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Full text of "Obras de d. J. García Icazbalceta .."

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ì 



LA DESTRUCCIÓN 

DE A^fTIGÜEDADES ^lEXICAVAS 

Atribuida jl lo^ milìontiui va generai > ^ arlkulanctn-: . 



¡|X0 de lofi mayores obstaciüoa petti»,; 
^1 esclarecimiento déla verdad his (■ 
i'irica ts la con&i&tenciJ que llegan • 
á .idquirir ciertos errores, y hay aecc&ídadjj 
de rectilicaclos- Uno de los mis anaigados. ( 
ns la creencia üc que- la destrucciúii de los|Í 
manuscritos mcxk-anos íuú obra exclusiva 

■iiiiimoOi-t^l 

=u.iu= u raros que 



di Esili UlscrtmMtìn farmii ci ciipíiiilo XXII 
¡nliuDula •Dvn^rAiiaa.nde ZmaSrraga, p( 



aoimpltaa rliimhrH: v 
i-'.ti iliicnnciínln^vai'i 
-.CI- psnccinlmaote t-. 



^ 



- 6 - 

de los primeros misioneros, quienes, por 
puro fanatismo, acompañado de crasa ig- 
norancia, acabaron indistintamente con todo. 
Dando por innegable el hecho, han venido 
luego amargas lamentaciones por la pérdi- 
da de tan gran tesoro, cuya conservación 
nos hubiera proporcionado un perfecto co- 
nocimiento de la historia, leyes y costum- 
bres de los pueblos conquistados: beneficio 
inestimable de que nos privaron aquellos 
frailes ignorantes. Ei cargo ha pesado prin- 
cipalmente'sobre el Sr. Zumárraga, á quien 
se ha llegado á bautizar con ei nombre de 
Oiitay del Nuevo Mumio, aludiendo d hi 
quema (real ó supuesta) que aquel califahizo 
de la gran biblioteca de Alejandría. Díce&e 
entre otras cosas queel señorobispose apo- 
deró délos ricosarchivos de Texcoco, y reco- 
gió adema b cuantas pinturas de los irit^of,' 
pudo h3berálasmanos,para-formaT con todo 
un gran montón, semejante A una montaña,, 
que redujo luego A cenizas. Tanto se ha ge- 
neralizado esta creencia, que un escritor, 
el último que ha tratado iste punto, se ex- 
presa así:, "Al afirmar en la primera pági- 
na de esto.s .¡nales, que el primer obispo y 
arzobispo Je Méxito, Fr. Juan Zumárraga, 
y los conquistadores y misioneros en gene- 
ral destruyeron todas la:^ escrituras y mo- 
numentos aztecüs qiu puilieron haber á las 



manos, considerándolos como un obstáculo 
invencible para abolir la idolatría é incí 
car el cristìanismo á los pueblos subyuj 
dos, no creí que pesara sobre mí la respoi 
j-sabilidaddeeste aserto: suponía que cya 

techo que habla pasado cu atUoridati de 
\cosa juzgada, y que no necesitaba exponer 
■ápspruebashislúrícaaquelodemucstrand)." 
|(V todavía más recienlcmente, el redactor 
Idei Catálogo de la BÍblioLecn del Sr. Rami- 
ci, que se muestra bastante entendido en 
«vLcstrn historin y bibliogratía. al hablar de 
liti libro que pertendó ¡il Sr. Zuiíiárraya, 
})USO la siguiente nota: "Es una interesante 
Vmemoria del gran iconoclasta, á. cuyo celo 
mor la vcrdadeni fe, semejante al de Ornar, 
ría literatura debe la pérdida de innúmera- 
"bles manuscritos Mexicanos [2]." 

Justo es docir que el hecho de quedarnos 
pocos papeles y momimentos aztecas da 
^visps de verdad A la acusaciún. Investigar 
^áles han sido las causas de cae hecho, y 
íi parlf. que en OHiayao (unido el Sr. Zu- 
íírraga y los misioneros, es trabajo de 
5 interés, porque no se trai;t de contcn- 
r una vana curiosidad, sino de dar ii cada 

•.KL-KKi, Ciiesli.lii Jfíslóeha, upad Alialm 



:uto 



E|ípw oí Innnmcrablc He s i 



M 




uno lo suyo y de saber si realmente hubo 
tanta ig[n oran eia y fanatismo en los prime- 
ros apóstoles de nuestro suelo. Ignoro por 
qué se ha querido convertir esa destruc- 
ción en una arma contra la Iglesia que en 
ningún caso podriaserresponsablede hechos 
individuales. Pero lo cierto es que los his- 
toriadores protestantes, y otros que sin serlo 
no ocultan su aversión á la jerarquía ecle- 
siástica, se han complacido en abultar la des- 
trucción y en atribuirla exclusivamente álos 
frailes, con el obispo al frente. Muy incom- 
pleta quedara la biografía del Sr, Zumirra- 
ga, si no dedicáramos un capítulo de ella á in- 
vestigar hasta qué punto llcgú l;i destruc- 
ción, y quiénes fueron los cjuc la causaron. 
A lo que recuerdo, no he escrito hasta 
ahora nada acerca de esta materia; pero sí 
la 'he discutido en conversaciones con per- 
sonas entendidas, sosteniendo n.\d\ AI.ÍS. que 
no hay autoridad suficiente p.ir;i crv;^r que 
el Sr, Zumármga consumió en una hoguera 
los archivos de Tezcoco. Xo habia aparien- 
cia de que Segura ñ tnitarsL' la cuestión por 
la prensa; pero á mediados del año de 1877 
salió el primer nümsro de los Aitaies licl 
Museo Nacional de Mt'xio, ;í cuyo frente hay 
una Rèsetì;i histiJri.M d ■] i'sliihl •cimi "nto. 
escrita por el profesor de Zoología del mis- 
mo, Sr I). Jcsú-s S¡inr!irv, quit.-n di('i princí- 



>u irabajo con estas pakibras: 'Tcrrni^ 
el furor del primer arzobispi 
rraga y de los conquistadoi-es y misionerí 
para destruir /orf/is las escrituras y mo 
^^ mentos aztecas, consideníndolos como 
^H|lobstácu1o invencible par¡i abolir la ¡dolati 
^^F'È incular e! cristianismo ;ì los pueblos si 
^^Byugados, vino una Opoca más ilustrada. 
^^Ventúnces se comprendiij la pi'^rdida irre; 
^^Rfable que habla sufrido el Xuc\*o Mundo! 
^^rY poco más adelante iiñadi.*, que -los reyÜ! 
de España trataron dtj reparar, hasta don- 
de fué posible, el mal causado por ¡ii igno- 
rancia y cl/aiiittisiiw.- 
No íallf'i quien me dijese entonces, que 
f aquell.t era la oea-^ión ttt disciitif luiblioa- 
jKJenle el punto: pero me abstuvr de ello, en- 
Jtre otras razones, porque ya trabajaba en la 
Jfercsente obra, donde naturalmente tendría 
■ eabidii la discusión. Mas un periódico ilc 
Icsla capital (1) atacó ai Sr. Sánchez, ponien- 
l'docn duda sus asertos; y aunque elp;írrafn 
Tiparecii'i como de la rcdaeciOn, se supo que 
jra de un conocido literato, autoridad en la 
Itíiateriti. El Sr. Sánchez crevi'i. por lu mis- 
tino, que debía contestar, y lo veriliei'. publi- 
Kcando en el li." numero de Ins .¡iiíiir<i dd 
u-Museo una meditada discrtaciúr 



-■■KIS 



-tRcpublki 



i 



I 



lulo lie -Ciicstiún hist<Jrica.» Ruplicú ul pc- 
n<3dico (l)yeiilru otras cosas dijo que en 
esa cuestión estaba de im lado el Sr. Oroz- 
co y Berra, atacando al arzobispo de Méxi- 
co, y yo del otro defendiéndole. Anunciaba, 
por último, que yo iba ;i contestar al Sr. Sí n- 
chez. 

Esto no era exacto, porque nunca tuve tal 
propósito. Lo que se dico de mi estimadísi- 
nio amigo el Sr. Orozco y de mí, podría hacer 
creer que hubíamos sostenido ¡tiguna polé- 
mica pública, que no hubo. Lo que pasó fué 
que dos ú tres veces en la Academia Mexi- 
cana, después de concluida la sesión, em- 
prendimos plíltica acerca de cstít materia, 
con Li calma propia de nuestra vieja amis- 
tad, y los otros señores académicos tuvie- 
ron la bondad de quedarse A escucharnos. 
El Sr. Orozco sostenía en efecto loque el 
periódico dijo, y era par.i mi un adversa- 
rio temible. Dr ,K]n. I1,i- , -n' . - ,. ínnrs tu- 
vo entera nnlii-; ■ . I -^: -• ■ J.' es- 
cribir sii dixn. I . ■ ■ i 'urta 
particular quc ■ ii >-.-u.-, Ji.i.-, ..-.iniíi ,il Sr. 
Orozco; todo lo cual fué con autorización 
mfa, que c! Sr. Orozco tuvo la delicadeza 
de pedirme, aunque no le era necesaria. 



¡1] 3íl de Xoviembi-e 




' Nada importa tanto en una cuestión, ete- 
rno fijar bien los términos de ella. Xo nieií" 
que los misioneros tlc'.iriiycnin templos, 
ídolos y Aun munuscriids, pues por su pro- 
pio lestimonio lo sabemos, I-o que niego o 
que e! Sr. Zumárraga quemara los archivos 
de Tczcoco hacinados en forma de itioiita- 
íia, y persiguiera coiifurnr los manuscritos. 
Podrá ser que destruj-cra alguno, aunque 
haata ahora no me consta un solo caso; pe- 
jjo de uo hecho aislado A la |iersecución si.'í- 
tnAtica, & la destrucción casi completa del 
o histórico de los aztecas, al ciego afán 
c se le atribuye de buscar y destruir has- 
el último manuscrito, hay distancia iu- 
lensa. No sé que iíntes de ahora haya ue- 
[lldo lUguicn [ormaimcntc que el señor obis- 
B hiciera la tal quemazón: los m.ls bcnig- 
fOR, queson pocos, se han contentado con j 
ÜBculparle. El empeño es loable, pei-o inú* j 
líl, si puede probarse que la acusación csl 
infundada. A este fin va encaminado el pre-J 
seme capítulo. No ¡ücanzo medio depres-] 
tar atractivo í't esta ."irida investigación, y 
será poco si consigo darle claridad. Para I 
ello me fijaré en la disertación del Sr, Sán- 
chez, no porque sea mi ánimo dedicarme es- 
pecialmente á impugnarla, sino porque allí 
ha reunido todos sus elementos la acusa- 
ción, y porque reconozco en esc escrito la. 




mporUmdií quf le d;in Jos propios conoci- 
iijicntos dei -Sr. Sánchez, y I;i podf rosa co- 
lilborac¡6n de! Sr. Oroxoo. Mas nn puedo 
menos de hacer notar aquí el eam'iiii de 
ideas que se \'t*nficú r-ipidamcnte en ^-1 ;ii!- ' 
ton En su Resefia había un/iiroi- del señor 
arzobispo y de los misioneros para destruir 
ÍOíias liis escrituras y inonuinenLos de los 
aztecas; y Cñt furor era Inijo de In ignoran- 
cía y el fíiiiatisvio: luego aquel prelado y 
aquellos misioneros eran ignorantes y fanri- 
licos. En la Cuesíiiiii Histúrka nada hay de 
esto: los misioneros obraron puramente por 
rdo ¿iiíliscrcfo: el señor obispo era "un va- 
nendo gran virtud, enérgico, humüdo y acé- 
rrimo defensor d^: Ij.í indios para quie- 
nes fué un verdadero padre: grandes íue- 
ron sus virtudes y grande su celo aposlóli- 
co;* y si incurrió en li fallii de destruir las 
antigüedades aztecas, fué porque no estaba 
exento de las ideas y preocupaciones de su 
. Época, y porque no pudo librarse del influ- 
jo que naturalmente debí[i ejercer en el la 
opiniún unánime de los misioneros. Esia no- 
mblc modificación en sus juicios honra ,il 
Sí: Siínchez, y no será temerario pensar 
qwe se debió al estudio especia! que se ve- 
rla obligado j1 hacer para replicar at ;tiaque 
de! periódico. Si el Sr. Sánchez quiere pro. 



! 



£undi;iíir toduví;! más t-^^c estudio, confio en 
que vendremos :i quedar de acuerdo. 



Asiencii el Sr. Sánchez dos proposiciones: 
• 1." Los primeros misioneros, con pocas ex- 
cepciones, destruyeron tndo lo que icnfa re- 
|[icii5n con el culto, la historia y las antigüe- 
dades ái: -México. !?." El Sr. Zumárraga to- 
mó un participio activo en esta destrucción." 

Diez y oclio autores (algunos varias Ve- 
ces) cita el Sr. Sánchez en apoyo de su tí^- 
sís. Echo méno.s en las citas el órtlcn nece- 
sario pam que puedan abarcarne de una 
ojeada. Trataremos de (Jar ú esos autores 
un mediano Orden cronologico (]). 

1." Fr. Pedro de Gante en su Carta de 27 
de Junio de IñSf». ne.strucci<'in de templos i' 
(doios (2). 

(1) Como no todOülaspersonm que lean este escriio bq- 
diUn hiiber fl las muM la diunnciún del Sr. SAachez, 
me veo ea la neceaidad decorar enDotailax autoridadcn 






)s domíneos eatot jÑveneo (dOC 

il salen de Ja cludad^y van a p 

D.Dcho. dica, veinie y has 



iroPHcnr lufe catdllca. v i^euraf al pneblo, 
jCciOnes, paro. FEcibh-«rt^atisiiio. Viajunoii 
tíSoi paraderribar los ídolos. Hiénlraegue 



•ais, tilia la 



n Dios 



urna sns lasimcciones, pai 
MBltnCn con eSSoiparadi 
UOMroa éetlrulmos los templos en 

gym en otros, y -' >—.--.. 
tslas ocupado ^ 
acarianosTlia puhllcaSo todavlB _- . — 

' - -'- ■ trne Ternaux. tom. X ¡pile. SUI]. I.r iruducei^n 
! es dtISr. Sdnuhei, 

T, U,-2 



-ÍHi 




— 14 - 

2." El Sr, Z Hill LÍ fraga, Carili iil Capiliilo, 
12 de Junio de 1531. Templos ü ¡dolos; y 
también manuscritns, según rl Sr. S;'in- 
chez {1). 

3,o Fr. Toribio de Motoliiiia, t'ii su Hisln- 
ria de los indios, esenta de 15,% d ,1 J40. Idil- 
ios (2), 

4." El P. SahaguQ, en su Historia Geiienü 
de las cosas de Ahueva España. Según las 
investigaciones del Sr. Chavero, vino en.. . 
1529, y escribió su obra entre 15bO y I5&). 
Tres citas. l."Dcstruec¡ún de manuscritos 
por el rey Itzcoatl ó Itzcohuall. 2." De ma- 
mtscritos por los misioneros. 3.^ No trata de * 
üestruícii'm vcrificaíla; íinicíimentc dice que 



'ios cuales [por in gracia de Dios] p 
rellBioBoa de la urden de nuísim sp 
dsco de la regular observ 
un millún de personas, gut 
ribados por ¡ierra, y aids 
mtos qne adoraban, lia» i 
da»,' Stc. Mds adelante ti 



i« I) curas pintadas; y di^ 
rodclns y escudos, y en 
as de SQ^ oemonjos con su 
Icnlan figurase idolosde 
DjuiD V Be pincn. nKBiu uc IBI maripoía^ pnlg-as v Inn- 
Bostas, grandes y hien labradas. Acabados ríe déslmir 
*aes idotot públicos, dieron [ios religiosos] tras los que 
etnsban encerrados en los pies do las cruce», como en cár- 
cel, porque ei demonio no podía estar cabe la cruz sin pa- 
decer eran tormento Tdtadoshs dESIriivernii.-- Historia 
dtlos/Hdioí de J^ueva España, trat. I, cap. I. En la nota 
introdujo el Sr. Sflnchez por equivocación el n'jinbre rie 



- ir. - 

fi uilendíii'io de los 260 días i>h supcrslicio- 
so y dehc ser quemado donde quiera qui,- 
se halle, :'i pesar de qiic otro reli.eioso le de- i 
tendía (1). 

->," El P. Duran, Histnrin i/v las hìdius üe 
.V//CVIÌ Espufm. IS'aciú iiiifíii IT.Ss y escribía 
en 137'J y l'ifi!. lìcslnuvii'm de niauuserilos 
por los religiosos antiguos (ií\ 






Xlicia Espn:'!,:, 

•Estas. KciU' - 1. Ili lolrasnl caracteres 

;ilf|:iuios, ni '.;i1'i ui I' h ' v -.IHi: i^amanlcábanBe por 
imil^cne-i v rlniíiras. v loitn-' las ¡intieuaUna suyas y It' 
nro^ qiii: tenían ile ullaa fóiiibaii pintados con fleurai e 
i mittente, de tal manera, qucuibian y tenían raeiDoiins 
iIf la^ Losas que sus ¡uitepasados hablan hecho y deiadn 
.■" -iiis anilles, por mis flcmil hBim air&s, (Intcsque vínÍL- 
stn lii-i c-|i;ift(ilcs ;l tsia ilprra. Ue estos IlbroE v CBcrHii- 

insl ..■■]■ II..--. .|iLíi-,i,iii3i: -illiempo gocsedesini- 

\eri..i:'-. i-.i ' i.i|... r-'"i> 'T'deiaron de qnedarmu- 
.-h.i- .1 I !. ■I'-- \ L-[ri, \ íunahoraieitUBr- 

.iar>. I ■ ■" I ' !■ u.ii,|.. -I1-- anHjTiiflnas,- Jíirf,, 

1.,: I ■■ . . I • - .' '.!j.\u\ ~ I . iiiii- al Apéndice delir- 
erò IV. SíTííi inin l.ii;;.. ^■■•]iKLi- iii.lnlu que aUI dice acer- 
ía ilrl uileiidariu ik Ir» V'í' ili,i->: l';i--m L-on la i-oncluslOn; 
•En lu que dice í>'u'rio i-i'ligii...(ii i]iic en este calendario 
no hav Fci^a <1e ¡dolati i.i, es ;:rande mentira, porqaeno es 



dillo toias, faltan ynl 



sss 



. ùimlenli; desta llerra, Jetos cuales haWa y i 

él intento de sus nntigüedsaea. • Histeria líí 
ttt Ntitva Espada, tom, I. píeína 17. 




- 16 - 

6." P.José di; AcosLa, Hisloria NtUiiraly 
Moral de Indias publicada en 1590. El autoi' 
andaba por aquí en 1586.. Destrucción do 
manuscritos en Yucatíín, por un doctrinero, 
y pérdida en general 'de muchas memorias 
de cosafi antiguas y ocultas {{).' 

7." lUmo. Dávila Padilla, Hisloria de la 
Pfoviíida de Sauliago, publicada en 1596. 
El autor era mexicano y nació en 1562. Dos 
citas: la primera se reíiere ¡i la destrucción 
del ídolo ó baj6 relieve de Tetzcotzingo por 
el Sr. ^íumirnign y el P. Betanzos. Aquí 
aparece por primera vez ei señor obispo co- 
mo destructor de iilolos. La segunda cita no 
habla de destrucción (2), 



; } innoiliaientoa At 
Mdad i dlliseucu 



I ]i I iccldo en 

7,111.1 I un i Ir neciu yi e ani aliti ni aun guerii Saba 
Ih f r^ di lo' ¡naias, t corga cerradi dicen que todni 
Sun hichiicrins, > que estos aon todo? unosboiraihoi qur 
[ui 1 iieden saber ni enteoderr- Hisiorin 'ialufal i Alo 
I il di Ins Indias lib CtMip 

|2j fio pane Li &r SJncueZjeo lapiimcra cita los pa 
IdbrAB di. Disvila Pndula m aquí un estiacto del pasaje 
4Uep«tlenece al llbrj ll.cap S «A unalesuadel puebli 
toehoi lOQ estrani niaiei.nJ ti puesto qae lenta el de 



- 17 — 

. El cronista Herrera 1 1549-1625; cuya 
grande obra comenzó á publicarse en 1601.. 
Dos citas: 1". Destrucción de manuscritos 
por los misioneros. 2''. Que los Mexic:inoK 
tfnían ídolos y />í"í/iws i[uu inioraliau por 
dioses 11]. 
.9a. P. Torqueniadu. Monartiuia Indiamr. 
profesó aquí en 15S3. Publicó su obra en 
1615, Tres citas. 1". N'o babl;i de destnic-' 
don. 2''. Que los rcUgioso.-i y obispo pri- 
mero D.Juan dtí Zumárraga quemaron las 
historias de los señores de Azcapotxalco , 
con otros muchos papeles de gran impor- 
tancia. :V'. Que al principili de lii convcr- 



'I Jemooto. Eq In 



M hAbfan singularttaJo en m 

mAs alto de r.Ble cfito estaba n i.nuurv .^J^■,^^^^^^ ^> 

ban Qwalcoittl, y lodo ti cerro esiaba srmbtKÍio eo 

lo mlialto de Cado el cerro rsi.ibí lahr.ido en ptfla 
un COToRIque üatnaban tn fsii tltrra. v es un a#n< 
iPbos minos fcroi aue lo6 ,15 Europa... .. Esta Sboi 

■-» » un iodio garande amnad^ir, * quifn ™v 

y finíriendD lufgoel licmonio fipur.T df eüi 



le dieron •: 
.dolo dmr 
márraga t 


Wl 


sanl^' 


chispo de MÉiicoFr. Joan 
id.r r^'drcKr. Df>miniro At 
ir> JcihiTi-ür lodnliiiiKurí 

: hh. 11. capitulo 8ft Se reí 
kun p-an Idolo de pnpel, 



iimcluí turiosidnd en haeerfdn- 
-\i~fnrmas. v Ins ndoralMn por 

>ii míiria ac soí Bmidem» eri ían- 
.!• lio lai. mn lid. por fijnoraiicl.ii.. 

i.o.iJJendo ^uc trun in>ros de tdo-.l 




- 18 — 

Sion se quemaron ciertos libros. Primer 
autor que atribuye quemazón de manuscri- 
tos al Sr. Zumárraga; pero sin decir nada 
de ]o5 .-irchivoadc Tezcoco [I]. 

--, ; v; 'a presente iDeainos. v sinctesarío cí raand»! 

— í V, R. se «ncareui, desde lueso, de rcQOzer todas Isa 

■«ladones y escrito», .. . . , que para hacer nuevas crfloicas 

idaa Ua provincias se hlülaren. exaraioando de nuevo 

iraad de rodos é inquirieirfdo O buscando v averiBuaT- 

do los casos panicolares y comunes que importaren- 

así de U vid» .1. tantos reliBlosos santos v graves 

coma Cambiín di los naeramenCc convertidas, de sus ri- 
tos y ceremonia ■■ Se. Caí-Cade Fi: Bernardo Salvasi 
autor, antes del Prdloso Genera!. 

•Cuyaa historias Idc Totiehuac] \- unos de su reinada 
V gobierno han faltado v perecido, ú'porquc los indios an- 
tiguos escondieron estos papeles, porque no se los quitas en 
los españoles cuan Jo les entráronla ciudad y tierras, y 
se qaedaron perdidos, por muerte de los que im escondie- 
ron, it/>orgiie/Ds rclígiososy obispa primero D.Juande 
Ziatiárraga los quemaron, con otros muchos dettuchn 
inlportancia para saber lascosas antiguas deestatit- 
rriii porque como todos ellos eran jícurní v caracteres 
que representaban animales racionales v Irracionale:' 
verbas, írbolcí. piedras, montes, aguas, sierras y otras 
(ssas leste tono, enteodiei^m que era demostración ce 
síperatlciosa idolatria, > osi e«íinnroii ioiio.s rHOBÍo» p«i- 
diirott habtr á las manas, que A no haber sido diligenlis 
alguai» jndloa ctirlosos en esconder parte de estos papt- 
leiiybistorlaE. no hubiera ahora de ellos aun la noticia 



nOlro s^fior lenta t 



mucho di 



república, y todo ui 



iiileKdirrOH /.is iniHintros que los quemaron. Une ct 
• -sal supieiticionas é i4olálricas} no ba quedado pi 
a'toranlDy averiguado todo lo que ellos hicieron y (le 

U; un 1 

i'Si 



._. ___ is tierras; v lo quL 

lauuda de ulEunos fragmentos que qi 
i que se halfo en poder de un aeftor i 
Fi> Nc,^;ihu><Hlll> 'iHmado D. AntOT 



10°. D.Fernando deAIva Istlilxochitl, des- 
cendiente de los reyes de Tezcoco. Según 
e! Sr. Ramírez, nació en 1568, murió en 1648, 
escribió de 1600 á 1615 ú 16. E! Sr. Sánchez 
Ipág. á4| dice que "floreció á principios del 
siglo X\'I.'" Si no es errata de imprenta, se 
equivocó en un siglo, pues debió decir XVÍJ; 
diferencia de suma importancia en la pre- 
siente investigación. Una cita: Destrucción 
del ¡dolo de Tezcotzíngo por el Sr, Zumá- 
rraga. Otros textos del mismo autor, que 
luego verúmos, harían mucho míls al propó- 
sito del Sr. Sánchez [1|. 

IP, Robertson^ Historia ilc America, pu. 
hlicadaen 1777. Quemazón de todas las pin 
xmAU pam übcdixcr una urden de Juanilc 
Zitmárraga [2]. 



(li-Eitataenfl(enun«>anQut> 
<ll»tncirconrerencialoEaflosde»d ^ 


ijnspeni,':s<:ulpidacri 


eq-íe habla niddo el 


{•orüpxrte desafuéralos aflos. en fin de •:uAa uno de eUo< 


. por ,ir.,i.n do In lueda csculpld.s 




!■ , . .-1 -■.. .-labaardiendoeTiU! 




•■ ■ .!■■' muy cnnohlecida di 


- edlScioB, V en medio 


■ . ■ ■ ni.'dp venado, atada ' 


en ei una ptedr» prí- 


. 1 Ji'l plí unosponni/hot 


idíplamaapreclns.. 




.r,M.. " i":"''!',--'^v'^°"''l^'.TL''r 


q armado con su mo- 


>j»'j.';, ,, -, , ■■ ' '■ 


■^i'l'.i.'l'.'i.raihüüiiíJi' 


jam-Í"... ■'■■'■■ 


■ ,'.'/.'í/,i.,ríJ.-rfnaiií. 




. . 1 . 1.. n-ÍL'oJu e^* 






Hislfíia ("/íH7i""r™. pün.-ííCdtnc 


.m^ixVlBi-oíeccW 


úe KiaiaMotaasb. 

( rSSr. Sftncheí panecn casu-Ui 
r"t tiMBonn'necofiitiiuimiithol.i 


inoel testo iIcKoKrl- 


i Ii-ailui'd'Wl. pri-Huiu 



I 



- 20 — 

12°. P. Cluviitra.I-íisloyia antigua de Me 
xico, 1780. Tres citab: !■■', Destrucción de pin- 
turas por los primeros predicadores, que las 
persiguiei-ou coit/uror. De cuantas pudie- 
ron haber en Teiícoco hicieron en la pinza 
del mercado tan crecido rimero, que pare- 
cía un monte, y le pegaron fuego. Aquí figu- 
ran ya los archivos de Tezcoco, pero no el 
Sr. Zumárraga. 2". Destrucción de un ídolo 
en Teotihuacán. por orden del primer obis- 
po de Mésito. 33. Destrucción de ídolos por 
el primer obispo de México y los primeros 
predicadores [1]. 



cUrelorieitiiU. -The obscnrily in which Ihe ignoraiicr 

of íts eanquere'sinrolvíd the anníls of México. w«s «lie" 

nentcd by the &uperslilion or those u-bo succeeded tbem. 
As the míinory oí past events was prest rvcd «monetSr 
Meifcuis by ñÉurcs patnied on sklnE rin cotroa clotn.on 
■ kind ot iñiteboara or on tbe barh oíufttt, theeadymi- 
^ianitioi usatile W compreh'iid iheir meanlnCí •Lnd 
strodtnritbtheit uacouth foi<riis. coocefved tlvem to bt 
moonaieotsirfidolB,tTv whicS ought ta be destroyed io 
nrder to facilitan the tonversfon of thc, indiani.. In o6e- 
^iencc lo «H edict íssHed hyjiiaii de Zumái'i-asa a ftan- 
clícanmonk, the first biahopof México, asmany records 
nftke SHcie» Mexican story as caitld be callected wtrc 
commiltí In tht ftames. In conseqnencc of ihis Ganatlc- 
al lealof thL' monks who lirst visitcd New Spaln (whlch 
theitsuccesaor'i «oonbecan to límente whatcver lüJow- 
ledEC of remoti, ivents such rode monumcnts conlalned 
vas aloioat enti ely lusti and no !□ formati ot) remaíned 
aacemine he an en e olui'ona and poli oí the em 



frumenti o( Ihe r h o cal p.. ._ ..„. .. 
'^trbaroDircHearchesDfZumd. raed fisi 



book \ I! 



O". Humholdli Vistai^ de las. dmín 
1810. El Sr. ZumíiTaga qucbrú el Ídolo d 



le y le pegaron fiíego, , 

., , seeniMos la mentor-' ' 

tmparlantes sucesos. La perdida de tan 
lonumentOB de sa antígaeáiafaéímtagam' 
1& por los indioi, y aun los mismos aatores < 
ntr«)intieror — — ■* ■- ■■ ' -■ 

. ora buscnudo lai pinturas qat aehabian 

escapado de las primeras investisneione«, y nungue re- 
cogí cion muchas, no fueron can tas cuantas se necesitaban, 
Cqae lo5 que las ixiselsn las ocultaban con empcilo de 
espaflole*. y □□ se deshacían de ellas tan facllmenle,- 

Lib. vn, i ti. 

•Sabalstcacodnvfalosfa 
a tres millas al N. de aquel 
HíiJGO. Estos vastos cdlücins, que sirvieron oc moueiu u 

los JemAs templo» de aquel país, eñtabnn consauíudos 

uno al sol y otro ala luna, representados en donIdolaB de 
enorme inmnflo, hechos de piedra y eubierios de oro. 

i:i ,1-1 ^..1 ..-<%r . ..irk .>r-.,n^'>.-~r.y,,M.,,1^n ,.\ n^j.h/t «^ ..TI f^ll» 



la Imi^n de aqael planeta, d< 



idadea . 
ro üalili 



I cija 






,1, y los Ídolos (í 






_ _ ,_el piai 

indares se aprovechar __. 

hecbo* pedazos, jMr órdenOi. ^ . 

pero loa frasmeatos se conservaron tinsta lì 

pasada, y Aun quizas hay algranaí todavía.' Llb. VI, J 1^ 
*Áun tn esto lentmos que diplorar el celo del primer 
obispo de México y de tes primeros predicadores del 
EvangcUo.PHes por no dejar á los neófitos riii£iíh íii- 
eentiva de fdoialría, kos privaron de mnchos preciosos 
■"-""-"-'I/os de la esciillara de ¡os mexicanos. Los el- 
icla primera Iglesia que se construyo enMeilco ' 






do I 



igccíon. La conducta di 
le produjo 1 mejor 



.alüu- 



preservar las 

estasen 

píeíoA 
ESO, U 



- 22 - 

Teotitiiiacán cuando cmprendiú destruir to- 
do lo que tenía relación con el culto, la his- 
toria y las antigüedades de los pueblos in- 
dígenas de América |1]1 

14°. P. Míer. Dos citas: 1». De su Apología 
(1805). Archivos deTezcoco ¡Utos como una 
montaña: todas las librerías de los aztecas: 
conflagración general por ñ\. Sr. Zumárraga 
y los misioneros. 2^. De su famosa Dher- 
tación sobre el apüstol Sto. Tomiís. Los mi- 
sioneros lo endiablaron todo, y quemaron 
liis bibliotecas. Hay otras cosas en el mis- 
mu autor, tan buenas como ístas [2], 



l'MnoIreccbuxHti 

rigne, il üt anísi _ ^ 

¡^rs des CordílUrts. pUndic VIL ed. in fol. pigSú. 

12) -Vb era tiempo de qa* lo^ seOorix oMspoa luibjc- 
mn escarmentado de tu jutclD predjiltHdo sotinjeHiisiiss 
pinturas mexicanas). ^¡ primer obispo de- Méxtoa s* le 
anilló que lodOsUa manuscritos simbólicos délos inifíot 
efan /¡guras inág,icaa.>iechicerias y dtmoníos. y s*hÍao 
tm dtber rftigioso it exterminarlos por si y pot tittdio 
iTe Icé HtiaiDneras, eníregaii-lo lí las llunias (odas ios li- 
brerlasdtìoSatteta»,àeìSf. • iwles írtllo ladeTezCueoqac 
era Ktt At^BSfselevantuh^ tan alta cumo una montütlt. 
ruando lie líriten de Xiiiiiiiiraga l¡< sacaran if ipieinar. 
V como loa indios rvhnclun ^us ninnuscrkua ú los eacdii- 
dian pura con serrar la hlsioriadc suníieion, se riilínn ins 

eiTado cela pnraquslosrobasenú san p&dreK, > de nqui 
vina lamiKrte de los9Íete nilhis tloictiUeclK reputailos 
mArtlres. Abí causd «te obispo A la luuiUiDy d larepú- 
bllcft literaria lina perdido laDirrepnrnble como fnmen- 
■in.- Apolomia, apaa Sioara/ta por D. J. Bl^utekhi üos- 
lAi-Eí fMonterev, 1876.4. •), páff-Sl. 

■ L^s espBflolés V mlaioneros empefiadoa en na ver sino 
■■' •"-'■'-1, (un eñ las cruces, luJu Ib endiiililaron ,aln 



15" D. Carlos M'', de Busl;imantc, que e 
cribió de 1810 & 1SI7. Iil bibliotecario ( 
Tescoco D. Alonso de Ayacatzìn "v-ìó qm 
mar el gran tesoro quc 61 custodiaba, y q* 
se lo arrancó el Sr. Obispo Zumárraga, paraj 
darlo al fuego como un depósito de nigtxi 
mancia [1]," 

16". M, Tcrnaux-Compans, 1840, dice qoi 
^e ha echado cn cara li Ziimárraga y :V loi 



rinte» provine iot, vpoi' haber quctuadg la* bibliotec 

inforni£ad><tc del vulf-o necio, qne entre los calúlicoi i ^ 

ria también denueí.[r>i creencia nn a relación endiabladas 

hicieron un» pepitoria inROporiable. Desde que ■ ' 

Roles llcKOron A Nuevii GapalUí y se vieron inccn! 

Itolli 6 leutli, dieron en que los tenían por dioaé^ y 
']e«tÉ. palabra los misioneros aplicada hasta Aloi 
l^ts<OMlt<>volv!« 6i6ii6à V áloiiít. '-Síiloylí de 

'MfÓn de ¿fneva EspaHalcoa el nombre de D.]o- 

a], [UQdres, ISia, 3 19 Bori Com. U. Apíndlce, p3r- 

iÈtm. SBplemento al llb. lU, pAe. XXVI. 

—•■o seeacrtbifl la obra dd P. Sahagon, dice 

n en aa BlblMuca Hispano Americana |pa- 

o en doce Efandes volflinenes cn papek da 

iD dibujos predoaOs y ñBDra», negiin In escrliura 
. que iiaa:ban los mCxii^nDs; obra qae iehío ha- 
to bunortal; pero qne habiendo costado al autor idu- 
i.__^u _._„ 1 compnfletos decioü qac 




de la Idolat 



.,7ei5¿ 



í™o mismo 



1, por los MiU sa- 

Fií archive rode aquella ciudad i). Aloníode 
' " 'cJ qiuinaf tt gran tesoro qut él cíalo- 

,. arrancó al señor Ariobispo ZuinArra- 

aarlo at/Mcga como un iltpíülo ,le nieroman- 
_.'fC«IiiOí, por tamo, de este archivo preclosJtìmo 
. BtU Ikoy podíamos comprobar toda e^la historia,» 
'-^ :U fin dtllib, IV deSAHA&u.v, lom, I, paE.360, 



misioneros de su liempo l;i desirucción de 
todos los manuscritos mexicanos [1]. 

17°. Prcscott, Conquista de México, l^, edi- 
ción 1843. El primer arzobispo de México, 
cuyo nombre debe ser tan inmortal como 
el de Omar, recogió de cuantas paites pudo 
las pinturas y principalmente de Tezcoco. 
Reunido todo en forma de un monte, lo redu- 
jo d cenizas cu la plaza del mercado de Tla- 
lelolco. La soldadesca ignorante no tardó en 
imitar el ejemplo de su prelado; cuanto ma- 
nuscrito cala en sus manos era destruido sin 
reparo [lí]. 



lemps, la deitmcti 



te qui pouvak leur riinni-ipr leurs nneicnnes croyance».' 
Mémeirís. &o« tom, XVÍ, págr. I. 

m Texto originai. «AC Iho lime of the Hrrivul of the 
Spaniards, great quantilicEi of ihcsc mnnuscripts n-ere 
treasured up In the tounlrv. Numerous iiersonü wcre ora- 
pioTed in painting. atiJ ihc ulisiiiiLv .)( ili^ii iiperaiions 

leíy, thia wasminRlcd wiiu (ii;Ktr iiml iimior-Lln r.clin^^. 

ed anspiclon. Thcv wltil- IjuIi^iI un ,is tn Litri.- >.riillv, and 
mere regardeci In ihc ükIu ^^iili ilit iJul:. -.¡tul lemiilCi, us 
Ihoymbola of a pi:í,Iiltni suueistiliuii, llialiliust lie ei- 
tlrpated. Ttae lirsl iircliL'ishop ut' Mí:<ii:o, D. Juan líe Zu- 
mBimgn— a n;imc ihal !íhDi:]il be as imn-.onal :is ihat oí 

pedílÍy.froniTeicuco, ihemJíiLuliivaledcapitalinAna- 
nuac, and the eri^at deposliorv of ihe natloniil nrchive». 
Hethen causea them to be piltd up in a .■moniain-lieBP'i 



» had celebrai- 



— 25 - 

Mi." Al-dmAn,^Discrtncìoites, 18U. Dos ci- 
ntas: I.^ Destrucciún de templos, de ídolos y 
I de manuscritos: archivos de Tezcoco. 2." El 
[ Sr. Zumárraga destruyó todoslosmanuscri- 
í tos que pudo haber ;l las manos |]]. 



actiicve [wo more slg^nnl trlumplis, thun by th^ anníhllH- 
tion oísomany cnnouü monamínt^ oí human ínEt^nulty 
andlearoing!— Thennlette^cdsQldiE^swe^ellotlílowi^ilIli- 
- i_„^.i.-i ,— . n^very cTiurt and vo- 

cnliRhten- 



Catinjc toe examp 
lume wliich fell i 
ao that wheo che 

Iríais i>( clrlilxRtl 
ia. ea el primer 
que era de los ID 
redcneían del ni 
aquel día coniai 
oc la regmcriLcic 
trfa. Grande fuC 



l:iiivís.. fíislo- 



día dn ÙI, d U 
.,.. _ , ^as hermosos, qucrionao qiicLiíj ccm 

rcdenelOn del eflncro humano Mbla ti^nidti priiitlrii 



lutoridad y poder de Corti 






mpafladps de loi n 
jrsolcmniilHdqùr 



.. lìc&?Iban 

paraje en donde se habían reanido losldol 
tos de la superstición da los naturales, y c 
■no 113. ac ejecotaba prácücamence sobre 1 

tenido de cada veisicnlor «Nuestro Dios ri 

todo esta sujeto ft su voluntad. Los simulacros de la 
ro y piala, obra de la 



:n boca y no hablarán, tienen ajes ; 



dct misi 



. El 



habia cantado et ProfetE 



«rices 1 



■1 con- 
elelo: 

í,f£ 

.rtlllo 



los maehnchos de la escuela, después, de la ceremonia, con 
grita y alanzara Insultaban los restos mutilados del slmn- 
lacio, qnc por tantos siglos habían adorado sus abacios. 



- 26 - 

De estos aulores citaaos, no tomó el Sr. 
Sánchez todos los pasajes que hablan de la 
destrucción de antigüedades, y vamos á 
añadir algunos, sin tener la pretensión de 
haberlos agotado. 

Fr. Pedro de Gante, en carta que dirigió 
al Emperador con fecha 31 de Octubre de 
1532, dice que de seis aflos á esa parte había 
andado por varios pueblos 'visitando y tra- 



iiolo ante guleii st habían presentado en sacrificio tos 
cofOMitus kurneanles di ¡oi hombría, \ el manuscrito 

precioso mu coiiltiiia to': aiiaU'-de li ¡i trlou desde au 
iHmtgTacioii !¡ü 'ni I del A ¡a Ul 1 1 inlresaaeisá 

¡a'^ltantíi i l pesar de tos 

irtdiùaiii lili II aquellus 

JUnraa mi i »\ más lar- 

de el mal I I I pirarlo. re- 

tocicnil 1 1 I I III Icifuíposl- 

I ir lahiitona di. lodns 1 13 naciones 

s cteaqusllospueblOM Dí'^olacia- 

Si-I ¡iiJi'iT i.doCVSi" Zamarraga) tainbiín íca"= 
en el csceso de bu telo por la propiBUciiSn di la reliKÍSiit 
destra\ú eon el ma\or Liapeflo to& manustnlo^ hUtúHco^ 
de loB indios, > un escritor hnrlSHCO lia dicho que bcob- 
tumbrftda á ver brujas en Vizn>a, lo hablas parecido 
tambJCn bmjaa y encantoii loa geroffllficoa de loa alteen!. 
Segün ellos son de extraftoa y moiü^truoaos, no serla de 
admirar qnc los hubiera tañido por tales el buen obispo, 

siendo su objelu la propaeaciún de la reli 



teniendo e 






- 27 - 

bajando de destruir los ídolos v idola- 
trías (I).. 

Fr, Toribio de Motollnia refiere (trat. I, 
cap. 3] que «yendo la cosa adelante, para 
hacer las iglesias comenzaron [los indios] á 
echar mano de sus teocallis, para sacar de 
elios piedra y madera, y de esta manera 
quedaron desolados y derribados; y los ¡do- 
los de piedra, de los cuales había infinitos, 
no solo escaparon quebrados y hechos pe- 
dazos, pero vinieron ú servir de cimientos 
para las iglesias; y como había algunas muy 
grandes, venían lo mejor del mundo para 
cimiento de tan grande y santa obra. > En 
et mismo capítulo había dicho que i pesar 
de la conquista y de la venida de los reli- 
giosos, continuaban los sacerdotes en los 
templos sirviendo á los ídolos, hasta que en 
la noche del 1.° de Enero de 1525, en Tez- 
coco, «tres frailes espantaron y ahuyenta- 
ron á todos los que estaban en las casas y 
salas de los demonios, y esta fué la prime- 
ra batalla dada al demonio.» 

Trat. II, cap. 2, dice que los indios de Te- 
pepolco, A consecuencia de una plática que 
les hicieron los frailes, «quebrantaron todos 
los ídolos que tcnian v quemaron los teoca- 
llis.- 



{ti Carlas ilt ¡iidií<s,fííe.'J¡. 



- 28 - 

Mismo tratado, aip. 3, reíiere que !a se- 
ñora de Tctzitcpcc Irajo muchas cargas 
de ídolos, para que los quemasen. Y hay 
otras noticias semejantes. 

El P. Duran dice: 'V asi erraron mucho !os 
que con buen celo (pero no con mucha pru- 
dencia) quemaron y destruyeron al princi- 
pio todas las pinturas de antiguallas que 
tcnian.. (Pte. 11, cap. 78). 

Del P. Torquemada tenemoSj entre otras 
cosas, lo siguiente: 

• Se debe comenzar la historia de ellos 
(desde los primeros pobladores], lo cual ha- 
go yo, habiendo buscado su origen en libros 
que los naturales tenían guardados y escon- 
didos por el grande miedo que á los prin- 
cipios de su conversión cobraron á los mi- 
nistros evangélicos; porque como eran de 
figuras (y mal pintadas) enlcndian que eran 
idolátricos, y lOs quemaban todos, y por re- 
dimir algo de ellos no los manifestaban.» 
(Prólogo al libro II). 

De Istlilxochitl citil g\ Sr. Sánchez un so- 
lo pasaje en que se refiere la destrucción 
del ídolo 6 geroglifico de Tezcotzinco, y 
omitió todos lot. que tratan de la destruc- 
ción de manascritos. Veamos lo que he en- 
contrado. 

•Porque tenían para cada génTo sus es- 
critores, unos que trataban de los añajes, 



— 29 — 

miendo por su Orden las cosas que acae- 
cían en cada un aflo, con dia, mes y hora: 
otros tcnian á su cargo las genealogías y 
descendencias de los reyes, señores y per- 
sonas de linaje, asentando por cuenta y razón 
los que nucían, y borraban los que morían, 
con lo misma cuenta. Unos tenían cuidado de 
las pinturas de los términos, límites y mojo- 
neras de las ciudadcS) provincias, pueblos 
y lugares, y de las suertes y repartimiento 
de las tierras, cuyas eran y a. quién perte- 
necían; otros de los libros de leyes, ritos y 
ceremonias que usaban en su infidelidad; 
3' los sacerdotes de los templos de sus idola- . 
trias V modo de su doctrina idolátrica y de • 
las fiestas de sus falsos dioses y calendarios;. 
y finalmente los filósofos y sabios que te- 
nían entre ellos, estaba á su cargo el pintar 
todas las ciencias que sabían y alcanzaban, 
y enseñar de memoria todos los cantos que 
obscr\'aban sus ciencias ú historias; todo lo 
cual raudú el tiempo con la caída de los re- 
yes y señores, y trabajos y persecuciones 
de sus descendientes, y la calidad de sus 
subditos y vasallos. No tau solamente no 
se prosiguió lo que era bueno y no contra- 
rio á nuestra santa íé católica, sino que lo 
más de ello se quemó inadvertidamente por 
urden de los primeros religiosos, que fué 
uno de los mayores daños que tuvo ésla 

T. II.-A 



Nueva España, porque en ciudad de Tezco- 
co estaban Ion arcltivos reales de todas las 
cosas referidas, por haber sido la metrópoli 
de todas las ciencias, usos y buenas costum- 
bres; porque los reyes que fueron de ella 
se preciaron de esto y fueron los legislado- 
res de este Nuevo Mundo; y de lo que se 
escapó de ¡os incendios y calamidades refe- 
ridas, que guardaron mis mayores, vino á 
mis manos, de donde he sacado y traducido 
la historia que prometo, aunque al presen- 
te en breve y sumaria relación, alcanzada 
con harto trabajo y diligencia de entender 
la interpretación y conocimiento de las pin- 
turas y caracteres, que eran sus letras, y la 
traducción de los cantos, en abrazar su ver- 
dadero sentido.» [Prólogo de la Historia 
Chichimeca] . 

"Y no pongo de lo que ello fué, de las mil 
partes las novecientas, por excusar volu- 
men, como tengo dicho, y porque son tan 
c.vtraiias cosas y tan peregrinas y nunca oí- 
das, sepultadas y perdidas de la memoria de 
los naturales, y lo otro por haberles que- 
mado al principio sus historias, que esta ha 
sido la principal causa de su olvido." í'^'''''^" 
r/o/íí'í.apud Kingsborough, tom, IX,pág. 334). 

"Estas y otras muchas cosas alcanzaron 
los tultecas desde la creación del mundo y 
asi basta nuestros tiempos, que como tengo 



- 31 - 

dìcho,porexcusai'pi"olÌjid;idiiost' ponen, se- 
jrun en sus historias y pinturas pare ce, princi- 
palmenlede la original, digo de las cosas que 
seleshayapinturaé historia, que todo es cifra 
en comparación de las histories que mandó 
quemar el primer arzobispo que fué de Mé- 
xico." (Id; pág, 322. Poco antes, en la iiüs- 
nia página, había dicho "que por haberles 
quemado sus historias no se han podido sa- 
ber ni alcanzar más de lo que aquí se ha es- 
crito)." 

"ixtlilsochitl lo detuvo (á Cortés) y íué ;í 
Li mano, rogándole que mirase y se condo- 
liese de la gente miserable y sin culpa; y 
por mucho que hizo, todavía los tlaxcalte- 
crts y otros amigos que Cortés traía saquea- 
ron algunas casas principales de la ciudad, 
V dieron fuego á lo más principal de los pa- 
lacios del rey Nezuhualpitzintli, de tal ma- 
neraque se yHe^Hiiwon TODOS ios aí'c//(ü(j5»'Crt- 
les de TODA la Nueva España; que fué una 
de las mayores pérdidas que tuvo en tierra, 
porque con esto toda la memoria de sus an- 
tiguallas, y otras cosas que eran como es- 
crituras y recuerdos, peyecicron desde este 
tiempo." (Historia Cfticliimcat , capitulo 91). 

"Y asimismo nadie se acuerda délos acul- 
huas tezcucanos, y los señores capitanes, 
aunque es todo una misma casa, si no es de 
Itt llucaliecas, los cuales, scgiin todos los 



- 32 — 

historiadores dicen, que más ;iinas venían á 
robar que A ayudar, como claro parece, que 
aun en la ciudad de Tezcoco y otras partes, 
que eran amigos y de la parte de los cris- 
tianos, robaron las casas, y especialmente 
los palacios de Nezahualpitzintli; y quema- 
ron los mejores cuartos que habia dentro 
de ellos, yjmrtc de los archivos reales, que 
fueron los primeros destruidores de las his- 
torias de esta tierra." (Horribles crueldades, 
pág. ;»). 

De Clavigero nos queda también algo por 
recoger. 

"No es mi intento dar aqui el catiUogo de 
todas las pinturas mexicanas que gesalvaroij 
del incendio de los primeros misioneros."^ 
{Tom. I, pág. 22, edición italiana: tom, U, 
pág. 307, edición de México, 1844). 

"Exagera (Robertson) la ignorancia de los 
conquistadores, y los estragos hechos en los 
momimentoshistóricos de aquella nación por 
la superstición de los primeros misione- 
ros. . , , No son pocas las pinturas históricas 
que se preservaron de las indagaciones de 
los primeros misioneros, sino con respecto 
al increíble número de ellas que antes ha- 
bia, como se vé en mi historia, en la de Tor- 
quemada y en otros muclios escritores. . . . 
Cuando los misioneros hicieron el lamen- 
table incendio de las pinturas, vivian mu- 



chos hiatoriudoros acoUiuas, mexicanos, te- 
panecas, tlaxcaltecas, &c., los cuales se apli- 
caron á reparar aquella pérdida, como en 
parte lo obtuvieron, ó haciendo nuevas pin- 
turas, ó sirviéndose de nuevos caracteres 
que habían aprendido, ó instruyendo ver- 
balmente á los mismos predicadores acer- 
ca de sus antigüedades. . . , Es, pues, abso- 
lutnnientc falso que se perdiese de un todo 
la noticia de los hechos antiguos." (Tom. I, 
pág. 19, edición italiana: tom. II, pág. 306, 
L-dición de México). 

"Seria de muclio precio para nosotros te- 
ner mayores noticias acerca de esta materia 
(la teg¡slacii'>iij pero la deplorable pér- 
dida do la mayor parte de sus pinturas y de 
algunos preciosos manuscritos de los pri- 
meros españoles nos ha privado de tales lu- 
ces." (Tom. IT, pág. 137, ed, ital.; tom. I, pás^. 
L¡i;[, ed. de México). 

A las dos citas de la Apología drl P. Wier 
se podrían añadir otras, tanto del mismo es- 
crito, como de las Cartas ti Muños, impre- 
sas en el tomo 111 de la Colección de Docu- 
mentos pnru la Historia de la Giirrrtí ríe In 
dcpfiiiifiicia de Mi'xico (1S7'I); pe. .i -.rrúi inú- 
til, como veremos lue^ü. 

Debemos t-iiar ahora otros autores, no 
jnencionados por el Sr. Sánchez, y que tra- 



- 34 - 

tan, más ú menos, de la destrucción de an- 
tigüedades. Para que más fácilmente pueda 
formarse de todos una sola serie cronológi- 
ca, los marcamos con números y letras: 
aquellos corresponden á los de la primera 
serie, y juntamente con las letras, indican 
cómo deben intercalarse en ella. 

2 a. Fr. Martín de Valencia y otros misio- 
neros, en carta al Emperador, 17 de Noviem- 
bre de 1532, dicen: «Ños repartimos por las 
provincias más populosas, derribando innu- 
merables cues y templos donde reverencia- 
ban sus vanos ídolos y hacían sacrificios hu- 
manos sin cuento,» — 'Fechos (los niños in- 
dios) maestros é predicadores de sus padres 
y mayores, discurren por la tierra, descu- 
briendo y destruyéndoles sus ídolos, y apar- 
tándolos de sus vicios nefandos, y A veces 
su vida corre peligro [1].> 

2 b. En im códice del siglo XVI que poseo, 
y que suele citarse con el título de Libro de 
Oro, puesto posteriormente en su portada, 
hay una relación escrita al parecer por los 
religiosos franciscanos, hacia los años de 
1530 á 34. Por desgracia el copiante era un 
torpe que corrompió bárbaramente su ori- 
ginal y dejó imichas palabras en blanco al 
principio. A esto se agrega que el pasaje 

|1] Ca¡ ías de ludias, píe. á5, 66. 



— 35 — 

ú nuestro ¡isunto se cncucnti'ii en la 
hoja de! cOdicc qui: como es natu- 
ral ha sorrido más que Iíls otras el estrago 
del tiempo, y tiene Jestruído el ángulo in- 
ferior externo, con detrimento del texto. 
Con algt'm trabajo puede leerse lo siguiente: 
• Muchas razones hay por que nos ha sido 
dificultoso saber la verdad del origen de es- 
tas gentes si se ha podido alcanzar si que- 
remos tomarlo de lenjo, y aun en lo que se 
acuerdan é tienen escrito en sus libros por 
figuras ó carateres hay variación é muchos 

infinitos errores y engaños del demonio 

como los gentiles demás naciones cuyas fá- 
bulas están escritas é se leen cada dia: lo 
uno porque al principio no tenian (escritu- 
ra) ninguna ni otra memorativa que se acuer- 
den: lo otro porque después que ya ovo es- 
critura (noj fué perfecta, sino careteres é 
figuras: lo oiro porque los que escribieron 
las cosas antepasadas no era otro Moisén; 
í ya que humanitmente luesen buenas per 
fsonasj 6 tuviesen (injtento de saber y es- 
cribir la verdad, esta verdad cfraj puta- 
tiva, que pensaban que todas. . . ,1o que el 
dt^monio liabia sembrado en estas partes, 
que es cosa de espanto pensar. . . .mas es- 
CT(iiurasJ los ritos y cerimonias 6 servidiim- 

brc que tenian al demonio escritores ú 

letrados ú como les diremos que entienden 



I bien 



- 36 - 



bien tst son muchos. , . .los mAa, y oíros 

mostrarse, é los libros. , , .quema- 
dos, que como les hemos destruido y que- 
mado asaz orna. . . .del demonio, ú todo lo 
que es cerimoni ático é sospechoso quema- 
mos y. . . .cada dia é les amenazamos si no 
lo descubren, agora que lespedf^í'»íos //'Jbros, 
si algunos tienen excúsanse con decir que 
ya son quemados (que para) qué los quere- 
mos é les preguntamos con intento de re- 
prehéndenos lo.s libros hay entre ellos 

que no son reprobados, así como los file la) 
cuenta de los años, meses é días, é lo.s de 
los añale.s, aunque sieftnprcj hay alguna co- 
silla sospechosa. Otrosí hay reprobados que 
son los (de las) idolatrías é de sueiíos; é uno 
de una manera é de buena ven(íiira) que ti- 
ra A estrolagia, pero muy falsa y escura de 
entender, nunca la he acabado de entender 
. . . .todavía hemos habido algunos libros 
que tocan á nuestro propósito, é cotejados 
unos con otros, é preguntados los unos con 
los otros de los que más saben y hemos po- 
dido .saber, diremos lo que mas averiguado 
ha sido después que se acuerdan 6 tienen 
figurado por caretcres, dejando lo que es 
error y engaño del demonio, lo cual pensa- 
mos ser asi jí lo menos desde el tercer se- 
ñor de la linia llamada de los de culhun de 
do deciende el dicho Moterzuma, veinte y 



— 37 - 

seno señor desta linaje, según de que 
fe irá declarando, Ni nos hemos de mara- 
villar que haya pareceres en las cosas de^ 
tan lejos, pues vemos en nuestra España 
libros impresos, de católicos varones escri- 
tos, que se contradicen, é aun en vidas de, 
santos.» 

3 a. En la carta que los señores obispos 
dirigieron al Emperador el 30 de Noviem- 
bre de 1537 le dicen que los naturales usa- 
ban todavía sus ritos, idolatrías y sacriíi-* 
cios. para lo cual se iban á sus templos «que 
aun del todo no estaban derrocados;» , y que 
en los que sr hablan destruido en los tres 
meses anteriores, se habían encontrado ído- 
los. Creen que mientras no se acaben del 
todo los templos no cesará la idolatría, y 

ir lo mismo piden facultad sarà destruir- 

' y quemay ion ídolos, ( Apéndice, pág. 91). 

Emperador, en respuesta (23 de 

[osto de 1538Ì, encarga que se derriben 

los templos sin escándalo; que la piedra de 

ellos se lome para las iglesias, y que lo»l 

ídolos Sf quemen. 

4 a. Er. Gerúnimo Román, agustino (Re- 
ptibika^ lid Mundo, 2.^ parte [Medina del 
Campo. ir»75, fol.]: República de los Indios 

identales, lib. II, cap. 16, £ol. 402), dice: 
.Ibros tuvieron, porque consus pinturas, 
mímalos y á veces de árboles, 
T. if , -:< 



i 



que hacían el oficio de nuestro a b c. y cier- 
to fuera una cosa principal y notable si los 
tuviéramos; lo cual se pudiera haber hecho 
íacilísimamente, si ciertos padres dominicos 
no los hubieran hecho quemar, diciendo que 
aquellos traían perjuicio á la conversión de 
los indios, como si no pudieran guardarse 6 
enviarse íi España, para quitar aquel incon- 
veniente.» 

5 a. Juan Bautista Pomar, descendiente 
bastardo de los reyes de Tezcuco,fué el en- 
cargado de contestar, por lo respectivo á 
aquella ciudad, el interrogatorio de noticias 
estadísticas que Felipe II repartió por todos 
sus dominios. En esa respuesta (1582), que 
aun permanece manuscrita, dijo; 

•Demás de esto faltan sus pinturas en que 
teniansus historias, porque al tiempo que 
el Marques del Vaile D.Hernando Cortés, 
con los demás conquistadores entraron la 
prirhcra vez en ella, que habrá sesenta y cua- 
tro años, poco más ó menos, se las quema- 
ron en las casas reales de Nezahualpitzintli 
en un gran aposento, que era el archivo ge- 
neral de sus papeles, en que estaban pinta- 
das todas sus cosas antiguas, que hoy dia 
lloran sus descendientes con muchp senti- 
miento, por haber quedado como á oscuras, 
sin noticia ni memoria de los hechos de sus 
pasados; y los que hablan quedado en po- 



- 39 --. 

der de algunos principales, unos de una co- 
sa y otros de otra, los quemaron de temor de 
D. Fr. Juan de Zumárraga, primer arzobis- 
po de México, porque no les atribuyese á 
cosas de idolatría, porque en aquella sazón 
estaba acusado por idólatra, después de ser 
bautizado D. Carlos Ometochtzin, hijo de 
Xczahualpitzintli, con que del todo se aca- 
baron V consumieron.^ 

5 b. En la Relación del viaje de Fr. Alon- 
so Ponce, 1581 (tom. II, pá^>-. 392), se lee: 

'Estas letras v caracteres no las enten- 
dian sino los sacerdotes de los ídolos [i{U(^ 
en aquella IcngUíi se llaman Alikines] y al- 
gún indio principal; después las entedieron 
y supieron leer algunos frailes nuestros, v 
aun las escribían; y porque en estos libros 
habia mezcladas muchas cosas de idolatría, 
los quemaron casi todos, y así se perdiu la 
noticia de muchas antiguallas de aquella tie- 
rra, que por ellos se pudieran saber.» Esto 
se refiere á Yucat¿ln. 

6 a. En la Historia Eclesiástica Indiana, 
de Fr. Gerónimo de Mendieta, se habhi mu- 
chas veces de la destrucción de antigüeda- 
des. En el lib. II, cap. 14, tratando del ca- 
lendario, dice: 

«Este calendario sacó cierto religioso en 
rueda con mucha curiosidad y sutileza, con- 
íonniíndolo con la cuenta de nuestro calen- 



dario, y era cosa bien de ver: y yo lo vi y 
tuve en mi poder en ima tabla más ha de 
cuarenta años en el convento de Tlaxcala. 
Mas porque era cosa peligrosa que andu- 
viese entre los indios, trayéndoles á la me- 
moria las cosas de su iníidelidad y idolatría 
antigua (porque en cada dia teniansu fies- 
ta y ídolo á quien la hacían, con sus ritos y 
ceremonias), por tanto, con mucha razón íué 
mandado que el tal calendario se extirpase 
del todo, y no pareciese, como el dia de hoy 
no parece, ni hay memoria de él. Aunque 
es verdad que algunos indios viejos y otros 
curiosos tienen aún al presente en la memo- 
ria los dichos meses y sus nombres. Y los 
han pintado en algunas partes, y en parti- 
cular en la porteria del convento de Cua- - 
linchan tienen pintada la memoria de cuenta 
que ellos lenian antigua con estos caracte- 
res ó signos llenos de abusión. Y no fué 
acertado dejárselo pintar, ni cb .icertado 
permitir que se conserve la tal pintura, ni 
que se pinten en parte alguna los dichos ca- 
racteres. > 

En el cap. 20 del lib. IH, refiere la des- 
trucción de los templos. Diú causa inmedia- 
ta á. ello, ver los religiosos que los indios 
conLínnaban con sns idolatrías, y los minis- 
tros permanecían en los templos celebran- 
do las antiguas ceremonias, y aun haciendo 



~ 41 " 

sacrificios iiumanos en lugares secretos. 
Pensaron entonces que aquellas abomina- 
ciones no tendrían término mientras no fue- 
sen destruidos los edificios en que se ha- 
cían, y al efecto comenzaron el 1." de Enero 
de 1525 por el templo de Tezcoco, siguiendo 
con los de México, Tlaxcala y Huexocingo, 
& cuya destrucción ayudáronlos indios con- 
vertidos. Añade que algunos españoles re- 
probaronelheclio, diciendo que habíasido te- 
meridad, y que no se podía hacer à los in- 
dios "con buena conciencia aquel daño en 
sus cditicios que les destruyeron, y en las 
ropas, atavíos y cosas de ornato de los ido- g 
los y templos que ¡lUt se abrasaron y por- * 
dieron." 

En los capítulos 22 y 23 dice que á pesar 
de la destrucción de los templos, todavía los 
sacerdotes y los principales se reunían ocul- 
lamente para sus ceremonias, y conserva- 
ban multitud de ídolos escondidos, colocán- 
dolos & veces detrás ó al pié de las cruces, , 
para adorarlos, fingiendo dar reverencia A 
la cruz, 

En cl capítulo 33 confirma lo que Motoli- 
nia dice: que A consecuencia de las predica- 
ciones de loa frailes, los indios mismos que- 
braban los ídolos y levantaban cruces. 

Según el libro IV, cap. 5, Fv. Pedro de 
las Garrobillas "quitú los abominables sa- 



- 42 - 

orificios de Zacalula y le acaecia en im día 
quebrantar mil ídolos/' De Fr. Juan de San 
Francisco cuenta que juntó en Tehuacán 
muchos é hizo que los indios los quebra- 
sen (lib. V, parte l.'^, cap. 3S). Lo propio 
hizo Fr. Alonso Rengel entre los otomíes 
dejilotcpccy Tula (cap. 40). Y en Guate- 
mala, coìitabaìi los achíes, que tenían pinta- 
das ciertas historias de sus antiguallas, y 
que los frailes se las quitaron y quemaron, 
teniéndolas por sospechosas (lib. IV, cap. 
41). Un indio otomí dijo á Fr. Diego de Mer- 
cado, que hubo un libro antiguo de doctri- 
na, y en él pintadas muchas cosas confor- 
mes con lo que los misioneros predicaban; 
pero que se había podrido debajo de tierra, 
donde le ocultaron los que le guardaban 
cuando vinieron los españoles. (Mismo ca- 
pítulo.) 

10 a. Fr. Francisco de Burgoa en su Geo- 
gráfica Descripcióii, 1674 (pte. I, cap. 28), 
cuenta la destrucción de ídolos que hizo Fr. 
Benito Fernández en la Misteca. Señalada- 
mente en Achiutla descubrió un adoratori© 
lleno de ídolos, sobre piedras manchadas to- 
davía con sangre humana, y entre ellos el fa- 
moso llamado '^corazón del pueblo,-' hecho de 
*'una esmeralda (chalchihiiül) tan grande co- 
mo un grueso pimiento de esta tierra: tenía 
labrado encima una avecita ó pajarillo^ con 



írandísimo primor, y de arriba ab.'ijo enros- 
cada una culebrilla con el mismo arte: la pie- J 
dra era tan transparente, que brillaba desde! 
el fondo, donde parecía como la llama de| 
una vela ardiendo." Aunque hubo quiei 
oíreciera tres mil ducados por aquella alha- ' 
ja, el misionero preliriiJ destruirla. 

10 b. A fines del mismo siglo XVII, apa- 1 
rece el viajero italiano, Gemelli Carcri, eca i 
de D. Carlos de Sigüenza y Cóngora, con- 
tando también la destrucción de las pin- 
turas. En su Giro íiel Mondo, pte. VI, lib. I, ' 
cap. 6, hay esto: "Puede ciertamente decir- 
se que no hay otras semcj'antes en toda la I 
Nueva España (habí» de las pinturas que. í 
poseía Sigüenza), pues cuando llegaron los I 
españoles quemaban en todas parles ctian- 
las encontraban, porque Wéndolas sin le- 
tras y con tantas figuras diversas, las tenían ' 
por supersticiosas. Después acabó de exter- 
minarlas Monseñor Sittnarica, primer obis- 
po de México, quien hizo asimismo quebrar 
muchos ídolos antiguos." "Había en la cima 
de ella [lapirámide de Teotihua can i| un gran- 
dísimo ídolo de la luna, hecho de piedra muy 
dura, .aunque groseramente labrado; pero 
después Monseñor Sumarica, primer obispo 
de México, lo mandó quebrar, y hasta hoy 
se ven tres grandes pedazos al pié de la pi- 
rámide." [Lib. n, cap. Sj. 



r 



- 44 - 



El historiador Veylia se queja tam- 
biéu de "aquellos fatales incendio.^, que los 
primeros religiosos y prelados, movidos de 
buen celo, pero faltos de instrucción, liide- 
ron de consideiable número de éstaí. pipzji 
históricas y monumentos antiguos, cuyas fi- 
guras simbólicas y geroglificos les parecie- 
ron ídolos y simulacros de su falsa religión, 
y sin esperar á instruirse de quien pudiese 
darles la verdadera inteligencia de lo que 
eran, los condenaron A las llamas. ... Y fi- 
nalmente de las pocas reliquias que esca- 
paron de los incendios, han sacado sus his- 
torias y relaciones los autores nacionales, 
que éstas hubieron de sus padres y mayo- 
res que las habían ocultado. (Lib.I, cap. 26), 
12 b. El P. Jesuíta Cavo, enans Tres Si- 
glos de Mdxko (año 1522), dice: 'Cortés con 
sus soldados, movido de religión como otras 
veces había hecho, declaró la guerra á los 
ídolos de los mexicanos; y con 'este pretexto 
aquellos hombres ignorantes destruyeron á. 
sangreyfuego todo lo que juzgaban tema al 
guna relación á las supersticiones de aque- 
llas naciones. Entonces los códices mexica- 
nos, aprcciables, así por las materias de que 
trataban como también por la lindeza y colo- 
res con que estaban pintados, fueron pábu- 
lo del fuego; y si algunos individuos de aque 
Has naciones amantes de sus ritos, historias 



m 



- 45 - 

I y ciencias no hubieran ocultado algunos, ci 
J riesgo lie perder quisa la vida, careceria- 
kaaos de estos monumenlos: pérdida que los 
F- literatos lloran, por el detrimento que aque- 
llos conquistadores con celo de piedad cau- 
saron á las artes y ciencias, pai'ticularmente 
ii la historia natural y astronomia en que se 
señalaron los mexicanos,- 
12 c. Et P. Lino Fábrega ü Fabregat, üc 
\ 'la misma Compañiaj en su Explicación del 
YCÓdice Borgiaièo, MS. § 16, 17J, habla de los 
■<4uc escribieron de antigüedades, y añade: 
i«Este se creyú el medio de reparar en p:ir- 
L-fe la pérdida de monumentos entregados ;i 
las llamas por la ignorancia militar, y por 
3 celo mal entendido de ios primeros mi- 
^ioneros.» 

14 c. Viene ahora un autor que cual nin- 
gún otro nos da pormenores de los incen- 
dios, y tal parece que los presenció. Es D. 
rlgnacio Cubas, director que fué del Archi- 
fvo General. En el Registro Trimestre, pe- 
Iriódico que se publicaba aquí en 1832 y 33, 
Wy un escrito suyo, del cual lomárnoslo si- 
:uíente (lom. I, página 197): 
"Estas conjeturas quiméricas no hubieran 
Ldado A. sus autores el trabajo de formarlas. 
^I una providencia que dictó el indiscreto 
¡elo del Sr. Zumárraga no hubiese conde- 
T. 11-6 



nado al fuego las bibliotecas de los reyes y 
emperadores mexicanos. 

"Este venerable prelado viú en los carac- 
teres simbólicos de la gentilidad pintadas 
culebras, sapos y monstruosas figuras idea- 
les que creyó eran instrumentos de los sor- 
tilegios y brujerías que trataba de extinguir 
en este pais, y para ello nada juzgó más ;í 
propósito que mandar quemar la biblioteca 
que existía en donde hoy está el colegio de 
franciscanos de Santiago Tlatelolco, y la 
de historia situada en donde ahora es calle 
de Santa Teresa. 

"Esta operación duró tres meses, y fué 
practicada en un solar situado en un local 
que ocupa ahora la iglesia de la Santísima: 
allí en una voraz hoguera perecieron al im- 
pulso de llamas descubrimientos y secretos 
que no alcanzó la culta Europa. AHÍ se nos 
privó de tener inteligencia de empíricos que 
curaban á la humanidad afligida en sus do- 
lencias, y fuimos condenados á ignorar para 
siempre el modo de labrar los pedernales 
con una confección de yerbas, de qíte re, 
sultabaun líquido corrosivo que prodiicía 
en la piedra el efecto que hace el aguafuer- 
te en el acero. Allí pereció el modo de ex- 
traer simplemente la plata y el oro, sin ne- 
cesidad do los costosos ingredientes que se 
emplean en esta operación. Allí se perdie- 



^ 17 - 

ron las munuras de soldar estos metales, 
sin auxilio de otro, y e! de librarlos de oxi- 
darse, y allí se perdieron inteligencias que 
convenía sepultar, para no desmentir el con- 
cepto de bíirbíiros con que se caracterizó A 
estos in(Jfgen;ts,S quienes consiguieron aco- 
bardar y casi embrutecer con la miseria, los 
^qltrajes y la esclavitud." 

Tiempo es ya de corlar esta serie de ci- 
¡as, demasiado larga para la paciencia del 
"lector, y sin hacer caso de otros autores mo- 
dernos, de poca ó ninguna nota, terminaré 
con mencionar la grande obra de Bancroft 
^The Native Races of ¡he Pacific States oj 
Iforth America (ISTl-Tfil, en cuyo tomo II, 
l^g. 525, se lee: 

" "La destruccitìn de los volúmenes paga- 
ios se juzgó necesaria para los progresos 
"e la Iglesia, y por consiguiente se ordenó 
f se llevó felizmente i cabo bajo la direc- 
Ion délos obispos y sus subordoninados. 
Bl más fanático de estos destmctorcs de la 
Íteratura de un Nuevo Mundo fué Juan de 
SEumiirraga, que hizo una luminaria pública 
1 los archivos indígenas. La circunstan- 
^a, ya mencionada, de que loy anales de la 
taclon so consen'aban reunidos en unas 
iuantns ciudades principales, facilitó com- 
«rativamcntc la tarea deZumárraga y sus 
ioírades, y todos los registros más impor- 



tantes, probablemente con muy pocas ex- 
cepciones, fueron aniquilados." 



Tiene aquí el lector treinta y tres autores, 
los cuales parecen bastantes para juzgar al 
presente la cuestión. Tal vez aparezcan 
otros que vengan á ilustrarla más, 6 á deci- 
dirla; á ellos me sujetaré, siempre que lo 
merecieren, y reíormarú mi juicio (si fuere 
menester), pues stilo busco la verdad. En- 
tretanto esto no suceda, forzoso es atener- 
nos á los autores conocidos; de ellos hay mu- 
chos que desccliar, ya porque no gozan de 
autoridad alguna, ya porque deben refun- 
dirse en otros, y es el único modo de des- 
pejar el terreno parasalir de este laberinto. 

Al examinar las pruebas históricas con- 
viene tomarlas en orden retrogrado, comen- 
zando por los autores m;is modernos, para 
remontarse poco ;l poco hasta las fuentes 
primitivas. A los que no fueron contempo- 
nineos de los hechos que refieren, ni alcan- 
zaron á oirlos de aquellos, no se les puede 
dar mSs crédito que cuanto merezcan los 
documentos que consultaron. Si no pudie- 
ron ó no quisieron citarlos, no deben que- 
jarse de no no ser creídos por su simple 
dicho. Y si los citaron, ;í ellos dcbemas acu- 



- 49- 

ídir, yno á lus autores de segunda mano. 1 
^■Esto supuesto, comencemos nuestra revistàJ 

El primero que se meprcsenlaes Mr. Bate 
croft, corresponsal y amigo. Dueño de 
rica colección de libros y documentos am^ 
ricanos, se valíú de ellos para formar si 
obra, fruto de un inmenso trabajo. Abare! 
más de lo que su título promete á primera 
vista, porque trata de todas las naciones del 
continente americano septentrional que lie^ 
ne costas en el Mar Pacífico, y de Méxicoq 
por consiguiente. El principal mérito deli ' 
obra consiste en la puntualidad, con que s 
citan los documentos que sirvieron par^ 
formarla. Asi es que al pié del pas;ijc 
do arriba, era de esperara- que aparecie- 
ran autoridades suíicietiles en apoyo de \n 
dicho, Son once; 1.» Torquemada. 2.^ El 
Sr. Casas en su Historia Apalngéticn, cap, 
235: 3.» Irtlixocliit!, Historia C/iichiiiicca. A." 
Gama, Descripción ríe las dos Piedras. ^." 
Alamán. 6." Prescott, 7.'' Sahagun. 8." Cla- 
vigero. 9." Bus tamant e . IO." Humboldt. 11.» 
Wilson. Conqiicst of México. — Del capítulo 
de la Historia Apologética del Sr. Casas na- 
da puedo decir, porque no está entre los pu- 
blicados el fin de la Historia de las Indias, 
f no tengo el MS. No he incluido ni citado,™ 
I Gama entre los autores que hacen & nue! 

í propósito, porque súlo habla muy de -pú 



- 50 - 

SO del incendio de pinturas y detnicción de 
piedras. La autoridad de Wilson es contra- 
ria al intento de Bancroit, y me haría muy 
al caso, si algo valiera este eslravaganle 
escritor, pues niega rcdondameiilc* que hu- 
biera tal quemazón de manuscritos, por la 
sencilla razón de que no existieron, y lodos 
los que tenemos son fraguados después de 
la conquista. A los demás autores ya les ini 
llegando su turno. Me admira que Bnncroft 
asentara cosa.s tales con autoridades tan 
pobres. Se ve, pues, que mis bien se dejú 
llevar de la corriente que Ic conducía á don- 
de él gustaba de ir, y que no nos trae cosa 
de que podamos sacar provecho. 

Viene luego el Sr. Alaman, que merece 
todo mi respeto: alentó mis primeros ensa- . 
vos y le debi favores. Los pasajes que co- 
pia el 5r. Sánchez no están apoyados en 
ninguna cita; pero el primero viene eviden- 
temente de Torquemad.i (lib. XV, cap. 19; 
lib. XX, cap. 43), quien copió á Mendieta 
(lib. m, cap, 20; lib. V, pte. 1, cap. 38). AJ 
segundo pasaje no puede encontrarse orí- 
gen, porque no es más que la expresión de 
un juicio formado en virtud de la creencia 
general de los hcthos atribuidos al Sr. 2u- 
mürraga. Nada prueba tanto la fuerza que 
una repetición continua da al error, como 
que el Sr. AJarnan, persona tan entendida. 



-si- 
no lograra eximirse de él. Ya que tampoco 
encontramos nueva auioridacl, prosigamos 
nuestro ciunino. 

Siento mucho encontrarme con Prcscott, 
historiador distinguido, que me honró con 
su amistad y correspondencia; pero los fa- 
vores que le debí no pueden sobreponerse 
á los intereses de la verdad. Él, que de or- 
dinario se muestra tan escrupuloso en esco- 
ger y discutir sus autoridades, no se detuvo 
en soltar, con muy débiles íundamentos, 
una acre invectiva contra el obispo de Mé- 
xico y el fanatismo de los españoles. Esta- 
lla su ¡ndignaciún á propúsito de un fantas- 
ma que ¿I mismo quiso forjarse, Es uno de 
a¿)Ui^Ilos ■irr,irtques poéticos y declamato- 
rios que no escisean en su obra, y que si al 
principio deslutnbran, caen al primer golpe 
de la crítica, dejanda al autor en puesto in- 
ferior al que realmente merece. Citaálx- 
tliixochitl. Clavigero. Bustaraante y Salia- 
giin. 

No habría para qué hablar aquí de Ter- 
naux-Comp,ins, si el Sr. Sánchez no le hu- 
biera citado. Dijo simplemente que se ha- 
bía echado en cara al Sr. Zumárraga y ri 
los niisJOiieros la destnicción, y los discul- 
pa. No cita, ni era necesario, autoridad ai- 
gana. 
Siguiendo la serie inversa de los escrito- 



- 52 - 

res, nos encontramos con D. Carlos María 
de Buslamante. El lector rae permitirá, y 
tal vez rae agradezca, que descarte yo al 
escritor más apasionado y falto de critica 
con que nuestra historia h;i tenido la des- 
gracia de tropezar. Hace cuarenta anos ha- 
bría encontrado todavía quien le tuviese 
por autoridad en la materia: hoy es sabido 
que crej'endo lo contrario de lo que él dice, 
se corre poco peligro de errar. No sé cómo 
pudo el Sr. Sánchez traerle A colación: no 
le traer¿ yo, y por eso he omitido citar otros 
pasajes en que habló de la famosa destruc- 
ción, 

D. Ignacio Cubas, aunque fué director del 
Archivo General, no aventajaba, por lo vis- 
to, Á Bustamante en las prendas de historia- 
dor. Su minuciosa relación de la luctuosa 
quema trimesina de los archivos aztecas, 
más parece la de un testigo ocular, que la 
de un hombre que viví,^ tres siglos después. 
Cualquiera pensará, por lo menos, que tu- 
vo á l:i vista el catilíogo de aquellas des- 
graciad.!=: bibliotecas, pues le constaba que 
entre los jiipefes conservados en ellas ha- 
bía una colección de secretos raros de ar- 
tes y oficios. Con quó caracteres tenían ex- 
plicadas los indios tan maravillosas recetas, 
yo no lo sé; ni tampoco cómo fué que pose- 
yendo semejantes secretos, bastante cada 



- :i3 - 

lino para hacer la lomma de un hombre, no,¿ 
hubo nadie que ios conservara en la memo-^ 
ria y los pusiera en práctica cuan') ■ 'M 
Zumárraga y los misioneros utoi.iliMi laiiLo.j 
enipeño en que los indios usasen sus oficios . 
y aprendiesen los nuevamente introducidos , 1 
por los españoles. Sobre que Cubasno ere- , 
yó conveniente decirnos de dónde sacó sus i 
exquisitas noticias, descubre tal pasiiiii y 
tal falta de conocimiento de nuestra histo- , 
ria. que no puede quejarse de que contán- , 
dolé entre los visionarios de su tiempo, le -4 
pongamos cortesmentr A un lado y pasemos u 
á buscar cosa mejor. 

Dcsgraciadamunif tropezamos desde lue-, 
go con otra peor: el R. P. Dr. Fr. Servando ¡ 
Trrí^sa de Mier. Por respeto á su carácter 
sacerdotal no k> trato como merece un es-, 
crítor todo pasión, todo encono, todo igno-., 
rancia de nuestra histotia. Aventaja á Uus- 1 
(amante en odio ú los españoles 3' tenlHij| 
particular ojeriza ¡i los obispos. A sus ojosij 
el Sr. Zumárraga era reo de tres delitos J 
imperdonables, porque era español, fraile 4 
y obispo De su estil 1 pulcro y cortés nos, . 
da muestra el siguitiue pasaje d" sus Car-j 
/'/í á. Muíloz: «Le he de copiar á V. S. algu- 
nos párrafos (del edicto del Sr, Haro) para J 
que vea ciSmo desde Zumárraga que qu- J 
mó como figuras m:igii'-i^ loiltii las biblio- 




lecjà antis uaü del Anáhiuic. los ùbispus ile 
México esidii eu posesión lie rebustiar.'' 
(Pág. 154). Veamos ahora muestras de sü 
conocimiento de ta historia patina. Fr. Mar- 
tín de Valencia y sus compañeros llegaron 
en 1528, el mismo año que el Sr. Zumárra- 
ífa. A quien eligió el Emperador «por haber 
tenido buena mano en echar las brujas de 
Cantabria.» (Pág. 185). Creíamos que esta 
comisíún y el nombramiento de obispo vi- 
nieron del conocimiento que ya tenía del 
mérito del humilde fraile.— En itu mismo 
día del año de 1528 hizo quemar por medio 
de sus frailes 'todos los magníficos templos 
del Anáhuac, y al mismo tiempo sus volu- 
minosas bibliotecas.» {Pág, 190). Quemar 
es: pero gracias á Dios que ya supimos, po- 
co más ó menos, cuándo se verificó esa gran 
incineración de papeles. Largo debió ser 
aquel día del año de 1528, si alcanzó para 
destruir tanto, y grande la prisa que tt^aia 
el Sr, Zumárragap;i.a acabar con todolo 
azteca, pues llegad^» aquí á principios de 
Diciembre de aquel año, apenas tuvo tres 
semanas para organizar y llevar A efecto la 
campaña; y eso suponiendo que el día de que 
habla el P. Micr fuera el último del año. - 
1-0 mejor es que aun cuando el señor obis- 
po vino á fines de 1528, ya en 1525, con ilio- 
livo de las discordias entre los oficiales rea- 



ics, había salido con todo su dei"0 para 
nascala, cantando ci salmo In exìtu Israel. 
(Pag- 159).— Las cosas se pusieron después -H 
tan malas con el gobierno de la primera' 
Audiencia, que la segunda fué ¡I desembar^ 
car en Panuco. (Pág. 160). La verdad es que ' ' 
la Audiencia tomó tierra tranquilamente en. *B 
Veracruz.— El convento, como el colegio de 
Tlatélolco fué lo que íundú el Sr, Zumárra- " 
ga en 1534. (Pág. 1871. Ese obispo brttjero 
crefa en brujas, las veia por todas partes, y 
tenía presos indios por hechiceros. (Págs. 
190, 191, 194). Por supuesto que habría he- ' 
cho mucho mejor en permitir que esos em- 
baucadores anduvieran sueltos, ejerciendo 
libremente su oficio.— Cometió además el 
dolilo de escribir la historia de la Virgen de 
Aranzazu, y acerca de procesiones. ¡Pág. 
162). De la primera obra no hay otra noti- 
cia que ésta; y si la segunda, por cierto muy 
propia de un obispo, fué la única que cono- 
ció el P. Mier, adelantado estaba.— Los ni- 
ños tlaxcaltecas fueron muertos porque an- 
daban robando manuscritos á sus padres. 
(Apologia, pág. 40). No hay quien lai cosa 
diga: ídolos eran los que buscaban y des- 
trufan.— Después de lodo esto ¿.se pretende- 
rá que hagamos caso de lo que diga seme- 
jante escritor? 
Saludamos el nombre de Humboldt, el sa- 




I 



bio Uel siglo, íiutor de las Cartami A Varnha- 
gen von Ense. Con todo respeto rechaza- 
mos su autoridad, no apoyada en ninguiüi 
otra. Crea en buena hora, pero no hosha- 
;r, que el Sr. Zumárraga se empeñíl 
en acabar con las antigüedades de los pue- 
blos indígenas de América. Nadie ha incu- 
rrido, sino él, en tan monstruosa exagera- 
ción. 

El P. Cavo, de la misnía escuela que Cla- 
vigero, atribuye la destrucción de antigüe- 
dades y manuscritos A los conquistadores, 
no á los misioneros. Sin embargo, cita el 
famoso pasaje de Torquemada {lib. III, cap, 
6) en que nada se díte de los conquistado- 
res. Respecto á Cortés, hallo que se le acu- 
sé de lo contrario en su Residencia. El tes- 
tigo Rodrigo de Castañeda declara que 
cuando los frailes de S. Francisco andaban 
por la tierra y en la comarca de México 
quemando cues, D. Hernando Cortés 'decía 
que para qué los habían quemado, que me- 
jor estuvieran por quemar, y mustró tener 
grande enojo, porque queríi que estuvie- 
sen aquellas casas de ídolos por memoria,» 
De los soldados dudo mucho que se ocupa- 
ran en buscar y destruir papeles: otra cosa 
buscaban. No creo que debamos tener en 
cuenta el testimonio de un autor tan poste- 
rior á los sucesos; que cita al que no dice lo 



pe el, y nos cuenu una cosa tan nueva co- 
mo infundada. 

En cuanto al P. Fábrega, ya se advierte 
que no estudió detenidamente el punto, sino 
que expresó de paso lo que entonces corría 
generalmente; pero sin culpar al Sr. Zumá- 
rraga. 

Muy digTios de aprecio son los trabajOb 
de Veytia; pero como no es más que un 
nuevo redactor de Ixtlibtochitl, con ¿1 le 
juntamos, y no forma autoridad por sí. 

La de Clavigero ha gozado de gran cré- 
dito. Sin embargo, es un hecho que sus sen- 
tidas quejas de la destrucción de las pintu- 
ras no traen cita particular: bien puede pen- 
sarse que vienen de Torquemada é Ixtlilxo- 
chitl, que son las fuentes principales de su 
obra. Por otra parte, es patente en ella la 
admiración que despertaba en el autor todo 
lo azteca, y el poco aprecio que le merecían 
los primeros misioneros, por más que á ve- 
ces asegure lo contrario. Algo de esto su- 
cedía Á sus compaiicros Acosta y Cavo. No 
quiero explicar esa conformidad; me basta 
con notarla. Clavigero, siguiendo las ideas 
que entonces dominaban en Europa, ponde- 
ró y encareció la destrucción siempre que 
pudo, y admitió la supuesta destrucción de 
los archivos de Texcoco por los primeros 
religiosos; sin perjuicio de reñir con Ro- 



58 - 




bertson porque dijo que las pinturas esca- 
padas á la destrucción valían bien poco, y 
de sostener -que exajera la destrucción 
causada por la superstición de los misione- 
ros, > y que -«o son pocas las pinturas esca- 
padas á aquella busca.' Ya hablaremos de 
estas contradicciones; ellas bastan para co- 
nocer que Clavigero no sujetó sus asevera- 
ciones al crisol de una crítica severa, sino 
que, como todos, siguió la corriente gene- 
ral. 

No quisiera hablar de Robertson, y me 
contentaría con desecharle, sin más cere- 
monia, si no fuera porque el Sr Sánchez le 
cita. No merece crédito ni debe citarse el 
testimonio de un autor comparativamente 
moderno, extranjero y protestante, que qui 
so abarcar un campo más extenso que el de 
sus propias facultades. Su furibundo ata- 
que contra el Sr. Zumárraga, algo atenua- 
do en la traducción del Sr. Sánchez, descu- 
bre su ligereza y preocupaciones, pues se 
funda únicamente en citas de Acosta y Tor- 
quemada, siendo asi que el primero nada 
dice del Sr. Obispo, y que en el segimdo 
faltan pormenores, como el del edicto, que 
Robertson puso de su cabeza para enne- 
grecer el cuadro. 

Detrás de Gemelli veo A Sigiienza, y á no 
ser por eso dejara yo también en blanco al 



- 39 - 

L viajero italiano. No era poco el saber de SL] 
giienza, pero se fiaba mucho de Ixilil 
chitl, á lo que parece, y participaba un p( 
co del carácter visionario que suele ser pa- 
trimonio de los anticuarios. Ahi está su Fé 
m'x de Occidente. Era también colector, yi 
estos no son omisos en el empeño de real- 
zar el mérito de lo que poseen, ponderando; 
Xa. destrucción de lo demás. Ni Sigüenza ai. 
Gemelli son autores contemporáneos; tam- 
poco pudieron alcanzará los que lo fueron.. 
Están en la clase de autores de segunda ó' 
tercera mano, y no dicen en qué fuentes be- 
bieron sus noticias. 

El P. Burgoa no habla, en el pasaje cita- 
do, sino de la destrucción de antigüedades 
que hizo un misionero en la Misteca, y mis 
adelante tendremos ocasión de volver á ha- 
blar de esto. Es autor que escribía en 1670. 

Ha.sta aquí hemos pasado revista á los 
que lio fueron testigos de la destrucción, ni 
pudieron oir á los que la presenciaron. En- 
tramos ya en otro terreno, donde nos en- 
contramos á un tiempo con Ixtlilsochitl y 
Torquemada, que están en el segundo caso. 
Son autores capitales en la cuestión, por- 
que de ellos nació principalmente la difu- 
í quedan reservado 



a lugar. 
' El croni SI 



Mn 



í misma épocí 



I 



- 60 - 

merecp grande aprecio por sus trabajos; 
pero usando del privilegio de notarios con- 
cedido á los cronistas reales, rarísima vez 
citó sus autoridades, y eso en términos ge- 
nerales. Nunca estuvo en América, y escri- 
bió por los papeles que se le entregaron. De 
boca de los indios nada pudo saber, ni era 
tiempo ya. Lo poco que dice acerca de in 
destrucción de pinturas lo hallaría en ;ilgún 
escrito, que no sabemos cuál sea ni la fe que 
debamos darle. 

Dávila Padilla sólo habla de la destruc- 
ción de ídolos. Mendieta casi lo mismo. El 
P. Acosta se refiere principalmente á Yuca- 
tán, de cuya provincia no es ocasión de tra- 
tar. Más desdeñoso ó más encopetado que 
Cl.Tvigero, no califica de indiscreto sino de 
necio el celo de los misioneros. Autor capi- 
tulado de plagiario, que sólo estuvo de pa- 
so en Mexico, y tan entendido en la mate- 
ria, que andaba preguntando al P, Tovar 
•cuál era el fundamento de la historia que 
le habia comunicado, y cómo sin letras po- 
dían conservar los mexicanos la memoria 
de las cosas pasadas.- Oiría hablar en Mé- 
.■iicii de la d^^lnl^■ció^, que por entonces ya 
sepoilderab:i, y de su presunción soltó aque- 
llas frases, que de nada sirven. 

El P. Ponce sólo habla de Yucatíin, y en 
términos generales. 



— 61 — 

Pomar y el P, Duran son escritores de 
nota, que debemos reservar. El P. Román, 
que no estuvo en América, habla solamen- 
te de la destrucci<>n de unas pinturas, atri- 
buyéndola á los dominicos. Se jacta de que 
en el mundo no había particular que tuvie 
se tantos papeles como él, relativos á estas 
gentes: y si tan rico estaba de materiales, 
.;c(imo es que no halló en ellos la gran que- 
ma del Sr, Zumárraga y los franciscanos; 
¿O calltí, por ventura, lo principal y más á 
su caso, siendo así que refiere un solo inci- 
dente relativo A otra orden que llegó des- 
pués? 

No creo que se califique de arbitraria la 
eliminación que acabo de hacer, desechan- 
do veinte autores. En cada caso he expues- 
to mis razones, aunque abreviándolas todo 
lo posible. El mismo Sr. Sánchez, después 
de citar á muchos de ellos, conviene en qur 
•no todos son igualmente dignos de la mis- 
ma estimación; pueden ser tachados de par- 
ciales ó apasionados en sus escritos." No he 
hecho más que expresar las tachas. 



Nos quedan todavía irece autores, únicos 
que hasta ahora pueden figurar en la inves- 
tigación. Esta se divide naturalmente en 



tres partes, según que se trate de destruc- 
ción de templos, ídolos 6 pinturas: cosas que 
no deben confundirse, puesto que no se ha- 
llan en igual caso, sea por las razones que 
hubo para su destrucciiiii ó por las conse- 
cuencias que esta produjo. Cada una de 
aquellas tres partes se subdivide en otras 
dos: lo que corresponde al Sr. Zumárraga, 
objeto principal de mi investigación, y lo 
que debe atribuirse á otros, fueran ó no mi- 
sioneros. 

Que los templos aztecas eran muchos y 
quetodos han desaparecido, son hechos per- 
fectamente comprobados, l'ero su destruc- 
ción ei^a inevitable, y no debe causarnos 
asombro. Los misioneros no eran anticua- 
rios, sino que venían á la conversión de los 
indios, y pronto conocieron que sus traba- 
jos serían infructuosos, si no derribaban las 
guaridas de la idolatría. Ellos eran muy po- 
cos: los gentiles innumerables: mientras 
ellos predicaban en un lugar, los ministros 
de los templos continuaban en los demá.s 
sus abominaciones, y apenas si se abstenían 
de hacer públicamente sacrificios huma- 
nos (1). No había más remedio que expeler 

(t; lOcupidcs los españoles en edificar í MCxIco. y en 
hacer casas y inoradas para sí, contentábanse con Que Da 
hubiese delante de ellos sacrificios de homicidio público, 

3 ac a escondidas ; ala redonda de Mexico no falFaban.'V 
e estit manera se estaba la idolatría cd paz, y las casas 



^^^q 



- 63 - 

allí á los ministros é impedir 
sen, con derribarles sus adoratorios. A ello ! 
se resolvieron con mucha razón: mas no se t 
sabe que maltrataran 1 los sacerdotes. No ( 
de otra suerte, aunque por móviles y con 
fines muy diversos, pensaron y obraron en 
nuestros días los hombres de la Reforma, 
que en pleno siglo XIX, cuando más nos es- 
candalizábamos de labarbarie é ignorancia 
de los misioneros, echai'ou por üerra, no 
toscas masas de material, teatro de nefan- 
dos crímenes, sino nuestras iglesias y con- 
ventos, y hasta los asilos de los pobres, fun- 
dados por la caridad cristiana. 

Mas aun cuando e¡ celo de los religiosos 
no hubiera emprendido destruir los templos, 
de todas maneras habrían desaparecido. 
Eran al mismo tiempo fortalezas, y no con- 
venia que subsistiesen en una tierra mal su- 
jeta por un pufiado de hombres. Los azte- 
cas mismos habían dado el ejemplo: 
nal de un triunfo era siempre el incendio 
del teocalli principal del pueblo entrado por 
armas: así denotan invariablemente s 
lorias en la escritura geroglifica. Por otra j 
parte, la forma peculiar de aquellos edifi- 
cios impedia que fueran aplicados á otros | 
usos. El cristianismo pudo purificar y des- 
linar á su propio culto templos paganos, y 
:qnita'i .-irabfs, cnmn el protestantismo 




n el mahometismo supieron aprovechar 
las iglesias católicas; pero ningún partido 
se podía sacar de aquellas moles de piedra 
Ó tierra, sin otro lugar cubierto que unas 
mezquinas capillas ó torres de madera, ta- 
pizadas de una gruesa costra de sangre hu- 
mana, hediondas, abominables, que debían 
ser destruidas, aunque silo fuese para ma- 
nifestar el horror que causaban aquellos 
mataderos de hombres. 

Los teocallis eran realmente un estorbo. 
Desde que Cortés tuvo la desgraciada idea 
de levantar la nueva ciudad en el mismo lu- 
gar que ocupaba !a antigua, los restos del 
gran teocalli de México, que habían escapa- 
do álos estragos de la guerra, quedaron 
irrevocablemente condenados ¿i desapare- 
cer. La gran pirámide y sus setenta y ocho 
edificios circundantes ocupaban un inmen- 
so espacio de terreno en lo mejor de la ca- 
pital, y era evidente que no podían perma- 
necer allí. No se concibe cómo se habría 
edificado la nueva ciudad sin df'sembara- 
zarla antes de aquella incómoda construc- 
ción; y tan es así, que si el gran teocalli se 
hubiera conservado hasta nuestros tiempos, 
de seguro que nosotros habríamos tenido 
que echarle abajo. 

Para la destrucción de los teocallis nece- 
sitaban los misioneros de la eficaz coopera- 



ción de ios indios, y la obtuvieron sin difi- 
cultad. Era cosa fácil quemar las capillas 
de madera; pero la demolición de las pirá- 
mides exigía el empleo de gran número de 
brazos. A ello se prestaron gustosos los in- 
dios convertidos, que como en los princi- 
pios pertenecían todos al pobre pueblo, de- 
bían sentir vivos deseos de ver desap;ire- 
cer aquellas aras empapadas con la sangre 
de los suyos. Si Francia demoliii la Bastilla 
y quemó con gran alharaca la guillotina, 
Icon cuánta más razón el infeliz azteca echa- 
ba á rodar de lo alto la piedra de los sacri- 
ficios, y esparcía lo.s escombros de las infa- 
mes moU:i qiiL- se alzaban sombrías por to- 
das partes, anunciando A gran distancia los 
tormentos y la muerte de millares de hom- 
bresl Sin la ayuda de los indios, aquellos 
pocos religiosos no habrían consumado su 
obra, y en verdad que debemos agradecer- 
les el beneficio de haber limpi;tdo nuestro 
suelo de esa abominación. Cuando presen- 
ciamos en nuestra suntuosa catedral las 
graves é imponentes ceremonias det culto 
catúlico, no es posible por mA<- que la cien- 
cia lamente la pérdida de algunas inscrip- 
ciones y figuras oscuras, sofocar el senti- 
miento de gratitud que brota del cora¿ún al 
considerar que allí mismo donde se alzaban 
deformes ¡dolos, verdaderos demonios. 




siempre sedientos de sangre humana, se 
adora hoy al Dios \erdadero que no pide 
otro sacrificio que el incruento de! altar. La 
alegre campana ha sustituido al lúgubre te- 
ponaxtli, y convoca al pueblo á la oración, 
no á la matanza: allí no se llega á recibir 
la muerte, sino el perddn de las culpas. No 
debemos sentir que los tcocallis fueran des- 
truidos: lo lamentable es que se edifica- 
ran (1). 
Tampoco fué la destrucción tan rápida. 



[IJ -Y eslaban lodo* las paredes de nquct adorítorlo 
isn battaijas y nceras de cosiras de sanerc, y «fllmlsmu 

eliueloque tüdo bediB muy malnmeme Todo estaba 

lleno de sangre, asi paredet como altu-, y era uinto el 

hedor, que no viamoalahoia de salimOE afuera Y todo 

cuajado desangre, y tenían tanto, que loa doy ftla maldi- 
ddD; y como iodo hedía á carnicería, no viamoi la hoia 
de quitarnos de ten mal hedor y peor vista.' Esto dice un 
testico oculai- en su descripciún del estado del templo de 
México A la llegada de los españoles. Bervai. Díaz, cap. 
93.— Tciolzomoc describe así el gran sacrificio que hiio 
Ahoitiotl para inaugnrar el nuevo templo de Míxico." Por 
el templo, azotea y frontera del altar de HultzllopochtU 
corríala sangre de los ¡nocentes, que porecian dos fueate- 
cillas de agua, todo tinto en sangre, que Ahnitzoti, Neut- 
bualpiUi, Totoqalhuaitli y el demonio verdadero 2ihaB- 
coatl, que todas eitas invenciones y crueldades ordenaba, 
teníanlo» hraios, pechos, piernas y rostros tintoade san- 
gre, que parecían vestidos de grano; y lo propio estaban 
lodos los templos de [nombra aguí eme* lasare*]: lodai 
— ■• templos estaban "' — ■*— ■" " 



os muertos: los cuerpos y 

,- hiir en medio de la lagnr 

Estaba la ciudad hediendo de la sangre, 
xas de lo» indios.i> Crónica Mexicana, cap 
BoaoDGH, rom. IX, paga, 118, 1I9,-V. 



total <i inconsiderada como algunos picltrn 
den, hasta suponerla tarea imposible de un 
solo día. Comenzt el 1°. de Enero de 15^, 
según Motolinia, quien realmente no dice 
más sino que aquella noche tres frailes 
ahiiycntaroii á. todos los sacerdotes y ser- 
vidores del templo de Tezcoco cuya batalla 
contra el demonio se repitió en otros pue- 
blos. Los indios vinieron luego y echaron 
mano de las piedras de los ceocallis para 
hacer iglesias: tos españoles siguieron el 
ejemplo, y los templos se convirtieron en 
canteras para construir nuevos edificios. 
Lo propio hemos visto hacer con nuestras 
iglesias. Casi trece años después, á fines de 
1537, declan al rey los obispos (y entre ellos 
el Sr, Zumárraga), "que los teocallis aun no 
estaban del todo derrocados, y tenian los 
indios en ellos sus ídolos con la veneración 
que solían." Aunque la primera obligación 
de los obispos era destruir la idolatría, no 
se consideraban autorizados para ordenar 
ladestrucción de los templos y pedían fa- 
cultad para ello. Ei roy, en respuesta orde- 
nó que los templos se acabasen de derribar 
sin escándalo, y la piedi-a de ellos se em- 
please en las iglesias. Dispuso délo suyo; 
mas no lo regaló A particulares ni lo vendió 
en provecho del erario. 
Hallamos, pues, que el examen de los do- 



cumentotì de la época obliga ú acortar mu- 
chísimo la parte que se atribuye al Sr. Zu- 
márraga en la destrucción de los teocaUis. 
Había comenzado ésta con el año de 1525, 
y él llegó á fines de 1528. Es evidente que 
en aquellos cuatro años debió derribarse Ío 
más, tanto porque así era necesario para fa- 
cilitar la conversión, como porque entonces 
andaba en toda su fuerza la reedificación de 
la ciudad de México y la constnicción de 
iglesias en muchas partes, por lo cual había 
mayor necesidad del material que propor- 
i-ionabaii las pirámides. En todo esto no pu- 
do tener parte el prelado que aúu no había 
venido á esta tierra. V si en üogando, hu- 
biera decretado esa destrucción total que se 
le atribuye, ¿á qué pedia al rey, nueve años 
después, la autorización para derrocar lo 
quehabfa quedado? En resumen, yono conoz- 
co documento fehaciente con que puedapro- 
barse que eí Sr. Zumárraga pusiera la ma- 
no en templo alguno. 



Los ídolos debían desaparecer como los 
templos, y aun con mayor razón. En rigor, 
los edificios, á lo menos los principales, po-, 
dían custodiarse para impedir que los sa- 



- 69 — 

cerdoteà volviesen á entrar en ellos; pero 
los ídolos eran tintos, que solamente des- 
truyéndolos podía evitarse que los indios 
continuasen tributándoles ■ el antiguo culto. 
Un teocalli no podía ser ocultado, mientras 
que los ídolos, en especial los pequeños, de 
que había un número increíble, donde quiera 
quedaban bien escondidos. En las casas,,en 
las cuevas, en los huertos, en -Jos bosques, 
en los cerros y en todas partes, hasta ente- 
rrados al pié de las cruces, conservaban los 
señores y los sacerdotes las figuras de sus 
dioses. La persistencia de los principales en 
la idolatría demandaba medidas enérgicas^ 
El horror con que los misioneros- veían ese 
íibominable culto, se aumentaba por el de- 
forme aspecto de los ídolos, y por el recuer- 
do délos horribles sacrificio&quese les ofre- 
cían. Aquellas monstruosas figuras de los 
grandes ídolos, cubiertos de sangre huma- 
na, que aun ahora, limpias en los museos, 
rtpug.nan y repelen, no debían quedar ex- 
puestas á la vista de lodos, y provocaban 
por sí mismas á la destrucción. Los que tie- 
nen la candidez de pretender, como Clavi- 
gero, que tales figuras se hubieran conser- 
vado en un museo, no comprenden la época, 
ni quieren trasladarse ¡í ella parü juzgarla. 
íQue habrían pensado los indios, sí vieran 
que los misioneros conservaban con todo 

T. II. -9 



I 



— 70 — 

cuidado aquellos ídolos, los colocaban en sa- 
las, y destinaban personas á su custodia? De 
seguro que habrían tomado por especie de 
culto esas muestras de estimación. Era 
preciso, por el contrario, que fueran testi- 
gos del desprecio con que los misioneros tra- 
taban á los falsos dioses, sin que ellos descar- 
garan sus rayos sobre las cabezas de sus 
profanadores, como lo esperaban los indios. 
Por eso mismo eran arrojados ignominiosa- 
mente á la hoguera, suplicio reservado á los 
peores criminales, sin gastar las curiosas 
ceremonias que refiere el Sr. Alamán , y que 
en un solo caso hallarnos practicadas- Por 
eso tampoco podían conservar los religio- 
t^o'j. aunque hubieran querido, los ídolos de 
precio, como el que pulverizó en Achiutla 
el P. Fernández. Habrían creído los indios 
que no el horror á la idolatria, sino el de- 
seo de aprovecharse del valor de aquella 
alhaja, hdbía irnpuisado a! misionero á re- 
cogerla. 

Los indio.'í mi.smos, al convertirse, traían 
sus ídolos y los quehr.ihan á los pies de los 
religiosos, para dar con ello una prueba de 
la sinceridad de su conversión; y lo-s niños 
de la doctrina salían & buscarlos y quitar- 
los á quienes los ocultaban, lo cual costó la 
vida 4 algunos de aquellos auxiU'nres. Si en 
vex de pei-inítír los mi.-)inTifrr>s tjue los nütit- 



-Tí- 
rales rompieran sus ídolos, los hubieran re- 
cogido cuidadosamente para conservarlos 
con todo aprecio en el museo imanado por 
Clavigero, los indios se habrían creído con 
derecho para guardar, como los españoles, 
aquellas preciosidades, y cada casa se hu- 
biera convertido en un pequeño teocalli. Si 
les predicaran que aquellas figuras eran de 
demonios, como en efecto bien|.lo parecían, 
y al mismo tiempo las recogieran y corserva- 
ran, sería patente la contradicción entre las 
palabras y las obras. La destrucción de los 
Ídolos era. pues, una necesidad ineludible 

Íde las circunstancias. Y no sé por qué afec- 
tamos escandalizarnos tanto de ella, cuan- 
do apenas nos acordamos de los destrozos 
que los iconoclastas de todos lo.= siglos, y 
en especial lo5 novadores del XVI, han he- 
cho, no en bultos deformes, ignominia de! 
-arte, sino en obras de grandes maestros. 
E Mas no tenemos que alejarnos tanto en 
I tiempo y en lugar. Nos basta con un paseo 
f j)or la calle principal de la ciudad para ver 
Jcúmo nuestros nuevos protestantes han mu- 
Itilado la curiosa portada de 5. Francisco, 
■ picando con todo esmero cuantas figuradla 
^.adornaban. Pero todas estas cosas no Ua- 
L la atención, porque no las hicieron 
lírafles cspafiolrs. Tampoco podemos quc- 
f jarnos de I.T pnl)rcz;( de nycstVfíS colección™ 



.* - - 72 - 

nes. ni lamentar la pérdida de nuestras an- 
tìgiiedàdes, después de haber visto, hace 
poco, que el gobierno autorizó á un explo- 
rador extranjero para llevarse cuanto en- 
contrara; y el contrato, aunque por fortuna 
desaprobado, fué delendido en el Congre- 
so, por la razón de que para dar S conocer 
la historia de un país es indispensable que 
los objetos arqueológicos se exporten. Sin- 
gular razón que obligaría A un cambio ge- 
neral de antigüedades entre todos los pue- 
blos del globo. Díjose también que servían 
de ilustración al extranjero, y debíamos es- 
perar que nos la devolviera en libros, de 
que sacaríamos más ventajas. ¡Adúniie han 
ido á parar nuestros fieros y alardes de de- 
coro nacional! Si los frailes acabaron con 
un tesoro, podrán quejarse, A lo sumo, los 
extranjeros, únicos capaces de aprovechar- 
le, según se dijo en !.i representación na- 
cional. 

íQué parte cabe al Sr. Zumárragd en la 
destrucción de los idolo,s? Bien poca, por 
cierto. Va hemos dicho que lodo !o anterior 
£M|fi29, y fué lo miís, no puede ser ;i su car- 
go. Después aparece solamente como des- 
tructor del Edolo de Teotihuac.'ín, y del bajo 
relieve de Te^cotzingo. En cnanto al prime- 
ro, no hizo más que d'írmc;ii-|o, como di-bia, 
y á fines del siglo siguicnLc le viú tod;ivi;i 



— 73- 

Gemelli al pié de la pirámide, dividido en 
tres grandes trozos, que habría sido fácil 
reunir y conservar (I). La destrucción de. 
bajo relieve del estanque de Tezcotzingo, 
sólo descansa, que yo sepa, en el testimonio 
de Ixtlilxochill, hombre de gran fantasía pa- 
ra crear y hacer desaparecer maravillas de 
Tezcoco. Dávila Padilla (2) habla de otra 
cosa muy diversa: de haber hecho picar la 
figura de un coyote esculpida en lo alto de 
un cerro. A esto se reiluce Iodo lo cspeci 
fi cado. 



■flPasemos ahoni á tratar de las pinturas ú 
manuscritos, que son la principal piedra de 
escándalo. De los trece autores que nos han 
quedado, hay que deducir todavía seis (por 
!o menos), porque .sólo tratan de templos ó 
ídolos destruidos, sobre cuya materia hemos 
dicho ya lo bastante: son Fr. Martín de Va- 
lencia, el P. Gaute, el P. Motolinia, la carta ■ 
de los obispos (irj37), la respuesta del Em- 
perador, y el P, Mend ieta. Nos restan siete: 
el Libro de Oro, Pomar, P. Sahagun, P, Du- 
ran, Torquemada, IstUlxochitl, y la carta 
del Sr. Zumürraga al Capítulo general: ésta 

Gira dil Manila, pie, VI, l!b. :;, rap.S. 




última dudosa, porque el Sr. Sánchez sostie- 
ne que en ell.i se trata de pinturas destrui- 
das, y yo tengo ta npiniün cnntraria. 

Como lo que oiils direclamcnte loca iil 
asunto de! presente libro es deslindar la par- 
te que tornii el Sr. Zuinilrraga en esa des- 
trucción; y como lo que mis ruido ha he- 
cho es la quema de los archivos de Tezco- 
co, conviene comenzar de una vez por ella. 
Desde luego ocurre preguntar: ^de dónde 
nos consta la existencia de esos niagnifieos 
archivos que encerraban el tesoro de todos 
los conocimientos del Análiuac? Nada más 
que de Ixtlilxochitl (I). ;Y qué fé debe dar- 
se .1 este autor, especialmente en cosas to ■ 
cantes al reino de Acolhuacíin? Muy poca. 
Descendiente legítimo, como era, de aque- 
lla casa real, había quedado reducido á vi- 
vir con estrechez, y solicitaba del gobierno 
español un auxilio, en correspondencia A los 
servicios que su antepasado del mismo nom- 
bre había prestado ú los conquistadores. De 
aquí el empeiío de ensalzar las glorias de 
aquel reino, que en cierta manera venían 
Á reflejarse en su persona. Conmueve mu- 
cho más el cspcctilculo de un descendiente 



[l] Verdadesque Pomar hablntaoibién de ellns; p 
1 itrminoí mil5 Eenerales, jírniamljiér deacendienti 
<s reye'i icicof anos , aunque bastardo, Eslit, pue'À ei 



I 

I 



de grandes reyes reducido á la miseria, que 
el de un infeliz nunca salido de ella. Mucho!:i 
de sus escritos no son más que memoriales 
de pretendiente. Le impulsaba también ia 
propensión general A ponderar cada uno la 
grandeza de su linaje; y de todo resulti» un 
cuadro maravilloso que desde luego iníun- 
de desconfianza. No hay nuís que comparar 
d Ixtlilxochitl con cualquier historiador az- 
teca, con Tezozomoc, por ejemplo, para ad- 
vertir el muy diverso papel que hace la mo- 
narquía tezcocana, según el escritor que se 
consulta. Para Istlilxochitl, Tezcoco era la 
corte más pulida é ilustrada, la Aíduas de 
Anáhuac; su rey. glorío.'io descendiente de 
los grandes monarcas diichimecas, era el 
oráculo de los reyes mexicanos, el que lie- 
aba la voz en los consejos, y á quien se 
consultaba siempre en los casos difíciles. 
Allí se hablaba el mexicano con mayor pu 
reza; se cultivaban las letras, se atesoraban 
todos los conocimientos de la raza; había 
academias de poetas, músicos, oradores y 
filósofos; los templos, palacios y jardines 
excedían en magnificencia y buen gusto á 
los de la gran Tenochtitlan, Llega & asegu- 
rar que los reyes de México fueron triljuta- 
rios de los de Tezcoco! El célebre Neza- 
hualcoyotl, poeta, legislador y rey, que en 
varias circunstancias de su \ida nos recuer- 



i 



da á David, es la figura más notable en la 
historia de estas regiones, por sn profundo 
saber: con sólo el esfuerzo de su poderosa 
inteligencia, llegó á la idea de la unidad de 
Dios. Pero acudimos ü Tczozomoc ó al Có- 
dice Ramírez, y allí el rey de Tezcoco no 
es más que el primer feudatario del Empe- 
rador de México, S cuyo llamado acude 
siempre con sumisiún, y le ayuda con gen- 
tes y víveres en cuantas expediciones se 
emprenden para engrandecer el imperio, 
El papel de los reyes de Tezcoco en las pá- 
ginas de ese historiador no puede ser más 
desairado. El esplendor de la corte mexi- 
cana no tenia semejante, ni el poder de sus 
monarcas admitía división 6 competencia. 
; A quién debemos creer? Para nuestro caso 
la respuesta es indiferente, porque no la ne- 
cesitamos. Si no damos crédito á Utlilxo- 
chitl en cuanto á la existencia de esos pre- 
ciosos archivos, excusado es pasar adelan- 
te, porque no pudo ser destruido lo que no 
existió. Si se le damos, también debemos 
dársele cuando afirma (y en dos diversos 
lugares) que entrando los tlaxcaltecas á 
Tezcoco, en compañía de Cortés, pusieron 
fuego á 'lo más principal de los palacios del 
rey NézahuilpiUi, de manera que se quema- 
ron todos los archivos reales de toda la 
Nueva España, y la memoria de sus anti- 



guallas pereció desde ese I tempo.* Lü L'ntra 

da se verificú el último din del año de 

1520 (1): ocho años después llegaba á Méxi- 
co el Sr. Zumlrraga, íQué archivos de Tez- 
i'oco quemú, .-ii ya habían perecido todos.^ 
¿Acaso puso otra vez fuego A las cenizas de 
los papeles quemados ¡íntes por los tlaxcal- 
tecas? 

Admira ciertamente la facilidad con que 
se forman los errores en la Historia, y el 
trabajo que cuesta deshacerlos, cuando se 
consigue. Ixtlilxochitl mismo, que acusa al 
tìr. Zumilrraga de haber quemado pinturas, 
no le hace ;mtor de la destinicciún de los ar- 
chivos de Tczcoco, sino que la carga embo- 
zadamente A los misioneros, oMdando lo 
que había dicho de la destrucción anterior. 
Clavigero, si bien cree en ella, la pone á 
cuenta de los misioneros en general. Nin- 
gún escritor antiguo la atribuye al Sr, Zu- 
márraga, ¿Pues quién (uí el autor de esta 
conseja? Increíble parece, y yo mismo he 
vacilado muchas veces untes de convencer- 
me de que el P. Micr fué el primero que 
soltó, ít fines del siglo pasado, la especie de 
haber hecho el Sr. ZumáiTaga una hoguera 
con esos archivos. Aunque el padre era ca- 



ri» Tercíra Relaciúii.Apai. Lobjima.va, pá^. 
■ «nlirmu. ese híctio de los tlaic«Hecas. 
T. n.-ig 



I 



~ 78 - 

■inventar eso y mucho más, todavía 
se ine figura que no he buscado bien, y que 
se me ha escapado algún antiguo en que 
aquel leyó la noticia. Pero á pesar de haber 
puesto todo empeño, nada encuentro; y veo 
también que ni el Sr. Sánchez, al tratar de 
propósito ia cuestión, ni el Sr. Orozco y Be- 
rra tan profundamente versado en nucstr;( 
historia, han producido semejante prueba. 
Verdad es que los escritos del P. Mier han 
sidomuypoco conocidos hasta estos últimos 
tiempos, y que de ellos no ha podido venir 
el asentimiento genera! á esa conseja; pero 
sin duda la oyó Bustamante de boca de su 
• honorable y muj' caro amigo y compañe- 
ro, > el padre (1), y la puso en circulación, 
exornándola con circunstancias de su pro- 
pia cosecha, pues incluyó en la hoguera los 
archivos de México; y por sólo haber leido 
en IxtUlxochitl ó en Veytia que D. Alonso 
Axayacatzin era archivero de Tezcoco, dio 
por hecho que este era el que había entre- 
gado al Sr. Zumárraga el tesoro que custo- 
diaba. Completado así el cuento, se exten- 
dió por todas partes y echó prohmdas raí- 
ces, gracias ¡i la popularidad que alcanzó el 
escritor, antes de bajar al puesto que me- 



_ 79 ~ 

il 3" hoy tiene. Ni siquiera en fi lugar de 
i tragedia esiún conlormes los que la re- 
n. Según Clavigero, se verificó en la 
plaza del mercado de Tescoco (1). Busta- 
raante dice que el Sr. Zumárraga, con 'bru- 
tal, super stidost! y voluntaria ignorancia, 
hizo ti'aer los papeles :i Tlatefolco, y á gui- 
sa de penitenciarios por la Inquisición, lea 
prendió fuego (2).» Merecía este ati'evido 
escritor, que le devolviésemos los brutales 
epítetos con que pretende ultrajar al vene- 
rable prelado. Por su parte, el perspicaz 
Cubas alcanzó & ver tres siglos después, que 
la hoguera se hizo en México, y precisamen- 
te en el lugar que ahora ocupa la iglesia de 
a. Santísima 1 Prescott procedió tan de lige- 
^ que después de haber descargado toda 
fc ira sobre el Sr. Zumñrraga por la tal 
ma, refièl-c más adelante la de los tlax- 
Ifttecas, sin advertir la contradicción, ni 
0Strar entonces indignación alguna (3), 
PPero se dirá que si el Sr. Zumárraga no 
quemó los archivos de Tezcoco, porque ya 
no existían, hizo un dafio equivalente des- 
truyendo cuantas pinturas históricas pudo 



1 

1 



^Kisi 



lllLib.Vn.5 47. 

m AavírtencU A las 
KulTL. píg. 111. Entoi 
:aD ijuemadoi los peiiili 
irlos rtíajatlos. 



o Bustamante: no 

el Santa Oficio, si- 




- 80 - 

haber á las manos. Para saber lo que haya 
de cierto en esto, debemos principiar nues- 
tro examen por la carta que el señor obispo 
dirigió !Ü Capitulo general de Tolosa en Ju- 
nio de lJ3l, pues sí en ella, como aseguran 
los Sres. Sánchez [1] y Sosa [¿], ¿t mismo 
confiesa que destruyó pinturas, tendríamos 
una prueba conciuyentc de la verdad del 
hecho. Poner en claro este punto, es muy 
necesario, porque ambos escritores atribu- 
yen grande importancia :ii documento, y el 
primero de ellos asegura que sólo dando 
tormento á la carta, puede negarse que en 
ella confiese el señor obispo la destrucciún 
de las pinturas. Veamos ;íi puede negarse, 
sin dar ese tormento. 

Tratándose de la interpreíaciún de una 
írasc del Sr. Zumiirraga, parece que debe- 
mos fijar ílntcs las palabras formales de ella. 
No conozco documento del sigfo XVI con 
más ediciones que aquella carta: veintiuna, 
en varias lenguas han llegado íl mi noticia, 
y de seguro se me han ocultado otras. Pre- 
supongo que la carta fué escrita original- 
mente en latin, porque yendo dirigida al 
Capítulo general debió ser redactada en 
lengua que comprendieran los padres de 



rij Ciiísliou Hisliriiio.p&e.íB. 
la El Episcopado Alexicaua, p4 



- SI - 

(odas naciones, reunidos alH, Además, tan- 
lo Mendieta como Daza dicen que la ponen 
traducida en i-omancc, \o' cua\ prueba que 
la original no estaba en nuestro idioma. 
Sentado esto, ciehemos acudir al texto lati- 
no; y aunque no hay uno solo, sino dos, am- 
bos están conformes en la sustancia (1), El 



I. De In^ulis n 

Carolum V. Rom. 1 

cesícnuit Eplstoln date de (elicisilitii 



— o.abindiain Hispaniam imsmlBerum. ítem 

Epltooic de Inaentls nuper laaix popnlis idolatris ad fi- 
dem Chriid, «tq; adro ad Ecclcsiam Cathollcam conuer- 
tendis. Autore ft, P. F. Nicolao Hetbom. regularis obset- 
ua.alÍE, ordini» Mloonim Generali Crimhixrio ClMnon' 



1, (Vi hi 



■. Vetust _. 

een íacílitiiie di 1« pertsd» 
II. ?iovus OrWs reeíonup 

tognitmm. «f ■»--"— ™ 

dCT). &iti coK 

Jnao Huttich, 

nío. a-vlOT del prfllogo. 

[. La misma colección. Rotti 



Carttr BfBicn, n 



, jaUmtn .Teter 

BasIlEa. 1U5, fol.. pie. étt. [Eo 
■"- aunqiií dicFn que fiií formi 






,iepd« 



la Jhei- 



IV. P.BeaomonL Crónica 
" ■- oIII. pág.OT. 

iqueSisdlilio en 5U Vita 

I. En In prescnleubra. ji/i.'iKÍiec. pag. 5" 



VA' 

páe.SSB. 

ilichoacan. Edición de 

Sancii Frtiict.'fì 
'. trnc también U 
,a WüddinEí i'feo 



Vlt. <;onf«c«. Oí nrízinf Seraphic-a: Keligioiiií, 
mm, lBSr,fol„p«r.UW. 

Viti. W:iddloe Aiiualeíi.'UliiolariiiiuRomif,''^, 
lom.XVr. pilg.OT. Espresa (juctoraú de Gtníaciitu 




más antiguo, y sin duda original, dice: 
■ Baptízala sunt plusquam ducenta quinqua- 
ginta míUia homínum; quingenta deorum 
templa sunt destructa, ct phisquam vicesies 
mille figuran dícmonum, quas adobabaxt, 
fracttc et combiisftr.> El otro: «Quorum f'rfc 

to, y df Seduiiodice: -Eadem habet[Episto1am1 Hínrjcos 
Scdullus m notis ad Vitan Sancii Francisd, srd si? (o pa- 
re. En la piestnte obra, Apéndice, pig. 58. 



' der.— Facsímile 
■Browii,n."lK). 

ZT. L.« misma cu U presente obra, Apéitdict, fia. 

XII. Mcndicta, Historia Eclssídslica Indiana, llb. 

Xin. Torqnemada, UmtarqHia Indiana, lib. XX. 
Cip.^ 

XIV. La misma en la presente obra, Apéndice, p 

XV. Daia , Cuarlii Parte rfe (o Cré«ica de San Ft 
cisco, lib, 11, plelna 179. 

XVL Gonzíle; Dívila, Teatro Eclesiástica de 7>i- 
' dias.tojD. 1, pac. '26. 

■ XVII. La misma en Luiuriaga, Htstona de .Aíi 
Sra. dtArattBasii.\i^.U.ca.y.3. 

XVUl. P. Beaumont. en el Inear ciudo. 
XIX. Parra, Gobierno de loaTiesularts de la Améri- 
- --^. II, pag. 137Ir- -■ 



XXL Sf uun Bnincl. Manuel du Libraire. !•.•' ed., to. 
mn 1. col. 793, Juan Brm.il tradujo al francís cata carta, 
íoT la de Fr. tdsriJn de Valencia qne suele acotnpaBarlB, 
V las imprimili en lü tS. en i.°, let. sol., ■Tholoae, par Jean 
Barril, versiere.» 

Creo i|ur hny también traducción alemana. 

La cnuria de ejiniji' dos lexio^ tadnos diferentes pa- 
rece ser í^i". £' ori^i|>ii y ircnclna es aln dudii el mnrctk- 



n 



los infieles) plusquam decies centum millia 
baptízala sunt; quingenla ídolorum templa 
solo cEquata, plusquam viginti millia dte- 
moniacontm simulacrorum, ab lus antea 
ccLiA, coM/racta ct concremata.t 

Se trata, pues, de dos destrucciones úni- 
camente: de templos y de ídolos; falta la dr 
pinturas. Así lo entendieron los traducto- 
tores castellanos, y es tan obvio, que el mis- 
mo Sr. Sánchez desde luego admite "que 
aquella palabra (figurwdcemouitm) debe en- 



ttr a.1 Capitula nncral ea 
íwf». conelolroís-"'" = 
Ubrtro de Colonia. < 



que ip halla, publioda fn sf 
in dfl Capílulo, eoniiene tara- 
15 Hetborn. Comisarlo Gfneral 
(uecon tal carácter dtbieaíis- 
|tie «e rtelhiú la carta. El la 

Amoldo Birckmann. conocido 

t costed la impresJAn del volümeib 
■oo los PP. lila y Beiumont, auo- 

_ diíerentes. Ñútese qoe tanlo en el 

«ricinal como en er"— ' — ■" -' — ' 

bantiíadosscfijae 
no buy (e<ha. 

EfseEBndo ttxloesel de Goniagí; en este venial 
dflccMn JeMendictahav vafecba, v los bautizados siit 
1 •mAs de ur> millón.- Éi evjdenie'la conrorinldad en 
íüte icsio > la iradnccion. ;Cuàl precedió? Preunniaoe 

vM ndicliíacabdelsuyo en 1^1 Pero sabemos qae 
le h.ibla tnvlado mopTlio artes a Gonzaga un memor 
üueiompnndlalas'.Hdasdelos primeros religipiiM. i 

POModolasrnsni-rSnliH. Pro ha lilemente entre eso» n 
leriales fui la cana del Sr.Zumarrae» tmdurida va n 
Mendivia dtl teito de Herbom O de ñlEur 
da aquí, y Gonzasa volvió & ponerla en 
pUíde eKpMcaMe la existencia de loa do 
-" — •'— ^■-A baria et combio en el 



r'sio 



•ft lucili 



ni nleunos copiaron liis triiUui;-, 



— S4 - 

tenderse por representación de falsa deidad, 
por idolo;" mas corno esa confesión le obli- 
gaba A dejar fuera ¡as pinturas, y se dismi- 
nuía mucho la importancia de ¡a carta, aña- 
dió en seguida: "Pero justamente lo que la- 
mentan los historiadores es que los misio- 
neros tomaran por objetos de idolatria asun- 
tos tan diferentes como los históricos." Pa- 
ra fundar esta aserción cita «n pasaje rfei 
P. Miey, que sobre ser de quien es, en rea- 
lidad no hace al caso. Y luego dice: "Una 
vez concedido que aquellos padres anti- 
guos entendieron no destruir mas que ído- 
los, y nada más. . . .hallaremos que destmj'e- 
ronálavez manuscritos y documentos desu- 
ma importancia." Después asienta que "del 
cst\idioycomparacÍún de estos pasajes. ...-5P 
desprende con toda e videncia, _j'sití dejar en 
el ánimo la más lijera duda, que la palabra 
quemados de la carta del Zr, Zumárraga se 
aplica á los libros ó escrituras de los indios, 
que ellos (los misioneros) tomaron por ído- 
los ti objetos da adoración." [Fiig. 56]. Pocs^ 
más adelante, al hablar del hallazgo de un 
ídolo de papel, que refiere Dilvila Padilla, 
pregunta: "¿No serían más bÍL'n las pinturas 
de que hablan los fiistoriadorcs, y que fue- 
ron tomadas por (dolos?" 

No concedo que los misioneros tomaran 
los manuscritos por ídolos li objetas de ado- 



— 85 - 

ffacióii. Kingúii escritor elice que lo:^ indios J 
adoraran libros, ni que los misiooeroB ere- , 
verán tal cosa. Si algunos condenaban los j 
manuscritos, era porque en ellos soüan es- | 
tar pintados los ídolos, entre los demás ge- 
rogliíicos; porque contenían los ritos gentí- 
licos que debían olvidarse, y porque mu- 
chos estaban líenos de supersticiones y he- 
chicerías, á que eran y son tan dados los in- 
dios. Constantemente distinguen entre ído- 
los y escrituras. Motolinia habla de rodelas 
en que estaban representadas las falsas dei- 
dades (I). Mendieta y otros mencionan los 
ídolos rfe/S/íícr/; pero estos no eran escri- 
turas, del mismo modo que entre nosotros J 
un cuadro no es un libro. De esa especie era ] 
el ídolo de que habla Dávíla Padilla, y que 1 
no puede confundirse con una pintura ge- j 
rogUfica: véase, si no. su descripción: 
halló un ídolo muy grande, aunque de papel I 
pintado, y estaba lleno de Ídolos chicos, 
de plumas verdes y coloradas, y de sangre 
de indios y de brutos. Este ¿dolo estaba en 
el p(4ti<¡ de la iglesia donde había españoles 
ú indios mirándolo (2)." El religioso que 
le había hallado acabó por derribarle y des- 
hacerle de un puntapié. Claro cstA que 
aquello no era manuscrito ó pintura gero- 



ktlJ Trul. I. 
(Zi Líb. II, 



cap, se. 




- 86 - 

gUtica, sino uno de esos verdaderos Ídolos 
rie papeh pintado li de bulto. E! tormento 
dado á la carta del Sr. Zumárraga consìste 
en suponer que dice lo que calla. Nada hay 
en ella de manuscritos. El finado Sr. Oroz- 
co y Berra me objetaba que la palabra qitc- 
mae/os no podía aplicarse propiamente A los 
ídolos, pues por .ser en lo general de piedra 
resistían al fuego y por lo mismo habla de 
entenderse que se trataba de papeles. A es- 
to le hacia yo observar que habia también 
ídolos de madera y do papel: que aun los 
de piedra solían estar cubiertos de ropas 
que el fuego podía consumir: que es conti- 
nua en las crónicas la mención de ídoloí> 
quema/ios: que aun cuando no fueran com- 
bustibles, los arrojaban en la hoguera por 
ignominia sin perjuicio de quebrarlos des- 
pués [1]: y que no parecía probable que 
mencionando la carta dos destrucciones úni- 
camente, fueran éstas las de templos y ma- 
nuscritos, omitiéndose una tan importante 
como la de ídolos. El Sr. Sánchez orilla la 
dificultad refundiendo dos en una; pero sus 
explicaciones no me satisfacen; y á mi jui- 
cio dejando libre el del lector, en la carta 
no se trata más que de !a destrucción de 
los teocallis y de los ídolos sueltos í que 

(U DAVILA PADlIl-l, ubi SupiH, 



los indios tributaban culto: qiias adorabant; J 

II his antea culta, dicen bien claro ambosJ 
stos. Esta fué la principal ocupación del 
I misioneros en los primeros años, desdej 
tes de la llegada del Sr. Zumirraga: laa 
■strucci6n de pinturas, grandemente exa-'í 
íada, fué cosa muy secundaria, I 

Mas j-a que de esta carta tratamos, aom 
nos despediremos de ella sin hacernos car- 1 
go de otra acusación def Sr, Sánchez con- I 
tra el Sr. ZumSrruga fundada en el texto de I 
^^^K'ínisma carta, y que se relaciona con la 1 
^^^bíte que se quiere dar al señor obispo en I 
^^K^& aquella deslrticción. Dice el Sr. Sari' I 
^^^hbí, que no es probable que el Sr. Zuma- 1 
rraga rompiera ú quemara personalmente 1 
y con sus propias manos: pero que ''para la J 
responsabilidad que le corresponde como 
prelado 6 jefe eclesiástico, tratándose de un 
fiecho relativo al culto, y llevado á cabo co- 
lectivamente con intenciiín de abolir la ido- 
latría, basta que lo ordenase ó consintiese, 
present.lndolo al Capítulo como un acto me- 
ritorio.* No ru¿ necesario, ciertamente, que 
el señor obispo ordenara aquello que los 
misioneros estaban haciendo cuando él lle- 
gó: que lo aprobara y consintiera, creolo 
muy bien. Claro está que yo no trato de ha- 
cer al Sr. Zumárraga el agravio de soste- 1 
ncr que no se mezcló para nada en la dea- J 




trucción de templos 6 ídolos: antes juzgo 
que hizo muy bien en consentirla, lo mismo 
que en presentarla al Capitulo como un ac- 
to meritorio. Curioso sería pretender que 
un obispo faltara á. su primera obligación; y 
que por un dudoso interés histórico se pusie- 
ra á impedir la desaparición de los objetos 
idolátricos de su grey. Pero reduzcamos 
las cosas á su verdadero tamaño, sin caer 
en exageraciones. Ninguna necesidad tenía 
de ordenar lo que ya estaba muy adelanta 
do, y que era una consecuencia inevitable 
de la predicación: bastaba con que no lo 
impidiera, para que continuara. Por lo de- 
más, nada significa que el Sr, Zumárraga 
en su carta hable en plural, porque escribía 
en nombre de los frailes franciscos, y él 
también lo era; mas bien es de notarse que 
a! hablar de la conversión usa el plural, co- 
mo debía, pues él cuidaba también de ella; 
pero llegado al bautismo y destrucción de 
idolatrías, no se atribuye parte en ello sino 
que todo lo deja á los frailes: «Por manos 
de nuestros religiosos de la orden de nues- 
tro seráfico Padre S. Francisco De la ma- 
nera que se quieren representar las cosas, 
no parece sino que templos é ídolos perma- 
necieron intactos cuatro años, y que fué ne- 
cesaria la venida del Sr. Zumárraga, ani- 
mado de ese/ííJ'Oí' fabuloso y risible, que 



fe 

hiz 

iaé 
Oh 
no 
caí 
^_ qu< 

COI 
fue 
do: 



[nunca cupo en su ánimo sereno, para qua 
instigaciones suyas comenzaran los relf^ 
■osos & perseguir la idolatría. No fuerod. 
;tos tan remisos en el cumplimiento de st¿ 
leber. La fantasía de Robertson hasta 1" 
6izo inventar un edicto ad hoc del Sr. í 
lárraga, que nadie ha visto ni podido v 
Olvidó, ó mAs claramente dicho, ignoró, qué 
no hay memoria de que aquel señor publi- 
cara edicto alguno, ni habla para qué, por- 
que el clero secular era muy escaso, y los 
lisioneros casi independientes de los ob¡s- 
.. Si ellos no hubieran querido destruir, 
poco se habrían curado de los edictos epis- 
copales. Es muy general la manf.i de con- 
fundir los tiempos, y suponer en los pasa- 
un estado de cosas que pertenece á los 
■esentes, induciendo así en graves errores 
los que carecen de medios para descubrir 
verdad. 



Dije Antes que la destrucción de pinturas 
había sido cosa de interés secundario para 
los misioneros; y como esto sea contrario & 
laá ideas generalmente recibidas, demanda 
una explicación. Los misioneros primitivos 
(en lo que conocemos de sus escritos) una 




solii vez y de p:iso h.iccn i 
[1], siendo así. que se alargan tanto en la de 
las idolatrías. Motolinia y Mendieta la ca- 
llan en sus Historias. El mismo Sr. Zuma- 
n-dga, it quien se hncu autor principal, nun- 
ca habló de ella, que sepamos. Vemos que 
en casos determinados unos religiosos la 
creían necesaria y otros la reprobaban. 
TamÍDiín liemos demostrado que no hubo 
tales montones como cerros, ni tales hogue- 
ras. Notemos que las ponderaciones de . 
aquella pérdida comienzan muy A fines del 
siglo XVI, con Duran, Sahagun, Torqunma- 
da é Ixtlilxochitl.— Pomar, de la misma épo- 
ca, no dice más sino que ¡os indios mismos 
quemaron en Tezcoeo las pinturas escapa- 
das del incendio de los archivos por los tlax- 
caltecas, "de temor del Sr. Zumirraga por- 
que no les atribuyese & cosas de idolatría, 
porque en aquella sazón estaba acusado por 
idólatra, después de ser bautizado, D. Car- 
los Ometochtzin, hijo de Nezahual pilli." No 
se trata aquí de un hecho del Sr. Zumárra- 
ga, ni sabemos si el temor era i5 no funda- 
do. Los tezcocanos al ver que se procesaba 
por idólatra á su señor (que debo ser elmis- 
rao mencionado por Suarez de Peralta) te- 
mieron que la iníormaciún se extendiese á 

<1) En el cfidice del JÀbro de Oro, 



— 91 - 

Otros, que tu! ve;; no se haUarían muy lim- 
pios, y para ponerse A cubierto se apresu- 
raron ;\ destruir unas pinturas, que no sa- 
bemos lo que contenían, y que pudieron ser 
realmente de ritos y supersticiones gentíli- 
cas. 

Al emprenderse casi simultílneamente 
por Sahagun, Duran, Torquemada é Lítlil- 
xocliitl las investigaciones acerca de las an- 
tigüedades de los indios, ocurrieron natu- 
ralmente ii los geroglíficos que aun queda- 
ban, cuya explicaciún pedían á los indios 
más entendidos. Estos habían perdido ya 
en mucha parte la inteligencia de aquellas 
figuras estrambóticas, que se trasmitía por 
pura tradición. Ixllilxochitl confiesa que ha- ' 
biendo juntado á mucbos principales de la | 
Nueva España, que tenían fama de conocer 
y saber las historias, tsolo en dos haU6 en- 
tera relación y conocimiento de las pintu- 
ras y caracteres, y que dahan verdadero 
sentido A los cantos (I),» Eso no le impidiií, 
sin embargo, encontrar muchos indios que 
jurando in verba magisfri certificasen la 
verdad de las historias que escribiii, y su 
conformidad con las pinturas que no en- 
tendían. Urgidos, pues, los supuestos ¡ntérr 
para que diesen explicaciones de 



pumos que ignorabiin, senl¡;in, como 
sucede á todos, gran repugnancia A confe- 
sar que no sabían de aquello, y para disimu- 
lar su ignorancia ocurrían at cómodo rtrbí 
trio de echar la culpa ¡'i la falta de pinturas. 
Tampoco querían decir que sus antepasa- 
dos habían caído en el descuido de no asen- 
tar sucesos importantes; y ponderando por 
una parte la cultura de su nación, en que 
nunca faltaron cronistas puntualísimos, ex- 
plicaban la escasez de noticias, abultando 
la destrucción hecha por el obispo y los mi- 
sioneros. Así salían de dos dificultades. 
Había trascurrido ya mAs de medio siglo, 
y quedaban pocos testigos oculares que pu- 
dieran desmentirlos. De ahí dimanan tam- 
bién las variaciones y áua contradicciones 
de los historiadores mismos. Tenían que 
explicar de alguna manera tos vacíos y la 
oscuridad de sus historias, y cuando se tra- 
taba de eso, lo atribuían ;í la destrucción de 
los papeles que hubieran servido para evi- 
tar tales defectos; mas llegado el caso de 
fundar su obra, fuerza era sostener que esi.?- 
tían documentos bastantes para escribirla. 
En nadie es tan patente esa vacilación co- 
mo en Clavigero. Repelidas veces deplora 
el gran destrozo causado en los anales in- 
dios; y cuando Robertson, más consecuen- 
te que él, afirma redondamente que entún- 



-fla- 
cos se piírdió loi.ia noticia de las revolucio- 
nes del imperio y de su civilización, salvo 
lo que se sabía por tradicirtn y por algunos 
fragiiiciifoa, Clavigero la emprende contra 
él, y dice: 'A'o son pocas las pinturas hislií- 
riciis que se preservaron de las indag;acio- 
nes de los primeros misioneros sino con res- 
pecto al incrciblo número de ellas que ;ín- 
tes había,' 

Esta última aserción de Clavigero, re- 
petida al infinito, Antes y después merece 
ser examinada. Que fuera iitcreiblc [por lo 
grande] el nùmero de pinturas, y precisa- 
mente históricas, que existía al llegar los 
misioneros, no puede saberse de otra parte 
sino del testimonio de los indios, pues si en 
los primeros afios de la conversión fueron 
destruidas, y los misioneros no dan fé de la 
existencia y dcsapariciiSn do tan grandes 
archivos, los que escribieron después no 
pudieron saber sino lo que los indios les 
contaron. IxtUIxochitl, que nada de eso vio, 
es quien más pondera la abundancia de pin- 
tores y pinturas; pero ya sabemos qué va- 
lor tienen sus fantásticas descripciones de 
las grandezas tezcocanas. Mas dado quo 
hubiese tal cúmulo de papeles, falta saber 
qué contenían, y no s6 por qué hemos de 
creer forzosamente que los más eran htslú 
ricos y preciosísimos. En todo archivo soa 




muchos iTLiís los papeles de poca ó ninguna 
importancia para la posteridad, que los ver- 
daderamente dignos de conservarse. Dice- 
se que los mexicanos pintaban todo, y si asi 
era, mucho habría iniítU para nosotros. 

De todas maneras es un hecho que las 
pinturas mexicanas habían sufrido graves 
menoscabos antes de que los misioneros 
pusieran el pié en esta tierra. Por Sahagun 
sabemos que en tiempo del rey lacoatl se 
quemaron las pinturas "para que no vinie- 
sen A manos del \TiIgo y fuesen menospre- 
ciadas." Primera destrucción, hecha por in- 
dios.— Pomar 6 Lvtlilxochitl afirman que los 
tlaxcaltecas quemaron los archivos de Tez- 
coco. Segunda destrucción también por in- 
dios,— A la llegada de los españoles, mu- 
chos poseedores de pinturas las escondie- 
ron ó enterraron para preservarlas de las 
contingencias de la guerra, como suele ha- 
cerse con las cosas preciosas (1). Muertos 
ó alejados los dueños, aquellos papeles que- 
daron perdidos. Tercera causa de destruc- 
ción.— Cortés, para ganar la ciudad, tuvo 
que demoler las siete octavas partes de ella, 
inclusos los teocallis; y como las pinturas no 
hablan de estar en la calle, sino en los edi- 
ficios, debieron perecer con ellos. Estos re- 
di Mesdiei*, lih. IV, c.ip.41, 



sultados de la yucrru no dcbcn iidminirnos. 
En nuestros días las bombas prusianas han 
reducido á cenizas la vica biblioteca de Es- 
trasburgo. Todos estos estragos habían pa- 
sado ya cuando llegaron los misioneros. Es 
indudable que dcstru3-eron algunas pintu- 
ras; pero nadie hasta ahora ha podido es- 
pecificar el cargo, diciendo qué misionero 
quemó, cuíiles pinturas y cuándo. Hoy no 
nos hallamos ya en aptitud de caTiíicar cuíll 
era la importancia de lo que destruyeron, 
y es suposición gratuita decir que fueron 
anales históricos. Si algún daño hubo á los 
principios, recayó en papeles sueltos, no en 
ios grandes depósitos que ya no existían. 
En todo caso, aquello duró poco tiempo, 
pues en 1533 ó 34 1 más tardar, ya se reco- 
gía y explicaba la pintura à que se ha dado 
el nombre de Codex Ziimárraga, y eso á 
pesar del horror que debía inspirar, por es- 
tar manchada de sangre humana (1). No se- 
ría la única en que concurriera esa repug- 
nante circunstancia; y ;í la verdad que tra- 
yendo así á la memoria las antiguas cruel- 
dades, provocaban á destruirlas. Es cons- 
tante que los misioneros conocieron muy 
pronto la conveniencia de conservar esos 
documentos; y parece natural admitir que 



(t) Anales 



ii.ii,[>úe.s:>. 




que h;ibÌencìo sido corüi l;i liunición del 
error, y no habiendo ya grandes coleccio- 
nes de manuscritos, el daño causado por los 
primeros misioneros viene, en buena critica, 
;'i encerrarse en términos tan estrechos, qu:r 
en ninguna manera prestan fundamento pa- 
ra la gioita que se ha levantado por eso con- 
tra aquellos apostólicos varones, á quienes 
somos deiiilores de taalos beneficios. 

Por lo que toca al Sr. Zumíirraga, es pre- 
ciso repetir que habiendo llegado á fínes 
de 152S, nada tiene que ver con lo pasado 
hasta entonces: que durante los años de 
1529 y 1530 harto tuvo que hacer con opo- 
nerse íl los exceso,) de la primera Audien- 
cia: que en el de 31, cuando comenzaba A 
respirar, recibitì la urden de ir ú España, y 
al regresar, muy entrado el 34, ya no se 
destruían pinturas, sino que se interpreta- 
b;m, y las llevaba con aprecio el Sr. Fuen- 
leal íl España. La quemazCn de los archi- 
vos de Tezcoco y México es pura fábula in- 
ventada casi en nuestros dias: no hay certe- 
za de que al Sr. Zumárraga se deba la des- 
trucción de una sola pintura: no era él quien 
quería oscurecer la memoria de lo pasado, 
pues escribía y enviaba al Concilio de Tren- 
to una memoria sobre las antigüedades de 
Nueva Kspaiía, El cargo de destrucción no 
aparece formulado sino muchos años des- 



- 97 - 

pues de su muerte, por Torquenuda é Ix- 
tlUxochill: éhte merece poca fé; el primero, 
si bien recogió los escritos lie los misione- 
ros para tcjcr»u obra con retacos de ellos, 
no pudo encontrar allf c! cargo, porque no 
estií; le sacó de los inComies de ios indios, 
lo mismo que Ixtliixochill, y ya hemos di- 
cho lo que eso puede valer. Sahagun, más 
cauto ó mejor informado, no raezcltì el nom- 
bre del Sr. Zumiirraga en el asunto. 

A I;i rebaja que debe hacerse en el nume- 
ro de pinturas históricas conservadas por 
los aztecas, y á la diminución producida por 
las causas enumeradas, hay que agregar la 
que fueron sufriendo despuús, poco A poco, 
enei medio siglo trascurrido hasta la época 
en que los autores mencionados escribieron. 
En todos tiempos, y sin necesidad de que 
nadie los persiga, perecen papeles por raU 
accidentes: otrqs quedan de tal modo ocul- 
tos, que sólo la casualidad los descubre. 
Esa lenta destrucción del tiempo, no la me- 
nos grave, continuó adelante, y á ella se de- 
be en mucha parte la falla de pinturas que 
hoy se nota. Sin embargo, Boturini, media- 
do el siglo XVIII. halló todavía no pocas 
importantes y desconocidas. No faltan 
ejemplos de que pinturas consideradas co- 
mo destruidas por los misioneros hayan 
aparecido después, cotiservadíis y .lun he* 




chas por ellos mismos. Así el Toualamatl. 
ó calendario de los 2ij0 días, que Sahagun 
deseaba ver destruido, no lo fué, sino que 
se conservó en el convertí de S. Francisco 
de México, y ha sido litografiado en nues- 
tros días. E! otro calendario formado por 
un religioso, y que según Mendieía había 
sido extirpado fsi es, como parece por las 
señas, el de Fr. Toribio de Motolinia, de > 
que habla Torquemada), no pereció, pues I 
yo le tengo original. Aun puede probarse i 
que las librerías de los indios existían, pre- 
cisamente cuando mis se lloraba su dea- i 
trucción. Así resulta de una curiosa corres- 
pondencia entre los padres jesuítas Tovar 
y Acosta. El primero habla escrito iina his- | 
toria de los indios, que comunicó al segun- 
do (1), y éfatc, al avisaíle el recibo, le pre- 
gunta, entre otras cosas, 'qué certidumbre 
y autoridad tenía la historia.» A lo cual sa- 
tisface así el P. Tovar: «El virey D. Martin 
Enriquez, teniendo deseo de saber esas an- 
tiguallas de esta gente con certidumbre, 
mandó juntar ¡as librerías que ellos tenían 
de estas cosas, y los de México, Tezcuco y 
Tula se las trajeron, porque eran los histo- 
riadores y .sabios en estas cosas (2).> Las 
cartas no tienen fecha, pero como el virrey 

.„ .„_.....■ ^¡y „,gr„i ubro VI, caps. 1, T. 

is carf^s al fin de esta disertación. 



3 



- 99 - 

gnriqucz gobernó de l.%S á IfíSO, de todos| 
iodos aparece que en tiempos de Torque- 
Eada é Istlilxochitl, grandes lamentadores 1 
Pe la falta de librerías aztecas, las habla por 
lo menos en tres ciudades principales, los 
indios las traían á México, y el virrey las po- 
nía á disposición del P. Tovar. |No fué, pues, 
tanto el destrozo causado por los primeros 
BlsionerosI 



Parece que con lo dicho bastaría, y ya es 
mpo de poner término á esta larga y can- 
Eda disertación. Pero pido al benévolo lec- 
!: que me preste todavía otro poco de pa- 
Jicía, y escuche algimas observaciones 
ales. 

Bijusto parece que cuando debemos á ál- 

Sien grandes beneficios, paremos la con- 

Heración en una falla que haya cometido, 

s empellemos en abultarla, .1 pesar de 

fec después la haya reparado con exceso, 

Gal sucede con los primeros apóstoles de 

pestra tierra. No nos cansamos de ccnsu- 

r el celo falso 6 necio, la ignorancia ó el 

latismo que suponemos los impulsó á des- 

r las antigüedades aztecas; pero no nos 

tamos siquiera cl trabajo de averiguar 

■rl lieclio es cierto, ni queremos recordar 



- 100 - 

que á ellos se debili l;i abolición de los sa- 
crificios humanos, el establecimiento de la 
verdadera religiiin, la defensa y conserva- 
ciiin del pueblo vencido. Y después de to- 
do, el cargo es falso ú (rrandcmente exage- 
rado; y el poco daño que tal vez llegarían á 
causar en pinturas verdaderamente impor- 
tantes, quedó bien compensado con los es- 
critos que les debemos. Venidos á la prcdi- 
cacíiin, por ningún motivo estaban obliga- 
dos á echarse encima nueva carga, ocupan- 
do sus escacísimiis horas de descanso en in- 
vestigar y escribir la historia antigua de es- 
tos pueblos A ellos, que aprendieron la 
lengua, que estudiaron las pinturas mismas 
,de cuya destrucción son acusados, que re- 
cogieron las tradiciones más auténticas, que 
reunieron todo en laboriosos trabajos, so- 
mos deudores de lo que sabemos acerca de 
los tiempos pasados. Sus inmediatos suce- 
sores y colaboradores continuaron la obra; 
pero los que llegaron mucho después, co- 
mo Torquemada, ya no cargaron sobre sí 
las inJecibles fatigas del apostolado; y al 
paso que sabían aprovechar, por no decir 
plagiar, loj escritos de sus predecesores, 
no creían injusto dar crédito ú. indios em- 
busteros, para culpar de ignorancia ó de 
celo extraviado ¡1 los insignes varones A 
quienes debían la \wt ri^cogitía en sus pro- 



- 101 - 

s escritos; débil reflejo, op;)cado por itiil ¡ 
afladiduras impertinentes, de aquella clari- 
dad que brilla en la sencillez de los prime- 
ros. Si estos se hubieran Üiiiiíadu, como 
con justísimo derecho podían hacerlo, á 
predicar la 16, conservando con esmero 
hasta el último papel borroneado por los 
aztecas y salpicado de sangre humana, pe- 
ro sin escribir ellos cosa alguna, hoy no 
quedaría de la historia antigua de México 
ni lo poco que creemos saber. 

Porque en electo, la escritura geroglifica 
de aquellos pueblos era del todo insuíicien- 
Ic para conservar la memoria de los suce- 
sos pasados: pudiera servir, cuando miis, 1 
para dejar_ asentada una especie de tahla ' 
crono!'*'gic«, sm pormenor alguno, sin cx- 
plicaciún de las causas de los acontecimien- 
tos, ni del carácter de los personajes, sin ¡ 
nada en fin de lo que esige la Historia para I 
merecer tal nombre. La indicación vaga di; 
linas épocas cosmogónicas, no siempre en J 
t-1 mismo urden; una serie de reyes con no- 
labli--s discrepancias de fechas y aun de su- 
cesión; áridas ó incompletas noticias de pe- 
regrinación y guerra, mezclado todo con | 
fábulas absurdas y pueriles; nóminas de tri- 
butos, y otros apuntes sueltos por el estilo, J 
no constituyen la Historia, Cuando Clavi- 
ló i Li v.fí arrebato de entusias- 

T, 11,-13 




102 - 

.mo: <Si se hubieran conservado (las pintu- 
ras) nada se ignoraría de la historia de Mé- 
xico." no supo lo que se dijo. Quisiéramos 
ver al pulido abate rodeado de todos los fa- 
mosos archivos de México, Tczcoco y cuan- 
tos mis pidiera; pero privado por completo 
de los escritos deesos/rd/'/es, & quienes en 
su interior desprecia, para ver si de tales 
papeles hubiera podido sacar su historia. 
Habríase quedado á oscuras. Por mAs que 
hoy se pondere el alcance de la escritura 
geroglifica de los mexicanos, y Aun se pre- 
tenda atribuirles el uso de signos fonéticos 
que por mi parte nunca lie acertado á en- 
contrar, lo cierto es que su sistema, según 
Clavigero mismo dice, "era imperfecto, em- 
brollado y equívoco." Buscar cliwe 5. esas 
pinturas cS púrder tiempo, porque ñola tie- 
nen: díjosc que el Lie. Boninda la iiabín h;i- 
llado, y Bustamantc InmcntO su pérdida en 
todos los tonos; pero 1 1 publicación del pro- 
ceso del p. Mier ha '." 'nido & poner en cla- 
ro la inexactitud del aserto. Si algo leemos 
en las pinturas, y de algo sirven para escla- 
recer uno ú otro hecho histórico, es porque 
sabenvos de antemano el hecho, y porque 
los misioneros nos dejaron el conocimiento 
de la lengua y de muchos de los signos con 
que los aztecas representaban lo que po- 
dían, A cuya obra aj-udaron los intérpretes 



\ 



- t03 — 

líe los primeros afios. Sin tales auxilios las 
pinturas aurian ininteligibles; pruíbalo que 
el códice de Drcsde, que no es mexicano ni 
tiene ititcrprotaciOii, permanece mudo, y 
apenas se sabe á qué pueblo pertenece. La 
interpretaciún de ciertos geroglíficos azte- 
tccas es hoy tan clara como la de una cha- 
rada cuya solución ya se conoce. Carecien- 
do de todo antecedente, ¿qui leeríamos al 
ver un deforme muñeco, sentado en cucli- 
llas, con rostido de perfil y ojo de Érente, ce- 
ñida la cabeza con una diadema puntiagu- 
da, y acompañado de uaa pierna llagada ú 
herida? Ahora decimos sin vacilar que es 
el rey Tízoc, pero porque ya sabemos que 
asf se le representaba, Y i posar de eso, 
icuántas y cuántas interpretaciones muy 
acreditadas no han venido al suelol Ea la 
famosa pmtura del 'Viaje de loá Aztecas» 
todos, y aun los personajes, tan graves co- 
mo Sigílenla, Clavigero y Humboldt, vie- 
ron la historia de tiempos remotísimos: el 
diluvio universal, la confusión de las len- 
guas, la dispersión de las gentes y quó sé 
yo cuántas cosas más, lü cual quedó acep- 
tado como cosa indudable, hasta que el Sr. 
Ramírez y despulís el Sr. Orozco y BciTa 
probaron que no hay allí diluvio, ni torre 
de Babel, ni cosa que lo valga, y que todo 
se reduce á la peregrinación de los mexica- 



- 104 - 

nos, no desde ci misterioso y lejano Chico- 
iiioztoc, sino puramente dentro de los limi- 
tes del Valle de México. El mismo Sr. Ra- 
mírez, caya inteligencia y sagacidad nadie 
puede poner en duda, no se librü de caer en 
alguna equivocación. Tratando de dar la 
interpretación de la conocida pintura 144 
del Códice Vaticano que represéntala muer- 
te de Pedro de Alvarado, tropezó con la fi- 
gura de un animalejo, que así puede ser ra- 
tón como cualquier otro mal bicho, corona- 
do con una planta, al parecer de maguey. 
Púsole en graves dudas y al fin decidió que 
era ratón y una representación simbólica 
de las calamidades que amenazaban ú que 
efectivamente cayeron sobre aquellos pue- 
blos á causa de la guerra. Da sus razones 
y aiíade que en cuanto al maguey, no alcan- 
za que pueda significar otra cosa sino que 
•la penuria llegó al punto de secar ó fué tan 
cruel como las que secan y enferman los 
magueyes, que es la mils resistente de to- 
das las plantas; ó bien que en aquel año pa- 
decieron estas alguna epidemia (!),> Mas 
hé aquí que viene luego D. Eufemio Men- 
doza A interpretar la misma pintura, y dis- 
crepa del Sr. Ramírez (rara vez con acier- 
to) en casi todas las figuras, entre ellas la 

■v-í JYoceso ie Petiro ilt Atearada, píí¡-230. 



- 105 - 

iíl anímalejo, que declara ser una íhjkx (to- 
po) y sigoilica pura y simplemente el nom- 
bre del virrey D, Antonio de Mendoza j'fíiírW, 
maguey y to;aii, tuza (I), lo eual dicho sea 
de paso, está confirmado por la pintura Au- 
bÍQ (pág. Ir''^), donde se ve el mismo gero- 
glifico al lado de la figura y nombre del vi- 
rrey. Lo propio acontece con los ídolos. No 
lia mucho hizo gran ruido el des cubrí míen- 
lo de uno en las ruinas de Chichenitzá (Yu- 
catán). Cierto arqueólogo extranjero, que 
aseguraba saber leer los gerogllficos de 
aquellas ruinas como nosotros el alfabeto 
Ialino, desenterró una estatua que llevaba 
ifoce mii aflos de scpuluida, ú la que bauti- 
zó con el nombre de Chac-Mool ó Rey Ti- 
gre. Decía que no cni un ídolo sino un re- 
trato, pues conocía por .sus nombres ú. to- 
dos los personajes esculpidos en aquellos 
monumentos; que tenía noticias de su vida 
y de la manera de su muerte, y que la es- 
tatua pertenecía á un monumento erigido 
por la reina su esposa. Con gran dificultad 
por su mucho peso, fué trasladada ta figura 
al museo de Mérida, y luego al de México. 
Entonces el mismo Sr. Sánchez, autor de la I 
¿Cuestión histórica.» escribió una diserta- ' 




— 106 — 

ción en que hizo ver que existen otras dos 
estatuas muy parecidas: la una en el mismo 
museo de Míxico, traída de Tlaxcala, y la 
otra de origen deseonocido, en ima casa de 
Tacubaya: su conclusión es que el Chac- 
Mooi no representa rey alguno de Yucatán, 
sino al dios Tezcatlipoca *bajo una forma 
ó advocación no conocida de nosotros [I],» 
Estas son pequeñas muestras de la confor- 
midad que suele haber entre intérpretes de 
geroglíficos, y del íruto que sacaríamos de 
una gran colección de ellos, si los misione- 
ros no hubieran ensenado á los indígenas 
la escritura fonética para que con ella es- 
cribieran la interpretación corriente; y si 
los mismos misioneros, los obispos y los 
gobernantes, destructores y osciirantistas, 
no hubieran cuidado de recoger las tradi- 
ciones, hacer tieclarar las pinturas antiguas 
ú otras nuevas y dejar escrita, por si ú por 
otros, la relación de las cosas pasadas. 

Mas aun cuando pudiéramos leer coa clari- 
dad las pinturas, no sé por qué hemos de 
concederles la fé absoluta que algunos quie- 
ren. Sus autores nos son totalmente desco- 
nocidos, y no podemos juzgar de su aptitud 
y honradez. Ciertamente que "no eran otro 
Moisén," como dice la relación del ¿líro (if 

ti] Amtea lid Miisi-o, tamo I| pagina SXf. 



nos: 

m 



- 107 - 

Ofo, y muy bien pudieron errar en materia 
tan oscura. Los analistas indios posteriores 
á la conquista equivocan torpemente hasta 
las fechas contemporáneas y perfectamente 
conocidas (1). Sin embargo, luego que selee 
6 cree leerse una fecha ó un suceso en cual- 
quiera pintura, debe aceptarse sin vacilar, 
por más que no vaya de acuerdo con lo que 
digan autores conocidos y dignos de crédito. 
A ser mayor el número de pinturas que 
nos restan, resulfarían infinitas conlradiccio- 

i, que por cierto no faltan en lo poco que 

lemos. 

.éjos estoy de querer desacreditar las 
pinturas aztecas, súlo por disminuir asi la 
pena que causa la desaparición de muchas 
de ellas, y atenuar el cargo hecho á los mi 
sioncros. No creo que haya documento his- 
tórico inútil, y yo, que he procurado recoger 
y publicar algunos, sería quien menos pudie 
ra ver con indiferencia la desaparición dí 
los anales del pueblo que en tiempos remo- 
tos vino á ocupar este suelo. Quisiera, por 
el contrario, que se conservasen hasta hoy 
todas las historias que pintaron los aztecas, 
para que sirviesen al estudio de los sabios 
que con segura crítica y ánimo sereno se 

"icasen A esclarecer aquellas épocas osc«- 



— loa- 




ras. Pero no puedo tolerar esa^jemciones 
apasionadas, y deseo que á cada cosa se dé 
su verdadero valor. 

En resumen; no h\é considerable, ni en 
cantidad ni en círiidad , el daño que !os misio- 
neros causaron en las pinturas aztecas: el 
que hiceron á los principios, supieron repa- 
rarle cumplidamente, y no hay justicia para 
acusarlos de ignorancia y fanatismo, por só- 
lo un momento de error muy disculpable. 
Y si bien se mira, los que mAs afectan con- 
dolerse de la pérdida de las pinturas, son 
los que menos las conocen, y qu':' jamás se 
ocuparían en estudiarlas. No es ul celo por 
los adelantos de la ciencia loque provoca 
esiis lamentaciones: es el espíritu de partido 
úde secta, que cree encontrarima arma con- 
tra España y contra la Iglesia, en la supues- 
ta ignorancia de sus primeros enviados. Más 
debiéramos dolemos de la púrdida sufrida 
en estos últimos años con la dcsapariciún, 
no de signos oscuros, sino de libros rarísi- 
mos y códices preciosos, que con absoluta 
indiferencia hemos visto pasar .il extranjero, 
de donde jamás volverán. La .sana crítica 
no coiis¡L-nti.' ya que se estín repitiendo 
esas absurdas acusaciones contra los misio- 
nerosy en particular contra el Sr. Zumárra- 
ya: el que insista en sostener todavía seme- 
jante vulgaridad, mostrará que se halla tan 
escaso de estudios como sobrado de pasión. 



- 109 - 



ANEXOS. 

Carta del P. Joseph de Acosta para el P. Joan 

DE TOVAR, DE LA COMPA^'ÌA DE JeSUS. 

Holgfado he do ver y repasar la Historia mexi- 
cana que V. R. me envió y pienso holgarán tam- 
bién en Europa con ella, por la curiosidadjque 
tiene cerca del gobierno y ceremonias denlos in- 
dios mexicanos. Mas deseo me satisfaga V. R. á 
algunas dudas que á mí se me han ofrecido. La 
primera es, ¿qué certidumbre y autoridad tiene es- 
ta relación o historia? La segunda, ¿cómo pudie- 
ron los indios, sin escritura, pues no la usaron, 
conservar por tanto tiempo la memoria de tantas 
y tan varias cosas? La tercera, ¿cómo se puede 
creer que las oraciones ó arengas que se refieren 
en esta historia las hayan hecho los antiguos re- 
tóricos que en ella se refieren, pues sin letras no 
parece posible conservar oraciones largas, y en 
su genero elegantes? A estas dudas me satisfaga 
V. R. para que el gusto de esta historia no se des- 
haga con la sospecha de no ser tan verdadera y 
cierta, que se deba tener por historia. 

Respuesta dej. P. Joan de Tovar. 

Aunque podía responder luego que recibí la de 
V. R. y dar solución á lo que por ella me pregun- 
ta, pero consolóme tanto de que V. R. gustase tan- 

T. II.-14 




- no - 

to de csa historia, que quise con más dilígenci: 
refrescar la memoria coiminicándornt; con unos in 
dios de Tulla, ancianos y principales, sabios ei 
esto y muy Indinos en este lenguaje, y conformar 



mucho con los principales 
Tezcuco, con los cuales hi 

El virey D. iVlartín Enriq 
saber estas antiguallas de 
dumbre, mandiJ junta 
ufan de estas cosas, ; 



de Méiici 



: la hisl 



juez, teniendo deseo de 
esta gente con certi- 
librerías que ellos te- 
de Mélico, Tezcuco y 



Tulla se las trajeron, porque eran los historiado- 
res y sabios en estas cosas. Envióme el virey es- 
tos papeles y libros con el doctor Portillo, provi- 
sor de este Arzobispado, encargándome las viese 
y averiguase, haciendo alguna relación para en- 
viar al rey. Vi entonces toda esta historia con ca- 
s y hieroglificos, que yo no entendía, y así 
■ los sabios de Méjico, Tezcuco 
y Tulla se viesen conmigo, por mandado del mis- 
mo virey; y con ellos, yéndome diciendo y narran- 
do las cosas en particular, hice «na historia bien 
cumplida, la cual acabada, IJevú el mismo"doctor 
Portiüo, prometiendo de hacer dos traslados de 
muy ricas pintiu'as, uno para el rey y otro para 
nosotros- En esta conjuntura le sucedió el ir A Es- 
paña, y nunca pudo cumplir su palabra ni noso- 
tros cobrar la historia; pero como entonces lo 
averigUf y traté muy de espacio, quedóseme mu- 
cho en la memoria, demás de que vi un libro quo 
liiío un friüc dominicoi deudo mío, que es(abn el 



- Ili - 

s conforme .i la librtriii .intigna que yo he v 
me ajudii & refrescar la memoria para ha- 
a historia que V, R. agorn ha leido, poniert-fl 
lo que era más cierto y dejando oirás cos¡l!aí| 
dudosas que eran de poco fundamento, 
la autoridad que eso tiene, que para mí i 
porque demás de lo que yo v¡ en sus r 

I -os, lo traté antes del cocoliste con tod 
Hnos que supe sabían de esto. Y ninguno discre-l 
ibu, como cosa muy notoria enlre filos, y e 
lo que respondo á la primera pregunta de V. R.» *1 
i cuanto á la autoridad que tiene esta historia. 
p. In segunda pregunta, t¡c<5mo podían los in- 

cosas?," digo, como queda referido, qu< 

sus ñgiu'as y hicroglíñcos con que pintaban iaa^ 

cosas, en esta forma: que las cosas que no habia \ 

Igea propia, tenían otros caracteres significa 
s de aquello, y con estas ■ 
juerfan. V para memor 
eció cada cosa, ya ha 
. escrito del cójnputo que e 
ido cada cincuenta y dos a 
ahí hago mención, que cr 

en que acaecían las cosas memorables, pintSndo- 
lo á los lados de las ruedas con los caracteres 
que queda referido. Las ruedas y círculos de años 
que vi en las historias eran cuatro, porque estos 
no tenían Olfií cuenta, sino ilcsdc que salieron de 
t4«tietq Qi{eT43 iJe que ni principio 4e esta bisto- 



s figu rabal 

o V. R. lo que ahí 1 

s usaban, ha-^ 
ina rueda, de 1 
IO un siglo, y ' 



— 112 - 




1, y desde entonces hasta que 
n los españoles habían corrido tres ruedas 
cumplidas y ¡ba en la cuarta; y en estas ruedas 
estaban señalados lodos los casos y cosas memo- 
rables que tenian ea sus historias, como V. R, ve- 
rá en la rueda que va al cabo de ese calendario 
que va con esta, donde ponen un español con un 
sombrero y sayo colorado, poniéndolo por señal 
de! tiempo en que los espaSoles entraron en esta 
tierra, que fué de la cuarta rueda ú edad, corrien- 
do el sigfno que llamaban cailn, que pintaban en 
la forma que V. R. ahi verá. 

Pero es de advertir que aunque tenían diversas 
figuras y caracteres con que escrebian las cosas, 
nuera tan suficientemente como nuestra escritura, 
que sin discrepar, por liis mismas palnbras, refirie- 
se cada uno lo quc'eatiiba escrito: solo concordaban 
en los conceptos; pero para tener memoria entera 
de las palabras y traía de los parlamentos que ba- 
cian los oradores, y de los muchos cantares que 
tenian, que todos sabían sin^discrcpar 'palabra, 
los cuales componían los mismos'oradores, aunque 
los fig'uraban con sus caracleres, pero para con- 
servarlos por las mismas palabras que ios dijeron 
sus oradores y poetas, había cada día ejercicio de- 
llo en los de los mozos principales que habian de 
ser sucesores á estos, y con la continua repetición 
se les quedaba en la memoria, sin discrepar pala- 
bra, lomando las oraciones más famosas que en 
cada tiempo so hacían, por método, para imponer 
á los mozos que habian de ser retóricos; y de'es- 



113 



n muchos parlamento! 
Kscrepar palabra, de g'cnte en gente, hasta qu 

a los españoles, que en nuestra letra escribÍB«f 
D muchas oraciones y cantares que yo v 

iiiservado. Y con esto queda respondido i 
^ditima pregunta de "cúmo era posible tent 
a de las palabras," etc. V para mus : 
Bftccion de lo que aquí he dicho, envió ,í V. I 

i de! Pater Nostcr, de (la Ave María) y 
He la Confesión general, y otras cosas de nuestraij 
ribieron y deprendiéronlos anligu 

cíanos de Teícuco y de Tula. V esto bastará pa 
colegir en qué manera escribían los antiguos s 
i. También envi.), ultra del c 
múnrio de los indios, oíros de los mismos, muy cu J 
n que juntamente va declarado lo queperte^S 
ius meses y dinsy fiestus, y junt 
jrdsdo con las fiestas y meses y año de i 
|]endar<o edesiíitico, que cierto pone ndmin 

s alcanzasen tanto con su inge-ifl 
i y hahilidad, coiitn V, lí, veni pi>i- esos papelea'^ 
e ahi envió. 



Non 



I El P. Juan de Tovar, natural de Tercoco, era 
■ Kbendndo de la Catedral y secretario del Cabil- 
mdo lleg:aron los primeros jesuitas, cuya ro- 
ti lomó el 3 de Julia de 1573, y fuú el tercero de 
I que abrazaron aquí el nuevo instílalo. Dos 




ailos después, el 3 de Julio de 1575, li: 
legio de México los tres votas simple 
10 en lü de Eaero de 1592, Fué 
la lengua nahon, que le dieron el nombre de Cice- 
i; supo también !a otorai y la maza- 
hua. Por muchos años se dedicd á la enseñanza 
en los colegios de Tepozotlan y de S. Gregorio de 
Mélico: seis ilntes de su muerte, ocurrida el 1." de 
Diciembre de 1626, perdiú la vista, cuya desgra- 
cia llevú con admirable paciencia. 

De antiguo se sabia que el P, Tovar habí 
crifo una Historia antigua de Mélico, pues 
jo el P. Acosta (Üb. VI. caps. 1, 7 (1); pero : 
noraba su paradero. Clavijero no In vio, ni 
poco Beristain, aunque da la seña de ser <un grue- 
so volumen. 1 El Sr. Raniirez, en sus Siiplemenlos, 
inéditos, á Beristain, habla ya de la Historia, y 
dice que según noticia comunicada por D. Pascual 
de Gayangos, existía en la eitra ordinar ¡a colec- 
ción de Sir Tilomas Phillipps (Middle Hill, Esses, 
Inglaterra), quien habla formado una biblioteca 
de más de veinte mil manuscritos, trasladada á 
Cheltenliam, después de la muerte del poseedor 
(6 de Febrero de 1872). Pero todos ignorábamos 
que el manuscrito del Sr. Phillipps no era miís que 
im n-aginenlo de la obra, y que estaba impreso. 
Dilime esta noticia el diiigenle anticuario D. Ad. 
F. Bnndelier, de Higliland (Olinois, Estados-Uni- 



aiE 



- 115 - 

dos), quien halló el título del impreso en el catá- 
logo de los libros de Mr. E. G. Squier, vendidos en 
Abril de 1876. El .Sr. Bandelier ignoró por algún 
tiempo el paradero del Tovar; mas después supo 
que se hallaba en la famosa librería de Mr. J. Le- 
noi, regalada á la ciudad de Nueva York, y allí 
le vio. El mismo Sr. Bandelier me ha comunicado 
las cartas arriba impresas y las noticias relativas 
al libro. 

Tiene éste dos títulos en una misma portada: el 
primero, probablemente moderno, dice así: 

Historia de los Indios Mexicanos^ por Juan 
de Tovar. 

El segundo, que parece ser el verdadero, es co- 
mo sigue: 

Historia de la benida de los Indios á poblar á 
México de las partes remotas de Occidente, y pe- 
regrinaciones del camino, su govierno, ydolos y 
templos dellos, ritos, y ceremonias, y sacrificios, 
y sacerdotes dellos, fiestas y bayles, y sus me- 
ses y calendarios de los tiempos, los reyes que tu- 
vieron hasta el postrero, que fué Inga (?), con 
otras cosas curiosas sacadas de los archivos y tra- 
diciones antiguas dellos. Hecha por el Padre Juan 
de Tovar, de la Compañía de Jesus, enviada al 
Rey, nuestro vSeñor, en este original, de mano es- 
crito.— Private Print, Middle-Hill, 1860. 
Folio, 12 págs. 

Este ejemplar fué regalado por el Sr. Phillips 
al Sr. Squier en 1871. 
De la comparación hecha por el Sr. Bandelier 




mposicion origl- 



enlre el frag^meiito impreso de la obra de Tovar 
y el Códice Jíanñrex, publicado recienienicnce, 
resulta tnl semejaniii, que no puede caber duda 
de que ambas obras son una misma. El Sr. Rami- 
tex creía que el Códice se escribió originalmente 
en meiicano, y lo que tenemos es la traducción 
castellana hecha por el P. Tovnr. Mas el Sr. Ban- 
delier opina que el Códice es c 
nal del Pitdre, y la segunda bisi 
por baberse eitrnviado la prin 
provisor Portillo, que es la iinp 
Por mi partí, sin entrar en mayores eiplic. 
que no son propias de este lugar, me inclino & 
creer que de la priimi-a historia del P. Tovar na- 
da se sabe todavia; que el impreso es un fragmen- 
to do la siEiiiidíi: que el C¿/iice es esln segunda 
bisiocia, no del Iodo eoinplein: qiie el hecho df 
estar escrito en una columna, dejada en blanco !a 
otra, no prueba que en ésta dcbiit haberse coloca- 
do el teiio original ineiícano, al lado de la ver- 
sión española, como supone el Sr. Ramireí, pues 
igualmente probaHn que se pensú en hacer una 
versión meiicann, que fuera al par del teito espii- 
jiúl que tenemos; pero que por los antecedentes 
del caso, puede creerse que ios indios & quienes 
ocurriii el P. Tovar para que le declarasen las pin- 
turas, le dieron naturalmente las explicaciones en 
mexicano, en cuya lengua, como tan perito en ella, 
las redactó el Padre, para que nada perdiesen de 
su autenticidad, volviéndolas después al castella- 
no para presentarlas al virrey, y de todos modos 



- 117 - 

es una obra suya, sin que se opongan á esta cre- 
encia las objeciones del Sr. Ramirez. La obra que 
cita Tovar, de un fraile dominico, deudo suyo, de- 
be ser la del P. Duran, que como es sabido, siguL' 
casi en todo el Códice Ramírez^ ó mejor dicho, las 
explicaciones que los indios daban entonces de las 
pinturas que aún se conservaban. 




T. 11.-15 




ut mi 



Se.nokes AcAOÉMiCOS: 

llyHh'ili^'-^ promesa solemne, hcch;i cn !a in- 
M|||H U'oduc^:i(3n de nuestras MemoriaSi 
ll fi ^^l l nos pone á todos cn obligación de | 
emprender estudios parciales que algún día , 
sii'van para escribir la Historia de la Lite- 
ratura Mexicana: obra grande, que la Aca- 
demia Espafiola ha declarado caber bien cn 
campo de nuestras labores. Tenemos ya 
■c nosotros quien haya contribuido por 
larle, y muy liberalmente, al descmpe- 
de la obligaeiún contraída: lodos hemos 
leído y celebrado el precioso trabajo en que 
nuestro estimado amigo y colega el Sr, Roa 
Barcena ha sacado de la oscuridad la vida 



120 - 

de nuestro insigne dramático Gorostiza, y 
hecho el análisis de sus obras. Nos cabe, 
sin embargo, el sentimiento de que, por ra- 
zones particulares, no se honren también las 
Memorias con la biograíía del inolvidable 
poeta y controversista D. José Joaquín Pe- 
sado, que debemos á la pluma del mismo 
académico: bien que, ya impresa, puede el 
público aprovechar sus ütites enseñamien- 
tos. 

: No es tan alto el asunto con que ahora pre- 
tendo ocupar vuestra atención. Intento úni- 
camente traer á vuestra memoria los traba- 
jos de dos beneméritos mexicanos que pre- 
servaron del olvido los nombres de nuestros 
escritores, y allanaron as( una buena parte 
del camino que nosotros debemos recorrer. 
Tarea vana emprenderla el que quisiera 
escribir la Historia de una Literatura, sin 
hacer antes- profundo estudio de las obras 
que la forman; pero j-u se advierte que á 
todo debe preceder el conocimiento de cuií- 
les son esas misma? obras, quiénes sus au- 
tores, en qué tiempos y en qué circunstan- 
cias escribieron. Por eso se hadado siem- 
pre honroso lugar en !a estimación de los 
sabios á las Bibliotecas ó Catíllogos de Es- 
critores. Todas las naciones han procurado 
formar las suyas, ora 'generales, ora parti- 
culares de alguna provincia ó ciudad. Las 



- i:i - 

universidades, Ioí, colegios, las órdenes re- 
ligiosas, han hcciio también diligenciu para 
conservar la memoria de los escritores que 
les pertenecieron. Otros han preferido se- 
guir su propia inclinaciün y reducirse á au- 
tores de épocas determinadas ó de materias 
predilectas. Y no son. d fe, estos trabajos 
parciales ios menos útiles, porque en las le- 
tras la extensión es enemiga de la profun- 
didad, y no es dado á hombre alguno abar- 
car uu campo lan vasto como el de una Bi- 
blioteca Nacional, si no es aprovechando los 
trabajos de otros quejpor haber recogido 
su vista á menor espacio, han podido exa- 
ininiírlc con mayor cuidado y registrar híis- 
ta sus últimos rincones. 

Muchas causas contribuyeron ¡1 que se 
retardase entre nosotros la aparición de una 
Biblioieca. El antiguo pueblo que ocupabii 
este suelo no conocía las letras, y con eso 
esta dicho que no podía tener escritores ni 
literatura. Su impcrfecttsimo sistema de re- 
presentar los objetos é ideas, tenía que li- 
mitarse iS satisfacer, hasta donde podfa, las 
necesidades mils urgentes de la sociedad, 
sin aspirar A otra cosa. Así es que no se 
empleaba sino en registrar los tribuios de 
los pueblos, en señalar los Kmitcs de las hic- 
rci.1ades, rn recordar las ceremonias de la 
a contribuir i conservar la me- 




morìa de los sucesos más notables, que aun 
con cSe auxilio habría perecido, á no perpe- 
tuarse en las tradiciones recogidas por los 
primeros predicadores del Evangelio. Los 
indígenas comenzaron á ser escritores cuan- 
do la conquista puso en sus manos el alfa- 
beto. Entonces se dieron algunos á la com- 
posición de anales y memorias lüstúricas, 
único género en que ejercitaron SU pluma, 
y no con gran brillo ni exactitud. Si otras 
ciencias entraban en la civilización azteca, 
no hubo en la raza quien nos trasmitiera de 
un modo satisfactorio los conocimientos de 
SUS antepasados. 

Por consecuencia de la conquistase for- 
mó presto una nueva generación, ya pura- 
mente española, ya mezclada, que se hi;;o 
notable por la agudeza de ingenio, la mara- 
villosa aptitud para recibir enseñanza, y la 
precocidad de las facultades intelectuales. 
No pocos testigos imp;irciales nos han de- 
jado expreso testimonio de ello. Con esc 
elemento robustecido por los españoles que 
continuamente venían lí esta tierra, y entre 
los cuales no faltaban claros ingenios y 
maestros consumados, cu breve se desarro- 
lló el movimiento literario, y á poco más de 
mediado el siglo se escribían en Mé.tico 
obras de ciencias sagradas y filosóficas que, 
como las de Fr. Alonso de la Veracrtiz y 



Fi". Bartolomé de Ledesma, alcanzaron la 
■¡dislinción de ser reimpresas en España. 
¡Aquella fué también I;i época de los asom- 
irosos trabajos filológicos de los religiosos, 
délas crónicas y relaciones histéricas, imas 
iscritas por los indígenas, y otras, las más 
'precios. is, por los mismos misioneros. 
Al comentar el siglo XVII había ya, sin 
materiales bástanles para echar los 
ienlos de un Catálogo de Escritores, y 
ialil que alguien se hubiera acordado de 
racemos tan inestimable servicio; pero ci 
trabajo paciente y opaco de un autor de Bi- 
blioteca se avenía mal con la índole de nues- 
tro ingenio, más inclinado siempre de suyo 
il brillo y giila de l;i poesía, ó en olro tiem^ 

á las agudas investigaciones metafísicas 
jue i los estudios lentos y acompasados d 
bibliógrafo. En esto, como en todo, llevaron 
lit palma los misioneros: ellos nos dejjirt 
mención especial de muchos escritores <¡ 
su hábito que ilustraron estas regiones, y" 
cuya memoria habría perecido si faltara c 
piadosa solicitud de stis hermanos. 

Hacia aquellos tiempos U629), un limcflo 
.blicaba en España el primer ensayo de 
Biblioteca especial de América. Su obr.'i 
*tíome de otra más grande, que existió, 
:ro que nunca ha llegado á encontrarse, 
[braza en breves páginas lo que ¡i nosotros 



- 1241^ 

toia y mucho más, porque es Oriental y Oc- 
cidental, Niiutkay Geográfica. Ya con sa- 
ber esto es de considerarse cuan reducido 
papel haremos allí; pero así y todo, debemos 
agradecer A Pinelo un trabajo que abrió ca- 
mino á otros, y que contiene noticias de no 
escasa importancia. En el mismo siglo es- 
cribía el gran D. Nicolás Antonio su asom- 
brosa Bibliotlieca Hispana, en que hay tan- 
to nuestro; y al principiar el segundo ter- 
cio del siguiente (1737), el infatigable colec- 
tor y editor D. Andrés González d<! Barcia, 
que fué hfillado digno de ocupar un asiento 
entre los fundadores de U Real Academia 
Española, tomó el Epitome de Leon Pinelo, 
y sin mudarle titulo ni nombre, le convirtió 
en tres volúmenes de á folio. A tener Bar- 
cia tanta curia como erudición y amor al 
trabajo, nos habría legado una obra inesti- 
m.ible; pero aquel océano de títulos y fe- 
chas hierve en escollos de erratas y tras- 
trucques- 

Auoquc muchos materiales estaban ya 
colegidos, no contábamos todavía con una 
obra destinada á tratar exclusivamente de 
los escritores de México, y que diera noti- 
cia de sus vidas, al par que de sus obras: 
las Bibliotecas de Pinelo y de Barcia omi- 
lijii totalmente la parte biognUica, y no son 
más que descamados catálogos de libros y 



- 125 - 

maiiU-scriLoñ. Fuii preciso que una injuria 
gratuita vinii;r;i :i lastimar los ingenios me- 
xicanos, para que se resolvieran por fin A 
reunir en un cuerpo y presentar al mundo 
el inventario de nuestras obras literarias. 

D. Gregorio Mayans y Ciscar publicó en 
M.idrid, el año de 1735, una colección de 
Cartas Latinas del erudito deán de Alican- 
te D. Manuel Marti. En una de ellas (la 16." 
del libro 7.") dirigida al joven Antonio Ca- 
rrillo, el deán, en quien la erudición clásica 
no excluía una completa ignorancia del es- 
tado intelectual de lo.-; dominios de su pro- 
pia nación, se propuso persuadir á Carrillo 
que fuese á hacer sus estudios en Roma, y 
abandonase su intento de trasladarse á Mí- 
,TÍco. Con tul ocasión le pregunta, qué fin 
podía llevarle i México, vasto desierto litc- 
nirio, dondu no iialkirfa maestros ni discí- 
pulos, ni quien estudiase, ó á lo menos qui- 
siera csUidiar, porque todos aborrecían las 
lctra.s. «¿Qué libros registnirás?> exclama: 
•;qué bibliotecas frecuentanís? Buscar al- 
go de esto iillií, es perder el tiempo: déjale 
de niñerías, y encamínate adonde puedas 
cultivar la inteligencia, ganar honestamen- 
te la vida y alcanzar nuevos honores. En 
Roma, en Roma, es donde hallarás todo 
esto.» 

Maltrataba el deán, no solamente á Mési- 




126 - 

co, sino también á Españii, que, A ser exac- 
to tal cuadro, debía cargar con la responsa- 
bilidad de liaber dejado tanto tiempo en ti- 
nieblas la mejor de sus colonias. Allá no 
lastimó á nadie, que sepamos^ la violenta 
diatriba de Marti, acaso porque consonaba 
con las ideas generalmente recibidas; pero 
aquí hirió profundamente el corazón patrió- 
tico de un eclesiástico ilustre, que se pro- 
puso desmentir at ligero y atrevido escri- 
tor. Notemos, de paso, por cuan extraños 
caminos debieron España y México al deán 
Martí sus primeras Bibiiotecas: allá sacó d 
luz, por orden del Cardenal Aguirre, la de 
D. Nicolás Antonio; aquí, con sus Epístolas, 
provocó una réplica que nos valió la obra 
que vamos á examinar. 

D.JuanJosé de Eguiara y Egúrcn, nacido 
en esta ciudad de México, A. fines del siglo 
XVn, íué quien, apenas leída la carta de 
Martí, resolvió escribir una Biblioteca Me- 
xicana, para probar, con las vidas y obras 
de tantos escritores, cuan infundada era la 
censura del deán. Quería también evitar 
que la calumnia se propagase, si corría sin 
contradicción de los más agraviados, pues 
aunque confiaba en que la verían con des- 
precio los varones verdaderamente sabios 
de todas las naciones, temía con justicia 
que la creyeran otros, dados como Martí A 



- 127 - 

erudición antigua, y faltos de noticias áf¿¡ 
Mempos posteriores. Movido de propio inj-J 
pulso, instado por sus amig05| sin acordar-J 

s de su edad ya madura, ni de sus 

feucs, y poniendo su confianza en Dios, co-J 

tno él dice, no perdió momento en dar prinJ 

idpio á su obra, No era desigual el mérittjfl 

«e Eguiara 1 la tarea que tomaba sobre s!.T 

Tenía hechos buenos estudios como cole-T 

5^n! real de San Ddefonso, y era ú habla si- 1 

po Doctor, Rector, Catedrático de Prima y I 

Cancelario de la Universidad, CaliOcadotl 

Bel Santo Oficio, Teólogo consultor de losl 

|Sres. Arzobispos, Capellán mayor de la&T 

Religiosas Capuchinas, Canónigo Magistral:! 

y Dignidad de Maestrescuelas en el Cabil'l 

do de México. Pasaba por sujeto de vasti- , 

i literatura: teólogo, canonista, j'urig- 1 

insulto, filósofo, orador y matemático. Re-£ 

pió el colmo de los honores con la elcfr- J 

|(Sn para obispo de Yucatin, cuya mitr^B 

'fnunció por falta de salud, y para dedicafj 

fe á la formación de. su Biblioteca. Sabedw " 

Jrcy Fcrn;indo VI de que la escribía. lid 

^Idmitió la renuncia del obispado para de^l 

jarle libre, y it animó fi proseguir en siv 

empresa, Fuera de su obra prmcipal, ims^J 

rímiú Eguiara muchos sermones, ■ 

Ísculos latinos y castellanos, y el lomo ^ 
If los tres en que dividió imas Disertación' 



- 128- — 

nes escogidas de Teología Escolástica, en 
latin; los otros dos quedaron manuscritos, 
lo mismo que catorce tomos de materias 
teológicas y jurídicas, veinte de sermones 
y pláticas, y dos de opúsculos latinos de be- 
llas letras. Alcanzó en gran dosis á Egnia- 
ra el contagio del mal gusto literario de la 
época, y gongori/aba terriblemente, tanto 
en latín como en castellimo. Solo aquella 
depravada escuela pudo híiberle inspirado 
el estrafalario titulo de «El ladrón más dies- 
tro del espíritu religioso," que puso aun 
panegírico de San Felipe Neri, de quien era 
particular devoto. 

No3u[rióIa impaciencia de Eguiaraagiiitr- 
dar á que la Bibiioteca estuviera concluida. 
para disponer la impresión, y cuando tuvo 
completo el primer tomo, le envió ;í la pren- 
sa. Mas no como quiera, sino que comenzó 
con tales bríos, que tenia ya preparada al 
efecto en su casa una imprenta rica, nueva, 
costasa y pulida, como dice un contempo- 
ráneo, mandada traer de Ejropa el año de 
1753, en compañía con su hermano D.Ma- 
nuel, también hombre de letras, que fué 
Doctor y Rector de la Universidad, y cura 
de la Parroquia de la Santa Veracruz. Aun- 
que la imprenta vino destinada á la edición 
de la Biblioteca, como se expresa en la por- 
tada de esta (Ex nova Typograp/tiii inveii- 



- 120 - 

bus Aiilìioì'is eiìitìoni ejtisdeìii Bibliotìiccir 
destinata), se imprimieron allí otras muchas 
obras, que se distinguen por su limpieza 5' 
correcciún. 

Dos años después, en 1755, salía por fin 
de aquellas prensas un grueso tomo en fo- 
lio, primero y único de la Biblioteca. No 
fallú al autor constancia para proseguir y 
acabar su grande obra: lo que le faltó fué 
vida, porque el Señor le llamó A sf el 29 de 
Enero de 1763. Hiciéronsclc solemnes exe- 
quias, y las comunidades religiosas y cuer- 
pos literarios le dedicaron grandes elogios, 
en que manifestaron lo mucho que estima- 
lian las letras y virtudes del benemérito 
doctor. Quedó manuscrita la conllnuaciiin 
de la Biblioteca hast:i una parte de la letra 
J, y hemos vista esa continuación en poder 
dtr un particular. 

La obra estií escrita en latin, conforme 
al uso de la época y al objeto que se pro- 
ponía el autor. El tomo impreso compren- 
de las letras A, B, C, de los nombres de los 
escritores. No creyú Eguiara que la Biblia 
teca sola bastaba, y le puso al frente una es- 
pecie de priilogo, divido en '2o píirrafos ú 
capítulos, que él llama Aittcloqiiia, en que 
da razún di- la obra, rt-futa al deán Martí 
y d otros que escribieron cosas semejantes, 
y bosqueja el cuadro de la cultura mesica- 




- 130 ■ 



na, Lomándola desde los tiempos antiguos. 
Beristain cree que los Anteloqitios, sin la 
Biblioteca, acaso habrían merecido en Eu- 
ropa más concepto al autor. Distantes es- 
tamos de adoptar esa opiniún. Los Alitelo- 
9«/os no carecen, en verdad, de mérito, y 
demuestran vasta erudición en quien los es- 
cribió: contienen datos importantes, y pue- 
den consultarse con fruto;perocansaé infun- 
de dcsconfianzael tono exagerado depanegí- 
rico que reina en ellos, aveces conalgúnme- 
nuscabode los fueros de la verdad. Este de- 
fecto de lasAutfiofjuhii se extiende á la Bi- 
blioCeat. Si debemos agradecer á Marti que 
con su cx-tGinpon-iueo disparo despertnni 
á nuestros literatos, no poiieraos menos de 
sentir que la composición de la primera Bi- 
blioteca Mexicana surgiera de la exaltación 
del sentimiento patriótico. El virulento rita- 
qucproduce siempre destemplada réplica; la 
Verdad se vela, la imparcialidad huye, y 
queda la pasión para guiar la pluma, A' 
i'UiU escrito diotado por la pasión ha alcan- 
zado jamíís su objeto? Egiiiara no pudo 
contenerse, y en vcü de una exposición ra- 
zonada y sobria, nos dio una defensa apa- 
sionada. No le culpamos por haber escrito 
con extensión las vidas de los escritores, ni 
por haber admitido muchos cuyas obras son 
de poca monta, ni porque su ü-abajo es in- 



- 131 - 

mploto: de estos cargos se Uefcndiü ya él 
mismo anticipadamente en sus Aiilcloquios: 
pero querríamos más crítica y menos elo- 
gios, porque cuando estos se tributan indis- 
tintamente llegan A perder todo su valor. 

El idioma en que la Biblioteca estií esco- 
la la inutiliza hoy para muchos. Estar colo- 
cados los escritores por los nombres de 
bautismo, mucho miónos conocidos que los 
apellidos, dificulta las consultas; pero es 
probable que si la obr.i hubiera llegado á 
término, eso defecto se atenuara por medio 
de Tablas, como se hizo en la Biblioteca de 
D. Nicolíis Antonio, que siguiíi igual siste- 
ma. Lo que íio alcanzaba rcmecüo es la de- 
plorable determinación de traducir al latin 
lodos los lítulo.s de las obras, con lo cual se 
desfiguraron por completo. {Quién que no 
esto algo versado en nuestra literatura, ha 
de conocer, por ejemplo, la Graiiíicsa Afe- 
xieana bajo el disfraz de Magnalia Mexicea 
liaccalaiiri Bci-imnli ilc Balbuciia? Lejos 
t.-siaba, por cierto, Eyuiara de los escrúpu- 
los de la bibliografía moderna, que no su- 
fre el menor cambio en los títulos, y aun se 
empeña en representarlos con su propia fi- 
sonomía por medio de copias en facsímile. 
A cambio de i-stos defectos ofrece la Bi- 
htiotvt'a de Eguiava una ventaja ínesiima- 
js la de señalar coa puntualidad 



- 132 - 

en cada artículo las fuentes de sus noticias. 
Así puede el lector ampliar su conocimien- 
to del sugcto. cerciorarse por sí propio de 
la exactitud del extracto, y aprovechar lo 
que el bibliotecario no juzgó conducente ú 
su propósito. En suma, la Biblioteca de 
Eguiara es un libro útil, que corre todavía 
con bastante estimación, y es lástima que 
no esté concluida, ó á lo menos impresa has- 
ta donde la llevó su autor. Digno es este de 
toda nuestra gratitud, y de que su memoria 
viva unida á la de los sabios que volvieron 
por la honra de su p.ntria, y le consagraron 
sus fuerzas en las pacificas pero penosas 
tareas de la literatura. 

Casi medio siglo trascurrió sin que nadie 
viniera á concluir con mano piadosa, el mo- 
numento comenzado por Eguiara. Llego al 
fin su obra A poder de un joven estudianlu 
poblano, trasladado á Valencia por el Illmo. 
Sr. Obispo Fabián y Fuero, cuando trocó la 
mitra de Puebla por la de aquel Arzobispa- 
do. Esc estudiante era D.Jost Mariano Be- 
ristain de Souza, que luego fué doctor, y 
deán de la Iglesia Metropolitana de Méxi- 
co. En Valencia leyó por primera vez el 
tomo de Eguiara, y creyendo que la oljra 
estaba completa, dióse á buscar los otros, 
hasta que D. Gregorio Mayans le desenga- 
ñó de que no había más, ni aun estaba con- 



— 133 - n 

cluido el maouscrilo. Eu aquel punto ior- I 
tno Berìstain la resoìucion de proseguir ' 
hasta ci iin aquel importante trabajo; pero 
no pudo üevar A efecto su propósito hasta 
el año de 1794, en que de regreso ya en Mé- 
xico, después de haber hecho segundo via- j 
je á Europa, y lomada posesión de una ca- I 
nongía con que le agració el rey, tuvo ya J 
tiempo y medios para dedicarse álacompo- 1 
sicion de su obra. Varió entonces de plan, ] 
y en vez de concluir lo que Eguiara dejó ' 
comenzado, prefirió hacer nueva Bibliote- 
ca, redactándola en castellano, para común 
utilidad. Veinte aflos gastó en escribirla, y 
antes de acabarla sobrevino el levantamien- 
to de IHÍfl. Entonces se renovaron cOn ere- ] 
ce^ la^ declamaciones contra la tiranía de I 
la dominación 'española, y Beristain, parli- I 
dario acérrimo del gobierno, encontró nue- 
vo motivo para apresurar la conclusión de 
una obra destinada, no ya á refutar tas acu- 
saciones de un sabio, conocidas de pocos, j 
sino la vocería de un partido que creía ga- J 
nar derecho con declarar inculta y barbara ' 
la nación entera. 

En 1817 salió á \üz el lomo primero; mas 
parece que la muerte se complacía en arre- 
batar !l los que Bc consagraban ft esa ocupa- 
ción. El 23 de Marzo de! mismo año había 
bajado :il sepulcro Beristain, cuando apé- 
■"1 T, lI.-¡7 



- l^ - 

ñas llegaba ia impresión á la pág. ISl de 
aquel tomo. Afortunactamenie el manuscri- 
to estaba completo, y un sobrino del autor, 
llamado D.José Rafael Enrique;; Trespala- 
cios Beristain, continuó la impresión hasta 
el fin del alfabeto; mas no con toda su vo- 
luntad, sino porque la obra se publicaba por 
cuadernos, y los suscritores exigieron que 
no quedase trunca. Si esa circunstancia nos 
produjo el gran bien de que la impresión 
se acabara el año de 1821, no fué sino á cos- 
ta dedos menoscabos sensibles. El uno, que 
el editor dejara sin imprimir los Anónimos 
y los índices, que por no ser parte de la se- 
rie alfabética, podían omitirse sin que se 
echara de ver. El otro, que se redujera la 
lirada de los dos tomos siguientes al núme- 
ro 'de ejemplares e.xtrictamente necesario 
pfira saíísfacfT á los suscritores. de lo que 
ha venido á resultar tal escasez de juegos 
completos de la obra, que ni aun proponién- 
dose adquirirlos A toda costa se hallan, si 
no es aguardando á veces años enteros. Pe- 
ro la Academia ha logrado la ine.sperada 
fortuna de colocar uno en su biblioteca. 

Beristain aprovechó, >'omo era natural, 
los ti-abajos de Eguiara, y él mismo confie- 
sa que nunca habría entrado en l;i empresa, 
si aquel no le hubiera abierto la puerta y 
mostrinole el derrotero. PcTOoiñacliú Uinto, 



que en sus manos los mil escritores de su 
predecesor se convirtieron en cerca de cua- 
tro mit. Contemplemos aquí, Señores, cuán- 
tos trabajos, cuántas vigilias costaría á 
nuestro benemérito deán el descubrir, com- 
parar y poner en Orden los infinitos datos 
encerrados en esos millares de biografías: 
qué perseverancia ¡lubo menester para bus- 
car y examinar tantas obras: qué suma de 
conocimientos para formar juicio de mu 
chas. Y todo sin otro incentivo que el amor 
de la patria, y el deseo de disipar errores. 
Conservemos, pues, Señores, con venera- 
ción la memoria del que dio vida á tantos 
escritores, gloria S su patria, y ejemplo .1 
todos digno de, imitacicin. 

Mas no es esto incompatible con la tarca 
ingrata de señalar los, defectos que se des- 
cubren en su obra. Esa tarea sera fructuo- 
sa, si no nos dejamos conducir por espíritu 
dé detracción, y no manchará la EaOia de 
quien tan clara la merece. Las obras de elo- 
ctiencia ó de poesía pueden salir de las me- 
ditaciones de un grande ingenio tan perfec- 
tas, que permanezcan siempre intactas co- 
mo modelos inimitables. Pero los trabajos 
de investigación, biográficos, históricos ú 
bibliográficos, están condenados, por su pro- 
pia naturaleza, á ser sustituidos con otros 
mejores, y ú. cs;i suerte incvltuble tienen 



I 



— 136 - 

que resignarse quienes los emprenden. El 
tienipo. que oculta y descubre todo, nos ofre- 
ce cada día nuevos documentos; y las con- 
tinuas investigaciones de los estudiosos van 
poniendo en claro los puntos llenos antes de 
oscuridad- ISlils de sesenta años hace que 
la Biblioteca de Beristain está concluida; y 
en tan largo período, ¡cuánto no ha salido á 
luz para disipar dudas. Henar vacíos y des- 
truir aserciones que parecían fundadas! 
¿Culpa fué de Beristain no haber conocido 
todo eso? ¿Valdrá menos su libro porque 
haya en él yerros inseparables de lo huma- 
no, ü porque ahora sepamos algo más que 
entonces; Y qué, ¿no ignoraríamos también 
hoy algo y mucho, á no habérnoslo él con- 
servado? El que quiera conocer el mérito 
de la obra de Beri&lain, pi^ngase á corre- 
girla. 

El defecto principal de que adolece es la 
libertad que el autor se tomri de alterar, com- 
pendiar y reconstruir los títulos de las obras, 
hasta haber quedado algunos inconocibles; 
nada miís fácil así que confundir obras y au- 
tores, ú duplicarlos. Eguiara tradujo, es ver- 
dad, todos los títulos al latín; pero á lo me- 
nos el lector, sabe ya que no conoce el 
dadero nombre de las obras, y á falta de 
otra mejor, tonia aqut'lla mala moneda por 
Ip, qye pueda valer; micnlras que en Beris- 



[■ !o i|ili 



eiiìiiLid no tiene. 



En el primer caso esul mal setrido; pero eii 
el segundo engniìado. Tal vez procedió asi 
Beristain en muclios casos, por la desmesu- 
rada largue/a y eslrambótica redacción de 
los títulos de una gran parte de los sermo- 
nes y opúsculos que rcgislR'i: tales & veces 
que no dan ¡dea del conlciiido; mas no rc- 
flexTonii que esos títulos extravagantes for- 
man parte de la hisloria literaria, y pudo 
iberios conservado, aiíadiéndoles una de- 
iraciún de lo que quisieron significar.. 
Sritlcu Beristain al Dv. Eguiara porque 
i estilo es hinchado, y su método muy di- 
feo y se detiene en \i\rgo^ pormenores de I 
'« virtudes privadas de muchos que al ca- 
íí rio escribieron sino un Curso rie Artes 
s Sermones. • La censura es justa has- 
fcierto punto; pero aunque Beristain «se 
ípviso A apartarse en lo posible de ese dc- 
|Ko>, no siempre lo consiguiíi, como es tá- 
~ e conocer recoiTicndo la Biblioteca His- 
ìiioAmericmui. 
*Fu¿ por lo común dcsgniciado Boristaiii 
iJn la elección de los pasajes que copió en i 
su Biblioteca, y son generalmente elogioí 
de los autores. Insertar fragmentos de prosa J 
6 verso es casi una señal de aprobación; 1 
mas no contento con eso, aprobó exprcsa- 
-mme ' Beristain algunos que lo mereceg j 



- i:ír — 

bien poco, dando asi no muy alia idt:a de su 
gusto literario. En el estilo no faltarla tam- 
poco que corregir, con sólo desechar las 
metáforas violentas y aun ridiculas de que 
solia usar, como aquella del articulo del Dr. 
Torres, en qucpor no expresar sencillamen- 
te que el doctor rcnunciü varios obispados, 
dijo que huyú In cabesa il diferentes mitras 
con que ic ainenasaron desde Madrid los 
apreciadores de su mérito. 

Sirve, con todo, de grande atenuación ¡i 
los defectos de la Biblioteca la circunstan- 
cia de ser una obra postuma. No se olvide 
que al autor sólo le alcanzó la vida para re- 
visar unos cuantos pliegos de la edición. 
Todo aquel que haya impreso algo sabe que 
la última mano se quedi para las pruebas, 
y este beneficio faltó al libro de Beristain. 
De seguro que él no habría dejado fecha en 
blanco, ni en'atas de imprenta, ni artículos 
truncos ó duplicados. Menos habría permi- 
tido omitir un complemento tan importante 
comolos.4i)(ÍMííí(0í;y los índices. Mas ya de- 
seo. Señores, dejar este penoso oficio de 
critico, y prefiero emplear en hablaros de 
otra cosa, el tiempo que aún me concede 
vuestra benévola atención. 

Tan notoria ha sido !a necesidad de co- 
rregir y \'Ulgarizar la Biblioteca de Beris- 
tain, que ya desde 1827, el Dr, D. Félix Oso- 



— 131 — 

e ocupó elevados puestos en la Igle- 
. Mexicana, redactó unas adiciones ma- 
nuscritas, que tengo, aunque valen bien po- 
co, En Octubre de lS-13 se publicó el anun- 
cio de una nueva edición de la obra, que 
nunca tuvo efecto. Parece que se encarga- 
ba de dirigirla el Pbro. D. Juan Evangelista 
üuíidalajara, y aílos después tuve á la vista 
el ejemplar de su uso, plagado de notas y 
apostillas. No sé si el editor habría hecho 
algo más por separado; pero si las mejoras 
de la impresión se reducían á lo que yo vi, 
es de celebrarse que no so llevara á cabo. 
En 1863, la Sociedad Mexicana de Geo- 
grafía y Estadística llegú á acordar que se 
reimprimiera laSí¿íZí'o/í?ca. Si es pecado im- 
pedir que una obra de mérito salga en edi- 
ción pobre y mendosa, confieso que le co- 
metí, porque unas observaciones que pre- 
senté á la Sociedad acerca de la proyecta- 
da reimpresión, la hicieron desisiir de ella. 
Obré así porque siempre he creído que sien- 
do tan difíciles entre nosotros ciertas im- 
presiones, cuando se desempeñan mal ha- 
cen más daño que provecho, Una edición 
viciada induce á errores, y hace casi impo- 
sible la publicación de una buena. Alguno 
podrá animarse á imprimir un manuscrito 
íaédito, y aun á reproducir un Hbro antiguo 
ú,4:a{X}>.pcro es imponible en(:9atrat'. quien 



- 140 - 

quiera repetir una cdiciún, sólo por darla 
más correcta. Los términos en que la So- 
ciedad dispuso la publicación de la bibliote- 
ca, y el conocimiento del poco esmero de 
la imprenta que debía ejecutarla, me hicie- 
ron temer un desastre literario. 

Todavía tres afSos después unos editore.s 
respetables y bien conocidos (Andrade y 
Escalante) concibieron el proyecto de ,Ia 
reimpresión, j-aun tiraron los primeros plie- 
gos; pero los graves acontecimientos polí- 
ticos que sobrevinieron en 1867 los obliga- 
ron á abandonar la empresa y .lun el país. 
Por ultimo, no hA mucho que un librero de 
Londres (Trübner; l|uíso darnos también el 
Bcristain, y desistió asimismo de su idea. 

Jamás he podido ver, Señores, delante de 
mf la Biblioteca de Bcristain, como ahora 
la estoy viendo desde aquí, sin lamentar 
que en tan largo tiempo, si bien hubo quien 
pensara en reimprimirla, nadie conociera 
que ese servicio & nuestra liieratura queda- 
ba muy corto, si no se corregía y completa- 
ba la obra que se quería revivir. Nadie ha 
querido emplear de veras en ella sus fuer- 
zas y sus -vigilias. ¿Tan d esa gi-a deci dos so- 
mos? iTan indiferenies^á las glorias patrias? 
¡Han sobrado prensas para inundarnos de es- 
critos necios, frivolos é impíos, y no las ha ha- 
bido en sesenta aííos para repetir mejorada 



- IJI - 

la cdiciúii du Limi obr^ c;ipit;il que ya no se 
encuentm! ;Quó tarcii más noble para la 
Academia Mexicana? ¿Cuál más propia de 
su instituto? ¿Agolaremos nuestras pocas 
fuerzas en lo que otros podrán hacer, y no 
reservaremos algunas para lo que nadie ha- 
rá, si nosotros no lo hacemos? {Podremos 
emprender la historia de nuestra literatura, 
si no comenzamos por saber de quiénes de- 
beremos hablar? ;V acaso en esas biogra- 
fías de escritores, junto con la noticia de 
sus obras, no quedaría hecha j'a una princi- 
pal parte de la historia, y aun tanta, que pu- 
diera suplir por la Historia misma? Entre- 
mos, Señores, con línimo firme en ]a glorio- 
sa empresa; que si ella es superior íí las 
fuerzas de un hombre, no lo será A las vues- 
tras reunidas, 

Para aliviamos la penosa jornada han co- 
menzado algunos íí trillar la senda: quiúnes 
con adiciones y correcciones al mismo Be- 
ristain; quiénes con estudios especiales de , 
ciertos escritores. Entre aquellos merece el 
lugar más distinguido nuestro finado cole- 
ga cl Sr. D.José F.Ramfrcz, quien con su 
profundo conocimiento de nuestra historia, 
su inmensa lectura y su incansable laborio- 
sidad, apenas dejo materia mexicana en que 
no ejercitase su pluma, aunque por su nimio 
afán de apurarlo todo, sean comparativa- 



mentt escitóOS los íriiioh de su crudiciún. 
El nos dejó un ejemplar de ln Bibiioteca co- 
rregido en muchos lugares, y un extenso 
suplemento cuya copia guardo como valio- 
so tesoro. 

También yo, Señores Académicos, con 
pena lo confieso, soñé un tiempo en alzarme 
con la gloria de ampliar los cimientos de 
nuestro Catálogo de Escritores; pero no lar- 
dé en abrir los ojos y advertir que mi bue- 
na voluntad excedía en mucho á mis me- 
dios. Dejé la empresa, sin olvidarla, y juz- 
gué que no perdía mis horas libres si me 
dedicaba á carregir, poco á poco, los títulos 
del autor, mediante el cotejo con los líbrqs 
que lograba j*o haber .1 las manos. Asi len- 
fmrente he rectificado muchos, he añadido 
otros que faltaban, y lie corregido de paso 
eiTatas é inexactitudes en varias biografías: 
saqué además copia de los Auómmas de 
Berístain, y de las importantes anotaciones 
del Sr. Ramírez: aun me he atrevido ¡I for- 
mar de nuevo ciertos artículos, de los cua- 
les he publicado algunos. Convencido de la 
imposibilidad de hacer cuanto me proponía, 
he venido á fijarme en estudiar nuestros es- 
critores del siglo XVI; estudio que tengo 
algo adelantado, y del cual habéis tenido la 
bondad de escuchar unos fragmentos. To- 
do ello, 3' cuanto pueda trabajar más ade- 



- U3 - 

Iptf, *eer;í du In Academia, si quiere t-m- 
, prender !a grande obra á que la invito. 

Vasto cs ci campo que ella nos ofrece, 
pero grave también, no hay que disimular- 
lo, la carga que echaremos sobre nuestros 
hombros. Tenemos que completar el catil- 
iogo de escritores de la época que alcanzií 
Beristain, y que añadir los que florecieron 
después. Para ello habremos de sacudir el 
polvo de los archivos, consultar manuscri- 
tos raros, registrar nuestras antiguas crú 
nicas, aprovechar documentos oficiales, re- 
correr colecciones voluminosas, hojear pe- 
riódicos fastidiosos, leer difusos catAlogos, 
pedir noticias, oir tradiciones, escudriñarlo 
todo y aprovecharlo todo. El gran movi- 
miento que hoj' se nota en los estudios ame- 
ricanos nos presta sin duda materiales in- 
estimables; mas también ensancha de tal 
modo los límites de nuestras investigacio- 
nes, que con"eríanios peligro de ser venci- 
dos por el desaliento, á no conocer el largo 
premio re.'ìervado ¡i nuestros afanes. Y no 
podemos. Señores, quedarnos dentro de 
nuestra patria actual, sino que ;Ugo habre- 
mos de introducirnos en la que fué patria 
común durante tres siglos, ¿Cómo osaría- 
mos negar la entrada en nuestra Biblioteca 
Ù. los españoles insignes que fueron nues- 
tros maestros, hablarun la misma lengua, 



- 1-14 - 

gastaron aqiii su vidií, nos bencíiciaron con 
sus hechos, y nos ilustraron con sus escri- 
tos? {COmo negarla ;í los que, separados ya 
hija y madre, vivieron y murieron entre 
nosotros? No hay lugar en línimos genero- 
sos para tan mezquino pensamiento; no ha- 
bríamos de ofender así la memoria de nues- 
tro primer Director, y la amistad que á. to- 
dos nos enlaza con dos ilustres mieinbros 
de esta Academia. A España, que nos ce- 
dió sus sabios, y con ellos una parte de sus 
glorias literarias; A España, que los perdió 
de vista, y acaso ignora cómo sostuvieron 
su alto nombre en lejanas tierras, estamos 
obligados A dar cuenta de lo que hicieron 
aquí, para que se complazca en ver cómo 
no fué estóril su generosidad, y cómo es 
bendita entre sus hijos la memoria de los 
padres de ayer, cíelos hcniínnos de hoy. 

Pero ¿cómo procctk-rémos con acierto? 
Trazándonos un plan sobrio y hacedero, re- 
partiendo los trabajos conforme ;l la incli- 
nación de cada uno, y confiándolos después 
(í una mano hábil y experimentada, para 
que les dé armonía, v no haya encuentro de 
opiniones ni desproporción en los artículos; 
porque lodos propendemos A demorar en 
lo que atañe á nuestros estudios favoritos, 
y & abreviar injustamente lo que se refiere 
A otros. No hemos de ser escasos en referir 



- Itó - 

' las vidas de los escritori:s, pues muchos hu- 
bo que fueron más ilustres por sus hechor 
que por sus escritos; y esas biografías son, 
al par que interesantes, indispensables pa- 
ni la Historia literaria, la civil y la eclesiás- 
tica, todas aún por escribir. Ko estarán de 
sobra, antes serán muy necesarios, los ex- 
tractos de obras poco conocidas y dignas 

' de serlo más. La bibliografía requiere gr.an- 
lero para que contente al gusto refi- 

í nado de la época presente, y por el numero 
2 ediciones dé ;l conocer cómo fué recibi- 

1 la obra, y si pasó á países extranjeros, 
^or medio de traducciones. Mas lo que de- 

2 constituir el mérito capital del trabajo 
ana crítica, que asigne á cada uno su 

blgar, y no condene ni aplauda sin examen 
f sin justicia. 

I Quisiera, Señores Acadnmicos, hablaros 
todavía de los pormenores de este plan, y 
^efialar siquiera las. fuentes principales en 
jue hemos de beber nuestras noticias; pero 
icrla abusar de vuestra bondad si os detu- 
r;i más tiempo. Solo quiero deciros, pa- 
i concluir, que en la dilación está el peli- 
, porque .siempre y señaladamente en 
s últimos quince años, los libros que ne- 
cesitamos consultar han ido y van pasando 
iil extranjero. Dia vendrá en que la Biblio- 
Vccii de Escritores -Mexicanos no pueda ya 



— 146 - 

escribirse en Mexico, y siifr.Tmo?; la hunii- 
llaciiin de recibirl.i de fuera. V -¡ay del 
pueblo que confía su historia A manos en- 
trañas, porque jamás podrá esperar justi- 
cial. 

Perdonad, Scflorcs, la desmedida exten- 
sión de este discurso, en gracia de mí buen 
deseo. No tengo otro, os to aseguro, que el 
de-íiacer ver que. si nó pretendemos ocu- 
par uno de los primeros puestos en los do- 
minios de la ciencia, tampoco aceptamos, 
con ánimo abyecto, el miserable? rincón A 
qiie algunos quisieran relegarnos. 
Octubre l.'de 1S7S. 



I 



HL FADRE AVENDANO. 



I."R0 cn :\lf'-.\ico á finesde-l Siglo X^^I 
mi famoso predicador llamado D. 
) r'iDRO DE AvendaSo, de cuya vida 
yh<-rlif'. nos da breve conipendio nuestro 
h¡Minir,',irÍn Beristnin. Sin haber logrado 
esclarecer el nsiintn lai cual drse.ibamos, 
algo podemos rectificar y poner de nuevo 
en aquel rebilo. 

Pcrtcnecíii el P. Avend.'ifio ;í una familia 
ilustre de Galicia, Fué suabiielo D. Fernan- 
do Suiírez de Deza y Soiiza, Caballero de 
la Orden de Santiago, Señor del Valle de 
Ti-bni y su fortaleza. Almirante de Gáleo- 
jifsy cuatro vecesGeneraI.de I'lotnipviraer 



- U8 - 

Cimerai de la Armada de Barlovento, Go- 
bernador de la Nueva Vizcaya, Castellano 
de la Veracruz y Corregidor de México. Su 
padre 0. Francisco Avendaño Billela. tam- 
bién Caballero de Santiago. Capitan de Ca- 
ballos Corazas en Flandes, Caballerizo Ma- 
yor que habla sido del Archiduque Alberto 
y de la Infanta Doña Isabel Clara Eugenia, 
vino á estas tierras por gobernador de Cuau- 
tla Amilpas, y allí, por los artos de 1654, na- 
ció su primogénito D, Pedro, quien despre- 
ciando los favores que el mundo le brinda- 
ba, renunció sus títulos y señoríos en su 
hermano menor, para tomar la sotana de la 
Compañía de Jesús en el Colegio de Tcpo- 
zotlán el año 1670, Hizo una lucida carrera 
literaria en su Provincia, donde sustentó 
diversos actos de Filosofía, Teología, Cáno- 
nes y Leyes. Parece que por los años de 
1679 era maestro de Ref^rica en el Colegio 
de San Pedro y San Pablo de México. El 
fundamento de esta conjetura es haber vis- 
to Beristain en la antigua biblioteca de la 
Universidad un como manuscrito en 4." de 
nuestro jesuiía, con el título de Certamen 
Poético, en que bajo de la alegoría del Sol 
se celebra á Jesús recién nacido en el portal 
ti e Beli' II, -Y como estos Certámenes (aña- 
de Beristain) acostumbraban componerlos 
los maestros de Relúrica del Colegio, se de- 



- m - 

duce que nucsiro Avendaiìo tiisi-ñLi este 
arte por aquel año». 

Dedicóse especialmente el P. Avendafto 
;l la Oratoria Sagrada, en que alcanzó ge- 
neral aplauso, y aun se asegura que llegó S 
Roma su fama. Le llamaban el Vieyrtt Me- 
xicano, lo cual no era poco encarecer, cuan- 
do aun estaba tan viva la memoria de aquel 
célebre jesuíta portugués. «No es menester 
mas (dice Fr. Agustín de Betancurt) que sa- 
ber donde predica, pava que los más enten- 
didos y de buen gusto se muevan para oír- 
le.» Con tal empeño se le buscaba para el 
püIpiLu, que en diez y siete años, hasta el de 
lu'iS, habla predicado trescientos cincuenta 
y tres sermones, todos con aplauso. 

Después de haber añadido algo á las no- 
ticias de Beristain, nos toca ahora rectifi- 
carlas en lo concerniente al hecho más rui- 
doso de la vida del P. Avendaño. Para eso 
habremos de seguir los pasos á una reñida 
contienda, al parecer puramente literaria, 
pero en el fondo mucho más trascendental, 
que nos dará también ocasión de conocer 
algo del espíritu de aquella sociedad. 

Deseosos de no desfigurar los conceptos 
de Beristain, preferimos trasladar sus pro- 
pias palabras. «Llevaba (el P. Avendaflo) : 
x'eintidos años de jesuíta, y pocos menos de * ■ 
orador afamado, cuando se levantó contra 
a borrasca que se \ió precisado & cal- ' 



mar, haciendo el papel de Jonás. En efecto, 
por lina critica picante que hizo de un ser- 
món predicado por un Arcediano parienlc 
de la Virreina, fué expelido de la Compa- 
ñía y reducido al estado secular, en que vi- 
vió hasta su fall e cimiento, gozando empero 
de los aplausos del pueblo, de la estimación 
de los Prelados y del amor de sus mismos 
hermanos.' 

Los PP. De Backcr (hermanos) y Som- 
mervpgel, autores de la gran Biblioteca Jt- 
sm'tica, obligados casi siempre, por falta de 
otro, ;i valerse de Bcristain para las noticias 
de los escritores de la Provincia Mexicana, 
hubieron de prohijar- esta historia. El Sr. 
-Sosa, en sus Mexicanos Distinguidos, hizo 
lo propio, y añadió las reflexiones ijue el 
caso le sugirió, diciendo: -(No sabemos cuá- 
les serian los manejos del Arcediano); pero 
et f;icil comprender t];ie siendo de la fami- 
lia imperante y español, no podiu menos di- 
lograr completa venganza, cortando la ca- 
rrera alosado mexicano que se atrevió A 
criticar la indigesta producción de quien 
gozaba en el palacio ¿e los Virreyes favor 
y consideraciones. . . .Si bien es cierlo que 
Avendaño perdió, al sepai^arsc de la Com- 
pañía, los honores y consideraciones que 
en ella pudo haber alcanzado, . . .si bien es 
cieno que una vez convertido en simple clé- 
rigo, el Arcediano se hallaba en aptitud de. 



~ 151 — 



cieudo e 



6U 



vengan Zi 
u posición estaba cerca d^l 
lado, no llegaban esas influencias hasta ( 
punto de impcdiric brillar como orador sa^ 
grado.' 

No se comprende cómo pudo Bcristain'j 
tribuir la expulsión del P. Avcndíiño á 
pcriticíi del sermón del Arcediano, pues á la* J 
vista tuvo datos que le convencían de iafa 
contrario. El sermón eritic.ido se predicO'f 
el 2 de Febrero de 1703, y el propio Bcris 
tain le apuntó con esa fecha en el articulo^ ^ 
Coscojales. Nos dice también que el P;. 
Avendaño tomó la sotana en 1670, y que lle- 
vaba vcintidàs años de jesuíta cuando s 
desató la. tL'mpestad: luego habría que po- 
ner ésta en ltj92, once años antes de q 
el sermón criticado se predicara. En los si 
moncs impresos del P. Avendaño, que indu-( 
dablemente vio, pues los ¡mota (exceptonll 
uno), pudo asimismo advertir que el de S. I 
Juan Evangelista, impreso en 1688, se dicoJ 
predicado por el Padre Pedro de Avendaño,*! 
lie la Conipañia eie Jesús; y en el de S. Pe-/ 
dro, que es de 1694, suena ya por autor De 
Pedro de Avendaño Suárez de Souza, . 
mismo que en los siguientes: prueba clara? 
de que en el intermedio de esas íechiís í 
expelido de la Compafiia. Pero n 
safio dejar vaga la íeelia de la expulsió 
i tenemos precisa. En 



- 152 - 

hle Diario de Robles se encuentra esta par- 
tida: 'Expulso.— Imtízs 15 (de Octubre de 
1690) expelieron de la Compañía al P. Pedro 
de Avendaño, grande predicador.. Como 
las causas de esas medidas extremas no se 
daban al público, probablemente se ignora- 
rán siempre; pero basta para nuestro inten- 
to la prueba de que cuando el Arcediano 
Coscojales pvedicú, hacía cerca de trece 
años que su crítico estaba fuera de la Com- 
pañía; de suerte que no tuvo que sacrificar- 
se para calmar la borrasca, ni hizo el papel 
de Jonás, sino otro muy diverso, y están de 
sobra los comentarios cuando el hecho en 
que se fundan resulta falso. Es verdad que 
las sangrientas críticas del P. Avcndaíio le 
atrajeron al fin un disgusto, y grave; pero 
con muy diversas circunstancias, como ire- 
mos viendo si el benévolo lector quiere pa- 
sar adelante. 

En plena posesión de su fama de orador 
estaba el P. Avendafio, cuando el 23 de Ju- 
nio de 1702 entró en México el nuevo Ar- 
cedanio D. Diego Zuazo Coscojales, y fué A 
posar en las casas de D. Lucas de Carea- 
ga, frente al Convento de la Encarnación. „ 
Su edad que frisaba en los sesenta, el pa- 
rentesco que decía tener con la Virreina 
Duquesa de Alburquerque, y la fama que 
corría de sus letras le daban iji-íinde auto- 
ridad, que algo se menoscabó por la insúli- 



^Kíc< 



- 153 - 

circunstancia de h;ibcr llegado eo 
secular. Mostróse ¡ifablc con todos il los | 
principios, visitando á muchas personas, c 
particular á las damas; pero no tardó en 1 
soltar con demasía la lengua, descubriendoJ 
el gran desprecio con que veía á los crio^ I 
líos, dándose aires de gran predicador, y I 
diciendo que ning-uno de los muchos ser- ' 
roñes que oía en México era de su gusto. 
íacíagran gala de sus estudios en Sala- 
inca y de sus enseñanzas en Alcalá, y lle- 
& decir que como aquí no había quien 
líese de esas cosas, él daría el método de 
ídicar en España, y enseñaría la Teolo- 
de Alcalá. Tenía, en fin, <por gracia jf 2 
inaire (dice su crítico) escarnecer los* 
mdes sujetos que hay en este reino. > 
Su mayor enemigo no podía liaberle 
msejado peor. Bastaba aquello, y aun 
iraba, para levantarle una brava lera- 
itttd. Ofendía en extremo á los criollos, 
le viniesen españoles con cargos públi- 
is, y más si éstos eran eclesiásticos. Esa 
'rivalidad, nacida á raíz de la conquista, ha- 
bla ido creciendo á medida que los criolla 
se multiplicaban y educaban. Henchían \ta 
aulas, descubrían vivo y precoz ingeníojl 
eran ambiciosos de honra, y no podían con^í 
llevar que los españoles les arrebatasen^ 
lo que ellos juzgaban pertcnecerles de de* 
'echo. Sentían unas veces desaliento, 



I 



- 154 — 

más irritaciún, ;i! ver hi preferencia que cié 
ordinario ioyrabaii los españoles, al pare- 
cer sólo por serlo; y como no podian pasar 
á mayores, se desahogaban en quejas, y 
aprovechaban cuanta ocasiún se les ofrecía 
de molestar á los usurpadores. Tales que- 
jas lio carecían de íundamento; pero, dada 
la condición de las cosas, era natui^al lo que 
pasaba. Los criollos no reparaban en que 
sus méritos, por grandes que fuesen, rara 
vez eran conocidos fuera de la colonia. Co- 
mo los empleos se daban en España, los 
españoles estaban junto á la fuente de las 
mercedes, y las interceptaban, por decirlo 
así, sin que la ctilpa íuese toda del gobier- 
no español, sino en gran parte de las cir- 
cunstancias. Muchos criollos bubo que al- 
canzaron lugar eminente, cuando acerta- 
ban á abrirse camino, y con mayor facili- 
dad si pasaban á España y sn daban á co- 
]ioccr allá. No hacía mucho que Fr. Anto- 
nio Monroy, natural ds Querétaro. había 
sido electo, en el Capitulo de 1677, Maestro 
General de la Orden Dominicana, y ocho 
años después mereció el Arzobispado de 
Santiago de Galicia. 

La llegada de un vizcaíno con la digni- 
dad de Arcediano de la Metropolitana ha- 
bía ya indispuesto en alto grado el ánimo de 
los criollos por tratarse de un puesto ccle- 
ftidstico, Grandísima importancia tenía en. 



— 155 — 

[«el entonce-, lü inlo a ti Iglesia tocaba . 
Las carreras de la milicia ia diplomacia y 
la política no eMStíin en Ii LOloma: para 
medrar en elUs eri preuso trasladarse A 
España, cosa d id i ■! poLOs y entrar de lle- 
no en la senda c!e pretendiente, tan larg;t 
como espinosa. Aquí no había más que el 
foro ú la Iglesia. El primero oírccla pocos 
puestos de honra y provecho: los de la Au- 
diencia eran casi los únicos, y vestir garna- 
eiut parecía cosa de sueño. La Iglesia, por 
el contrario, abría ancha puerta, y hacia 
el la encaminaba también el espíritu devoto 
de la época que animaba á todas las clases 
de la sociedad, y liis hacia estimar la carre- 
ra eclesiástica como la más honrosa y .se- 
gura. La alteza del sacerdocio, tanta de 
porsi, parecía entonces mayor aún. Por 
eso los criollos dotados de ingenio se daban 
con ardor al estudio de las ciencias eclesiás- 
ticas, preciadas sobre todas. Como no exis- 
tían las asambleas deliberantes de nuestros 
días, ni cl periodismo tal cual hoy corre, no 
quedaba á los ingenios c;impo para lucirse 
á no ser en la Ciltcdra y en cl pulpito: allí 
era donde íinicamente podían mostrar ;i to- 
da luz sus letras y darse d conocer para 
lograr en su carrera los adelantos que ca- 
da cual busca en la suya. Como los compe- 
tidores eran muchos, el triunfo era más glo- 
rioso. Un uflo literario venía áser un acón 



4 



- 156 - 

tccimicnto notablt: la pobesiùn de una cá- 
tedra diiba matedii á vítores y festejos pú- 
blicos. Mas la oratoria sagrada tenía el pri- 
incr^ugar, porque no estaba reservada pa- 
ra ojxntes doctos, sino que disponía de 
mayor teatro, donde cabía todo el pueblo,^ 
Las fiestas religiosas eran tan suntuosas 
como frecuentes, y por lo mismo continuos 
los sermones. La prensa divulgaba los 
más aplaudidos, y el nombre del orador co- 
rría mucha tierra. Cuando los Cí7o/fos veían, 
llegar un español provisto encáfedni ij dig- 
nidad SL' sentían lastimados en sus intere- 
ses, porque ocupaba un puesto que á ellos 
pertenecía; y en su amor propio, porque 
parecía que si se enviaban de España su- 
jetos para tales cargos serla por creerse 
que no había criollos en quienes cupiesen, ü 
por.desprccio á la raza. El locuaz Arcedia- 
no andaba, pues, imprudente cuando trata- 
ba con señalado desprecio á los predicado- 
res, y exacerbaba especialmente contra si 
el odio de los criollos. Sus indiscretas pala- 
bras alborotaron á los estudiantes, clérigps 
y frailes nativos de esta tierra, que eran in- 
íiDiitos y nada sufridos en tales materias. 
Tentáronle primero las fuerzas con dedica- 
torias de actos públicos, ú convites para re- 
plicar en ellos, y notaron que constante- 
mente se i-'xcusaba de aceptar. Dícese que 
llevú su imprudencia 6 su candidez al ex- 



- 157 - 

tremo de andar cu negociaciones, para apa- 
recer como improvisador, y el caso mere- 
ce referirse con las propias palabras del P. 
Avendaño, quien asegura que andaba el 
•zuento fituy viih'ílo y pübüco. "Uno de los 
.sermones que se predican en la Santa Igle- 
sia Catedral en la octava del Corpus corre 
por cuenta de la Archicofradúi del Santísi- 
mo Sacramento. Al religioso predicador de 
cuyo cargo estaba el sermón fué tres me- 
^es antes cierto caballero del hibito de San- 
tiago (que cuando nos pidan infopmación 
diremos quién es) á pedirle que le dejase el 
sermón, porque el Sr, Arcediímo había pro- 
puesto el predicarlo, y querííi la Archico- 
(radía servirle con este obsequio. Vio el re- 
ligioso el ciclo abierto, y desde luego con- 
vino en dejarlo.— £"s que ha de ser con dos 
r.oiididoites, dijo el caballero; lo ita detener 
secreto V. P.—St kart', dijo el orador: ¿y la 
segunda cuál es.'— La segunda es que la 
víspera del sermón se ha de fingir V. P. ett- 
feytna.paraqiic asi diga la Archicofradia 
que se vale del ¿>. Arcediano, para que 
viéndolo Ml'xíco predicar de un día para 
otro Juague que predicó de repente, que ese 
es todo el inlenio. — Eso no hard, replicó el 
religioso; dejar el sermón, al punto; guar- 
dar el secrelOj como un mudo; hacerme en- 
fer ino, como un muerto; mas no es crédito 
de mi Religión qnc avisando Iti víspera 



- 158 - 

predique ci sermón otro que no sea iic mi 
hábito.' 

Cierta ó fraguada la unécdotü corría ge- 
neralmente, y el dafto era igual para el po- 
bre Arcediano, quien al íin se viú obligado 
á aceptar el sermón de la Purificación de 
Nuestra Scño;-a en la Catedral. Ya es de 
considerarse el numeroso auditorio que 
acudiría a cerciorarse de! ingenio y letras 
del que asumía la autoridad de censor y 
maestro de los oradores de México. Días 
antes se había dejado decir «que el pulpito 
de la Catedral estaba inmundo por predi- 
car en él sujetos mozos,» y en la hora críti- 
ca puso el sello á su indiscreción, diciendo 
en voz baja al Sr. Arzobispo, al pedirle la 
bendición: «Ahora oiril V. E. Teologia de 
Alcalá. I No faltó quien lo percibiese y en 
el acto lo div-ulgjise, con lo cual se aguza- 
ron niils los oídos para el sermón y se afila- 
ron las tijeras de la crítica para el orador. 

Comenztí su discurso eon ías frases mo- 
destas de estampilla: y de habérsele ofreci- 
do á poco usar de la palabra sol, tomó pié 
para decir: -A la voz de Josué se pararon 
en su veloz carrera el sol y la luna: stete- 
ruiitque sol et luna. Convengo en que se 
pare el sol, . . .• y ¡oh desgracia] aqtcise pa- 
ró el dómine Coscojales, como dice im cla- 
iigno contemporáneo en nota marginal que 
puso ;i mi ejemplar del sei-món; es decir, 



que se le íué ci discurso, y no pudo anudar 
el roto hilo de sus ideas, por más que el Dr. 
Alonso Alheño de Ve-lasco (euní del S:i- 
gi-ario y aulor de varias obras, entre ellas 
la muy conocida historia de la Renovadún 
del Sr. de Santa Teresa) «le sopló por tres 
Ù cuiUro veces, y 61 estuvo por otras tantas 
para cojcr la escalera y bajar del pùlpito, 
y le habría estado mejor,» dice el P. Aven- 
daño. Al cabo, no pudicndo salir de aquel 
atolladero, abandonó el resto de la saliiln- 
cióií, y se arrodillo A rezar el Ave Mtirüi. 
Repuesto un tanto con la interrupción, pu- 
do continuar su discurso hasta acabarle. 

Semejante fracaso colmó el yozo de los 
avispados oyentes, y siffuiendo el uso del 
tiempo, lo desahogaron con diversas copli- 
/las d io faceto que al día siguiente corrían 
las calles. Rcado el Arcediano, ocurrióle 
en mala hora imprimir au sermón, y le pu- 
blicó Ircs meses dcspuÉs, para que corriese 
mAs y no quedara privado el público de los 
alambicados conceptos que la turbación le 
obligó il suprimir en el pulpito. Es pieza 
rara, y su portada la siííuienle: 

ORACIUX It li VANCELICA, V PAXtiGYIÍJCA II 
DE LA PURIFICACIÓN || DH MAELV .SSma- « Que 
Predicú II EN LA SANTA IGLESIA METROPO- 
LI-II lana de Mélico, el día dos de Febrero, || de 
este ano de 1703,11 El Doctor D. DIEGO DE ZÚA. 
ZO, V 11 C'iw OJALlíS, folcginl Mayor, que luC, |l 



— 160 - 

de Sali Jldtfonso, l'niversidad di; Alcalá de" He- 
nares, y Cathedralii;u, en propiedad, de 11 Philoso- 
phia, en ella; y actual Ariediano cn II dicha Santa 
Iglesia Metropolitana, Il QUIEN I.A DEDICA II A 
LA EXCma. señora DOÑA JUANA " de la Cer- 
da, y Aragón, Duquesa de Alburqiier-|| que, Mar- 
quesa de Cuellar, Condesa de Ledes-|| raa, y Huel' 
ma, Señora de la Villa de Mombel-i| tran, la Co- 
dosera, Lanzahiía, Mijares, Pedro |1 Bernardo, Al- 
dea Davila, de la Rivera, S. Esteva,'! Villarejo, y 
las Ciiebas, ítc,|| C\m Licencia, en Mexico, en la 
Imprenta de Juan Joseph Cuillena Carrascoso, || 
Impressor, y Mercader de Libros cn el Eoipedradi, 
lio, año de 1703. 

(En í", portada orlada; 8 fl". sin numerar; págs. 
1-24-). 

Desde untes de. la llegada del Arcediano 
se habla hecho notable el P. Avendafto por 
sus quejas contra los agnivios que sufrían 
los criollos. En un sermón predicado cn 
Puebla el Domingo de Ramos de 1695 no 
escaseó las censuras al gobierno, y hacia el 
fin, hablando del diluvio, dijo: 'Como el 
agua mira á los peces como de casa, como 
de adentro, por eso no perecieron en el cas- 
tigo. Eran domésticos los poces: eran de 
adentro; los demás animales eran de afue- 
ra; y como el agua fué ejecutora del casti- 
go, á lob de afuera los ahoga, á los de aden- 
tro los libra, a los de afuera los castiga, á 
los de adentro los defiende, ;í los de afyern 



no les consiente nada, y los de adentro se 
salen con todo.» Y para que nadie dudase 
del sentido de sus palabras, comienza á ren- 
glón seguido en estos términos la pcrorn- 
cián: =iOh América desdichada por esto 
dentro y fuera de- los rL'spcctos! iQuC de eo- 
sas me ofrecía aquí la razón para ponderar 
las sinrazones ron que te tratan; los de fue- 
ra hechos ya de casa y muy de adentro pre- 
miados: los de adentro echados fuera y tra- 
tados y maltratados coniü en el diluvio las 
avrs, 6 como ■ ii -;u tierra los brutos, y los 
peces dentro del agua de sus lagunas ú de 
sus mares, tan anchurosos y holgados, con 
los premios como llovidos, no para anegar- 
los en el diluvio, sino para que iriuníantca 
sobre las espumas reinen y vivan sin el tor- 
mento del susto, porque con todo y sobre 
lodo tienen ijominio, sólo por este respecto 
de mirarlos como de casa: á ellos los pre- 
mios, si es que son premios para ellos lo 
que les quitan ií los otros; a ellos las conve- 
niencias, á ellos los puestos, á ellos el man- 
do, A ellos todo. ¡Oh Dios eterno! ¡Oh Dios 
infinito! ¡Oh Dios igual! A cuenta de vues- 
tra Pi'ovidencia estii el mirar estas desigual- 
dades, dando el premio y el castigo, siilo 
por la independencia, como lo hizo hoy 
vuestra suprema justicia, dando la absolu- 
ción C\ los de afuera (1) y el castigo á los de 

[ IX\ 1.05 pollinos que mnndd desatar. 



adentro (1), porque éstos eran los culpados 
y aquellos los inocentes, y el ejemplo A to- 
dos los que adminisiran justicia, para que 
por la imitación de vuestras absoluciones y 
condenaciones, condenen y absuelvan con- 
forme la causa.» 

Extra:ño parece que habiendo renunciado 
voluntariamente los títulos y honores espa- 
ñoles que su calidad de criollo no le habría 
impedido disfrutar, y abrazado una carrera 
de abnegaciún y sacrificio, abrigara el P. 
Avendaño tan viva irritación contra la pre- 
ferencia dada ú. los españoles pava los pro- 
vechos de las Indias. Pero ó sus ideas ha- 
bían cambiado con los años, ú le movía úni- 
camente el bien comiin de sus compatrio- 
tas, que es la intci^pretación más caritativa 
De cualquier manera, si en tiempos atrás 
pregohaba tales sentimientos ep el pulpito, 
era consecuencia natural que ahora, como 
rríollo y pi'edicador de nota, fuera uno de 
los más ofendidos por los dichos del Arce- 
diano, j- aprovechó la buena ocasión que se 
le venía A las manos con la impresión del 
discurso; porque sin fundarse sólo ensu me- 
mori;!, i|uc podrfa ser tachada de infiel, si- 
no teniendo ya delante en caracteres inde- 
lebles cuanto había dicho y pensado decir 
el oraüor, podía atacarle de pit' firme, y 



~ 163 - 

agregar á los defectos del sermón la vani- 
dad de haberlo impreso para perpetuar la 
memoria del ridículo contratiempo ocurri- 
do al predicarle. Así lo hizo, escribiendo y 
circulando una violenta crítica manuscrita 
que debió de correr mucho, porque hasta el 
día se conservan varias copias de ella. Sue- 
le haber variaciones en el título: el de la 
mía es como sigue: 

Fe de Erratas. Respuesta Apologetica á la De- 
dicatoria, Aprobaciones y Sermón de la Purifica- 
ción, que en la Santa Iglesia Catedral de Mexico 
medio predicó y después imprimió del todo el Dr. 
Diego Suaso y Coscoxales, Arcediano de dicha 
Iglesia Cathedral de Mexico. Sácala á luz el Dr. 
D. Santiago de Henares, menor Colegial que fué 
del de San Ildefonso de Mexico, Cath. en substi- 
tución de Prima de Philosophiaen su Universidad, 
Archilevita de la Iglesia de S. Justo y S. Pastor 
de Alcalá y Sacristán de San Diego el Pobre. De- 
dícala á la Ex^ Sra. Duquesa de Alcalá, Condesa 
de Bornos, Adelantada de Andalucía, Marquesa 
de Tarifa &c. Imprímela el Capitan de Corazas 
Caballos D. Cosme de Coscojales, íntimo amigo y 
deudo de deudos del autor. Impresa en Alcalá, con 
las Licencias necesarias y forzosas. En la Impren- 
ta del Coscojo mayor. Año de mil setecientos y 
tres, antes del Bisiesto del dia, y .antes que llega- 
ra la noche, con la desgracia de no ser feliz. Ca- 
pite ubi supra. 

(Un tomo en 4°. de 89 £f;. 



- 16i - 

La Fe de Erratas está escrita en estilo 
humorístico, que raya en chocarrero, y sal- 
picada de coplitas conceptuosas y punzan- 
tes. Preceden A la obra unas décimas crue- 
les, que acaban con esia: 

Ni voz, ni gracia, ni acción, 

Ni oralorin, n¡ agudeía, 

Ni discurso, ni destreza 

Tuvo en toda su oraciún. 

;Y aqueste era el que lei^cíiJn 

Nos habia de dar? AUú 

En sil AtcnU si podrA, 

Que acft narices il pares 

Tenemos, sin ser de Hennres, 

Para darlas íi Alcalá. 

A continuación de las décimas vienen unas 
•Receptas Salomónicas para las caldas.» 
Lleva cada una al frente un texto del Libro 
de los Proverbios. Vaya por muestra esta, 
en que se alude ú. las murmuraciones del 
Arcediano, y al percance que k* acontcnó 
en el pillpito. 

Si serpieiis fiien's, tibímelipsi Fris: sí aiilri» 
illusoy, solirs forlabis inaliim. Prnv. IX, 12. 
Enmudecida la lengua, 
De que hay convulsión da indicio, 
V sobre cuál muerde más 
Se han trabado los colmillns. 
Este mal es peor que todoí. 
Por tener mayor peligro, 



— 165 - 

Pues ese es el paradero 
De los que dan muchos gritos. 
V es remedio eficar 

El que le mando: 

Torque á liieiiíes de sierpe 

Sangre de drago- 

t Como probablemente la í<; rfeSrrflííis no I 
e imprimirá nunca, rao atre\'o á dar aquí f 
varios extractos en que se verá hasta d(3n- I 
de llegaba el encono de ios ánimos, yse co- J 
nocerá el verdadero móvil deesas rencillas. , 
. Después de una dedicatoria burlesca, co- 1 
BÍenza asi la obra: 

•La fama es la principal vida del hombre, ' 
y preciándose los ingenios de esta Nueva 1 
España de tan agudos, cualquierapuntoque J 
tirare á menoscabar su crédito, hará la pun- 
tería en su crédito y en su honra. Crédito ] 
PS de los sujetos de esta Nueva España sa- ' 
tistacer al Arcediano de México que vino 
de la Europa diciendo á voces que había de 
enseñar en estas partes Teología de Alca- 
lá, predicando sus sermones por modelo y 
regla de los predicadores; y habiendo pre- 
dicado con la gracia del Ave María, y aun 
de todas las oraciones, lo sac6 ya impreso 
porque sirva de dibujo; y para que vea que 
s entendimientos de la NuevaEspaña da- 
tan con S. Agustín, y dicen Propter nos't 

T. Il.~2l 



P^fama nostra non pallet , sed poUere debet: 
porque peligrase su opinión y fama, según 
el mismo santo, non nobis jteccssafia est vi- 
ta, alHsfama nostra, se responderá en es- 
te Apologético con toda brevedad, senci- 
llez y nizón, porque no parezca injuria lo 
que es defensa, A todo lo que en el papel 
impreso en cuatro meses y estudiado en sie- 
te, se le ha notado en seis dios, no de pro- 
pósito, sino solo de paso; porque aunque es 
verdad que el íí. P, Fi". Juan Fermín de Al- 
mendáriz corrió con la impresión y las prue- 
bas para corregir las erratas como sustitu- 
to del Arcediano, se le pasaron con todo al- 
gunas, sobre Tas cuales cae la reflexiiin de 
esta respuesta.» 

Tonio, primero por su cuenta- el giordaz 
critico d los aprobantes, arabos espaftolescá. 
quienes llama «buen par de pollos,* coa 
otras lindezas que me dejo en el tinterO- 
Encarándose luego con el desdichado Ar- 
cediano, le llama varias veces con- despre- 
cio «ese hombre;" ie acusa de haber soltado 
en sus latines tres solecismos y trastrocado 
dos acentos; se mofa de él porque no cita- 
ba los autores originales, sino los textos del 
Misal y del Breviario; niégale el magisterio 
en Alcalá, y acaba por decir que el sermón 
no era más que *un /míVO) ensartado en 

s lasuníí áe Míilca, 



[11 Pez pequeflü Que te ii 
y tiup i^ome la cente pührc, 



^ 



■è' 



- 167 - 

otro.> »El predicador (añade) ni tiene gra- 
da, ni tiene acción, ni talento, ni dominio, 
ni pùlpito, ni dominio de pùlpito; allí cogió 
con la mano izquierda la manga derecha de 
la sobrepelliz, y como qufe clavaba con un 
martillo el palpito, estuvo maceando, sin 
más acción ni variedad, con harta lástima, 
aun de los que no se !a debieran tener por 
6u soberbia.» Pasando á un orden más í^Ie- 
-vado, examina, casi una por una las propo- 
■BÍCiones, deducciones y sentencias del ser- 
«ttiún, y las impana por erróneas ó las ridi- 
culiza: da lecciones de Teología al que ve- 
■tila á enseñar la de Alcalá, y poco falta pa- 
que le tachen de hereje. Pero lo que 
pea en todo el folleto y le informa, *s 
resentimiento del desprecio con que los 
-añoles trataban á Itis criollos. «El alma 
todas partes (dice) es una, y siendo el én- 
idimíento alma, todos los íntendimientos 
idicalroente son iguales: hSceios más des- 
piertos el uso, el ejercicio, la aplicación y 
tos libros, los maestros y las emulaciones, 
el esítudio y el ingenio. Y si el sol de Espa- 
no es mejor. ni distinto del de acá, sol ri 
•mo gL-neraiit hoiniuem, siendo los de la 
Faeva Españ:i hijos de la Europa antigua, 
'Siendo los hombres de España tan para to- 
do que todo lo saben, yo no sé por qué no 
eabcn hícer hijos, pues sus hijos son tan 




malos y tan rudos, teniendo el mismo sol y 
los mismos hombres, 50/ cl Iwino generattt 
liomiiies; mas los mismos hombres, el mis- 
mo sol, tos mismos libros, el mismo Dios, la 
misma fe, la misma. Escritura tenemos acá, 
más unas habilidades mayores, pues cuan- 
do los hombres con barbas andan en Espa- 
ña á la escuela con sus cartillas, andamos 
acá en las escuelas hartos de matrículas y 
de borlas.» Y para apoyar su testimonio 
aduce el de dos Señores Arzobispos de Mé- 
xico, «El mayor teólogo que de la Antigua 
ha pasado á esta Nueva España fué el Sr 
D. Mateo Sagade Bugueiro, á quien tem- 
blaron en Europa las disputas y las cáte- 
dras, las universidades y los doctores; y ha- 
biendo oído predicar y argüir algunos in- 
genios mexicanos, jamás se atrevió á subir 
al pulpito ni á poner réplica, porque decía 
que fiasfa ¡os muchachos lo hacían estudiar 
y correr en México. El Excmo. Sr. Maestro 
D. Fr. Payo de Ribera Enriquez, también 
Arzobispo y también doctísimo, como lo di- 
ce el libro de su Apologético, viendo la 
abundancia y exceso grande de sujetos, 
decía con aquella concisión y gracia de que 
Dios lo dotó, acít más son los doctores que 
los doctorados; aludiendo ú. que aunque hay 
muchos que tienen el grado de doctores por 
la Universidad, pero que todos lo debían 



- \(,^) - 

tener, y donde h;iy lan crecido este niiiHCÌ 
■o, vcíi el colegial mayor si habrá acá ojos 
Ppara ver sus obras, y para ver y conocer 
Isus ideas.' Púnele luego delante los gran- 
f des sujetos mexicanos que habían ocupado 
► la silla de su Dignidad, y le endereza esta 
f- 'pulla: -Vea ahora qué antecesores de su si- 
'11a ha habido en esta región, donde por ca_ 
pellán de coro que estuviera de esta Igle- 
sia, que los ha tenido relevanttaimos en vir- 
tud y letras, pudieran estar muy bien pre- 
'■ miadas las suyas.- Enfadaba mucho al P. 
Avendaño el espíritu de paisanaje tan arrai- 
'gado en los españoles, y que todo cuanlo 
! locaba, de lejos ó de cerca, ¿il stTmón rriti- 
I 'Ciido fuese de allá, con total exclusión de lo 
xicano. 'Todo él (dice), de lodos ocho 
[ costados, que no quiero decir cuatro, es es- 
r pañol. Quien da la licencia por lo regio, el 
l'Sr. Duque: quien da por lo escoliistico, el 
r'Sr. Arzobispo; á quien se dedica, á la Sra. 
[ Virreina; quien lo predica, el Santo Arce- 
r diano; quien lo aprueba por el rej-, el P. Fr. 
* Antonio; quien por el Papa, el P. Fr. Luis; 
quien lo imprime, Sr. Carrascoso Guillen; 
quien corre con las pruebas, el P. Fermín; 
todo de costado á costado sermón español. 
Bendito sea Dios que no entraron las Indias 
aquí: .;cómo? ni un punto, ni una coma, ni 
i letra del sermón; todo, de banda A ban- 



- 170 - 

da, de la oLra baücia.» Por último, al fin ya 
del escrito, epiloga los agravios de los crio- 
llos, en estos términos: 'No es razón que 
este caballero (el Arcediano) haga común 
desprecio de los sujetos grandes de este 
emporio, sin que haya alguno de los míni- 
mos 6 menores, cual soy yo y mis compa- 
ñeros, que lo retrane, y para que en lo de 
adelante calle, contentándose y diindole d 
Dios pail gracias de estar en esta región 
gozando de tan alta silla, de que se ven pri- 
vados muchos méritos y depuestos los hijos 
de la misma regiún, que lloran olvidados 
viéndose abatidos, sus estudios sin premio, 
sus letras sin lauro, sus trabajos sin espe- 
ranza, su sudor sin descanso, sus quejas sin 
oído, y su todo sin nada. Y que pudiera 
acordarse con toda su colegiatura mayor, 
su cátedra en propiedad, de qué hicieran 
las Iglesias de España si vieran que á uno 
solo de los muchísimos y grandes sujetos 
que hay en estas Indias, que bastante cono- 
cimiento de ellos hay en las que han pasa- 
do allá, que basta sólo uno para nuestro 
crédito, que hoy goza una de las mayores 
mitras de Europa, si promovieran á uno de 
acá á una de las prebendas de Castilla. 
¡Qué hicieran kis Iglesias de allál qué se 
quejaran los naturales! qué clamaran los 
patricios y lloraran los herederos! Y más 



esi 



— 171 - 

fuéramos ;í decir, de-unos que no hilan, 
'íSe otros que tío aprietan, de estos que no 
siguen, y de todos que no saben. Y acá, pOr 
esta maldita distancia, porque no somos 
Vistos ni oídos no somos adorados, y antes 
pecho por tierra, cruzadas las manos y 
isidos los labios, hemos de recibir A Cos- 
ijales con mil manos, porque A esto nos 
tliliga la obediencia, por mSs que el dere- 
10 lo desobligue.' 

La pasión ofuscaba al P. Avendaño. y le 
lacfa contradecirse y úiin refutarse d sí pro - 
pio; pero su violenta impugnación nos reve- 
la el extremo A que había llegado esa divi- 
iión entre las ramas de una misma raza; 
■islún que tan graves consecuencias trajo 
;pués, y nos patentiza que no se trataba 
una simple polémica literaria. Sin em- 
lárgo, aunque en su escrito maltrataba no 
Mámente al Arcediano, sino también á 
Itros Capitulares y á todos los espafloles, 
envolviendo en sus acres censuras al go- 
bierno mismo, no aparece que I« atrajera 
persecución alguna, ni ¡íun réplica escrita 
de nadie. Fué precisa la reincidencia para 
que reventara la mina. Ofrecióse á poco 
otro sermón de mayor empeño, cual fuO el 
(3e la Asunción de líucüira Scfibra, titular 
iglesia Metropolitana, y se le eneo- 
ndú al Arcediano, quien abusó necia- 



mente de a(|iielUi opnvumidaii para repren- 
der á los que habían criticado el oiro aer- 
mún. ?ío tnrdú ol citstigo. Al dfa siguientP 
apnrederon pasquines, y uno de ellos nada 
menos que en una columna de la Catedral, 
el citai decía: -Quien se hubiera hallado la 
letra del Evangelio del día de Iíí Asunción 
de Nuestra Señora, acuda á la casa del Si". 
Arcediano, y le dará su hallazgo,» aludien- 
do á que por haber gastado el sermOn en 
•reprensiones,) había tocado muy poco el 
asunto. Como este sermón no se imprimió 
(tai vez por eso mismo) ignoramos qué diría 
el Arcediano; pero s ■ sabe que el P. Aven- 
daflo escribió una segunda crft¡t:a más du- 
ra é insultante que la primera. Tales cosas 
habría en ella, que ya se tomó una severí- 
sima providencia contra el autor, aunque 
paliándola con haberla extendido A otras 
personas. En el Diario de Robles, antes ci- 
tado, se lee que el 10 de Octubre del mismo 
año de 17.03 «el Señor Arzobispo ha suspen- 
dido de predicar, confesar y decir misa á 
D. Pedro de Avendaflo, D. Pedro Muñoz 
de Castro y D. Francisco Palavicino, por 
ser expulses de la Compañía, y manda que 
se vayan del Arzobispado; y á los que son 
vecinos de oíros obispados y no han jura- 
do el domicilio en este Arzobispado, se va 
yan á ellos.* Los expulsos de las Órdenes 



de 



h 



religiosas lucron skmpre mal vistos: ya en 
24 de Febrero de Ií)83eISr. Arzobispo Aguiar 
y Seisas había quitado en general las licen- 
cias à los cxpulsos de la Compañía, De paso 
notaremos que ni de Muñoz de Castro ni de 
Palavicíno dice Bcristiiin que hubiesen sido 
jesuius . 

Hasta aquí llegan mis noticias acerca del 
P. Avcndaño. Ignoro ia suerte que corriú 
después, y no he podido averiguar la fecha 
de su muerte, merced á la deplorable lagu- 
que cxislc en los interesantes Diarios 

itiguos. Pasemos ahora á sus escritos, 

[e fuera del Certamen Poético de la Fé dt- 
Erratas, y de la segunda impugnación al 
Arcediano, se reducen ií Sermones impre- 
sos y manuscritos. De los primeros cita 
Beristain (con títulos reducidos á la indica- 
ción del asunto) hasta nueve, «impresos (di- 
ce) en México y en la Puebla de los Ánge- 
Jes desde 1688 hasta 1701.. He visto diez, 
>s impresos en Míxico, ninguno en Pue- 
aunquc algunos fueron predicados allí. 

ira contentar las exigencias de los biblió- 
grafos tengo que copiar las portadas, & ries- 
go de que parezca minuciosidad supèrflua. 
Todos .son en 4". 

I. Sermtìn | del Glorioso Abbad | S. Bernar- 
do. I predicndo el día quinto de [ U Ociava, que 
;u muy Religioso Conventi) de j Señoras Reli 
T. n.-22 



i 



- 174 - 

giosas de esta ciudad le dedica, | á 24 de Agos- 
to, dia del Inclito Aposto) | San BHrthDlamè. | 
Patente el Santissimo Sacramento | La Doniinì- 
cH 14. post Penthecostein. | Por | EI P. Pedro de 
AvendHño, | de la Compañía de Jesus, Año de 
1687. I V la ofrece ] al Señor Licenciado D. Fran- 
cisco I Fernández Marmolejo, del | Consejo de 
su Magestnd, su Oydor en esta Real | Audiencia, 
Auditor general de Guerra, Juez j Superinten- 
dente de los proprios y rentas de esta | Nobilissi- 
ma Ciudad de Mexico. I Con licencia de los su- 
periores. I Ett Melico; por Doña Maria de Bena- 
vides, Viuda de Juan de | Ribera, | En el Empe- 
dradillo. Año de 1087. 

(6 ìT. sin numerar. Fs. 1-1IÍ. No mencio nudo por 
B erista in). 

Il, Sermón | que en la fiesta | titular que eetriira 
la|Coinpania de Bethlem cnsu Hospital de ¡Con- 
valecientes de aquesta Ciudad] de Mexico. | Predi- 
ca ¡EIF. Pedro de Avendaüa[(Ie la Compañi« de 
Jesus.] A veinte y siete de Diziembre, tercero de¡ 
Pasqua de Navidad, dia del Evangelista|S. Jvas. 
¡Patente el Santissimo Sacramento. | Año dc]ú37.| 
Sacanlo à luz dos devotos benefactores de el [ Hos- 
pital de ConviUecientes de Mexico. ¡Con licencia 
de los Supenores,]En Mexico: por Doña Maria de 
Benavides, Viuda de Juan de libera. JEn el Empe- 
dradillo. Año de 1688. 

|6 ff. sin numerar. Fs. 1-12). 

ni. Sermón ] de N. S. S. Padre y Seilor | San Pe- 
dro. ¡ Principe de la Iglesia. I Predicado. I iEn su 



- 175 - 

Hospitn! Real de hi Ciudad de los | Angeles fi 4 
de Julio de 1691.|Enla fiesta Annusi, que Celebra, 
su muy Illustre, | y V. Congregación Ecdesiasticn: 
a cuyas eitpensas|se da ;'i la Estampa. |Diio!o|D. 
Pedro de Avendaño, Suarez de Soussft sien-|do 
Consultor actual, do diclia Congregación. | V lo 
ufrece | Al HI, mo y R mo Señor Doctor Don Ma- |nuel 
Fernandez de Sancta Cruz, del | Consejo (le su Ma- 
gestad Obispo di- [gnissimo de la Puebla, | Con li- 
cencia[En Melico: en la Impreta de luan loseph 
Guillena |Carrascoso Impresor, y mercader de li- 
bras en el Empe- { drndillo, junto A las Cassas del 
Marquen del[Valle Año de 1694. 



i6 ff-s 



Fs. 1-10). 



IV. Sermón | del Domingo de Ramos, | Que en la 
Sania Iglesiii Cathedral de la | Puebla de [os An- 
geles. I Predici» I D. Pedro de Avendaño, | Suareí de 
Sousa|A27. de Miirco de 1690. años, | Sácalo á 
luz 1 El Dr- y Mo- D. Migool González] de Valdeo- 
ceras, Rector, que'ha sido de la Reai | Vntversidad 
de Melico, | Y io dedica | A! General D. Diugu Fer- 
nftndei|de SantillRn|Cavallero dei Orden de San- 
tiago, Go-| vernador, que ha sido de los Partidos 
deTeposco-[lula, y fian Antonio .'ÍochÍlepec.|Con 
licencia en México, en la Imprenta de Juan Joseph 
Gut-|lleaa Carrascoso Impresor, y Mercader de li- 
bros. Año I69S, 

IP ff. sin numerar. Fs. 1^12). 

V. Sermón ( de la Esclarecida | Virgen y Ínclita 
Mariyr|de CbrisiolS'i- B»rbara|que el dia *. de 

-Piíiembre de este año ¡de Ib96|precic0 |D, Pedro 



- 176 - 

de Avendaño|Siiares de Sonsa | En la fiesta que 
su Illustrissima ConEjegacion le ce-|lebrA en el 
Convento de Seüoras Religiosas de |S. Bernardo 
de esta Corte, [Sacsilo á iuí | El Lie, D. Malhias 
de Calves, Jy lo dedica I al Capiian D. Martin de 
Echa- 1 g^my, Juez Contador por su Magestad de 
Me- [nores, y Albaceasgos, á cuyns eipènsas sej 
dà á In estampa. I Con licencin en Mexico en la 
Imprenta de Juan Joseph ] Giiillena Carrascoso 
Aüo de 1697, 



VI. Sermón | del primer dia de Pasqua, del ( Es- 
piritv Santo, | En su Hospital de Menico, A la fies- , 
la titulnrj del | Orden de la Charidad. | 26 de Mayo , 
de 1697, Años. | Dipolo. | Don Pedro de Avendaño < 
Sua- 1 rez de Sonsa. | Y lo saca á luz | el R- mo Pa- ' 
dre Fraj Juan de Ca- 1 brera, Provincial del Orden 
Je !n Charidad, en | esla Provincia de S. Hipólito ' 
de Melico. I Y Io dedica. | Al Secretario Gabriel | 
delMendicla Rebollo, Escribano Mayor, y de Ca- 
vil-| do por su Magestnd, en esta Ciudad. A cu- 
yas I expensas se dà a la estampa. { Con [¡cencía: | 
En Mexico por Juan Joseph Guillena Carrascoso. 
Im-|.pressor, y Mercader de libros. Año de IW?. 

(8 ir. sin numerar. Fs. l-14i. 

VII. Sermón [de San Miguel | Arcliangel [Prin- 
cipe! de iodos los Angeles. I que, I En la Fiesta Ti- 
tular de su llhistiissima CnngLeg-acion| predico] 
El din 29. de Septiembre de 1697. .-iílos. | Don Pe- 
dro de Avendaño Suar*z delSousa, en el Religio- 

o de la Encarnación | de Mexico. | Saca* 



- 177 - 

Io a luz I la miima illusi rissima Congregacioo. á 
cuyas I eipeasas se dà à U estampa, y à quien su | 
Aufhor In dedica. | Con Licencia |en Mexico por 
Juan Joseph Guillena Carraacoso|Impressor, y 
Me cader fsicj de libros. Año de 1697. 
^Kg2 ÍT. sin numerar. Fs. 1-16). 
^^^Vni, Sermoni de San Eligio | Obispo de No- 
^HKb, I que hizo | D. Pedro de Avendano Suarez | de 
^^SouBsa para la festividad, que la Plaieria de | esta 
Corte, le consagra en la Santa Yglesia Calhe-] 
dral de Mexico. Año de 1658 | Sácalo a 1uì|E1 Ca- 
pitan Francisco de Bezerra, Mayordomo de la | 
Cufradia. Con asistencia del Capitan D. loseph 
Arias, y luán [de Uascareñas, y de los demás 
illustres compañeros, I V lo dedica, | Al Capitan D. 
Francisco de Avendaflo Suarez de j Scussa, Señor 
del Valle de Tebra, y su fortaleza, en | los Ríynoa 
de'^Galicia, | Con licencia en Mexico: | Por los Here- 
deros de U Vuida de Bernardo Caldtron|en la 
calle de San Agustín: Año de lií5S. 
(■8ff, sin numerar. Fs.1-10.. 
IX. Sermón I del Dncior Maximo |S- Ger«nymo | 
que en la Fiesta Titular que sus Religio&isst- 1 mas 
Hijas, le celebran, en su Convento de esta Cor- 
te. I Predicó ¡ El dia 30 de Sepiiépre ^sir i de 1609 
«tíos, I Don Pedro de .\ vendarlo suarez de Sousa. | 
Sácala á luz. | El Capitan D. Andrés de ia Torre | 
Uomellano Amií,'a del Auttior. QuÍen|lo dedicaj 
AI Doctor Don Andrés Cesari- ¡ ni Mayordomo del 
Hospiltd Real de Melico, [Medico de Cámara del 
Ex-it" Scfíor Don Jgsepb | Sarmiento, Conde de | 



- m - 

SloCtesmna Vi-Rey, y Capi- 1 (an General de esta 
Nueva-Eapañfi. jEn Mexico, En la rmprenla de 
.Iiian|Joseph Guillena Carrascoso. Año de 1699. 

(B ff. sin numerar Pagi, i -261, 

X. Oración |FuQebre(PaLiegyrica| que en la? 
Honrras, que | celebrò k la Mngestad del|5eflor) 
D. Carlos [ Segundo, | Rey de las Espafias | el Rea] 
Convento de|Religiosas de Jesus Maria de | la 
Ciudad de Melico, j Hizo, y dijo I D. Pedro de Aven- 
dafio I Suares de Sousa ci din 18. de Junio | de 1701 

fFs. H A 24.— Este sermtìn se halla al fin de la 
relación de las Exequias). 

Además de uueve Sermones impreses 
menciona Beristain cinco íniielas de á seis, 
y cuatro tomos más, todo manuscrito, por 
lo cual parece que vio en junto cinco tomos. 
Dice -que el autor los dejú á su Intimo aoii- 
go Fr. Juan Arauz. franciscano, quieo los 
dio á su Provincial el P. Arralia, y é&te los 
Colocó en la biblioteca del Convento Gran- 
de de México.» 

En la Nacional he visto cuatro volúme- 
nes: el uno comprende las cinco laudas, A 
saber: 

Tanda de seis sermones de las siele Mtijeres, 
predicada en el monasterio de la Santísima Trini- 
dad de Iti Puebla de los Angeles. 

Tanda de seis Monarquías de la Sagrada Escri^ 
iLii"!!, pradicndn en In C»íia Profesa de Mélico. 



- 179 - 

Tanda de üeis Imperios, preiiicada en la Parro- 
quia de S, José de la Puebla. 

Tanda de seis sermones cuaresmales, Historia 
del Rey Asuero y Esther predicada en el Monas- 
terio de la Inmaculada Concepción de Mélico. 

Tanda de seis serinoncs cuaresmales sobre la 
Sagrada Historia de David, allí mismo. 

Los olro.s Lres tomos comprenden sermo- 
nes sueltos, y entre ellos unas «Pruebas de- 
íensorias cíe ciertas proposiciones de un 
sermón de la Purftima que predicó en la 
Concepción de México. 1698.» En uno de 
los tomos se enciienlraii siete pláticas con 
este extraflo título: 

• Siete pláticas específicas sobre los Do- 
nes del Espíritu Santo, contrayendo á las 
propiedades de la Palomai 



Propiedad scsuoda, el 

Propiedad tercera, el p 
Propiedad cuarta, el ni 
Propiedad quinta, el si 
Propiedad iuta, no (ei 
Propiedad u^rtima, bu 






Donili! Sabiduría. 
Don de Ent«idiailenlO. 
Don de Consejo. 
Don de Fortaleza; 
DondeCtencial. 
Don de Piedad. 



Don df Temor de Dioa. 

Confieso no hubcr leído estos sermones 
manuscritos, sino tínicamente los impresos, 
que es de suponerse fueran losmejores, ó á 
lo menos los más aplaudidos. Después de esa 
lecWnt me he preguntado: ¿etimo pudo al- 
canzar el P. Av'fndafto tan grande fama de 




ISO - 



predicador, que aseguran haber llegado has- 
ta la capital del mundo católico? En efecto, 
imposible es encontrar en sus sermones un 
fin moral: nada hay que mueva, ninguna 
instruccidn, ninguna sustancia, ni aun siquie- 
ra belleza externa que disimule la falta de 
plan y objeto. Parece que el orador se pro- 
ponía únicamente divertir un r^to al audito- 
rio con chistes, sutilezas, trivialidades, jue- 
gos de palabras, contraposiciones imposi- 
bles y aplicaciones violentas, cuando no 
irreverentes, de los textos sagrados. Al aca- 
so podrían sacarse ejemplos de todos los 
sermones; pero con dos bastará, para no 
dar fatiga al icctor; imo del de S. I'edro, y 
Otro del de Sta, Bárbara. El primero es es- 
te: 

• Ahora mirad. Este martirio ¿dónde se 
ejecutó? Se ejeculó en Roma. En Roma 
¿quién es cabeza? Pedro. Pues si en Roma 
no hay mAs cabeza que Pedro, {parecería 
bien Pedro en Roma sin cabeza? ¿O parece- 
ría bien Roma sin la cabeza de Pedro? Pues 
por eso no degollaron á Pedro. Ahora mi- 
rad por qu¿ no crucificaron á Pablo, que es 
la misma razón. En Roma no hay más cabe- 
za que una: esa es Pedro. Pues si han de 
martirizar en compañía de S. Pedro ú. S. Pa- 
blo, córtenle í Pablo la cabeza, que ni la ca; 
bczii de un S. Pablo es ni puede .ser ni le- 



1 



- ISl - 

'vantar cabeza en Roma á vista de la cabeza 
de S. Pedro, y eso es mostrar S. Pedro ser 
en él m¡ís lo Pontífice que lo mártir, cuando 
im hombre como S, Pablo dio y puso su ca- 
beza por la fe y por las llaves de un S. Pe- 
dro: tibí dabo claves.* 

El principio del sermón de Sta. Bárbara, 
cuyo texto es: Exierunt obviam spoitso et 
sponsa (Matth. 25), dice así: 

•Este Evangelio que comienza por despo- 
sorio, prosigue en pleito y acaba en juicio; 
ó porque no hay cosa que pida más juicio 
que un dciposorio, ó porque de un desposo- 
rio se suele originar un continuo pleito, de- 
dica la Iglesia fi la esclarecida Virgen é ín- 
clita Mártir de Cristo Santa Bárbara, mila- 
gro de la naturaleza, pasmo de la gracia, 
admiración de la gloria, honra de Nicomc- 
dia su patria, si tuvo patria quien fué en el 
mundo tan peregrina. Y cuando entendí hoy 
predicar con gusto, al punto me encontré 
con el miedo; pero el miedo, ¿cuándo no es- 
tuvo prevenido para el pulpito? A lo menos 
yo debíale tener al pulpito mucho miedo.. . 
Ello es que ya parece desgracia de los pre- 
dicadores andar á pleito con los Evangelios; 
pero todo se puede suplir, como el Evange- 
lio esté en pazcón los predicadores. ¿Sa- 
ben dónde está Santa Bárbara? En el Evan- 
D que se h^ cantado, y en el tema quq 

T, II.-« 



- 182 — 

he propuesto; Exiemitt obviam Spouso el 
Spotisce. Ahora mirali ¡i este Evangelio: co- 
munmente le llaman el Evangelio de las 
diez Vírgenes, y es así: Simile crii regnum 
cwlornm decem Virginibus, y A mí me pare- 
ce que no cuentan bien, porque no es el 
Evangelio de las diez, sino el Evangelio de 
las once; y si no, cuenten conmigo: cinco de 
ellas eran necias (entren en número las ne- 
cias, ya que las necedades no tienen núme- 
ro), y cinco prudentes (entren en cuenta, 
pues que son de razdn). Pues ahora: ;cinco 
y cinco? diez, y va una. ¿Y cual es l-a una 
que vá? La que viene, porque con el Espo- 
sa ;l quien salieron & recibir las diez Vírge- 
nes, cxierimt obviam Sponso, venía otra vir- 
gen y esposa al lado, et Sponsce: conque 
diez y una que va ó que viene son once:- lue- 
go es e! Evangelio de las once el Evangelio 
de las diez. Pues Santa Bárbara no está con 
las diez á que es semejante el reino de ios 
cielos, Santa Bárbara estA en launa sin 
comparación y sin semejanza. No est.-! San- 
ta Bárbara en el decem Virginibus, sino en 
el Sponsce. V que Santa Báibar-a sed esta 
singular esposa, parece que lo dice el Evati- ' 
gelio>:: 

Basta, y sobra. ¿Qui frutó, digo, podía 
sacar el pueblo de semejantes oraciones pa- 
negíricas? Ninguno, aun cuando entendiera 



- 183 - 

lodo lo que bd le decía, que es dudoso. El 
P, Avcndaño malgastaba una vasta erudi- 
ción, que se percibe al través de esa pala- 
brería, sólo por seguir el gusto de su liem- 
po, ó mejor dicho, porque á él también le 
había inficionado. Los sermones de los de- 
mils oradores no eran mejores que los su- 
yos; ni peor, en resumen, el del maltratado 
Arcediano. Mas conviene notar que el aplau- 
so á aquella falsa oratoria sagrada no era 
tan general, que nadie la condenara. Preci- 
samente cuando la fama del P. Avcndaño 
estaba en su apogeo, se reimprimía en Pue- 
bla (1693) la severa Epístola Exhortatoria 
del Obispo de Cádiz D.José de Barcia y 
Zambrana, 'cn orden íl que los predicado- 
res evangélicos no priven de la doctrina 5 
las almas en los sermones de fiestas.» En 
este juicioso opúsculo hay censuras que pa- 
recen dirigidas en particular contra los ser- 
mones del P. Avcndaño, como esta: «iPues 
ciué diremos de las imprudentísimas compa- 
raciones que algunos usan en sus panegíri- 
cos, de suerte que juzgan que no predican 
con acierto, sí no comparan al santo con al- 
guna de las Divinas Personas, con tan em- 
peñado hipérbole, que Sun se atreven á pro- 
nunciar, que en cierta manera (digan en 
cuál) excede el santo ¡I las Personas Divi- 
naci' Va para palificar la excelencia ,de vui 



184 - 

santo abaten con extremo á otro, sin adver- 
tir que, como dijo c! Sabio, sólo Dios tiene 
el peso del Santuario para pesar los gra- 
dos de la gracia y gloria que goza cadauno 
de los santos en el ciclo; sin ver que no 
puede ser digna'alabanza la que no se fun- 
daren verdad; sin conocer que antes desa- 
creditan al santo, pues dan á conocer que 
es tan pobre de verdaderas csceleaciaá, 
que esinenester fingirlas para exaltarle . . , . 
Válgame Diosl ¿En qué juicio cabe decir 
en la cátedra de la verdad, que es el pulpi- 
to, loque cl'raismo predicador no se atre- 
verla ¡1 decir seriamente en la convcrsa- 
citín con un amig:o docto? ;Qué quiere que 
crea el pueblo en estas exageraciones? 
Si ha de creer lo que suenan las palabras, 
creerá un error; Si no quiere que crea lo 
que'dice, ¿para qué se ha cansado y fati- 
gado tanto, con injuria de la Escritura Sa- 
grada, con agravio del Santo, con ofensa 
del audilorio'y afrenta de si mismo, pues 
desacredita su juicio el mismo predicador?» 
Mas si el P. A^-cndaño arrebataba á sus 
oyentes, en algo consistía. Era que el pue- 
blo>-ivía en la misma^atmósfera que el 
predicador: que lo"quc hoy nos parece 
conceptuoso 'íi extravagante era casi estilo 
común en citrato: quc¡,los escritores, cOn 
exagerar y alambicar más'y más ¡aquel es- 



- 1S5 — 

tilo hasta el estremo, influían á su vez cu 
pervertir más el gusto, y predicador y 
oyentes se complacían en aquella hojaras- 
ca. Nada se preciaba tanto como la sutileza 
del ingenio, verdadera ó falsa: mal que ha- 
bían traído las interminables disputas de 
las aulas. Hoy nadie sufrirla un sermón del 
P. Avendaflo, yáunpodrfadarmateriaáuna 
re prensión de I superior. Prueba entre mil de 
que/la claridad y sencillez son cualidades 
constitutivas de la belleza, y que cuanto se 
aparta de los principios inmutables de la 
estética, si alcanza breve aplauso, pasa al 
fin y cae en el olvido. Mas á pocos es dado 
resistir á I;i influenda de su época; y si el 
gusto general se estraga, clarísimo enten- 
dimiento y ánimo grande son necesarios 
para discernir lo verdaderamente bello y 
abrazarlo, oponióndose al torrente de la 
multitud, y dejando la gloria en vida por 

I esperanza de vivir en la posteridad, 
Dicismbre, 1887. 
pije que no había' logrado averiguarla 
*a del falleciraiento^dcl P.Pedro de Aven- 
dafio. Posteriormente, el Sr, D. José María 
de Agreda me facilitó copia de la partida de 
de funcidn, que se halla en el 5." Libr o rfg 



Di/iinl05 del Sagrario Melropoütano, al fo- 
lio 288 reverso, y es como sigue: 

•En tres de Mayo del año del Señor de mil 
setecientos y cinco murió el Ldo. D. Pedro 
de Avendaño Suárez de Souzaj presbítero: 
recibió los santos Sacramentos. Vivía en la 
Pilaseca. Se enterró en la casa Profesa, don- 
de estuvo su cuerpo por decreto de S. 
Exma. Illma. No testó. 

Al margen: -El Ldo, D. Pedro de Aven- 
daño Suarez de Souza.» 




I 



LA -GRANDEZA MEXICANA,. DE 
BALBUENA. 



XOTA DIBLIOC.KAFICA, 



IABiDO Ch que el conoLido poema de! 
Obispo de Puerto-Rico se publicó 
por primera vez en México el año 
de 1604; pero nadie, á mi enlender, ha he- 
cho notar que existen dos ediciones de esa | 
[echa, y ¡í lo menos dos clases de cjempla- ■ 
res de una misma. Comenzaré por describir 
el que tengoálavisla, perteneciente á nues- 
tro colegit el Sr. D. Francisco del Paso y 
Troncoso. 

El libro CH en 8,° antiguo español, letra 
romana y cursiva. Su portada orlada dice 
as(: ' 

GRANDEZA|MEXICANA|DEL fi^- , 



CHILLER BER- \ nardo de Balbuena, | DI 
RIGtjDÀ AL it VS- 1 irijsimoy ReucrendiJ- 
sinio Don Fr.\GaYCÌa de Mtndosa y Zuñi- 

ga\Aycobifpo de Mexico Del\cofejo de fu 
Mageftad.\^\CON PREVILEGIO.\En 
Mexico Por Melchior Ocharte, | Allo De. 1604. 
La vueUa de la portada es blanca. La fo- 
ja siguiente está ocupada con la dedicato- 
ria del autor al Arzobispo. A cominuación 
viene el prólogo Al Letor que ocupa 3 págs., 
y en oti'a está la Suma de la Licencia, que 
son dos, una del Virrey y otra del Arzobis- 
po. En las tres fojas siguientes se contie- 
nen seis elogios al autor, á saber; 

1." Un soneto tle D. Antonio Je Síiavedra 
y Giizmán, el autor del Peregrino Indiano.- 
Esta es grandeza que de las grandeías 
Miieslra el trasunto a! vivo dibujado, 
Con esmalte tan rico y estimado 
Que evidentes descubre sus proezas. 
' "~ Allí de ambas á dos nafuraluias 
Se ve el pincel tan propiamente dado, 
Que del ciclo y el suelo se ha sacado 
El tesoro mayor de sus riquezas. 

Bernardo de Balbtiena es quien ha sido 
Nue.stro dÍTÍno Apeles ilustrando 
Los tesoros que México escondía. 
Ciña su frente el monte esclarecido 
y todo este su nombre celebrando 
Desde do nftce adonde muere el d¡a, 



- 189 — 

2.'^ Otro de D. Lorenzo ligarte de los 
Ríos, Alguacil mayor del Santo Oficio. 
Sea Mélico comüo patria y posada, 
De España erario, centro del gran mundo, 

t Sicilia en sus cosechas, y en yociindo 
Verano, Tempe su región templada. 
Sea Vene cía en planta, en levantada 
Arquitetura Grecia, sea segundo 
Corinto en joyas, en saber profundo 
París, y Roma en religión sagrada. 
Sea otro nuevo Cairo en la grandeza, 
Curíosa China en trato, en medicina 
Alejandría, en fueros Zaragoza. 

Imite á muchas en mortal belleza, 
Y sea sola inmortal y peregrina 
Esmirna que en Bnlbiicna á Homero goza. 
3,° Otro del Lie. Miguel do Zaldierna de 
y"iaca. 



Nos. 



del t< 



Que ese gallardo entendimiento e 

Va Erifile fué á Espafia: deaer 

De ese tu Potosí de venas de oro 

El valiente Bernardo, y con sonoro 

Verso el valor de su española guerra. 

No te quedes en sola esta Grandeza, 

Danos tu univúrsul Cosmografía 

Í)e anligllcdades y primores llena; 

El divino Chrisliados, la alleíft 

T. n,-3t 



— 190 — 

De Laura, el arte nuevo de poesia. 

V sepa ci luiiQdo ya quién es Balbuena. 

I." Otro del Dr. D. Antonio Avila de 

Ciidena, Arcediano de la Nueva Galicia, 

No resonaran, no, Ins selvas tanto 

Ni del hijo de Anquí 



se supiera, 
□ hubiera 



Si el Mancuano Títiro n 
Celebrado su nombre e 

V si de Homero el n 
Con que á su Grecia alaba no se oyera, 
Menos del bravo Aquiles conociera 
Lo que hoy adora el mundo con espanto, 

México, tu grand eia milagrosa 
Ya queda del olvido y de su llama 
Más segura que en láminas de acero. 

Fiir mil edades vivirás gozosa, 
Pues si de Italia y Grecia hoy hay inl fama, 
Balbuena es ya tu Titiro y tu Homero. 

5." Otro del Lie. Sebastián Gutiérrez Ran- 
gel. 

Cisne de los remanso de Caisiro, 
No á'igo yo que cantas cuando mueres, 
.Sino cuando vivir mSs vida quieres 
Que el que sesga el Meandro y bebe e! Istro. 

De la inmortalidad en el registro 
\ombre de grande en tu grandeza adquieres, 
O eres disimulado Apeles, ó eres 
En el saber un nuevo Trismegistro. 

Gr»nde;ia á tus grandezas añidiste 



i 



- 191 - 

Con la que hoy de III ingenio be derrama; 
De Mélico es la voz, tuyo el sentido. 

De un hombre bueno á otro mejor subiste, 
Hijo ¡amorta] del tiempo y de la Fam», 
Encantando á las ondas de! olvido. 
' Cuatro quintillas de Franciüco de Bal- ] 
lia Estrada, hermano del autor. 
lÁegó aquí un hidalgo un día, 
Persona grave y a 
Que por gran cosa tra; 
Un librillo que decía 
La Grandeza Meiicanu 



V¡n 



á mi de a 



Y en oyendo el c 
Estilo, dije: Parad 

Y decidme ¿esa deidad 
Es de Homero ú de mi hermano? 

No SÉ, mas de polo á polo, 
Dijo, es bien que esta voz suenr. 
Que es de mi patria fl Apolo, 

Y ella mayor por él solo, 
Que por cuanto sin él tiene. 

¡Fué dicho sabio y profundo, 

Y yo en lo mismo me fundo 
Para sólo me preciar 
De quien ha podido honrar 
La mejor ciudad del mundo. 

El írente d^ la foja S es blanco, y d lá 
vuelta se ve el reirato del autor, toscamen- 
te gratoaào en toadera, dentro de un óvalo \ 



- 192 - 

y rodeado de adornos. Arriba está la Fama, 
con su respectiva trompeta, y un listón don- 
de se lee: Sitmina Inboris habet. En el mar- 
co del (5valo, el nombre del autor Bernardo 
de Balbuena. Abajo un escudo de armas. 
Fuera del cuadro en que está encerrado to- 
do esto hay al pié una linea de caracteres 
movibles. 

•í" Nobilitasfola cft atq, vnica lirtiis. 

Las ocho hojas preliminares carecen de 
numeración. 

En el folio 9 comienza una epístola "Al 
Dr. Antonio de Avila y Cadena, Arcediano 
déla Nueva Galicia, el Bachiller Bernardo 
de Balbuena." Concluye en el fol. 40; pero 
en realidad no ocupa 32 fojas, sino 41, por- 
que los folios 33 à 40 están repelidos, y este 
ultimo otra vez más. En tres fojas sin nu- 
merar está una Introducción de letra cursi- 
va. Sigue el texto del poema, desde el folio 
61 al 119. Parece faltar algo entre la intro- 
ducción y el poema, porque no hay pliego 
H, y las hojas que antecedan al folio 61 son 
52; pero ya veremos que otro ejemplar pre- 
senta la misma parcicularídad. 

AI texto del poema sigue urt Compendio 
Apologético eu alabansa de la Poesia. Ocu- 
pa dpi íoJio 120 al 140, último del libro. 

Veaino3 ahora la descripción de otro 



, J 



- laü - 

Sièmplai' perLenecìente i la rìquisirrta Bi- 
blioteca Carter Brown, en Providencia 
(Estados Unidos). Tuvo la bondad de co- 
municírmclacl Sr, D. Juan NicolAs Brown, 
hijo mayor del finado poseedor. 

Un adorno A la cabeza de la página. 

Grandeza Mexicana | DEL BACHILLER 
BERN.VR-|do de Balbuena-|Dingidal Al 
cxcclenLissimo don Pedro Fernàdez | de Cas- 
tro, Conde de Lemos, y Andradc, Marques 
de Sarria, y Pre-|sidente del Real Consejo 
de Indias &c. | CON LICENCIA | EN MEXI- 
CO. | -tEn la Emprenta de Diego Lopez Dá- 
llalos. í-IAr^' dr 1Ó04. 

En 8. Bianca la vuelta de la portada, y si- 
guen otras trece lojas preliminares, que 
contienen: 

Frente de la 1." "I. D. LVDOVICI DEL 
RIEGO I Mendoza, prcclarissimi Doctoris 

Filij Didaci del I Riego " 4 líneas en 

todo: un gran escudo de armas, y abajo 
cuatro líneas en verso, letra cursiva. 

Vuelta ;de la 1.^ foja: "líAL EXCELEN- 
TISSIMO I Condede Lemosy Andradc.Mar- 
ques delSarria, Presidente del líeal Con- 
|sejo de Indias [El Bachiller Fcrnardo de 
Balbucna. | ELOGIO. |" En verso, y acaba 
en el frente de la foja 7, ^ 

Vuelta de la 7.« foja: "nESTAS ADVER- 
TENCIAS I eran márgenes de las cnncío- 



- 194 - 

nes, y por no c;iiier en | cUiis üc pasaron 
aquí, para que st- enlien-|dan con más faci- 
lidad." Acaban en l:i vuelta de la foja 8». 

Frente de la 9^ "AL LETOR": lermina 
en el frente de l:i í." 10". Desde la 9.» en 
adelante se corresponden ya exactamente 
los ejemplares, inclusa la falta del pliego H. 

Parece indudable que los primercs son 
los que llevan el nombre de Ocharte. 
Inclinan'A creerlo así varias circunstancias, 
aun en la parte material. La dedicatoria al 
Arzobispo hace juego con la canciún Divi- 
na Garsa en honra suy;i, y con los extensos 
comentarios á la misma, en que se hallan á 
cada paso nuevos elogios. En los ejempla- 
res de Liipez Dávalos desapareció déla por- 
tada el nombre del Arzobispo, y al mismo 
tiempo la hoja de la dedicatoria. NiBalbue- 
naninadichabíadc atrever.se .í eso viviendo 
y gobernando el prelado. Creo que cuando 
este falleció en Octubre de 1606 aun quedaban 
ejemplares de la edición; y como faltaba ya 
Mecenas á la obra, hubo de buscársele otro 
en la personadel Conde de Lemos, conocido 
protector de literatos, Para esto fué preci- 
so reimprimir algo de los preliminares; y 
si no se hizo en la casa de Ocharte fu¿ por- 
que ya no e.fisila. En efecto, no conozco li- 
bro suyo posterior A 1604. Con esto queda 
dicho que Dávalos imprimió los nuevos pre- 



liminares después de 1606, aunque .se con- 
seiTfl en la portada la primitiva fecha de 
1604, 

Si buscamos pruebas materiales de que 
la edición fué una sola, hallaremos que los 
ejemplares van enteramente conformes en 
todo desde la foja en que comienza el pró- 
logo Al Lctar, la cual lleva en ambos fa 
signatura A 3, que conviene á los ejempla- 
res de Odiarte en que esta foja es la 3." y 
no il los de Dávalos en que pasó á 10.» in- 
clusa la portada. El texto comienza en la 
foja numerada 9, signatura B, y esto convie- 
ne asimismo & los primeros ejemplares, 
porque hay antes ocho fojas sin numerar: 
en los segundos hay catorce. Para la inter- 
calación de 6 fojas que hiü0 Dávalos tuvo 
que añadir signaturas, como lo expresa el 
Sr. Brown. 

Esta primera edición, en cualquiera de 
las dos formas, es sumamente rara. No se 
registra en el riquísimo Catálogo do Salva, 
ni apareció en la venta del Sr. Ramírez. La 
tuvo el Sr. Andrade (núm. 3862) y se ven- 
dió en Leipsic con todo lo demds. 

El citado Catálogo de Salva habla de una 
edición de 1609 con referencia al prólogo 
del Beritardo, reimpresión de Sancha. No 
encuentro otra mención de ella, y tal ve/ 
esa (echa sta simplemenle una errata, 



- 1% - 

Extraño es que ninguna de las obras de 
Balbuena lograra ima reimpresión en más 
de dos siglos. Parecía que la Grandeza, por 
su breve volumen y su interés local, pudie- 
ra haber encontrado fácilmente un editor 
en México; mas no fué así. A mediados del 
pasado siglo decía Eguiara: «Rarus est lí- 
ber cujus vix tria vidimus excmplaría, e 
quibus unum penes nos esse nobismet gra- 
tulamur, optantes curantesque etiam ut ite- 
ratis typís usui esse multis possit.» El de- 
seo y el proyecto de Eguiara no se realiza- 
ron. 

Tanto cuanto fut; olvidado en los pasados 
tiempos el pocmita de Balbuena, &c viij fa- 
vorecido en el siglo que corre; pero con ma- 
la suerte, porque si bien se cuentan de él 
cinco ediciones, en ninguna ha vuelto á apa- 
recericon todos los agregados que plugo ai 
autor ponerle. 

"La Real Academia Española fué la pri- 
mera" quc'se acordó de él para colocarle 
como añadidura á la edición del Siglo de 
Oro, que hizo* en 1S21; pero de los agrega- 
dos no nos dio más que la dedicatoria^ la 
canción Divina Garza en loor del Arzobis- 
po, el prólogo y la breve introducción, Que- 
daron fuera los elogiosjal^autor, los comen- 
tarios á la canción, y el Compendio Apolo- 
gético en alabanza de la Poesía. 



- 197 — 

La CASA Lanuza, Mendia y C», de Xueva 
York, reiiroditjf) allí cn 1828 Ih edición ár 
la Academiii, con una breve introducdün 
tle los cdilort'S, cn un Lomo de HO páginas 
cn lt>'. 

Oigo de olrafditión de 182^, cn 16," tam- 
bién, con YIII y 82 páginas, impresa tn Ma- 
drid por D. Miguel de Bnrgos, que no he 
Ilegiido U ver. Hállase mencionada en los 
Catálogos di: RiCtüei, 6 sea Ternaux-Com 
pans (íiúm. Wi9), de Andradc (nüm. 3863) y 
de Ramire/ múm. 436). Un ejemplar apa- 
rece de venta en el Boletín de la Libreria 
fMadrid), Afto IX, pág. 4':, y otro ,\iio XIV, 
pág, 24. 

Igual tamaño, número de íojas, lugar y 
nombre de impresor encuentro en una edi- 
liün qiif leiigo con la íeclia de 1S37, y cali- 
ficación de Cutiría. Le prCtede una adver- 
tencia del editor anónimo donde expresa 
quf hizo la imprrsirtn con dos fioes; 1." fa- 
cilitar la lectura del libro á poco costo, y 2 " 

■•lisonjear algiin tanto el orgullo español 

•patentizando más y más los beneficios íne- 
■ narrablcs que debe aqt>el continente :l su 
«metrúpoli;> tema que desempeña en seis 
páginas, üs tambiOn copia de la cdiciún 
académica, y tal vez la misma de ISSO, con 
cambio de portada. 
Malii íuraa, v no inmerecida, alcanzan las 
T. ii.-r-i 



- Ì98- 

cilìciones hechas f:n folletines di' periódicos 
mexicanos; mas es justo hacer una honro- 
sa excepción en t;ivor de las que ditì La So- 
(iedad. El ailo de ISüO, en un cuaderno de 
A 4." con 101 paginaB, salido de las prensas 
cíe Andradc y Escalante, publicó aquel pe- 
riódico Ui Grandeza Mcxkmin. Contiene 
ese cuaderno la dedicatoria, la introducción, 
y por via de Apéndice el trozo de la carta 
al Dr. Avila y C;idcna en el que el autor 
refiere los certámenes literarios en que to- 
mó parte, é inserta las composiciones que 
le fueron premiadas en ellos. La edición es 
correcta, y pocas his variantes de alguna 
importancia que se nolan en el texto del 
poema, comparado con !a edición princeps, 
de Ocharle. 

De esta e.-iposirión resulta qup no lia vuel- 
to á imprimirse completo e! librito de Bal- 
biiena. Todas las remipresiones se han he- 
cho por ejemqilar de Ocharte, pues tienen 
)á dedicatoria al Arzobispo. En ningunase 
encuentra el elogio del Conde de Lcmos ni 
sus .iíiirrlriiims. 

Ijrl I-'.,,:: in-.' t:. rti SU lìibliolCCtl, nO sin 

vini, II, i ■ ■ '■■. ■'- lid I.ii,'. Zaldierna,del 
alyíi,,. :; . ..-; , I _.i;iiOc los Ríos, del ar- 
cudi.Liiii .\mI.i L.ulviiii.y del hcrmnno dei 
autor. 
Hn el Ensiiyo il<- ii'ui liiliUohra España- 



- 199 ~ 

la de Libros raros y curiosos, formado por 
los Sres. Zarco del Valle y Sancho Rayón 
con las papeletas de D'. Bartolomé José Ga- 
llardo (obra que es gran lástima no .tenga- 
mos conchuda) se copia el principio del pró- 
logo y el soneto de Zaldierna. Refiriéndo- 
se á la carta dirigida al arcediano, dice Ga 
llardo: -Contiene unos versos al nuevo Ar- 
zobispo de .México (la canción Divina Gar- 
3tt) con una prolija é impertinente glosa al 
gusto de las del Poiifemo, rebutida de cito- 
tas y latinados, > No diré que la erudición, 
aunque grande, que Balbutna ostenta en 
esa epístola venga siempre á cuento: la can- 
ción es lan embrollada como de mal gusto, 
y la ff/csíT no se le qaeda atrás en ese pun- 
to; pero la mayor parte de las citas latinas 
íion de la Escritura, Santos Padres y auto- 
res clásicos, -de modo que, bicnó.mal trai- 
das. no merecen la calificación de citoias y 
litíinajos que les aplica ¡el acerbo critico. 
Hay la particularidad de que con raras 
excepciones las traduce toJa^ Balbuena en 
prosa li verso, scgiin sct cI original. 

Copió también Gallardo unos trozos del 
discurso en duícnsa de l;t poeslu. También 
los pondremos aquí, toniilndolos del origi- 
nai, porque la Biblioteca de Libros rayos no 
es común entre nosotros. 

•ateo sé que hiislíi ahora casi loda la poc- 



- 200 - 

sia española no es más que una pura fuer- 
za de imaginación, sin ir enfrenada y pues- 
ta en medida y regla con las que el arte de 
MI facultad pide, no sé s¡ por la deprava- 
cióB del tiempo, que gusla de novedades; 
pero si alguna saliere con tas condiciones 
que la razón pide, no se yo por dónde lo se- 
rá barajarla con las demás. Pues en lo que 
el tiempo, después de acribadas sus cese- 
chas y apartada la paja del grano le ha de^ 
jado por suyo, digno es de mucha venera 
ción y respeto; y si no basta para conocer- 
lo pasar los ojos por la grandeza de espiri 
tu, elocuencia y profundidad de misteries 
(mistcfiosos?) conceptos y sentencias de 
tantos poetas latino.s y g:ríegos, valga á lo 
menos la autoridad y crédito del gran Ba' 
silio, que en su persu.isoria afl Nepstvm 
afirma que todas las ficciones de Homero 
y de los otros poetas griegos no son otra 
cosa que unos agudísimos «slfmules & la 
-virtud, y asi en la florida antigüedad de 
aquella nación á solos los poetas Uaipaban 
sabios. . . . 

•La elegancia de las palabras, la propri^- 
daü do la lengua, las suaves y hermosas 
iraslaciones, los modos agudos, galanos y 
mievos de decir, la copia, ¡ibundancia, cla- 
ridad, allivcK, el delicado estilo, lo ordina- 
rio y comiin diolio por modo particular y 



- 2l'l - 

extrurdiuiiiio, y In que es más, l;iiá cosas <jx- 
traordiiianas, nuevas y ilifldles por modo 
ordinario y fúcii, lodo o:i de lu juriadkdón 
del poeUi, que tiene oblifTiiciún A scf gene- 
ral y cursado en todo, en prosa y en verso, 
en uno y en otro •rt^nero, y que en todo lla- 
ga y diga con eminencia y caudal. Ni pien- 
se nadie que una copla sin alma, un soneto 
soñado, un lomanec sin ¿1 le ciftc de laurel 
la fronte y le d¡í cornna inmortal y nombre 
de poeta, . , . 

'Ha sido y es la poesía desde el princi- 
pio del mundo alegría y sola/ suyo. Tan 
agradable y dulce, que con su deleite ar- 
rañnicn concierta el ánimo y le entretiene, 
compone el espíritu, mitiga la ir.t, alivia 
los trabajos, acompafta la soledad, y como 
dice Macrobio, despierta la virtud, ' recrea 
los miembros humanos; las aves Ja gorjean 
los cisnes la cantan, las tórtolas la arrullan, 
las calandrias, los ruiseftores, los sirgue- 
ros, los canarios y pardales, todos ta gar- 
gantean y contrapuntan. A todos deleita, y 
agrudu: á los delfines en la mar, Á los ca- 
ballos en la guerra,:! los caminantes por los 
desieno.s, al pastor tr;Ls el ganado, al ma- 
rinero en el tiniiin, al pescador ontre sus 
redes, al oficial en .sus tareas, al regalado 
en sus convites, á la monja en su clausura, 
¿Ja doncella en su labor, al galán en su 



L 



- 202 - - 

üovancn, ;il relifíioso en su coro, ¡i lodos 
hace compañía. íí todos rcffahi y coiisucln, 
;I lodos ngradíi y Icvanlu el espíritu. . . , 

■ ;Eiiqué pnrtf del mundo se lian cono- 
cido poetas tan Jignos de vcncríición y 
respelo romo en España? Oran cosa fue- 
ron Lucano, Séneca, Marcial, Silioltülico y 
otros en aquellos antiguos siglo.i, pues has- 
ta los de ahora resplandecen, Pero en los 
modertios, quién no sabe cutín famoso fué 
el rey D.Juan el Segundo, el Príncipe de 
Viana D. Carlos, rey que esperaba ser de 
N.iA-urra, el Almirante de Castilla, el gran 
Duque de Alba, el de Medina, el tte Sesa, 
el de Gandía, el de Osuna, el Marquís de 
Saritiilana, Roscan, Clarcilíiso y Castillejo, 
D. Fernando de Acuña, D. Juan de Alineí- 
da, D. Lope de Salinas, D, Diego de Men- 
doza, el Marqués de Cerralvo, el de Tari- 
fa, el de la Adrada , el Príncipe (Je Fez, el 
valeroso Conde de Salinas, el de Villama- 
yor, el de Portalegrc, D. Juan de Tarsis, D. 
Gaspar Mercader, caballero valenciano, el 
.igudisimo D. Luis de Góngora, D. Fíüx 
Arias Girün, D. Gonzalo Pacheco, D. Lo- 
renzo de Mendoza, D. Mateo Pérez de Cár- 
denas, D. Jerónimo Cortés, D. Felipe de 
Albornoz, el gran D. Alonso Ercilta y Zú- 
ñiga, ni:is celebrado y conocido en el mun- 
do por la excelencia de su poesía que por 



— 'j(i;! - 

!i noliirin y aiiligu;iiioblL'2;i tlü sa ciiü; 
linaje; y en nuestros occidentales mundos I 
el gran cortesano D. Antonio üe Saavedra I 
y Guzmán, losacabados ingenios de los dos I 
Carlos, uno de Sámano y oti^o de Arellano, I 
Mariscal dv Horobia, el discreto D. Rodri- 
go lie Vivero, el estudioso D. Lorenzo de J 
los Ri'iis y Ugartc, que con heroica y íeliz | 
vena \ a describiendo las maravillosas ha- 
;íañíis del Cid. V finalmente, por eeliar la I 
llave de oro á este discui\so, y la suma 
tímaeiún y honra á esta divina academia 
de sabios, son también de ella los ínclitos y 
soberanos Marqueses de Montesclaros, pa- 
dre y hijo, lustre y glom tic l;i nación ca 
pañola, el prudentísimo qonde de Monte- 
rrey, el sin igual conde de Lcmos, divinos 
polos sobre que se revuelve y c&ti;ib;i la 
gran maquina de estos últúnos imperios de 
la tierra. , , ,> 

La parte relativa á los certámenes es im- 
poriajite para la historia de nuestra litera- 
tura. Copiaré aqin' solamente el pi'inapio, 
dejando las composiL'iones prt-naiadius, pp,r 
no alargar mils esto escrito. 

•Fuiü U'jKos un museo y academia de ( 
Apolo donde tenía el ,m;ís lamoso oráculo 
de sus adivinanzas y la conversación or- 
dinaria i'ün las Musas. V un esta ciudad en 
QOrrtfspondeneía de esto, por particularin- 



-- 2<Ì4 — 

llufin'ia y bcnifíniíUid vìe ciclo, Ih'iic los 
mejores espíritus y m;ts floridos iii!j;enÍos 
que pioducc y cria el suelo, Y porq JC Dal- 
los nos ha ocasionado ¡i esl;i materin, y el 
estar fundada en el Paniasn, ;í tratar de la 
faeultad poética, que es eomo una influen- 
eiri y particular constelación de esta ciudad, 
segi'm la generalidad con que en su noble 
juventud felicísima mente se ejercita. De- 
jando íihora para otra ocasiún el tratar me- 
nudamente sus partes, preceptos y reglas, 
que pide m;is desooupacii^ii y estudio, por- 
que se conozca el ordinario eji'rcicio que 
en ella hay desta curiosidad y letras, pon- 
drá aquí, como de ppso, ires carias qne 
siendo colegial de uno de sus colegias me 
premiaron todas en primer lugar en tres 
justas literarias que hubo durante el tiem- 
po de mis estudios; y aunque para V., que 
fuú testigo y tie los más aprobados de aquel 
tiempo, sea superfluo renovar estas memo- 
rias, no lo seni quiz.-í á los que llegaren :i 
verlas de nuevo. Quiero contar una gran- 
deza digna de ser admirada, que ha habido 
justa literaria en esta ciudad donde han en- 
trado trescientos aventureros, todos en la 
facultad poética inúfenios delicadísimos, y 
que pudieran competir con los mrts flori- 
dos de! mundo. La primera de mis compo- 
s se premili en la fiesta de Corpu 



^haci 



— -jori — 

Chrisli, cn presencia de sifU- obispos qiiei'i 
la s;i;iiiii cclchiaban Concilio Provincial cn 
esta fumosa eiudad cn compafliii del lUino. 
D. Pedro Moya d¡? Contrcras, Arzobispo 
de ella, Pidii3se una cai la cn quc Cristo 
consolase al alma cn la ausencia que hacía 
del mundo desta manera • 

La scymula coniposición, "(ixplicnndo en 
redondillas la liHr.i dil Salmo 136 qiic em- 
pieza Sw/hv'////íi//;jí/ /íii/»v¡oiiií" \c fue- pre- 
miada ci día de la Asunción de Xucstra Se- 
floni, "cn una famosa fiesta que se hizo al 
Marqués de Villamanrique, Virrey de esta 
Muova líspaña." 

La tercera caria "lui algunos años dcs- 
m¿s escrita íí la ^[ajcstad del Rey Filipo 
igradccimiento de haber enviado ií 

:a ciudad por su Virrey al lUmo, D. Luis 

Velusco, tan deseado de ella, y que con 

inta prudencia y gloria suya la yobcrní)." 

PremÍ!h-onle lamhicn cn primer lugar la 

xposición de una empresa de tres Diade- 

is, y sicie k'tras sobre ellas, que declan 
'Atcgr/a.* 

En lo demás no fallan pasajes de cierto 
inlcrcs para nosotros, como esios: 

•El ordinario lenguaje de esta ciudad es 
vi mis cortesano y puro, el miís casto y 
medido que usa y tiene la naciún española, 
haciendo sus ingenios, asi en esto como en 
"■" T. ii.-ri 



— 206 - 

lo demás, conocida ventaja á los más famo- 
sos del mundo. > 

Hablando de Argos y de sus lamosos ca- 
ballos, dice que aunque por ser aquella 
ciudad seca y sin más agua que la de un 
pozo, no se pueda comparar á México 
«donde tanta sobra, por la excelencia de 
sus caballos merece este lugar, y México el 
primero en lo que ho}- se conoce, de más y 
mejores en presencia, brío, gala }' hechu- 
ras.» 

Curiosa muestra de las traducciones de 
Balbuena es la que hizo de unos versos del 
Arte PoMca, ác Jerónimo Vida. Comenzó 
por imprimirlos así: 

Ncc jussa catinSy itisi f orí e coactus 
Magnortifii imperio regimi et 
Omnia sponfe sua, quce nos elegimus ipsi 
Provenitiut, duro nsseqitimitr r/'.v jnssa labore, 

V tradujo: 

No c.intes cosas que otro te deniíinde, 
Sino en ocasión propria, ú compelido 
De que algún grande príncipe lo mande. 
En lo que por nosotros fué^eligido 
Todo se vuelve fácil, y al contrario 
Lo que nos mandan duro y desabrido. 

El original dice: 

. . . .Xec jussa canas, nisi forte coactus 



[onim imperili Reeriim; si 'jiris lumen ri 

ioi-es iiilrr iioslros ijiii (alia citrel. 
n sponte sua, qiiie nos elegimiis ipsi, 
miiint: duro asseqiiimui' v\t jiissn inbore. 

D. Gaspar Bono Serrano iradiijo tic est 
Riodo: 

iincn ndmitfts poéticos encáreos, 
o úbüifurie cnn mandnto cipresn 
eroso inounren, sí hay alguno 
■ ame In Poesía en estos tiempos, 
nto por propiA ínspirncitin nosotros 
olvemos cantnr es liacedero; 
i nrgiiiiicotos de eíecciúnnjenn 
aar no es Jado á superior esfuerzo. 

h'No sé SÍ Balbuenu, como buen coricsano, ' 
6 dejaría fuera el si tjitis ínmcn. . . .para 
o oíender ¿i los magnates de sn liempo 
livorctedores de hi poesía, ó sencillamen- 
B por considerarle ajeno ;i su intento: de 
lodos modos, no tenía derecho ;'i mutilar el 
lexlo destruyendo la medida dolos versos. 
I- No es el i'mico ejemplo del poeo cscrúpir 
'6 con que citaba. 

"A este pasaje precede un soneto que no 
Hice Balbucna que sea suyo, sino que *pa- 
?ecc hecho para regla y medida de los rau- 
s largos y cortos que en esto ha dado 
1. i};acirancia.> Helo aqui: 



Por solo 
V:iyase . 



>n la Pücsía 



.n gran li 



e lofurn. 

Sigfn con discreciüQ sendu sigura, 
Ajuslúndose siempre á su talento; 
Mire qùe cs la Pileifa un dulce viento 
Qiie dcívanecc ¡il de niiiynr cordura. 

Nu se hngn común, que cs torpe cosa, 
Ni tr.ite siempre en coplas, que es bajeza; 
llng:n pocas, y A honradas ocasiones. 

Que esta tal poesía es generosa 
V esotro coplear propria torpeza 
De groseros ¡niíenios macMrroncs. 

Lit epístola al .-irccdiiino concluye .ist: 
■ Estas .ipunl.iciones me parece que bastan 
porno dilatai' miis (-1 discurM, yquesepue- 
da imprimir con los otros sin crecer dema- 
s¡«do el volumen y costa, que es mirande la 
que aquí se hace en esto, y sin esperanza 
de gozar el trulo de ella más que este estre- 
eho y pequeño mundo de por acá que aun- 
que de tierra grandísima es de gente abre- 
viado y cono, y fuera de esta rica ciudad, 
i-asi de todo punto desierto y acabado en lo 
que es trato de letras, gastos, regalos y cu- 
riosidades de ingenio, por haber tiranizado 
las Kr^njerías, y codicia del dinero los mayo- 
res pensanüentos por suyos. Y así los de- 
más trabajos mloi, si algún día:, como estos 



-■209 - 

merecieren salirà la IU7, será gozando de 
las comodidades de España, enviándolos 
alia 6 disponiéndome yo á llevarlos. Entre- 
tanto quiero que esla sombra y ademán d^ 
rosa vaya á descubrir tierra y ver el acó 
gimienlo que el mundo le hacc>. 
Cumpliii Balhiiena su propósito, porqur 

I aun cuando tenía escritas otras obra.s, ya no 
publicó aquí ninguna. El Siglo de Orocn 
las Selvas de Eyifile se imprimió en Ma- 
drid, en 1608, y le siguió El Bernai'do. im- 
preso allí en 1621. La fecha de ta primera 
de estas obras nos da á conocer aprosima- 
üamente la del regreso del autor á su pa- 
"tria. Hemos visto que los cambios hechos 
Vn ios preliminares de la Gyaiidesa han de 
'«tr posteriores á la muerte del Arzobispn 
íiruFrida en Octubre, d* 1606, y los haría 
Jlalburna al disponer su viaje A Espafis, 
blonde quería presentar-. su libro al nuevo 
Mecenas, el Conde de Lemos, entonces pre- 
sidente del Consejo de Indias. Envió por 
delante el Siglo de Oro, cuya dedicatoria al 
mismo Conde firmó en Madrid el 31 de Oc- 
tubre de 1607. El viaje de reyrcso debió de 
• verificarse en los meses anlcriores de ese 
tnismo iuio. 

E! soneto laudatorio de! Lie. Zaldi<-Tna cs 
■como un caiiUofio de las obras de BSibuc- 
wWi- Atk-mSs de las tre-s- impresas se incn- 



- 210 - 

cionan otras qur quedaron inéditas- y se 
timen por perdidas; la Cosmof:rafia Uni- 
versal, el Chrisiiados. -la alteza de Laura' 
y eJ Arte Xiicvo ifi- Poesía. Conjetura Ía 
Real Academia Espartóla que lo^ holande- 
ses robarían esos manuscritos en la inva- 
sión de Puerto-Rico, de que cr¿i obispo Bal- 
huena, pues consta que saquearon el pala- 
cio episcopal. 

Se ha acusado á nuestro aiilor de haber 
exagerado al extremo las {grandezas de la 
ciudad de Mísico. Esnnuy posible que «-I 
arrebato poético le haya hecho avivar los 
colores de la pintura; pero si registramos 
los libros coetáneos ú poco posleriorcs, ven- 
dremos en conocimiento de que abundan 
las riquezas y las -ocasiones de contento,» 
romo él dice, porque aquella gente era so- 
brado alegre y regocijada, amiga del Iqjo^y 
de los .placeres. Las fiestas eran frecuen 
tes, y la alegría gustaba de echarse á la ca- 
lle, donde el pueblo disfrutaba de los visto 
sos festejos á que se prestaban !os trajes y 
costumbres de aquel tiempo, El lujo era 
sostenido por los virrcj'es, grandes seftorcs 
siempre, y la noblcz;iseg;ulasucjfmplo con 
lai fervor, qnc solía necesitar de freno. La 
ciudad, aunque no fuese hermosa conforme 
.■i lo qiae hoy se pide, lo era para aquel en- 
toncci, y recogía en su seno las riciucgns 



- 211 - 

que recibía de Oriente y Occidente por uno 
y ntro mar. Por más que Balbuena ponde- 
rara, no había de fraguar lo que no existía. 
Asf es que la Grande;:» no lan súlo debe es- 
timarse por lo que valga como poema, sino 
I también como tlocumenio histórico, usáíi- 
I -dolé con las precauciones debidas. 

En resumen, por más indigesta que sra 
¡■■■^ijena al gusto reinante la eradicidn de 
^s piezas cu prosa que Balbuena agregú á 
" 11 Graiiiícsa Mexicana, haría bien México 
i conservarlas mediante una nueva edi- 
ción, pura no perder nada de cuanto dio A 
Glüz aquel darò ingenio, criado y educado 
[ijtre nosotros, y que, como dice Beristain, 
iguf escribió sus obras, y aquí aprendió á 
fecir arrogantemente en su Brriiartío: 

:cati?ar rrm mi plunifl afíonde quiero, 
r« Homero el segundo, yo el primero.» 
tctuhre. IHefi." 



Tiesputs Je cíiL'iiio (y aun publicado] lo 
que precede, he tenido ocasiiiii. de recoger 
alguna otra noticia locante :\ la •Grandejia 
Mexiciina' de Balbucn-t, 



Á 



El 5r, Broivn se sirvió mandarme copia, 
cic la Canctün en loor del Conde de Lemo5, 
á que hice referencia en la pág. i93.Vapre- 
cedida de un elogio al aulor y al Jlecciiíis 
que ocupa el frente de la hoja inmediala á 
la portada. Dice asi: 

L. D. Ludovici del Rieyo| Mendoza: pre- 
clarissimi Doctons Fili¡ Uidaci del ¡Riego 
ili Mexicana Curia rcgalii Scnatus. Idiynis- 
simi Frc-sidís. 

Sigue un escudo de armas, y debajo de 
íl estos versos: 

líccplusiueciiii. iieqticiii liis esl vcrsibus ullra. 

Hecplus iillra illis addcre Apolla foltsi. 
rlHs iiccbenntis crii, nrqite (ii liisMaeiialibHs iillra, 

-Vfc jWn.i mira illis aiiiícrt- Fama foltsl. 

En la pág, 193 copié yaeltítulo de la Can- 
ción, Esta es demasiado extensa para re- 
producida aquí: consta de diez y siete es- 
tancias de á diez y seis v'írsos y un remate 
de ocho. Comienza de este modo: 

Si al grave ciirsn del ftliz gobierno, 
En que de un nuevo imindo la gran masa 
Con lu .saber y tu grandeza mides, 
VA paso corlas y e! lervor divides, 
Y un pecho tan prudente como tierno, 
Da nlivio :il tiempo, á lo3 cuidados lasa: 
Xhevo Mecenas, gloria de In casa 
Mds noble y más ¡tntJgua 
(,)ue España en sus arcliivos aleatigua; 



- 213 - 

Pues siglos vence y las edades pas&, 

Pase también, y crezca como espuma 

Mi humilde hiedra que en su exceUu muro 

Busca arrimo seg'uro, 

Donde ni la marchite ni consuma 

El invidioso aliento que procura 

Manchar el sol y hacer su lumbre escura. 

V acaba: 

Vo cantaré de tu español Bernardo 
Las antiguas victorias y bazaiías 
De aquel siglo furor, del nuestro espanici, 

Y en honra de su espada y de mi canlo, 
Mientras en veloz curso y brio gallardo 
Vence las aventuras más extraías, 

_ V á Lei3n humilla las francesas salías, 

No habrá golpe de afrenta, 
' Grandeza, antigüedad, pecho de cuenta 
' Que allí no suene de ambas las Españas. 

y celebrando asombros y portentos, 

Y á ti por mi Mecenas, 

En aulas de oro y de carbuncos llenas, 
Deste árbol hallarás los fundamentos, 

V arrimada ya á él tni Inimilde ramii, 
• Mio será el pregún, luya la fama. 

Y tú, canción, que donde muere el día 
Ue España, en son perfeto 
Naciste, va & los pies del rafts discreto 
Principe ilustre que en sus cortes crin; 

V alli con las grandezas del sujeto • 
(Si todo no lo pierdes por ser mía) 



- 2U - 

Le ruegH admila ya esle amago tuyo 
Por muesirn de mi amor, y A mi por suyò" 
Siguen, fn tres páíriniis las «adverlcii- 
lias» Ú notas A la canción, de quf hablé en 
fi lugar citaJo, 



n¿, solamente de oidas, 
una edición de 182'', que lie adquirido pos- 
teriormente- Conjeturé que esa y la de 1837 
serían una misma, cambiada la portada. En 
efecto, el tc:íto es de una sola edición; pero 
el cambio no se limitó :i la portada, sino que 
se extendió í las cuatro liojas preliminares, 
es decir, al prólogo del editor anónimo, en 
" que se notan curiosas mudanzas. Las edi- 
ciones de la 'Grandeza Mexicana' coinci- 
dían con los sucesos que llamaban la aten- 
ción pública hacia Mexico. La de 1B29 co- 
rresponde ;i la expedición de Barradas; la 
de 1837 al rcconoi ¡niicnlo de la independen- 
cia, y los prólogos se acomodaban á Lía cir- 
cunstancras. Ambos llevan por fin contra- 
poner la felicidad de que gomaba Mí.xicu 
bajo la dominación cspaiiola, y la desgracia 
en que había caído por liaber prodamado 
ta independencia. Pero en el de 1S29 hay 
frases duras y negros colores. El editor se 
lisonjeaba de que por la amarga experien- 
cia de tantos males, /íJ/ ues esos Hijos pro- 



- 215 - 

digos volverían «humillados y arrepentidos 
á la casa paterna, clamando á los pies del 
clemente Fernando: Señor, hemos pecado 
contra el cielo y contra ti: ya no somos dig- 
nos de ser llamados tus hijos: trátanos co- 
mo á jornaleros tiiyos.^ Y remontándose 
en alas de la fantasía, prosigue: «Oh! Si es- 
te día llegara, ¿que haría entonces el enter- 
'necido monarca? ¿Qué? lo que hizo el Padre 
de familias, y hacen todos los padres: cele- 
brar banquete y regocijo por haber vuelto 
á abrazar á los hijos que lloraba perdidos.> 
En 1837, reconocida 3'a la independencia, 
aquella ilusión debía parecer, por lo menos, 
ridicula, y al poner en circulación los ejem- 
plares rezagados fué forzoso suprimir el tal 
prólogo 3' poner otro en que se emplean 
frases más templadas, y aun compasivas, 
para reseñar los males que México sufría, 
concluyendo con esta exclamación: «¡Enva- 
necimiento glorioso para España, si la ma- 
dre pudiera ser indiferente á las calamida- 
des de sus hijos!^ La pintura de la antigua 
felicidad se comprueba con las descripcio- 
nes de Balbuena; y hé aquí cómo la pacífi- 
ca «Grandeza Mexicana» vino á convertir- 
se en folleto político de circunstancias, ó 
cosa parecida, lo cual asombraría no poco 
á su autor, si resucitara. 

Septiembre, 1887. 




I 



FRANCISCO DE TERRAZAS 

Y OTROS POETAS DEL SIGLO XVI. 



iUrÉN 110 ha leido el elogio que Mi- 
'guel do Cervantes Saavedra hizo 
I de los poetas de su tiempo en el 
Canto de Caliopc? Allí habrán visto mis 
lectores estas dos octavas en loor de dos 
ingenios americanos, uno de los cuales es 
nuestro: 

^^De la región antírtica podría 
Eternizar ingenios soberanos, 
Que si riqíieiras hoy sustenta y crin 
También entendimientos sobrehumanos. 
Mostrarlo puedo en muchos este día, 
Y en das os quiero dar llenas las ruanos: 
Uno de Nueva España y nuevo Apolo, 
Del Perú el otro, un sol tínico y solo. 

tFraMiico el uno de Tcrtaeas ti 
El nombre acá y alli tan conocido 




Cuya vena caudal nueva Hipocreoe 
Ha dado al patrio venturoso nido: 
La raeatna gloria al otro ¡ffual le viene, 
Pues au divino ingenio ha producido 
En Arequipa eterna primavera, 
Que este es Diego Martínez de Ribera. > 
Y al leer esto, ocurre desde luego pre- 
guntar: ¿quiíji era ese Francisco de Terra- 
zas? ¿qué eacribiú para que su nombre fue- 
se «acá y allá tan conocido?" Si nada im- 
priraiú, como parece, ¿de dónde hubo Cer- 
vantes la noticia de su existencia, y qué viú 
de sus escritos para que así los elogiase? 

Habrá un año que, leyendo cierto Discur- 
so en la Academia Mexicana, dL-ploré If 
mala suerte de Terrazas, cuyas ohras se 
habían perdido por completo; pero añadí 
que conservaba esper.an/:as de hallar algu- 
nos fragmentos. Era que ya tenía yo puesta 
la mira á un manuscrito viejo donde pensa- 
ba que podrían encontrarse, y quiso la suer- 
te que el tal códice viniera por fin & mis 
manos al tiempo mismo de acabar.se la im- 
presión de aquel Discurso. Casi tengo em- 
peñada mi palabra de darai público lo que 
se hallase, si mis esperanzas se realizaban; 
por eso, y porque los restos de nuestra an- 
tigua hteralura no son tantos que pucilaii 
desperdiciarse, quiero decir aqui algo de 
esas antiguallas: que si no dieren contento 



sal 



ÜICZ 



- 219 - 

al lector amigo, puede dcjiirlas guardadas 
pani el que múa adelante escriba de aque- 
llos tiempos. 

Debo, por principio, nombrar al escritor 
que me ofrece los íragmentos, y presentar- 
le al público. Es Baltasar Dorantes de Ca- 
rranza, hijo de aquel Andrés Dorantes que 
salvado del triste naufragio de la armada 
le Panfilo de Narvaez en la Florida, eon Al- 
Núñez Cabeza de Vaca, Castillo Mal- 

mado y el negro Estebanico. anduvo á 
pié, en compañía de ellos, desde aquellas 
remotas costas hasta venir, por entre tribus 
bárbaras y desconocidas, á encontrarse en 
Sinaloa con los capitanes de Ñuño de Guz- 
mán: pcfegrinacióii maravillosa que duró 
diez años, y lerraiuü en 1537, Nifestro Bal- 
sc precia lio poco de su ascendencia. 
fació en México íl mediados del siglo, se- 
:(5mputo aproximado: casó dos veces, 

primera con D." Mariana Bravo de La- 

;nas. y la segunda con D," Mariana Ladrón 
íe Guevara. Fué tesorero por S. M. en el 

lerlo de la Veraeruz: desempeñó otros 
oficios: los conquistadores y pobladores le 
nombraron procurador en la corte, adonde 
no dice si llegó ;t ir; privaba con el virrey 
D. Martin Enriquez, á quien acompañó has- 
ta Acapulco cuando fué á embarcarse para 
el Perú: heredó de su padre una buena en- 



4 



- 220 - 

comienda, que dcspncs le quitaron no sabe- 
mos por cu;Sl motivo; ci caso fué que le de- 
jaron por puertas, y como él dice, "tan des- 
nudo en cueros como lo salió mi padre de 
la Florida." Por los años de 1604 dirigili al 
virrey Marqués de Montesclaros una rela- 
ciún sin titulo, que á pesar de ser harto to- 
luminosa no es más que la suma ó compen- 
dio de otro libro principal á que con fre- 
cuencia se remite (1). En la relación hay pa- 
ra todos los gustos: tan pronto refiere el 
autor los sucesos de Colón, y se explaya en 
la descripdón de la isla Española, prefirién- 
dola á Inglaterra, Cicilia y Candía, como 
se pone á discurrir muy de asiento acerca 
de las causas de que unos hombres sean de 
ingenio má% sutil que otros, trayendo al ca- 
so multitud de autoridades latinas de filóso- 
fos y naturalistas antiguos, con lo cual de- 
muestra siquiera que no le faltaba lectura. 
Que todo esto se hubiera perdido, no nos 
causaría gran duelo; pero sf nos haría bas- 
tante falta la parte curiosísima del manus- 
crito, que es la destinada A la narración de 
las hazañas de algunos conquistadores y d 
las descendencias de muchos de ellos. Uno 
á uno los va lomando para nombrar sus 

(1) El original de la: 



tac 



mujeres, hijos, niütos y biznietos. En tales 
genealogías mezcla unas familias con otras, 
como realmente se mezclaban, de lo que á 
menudo resulta cierta confusión en los Una- 
jes. Como el objeto de Dorantes era pre- 
sentar á los ojos del virrey, reunida en un 
punto, toda la descendencia de los conquis- 
tadores, para que en ella premiase los ser- 
yicios de los antepasados, pasa de corrido 

ir los muertos, que ya nada habían de pre- 
'tender, y por los que entrados en rcligiOn, 
no continuaban las casas, como él llamaba 
á sus genealogías. De ahí es que falten no- 
ticias individuales de muchos hijos de con- 
quistador que eran fallecidos, y desgracia- 
damente en ese caso se encuentra nuestro 
poeta. 

Era el hijo mayor del conquistador del 
mismo nombre que vino con Cortés y fué su 
mayordomo: «persona prcemincnte,> según 
el puntualísimo Bernal Diaz, De los hechos 
del padre no hay para qué tratar aquí, y baste 
saber que murió en 1.^49, siendo alcalde or- 
dinario de Rlíxico. El poeta dejii tres hijos 
de su mujer María de ■Obregún, hija del po- 
blador Rodriíío de Bacza y de Mari López 
de Obregón. La descendencia de esta Se- 
ñora Mari López fué tan numerosa, que •& 
su entierro, dice Dorantes, fueron de loba, 
capuz y toca negra setenta hijos, nietos y 

T. Il.-L'B 



É 



- 222 - 

biznietos, y ios más son vivos; yen sus hon- 
ras celebraron la misa en S. Francisco des- 
ta ciudad de México cinco nietos suyos sa- 
cerdotes y otro que predicii. Murió la suso- 
dicha de más de noventa años, y yo la co- 
nocí'. No sabemos cuándo failcció nuestro 
poeta: mas como líi Galaica fué escrita en 
1583, y de las palabras de Cervantes se de- 
duce que el elogiado vivía, tendremos que 
poner su fallecimiento entre ese año y el de 
1604; a mi entender más cerca del primero 
que del segundo. En su tilmulo puso Alon- 
so Perez el siguiente hiperbólico epitafio: 



Cortés en sus niaravilliis 
Cpn su Talor sin segundo. 
Terrazas en escribülas 
V tn propio lugar subillas 
Son dos eitrcnios del munc 
Tan extremados los dos 
En su suerte y en prudcneií 
Que se queda Ja sentencia 
Reservada para Dios 
Que sabe la diferencia. 



H 



Y otro poeta desconocido que corre en 
las páginas de Dorantes con el solo nom- 
bre de Arrasóla, dijo á esc propó.sito: 
Los vivos rasgos, los matices unos, 
La brava bazaña al vivo retratada, 
Con visos más que Apolo cristalinos 



- 223 - 



Como del 



ino Apeles dibujada; 
Va don mislerioa la dejú divinos 
En ci octavo cielo colocada 
Francisco de Terrazas, Fdnii solo 
Único desde el uno al otro polo. 



P^H Tenemos, pues, que nuestro Francisco de 
■ "'Terrazas era conocido y celebrado en Mé- 
xico y en España. Hay in:ls, porque según 
te.stimonio de Dorantes, fué «excelentísimo 
poetii toscano, latino y castellano». No ofre- 
ce dificulud lo latino, porque el estudio de 
ese idioma clásico estaba muy extendido y 
muchos versificaban en él; pero {de dónde 
pudo venirle lo toscano? Cierto que enton- 
ces privaba en España !a lengua italiana, 
mus no hallo que lo mismo fuera en Méxi- 
co. ;Iría acaso A E.spaña nuestro poeta? No 
parece difícil, porque tra muy írccuenle 
en hijos y nietos de conquistadores pasar ¡I 
ta corte en busca de premio A los servicios 
de sus padres ó abuL-los. AUií fué con tal 
fin D. Antonio de Saa/edra Guzm;ín, el del 
Peregritt'i buliaiw, y allá estaba Lindando 
esa via penosa un hijo de Dorantes, üe cae 
modo se explicarla también el conocimien- 
to que Cervantes tuvo de Terrazas y de sus 
versos; pero no cuenta con otro apoyo la 
conjetura. 
Ames de haiÁní del pootiuL de l'ci'V'^'i^v 



- 224 - 

cooTiene desembarazarnos brevemente de 
otras noticias. Diego Muñoz Camargo, en 
su Historia de Tlaxcnln, cita un Tratado 
del Aire y Tierra, escrito por Francisco de 
Terrasas, cn que se contaban los inauditos 
trabajos que Cortés y sus compafíeros pa- 
saron en la expedición de las Hibucras. No 
sé si se rtífiere al padre 6 al liijo: la presun- 
ción está en favor del segundo, por cuanto 
sabemos que era hombre de pluma, lo cual 
no nos consta del padre, pues no tiene fun- 
damento la opinión de los que le atribuyen 
la célebre relación conocida con el nombre 
de El Conquistador Anónimo. De los indi- 
viduos de la familia hallo, además de lo di- 
cho por Dorantes, que un Francisco de Te- 
rrazas era en 1570 vicario del pueblo de 
Xicotcpec en el obispado de Puebla. 

Nada de nuestro poeta se publicó en sus 
dias, que yo sepa: recientemente han sali- 
do á luz tres sonetos suyos hallados en una 
compilación inédita de Flores de varia poe- 
sia, hecha en México el año de 1577. Com- 
prende composiciones de muchos poetas 
espaSoles, y entre ellas los tres sonetos, que 
están en el Ensayo de una Biblioteca Es- 
pañola líe Libros Raros y Curiosos (tom. I, 
cois. 1003, lOüT). Copio el primero y el úl- 
timo, omitiendo el segundo por sobrada- 
mente libre. ^ 




. Dejad las hebras de oro ensortijado 
Que el ftnima me tienen cnlaíado, 

Y volved á la nieve no pisada 

Lo blanca de esas rosas mntizado. 

Dejad las perlas y el coral preciado 
De que esn bocn está tan adornada; 

V al cielo, de qiiieu sois tan envidiada, 
Volved los soles que le habéis robado. 

La gracia y discreciiín que muestra 1 
Del g-ran saber del celestial maestro 

I Solvédselo li la aogélica natura; 
^ Y todo aquesto asi restituido, 
Veréis que In ^iie os queJa es propio v 
¿er áspera, cruel, ingrata y dura. 
'Si 



E Terbaías i 



El que es de algún peligro escarmenlado, 
'Suele teraelie más que quien lo ignora; 
Por eso lenii el fuego en vos, señora, 
Cuando de vuestros dedos fué tocado. 

Mas (Vistes qué temor tan eicusaito 
Del daño que os bara la vela agora? 
Si no os ofende el vivo que en mi mora, 
¿Ciímo os podrá olender fuego pintado? 

Prodigio es de mi daño. Dios me guarde, 
Ver el pábilo en fuego consumido, 
Y RCiidirie al remedio vos tan tarde: 



n 



El mísero que en fuego por vos arde, 
Hasta que esté en ceniza convenido. 
Vengamos ya ;í tratar del poema de Tp- 
rmzas. Se intitulaba Nuevo Mundo y Con- 
quista, Y quedú sin concluii- por muerte de! 
autor. Debemos á Dorantes los fragmentos 
que se conservan, por haberlos intercalado 
en su rclaciún; pero al extraerlos de ella 
tropecé con una dificnliad que no he logra- 
do vencer. Hablo de la duda que eiv parte 
ofrecen acerca de su verdadero autor. No 
dice en general Dorantes que todos sean 
de Terrajas {& quien llama también nuestro 
Marón): en algunos expresa el nombre del 
autor, en otros le calla, y en uno, despucs 
de haber puesto el de Terrazas, le borrü r 
escribiií arriba Arrdeoln. Existía, como he- 
mos visto, un poeta de este nombre, amigo 
del otro: ¿quién nos .asegura, pues, de que 
entre los fragmentos anónimos no haya al- 
guno más de Aminola? Y acaso pudiera 
terciar en la dispula Salvador de Cuenca 
que también hacía octavas al mismo asunto, 
y era probablemente 5iijo de Simon de 
Cuenca, otro mayordomo de Cortés. Impo- 
sible es conocer quién es el dueño de cada 
uno de los fragraentojí, cuando Dorantes no 
le expresó. No puedo hacer más que dar- 
les el urden que i mi juicio les correspon- 

" 1 



- 227 — 

de, poniendo nombre de autor ¡I los que le 
tienen y dejando anónimos los otros, como 
los hallé: bien que me incEino ú creer que 
los mAs son de Terrazas, No he coiTCgido 
sino lo notoriamente errado: ¡i descuido de 
Dorantes pueden atribuirse algunos de los 
defectos de versificación que el lector no- 

IUiril. 
Juzgo que el fragmento siguienCe perfe- 
hecía ;í la introducción del poema, 
I 



No de CoriOs los.milagroaos lieclios, 
\o ins victoi-¡as ¡nauditaa canto 
De aquellos brnvos é invencibles pecbns 
Cuyo valar al mundo pone espanto: 
Ni iLqiidlos pocos hombres ni pt^Kreclios 
e ensalzaron su fama y gloria tanto, 

e del vm polo al otro en lodo el mundo 
Renombre han alcnnzildo sin segunda. 

Tamos rendidos reyes, niievn mundo, 
Infinidad de cuento de naciones, 
Segunda lìspiirta j hecho sin segundo, 
líjírcilos vencidos ii millones, 
Dioses poslríidos falsos del profumili 
A quien sacri lie aban corazones. 
Na lo puede escribir liumnnn pluma, 
Que en la mente divina está la suma. 

Valeroso Cortés por quien In famu 



-Sube la clara I 
Cuyas hechos 



ñipa hasta el cielo 
derrama 



Con Cus proezas adornando el suela; 



- 228 - 

Si tu valor que ci ánimo me inflama 
Se perdiese de vista al bajo vuelo; 
Sì no pueden los ojos alcanzalle 
íQuién cnntnrft nlab.tnzns á su talle? 

No quiero yo manchar, ni Dios lo quiera , 

Del pecho sabio el finirao invencible 
Cuyo blasón fijado allA en la esfera 
Contiene, todo es poco, lo posible; 
Ni aquella temeraria fuerza fiera 
Con que alíanosle casi lo imposible: 
Que es agotar à mano un mar copioso. 
Solo diré de paso lo forzoso. 
L,i octava siguiente (de Terraz:is) puroct 
corresponder al mismo lugar: , 

Mag-nánimo Cortés cuyas hazañas 
Al mundo otro mejor lian añadido, - 
Uonor y gloria de ambas las Españas, 
De Dios para sus heclios escogido: ' J 

Si al bajo son de mis groseras cafias j 

No pudiere cumplir lo prometido, I 

Vos os habéis privado del efeto 
De que haya pluma igual á tal sujeto. 
Lo que sigue, también de Terrazas, se re- ^ 
fiere á la expedición de Francisco Hernán- | 
dez de,Cúrdoba, que salió con el fin de cau- , 
tivar indios en las islas de los Guanajos. 
Tras el felice fin de aquella guerra 
A Cuba fué con escogida gente, | 

En breve tiempo viü toda la tierra 1 

Pacifica servir seguramente. I 



-229- 

Mas como el fundiimenio que s.e 
Hace salir errado lo siguienle, 
Para las minas de oro que hallar 
Esclavos á hace 



Lac; 



a dest 



li juzgalla 



Ni aun esie es lugar de decidirse, 
Si pudo la s ai o n justifican a 
V ea otra ha sido justo el impedirse. 
Sé que después de híen eiamioalla 
Vino con gran rlg-or á prohibirse, 
Aunque el remedio á tiempo se envíase 
Que á reparar las Islas no bastase. 

Antes fué decayendo de tal suerte 
En breve tiempo aquel dichoso estado, 
Que de los indios con estrago y muerte 
Un número infinito fué acabado. 
y como nadie de oro se convierte 
Al rústico provecho áel ganado. 
Para labrar laa minas fué la traza 
Hacer de ciertos hombres simples caía. 

Junto á Hor 



s Islas de Cua 



ajos h 



taba 



Humilde y simple que muy fácilmente 
Por fuerza ó por engaños ae tomaba; 

y como empresa que era conveniente 
A la labor del oro que aflojaba, 
Tres vecinos de Cuba la emprendieron 
V con Diego Vela^quei se avinieron. 
' Si desto ae dió parte al almirante, 
O si con causa dello estuvo acedo. 
Más claro se verá más adelante 

T. U.- 



Ya que en decirlo agora corto quedo. 
El uno fué Cristóbal de Morante, 
El otro Lope Ochoa de Caicedo, 
Francisco Hernández Cdrdoba el tercero, 
Por capitan de todos y primero. 

.Armados menos, que en esfuerza fínos 
Soldados ciento y diez lleva la armada, 
De ejtravagantes hecha y de vecinos 
Más que en In guerra en contratos fundada: 
Era piloto Antonio de Alaminos, 
Veedor fué Bernardino de Calzada^ 
Con quien Velnzquez una barca envía 
Porque entrar á la parte pretendía. 

V como las jornadas de antes hechas 
Al medio de !os polos se inclinaban, 
Donde por conjeturas y sospechas 
Hallar grandes riquezas foliliabao. 
También aquestas naos iban derechas, 
O poco de aquel rumbo desviaban, ' 

Las islas de Guanajos procurando 
Casi casi al Sudueste navegando. 

Nadie á decir agora me compela 
Los trances de fortuna que pasaron, 
La presa de Naucol, la carabela 
Con que los indios presos se le alzaron; 
Que en fin por donde nadie dio la vela 
Al viento, y dé! forzados, arribaron 
A tierra nunca vista ni sabida 
Que lué para su daño conocida. 

El saqueo del pueblo de Naucol dio á Te- 



rrazas ocasión de introducir un episodio. 
Supone que Huitzel, mancebo valeroso, 
hijo heredero del rey de. Campeche, se 
enamoró perdidamente de la linda Quetzal, 
hija y heredera del Rey de Tabasco. Al- 
gún obstáculo se opondría á su unión, por- 
que concertados los amantes se huyeron, 
y por caminos excusados llegaron á Nau- 
col, poblezuelo de pescadores, donde no 
fueron conocidos. AIÜ se establecieron en- 
tre aquella pobre gente y vivieron tranqui- 
los algún tiempo, satisfechos con verse jun- 
tos, y sin echar menos las grandezas en que 
se hablan criado, hasta que una noche á 
deshora cayeron los españoles sobre el 
pueblo, y pasó lo que el poetii vii referir- 



Dí: blandos ejercicios fatigados, 
Que et dia Codo se pasaba en esto, 
Al dulce ensueño entrambos entregados, 
V en brazos cada cualjdel otro puesto, 
Fuimos sfibitamecte salteados 
Con un ruido temeroso y presto, 
Al tiempo que á la lumbre venidera 
Dejabna las estrellas la carrera. 

Y no esperando ¡i ver que cosa fuese 
Prestísimo salté del lecho á escuras. 
A Quella 1 recordé que me siguiese 
Metida por serradas espesuras, 
Hasta que claramente se entendiese. 




- 232 — " .; 

50. del rumor, y á penas duras 
Despierta estuvo, cuando yo sin tino 
Mosirándole iba incierto mi camino. 

Siguiendo iin resplandor de luí escaso 
Por lina estrecha senda mal abierta 
Mi bien iba esperando paso á paso 
Sin ver que del temor va medio muerta. 
Falla la fueria al desmayado paso 
Ya ni á mi rastro ni á la senda acierta, 
De visla finalmente nos perdimos 
De suerte que hallarnos no pudimos. 

Puesto encima de un árbol devisaba 
El luego de las casas encendidas, 
Los llantos y las quejas escuchaba 
De miseras mujeres doloridas: 
Una espantosa grita resonaba 
De voces muy feroces no entendidas; 
Que súlo yo juzgaba que serían 
Tus li.rgas manos que tras mi vendrían (1). 

Movido á coropasiún de mal tamaño 
Que el inocente pueblo padecía, 
B»jé curríendo, y cada punto un año 
De grave dilación me parecía; 
Y asegurando á Quetzal de aquel daño 
Rendirme á tus ministros pretendía 
Que en m! todo el furor ejecutasen 
Con tal que al triste pueblo perdonasen 

Busqué gran rato por el bosque umbroso 

1) Crivú b1 principio, que aquel a I buroto era c^iO sa- 
urios mluistros que el rev su suegro (coa <]uien lia- 
habÍH enviado A prenderle. 



- 233 — 

Del alma mia la glori» fugitiva, 

V cuanto más buscaba congojoso 
De poderla hallar más léj'os iba; 
Knsta que el rayo ardiente luminosa 
Que al mundo de tiníebla oscura priva 
Quitó también la duda de mi pecho 

V fui de mnyor daño satisfecho. 
Acuso me Imito un vecino ralo 

Que el pueblo andaba lí voces convocando, 
Diciendo que acuJiéscmos ni rio 
Por do una. nueva emente íha bajando 
De quien robadas con violento brío 
Muclias personas nuestras van lloraudo; 

V entre otras que llevar viú raaninladas 
Mí Quclínl y sti hija eran noQibniduí, 

No como yo con tal presteza parte 
Ciervo que sin sentido el curso aprieta 
Cuando en segura y sosegada parte 
Herido siente la mortal saeta 
Ni nunca por el cielo de Ini arle 
Correr se ha visto la veloz cometa, 
Que á ver de mi desdicha el caso cierto 
Con miedo y con amor volaba muerto. 

V ft una legua 6 poco mis andada 
Hallé los robadores y robados; 
Vide unn gente blanca muy barbada, 
Soberbios y de limpio luerro armados; 
Vi Va cautiva presa en medio muda 
De sus alhajas miseras cargad us, 
Al uso y voluntad de aquellos malos 
Que abijando los vuu ú duros palos. 



Tan cerea en fin llegué que me sinlii 

Y vueltos hacia mi se repararon; 
Mas las cuitados presos que me vieron 
Un alarido al cielo levantaron, 
Socorro lamentando me pidieron 
Causas de obligación representaron: 
Como si para aquella gente fiera 
Bastante desarmado y solo fuera. 

Entre otras cosas ponen por delante 
El agradable hospicio recibido, 
Sus obras buenas y e! amor constante, 
La eslima en que de todo fui tenido. 
¡Pues sfuÉ hará el que apenas es bastante 
A lamentarlos triste y condolido, 
Que aun para consolar su sentímienlo 
La voz robu el dolor al flaco aliento? 

.Mas cuando de palabras mal compuesta- 
Cuales el triste caso permitía. 
Razones tuvo el ánima dispuestas 

V echarlas por la boca pretendía, 

A Quetzal vide estar que á manos puestos 

Socorro vanamente me pedía, 

Mi nombre cien mil veces repitiendo 

V arrollos de sus lágrimas haciendo. 
Cual túrtola tal vez dejü medrosa 

El chico pollo que cebando estaba 
Por ver subir al árbol la escamosa 
Culebra que á su nido se acercaba, 

Y vuelta vio la fiera ponzoilosa 
Comerle el hijo encarnizada y brava; 
Bale las alas, chilla y vuela en vano 
Cercando el árbol de una y otra mano. 



4 



- 235 - 

Asiryo sin remedio, congojado 
De ver mi bien en cautiverio puesto 
Llegaba al escuadrón desatinado 
Clamando en vano y revolviendo presto; 
De suerte que seguido y esperado 
Detuve un rato al robador molesto 

Del nuevo caso con razón se admira. 

Mas como ni salvalla peleando 
Pudiese, ni morir en su presencia, 
Tal vez al enemigo amenazando, 
Tal vez pidiendo liumildc s 
Sin otro efecto los segui luchando 
Con el dolor rabioso y la paciencia, 
Hasta llegar al rio do se entraban 
En casfts de madera que nadaban. 

Pues la cuitada Quetzal que n 
En una veo, y del lodo ya dejarme. 
Arrastrando tentaba defenderse 

Y d gritos no dejaba de llamarme: 
Del mesmo robador quería valerse 
Pidiéndole lugar para hablarme, 
<Siquiera aqueste bien se me conceda, i' 
(Le dice) que hablar á Kiiitxel pueda.» ■ 

Volviendo &. rat, y en llanto derretida, 
"Huitael [me dijol, pues mi dura suerte 

Y sin que pueda ser de ti valida 
Me lleva do jamas espero verte. 
Recibe en la penada despedida 

El resto de las prendas de quererte, 

Y aquesta fe postrera que te envió 



Y puesta en amor 


oso y dulce fui 


Seguirte peregrio 


a se dispuso, 


Si en muerte ni ei 


1 prisión el nu, 


Que Amor al cora 


zon cuitado pii 



Poilrú quitar jamas sin ser quitada 
RI alma presa íi la mortal moradn. 

«Si voy para vìvìr puesta en servici 
Tenerme ha tu memoria compañía, 
Y en im continuo y solitario oficio 
Llorando pasaré la noche y din; 
Mas si muriendo en Iriaie íincrificio 
Fortunfl abrevia In desdiohn mia, 
Adonde estés vendré, no tengas duda, 
Espíritu desnudo y sombra muda,'' 

Dijele: "No podrü, yo le promelo, 
Apartarnos, el hado triste y duro: 
Heme entregado aqui, lit-nie sujeio 
Al fin incierto de mi mal futuro." 
Diciendo .aquesto pilselo en efecto 
Con paso largo y corazón seguro, 



Hice los nu£ 


1 poder 
señor 
:vos hor 


luego, d la 1 
de mi seBoi 
nbi-es admir 


V á todos los 
Ko tanto de su 


amigos 
1 daño ] 


afligidos. 


fuando del mio propio condolidoí 
Finalmente quedamos embarcado; 


Y entre los robadores 


repartidos. 



i 



- 237 - 

Junto COD el despojo que tomaron 
Do mSs volumen que valor hallaron. 

Callo su preguntar y su malicia, 
Su gran soberbia, su mandar airado. 
Su mucbn crueldad, poca justicia 

Y aquel desprecio del haber robado, 
Sus rigurosos modos, su codiein, 

V el deshonesto vicio libertado; 
Que lodo se pagd en luuf pocos días 
Con gran venganza por diversas vías, 

I Que desde á poco tiempo nos libramos 
Por im dichoso caso qne tuvimos, 
En que á la mar las guardas arrojamos 
Y con la casa de agua al través dimos 
A la cercana costa do saltamos 
V por la tierra adentro nos metimos, 
Tomando yo de nuevo mi camino 
Con Quetial solo, incierto y peregrino 
V sin saber addnde íarainaba 
I.Iegué con más trabajo del que digo 
Do & la sa^on Mochocoboc estaba, 
Prudente, osado y de virtud amigo, . 
Que sosegado en Chnmpoton reinaba 
Sin miedo y sin noticia de enemigo. 
El cual me recibió de la manera 
Que el propio hijo recibido fuera. 
A lo que podemos juzgar el episodio dt- 
Huilzel se enlaza natufitlmente' con la ac- 
ción: nada tiene de manivilloso ni de ex- 
travagante, ¡intt'S bien est;í referido con 
sencilleü y ternura: la desgracia de los 

T.U-30. 



- 238 - 

amantes interesa. Aunque los indios lleva- 
ban con paciencia la esclavitud en su tie- 
rra, nada los horrorizaba tanto como ser 
sacados de ella: preferían la muerte. Por 
eso sorprende la rcsoluciún que Huitzel to- 
ma de someterse voluntariamente á suerte 
tan dura, sólo por no vivir lejos de su ama- 
da. El desenlace es feliz, para que el pasa- 
je no deje impresión desagradable, 

Vayan ahora dos fragmentos (anónimos) 
en que se cantan la fortuna de Cortés y la 
desesperación de Velázquez: 

En cuántas cosas ciega y desatina 
A los qtie tieae yn por desechados 
Fortuna que juzgada fué divina 
Con tanta admiración de los pasados! 

Y cuando á dar favor se determina 
iQué medios toma nunca imaginados! 
Quitando de adelante tropezones 

Y allegando las buenas ocasiones. 
A Julio César hizo que no abriese 

La carta que la viria le importaba, 
A Galba que su fin no previniese 
Pues claro en los agüeros se mostraba; 
Por otra parte á Wamba que rey fuese 
Por fuerza cuando menos lo pensaba; 

Y á Pertinai de muerte receloso 
Le liizo emperador muy poderoso. 

Y porque muclio no nos apartemos 
Trayendo ejemplos de 1« antigua historia. 



- 239 - 

El que en Velázquez y Cortés 
Darán de lo que dig-o fé noto: 
Notorios digo son los dos eiti 
Del don y privacidn de honor y gli 



Alu 



!ndo 



fabarr 



V al otro 
Descubre &. Yucatán la no sabida 

Francisco Hernández Cúrdoba llamndo, 
I Tierra firme poblada y bastecida 

>r que basta alli se habla bailado: 
ii31o sacó el riesgo de la vida 
I De treinta y tres heridas lastimado, 
I Huyendo muertos veinte compaHeros, 
Sirvieron los demás de mensajeros. 
Asf que la noticia con que él vino, 
La muestra de riqueza que traía, 
I Creyó Diego Veláíquei ser camino 
] Que su dichosa suerte le ofrecía. 
[ Armú i Juan de Grijalva su sobrino 
rescatará Yucatán ie cnvia: 
Lleva doscientos hombres escogidos 
Con armas y rescates prevenidos. 

Más bien, mayor riqueza y esperanza 
Grijalva descubrió que imaginaba; 
Mas nunca asi3 gozar la buena andanza 
Que para Cortés solo se guardaba; 

V en ver Diego Velazquez la tardanza 
De nueva, y que el sobrino no tornaba 
A irnos y otros rueg'a con la empresa 

V así vino Cortés &. haber la presa. 
No baatú que Grijalva despachase 



- 240 - 

A Alvarado que ricas cosas lleva, 
N¡ que Diego Velazquez le enviase 
A Crislóval de Olid con gente nueva: 
Fortunn. urdiú que nadie se encontrase 

Y qoe á poblar Grijalva no se atreva, 
Que Baltasar Bermudez se le excuse, 

Y que Vclaaqucz el gfaslar rehuse. 
Abrió & CoviC's Tortuna aqui la puerta 

Que á todos los demás iba cerrando, 

Y con Dieg^o Velnzquez lo concierta 
Mi g-asto ni peligro recelando; 

E hiio su veniurn buena y cierta 
Ser diligente y no tnrd;\r dudando; 
Que aquel con la Fortuna estS bien puesío 
Hl que 6 SUS tiempos es resuello 7 presto. 

Y no porque Grijalva al tío trújese 
Gran relación del mundo descubierto, 
\i aunque en Velazquez tal mudanza hubles 
Para querer salirse del concierto 
Bastó que aquel camino no siguiese 
Que su dichoso hado muestra abierto; 
Ni astucias ni camelas fueron parte. 
Cortés, para aprenderte ni estorbarte. 

De aquí vino la rabia en que se siente 
Arder Diego Velazquez las eniratías, 
De aquí la emulación de tanta gente 
La adulación que siempre usó sus mañas; 
De aqui el llegado amigo y el pariente 
Con chismes, con embustes y marailas, 
De aquí el pesar de la ocasión perdida 
Que poco ¡5 poco le consume en vida. 



Sinticí Diego Velaiqiiez grande afrenta 
De ver que á su pesar Cortés camina, 
Que la imaginación le representa 
El claro fin que el cielo le destina. 
De cosa ni de si no se contenta 
Cien mil contrariedades imagina, 
De dia ni de noche no reposa , 

■ Ni buen medio á lomar acierta en eos». 

De todos sus amigos anda esquivo 
Viviendo melancdlico, apartado, 
Muchos tiempos anduvo pensativo 
de las gentes afrentado. 



Poru 
Le ti< 



Poro 






avillado, 

a que asi pierde 

;as que ha traído 



r la empres 
El ánimo de rabia le re 
La muestra de rique; 
El capitan Grijalva n 
' La noticia del mundo no sabido 
Que agora ha descubierto al occidente, 
Temor que el eitremefio que allá es ido 
Sefior ha de ser de él con poca gente, 
V el no poder prendelle ni estorballe 
L- Hace que en infernal pena se halle. 

Pensando está ciímo castigue y dome 
i Aquel que su ventura le contrasto, 
rY liasta que venganza dello tome 

a y sufrimiento no le basta; 
I Dormir oo puede ya y apenas come 
f Que humor de sits anlrnflaB propias gasta; 
I Y en su desvanecida fantasía 
I Vido en vision I3 iiiísmii en que se via. 



Encarece Terrazas la pequenez del ejér- 
cito que sale á la conquista. 

Por lodos sus quinientos compañeros, 
Caballos trece solos van por cuenta; 
No se cuentan aqui los n 
Que con once navios vna 
Seis tiriUos de campo bien ligeros 
Ballestas y escopetas eran treinta, 
Los indios de servicio son doscientos 

Y alguna munición y bastimentos. 

Catad aqui el ejército famoso ( 

Que el Xeries nuevo al nuevo mundo lleva; 
Con cuánta artillería va espantoso 
A dar de su valor tan clara prueba; 
Mirad con qué pujanza va animoso 
A dar al rey de España estotra Nueva: 
Mirad con qué ganó tan alto nombre, 

Y da á los hombres Dios, y á Dios tanto 

(hombre. 

Las siguientes octavas también de Terra- 
zas, aunque colocadas en otro lugar del cu- 
dice, parecen corresponder á esta parle del 
poema. 

Ag-ora el gran Cortés que va en lu nombre 

Y sólo en tí el intento soberano, 
Encargas el remedio de tanto hombre, 
Carga, Señor, de esfuerzo más que humano: 

Y con peligros, porque el caso asombre, 
lil oro vas tocando de tu mano. 



[ Por descubrir quilates de aquel pecho 
Aqiiien cometes el divino becbo. 

Tiempo vendrá que haga la memoria 
Que agora por el tiempo se me impide, 

ÉPues no son dignos de menos honra y gloria 
Los por nombrar, ni es justo que se olvide. 
Y si de todos no hiciere historia 
Tan clara como el caso me la pide, 
Allá los tiene Dios, que no se olvida, 
Escritos en el libro de Iti Vida. 
Dorantes 5e admira de que aquellos va- 
lerosos hombres fueran desdichados en la 
recompensa de sus servicios, y aflade que 
•la causa y secreto Dios la sabe, que aun- 
que fueron los fines buenos, con tan gran- 
des efectos, los medios se pudieron errar 
porque predicar Evangelio con la espada 
en la mano y derramando sangre, es cosa 
temerosa, y que parece acá al juicio Kuma- 
no, que sus descendientes van haciendo pe- 
nitencia desta soltura; porque apenas se 
hallará hombre desta cepa que no ande 
menáigando, y aun por ventura por puer- 
tas ajenas.» Y al propósito trae estas dos 
^^^^vas: 

^^^L Mi Dios, ul juicio humano qii¿ apartadas 
^^^Kyan las secretas sendas que caminas; 
^^^K^Lbs del hombre ignorante qué trilladas, 
Ü Qué incógnitas y ocultas las divinas: 

• Y cuando van las cosas dedicadas 




poderoso, 1 

no alcanzamos, fl 



- 244 - 

A ti y por ti cuàn bien las 
Que á estorbar el camino 
Ningún trabajo humano es poderoso. 

Secretos son, Señor, que no alcanzar 
Conceptos tuyos son que no entendemos, 
Trazas y ocultas vías que ignoramos, 
Estilos son que no comprcliendemos. 
Cuando más cerca delloa nos juzgamos 
Menos de sus caminos conocemos, 
y así, siendo imposible investigarlo 
Es opinion prudente no intentarlo. 
En la casa del capitan Andrés de Tapia, 
cuenta Dorantes, que este valeroso conquis- 
tador formó unconcierlo con otros doce com- 
pañeros, 'los cuales todos, habiéndose en- 
comendado á Dios, y estando oyendo misa 
del Espíritu Santo, que habían hecho dccif, 
teniendo e! saccrcote el Santísimo Sacra- 
mento en las manos, hicieron pleito home- 
naje de abstenerse todo lo posible de pecar 
mortalmente, prometiendo de andar juntos 
para socorrer A españoles é indios amigos, 
y librarlos de cualquier peligro, ó morif so- 
bre ello, Hiciéronse grandes efectos, y li- 
braron á muchos de la muerte; y cuando 
algún otro hacia algún buen hecho, decían 
generalmente que no hiciera más si fuera 
de los conjurados; Jcomo si dijera: no hicie- 
ra más si fuera de los de la fama; y así es 
bien que se conozcan estos valientes gue- 



- 245 - 

rreros que merecían ser eternizados como 
los ^ doce de la fama, que este nombre y tí- 
tulo de grandeza tan loable, también le ad- 
quirieron en la guerra.» En seguida los 
compara y prefiere á los catorce famosos 
de que habla Ercilla en el canto IV de su 
Araucana, poniendo fin á su discurso con 
estas tres octavas anónimas, donde se ven 
los nombres de los doce. Tienen cambiado 
el orden de los consonantes del primer 
cuarteto, y no me parecen de Terrazas. 

¿Quién de Tapia podrá pintar los hechos, 
Una difícil prueba á ingenio humano, 
" Un brío y un esfuerzo soberano 
Que atemoriza los soberbios pechos? 
Los doce que en el reino mexicano 
Prometieron vencer ó ser deshechos, 
Que sobrepuja el nombre al fiero Glauco 
Y á los catorce del famoso Arauco. 

¿Dónde se vido un Serna y un Baena, 
Un Sevilla, Vanegas, Olmos, Nieto, 
Que pusieron con Robles en aprieto 
Al bando indiano con rigor y pena? 
¿Dónde iin Victoria, con Granado inquieto, 
Roman López, y Aguilar que suena 
Tanto en valor, con el osado Pardo 
Que forman diestro un escuadrón gallardo? 

Paréceme locura y devaneo 
Querer engrandecer tan alto nombre 
Basta que al indio oprima, i España asombre 

T. n.-3i 



■24fi - 

V que ucoTte los pasos al deseo. [ 

yiie donde sobra causii fiilta nn hombre, 
Si quiere lincer aquí soberbio empleo. 
¡Olí pluma! no te pierdas de iin-ogantc 
Du iiu llegA til voz, 1.1 fama caitle. 

Pues de hazañas .se tratíi, vaya una dtlas 
de Francisco de Moría que tantas hizo. El 
hecho es histórico, y aconteciii cuando Cor- 
tés venía navegando en busca de las tierras 
ilntes descubiertas por Cúrdova vGrijalva. 
Las octavas son anónimas. 

Cortés dijimo.s que llamarse oía 
De aquella nao que en gran peligro e^liibu, 
De Francisco de Moría ú quien babia' 
De un ÉTolpe temerario la mar briva 
Lleviídole el limón que io regía, 

V il despecho de quien le gobernaba 
Se le arrebata de los fuertes brazos 
Haciendo jarcias y árboles pedasos, 

El animoso capitan que vido 
Llevar asi el g-obienm lí su navio, 

V casi j-a en las onihis sumergido 
Andarse deslizando á su albedrlo, 
De varonil esfuerzo prevenido 

Fiando en Dios, con mils que humano brio, 
Da un temerario tiento ¡í su veiitm'a 

V contra el mar y vientos se aventura. . 
Cruel Nepluno, dice, & quien es dado 

De estos salados reinos el gobierno, 
Que hoj contra esta flota te has aunado 



D 




- 247 - 

Con furiosas cuadrillas del infierno; 
En vano ha de salir lo concertado 
Que el Dios de las alturas sempiterno 
Quiere á despecho de tus crueles manos 
Dar ayuda y favor á sus cristianos. 
Barriendo sale entonces el lucero 
Al luminoso Apolo la carrera, 
Cuando á la escasa luz vido el madero . 
Que le robó furiosa la mar ñera, 

Y como le vio cerca el caballero 

«En nombre de Dios,» dice y más no espera, 
Que es mayor el peligro en la tardanza, 

Y á las furiosas olas se abalanza. 

Rompe las aguas el valiente pecho. 
Con los pies y cabeza gobernaba, 
Reman los fuertes brazos, y derecho 
Navega do el timón vido que estaba: 
Más de doscientos pasos son de trecho 
Los que el madero de la nao distaba; 
Mas el famoso capitan con brío 
Le agarra y da la vuelta á su navio. 

Cual á la caza va sacre animoso 
Rompiendo el aire y con superno vuelo 
Hecha su punta vuelve presuroso 
Con la presa en las uñas al señuelo: 
Así el valiente Moría valeroso 
Se arrisca con un ánimo del cielo 

Y apenas se arriscó á ganar la empresa 
Cuando vuelve gallardo con la presa. 

Llega al navio é izan el madero. 
De los que dentro estaban ayudado. 



- 248 - 

Vuélvelo ¿ su lugar, como primero, 
Que no parece haber de allí faltado 
De qué Diego Garcia, bravo y fiero, 
De qué Pompeyo ó Xerres se ha contado 
Haber nunca en e! mundo sucedido 
Hecho tan valeroso y atrevido. 

Moría, diga la fama, Moría asiente. 
Horre trofeos, batallas, vencimienios. 
Que otros vencieron hombres solamente 
Moría á los invencibles elementos. 
Los cuales viendo asi tan fácilmente 
Estorbar solo un hombre sus intentos. 
Confusos se retiran aire y fuego, 

Y dejan cielo y aguas en sosiego. 

Es cJe Terrazas la plática que Cortés hi- 
XÒ ;1 \oñ indios tle Cozunlel por itiedío del 
indio Mrlchorcjo, intérprete del ejército. 
Después que fuú acabada la comida, 
Cortes viendo la gente sosegada, 
Por lengua no tan diestra ni expedida 
Cuanto de la ocasión es demandada, 
Les diú de las palabras de la vida 
La colación que (¡ene aparejada; 
. Vuelto al Calachuni con alegría 

Y á todos los demás así decía: 

•La obligación, amigos, en que quedo, 

Y las prendas de amor con que tne hallo, 

Y ver que en otra cosa yo no puedo 
Mejor que en la presente demostrallo. 
Hace que os vede, como agora os vedo. 



- 249 - 

Tener un dios ajeno y adorallo, 
Y que dejéis la ceguedad y vicio 
Con que hacéis al barro sacrificio. 

«Si en lo demás es justo que os alabe, 
En esto solo os juzgo por livianos; 
Decidme en qué juicio humano cabe 
Que adore las hechuras de sus manos. 
Quien no vive, ni siente y nada sabe 
En qué os podrá valer, decid, hermanos; 
Si dioses son, y yo puedo hacellos 
Más justo es que me adoren, que 3-0 á ellos. 

«Qué bien ni qué consejo darme pudo 
Un dios que hacer no puede lo que pude; 
Haced que tome un arco, espada, escudo, 
Que tire, que me ofenda 6 que se escude; 
Haga otro bulto así de piedra mudo; 
Decid que un paso de do está se mude; 
Veréis cómo no es dios, sino hechizo 
Que verdadero Dios es el que os hizo. 

«Xo es Dios quien no da luz ni la destierra, 
Mas quien hizo la luz es luz de hecho; 
No es Dios quien dar no puede paz ni guerra. 
Mas quien sembró la paz en nuestro pecho; 
Xo es Dios el que hombre hace de la tierra. 
Mas el que de la tierra al hombre ha hecho: 
Eterno Dios, Dios sabio, omnipotente 

Y sobre todas cosas excelente. 
«Aqueste solo Dios es verdadero 

Que hizo el mundo, el cielo, el sol, la luna, 
Aqueste á hombre puso ley y fuero 

Y pena si le quiebra en cosa alguna. 



— 250 - 

Es dulce Padre, )■ ts Jiici seyero; 
Castigfa y eun rt-galos importuna; 
Aqueste da la gloria y el tormento, 
De aqueste os quiero dar conoeimiento, 

"Como habéis de creer la Te que creo 
Sabréis de mí á su tieolpo largamcate, 
Que no es dispusicion la que ahora veo 
Ji'i lengua la que os habla suñciente. 
Que no sacrifiquéis solo deseo, 
Ni á vanos dioses hunre vuestra gente. 
Que deis de buena gana también pido 
A Dios el corazón y á mí el oído. 

'Esta'señal de cruz que aquí os he visto 
De dúnde baya venido acá me espanta, 
Porque es retrato de otra en que obrú Cristo 
La redención humana en pena Unta. 

Y asi a que la adoréis antes insisto 
Como señal bendita, sacra, santa; 

Mas sabed que no es Dios de temporales 
Ni Dios, mas do quitó Dios nuestros males,* 

No se movió una ceja ni pestaña, 
Ni un hombre diO ni recogió el aliento, 
N¡ en tanto respiró de la montaña 

Con dulce admiración, con gracia eitrafia 
Se acepta el saludable parlamento, 

Y todos al señor dieron la inauo, 

Que tiene, aunque mancebo, el seso cano. 
Después que tanto cuanto hubo cjilladu 

Y recogido en sí la fantasía 

El buen Calacliuni se lia levantado 



— 251 - 



Haciendo humilde y grata 
V con un grave tono sosegado, 
Testigo del vHlor que en sí tenia, 
Abre la buen, la voz clara suelta, 
[ Diciendo asi con lengua desenvuelta; 
'Sacar, Señor, mis obras tan de quicio 
poniéndoles el nombre que les pones 
r Será por ejercer el propio oficio 
I Que tienen generosos corazones: 
I Pagar con gran merced chico servicio 

r biyo don preciosos dones; 
r Mas A. liaccrnos bien, ludo se dign, 



c obliga. 



o fabricados 



ir de los pasados 



pecados 
prueba, 






i Tu Dios, tu ser y nu. 
lEstos dioses de u 
I ÍÍD serlo, cierto a mi 
pMas tras el vano err 
ISO y ceguedad n 
o nos dejar 
Lo que con natural razón s 
Que al que lo mira bien no 
Ser más el bacedtir que su : 
.Mas llégase á «cusar e 
La falta de la luz que hoy s 
Que mal ¡rá sin riesgo el hombre ciego 
Si nquíl que tiene vista no le adiestra: 
Asi es que sin tener divino 4cgo 
¿Qué fruto puede dar el alma nuestra? 
Agora que en tu limibrc lumbre vemos 
Tu fe, tu religión, tu Dios queremos. 
.' mientras de ti somos instruidos 
raerás los sacriflcios ir cesando. 



o luego 



— »2 - 

Los Ídolos quebrados, destruidos, 
La falsa adoración suya dejando 
Prestar á tu doctrina los oídos, 
A Dios el corazón aparejando; 
Mas al que por de lluvia yo tenia 
Por qué ae deba honrar saber querría, 

tSé que es cosa que nadie hay que la vea 
De quien en gran honor no sen tenida, 

Y sin saber que causa dello sea 
A amarla los espíritus convida. 
Lo cual es ocasión de que se crea 
Que alguna virtud tiene co sabida, 
Alga divino y santo que en efecto 
Debe ser á nosotros aun secreto. 

«De seis que á Yucatán han aportado 
De vuestros mesmos trajes y manera 
Sabido hubiera ya lo deseado 
-Si modo para haberlos yo tuviera; 
íías están en poder de un rey malvado 
Que no podrán haberse como quiera, 

Y ellos tienen la cruz en grande estima.» 
Cortés atentamente le escuchaba 

De amor y maravilla y gozo lleno, 
Por ver cuan fácilnn;nte se apartaba 
Del ciego error y del profundo cieno. 

Y lo que para el caso les restaba 
Kemite á la sazón del tiempo bueno, 
En tanto que librar los seis cristianos 
Procura de poner cuidado y roanos. 

Süh-pechOj y nada más, qne para encare- 



cer el efecto que produjo !a alocución de 
Cortés, escribiría Terrazas las siguientes 
octavas. 



I 



Natura leí a sabia, gran iniícsü 
Regida del saber omnipolenie, 
No solamente eti el criai 
Madre amorosa y si e r va diligente; 
Mas para conservar la vida nuestra 
Provee de lo que más es conveniente, 
Dando defensa de su larga mano 
Desde el hombre soberbio al vit gusano, 

Diüle al león aquella fortaleza 
Por quien toda otra fiera se le inclina, 
Al toro duras armas y braveza, 
Vuelo i la simple y mansa golondrina, 
A la timida liebre ligereza, 
Al torpe zorro la hedionda orina; 
Hasta á la abeja y al gusano el cielo 
Dio el aguijón y el ponzoQoso pelo. 

Al hombre siilo que en el mundo manda 

Y para quien el resto fué criado 
Diiilepor armas una gracia blanda 
En el hablar suave y avisado. 
Con esto al enemigo duro ablanda 

Y viene i ser de amigos prosperado, 
Con esto a si el querer de lodos tira 
Quebranta y doma el odio y murtal ira. 

Que si con señas pudo y con meneo, 
En tanto que silencio profesaba 
Amansnr el famoso Tianeo 

1. IL-JJ 



3 



El pueblo que j su rey malar tentaba, 
y iin hablar palabra, el caso feo 
De Va plebeya furia en paz tornaba, 
Q\i¿ no hará una k-ogiia comedida 
Llamada con razón árbol de vida. 



Veamos alior;i cúmo rclicre Ti 
sucesos de Gcrúnimo de Aguiliir. 

Cuando con tal cuidado y diligencia 
Aun para casos fáciles, livianos, 
Un hombre á sus ministros t;n ausencia 
Suele proveer con liberales manos; 
Qué hará la Divina Providencia 
En sus divinos hechos sobi:rnnos 
Si no proveer de todo muy cumplido 
A quien para sus cosas lia escogido. 
Kscoge d Cortés Dios por instriipieato 
" Para librar su pueblo del profundo; 
Que lleve al prometido salvamento 
No sólo un pueblo, todo el nuevo Mundo. 
Tuvo Mojsen de lengua impedimiento 
También lo tiene aquí el Moysen segundo; 
Al uno proveyó de Aron, su hermano, 
Para el otro guardó vivo un cristiano. 

Quién no creerá que de El fué permitido 
Que en tierra de enemigos se perdiese 
Uno que estando entre ellos oprimido 
.Su lengua y sus secretos entendiese; 
Que Cortés por el caso referido 
Con tal peligro 4 AcuzamJl volviese, 



- 255 - 

V que por la lornienta se lardase 
Hasta que la canoii alIi llegase. 

Deje, Señor, á Tapia en la emboscada 
Los cuatro navegantes esperando; 
Llegados ya á !n arena deseada 

V por in tierra adentro caminandd. 
Salió la oculta gente á mano armada 
Los descuidados lionibres asaltando; 
AI agua se tornaban los tres dellos 

V el uno porfiado á detenellos. 

En lengua no entendida se hablaron 

V en fin de sii hablar se detuvicroni 
Mas aun del todo no se aseguraron, 
Antes la flecha y arco apercibieron, 

V así como animosos esperaron 

Los doce que al cncuentni les siilieron, 

V el uno á todos va de buemt gana 
Hablando en. nuestra lengua castellana. 

Hablando con los que iban delanteros, 
tDecí, señores, deci ¿sois cristianas?" 
• Si somos, le responden, no eiiranjeros, 

V naturales somos castellanos.! 

V el los llorosas ojos lastimeros 
Alzando al ciclo juntas ambas manos 
Estando en la arena arrodillado, 
Dijo; 'Seáis mi Dios siempre alabado. > 

Deshácese llorando de alcgria 
Haciendo gracias al bendito Cristo, 
Que ya por su bondad libre se via 
Del largo cautiverio en que se ha visto. 
De la infiel y dura tiranía. 



256 - 

Del bàrbaro poder del Anticristo; 
Si es miércoles enlónces preguntaba 
Que aun unas Horas tiene en que rezab 
Andrés de Tapia llega á levantallu 

V todas á dar gracias le ayudaron 
Uno á uno vinieron A abrazallo 

V de placer con él todos lloraron, 
Al capitan acuerdan de Hcvallo 

Que en ir á donde esl.i poco tardaron, 

Mil cosas preguntando y respondiendo, 

Consigo esotros tres también trayendo. 

Como venido ya á su propia tierrí 

Es recibido el hijo peregrino 

Que tenido por muerto fué en la guerra'J 

V acaba en cas del padre su camino 
Que el uno bermano y otro con él cierra j 
Abrazando al herman'i que les vino, 

V aun no le dan lugar de ver Ja madre 
Ni de besar las manos á su padre. 

Así corriendo de una y otra parte, 
Como si fuera hermano muy querido, 
Vioieron todos luego de aquesta arte 
A ver á su español recien venida; 
Que apenas de un abriizu se desparte 
Cuando otro y otro están con él asido. 
Sin dar casi lugar desta manera 
De poder ir A do Cortés lo espera. 

Llegado á su presencia y de la gente 
A besalle las manos se arrodilla, 
y como aquel por quien librar se siente 
Llorando de terneza se le humilla. 






Cortés lo reci 
También enteroecido ó. 
Vestirlo manda, y que 1 
Quién es y cuíl ha sido 

En Lodos no quedú 
Que viéndole llorar dolor no sienta, 

Y dijo: <ALinque no sé en qué modo 
De tanta desventura li dnros cuenta 
Atento oid, seflor, mi triste suerte 
(Jue aun su memoria el alma i 
Gerónimo mi propio nombre hi 

Y tuve de A^uilar el apellido. 

íEn Ecija nací, y li Dios plugiiien 
Que en Eoija también me sepultara 

Y el jui-fii¡l litTvor no me trajern 
Do tanta desventura 



do 



e hallnra; 



En c 



a den 



le alli I 



Que no me ha sido el cielo tan avaro 
Que no me diese un padre rico y clarn. 

•El año de once fué la suerte diir¡v 
Que pnra la RspnBoln dimos vela, 
Y al triste fin, il fin tan sin ventura 
Nos lleva una pequeSa carabela. 
Llegando í Jamaica muy segura 
De estar cerca del corte de la teln 
En los bajos de Víboras caímos 
Do el oro y nave y todos nos perdimos, 

tComo aventado ciervo va corriendo, 
Espesas matas y árboles saltando 
Que del ruido súlo va huyendo 



- 2:w - 

A la encubiena red enderezando: 
Asi nosotros con buen liempo yendo 
Incnutos nuestro mal no recelando, 
Primero nos hallamos j-a perdidos 
i.íue fné sernos del daño prevenidos. 

• Digo que vimos la infelice tierra 
Del malvado cacique (.anetabo, 
Que si crueldad, que si maldad s< 
En el reino infernal de cabo á cabo, 
La suma, el colmo della en pai: y gaerra. 
Se vio en aqueste solo por el cabo, 
Horrenda catadura, monstruosa 
Ronca la voz, bravísima, espantosa. 

'La cara negra J- colorada S velas, 
Gruesisimo xlpate (.l.i por extremo. 
Difícil peso para dos carretas, 
Debió ser su figura Polífemo; 
De lizne y sangre entrambas manos prieta; 
Bisojo que nim soñarlo agora temo; 
Los dientes y [a boca como grana 
Corriendo siempre della sangre htmiana, 

• Venimos á poder del monstruo fiero, • 
A la inhumana d la besii.il presencia. 
Cual simplecico al lobo va el cordero 
Pensando que su madre lo aquerencia, 
Que en los dientes se ve del carnicero 
Pagando con la vida la inocencia: 
Al sacrificio así fuimos llevados 
Creyendo que era ;i ser muy regalados. 



- 3-i9 - 

tAl triste de ValJivia echó ias manos 
Para cenallo luego el primer din, 
Que ya con unos g'olpes inuj- livianos 
En vano su morir entretenía, 
Ya con promesas, ya con ruegos vanos, 
Porque con la flaqueza no tenía 
Mits de sOlo e! sentir pnrn scntíHo, 
Sin Alertas ni poder de reaistillo. 

• Como al pollo llevar suele el milano, 
Que apenas se rebulle y se menea, 
Así el flaco Valdivia clama en vano, 
Forceja entre siií brazos y pernea. 
Echúlo en im tajón de piedra llano 
Con tosco pedernal en t-l golpea, 
Sacdle el corazón vivo del pecho 

Y ofrenda à los demonios díl ha hecjio. 
']0h buen Valdivia! que tu muerte esqui 

Y el alma A Dios ofreces jimtamente; 
Si va en íu voluntad víctima viva 

Te haces de tu Dios omnipotente: 
Qué demonio podrá ser que reciba 
Tu noble corazón dado en presente; 
Mal quitariín ministros de! infierno 
El sacriíicin hecho ú Dios eterno. 

»Del casi vivo pecho palpitando 
La sangre CanetAbo liabia bebido, 
Cuando su cuel'po v¡ descuarlizado 
En pequeños pedáacis repartido: 
Mas porque estii un banquete aparejado 

Y «questa colación muy breve ha sido, 
En oíros cuatro hizo aquel malvado 
Pasar lo qué Valdivia hatta pasad'o. 



Que uno á uno se van distninuyendo, 

Y al ojo y vüiuTltad de los jiferos 
Este y aquel y estotro van asiendo; 
Asi los miserables compañeros 
Vimos llevar al sacrificio horrendo 
Donde cinco dellos acabaron 

Y en cebo i estotros siete nos guardaron. 
«Una jaula de vigías nos h.ic¡eron 

De g-rosor indecible y de grandeza, 

Y ii cebo como á puercos nos pusieron, 
En tanto que durij nuestra flaqueza. 
¡Oh cuánta major hambre padecieron, 
Por eicusar un fin de tal crueza! 
Pues toda la cuitada compañía 

Por no morir, de hombre se moría. 

cEl tiempo de una liesta se lleffaba. 
Que suele ser de treinta en treinta soles. 

Con plato de los tristes españoles. 
FA bárbaro instrumento resonaba 
De rallos, huesos, gaitas, caracoles, 

Y aquello se entendía, sin experiencia. 
Que fué notificarnos la sentencia. 

%:Dos cuchillos grunrdamos escondidos, 
Que no sé cdmo no nos los hallaron. 
Pues cuando en la prisión fuimos metidos 
Sin que quedase cosa nos cataron. 
Los maderos más bajos escondidos 
Con ellos á gasta 



Como el que un monte lie grandeza inmensa 
A puñados de tierra acabar piensa. 



■ '¿61 - 

oíj, chico y malo 
Con que se fabricaba, la salida, 
La gran dureza de aquel grueso pnlcí 

Y la menguada fuerza enflaquecida; 
Tan gran labor, tan breve el intervalo, 
Quitaban la esperanza de la vida, 
Que si por no perdella se ayunaba 
Para poder salvalla nos dañaba. 

»Mas tanto hizo el miedo de In muerte 
Que yn ya ú los alcances nos venia, 
Que ovimos de romper la jaula fuerte 
Casi dos horas antes de ser día, 
Cuando del largo baile nuestra suerte 
A todos ya causados los tenia 
De nuestra libertad muy descuidados, 
En vino y grave sueño sepultados. 

• Del maldito estalaje nos libramos, 
Salimos del lugar sin guia ninguna, 

V con la luz escasa caminnmos 
Del émulo del sol j de la luna, 
Hasta dar en un monte do esperamos, 
No la salud, no próspera fortuna, 
Sino inn solamente procurando 
Poder mol ir siquiera peleando. 

»Y allá en la furia ar.iienle de la sieslB 
Habiendo sin parar gran tierra andado, 
Topamos al bajar de una gran cuesta 
Un pequeSo escuadrón bien ordenado. 
Lr poca gente de Aquincu» es esta 
Con Canetavo el aero enemi:>(Lido, 

T. 1I.-S 



- 262 - 

Señor de un pueblo dicho Xanintiíaua, 
Tratable g-ente y a\ga más buraana. 
•Dijera de sus tratos y costumbres, 
Cilmo hubimos la gracia desta gente, 
l'uesto que en cautiverio y servidumbre 
Sin esperar más bien perpetuamente. 
Mas ya Caltito puesta en la aita cumbre 
Trastorna la cabeza al occidente, 

V la callada nocbe se resfria 

V dios ojos el dulce sueño envía. 

»Las guerras que acabamos y vencimos 
Un tiempo de Aquincuz, que fiiú muy breve, 

V de Tnimar su hijo i quien serviniüs 
Espacio de ocbo afios ú de nueve, 

La misera miseria que sufrimos 
El alma á renovalla no se atreve; 
Basta saber que en fin nos acabamos 

V que otro solamente é yo quedamos. 



¡hora Guerrero, 
que ha quedado, 
es compañero 
ú. casado: 



<En Ch etema 1 res 
Que así se llama el 
Del grande Nachoii 
y con hermana 5113- 
(istá muy rico para 
Agora es capitán muy afamado, 
Cargado está de hijos, y hasc puesto 
Al uso de la tierra cuerpo y geslo, 

•Rajadas trae las manos y la cara. 
Orejas y narices 
Bien pudiera ve 
Que A él Inmbici 



horadadas; 
lir si le aETi'adara, 
las ci.rtas fueron dudas, 



No sé si de verguenita el vi 



— 263 - 

o porque allá raíces tiene echadas; 
Así se queda, y solo yo he venido 
Porque él está ya en indio convertido. > 

Los ánimos de todos los oyentes 
Dejú de un miedo helada, cnsi llenos, 



Los pelos erizados en 1 


s frentes, 


Los corazones muertos 


en los senos 


Viendo que van á do se 


comen gent 


A donde de piedad son 


an ajenos, 


Do no valen palabras n 


razones, 


Regalos, ni promesas n 


otros dones 






La octavíi siguiente (de Terrazas) está de 
por sí en otra parte del códice; mas parece 
que no quedarla mal entre la pricnern y se- 
gunda del [raginciilo anterior. 



Al gran caudillo de la gente hebren 
Para sacallc à tierra prometida, 
Le proveyó de lengua suficiente 
A causa que la suya era impedida 
De esfuerza, autoridad, seso prudente 
Y copia de milagros nunca oída: 
Que al fin ha de hacerse lo que Él qui 
Estórbelo ó resista quien quisiere. 



Por cierta analogía de asunto, quiero po- 
ner aquí esta octava de Salvador de Cuen- 
ca, única que se encuentra con su nombre: 
^^K Altísimo saber, suma, sagrado, 

^^^b Cuan grandes son tus trazas y rodeos, 
^^H Que llevas al siguro apostolado 

l__ 



— 264 - 

Qe aquel incierto cambio á San Mateo, 

Y al tartamudo sacas del ganado 
Para leng'ua y caudillo al pueblo hebreo; 

Y de Cuba, isleta pobre y chica, 
Quien tu suprema reino multiplica. 

El fragmento que sigue es el que tiene, en 
la relación de Dorantes, los dos nombres tle 
Terrazas y Arrasóla: borrado el primero y 
escrito arriba el segundo. En él se refiere 
el suceso histórico de la Icbrela dejada por 
Grijalva en Boca de Términos, y encontra- 
da allí por uno de los bajeles de Cortés. 
Todo lo trae Andrús de Tapia en su Rela- 
ción de la Conquista íic Mt'xico. 

Destrozados usi como quedamos 
Por incógnitos mares nos metimos, 

Y raás de treinta días navegamos 

Y en ellos muchas veces nos perdimos; 
Cuando ya la tierra divisamos 

La costa de Taba se o descubrimos, 

Y demarcando ser el paso cierto 
Por aguardarte allí tomamos puerto. 

Y aucediúnos ya llegando á tierra 

Que notándola bien cierto que encierra 
Grande merced del cielo milagrosa: 

Y fué estar deshaciéndose nna perra 
En la desierta playa, que era cosa 

De ver lo que le aflige un dolor fuerte 
Que claro vimos ser de ausencia 6 mu^te. 



I 



- 265 - 

Ladra, gíQie y arrástrase en el suelo 
Piiesla una vez en pié y otra se echaba, 
Otra con el aullido rompe el cielo, 
Casi dando á. entender que nos llamaba; 
Tales estreñios hace, tanto duelo 
Entriate soledad manifestaba, 
Que racional criatura no pudienx 
Mostrar mils vivo el mal que padeciera. 

Visto que fuimos ya desembarcando 
Eitremos de alegría está haciendo, 
Tales que á todos anda visitando 
Por toda la compaña discurriendo, 
Los unos y los otros halagando 
Con la cola, ó las manos, ó lamiendo; 

Y ya que de su bien hg hubo segrura 
Alegre se meiiú por la espesura. 

En la playa nosotros ya alojados, 
Admirados del caso peregrino. 
De pura bambre todos desmayados, 
La 1 óbrela siguiendo sil camino, 
En los aires nos trujo tres venados 
De tres veces que fué corriendo y vino. 
Tan grandes, tan hermosos y tan bellos. 
Que todo el campo se hartó con ellos. 

Que están aquellos frescos bosques Henos 
De gran diversidad de monteria; 
Liebres, conejos, muchos y muy buenos, 
De que tanta abundancia nos traía. 
Que más de veinte fueron, por lo menos. 
Los que juntaba el campo cada dia; 
Con que lodos muy bien nos suacentamoi 

Y aun cecina muchísima guardamos. 



I 



- 266 ~ 

Mira las píeles por la nao tendidas 

De que las gavias (odas vienen llenas, 

L Que auoque muchas echamos por perdidas, 

Cnsi no se parecen las entenas. 

Después de Dios, por esto con las vidas 

Escapamos de lanta hambre y penits. 

Y este es, señor, el fin de mi suceso, 

Y de mis desventuras el proceso. 

Mi Dios, dice Cortés, cuan llano y cierto 
Está e! socorro en ti de tus criaturas, 
Los navegantes traes al dulce puerto 

Y sustento en los yermos les procuras: 
Con pan á San Anton en el desierto 
Buscaba el cuervo allá en las espesuras: 

Y aqui à los tuyos que en aprieto viste 
Con piadosa clemencia socorriste. 

Gracias te doy, Señor, humildemente 
Por tantos beneficios recibidos; 

Y dámela tú á mi, Jesus clemente, 
Para que mis deseos sean cumplidos. 

Y aquella infinidad de cruda gente 
Por mi mano á tu fe sean reducidos: 

Y pues tu causa es esta que procuro 
De (u socorro voy cierto y seguro. 

Cuenta Terrazas !u pesca de un tiburón, y 
lo que dice está confirmado por !a Relación 
de Andrés de Tapia, incluso lo de haber ha- 
llado muchas y extrañas cosas en el vientre 
ijel animal, aunque no todas las que Terra, 
zas enumera, 



- 267 — 

Calmádoles ha el aire en 
Y las hinchadas velas se han caído, 
Que no surtiendo ya soplo de viento 
Todo qiiedú suspenso, enmudecida. 
Cortés nuevo pesar nuevo tormento 
Dentro de !as entrain as ha sentido 
De ver cuántos estorbos se ofrecían 
Que segruir este viaje le impedían. 

V no le dio lugar ua monstruo horrendo 
Fara poder parar en esta pena, 
Que por entre la flota entretejiendo 
Un bulto señalaba de ballena; 
- Con tanta ligereza discurriendo 
Que los ojos le siguen á gran pen»; 
Del agua que levanta á borbollones 
1 entenas, mástiles, timones, 
la y otra nave se empareja, 
itotra espanta de pasada, 
n el villano anda la abeja 
Que del panal de miel fué despojada; 
Al rostro y á la mano y á !a orejn 
Acude á la veng'anza de enojada, 
Y ast lo muele, cansa, atemorúa, 
Con tal velocidad lo martiri;ea. 

Donde 5. tocar tantico se desmanda 
Caer un monte encima les parece, 
Con tal presteza d todas partes anda 
Que en un punto parcco y desparece; 
Corriendo acuden todos á la banda 
Do sienten allegarso ai fiero pece; 
Aqui siibito clnomn, alli calloa, 
Aquí Rc desparece, nlH lo l)aUnn< 



I 



Tiembla! 






Ur 



Un pequeño rejón es el anzuelo, 
el cebo fué que co 






La boya es un barquillo pequeñuelo, 
Sirve de volantín una maroma 
Atado el cabo della junto al suelo 
A] pié del árbol do más fuerza toma, 

Y desque allí el nadar derecho trae 
Al agua e! grave peso y cebo cae. 

Tal es la ligerera y el deseo 
Que de cebarse el tiburún traía, 
Que parece que un hombre diestro veo 
La pelota jugar de gallardía, 

Y dar tan presto algún botiboleo 
Que casi un solo bote parecía: 
Así que el cebo al agua apenas toca 
Cuando cogido vu en la fiera boca. 

Y aua no bien dentro della el cebo halla \ 
Cuando en el ancho vientre lo aposenta; 
Aquí íu¿ el miedo, aquí fud la batalla, 
Aquí la confusión y la tormenta; 
En sintiendo tirarse de la agalla 
Bufando corre, el agua al cielo avienta; 
Va salta, ya se encoge y hace bola. 
Ya cimbra con el cuerpo y con la cola. 

El fiero pece de grandeza inmensa, 
Como caballo cimarrón cansado, 
Resiste sin valelle la defensa 

Y fácilmente va donde es halado: 
Admirase la gente, está suspensa 
Viendo muerto al diabólico pescado: 
Con prisa acnden todos y contento 
A ver el terribilísimo portento. 



■ 269 - 

Libres "de tantos miedos y embarazos 

^De todas panes armas han traído; 
AUi prueban la fuerza de los brazos 
Con tania rabia cuanto el miedo ha sido: 
Dentro en la mar lo hacen mi! pedamos 
Para que pueda arriba ser subido: 
Sobre cubierta el vientre le han abierto, 
Cortando á su placer en cuerpo muerto. 

Como se ha visto algun conejo lleno 
De varias menudencias atestado, 
O por mejor decir, todo relleno 
Itn-para alguna boda estaba asado; 
abierto el espacioso seno 
,1 diferentes cosas ha mostrado, 
quinientas raciones de tocino 
iQuc de todas las naos cogiendo vino. 

cuanto k desalar el agua echaban 
les iba el tiburón cogiendo, 
ira aquí los dueñas lo cobraban 
propias ataderos conociendo. 
Bien eran diez tocinos los que estaban 
} lechos raciones y en el vientre horrendo: 

Y dicen más sabrosas las hallaron 
Que las que á desalar a! agua echaron, 

fCon sus cabezas pieles de carnero 
Hallaron siete en el relleno extraño, 
Cinco zapatos, un cajón entero 

Y dos platos también tiene de estaíio: 
Un pequeño barril de un marinero, 
Dos bonetes con un calzón de paño; 




- 270 - 

También tiene en el vientre cuatro qi 
V grande cantidad de mondos huesos. 

El pedazo del pece a pies median 
El resto por nqiiel considerado; 
A cada novedad que descubrían 
Nuevo alboroto y risa levantando. 
De lo que antes tan gran temor teniall 
Hacen agora jtiego j- van burlando; 
La cabeza por sí, ya fria y muerta, 
Aun daba tenazadas boquiabierta. 

De la relaciíjn del famoso hecho de la 
destrucción de las ii;ives, no queda más que 
esta pobre octava ¡inóniína: 

Mas Dios que al ñn de todo ve y alcanza 
Fone en las voluntades y Iñs vidas 
Animo de seguir con esperanza 
L.JLS cosas menos ciertas y sabidas 



En las ondas de! mar estremecidas 
El famoso Cortés las naos barrena 
Por morir ú triunfar en tierra ajena 



4 



Y Je Terrazas liay esta otra que por las 
circunstancias con que las trae Dorantes 
y por lo que pasú entonces, parece reíe- 
rirse á la expedición de Narvaez. 

¿Qué es lo que no podrán bacev los dones? 
;A qué fiera la dádiva no doma? 
;Dúnde hay más eficaces persuasiones, , 

V quién más presto cualquier lengun tomflí 



- 271 — 

No hallo yo entre lodas las naciones 
Con quien el interés no duerma y coma; 
A sabios ciega, á poderosos vence, , 

A los dioses aplaca ylos convence. 

' No quedan más fragmentos pertenecien- 
"' s á la acción de! poema; pero hay otros 
lo5 que en cierta manera vienen à caracte- 
rizarle y á darle el colorido de la época. 

Desde los tiempos mismos de la conquis- 
ta comenzaron las quejas de los compañe- 
ros de Cortés contra su capitan, porque se 
atribuía toda la gloria, y se reservaba lo 
mejor de las ganancias de la emprasa. En 
las historias, su enclarecido nombre ofus- 
caba el de los valientes soldados que á cos- 
ta de sangre y vida levantaron el pedestal 
de la grandeza del héroe: reclamaban con 
justicia su parte de fama, y i este resenti- 
miento debemos la inestimable crónica de 
Bernal Diaz, que con ella se propuso rei- 
vindicar para sí y para sus compañeros lo 
que de aquellos claros hechos les tocaba, 
contra el historiador Gomara que se mos- 
traba injusto con desdeñoso silencio. 

Pero las qucj;is de esa clase eran las mé. 
nos; el interés hacía el papel más principal. 
Cortés, como todos los caudillos de aven- 
tureros, lio había sido avaro de promesas 
para lleTsrlos A la eipe^cigg, A laborada 



4 



_ 272 - 

cumplirlas, si tal propósito tuvo, hallóse 
con la dificultad ordinaria en tales casos. 
Los servicios no fiabfan sido iguales, y no 
podian serlo las rceompensas. Mas nadie 
se conforma con el lugar que le toca en !a 
escala, y para un satisfecho quedan cien 
agraviados. Cortés, en verdad, no tenía un 
reino ú provincia para cada uno de sus com- 
pañeros, pero ni siquiera guardó equidad 
en el reparto, porque al dar descubrió afi- 
ciones injustas, y al tomar, después de ha- 
ber sacado para sí sü quinto de los despo- 
jos, se reservó ampliamente lo mejor de la 
tierra, hasta formarse un poderoso señorío. 
Requerido para quo cumpliese ."jus prome- 
sas, cuéntase haber respondido que ya no 
tenía la gobeniacíon y le era imposible en- 
mendar lo errado; pero que si otra vez se 
veía con mando, cuidaría de hacerlo mejor. 
A esto tal vez aluden las siguientes octa- 
vas de Terrazas. 

El Erande rey Francisco que en Pavía 
Con dafio suyo àio tal gloria á España, 
Contando la batalla ae ofrecía 
Canalla de otra vez puesto en campaña. 
Yo en la primera para mí querría 
Tener ventura junto con la maña, 
Porque jamás se ha visto juego entero 
Ir por loa meamos lances que el primero. 
Cnn] jueg'an dos contrarios jugadores 



l^ 



M 



I 



Pensando cada cual que al otro engaña 
Con mil engaños que ellos Hnnian flores, 
Uno alburea la suene, iitro la apaña, 
junta encuentros el uno, otro nipjorcs, 
El uno amarra bien, otro miiraña; 

V cada cual Á su cautela atento 

No tiene cuenta en el contrario intento. 

y no hay dudar que el caso más daüoso 
Es el que á veces raános se recela; 
¿Mas quién sabe si es bueno 6 si es oJioso 
Lo que cubierto está con otra lela? 
En ñn el manso vado es peligroso 
Más que el que con corriente brava vuela, 

Y aun en el ajedrez es cosa cíerla 
Ser más dmiiin el lance d.? encubierta. 



A pesar de todo, los conquistadores en \ 
general no quedaron mal acomodados: eso 
y la lealtad que guardaban á. su antiguo ca- 
pitán, hacian que no se extremaran en sus 
quejas: antes bien, cuando los individuos de 
la primera Audiencia pusieron entre Los 
cargos á Cortés, el de haber tomado cierto 
oro sin dar la parte debida à sus soldados, ' 
éstos se reunieron y declararon por escri- 
to que nada pedían ni reclamaban de aque- 
llo, pues con su consentimiento se habia en- 
viado al rey; acción generosa que les valió j 
ir á la cárcel y ser condenados íí dertiorro, 
aunque no se llevó ¡i efecto la pena. 

Con el trascurso del tiempo camjjiaron 



- 271 — 

mucho las cosas. Los conquistadores fue- 
ron acabando poco á poco, y sus descen- 
dientes se excedían en las acusaciones, por- 
que no habían conocido al Marqués ni sen- 
tido la intluenria que ejercía en cuantos 1p 
rodeaban. Las encomiendas siempre mal 
vistas por el gobierno, sólo se concedieron, 
casi d fuerza, para tres vidas. En muchos 
casos se hablan quitado á los poseedores 
con alguna causa ú pretexto: otros las per- 
dían por espiración del término: quién em- 
peñaba las rentas, quién las dejaba menos- 
cabar por negligencia: las familias crecían, 
y se formaban ramas nuevas que no conta- 
ban ya con esas mercedes: resultando de 
todo, que en los últimos años del siglo mu- 
chos de los hijos y nietos de los conquista- 
dores estaban reducidos & la miseria. For- 
maban 6 pretendían formar una especie de 
aristocracia que desdeñaba todo comercio, 
granjeria ó trabajo honesto, y faltándoles 
ya las encomiendas, se alampaban & los em- 
pleos con tal furia, que no dejaban respirar 
;í los virreyes, y aun sofocaban ü. la corte 
con un diluvio de memoriales y relaciones 
deméritos. Para todo se creían aptos por 
sólo su abolengo. Eran, en suma, una nube 
de vagos con humos de grandes señores, 
que veían de reojo ;! los españoles llega- 
dos después de la conquista, porque con 



- 275 - 

mejor acuerdo se dedicaban á trabajar en 
el comercio ú en la labor de la tierra. De 
su industria sacaban comodidades que los 
de alcurnia de conquistador veían con en- 
vidia, y ]a desahogaban con morder desa- 
piadadamente ;í los que llamaban advene- 
dizos, aprovechando el lado ridículo de ar 
gunos embusteros arrogantes que llegaban 
comando maravillas de sus riquezas y lina- 
jes, cuando de á legua descubrían la burda 
tela de su baja y estrecha cuna- Asi comen- 
zaba desde temprano el odio entre españo- 
les y criollos. Para mí tengo que los poe- 
mas de la Conquista que entonces se escri 
bfan, llevaban mezclado un granillo de me- 
morial de pretendiente, porque en ellos se 
encarecían las hazañas de los conquistado- 
res; y sin apuntar directamente A Cortés, se 
le soltaban algunos tiros por tablilla. D. 
Antonio de Saavedra Guzmàn, de ese lina- 
je y que fué á pretender en corte, abriú el 
toXV desiiPeregrino liieÍin}ioconima.impcT- 
tinento lamentación de la miseria en que ve 
getaban los hijos y nietos de los conquista 
dores, dándose entre ellos lugar señalado. 
Más modesto Terrazas, no habló de sí pro- 
pio, sino que se queja en general con ma- 
yor sentimiento y mejor traza que su com- 
pañero, como vamos íi verlo en estas no 
malas octavas. 



ì 



Dichoso el bebcficio que merece 
Ser del que le recibe agradecido, 

Y desdiclLaijo aquel que te acaece 
Ser por el bien que bizo aborrecido. 
Magnánimo Corles, aquí se ofrece 
De ingratitud un caso conocido. 
Que se atribuye A vos alguna calpa, 
Culpa que ya jamás tendrá disculpa- 
Si los de Don Pelajo resiauraron 

La noble Espafla, nndnba el rey préseme, 

Y el famoso renombre que aumentaron 
Permaneciendo va de gente en genie, 

Y el rico premio que con él ganaron 

Fué también largo, honroso y preeminente. 

Y ocupan boy con honra, á maravilla, 
Los mejores lugares de Castilla. 

Y aquellos famosísimos Romanos 
Cuando viclorias grandes alcanzaban 
Los premios eran cnsi sobrebumiáios 
Que en triunfo solenisimo les daban; 

Y por maestros de curiosas manos 
Estatuas de metal les fabricaban, 
Con qne su fama nunca se acabase 

Y su claro valor se eternizase. 
Eumenes, capitan que fué elegido. 

Sabio y fuerte v-iron, de aquel senado, 
Contra el bravo Antioco que había sido 
Enemigo de Roma declarado; 
Aunque él y el campo fueron á partido 
Por mano de los cónsules pagado, 
Como su gran lealtad y esfuerzo vieron 
Cuantas tierras ganó, tantas le dieron. 



- 277 - 

Ricas ciudades, villas y lugares 
En premio recibió del vencimiento, . 
Con ser sin cuento de oro los millarw 
Con que le socorrid el ayuntamiento, 
Y-sin que cite premios singulares, 
Generales se süben y sin. cuento: 
Lleno está el siglo por guardar las leyes 
De generosas pagas de los reyes. 

lasta los que no guardan la divina, 

: razón natural sólo r 



A aquellos premian y honran más aína 

Que en servir ñ sus reyes más se emplean. 

Todo hombre humano á piedad se inclina 

Todos la quieren, aman y desean: 

Solo á ti, triste Mélico, ha faltado 

Lo que á nadie en el mundo le es negado, 

Llorosa Nueva España, que deshecha 
Te vas en llanto y duelo consumiendo, 
Vente mis ojos tristes tan estrecha, 
Va el pernicioso da&o asi cundiendo. 
Que el ser tan estimada no aprovecha 
Del gran Felipe pafa no ir cayendo 
De tiempo en tiempo siempre en más trÍEtcza 
En más miserias, hambres y pobreza, 

Que aunque vlreyes casos semejantes 
Remedian con piedad á duras penas. 
De quien este dichoso tiempo y antes 
Has tenido favor á manos llenas: 
Si los más que te habitan son tratantes 
Que te agotan la sangre de los venas, 

T. U.-35 



- 278 - 

Si falta quien se duela de tu daño 
Forzoso ha de ir creciendo el mal entraño. 

¿Qué es de aquellos varones eicelentes 
Que coa su propia sangre te regaron 
Cuando ganando nombres permanentes 
En tí ]a fe con viva fe planlaron? 
;Dó aquella santa edad, aquellas gentes 
Que tu valor consigo se llevaron? 
¿Dó están los siglos de oro? ¿Qué es del pago, 
Que súlo veo cenizas de Cartago? 

¡Qué daño es este que tras tf camina, 
Que tan trocada estás de lo que fuiste? 
¿Cuál infelice estrella predomina? 
¿Qué tiempo es este tan adverso y triste? 
Si es que el alto cielo determina 
Que no veas más la gloria en que te viste, 
De dolor en dolor á peor estado 
Que te condena ya el preciso hado: 
Y si ios pocos hijos que en desiertos 
; Te quedan con miseria y con afrenta 
Hacen tus graves daños ser tan ciertos, 
Echada con piedad la justa cuenta; 
De ti nos echa como á cuerpos muertos, 
Que cual Jonás causamos la tormenta, 
Qne si lia de haber bonanza con haeello, 
No qiiede de nosotros un cabello. 

Juegue la Parca la guadaña airada, 
Remátese con muerte tanta pena, 
Quede de propios hijos descargada 
Y de eitrañas naciones harta y llena; 
Si por ser tu tiniebla asi alumbrada, 



I 



— 279 - 

Convertida ya en luí clara y serena, 
Con rauerte pagas, muerte es ta que pido, 
Si rauerte ba de ser fin de lo servido. 

Madrastra nos has sido rigurosa, 
V du!ce madre pia á los extraaos; 
Con ellos de tus bienes generosa, 
Con nosotros repartes de tus daños. 
Ingrata Patria, adiós, vive dichosa 
Coa hijos adoptivos largos años. 
Que con tu disfavor fiero, importuno 
Consumiendo nos vamos uno á uno. 



eden 



españoles 
se hallaron. 



Que al cerco de tus n 

Y matizando claros arreboles 

Tus escuras tinieblas alumbraron, 

Cuando con resplandor de claros soles 

Del poder de íatán te libertaron, 

Contados nietos, hijos y parientes. 

No quedan hoy trescientos descendientes. 

Los más por despoblados escondidos 
Tan pobrisimoí, solos y apurados, 
pueden ser de 



Dee; 



eia d 









Ciial pequeSuelos pollos esparcidos 
Dezmados del milano y acosados, 
Sin madres, sin socorro y sin abrigo, 
Tales quedan los míseros que dígro. 

Dejémoslo á solas padeciendo, 
Pues para solos y sin bien nacieron; 
Vayan en su miseria pereciendo 
' Pues sus padres tan mal lo previnieron, 



Qae es ¡r tu infinito procediendo; 
Volvamos al origen que tuvieron, 
Que fué la causa deste mal notable 
Serles Cortés tan poco favorable. 

Pues con vidas y sangre os ayudaron, 
Mngninimo Cortés, ei 

Y vuestro nombre y fama e 
Que vuela de nacione 

Y estados permanentes os ganaron 
A casta de sus mismos corazones, 

Y de Marqués el ínclito renombre 
Dellos tuvo principio y claro nombre; 

Y pues los caros compañeros fueron 
Vivo instrumento para el bien que os vii 
Regando con la sangre que vertieron 
De vuestra suerte próspera el camino, 
Con ánimo del cielo que tuvieron 

Para tan alta empresa cual convino, 
Bien fuera que quedaran satisfechos 
Tan milagrosos y tan altos hechos. 

Si por ser vuestro ejército tan bueno 
Es única en el mundo vuestra espada; 
Si está desta hazaña el mundo lleno 

Y súlo á vos ia gloria dedicada: 

¿Qué premio puede haber en lo terreno 
Que iguale á tanta sangre derramada? 
Precio de tantas almas para el cielo, 
Aumento y gloria del cristiano suelo. 

Y si el sacro Monarca que reinaba, 
A quien se hizo el Unico servicio, 
Dijo que cuanto hiclstes aprobaba 



I 



- 281 - 

en esto os daba á vos su real oficio: 
¿CiJmo en premio tan justo se acortaba 
Un bravo coraion que tan propicio 
Al largo cielo tuvo il sus proezas, 
Inauditas hazañas y grandezas? 

¿Dó está la í¿ de serles que pusistes 
No señor sino padre verdadero, 
Cuando en Cuba al partirles ofreciates 
Por premio á cada cual un reino entero? 
Riquezas, honra y gloria prometistes 
Para el felice tiempo venidero, 

Y súlo han ido siempre en tantos añ*3 
.Siguiéndose unos daños á otros daño». 

Va que no fneron títulos ni estados, 
De C|uetan dignos sus servicios eran, 
Que así como por vos fueran nombrados 
Para siempre jamás permanecieran; 
Siquiera ya que &ú¡a encomendados 
Las encomiendas que perpetuas fueran, 
¥ no que ya las más han fenecido 

Y los hijos de hambre perecido. 

Y algunas también quedan suceüidnt 
Por lineas trasversales procediendo, 
Que no habiendo llegado á las tres vidas 
Quedan por matrimonios poseyendo; 
Las propias partes ya destituidas 
Mil miserias y afrentas padeciendo, 

Y el fruto habido sangre derramando 
Viéndolo á extraño dueño estar gozando. 

Otra lástima es esta que pvidiera 
Con mil caaüftg de litieto lamentallai 



- 282 - 

Dejémosla, que aunque Argos me volviera 
No pudiera con mil ojos lloralla. 
Porque paga tan justa y verdadera 
Debe Dios, como sabio, de guardalla, 
Viendo que temporal no es suficiente, 
Que vayan á gozalla eternamente. 

Con seriedad se quejaban estos poetas 
que podemos llamar de alto coturno; pero 
en aquellos días de epidemia versificadora 
no podían faltar, ni faltaban, otros festivos 
ó satíricos que esgrimieran la péñola con- 
tra una sociedad tan poco de su gusto. Un 
curial, que así á secas le nombra Dorantes, 
desahogaba vSU mal humor con este so- 
neto: 

Minas sin plata^ sin verdad mineros, 
Mercaderes por ella cudiciosos, 
Caballeros de serlo deseosos. 
Con mucha presunción bodegoneros: 

Mujeres que se venden por dineros 
Dejando a los mejores más quejosos; 
Calles, casas, caballos muy hermosos. 
Muchos amigos, pocos verdaderos: 

Negros que no obedecen sus señores. 
Señores que no mandan en su casa, 
Jugando sus mujeres noche y día: 

Colgados del virey mil pretensores. 
Tiánguez, almoneda, behetría, 
^.questo en suma en esta ciudad pasa. 



- 283 - 

Ingrato se muestra et curial, porque 1 

ciudad de México, con sus continuos é in-l 

terminables pleitos, era para esa gente una I 

tierra de promisión. Un anónimo «prácticoJ 

I y aun teórico,> dice Dorantes, la empreo-J 
día con la tropa en este otro soneto: 
I Niños soldados, mozos capitanes, 

f Sarg-entos que en su vida han visto gaetra, 
(, Generales en cosas de la tierra, 
( Almirantes coa damos muy galanes: 
^ Alféreces de bravos ademanes, 
k' Nueva milicia que la antíg-ua encierra, 
^ Httblar extraño, parecer que atierra 
^ Turcos rapados, crespos alemanes. 
, El favor manda y el privado crece, 

Muere el soldado desangrado en Flandes 
Y el pobre humilde en confusión se halla. 
Seco el hidalgo el labrador florece, 
Y en este tiempo de trabajos grandes 
' Se oye, mira, se contempla y calla. 
No deja de ser curioso, y rasgo que pinta ' 
las ideas de aquellos linajudos, eso de que- 
jarse de que el industrioso labrador flore- 
ciese, mientras que el inútil hidalgo estaba 
seco, como merecía estarlo. Lo que hay que 
leer también es la furibunda invectiva que 
lan2a Dorantes contra las Indias, de que 
daré algunas muestras, siquier no sean muy J 
del caso. «Oh Indias loh conquistadores 11er J 
^s de trabajosl, . . . ahora ya es llegada 1^ 



- 284 - 

sazón donde luce miís el engaño y la men- 
tira y la ociosidad y el perjuicio del próxi- 
mo, con que vendiendo vino ó especias ó 
sioafabas ó hierro viejo se hacen grandes 
mayorazgos, é hinchen este mundo con mi- 
lagros fingidos, sin ser agradecidos á Dios 
ni á los que los crecieron en su desnudez 
del polvo de la lierra, para llegarlos á tan 
poderosos. ¡Oh Indiasi vuelvo ií decir: con- 
fusión de tropiezos, ale... de haraganes, 
carta ejecutoria de los que os habitan; ban- 
co donde todos quiebran, depósito de men- 
tiras y engaños, hinchazón de necios, bur- 
del de los buenos, locura de los cuerdos, 
fin y remate de la nobleza, destrucción de 
la virtud, confusión de los sabios y discre- 
tos: devaneo y fantasía de los simples y que 
no se conocen ¡Oh Indias! anzuelo de flacos, 
casa de locos, compendio de malicias, hin- 
chazón de ricos, presunción Je soberbios,.. . 
juguete de vanos, ascensión de livianos y 
desvergonzados, trujamán de trampas, al- 
cohol de hurtos, ojos quebrados á lo bueno 
y de lince y claros al daño de su vecino. 
¡Oh Indias! mal francCs, dibujo del infierno, 
tráfago de behetría, igualdad en el trato, 
comunidad de todos lodos con que ciegan 
vuestras riquezas y no hartan al más tem- 
plado. . . , ¡Oh Indias! madre de e.xtraños 
abrigo de foragidos y delincuentes, patria 



^ 



- 285 — 

común á los innaturales, dulce beso y de 
paz á los recienvenidos, lisonjas de los que 
se precian, hartura de los hambrientos, pa- 
fio con que cubrís y vestís á los desnudos. 
¡Oh Indias! madrastra de vuestros hijos y 
destierro de vuestros naturales, azote délos 
propios, cuchillo de los vuestros, rabia de 
los discretos y asno que llevan S cuestas, 
paciencia de los prudentes que os conside- 
ran, risa de los virtuosos que os menospre- 
cian, juglar á los ojos cristianos, lobo car- 
nicero que no se harta de la sangre de los 
inocentes, zoira que á todos convida yhala- 
ga y después degüella: fisga de imaginacio- 
nes, ídolo de desenvueltos y que adoran 
vuestro tesoro como á. la estAtua de Nabu- 
codònosor, Idolo de Satanás, frenesí de cu- 
diciosos; con que acabo lo mucho que pu- 
diera sentir,- 

La inquina contra los advenedizos se des- 
cubre por todas partes, y aparece clara en 
este soneto anónimo: 

Viene de España por el mar salobre 

I A nuestro meiicano domicilio i 

Un hombre tosco sin algún auiilio, I 

De salud falto y de dinero pobre. I 

Y luego que caudal y ánimo cobre, I 

Le aplican en su bárbaro concilio, 
Otros como él, de César y Virgilio 
Las doB coronas de laurel y robre. 
T. n.i-3fi 



y el otro que agujetas y alfileres 
Vendía por las calles, yo es un conde 
Kn calidad, y en cantidad un Fúcar: 
Y abomina después e! lugar donde 
Adquiriú estimación, gusto y haberes, 
Y tiraba la jábega en Sanlúcar. 
El- lector tendrá á bien recordar que el 
Fúcar de entonces equivalía al Rothschild 
de hoy, y (\[i.c jábega es una red de pescar. 
Vayan, por último, esos dos pedazos de 
un romace del satírico Oguendo, criado del 
Marqués de Cañete, virrey del Perú, Aun- 
que el poeta iio es de acá, su sátira conve- 
nía también A nuestra tierra, y quiero con- 
servar lo que de ella pueda. Los dos pasa- 
jes, que á fé no carecen de chispa, parecen 
ser de una misma composición. 
jQné buena fuera la mar, 
Amiga de gente grave, 
Sí lo que bace con los vinos 
Hiciera con loa linaje^l 
Que avinagrando los ruines 
Los buenos perficlonase. 
Mas son contrarios efectos 
Los qvie en estos casos hace, 
Que á los bajos hace nobles, 

Y il los nobles bajos hace, 

Y en las playas de las Indias 
Qué de bastardos que nacen! 
Qué de Pedros Sánchez Donesl 



- 287 - 

Qué de Dones Pedros Sanchcjl 
Qué de Hurtados y Pachecos! 
Qué de Enrique/ y Giizmanesl 
Qué de Memlozas y Ley vasi 
Qué de Guevaras y Hardalesl 
Qué de Laras, qué de Cerdas, 
Quiñones y S alazares! 
Todos son hidalgos fiaos 
De conocidos solares; 
No viene acii Joan Muñoz 
Diego Gil ni Luis Hernmidei, 
Sino todos caballeros 
Y personas principales. 
Súlo yo soy un pobrete 



nDor 






Con un nacimiento humilde, 

V titulo de Jonn Sánchez. 
No vienen á buscar plata, 
Que nllá dejan sus caudhles, 
Sino que por ser traviesos 
Perdieron sus naturales, 
Porque mataron á un hombre 

V afrentaron un alcalde: 
Como si no se supiese 

Que alili rabiaban de hambre. 
Iodos fueron en Castilla 
Amigos de personajes: 
Su padre fué de una fueria 
Veinticinco años alcalde; 

V el otro muriti en Orin 
Defendiendo el estandarte; 
¥ luego que entran en fuga 



Relatan nos sus viajes, 

Cuentan 

Peligros y enfermedades, 

Y que al salir de la Barra 
Tuvieron mil tempestades; 
Que encontraron un inglés 
Que les robú sus caudales, 

Y alijnron sus baúles 

En el camino de Chagres, 
Mas dejando sus mentiras, 
y viniendo á mis verdades, 

Con poco matalotaje: 



ten y l 



a olla, 



Inventora de potajes, 

Una cuchara de palo, 

Aiun, aceite y viuagre; 

L'na cnnin de un serón 

Arrimada al cabrestante: 

Y luego van ni virey. 

Que importa mucho liablnlle 

Para dalle relación 

De quienes fueron sus padres: 

Una carta que le traen 

De un caballero muy grave. 

En cuya virtud entiende 

Que le hará mercedes grandes. 

Maquinan torres de viento, 

Conciben mil necedades; 

Uno pide situaciones, 

El otro pide heredadas, 



El otro repartimientos, 
Otro pretende cagarse: 
El uno pide Arequipa, 
El otro pide á los Andes, 

V aunque aa! como lo pide 
El virej- se lo otorgase, 

No les premian sus servidos 
Conforme á sus calidades; 
Porque en Italia dejaron 
Sus plazas de capitanes, 

V con esto que !es dan 
Aun no pueden sustentarse. 
Malditos seáis de Dios, 
Embusteros charlatanes: 
¿Entendéis que acá no hay hombres, 
Servicios ni calidades? 

Mil años viva el Marques, 
y quien se lo aconsejare, 
Si cuando pedis la lanía 
Con ella os alanceare, 

V llévele el diablo, amen 
Cargado de memoriales, 
Si luego que se los dais 
Por ahi no los echare. 
Vayan muy enhoramala, 
Búsquenlo por otra parte, 

V trabajen en las Indias, 
Como en Castilla sus padres. 

V el Don Ambrosio fingido 
Con sus lechuguillas grandes 
Tome el oficio que tuvo 



— 290 — 

Su padre Francisco Hernández 

Y el otro que en Lombardia 
Tuvo una escuadra de infantes, 
Sí allá defendió la tierrn, 
Vaya allá que se lo paguen. 
Qne en leyes de presunción 

Se tiene por inviolable 
Que súlo goct el fruto 
Quien le regó con su sauíre. 

T,os que fueron al iuglés 
Cuentan maravillas grandes, 
Los otros de la naval, 
Los otros de Italia y Flandes. 

Y lodos estos señores 
Fueron allá generales, 

Y con el Señor Dan Jiian 
Tuvieron negocios graves. 

De su amigo el condestable 

Que le avisa cómo el rey 

Va á una jornada importante, 

Donde vapor mariscal 

Un hermano de su padre; 

Y si en aquesta ocasión 

-Se hallara en aquellas partes, 

Sin duda fuera proveído 

Por general ó almirante. 

Que escribid á Doña Violante, 
£1 o(ro Gitca un billete 



- 291 ~ 

Rabiando por enseñarle: 
Al otro mira el TÍrey 

Y le dijo que esperase, 

Y el otro salid proveído 
E! sábado por la tarde. 
No puede decir adonde. 
Que importa no publicase, 

Y es el caso tan secreto. 
Que aun el Marqués no lo sabe. 

Que le darán los Pacajes, 

Y el otro va á Potosí 
A un caso muy importante, 

Y todos para la vuelta. 
Prometen de seflalaríe. 

Imposible es juzgar de la acción y es- 
tructura dd poeta de Terrazas por los po- 
cos fragmentos que de íl nos quedan: se 
sabe además que ei autor no le acabú. Pero " 
á mi juicio hay lo bastante para conocer 
que Terrazas era poeta de buena escuela, 
y que si tuviéramos completa su obra, no 
haría mal pape! entre los varios poemas á 
que en los fines del siglo XVI y principios 
del XVn dieron asunto las conquistas de 
los españoles en el Nuevo Mundo. Fué el 
primero la Araucana de Ercilla (15ó9), que 
en mérito ocupa también el primer lugar, A 
pesar de sus defectos: la continuaciún de 
Santistéban y Osorio es poco ó nada leida, 



4 



A! mismo asunto dedicó el chileño Pedro de 
Ofia su Arauco domado (1596), escrito, al 
parecer, con el intento de realzar el nom- 
bre del general de la expedición D. García 
Hurtado de Mendoza, Márquez de Cañete, 
totalmente omitido por Ercilla y su conti- 
nuador, como si aquel ejército no hubiese 
tenido cabeza Juan de Castellanos, andaluz 
beneficiado de Tunja, cantó las hazañas de 
la conquista de! Nuevo Reino de Granada 
en sus Elegías de Varones ilustres de In- 
dias, de que sólo se imprimió la primera 
parte en 1589; la segunda y tercera se han 
publicado en nuestros días [Colección de Jii- 
i'arfeKey;'(i,tomoIV);lacuarta(yáunalgode 
la tercera) se ha perdido. Barco Centenera 
refirió en su Argentita (1602) la conquista 
del Río de la Plata, y Gaspar de Vili agrá 
escribió en verso verdaderamente .smc//o la 
Historia de laNueva México (1610). 

Como no sabemos á punto fijo cuándo 
escribió Trerrazas, tenemos que contar 
por primer cantor de las hazañas de Cortés 
á Gabriel Lazo de la Vega, caballero ma- 
drileño que publicó en 1588 la primera par- 
te de su Cortés valeroso y Mexicanti, rfim- 
presa en 1594 con una segunda parte que no 
he podido procurarme. La primera com- 
prende, en doce cantos y más de mil octa- 
vas, la relación de lo sucedido desde que 



- 29:-; - 

salió de Cuba la armada de Cortés hasta la 
prisión de Moctezuma. Está dedicada á D." 
Fernando Cortés, nieto del i'onqiiÍs',,iJnf. ' 
El autor no ofrece míís que una hi:^inriasin 
adorno alguno: 

No pienso con doradas siuilcífts 
Las cosas escribir que no pasaron; 
Siilo prometo de decir verdades 
Desnudas de inventivn y variedades. 

A pesar de la promesa, introdujo episodios 
harto infelices, como el de Clandina en el 
canto rv (continuado en d VIII), y también 
su parte de máquina en lI VI, donde inter- 
viene Santiago por tres veces en favor de 
ios españoles. Revuelta en estrafla mez- 
cla con el santo anda en el poema la mito- 
logía, y todo el cauto XI está destinado S 
un ridículo episodio, en que- quiso imitar el 
del canto IX de Los Lusiudas. Finge el poe- 
ta que Marte y Minerva le fueron á Júpiter 
con la embajada de que era muy puesto 
en razrtn que los dioses ofreciesen «pros- 
p^ius seft.'ilos- á un valiente español que 
llevaba «¡Uíiias y gi-avf"^ pretensiones,» co- 
mo debían serlo sin duda para ki.s dioses 
del paganismo las de introducir en el Nue- 
vo Munda la fé cristiano que había acabado 
con todos ellos, .\cccdc Júpiter á la peti- 
ción, por ser de jusUciu; puro considerando 
T. n.-37 



- 294 - 

indecoroso á su alta categoría Jiicterst en 
pormenores de mayordomo, ordena que por 
segunda mano se haga A Cortés una gran 
fiesta en Tlaxcala. Armados Marte y Mi- 
nerva con aquella licencia, preparan todo; 
y hé aquí que andando Cortés de Lacería 
se aparta de los suyos, engolfado en perse- 
guir á un cerdoso animal, que á la cuenta 
debió ser un jabalí de la tierra, y correhas 
ta encajarse con él en un «hondo peñasco.» 
Desde allí descubre de súbito un amenísimo 
campo mitológico, lleno de los árboles, ca- 
llas y demás cosas en que se trasformaron 
los héroes de Ovidio. Después de una bra- 
va tempestad, todos aquellos individuos re- 
cobran provisionalmente sus prístinas for- 
mas y arman una gran fiesta, de que ya es- 
tarían ganosos. Las ninfas danzan, saludan 
luego á Cortés; y Calianera, una de ellas, 
echa mano de su instrumento .i cuyo san 
canta, en profecía ya pasada, todos los su- 
cesos, enlaces y desi;eBdcncias de la casa 
de Cortés hasta el punto en que el poeta 
escribía, y no más; sin olvidarse de ailadir, 
como una de las glorias de la casa, que ala 
edad de veintinueve años sacarla ¡.i luz sus 
versos, en la antigua villa de Madrid, Ga- 
briel Laso, 

Del tronco antiguo y clara de la Vega, 



Y con eso, y con pouer la nioíü uiiit coro-', 
aa de roble en las sienes de Cortés, éste,*! 
en tal guisa, y sin haber desplegado loSl 
labios, 

k Volvió donde i-I caballo tinbia dejado, 
'se acabó la liistoria. 

Por esta muestra puede juzgarse delpoe- 
ma. Los nombres indios que amontona Ga- 
briel Laso son de lo más original que ima- 
ginarse puede: el esposo definitivo de aque,-' I 
lia asendereada Clandfna era tabasqueñ<í?l 
y se llamaba Hipamtro. Del humilde' estro'i 
del poeta dará idea la siguiente octava del 'l 
canto IV, que tomo ¡il acaso, entro las mu-' 
chas que pudiera trascribir; 

» Oye ron los trescientos emboscados 
Jugar In. artillerfa reforzada, 
Y como leones fieros desalados 
Dejan el sitio oculto y cnramadn: 
<s bélicos tapados 

En el asalto cadicioso fiero 

II Queriendo cada cual ser el primero, 
^í>. Antonio de Saavedra Giizmán, mexi-l 
cano como Terrazas, pero más afortunado 
que él, acabó y logrií ver impreso su Pere- 
grino Indiano (1599), A la verdad, habría 
conveaidogne la Fortuna trocara ius tew_ 



— 2% — 

res. lira D. Antonio desceiidieiut; del Br. 
Pedro Díaz de Sotomayor, uno de los con- 
quistadores: por el abuelo paterno biznieto 
del primer conde de Castelar D.Juan Arias 
de Saavedra, y por la abuela nieto del go- 
bernador D. Alonso de Estrada, según es 
cribe Dorantes. Casó con nieta de Jorge de 
Alvarado, hermano del célebre D. Pedro, y 
se dedicó al estudio de las bellas letras, de 
la retórica y poética en especial, á las cua- 
les añadió el conocimiento de la lengua me- 
xicana, no raro entonces entre los criollos. 
Fué corregidor de Zacatecas, y nos cuenta 
que por haber querido administrar recta 
justicia, se levantó contra ú\ una tempestad 
que le costó el empleo. Estuvo también de 
visitadora tasador enTezcoco. Pasó á Es- 
paña, probablemente con alguna preten- 
sión, y en los setenta dias que duró el viaje 
de mar, compuso su Peregrino con los ma- 
teriales que había acopiado en siete años. 
No sé si volvió íí su patria, Ó qué fué de él. 
Imprimid su poema en Madrid, y prueba de 
que estaba bien relacionado en la Corte, es 
haber logrado elogios de muchos poetas, 
para encabezar con ellos su libro: vénse, 
allí, entre las otras composiciones, dos so- 
netos, uno de Espinel y otro del gran Lope, 
que por cierto no aumentarán la fama de 
aquellos ingenios. 



I 



- 397 - 

Saavedra ofrece servir «mi manjar de I 
verdad» y tratar las cosas 'Sin más jugo ea 
la historia, que] hacerla verdadera.» Des- , 
pues de haberlo dicho en prosa, lo repite ea- 
algo que parece verso, así: 



No llev. 
De ninfas Cabalinas ni pHisaso, 
De Náyades, Planetas ni Trilonei, 
Qne yo tengo por dar el primer paso: 
No sé quién san los fuertes Mirmidones, 
Ni aun el Feloponeso ni el Ocaso, 
Porque me han dicho, cierto, que es lo ñno, 
Decir pan por pan, vino por vino 

Como' era natural, supuesta la intención 
de hacer historia verdadera, su poema em- 
pieza con la expedición que Cortés sacó de 
Cuba, y acaba con la prisión de Cuauhte- 
motzin. Consta de 2039 octavas, distribui- 
das en veinte cantos. Es un verdadero dia- 
rio de operaciones, adornado con parla- 
mentas de los indios, arengas de Cortés- 
batallas, tempestades y amorfos de indias 
todo pobrfsimo. Refiere también sucesos 
tratados por Terrazas, ú otros, en los frag- 
mentos que ahora publico: como el del ti- 
món de Moria, el de la lebrcla. el sermón 
de Cozurael, y la historia de Marcos de 
Aguilar; pero quedando siempre inferior. 
El episodio más estrafalario es el de la ago- 



rerade Tlascala qusconfeccLontì un^ 
ó menjurge con las cosas más sucias 5 
trañas, colegidas de todas las partes 
mundo: le tomù, é invocando á PÍiihin, i 
Furias, al viejo Carún, á Demogorgdn 
otros personajes por el estilo, se le op 
cieron «cien mil legiones del abismo hM; 
do,» y vio el mundo entero: de todo lo 1 
resultó conocer que México y Tlascala 
bían de ser sojuzgadas por los espafia 
Oyendo aquella sentencia irrevocable 
solvió el senado hacer las paces, y de 
vino la rendición de Tlaxcala y su cotÉ 
te amistad con Cortos. Y es de notari] 
esto no lo da el autor como nidqumft 
poema, sino como hecho acontecido eu 
lidad. ; 

Sin duda para quitar al rey el dem 
miento que le habla causado la telaci^ 
los desastres de la Noche triste, le exu^ 
(Canto xrV) la historia de un sueño effi 
se aparecieron al autor, llevado en espíi 
al Averno pagano, muchos personajes ¡ 
góricos, como la Envidia, la Mentira, e 
más una multitud de extrañas fieras y ^ 
tiglos, para venir á parar todo en una eg 
cié de chabacana apoteosis de Felipe 10 
quien el poema está dedicado. 

En el canto primero interviene Luí 
para suscitar una luriosa tempestad cqb 



DO n 

Bmta 
Ida: 
esa 
mdq 
En 
com< 

■iasd 
Sos: 
sino, 



■ naves de Cortes: éste, considerándose 
1 perdido, pide & Dios que cl castigo me- 
recido poi' las culpas de todas aquellas gen- 
tes caiga sobre él solo; pero al mismo tiem- 
po ruega que se le deje llevar :i efecto la 
lata empresa comenzada. Su oración eS 
oída: aparecen las luces de San Telmo, 
íesa la tempestad. Esto es lo que hay dé 
" máquina en cl poema. 

En la introducción del canto XV están, 
como antes hemos dicho, las amargas que- 
s del autor por el mal pago de sus servi- 
ios: y de ahi, sin más tropiezo que un epi- 
íodio de ¡imores de una india con Juan Can- 
BsiDo, prosigue la historia desde la retirada 
de Cortés después del desastre de la Noche 
triste, hasta la prisión de Cuauhtemotzin y 
foma de la ciudad. En la última octava pro- 

Iete otras obras: 
Suele la tierra inculta, mnl labrada. 
Dar di; la primer mies muy poco ñuto, 
V Riendo con cuidado cultivada. 
Produce en abundancia su tributo. 
Yo soy la tierra estéril, mal labrada 
Que cl invierno me fué seco y enjuto: 
ABTJflrdeme &. quien mal he parecido 
Que mi segundo fruto vea cogido. 

Igaoro si daría el ingenio de Saavedra I 
see segundo fruto: en todo caso el primero J 



^ 



- 300 - 

fué bien desabrido. Suverisificaciónraravez 
pasa de una prosa rimada, llena de ripios 
y de consonantes triviales; pobre, desma- 
yada, sin invención ni asomo de estro poéti- 
co. A pesar de que no hay poema, por ma- 
lo que sea, en que no puedan escogerse 
trozos donde se descubran buenas dotes del 
autor, confieso que he leído de principio á 
fía el Peregrino de Saavedra, sin encontrar 
algo con que poder atenuar mi riguroso 
juicio. 

Mas á pesar de eso, parece que la obra 
no desagradó del todo álos cont^mperáneos. 
No hablo de los exajerüdos elogios que 
otros poetas pusieron al principio del libro, 
porque todos sabemos lo que significan esos 
elogios pedidos con poca modestia y dados 
acaso con menos gana; pero veo que Doran- 
tes, hablando del suceso de Juan Cansino y 
la india, dice: «Lugar y paso es este que 
dejo su encarecimiento á los poetas, que le 
pinten con vivos matices y colores, como 
ya ha sacado la labor de la muestra de este 
paflo, en el tinte de muy hermosa color, 
nuestro natural D. Antonio de Saavedra 
Guzman, enei Peregrino, t:\aG a.?,i como lo 
es en la historia, lo ha sido en ser el prime- 
ro que ha arrojado algo de la grandeza de 
la conquista deste Nuevo Mundo.- Toda- 
lia, muy cerca de nuestros tiempos, Beris- 



taiij dijo que se encuentra en el Peregrino 
■más naturalidad y exactitud, que en el 
poema en prosa de D. Antonio Solis.» Alu- 
de luego al juicio de Clavigero, quien dijo 
que el Peregrino debía contarse entre las 
historias de México, porque no tiene de poe- 
sía sino el metro, y añade en son de desqui- 
te: «tal sucede en la Farsalia de Lucano.» 
Ya el gran Lope habla liaraado á Saavedra 
■el Lucano de Cortés.» Mas pienso que á 
pesar de los defectos notados al poema de 
la victima de Nerón, esa especie de paralelo, 
encerrado en una frase, fué nn/laco servi- 
do hecho al pobre de Saavedra, La compa- 
ración con Solls no es tampoco muy favora- 
ble, pues la nattiralidad y exactitud, no son 
ciertamente las cuah'dades que principal- 
mente se exigen á un poema. La primera 
degenera fácilmente en prosaismo, la segun- 
da no es ni puede ser nunca tan completa, 
como la de una buena historia. Si de exac- 
titud y naturalidad se trata, ahí está la His- 
toria de la Nueva México del capitan Gas- 
par de Villagrá, que á lo mejoc interrumpe 
sus versos para copiar al pié de la letra 
cédulas reales, mandamientos y actas de 
posesión. 

Saavedra quiso ser el primero en hacer 
historia mexicana de la conquista: 



L 



Animarne, Señor, á echar el reato 
No con poco temor y sentimiento, 
E! ver que soy en Mélico nacido 
Donde ning-un historiador ba habido; 

pero contagiado del mal de la época, errO 
el rumbo, y sin medir sus fuerzas, resoIíW 
hacer en verso su historia, de donde resul- 
tó, como siempre sucede en tales casos, 
que no hizo historia ni poema. La suma ra- 
reza del libro íué lo tínico que motivó su* re- 
impresión en ISSO. 

Forma contrasK; con Saavedra otro me- 
xicano D. Francisco Ruík de Lertn, autor de 
«La Tebaida,» poema en cuatro cantos, hoy 
perdido;de ¡a «MirraDulce,! impresa en San- 
ta Fé de Bogotá el año de 1791,yclela*Her- 
nandia," poema heroico de la Conquista de 
México, en doce cantos de octavas reales, 
impreso en Madrid en 1755. Al desmayado 
prosaismo de Saavedra sustituye el estilo 
embrollado y gongorino que estaba enton- 
ces en su apogeo. Hay muchos trozos de la 
«Hcrnandia» verdaderamente ininteligibles, 
y hasta dudo que el autor mismo pudiera 
dar razón de lo que quiso decir; pero en 
medio de esa insufrible hojarasca, y á pe- 
sar de algunob versos duros ó mal medidos, 
muestra Ruiz de León verdaderas dotes de 
poeta. Su versificación es infinitamente su- 



- 30S — 

■ períor á la de Saavedra; la estructura del 
poema mucho más sobria, como que sólo 
narra los acontecimientos principales. In- 
trodujo su parte de máquina en el canto IV, 
donde supone que Luzbel, irritado por el 
daño que iba á causarle la expedición de 
Cortés, convoca á sus ministros para arbi- 
trar algún medio de atajar los pasos al con- 
quistador. Hay que convenir en que esto 
es mucho más oportuno y apropiado, que 
los festejos de las ninfas y divinidades grie- 
gas en Laso de la Vega y en Camoeos. Por 
desgracia, no pudo Ruiz de León librarse 
del contagio de aquella caduca mitología, y 
su cuadro del infierno es enteramente pa- 
gano. Hay una descripción de la antigua 
ciudad de México, y otra de una fiesta que 
Moctezuma dispuso para obsequiar á Cor- 
tés: ambas pomposísimas, impropias y exa- 
geradas al extremo. En el canto IX intro- 
dujo una relación de las revoluciones de 
Europa, que ninguna conexión tiene con el 
asunto del poema. Ruiz de León, en mejor 
época, habría sido un poeta notable: el mal 
gusto de su tiempo estragó sus buenas dis- 
posiciones. No debo detenerme más en su 
libro, porque no pertenece al siglo XVI: le 
menciono solamente por el asunto. Igual 
razón me llevaría á decir algo de «La Cor- 
tesiada,' poema trabajado con grande es- 



- 304 - 

mero, durante muchos años, por el jesuíta 
mexicano P. Agustín Castro; pero quedó 
inédito en Italia, y no le conozco. Para ce- 
rrar la serie de estos poemas, resta nom- 
brar la -México Conquistada> del célebre 
candolgo Escoiquiz, que en tres tomos y 
veintiséis cantos de octavas se publicó en 
1798. Este pobrísimo trabajo marca quizá el 
filtirao punto de prosaismo á que puede lle- 
gar un llamado poema heroico. No se le- 
vanta sobre el tono de una narración fami- 
liar hecha á un amigo de confianza. No hay 
entonación, no hay calor, no hay un solo 
arranque postico. Las rimas son comunes, 
verbales casi siempre: los versos desmaya- 
dos, inarmónicos; las comparaciones mu- 
chas y triviales: los nombres, más bien 
araucanos ó estrafalarios, que mexicanos. 
Ni el triste mérito de la fidelidad histórica 
tiene, porque falta á ella gravemente y de 
continuo, Ticknor es demasiado indul- 
gente con este poema, y aun sospecho que 
no le Ifíyó bien, pues precisamente le alaba 
por «la exactitud histórica en que se encic' 
rra.> Fué además injusto con Ruiz de León. 
Hablando de la «Hernandia,» la califica de 
tentaitva épica más desgraciada aún que la 
de Escoiquiz. No estamos conformes, Ruiz 
de León con su gongorismo, y todo, tiene 
algo más de épico, es mucho más poeta y 



íluii mejor historiador, que el desmayado 
canónigo, 

Saavedra Guzmánreprest^ntala época de 
fiebre poética que reinó aquí por el último 
tercio del siglo XVI, en que hasta los hom- 
bres de menos vena sentían comezón de 
versificar. Ruiz de Leon nos da una buena 
muestra del gongorismo mexicano, quizá 
más refinado que el español. Escoisquiz es, 
en igual asunto, ejemplo del prosaismo en 
que cayó la poesía castellana, por extremar 
la reacción contra el gongorismo- Terrazas, 
por lo poco que de él conocemos, parece 
haber pertenecido á la buena escuela del 
siglo XVÍ. bill ser un poeta de primer ur- 
den, era ciertamente, superior á los otros, 
porque no carecía de facultad poática, usa 
en general lenguaje claro y sencillo (si 
bien no siempre exento de afectación), y no 
se deja caer en la bajeza del prosaismo. 

Discutir ahora si la conquista de México 
da asunto propio para una epopeya, y si el 
héroe reúne las condiciones requeridas en 
un personaje épico, sería ajeno de este lu- 
gar. Lo indudable es que entre los canto- 
res de aquellas hazañas, ninguno era sufi- 
ciente para la tarea que tomó á su cargo. 
Ninguno acertó á aprovechar la parte filo- 
sófica de aquel gran acontecimiento, ni á 
realzar el pumo capital de su interés: la lu- 





■"1 

el^oicia con- ; 



cha entre àoa civiUzacmies, y d e 
los pocos dirigidos por la intel 
ira la muchedombre de □□ pueblo decaden- 
te qtte no podía oponer sino la fuerza bru- 
ta. Vingano sacó partido del notable p^>d 
de la intérprete y dama de Cortés, Ya qae 
j tanto no alcanzaran, podían siquiera, pa- 
ra salir menos mal del paso, haber levanta 
do el estuo cuando la ocasión lo pidiera, sic 
irpor eso á perderse entre las nebulosida- 
des culteranas; haber versificado bien, ya 
que las galos de lapoesia llegan hasta real- 
zar el frivolo asonto de los poemas buries- 
cosrbaber aprovechado ciertos lances para 
mover lo5 afectos, y sin aspirar ¿i una epo- 
peya, imposible para la época y para ellos, 
haber dado decoro, amenidad é interés á 
la oarracíiín. A mi juicio, el que más se 
acercó á esta honrada medianía fué nuestro 
Terrazas. 



Didembr; Je- 1S3. 



w 



I' 



4 



REPRESENTACIONES RELIGIOSAS 

TIE MÉXICO EN EL SIGLÒ XVI. » 



Il A graa popularidad que alcanzaron 
en España las representaciones 
ri:ligiosas, especialmente en los 
siglos XVI y XVn, época de su mayor 
lustre, es un hecho innegable que bas- 
taría para justificar el interés con que 
hoy se mira esa rama importantísima de 
la literatura española, aun cuando no lo 
aconsejaran así razones de mayor peso. 
No es mi ánimo relatar el origen y vici- 
situdes de esos espectáculos, y menos cali- 
ficar el mérito y oportunidad de ellos. Vas- 
to asunto es ese, que ha dado ocupación á 



-- 308 - 

escritores distinguidos (1). Pero al reprodu- 
cir una coleccióo mexicana de obras de ese 
género, me considero casi obligado á decir 
algo acerca de las representaciones reli- 
giosas de México, en los años que media- 
ron entre la conquiíita v el fin del siglo 
XVI. 

Cattílicos íer\-ienles los conquistadores y 
primeros vecinos de esta tierra, no podían 
menos de continuar en ella las íieslas reli- 
giosas de su patria. Pero había aquí nue- 
vas razones para celebrarlas con mayor so- 
lemnidad. El pueblo idólatra cuya conver- 
sión se procuraba con tanto empeño, estaba 
habituado á las frecuentes fie.stas de su 
cruenta religión, y no era bastante haber- 
las abolido, sino que convenía mucho susti- 
tuirlas con otras que ocuparan la imagina- 
ción de aquellos neófitos, y que, por el con- 
traste con !a5 antiguas, les hicieran com- 
prender, hasta de un modo extemo y mate- 
rial, la inmensa ventaja que los nuevos dog- 
mas llevaban á las erradas creencias en que 
antes habían \ivido. ¡Quién, por rústico 
que fuera, no habla de notar la diferencia 
entre el devoto sacerdote católico, revesti- 



Sr. b. Eduardo Gomalez Pedrosg paso a! freme àeìà co- 
leccldnde Amos Sacremen[Bles,qu<zforinael tomoLVIU 
ie Iti Bíbíoteca ae Aviares Españoles, de Rlvudeneyr» 



— 309 — 

do de sus simbólicos ornamentos, y el feroz 
mínistfo de HuitztlopochtJi, greñudo, tima- 
do y cubierto con la en sangrentada piel del 
prisionero que acababa de inmolar? ¿Qué 
comparación cabía éntrela horrenda piedra 
deJos sacrificios, siempre destilando san 
gre humana, y la purísima ara donde era 
ofrecido el Cordero sin mancilla? ;C(5mo no 
preferir los acentos de música acordada, al 
lúgubre tañido del teponaxUi, precursor 
de la matanza? ¿Cómo no sentir aliviado de 
un gran peso el Animo al ver por todas par- 
tes ¡lores, luces, adornos, danzas y regoci- 
io, en vez de inmundicia, sangre, tormen- 
tos y muertes? V sobre todo, /era posible 
qite alguien recordara entonces sin horror 
aquellos festines de antropófagos, digno re- 
mate, no de fiestas sino de abominables 
crímenes, cuando la nueva religión venía á 
ofrecerle la participación del Sagrado Pan 
Eucaristico en el sacrificio incnientro del 
altar? Bien hicieron, pues, los misioneros 
en ostentar á la insta del pueblo, poco an- 
tes infiel, todo el brillo de las ceremonias 
cristianas. Para ello aprovecharon cuantos 
medios les sugirió su celo, y dieron con jus- 
ticia, lugar preminente á los autos ó repre- 
sentaciones de asuntos sagrados, no ya tan 
sólo por seguir el uso de la madre patria, 
sino más todavía para que «la indocta mu- 



— 310 — 

chedumbre ¿preciara y comprendiese de- 
bidameate los grandes misteríos de la relí- 
gi6D crístiaiía, y hallase en representacio- 
nes vivas la saludable doctrina (!)> que por 
la escasez de operarios evangélicos no po- 
día difundirse con la presteza necesaria 
entre unos conversos que, sobre ser mna- 
merables, hablaban leo^^uas muy diversas, 
y no conocían el mara\-iUoso arte de la es- 
critura. Falundo el auxilio de los libros, 
era muy del caso poner en acción lo que 
ellos enseñaban. 

Despueblos, del todo distintos y aparta- 
dosj^cupaban entonces este suelo, y de abf 
reáúltó íorzosameme la necesidad de apro- 
piar las tiestas al estadosoctal de cada nao, 
y ásu idioma. Dos españoles avecindados 
en México continuaron, como era natural' 
celebrándolas á su modo; pero los misione- 
ros tìivieron que modiñcarlas en cuanto á ■ 
lo estenio y material. Desde luego se vie- 
ron precisados í componer ellos mismos 
las piezas que- habían de representarse, 6 
por lo (Qenos á traducirlas y acomodarlas á 
la capacidad de los oyentes; tarea en que 
más ^delante les ayudaron ios colegiales in- 
dios-'i^e Tlateloko. También el lugar de la 
esceña era muy otro. Los templos, aunque 

ly CaStte Disturbi acerí^a iti Drama reiieiost 



— 311 — 

grandes y suficientes para los días ordina- 
rios, no bastaban á contener el numeroso 
concurso de las grandes solemnidades, y 
fué preciso inventar las capillas de muchas 
naves con el frente descubierto, para que 
la multitud congregada en los amplísimos 
atrios, gozara de las ceremonias y feste- 
jos. Modelo de tales capillas fué la fa- 
mosa de S.José de México, construida por 
Fr, Pedro de Gante, y que venía á ser como 
la catedral de los indios; tan superior á la 
de los españoles, que estos mismos la pre- 
terían para sus fiestas extraordinarias. En 
ella se hicieron ct año de 1559 las suntuosas 
íséquias del Emperador Carlos V. Pero ni 
ese ensanche bastó á los indios, quienes 
acabaron por sacar 3 campo abierto el re- 
gocijo que no cabía ya en templos ni atrios. 
aprovechando la carrera de las procesioneíi 
para ostentar en toda ella sus invencíone. 
de enramadas, arcos de flores, altares, mú- 
sicas y danzas. Asi pudieron también au- 
mentar el aparato de las representaciones y 
elegir asuntos que no se avenían á ence- 
rrarse en las iglesias ó en los patios. Los 
indios mismos eran, por supuesto, los acto- 
res, y parece que no desempeñaban mal 
sus papeles (1); pero no hallo mención de 



4 



Ul 



s Indios de lineva t 



a 



— 312 — 

actrices, que acaso se suplían con mucha- 
chos. No era extraño, por otra parte, á los 
indios el oficio de representante, porque 
en su gentilidad le usaban haciendo entre- 
meses ó íarsas en que algunas veces se 
disfrazaban de animales; costumbre que con- 
servaron aun en las fiestas cristianas (1). 

En casi todas éstas se representaban pasa- 
jes de la Escritura (3), y nunca se omitía el 
auto del ofrecimiento de los Reyes Magos 
al Niño Dios, en el día de la Epifania; festi- 
vidad que ios indios consideraban como 
propia suya, por ser la de la vocación de 
losgentiles á la fé [3], Las crónicas antiguas 
no nos han trasmitido únicamente la noti- 
cia general de las representaciones sacras 
de los indios, sino gue dan también la rela- 
ción particular de varias de ellas; y aunque 
carecemos del testo de las piezas, se sabe 
lo bastante para comprender su argumento 
y estructura. A iuzgar por los datos cono- 
cidos, no eran propiamente piezas dramáti- 
cas, ni se ocurría á la intervención de per- 
sonajes alegóricos, sino que se reducían á 
poner en escena, el hecho tal como se en- 



. cap. ». 



HiSlarin NalKrai y JUoral ii las Jtuiimf 
, ..... Hisloria Bclesiáslíca Indiana, Mb. 

'ra WoLTKIA, Jfíst.deíoF />,rf.,tr«i.l. cap. 13. 



— 313 — 

contraba referido ri se supoiiúi 4Ut: debiera 
acontecer. 

Fué famosa entre todas las fiestas que los 
tlaxcaltecas hicieron el día de Corpus Chris- 
t¡ del año de 1538 (1), cuya descripción nos 
ha trasmitido el P. Motolinia; y si bien no 
se habla en ella de representación de auto, 
me parece oportuno trasladarla aquí, para 
que se vea cómo acostumbraban los indios 
realzar la pompa de sus solemnidades reli- 
giosas. 

"Llegado [dice nuestro autor] este santo 
día del Corpus Christi del aflo de 1538, hi- 
cieron aquí los tlaxcaltecas una tan solem- 



H 



fet 



.._t.I,eap. 15.— Torqueraada, 
lU Mottargala Indiana, copia. 



lib XVU, cap. 9. de & 

[Slancia, la rélacifln de , , , 

,clúnlafrcbadel53b. El Sr. D.Jo.é Fernando Sa- 

1, en la Nolida de /í Vida y Escrüos de Ff. Toyibio 

lííJKOfo/rH'a. conque enriquecía el tomo t de mi OoJ*ecMiii 
de Duíumentos para la Historia de Síéxica (pie. Llrl), 
notd la discrepancia; lUKS no ditidltcuU érala fcOia 
verdadera; porque no liablajpodldo deparar (dice) el ùnt- 
ilo dato gue hai latía para ñjarla, y era la noticia dequv 
oM dfii .fue clprimero en que los tlaxcallecss sicaroa el 



pueblo biza ciudad. 
contrar la i^édula di 
70 rampato he dr ' " 



aliaba para ñjarla, y i 

el Emperador leí dio cnando í \ 

'.\ Sr. Ramírez no habla lograda en- 
las mercedes, para ver su fecha, ni 
mella; pero bav otro dato que nO 

Í acidad del Sr. Rami — 
.Motoüniaúicc; ' 
lluego adelante, el día de Sao Juan Bautl 
lunes sigttífHte, se representaron cuatro 

bien, 9l el a de Junio, día de San luán Baut . , 

el ÍKftpfs (interior, día de Corpus, corresponde al 20 d«l 
mismo mes. Esa (echa delnllo de 1^36 cayd en tnirlrs, j 
no pndo ser día de Corpus; mientras que haciendo el com- 
paio paca el aKo de Ifm, hallamos que la Pascua cayD d. 
21 de Abril, v por conslirulenle el Corpus ííi úe Judo 
quedando ani demostrado tiucel errores dcTor^nnnadt. 
ú lal -"ei del impresor. 



gur /"etí 



n 



I 



ne fiesta, que mei'ece ser memorada por- 
que creo que si ea ella se hallaran el Papay 
el Emperador con sus cortes, holgaran mu- 
cho de verla; y puesto que no había ricas 
joyas ni brocados, había otros aderezos tan 
de ver, en especial de flores y rosas que 
Dios cria en los árboles y en el campo, que 
había bien en que poner los ojos, y notar 
cómo una gente que basta ahora era tenida 
por bestial, supiesen hacer tal cosa. 

'Iba en la procesión el Santísimo Sacra- 
mento, y muchas cruces y andas con stis 
santos: las mangas de las cruces y los ade- 
rezos de las andas hechas todas de oro y 
pluma, y en ella imágenes de la misma obra 
de oro y pluma; que las bien labradas se 
preciarían en Espaila más que de brocado. 
Había muchas banderas de Santos. Había 
doce apóstoles vestidos con sus insignias: 
muchos de los que acompañaban la proce- 
sión llevaban velas encendidas en las ma- 
nos. Todo el camino estaba cubierto de 
juncia y de espadañas y flores, y de nuevo 
habla quien siempre iba echando rosas y 
clavellinas y hubo muchas maneras de dan- 
zas que regocijaban la procesión. Había en 
el camino sus capillas con sus altares y re- 
tablos bien aderezados, para descansar, 
adonde salían de nuevo muchos cantores 
cantando v bailando delante del Santísimo 



— 315 — 

^icratuento. Estaban diez arcos triunfales 
^ gandes muy gentilmente compuestos; y lo 
que era más de ver y para notar era, que 
tenían toda la calle á la larga hecha en tres 
partes como naves de iglesias: en la parte 
de en medio había veinte pies de ancho; por 
esta iba el Santísimo Sacramento y minis- 
tros y cruces con todo el aparato de la pro^ 
cesión, y por las otras dos de los lados, que 
eran de cada quince pies, iba toda la gente, 
que en esta ciudad y provincia no hay po- 
ca; y este apartamiento era todo hecho de 
unos arcos medianos, que tenían de hueco 
á nueve pies; y de estos había por cuenta 
rail y setenta y ocho arcos que como cosa 
notable y de admiración, lo contaron tres 
españoles y otros muchos. Estaban todos 
cubiertos de rosas y flores de diversas co- 
lores y maneras: apodaban (calculaban) 
que tenia cada arco carga y media de ro- 
sas (entiéndese carga de indios), y con las 
que había en las capillas, y las que tenían 
los arcos triunfales, con otros sesenta y 
seis arcos pequeños, y las que la gente so- 
bre sí y en las manos llevaban, se apoda- 
ron en dos mil cargas de rosas; y cerca de 
la quinta parte parecían ser de clavellinas 
de Castilla, y hanse multiplicado en tanta 
manera, que es cosa increíble: las matas 
son muy mayores que en España, y todo el 



— 31Ó — 

año lieneu ílores. Habfa i>bra dt mil rode- 
las hechas de labores de rosas, ri-paríidas 
por los arcos; y en los otros arcos que no 
tenían rodelas liabía unos florones grandea 
hechos de unos como cascos de cebolla, re- 
dondos, muy bien hechos, y tienen muy 
buen lustre: de estos había tantos, que no 
se podían contar. 

"Una cosa muy de ver tenían, En cuaQ-o 
esquinas ó vueltas que se hacían en el ca- 
mino, en cada una su montaña, y de cada 
una salía un peñón bien alto; y desde abaje 
estaba hecho como prado con matas de yer- 
ba, y flores, y lodo lo demás que hay en un 
campo fresco; y la montaña y el peñón tan 
al natural como si allí hubiese nacido. Era 
cosa maravillosa de ver, porque había mu- 
chos árboles, unos silvestres y otros de fru- 
tas, otros de flores, y las setas y hongos y 
vello que nacen en los árboles de montaña 
y en las peñas, hasta los árboles viejos que- 
brados: á una parte como monte espeso, y 
á otra más ralo; y en los árboles muchas 
a.ves chicas y !gr andes: había halcones, cuer- 
vos, lechuzas, y en los mismos montes mu- 
t;ha caza de venados y liebres y conejoe y 
adives, y muyjmuchas culebras: éstas ala- 
lias y sacados tos colmillos ù dientes, poi'- 
que las más de ellas eran de género de vL 
boras, tan largas como una braza y tan 



^ 



remesas como tfl brazo de un hombre pol- 
la muñeca. TÈinanlas los indios con la ma 
no como A los pájaros, porque para las bra^ 
vas y ponzoñosas tienen una yerba que las 
adormece, la cual también es medicinal pa- 
ra muchas cosas: llámase esta yerba picietl 
(tabaco). Y porque no faltase nada para 
contrahacer á lo natural, estaban en las 
montañas unos cazadores muy encubiertos, 
con sus arcos y flechas, que comunmente 
los que usan este oficio son de otra lengua 
(otomíesj, y como habitan hacíalos montes, 
son grandes cazadores. Para ver estos ca- 
zadores había menester aguzar la vista: tan 
ttisimuiaítos estaban, y tan Henos de r^tna 
y de vello de árboles, que á los as£ encu- 
biertos, fácilmente se les vendría la caza 
hasta ios pies: estaban haciendo mil adema- 
nes antes que tirasen, con que hacían picar 
álos descuidados. Este dia tné el primero 
que estos tlaxcaltecas sacaron su escudo de 
armas que el Emperador les dio cuando á 
este pueblo hizo ciudad; la cual merced aún 
no se ha hecho con ningún otro de indios 
sino con éste, que lo merece bien, porque 
a>'udaron mucho cuando se ganC toda la 
tierra, á Don Hernando Cortés por S. M. 
Tenían dos banderas de éstas, y las armas 
del Emperador en medio, levantadas en 
una vara tan alta, que yo me maravillé 
T.IL-40 



adunde pudieron hallar palo tan largo y 
tan delgado: estas banderas tenían puestas 
encima del terrado de las casas de su ayun- 
tamiento, porque pareciesen más altas. Iba 
en la procesión capilla de canto de órgano 
de muchos cantores, y su música de flautas, 
chicas y grandes, y esto todo sonú junto á 
la entrada y salida de la iglesia, que pare- 
cía que se venía el ciclo abajo. > 

Si en ese día no hubo representación, aca- 
so por falta de tiempo, bien reparada que- 
dó luego la omisión, porque el lunes siguien- 
te, día de San Juan Bautista, hubo cuatro. 
Asi lo refiere el mismo cronista, cuyas pa- 
labras sigo trasladando. 

«Porque se vea la habilidad de estas gen- 
tes, diré aquí lo que hicieron y representa- 
ron luego adelante, en el día de San Juan 
Bautista, que fué el lunes siguiente, y fueron 
cuatro autos, que solo para sacarlos en 
prosa, que no es menos devota la historia 
qus en metro, fué bien menester todo el 
viernes, y en solo dos días que quedaban, 
que fueron sábado y domingo, lo depren- 
dieron, y representaron harto devotamente 
la anunciación de la Navidad de San Juan 
Bautista hecha A su padre Zacarías, que se 
tardó en ella obra de una hora, acabando 
con un gentil motete en canto de órgano. Y 
luego adelante, en otro tablado, represen- 



I 



- 319 - 

j taron la Anunciación de Nuestra Señora, 
Lque fué mucho de ver, que se tardó tanto 
É^'Coino en el primero. Después, en el patio 
■ -de la iglesia de San Juan, á do fué la proce- 
VsùSn, luego en llegando, antes de misa, en 
a cadalso, que no eran poco de ver los 
Adalsos cuan graciosamente estaban ata- 
["Mados y enrosados, representaron la Visi- 
Ttacion de Nuestra Señora á Santa Isabel. 
»&espues de misa se repretentü la Natividad 
de San Juan, y en lugar de la circuncisioa, 
fué bautismo de un iiífio de ocho dfas de 
nacido, que se llamó Juan; y antes que die- 
sen al mudo Zacarías las escribanías que 
pedia por seíías, fué bien de reir lo que le 
daban, haciendo que no le entendían. Aca- 
bóse este auto con Benedictus Dominits 
Deus Israel; y los parientes y vecinos de 
Zacarías que se regocijaron con el naci- 
miento del hijo, llevaron presentes y comi- 
das de muchas maneras, y puesta la mesa 
asentáronse á comer, que ya era hora.f 

No fué menos solemne la fiesta que cele- 
braron el día de la Encarnación, precedida 
de una copiosa limosna, para santificar más 
el piadoso regocijo con la práctica de la 
caridad. Dejo hablar otra vez al apostólico 
padre Fr. Toribio, á fin de que el lector no 
pierda nada de tan bello trozo descriptivo. 
•Lo más principal he dejado para la pos- 



- 320 - 

tre, que fué la fiesta que los cofrades de 
Nuestra Sefiora de la Encarnación cele- 
braron; y porque no la pudieron celebrar 
en la cuaresma, guardáronla para el miér- 
coles de las octavas. Lo primero que hicie- 
ron fué aparejar muy buena limosna para 
indios pobres, que no contentos con los que 
tienen en el hospiul, fueron por las casas 
de una legua á la redonda á repartirles se- 
tenta y cinco camisas de hombre, y cincuen- 
ta de mujer, y machas mantas y zaragüe- 
lles: repartieron también por los dichos po- 
bres necesitados diez carneros y un puerco, 
y veinte perrillos de los de la tieiTa. para 
comer con chile, como es costumbre. Re- 
partieron muchas cargas de maíz y muchos 
tamales en lugar de roscas, y los diputados 
y mayordomos que lo fueron á repartir no 
quisieron tomar ninguna cosa por su traba- 
jo, diciendo que antes habían ellos de dai' 
de su hacienda al hospicio, que no tomár- 
sela. 

'Tenían su cera hecha, para cada cofrade 
un rollo, y sin éstos que eran muchos, te- 
nían sus reías y doce hachas, y sacaron de 
nuevo cuatro ciriales de oro y pluma, muy 
bien hechos, más vistosos que ricos. Tenían 
cerca de la puerta del hospital para repre- 
sentar aparejado un auto, que fué la caída 
de nuestros primeros padres, y al parecer 



- 321 - 

de todos los que lo vieron, fué una de las co- 
[ sas notables que se han hecho en esta Nue- 
va Espaila. Estaba tan adornada la morada 
I deAdanyEva, quebien parecía paraíso de 
I la tierra, con diversos árboles con frutas y 
l.ilores, de ellas naturales, y de ellas contra- 
|;$echa5 de pluma y oro, en los árboles mu- 
I cha diversidad de aves, desde buho y otras 
1 aves de rapiña, hasta pajaritos pequeños, y 
■isobre todo tenían muy muchos papagayos, 
|iy era tanto el parlar y gritar que tenían, 
i veces estorbaban la representación: 
Ityo conté en un solo árbol catorce papaga- 
liyos, entre pequeños y grandes. Había tam- 
ríiien aves cootrahechas de oro y pluma, que 
Lera, cosa muy de mirar. Los conejos y 
LUebres eran tantos, que todo esteba üeao 
'e ellos, y otros muchos animalejos^ que yo 
l:nunca hasta alU los había visto. Estaban 
dos acelotles atados, qne son bravísimos, 
que ni son bien g jto ni bien onza; y unavez. 
descuidóse Eva, y fué á dar en el uno de 
ellos, y él de bien criado, desvióse; esto era 
antes del pecado, que si fuera después, tan 
'. en hora buen i ella no se hubiera llegado. 
Había otros animales bien contrahechos, 
. metidos dentro de unos muchachos; estos 
I andaban domésticos, y jugaban y burlaban 
*■ con ellos Adán y Eva. Había cuatro ríos ó 
lentes qjie salían del paraíso, con sus ré- 



- 322 — 

tulos que declan Phison, Gheon, Tigris, Eu- 
phrates; y el árbo! de la vida en medio del 
paraíso, y cerca de él el árbol de la ciencia 
del bien y del mal, con muchas y muy her- 
mosas frutas contrahechas de oro y pluma. 

'Estaban en el redondo del paraíso, tres 
peñoles grandes y «na sierra grande: to- 
do esto Heno de cuanto se puede hallar en 
una sierra muy fuerte y fresca montaí5a, y 
todas las particularidades que en Abril y 
Mayo se pueden hallar, porque en contra- 
hacer una cosa al natural, estos indios tie- 
nen gracia singular. Pues aves no faltaban, 
chicas ni glandes, en especial de los papa- 
gayos gfándes, que son tan grandes como 
gallos de España: de estos había muchos, 
y dos gallos y una gallina de los montese&. 
que cierto son las más hermosas aves que 
yo he visto en parte ninguna; tendría un ga- 
llo de aquellos tanta carne como dos pavos 
de Castilla -^ 

•Había "én estos peñoles animales natura- 
les y contrahechos. En uno de los contra- 
hechos estaba un muchacho vestido como 
león, y estaba desgarrando y comiendo un 
venado que tenía muerto: el venado era 
verdadero, y estaba en im risco que se ha- 
cía entre unas peñas, y fué cosa muy nota- 
d.i. Llegada la procesión, comenzóse luego 
el auto; tardóse en él gran rato, porque an-^ 



^ 



- 323 - 

^tes que Eva comiese, ni Adán consintiese, 
fué y vino Eva, de la serpiente á sti marido, 
y de su marido á la serpiente, tres ó cuatro 
veces, siempre Adán resistiendo, y como 
indignado, alanzaba de sí á Eva; ella rogán- 
dole y molestándole decía, que bien parecía 
el poco amor que le tenía, y que más le 
amaba ella á él, que no él á ella; y echán- 
dole en su regazo, tanto le importunó, qne 
fué con ella al árbol vedado, y Eva en pre- 
sencia de Adán comió, y dióle á él también 
que comiese; y en comiendo, luego conocie- 
ron el mal que habían hecho; y aunque ellos 
se escondían cuanto podían, no pudieron 
ha«r tanto, que Dios no los viese: y vino 
con gran majestad, acompañado de muchos 
ángeles; y después quehubollamadoá Adán, 
61 se excusó con su mujer, y ella echó la 
culpa á !a serpiente, maldicién dolos Dios y 
dando á cada uno su penitencia, Trajeron 
los ángeles dos vestiduras bien contrahe- 
chas, como de pieles de animales, y vistie- 
ron á Adán y Eva. Lo que más fué de no- 
tar fué el verlos salir desterrados y lloran- 
do: llevaban á Adán tres ángeles, y á Eva 
otros tres, é iban cantando en canto de ór- 
gano Ciyciimdedci'uiitme . Esto fué tan bien 
representado, que nadie lo vio que no llo- 
rase muy recio: quedó un querubín guar- 
dando la puerta del paraíso con sq espada" 



i 



— 3M - 

en la mano. Lacgo allí estaba el muado, 
otra tìeiTa cierto bien diíerenle de la qac 
dejaban, porque estaba llena de cardos y 
de espinas, y muchas culebras: también ha- 
bla conejos y liebres. Llegados allí los re- 
cien moradores del mundo. los ángeles mos- 
traron á Adán cómo había de labrar y col- 
tivar la tierra, y á Eva diéronle husos para 
hilar y hacer ropa para su marido é tüjos: y 
consolando á los que quedaban muy des- 
consolados, se fueron cantando por dese- 
efaas (1\ en canto de órgano, vm \Tllancico 
que decja: 

iPttra qoé comifr 
<La prñier casada, 
=Pmn qaé cMiutf 
fLa flrste -redada 

'La primer casada. 
-Ella y su marido, 
-A Dios bau iraido 
^Ea pobre posada. 
íPor haber comido 
iLa fruta vedada 

*Este auto fué representado por los indios 
en su propia lengua, y así muchos de ellos 



•I 



- 32:, - 

tuvieron lágrimas y mucho aeniimienio, en 
especial cuando Adán fué desrerradn\ ,i i ■. 
to en el mundo.» 

E^ digno de notar que se cantaran estos 
versos castellanos por remate de un auto 
en lengua mexicana; y más cuando esta se 
prestaba bien A la forma poética. De todas 
maneras, ese villancico de 1538 es la mues- 
tra más antigua que conozco de la poesía 
colonial. 

A todas las fiestas referidas excedió en 
aparato la que los mismos indios de Tlaxca- 
la celebraron 'porlas pacos hechas entre 
el Emperador y el Rey de Francia:» alusión. 
que sin duda se refiere á la tregua de diez 
años njii^trida entre ambos soberanos el 18 
Je Junio de 1Ó3S, Los indios, para aumen- 
tar el brillo de su funciíJn, def^imiiiai on ha- 
cerla el día de Corpus- ic, -.Wce el croniíU 
de que afio, pero íué indudablemenic de 
1539, porque la obra de que tomamos esta 
noticia ^e escribió en 1540. Los españoles 
li:ilifan representado, con igual ocasión, la 
i;onquiíita il' Rodas H), y los indios detei- 



ile 1^ se «mandaron II 



mUniicnL.> de MCiico liay 
upunolM. EaSTdeHanci 
í Alonso de Avila dcnl" e 
ìe lo que rorre. que áU poi 



i.Hguas i caniiaas v oirás co»as 4ue sb le ma 
prarpuaetiialiaSfleilMqut escadbdadbl 



minaron representar la dejerusalén: «pro- 
nóstico que Dios oumpl» vn nuestros días* 
liice el cronista (1 >, pero lUyo cumplimiento 
,iún no vemoà. 

l-;i primera parte de la fiesta, aunque pa- 
s<'' delante del Santísimo Sacramento, que 
estaba puesto en un labLiJo ó cittialso, y 
acompañado de Papa, cardenales y obispos 
lingidos, no fué propiamente un aitlo, sino 
un simulacro de la deseada y no verificada 
conquista de Jerusalén por el Emperador 
Carlos \'. Al efecto aprovecharon losindios 
unos edificios comenzados .-i levantar en 
una llanura inmediata ;í Tlaxcala, y desti- 
nados para nueva casa de cabildo. Hinche- 
ron do tierra la parte ya labrada, que tenia 
de altura un estado, y sobre esc terraplén 
levantaron cinco torres: la m;ls alta en el 
centro, y las otras en los ángulos. Enlazaba 
las torres una cerca almenada, y toda la fá- 
brica estaba muy adornada de flores. Aque- 
lla especie de casi !lo representaba la ciu- 
dad dejerusalén. Knfrente,;i!a parte orien- 
tal, se hallaba aposentado el Emperador: á 
la derecha de Jerusalén quedaba el real del 
ejército español: al otro lado el de las tropas 



mpraron para los >a|ilr""— "■- ' - '— *~ -' 



de los i lascili leen 9 ae v«iincú 

(llu de Corpus esvC a 5 de JoRto, 
:il.. irat.l, capiti! —n 15. 



- 327 - 

dt Nueva España. En medio déla plaza es- 
taba Santa Fé, nombre que trafa luego A la 
memoria la conquista de Granada por los 
.Reyes Católicos, y allí había de situarse el 
Emperador con su ejército. Todos estos lu- 
I gares estaban cercados A iraitaciún de for- 
I talezas. 

Llegada la hora de comenzar el espectá- 
Tcalo, y sentados en el tablado del Santísimo 
Sacramento los que componían la procesidn, 
1 comenzú á entrar en la plaza el ejército de 
I España, en que se distinguían las banderas 
^de SUE diferentes provincias, y en la reta- 
Kiií^rdia iban los alemanes é italianos, »Ha- 
a entre todos pocas diferencias de trajes, 
Fporque como ios indios no los han visto ni 
Fío saben, no lo usan hncor, y poi- eso cñtra- 
r ron todos como españoles soldados, consus 
r trompetas contrahaciendo las de España, y 
l-'con sus atamborci y pífanos muy ordena- 
P dos: iban de cinco en cinco en hilera, á su 
'paso de los atamborcs.' Era general de es- 
Tte ejército D. Antonio Pimentel. conde de 
[_.Bena vente. 

Entró en seguida el de la Nueva España^ 
^repartido en diez capitanías, y los que las 
pormaban vestidos con ricos trajes, -porque 
rtodos cuantos en este auto entraron eran 
Señores y principales.» Iban en la vanguar- 
dia Tlaxcala y México; seguían los liuaxie- 



eos, zempoallecos, mixtéeos, colhuaques, y 
unos -que se decían los del Perú é Islas de 
Santo Domingo y Cuba.> Cerraban lámar- 
cha tarascos y cuatem;iltecos, y capitanea- 
ba á todos D. Antonio de Mendoza, virrey 
á la sazón de la Nueva España. 

Bien se deja entender, que ni el conde de 
Benavente, que nunca vino il México, ni un 
personaje como el virrey Mendoza, toma- 
ron parte personalmente en aquel simula 
ero, sino que algunos seiiores indios los re 
presentaban. Lo propio sucedía con los je- 
fes de los infieles; éstos eran, según el cro- 
nista, D. Hernando Cortés, que hacía oficio 
de Soldán, y D. Pedro de Alvarado, capitán 
general. Había en esto último una doble 
ficción, porque ni los conquistadores podían 
capitanear infieles, ellos que habían venido 
á plantear aquí la verdadera fé, ni las per- 
sonas que desempeñaban esos papeles eran 
los conquistadores mismos. No se alcanza 
la razón que los religiosos, autores ú orde- 
nadores de todas las fiestas, tuvieron para 
agraviar á los conquistadores, poniéndoloíi 
por jefes en el bando de los moros; ni cómo 
se toleraba tan poco honrosa ficción, aun 
por los mismos tlaxcaltecas, que no hacía 
mucho habían peleado de veras al lado de 
los que ahora, en el simulacro, tenían al 
frente como enemigos. 



- :í29 — 

El ejército español fué el primero en s3 
ril campo, cccaminíndose en derechura á 
Jerusalén, y el Soldán D. Hernando Cortés 
le salió al eiicuenlro uon su jfenle ataviada 
á manera de moros. Pelearon un ralo, ylos 
enemigos cedieron, vtlnij-endose á la ciu- 
dad. Iguid cosa sucedió con el ejercito de 
Nueva España, qut- vino ;¡ pplear después. 
Mas presto se trocaron ios papeles, porque 
habiendo recibido los moros un gran refuer- 
zo, hicieron una .salida y vencieron, uno en 
pos de otro, ií les dos ejércitos. Sus capita- 
nes, el conde de Benavente y el virrey Men- 
doza, participaron al Emperador lo sucedi- 
do, por medio de c-irtas que el cronista co- 
pia textualmente, así como las respuestas 
del soberano. Este acudió en persona al so- 
corro de los suj'os, acompañado de los re- r 
yes de Francia y de Hungría, «con sus co 
lonas en las cabezas,- y fué á aposentarse 
;l Santa Fé. Sin desalentarse por el pasado 
revés, acometieron todos á lo.s moros, quie- 
nes no solamente se defendieron bien, sino 
que verificaron otra salida, y rechazaron 
de nuevo á los españoles. En tal aprieto es- 
cribió el Emperador al Papa la noticia de 
lo ocurrido, concluyendo con pedirle que 
vosaríi A Dios por el buen suceso de sus ar- 
nias, «pues estaba determinado de tomar á 
^— ferusalén y ;i todos los otros Santos Luga- 




res, 6 morir en la demanda.» El Papa, COB- 
soltado el caso con los cardenales, contestó 
al En^>erador, diciéodok que ya mandaba 
hacer plegarias en todas partes, y concedía 
no gran jubilro i toda to cristiandad. 

Viéndose por dos veces rechazados, acu- 
dieron también los españoK-s .1 la oracita. 
y fueron A arrodillarse ante el Santísimo 
Sacramento, con el Papa y cardenales. Apa- 
redóseles cotúoccs un áng?l para decirles, 
que Dios había oído sus oraciones: que no 
desmayasen, porque al fin conseguirían vic- 
toria; y que «para auis sefruridad- les en- 
viaría el Señor á su patrono S.intìago- Lue- 
go á la hora cntr<> el apóstol en un caballo 
"blanco como la nieve,, y losc-ipíiñoles lesi- 
guieron contra los moros, que aún estaban 
fuera dejerosalén; éstos se retrajeron á la 
ciudad, y los españoles se volvieron A su real. 
Acometieron entonces á so vez los de Nue- 
va Espajia; pero los moros salieron contra 
ellos, y los obligaron también á retirarse. 
Como la ayuda del apóstol Santiago no 
había sido de provecho, fué preciso ocurrir 
de nuevo á la oración. De nuevo apareció 
el ángel á participarles que Dios habfa per- 
mitido fuesen humillados, A fin de probarlos 
y hacerles ver que sin su ayuda nada va- 
lían; pero que ya vendría al socorro el abo- 
gado y patrono cicla Xueva Esp,-iña, San 



to 

W 

^^ ni 



- 331 - 

Hipiilito. A la promessi siguió el cumplí?! 
miento, porque llegú el santo mártir co u 
ciib.'illo morcillo: juntóse con Santiago, ya 
■ahczu ambos de toda la genie, espaflojí 
j;í india, emprendieron un furioso ataquen 
>&, ciudad. «Todos junios, dice el autor qaffl 
.seguirao.-i, comenzaron la batería, de manc^ 

que lo.^ que en ella estaban, aun en las 
[íorrcs, no se podían valer, de las pelotas y 
que les tiraban. Por las espaldas Uc 
JTerusalén, entre dos torres, estaba hecha 
una casa de paja, harto larga, á la cual, al 
tiempo de la batería, pusieron fuego, y por 
todas las otras partes andaba la batería muy 
recia, y los moros, al parecer, con determi- 
■nacion de Jíntes morir, que entregarse á uin- 
partido. De dentro y de fuera andaba 
tei combate muy recio, tirándose unas pelo- 
tas grandes, hechas de espadañas, y alcan- 
cías de barro secas al sol, llenas de almagre 
mojado, que al que acertaban parecía que 
quedaba mal herido y lleno de sangre, y lo 
mismo hacían con unas tunas coloradas. Los 
flecheros tenían en las cabezas de las viras 
unas bolsillas llenas de almagre, que doquie- 
ra que daban parecía que sacaban sangre: 
rábanse también cañas gruesas de maíz. 
Estando en el mayor hervor de la batería, 
apareció en el homenaje (1) el arcíngel San 



- 333 - 

.Miguel, de cuyiv voz y visión, a^i los moros 
como los criblianos, espanlados, dejaron el 
combate C hicieron silencio. Entonces el ar- 
cángel dijo á los moros: -Si Dios mirase il 
vuestras mjldaUes y pecados, y no ú su gran 
misericordia, yaos habría puesto en el pro- 
tundo del infierno, y la tierra se hubiera 
abierto y tragadoos vivos; pero porque ha- 
béis tenido reverencia d los Lugares San- 
tos, quiere usar con vosotros su mia, ricor- 
dia y cspevitros á penitencia, si de todo co- 
razón á él os convertís: por tanto, conoced 
al Señor de la Majestad, Criador de todas 
las cosas, y creed eB su preciosi=imo Hijo 
Jesucristo, y aplacadle con lágrimas y ver- 
dadera penitencia;» y esto dicho desapare- 
cí i'i,- 

Las palabras del arcángel produjeron el 
electo negado á las armas, porque los moros 
reconocieron su error, é hicieron señal de 
paz. Eoviú el Soldán un parlamentario con 
carta para el Emperador en que se recono- 
cía vasallo suyo: y recibida, se acercó al Em- 
perador A la ciudad, cuyas puertas encontró 
ya abiertas; á ellas salió el Soldán á recibir- 
le y prestarle vasallaje. Tomóle el Empera- 
,;,pr Jv la mrir.n, le llevó adonde cbLaban el 
l'upa ycardcn^iles, delante del Sacramento, 
y allí dieron todos gracias á Dios por tanta 
iiiercid. Lo más singular de este simulacro 



- 333 - 

fué su remate. Trnía consigo el Soldán mu- 
chos al parecer moros, pero que no eran si- 
no indios adultos, prevenidos al intento, los 
cuales pidieron el bautismo al Papa, y fue- 
ron luego allí mismo real y verdaderamen- 
te bautizados. Sólo las circunstancias espe- 
ciales de hi ¿poca y del país hacían posible 
esc fin de fiesta, que dudo se haya visto en 
otra parte. 

Puesto feliz término al simulacro con la 
victoria fingida y la regeneración verdade- 
ra d>; aquellos infieles conlasaguasdel bau- 
tismo, continuó su marcha la procesión, cu- 
ya carrera estaba adornada de arcos y flo- 
res, casi lo misniu que el año anterior, siendo 
lo más notable seis capillas con sus reta- 
blos, y tres montañas muy al natural, en las 
cuales se representaron *lres autos muy 
buenos.» 

Corresponde de derecho al misionero 
ironista hacer la relación de ellos, y volve- 
mos á dejarle la palabra. 

■En la primera (montaña) que estaba lue- 
go abajo del patio alto, en otro patio bajo á 
do se hace una gran plaza, aquí se repre- 
stnió la tentación del Señor, y fu¿ cosa en 
que hubo mucho que notar, en especial ver- 
la representar á indios. Fué de ver la con- 
sulta que los demonios tuvieron para ver 
de tentar à Cristo, y quién serla el tenta- 



L 



- -xa - 

dor. Ya que se deLcrmiiiú que fuese Luci- 
fer, iba muy contrahecho ermitaño, sino que 
dos cosas no pudo encubrir, que fueron los 
cuci^nos y las uñas; que de caiia dedo, así 
de los manos como de los oiés, le sallan 
imas uñas de hueso tan larga^ como medio 
palmo: y hecha la primera y segunda len- 
laciOn, la tercera fuú en un peñón muy al- 
io, desde el cual el demonio., con mucha so- 
berbia, contaba á Cristo todas las particu 
laridades y riquezas que habla en la pro- 
vincia de la Nueva España, y de aquí saltú 
á Castilla, adonde dijo, que además de mu- 
chas naos y gruesas armadas que traía por 
la mar, con muchas riquezas, y muy grue- 
sos mercaderes de paños y sedas y broca- 
dos, había otras muchas particularidades 
que tenía; y entre oirás dijo que t^nía mu- 
chos vinos, y muy buenos, á lo cual todos 
picaron, así indios, como españoles, porque 
los indios todos se mueren por nuestro vi- 
no. Y después que dijo de Jerusalen, Roma. 
Africa, y Europa y Asia, y que todo se lo 
daría, respondiendo el Señor Vade, Satha- 
na, cayú el demonio; y aunque queáii en- 
cubierto en el pentìn, que era hueco, los 
otros demonios hicieron tal ruido, que pa- 
recía que toda la montaña iba con Lucifer 
i parar ¡il infierno. Vinieron luego los án- 
geles con comida para el Señor, que pare- 



- 335 - 

da que venian del ciclo y hecho su acal 
miento, pusieron la mesa y e 
cantar, 

•Pasaniio la procesión á la otra plaza, i 
, otra montaña se representó cómo San Fruí 
cisco predicaba á las aves, diciéndoles pea 
I cuántas razones eran obligadas ;l alabar y* i 
I bendecir á Dios, por las proveer de mante- 
nimientos, sin trabajo do coger ni sembrar 
3 los hombres, que con mucho trabajo 
ftiencn su mantenimiento; ysimisrao por el 
fvestirdeque Diosles adorna, con hermo- 
f.sas y diversas plumas, sin ellas las hilai" y 
l'tejer, y por el lugar que les dio, que es de 
l'aire, por donde se pascan y vuelan. Las 
3S, llegándose al santo, parecía que le pe- 
P dlan su bendición, y él se la dando, les en- 
f cargrt que á las mañanas y .i las tardes loa- 
t sen y cantasen A Dios. Va se iban; y como 
I el santo se abajase de la montaña, salió al 
[ través una bestia fiera del monte, tan íea. 
( que á los que la vieron así de sobresalto les 
■ •puso un poco de temor; y como el santo la 
nvió, hizo sobre ella la señal de la cruz, y 
r luego se vino para ella, j- reconociendo que 
[ era una bestia que destruíalos ganados de 
' aquella tierra, la reprendió benignamente, 
\ y la trajo consigo al pueblo ¡i do rstabati 
[ los señores principales en su tablado, y allí 
la bestia hizo señal que nhcderfa, y dio la- 



- 336 - 

mano de nunca mas hacer daño en aquella 
tierra; y con esto se fué hi fiera á !a mon- 
taña, 

• Quedándose alli el santo, comeiizú su 
sermón diciendo, que miriisen cúmo aqnol 
bravo animal obedecí;! la palabnt de Dios, 
y que ellos tenían razón y muy grande obli- 
gación de guardar los mandamíento.s de 
Dios. . . . j' estando dÍci<;ndo esto, salió uno 
fingiendo que venía beodo, cantando muy 
al propio que los indios cantaban cuando 
se embeodaban, y como no quisiese dejar 
de cantar y estorbase el sermón, amones- 
tándole que callase, si no, que se iría al in- 
fierno, y él perseverase en su cíintar, llamó 
San Francisco á los demonios de un fiero y 
espantoso infierno, que cerca á ojo estuba, 
y vinieron muy feOs, y coa mucho estruen- 
do asieron del beodo, y daban con ¿1 en el 
infierno. Tomaba luego el santo á proce- 
der en el sermón, y salían unas hechiceras 
muy bien contrahechas. ... y como también 
estorbasen la predicación, y no cesasen, ve- 
nían también los demoiiiuri, y poníanlas en 
el infierno. De esta manera fueron repre- 
sentados y reprendidos algunos vicios en 
este auto. El infierno tem'a una puerta fal- 
sa, por donde salieron los que estaban den- 
tro; y salidos los que estaban dentro, pu- 
siéronle fuego, el cual ardió tan e-spitntosa- 



J 



bì 

et 



mente, qiie pareció que uadie se habia es- 
capado, sino que demonios y condenados 
iodos ardían, y daban voces y gritos los 
demonios, !o cual ponía mucha grima y es- 
panto, aun á los que se sabían que nadie se 
quemaba. Pasando adelante el Santísimo 
"^lacramento. había otro auto, y e^'a del sa- 
'criíicio de Abraham, el cual por ser corto, 
y ser ya tarde, no se dice más de que fué 
bien representado. Y con esto volvió la pro- 
cesión á la iglesia.' 

Es muy probable que todas estas fiestas 
'de Ttaxcala fueron dispuestas por el P. Fr. 
'üribiodeilji-^linía, guardián de aquel con- 
vento; y señaladamente parece haber sido 
suya la del simulacro dejerusalén. Hácelo 
creer así la circunstancia de figurar en él, 
como capitán general de los españoles, el 
conde de Benavente, señor del pueblo natal 
¡del padre, y á quien éste dedicó su Historia 
4e los Indios de Nueva España. Si los de- 
más escritores hubieran puesto igual cuida- 
do de trasmitirnos la relación sustanciada 
de las fiestas deotras partes, tendríamos hoy 
gran copia üe datos para escrihir la hislo" 
ria de las representaciones sacras en Méxi- 
co. Mas no fué así, pues por lo común se 
contentaron con la mención general de 
ellas, Algo se encuentra, sin embargo, y es- 
to poco se aumentaria, sin duda, con un de- 




tenido examen lie nueslvHs ineatimables 
crúnictts inoniisticas. 

No en los pueblos solamenic, sino tam- 
bién en la capital de México, hacían los in- 
dios sus representaciones de asuntos sagra- 
dos. Fué muy célebre la del auto del Juicio 
final, compuesto en lengua mexicana por el 
gran misionero Fr. Andrés de Olmos, y re- 
presentado en la capilla de S.José de Natu- 
rales (1), á presencia del Virrey D. Antonio 
de Mendoza, del Obispo D. Fr. Juan de 2u- 
márraga, y de un ffran concurso de gente, 
así de la ciudad como de la comarca. Cau- 
só grande edilícaciún á todos, indios y es- 
pañoles, 'para darse illa virtud y dejar el 
mal vivir, y & muchas mujeres erradas, pa- 
ra, movidas de temor y compungidas, con- 
vertirse á Dios. La mayor parte de los es- 
pañoles quedarían aj'unos, por no entender 
la lengua, y de seguro así sucedió al virrey 
y al obispo, No se asigna fechad esta fies- 
ta; mas como Mendoza llegó en 1535 y el Sr. 
Zumárraga murió en 1548, hubo de verifi- 
carse forzosamente en uno de los años in- 
termedios, 



pte. I, cap. 31.— Bi 
presentado en la iglesia 



I 

m 



lili la Historia de Dávila Padilla (1) en- 
cuentro mencionadas las fiestas hechas por 
los dominicos en Etta, pueblo de Oajaca, el 
,año de 1575, que terminaron por cierto trá- 
gicamente. Era entonces guardiiin de aquel 
._convento el P, Fr. Alonso de la Anuncia- 
[CiÓn, y dispuso para el día de Corpus una 
represeiitaciún de la Sagrada Escritura 
que sirviese para declaración del miste- 
rio,» por ser «cosa muy acomodada al natu- 
ral de los indios, representarles con estas co- 
pas exteriores las que profesan en la fé-> Fue- 
'n del palio de la iglesia, Alapartedeoricn- 
hicieron de prisa un corredor i'i soportal 
lara que sirviese de abrigo al Santísimo 
¡acramcnto, dumnlc In representación del 
;áuto. Sali<J la proccsiiJn con la porapaacos- 
imbrada, llevando l.i Custodia Fr. Alonso, 
cuando llegó al corredor, se colocaron 
ijo su sombra las cruces, las andas y el 
lautísimo Sacramento. Sentáronse también 
allí Fr. Alonso, otro religioso su compañe- 
ro, y todos los principales del pueblo; pero 
cargó tanta gente sobre el techo, que se vi- 
no al suelo en medio de la representación. 
cogiendo debajo á cuantos había cobijado 
su malífica sombra. Ciento veinte fueron 
los muertos, muchos más los heridos, y en- 
ti, (;ap. aa Tambiín Buküoa, Croírafica des- 



- a» - 

tre ellos ci P, Fr- AltMiso, á quieu sacaron 
ÙK entre los escorabros eoo las piernas que- 
bradas por variai partes, y rotos ó desen- 
cajados casi todos los demás huesos. Et 
otro religioso, que estaba menos lastimado 
por haberse colocado algo afuera, acadí<3 á 
sacar el Sacramento, á pesar de que aún 
caian vigas v piedras. Tuvo la dicha de en- 
contrar intacta la Custodia, y aunque cayó 
con ella al salir, logró ponerla en saJvo. Fr. 
Alonso sobrevió solamente dos horas á 
aquel ínnesfo acontecimiento, que llenó de 
luto y consternación al pueblo. 

Terminaba ya el siglo decimosexto, cuan- 
do el franciscano Fr. Francisco de Gam- 
boa instituyó en México una cofradía de 
Nuestra Scfiora de la Soledad, cuyo asien- 
to era en la capilla Je San José, y or- 
denó á los naturales la estación de los vier- 
nes, de que formaba parte un sermón, y du- 
rante él se representaba algún paso de la 
Pasión de Xucstro Señor. Serían induda- 
blemente representaciones raudas, pues de 
otra suerte eran incompatibles con el ser- 
món. Por aquel mismo tiempo introdujo el 
historiador Fr.Juan de Torquemada unos 
autos, á que dieron el nombre de iieixcutti 
Hi, que en lengua mexicana significa «de- 
chudo» ó "ejemplo,. Hacíanse los domingos 
por la tarde, después del sermón, y se acos- 



n 



- 341 - 

tumbraban todavía un siglo después (1). El 
mismo historiador compuso, en lengua de los 
indios, muchas délas piezas que se ejecuta- 
ron,y algunas escribi(3 su maestro, el gran 
nahuatlista y fecundo escritor Fr. Juan Bau- 
tista. De todas, y de otras de propia cose- 
cha, se aprovecharon los demás religiosos 
en los diversos lugares donde introdujeron 
la propia costumbre; pero no ha llegado á 
nosotros eltexto de ninguna (2). 

Las representaciones de pasos dé la Pa- 
sión continuaron por largo tiempo, aun des- 
pués de haber cesado las de autos sacra- 
mentales, y llegaron hasta nuestros días, 
suprimida la p^irte hablada, como en \M del 
P. Gamboa, y conservando sólo la figurati- 
va, acompañada de sermones. Conforme lo 
pedía el contexto de éstos, se iban ejecu- 
tando las acciones. Todos recordamos ha- 
ber visto no há muchos años, él prciidiintei¿' 
tñ, lAs tres Cuidas, el d ascendimi cut o, y 
otras escenas de la Pasión figuradas al vivo, 
aun dentro de la capital y en los pueblos 
comarcanos: último recuerdo de aquellas 
alegres y d .i votas solemnidades estableci- 
das por los antiguos uiisioneros. 1^1 refina- 



[1J lí»9). -MncTf 17. «Hubo en dicho hur>pital de jesús 
Nazareno nescuítile en mexicano, del pudre Zappa* i>/íi- 
rio de RoBKF^, tom. II, pág. ?/) 

pl TüKQUiiMAD.v, Monarquía Indiana, lib. XX, cüp. 
79. Bktaxcoi'r r, Mctioio^io, 'Si de Julio. 

T. II -43 




- 342 — 

miento de nuestros días condenaba esas 
fiestas, conaiderándolas como farsas grotes- 
cas, indignas de una sociedad culta, y muy 
ajenas del respeto debido á la Divinidad. 
Juzgábase con espíritu muy diverso del que 
nnimaba a los que tomaban parte en ellas. 
Lo que par^ los escrupulosos, ó tal vez in- 
crédulos, no pasaba de un espectáculo ridí- 
culo, era para el sencillo pueblo un recuer- 
do vivo del incomprensible sacrificio del 
Hombre-Dios, y un acto de verdadero cul- 
to á que contribuían con afectuosa devoción. 
Mas como no solían participar de ella todos 
los espectadores, especialmente en liis ciu- 
dades, habrta convenido que la autoridad 
competente suprimiera tales espectáculos; y. 
tambiín porque algunos excesos, inevita- 
bles, por lo demás, en toda reunión nume- 
rosa, daban gran pábulo á la censura, que 
en otra materia se habría mostrado menos 
severa. Al fin, no un afectado escrúpulo, 
como sucedió con los autos sacramentales, 
ni el deseo de evitar desórdenes, que en 
otfas cosas se toleran, sino una persecución 
descarada á ht Iglesia, vino A cortar la dis- 
cusión y pu.so termino ;í las representacio- 
nes reügiosiis, dujanJo en cambio entera 
libcrliid á las profanas para llegar ;l la mis 
rigurosa inmoralidad. 
Pero hagamos :i un l;iüo ni-niiniscencias 



- 343 - 

enfadosas, para tomar de nuevo el hilo de 
la narración, y referir cómo celebraban 
aquí los españoles la fiesta del Corpus Chris- 
ti. No puede caber duda de que quedaría 
establecida luego que se fundó la nueva 
ciudad; pero la primera mención que en- 
cuentro de ella está en el acta del cabildo 
de 9 de Enero de 1526. Ese día se presen- 
taron los sastres pidiendo un solar para 
edificar á su costa una ermita y un hospital, 
en que se alberguen los pobres, y de donde 
«saliesen sus oficios el diade Corpus Chris- 
ti,» lo cual da á entender que ya desde an- 
tes se acostumbraba hacer la procesión. 
Para salir en ella estaban reunidos los con- 
cejales en la iglesia mayor el 31 de Mayo 
del mismo año, cuando recibieron la carta 
de Cortés en que les avisaba su regreso de 
la expedición de las Hibueras. 

'fres años después, á 24 de Mayo de 152'^ 
se arregló el orden en que habían de ir /os 
oficios, esto es, los oficiales de las diversas 
artes mecánicas, capitaneados por sus alcal- 
des, y llevando las imágenes de sus santos 
patronos. Motivo del acuerdo fué que había 
habido dij ciencia, ó sea disputas, entre los 
oficios, acerca del lugar que habían de ocu- 
par en la procesión, y se mandó expresa- 
mente que «los armeros fueran junto al ar- 
ca del Santísimo Sacramento,^ En 1033 se 



repitia el acuendo más circunstanciadamen- 
te, como se vé en el acta de 10 de Junio, que 
dice asi; «Este dia dijeron, que por cnanto 
es necesario haya orden en cómo han de ir 
los oficios é oficiales que los sacan, en la 
fiesta de Corpus Christi, porque de no la 
haber ha habido diferencia entre los dichos 
oficiales los años pasados, mandaron que la 
arden que en lo susodicho se ha de tener 
sea, que después de tos oficios é juegos de 
los indios, vayan delante los primeros en la 
dicha procesión los hortelanos, y tras ellos 
los jigantes, y tras los jijantes los zapate- 
ros, y tras los zapateros los herreros y cal- 
deros, y tras estos los carpinteros, y tras 
los carpinteros los barberos, y tras los bar 
beros los plateros, y tras los plateros los 
sastres, y tras los sastres los armeros, y 
mandaron que los oficiales de los dichos 
oficios vayan con !os dichos oficios en pro- 
cesión, en los lugares dichos, é que los dos 
ofcios vengan é se pongan el dicho dia, 
luego de mañana, en la plaia mayor, y en- 
tren en la iglesia por la puerta que está á 
la dicha plaza, y hecho su acatamiento al 
Santo Sacramento, salgan de la dicha igle- 
sia por la puerta que estú hacia el corral (Je 
los toros y vayan en la dicha procesión por 
la Orden dicha.» Siguen las penas contra 
los que faltasen A lo mandado. La prcferen- 



n 



- ;}4r. - 

cía dada á los armeros sobre los dümiis ar- 
tesanos, revela el espíritu de la época; mas 
no la conservaron mucho tiempo, porque en 
1337 (18 de Mayo) pasó A los plateros, en ra- 
zón ¡í que sacaban la imagen de San Hi- 
pólito, patrono de- la ciudad, y era justo 
lionrarle. El acuerdo antes copiado demues- 
tra que en la prorcsiiiu había jiganles {y 
probablemente /arasail i'l), y que salían en 
ella, no sOlo los españoles con sus oficios, 
^ino también los indios con los suyos. Figu- 
raba ademiis en ella el diablo cajuela (2). El 
camino que todos seguían, era entrar por 
la puerta de la antigua iglesia mayor que 
miraba al sur, y salir por la que dalia al 
EiitpL'íiraflillo, donde estaba situado el co- 
rral de los toros. 

Ese mismo año de 17)33 hubo f^randes dis- 
cordias entre el ayuntamiento y la Audien- 
cia, sobre quiénes habían de llevar las va- 
nii Las noiidns cltirUa uci^rc» de Li lavasca.no se 
rcmoniiin más que al uno de iTOi. iSaliú nycr tarde v hov 
i-:6t¡i Mavo) [arasen niic>-ft de siete i^itbeiiiü, y naduru 

derniroilfl la Caicdral (dici- '--'■ *■— ■■- — -— - 

ul Uesipo de iHf vispcTRs, 



• Wn nombrado eo el 
Ifioen CK» liettteor 
e5 íiirern:tlc5 ■ (Pan, 



ras del palio de la procesión. Aunque la 
ciudad sostenía que esa prerrogativa le to- 
caba, por ser así costumbre en las ciudades 
de España, se mostrO llana á cederla en fa- 
vor del presidente y oidores, lo cual les hi- 
zo presente por medio de un escrito- Mas la 
Audiencia dispuso que el palio tuviera ocho 
varas, y de ellas llevaran cuatro los oido- 
res, y las otras cuatro ¡os oficiales reales, 
tesorero, contador, factor y veedor: ordenii 
t.ambitín que cuando sobrasen varas ó las 
dejasen los que tenían derecho ;í ellas, el 
cabildo proveyera. Insistití la ciudad en su 
acuerdo, considerAndose agraviada por el 
del Audiencia; pero descando evitar dispu- 
tas, ocurrió al provisor para informarle de 
lo que pasaba, porque «ellos no entendían 
de ir en la dicha procesión, hasta que S. M. 
lo envíe proveído.» La determinación era 
grave, si se atiende á I;i importancia que 
tenía entonces la municipalidad de México, 
y estuvo á punto de ocasionar un tumulto. 
No aparece en el Libro de Cabildo lo que 
por aquella vez se ejecutó; pero al año si- 
guiente se repitieron las desavenencias y 
volvió i\ alterarse el pueblo. La ciudad se 
quejaba, en uno de sus cabildos, de que e! 
presidente y oidores hablan dado liís varas 
de! palio srf quien quisieron, contra lo que 
en esto los dichos presidente ¿ oidores tic- 



- 347 - 

tien mandado: todo en ofensa é injuria desCa 
dicha ciudad, justicia éregidores é repúbli- 
ca de ella,' y protestaron defender por jus- 
ticia sus derechos. Mal saIii;ron al fin en el * 
negocio, porque, como refiere Herrera (1}(.1 
informado el rey deesas diferencias, 
que le pesfi mucho, porque demiís de ser < 
cosa en que Dios era muy deservido, no era 
buen ejemplo para los naturales,» mandíi 
c-n 1534, que 'Siempre que se hallaran pre- 
sentes el presidente y el Audiencia Real, 
que representaban la persona del rey, el 
dicho presidente diese las varas A quien le 
pareciese, prefiriendo el presidenie, prela- 
dos y señores de título, marques y conde, y 
después & los oidores, y luego los oHcialtis 
propietarios, y después los regidores más 
antiguos, sin escándalo ni desasosiego al- 
guno.. Para tan pocas varas era mucha 
gente esa, y rara vez podrían los capitulares 
alcanzar parte en aquella honrosa distinción . 
(2). A muchos parecerán hoy frivolas tales I 
disputas, y no es extraño, cuando la devo- 
ción T el espíritu de cuerpo han dejado el 

[II Hlslniia Bi-HCFiil i/i- lashechos dt las Casltllanos, 
D¿L.'.^VJ!h.fi,cap. M. 

hnbolitsmas ndelu] 




puesio ;i l;i dfScrt't-iK'ia, y ¡l la soiJ ^.lu pro- 
vecho personal. 

En los libros de Aci;is del Ay un la miento 
de México, correspondientes ;l los ;iños de 
1524 !Í 1542, únicos que han estado á ini al- 
cance, nada hay referente ;l presentaciones 
sacramentales; pero sobran pruebas di su 
anligtledad entre nosotros. Vacl austero D. 
i'r.Juan de Zumárraga, pi-imer obispo de 
MOsico, -habla vedado por causas justas 
í[i.\c !c movieron, los bailes y danzas profa- 
na* y rcpreseiilacioiics poco hoiicflíi^, que 
se hacían en la proc ■ ^iún {jenenil de la fies- 
ta de Coi-pus Christi, donde tanta atención 
y reverencia se requiere. V Aun, para de- 
jar mds fundada osla reformación, jun- 
tamente con unu muy provechosa doctrina 
cristiana que 61 mismo compuso, hizo im- 
primir un tratado de Dionisio Cartujano, 
del modo cómo se deben hacer las proce- 
siones con reverencia y devoción- (1). E.'íÍs- 
te, en efecto, ese tratado, y no una sola edi- 
ción de él, sino dos: en l;t segunda, mis co- 
piosa, é impresa probablemente en 1544 .6 
1S15, añadió el Sr. Zumiírraga un apéndice, 
del cual extractamos lo que hace H nuestro 



ni MesaiKt*. Nisloria Eclefiosti>:a Jiidiatia, lib._V, 
Croml)ers'er> 



ule. I, cap. ?J. La priioern edicldtidi _. 

Ja. »Kunda impresft con ]□<! mismos i-nrnctprer, na tiene 



- 349 - 

'■ propósito, no siilo como dato histórico,^ 

también pani mueslra del riguroso y casti- 
zo estilo dt- aquel venerable varún, tan i-a- 
lumniudo como digno de vespeto. Dice así: 
^V ch'ili tle í^run dcsaciito y desvergüenza 
parece que ante el Santisiino Sacramento 
vayan los hombres con ni;lscaras y en há- 
bitos d^ mujeres, dan;iando y saltando con 
meneos deslionesios y lascivos, haciendo 
estruendo, estorbando los cantos de la Igle- 
sia, representando profanos triunfos, canto 
el del Dios del Aiiiur, tan deshonesto, y aun 
:i las personas no honestas, tan vergonzoso 
de mirar; cuánto más feo en presencia de 
nuestro Dios; y que estas cosas se mandan 
hacer, no á pequeña costa de los naturales 
y vecinos, oficiales y pobres, compeliéndo- 
les ií pagar para la fiesta. Los que lo hacen 
y los que lo mandan, y aun los que lo con- 
sienten, que podrían evitar y no lo evitan, 
a otroque Fr.Juan Zumárraga busquen que 
los excuse. V por estas burlerías, y por 
nuestros pecados permite Dios tantas here- 
jías cei"ca de este .Santísimo Sacramento. 
Rn verdad, corazón lastimado que teme el 
castigo de Dios, hacL- decir eso, Y si des- 
pués de visto y entendido este tratado, al- 
guno osase favorecer estas cosas así conde- 
nadas, yo me escandalizaría del tal, y lo 
ternía no sé por quién, y no sería en poco 
T, n,-fli 




perjuicio de su alin;i, y de hi doctrina que 
se enseña A estos naturales. Y por sólo es- 
to, aunque en otras tierrius y gentes se pu- 
diese tolerar esta vana y profana y gentlli- 
Cíi costumbre, en ninguna manera se debe 
sufrir ni consentir entre los naturales de es- 
ta nueva Tgksia. PorquL- como de su natu- 
ral inclinación sean dados A semejantes re- 
gocijos vanos y no descuidados en mirar 
lo que hacen los españoles, antes los imita- 
rían en estas vanidades profanas, que en 
las costumbres cristianas. Y demás de es- 
to haj- otro mayor inconveniente por la cos- 
tumbre que estos naturales han tenido de 
su antigüedad, de solemnizarlas fiestas de 
sus ídolos con danzas, sones y regocijos, y 
pensarían y lo tomarían por doctrina y ley, 
que en estas tales burlerías consiste la san- 
tificación de las fiestas; y solo este incouve- 
niente es bastante para que no haya seme- 
jantes vanidades en esta nueva Iglesia. Mas 
que lodo se haga ¡i honra y servicio de Je- 
sucristo, á quien sea la gloria para siempre. 
Amen.» 

Severo en verdad se muestra el Sr. Zìi- 
márraga en su censura de ios regocijos que 
solían aiíadírae á las fiestas religiosas. Lle- 
vado de su celo, y juzgando por los abusos 
que presenciaba, no se detenta en conde- 
nar absolutamente todo lo que no fuera c 



— Ti'ú - 

religiosa, prescrita por la Iglesia. 
Su opinión, sobre lodo en lo relativo á la 
influencia perjudicial de tales espectiícu- 
lus en la fé de los conversos, es contra- 
ria ;i la que antes hemos manifestado, con- 
formándonos con la de todos los misione- 
ros. Mas no es imposible conciliarias. L;i 
üescripciún misma que el Sr. Zumárraga 
hace de los festejos qtie rcprucbíi, patenti- 
za que eran indecorosos y censurables. No 
hallamos tales vicios en las fiestas de los 
misioneros, sino antes bien regocijo hones- 
lo y útil enseñanza. El celoso obispo se re- 
fiere claramente á ciertas solemnidades íÍv 
los españoles, y esas prohibió con justicia, 
porque danzas deshonestas, máscaras, truc 
ques de trajes y farsas del triunfo del Amor 
profano, no podían menos de ser de daño- 
so ejemplo para los naturales, y no eran 
de permitirse nunca. Pt'ru Je esto A la re- 
presentación devota de asuntos sagrados 
para instrucción de un pueblo que no sabia 
leer, hay distancia infinita, y el abuso no es 
regla para condenar también el uso prove- 
choso. 

La prohihiciún del Sr. Zumárraga conti- 
nuó en vigor hasta su muerie, acaecida el 
3 de Junio de 131f. En Ía sede vacante vol- 
vió A permitir el cabildo los bailes y repre- 
sentaciones de la fiesta del Corpus; y A es- 




te propósito cuenta un antiguo cronista, que 
i-stando todo dispuesto pnra dar principio 
aiaíuncíóniyítparejaf/os ios reprcseii/auffs. 
lloviú tanto por la mañana (cos;i poco co- 
miin en Mixteo), que no fué posible sacar 
la procesiiin ni hat-cr fiesta alguna. Toind 
aquello el cabildo por un aviso del cielo, y 
revocó el permiso, dejando en pié, mientras 
duróla vacante, el mandamiento del vene- 
rable señor obispo. 

No sabemos cuándo volvió á quedar sin 
efecto; pero en 1^65, el cabildo eclesiástico 
estaba tan lejos de la opiniún contraria á 
los autos, que el 18 de Mayo acordó dar ca- 
da aflo -una joya de oro ó plata, de valor 
de hasta treinta escudos, á la mejor re- 
presentación ó letra que se liieiose para re- 
presentarse el día de Corpus, . V el Ayun- 
tamiento, por su parle, ofrecía también joyas 
con igual destino (1). La disposición del Sr. 
Zumárraga fué al fin reducida á sus justos 
límites por el Concilio tercero mexicano, 
celebrado en l.íítlj, el cual, siguiendo el 
ejemplo de otros concilios y prelados, pro- 
hibió en las iglesias «las danzas, bailes, re- 



tf^eseníaciones y ca^aios pyo/anos, 
[■■tí día de la Natividad delScñor, c» laJiesU 
I "del Corpus y otras semejantes.» La prol 
1 'bición, como se vé, no er:i absolutíi, porqw 
I -se refería únicamente, y con rancha razóttj 
l-á los regocijos profanos que se hacían 
\ ios iglesias, dejando en uso los demás. Asi 
' lo confirman las palabras que siguen: ~ 
, ro si hubiera de representarse alguna his- 
toria sagrada, ii otras cosas santas y útiles 
al alma, ó cantarse «Igunos devotos him- 
i. preséntese un mes antes al obispo, pa- 
Lrraque sea examinado y aprobado por élg 

En tranquila posesión quedaron las re- 
lipresentaciones piadosas, y por todo el siglo 
I siguiente las vemos continuar figurando, 
l^sí en la festividad del Corpus, como en la 
Vbctava de la misma, en las entradas de 
Urreyes, y en casi todos los festejos destina-j 
•fños á celebrar sucesos faustos. Ya en, 15' 
I *«ntre otras grandes y aparatosas demostrj 
Clones hechas para recibir tas reliquias qm 
. el Papa Gregorio XIII envió á los padri" 
j'-'suitas de la provincia de México, repre- 
.sentaron los coiegiales una Truiccrii 



4 




— ^i - 

co actos, que esiste impresa, intitulada 
Triunfo de los Sanios, en que se representa 
la persecución de Diodeciaoo, y la prospe- 
ridad que se siguió con el imperio de Ctms- 
tantiao. Figuran en esa obra S. Silvestre, 
papa; Constantino, Daciano, adelantado. 
Cromado, presidente; S. Pedro. S, Doro- 
teo, S. Juaa j- S. Gorgonio; dos caballeros 
llamados AJbinío y Olimpo; un Nuncio y 
su secretario; dos alguaciles; la iglesia, lu 
Fé. la Esperanzo y la Caridad: la Gentili- 
dad, la Idolatría y la Crueldad (0. 

Dúnde, cómo y por quién se representa- 
ban aquí en el siglo XVI. los autos sacra- 
mentales, son puntos envueltos en grande 
oscuridad. Lo probable es que. como en to- 
das partes, comenzaran por encontrar asilo 
en los templos- y actores entre las personas 
eclesiásticas. Así lo indica González de Es- 
lava en su Coloquio X, haciendo decir á la 
Presumión, que iba A la iglesia á ver los 
monacillos que recitaban p/ Esgrima, titulo 
ds ese coloquio. Después salieron las jHe- 

(11 Carla ilcl Padri' Pe-ìro ./.■ Jítitales. ilf la Coiitpa- 
aia de Jesus, para el M.Ji.P.JíVc-rardeUtrcHriano.<;c- 
neral ¿ft la misma Compañía, En giiese da retacian lie 
Is ftstivldad gue en esta tnsigH' títiHaá de ilifximf ài- 
io este olla de íelenla y ocho en la coloca'ioH de tas Sau- 
las Reliquias Bue üHeaíro nuiy Santo Fadre Crtgvrío 
X/IJltsarviil. Míxico. por Antonio Ricardo, 1579, enS° 
— Nanea he visto esie libro; i an «mfBO residenle «n Eo- 
T-opa, quc'posee ua tleniplar, debo Ui nolicla 4e la trnEC- 
riiH y íe s«3 pcrtoníiji.";. 



p 



■tís ala calle, ylas eiecutaban representatt-l 
;es de profesión, según se ve 'en documentos J 
^del siglo XVII (11. 

Respecto al aparato ericénico, ó sea lo qù^ 
^entonces se llamaba las apavìoicias. no s " ' 
Mno Io que se desprende de las acotaciones ' 
de los Coloquios de Eslava. A juzgar por 
ellas, no faltaba tramoya. Para la represen- 
tación del Coloquio X se necesitaron siete 
fuertes; igua! mimerò de puertas, con sus j 
geroglfficos y letras, exige el Coloquio VII, 
En el VIII se vé la.ftgiira del Apocalipsis; 
en el IX al mismo tiempo que se abre la tie- 
rra y síilc de ctla !:t Vcnlaii, aparece en lo | 
alto una nube que también se abre para de- ' 
jar ver la Justicia: en el XI Uay asimismo 
un lugar que se abre, y descúbrela imagen 
del Crucificado. Pero hay cosas en las ta- 
jes acotaciones, que no se alcanza cómo pu- 
jpcularse con perfección: tales son, ' 



Sejanio cai» de Corpu-~ -«Pusiéronla I 
joiaen ti iiijar acosuimbrado para \a comedia, y oyOla 
I virev. audiencia y tribunale*, v nleunosprebcndaOM.- 
\ffíi. lOct.n-a de Corpu»l,-.E-£nvo ti tnhlndo donde «e 
'pri.vtTili) 1.1 comediOi ni lado izquierdo de las nndns don- 
i'i-iinha l'I Sanllslmn Sacramento,* 



lEnlr 



—Diario lie Guiio, piíís. 



I" i.i procc^Mn huiítii la 
■ iiliiJiu miiiiln Je i 

■ I pi'fsrlltü/l/í' Illl^Hdo-l 

. hii la liosiailc CwpwlM 
kit Ci^l 



íiív^r^vif 




— 366 — 

ca tí Coloqnìo m, la aparìcióii de dos pe- 
rrctt. qix á tìsU del público dan muerte á 
U AéMÙKtém y la VaMogíoría. y en el XM. 
U caccTÚ en que s^iie ^m« imtltitud de 
2fes T anhnales. fa(n~endo de kiá cazadores, 
de los perros y «Je l<[* halcoaes. A tal pan- 
to grave es U diíicnltad de poner todo eso 
en escena, qae hasta podría dudarse ai el 
Coloquio se U^ó á representar realmente. 
Mas aquellos sencilloà espectadores no eran 
tan exigentes como los dt- nuestros días, y 
es de creer que dos muchachos se eitcarga- 
rian de desempeñar el papel de ios perros 
del Coloquio HI, de la mUma manera que 
contrahacían otros animate^eu las fiestas de 
los indios; así como que U cacería del XVI 
se reduciría á unas pocas figuras de bulto 
y á alguna teta en que esru\-íera pintado lo 
demás. Xo era entonces más aventajado el 
aparato escénico de oíros pueblos, y es co- 
^nún hallar en las acotaciones úp las piezas 
dramáticas, frases como éstas: -salgan los 
que pudieren, 'ó 'hácrríSc esto lo más al pro- 
pio que se pueda.- En el auto del Hijo Pró- 
digo, áel maestro Valdiviclso ipoíiterior á 
Eslavaj, pide el ;ir2:umcnio que salga el 
prolagoni:íta "Con una artera y unos lecho- 
nes tras íl, acosándok-,' y hay una nota 
concebida en estos términos: ^Dentro el 
pródigo, Sí' tío es i/iir sp piuUescu veslir 



i' 

i 



estir \/\ 

J 



- 357 - 

niicluichua de lecfmiicn, que !í:i 
F estorbasen la comiiia.i 
Aun más interesante que esto seria ( 
^veriguar cuáles eran las piezas que ein 
tonces solían representarse, y los nombrcí 
íle sus autores. Confieso mi ignorancia ca¡ 
iste punto. Acaso alguna vez se cellari^ 

j de las piezas más aplaudidas en E¿"1 
*aña; pero no faltaban, por cierto en Méxi- 
I, antes sobraban (1), ingenios floridos que 
inscribieran obras apropriadas al canlcter 
¡f costumbres del nucv'o pueblo, bacif-nJo 
facHsada la repetición de las ya conoci- 
Rs. Que asi pasaba, bienio dan í enten- 
der In'J prrmios que ambos cabildos ofre- 
PLiniHa mejor rumposici(5n poética, y se 
lonfinna con otros datos. Mas s();i i;iuy ps- 
' casas las muestras q;ii.> mi ; han quedadu á ■ 
las poesías del siglo XVI, y no tenemus co- 
legidas en un cuerpo, aunque no completas, 
,sinij las de nuestro Herx.ís Go.vzAlez de 
list- A VA. 

NoEaltab i noiiciadL-l a ilory dfsiis obnií;. 
Eguiara le diii lugar t a -.u liihlio!. :u Mexi' 



!•) Con pnlHbrasinfliier 



XI eanarAa ü 



- a^ - 

Cíiii/i (1>, y BerisUiin le mciuionn irfs veces 
en l:i suya (2); pero ni uno ni otro nos dicen 
nad.i de su vid.i. El P.Busiamanle, su ¡imi- 
go y editor, malgastó el prólogo del libro, 



[I] Kl arlieulo de Eguiara se encutntni ìo Ih parte 
3t su Biblioirca que nn se Imprimiú. Por cso le IMslado 

'""'.d"'i!^Éhdl\akbus GonìAlki de Eslava, naiione, ut 
vUenir.me^cicanUSipi-csbvtcr seeCDlaris, jam Dllm poetica 
laude Ita Mexlcl exceltnll:, nt Divini iginomen vntlii ea 
mate reluierit. Awertorìs ooslr! acvindicis myaleria, 
Actaque allqoot hlspaniar — '— " '" • """ 

-^.-^. .'ÌlÌ»hont"- 

lavll, colente namlneiin solemni D. b. Pi'tro Moyii ili' 
tTontrcrna, Archiepiscopi Mexicani inaueu melone nppu- 
iKescrlnsit. varllquepóemataareamcntl, propltlls Hu- 
sl» elTndlt, equlbua sacra molta nere uno comprehensu 
1-niiinilne in i.', quod poithuioua exilt, cura et studio Pa- 
Fei'dinandf Vello de Bustamante. Ordlnlt S. Aeustl- 

II !_ .,-,.i_ »_* ^^„„-T1 TTT ir*]^... 



ni Provincia! Hex 

amicttlu conjanclus a 



:t, de i> 



e, tal\s 
leSibSi 



_.SLni intlnu 

ut In proctnlq ad lectoi'en 



iftin.in— <.<■ 



A iD. Fernanilo Gonsá 



le apuntar sa lliolo ufi» je: 'L 
<n de las poesfns que campuso 
•"— " lo cual no Impide que i 



llenándole con lugares comunes en looi- de 
la amistad, y olvidó totalmente informarnos 
de lo que más nos interesaba. Eguiara, I 
puntual en citar sus autoridades, ninguoS 
señalaba á su artículo: es visto que le foi' 
mó únicamente con lo que pudo saci 
i. obra misma, y no Iiizo más que adornar esos 
[■pobres datos con svi habitual verbosidad. 
I Beristain nada adelantó, y por mi parte, na- 
l.rfn tampoco he encontrado en cuantos au- 
j tores antiguos he recorrido. Me admi- 
praría esesilencio, trat;lndose de un poeta 
ptan notable, si no estuviera yo acostumbra- 
«lo ya á la suma escasez de nuestras noti- 
Fcias históricas y literarias. Sospechas te n- 
I ifo, y nada más, de que Eslava era andaluz, 
Ly tal vez de Sevilla: las (uado en la mención 
ft.que hace del campo tic Tablada; en el uso 
|de algunos provincialismos andaltiees, 
; con frecuencia hace rimar palabras cobJ 
_ B y con s, dando á entender que para Olera 
una misma la pronunciación de ambas 1» 
tras, y sobre todo, en que casi siempre atri 
huye aspiración á la h. De todas mr 
no puede quedar duda de que estos Colt^"! 
quius y Poesías se escribieron en MiSxico: 
asi lo patcntiz m la mezcla de algunas pala- 
oras aztecas, y las continuas alusiones á 
sucesos, lugares ó costumbres del país. 
veces puede señalarse fecha aproximadad 



L 



las composiciones, y de ello resulti! que se 
escribieron entre 15ó7 y 1599 ó 16CW). Colo- 
quios hay que no se conforman coa l¡i deli- 
nición que de los Autos Sacrnineulfiles nos 
da el Sr. González Pedroso, diciendo que 
son -obras dramáticas en un acto, en loor 
del Misterio de la Eucaristia' (\}. Tenemos, 
en primer lugar, que no todos son precisa- 
mente en loor de ese Misterio, y luego que 
el III y el XVI no constan de un solo acto, 
sino que el uno tiene siete jornadas, y el 
otro dos, que valenpor las sicie. Así es que 
hizo bien Kslava en no llamarlos Autos, si- 
no Coloquios Espirilunlcs y Siìcraiììeiilulcs, 
título que corresponde perfectamente al 
contenido de lii primera parle del volumen, 
Conformándose con el uso generalmente 
admitido en su tiempo, no economizó el au- 
tor las figuras alegóricas, que tanto escan- 
dalizaban á los críticos del renacimiento ó 
afraneesamiento de la literatura española, y 
casi simpre introdujo el personaje del Bobo 
<j Simple, indispesable entonces, y cuyo 
principal objeto era provocarla risa del es- 
pectador y divenirle, eomo el mismo Esla- 
va lo declara: 



íSbIc luego un Simple á caza, 
«No más de para reir,> 

Aunque se podr.in notar tlL-Iectos en los 
Coloquios, y más si se cae en el error de 
juzgarlos conforme i las reglas del gusto 
dominante en nuestra época, tampoco será 
difícil señalar en ellos bellezas que compen- 
sen con usura los defectos; y de todas ma^ 
ñeras constituyen un monumento muy in 
portante en la historia de la literatura m^ 
xicana, ú de la español^, que es lo mismo. 

Hace míis de un siglo que el libro de Es- 
lava era ya sumamente raro. Eguiara no 
conocía otro ejemplar que el suyo, y yo no 
logr¿ hallar ninguno hasta el año de 1867 en 
que vi el que entonces pertenecía al Sr. 
Pbro. D. Agustín Fischer, y después fué 
vendido en Londres (1), 

El corto tiempo que tuve en mi poder 
aquel ejemplar no me alcanzó más que pa- 
ra formar un juicio muy superficial de la! 
obra; pero bastó para dejarme persuadido 
de su mcritOj y ponerme deseo de salvarla 



1 



le 1S61. El EslBvu uutqn 
ilooe guineas (SS)]. Te a. 
?l mUmo I.on ares, y al Bf 



- 362 - 

de una ìomineDte desapariciún, dándola de 
nuevo á la prensa. Aquello no pudo pasar 
por entonces de deseo, porque los tiempos 
no eran propíos para tales empresas, y ade- 
más, el único ejemplar conocido, que pudie- 
ra servir de originai, habia pasado al ejí- 
iranjero para no volver más. Lamentaba 
tal pérdida, y el naufragio total de mi pro- 
yecto, cuando habn'i unos cuatro O cinco 
afios, mi buen amigo el Sr. D. José María 
Andrade, tan afortimado en esos hallazgos 
como digno de ellos, me invitó á examinar 
un montón de libros viejos que acababa de 
comprar. Claro es que no rehusé la invita- 
ción, y casi al comenzar el registro de aque- 
llos pergaminos, tuvimos la satisfacción de 
dar con un extelentc ejemplar completo de 
los Coloquios de Eslava, que por una singul 
lar coincidencia era el mismo que había per- 
tenecido áEguiara, cuya firma tiene enlapor- 
lada y en algún otro de sus folios. Para no 
maltratar el precioso original y evitar erro- 
res de loe cajistas, comencé por •:opiarle 
enteramente de mi propio puño arreglán- 
dole á la ortografía moderna, salvo cuando 
la antigua produce cambio en el sonido, y 
corrigiendo la puntuación, que estaba en 
completo desorden. Por lo demás se ha 
conservado con nimia escrupulosidad e- 
tcsto original, yaun la fisonomía de su por 



- 363 - 

t, fielmentr rtprodiicida por mi hijO' 
B'Lui^, cn íotoiitograíía. Dudé íilgún liempoi 
lisi incluirla en mi edición fi libro segundf ' 
rde poesías sueltas ù la reducirla A los Co- 
loquios. Tuve al fin por mejor no omitir 
nada, considerando que si bien tos Colo- 
quios son de mayor mÉrito é intcrís, las 
poesías no carecen de uno y otro. Por otra 
parte si se dejaba pasar esta ocasiún de 
conservadas, era segura su pérdida total, y 
no creo que debamos desperdiciar nada de 
lo poco que nos han dejado nuestros poeta; 
del siglo XVI. Las mismas razones 
cieron no omitir l;is poesías del P. Busta- 
I (nanie que se encuentran hacia el fin di 
Lcoiccción. 
F Aunque el impresor de los Coloquios Es- 
pirituales promele -las obras A lo humano* 
del autor, que pronto saldrían ¡1 luz, y aun- 
que Berislain las menciona como impresas 
en uu tomo, no sé que exista ejemplar de 
eHas, ni que alguien las haya visto. Lo que 
conozco de las poesías profanas de Gonzá- 
lez de Eslava se reduce á dos sonetos, y no 
malos, en elogio del Tratado breve ite Me- 
t/icina, del Dr. Fr. Agustín Far tan. impreso^ 
cuatro veces, en 1579, 1592, 1604 y 1610- Son,] 
los siguientes, que copio de la edición de- 
15<Í2: 



M 



I 




Soiielo. 

Del alma la herid: 
Moslcasics á curar, doctor famoso, 
Con reglas del estado religioso, 
Remedios con que sana se levante. 

PasO la perfeceiún tan adelante. 
Que al cuerpo que está en trance peli'j: r ■'■so 
Le dflis aqueste libro provechoso, 
Aviso de salud rauy importante. 

Imitador del Médico Divino 
Que á cuantos visilú en aqueste suelo 
Ciird siempre los etierpds y las a!m:i« 

Ilustre y gran J-arfán, por ser tan dí^no, 
Eo premio se os dará eo la tierra y cielo 
Dos glorias, dos coronas y dos palmas. 

Del Paohe IIek.vAn González de Eslava. 



L D». Fb. AcustiN VarH: 

Sánelo. 

¿Da vas, enfermedad?— Voy desterrada. 

— ;Qu¡én pudo contra ti dar (al senteucia? 

—V,\ gran doctor Farfán con pura ciencia, 

1.11 quicu virtud ú<A cielo está encerrada. 

— ;Dó queda la Salud? —Triunfando taoorada. 
—¡De quí¿a pudo triunfar?— De la Dolencii 



n 



— 365 - 

— ;De un fraile Tas huyendo?— En su presencia, 
Mi fuerza y mi poder no vale nada. 

— ¿Adonde quieres ir?— A reino eilraflo. 
— Allá te ofenderiín los que te vieren, 
Que en todas partes hay también doctores. 

— Farfánsdlo me cavisa el mal y daño, 
Pues cuantos de su libro se valieren. 
De vida y de salud le son deudores. 

En el tomo I del Ensayo de una Bibliote- 
ca de libros raros y curiosos, por los Sres. 
Zarco del Valle y Sancho Rayún, col. 1001, 
número 1046, se menciona un códice M, S. 
de I;i Biblioteca Nacional, recopilado en Mé- 
xico el año de 1377, é intitulado Flores rie 
Vili in poesía. Entre los poetas que en él fi- 
guran hay un Hcrmin Gonsàles, que muy 
bien pudiera ser nuestro autor: convienen á 
lo menos el tiempo y el lugar. 

A falta de datos biográficos, que no he 
logrado adquirir, harían buena compaília al 
libro de Eslava un juicio crítico y un am- 
plio comentario histórico y literario. Pero 
bien examinado el punto, ¡I la luz del pre- 
cepto de Horacio, 

. , . .Versale din quid ferré recuscni, 
Quid valeant humeri, 

determiné no emprender tales trabajos, con' 
tentándome con unas breves notas destina- 



L 



— ase- 
das á declarar vocítbioa anliguos, ó á expli- 
car alusiones locales: aun creo que perdería 
poco el libro, si esa añadidura se le quitara. 
Vela también que para dar mayor exten- 
sión á las notas se requería mucho tiempo, 
y aquí venían á confirmarme en mi resolu- 
ción las atinadas observaciones que los se- 
ñores Marqués de la Fuensanta del Valle y 
D.J. Sancho Rayón hacen en la adverten- 
cia preliminar de su preciosa edición del 
Cancionero ¡le Stiiiiiga: «Lo importante es 
(dicen) publicar sin dilación todo lo inóditíT 
que se pueda y lo merezca (y lo rarísimo, 
añado yo), salvando así del olvido, de unin- 
cendío, de una inadvertencia ó de una infa- 
mia, tantos y tantos inapreciables manuscri- 
tos y códices, como luchan todavía con el 
polvo y ios gusanos. Abora bien, cuando 
estos monumentos literarios estén ya resu- 
citados mediante la imprenta; cuando ya 
pertenezcan al dominio público, enhorabue- 
na que entonces personas competentes los 
estudien,- comenten é ilustren, según la obra 
ó el género lo requiera ó demande.» 

Siguiendo tan acertado consejo, me he 
apresurado en lo posible ii reimprimir un 
libro cuya suma i"areza le hace comparable 
¡I un manuscrito. He querido librar del ol- 
vido ;l un poeta notable, versificador fácil, 
teólogo entendido, y asociarme con este ps- 



i 



- 367 - 

queño tríbulo, al ilustrado afán de resurfcc-J 
dones literarias, que afortunadamente se 1 
nota hoj en España, y al cual debemos, ade- 1 
más de muchas obras sueltas, colecciones |í 
tan preciosas como la de -Libros de Anta- ^ 
fio,> la de 'Libros Españoles raros y curio- 
sos,- la de los «Bibliófilos Españoles,- y 
otras. Me conducía á ello, además, el deseo, 
antiguo y arraigado, de hacer ver, hasta 
donde pueda, que RÍéxíco, en el primer si- 
gio de su civilización cristiana, en esa épo- 
ca mal llamada de oscurantismo, puede fi- 
gurar, y de ua modo no despreciable res- 
pecto á la época, en todos los ramos del sa- 
ber humano. Tal fué el fin que me propuse 
al reimprimir, con traducción y largas no- 
tas, los Diálogos latinos de Cervantes Sa- 
ladar: el mismo llevo al dar de nuevo á luz 
los Coloquios Espirituales de Eslava, y no 
me propongo otro en un trabajo más impor- 
tante que ahora me ocupa, aunque con po- 
cas probabilidades de llevarle á buen tér- 
mino. 

Otro motivo, quizá mus poderoso, me ha 
impulsado á emprender la presente edición. 
Tengo contraída una gran deuda con la 
Real Academia Española, por la bondad con 
que me abrió sus puertas,ypor la exquisita 
benevolencia con que siempre ha recibido 
jnis pobres trabajos, estimando en ellos más. 




sin duda alguna, la buena intención, que el 
desempeño. Esperanza de pagar, no puede 
caber en mí; pero de algún modo debo ma- 
nifestarle que reconozco la obligación, y 
que la satisfaría si pudiera. Imposibilitado 
de ofrecerle algo de propia cosecha, quise 
contribuir, á mi manera, al desempeño de 
la tarea de reproducir los poetas y escrito- 
res selectos españoles de todos los siglos, 
que le encomiendan sus Estatutos. Natural 
era, por lo mismo, dedicarle la nueva edi- 
ción, para lo cual solicité, como era debido, 
el correspondiente penniso: excusado es 
decir que la ilustre corporación recibió con 
agrado mi síiplica, y me .lutorizó para po- 
ner al frente de este libro su respetable 
nombre, con lo cual ha empeñado nueva- 
mente mi gi^atitud. 

Mélico, 25 de Febrero de 1877. 



LA ORDRN DE PREDICADORES 
EX MltXlCO. 



JISCIÍEPAN ;i1giin tanto los autore^ 

■i\':i d e las circunstancias que d 
I tertniDai'on el csLiblccimicnto de, li 
borden de Predicadores rn Mtsico. Su prità 
¡Ripal cronista, DAvila Padilla (1), dice quc h^j 
ìriendo llegado i noticia del generalFr.Frai 
tìsco Silvestre de Ferrara la Conquista dd 
liéxico, escribiii cn ir)26 al Provincial i 
Castilla mandándole que enviase írailes á. 1; 
[.nueva licrra,y que se o írc cié ron volunta ría 
I mente al viaje cinco religiosos, entre ell(^ 
-, Tomis Ortiz. El P. Remcsal (2) refier)^ 
Me estaban en España ù, negocios grava 
Be la orden Fr. Tomiis Ortiz y Fr. Antoni 
kJontcsinos, del Convento de la isla Espi 



ñola, cuando Uegaioii en 152^ las nuevas 
de las victorias de Cortés, quien pedia reli- 
giosos pitra doctrinar :i los indios, y con tal 
motivo el obispo de Osmú y Dr. Fr, García 
de Loaysa, dominico, que ya en 1523 enten- 
día en las cosas de las Indias, aunque no fué 
nombrado primer presidente del Congreso 
de ellas sino hasta el año siguiente de 1524, 
determinó enriar doce religiosos de su 
orden y otros doce de la de San Francisco. 
Nombró al P. Fr. Tomás Orttz por Vicario 
general de los dominicos: y al P. Monte- 
sinos, que se había de quedar en la Espa- 
ñola, so le dieron además seis religiosos 
para fundar un convento en Puertorrico, 
Fr. Juan José de la Cruz y Moya[l], aunque 
generalmente .sigue á Remesal, discrepa en 
un punto importante, pues a.scgura que el 
Prelado do la Española, noticioso de lo 
ocurrido en México, despachó expresamente 
:'i los PP. Ortiz y Montesinos para solicitar 
el envío de u^a misión de la orden il la Nue- 
va España, y ellos lo consiguieron. 

Fr, Antonio Montesinos y sus frailes se 
embarcaron, y vinieron juntos con los fran- 
ciscanos hasta Santo Domingo. Estos pro- 
siguieron luego su vi.ije, y los dominicos 

[I] Ifísl. de la Prní: de Saiiliaeo. M S. lib. I, cap. 3. 



- 371 - 

so queiiuron ¡UH un cspoini tic Fr. Tomás, ili;- 
lenido enEspafìa poi" liisposicióii del obispo 
Loaysa, que querÍM consultarle algunos 
asuntos graves relativos á Indias, de los mu- 
chos que entonces se \'entilaban. Alargóse la 
detención más de lo pensado, y el embarque 
de Fr. Tomás no se verificó sino hasta el 2 
de Febrero de 1526, enei mismo navio que 
traía al Lie. Luis Ponce, encargado de lo- 
mar residencia A Cortés. Vinieron volunta- 
riamente con el P. Ortiz cuatro religiosos 
de la provincia de Castilla, llamados Fr 
Vicente de Santa Ana, Fr. Diego de Soto- 
mayor, Fr. Pedro de Santa María y Fr.Jus- 
lo de Santo Domingo, Al pasar por Anda- 
lucía se les agregaron oíros tres, que fueron 
Fr. Pedro Zambrano, Fr. Gonzalo Lucero, 
diácono, y Fr. Bartolomé de Cabzadilla, 
lejíQ. 

No quiso el Vicario traer consigo más 
que estos siete, porque esperaba completar 
l'I número de doce en la isla de Santo Do- 
mingo, donde sabia que estaban, además 
de los que el P. Montesinos había llevado, 
et célebre P. Fr. Domingo de Betanzos y 
otros discípulos del fundador Fr. Pedro de 
Córdoba. 

Juntáronse allí en efecto el P. Betan- 
zos y los PP, Fr. Diego Ramírez, Fr. 
Alonso de las Vírgenes, y Fr. Vicente de 



las Casas, novicio [1]. Mas, según dice Re- 
mesul[2i, debieron venir en aquellos días 
otros Padres, porque en el libro de las pro- 
fesiones aparecen por entonces las de Fran- 
cisco de Mayorga recibido por Fr. Reginal- 
do de Morales; de Fr, Francisco de Santa 
María y de Fr. Bartolomé de Santo Domin- 
go. Pero estos profesos pudieron ser de los 
vecinos de Mísico, como lo indica Dilvila 
Padilla [3]. 

Este mismo cronista dice que llegaron 
los primeros padres á México el 23 de Ju- 
nio de ir)26, víspera del precursor San Juan, 
lo cual contradice Remesal con buenos íun- 
damentos; y sin fijar día se inclina á creer 
qne fué uno de los ínmedialos ,1 la fiesta de 
Sainiago, 2j de Julio, de donde vino que la 
provincia tomase por patrono á este Santo 
Apúsi:o!.(4) 

El P. Cruz y Moya es de la misma opi- 
nión, y según una nota que copia del libro 



(1) MesDiRTA fmw. Eel. Jml.. llh IV cap I.) llama 
Ruis al P. liamires. pone i:nlre los primeros a Ff Tomas 
ileiBcrlnnea. que llegú después: omite li Fr, Alomodelaa 
Vírgenes,)' cambia algunos de los que vinieron de Espa- 
ña por oíros da los agregados en Sanio Domingo, 

(í)LÍhI,oap.7, 

(3) Liti, I, Clip. IS, Rl principio,— BuHoOA,/'íi/PSÍrn Jií/s- 
/oi'/iií, cap. H, fol, 1£, 

C4) Otros dicen que esta advocaciún vino de que el P. 

Be tamos llegú aMetico el a de julic '--^■" '- 

la palen'- -— ~ '-' --'-'- — 



J 



— 373 — 

antiguo de profesiones, la llegada ri Ver^ 
\ cvns fué el día de Saojuan Bautista, habierf- 
¡ do consistido el error de Dávila Padilla en 
haber tomado el dia de la llegada á Vcra- 
■ cruz por el de la entrada en México. Con- 
cucrdan bien estas fechas con las del viaje 
' de Luis Ponce, pues habiendo venido éste 
' porla posta, à instigación de los émulos 
k de Cortés, que le persuadían ser muy nece- 
' saria su presencia en la capital para evitar 
I graves mak-j, llego á ella el 2 de Julio; y 
I los padres dominicos, que ventan á pié y 
\ no tenían motivo para apresurarse, no es 
Lextraño que gastaran casi un mes en el ca- 
dmino: tanto más. que es probable que se 
fdeluvieran en algunos pueblos para descan- 
r ó para ir tomando conocimiento de la 
f tierra. 

Llegados á México, se hospedaron en el 
I Convento de los franciscanos, donde per- 
I maneLÍeron tres meses; y por Octubre se 
ípasaron A habitar en una casa que les donó 
■la devota íamilia de Guerrero, y estaba en 
m\& esquina de las calles de la Perpetua y 
Sepulcros de Santo Domingo, en el mismo 
jlugar donde después se levantú el edificio 
fc-de lu itiqiiisidáii, que hoy sirve de Escuela 
I de Medicina. El clima probó tan mal á los 
Irecién venidos, que dentro de un año mu- 
Jrieron cinco, á saber, Fr. Pedro de Santa 

T. 1I.-J7 



- 374 - 

María, Fr, Justo de Santo Domingo, Fr. Vi- 
cente de Santa Ana, Fr. Diego de Sototna- 
yor, y el lego Fr. Bartolomé de Cabza- 
dilia. Otros aseguran que el navio de Luis 
Ponce se apestó, y murieron muchos de los 
pasajeros en la travesía, entre ellos dos de 
los religiosos dominicos [ij, y que desde 
entonces vinieron contagiados los que des- 
pués murieron en México. Algo de ello 
pudo haber, porque no se observa que el 
clima causara igual estrago entre los otros 
misioneros; pues si bien años adelante enfer- 
maron igualmente los padres jesuítas ;d 
llegar á México, y falleció el P. Bazan, me- 
dió también la circunstancia de haberse 
apestado la ilota en que vinieron [2], Viendcí 
aquello, determinó el Vicario Fr. Tomás 
Ortiz volverse á España, como !o verificó 
á fines del mismo año de 1526 [3], llevándose 
consigo á Fr. Pedro Zambrano, Fr. Diego 
Ramírez, y Fr. Alonso de las Vírgenes, y 
perdiendo asi el glorioso titulo de fundador 
de la provincia mexicana, adjudicado por 



Díc.IlI, IíK5l-,i|i 



',-KiiiSunodclost 



.lU.cap.Í 



J 



— 375 - 

unánime consentimiento al P. Fr. Domingo 
de Beta nzos, que quedó en México solo con 
Fr. Gonzalo Lucero y Fr. Vicente de las 
Casas, ya profeso, Fr. Tomás Ortiz obtuvo 
enEspaiía el obispado de Santa Marta, y 
nunca volvió áMé.\íco. 

No puede menos de notarse la diferencia 
entre las misiones de franciscanos y de do- 
minicos, y entre sus respectivos prelados. 
Bernal Díaz nos refiere que todos los que 
vinieron con Fr. Tomás Ortiz decían «que 
era más desenvuelto para entender en ne- 
gocios, que para el santo cargo que traía,- 
y le atribuye una parte activa, nada honro- 
sa por cierto, en las negociaciones entre 
Cortés y Luis Ponce (t). Tal acusación irritó 
sobremanera al P. Cruz y Moya {2), y le hi- 
zo escribir denuestos contra el pobre Ber- 
nal Diaz, á quien trata de rudo hombre 
codicioso, ciego, embustero, incipientlsimo, 
etc., y de paso se llevó de encuentro á su 
editor elP. Fr- Alonso Rcmón, haciéndole 
cargos por no haber quitado de la obra 
aquellas cosas "que conocidamenle eranim- 



.(I) Cip. Wl~Bls[iciiaiiJoConi»r 



- 376 - 

postaras, calumnias y falsedades," así como 
añadió otras "segun en muchos pasajes lo 
muestra la vanidad del estilo." Medrados 
estábamos con que los editores tuvieran la 
facultad [que harto mal se arrogan] de des- 
cartar á su arbitrio lo que juzgaran falso; 
y en el presente caso se habría equivocado 
redondamente el P. Reraón, si hubiera obra- 
do conforme ¡í los deseos del P. Cruz, por- 
que habría quitado lo verdadero y no lo 
falso. Intento el P. Cmz probar la coartada, 
fundado en que los padres dominicos llega- 
ron á México después de muerto Luis Pon- 
ce, y por lo mismo no pudo tener parle el 
Vicario en las pláticas entre el visitador y 
Cortés. Llevado del celo por la honra de 
sn hábito, no reflexionó ei cronista que el 
vicario pudo venir, por la posta con Ponce, 
dejando atrás los demás frailes: y por des- 
gracia para el acusado y su defensor, no 
sólo está probado con documento irrefra- 
gable la venida del P. Ortiz en compañía de 
Ponce, sino cuanto dice de él Bernal Dfaz, 
y aún más. Véase la carta que el mismo 
Hernán Cortís diriírió al Obispo de Osma 
desde Cuernavaca, con fecha 12 de Enero 
de 1527 (1) y allí se encontrarán cosas que 



M 



I 



- 377 - 

no quiero repetir íiqui. PerdiJnesemc esUi 
digresión en defensa de la veniciíJad eje 
nuestro inestimable cronista Bernal Dia-;. 
Viéndose casi solo en México el buen Fr, 
Domingo de Betanzos, llegó ;i temer que 
por su muerte acabase la fundación, y aun 
convino con Fr. Martín de Valencia, supe- 
rior de los franciscanos, que en tal evento 
éste recogería los frailes que quedaban de- 
samparados. Afortunadamente no se reali- 
zaron sus temores, y habiendo llegado Fr, 
Vicente de Santa María con seis compañe- 
ros, el año de 1528, se sostuvo la fundación^ 
y fué creciendo liasta formar provincia se- 
parada, erigida en 1532, con título del Api'is- 
lol Santiago. 

El convento primitivo era estrecho y de- 
sacomodado, si bien dio lugar para formar, 
además de las viviendas de los padres, una 
pequeña iglesia y una cilrcel segura para 
los presos del Santo Oficio. Descando me- 
jorar la fundación, obtuvo Fr. Tomrts Orliz 
(1) una real cédula fecha 28 de Junio de trü7, 
en que se mandaba que á loa dueflos de los 



Hervidos riel Jf ni-/ 



— 37S - 

solares donde se pretendili hacer la dich:t 
fundación se diesen oíros equivalentes, y 
que se ayudase í los religiosos con mil qui- 
nientos pesos para la obra; (1) pero habién- 
dose retardado la llegada de la cédula, po- 
seyeron los religiosos el silio, no en virtud 
de ella, sino en parte por compra de cuatro 
solarcshechacnl3deOctubredel527áAlon- 
so Garcia, Blas Hernández, Alonso y Fran- 
cisco de Lara; y en parle por donación que 
el Obispo Garcés hizo á su favor, de dos 
solares que le Sió la ciudad el 4 de Abril de 
1528 (2). Con eso completaron el cuadro, y 
tu\'ieron también derecho á la plazuela, que 
les concedió la cédula citada, prohibiendo 
edificar en ella, para que el convento que- 
dase desahogado, y se pudieran celebrar 
con mayor pompa las solemnidades reli- 
giosas. 

La fábrica del convento c iglesia se ade- 
lantó lo bástanle para que en 1529 se mu- 
dasen los religiosos al nuevo local. La obra 
se hizo & costa del trabajo de los indioif, por 
lo cual la reina reprendió severamente á 
los religiosos (3). Pocos nños después la 



[11 UeaiEBA, Dtc IV', lib. S cap. ". 

m P. Chui y Mova, ubi supra. Libro 

<3) Medina del Cnmpo,it1<'deDU-ftinbi'e Je 1331. Pi 



y 



- 379 ~ 

iglesia amenazaba ruina, y se mandó reedi- 
ficar ú. costa de la real hacienda. (1) Tan li- 
beral anduvo la corona, que siJlo Felipe H 
gastú en l.i obra más de 160,000 pesos, se- 
gún consta de una cédula de Felipe ID, fe- 
cha 29 de Septiembre de 160LÍ. Esta expli- 
cación concilia los dos hechos de haber 
iglesia en 1554, y de haberse dedicado en 
ir>75 y consagrado en 15%, como se lee en 
el Dicionario Universal ile Historia y de 
Geografia (2), pues se trata de dos iglesias 
distintas. Las obras continuaron en el siglo 
siguiente; pero á pesar del esmero que se 
puso en afirmar los cimientos, el edificio se 
íu¿ hundiendo y llenando de agua, hasta 
que el 6 de Julio de 1716 llegó a anegarse 
de tal manera, que le fué preciso al provin- 
cial Fr. Francisco Aguirve pensar en hacer 
lodo de nuevo, como lo ejecutó con un cos- 
to de más de doscientos mil pesos, quedan- 
do sepultada la mayor parte de lo antiguo, 
según lo dicen los cronistas, y lo han com- 
probado las excavaciones que allí se han 
hecho (y entiendo se continiían) en busca de 



como el pueblo, paun cada dfá gran peUgro, c 

auí se ha de caer estando en ella.> Madnil, i. \í 
f IS32, Pi'GA, Oedulario, ío\. 135, 
[!] Tomo V. V&S. 681. 



— 38ri - 

un prete- n di do tesoro. La magnifica iglesia 
que hoy esistL' ne dedioù el 3 de Agosto de 
1736. 

Los religiosos fueron excluustriido.s en 
1861; et convento vendido en parte, y en 
parte derribado para abrir una sucia, irregu- 
lar é inútil calle ú basurero, que va de la 
Pkizuela de Santo Domingo A la calle de la 
Puerta Falsa. EL templo escapó como por 
milagro, perdiendo sus campanas, y hoy es- 
tá abierto al culto católico. No tuvo igual 
fortuna la hermosa y rica capilla del Rosa- 
rio, anexa al templo: Jespuús de despojada, 
fué demolida totalmente en 1867, so pretex- 
to de regularizar la malhadada calltja. 




LA IGLESIA V CONVENTO DE.SAN 
FRANCISCO DE MEXICO. 



10MENZAREM0S por un paàajed 
Torqucmada (V, que conviene t 
piar á la letra: «Elprimer sitio que 
lomaron nuestros frailes parala edificación 
de su casa 6 iglesia, no fué el que ahora 
tienen, sino otro, en el cual está ahorit 
edificada la iglesia mayor de esta ciu- 
dad, el cual se les diii por estar junto á 
las casas del Marqués, que entonces eran 
las que ahora son reales, y también porqu^ 
las del Emperador Moctczunuí estaban allT 
junto de este sitio, y tiiin cogía parie (le clIasM 
que esta fué costumbre de los primeroaí 

[1] Uonargnla Indiana, lib. Vf cap, 16, 




evnngelizadore.s del Santo Evangelio en es- 
tas Indias, poner sus iglesias y casas junto 
ii las de los scilores y caciquea, para tener 
m;'i.s entrada con ellos en las cosas de la 
con Versilia. Pero pareciéndolcs 3 nuestros 
frailes que aquel lugar estaba muy metido 
en la ciudad que ahora es de españoles, y 
que los indios estaban á trasmano, para 
docirinarlos con más facilidad (que era el 
pto que sus benditas ánimas tenían) lo de- 
jaron y se pasaron al que ahora tienen, en 
cuyo contorno estaba el mayor gentío de 
los naturales, y el_sit¡o primero se vendió 
por el sindico del convento en cuarenta pe- 
sos, ÌIO porque los religiosos quisieran que 
se vendiera, sino porque el que se lo apro- 
pió no se aseguraba en su posesión hasta 
que por algún precio lo conociese por su- 
yo. Y así dio cuarenta pesos por él, {que si 
ahora se comprara no tenia precio), y el re- 
caudo de este tr.Tspaso y venta he tenido 
en mi poder,» 

Más de treinta años después repetía Be- 
tancurt (1) lo mismo con diversas pala- 
bras, y al hablar de la escritura de venta 
del sitio, decía: -Vendió el sindico el pri- 
mer sitio donde está la catedral en cuaren- 



íosos, no porque ios reli^ÒSoB' quisieron 
venderlo, sino porque quisieron asegurar 
la propiedad con algún precio y escritura, 
la cual dice el P. Torquemada tuvo en sus 
manos, y íi raí me dijo el Sr. Dean D.Juan 
de Pobletc estar en el archivo de la Iglesia» 
y añnde en seguida, en apoyo de haber sido 
de los frailes el sitio de la Catedral: «Algu- 
nos años se cantú la misa y predicó domin- 
go de capítulo en la Catedral, porque por 
haber sido de la religión aquel sitio, corte- 
sanamente daban el altar y pulpito á los 
frailes; y por causa de la inundación y ser 
molestia desde el convento en procesión, 
se dejó (le ir á !a celebración del capítulo á 
la Catedral, si bien el día de San Felipe de 
Jesús en que vá á vísperas y á misa el con- 
vento, dan las sillas del coro á los religio- 
sos, y lugar entre los señores prebendados 
á los prelados, y el pulpito í la religión.» 

Parecería que visto el testimonio de dos 
historiadores célebres, individuos de la or- 
den, no debía quedar duda de que la primi- 
tiva fundación de San Francisco se hizo en 
el lugar de la plaza que desocupó la Cate- 
dral vieja (1). En efecto, muchos escritores 

nj Creo hnh°r demoslruJo en otra partí (art. La An' 
Usua Catedral de México, Tom. 1 de esta colecciOa) que 
CJitleleaiA estuvo Cd el atrio de lBMtiiK.li y con «totcoe- 



- 384 - 

de los tiempos siguientes, hasta nuestros 
días, han dado por indudable el hecho de 
que los franciscanos edificaron su primer 
convento é iglesia de la plaza, sin tener en 
cuenta las dificultades que ofrece la con- 
frontación de ese hecho con los datos que 
suministran otros documentos, y sin adver- 
tir tampoco que el texto de Torquemada no 
es tan concluyente como I primera vista 
parece. 

Aunque en las Actas de Cabildo no se 
halla la concesión de aquel sitio á los fran- 
ciscanos, no haremos mérito de tal omisión, 
porque tampoco consta la del nuevo sitio 
de la calle de San Francisco; pero es nota- 
ble que en las mercedes de solares en la 
plaza no se haga mención del convento, 
siendo costumbre marcar la ubicación de 
los solares con referencias á los edificios 
más notables de las inmediaciones. Conve- 
nimos en que este argumento negativo no 
es de gran peso, aunque tiene alguno; pero 
hallaremos otros en las circunstancias de la 
venida de los misioneros. 

A su llegada á México fueron recibidos 
con grande honra por Cortés 3^ los demás 
españoles, y una vez <¡^aposcntados los nue- 



mos ya precisado el sitio en que se dice estuvo el primer 
convento de San Francisco. 



vos huéspedes' ¡1) c! gobernador dirigió 
una alocución á los cacitiues é indios prin- 
cipales, recomendándolesque tuvieran ■mu- 
cha estima y reverencia» á aquellos mensa- 
jeros del muy alto Señor. Aquí vemos con- 
firmado lo que en otra parte dijimos, es á 
saber, que los frailes, como era natural, 
fueron á posar desde luego en alguno de 
los edificios ya construidos. Estopasabaen 
junio de 1524, V habiendo estado en Méxi- 
co por espacio de quince días después que 
llegaron, ocupados día y noche en oración 
y contemplación, (2)» se reunieron en capi- 
tulo el día de la Visitaciiin de Nuestra Se- 
flora (2 de Julio) para nombrar custodio. 
Electo el P. Valenciíi, dispuso inmedia- 
tamente que los religiosos se repartieran 
por las provincias imñediatas, quedándose 
él en Sléxico con cuatro. Nadie creerá que 
en los quince días que precedieron al capí- 
tulo, y fueron empleados d/íT_v noche en ora- 
ción, se ocupasen los frailes en fabricar 
convento, ni menos que los cinco que que- 
daron en México se pusieran apresurada- 
mente à esa tarca, antes de lomar conoci- 
miento de la ciudiid y sus moradores, A fin 



(1) MK.N-D1ETA, Ifíslon'a Eclesiúslica 1 
[SI ME.-niiETA,o/i.tí/. lib.lll, cap. II. 



de elegir conbuen acuerdo el sitio más con- 
veniente para la fundación. Lo más que ha- 
rían, como tenemos dicho, sería arreglar 
alguno de los aposentos para celebrar en 
él los divinos oficios. Once meses pasaron 
desde su llegada hasta su traslación al nue- 
vo local: algún tiemno tardarían en levan- 
tar allí el convento é iglesia, por pobres 
que fuesen, y como tampoco habían de ha- 
ber hecho en un día el convento que se su- 
pone primitivo, vendremos à tener que 
apenas acabado éste, comenzaban ya á le- 
vantar el otro que había de sustituirle. 

Es también muy creíble que su primer 
intento fuera establecerse en la plaza ma- 
yor, para estar en el centro del vecindario, 
y poder desempeñar con más facilidad las 
funciones de su ministerio. Tampoco tiene 
nada de estraño quo se les concediera el 
sitio, si le pidieron, \'ista la estimación y 
el respeto de que gozaban; pero que fuera 
el mismo de la catedral vieja, ofrece ya di- 
ficultades. Ellos llegaron bien entrado Ju- 
nio: Cortés saüü para las Hibueras & me- 
diados de Octubre, y hay, por lo menos, 
fimdadas presunciones de que para enton- 
ces había echado ya los cimientos de laigle- 
■■iia niuyor. ¿Cómo pudo darse el mismo te- 
rreno A lo3 ffttncia canos, y éstos edificat* en 

!ll> ¿C'imo pudieron ííváí atU liaiu Mayd 



- 387 - 

de 1525 cuando poco después estaba ya he- 
cha la Catedral? 

Pero si examinamos bien el texto de Tor- 
quemada, hallaremos que no autoriza á su- 
poner la existencia de un convento en el si- 
tio de la Catedral. Dice simplemente que el 
primer sitio <^qae tomaron los frailes para 
la edificación de su casa é iglesia^ fué el de 
la plaza, y que por parecerles que estaba 
muy metido en la ciudad de los españoles 
«lo dejaron y se fueron al que ahora tienen.» 
Nada dice de haber edificado en el otro, si- 
no que «lo tomaron» para edificar. (1) Me 
parece, pues, que el sentido de las palabras 
de Torquemada es que los frailes, ocupan- 
do todavía los aposentos en que habían ido 
á alojarse al llegar, eligieron «para la edifi- 
cación de su casa é iglesiaí> un terreno en 
la plaza mayor; pero habiendo reflexionado 



[IJ En 19 de Enero de 1530 {Segundo Libro de Cabildo 
pág. o-S) el oidor Mationzo renunció un solar que se le ha- 
bía dado *quc es en los solares que piiniero^e tontaron 
pata hacer el monasterio de San Francisco, el de la es- 
quina de la calle de Francisco Dávila.» Casi tenemos 
aquí las palabras mismas de Torquemada.— El Sr. Ala- 
raíln censura severamente A este autor, por todo lo que 
rcliere acerca de la fundación de los franciscanos, y conclu- 
ye por asentar «cjue en toda esta parte de su historia hav 
muy graves equivocaciones.» Fn otro libro he censurado 
yo 'con hiayor severidad todavía A TOrqitemada. hasta 
capitularle de plaffiarl©; pero creo que el cariyodel Sr. 
Amman, f.s infunaadoi v uuc TorqncülRdB pwd'.cra de»" 
Volvérsele. 



que AÌÌÌ estarían metidos entre el bullicio I 
de los españoles, y que les convenía mucho ' 
más quedar cerca de los indios, cuya con- 
versión era el objeto de su venida, cambia- 
ron de dictamen, y antes de edificar nada 
en la plaza, se fijaron en el sitio de la calle 
de S. Francisco, que en efecto está inmedia- 
ta al barrio principal de Jos indios, que era 
el de San Juan, y allí construyeron su pri- 
mer convento é iglesia (1). .NÍ Motolinia, ni 
Mendieta, ni Torqucniada nos dan la más li- 
je.ra idea del otro convento de la plaza, ni 
aun siquiera presentan una írasc por donde 
conste de un modo positivo su existencia, 
antes bien, alguno de ellos llama /);'ímeyfl 
Iglesia de San Francisco á la de la calle del 
mismo nombre. (2). 

Mas en el Primer Libro de Cabildo se ha- 
bla varias veces de =S. Francisco el viejo,* 
y de «lo5 solares donde solia estar S. Fran- 
cisco.» Si esto prueba la existencia de un 



atrio de San Francisco ri i;ji. > i .1 ■ i '■ . ■ ■: .-1 ro pása- 
le de Torquemadit, con el i v.' I ■ ■■ iiuclfncfl- 

sa fui' la primera di; lo-í ;■■!: . vin ¡lifgo 

Es dócil- queifnteBno hübj.ir 

iS] <Er Mésieo hizo cdiíic.ir |i"i- IVlÍi.. J^: Gante] Is 
suntuosa y aalemne capilla de S;iii Jusl- á Uis eapaLdas de 
la hamíldeypequeflniíleBiiipríHjei^deSnn FraticiSCOi» 
dice el P. líendieta ;His¡oriaEc¡. lad. lib. V. pte. 1, c— 
181: y nadie ha pensado que esa ea.y"' '— ■' — - 



t 



convento, ó tlt-bc entenderse de las cusas de [ 
los frailes A su llegada, juzgúelo U l^'i 
tor. 

ha clfcdún que los frailes habían hecho I 
del sitio de la plaza, y más si intervino m 
ced en ftirma, les dahT derecho ;í él, y por 
lo mismo el cjue adquirii'i después la propie- 
dad hizo bien en querer asegurarhl poriiie- 
dio de una eompra. ¡Pero á quién fué he- 
cha esa venta? Torqucmada no lo dice: el I 
Sr. Alatníín (aunque con otro fin, y tratando i 
de offo terreno, segi'in luego veremos) opí- | 
na que la venta se hizo al contador Albor- 
noz, ettando éste tenía mano en el gobierno \ 
por la ausencia de Cortés ¡i las Hibueras, 
A la verdad, decir Torquemada que los re- 
ligiosos no quisieran que se vendiera, yque 1 
*fl quese la npropió no se aseguraba en su ' 
posesitín, hasta que por algún precio lo co- 
nociese por suyo,' produce vehemente pre- 
sunción de que se trata de una venta forza- 
da, hecha á un usurpador, bastante podero- 
-11 para mantener por entonces su posesión, 
pero que temeroso de las consecuencias ul. 
teriores, trata deponerse á cubierto deellas 
A costa de una cantidad mistrablu. Xo de- 
bemos suponer que la iglesia Catedral se 
encontraba en tal caso. En esta parte de la 
relación de Torquemada so nota cierto mis-'' 
terio, pues no dice á quiéa ni cuándo se hi. 



— 3» - 

20 la venlii, aunque lo sabía liieii, por haber 
tenido en sus manos la escritura. Si éstapa" 
mb:i en el archivo de la Catedral, como di' 
jo el Dean Pobletc á Betancurt, sólo pro- 
baría !o dicho, es ¡I saber, que algún dcre- 
rho tuvieron los franciscanos á terreno en 
la plaxa; mas no que levantaran en él su pri- 
mer monasterio. El hallazgo de este famo- 
so documento disiparía probablemente 1as 
dudas; pero no he logrado registrar el ar- 
chivo de la iglesia, y aun dudo qu? haya es- 
capado al vandalismo que ha destruido 
nuestros depósitos literarios, y hecho pasar 
al extranjero los mus preciosos y venera- 
lilf.s documentos. Lo dcniils que añade Be- 
tancurt sobre los obsequios que el Cabildo 
eclesiiistico hacia en los primeros tiempos 
A los franciscanos, puede explicarse sin ng- 
ccsidud de atribuirlo á la frivola circuns- 
tancia de "haber sido do la religión aquel 
sitio," recordando i ) gran.Ie y debido in- 
llujo que entonces i;iJzaban las órdenes mo- 
násticas, especialmente la franciscana, como 
primera en la conquista evangiíüca. Que 
aquellas distinciones continuaran hasta la 
época de Betancurt. en la fiesta de S. Fe- 
lipe de Jesú.'í, nada tiene de extraño, por ira . 
larse de un sauto mexicano individuo de la 
ordí^n. 
El P, Pichardo primero, y el Sr. Alamám 



'después (1), aUmiücndo l;i existencia de dos 
conventos de San Francisco, negaron, sin 
embargo, que el antiguo hubiera estado en 
¡a plaza, y sostuvieron que se fundd en la 
calle de Santa Teresa la antigua, acera que 
viera al Sur, en cí terreno ocupado por la 
casa número 17 y parte de las contiguas. 
Extractaré brevemente las razones del se- 
gundo de los autores citados, que compren- 
den también las del otro. Por el cabildo de 
2 de Mayo de 1525 aparece que se dio í 
Alonso de Avila un solar que estaba entre 
su casa y ef ínouesterio de Sr. San Francis- 
co de esta dudad. La casa de Alonso de 
Avila estaba en la 1" calle del Reloj, esqui- 
na A la de Santa Teresa la Antigua, y «cons- 
ta ser la misma que se mandó derribar y 
sembrar de sal, poniendo en ella un padrón 
de infamia, cuando fueron condenados á la 
pena capital los hijos de Alonso d« Avila, 
por complicidad en la conspiración atribui- 
da á D. Martín Cortés.. El sitio de estas ca- 
sas fué dado después por el Rey á la Uni- ■' 
versidad para fundar allí las escuelas, y no I 
habiendo tenido efecto, le vendiú la Üniv 
sidad al convento de Santa Isabel, que 1 
hasta estos últimos tiempos poseyó las ca- 
sas números 1 y 2 de la calle del Reloj, 



f, pag. \ss. 



- .102 - 

conblnikliis cu aquc-rl UTrciio. l'or los lìLulos 
yuc examinú el V. Pichai-do du unii casa que 
ci convenio de San Jurùnimo Icqki cn la 
eaUe de Monlealegre, ;i]i:irccc quc Bernar- 
dino de Albornoz, -hijo, aìn duda, tk'l con- 
tador Alborno?;» (1) era dueño de las casas 
quf: seguían & la de Alonso de Avila, en la 
calle de Santa Teresa: y en el acta del ca- 
bildo de 31 de Enero de ló29 se ve «que esa 
casa de Albornoz se construyú en el terre- 
no en que estuvo San Francisco el viejo,» 
y del cual, ;'i falta de titido legitimo del po- 
seedor, se creía aulori/iado el Aj-untaraien- 
to ;'i disponer, como baldío, trasladado ya 
ci conrcnto. «Los dichos señores (dice e-1 
acta) in.-indarDn notificar al contador Rodri- 
go de Albornoz, que paraolprimcrcabildo 
traiga il presente en el cabildo el título que 
tiene á los solares donde solía estai- San 
Francisco, para que la ciudad lo vea, con 
apercibimiento que no lo mostrando, pro- 
veeni de ellos como de vacos,» Juzga A!a- 
m.in, como arriba apuntamos, quo !a venta 
íud hecha á Albornoz cuando gobernaba, y 
por eso ei A\-unlamicnto no tenía constan- 
cia del título cn virtud del cual poseía el 
contador aquel terreno. 

U\ Porl.inregunl.iíriadül/íj/erí-Dgiiínno ílc la 17- 
si/.i Ji' D- Amonio de McDdozn, eonsca quu csie Bemar- 



- 393 - 

Las razones del Sr. xMamán son plausi- 
bles, pero no concluyentes. Conviene, ante 
todo, distinguir los tiempos: (listiiií^iic tcìit- 
pora. La merced á Alonso de Avila fué he- 
cha en 2 de Mayo de 152."), y está concebida 
en estos términos. «Este día Alonso de Avi- 
la, vecino de esta ciudad, pidió por su peti- 
ci(3n á los dichos señores un peda/o de so- 
lar que dijo estar entro su casa y el mones- 
terio de señor San Francisco de esta dicha 
cibdad. Los dichos señores se lo mandaron 
dar sin perjuicio, y con ianto que no tome 
de la parte del agua Jiácía el díc/io inojies- 
ten'o.* Nótase desde luego que no se expre- 
sa de cuál monasterio se trataba, si del nue- 
vo ó del viejo. U)i mes despitc^s^ el 2 de Ju- 
nio, se nombra por primera vez á S. Fran- 
cisco el nuevo, y es evidente que cuando se 
hizo la merced á Avila^ ya estaba ese con- 
vento, si no del todo concluido, que es lo 
más probable, á lo menos muy adelantado. 
El 22 de Mayo de 1524, casi un año antes, se 
había dado á Benito de Bejer «un solar que 
está en la calle que va de la plaza de esta 
ciudad hacia el tianguis de la casa de Juan 
Velázquez, que es que alinda con solar de 
Alonso de Avila, la calle real en medio.» 
lis sabido que el tianguis de; Juan Veláz- 
quez quedaba donde ahora la ^Vlameda, y 
por lo mismo la calle que iba de la plaza al 



■ 394 - 

dicho tianguis no puede ser otr;t que la de 
S. Francisco, la cual no tenía entonces tal 
nombre, pues niaún habían llegado los fran- 
ciscanos. Luego Alonso de Avila tenia so- 
lar en esa calle frontero al de Bejcr, 

De otro solar de Alonso de Avila se ha - 
bla cuatro días despuís, el 26 de Mayo de 
ió2í; pero como estaba «en la cal>:ada de 
Atacuba, el postrero de la traza» no hace 
al caso en esta aveiiguacióu. Parece ade- 
más que ese solar no era ya de Avila, pues 
se dice «que fué dado i Alonso de Avila.» 

En 26 de Agosto del mismo año de 24 se 
diú á Martin Tiemblo "un solar que es en 
esta dicha cibdad en la acera de Alonso de 
Avila, que alinda con solar de Hernando 
de Xeres, é con la calle del agua que sale á 
la casa del contador." I^a merced á Xeres 
no se halla, pero en 15 de Abril de 1524 se 
presentó pidiendo se le permitiera dispone'" 
de un solar que se le había dado "que ha 
por linderos de la unu parle solar de Juan 
Navarro, y de la otra la calle del agua." En 
todas estas mercedes, inclusa la del mismo 
Alonso de Avila, vemos que se habla de 
agua y de calle del agita, expresándose en 
la de Tiemblo, que esa calle era "la que sa- 
le á la casa del contador." Que cerca del 
convento nuevo había agua, además de la 
acequia que pasaba porlacalledeSanJuan 



- 395 - 

de Letran, se ve por la merced que el 2 de 
Junio de 1525 (precisamente en el mismo ca- 
bildo en que por primera vez se nombra á 
San Francisco el nuevo) se hizo al comen- 
dador Leonel de Cervantes, de "un solar 
que es en la laguna, hacia San Francisco;*' 
y según el P. Pichardo, este solar es el mis- 
mo que hoy ocupa la casa núm. 9 de la 1* 
calle de San Francisco; casa que en nues- 
tros dicis reedificó el Conde de Santiago, 
descendiente de los Cervantes, y actual- 
mente posee el Sr. Barron. 

De lo expuesto me parece resultar fun- 
damento bastante para creer que la merced 
hecha á Alonso de Avila del pedazo de so- 
lar entre su casa y el convento de San Fran- 
cisco, más bien debe referi ;se al convento 
nuevo que al viejo^ con lo cual pierde su 
fuerza la primera razón del Sr. Alamán. 

La identidad que se establece entre la 
casa del conquistador Alonso de Avila y las 
derribadas á consecuencia de la "Conjura- 
ción del Marqués del Valle," no está bien 
comprobada. Los Avilas ajusticiados el 3 
de Agosto de 1566, no eran hijos de aquel 
conquistador, sino sobrinos, hijos de su her- 
mano Gil González (1). A éste en cabildo de 



[1] Oko/cu V BbKKA, Conjuración del Muiqtu^s del 
Val le t páíf. 33 de los Documcntoíj. 



- 3% - 

22 de Febrero de 1527. se àio un solar "que 
pidiil por hu peticiún, ci cual es en esta ciu- 
dad, linderos con solar ú casas de Alonso 
de Avila, su hermano, que es en la tercia 
parle donde estaba el Uchilobos." El Sr. 
Alamán declara no baber «qué origen tiene 
esa reparticíún del templo en tres partes 
que parece indicuda con esta exprcsit'm." (!> 
Eso no obstante, afirma que el solar J ' Gil 
Goazálex deBenavides estaba en la' 1* calle 
del Reloj, porque las casas de Alonso de 
Avila, "queda demostrado en la séptima di- 
sertación que eran las dos primcra'í de la 1» 
calle del Reloj, dando vuelta á la de Santa 

Teresa y por isla seguía la casa del 

contador Albornoz." Como el templo de 
Huitzilopoehtli abrazaba una grande exten- 
siún de terreno, es aventurado asegurar que 
esa tercia parte ídenominacíún cuyo origpn 
se contii sa ignorar) veniali corresponder il 
ta.s calles 1» del Reloj y de Santa Teresa, 

La opinión de que las casas de Alonso de 
Avila estaban en la esquina de esas calles, 
sólo descansa, que yo sepa, en la asevera 
cii'm del i'. Pichardí), quien dice constar así 



'■ n. l'flK- -í"-A mitntCQder 

I (Wu/oins estuviera dividido 
; ms dt destruido, qaedfl el le- 
r.i. vse quiso precisar mfls la 
iiuio PH qué partí qiirdnl'r; pe- 



— 397 — 

por los títulos de las dichas casas que pií-íl 
raban en el arcliivo de Santa Isabel. Coraó^ ' 
no he vislo esos títulos, no puedo juzgar de. 
su valor en el présenle caso El solar que 
dejaron las casas, después de derribadas, se 
dio á la Universidad; pero ni en la cédula 
de concesión, ni en las diligencias practica- 
das para ejecutarla, se habla palabra de la 
ubicación de él. Asegura el Sr. Alamánqu^ 
la Universidad le vendió á censo ('n[itéuíijl 
co al convenio de Santa Isabel: lo qi;e ya 
encuentro es que en 1645 le tenia ;i cena 
Doña Ana Carrillo por ciento setenta y df^ 
pesos anuales. 

Mas demos por cierto que las casas de, 
Alonso de A\-iUi eran las que se dicen: 
.;es del todo seguro que después de los 
treinta y nueve años corridos desde Í.527, 
data de la merced hecha á Gil Gonzá- 
lez, hasta 1,"j66 en que lueron ajusticiados 
sus hijos, ocupaba todavía el uno la primi- 
tiva casa de su padre, y el otro la del tioí 
;Iis seguro que la casa que Alonso el con- 
quistador tenia en 1525 junto ;i San Fran- 
cisco íuera la misma que habitaba su sobri- 
no en 1566Í ¿Es seguro además que el San 
Francisco de quc.se habla en aquella mer- 
ced fuera el viejo y no el nuevo.-' Me pHei 
rece que nadie se alrcveríí A contestar^ 
afirmativamente ;i tales preguntas, y qufl 

T. II.- 



los argumentos sacados de la situación de 
las casas de Alonso de Avila, no son bas- 
tantes para probar que San Francisco el 
viejo estuvo en la calle de Santa Teresa. 

De mayor peso son los títulos de la casa 
que el convento de San Jerónimo tenía en 
la calle de Montealegrc. y por los cuales 
constaba {según el P. Pichardo) que las ca- 
sas que seguían á las de Avila en la calle 
de Santa Teresa eran de un Albornoj;, pues 
no cabe duda de que e] contador poseyó al- 
guna vez el sitio de San Francisco el viejo, 
según el Cabildo de :íl de Enero de 1520. 
Pero de estos títulos (Jigo lo mismo que de 
los otros: no los be visto, y no puedo e.\a- 
minar los dalos que presten. No siendo Ber- 
nardino de Albornos Jiijo sino sobrino del 
contador, hay menos razón para afirmar 
que precisamente había de ser dueño deun 
terreno que íué de su tío. Tampoco se nos 
da la fecha en que Ic poseía. rNo pudo el 
sobrino, que era persona principal, y casa- 
do con sobrina de un conquistador tan dis- 
tinguido como Bernardino Vilzquez de Ta- 
pia, á quien éste dotó, tener casa por si? Es 
cierto que también el tío Albornoz dotó al 
sobrino (1) y en este dote pudo entrar la ca- 
sa en cuestión. No niego, pues, solo expre- 
so los fundamentos de dudar, porque & pe- 
ni lul/ritiealoiio ileD. Aiilmiio ile Menitot/^fitií-'¿\i. 



-m - 

sar del respeto que por su i:arácter y litera- 
tura me merece el P. Pichardo, no dejaré 
de notar que escribía con alguna ligereza, 
y que en el punto mismo que se discute no 
había fijado su juicio. En la ñola 34 al pri- 
mer Libro de Cabildo (1) habla dicho esto: 
■San Francisco cl nuevo, esto es, el que se 
hizo donde ahora existe San Francisco. El 
viejo es llamado en otra parte cl que estu 
vo cu la pla:^n. Vinieron los frailes, según 
Torqueraada, en Junio de 1524, y en Mayo 
de lo25 ya los hubo en su convento nuevo: 
luego vivieron once meses en la plaisa, mien- 
iras que hicieron su convento, y el de la 
plasa fue casa ó convento interino.' Pues 
si los frailes vivieron en la plaza once me- 
ses, que fueron los trascurridos entre sii lle- 
gada y su traslación al convento nuevo 



(1) Esli 



las Impresas ültimam 



, sin 



dlírinclon alguna, con otra» del Lie. Bqs 
L.ÍC. D.'IenaciaL.úpczKkyoii,olicÍal mayor 
chivo General. Bslov seeuro de ello, porq 
Jíl Sr, D. I M, Andrade on extracto », S. 
I ■■■- originales del P. Pichardo, quien 

ini1asB9,^', im, 14Z, i«« 

, . "Tenca™."— Eie Rmvan 

nav nkaiaesnc -memorable" hasta elnn: \t¡» 13, 83,16, 91. 
%,98, 101, 107, 1% lU (deido el princiido haita "Ponce de 
Leon,") 1 18 (aúlo las palabras "enfi-ente dd Portal de Mer- 
caderes y la DIpQtBdon") IK, 1% 130, 131, 133, IS <tn> pA- 
labraa "este licenciado fat apoderado de Cortas en la rc- 
ildencia qne se le lomú. v stgaa parece'!, 1B3, 119. 147. 161, 
I.A, 16fiy 1(17- Lnmñí singular es que hiiy una min, quena 
aJlvlno crtnio rn-irt de mt copia mailaicrita »1 impresol 



-xuándo estuvieron en la ciük- de S;mta Te- 
resa"' Sin embargo, en la nota 113 asegura 
que el convento estuvo en esa calle ■ v )/o 
17/ i(t píir.ii:' luego es falso i|ue el sitio en 
que está alioni la catedral hií vendili por el 
síndico, como dice Torquemada. Más: en 
yj^os los solares de plaza no liüy la más le- 
vi^. incmíún del monaslerio de San Francis- 
^■ll-' !i:ih.la aquí ti P. l'ichiL/do, y no hallo 
cuino concordar sus dos opiniones. 

La del Sr. U, José Fernando Ramírez se- 
ria de yran peso en nuestro caso, si la tu- 
\Íe]-,Lnios expresada con claridad. En sus 
Xoluí á l'rescotl (1) dice, reíiriéndose á lo 
asentado por el Sr. Alamiin: «He examina- 
do sus piTjebas, y me parecen coocluycntes 
i} irrecusables;» pero añade enseguida: «mas 
no juzfío incompatible este hecho con el 
aseverado por el P, Torquemada.> No es- 
presa el Sr. Ramírez cu qué razones funda- 
ba ese.jtiido- íCrcería, como yo, que el tex- 
to lie Torquemada no prueba que los fran- 
ciscanos tuvieran convente en la plaza, sino 
únicamente qui; habían pensíitlo edificjirlc 
allí? No lo sé; pero de los datos que en se- 
liuida presenta, sin sacar de ellos conse- 
cuencia alguna, si' deduce que admitía la 
existencia d'"'! convenio de hi pl:i 



MlTomoII.riIy.l. 



i ApOl. 



. Hiendo j 



I 



e comprcndu cúmo ciilìfi,ciibii de 
;nles É,iiTci:us:ibk's> lns priiebiis 
\el Sv. Alamjin. Vciimbs los datos del Sf. 
amirtit. ,! 

En el acLi del Ciibildo de 9 de Abrj! iJl- 
|B29 se dice lo sigiiiuntc: «Los dichos sciìu- 
'ffcs dijeron que mandaban O mandiiron qu)' 
se pregone públicamenl" que Lodaci las per- 
sonas que lienen derecho ó título il los sol:i- 
reK que est:ín c» la piasti i' siliu lioiii/c si^- 
iia estar el ììioiics/cn'n ¡h- San Fraiichco, 
que para el cabildo que se lianl el viernes 
los traie:an é muc.slroi, eic.« -X esto podría 
<'ontestarsr ji ihla el Sr, Kamire/;) que sien- 
do sinúnimús eu el lenguaje antiguo silia r 
plnzii, y muy común en aquei lÍEimpo tii hi- 
noiiimia. scria dudoso, cuando menos, que 
por la stgunda se hubiera querido designar 
III ¡^¡<{ :ii í/i- ¡II cíhíIíii/. Para destruir esa.jn- 
urpretaeión. aduce el mismo auiiar el acta 
10 de Mayo siguiente, en que sü.dM'e; 
is dichos señores, á pedimento d^l .Sr. 
.ic. Diego Delgadillo, Ic hicieron ra_:'r<;pil 
de un solar, (¡iie es en ¡os so¡arefí í/onr(c so- 
/ili Valar c¡ mQnes¡crio tic San J-'riiijdsiv, 
que es junto 6 linde del solar de Juan Pe 
laez d-2 Eerrio, hermano de dicho líeentia- 
do; í" /(/ faüc real por iMaii/c, é le manda- 
ron dar título en forma: t' ¡a li/dui atüe c.-- 
-la ^ue va hitGÜt la cai^aMc Garda O/g'u/ii,.. 



— 4'ì2 — 

Siguiendo estas iiidicaLÍoiii.s ijvrosiííuc el 
Sr. Ramirez) para fijar t-1 asiento de San 
Francisco tenemos, oomo putito iie partida. 
el solar del oidor Dclgadillo; como rutnbo 
de dirección la calle real que corría por su 
frente, y como punto de término la casa de 
García Olguín, que quedaba en la misma 
Ifnen. Ahora bien: por las acws de los días 
8 de Marzo y 3 de Abril de 1527, y 1" de 
Enero de 1528 consta que la casa de Olgufn 
estaba cerca del monesterio de Santo Do- 
tnittgo: luego la del Lie Delgadíllo y sola- 
res de San Francisco estaban en el punto 
opuesto de la misma línea ó calle, y éste no 
podía ser otro, según las tradiciones, sino 
el de la plaza. Así lo confirma el acta de 22 
de Febrero de 1527, donde se encuentra una 
merced hecha í Pedro de Mencscs de un 
solar en los que se añadieron en la traza 
hacia el monesterio que se hace de Santo 
Domingo^ el cual es el quinto solar contan- 
do desde la esquina de la calle que va de 
San Francisco al Tatitulco, en la calle que 
va desde allí ú Santo Domingo, en la misma 
acera dei dicho monesterio.' «Esta misma 
redacción, sin otras diferencias que las de 
sustituir cabe por hacia, y sexto por quinto 
se usó en la merced de Bernardino de San- 
la Clara, que sigue á continuación, añadién- 
dose que su solar lindaba con el de Mene- 



403 - 

ses. De esta coníormklad Je conlexto y dej 
sus lOrmiiios, deduzco I;i confirmación reU'^i 
tiva al punto de la ubicación que me parece 
muy claramente denotado por las preposi- 
ciones DE y DESDE que denotan simultánea- 
mente un punto de partida y una línea 
tic dirección, que sólo pueden adaptarse al 
terreno de la plaüa y no al antiguo ni al ntie-, 
vo asiento de San Francisco.» 

Las citas del Sr. Ramírez demandan al- 
guna rectificación. La del acta de! cabildo 
df 8 de Marzo de 1.127 est.i equivocada: es 
la del 1!; en dsta consta efectivamente 
que se dio il Pedro del Castillo solar 
• cerca del monesierio de Santo Domin- 

ijo linderos de la una parte solar de 

García Olguín, é de la otra parte solar que 
.se diii ¡i Alonso de Peñaranda.» En la de 3 
de Abril del mismo año no se dice que el 
solar de García Olguin estuviera cerca de 
Sanio Domingo, sino que se dio ií Alonso 
Lucas un solar -anderos de García Olguin 
V las calles reales por delante é al lado:. 
luego quedaba en esquina. En el cabildo de- 
1 ^ de Enero de 1528 no hay nada relativo al 
asunto, y ni aun se nombra A Olgutn. El ul- 
timo dato que presenta el Sr. Ramírez, lo- 
mado del cabildo de 22 de Febrero de 1527, 
y que parece decidir su opinión, no tiene 
. importancia alguna: los solares dados á Me- 



Ì 



iíM 



p 



iifses y à S;inUi Clara estaban cu la calle 
de San Lorenzo, acera que ve al Sur, conio 
lo dice ci P. Pichardo. El San Francisco de ' 
que se habla es el nuevo, y la calle que va 
de allí el Tal Huleo es la de Santa Isabel con 
las siguientes rumbo al Xurtc, hasta la es. 
([iiina de la Concepción, donde so. da vuelta 
para ir. i Santo Domingo. Hay otra men- 
ción del solar del Lie. Delgadillo, V.n cr.bil. 
do de 12 de Julio de 1529 se diú á AiiUrOs de 
IJarrios un solar en los solares que solía te- 
ivr San Francisco el viejo, lindero del Lic^ 
I >elifadilIo y de Diego de Sorin. 

Si pudiéramos averiguar lipinilo fijodún- 
ij',' C!,lab:i la fasa de Garcia dyuín, algój 
li;ibriamo,s avanzLido; pero no iu lie eonse-- 
tenido. 

I.limoK visto que en 3 de Abril de ITií? 
SI' dio ;i Alonso Lucas mi solar, en esquí-' 
na, conliíiuo al de Olguin; y al año justo,' 
eri.4 de Abril de 1;j2S se coneedicron al Sr, 
,{;:u\;éS| Obispó de Tlascala, do.? solares 
• ¡uniü al monesterio de Santo iJomjngo, 
i\\\v. era el nao de Alon.so Lúca.s.» Si éste 
no leiiiii varios solares en diversas partefi. 
ili- la ciudad, como sucedía con otros veci- 
iiijs. el de plgufn, contiguo al mereedad?^ 
en 1527, estaba en la manzana misma dp 
SfuHo Domingo. Porque los del Sr, Obispo 
de 'na.\,eal;j, segiin dice cl P. Cru; 



^1 



- 405 - 

(1), «Aíorren desde, el noviciado hasta la es- 
quina frontera á la Inquisición y de ésta 
hasta el puente que llaman de Santo Do- 
minoro,» e s decir que quedaban en la calle 
de los vSepulcros (ó 3^) de vSanto Domingo, 
y en ella la casa de Olguín. La calie real 
que iba hacia esta casa y pasaba delante 
del solar del oidor Delgadillo, ó sea del an- 
tiguo vSan Francisco, tiene que ser la del 
Empedradillo y siguientes hacia el Norte, 
y San Francisco quedaba en la plaza, fron- 
tero á las casas del marqués; pero entonces 
rjá qué marcar la ubicación del solar con la 
designación de un punto tan lejano como la 
casa de Olguín, teniendo á mano otra señal 
tan notable, como la de estar al frente de 
las casas del marqués? Por otra parte, des- 
de el .S de Febrero se habían repartido los 
solares que quodab¿in enfrente de esas ca- 
sas: dos años después. ^^ de Abril de iry29, 
el Ayuntíuni-rnlo exigía la presentación de 
los títulos de los solares -^dondc soHa estar 
San Francisco el viejo, ^ y un mes después 
daba uno de ellos íil oidor Delgadillo. Com- 
ponga estos datos quien pueda, y sólo aña- 
diré que en los libros de actas he hallado 
otras dos menciones de San Francisco el 
viejo. La una es de 16 de Marzo de ir>27, en 



(1) Cap." lo. 

T. II.-51 



— Wb - 

cuyo día se hizo merc(rd á Antonio de Vi- 
llagómez -de un solar que dijo le fué dado 
por el Sr. Gobernador, el cual es en el sitio 
de San Francisco ci viejo, linderos de una 
parte solar de Alvaro Maldonado. é de la 
otra parte solar de Francisco Maldonado.» 
La otra mención es la del solar, que estaba 
también allí, y que rentjnciù el oidor Ma- 
tienzo (1). 

El lector dirá, y con justicia, que he gas- 
tado mucho papel para embrollar más la 
cuestión, dejándola al fin indecisa. No es 
culpa mia no haber alcanzado á resolver- 
la. He querido, á lo menos, presentar reu- 
nidos los datos que conozco, para que no 
siga correndo como averiguado lo que no 
lo está,-y también para fadlitar el trabajo 
a! que emprenda de nuevo una investiga- 
ciún tan interesante como es ia de saber en 
qué punto de esta capital comenzó á brillar 
para los indígenas lalu2 de la verdadera fe. 

Aquí doy fin á la primera parte de esta 
larga nota, y entro en la segunda que tiene 



ri] Parn aals-ar las (üíicult.idts que presenta estn in- 
veMiKaci''.n v co n tun tar ft todos, han apelado algunos al 
Rrliitrio dt siiponcr que hubo dos convenios de San Fran- 
cisco, antcB del último; pero r-^to no disipa las contradic- 
ctones ni st liviene con los dnloíi canDcidos, RelaridH 
drsfrípHva delafuHiInríón de Ina Mesiasy OoHIteHtos 
if México. f&a.lA, nota.-K.\MiKHí ApABitio. Los con- 
vfiiíos suprimido» m Méxi-'O, pflg. 197.— V, tambiío JUcí\ 
f'ní'r. tiim.V. pij.fW, 



por objeto determinarla situación de la pri- 
mera iglesia de San Francisco el nuevo, que 
arni juicio ine también la primera de Mè- 



li 

Debemos distinguir en San Francisco tres 
iglesía5:laprimitiva, que fué demolida pron- 
to, pues el P. Mendieta habla de ella como 
de cosa pasada; la que la sustituyó, y laque 
aun existe, hecha en e! siglo pasado. Betan- 
curt, cronista de la orden, y que tuvo á su 
disposición los archivos de ella, confiesa ig- 
norar dónde estuvo la primera. «El sitio 
donde ¿e hizo esta primera iglesia con las 
armas del Marqués, no se ha podido averi- 
guar cuál sea: unos piensan que fué la igle- 
sia vieja de la Catedral, por estar én la for- 
ma que se dice de oriente á poniente, como 
acostumbran á fabricar los religiosos, pero 
segiin más legitimo discurso, seria el sitio 
donde está hoy la capilla de San José de 
Españoles, porque estaba junta y contigua 
con el convenio primero, que fué la enfer- 
mería vieja, que llamaban, donde había un 
claustro pequeño con celdas y pila, que lo- 
dos conocimos.) (I) 

Si Betancurt, con las ventajas que der¡- 



— 408 — 

vaba de su profesión en la orden y su carác- 
ter de cronista de ella, no acertaba en 1690á 
fijar el sitio de la primera iglesia, presunción 
sería atrevcj-me á decidir magistralmente 
la duda, cerca de dos siglos después, y sin 
los documentos que él pudo tener á la vista. 
Añadiré solamente algunas observaciones. 

La capilla de San José de Españoles á que 
se refiere y que no conviene equivocar con 
la famosa parroquia de San José de los Na- 
turdleSy Ldificada por Fr. Pedro de Gante, 
ocupaba el lugar de la qué después se lla- 
mó de El ScHor de Burgos \V) qií la calle de 
San Juan de Letrán: Hoy st: han fabricado allí 
ca.4as particulares, y no qne'danni vestigios 
do la capilla. Si ésta fué la primera iglesia, 
no JUh.jba la condiri' mi «^omún do las igle- 
• ia'-. Í!"aiiri->r;ni;i>, cjH'^ o.> l'i íJ-- o-,lar situ.n- 
da > de ny'u'\itc ;i potii-ntf, pw' > quedaba de 
norte a .-iir. L'.st.i <nndici'>n parecía tan ne- 
ccs.iria (jU'-, s. ¿rún dicf R'-t incurt. )a razón 
en qiir .líganos sf fundaban p:ira opinar 
qiU' la oatodral anliíjaa había siJj de los 
íranrisv'anos, ci'a quo corría dj. oriente A 
ponicnU'. 

1^1 \\ Mondiota cJ) nos suministra im dalo 



[II CakmvMi.1,0 y Pi-Ki:/, J/t'.v/ro <"<f/(>//íc), MS. lib. IIT, 
cap. 1. par. 8- 

[L'J IIi<toiia Eclcs¿d>tica Iiifiiaiía. lib. \, pie. 1 ^ cap, 
18. 



imporlanlc, diciendo cnu- ti 1'. liiinu' "liizo 
edificar la suntuosa y solcmiif ciipílla dt 
San José á lus espaldas de la luiinide y pC- 
Liucflii iglesia de: San Frarinsco.» Si, pucs, 
su pi taramos ¡l punto tij'n dónde estuvo esa 
capilla, sahríamosiamliiéiiliítria dijndcqup- 
dallan /rts cspn/i/¡)fi de l;i primc7-a ígKsiá, 
perofSL'osasinfiular que siendo aquella tan 
(amíisa, estemos todavía avi-n'uiiando su 
uhicacit'm. !í! Sr. Coiun (V; asienta qiu- es- 
taba -á la blinda l!o orienie dvl alrio actual, 
li.ìcia la parte que ocupa allora la eapilta 
de SiM-vitas,. y cita en apityo' de éilo ,'t li#- 
laneurl, Tcti/ro iiicxiaim, Pie. IV, trat. í, 
cap, 3, niim, W. I'i.l paríMJc cilaUo no se de- 
duce en verdad tal ubicación; pi; r o por Oíros 
datos, rvco fundado c] sentir dt'! Sr. Couto. 
ílcurramos dt* nuevo al P-.Mendieía. líncl 
lihru. ÍV, cap. 2u. de sti Hhl,>nii AV/f.s/ii.sVi- 
ni [luiiiiiiii. nos ha dijjado Je esa capiU,i las 
noticias si;ru¡entcs: Kl convento de San 
Francisco de Mi'níco tica.- cdilie;ula ni Ins 
i-spti/i/iis i/r III íi-Irsiii. il In parli- ilei iiurli; 
una .solemne capilla dedicada á la vociciún 
del ^'lorioso San JofiO, , . . Es la ciipillfi de 
siete naves, y conformo :l ellas tiene 'sipte 
altares, Unios al onaiít; lA mayofi, ,'i do su- 



- 410 - 

benporcsciilera.cninedio.ytresiicadalado." 
Betancurt nos completa esia descripciüii: 
•Hizo (el P. Gante) de muchas naves, á mo- 
do de póitico sin putrtas, una iglesia, para 
que, aunque fuese ci concurso grande, pu- 
dieran desde lejos gozar con la vista el sa- 
crificio. Tenia en su primera íundaciún mu- 
chas naves, porque era la gente mucha: con 
el tiempo se redujo .'i cinco naves, ... y se 
le echaron cuatro puertas grandes.- (1.) De 
esta descripción se deduce claramente: I'' 
que el atrio ú patio de San Francisco que- 
daba delante de la capilla, pues así era ne- 



qm 



ciudad de Mis i co, reno' 
der-iiBkiXVI; pero en otras partos 



de li 



I con strucclo- 



davla. Bn CÍiolalu, por ejemplo, existe y he viato Ih qur 

llum:in CafiiUa real, y es exBcUraentc ¡sual. en forma y 

iftnacian alade San JosCde NalurKlcn de If éxlco. Bsta 

el fondo del inmenso atrio de la iglesia de Sftn Francls- 

n la misma lituacian respecto f¡ ellUi que la capilla 

Servitas respecto A la iglesia principal de México. 



Sii _ 

Tiene por el frente 
formando como an t 

embadurnadas, lo n 

Porci lado que dáai atrio se 

ci erran unaanadldurapostcrii 
se ven Im- a]tare<i en el frenlt 

Jose. Buiquí 'alcuni 



le todo el ini 
Èicndo lo-t n 



or del edificio. 
íCtsmenleque 
)S que hoy ln« 



I gradería, c 



no en Sun 

DI le: De dad 

pero todo ello, atrio e iglesia, 

_- como hü_y cxitle, en el plano 

, r .-IpciSn de Cholula hecho en 1581 

por su Correeldor Gabriel de Sojas, qne se baila oríeinil 
en una colecclan de MSS. Acabada de hacer Ja búvcda de 
esa capilla, vino al suelo. seRÚn consta de la dcscripcl6n 
del Coir— '•"— J- ■ ' '- ' — -—- .J-i--*^— 

•35. Hay enVstVci'nJid'iJiin 



e .la orden del 



~ 411 ~ 

cesano pam que la giunte reunida cn <iì \ 
ra los oficios dirínos: 2" que estando los al- 
tares al oriente, á este viento quedaba la I 
capilla, respecto al atrio; circunstancias que j 
concurren puntualmente en el lugar ocu- 1 
pado después por la capilla de los Servì- 
tas. (1) 

El rumbo que señala el P. Mendieta, di- 
ciendo que la capilla estaba rf las espaldas 
ele la Iglesia, al norie, no debe tomarse al 
piede la letra, pues sería necesario supo- 



^ueoo91 que ( 



cisn y cUaütros délos rellmoBtn ^it- 
lah lo principal [sin c ' " - 



i. Re»' 






en él veinte relletosos, porque hay caladio de 

Kramddca. Aquí ndministrnn los sacraaientoR alas Indias 
V eapaflolcs. nsrque no hay otra parnuiula ni iKlesin cn 
cstn ciudad. Estt moncsccTlo se Tandú luego bnc se descu - 
hrld i:M.ü. tierra, y pmxjne el arran cencnrso di Iob iinturi- 
len no cabla en estn iKleala, hicieron junio á ella, dtsniro 
de su melino drcatto, nnk cnpllla ennde casi en cuadra, 
can dos torres i lot ladoa, fundoda sobre muchos arcnií. 
y estando yn acabada, de Mveda. para cdebramna lii 




quo la iglesia tcníu l.i pucrla al f^nr, co- 
iiadmisiblf, porque entonces resuUaha 
ì tomó e^ 



espalda 



lOmbrc del eonvi 
r piai 



cipal que I 



Ito; pei 



;últesc cual- 



quier plano antiguo de la ciudad (el de Gar- 
cía Conde, por ejemplo) y se verá, que es- 
tando la iglesia primera enei mismo lugar 
en que estuvo la última, y laVapilla de San 
losé en los Servltas, ésta resulta á la cspal' 
da de la iglesia, al nofíicstc; aprosimaciùn 
queme parece bastante satisfactoria. 

De todo deduzco, que la primera iglesia 
de los franciscanos y primera de México 
estuvo (tíd vez con corta diferencia) en el 
mismo lugar que ocupa la que hoy existe 
desmantelada. Aquella liabia desaparecido 
antes de terminar el siglo XVI, como .se 
comprende por los términos en que liabla 
de ella Mendieta: Xa. segunda, techada de ar- 
tesón y. plomo, está descrita en el Teatro Me- 
xicano de Betartcurt (1): por haberse hundi- 
do el terreno, hubo que fabricar la tercera, 
que se dedicó el 8 de Diciembre de 17!(i. (2) 

Kn los Ditílogos de Cervantes Salazar di- 
ce uno de los interlocutores; «lin el centro 
tiene el utrio (de San Francisco) una cruí 
tan alta, que parece llega al cielo.-— Tíncon- 






- 41:ì - 

f tramos hi historia de c^,i.;i i/L-lchre i-iw/. en 
Torqucmada; (1) "Estaba cn l'I palio de i-s- 
le convento. . . .una crii/ masalianiiuiamas 
alt.1 torre de la ciudad, y se divisal^a iintc-sdi- 
entrar en ella, por todo.'; los caminos y alre- 
dedores, y era gran alivio para los- cami- 
nantes verla tan alta y levantada: la cual se 
hizo de un muy alio y crecido ciprís C[uc' 
se había criado enelbosc[ue de Cliapulte- 

p3c y luego que eutniroit lo^ rch'giosus 

y tuvieron casa, cortaron el dicho ciprC-s, y 
levantáronlo cn cruz cn medio del atrio." 
Los que conozcan los sabinos de Chapuhe- 
pce no tendrán á cxagenicion lo que dice 
Torquemnda del tamaño de la cruií. Era na- 
tural que habiendo levantado los francisrá- 
hos tantas cruces, quisieran tener en su con- 
vento principal la más prrtccr y singular de 
todas. 

Refiere cn seguida que cuando se trató 
de levantarla, el diablo lo estorbaba, v con- 
cluye diciendo: "Derrihánjnla, después de 
hecha Ín ig/fs/n iiiifi'ii. porque decían los 
inaestros que declinaba sobre ella, y lk-\a 
ban por reliquia sus astillas." 

El Convento de San Francisco futí de- 
saparceiendo poco á poco. En Septiembre 
de tS56 se prolonfrc'i al través de una parti- 
li] MoHtirg. Intl., ¡ib, Ul, cap. LV 



- m - 

de £■! la cnUe cerrada Hamíida Callejún de 
Dolores i5 de Ins Diligencias, hasla salir á 
1.1 calle de San Juan de Lelrán: la nueva se 
llamii de la Independencia, y con su apertu- 
ra quedó el convento dividido en dos par- 
tes. Desde entonces fué extinguida la co- 
munidad, y restablecida despuís (Febrero 
de 1857) fueron de nuevo exclaustrados de- 
finitivamente los religiosos á fines de 1860. 
En Abril de 1861 fué desmantelada la igle- 
sia, derribándose otra parte del convento y 
la capilla de Servitas, para abrir de norte á 
sur la nueva calle de Gante. Poco después 
se comenzaron í fabricar casas particula- 
res pn el terrt'no ocupado por las capillas 
del atrio, de las que sólo queda la de Aran- 
zazu, al norte, convertida en taller de co- 
brcrfa. La hermosa iglesia mayor permane- 
ce todavía en pié, aunque destrozada: sir- 
vió algún tiempo de caballeriza, y en parte 
de ella (capilla de Balvanera) estil hoy un 
templo protestante; ¡allí donde enseñaron y 
predicaron un Gante, un Motolinia y un Sa- 
hagun! (*) 



[*1 ti templo de Snn t ranclsco ha sido recobr«do por 
1 lei» la. Se abnú de nuevo ni culio cniúlico el 31 deju- 
tode 16K, quedando fl csrgo de los PT, de 1> Coraptóffi 




LOS AGUSTINOS E\ MKXICO. 



IOS frailes agustinos fueron los ter- 
ctTos, 011 órdGii de llegada, ¡í la 
N'ueva Esparta, y ú esta causa no 
cr.in al principio tenidos en tanta estima co- 
mo los franciscanos y dominicos, sus pre- 
decesores, (1) En número de siete, y regi- 
dos por Fr. Francisco de la Cruz, entra- 
ron il México el 7 de Junio de 1533. Se 
hospedaron primero en el convento de 
Sanio Domingo, y luego en una casa de 
la calle de Tacii'ba. ElYò del mismo mea 
nombn'í cl Ayuntamiento una comisión que 



a Eipnflai 



I 




M-v úun<}<i querían 
■ hajiT-ii ^■ni■■lul,l K130 se presaitgr:^ 
iScí:^ lIi :■'■ I- ili ■ :; ^1 CablUlo con v.'iríos 
i íiilio con- 
vcnicnlt.' pani CLlilÍL';ir,y los ayudanm con 
limosnas, Se dio parie ;1 !;i Audiencia de In 
pcücii'in, y respondió que la ciudad prove- 
yera como le pnreeiern. No consta la reso- 
lución: mas es de suponerse que cnLonces 
se les ditì el terreno que aiin ocupan la 
iglegia y el convento, (t) y era Mamado por 
los indios Zoquipaii, que quiere decir cu el 
lodo porquoá causa de un mauanlial estaba 
aquello siempre cenagoso. Dieron princjpvf 
A la obra el 12S de Agosto de ir>41, y. cerno 
habían obtenido cédula dc-1 rey c-n qu^nvín- 
daba dark'sla renta Je un pueblo para ayu- 
da de la íáhiica, el virrey Don Antonio de 
Mcndü/a iK'^i-ii.-. .I pÜrblu de Teseoco 
tp'.ira í|ui' :icLiJi.sc ,-nn ^us iriluuosal con- 
vento d. San AyjMtin. v con peones para 
la obra, ^.f,alandode jornal do :,eis días de 
trabajo liu^, reales, que era el jornal que en- 
tonces corría comunmente' . (2'iDes]iui^sob- 
lu.peron del rey que tomara a, su eargo el 

|1] Olios dicen qiic le compraron con Ijis Mniosn.ns úr 
los vtcinü»(MEXD[ETA, lüsl. kcl. Inil. llb. IV, c:m, ■_>) 

ll'l Lft meiquindud íIc esle jorníl se hncc ilificil ilr 
crevn' pero secnencnira con finn ndntior "n P-''^<'it cIe to'! 
noiii'ínav Do» Antonia do Mendoi* 4kjú ^ «u sxicesùi, 
• A KwimliiS'qUCenilcmleqirndíshcrliaryolr!!-. cosas de 
heceilKJcsiclestMdJelornal |>or uadnundía iiu cuarti- 
llo lie piala nenda Indio. Agora S.U-Uene munJudo que 



i 



- 417 — 

costo j a^cgarinque l, ist culi obra 
162.000 peso* El i.on\ entri qucdu ii.tbaclo 
cn Ijb" \ tunqutpiri i&ti,m u lostimien 
to^.sctom roniib prec fLn.ionesc|iicr(.liertr 
Cervantes en bus Duloj,os (Ij piict-pque, 
no Muticioji ci eftuto i3>.!ie ttln, porque it | 
Í'. Mtnditta eSLnbiLndo lUimoi ino-, dea 
piit'b dccfii quc por 'icr lu„ ir li^io st, Ils 
ha hundido poi \Ci.i lo qui, ttni i i.un i 
y e OS. t o Sj animi difi I os i d j,"" 'Uilf^ 
ma ¡á&timi n li ni Ij (.ali ti n n il!i 
miij suntuo i i_l s i\ inn iibtcrio Segun 
lii desi^npLioii I Ctninits liitleiiaes 
taba tei.htdi de um-idui i i no de bo\edd 

•^eles « a I rnJl purqucl spatLCeq E peco CuHiI 
in elio «e hit -i ian ni pr>- ente según la CiilidBd de la* 
malos E lo pò o que ti6iJ n 1 t u r Ik pera 

lI dici I 
ì] 

in l rabBjnr Oli 
ibi) poriornul mSS- M 
cen si M artiNa dtffl 

n de comci \ es-* 
oca dElmbi^T dtt9 

ifltaraeú nhorrait J 
lana fol WBtL ' " 
n "Venstln ' " " 



Hi.l<^^ tat (1 y ^ icj» uva 

nura-vfdfi i seíeíifti i 
I.a g[len.acLrcv a gu 
ci dui 1 d» "de Fefcrer 



iuehabUlI 



[Il \BOUai „ ^„ I 

ir desde sorbasu esa nlturnJBs 
it.lì iendo Tad03 Igs techos [ o 
Ira pune] soiidttni'aiRdiiriis.por 



— 418 - 

lo mismo que una parte, i lo menos, del con- 
vento, sin duda para disminuir el peso que 
cargaba sobre terreno tan débil. El cronis- 
ta Grijalva ofreciudar una extensa descrip- 
ción de la Gloria y convento en la Quinta 
Parte de su obra; mas como no llegó á pu- 
blicarla, no tenemos documentos con que 
comprobar las noticias de Cervantes, ni 
tampoco c.tíste nada de la fábrica antigua. 
La noche del U de Diciembre de 1676 fué 
consumida la iglesia por un incendio. Duro 
el fuego tres días, y el estrago que causó, 
así como el haber comenzado -por laploma- 
da del reloj» comprueba que los techos 
eran de madera. El lúnés siguiente salieron 
los frailes á recoger limosnas para la reedi- 
ficación, V en ese día reunieron $-10,000. Eso 
les sirvió para comenzar los trabajos, y los 
prosiguieron Con tal actividad, que estrena- 
ron su nueva iglesia el 14 de Diciembre de 
1692. En la nueva construcción no siguieron 
el estilo de la antigua, porque es toda de 
bóveda, y el conjunto de convento, iglesia 
y capillas constituye una de las fábricas 
más extensas, sólidas y pesadas de la ciu- 
dad. Aquella mole parece más bien una for- 
titlcza. Pero la poca firmeza del suelo no pu- 
do sufrir tan gran peso y la iglesia está nota- 
blemente inclinada al poniente. No conten- 
los los religiosos con haber ocupado tod,i 



- 419 - 

^TUia manzana bien extensa, tomaron además 
para noviciado una casa á la espalda; y pa- 
ra atravesar cómodamente la callesin bajar 
á ella, construyeron sobre un arco un pasadi- 
zo cubierto, al nivel del primer piso. El arco 
fué demolido en 1821, pero aíin queda el i 
nombre de "calle del arco de S. Agustín." 
Largo tiempo hace que la orden comenzó 
á vender lo que ya no necesitaba del con- 
vento, y se construyeron allí varias casas 
particulares. Por ultimo, las leyes de Refor- 
ma acabaron por esclaustrar los religiosos, 
y vender lo que estaba de! edificio. La igle- 
sia fué también vendida, y recobrada des- 
pués por medio de una confiscación. Se ha 
gastado en ella una suma enorme á fin de 
convertirla en Biblioteca Nacinna!, para 
cuyo destino será siempre impropia. La 
obra dista todavía mucho de su conclusión, 
y si llega á ella, recibirá entonces to que 
reste de los libros de los conventos supri- 
midos, de las bibliotecas de la Catedral y 
la Universidad, y de una rica biblioteca de 
un sabio sacerdote, confiscada tambii^n. ¡ 
Lo más notable que habi.i en la iglesia de. ¡ 
San Agu.stln era la sillería del coro, que di- 
cen existe, aunque incompleta, en el Musco ■ 
N. icio nal. 

[1«7:.], 




EL COLEGIO DE S. lUAN DE LETRAN. 



I^^SlSTE Colegio «dedicado á uno y otro 
vBO San Juan,' es decir, el Bautista yel 
Ib^^hI Evangelista, llevaba, desde 1567, 
por lo menos, el nombro de San Juan de Le- 
trán con que fué conocido hasta aa destruc- 
ción: así consta en un libro de acuerdos de 
la audiencia, que está en el Archivo Gene- 
ral. Tal vez la circi^nstancia de estar dedi- 
i-aJa también á ambos Santos la célebre 
basilica dí" San Juan de Letrán en Roma, 
hizo que el nombre pausara al coIr'Líío, 

El [uimer origen del establecimiento cons- 
ta en el siguiente acuerdo que está en el se- 
gimdo Libro de Cabildo: "En este día <12 
"de Julio de lr>:i9; los Jichos señores á pe- 
"dimcnto é suplicación del guardián é con- 
"vento del raonesterio de Señor San Fran- 
j. ti— 63. 



"cisco de esta cibdiid, le hicieron merced de , 
"un sitio que cstA cerca de la diciia casa de 
"Sefior San Francisco de la otra parte del 
"agua, donde se solia liacer un tianguis, pa- 
"ra en que estén é residan é sean curados 
"los mochachos naturales de esta tierra que 
"estdn en el dicho monesterio é viniendo á 
"él para ser dotrinados y enseñados en las 
"cosas de nuestra fe catiSlica, en el cual di- 
"cho sitio puedan hacer alguna casa donde 
"estén é sean recibidos los dichos mocha- 
"chos enfermos, la cual ellos tienen comen- 
"zadaá hacer; é dieron licencia para que se 
"pueda hacer é acabar la dicha casa de en- 
"fermerfa que está comenzada: é mandaron 
"dar al diclio monesterio titulo do ello en 
"forma." Como corría una acequia por la 
calle de San Juan de Letrán, el sitio para el 
colegio quedaba en efecto de la otra parte 
del agua, respecto A Sim Francisco. 

Apenas llegados ;i México los francisca- 
nes, trataron de en.r>eliar la docirina cristia- 
na y las primeras letras il los niños indio.s, 
y al efecto hicieron levantar junto íí cada 
convento un edificio á propesilo para es- 
cuela, con una sala baja (n que se juntasen 
y viviesen los hijos de los principak's. P¡- 
diéíonlos con tal objeto i sus padres; pero 
muchos de é.stos, no queriendo entregarlos 
ni osando tampoco desobedecer á los frai- 



- 423 - 

les, apelaron al ¡trbitrio de tíiiviiir, en lugar 
de sus propios hijos, y como si fueran ellos 
otros muchachos hijos de sus criados ó va- 
sallos. "V quiso Dios, dice el P. Mendieta, 
"que queriendo engañar quedaron ellos en- 
" ganados y burlados, porque aquellos hijos 
, "de gente plebeya siendo allí doctrinados 
"en la ley de Dios y en saber leer y escri- 
"bir salieron hombres hábiles y vinieron 
"después -í ser alcaldes y gobernadores y 
"mandar á sus señores.» (1) Ejemplo bien 
notable de las ventajas de una buena edu- 
cación. De esas escuelas, la más famosa fué 
la de la capilla de San Jos¿ de Naturales de 
Mé\ico, donde el inmortal lego y padre de 
los indios Fr. Pedro de Gante, no sülo en- 
señú la religión y las letras, sino también 
las artes y oficios. 

Según el contexto de la merced de 1529, 
el sitio de San Juan de Lctrán se concedió 
pyra enfermería do los niños indios recogi- 
dos en el monasterio. Por entonces, estan- 
do tan reciente la conquista, atin no se re- 
sentían mucho los males originados del 
abandono en que se encontraba una gene- 
ración nueva, cual era la de los mestisos, ó 
hijos ilegítimos de español ó india, que á 
poco fueron llenando la tierra, y como dice 

(1) Histeria Eclesiástica Iniíaiía, Ilb. 1II> csp.rUL 



una real cédula, «and-iu perdidos entre los 
«indios, y muchos de ellos por mal recaudo 

• se mueren y los sacrifican.» (1) lil mal fué 
en tal aumento, que llamó al fin la atención 
del gobierno de la me trópolij y por esa mis- 
ma cédula, fechada en MonziJn á 3 de Octu- 
bre de 1533, (2) dirigida á la segunda au- 
diencia, se mandú que los mestizos se reco- 
gieran en lugares A propósito, juntamente 
con las madres: y que si los padres eran 
conocidos, fueran obligados á recoger y 
sustentar i sus hijos. Igual orden se repitió 
muchas veces al Virrey D. Antonio de Men- 
doza, quien la ejecutó instituyendo «un co- 
•legiü de niños donde se recogen, no sólo 
•los perdidos; mas otros muchos que tienen 
•padres los ponen A deprender la doctrina 

• cristiana y á leer y escribir, y A tomar bue- 

• nas costumbres.» (3) 

Con este motivo se transformó sin duda 
Lctrán en colegio de mestizos cuyo destino 
tenia en tiempo de Cervantes. Corrió al 
principio ú cargo del Dr. Qucsada, y el rey 
le hizo varias mercedes. Por cédula dada 
en VaJIadolid A 1.= de Octubre 1518, le cedió 



(1] El Sr. D. Vasca Je Quiíuea en su losiaroento, M 
S-, dice qnc las madres mnlabnn a sua hijos mesi (»os por- 
que sa extremad» pobrez.i no les permití» triarlos 



- 425 -- ' 

*por diez aflos la inilacl de toJo el ganado 
mostrenco, mayor y menor que se hallara 
en laNueva Espafia; cuya donación prorro- 
gó y amplió en cédula de 4 de Diciembre 
de 1552. En el intermedio, por otra de 20 
de Noviembre del mismo año, le había seña- 
lado una renta anual de seiscientos pesos 
de minas (1): asignación considerable, si se 
compara con la de mil pesos hecha por en- 
tonces á la Universidad. En 8 de Septiem- 
bre de 1557 repetía Felipe II las aprobacio- 
nes y recomendaciones del colegio, el cual, 
según la misma cédula, no se limitaba ya á 
ser una escuela para los huérfanos, sino que 
se esperaba que los educandos formados en 
él salieran á formar otros colegios en la 
Nueva España, dándosele así el carácter 
de una escuela normal. Al mismo tiempo 
se le dieron, constituciones, confirmadas por 
la L. 14. til. 23, lib. 1° de la Ree. de Indias. 
A principios del siglo actual había venido 
el colegio á tal decadencia, qué fué preciso 
rcunirle con el de San Ramon, igualmente 
decaido, formando de ambos uno solo. Asi 
conlinuó hasta hace pocos años, que fué en 
gran parte demolido para abrir una calle, 
V el resto se vendió á particulares que han 
comenzado á labrar allí casas. 
(1875). 
(11 PVüA, Cedulatio, k. 143. vto., 141, 145. 



'-* f"^^^^^^^'\ «i 



EL COLEGIO DE NINAS, MEXICO. 



IB^^ESDE L'l tiempo de la gcniilidad es- 
noSl t''''^" sujetas las liijas de los indios | 
"■^^l principales A una disciplina tan se- 
vera, que destruía los vínculos de la famU I 
lia, y debía hacerles casi insoportable la- T 
vida. (1) Los frailes franciscanos las recOT 
gieron igtialtnente, y las pusieron á apren- 
der la doctrina en 'ios patios, fuera de las. ' 
iglesias. Dividíanlas en grupos, y para ca- 
da uno de ellos salía un niño de los que ya. 
sabían la doctrinn, A enseñarla, iiasta que 
hubo entre ellas mismas algunas que la 
aprendieron, y tjstas enseñaban á las de- 
más. Informada la Emperatriz Doña Isabel 
por el venerable Obispo Sr. Zuoitirraga, de 



IH Me.% 



¡.\,J/isí.Ecl.¡iiilüma, lib. ll.ci 



— 428 - 

las buenas disposicioneH de los naturales, 
determinó enviar mujeres devotas y reco- 
gidíis que sirvieran de maestras A las niñns, 
no sólo de doctrina y de ejercicios cristia- 
nos, sino-también de labores mujeriles. En 
las instrucciones dadas á la segunda au- 
diencia {12 de Julio de 1830) (1) hay al efec- 
to un capítulo que dice así: ^Porque como 

■ veréis, deseando que los naturales de la 

• dicha tierra, ansí hombres como m:; 'c^. 
•sean in-^' ruidos en las cosas de nu¡j.iira 

• sancta feé catúlica, por todas las formas 

• que para ello se pudieren hallar, y pareci- 
'do que será cosa conveniente que aya ca- 
'sa demujeres beata's,para que con vallas se 
•rijan las niñas y doncellas que tuvieren 

• voluntad paro ello, y como veréis van al 

■ prcsenteseis beatas, las cuales llevamos he- 

• chas algunas limosnas, ansí para sustenta- 

• miento como para las casas en que han de 
•morar. Por ende yo vos mando que ten- 
•jrais cuidado cómo sean bien trátalas é £a- 

• vorecidas, y que veáis cómo la casa en 

■ que hubieren de estar, sea lo más cerca 

■ que ser pueda de la ierlosia mayor de M¿- 
■.\ico, y encomendareis ki filiación d^^ ellas 
lal diocesano, porq:ie pm..s .il presente no 
•han de SL-r prultsas ni encerradas, no han 

(1) PucA, Cediilarlo. fol .«. 



— -129 — 

«de estar subjecUis .-í ningunas de las reli- 

■ giones.» 

Las beatas vinieron con Fr. Antonio de 
la Cruz, quien el 10 de Julio de 1531 pidió A 
nombre de ellas <cierto pedazo de solar que 
• estA junto il la casa de Gaspar Avila que 

■ está tomada para hacer un monesterio pa- 
■ra las d¡cha.s beatas.» Dividiéronse los 
pareceres de los capitulares, y no llegó á 
resolverse nada acerca de la petición; más 
por la discusiún á que dio lugar aparece 
que el sitio en cuestión venía á quedar por 
las calles de San José el Real. La enseñan- 
za de las beatas no duró más que unos diez 
años, es decir, hasta 1540, poco más 6 me- 
nos, pues ol P. Motolinia,qiie escribió hacifi 
esa fecha, habla de ello como cosa pasada, 
diciendo que como las niSas sólo se educa- 
ban para ser casadas, no pudo durar esa 
clausura, (1) Mas esas nifias, salidas de allí 
para tomar estado, sirvieron para enseñar 
á otras, y algunas continuaron viviendo á 
manera de beatas, dedicadas A Ja enseñan- 
za y al servicio de los templos. (2) 

Es de considerarse también que sí las ni- 
ñas indias exigííin en los principios ese cui- 
dado para su instrucción, no fué ya tan ne- 



(2) I^NDIETAi 6p. el 



Ü.'ivrcaps! 16, 2?. 

T. II. -ÓJ 



- 430 - 

cesano luego qne adelantó la conversión de 
los naturales, pues teniendo ellas fartiilia 
pocUan ser enseñadas en sus propias casas, 
al Cuidado de í.us padres, ya coavertidos. 
Las mestizas fueron las que entonces lla- 
maron la atención, pues si de la multitud de 
varones abandonados resulUiban tantos in- 
convenientes como arriba hemos dicho, ma- 
yores debían ser y er^i los del desamparo 
de las niñas. Por eso D. Antonio de Mendo- 
za fundó otro asilo para ellas, semejante al 
de los varones, y le puso A cargo del bené- 
fico Lie. Tejada. (1). 

Que D. Amonio de Mendoza lué autor de 
esa fundación, consta de la cédula de IS de 
Diciembre de 1552, así como que servía no 
s<}lo para las mesíi^iis sino también para las 
españolas (2) -que andaban perdidas por 
la tierra,' las cuales 'se recogieron y pusie- 
ron con ellas una *i dos mujeres españolas 
\'irtuosa5 para que las enseñasen en todas 
las cosas de virtudes necesariiis.- La ca- 
sa se sostenía de limosnas, y no eran tan- 



ti) jtiüas. dAe. ^. 

[31 Peci. Crdulario. lo\. 113. UoB errorts inaterLaHutB 

;en ota cédoln. Bt prímero citarse at principia oír.. 
• de Octubre de MrO, debiendo ser l&ia £1 seeuDdo dt» 
,rse en seenidi. qnc en esa cédnta se habla hecho merces 
e la mitad del ganano mostrenco ni coleEfo de las niña. 
e ]■ docirína, siendo claro que debe leerse, de los nlBo* 
— ----- rccogcT las españolas ai - ' 



', porqu 



-que xa debia empezarse 
oÍls adelante [1661], lament 



lamentaba el P. Mendic 



rntonees el 






— 431 - 

tas, que las iiiñas no pasasen «mucha m 
sidad,> por lo cual se les hizo merced di 
mitad del ganado mostrenco que se hallase,, 
así como se imbla concedido la otra mitad 
al colegio de los niños. Por otra cédula de 
la misma fecha se rccomendú mucho ¡I D. 
Luis de Velasco el cuidado de la casa de 
las niñas, ordenLlndosclc que la visitaran al- 
ternativamente, un año el virrey mismo, y 
otro el oidor que él nombrara, así como que 
continuara favoreciendo con dinero ú em- 
pleoíj á los que quisieran casarse con algu- 
na de aquellas niñas, según lo acostumbra- | 
ha su predecesor D. Antonio de Mendoza, 
De estos datos se deduce que en 1548, lle- 
vaba ya algún tiempo de íundado el colegio, 
y aun consta que existía en 1542, porque en- 
tre las instrucciones que en ese año se die- 
ron al visitador Tello de Sandoval, está la 
<de que procurase que la buena obra de la 
"casa que se hizo para el recogimiento de 
«las niñas mestizas, se conservase y llev?,- 



ii donccUas, 



Ih qiiedi.' venir de Esps- 

cstolro dia me dljeion)! 
de españoles, al no me 

reme^iiTl y sabe Oíoslo 



an que comer; y los varoncf habrán neceaai'iaiiiEDte de 
■Bnlr ft robar y saltear püblicainenle los caminos.- Car- 
ai P. Biislmuanle, ap. ro/, de Doc. para la Hif,l. <lc Mi- 
co, i«m. II, Tl^. -M. 



- 432 - 

'se adelante.' {h. Según ci Sr. Orozco y 
Berra, el asilo que hemos conocido con el 
nombre de Colegio de Niñas fué fundado en 
1518, por la archicoíradía del Santísimo Sa- 
cramento (2), y en la descripción del Arzo- 
bispado de México M. S. leemos; "Hay otro 
«colegio de doncellas huérfanas cuya ad- 
•ministraciün tiene la cofradía de la Cari- 

• dad.yse intitula déla Concepciún de Nues- 

• tra Señora: fundóse Cíite Colegio por la di- 
•cha cofradía, y por personas que ayudaron 
"con sus limosnas, > Esto se escribía en 1570. 
Parece que estas noticias se refieren al es- 
tablecimiento fundado por D. Antonio de 
Mendoza hacia 1540: tal vez en 1548, Ic puso 
A cargo de la Archicofradía del Santísimo 
Sacramento, y de ahí viene que á ésta se 
atribuya la fundación en dicho año, Pero 
por otra parte, cuando en 1550, dquba Men- 
doza los avisos á .su sucesor, todavía habla 
de estar el colegio encargado al oidor Te- 
jada, y recomienda se le deje en el puesto. 

Torquemada (3) atribuye la fundación de 
este colegio, así como la de los niños, á los 



['] Hhhhkba. Déc. vil. lib li, cíir. 7. 

I'.: UeiHoria para ti Plano He la Ciudad ,ie ¡léxico. 
pie 190. Iguul noticia de Cnrrillo y PCreí en su México 
f^-ícMfca.M.S.aflBdlCDdoqaelH citada arcMcoFradCa fue 
(andada en U Iglesia Melropolitana, con nnlorldad apoa- 
tíHca, «1 aflo de 1333. 

(3) ilouaiqnlaliidiaiía.h'a.UltCr" '" 



« 



- A'ó'ò - 

religiosos de su orden. "Hay (dice) otras 
'iglesias, y entre ellas el colegio de los iii- 
"ños de Snii Jiiíin de Lctrín, donde al prin- 
"cipio se criaban niños pobres y otras gen- 
•tcíi hijos de españoles habidos en indias 

« los cuales iodos se recogían con mu- 

'cho cuidado en tsLe colegio. . . .-. Hay otro 

• que llaman de las niñas, que se fundó con 
■ el mismo intento y ahora hay recogidas en 
«él muchas doncellas y nobles, y de allí las I 

• sacan para casarlas y darlas estado. 

• tos dos colegios cogen en medio A S. Fran- I 
•cisco: el de los niños ¡i la parte del ponieiv 
■te, y el de niñas á la del oriente, y están J 
•espaldas con espaldas, y es la vazún, por- 1 

• que por orden de los frailes de esta orden I 
•fueron edificados é instituidos, y aun ¡il I 
"principio administrados.» 

Las señas que da Cervantes en sus I>iif- 
logos corresponden bastante bier. al sitio I 
del Colegio tic Niñas (que estaba en la mis- J 
ma manzana que S. Francisco), y lo mis 
las de Torqucmada, salvo que los dos cole- 
gios no estaban espalda con csf>íiliia: para 
t-sio sería preciso que el de Letrán eslurii.'- 
ra al revés, con la tachada al poniente. Que 
Torquemaila atribuya lu fundación de am- 
bos á los [railes de su orden nada tiene de 
extraño. Respecto al de Letrán, tiene razón, 
y tal vez consideraba el otro como una coa- J 



- 434 - 

linimciúii del ile l;i,s luùas indias, que tam- 
bién dcbia, su origen ;í los fnincìscanos. 
Sea como fuere, el Colegia de Niñas cam- 
bió de destino con el tiempo. En el de Be- 
tanctirL estaba destinado á veinticuatro es- 
pañolas, con dote de á quinientos pesos, 
El colegio se conservi liasta 1861, en que 
despojado por el gobierno de casi todos sus 
cuantiosos bienes, no pudo ya sostenerse, y 
las colegialas pasaron al de S. Ignacio, ó de 
tas Vtacaliias. El grandioso edificio que 
ocupaban fué vendido, y aunque se comen- 
zó en él una grande obra para trasformarle 
en Hotel, hace muchos años que está sus- 
pensa, y todo abandonado. La iglesia des- 
pojada hasta del coro, continúa abierta al 
culto catíjüco. 



UN CRKSO DEL SIGLO XVI EN 
MEXICO. 



I^^^SjL'Ii D. Alonso de Villaseca el veci- 
In MW l "" '"^^ notable da nquclkt época 
¡BaSal por sus grandes riquezas è insìg' 
nf.s liberalidades. Era naUiral de Arcìcola, 
lut;;ir pequeño de la diócesis de Toledo, é 
hijo de Andrés de Villaseca y de Teresa 
Gutiérrez de Foranzo, hidalgos. No se sa- 
be de fijo el año de su venida il la Nueva 
España; pero fué antes de 1540. Casó aquí 
con D^ Francisca Monín, hija de padres 
tan ricos, que entre las varias haciendas 
que poselíin había una en que se marcaban 
anualmente veinte rail crtas de ganado ma- 
yor. D. Alonso llegó ít ser el rico de la 
Nueva España por cxceleneia, y paraponde- 
rar la rique/a de alguno se decía «es un 
Villaseea." No aumenti su caudal con el 
comercio, ni hacia gran diligencia para sa- 



car el producto de sus bienes: sus raa" 
yordomos le daban lo que querían, y é\ 
tomaba lo que ellos le daban. Poseía ha- 
ciendas de labor y dy yanado mayor y me- 
nor, muchas casas en Míxico, y ricas minas 
en Pachuca 6 Ixmiquilpan: los esclavos eran, 
tantos, que no los conocía, y solfa pregun- 
tarles de quién eran. Su caudal se estima- 
ba en millón y medio de pesos, y l.is rentas 
en ciento cincuenta mil ducados: cantidades 
muy crecidas, si se considera el mayor va- 
lor de la moneda en aquella ¿'poca. Era de 
carácter desapacible: «gustaba de dar, pero 
su semblante no mostraba mucliii gusto-en 
que le pidiesen, y menos en qui' le diesen 
gracias por algún beneficio recibido-» Huía 
del trato y la amistad con los grandes y per- 
sonas distinguidas, viviendo casi siempre, 
retirado en su hacienda de minas de Ixmi- 
quilpan, donde al tin le sorprendió la muer- 
te e! S de Septiembre de 158Í). Embalsama- 
do su cadáver, se trajo íi México, y estuvo 
depositado tres días en la iglesia de Nues- 
tra Señora de Guadalupe, mientras se dis 
ponía el entierro, que fué solemnísimo, con 
asistencia del virrey, audiencia, tinbunalei, 
arzobispos y arabos cabildos, eclesiástico y 
secular. Al salir el entierro se presentaron 
para cargar el cuerpo los principales pa- 
dr«ís jesuítas, y por otra parte acud¡er;Oia 



I 



- 437 ~ 

al mismo riempo, con ¡guaì pretensión, los 
oidores de la real audiencia: acción bien ex- 
/frtorrfí'íííf^'íí, dice conrazón un cronista. Los 
jesuítas alegaban los beneficios que debían 
;il finado, y l;t audiencia el gran servicio 
que el raísmo había hecho al rey, «cuando 

■ estando en una ocasión que gobernábala 

■ real audiencia, amenazando un alzamiento 

■ ó tumulto ata ciudad de México, Alonso 

• de Villaseca apareció de reoente en la 

• plaüa á vista del palacio, con un escuadrón 

• de á caballo de doscientas lanzas, de sus 
■familiares y criados españoles de sus ha- 
'ciendas, todos muy prevenidos de armas, 
•pagados y sustentados á sus expensas; y 

• capitaneados por é!. armado de todas ar- 
omas, se ofreció con toda aquella gente por 

• entonces y Siempri" que S. M. se quisiese 

• ser.vir de él,^ Decidió el virrey la contien- 
da en favor de los jesuítas, quienes toma- 
ron el cadáver y le condujeron con gran 
pompa A su primitiva iglesia de Xacaltcq- 
pam, fabricada por los indios de Tacnba- 
en el lugar que había donado Villaseca, y 
era donde ¡ihora cslA el colegio de San Gre- 
gorio. AlU estuvo el cuerpo, hasta que ha- 
biéndose concluido en 1603 la nueva iglesia 
de la Compañía, (llamada hoy de Nuestra 
Señora de Loreto), fué trasladado á ella, y 
se le erigió,, por su yerno Agustín Guerre, 



_ 438 — 

ro, un suntuos'o sepulcro de mármol blaiiC0j_ 
coronado con el escudo de sus armas. Este ■ 
momiinento ha desaparecido, como todos 
los de aquella ¿poca. 

Los jesuítas fueron quienes más esperi-' 
montaron la liberalidad de VUlaseca. Fué 
el primero que pensó establecerlos en Mfr. 
xico, y al efecto envió fondos é insCrucciO. 
nes á España; pero en el intermedio vinie- 
ron á costa del rey. Llegados aquí, los so-' 
corrió concienpesos, siendo ésta la primera 
limosna que recibieron, y á poco les cedió 
para su fundación los solares de que hemos. 
hablado, agregando sucesivamente otro* 
auxilios de materiales y dinero para la 
obra, ó de ornamentos y vasos sagrados 
para el culto. Pero no acababa de decidir- 
se á formalizar la fundación del colegio 
como esperaban los padres. «Siempre 
'austero, y al parecer intratable, vendía, 
'muy cara á los padres la confianza que 
'habían concebido de su piedad, despedidos 
•siempre con dureza, bien que luego les 
•mandaba mucho más de lo que habían le- 
■ nido la mortificación de pedirle.' En fin 
por escritura otorgada en L"ímiqui!pan á 29. 
de Agosto de 1576 les hizo donación de cua- 
renta mil pesos de oro común, para la fun- 
dación del colegio Máximo de San Pedro y 
San PablQ.. Jjpspués envió cuatro 



ro mulu^ 



- 439 — 

"cargadas con veinticuatro mil pesóS 
diez y seis mil destinados para la obra del 
colegio, y los ocho mil restantes para hos- 
pitales y obras pias. Más adelante regaló 
unos magníficos relicarios de plata paralas 
reliquias que los jesuítas hablan recibido 
de Roma. Finalmente, en su última enfer- 
medad hizo donación de dos escrituras: una 
de ocho mil pesos para el colegio, y otra de 
veintidós mil ciento once, de los cuales des- 
tinaba cuatro mil al Hospital Real, dos mil 
al del Marqués (hoy de Jesús), tres mil alas 
Recogidas, dos mil ochocientos á varias 
personas pobres y doncellas para tomar es- 
tado, y el resto á disposición del rector pa- 
ra los objetos que le tenia comunicados. Lo 
que en todo dio al colegio pasó de ciento 
cuarenta mil pesos. A la iglesia de Nuestra 
Señora de Guadalupe regaló uní imagen 
de plata vaciada, con peso de treinta y nue- 
ve marcos, una colgadura de terciopelo de 
Granada, y otras cosas. El fué quien trajo 
á México la famosa imagen conocida con el 
nombre de «Señor de Santa Teresa.' En 
la Universidad dotó una cátedra de escri- 
tura; con quinientos pesos anuales. Su li- 
beralidad no se limitó á la Nueva España, 
sino que pasando los mares, llevó cerca de 
cuarenta mil pesos .i los pobres y parroquia 
de supatria,más de otro tanto dio A los San- 



— 440 - 

tos Lugares dejerusalén, y excedió de diea 
mil pesos lo que .destimi ií la redenciíSn c" 
cautivos. Después de su muerte se ha.W 
entre suf. papeles, una carta del Papa ^ 
Pio V, en que le agradecía una limosna era 
ciento cincuenta mi! pesos hecha á la igl^ 
sia de San Pedro de Roma, y A los pobreay 
de aquella ciudad; así como taOlbién se tuM 
liaron otras del Gran Maestre de la ordc^ 
de San Juan en que le liaba las gracias p^9 
más de sesenta mil pesos que le había rcn^ 
tido para reparar los daños causados pbH 
los Turcos en el largo sitio de ^alta, Jl 

Tuvo D. Alonso de Villaseca una hija liriRJ 
ca, llamada D." Mariana, que fué pretendiüál 
por los principales señores de México. Srj 
padre, la dejó en libertad de elegir, *presedj 
tándole al efecto los retratos de todos süí^ 
pretendientes.» El escogido fué AgustíiíJ 
Guerrero, hijo de Juan Guerrero de Lanálj 
vecino muy rico también. D. Alonso fiíndÍS 
en íavor de su hija un mayorazgo que v¿3 
lía más de un millón de pesos; pero es2 catíj 
dat enorme para aquellos tiempos, fué «Je-fl 
cayendo lan rápidamente, que en 169:!, decisi 
el cronista de los Jesuítas: «Aquella pode-^ 
rosa parte de hacienda, apenas y con mu-J 
cha escasez, sustenta ya una sola fíimília dèj 
ma.ndo, mujer y^ tres criaturas,' I'toy^noJ 



queda ni rfiemoria de 



J 



- 441 - 

' El hijo primogénito de D.^ Mariana, D. 
Alonso Guerrero de Villaseca, nació en 
1576. Heredero del opulento mayorazgo de 
su abuelo, que ya administraba, y de una 
gran parte de los bienes de su padre; peri- 
to en las tres lenguas, latina, griega y he- 
brea, así como en las matemáticas: estima- 
do generalmente,.no sólo por su caudal sino 
por su gallardía, erudición y bellas prendas, 
renunció al brillante porvenir que le ofre- 
cía el mundo, y entró á la Compañía de Je- 
sús á la edad de treinta y cinco años, el l.<> 
de Febrero de 1611. Profesó de cuarto voto 
el 17 de Octubre de 1621^ en el colegio de 
San Pedro y San Pablo de México, donde 
desempeñó por tres años las cátedras de 
Filosofía y Escritura. Falleció el 18 de Mar- 
zo de 1639 con fama de santidad (1). 



rij Grijalva, Edad III, cap. 19.— Florencia, Hist. de 
la Comp. de Jesús, núms. 70. 120, 304— 335.— Alegre, Hist, 
de la Comp. de Jesús, tom. I, págs.el, 10, 113, 114, 145; tom. 
II. pátf. 24. 





LA FIESTA DEL PENDÓN EN M^ 



ÌA primera disposición para solem- 
nizar la liesla data del 31 de Julio 
de 1528. En cabildo de ese dia se 
acordó «que las íiestíis de San Juan é San^ 
tiago é Santo Hipólito, é Nuestra Señora de ' 
Agosto se solemnicen mucho, é que corran i 
toros, é que jueguen cailas, é que todos ca-f 
balguen, los que tuvieren bestias, so pena 1 
de diez pesos de oro.> A 14 de Agosto del 1 
mismo año se mandaron pagar é librar cua- 
renta pesos é cinco tomines de oro, que s 
gastaron en el pendón y en la colación del I 
día de S. Hipólito, en esta manera: cinco 1 
pesos é cuatro tomines djuan Franco deJ 
cierto tafetán colorado: ¡í Juan de la Torre j 
seis pesos de cierto tafetán blanco: á Pedro i 
Jiménez, déla hechura del pendón é franjas j 
è hechura, é cordones é sirgo (seda), siete I 
pesos é cinco tomines: de dos arrobas del 
vino á Diego de Aguilar, seis pesos: á Alón.';] 



- 444 - 

so Sánchez de iin^ arroba Je ooiitìu-, doce 
pesos y medio: ;í Martín Sánchez, Ires pe- 
sos de melones,» Por este acuerdo se viene 
en conocimiento de que el Pendón que se 
sacaba en el paseo, no era el que había traí- 
do Cortés, como generalmente se cree, sino 
otro nuevamente hecho, cuyos colores eran 
rojo y blanco (1). Aquí no se h^bla todavía 
del pasco, aunque es de suponerse que para 
él se hizo el Pendún; pero al afío siguiente 
de 1529, se fijó ya el orden que con corta di- 
ferencia se sigui(') observando en lo sucesi- 
vo. He aquí lo que se dispuso en el cabildo 
de 11 de Agosto: 

<Los dichos señores ordenaron y manda- 
ron que de aquí adelante Lodos tos años por 
honra de la fiesta de Señor Santo Hipólito, 
en cuyo día se ganó esta ciudad, se corran 
siete toros, é que dellos se maten dos, y se 
den por amor de Dios á los monasterios é 
hospitales, y que la víspera de la dicha fies- 



[i] Parece que en tslo de los colore» del PcndOn no hn- 
liia determínactón lija, Ea el acta de 18 dejunio de I64U, 
se lee lo qae slsm: •EA(e día ocorduron que se haga un 
Pendún para esta cíbdad, que sea de damasco verde ú co- 
tarado eoo sus armas de la cibdadi porque el Pendún que 
tiene Bl presente, de leonado e pardo, se hizo porque no se 
hallaron otro9 colares, e mandaron que se renda el dicho 
FendOn viejo, ú ac aptovcBhe lo mejor que se pueda, y lo 

3uf mas valiere el nuevo quese oviere de hacerse pague 
e los propios de esta cíbdad; ( mandaron que la letra de 
]■ orladura del Penddn nuevo sea: Non in niHUitttdÍHt 
nxtrcitus catisistil victoria, seii ia voluntare Dtl\ "La 
I.ev*nda se tooid. en parle, del Primer libro de los Usca- 
beos, cap, III,.v.W. 



- 445 - 

ta se saque ci Pendún de esta cmdaj de la 
Casa del Cabildo y que se lleve coti toda la 
gente que pudiere ir í caballo acompañán- 
dole hasta la iglesia Ue S Hipólito, y allí se 
digan sus vísperas solemnes, y se tome á 
traer dicho Pendón ala dicba Casa del Cabil- 
do, é otro díase torne allevarci dichoPendón 
en procesión á pie hasta la dicha iglesia de 
S. Hipólito, e llegada allí toda la gente, y 
dicha su misa mayor, se torne í traer el di- 
cho Pendón ii la cas;i del Cabildo, á caballo, 
en la cual dicha casa del Cabildo esté guar- 
dado ol dicho Pendón, C no salga de él; é 
en cada un año elija í nombre el dicho ca- 
bildo una persona, cual le pareciere para 
que saque el Jicho Pendón, asi para el di- 
cho día de S, Hipólito, como para otra cosa 
que se ofreciere» (1) y el día 27 del mismo 
mes se mandaron -librar 6 pagar A los trom- 
petas doce pesos de oro, por lo que tañeron 
6 trabajaron el día de S. HipóUto.» Este año, 
tal vez por estreno, fueron largamente re- 
compensados los trompetas; pero lo desqui- 
taron al siguiente, por que en cabildo de 28 
de Agosto de'1530. st acordó, «que no se 
tes diese cosa ninguna.» 

Esta ceremonia del Paseo del Pendan se 
verificaba también en oti'as ciudades de las 

Hi Libro* 1.° y 2.° ic CabUüo. 



- 446 - 

Indias, y señaladamente en Lima el día de 
la Epifanía. El orden que debía guardarse 
en el paseo fué materia de varias disposi- 
ciones de la Corte, con las cuales se formó 
una de las leyes de Indias (1). Veamos ctí- 
mo se practicaba en México, según refiere 
un antiguo libro: (2)'Tiene ya esta fiesta 
tan gran decaecimiento (1651) como otras 
muchas cosas insignes que había en Méli- 
co, y aunque uno ú otro año, por la diligen- 
cia y industria del regidor que saca el es- 
tandarte real, se adelante mucho, en ningu- 
na manera puede llegar á lo que fué anti- 
ffuamente, aunque se pudieran nombrar al- 
gunos regidores que en esta era han gas- 
tado más de veintidós mil pesos en adelan- 
tar y celebrar por su parte esta festividad. 
Mas para que se crea lo que fué cuando se 
vea lo que es al presente, será bien traer á 
la memoria algo de la descripción que á lo 
retórico hizo el P. Fr. Diego de Valadés en 
la parte IV, capitulo 23 de su Retórica cris- 
tiana, que vio en México lo que algunos 
años después escribió en Roma en latín. 



(I) Es iH 56 del til. XV, lib. Iti. 

[21 Libro 1° [2° 3^ y 4°] del Pioiiiiio Evangélica exeni- 

pUficada eiila Vida del V. Bernardino Alvartí Com- 

pnesto por D.Juan Díaz deArce. (Mexico 1651, en 4°] lib. 
1, Cap.40,-Larclmpi-eílúnhcchii en 1763 esta abreviada, 
Eulie lo suprimido se encuentra lo relativo al Pendún. 



: Enelafttjl 



- 447 - 

año de 1578. (1). Dice lo siguiente: 

E nuestra Redenciiin hi 
mismo día de San HipiJlilo, 13 de Agosto. 
fué rendida !a ciudad de México, y en me- 
moria de esta hazaña feliz y grande victo- 
ria, los ciudadanos celebran fiesta y roga- 
tiva aniversaria en la cual llevaa el Peaifl 
tlún con que se ganó la ciudad (2). Sale esif 
ta procesión de la casa del Cabildo hasta 
un lucido templo que está fuera de los n 
ros de la ciudad de México, cerca de las^ 
huertas edificado en honra del dicho santo, 
adonde se está agora edificando un hospital . 
En aquel día son tantos los espectáculos 
festivos y los juegos, que no hay cosa que ■ 
allí llegue (ut hihü supra:) juégansc torasj 
cañas, alcancías, en que hacen entradas ] 
escaramuzas todos los nobles mexicanos;^ 
^sacan sus libreas y vestidos, que en rique-l 
F5ia y gala son de todo el mundo preciosí9i-Í 
Kinos, así en cuanto son adornos de hombres! 
ry mujeres, como en cuanto doseles y to-M 
pda diferencia de colgaduras y alfombras'» 

.j» El libro citado es esto; Skelorica Ohrisliaiía ad ' 
„..|£¡oiiii«<ií et erandl usuili aecomcáaía, ulriusque fa- 
mìtnlls rximptis suo toco inserUs.guíe qutedem ex líu- 
ipTum maxima útprompla shuí JSstariis uHde praer. 
nctrlnam, summa quoque dtleclafívo comparabilur 
"Xi 4°, con rnucbaa láminas. Impreso prin""'" -" """-'- 
79, íueeolueg-oalll mismo, 1583t por tiri 
-%;.^n el pasaje citada por él Dr. Ar. 
-aauccIúD, aunque no ei lieaiprt clara ni 

[2] Ya temos visto queno era éste. 




con que se alloman hm casas y calles. Cj* 
to ;í lo primero, le cabe á uno de los regi- 
dores cada año sacar el Pendón en nombre 
del regimiento y ciudad, á cuyo cargo estí 
el disponer las cosas. Este alférez real va 
enmedio del virey, que lleva la diestra, y 
del presidente, que va á la mano siniestra. 
Van por su orden los oidores, regidores y 
alguaciles, y casi todos los nobles y hom- 
bres buenos. Va el Alférez armado de pun- 
ta en bianco, y su caballo ú guisa de gue- 
rra, con armas resplandecientes. Todo este 
acompañamiento de caballería, ostentando 
lo primoroso de sus riquezas y galas costo- 
sísimas, llega il S. Hipúlito, donde el Arzo- 
bispo y su cabildo con preciosos ornamen- 
tos empiena las vísperas y las prosiguen 
los cantores en canto de úrgano, con trom- 
petas, chirimías, sacabuciics y todo géne- 
ro de instnunentos de música. Acabadas se 
vuelve en la forma que vino, el acompaíla- 
miento A la ciudad, y dejado el virrey en su 
palacio, se deja el Pendón en la casa de Ca- 
bildo. Van á dejar al Alférez á su casa, en 
la cual los del acompañamiento son abun- 
dante y exquisitamente servidos de con- 
servas, colaciones, y de los exquisitos re- 
galos de la tierra, abundantísima de co- 
midas y bebidas, cada uno A su voluntad. 
El día siguiente, con el orden de la víspera, 



J 



- 449 — 

vuelve el acompafíaraiento y caballería á 
la dicha iglesia, donde el arzobispo mexi; I 
cano celebra de pontifical la misa. AIÜ sel 
predica el sermón y oración laudatoria coq " 
que se e.thorta al pueblo cristiano d dar 
gracias á Dios, pues en aquel lugar donde 
murieron mil españoles, uhi millia virorum 
decubiiere, donde Tué tanta sangre derrama- 
da, alU quiío dar la victoria. Vuelve el 
Pendón y caballería, lonio la víspera ante- 
cedente. Y en casa del Alférez se quedan 
á comer los caballeros que quieren. V todo ■ 
el día se festeja con banquetes, toros y otros I 
entretenimientos. Hasta aquí Valadés. I 
En ln víspera y día de San Hipólito sé I 
adornaban las plazas y calles desde el pa- i 
lacio hasta San Hipólito, por la calle de Ta- ' 
cuba para la ida, y por las calles de San 
Francisco para la vuelta, de arcos triunfa- 
les de ramos y flores, muchos sencillos y 
muchos con tablados y capiteles con altares 
y imágenes, capillas de cantores y ministri- 
les. Sacábanse á las ventanas las más vis- 
losas, ricas y majestuosas colgaduras 
mandóse ;I ellas las nobles matronas, rica > 
exquisitamente aderezadas. Parael paseq^jj 
la nobleza y caballcaía sacaba hermosísi- 
mos caballos, bien impuestos y costosisi- 
m;imciíte ej^jaczpdos: entre los más lozanos 
(que cptoncGS no, .por ,cenieiiares, ^l por. 



— 450 — 

millares de pesos se apreciaban) salían 
otros no menos vistos, aunque por lo aceci- 
nado pudieran ser osamenta y desecho de 
las aves, aunque se sustentaban á fuerza de 
industria contra naturaleza, que comían de 
la real caja sueldos reales por conquistado- 
res, cuyos dueños, por salir aquel día aven- 
tajados, (por retener el uso del Pendón an- 
tiguo} sacaban también sus armas, tanto 
más reverendas por viejas y abolladas, que 
pudieran ser por nuevas, bien forjadas y 
resplandecientes. Ostentaban multitud de 
lacayos, galas y übreas. Clarines, chirimías 
y trompetas endulzaban el aire. El repique 
de todas las campanas de las iglesias, que 
seguían las de catedral, hacían regocijo y 
concertada armonía.» 

Como esa solemnidad se verificaba en lo 
más fuerte de la estación de las lluvias, su- 
cedía & veces que la comitiva sorprendida 
por el agua, se refugiaba en los primeros 
zaguanes que encontraba abiertos, hasta 
que pasada la tormenta, continuaba su ca- 
mino. Sabido por el rey despachó una cé- 
dula en términos muy apremiantes, prohi- 
biendo que tal cosa se hiciera, sino que ;i 
posar de la lluvia continuase adelante la 
procesión, y así se cumplió. Por ser muy 
grandes los gastos que la fiesta ocasio- 
naba al regidor encargado de llevar el 



J 



— 451 ~ 

Pendón, la ciudad le ayudaba con tres 
mil pesos de sus propios, fl) Andando el j 
tiempo decayó tanto el brillo de esa conme- 
moración anual de la conquista, que en 1745 
el virrey, por orden de la corte hubo de im- 
poner ima multa de quinientos pesos A todo 
caballero que siendo convidado dejase de 
concurrir sin causa justa. La ceremonia, 
que en sus principios íué muy lucid.i. vino 
después á ser ridicula, cuando el paseo se 
hacia ya en coches, y no á caballo y el 
Pendón iba asomando por una de l-is por- 
tezuelas del coche del virrey. Las cortes de 
España la abolieron por decreto de 7 de 
Enero de 1812 y la fiesta de San Hipólito se 
redujo á que el virery, audiencia y autorida- 
des asistieran á la iglesia, como en cual- 
quiera otra fundón ordinaria. (2) Inútil es 
decir que hasta esto cesó con la indepen- 
dencia. 

áir una ayuda &< 





EL GANADO VACUNO EN MEXICO. 



L 



A asombros il multipücaciún del ga- 
nado vacuno en América seria in- 
creíble, ai no estuviera períecLsu 
mente ■.■oniprobadíi con el testimonio de mu- 
(.bos autores y dociuuentos irrecusables. 
Desde los primeros tiempos siguientes á la 
conquista, los indios poco acostumbrados á 
la vista y vencidad del ganado, padecían á 
causa de él, mucho daño en sus personas y 
sementeras, lo cual diúnlugar á repetidas 
disposiciones de la corte, que vacilaba en- 
tre la conveniencia de que los ganados se 
aumentasen, y el deseo, que en ella era cons- 
tante, de procurar el bien de los indios. En- 
tre esas disposiciones es notable la relativa 
á la gran cerca que se labró en el valle de 
Toluca para encerrar el ganado de los es- 
pañoles. Consta en la cédula real de 3 de 

T, II.-57 



- 4^ - 

Junio de 1555, que por su interés histórico y 
por hallarse únicamente en un libro rarísi- 
mo (1), me resuelvo á copiar, á pesar de su 
mucha extensión. Dice así; «ElRey— Nues- 

• tro Presidente é oidores de la Audiencia 
«Real de la Nueva España. A Nos se ha he- 
•cho relación que D. Luis de Velasco, nues- 
«tro visorrey de esa tierra, salió á visitar el 
«valle de Matalcingo, que está doce leguas 
«desa ciudad de México, cerca de un lugar 

• que se llama Toluca, que es en la cabecera 
«del valle, é que tiene el dicho valle quince 
•leguas de largo, é tres y cuatro y cinco de 

• ancho en partes, y por medio una ribera, y 
«que hay en él mds de sesenta estancias de 
•ganados, en que dizque hay mds de ciettío 
^cincuenta mil cabezas de vacas é yeguas, y 

• que los indios le pidieron que hiciese saccr 
«el dicho ganado del valle, porque recibían 

• grandes daños en sus tierras y sementeras, 

• y haciendas, y que no las osaban labrar, ni 

• salir de sus casas, porque los toros los co- 

• rrían y mataban, y que los españoles dueños 

• de las estancias, y el cabildo de la Iglesia 
•mayor desa ciudad, por otra, le pidieron 

• que no se sacase el ganado de la Iglesia, 
•que perdía lo más sustancial de sus diez- 
•mos, yá los oidores y á la ciudad que se les 

lii Jf0nnr;.,7firf.,Llb.I,cap.4. 



«quitab.1 de su provisión y entretenimiento 
•lo más y lo mejor que tenían. E que visto 
•lo que los unOs y los otros decían, y mirada 
•y tanteada toda la dicha tierra, y comunica- 
«do con ciertos religiosos y con los dichos 
•indios principales naturales del dicho valle 
«y todas sus comarcas, irato que se hiciese 
•una cerca que dividiese las tierras de los 
lindios de las de esas estancias, cada una 
«conforme á la cantidad de ganado que tu- 

• viese, que la cerca se tasase por buenos 
«hombres, y que la dicha cerca se hiso, la 

Ecual tiene más de diez leguas, medidas por 
^cordel, y que los indios tienen por bien que 
«del pre::io della se compre censo para le- 
onería reparada siempre, por estar seguro 

• de los daños de los ganados, y que se tasú 
•la cerca en diez y siete mil y tantos pesos 

• de oro común, y que al tiempo del pedir la 

• paga ú. los dueftos de las estancias, apela- 

• ron para esa Audiencia de mandarles el 
■dicho visorrey pagar, y que han hecho f 1 

• negocio pleito, con fin de dilatarlo todo lo 

• más que pudieren, por que los indios no 
•sean pagados, ni la cerca no se conserve, 

• que es lo que pretenden, y que convem'a 
«mandásemos que los que tienen ganado en 
«el valle pagasen la cerca ú sacasen los ga- 
znados, por que con ello se contentarían los 
«indios, aunque lo más conveniente para el 



— 43Ó — 

•sostento T conserv'üción de la una repúblt- 

• ca )' de la otra era que la cerca se pague, 
•ponine el ganado se conservase sia daño 

• de los naturales. E visto todo to susodicho 
•y entetidido que es cosa conviniente que 

• la dicha cercase conserve, envió d mandar 

■ al dicho visorrey.que enlo del pagarla di- 
«cha cerca los españoles, ejecute lu>-go lo 
«que en ello tiene ordenado. Por ende, yo 
«vos mando que vosotros ayudéis i íavo- 
«rezcais á la ejecución dello, sin que pon- 

• gais estorbo alguno: é si los dichos es- 

• paftoles Ó alguno de ellos se agraviare, 

• mandamos que se ejecute el dicho reparti- 
•mietitosin embargo dello, é vosotros veréis 
•los agravios, y haréis sobre ello, llamadas 

• é oídas las partes á quien tocare, breve- 

• mente justicia, y avisamos heis délo que 
«en ello se hiciere. Fecha en la Villa de Va- 

■ lladolid.á tres días del mes de Junio de mil 
'é quinientos é cincuenta é cinco arlos.— La 

• Princesa.— Por mandado de su Majestad, 
«su Alteza en su nombre, Francisco de Le- 
« des ma.» 

De esta grande obra nada queda y en- 
tre las circunstancias que la hacen no- 
table es una la rapidez con que fué ejecuta- 
da; pues habiendo entrado D. Luis de Ve- 
lasco al gobierno en 15í>0, bastaron cinco 
años piíni hacer la visita, practicar l,is avp- 



J 



riguacioncs necesarias, dotenninar laobrM, 
ejecutarla, dar aviso A ia Corte, y recibir la 
resolución de ésta. 

Los datos para probar la rápida multipli- 
cación de los ganados, abundan en los do- 
cumentos de la época. En la nota !J5 del 
Diálogo segundo se ha hecho mención de 
la céduln de \'í\S que concedió la mitad del 
ganado mostrenco ;í los niños del colegio. 
Mucha sería la abundancia de las reses, 
para que ya se encontraran sin dueño, y en 
tal número que la mitad t nera bastante para 
ser materia de una merced real. En la nota 
79 del miáinii Diálogo, vimos que D. Alon- 
so Ue ViUüfiecLi casó con una señora que le 
llevó en doie una hacienda en que anual- 
mente se mar cabaní veinte mil crías de ga- 
nado mayor. Este dalo se refiere próxima- 
mente ii la época en que Cervantes escri- 
bía. 

En las tablas cronológicas del P. Claudio 
Clemente íl).5eencuentraestauotÍcia: «Han 
multiplicado tanto las vacas en las Indias, 
adonde llevaron algunas de España [que 
antes no las había], que en la flota del año 
15y7 trajeron de Santo Domingo 35,444 cue- 
ros, y de la Nueva España aquel mismo 
arto 74,350 cueros vacunos, que por todos 
son 99,794.. 
[IJ PAC. iw. 



t \ 



Este libro acabóse de imprimir cu la 
Imprenta de Victoriaíio Af^üe- 
rosel 20 de Agosto de 1S96, 
día en que la Iglesia 
Católica celebra al 
Gran Doctor 
Srt/í Ber- 
nardo, 




JAN 41985 



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Stanfard Unìversit; Library 

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