  siempre  dando  por  resultado 
la  superioridad  del  carácter  inglés  sobre  el  americano. 
Entiendo  que  la  pieza  era  escrita  por  un  inglés,  pero 
amoldada  á  los  gustos  del  teatro  americano. 

En  el  primer  acto  los  viajeros  llegan  á  un  sitio  de 
veraneo,  en  donde  se  encuentran  en  medio  de  la  vida 
fácil  y  alegre  de  las  familias  que  salen  en  busca  de 
desahogo  y  de  placeres  campestres.  La  escena  muestra 
¿1  carácter  poco  cuidadoso  de  los  padres,  las  disposi- 
ciones amatorias  de  las  madres,  á  pesar  de  sus  años,  y 
la  coquetería  poco  escrupulosa  de  las  niñas,  las  cuales, 
poco  más  ó  menos,  andan  siempre  en  cacería  nada 
tímida  de  maridos,  ó  á  lo  menos  de  candidatos  á  tales 
colocaciones.  Estos  por  su  parte  no  escasean,  pero  los 

(1)  El  Diccionario  de  la  Acadetaia  no  trae  esta  palabra,  ne- 
cesaria en  el  día  para  calificar  una  clase  de  viajeros  que  busca 
por  placer  impresiones  rápidas  en  los  países  que  recorre. 


Costumbres  americanas  549 

ingleses  saben  siempre  llevarse  la  preferencia  por  sus 
modales  aristocráticos,  que  las  americanas  estiman  en 
mucho  y  procuran  imitar  con  monerías  que  provocan 
la  risa  más  contenta  de  los  insulares.  En  concepto  de 
las  americanas,  los  viajeros  desconocidos  son  duques  y 
marqueses  disfrazados,  y  sus  extravagancias  inspiran 
alta  idea  de  su  riqueza  y  posición. 

En  el  segundo  acto  la  escena  se  traslada  á  un  coche 
de  camas  {sleeping-car)  de  un  tren  de  ferrocarril  du- 
rante la  noche.  El  sirviente  negro  que  asiste  en  el 
coche  es  objeto  de  todas  las  burlas,  las  cuales  trata  de 
devolver  con  cÍ3rta  torpeza  maliciosa  que  despierta 
en  el  auditorio  la  más  gozosa  hilaridad.  Un  ladrón 
atrevido  que  se  introduce  en  el  coche,  revólver  en 
mano,  saquea  impunemente  á  los  pasajeros  desarma- 
dos y  llenos  de  terror,  y  cuando  uno  de  ellos  quiere 
hacer  resistencia,  el  Recaudador  de  peajes,  como  aquél 
se  intitula,  fríamente  lo  despacha  con  uno  de  sus  tiros, 
y  arroja  el  cuerpo,  muerto  ó  tan  sólo  herido,  por  la 
portezuela:  precedente  que  hace  fácil  la  continuación 
de  su  tarea  y  que  no  despierta  ningún  asombro  espe- 
cial entre  los  demás  pasajeros,  á  quienes  se  supone 
acostumbrados  á  estos  lances.  El  ladrón  se  escapa 
luego  tranquilamente,  y  las  señoras,  que,  en  extremo 
asustadas,  salen  de  sus  lechos  en  traje  enteramente 
matinal,  provocan  el  deseo  de  nuevas  aventuras  en  el 
duque  inglés,  el  cual  se  presenta  algo  ligeramente  cu- 
bierto á  dar  protección  á  las  damas  adoloridas.  Los 
pasajeros  yá  no  pueden  dormir,  falta  mucho  aún  para 
la  vuelta  de  la  luz  y  se  trata  de  organizar  algo  en  qué 
pasar  el  resto  de  la  noche:  el  conductor  del  tren  y  el 


550  Especialidades  del  gusto  americano 

negro  sirviente  empiezan  á  cantar;  éste  las  canciones 
de  los  de  su  raza,  con  acompañamiento  de  vihuela;  el 
otro  canciones  populares  de  diversos  países,  con  acom- 
pañamiento de  baile  y  castañetas  á  las  veces.  Canta 
en  francés,  alemán,  sueco,  español  y  polaco,  carac- 
terizando admirablemente  estos  diversos  pueblos.  No 
dejaré  de  confesar  que  esta  parte  de  la  representa- 
ción me  pareció  una  de  las  más  extraordinarias,  y 
francamente  diré  que  de  las  más  agradables. 

En  otros  teatros  vi  una  particularidad  que  me 
llamó  la  atención.  Al  lado  de  las  escenas  de  la  come- 
dia algún  actor  favorito  del  público  acompañaba  con 
muecas  grotescas  el  juego  de  los  actores;  lo  que  no 
sólo  no  distraía  de  la  trama  á  los  espectadores,  sino 
que  provocaba  en  la  generalidad  del  auditorio  las  más 
francas  risotadas.  Se  comprende  que  un  pueblo  tan 
laborioso  como  el  americano  no  encuentra  placer  en 
los  dramas  ó  comedias  complicadas  ó  que  requieren 
grande  esfuerzo  de  atención  para  percibir  sus  bellezas, 
sino  en  gracias  naturales  de  fácil  percepción,  que  des- 
piertan buen  humor  y  preparan  al  sueño.  Mal  negocio 
sería  interesarse  en  un  orden  de  ideas  distinto  de  las 
del  trabajo  diario,  ó  dormir  bajo  la  penosa  impresión 
de  un  drama  terrífico,  ó  de  pasiones  violentas,  de  esas 
que  hacen  insufrible  el  trabajo  y  aun  poco  codiciable 
el  dinero. 

Las  piezas  representadas  generalmente  en  los  tea- 
tros, según  tuve  ocasión  de  confirmar  después  mi  ob- 
servación, carecen  de  trama,  de  desenlace  y  de  estudio 
seguido  de  alguno  de  los  problemas  sociales:  son  más 
bien  escenas  ó  cuadros  sueltos,  ligeros,  encaminados  á 


La  parte  material  del  teatro  551 

liacer  reír  y  desarrugar  las  frentes  oscurecidas  por  las 
preocupaciones  de  la  especulación.  Tendencia  de  la 
literatura,  por  lo  demás,  qne  no  es  exclusiva  del  pue- 
blo americano,  pues  en  la  novela  francesa  y  la  españo- 
la modernas  puede  observarse  en  el  día  igual  cosa: 
cuadros  sueltos  de  las  costumbres  populares  contempo- 
ráneas, débilmente  ligadas  por  una  trama  insignifican- 
te destinada  á  conservar  un  pequeQo  resto  de  unidad 
entre  las  diversas  escenas.  Trabajo  de  imitación  del 
natural  más  que  de  creaciones  ideales  de  la  fantasía. 
La  parte  exterior  de  la  representación,  el  edificio 
del  teatro  y  sus  adornos,  sí,  magníficos.  Al  de  Mc- 
Vicker  se  penetra  por  un  espacioso  vestíbulo  (abriga- 
do contra  los  cambios  repentinos  de  la  temperatura) 
á  amplios  corredores  bien  alumbrados,  provistos  de 
grandes  y  hermosas  salas  de  desahogo.  El  patio  y  el 
escenario  iluminados  con  luz  eléctrica  oculta  cuida- 
dosamente para  evitar  la  ofuscación  que  suele  produ- 
cir á  los  ojos  no  acostumbrados  á  ella;  admirablemen- 
te ventilados  por  un  aparato  colocado  en  el  cielo  raso, 
que  distribuye  aire  artificialmente  calentado  en  in- 
vierno y  refrescado  en  el  verano.  El  edificio  tiene  ca- 
pacidad para  unas  2,000  personas,  á  lo  más;  está  aisla- 
do de  las  habitaciones  contiguas  para  prevenir  los 
riesgos  de  incendio,  y  para  el  caso  de  ocurrir  éste, 
está  provisto,  según  se  nos  informó,  de  más  de  veinte 
salidas  en  distintas  direcciones,  á  favor  del  aislamien- 
to de  sus  paredes  exteriores. 


Para  la  mañana   del  siguiente  día  estaba  anuncia- 
da una  de  esas  funciones  en  que,  á  imitación  del  circo 


552  El  Wild-  West  de  Forepaugh 

romano  de  los  tiempos  del  Imperio,  se  representan 
las  costumbres  semi-salvajes  de  la  ocupación  primi- 
tÍYa  de  las  soledades  del  Oeste:  escenas  del  Wild- 
Westy  como  allá  se  dice,  del  famoso  empresario  Fo 
repaugh,  y  á  ella  resolvimos  asistir,  como  espectácu- 
lo más  concurrido  por  las  diversas  clases  de  la  po- 
blación. 

En  el  centro  de  un  grande  espacio  cercado  de  tablas 
se  levantaba  un  circo  del  mismo  material,  compuesto 
de  diez  ó  doce  órdenes  de  gradería  circular,  que  deja- 
ba encerrado  un  patio  de  unos  100  metros  de  largo 
por  50  ó  60  de  ancho.  Podían  tomar  cómodo  asiento 
de  12  á  15,000  espectadores,  y  estaba  perfectamente 
lleno  de  señoras,  hombres,  nifios  y  personas  de  toda 
condición,  ricos  y  pobres.  En<el  programa  de  la  fun- 
ción estaba  anunciada  como  pieza  inaugural  La  ejitra- 
da  triunfal  de  Vespasiana  en  Roma. 

El  espectáculo  empezó,  pues,  por  una  procesión 
imponente  de  soldados  romanos,  elefantes  armados  de 
altas  torres,  sobre  cuyas  almenas  asomaban  las  picas 
de  los  guerreros;  camellos,  dromedarios,  carros  de 
construcciones  diversas,  prisioneros  de  distintas  nacio- 
nes, y  en  medio  de  una  guardia  de  amazonas,  un  gran 
carro  tirado  por  caballos  blancos  conduce  á  Vespasiano 
con  todas  sus  insignias  imperiales;  en  seguida  un  gran 
séquito  de  jinetes  con  vestidos  y  arreos  de  los  diver- 
sos países  sometidos  á  Roma,  iberos,  numidas,  galos, 
egipcios  y  asiáticos  de  diversas  procedencias.  La  idea 
de  la  superioridad  de  Roma  sobre  el  mundo  entonces 
conocido  se  conoce  que  empieza  á  perseguir  el  cerebro 
americano  con  sus  visiones  de  o:randeza  futura.  Y  en 


El  circo  romano  553 

efecto,  para  completar  la  semejanza  de  esta  fiesta  ro- 
mana, fuera  del  circo  sigue  una  gran  galería  llena  de 
leones,  tigres,  panteras,  cebras,  hipopótamos,  rinoce- 
rontes, jirafas,  boas  y  animales  raros  de  todas  partes 
del  mundo:  al  sonido  de  las  trompetas  y  á  las  aclama- 
ciones de  la  masa  inmensa  de  espectadores  se  oye  res- 
ponder el  rugido  de  los  leones  y  el  sordo  ronquido  de 
los  tigres. 

Des  portes  tout  á  coup  los  gonds  d'acier  géraissent. 
La  foule  entre  en  froissant  les  grilles  qui  f rémissent. 
Les  panthéres  dans  l'ombre  ont  tressailli  d'effroi, 
Et  poussant  mille  cris  qu'un  long  bniit  assompagne, 
Comme  un  fleuve  épandu  de  montagne  en  montague, 
De  degrés  en  degrés  roule  le  peuple-roi. 

(VÍCTOR  HvQO.—Lechant  clu  cirque). 

Siguen  luchas  de  gladiadores,  exhibiciones  de  fuer- 
za y  agilidad,  carreras  en  el  circo,  pruebas  de  equita- 
ción, de  destreza  en  el  tiro  de  carabina  y  pistola,  com- 
bates simulados  entre  los  indios  de  la  frontera  de 
Tejas  y  Nuevo  Méjico  con  la  caballería  americana,  y 
\o&  y2í(\\xQYos  {Gow-hotjs)  de  esa  región;  celadas,  sor- 
presas, ataques  al  correo  y  á  los  trenes  de  los  ferroca- 
rriles, etc.,  que  forman  por  el  número  de  personas,  la 
exactitud  de  los  vestidos,  la  destreza  de  los  ejecutan- 
tes, la  variedad  y  finura  de  los  caballos,  un  espectácu- 
lo raro  y  grandioso.  Era  casi  el  circo  romano,  con  dos 
diferencias  enormes:  faltaba  el  Emperador  y  no  había 
mártires. 

Tampoco  se  veían  lictores,  ni  pretorianps,  ni  se- 
nadores vestidos  de  augustas  laticlavias:  había  perfec- 
ta ausencia  do  augures,  y  los  sacerdotes  de  Cibeles  no- 
tenían  para  qué  entrometerse  en  los  placeres  del  pue- 


554  Los  corrales  de  gan  ado 

■blo  romano.  Confundidos  en  éste  undaban  los  galos 
presenciando  el  espectáculo,  sin  temor  de  ser  arrojados 
,á  las  fieras;  veíanse  no  pocos  judíos,  pero  no  con  la 
cabeza  inclinada, 

Trainant  partout  une  lioate  cachee. 

sino  altivos,  dominadores,  dueños  de  la  situación. 

La  concurrencia  era  inmensa,  como  dejo  dicho; 
pero  era  difícil  disíiinguir  en  ella  las  clases  sociales: 
todos  vestidos  con  sencillez  pero  con  extremo  aseo: 
las  fisonomías  naturales,  sin  afectación  alguna,  no 
expresaban  orgullo  ni  abatimiento.  Naturalmente  do- 
minarían en  el  concurso  las  sirvientas  domésticas, 
pero  todas  parecían  señoras;  el  elemento  artesano  de- 
bería estar  en  gran  número,  mas  á  la  simple  vista  era 
imposible  distinguirlo,  porque  el  vestido  era  igual.  Un 
<5ompatriota,  residente  por  largos  años  en  ese  país,  me 
decía  que  la  única  particularidad  que  había  observado 
-era  que  había  muchos  talabarteros  y  zapateros  millo- 
narios; pero  esa  pequeña  particularidad  encierra  un 
mundo  entero  de  diferencia  entre  esa  y  las  sociedades 
^ntiffuas. 


La  maflana  del  día  siguiente  fue  empleada  en  una 
visita  á  los  Union  Stoch-yards,  ó  sean  los  corrales  de 
ganados  unidos:  establecimiento  que  constituye  la 
principal  riqueza  de  Chicago. 

Fórmalo  una  agrupación  de  3,300  corrales  de  ga- 
nado y  de  cerdos,  la  mayor  parte  de  ellos  cubiertos 
con  techo  de  astillas,  en  una  extensión  continua  de 
180    fanegadas   en   los  afueras   de   la   ciudad,  en   el 


La  industria  de  carnes  555 

extremo  Norte  de  la  calle  de  Halsted.  Los  corrales 
están  cercados  de  talanqueras,  exactamente  como  nues- 
tras corralejas,  y  en  todos  ellos  hay  grandes  canoas, 
llenas  de  agua  las  ujias,  de  heno  y  otros  alimentos  las 
otras;  de  suerte  que  el  ganado  allí  depositado  puede 
comer  y  beber.  Calles  numerosas  permiten  el  fácil 
acceso  á  todos  ellos,  y  hay  capacidad  suficiente  para 
encerrar  á  un  tiempo  25,000  cabezas  de  ganado  vacu- 
no, 14,000  corderos  y  150,000  marranos.  Cinco  pozos 
artesianos  y  un  lago  alimentado  con  ogua  del  río  de 
Chicago  suministran  la  suficiente  para  la  provisión  de 
los  animales  y  el  aseo  de  los  corrales,  por  medio  de 
quince  leguas  de  tubos  de  hierro.  Treinta  leguas  de 
carrilera  dan  acceso  á  los  trenes  de  ganados  á  los  di- 
versos corrales,  pues  este  artículo  llega  por  todos  los 
ferrocarriles  que  terminan  en  la  ciudad. 

Por  primera  vez  se  mató  ganado  allí  en  el  Otoño 
de  1832,  en  número  de  200  novillos  comprados  á 
$  2-75  el  quintal  (peso  vivo)  y  350  cerdos  á  $  3  el 
quintal  de  igual  condición,  y  yá  en  1885  los  negocios 
de  este  ramo  habían  subido  á  las  siguientes  propor- 
ciones: 

Entradas  de  ganado  vacuno. .  .   1.905,548  cabezas. 

—  de  marranos G.937,981      — 

—  de  terneras 58,500      — • 

—  de  corderos 1.003,598      — 

—  de  caballos 19,356      — 

Entre  los  envíos  de   Chicago,   en  el  mismo   ano, 

para  otras  plazas,  figuran: 

Manteca 2.553,760  quintales. 

Carnes  y  embutidos ..   7.053,560        — 


556  El  gallado  de  Tejas 

Cueros 1.133, 125  quintales. 

Lana 494,347        — 

Eecorrimos  todo  lo  que  nos  fue  posible  de  esos  co- 
rrales viendo  los  ganados  de  diversas  calidades  y  pro- 
cedencias; desde  los  magníficos  bueyes  de  Illinois, 
lowa  y  Missouri,  de  razas  mejoradas,  cuyos  productos 
pasan  de  50  arrobas  netas  de  carne  y  de  25  á  30  de  sebo 
cada  uno,  los  bueyes  inferiores  de  Kentucky,  Kansas 
y  Tennessee,  hasta  los  más  inferiores  de  Tejas  y  aun 
de  la  misma  república  de  México,  que  por  los  ferro- 
carriles vienen  desde  700  leguas  de  distancia  en  busca 
de  mercado.  Queríamos  comparar,  sobre  todo,  el  gana- 
do de  Tejas  con  el  nuestro  del  Estado  de  Bolívar,  para 
juzgar  si  aquél  podría  hacer  competencia  ruinosa  á 
éste  en  el  mercado  del  istmo  de  Panamá  y  en  el  de 
las  Antillas.  Vimos,  pues,  muy  despacio  los  novillos 
téjanos  de  cuatro  y  cinco  años  de  edad,  y  no  fiándonos 
al  testimonio  de  nuestros  ojos,  pedímos  informes  álos 
vaqueros  que  los  cuidaban  acerca  de  la  cantidad  de  car- 
ne y  sebo  que  podrían  rendir.  Estos  informes  nos  con- 
vencieron de  la  superioridad  del  dó  Bolívar,  que  pro- 
duce de  14  á  15  arrobas  de  carne  y  1  de  sebo  en  el  pasto 
natural  de  la  sabana,  mientras  que  el  de  Tejas  sólo  al- 
canza á  10  y  12  de  la  primera  y  ^  arroba  del  segundo» 
Pero  debe  tenerse  presente  que  en  Tejas  se  hace  mu- 
cho esfuerzo  por  mejorar  las  crías,  cruzándolas  con 
toros  de  Durham  y  de  otras  razas,  mientras  que  en 
Bolívar  se  da  mucho  menos  atención  á  esta  mejora: 
por  lo  cual  esa  superioridad  puede  dejar  de  existir  al- 
gún día.  Lo  que  sí  pudimos  calcular  decididamente 
como  una  ventaja  de  naturaleza  permanente,  es  que  las 


Las  casas  de  prepara'iión  de  carnes  557 

sabanas  de  Bolívar  son  mejores  que  las  de  Tejas,  eu 
las  que  suele  faltar  agua  en  los  veranos  y  ser  excesivo 
el  frío  de  algunos  inviernos,  ambas  causas  eficientes 
de  inferioridad  y  de  degenaración  en  las  crías  de  saba- 
na: no  en  las  que  se  forman  con  estabulación  arti- 
ficial. 

Vimos  también  los  marranos,  los  cuales  sí  son  de- 
cididamente superiores  á  los  nuestros,  y  comparados 
con  el  precio  de  los  que  se  venden  en  el  mercado  de  La 
Mesa,  mucho  más  baratos.  El  precio  medio  de  anima- 
les de  2  arrobas  de  carne  y  á  lo  menos  otras  2  de  man- 
teca, oscila  apenas  entre  $  6  y  $  8.  Marranos  de  esa 
calidad  tienen  en  La  Mesa  un  precio  medio  de  $  16  á 
$  20:  lo  que  explica  la  diferencia  entre  5  centavos  que 
vale  en  Chicago  la  libra  de  manteca  y  el  de  30  y  40 
centavos  que,  en  la  actualidad,  cuesta  en  Bogotá. 

De  los  corrales  pasamos  á  las  casas  de  preparación 
(FacMng-Jiouses).  Como  no  habíamos  llevado  á  Chica- 
go una  sola  carta  de  introducción,  y  no  conocíamos  á 
nadie,  preguntamos  á  la  primera  persona  de  cara  in- 
teligente y  desocupada  que  encontramos,  cómo  pudié- 
ramos hacer  esa  visita.  Era  un  muchacho,  á  quien  re- 
sultó faltarle  una  pierna  y  andaba  en  muletas,  la  per- 
sona á  quien  nos  dirigimos:  con  una  agilidad  que  no 
sospechábamos  pasó  por  encima  de  la  talanquera,  nos 
sacó  á  la  calle,  y  echando  a  caminar  muy  aprisa,  nos 
dijo  que  lo  siguiéramos  porque  en  viendo,  nos  infor- 
mó, que  éramos  extranjeros  y  americanos  del  Sur,  no 
nos  pondrían  obstáculo  alguno.  Así  fue:  el  muchacho 
nos  introdujo  al  superintendente  ó  administrador  de 
una  de  esas  casas,  que  nos  recibió  con  mucha  cortesía, 


558  El  matadero 

y  excusándose  de  que  sus  ocupaciones  del  momento  no 
le  permitiesen  íicompañarnos,  llamó  á  un  dependiente 
y  le  encargó  que  nos  mostrase  todo  lo  que  quisiése- 
mos ver. 

Empezamos,  pues,  por  el  principio  en  una  carni- 
cería de  marranos:  por  el  lugar  en  que  estos  animales 
entran  al  establecimiento.  Es  este  una  callejuela  an- 
gosta en  plano  inclinado  hecha  de  tablas,  de  abajo 
arriba,  por  donde,  desde  el  desembarcadero  del  tren, 
empieza  la  subida  de  un  torrente  de  cerdos  hasta  el  um- 
bral de  la  puerta  fatal.  Llegan  á  dos  en  fondo  hasta 
la  puerta,  en  donde  dos  hombres  emboscados  y  provis- 
tos de  un  gran  tercio  de  lazos  cortos  de  fique,  echan 
una  lazada  á  las  piernas  traceras  y  cuelgan  el  lazo  de 
un  gancho  pendiente  [de  una  cadena  movediza  á  2 
varas  de  altura:  la  cadena,  que  está  corriendo  incesan- 
temente, los  lleva  á  un  pequeño  cuarto  inmediato,  en 
donde  el  carnicero  les  aplica,  con  gran  destreza,  una 
puñalada  en  el  cuello:  sin  detenerse  la  cadena  los  pasa 
á  la  celda  contigua,  en  donde,  por  medio  de  un  resorte, 
un  obrero  hace  zabullir  un  instante  los  cuerpoíá  en  un 
caldero  de  agua  hirviendo  á  200°^=  de  temperatura,  y 
seguir  su  camino  á  un  tercer  cuarto,  en  donde  otro 
obrero,  provisto  de  guantes  de  alambre,  les  pasa  rápi- 
damente la  mano  y  les  quita  todas  las  cerdas,  las  cuales 
recoge  en  canastos  que  tiene  al  lado.  Siguen  sucesiva- 
mente su  camino  por  un  largo  corredor,  en  el  que 
cada  obrero  ejecuta  con  ellos  una  sola  operación.  Uno 
divide  completamente  el  pescuezo,  dejando  casi  col- 
gando la  cabeza,  otro  les  abre  el  viente,  otro  saca  los 
intestinos,  que  por  camino  separado  dirige  á  otra  serie- 


La  división  del  trabajo  559 

de  celdas,  otro  separa  los  brazos,  otro  las  piernas,  otro' 
corta  las  coyunturas  de  la  mitad  de  estas  piezas,  otra 
divide  la  espalda  de  arriba  abajo,  otro  marca  las  lon- 
jas de  tocino,  y  así  sucesivamente  el  cuerpo  del  animal 
va  presentándose  al  frente  de  ciento  cincuenta  6  dos- 
cientos operarios,  cada  uno  de  los  cuales  ejecuta  la 
pequeña  operación  que  le  corresponde,  y  al  llegar  al 
término  el  animal  está  dividido  en  una  multitud  d& 
piezas:  la  cabeza,  los  jamones  de  piernas  y  los  de  bra- 
zos, las  lonjas  de  tocino,  las  costillas,  los  lomos,  los  pies, 
las  canillas,  las  diversas  partes  de  los  intestinos,  la 
sangre,  las  cerdas,  etc.,  está  lavado,  cocinado,  picado, 
convertido  en  longanizas,  salchichas,  chorizos,  salchi- 
chones, rellenas,  etc.  Al  llegar  á  la  parte  opuesta  de 
la  entrada,  yá  nos  ofrecieron  longaniza  todavía  calien- 
te, quizás  de  los  marranos  mismos  que  acabábamos  de^ 
ver  matar. 

Como  algunas  de  las  piezas  del  animal  necesitan 
conservarse  en  temperaturas  frías,  la  casa  está  dividi- 
da en  dos  departamentos  (era  el  mes  de  Mayo  y  hacía 
calor):  uno  de  tierra  fría,  á  1°  ó  2°  del  centígrado,  y 
otro  de  tierra  caliente.  En  el  primero  había  paredes 
de  hielo,  ó  alguna  composición  química  que  enfriaba  el 
aire  hasta  donde  se  quería:  el  hecho  es  que  de  24  ó 
25°  centígrados  pasamos  súbitamente  á  una  gran  sala, 
en  la  que  á  pocos  momentos  tiritamos  de  frío  y  tuvi- 
mos que  dejarla  rápidamente,  temerosos  de  alguna 
pulmonía. 

El  trabajo  de  los  obreros  está  regulado  por  el  mo- 
vimiento de  la  máquina,  en  tales  términos,  que  ningu- 
no de  ellos  puede  detenerse,  ni  conversar,  ni  aun  toser 


560  Un  verdugo  feliz 

jpues  la  máquina  lo  atrepella  y  los  obreros  siguientes 
no  podrían  ejecutar  la  parte  que  les  toca,  dependiente 
de  la  que  debe  ejecutar  el  anterior.  La  habilidad  y  ra- 
pidez con  que  cada  cual  hace  su  parte  de  trabajo  cau- 
san admiración:  es  un  golpe  seco,  seguro,  entera- 
mente igual  como  pudiera  darlo  un  autómata  perfec- 
tamente graduado,  como  los  golpes  de  un  reloj  que 
marca  los  segundos,  los  minutos,  las  horas,  con  exac- 
titud siempre  igual. 

Al  sentirse  cogido  de  los  pies  el  marrano,  levanta 
á  veces  un  chillido  agudo,  ahogado  en  el  momento 
por  la  puñalada  ó  por  la  inmersión  en  agua  hirviendo 
que  le  sigue.  Este  es  un  animal  muy  inteligente:  á 
diez  pasos  de  distancia  de  la  entrada,  oye  el  grito  de 
sus  compañeros  y  comprende  la  suerte  que  le  espera: 
se  detiene,  quisiera  volverse;  pero  es  imposible;  el  des- 
tino es  inexorable:  la  corriente  que  viene  detrás  de  él 
lo  empuja  y  arrastra.  Semejantes  al  hombre,  algunos 
tiemblan  y  dan  otras  demostraciones  de  miedo,  otros 
se  desmadejan  y  se  dan  por  muertos  antes  de  tiempo; 
otros,  en  fin,  valerosos,  parecen  arrojarse  al  peligro 
para  anticipar  el  momento  final:  unos  dan  gritos,  otros 
reciben  la  muerte  sin  una  sola  queja. 

Consideraba  yo  al  obrero-verdugo:  daba  ochocientas 
^  mil  puñaladas  en  diez  horas:  á  sus  oídos  sólo  llegaban 
gritos  de  agonía;  su  olfato  no  percibía  sino  olores  de 
sangre,  en  la  cual  estaba  sumergido  hasta  el  tobillo; 
sus  ojos  debían  haber  fotografiado  yá  en  el  cerebro  el 
relámpago  de  dolor  y  despedida  á  la  vida  que  cruza  el 
organismo  de  la  víctima  en  el  último  instante.  Debe 
de  ser  un  hombre  desgraciado,  me   decía:  qué  sueños 


La  aplicación  de  las  máquinas  561 

de  horror  no  serán  los  suyos:  á  lasóla  vista  de  un  ma- 
rrano deberán  venírsele  las  lágrimas  á  los  ojos.  Pues 
nó;  habiendo  sonado  la  hora  de  la  comida,  la  máquina 
paró,  y  el  hombre,  quitándose  el  sobretodo  de  la  muer- 
te y  lavándose  las  manos  en  una  fuente  inmediata, 
salió  alegre,  silbando  un  aire  de  baile  popular  y  conver- 
sando con  sus  enmaradas  de  los  objetos  más  distintos. 

En  algunos  establecimientos  sólo  se  trabaja  duran.- 
te  el  otoño  y  el  invierno:  en  éste  (que  no  supimos  á 
quién  pertenecía)  se  trabajaba  todo  el  aflo  y  se  labraba 
millón  y  medio  de  cerdos.  A  la  puerta  de  la  casa  lle- 
gaba el  tren:  los  carros  del  ferrocarril  entraban  á  un 
grande  almacén,  del  cual  salían  constantemente  car- 
gados de  jamones,  costillas,  lonjas  de  tocino  salado  y 
barriles  de  carne  preparada.  Muy  cerca  estaría  quizás 
un  buque  á  la  carga.  Por  otro  lado  salían  otros  carros 
cargados  de  una  sustancia  tan  fétida,  que  durante  va- 
rios días  conservé  la  impresión:  eran  los  despojos  fina- 
les del  marrano,  la  parte  no  consumible,  que,  prepara- 
da como  abono  para  la  tierra,  iba  á  emplearse  en  las 
huertas  y  campos  de  las  inmediaciones  de  la  ciudad; 
no  se  perdía  la  menor  partícula  del  animal. 

La  división  del  trabajo,  llevada  hasta  el  último  aná- 
lisis, está  practicada  aquí  en  grande  escala,  y  ella  es  \¿í 
que  engendra  esa  prodigiosa  baratura  que  domina  los 
mercados  del  mundo  y  abate  las  competencias  en  don- 
dequiera. Ese  es  el  secreto  de  la  prosperidad  de  este 
ramo  de  industria  en  Chicago. 

Divididas  las  operaciones  hasta  la  forma  más  sen- 
cilla, la  máquina  puede  entrar  á  hacer  las  veces  del 
hombre:  lo  que  á  éste  queda  reservado  es  tan  sencillo, 

36 


562  Producto  de  estas  industrias 

que  puede  hacerlo  maquinHlmente,  sin  parar,  sin  can- 
sancio, casi  sin  sentirlo.  De  todo  esto  resulta  perfec- 
ción admirable,  aprovecliamiento  de  los  minutos,  ga- 
nancia de  tiempo,  aliorro  de  todo  género,  baratura 
suprema. 

En  el  resto  del  mundo  la  matanza  del  marrano  es 
una  operación  que  ocupa  á  toda  la  familia  y  aun  á  los 
yecJnos.  Todas  las  operaciones  se  hacen  á  mano  y  por 
manos  inexpertas:  para  cada  Tez  se  compra  un  cuchi- 
llo nuevo,  una  caldera,  platos  y  batería  especial  para 
ese  solo  objeto.  Píirte  de  la  carne  se  pierde  ó  se  daña, 
parte  se  arroja  como  inútil:  la  preparación  del  ma- 
rrano sale  costando  tanto  como  el  marrano  mismo. 
Para  reunir  con  objeto  comercial  un  cargamento  del 
artículo  es  preciso  buscar  en  diversos  lugares  y  com- 
prarlo de  calidades  desiguales  de  difícil  clasificación. 
No  es  extraño,  pues,  que  no  puedan  resistir  la  compe- 
tencia del  marrano  americano  que,  en  dondequiera 
que  entra  en  guerra  comercial,  apaga,  con  su  excelente 
calidad  y  su  bajo  precio,  todos  los  fuegos  del  enemigo. 

Ocho  millones  de  cerdos  vivos  cuestan  de  $  56  á 
$  64  millones.  Convertidos  en  jamones,  manteca,  to- 
cino, embutidos,  etc.,  valen  el  doble,  y  tal  vez  más.  En 
un  pequeño  espacio,  en  130  fanegadas,  se  ejecutan  las 
operaciones  que  crean  ese  nuevo  valor. 

Entre  tanto,  los  jornales  de  los  trabajadores  son 
altísimos:  el  matador  ganaba  $  10  diarios;  los  demás 
obreros  desde  $  4  hasta  $  7. 

El  poderoso  talento  de  organización  que  presupo- 
nen estos  trabajos  reunidos,  facilitados,  apoyados  por  la 
maquinaria,  por  la  exposición  tan  perfecta  de  un  mer- 


La  matanza  de  ganado  vacuno  563 

cado  inmenso,  por  todas  las  comodidades  imaginables, 
es  superior  á  toda  ponderación.  La  reunión,  la  con- 
centración, la  organización  son  los  distintivos  indus- 
triales del  presente  siglo;  pero  de  esas  corrientes  pao- 
de  resultar  alguna  contraria  ala  de  la  democracia.  Si 
la  corriente  industrial  se  encuentra  con  la  corriente 
política  en  sentido  opuesto,  algún  gran  cataclismo  so- 
cial puede  producirse.  De  este  asunto  trataré  quizás 
más  adelante. 

Del  matadero  de  puercos  pasamos  al  de  ganado  va- 
cuno. Era  tarde  yá,  y  apenas  nos  alcanzó  el  tiempo 
para  ver  la  manera  como  se  hace  allí  la  matanza.  En- 
tra el  ganado  por  un  corredor  angosto  en  que  sólo 
cabe  una  res  de  frente:  al  llegar  á  la  pieza  en  que 
se  prepara  la  res  muerta,  desde  un  pequeño  puesto 
sobre  el  umbralado,  el  matador  dispara  un  tiro  de 
carabina  sobre  la  cabeza  del  animal  en  el  punto  media 
de  los  cuernos.  El  efecto  es  instantáneo:  como  heri- 
do de  rayo,  el  novillo  cae  sobre  sus  piernas,  una 
nube  se  extiende  sobre  sus  ojos,  y  sin  un  berrido  ni 
grito  alguno,  queda  perfectamente  inmóvil:  un  mu- 
chacho extiende  un  lazo  sobre  los  cuernos,  y  la  máqui- 
na arrastra  el  cuerpo  hacia  el  interior  del  matadero. 
No  vimos  más.  La  destreza  del  tirador  es  asombrosa: 
en  menos  de  cinco  minutos  mató  seis  grandes  novillos, 
dándoles  el  balazo  exactamente  en  el  mismo  punto  y 
siempre  con  un  resultado  igual.  Aunque  no  vimos  el 
pormenor  de  las  operaciones  siguientes,  nos  pareció 
que  la  aplicación  de  la  maquinaria  á  esta  otra  clase 
de  carnicería  no  entraba  en  escala  tan  importante 
como  en  la  de  los  cerdos.  Seguramente  el  mayor  peso 


564  El  trigo 

del  animal  requeriría  máquinas  más  poderosas  y  por 
consiguiente  el  empleo  de  un  capital  de  mayor  con- 
sideración. Además,  el  comercio  de  carne  vacuna  á 
lugares  distantes  está  todavía  en  problema:  se  pre- 
fiere la  carne  fresca  á  la  salada,  y  para  satisfacer 
ese  gusto  de  los  consumidores,  el  problema  consiste 
más  en  la  construcción  adecuada  de  buques  para 
transportar  vivo  el  ganado,  ó  en  la  de  aparatos  frigo- 
rices en  los  buques,  que  en  la  preparación  de  las  car- 
nes en  establecimientos  de  carnicería.  Chicago,  sin 
embargo,  como  yá  he  dicho,  mata  y  prepara  en  sus 
Packing -lio uses,  un  millón  y  seiscientos  mil  novillos 
todos  los  años,  que  reparte  entre  el  consumo  interior 
de  la  Unión  y  la  exportación  al  Extranjero. 

Entre  cerdos,  ganado  vacuno  y  corderos,  el  valor  de 
las  matanzas  de  esa  ciudad  sube  á  más  de  1250.000,000 
anuales. 


La  distribución  de  la  cosecha  de  trigo  de  los  Esta- 
dos del  Oeste  entre  los  diversos  mercados  del  mundo 
es  otra  de  las  funciones  á  que  concurre  activamente 
esta  ciudad  en  la  organización  del  trabajo  nacional. 

El  consumo  de  este  grano  en  Europa  y  América 
ha  aumentado  en  este  siglo  en  una  proporción  ma- 
yor que  el  aumento  de  población,  por  el  inñujo  de  dos 
causas.  La  primera  es  la  baja  del  valor  de  este  ar- 
tículo, reducido  tal  vez  á  menos  de  la  tercera  de  lo  que 
costaba  ahora  noventa  años;  pues  la  disminución  se 
puede  observar  tanto  en  el  precio  nominal  en  plata, 
como  en  el  menor  valor  de  ésta,  que  hoy  quizás  no  ex- 
cede de  la  mitad  de  lo  que  representaba  hace  un  siglo. 


Causas  favorables  á  su  producción  565 

Esa  baja  naturalmente  ha  puesto  el  artículo  al  alcance 
de  mayor  número  de  consumidores.  La  segunda  es  la 
mejora  de  condición  de  las  clases  proletarias,  favoreci- 
das cada  día  con  trabajo  más  asegurado  y  con  salarios 
más  altos:  lo  que  les  ha  permitido  alimentarse  mejor, 
comer  más  pan. 

En  esta  última  causa  no  han  tenido  mucha  parte 
los  Estados  Unidos,  á  no  ser  la  del  ejemplo  que  han 
dado,  el  estímulo  nacido  en  los  pueblos  europeos  con 
el  espectáculo  de  América,  y  la  mayor  demanda  de 
manufacturas  europeas  que  ésta  ha  determinado.  Pero 
en  la  primera  de  aquellas  influencias  los  americanos 
del  Norte  sí  han  tenido  una  parte  preponderante.-La 
introducción  de  nuevos  instrumentos  para  preparar  y 
limpiar  el  suelo  arable;  las  máquinas  de  segar  y  de 
trillar;  la  apertura  de  las  grandes  regiones  del  valle 
del  Mississippi  á  los  trabajadores  de  todo  el  mundo  en 
condiciones  de  igualdad,  baratura  y  libre  competen- 
cia; la  construcción  de  esa  enorme  red  de  canales  y 
ferrocarriles;  el  empleo  de  medios  económicos  en  la 
recolección,  concentración  y  transportación  del  pro- 
ducto, y  las  condiciones  de  seguridad  dadas  al  trabajo 
empleado  en  la  producción  y  el  comercio,  por  medio 
de  la  publicación  y  difusión  de  las  noticias  relati- 
vas á  la  demanda  y  la  oferta  y  el  cálculo  de  Jas  pro- 
babilidades para  lo  futuro:  todas  esas  agencias,  obra 
unas  de  la  asociación  privada,  otras  del  concurso  del 
gobierno  por  medio  de  sus  Cónsules  en  el  Extran- 
jero y  de  sus  oficinas  de  Agricutura,  nacional  y  de  los 
Estados,  se  deben,  en  su  mayor  parte,  á  los  ameri- 
canos del  Norte  y  en  una  muy  considerable  también 


566  Cobdeii  y  la  liga 

á  Mr.  Oobden  y  La  liga  de  los  cereales^  en  Inglaterra. 

El  concurso  de  Cobden  fue  admirable  y  es  uno  de 
los  grandes  sucesos  del  siglo  xix.  La  aristocracia  in- 
glesa propietaria  del  suelo,  derivaba  sus  rentas  sobre 
todo  del  alto  precio  del  trigo.  Para  asegurar  ese  alto 
precio  de  80,  70  y  últimamente  de  56  clielines  el 
quarter,  como  mínimum  en  los  mercados  ingleses 
(ó  sea  2  cargas  de  nuestro  modo  de  medir),  equi- 
valentes á  I  10,  $  8-75  y  $  7  la  carga  de  trigo,  la 
tarifa  inglesa  cobraba  en  las  aduanas,  de  acuerdo  con 
una  escala  movible,  el  derecho  de  importación  necesa- 
rio para  que  el  trigo  extranjero  no  pudiese  venderse  á 
un  precio  menor. 

Cobden  atacó  esa  institución  inicua  por  medio  de 
la  organización  de  una  liga,  que  con  sus  contribucio- 
nes sostenía  periódicos  y  publicaciones  diversas,  man- 
tenía oradores  predicando  en  los  meetings  y  procuraba 
ganar  electores  que  votasen  por  miembros  del  Parla- 
mento partidarios  de  la  abolición  absoluta  de  derechos 
de  aduana  sobre  los  cereales.  Cuatro  ó  cinco  años  de 
labor  incesante  y  de  discusión  en  reuniones  públi- 
cas, en  las  cuales  aquél  llegó  á  pronunciar  hastci  tres 
discursos  por  día  en  otros  tantos  lugares,  educaron 
la  opinión  pública  y  produjeron  el  efecto  asombroso 
de  atraer  á  su  causa  al  mismo  jefe  del  partido  aris- 
tocrático, á  Mr.  Kobert  Peel.  El  primer  triunfo  ob- 
tenido en  1846  con  la  abolición  de  los  derechos  sobre 
los  cereales,  fue  seguido  de  otros  que  concedieron 
igual  franquicia  á  casi  todas  las  sustancias  alimenti- 
cias, á  las  materias  primeras  de  las  manufacturas 
mglesas,  y  últimamente  á  casi  todos  los  productos  ex- 


La  ley  del  Honcestead  567 

tranjeros,  excepto  siete.  Eso  es  lo  que  se  llama  en 
Inglaterra  el  libre  cambio^  y  á  la  organización  po- 
lítica que  lo  propuso  y  sostiene  la  escuela  de  Mán- 
chester. 

En  Inglaterra  no  se  podía  producir  trigo  á  barato 
precio,  á  causa  del  alto  arrendamiento  de  las  tierras: 
en  los  Estados  Unidos  sí.  En  todo  el  Oeste  y  el  Noroes- 
te había  una  región  inmensa,  en  extremo  fértil,  que 
el  Gobierno  americano  se  propuso  vender  á  bajo  pre- 
cio, por  lotes  pequeños,  de  60  á  120  fanegadas,  á  lo 
más;  y  los  especuladores  americanos,  calculando  el 
gran  negocio  á  que  pudieran  conducir  ferrocarriles 
que  la  pusiesen  en  rápida  y  barata  comunicación  con 
el  Atlántico,  acometieron  la  empresa  de  construirlos. 
La  inmigración  europea  había  tomado  yá  un  incre- 
mento consid«írable,  repentinamente  acrecido  con  esa 
-terrible  catástrofe  ocurrida  en  Irlanda,  en  donde  la 
pérdida  de  las  cosechas  de  papas  en  1846  (artículo 
que  constituye  allí  la  ba^e  esencial  de  la  alimentación) 
causóla  muerte  de  uno  ó  2.000,000  de  personas  en 
pocos  meses.  Tan  terrible  azote  determinó  á  ese  pobre 
pueblo  á  emigrar  en  masa  hacia  las  regiones  prometi- 
das, al  nuevo  Canán  del  siglo  xix,  que  abría  sus 
puertas  á  los  hambrientos  y  los  oprimidos.  La  revolu- 
ción de  Febrero  ea  1848  en  Francia,  se  juzgó  en  Eu- 
ropa como  la  señal  de  convulsiones  semejantes  alas  de 
fines  del  siglo  xviii,  y  de  guerras  que  podían  hacer  de 
las  soluciones  de  Waterloo  una  mera  tregua.  La  vuel- 
ta del  Imperio  Napoleónico  y  la  guerra  de  Crimea,  que 
vino  en  pos,  determinaron  el  crecimiento  de  los  ejér- 
citos europeos  y  el  consiguiente  reclutamiento  de  cen- 


568  La  inmigración 

tenares  de  miles  de  soldados:  otros  hechos  llamados  a 
acrecer  las  proporciones  del  éxodo  hacia  las  tierras 
americanas. 

Así,  la  inmigración,  que  en    el   período  do  1820  á 

1830  sólo  había  alcanzado  á 143,300  cabezas 

Subió  en, el  de  1830-1840  hasta 598,000      — 

Y  en  1840-1850  á 1.713,000      — 

En  1850-1860  á 2.598,000      — 

Detenida  por  la  guerra  civil  en  el 

de   1860-1870,  se  mantuvo  siem- 
pre en 2.466,000       — 

Para  volver  á  subir  en  1870-1880  á  2.944,000       — 

Y  en  los  ocho  años  de  1880  á  1888, 

al  enorme  guarismo  de 4.804,000      — 

Estos  nuevos  pobladores,  establecidos  en  un  prin- 
cipio en  los  viejos  Estados  del  Atlántico, — en  aque- 
llos en  que  no  había  esclavos,  exclusivamente — pro- 
dujeron, con  su  competencia  en  el  ramo  de  salarios 
de  las  manufacturas,  el  efecto  de  desalojar  números 
pocos  menores  de  población  americana  nativa  hacía- 
los territorios  del  Oeste,  cuyas  ventajas  para  el  hom- 
bre libre  estaban  yá  en  capacidad  de  apreciar.  De  aquí 
la  rápida  formación  de  esos  diez  Estados  de  Ohio,  In- 
diana, Illinois,  Michigan,  AVisconsin,  Minnessota, 
lowa,  Nebraska,  Kansas  y  Colorado, — poblados  hoy 
por  más  de  16.000,000  de  habitantes,  y  cuyo  centro  in- 
dustrial ha  venido  á  ser  Chicago. 

La  producción  de  trigo  ha  seguido  paso  á  paso  el 
progreso  de  la  inmigración,  á  contar  desde  la  aboli- 
ción de  los  derechos  de  entrada  en  la  Gran  Bretaña.. 


Progreso  en  la  producción  de  trigo  569 

Cargas  de  10  @. 

La  producción  de  1849  fue  de   25.000,000 

La  de  1859  de 43.276,000 

La  de  1869  de 71.936,000 

La  de  1879  de 115.000,000 

La  de  1884  de 128.000,000 

Las  exportaciones  de  cereales  (incluyendo  algo  de 
maíz)  han  seguido  el  mismo  movimiento,  según  los 
datos  de  Mulhall   en  su    Diccionario  de  Estadística. 

Valor. 

En  1830-1840— término  medio  anual. $  5.300,000' 

En  1840-1850  id.  id 15.600,000 

En  1850-1860  id.  id :        30.500,000 

En  1860-1870  id.  id 47.000,000 

En  1870-1880  id.  id 135.500,000' 

La  de  1886,  según  la  Oficina  de  Agricultura  de 
Washington,  subió  á  158.804,970  hmliels  (39.701,242 
de  cargas  colombianas),  y  el  valor  debe  acercarse  á 
%  150.000,000. 

El  pueblo  inglés  es  el  principal  consumidor  de 
trigo  americano.  Según  Mulhall,  el  importado  en  la 
Gran  Bretafla  en  1880  ascendió  á  265.000,000  de 
lushels,  que  es  equivalente  á  151.000,000  de  quinta- 
les. Pues  bien:  según  los  datos  de  la  aduana  inglesa, 
el  de  procedencia  de  los  Estados  Unidos  alcanzó  á  la 
siguiente  cantidad  y  valor,  en  1883:  59.145,478  quin- 
tales, avaluados  en  $  144.186,090. 

El  resto  de  la  importación  á  Inglaterra  procede 
de  la  India,  Rusia,  Hungría,  Australia,  Canadá,  Re- 
pública Argentina,  Chile  y  á  veces  de  Francia. 

El  libre  cambio,  al  establecimiento  del  cual  tanto 
contribuyó  la  escuela  de   Mánchester,  ha  sido   una  de- 


570  Los  ferrocarriles 

las  grandes  agencias  del  progreso  en  el  Oeste  de  los 
Estados  Unidos,  y  es  para  mí  motivo  de  extrañeza  el 
poco  favor  y  aun  desconfianza  que  abriga  contra  ella  el 
partido  republicano  de  ese  país,  preponderante  en  las 
regiones  más  favorecidas  por  las  ideas  de  esa  Escuela. 

Chicago,  como  hemos  visto,  concentra  primero  y 
distribuye  después  35.000,000  anuales  de  cargas  de 
trigo,  ó  sea  algo  más  de  la  cuarta  parte  de  la  cose- 
cha total  de  la  Unión,  y  sus  molinos  y  fabricación  de 
harinas  y  galletas  son  afamados  en  todo  el  mundo  por 
sus  vastas  proporciones  y  excelente  calidad  de  la  ma- 
quinaria. 

Para  llegar  á  ese  grandioso  resultado  ha  sido  pre- 
cisa la  construcción  de  una  vasta  red  de  canales  y  vías 
férreas.  Siete  grandes  líneas  de  ferrocarril  la  comu- 
nican con  las  metrópolis  del  Atlántico:  Boston,  Nue- 
va York,  Filadelfia  y  Baltimore,  de  las  cuales  se  des- 
prenden ramificaciones  hacia  el  Sur  y  el  Oeste;  otras 
veintitrés  líneas  principales  parten  de  Chicago  hacia 
el  Norte  (la  región  de  los  lagos),  el  Oeste,  el  Pacífico 
y  el  Sudoeste.  Sin  contar  las  ramificaciones,  el  tronco 
principal  de  esos  ferrocarriles  tiene  una  extensión 
de  10,000  leguas.  Cuenta,  además,  con  todas  las 
líneas  férreas  y  los  grandes  canales  del  Canadá,  que, 
partiendo  de  la  orilla  Norte  de  los  lagos,  se  dirigen 
hacia  la  parte  baja  del  río  San  Lorenzo,  y  de  ahí 
hasta  el  mar.  Uno  de  esos  ferrocarriles  recorre  todo 
el  Oeste  de  las  posesiones  inglesas  hasta  Vancouver, 
^n  el  mar  Pacífico.  Así,  Chicago,  sirviendo  de  centro 
á  la  comunicación  entre  los  dos  mares,  viene  á  ser  la 
ciudad  interoceánica  por  excelencia  y  el  lugar  en  que 
-se  cruzan  las  producciones  de  los  dos  hemisferios. 


Baratura  de  los  transportes  571 

La  competencia  de  esas  diversas  líneas  y  la  enor- 
midad de  los  productos  transportables  ha  hecho  bajar 
el  precio  de  los  transportes  á  ratas  fabulosamente  ba- 
ratas. Por  ejemplo:  la  distancia  entre  Chicago  y  Nue- 
va York  es  de  306  leguas,  y  el  precio  de  los  fletes  en 
es4  distancia,  tomando  por  unidad  un  quintal  de  peso, 
ha  sido  el  siguiente  sobre  diversos  productos: 

Gaííado  eít  pie— sobre  el  peso  bruto.  Desde  20 
hasta  60  centavos  por  quintal.  Es  decir:  un  buey  de 
primera  clase,  con  50  arrobas  netas  de  carne  y  25  de 
sebo,  que  daría  un  peso  bruto  de  25  quintales  al  ani- 
mal vivo,  sería  transportado  en  .306  leguas  por  $  5  y 
hasta  $  15.  Un  novillo  común  de  los  nuestros,  con  16 
arrobas  netas  de  carne  y  2  de  sebo,  que  daría  9  quinta- 
les de  peso  bruto,  costaría  de  $  1-80  á  S  5-40  en  300 
leguas.  En  30  leguas  (distancia  de  Girardot  á  Bogotá) 
sólo  costaría  de  %  0-18  á  $  0-54;  póngase  el  quíntu- 
plo: sólo  sería  de  $  1  á  $  3. 

Cerdos. — De  20  á  35  centavos  por  quintal.  De 
Chicago  á  Nueva  York  costaría  un  animal  de  2  quin- 
tales de  peso  vivo,  entre  40  y  70  centavos.  De  Girar- 
dot á  Bogotá,  sería  de  %  0-05  á  %  0-07.  El  quíntuplo 
de  esta  rata  sólo  daría  de  %  0-25  á  $  0-35. 

Maíz,  trigo  y  harina. — De  15  á  25  centavos  el 
quintal,  ó  $  0-3 7i  á  %  0-Q^  la  carga  de  10  arrobas. 
Entre  Girardot  y  Bogotá  sería  de  4  á  7^  centavos  por 
carga.  Póngase  el  quíntuplo,  y  no  pasaría  de  20  á  40 
centavos  por  carga,  que  hoy  no  cuesta  menos  de  $  5, 
ó  sea  un  flete  veinte  veces  mayor. 

Juzgúese  el  incremento  que  daría  á  la  producción, 
la  baratura  á  los  consumos  y  la  extensión  á  los  negó- 


572  Baja  de  los  fletes  marítimos 

cios,  lu  conclusión  del  ferrocarril  de  Girardofc;  tenien- 
do en  cuenta  que  el  maíz  puede  producirse  en  las 
tierras  calientes  del  bajo  Bogotá  á  $  1-20  la  carga,  á 
otro  tanto  la  de  plátanos  y  yucas,  yde$2á$31a  car- 
ga de  miel:  artículos  que  cuestan  hoy  %  10,  $  12  y  has- 
ta $  18,  respectivamente,  en  el  mercado  de  esta  ciudad  I 

Los  fletes  marítimos  de  Boston  y  Nueva  York  á 
los  puertos  europeos  han  bajado  en  la  misma  propor- 
ción. Entre  Nueva  York  y  Liverpool  han  seguido  la 
siguiente  marcha  descendente: 

En  el  trigo. — Desde  1873,  en  que  costaba,  en  vapor,. 
el  flete  de  una  carga  de  granos  I  0-62^ — hasta  13  cen- 
tavos en  1887.  ¡13  centavos  por  carga  {%  0.0542  el 
hushel)  en  una  distancia  de  1,000  leguas  I 

Como  se  podrá  comprender,  esta  baratura  de  fletes 
se  extiende  á  todos  los  artículos.  La  leche,  por  ejem- 
plo, es  transportada  en  algunos  ferrocarriles  desde  50^ 
leguas  de  distancia  á  razón  de  40  centavos  el  barril  de 
12  galones,  equivalente  á  72  botellas  ó  3  botijas  de  la. 
medida  usada  en  Bogotá.  Con  esta  facilidad,  el  ramo 
de  lechería  se  ha  levantado  en  ese  país  á  una  produc- 
ción de  más  de  $  500.000,000  (quinientos  millones  de 
pesos),  obtenida  de  16.000,000  de  vacas  de  leche. 

Desde  luego,  esa  prosperidad  no  se  ha  lograda 
ni  se  sostiene  sino  en  medio  de  una  lucha  ardiente 
de  competencia  con  otros  países  y  de  hostilidad, 
oculta  á  veces,  franca  en  otras,  de  los  Gobiernos  ex- 
tranjeros. En  materia  de  trigos,  los  ingleses  han  he- 
cho esfuerzos  supremos  por  levantar  la  producción 
en  sus  colonias  al  más  alto  grado  posible,  en  el  Ca- 
nadá,  la  India,   Australia  y  el   Cabo  de  Buenaespe- 


La  competencia  exterior  573 

ranza;  Rusia'  ba  puesto  en  cultivo  sus  inmensas  es- 
tepas; Chile  y  la  Argentina,  en  la  América  del  Sur, 
han  hecho  también  esfuerzos  notables;  pero  en  casi 
todos  esos  países  la  competencia  americana  ha  desalen- 
tado, ó  poco  menos,  á  los  productores.  Inglaterra  no 
produce  yá  la  mitad  del  trigo  que  consume;  Francia, 
que  en  otro  tiempo  era  exportadora  de  trigo,  tiene  yá 
necesidad,  á  veces,  para  colmar  las  deficiencias  de  sus 
cosechas,  de  importar  cantidades  no  despreciables;  Ale- 
mania importa  anualmente  por  cerca  de  t  20.000,000; 
Italia,  España,  Portugal,  Suecia  y  Noruega,  á  duras 
penas  se  bastan:  tan  sólo  Eusia  y  Hungría,  la  India, 
Australia,  el  Cabo,  Chile  y  la  Argentina,  aparte  de 
los  Estados  Unidos,  son  exportadores  permanentes; 
pero,  con  excepción  de  los  Estados  Unidos  y  la  Argen- 
tina, en  los  demás  países  la  exportación  disminuye: 
ora  por  aumento  de  su  propio  consumo,  como  en  la 
India  y  Australia;  ora  porque  la  baja  de  los  precios 
reduce  el  interés  de  los  cultivadores.  Rusia,  la  India 
inglesa  y  la  Argentina  son,  pues,  yálos  únicos  rivales 
temibles. 

Menos  de  temer  es  la  hostilidad  de  los  Gobiernos. 
Con  motivo  ó  con  pretexto  de  enfermedades  en  el  ga- 
nado y  en  los  marranos  de  América,  varios  de  los  de 
Europa  han  prohibido,  unos  la  introducción  de  gana- 
do vivo,  otros  la  de  las  carnes  y  mantecas.  Francia  y 
Alemania  han  aumentado  los  derechos  sobre  la  impor- 
tación de  los  trigos:  medida  que  el  partido  tory  ha 
deseado,  pero  no  atrevídose  á  proponer  al  Parlamento. 
En  los  tiempos  presentes  no  es  yá  tarea  fácil  para  los 
gobiernos   encarecer  el   precio  de  las  subsistencias  á 


574  Hostilidad  de  los  gobiernos  europeos 

los  pueblos:  los  derechos  llamados  proteccionistas  en- 
carecen el  precio  de  los  artículos  y  enriquecen  á  un 
pequeño  número  de  protegidos,  y  no  determinan  un 
aumento  sensible  de  producción,  cuando  las  ventajas 
naturales  están  del  lado  de  otros  productores.  En 
Francia  se  encarecerá  el  pan,  pero  se  consumirá  siem- 
pre trigo  americano.  La  victoria  quedará  por  los  que 
tengan  distribuida  la  propiedad  territorial  entre  ma- 
yor número  de  propietarios,  que  son  los  que  pueden 
producir  más  y  á  más  barato  precio.  Por  esta  razón 
no  considero  muy  temible  la  hostilidad  de  los  Go- 
biernos ni  la  competencia  de  Rusia  y  de  la  India  in- 
glesa; pero  sí  es  temible  la  de  la  República  Argentina, 
en  donde  hay  un  fondo  inmenso  de  tierras  fértiles, 
accesible  á  la  inmigración  extranjera  y  al  espíritu  in- 
dustrial que  se  ha  despertado  entre  los  habitantes  de 
esa  región. 

La  diplomacia  americana  necesita  tener  atenta  la 
mirada  á  esos  intereses  y  á  esa  hostilidad  estrecha,  con 
que  los  Gobiernos  europeos  se  preocupan  más  de  las 
dificultades  presentes  que  de  la  evolución  de  los  inte- 
reses futuros  de  los  pueblos.  Si  los  países  de  América 
pueden  producir  artículos  alimenticios  á  más  barato 
precio  que  Europa,  esa  baratura  cede  en  beneficio  de 
los  consumidores  europeos,  los  cuales  pagarán  esa  ali- 
mentación más  económica  con  otros  productos — manu- 
facturas principalmente — que  todavía  los  americanos 
no  pueden  producir  con  ventaja.  Esa  transformación 
de  las  industrias  cederá  en  beneficio  de  unos  y  otros, 
mejor  que  la  rutina  de  obstinarse  en  trabajos  poco- 
remuneradores. 


Riqueza  acumulada  en  Chicago  575 

Desgraciadamente,  en  mi  sentir,  los  hombres  de 
Estado  americanos,  en  lugar  de  dirigir  sus  esfuerzos  á 
conservar  sus  mercados  entre  los  pueblos  europeos, 
cuyas  grandes  poblaciones  ofrecen  salidas  más  exten- 
sas á  sus  producciones  agrícolas,  parecen  querer  bus- 
carlos de  preferencia  para  sus  manufacturas  entre  los 
pueblos  de  Hispano-América,  con  la  engañosa  espe- 
ranza de  obtener  la  preferencia  de  éstos  en  la  compra 
de  efectos  que  el  europeo  puede  vendernos  con  mejo- 
res condiciones.  Esa  política  puede  provocar  represa- 
lias por  parte  de  los  Gobiernos  del  Viejo  Mundo, 
quienes  si  lograsen  restringir  el  consumo  de  cereales 
americanos  entre  sus  poblaciones,  podrían  causar  no 
poca  ruina  en  los  Estados  recién  establecidos  en  el 
Noroeste  sobre  la  base  de  una  extensa  producción  de 
ese  artículo. 

Empero,  esos  pueblos  han  adquirido  un  grado  tal 
de  energía  en  la  lucha  por  la  vida,  que  todas  sus  difi- 
cultades serían  transitorias.  La  riqueza  producida, 
consumida  y  acumulada  constantemente  por  ellos  es 
tan  considerable  como  probablemente  no  se  encuentra 
en  ninguno  otro  sobre  la  tierra.  No  sale  uno  de  una 
sensación  de  asombro  al  visitar  por  primera  vez  las 
calles  de  Chicago,  viendo  el  lujo  arquitectónico  de  los 
edificios,  la  variedad  y  esplendidez  de  los  materiales 
empleados  y  la  grandiosidad  de  sus  edificios  públi- 
cos. La  aduana,  la  casa  de  correos,  la  casa  munici- 
pal, los  tribunales,  las  cárceles,  son  todos  de  gra- 
nito, de  mármoles  de  diversos  colores,  adornado» 
con  inmensas  columnas  de  una  sola  pieza,  con  el  gasto 


576  Los  clubs 

•de  $  4,  $  G,  $  10.000,000,  como  con  la  idea  permanen- 
te de  que  son  destinados  al  servicio  de  un  pueblo-rey 
y  á  resistir  la  acción  de  los  siglos.  Los  clubs,  sobre 
todo,  construcciones  destinadas  á  una  clase  de  asocia- 
ción poco  acostumbrada  en  los  países  latinos,  son  es- 
pléndidos, y  dan  una  idea  de  riqueza  y  de  lujo  sólo 
sobrepujada  por  los  de  la  ciudad  de  Londres,  que  tal 
vez  no  tienen  rival. 

Los  clubs,  como  se  sabe,  son  casas  de  reunión  para 
hombres,  destinadas  á  proporcionar  sociedad,  comu- 
nicación de  ideas  y  facilidad  de  asociación  para  obje- 
tos políticos,  literarios,  industriales  y  otros.  Así, 
los  partidos  políticos  tienen  cada  cual  uno  ó  varios 
clubs,  en  donde  los  que  profesan  unas  mismas  opinio- 
nes gozan  de  la  sociedad  de  sus  copartidarios,  pre- 
paran sus  programas  y  organizan  sus  trabajos;  los 
comerciantes  encuentran  la  compañía  de  sus  compa- 
ñeros de  profesión,  hablan  de  sus  negocios,  se  infor- 
man de  los  sucesos  que  pueden  afectarles  y  organizan 
empresas  comunes;  los  periodistas  en  el  suyo  se  reú- 
nen, dan  tregua  á  la  animación  de  sus  debates  encar- 
nizados, leen  los  periódicos  de  otros  países  y  fundan 
en  común  una  librería  de  consulta  que  en  ocasiones 
llega  á  proporciones  muy  respetables;  los  amigos  del 
•caballo  tienen  de  ordinario  su  Jockey  Club  y  viven  en 
la  sociedad  de  los  que  participican  del  mismo  amor  á 
ese  compañero  del  hombre,  organizan  en  él  sus  carre- 
ras, preparan  sus  apuestas  y  fomentan  la  cría  de  las 
mejores  razas,  etc.  En  todos  ellos  hay  excelente  coci- 
na, piezas  de  habitación  permanente  para  los  solteros 
j  los  viajeros  de  residencia  accidental,  se  dan  con  fre- 


Los  clubs  577 

cuencia  comidas  nunierosas,  recepciones  á  los  perso- 
najes notables  y  á  los  viajeros  de  distinción,  y  en  oca- 
siones conciertos  vocales  é  instrumentales,  y  grandes 
bailes  á  que   concurren   las  familias  de  los  socios. 

Cada  asociación  de  este  género  tiene  su  casa  propia, 
con  frec.uencia  magníficos  palacios;  el  gasto  se  hace 
por  medio  de  una  contribución  de  entrada  que  oscila 
entre  8  50  y  $  500,  y  otra  contribución  anual  que  sube 
desde  $  10  hasta  I  100:  lo  que  en  números  de  500 
á  1,000  contribuyentes,  forma  al  cabo  un  tesoro  muy 
bien  provisto.  En  ellos  pasan  los  hombres  las  horas 
que  no  dedican  al  trabajo  personal,  y  forman  una  cos- 
tumbre que  me  figuro  llegará  á  ser  al  cabo  un  rival  te- 
mible para  la  vida  doméstica.  Los  de  Chicago  son  nu- 
merosos, sus  edificios  ostentan  un  lujo  extraordinario, 
y  casi  todos  son  de  creación  reciente,  pues  los  más  an- 
tiguos apenas  datan  de  veinte  años  atrás.  Quizás  son 
síntoma  de  una  sociabilidad  más  estrecha  que  los  pro- 
gresos del  siglo  van  desarrollando  entre  los  hombres, 
y  cuyas  manifestaciones  se  encuentran  en  las  corpo- 
raciones masónicas,  las  asociaciones  de  obreros,  de 
bancos,  seguros,  ferrocíirriles,  vapores,  etc.,  las  compa- 
ñías comerciales, — regulares  y  anónimas — las  socieda- 
des cooperativas  y  de  socorros  mutuos,  los  cuerpos  mi- 
litares de  voluntarios,  la  creación  de  hoteles  y  casas  de 
alojamiento  en  grande  escala,  etc.  etc.  El  mundo  mar- 
cha y  se  transforma:  los  que  ayer  eran  conventos, 
abadías,  asociaciones  religiosas,  hoy  son  casas  de  se- 
guros, bancos,  clubs  y  sociedades  cooperativas. 

Llama  principalmente  la  atención   en  Chicago  el 
aire  de  juventud  que  se  nota  por  dondequiera.  Un 

37 


578  El  incendio  de  1871 

espantoso  incendio  en  18T1,  continuado  por  otro  menos 
grave,  pero  no  despreciable,  en  1874,  destruyó,  á  lo 
menos,  la  mitad  de  la  ciudad.  Empezó  el  8  de  Octu- 
bre á  las  9  de  la  noche,  á  consecuencia  de  una  lámpara 
de  petróleo  derribada  por  la  coz  de  una  vaca  en  un 
establo,  se  comunicó  á  otros  edificios  de  madera,  luego 
á  algunos  de  los  vastos  depósitos  del  mismo  material; 
y  en  seguida,  protegido  por  un  gran  viento  del  Oeste, 
á  toda  la  parte  comercial  de  la  ciudad  comprendida 
entre  el  lago  Michigan  y  el  río  de  Chicago,  que  se  di- 
vide en  dos  ramas  hacia  el  Norte  y  el  Sur  de  la  ciudad, 
límite  que  la  llama  no  alcanzó  á  traspasar  en  veinti- 
cuatro horas  de  duración. 

La  ciudad  tenía  entonces  (1871)  323,000  habitan- 
tes, y  el  valor  de  sus  edificios  y  efectos  muebles  alcan- 
zaba á  I  650.000,000.  El  incendio  destruyó  17,500 
casas,  y  valores  por  $  196.000,000.  Con  los  daños 
consecuenciales  las  pérdidas  alcanzaron  á  cerca  de 
$  300.000,000,  de  los  cuales  había  $  100.000,000  ase- 
gurados. Empero,  la  quiebra  de  56  compañías  de 
seguros  que  no  pudieron  hacer  frente  á  esta  inmensa 
pérdida,  redujo  á  poco  más  de  I  40.000,000  los  valo- 
res recobrados.  98,000  personas  quedaron  sin  habita- 
ción, reducidas  á  vivir  en  toldos  y  casas  construidas 
á  la  ligera.  En  consecuencia,  más  de  50,000  fueron  á 
buscar  residencia  en  otros  lugares.  Parecía,  pues,  que 
habían  de  pasar  muchos  años  antes  que  Chicago  logra- 
se levantarse  de  ese  desastre. 

Mas  no  fue  así.  La  noticia  de  esta  catástrofe  des- 
pertó un  sentimiento  de  caridad  de  que  la  historia  del 
mundo  presenta  pocos  ejemplos.    Las  sociedades  de 


Las  suscripciones  en  favor  de  las  victimas      579 

socorros  organizadas  en  la  cíiiidad  habían  recibido  an- 
tes de  un  mes  más  de  $  2.000,000,  con  los  cuales  se 
habían  construido  cuatro  mil  casas  capaces  de  dar 
habitación  á  20,000  ])ersonas,  y  se  esperaba  termi- 
nar en  quince  días  masías  necesarias  para  alojará 
todos  los  que  no  habían  emigrado.  Los  auxilios  de  ví- 
veres, ropas,  muebles,  instrumentos  de  trabajo,  eran 
tan  enormes,  que  la  población  se  reanimó  con  nuevo 
vigor  á  la  tarea  de  recobrar  lo  perdido.  Las  contribu- 
ciones venidas  de  todos  los  Estados,  y  aun  del  Extran- 
jero, parece  que  subieron  á  unos  8  60.000,000,  con 
lo  cual,  lo  recobrado  de  las  compañías  de  seguros  y 
las  ventajas  naturales  de  la  ciudad  y  de  los  territorios 
vecinos,  que  habían  quedado  intactos,  esa  metrópoli 
se  levantó  de  entre  sus  ruinas,  reconstruyó  sus  calles 
en  un  plan  todavía  más  gigantesco,  y  hoy,  diez  y  siete 
años  después,  es  una  de  las  más  bellas,  ricas  y  famosas 
ciudades  del  mundo.  Sin  igual,  sobre  todo  en  la  rapi- 
dez con  que  se  ha  levantado  en  cincuenta  años  desde  el 
desierto,  hasta  quizás  800,000  habitantes",  y  desde  las 
cenizas  del  incendio  hasta  una  riqueza  en  caserío,  mer- 
cancías, fábricas,  etc.,  de  1,200  á  %  1,500.000,000. 


CAPITULO  XXX 


EL    ESTADO    DE    ILLIJÍOIS 


Progreso  de  su  poblaciÓQ. — Riqueza  general. — Producciones. — 
El  elemento  extranjero.— La  inmigración  europea  prefiere 
las  altas  latitudes.— Los  canales  de  Illinois. — La  comodidad 
de  los  ferrocarriles  y  sus  diversas  clases  de  vehículos  para 
pasajeros. — Pullman-City.  —  Experimento  social.— Las  dos 
naturalezas  del  americano. 


El  Estado  de  Illinois,  al  que  Chicago  pertenece,  es 
el  cuarto  en  población  3^  riqueza  en  toda  la  Unión  y  el 
sexto  en  antigüedad  entre  los  Estados  nuevos  forma- 
dos después  de  la  independencia.  Le  preceden  en  po- 
blación ís"ueva  York  (con  5.082,800,  en  1880)  Pensil- 
vania  (con  4.282,800)  y  Ohio  (con  3.198,061):  en  an- 
tigüedad de  los  recién  constituidos,  Kentucky  (1792), 
Tennessee  (1796),  Ohio  (1802),  Luisiana  (1812),  Mis- 
sissippi  (1816)  é  Indiana  (1817) — pues  Illinois  fue  ad- 
mitido á  este  rango  en  1818. 

Empezó  á  recibir  población  entre  1800  y  1810,  en 
cuyo  último  año  tenía  . . .  12,282  habitantes. 

En  1820 55,162 

En  1830 J57,44:5 

En  1840 476,100         — 


Progreso  de  su  población  y  riqueza  581 

En  1850 851,400  habitantes. 

En  1860 l.ni,900         — 

En  1870 2.539,800        — 

En  1880 3.077,871         — 

En  1888  (estimación  )       „  ív-a  nnn 

oficial) í       ^-^^^'^^^        — 

Rápido  como  ha  sido  el  crecimiento  de  su  pobla- 
ción, de  100  por  100 'en  la  década  de  1850  á  1860;  de 
50  por  100  en  la  de  1860  á  1870;  de  21  por  100  en  la  de 
1870  á  1880,  y  de  25  por  100  en  los  ocho  últimos  afios, 
el  incremento  de  su  riqueza  ha  sido  todavía  ma3^or- 
En  1850  le  daba  el  catastro  una  riqueza  general 

de $       156.265,000 

En  1860  de 871.860,000 

En  1870  de 2,121.680,000 

En  1880  de ..     3,210.000,000 

Es  decir,  que  de  1850  á  1880,  en  treinta  años,  la  po- 
blación era  tres  y  media  veces  mayor;  pero  la  riqueza 
era  veinte  veces  más  grande.  En  otros  términos:  lari' 
queza,  por  cabeza  de  población,  era  de  $  183-55,  en 
1850;  en  1880  cada  habitante  era  dueño,  por  término 
medio,  de  $  1,043. 

Su  territorio  de  56,000  millas  cuadradas  estaba  en 
1886  dividido  entre  255,741  propietarios,  de  los  cua- 
les 175,500  (69  por  100)  cultivaban  la  tierra  por  sí 
mismos,  20,620  (8  por  100)  por  medio  de  arrendata- 
rios y  59,620  (23  por  100)  en  participación  de  utili- 
dades con  el  cultivador. 

La  producción  de  cereales  y  fo-rrajes  subió,  en  1886, 
sobro  los  principales  artículos,  á  las  cantidades  si- 
guientes: 


582  Artículos  principales  de  producción 

Maíz . . .  52.500.000  cargas,  á  razón  de  14^  cargas  por  fanegada. 
Trigo...     6.888,000      —  —  6|    —  — 

Avena..  26.000.000      —  _  16      —  __ 

Papas...     2.400,000      —  —  33^    _  _ 

Heno...  4.513,000  toneladas    —  l|  toneladas       — 

Y  el  valor  total  de  estas  producciones,  avaluando  á 
$  1-24  la  carga  de  maíz,  á  $  2-76  la  de  trigo,  I  1-04 
la  de  avana,  $  1-72  la  de  papas  y  $  6-40  la  tonelada 
de  heno,  subió  á  $  146.033,000. 

La  producción  animal  en  sus  dehesas  debió  de  ser 
inmensa,  pues  este  Estado  es  muy  rico  en  rebaños.  De 
los  principales  animales  tenía  en  1886: 

Caballos 1.069,800,  avaluados á$  77.25  c^u.,  $  82.649,000 

Muías 115,660  —  83.73  —  9.684,000 

Vacas  de  leche     937,476  —  26.50    —        24.843,000 

^n^Iot'  e\T  \   1-485,754  -  22.23  -        33.029,000 

Ovejas. '. ..      814,177  —  2.49  —  2.026,000 

Marranos 3.102,945  —  6.47  —         20.088,000 

Las  razas  son  en  lo  general  mejores  que  en  los  Es- 
tados que  hemos  pasado  en  rápida  revista,  como  lo  de- 
muestran los  altos  preciosa  que  se  les  avalúa;  de  suerte 
que  la  producción  anual  de  este  ramo  quizás  no  pue- 
de computarse  en  menos  de  I  60  á  $  70.000,000.  Illi- 
nois es  entre  todos  los  Estados  de  la  Unión  el  que 
cuenta  número  mayor  de  cabezas  de  ganado  vacuno  de 
crías  mejoradas. 

Tiene  de  ellas  (cabezas)  (en  1884)..  )    820,000 
Sígnenle,  Ohio,  que  cuenta )     719,000 

lowa 638,000 

Tejas 494,000 

Nueva  York 479,000 

Indiana 447,000 

Nebraska 403,000 

Kansas 401,000 


Valo7-  de  las  tierras  583 

Xo  he  encontrado  en  esta  ciudad  dato  reciente 
acerca  del  valor  de  sus  tierras  cultivadas.  Tengo  tan 
sólo  el  del  censo  de  1860,  en  el  que  sus  22.000,000  de 
fanegadas  están  estimadas  en  $  432.000,000,  es  decir, 
á  $  20  cada  fanegada.  Esta  suma  representaba  enton- 
ces la  mitad  del  avalúo  total  de  la  riqueza  del  Estado; 
si,  pues,  esa  proporción  se  hubiese  conservado,  en  1880, 
cuando  la  riqueza  total  de  Illinois  se  computaba  en 
I  3,210.000,000,  sus  tierras  valdrían  $  1,600.000,000; 
estimación  que  todavía  sería  moderada. 


En  la  composición  de  la  población  de  este  Estado 
entra  por  una  parte  considerable  el  elemento  extran- 
jero. De  3.077,000  habitantes  que  tenía  en  1880, 
583,000,  ó  un  19  por  100,  eran  extranjeros  de  nacimien^ 
to.  Como  en  los  últimos  diez  años  la  inmigración  ha 
sido  mucho  mayor  que  en  el  decenio  anterior,  es  permi- 
tido suponer  que  de  los  3.750,000  que  se  le  computa- 
ban en  1888,  no  menos  de  800  ó  900,000,  ó  casi  la  cuar- 
ta parte  pertenecerá  á  ese  origen.  Contando  con  la 
primera  generación  de  los  inmigrantes, — que  todavía 
conserva  los  rasgos  y  tendencia  de  la  nacionalidad  de 
sus  padres — se  puede  decir  que  la  mitad  de  la  pobla- 
ción de  Illinois  es  compuesta  de  extranjeros. 

Es  un  hecho  digno  de  interés  para  nosotros  que  la 
inmigración  europea  se  dirige  de  preferencia  á  las  al- 
tas latitudes.  Así,  de  los  6.679,000  extranjeros  es- 
tablecidos en  los  Estados  Unidos  en  1880,  las  tres  cuar- 
tas partes  vivían  entre  los  41°  y  los  45°  de  latitud 
Norte,  así: 


584  Población  extranjera 

En  Oonnecticut 129,992 

En  Dakota  (Territorio  entonces). . .  .  51,795 

En  Illinois 583,576 

En  Indiana 144,178 

En  lowa 261,650 

En  Massachnsetts 443,491 

En  Michigan .  388,508 

En  Minnesota 267,676 

En  Nebraska 97,414 

En  Nueva  York  (el  Estado) 1.211,379 

En'  Ohio 394,943 

En  Pensilvania 587,829 

En  Wisconsin.,    405,425 

Total 4.867,856 

Esta  inmigración  se  compone  principalmente  de 
ingleses  é  irlandeses,  alemanes,  suecos,  noruegos,  ru- 
sos, anstriacos  y  húngaros.  Poblaciones  de  origen  la- 
tino sólo  había  en  los  Estados  Unidos,  en  1880,  las  si- 
guientes: 

Franceses 106,971 

Italianos 44,230 

Españoles  y  portugueses     13,259 

Mexicanos  68  399  -S  ^^  Tejas,  Arizona 

Total 232,859 

Verdad  es  que  de  algunos  años  á  esta  parte  empie- 
zan á emigrar  á  América  en  grandes  números  los  ita- 
lianos y  los  españoles,  pero  á  las  regiones  del  Plata, 
comprendidas  entre  los  30°  y  los  40°  grados  de  latitud 


Proyectos  de  ensanc^ie  de  los  canales  585 

Sur,  principalmente  entre  los  35*  y  los  40°.  Podrían, 
pues,  venir  á  la  América  ecuatorial,  á  las  regiones  al- 
tas de  los  Andes;  pero  no  será  sino  cuando  buenos  ca- 
minos faciliten  su  entrada  hacia  ellas,  y  sobre  todo 
cuando  fletes  baratos  permitan  la  abundante  exporta- 
ción de  sns  f)rod netos. 


El  último  rasgo  de  prosperidad  para  este  poderoso 
Estado  de  que  tuve  noticia  durante  mi  re.sidencia  allí, 
es  el  proyecto  de  ensanchar  los  CRnales  que  comunican 
los  grandes  lagos  con  los  ríos  tributarios  al  Missis- 
eippi,  hasta  el  punto  de  que  los  más  grandes  buípies  del 
Océano  puedan  zarpar  de  los  lagos  y  bajar  Jil  golfo  de 
México  por  el  canal  de  ese  gran  río.  Como  otro  tanto 
se  hará  con  el  río  San  Lorenzo,  la  América  del  Norte 
tendrá  una  navegación  interior  de  más  de  dos  mil  le- 
guas por  medio  de  dos  gi-andes  ríos  y  de  cinco  mares 
de  agua  dulce,  superior  á  la  de  cualquier  otro  con- 
tinente. 

Excepto,  eso  sí,  el  de  la  América  del  Sur:  el  cual 
cuenta  en  la  comunicación  entre  el  Orinoco,  el  Oasi- 
quiare,  el  Rionegro  y  el  Amazonas,  yá  conocida,  y  las 
que  se  consideran  posibles  entre  el  Madeira,  tributa- 
rio del  Amazonas,  el  Mamoré  y  el  Pilcomayo,  tribu- 
tario del  Plata;  entre  el  Tapajos  y  el  Paraguay;  y  en- 
tre el  Paraná  y  el  San  Francisco,  una  red  de  grandes 
ríos  navegables  por  todo  el  interior  del  Continente, 
desde  las  inmediaciones  de  Bogotá  hasta  Buenos  Aires, 
y  desde  la  capital  de  Bolivia  hasta  las  bocas  del  Ama- 
zonas y  del  Plata,  que  no  tendrá  rival  en  este  planeta. 


586  Los  cochea  de  ferrocarril 

A  pocos  minutos  de  nuestra  salida  de  01iicag:o  tu- 
vimos la  pena  de  saber  que  pasábamos  por  Pullnum- 
Oify,  cuando  yá  no  podíamos  detenernos  para  visitar 
esa  interesantísima  población. 

El  célebre  inventor  de  los  coches-palacios  (1)  para 
ferrocarril  ha  establecido  aquí,  por  medio  de  una  com- 
pañía anónima,  una  fábrica  inmensa  de  sus  coches, 
sobre  bases  de  cooperación  con  los  obraros,  los  que  no 
bajan  de  4,000. 

(1)  Para  el  viaje  de  ferrocarril  en  los  Estados  Unidos  se  usan 
vehículos  diversos,  de  los  cuales  son  más  conocidos  los  si- 
guientes: 

1/  El  coche  común  de  primera  ó  segunda  clase,  con  capa- 
cidad para  sesenta  y  hasta  ochenta  pasajeros  en  cada  coclie. 
Son  cómodos,  ventilados,  provistos  de  agua  potable,  siempre 
con  hielo,  aguamanil  con  jabón  y  paños  de  mano  muy  limpios, 
y  gabinete  reservado;  pero  sin  comodidad  para  dormir. 

3  °  Coche-salón,  en  que  los  asientos  son  sillones  muy  cómo- 
dos, con  resortes  que  permiten  bajar  ó  levantar  el  espaldar  y  un 
apéndice  en  donde  colocar  los  pies;  de  suerte  que  en  esos  asien- 
tos se  puede,  al  desearlo,  tomar  posición  horizontal.  En  ellos 
dan  al  pasajero  una  manta  abrigada  para  cubrirse  y  dormir  du- 
rante la  noche.  También  se  da  desayuno,  almuerzo,  comida  y 
cena,  sin  parar  la  marcha, 

3.°  Coche  de  camas,  que  yá  he  descrito  en  el  capítulo  de 
viaje  de  Nueva  Orleans  á  San  Luis. 

4.°  Coche-palacio,  de  gran  tamaño,  comunicado  con  otros 
dos  inmediatos:  el  coche  principal  es  un  salón  muy  bien  amue- 
blado, que  alternativamente  puede  convertirse  en  comedor  para 
veinte  personas  y  en  dormitorio  para  otras  tantas;  otro  de  los 
inmediatos  es  un  restaurante  con  cocina,  despensa,  bodega  y 
todo  lo  necesario  para  proporcionar  comidas  á  los  pasajeros  sin 
suspender  la  marcha  del  tren;  el  último  es  un  salón  de  baño  y 
de  aseo,  en  donde  puede  tenerse  hasta  billar  ú  otros  aparatos 
de  recreo.  También  está  destinado  á  los  fumadores.  Estos  co- 
ches se  emplean  en  los  largos  viajes,  que  duran  más  de  dos  ó 
tres  días;  como  el  de  Nueva  York  á  San  Francisco,  que  dura 
cinco  ó  seis,  ó  el  de  cualquiera  ciudad  de  los  Estados  Unidos 
á  México,  que  es  de  siete  ú  ocho.  También  en  los  viajes  cir- 
culares, que  son  vueltas  en  el  interior  de  los  Estados  pasando 
por  varias  ciudades;  pero  conservando  siempre  la  liabitación,  es 
decir,  la  comida  y  la  cama,  en  el  mismo  coche:  viajes  que  du- 
ran á  veces  quince  y  V2inte  días  seguidos.  El  coche  se  convierte 
en  un  hotel  ambulante. 


Pulhnan-City  587 

La  Compañía  les  suminisbra  asistencia  en  un  gran 
hotel,  y  también  da  pequeñas  casas  de  habitación  á 
las  familias  que  quieren  vivir  con  independencia;  sos- 
tiene escuelas,  salas  de  asilo  para  los  niños  pequeños 
durante  el  día,  teatro,  salón  para  bailes,  conciertos  y 
reuniones  públicas,  hospital,  cementerio,  mercado, 
artículos  para  vestido,  mobiliario  y  demás  servicio  do- 
méstico, todo  á  precios  de  por  mayor  y  una  pequeña 
comisión;  les  paga  un  moderado  salario  semanal  y 
una  participación  en  las  utilidades  al  fin  del  año. 
A  los  obreros  que  lo  desean,  esta  participación  se  les 
convierte  en  acciones  en  la  Empi'esa;  pues  el  pensa- 
miento de  la  Compañía  es  transferir  lentamente  la  pro- 
piedad de  aquélla  á  los  obreros  mismos,  para  ensa- 
yar la  posibilidad  de  una  nueva  organización  social  en 
que  cada  objeto  de  trabajo  y  de  producción  llegue  á 
ser  propiedad  de  los  trabajadores  mismos,  sin  lucha  ni 
competencia  alguna  entre  el  capital  y  el  trabajo,  entre 
los  capitalistas  y  los  proletarios.  Es  esta  una  obra  de 
grande  experimento  social. 

La  Compañía  provee  abundantemetite  á  las  necesi- 
dades diarias  de  sus  obreros.  El  alojamiento  es  cómo- 
do, bien  ventilado,  con  todas  las  condiciones  higiéni- 
cas necesarias;  agua  con  profusión;  luz  eléctrica  y  de 
gas  durante  la  noche;  la  comida  abundante  y  sana;  el 
vestido  de  buenas  telas  y  á  los  más  bajos  precios  posi- 
bles, pues  todo  es  comprado  por  mayor;  les  procura 
diversión  variada  durante  la  noche,  música  y  recrea- 
ciones pacíficas  los  domingos;  se  encarga  durante  las 
horas  de  trabajo  en  las  fábricas  del  cuidado  de  los  ni- 
ños pequeños,  y  sostiene  escuelas  para  los  que  están  en 


588  Gran  experimento  social 

estado  de  recibir  educación.  Los  sitios  son  alegres^ 
poblados  de  árboles  y  flores.  Hasta  aquí  el  lado  cómo- 
do y  satisfactorio  para  los  trabajadores. 

En  cambio,  es  obligatorio  el  ahorro;  el  obrero  está 
ligado  á  la  Empresa  por  un  año  á  lo  menos,  y  quizás 
por  más  tiempo  en  la  generalidad  de  los  casos;  está 
prohibido  en  absoluto  el  consumo  de  licores  y  bebidas 
embriagantes,  y  en  lo  relativo  á  costumbres  y  policía 
general,  es  natural  suponer  que  las  reglas  son  más  es- 
trictas que  las  de  la  autoridad  municipal  de  los  lugares» 

Cuál  sea  el  resultado  de  estos  experimentos,  es 
difícil  decirlo.  En  los  Estados  Unidos  hay,  al  lado  de 
las  más  ingobernables  é  ilimitadas  codicias,  los  más  al- 
tos sentimientos  de  filantropía  y  amor  á  la  humani- 
dad. Muy  de  temerse  son,  á  veces,  las  empresas  de  ca- 
ridad y  benevolencia  acometidas  por  desalmados  é 
hipócritas  especuladores;  pero  á  las  veces  también  en- 
tre los  que  parecieran  especuladores  puros,  llenos  de 
ambición  de  riquezas,  resultan  los  actos  de  desprendi- 
mientoy  de  humanidad  más  extraordinarios.  Hoy  hay 
en  ese  país  dos  corrientes  contrarias,  incomprensibles. 
La  una  es  la  pasión  de  hacer  fortuna  por  todos  los  me- 
dios imaginables,  y  fortunas  colosales,  inmensamente 
superiores  á  lo  que  las  más  exigentes  necesidades  de  la 
vida  humana  puedan  requerir:  100,  200,  300.000,000 
de  pesos.  La  otra  un  espíritu  de  refusión  del  indivi- 
duo en  la  humanidad  entera  con  sacrificio  de  todo  lo 
que  pudiera  ser  egoísta,  de  todo  lo  que  es  individual. 
Y  á  veces  esas  dos  tendencias  suelen  aparecer  en  una 
misma  persona.  Girard  era  un  especulador,  prestador 
de  dinero  á  interés,  en  extremo  duro,  que  no  rebajá 


Los  dos  caracteres  del  americano  del  Norte      589 

jamás  un  centavo  du  intereses  á  sas  deudores,  y  al 
propio  tiempo  daba  ejemplo  de  una  caridad  ardiente 
en  los  días  de  calamidad  pública,  hasta  el  punto  de  ir 
personalmente  á  servir  de  enfermero  en  los  hospitales 
en  tiempo  de  epidemia.  Ese  hombre  empleó  en  vida  y 
legó  á  su  muerte  una  fortuna  de  $  9.000,000  en  favor 
de  los  establecimientos  de  educación  y  de  caridad 
de  Filadelfia,  JN'ueva  Orleans  y  otras  ciudades.  Peabo- 
dy,  el  filántropo  más  generoso  de  los  tiempos  moder- 
nos, confesaba  que  era  avaro  y  que  le  causaba  dolor  el 
gasto  más  pequeño,  por  lo  cual  se  impuso  en  castigo 
dar  muy  buenas  comidas  todas  las  semanas  y  gastar 
sumas  extraordinarias  en  actos  de  caridad. 

El  Comodoro  Vanderbilt,  el  fundador  de  una  di- 
nastía de  cien-millonarios,  dejaba  vivir  á  sus  hijos  en 
una  pobreza  vecina  de  la  miseria;  pero  cuando  esta- 
lló en  1861  la  guerra  civil,  dirigió  al  Secretario  de  la 
marina  una  carta  en  la  que  ponía  á  disposición  del 
gobierno  una  flota  de  veinte  vapores,  en  venta,  en 
arrendamiento  ó  como  quisiese,  y  en  caso  de  que  no  se 
les  reputase  necesarios,  rogaba  que  á  lo  monos  se  acep- 
tase como  donación  suya  al  pueblo  americano  el  vapor 
Vaiiderhilt,  construido  con  un  gasto  de  $  5.000,000  y 
reputado  en  esos  días  como  el  mejor  barco  que  flota- 
ba en  los  Océanos. 

El  hecho  es  que  las  asociaciones  de  vida  común  y  des- 
prendimiento y  abnegación  de  sí  mismo  son  no  poco 
numerosas  en  los  Estados  Unidos,  y  algunas  de  ellas, 
como  la  de  los  TemUadores  {Shakers),  por  ejemplo, 
están  en  plena  prosperidad  y  cuentan  yá  cerca  de  un 
siglo  de  existencia.  La  idea  de  asociación  más  estrecha 


590  Contrastes  raros 

entre  grandes  comunidades  ó  de  ensanche  del  círculo 
de  la  familia  á  proporciones  mucho  más  extensas,  ha 
dado  grandes  pasos  en  el  siglo  xix  y  no  puede  decirse 
hasta  dónde  podrá  no  llegar.  Hay  en  la  humanidad 
resortes  misteriosos  que  determinan  súbitamente  las 
corrientes  más  contrarias:  jamás  ha  presenciado  el 
mundo  actos  de  ferocidad  comparables  á  los  que  ponía 
en  práctica  la  inquisición  para  asegurar  el  predominio 
de  una  religión  de  caridad;  y,  según  refiere  Stanley, 
nunca  vio  un  sentimiento  de  compasión  y  de  caridad 
más  apasionado  que  entre  los  caníbales  del  Congo, 
cuando  vieron  hambrientos,  enfermos  y  necesitados 
de  socorro  á  él  y  á  sus  compañeros. 


cja^¿f^^<;:;r^^;:¿?^^^^^ii^p=> 


CAPITULO  XXXI 


CINCIIÍNATI 


Aspecto  general.— Progreso  de  la  población.— Espíritu  comer- 
cial de  sus  habitantes.— Zos  reporters.  —  lEintrevisUi  con  uno- 
de  éstos. — La  plaza  del  agua. — Espléndida  fuente. — Cincin- 
nati  á  vuelo  de  pájaro.— El  Museo  de  Bellas  Artes. — Las 
manufacturas  de  la  ciudad. — El  movimiento  comercial, — El 
Oliioen  Cincinnati,  y  su  navegación. — El  precio  de  los  fletes. 
— La  Cámara  de  Comercio. — Los  puentes  sobre  el  Oliio. 
— Covington  y  Newport. — Un  cuartel  americano. — Otra  vez 
los  masones. 


Llegamos  á  <Jinc¡niuiti  en  la  mañaiiM  de  an  día  de 
primavera,  despejado,  sereno  y  acariciado  por  tibias 
brisas.  En  pocas  horas  habíamos  atravesado  en  línea 
diagonal  de  N.O.  á  S.E.  todo  el  Estado  de  Indiana, 
poblado  hoy  por  más  de  2.000,000  de  habitantes,  y 
penetrado  en  el  ángulo  N.O.  del  poderoso  Ohio,  el 
tercero  de  la  Unión  en  población  y  riqueza,  admitido 
al  rango  de  Estado  desde  1802.  Cincinnati,  la  antes 
Reina  del  Oeste,  hoy  destronada  por  San  Luis  y  por 
Chicago  en  punto  á  industrias  y  número  de  habitan- 
tes, conserva  sus  títulos  en  lo  que  se  refiere  á  la  be- 
lleza del  paisaje  que  la  rodea.  Edificada  en  la  orilla 
oriental,  en  una  vuelta  que  con  curso  pere%a»o  des- 


592  La  población  de  Cincinnati 

cribe  el  gran  río  que  da  su  nombre  al  Estado,  en 
medio  de  un  anfiteatro  de  graciosas  colinas  de  poco 
más  de  100  metros  de  altura,  su  espléndido  caserío 
se  levanta  desde  el  nivel  de  las  aguas  hasta  las  cum- 
bres del  rededor,  y  se  completa  con  Covington  (1)  en 
la  orilla  derecha  del  río,  perteneciente  á  Kentucky, 
al  respetable  guarismo  de  284,000  en  1880,  Hoy  debe 
pasar  de  350,000. 

Tenía  en  1800 750  habitantes. 

En  1810 2,540         — 

En  1820 9,602         — 

En  18^0   24,800        — 

-En  J840 46,300         — 

En  1850 115,400        — 

En  1860   161,000         — 

En  1870 216,200         — 

En  1880 255,139         — 

La  primera  impresión  que  de  ella  recibimos  fue 
relativa  al  espíritu  comercial  de  sus  habitantes.  Ape- 
nas hiibíamos  tomado  cuartos  en  el  hotel  Burnet, 
cuando  i-ecibimosla  visita  de  un  joven  comerciante,  á 
quien  habían  informado  que  traíamos  de  Sur  América 
un  gran  cargamento  de  maní,  y  venía  á  comprárnoslo. 
Al  contestarle  negativamente  y  decirle  que  éramos 
viajeros  de  mera  curiosidad,  sin  artículo  alguno  que 
vender,  dudó  de  nuestra  sinceridad  y  amablemente 
nos  manifestó  que,  aun  cuando  fuesen  5  ó  6,000  quin- 
tales, podía  comprarnos  toda  la  partida,  pues  nego- 
ciaba por  mayor  en  esa  almendra  y  estaba  dispuesto  á 
pagárnosla  al  mejor  precio   del    mercado.   Cuando  al 

(1)  Covington  tenía  29,400  en  1880. 


Visita  de  un  **  repórter  "  593 

al  fin  logramos  convencerlo  de  su  error,  y  á  nuestra 
vez  le  manifestamos  exfcrafleza  de  que  ese  artículo 
fuese  conocido  y  tan  solicitado  en  los  Estados  Unidos; 
nos  informó  con  mucha  atención  que  de  él  se  hacía 
un  uso  inmenso  en  confituras  y  salsas  para  las  carnes 
y  el  pescado;  que  en  el  Estado  de  Tennessee  se  le  pro- 
ducía en  cantidades  de  700  á  800,000  quintales  por  año 
y  que  su  precio  actual  era  de  %  0-04  á  $  0-05  centavos 
la  libra,  si  no  estoy  equivocado.  í^o  se  manifestó  corri- 
do de  su  engaño:  con  mucha  galantería  nos  dio  la 
tarjeta  y  la  dirección  de  su  almacén  de  comercio,  nos 
invitó  á  ir  á  inspeccionar  sus  mercancías  y  se  ofreció  á 
acom.pañarnos  en  otros  días  á  visitar  la  ciudad. 


Nos  preparábamos  yá  á  salir  á  recorrer  las  calles, 
-cuando  se  anunció  otra  visita.  Era  el  repórter  de  uno 
de  los  principales  periódicos  de  la  ciudad  que  venía 
á  tomar  noticias  de  Colombia.  Desde  Nueva  Orleans 
habíamos  hecho  conocimiento  de  esa  costumbre  sin- 
gular de  los  periodistas  americanos  de  informarse  con 
los  viajeros,  no  sólo  de  lo  relativo  al  país  de  éstos, 
sino  de  averiguar  las  impresiones  que  los  Estados 
Unidos  producen  en  ellos.  En  Nueva  Orleans  había- 
mos tenido  tres  visitas  de  esta  clase,  dos  en  San  Luis, 
una  en  Chicago,  y  en  Cincinnati  tuvimos  dos.  Ordina- 
riamente es  un  joven  hien  vestido,  agradable  é  inteli- 
gente el  que  desempeña  estas  funciones:  se  insinúa 
con  mucha  suavidad,  apunta  rápidamente  en  su  car- 
tera las  respuestas  que  se  le  dan,  probablemente  en 
caracteres   taquigráficos,    conversa   sobre   la   política 

americana  y  pide  la  opinión  del   viajero  acerca  de  las 

38 


594  Lo  que  son  los  reporters 

cuestiones  del  día.  Responde  con  amabilidad  á  las 
preguntas  que  se  le  hacen,  da  informes  relativos  á  la 
ciudad  y  los  acontecimientos  de  su  país,  y  á  veces 
suele  ser  útil  para  facilitar  al  viajero  la  manera  de 
visitar  los  lugares  que  desea  conocer.  No  siempre 
es  muy  correcto  en  las  versiones  que  da  de  sus  en- 
trevistas, por  lo  cual  conviene  exigirle  que  antes  de 
dar  publicidad  á  la  conversación,  envíe  una  prueba 
en  tiras  para  corregir  y  rectificar  las  ideas.  Uno  de 
estos  interviewers  en  Nueva  Orleans  juzgó  por  mis 
preguntas  acerca  de  los  métodos  empleados  en  la  pro- 
ducción de  azúcar,  que  yo  sería  hacendado,  y  me  pre- 
guntó si  en  efecto  lo  era.  Contestóle  que  tenía  una 
pequeña  propiedad. 

— ;Ah!  yá  sabemos  por  aquí  lo  que  llaman  ustedes 
pequeña  propiedad,  exclamó. 

Y  al  siguiente  día  vi  con  agradable  sorpresa  en  las 
tiras  de  su  periódico,  que  yo  era  uno  de  los  más  gran- 
des hacendados  de  Sur  América,  cosa  que  me  era 
completam.ente  ignorada.  Otro  me  preguntó  si  tenía 
participación  en  la  política  de  Colombia.  Contéstele 
que  sí  había  estado  mezclado  en  otro  tiempo  en  esas 
cosas  de  una  manera  muy  subalterna;  pero  que  hacía 
años  estaba  retirado  á  sólo  mi  trabajo  personal,  por- 
que en  mi  país  la  política  no  da  para  vivir.  La  inter- 
pretación que  á  esta  respuesta  dio  el  rejiortevQ^  curiosa. 

"Mr.  C. . .  decían  las  tiras  de  su  periódico,  es  \xn polüiciaíi 
importante,  y  debe  de  venir  encargado  de  alguna  negociación 
considerable,  porque  trata  de  ocultar  sus  conexiones  con  Ja  po- 
lítica de  su  país." 

Si  JO  hubiese  dejado  pasar  ese  párrafo,  todos  los 
reporters  de  los  1,500  diarios  americanos  me  hubieran 


La  conversación  con  él  595 

perseguido  á  todas  horas  para  arrancarme  el  secreto. 
No  le  aconsejaría  yo  al  General  Boulanger  venir  á 
pasar  algunos  de  los  días  de  la  peregrinación  de  expec- 
tativa que  atraviesa,  en  los  Estados  Unidos.  No  lo 
dejaría  vivir  tranquilo  esa  plaga  de  curiosos,  más  te- 
mible que  los  zancudos  en  el  Magdalena  ó  que  los 
chiribicos  en  una  cama  de  posada  en  tierra  caliente. 
Esa  es  evidentemente  una  de  las  esclavitudes  de  la 
vida  americana  de  que  se  quejaba  Ilerbert  Spencer 
con  un  intervieiuGr;  pero  es  una  parte  del  precio  á 
que  se  compra  la  libertad.  La  república  necesita  la 
participación  de  todos,  el  pensamiento  de  todos,  la 
discusión  incesante  sobre  los  asuntos  conexionados 
con  la  vida  pública;  si  la  esclavitud  se  acomoda  bien 
con  el  reposo  y  el  silencio,  la  libertad,  nó:  las  aguas 
estancadas  se  descomponen  y  corrompen,  no  las  bebáis. 
Bebed  de  las  fuentes  rumorosas  que  forman  espumas 
entre  las  piedras. 

El  repórter,  decía,  empezó  las  preguntas  relativas 
á  su  país: 

— ¿Qué  le  han  parecido  á  usted  los  Estados  Uni- 
dos? 

— Un  país  muy  grande,  muy  rico,  muy  libre  y 
muy  feliz. 

— ¿Qué  le  ha  parecido  más  notable? 

— Sus  vías  de  comunicación:  sus  ferrocarriles,  sus 
vapores  en  los  ríos;  sa  gran  producción,  la  grandiosi- 
dad de  sus  ciudades. 

— ¿No  ha  encontrado  usted  algo  que  le  cause  dis- 
gusto ó  que  le  parezca  digno  de  censura? 

— Sólo  me  ha  causado  estrañeza  el  sentimiento  de 


596  ¡Su  interrogatorio 

repugnancia  ó  de  desprecio  que  me  ha  parecido  ins- 
pira á  la  gente  de  raza  blanca  la  de  color  oscuro. 

— ¿Y  por  qué  extraña  usted  eso? 

— Pues,  porque  teniendo  ustedes  que  vivir  con  la 
gente  de  color,  necesitando  de  ella,  recibiendo  de  ella 
cooperación  en  los  trabajos  más  duros,  parecería  na- 
tural que  ustedes  le  hiciesen  justicia  admitiéndola 
sin  repugnancia  en  los  teatros,  en  los  hoteles,  en  las 
iglesias  y  en  las  escuelas,  y  veo  que  no  es  así. 

— Según  eso,  usted  se  inclina  aquí  al  partido  repu- 
blicano. 

— Yo  soy  un  extranjero  y  no  tengo  partido  en  este 
país;  pero  en  el  mío  fui  partidario  ardiente  de  la  abo- 
lición de  la  esclavitud;  veo  con  placer  que  allá  no  se 
hace  diferencia  política  entre  las  dos  razas,  y  muy 
poca  en  las  relaciones  sociales;  desde  allá  seguí  con 
mucho  interés  Iog  progresos  de  la  emancipación  en  los 
Estados  Unidos  y  fui  admirador  de  Lincoln  y  Seward, 
de  Greeleyy  de  Sumner,  de  Stanton  y  Chase:  de  todos 
los  hombres  que  contribuyeron  á  la  libertad  de  los  es- 
clavos y  á  la  reforma  de  la  Constitución  en  el  sentido 
de  darles  iguales  derechos  políticos  y  civiles. 

Cambiando  repentinamente  de  conversación,  me 
preguntó  entonces: 

— ¿Y  qué  dice  usted  de  Mr.  Cleveland? 

Medité  un  instante  mi  respuesta  y  la  di  con  otra 
pregunta. 

—¿Para  qué  desea  usted  la  opinión  de  un  extran- 
jero que  acaba  de  entrar  á  su  país,  y  que  por  lo  mis- 
mo debe  de  carecer  de  conocimientos  suficientes  para 
juzgar  del  carácter  y  del  valer  de  ese  hombre  público? 


Mi  declaración  instructiva  597 

—  Si  usted  tiene  repugnancia  á  contestar  mi  pre- 
gunta, podemos  hablar  de  otra  cosa;  pero  si,  como  yo 
creo,  eso  no  tiene  nada  de  particular,  déme  su  opi- 
nión con  franqueza.  A  los  periodistas  nos  gusta  oír 
siempre  las  opiniones  de  los  extranjeros,  porque  nues- 
tro modo  de  ver  las  cosas  puede  ser  interesado  ó  apa- 
sionado, y  el  extranjero  tiene  más  imparcialidad  y 
suele  considerar  las  cuestiones  por  lados  nuevos  y 
originales. 

— Pues  bien,  le  dije:  Mr.  Cleveland  me  gusta  mu- 
cho. Sus  actos  públicos  parecen  partir  de  un  carácter 
elevado,  justiciero  é  imbuido  en  las  verdaderas  ideas 
americanas. 

— ¿Como  cuáles  actos? 

— Los  relativos  á  la  protección  á  los  indios  en  la 
posesión  de  las  tierras  de  sus  resguardos;  sus  mensa- 
jes al  Congreso  con  motivo  de  los  ataques  contra  los 
chinos;  sus  vetos  á  las  leyes  de  despilfarro  del  Tesoro 
con  pretexto  de  pensiones. 

— ¿De  suerte  que  usted  opinaría  que  se  le  reeligie- 
se para  la  Presidencia  de  la  Unión? 

— Francamente,  sí. 

— Pero,  ¿no  sabe  usted  que  Mr.  Cleveland  es  demó- 
crata? Usted  acaba  de  decirme  que  las  ideas  de  usted 
son  las  del  partido  republicano. 

— Sí,  señor;  en  todo  lo  relativo  á  conceder  igualdad 
política  á  la  raza  africana  pertenezco  á  lo  que  aquí  se 
llama  partido  republicano;  pero  en  cuestiones  econó- 
micas, en  lo  que  llaman  ustedes  *' protección  á  las  in- 
dustrias americanas,"  me  inclino  más  bien  al  demó- 
crata. Soy   partidario  del   libre   cambio,  y  creo   que 


598  Repreguntas  y  sentencia 

por  hoy  esa  es  la  cuestión  más  grave  que  liay  en  este 
país.  La  tarifa  de  aduanas  tan  alta  de  ustedes,  será 
á  la  larga  un  obstáculo  al  desarrollo  de  las  industrias 
en  este  pueblo.  La  titulada  protección  á  las  manufac- 
turas, protegerá  á  los  dueños  de  fábricas,  á  los  gran- 
des ricos,  que  son  pocos,  con  perjuicio  de  los  consu- 
midores pobres,  que  son  los  muchos.  Yo  creo  que 
eso  no  está  en  la  corriente  verdadera  de  lo  que  uste- 
des llaman  'Mdeas  americanas." 

— Usted  no  es  demócrata,  tampoco  es  republicano: 
entonces  es  Mugiuiimp  (1). 

— Quizás  sí,  señor. 

— Pero  usted  olvida  que  la  prosperidad  de  este 
país  se  debe  principalmente  á  nuestras  niMnufacturas, 
y  que  éstas  no  hubieran  podido  desarrollarse  sin  una 
protección  en  las  aduanas  contra  la  competencia  de 
las  fábricas  inglesas. 

— Excúseme  usted,  señor:  yo  he  creído  observar  más 
bien  que  la  prosperidad  de  los  Estados  Unidos  se  debe 
á  sus  instituciones  liberales;  á  la  división  de  las  tierras 
baldías  en  pequeños  lotes,  al  alcance  de  todo  el  pue- 
blo; á  los  productos  de  su  agricultura,  que  forman  las 
tres  cuartas  partes  de  ia  exportación;  á  la  inmigración 
extranjera;  á  las  escuelas  públicas;  á  la  ausencia  de 
ejército  pernianente;  á  las  vías  de  comunicación  rá- 
pidas, que  proporcionan  transportes  baratos  y  un  in- 


(1)  Este  apodo  de  Mugwump  fue  dado  en  1884  á  los  repu- 
blicanos que  no  aceptaron— á  causa  de  algunas  acusaciones  con- 
tra la  probidad  personal  de  Mr.  Blaine  y  de  disentimiento  de 
opiniones  acerca  del  proteccionismo  y  de  la  provisión  de  los 
empleos  exclusivamente  entre  los  intrigantes  políticos— la  can- 
didatura de  éste,  y  prefirieron  apoyar  la  de  Mr,  Cleveland.  Los 
Mugwumps  equivalen  á  nuestros  antiguos  gólgotas. 


La  fuente  monumental  599 

menso  comercio  interior;  á  la  paz  de  qne  ustedes 
han  disfrutado.  Ustedes  podrían  Juchar  con  la  compe- 
tencia inglesa  sin  necesidad  de  protección  aduanera, 
á  favor  de  su  espíritu  mecánico  y  de  ser  grandes  pro- 
ductores de  las  materias  primeras. 

— Decididamente,  usted   es  discípulo  de  la  escuela 
de  Mánchester.   Adiós,  señor. 


Después  de  media  hora  de  interrogatorio,  el  repór- 
ter se  retiró  y  en  el  acto  nos  lanzamos  á  las  calles,  en 
las  cuales  tropezamos  á  pocos  pasos  con  la  Fuente  de 
la  Explanada,  el  monumento  artístico  más  notable  de 
la  ciudad,  y,  en  su  género,  uno  de  los  primeros  del 
mundo. 

En  el  centro  de  una  plaza  larga  y  angosta,  som- 
breada por  magníficos  árboles,  y  alumbrada  con  gran 
número  de  faroles  do  gas,  se  levanta  un  pavimento  de 
cimento  romano  de  2  pies  de  altura,  al  que  se  sube 
por  dos  escalones  y  que  forma  un  salón  abierto  ó  lugar 
de  paseo  para  el  público,  mucho  más  ancho  que  nues- 
tro atrio  de  la  Catedral  de  Bogotá.  En  el  centro  de 
éste  hay  una  fuente  monumental  de  doce  metros  de 
altura,  compuesta  de  una  ancha  base  y  estanque  de 
pórfido  admirablemente  labrado,  y  tres  cuerpos  de 
bronce,  ó  más  bien  una  grande  estatua  representativa 
de  la  idea  del  agua,  montada  sobre  dos  pedestales  de 
bronce.  En  el  primer  pedestal,  en  alto  relieve,  están 
representados  en  sus  cuatro  caras  los  cuatro  usos  prin- 
cipales del  agua:  fuerza  para  mover  máquinas,  nave- 
gación, pesca  y  vapor.  Encima  hay  cuatro  grandes 
recipientes,  del  centro   de  los  cuales  brota  una  gran 


600  Representaciones  del  agua 

columna  de  agua;  entre  uno  y  otro  de  los  recipientes 
hay  nichos  adornados  con  figuras  de  tamafio  natural: 
de  un  muchacho  que  ostenta  con  alegría  un  gran  pes- 
cado que  acaba  de  sacar  del  agua;  de  una  muchacha 
que  ostenta  con  orgullo  un  collar  de  perlas;  el  tercero 
se  aplica  al  oído  un  caracol  marino  y  oye  el  rumor  que 
en  él  parecen  haber  dejado  las  olas,  y  el  cuarto  corre 
con  patines  en  el  hielo.  De  cada  una  de  esas  figuras  bro- 
tan asimismo  grandes  chorros.  Sobre  este  pedestal  se 
levanta  una  columna  cuadrada  que  une  cuatro  grupos 
de  tamafio  heroico.  El  del  Oriente  es  una  madre  que 
conduce  al  baño  á  un  pequefiuelo;  el  de  Occidente, 
una  muchacha  que  da  de  beber  á  su  anciano  padre; 
al  Norte,  un  hombre  clama  al  cielo  por  agua  desde  el 
"^techo  de  su  casa,  devorada  por  las  llamas;  al  Sur,  un 
agricultor  con  arado,  yá  inútil  sobre  el  terrón  duro, 
y  un  perro  que  saca  la  lengua  seca  de  sed,  parecen  in- 
vocar el  favor  de  las  nubes  para  el  campo  arrasado 
por  el  verano.  La  figura  superior,  el  genio  de  las 
aguas,  personificado  en  una  mujer  cubierta  con  tú- 
nica ligera  y  con  los  brazos  abiertos,  arroja  de  los  dedos 
y  de  la  palma  de  las  manos  una  lluvia  bienhechora, 
que  cubre  con  un  ligero  velo  de  niebla  todos  los  gru- 
pos inferiores.  El  todo  es  un  magnífico  idilio,  una 
ferviente  oración  al  Todopoderoso,  dispensador  del 
agua  á  los  hombres.  Es  una  obra  de  arte  llena  de 
pensamiento,  de  unidad  de  acción  y  de  perfecto 
acabado  en  todos  sus  detalles.  Fue  fundida  en  Mu- 
nich, y  se  dice  que  costó  más  de  %  200,000  á  su 
donador,  Mr.  Henry  Probasco,  quien  la  regaló  á  la 
ciudad  en  memoria  de  su  cufiado,  Mr.  Tyler  Davidson,. 


Vista  general  de  la  ciudad  60i 

que  por  muchos  años  tuvo  la  idea  de  dotar  la  ciudad 
con  este  monumento,  orgullo  hoy  de  los  habitantes 
de  Oincinnati. 

Esta  plaza  forma  el  centro  de  las  líneas  de  ómni- 
bus, coches  y  tranvías  que  recorren  la  ciudad:  en  ella 
tomamos  un  carro  tirado  por  cable  subterráneo,  y  su- 
bimos á  una  de  las  colinas  del  rededor,  desde  la  cual 
se  goza  de  la  vista  de  un  suntuoso  panorama.  Una 
llanura  circular  rodeada  de  colinas  en  gradería;  un 
valle  ameno  cruzado  en  zig-zag  por  el  hermoso  río, 
que  tiene  allí  300  varas  de  anchura,  en  todas  di- 
recciones recorrido  por  vapores,  lanchas,  canoas  y 
balsas;  tres  puentes  inmensos  lo  atraviesan  dentro  de 
los  límites  de  la  ciudad  y  la  comunican  con  Oovington 
y  la  costa  de  Kentucky;  172  iglesias  leviintan  á  los  aires 
sus  elegantes  torres;  centenares  de  edificios  monu- 
mentales alzan  sus  techos  de  diversos  colores  sobre  las 
más  modestas  casas  de  habitación:  columnas  de  humo 
brotan  de  altísimas  chimeneas  de  las  fábricas;  calles 
rectas  sombreadas  por  árboles;  parques  liónos  de  ver- 
dura y  de  bosques  misteriosos,  cortados  por  carreteras 
pobladas  de  diversos  vehículos;  quintas  preciosas  blan- 
quean en  las  faldas  délas  colinas:  bullicioy  animación 
por  todas  partes. 

Tal  es  el  aspecto  que  presenta  Oincinnati.  Cubre 
con  su  caserío  nna  extensión  de  7,500  fanegadas  (más 
de  dos  leguas  cuadradas),  y  se  extiende  en  la  orilla  si- 
nuosa del  río  por  más  de  tres  leguas,  ocupadas  por 
muelles,  desembarcaderos,  fábricas,  jardines,  huertas 
y  grandes  parques,  los  cuales  ocupan  sobre  el  río  y  en 
las  colinas  un  área  de  1,500  fanegadas,  ó  tres  veces  la 
superficie  de  Bogotá. 


602  La  Academia  de  Bellas  Artes 

En  otra  ocasión  tomamos  un  coche  y  dimos  una 
vuelta  por  ias  calles,  parques,  cementerios  y  lugares 
principales  de  la  ciudad.  Visitamos  el  jardín  zoológico, 
que  exhibe  cosa  de  900  animales  raros  de  todas  partes 
del  mundo,  en  el  cual  recuerdo  haber  visto  un  gallo  y 
una  gallina  del  tamaño  de  un  pavo,  y  un  pavo  casi  tan 
grande  como  un  avestruz,  elefantes,  leones,  tigres,  pan- 
teras, cebras,  burros  salvajes  africanos  de  tamaño  muy 
i'espetable,  más  respetables  aún  por  su  ferocidad  indo- 
mable, y  una  variedad  muy  grande  de  aves  de  canto, 
de  pluma  y  de  otras  cualidades  notables;  la  Academia 
de  Bellas  Artes  recién  construida  á  iniciativa  de  un 
rico  filántropo,  Mr.  Charles  A\^.  West,  quien  donó 
$  150,000  para  la  construcción  del  edificio,  con  la  con- 
dición de  que  otros  donasen  otro  tanto,  condición  rea- 
lizada en  el  acto,  y  de  que  la  ciudad  diese  terreno  en 
un  sitio  adecuado,  lo  que  también  se  realizó  con  gene- 
rosidad. Mr.  West  regaló  entonces  otros  $150,000  para 
iniciar  la  formación  de  nn  fondo  permanente  desti- 
nado ásu  conservación  y  adelanto.  Aunque  abierto  ape- 
nas en  18<!6,  yá  tenía  el  salón  de  pintura  cerca  de  300 
cuadros,  al  óleo  casi  todos,  regalados  los  más  por  los 
ricos  de  la  ciudad,  entre  los  que  descuella  el  nombre 
de  Mr.  Euben  R.  Springer,  quien  parece  haber  lega- 
do al  establecimiento  una  colección  notable  de  más 
de  100  cuadros;  otros  muchos  eran  simplemente  pres- 
tados. 

Domina  en  estas  galerías  la  escuela  alemana,  algo 
se  encuentra  de  pintores  belgas,  muy  poco  de  la  es- 
cuela francesa  y  tan  sólo  muestras  de  la  inglesa  y  es- 
pañola; lo  que  se  explica  por  pertenecer  á  la  inmigra- 


El  Museo  de  pinturas  603 

cióu  filemana  más  de  la  tercera  parte  de  la  población  de 
Cincinuati.  Los  cuadros  de  paisaje  forman  la  variedad 
más  numerosa,  como  que  es  también  la  preferida  por 
el  gusto  americano,  todavía  en  la  infancia.  Los  pinto- 
res modernos  cuyas  obras  están  en  mayoría  son  Achen- 
bach,  de  la  escuela  de  Dusseldorf;  Lessing:  (Carlos  Fe- 
derico), de  la  de  Berlín,  y  Schirmer  (J.  W.),  déla  de 
Dusseldorf.  Los  grandes  pintores  del  Eenaci miento, 
en  lo  general  están  representados  por  copias,  y  de  los 
modernos  sólo  vi  cuadros  de  Bonguera u,  Frére,  Grude 
(Hans) — noruego,  Knaus  (de  Dusseldorf),  Leutze  (ale- 
mán establecido  en  Filadelíia),  Müller,  Verboeckhovon 
(belga),  West  (americano  establecido  en  Londres), 
Courbet,  Corot  (Juan  Bautista),  Vernet  (Horacio), 
Madrazo,  y  dibujos  á  lápiz  de  Meissonier  y  de  Zama- 
cois.  Pintores  americanos,  todavía  pocos;  pero  éstos  se 
anuncian  con  aptitudes  notables. 

Hay  dos  Rubens,  una  Crucifixión  de  Alonso  Cano, 
un  Cario  Dolci,  un  Hobbema,  un  Jordaens,  un  Marat- 
ta,  un  Rembrandt  (retrato),  y  un  Tintoreto  proceden- 
te de  una  iglesia  de  México,  de  donde  fue  robado  por 
un  soldado  francés  durante  el  imperio  de  Maximilia- 
no. Gran  número  de  cuadros  procede  de  autores  des- 
^conocidos. 

El  edificio  fue  empezado  en  1881,  abierto  al  públi- 
co en  1886,  y  me  causó  asombro  encontrar  tantas  obras 
de  arte  sólo  un  año  después.  La  parte  construida  cos- 
tó $  330,000,  y  aun  faltaba  una  de  las  alas;  con  la 
compra  de  algunos  cuadros  el  desembolso  montaba  yá 
á  %  450,000,  obtenidos  por  contribuciones  voluntarias. 

El   inmenso  número  de  establecimientos  de  cari- 


604  Las  manufacturas 

dad,  instrucción,  adorno  y  comodidad  pública,  costea- 
dos por  particulares,  y  las  instituciones  del  mismo 
género,  sostenidas  con  rentas  de  la  ciudad,  dan  idea 
de  una  riqueza  enorme.  Quise  averiguar  los  orígenes 
de  ella,  y  en  una  publicación  reciente  de  estadística, 
cuidadosamente  compilada  por  la  Cámara  de  Comer- 
cio, encontré  todos  los  datos  que  deseaba. 

La  producción  manufacturera  subió  á$  200. 357,000 
en  1883,  entre  los  siguientes  principales  artículos: 
Manufacturas  de  hierro $  25. 986,000 

—  de  otros  metales 6. 845,000 

—  de  madera 20.392,000 

—  de  cuero , 12.573,00(> 

—  alimenticias 25.426,00G 

Jabón  y  alumbrado 10.730,000 

Vestidos 21.394,000 

Licores  destilados  y  fermentados 30.597,000 

Tejidos  de  algodón,  lana,  lino,  etc 1.996,000 

Drogas  y  sustancias  químicas   4.658,000 

Manufacturas  de  piedra  y  de  loza 4.313,000 

Carros,  carruajes,  etc ,    10. 154,000 

Papel 5.315,000 

Pastas  de  libros,  y  libros  en  blanco  448,000 

Libros,  periódicos  y  publicaciones 4.666,000. 

Manufacturas  de  tabaco ...     4.367,000 

Artículos  de  bellas  artes 899,000 

Miscelánea 9.591,000 

El  número  de  obreros  empleados  en  estas  manu- 
facturas subió  en  el  mismo  año  á  91,761,  ó  sea  la  ter- 
cera parte  de  la  población  déla  ciudad:  guarismo  muy 
alto,  porque  si  se  le  adiciona  el  número  de  trabajado- 


Las  bebidas  espirituosas  605 

res  en  las  industrias  de  comercio  y  de  acarreo  y  en  las 
profesiones  que  sólo  concurren  indirectamente  á  la 
pi'oducción,  como  abogados,  médicos,  músicos,  acto- 
res, empleados  y  sirvientes  domésticos,  resultará  que 
más  de  la  mitad  de  la  población  de  Oincinnati  es  pro- 
ductora. Ahora  bien:  el  cálculo  general  que  se  hace  en 
los  Estados  Unidos  es,  que  de  cada  tres  habitantes 
sólo  uno  es  productor,  pues  los  dos  restantes  son  muje- 
res, niños,  ancianos  ó  inválidos  exentos  de  las  tareas  del 
trabajo. 

Llama  la  atención  en  el  cuadro  anterior  la  enorme 
suma  de  la  producción  de  licores  y  bebidas  fermenta- 
das, la  más  alta  entre  todas,  y  equivalente  á  $  120  por 
cabeza  de  población.   Esta  partida  se  descompone  así: 

Licores  destilados  (alcohol;    52.000,000  de  litros,  $  11.830,000 

^key,-eTcl!^':^'!''!.^^^'''[     53.500.000       -  11.255,000 

Cerveza...!.*.".'*..".*.'.*."."...  128.000,000       —  6.232,000 

Víqos —  150,000 

Sobre  la  producción  de  estas  bebidas  cobra  el  Gro- 
bierno  Federal  un  derecho  de  sisa,  de  %  7.400,000 
sobre  los  destilados  y  de  cerca  de  %  800,000  sobre  la 
cerveza;  sea  7^  centavos  sobre  cada  litro  de  licores  j 
f  de  centavo  sobre  cada  litro  de  cerveza.  Es  probable 
que  la  ciudad  haya  establecido  ó  establezca  otro  im- 
puesto sobre  la  venta  por  menor  de  estas  bebidas,  que 
no  bajará  de  $  1.500,000  á  $  2.000,000  anuales. 

El  movimiento  comercial  de  Oincinnati,  es  decir, 
el  valor  de  los  productos  que  recibe  de  fuera  y  el  de 
los  que  despacha  á  consumirse  en  otros  lugares,  sube 
á  %  500.000,000  anuales,  así: 

1884.— Entradas %  247.347,134 

Salidas 253.260,366 


606  El  río  y  la  ciudad 

En  estos  guarismos  puede  observarse  que  el  valor 
de  los  artículos  recibidos,  transformado  en  las  manu- 
facturas, aumentó  de  valor  io  suficiente  para  proveer 
á  todos  los  consumos  de  los  habitantes  y  para  propor- 
cionar, con  el  residuo,  lo  necesario  para  enviar  á  otros 
lugares  un  valor  mayor  aún  que  el  de  las  entradas. 

Cincinnati  tiene  en  el  río  Oliio  su  principal  venta- 
ja, acompañada,  sin  embargo,  de  algunos  inconvenien- 
tes. Situada,  poco  más  ó  menos,  á  la  mitad  del  curso 
navegable  de  este  río,  entre  Pittsburgo  en  la  parte  su- 
perior y  Cairo  en  la  boca  del  Mississippi — es  decir, 
como  el  pueblo  de  .Carare  en  el  Magdalena — las  300 
leguas  navegables  de  él,  y  otras  tantas  quizás  de  sus 
tributarios,  forman  naturalmente  la  vía  de  comunica- 
ción más  barata;  con  ella  se  ahorró  en  un  principio  la 
necesidad  de  la  construcción  costosa  de  ferrocarriles 
para  su  comercio;  pero  al  propio  tiempo  sirve  de  obs- 
táculo para  construirlos,  á  causa  de  la  competencia 
que  les  hace  en  los  transportes. 

x\hora  bien:  esa  ventaja  sería  inmensa  si  el  río 
fuese  cómodamente  navegable  todo  el  año;  pero  está 
lejos  de  ser  así.  Desde  principios  de  este  siglo  una 
frase  de  Jeííerson  caracterizó  la  naturaleza  del  Ohio, 
diciendo  que  ^^  sería  un  río  admirable  si  no  estuviese 
seco  en  los  veranos  y  helado  en  los  inviernos."  Y  tie- 
ne esto  mucho  de  verdad.  Durante  los  veranos  se  seca 
hasta  el  punto  de  que  en  Cincinnati  sólo  ofrece  á  ve- 
ces á  los  vapores,  en  Julio  ó  Agosto,  un  fondo  de  dos 
pies,  mientras  que  en  los  inviernos  sube  hasta  50  ó 
60,  y  en  1885   llegó  á  subir  hasta  71.    Además,  desde- 


Vapores  que  lo  navegan  607 

mediados  de  Noviembre  empieza  á  helarse,  lo  cual 
cierra  la  navegación  ordinariamente  hasta  mediados  de 
Marzo  ó  principios  de  Abril.  Así,  sólo  presta  servicia 
durante  cinco  ó  seis  meses  del  año.  Se  ve,  pues,  que 
sus  condiciones  de  navegabilidad  son  notablemente  in- 
feriores á  las  de  nuestro  Magdalena. 

Esta  dificultad,  lo  mismo  que  entre  nosotros,  obli- 
ga á  tener  varias  clases  de  vehículos  adaptados  á  los 
diversos  estados  del  caudal  de  las  aguas.  En  primer 
lugar  haj'  vapores  para  pasajeros  y  carga,  y  simples 
remolcadores  de  botes  y  balsas  que  no  pueden  llevar 
pasajeros.  En  segundo  luga)-,  unos  y  otros  son  de  di- 
verso tamaño  y  fuerza  para  adaptarse  á  la  parte  alta  y 
á  la  baja,  á  los  tributarios  y  al  río  principal.  Estos; 
vehículos  se  dividen  en  las  siguientes  proporciones: 

Vapores  pa7'a  pasajeros  y  carga. 

De  menos  de  400  toneladas , 41 

Entre  400  y  800 ^ 23 

DemásdeSOO 14     7S' 

Remolcadores. 

De  menos  de  200  toneladas 68 

De  200  á  500 52 

De  más  de  500 10  ISO 

Total  de  vehículos  de  vapor 208' 

La  capacidad  de  estos  vapores  representaba,  en 
1885,  65,000  toneladas,  que  es  un  total  doce  ó  catorce 
veces  mayor  que  los  de  nuestro  Magdalena;  pero  debe 
tenerse  en  cuenta  que  en  el  valle  del  Ohio  hay,  ade- 
más, líneas  de  ferrocarriles  paralelas  al  río  que  presta» 
servicio  en  adición  á  éste. 


608        Irregularidad  del  caudal  de  las  aguas 

Estos  vehículos  liacen  once  ó  doce  viajes  por  aflo, 
ew  término  medio,  porque  las  entradas  de  vapores  á 
Cincinnati  en  los  aflos  de  1882  á  1885  dan  un  térmi- 
no medio  de  2,250  en  el  año,  ó  sea  una  entrada  diaria 
de  6  á  7  vapores,  es  decir,  de  12  ó  14,  pues  la  navega- 
ción no  dura  más  de  150  á  180  días  en  el  año. 

Estos  cambios  en  el  fondo  del  río  son  en  extremo 
perjudiciales  en  el  Ohio.  Cuando  la  seca  ó  el  hielo 
sobrevienen,  quedan  varados  los  vapores  y  deteni- 
dos pasajeros  y  mercancías,  por  días  y  aun  semanas 
anteras,  oes  necesario,  cuando  se  puede,  transbordar  á 
la  orilla  en  busca  de  ferrocarriles  para  continuar 
el  viaje.  Yá  se  puede  figurar  cuántas  demoras,  re- 
cargo de  gastos  y  perturbación  en  los  cálculos  de 
las  operaciones  comerciales  no  surgirán  de  estos  acci- 
dentes. Los  naufragios  é  incendios  son  frecuentes.  En 
1885  se  perdieron  7  vapores  con  un  tonelaje  total  de 
4^395:  de  ellos,  4  incendiados  y  3  hundidos  en  el  río; 
«s  decir,  3|  por  100  de  riesgo  total,  aparte  de  averías 
parciales. 

Si  hubiese  alguna  regularidad  en  el  alza  y  la  baja,  en 
al  hielo  y  el  deshielo'de  las  aguas,  el  mal  sería  menor; 
pero  en  ocasiones  el  río  baja  súbitamente  cuando  menos 
se  espera,  y  los  bancos  de  hielo  vienen  asimismo,  de  re- 
pente, con  los  cambios  caprichosos  de  la  temperatura 
en  los  Alleghanies,  en  donde  el  río  y  sus  tributarios 
tienen  su  origen.  Estos  bancos  son  más  peligrosos  aún 
que  los  troncos  ocultos  debajo  de  la  corriente,  muy 
comunes  también  en  el  Ohio.  Si  á  todas  estas  causas 
fíe  agrega  la  impaciencia,  el  deseo  de  andar  aprisa  del 
carácter  americano,  se  comprenderá  que  la  navegación 
de  este  río  no  es  lo  más  cómoda  ni  lo  más  segura. 


Ludia  entre  ferrocarriles  y  vapores  609 

Así,  la  competencia  de  los  ferrocarriles,  que  pue- 
den caminar  de  día  y  de  noche  durante  todo  el  año, 
empieza  á  triunfar  sobre  los  vapores  del  río.  Estos  se 
contaban  en  nn  término  medio  de  250  en  los  años  de 
1850  á  1860,  con  una  capacidad  de  50  á  80,000  tone- 
ladas; entre  1860  y  1870  el  número  de  vapores  subió 
á  300,  poco  más  ó  menos,  y  el  tonelaje  descendió  á  40 
ó  60,000;  últimamente  el  tonelaje  y  el  número  de  va- 
pores han  bajado  á  200  los  últimos  y  65  ó  70,000  el 
primero.  Los  ferrocarriles  sí  han  aumentado  enorme- 
mente en  todas  direcciones,  y  acabarán  por  absorber 
todo  el  tráfico;  pero  la  navegación  del  río  será  siem- 
pre un  competidor  y  regulador  de  ios  fletes  y  ejercerá 
por  este  medio  su  benéfica  influencia. 

Así,  el  de  un  barril  de  harina  (200  libras)  de  Cin- 
cinnati  á  Atlanta  (Gfeorgia)  y  á  Charleston  (Carolina 
del  Sur),  lugares  adonde  sólo  se  puede  ir  en  rieles, 
fue  en  1885,  de  36  á  54  centavos,  predominando  la 
última  rata  en  la  mayor  parte  del  año;  pero  á  Menfis 
(Mississippi)  y  á  Nueva  Orleans,  ciudades  más  dis- 
tantes, pero  accesibles  tanto  por  riel  como  por  el  río, 
los  fletes  bajaron  á  26  y  30  centavos  á  la  primera  y 
hasta  39  y  44  á  la  segunda.  La  transportación  por 
camino  de  hierro  bajó,  respecto  de  Nueva  Orleans, 
de  56  á  44  centavos,  y  por  el  río  de  48  á  39:  precio 
baratísimo  para  una  distancia  de  más  de  500  leguas. 
¡Qué  contraste  con  el  gasto  de  nuestras  vías  co- 
merciales, en  la  principal  do  las  cuales, — la  de  Hon- 
da á  Facatativá, — cuesta  en  estos  momentos  el  trans- 
porte de  un  barril  de  harina,  en  sólo  15  leguas,  %  12-80 
(doce  pesos  ochenta  centavos)!  En  los  Estados  üni- 

39 


610  La  Cámara  de  Comercio 

dos  cuesta  1  milésimo  por  legua  el  transporte  de  lo 
que  aquí  800  milésimos  ú  80  centavos.  Son  duras, 
vergonzosas,  odiosas,  estas  comparaciones;  pero  las 
hago  para  llamar  la  atención:  de  nuestros  capitalistas, 
hacia  la  necesidad  de  invertir  su  dinero  en  las  empre- 
sas de  vías  de  comunicación;  al  deber  de  asociarse  y 
aunar  los  esfuerzos  para  resolver  el  problema  de  que 
depende  principalmente  el  trabajo  y  la  riqueza  de- 
todos; del  Gobierno,  para  ver  si  algún  día  se  prescinde 
de  consideraciones  mezquinas  al  tratar  de  esta  clase- 
de  obras,  y  se  las  protege,  dándoles  seguridad  siquie- 
ra, con  resolución  y  buena  fe. 

Yá  que  menciono  la  necesidad  de  asociación  fran- 
ca y  liberal  entre  nuestros  capitalistas,  daré  alguna  no- 
ticia de  una  de  las  de  Cincinnati,  á  cuyos  trabajos 
soy  deudor  de  los  pormenores  que  estoy  dando  acerca- 
del  comercio  de  esa  ciudad:  me  refiero  á  la  Cámara 
de  Comercio. 

Fórmase  ésta  de  los  elegidos  por  la  Asociación  Ge- 
neral de  los  comerciantes,  con  tres  objetos  principales: 

A.  Procurar  conciliación  y  avenimiento  amigable 
en  todos  los  disentimientos  que  surjan  con  motivo  de 
negocios  comerciales.  Y  esto  á  fin  de  evitar  litigios  ju- 
diciales interminables,  y  excesivamente  costosos  por. 
las  retribuciones  de  los  abogados. 

B,  Tomar  conocimiento  de  los  hechos  relativos  ai 
comercio,  y  reunirlos  en  estadísticas  bien  preparadas 
que  se  publican  en  un  tomo  todos  los  afios.  Compren- 
de este  trabajo  la  cantidad  introducida,  la  consumida- 
y  la  reexportada  de  todos  los  artículos  principales  de 
producción  comercial  ó  manufacturera;  sus  calidades,. 


8us  objetos  611 

precios,  fletes,  almacenajes,  gastos  de  comisión,  etc. 
El  movimiento  de  vehículos  de  todas  clases,  los  ne- 
gocios de  los  Bancos,  Compañías  de  Seguros,  etc.  La 
Cámara  de  Comercio  nombra  el  Superintendente  déla 
Bolsa,  el  cual  vigila  y  lleva  registro,  publicado  día  por 
día,  de  todas  sus  operaciones. 

El  objeto  de  esta  vigilancia  es  dar  un  carácter  ho- 
norable y  serio  á  todas  las  transacciones,  levantar  el 
nivel  moral  de  la  clase  comerciante. 

C,  Estudiar  los  intereses  comerciales  déla  ciudad, 
discutir  las  empresas  y  operaciones  nuevas,  fomentar- 
las y  ayudarlas.  Defender  estos  intereses  ante  el  pú- 
blico y  las  autoridades. 

Las  publicaciones  de  esta  institución,  de  las  cua- 
les me  fue  regalado  el  volumen  correspondiente  á 
1886,  dan  idea  de  todo  el  comercio  de  Cincinnati, 
desde  los  artículos  más  considerables  hasta  los  que 
parecieran  de  menos  interés,  con  expresión  de  sus 
procedencias,  de  sus  precios,  semana  por  semana,  de 
las  causas  que  han  determinado  el  alza  ó  la  baja  de 
los  valores,  del  precio  de  los  fletes  de  río  y  de  ferro- 
carril, del  precio  de  los  jornales,  y  con  una  compara- 
ción de  todos  estos  hechos  con  los  respectivos  en  los 
cuarenta  ó  cincuenta  aüos  anteriores;  en  una  pala- 
bra: analizan  el  movimiento  industrial  de  la  ciudad 
en  todos  sus  pormenores.  ¡Ah!  ¡Si  algo  de  ese  espíritu 
ilustrado,  de  esa  cooperación  universal  de  todos  en 
favor  de  todos  tuviésemos  algún  día  entre  nosotros! 

Esos  trabajos  se  sostienen  con  una  cotización  de 
todos  sus  miembros,  de  %  10  por  derecho  de  inicia- 
ción, y  de  $  30  anuales  por  socio  activo:  contribu- 


612  Los  puentes  sobre  el  Ohio 

ción  que  debe  alcanzar  á  sumas  muy  considerables, 
pues  en  1886  habían  comprado  en  $  100,000  un  magní- 
fico local  para  celebrar  sus  reuniones. 


Tres  puentes  sobre  el  Ohio  comunican  la  ciudad 
con  la  orilla  opuesta,  en  donde  principia  el  territorio 
de  Kentuckj.  El  principal  de  ellos  arranca  á  150  va- 
ras de  la  orilla,  atraviesa  una  de  las  calles  de  la  ciudad 
á  15  pies  de  altura,  y  se  lanza  á  la  opuesta  ribera, 
sostenido  por  cables  de  alambre,  en  un  salto  prodi- 
gioso de  290  metros,  entre  dos  altas  torres  de  cal  y 
canto.  Se  dice  que  es  el  puente  colgante  de  más 
grandes  proporciones  que  hay  en  el  mundo.  Tiene 
dos  pisos:  el  inferior,  con  doble  carrilera  para  los  fe- 
rrocarriles; el  superior,  con  vías  separadas  para  los 
carruajes  y  los  jinetes,  y  doble  vía  para  la  gente  de  a 
pie:  su  anchura  es  de  10  metros.  La  vista  que  desde 
él  se  goza  sobre  las  dos  ciudades,  el  río  y  el  anfiteatro 
que  las  rodea,  no  puede  ser  más  bella.  Los  otros  puen- 
tes, en  las  extremidades  inferior  y  superior  de  la  ciu- 
dad, son  también  estructuras  grandiosas,  que  dan 
paso  á  otros  ferrocarriles,  y  presuponen  el  gasto  de 
muchos  millones  de  pesos. 

Oovington,  la  ciudad  kentuckiana,  tenía  29,000 
habitantes  en  1880,  y  es  también  muy  hermosa:  gran 
número  de  habitantes  de  Oincinnati  tiene  allí  sus  ca- 
sas ó  quintas  de  recreo  construidas  con  más  amplitud, 
en  medio  de  pequeños  parques  cubiertos  de  hermo- 
sas arboledas.  También  se  encuentra  al  otro  lado  del 
río,  separada  de  Oovington  por  el  río  Licking,  la  pe- 


Un  cuartel  americano  613 

queflít  ciudad  de  Newport,  de  16  á  20,000  habitan- 
tes, vecinos  de  Cincinnati  en  su  mayor  parte. 

Allí  vimos  por  primera  y  casi  única  vez  en  los  Es- 
tados Unidos  un  cuartel  y  algunos  soldados  del  Go- 
bierno Kacional.  Me  dio  curiosidad  saber  cuántos 
había  en  ese  puesto  militar,  que  debió  de  construirse 
durante  la  guerra  de  secesión  que  terminó  en  1865. 
Como  se  sabe,  el  Estado  de  Kentucky  admitía  la  es- 
clavitud, y  tenía  en  favor  de  esta  institución  muchos 
partidarios.  El  cuartel  debió  de  construirse  para  man- 
tener alguna  guarnición  federal  contra  las  tendencias 
separatistas.  Es  un  espacioso  edificio  rodeado  de  árbo- 
les, en  una  prominencia  del  terreno  inmediata  al  río, 
en  medio  de  una  hermosa  explanada.  Pregunté,  pues, 
al  cochero,  cuánta  fuerza  había  allí  estacionada:  el  co- 
chero transmitió  mi  pregunta  al  centinela,  quien,  con 
admiración  mía,  echó  su  fusil  al  hombro,  dando  una 
recia  palmada  en  la  culata,  y  con  aire  marcial  pero 
lleno  de  atención,  contestó: 

— Diez  y  siete  hombres,  señor. 

— Pero  hombre,  dije  al  cochero,  ¿de  qué  pueden 
servir  diez  y  siete  soldaditos? 

Sonrióse  éste  y  se  limitó  á  replicar: 

— Con  eso  basta  y  sobra:  aquí  no  nos  gusta  ver 
soldados. 

Fueron  los  únicos  del  ejército  permanente  do  la 
Unión  que  vi  en  una  correría  de  más  de  1,000  leguas 
al  través  del  territorio.  Las  palabras  del  cochero  que- 
daron reseñándome  en  el  cerebro  por  largo  rato. 


614  Otra  vez  los  masones 

Otra  vez  atrajo  mi  atención  en  las  calles  la  pode- 
rosa organización  que  en  los  Estados  Unidos  tienen 
las  asociaciones  masónicas.  En  un  paseo  de  unas  po- 
cas horas  habíamos  tropezado  con  dos  grandes  edifi- 
cios destinados  á  lugares  de  reuniones  masónicas,  v 
esto  nos  condujo  á  tomar  informes  acerca  del  número 
de  esas  sociedades.  Había  en  Oincinnati  ocho  organi- 
zaciones ú  órdenes  diversas,  así: 

1.°  Los  Masones  libres  y  aceptados.  Tienen  diez  y 
seis  logias,  entre  ellas  tres  de  la  gente  de  color,  con  más 
de  3,000  miembros.  A  ellos  pertenece  un  hermoso  edi- 
ficio llamado  el  Templo  Masónico,  en  una  de  las  prin- 
cipales calles  de  la  ciudad,  que  se  dice  costó  más  de 
$  200,000. 

2.°  La  sociedad  de  los  Odd-Fellotvs  (Hermanos 
raros),  fundada  algunos  siglos  atrás  en  Inglaterra, 
exclusivamente  por  artesanos  y  agricultores,  con  el 
propósito  de  proporcionarse  auxilios  recíprocos  en 
caso  de  enfermedad,  y  á  las  viudas  y  huérfanos  en 
caso  de  muerte  de  sus  maridos  ó  padres.  En  Oincinnati 
hay  32  de  estas  logias,  y  sus  afiliados  pasaban  de  6,000. 

3.'  Los  Good-Fellows  (Buenos  hermanos  ó  próji- 
mos), quince  logias.  De  3,500  á  4,000  socios. 

4.*  Los  Druidas f  500  miembros. 

5.°  La  Orde?i  indepe7idiente  de  los  Foresters.  (Webs- 
ter es  de  opinión  que  este  vocablo  corresponde  en  espa- 
ñol á  Forastero).  Tiene  siete  cortes  ó  logias,  y  su  objeto 
esencial  es  dar  un  auxilio  de  U  5  semanales  á  cada 
socio  enfermo  y  $  1,000  á  su  familia  en  caso  de  muerte. 

6.°  Los  Hilernianos.  Asociación  de  irlandeses, 
cuatro  logias. 


Servicios  que  prestan  615 

7'''  Los  Caballeros  de  Pitias.  Quince  logias,  1,500 
socios. 

8.°  La  Orden  unida  délos  Pieles-Rojas.  Ocho  tri- 
bus. Su  objeto  especial  es  la  protección  á  los  indíge- 
nas americanos. 

9.°  La  Fraternidad  de  los  Ingenieros  de  Locomo- 
toras. 150  asociados  en  Cincinnati.  Se  extiende,  coraio 
todas  las  demás,  á  toda  la  Unión.  La  de  esta  ciudad 
iue  organizada  en  1855,  y  se  dice  que  en  los  primeros 
treinta  aQos  de  su  existencia  llevaba  distribuidos  más 
de  1.000,000  de  pesos  en  auxilios  á  los  hermanóse 
sus  familias. 

Todas  ellas  están  organizadas  sobre  las  siguientes 
bases: 

Secreto  en  sus  reuniones  y  en  los  procedimientos 
de  su  gobierno  interior. 

Protección  fraternal  en  las  emergencias  y  dificul- 
tades que  ocurran  á  los  socios. 

Auxilio  eficaz  en  caso  de  enfermedad,  y  socorro  á 
las  viudas  y  huérfanos  en  caso  de  muerte. 

Kespeto  absoluto  á  las  esposas  é  hijas  de  los  aso- 
ciados. 

Banquetes  de  asistencia  general  en  ciertos  días 
-del  aüo. 

Resulta  que  en  los  Estados  Unidos  más  de  ia  mi- 
tad de  la  población  pertenece  á  afiliaciones  de  esta 
especie,  cuyo  origen  se  remonta  á  una  grande  anti- 
güedad, y  en  su  mayor  parte  fue  determinado  por  el 
deseo  de  resistir  la  opresión  de  los  señores  feudales 
en  los  países  europeos. 

La  libertad  é  igualdad  de  que  se  goza  en  los  Esta- 


616  Los  gobiernos  europeos  los  protegen 

dos  Unidos  no  ha  disniinuído  su  popularidad.  La  ma- 
yor parte  de  ellas  ha  sido  introducida  por  los  alenna- 
nes;  gran  número  tiene  su  asiento  principal  eu' 
Inglaterra,  y  algunas  pocas  en  Francia  y  España. 
Están  afiliados  á  ellas  hombres  de  todas  las  religio- 
nes, inclusive  la  católica,  y  de  todos  los  partidos,  in- 
clusive los  más  conservadores.  Domina  en  ellas  la 
clase  pobre  ó  intermedia  de  la  sociedad;  pero  también 
se  cuentan  algunos  raros  millonarios  entre  sus  afilia- 
dos. Forman  un  vínculo  sociológico  más  fuerte  que 
el  de  la  opinión  política  y  que  el  de  la  comunidad  de 
creencia  religiosa,  y  en  sus  filas  no  hay  exclusión  de 
razas,  nacionalidades,  condiciones  sociales,  religiones 
ni  profesiones.  Al  contrario:  hay  en  ellas,  al  parecer, 
más  filantropía  universal  y  más  sentimiento  de  la 
unidad  de  la  especie  humana,  que  en  ninguna  otra 
asociación  de  las  conocidas.  En  Europa  no  han  podi- 
do combatirlas  las  leyes  más  tiránicas  ni  los  monar- 
cas más  absolutos.  Federico  ii  de  Prusia  prefirió  afi- 
liarse en  ellas  y  hacerse  su  jefe  y  protector  natural. 
El  Príncipe  de  Gales  es  hoy  el  jefe  de  las  logias  in- 
glesas. Como  es  condición  requerida  en  esas  asociacio- 
nes la  moralidad  de  costumbres  bien  comprobada  con 
testimonios  respetables,  el  hecho  de  pertenecer  á  una 
de  ellas  da  á  las  veces  pasaporte  para  entrar  en  relacio- 
nes con  las  familias  de  los  asociados,  y  parece  que  por 
este  aspecto  son  útiles  para  los  viajeros  á  quienes  pro- 
porcionan medios  de  adquirir  relaciones  sociales,  no- 
siempre  de  fácil  acceso  en  países  extraños,  y  compa- 
ñía y  protección  amistosa  en  caso  de  enfermedad. 


Impresión  final  617 

A  pesar  ele  la  gran  riqueza  de  esta  ciudad,  de  sus 
ferrocarriles,  bancos,  colegios,  escuelas,  estableci- 
mientos de  caridad,  monumentos  públicos,  museos  y 
sociedades  de  progreso,  no  pude  menos  de  percibir 
cierta  sensación  de  que  Cincinnati  no  es  yá  una  de  las 
aglomeraciones  de  más  riipido  acrecentamiento  en  la 
Unión  americana.  Chicago  y  San  Luis,  quizás  mejor 
situadas,  le  han  arrebatado  la  supremacía  en  varios 
ramos  industriales;  el  desarrollo  de  su  población  ha 
sido  menor  en  los  últimos  treinta  años,  durante  los 
cuales  apenas  duplicó  sus  números,  mientras  que  San 
Luis  los  quintuplicó  y  Chicago  los  multiplicó  por  diez 
y  siete.  Decadencia  iba  á  decir,  pero  en  los  Estados- 
Unidos  es  desconocida  la  idea  de  este  vocablo. 


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CAPITULO  XXXI 


EL     ESTADO     DE     OHIO 


Aumento  de  su  población. — A.umento  mucho  mayor  de  su  ri- 
queza.— Frodncciones.—Over-pi'oducíion.—LsL  lucha  por  la 
vida  entre  diversas  naciones. — Producciones  nuevas  en  em- 
brión en  los  Estados  Unidos. — Más  azúcar. — De  sorgo  y 
de  remolacha. — La  sericicultura.— Los  vinos. — La  reforma 
de  las  razas  de  ganado. — La  producción  de  leche,  queso  j 
mantequilla.— La  de  carne  vacuna. — La  alimentación  del 
ganado  vacuno. — Las  razas  mejoradas.  —  Reminiscencia» 
acerca  de  esta  materia  en  Colombia.— Las  enfermedades  del 
ganado.— La  fiebre  de  Tejas  ó  la  ranilla. — El  comercio  d« 
ganados. 


Ohio  es  todavía,  á  pesar  del  rápido  incremento  de 
Illinois,  el  tercero  de  laUnión.  Tiene 39,000  millas  cua- 
dradas de  superficie,  y  su  primer  censo,  levantado  en 
1800,  le  dio  45,365  habitantes.  Admitido  á  la  catcgo> 
ría  de  Estado  en  1802,  su  población  ha  seguido  esta 
marcha : 

1800 ...    45,000      ^""''"*"- 

1810. 230,700  511  por  100 

1820  581,400  252   — 

1830 937,900   Gl   — 

1840  1.519,400   62   — 

1850 1.980,300   30   — 

18G0 2.339,500   18   — 


Aumento  de  su  7'iqueza  619 


Aumento. 


1870 2.665,200       14  por  100 

1880   3.198,000       20      — 

1888 4.000,000       25       — 

De  suerte  que,  puede  deoirse,  ha  centuplicado  sn 
población  en   los   noventa  años  corridos  de  este  siglo. 
La  marcha  de  su   riqueza  ha  seguido  en   los  últi- 
mos cuarenta  este  movimiento: 

Aumento  en  Riqueza.  Aumento, 

población. 

1850..    - %  ^504.700,000  ..    ... 

1860 18  °/„  1,193.800,000        138°/, 

1870 14  °/,  2,235.400,000  90  °/^ 

1880 20  °/„  3,238.000,000         45  \ 

Así  pues,  en  este  período  ha  cuítdruplicado  su  po- 
blación y  octuplicado  su  riqueza;  hi  cual  era  de  $  250 
por  cabeza  en  1850,  y  de  $  1,110  en  1880. 

Sus  principales  cosechas  fueron  las  siguientes,  en 
1886,  á  las  cuales  agregaré  la  cantidad  y  valor  por  fa- 
negada y  el  número  de  éstas  sembrado  de  cada  ar- 
tículo: 

Productos.  Valor  por  car-      Randimiento    Total  cosecha-      Número  de  Valor  tolal. 

gas  de  9>í        por  fanegada.       do.  Cargas,        fanegadas, 
arrobas. 

Maíz S  1.40         16       cargas  24.000,000         1.493,000  %  33.671,009 

Trigo 3.08           "iVz       —      10.000,000         1.344,000  89.867,000 

Aveaa   2.24         16            -        8.000,000            491,800  8.918,000 

Papas 1.60          39            —        2.936,000               73,200  4.862,000 

Tabaco 175®    76   arrobas    1.413,030    @       18,000  2  473,000 

Heno 9.00  ton.  2'/5  toaelad.  3.106.000  ton.  1.500,000  27.956,000 

El  valor  total  de  los  principales  artículos  sube  á 
%  108.573,000. 

Su  riqueza  animal  se  compone  de  los  elementos 
siguientes: 

Animales.  Valor  por  Número  de  Valor  total. 

cabeza.  ellos. 

Caballos. $    87.30  723,000     $63.132,000 

Muías 89.42  24,724  2.210,000 


620  Artículos  principales  de  producción 

Animalts.  Valor  por  Número  de  Valor  total 

cabeza.  ellos. 

Vacas  de  leche. .  .    29.20  783,400         22.877,000 

Bueyes,     toros    y 

terneros 25.60  967,500         24.766,000 

Ovejas 2.61        4.106,000         10.714,000 

Marranos 5.72        2.668,000         15.261,000 

Este  total  de  cerca  de  $  140.000,000  debe  de  dar 
un  rendimiento  aunal  de  más  de  50  por  100,  pues  el 
de  las  vacas  de  leche,  ovejas  y  marranos  solamente  es, 
poco  más  ó  menos,  de  100  por  100  al  año. 

La  explotación  de  minas  de  hierro,  de  carbón  mi- 
neral y  de  gas  natural  y  la  de  bosques,  es  muy  consi- 
derable; las  manufacturas  son  muy  variadas,  y  su  co- 
mercio, favorecido  por  una  inmensa  red  de  ferrocarri- 
les, debe  de  alcanzar  á  guarismos  enormes. 

En  1880  era  el  tercero  en  población  entre  todos  los 
Estados;  el  primero  en  producción  de  lana  (250,037 
quintales);  el  tercero  en  la  de  carbón  de  mjneral 
(5.932,000  toneladas);  el  tercero  en  la  producción  de 
trigo  (11.500,000  cargas);  el  tercero  en  la  de  mante- 
quilla (676,000  quintales);  el  tercero  en  la  de  papas 
(3.200,000  cargas)  y  el  quinto  en  la  de  manufacturas 
{%  348.298,000).  A  estos  guarismos  se  les  podría  agre- 
gar hoy,  quizás,  por  el  progreso  de  nueve  años,  un  50 
por  100  más. 

La  creación  anual  de  riqueza  en  este  Estado  puede 
pasar  hoy  de  $  1,000.000,000,  á  razón  de  más  de  $  250 
por  cabeza  de  población. 

Sus  principales  ciudades  son: 

Cincinnati 255,000  habitantes  en  1880 

Cleveland    160,000        --  — 


Over-prodnction  621 


Columbns 51,000 

Toledo 50,000 

Dayton 38,000 

Springfield 21,000 


Esta  misma  prosperidad,  sin  embargo,  es  causa  do 
un  fenómeno  económico  singular,  y  es:  el  exceso  de 
producción  sobre  el  de  consumos  posibles  {over-^ro- 
duction),  de  que  empiezan  á  quejarse  los  americanos 
en  los  Estados  del  Oeste  y  Noroeste.  Este  exceso  de 
producción  conduce  desde  luego  á  la  baja  de  los. pre- 
cios hasta  un  límite  que  reduce  demasiado  la  remune- 
ración de  los  productores.  Es  verdad  que  la  baratura 
ensancha  el  radio  de  compradores  y  permite  exportar 
los  artículos  á  los  lugares  más  distantes:  á  Europa, 
al  Asia,  á  Sur-América,  en  donde  van  á  hacer  compe- 
tencia á  los  trabajadores  del  mismo  género;  pero  aun 
esta  misma  exportación  tiene  sus  limites.  La  intro- 
ducción de  trigo,  maíz,  carnes  de  puerco  y  de  vaca, 
manteca,  queso  y  mantequilla  en  la  Gran  Bretaña, 
ha  hecho  bajar  allí  también  el  precio  de  ellos  y  hecho 
poco  remunerativa  la  producción  en  el  suelo  inglés, 
gravado  con  altos  arrendamientos  por  la  clase  aristo- 
crática propietaria:  los  arrendatarios  ingleses  han 
empezado  á  renunciar  á  trabajar  y  preferido  emigrar 
en  grandes  números  á  las  riberas  americanas,  en  donde 
á  poco  costo  y  breves  años  de  economías  pueden  con- 
vertirse en  propietarios.  Con  ello  ha  bajado  el  valor 
de  las  tierras  y  el  precio  de  los  arrendamientos  en  la 
Gran  Bretaña,  en  más  de  un  30  por  100,  en  el  curso 
de  los  últimos  treinta  años,  según  se  calcula;  pero  aun 


62á  Lucha  industrial  con  Europa 

así,  la  competencia  americana,  que  no  tiene  casi  que 
pagar  arrendamientos,  aunque  sí  fletes  muy  modera- 
dos, es  todavía  muy  sensible,  mas  no  lo  bastante  para 
levantar  los  precios  en  América. 

En  Francia  y  Alemania,  en  donde  la  influencia  po- 
lítica de  los  propietarios  territoriales  es  más  grande 
quizás  que  en  Inglaterra,  éstos  han  logrado  hacer  de- 
cretar derechos  de  importación  contra  los  trigos  y  ha- 
rinas, y  prohibición  absoluta  á  las  veces  contra  las  car- 
nes y  mantecas  de  los  Estados  Unidos,  lo  cual  ha  dis- 
minuido para  éstos  la  extensión  de  sus  mercados. 

En  resumen:  los  Estados  Unidos  producen  ya  en 
cereales  y  carnes  una  cantidad  no  sólo  superior  á  la 
que  pueden  consumir  en  su  propio  territorio,  sino  á  la 
que  los  pueblos  extranjeros  pueden  ó  quieren  comprar- 
les; yá  la  agricultura  no  paga  bien  sus  gastos,  ni  sos- 
tiene el  precio  de  sus  tierras,  ni  enriquece  á  los  culti- 
vadores. La  industria  americana  es  tan  poderosa,  que 
supera  con  mucho  á  la  de  los  pueblos  antiguos.  Pera 
como  para  producir  es  necesario  tener  compradores, 
— si  en  el  resto  del  mundo  la  actividad  industrial  no 
marcha  al  mismo  paso, —forzoso  será  á  los  americanos 
detener  el  suyo,  ó  consagrarse  á  producciones  nuevas 
que  puedan  servir  para  los  cambios  con  las  antiguas. 
La  consecuencia  que  de  aquí  se  desprende  es,  que  un 
país  no  puede  progresar  solo  sino  en  compañía  de  los 
demás,  que  el  progreso  indefinido  de  un  pueblo  requiere 
el  adelanto  de  otros  pueblos  en  grado  igual;  en  una  pa- 
labra: que  la  especie  humana  está  unida  por  vínculos 
de  solidaridad  en  el  bien  como  en  el  mal,  en  virtud  de 
los  cuales  para  mantener  la  prosperidad  propia  es  un 


Proyecto  de  industrias  nuevas  623 

deber  auxiliar  á  veces  el  esfuerzo  ajeno.  Si  los  Estados 
Unidos  quieren  encontrar  más  consumidores  para  sus 
artículos  alimenticios  entre  las  poblaciones  europeas, 
en  lugar  de  cerrar  sus  puertas  á  las  manufacturas  del 
viejo  mundo  por  medio  de  una  altísima  tarifa  de  adua- 
nas, debieran  empezar  por  abrirlas  para  hacer  posibles 
los  cambios  entre  unos  y  otras. 

Pero  ahora  dominan  allí  otras  ideas.  Se  pretende 
resolver  el  problema  con  la  creación  de  otros  artículos, 
con  la  diversificación  de  sus  propias  industrias.  Siesos 
precios  de  $  1-40  por  carga  de  maíz,  de  I  3  por  carga 
de  trigo,  de  %  1-80  por  arroba  de  tabaco,  de  I  2-50 
por  arroba  de  algodón  limpio  de  semilla,  de  %  1-60  por 
carga  de  papas, — no  son  yá  remuneradores,  se  trata 
de  disminuir  la  producción  de  ellos  y  de  ensanchar  la 
de  otros  productos  que  en  la  actualidad  necesita  pedir 
al  Extranjero.  Estos  nuevos  artículos  son:  azúcar,  se- 
das y  vinos. 

Los  Estados  Unidos  consumen  anualmente  algo- 
más  de  25.000,000  de  quintales  de  azúcar,  y  sólo  pro- 
ducen poco  más  de  3.000,000,  ó  sea  la  octava  parte.  El 
resto,  por  un  valor  de  $  80  á  $  100.000,000  anuales, 
lo  introducen  de  Europa  (de  remolacha),  las  Antillas, 
el  Brasil  y  las  Islas  de  Sandwich.  Quisieran  producir- 
lo ellos  mismos;  pero  el  problema  no  es  tan  fácil  coma 
á  primera  vista  parece.  Sólo  de  cuatro  plantas  se  le 
extrae  hasta  ahora:  la  caña,  la  remolacha,  el  sorgo  y  el 
arce.  La  primera  requiere  condiciones  de  temperatu- 
ra que  sólo  al  sur  de  Luisiana  y  de  Tejas  se  encuen- 
tran, pero  de  donde  el  clima  insalubre  rechaza  á  los 
trabajadores  blancos.  Así,  la  producción  es  limitada. 


624  Azúcar  de  sorgo 

La  remolacha,  de  la  que  se  extrae  yá  más  de  la  mitad 
del  azúcar  que  el  mundo  consume  (250.000,000  de 
quintales),  no  tiene  la  riqueza  sacarina  suficiente  para 
pagar  los  gastos  que  exige  su  manipulación  al  bajo 
precio  (3  á  5  centavos  la  libra),  á  que  ha  caído  el  ar- 
tículo en  los  grandes  mercados.  El  rendimiento  de  la 
savia  del  arce  (maple-sugar),  muy  útil  como  produc- 
ción doméstica  en  los  campos,  no  llega  á  las  proporcio- 
nes de  un  grande  artículo  de  comercio.  Se  trata,  pues, 
de  extraerla  de  un  vegetal  nuevo:  el  sorgo  dulce,  que 
nosotros  conocemos  en  Colombia  con  el  nombre  de 
maíz  guitieo. 

La  caña  de  esta  gramínea  puede  dar  una  cantidad 
considerable  de  azúcar,  aplicarse  á  la  vez  como  forra- 
je para  los  ganados,  y  sus  granos  como  cereal  para  el 
consumo  de  las  aves  de  corral  y  para  el  sustento  del 
hombre  mismo.  La  zona  cultivable  con  él  en  los  Esta- 
dos Unidos  es  mucho  más  vasta  que  la  de  la  cafia 
de  azúcar,  pues  se  extiende  por  todos  ios  del  Sur,  una 
gran  parte  de  los  del  Oeste  y  Sudoeste,  como  Tennes- 
see,  Kentucky,  Missouri,  Colorado,  Kansas;  siendo  de 
esperar  que  también  sea  accesible  á  los  de  Ohio,  In- 
diana, Illinois  y  tal  vez  á  lowa;  es  decir,  á  un  terri- 
torio poblado  por  cercado  20.000,000  de  habitantes. 
Según  los  últimos  informes  suministrados  por  el  Se- 
cretario de  Agricultura,— que  hacen  referencia. á  ex- 
perimentos dirigidos  por  la  Oficina  del  ramo  desde 
1884  para  acá — el  sorgo  puede  producir  de  20  á  25 
quintales  de  azúcar  por  fanegada,  con  una  maquinaria 
no  muy  costosa,  y  el  costo  de  producción  puede  redu- 
cirse á  $  3  por  quintal.    Así,  allá  se  espera  poder  pro- 


La  Í7idustria  de  la  seda  625 

ducir  cantidades  siiñcientes  para  abastecer  el  mundo 
entero,  que  no  es  menos  la  ambición  ordinaria  de  ese 
pueblo. 

La  remolacha  se  empieza  á  trabajar  en  California 
y  Pensilvania,  con  esperanza  de  extender  el  cultivo  en 
los  Estados  del  Atlántico  y  del  Oeste. 

Empieza  también  á  hacerse  ensayos  de  aplicación 
del  nuevo  sistema  de  extracción  del  azúcar  de  la  caña 
del  sorgo,  por  el  procedimiento  de  difusión  en  lugar 
del  de  expresión  empleado  hasta  el  día:  asunto  de  que 
di  yá  alguna  ligera  noticia  al  hablar  de  las  industrias 
de  Luisiana. 


La  producción  de  seda  ocupa  un  inmenso  espacio 
en  el  trabajo  del  mundo,  y  en  sus  variados  pormenores 
se  ejercita  con  interés  una  de  las  secciones  de  la  Ofi- 
cina de  Agricultura  de  Washington,  sostenida  por 
establecimientos  de  naturaleza  semejante,  costeados 
por  los  Estados  de  Pensilvania,  Kansas  y  California; 
pero  esta  materia  es  difícil,  y  tanto,  que  Francia  é 
Italia  resisten  difícilmente  la  lucha  contra  la  China 
y  el  Japón,  en  donde  una  práctica  de  muchos  siglos 
sostiene  hasta  ahora  esa  industria  contra  la  compe- 
tencia del  resto  del  mundo.  Los  ensayos  america- 
nos datan  de  niuchos  años  atrás  y  aun  no  ofrecen 
resultados  perceptibles.  El  hilaje  de  la  seda  es  una 
operación  laboriosa  que  requiere  mucha  mano  de  obra: 
circunstancia  que  constituye  la  superioridad  de  aque- 
llos países  en  donde  los  salarios  son  en  extremo  bajos. 
A  facilitarla  con  maquinaria  se  han  dirigido  los  es- 
fuerzos especiales  de  los  americanos;  mas  aunque  desde 

40 


626  Países  productores 

1883  Mr.  E.  W.  Serrell,  jr.,  nativo  de  Nueva  York, 
anunció  haber  inventado  una  máquina  que,  dijo,  ten- 
dría en  la  producción  de  seda  la  misma  influencia  que 
el  Cotton-gin  en  la  de  algodón,  sus  resultados  no  se 
han  visto  aún. 

Aunque  datando  de  la  más  remota  antigüedaíj,  la 
industria  de  los  tejidos  de  seda  no  es  todavía  una  de 
las  principales  en  el  mundo.  La  producción  de  seda 
en  bruto  alcanza  anualmente  á  unos  400,000  quinta- 
les, por  un  valor  de  $  200.000,000,  ó  sea  %  500  el 
quintal.  El  trabajo  de  los  tejidos  debe  aumentar  á 
más  del  doble  el  valor  del  artículo. 

De  los  países  productores  de  la  materia  prima,  la 
China  da  más  de  la  mitad  (210,000  quintales),  el  Ja- 
pón 45,000  quintales,  la  India  y  Persia  sólo  20,000 
quintales.  El  resto  es  suministrado  por  Itali¿i  (60,000 
quintales),  Francia  (14,000  quintales).  Turquía,  Es- 
paña, etc.,  completan  el  guarismo.  Las  manufacturas 
de  seda  tienen  su  asiento  principal  en  Francia,  en 
donde  representan  $  150.000,000  anuales.  Así,  no  es 
muy  grande  para  los  Estados  Unidos  el  interés  de 
estas  empresas. 

Mayor  es  el  que  promete  la  producción  de  vinos, 
esparcida  yá  por  varios  de  los  Estados  del  Oeste,  prin- 
cipalmente en  Missouri,  Ohio  é  Illinois,  y  más  que 
en  ningún  otro,  en  California,  cuya  ])roducción  anual 
oscila  yá  entre  80  y  123.000,000  de  botellas,  parte  de 
la  cual  va  á  Francia  mismo,  á  distribuirse  con  marca 
de  fabricación  francesa  por  todo  el  mundo. 

Lucha  industrial  de  grande  interés  es  esta  en  que 
están  entrando  los  Estados  Unidos  con  los  países  vie- 


Los  vinos  627 

jos  de  Europa,  porque  en  ella  no  pertenecerá  tanto 
la  victoria  al  que  tenga  tierras  fértiles  no  apropiadas, 
como  pudiera  alegarse  en  el  caso  de  las  de  cereales  y 
carnes,  sino  al  que  más  habilidad  muestre  en  la  elec- 
ción de  los  suelos  y  de  los  climas  y  en  la  manipula- 
ción química  de  un  líquido  expuesto  á  reacciones  muy 
delicadas. 

La  cosecha  de  vinos  se  estimaba  en  el  mundo,  en 
1884,  en  las  proporciones  siguientes: 

Francia 3,173.287,500  litros. 

Italia 2,722.500,000       — 

España 2,182.500,000       — 

Austria-Hungría  (Hungría, 

principalmente) 841.500,000       — 

Portugal 396.000,000       — 

Alemania 367.500,000      — 

Eusia 346.000,000       — 

Chipre 157.500,000       — 

Suiza  ,         128.700,000       — 

Grecia 128.700,000       — 

Algeria 100.000,000      — 

Estados  Unidos ,         100.000,000       —  (1) 

Turquía 99.000,000       — 

Cabo  deBuenaesperanza... .  69.300,000      — 

Kumania 69.300,000       — 

Servia 49. 500,000      — 

Argentina 9.000,000       — 

Australia. 8.698,500       — 

Chile.    (No  tengo  datos)  ..  .  — 

Total 10,947798M0Óde  litros. 

(1)  Este  dato  es  tomado  de  estadísticas  europeas.  Las  de  los 
Estados  Unidos  dan  un  guarismo  de  150.000,000  de  litros. 


628  Los  productos  de  la  viña 

Antes  de  la  aparición  de  la  filoxera  en  Francia  (1875), 
este  país  producía  cerca  de  las  dos  terceras  partes  del 
vino  qae  consumía  el  mundo,  é  Italia  y  España  no  al- 
canzaban á  guarismos  equivalentes  á  la  mitad,  ni  tal 
vez  ala  tercera  parte,  de  lo  que  hoy.  El  término  medio 
de  la  cosecha  francesa  podía  calcularse  en  6,500.000,000 
de  litros  (65.000,000  de  hectolitros),  y  el  de  Italia  y 
España  no  pasaba  de  80  á  90,000  millones  (ú  8  á 
9.000,000  de  hectolitros);  pero  la  enfermedad  de  las 
viñas  en  el  primero  de  estos  países  ha  permitido  á  los 
dos  últimos  tomar  nn  vuelo  considerable,  del  cual  quie- 
ren participar  los  Estados  Unidos.  Estos  ocupan  hoy 
el  12.°  ó  13.°  lugar  en  el  rango  do  los  productores, 
pero  no  es  difícil  que  al  fin  del  siglo  se  cuenten  en  se- 
gundo ó  tercer  lugar. 

Los  productos  de  la  uva  alcanzan  hoy  á  I  800  ó 
I  1,000  millones  anuales;  pero  si  los  precios  hubiesen 
de  bajar  y  competir  sin  mucha  desventaja  con  los  de 
la  cerveza  y  de  la  cidra,  la  demanda  de  vinos  pudiera 
subir  al  doble  ó  al  triple  de  lo  que  es  hoy.  El  vino  li- 
gero no  ejerce  sobre  el  organismo  la  influencia  ener- 
vadora  de  las  facultades  mentales  propias  de  la  cerveza 
y  de  la  chicha,  y  satisface  mejor  que  éstas  la  propen- 
sión irresistible  en  el  hombre  á  buscar  alegría  artifi- 
cial, en  compensación  délas  penas  de  la  vida.  Se  obser- 
va que  la  embriaguez,  vicio  que  forma  hoy  uno  de  los 
más  grandes  problemas  sociales,  es  mucho  menos  sen- 
sible en  los  países  que  tienen  vino  en  abundancia, 
como  Francia,  España  é  Italia,  que  entre  los  que  ha- 
cen uso  de  otras  bebidas,  como  en  la  Gran  Bretaña, 
los  Estados  Unidos,   Alemania,   Suiza,   Suecia  y  No- 


Mejora  de  las  razas  de  gaiíado  629 

ruega.  En  la  propagación  del  uso  del  vino  y  del  café 
puede  tal  vez  encontrarse  un  agente  más  eficaz  que 
la  mera  predicación,  nula  ó  poco  menos  hasta  ahora 
en  sus  efectos,  en  el  combate  entre  la  felicidad  real  del 
trabajo  contra  la  felicidad  facticia  que  ofrece  el  licor. 


Entre  las  transformaciones  del  trabajo  humano 
llamadas  progreso,  hay  una  que  merece  mención  espe- 
cial tratándose  de  Ohio:  la  mejora  de  las  razas  de  ga- 
nado. 

Se  sabe  que  la  aplicación  dada  por  Bakewell  y  los 
hermanos  Oollins,  en  Inglaterra,  á  la  ley  biológica  de 
la  selección,  dio  por  resultado  razas  de  ganado  de 
precoz  desarrollo,  y  de  mayor  rendimiento  de  carne, 
sebo,  leche  ó  lana.  En  materia  de  precocidad  se  re- 
dujo el  período  de  crecimiento  de  seis  y  siete  años  en 
el  ganado  vacuno  á  dos  y  medio  ó  tres:  en  producti- 
vidad de  carne  se  logró  un  aumento  de  catorce  ó  diez 
y  seis  arrobas  á  más  del  doble;  á  cerca  del  triple  la 
del  sebo,  y  la  de  leche  se  la  hizo  subir,  en  Holanda 
primero  y  después  en  dondequiera  que  se  han  aplica- 
do métodos  semejantes,  desde  dos  ó  tres  litros  por  día 
(obtenidos  en  Colombia  de  las  razas  comunes),  hasta 
ocho  ó  diez,  en  circunstancias  ordinarias,  y  hasta  cua- 
renta en  las  razas  escogidas. 

Se  sabe  también  que   una  vez  formada  una   raza 
de   estas   condiciones,    puede  propagársela  por  cru- 
zamiento con  razas  inferiores  hasta  restituir  la  des- 
cendencia al  tipo  más  elevado,  manteniendo  constan-   ' 
temente  reproductores  de  raza  pura  superior. 

Si,  pues,  un  rebaño  mejorado  produce  en  tres  años 


630  Diversas  variedades  de  ellas 

el  mismo  número  de  descendientes  que  antes  requería 
seis  años,  y  estos  descendientes  dan  un  producto  doble 
á  lo  menos,  las  crías  darán  un  producto  bruto  cuatro 
veces  mayor;  del  cual  deberá  deducirse,  eso  sí,  el 
aumento  de  gasto  de  una  mejor  alimentación,  y  el  de 
cuidados  más  inteligentes  á  los  rebaños. 

La  aplicación  de  estos  principios  en  todos  los  Es- 
tados de  la  Unión,  pero  principalmente  en  los  de 
Ohio,  Illinois  y  Kentucky,  ha  dado  resultados  extraor- 
dinarios. Oontrayéndome  al  primero  de  éstos,  daré 
algunns  noticias  acerca  de  su  influencia  en  la  riqueza 
general  del  Estado. 

Comoyá  se  ha  visto,  en  1884  Ohio  tenía  1.799,816 
cabezas  de  ganado  vacuno,  y  40  por  100  de  ese  guaris- 
mo consistía  en  animales  de  razas  mejoradas:  Durhams, 
Angus,  Devons,  Galloways  y  Herefords  en  la  línea  de 
animales  productores  de  carne;  y  Ayrshires,  Jerseys  y 
Holstein-Frisians,  entre  los  productores  de  leche.  En- 
tre los  primeros  predomina  la  raza  de  Durham,  excep- 
to en  algunos  condados,  en  donde  todavía  se  hace  uso 
del  buey  como  animal  de  trabajo,  y  son  preferidos  los 
Angus  (sin  cuernos).  Entre  los  segundos  era  preferida 
la  raza  de  Jersey;  pero  últimamente  la  experiencia 
parece  haber  demostrado  la  superioridad  de  la  de  Hols- 
teÍ7i-Frisia,  la  cual  en  los  últimos  años  se  ha  propa- 
gado con  más  rapidez  que  ninguna  otra;  sin  duda  por- 
que la  lechería  ha  llegado  á  ser  uno  de  los  ramos  más 
importantes  de  la  Agricultura  nacional.  Bastará  decir 
á  este  respecto  que  la  producción  de  leche  alcanza  un 
Yalor  mayor  que  el  de  la  cosecha  de  algodón,  que  es  de 
$  250.000,000,  algo  mayor  que  el  de  la  cosecha  de  trigo 


Producción  de  queso  y  mantequilla  631 

($  320.000,000),  y  apenas  inferior  al  de  la  del  maíz 
($  700.000,000),  pues  se  la  computa  en  cerca  de 
$  500.000,000  anuales. 

No  hay  estadísticas  acerca  de  la  producción  espe- 
cial de  estos  rebaños  de  raza  mejorada;  pero  la  influen- 
cia de  ellos  en  la  producción  general  puede  observar- 
se en  los  datos  siguientes: 

La  producción  de  mantequilla  en  el  Estado  de  Ohio 
alcanzó,  en  1870,  á  50.268,000  libras,  y  cada  vaca  pro- 
dujo, por  término  medio  anual,  76.81  libras. 

La  de  1880  subió  á  69.722,000  libras,  y  la  de  cada 
vaca  á  90.9. 

La  de  queso  en  el  mismo  Estado,  en  1870,  fue  de 
24.153,000  libras,  y  cada  vaca  rendía,  en  término 
medio,  36.8  libras. 

En  1880  subía  á  32.531,000  libras,  y  á  42.9  libras 
por  vaca. 

Se  cree,  sin  embargo,  que  estos  datos  son  deficien- 
tes y  que  en  ellos  sólo  se  da  el  producto  de  las  grandes 
factorías,  omitiendo  el  de  las  haciendas  y  estancias 
para  el  consumo  directo  de  las  familias:  consumo  que 
es  de  muy  notable  consideración. 

La  producción  de  queso  ha  sido  considerablemente 
aumentada  en  los  últimos  veinticinco  años  con  el  es- 
tablecimiento de  grandes  fábricas  centrales,  por  medio 
déla  asociación  de  los  criadores.  En  el  medio  de  los 
hatos  de  vacas  una  asociación  independiente  se  encar- 
ga de  recibir  la  leche  ordeñada  en  todos  ellos  para 
convertirla  en  mantequilla  y  queso,  por  medio  de 
procedimientos  científicamente  ordenados,  provistos 
de  todos   los  elementos  necesarios  para  asegurar  en 


632,  Lns  grandes  fábricas  de  queso 

primer  lugar  el  aseo  más  perfecto  de  todas  las  mani- 
pulaciones: circunstancia  de  que  depende  esencialmen- 
te el  mayor  rendimiento.  En  segnndo  lugar,  grandes 
cuartos,  provistos  de  aparatos  para  obtener  artificial- 
mente en  toda  estación  la  temperatura  favorable  á  la 
separación  de  la  crema  y  del  queso,  que  es  la  de  14° 
centígrados;  en  tercer  lugar,  almacenes  adecuados  para 
conservar,  curar  y  empacar  para  el  transporte  á  luga- 
res .distantes  el  artículo  así  obtenido.  Se  sabe  que  la 
curación  del  queso  requiere  una  temperatura  uniforme 
de  16°  centígrados. 

La  fabricación  de  mantequilla  y  queso  es  una 
operación  delicada,  en  la  que  es  preciso  evitar  todo 
lo  que  puede  alterar  las  modificaciones  físicas  y 
químicas  necesarias  para  obtener  el  mayor  producto 
posible.  Eso  requiere  grandes  edificios  científicamen- 
te construidos,  vasos  conservados  con  extraordina- 
ria limpieza,  operarios  acostumbrados  al  manejo  del 
termómetro  y  poseedores  de  nociones  físicas  y  quí- 
micas que  están  fuera  del  alcance  de  jornaleros  ordi- 
narios. Todas  estas  condiciones,  muy  difíciles  de  llenar 
por  los  hacendados  y  estancieros,  pueden  ser  obser- 
vadas con  minuciosidad  en  un  establecimiento  espe- 
cial en  donde  se  trabaja  con  la  leche  de  mil  ó  dos 
mil  vacas  á  un  tiempo.  El  valor  de  la  leche  de  cada 
hacienda  es  cuidadosamente  establecido  por  medio  del- 
lactómetro,  y  terminadas  las  operaciones  de  la  fabri- 
cación de  mantequilla  y  queso,  á  cada  cual  se  le  asig- 
na y  entrega  la  parte  que  le  corresponde,  ó  bien  el  es- 
tablecimiento realiza  los  productos  y  da  á  cada  hacen- 
dado la  cuota  que  le  pertenece.    Con  este  sistema  se 


La  produccióíi  de  carne  633^ 

obtienen  productos  en  mayor  cantidad,  de  mejor  ca- 
lidad y  ahorrando  á  los  criadores  los  gastos  de  insta- 
lación y  los  cuidados  que  esta  industria  requiere.  Al 
propio  tiempo,  la  comparación  diaria  del  rendimiento 
de  la  leche  de  las  diversas  haciendas,  conduce  al  estudio 
délas  condiciones  de  la  industrie*  de  lechería,  á  saber: 
la  raza  de  las  vacMS,  la  alimentación  de  ellas  y  los  cuida- 
dos especiales  que  requieren. 

Para  ahorrar  el  gasto  de  transporte  de  la  leche  á 
la  oficina  central,  se  acostumbra  en  algunas  partes  en- 
viarla por  medio  de  tubería  de  hierro  desde  el  lugar 
en  que  se  la  ordeña. 

Estos  establecimientos  son  una  aplicación  fecunda 
de  dos  principios  económicos  que  gobiej'nan  hoy  todas 
las  industrias:  la  asociación  de  los  trabajadores  y  la 
división  del  trabajo. 

En  mtiteria  de  producción  de  carne  los^  progresos 
no  pueden  expresarse  con  claridad  en  guai'ismos;  pera 
mencionaré  los  siguientes  resultados: 

Ahora  quince  años  la  edad  á  que  ordinariamente 
se  llevaban  los  novillos  á  la  carnicería  era  la  de  cua- 
tro á  seis  años.  Hoy  es  la  de  dos  á  cuatro,  siendo  la 
de  dos  la  más  general. 

El  peso  vivo  de  los  novillos  de  carnicería  es  hoy  de 
1,000  á  1,300  libras,  y  se  calcula  que  dan  un  75  por 
100  de  peso  neto:  es  decir,  de  30  á  38  arrobas  netas 
de  carne  y  sebo.  El  peso  vivo  de  los  bueyes  es  de  1,500 
á  1,800  libras;  de  suerte  que  el  neto  será  de  45  á  54r 
arrobas;  pero  los  de  razas  mejoradas  dan  con  frecuen- 
cia 2,500  libras  (100  arrobas)  de  peso  bruto  y  hasta  64 
arrobas  de  peso  neto. 


631  Alimentación  del  ganado  de  ceba 

El  precio  del  ganado  gordo  oscila,  según  calidad, 
entre  4y5|^  centavos  por  libra  sobro  el  peso  vivo;  jel 
precio  medio  de  los  novillos  de  Ohio  era  de  %  46,  en  1887: 
lo  que  da  nn  peso  vivo  de  950  libras  ó  23  arrobas  de 
peso  útil;  probablemente  20  arrobas  de  carne  y  3  de 
sebo.  Debe  además  tenerse  en  cuenta  que  este  es  un 
promedio  entre  animales  de  uno,  dos  y  tres  aflos  de 
edad,  la  mayor  parte  de  los  cuales  es  la  de  dos  años,  y 
sólo  un  40  por  100  de  raza  mejorada. 

También  debe  tenerse  presente,  por  otra  parte,  la 
superior  alimentación  que  se  da  á  estos  ganados,  com- 
puesta de  pasto  natural,  en  los  meses  de  Mayo  á  Julio, 
maíz  en  grano,  y  la  caña  de  éste,  heno  en  los  meses  de 
otoQo,  invierno  y  primavera,  tortas  de  semilla  de  al- 
godón (allá  reputado  como  el  mejor  alimento,  sobre 
todo  parala  producción  de  mantequilla),  salvado  y  re- 
siduos de  las  cervecerías  y  destilaciones.  Quizás  esta 
mejor  alimentación  produzca  á  su  vez  una  carne  más 
alimenticia  para  el  hombre. 

La  ración  ordinaria  de  un  novillo  en  ceba  es  la 
siguiente: 

De  carga  y  media  á  dos  cargas  de  maíz  en  grano 
por  mes;  es  decir,  de  12  á  15  libras  al  día. 

Pasto  natural  á  razón  de  1|  fanegadas  por  cabeza. 

En  los  meses  de  invierno,  otoño  y  primavera,  cuan- 
do no  hay  pasto  fresco  en  los  campos,  de  17  á  20  li- 
bras de  heno  perdía. 

Cuando  se  les  da  otros  alimentos  se  disminuye  pro- 
porcionalmente  la  ración  de  heno,  ó  la  de  maíz,  si  éste 
está  caro.  Se  considera  antieconómico  darles  grano 
cuando  la  carga  de  maíz  vale  más  de  $  1-60;  pero  en 
los  campos  muy  rara  vez  sube  de  esta  tasa. 


Comparación  con  los  pastos  de  Colombia     635 

La  ceba  dura  de  tres  á  seis  meses,  según  la  calidad 
del  ganado  y  la  de  los  pastos,  y  se  calcula  que  el  ani- 
mal, en  buenas  condiciones,  gana  un  término  medio 
de  2^  libras  por  día,  ó  3  arrobas  al  mes. 

Juzgo  por  estos  datos  que  los  pastos  naturales  de 
esas  regiones  son  inferiores  á  los  nuestros.  En  los  de 
guinea  y  para  de  nuestras  tierras  calientes,  novillos 
de  tres  años,  flacos  al  principiar  la  ceba,  pero  sanos  y 
ligeramente  carnados,  dan  á  los  seis  ú  ocho  meses  de 
potrero,  con  sólo  el  pasto  natural  de  la  dehesa,  un  au- 
mento de  carne  y  sebo  que  no  se  puede  estimar  en  me- 
nos de  10  arrobas;  es  decir,  de  una  arroba  á  arroba  y 
media  por  mes.  Pero  estos  cálculos  son  difíciles  entre 
nosotros,  pues  aquí  no  se  acostumbra  en  ninguna  parte 
pesar  los  novillos,  y  la  diferencia  en  el  peso  útil  de  la 
res  proviene  enteramente,  en  primer  lugar  de  la  raza 
ó  procedencia,  y  en  segundo  lugar  de  la  calidad  de  los 
pastos;  sin  embargo,  he  oído  expresar  el  concepto  á 
agricultores  muy  prácticos,  de  que,  en  ciertos  potreros 
de  Bojacá,  Zipaquirá  y  Ubaté  ganan  los  novillos,  con 
sólo  el  pasto  natural,  hasta  3  arrobas  de  carne  y  sebo 
por  mes. 

Tia  ganancia  ordinaria  de  los  cebadores  se  estima 
por  allá  entre  $  8  y  $  12  en  novillo:  á  veces  más,  cuan- 
do  está  barato  el  maíz. 

También  se  quejan,  como  entre  nosotros,  de  que  la 
ganancia  de  los  carniceros  es  mayor  que  la  de  los  ce- 
badores; lo  que  se  explica  por  el  monopolio  que  las 
grandes  casas  de  matanza  han  adquirido,  á  merced  de 
sus  métodos  económicos  y  del  inmenso  capital  con  que 
ejecutan  sus  operaciones  sobre  agricultores  pobres, 


636  Edad  á  que  se  venden  los  novillos 

sostenidos  en  sus  industrias  con  capital  tomado  á  in- 
terés, ordinariamente  á  plazos  cortos. 

Se  cree  en  esos  Estados,  y  esta  es  una  prueba  evi- 
dente de  la  influencia  de  la  mejora  de  las  razas,  que 
gana  más  con  la  ceba  el  toretón  de  un  año  que  el 
novillo  de  dos,  y  éste  que  el  de  tres.  De  suerte  que, 
á  virtud  de  esta  experiencia,  la  edad  á  que  se  mata 
mayor  número  de  animales  es  la  de  dos  años.  Tam- 
poco se  espera  allá  que  el  animal  adquiera  una  gran 
cantidad  de  sebo,  como  entre  nosotros.  En  esas  re- 
giones vale  poco  el  sebo,  frecuentemente  menos  quo 
la  carne,  á  causa  del  uso  del  gas  y  del  petróleo,  con 
los  cuales  se  obtiene  una  iluminación  más  barata  que 
la  de  las  velas  ó  las  bujías.  También  se  reputa  que 
cuando  el  animal  ha  llegado  á  cierto  estado  de  gordu- 
ra asimila  menos  los  alimentos,  y  resulta  yá  muy  cara 
la  alimentación,  que  no  se  compensa  con  el  mayor  peso 
adquirido  por  el  animal. 

Otro  elemento  de  cálculo  entra  por  allá  en  estas 
operaciones.  El  estiércol  del  animal  alimentado  con 
grano,  y  principalmente  con  semilla  de  algodón,  abona 
y  mejora  la  condición  de  los  terrenos  mucho  más  que 
el  procedente  de  pasto  natural  ó  heno.  Y  se  calcula  que 
el  solo  valor  de  este  abono  compensa  el  gasto  de  perso- 
nal en  el  cuido  y  pastoreo  del  ganado. 

La  Oficina  de  Agricultura  de  Washington,  en  su 
informe  anual  de  1885  suministra  los  siguientes  datos 
acerca  del  número  y  valor  de  los  animales  de  razas 
puras  mejoradas,  existentes  en  los  Estados  Unidos  y 
registrados  en  los  herd-booJcs  de  los  Estados. 


Proporción  de  las  razas  mejoradas  637 

Número.  Valor  de  cada  animal. 

Angas.... 3,500  %  300 

Ayrshire 12,867  100 

Devon    10,187  81 

Guernesey 4,947  149 

Hereford 14,000  300 

Holstein-Frisia 21,138  200 

Jersey   51,000 

No  dan  noticia  de  los  Darliams,  por  ser  inmenso  el 
número  y  ser  la  raza  más  antigua  y  más  propagada 
desde  tiempos  en  qae  no  se  llevaba  registro  de  ella. 

Tampoco  la  dan  de  las  razas  francesas  (principal- 
mente de  Normandía),  suizas  y  otras,  muy  estimadas 
también,  por  falta  de  datos  enteramente  fidediguos. 

Los  números  aateriores  se  refieren  á  animales  de 
raza  pura.  El  de  mestizos  de  media  sangre  ó  más  de 
media  sangre,  ascendía  en  todos  los  Estados  Unidos, 
en  1884,  á  7.723,000  sobre  un  total  de  ganado  vacu- 
no de  42.547,000;  es  decir,  más  de  una  sexta  parte. 
La  calidad  de  este  ganado  mejorado  depende,  desde 
luego,  del  estado  de  la  raza  nativa  con  quien  se  verifica 
el  cruzamiento.  En  los  Estados  del  Norte  y  de  Nueva 
Inglaterra,  en  donde  la  raza  estaba  en  buen  estado,  los 
mestizos  de  razas  europeas  mejoradas  son  muy  buenos. 
En  los  del  Sur,  en  donde  las  crías  eran  de  inferior  ca- 
lidad, no  lo  son  tanto.  Y  en  Tejas,  en  donde  los  reba- 
ños pacían  en  inmensas  manadas  en  pastos  de  sabana 
de  mala  calidad,  y  eran  apenas  comparables  con  nues- 
tras crías  del  Tolima,  la  raza  mezclada  es  fuerte,  me- 
nos exigente,  pero  muy  inferior  á  las  otras  en  rendi- 
miento de  carne  y  leche. 


638  Importación  de  ellas  en  1886 

Para  que  se  juzgue  de  la  idea  que  últimamente  se 
tiene  en  los  Estados  Unidos  de  las  diferentes  razas 
europeas,  daré  el  pormenor  de  la  importación  de  re- 
productores hecha  en  los  años  de  1885  y  1886. 

Razas  europeas.  Número  de  animales 

importados.— 18S5.  1886. 

Holstein-Frisia  (raza  de  leche)       1,133  99 

Ost-Frisia 26 

Galloway  (Escocia) 236  120 

Jersey  (de  leche) 170  m 

Angus  (Escocia)  (de  trabajo,  sin 

cuernos) 142 ,  26 

llereford 98  4a 

Guernesey 54  (> 

Durham 44  107 

Ayrshires 9  1 

Suiza  (de  leche) 5  6 

Normand  ía 2  3 

Eed  PoUed.  (?)  Eoja,  sin  cuer- 
nos (?) 116 

De  estas  razas  son  conocidas  entre  nosotros,  prin- 
cipalmente en  el  Estado  de  Cundinamarca,  las  de  Hols- 
tein,  la  primera,  perteneciente  á  la  rama  de  Short- 
Horns  importada  al  país  por  el  señor  Mauricio  Uribe, 
inteligentemente  propagada  por  el  señor  Eduardo  Sa- 
yer;  la  de  Angus,  introducida  por  los  señores  José  María 
y  Enrique  Cortés;  la  de  llereford,  traída  desde  1846 
por  el  señor  Enrique  París;  la  de  Frisia,  por  los  seño- 
res Aníbal  Bermúdez  y  Eustasio  Santamaría;  la  de 
Durham  inglesa,  por  los  señores  Carlos  Urdaneta, 
Eduardo  Sayer,  Carlos  Michelsen,  Manuel  Vicente 
Umaña  y  Evaristo  de  Latorre  (quien  la  propagó  en  el 


Importadores  de  ellas  en  Colombia  639 

alto  Magdalena);  la  de  Durham  francesa,  por  el 
señor  Francisco  A.  TJribe;  la  de  Normandía,  por 
los  señores  Julio  Barriga,  Carlos  H.  Simonds,  Enri- 
que üarrizosa  y  José  Camacho  Roldan;  la  de  Alder- 
ney,  por  el  señor  Daniel  O'Leary;  y  la  de  Jersey, 
llevada  á  Medellín  por  el  señor  Luciano  Restrepo; 
é  ignoro  si  algunas  otras;  pero  con  excepción  del  señor 
Eduardo  Sayer,  y  tal  vez  dos  ó  tres  hacendados  más, 
no  se  las  han  dado  cuidados  suficientes  y  quizás  se  las 
ha  dejado  degenerar  por  falta  de  nuevos  reproductores 
de  raza  pura.  Con  la  raza  de  leche  de  origen  holandés 
ignoro  si  se  ha  formado  algún  rebaño,  que  yá  podía 
ser  numeroso.  En  un  país  como  Bogotá  y  su  comarca, 
en  donde  se  consume  una  gran  cantidad  de  leche,  á 
precios  que  no  bajan  de  10  centavos,  y  que  suben  en 
ocasiones,  como  en  la  actualidad,  á  15  centavos  el  litro, 
sería  una  riqueza  comparable  á  una  buena  mina  de 
oro.  En  la  actualidad  los  novillos  de  f  de  sangre  de 
Durham  se  venden  en  la  carnicería  de  Bogotá  á  %  200 
cabeza,  y  los  de  ^  sangre  de  las  tierras  calientes,  en 
partidas  de  50,  sé  que  se  han  vendido  de  $  90  á  más  de 
$  100  cada  uno.  Para  los  Estados  del  Magdalena  y  Bo- 
lívar y  los  territorios  de  Casanare  y  San  Martín  serían 
perfectamente  adecuados  los  Durham-Tejas,  traídos 
de  Galveston  ó  de  Nueva  Orleans.  Esa  sería  una  em- 
presa de  inmenso  valor  para  esas  regiones. 

Muy  de  desear  sería  entre  nosotros  la  apertura  y 
conservación  de  un  libro  de  registro  de  rebaños  de  raza 
mejorada  en  cada  Estado,  servido  con  inteligencia  y 
entera  buena  fe,  á  cargo  de  una  especie  de  notario; 
pues  aquí  se  paga  hasta  %  1,500  y  aun  2,000  por  to- 


640    Produfíoión  de  leche  en  los  Estados  Unidos 

retoñes  de  año  y  medio,  de  raza  pura,  importados,  y 
de  '^  500  á  $  1,000  por  los  nacidos  en  el  país.  Habien- 
do seguridad  de  la  genealogía,  los  precios  deberían  in- 
vertirse. 

Volviendo  á  los  Estados  Unidos:  la  producción 
de  leche  en  todo  el  país  la  computa  la  Oficina  de  Agri- 
cultura de  Washington,  en  el  informe  anual  de  1885, 
«n  más  de  300  millones  de  pesos,  tomando  por  báselos 
datos  siguientes: 

Número  de  vacas  consagradas  á  la  lechería..  16. 000,000 

Cantidad  de  leche  producida  por  cada  vaca, 
850  galones,  ó  1,600  litros  en  el  año,  ó  me- 
nos de  5  litros  por  día  en  300  días  de  lac- 
tancia galones 5,600.000,000 

Cantidad  de  mantequilla  producida,  quintales         11.000,000 
de  queso,  quintales 4.000,000 

Leche  consumida  en  estado  natural,  galones.     2,013.000,000 

Avaluando  á  $  20  el  quintal  de  mantequilla, 
11  millones  dan $       220.000,000 

Avaluando  á  $  12  el  quintal  de  queso 48.000,000 

,,  á  12  centavos  el  galón  de  leche  para 
el  consumo  de  las  ciudades  y  los  campos, 
2,013.000,000  de  galones  producen 54.250,000 

Total  producto  de  la  lechería  en  la  Unión. .  $       322.250,000 

En  1888  se  le  calculó  en  más  de  $  500  millones. 

El  consumo  de  mantequilla  es  enorme  en  los  Esta- 
dos Unidos.  Se  le  calcula  en  17  libras  por  persona  y 
por  año,  mientras  que  en  los  países  europeos  sólo  al- 
alcanza  á  13  libras  en  Inglaterra,  11  en  Suecia  y  No- 
ruega, 8  en  Alemania,  6  en  Bélgica  y  Holanda,  5  en 
Austria  y  4  en  Erancia. 

El  producto  en  mantequilla  de  cada  vaca,  que  eu 
toda  la  Unión  sólo  alcanza  á  68  libras  por  año,  puede 
subir  á  mucho  más  con  la  propagación  de  la  raza  ho- 
landesa, la  cual  rinde  en  Hahxnda  175  libras  por  cabeza 
en  término  medio. 


El  consumo  de  carne  641 

El  consumo  de  carne  es  también  más  alto  en  los 
Estados  Unidos  que  en  cualquier  país  europeo.  Se  le 
calcula  en  120  libras  por  persona  al  año,  ó  más  de 
cinco  onzas  por  día,  repartidas  así: 

Carne  vacuna •  •  •  •     ^^  libras. 

—  de  puerco 41     — 

—  de  carnero.. 14    — 

—  aves  de  corral 3     — 

120 

El  de  Inglaterra  se  estima  en 105  libras. 

Francia 74     — 

Alemania 69     — 

Suecia,  Noruega  y  Dinamarca 69     — 

Rusia 48     — 

Italia 23     — 

Este  consumo  de  62  libras  de  carne  vacuna  por  per- 
sona y  por  año  da  un  total  de  40.000,000  de  quintales, 
equivalentes  á  8.000,000  de  cabezas  que  diesen  un 
término  medio  de  20  arrobas  de  carne  cada  una,  y 
representan,  á  precio  por  mayor,  $  400.000,000. 

La  reproducción  de  16.000,000  de  vacas  de  leche 
debe  dar,  sin  embargo,  no  menos  de  12.000,000  de  ter- 
neros al  año;  de  suerte  que  á  pesar  de  su  gran  consu- 
mo y  de  la  exportación,  puede  aumentar  sus  crías  á 
razón  de  3.000,000  de  cabezas  al  año. 

Las  grandes  crías  se  encuentran  en  los  siguientes 
Estados: 

Tejas : 7.iC9,000 

lowa 3.305,000 

Kansas 2.071,000 

41 


642  La  ranilla  afiebre  del  ganado 

V 

Nebraska 1.844,000 

Illinois 2.403,000 

Ohio 1.799,000 

Missouri 2.096,000 

Colorado 1.070,000 

Nuevo  México 1.213,000 

Es  decir,  más  de  25.000,000  de  cabezas  eii  sólo  ocho 
Estados  y  un  Territorio. 

Tejas  ha  derramado  el  exceso  de  sus  hatos  sobre 
Kansas,  ív  nevo  México  y  Colorado,  y  es  el  centro  princi  - 
pal  de  producción  en  todo  el  Sur;  pero  es  también 
el  foco  de  donde  se  propaga  en  los  Estados  del  Sur  y 
del  Oeste  esa  epizootia  conocida  con  e)  nombre  de^e- 
hre  de  Tejas,  entre  nosotros  con  el  de  ranilla,  compa- 
ñera de  las  sacas  de  ganado  de  Casanare  y  San  Mar- 
tín; en  general  «Je  las  que  de  un  clima  cálido  pasan 
á  otro  frío  y  viceversa. 

Esta  enfermedad  ha  dado  origen  á  graves  desave- 
nencias entre  los  criadores  de  Tejas  y  los  de  los  Esta- 
dos situados  hacia  el  Norte.  Los  primeros  necesitan 
vender  su  ganado  de  cualquiera  manera,  y  los  segundos 
lo  rechazan  prohibiendo  su  introducción,  sujetándola 
á  costosas  cuarentenas  ó  negándole  pastaje  en  sus 
dehesas.  Se  sabe  que  ergermen  del  mal  consiste  en 
un  parásito  que  vive  sobre  los  pastos  de  la  región  con- 
tigua al  golfo  de  México  y  al  Atlántico  hasta  el  gra- 
do 34  de  latitud  Norte,  que  se  conserva  en  los  excre- 
mentos del  animal  y  sigue  viviendo  en  los  vegetales 
sobre  que  cae.  También  se  cree  que  existe  en  los  cas- 
cos del  animal,  cuando,  á  consecuencia  de  un  viaje 
largo  en    terrenos   pedregosos   ó   cascajosos,    duran- 


Estudios  acerca  de  esta  enfermedad  643 

te  los  calores  del  verano,  se  forman  pústulas  en  los 
pies  del  ganado:  el  pus  envenena  los  pastos.  La  causa 
principal,  sin  embargo,  parece  consistir  en  un  estado 
atmosférico  procedente  de  emanaciones  palúdicas,  pro- 
pio de  las  regiones  anegadizas  de  las  orillas  de  los  ríos 
ó  del  mar,  que  tiene  relaciones  evidentes  con  el  mias- 
ma productor  de  la  fiebre  amarilla  entre  los  hombres. 
Es  una  región  entera  infestada,  cuyos  límites  han  po- 
dido fijarse  con  bastante  aproximación,  dentro  de  la 
cual  existen  los  gérmenes  de  la  enfermedad,  la  cual 
estalla  al  cambiar  de  clima  la  res.  Entonces  se  trans- 
mite el  contagio  á  las  que  pastorean  en  las  mismas 
dehesas,  duermen  en  los  mismos  establos  ó  son  trans- 
portadas en  los  mismos  buques  ó  carros  de  ferrocarril. 
En  ocasiones  es  causa  de  pérdidas  enormes,  sobre  todo, 
con  la  baja  en  el  valor  de  los  ganados,  computada  al- 
guna vez  en  más  de  %  50.00,0000,  en  sólo  el  valle  del 
Mississippi. 

El  estudio  de  la  enfermedad  por  las  Oficinas  de  Agri- 
cultura nacional  y  de  los  Estados  ha  conducido  al  co- 
nocimiento de  ciertos  hechos  generales,  á  los  que  la 
legislación  preventiva  de  aquéllos  ha  podido  sujetarse 
para  disminuir  los  efectos  del  contagio  y  los  de  las 
trabas  al  comercio  de  ganados. 

1.°  Sólo  los  ganados  procedentes  de  la  región  infes- 
tada por  acciones  atmosféricas,  pueden  transmitir  con 
seguridad  el  contagio  á  los  pastos  ó  a  otros  animales. 

2.°  Una  permanencia  de  sesenta  ó  noventa  días  en 
regiones  no  infestadas  es  suficiente  para  detener  el 
curso  de  la  enfermedad  en  los  animales  procedentes 
de  la  región   peligrosa,  y  devolver  la  salud  á  los  que 


644  Precauciones  contra  el  contagio 

hubieran  podido  ser  atacados.  (Es  la  misma  operación 
que  nosotros  llamamos  desbabar). 

3.°  Las  heladas  del  invierno  tienen,  en  lo  gene- 
ral (no  siempre),  la  propiedad  de  matar  el  parásito 
en  los  pastos  contagiados  y  hacer  á  éstos  otra  vez  in- 
ofensivos. 

4.°  Las  sacas  de  ganado  hechas  á  principios  de  la 
primavera  á  dehesas  no  contagiadas,  pueden  ser  con- 
ducidas después  con  toda  seguridad  á  otras  regiones. 

5.°  Debe  evitarse,  en  todo  lo  posible,  hacer  las  sa- 
cas durante  los  fuertes  calores  del  verano.  En  el  Sur 
de  les  Estados  Unidos,  de  Junio  á  Agosto.  Etn  nuestra 
región  oriental,  en  Febrero  y  Marzo. 

6.°  El  viaje  de  los  ganados  debe  hacerse  muy  des- 
pacio, proporcionándoles  medio  de  comer,  beber  y 
dormir  durante  las  noches.  El  encierro  nocturno  en 
corrales  estrechos,  sucios  ó  llenos  de  lodo,  es  particu- 
larmente perjudicial. 

Para  nosotros  es  de  la  mayor  importancia  seguir 
con  atención  estos  estudios,  porque  nuestros  centros 
de  provisión  de  ganado — las  llanuras  de  Oriente  para 
los  Estados  del  interior;  las  de  Bolívar  para  Antio- 
quia  y  Santander;  Patía  para  el  Cauca — son  esencial- 
mente productores  del  mal.  Esta  debería  ser  materia 
de  legislación  nacional,  y  la  policía  del  comercio  de 
ganados  debería  estar  inspeccionada,  á  lo  menos,  por 
empleados  nacionales.  Este  es  un  asunto  que  afecta 
no  tan  sólo  el  comercio  de  ganados  y  la  industria  de 
las  crías,  sino  á  la  salud  pública;  porque  el  consumo 
de  la  carne  de  animales  enfermos  es  en  extremo  da- 
ñoso para  el  hombre. 


Debe  ser  asunto  de  ley  nacional  645 

Al  propio  tiempo,  el  legislador  debe  estar  premu- 
nido contra  las  influencias  del  interés  egoísta  de  los 
criadores  y  cebadores  locales,  quienes,  con  el  objeto 
de  alejar  la  competencia  de  otros  ganados  y  de  hacer 
subir  el  valor  de  los  suyos,  pueden  exigir  la  adopción 
de  medidas  restrictivas,  inútiles  para  la  salud  pública 
y  en  extremo  gravosas  para  los  consumidores.  La 
tendencia  principal  de  la  legislación  debiera  ser  la 
popularización  de  las  nociones  de  higiene  animal,  á 
fin  de  acostumbrar  á  ellas  las  corrientes  comerciales. 
Debe  tenerse  presente  que  no  es  la  ranilla  la  única 
causa  eficiente  del  mal  entre  los  ganados,  sino  las 
aguas  corrompidas  en  las  dehesas;  la  mala  alimenta- 
ción, escasa  ó  de  forrajes  dañados;  la  leche  de  vacas 
enfermas  ó  que  beben  aguas  estancadas  ó  de  albañales 
inmundos;  sobre  todas  las  cuales  debe  ejercer  la  poli- 
cía su  vigilancia  protectora.  Ningún  teatro  más  á  prO: 
pósito  para  hacer  estudios  de  este  género  que  los  Es- 
tados centrales  del  Oeste  de  la  Unión  Americana: 
Missouri,  lowa,  Illinois,  Indiana  y  Ohio,  adonde  aflu- 
yen alternativamente  ganados  del  Norte  y  del  Sur,  en 
busca  de  las  inmensas  dehesas  naturales  de  sus  llanu- 
ras onduladas  y  de  la  enorme  cantidad  de  maíz  que  se 
produce  en  ellos.  Entre  estos  cinco  Estados  y  el  de 
Kansas  se  reúne  probablemente  más  de  la  mitad  del  ga- 
nado que  se  ceba  actualmente  en  toda  la  Confederación. 


CAPITULO  XXXIII 


PITTSBURGO 


El  paisaje. — Aspecto  distinto  del  país.— La  región  minera.— 
Producciones. — Riqueza  — El  gas  natural.— El  Hotel  Du- 
quesne. — Home,  sweet  home  f —Yisiia.  desgraciada  á  algu- 
nas fábricas. — Calor  insoportable. — Progreso  de  Pittsburgo. 
— Esperanzas. 


Unas  pocas  horas  de  viaje  en  ferrocarril  nos  basta- 
ron para  dejar  el  territorio  de  Ohio  y  penetrar  en  la 
región  montañosa  occidental  del  de  Pensilvania.  Pa- 
sando de  la  orilla  izquierda  á  la  derecha  del  Ohio  so- 
bre un  gran  puente,  nuestra  vista  se  alegró  con  el 
espectáculo  de  montañas  inmediatas  y  paisajes  varia- 
dos, ora  á  la  orilla  del  río,  por  el  fondo  risueño  de  pe- 
queños valles,  bien  atravesando  las  gargantas  de  los 
cerros  y  contemplando  perspectivas  austeras  formadas 
por  un  conjunto  de  rocas,  bosques  y  nubes.  En  más 
de  700  leguas  de  viaje  sólo  habíamos  visto  llanuras: 
yá  sentíamos  nostalgia,  y  empezábamos  á  suspirar  por 
nuestros  Andes.  Afortunadamente  empezábamos  el 
paso  de  los  Alleghanies,  en  medio  de  los  cuales  está 
sentada  Pittsburgo,  en  el  sitio  en  que  el  Alleghany  y 
el  Monongahela  juntan  sus  aguas  y  cambian  sus  nom- 


Situación  y  aspecto  de  la  ciudad  647 

bres  por  el  de  Oliio.  Nacen  estos  dos  ríos  en  aquellas 
montañas:  hacia  el  Norte  el  primero,  hacia  el  Sur  el 
segundo,  de  suerte  que  forman  un  solo  valle  de  con- 
siderable extensión  en  linea  Norte-Sur:  al  unirse, 
como  si  de  la  fuerza  igual  con  que  verifican  su  en- 
cuentro resolviesen  por  transacción  tomar  un  térmi- 
no medio,  sus  corrientes  se  dirigen  hacia  el  Oeste;  en 
el  centro  de  ese  valle  triangular  se  levanta  la  ciudad. 
Por  consiguiente,  el  paisaje  tiene  la  belleza  propia 
de  esas  tres  facciones  de  la  naturaleza:  ríos,  valles, 
montañas. 

El  caserío,  principiado  en  el  ángulo  agudo  forma- 
do por  los  dos  ríos  en  su  confluencia,  se  ha  extendido 
hasta  las  colinas  que  limitan  el  valle  al  Oriente,  y  brin- 
cado luego  á  la  orilla  derecha  del  Alleghany  y  á  la 
izquierda  del  Monongahela,  los  cuales  atraviesa  en 
cinco  ó  seis  magníficos  puentes  el  primero  y  dos  ó  tres 
el  segundo.  Por  todas  partes  actividad  y  movimiento: 
sobre  los  ríos  los  vapores,  y  grandes  barcazas  llenas  de 
carbón,  arrastradas  por  remolcadores;  en  tierra,  las 
locomotoras  de  numerosos  ferrocarriles,  los  tranvías, 
los  ómnibus  y  los  coches.  Los  alambres  de  los  telégra- 
fos y  de  los  teléfonos  sobre  los  techos  de  las  casas  os- 
curecen el  aire.  Mil  chimeneas  altísimas  de  sus  fábri- 
cas envían  hacia  el  cielo  sus  columnas  de  humo. 

El  aspecto  general  de  la  región  ha  cambiado  del 
todo.  A  la  agricultura  animada  y  campos  cultivados 
de  las  praderas  de  Illinois,  Indiana  y  Ohio,  ha  sucedi- 
do la  fisonomía  singular  de  un  país  minero.  Por  todas 
partes  montaña?  de  agrias  pendientes  llenas  de  agu- 
jeros  de  las  boca-min-as;   terrenos   revolcados;    color 


648  Las  producciones 

rojo  y  amarillo  en  las  faldas  de  las  colinas;  seQales  de 
carbón  y  de  hierro  por  dondequiera;  hornos  inmen- 
sos que  despiden  llamas  y  arrojan  torrentes  de  humo 
por  sinnúmero  de  chimeneas;  molinos  de  viento;  ca- 
nales cubiertos  de  botes  tirados  por  caballos;  grandes 
acueductos;  canteras  en  explotación;  casas  de  made- 
ra de  aspecto  pobre  pero  aseado,  acompañadas  de  una 
pequefía  huerta  y  do  un  jardincito  al  frente,  á  la  ori- 
lla de  los  canales  y  de  los  ríos;  en  todas  partes  pirá- 
mides inmensas  de  carbón  y  de  mineral  de  hierro.  El 
carbón  y  el  hierro  son  las  divinidades  protectoras  de 
la  comarca. 

Ignoro  cuánto  sea  en  toneladas  la  producción  de 
carbón  en  el  distrito  de  Pittsburgo;  pero  su  valor  que, 
en  1886  se  computaba  en  más  de  $  20.000,000,  me 
hace  pensar  que  no  debe  de  bajar  de  10.000,000  el 
número  de  aquéllas.  La  de  todo  el  Estado  de  Pensil- 
vania  pasaba  de  40.000,000  de  toneladas. 

La  de  hierro  fundido  alcanzaba  á  la  décima  par- 
te de  la  de  toda  la  Unión;  es  decir,  á  más  de  600,000 
toneladas;  pero  el  consumo  de  hierro  maleable,  de  to- 
das procedencias,  en  sus  grandes  fábricas  pasaba  de 
1.500,000  toneladas:  en  rieles  solamente  alcanzó,  en 
1886,  á  1.305,000,  y  el  valor  do  este  artículo  á  más 
de  I  40.000,000. 

La  fabricación  de  maquinaria  para  molinos,  fábri- 
cas de  vapor,  etc.,  pasaba  de  $  5.000,000. 

La  de  calderas  para  vapores,  locomotoras,  etc.,  for- 
maba artículo  aparte  por  más  de  $  2.000,000.  La  ma- 
yor parte  de  los  vapores  que  navegan  el  Magdalena  soa 
construidos  en  Pittsburgo. 


El  gas  natural  y  el  petróleo  649 

Veintidós  grandes  factorías  productoras  de  acera 
de  Bessemer  dan  artículos  que  representaron,  en  1886,, 
I  28.000,000. 

La  fabricación  de  puentes  de  hierro  para  todos  lo& 
países  del  mundo  es  allí  una  especialidad,  estimada  en 
I  6.000,000  anuales. 

La  manufactura,  sin  embargo,  que  ofrece  rivalizar 
y  superar  á  todas  las  demás,  es  la  de  vidriería  y  cris- 
talería. Más  de  ochenta  fábricas  de  estos  artículos 
dan  al  consumo  efectos  de  todo  género,  desde  botellas 
comunes  y  vidrios  planos,  hasta  los  finos  servicios  para 
la  mesa  de  los  millonarios,  por  un  valor  de  más  de 
$  10.000,000,  en  el  año  yá  mencionado. 

Un  producto  espontáneo  de  la  tierra,  perdido  an- 
tes, aprovechado  de  pocos  años  á  esta  parte,  el  gas 
natural,  ha  venido  á  dar  á  Pittsburgo  una  superiori- 
dad, no  sé  si  real  ó  si  en  parte  imaginaria,  en  la  fa- 
bricación de  estos  artículos,  así  como  en  los  de  hierro 
y  acero. 

El  gas  natural  y  el  petróleo  son  dos  elementos  de 
luz  y  de  calor,  cuyo  descubrimiento,  en  la  segunda 
mitad  de  este  siglo,  ha  sido  una  fuente  de  comodidad 
y  riqueza  inapreciable  para  el  hombre,  y  ambos  han' 
sido  encontrados  por  primera  vez  en  las  inmediacio- 
nes de  aquella  ciudad.  El  petróleo,  como  es  sabido,  es 
un  aceite  depositado  en  ciertas  partes  profundas  de  la 
tierra,  de  donde  se  le  extrae  por  medio  de  tubos  de 
hierro  hundidos  á  la  profundidad  de  200  á  1,000  me- 
tros. Asentado  y  depurado  por  medio  de  procedimien- 
tos sencillos,  arde  en  mechas  de  algodón  empapadas^ 
con  él  y  produce  una  luz  vivísima,  en  extremo  barata:: 


'650  Producción  del  petróleo 

•cnarenta,  cincuenta  ó  cien  veces  más  barata  que  la 
obtenida  del  sebo  en  las  bujías.  Propagado  en  todo  el 
mundo,  pronto  llegó  á  ser  uno  de  los  principales  ar- 
tículos de  exportación  de  los  Estados  Unidos,  y  aun- 
que en  competencia  con  el  gas  de  carbón,  también 
muy  barato,  en  la  producción  americana  llegó  á  re- 
presentar algo  como  I  100.000,000  anuales,  valor  de 
más  de  1,200.000,000  de  galones.  Después  se  le  ha 
encontrado  en  muchas  otras  partes,  sobre  todo  en  Ru- 
sia, y  la  abundancia  con  que  se  le  ha  ofrecido  en  los 
mercados  ha  envilecido  sus  precios.  Un  galón  de  pe- 
tróleo, que  puede  dar  durante  cuatro  meses,  encendi- 
do cinco  horas  por  noche,  una  luz  equivalente  á  la  de 
cinco  bujías,  vale  apenas  en  Oil  City  ó  en  Pittsburgo 
cinco  centavos.  Yá,  pues,  no  es  artículo  de  tanta  co- 
dicia; pero  con  él  se  han  levantado  en  el  Estado  de 
Pensilvania  numerosas  fortunas,  que  cuentan  millones 
de  pesos  por  decenas  en  el  balance  de  los  libros  de 
cuentas:  sobre  todo,  hombres  que  anochecían  pobres 
y  amanecían  millonarios  cuando  el  cincel  de  la  má- 
quina de  perforar  había  tropezado  con  la  fuente  del 
petróleo  y  traído  el  precioso  artículo  á  la  superficie. 
Yá  hoy  no  es  mina  de  oro  de  filón  abundante,  pero 
siempre  es  una  riqueza  de  mucha  consideración. 

A  ella  ha  venido  á  agregarse  el  gas  natural,  cono- 
cido desde  hace  más  de  medio  siglo,  introducido  en  la 
industria,  á  título  de  ensayo  desde  1874,  populariza- 
do con  furor  desde  1883.  El  gas  producido  por  la 
combustión  de  ciertas  variedades  de  carbón  mineral 
— despojado  de  algunos  principios,  utilizables  los  unos, 
perjudiciales  al  hombre  otros — constituye  un  artículo 


El  gas  de  carbón  y  el  gas  natural  651 

de  iluminación  importante  en  las  ciudades;  de  cuya 
importancia  puede  tenerse  alguna  idea,  sabiendo  que 
€11  Londres,  en  donde  es  muy  barato  el  carbón, 
cuesta  la  iluminación  de  las  calles  públicas  cerca  de 
%  2.500,000  anuales,  y  más  de  %  3.000,000  en  la  de 
París.  También  servirá  para  juzgar  de  la  importancia 
de  este  negocio  este  dato:  la  Compañía  de  gas  de  la 
ciudad  de  París  tuvo  en  1880  entradas  por  valor  de 
$  17.250,000,  y  utilidad  neta  de  %  7.500,000. 

Empero,  en  estas  empresas,  para  obtener  el  gas,  se 
necesita  primero  comprar  el  carbón,  quemarlo  en  gran- 
des hornos  provistos  de  aparatos  costosos  para  generar, 
purificar,  almacenar  y  enviar  el  gas  á  los  lugares  en 
que  se  le  ha  de  consumir;  en  una  palabra:  montar  á 
grandes  gastos  establecimientos  complicados.  En  con- 
secuencia, la  producción  tenía  límites  intraspasables: 
fiólo  podía  aplicársela  al  alumbrado  de  las  calles  y  ca- 
sas, pero  lio  á  otros  usos. 

Entonces  fue  hallado  el  gas  natural.  En  la  perfo- 
ración de  pozos  de  petróleo  solía  aparecer  un  gas  que 
se  inflamaba  al  contacto  de  la  llama.  Considerado  en  un 
principio  como  un  embarazo  perjadical  á  los  trabajos, 
luego  se  ensayó  su  aplicación  á  los  hornos  de  las  ferre- 
rías,  y  venciéndose  al  fin  las  dificultades  que  para  su 
conducción  en  tubos  de  hierro  oponía,  en  1883  llegó 
á  ser  un  artículo  de  consumo  general  no  sólo  en  lasfe- 
rrerías  y  talleres  de  maquinaria,  sino  en  los  usos  do- 
mésticos de  las  casas  particulares,  á  las  que  se  le  lleva 
de  una  manera  tan  sencilla  como  el  agua  de  los  acue- 
ductos. En  los  primeros  alimenta  la  hoguera  de  los 
hornos  y  da  luz  para  el  trabajo  nocturno;  á  las  últimas 


652  Ventajas  del  gas  natural 

suministra  fuego  para  las  cocinas,  calor  en  las  chime- 
neas durante  los  meses  do  invierno,  y  alumbrado  en 
todas  las  piezas  por  la  noche.  Tiene  la  ventaja  de  ser 
un  agente  perfectamente  aseado,  de  fácil  manejo  por 
medio  de  llaves,  de  no  exigir  depósitos  ni  carboneros; 
se  puede  graduar  á  voluntad,  no  engendra  humo  como 
el  de  carbón,  ni  ofrece  peligro  de  diseminación  fuera 
de  los  lugares  destinados  á  su  empleo. 

Para  las  ferrerías  y  las  fábricas  de  cristales  y  vidrios 
tiene  una  cualidad  inapreciable,  y  es  su  pureza:  no 
contiene  fósforo  ni  azufre:  la  combinación  de  los  cua- 
les, aun  en  los  carbones  de  mejor  calidad,  hace  que- 
bradizo el  hierro  ú  opaco  el  vidrio;  no  tiene  gastos  de 
acarreo  ni  ocupa  espacio  en  el  almacenaje.  Por  media 
de  tubos  cuya  colocación  es  fácil  de  alterar  á  volun- 
tad, se  le  puede  poner  en  el  primero  ó  en  el  séptimo 
piso,  á  derecha  ó  á  izquierda,  dentro  ó  fuera  de  las 
piezas.  A  pesar  de  todas  estas  ventajas  su  precio  se 
gradúa  á  la  mitad  de  lo  que  costaría  el  carbón  mine- 
ral en  el  mismo  empleo,  y  se  le  calcula  en  las  transac- 
ciones no  por  el  número  de  pies  cúbicos,  como  el  gas 
de  carbón,  sino  por  el  de  toneladas  de  carbón  que  des- 
aloja ó  reemplaza  en  el  consumo.  De  esta  suerte  se 
computa  que  en  Pittsburgo  se  ha  economizado  el  de 
4.000,000  de  éstas,  las  cuales  á  su  vez  no  son  perdidas: 
se  las  ha  podido  llevar  á  vender  á  los  vapores  del  Mis- 
sissippi,  ó  alas  fábricas  de  San  Luis,  Oincinnati,  Chi- 
cago y  Filadelfia. 

La  economía  en  el  combustible  y  la  superior  cali- 
dad de  éste  han  ejercido  una  influencia  favorable  en 
las  fábricas  de  Pittsburgo.  En  esa  ciudad  creen  poder 


Producción  de  gas  natural  653 

superar  á  todos  sus  rivales  de  Europa  y  América  en  la 
producción  de  efectos  de  hierro,  acero,  cristal,  vidrio, 
loza  3^  porcelana,  t«.nto  en  calidades  como  en  precios, 
y  es  la  primera  cosa  íi  la  que  en  las  visitas  á  las  fá- 
bricas llaman  sus  administradores  la  atención  del  via- 
jero. Hasta  ahora  sólo  se  le  ha  encontrado  en  los  dos 
Estados  de  Pensilvania  y  Ohio,  en  donde  Murraysvi- 
lle  es  el  centro  principal  en  el  primero  y  Dayton  en  el 
segundo,  y  había  dado  origen  en  1887  á  la  colocación 
de  unas  350  leguas  de  tuberías  de  hierro  para  distri- 
buirlo; pero  la  extensión  del  negocio  se  continuaba 
con  ardor  febril.  En  Pensilvania  había  75  compañías 
organizadas  para  explotarlo,  y  se  calculaba  que  el 
uso  de  él  producía  yá,  en  1886,  en  los  dos  Estados, 
$  13.500,000  anuales.  En  Pittsburgo  no  se  dudaba  de 
que  antes  de  diez  años  llegaría  á  ser,  á  favor  de  esa 
riqueza  natural,  la  primera  ciudad  manufacturera  del 
orbe.  Los  americanos  no  acostumbran  aspirar  á  supe- 
rioridades relativas:  las  quieren  siempre  absolutas, 
Y  en  efecto,  causa  admiración  encontrar  un  pueblo 
dotado,  además  de  una  superioridad  de  genio  indus- 
trial indisputable,  de  tantos  dones  espontáneos  de  la 
naturaleza  en  la  tierra  que  habitan. 

Llanuras  inmensas  tan  adecuadas  á  la  construc- 
ción de  vías  comerciales;  uno  de  los  más  vastos  siste- 
mas de  ríos  y  de  lagos  para  la  navegación  interior; 
carbón  mineral  en  yacimientos  de  más  extensión  que  en 
ninguna  otra  parte  del  mundo;  materiales  de  construc- 
ción inagotables  y  de  fácil  extracción;  minas  de  cobre 
en  el  lago  Superior,  más  ricas  que  todas  las  demás  co- 
nocidas; aluviones  de  oro  y  vetas  de  plata  que  produ- 


654  El  hotel  Duquesne 

cen  más  de  la  mitad  de  la  suma  que  de  ellos  se  extrae 
en  el  mundo:  y  todos  los  días  riquezas  naturales  nue- 
vas con  que  hacer  barata  y  cómoda  la  vida  liumana, 
como  el  petróleo  y  el  gas  natural.  Razón  tienen  los 
americanos  del  Norte  para  alimentar  tanta  fe  en  sus 
destinos.  No  vayan,  sin  embargo,  á  creerse  como  los 
judíos,  "el  pueblo  escogido  de  Dios,"  y  á  desarrollar 
como  éstos  ese  espíritu  de  egoísmo  que  los  ha  hecho 
el  blanco  de  la  persecución  y  el  odio  de  todas  las 
naciones! 

Pittsburgo  tiene,  como  todas  las  ciudades  ameri- 
canas, los  mismos  rasgos  característicos:  aseo  encare- 
cido; gran  provisión  de  agua  potable;  calles  anchas 
sombreadas  por  grandes  árboles;  parques  umbrosos 
llenos  de  misterio;  espléndidos  edificios  públicos;  igle- 
sias en  profusión  y  hoteles  no  superados  en  comodidad 
y  magnificencia.  Tocónos  alojamiento  en  el  Hotel  Du- 
quesne, administrado  por  un  alemán,  cuyo  nombre 
siento  vivamente  haber  olvidado,  del  cual  recibimos, 
sin  introducción  ni  recomendación  alguna,  la  más 
afectuosa  acogida.  Diónos  muy  buenas  piezas  de  habi- 
tación; mostrónos  en  el  momento  el  gas  natural  en  las 
chimeneas  del  salón,  del  comedor  y  de  las  hornillas 
de  sus  cocinas,  artículo  de  que  no  teníamos  la  más  li- 
gera noticia;  proveyónos  de  tarjetas  suyas  con  introduc- 
ción páralos  administradores  de  las  fábricas  principales 
de  la  ciudad,  y  en  la  primera  noche  nos  llevó,  á  sus  ex- 
pensas, aun  gran  concierto  que  daba  una  afamada 
Compañía  musical  de  Nueva  York,  de  paso  en  ese 
día  por  la  ciudad. 

Era  inmenso  el  salón:  podía  contener  de  dos  átres- 


Home^  sweet  home  !  655 

mil  oyentes,  y  estaba  lleno  hasta  el  tope  de  una  socie- 
dad escogida,  muy  culta,  bien  vestida,  entusiasta  por' 
la  música.  Tuve  placer  indecible  en  oír  ejecutar, 
acompañada  por  una  orquesta  inmejorable  y  con  un 
coro  de  doscientas  voces,  en  que  sobresalía  una  voz  de 
soprano  fresca  y  pura,  esa  canción  de  tanta  melanco- 
lía y  tanto  consuelo  para  los  ingleses  y  americanos  au- 
sentes de  su  patria:  el  Home,  siveet  lióme! 

Be  it  ever  so  humble,  there's  no  place  like  home! 
A  cliarm  from  tlie  skies   seems  to  hallow  us  there, 
Whicli  seek  through  the  world,  is  not  met  vith  elsewhere 

An  exile  from  home,  splendours  dazzles  in  vain. 
Oh,  give  me  my  lowly  thatched  cottage  again. 

Home !  home !  sweet  homo ! 
There's  no  place  like  home! 

Yo  había  oído  esta  canción  en  Bogotá  sin  sentir  la 
dulce  tristeza  que  respiran  las  palabras  y  la  música; 
pero  al  oírla  á  mil  leguas  de  mi  país  me  levanté,  como 
movido  por  un  resorte,  preguntando  á  nuestro  compa- 
ñero qué  era  ese  canto: 

— ¡Qué  ha  de  ser!  me  contestó,  con  una  lágrima 
suspendida  en  las  pestañas:  es  Siveet  Home. 


Xo  fuimos  muy  afortunados  en  nuestras  visitas  á 
las  fábricas.  En  una  de  artículos  de  hierro  estaba  au- 
sente el  administrador  en  el  momento  de  nuestra  lle- 
gada, y  nos  acompañó  á  mostrarnos  los  diversos  tra- 
bajos un  muchacho  de  mala  voluntad,  sin  darnos 
explicación  ni  pormenores  algunos.  Nos  fatigó  pron- 
to el  papel  de  necedad  é  ignorancia  que  estábamos  re- 
presentando y  nos  retiramos. 

Entramos  luego  á  otra  de  vidrios  y  cristaleSr    Allíi 


■656  Visita  desgraciada  á  las  fábricas 

líos  tomaron,  según  pudimos  percibir,  por  franceses 
deseosos  de  sorprender  los  secretos  de  sus  fabricacio- 
nes, y  con  muy  mala  voluntad  nos  llevaron  al  almacén 
á  ver  los  productos;  pero  no  á  los  talleres  ni  á  las  fra- 
guas. Era  visible  el  mal  humor  que  causaba  nuestra 
visita,  á  pesar  de  la  cortesía  que  en  lo  general  distin- 
gue á  los  directores  de  esos  establecimientos.  Dimos  las 
gracias,  nos  despedimos  y  pasamos  á  una  fundición  de 
hierro  vecina. 

Por  una  de  esas  desigualdades  temibles  del  clima 
■de  los  Estados  Unidos,  en  ese  día  de  primavera  reina- 
ha  una  calor  canicular.  El  termómetro  marcaba  104° 
Farenheit  (39.6°  centígrados),  que  unido  al  fuego 
•de  los  hornos  tomaba  las  proporciones  de  una  tempe- 
ratura senegaliense.  No  pudimos  resistir  mucho  tiem- 
po. Salimos  á  buscar  fresco  á  la  orilla  de  uno  de  los 
TÍOS  y  á  la  sombra  de  arbolea  compasivos.  Si  hubiera 
sido  yo  rey  habría  exclamado  como  Carlos  i:  *'mi  reino 
por  una  hamaca! ";  pero  ese  instrumento  no  tiene  apli- 
cación todavía  en  las  ferrerías  del  Oeste. 

Investigamos  el  precio  de  algunos  artículos  de  cris- 
talería y  nos  parecieron  en  extremo  caros.  En  París 
vimos  algunos  meses  después  los  mismos  artículos  de 
procedencia  americana,  exhibidos  como  producto  de 
superior  calidad.  Salvo  error  en  mis  recuerdos,  me 
pareció  que  allá  pedían  precios  notablemente  inferio- 
res á  los  de  Pittsburgo.  Seguramente  los  fabricantes 
envían  á  vender  al  exterior,  á  precio  rebajado,  lo  que 
-en  los  Estados  Unidos  no  encuentra  comprador.  La 
íalta  de  competencia  determinada  por  la  altísima  tari- 
fa americana,  unida  ala  riqueza  del  país,  permite  ven- 


Él  desarrollo  de  Píttshurgo  657 

der  allí  á  precios  muy  alfcos.  En  los  mercados  extran- 
jeros la  ley  déla  competencia  impone  más  moderación 
en  las  ganancias. 


La  localidad  de  Pittsburgo  á  la  cabeza  de  la  nave- 
gación del  Ohio,  llamó  la  atención,  desde  mediados 
del  siglo  pasado,  tanto  á  los  ingleses  como  á  los  fran- 
ceses, que  entonces  se  disputaban  la  posesión  de  esos 
desiertos.  Los  primeros  construyeron  un  fuerte  en  la 
confluencia  de  los  dos  ríos;  pero  fueron  desalojados  por 
los  segundos,  quienes  á  su  vez  construyeron  el  fuerte 
Duqiiesney  yqg\\íí7jííyo\\  una  expedición  inglesa  enviada 
contra  ellos,  en  la  cual  hacía  armas  por  primera  vez 
(1755)  el  entonces  coronel  de  milicias  de  Virginia, 
Jorge  Washington.  Batidos  al  ñn  en  1758,  los  ingle- 
ses construyeron  otra  fortaleza,  á  la  que  dieron  el  nom- 
bre de  Pitt,  en  honor  del  primer  hombre  de  Estado 
de  este  apellido,  conocido  en  la  historia  con  el  de 
Lord  Chattam:  de  aquí  el  de  Pittsburgo.  En  1777  tuvo 
principio  la  hoy  importante  industria  de  construcción 
fluvial,  con  la  de  algunos  botes;  en  1784  fue  abierta  la 
primera  mina  de  carbón;  en  1796  iniciada  la  prime- 
ra fábrica  de  cristales,  y  en  1798  una  de  papel.  Sin 
embargo,  en  1800  la  población  apenas  alcanzaba  á 
1,565  habitantes. 

En  1837  yá  subía  á  30,000. 

En  1880  contaba  156,000,  y  con  AUeghany,  que 
tenía  78,000,-238,000.  Hoy  pasará  de  300,000. 

Esta  es  una  ciudad  muy  importante.  Llama  la 
atención  en  ella  la  naturaleza  superior  de  sus  empre- 
sas, todas  las  cuales  requieren  grandes  capitales,  po- 

42 


658  Temores  de  cataclismos 

derosa  organización,  alto  genio  mecánico  y  graneles 
conocimientos  en  física,  química  y  geología.  De  esta 
naturaleza  son  las  de  construcción  de  buques  de  vapor, 
las  de  locomotoras,  las  de  máquinas  y  aparatos  de 
vapor  de  divsrsas  aplicaciones,  y  las  de  extracción  de 
petróleo  y  gas  natural. 

Se  considera  como  circunstancia  adversa  para  ella 
la  instabilidad  en  el  rendimiento  de  las  fuentes  de 
este  combustible,  cuya  naturaleza  es  todavía  poco  co- 
nocida, las  cuales  suelen  agotarse  repentinamente  sin 
saberse  perenal  motivo,  con  grave  perjuicio  de  las  fá- 
bricas, que  tenían  por  base  esa  fuente  de  calor  para  sus 
trabajos.  Se  teme  por  algunos  también  que  la  cons- 
tante extracción  de  aceite  y  gases  del  seno  de  la  tie- 
rra, de  la  que  naturalmente  debe  resultar  un  gran 
vacío,  pueda  ser  causa  de  algún  hundimiento  de  los 
terrenos,  acompañado  de  gran  pérdida  de  vidas  y  de 
riquezas.  Poco  se  preocupan,  sin  embargo,  de  esa  po- 
sibilidad en  Pittsburgo,  cuyos  habitantes  no  cederían 
sus  propiedades  á  los  conventos  en  las  vísperas  del 
miUenium,  y  aun  es  de  dudar  si  entregarían  las  ruinas 
en  pago  de  las  hipotecas. 

Muy  corta  fue  nuestra  residencia  en  esa  ciudad: 
nos  derrotó  el  calor  excesivo,  y  tomamos  el  tren  para 
Washington. 


aftaeaft^^aftafiaft 


CAPITULO  XXXIV 


IMPRESIONES  GENERALES  ACERCA  DE  LA  UNIÓN 
AMERICANA. 


Bu  fundación  y  crecimiento  es  el  hecho  social  más  notable  de 
la  historia  moderna. — La  grandeza  de  sus  proporciones. — 
La  solidez  de  su  L'Onstitución  política. — El  respeto  unánime 
que  profesan  á  ella  los  americanos. — La  cohesión  nacional  sos- 
tenida principalmente  por  las  vías  de  comunicación  y  el  pe- 
riodismo.— Lo  que  será  dentro  de  un  siglo. — Su  progreso  no 
sólo  es  material,  sino  intelectual  y  moral. — Caracteres  inte- 
lectuales de  los  principales  pueblos  civilizados.— El  de  los 
Estados  Unidos  consiste  en  la  aplicación  práctica  de  las  cien- 
cias al  servicio  del  hombre. —Causas  de  esta  prosperidad. 

Las  instituciones  republicanas.— Za  Homeístead  lato. 


Suspenderé  aquí  mis  recuerdos  locales  de  viaje  por 
este  gran  país,  y  pasaré  á  dar  las  impresiones  genera- 
les que  acerca  de  él  recibí  en  mis  conversaciones  con 
americanos  y  en  la  lectura  de  sus  numerosos,  varia- 
dos y  nutridos  periódicos. 

La  nacionalidad  americana  del  Norte  es  el  hecho 
sociológico  más  trascendental  surgido  en  el  mundo 
desde  la  caída  del  Imperio  Romano  hasta  los  tiempos 
presentes.  Considerada  en  sus  grandes  proporciones, 
la  rapidez  de  su  formación  y  la  influencia  que  yá  ejer- 
ce, así  como  la  que  está  llamada  á  ejercer  en  la  evolu- 
ción de  los  pueblos,  esta  nueva  nacionalidad  será  más 


660  Grandeza  de  la  Unión  americana 

importante  en  la  historia  que  la  del  antiguo  coloso 
que  tuvo  por  núcleo  la  península  italiana.  Este  tardó 
cuatro  ó  cinco  siglos  en  llegar  á  su  apogeo,  y  tuvo  lue- 
go una  decadencia  rápida,  que  dejó  cubierta  de  ruinas 
la  tierra  entonces  conocida.  La  Roma  moderna  en 
sólo  un  siglo  se  extiende  sobre  un  territorio  conti- 
guo doble  en  extensión;  poblado  por  algo  más  de  la 
mitad  del  guarismo  que  se  atribuye  al  Imperio  Roma- 
no al  terminar  el  reinado  de  los  Antoninos,  la  época 
de  su  mayor  prosperidad;  y  en  lugar  de  ser,  como  la 
otra,  una  poderosa  máquina  de  conquista,  de  guerra  y 
de  destrucción  de  las  civilizaciones  antiguas,  es  un 
coloso  hasta  ahora  levantado  sobre  cimientos  de  liber- 
tad y  de  paz. 

Llama  en  él  la  atención  en  primer  lugar  el  aire  de 
grandeza  visible  en  todas  sus  proporciones  y  la  rapidez 
en  el  levantamiento  de  su  estructura  política,  la  más 
sólida  y  al  parecer  de  más  condiciones  de  duración 
entre  todas  las  naciones  civilizadas.  Su  territorio  de 
400,000  leguas  cuadradas,  homogéneo,  en  superficie 
contigua,  es  cuatro  veces  mayor  en  extensión  que  el  de 
Inglaterra,  Francia,  Alemania,  Austria  é  Italia  reuni- 
das; la  riqueza  general  de  sus  habitantes,  computada  en 
setenta  mil  millones  de  pesos,  supera  la  de  Inglaterra 
ó  la  de  Francia,  países  antiguos  en  donde  la  acumula- 
ción de  capitales  tiene  siglos  de  antigüedad;  su  pobla- 
ción—de sesenta  y  seis  millones  hoy— al  tiempo  de  pro- 
clamar su  independencia  apenas  alcanzaba  á  la  cuarta 
parte  de  la  de  la  madre  patria,  y  ha  subido  en  el  espa- 
cio de  un  siglo  á  un  guarismo  doble  del  de  ésta;  sus 
rentas,  nacionales,  municipales  y  comunales,  alcanza- 


Rápido  crecimiento  661 

ban  á  cerca  de  mil  millones  de  pesos  anuales,  ó  el  doble 
de  las  de  la  Gran  Bretaña;  su  producción  industrial, 
estimada  en  doce  mil  millones  de  pesos  anuales, 
compite,  en  la  proporción  por  individuo,  con  la  de 
este  último  país,  en  donde  la  producción  fabril,  po- 
derosamente ayudada  por  la  maquinaria,  forma  el 
principal  elemento  de  creación  de  riqueza;  su  educa- 
ción popular  tendría  el  primer  puesto  entre  todas  las 
naciones  civilizarlas,  sin  la  inmigración  tan  considera- 
ble de  proletarios  ignorantes  procedentes  del  Viejo 
Continente;  sus  vías  de  comunicación  rápidas  y  eco- 
nómicas al  través  de  su  territorio,  es  decir,  sus  ferro- 
carriles (55,000  leguas)  y  sus  telégrafos  (60,000  leguas) 
igualan  en  extensión  á  las  de  todo  el  resto  de  la  tie- 
rra; de  los  treinta  y  dos  mil  periódicos  que  se  publican 
en  las  cinco  partes  del  mundo,  el  40  por  100,  ó  sea 
más  de  doce  mil  ven  allí  la  luz;  en  ninguna  parte  son 
tan  baratas  y  abundantes  las  subsistencias  como  en 
aquel  país  privilegiado,  y  en  ninguna  son  tan  altos  los 
salarios  de  las  clases  jornaleras;  no  liay  allí  ejércitos 
permanentes;  pero  el  día  que  la  necesidad  lo  exigiese, 
fácilmente  podrían  salir  á  campaña,  en  pocos  meses, 
tres  ó  cuatro  millones  de  hombres,  bien  equipados  y 
medianamente  instruidos  en  las  artes  de  la  táctica. 

La  solidez  de  su  organización  política  corre  pare- 
jas con  la  magnitud  de  sus  intereses  individuales  y  so- 
ciales. Sin  necesidad  de  modificación  alguna,  su  Cons- 
titución política  tiene  un  siglo  de  funcionamiento, 
durante  el  cual  ha  continuado  sin  más  dificultad  que 
la  ocasionada  por  la  institución  de  la  esclavitud,  yá 
eliminada.  En  el  mismo  período  de  tiempo  el  número 


662  Solidez  de  su  estructura 

de  listados  ha  subido  al  cuadruplo,  demostrando  con 
el  ejemplo  la  posibilidad  de  subir  al  óctuplo  sin  in- 
conveniente alguno.  Salvo  la  excepción  indicada,  las 
luchas  domésticas,  comunes  á  los  países  recién  consti- 
tuidos, son  allí  desconocidas.  No  hay  fricción  alguna 
en  el  funcionamiento  de  sus  diversos  gobiernos:  nacio- 
nal y  municipal  de  los  Estados,  condados,  ciudades 
y  distritos  parroquiales;  las  diversas  religiones  practi- 
can su  respectivo  culto  en  paz  y  sin  muestra  alguna 
exterior  de  antagonismo  ó  simplemente  de  mera  an- 
tipatía. Los  hombres  de  diversas  nacionalidades,  len- 
guas, costumbres  é  ideas,  viven  allí  mezclados  y  con- 
fundidos, fundiéndose  en  el  molde  y  hablando  la  len- 
gua nacional  á  la  segunda  ó  tercera  generación;  los 
océanos  Atlántico  y  Pacífico  los  separan  á  miles  de  le- 
guas de  las  potencias  inquietas  y  guerreadoras  del  Vie- 
jo Mundo;  rodeados  en  sus  fronteras  terrestres,  al 
Norte  y  al  Sur,  de  colonias  y  repúblicas  notablemente 
inferiores  en  fuerza,  nada  tienen  que  temer  de  sus 
vecinos.  El  espíritu  de  secesión,  engendrado  al  Sur  de 
su  territorio  por  la  institución  de  la  esclavitud,  mu- 
rió con  ésta;  la  línea  divisoria  délos  partidos  políticos 
es  en  el  día  tan  débil,  que  casi  es  imposible  distinguir- 
los, tomando  por  base  los  rasgos  que  caracterizan  á 
éstos  en  el  resto  de  los  países  representativos;  la  for- 
ma federal,  reputada  poco  á  propósito  para  desarrollar 
energía  y  fuerza  conservadora  en  las  grandes  crisis, 
mostró  en  la  experiencia  de  su  única  guerra  extranjera 
de  carácter  temible  (la  de  1812)  y  de  su  única  guerra 
civil,  formidable,  eso  sí  (la  de  1861  á  1865),  que  ese 
sistema  político   se  presta,   tanto  ó  más  que  el  de  la 


Superioridad  sobre  Los  países  europeos        663 

centralización,  para  los  más  grandes  esfuerzos.  Las  más 
antiguas  y  poderosas  nacionalidades  del  mundo  anti- 
guo tienen  todas  algún  cáncer  en  su  seno.  Inglaterra 
tiene  el  de  la  Irlanda,  el  problema  agrario  y  la  mul- 
tiplicidad de  sus  colonias;  Francia  su  antagonismo  se- 
cular con  Alemania  por  la  frontera  del  Rhin;  Alema- 
nia brega  además  todavía  con  el  espíritu  local  y  sepa- 
ratista de  sus  antiguos  reinos,  principados  y  ducados, 
cada  día  más  temible  con  el  gravamen  de  su  régimen 
militar  dominante;  Austria  lucha  con  el  pensamiento 
de  resurrección  de  las  diversas  nacionalidades,  sujetas 
por  la  conquista,  que  la  componen;  Rusia  con  la  civili- 
zación desigual  y  las  diversas  razas  de  sus  inmensos  te- 
rritorios sometidos  ala  voluntad  caprichosa  de  un  solo 
gobernante;  Italia  continúala  lucha  tradicional  de  los 
siglos  medios  entre  güelfos  y  gibelinos,  entre  el  Papa 
y  el  Emperador,  entre  la  teocracia  y  el  gobierno  tem- 
poral; el  pensamiento  español  oscila  desde  hace  cua- 
tro siglos  entre  la  idea  de  unificación  centralizadora  y 
la  de  su  división  ó  federación  entre  los  seis  grupos  de 
sus  pueblos,  todavía  separados  por  el  recuerdo  de  su 
vario  origen,  de  sus  diversas  tradiciones  y  de  sus  dis- 
tintos idiomas;  Turquía  es  un  agonizante  cuya  muer- 
te sólo  está  aplazada  por  la  dificultad  que  presenta  la 
partición  de  la  herencia. 

Los  Estados  L^nidos  no  presentan  complicación 
alguna  de  esas  variedades:  quizás  su  único  peligro, 
peligro  distante  á  mi  ver,  es  el  de  la  exageración  de  la 
grandeza  de  sus  destinos.  La  esclavitud  era  su  único 
escollo.  Tres  piedras  de  hogar  constituyen  sobre  todo 
la  solidez  de  su  estructura  política:  1.*,  la  aceptación 


66á  Ventajas  políticas  y  sociales 

universal  de  la  Constitución  por  los  ciudadanos;  2.*,  la 
abundancia  de  sus  vías  de  comunicación  entre  las  di- 
versas partes  del  territorio;  3.%  el  periodismo  libre,  nu- 
meroso y  profundamente  esparcido  entre  todas  las 
clases  sociales. 


El  respeto  unánime  á  la  Constitución  política  de 
1787  es  una  poderosa  garantía  de  concordia,  de  liber- 
tad y  de  paz;  es  un  vínculo  de  unión  y  de  integri- 
dad nacional  más  fuerte  que  un  grande  ejército. 
Mientras  exista  esa  convicción  profunda  de  la  sabi- 
duría desús  instituciones  fundament;des,  comentadas 
por  sus  expositores,  a^fianzadas  en  las  sentencias  y  ante- 
cedentes del  Poder  Judicial,  identificadas  con  su  histo- 
ria,— ^las  causas  de  desavenencia  y  de  lucha  entre  sus 
diversas  secciones,  sus  diversos  partidos  y  sus  varia- 
dos y  grandes  intereses  serán  menores;  se  referirán 
tan  sólo  á  cuestiones  de  detalle  fáciles  de  arreglar,  ó 
á  lo  menos  carecerán  de  importancia  para  poner  en 
peligro  la  integridad  y  la  paz  de  la  Unión.  Con  excep- 
ción de  la  Gran  Bretaña,  tal  vez  ningún  otro  país  pue- 
de contar  con  la  solidez  que  esta  feliz  circunstancia 
comunica  á  los  Estados  Unidos.  Aun  la  Gran  Breta- 
ña ha  necesitado  modificar  su  Constitución  en  varios 
puntos  importantes  en  el  curso  de  este  siglo,  y  tiene 
en  ella  algunas  brechas,  como  las  relativas  á  su  orga- 
nización agraria  y  á  la  eliminación  ó  reforma  profunda 
de  la  Cámara  de  los  Lores,  por  las  cuales  se  dispone 
á  subir  al  asalto  la  opinión  reformadora.  En  los 
Estados  Unidos  no  se  observa  hasta  ahora  síntoma 
alguno  que  anuncie  evoluciones  importantes  en  su  or- 
ganización elemental. 


Las  vías  de  coinunicación  665 

El  servicio  de  las  vías  de  comunicación,  numero- 
sas, rápidas  y  económicas,  es  una  ventaja  de  magnitud 
inapreciable,  siempre  muy  ponderada,  nunca  suficien- 
temente comprendida.  Nacionalidad  quiere  significar 
asociación  de  hombres  dirigida  á  proporcionarse  coope- 
ración ordenada  de  todos  en  favor  de  todos.  La  coo- 
peración presupone  y  exige  división  del  trabajo,  tanta 
más  fecunda  cuanto  la  separación  de  ocupaciones- 
es  más  completa.  La  división  del  trabajo  conduce 
á  cambios  de  productos,  servicios,  ideas,  cada  vez  más 
numerosos  y  frecuentes,  tanto  en  el  campo  de  la 
industria  como  en  el  de  la  ciencia  y  en  el  de  la  po- 
lítica. Ahora  bien:  esos  cambios  incesantes  conducen 
á  la  movilización  de  los  productos  y  de  los  hombre» 
de  un  lugar  á  otro  y  piden  medios  de  proporcionar 
el  más  estrecho  contacto  entre  los  asociados.  Mientras 
más  numeros;is  y  económicas  sean  las  vías  de  comu- 
nicación, mayor  será  la  posibilidad  de  cambios  de  va- 
lores, servicios,  sentimientos,  ideas  y  trabajos  entre 
ellos;  mayor  será  el  acuerdo,  la  combinación,  la  sim- 
patía, la  decisión  de  obrar  unidos  entre  sí.  Así,  los  fe- 
rrocarriles no  sólo  estimulan  el  trabajo,  el  ahorro,  el 
comercio,  el  estudio,  las  relaciones  benévolas,  sino  que 
á  la  vez  crean  lazos  materiales,  morales  é  intelectua- 
les de  unión,  concordia  é  integridad  nacional  entre 
los  hombres,  hasta  el  punto  de  convertir  esas  relaciones 
de  intereses  individuales  en  un  solo  interés  común,  y 
la  asociación  de  los  hombres  en  un  solo  cuerpo  colec- 
tivo, para  quien  el  interés  individual  es  inseparable 
del  interés  nacional.  Así  se  camina  en  las  sociedades 
modernas  hacia  esa  concordia  y  unión  entre  los  hom- 


666  Numeroso  periodismo 

brcs,  que  lia  de  fundar  primero  la  paz  interior  en  el 
seno  de  las  naciones,  y  después  la  paz  universal  hasta 
los  últimos  límites  de  la  tierra. 

Ninguna  otra  nación  se  aproxima  á  los  Estados 
Unidos  en  la  abimdancia  de  vías  de  comunicación, 
sobre  todo  en  las  servidas  por  el  vapor.  Una  costa  ma- 
rítima, que  con  sus  sinuosidades  se  extiende  por  más  de 
5,000  leguas;  ríos  y  canales  navegables  por  vapor  en 
más  de  6,000;  lagos  interiores  cuya  periferia  se  extiende 
tanto  quizás  como  la  costa  del  mar,  forman,  con  más 
de  50,000  leguas  de  ferrocarriles,  un  total  de  más  de 
70,000  leguas,  en  donde  el  americano  viaja  anualmente 
tres  veces  más  que  el  inglés  y  seis  veces  más  que  el 
francés,  según  se  calcula;  adquiere  el  conocimiento  de 
ideas,  costumbres  é  intereses  distintos  de  los  de  su  lo- 
calidad, y  forma  relaciones  de  industria  y  benévola  so- 
ciabilidad con  sus  conciudadanos. 

No  menor  es  quizás  la  influencia  de  su  numeroso 
periodismo.  Doce  mil  periódicos  diarios,  bisemanales, 
hebdomadarios,  mensuales  ó  trimestrales,  tirados  en 
número  de  muchos  millones  de  ejemplares,  están  in- 
cesantemente emitiendo  el  sentimiento,  h.s  ideas,  los 
descubrimientos,  los  hechos  de  todo  género,  produci- 
dos no  sólo  en  el  interior  del  país,  sino  en  todo  el  mun- 
do. Toda  idea  nueva  es  reproducida  y  comentada  in- 
mediatamente por  cuatrocientas  ó  quinientas  voces  en 
todos  los  ángulos  del  país:  aspiraciones,  quejas,  necesi- 
dades, satisfacciones,  todo  sale  á  la  luz,  se  discute,  se 
aprueba  ó  se  condena,  se  depura  á  la  luz  de  ese  foco  ma- 
ravilloso de  vida  nacional,  de  pensamiento  común  en- 
sanchado á  los  límites  de  los  más  extensos  horizontej. 


Actividad  de  la  inteligencia  nacional         667 

Allí  son  poco  frecuentes  las  decisiones  íirrancadas  por 
sorpresa,  la  ejecución  de  planes  preparados  en  el  mis- 
terio, los  actos  irreflexivos  determinados  por  el  capri- 
oho  del  momento  ó  impuestos  por  la  tiranía  de  la  moda. 
La  luz  de  las  inteligencias  brillantes  se  irradia  sobre 
los  cerebros  opacos;  el  grito  de  los  dolores  no  se  pier- 
de en  la  soledad,  y  encuentra  en  todas  partes  ecos  de 
simpatía;  los  peligros  públicos  pueden  ser  inmediata- 
mente combatidos  por  el  remedio.  Hay,  por  decirlo 
así,  para  todas  las  cosas,  el  ejercicio  de  las  funciones 
de  una  sola  alma  nacional. 

La  acción  de  estos  tres  elementos:  paz  no  inte- 
rrumpida; vías  de  comunicación  numerosas,  baratas  y 
rápidas;  periodismo  numeroso  y  nutrido,  es  á  mi  ver 
la  más  poderosa  para  afirmar  sobre  sólidos  cimientos 
una  nacionalidad  y  un  gobierno  nuevos,  casi  sin  tradi- 
ciones históricas,  no  sostenidos  por  ejércitos  perma- 
nentes ni  por  poderes  fuertemente  autoritarios,  úni- 
cas fuerzas  que  en- el  Viejo  Mundo  se  consideran  con- 
servadoras del  orden  establecido. 

Si  sobre  estas  bases  la  prosperidad  de  ese  país  con- 
tinuase por  otro  siglo  más  en  la  proporción  del  que 
acaba  de  transcurrir,  su  población,  duplicándose  en 
períodos  de  veinticinco  años,  sería  de  130-260-520- 
1,040.000,000  de  habitantes  en  1990.  Y  como  su  rique- 
za por  cabeza  de  población  ha  aumentado  en  el  mismo 
período  desde  $  320  hasta  %  1,077  por  cabeza,  los  se- 
tenta mil  millones  de  pesos  hoy  existentes  llegarían  á 
ser  un  billón  y  medio:  guarismo  superior  al  poder  de 
la  imaginación  para  comprenderle,  y  que  no  podría 
menos  de  constituir  un  bienestar  universal  del  que  en 


668       Lo  que  llegará  á  ser  dentro  de  un 


la  actualidad  nos  creemos  distantes  centenares  de  si- 
glos. Redúzcase  todo  lo  que  se  quiera  la  rapidez  en  la 
marcha  de  este  progreso,  no  deberá  ponerse  en  duda 
que  la  población  americana  puede  subir  dentro  de  un 
siglo  á  500.000,000  y  su  riqueza  á  un  guarismo  diez 
veces  mayor  que  el  actual. 

Ahora  bien:  la  duplicación  de  la  población  en  los 
países  más  prósperos  del  continente  europeo,  como  In- 
glaterra y  Alemania,  exige  períodos  de  sesenta  y  tres 
años  en  la  primera  y  de  ochenta  en  la  segunda.  En  esta 
hipótesis,  la  Gran  Bretaña,  en  1990,  tendrá  106.000,00a 
de  habitantes  y  Alemania  120.000,000.  La  superioridad 
que  en  este  elemento  de  fuerza  y  poderío  adquirirán 
los  Estados  Unidos  será  siempre  abrumadora. 

En  1790  no  tenía  este  pueblo  manufacturas  de 
ninguna  clase:  en  1880  la  producción  de  ellas  pasaba  de 
cinco  mil  millones  de  pesos.  Sólo  contaba  una  ciudad 
de  40,000  habitantes  (Filadelfia),  y  su  gran  metrópoli 
comercial  (Nueva  York)  apenas  tenía  20,000.  En  1880 
yá  había  494  ciudades,  cuya  pobUición  excedía  de  5,000^ 
habitantes,  20  que  pasaban  de  40,000,  20  de  más  de 
100,0000,  y  4  que  entraban  en  la  línea  de  más  de 
500,000.  En  la  actualidad  puede  asegurarse  que  estas 
últimas  traspasan  yá  el  guarismo  de  un  millón  (1), 
Me  detengo  en  este  fenómeno  sociológico  de  las  gran- 
des ciudades,  porque  en  ellas  la  cooperación  humana 
es  más  activa  y  da  origen  á  elementos  de  poderío  no  en- 
contrados en  la  diseminada  población  de  los  campos» 


Generalmente   se  cree   que  la  prosperidad  de  la 
América  del  Norte  es  puramente  material,   concre- 

(1)  Nueva  York ,  Filadelfia,  Brooklyn  y  Chicago. 


Patriotismo  de  sus  habitantes  669 

tada  á  la  mejor  satisfacción  de  las  necesidades  físicas, 
pero  descuidada  en  lo  relativo  al  cnltivo  de  los  sen- 
timientos y  al  adelanto  de  las  facultades  intelectua- 
les. A  mi  ver  éste  és  un  grande  error,  inducido  en  la 
mente  por  la  energía  que  ese  pueblo  ha  desplegado  en 
la  lucha  por  la  vida;  pero  no  es  difícil  observar 
en  él  el  desarrollo  de  otras  facultades  menos  egoís- 
tas. En  las  columnas  de  sus  periódicos,  frecuente- 
mente colmados  de  noticias  relativas  á  los  países  y 
pueblos  extranjeros  más  distantes,  se  nota  un  espíritu 
cosmopolita  de  más  amplitud  que  el  visible  en  el  pe- 
riodismo europeo.  No  tengo  conocimiento  de  ningún 
pueblo,  tal  vez  niel  griego  ni  el  romano  de  la  antigüe- 
dad, que  haya  mostrado  un  patriotismo  tan  ardoroso 
como  el  exhibido  por  ambas  fracciones  en  su  última 
guerra  civil,  en  la  que  con  gran  facilidad  el  Norte  su- 
bió sus  rentas  nacionales  en  el  espacio  de  dos  años  de 
cuarenta  á  seiscientos  millones  de  pesos  anuales;  su 
ejército  de  veinte  mil  á  un  millón  de  hombres;  su  ma- 
rina desde  treinta  ó  cuarenta  hasta  novecientos  sesenta 
buques  de  guerra;  suministrando  al  propio  tiempo 
á  su  Gobierno  dos  mil  ochocientos  millones  de  pesos 
en  empréstitos.  Y  esto  en  una  ocasión  no  relativa  á 
la  existencia  ó  el  honor  del  país,  sino  simplemente  á 
la  conservación  de  la  integridad  nacional,  fnndamento 
de  su  grandeza  y  poderío. 

Del  sentimiento  de  solidaridad  entre  sus  ciudada- 
nos pueden  citarse  los  más  altos  ejemplos.  La  protec- 
ción de  los  heridos  en  esa  misma  guerra  llegó  al  pun- 
to de  emplearse,  por  medio  de  suscripciones  y  organi- 
zación voluntarias,  centenares  de  millones  de  pesos  en 


670  Espíritu  de  fraternidad 

la  construcción  de  hospitales  modelos,  ambulancias  y 
cuerpos  de  sanidad,  en  los  que  se  mostró  la  caridad 
más  ardiente  que  el  mundo  ha  visto  en  medio  de  los 
horrores  de  esa  insania  salvaje  que  se  llama  la  guerra. 

Las  suscripciones  y  auxilios  en  favor  de  las  vícti- 
mas del  incendio  de  Chicago  en  1871,  montaron  en  po- 
cos meses  á  más  de  cincuenta  ó  sesenta  millones  de 
pesos.  El  Maire  ó  Alcalde  de  esa  ciudad  creyó  de  su 
deber  suplicar  por  medio  del  telégrafo,  á  todos  los  án- 
gulos de  la  Unión,  que  no  se  enviasen  más  socorros^ 
pues  yá  casi  sobrepujaba  el  valor  de  lo  recibido  al  im- 
porte de  las  propiedades  destruidas.  Oharleston,  el 
foco  principal  de  las  pasiones  secesionistas  en  1861  á 
1865,  recibía  en  1886,  con  motivo  del  terremoto  que 
arruinó  una  parte  de  su  caserío,  cerca  de  dos  millones 
de  pesos  en  el  espacio  de  un  mes,  principalmente  de 
las  poblaciones  del  Norte,  de  quienes  veinte  años  antes 
había  sido  enemiga  encarnizada. 

Los  cementerios  nacionales,  en  donde  con  piedad  y 
ternura  han  sido  recogidos,  en  medio  de  paisajes  her- 
mosos que  convidan  al  pensamiento  del  reposo  eterno, 
los  restos  de  los  muertos  en  defensa  de  la  patria,  con 
indicación  de  su  nombre,  edad  y  lugar  de  su  naci- 
miento, dan  testimonio  de  delicados  sentimientos  de 
amor  cívico. 

Con  motivo  de  la  ruptura  de  una  esclusa  que  sos-^ 
tenía  un  lago  artificial  en  las  inmediaciones  de  Jhons- 
town,  que  causó  grandes  estragos  en  el  valle  inferior, 
en  este  mismo  año,  la  afluencia  de  suscripciones,  for- 
muladas en  cheques  sobre  los  Bancos,  fue  tal  en  Iív 
ciudad  de  Nueva  York,  que  la  Alcaldía  á  quien  ibaní 


Progreso  intelectual  671 

dirigidas  necesitó  duplicar  el  número  de  sus  emplea- 
dos, y  trabajar  de  día  y  de  noche,  con  sólo  el  objeto  de 
abrir  las  cartas  y  tomar  razón  de  tales  socorros.  De  dos  á> 
cuatro  millones  fueron  suministrados  inmediatamente 
en  diversas  partes  de  la  Unión  para  protegerá  las  viu- 
das, huérfanos  y  personas  destituidas  de  medios  de 
subsistencia  por  esa  catástrofe. 

Las  donaciones  y  legados  para  fundar  colegios, 
bibliotecas,  hospitales  é  instituciones  diversas  de- 
enseñanza, beneQcencia  y  comodidad  ó  aseo  para  el 
pueblo,  cubren  de  monumentos  más  grandiosos  que 
las  pirámides  de  Egipto  las  ciudades  de  ese  país.  En 
más  de  dos  millones  de  pesos  se  calcula  el  monto  anual 
de  esas  donaciones;  y  aunque  este  guarismo  ha  sida 
tachado  de  exageración  por  algún  periódico  respeta- 
ble, mi  impresión  personal  es,  que  si  no  llega  á  tanto, 
no  es  considerable  la  suma  que  deba  rebajarse.  La 
educación  profesional  de  artes  y  oficios  es  hoy  el  tema^ 
favorito  de  la  generosidad  de  los  magnates  de  la  in- 
dustria. La  filantropía  no  tiene  allí  por  objeto  el  in- 
dividuo, sino  el  pneblo  americano  entero:  no  se  pro- 
diga la  limosna,  que  á  las  veces  degrada  ó  por  lo  menos 
humilla,  sino  el  espíritu  de  la  caridad  organizado  en 
la  forma  de  una  Providencia  humana. 

Tampoco  podría  ser  mirado  con  el  más  pequeña 
desdén  el  progreso  intelectual  de  los  americanos.  Bas- 
tará decir  á  este  respecto  que  las  dos  más  grandes 
invenciones  del  siglo  xix,  las  dos  más  extraordinarias 
creaciones  del  genio  humano,  que  han  transformada 
y  seguirán  transformando  las  condiciones  de  la  vida- 
del  hombre:  las  aplicaciones  del  vapor  y  de  la  electri- 


672         Frecuencia  de  las  nuevas  invencio7ies 

€idad,  son  obra  de  dos  americanos:  Faltón  y  Edison. 
A  esas  grandes  alturas  no  se  llega  2^6?^ saltum  sino  con 
la  ayuda  de  un  nutrido  ambiente  intelectual  formado 
por  la  elucubración  poderosa  de  una  inteligencia  na- 
cional. La  Oficina  de  Patentes  de  Washington  sor- 
prende al  menos  entusiasta  por  el  inmenso  número  de 
investigadores  que,  contándose  por  decenas  de  miles, 
van  anualmente  allí  á  depositar  el  secreto  de  sus  con- 
íjuistas  en  el  reino  de  lo  desconocido,  por  esa  legión  de 
Prometeos  incesantemente  ocupados  en  la  tarea  de 
;asaltar  las  alturas  para  robar  el  fuego  del  cielo.  Los 
«estudios  de  todo  género,  caracterizados  por  un  genio 
singular  de  independencia  é  iniciativa  propia,  llaman 
la  atención  en  sus  numerosas  publicaciones.  Ciencias 
físicas  y  matemáticas,  ciencias  sociales,  filosofía  é  his- 
toria, nada  es  extraño  al  pensamiento  de  ese  pueblo; 
pero  su  vida' nacional  es  todavía  muy  corta  y  aun  no 
se  le  puede  pedir  monumentos  iguales  á  los  que  siglos 
-enteros  de  meditación  y  de  estudio  han  producido  en 
los  viejos  países  de  Europa.  Los  viajeros  europeos  que 
han  creído  encontrar  deficiencia  en  esta  parte  del  mo- 
vimiento colectivo  de  ese  pueblo,  tal  vez  lo  han  juz- 
gado por  comparación  con  el  carácter  especial  de  la 
inteligencia  de  la  raza  á  que  pertenecen.  El  alemán 
se  distingue  por  su  afición  al  análisis;  el  francés  es 
un  espíritu  vulgarizador,  que  introduce  en  las  cien- 
cias la  claridad,  el  orden  y  el  método  á  que  tanto  se 
presta  la  composición  filosófica  de  su  lengua;  la  gene- 
ralización parece  ser  un  don  del  cerebro  inglés,  que 
desde  Xewton  en  las  ciencias  físicas  y  Bacon  en  la 
filosofía,  hasta  Lyell,  Darwin  y  Spencer,  ha  sobresalido 


Espirüit  de  aplicación  práctica  673 

en  la  explicación  de  las  grandes  leyes  que  gobiernan  el 
orden  de  la  naturaleza.  La  mente  americana  no  ha 
tomado  ninguno  de  esos  caminos,  pero  ha  seguido  el 
de  la  aplicación  práctica  de  las  leyes  generales  de  las 
ciencias  á  las  satisfacciones  de  la  vida  humana.  Estos 
son,  por  supuesto,  caracteres  generales  sujetos  á  excep- 
ción. Guttenberg  fue  un  genio  de  aplicación  prácti- 
ca, como  lo  es  Pasfceur  en  los  tiempos  modernos;  Ben- 
tham  introdujo  el  análisis  y  la  clasificación  en  el  campo 
al  parecer  menos  propicio  de  las  ciencias  sociales; 
Baffon,  Lavoisier  y  Cuvier  fueron  también  genios 
creadores. 

El  americano  es  el  hombre  práctico  por  excelencia. 
Desde  su  Constitución  política,  la  obra  más  perfecta 
en  su  género  de  los  tiempos  antiguos  y  modernos,  de- 
bida al  genio  de  los  fundadores  de  la  independencia, 
hasta  la  invención  del  fósforo  de  luz, — producto,  se- 
gún creo,  del  ingenio  de  un  oscuro  zapatero  americano, 
que  realizó  para  el  hogar  de  los  destituidos  y  de  los  tris- 
tes una  de  las  sublimes  palabras  del  Géíiesis,— los  más 
grandes  inventos  industriales  de  este  siglo  se  deben  á 
esa  forma  peculiar  de  su  inteligencia.  El  vapor  era  co- 
nocido desde  hace  más  de  tres  mil  años:  los  sacerdotes 
griegos  se  servían  de  él  para  abrir  automáticamente  la 
puerta  de  los  templos  é  inspirar  al  pueblo  la  idea  de 
ser  la  divinidad  misma  quien  lo  hacía  para  convocar 
los  creyentes  á  las  ceremonias  del  culto.  Papin  expe- 
rimentó de  diversos  modos  la  fuerza  del  vapor  com- 
primido; pero  su  aplicación  á  los  movimientos  de  tras- 
lación de  los  cuerpos  esperaba  la  perspicuidad  especial 
del  yanhee  para  hacer  volar  los  buques  contra  la  fuerza 

43 


671  Genio  belicoso 

del  viento  y  de  las  corrientes  del  Océano.  Ampére  co- 
noció la  naturaleza  íntima  y  las  propiedades  de  la  elec- 
tricidad mejor  que  Franklin;  pero  éste  inventó  el  pa- 
rarrayo: aquél  llegó  al  umbral  de  la  puerta  que  escondía 
el  telégrafo  eléctrico;  pero  sólo  Morse agregó  á  su  co- 
rriente el  alfabeto  con  que  había  de  hablar  el  mundo 
para  transmitir  el  pensamiento  al  través  de  los  conti- 
nentes y  de  los  mares. 

Y  no  sólo  en  las  ciencias  y  las  artes  de  la  paz  es  en 
lo  que  este  pueblo  ha  mostrado  sus  grandes  aptitudes. 
Después  de  cuarenta  y  ocho  años  de  paz  (pues  la  gue- 
rra de  México,  en  la  que  los  Estados  del  Norte  tuvie- 
ron poca  participación,  apenas  puede  considerarse 
como  un  corto  episodio)  el  espíritu  bélico  parecía 
deber  haber  relajado  sus  resortes;  más  no  fue  así.  En 
el  curso  de  la  guerra  de  secesión  de  una  y  otra  parte 
se  mostró  la  más  sorprendente  disposición  para  esas 
nuevas  tareas,  tanto  en  el  valor  personal  como  en  la 
organización  y  disciplina  de  los  combatientes  y  en  la 
provisión  de  los  elementos  necesarios  para  sus  opera- 
ciones. Armas,  municiones,  tren  de  campaña,  buques 
de  guerra,  todo  fue  construido  y  usado  en  escala  enor- 
me, en  nada  inferior  á  la  empleada  por  las  naciones 
guerreras  de  Europa.  Los  generales  fueron  improvi- 
sados en  medio  del  fuego:  capitanes  y  tenientes  antes 
de  las  hostilidades  funcionaron  en  calidad  de  genera- 
les al  frente  de  ejércitos  de  50  y  hasta  de  200,000 
hombres;  un  hombre  civil,  Mr.  Stanton,  desplegó  en 
las  funciones  de  Secretario  de  Guerra  la  actividad  y 
el  talento  de  organización  que  dieron  fama  imperece- 
dera á  Carnot  en  las  guerras  de  la  Revolución  fran- 


Causas  de  su  prosperidad  excepcional        676 

cesa;  Farraa^ut  no  fue  inferior  á  Nelson  en  sus  opera- 
ciones navales;  armas  perfeccionadas  fueron  inmedia- 
tamente construidas  en  gran  número  y  variedad;  en 
la  guerra  naval  la  invención  de  los  monitores  ha  obli- 
gado á  las  potencias  europeas  á  renovar  la  construcción 
de  sus  escuadras,  ün  código  redactado  con  precisión 
y  amplio  espíritu  de  humanidad,  fijó  límites  á  los 
derechos  y  determinó  los  deberes  de  los  ejércitos  en 
campaña,  con  lo  cual  se  puso  una  valla  de  civilización 
á  los  horrores  de  la  guerra.  Vencida  una  formidable 
insurrección  que  alzó  bandera  para  perpetuar  el  cri- 
men de  la  esclavitud,  los  vencidos  fueron  tratados 
como  hermanos  y  conciudadanos,  sin  persecuciones  ni 
venganzas:  por  primera  vez  no  se  prolongó  la  guerra 
después  de  la  paz. 


Difícil  es  determinar  las  causas  de  esta  prosperi- 
dad excepcional  en  medio  de  la  marcha  comparativa- 
mente lenta  del  resto  del  mundo;  los  factores  de  ella 
son  numerosos  indudablemente,  y  hechos  que  pueden 
tomarse  por  causas,  probablemente  no  son  sino  efectos. 

Algunos  atribuyen  una  influencia  considerable  á 
la  inmigración;  pero  este  fenómeno  no  ha  tomado 
proporciones  importantes  sino  después  de  1820,  y, 
propiamente  hablando,  después  de  1850;  pero  antes  de 
1820  el  movimiento  progresivo  del  país  no  era  infe- 
rior al  exhibido  después. 

Tampoco  puede  atribuirse  á  los  ferrocarriles,  ini- 
ciados apenas  en  1830,  y  poco  numerosos  hasta  1850, 

Estos  dos  factores,  inmigración  y  ferrocarriles, 
han  sido  á  un  tiempo  efecto  y  causa  del  progreso,  pero 
no  son  los  que  dieron  el  primer  impulso . 


676         La  principal,  sus  instituciones  Ubres 

La  raza  enérgica  j  civilizada  que  habita  en  esas 
regiones  es  también  un  elemento  de  grande  impor- 
tancia; mas  puede  observarse  que  el  progreso  en  todo 
sentido  tomó  un  vuelo  prodigioso  después  de  la  inde- 
pendencia, desconocido  antes  de  la  revolución.  In- 
glaterra y  Alemania  proceden  de  los  mismos  orígenes, 
y-no  han  tenido  el  mismo  rápido  acrecentamiento  de 
población  y  riqueza. 

Indudablemente  las  instituciones  republicanas, 
aceptadas  sin  contradicción  por  todos  los  habitantes, 
han  sido  la  agencia  inicial  de  esa  transformación  ex- 
traordinaria: la  libertad  religiosa,  la*  imprenta  libre, 
la  libertad  industrial  sin  monopolios  de  ninguna  es- 
pecie, el  comercio  sin  trabas  al  través  de  un  vasto 
territorio,  la  equitativa  distribución  de  la  propiedad 
territorial,  la  paz  apenas  ligeramente  interrumpida 
en  el  espacio  de  más  de  un  siglo,  la  ausencia  de  ejér- 
citos permanentes,  la  modicidad  de  los  impuestos,  la 
educación  popular  y  las  circunstancias  felices  de  que 
se  vieron  rodeados,  gozando  de  una  paz  perfecta  du- 
rante treinta  años  (1783  á  1812),  á  tiempo  que  en  el 
continente  europeo  ardía  la  guerra  entre  las  naciones 
más  civilizadas. 

No  tuvieron  las  Repúblicas  hispano-americanas, 
surgidas  treinta  y  seis  años  después  que  los  Estados 
Unidos,  todas  estas  ventajas.  Adoptaron  las  institu- 
ciones republicanas,  pero  carecían  de  las  tradiciones 
antiguas  de  libertades  municipales  implantadas  desde 
su  origen  en  las  colonias  inglesas;  en  vez  de  unani- 
midad había  una  discordancia  enorme  de  opinión  en 
sus  poblaciones  en  cuanto  á  las  formas  de  gobierno  y 


Diferencias  con  las  Repúblicas  hispano-americanas  677 

de  administración;  la  intolerancia  religiosa,  principio 
esencial  del  Gobierno  español,  había  dejado  raíces 
profundas;  la  masa  de  los  habitantes  era  formada  por 
las  razas  indígena  y  africana  puras,  ó  mezcladas  con 
la  blanca,  pero  en  un  estado  muy  inferior  de  evolu- 
ción; subsistieron  en  ellas  gran  parte  de  los  monopo- 
lios del  régimen  colonial;  habían  carecido  de  escuelas 
y  no  tomaron  á  pechos  la  resolución  de  crearlas  y 
sostenerlas;  sus  libertadores  mismos,  en  fin,  fueron 
los  primeros  jefes  de  la  reacción  contra  su  propia 
obra.  Iturbide  y  Santana  en  México,  Bolívar  en  Co- 
lombia y  el  Perú,  quisieron  sustituir  su  régimen  per- 
sonal y  arbitrario  al  régimen  español,  y  después  im- 
plantar de  nuevo  la  monarquía  en  los  países  á  quienes 
tantos  sacrificios  había  costado  echar  las  primeras 
bases  de  la  Eepública. 

A  pesar  de  estas  diferencias,  de  la  devastación  de 
la  riqueza  ocasionada  por  quince  años  de  guerra  de 
independencia,  de  la  inseguridad  en  que  las  han  man- 
tenido después  sus  frecuentes  guerras  civiles,  estas 
Repúblicas  del  Sur  han  triplicado  su  población  en 
ochenta  años,  aumentado  considerablemente  su  rique- 
za y  adelantado  su  evolución  intelectual  en  propor- 
ciones no  despreciables:  prueba  evidente  de  la  acción 
civilizadora  de  las  instituciones  libres. 


Entre  las  causas  de  la  prosperidad  de  la  América 
anglo-sajona  considero  la  principal  el  sistema  adop- 
tado desde  un  principio  para  la  distribución  de  las 
tierras  baldías  en  pequeños  lotes,  que  pusiesen  al  al- 
cance del  trabajador  este  primer  elemento   de   toda 


678  La  Homestead  law 

riqueza,  primera  condición  de  independencia  y  de 
dignidad  personal  entre  los  hombres,  y  cimiento  in- 
dispensable de  la  igualdad  política,  sin  la  cual  las 
formas  republicanas  son  una  mentira.  Ese  sistema  y 
la  institución  de  la  Homestead  law,  introducida  des- 
pués; institución  que  establece  como  única  fuente  de 
adquisición  de  la  propiedad  territorial  el  cultivo  de 
la  tierra  por  el  trabajador, — han  dado  un  enorme  es- 
tímulo al  trabajo  de  las  clases  proletarias;  cambiado 
por  completo  las  condiciones  de  la  antigua  organiza- 
ción social,  que  vinculaba  la  tierra  en  manos  de  unas 
pocas  familias  privilegiadas;  echado  bases  imperece- 
deras á  la  democracia;  fundado  sobre  la  concurrencia 
universal  la  cooperación  más  perfecta  entre  los  aso- 
ciados; abaratado  el  precio  de  las  subsistencias;  atraí- 
do poderosamente  la  inmigración  extranjera;  dado 
impulso  á  la  construcción  de  su  vasta  red  de  ferroca- 
rriles; sostenido  la  demanda  de  sus  manufacturas 
interiores,  y  creado  por  todas  partes  artículos  nuevos 
de  comercio  exterior. 

En  efecto.  ¿Qué,  sino  el  anhelo  de  adquirir  tierra 
en  propiedad,  ha  empujado  á  poblar  las  soledades  del 
Oeste  y  fundar  esos  nuevos  y  poderosos  Estados  del 
valle  del  Mississippi,  esa  enorme  corriente  de  inmi- 
grantes americanos  y  europeos?  ¿Qué,  sino  la  deman- 
da de  los  numerosísimos  y  acomodados /arwer¿?  de 
esas  nuevas  regiones  sostuvo  y  sostiene  las  fábricas  de 
telas  de  algodón  y  de  lana,  de  maquinaria  y  herra- 
mientas agrícolas  de  la  Nueva  Inglaterra?  ¿Quién, 
sino  esos  cuatro  ó  cinco  millones  de  pequeños  propie- 
tarios, recoge  en  sus  cosechas  esos  centenares  de  millo- 


Resultados  de  ella  679 

nes  de  cargas  de  maíz  y  de  trigo  y  engorda  esos  cuarenta 
millones  anuales  de  marranos,  y  mantiene  y  ordeña 
esos  diez  y  seis  millones  de  Vacas  de  leche,  artículos 
que  constituyen  las  dos  terceras  partes  de  la  alimen- 
tación del  pueblo  americano  y  las  dos  terceras  partes 
de  su  comercio  de  exportación?  ¿En  dónde,  sino  en  el 
yalle  del  Mississippi,  entre  esos  viriles  plantadores  de 
las  praderas,  se  organizaron  primero  esos  centenares 
de  regimientos  de  voluntarios  que,  á  las  órdenes 
de  Grant,  Sherman  y  Tilomas,  dieron  el  golpe  de 
muerte  á  la  Confederación  esclavista,  en  Mill-Springs, 
Fort  Donaldson,  Vicskburgh,  Pittsburg-landing, 
Ohattanooga  y  Nashville?  ¿No  es  la  aspiración  á  un 
pedazo  de  tierra  en  propiedad,  para  libertarse  del 
rack-rent,  del  siempre  creciente  arrendamiento  de  la 
tierra  europea  yá  monopolizada,  el  resorte  principal 
que  empuja  á  los  cultivadores  ingleses,  irlandeses  y 
alemanes  á  abandonar  sus  hogares,  en  números  de 
más  de  medio  millón  por  año,  en  busca  de  seguridad 
y  dignidad  en  los  campos  de  América?  ¿No  es  la 
competencia  de  millones  de  vendedores  de  artículos 
alimenticios,  la  que,  haciendo  bajar  el  precio  de  éstos, 
hace  fácil,  barata  y  abundante  la  vida  en  esas  re- 
giones? 

Esa  gran  masa  de  pequeños  propietarios,  estable- 
cidos principalmente  en  el  Oeste,  domina  hoy  las  elec- 
ciones en  esa  República  y  mantiene  el  equilibrio  entre 
las  ideas  semifeudales  de  los  grandes  propietarios  del 
Sur,  los  gustos  aristocráticos  de  los  grandes  dueños 
de  fábricas  en  Nueva  Inglaterra  y  los  magnates  de  la 
especulación  en  los  Estados  centrales  de  Nueva  York, 


680  El  cuarto  Estado 

Pensilvania  y  Nueva  Jersey.  La  Presidencia  de  la 
Unión  fue,  durante  cuarenta  y  cuatro  años,  patrimo- 
nio del  Sur,  con  Washington,  Jeílerson,  Madison, 
Monroe,  Jackson  y  T3der;  pasó  luego  al  dominio  de 
Nueva  York  y  Pensilvania  con  Van-Buren,  Fillmore 
y  Buchanan;  de  treinta  años  á  esta  parte  es  el  Oeste 
quien  ha  elegido  á  Lincoln,  Grant,  Hayes,  Garfield  y 
Harrison,  originarios  de  los  Estados  de  Illinois,  Ohio- 
é  Indiana:  Lincoln  y  Garfield,  leñadores  en  su  ju- 
ventud; Grant,  curtidor  de  pieles,  y  Harrison  nieta 
de  otro  Presidente,  muerto  prematuramente,  que  ei> 
sus  primeros  años  fue  también  plantador  en  los  bos- 
ques solitarios  y  habitador  de  una  cabana  de  troncos 
de  árbol. 

Así,  es  en  los  Estados  Unidos  en  donde  puede  es- 
tudiarse mejor  el  cambio  que  el  siglo  xrx  empieza  á 
mostrar  en  las  condiciones  de  la  vida  colectiva  de  loa 
pueblos.  El  mundo  antiguo  era  el  reinado  del  privile- 
gio, de  la  explotación  descarada  de  las  multitudes  en 
favor  de  unos  pocos,  del  lujo  de  las  aristocracias  en 
medio  de  la  destitución  y  miseria  de  las  masas.  En  Ja 
Revolución  Francesa  surgió,  al  lado  de  la  nobleza  y  del 
clero,  el  tercer  Estado,  en  cuya  composición  entraban? 
los  manufactureros,  los  comerciantes,  los  profesores 
liberales  y  los  literatos  y  escritores:  en  los  tiempos 
presentes  surge  yá  el  cuarto  Estado  en  el  cuerpo  de  los 
artesanos  y  obreros  llamados  ai  ejercicio  del  voto  elec- 
toral. En  los  Estados  Unidos,  en  1880,  entre  nueve 
millones  de  cultivadores  de  la  tierra,  cerca  de  cinco 
eran  propietarios  y  apenas  llegaban  á  cuatro  los  tra- 
bajadores á  jornal.  Allá  luce,  pues,  la  aurora  de  la  re- 


Regeneración  social  681 

dención  de  los  oprimidos.  Los  que  antes  fueron  escla- 
vos uncidos  al  grillete,  después  siervos  de  la  gleba, 
más  tarde  arrendatarios  esquilmados,  empiezan  yá  » 
ser  propietarios,  dueños  de  sí  mismos  y  de  la  tierra 
que  fecundan  con  sus  sudores.  Y  esta  transformación 
no  viene  en  pos  de  la  sangre  de  los  mártires,  ni  por  la 
convulsión  violenta  de  las  bases  sociales  que  prometen 
el  orden  y  la  paz,  sino  por  la  acción  lenta  pero  segura, 
pacífica  pero  vencedora,  de  la  mejor  organización  de 
las  sociedades  humanas. 

Entre  todas  las  g)*andezas  que  alcancé  á  percibir  en 
mi  Tapido  viaje  por  el  corazón  de  aquel  país,  ninguna 
me  pareció  tan  grande  como  ese  hecho  social,  porque 
la  independencia,  la  libertad,  la  igualdad  de  los  hom- 
bres no  consisten  en  meras  palabras  escritas  coma 
una  promesa  en  las  Constituciones  políticas,  sino  en 
hechos  verdaderos  y  tangibles  que  pongan  ú  los  hom- 
bres en  el  camino  de  la  redención.  ¿Cómo  puede^ 
considerarse  hombre  Ubre  el  que  para  ganar  su  sub- 
sistencia y  la  de  su  familia  depende  de  la  voluntad 
de  un  propietario?  ¿Puede  jamás  existir  igidádad 
entre  el  jornalero  y  su  patrón?  Más  temible  que  la 
tiranía  de  los  hombres  es  la  tiranía  de  las  cosas,  y  este 
resultado  del  funcionamiento  de  una  institución,  bas- 
taría para  comprender  la  diferencia  que  debe  existir 
entre  pueblos  que  tienen  su  punto  de  partida  histó- 
rico en  la  constitución  feudal  del  suelo,  y  el  que  ha 
procurado  establecerlo  en  la  distribución  equitativa 
de  ese  primer  fondo  productivo,  en  proporción  á  la 
capacidad  laboriosa  de  sus  ocupantes. 

No  ignoro  que  esta  materia   constituye  una  de  las 


682    Antiguos  sistemas  de  propiedad  t<irritorial 

grandes  cuestiones  científicas  que  divide  á  los  econo- 
mistas modernos  en  la  apreciación  de  los  méritos  res- 
pectivos de  las  tres  formas  de  constitución  de  la  pro- 
piedad territorial  individual  conocidas:  la  propiedad 
en  grandes  extensiones  de  500  ó  más  hectáreas;  la  pro- 
piedad media  de  superficies  de  20  á  500;  y  la  propie- 
dad parcelaria  de  áreas  de  un  cuarto  de  hectárea  hasta 
20.  No  desconozco  que  la  propiedad  en  grande  so 
presta — cuando  es  cultivada  por  el  propietario  mismo, 
lo  que  no  es  el  caso  más  frecuente — á  la  inversión  de 
grandes  capitales  en  la  ejecución  de  mejoras  que,  como 
el  regadío,  el  drenaje,  el  empleo  de  maquinaria  costosa 
y  la  división  del  trabajo,  no  están  al  alcance  de  las 
fortunas  mediana,s,  consagradas  á  la  explotación  de 
pequeñas  extensiones.  Sin  embargo,  comprendo  tam- 
bién que  la  propiedad  mediana  puede  procurarse  todos 
«sos  recursos  por  medio  de  la  asociación  y  la  coopera- 
ción, agentes  que  todos  los  días  reciben  nuevas  aplica- 
ciones prácticas,  una  de  las  cuales  es  la  de  las  facto- 
rías centrales  para  la  explotación  de  la  leche  en  los 
Estados  Unidos,  y  la  ejecución  de  ciertos  trabajos  agrí- 
colas, como  el  arado  de  los  campos  y  la  siega  y  la  trilla 
del  trigo  por  medio  de  empresarios  distintos  del  agri- 
cultor, los  cuales  aplican  el  arado  de  vapor  y  máquinas 
perfeccionadas  de  segar  y  trillar.  Sea  cual  fuere  el  re- 
sultado de  aquellas  discusiones,  si  la  propiedad  en 
grande  puede  ser  más  ó  menos  defendible  bajo  el  as- 
pecto económico,  no  lo  es  bajo  el  punto  de  vista  social, 
es  decir,  de  la  desigualdad  de  condiciones  entre  los 
hombres,  la  fuente  más  fecunda  de  perversión,  injus- 
ticia y  de  malas  pasiones  en  el  seno  de  las  sociedades. 


Los  grandes  elementos  sociales  del  país        683 

Además,  tampoco  puede  negarse  que  la  concentra- 
cióa  de  la  propiedad  de  las  tierras  en  pocas  manos  es 
un  instrumento  de  concentración  de  la  riqueza  entre 
menor  número  de  productores;  lo  que  conduce  al 
desarrollo  del  lujo,  de  los  placeres  facticios,  de  los  vi- 
cios en  los  unos  y  de  la  degradación  en  los  otros;  lo 
que  viene  á  serla  creación  de  riquezas  inútiles,  pues- 
to que  no  se  emplean  en  la  satisfacción  de  necesidades 
verdaderas.  Entre  la  mayor  producción  y  la  mejor 
distribución  de  las  riquezas,  el  moralista,  y  el  econo- 
mista mismo,  se  inclinaría  siempre  á  este  último  térmi- 
no. Por  mi  parte,  creo  que,  en  resumen,  el  problema 
principal  de  las  sociedades  modernas  consiste  en  pro- 
curar por  medios  naturales,  por  la  eliminación  de 
instituciones  injustas,  la  mejor  distribución  de  los  va- 
lores creados  por  la  producción  entre  los  productores. 


Xc 


msmí%^^:f%mms^ 


CAPITULO  XXXY 

IMPRESIONES    GENERALES. 

(.continuación)  ,.5 

Factores  principales.  —  Población.  —  Territorio.  —  Riqueza. — 
Producción. — Consumos. — Ahorros. — Extensión  cultivada. 
Pormenor  de  la  producción  agrícola. — Divisiones  generales 
del  territorio.— Adquisiciones  paulatinas.— Población.— Sus 
orígenes  diversos. — El  elemento  extranjero  y  su  distribu- 
ción.— Trabajadores  y  su  distribución  entre  los  diversos  tra- 
bajos.— Población  urbana. — Distribución  de  los  pobladores 
según  la  altura  sobre  el  nivel  del  mar. — Según  los  grados^ 
de  calor  del  clima. — Las  manufacturas. — Desarrollo  de  ellas 
en  los  últimos  sesenta  años. — Clasificación  de  los  valores  que 
componen  la  riqueza  general. — Distribución  geográfica  de  la 
riqueza. — Las  rentas  públicas  y  su  distribución. — La  deuda 
pública. 

Daré  aquí  una  idea  general  de  la  composición  de 
los  elementos  sociales  en  los  Estados  Unidos. 

Su  población  actual  (1889)  se  calcula  en  65.000,000. 

Su  territorio,  en  3.501,404  millas  cuadradas 
(399,045  leguas). 

Su  riqueza  general  en  $  70,000.000,000  ($  1,077 
por  cabeza  de  población. 

Su  producción  anual  en  $  12,000.000,000  (184-60 
por  cabeza). 

Sus  consumos  de  riqueza,  en  $  10,500.000,000  anua- 
les ($  161-54  por  cabeza). 


Distribución  política  del  territorio  685 

Su  ahorro  anual,  ó  sea  acumulación  de  capitales, 
en  %  1,500.000,000  ($  23  por  individuo). 

El  40  por  100  de  su  suelo — 160,000  leguas  cuadra- 
das— está  escasamente  poblado  y  constituye  siete  Te- 
rritorios y  varias  reservaciones  de  tierras  ocupadas 
por  aborígenes  no  civilizados. 

Sin  contar  el  Territorio  de  Alaska,  cuya  superficie 
ocupa  59,000  leguas  cuadradas,  en  el  resto  de  los  Es- 
tados y  Territorios  existían,  en  1887,  42,000  leguas 
cuadradas  de  tierras  baldías  á  disposición  del  Go- 
bierno (1). 

Los  Estados  se  extienden  en  superficies  de  4  á 
6,000  leguas  cuadradas  cada  uno,  excepto  Tejas,  que 
tiene  29,000  leguas,  el  nuevo  Estado  de  Montana, 
16,000,  y  íí"evada,  Oregon,  Kansas  y  Minnesota,  de  9 
á  12,000.  Los  Estados  de  Nueva  Inglaterra  tienen 
superficies  muy  pequeñas,  desde  120  leguas  cuadradas 
Ehode  Island,  hasta  1,000  leguas,  más  ó  menos,  cada 
uno  de  los  cinco  restantes. 

De  las  260,000  leguas  apropiadas  yá  en  toda  la 
Unión,  tan  sólo  64,000  están  cultivadas  en  labranzas: 
el  resto  está  cubierto  de  bosques  ó  se  compone  de 
pastos  naturales,  lagos,  terrenos  anegadizos,  ríos,  ciu- 
dades y  pueblos,  etc. 

La  producción  agrícola  de  1879  fue  computada,  en 
el  censo  levantado  en  31  de  Diciembre  de  ese  año,  en 
$  3,726.000,000,  distribuidos  así: 

(i)  Este  dato  es  tomado  del  Statesman's  Tear-Book,  corres- 
pondiente á  1889.  Temo  que  haya  deficieacia  en  este  guarismo, 
pues  el  informe  de  la  Oáciua  de  Agricultura,  correspondien- 
te á  1834,  sólo  da  como  ocupada  en  haciendas  {farm  lands) 
536.081,835  acres,  equivalentes  á  menos  de  100,00'9  leguas  cua- 
dradas. 


Producciones  agrícolas 

En  carnes  de  buey,  puerco  y  cordero.  ..I  800.000,000 

En  maíz... 695.000,000 

Entripo ■ 437.000,000 

Enheno 410.000,000 

En  leche,  queso  y  mantequilla 353.000,000 

En  algodón 272.000,000 

En  aves  de  corral. 180.000,000 

En  otros  productos  579. 000,000 

Entre  estos  últimos  se  cuentan  la  avena 
($  16.000,000),  las  papas  ($  81.000,000),  la  lana 
(I  67.000,000),  el  tabaco  ($  38.000,000)  y  los  vinos 
($  12.000,000);  pero  en  el  día  ha  aumentado  conside- 
rablemente el  valor  de  este  artículo),  etc. 

A  los  productos  de  la  tierra  deben  agregarse  los  de 
la  minería,  entre  ellos: 
El  de  hierro  (7.265,000  toneladas,  en  1887),  %  295.000,000 

El  de  plata 1887         53.000,000 

El  de  oro —  33.000,000 

El  de  cobre.         92,000  toneladas    —  21.000,000 

El  de  plomo       160,700  toneladas    —  14.000,000 

El  de  azo-  ^ 
gue,  ni-  I 

quel,    a-}-        —  8.000,000 

luminio,  I 
etc J 

Total $  424.000,000 

Los  de  las  minas  de  carbón,  sal,  petróleo,  cal,  aguas 

minerales,  etc.,  así: 

Carbón  mineral,  116.000,000  de  toneladas,  1885,  $  182.000,000 

Productos  de  las  canteras —          ;¿5.GOO,000 

Petróleo,— 1,120.000.000  de  galones —          78.000,000 

Gas  natural —         13  000.000 

Otros  productos  —        156.000,000 

Total $  454.000,000 


Divisiones  gener^aJes  del  territorio  687 

El  de  madera  extraída  de  los  bosques,  qne  se  com- 
putó eu  1888  en  $  600.000,000. 

Hay  otras  varias  industrias,  entre  ellas  la  pesque- 
ría, que  produjo  en  1879  I  48.000,000. 

Así  pues,  la  riqueza  extraída  directamente  de  la 
tierra  monta  á  más  de  seis  mil  millones  de  pesos 
anuales. 


Un  territorio  tan  extenso,  que  ocupa  70  grados  de 
longitud  por  25  de  latitud,  presenta  las  más  grandes 
variedades  de  climas,  producciones  y  adaptaciones  al 
trabajo,   y  se  le  clasifica  en  las  siguientes  divisiones: 

Costa  del  Atlántico,  comprendida  entre  este  mar  y 
la  cumbre  de  los  Apalaches. 

Oeste,  formado  por  los  valles  del  Mississippi,  del 
Missouri  y  del  Ohio. 

Pacífico,  que  comprende  los  territorios  situados 
éntrelos  montes  Rocallosos  y  este  mar. 

La  primera  división  se  ocupa  principalmente  en  el 
comercio  con  Europa  y  las  costas  de  ambas  Ameritas. 

El  valle  central  del  Mississippi  es  una  r^ón 
agrícola  y  minera  que  suministra  los  principales  ele- 
mentos del  comercio  interior. 

La  costa  del  Pacífico  está  más  especialmente  lla- 
mada á  mantener  relaciones  con  las  grandes  poblacio- 
nes de  la  China,  el  Japón,  Australia  y  la  India  inglesa. 

En  lo  que  se  refiere  á  opiniones  y  acontecimientos 
que  yá  pertenecen  á  la  historia,  se  hace  esta  otra  clasi- 
ficación. 

La  Nueva  Inglaterra.  Los  seis  Estados  situados- 
en  el  extremo  Nordeste,  llamados  también  los  Estado» 


Grupos  de  Estados 

puritanos,  en  donde  lian  dominado  particularmente 
la  austeridad  religiosa,  Ihs  ideas  más  avanzadas  de  re- 
publicanismo, de  donde  surgió  el  movimiento  contra- 
rio á  la  esclavitud,  y  cuya  producción  principal  con- 
siste en  manufacturas.  Hoy  forman  el  núcleo  de  las 
opiniones  proteccionistas. 

Los  Estados  Centrales.  Los  seis  Estados  de  Nueva 
York,  Pensilvania,  Maryland,  jSTueva  Jersey,  Virgi- 
nia Occidental  y  Delaware,  en  donde  alternativamen- 
te se  han  hecho  sentir  las  influencias  puritanas  de 
Nueva  Inglaterra  y  las  ideas  aristocráticas  de  los  par- 
tidarios de  la  esclavitud;  región  ecléctica  en  materia 
<\e  opiniones  políticas. 

Los  Estados  del  Sur,  que  se  extienden  al  Sur  del 
Potomac  hasta  la  península  de  Florida:  productores  de 
algodón  y  los  principales  sostenedores  y  propagadores 
de  la  esclavitud. 

Los  Estados  del  Golfo  (de  México).  Florida,  Alaba- 
na,  Mississippi,  Luisiana  y  Tejas,  cuyo  litoral  maríti- 
mo cae  sobre  aquel  Golfo;  Estados  formados  después 
de^  Independencia  sobre  la  base  de  las  ideas  escla- 
vistas: productores  de  algodón,  azúcar  y  ganados,  y 
en  donde  la  propiedad  territorial,  así  como  en  el  ante- 
rior  grupo,  estaba  constituida  en  grandes  haciendas. 

Estados  del  Sudoeste.  Los  de  Kentucky,  Tennessee, 
Arkansas  y  Missouri,  de  reciente  colonización  también, 
que  en  parte  admitieron  la  esclavitud;  pero  en  donde 
había  numerosos  partidarios  de  la  abolición. 

Los  del  Oeste,  establecidos  en  la  parte  media  de 
los  valles  del  Mississippi,  el  Ohio  y  el  Missouri,  que 
¡abolieron  temprano  ó  no  admitieron  la  esclavitud  en 


Ensanches  del  territorio  689 

su  territorio.  Son  los  de  Ohio,  Illinois,  Indiana,  Kan- 
sas,  lowa  y  Colorado. 

Los  del  Noroeste,  establecidos  sobre  las  márgenes 
de  los  grandes  lagos,  y  la  parte  alta  de  los  ríos  Mis- 
souri y  Mississippi:  Michigan,  Minnesota,  Wisconsin, 
Nebraska,  los  dos  Dakotas  (Norte  y  Sur),  y  los  terri- 
torios de  Wyoming  é  Idalio.  Son  los  más  avanzados 
quizás  en  ideas  democráticas.  También  son  los  más 
grandes  productores  de  trigo. 

Los  del  Pacífico.  California,  Oregón,  Washington, 
Nevada  y  Montana,  los  tres  primeros  situados  en  la 
costa  de  ese  mar  y  los  dos  restantes  en  contigüidad: 
mineros,  agricultores  y  comerciantes. 


El  territorio  de  la  Unión,  al  tiempo  de  la  Indepen- 
dencia, contenía  solamente  trece  Estados  y  820,000 
millas  cuadradas. 

La  compra  de  la  colonia  de  Luisiana  á  los  France- 
ses, en  1803,^uiírentó  el  área  con  899,000  millas 
cuadradas. 

La  adquisición  de  Florida,  por  compra  al  OobSIno 
Español,  en  1819,  con  66,000,  mediante  un  precio  de 
^  6.500,000. 

La  anexación  de  Tejas,  en  1845,  con  318,000. 

Las  conquistas  hechas  á  México  en  1848,con  545,000 
millas,  indemnizadas  con  $  15.000,000. 

El  tratado  de  límites  celebrado  con  la  Gran  Bre- 
taña en  1849,  con  308,000  millas. 

El  territorio  Gadsden  comprado  á  México  en  1853, 
€on  45,000  millas. 

La  compra  de  Alaska  á  Rusia  en  1867,  en 
$  7.200,000,  con  577,000.  44 


690  Diversas  razas  que  lo  pueblan 

Esta  incesante  adquisición  de  nuevos  territorios, 
á  pesar  de  no  haber  tenido  nunca  ocupada  y  cultivada 
más  de  la  sexta  parte  de  ellos,  no  es  tranquilizadora 
para  las  débiles  repúblicas  hispa  no-americanas  y  debe- 
ser  objeto  de  constante  atención. 


La  población  actual  de  los  Estados  Unidos  se  esti- 
ma en  65.000,000.  En  1880  sólo  tenía  50.000,000;  de 
suerte  que  ha  tenido  un  aumento  de  1.500,000  en 
cada  año  y  de  15.000,000  en  la  década.  De  este  gua- 
rismo pertenecerá  la  tercera  parte  á  la  inmigración 
extranjera  y  el  resto  á  la  reproducción  natural. 

En  1891  será  publicado  el  censo  que  debe  levan- 
tarse el  30  de  Junio  de  1890,  y  hasta  entonces  no  se 
podrá  dar  noticia  segura  de  la  composición  de  los  ele- 
mentos étnicos  de  la  Unión:  puede,  sin  embargo,  ensa- 
yarse un  cálculo  aproximado,  tomando  por  báselos 
números  del  censo  de  1880,  la  reproducción  ordina- 
ria de  los  diversos  grupos  en  períodos  anteriores  y  el 
númffl'o,  que  yá  es  conocido,  de  la  inmigración  ex- 
tranlfra  durante  la  última  década. 

Los  65  millones  actuales  pueden  clasificarse  así: 

Raza  blanca  de  origen  americano 32.000,000 

Raza  africana. 8.700,000^ 

Población  de  natividad  extranjera. . .  >   10.100,000 
Hijos  de  padres  extranjeros  nacidos  en 
América , 14.200,000 

Total 65.000,000 


En  1880  alcanzaba  al  guarismo   de   50.155,783,, 


Naoioiíalidades  de  los  inmigra7ites  691 

entre  ellos   6.679,943  nacidos  en  país  extranjero,  y 

éstos  tenían  los  siguientes  orígenes: 

Ingleses  . .    1.634,755 

Irlandeses    1.854,571 

Alemanes 1.966,742 

Suecos  y  noruegos 376,066 

Austro-húngaros 125,550 

Franceses  106,971 

Chinos 104,468 

Suizos 88,621 

Rusos 84,279 

Mexicanos 68,399 

Daneses    64,196 

Holandeses 58,090 

Otras  nacionalidades 85,860 

Total 6.679,943 

La  inmigración  de  1880  á  1889  empieza  á  mostrar 
cambios  en  la  composición  de  las  nacionalidades  de 
que  proviene. 

Hasta  1880  sólo  había  125,000  austro-hún¿áros: 
las  entradas  de  ellos  en  la  última  década  pasan  de 
300,000,  húngaros  principalmente. 

Sólo  había  en  aquel  año  44,000  italianos;  en  los 
últimos  diez  han  inmigrado  cerca  de  300,000. 

Los  rusos  apenas  alcanzaban  á  84,000:  la  última 
década  trajo  más  de  200,000. 

De  suerte  que  los  250,000  inmigrantes  de  esos  tres 
orígenes  han  recibido  en  los  diez  últimos  afíos  un  re- 
fuerzo de  800,000. 

La  inmigración  de  Suecia,  Noruega  y  Dinamarca, 


692      Proporción  de  los  diversos  inmigrantes 

cuyo  número  era  de  460,000   en   1880,  lia  tenido  un 
aumento  de  700,000. 

La  procedente  de  las  Islas  Británicas  no  pasó  de 
2.000,000,  incluyendo  la  que  se  verifica  por  la  vía  del 
Canadá. 

La  de  Alemania  alcanzó  á  cerca  de  1.600,000. 
El  total  de  la  década  pasó  de  6.000,000  de  todas 
procedencias.  Esos  nuevos  habitantes  se  dirigen  prefe- 
rentemente al  Noroeste,  á  Nueva  Inglaterra  y  á  los 
Estados  centrales:  en  ellos  desalojan  una  parte  de  los 
antiguos  obreros  y  artesanos,  cuyos  salarios  y  utilida- 
des reducen  con  su  competencia,  y  determinan  con 
ellos  otra  corriente  que  se  dirige  á  los  Estados  del 
Oeste  y  del  Pacífico. 

La  inmigración  total  de  los  últimos  setenta  años, 
desde  1820  hasta  1889,  se  computa  en  16.000,000;  de 
los  cuales  eran  aproximadamente: 

Ingleses,  escoceses,  galeses  y  canadien- 
ses .  3.200,000 

Irlandeses 3.800,000 

krémanes  4.000,000 

Suecos  y  noruegos 1.000,000 

Austro-húngaros  450,000 

Franceses \ 400,000 

Italianos 400,000 

Kusos 350,000 

Suizos 175,000 

Daneses 140,000 

Holandeses 100,000 

Españoles  y  portugueses 45,000 

Belgas 45,000 


Elementos  principales  de  la  inmigración      693 

Chinos 290,000 

América  espafíola  y  Antillas 160,000 

Otras  procedencias 240,000 

El  elemento  francés,  que  parece  de  poca  importan- 
cia en  la  anterior  clasificación,  es  en  realidad  mucho 
más  considerable  con  la  inmigración  canadiense  de  la 
provincia  de  Quebec,  casi  toda  descendiente  de  la  ocu- 
pante de  esa  antigua  colonia  francesa:  población  que 
ha  conservado  su  lengua  y  en  cierto  modo  su  espíritu 
nacional.  Así  pues,  los  grupos  principales  de  inmigra- 
ción extranjera  en  los  Estados  Unidos,  son  cinco:  el 
alemán,  el  irlandés,  el  inglés,  el  francés  y  el  escandi- 
navo, que  alcanzan  tal  vez  á  13,  y  á  18.000,000,  con- 
tando la  primera  generación  nacida  en  América. 

Adquisición  muy  valiosa  es  la  de  esta  inmigración 
de  tan  diversos  orígenes,  que  lleva  las  variadas  in- 
dustrias é  ideas  de  diversos  países  y  permite  verificar 
una  selección  de  lo  más  civilizado,  más  fuerte  y  más 
adaptado  á  las  circunstancias  peculiares  del  país. 

Si  la  emigración  es  una  muestra  de  descontento 
con  la  organización  social  y  política  de  un  país,  el 
veredicto  de  los  anteriores  números  es  terrible  contra 
Inglaterra  y  Alemania  y  muy  poco  favorable  á  Suecia 
y  Noruega. 

La  distribución  del  elemento  extranjero  es  muy 
desigual  entre  los  Estados  y  Territorios.  Según  el 
censo  de  1880,  había  por  cada  100  americanos  de  na- 
cimiento el  siguiente  número  de  extranjeros: 

En  Nevada 70 

En  Arizona ....• 66 

En  Dakota. 62 


694       DistrihiíGión  entre  los  diversos  Estados 

ICu  Minnesota 52 

En  California 51 

£n  Wisconsin ^ ,   44 

En  Idaho ,...   44 

En  Utah 44 

En  Montana 41 

En  Wyoming 39 

En  Massachussets  (443,000) 33 

En  Nneva  York  (1.211,000) , .  . .   31 

En  Michigan 31 

En  Nueva  Jersey  (231,000) , 26 

En  Illinois  (583,000) 23 

En  Connecticut  (129,000) 24 

En  lowa  „   19 

En  Pensil vania  (587,000) 15 

En  Ohio 14 

En  Indiana 9 

En  Tejas 7 

En  Luisiana 6 

En  Virginia,  menos  de 1 

^Po  mismo  que  en  Virginia  en  los  demás  Estados 
del  Sur. 

El  elemento  americano  blanco  habita,  pues,  de 
preferencia  los  Estados  del  Oeste,  en  donde  el  ele- 
mento extranjero  oscilaba  entre  10  y  20  por  100 
apenas. 


Esta  preferencia  del  extranjero  se  debe  á  las  ma- 
nufacturas de  Nueva  Inglaterra  y  los  Estados  cen- 
trales, cuyos  salarios,  fáciles  de  obtener  y  más  altos 
que  los  de  Europa,  los  atraen  desde  luego.  Los  suecos, 


Los  trabajos  en  toda  la  Ufiión  695 

noruegos,  daneses  y  parte   de   ingleses  van  de  prefe- 
rencia al  Noroeste  á  ocuparse  en  la  siembra  de  trigo. 


De  ese  total  de  50  millones  que  daba  el  censo  de 
1880,  había  17.392,000  trabajadores. 

Tomo  de  un  interesante  estudio  estadístico  de 
Mv.  Edvvard  Atkinson  la  siguiente  distribución  de 
ellos  entre  las  diversas  industrias: 

TRABAJO   MENTAL 

Clérigos 65,000 

Abogados 64,000 

Médicos  y  cirujanos 85,600 

Profesores  y  literatos 228,000 

Periodistas 12,300 

Ingenieros  y  hombres  científicos 8,100 

Músicos 30,400 

Empleados  en  oficinas  públicas 67,000 

En  bancos,  seguros,  ferrocarriles   y   esta- 
blecimientos privados , 135,000 

Total   695,400 

TRABAJO  Á  UN  TIEMPO  MENTAL  Y  MANUAL 

Comerciantes 481,000 

Hoteleros 33,000 

Dependientes   de   establecimientos  co- 
merciales    522,000 

Total 1.036,000 


696      ClasiJiGación  de  los  trabajos  industriales 

EK    EL   MAKEJO    DE    MAQUIIÍARIA  AUTOMÁTICA 

Obreros  en  fábricas  de  tejidos 500,000 

Obreros  en  trabajo  de  metales 300,000 

Obreros  sastres  y  costureras 450,000 

Obreros  zapateros  y  sombrereros 210,000 

Obreros,  varios  oficios  semejantes 280,000 

Total 1.740,00(> 

MECÁNICOS  Y  TRABAJADOBES  COlí  HERRAMIENTA 

Carpinteros  y  trabajadores  en  madera.  500,000 

Herreros 172,00(> 

Pintores 128,00(>' 

Albañiles  (probablemente  maestros). . .  102,000 

Otros  oficios  semejantes 958,000 

Total 1.860,000 


TRABAJO  MANUAL  Y  MENTAL 

Empleados  en  el  servicio  de  ferrocarri- 
les y  telégrafos  (no  en  la  construcción) . ..  300,000 

^-vientes  domésticos 1.075,000 

Lavanderos 122,000 

Sirvientes  en   hoteles,    buques,  porte- 
rías, etc , 200,000 

Ordeñadores,  cocheros,  carreteros,  etc.  180,000 

Otros  semejantes 391,000 

Total   2.268,000 

TRABAJOS  AGRÍCOLAS 

Estancieros  {farmers),    vaqueros,  cha- 
lanes, etc 4.350,00a 


Población  urbana  697 

TRABAJO   ENTERAMENTE   MANUAL 

Peones  á  jornal  en  los  campos 3.324,000 

Otros  no  especificados,  como  leñadores, 
carboneros,  etc.,   peones  de  albafiilería  y 

trabajadores  en  ferrocarriles 1.857,000' 

Mineros 240,000- 

Total 5.421,00a 

De  suerte  que  puede  calcularse  que  la  mitad  de 
estos  17.400,000  de  trabajadores  trabajaban  por  su  pro- 
pia cuenta  como  personas  independientes,  y  como  cada 
uno  de  ellos  podría  sostener  dos  ó  tres  personas  más 
(mujer  é  hijos),  puede  sospecharse  que  muy  cerca  de 
un  60  por  100  de  la  población  general  dependía  de  sí 
misma. 


La  población  urbana,  es  decir,  residente  en  ciu- 
dades de  5,000  ó  más  habitantes,  subía  á  11.318,000. 
La  proporción  entre  los  habitantes  de  los  campos  y 
los  de  las  ciudades  cambia  rápidamente  en  favor  de 
estas  últimas.  Kecuerdo  haber  leído  en  alguna  publi- 
cación que  en  1888  yá  subía  á  44  por  100,  ó  sea  más 
de  25.000,000,  el  total  de  la  población  urbana. 

La  distribución  de  los  habitantes  entre  las  diver- 
sas alturas  sobre  el  nivel  del  mar,  aunque  no  de  tanto 
interés  en  la  zona  templada  como  en  la  tórrida,  em- 
pieza á  tener  interés  desde  los  35°  de  latitud,  porque 
hasta  ahí  llega  el  límite  de  la  fiebre  amarilla,  y  en 
todo  el  territorio,  porque  la   cantidad  de  lluvia,  nece- 


698        Pohlaoión  según  la  altura  sobre  el  mar  , 

saria  para  las  cosechas,  disminuye  con  la  altura.  Ade- 
más, el  calor  de  las  bajas  latitudes  atrae  á  la  raza 
africana  y  el  frío  de  las  altas  á  la  raza  europea  del 
Norte. 

Se  calcula  que  la  altura  media  del  territorio  de  los 
Estados  Unidos  es  de  740  metros  sobre  el  nivel  del 
mar  (2,600  pies  ingleses). 

La  población,  á  este  respecto,  está  dividida  así: 

De  la  orilla  del  mar  hasta  30  metros  de  altura 

vivían  en  1880 9.152,000 

Desde  30  hasta  300   metros  de  altu- 
ra, id.   id 29.800,000 

Desde  300  hasta  450  id.  id 7.904,000 

Desde  450  hasta  1,000  id.  id 2.543,000 

Entre  1,500  y  1,800  id.  id 271,000 

Entre  1,800  y  3,000  id.  id 186,000 

De  1,000  á  3,000  metros  de  altura  vive  casi  exclu- 
eivamente  la  población  minera,  principalmente  la  que 
trabaja  las  minas  de  plata. 

Se  considera  alli  que  de  1,000  metros  de  altura  en 
adelante  es  indispensable  el  regadío  artificial  para  los 
trabajos  de  la  agricultura,  tanto  por  la  falta  de 
corrientes  naturales,  como  por  la  escasez  de  las  llu- 
vias. A  esta  última  circunstancia  concurre  también 
la  distancia  del  mar,  pues  la  evaporación  de  éste 
€S  la  que  principalmente  forma  las  nubes  y  la  precipi- 
tación de  ellas.  Esta  noción  debiera  tenerse  muy 
presente  en  Colombia,  el  Ecuador,  Bolivia  y  México, 
«n  donde  las  dos  terceras  partes  de  la  población  viven 
entre  1,000  y  2,500  metros  sobre  el  nivel  del  mar. 
El  territorio   de  la   Unión    está   dividido  por  los 


Según  los  grados  de  temperatura  media       699 

Montes  Rocallosos  en  dos  partes  casi  iguales:  al 
Oriente,  el  valle  del  Mississippi  y  la  costa  del  Atlán- 
tico se  componen  de  regiones  bajas,  á  menos  de  400 
metros  de  altura  sobre  el  mar;  al  Occidente,  aquella 
cordillera,  la  de  Nevada  y  altas  mesas  intermedias, 
tienen  alturas  de  500  á  3,000  en  casi  toda  su  exten- 
sión, y  requerirán,  para  maiitener  una  población  con- 
siderable, grandes  trabajos  hidráulicos  para  levantar 
las  aguas,  abundantes,  eso  sí,  en  los  niveles  inferiores. 
La  Sabana  de  Bogotá  entre  nosotros,  con  algunos 
trabajos  de  esta  especie,  podría  ser  dos  ó  tres  veces  más 
productiva  que  hoy. 

Los  grados  de  temperatura  son  otro  factor  en  la 
distribución  de  las  razas  y  las  industrias  sobre  el  te- 
rritorio americano.  Entre  las  diversas  estaciones  y 
entre  las  diversas  alturas  sobre  el  nivel  del  mar  hay  allí 
oscilaciones  de  cosa  de  100°  centígrados,  desde— 44° 
hasta +  46°.  En  el  Sur  la  temperatura  media  del  año  es 
de  16  á  20°;  en  el  Norte  oscila  entre  4  y  10°.  La  pri- 
mera de  estas  regiones  permite  el  cultivo  de  plantas 
tropicales,  como  el  algodón,  la  caña  de  azúcar  y  las 
naranjas:  en  el  Norte  casi  sólo  los  cereales,  las  frutas 
de  tierras  frías,  las  papas  y  algunos  forrajes  de  verano 
prosperan.  La  raza  negra  se  complace  en  las  bajas  lati- 
tudes, entre  los  paralelos 40°  y  los  25°:  los  americanos 
viven  principalmente  entre  los  35  y  los  45°;  los  escan- 
dinavos y  alemanes  del  Norte  prefieren  los  climas  de 
los  40  á  49°  de  latitud.  Estas  inclinaciones  diversas 
daban  el  siguiente  resultado  general  en  el  censo  de  1880: 


700  Las  manv facturas 

En  los  climas  de  temperatura  media  de 

5°  centígrados  vivían 273,000  habitantes, 

EnlosdeS    á    8°..... 3.498,000  — 

Enlosde8    á    10° 15.022.000  — 

EnlosdelOá    14 22.443,000  — 

En  los  de  14  á    20 8.484,000  — 

En  los  de  20  y    25 434,000  — 

En  temperaturas  de  5  á  12°  centígrados  vivían,  en 
1880,  5.811,000  de  nacimiento  extranjero.  Los  800,000 
restantes  vivían  en  temperaturas  más  altas,  pero  en 
climas  de  montaña  en  lo  general.  La  raza  de  color 
se  ha  situado  en  el  otro  extremo  de  la  Unión,  así: 

Entre  5     y  7°  de  temperatura  media. .         14,800 

—  10     y  13i  —  —     ..       989,000 

—  13i  y  21  —  —     ..   5.420,000 
Los  155,000  restantes  vivían   en  climas  más  cáli- 
dos aún. 

Estos  climas  pertenecen  á  las  orillas  del  mar  y  el 
valle  del  bajo  Mississippi,  desde  los  25  hasta  los  39"* 
de  latitud.  El  Estado  de  Virginia,  el  más  septen- 
trional de  los  del  Sur,  en  donde  principiaba  la  línea 
de  la  esclavitud,  está  situado  entre  5  y  8°  de  tempe- 
ratura media;  pero  el  invierno  es  corto  y  los  calore» 
principian  desde  la  mitad  de  la  primavera. 


Las  manufacturas  americanas  se  descomponen  así: 

Fabricación  de  harina  y  artículos  de 
ésta %      590.000,000 

Artículos  de  cuero  y  calzado 365.000,000 

Manufacturas  de  madera  y  artículos 
de  carpintería  550.000,000 

Manufacturas  de  algodón 270.000,000 

Pasan $  1^75^00^000 


Influencia  de  la  tarifa  sobre  las  manufacturas    701 

Vienen %  1,775.000,000 

Manufacturas  de  lana 215.000,000 

Ropa  hecha 280.000,000 

Maquinaria 260.000,000 

Fabricación  de  licores   145.000,000 

Artículos  varios 2,885.000,000 

Total $  5,560.'000',00Ó 

Este  dato  se  refiere  á  1880. 

El  valor  de  las  manufacturas  alcanzaba  á...  $     110.000,000  en  1830 

—  —  —  á 480.000,000  en  1840 

—  á  1,055  000,000  en  1850 

—  —  —  á 1,885.000,000  en  1860 

-  —  á  4,230.000,000  en  1870 

—  —  —  á 5,5(30.000,000  en  1880 

A  propósito  de  esta  progresión  haré  notar  la  in- 
fluencia de  la  tarifa  americana  sobre  los  precios.  El 
valor  de  las  manufacturas  subió  120  por  100  en  el  pe- 
ríodo desgraciado  de  la  guerra  civil  de  1860  á  1870, 
mientras  que  en  la  década  anterior  y  en  la  siguiente 
sólo  alcanzó  el  aumento  á  80  por  100  en  la  primera  y 
30  por  100  en  la  segunda.  Como  no  es  de  creer  que  la 
actividad  industrial  durante  la  guerra  hubiese  alcan- 
zado esa  proporción  extraordinaria,  no  es  inverosímil 
suponer  que  ella  fuese  resultado  del  alza  de  la  tarifa 
decretado  para  hacer  frente  á  los  gastos  de  lucha;  alza 
que,  reprimiendo  la  concurrencia  europea,  permitió  á 
los  fabricantes  del  Norte  subir  considerablemente  el 
precio  de  sus  artículos,  á  tiempo  que  el  bloqueo  man- 
tenido en  los  puertos  del  Sur  los  había  hecho  escasear 
grandemente. 

La  riqueza  general  de  los  Estados  Unidos  fue  com- 
putada, en  el  censo  de  1880,  en  $  43,642.000,000,  divi- 
didos en  los  siguientes  capítulos: 


702  Riqueza  general  de  la  Unión 

Valor  de  las  haciendas  ó  propieda- 
des agrícolas $  10, 197. 000,000 

Valor  de  las  casas  y  edificios  de 
todas  clases 9,881.000,000 

Valor  de  las  minas,  pozos  de  pe- 
tróleo, canteras,  etc.,  inclu3'endo  el 
valor  de  la  mitad  del  producto  anaal.         781.000,000 


Total  de  los  valores  raíces $  20,859.000,000 

Telégrafos,  buques  y  canales   ....         419.000,000 

Ferrocarriles  y  sus  equipos 5,536.000,000 

Muebles,  libros,  vestidos,  joyas  y 
demás  efectos  existentes  en  poder  de 
los  consumidores 5,000.000,000 

Animales  domésticos  en  las  ha- 
ciendas, herramienta  y  maquinaria  de 
trabajos  agrícolas 2,406.000,000 

Tres  cuartas  partes  del  producto 
anual  de  la  agricultura  y  de  las  fábri- 
cas y  manufacturas  y  mercancías  ex- 
tranjeras importadas 6,160.000,000 

Herramientas, máquinas  y  artículos 
varios 650.000,000 

Monedas  de  oro  y  plata 612 .000,000 

Iglesias,  escuelas,  edificios  públi- 
cos y  demás  valores  raíces  no  sujetos 
á  contribuciones 2,000.000,000 

Total $  43,642.000,000 

La  población  aumenta  en  este  país  un  30  por   100 
en  cada  diez  años;  pero  la  riqueza  sube  un  60  por  100^ 


Distribución  geográfica  de  la  riqueza         703 

y  á  las  veces  100  por  100.  Así,  fíti  estos  últimos  diez 
años  se  estima  que,  ya  por  el  alza  natural  del  valor  de 
las  fincas  raíces,  como  por  la  acumulación  de  los  aho- 
rros, la  riqueza  general  asciende  á  $  70,000.000,000,  ó, 
en  otros  términos:  que  ha  tenido  un  acrecimiento  de 
$26,000.000,000,  igual  á  un  60  por  100. 

Esta  riqueza  se  dividía  en  1880  entre  las  diversas 
partes  de  la  Unión  del  modo  siguiente: 

Por  cabeza. 

Estados  de  Nueva  Inglaterra $  4,935  000,000  $1,235 

—  Centrales 16,420.000,000  1,430- 

—  del  Sur  y  del  Sudoeste....  4,415.000,000  440 

—  del  Oeste  y  Nordeste 14,435.000,000  830 

—  del  Pacífico 1,490.000,000  1,35a 

Territorios  federales,  caminos,  etc. .  5.500,000  110 

Término  medio  por  cabeza  de  la  Unión  (en  1880) $      940 

Se  ve,  pues,  que  los  más  ricos  eran  los  habitantes 
de  Nueva  York  y  Pensilvíania,  en  los  Estados  Centra- 
les, seguidos  por  los  de  California  y  los  de  Nueva 
Inglaterra,  y  que  los  más  pobres  eran  los  del  Sur;  pero 
en  la  última  década  deben  de  haberse  alterado  estas 
proporciones  con  el  progreso  sorprendente  de  los  Es- 
tados y  territorios  del  Noroeste,  á  los  cuales  se  ha  di- 
rigido la  gran  masa  de  la  inmigración,  y  sobre  todo 
con  el  de  los  Estados  del  Sur  y  del  Sudoeste,  en  donde 
Alabama,  Tennessee  y  Kentucky  han  desarrollado  muy 
en  grande  la  explotación  de  sus  minas  de  carbón  y  de 
hierro,  las  fábricas  de  tejidos  de  algodón,  todas  fun- 
dadas en  vasta  escala  y  ensanchado  de  un  modo  sorpren- 
dente sus  vías  férreas.  A  este  último  fenómeno,  com- 
probante de  los  felices  resultados  de  la  abolición  déla 
esclavitud,  ha  ayudado  poderosamente  el  concurso  de 


704  Las  oontribuciones 

oapitales  y  empresarios  de  los  Estados  del  Norte.  En 
los  periódicos  americanos  veo  que  éstos  invirtieron  en 
los  del  Sur,  en  sólo  el  año  de  1888,  $168.000,000: 
suma  enorme,  que  no  parece  verosímil. 

Las  contribuciones  públicas,  ó  sea  la  parte  de  la 
riqueza  individual  que  se  emplea  en  la  satisfacción  de 
necesidades  colectivas,  es  de  dos  clases:  la  una  com- 
prende los  impuestos  de  naturaleza  obligatoria,  la  otra 
las  contribuciones  voluntarias,  los  legados  y  las  dona- 
ciones intervivos. 

Las   primeras    montan,    poco   más    ó    menos,  á 
$  1,000.000,000  anuales,  divididas  así: 
Contribuciones  nacionales $  380.000,000 

—  délos  Estados 120.000,000 

—  de  las  ciudades 320.000,000 

—  de  los  condados  y  distri- 

tos parroquiales 180.000,000 

Las  nacionales  se  invierten  en  los  gastos  que  exige 
el  funcionamiento  del  Gobierno  Nacional,  la  defensa 
exterior  (ejército,  marina  y  relaciones  diplomáticas)  y 
■el  fomento  de  algunos  ramos  necesarios  á  la  evolución 
intelectual  é  industrial  del  país  (como  la  oficina  de 
Patentes,  la  oficina  de  Agricultura,  el  Instituto  Smitli- 
soniano,  el  Observatorio  naval,  el  cuerpo  de  Ingenie- 
ros civiles,  la  Escuela  militar  de  West  Point  y  la  Naval 
de  Annápolis)  y  la  deuda  pública. 

Las  de  los  Estados,  en  el  Gobierno  municipal  de 
éstos,  la  educación  pública,  las  vías  de  comunicación, 
establecimientos  de  corrección,  de  caridad  y  de  sani- 
dad, las  milicias,  la  policía  de  seguridad,  etc. 


Importancia  de  la  admmistraGión  comunal    705 

Las  terceras  en  el  servicio  especial  exigido  por  las 
grandes  aglomeraciones  de  hombres,  como  facilidades 
de  locomoción  en  las  calles,  aseo  y  ornato  de  éstas,  par- 
ques públicos,  mercados,  provisión  deaguas,alumbrado 
nocturno,  escuelas  primarias,  hospitales,  servicio  de  sa- 
nidad, policía  de  seguridad  y  las  deudas  de  las  ciudades. 

De  las  últimas,  las  de  los  condados  se  invierten 
principalmente  en  el  servicio  judicial  de  tribunales, 
jurados,  cárceles,  funcionarios  de  instrucción,  y  á  las 
veces  en  caminos  cantonales  etc. 

Las  iiltimas  en  los  objetos  de  la  vida  parroquial: 
calles,  caminos  vecinales,  policía,  cárceles,  hospitales, 
provisión  de  agua  y  de  luz,  mercados,  cementerios, 
escuelas  etc. 

Como  se  ve,  estos  gastos  comunales  ó  parroquiales 
de  las  ciudades  y  pueblos,  alcanzan  á  sumas  iguales  a 
las  que  exige  el  servicio  de  los  Gobiernos  Nacional  y  de 
los  Estados  ($  500.000,000  cada  uno);  pero  el  servi- 
cio municipal  de  los  Estados,  condados  y  municipios, 
ciudades  y  pueblos,  es  casi  tres  veces  más  costoso  y  aun 
más  importante  que  el  del  solo  servicio  nacional.  Esto 
es  efecto  de  la  organización  federal  del  país.  El  go- 
bierno de  las  ciudades  exige  más  labor,  hombres  más 
especiales,  grandes  talentos  de  organización,  y  como  se 
ve,  la  suma  invertida  por  ellas  es  superior  a  la  que  in- 
vierte el  Gobierno  Nacional;  las  rentas  del  cual,  aun 
después  de  pagar  los  intereses  y  fondo  de  amortización 
de  la  deuda,  superan  actualmente  en  ^  100.000,000  á 
sus  gastos  ordinarios. 

A  éstos  se  provee  con  uu  sistema  sencillo  de  con- 
tribuciones: las  de  aduanas  en  el  nacional,  con  algu- 

45 


706  Las  contribuciones  voluntarias 

nos  derechos  de  sisa  como  rentas  interiores.  Contri- 
buciones directas  sobre  el  valor  de  las  fincas  raíces  y- 
sobre  la  renta  ó  en  proporción  al  capital  del  contribu- 
yente, en  los  Estados,  ciudades  y  distritos  parroquia- 
les. No  hay  monopolio  alguno,  si  se  exceptúa  el  de 
unos  lechos  de  fosfato,  valiosos  como  abono  para  las 
tierras,  en  la  Carolina  del  Sur,  y  el  arrendamiento,  sin 
monopolio,  de  unas  vertientes  saladas  en  el  Estado  de 
Nueva  York. 

De  las  contribuciones  voluntarias  no  se  lleva  cuen- 
ta especial,  como  puede  comprenderse;  pero  son  de  una 
importancia  muy  digna  de  llamar  la  atención.  LaS' 
universidades,  colegios,  escuelas  de  enseñanza  pro- 
fesional, museos,  bibliotecas,  academias  de  Bellas  Ar- 
tes; parques  públicos,  plazas,  jardines,  acueductos; 
hospitales,  hospicios,  casas  de  asilo;  estatuas,  monu- 
mentos conmemorativos,  fuentes  artísticas,  etc.,  deben 
gran  parte  de  su  existencia  y  conservación  á  donacio- 
nes y  legados,  cuyo  importe  se  calcula  en  no  menos  de- 
dos millones  de  pesos  anuales. 

Entre  las  muestras  de  este  gran  espíritu  cívico  me- 
recen citarse  las  donaciones  hechas  al  Gobierno  de  la 
Unión  al  principiar  la  guerra  civil,  en  1861,  que  en 
menos  de  dos  meses  montaron,  según  mis  recuerdos 
de  lectura  en  los  periódicos  de  esos  días,  á  más  de  vein- 
te millones  de  pesos.  Las  suscripciones  en  favor  de  las 
víctimas  del  incendio  de  Chicago  en  1871,  que  pasa- 
ron, en  sólo  los  Estados  Unidos,  de  cuarenta  ó  cin-^ 
cuenta  millones  de  pesos.  Los  auxilios  enviados  de^ 
todos  los  Estados  á  los  habitantes  de  Charleston  con 
motivo  del  terremoto  de  1886,  y  á  los  de  Jamestown 
en  el  presente  año  después  de  la  ruptura  de  la  esclusa 


Las  deudas  nacional  y  municipal  707 

que  sostenía  un  lago  artificial.  El  célebre  filántropo 
Peabody  solamente  hizo  en  los  últimos  tres  años  de  su 
vida  donaciones  diversas  para  la  educación  de  la  gente 
de  color  en  el  Sur,  por  más  de  dos  ó  tres  millones  de 
pesos,  y  para  diversos  objetos  en  varias  ciudades  por 
tres  ó  cuatro  millones  más. 

Llenos  de  confianza  en  el  porvenir,  los  americanos 
no  vacilan  en  descontarlo.  El  Gobierno  Nacional  de- 
bía en  1865,  al  fin  de  la  guerra  de  secesión,  cerca  de 
S  3,000.000,000;  pero  ha  pagado  en  monedas  de  oro  los 
intereses  y  más  de  las  dos  terceras  del  capital,  á  pesar 
de  haber  tenido  también  papel-moneda  circulante. 
Hoy  no  pasa  de  $  900.000,000  el  monto  de  su  deuda, 
cuya  amortización  espera  terminar  para  fines  de  este 
siglo,  pues  se  hace  á  razón  de  $  80  á  $  90.000,0000  por 
aflo,  hasta  pagando  premio  de  30  por  100  sobre  el  va- 
lor nominal  de  los  bonos  de  plazo  no  vencido.  ¡Tanto 
así  son  la  plétora  de  su  Tesorería  y  el  crédito  de  que 
disfruta  en  el  mundo! 

Los  Estados  debían  en  1880 $  234.000,00"0 

Los  condados  y  municipios  (1) 124.000,000 

Las  ciudades,  los  distritos  (townships) 

y  los  distritos  escolares  (2) 698.000,000 

De  suerte  que  la  deuda  total  de  los  Estados  Uni- 
dos ascendía  á  dos  mil  millones  de  pesos. 

(1)  La  reunión  de  varios  distritos  para  objetos  judiciales  6 
administrativos  forma  un  condado  en  unos  Estados,  en  otros 
un  municipio. 

(2)  Además  de  Estados,  condados,  ciudades  y  pueblo'?,  hay 
distritos  escolares,  organizados  para  la  mejor  administración  de 
las  e-cuelas  primarias,  y  á  cargo  de  comisionados  especiales  en- 
cargados únicamente  de  este  ramo. 


CAPITULO   XXXVI 


PROBLEMAS    AMERICANOS 


Conservación  de  la  integridad  de  la  Unión. — La  raza  negra. — 
A.nexación  del  Canadá. — Conquistas  ó  adquisiciones  de  nue- 
vos territorios  en  México  y  la  América  Central. 


Entre  las  cosas  que  atraen  la  atención  del  via- 
jero en  los  Estados  Unidos,  los  monumentos  que 
recuerdan  la  formidable  guerra  civil  de  1861  á  1865 
son  una  de  las  principales.  A  la  entrada  de  la  calle 
de  San  Carlos,  en  Nueva  Orleans,  se  tropieza  con 
una  estatua  de  bronce  del  General  Lee,  General  en 
Jefe  del  Ejército  Confederado  de  Virginia,  y  luego  en 
dos  de  los  cementerios  principales,  columnas  de  gra- 
nito, expresivas  de  adhesión  orgullosa  á  la  causa  ven- 
cida, sostienen  estatuas  conmemorativas  de  los  solda- 
dos confederados  de  Luisiana  que  murieron  defen- 
diendo la  causa  de  la  secesión.  Al  pasar  los  límites  de 
la  antes  tierra  de  esclavitud  aparecen  los  monumentos 
de  Lincoln,  Grant,  Farragut  y  otros  jefes  de  los  ejér- 
citos que  sostuvieron  la  integridad  de  la  Unión;  los  ce- 
menterios federales,  y  el  monumento  de  Gettysburgli, 


Huellas  de  la  guerra  de  secesión  709 

que  conmemórala  gran  victoria  del  Norte.  Procuran- 
do darse  cuenta  de  la  división  actual  de  los  partidos, 
encuentra  el  observador  que  los  separa  la  misma 
línea  geográfica  que  dividía  las  líneas  de  los  ejércitos 
durante  la  guerra  civil:  el  Sur,  sólido  de  una  parte; 
el  Norte,  el  Noroeste  y  el  Oeste,  compactos,  de  la  otra; 
vacilante  é  indeciso  el  Centro,  exactamente  como  apa- 
recían antes  de  la  guerra.  Indagando  cuál  es  la  dispo- 
sición de  los  partidos  con  relación  á  la  raza  antes  escla- 
va, se  encuentra  en  el  periodismo  la  expresión  franca 
de  una  resistencia  tenaz  á  reconocerles  derechos  polí- 
ticos en  los  Estados  del  Sur,  y  tendencia — muy  poco 
enérgica  á  la  verdad — á  protegerla  en  el  ejercicio  de 
tales  derechos  entre  los  hombres  de  estado  que  enca- 
bezan el  sentimiento  popular  en  los  del  Norte. 

A  juzgar  por  estas  señales,  por  los  recuerdos  de  en- 
carnizamiento de  la  lucha  y  por  el  espíritu  de  prefe- 
rencia á  la  causa  de  los  Estados  sobre  la  causa  nacio- 
nal, de  que  todavía  da  muestras  el  Sur,  en  contraposi- 
ción al  sentimiento  de  amor  á  la  Unión,  dominante 
en  los  del  Norte  y  del  Oeste,  creyera  uno  que  el  fuego 
está  encubierto  debajo  de  la  ceniza,  y  que  cualquier 
día,  á  un  soplo  de  las  cóleras  de  partido,  pudiera  pren- 
der otra  vez  la  llama  de  la  separación  entre  las  dos 
secciones. 

lía  historia  de  la  primera  formación  de  los  parti- 
dos en  los  Estados  Unidos  pudiera  contribuir  á  refor- 
zar este  concepto.  En  los  primeros  días  de  la  Indepen- 
dencia, Washington  y  sus  amigos  juzgaban  preferente 
á  toda  otra  idea  política  fortificar  el  sentimiento  na- 
cional,   aumentar  la   influencia  del    Gobierno  de  la 


710    Oriyen  de  los  partidos  políticos  en  ]}forte  América 

Unión  y  establecer  como  interés  preponderante  el  de 
la  integridad  de  la  República,  en  el  caso  de  encontrar- 
se en  conflicto  con  el  interés  local  de  los  Estados.  A 
esta  idea  pareció  afiliarse  la  mayoría  de  la  opinión  en 
los  de  Nueva  Inglaterra  y  del  Centro.  Jeíferson  y  sus 
amigos  siguieron  otro  camino.  Temerosos  de  que  la 
organización  de  un  Gobierno  Nacional  demasiado  vi- 
goroso pudiese  atentar  á  las  libertades  individuales  de 
los  ciudadanos,  juzgaron  garantía  mejor  de  la  conser- 
vación de  éstas  mantener  en  toda  su  fuerza  el  espíritu 
local  reinante  en  las  antiguas  colonias  inglesas,  y 
establecer  como  punto  de  partida  que  el  patriotismo 
debía  obediencia  y  amor  primordial  al  Estado  y  tan 
sólo  en  segundo  lugar  á  la  Unión.  A  esta  interpreta- 
ción de  los  deberes  cívicos  se  adhirieron  Virginia,  el 
más  fuerte  entonces  de  la  reciente  nacionalidad,  lla- 
mada por  antonomasia  la  madre  de  los  Estados  y  de  los 
hombres  de  Estado^  y  todos  los  demás  situados  al  Sur 
del  Potomac. 

Los  intereses  de  la  esclavitud,  en  seguida,  vinieron 
á  reforzar  esta  idea  peligrosa  en  el  corazón  de  los  gran- 
des plantadores  dueños  de  esclavos,  que  constituían 
la  clase  gobernante  en  esa  sección.  Desde  que  en  la 
mayoría  de  los  Estados  del  Norte  fue  decretada  la  ma- 
numisión de  los  esclavos,  en  el  Sur  se  sospechó  que  la 
idea  abolicionista  no  tardaría  en  aparecer  como  un 
elemento  destructor  de  su  prosperidad  y  su  influen- 
cia política.  En  previsión  de  que  el  Gobierno  gene- 
ral, entonces  patrimonio  de  los  hombres  del  Sur,  pu- 
diese pasar  á  manos  de  los  del  Norte,  juzgaron  ne- 
cesaria poner  la  institución  de  la  esclavitud  bajo  la 


La  esclavitud  y  la  libertad  711 

jurisdicción  exclusiva  do  los  gobiernos  locales,  y  de 
aquí  surgió  la  famosa  teoría  déla  Solerania  de  los  Es- 
tados, ardorosamente  sostenida  por  Calhoun,  origen 
de  tanta  controversia  y  dificultades  allá,  así  como  de 
no  poca  anarquía  y  guerras  civiles  en  Colombia  y  en 
las  demás  Repúblicas  federales  de  la  América  españo- 
la, adonde  se  propagó  por  imitación  demagógica. 

Una  vez  enfrentadas  las  dos  ideas  de  esclavitud  y 
de  libertad,  el  pensamiento  de  la  lucha,  quizás  el  de 
la  separación  do  las  dos  fracciones  del  territorio,  em- 
pezó á  preparar  materiales  para  el  día  del  conflicto 
supremo.  No  es  imposible  que  la  invasión  al  Canadá, 
ejecutada  durante  la  guerra  de  1812,  hubiese  tenido 
entre  sus  causas  determinantes  la  idea  de  extender  en 
esas  regiones  el  territorio  libre  de  la  Unión;  pero  sí 
es  indudable  que  la  adquisición  de  la  Florida,  el  auxi- 
lio prestado  á  la  separación  de  Tejas  de  la  nacionali- 
dad mexicana  eti  1835  y  1836,  y  la  anexación  poste- 
rior de  ese  territorio  en  1845  y  1846,  se  debieron  al 
fuerte  interés  de  los  dueños  de  esclavos  por  extender 
los  límites  de  su  influencia  con  la  creación  de  otros  dos 
Estados  participantes  de  sus  mismas  ideas.  El  combate 
entre  los  dos  principios  se  mantuvo  en  campo  cerrado 
desde  1820.  En  ese  año  las  fuerzas  contendientes  se 
componían,  por  un  lado  de  los  once  Estados  de  Ver- 
mont,  New  Hampshire,  Connecticut,  Rhode  Island, 
Massachussets,  Nueva  York,  Pensil vania,  Nueva  Jer- 
sey, Ohio,  Indiana  é  Illinois,  que  yá  habían  abolido  la 
esclavitud;  y  del  otro  los  once  de  Delaware,  Maryland, 
Virginia,  Carolina  del  Norte,  Carolina  del  Sur,  Geor- 
gia,   Kentucky,   Tennessee,   Alabama,    Mississippi  y 


712  Equilibrio  de  las  fuerzas  rivales 

Luisiana,  que  la  mantenían.  La  creación  de  Maine 
en  ese  mismo  año-,  por  desmembración  del  de  Massa- 
clinssefcs,  dio  un  voto  de  mayoría  á  la  causa  de  la  li- 
bertad, que  los  Estados  del  Sur  compensaron  con  la 
admisión  de  Missouri,  favorable  á  la  esclavitud  en 
1821.  Yá  la  admisión  de  este  último  había  dado  ori- 
gen á  debates  apasionados  que  parecieron  poner  en 
peligro  la  integridad  de  laEepública,  pero  que  fueron 
calmados  por  el  célebre  Co'mpro7niso  de  Missouri;  en 
el  cual  se  zanjó  por  lo  pronto  la  dificultad  con  la  adop- 
ción del  paralelo  36°  30'  como  último  límite  adonde 
pudiera  extenderse  la  esclavitud  en  el  Oeste.  Los  dos 
partidos  parecieron  contentarse  con  un  equilibrio  de 
sus  fuerzas  respectivas  estrecbamen te  mantenido.  En 
1836  la  incorporación  de  Arkansas,  con  esclavos,  fue 
compensada  en  1837  con  la  de  Michigan,  como  territo- 
rio libre,  y  las  de  Florida  y  Tejas  en  1845,  con  las  de 
lowa  y  Wisconsin  en  1846  y  1848.  Así  pues,  desde  el 
origen  de  la  nacionalidad  el  Sur  y  el  Norte  aparecie- 
ron como  fracciones  esencialmente  antagonistas,  á 
quienes  sólo  un  perfecto  equilibrio  podía  mantener 
en  paz. 

Empero,  las  adiciones  sucesivas  de  los  Estados  li- 
bres de  California  en  1850,  Minnesota  en  1858,  Ore- 
gón  en  1859,  y  la  próxima  de  Kansas  en  1861,  rom- 
pían ese  equilibrio  y  anunciaban  la  hora  del  desenlace. 
Era  imposible  mantener  por  más  tiempo  la  fuerte 
tensión  de  las  pasiones  comprimidas;  el  Sur  apeló  á 
Id  decisión  de  la  espada;  el  fallo  de  ésta  le  fue  adver- 
so; la  esclavitud  fue  abolida,  y  veinticinco  años  de 
muerte  para  ésta  han   puesto  un  sello  definitivo  á  esa 


Ruptura  del  equilibrio  713 

solución.  La  esclavitud  no  sería  revivida  allí  aun.' 
cuando  los  Estados  Confederados  tornasen  á  levantarse 
del  sepulcro  y  conquistasen  su  independencia.  En 
vista  de  sus  grandes  progresos  actuales,  comprenden 
no  tan  sólo  la  inutilidad  de  esa  institución  para  el 
desarrollo  de  sus  riquezas,  sino  el  peligro  que  trae 
consigo  la  existencia  de  dos  razas  entre  quienes  dese- 
mejanzas físicas  son  obstáculo  á  su  fusión,  y  que,  man- 
teniéndose separadas,  tienen  que  llegar  á  sei*  enemigas; 
peligro  grave  separado  el  Sur  del  resto  de  la  Confede- 
ración, insignificante  mientras  permanezca  en  ella. 

La  antipatía  entre  el  Norte  y  el  Sur  era  obra  ex- 
clusiva de  los  grandes  intereses  fincados  en  la  escla- 
vitud. La  enemistad  verdadera  existía  únicamente 
entre  los  dueños  de  esclavos,  por  una  parte,  y  los 
predicadores  de  la  abolición  por  la  otra:  enemistad 
sostenida  en  los  unos  por  un  interés  monetario,  en  los 
otros  por  una  convicción  filosófica:  extendida  en  una 
y  otra  parte  al  resto  de  la  masa  de  los  habitantes  por 
esa  solidaridad  inconsciente  que  suele  establecerse  den- 
tro de  unas  mismas  líneas  geográficas  por  la  comuni- 
dad de  otros  muchos  intereses;  pero  enemistad  que, 
como  la  luz  reflejada,  no  puede  tener  la  intensidad 
ni  la  duración  que  el  foco  primitivo  de  donde  procede. 
Destruida  la  esclavitud,  reemplazada  con  el  trabajo 
libre  de  los  blancos  y  el  de  los  manumisos  mismos,  sus- 
tituido en  la  organización  de  las  industrias  el  sistema 
de  grandes  plantaciones  por  el  de  pequeñas  labranzas, 
dividida  yá  entre  muchas  manos  la  propiedad  territo- 
rial antes  concentrada  en  pocas, — los  intereses  nuevos, 
en  lugar  de  ser  hostiles  á  los  de  los  Estados  del  Norte,. 


714  Aumento  del  desequilibrio 

les  son  homogéneos  y  aun  simpáticos.  Delante  de 
-ellos  toda  esperanza  de  renacimiento  para  la  esclavi- 
tud es  ilusoria:  el  origen  de  la  discordia  no  existe  yá, 
pues,  y  el  odio  de  otros  tiempos  cederá  el  campo  al 
sentimiento  histórico  de  comunidad  de  origen,  intere- 
ses y  destinos. 

Aparte  de  estas  consideraciones  morales,  que  son 
las  que  deciden  el  sentimiento  y  el  modo  de  obrar  de 
las  poblaciones,  la  posibilidad  material  de  renovar  la 
lucha  es  menor,  á  causa  de  la  desigualdad  cada  día 
mayor  entre  la  población  y  los  recursos  de  los  com- 
batientes. 

En  1820  la  Unión  tenía 9.600,000 

De  ellos  en  los  Estados  libres     5.200,000 
_  _  _     esclavos    4.400,000 

En  1860  alcanzaba  la  Unión  á   31.400,000 

Los  Estados  del  Norte 18.000,000 

_        _      —Sur 13.400,000 

En    1880   la    población    total 

subía  á r,0.000,000 

Los  Estados  del  Norte 32.000,000 

_        _        —Sur 18.000,000 

En   1890    (aproximación)    los 

Estados  Unidos 65.000,000 

Los  del  Norte 42.000,000 

—   —Sur 23.000,000 

En  1820  el  Norte  sobrepujaba  en  población  al  Sur 
en  menos  de 20  por  100 

En  1860  la  ventaja  era  yá  de 40  por  100 

En  1880  de 50  por  100 

En  1890  de 85  por  100 


Armoiiía  entre  las  dos  regiones  715 

Y  si  de  la  población  de  los  Estados  del  Sur  se  de- 
ducen 8.000,000  á  lo  menos  de  raza  africana,  que  de 
ningún  modo  favorecerían  la  causa  de  la  secesión,  los 
términos  serían  42.000,000  contra  15,  y  la  superioridad 
del  Norte  sería  de  400  por  100. 

La  idea  de  la  separación  ha  muerto,  pues,  en  el 
Sur,  y  con  ella  la  teoría  de  la  soberanía  de  los  Estados 
y  de  la  primacía  de  obediencia  y  fidelidad  al  Gobierno 
de  éstos.  Un  siglo  de  prueba  ha  demostrado  que  los 
derechos  individuales  nada  tienen  que  temer  y  sí  mu- 
cha protección  que  esperar  de  la  supremacía  nacional. 
El  Potomac  ha  perdido  su  significación  como  línea 
divisoria  de  dos  pueblos  distintos  en  su  constitución 
social  y  sus  aspiraciones  políticas.  La  generación  que 
alimentaba  esas  discordias  va  desapareciendo,  y  con 
ella  hasta  la  memoria  de  esa  enemistad  pasajera.  En- 
tre la  parte  alta  y  la  baja  del  valle  del  Mississippi  no 
caben  fronteras.  El  comercio  libre  al  través  de  ese  in- 
menso territorio  es  el  primero  de  los  bienes  de  que 
disfrutan  sus  habitantes.  Los  ríos  y  los  ferrocarriles, 
que  de  Norte  á  Sur  cruzan  esos  inmensos  espacios,  es- 
tablecen todos  los  días  una  relación,  una  penetración 
recíproca  de  ideas,  intereses  y  afecciones  yá  imposible 
de  romper.  Los  sobrevivientes  de  los  vencedores  y  los 
vencidos  de  Gettysburgh  se  dieron  yá  un  abrazo  de 
paz  en  el  suelo  en  que  veinte  años  antes  corrió 
unida  la  sangre  de  unos  y  otros.  Quizás  más  bien  no 
muy  tarde  el  Sur  será  Norte  y  el  Norte  será  Sur: 
quiero  decir  que  los  antes  mantenedores  del  privilegio 
y  de  la  desigualdad  en  el  Sur,  serán  ahora  los  campeo- 
nes del  libre  cambio,  los  defensores  del  comercio  sin 


716  Prohlema  de  la  raza  africana 

trabas  entre  todos  los  pueblos;  y  los  antes  abolicionis- 
tas del  íí'orte,  los  fabricantes  millonarios  de  Nueva 
Inglaterra  y  de  los  Estados  centrales,  los  potentados 
que  pretenderán  el  derecho  exclusivo  de  vender  sus 
telas  á  los   consumidores  del   resto    del  país. 

Pero  ¿qué  será  de  la  raza  africana  una  vez  que 
sus  antiguos  amos  puedan  prescindir  de  ella  en  sus 
trabajos  y  consideren  su  presencia  como  un  peligro  6 
simplemente  como  un  lunar  que  afea,  en  su  concepto, 
el  conjunto  de  la  civilización  á  que  los  blancos  as- 
piran? 

Para  mis  lectores  colombianos  esta  pregunta  pue- 
de parecer  ridicula,  pues  entre  nosotros,  como  en 
todos  los  países  latinos,  la  raza  negra  ha  seguido  vi- 
viendo, después  de  abolida  la  esclavitud,  en  términos 
de  amistad,  ó  por  lo  menos  sin  ser  objeto  de  antipa- 
tía por  parte  de  los  blancos.  Las  relaciones  entre  las 
dos  razas,  sobre  todo  en  los  pueblos  de  origen  español, 
son  muy  antiguas  y  empiezan  á  ser,  si  no  son  del  todo, 
armoniosas,  porque  la  fusión  de  ellas  empezó  en  Espa- 
ña desde  la  invasión  de  los  árabes,  y  en  Sur  América 
desde  el  origen  mismo  de  las  colonias  españolas;  pero 
en  los  pueblos  anglosajones  el  caso  es  distinto.  En  los 
Estados  Unidos,  sobre  todo,  la  idea  de  la  superioridad 
inmensa  de  la  raza  blanca  sobre  la  de  color,  está  tan 
profundamente  arraigada,  que,  con  excepciones,  por 
supuesto,  el  negro  inspira  al  blanco  sentimientos  d& 
antipatía,  trocados  casi  en  rencor  después  de  la  eman- 
cipación. Una  reforma  de  la  Constitución  adoptada 
en  1865  y  1866  concedió  á  los  negros  derechos  civiles 


Protegida  en  un  'prinoipio  por  el  Gobierno    717 

y  políticos  iguales  á  los  de  los  blancos;  pero  esta  re- 
forma, principalmente  en  lo  que  se  refiere  á  la  fran- 
quicia electoral,  ha  veiiido  á  ser  letra  muerta  en  la 
práctica. 

En  los  primeros  años  que  siguieron  á  la  emanci- 
pación, el  Gobierno  Federal  mantuvo  guarniciones  en 
los  Estados  del  Sur  y  una  Oficina  de  manumisos 
{Freedmen  Burean)  con  el  objeto  principal  de  proteger 
á  éstos  en  el  libre  ejercicio  de  sus  derechos,  de  darles 
acceso  á  la  educación  en  his  escuehis  y  de  facilitarles 
medios  de  abrirse  carrej-a  en  los  trabajos  que  estaban 
á  su  alcance.  Esto  exigía  un  pie  de  fuerza  permanente 
superior  al  que  los  americanos  del  Norte  conside- 
ran compatible  con  la  forma  republicana,  y  en  las  re- 
bajas que  sucesivamente  decretó  el  Congreso  de  la 
Unión  se  hizo  imposible  conservar  las  guarniciones,  y 
sin  éstas  tampoco  pudo  funcionar  la  institución  pro- 
tectora de  que  acabo  de  hacer  mención.  Mientras  exis- 
tieron en  el  Sur  fuerzas  del  Norte,  al  abrigo  de  ellas  y 
del  aniquilamiento  del  partido  demócrata,  en  los  pri- 
meros años  después  de  la  guerra,  la  reconstitución  de 
los  Estados  vencidos  pudo  hacerse  con  el  sufragio  de 
los  manumisos  y  el  de  votos  de  blancos  simpáticos  á 
éstos,  dando  á  los  hombres  de  color  una  generosa  par- 
ticipación en  los  destinos  públicos.  Los  gobiernos  de 
los  Estados  eran,  en  lo  general,  presididos  por  hombres 
del  Norte,  poco  ó  nada  conocedores  de  los  intereses  y 
sentimientos  de  esos  Estados;  hombres  á  quienes  las 
poblaciones  acusaban,  con  razón  ó  sin  ella,  de  ser 
meros  aventureros,  sin  más  equipaje  ni  más  títulos 
que  un  saco  de  noche  y  el  espíritu  de  intriga  suficiente 


718  Los  "  carpet-haggers  " 

para  buscar  fortuna  en  el  gobierno  de  los  pueblos 
del  Sur.  De  aquí  el  sobrenombre  de  Gobiernos  de 
cafpet-'baggers  con  que  loa  bautizó  la  antipatía  de  sus 
gobernados,  agregando  á  este  apodo  las  acusaciones 
de  ineptitud  y  de  espíritu  concusionario  dispuesto  á 
las  operaciones  más  inmorales,  á  trueque  de  encontrar 
en  ellas  una  retribución  pecuniaria.  Algunos  de  esos 
hombres  de  color,  sacados  repentinamente  do  la  situa- 
ción más  abyecta  al  ejercicio  de  altas  funciones  polí- 
ticas, dieron  muestras  inesperadas  de  inteligencia  poca 
común;  pero,  según  parece, — semejantes  á  los  anti- 
guos espartanos,  á  quienes  una  vida  de  austeridad 
obligatoria  no  pudo  enseñarles  el  desprecio  del  dinero 
y  de  los  placeres  del  lujo  que  á  manos  llenas  les  ofre- 
cieron los  sátrapas  persas, — los  manumisos  mostra- 
ron poca  probidad  en  el  manejo  de  los  negocios  pú- 
blicos que  se  les  confiaron.  Observación  que  puede 
hacerse  en  todas  partes  y  con  todas  las  razas:  la  escla- 
vitud degrada,  corrompe  el  sentido  moral  del  hombre. 
La  moralidad  y  la  dignidad  personal  no  se  adquieren 
sino  en  el  medio  ambiente  de  la  libertad,  y  no  en  po- 
cos días  ni  en  pocos  años,  sino  en  el  transcurso  do 
generaciones  enteras.  Las  razas  recién  redimidas  pue- 
den ser  físicamente  robustas,  pueden  ser  inteligentes; 
pero  la  evolución  moral  es  la  última  forma  de  regene- 
ración que  se  produce  en  ellas. 

Así  parece  haber  sucedido  en  el  Sur  de  la  Unión. 
Cayó  en  descrédito  la  participación  de  los  hombres 
de  color  en  el  Gobierno:  volvió  éste  á  manos  de  las 
antiguas  familias  de  raza  blanca,  y,  como  medio  de 
impedir  cualquiera  combinación  que  pudiera  arreba- 


Situación  excepcional  de  la  población  negra    719 

térselo,  ya  por  la  astacia,  ora  por  la  intimidación,  el 
negro  ha  sido  alejado  de  las  urnas  electorales,  aun  en 
aquellos  Estados  en  donde,  como  en  Luisiana,  Missis- 
sippi  y  Carolina  del  Sur,  esttá  en  mayoría  notable  sobre 
los  blancos. 

No  es  esto  sólo:  también  se  les  rechaza  de  los  ho- 
teles, de  los  teatros,  de  los  ómnibus  y  coches  de  Ios- 
ferrocarriles,  de  las  escuelas,  de  las  iglesias  y  aun  de 
los  cementerios  de  los  blancos:  su  testimonio  es  des- 
preciado en  los  juicios  entre  los  blancos,  y  aun  ciertos 
delitos  que  entre  éstos  son  á  las  veces  mirados  con 
lenidad,  en  el  negro  son  castigados  con  pena  de 
muerte,  no  impuesta  siquiera  con  formas  judiciales, 
sino  con  el  procedimiento  sumario  del  Lynch  laiü, 
por  medio  de  jueces,  testigos  y  verdugos  enmascara- 
dos, cuya  impunidad  está  siempre  asegurada. 

Más  aún:  algunos  periódicos  del  Sur,  alarmados 
con  la  idea  de  que  el  partido  republicano  se  propone- 
adoptar  medidas  con  el  objeto  de  proteger  á  esa  raza, 
en  el  ejercicio  del  derecho  de  sufragio,  expresan  con 
toda  franqueza  el  sentimiento  de  que,  al  contrario, 
debe  constituírsela  en  estado  notorio  de  inferioridad, 
privándosela  de  derechos  políticos,  confinándosela  á 
determinados  lugares  insalubres,  ó  bien  obligándosela 
á  emigrar  otra  vez  al  continente  africano  de  donde 
procede. 

Estas  últimas  son,  á  no  dudarlo,  exageraciones  de 
cabezas  acaloradas.  Según  he  podido  juzgar,  los  hom- 
bres públicos  y  los  periodistas  del  Sur  están  dividido» 
á  este  respecto  en  tres  pareceres: 

1.°  El  de  adoptar  medidas   activas  para  educar  y 


720    Opiniones  acerca  de  ella  en  los  Estados  del  Sur 

-civilizar  la  raza  negra,  proporcionándole  escuelas  nu- 
merosas, y  creando  ó  subvencionando  establecimientos 
industriales  de  que  los  africanos  puedan  llegar  á  ser 
dueños  exclusivos  mediante  su  laboriosidad,  conducta 
moral  y  espíritu  de  economía.  Los  partidarios  de  este 
sistema  no  juzgan  necesaria  ninguna  restricción  de 
los  derechos  civiles  y  políticos,  y  confían  en  que  la 
mejor  educación  los  hará  ciudadanos  útiles  en  todo 
sentido. 

2.°  El  de  negarle  decididamente  toda  participa- 
-ción  en  la  política  y  considerarla  á  perpetuidad  como 
«na  raza  inferior,  únicamente  consagrada  á  servir  de 
instrumento  de  trabajo  á  la  raza  blanca. 

Citaré  las  palabras  de  un  hombre  de  Estado,  del  Sur, 
actualmente  Senador  de  la  Unión,  Mr.  J.  B.  Eustis, 
palabras  que  traduzco  de  un  artículo  publicado  en 
27ie  Forum  de  Nueva   York,  en   Octubre  de  1888: 

"La  corriente  del  golfo,  ese  río  dentro  del  Océano  con  su 
-corriente  propia  y  sus  aguas  de  más  alta  temperatura,  no  está 
más  distintamente  separado  del  Océano  que  la  raza  negra  de  la 
familia  humana,  aunque  sea  una  rama  de  ella.  Esta  separa- 
ción, esta  falta  total  de  posibilidad  de  asimilación,  este  extra- 
ñamiento social  produce  un  sentiaiiento  de  antipatía  ó  cuasi 
hostilidad  entre  las  dos  razas,  tanto  en  el  Norte  como  en  el 
Sur;  con  la  sola  diferencia  de  que,  siendo  más  numerosos  los 
negros  en  la  última  de  estas  secciones,  las  manifestaciones  de 
ese  antagonismo  son  inevitablemente  más  frecuentes  y  carac- 
terizadas por  una  intensidad  de  más  serios  resultados,  porque, 
cualquiera  que  sea  la  provocación,  ambas  razas  la  consideran 
como  un  mero  incidente  en  la  lucha  por  la  supremacía  y  la 
dominación. 

"Esta  es  necesariamente  la  desgraciada  condición  de  un 
país  habitado  por  tales  dos  razas  tan  distintas  y  antagonistas. 
Pueden  gozar  de  largos  períodos  de  calma  y  de  paz ;  pero  cual- 
quier incidente  imprevisto,  político,  religioso,  de  educación  ó 
-social,  puede  en  un  momento  levantar  el  odio  y  conmover  toda 
ia  sociedad  en  un  terremoto  de  razas  en  conflicto." 

"  Si  en  el  Sur  ha  habido  pocas  violencias  ó  derramamiento 


Exaínen  de  esas  opiniones  721 

de  sangre,  se  debe  al  hecho  de  que  desde  el  principio  de  cual- 
quier trastorno  los  blancos  se  han  mostrado  resueltos  á  ense- 
ñar á  los  negros  que  la  destrucción  de  propiedades  y  el  asesi- 
nato de  mujeres  y  niños  no  sería  tolerado  de  modo  alguno. 
Corsecuencia  de  esta  política  inflexible  (sfern  polícy)  ha  sido  el 
reinado  de  la  paz  y  la  quietud  en  el  Sur,  y  que  ambas  razas 
hayan  vivido  por  años  enteros  en  términos  amigables  y  satis- 
factorios." 

"  El  negro  puede  vivir,  prosperar  y  ser  feliz  bajo  el  Go- 
bierno, de  los  blancos;  pero  el  blanco  jamás  podrá  serlo  bajo 
el  Gobierno  de  los  negros. 

"  Si  la  inferioridad  es  la  suerte  de  los  negros,  más  bien  que 
apelar  al  favoritismo  político  del  Gobierno  federal  ó  á  las  sim- 
patías de  los  filántropos  del  Norte,  su  deber  es  confiar  implí- 
citamente en  la  magnanimidad  de  sus  conciudadanos  blancos 
del  Sur  para  que  los  traten  con  la  justicia  y  la  generosidad 
debida  á  su  condición  infortunada." 

3.°  El  de  confinarla  á  una  región  exclusivamente 
destinada  para  ella  en  el  Sur,  en  donde  forme  otra 
organización  política  dependiente  y  bajo  la  protec- 
ción de  los  Estados  Unidos.  O  bien  transportarla  nue- 
vamente al  continente  africano. 

Se  comprende  que  lo  último  es  moral  y  material- 
mente imposible,  y  que  si  no  lo  fuera  y  se  llevase  á 
cabo,  sería  uno  de  los  más  negros  crímenes  que  un 
pueblo  cristiano  y  civilizado  pudiera  cometer.  La  raza 
africana  no  vino  á  este  continente  por  su  propia  vo- 
luntad: fue  traída  con  violencia,  empleada  en  la  pres- 
tación de  los  más  útiles  servicios  á  la  riqueza  y  civili- 
zación de  los  Estados  del  Sur:  devolverla,  pues,  á  las 
regiones  en  donde  impera  el  salvajismo,  sería  un  acto 
que  la  lengua  humana  no  tendría  adjetivo  con  qué 
calificar.  No  sólo  sería  un  crimen,  sería  un  suicidio 
para  la  raza  blanca,  la  cual  carecería  de  los  brazos 
necesarios  para  cultivar  sus  campos  y  ejecutar  todos 
los  trabajos  que  requieren  resistencia  contra  el  clima 

46 


722    Progreso  realizado  por  la  población  africana 

y  fuerza  física  superior.  El  Sur  se  tornaría  en  un 
desierto:  sería  la  expulsión  de  los   Árabes  en  España. 

La  segunda  de  estas  alternativas  equivaldría  al 
restablecimiento  puro  y  simple  de  la  esclavitud,  á 
hacer  estériles  los  sacrificios  que  costó  aboliría:  solu- 
ción que  los  Estados  del  Norte,  mucho  más  fuertes 
hoy  que  en  1861,  no  consentirían  jamás. 

La  primera  de  ellas  es,  pues,  la  única  posible,  la 
que  está  en  la  corriente  natural  de  los  sucesos  y  la 
que,  sin  necesidad  de  medidas  violentas  por  parte  del 
Gobierno  federal,  será  al  fin  adoptada,  como  ha  em- 
pezado yá  á  serlo  con  el  concurso  do  algunos  de  los 
mismos  antiguos  campeones  de  la  esclavitud,  entre 
ellos  el  General  Wade-Hampton,  Gobernador  de  la 
Carolina  del  Sur  hace  pocos  años. 

La  raza  negra  no  ha  mostrado,  por  otra  parte,, 
condiciones  que  puedan  hacerla  considerar  incapaz  de 
llegar  á  la  civilización:  antes  bien,  ha  desmentido  el 
pronóstico  de  sus  enemigos,  de  que,  una  vez  libre,  se 
entregaría  a  la  ociosidad  y  á  los  crímenes.  Ha  acep- 
tado el  trabajo  y  consagrádose  á  él  con  no  poco  buen 
éxito.  Según  he  leído  en  periódicos  americanos,  se 
calcula  que  sus  ahorros,  invertidos  en  su  mayor  parte 
en  la  adquisición  de  tierras  en  propiedad,  pasan  ac- 
tualmente de  dos  mil  millones  de  pesos,  tanto  como 
la  quinta  ó  cuarta  parte  de  la  riqueza  de  los  Estados 
del  Sur;  se  dice  que  publica  doscientos  cincuenta  pe- 
riódicos, y  que  sostiene  un  gran  número  de  escuelas 
privadas  para  educar  los  niños  de  su  raza. 

El  problema  es  temeroso,  sin  embargo.  Antes  que 
las  dos  razas  se  resuelvan  á  considerarse  iguales,  poli- 


El  Qobierno  se  considera  obligado  d protegerla    723 

ticamente  hablando,  ó  más  bien  antes  que  el  blanco 
aprenda  á  prescindir  de  sus  manifestaciones  de  des- 
precio y  antipatía  por  los  negros,  transcurrirán  largos 
años  de  inquietud  y  aun  tal  vez  de  peripecias  san- 
grientas. El  Gobierno  Federal  se  considera  obligado 
á  proteger  á  los  oprimidos,  á  hacer  efectivas  las  ga- 
rantías que  á  éstos  concede  la  reforma  xiv  de  la 
Constitución  nacional,  y  esta  tarea  es  una  de  las  más 
difíciles  y  com])licadas  que  pueden  darse.  Para  lle- 
yarla  á  cabo  sería  necesario  establecer  en  el  Sur  tri- 
bunales y  funcionarios  nacionales,  sostenidos  por  fuer- 
za armada,  y  eso  implicaría  una  modificación  profun- 
da en  la  naturaleza  de  las  instituciones  fundamentales 
del  país;  exigiría  la  intervención  del  Gobierno  na- 
cional en  la  administración  municipal  de  los  Estados. 
De  aquí  surgirían  motivos  de  fricción  entre  una  y 
otras  entidades,  en  las  que  la  nacional  pudiera  no  ser 
la  más  fuerte,  pues  en  los  Estados  mismos  del  Norte 
tampoco  se  miraría  con  buenos  ojos  esa  intervención. 
Esta  dificultad  social  se  complica  con  los  intereses 
políticos  y  puede  precipitar  algún  conflicto.  Si  el 
partido  republicano  llegase  á  necesitar  del  sufragio  de 
los  negros,  naturalmente  más  adictos  á  los  que  fueron 
sus  libertadores  que  á  los  demócratas,  sus  antiguos 
amos,  esta  eventualidad  podría  conducir  á  medidas 
de  protección  intempestivas  y  aun  marcadas  de  exa- 
geración, como  lo  son  casi  siempre  las  que  parten  de 
pasiones  ó  intereses  de  partido,  y  las  consecuencias 
no  serían  de  fácil  previsión.  Esa  eventualidad,  que 
hoy  no  parece  próxima,  surgiría  ineyitablemente  si 
en  la  balanza  política  los   Estados  del  Oeste  se  incli- 


724  La  fusión  de  las  dos  razas 

uaseii  al  partido  demócrata,  porque  entonces  los  repu- 
blicanos necesitarían  formarse  mayorías  en  los  del 
Sur,  las  cuales  sólo  del  concurso  de  la  raza  negra  po- 
drían esperar. 

La  única  solución  radical  del  problema  es,  á  mi 
ver,  la  fusión  de  las  dos  razas:  fenómeno  que  hoy  pa- 
rece muy  distante,  pero  que  la  civilización  de  la  que 
hoy  es  inferior  acercará.  Contra  los  negros  ricos, 
educados  y  en  posición  independiente,  no  habrá  la 
misma  repugnancia  mostrada  hoy  por  la- pobreza,  la 
abyección  y  el  desaseo  en  que  viven.  Si  la  paz  y  el 
orden  llegasen  á  fundarse  en  las  Eepúblicas  de  Santo 
Domingo  y  Haití,  las  necesidades  del  comercio  ame- 
ricano obligarían  á  prestar  á  los  habitantes  negros  de 
esa  isla  más  consideración  y  simpatía  de  las  que  hoy 
se  conceden  á  los  de  los  Estados  del  Sur.  Si  en  alguna 
guerra  en  que  los  Estados  Unidos  se  viesen  envuel- 
tos, la  raza  negra  manifestase  el  valor  y  la  lealtad 
que  tan  alto  puesto  le  valió  en  la  de  la  independencia 
colombiana,  esas  cualidades  la  ennoblecerían  á  los 
ojos  de  los  más  preocupados.  Si  algún  día  llegase  á 
la  posesión  del  sufragio,  y  su  concurso  fuese  necesario 
para  obtener  el  triunfo  de  ideas  ó  intereses  sostenidos 
con  pasión,  el  espíritu  de  partido  no  consentiría  en 
suicidarse  y  miraría  como  más  pequeñas  las  diferen- 
cias físicas  que  hoy  le  parecen  enormes,  á  trueque  de 
las  mayorías  que  esa  raza  pudiera  proporcionarle. 
Cuando  trabajen  unidos  en  unos  mismos  talleres,  unos 
mismos  surcos  y  unas  mismas  minas  el  blanco  y  el  ne- 
gro, la  comunidad  de  trabajos  y  esperanzas  romperá 
las  valias  mantenidas  antes  por  la  incomunicación  y 
la  desigualdad  de  condiciones  sociales. 


Pensamiento  de  adquiHción  de  nuevos  territorios  725 

Hay  más:  el  día  en  qne  los  Estados  Unidos  consi- 
deren necesario  intervenir  en  las  cuestiones  de  la  Amé- 
rica tropical  por  medio  de  las  armas,  esa  raza  les  dará 
un  elemento  militar  muy  superior  al  que  tendrían 
con  ejércitos  reclutados  exclusivamente  entre  los 
blancos:  consideración  que  por  sí  sola  bastaría  para 
hacerles  comprender  que  esa  diversidad  de  colores  en 
su  población  es  un  complemento  de  su  poderío  y  de 
su  influencia  futura  sobre  los  destinos  de  este  conti- 
nente. Los  ingleses  han  dado  yá  el  ejemplo  empleando 
en  el  Egipto  sus  cipayos  de  la  India,  y  los  americanos 
no  tardarán  en  seguirlo,  sirviéndose  de  sus  africanos 
en  las  Antillas,  México,  la  América  Central  ó  el 
Brasil. 

Pocos  serán  los  americanos  que  juzguen  defini- 
tivos los  límites  actuales  de  su  territorio  nacional. 
La  extensión  indefinida  de  sus  dominios  es  entre 
ellos,  como  entre  los  Romanos  de  ahora  veinte  siglos, 
una  de  las  visiones  de  lo  que  juzgan  ser  su  destino 
manifiesto.  Aunque  sólo  tienen  poblada  y  cultivada 
menos  de  la  quinta  parte  de  sus  tierras,  y  aunque  en 
esa  misma  quinta  parte  pudiera  caber  una  población 
cinco  veces  mayor  que  la  actual,  parecen  sentirse  es-^ 
trechos  en  esa  inmensidad,  y  empiezan  á  dirigir  sus 
miradas  al  Norte  y  al  Sur  en  busca  do  nuevas  adqui- 
siciones. La  anexación  del  Canadá  es  hoy  yá  uno  de 
los  temas  de  discusión  en  sus  periódicos.  Y  esa  ad- 
quisición, si  la  lograsen,  duplicaría   su  territorio  (1), 

[1]  El  Canadá  se  extiende  en  360,000  leguas  cuadradas. 


726  Miradas  Jiaoia  el  Canadá 

aumentaría  en  cinco  ó  seis  millones  el  número  de  sus 
habitantes  y  dejaría  libre  su  espíritu  de  la  enojosa 
vecindad  de  una  fuerte  potencia  europea. 

Aparte  de  e.stos  motivos,  el  último  de  los  cuales 
es,  como  puede  comprenderse,  el  de  más  peso  en  el 
pensamiento  de  los  hombres  de  estado,  los  america- 
nos desearían  esa  incorparación:  1.°  Para  dar  á  las 
densas  poblaciones  de  su  Nueva  Inglaterra,  cuyo  suelo 
es  comparativamente  estéril,  otros  contiguos  y  de  cli- 
ma homogéneo  en  donde  establecerse,  pues  los  del 
Oeste  hasta  las  vertientes  del  Missouri,  están  apro- 
piados casi  en  su  totalidad,  y  los  que  se  prolongan 
desde  los  Montes  Rocallosos  hasta  el  Pacífico,  son  es- 
casos de  aguas  y  de  difícil  cultivo. 

2.°  Para  evitarse  competencia  europea  en  los  mer- 
cados del  Asia.  Los  Estados  unidos  vendrían  á  quedar 
más  cerca  de  la  China  y  el  Japón  por  la  vía  del  Pací- 
00,  que  los  países  europeos  por  la  del  Mediterráneo  y 
el  Océano  índico. 

3.°  Para  ahorrar  la  necesidad  de  cubrir  una  fron- 
teiia  terrestre  de  1,000  leguas  desde  el  río  San  Loren- 
zo hasta  la  isla  de  Vancouver. 

4.°  Para  extender  en  esas  regiones  el  mercado  de 
los  productos  americanos,  hoy  disputado  por  la  Gran 
Bretaña  en  más  de  la  mitad  de  los  consumos. 

5.°  Para  hacer  la  adquisición  de  los  extensísimos 
é  inagotables  bosques  del  Canadá,  ricos  en  maderas 
de  construcción  terrestre  y  naval,  cuya  escasez  para 
tin  día  no  muy  lejano,  se  empieza  á  temer  en  los  Es- 
tadoíí  del  Korte. 

6."   Para  dar  á  sus  poblaciones  marítimas  una  zona 


Composición  de  la  población  canadiense      727 

de  costas  más  extensa,  en  donde  ejercitar  la  industria 
de  la  pesca,  hoy  disputada  y  embarazada  por  la  polí- 
tica del  Gobierno  canadiense. 

Por  ahora  el  Gabinete  de  Washington  y  la  opinión 
popular  están  muy  lejos  de  alimentar  la  idea  de  obte- 
ner la  anegación  por  la  fuerza;  pero  esperan  que  con 
el  transcurso  del  tiempo, — con  el  extenso  mercado 
que  los  Estados  Unidos  abrirían  á  los  productos  cana- 
dienses; con  el  ejemplo  de  un  gobierno  republicano 
más  simpático  á  los  ojos  del  pueblo;  con  el  aliciente 
de  eliminar  empleados  superiores  de  origen  extranjero 
en  el  manejo  de  sus  negocios  públicos;  con  la  ventaja 
de  no  participar  en  nada  de  las  complicaciones  á  que 
pudiera  arrastrarlos  la  política  exterior  de  la  metró- 
poli,— esperan,  digo,  que  la  opinión  de  los  pueblos  se 
forme  en  el  sentido  de  su  agregación  á  los  Estados 
Unidos,  caso  en  el  cual  éstos  no  vacilarían  en  acep- 
tarla, ni  la  Gran  Bretaña  se  obstinaría  quizás  en  con- 
.trariarla  por  la  fuerza. 

La  composición  de  la  población  canadiense,  según 
su  origen,  parece  autorizar  la  esperanza  de  esta  solu- 
ción. Es  la  siguiente,  según  el  censo  de  1881,  cuando 
sólo  era  de  4.o24,810  habitantes  el  guarismo  total. 

De  origen   francés 1.298,929 

—  inglés..: 881,301 

—  irlandés 957,403 

—  escocés 669,863 

—  alemán 254,319 

—  holandés  . , 30,412 

Y  el  resto  de  diversas  nacionalidades  europeas  quo 

tienen  yá  en  los  Estados  Unidos  intereses  y  números 
.muv  considerables. 


728  Organizacdón  política  del  Canadá 

Se  ve  en  la  distribución  anterior  que  las  dos  terce- 
ras partes  de  la  población  se  componen  de  elementos 
— francés,  irlandés,  alemán, — probablemente  con  más 
afinidades  por  la  Eepública  americana  que  por  la  metró- 
poli inglesa.  A  lo  cual  se  agrega  que  en  los  Estados 
Unidos  existe  una  inmigración  canadiense  de  cerca  de 
un  millón  de  personas,  que  son  prueba  evidente  de  la 
preferencia  que  allí  se  alimenta  por  los  Estados  Uni- 
dos, y  otras  tantas  voces  que  llaman  á  sus  antiguos- 
conciudadanos  á  seguir  su  ejemplo. 

La  misma  población  de  origen  inglés  y  escocés  pu- 
diera no  ser  muy  adicta  á  la  Gran  Bretaña,  como  la 
hace  sospechar  su  emigración   misma   del  suelo  nataL 

En  Inglaterra  no  ha  dejado  de  considerarse  la  posi- 
bilidad de  ese  movimiento.  Aleccionados  sus  hombres 
públicos  por  la  experiencia  de  la  revolución  de  las  trece 
colonias  en  el  último  cuarto  del  siglo  pasado,  han  con- 
cedido á  las  que  hoy  conservan  todas  las  libertades 
compatibles  con  su  carácter  de  dependencias.  Para 
despertar  en  ellas  un  sentimiento  cuasi-nacional  que 
sirviese  de  obstáculo  á  la  idea  de  incorporarse  en  otra 
nacionalidad,  formaron  en  1867  una  Confederación^ 
— compuesta  de  las  siete  provincias  de  Ontario,  Que- 
bec,  Nueva  Escocia,  Nueva  Brunswick,  Manitoba^ 
Colombia  Británica  (en  el  Pacífico)  y  la  isla  del 
Príncipe  Eduardo,  administrada  por  un  Gobernador 
General  nombrado  por  el  Gobierno  inglés,  dos  Cáma- 
ras— con  miembros  vitalicios  la  una,  y  renovable  cada 
cinco  años  la  otra, — elegidas  ambas  por  sufragio  popu- 
lar. Es  dudoso,  sin  embargo,  sien  vista  de  la  autono- 
mía perfecta  de  que  gozan  los  Estados  en  la  República. 


Actitud  del  Gobierno  inglés  729 

vecina,  de  la  ausencia  de  aristocracias  y  clases  privi- 
legiadas, es  dudoso,  digo,  si  los  canadienses  seguirá» 
dando  preferencia  á  ser  subditos  de  la  Corona  britá- 
nica, más  bien  que  ciudadanos  de  una  poderosa  Repú- 
blica. El  hof'ho  es  que  tanto  en  la  orilla  Norte  de  los 
grandes  lagos  y  del  río  San  Lorenzo,  corno  en  la  ri- 
bera sur,  suena  la  palabra  *'anexación." 

La  actitud  del  Gobierno  inglés  en  presencia  de 
este  movimiento  es  difícil  de  calcular.  A  primera 
vista  parecería  que  la  distancia  de  esas  colonias,  la 
complicación  de  sus  variadísimas  cuestiones  en  diver- 
sas partes  del  mundo, — como  las  del  home  rule  en  Ir- 
landa á  sus  puertas  mismas;  la  de  su  dominación  en 
la  India,  constantemente  amenazada  por  la  marcha 
invasora  de  la  Rusia  en  el  Asia  central;  la  de  sus  co- 
lonias en  Áfrico,  que  empiezan  á  ser  disputadas  por 
los  alemanes;  las  de  sus  numerosas  pequeñas  colonias 
en  todos  los  mares,  que  quedarían  á  merced  de  sus 
enemigos;  los  intereses  de  su  inmenso  comercio  por 
todos  los  extremos  del  mundo,  que  requieren  protec- 
ción especial: — todo  eso  haría  creer  que  la  Gran  Breta- 
ña trataría,  por  todos  los  medios  imaginables,  de  evi- 
tar un  conflicto  con  la  poderosa  República  americana, 
haciendo  de  la  necesidad  virtud.  Empero,  sus  recursos 
son  tan  colosales,  el  orgullo  de  su  aristocracia  tan  in- 
domable, el  patriotismo  del  pueblo  inglés  tan  probado 
en  ocasiones  no  menos  solemnes,  — que  no  se  podríar 
tener  mucha  conñanza  en  que  un  acontecimiento  de 
esa  magnitud  pudiese  pasar  sin  una  guerra  desastrosa 
para  ambos  países. 

Los  americanos  no  dejan  de  comprenderlo  así,  y  sólo 


730  La  anexación  será  obra  tardía 

se  resolvería  su  Gobierno  á  entrar  en  esa  aventura,  en 
e\  caso  de  que  la  gran  mayoría  del  pueblo  canadiense 
mostrase  con  hechos  indudables  una  decisión  perfecta 
á  la  incorporación,  porque  sólo  en  este  caso  el  dere- 
cho público  de  las  naciones  estaría  de  su  parte,  y  po- 
dría despertar  menos  susceptibilidades  entre  las  de- 
más potencias,  alarmadas  á  la  vista  de  ese  trastorno 
del  equilibrio  internacional.  Los  Estados  Unidos, 
además,  carecen  de  fuerzas  navales,  tienen  costas  in- 
defensas de  grande  extensión,  ricas  y  populosas  ciu- 
dades en  el  litoral,  expuestas  á  ser  reducidas  á  ceni- 
zas por  las  escuadras  inglesas;  y  sus  hombres  de  Es- 
tado temen,  más  que  todo,  la  necesidad  de  crear,  en 
grandes  ejércitos  y  la  aparición  de  un  espíritu  militar 
en  sus  masas,  un  elemento  perturbador  de  sus  institu- 
ciones libres,  que  podría  atraer  sobre  el  mundo  la  re- 
aparición de  la  era  de  los  Césares. 

Así,  la  anexación  del  Canadá  puede  considerarse 
como  una  posibilidad  todavía  distante,  que  sólo  una 
guerra  general  en  Europa  pudiera  acercar.  En  ese 
caso  sí,  los  Estados  Unidos  se  extenderían  desde  el 
golfo  de  México  hasta  el  Océano  Polar. 


¿Y  las  repúblicas  de  México  y  Centro  América? 

La  anexión  del  Canadá  á  los  Estados  Unidos  sería 
la  mera  agregación  de  elementos  de  la  misma  natu- 
raleza, dotados  de  condiciones  de  afinidad  que  no  en- 
volverían perturbación  alguna  en  el  desarrollo  de  unas 
y  otras  poblaciones.  Comunidad  de  lengua  y  de  his- 
toria, semejanza  de  instituciones,  unidad  de   esperan- 


Adquisiciones  en  territorio  mexicano         731 

zas  y  de  género  de  evolución  políticíi  é  industrial,  son 
circunstancias  que  concurren  á  facilitar  la  incorpora- 
ción de  uno  en  otro  pueblo.  No  así  respecto  de  los 
países  de  origen  indígeno-americano  y  español,  se- 
parados de  las  tribus  americanas  del  Norte  desde  al- 
gunos siglos  antes  del  descubrimiento  de  este  conti- 
nente, é  iniciados  á  la  civilización  europea  con  siste- 
mas enteramente  distintos  de  los  que  sirvieron  de 
base  á  la  colonización  inglesa.  Lo  primero  es  la  mez- 
cla de  dos  cuerpos  de  igual  naturaleza;  lo  segundo, 
sería  la  de  elementos  de  composición  química  diversa, 
llamada  á  producir  reacciones  muy  distintas. 

En  contradición  de  esta  idea  no  pudiera  citarse  el 
ejemplo  de  Tejas,  que  incorporado  en  la  Unión,  lia 
desarrollado  una  prosperidad  inesperada.  Tejas  fue 
desde  un  principio  un  grupo  de  población  heterogénea 
para  México.  Su  primera  colonización  fue  de  origen 
francés;  no  tenía  población  indígena  digna  de  ser 
tomada  en  cuenta  por  su  numero;  fue  poblada  des- 
pués por  colonias  americanas  del  Norte  que  tomaron 
«na  parte  considerable  con  l-i  indígena  en  la  lucha 
por  la  independencia  contra  el  Gobierno  español;  y 
en  1833,  cuando  principió  la  guerra  civil  con  México, 
el  elemento  norteamericano  igualaba,  á  lo  menos  en 
número,  y  sobrepnjabí  en  riqueza  é  ¡nfluenoia  al 
mexicano,  por  lo  cual  éste  pudo  sor  fácilmente  elimi- 
nado después. 

La  adquisición  de  ese  territorio  no  puede,  en  con- 
secuencia, servir  de  base  para  juzgar  de  las  dificulta- 
des que  tendría  la  del  resto  de  la  nación  mexicana: 
hecho  que  sólo  pudiera   realizarse    por    medio   de   la 


732        Composición  de  la  población  mexicana 

conquista  y  después  de  una  guerra,  larga,  sangrienta  y 
destructora  de  la  riqueza  actual. 

La  República  mexicana  ocupa  una  superficie  de 
algo  más  de  80,000  leguas  cuadradas,  con  poco  menos 
de  12.000,000  de  habitantes  (pues  el  censo  levantada 
en  1882  le  dio  10.448,000).  En  1874  tenía  9.343,000, 
de  suerte  que  en  ocho  años  tuvo  un  aumento  de 
1.105,000,  que  equivale  á  1^  por  100  por  año.  La 
población  se  distribuye  así,  según  el  cómputo  de  la 
estadística  mexicana: 

Blancos  de  raza  pura  ó 
casi  pura 2.500,000 

Mestizos  de  blanco  é  in- 
dio     ...    5.500,000 

Indios  puros. 3.500,000        11.500,000 

No  hay  allí  raza  africana,  y  se  dice  que  los  indios 
de  raza  pura  disminuyen  notablemente,  bien  porque 
las  actuales  condiciones  políticas  é  industriales  na 
son  favorables  á  su  multiplicación,  ora  porque  en  su 
constante  cruzamiento  con  la  raza  blanca,  pierde  su 
carácter  original.  Es  probable  que  la  ignorancia 
y  la  pobreza  en  que  aún  se  halla  sumida  serán 
causas  activas  de  esterilidad  por  una  parte  y  de  ma- 
yor mortalidad  por  la  otra,  en  comparación  con  la 
blanca  y  la  mestiza  provistas  de  mejores  medios  de 
subsistencia. 

La  riqueza  general  es  considerable,  pues  se  estima 
la  sola  propiedad  raíz,  en  publicaciones  oficiales  de 
1883,  en  $  3,549.000,000.  Suponiendo  tan  sólo  un 
20  por  100  más  por  la  riqueza  mueble,  el  total  mon- 
taría á  I  4,200.000,000,    que   dan  cerca  de  $  350  por 


Riqueza  mexicana  733 

cabeza  de  población.  Teniendo  en  cuenta  la  composi- 
ción de  la  población  mexicana  y  la  frecuencia  de  sus 
guerras  civiles  desde  1810  para  acá,  me  permito  juz- 
gar algún  tanto  exagerada  esa  avaluación. 

Sin  embargo,  la  producción  mexicana  en  sólo  el 
departamento  de  Agricultura  se  estimó,  en  1883,  en 
$  177.451,000,  siendo  los  principales  factores  de  esta 
suma: 

El  maíz,  por S  114.185,000 

Eitrigo ". 17.525,000 

El  azúcar 8.735,000 

El  algodón 6.605,000 

Habas,  arvejas,  garbanzos,  etc 10.000,000 

La  industria  pecuaria  es  importante.  La  estadís- 
tica oficial  suministra  el  dato  de  20,574  haciendas  de 
ganado,  estimadas  en  $  515.000,000. 

En  México  se  bizo  sentir  más  tal  vez  que  en  nin- 
guna otra  colonia  española  la  constitución  feudal  de 
la  metrópoli,  y  domina  la  propiedad  territorial  en 
grandes  extensiones. 

La  riqueza  mineral  de  ese  país  consiste  en  minas 
de  veta,  de  plata,  de  las  cuales  había  en  1883,  324  en 
explotación,  con  el  trabajo  de  102,240  hombres.  Los 
productos  suben  á  muy  poco  más  de  I  30.000,000  por 
año,  lo  que  descubre  un  producto  medio  de  $  100,000 
por  cada  mina  y  de  $  300  por  cada  trabajador.  Supo- 
niendo que  éstos  sólo  trabajen  en  la  mina  la  mitad  de 
los  días  del  año,  se  puede  calcular  que  reciben  un 
jornal  de  $  1-50  á  S  2  por  día.  Gran  número  de  estas 
empresas  pertenece  á  capitalistas  ingleses  y  america- 
nos; pero,  según  parece,  es  mayor  el  interés  de  los 
primeros:  proporción  que  puede  alterarse,  porque  los 


734  Evolución  de  la  población  indígena 

segundos  tienen  ahora,  en  los  ferrocarriles  que  parten 
de  la  frontera  de  Tejas  liacia  el  interior  de  México,  mu- 
chas   más   facilidades  para  adquirirlas  y  explotarlas. 

Había  en  la  República,  en  1883,  88  fábricas  de 
tejidos  de  algodón,  que  representaban  un  capital 
de  $  10,000,000,  consumían  anualmente  750,000 
quintales  de  fibra  y  empleaban  12,846  obreros;  las 
telas  producidas  no  podían  valer  menos  de  %  13  á 
%  15.000,000.  De  los  Estc\dos  americanos  del  Sur  em- 
pezaba yá  á  exportarse  algodón  hacia  México. 

La  población  indígena  y  la  mestiza  dan  señales  de 
levantarse  notablemente  en  dondequiera  que  se  pre- 
senta alguna  circunstancia  favorable.  En  el  Estado 
de  Yucatán,  por  ejemplo,  antes  uno  de  los  más  po- 
bres y  más  atrasados,  surgió  de  repente  la  industria 
de  producción  de  fique  (1)  empleada  por  los  ameri- 
canos del  Norte  en  la  fabricación  de  cables  para  los 
buques  y  en  la  de  alfombras  ordinaria?.  Habiendo 
subido  á  %  12  y  %  14  el  precio  del  quintal  de  este  ar- 
tículo, se  sintió  estímulo  por  producirlo,  y  hoy  ese 
Estado,  cuya  población  apenas  alcanza  á  300,000  ha- 
bitantes, exporta  800,000  quintales,  que  distribuyen 
una  suma  de  más  de  $  8.000,000  entre  los  producto- 
res. Esta  industria  ha  dudo  origen  á  la  construcción 
de  unas  30  leguas  de  ferrocarril,  desde  Progreso,  el 
puerto  de  embarque,  hasta  Mérida,  capital  del  Esta- 
do y  hasta  los  centros  principales  de  producción.  No 
menos  se  espera  en  otros  Estados  del  cultivo  de  café, 

[1]  En  México  lo  llaman  henequén  ó  jeneqven;  en  los  Esta- 
dos Unidos  yerba  de  Sisal  [del  puerto  de  Yucatán,  en  donde  se 
le  embarcaba,  y  últimamente  hemp]. 


JSoolucwn  industrial  en  Centro  América     735 

emprendido  hace  pocos  afíos,  que  yá  suministra  cerca 
de  $  3.000,000  á  la  exportación  del  país. 

Así  ha  sucedido  también  en  Guatemala,  país  cuya 
población, — indígena  ó  mestiza  en  sus  cuatro  quintas 
partes, — exportó  en  el  año  de  1888  á  1889  más  de 
600,000  quintales  de  café,  por  valor  de  8  12.000,000, 
ó  sea  á  razón  de  %  10  por  cabeza  en  un  solo  artículo. 
He  leído  en  periódicos  americanos  que  en  la  ciudad 
capital  pasa  de  60  el  número  do  millonarios,  no  pocos 
de  ellos  con  capitales  de  $  5  á  I  10.000,000. 

Con  poca  diferencia,  el  progreso  es  igual  en  las 
demás  Repúblicas  de  Centro-América,  en  donde  pre- 
valecen los  mismos  elementos  que  en  México.  La  po- 
blación de  ellas  apenas  alcanzaba  en  1885  y  1886  á 
2.833,000,  en  esta  forma: 

Guatemala , ....    1.394,000 

Salvador 634,000 

Honduras 329,000 

Nicaragua 262,000 

Costa  Rica 214,000 

Total 2.833,000 

Pero  su  comercio  exterior,  en  el  mismo  aflo,  se 
acercaba  á  $  50  millones,  divididos  así: 

Importación.  Exportación.  Totales, 

Guatemala.  ...S  4.241,000  9.039,000  13.280,000 

Costa  Rica..  ..  5.600,000  6.236,000  11.836,000 

Salvador 3.460,000  7.597,000  11.057,000 

Nicaragua 3.684,000  4.726,000  8.410,000 

Honduras 1.500,000  1.600,000  3.100,000 

Totales $  18.485,000    29.198,000    47.683,000 


736  Los  ferrocarriles  mexicanos 

Este  tütal  da  un  cociente  de  cerca  de  $  16  por  ca- 
beza; el  de  los  Estados  Unidos  no  pasa  en  la  actua- 
lidad de  $  23,  pues  sube  á  %  1,600.000,000  anuales  de 
'exportación  é  importación,  efectuados  por  $  65.000,000 
de  población. 

Traigo  á  la  vista  estos  datos  para  hacer  notar  el 
hecho  de  que  las  instituciones  y  la  constitución  social 
•de  estas  razas  indígenas  han  empezado  yá  la  trans- 
iormación  que  se  esperaba  de  la  independencia,  sin 
necesidad  de  la  protección  ni  el  concurso  de  otras 
razas  más  civilizadas. 

Todas  estas  Repúblicas  están  construyendo  vías 
interoceánicas,  servidas  por  vapor  al  través  de  sus 
territorios,  cuya  terminación  no  puede  tardar  más  de 
diez  años. 

En  México,  sin  embargo,  la  vecindad  de  los  Es- 
tados Unidos  ha  acelerado  de  un  modo  muy  notable 
e\  progreso  material,  consistente  en  la  construcción 
de  grandes  líneas  de  ferrocarriles.  Al  principiar  el 
año  de  1880  sólo  había  124  leguas  de  vías  férreas, 
casi  todas  establecidas  en  la  línea  de  Veracruz  á  las 
<íiudades  de  México,  Puebla  y  Jalapa,  en  la  falda  que 
de  la  mesa  central  de  su  territorio  desciende  hacia  el 
Atlántico;  en  1888  yá  existían  abiertas  al  tráfico 
1,600  leguas,  cuyas  nueve  décimas  partes  se  dirigían 
desde  la  frontera  de  los  Estados  Unidos,  en  el  Norte 
de  México,  por  seis  diversas  direcciones,  hasta  el  co- 
razón del  país,  atravesando  los  Estados  de  Sonora, 
Chihuahua,  Cohahuila,  Nuevo  León,  Durango,  Za- 
catecas, San  Luis  de  Potosí,  Guanajuato,  Querétaro 
j  México,  construidas  en   su  mayor  parte  por  capita- 


Situación  difíGÜ  del  Gobierno  mexicano      737 

listas  americanos,  con  gastos  que  pasaba  de  doscientos 
millones  de  pesos.  El  ascendiente  que  este  motivo,  así 
como  el  de  la  adquisición  de  minas  y  tierras  debe 
dar  á  aquéllos,  es  materia  de  grave  consideración. 
Motivos  de  ansiedad  y  de  vacilaciones  fáciles  de 
explicar,  debieron  de  ser  los  contratos  en  que  el  Go- 
bierno mexicano  concedió  á  los  primeros  empresarios 
americanos,  no  sólo  el  privilegio  para  construir  esas 
vías,  sino  garantías  de  intereses  sobre  el  capital  que 
se  invirtiese  en  ellas.  El  deseo  natural  de  entrar  en 
la  corriente  de  los  progresos  del  mundo  debía  hala- 
gar por  una  parte  á  los  hombres  públicos;  el  temor 
de  franquear  la  puerta  á  peligros  para  la  independen- 
cia nacional,  no  era  despreciable  por  otra.  Al  fin  es 
de  presumir  que  la  consideración  de  ser  la  ignorancia 
y  la  pobreza  del  pueblo  muy  malas  defensas  en  esas 
eventualidades  posibles,  decidió  la  opinión  de  sus 
gobernantes  á  adoptar  la  política  actual,  en  la  que 
ha  tocado  al  General  Porfirio  Díaz  representar  el 
papel  más  importante.  Y  en  efecto,  no  es  una  raza 
miserable  y  abatida  por  la  pobreza  y  la  superstición 
la  que  puede  conservar  mejor  su  independencia.  Si 
así  fuese,  los  indígenas  de  estas  regiones  no  hubieran 
sido  conquistados  primero  y  exterminados  después 
por  un  puñado  de  españoles.  Esos  ferrocarriles  hacia 
la  frontera  americana  pueden  convertirse  en  caminos 
abiertos  á  la  invasión,  es  verdad;  pero  también  des- 
pertarán las  poblaciones  del  letargo  de  tantos  siglos, 
crearán  riquezas,  levantarán  energías  y  acumularán 
elementos  de  resistencia  y  de  triunfo.  • 

47 


738  Peligros  para  México 

No  ha  sido  esta,  sin  embargo,  la  opinión  muy  res- 
petable de  otros  pueblos  modernos.  El  Gobierno 
inglés  se  ha  negado  constantemente  á  permitir  la 
construcción  de  un  ferrocarril  submarino  en  el  canal 
de  la  Mancha  para  estrechar  mejor  sus  relaciones  con 
el  Continente  europeo.  España  tampoco  ha  consen- 
tido en  la  construcción  de  nuevas  vías  férreas  proce- 
dentes de  Francia,  que  rompiesen  la  barrera  de  los  Pi- 
rineos. En  ambas  Naciones  se  ha  temido  debilitar  la 
fuerza  de  sus  fronteras  naturales  para  cualquiera  even- 
tualidad imprevista  del  pom^enir. 

Naturalmente  el  comercio  de  México  por  la  fron- 
tera terrestre  del  Norte,  de  j^oca  significación  antes, 
ha  tomado  ahora  proporciones  muy  crecidas.  El  Co- 
mercio del  Valle,  periódico  de  San  Luis  de  Missouri, 
computa  en  cien  millones  de  pesos  anuales  la  suma 
de  esas  relaciones,  tanto  por  las  vías  terrestres  como 
por  las  marítimas  del  Atlántico  y  el  Pacífico.  Si  no 
fuese  exagerado  este  guarismo,  como  parece  serlo,  el  co- 
mercio exterior  de  México  pasaría  de  ciento  cincuenta 
millones  anuales,  pues  los  cambios  con  Europa  no 
representan  menos  de  cincuenta. 

Esa  frecuencia  de  comunicaciones,  esa  intimidad 
repentina  entre  dos  pueblos,  no  ligados  en  su  vida  an- 
terior por  otras  relaciones  distintas  de  las  de  odios  y 
rencores  que  dejaron  en  pos  de  sí  las  guerras  de  1835, 
1846  y  1847,  sostenidos  en^México  por  la  intolerancia 
religiosa  de  uno  de  los  partidos ^de  ese  país,  no  puede 
menos  de  engendrar  dificultades  frecuentes  y  tal  vez 
á  la  larga  disposiciones  poco  amistosas  entre  los  dos 
gobiernos,  hasta  ahora,  sin  ¡embargo,  muy  cordiales,. 


Circunstancias  adversas  739 

por  esfuerzo  de  los  diplomáticos  encargados  de  sos- 
tenerías. 

La  situación  de  México  y  de  las  Repúblicas  de 
Centro-América  con  motivo  de  la  vecindad  de  los 
Estados  Unidos,  lia  mejorado  después  de  la  aboli- 
ción de  la  esclavitud.  Esa  institución  tiránica  era 
al  mismo  tiempo  invasora  de  los.  derechos  de  los 
pueblos  vecinos.  Los  dueQos  de  esclavos  creían  ne- 
cesitar, para  .conservarlos,  la  propagación  de  la  escla- 
vitud á  los  pueblos  limítrofes,  á  fin  de  disminuir 
el  peligro  de  la  fuga,  extender  el  radio  de  los  merca- 
dos y  sostener  el  precio  de  esa  mercancía  humana. 
Difícilmente  hubiera  podido  libertarse  México  de 
dificultades  con  los  Estados  del  Sur  si  aquella  ins- 
titución hubiese  continuado  viviendo  á  su  lado.  Hoy 
los  peligros  son  menores;  pero  existen,  dependientes 
de  varias  causas. 

La  primera  es  la  falta  de  solidez  en  la  organiza- 
ción política  de  México,  en  donde  uno  de  los  partidos 
dio  yá  el  ejemplo  de  apelar  á  la  intervención  del  ex- 
tranjero en  apoyo  de  sus  intereses  especiales,  aun  con 
sacrificio  de  la  independencia  nacional,  y  en  donde 
las  formas  políticas  no  son  el  resultado  de  una  lenta 
elaboración  pacífica,  sino  de  insurrecciones  de  caudi- 
llos militares  desprovistas  de  esos  altos  ideales  de  pro- 
greso que  forman  el  espíritu  nacional;  lo  cual  es  una 
fuente  de  debilidad  para  el  Gobierno  en  los  días  de 
conflicto. 

La  segunda  es  el  estado  atrasado  de  la  educación 
política  del  pueblo,  pues  los  gobiernos  militares  bro- 
tados de  la  anarquía  han   formado  ideas  poco  respe- 


740      El  gobierno  de  las  masas  en  Norte  América 

tuosas  de  las  garantías  individuales,  tanto  de  los  na- 
cionales como  de  los  extranjeros,  los  cuales  están 
expuestos  á  vejaciones  no  justificadas.  A  esta  causa 
se  agrega  la  mala  voluntad  que  el  partido  católico 
profesa  á  los  americanos,  considerados  todos  como 
herejes  propagadores  de  doctrinas  contrarias  al  Cato- 
licismo, única  religión  que  aquel  estima  verdadera. 

La  tercera  es  la  impaciencia  de  las  masas  popula- 
res en  los  Estados  Unidos,  poco  dispuestas  á  respetar 
los  derechos  de  los  pueblos  débiles  en  presencia  de 
agravios  reales  ó  supuestos,  ó  de  los  incentivos  de  ri- 
queza que  encuentran  á  su  paso,  sobre  todo  en  luga- 
res distantes  del  centro  de  acción  del  Gobierno  Fe- 
deral. De  ello  se  vio  un  ejemplo  reciente,  con  motivo 
del  descubrimiento  de  minas  que  se  creyeron  muy 
ricas,  en  la  Baja  California,  ocasión  en  que  la  idea  de 
conquista  de  ese  territorio  resonó  en  los  ineetings  y  en 
los  periódicos  de  la  Alta  California  y  de  Tejas.  A  pro- 
pósito de  la  prisión  de  un  periodista  americano  en  terri- 
torio de  México,  ahora  dos  ó  tres  años,  el  Gobernador 
de  Tejas  anunció  que  se  haría  justicia  con  las  milicias 
tejanas  si  el  Gobierno  de  Washington  mostrase  tibieza 
en  sus  reclamaciones:  amenaza  que  tal  vez  se  hubiera 
llevado  á  efecto  sin  la  energía  de  Mr.  Cleveland  y  el 
espíritu  recto  de  Mr.  Bayard. 

La  influencia  del  sufragio  universal  se  hace  sentir 
sobre  la  conducta  de  los  hombres  públicos  quizás  más 
en  América  que  en  ninguna  parte  de  Europa,  y  los 
jefes  de  los  partidos  están  más  sometidos  á  las  pasio- 
nes populares.  Los  grandes  ejércitos  permanentes  son 
en  el  viejo  mundo  una  fuerza   que  reprime  incesante- 


Los  hombres  públicos  tímidos  delante  de  ellas    741 

mente  los  impulsos  de  lus  masas  y  permiten  más  li- 
bertad de  acción  á  los  gobiernos.  En  América,  en 
donde  no  existe  ese  freno,  las  democracias  son  más 
impulsivas  y  á  las  veces  gobiernan  más  que  los  go- 
biernos. Las  tentativas  sobre  México  y  Centro-Amé- 
rica no  serán  obra  de  éstos,  sino  actos  irreflexivos  de 
las  masas  populares,  al  servicio  de  las  cuales  hay 
siempre  no  pocos  caracteres  ambiciosos  entre  los  hom- 
bres públicos.  Raro  es,  además,  entre  éstos,  el  que 
virilmente  pretenda  oponerse  á  los  impulsos,  intere- 
ses ó  codicias  de  aquéllas.  Jeíferson  veía  claramente 
los  peligros  á  que  la  esclavitud  podía  conducir;  pero 
nunca  insinuó  nada  que  pudiera  contrariarla  en  el 
Gobierno  nacional  ni  en  el  de  los  Estados.  Henry 
Cla3%  fundador  del  partido  Whig  y  nada  simpático  á 
la  idea  de  preferencia  á  la  soberanía  de  los  Estados 
sobre  la  nacional,  se  mostró  encolerizado  en  1821,  de 
que  en  el  Congreso  se  pretendiese  imponer  á  la  admi- 
sión de  Missouri  al  rango  de  Estado,  la  condición  de 
abolir  la  esclavitud.  Webster,  hombre  del  Norte  por 
excelencia,  evitó  siempre  pronunciarse  contra  esa  ins.- 
titución,  temeroso  de  perder  su  popularidad  en  los 
Estados  del  Sur.  Douglas  quiso  fundar  títulos  á  su 
candidatura  á  la  Presidencia  de  la  Unión,  en  1859. 
sobre  la  derogatoria  del  compromiso  de  Missouri,  que 
por  cuarenta  años  había  mantenido  la  calma  de  los 
partidos  con  respecto  á  la  cuestión  esclavitud. 

Charles  Sumner  fue  el  último  hombre  de  probi- 
dad antigua,  capaz  de  combatir  las  conveniencias  par 
sajeras  y  de  defender  los  intereses  eternos  de  la  justi- 
cia, que   son   también   las  conveniencias   eternas   de^ 


742         Corriente  de  los  mineros  hacia  el  Sur 

todos  los  pueblos.  No  sólo  los  hombres  públicos, 
hastii  los  periodistas  mismos  prefieren  seguir  la  co- 
rriente de  la  opinión  á  intentar  dirigirla.  Masas  for- 
madas por  las  avalanchas  de  emigrantes  europeos, 
ignorantes,  hambrientos,  son  peligrosas.  Y  esas  son 
las  que  pueden  determinar  irrupciones  repentinas 
sobre  pueblos  comparativamente  indefensos. 

La  posibilidad  de  ellas,  en  medio  de  esa  corriente 
do  mineros,  que  del  Norte  va  dirigiéndose  al  Sur,  en 
busca  de  cordilleras  no  explotadas,  y  á  quienes  la 
construcción  de  líneas  de  ferrocarril  en  México  ha 
abierto  el  camino,  no  puede  negarse.  Agotadas  las 
ricas  minas  de  Nevada,  difícil  já  la  explotación  de  los 
placeres  de  California,  la  corriente  de  aventureros 
que  extrajo  tantos  miles  de  millones  de  esos  Estados, 
va  hoy  descendiendo  hacia  Colorado,  Arizona,  Nuevo 
México  y  los  territorios  mexicanos.  Sonora  y  la  Baja 
California  serán  los  primeros  invadidos  por  esa  ava- 
lancha. 

Desgraciadamente,  los  actos  públicos  délos  poderes 
federales  en  los  Estados  Unidos  en  los  últimos  años, 
lejos  de  contrariar  esas  ambiciones,  les  son  favorables. 
Las  pretensiones  sobre  Colombia  en  el  istmo  de  Pana- 
má y  las  esperanzas  yá  formadas  sobre  las  comunica- 
ciones interoceánicas  de  Centro-América,  tienden  á 
inspirar  á  las  multitudes  la  idea  de  que  á  ellas  perte- 
necen osos  territorios  poblados  por  una  raza  hoy  infe- 
rior y  esas  riquezas  naturales  de  que  hasta  ahora  no 
han  sabido  ó  podido  sacar  provecho  los  pobladores  na- 
tivos. 

Con  todo,  esas  empresas  aventureras  no  son  yá  tan 


Nueva  nacionalidad  en  Centro  América        743 

fáciles  como  pudieron  serlo  en  otro  tiempo.  Yá  no  se 
trataría  de  despoblados  distantes  del  centro  de  activi- 
dad política,  sino  de  territorios  relativamente  ocupa- 
dos, llenos  de  intereses  valiosos,  y  con  gobiernos,  si 
bien  todavía  en  período  de  transición,  mucho  más 
organizados  que  ahora  cuarenta  años.  El  incidente 
•de  la  invasión  francesa  retempló  allí  la  energía  de 
raza,  sorprendida  en  un  principio  por  1^  traición  del 
elemento  ultramontano,  y  dejó  en  la  experiencia  de 
lo  que  es  la  conquista  extranjera,  semillas  vigorosas 
•de  sentimiento  nacional. 

Es  sin  duda  la  previsión  de  esas  eventualidades 
del  porvenir  lo  que  principalmente  ha  determinado 
en  las  cinco  pequeñas  Repúblicas  Centro-americanas 
el  pacto  de  reintegración  de  su  antigua  nacionalidad, 
que  en  estos  momentos  parece  en  vía  de  llevarse  á 
cabo.  Asimismo,  es  de  esperarse  igual  movimiento 
en  los  trozos  de  la  antigua  Colombia. 

La  lucha  por  la  vida  y  el  imperio  de  los  más  fuer- 
tes, origen  de  tanta  guerra  entre  los  individuos  así 
como  entre  las  colectividades  pequeñas,  ha  determi- 
nado las  grandes  agrupaciones  políticas  actuales  del 
mundo,  en  busca  de  grandes  fuerzas  para  la  defensa  ex- 
terior é  interior  de  los  pueblos,  y  con  el  pensamiento 
de  sustituir  á  la  ley  del  más  fuerte  el  reinado  pacífico 
del  derecho,  del  respeto  recíproco  de  nacionalidades 
independientes.  Mas,  aunque  en  América,  por  razón 
del  principio  que  ha  presidido  á  la  fundación  de  sus 
nacionalidades,  parece  tener  esta  idea  un  imperio  más 
general  que  en  el  viejo  mundo, — no  puede  decirse  si 
alcanza  el  suficiente  para   prevenir   la   repetición    de 


744    La  ley  del  más  fuerte  y  el  reinado  del  derecho 

los  fenómenos  de  guerras  de  raza  y  de  conquista,  de 
que  está  llena  la  historia  del  mundo.  Etw  este  conti- 
nente existen  dos  razas  de  hombres  de  origen,  tradi- 
ciones y  costumbres  diversas:  la  anglosajona  al  Nor- 
te, y  la  hispanoamericana  al  Sur.  La  revolución  de 
la  Independencia,  para  emanciparse  de  las  domina- 
ciones euro|)eas,  ha  creado  en  una  y  otra,  tendencias 
é  instituciones  semejantes  y  en  cierto  modo  un  víncu- 
lo de  interés  común,  un  sentimiento  de  simpatía  y 
hasta  de  fraternidad  inconsciente;  pero  una  de  ellas 
tiene  una  evolución  más  avanzada  en  su  triple  aspecto 
físico,  intelectual  y  moral,  y  es  este  desequilibrio  lo 
que  puede  conducir  á  la  lucha  entre  elhis.  Setenta 
millones  de  anglosajones:  cincuenta  y  cuatro  millo- 
nes de  hispanoamericanos  y  brasileños,  son  las  fuer- 
zas respectivas  en  la  actualidad,  ocupando  cada  una 
de  las  dos  la  mitad  del  suelo  de  este  continente: 
ochocientas  mil  leguas  cuadradas  los  anglosajones: 
ochocientas  mil  los  hispanoamericanos  y  brasileños. 
La  lucha,  empero,  sería  muy  desigual:  los  unos  for- 
man un  todo  compacto,  sólidamente  organizado  in- 
dustrial y  políticamente;  los  otros  están  divididos  en 
diversas  nacionalidades,  dispersos  en  territorios  distan- 
tes y  sin  comunicaciones  interiores  que  permitan  una 
acción  común. 

¿Cuál  será  la  solución  del  problema? 

¿Seguirá  reinando  en  el  Nuevo  Mundo  la  ley  de 
la  fuerza  que  gobernó  las  sociedades  antiguas?  ó 

¿Habremos  llegado  yá  al  período  en  que  prevale- 
cerán como  ley  de  la  humanidad  el  derecho  universal 
y  la  paz? 


i  Cuál  será  la  solución  f  745 

¿Será  restablecido  el  equilibrio  porbt  intervención 
de  las  potencias  del  Viejo  Mundo,  deseosas  de  conser- 
var en  el  Nuevo  la  participación  que  las  tierras  de 
éste  pueden  ofrecer  á  sus  hijos? 

Nadie  puede  saberlo.  Así  como  los  volcanes  sue- 
len arrojar  á  la  superficie  los  restos  de  estratos  an- 
tiguos yá  sumergidos  por  otras  formaciones  geoló- 
gicas,— de  en  medio  de  las  civilizaciones  más  avan- 
zadas suelen  también  brotar  muestras  de  la  barbarie 
primitiva  de  otros  tiempos. 

México  será  el  país  en  donde  tendrá  principio  la 
solución  de  estos  grandes  problemas,  y  lu  construc- 
ción del  primer  canal  marítimo  entre  los  dos  Océa- 
nos, la  piedra  do  toque  que  anunciará  si  es  la  fuerza 
ó  es  el  derecho  la  ley  que  impera  en  el  mundo  social.. 


á%§é%m 


CAPITULO  XXXYII 

PROBLEMAS  AMERICANOS  (CONTINUACIÓN) 


La  inrnifijración  extranjera— Sus  ventajas— Sus  inconvenientes — 
Ideas  políticas  contrarias  á  la  constitución  americana— Co- 
rrupción del  sufragio— Relajación  del  respeto  á  la  ley— La 
embriaguez— Medidas  adoptadas  para  combatirla. 


La  aplicación  del  vapor  á  la  locomoción  será  indu- 
dablemente el  hecho  característico  del  siglo  xix.  Sin 
necesidad  de  mencionar  los  resaltados  industriales  de 
ella,  bastará  decir  que  ha  acercado  los  hombres  unos 
á  otros  desde  las  más  remotas  distancias,  y  permití- 
dolesocupar  grandes  extensiones  incultas  ó  desconoci- 
das de  la  tierra  que  les  fue  dada  en  patrimonio. 
Entre  las  diversas  revoluciones  á  que  el  vapor  ha 
dado  origen,  la  de  las  grandes  emigraciones  de  pue- 
blos es,  sin  duda,  una  de  las  principales.  La  de 
españoles  á  América  en  el  siglo  xvi,  que  algunos 
escritores  de  la  Península  consideran  como  una  de 
las  causas  de  la  decadencia  de  esa  entonces  pode- 
rosa nacionalidad,  no  debió  de  alcanzar, — limitada 
como   estaba   por   los  escasos   medios   de   transporte 


Inmigrantes  muy  notables  747 

•conocidos  en  esos  tiempos,  —  á  más  de  cincuenta 
mil  personas.  Entre  tanto,  las  emigraciones  maríti- 
mas del  XIX  pasarán  de  veinticinco  ó  treinta  millo- 
nes, de  sólo  Europa  á  la  América,  Australia,  el  Asia 
y  el  África.  Ea  los  setenta  años  corridos  de  1820  á 
1890,  los  Estados  Unidos  lian  recibido  más  de  diez  y 
seis  millones  de  asociados  á  su  vida  industrial  y  polí- 
tica, y  éstos,  con  su  primera  generación  nacida  en 
este  continente,  probablemente  forman  cerca  de  la 
mitad  de  los  números  actuales  de  su  población. 

Como  he  dicho  yá,  no  ha  sido  esta  una  de  las  cau- 
sas iniciales  de  la  prosperidad  de  ese  país;  pero  sí  ha 
ayudado  poderosamente  á  sn  desarrollo  ulterior  en  los 
últimos  cincuenta  años.  Los  servicios  de  ella  han  sido 
principalmente  los  que,  á  mi  modo  de  ver,  paso  á 
■expresar: 

1.°  La  adquisición  de  algunos  hombres  mu?  im- 
portantes en  la  política  y  en  las  ciencias.  Citaré  entre 
Jos  primeros  á  Alberto  Gallatin  (suizo),  que  en  compa- 
ñía de  Alejandro  Hamilton,  inmigrante  también,  fue- 
ron los  fundadores  de  la  hacienda  y  del  crédito  público 
de  la  Unión;  Mr,  Schurz  (alemán),  grande  escritor, 
orador  y  Secretario  de  lo  Interior  durante  la  Adminis- 
tración de  Mr.  Ilayes;  Mr.  Lieber  (alemán),  publicista, 
redactor  de  las  instrucciones  sobre  los  derechos  y  los  de- 
beres de  los  beligerantes  en  guerra  civil,  expedidos  por 
Mr.  Lincoln  en  1862.  Entre  los  segundos  bastará  re- 
cordarlos nombres  de  Ericsson  (sueco),  inventor  de  los 
Monitores;  Agassis  (suizo),  y  Audubon  (francés),  g';an- 
des  naturalistas  los  dos  últimos.  Imposible  sería  reco- 
rrer la  larga  lista  de  profesores  en   los  Colegios  y  de 


748  Otras  ventajas  de  la  inmigración 

escritores  en  el  periodismo  que  han  contribuido  á  le- 
Tant'.ir  el  nivel  intelectual  del  país. 

2."  La  introducción  de  industrias  nuevas  en  todos 
los  ramos  del  trabajo  humano,  y  el  adelantamiento  de 
las  que  eran  conocidris.  Atraídos  por  altas  remunera- 
ciones, son  innumerables  los  hombres  hábiles  en  las 
artes  y  oficios  que  han  atravesado  el  Océano  para 
fijarse  en  los  Estados  Unidos,  y  llevado  las  indus- 
trias á  un  alto  grado  de  adelantamiento. 

3.°  La  gran  masa  de  obreros,  así  adquirida,  ha 
mantenido  á  nivel  igual  la  tasa  de  los  salarios,  restrin- 
gido, en  consecuencia,  el  alza  en  el  precio  de  los  frutos 
alimenticios  y  abaratado  las  condiciones  de  la  vida.  La 
inmensidad  de  obras  allí  realizadas  en  los  últimos  se- 
senta años  (por  ejemplo,  52,000  leguas  de  ferrocarriles) 
hubiera  sido  imposible  sin  ese  refuerzo  incesante  de 
trabajadores. 

4."  La  colonización  de  las  tierras  del  Oeste,  Noroes- 
te y  Pacífico,  bien  porque  ellos  las  han  poblado  direc- 
tamente, ora  porque  su  competencia  á  los  trabajado- 
res de  Nueva  Inglaterra  y  de  los  Estados  centrales 
obligó  á  éstos  á  trasladarse  á  otro  teatro  más  propicia 
para  sus  trabajos.  Esos  nuevos  Estados  forman  hoy 
el  tronco,  el  principal  centro  de  actividad  de  la  Unión, 
á  cuyo  rededor  giran  los  grandes  movimientos  in- 
dustriales, sociales  y  políticos  del  país. 

5.°  No  siempre  la  inmigración  se  compone  de  pro- 
letarios destituidos  de  toda  fortuna:  muchos  de  ellos, 
la  generalidad,  viene  con  algunos  recursos  pecuniarios 
ó  consistentes  en  herramientas  de  un  oficio.  Se  calcu- 
la que,  uno  con  otro,  cada  inmigrante  trae  un  valor 
de  %  100.   Sobre   16.000,000  de   inmigrantes,  da   este 


Fusión  de  las  razas  indispensable  al  progreso      749 

cálcalo  una  entnidade  $1,600.000,000  en  aumento  de 
la  riqueza  pública. 

6.°  La  grandeza  y  poderío  actuales  de  la  Nación  se 
fundan  en  gran  parte  on  el  número  de  sus  habitantes, 
que  los  inmigrados  lian  contribuido  á  formar.  Ava- 
luando la  industria  de  éstos  como  antes  se  valoraba  la 
capacidad  productiva  de  los  esclavos,  á  solamente 
%  500  por  cabeza,  16.000,000  de  inmigrantes  valdrían 
$8,000.000,000. 

7.°  El  contacto  estrecho,  el  cruzamiento  de  pobla- 
ciones procedentes  de  tan  diversos  lugares,  no  puede 
menos  de  ser  ocasionado  á  una  selección  superior  de 
razas,  ideas,  costumbres  é  inteligencias,  que  sirva  de 
vínculo  de  unión,  de  tolerancia  y  de  paz  en  la  especie 
humana.  Es  indudable  que  de  esta  mezcla  de  elemen- 
tos tan  variados  debe  resultar  una  ebullición  poderosa 
que,  al  aclararse,  precipitando  al  fondo  todas  sus  im- 
purezas, dará,  como  las  esencias  obtenidas  por  desti- 
lación, un  licor  rico  en  savia  vital  y  en  generoso  per- 
fume. Los  pueblos  que  se  reproducen  en  su  propio 
elemento  pueden  desarrollar  ciertas  superioridades  á 
una  altura  notable;  pero  están  expuestos  á  exagerar 
sus  cualidades,  á  endurecer  su  fibra  hasta  la  fosiliza- 
ción, á  perder  la  elasticidad  necesaria  para  prestarse 
á  los  cambios  exigidos  por  la  evolución  incesante  de  las 
sociedades  humanas. 

Todas  estas  ventajas  están,  como  es  ley  inflexible 
en  el  mundo  moral,  acompañadas  de  inconvenientes, 
transitorios  los  más,  de  naturaleza  permanente  al- 
gunos. 

Tal  vez  el  más  importante,   es  la  contradicción 


750  Inconvenientes  de  la  inmigración 

que  puede  surgir  entre  el  espíritu  de  la  Constitu- 
ción,— obra  trazada  exclusivamente  para  el  carácter 
americano. — y  el  espíritu  de  esos  nuevos  poblado- 
res, formado  por  siglos  enteros  de  influencias  de  un 
género  distinto.  El  americano,  modelado  por  la  semi- 
independencia  adquirida  en  dos  siglos  de  vida  muni- 
cipal á  mil  leguas  de  distancia  de  la  metrópoli,  acos- 
tumbrado, como  dice  Spencer,  ;i  un  máximum  de 
libertad  personal  y  á  un  mínimum  de  gobierno;  prác- 
tico en  el  arte  de  manejar  por  sí  mismo  sus  intereses 
locales;  perfectamente  sabedor  de  que  el  respeto  á  su 
derecho  propio  tiene  por  condición  el  respeto  á  los 
intereses  ajenos:  el  americano,  digo,  no  entiende  lo 
que  es  la  majestad  real;  no  necesita  de  la  iniciativa  ó 
de  la  orden  de  la  autoridad  para  acometer  las  empre- 
sas de  que  depende  su  bienestar;  se  consagra  sin  vaci- 
laciones y  sin  egoísmo  á  la  protección  y  mejora  de  los 
intereses  públicos,  y  es  respetuoso  por  naturaleza  á  la 
libertad  y  la  propiedad  desús  vecinos.  El  europeo, 
sobre  todo  el  perteneciente  á  las  clases  rurales,  tiene 
una  idea  oscura  de  lo  que  es  esa  abstracción  llamada 
ley;  acostumbrado  como  está  á  respetar  principalmen- 
te esa  otra  cosa  que  se  llama  orden  del  rey,  para  todos 
los  actos  importantes  de  su  vida  necesita  la  presencia 
de  la  autoridad;  carece  de  nociones  claras  acerca  de  la 
importancia  del  sufragio  popular;  ignora  el  bien  que 
resulta  del  cumplimiento  de  los  deberes  cívicos,  y 
cuando  no  está  directamente  vigilado  por  la  autoridad 
pública,  no  se  juzga  muy  obligado  á  respetar  la  liber- 
tad y  los  derechos  ajenos. 

Así,  el  inmigrante  alas  veces  vende  el   sufragio;. 


Defectos  del  inmigrante  751 

Qescuicla  concurrir  á  las  sesiones  del  Ayuntamiento  ó 
del  Cabildo;  considera  pecado  venial  el  peculado;  arro- 
ja á  la  calle  las  basuras  de  su  cocina;  gusta  de  promo- 
ver ó  ayudar  á  las  asonadas  en  la  plaza  pública;  pre- 
fiere la  sociedad  de  la  taberna  á  la  de  su  mujer  y  sus 
hijos;  ignora  si  pertenece  á  un  partido  ó  ai  otro;  no 
comprende  la  necesidad  de  imponerse  de  la  marcha 
de  los  negocios  públicos  por  medio  de  la  lectura  del 
periodismo,  y  desdeña  la  escuela  primaria;  está  dis- 
puesto á  obedecer  sin  repugnancia  cualquiera  orden 
de  la  autoridad,  por  arbitraria  que  sea,  si  está  apoya- 
da por  la  fuerza  de  las  bayonetas,  así  como  decidido 
á  resistirla  si  no  es  de  su  agrado  y  está  ausente  ese 
símbolo,  único  á  sus  ojos,  del  deber  de  obediencia. 
Compuesta  como  es  la  masa  general  de  los  inmigran- 
tes de  los  residuos  de  la  civilización  de  otros  países, 
su  entrada  en  grandes  números  es  á  las  veces  una 
carga  pesada  para  el  Gobierno  de  la  patria  adoptiva, 
y  con  el  tiempo  puede  implicar  la  necesidad  de  un 
cambio  en  las  instituciones. 

Esta  dificultad  es  de  naturaleza  transitoria,  mien- 
tras el  elemento  extranjero,  menos  numeroso  que  el 
nativo,  puede  ser  dominado  por  el  ejemplo  y  corregi- 
do por  la  educación:  cuando  las  proporciones  se  in- 
vierten ó  la  masa  acumulada  de  inmigrantes  llega  á 
proporciones  considerables,  entonces  el  mal  adquiere 
influencia  permanente.  Así  sucede  en  el  Estado  de 
Nueva  York,  en  donde  se  juzga  preponderante  el  ele- 
mento irlandés  en  las  elecciones,  y  en  algunos  de  los 
de  Nueva  Inglaterra,  en  donde  suele  decidir  del  re- 
sultado, según   el   partido  á  que  se  inclina.  Si  la  co- 


752  Males  que  se  les  atribuyen 

rriente  extranjera  se  detuviese  por  algunos  años,  po- 
dría ser  fáoilmente  asimilada;  pero,  manteniéndose 
incesante,  el  resallado  empieza  á  inspirar  alarmas  á 
los  pensadores.  Esta  es  á  lo  menos  la  opinión  de  la 
mayoría  del  periodismo. 

Los  males  atribuidos  al  exceso  de  inmigración  en 
los  Estados  Unidos  se  resumen  en  los  siguientes  ca- 
pítulos. 

Aparición  de  ideas  políticas  y  sociales  contrarias 
á  los  principios  de  la  Constitución  americana. 

Corrupción  del  sufragio. 

Ilelajación  del  respeto  á  la  ley  y  ala  autoridad  des- 
armada. 

Propagación  del  vicio  de  la  embriaguez. 

Desarrollo  visible  de  centros  de  mendicidad,  pros- 
titución y  hurtos  rateros. 

Aumento  extraordinario  de  la  clase  proletaria, 
baja  de  los  salarios  y  cambio  desfavorable  á  la  idea 
democrática  en  la  distribución  de  la  riqueza   publica. 


El  primero  de  éstos  se  liace  notar  en  varias 
manifestaciones  distintas,  entre  las  cuales  citaré  las 
siguientes: 

{a)  La  tendencia  á  mezclarla  política  americana  en 
las  cuestiones  europeas,  contra  la  regla  de  neutrali- 
dad nacida  de  su  situación  independiente  de  compli- 
caciones dinásticas,  y  de  su  gobierno  fundado  en  la 
fuerza  de  la  opinión  pública  y  no  en  la  de  las  bayo- 
netas. Los  irlandeses,  por  ejemplo,  querrían  arrastrar 
á  los  Estados  Unidos,  á  complicaciones  con  la   Gran 


otros  inconvenientes  753 

Bretaña,  como  medio  coercitivo  de  obtener  para  Ir- 
landa la  autonomía  que  tanto  desean. 

{b)  La  pretensión  del  clero  católico,  sostenida  por 
una  parte  de  los  alemanes,  ingleses  é  irlandeses  católi- 
cos, de  ser  el  único  dispensador  de  la  educación  prima- 
ria á  los  niños  afiliados  á  sus  creencias,  con  exclusión 
absoluta  de  toda  intervención  de  naturaleza  laica. 
Pretende,  además,  que  se  le  entregue  de  las  rentas 
públicas  la  parte  proporcional  que  se  supone  corres- 
pondiente á  la  población  católica  en  las  contribucio- 
nes exigidas  con  este  objeto.  En  apoyo  de  esta  preten- 
sión, rechazada  en  absoluto  por  la  opinión  americana, 
llegó  un  Obispo  (el  señor  Me.  Clcskey,  de  Luisville- 
Kentuckj^),  después  Cardenal,  si  no  estoy  engañado, 
á  ordenar  que  se  negase  la  absolución  en  el  sacra- 
mento de  la  penitenciad  los  padres  de  familia  que 
enviasen  sus  hijos  á  las  escuelas  laicas  en  los  lugares 
en  que  existiese  otra  católica.  Estas  pretensiones  han 
sido  el  único  asomo  de  (lerturbación  religiosa  en  ese 
país,  distinguido  por  la  más  franca  tolerancia  y  por 
la  abstención  del  Gobierno  en  asuntos  de  religión. 

(6')  El  gusto  que  empieza  á  observarse  entre  las  fa- 
milias ricas  por  alianzas  matrimoniales  con  títulos  aris- 
tocráticos del  continente  europeo. 

(íZ)  El  pensamiento  de  atribuir  al  Congreso  de  la 
Unión  facultades  hasta  hoy  reservadas  á  la  Legisla- 
ción de  los  Estados:  por  ejemplo,  la  de  legislar  en 
todo  lo  relativo  á  la  institución  del  matrimonio. 

(e)  La  disposición  de  los  capitalistas  ingleses  allí  na- 
turalizados á  hacer  la  adquisición  de  grandes  extensio- 
nes de  tierras,    á  fin   de  establecer   una  aristocracia 

48 


754  La  corrupción  del  sufragio 

territorial,  contraria  al  principio  de  distribución  del 
suelo  en  porciones  medianas,  al  alcance  de  las  fortu- 
nas modestas,  que  reina  en  el  espíritu  de  sas  institu- 
ciones sociales  como  parte  esencial  del  ideal  demo- 
crático. 

La  corrupción  del  sufragio  es  uno  de  los  peligros 
de  las  democracias  modernas,  ha  sido  una  de  las  úlce- 
ras del  sistema  representativo  en  la  Gran  Bretaña,  y 
contra  su  contagio  en  los  Estados  IJnidos  levanta  en 
estos  momentos  su  grito  el  periodismo  de  todos  los 
partidos.  Parecería  difícil  comprar  el  sufragio  univer- 
sal en  un  país  en  donde  concurren  á  las  urnas  diez 
millones  de  sufragantes;  pero  tal  es  el  hecho  que  la 
prensa  americana  denuncia,  que  nadie  procura  negar, 
y  que,  al  contrario,  todos  confiesan  con  ocasión  de  la 
última  campaña  electoral  para  el  nombramiento  de 
Presidente  de  la  gran  República.  Diez  millones  de 
pesos  se  dice  fueron  empleados  en  ella,  no  todos  en  la 
compra  de  votos,  pero  sí  sumas  considerables.  Iguales 
en  fuerza  los  dos  partidos  políticos,  en  el  extremo 
Korte  el  uno  y  en  el  extremo  Sur  el  otro,  la  lucha 
eleccionaria  se  concentra  en  los  Estados  centrales  de 
Nueva  York,  Pensilvania  y  Nueva  Jersey,  en  donde 
las  mayorías  del  uno  sobre  el  otro  se  limitan  á  sólo 
centenas  de  votos,  y  aquí  es  donde  el  tráfico  eleccio- 
nario se  muestra  descarado  á  la  luz  del  día.  Precisa- 
mente son  estos  Estados  manufactureros  los  que  cuen- 
tan en  sus  fábricas  mayor  número  de  inmigrantes 
recién  naturalizados,  cuyos  votos,  comprados  á  vil 
precio,  vienen  á  decidir  de  los  más  altos  intereses 
del  país. 


Influencia  de  los  irlandeses  en  Nuemb  York      755 

Durante  los  últimos  años  el  equilibrio  de  las  fuer- 
zas políticas  de  los  dos  grandes  partidos  era  completo, 
y  el  Estado  de  ís'ueva  York  mantenía  el  fiel  de  la 
balanza.  Los  treinta  y  seis  votos  que  le  correspondían 
en  la  elección  presidencial,  y  los  treinta  y  seis  Dipu- 
tados que  enviaba  á  la  Cámara  de  Eepresentantes, 
daban  el  triunfo  en  aquélla  y  aseguraban  la  mayoría 
en  ésta.  El  voto  del  Estado,  como  se  puede  compren- 
der, depende  del  resultado  de  las  elecciones  en  la  ciu- 
dad del  mismo  nombre,  cuya  población  alcanza  íí  ser 
la  cuarta  parte  de  la  de  aquél.  Dominada  como  estaba 
la  metrópoli  comercial  por  300,000  irlandeses,  resi- 
dentes en  ella,  eran  éstos  quienes,  por  un  conjunto 
raro  de  circunstancias,  decidían  del  éxito  de  los  más 
altos  intereses  políticos  y  sociales  en  toda  la  Unión. 
¡Y  este  voto,  en  su  generalidad,  estaba  en  subasta  pú- 
blica! La  administración  municipal  de  esa  ciudad, 
cuyas  rentas  alcanzan  á  cerca  de  cuarenta  millones 
de  pesos  anuales,  ha  sido  la  piedra  del  escándalo  de 
algunos  años  á  esta  parte.  En  una  ocasión  se  tuvo  co- 
nocimiento del  robo  de  algunos  millones  de  pesos,  los 
autores  del  cual  fueron  descubiertos  y  enviados  á  la 
Penitenciaría  de  Sing-Sing:  eran  irlandeses  naturali- 
zados en  su  mayor  parte.  Eecientemente  la  prensa 
denunció  el  peculado  de  varios  miembros  de  la  Mu- 
nicipalidad en  la  concesión  del  privilegio  para  la  cons- 
trucción del  tranvía  que  ha  destruido  la  belleza  sin 
rival  de  la  gran  calle  de  Broadway.  El  crimen  no 
quedó  impune:  los  prevaricadores  municipales  fueron 
sentenciados,  y  el  corruptor,  un  gran  millonario,  tam- 
bién; pero  esa  vergüenz.a  para  la  primera  corporación 


756  Relojación  del  respeto  á  la  ley 

inanicipal  de  ambas  Américas  se  atribuye  al  sufragio 
de  los  inmigrantes. 


El  respeto  á  la  ley  y  á  la  autoridad  pública,  condi- 
ción ineludible  de  las  libertades  públicas,  ha  sido  el 
primer  timbre  del  pueblo  americano.  Sólo  la  esclavitud, 
crimen  secular  protegido  por  la  ley,  por  todo  el  poder 
de  la  riqueza  del  algodón,  del  tabaco  y  del  azúcar,  de- 
fendido por  gran  parte  del  clero  de  algunas  religiones, 
había  tenido  el  poder  de  trastornarla  paz  pública  en  el 
curso  de  un  siglo  entero  de  cambios  y  transformaciones 
maravillosas  después  de  la  independencia.  Ahora  yá 
empieza  á  mostrarse  el  genio  de  la  asonada  en  ataques 
á  la  propiedad  de  los  em})resarios  de  grandes  obras,  con 
motivo  de  las  huelgas  de  los  obreros.  En  Pittsburgo, 
después  de  días  enteros  do  violencia,  incendios  y  sa- 
queos fue  necesaria,  por  primera  vez,  la  presencia  de 
las  tropas  federales  para  restablecer  el  orden,  durante 
la  segunda  administración  del  General  Grant.  En 
Chicago,  ahora  tres  años,  la  intimación  pacífica  de 
la  policía  para  disolver  un  meeting  que  obstruía  el 
libre  paso  de  las  calles  públicas,  fue  contestada  con 
bombas  de  dinamita  que  causaron  la  muerte  de  uu 
número  cunsiderable  de  esos  inocentes  representantes 
de  la  ley. 

En  uno  y  otro  caso  los  trastornadores  del  orden, 
ó  á  lo  menos  sus  jefes  y  directores,  eran  inmigrantes 
alemanes,  austriacos  ó  húngaros.  Las  cóleras  incuba- 
das en  el  alma  de  los  oprimidos  por  los  despotismos 
del  viejo  mundo,  vienen  á  hacer  explosión  en  el  país 
que  convida  á  todos  á  la  libertad. 


La  temperancia  757 

Según  parece,  son  obreros  alemanes  é  irlandeses 
los  autores  principales  de  los  inexcusables  ataques 
contra  los  chinos  en  los  Estados  del  Pacífico  y  del 
Noroeste. 

Para  un  pueblo  como  el  americano,  distinguido 
en  primera  línea  por  su  consagración  al  trabajo,  la 
temperancia  tiene  que  ser  condición  esencial,  la  prác- 
tica de  ella  una  virtud  muy  estimada  y  la  embria- 
guez uno  de  los  vicios  más  detestables  y  detestados. 
Así  es,  en  efecto:  la  ausencia  de  toda  bebida  embria- 
gante en  la  mesa  de  las  familias  pobres  ó  ricas,  ó  á  lo 
menos  la  moderación  con  que  se  hace  uso  de  ellas 
cuando  un  extranjero  recibe  el  honor  de  una  invita- 
ción, es  una  de  las  primeras  observaciones  del  viajero 
en  la  América  del  Norte.  Agua  de  muy  buena  cali- 
dad hay  en  todas  las  poblaciones,  procurada  con  fre- 
cuencia á  grandes  gastos;  frutas  de  toda  especie: 
naranjas,  melones,  sandías,  fresas,  moras,  frambue- 
sas, se  encuentran  en  todas  partes,  lo  mismo  que 
leche  fresca,  en  abundancia  y  á  barato  precio  para 
aplacar  la  sed;  grandes  y  magníficas  fuentes  de  agua 
de  soda,  á  las  veces  mezclada  con  el  jugo  de  frutas 
acidas,  crema  de  leche  y  enfriada  con  hielo,  se  en- 
cuentran en  las  calles  y  las  plazas  en  los  días  calurosos 
del  verano.  Helados  de  gran  variedad  se  ofrecen  sin 
tasa  en  las  reuniones  sociales:  licores  y  vinos,  muy 
rara  vez.  En  la  Casa  Blanca  misma,  la  señora  del 
Presidente  Hayes  creyó  de  su  deber  negarlos  en  las 
comidas  que  éste  ofrecía  al  Cuerpo  Diplomático;  y  á 
pesar  de  las  burlas,  comentarios  poco  benévolos  y  aun 


7o8     ExdiLsión  de  vinos  y  licores  en  la  Casa  Blanca 

en  ocnsioiierf  coiisiirtis  amargas  de  los  invitados,  para 
quienes  el  uso  del  vino  en  la  mesa  era  casi  una  nece- 
sidad, aquella  señora,  distinguida  por  una  singular 
firmeza  de  convicciones,  no  menos  que  por  otras  mu- 
chas amabled  virtudes,  se  denegó  siempre  á  aceptar 
la  indicación  de  sus  amigos  en  el  sentido  de  relajar 
algún  tanto  la  severidad  de  sus  costumbres.  Recien- 
temente la  señorita  Cleveland,  hermana  del  Presiden- 
te, que  hacía  los  honores  de  la  casa  presidencial  en  el 
primer  año  de  su  período,  cedió,  con  viva  repugnan- 
cia de  su  parte,  á  presentar  vinos  en  la  mesa  sólo  en 
virtud  de  orden  expresa  de  su  hermano;  y  la  señora 
Cleveland  después, — esa  dama  que  fue  el  orgullo  de 
la  sociedad  de  Washington  por  los  enc¿intos  de  sus 
maneras  no  menos  que  por  su  belleza  singular, — 
también  se  prestó  en  esa  parte  á  los  deseos  del  Pre- 
sidente; pero  no  se  la  vio  llevar  una  sola  vez  la  copa 
á  los  labios. 

La  presencia  de  un  ebrio  era  un  hecho  de  rarísi- 
ma ocurrencia  en  las  calles;  la  beodez  pública  era 
reputada  delito,  y  la  severidad  especial  con  quü  en 
los  Estados  Unidos  se  quiere  mantener  la  observan- 
cia del  domingo,  tiene,  entre  los  motivos  principales, 
el  de  precaver,  en  el  día  destinado  al  descanso,  los 
excesos  de  la  bebida  en  las  tabernas.  Una  de  las  ideas 
peculiares  de  este  pueblo  trabajador,  es  mantener 
siempre  ocupado  al  hombre  en  las  pacíficas  tareas  de 
la  lucha  por  la  existencia,  sin  permitir  ninguno  de 
los  goces  sensuales  que,  afectando  el  cerebro,  puedan 
distraerle  un  solo  instante  de  esa  misión  única  de  la 
vida  humana,    de   cuyo  cumplimiento  se  derivan  los 


El  salón  759 

goces  más  puros.  El  respeto  de  sí  mismo,  la  protec- 
ción de  la  familia,  la  pureza  de  las  costumbres,  el 
acrecen tamiei)to  incesante  de  los  medios  de  subsisten- 
cia, la  benevolencia  en  todas  las  relaciones,  en  una 
palabra,  la  inalterable  tranquilidad  del  alma,  resul- 
tante del  cumplimiento  de  todos  los  deberes:  ese  es  el 
sumo  placer  á  que  aspiran,  en  el  que  Epicuro  hacía 
consistir  la  felicidad  del  hombre  sobre  la  tierra.  La 
alegría  facticia,  seguida  de  torpor  en  la  mente  y  de 
relajamiento  en  la  energía  de  la  voluntad  que  propor- 
cionan las  bebidas  fermentadas,  era  para  ellos  el  pri- 
mer enemigo  del  género  humano,  la  primera  inicia- 
ción al  estado  de  ausencia  de  la  razón  que  abre  la 
puerta  á  los  vicios,  á  la  depravación  de  los  sentidos, 
á  la  perversión  de  la  conciencia  moral,  detrás  de  la 
cual  empieza  la  carreía  del  crimen. 

La  afluencia  de  inmigrantes  educados  en  otro 
orden  de  ideas,  empujados  tal  vez — por  las  triste- 
zas del  hambre,  por  la  dificultad  que  otras  organiza- 
ciones sociales  presentan  al  trabajo  y  á  la  satisfac- 
ción de  necesidades  legítimas, — á  buscar  consuelo 
.ó  alivio  pasajero  en  los  mundos  de  la  imaginación 
extraviada,  ha  cambiado  esa  manera  de  ser,  propa- 
gado el  uso  de  las  bebidas  embriagantes,  y  determi- 
nado la  aparición  de  numerosas  tabernas,  á  la  vez  que 
de  espléndidos  salones,  en  donde  el  lujo  parece  enno- 
blecer el  vicio,  y  en  donde  el  gusto  estragado  cree 
encontrar  placer  en  las  más  acres  sensaciones  ó  en 
la  postración  total  de  los  sentidos. 

Lo  que  se  llama  El  Salón  en  los  Estados  Unidos, 
grandes  y  lujosos  establecimientos  de  expendio  de  li- 


760     La  mujer  ha  sido  el  apóstol  de  la,  temperaíicia 

cores,  lia  llegado  á  la  categoría  de  una  "  institución 
peculiar."  Todos  los  atractivos  imaginables  á  la  sen- 
sualidad enfermiza  están  allí  prodigados.  Adornos, 
espejos,  mesas  de  mármol,  espléndida  cristalería,  luz 
resplandeciente,  free  lunch,  es  decir,  mesas  cubiertas 
de  golosinas  excitantes,  destinadas  al  consumo  gra- 
tuito de  los  bebedores,  reuniones  electorales:  todo  con- 
curre allí  á  despertar  apetitos  desconocidos,  sensa- 
ciones distintas  de  las  de  la  vida  real,  disgusto  y  aun 
odio  al  trabajo,  extendido  á  las  veces  á  las  personas 
que  eran  objeto  de  los  afectos  en  la  existencia  común. 

"Per  me  si  va  nella  cittá  dolente. 
Per  me  si  va  nell'eterno  dolore, 
Per  me  si  va  tra  la  perduta  geate." 

Son  palabras  que  se  creyera  ver  escritas  en  el 
dintel. 

Así,  el  bebedor  de  profesión  descuida  el  trabajo, 
abandona  el  cumplimiento  de  los  deberes,  y  con  no 
poca  frecuencia,  de  tierno  protector  de  su  familia,  se 
torna  en  verdugo  de  ésta,  y  es  la  causa  más  frecuen- 
te de  dolor  y  tormento  en  hogares  antes  felices.  El 
asesinato  de  la  mujer,  el  abandono  de  los  liijos,  es  á 
veces  el  término  de  esa  infausta  carrera  de  disipación. 

N"o  es  de  extrañar,  pues,  que  sea  la  mujer  ame- 
ricana quien,  herida  en  lo  vivo  con  el  contraste  pro- 
ducido en  su  existencia  por  la  propagación  de  este 
vicio,  se  haya  levantado  indignada,  y  con  una  energía 
desconocida  en  su  sexo,  haya  dado  el  grito  contra 
el  uso  de  los  licores  y  conmovido  las  entrañas  de  la 
sociedad  entera  en  busca  de  remedio  contra  el  mal. 
Es  la  mujer  la  primera  que   ha  empezado  el  combate 


Resistencia  de  los  traficantes  en  licores       761 

público  contra  la  ombriagaez,  formando  .sociedades 
de  temperancia;  nombrando  comisiones  encargadas 
de  vigilar  las  tiendas  de  licores;  atacando  y  destra- 
yendo con  violencia  en  algunos  casos  estos  estableci- 
mientos; haciendo  publicaciones  para  llamar  la  aten- 
ción del  público;  solicitando  el  divorcio  de  maridos 
ebrios  consuetudinarios  ante  los  tribunales,  y  produ- 
ciendo, al  fin,  uno  de  los  más  extraordinarios  movi- 
mientos de  opinión  que  pueda  observarse  en  las  socie- 
dades modernas.  Admiración  profunda  ha  causado 
en  mi  la  unanimidad,  la  perseverancia  con  que  el  pe- 
riodismo americano  de  todos  los  partidos,  y  desde  los 
centros  principales  hasta  los  más  distantes  rincones 
del  territorio,  levanta  su  voz  en  el  debate  abierto 
sobre  los  medios  más  eficaces  de  combatir  ese  peligro 
público.  Este  y  el  problema  de  la  raza  negra  son  de 
algunos  años  á  esta  parte  los  dos  más  grandes  objetos 
de  preocupación  en  los  Estados  Unidos,  cuyo  trata- 
miento está  confiado,  no  á  la  decisión  de  algún  ce- 
rebro infalible,  ni  á  la  del  Congreso,  ni  á  la  de  las 
Asambleas  de  los  Estados,  sino  á  la  de  la  razón  uni- 
versal. 

Sin  embargo,  la  producción  y  venta  de  licores  ha 
llegado  á  ser  uno  de  los  negocios  más  considerables, 
en  la  explotación  del  cual  están  invertidos  centenares 
de  millones  de  pesos  y  la  inteligencia  de  homb^-es  ac- 
tivos, dotados  de  voluntad  poderosa;  quienes  á  su 
vez  se  han  asociado  y  organizado  para  defender  sus 
intereses.  Contando  con  la  ayuda  de  sus  numerosos 
prrroquianos;  erigiendo  sus  salones  en  centro  de  tra- 
bajos electorales;  ligándose  con  hubilidad  consumada^ 


762  ^Sus  maniohrfis  pol'iticas 

aquí  con  uno  de  los  partidos  políticos,  allá  con  ol 
otro;  favoreciendo  con  sus  regimientos  de  electores 
intemperantes  á  los  hombres  políticos  que  los  sos- 
tienen ó  que  alo  menos  se  muestran  indiferentes;  ata- 
cando decididamente  á  aquellos  que  les  son  hostiles; 
suscitando  ocultamente  divergencias  de  opinión  acer- 
ca del  modo  de  proceder  entre  sus  adversarios;  sos- 
teniendo en  ocasiones  á  cara  descubierta  la  influencia 
higiénica  6  vigorizadora  que,  en  su  concepto,  tiene 
el  uso  moderado  de  los  licores,  — la  causado  la  em- 
briaguez lucha  desesperadamente  í)or  conservar  sus 
posiciones,  y,  semejante  á  la  de  la  esclavitud,  no  ce- 
derá el  campo  hasta  uo  quemar  el  último  cartucho  en 
defensa  del  último  atrincheramiento. 

Como  ejemplo  de  este  injerto  del  interés  de  los 
vicios  en  los  intereses  de  la  política,  se  cita  en  los 
Estados  Unidos  el  hecho  siguiente:  En  las  elecciones 
de  ísToviembre  de  1888  eran  al  mismo  tiempo  candi- 
datos del  partido  demócrata,  para  Presidente  de  la 
Unión,  Mr.  Cleveland,  y  el  General  Hill  para  Gober- 
nador del  Estado  de  Nueva  York;  candidatos  de  reelec- 
ción, pues  el  primero  desempefiaba  la  Presidencia  y 
el  segundo  el  puesto  de  Gobernador.  La  Asamblea  del 
Estado  había  aprobado  recientemente  un  proyecto  de 
ordenanza  para  imponer  un  fuerte  derecho  por  el  per- 
miso de  vender  licores,  y  el  Gobernador  Hill  le  habííi- 
opuesto  su  veto,  con  lo  cual  la  ordenanza  quedó  sin 
efecto.  Pues  bien:  el  partido  licorista  de  IS^ueva  York 
votó  por  el  General  Hill  y  obtuvo  mayoría  demócrata 
en  el  Estado  en  la  reelección  del  Gobernador:  al  pro- 
pio tiempo  votó  por  el  General   Harrison   para  Presi- 


Sistemas  oficiales  para  combatir  la  embriaguez    763 

dente  j  dio  la  mayoría  al  partido  repablicano.  Como 
sin  el  voto  de  Nueva  York  no  hubiera  sido  Presidente 
de  la  Unión  el  que  actaalniente  desempeña  estas  fun- 
ciones, resulta  que  fue  la  causa  de  la  embriaguez 
la  que  decidió  la  cuestión  entre  los  dos  grandes  par- 
tidos del  país.  Me  apresuro  á  declarar  que  el  Ge- 
neral Harrison  está  muy  lejos  de  toda  sospecha  en 
cuanto  á  sus  opiniones  y  su  carácter  en  materia  de 
bebidas  alcohólicas,  y  que,  al  contrario,  goza  de  alto 
concepteen  lo  relativo  á  su  austeridad  de  costumbres. 

En  la  discusión  sostenida  por  el  periodismo  y  por 
las  sociedades  de  temperancia  acerca  de  los  medios 
legislativos  que  pudieran  emplearse  para  combatir  este 
vicio,   las  opiniones  están   divididas  entre  tres  ideas: 

1.*  Establecer  como  renta  del  Estado  un  fuerte 
derecho  por  la  licencia  de  vender  licores  en  las  tien- 
das y  almacenes  {fíiglt  licence). 

2.^  Prohibición  absoluta  de  vender  licores  alcohó- 
licos ó  fermentados,  excepto  en  las  boticas,  en  calidad 
de  remedio  ó  de  producto  químico  para  usos  indus- 
triales y  bajo  estricta  vigilancia  de  hi  policía  (Prohi- 
hitioii). 

3.*  Autorizar  á  los  condados  y  ciudades  para  deci- 
dir, por  medio  del  sufragio  universal,  cuál  de  estos 
dos  sistemas  debe  establecerse  en  ellos  {Local  option). 

Hay  también  derechos  moderados  sobre  la  venta 
•de  los  licores  en  alganas  partes,  que  en  la  termino- 
logía americana  se  llaman  loiü  licence;  pero  se  juzga 
que  no  ejercen  influencia  tilguna  sobre  el  consumo. 
Lo  que  se  \\'¿imB>7iiff7i  licence  consiste  en  contribuciones 
anuales  de  $  500  6  más   sobre  cada  establecimiento. 


764      ^^Prohibition,  High-lieense,  Local  option 

de  suerte  que  la  venta  por  menor  quede  reducida  á  un 
pequeño  número  de  lugares  y  prohibida  del  todo  en 
las  tabernas  y  tiendas  de  la  clase  obrera. 

El  primero  de  estos  sistemas  {higli  licence)  está 
establecido  en  los  Estados  de  Pensilvania,  Illinois, 
N'cbraska,  Missouri,  Mississippi,  Arkansas,  ^Eichigan, 
Minnessota,  Dakota,  Montana  y  Washington.  La  prohi- 
bición absoluta  reina  en  los  de  Maine  (originador  de 
la  idea  desde  1850),  New  Hampshire,  Vermont,  Rhode 
Island,  lowa  y  Kansas. 

El  tercer  sistema  (local  option)  ha  sido  adoptado 
en  catorce  Estados  y  tres  Territorios,  y  parece  el  sis- 
tema preferido.  Diez  Estados  y  cuatro  Territorios  no 
habían  adoptado  aún  sistema  alguno;  probablemente 
aquellos  en  donde  es  insignificante  el  número  de  inmi- 
grantes. La  prohibición  de  vender  licores  los  domin- 
gos existía,  además,  en  casi  todas  partes.  En  ninguna 
se  había  ocurrido  al  monopolio  de  la  ]7roducción  ó  de 
la  venta  del  artículo,  ni  á  contribuciones  sobre  la  des- 
tilación. 

Cada  uno  de  estos  medios  represivos  tiene  venta- 
jas é  inconvenientes,  en  virtud  de  los  cuales  la  opinión 
temperante  se  mantiene  dividida,  y  en  lugar  de  adop- 
tar una  acción  común,  parecen  hostilizarse  una  á  otra 
en  el  funcionamiento  de  cada  sistema.  Los  más  intra- 
tables parecen  ser  los  prohibicionistas,  representantes 
de  la  idea  radical. 

El  primero  de  estos  métodos  (el  de  los  altos  dere- 
chos sobre  la  venta)  suprime  los  pequeños  negocios  de 
la  clase  pobre,  con  beneficio  de  las  grandes  empresas 
de  los  ricos,  á  quien  deja  el  monopolio  de  esta  fecunda 


Inconvenientes  de  estos  sistemas  765 

especulación.  Eodea  de  dificultades  el  solaz  único  de 
los  pobres,  que  las  más  veces  consiste  en  la  sociedad 
de  la  taberna,  y  deja  á  la  clase  rica  el  derecho  de  rego- 
cijarse y  dar  el  mal  ejemplo  en  los  "salones."  Es, 
pues,  contrario  á  la  igualdad  y  á  la  justicia. 

En  cambio,  protege  eficazmente  en  sus  costumbres 
á  los  que  más  necesitan  ser  protegidos:  á  los  proleta- 
rios y  sus  familias;  reduce  á  corto  número  los  lugares 
que  necesitan  ser  vigilados,  lo  que  permite  excluir  de 
ellos  á  los  hijos  de  familia  y  ejercer  una  sanción  moral 
más  efectiva  sobre  los  padres  y  hombres  de  negocios 
que  tienen  compromisos  graves  con  la  sociedad.  ¡Sobre 
este  pequeño  ó  reducido  número  de  ventfis  es  fácil 
imponer  y  hacer  efectivas  otras  condiciones  favorables 
á  la  tranquilidad  y  la  moral  pública.  De  aquellas  con- 
tribuciones derivan  algunas  ciudades,  como  Filadelña, 
Boston,  Baltimorey  Oincinuati,  rentas  de  %  250,000  á 
cerca  de  $  1.000,000  anuales,  tomados  del  bolsillo  de 
los  viciosos,  como  una  compensación  del  mayor  gasto 
que  imponen  á  la  autoridad  en  la  protección  de  las 
gentes  pacíficas. 

La  prohibición  absolatu  tiene  el  grave  inconve- 
niente de  inmensa  dificultad  para  hacerla  efectiva. 
Es  imposible  vigilar  en  una  ciudad  considerable  los 
mil  lugares  secretos  adonde  se  retira  el  expendio,  los 
diversos  disfraces  con  que  se  le  encubre;  así  como 
también  lo  es  luchar  con  la  resistencia  de  millares  de 
personas  á  quienes  se  arrebata  súbitamente  el  ejerci- 
cio de  una  industria,  y  con  las  decenas  ó  centenas  de 
miles,  á  quienes  se  priva  de  un  consumo,  moderado 
en  muchos  casos,  convertido  yá  en  necesidad   impres- 


766  Tropezón  en  la  cerveza 

cindible.  El  uso  de  bebidas  feí'mentfidas  se  remonta  á 
los  primeros  orígenes  de  la  especie  humana,  se  liga 
con  la  celebración  de  los  fastos  solemnes,  se  reputa 
universalmente  como  una  señal  de  hospitalidad,  amis- 
tad ó  simpatía,  y  tal  vez,  en  no  pocos  casos,  es  un 
agente  necesario  para  excitar  la  digestión,  reanimar 
las  fuerzas  vitales  y  prevenir  los  accidentes  que  tienen 
por  causa  la  humedad  ó  el  frío.  La  propensión  á  usar- 
las es,  probablemente,  resultado  de  una  herencia  fisio- 
lógica fijada  en  las  razas  por  siglos  enteros  de  influen- 
cias naturales;  y  tal  vez  hay  un  exceso  de  coerción 
en  quererla  desarraigar  súbitamente.  Tales  pueden 
ser  las  causas  de  esa  resistencia  á  obedecer  la  ley,  en 
virtud  de  la  cual  este  sistema  ha  sido  rechazado  últi- 
mamente por  la  opinión  en  los  Estados  de  Pensilva- 
nia,  Massachussets,  Oonnecticut  y  algún  otro,  en 
donde  la  ordenanza  de  prohibición  fue  sometida  al 
sufragio  universal. 

La  campaña  contra  el  vicio  encuentra  un  tropezón 
en  la  cerveza.  Esta  bebida  es  alimenticia,  tónica,  y 
contiene  muy  pequeña  dosis  de  alcohol,  ó  á  lo  menos 
puede  fabricársela  así.  Se  pensó,  en  consecuencia, 
en  permitir  la  venta  de  la  que  no  contuviese  más  de 
3  ó  4  por  100  del  elemento  embriagador,  y  gravar  con 
fuertes  derechos  ó  prohibir  la  que  excediese  este 
límite;  pero  los  bebedores  de  ella  compensaban  la 
calidad  con  la  cantidad,  ó  bien  era  imposible  para  la 
policía  estar  examinando  incesantemente  los  grados 
embriagantes  del  líquido  ofrecido  al  público.  Además, 
el  partido  demócrata  en  los  Estados  Unidos  no  es  tan 
severo  en  la  persecución  de  la  bebida,  á  causa  de  con- 


Continuación  de  la  hicha  767 

tar  entre  sus  adeptos  la  mayoría  de  la  población  irlan- 
desa, la  más  inclinada  al  uso  de  los  licores  fuertes. 
En  cambio,  los  alemanes,  que  en  lo  general  favore- 
cen con  su  voto  al  partido  republicano,  son  grandes 
bebedores  de  cerveza,  y  sus  patrones  políticos  no  qui- 
sieran darles  motivo  de  disgusto.  De  aquí  ha  resul- 
tado una  legislación  que,  protegiendo  disfrazada- 
mente  el  consumo  de  esta  bebida,  ha  contribuido  á- 
aumentarlo  enormemente  hasta  más  de  700.000,000 
de  galones  al  año,  equivalentes  á  sesenta  botellas  por 
cabeza  de  población.  Prueba  adicional  de  que  allí, 
como  en  todas  partes,  los  intereses  políticos  preva- 
lecen indebidamente  sobre  los  intereses  sociales. 

A  pesar  de  todo,  la  opiíiión  prosigue  sin  descanso 
esa  cruzada  incruenta  contra  un  enemigo  más  temible 
que  las  huestes  de  la  Media  Luna.  Más  temible,  sí, 
porque  los  sectarios  del  Profeta  no  siempre  llevaban 
consigo  la  devastación  sola:  á  veces  también,  como  en 
Espafia,  en  Siria,  y  aun  en  los  territorios  mismos  del 
antiguo  imperio  de  Constantino,  fundaron  una  civili- 
zación brillante,  si  bien  pasajera;  pero  la  embriaguez 
mata  los  cuerpos  y  las  almas,  lo  presente  y  lo  por  venir; 
aquellos  amenazaban  las  fronteras,  éste  los  hogares. 
Satisfacción  inmensa  causa  la  vista  de  esos  nobles 
esfuerzos,  testimonio  irrecusable  de  la  benéfica  influen- 
cia de  la  libertad  para  depurar  y  enaltecer  el  alma 
humana. 


fP^^^Mm:fMmá'^M§B'k^^ 


CAPITULO  XXXYIII 

PROBLEMAS  AMERICANOS  (CONCLUSIÓIí) 


Los  centros  de  mendicidad  y  prostitución— El  aumento  de  ex- 
tensión en  las  propiedades  territoriales — Los  grandes  millo- 
narios—La inmigración  de  Mongoles- Consecuencias  posi- 
bles de  su  expulsión  de  los  Estados  Unidos — Resumen  de  las 
ventajas  é  inconvenientes  déla  inmigración  extranjera — Las 
religiones. 


"La  A^mérica  del  Norte  —  escribía  Michel  Clievalier  en 
1835—  es  un  país  de  bendición  para  el  obrero  y  el  campesino, 
i  Qué  contraste  entre  nuestra  Europa  y  esta  América!  Al  des- 
embarcar en  Nueva  York  creí  que  allí  todos  los  días  eran 
domingos,  porque  el  apretado  gentío  de  JBroadway,  á  juzgar 
por  su  vestido,  parecía  enfiestado.  Nada  de  esas  caras  mar- 
chitas por  las  privaciones  y  los  miasmas  de  Paiís;  nada  seme- 
jante á  nuestros  miserables  barredores  de  calles,  á  la  casta  de 
nuestros  ropavejeros  ó  de  nuestros  vendedores  al  aire  libre:  al 
c<mtrario,  los  hombres  están  cómodamente  abrigados  con  su 
sobretodo,  y  las  mujeres  con  su  capa  y  su  sombrero  á  la  última 
moda  de  París." 

Medio  siglo  después  lío  pudiera  repetirse  la  im- 
presión del  observador  y  distinguido  viajero:  sobre 
todo  en  Nueva  York  y  en  Oincinnati  yá  vi  figuras  es- 
cuálidas, ojos  hundidos,  rodeados  de  grandes  ojeras, 
vestidos  hechos  jirones,  con  ese  brillo  ominoso  de  la 
mugre  refregada,  llamado  correa  metálica  en  lengua- 
je  escolar.    Yá   se   pueden   recorrer   barrios   enteros 


El  éxodo  irlandés  y  el  alemán  769 

de  calles  sacias,  de  donde  han  huido  la  alegría  y  el 
aseo,  y  en  donde  todo  anuncia  el  reinado  de  esos  dos 
precursores  de  la  muerte:  vicio  y  miseria.  He  leído 
en  una  de  las  más  serias  revistas  mensuales  de  esa 
ciudad,  la  aserción  de  que  una  quinta  parte  de  sus 
habitantes  (más  de  200,000)  vive  en  Tencment-liou- 
ses;  os  decir,  en  grandes  edificios  de  ocho  á  diez 
pisos,  divididos  en  multitud  de  cuartos  estrechos,  con 
poca  luz  y  menos  ventilación,  ocupados  por  familias 
enteras. 

Y  así  tenía  que  suceder.  Los  primeros  inmigran- 
tes debían  de  ser  gentes  poseedoras  de  algunos  recur- 
sos, dotadas  de  carácter  enérgico  y  emprendedor.  Con 
€l  establecimiento  de  líneas  de  vapores  entre  Europa 
y  América,  bajó  el  precio  de  los  pasajes  y  la  emi- 
gración se  puso  al  alcance  de  las  familias  pobres. 
Cuando,  con  la  construcción  de  grandes  buques  de 
marcha  rápida,  aumentó  el  número  de  viajes  anuales, 
y  la  competencia  de  las  diversas  empresas  facilitó  el 
viaje  aun  á  los  mendigos  del  Viejo  Mundo,  y  las  no- 
ticias de  la  mejor  suerte  que  los  esí)eraba  en  el  Nuevo, 
llegaron  hasta  las  últimas  capas  de  esas  sociedades,  la 
corriente  de  las  emigraciones  subió  á  guarismos  que 
hubieran  parecido  imposibles.  SI  hambre  de  Irlanda 
en  1846  fue  ocasión  de  un  éxodo  irlandés:  á  pesar  de 
la  fecundidad  de  esta  raza,  la  población  de  esa  Isla, 
que  en  1840  pasaba  de  8.000,000,  bajó  con  la  emigra- 
ción, en  cuarenta  años,  á  menos  de  5.  Las  guerras  euro- 
peas de  1853  á  1871,  y  los  grandes  armamentos  que  les 
siguieron  precursores  de  nuevos  combates  y  matanzas, 
determinaron  la  emigración  en  masa  de  los  pueblos 

49 


770    El  de  los  pueblos  del  Sur  y  el  oriente  de  Europa 

alemanes,  en  torrentes  semejantes  á  los  que  ea  los  siglos 
III  y  IV  de  nuestra  era  inundaron  la  Italia  y  las  Galias. 
Más  aún:  los  Gobiernos  mismos  de  esos  países 
antiguos,  deseosos  de  libertarse  de  la  carga  del  pau- 
perismo, fomentaron  las  emigraciones  y  auxiliaron 
á  las  veces,  pagando  el  pasaje,  la  traslación  de  esos 
desheredados  á  playas  distantes.  Así  creían  descar- 
garse de  esos  sobrantes  de  población  que  sus  indus- 
trias no  podían  alimentar  y  cuyos  consumos,  soste- 
nidos por  la  caridad  pública,  encarecían  el  precio  de 
los  víveres.  Al  propio  tiempo  creían  libertarse  de  esas 
aguas  estancadas,  de  cuya  corrupción  emanaban  los 
miasmas  del  vicio  y  del  crimen.  En  un  principio  las 
emigraciones  se  limitaron  á  las  fuertes  é  industriosas 
razas  del  Norte  de  Europa,  cuya  colocación  en  los 
trabajos  de  las  fábricas,  de  las  minas  y  de  la  cons- 
trucción de  ferrocarriles,  proveía  en  los  Estados  Uni- 
dos á  la  demanda  incesante  de  jornaleros  determi- 
nada por  sus  numerosas  empresas.  Más-  tarde,  en  los 
diez  últimos  años  principalmente,  ha  empezado  el 
movimiento  de  traslación  entre  las  masas  del  Medio- 
día y  del  Oriente  de  Europa:  italianos,  españoles 
y  turcos;  húngaros,  rusos  y  polacos;  en  extremo 
pobres  y  destituidos  de  toda  educación  industrial  los 
primeros,  no  mejor  provistos  y  además  maltratados 
por  la  tiranía  de  razas  conquistadoras,  los  últimos. 
Los  primeros  inmigrantes  hablaban  inglés  en  lo  ge- 
neral y  podían  fácilmente  ponerse  en  relación  con  el 
pueblo  Americano:  aun  los  alemanes  después,  á  causa 
del  común  origen  de  las  dos  lenguas,  no  eran  del 
todo  incomprensibles  para   la   población  nativa;  pera 


El  proletarismo  771 

no  sucedía  igual  cosa  con  los  huéspedes  nuevos  de 
otras  regiones  cuyas  lenguas  extrañas  constituían  una 
valla  invencible  á  la  cooperación  deseada  en  trabajos 
comunes.  Esos  nuevos  elementos  tienen  más  dificul- 
tad para  asimilarse  y  fundirse  en  la  masa  general,  y 
debían  dar  origen  á  ese  fenómeno  social  de  los  hetero- 
géneos ó  declasséSy  que  tanto  abundan  en  las  grandes 
ciudades  del  litoral,  con  los  nombres  de  vayrants 
(ociosos),  tramps  (vagos,  errantes),  roughs  (toscos, 
groseros),  cranks  (jubilados,  m\\t\\Qíi),rogues  (picaros), 
pick-jyockets  (rateros),  paupers  (pobres  de  solemni- 
dad mantenidos  en  las  casas  de  beneficencia),  etc., 
que  forman  ejércitos  de  "clases  peligrosas,"  cons- 
tantemente vigiladas  por  la  policía. 


La  extinción,  ó  á  -lo  menos  la  disminución  cons- 
tante de  la  clase  proletaria,  ha  sido  una  de  las  aspi- 
raciones de  la  sociedad  moderna,  principalmente  en 
Norte  América.  Las  cajas  de  ahorros,  los  seguros 
sobre  la  vida,  las  asociaciones  cooperativas,  las  ac- 
ciones de  poco  valor  en  las  compañías  anónimas,  la 
distribución  de  las  tierras  baldías  en  pequeños  lotes  y 
á  bajo  precio,  son  instituciones  destinadas  á  facilitar 
al  obrero  el  modo  de  reunir  un  capital  productivo, 
de  procurarse  medios  de  vivir  no  sólo  en  el  día  pre- 
sente, sino  en  los  futuros,  de  emanciparse  de  la  ne- 
cesidad de  trabajar  por  cuenta  ajena  y  de  adquirir  la 
independencia  y  la  dignidad  propias  á  que  tanto  as- 
pira la  naturaleza  humana.  A  medida  que  el  hombre 
llega  á  este  estado,  la  sociedad  mejora  en  condiciones 
de  moralidad  y  de  paz,   porque   se   atempera  el  rigor 


772  Cambios  en  la  extfMsióii  de  la  propiedad  territorial 

de  esa  lucha  permanente  entre  los  que  tienen  y  los 
que  no  tienen,  entre  la  superioridad  orgullosa  del 
rico  y  á  las  veces  la  envidia  del  pobre. 

En  los  Estados  Unidos  se  oye  en  esta  materia  la 
queja  de  que  las  oleadas  incesantes  de  proletarios  eu- 
ropeos impiden  la  llegada  de  esa  feliz  situación  po- 
pular; se  dice,  y  con  razón,  por  supuesto,  que  ese 
gran  número  de  nuevos  pobres  todos  los  años  tiene 
j)or  resultado  hacer  bajar  con  la  competencia  la  tasa 
de  los  salarios,  mejorar  la  condición  del  empresario 
de  industria  y  empeorar  la  del  obrero,  aumentar  Lis 
ganancias  del  capitalista  y  disminuir  la  posibilidad 
de  los  ahorros  para  el  trabajador  á  jornal;  en  una  pa- 
labra: crear  una  agericia  más  de  mala  ó  injusta  dis- 
tribución de  la  riqueza  entre  los  hombres. 

Este  fenómeno  de  la  desigual  distribución  de  la 
riqueza  en  los  Estados  Unidos  empieza  á  llamar  pro- 
fundamente la  atención  de  los  pensadores  de  aquel 
país,  y  como  muestra  de  ese  fenómeno  citaré  algunos 
hechos. 

Sea  el  primero  los  cambios  en  la  distribución  de 
la  propiedad  territorial,  ocurridos  en  el  período  de 
1870  á  18S0: 

NUMERO  DK  DUEÑOS. 
Extensión  de  las  propiedades. 

Acres  Año  de  1870.  Año  de  1880. 

Menos  de  3 6.875                               4  353 

De  3  á  10 173,021                          134.889 

De  10  á  20 294,607                           254,749 

De  20  á  50 847,614  1.321,117       781,474    1.175,464 

De  50  á  100     ....  754  221                       1.032,910 

De  100  á  500 565.054                       1.695,983 

De  500  á  1,000....  15,873                             75,972 

De  más  de  1,000..  3,720  1.338.868         28,578    2.833,443 

Totales 2.659,985     4.008,907 


Apreciaciones  de  este  fenómeno  773 

Como  puede  observarse,  el  número  de  propietarios 
de  50  acres  (32  fanegadas),  ó  menos,  disminuyó  desde 
1.321,117  en  1870  á  1.175,464  en  1880.  Estos  pe- 
qnefíos  propietarios  formaban  en  1870,  con  nna  pobla- 
ción total  de  38.000,000,  un  3^  por  100.  En  1880,  con 
50.000,000,  sólo  formaban  poco  más  de  un  2  por  100. 

En  cambio,  las  propiedades  de  50  á  100  acres 
(32  á  64  fanegadas)  aumentaron  un  33  por  100,  las 
de  100  á  500  un  300  por  100,  las  de  500  á  1,000 
otro  tanto,  y  un  750  por  100  las  de  más  de  1,000 
acres.  Es,  pues,  notable  el  crecimiento  de  la  pasión 
por  grandes  extensiones  de  propiedad,  y  es  de  pre- 
sumir sea  principalmente  debido  á  las  ideas  europeas. 

En  Inglaterra  ha  sido  considerado  este  cambio 
como  síntoma  dereorganiíiación  en  los  Estados  Unidos 
de  la  propiedad  mediana  á  la  gran  propiedad,  á  imita- 
ción del  sistema  inglés;  pero  puede  dudarse  todavía  de 
esa  deducción.  Quizás  pueda  atribuirse  el  fenómeno  al 
crecimiento  de  la  riqueza  pública  que  yá  permite  exten- 
der la  adquisición  y  el  cultivo  de  la  tierra  á  mayores 
extensiones,  á  favor  de  la  introducción  de  fuerzas  me- 
cánicas, como  el  arado  de  vapor,  la  segadora  Mc-Oor- 
mick,  las  máquinas  de  trillar,  etc.  También  pudiera 
explicársele  por  el  desarrollo  de  la  industria  pecua- 
ria en  los  terrenos  nuevos  del  Oeste  y  Sudoeste,  por- 
que es  sabido  que  la  cría  de  ganados  exige  exten- 
siones mucho  mayores  que  las  labranzas.  El  hecho 
notable  es  que  el  número  de  propietarios  en  relación 
con  la  población  no  ha  disminuido:  7'40  por  100  de 
propietarios  de  la  tierra  en  1870,  8  por  100  en  1880. 
Hay   sí    un   hecho   grave   que   encuentro  en  The 


774  Los  grandes  millonarios 

Statesmaii's  Year  Booh.  En  1883, — dice  esta  publi- 
cación periódica,  muy  bien  informada  en  lo  general — ■ 
había  en  los  Estados  Unidos  18.000,000  de  acres 
de  tierra  (cerca  de  10.000,000  de  fanegadas),  per- 
tenecientes á  sólo  ocho  propietarios.  Veremos  qué 
resultados  da  en  esta  materia  el  censo  que  en  estos 
momentos  se  está  levantando  en  ese  país. 

El  segundo  consiste  en  las  aglomeraciones  in- 
mensas de  riqueza  en  las  manos  de  unos  pocos  afor- 
tunados, riquezas  que  superan  las  que  el  transcurso 
de  los  siglos  y  la  acción  de  privilegios  injustos  ha 
acumulado  en  algunos  miembros  de  la  aristocracia 
inglesa,  sólo  igualadas  en  la  antigüedad  por  las  de 
los  grandes  ladrones  que  acaudillaron  las  conquistas 
romanas  en  el  Asia,  durante  el  período  de  decadencia 
de  la  República. 

La  muy  respetable  Revista  de  Nueva  York,  yá  ci- 
tada, El  Forum,  publica  recientemente  una  lista  de 
70  nombres  de  personas  cuyo  capital  monta  á  la  prodi- 
giosa suma  de  ^  2,700.000,000,  es  decir,  un  término 
medio  de  $  37.500,000  por  individuo;  pero  en  esa  lista 
se  encuentran  capitalistas  de  $  100  á  $  150.000,000, 
adquiridos  de  diversas  maneras:  algunos  por  el  descu- 
brimiento de  riquísimas  minas  de  oro  y  plata;  otroís 
por  el  empleo  de  grandes  talentos  en  la  organización 
de  líneas  de  ferrocarriles;  algunos  por  el  alza  natural 
del  valor  de  las  propiedades  raíces  en  las  ciudades,  á 
consecuencia  del  aumento  de  población  y  de  riqueza, 
y  sobre  todo  de  la  influencia  de  las  mejoras  realizadas 
en  las  localidades  con  la  inversión  de  las  contribu- 
ciones públicas;  algunos   más,    en   fin,   por  medio  de 


Son  síntoma  de  empobrecimiento  en  las  masas      775 

operacioues  no  siempre  mantenidas  dentro  de  los  lí- 
^mites  de  la  probidad  y  del  respeto  al  derecho  ajeno, 
que  no  representan  un  aumento,  sino  una  mera  tras- 
lación de  riqueza  de  unas  manos  á  otras.  Estas  úl- 
timas, las  más  numerosas  tal  vez,  vienen  á  ser,  en 
análisis  final,  la  expropiación  del  trabajo  de  la  gran 
masa  de  proletarios  en  provecho  de  los  más  audaces, 
á  favor  de  algún  defecto  en  las  leyes  artificiales  que 
rigen  en  la  circulación  de  los  valores.  Así  eran  for- 
madas las  inmensas  riquezas  de  los  propietarios  de 
esclavos:  las  constituía  pura  y  simplemente  el  trabajo 
expropiado  á  éstos;  fenómeno  que  se  repite  con  los 
proletarios  cuando  su  número  trastórnalas  leyes  del 
equilibrio  éntrelas  clases  sociales:  pueden  ser  fácil- 
mente explotados.  El  proletarismo  es,  en  resumen,  una 
clase  nueva  en  reemplazo  de  la  esclavitud,  formada  por 
la  acción  lenta  al  través  de  los  siglos,  de  los  privilegios, 
los  monopolios  y  las  opresiones  del  mundo  antiguo. 

La  inmigración  de  chinos  tenía  en  grado  super- 
lativo todas  las  desventajas  arriba  anotadas;  pero 
•  principalmente  la  primera  y  las  dos  últimas.  La  or- 
ganización social  y  política  de  China  y  la  de  los 
Estados  Unidos  son  los  dos  polos  opuestos  del  mundo. 
Los  inmigrantes  asiáticos  eran  exclusivamente  hom- 
bres, vivían  completamente  separados  de  la  población 
americana,  y  en  lo  general,  según  parece,  se  compo- 
nían de  la  parte  más  abyecta  y  más  triste  de  las  ciu- 
dades del  litoral  del  Celeste  Imperio.  Por  lo  pronto 
no  traían  idea  de  establecerse  definitivamente  en  el 
,país,  y  regresaban  á  su  patria  tan  luego  como  habían 


77 Q  La  inmigración  china 

formado  un  capital.  Hábiles  en  el  trabajo  manual,  y 
en  extremo  económicos,  se  contentaban  con  los  más 
ruines  jornales,  cuya  tasa  hacían  bajar  sensiblemente 
en  dondequiera  que  se  fijaban.  Ignorando  del  todo  la 
lengua,  las  costumbres  y  las  instituciones  del  país,  for- 
maban asociaciones  numerosas  bajo  la  dependencia  ab- 
soluta de  algún  jefe  de  su  raza,  y  componían  un  grupo 
de  sociedad  enteramente  distinta  delaamericana,sobre 
quien  las  leyes,  las  autoridades  y  la  policía  ejercían 
muy  poca  ó  ninguna  influencia.  Como  la  población 
del  Imperio  Celeste  se  estima  en  no  menos  de  una 
quinta  y  llega  tal  vez  basta  la  tercera  de  la  de  toda  la 
tierra,  se  llegó  á  temer  una  inundación,  un  diluvio  de 
gentes  extrafías  que  podría  cambiar  totalmente  el 
aspecto  y  las  condiciones  de  la  nacionalidad  ameri- 
cana. 

Bastaron  estas  circunstancias  para  que  contra  ellas 
se  levantase  primero  un  sentimiento  de  disgusto,  lue- 
go de  antipatía  y  aun  de  horror,  especialmente  marcado 
entre  los  alemanes  é  irlandeses,  para  quienes  su  com- 
petencia en  el  trabajo  manual  era  particularmente  des- 
favorable. Pronto  se  formó  un  partido  en  los  Estados 
del  Pacífico,  en  donde  aquéllos  existían  en  grandes  nú- 
meros, que  exigió  se  prohibiese  su  inmigración  y  que, 
por  medio  de  asonadas  y  ataques  violentos  contra 
ellos,  se  propuso  arrojarlos  del  país. 

Los  chinos  eran  por  su  parte  gente  pacífica,  traba- 
jadora, económica:  algunos  aprendieron  pronto  la 
lengua  inglesa,  adoptaron  las  costumbres  del  Occi- 
dente, formaron  capitales  considerables,  se  organiza- 
ron en  compañías   de   comercio,  y   con   inteligencia 


Su  progreso  en  los  Estados  Unidos  777 

poco  común  mostraron  que  eran  mny  capaces  de  luchar 
con  los  americanos  y  de  contribuir  poderosamente  á 
la  colonización  y  riqueza  de  las  regiones  del  Pacífico. 
Fundaron  Bancos,  abrieron  grandes  y  lujosos  almace- 
nes, fueron  los  primeros  en  apreciar  las  condiciones 
singulares  que  el  suelo  y  el  clima  brindan  á  la  Agri- 
cultura en  California,  prestaron  servicio  notable  en 
la  construcción  del  primer  ferrocarril  del  Pacífico,  y 
mostraron  que,  á  la  vuelta  de  medio  siglo,  podían 
reunir  las  condiciones  necesarias  para  incorporarse  en 
las  costumbres  é  ideales  de  la  civilización  europea. 

La  prensa  de  las  ciudades  del  Atlántico  estaba  le- 
jos de  serles  desfavorable.  Apreciaba  la  inteligencia 
perspicaz  de  esa  raza,  su  constancia  en  el  trabajo,  la 
disciplina  social  adquirida  en  tantos  siglos  de  gobier- 
no regular.  Juzgaba  que  esos  hombres  no  podían  me- 
nos de  traer  á  América  ideas  nuevas,  industrias  des- 
conocidas, y  sobre  todo,  que  por  medio  de  ellos  podía 
abrirse  á  las  manufucturas  americanas  una  salida  in- 
mensa entre  los  cuatrocientos  millones  de  consumido- 
res del  Imperio  del  Medio.  En  vano  predicó  que,  una 
vez  acomodados  los  chinos  á  la  satisfacción  de  las  nece- 
sidades de  la  vida  americana,  yá  no  se  contentarían  con 
jornales  tan  bajos,  ni  continuarían  en  esa  economía  es- 
trecha engendrada  por  la  miseria  en  que  habían  vivido 
hasta  allí.  De  nada  valieron  las  demostraciones  de  que 
á  una  distancia  de  cuatro  mil  leguas  de  las  costas  de  Ca- 
lifornia, como  se  encuentra  la  China,  era  imposible  que 
la  inmigración  pudiese  pasar  de  veinticinco  ó  treinta 
mil  cabezas  por  año:  guarismo  que  al  cabo  de  un 
síselo, — teniendo  en  cuenta  la  mortalidad  natural  y  el 


778    Qwirra  que  se  les  Mzo  en  los  Estados  del  Pactfi 


Ico 


regreso  de  muchos  de  ellos  á  su  país, — no  daría  más 
de  un  millón  de  chinos  en  América,  á  tiempo  que  los 
Estados  Unidos  tendrían  yá  300  ó  400  millones  de  po- 
blación: el  interés  egoísta  de  alejar  esa  competencia 
de  trabajadores  manuales  se  sobrepuso  á  toda  conside- 
ración y  exigió  que  se  les  obligase  á  abandonar  el  cam- 
po. Cundió  la  idea  en  los  tres  Estados  de  California, 
Oregón  y  Nevada,  cuyos  votos  podían  decidir  de  las 
mayorías  en  el  Congreso  y  en  la  elección  presidencial, 
y  delante  de  esta  consideración  los  directores  de  la 
política  se  sometieron  humildemente  á  esa  exigencia. 
A  pesar  de  tratados  vigentes  con  China,  en  los  que 
se  ofrecía  á  sus  naturales  libertad  para  entrar  al  terri- 
torio americano,  así  como  la  protección  de  las  leyes  y 
autoridades,  el  Congreso  de  Washington  prohibió  por 
diez  afios  su  entrada  á  los  Estados  Unidos,  y  faltó 
energía  en  las  autoridades  de  aquellos  Estados  para 
prevenir  los  ataques  y  asesinatos  de  que  fueron  objeto. 
De  cosa  de  200,000  celestiales  que  se  calculaban  en 
1875,  como  resultado  de  treinta  afíos  de  inmigración, 
parecen  haber  quedado  reducidoQ  á  menos  de  100,000, 
dispersos  ahora  en  todos  los  Estados  de  la  Unión. 

Mr.  Cleveland  pasó  con  este  motivo  un  mensaje  á 
las  Cámaras, en  el  que  reprobaba  enérgicamente  esos  he- 
chos y  solicitaba  un  crédito  para  indemnizar  á  las  vícti- 
mas de  esos  atentados  ó  á  sus  familias;  y  este  documen- 
to, escrito  sin  miedo  y  con  toda  la  elevación  de  ideas  de 
un  hombre  que  no  temíala  impopularidad — valor  raro 
entre  los  hombres  públicos  en  los  Estados  Unidos, — 
será  uno  de  los  timbres  notables  de  su  administración. 

Antes  de  decretarse  aquella  medida  (en  1882)   el 


La8  acusaciones  contra  ellos  77^ 

carácter  especial  de  la  inmigración  china  había  sido 
objeto  de  estudio  especial  por  comisiones  de  las  Cáma- 
ras y  por  los  reporters  de  la  prensa  americana,  com® 
es  allá  costambre  antes  de  adoptar  una  decisión  gra\re. 
Los  periódicos  publicaron  sobre  el  particular  declara- 
ciones de  testigos,  cartas  é  informes  particulares,  en 
sentido  favorable  unos,  adversos  otros.  Las  acusacio- 
nes se  referían  á  tres  capítulos. 

Dificultad  de  entenderse  con  ellos  á  causa  de  la 
imperfección  y  complicación  extraordinaria  de  su 
idioma. 

Desaseo,  inmoralidad,  paganismo  y  vicios  destrac- 
tores, como  el  de  fumar  opio. 

Envilecimiento  del  trabajo,  á  causa  de  los  mezqui- 
nos jornales  con  que  se  contentan. 

Casi  las  mismas  que  hacían  á  los  aborígenes  de 
este  continente  los  españoles  del  siglo  xvr. 

De  la  primera  pudiera  prescindirse.  Los  chinos 
aprendían  pronto  los  suficientes  vocablos  ingleses  para 
hacerse  entender. 

En  cuanto  á  su  inmoralidad  y  sus  vicios,  carezco 
de  datos  personales  para  formar  juicio;  pero  sí  puedo 
decir  que  no  oí  acusaciones  de  ese  carácter  en  Panamá 
y  Colón,  en  donde  habitaban  diez  ó  doce  mil  de  ellos, 
y  que  el  testimonio  de  la  mayor  parte  de  los  viajeros 
por  el  interior  de  la  China  está  muy  lejos  de  confir- 
marlas. El  desaseo  y  la  poca  santidad  du  hombres 
solos  sin  sus  familias,  en  un  país  extraño,  no  requiere 
mucho  esfuerzo  para  admitirlo. 

La  baratura  de  los  objetos  de  su  fabricación  ó 
producción,  es  proverbial;  pero  esa  baratura,  era  una^ 
ventaja  para  los  consuraidores  americanos. 


780      Ocasión  perdida  para  los  Estados  Unidos 

En  contraste  con  estas  acusaciones  recuerdo  haber 
leído  opiniones  ó  informes  de  personas  respetables,  al- 
tamente honrosas  para  los  chinos. 

Me  atreveré,  sí,  á  expresar  el  concepto  de  que  con 
aquellos  procedimientos  contrarios  á  esta  rázalos  ame- 
ricanos han  perdido  la  ocasión  de  abrir  á  sus  produc- 
ciones el  mercado  más  inmenso  que  pudieran  desear. 
Pudieron  ser  los  preferidos  en  el  comercio  déla  China, 
para  el  cual  tienen  una  situación  geográfica  superior 
á  la  de  todos  los  países  de  Europa,  excepto  la  líusia,  y 
gozaban  allí  de  simpatías  especiales,  que  no  supieron 
cultivar.  Entre  tanto,  Inglaterra,  Francia  y  Alema- 
nia podrían  obtener  las  ventajas  que  los  Estados  Uni- 
dos dejaron  perder.  En  la  China  se  piensa  también 
yá,  como  es  natural,  en  restringir  el  consumo  de  los 
artículos  americanos  y  en  expulsar  ó  en  cometer  con- 
tra los  nacionales  allí  establecidos  represalias  de  aten- 
tados, de  que  éstos  no  tendrían  derecho  para  quejarse. 


Este  es  un  asunto  de  la  más  alta  trascendencia. 
Ese  pueblo,  hasta  ahora  excluido  de  toda  comunicación 
con  el  mundo,  había  llegado  á  una  civilización  estrecha 
y  estancada:  nadie  sabe  si  estaba  en  progreso  ó  en  de- 
cadencia; pero  es  indudable  que  abriendo  sus  puertas 
al  extranjero,  recibiendo  de  éste  ferrocarriles,  telégra- 
fos, vapores,  máquinas  diversas,  productos  variados, 
y  sobre  todo  hombres  científicos,  sus  condiciones  in- 
dustriales, comerciales  y  políticas  pueden  cambiar 
enormemente.  El  día  en  que  la  civilización  europea 
penetre  en  el  interior  de  China,  y  en  que  á  fuerza  de 
luchas  y  desastres  se  eleve  su  pueblo  á  la  energía  viril 


El  problema  chino  en  el  po^^venir  781 

del  europeo,  es  difícil  decir  lo  que  podrá  suceder. 
Después  de  cinco  siglos  de  derrotas  é  inferioridad  in- 
mensa con  relación  á  los  Romanos;  á  pesar  de  las  vic- 
torias de  Mario,  de  las  conquistas  de  César,  de  las  in- 
vasiones de  Trajano,  de  las  victorias  de  Aecio, — los 
bárbaros  del  Korte  acabaron  por  destruir  el  Imperio 
Romano  y  establecerse  en  todo  el  Occidente  de  Euro- 
pa. ¿Qué  no  podrán  hacer  400.000,000  de  hombres, 
de  muy  adelantada  civilización  yá,  estrechos  dentro 
de  sus  límites  y  desapiadadamente  repelidos  de  Amé- 
rica, de  Australia,  de  la  India  y  de  todos  los  países 
adonde  pacíficamente  quisieron  llevar  su  trabajo  y  fun- 
dar nuevos  liogares?  El  día  en  que  algún  Arminio  de 
raza  mongólica  marque  la  hora  del  equilibrio  con  tos 
hasta  hoy  superiores  en  organización  militar,  podrían 
repetirse  en  Europa  y  aun  en  los  Estados  Unidos  las 
escenas  de  ahora  quince  siglos.  Cada  pueblo  tiene  su 
día  en  la  sucesión  infinita  de  las  evoluciones  históri- 
cas. No  sería  imposible  que  á  la  China  le  tocase  el 
suyo.  Los  Árabes  eran  unas  tribus  insignificantes,  ci- 
vilizadas unas,  errantes  otras,  desconocidas  del  mundo 
trece  siglos  há;  pero  ellas  conquistaron  el  Asia,  el 
Norte  de  África  é  hicieron  teniblar  á  Europa  hasta 
ahora  dos  siglos.  Los  ataques  contra  los  chinos  en  San 
Francisco,  en  Portland  y  en  otros  lugares  pudieran 
ser  las  primeras  escaramuzas  de  grandes  convulsiones 
internacionales  en  el  siglo  xx  ó  en  el  xxi. 


La  inmigración  extranjera  tiene,  pues,  grandes 
ventajas,  y  graves  inconvenientes  cuando  es  despropor- 
cionada, como  lo  es  actualmente  en  la  República  Argén- 


782  Repugnancia  d  la  inmigración 

tina.  Aquí,  sin  embargo,  el  contrapeso  de  los  diversos 
elementos  étnicos  de  quese compone,  y  la  inferioridad 
relativa  de  la  población  indígena,  ahorran  dificultades, 
por  una  parte,  y  no  permit-en  estimar  como  un  mal,^ 
por  otra,  lo  que  en  los  Estados  Unidos  sólo  puede  con- 
siderarse como  un  lunar  en  una  superficie  brillante. 
Cuando  la  población  extranjera  sobrepuje  en  núme- 
ro á  la  nacional  y  haya  tomado  posiciones  importan- 
tes en  la  propiedad  territorial  y  en  el  juego  de  las  in- 
dustrias, tal  vez  entonces  empezará  á  sentirse  algún 
malestar;  sobre  todo  si  alguno  de  los  pueblos  contri- 
buyentes á  la  inmigración  forma  en  Europa  una  na- 
cionalidad poderosa. 

En  los  Estados  Unidos  no  existen  estos  peligros; 
pero  yá  empiezan  á  considerar  la  inmigración  como 
un  mal.  Juzgando  con  un  espíritu  nacional  estrecho, 
preocupándose  poco  de  consideraciones  que  dicen  re- 
lación á  la  humanidad  en  general,  sólo  quisieran  reci- 
bir inmigrantes  ricos,  inteligentes,  civilizados;  en  una 
palabra,  pertenecientes  á  las  clases  elevadas  que  en 
ninguna  parte  tienen  necesidad  de  emigrar.  Satisfe- 
chos y  aun  orgullosos  con  su  situación  actual,  quisie- 
ran detener  la  marcha  del  tiempo  y  renunciar  á  las 
contribuciones  de  los  demás  pueblos,  á  fin  de  evitar  la 
contaminación  de  seres  de  naturaleza  inferior. 

No  sólo  se  trata  de  restringir  la  inmigración,  sino 
de  poner  obstáculos  al  ejercicio  de  los  derechos  polí- 
ticos á  los  no  nacidos  en  el  país,  exigiendo  una  residen- 
cia de  mayor  número  de  años  para  poder  obtener  carta 
de  naturaleza. 

Quizás  se  olvida  allí  la  parte  con  que  la  inmigración 


Se  olvidan  los  sei  vicios  prestados  por  ella      783 

ha  concurrido  al  engrandecimiento  del  país,  y  el  ser- 
vicio que  prestó  en  1861  á  1865,  suministrando  un  con- 
tingente de  más  de  400,000  soldados  al  ejército  que 
conservó   la  integridad  de  la  Unión;  que  el   timbre 
mejor  de  la  democracia  americana,   el   rasgo  de  su 
fisonomía  social  que   la  hizo   tan  simpática  á  los  ojos 
del  mundo,  ha  sido  esa  hospitalidad  generosa  dispen- 
sada á  los  pobres  y  á  los  oprimidos  de  otras  regiones, 
con  la  cual  ha  demostrado  la  posibilidad  de  la  regene- 
ración humana  por  medio  de  la  acción  de  instituciones 
libres;  probablemente  no  se  cae  en  la  cuenta  de  que 
los  mismos  que  hoy  son  altivos  ciudadanos  de  una  na- 
cionalidad  poderosa  y  feliz,  fueron  ahora  dos  siglos 
pobres  inmigrantes   que,  como  los   de  la  actualidad^ 
huían  de  la  tiranía  y  de  la  miseria  en   busca  de  liber- 
tades y  de  tierras  propias  en  donde  ejercitar  su   tra- 
bajo.  Algo  debiera  reflexionarse  en  que  la  úlcera  de 
la  corrupción   electornl  no  consiste  tanto  en   los  co- 
rrompidos cuanto  en  los  corruptores,  que  en  lo  gene- 
ral son  americanos  de  antiguo  origen;  en   que   la  ex- 
plotación del  proletarismo  no  es  obra  de  los  extranjeros 
sino  de  los  hijos  yá  acaudalados  de   América, — proba- 
blemente al  favor  de  instituciones  que,  como  la  alta 
tarifa  de  aduanas,  protegen  más  á  los  capitalistas  que 
á  los  obreros.   Probablemente  la  inmigración  es  un  fe- 
nómeno complicado  y  difícil  que  no  debiera  dejarse 
abandonado  así  mismo,  sino  que  podría  constituir  un 
objeto  de  administración  pública,  para  inspeccionarla, 
protegerla  y  dirigirla  con  más  atención  aún  déla  que 
hasta  ahora  se  ha  dado  á  este  asunto,  el  cual  tiene  toda 
la  importancia  necesaria  para  constituir  una  Secreta- 


784        Inmigración  libre  6  guerra  de  pueblos 

ría  nacional,  lo  mismo  que  los  Correos,  la  Agricultura 
ó  la  Marina.  Debiera  recapacitarse,  en  fin,  que  no  sólo 
la  nacionalidaíi  tiene  derechos,  sino  que  la  humani- 
dad los  tiene  también,  y  entre  ellos  el  de  vivir  y  buscar 
la  felicidad.  Hay  algo  trascendental  en  esta  materia 
<|ue  no  debiera  dejarse  de  lado  como  consideración  de 
puro  sentimentalismo. 

En  resumen:  los  bienes  de  la  inmigración  sobrepu- 
jan, á  mi  ver,  en  los  Estados  Unidos,  á  sus  inconve- 
nientes: en  300,000  leguas  cuadradas  de  terrenos  toda- 
vía incultos  cabe  una  inmigración  diez  veces  mayor 
que  la  recibida  en  los  últimos  sesenta  años,  sin  el  me- 
nor peligro  de  que  el  cuerpo  extranjero  se  sobreponga 
ó  llegue  á  tener  influencia  permanente  mayor  que  el 
nativo.  La  inmigración  extranjera  es  uno  de  los  as- 
pectos que  presenta  la  ley  de  la  lucha  por  la  existencia 
en  el  seno  de  la  humanidad,  materia  que  se  gobierna 
por  la  acción  de  fuerzas  naturales  irresistibles  masque 
por  las  artificiales  del  capricho  humano. 

Entre  los  problemas  americanos  no  es  el  menos  inte- 
resante el  de  la  evolución  religiosa  en  medio  de  la  varie- 
dad de  sectas  y  formas  del  culto  con  que  esta  idea  se 
presenta  allí  al  estudio  del  observador.  La  Eeforma  pro- 
testante del  siglo  xvr,  que  permitió  la  interpretación 
de  la  biblia  á  la  conciencia  individual,  abrió  el  campo 
á  la  crítica,  trajo  de  nuevo  á  discusión  las  opiniones 
inútilmente  condenadas  por  los  Papas  y  los  Concilios, 
y  ha  permitido  al  Cristianismo  seguir,  auque  á  bas- 
tante distancia,  el  curso  de  las  nuevas  revelaciones 
obtenidas  por  la  ciencia  moderna,  en    las   cuales   ha- 


Movimiento  de  la  idea  religiosa  785 

bráii  de  renovarse  las  creencias  religiosas  con  el  trans- 
curso de  los  tiempos.  Restringido  este  movinviento 
por  el  espíritu  conservador  dominante  en  las  monar- 
quías europeas,  el  espíritu  liberal  de  las  instituciones 
políticas  americanas  le  ha  dado  nuevo  impulso  y  ex- 
tendido en  el  mundo  á  número  mucho  más  conside- 
rable el  de  los  afiliados  en  las  diversas  sectas  protes- 
tantes. Esa  libertad  de  interpretación  y  la  organiza- 
ción independiente  y  democrática  de  sus  congrega- 
ciones religiosas,  unida  al  ambiente  liberal  de  las 
ideas  políticas,  en  lugar  de  apagar  ó  debilitar  el  fer- 
vor religioso,  lo  ha  sostenido,  y  atraído  á  la  carrera 
eclesiástica  hombres  de  grandes  talentos,  caracteres 
muy  distinguidos,  que  con  sus  estudios  y  su  predica^ 
ción  mantienen  un  foco  luminoso  en  las  diversas  igle- 
sias y  ejercen  una  influencia  de  gran  consideración 
entre  las  clases  educadas,  las  más  asiduas  en  su 
concurrencia  á  las  iglesias.  Allí  se  nota  una  lucha 
menos  sensible  entre  lo  que  se  llama  verdad  obser- 
vada ó  experimentada  y  lo  que  se  admite  con  el 
nombre  de  revelación;  y  aun  cuando  las  innovaciones 
son  mucho  más  difíciles  en  los  credos  religiosos  que 
en  ninguna  otra  de  las  ideas  humanas,  es  visible  la 
tendencia  á  introducir  la  predicación  moral  en  reem- 
plazo de  la  dogmática  y  á  conceder  á  la  razón  todo  el 
terreno  que  va  perdiendo  la  fe.  El  númwo  de  los  libre- 
pensadores aumenta  y  el  de  fanáticos  intolerantes  de- 
crece; pero  se  está  aún  muy  lejos  de  lo  que  en  Fraftcia,* 
y  quizás  más  aún  en  Alemania,  se  ha  llamado  con  el 
nombre  de  racionalismo. 

La  proporción  en  que  las  diversas  sectas  están  di- 

50 


786  DistrihuGión  de  las  religiones 

vididas  se  computa  así  por  Mulhall,  por  el  States- 
man's  Year  BooTc  y  por  algunos  periódicos  religiosos, 
con  referencia  al  afio  de  1885,  y  según  los  datos  del 
censo  de  1880. 

Religiones.  Número  de  adeptos.        Proporción  á  la  población  total. 

Metodistas  14.667,000  29,4  por  100 

Bautistas 10.464,000  20,9       — 

Presbiterianos 6.478,000  12,9       — 

Católicos 6.143,000  12,3       — 

Otras  sectas 12.407,000  24,5       — 

Totales 50.159,000     100 


Las  Otras  sectas  que  figuran  en  el  cuadro  anterior 
son:  luteranos,  discípulos  de  Cristo,  congregaciona- 
listas,  episcopales,  hermanos  unidos,  iglesia  refor- 
mada, unitarios,  universalistas,  morniones,  judíos, 
cuáqueros,  etc.  Con  excepción  de  los  mormones,  que 
en  punto  al  matrimonio  profesan  una  moral  distinta, 
y  de  los  judíos,  todas  son  ramas  de  la  gran  familia 
cristiana.  Entre  todas,  las  que  han  tenido  un  creci- 
miento más  notable  durante  el  medio  siglo  corrido  de 
1835  á  1885,  son  las  metodistas  y  la  de  los  católicos. 

Los  metodistas  subieron  de  1.240,000  adeptos  en 
1835,  á  14.667,000  en  1880.  Los  católicos,  de  555,000 
á  6.143,000.  Los  primeros  por  resultado  de  propaganda 
activa;  los  caipólicos,  por  la  inmigración  de  irlandeses 
y  alemanes  del  Sur;  pero  se  juzga  que  si  estos  inmi- 
grantes y  su  descendencia  hubiesen  conservado  todos 
la  religión  que  trajeron  de  su  país,  sus  números  debe- 
rían pasar  actualmente,  de  12  ó  14.000,000 

El  cuadro  siguiente,  que  tomo  de  las   recientes  es- 


Fuerza  délas  diversas  sectas  787 

tadísticas  de  Mulhall,  presenta  una  comparación  acer- 
ca de  la  fuerza  respectiva  de  estas  religiones  en  1880: 


Reliííiones. 

Iglesias. 

Ministros. 

lüqu 

eza  poseítte  por  la«  igks 

Metodista  . . 

28,281 

16,759 

$ 

70.500,000 

Bautista 

24,794: 

15,401 

42.000,000 

Presbiteriana 

10,474 

8,026 

53.000,000 

Católica 

5,975 

.    6,366 

61.000,000 

Otras  sectas. 

22,643 

30,678 

$ 

127.500,000 

Totales. 

92,167 

77,230 

354.000,000 

Las  denominaciones  religiosas   de   segundo   orden 
no  enumeradas  arriba,  son  las  siguientes: 

1880. 

Iglesias.      Ministros.        Adeptos.  Riqueza. 

Los  luteranos,  alema- 
nes principalmeate,  con..  5,556    3,102    2.740,000    $6.000,000 

Los  discípulos  cristia- 
nos (entiendo  que  son 
considerados  como  parte 
de  los  metodistas) 4,681     3,658    2.268,000        6.000,000 

Los  congregacionalis- 
tas 3,689    3,589    1.334,000      25.000,000 

Los  episcopales  (igle- 
sia anglicana).  3,104    3,564    1.413,000      36.000,00.0 

Los  hermanos  unidos 
en  Cristo  i.rama  de  los  me- 
todistas)  2,573    2,563    1.196,000        2.000,000 

El  resto  se  compone  de  unitarios,  universalistas, 
mormones,  Judíos,  espiritistas,  cu<áqueros,  hermanos 
moravos,  swendenborgianos,  etc.,  con  más  de  3. 000,000 
de  adeptos  en  1880. 

Las  diferencias  entre  estas  sectas  consisten  á  un 
tiempo  en  la  aceptación  ó  rechazo  de  algunos  artícu- 
los de  fe,  y  en  la  organización  interior  de  ellas» 
Todas  están  separadas  del  Estado,  y  no  reciben  ni 
gozan  de  auxilio  ó  privilegio  oficial  alguno. 


788  Catacteres  de  las  principales  sectas 

Las  iglesias  episcopal  anglicana  y  la  presbiteriana 
son  las  que  tienen  más  semejanza  con  el  catolicismo, 
del  cual  se  separan  principalmente  en  no  reconocer  la 
autoridad  de  la  silla  pontificia.  Los  presbiterianos  se 
separan  también  en  lo  relativo  á  su  organización  inte- 
rior, que  es  de  naturaleza  republicana. 

Los  metodistas  están  divididos  en  tres  orga- 
nizaciones distintas.  La  primera  es  la  de  los  epis- 
copales,  que  admiten  el  gobierno  de  la  iglesia  por  los 
obispos  y  por  asambleas  anuales  en  que  los  fieles 
«stán  representados  en  proporción  al  número  de  co- 
municantes. La  segunda,  de  los  tuesleyanos,  que  re- 
chazan el  gobierno  episcopal,  admiten  el  derecho  en 
cala  iglesia  ó  congregación  local  para  gobernarse  con 
entera  independencia,  sin  más  vínculo  de  unión  que 
un  sínodo  reunido  cada  siete  años,  sin  facultad  legis- 
lativa alguna.  Estos  rechazaron  la  esclavitud  desde 
.1835  y  excluyeron  de  su  comunidad  á  toda  persona 
que  fuese  propietaria  de  esclavos.  También  rechaza- 
ron recientemente  á  los  que  produzcan,  vendan  ó 
hagan  uso  de  licores  espirituosos, excepto  como  remedio 
en  caso  de  enfermedad.  La  tercera  es  la  iglesia  meto- 
dista de  los  Estados  del  Sur,  que  cortó  toda  comuni- 
cación con  las  iglesias  del  Norte,  desde  que  la  aboli- 
ción de  la  esclavitud  empezó  á  ser  discutida  en  éstas. 

Los  bautistas  sostienen  que  el  bautismo  debe  ad- 
minstrarse  sólo  á  los  creyentes  en  goce  yá  del  ejer- 
cicio libre  de  su  inteligencia,  y  no  á  los  niños  incapa- 
ces de  pensar:  también  creen  que  debe  administrarse 
por  inmersión  del  cuerpo  entero  en  el  agua.  Entre 
ellos  cada  congregación  local  es   independiente,  y  sus 


Los  congregacionalistas  y  los  unitarios       789 

asambleas  son    estrictamente   representativas   de   las 
iglesias  locales. 

Los  congregacionalistas  ó  independientes,  secta  de 
disidentes  de  la  iglesia  anglicana  en'  Inglaterra,  per- 
seguidos allí,  obligados  á  expatriarse  á  Holanda  pri- 
mero, después  á  los  Estados  Unidos,  son  los  antiguos 
puritanos  que  tanto  contribuyeron  al  destronamiento 
de  Carlos  i,  y  luego  fueron  los  fundadores  de  los  Estados 
de  ísTucYa  Inglaterra.  Son  estrictamente  demócratas  en 
su  disciplina,  liberales  avanzados  en  sus  ideas,  y  sos- 
tienen misiones  especiales  para  evangelizar,  educándo- 
los, á  los  indios,  á  los  hombres  de  color  en  el  Sur  y  á 
los  chinos, — á  quienes  especialmente  han  tratado  de 
proteger  contra  los  injustos  ataques  y  violencias  de 
que  han  sido  objeto. 

Los  unitarios  y  los  universalistas,  aunque  no  re- . 
putados  cristianos  en  el  sentido  ortodoxo  de  la  pala- 
bra, profesan  la  moral  de  Jesucristo,  juzgan  que  la 
religión  consiste  más  en  la  virtud  que  en  las  prácticas 
rituales  ó  en  la  profesión  de  dogmas  oscuros,  y  pre-' 
dican  que  la  religión  debe  elevarse  á  la  altura  de  la 
ciencia  moderna,  so  pena  de  que  la  ciencia  y  las  hom- 
bres superiores  hagan  causa  común  con  la  impiedad. 

Como  puede  notarse  á  primera  vista,  la  política 
ha  tenido  en  los  Estados  Unidos  más  influencia  sobre 
la  religión  que  la  religión  sobre  la  política.  Las  for- 
mas de  ésta  han  penetrado  en  las  religiones,  las  han 
democratizado,  liberalizado  y  acostumbrado  á  la  tole- 
rancia. Más  difícil  es,  por  supuesto,  ejercer  influencia 
sobre  los  dogmas,  en  los  cuales  los  cambios  actuales 
son  efecto  de  la  Reforma  del  siglo  xyi;  pero  es  inda- 


790 '  La  evolución  de  la  idea  religiosa 

dable  que  á  la  larga  la  forma  tendrá  también  inflaen- 
cia  sobre  el  fondo. 

Hasta  ahora  el  espíritu  conservador  de  las  organi- 
zaciones religiosas  les  ha  permitido  entrar  en  alianza 
con  los  gobiernos  establecidos,  aun  los  más  tiránicos 
y  contrarios  á  la  ley  de  Cristo,  mejor  que  con  las  fuer- 
zas, al  parecer  débiles,  de  las  nuevas  ideas  de  reforma 
social  y  política;  pero  yá  los  metodistas  wesleyanos, 
los  congregacionalistas  y  los  unitarios  creyeron  un 
deber  renunciar  á  la  comunión  de  los  defensores  de 
la  esclavitud,  y  los  primeros  han  dado  el  saludable 
ejemplo  de  no  considerar  incluidos  en  ella  á  los  trafi- 
cantes en  licores  espirituosos.  En  ese  nuevo  camino  no 
podrán  menos  de  imponer  respeto  á  las  almas  generosas, 
conquistar  la  simpatía  de  las  masas  y  atraer  á  su  seno 
numerosos  prosélitos.  Jesús  no  aduló  nunca  los  pode- 
res de  la  tierra,  no  hizo  alianza  con  los  ricos  y  los  afor- 
tunados, prometió  los  dones  del  cielo  á  los  humildes 
y  álos  mansos  de  corazón,  rehusó  alzar  la  espada  con- 
tra sus  enemigos  más  encarnizados  y  prefirió  perdo- 
narlos, subir  al  Calvario  y  morir  en  la  cruz.  Puede 
que  algún  día,  libre  el  sentimiento  religioso  de  las 
ligaduras  con  que  lo  sujetó  su  alianza  con  los  empera- 
dores, reanude  el  lazo  de  su  tradición  primitiva. 


<=BÉ*5:--¿5^  SSS5;2:^f=§fe3 


CAPITULO  XXXIX 


LOS    IDEALES    AMERICANOS 


EvoliiciÓQ  de  los  partidos— La  reforma  del  servicio  civil — Com- 
bate á  la  Plutocracia— Proteccionismo— Libre  cambio— La 
plétora  del  Tesoro — Los  partidos  actuales. 


Cuando,  asegurada  la  independencia  de  la  metró- 
poli, las  trece  repúblicas  angloamericanas  empezaron 
su  carrera  propia  liacia  el  porvenir,  dominaban  en  la 
opinión  pública  dos  aspiraciones  distintas,  de  donde 
tomaron  origen  sus  dos  grandes  partidos.  Washing- 
ton y  Alejandro  Hamilton,  fundadores  del  partido 
federalista,  temerosos  de  que  el  espíritu  de  la  revolu- 
ción traspasase  su  blanco  y  lanzase  el  país  en  la  anar- 
quía, creyeron  superior  á  todas  la  necesidad  de  fundar 
un  gobierno  nacional  vigoroso  que  mantuviese  la 
Unión,  se  sobrepusiese  del  todo  al  poderío  de  los  Esta- 
dos y  crease  una  fuerza  política  capaz  de  mantener  el 
-orden  en  el  interior  y  liacer  respetar  en  el  exterior  la 
nueva  y  primera  nacionalidad  independiente  que  sur- 
gía de  este  lado  del  Océano.  De  otro  lado  reinaba  entre 
Jefferson  y  los  hombres  del  Sur,  fundadores  del  antiguo 
partido  republicano,  el  deseo  de  conservar  el  gobierno 
propio  de  las  antiguas  colonias,  y  el  temor  de  que  un  go- 


793  Ideas  de  los  partidos  americanos 

bierno  nacional  demasiado  fuerte  destruyese  la  autono- 
mía de  ellas  y  condujese  á  otra  tiranía  semejante  á  la 
de  la  metrópoli  inglesa.  El  primero  de  estos  partidos 
se  preocupaba  más  del  interés  de  la  nacionalidad  que 
de  las  libertades  délos  ciudadanos:  el  segundo,  al  con- 
trario: tenía  más  á  pechos  las  libertades  municipales 
y  las  garantías  del  ciudadano  que  el  poderío  resultante 
de  la  organización  de  un  gobierno  centralizador.  Podía 
creerse,  pues,  que  la  idea  liberal  se  encarnaba  en  éstos 
y  la  conservadora  en  los  otros;  mas  en  la  realidad  no 
era  así.  Entre  los  que  se  daban  el  nombre  de  republica- 
nos figuraban  principalmente  los  propietarios  de  escla- 
vos en  los  Estados  del  Sur,  de  quienes  no  podía  espe- 
rarse ese  espíritu  de  filantropía,  igualdad  política  y 
aspiraciones  generosas  que  constituyen  la  idea  liberal. 
Al  propio  tiempo,  los  partidarios  de  una  centralización 
más  vigorosa  deseaban  la  abolición  de  la  esclavitud  y 
la  consagración  constitucional  de  garantías  individua- 
les al  ciudadano  que  diesen  un  carácter  homogéneo  al 
pueblo  de  la  Unión. 

Así,  el  partido  llamado  entonces  republicano  (hoy 
demócrata),  que  aspiraba  á  conservar  el  espíritu  de 
particularismo  y  semi-independencia  de  las  antiguas 
colonias,  y  con  ella  la  esclavitud,  uno  de  los  vicios- 
del  pasado,  era  el  verdadero  partido  conservador;  y  los 
federalistas, — á  quienes  se  acusaba  de  tendencias  secre- 
tas á  una  reacción  monárquica, — en  realidad  eran  los 
sostenedores  de  las  libertades  del  ciudadano  y  los  que 
aspiraban  á  constituir  una  sociedad  nueva,  rompiendo 
las  tradiciones  coloniales:  eran  los  verdaderos  liberales. 

Sin  embargo,  la  constitución  de  1787,  resultado  de 


La  esclavitud  era  lo  que  los  dividía  793 

la  lucha  entre  esas  dos  tendencias,  fue  un  compromiso^ 
una  transacción  entre  ellas.  Las  antiguas  colonias, 
ahora  Estados,  cedieron  ala  Nación  una  parte  de  sus 
derechos,  y  no  poca  de  sus  territorios,consintieron  en  la 
organización  de  un  gobierno  general  provisto  de  facul- 
tades para  crear  rentas,  levantar  ejércitos,  organizar 
tribunales,  fundar  el  crédito  publico,  disponer  de  las 
tierras  baldías  y  crear  nuevos  Estados  en  los  territorios 
todavía  despoblados.  A  su  vez  los  partidarios  de  un  ré- 
gimen centralizador  convinieron  en  atribuir  á  los  Esta- 
dos todas  las  funciones  no  concedidas  expresamente  al 
Gobierno  federal,  en  permitir  la  esclavituden  los  Esta- 
dos que  quisiesen  conservarla  y  en  renunciar  á  toda  idea 
de  entrometerse  en  el  gobierno  interior  de  las  locali- 
dades. 

Como  dije  yá  en  otro  capítulo,  las  diferencias  po- 
líticas se  encerraron  dentro  de  líneas  geográficas,  con- 
centrándoseen  una  sola  idea  principal:  la  conservación 
ó  la  abolición  de  la  esclavitud  de  la  raza  negra;  pero  de 
esta  cuestión  nacieron  luego  otras  dos  diferencias,  por 
entonces  secundarias. 

Los  partidarios  de  la  esclavitud  querían  extender 
los  dominios  de  esta  institución  á  otras  regiones:  en 
consecuencia,  eran  partidarios  de  la  adquisición  de 
nuevos  territorios  á  expensas  de  la  seguridad  de  las 
naciones  vecinas.  De  aquí  la  compra  de  la  Elorida,  la 
incorporación  de  Teja?,  la  conquista  de  California,  los 
proyectos  de  conquista  en  Centro  América  por  Wal- 
ker,  y  de  adquisición  de  la  isla  de  Cuba,  durante  las 
Administraciones  de  Pierce  y  Buchanan.  Los  enemi- 
gos de  la  esclavitud  lo  eran  también  de  la  extensión 


794  De  ella  surgió  la  cuestión  comeroial 

de  los  límites  de  la  unión,  y  miraban  con  horror  los 
proyectos  atentatorios  á  los  derechos  de  otras  nacio- 
nalidades. 

La  esclavitud  reducía  la  organización  industrial 
de  los  territorios  del  Sur  á  los  trabajos  de  la  agricul- 
tura, únicos  al  alcance  de  esclavos  ignorantes.  La 
libertad,  al  contrario,  había  extendido  la  industria 
de  los  del  Norte  á  las  manufacturas,  en  fábricas 
que  en  un  principio  resistían  difícilmente  la  compe- 
tencia europea.  Para  protegerlas  se  ocurrió  al  expe- 
diente de  altas  tarifas  de  aduanas  sobre  los  artículos 
extranjeros  que  pudieran  importarse  con  ventaja,  á 
fin  de  asegurar  en  favor  de  aquéllas  el  mercado  inte- 
rior. Pronto  se  cayó  en  la  cuenta  de  que  esta  protec- 
ción encarecía  esos  productos  para  los  consumidores 
del  Sur  y  disminuía  las  importaciones  en  el  comercio 
exterior.  Ahora  bien:  la  limitación  de  las  importacio- 
nes ponía  también  límite  á  las  exportaciones,  porque 
ningún  país  puede  exportar  más  de  lo  necesario  para 
pagar  los  productos  extranjeros  que  importa,  y  esto 
eausaba  perjuicio  á  la  agricultura  del  Sur.  El  país 
quedaba  dividido  en  dos  partes:  launa,  que  exportaba 
productos  agrícolas;  la  otra,  que,  no  teniendo  artículos 
exportables,  quería  vivir  de  la  venta  de  sus  manufac- 
turas á  los  Estados  exportadores.  De  aquí  el  arraigo 
de  la  idea  proteccionista  en  los  Estados  del  Norte,  y  la 
aparición  de  la  de  libre  cambio  y  tarifas  moderadas 
en  los  del  Sur;  antagonismo  que  en  1832  paso  en  peli- 
gro la  paz  pública,  pero  que  fue  zanjado  por  las  me- 
didas conciliadoras  de  Henry  Clay,  á  la  vez  que  por 
la  firmeza  del  General  Jackson. 


Desaparición  del  partido  federalista  795 

El  partido  federalista  desapareció  á  la  vuelta  de 
un  cuarto  de  siglo,  porque  no  pudo  luchar  con  el  po- 
deroso sentimiento  de  amor  y  respeto  profesado  en 
todas  partes  á  la  entidad  local  del  Estado;  pero  su  es- 
píritu reapareció  bajo  la  inspiración  de  Henry  Olay, 
con  el  nombre  wliig,  tomado  del  que  representaba  la 
idea  liberal  en  la  Grran  Bretaña.  Este  partido  alcanzó  á 
triunfar  dos  veces  en  la  elección  presidencial:  en  1841 
la  primera,  con  el  General  Harrison,  abuelo  del  actual 
titular,  y  con  el  General  Taylor  la  segunda,  en  1849. 
En  ambas  ocasiones  murió  el  Presidente,  al  tercer  mes 
del  ejercicio  de  sus  funciones  el  uno,  y  al  segundo  año 
el  otro,  con  la  desgracia  de  que  el  Vicepresidente  per- 
tenecía en  ambos  casos  al  partido  opuesto.  Falto  su 
programa  de  soluciones  precisas  en  lo  relativo  á  la 
gran  cuestión  de  la  esclavitud,  desapareció  de  la  esce- 
na para  dar  campo  á  un  nuevo  partido  que  tomó  el 
nombre  antiguo  de  su  adversario,  el  de  republicano, 
francamente  favorable  á  la  emancipación  y  dispuesto 
á  no  permitir  el  trabajo  esclavo  en  los  nuevos  Terri- 
torios de  la  Unión.  Este  partido  obtuvo  el  triunfo 
con  la  elección  de  Mr.  Lincoln  en  1860. 

A  su  vez  la  organización  que  se  tituló  partido  re- 
publicano en  los  Estados  del  Sur,  también  cedió  el 
puesto  desde  1825  á  otra  que,  con  el  nombre  de  par- 
tido demócrata  y  encabezado  por  el  General  Jackson, 
tomó  á  pechos  combatir  la  institución  privilegiada  del 
Banco  Nacional,  que  ahogaba  el  desarrollo  de  los  Ban- 
cos privados  y  podía  conducir  á  la  formación  de  una 
aristocracia  monetaria.  Eti  efecto,  el  Banco  N"acional 
fue  suprimido. 


796  Nuevos  partidos  en  embrión 

Así  pues,  el  que  hoy  se  llama  partido  repuhlicano 
es  el  mismo  que  en  un  principio  se  denominaba/eíZe- 
ralista;  y  el  conocido  hoy  con  el  nombre  de  demócrata 
se  apellidó  en  su  origen  republicano;  circunstancia  que 
es  causa  de  alguna  confusión  en  las  nociones  históricas 
de  ellos. 

La  descomposición  de  los  antiguos  partidos  ha  ins- 
pirado en  ocasiones  el  pensamiento  de  formar  otros 
con  nuevas  soluciones  en  sus  banderas:  como  los  si- 
guientes: 

El  JSÍuUficador,  que  pretendía  atribuir  á  las  Asam- 
bleas de  los  Estados  el  derecho  de  anular  las  leyes  del 
Congreso,  cuando  fuesen  reputadas  contrarias  á  los 
derechos  de  aquéllos. 

El  Knoiu-Notliing,  contrario  ala  inmigración  y  á 
la  naturalización  de  los  extranjeros. 

El  Anti  Masónico f  que  en  un  tiempo  tuvo  el  pro- 
pósito de  combatir  la  existencia  de  las  asociaciones 
masónicas. 

El  Aholicionista,  que  hacía  propaganda  para  com- 
batir la  esclavitud  y  aboliría  por  medio  de  leyes. 

El  Pro7¿z5ic/o/i7's^«!, últimamente  dirigido  á  obtener, 
por  medio  de  la  legislación  de  los  Estados,  la  prohibi- 
ción de  vender  licores  en  las  tiendas  y  almacenes  pú- 
blicos. 

Ninguno  de  éstos  ha  alcanzado  á  la  categoría  de 
partido  nacional;  es  decir,  á  conseguir  la  consagración 
de  alguna  de  esas  ideas  en  el  programa  de  los, actos 
de  la  administración  legislativa  ó  ejecutiva  de  la 
Nación. 

La  abolición  misma  de  la  esclavitud  nunca  figuró 


Los  ''Mtigwumps^'  797 

entre  las  medidas  que  los  grandes  partidos  deseasen 
obtener  por  medio  de  una  ley  del  Congreso.  El  mayor 
extremo  á  que  se  llegó  en  esta  materia,  antes  de  la 
guerra  civil  de  1861,  fue  el  déla  proposición  de  prohi- 
bir j^ar^  lofiUuro  la  introducción  de  la  esclavitud  en 
los  Territorios  nacionales,  y  la  de  aboliría  en  el  dis- 
trito nacional  de  Washington. 

La  abolición  fue  decretada  como  un  acto  de  guerra 
contra  los  Estados  separatistas,  y  una  vez  consumada, 
por  reforma  constitucional  fue  prohibido  el  restableci- 
miento de  la  esclavitud.  Hecho  significativo  del  respeto 
que  en  los  Estados  Unidos  se  profesa  por  los  derechos 
una  vez  adquiridos,  y  de  la  idea  de  limitación  de  los 
poderes  del  Gobierno. 

Resulta  de  las  anteriores  premisas  que  el  partido 
liberal  de  la  Unión  era  conservador  en  materias  de 
comercio  exterior,  y  que  el  conservador  tenía  en  esta 
parte  de  su  programa  un  viso  de  liberalismo.  Esta 
situación  duró  hasta  1865,  año  en  que  la  derrota  defi- 
nitiva de  la  esclavitud  cambió  del  todo  la  naturaleza 
del  debate  pplítico,  y  en  la  actualidad  los  antiguos 
partidos,  profundamente  modificados,  no  tienen  toda- 
vía rasgos  de  diferenciación  bastante  claros;  es  decir, 
aún  no  tienen  ideales  bien  definidos. 

Empieza  únicamente  á  aparecer  el  fenómeno  de 
un  tercer  partido  político:  el  independiente,  allá  lla- 
mado Miigioump,  desmembración  del  republicano,  en 
algunos  puntos  aliado  con  el  demócrata,  y  cuyo  pro- 
grama parece  resumirse   en  los   principios  siguientes: 

Purificación  del  sufragio  popular. 

Provisión  de  los  destinos  públicos  en  los  más  aptos, 


798  I^uevos  prohUmas 

mediante  examen  y  calificación  previa,  y  sin  atender 
á  opiniones  de  partido. 

Rebaja  de  la  tarifa  de  aduanas,  empezando  por 
declarar  libres  las  materias  primeras  de  la  industria 
interior. 

Esta  fracción  tiene  todavía  poca  fuerza.  Tuvo  su 
origen  en  el  proyecto — que  combatió  vigorosamen- 
te— de  una  tercera  elección  del  General  Gran  t  en  1880, 
haciendo  decidir  la  designación  en  favor  del  General 
Garfield;  inclinó  con  sus  votos  en  1884  la  balanza  elec- 
cionaria del  lado  de  Mr.  Cleveland,  en  competencia 
con  Mr.  Blaine,  y  en  la  actualidad  hace  oposición  á  la 
política  del  General  Ilarrison. 

Como  he  insinuado  en  otra  parte,  los  Mugwumps 
tienen  gran  semejanza  con  los  gólgotas  colombianos 
de  1851  á  1858;  pero  si  bien  constituyen  un  grupo  muy 
respetable,  con  adeptos  y  periódicos  de  gran  circula- 
ción en  casi  todos  los  Estados,  todavía  no  alcanzan  á 
formar  un  verdadero  partido  nacional. 

Han  surgido,  sí,  algunos  nuevos  problemas  cuya 
solución  se  basca  por  medio  de  leyes,  y  que  empiezan 
á  marcar  la  fisonomía  de  los  grandes  partidos;  mencio- 
naré algunos  de  ellos: 

La  reforma  del  servicio  civil. 

La  influencia  de  los  grandes  capitalistas  sobre  el 
Gobierno  de  la  Unión,  llamada  en  el  periodismo  'Ma 
dominación  de  la  Plutocracia." 

La  aspiración  a  mantener  alta  la  tasa  de  los  sala- 
rios por  medio   de  sistemas  económicos  artificiales,  j 

La  Plétora  del  Tesoro  nacional. 


Las  remociones  de  empleados  799 

Durante  las  dosadmirxistracionesdel  GeneralJack- 
son  (1829  á  1837),  este  hombre  violento  é  iracundo 
estableció  el  funesto  precedente  de  premiar  á  sus  par- 
tidarios y  sostenedores  con  los  empleos  públicos,  me- 
diante la  remoción  de  los  titulares  que  no  hubiesen  sos- 
tenido su  elección.  Refiere  la  historia  que  Washington 
sólo  removió,  durante  los  ocho  años  de  su  gobierno, once 
empleados;  John  Adams  en  cuatro  años,  once;  Jeffer- 
son,  en  ocho  años,  treinta  y  seis;  Madison,  en  igual 
tiempo,  cinco;  Monroe,  en  sus  dos  períodos,  nueve; 
John  Quincy  Adams,  en  cuatro  años,  dos;  Jackson  re- 
movió dos  mil  en  el  primer  año  de  su  Gobierno. 

Esta  práctica  ha  sido  seguida  después  con  masó 
menos  extensión  por  todas  las  administraciones  ejecuti- 
vas, con  lo  cual  se  ha  despertado  una  enfermedad  social 
que  parecería  increíble  en  ese  pueblo  tan  trabajador: 
la  empleomanía.  Cada  cuatro  años  se  renueva  allí  el 
personal  de  las  oficinas  nacionales,  compuesto  de  un 
guarismo  de  cerca  de  setenta  mil  empleados,  y  la  mul- 
titud de  solicitantes,  empeños,  intrigas,  amenazas  y 
procedimientos  indignos  puestos  en  juego  para  obte- 
ner colocaciones,  supera  la  idea  más  rebajada  que  se 
pueda  tener  de  la  naturaleza  humana.  El  daño  prin- 
cipal originado  con  esta  práctica  consiste,  sin  embargo, 
en  la  casi  imposibilidad  de  nombrar  para  cada  puesto 
el  hombre  capaz  de  prestar  el  servicio  que  se  requiere, 
pues  la  iniciativa  del  nombramiento  deja  de  pertene- 
cer al  Presidente  y  está  exclusivamente  en  manos  de 
los  solicitantes  y  de  sus  protectores;  los  caracteres 
dignos,  el  mérito  verdadero  se  apartan  de  ese  merca- 
do; el  servicio  público  se  torna   objeto  de  especula- 


800    Bases  de  reforma  en  la  provisión  de  empleos 

oión,  y  los  verdaderos  intereses  nacionales  quedan 
abandonados  en  poder  de  los  menos  capaces.  Esta  es 
una  epidemia  bastante  conocida  entre  nosotros,  en 
donde  la  introducción  de  aquel  sistemaba  contribuido 
no  poco  á  la  intensidad  de  las  pasiones  políticas  y  á 
desorganizar  el  servicio  público:  no  hay  para  qué  di- 
sertar más  acerca  de  ella. 

Si  no  estoy  equivocado,  fue  Mr.  Pendleton,  demó- 
crata, Senador  por  el  Estado  de  Ohio,  el  autor  de  un 
proyecto  de  ley  aprobado  por  el  Congreso,  en  1881  ó 
1882,  en  que  se  establecieron  las  siguientes  bases  de 
"reforma  del  servicio  civil:" 

1.*  La  provisión  de  los  destinos  deberá  hacerse  en 
los  más  aptos,  y  la  aptitud  se  comprobará  por  medio 
de  examen  previo  de  los  aspirantes  á  un  mismo  destino. 

2.^  Los  así  nombrados  no  podrán  ser  removidos 
antes  de  la  expiración  del  período  legal  para  que  lo 
fueron;  excepto  en  caso  de  mala  conducta  debidamente 
comprobada. 

3.*  El  nombramiento  para  empleos  superiores  se 
hará  de  preferencia  por  medio  de  ascensos  de  los  que 
hayan  desempeñado  los  inferiores,  siempre  que  en  el 
examen  previo  comprueben  su  aptitud  para  el  efecto. 

4.*  Es  prohibido  hacer  nombramientos  en  recom- 
pensa de  servicios  eleccionarios,  opiniones  políticas  á 
consideraciones  distintas  de  la  capacidad  para  des- 
empeñar las  funciones  públicas.  Ei  motivo  de  respon- 
sabilidad el  hacerlos  con  violación  de  este  precepto. 

5.*  Habrá  comisionados  especiales  encargados  de 
presidir  los  exámenes  y  de  vigilar  la  ejecución  de  estas 
reglas. 


Violaciones  al  principio  reformador  801 

La  reforma,  aplaudida  por  la  opinión  desinteresa- 
da, fue  recibida  con  desagrado  por  los  hombres  que 
hacen  profesión  de  la  política.  El  General  Arthur,  pri- 
mer encargado  del  Ejecutivo  á  quien  tocó  ponerla  en 
práctica,  mostró  no  poca  tibieza  en  esta  tarea:  Mr.  Cle- 
veland, que  le  sucedió,  no  pudo  resistir  la  presión 
formidable  que  sobre  él  ejercitó  un  partido  sepa- 
rado hacía  veinticuatro  años  de  la  posesión  del  poder 
público,  y  violó  la  ley;  y  el  actual  Presidente,  General 
llarrison,  á  pesar  de  sus  promesas  de  darle  fiel  cum- 
plimiento, hechas  mientras  fue  candidato,  parece  ha- 
ber sobrepujado  á  su  predecesor  en  debilidad  con  sus 
copartidarios,  cuando  llegó  ala  silla  preside-ncial,  pues 
en  el  primer  aQo  de  su  período  se  dice  ha  hecho  treinta 
y  ocho  mil  remociones. 

A  pesar  de  estas  primeras  pruebas  no  hay  por  qué 
desesperar:  poco  á  poco  irán  penetrando  esos  princi- 
pios en  las  costumbres.  Las  instituciones  se  forman 
con  la  lentitud  del  crecimiento  de  los  grandes  árboles; 
á  veces  requieren  siglos  enteros  para  consolidarse.  Sin 
duda  alguna  la  fiel  ejecución  de  esa  ley  será  un  ele- 
mento de  paz  y  concordia  en  las  relaciones  políticas  y 
un  instrumento  que  regularizará  el  funcionamiento  de 
la  máquina  gubernamental. 


La  aparición  de  grandes  millonarios,  semejantes  á 

los  que  en  la  última  época  de  la  república  romana 

fueron  la  señal  de  la  transformación  de  las  antiguas 

leyes  en  el  imperio  de  los  Césares,  es  un  fenómeno 

posterior  en  los  Estados  Unidos  á  la  última  guerra 

civil,  y  coincide  en  su  origen  con  el  levantamiento  de 

51 


802        Aparición  de  los  grandes  inUlonarios 

fuertes  impuestos  j  la  acumulación  de  enormes  depósi- 
tos en  el  Tesoro  federal.  Los  estupendos  gastos  á  que  esa 
guerra  dio  origen;  los  grandes  contratos  de  suministros 
de  vestuarios,  armas  y  provisiones  para  los  ejércitos; 
la  emisión  de  sumas  de  papel-moneda  desproporcio- 
nadas á  las  necesidades  de  la  circulación;  el  alza  re- 
pentina en  el  valor  de  las  manufacturas  determinada 
por  el  alza  súbita  de  la  tarifa  de  aduanas;  los  grandes 
negocios  á  que  se  prestaban  las  fluctuaciones  en  el 
valor  del  papel-moneda;  y  las  grandes  operaciones  de 
agio  que  siguieron  ala  emisión  de  %  3,000.000,000  en 
documentos  de  deudas  consolidadas  y  flotantes, — sin 
•  duda  ningvina  fueron  ocasionados  á  mucha  relajación 
en  la  moralidad  de  las  transacciones  y  á  la  acumula- 
ción de  esos  enormes  capitales  que  hacen  hoy  el  asom- 
bro del  mundo.  La  desmoralización  empezó  á  mos- 
trarse en  el  juego  de  la  política  con  motivo  de  las  em- 
presas de  construcción  de  ferrocarriles  trasatlánticos, 
el  primero  de  los  cuales  fue  subvencionado  por  el 
Grobierno  con  gruesas  sumas  del  Tesoro,  y  los  siguien- 
tes con  vastas  extensiones  de  tierras  baldías.  La  prensa 
denunció  peculados  vergonzosos,  extendidos  desde  las 
altas  regiones  oficiales  hasta  los  salones  de  las  Cáma- 
ras, en  los  que  más  de  una  reputación  antes  ilustre, 
quedó  cubierta  con  sombras  indelebles* 

Desde  entonces  se  pudo  sospechar  que  en  la  co- 
rriente de  la  democracia  había  penetrado  un  elemento 
impuro  que  enturbiaba  sus  aguas;  que  las  leyes  na- 
turales de  distribución  de  la  riqueza  creada  por  el 
trabajo,  empezaban  á  desviarse  en  su  camino  hacia 
canales  distintos   de  los  de  retribución   equitativa  á 


8u  influencia  en  la  política  803 

los  servicios  de  cada  trabajador;  que  en  la  lucha  de 
las  ideas  políticas  entraban  pasiones  nuevas,  distintas 
de  la  aspiración  desinteresada  hacia  el  bien  común, 
encaminadas  en  unos  á  mantener  una  superioridad 
artificial  en  el  juego  del  trabajo  humano,  á  resta- 
blecer en  otros  condiciones  de  igualdad,  justas  unas 
veces,  inspiradas  en  otras  quizás  por  un  sentimiento 
de  envidia. 

Difícil  es  para  un  viajero  formar  opinión  en  estas 
materias  con  sólo  una  residencia  de  pocos  meses  en 
ese  país.  La  lectura  de  los  periódicos,  casi  siempre 
inspirados  por  pasiones  ó  intereses  políticos,  tanipoco 
es  guía  seguro  para  descubrir  la  verdad.  Los  cambios 
efectuados  en  las  condiciones  de  riqueza  y  de  organi- 
zación del  trabajo  en  estos  últimos  veinticinco  aüos 
de  maravillosa  prosperidad,  son  tan  considerables,  que 
bien  puedo  un  hispanoamericano  ofuscarse  al  formav 
juicio  sobre  la  marcha  actual  de  ese  país.  A  pesar  .de 
todo,  no  temeré  expresar  cuan  poco  tranquilizadoj^' 
me  ha  parecido  este  aspecto  de  la  sociedad  americana» 
Acostumbrados  como  estábamos  los  inexpertos  republi-: 
canos  de  Sur  América  á  mirarla  como  la  columna  lu- 
minosa que  en  otro  tiempo  guiaba  á  los  israelitas  al 
través  del  desierto,  hoy  es  imposible  dejar  de  temer 
que  huya  ocurrido  alií  algún  extravío  en  la  marcha 
de  las  ideas  democráticas,  entre  los  mismos  que,  abar 
tiendo  la  hidra  de  la  esclavitud,  mantuvieron  la  intep 
grjdad  de  la  Unión  y  creyeron  salvado  el  último  peli- 
gro para  la  causa  popular  en  el  Nuevo  Mundo.  Enua-» 
ciaré  algunos  de  los  hechos  en  que  se  fundan  mis  te- 
mores. 


804     En  la  supresión  de  los  impuestos  directos 

Cuando  las  necesidades  do  la  guerra  civil  determi- 
naron la  creación  de  nuevos  impuestos,  uno  de  los 
primeros  á  que  se  ocurrió  fue  el  directo  proporcional 
sobre  la  renta  de  los  contribuyentes,  como  el  más  na- 
tural, el  más  justo  en  la  índole  del  sistema  republi- 
cano. Pasada  la  guerra  se  pensó  desde  luego  en  alige- 
rar la  carga,  rebajando  la  tasa  do  las  contribuciones 
que  se  consideraban  más  opresoras.  No  se  pensó,  sin 
embargo,  en  abaratar  por  este  medio  el  precio  de 
las  telas  de  vestido  de  las  clases  laboriosas,  ni  el  de  las 
herramientas  para  las  profesiones,  ni  el  de  los  materia- 
les para  los  aparatos  de  locomoción,  ni  el  de  las  ma- 
terias primeras  de  las  industrias  populares:  lo  primero 
abolido  fue  la  contribución  sobre  la  renta.  Es  verdad 
que  Steward,  el  gran  comerciante,  pagaba  de  $  200  á 
$  300,000  anuales;  Moses  Taylor,  algo  menos;  John 
Jacob  Astor,  más  de  %  200,000;  Vanderbilt,  más  de 
$  50,000;  pero  también  lo  es  que  el  primero  confesaba 
una  utilidad  líquida  en  sus  negocios  de  $4.000,000 
anuales;  el  segundo,  de  cerca  de  $  2.000,000;  el 
tercero,  de  $  1.200,000,  producto  del  arrendamiento 
de  sus  dos  ó  tres  mil  casas  en  la  ciudad  de  Nueva 
York,  y  el  último,  %  600,000  en  el  flete  de  sus  va- 
pores y  los  dividendos  de  sus  acciones  de  ferroca- 
rril. El  impuesto  directo  que,  en  -sus  diversas  for- 
mas, llegó  á  producir  cosa  de  $  100.000,000  anuales,  fue 
totalmente  abolido  primero  que  nada.  Si  alguna  ins- 
titución mereciera  el  nombre  de  americana  por  exce- 
lencia, sería  el  impuesto  directo,  decretado  por  los 
inmigrantes  desdo  los  primeros  días  de  las  colo- 
nias.   Hoy  se  puedo  nofc.ir  reacción    visible   contra 


En  la  protección  á  las  empresas  mineras    805 

ella  en  los  hechos:  el  avalúo  oficial  de  las  propieda- 
des sujetas  al  impuesto  se  creo  que  no  llega  á  la  mi- 
tad del  verdadero,  y  en  algunos  casos,  como  respecto 
de  la  riqueza  mueble,  en  algunas  ciudades,  se  juzga 
que  no  pasa  del  5  por  100. 

Hay  varias  industrias  que  sufren  por  consecuencia 
de  la  carestía  de  ciertos  artículos.  El  hierro  y  el  acero, 
por  ejemplo,  entran  como  factor  indispensable  en  la 
construcción  de  maquinaria,  en  la  edificación, — en  la 
que,  como  sustancia  incombustible,  son  una  garantía 
contra  los  incendios, — y  en  los  ferrocarriles,  los  que 
entre  construcciones  nuevas  y  reparación  de  las  an- 
tiguas, consumen  cuatro  millones  anuales  de  tone- 
ladas de  rieles,  guarismo  que  la  industria  ameri- 
cana no  alcanza  á  producir.  Pues  este  artículo  está 
gravado  á  la  importación  con  un  derecho  de  $  15  por 
tonelada,  que  equivale  á  60  por  100  sobre  el  precio 
europeo,  y  no  ha  sido  posible  obtener  rebaja  alguna 
en  esa  parte  de  la  tarifa,  acaso  porque  los  dueños  de 
las  minas  de  hierro  y  los  de  las  ferrerías  son  capitalistas 
de  grande  influencia.  El  mineral  de  hierro  pudiera 
introducirse  con  ventaja  de  España,  en  donde  es  abun- 
dantísimo, de  superior  calidad  y  extraído  de  minas 
inmediatas  al  mar;  pero  tiene  un  derecho  casi  prohi- 
bitivo de  $  6  por  tonelada  en  las  aduanas. 

El  fique  ó  henequén  tiene  un  gran  consumo  en  la 
agricultura  del  Oeste,  para  cordeles  de  amarrarlos  ha- 
ces del  trigo  al  tiempo  de  la  siega.  Tiene  $  15  de  de- 
rechos por  tonelada.  Las  lanas  del  Plata  no  pueden 
introducirse  á  los  Estados  Unidos  á  causa  de  los  dere- 
chos de  introducción,  y  prefieren  el  mercado  de   Bél- 


806       Especialmente  en  las  de  minas  de  plata 

gica.  Entre  tanto,  las  de  procedencia  indígena,  arfciñ- 
cialmenté  encarecidas,  no  bastan  para  vestir  al  pueblo 
americano,  el  cual  tiene  que  consumir  $  90.000^000 
en  telas  extranjeras,  sujetas  asimismo  al  pago  de  altos 
derechos. 

Si  á  lo  menos  el  producto  de  éstos  fuese  necesario 
para  cubrir  los  gastos  nacionales,  esa  tenacidad  en 
sostenerlos  pudiera  explicarse;  pero  hace  yá  aüos  que 
las  rentas  dejan  un  superávit  de  50  á  100  millones  de 
pesos  anuales  después  de  cubrir  todos  los  servicios 
públicos,  inclusive  los  intereses  y  la  amortización 
de  la  deuda  pública  de  plazo  vencido;  mas  se  pre- 
fiere pagar  30  por  100  "de  premio  en  la  amortiza- 
ción de  la  que  está  por  vencer,  y  conceder  á  los  gran- 
des capitalistas,  tenedores  de  ella,  utilidades  conside- 
rables tomadas  de  los  impuestos  sobre   los   consumos. 

El  valor  de  la  plata  con  relación  al  oro  ha  bajado 
entre  20  y  30  por  100,  de  la  proporción  de  15^  á  1  an- 
tiguamente establecida  en  la  Unión  latina;  pero  una 
ley  del  Congreso  ha  hecho  obligatorio  acuñar  platu  á 
razón  de  dos  millones  de  pesos  mensuales,  dándole  un 
valor  legal  superior  al  verdadero,  sin  otro  resultado 
que  proteger  la  explotación  de  las  minas  de  este  metal 
pertenecientes  á  grandes  millonarios.  Medida  seme- 
jante á  la  adoptada  en  Colombia,  en  1866  y  1872,  de 
acuñar  moneda  de  0,835,  con  un  valor  legal  igual  ala 
de  0,900,  sólo  con  el  objeto  de  proteger  la  ex}»lotaoión 
de  las  minas  de  Santana  y  Marmato,  trabajadas  por 
una  compañía  extranjera.  El  resultado  fue  la  expor- 
tación de  toda  la  moneda  de  0,900,  la  escasez  del  nu- 
merario circulante,  la  emisión  de  papel-moneda  y  la 


Tienen  representantes  propios  en  el  Congreso    807 

final  exportación  de  las  de  0,835,  con  una  pérdida 
de  40  á  45  por  100  para  los  tenedores  de  ellas,  con 
relación  al  valor  que  quiso  darles  el  Gobierno  (1). 
Entre  nosotros  fue  quizás  obra  de  la  ignorancia  esa 
medida:  en  otras  partes  probablemente  no  lo  fue,  sino 
del  influjo  superior  de  las  clases  acaudaladas. 

Frecuente  es  en  los  periódicos  americanos  la  aser- 
ción de  que  las  poderosas  compañías  de  ferrocarriles, 
minas,  ferrerías  j  manufacturas  introducen  en  las 
listas  para  miembros  de  las  Asambleas  y  del  Con- 
greso, candidatos  suyos,  representantes,  no  del  pue- 
blo, sino  de  un  interés  privado.  A  la  verdad  no 
hay  en  esta  práctica  mucho  que  poder  censurar, 
pues  en  último  análisis  los  intereses  públicos  se  com- 
ponen de  la  reunión  y  contraposición  de  los  intereses 
privados;  mas  sí  podrá  objetarse  al  funcionamiento 
de  una   democracia  el  que  predomine  en  los   Consejos 

(1)  La  verdad  híst(5rica  pide  que  no  se  atribuyan  todos  es- 
tos males  á  la  influencia  exclusiva  de  lu  adopción  de  la  ley  de 
0,835  en  nuestras  monedas  de  plata. 

Es  evidente  que  con  ella  se  determinó  la  corriente  de  ex- 
portación de  las  de  0,900;  pero  también  contribuyeron  á  produ- 
cirla otras  dos  causas.  La  primera,  que  entre  esas  monedas,  las 
procedentes  de  nuestras  minas  contenían  una  aleación  natural 
de  oro,  que  nuestras  Casas  de  Moneda  no  tenían  medios  de  se- 
parar. Esa  parte  de  oro  valía  de  5  á  Vñ  por  100  y  daba  una 
utilidad  al  fundirlas  en  las  oficinas  de  apartado  de  países  ex- 
tranjeros. 

La  segunda  fue  la  caída  del  valor,  en  los  mercados  extran- 
jeros, de  dos  de  nuestros  principales  artículos  de  exportación: 
el  tabaco  y  la  quina,  que  unidos  representaban  de  $  8  á 
$  12.000,000  anuales,  y  cuya  exportación  se  redujo  á  menos 
de  dos. 

La  exportación  de  las  monedas  de  plata  abrió  la  posibili- 
dad después  á  la  emisión  de  papel-moneda  como  medida  de 
guerra  civil  en  1885. 

Este  asunto  fornlará  un  capítulo  interesante  el  día  que  se 
escriba  nuestra  historia  financiera. 


808  Rodean  al  partido  republicano 

de  SLi  Gobierno  el  deseo  dé  conservar  sus  goces  á  los 
afortunados,  sobre  el  pensamiento  de  mejorar  la  con- 
dición de  los  infelices.  Lo  que  se  llama  la  cosa  pií- 
ilica  se  compone  en  los  países  libres  de  intereses  posi- 
tivos é  intereses  negativos:  de  las  riquezas  de  los 
unos,  y  las  miserias  de  los  otros:  el  problema  social 
consiste  en  encontrar  á  la  vez  alivio  para  éstas  sin 
afectar  la  seguridad  de  las  otras. 

Pudiera  citar  otros  hechos,  pero  es  inútil:  la  apa- 
rición de  la  clase  nueva  de  los  millonarios  y  su  in- 
fluencia predominante,  en  la  sociedad  política  de 
Washington  con  la  acción  deslumbradora  del  lujo,  y  en 
la  industria  general  con  las  combinaciones  de  grandes 
capitales  conocidas  con  el  nombre  Trusts,  es  un  fe- 
nómeno que  salta  á  los  ojos  del  observador  menos 
perspicaz. 

Desde  los  días  de  la  primera  administración  de 
Washington  hasta  los  actuales,  ha  sido  una  observa- 
ción constante  que  las  clases  ricas,  los  hombres  de  la 
finanza  y  de  la  grande  especulación,  han  rodeado  par- 
ticularmente, al  partido  federalista  en  un  principio, 
al  whig  después,  hoy  al  republicano;  todos  tres  parti- 
dos inspirados  por  la  idea  de  protección  especial  del 
Tesoro  público  á  las  grandes  fábricas,  al  Banco  Na- 
cional, á  las  empresas  de  ferrocarriles  y  á  las  com- 
pañías de  navegación  marítima;  pero  el  partido  repu- 
blicano de  1889  presenta  diferencias  visibles  con  el 
que  en  1860  elevó  á  la  presidencia  de  la  Unión  á 
Mr.  Lincoln.  Los  grandes  ideales  depuran  á  los  gran- 
des partidos:  en  1860  estaban  en  perspectiva  la  lucha 
gigantesca  por  la  integridad  de  la  Unión  y  la  eman- 


Ideales  falsos  engendradus  por  ellos  809 

cipación  de  la  raza  negra,  expectativa  que  levant6 
el  partido  republicano  á  las  aiás  nobles  alturas  de  des- 
interés y  abnegación;  produjo  hombres  de  Estado  coma 
Lincoln,  Seward,  Stanton,  Chase,  Horacio  Greelj, 
Charles  Sumner,  Charles  Francis  Adams,  cuyos  nom- 
bres han  dejado  huella  luminosa  en  la  historia;  im- 
provisó rentas,  ejércitos,  marina  de  guerra,  grandes 
caudillos  al  nivel,  por  lo  menos,  de  los  más  grandes 
esfuerzos  de  los  pueblos  europeos;  en  medio  del  es- 
truendo de  las  armas  ligó  con  un  anillo  de  hierro  los 
dos  grandes  mares  que  circundan  el  territorio,  al  tra- 
vés de  la  parte  más  ancha  del  continente.  Empero,  su 
mayor  grandeza  consistía  en  q1  pensamiento  de  prote- 
ger á  una  raza  oprimida,  despreciada  antes,  y  de  levan- 
tarla por  medio  de  la  libertad,  la  educación  y  los  dere- 
chos políticos  aun  porvenir  de  moralidad,  inteligencia 
j  bienestar.  Por  un  efecto  de  perspectiva  de  observa- 
ción diaria,  la  compañía  de  los  grandes  hace  ver 
pequeño  lo  que  los  rodea;  pero  las  proporciones  de  lo 
que  se  inclina  hacia  los  humildes  engrandecen  á  los 
ojos  de  la  posteridad. 


Sin  embargo,  el  partido  republicano  cuenta  entre 
sus  ideales  la  esperanza  de  mantener  alta  la  tasa 
de  los  jornales  en  América,  de  suerte  que  alcance 
para  una  amplia  satisfacción  de  las  necesidades  mate- 
riales de  la  clase  proletaria.  Según  se  calcula  en  aquel 
país,  de  acuerdo  con  la  distribución  común  de  las 
familias,  cada  una  de  éstas  se  compone,  por  término 
medio,  de  cinco  personas,  de  las  cuales  dos  en  capaci- 
dad de  trabajar;  pero  suponiendo  que  cada  trabajador 


810  EL  alza  artificial  de  los  jornales 

tenga  el  deber  de  mantener  dos  menores,  ancianos  ó 
inválidos,  bastaría  nn  jornal  de  %  1-40  diarios,  ó  sea 
$  420  anuales,  en  300  días  de  trabajo,  para  proporcio- 
nará todos  tres  40  centavos  diarios  ó  %  140  por  cabeza 
en  el  año,  para  vivir:  suma  que  con  relación  al  precio 
actual  de  los  víveres,  la  habitación  y  el  vestido,  se 
considera  suficiente  para  la  cómoda  subsistencia  de 
las  clases  pobres.  Hase  llegado  á  esta  conclusión  por 
medio  de  investigaciones  estadísticas  en  extremo  mi- 
nuciosas acerca  del  precio  de  los  víveres,  vestidos  r 
alquileres  de  habitaciones,  y  de  los  consumos  habitua- 
les de  grupos  de  familias  proletarias  en  diversas  indus- 
trias, en  las  ciudades  y  en  los  campos  y  en  diversos 
Estados  de  la  Unión.  Y  no  se  piense  que  estos  consu- 
mos se  calculan  con  moderación  excesiva:  en  materia 
de  alimentación,  por  ejemplo,  la  distribución  del  gasto 
abarca  la  siguiente  diversidad  de  artículos: 

Artículos  Consumo  anual 

por  pcrsoua. 

Carnes  (incluyendo  gallina,  pescado,  y  aun  os- 
tiones á  veces)   , %  27  70 

Mantequilla,  queso  y  leche 12  18 

Huevos 1  85 

Vegetales 8  75 

Pan 7  64 

Azúcar  y  melazas 7  22 

Te  y  café  3  16 

Frutas  frescas  ó  secas 1  85 

Sal,  especias,  aceite  y  vinagre 1  67 

Suma %     72  02 


Medios  propuestos  para  obtenerlo  811 

Obsérvese  que  la  carne  cuesta  una  suma  equiva- 
lente áoclio  ó  diez  arrobasen  el  año,  es  decir,  cosa  de 
media  libra  por  día;  el  queso,  la  leche  y  la  mantequi- 
lla á  más  de  3  centavos;  ios  vegetales,  una  suma  sufi- 
ciente para  cuatro  cargas  de  papas  en  el  año,  ó  tres 
libras  al  día;  el  pan,  2  centavos  diarios,  equivalentes 
allá  alo  que  cuesta  hoy  10  centavos  entre  nosotros;  el 
azúcar  y  la  miel,  lo  bastante  para  seis  ú  ocho  arrobas 
en  el  año,  ó  seis  onzas  por  día.  Esta  es,  pues,  una 
ración  alimenticia  que  no  desdeñaría  una  familia  me- 
dianamente acomodada  en  cualquiera  parte  del  mun- 
do; sin  bebida  fermentada,  eso  sí  (1).  Restan  %  ^'^ 
anuales  para  alquiler  de  habitación  y  vestido  de  cada 
persona. 

Para  realizar  ese  deside/'átum  de  jornal  mínimo  se 
proponen  dos  medidas  principales: 

Protección  á  las  producciones  interiores  por  medio 
de  altos  derechos  en  las  aduanas,  y 

Leyes  represivas  de  la  inmigración  extranjera. 

Oon  la  primera  se  procura  alejar  la  competencia  de 
los  productos  extranjeros  y  hacer  subir  los  precios  de 
los  de  producción  nacional. 

(1)  No  carecerá  de  interés  conocer  los  precios  de  los  princi- 
pales artículos  alimenticios  en  los  Estados  Unidos.  Los  que  doy 
á  continuación  son  suministrados  á  una  respetable  publicación 
estadística  por  un  hoarding  de  jornaleros,  en  una  fábrica  de  al- 
godón, en  el  Estado  de  Maryland,  en  iojS  seis  primeros  meses 
de  1884: 

Harina,  barril  de  196  libras,  %  5-40; harina  de  maíz,  5  cen- 
tavos libra;  bizcochos  de  trigo,  8  centavos  libra;  azúcar,  $  1-82 
arroba;  te,  43  centavos  libra;  bujías,  12  centavos  libra;  papas, 
%  2  carga;  habas,  62  centavos  arroba;  repollos,  7  centavos  cada 
uno;  cebollas,  25  centavos  la  docena  de  ristras;  lechugas,  2  cen- 
tavos cada  una;  manzanas,  32  centavos  arroba;  carne,  de  10 á  15 
centavos  libra;  tocino,  10  centavos  libra;  huevos,  16  centavos 
docena;  queso,  15  centavos  libra;  leche,  24  centavos  galón 
de  5  botellas. 


812      La  protección  oficial  á  ciertas  industrias 

Con  la  segunda,  reducir  la  ofertado  trabajadores  á 
jornal  y  hacer  subir  la  tasa  remunerativa  del  trabajo. 

Los  artículos  cuya  producción  especialmente  se 
desea  proteger  son:  el  tabaco,  el  azúcar,  la  lana  y  los 
metales  inferiores  como  el  hierro,  el  acero,  etc.,  y  las 
manufacturas  de  toda  especie. 

En  los  Estados  de  Kentucky,  Ohio,  Virginia  y  al- 
gunos de  Nueva  Inglaterra  se  produce  tabaco,  de  in- 
ferior calidad,  pero  en  cantidad  de  4  á  5  millones  de 
quintales  por  año,  al  abrigo  de  derechos  monstruosos 
equivalentes  al  200  ó  300  por  100  sobre  su  precio  de 
producción  en  los  países  tropicales,  como  Cuba,  Méxi- 
co, Colombia  y  el  Brasil.  Si  los  derechos  de  aduana 
sobre  este  artículo  fuesen  rebajados,  los  coiisumi dores 
preferirían  la  mejor  calidad  del  de  procedencia  ex- 
tranjera; pero  la  producción  americana  tal  vez  no 
disminuiría,  porque  su  b'ajo  precio  le  abriría  siem- 
pre el  mercado  europeo,  al  favor  de  los  monopolios 
allá  establecidos  casi  en  todas  partes.  El  efecto  de  esa 
protección  es  rechazar  del  consumo  el  artículo  proce- 
dente de  los  pueblos  hispano-americanos. 

Sólo  el  Estado  de  Luisiana  puede  producir  caña  de 
azúcar,  y  eso  en  no  muy  buenas  condiciones,  porque 
faltan  luz  y  calor  en  varios  meses  del  año  para  acumu- 
lar en  la  planta  la  cantidad  de  dulce  que  aquellos  agen- 
tes le  dan  en  los  climas  tropicales.  Además,  los  pro- 
gresos realizados  en  la  explotación  de  la  remolacha  en 
Europa,  y  la  enorme  producción  á  que  este  artículo  se 
ha  levantado,  en  Alemania  y  Francia,  ha  hecho  bajar 
los  precios  á  $  4  y  I  3  el  quintal,  que  yá  no  son  remu- 
neradores  para  la  agricultura  americana.  Para  sostener 


Las  manufacturas  de  algodón  y  el  libre  cambio  813 

ésta  se  han  establecido  en  la  tarifa  derechos  que  hacen 
subir  artificialmente  aquél  en  el  mercado  interior,  á 
$  7  y  $  8. 

Las  crías  de  ovejas  en  Ohio  y  en  California  dan 
lana  de  muy  buena  calidad;  pero  mantenidas  en  tie- 
rras yá  valiosas,  densamente  pobladas,  no  podrían  re- 
sistir la  competencia  de  las  lanas  de  las  inmensas  crías 
de  las  Pampas  del  Plata,  todavía  muy  baratas.  La 
tarifa,  pues,  repele  aquéllas  hacia  Bélgica  y  Francia, 
y  con  ello  se  encarece  á  un  tiempo  la  materia  primera 
y  las  telas  con  ella  fabricadas  en  los  Estados  Unidos. 

Otro  tanto  sucede  con  el  hierro.  En  Inglaterra  y 
en  Bélgica  los  minerales  se  encuentran  en  contigüidad 
á  Ios-yacimientos  de  carbón,  lo  que  facilita  y  abarata 
la  fundición  de  aquéllos.  En  los  Estados  del  Oeste  y 
del  Norte  de  los  Estados  Unidos,  esas  dos  formaciones 
están  separadas,  de  suerte  que  se  necesita  transportar 
el  mineral  á  la  vecindad  del  carbón,  ó  viceversa,  lo 
cual,  unido  al  más  alto  precio  de  los  jornales,  recarga 
el  costo  de  producción  del  metal.  La  tarifa  americana 
cobra  altos  derechos  sobre  el.mineral,  sobre  el  hierro  y 
sobre  los  artículos  fabricados  con  él,  de  suerte  que 
estos  tres  artículos  cuestan  allí  de  un  33  á  un  50  más 
que  en  los  mercados  ingleses  y  belgas. 

Las  telas  de  algodón  no  debían  ser  más  caras  en 
los  Estados  Unidos,  país  productor  de  la  ñbra,  que  en 
Inglaterra,  adonde  llega  desde  miles  de  leguas  de  distan- 
ciaj  (B03  dos  países  debían  disputarse,  con  éxito  igual 
á  lo  menos,  el  mercado  del  mundo;  pero  está  lejos  de 
ser  así.  En  1880  Inglaterra  trabajaba  en  sus  fábricas 
14.000,000  de  quintales  de  algodón  y  producía  manu- 


814  Los  "  2V't¿5¿6',"  ^)ro¿ec¿(/re.9  ¿am6íéw 

facturas  por  valor  de  $  475.000,000,  de  los  cuales  ex- 
portaba %  348.000,000.  El  valor  de  las  manufacturas 
americanas  del  mismo  textil  alcanzaba  á$  270.000,000; 
pero  sus  exportaciones  apenas  llegaban  á  %  10.000,000. 
El  consumo  interior  les  está  asegurado  en  la  tarifa 
por  medio  de  altos  derechos  que  les  proporcionan  pre- 
cios elevados;  pero  éstos  les  cierran  el  comercio  exte- 
rior. Con  todo,  esos  altos  derechos  de  aduanase  llaman 
allá  dereclios  'protectores  de  la  industria  interior. 

Gomo  se  ve,  el  primer  resultado  de  la  protección 
es  encarecer  los  artículos  protegidos,  lo  cual,  si  á  la 
yerdad  es  favorable  para  los  productores,  que  son  los 
menos,  no  puede  ser  motivo  de  agradecimiento  para 
los  consumidores,  que  son  los  más. 

A  esta  protección  del  Gobierno  se  ha  agregado 
luego  otra  clase  de  protectores:  la  de  los  Trusts.  Son 
éstos,  asociaciones  de  reciente  origen  formadas  por 
grandes  capitalistas  que  ponen  en  común  capitales  de 
muchos  millones  de  pesos,  para  comprar  directamente 
de  los  productores  algún  artículo  especial,  é  interpo- 
nerse entre  éstos  y  los  consumidores,  á  fin  de  impedir 
que  el  precio  del  producto  se  envilezca  con  la  compe- 
tencia: ellos  recogen,  pues,  esta  mercancía  y  fijan  su 
precio,  aumentándolo.  Por  supuesto  que  esta  opera- 
ción no  tiene  lugar  cuando  el  artículo  está  caro,  sino, 
al  contrario,  muy  barato;  pero  una  vez  recogido  en 
pocas  manos,  sube  de  valor.  De  este  asunto  trataré  en 
capítulo  especial  con  más  extensión  y  seguiré  hablan- 
do de  la  protección  oficial. 

Es  indudable  que  no  tanto  al  amparo  de  ésta 
como  de  las  costumbres  de  amplias  satisfacciones  ma- 


Causa  verdadera  de  los  jornales  altos         815 

teriales  alcanzadas  por  los  trabajadores,  en  medio  de 
la  maravillosa  prosperidad  que  ha  seguido  los  pasos  de 
la  democracia  americana  en  este  siglo, — la  exigencia  de 
altos  jornales  para  laclase  proletaria  lia  sido  consegui- 
da; pero  no  tan  sólo  entre  los  productores  de  mercancía 
protegida,  sino  en  todos  los  ramos  de  trabajo,  prote- 
gidos ó  nó.  El  espíritu  de  empresa,  que  formad  rasgo 
dominante  de  las  poblaciones  americanas,  pide  incesan- 
temente nuevos  obreros,  y  este  pedido  determina  el 
alza  de  los  salarios.  La  división  de  la  propiedad  terri- 
torial ha  dado  impulso  á  una  producción  inmensa  de 
víveres  y  de  materias  primeras  para  las  manufacturas, 
cuya  baratura  les  ha  abierto  un  mercado  creciente 
todos  los  días  entre  los  pueblos  europeos.  A  favor  de 
esta  organización  natural  de  las  industrias,  déla  cons- 
tante construcción  de  numerosas  vías  férreas  que  ocu- 
pan 500,000  jornaleros,^  y  de  la  facilidad  con  que  á  vir- 
tud de  la  Home-stead  laiü,  puede  el  jornalero  elevarse, 
en  número  de  400,000  por  año,  á  la  condición  de  pro- 
pietario y  emanciparse  de  la  necesidad  de  alquilar 
sus  servicios,  la  clase  jornalera  se  encuentra  en  capa- 
cidad de  exigir  á  los  empresarios  remuneraciones  no- 
tablemente más  altas  que  en  Europa. 

Los  hombres  de  la  política  en  el  partido  republi- 
cano atribuyen  esta  situación  de  los  salarios  á  la 
influencia  de  lus  tarifas  elevadas  en  las  aduanas,  y  esta 
aserción,  contradicha  por  una  parte  de  los  demócratas 
y  por  los  órganos  del  partido  independiente  ó  mug- 
wump,  forma  en  el  día  uno  de  los  grandes  temas  del  de- 
bate  nacional. 

Los  republicanos  diccD : 


816    Discusión  entre  la  protección  y  la  libertad 

— Los  derechos  de  importación  encarecen,  es  cier- 
to, el  valor  de  los  productos  gravados;  pero  ese  alto  pre- 
cio permite  á  los  empresarios  de  industria  pagar  á  sus 
obreros  salarios  más  altos. 

Los  demócratas  contestan: 

—Esos  salarios  más  altos,  pues,  son  pagados  por  los 
consumidores  americanos.  Lo  que  unos  ganan  otros 
lo  pierden;  sólo  hay  una  traslación  de  riqueza  de  unas 
manos  á  otras. 

Ese  encarecimiento  de  los  productos  sirve  para 
aumentar  uno  ó  dos  centavos  al  salario  del  obrero; 
pero  una  parte  muy  considerable  se  queda  en  el  bolsi- 
llo de  los  dueños  de  fábricas,  de  los  grandes  hacenda- 
dos y  de  los  dueños  de  las  minas.  Por  esa  razón  se  ha 
formado  esa  nueva  entidad  política  de  la  clase  millo- 
naria. 

Los  primeros  replican: 

Ese  encarecimiento  de  los  productos  es  pasajero. 
Las  mayores  ganancias  que  rinde  la  producción  de 
un  artículo  atraen  otros  empresarios  á  producirlo: 
la  competencia  de  los  nuevos  productores  hace  bajar 
los  precios  á  tasas  más  equitativas. 

Los  demócratas  redarguyen: 

— Pues  si  los  precios  bajan  y  con  ellos  las  utilidades 
de  los  empresarios,  ¿de  dónde  tomarán  éstos  lo  nece- 
sario para  pagar  esos  altos  jornales?  La  tasa  de  éstos 
volverá  á  bajar,  y  la  protección  del  jornalero  quedará 
anulada. 

Si,  además,  se  confiaba  en  que  la  competencia 
interior  haría  bajar  los  precios,  ese  mismo  resultado 
hubiera  producido  la  competencia  exterior  sin  necesi- 
dad de  alzar  la  tarifa. 


Dependencia  reciproca,  prosperidad  reciproca     817 

Los  republicanos. — •'Bueno,  pero  el  país  ha  acli- 
matado una  producción  nueva,  que  sin  el  estímulo  de 
altos  precios  momentáneos  no  hubiera  adquirido." 

Demócratas. — '*En  lugar  de  ese  artículo  se  hubie- 
ra creado  otro  más  natural,  más  conforme  con  el  clima, 
la  naturaleza  de  los  terrenos  y  las  aptitudes  de  nues- 
tros industriales." 

Ee2)ubU canos. — ''Nó,  nuestro  país  necesita  eman- 
ciparse de  la  obligación  de  comprar  á  los  europeos 
ciertos  ])roductos  importantes.  Nuestra  independencia 
de  la  Gran  Bretaña  no  será  completa  mientras  tenga- 
mos que  ocurrir  á  ella  por  telas  para  vestirnos,  hierro 
para  nuestra  maquinaria  y  nuestros  ferrocarriles  y  car- 
bón de  piedra  para  calentarnos  en  los  inviernos." 

Demócratas.  — '*De  esa  dependencia  de  unos  pue- 
blos con  otros  no  puede  libertarse  ninguno;  pero 
siendo,  como  es,  recíproca,  no  hay  peligro  ni  superio- 
ridad para  unos  ni  otros.  De  la  Gran  Bretaña  depen- 
demos para  que  nos  compre  nuestro  algodón,  nuestros 
cereales  y  nuestras  carnes,  y  ella  depende  de  nosotros 
para  proveerse  de  estos  artículos.  Esa  dependencia  re- 
cíproca es  la  prosperidad  recíproca;  es  la  cooperación 
universal  de  unos  pueblos  con  otros.  Nosotros  necesi- 
tamos vender  más  algodón,  más  cereales,  más  carnes, 
á  fin  de  sostener  la  prosperidad  de  estas  industrias; 
pero  no  podemos  vender  sin  comprar.  Vender  única- 
mente, sería  regalar  nuestro  trabajo:  algo  tenemos  que 
recibir  en  cambio." 

A  la  verdad,  si  los  Estados  Unidos  han  ensanchado 
su  producción  de  hierro  y  de  carbón  de  piedra  hasta 
un  nivel  igual  al  de  Inglaterra,  es  porque  tienen  mi- 

52 


818  La  competencia  estimula  el  progreso 

ñas  abundantes  de  una  y  otra  sustancia,  porque  neoe- 
sitan  de  esos  artículos  y  porque  tienen  industriales  que 
saben  explotarlos.  Y  la  verdad  es  que  los  principales 
efectos  de  producción  americana:  los  cereales,  las  ma- 
deras, el  algodón  y  las  crías  de  ganado,  se  han  desarro- 
llado en  escala  inmensa  sin  necesidad  de  protección 
alguna;  mientras  tanto  los  artículos  especialmente 
protegidos  siguen  un  curso  lento  y  perezoso  semejante 
al  estancamiento.  El  azúcar  se  sostiene  difícilmente, 
el  tabaco  progresa  muy  poco  ó  casi  nada,  y  las  manu- 
facturas de  algodón  y  de  lana  son  derrotadas  en  His- 
pano-América  y  en  Asia  por  las  telas  inglesas.  En 
el  primero  de  estos  casos  es  evidente  que  la  protección 
oficial  no  puede  dar  al  clima  el  calor  que  le  falta  para 
producir  azúcar;  en  el  mismo  caso  está  el  tabaco,  y  en 
el  tercero,  parece  evidente  que  si  los  ingleses  produ- 
cen y  venden  más  telas  que  los  americanos,  es  porque 
saben  producir  mejor  y  á  más  barato  precio.  Los  pri- 
vilegios y  protecciones  oficiales  no  enseñan  á  producir 
mejor,  pero  la  competencia  sí  hubiera  obligado  á  los 
americanos  á  estudiar  y  aprender  el  modo  de  vencer  á 
BUS  rivales.  Es  seguro,  sí,  que  al  fin  aprenderán  con 
el  estímulo  de  la  concurrencia  en  el  exterior.  Entre 
tanto,  no  serán  esas  industrias  las  que  determinen  un 
alza  considerable  en  los  salarios  del  obrero  de  Norte- 
América. 

La  tasa  de  los  jornales  sólo  puede  ser  determinada 
por  las  causas  que  fijan  el  valor  de  los  productos  y  el 
precio  de  los  servicios:  ó  en  otros  términos,  las  que 
determinan  la  relación  entre  el  pedido  y  la  oferta. 
De  ellas  las  que  han  obrado  de  una  manera  más  deci- 


Orígenes  del  alza  de  los  salarios  819 

si  va  y  seguirán  ejerciendo  su  acción  en  los  Estados 
Unidos,  son  las  siguientes,  á  mi  modo  de  ver: 

1.*  La  aplicación  de  las  grandes  fuerzas  de  la  na- 
turaleza en  reemplazo  del  trabajo  humano. 

Porque  aunque  á  primera  vista  pudiera  parecer  que 
esta  causa  disminuye  el  pedido  de  servicios  humanos,  la 
revolución  industrial  que  viene  en  pos  de  ella  aumenta 
á  la  larga  el  pedido  en  proporciones  inesperadas,  tanto 
por  sus  efectos  directos  como  por  los  colaterales. 
¿Quién  puede  calcular  el  aumento  de  riqueza  y  de  tra- 
bajo humano  desarrollado  por  las  aplicaciones  del 
vapor  en  las  fábricas,  la  construcción  y  servicio  de  los 
ferrocarriles,  la  construcción  y  servicio  de  los  vapores 
y  el  acrecentamiento  de  los  cambios  en  todo  el  mundo? 
¿Quién  podría  sospechar  hasta  dónde  llegará  el  domi- 
nio del  hombre  sobre  el  agente  electricidad  en  los  telé- 
grafos, los  teléfonos,  los  fonógrafos,  la  luz  eléctrica  y 
la  electricidad  como  motor?  El  Gotton-gin  solamente 
¿no  ha  determinado  el  empleo  de  brazos  humanos  en 
la  producción,  transporte  y  manipulación  del  algodón, 
en  un  guarismo  ciento  ó  mil  veces  mayor  que  el  que 
se  supuso  iba  á  reemplazar? 

2.*  La  educación  primaria  y  secundaria  extendida 
á  las  nuevas  generaciones  y  llevada  todos  los  días  á 
más  amplios  horizontes. 

Esta  es  una  fuerza  creadora  de  nuevas  invenciones, 
de  industria  más  adelantada  en  los  obreros,  acreedora, 
por  consiguiente,  á  más  alta  remuneración,  y  de  un  se- 
millero de  empresarios  á  cuyo  rededor  se  determinará 
la  necesidad  de  más  y  más  cooperadores  á  jornal. 

3.*  La  formación  de  nuevos  capitales  por  medio 


830  Rentas  y  gastos  nacionales 

del  ahorro  que  reclama  el  empleo  del  hombre  en  indus- 
trias nuevas  todos  los  días. 

4.*  La  ocupación  por  el  hombre  de  regiones  des- 
pobladas, que  abre  constantemente  un  campo  nuevo  al 
empleo  de  servicios  humanos.  En  las  300,000  leguas  de 
tierras  todavía  incultas  que  tiene  en  patrimonio  el  pue- 
blo americano,  hay  un  porvenir  incalculable,  delante 
del  cual  es  imposible  temer  que  la  tasa  de  los  salarios 
pueda  bajar  durante  algunos  siglos;  siempre  que  la 
distribución  de  los  valores  y  de  la  propiedad  territorial 
continúen  al  amparo  de  la  justicia  en  instituciones 
liberales.  Para  este  efecto  las  restricciones  á  la  inmi- 
gración y  al  comercio  exterior  serían  suicidas. 

Sobre  estas  causas  naturales  de  elevación  de  los 
jornales  no  tiene  ni  puede  tener  influencia  alguna  la 
tarifa  de  aduanas;  mas  sí  puede  ésta  dar  origen  á  re- 
presalias, en  los  países  europeos,  de  altos  derechos  y 
restricciones  sobre  los  artículos  agrícolas  de  exporta- 
ción de  los  Estados  Unidos,  como  yá  empieza  á  verse 
en  Francia  y  Alemania  respecto  de  los  trigos,  y  en  estos 
mismos  países  y  en  Inglaterra  y  España  con  relación 
á  los  ganados  en  pie  y  las  carnes  de  cerdo.  Pueden 
perder  más,  en  esta  guerra  de  tarifas,  los  productores 
agrícolas  del  Oeste,  que  ganar  los  fabricantes  de  Nueva 
Inglaterra  y  de  los  Estados  centrales. 


Las  rentas  nacionales  en  los  Estados  Unidos  alcan- 
zan á  %  380.000,000  por  año,  obtenidos  así: 
Aduanas $  220.000,000 


Pasan.  .  .   .%  220.000,000 


El  superámt  crónico  821 

Vienen.  .  .  .$  220.000,000 

Contribuciones  inte- 
riores (derechos  sobre  la 
fabricación  de  cerveza  y 
licores,  correos,  etc.)  .  .   125.000,000 

Ventas  de  tierras  bal- 
días (10^  millones),  amo- 
nedación, (9^  millones)  y 
rentas  varias .     35.000,000    $  380.000,000 

Y  los  gastos  anuales 
son  los  siguientes: 

Servicio  civil  (suel- 
dos, obras  públicas,  etc.)  72.000,000 

Pensiones 80.000,000 

Ejército  y  Marina.  .  65.000,000 

Tribus  de  indios  {%^ 
millones)  Distrito  fede- 
deral(4i) 11.000,000 

Intereses  de  la  deuda.  40.000,000 

Fondo  de  amortiza- 
ción anual 48.000,000 

Superávit  crónico.  .  64.000,000      $  380.000,000 

Este  es  el  resumen  del  Presupuesto  de  Rentas  y 
Gastos  para  1888;  pero  hay  ocasiones  en  que  las  rentas 
suben  á  ^  400.000,000  y  en  que  los  gastos  comunes, 
incluyendo  el  pago  de  los  intereses  de  la  deuda,  no 
alcanzan  á  $  300.000,000.  La  acumulación  do  estos 
superávit  mantiene  constantemente  en  las  cajas  de  la 
Tesorería  General  sumas  de  $200.000,000,  y  aun  más, 
sin  objeto  alguno  conocido. 


833  Peligros  d^.  esa  situación 

El  Presidente  Cleveland  se  preocupó  vivamente 
con  este  estado  de  cosas,  y  en  mensajes  repetidos  al 
Congreso  expresó  sus  temores,  manifestando: 

Que  esa  acumulación  nunca  vista  de  fondos  era 
ocasionada  á  sustracciones  y  corrupción  por  parte  de 
los  empleados. 

Que  inducía  en  los  especuladores  sobre  el  Te- 
soro público  un  espíritu  de  malversación  y  de  gastos 
inútiles  en  extremo  perjudicial  para  las  costumbres 
públicas. 

Que  esa  fuerte  suma  en  especies  metálicas  sustraída 
de  la  circulación  podía  dar  origen  á  crisis  monetarias, 
y  distraía  un  capital  enorme  de  las  inversiones  pro- 
ductivas. 

Que  esa  masa  de  sobrantes  constituía  una  prueba 
evidente  de  que  se  le  exigían  al  pueblo  más  contribu- 
ciones de  las  necesarias  para  el  servicio  nacional;  para 
lo  cual  no  hay  derecho  alguno  en  los  países  republi- 
canos. 

Que,  según  informaba  la  Tesorería,yá  no  había  espa- 
cio en  donde  depositar  esos  valores,  pues  los  cimien- 
tos del  espléndido  edificio  empezaban  á  dar  muestras 
de  que  su  solidez  era  inferior  al  peso  desproporcio- 
nado que  gravitaba  sobre  ellos.  ($  200.000,000  en 
plata  sellada  pesan  5,000  toneladas). 

Solicitaba,  en  consecuencia,  que  la  tarifa  de  adua- 
nas fuese  rebajfida  á  términos  equitativos  para  los 
consumidores  de  efectos  extranjeros,  procurándose 
no  hacer  repentinamente  alguna  alteración  tan  con- 
siderable que  pudiese  afectar  los  intereses  de  las  ma- 
nufacturas americanas. 


Los  tiene  también  para  el  partido  repuhlicano     823 

La  mayoría  republicana  del  Congreso  no  aceptó 
estas  ideas.  Prefería  decretar  nuevas  pensiones,  au- 
mentar la  marina  de  guerra,  rescatar,  con  premio  de 
30  por  100  sobre  la  par,  la  deuda  de  plazo  no  vencido, 
antes  que  disminuir  la  tarifa  de  aduanas.  Dominada 
por  un  espíritu  de  partido  intransigente,  se  manifes- 
taba dispuesta  tan  sólo  á  rebajar  de  un  golpe  los  de- 
rechos sobre  el  azúcar,  con  lo  cual  se  daría  un  golpe 
terrible  á  los  Estados  demócratas  del  Sur,  sobre  todo 
al  de  Luisiana,  en  donde  la  producción  de  este  ar- 
tículo constituye  la  industria  dominante,  pero  también 
el  fondo  de  distribución  de  jornales  á  la  raza  africana. 
La  protección  oficial  á  las  grandes  fábricas  del  Nor- 
deste y  de  los  Estados  Centrales  es  un  Sancta  Sancto- 
rum  para  el  partido  que  sólo  los  miigivumps  podían 
pensar  en  ofender. 


La  plétora  del  Tesoro  continúa,  pues,  como  un  he- 
cho único  en  el  mundo.  Hoy  no  hay  país  civilizado 
en  Europa  y  América  que  no  se  encuentre  en  dificul- 
tades financieras  más  ó  menos  graves.  En  los  últimos 
treinta  años  las  deudas  de  los  gobiernos  han  aumen- 
tado en  doce  ó  quince  mil  millones  de  pesos;  países 
que  no  tenían  deuda  la  han  contraído;  el  déficit  es  una 
enfermedad  general, — excepto  en  los  Estados  Unidos. 
Aquí  la  plétora  es  el  peligro!  sí;  pero  sobre  todo  para 
la  dominación  del  partido  republicano,  contra  quien 
esta  situación  anormal  puede  ser  y  está  poderosa- 
mente explotada  en  el  debate  periodístico.  En  efecto, 
es  uno  de  los  más  grandes  errores  de  esta  organiza- 
ción política   el  de  aferrarse  á  viejos  puntos   de   pro- 


824    Abandono  probable  de  las  ideas  proteccionistas 

grama,  afcrasfidos  yá  en  la  evolución  de  las  ideas  y  de 
los  intereses  del  país,  en  lugar  de  bascar  su  regenera- 
ción en  las  aguas  de  otros  ideales. 

Como  los  Estados  del  Sur  han  entrado  también 
en  el  camino  de  fundar  fábricas  de  tejidos  y  de  ex- 
plotar minas  de  hierro  y  de  carbón,  la  competencia 
que  se  temía  del  extranjero  va  á  surgir  en  el  interior 
mismo  de  la  República.  Los  mercados  del  Sur  no  se- 
rán yá,  como  antes,  una  mina  fecunda  para  los  fabri- 
cantes de  Nueva  Inglaterra  y  de  los  Estados  Centra- 
les; bajará  el  precio  de  las  manufacturas;  la  tarifa 
perderá  su  prestigio,  y  forzosamente  se  producirá 
un  cambio  considerable  en  los  intereses  representados 
por  los  partidos.  En  qué  sentido,  no  es  fácil  pre- 
verlo; pero  es  indudable  que  se  producirá. 

El  siglo  XX  presentará  un  gran  cambio  en  la  fisono- 
mía de  los  partidos  americanos.  La  influencia  de  Ha- 
milton  y  Jefferson,  los  fundadores  de  los  actuales, 
— Hamilton  del  partido  centralizador  y  nacionalista, — 
Jefferson  del  demócrata,  conservador  del  sistema  de 
gobierno  propio  para  las  localidades, — ha  durado  un 
siglo  entero.  Aún  no  se  alcanza  á  vislumbrar  lo  que 
serán  los  partidos  en  los  próximos  cien  años;  pero  no 
será  aventurado  sospechar  que  la  intervención  de  este 
gran  .  pueblo  en  cuestiones  exteriores,  prescindiendo 
del  consejo  de  Washington,  será  una  de  las  noveda- 
des que  presentará  su  política. 

Hoy  es  punto  menos  que  imposible,  sobre  todo 
para  un  extranjero,  distinguir  los  caracteres  que  se- 
paran á  los  l'epublicanos  de  los  demócratas,  excepto 
en  que  los  primeros,  más  estrechos   en  sus   ideas,  no 


Cambios  futuros  «"n  los  programas  departido    825 

lian  importjincia  á  loá  cambios  internacionales  y  qui- 
sieran reducir  su  actividad  industrial  á  los  límites  de 
su  territorio,  mientras  que  los  otros  alientan  teorías 
económicas  más  cosmopolitas.  Eliminado  el  elemento 
esclavitud,  autor  de  los  descarríos  en  que  incurrieron 
los  hombres  del  Sur,  no  es  imposible  que  éstos  tornen 
á  serlos  más  genuínos  representantes  de  la  democra- 
cia, y  los  del  Norte,  los  mantenedores  de  la  fuerza 
centrípeta,  tanto  en  lo  relativo  á  integridad  nacio- 
nal como  en  la  conservación  de  las  viejas  institucione& 
y  costumbres. 


CAPITULO    XL 


NUBES    EN    EL    HORIZONTE 


Los  Trusts— has  asociaciones  obreras— La  intervención  del 
Gobierno  en  la  lucha  entre  el  capital  y  el  trabajo. 


De  algunos  afios  á  esta  parte,  la  ley   de   la   concu- 
rrencia universal   empieza   á  ser   modificada  por  el 
principio  de  asociación   entre   los  competidores  mis- 
mos en  la  lucha.    Cuando  la  producción  de  un  ar- 
tículo cualquiera  parece  traspasar  los  límites  del  con- 
sumo y  empiezan  á  bajar  los  precios   al   nivel   de  los 
gastos  de  producción, — en  lugar  de  obstinarse  en  un 
combate  á  muerte,  desenlazado  antes  en  la  ruina  y  la 
desaparición  de  los  más  débiles, — los  productores  han 
iniciado  el  procedimiento  nuevo  de   entenderse  entre 
sí,  formar  asociaciones  amistosas  y  organizar   una  ac- 
ción común  que  restrinja  el  exceso   de   producción   y 
ponga  el  producto  en  manos  de  un  solo   vendedor  en- 
cargado de  sostener  precios  remuneradores.  Tal  es  el 
origen  de  los  trusts.  Hasta  aquí  no  hay  nada  perjudi- 
cial al  interés  de  la  sociedad  entera,  sino  un  efecto 
natural  del  progreso  en  la  sociabilidad  humana  reali- 
zado por  las  grandes  facilidades  que  los  medios  de 


Los ''Trusts''  827 

comunicación  modernos, — el  ferrocarril,  los  vapores 
de  mar,  los  telégrafos,  los  teléfonos  y  los  periódi- 
cos,— han  dado  al  pensamiento  de  los  hombres.  Em- 
pero, de  esta  primera  asociación  inocente  ha  surgido 
luego  otra  que  no  lo  es  tanto:  la  de  los  capitales,  con 
el  objeto  de  dominar  los  precios,  no  sólo  dentro  de  los 
límites  de  una  nación,  sino  en  todo  el  mundo,  de  pro- 
ducir en  ellos  oscilaciones  repentinas  de  alza  y  de  baja 
y  de  especular  en  las  aguas  turbias  ocasionadas  por  estos 
bruscos  cambios.  Estas  sociedades  formadas  por  el  con- 
curso de  unos  pocos  millonarios  con  capitales  de  diez 
á  cien  millones  de  pesos,  constituyen  uno  de  los  fenó- 
menos económicos  más  notables  de  los  tiempos  mo- 
dernos. En  los  últimos  años  se  han  ejercitado  en  Fran- 
cia de  un  modo  ruidoso  sobre  los  cobres,  en  los  Esta- 
dos Unidos  sobre  el  trigo,  el  café,  el  petróleo,  los  azú- 
cares y  el  whishey;  en  la  Gran  Bretaña  sobre  objetos 
variados,  algunos  con  la  mira  de  practicar  sus  opera- 
ciones en  los  Estados  Unidos.  El  procedimiento  prin- 
cipal consiste  en  compraren  momentos  de  abundancia 
y  depresión  de  los  precios,  subir  éstos  luego  por  la 
reducción  de  la  oferta,  guardar  una  parte  del  pro- 
ducto pai'a  vender  á  menos  precio  cuando  otros  quie- 
ren aprovecharse  del  alza  y  envilecer  los  valores  cuando 
desean  volver  á  hacer  provisión.  En  ocasiones  es  difícil 
dominar  el  mercado  cuando  la  abundancia  continúa  por 
dos  ó  tres  años,  y  el  resultado  viene  á  ser  una  liquidación 
desastrosa;  pero  cuando  se  trata  de  artículos  agríco- 
las en  los  que  una  ó  dos  buenas  cosechas  son  ordina- 
riamente seguidas  de  dos  ó  tres  inferiores,  los  resul- 
tados para  los   especuladores   suelen   ser  brillantes. 


828  Efectos  de  esas  combinaciones 

Sobre  los  efectos  sometidos  á  la  competencia  extran- 
jera, la  operación  es  peligrosa;  pero  sobre  aquellos  en 
que  la  competencia  exterior  es  imposible,  por  estar 
protegido  el  nacional  con  una  elevada  tarifa,  no  sólo 
es  fácil,  sino  de  éxito  casi  seguro.  Estos  son  los  Trusts, 
vocablo  todavía  sin  equivalente  en  la  lengua  castella- 
na, al  que  empieza  á  darse  el  nombre  de  trinca. 

Un  Trust  6  combinación  sobre  los  trigos  mantu- 
vo de  I  0-90  á  $  1  el  bushel  (60  libras)  de  este  grano, 
en  1886  y  hasta  principios  de  1887,  cuando  una  buena 
cosecha  en  Europa  paralizó  la  exportación,  rompió 
las  esclusas  en  el  mercado  de  Chicago,  produjo  la  quie- 
bra de  los  principales  interesados  é  hizo  bajar  á  60 
centavos  el  precio  del  artículo. 

Otro  tanto  sucedió  en  el  mismo  año  con  el  café, 
pero  en  sentido  contrario.  El  alza  de  los  precios  derrotó 
á  los  especuladores  empeñados  en  bajarlo. 

Según  dice  el  Herald  de  N"ueva  York,  la  trinca  6 
combinación  de  los  azúcares  ha  dado,  en  1889,  una 
utilidad  de  16.000,000  á  una  sola  de  las  firmas  asocia- 
das. El  azúcar  está  protegido  contra  la  concurrencia 
extranjera  por  fuertes  derechos  de  aduana. 

La  frecuencia  de  estas  combinaciones  ha  hecho  in- 
seguro el  mercado  de  Nueva  York  para  los  exporta- 
dores suramericanos,  quienes  encuentran  en  el  día 
más  seguridad  en  el  de  Londres.  Una  trinca  orga- 
nizada sobre  las  quinas  colombianas,  dio  á  una  casa 
de  Filadelfia,  según  recuerdo  haber  leído  en  el  JVew 
York  Times,  en  Julio  de  1880,  una  utilidad  de 
$  28.000,000  en  pocos  años,  y  obligó  á  nuestros  ex- 
portadores,  que  antes  vendían  allí   las  tres   cuartas 


Su  aplicación  a¿  servicio  de  los  ferrocarriles    829 

partes  de  este  artículo,  á  concentrar  sus  operaciones 
en  Londres  y  París.  La  combinación  cesó  con  la  abo- 
lición del  derecho  de  entrada  sobre  la  quina,  decretada 
en  ese  mismo  año. 

El  resultado  de  estos  trusts  es  dejar  en  manos  de 
los  agentes  intermedios  entre  el  productor  y  el  con- 
sumidor una  parte  leonina  del  valor  del  producto;  eá 
decir,  extorsionar  á  un  tiempo  al  cultivador  y  al  con- 
sumidor; al  primero  de  una  parte  de  la  remuneración 
de  su  trabajo,  al  segundo  con  un  precio  más  alto  que 
el  natural  sobre  el  objeto  consumido.  Así  es  como  se 
improvisan  esas  fortunas  colosales. 

No  es  tan  sólo  en  la  circulación  de  los  productos 
agrícolas  en  donde  intervienen  estas  combinaciones. 
El  servicio  de  los  ferrocarriles  y  el  valor  de  sus  accio- 
nes ha  sido  quizás  el  campo  más  fecundo  para  estos 
nuevos  señores  feudales  de  la  especulación.  En  un 
país  que  cuenta  más  de  50,000  leguas  de  ferrocarriles 
y  cerca  de  $  10,000.000,000  invertidos  en  su  construc- 
ción, que  mueve  en  esas  líneas  4.00.000,000  de  tonela- 
das de  mercancías  al  año  y  casi  un  número  igual  de 
pasajeros,  y  en  donde  las  entradas  anuales  de  fletes  y 
pasajes  ascienden  á  una  suma  igual  á  la  de  todas  las 
contribuciones  públicas,  nacionales  y  locales;  es  decir, 
á  cerca  de  $  1,000.000,000, — en  un  campo  de  esta 
magnitud — las  especulaciones  injustas  toman  propor- 
ciones colosales. 

Unas  veces  son  fletes  diferenciales  en  favor  de  una 
región  y  con  perjuicio  de  las  otras,  en  ocasiones,  de- 
moras intencionales  en  el  transporte  de  un  producto, 
para  dar  tiempo  á  la  realización  á  precios  altos  de 


830  Peligros  délos  privilegios 

otros  de  la  misma  especie;  ya  diferencias  en  el  flete 
en  beneficio  de  ciertos  interesados,  con  desfalco  de 
las  utilidades  de  industrias  rivales. 

Si  la  competencia  de  varias  líneas  que  sirven  una 
misma  región  se  logra  allanar  por  medio  de  una  orga- 
nización amistosa  entre  ellas,  sigue  á  esta  tregua  un 
alza  en  la  tarifa  de  fletes  y  pasajes,  y  á  ésta,  la  emisión 
de  nuevas  acciones  al  capital  de  la  empresa.  Así,  un 
ferrocarril  que  en  un  día  vale  $40.000,000,  representa 
al  siguiente  %  60.000,000,  sin  haber  aumentado  una 
pulgada  la  extensión  de  su  carrilera  ni  agregado  una 
locomotora  ó  un  carro  á  su  material  rodante;  operación 
á  que  se  da  el  nombre  de  aguar  las  acciones  {watering 
the  stock).  En  un  principio  los  gobiernos  no  hacían 
alto  en  la  concesión  de  privilegios  á  las  compañías 
empresarias,  en  la  esperanza  de  que  la  competencia  de 
otras  líneas  anularía  la  superioridad  así  adquirida; 
pero  después,  la  reunión  de  los  privilegiados  llega  á 
convertirse  en  un  monstruo,  en  el  monopolio  de  los 
transportes  sobre  una  región  entera,  sin  temor  de 
competencia  alguna.  Esta  tendencia  á  la  fusión  y  la 
combinación  de  intereses  antes  antagonistas,  ahora 
unidos  en  un  mismo  pensamiento  de  explotación  del 
pueblo,  gana  terreno  cada  día.  El  capital  se  dirige  al 
monopolio,  y  por  el  monopolio  á  la  explotación  del 
trabajo  individual.  Ejemplo  de  ello  son  también  los 
grandes  bazares  ó  establecimientos  comerciales  como 
el  de  Whitely  en  Londres  y  el  Bon-Marché  en  París, 
en  donde  se  ofrece  al  público,  al  principio  á  precios 
bajos,  una  inmensa  variedad  de  artículos, — bazares 
que  ocasionan  la  quiebra  de  todos  los  pequeños  comer- 


AsoGiaciones  obreras  que  las  combaten        831 

ciantes  del  mismo  barrio,  y  que  son  muy  comunes  tam- 
bién en  grandes  ciudades  de  la  Unión  americana. 


Esta  corriente  ha  causado  alarma  general  entre  las 
clases  proletarias  ó  semiproletarias,  que  ven  en  ella 
una  nueva  máquina  de  superioridad  y  de  opresión  por 
las  clases  superiores,  semejante  ala  de  la  organización 
feudal  de  los  siglos  medios.  De  esta  situación  ha  sur- 
gido otro  fenómeno  no  menos  notable:  la  asociación  y 
organización  general,  secreta  en  su  origen,  pública 
después,  de  las  clases  obreras  en  los  países  civilizados, 
con  el  propósito  de  luchar  contra  las  tendencias  ab- 
sorbentes de  los  capitalistas. 

Principiaron  por  la  asociación  de  los  obreros  de 
una  misma  fábrica,  se  extendieron  después  á  los  tra- 
bajadores en  un  mismo  artículo  en  una  ciudad,  luéga 
á  una  región  entera,  en  seguida  á  toda  una  nación,  y 
últimamente,  salvando  los  límites  de  una  nacionali- ' 
dad,  empiezan  á  asumir  el  carácter  de  asociaciones 
internacionales.  En  Inglaterra  y  los  Estados  Unidos 
son  conocidas  con  el  nombre  de  Trade  Uiiions  (Unión 
de  los  trabajadores),  en  Alemania  su  funcionamiento 
conserva  aún  carácter  secreto  y  suele  confundírselas 
con  el  partido  socialista,  con  el  que  parecen  tener  re- 
laciones de  afinidad  en  sus  tendencias.  En  Francia  y 
Bélgica  se  muestran  frecuentemente  en  huelgas,  que 
asumen  á  las  veces  el  carácter  de  verdaderas  sedicio- 
nes, si  bien  yá  no  con  ese  programa  temeroso  quemos-^ 
traron  en  1848  y  1849.  En  fin,  en  los  Estados  Unidos 
las  dos  sociedades  que  han  ostentado  más  fuerza  de 
organización  han  sido  las  conocidas  con  los  nombre» 


832  Programa  de  los  ''Grangers^^ 

de  Grangers  (campesinos)  y  the  Knights  of  Lalor  (ca- 
balleros del  trabajo),  cada  una  de  las  cuales  ha  llegado 
á  contar  más  de  un  millón  de  afiliados. 


La  primera  en  antigüedad  es  la  de  los  Grangers, 
cuya  masa  principal  existe  en  los  Estados  del  valle  del 
Mississippi.  Era  en  su  origen  una  sociedad  secreta, 
de  organización  masónica,  destinada  á  dar  protección 
á  los  intereses  de  los  trabajadores  agrícolas  contra  los 
grandes  propietarios,  los  monopolistas,y  últimamente 
contra  las  maquinaciones  de  los  directores  de  los  fe- 
rrocarriles. Fue  fundada  en  1867  por  Mr.  William 
Saunders,  escocés  de  nacimiento,  pero  naturalizado  en 
los  Estados  Unidos  y  empleado  en  la  Oficina  de  Agri- 
cultura de  Washington.  En  1808  parece  fueron  es- 
tablecidas las  diez  primeras  logias  en  Pensilvania, 
Nueva  York,  Ohio,  Illinoisy  Minnessota:  39  lo  fueron 
en  1869,  38  en  1870,  125  en  1871,  1,105  en  1872,  8,400 
<3n  1873,  y  en  1874  se  estimaba  yá  en  1.500,000  el  nú- 
mero de  afiliados.  Entonces  resolvieron  dar  publicidad 
á  su  organización  y  sus  propósitos,  entre  los  cuales  son 
de  notar  los  siguientes: 

"Desarrollar  y  mejorar  la  condición  del  hombre  y  la  de  la 
mujer, 

"  Ensanchar  la  comodidad  y  el  atractivo^  de  los  hogares  de 
familia  por  medio  de  una  mayor  consagración  al  trabajo. 

"  Procurar  la  buena  inteligencia  y  la  mejor  cooperación  entre 
los  asociados. 

"  Apresurar  la  llegada  de  mejores  tiempos  por  medio  de 
emulación  en  el  trabajo,  reducción  de  los  gastos  individuales  y 
colectivos,  comprando  menos  y  produciendo  más,  diversifi- 
cando los  cultivos  y  sembrando  menores  extensiones,  pero  mejor 
cultivadas. 

"Suprimir  en  lo  posible  el  sistema  de  negocios  á  crédito, 
el  de  las  hipotecas,  la  influenjia  de  las  modas  y  todo  agente 
que  pueda,  como  éstos,  conducir  á  la  prodigalidad  y  la  ruina, 

*'  Reunirse,  conversar,  trabajar,  comprar,  vender  en  acción 
común  cuanto  se  pueda  en  beneíicio  de  todos. 


DeclaracióiL  de  sentimientos  833 


"  Evitar  pleitos  y  someter  las  diferencias  al  arbitramento 
de  miembros  de  la  asociación:  procurar  mantener  armonía, 
buena  voluntad  y  fraternidad  entre  los  asociadjs,  y  comprimir 
todo  espíritu  de  rencor  personal,  local,  nacional,  toda  rivalidad 
malsana  y  toda  ambición  egoísta.'' 

También  hicieron  las  siguientes  declaraciones: 

"  Para  el  interés  de  nuestros  negocios  deseamos  que  los  pro- 
ductores y  los  consumidores,  los  agricultores  y  los  manufactu- 
reros se  coloquen  en  la  más  directa  y  amistosa  relación,  supri- 
miendo en  todo  lo  posible  los  agentes  intermedios  que  tienen 
por  objeto  retener  para  sí  una  parte  de  los  valores  cambiados 
y  disminuir,  en  cousecuencia,  nuestras  remuneraciones. 

"Consideramos  necesaria  para  nuestros  intereses  la  exis- 
tencia de  compañías  transportadoras  de  toda  clase  que  pongan 
á  los  compradores  y  vendedores  en  rápido  y  económico  con- 
tacto. 

"  No  somos  enemigos  de  los  ferrocarriles  ni  de  las  compa- 
ñías de  oavegación,  irrigación  y  cualesquiera  otras  dirigidas  á 
hacer  progresar  nuestros  negocios:  ni  profesíunos  ideas  afgunas 
de  comunismo  ó  de  enemistad  á  la  propiedad  territorial;  pero 
sí  somos  opuestos  á  todo  espíritu  en  el  manejo  de  estas  empre- 
sas diiigido  á  oprimir  al  pueblo  y  robarle  una  parte  de  sus  le- 
gítimos provechos.  No  somos  enemigos  del  capital,  pero  sí  de 
la  tiranía  de  los  monopolios.  Somos  opuestos  á  salarios,  inte- 
reses y  ganancias  excesivas. 

"Sostendremos  la  causa  de  la  educación  para  nosotros  y 
nuestros  hijos  por  todos  los  medios  legítimos  que  estén  á  nues- 
tro alcance,  especialmente  por  medio  de  colegios  agrícolas  é 
industriales  en  que  se  dé  enseñanzi  práctica  de  la  agricultura, 
ÚQ  la  ciencia  doméstica  y  de  todas  las  artes  que  coni^ribuyen  al 
adorno  y  comodidad  del  hogar  de  la  familia. 

"  Con  placer  esperamos  que  el  espíritu  de  seccionalismo 
esté  muerto  y  enterrado  para  siempre.  En  nuestra  fraternidad 
agrícola  no  admitimos  Norte  ni  Sur,  Orient'3  ni  Occidente,  y , 
todo  miembro  de  la  asociación  tiene  entera  libertad  para  afi- 
liarse en  el  partido  político  que  concuerde  mejor  con  sus  opi- 
niones. Profesamos  el  principio  de  que  las  diferencias  de  opi- 
nión ó  de  creencia  no  son  un  crimen:  antes  sostenemos  que  el 
progreso  hacia  la  verdad  se  aligera  por  medio  de  esas  dife- 
rencias: el  único  mal  de  ellas  consiste  en  la  acritud  de  las 
controversias. 

"  Últimamente,  pero  no  como  lo  menos  importante,  procla- 
mamos entre  nuestros  propósitos  el  de  elevar  la  condición  de  la 
mujer,  ensanchar  la  esfera  de  sus  trabajos,  y  como  prueba  de 
ello  le  abrimos  nuestras  filas  y  la  admitimos  entre  nuestros 
miembros  activos." 

Pronto  se  pusieron  en  campaña  los  afiliados  contra 

53 


834    Intervención  de  las  Asambleas  de  los  Estados 

los  abusos  de  las  compañías  de  ferrocarril,  logrando 
que  las  Asambleas  de  algunos  Estados  estableciesen 
los  siguientes  principios  en  la  materia: 

1.°  Prohibición  de  cobrar  fletes  ó  pasajes  más  altos 
que  los  anunciados  en  las  tarifas.  Obligación  de  pu- 
blicar éstas  con  anticipación  á  su  vigor,  y  obligación 
de  indemnizar  á  los  perjudicados  en  caso  de  cobrar 
precios  distintos. 

2.°  Uniformidad  de  tarifas  en  proporción  estricta 
de  las  distancias. 

3.°  Reducción  de  los  precios  de  fletes  y.  pasajes  en 
proporción  al  aumento  del  tráfico,  de  suerte  que  el 
dividendo  de  los  accionistas  no  sea  en  ningún  caso 
desproporcionado  con  perjuicio  del  público. 

Al  efecto  se  establecieron  comisiones  permanentes 
encargadas  de  vigilar  el  cumplimiento  de  estos  precep- 
tos y  de  rebajar  las  tarifas,  si  las  compañías  se  rehu- 
sasen á  hacerlo  por  sí  mismas. 

Estas  leyes  originaron  muchas  contiendas  judicia- 
les, y  á  las  veces  los  Tribunales  dieron  sentencias  con- 
trarias á  su  ejecución,  por  reputarlas  opuestas  á  la 
Constitución  nacional,  cuando  podían  afectar  los  dere- 
chos de  otros  Estados  atravesados  por  un  mismo  ferro- 
carril. Entonces  el  Congreso  tomó  á  su  cargo  el  asunto, 
y  en  ley  expedida  en  1887  dio  principio  á  la  tarea  de 
proteger  al  pueblo  de  los  Estados  Unidos  contra  los 
abusos  de  las  compañías  de  ferrocarriles,  en  la  forma 
siguiente: 

1.°  Creó  una  oficina  permanente,  de  naturaleza 
semi judicial,  semiaáministrativa,  denominada  Comi- 
lón del  Cornercio  entre  los   Estados,  compuesta  de 


Ley  del  Congreso  nacional  835 

cinco  miembros,  un  secretario  y  los  subalternos  nece- 
sarios, con  la  misión  de  vigilar  la  manera  como  dichas 
compañías  de  ferrocarril  y  de  vapores  en  los  ríos  y  los 
lagos  prestan  sus  servicios  al  público  en  el  transporte 
de  pasajeros  y  mercancías,  de  corregir  los  abusos  que 
cometan  y  de  perseguir  á  sus  autores  ante  los  tribu- 
nales de  la  Unión  en  caso  de  desobediencia  á  sus 
resoluciones. 

2.*  Estableció  como  punto  de  partida  general  que 
las  compañías  transportadoras  tienen  obligación  de 
prestar  su^  servicios  al  público  con  perfecta  igualdad, 
sin  concefler  á  nadie  rebajas  ó  descuentos  en  el  precio 
de  las  tarifas  ni  dar  preferencia  en  la  transportación  .á 
ninguna  localidad,  compañía,  efectos  ó  individuos, 
excepto  la  Nación,  los  Estados,  las  Municipalidades  y 
los  establecimientos  de  Caridad.  Las  tarifas  de  fletes 
y  pasajes  deben  establecer  tipos  proporcionales  á  las 
distancias  en  cada  línea,  excepto  en  los  casos  justifica- 
dos en  que  la  comisión  permita  cobrar  una  pequeña 
adición  en  las  menores  distancias. 

S.**  Las  compañías  quedan  sometidas  al  principio 
de  que  sus  fletes  y  pasajes  deben  ser  "razonables  y  jas- 
tos,"  no  arbitrarios. 

4.°  Implícitamente  se  estableced  principio  de  que 
los  privilegios  exclusivos  concedidos  á  las  Compañías 
de  ferrocarriles, — que  sólo  pueden  justificarse  en  una 
república  por  motivos  de  utilidad  pública, — quedan 
restringidos  en  su  ejercicio  á  lo  que  la  utilidad  pú- 
blica requiera. 

5.°  Se  prohiben  las  combinaciones  entre  diversas 
compañías  para  el  efecto  de  excluir  la  competencia  de 


836      Alcance  notable  de  algunas  disposiciones 

unas  con  otras  líneas  ó  para  darse  participación  recí- 
proca en  los  productos  de  los  fletes  y  pasajes. 

6.°  Se  prohibe  toda  combinación  ó  arreglo  que  pro- 
duzca el  efecto  de  interrumpir  la  continuidad  de  los 
transportes  de  un  extremo  á  otro  de  cada  línea,  de 
donde  puedan  resultar  demoras  para  los  efectos. 

7.°  Se  exige  que  las  tarifas  de  fletes  y  pasajes  estén 
constantemente  fijadas  á  la  vista  del  público  en  todas 
las  estaciones.  Ningún  cambio  de  alza  ó  baja  de  las 
tarifas  es  exequible  sino  hasta  diez  días  después  de 
publicado  en  todas  las  estaciones  y  oficinas  d.e  las  com- 
pañías. 

8.°  Se  impone  á  todas  las  compañías  de  ferroca- 
íril  la  obligación  de  dar  periódicamente  á  la  Comi- 
sión de  Comercio  entre  los  Estados^  relación  minuciosa 
de  todas  sus  operaciones  y  valores,  incluyendo  el  capi- 
tal pagado,  las  deudas  que  gravitan  sobre  ella,  la  ex- 
tensión de  la  línea,  su  matei'ial  rodante,  sus  entradas 
y  sus  gastos,  sus  dividendos  pasivos,  su  fondo  de  re- 
serva, etc.  La  Comisión  tiene  derecho  para  examinar 
los  libros,  documentos,  archivos,  correspondencia,  etc., 
de  las  Compañías  siempre  que  lo  juzgue  necesario. 

9."  Tiene  también  derecho  la  Comisión  para  exa- 
minar las  quejas  y  reclamaciones  que  se  intenten  con- 
tra las  Compañías  por  perjuicios  indebidamente  cau- 
sados; para  recomendar  que  se  paguen  las  indemniza- 
ciones que  estimo  justas,  y  en  caso  de  que  la  Compañía 
no  se  someta  áesa  recomendación,  pueden  la  Comisión 
ó  el  interesado  someter  el  asunto  á  la  Corte  de  Equi- 
dad, la  cual,  oyendo  brevemente  á  los  interesados, 
decidirá  de  plano,  verdad  sabida  y  buena  fe  guardada, 


Los  caballei'os  del. traba  jo  837 

lo  que  estime  justo;  teniendo  por  comprobante  sufi- 
ciente, salvo  que  se  aduzcan  pruebas  incontestables  e» 
contrario,  el  concepto  de  la  Comisión. 

10.  Las  violaciones  de  la  ley  están  sujetas  á  pena», 
impuestas  en  unos  casos  por  la  Comisión,  en  otros 
por  los  Tribunales. 

Esta  ley  tiene  un  carácter  muy  trascendental* 
Marca  una  tendencia  manifiesta  á  poner  á  cargo  del  Go- 
bierno federal  el  servicio  de  los  ferrocarriles,  á  dar  una 
nueva  organización  al  Poder  Judicial,  y  á  extender  la 
esfera  de  acción  del  Gobierno  al  campo  reputado  basta 
ahora  como  del  exclusivo  dominio  de  la  libre  competen- 
cia y  de  la  propiedad  individual.  Las  disposiciones  de 
ella  son  una  muestra  de  la  influencia  que  en  el  Gobier- 
no de  las  sociedades  empieza  á  ejercer  la  organización 
extraoficial  de  los  ciudadanos,  sobre  todo  la  de  las  cla- 
ses proletarias.  Dicha  h^y  es  obra  de  hi  acción  de  los 
Grangers,  y  lo  particular  es  que  ha  sido  recibida  con 
aplauso  universal,  á  pesar  de  la  vaguedad,  probable- 
mente estudiada,  de  algunas  de  sus  clásulas  y  del  al- 
cance formidable  de  otras.  La  opinión  general  es  que 
con  ella  mejorará  notablemente  la  condición  de  los  pe- 
queños agricultores. 

Los  Knights  of  Labor  principiaron  su  organiza- 
ción en  1869  con  un  núcleo  de  ocho  miembros  presidi- 
dos por  un  sastre  de  Filad elfia  llamado  ürías  S.  Ste- 
Tens.  Hasta  entonces  cada  oficio  ó  profesión  tenía  su 
asociación  especial,  ordinariamente  limitada  á  una 
ciudad,  á  un  cantón  ó  á  lo  más  á  un  Estado  de  pe- 
queño territorio,  como  el  de  Massachussets,  por  ejem- 


838  Su  declaración  de  principios 

pío;  lo  cual  reduoía  á  muy  poco  ó  á  casi  nada  la  in- 
fluencia de  los  asociados;  pero  Stevens,  advirtiéndolo, 
abrió  las  puertas  á  todos  los  trabajadores  cualquiera 
que  fuese  su  proíesión  ú  oficio,  y  extendió  sus  límites 
á  toda  la  Unión.  En  un  principio  la  organización  se 
mantuvo  en  el  más  profundo  secreto,  hasta  que  notán- 
dose en  aquella  ciudad  que  algunas  marcas  cabalísti- 
cas hechas  con  tierra  blanca  en  cierto  lugar  coinci- 
dían con  la  aparición  de  railes  de  hombres  en  la 
plaza  pública,  se  difundió  alarma  y  temores  de  incen- 
dios y  de  comunismo.  El  clero  católico  había  sido  uno 
de  los  más  fogosos  enemigos  de  esa  asociación  secreta, 
contra  la  cual  había  predicado  violentos  sermones; 
pero  habiendo  los  directores  autorizado  que  no  se 
ocultasen  sus  objetos  y  procedimientos  en  el  secreto 
de  la  confesión,  cesó  la  hostilidad,  y  alcontrario,  mu- 
chos sacerdotes  de  esa  religión  se  mostraron  ardientes 
amigos  de  ella.  Al  fin,  en  18T8  se  resolvió  hacerla  pú- 
blica. Se  dice  que  en  1883  tenía  52,000  miembros, 
71,000  en  1884,  111,000  en  1885,  entre  300  y  500,000 
en  1886,  y  en  1888  se  cree  que  llegaba  á  1.000,000. 
Tiene  logias  en  todos  los  Estados  de  la  Unión,  prin- 
cipalmente en  los  del  Sur  del  Atlántico,  cuenta  entre 
sus  miembros  un  gran  número  de  hombres  y  mujeres 
de  raza  de  color,  siempre  muy  adictos  á  esas  asociacio- 
nes, y  ha  entrado  en  amistosas  relaciones  con  la  de  los 
(xrangers  ó  campesinos. 

El  preámbulo,  como  ellos  lo  llaman,  ó  Declaración 
deprincipioSy  contiene  los  siguientes: 

"  El  alarmante  desarrollo  y  carácter  agresivo  de  los  grandea 
capitalistas  y  corporaciones,  á  no  ser  comb  uido,  conduciría  in- 
evitablemente á  la  pauperización  de  las  masas  trabajadoras. 


Sus  propósitos  839 


"  Si  deseamos  gozar  por  completo  de  las  bendiciones  déla 
vida,  es  preciso  poner  uaa  valla  á  la  acumulación  injusta  y  al 
poder  de  hacer  mal  de  las  grandes  acumulaciones  de  riqueza. 

' '  Este  objeto  sólo  puede  ser  realizado  por  el  esfuerzo  unido 
de  los  que  obedecen  el  precepto  divino  de  ganar  el  pan  con  el 
sudor  de  la  frente. 

"  En  consecuencia,  hemos  formado  la  Orden  de  los  Caballeros 
del  Trabajo,  con  el  objeto  de  organizar  y  dirigir  el  poder  de  laá 
masas  industriales,  no  con  el  carácter  de  partido  político,  por- 
que es  aún  más  que  esto;  pero  debe  tenerse  presente,  al  ejercer 
el  derecho  de  sufragio,  que  gran  número  de  los  objetos  que  nos 
proponemos,  sólo  puede  ser  obtenido  por  medio  de  leyes,  y  que, 
en  consecuencia,  es  un  deber  de  todos  ayudar  á  sostener  y  nom- 
brar con  sus  votos  á  los  que  prometan  sostener  esas  medidas  con 
independencia  de  los  partidos  políticos. 

"  Declaramos  al  mundo  que  nuestros  propósitos  son: 

' '  I — Hacer  que  la  excelencia  industrial  y  moral,  no  la  mera 
riqueza,  sea  la  verdadera  medida  de  la  grandeza  de  las  naciones 
y  de  los  individuos. 

'  'II — Asegurar  á  los  trabajadores  el  perfecto  goce  de  la  ri- 
queza creada  por  ellos;  vacación  en  el  trabajo  por  el  tiempo  su- 
ficiente para  cultivar  sus  facultades  intelectuales,  morales  y  so- 
ciales; todos  los  beneficios,  recreación  y  placer,  de  la  asociación; 
en  una  palabra:  habilitarlos  para  tomar  participación  en  los 
honores  y  ganancias  de  una  civilización  progresiva. 

"  III — Obtener  de  los  Estados  el  establecimiento  de  oficinas 
de  estadística  del  trabajo  humano,  á  fin  de  llegar  á  un  perfecto 
conocimiento  del  estado  en  que  se  encuentran  la  educación,  la 
la  moralidad  y  las  condiciones  financieras  de  las  masas  traba- 
jadoras. 

"IV — Conseguir  que  las  tierras  baldías,  la  herencia  del  pobre, 
sean  reservadas  á  los  ocupantes  y  cultivadores  de  ellas;  que  no 
86  dé  un  acre  más  á  los  ferrocarriles  y  especuladores;  y  que  todas 
las  tierras  hoy  conservadas  eriales  para  mera  especulación,  sean 
gravadas  con  impuestos  por  todo  su  legítimo  valor. 

"  V— La  derogatoria  de  las  leyes  que  no  pesan  con  igualdad 
sobre  el  trabajo  y  el  capital,  y  la  reforma  de  esos  tecnicalismos, 
dilaciones  y  discriminaciones  en  la  administración  de  justicia. 

"  VI — La  adopción  de  medidas  protectoras  de  la  salud  y  la 
seguridad  de  los  que  trabajan  en  las  minas,  manufacturas  y 
construcciones  industriales,  y  que  consagren  la  responsabilidad 
de  los  empresarios  en  favor  de  sus  obreros  por  daños  recibidos 
en  esos  trabajos  á  causa  de  la  falta  de  precauciones  y  protección 
necesarias. 

"  VII — La  expedición  de  leyes  que  obliguen  á  las  Compa- 
ñías á  pagar  sus  trabajadores  semanalmente,  en  moneda  legíti- 
ma; y  que  concedan  á  los  mismos  preferencia,  en  caso  de  quie- 
bra, por  el  valor  de  su  trabajo  y  en  todo  el  importe  de  sus  sa- 
larios. 

"  VIII — La  abolición  del  sistema  de  contratas  en  las  obras 
nacionales,  municipales  y  de  los  Estados. 


840     Modificaciones  aceptables  de  la  idea  socialista 


"IX—La  expedición  de  leyes  que  establezcan  el  sistema  de 
arbitramento  entre  los  empresarios  de  industria  y  sus  obreros 
y  hagan  obligatoria  la  sentenda  de  los  arbitros. 

"  X— La  pr<  hibición  de  emplear  niños  de  menos  de  quince 
años  en  las  fábricas  y  las  minas. 

•'  XI — Prohibición  de  alquilará  empresas  particulares  el  tra- 
bajo de  los  presidiarios. 

"  XII— El  establecimiento  de  impuesto  directo  gradual  {gra- 
duated).  Tal  vez  quisieron  decir  progresivo), 

"  XIII — La  emisión  de  papel-moneda  obligatorio,  sin  inter- 
vención de  Banco  Nacional  ni  de  Bancos  privados,  y  sin  con- 
ceder á  éstos  derechos  ni  privilegio  alguno. 

"  XIV— La  prohibición  de  introducir  del  Extranjero  traba- 
jadores contratados. 

"XV— La  cesación  de  emitir  documentos  de  crédito  del 
Gobierno  que  ganen  algún  interés.  Cuando  ocurra  alguna  emer- 
gencia, que  se  emita  el  papel-moneda  necesario  para  hacer 
frente  á  ella,  pero  siempre  sin  interés. 

"  XVI — El  establecimiento  de  cajas  de  ahorros  en  todas  las 
administraciones  de  correos. 

"  XVII— Que  en  virtud  de  su  dominio  eminente  tome  el  Go- 
bierno posesión,  por  compra,  de  todos  los  ferrocarriles,  telégra- 
fos y  teléfonos  í*)'  que  en  lo  sucesivo  no  se  concedan  privilegios 
para  la  ejecución  de  estas  obras,  sino  que  el  Gobierno  las  cons- 
truya por  administración;  á  este  efecto,  los  Caballeros  del  Tra- 
bajo ofrecen  sus  servicios. 

"  X VIH— Que  se  establezcan  instituciones  cooperativas  di- 
rigidas á  suprimir  el  trabajo  á  jornal  y  reemplazarlo  con  el  sis- 
tema cooperativo. 

"  XIX— Procurar  para  ambos  sexos  igual  paga  por  igual 
trabajo. 

"  XX— Acortar  las  horas  de  trabajo  del  obrero  por  medio 
de  una  negativa  universal  á  trabajar  más  de  ocho  horas  en  el  día. 

"  XXI— Decidir  á  los  empresarios  á  someter  á  arbitramento 
todas  las  diferencias  que  se  susciten  con  sus  obreros,  á  fin  de 
mantener  y  afianzar  entre  ellos  vínculos  de  simpatía  y  hacer  in- 
necesarias las  huelgas." 

Este  prognimu, — en  parte  racional  y  legítimo,  en 
parte  socialista  é  inaceptable, — tal  vez  tomado  sin  dis- 
criminación suficiente  del  de  los  socialistas  franceses 
de  1848  y  de  los  socialistas  alemanes  del  día  presente, 
merece  atención  detenida,  porque  comprueba  la  modi- 
ficación favorable  que  en  las  ideas  extravagantes  de  laa 
clases  oprimidas  en  Europa  han  producido  las  institu- 


En  gran  parte  consagradas  yd  por  algunos  países  841 

Clones  libres  de  América;  y  porque  será  el  punto  de 
partida  para  el  porvenir  de  ese  movimiento  organiza- 
do de  las  clases  obreras,  en  la  nueva  lucha  que  se  pre- 
para entre  las  capas  inferiores  y  las  superiores  de  los 
países  civilizados.  Algunos  de  estos  puntos  pueden 
considerarse  como  victorias  yá  casi  obtenidas:  como  el 
de  la  responsabilidad  de  los  dueños  de  fábricas  y  mi- 
nas en  favor  de  sus  obreros  por  los  daños  causados  á 
éstos  por  falta  de  precaución;  el  de  obligar  á  los  em- 
presarios á  velar  por  las  condiciones  higiénicas  de  sus 
fábricas  y  talleres;  el  de  alejar  los  niños  de  los  traba- 
jos peligrosos  y  embrutecedores  de  las  manufacturas 
y  de  las  minas,  á  fin  de  preservar  el  perfecto  desarrollo 
de  sus  facultades  y  prevenir  la  degeneración  de  la  es- 
pecie humana;  el  establecimiento  del  sistema  de  arbi- 
tramento entre  empresarios  y  obreros.  Estas  ideas  han 
empezado  á  tener  consagración  legal  en  Suiza,  Francia, 
Inglaterra,  Alemania  y  los  Estados  Unidos.  La  reduc- 
ción de  las  horas  de  trabajo,— desde  diez  y  seis  que 
era  común  á  principios  de  este  siglo,  hasta  diez,  prac- 
ticada hoy  en  la  mayor  parte  de  las  fábricas  de  Ingla- 
terra, Francia  y  los  Estados  Unidos, — tiene  prospecto 
favorable  de  llegar  hasta  ocho.  Hoy  se  siente  circular 
en  el  ambiente  de  las  ideas  la  máxima  de  la  distribu- 
ción de  las  horas  del  día,  así:  ocho  para  el  sueño, 
ocho  para  el  trabajo,  ocho  para  el  descanso,  la  lectura 
y  la  sociedad  doméstica.  Doce  ó  más  horas  de  trabaja 
abruman  el  cuerpo,  asfixian  el  alma,  destruyen  las  re- 
laciones de  familia  y  conducen  casi  necesariamente  á 
la  embriaguez,  como  único  paréntesis  al  suplicio  dé- 
la vida  real. 


842        Falta  aún  la  emancipación  de  la  mujer 

La  rehabilitación  del  trabajo  de  la  mujer,  en  todas 
partes  considerado  como  inferior  al  del  hombre,  es  otro 
pensamiento  generoso  y  justo  que,  no  tal  vez  la  legis- 
lación, sino  la  evolución  moral  de  los  pueblos  en  pros- 
peridad, está  introJuciendo  en  todas  partes;  pero  aún 
falta  mucho  para  llegar  á  la  equidad  verdadera.  Es 
un  título  de  honor  para  las  clases  obreras  el  haberlo 
hecho  aparecer  en  el  lema  de  sus  banderas  primero 
que  en  el  programa  de  los  legisladores  y  de  los  hom- 
bres de  Estado.  En  la  condición  industrial  de  la  mujer 
impera  aún  esa  ley  de  hierro,  todavía  rodeada  de  de- 
fensores inconscientes,  que  sólo  admite  la  superiori- 
dad de  la  fuerza  brutal,  i^dmitida  al  trabajo  de  los 
establecimientos  comerciales,  oí  decir  que  en  muchos 
de  ellos  se  les  impone  la  obligación  de  permanecer  de 
pie,  sin  permitírseles  tomar  asiento,  durante  las  diez 
ó  doce  horas  de  su  servicio  en  los  almacenes,  en  tanto 
que  su  salario  es  todavía  muy  inferior  al  del  hombre. 
El  gobierno  federal  las  ha  llamado  al  servicio  de  las 
oficinas  públicas;  en  la  educación  de  la  infancia,  en 
las  escuelas,  se  las  prefiere  al  hombre,  á  causa  de  su 
dulzura  y  suavidad  con  los  niños  y  de  sus  facultades 
intelectuales  más  delicadas  y  penetrantes  que  las  del 
hombre.  Algunos  colegios  superiores  han  creado  cla- 
ses especialmente  destinadas  á  ellas  para  la  enseñanza 
de  las  ciencias  físicas  y  matemáticas  y  aun  para  las  de 
Jurisprudencia  y  Medicina,  autorizándolas  para  optar 
á  grados  universitarios.  Otros  mantienen  clases  á  que 
concurren  los  dos  sexos,  y  se  afirma  que  de  esa  circuns- 
tancia resulta  un  estímulo  extraordinario  y  un  adelan- 
tamiento mucho  mayor.  En   algunos  Estados,  princi- 


Organización  de  la  liga  843 

pálmente  en  los  nuevos  del  Oeste,  se  les  ha  concedido 
la  ciudadanía  municipal,  y  aun  recuerdo  haber  leído 
en  los  periódicos  que  en  algún  pueblo  de  Kansas  el 
puesto  de  Alcalde  y  los  de  Consejeros  Municipales, 
elegidos  por  el  sufragio  universal,  estaban  desempe- 
ñados por  mujeres,  á  entera  satisfacción  de  los  habi- 
tantes. 

La  economía  en  la  distribución  de  las  tierras  baldías 
reducida  á  los  colonizadores  con  casa  y  labranza, 
puede  decirse  que  es  una  institución  yá  conquistada. 

La  hostilidad  á  los  Bancos  privados  y  el  reemplazo 
de  la  circulación  metálica  por  la  de  papel-moneda  no 
han  sido  admitidos  en  los  Estados  Unidos;  pero  han 
encontrado  prosélitos  en  otros  países  de  Hispano- 
Am  erica. 

La  organización  de  la  Sociedad  de  los  Caballeros 
del  Trabajo,  aparte  de  sus  jefes  locales  en  los  pueblos, 
ciudades  y  Estados,  es  dirigida  por  un  Gran  Maestre 
en  toda  la  Unión,  con  facultades  verdaderamente  te- 
merosas. Él  puede  en  un  momento  dado  ordenar  la 
huelga  de  los  trabajadores  en  cualquier  ramo  de  indus- 
tria en  toda  la  Unión  y  paralizar  así,  no  sólo  la  acción 
de  los  capitales,  sino  una  multitud  inesperada  de  resor- 
tes de  la  organización  social. — Figúrese,  por  ejemplo, 
una  huelga  de  los  empleados  de  los  ferrocarriles  para 
suspender  los  movimientos  de  locomoción  en  todo  el 
país  ó  tan  sólo  al  rededor  de  una  ciudad;  la  coerción 
que  nacería  de  la  huelga  de  los  panaderos  ó  de  los  car- 
niceros; el  retiro  súbito  de  las  amas  de  leche  dejando 
abandonados  los  niños  de  pecho!  Supóngase  la  policía 
de  las  ciudades  comprometida  también  en  una  asocia- 


Sá-i  Con  fondos  abundantes 

cióii  de  esta  clase,  ó  que  estas  afiliaciones  penetrasen 
en  los  ejércitos,  como  empieza  á  temerse  que  esté  su- 
cediendo en  Alemania  y  en  Austria,  en  donde  el  fun- 
cionamiento de  ellas  se  mantiene  secreto.  Calcúlense 
las  consecuencias  adonde  podría  llegar  esta  doble  or- 
ganización de  los  pueblos,  gobernada  la  una  por  leyes 
conocidas,  dirigida  la  otra  en  el  misterio,  y  contando 
cada  cual  con  fuerzas  materiales  que  en  un  momento 
dado  pueden  aparecer  formadas  en  línea  en  el  campo 
enemigo! 

Las  clases  obreras  acumulan  todos  los  días  sus  ele- 
mentos de  lucha.  Pequeñas  contribuciones  semanales, 
probablemente  proporcionales  al  salario  de  cada 
obrero,  suman  en  esos  grandes  números  cantidades 
nada  despreciables.  Diez  centavos  por  semana  y  por 
cabeza  en  una  asociación  de  500,000  personas,  produ- 
cen $  2.500,000  en  un  año:  acumulación  suficiente 
para  sostener  huelgas  parciales  en  distintos  lugares 
durante  una,  dos  ó  tres  semanas.  Las  diversas  asocia- 
ciones cooperativas  destinadas  á  objetos  especiales,  y 
dueñas  también  de  grandes  capitales, parecen  ir  entran- 
do en  alianza  con  la  de  carácter  general,  á  la  que  auxi- 
lian en  caso  necesario;  de  suerte  que  el  tesoro  de  ésta 
va  tomando  insensiblemente  proporciones  mucho  má« 
respetables. 

Lo  que  da  un  carácter  más  serio  á  estas  asocia- 
ciones es  la  organización,  la  centralización  de  ellas 
bajo  un  gobierno  de  duración  permanente.  En  todo 
tiempo,  desde  la  más  remota  antigüedad,  han  exis- 
tido: la  plebe  de  Eoma  se  retiraba  al  Monte  Aven- 
tino;  la  Jacquerie  de  los  campesinos  del  centro  de 


Su  influencia  futura  845 

Francia  anticipó  cuatro  siglos  la  lucha  contra  la  no- 
bleza y  las  escenas  del  terror  en  la  revolución  de  1793; 
la  Santa  Hermnndad,  originada  primero  en  Aragón  y 
extendida  después  á  León  y  Castilla,  en  el  siglo  xiii 
atacó  y  arrasó  mil  quinientos  castillos  feudales;  pero 
carecieron  de  organización  permanente,  y  excepto  la 
asociación  espaüola,  siempre  benéfica,  se  lanzaron  en 
desórdenes  atroces  que  levantaron  contra  ellas  la  masa 
pacífica  de  los  grandes  intereses  sociales.  Las  asociacio- 
nes obreras  de  América,  formadas  en  medio  de  la  liber- 
tad, bajo  la  egida  del  derecho  público  moderno,  care- 
cen yá  (le  esos  odios  profundos  y  derivan  su  fuerza  de 
la  legalidad  misma:  así  ellas  proceden  con  moderación 
ejemplar,  y  en  lugar  de  promover  excesos  locales,  los 
restringen  y  combaten.  Así  organizadas  á  la  luz  del 
día,  constituyen  una  nueva  fuerza  social,  cuyos  resul- 
tados favorables  á  la  causa  de  la  civilización,  pueden 
observarse  en  la  Li(/a  de  los  Cereales  en  Inglaterra;  la 
Asociación  nacional  Irlandesa  dirigida  por  Mr.  Parnell, 
á  la  que  un  pueblo  oprimido  deberá  su  libertad  sin 
necesidad  de  guerras  destructoras,  y  en  los  Estados 
Unidos  la  de  los  Grangers,  que  ha  podido  medirse  con 
el  coloso  de  las  Compañías  de  ferrocarriles.  Falta  saber 
á  dónde  conducirá  la  de  los  KnigJits  of  Lahory  hasta 
ahora  pacífica  y  ordenada  en  lo  general. 

Como  todos  los  cuerpos  dotados  de  vida,  sus  prin- 
cipios son  débiles,  vacilantes,  á  veces  espasmódicos  y 
expuestos  á  los  vientos  de  reacción:  con  todo,  poca 
visión  al  porvenir  mostraría  quien  juzgase  que  de  toda 
esa  corriente  no  habrá  de  resultar  una  modificación 
profunda  en  la  constitución  de  la  sociedad  moderna; 


846      Peligrosa  para  las  antiguas  monarquías 

quizás  algún  cataclismo,  si,  como  se  pretende  en  las 
viejas  monarquías  de  Europa,  se  echasen  vallas  de  vio- 
lencia y  arbitrariedad  en  medio  de  su  camino,  en  lugar 
de  dirigirlas,  encauzarlas  y  hacerles  justicia.  Hasta 
hoy  han  carecido  de  jefes  inteligentes  capaces  de  ad- 
quirir prestigio  sobre  las  multitudes;  el  día  que  apa- 
rezca á  su  frente  uno  de  esos  hombres  audaces  dotado 
de  la  intuición  del  porvenir,  con  genio  suficiente  para 
disciplinar  y  mover  esas  grandes  masas,  quizás  se 
echará  de  ver  que  la  organización  actual  de  los  gobier- 
nos no  está  á  la  altura  de  la  evolución  realizada  por  el 
progreso  industrial.  El  de  la  Unión  Americana,  refor- 
zado por  la  triple  barrera  de  la  fuerte  organización 
comunal  de  las  ciudades  y  de  los  Estados,  será  uno  de 
los  que  mejor  puedan  resistir  esos  grandes  choques. 
Los  de  las  monarquías  cuya  fuerza  está  concentrada  en 
una  sola  institución,  y  de  ordinario  en  la  sola  ciudad 
capital,  serán  los  más  débiles  ante  el  esfuerzo  revolu- 
cionario. Las  revoluciones  triunfantes  en  París  han 
dominado  toda  la  Francia,  é  igual  cosa  podría  suceder 
en  Viena  y  en  Berlín,  l^o  así  en  los  Estados  Unidos, 
en  donde  Washington  es  una  ciudad  de  tercer  orden 
apenas,  en  donde  cada  Estado  tiene  el  poder  de  una 
nación  entera,  y  cada  una  de  sus  grandes  metrópolis 
elementos  bastantes  para  sostener  el  orden  social.  La 
federación  no  es  más  que  la  aplicación  á  la  política  del 
gran  principio  de  la  división  del  trabajo,  **  la  multipli- 
cación de  los  centros,"  como  dijo  con  mucha  propiedad 
un  pensador  colombiano  (1). 

(1)  El  señor  Ricardo  Vunegas. 


Temidas  por  los  partidos  en  los  Estados  Unidos    847 

El  peligro  principal  de  las  asociaciones  obreras  en 
aquel  país,  es  su  influencia  sobre  los  partidos  políticos. 
Ellas  se  han  alejado  hasta  ahora  prudentemente  de 
toda  conexión  con  éstos,  temerosas,  como  es  natural, 
de  ser  absorbidas  y  desnaturalizadas  en  otras  corrien- 
tes; mas  como  pueden  disponer  de  algunas  centenas 
de  miles  de  sufragantes,  y  en  un  caso  dado  pudieran 
decidir  una  elección  importante,  los  directores  de  Ios- 
partidos  las  miran  con  respeto  y  no  se  atreven  á  con- 
trariarlas oculta  ni  abiertamente,  antes  bien  procuran 
acomodarse  en  todo  lo  posible  á  sus  tendencias,  á  fin 
de  ganar  sus  simpatías.  El  demócrata  con  cuyas  teo- 
rías parecen  tener  más  afinidades,  es  el  más  inclinado 
á  protegerlas;  pero  el  republicano,  convencido  de  que 
en  las  urnas  pesan  más  los  sufragios  que  las  cajas  fuer- 
tes, tampoco  se  atreve  á  entrar  en  franca  liza  con  ellas. 
Sólo  el  periodismo  tiene  la  fuerza  y  la  libertad  sufi- 
cientes para  medirse  con  tan  poderoso  contendor,  y  ese 
cuarto  poder  constitucional  que  todos  los  días  sale  á 
ilustrar  las  conciencias,  como  el  sol  á  iluminar  los 
campos,  ese  poder  que  apoya  su  palanca  en  la  razón 
humana,  es  el  único  freno  que  morigera  y  corrige  las 
pasiones  inclinadas  á  sacar  de  su  camino  de  legalidad 
el  pensamiento  de  los  obreros. 

Los  Trusts  ó  asociaciones  de  los  millones,  encarna- 
ción de  la  idea  Riqueza,  y  la  Humanidad  representada 
en  las  asociaciones  obreras,  parecen,  pues,  encontrarse 
frente  á  frente  y  prontos  á  entrar  en  lucha  en  los  Es- 
tados Unidos:  algunos  espíritus,  temerosos  de  las  con- 
secuencias del  combate,quisieran  impedirlo  ó  aplazarlo: 
con  concesiones  meticulosas  los  unos,  con  apelación  á 


848  Probable  resultado  de  la  lucha 

la  fuerza  los  otros.  En  mi  concepto,  no  hay  combate 
posible:  la  mayor  riqueza  es  el  hombre  mismo;  la 
fuerza  más  fuerte  es  la  razón  ilustrada,  y  en  donde 
ésta  domine  por  la  escuela  primaria,  por  los  estudios 
superiores,  por  el  periodismo,  por  el  telégrafo,  por  la 
libre  discusión,  por  la  tolerancia  y  la  libertad,  todas 
las  resistencias  se  allanarán  á  su  paso:  el  mundo  mar- 
cha y  el  porvenir  pertenece  á  la  humanidad. 


~^*>>'X'<<-'"- 


CAPITULO   XLI 

ÍÍUBES    EN    EL    HORIZONTE     (CONTINUACIÓN) 

Las  pensiones— La  Lynch  laiD—E\  divorcio 

Entre  las  diversas  formas  que  asume  la  idea  socia- 
lista, en  el  sentido  apasionado  de  esta  palabra,— es 
decir,  la  idea  de  modificar  la  distribución  de  las  rique- 
zas por  medios  artificiales  distintos  del  de  la  equitativa 
remuneración  de  los  servicios, — debe  contarse  la  del 
sistema  do  pensiones  pagadas  del  Tesoro  público.  El 
método  natural,  y  quizás  el  único  equitativo,  de  re- 
tribución á  los  servicios,  es  el  común  de  sueldos,  sala- 
rios j  precios  de  cambio  previamente  estipulados;  los 
que  una  vez  satisfechos  ponen  término  al  derecho  á 
retribución,  cuando  el  servicio  no  sigue  prestándose. 

Hay,  sin  embargo,  casos  en  que  la  justicia  exige 
una  modificación  á  este  principio.  Si  la  prestación  de 
un  servicio  ocasiona  la  muerte  ó  la  invalidez  absoluta 
al  trabajador,  éste  ó  sus  inmediatos  sucesores,  las  viu- 
das ó  los  huérfanos  del  muerto,   parecen  acreedores  á 

una  indemnización  que  compense  en  algo  la  pérdida 

54 


850  Exageración  de  las  pensiones 

sufrida  por  ellos.  Mas  aún:  cuando  interviene  un 
contrato,  tácito  ó  explícito,  como  el  que  existe  en  la 
profesión  militar,  que  impone  al  empleado  la  obliga- 
ción de  prestar  sus  servicios  por  toda  una  vida,  siem- 
pre que  se  le  requiera  para  ello — es  natural  que  el  así 
obligado,  sinpodcr  disponer  libremente  do  su  persona, 
reciba  alguna  gratificación,  aun  cuando  no  esté  en 
gervicio  activo.  Este  es  el  fundamento  tle  la  institu- 
ción de  las  pensiones,  que,  como  se  comprende,  tiene 
límites  cimentados  en  principios  de  justicia. 

Sin  embargo,  en  algunos  países,  como  en  Colom- 
bia, por  ejemplo,  ha  solido  dársele  una  extensión  des- 
mesurada, hasta  el  punto  de  crearse  entre  las  familias 
pensionadas  una  clase  ociosa,  acostumbrada  á  vivir 
del  Tesoro  público,  para  quien  no  existe  esa  relación 
imprescindible  entre  el  trabajo  y  la  remuneración: 
clase  que,  sostenida  por  otra  de  especuladores  en  este 
ramo,  mantiene  un  asalto  permanente  sobre  el  Tesoro 
público,  ó  lo  que  es  lo  mismo,  sobre  el  trabajo  de  la 
gente  que  págalas  contribuciones  públicas.  En  Colom- 
bia el  cajíítulo  de  pensiones  ha  llegado  á  veces  á  más 
del  20  por  100  del  producto  de  las  rentas  nacionales. 

En  los  Estados  Unidos  sucede  hoy  otro  tanto. 
El  monto  anual  de  ellas  sube  á  la  increíble  suma 
de  $  80.000,000  anuales,  lo  que  da  idea  de  250  á 
300,000  pensionados  y  un  promedio  de  $  300  á  400 
anuales  ácada  uno,  y  todas,  con  rarísimas  excepciones, 
proceden  de  servicios  militares  durante  la  guerra  civil 
que  terminó  en  1865.  Como  durante  los  25  años  trans- 
curridos no  puede  menos  de  haber  muerto  las  tres 
cuartas  partes  de  los  hombres  que  llevaron  armas  en 


Superan  el  gasto  de  un  grande  ejército        851 

esa  contienda,  así  como  las  dos  terceras  de  sus  descen- 
dientes, ese  guarismo  tan  crecido  de  pensionados  de- 
muestra que  no  es  solamente  á  los  invalidados  por 
heridas,  ni  á  las  viudas  y  huérfanos  de  los  muertos  á 
quienes  se  les  paga,  sino  á  otros  muchos,  escasos  de 
títulos  para  reclamarlas.  Más  de  mil  millones  han  sido 
desembolsados  con  este  objeto  desde  el  fin  de  la  guerra; 
y  como  todos  los  aüos  se  renueva  el  proyecto  de  dar- 
les efecto  retroactivo,  es  decir,  de  hacerlas  pagadera?, 
no  sólo  desde  la  fecha  de  su  concesión,  sino  desde  que 
se  prestó  el  servicio,— proyecto  á  que  opuso  su  veto 
Mr.  Cleveland,  según  creo  recordar, — si  ese  pensa- 
samiento  llegase  á  ser  ley,  sería  preciso  contraer  una 
nueva  deuda  de  cerca  de  $  700.000,000  más,  para  ese 
solo  ítem.  %  80.000,000  es,  con  poca  diferencia,  una 
suma  igual  al  gasto  de  160,000  hombres  en  el  ejército 
ingléá  ($  83.000,000),  y  apenas  15  por  100  menor  que 
el  impendido  en  Alemania  en  el  sostenimiento  de  un 
pie  de  fuerza  de  492,000  hombres. 

Un  país  en  donde,  sin  trabajar,  viven  á  expensas  de 
sus  conciudadanos,  aparte  de  los  miserables,  200,000 
familias  ó  1.000,000  de  personas  válidas  para  el  trabajo; 
un  pueblo  en  que  á  los  impulsos  del  patriotismo  desin- 
teresado se  sustituyen  insti ritos  mercenarios  para  fiar 
la  defensa  de  sus  leyes,— no  es  país  que  va  en  buen 
camino.  El  parasitismo  es  una  clase  fecunda  como 
pocas  y  se  transmite  por  herencia  fisiológica  de  padres 
á  hijos.  Cuando  las  contribuciones  públicas  se  con- 
vierten en  arma  de  partido  para  comprar  el  voto  y.  la 
influencia  de  los  pensionados,  como  se  ve  estar  suce- 
diendo allí,  no  se  puede  menos  de  pensar  que  ese  es 
un  punto  oscuro  en  el  horizonte. 


852  La  '^Lynohlaw^'' 

Otro  punto  oscuro  es  la  práctica  de  la  Lynch  law 
en  los  Estados  del  Sur  y  del  Sudoeste. 

El  origen  de  esta  institución  parece  ser  el  sígnente: 

A  fines  del  siglo  pasado,  cuando  empezaba  la  colo- 
nización de  los  territorios  entonces  despoblados  al 
Oeste  de  los  Apalaches,  la  situación  de  los  primeros 
colonos  debía  de  ser  no  poco  difícil.  Atacados  con  fre- 
cuencia por  las  tribus  salvajes,  á  quienes  iban  á  des- 
poseer de  la  tranquila  ocupación  de  sus  bosques,  ex- 
puestos á  los  actos  de  depredación  de  los  reos  prófugos, 
de  los  esclavos  alzados  y  de  los  aventureros  de  las  po- 
blaciones del  Atlántico  refugiados  en  esas  regiones, 
— su  vida  era  un  combate  perpetuo,  su  única  ley  la  del 
más  fuerte,  su  noción  de  organización  civil  la  necesi- 
dad de  hacerse  justicia  por  sí  mismos.  Forzosamente 
debía  resultar  después  entre  esas  poblaciones  algo  de 
sus  antiguas  costumbres  de  vida  semi-salvaje.  En  una 
aldea  de  la  parte  occidental  de  la  Carolina  del  Sur,  se 
dice  que  en  momentos  de  recrudescencia  de  la  crimina- 
lidad, que  la  justicia  ordinaria  no  acertaba  á  corregir, 
los  ciudadanos  se  reunieron  y  dieron  poderes  de  legis- 
lador y  de  juez  á  un  tal  John  Lynch,  para  extirparla. 

Sectario  inconsciente  de  Dracon,  el  Dictador  esta- 
bleció juicios  sumarios  ante  la  Asamblea  del  pueblo,— á 
cuya  jurisdicción  sometió  á  los  criminales  notorios  y  á 
los  cogidos  en  flagrante  delito— caracterizados  por  el 
principio  de  que  las  sentencias  dictadas  se  ejecutasen  en 
el  acto.  La  pena  ordinaria  era  la  de  muerte.  Mas  á  lo 
menos  el  reo  era  oído  y  confrontado  con  los  testigos  de, 
la  acusación.  Pronto  fueron  restablecidas  la  seguridad 
y  la  tranquilidad  que  se  buscaban,  el  nombre  de  Lynch 


Sus  orígenes  853 

se  hizo  famoso,  y  el  ejemplo  cundió  en  todas  las  colo- 
nias del  Sudoeste  con  el  carácter  de  institución  perma-. 
nente. 

Los  orígenes  del  nuevo  Estado  de  California,  for-. 
mado  por  irrupciones  de  aventureros  de  diversas  par- 
tes del  mundo,  atraídos  por  el  fabuloso  producto  de 
los  aluviones  auríferos,  condujeron  á  una  situación; 
todavía  peor  que  la  de  los  bosques  de  la  Carolina  del ., 
Sur.  La  pasión  de  la  codicia,  encendida  por  la  fácil  ri- 
queza allí  acumulada,  se  transformó  en  robos  y  ase- 
sinatos diarios.  La  parte  sana  de  los  inmigrantes  y 
la  que,  por  buenos  ó  por  malos  medio?,  había  forma- 
do una  fortuna  que  necesitaba  defender,  se  reunió 
en  la  plaza  pública  de  San  Francisco,  organizó  una 
Comisión  de  Vigilancia  encargada  de  perseguir  á  los 
criminales  por  el  sistema  de  Lynch,  y  á  falta  de  jue- 
ces y  tribunales,  aun  no  establecidos  por  la  ley,  la 
población  resolvió  asumir  en  común  la  responsabi- 
lidad de  los  hechos  que  fuesen  necesarios  para  fundar 
el  respeto  á  la  vida  y  á  la  propiedad.  La  comisión  em- 
pezó, en  efecto,  sus  labores  con  la  actividad  febril  pro- 
pia del  carácter  americano,  ahorcó,  sin  exceso  de  for- 
malidades, á  los  criminales  más  notorios,  deportó  á 
otros  y  restableció  el  orden.  Prestó  allí  un  servicio, 
pero  revivió  en  el  Sur  de  la  Unión,  en  donde  había 
leyes  y  autoridades  bien  establecidas,  el  funesto  pres- 
tigio de  procedimientos  quizás  disculpables  en  otra  si- 
tuación. 

•  La  aplicación  de  la  Lynch  lato  ha  vuelto  con  furor, 
no  yá  siquiera  observando  las  exterioridades  de  un  jui- 
cio, como  se  acostumbraba  en  un  principio,  sino  sacan- 


854  Su  apHeación  en  la  actualidad 

do.á  los  acusados  de  las  cárceles  con  el  empleo  de 
hombres  enmascarados,  y  asesinándolos  miserablemen- 
te, sin  más  pruebas  del  delito  que  una  supuesta  noto- 
riedad. Este  procedimiento  se  emplea  principalmente 
contra  los  sindicados  de  robo  de  ganados  y  bestias  y  de 
los  ataques  contra  el  pudor  de  mujeres  blancas  por 
hombres  de  color.  Estos,  ásu  vez,  empiezan  á  practicar 
represalias,  en  dondequiera  que  se  creen  en  mayoría, 
contra  los  blancos  acusados  de  seducción  á  las  mujeres 
de  su  raza;  de  suerte  que  la  mezcla  de  las  dos,  fenóme- 
no natural  é  inevitable  en  esos  Estados,  es  una  causa 
fecunda  en  asesinatos.  Recientemente  citó  la  prensa 
como  un  caso  de  generosidad  y  de  justicia,  el  indulto 
decretado  por  el  Gobernador  de  Virginia,  en  favor  de 
dos  negros  sentenciados  á  trabajos  forzados  por  el 
linchamiento  del  seductor  blanco  de  una  muchacha 
de  color.  El  indulto  se  fundaba  en  la  consideración 
de  que  el  linchamiento  de  negros  por  la  misma  causa 
era  frecuente  y  casi  siempre  quedaba  impune,  lo  que 
exigía  una  compensación  de  impunidad  en  favor  de 
éstos! 

A  juzgar  por  las  noticias  de  los  periódicos  de  Nueva 
York,  no  siempre  muy  bien  informados  de  lo  que 
ocurre  en  los  pueblos  remotos  de  esos  Estados  del  Sur 
y  del  Sudoeste,  los  casos  de  aplicación  de  la  ley  de 
Lynch  no  bajan  de  uno  por  día.  Se  comprende  que 
ésta  es  una  mancha  que  afea  y  deslustra  lacivilización 
y  el  progreso  material  de  ese  gran  pueblo  á  los  ojos 
del  mundo  civilizado. 

Dos  son  las  causas  de  este  desencadenamiento  de 
pasiones  feroces.  La  primera,  el  desprecio  formado  por 


Desprecio  por  la  vida  humana  855 

la  vida  de  los  negros,  considerados  durante  la  esclavi- 
tud como  seres  distintos  de  la  especie  humana.  El 
rigor  con  que  se  les  trataba,  los  duros  castigos  que  se  les 
imponía,  la  persecución  á  los  prófugos  con  perros  de 
presa;  todos  esos  hechos  formaron  costumbres  bárba- 
ras cuyas  consecuencias  están  sintiéndose  aún. 

La  segunda  es  resultado,  á  mi  ver,  de  la  frecuente 
ocurrencia  de  la  pena  de  muerte  en  los  Códigos  crimi- 
nales de  los  Estados  del  Sur  y  aun  quizás  de  la  mayo- 
ría de  los  Estados.  La  horca  ha  sido  un  espectáculo 
frecuente,  que  ha  engendrado  la  idea  de  no  ser  esa 
clase  de  muerte  la  ejecución  de  un  crimen,  sino  un 
acto  de  justicia.  El  verbo  to  liang  es  familiar  en  la 
conversación  y  en  el  periodismo  americano:  el  puñal, 
el  veneno,  son  allí  odiosos  instrumentos  de  crimen; 
mas  laborea  es  vocablo  que  asocia  en  la  mente  la  idea 
del  orden  social  y  del  imperio  de  la  ley.  Probablemente 
era  americano  aquel  náufrago  que,  aportando  á  una 
playa  desconocida,  exclamó  al  encontrar  en  ella  un 
ahorcado  pendiente  de  un  árbol:  Gracias  á  Dios  que 
estoy  en  im  país  de  civilización!  Ko  he  logrado  ver  es- 
tadística alguna  relativa  á  la  pena  de  muerte  en  los 
Estados  Unidos,  pero  mi  impresión  es  que  se  la  impo- 
ne con  más  frecuencia  que  en  ningún  otro  país  de 
Europa  y  América,  y  que  en  lugar  de  corregir  las  cos- 
tumbres, ha  disminuido  el  respeto  á  la  vida  humana, 
pues  quizás  tampoco  hay  otro  pueblo  en  donde  sea 
más  frecuente  la  apelación  al  revólver  en  las  desave- 
nencias personales,  y  no  tanto  en  las  clases  ignorantes 
cuanto  en  las  de  esfera  superior. 

lío  pretendo  afirmar  que  sea  exclusiva  la  confianza 


856    Influjo  de  la  frecuencia  de  la  pena  de  muerte 

en  la  severidad  de  las  penas  como   medio  represivo  de 
los  delitos,  la  idea  dominante  en  el  país.  Quizás  no  liay 
otro  en  donde  puedan  citarse  tantas  instituciones  be- 
néficas, dirigidas  á  inspirar  ideas  de  benevolencia,  de 
concordia  y  de  amor  éntrelos  hombres.  La  educación 
universal;  las  casas  de  asilo  para  los  niños  huérfanos 
ó  abandonados  por  sus  padres;  las  de  asistencia  y  pro- 
tección á  los  jóvenes  que  principian   la  carrera  del 
mundo;  los  hospitales  y  hospicios  para  inválidos;  la 
costumbre  de  ofrecer  paseos  y  diversiones  á  los  mu- 
chachos que  ejercen  pequeñas  industrias  en  las  calles 
(limpia-botines,  vendedores  de  periódicos,  etc.);  la  de 
visitar  las  casas  de  los  pobres,  que  practican  con  fre- 
cuencia las  familias  cristianas,  dan  testimonio  no  sólo- 
de   altas   virtudes,    sino   de   que   el   problema   social 
de  la  miseria  y  el  abandono  de  las  inferiores   preocu- 
pan vivamente  á  las  clases  superiores.   Lo  que   acasa 
falta  en  los  legisladores  es  la  noción  ^filosófica  do  que 
la  reacción  es  igual  á  la  acción,  que  las   leyes  crueles- 
endurecen  los  caracteres  descaminados  y  que  la  suavi- 
dad de  las  penas  atempera  la  ferocidad  de  los  crímenes. 

La  pena  de  muerte  ha  sido  abolida  en  algunos  Es- 
tados nuevos  del  Noroeste:  el  de  Nueva  York  ha  reem- 
plazado la  horca  con  la  electricidad;  mas  contra  la  ley 
del  viejo  Lynch  no  encuentro  movimiento  alguno  no- 
table en  la  opinión. 

Tan  sólo  tengo  conocimiento  de  un  hecho  notable 
ocurrido  recientemente  en  Birmingham  (Estado  de 
Alabama).  Una  asonada  pretendía  sacar  de  la  prisión 
aun  hombre  de  color  acusado  del  asesinato  de  su  es- 
posa, para  ahorcarle,  por  supuesto.  El  Alcalde,  infor- 


Pocas  señales  de  reaoción  857 

mado  de  esta  pretensión,  llamó  al  servicio  una  partida, 
de  milicia,  intimó  á  los  amotinados  que  se  dispersa- 
ran, llenó  las  formalidades  prescritas  para  tales  casos, 
y  no  siendo  obedecido,  mandó  hacer  fuego.  Doce  muer- 
tos y  treinta  ó  cuarenta  heridos  quedaron  en  el  campo. 
Por  primera  vez  fue  respetada  la  ley,  al  doloroso  pre- 
cio de  varias  vidas;  pero  puede  dudarse  mucho  de  que 
este  ejemplo  de  valor  y  severidad  en  el  cumplimiento 
del  deber  por  parte  de  la  autoridad,  sea  imitado,  y  aun 
más,  de  que  ejerza  influencia  moral  sobre  las  ideas  po- 
pulares. El  terror  no  es  buen  camino  para  conducir 
los  cerebros  á  la  razón:  con  más  frecuencia  induce  en 
extravíos.  Quizás  sí,  la  resonancia  del  hecho  obligue  á 
meditar  sobre  la  gravedad  de  ese  espíritu  de  impacien- 
cia, de  desprecio  por  los  tribunales  y  de  violación  del 
mandamiento  de  respetar  la  vida  humana,  que  la  reli- 
gión, la  moral  y  la  ley  civil  consagran.  A  mis  ojos  la 
práctica  de  la  ley  de  Lynch  es  un  mero  asesinato,  y  la 
impunidad  de  que  goza  y  la  frialdad  con  que  se  la  con- 
templa, forman  una  de  las  más  feas  manchas  de  la 
democracia  americana,  una  semilla  de  desobediencia  á 
la  ley  y  una  prueba  de  que  la  organización  del  Poder 
Judicial  en  los  Estados  del  Sur  no  está  á  la  altura  de 
lo  que  su  elevada  misión  exige. 


La  frecuencia  de  los  divorcios  ha  sido  considerada 
como  otro  de  los  puntos  débiles  en  la  constitución  de 
la  sociedad  civil  en  Norte  América.  Como  el  divorcio 
trae  consigo  en  gran  número  de  casos  la  disolución  de 
la  familia, — y  ésta  es  el  primer  núcleo  de  cuya  agrega- 
ción se  forman  en  seguida  los  grupos  sociológicos  su- 


858  El  divorcio  en  los  Estados  Unidos 

periores, — la  solidez  ó  debilidad  de  los  vínculos  de  fa- 
milia puede  ser  considerada  por  algunos  como  una 
muestra  de  la  solidez  ó  debilidad  de  la  agrupación 
nacional.  Bajo  este,  como  bajo  otros  varios  puntos 
de  vista,  el  análisis  de  la  estadística  matrimonial  ofre- 
ce motivo  á  la  más  detenida  meditación.  En  esta  ma- 
teria, pues,  la  nueva  sociedad  formada  en  los  Estados 
Unidos  presenta  un  hecho  importante:  el  de  frecuen- 
cia creciente  en  la  disolución  de  la  sociedad  marital. 

Una  Sección  de  la  Oficina  del  Trabajo  nacional  de 
Washington  ha  publicado  recientemente,  con  relación 
á  este  punto,  un  estudio  estadístico  interesantísimo 
referente  á  los  veinte  años  corridos  de  1867  á  1886. 

De  los  extractos  de  ese  documento  publicados  por 
los  diarios  americanos  tomo  los  datos  siguientes: 

Número  de  divorcios  decretados  en  los  veinte 
afios 328,716 

Es  decir,  un  término  medio  anual  de  16,435. 

Pero  el  primero  y  el  último  de  los  años  á  que  Be 
refiere  la  estadística  presentan  un  movimiento  de  au- 
mento en  los  divorcios,  muy  considerable. 

En  1867  sólo  hubo 9,937 

En  1886  había  subido  el  número  á 25,536 

Lo  que  quiere  decir  que  se  habían  aumentado  un 
157  por  100  en  veinte  años. 

Entre  tanto,  el  aumento  de  población  en  el  mismo 
tiempo  sólo  había  sido  de  69  por  100;  de  suerte  que  la 
ocurrencia  de  ruptura  de  los  lazos  matrimoniales,  te- 
niendo en  cuenta  el  aumento  de  número  de  los  matri- 
monios, siempre  era,  en  X886,  un  90  por  100  mayor 
que  en  1867. 


ComparaGión  con  los  pueblos  europeos        859 

Ese  guarismo  es,  verdaderamente,  extraordinario^ 
En  1886  el  número  de  ellos  concedido  en  toda 
Europa,  con  una  población  cinco  veces  mayor  que  la 
de  los  Estados  Unidos,  fue  tan  sólo  de  22,080.  Sea, 
pues,  la  frecuencia  del  naufragio  de  la  vida  conyugal 
cerca  de  siete  veces  mayor  allí  que  en  el  conti- 
nente europeo.  Se  cree  generalmente  que  Francia  es 
el  país  más  abierto  á  la  relajación  de  las  costumbres  tra- 
dicionales; pues  bien:  en  Francia,  cuya  población 
alcanza  á  un  00  por  100  de  la  de  la  Unión  Americana, 
los  divorcios  en  1886  sólo  subieron  á  6,211.  Por  tanto, 
líi  frecuencia  del  divorcio,  en  proporción  á  los  nú- 
meros respectivos  de  los  habitantes,  fue  tres  veces 
mayor  en  los  Estados  Unidos.  La  población  de  Fran- 
cia llegaba  á  38.000,000. 

En    Alemania,    en    el   mismo   año,   fueron    (con 

48.000,000  de  habitantes) 6,078 

En  Suiza  (con  menos  de  3.000,000) 899 

En  Austria  (con  38.000,000) 763 

En  Inglaterra  (con  36.000,000) 475 

En  Italia  (con  28.000,000) 418 

En  Bélgica  (con  5. 600,000) 354 

íío  obstante,  en  Europa  se  siente  también  en  esta 
materia  un  movimiento  ascensional  muy  notable  de 
veinte  años  á  esta  parte. 

Como  se  sabe,  el  catolicismo  ha  prohibido  el  di- 
vorcio de  un  modo  absoluto;  pero  las  religiones  pro- 
testantes y  la  griega,  iguales,  con  levísima  diferencia, 
en  el  número  de  prosélitos  á  la  primera,  lo  admiten. 
Sin  enibargo,  es  en  Francia,  país  católico,  en  donde  se 
cuenta  el  número  mayor  de  divoícios  en  toda  Pjuropa. 


860  Progresión  del  divorcio  y  sus  causas 

La  progresión  en  los  Estados  Unidos  ha  seguido 
la  marcha  siguiente  en  el  período  á  que  se  refieren  las 
estadísticas. 

Aumento. 

Quinquenio  de  1867  á  1871.     53,574     .... 

—  de  1872  á  1876.     68,547     27,9  por  100 

—  de  1877  á  1881.     89,284    30,3       — 

—  de  1882  á  1886.  117,311  31,4  — 
Hasta  aquí  son  puramente  aterradores  los  guaris- 
mos. Pasando  á  investigar  las  causas  determinan- 
tes, se  encontrarán  hechos  que  deberán  llamar  no 
menos  seriamente  la  atención.  Las  principales  son 
cinco: 

Por  el  marido.     Por  la  mujer.  Total. 

Deserción  del  hogar  doméstico  eje- 
cutada      75,119        51,438    126,557 

Adulterio 29,480        38,156      67,836 

Tratamientos  crueles. . , 45,419  6,101      51,520 

Embriaguez  habitual 12,411  1,432      13,843 

Ausencia  de  contribución  para  los 
gastos  domésticos  7,948        7,948 

Las  cinco  causas  anteriores  ó  al- 
gunas de  ellas  reunidas 32,517        7,646      40,163 

Otros  motivos  (incompatibilidad 
de  caracteres,  enfermedad  con- 
tagiosa, locura,  etc) 13,183        7,866      21,049 

Totales 216,077    112,639    328,710 

Se  ha  alegado  siempre  que  la  indisolubilidad  del 
matrimonio  es  una  institución  dirigida  á  proteger  la 
parte  más  débil  en  esta  asociación:  la  mujer,  contra 
la  inconstancia  caprichosa  del  hombro.  En  Norte  Amé- 
rica la  experiencia  demuestra  lo  contrario.  Es  la 
mujer  quien  principalmente  hace  uso  del  divorcio 
contra  las  desgracias  de  la  vida  conyugal.  De  328,000 
casos  de  divorcio  decretados  por  los  Tribunales,  en  las 
dos  terceras  partes  (216,077)  han  sido  pedidos  por  las 
mujeres:  para  remediar  el  abandono  total  ó  la  incapa- 


Coincidencia  entre  el  divorcio  y  la  inmigración    861 

cidad  de  proveer  á  la  subsistencia  del  hogar  por  parte 
del  marido;  para  defender  su  vida,  libertándose  de 
crueles  tratamientos,  ó  para  sacudir  la  ignominia  de 
la  vida  común  con  ebrios  consuetudinarios  ó  esposos 
infieles. 

A  la  verdad,  no  se  podría  hacer  cargo  alguno  á  una 
mujer  abandonada  á  soledad  y  miseria  por  el  marido, 
de  buscar  en  la  disolución  del  matrimonio  alguna  es- 
peranza de  volver  á  ser  feliz;  ni  consideración  alguna 
de  justicia  humana  pudiera  alegarse  para  condenar 
por  toda  la  vida  al  tormento,  á  un  ser  cuyo  único  de- 
lito es  la  virtud,  mientras  el  cónyuge  culpable  se  ha 
abierto  con  el  pecado  las  puertas  de  la  libertad. 

No  sé  si  en  los  Estados  Unidos  se  habrá  hecho  (in- 
dudablemente debe  de  habérsela  hecho)  la  observa- 
ción de  la  coincidencia  entre  el  número  de  extranjeros 
inmigrantes  y  el  número  de  divorcios  ocurrido  en  cada 
Estado.   Yo  encuentro  la  siguiente: 

Estadoi.       ^  Número  de  divorcios.    Número  de  extranjero! 

inmigrantes.  Censo 
de  1880. 

Illinois 36,072  583,576 

Ohio 26,367  394,943 

Indiana 25,193  144,178 

Michigan 18,443  388,508 

lowa 16,554  261,650 

Pensilvania    16,020  587,829 

Nueva  York 15,365  1.211,379    (1) 

xMissouri 15,278  211,578 

California 12,118  292,874 

Pasan 181,410  3!o76^515 

(1)  En  este  Estado  no  se  autoriza  el  divorcio  sino  por  adul- 
terio de  cualquiera  de  los  cónyuges. 


862         Aumento  de  él  en  los  Estados  del  Sur 


TV 


Vienen 181,410  4.073,515 

Tejas 11,472  114,616 

Visconsin 9,9oB  405,425 

Massachussets 9,853  443,491 

Connecticut  8,542  129,992 

Kansas 7,191  110,086 

224,456     5.280,125 

Esta  proporción  de  extranjeros  recién  inmigrados 
ha  aumentado  considerablemente  en  los  años  de  1880 
á  1886.  Es,  pues,  una  conjetura  que  no  carece  de  ve- 
rosimilitud la  de  atribuir  una  parte  principal  de  los 
divorcios  al  elemento  inmigrante;  pero  sobre  este  par- 
ticular no  dan  luz  alguna  los  pocos  extractos  que  he 
tenido  á  la  vista;  sólo  sí,  la  de  que  esta  epidemia  ha 
cundido  también  durante  los  últimos  años  en  los  Es- 
tados del  Sur,  que  casi  no  reciben  inmigración,  tanto 
ó  más  que  en  los  del  Norte.  Así,  por  ejemplo,  los  di- 
vorcios hun  sido: 

En  Tejas.. 11,472 

En  Kentucky 10,248 

En  Tennessee 9, 625 

En  Arkansas 6,041 

En  Alabama 5,204 

Misóissippi 5,046 

Estos  seis  Estados,  cuya  población  en  1880  alcan- 
zaba á  8.000,000,  ó  la  sexta  parte  de  toda  la  Unión, 
tuvieron  47,000  casos  de  divorcio,  equivalentes  á  la 
séptima  de  los  ocurridos  en  ella,  en  veinte  años.  Es  de 
suponer  que  el  elemento  africano,  expuesto  á  más  vi- 
cisitudes que  el  blanco,  ha  debido  de  tener  no  poca 
influencia  en  esos  números. 


Distribución  de  stis  causas  entre  los  Estados    863' 

Las  cansas  de  disolución  de  los  matrimonios  varían' 
entre  las  ciudades  y  los  campos.  En  las  primeras  pre- 
valece la  de  adulterio  de  la  mujer;  indudablemente 
efecto  del  lujo,  la  ociosidad  y  la  ligereza  de  las  cos- 
tumbres; en  los  segundos,  la  deserción  del  lecho  con- 
yugal por  el  hombre  y  los  tratamientos  crueles;  ambas 
causas  determinadas,  según  toda  probabilidad,  por  las 
frecuentes  emigraciones  de  la  población  agrícola  y  de 
los  inmigrantes  extranjeros  hacia  las  regiones  del  No- 
roeste, no  menos  que  por  la  ausencia  de  cultura  inte- 
lectual y  moral  entre  esas  enérgicas  pero  groseras  mul- 
titudes. Así,  Nueva  York  encabeza  los  casos  de  adul- 
terio, con  13,979,  seguido  por  Illinois,  en  donde  Chi- 
cago, otro  gran  foco  del  mismo  vicio, — ostenta  7,í¿63 
á  la  par  que  6,521  por  malos  tratamientos. 

Es  un  caso  curioso  que  en  Massachussets,  el  Es- 
tado de  más  refinada  cultura  en  toda  la  Unión,  ocu- 
rrieron 730  divorcios  pedidos  por  los  maridos  para 
libertarse  del  trato  cruel  de  sus  esposas. 

La  embriaguez  de  los  maridos  domina  como  causa 
de  separación  en  los  de  Illinois  (2,979  casos),  Ohio 
(2,039),  lowa  (1,260),  todos  ellos  receptáculos  prin- 
cipales de  inmigrantes.  En  Rhode-Island  y  Pensilva- 
nia  ocurrió  el  mayor  número  de  casos  de  embriaguez 
permanente  entre  las  mujeres.  Es  digno  de  mención 
que  en  los  Estados  de  Maine,  New  Hampshire,  Ver- 
mont,  New  Jersey  y  Virginia  no  ocurrió  caso  alguno 
motivado  por  embriaguez;  siendo  de  notar  que  en  los 
tres  primeros  rige  el  sistema  de  prohibición  absoluta 
de  vender  licores  ó  bebidas  embriagantes. 

Los  Estados  en  que  el  matrimonio  se  disuelve  no 


864  Observaciones  locales 

yá.por  una,  sino  por  todas  las  causas  imaginables  á  un 
tiempo:  por  adulterio,  embriaguez,  abandono  y  malos 
tratamientos;  es  decir,  aquellos  en  donde  el  naufragio 
de  la  felicidad  conyugal  es  más  completo,  son:  India- 
na, Michigan  y  Connecticut,  en  donde  aparecieron, 
respectivamente,  7,554, — 4,116,  y  4,088  muestras  de 
-esta  múltiple  lista  de  miserias. 

Los  maridos  de  Indiana,  Arkansas  y  Michigan  no 
gozan  de  excelente  reputación  en  punto  á  generosidad 
para  con  sus  mujeres.  Estas  se  vieron  obligadas  á 
pedir  divorcio,  por  falta  de  provisión  de  dinero  para 
hacer  mercado,  en  1,549  casos  en  el  primero,  1,379  en 
el  segundo  y  1,366  en  el  tercero.  Esta  causa  de  rup- 
tura no  tiene  acción  contra  la  mujer.  El  americano 
profesa  el  principio  invariable  de  que  sólo  el  marido 
tiene  obligación  de  proveer  á  los  gastos  del  matrimo- 
nio. No  sucedería  lo  mismo  en  Francia,  en  donde  la 
dote  es  condición  indispensable  para  los  candidatos 
maritales,  y  en  donde  la  participación  en  los  gastos  es 
recíproca. 

Se  juzgó  en  un  principio  que  la  multiplicación  de 
los  divorcios  en  algunos  Estados  dependía  de  que  la 
facilidad  para  obtenerlos,  atraía  matrimonios  de  otras 
pairtes  en  busca  de  ruptura  de  sus  vínculos.  Un  estu- 
dio más  detenido  ha  hecho  ver  que  no  es  así,  pues  es 
insignificante  el  número  de  divorcios  de  matrimonios 
contraídos  fuera  del  Estado. 

En  Chicago  se  ha  averiguado  qué  suerte  toca  á  las 
mujeres  divorciadas  en  esa  ciudad,  y  se  ha  encontrado 
la  siguiente  distribución: 

Un  75  por  100  vuelve  á  casarse  pronto. 


Aumento  pr'ogresivo  del  divorcio  865 

Un  10  por  100 .encuentra  alguna  dificultad,  pero 
desea  repetir  el  sacramento. 

ün  10  por  100  toma  caminos  extraviados. 

ün  5  por  100  renuncia  decididamente  al  matri- 
monio. 

Por  supuesto  que  Chicago  no  puede  tomarse,  á  este 
respecto,  como  indicación  segura  de  lo  que  sucede  en 
el  resto  del  país. 

La  progresión  en  la  costumbre  del  divorcio,  en  los 
dos  períodos  de  diez  años  á  que  se  refieren  las  estadís- 
ticas, da  los  siguientes  resultados  por  divisiones  geo- 
gráficas: 

ESTADOS   DEL  SUDOESTE 
Aumento  de  la  segunda  década  sobre  la  primera. 

Tejas 310,7  por  100 

Arkansas 229 

Alabama 222,7      ^- 

Mississippi 209,4      — 

Tennessee 85,6      — 

Missouri 77,7      — 

Kentucky    58,2      — 

ESTADOS    DEL  OESTE 

Kansas 156,4  por  100 

lowa 60,9  — 

Oliio 55 

Illinois .:.,..       51,9  — 

Indiana 32,6  — 

ESTADOS    DEL   NOROESTE 

Visconsin 102 

Michigan 87,2  por  100 

55 


866    Impresión  producida  en  los  hombres  pensadores 

Minnessota .18 

Dakota 17,8  por  100 

ESTADOS  DEL  PACÍFICO 

California.... 115,4  por  100 

Nevada... 18,9       — 

ESTADOS  DEL  ATLÁNTICO  (CENTRALES) 

Pensilvania 47,1  por  100 

Nueva  York 20 

ESTADOS    DE  NUEVA   llíGLATERRA 

New  Hampsliire ...       54,8  por  lOa 

MassHchusetts 32,9       ■ — 

Rhode-Island 26,7       — 

ESTADOS  DEL  SUR  (dEL   ATLÁNTICO) 

Virginia,  Carolina  del  Norte 
7  Georgia,  aumento  de 18  á  19  por  100 

Únicos   Estados   en  que  hubo  disminución  en  los 
divorcios: 

Maine  de 8,3  por  100 

Connecticut 16 

Vermont  17,8       — 

Delavvare . « , .       64 


La  publicación  de  estas  estadísticas  causó  alarmar 
en  los  buenos  círculos  sociales.  Este  estado  de  com- 
parativa debilidad  en  el  vínculo  del  matrimonio  y  en 
la  solidez  de  la  familia,  se  atribuyó  por  algunos  pensa- 
dores á  las  siguientes  agencias: 

La  facilidad  con  que  la  ley  civil  y  las  de  procedi- 
miento permiten  el  divorcio. 


Remedios  propuestos  867 

La  falta  de  solemnidad  en  la  celebración  de  los  ma- 
trimonios. 

La  relajación  en  el  influjo  de  las  creencias  reli- 
giosas. 

La  admisión  de  causas  de  divorcio  distintas  de  la 
de  adulterio,  única  autorizada  por  el  Evangelio. 

En  consecuencia,  los  obispos,  teólogos  distingui- 
dos y  juristas  de  los  Estados  Unidos,  á  quienes  los 
periódicos  han  pedido  su  concepto  acerca  de  los  reme- 
dios de  posible  aplicación  á  este  mal,  han  juzgado, 
algo  de  prisa,  que  la  materia  de  matrimonio  y  divorcio 
debiera  retirarse  de  la  competencia  de  los  Estados, 
adscribirla  al  Congreso,  3;  expedir  una  ley  obligatoria 
en  toda  la  Unión,  por  lacual  se  procure  rodear  de  más 
solemnidad  la  celebración  del  nno  y  se  opongan  todas 
las  trabas  posibles  á  la  consecución  del  otro.  Algunos 
son  de  parecer  que  no  se  permita  á  los  divorciados  la 
entrada  á  nuevos  enlaces  durante  la  vida  del  otro 
cónyu2:e. 

Los  hombres  más  versados  en  la  política  y  en  la 
ciencia  de  la  legislación  juzgan  peligrosa  esa  reforma 
constitucional,  dirigida  á  recargar  las  atribuciones  y 
ensanchar  las  facultades  del  Congreso;  difícil  dictar 
nna  sola  legislación  para  tan  diversas  condiciones  de 
civilización,  costumbres,  necesidades,  climas  y  razas 
como  encierra  el  vasto  territorio  de  la  Unión,  y  se  in- 
clinan á  pensar  que  la  frecuente  disolución  de  los  ma- 
trimonios es  un  accidente  pasajero  que,  como  las  epi- 
demias, las  modas  y  la  irregularidad  de  las  estaciones, 
son  de  ocurrencia  inevitable  en  el  campo  de  la  física 
como  en  el  de  la  moral;  pero  que  será  de  corta  duración, 


Discusión  sobre  ellos 

porque  el  mando  moral  está  dominado  también  por  una 
ley  invencible  de  gravitación  hacia  el  orden. 

¡Cosa  rara!  Con  unanimidad  sorprendente  las  mu- 
jeres consultadas  han  sido  de  concepto  que  el  divorcio 
debe  ser  conservado,  como  el  único  freno  contra  los 
abusos  del  matrimonio,  como  ei  único  agente  moral i- 
zador  de  la  vida  conyugal. 

La  historia  del  divorcio  puede  explicar  en  parte  la 
situación  actual. 

Los  países  cristianos  adoptaron  la  monogamia 
como  carácter  principal  del  matrimonio,  y  procura- 
ron afirmar  el  vínculo  por  medio  de  las  sanciones  re- 
ligiosa, civil  y  moral  á  un  mismo  tiempo.  El  divorcio 
y  aun  el  repudio,  aunque  admitidos  en  la  práctica  de 
los  primeros  siglos  del  Cristianismo,  como  un  resto  del 
período  pagano,  fueron  al  fin  proscritos  por  la  iglesia 
Católica,  y  esta  fue  la  idea  dominante  grabada  en  los 
cerebros  durante  algunos  siglos. 

El  cisma  de  Oriente  y  la  reforma  protestante  ad- 
mitieron el  divorcio,  tan  sólo,  eso  sí,  en  el  caso  de  adul- 
terio. Durante  tres  siglos  la  ley  canónica  dominó  en 
esta  materia,  y  en  ellos  se  vigorizó  la  idea  de  que  el 
vínculo  matrimonial  sólo  por  la  muerte  podía  ser  di- 
suelto. El  divorcio  por  adulterio  era  tan  difícil  de 
obtener,  que  en  rarísimas  ocasiones  podía  verse  un 
ejemplo  de  su  existencia.  El  mundo  occidental  plegó, 
pues,  la  mente  á  la  ley  de  indisolubilidad,  si  no  en  los 
hechos,  á  lo  menos  en  la  teoría. 

Federico  ii,  el  Grande,  fue  el  primer  legislador  que 
abrió  las  puertas  á  la  reforma,  en  el  entonces  pequeño 
reino  de  Prusia:  la  revolución  francesa  siguió  después 


El  divorcio  es  institución  muy  nueva         869 

el  mismo  camino,  no  sólo  en  Francia,  sino  en  Bélgica, 
Holanda,  Italia,  España  y  provincias  del  Khin  some- 
tidas al  imperio  napoleónico.  En  los  Estados  Unidos 
principió  con  lentitud,  concedido  al  principio  por  las 
Asambleas  de  los  Estados,  en  ejercicio  de  su  poder  so- 
berano, luego  por  tribunales  especiales  creados  al  efec- 
to, y  al  fin  por  la  justicia  ordinaria.  En  Inglaterra, 
en  donde  el  Parlamento  solía  concederlo,  apenas  hasta 
1837  no  fue  recibido,  para  ser  dispensado  por  un  solo 
Tribunal  en  todo  el  reino,  únicamente  accesible  á 
personas  de  gran  riqueza,  capaces  de  soportar  ingentes 
gastos.  En  Francia,  dominada  en  un  tiempo  por  la 
revolución  francesa,  la  reacción  del  pasado  que  vino 
en  pos  de  Waterloo,  lo  suprimió  de  sus  códigos,  para 
ser  restablecido  después  de  la  tercera  proclamación 
de  la  Eepública. 

En  los  Estados  Unidos  fue  extendiéndose  poco  á 
poco  el  número  de  causas  que  daban  origen  á  la  sepa- 
ración. La  primera  introducida  en  el  presente  siglo 
fue  la  de  abandono  del  hogar  doméstico  en  un  lapso 
de  cinco  años,  reducido  más  tarde  á  tres  y  aun  á  dos; 
siguióle  la  de  condenación  á  trabajos  forzados  por 
vida,  la  cual,  considerada  como  muerte  civil,  produ- 
cía ip  so  fado  el  divorcio;  los  tratamientos  crueles  y  la 
embriaguez  consuetudinaria,  más  tarde;  el  no  cumpli- 
miento del  deber  de  sostener  á  la  esposa  y  á  los  hijos, 
en  seguida;  el  consentimiento  recíproco,  al  fin.  Desde 
luego  con  variaciones  más  ó  menos  sustanciales  en  la 
legislación  de  los  diversos  Estados:  los  del  Noroeste 
y  del  Pacífico,  enteramente  nuevos,  menos  dominados 
por  la  tradición,  fueron  los  más  avanzados;  los  de 


870    La  ruptura  de  los  matrimonios  muy  antigua 

Nueva  Inglaterra,  los  más  prudentes;  los  Estados  cen- 
trales, los  más  vacilantes;  los  del  Sur,  los  más  conser- 
vadores. Todos,  sin  embarp^o,  han  entrado  en  el  mismo 
camino  y  casi  con  la  misma  decisión. 

Aunque  las  revelaciones  de  la  estadística  oficial 
han  levantado  un  grito  de  alarma  y  de  reacción  con- 
servadora, no  parece  que  se  vuelva  atrás  en  esta  refor- 
ma de  la  institución  matrimonial. 

En  el  divorcio  hay  dos  faces  distintas.  Una,  la  des- 
avenencia irremediable  entre  los  esposos:  otra,  la  li- 
bertad ó  la  prohibición  de  contraer  nuevo  enlace  cuando 
se  ha  reconocido  judicialmente  el  hecho  de  la  separa- 
ción. La  primera  es  la  parte  esencial,  y  está  fuera  del 
alcance  del  legislador,  el  cual  no  puede  obligar  á  amarse 
á  dos  seres  que  se  aborrecen,  ni  restituir  al  infiel  la 
fidelidad  perdida,  ni  convertir  en  esposo  tierno  al 
hombre  brutal  dominado  por  el  egoísmo  y  la  cólera 
en  sus  relaciones  con  un  ser  débil.  En  consecuencia, 
los  códigos  de  diversos  países,  y  tanto  la  religión  pro- 
testante como  la  católica,  han  admitido  la  necesidad 
de  la  separación,  con  el  nombre  de  divorcio  la  prime- 
ra, con  el  de  separación  de  los  cuerpos  la  segunda.  En 
este  último  caso,  el  Catolicismo  ha  prohibido  la  con- 
tratación de  nuevos  vínculos,  estableciendo  la  teoría 
de  que,  aunque  separados  los  cuerpos,  siguen  unidas  las 
almas:  en  otros  términos,  declarando  que  el  matrimo- 
nio, aunque  disuelto,  es  indisoluble. 

De  esta  contradicción  entre  los  preceptos  de  las  dos 
religiones  ha  surgido  la  primera  dificultad  para  la  le- 
gislación en  la  materia;  pero  el  legislador  puede  dejar 
en  libertad  á  los  esposos  separados  para  contraer  ó  no 


Los  remedios  pueden  ser   peores  que  el  mal    871 

nuevas  nupcias,  según  su  conciencia  religiosa,  pues  la 
libertad  no  impone  la  obligación  de  contraerlas.  La 
cuestión  queda  reducida  á  la  conveniencia  ó  inconve- 
niencia do  permitir  los  nuevos  vínculos. 

Si  en  esta  materia  se  oyese  la  opinión  de  los  direc- 
tamente interesados,  no  habría  cuestión:  la  casi  una- 
nimidad de  éstos  los  contraen  cuando  les  es  permitido. 
Sin  embargo,  es  preciso  considerar  también  las  influen- 
cias que  sobre  la  sociedad  en  general  pueda  tener  esta 
solución.  ¿Es  perjudicial  á  la  sociedad  la  repetición 
de  las  nupcias  en  los  esposos  divorciados? 

A  mi  entender,  la  respuesta  no  es  difícil. — Si  el 
matrimonio  es  una  institución  útil,  no  debe  res- 
tringírsela. — Si  es  necesaria  para  la  felicidad  de  la 
■especie  humana,  la  prohibición  es  imposible.  Por  so- 
bre todas  las  vallas  imaginables  el  hombre  obede- 
cerá de  preferencia  la  primera  de  todas  las  leyes:  la 
de  buscar  su  felicidad;  á  la  vista  del  público,  si  fuese 
permitido;  en  secreto,  si  no  le  estuviese.  Esta  es  la 
realidad. 

Si  los  nuevos  enlaces  fuesen  mal  mirados,  peor  es 
el  ejemplo  de  los  matrimonios  desavenidos.  Si  se 
quiere  evitar  un  inal,  el  verdadero  mal  consiste  en  la 
corrupción  de  las  costumbres,  y  éstas  son  las  que  de- 
bieran ser  corregidas.  La  indisolubilidad  obliga  á  los 
caracteres  leales  á  vivir  unidos  con  el  cónyuge  crimi- 
nal; los  que  no  profesan  respeto  por  la  sanción  legal, 
buscan  la  felicidad  á  su  modo. 

La  indisolubilidad  no  mejora  el  carácter  de  los 
esposos;  pero  el  divorcio  sí  puede  lograrlo  á  las  veces. 
La  unión  perpetua  es  una  pena  para  el  cónyuge  ino- 


872  El  progreso  moderno  es  revolucionario 

cente,  y  no  es  un   correctivo  ni  un  obstáculo  para  el. 
esposo  criminal. 

Mantener  ligada  una  víctima  al  costado  de  un 
victimario,  vale  tanto  como  mantener  el  cuerpo  de  un 
sano  atado  á  un  cadáver  en  descomposición. 

Corríjanse  las  costumbres;  destruyase  el  vicio  de 
la  embriaguez;  persígase  el  lujo;  iufúndanse  ideas  de 
honor  y  fidelidad  en  las  relaciones  sociales;  póngase 
obstáculo  á  los  matrimonios  mercenarios;  désele  tiempo 
al  proletario  para  gustar  del  descanso  de  la  sociedad 
doméstica;  investigúese  el  arte  de  enseñar  la  moral, 
la  moral  práctica,  la  higiene  del  alma:  entonces  el 
matrimonio  será  indisoluble  por  su  propio  encanto; 
pero  mientras  subsistan  los  vicios  sociales  de  una  ci- 
vilización incompleta,  es  inútil  pensar  en  sujetar  con 
las  leyes  lo  que  está  disuelto  por  las  enfermedades  so- 
ciales. 

A  mi  ver,  la  recrudescencia  del  divorcio  en  los  tiem- 
pos actuales  se  debe  en  gran  parte  á  la  revolución  in- 
troducida en  las  condiciones  de  la  vida  humana  por  el 
vapor,  por  las  grandes  emigraciones  y  por  el  afloja- 
miento general  de  las  ligaduras  políticas,  religiosas  é 
industriales  que  la  evolución  del  siglo  xix  ha  traído 
consigo. 

Fijémonos  en  un  hecho:  las  facilidades  de  locomo- 
ción en  los  ferrocarriles  y  los  vapores. 

El  hombre,  antes  encerrado  dentro  de  los  estrechos 
límites  de  pequeñas  aldeas,  y  siempre  vigilado  desde 
el  campanario  de  la  parroquia,  ve  ensancharse  á  su  re- 
dedor los  horizontes  de  la  vida,  entra  en  contacto  con 
otros  hombres,  otras  costumbres,  otras  sociedades:  pue- 


Las  influencias  externas  modfjican  al  hombre      873 

de  alejarse  á  otras  tierras,  contraer  nuevas  relaciones^, 
variar  por  completo  de  género  de  existencia.  Su  hogar, 
antes  el  todo,  ahora  es  una  parte  muy  pequeña  del 
mundo.  La  posibilidad  de  cambiar  de  escena,  de  sen- 
saciones y  esperanzas,  lo  preocupa.  El  campesino  que 
ha  conocido  la  vida  de  la  ciudad,  su  mejor  habitación, 
sus  trabajos  menos  rudos,  los  más  altos  salarios,  la 
alimentación  más  variada,  los  teatros,  las  escenas  de 
las  calles, — difícilmente  podrá  volver  á  la  soledad  del 
campo,  á  la  monotonía  de  su  existencia,  á  sus  tristes 
rencillas  y  duras  faenas.  Otro  tanto  sucederá  á  la  mujer, 
emancipada  en  la  ciudad  de  la  condición  semiesclava 
de  los  trabajos  campestres,  y  más  fácilmente  seducida 
por  los  halagos  de  una  cultura  superior.  De  ese  cam- 
bio de  escenas,  al  cambio  de  los  sentimientos  íntimos, 
sólo  hay  un  paso,  que  conduce  á  la  ruptura  de  vínculos 
impuestos  por  la  férrea  ley  de  la  necesidad  inevitable. 

La  revolución  súbita  producida  en  las  condiciones 
de  la  vida  por  la  construcción  de  esa  asombrosa  red 
de  ferrocarriles  en  los  Estados  Unidos,  de  1850  á  1880, 
no  debe  de  haber  tenido  poca  parteen  la  explosión  del 
deseo  del  divorcio  ocurrida  en  los  últimos  veinte  años. 

Otro  tanto  ha  debido  suceder  entre  los  16.000,000 
de  inmigrantes  llegados  á  las  playas  americanas. 
Siervos  de  la  gleba,  ó  poco  menos,  en  Inglaterra,  Ir- 
landa, Alemania  y  los  países  escandinavos:  ciudadanos 
libres,  propietarios  territoriales  en  su  nueva  patria, 
al  sentirse  nacer  á  nueva  vida,  era  muy  fácil  que  tam- 
bién se  sintiesen  dispuestos  á  romper  los  vínculos  que 
los  ligaban  á  su  existencia  ^interior.  La  vida  con 
otras  razas,  otras  leyes  y  otras  costumbres  ha  debido 


874        El  divorcio  dará  solidez  al  matrimonio 

engendrar  en  la  sociedad  americana  una  ebullición 
violenta,  cambios  de  ideas,  nueras  relaciones  de  aso- 
ciación. Dentro  de  esa  atmósfera  social  conmo- 
vida por  tantos  ciclones  y  corrientes  opuestas,  más 
de  un  hogar  ha  debido  zozobrar,  más  de  una  fa- 
milia ser. regada  á  los  cuatro  vientos.  La  antigua  ins- 
titución del  matrimonio  indisoluble  ha  tenido  que  ser 
conmovida  desde  su  base.  El  cambio  de  impresiones 
^n  el  mundo  exterior  ha  debido  ser  acompañado  de 
otros  cambios  en  la  naturaleza  interior  del  hombre. 
Los  ferrocarriles,  la  facilidad  de  locomoción,  el  co- 
mercio con  otros  hombres,  el  contacto  de  otras  ideas, 
han  sido,  son  y  serán  agentes  de  modificaciones  más 
profundas  que  la  revolución  francesa  de  89;  delante 
de  la  cual  otro  mundo  político  va  apareciendo  tam- 
bién, aun  en  los  países  más  estacionarios.  Política,  le- 
gislación, industria,  religiones,  todo  tiene  que  seguir 
el  movimiento  iniciado  en  las  leyes  de  la  física  social. 
Me  inclino  á  pensar  que  el  divorcio  será  un  co- 
rrectivo útil  para  el  matrimonio,  tanto  para  dar  más 
seriedad  ala  elección  délos  cónyuges,  como  para  regu- 
larizar las  relaciones  de  la  vida  conyugal,  y  que  lo 
que  hoy  se  teme  como  una  fuente  de  instabilidad  en  la 
familia,  vendrá  á  ser  una  condición  de  permanencia 
andando  los  tiempos.  Las  acciones  y  reacciones  de 
las  fuerzas  de  la  naturaleza  son  las  más  fecundas.  Para 
suprimir  la  oscuridad  de  la  noche  no  hay  necesidad 
de  pensar  en  detener  la  marcha  del  sol.  Tras  de  las 
tinieblas  viene  la  luz. 


CAPITULO  XLII 


IMPRESIONES     FiríALES 


Poder  limitado  del  Gobierno — Aseo  universal — Rasgos  fisionó- 
micos  del  pueblo,  en  particular  del  americsiTio  pw  sang. — ¿A 
dónde  camina  esa  Nación? — Le  sobra  amor  al  dinero — De- 
biera cultivar  más  su  carácter  moral. 


— ¿Qué  es  lo  que  más  ha  llamado  su  atención  en 
nuestro  país? — me  preguntaba  en  Washington  un  dis- 
tinguido americano. 

Sin  vacilar  le  contesté: 

— Que  las  cosas  parecen  marchar  aquí  por  sí  solas, 
sin  intervención  de  la  autoridad  pública.  Acabo  de 
atravesar  el  territorio  de  once  Estados,  en  una  línea 
de  ochocientas  leguas,  sin  tropezarme  para  nada  con 
ningún  alcalde,  ni  ninguna  escolta,  ni  comisario,  ni 
cobrador  de  peajes,  y  sin  oír  una  corneta  ni  un  tambor. 

Sonrióse  mi  interrogador  con  la  punta  de  los  la- 
bios, y  volviendo  á  mirar  á  otro  personaje  á  su  lado, 
con  la  mayor  naturalidad,  sin  el  menor  acento  de 
ironía,  continuó: 

— Sí  es  cierto.  Pero  parece  que  en  su  país  también 
sucede  lo  mismo:   ¿no  es  así? 


876  Distintivos  americanos 

Miréle  fijamente,  y  encontrándole  otra  vez  seria  y 
grave  la  fisonomía: 

—No  exactamente  lo  mismo,  pero 

Hubiera  querido  estar  á  mil  leguas  de   distancia. 

En  efecto.  Todo  se  mueve  como  automáticamente 
en  ese  país,  y  en  ninguna  parte  ve  uno  señales  de  go- 
bierno ó  de  autoridad.  El  espionaje  y  la  interven- 
ción de  la  policía  en  todo,  son  insoportables,  á  veces, 
en  Francia.  En  España  la  guardia  municipal,  los  co- 
bradores de  derechos  de  consumos  á  la  entrada  de  las 
ciudades,  la  infantería,  caballería  y  artillería,  le  acom- 
pañan á  uno  á  dondequiera.  En  Alemania,  lo  pri- 
mero que  se  encuentra  en  las  estaciones  de  los  cami- 
nos de  hierro  es  una  figura  estereotipada  de  casco  re- 
luciente, gran  levitón  abrochado  con  botones ximarillos, 
sable  arrastrando  sobre  una  ruedecilla  y  bigotazos  dis- 
formes. En  los  Estados  Unidos  no  se  ve  el  gobierno 
por  parte  alguna;  pero  se  comprende  que  existe,  por- 
que todo  está  en  orden. 

El  aseo  es  otro  distintivo.  Cuellos  y  puños  blan- 
quísimos, botines  perfectamente  lustrosos,  la  ropa 
bien  cepillada,  el  sombrero  enteramente  nuevo,  la 
barba  acabada  de  afeitar,  el  cabello  bien  peinado,  son 
cosas  que  observa  uno  en  la  gente  que  encuentra  en 
las  calles  y  plazas.  Los  coches  perfectamente  limpios, 
los  anillos  y  hebillas  de  los  arneses  relucientes,  los 
vidrios  bien  frotados,  los  caballos  gordos,  lisos,  aca- 
bados de  salir  del  paso  de  la  bruza  y  la  almohaza.  Las 
paredes  de  las  casas  recién  blanqueadas,  fresco  el 
color  de  las  puertas  y  ventanas,  barridas  dos  ó  tres 
veces  al  día  las  aceras  y  las  calles.  Los  muebles,  las 


El  aseo  personal  877 

cortinas  y  las  alfómbrasele  las  casas  sacudidos  ó  acepi- 
llados todos  los  días;  las  camas  perfectamente  aseadas, 
mudadas  las  sábanas  y  las  fundas  todos  los  días  ó  tres 
veces  por  semana.  Agua  fría  y  caliente,  en  las  piezas 
de  los  hoteles;  baños  en  todas  las  casas  y  á  veces  en 
todas  las  habitaciones.  Pareciera  que  acaba  de  salir 
de  ellos  la  gente  que  encuentra  uno  en  los  comedores. 
A  las  veces  se  tropieza,  principalmente  en  los  pue- 
blos pequeños,  con  sombreros  á  la  Bolívar,  casacas  de 
punta  de  diamante,  cuellos  de  cordero  pascual  y  boti- 
nes con  suelas  de  dos  pulgadas  de  espesor,  pero  siem- 
pre acepillados  y  limpios.  De  las  mujeres  no  se  hable: 
todas  parecen  esposas  del  Ministro  inglés;  excepto 
que  la  expresión  de  la  fisonomía  no  es  desdeñosa,  ni 
los  labios  parecen  estar  pronunciando  la  palabra 
sliocking.  Sólo  en  Holanda  se  encuentra  un  gusto 
igual  ó  superior  por  el  aseo,  y  eso  explica  tal  vez  la 
predilección  particular  del  americano  por  el  pueblo  ho- 
landés. Ser  de  este  origen  es  casi  un  título  de  nobleza 
en  los  Estados  Unidos,  pero  de  todos  modos  es  una 
recomendación. 

— ¿De  qué  parte  de  los  Estados  Unidos  le  parece 
á  usted  que  soy  yo?  -me  preguntaba  en  España  una 
señorita  americana. 

— De  Boston,  por  supuesto,  le  contesté,  creyendo 
dejarla  complacida. 

— No,  señor;  soy  neoyorkina,  me  replicó;  pero,  ¿no 
le  parece  á  usted  que  mi  corte  de  cara  es  holandés? 

En  efecto,  tenía  la  cara  redonda,  finísimo  el  cutis, 
la  nariz  algo  roma,  las  mejillas  prominentes  y  sonro- 
sadas y  la  fisonomía  plácida  y  tranquila  como  las  que 
se  encuentran  en  los  cuadros  de  Rembrandt. 


878  Los  diversos  tipos 

Difícil  es  dar  una  idea  de  la  fisonomía  dominante 
en  el  americano,  á  causa  de  la  variedad  de  tipos  produ- 
cida por  la  inmigración  extranjera.  Serio  j  adusto  el 
inglés,  como  escoltado  por  dos  buques  de  guerra; 
bravo  y  de  mal  humor  el  irlandés,  reconocible  en  la  pro- 
longación de  la  parte  inferior  déla  cara,  desde  la  base 
de  la  nariz  hasta  la  punta  de  la  barba;  voluble,  atento  y 
desembarazado  en  los  movimientos  el  francés;  de  alta 
estatura,  cabello  castaño  ó  rubio,  fornido,  con  ante- 
ojos frecuentemente,  y  algo  duro,  el  alemán;  de  sem- 
blante hostil,  bigotes  y  patillas  negros,  que  de  lejos 
parecen  dos  puflales  cruzados  debajo  de  los  ojos,  el 
espaílol;  muy  buen  mozo  y  cortés,  eso  sí,  visto  de 
cerca.  El  americano  pur-sang  es  reconocible  en  su 
estatura  ligeramente  superior  á  la  mediana,  el  per- 
fecto aseo,  el  cuerpo  delgado,  íiexible,  de  movimien- 
tos rápidos  ^  el  aire  absorto  en  el  pensamiento  de  los 
negocios.  Siempre  va  de  prisa;  sin  mirar  á  las  tiendas  ó 
á  las  damas,  como  el  francés;  en  los  ferrocarriles  es  el 
primero  que  salta  al  andén,  aun  antes  de  que  pare  el 
movimiento  del  tren;  en  los  vapores  brinca  al  muelle 
cuando  todavía  faltan  dos  varas  para  unirse  al  costado 
de  la  embarcación;  salta  de  los  ómnibus  á  la  calle  sin 
que  hayan  parado  los  caballos;  es  el  primero  que  to- 
ma asiento  en  la  luneta  del  teatro,  y  se  pone  el  sobre- 
todo cinco  minutos  antes  del  desenlace  del  drama. 
Llega  dos  minutos  antes  que  ningún  otro  al  luffet  ó 
mostrador  en  que  se  come  de  viaje  en  los  ferrocarri- 
les, tema  la  mejor  pieza  de  gallina,  escoge  la  mejor 
fruta,  y  para  él  nunca  se  agota  el  helado  ó  el  postre. 
Toma  el  primer  coche  al  bajar  del  tren  y  puede  esco- 


El  americano  ^^pur  sang  "  879 

ger  la  mejor  pieza  en  el  hotel.  Compra  á  flote  la  mer- 
cancía de  ultramar,  vende  su  cosecha  antes  de  ha- 
berla cogido,  descuenta  en  el  mismo  día  del  otorga- 
miento los  pagarés  de  sus  deudores,  y  prepara  todos 
sus  negocios  con  seis  meses  do  anticipación,  sin  per- 
juicio de  coger  al  vuelo  los  que  pasen  á  su  alcance. 
Sus  devaneos  amorosos  no  duran  más  de  una  semana: 
propone  casamiento  el  lunes  y  se  casa  el  martes.  Nace 
antes  de  seis  meses  de  concebido,  y  probablemente 
muere  la  víspera,  si  con  ello  logra  ahorrar  algunos 
pesos.  No  porque  sea  avaro:  al  contrario;  nunca  su 
mujer  tiene  limitación  alguna  en  los  gastos,  ni  él  re- 
gatea jamás  en  sus  compras. 

Esta  pasión  de  los  negocios,  esta  actividad  devo- 
rante en  el  trabajo,  determina  los  defectos  de  sus  cua- 
lidades. Todo  lo  hace  de  prisa,  á  las  veces  festinadOy 
en  la  mesa  pasa  enteros  los  bocados,  y  por  eso  quizás 
la  dispepsia  es  la  enfermedad  nacional;  cultiva  poco  la 
sociedad  doméstica  y  no  es  muy  galante  con  la  esposa, 
á  la  que  deja  en  la  más  completa  libertad:  costumbre 
que  podrá  tener  alguna  parte  en  la  frecuencia  de  los 
divorcios.  No  puede  soportar  la  idea  de  que  otro  vaya 
delante  de  él;  en  los  vapores  de  los  ríos  entra  en 
lucha  desenfrenada  con  los  que  le  preceden  por  ganar 
la  delantera,  sin  temor  alguno  de  explosión  de  las 
calderas;  otro  tanto  hace  en  el  mar,  hasta  el  punto  de 
que,  en  su  rivalidad  con  la  línea  inglesa  de  Ounard, 
la  de  Collins,  americana,  perdió  sucesivamente  en 
apuestas  de  velocidad  todos  sus  vapores.  Tratábase 
recientemente  de  ocupar  con  liomesteads  el  territorio 
de  Oklahoma,  comprado  á  los  indios;  al  sonar  la  hora 


880  '' Ooahead.  Make  money^^ 

de  la  ocupación  yá  había  en  las  entradas  cinco  ó  seis 
mil  personas  listas  á  penetrar  y  fundar  establecimien- 
tos. Veinticuatro  horas  después  yá  estaba  fundado 
un  pueblo  con  casas  de  madera,  trazadas  las  calles  y 
plazas,  levantado  el  plano  del  futuro  acueducto, 
abierto  el  Banco,  publicado  el  primer  número  de  un 
diario,  organizada  la  corporación  municipal,  abiertos 
los  almacenes  de  mercancías  y  flameando  la  bandera 
estrellada  sobre  la  fachada  de  un  hotel  organizado  en 
sus  múltiples  pormenores. 

El  deseo  de  andar  aprisa  (go  aliead)  y  el  de  hacer 
dinero  {make  money)  son  las  dos  divisas  del  americano, 
y  ese  espíritu  ha  contribuido  poderosamente  á  la  rea- 
lización de  sus  asombrosos  progresos.  Empero,  la 
unión  de  esas  dos  fuerzas  es  á  propósito  para  descarriar 
á  un  pueblo;  para  convertirlo  de  un  ser  racional  y  sen- 
sible, en  un  autómata  del  trabajo;  de  un  trabajador 
honrado  en  un  escamoteador  de  la  fortuna  ajena.  To- 
da cualidad  humana  tiene  sus  límites,  y  el  equilibrio 
-entre  ellas  es  una  ley  de  perfección.  El  trabajo  y  el 
dinero  no  son  un  fin,  sino  un  medio  de  conquistar  la 
felicidad:  convertirlos  en  objetos  finales  sería  trastor- 
nar las  leyes  morales  que  presiden  al  destino  y  á  la 
misión  de  la  especie  humana.  No  sólo  de  pan  vive  el 
hombre.  Hay  objetos  trascendentales  y  eternos  cuya 
contemplación  levanta  los  caracteres  y  retempla  el 
poder  de  las  almas:  hay  sentimientos  delicados  que 
nacen  del  amor  á  lo  pequeño  y  lo  humilde  en  los  cuales 
el  corazón  encuentra  las  fuente^  de  los  goces  más  ín- 
timos; la  inteligencia,  en  fin,  necesita  remontarse  á 
los  mundos  misteriosos  de  lo   desconocido   para  traer 


i  Qué  les  falta  ?  881 

de  allá  algo  distinto  de  las  preocupaciones  vulgares  de 
la  vida  ordinaria.  Longfellow  debería  tener  otros  con- 
tinuadores; Emerson  más  discípulos;  Channing  y  Par- 
ker otros  renuevos;  Prescott  y  Motley  más  sucesores; 
la  señora  Beecber  Stowe  algunas  continuadoras  en  la 
tarea  de  aplicar  la  inteligencia  femenina, — no  conta- 
minada con  las  codicias  ni  con  los  odios,  sino  encendi- 
da por  el  fuego  de  la  caridad, — á  la  solución  de  los 
grandes  problemas  sociales. 

Tiempo  es  yá  de  levantar  la  mirada  á  otras  regiones. 

Sí;  tiempo  esyá  para  la  mente  americana  de  detener- 
se á  investigar  el  término  adonde  conduce  su  carrera 
actual.  ¿  Pretenüe  aislarse  del  resto  de  la  humanidad, 
como  China,  para  gozar  sola  de  su  prosperidad,  sin 
hacer  partícipe  de  ella  al  resto  de  la  especie  humana? 
¿Irá  más  bien  á  extenderse,  como  el  mundo  Romano, 
á  los  últimos  límites  del  Continente,  por  medio  de  la 
conquista  y  del  aniquilamiento  de  las  razas  inferiores? 
O  ¿dominará  al  fin — al  favor  de  la  benéfica  influencia 
de  su  primera  inspiración,  representada  en  sus  libres 
instituciones — la  idea  de  constituir  un  mundo  nuevo 
en  que  reinen  la  justicia  y  la  paz,  la  caridad  y  el  amor 
entre  todos  los  hombres,  sin  acepción  de  razas,  pueblos 
y  religiones  ? 

De  todas  esas  tres  corrientes  hay  allí  señales  vi- 
sibles. 

La  repugnancia  á  admitir  las  manufacturas  de 
otros  países  y  la  inmigración  extranjera,  dan  mues- 
tra de  la  primera. 

Las  adquisiciones  sucesivas  de  territorio,  la  anexión 

56 


882  i  A  dónde  los  lleva  la  corriente  ? 

de  Tejas,  la  conquista  de  California  y  las  revelaciones 
que  un  historiador  americano  reciente,  Mr.  Schouler, 
acaba  de  hacer  acerca  de  la  conducta  de  las  adminis- 
traciones de  Jackson  y  Polk  con  relación  á  México, 
dejan  poca  duda  respecto  de  la  segunda  (1). 


(1)  Después  de  referir  que  en  el  tratado  sobre  compra  del 
territorio  de  la  Florida  á  España,  en  1820,  la  Administración  de 
Mr,  Monroe  había  hecho  inútiles  esfuerzos  por  obtener  como 
límite  entre  los  Estados  Unidos  y  las  posesiones  españolas  en 
México  la  línea  del  Río  Grande  (es  decir,  la  adquisición  de  la 
mitad  del  territorio  de  Tejas);  que  Mr.  Clay,  como  Secretario 
de  Relaciones  Exteriores  en  la  Administración  de  Mr.  John 
Quincy  Adams,  había  dado  instrucciones  á  Mr.  Poinsset,  Mi- 
nistro Americano  en  México,  para  proponer  la  compra  de  ese 
mismo  territorio,  lo  que  éste  no  se  atrevió  á  hacer,  sabiendo  que 
tal  proposición  causaría  grande  irritación  entre  los  mexicanos  y 
sería  rechazada  con  toda  seguridad,  agrega  este  historiador: 

"Aquí  empieza  un  capítulo  oscuro  en  nuestra  historia  nacional,— 
el  primero  de  una  política  exterior  todavía  no  iniciada  y  de  tremendo 
alcance,  cuyo  autor  fue  Andrés  Jackson.  Anexación  por  medio  de  la 
fuerza,  cuyo  propósito  específico  fue  la  anexación  de  Tejas;  anexación 
por  medio  de  conquistas  y  de  guerras  costosas,  cuyo  último  resultado 
fue  la  caída  del  sistema  social  (el  de  la  esclavitud),  que  estaba  llamada 
á  sostener.  Esta  anexación  ó  "reanexación,"  como  se  la  llamaba  en 
esos  días,  comprendía  no  sólo  á  Tejas,  provincia  de  México,  sino  un 
Tejas  sacado  pedazo  por  pedazo,  en  una  línea  que  se  extendiese  hasta 
el  Océano  Pacífico  y  que  nos  asegurase  la  posesión  de  la  bahía  de  San 
Francisco." 

Sigue  refiriendo  que,  en  1829,  Mr.  Van  Burén,  Secretario  de 
Relaciones  Exteriores  en  la  primera  Administración  del  General 
Jackson,  halúa  aumentado  de  un  millón  á  cinco  millones  de 
pesos  el  precio  ofrecido  por  Tejas;  y  que  en  1835,  durante  el 
segundo  período  ejecutivo  del  mismo  Jackson,  su  nuevo  Secre- 
tario, Mr.  Forsyth,  preparó  una  nueva  proposición  á  México, 
para  comprar  todo  el  territorio  comprendido  entre  el  río  Sabina 
(límite  entonces  entre  los  Estados  Unidos  y  México),  siguiendo 
el  paralelo  37  de  latitud  Norte  hasta  el  Pacífico,  que  también 
fue  rechazada. 

"  Este  es  el  punto  en  que  la  Administración  de  Jackson  ha  quedado 
expuesta  á  fuertes  sospechas  de  perfidia.  Sam  Houston,  rt^ciente  com- 
pañero de  armas  de  Jackson.  quien  <te  Gobernador  del  Estado  de  Ten- 
nessee  había  caído  súbitamente  ala  condición  de  un  perdido,  que  aban- 
donó su  hogar  y  su  familia  por  vivir  entre  los  indios  Cheroquis,  entre- 
gado á  la  embriaguez,  se  presentó  en  Washington  en  busca  de  algún 
contrato  relativo  á  la  protección  de  los  indios  [1832].  Allí  adquirió  por 
lo  pronto  alguna  notoriedad  por  haber  abofeteado  aun  miembro  de  la 
Cámara  de  Representantes,  loque  le  valió  la  reprensión  pública  del  Pre- 
sidente de  esta  Corporación  y  una  multa  impuesta  por  la  policía. 

'•Jackson,  por  vía  de  manifestación  amistosa  aun  camarada  en 
desgracia,  envió  á  Houston  á  Tejas,  poniéndolo,  como  io  mostró  el  re- 
sultado, en  un  nuevo  camino  de  gloria  y  fama.  Jackson  bien  sabía  que 


g  Al  imperio  romano  í  883 

De  la  tercera  hay  también  señales,  pero  cada  día 
más  débiles.  El  actuMl  Congreso  Pan-americano  de 
Washington,  lejos  de  confirmarla,  parece  anunciar 
tendencias  egoístas,  visibles  también  en  la  pretensión 
á  dominar  el  servicio  de  los  canales  interoceánicos  en 
la  América  Central  y  Colombia. 

La  primera  de  estas  tendencias  es  imposible  en  el 
estado  actual  del  mundo.  La  China  misma  so  ha  vista 
obligada  á  abrir  sus  puertas  al  comercio  universal. 
Pueden  las  masas  americanas  tener  caprichos  momen- 
táneos; pero  sería  el  fenómeno  más  inexplicable,  el  de 
que  el  pueblo  más  cosmopolita,  la  agregación  más  rara 
de  hombres  de  diversos  países,  climas  y  razas,  viniese 

Houston  pensaba  en  revolución,  y  parece  que  Jos  dos  tennesianos  con- 
certaron un  plan  para  traer  á  Tejas  á  la  Unión  Americana. 

"  A  poco  de  la  lieírada  de  Houston,  Tejas  empezó  á  quejarse  d© 
opresión,  [1833],  sus  pretendidos  ciudadanos  corrieron  á  las  armas  con 
el  objeto  de  emanciparse,  y  un  gobierno  provisorio  fue  organizado 
en  Austín,  con  Houston  en  calidad  de  Comandante  en  Jefe;  quien  in- 
medi'itamente,  ofreciendo  grandes  recompen^as,  llamó  voluntarios  de 
los  Estados  Unidos  en  ayuda  suya  y  con  el  objeto  de  sacudir  el  yugo 
del  "usurpador  mexicano"  [el  General  Santana,  Presidente  de 
México]. 


"  Nuestros  dueños  de  esclavos,  simpáticos  á  ese  movimiento,  ha- 
bían enviado  dinero,  armas  y  municiones,  y  Nueva  Orleaus  fue  el  sitio 
en  donde  públicamente  se  hicieron  enganches  de  hombres  en  auxilio 
del  ejército  de  H'Uston. 

"ijen-otado  y  pii?;ionero  Santana  en  San  Jacinto,  nuestro  Presi- 
dente prestó  otro  auxilio  á  la  estrategia  de  Houston,  situando  una  fuer- 
za del  ejército  americano,  á  órdenes  del  General  Gaines,  entre  los  ríos 
Sabina  y  Nueces  [en  el  corazón  de  Tejas,  territorio  mexicano],  con  el 
pretexto  de  impedir  la  irrupción  de  indios  sah'ajes  al  territorio  de 
Luisiana. 

"  Al  propio  tiempo  que  ninguna  de  esas  expediciones  organizadas 
en  Nueva  Orleans  había  sido  impedida,  cuando  el  Gobierno  mexicano 
reclamó  contra  esa  abierta  violación  de  la  neutralidad,  el  nuestro  con- 
testó blandamente  que  no  podía  ser  responsable  por  la  conducta  de 
individuos  sobre  quienes  no  tenía  medios  de  obrar.  En  deferencia,  sin 
embargo,  á  la  expresión  popular  de  nuestro  periodismo,  Jackson  retiró 
las  tropas,  pero  empleando  como  medio  más  efectivo  de  cot- ición  con- 
tra México,  el  de  reclamos  por  t-xpoliaciones  en  perjuicio  de  ciudada- 
nos amb'ricanos.  Y  en  cuanto  á  pruebas  dótales  expoliaciones,  For^yth 
instruyó  á  nuestro  Ministro  que  apurara  el  cobro  de  éstas,  ofrecieado 
que  las  pruebas  serían  presentadas  después." 

{History  of  ihe  United  States  of  America,  under  iJie  constt- 
lution-,  By  James  ScnouLER.  Volum  iv. — Chap.  xiv.  Págs.  247, 
257.  Washington— D.  C.—WiHiam  H.  Morrison~1889).  Omito 
otros  pormenores  no  menos  graves  que  pueden  verse  allí  mismo. 


884        La  guerra  cíe  secesión  levantó  los  caracteres 

á  dar  ejemplo  de  repulsión  á  sus  antes  hermanos  y 
conciudadanos.   Esas  ideas  son  suicidas,  y  pasarán. 

La  segunda  sí  es  francamente  temible.  Con  un 
presidente  de  menos  energía  que  Mr.  Lincoln  al  frente 
del  Gobierno,  la  guerra  civil  de  la  secesión  hubiera 
podido  dejar  semillas  de  preponderancia  militar,  el 
elemento  más  temible  en  las  democracias.  El  General 
Grant,  aunque  de  carácter  modesto  y  pacífico,  poco  á 
propósito  para  iniciar  empresas  de  ambición  personal, 
quiso  abrir  la  puerta  á  las  conquistas  con  la  adquisi- 
ción de  la  bahía  de  Samaná,  y  tal  vez  de  toda  la  isla 
de  Santo  Domingo.  Tampoco  mostró  repugnancia  ala 
idea  de  un  tercer  período  presidencial.  Con  un  Jackson 
en  lugar  de  un  Grant,  las  llamas  de  la  guerra  estarían 
quizás  ardiendo  en  ambas  Américas. 

Afortunadamente,  también  esa  gaerra  civil,  soste- 
nida por  las  poblaciones  del  Norte  en  nombre  de  una 
idea  desinteresada  de  caridad  y  filantropía,  despertó 
nobles  pensamientos  y  llevó  las  almas  á  la  contempla- 
ción de  altos  ideales.  El  grito  de  guerra  no  fue  ya  de 
furor,  venganza,  exterminio;  era  un  grito  de  enterne- 
cimiento que  no  he  leído  en  la  historia  de  ninguna 
otra  guerra,  salvo  quizás  la  de  la  independencia  de 
Grecia,  ahora  sesenta  años,  en  la  que  también  se  oye- 
ron mezcladas  á  las  voces  de  muerte  invocaciones  á  los 
amores  del  hogar.  El  grito  de  guerra  del  Norte  parece 
que  empezaba  así: 

Just  before  battle,  mother, 
We  are  thinking  of  thee. 
Fareweli,  father,  mother,  sister: 
We  are  thinking  of  thee. 

(Al  entrar  en  batalla,  oh  madre  —Estamos  pensando  en  ti— 
Adiós,  padre,  madre,hermana. — Estamos  pensando  en  vosotros). 


El  amor  al  dinero  los  rebaja  885 

¡Cómo  habían  de  sentir  miedo  á  la  muerte  ni  ali- 
mentar ideas  perniciosas  los  guerreros  que  se  creían 
sostenidos  por  la  santa  oración  de  las  madres,  la  au- 
gusta bendición  de  los  padres  y  el  entrañable  cariño 
de  las  hermanas  y  esposas! 

También  nuestros  soldados  de  la  independencia 
entraban  al  bautismo  del  fuego  á  la  voz  de 

;  VIVA  LA  AMÉRICA   LIBRE  ! 

la  América  entera,  desde  la  bahía  de  Baffin  hasta  Ma- 
gallanes. Como  en  todos  los  grandes  movimientos  de 
opinión  que  á  las  veces  sacuden  el  alma  humana  á  la 
contemplación  de  grandes  objetos,  los  corazones  se  en- 
sanchaban á  la  vasta  extensión  de  dos  continentes  y  al 
amor  de  pueblos  hermanos,  distantes  y  casi  desco- 
nocidos. 

Sí;  el  amor  al  dinero  necesita  circunscribirse  ámás 
estrechos  límites  en  los  Estados  Unidos.  La  predica- 
ción moral  de  sus  filósofos  debiera  tomar  más  á  pechos 
la  idea  de  que  la  felicidad  no  consiste  tanto  en  la 
satisfacción  de  los  apetitos  materiales,  cuanto  en  la 
paz  del  alma,  la  moderación  en  los  deseos  y  en  el 
dulce  calor,  en  el  bienestar  reflejado  que  nos  viene  al 
contacto  de  las  almas  amigas.  Las  religiones  debieran 
levantarse  con  más  fuerza  del  estrecho  espíritu  de 
secta,  desprendiéndose  de  todo  pensamiento  de  domi- 
nación temporal,  á  cultivar  el  sentimiento  misterioso 
de  solidaridad  del  hombre  con  la  especie  humana  y 
con  lo  infinito  del  Universo,  fuente  inagotable  de 
humildad  y  de  adoración  al  Espíritu  supremo  que 
mantiene  el  orden  eterno  de  los  mundos. 

El  carácter  americano  necesita  equilibrio  entre  las 
ideas  individualista  y  nacional,  fuertemente  desarro- 
lladas, y  la  idea  de  colectividad  de  la  especie,  que  á  las 


material 


veces  aparece  oscurecida  entre  las  nieblas.  El  egoísmo 
es  pequefío:  sólo  es  grande  y  durable  lo  que  abarca  la 
humanidad  entera.  De  las  riquezas  materiales  sólo 
suele  quedar  el  testimonio  de  las  ruinas;  de  la  gran- 
deza moral  de  un  pueblo  sobrevive  una  fulguración 
luminosa  al  través  de  los  siglos,  que  sirve  de  fanal  á 
generaciones  sin  cuento.  **La  prosperidad  material 
continuada  es  con  frecuencia  funesta  para  un  hombre; 
para  una  nación  lo  es  siempre,"  dijo  en  una  ocasión 
solemne  uno  de  sus  grandes  oradores  sagrados  (1).  El 
pueblo  americano  tiene  que  fundar  sus  títulos  al  res- 
peto de  la  historia,  no  sólo  en  la  acumulación  de  los 
millones,  sino  en  la  acumulación  de  los  actos  de  des- 
prendimiento, abnegación  y  justicia  en  favor  de  la 
humanidad. 

(1)  Teodoro  Parker. 


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I^STIDIOE 


CAPITULO  I 

CAMINO  DE  BOGOTÁ  A  HONDA 

Descripción  general  de  la  vía. — Diversas  ideas  acerca  de  la 
comunicación  entre  Bogotá  y  el  río  Magdalena. — Vía 
de  Guarumo  á  Guaduas,  del  señor  Juan  Bernardo  El- 
bers. — Línea  de  Poncet,  acometida  por  el  General  Mos- 
quera.— Vía  de  Cambao. — Ferrocarril  del  Norte  hacia 
la  boca  del  río  Carare. — Vía  de  Girardot 1 

CAPITULO  II 

VÍAS     AL     MAGDALENA 

Comparación  entre  estas  diversas  vías. — Trabajos  ejecuta- 
dos en  ellas. — Prolongación  de  la  de  Girardot  hasta  la 
sabana  de  Bogotá 11 

CAPITULO  III 

VÍAS  AL  MAGDALENA   (CONTINUACIÓN) 

Estado  del  camino  de  la  Sabana  antes  de  la  construcción 
del  carretero. — Camino  de  terciopelo.— Su  influencia  en 
la  agricultura  y  el  comercio  de  la  sabana  de  Bogotá. — 
Prolongación  hacia  el  descenso  de  la  cordillera, — Dete- 
nida por  la  irrupción  de  las  ideas  relativas  ala  construc- 
ción de  ferrocarriles 19 


Índice 
CAPITULO  IV 

DE    AGUALARGA    A    HONDA 

Págs. 

El  camino  de  montaña  actual  desde  Agualarga  hasta  Hon- 
da.—Los  cafetales  de  Chimbe.— La  trocha  de  Guaya- 
cundo. — Villeta.— El  alto  del  Obispo. — La  cuesta  de 
Petaquero. — Las  Tibayes.— Guaduas. —  Tasculum.—'^l 
Consuelo.— La  llegada  al  río  Magdalena 28 

CAPITULO  V 

REFLEXIONES   GENERALES 

Estado  general  de  la  población  á  lo  largo  de  la  vía, — Atraso 
de  ésta.— Cultivos  que  pudieran  acometerse. — El  plá- 
tano.—El  maíz.— El  ensilaje  de  maíz.— El  árbol  de  pan. 
— La  palma  de  dátil.— La  palma  real. — El  cacao.— La 
viña. — Malos  sistemas  agrícolas  de  la  actualidad.— Los 
arrendamientos  á  largo  tQvmmo.—^\  matayage.—Oh&GT- 
vaciones  generales 43 

CAPITULO  VI 

EL     MAGDALENA 

Sus  divisiones  naturales. —Alto  Magdalena.— Madalena  cen- 
tral.—Bajo  Magdalena. — El  delta.— Población  de  todo 
el  valle.  —  Ríos  tributarios 55 

CAPITULO    VII 

EL  VALLE  DEL  ALTO  MAGDALENA 

Recursos  naturales.— Productos  de  la  paja  nacuma.— El 
cacao. — El  tabaco.— Concentración  de  la  propiedad  del 
suelo.— El  vicio  de  la  embriaguez.— Las  minas  de  oro  y 
plata.— La  mesa  central  de  Cundinamarca 69 


/  11  d  ice  889 


CAPITULO  VIII 

ET.     MAGDALENA     CENTRAL 

Págs. 

Población  general. — Ciudades  principales.— Riqueza  gene- 
ral.—Deficiencias  de  la  población.— El  valle  del  Magda- 
lena central.— Obstáculos  á  la  colonización  de  éste 80 

Capitulo  ix 

EL     BAJO     MAGDAL3NA 

Descripción  general.— La  ciudad  deMompós.— Magangué. 
Hidrografía  de  esta  región.— Las  llanuras  de  Corozal. 
Producciones  de  ellas. — La  banda  oriental  del  bajo  Mag- 
dalena.—Opinión  de  Reclus  acerca  de  esta  región. — La 
Sierra  Nevada 89 

CAPITULO  X 

VALOR   TRASCENDENTAL   DEL   RÍO   MAGDALENA 

Resumen.— Comparación  entre  el  valle  del  Magdalena  y  el 
resto  de  la  República. — Comercio  por  el  río  Magdalena. 
Los  vapores  de*ste  río.— Valor  de  éste  para  la  industria 
del  país.— Necesidad  de  mejorar  el  canal  navegable. — 
Cambios  en  el  lecho  de  éste.  —Sus  inconvenientes.— Gran 
"Inundación  en  1886 99 

CAPITULO  XI 

LOS  CAMINOS   AL   MAGDALENA 

Distribución  de  la  población  entre  las  diversas  alturas  de  la 
cordillera. — Caminos  que  los  diversos  grupos  de  pobla- 
ción necesitan.— Timaná  y  La  Plata.— Chaparral  y  Or- 
tega.— Ibagué  y  su  comarca. — Valles  del  río  Fusaga- 
sugá.— Bogotá  y  las  mesas  de  Cundinamarca.— Medellín 
y  su  comarca.- Chiquinquirá  y  Tunja.— Vélez,  Moni- 
quirá  y  tíuaita.— Socorro,  San  Gil,  Barichara  y  Zapa- 
toca.— El  Circuito  de  Girón.— Ocaña.—Cúcuta  y  sus 
valles 117 


890  índice 

CAPITULO   XII 

LA   INMIGRACIÓN    AL  VALLE  DEL  MAGDALENA 

Págs. 

Necesidad  de  brazos  extranjeros. — Condiciones  que  esta 
inmigración  requiere. — La  raza  blanca  no  es  á  propósito 
para  colonizar  las  tierras  tropicales. — La  africana  es  la 
adecuada  para  iniciar  esa  empresa.— -A  ella  se  debe  la 
colonización  déla  América  tropical. —Necesidad  del  cru- 
zamiento entre  las  razas  blanca  y  negra  en  América 139 

CAPITULO  XIII 

COLONIZACIÓN    COLOMBIANA   DEL  VALLE   DEL 
MAGDALENA 

La  colonización  colombiana  del  valle  del  Magdalena. — Po- 
blaciones de  las  cordilleras  que  podrían  ocupar  las  ori- 
llas del  rí'j. — El  antioqueño  y  el  socorrano. — Deberían 
ser  precedidas  de  la  ocupación  por  las  razas  vacuna  y  de 
cerda. — Ejemplo  de  la  colonización  del  valle  del  Missis- 
sippi. — Para  ello  hay  base  en  los  rebaños  de  los  Estados 
de  Bolívar  y  Magdalena 153 

-ar 

CAPITULO  XIV 

LÁ   NAVEGACIÓN  POR  VAPOR 

Vehículos  del  tiempo  de  la  Colonia. — Vida  salvaje  en  el 
Magdalena. — La  poesía  de  Madiedo. — La  independencia 
de  Colombia. — Días  solemnes. — Inmigración  extranjera 
notable. — El  señor  Elbers.— Sus  primeros  vapores.— Re- 
vocación del  privilegio  concedido  á  éste.— El  señor  Fran- 
cisco Montoya  y  el  vapor  La  Unión. — Las  Compañías  de 
Santamarta  y  de  Cartagena. — Nuevos  vapores.— La  abo- 
lición del  estanco  del  tabaco  asegura  la  navegación  por 
vapor.— Reseña  acerca  de  esta  medida 160 


Índice  891 

CAPITULO  XV 

LAS    CIUDADES  DEL  DELTA 

Págí. 

Santamaría. — Ventajas  y  desventajas  de  ésta. — Sus  habi- 
tantes.— Proyecto  de  ferrocarril  al  Banco.— Cartagena. 
Origen  de  su  prosperidad. — El  Dique. — Avance  del  mar 
sobre  la  tierra.— Barranquilla  y  Sabanilla. — El  Ferro- 
carril.— Su  porvenir.— Las  líneas  de  vapores  trasatlán- 
ticos  : 187 

CAPITULO    XVI 

VIAJE  POR   EL   MAGDALENA. — HONDA 

La  vista  del  rio. — Mejoras  en  el  tránsito  introducidas  por 
el  ferrocarril  de  La  Dorada. — Honda  antes  del  terremoto 
de  1805. — El  ferrocarril  de  La  Dorada  —Sus  proyectis- 
tas.— Aspecto  de  la  población.— El  clima  del  río. — La 
bajada.— Puerto  Niño.— Buenavista.  —  Nare.  —  Puerto 
Berrío 209 

CAPITULO  XVII 

DE  PUERTO  BERRÍO  A  LA  BOCA  DE  LEBRIJA 

El  poblado  de  Puerto  Berrío.— El  ferrocarril  de  Antioquia. 
Trazado  de  éste. — Ríos  tributarios  al  Magdalena  Cen- 
tral.—El  San  Bartolomé,  El  Carare.— El  Opón,  El  So- 
gamoso,  El  Colorada.— El  pueblo  de  Carare  y  su  comar- 
ca.—Los  indios  aruacos.— Entrada  de  Gonzalo  Jiménez 
de  Quesada  por  el  Opón. — La  Tora,  hoy  Barrancaber- 
meja. — Barbacoas. —  Victoria  fluvial  en  la  guerra  de 
Independencia.— El  General  Córdoba.  —  Puerto  Wil- 
ches. — Paturia.— El  Puerto  de  Botijas 227 

CAPITULO  XVIII 

DE  LA  BOCA  DE  LEBRIJA  AL  BANCO 

Escalas  entre  Puerto  Berrío  y  Bodega  Central. — Caminos 
del  Magdalena  á  Bucaramanga. — La  isla  de  Morales. — 


892  Índice 

págí. 
Puerto  Nacional —La  Gloria.— Camiaos  del  Magdalena 

á  Ücaña. — El  Carmen  (de  Ocaña). — Habitaciones  huma- 
nas en  las  orillas  del  Magdalena  Central.— Los  leñateos. 
Las  aldeas. — Industrias  que  pudieran  tener  importancia 
en  esos  lugares.— Cómo  formaba  el  Gobierno  colonial 
las  poblaciones  en  el  Magdalena.— Tamalameque,  antes 
Sompallón,  punto  de  escala  en  la  expedición  de  Gonzalo 
Jiménez  de  Quesada. — Población  de  las  orillas  del  Bajo 
Río  al  tiempo  de  la  conquista. — Sufrimientos  de  los  con- 
quistadores en  el  trayecto  de  la  Ciénaga  de  Santamarta 
á  Tamalameque 244 

CAPITULO  XIX 

DEL  B.\NCO   A   BARRANQUILLA 

El  Banco,— Los  jefes  liberales  muertos  en  la  Humareda. — 
La  Humareda. — Principia  el  Bajo  Magdalena. — El  brazo 
de  Loba. — Magangué.— Tacaloa. — La  batalla  de  Tene- 
rife.—Hermógenes  Maza. — Calamar.— Las  tardes  en  el 
Magdalena. —  TJie  Muddy  Magdalena. — Las  cercanías  de 
Barranquilla. — Becapitulación  de  las  distancias 260 

CAPITULO    XX 

DE   BARRANQUILLA   A   COLÓN 

Los  afueras  de  Barranquilla.— El  ferrocarril  de  Bolívar. — 
Salgar. — El  mar.— La  salida  del  sol.— Cartagena  otra 
Tez. — Las  costas  del  Darién  y  sus  indígenas 282 

CAPITULO  XXI 

C0L(3N     Y     PANAMÁ 

Colón. — Noticias  históricas.— Aspecto  de  las  calles. — La 
comarca  á  lo  largo  del  ferrocarriL— La  población  de  la 
misma  zona. — Los  africanos  de  Liberia,— Los  cultivos. 
Panamá, — Causas  de  su  decadencia  hasta  1848.— Los 


índice  893 

Págs. 

bucaneros.— La  navegación  por  el  estrecho  de  Magalla- 
nes.— Las  minas  de  California. — Estado  moral  y  político 
de  Panamá  al  tiempo  del  descubrimiento  de  ellas. — El 
veneno  de  las  serpientes. — Desafío  indígena. — Panamá 
en  1887. — ¿Que  se  lia  hecho  el  dinero  regado  en  los  tra- 
bajos del  Canal? — Los  grupos  étnicos  de  la  población 
panameña.— Necesidad  de  grandes  libertades  munici- 
pales  293 

CAPITULO  XXII 

EL   FERROCARRIL   Y   EL   CANAL  INTEROCEÁNICO 

Insuficiencia  del  Ferrocarril  para  el  tránsito  interoceánico. 
Costo  de  construcción  del  Ferrocarril. — Sus  productos. 
Progreso  realizado  con  el  camino  de  hierro. — Crisis  de 
esta  empresa  en  1870.— Porvenir  del  Ferrocarril  y  del  Ca- 
nal.— Los  trabajos  del  Canal.— Se  requieren  tres  canales 
paralelos.— Instrumentaje  empleado  en  la  excavación. — 
Dificultades  principales:  el  río  Chagres  y  el  clima. — La 
desmoralización  de  los  empleados. — El  cambio  de  inge- 
nieros-directores originado  por  la  muerte  de  éstos. — Las 
habitaciones  de  los  jornaleros  y  de  los  empleados  en  la 
línea  de  los  trabajos. — Clasificación  de  los  trabajos.- 
Dinero  regado  en  el  Istmo  por  la  Empresa  del  Canal. — 
Los  trabajadores  y  sus  procedencias. — Los  chinos. — Pre- 
supuestos formados  con  anterioridad  á  los  trabajos.  —El 
gastó  real  enormemente  mayor.— La  actitud  hostil  del 
Gobierno  americano »   327 

CAPITULO   XXIII 

DE  COLÓN  A   NUEVA  ORLEANS 

Las  islas  de  San  Andrés  y  Providencia.— Las  Bocas  del 
Mississippi.— Puerto  Eads.  —  Gasto  impendido  en  la 
apertura  de  la  barra.— Importancia  de  esta  obra  para  las 
poblaciones  del  valle  del  Mississippi. — Las  orillas  del 


894  índice 


Paga. 

Mississippi  entre  Puerto  Eads  y  Nueva  Orleans.— La 
cuarentena. — ilspecto  del  Mississippi.— Los  diques  de 
sus  orillas. — La  llegada  á  Nueva  Orleans 861 

CAPITULO  XXIV 

EL     ESTADO     DE     LUISIANA 

La  adquisición  de  su  territorio  por  los  Estados  Unidos. — 
Extensión  superficial. — La  población.  —  Comparación 
entre  el  Estado  de  Luisiana  y  los  de  Bolívar  y  Magda- 
lena en  Colombia. — Distribución  del  suelo, — Riqueza 
general.— Consecuencias  de  la  abolición  de  la  esclavi- 
tud.— Comparación  entre  Luisiana  y  otros  Estados  de 
la  Unión  Americana. — Producciones  principales  de  Lui- 
siana.— Organización  agrícola. —La  raza  blanca  y  la 
africana 403 

CAPITULO  XXV 

EL     VAIiLE     DEL     MISSISSIPPI 

Importancia  general  de  este  valle. — Sus  diversas  boyas  hi- 
drográficas.— Comunicaciones  con  el  resto  de  la  Unión. 
Producciones  principales. —  El  maíz.  —  Los  cerdos. — 
King-corn. — El  maíz  es  la  producción  principal  de  los 
Estados  Unidos. — Producción  de  él  por  fanegada. — El 
maíz  y  la  producción  animal. — Gran  distribución  de  la 
propiedad  territorial. — Cultivo  de  las  tierras  por  los  pro- 
pietarios mismos. — Jornaleros  y  salarios  de  éstos. — Orí- 
genes diversos  de  los  pobladores  del  valle. — Los  extran- 
jeros.— Los  africanos. — Causas  de  su  prosperidad. — El 
CoUon  gin. — La  segadora  M'Cormick. — La  navegación 
por  vapor.  --El  aceite  de  la  semilla  de  algodón 426 

CAPITULO  XXVI 

DE  NUEVA   ORLEANS  A   SAN  LUIS 

El  carro  d^  camas  {sleeping-car).—CoBNeTS2i,cióii  con  un  clé- 
rigo protestante. — Estado  de  Mississippi. — Sus  produc- 


índice  895 

Págs. 

ciones,  riqueza  y  población. — Las  maderas. — Necesidad 
de  dar  protección  á  los  bosques. — El  Estado  de  Tennes- 
see. — Sus  producciones^  riqueza  y  población. — El  Es- 
tado de  Kentucky. — Producciones,  riqueza  y  población. 
El  pasto  azul. — Cambio  de  climas,  producciones  y  esta- 
do de  civilización  á  medida  que  se  viaja  de  Sur  ti  Norte. 
Llegada  á  la  boca  del  Ohic. — Paso  del  Ohio. — El  valle 
de  este  río. — Llegada  á  San  Luis 461 

CAPITULO  XXVII 

SAN     LUIS     (DE     MISSOURI) 

Rápido  progreso  de  esta  ciudad. — Es  un  tipo  de  ciudad 
moderna. — Aspecto  general. — El  puente  sobre  el  Missis- 
sippi. — Condiciones  que  la  civilización  exige  en  las  ciu- 
dades modernas. — Anchura  de  las  calles. — Área  de  case- 
río muy  amplia, — Los  parques. — Influencia  de  las  mejo- 
ras en  la  disminución  de  la  mortalidad. — Las  cloacas,— 
El  agua  potable. — Gasto  impendido  en  acueductos  en 
diversas  ciudades  del  mundo. — El  piso  de  las  calles.-  - 
El  plano  de  las  ciudades  trazado  con  anticipación, — Los 
medios  de  locomoción,— Crédito  Municipal. —Deudas 
de  las  ciudades  americanas.— Objetos  en  que  se  han  in- 
vertido los  empréstitos -Rentas  municipales. — Coutri- 
buciooes  directas. — Riqueza  de  las  ciudades  americanas. 
Distribución  de  las  diversas  clases  de  población  entre  las 
diversas  partes  de  las  ci,udades. — La  filantropía  de  los 
americanos. — Su  grande  espíritu  público. — Las  asocia- 
ciones benévolas. — Las  iglesias  de  San  Luis. — Los  hote- 
les.— Los  vinos  americanos. — Proyectos  de  los  comer- 
ciantes de  San  Luis  relativos  al  comercio  con.  Sur- 
América 484 


896  índice 

CAPITULO  XXVIII 

EL     ESTADO     DE     MISSOURI 

PÚ*3. 

Territorio,  población  y  riqueza. — Industrias  principales.— 
Razas  diversas  de  población. — Los  dos  grandes  tipos  de 
la  población  blanca  en  los  Estados  Unidos 538 

CAPITULO  XXIX 

LA     llEINA     DE     LOS     LAGOS 

Llegada  á  Chicago.— Progreso  rapidísimo  de  esta  ciudad.— 
Sus  principales  producciones.— Investigación  de  las  cau- 
sas de  esta  rápida  evolución.— Su  situación  comercial. — 
Belleza  de  sus  calles. —La  Avenida  Michigan. — La  gran- 
de avenida  circular. — Una  representación  en  el  teatro 
Mc-Vicker.— El  Wild-Wesi  y  el  Circo  romano. — Los 
Stock- Yarcls. —  Las  Packing  Ilouses. —  La  división  del 
trabajo. — El  trigo. — Cobden  y  la  Liga. — El  libre  cam- 
bio.— Influencia  de  los  trabajos  de  Cobden  en  el  pro- 
greso de  América  y  en  la  evolución  política  de  Europa. 
Los  ferrocarriles  y  Chicago. — Ideas  retrógradas  domi- 
nantes en  los  Estados  Unidos  con  relación  al  libre  cam- 
bio.—Riqueza  enorme  de  Chicago. — Los  clubs,  los  Ban- 
cos y  el  espíritu  de  asociación. — El  incendio  de  1871. . .  53G 

CAPITULO  XXX 

EL     ESTADO     DE     ILLINOIS 

Progreso  de  su  población. — Riqueza  general.— Produccio- 
nes.— El  elemento  extranjero. — La  inmigración  europea 
prefiere  las  altas  latitudes. — Los  canales  de  Illinois. — La 
comodidad  de  los  ferrocarriles  y  sus  diversas  clases  de 
vehículos  par%|)asajeros. — PuUman-City. — Experimento 
social. — Las  dos  naturalezas  del  americano 580 


Indi  c  H  897 

CAPITULO  XXXI 

CINCINNATI 

/Vspecto  general. — Progreso  de  la  población. — Espíritu  co- 
mercial de  sus  habitantes. — Los  repórter». — Entrevista 
con  uno  de  éstos. — La  plaza  del  agua. — Espléndida 
fuente. — Cincinnati  á  vuelo  de.  pájaro. — El  Museo  de 
Bellas  Artes. — Las  manufacturas  de  la  ciudad. — El  mo 
vimiento  comercial. — El  Ohio  en  Cincinnati,  y  su  nave 
gación.— El  precio  de  los  fletes. —La  Cámara  de  Comer 
cío. — Los  puentes  sobre  el  Ohio. — Covingíon  y  Newport 
Un  cuartel  americano.— Otra  vez  los  masones 


591 


CAPITULO  XXXII 

EL     ESTADO     DE     OHIO 

Aumento  de  su  pi;blación. — Aumento  mucho  mayor  de  su 
riqueza.  — Producciones. — Over-producUon.  — La  luclia 
por  la  vida  entre  diversas  naciones.  —Producciones  nue- 
vas en  embrión  en  los  Estados  Unidos. — Más  azúcar. — 
De  sorgo  y  de  remolacha.  — La  sericicultura.— Los  vinos. 
La  reforma  de  las  razas  de  ganado. — La  producción  de 
leche,  queso  y  mantequilla.— La  de  carne  vacuna.— La 
alimentación  del  ganado  vacuno. — Las  razas  mejoradas. 
Reminiscencias  acerca  de  esta  materia  en  Colombia.— 
Las  enfermedades  del  ganado. — La  fiebre  de  Tejas  ó  la 
ranilla.— E\  comercio  de  ganados 618 

CAPITULO  XXXIII 

PITTSBÜRGO 

El  paisaje.— Aspecto  distintí>  del  país.fr-La  región  minera. 
Producciones.— Riqueza.  — El  gas  natural.— El  Hotel 
Duquesne.—ffome,  sweet  home ! — Visita  desgraciada  á 
algunas  fábricas.— Calor  insoportable.  —  Progreso  de 
Pittsburgo. — Esperanzas 646 


índice 


CAPITULO  XXXIV 

IMPRESIONES  GENERALES  ACERCA  DE  LA  UNIÓN 
AMERICANA 

Su  fundación  y  crecimiento  es  el  hecho  social  más  notable 
de  la  historia  moderna.  — La  grandeza  de  sus  proporcio- 
nes.—La  solidez  de  su  Constitución  política.— El  respeto 
unánime  que  profesan  á  ella  los  americanos.— La  cohe- 
sión nacional  sostenida  principalmente  por  las  vías  de 
comunicación  y  el  periodismo. — Lo  que  será  dentro  de 
un  siglo.— Su  progreso  no  sólo  es  material,  sino  intelec- 
tual y  moral. — Caracteres  intelectuales  de  los  principa- 
les pueblos  civilizados. — El  de  los  Estados  Unidos  con- 
siste en  la  aplicación  práctica  de  las  ciencias  al  servicio 
del  hombre. — Causas  de  esta  prosperidad. — Las  institu- 
ciones republicanas. — La  Ilomesitead  law 650 

CAPITULO  XXXV 

IMPRESIONES   GENERALES  (CONTINUACIÓN) 

Factores  principales.— Población.—  Territorio.— Riqueza. 
Producción. — Consumos. — Ahorros.  —  Extensión  culti- 
vada.— Pormenor  de  la  producción  agrícola. — Divisio- 
nes generales  del  territorio. — Adquisiciones  paulatinas. 
Población. — Sus  orígenes  diversos.  —El  elemento  extran- 
jero y  su  distribución. — Trabajadores  y  su  distribución 
entre  los  diversos  trabajos. — Población  urbana. — Dis- 
tribución de  los  pobladores  según  la  altura  sobre  el 
nivel  del  mar. — Según  los  grados  de  calor  del  clima. — 
Las  manufacturas. — Desarrollo  de  ellas  en  les  últimos 
sesenta  años. — Clasificación  de  los  valores  que  componen 
la  riqueza  general. — Distribución  geográfica  de  la  ri- 
queza.—Las  rentas  públicas  y  su  distribución. — La  deu- 
da pública 684 


Índice 
CAPITULO    XXXVI 

PROBLEMAS     AMERICANOS 

Conservación  de  la  integridad  de  la  Unión.— La  raza  negra. 
Anexación  del  Canadá. — Conquistas  ó  adquisiciones  de 
nuevos  territorios  en  México  y  la  América  Central 708 

CAPITULO  XXXVII 

PROBLEMAS  AMERICANOS  (CONTINUACIÓN) 

La  inmigración  extranjera.— Sus  ventajas. — Sus  inconve- 
nientes. —Ideas  políticas  contrarias  á  la  constitución  ame- 
ricana.— Corrupción  del  sufragio. — Relajación  del  res- 
peto á  la  ley.— La  embriaguez. — Medidas  adoptadas 
para  combatirla .    746 

CAPITULO  XXXVIII 

PROBLEMAS   AMERICANOS    (CONCLUSIÓN) 

Los  centros  de  mendicidad  y  prostitución. — El  aumento  de 
extensión  en  las  propiedades  territoriales. — Los  grandes 
millonarios. — La  inmigración  de  Mongoles. — Consecuen- 
cias posibles  de  su  expulsión  de  los  Estados  Unidos. — 
Resumen  de  las  ventajas  é  inconvenientes  de  la  inmigra- 
ción extranjera. — Las  religiones 768 

CAPITULO   XXXIX 

LOS     IDEALES     AMERICANOS 

Evolución  de  los  partidos.— La  reforma  del  servicio  civil. 
Combate  á  la  Plutocracia.— Proteccionismo. — Libre  cam- 
bio.—La  plétora  del  Tesoro.— Los  partidos  actuales 791 

CAPITULO  XL 

NUBES  EN   EL    HORIZONTE 

Los  Trusts.— l^KS  asociaciones  obreras. —  La  intervención 
del  Gobierno  en  la  lucha  entre  el  capital  y  el  trabajo. . .  820 


900  índice 

CAPITULO  XLI 

NUBES  EN  EL  HORIZONTE  (CONTINUACIÓN) 

Las  pensiones, — La  Lyncli  law.—YA  divorcio 849 

CAPITULO  XLII 

IMPRESIONES     FINALES 

Poder  limitado  del  Gobierno.— Aseo  universal.— Rasgos 
fisionómicos  del  pueblo,  en  particular  del  americano 
pur-sang. — ¿A  dónde  camina  esa  Nación?— Le  sobra 
amor  al  dinero.— Debiera  cultivar  más  su  carácter  moral.  875 


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NUEVA  YORK  (Oficinas  de  la  "Revista  Ilustrada"), 

GARNIER  HERMANOS, 

parís   (  6.  Rué  des    Saints-Peres  ), 

VICTORIAMOSUAREZ, 

MADRID    (Jacomeliezo    72). 


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JUL  1  9  2003 


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