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ì
LA DESTRUCCIÓN
DE A^fTIGÜEDADES ^lEXICAVAS
Atribuida jl lo^ milìontiui va generai > ^ arlkulanctn-: .
¡|X0 de lofi mayores obstaciüoa petti»,;
^1 esclarecimiento déla verdad his (■
i'irica ts la con&i&tenciJ que llegan •
á .idquirir ciertos errores, y hay aecc&ídadjj
de rectilicaclos- Uno de los mis anaigados. (
ns la creencia üc que- la destrucciúii de los|Í
manuscritos mcxk-anos íuú obra exclusiva
■iiiiimoOi-t^l
=u.iu= u raros que
di Esili UlscrtmMtìn farmii ci ciipíiiilo XXII
¡nliuDula •Dvn^rAiiaa.nde ZmaSrraga, p(
aoimpltaa rliimhrH: v
i-'.ti iliicnnciínln^vai'i
-.CI- psnccinlmaote t-.
^
- 6 -
de los primeros misioneros, quienes, por
puro fanatismo, acompañado de crasa ig-
norancia, acabaron indistintamente con todo.
Dando por innegable el hecho, han venido
luego amargas lamentaciones por la pérdi-
da de tan gran tesoro, cuya conservación
nos hubiera proporcionado un perfecto co-
nocimiento de la historia, leyes y costum-
bres de los pueblos conquistados: beneficio
inestimable de que nos privaron aquellos
frailes ignorantes. Ei cargo ha pesado prin-
cipalmente'sobre el Sr. Zumárraga, á quien
se ha llegado á bautizar con ei nombre de
Oiitay del Nuevo Mumio, aludiendo d hi
quema (real ó supuesta) que aquel califahizo
de la gran biblioteca de Alejandría. Díce&e
entre otras cosas queel señorobispose apo-
deró délos ricosarchivos de Texcoco, y reco-
gió adema b cuantas pinturas de los irit^of,'
pudo h3berálasmanos,para-formaT con todo
un gran montón, semejante A una montaña,,
que redujo luego A cenizas. Tanto se ha ge-
neralizado esta creencia, que un escritor,
el último que ha tratado iste punto, se ex-
presa así:, "Al afirmar en la primera pági-
na de esto.s .¡nales, que el primer obispo y
arzobispo Je Méxito, Fr. Juan Zumárraga,
y los conquistadores y misioneros en gene-
ral destruyeron todas la:^ escrituras y mo-
numentos aztecüs qiu puilieron haber á las
manos, considerándolos como un obstáculo
invencible para abolir la idolatría é incí
car el cristìanismo á los pueblos subyuj
dos, no creí que pesara sobre mí la respoi
j-sabilidaddeeste aserto: suponía que cya
techo que habla pasado cu atUoridati de
\cosa juzgada, y que no necesitaba exponer
■ápspruebashislúrícaaquelodemucstrand)."
|(V todavía más recienlcmente, el redactor
Idei Catálogo de la BÍblioLecn del Sr. Rami-
ci, que se muestra bastante entendido en
«vLcstrn historin y bibliogratía. al hablar de
liti libro que pertendó ¡il Sr. Zuiíiárraya,
})USO la siguiente nota: "Es una interesante
Vmemoria del gran iconoclasta, á. cuyo celo
mor la vcrdadeni fe, semejante al de Ornar,
ría literatura debe la pérdida de innúmera-
"bles manuscritos Mexicanos [2]."
Justo es docir que el hecho de quedarnos
pocos papeles y momimentos aztecas da
^visps de verdad A la acusaciún. Investigar
^áles han sido las causas de cae hecho, y
íi parlf. que en OHiayao (unido el Sr. Zu-
íírraga y los misioneros, es trabajo de
5 interés, porque no se trai;t de contcn-
r una vana curiosidad, sino de dar ii cada
•.KL-KKi, Ciiesli.lii Jfíslóeha, upad Alialm
:uto
E|ípw oí Innnmcrablc He s i
M
uno lo suyo y de saber si realmente hubo
tanta ig[n oran eia y fanatismo en los prime-
ros apóstoles de nuestro suelo. Ignoro por
qué se ha querido convertir esa destruc-
ción en una arma contra la Iglesia que en
ningún caso podriaserresponsablede hechos
individuales. Pero lo cierto es que los his-
toriadores protestantes, y otros que sin serlo
no ocultan su aversión á la jerarquía ecle-
siástica, se han complacido en abultar la des-
trucción y en atribuirla exclusivamente álos
frailes, con el obispo al frente. Muy incom-
pleta quedara la biografía del Sr, Zumirra-
ga, si no dedicáramos un capítulo de ella á in-
vestigar hasta qué punto llcgú l;i destruc-
ción, y quiénes fueron los cjuc la causaron.
A lo que recuerdo, no he escrito hasta
ahora nada acerca de esta materia; pero sí
la 'he discutido en conversaciones con per-
sonas entendidas, sosteniendo n.\d\ AI.ÍS. que
no hay autoridad suficiente p.ir;i crv;^r que
el Sr, Zumármga consumió en una hoguera
los archivos de Tezcoco. Xo habia aparien-
cia de que Segura ñ tnitarsL' la cuestión por
la prensa; pero á mediados del año de 1877
salió el primer nümsro de los Aitaies licl
Museo Nacional de Mt'xio, ;í cuyo frente hay
una Rèsetì;i histiJri.M d ■] i'sliihl •cimi "nto.
escrita por el profesor de Zoología del mis-
mo, Sr I). Jcsú-s S¡inr!irv, quit.-n di('i princí-
>u irabajo con estas pakibras: 'Tcrrni^
el furor del primer arzobispi
rraga y de los conquistadoi-es y misionerí
para destruir /orf/is las escrituras y mo
^^ mentos aztecas, consideníndolos como
^H|lobstácu1o invencible par¡i abolir la ¡dolati
^^F'È incular e! cristianismo ;ì los pueblos si
^^Byugados, vino una Opoca más ilustrada.
^^Ventúnces se comprendiij la pi'^rdida irre;
^^Rfable que habla sufrido el Xuc\*o Mundo!
^^rY poco más adelante iiñadi.*, que -los reyÜ!
de España trataron dtj reparar, hasta don-
de fué posible, el mal causado por ¡ii igno-
rancia y cl/aiiittisiiw.-
No íallf'i quien me dijese entonces, que
f aquell.t era la oea-^ión ttt disciitif luiblioa-
jKJenle el punto: pero me abstuvr de ello, en-
Jtre otras razones, porque ya trabajaba en la
Jfercsente obra, donde naturalmente tendría
■ eabidii la discusión. Mas un periódico ilc
Icsla capital (1) atacó ai Sr. Sánchez, ponien-
l'docn duda sus asertos; y aunque elp;írrafn
Tiparecii'i como de la rcdaeciOn, se supo que
jra de un conocido literato, autoridad en la
Itíiateriti. El Sr. Sánchez crevi'i. por lu mis-
tino, que debía contestar, y lo veriliei'. publi-
Kcando en el li." numero de Ins .¡iiíiir<i dd
u-Museo una meditada discrtaciúr
-■■KIS
-tRcpublki
i
I
lulo lie -Ciicstiún hist<Jrica.» Ruplicú ul pc-
n<3dico (l)yeiilru otras cosas dijo que en
esa cuestión estaba de im lado el Sr. Oroz-
co y Berra, atacando al arzobispo de Méxi-
co, y yo del otro defendiéndole. Anunciaba,
por último, que yo iba ;i contestar al Sr. Sí n-
chez.
Esto no era exacto, porque nunca tuve tal
propósito. Lo que se dico de mi estimadísi-
nio amigo el Sr. Orozco y de mí, podría hacer
creer que hubíamos sostenido ¡tiguna polé-
mica pública, que no hubo. Lo que pasó fué
que dos ú tres veces en la Academia Mexi-
cana, después de concluida la sesión, em-
prendimos plíltica acerca de cstít materia,
con Li calma propia de nuestra vieja amis-
tad, y los otros señores académicos tuvie-
ron la bondad de quedarse A escucharnos.
El Sr. Orozco sostenía en efecto loque el
periódico dijo, y era par.i mi un adversa-
rio temible. Dr ,K]n. I1,i- , -n' . - ,. ínnrs tu-
vo entera nnlii-; ■ . I -^: -• ■ J.' es-
cribir sii dixn. I . ■ ■ i 'urta
particular quc ■ ii >-.-u.-, Ji.i.-, ..-.iniíi ,il Sr.
Orozco; todo lo cual fué con autorización
mfa, que c! Sr. Orozco tuvo la delicadeza
de pedirme, aunque no le era necesaria.
¡1] 3íl de Xoviembi-e
' Nada importa tanto en una cuestión, ete-
rno fijar bien los términos de ella. Xo nieií"
que los misioneros tlc'.iriiycnin templos,
ídolos y Aun munuscriids, pues por su pro-
pio lestimonio lo sabemos, I-o que niego o
que e! Sr. Zumárraga quemara los archivos
de Tczcoco hacinados en forma de itioiita-
íia, y persiguiera coiifurnr los manuscritos.
Podrá ser que destruj-cra alguno, aunque
haata ahora no me consta un solo caso; pe-
jjo de uo hecho aislado A la |iersecución si.'í-
tnAtica, & la destrucción casi completa del
o histórico de los aztecas, al ciego afán
c se le atribuye de buscar y destruir has-
el último manuscrito, hay distancia iu-
lensa. No sé que iíntes de ahora haya ue-
[lldo lUguicn [ormaimcntc que el señor obis-
B hiciera la tal quemazón: los m.ls bcnig-
fOR, queson pocos, se han contentado con j
ÜBculparle. El empeño es loable, pei-o inú* j
líl, si puede probarse que la acusación csl
infundada. A este fin va encaminado el pre-J
seme capítulo. No ¡ücanzo medio depres-]
tar atractivo í't esta ."irida investigación, y
será poco si consigo darle claridad. Para I
ello me fijaré en la disertación del Sr, Sán-
chez, no porque sea mi ánimo dedicarme es-
pecialmente á impugnarla, sino porque allí
ha reunido todos sus elementos la acusa-
ción, y porque reconozco en esc escrito la.
mporUmdií quf le d;in Jos propios conoci-
iijicntos dei -Sr. Sánchez, y I;i podf rosa co-
lilborac¡6n de! Sr. Oroxoo. Mas nn puedo
menos de hacer notar aquí el eam'iiii de
ideas que se \'t*nficú r-ipidamcnte en ^-1 ;ii!- '
ton En su Resefia había un/iiroi- del señor
arzobispo y de los misioneros para destruir
ÍOíias liis escrituras y inonuinenLos de los
aztecas; y Cñt furor era Inijo de In ignoran-
cía y el fíiiiatisvio: luego aquel prelado y
aquellos misioneros eran ignorantes y fanri-
licos. En la Cuesíiiiii Histúrka nada hay de
esto: los misioneros obraron puramente por
rdo ¿iiíliscrcfo: el señor obispo era "un va-
nendo gran virtud, enérgico, humüdo y acé-
rrimo defensor d^: Ij.í indios para quie-
nes fué un verdadero padre: grandes íue-
ron sus virtudes y grande su celo aposlóli-
co;* y si incurrió en li fallii de destruir las
antigüedades aztecas, fué porque no estaba
exento de las ideas y preocupaciones de su
. Época, y porque no pudo librarse del influ-
jo que naturalmente debí[i ejercer en el la
opiniún unánime de los misioneros. Esia no-
mblc modificación en sus juicios honra ,il
Sí: Siínchez, y no será temerario pensar
qwe se debió al estudio especia! que se ve-
rla obligado j1 hacer para replicar at ;tiaque
de! periódico. Si el Sr. Sánchez quiere pro.
!
£undi;iíir toduví;! más t-^^c estudio, confio en
que vendremos :i quedar de acuerdo.
Asiencii el Sr. Sánchez dos proposiciones:
• 1." Los primeros misioneros, con pocas ex-
cepciones, destruyeron tndo lo que icnfa re-
|[icii5n con el culto, la historia y las antigüe-
dades ái: -México. !?." El Sr. Zumárraga to-
mó un participio activo en esta destrucción."
Diez y oclio autores (algunos varias Ve-
ces) cita el Sr. Sánchez en apoyo de su tí^-
sís. Echo méno.s en las citas el órtlcn nece-
sario pam que puedan abarcarne de una
ojeada. Trataremos de (Jar ú esos autores
un mediano Orden cronologico (]).
1." Fr. Pedro de Gante en su Carta de 27
de Junio de IñSf». ne.strucci<'in de templos i'
(doios (2).
(1) Como no todOülaspersonm que lean este escriio bq-
diUn hiiber fl las muM la diunnciún del Sr. SAachez,
me veo ea la neceaidad decorar enDotailax autoridadcn
)s domíneos eatot jÑveneo (dOC
il salen de Ja cludad^y van a p
D.Dcho. dica, veinie y has
iroPHcnr lufe catdllca. v i^euraf al pneblo,
jCciOnes, paro. FEcibh-«rt^atisiiio. Viajunoii
tíSoi paraderribar los ídolos. Hiénlraegue
•ais, tilia la
n Dios
urna sns lasimcciones, pai
MBltnCn con eSSoiparadi
UOMroa éetlrulmos los templos en
gym en otros, y -' >—.--..
tslas ocupado ^
acarianosTlia puhllcaSo todavlB _- . —
' - -'- ■ trne Ternaux. tom. X ¡pile. SUI]. I.r iruducei^n
! es dtISr. Sdnuhei,
T, U,-2
-ÍHi
— 14 -
2." El Sr, Z Hill LÍ fraga, Carili iil Capiliilo,
12 de Junio de 1531. Templos ü ¡dolos; y
también manuscritns, según rl Sr. S;'in-
chez {1).
3,o Fr. Toribio de Motoliiiia, t'ii su Hisln-
ria de los indios, esenta de 15,% d ,1 J40. Idil-
ios (2),
4." El P. SahaguQ, en su Historia Geiienü
de las cosas de Ahueva España. Según las
investigaciones del Sr. Chavero, vino en.. .
1529, y escribió su obra entre 15bO y I5&).
Tres citas. l."Dcstruec¡ún de manuscritos
por el rey Itzcoatl ó Itzcohuall. 2." De ma-
mtscritos por los misioneros. 3.^ No trata de *
üestruícii'm vcrificaíla; íinicíimentc dice que
'ios cuales [por in gracia de Dios] p
rellBioBoa de la urden de nuísim sp
dsco de la regular observ
un millún de personas, gut
ribados por ¡ierra, y aids
mtos qne adoraban, lia» i
da»,' Stc. Mds adelante ti
i« I) curas pintadas; y di^
rodclns y escudos, y en
as de SQ^ oemonjos con su
Icnlan figurase idolosde
DjuiD V Be pincn. nKBiu uc IBI maripoía^ pnlg-as v Inn-
Bostas, grandes y hien labradas. Acabados ríe déslmir
*aes idotot públicos, dieron [ios religiosos] tras los que
etnsban encerrados en los pies do las cruce», como en cár-
cel, porque ei demonio no podía estar cabe la cruz sin pa-
decer eran tormento Tdtadoshs dESIriivernii.-- Historia
dtlos/Hdioí de J^ueva España, trat. I, cap. I. En la nota
introdujo el Sr. Sflnchez por equivocación el n'jinbre rie
- ir. -
fi uilendíii'io de los 260 días i>h supcrslicio-
so y dehc ser quemado donde quiera qui,-
se halle, :'i pesar de qiic otro reli.eioso le de- i
tendía (1).
->," El P. Duran, Histnrin i/v las hìdius üe
.V//CVIÌ Espufm. IS'aciú iiiifíii IT.Ss y escribía
en 137'J y l'ifi!. lìcslnuvii'm de niauuserilos
por los religiosos antiguos (ií\
Xlicia Espn:'!,:,
•Estas. KciU' - 1. Ili lolrasnl caracteres
;ilf|:iuios, ni '.;i1'i ui I' h ' v -.IHi: i^amanlcábanBe por
imil^cne-i v rlniíiras. v loitn-' las ¡intieuaUna suyas y It'
nro^ qiii: tenían ile ullaa fóiiibaii pintados con fleurai e
i mittente, de tal manera, qucuibian y tenían raeiDoiins
iIf la^ Losas que sus ¡uitepasados hablan hecho y deiadn
.■" -iiis anilles, por mis flcmil hBim air&s, (Intcsque vínÍL-
stn lii-i c-|i;ift(ilcs ;l tsia ilprra. Ue estos IlbroE v CBcrHii-
insl ..■■]■ II..--. .|iLíi-,i,iii3i: -illiempo gocsedesini-
\eri..i:'-. i-.i ' i.i|... r-'"i> 'T'deiaron de qnedarmu-
.-h.i- .1 I !. ■I'-- \ L-[ri, \ íunahoraieitUBr-
.iar>. I ■ ■" I ' !■ u.ii,|.. -I1-- anHjTiiflnas,- Jíirf,,
1.,: I ■■ . . I • - .' '.!j.\u\ ~ I . iiiii- al Apéndice delir-
erò IV. SíTííi inin l.ii;;.. ^■■•]iKLi- iii.lnlu que aUI dice acer-
ía ilrl uileiidariu ik Ir» V'í' ili,i->: l';i--m L-on la i-oncluslOn;
•En lu que dice í>'u'rio i-i'ligii...(ii i]iic en este calendario
no hav Fci^a <1e ¡dolati i.i, es ;:rande mentira, porqaeno es
dillo toias, faltan ynl
sss
. ùimlenli; desta llerra, Jetos cuales haWa y i
él intento de sus nntigüedsaea. • Histeria líí
ttt Ntitva Espada, tom, I. píeína 17.
- 16 -
6." P.José di; AcosLa, Hisloria NtUiiraly
Moral de Indias publicada en 1590. El autoi'
andaba por aquí en 1586.. Destrucción do
manuscritos en Yucatíín, por un doctrinero,
y pérdida en general 'de muchas memorias
de cosafi antiguas y ocultas {{).'
7." lUmo. Dávila Padilla, Hisloria de la
Pfoviíida de Sauliago, publicada en 1596.
El autor era mexicano y nació en 1562. Dos
citas: la primera se reíiere ¡i la destrucción
del ídolo ó baj6 relieve de Tetzcotzingo por
el Sr. ^íumirnign y el P. Betanzos. Aquí
aparece por primera vez ei señor obispo co-
mo destructor de iilolos. La segunda cita no
habla de destrucción (2),
; } innoiliaientoa At
Mdad i dlliseucu
I ]i I iccldo en
7,111.1 I un i Ir neciu yi e ani aliti ni aun guerii Saba
Ih f r^ di lo' ¡naias, t corga cerradi dicen que todni
Sun hichiicrins, > que estos aon todo? unosboiraihoi qur
[ui 1 iieden saber ni enteoderr- Hisiorin 'ialufal i Alo
I il di Ins Indias lib CtMip
|2j fio pane Li &r SJncueZjeo lapiimcra cita los pa
IdbrAB di. Disvila Pndula m aquí un estiacto del pasaje
4Uep«tlenece al llbrj ll.cap S «A unalesuadel puebli
toehoi lOQ estrani niaiei.nJ ti puesto qae lenta el de
- 17 —
. El cronista Herrera 1 1549-1625; cuya
grande obra comenzó á publicarse en 1601..
Dos citas: 1". Destrucción de manuscritos
por los misioneros. 2''. Que los Mexic:inoK
tfnían ídolos y />í"í/iws i[uu inioraliau por
dioses 11].
.9a. P. Torqueniadu. Monartiuia Indiamr.
profesó aquí en 15S3. Publicó su obra en
1615, Tres citas. 1". N'o babl;i de destnic-'
don. 2''. Que los rcUgioso.-i y obispo pri-
mero D.Juan dtí Zumárraga quemaron las
historias de los señores de Azcapotxalco ,
con otros muchos papeles de gran impor-
tancia. :V'. Que al principili de lii convcr-
'I Jemooto. Eq In
M hAbfan singularttaJo en m
mAs alto de r.Ble cfito estaba n i.nuurv .^J^■,^^^^^^ ^>
ban Qwalcoittl, y lodo ti cerro esiaba srmbtKÍio eo
lo mlialto de Cado el cerro rsi.ibí lahr.ido en ptfla
un COToRIque üatnaban tn fsii tltrra. v es un a#n<
iPbos minos fcroi aue lo6 ,15 Europa... .. Esta Sboi
■-» » un iodio garande amnad^ir, * quifn ™v
y finíriendD lufgoel licmonio fipur.T df eüi
le dieron •:
.dolo dmr
márraga t
Wl
sanl^'
chispo de MÉiicoFr. Joan
id.r r^'drcKr. Df>miniro At
ir> JcihiTi-ür lodnliiiiKurí
: hh. 11. capitulo 8ft Se reí
kun p-an Idolo de pnpel,
iimcluí turiosidnd en haeerfdn-
-\i~fnrmas. v Ins ndoralMn por
>ii míiria ac soí Bmidem» eri ían-
.!• lio lai. mn lid. por fijnoraiicl.ii..
i.o.iJJendo ^uc trun in>ros de tdo-.l
- 18 —
Sion se quemaron ciertos libros. Primer
autor que atribuye quemazón de manuscri-
tos al Sr. Zumárraga; pero sin decir nada
de ]o5 .-irchivoadc Tezcoco [I].
--, ; v; 'a presente iDeainos. v sinctesarío cí raand»!
— í V, R. se «ncareui, desde lueso, de rcQOzer todas Isa
■«ladones y escrito», .. . . , que para hacer nuevas crfloicas
idaa Ua provincias se hlülaren. exaraioando de nuevo
iraad de rodos é inquirieirfdo O buscando v averiBuaT-
do los casos panicolares y comunes que importaren-
así de U vid» .1. tantos reliBlosos santos v graves
coma Cambiín di los naeramenCc convertidas, de sus ri-
tos y ceremonia ■■ Se. Caí-Cade Fi: Bernardo Salvasi
autor, antes del Prdloso Genera!.
•Cuyaa historias Idc Totiehuac] \- unos de su reinada
V gobierno han faltado v perecido, ú'porquc los indios an-
tiguos escondieron estos papeles, porque no se los quitas en
los españoles cuan Jo les entráronla ciudad y tierras, y
se qaedaron perdidos, por muerte de los que im escondie-
ron, it/>orgiie/Ds rclígiososy obispa primero D.Juande
Ziatiárraga los quemaron, con otros muchos dettuchn
inlportancia para saber lascosas antiguas deestatit-
rriii porque como todos ellos eran jícurní v caracteres
que representaban animales racionales v Irracionale:'
verbas, írbolcí. piedras, montes, aguas, sierras y otras
(ssas leste tono, enteodiei^m que era demostración ce
síperatlciosa idolatria, > osi e«íinnroii ioiio.s rHOBÍo» p«i-
diirott habtr á las manas, que A no haber sido diligenlis
alguai» jndloa ctirlosos en esconder parte de estos papt-
leiiybistorlaE. no hubiera ahora de ellos aun la noticia
nOlro s^fior lenta t
mucho di
república, y todo ui
iiileKdirrOH /.is iniHintros que los quemaron. Une ct
• -sal supieiticionas é i4olálricas} no ba quedado pi
a'toranlDy averiguado todo lo que ellos hicieron y (le
U; un 1
i'Si
._. ___ is tierras; v lo quL
lauuda de ulEunos fragmentos que qi
i que se halfo en poder de un aeftor i
Fi> Nc,^;ihu><Hlll> 'iHmado D. AntOT
10°. D.Fernando deAIva Istlilxochitl, des-
cendiente de los reyes de Tezcoco. Según
e! Sr. Ramírez, nació en 1568, murió en 1648,
escribió de 1600 á 1615 ú 16. E! Sr. Sánchez
Ipág. á4| dice que "floreció á principios del
siglo X\'I.'" Si no es errata de imprenta, se
equivocó en un siglo, pues debió decir XVÍJ;
diferencia de suma importancia en la pre-
siente investigación. Una cita: Destrucción
del ¡dolo de Tezcotzíngo por el Sr, Zumá-
rraga. Otros textos del mismo autor, que
luego verúmos, harían mucho míls al propó-
sito del Sr. Sánchez [1|.
IP, Robertson^ Historia ilc America, pu.
hlicadaen 1777. Quemazón de todas las pin
xmAU pam übcdixcr una urden de Juanilc
Zitmárraga [2].
(li-Eitataenfl(enun«>anQut>
<ll»tncirconrerencialoEaflosde»d ^
ijnspeni,':s<:ulpidacri
eq-íe habla niddo el
{•orüpxrte desafuéralos aflos. en fin de •:uAa uno de eUo<
. por ,ir.,i.n do In lueda csculpld.s
!■ , . .-1 -■.. .-labaardiendoeTiU!
•■ ■ .!■■' muy cnnohlecida di
- edlScioB, V en medio
■ . ■ ■ ni.'dp venado, atada '
en ei una ptedr» prí-
. 1 Ji'l plí unosponni/hot
idíplamaapreclns..
.r,M.. " i":"''!',--'^v'^°"''l^'.TL''r
q armado con su mo-
>j»'j.';, ,, -, , ■■ ' '■
■^i'l'.i.'l'.'i.raihüüiiíJi'
jam-Í"... ■'■■'■■
■ ,'.'/.'í/,i.,ríJ.-rfnaiií.
. . 1 . 1.. n-ÍL'oJu e^*
Hislfíia ("/íH7i""r™. pün.-ííCdtnc
.m^ixVlBi-oíeccW
úe KiaiaMotaasb.
( rSSr. Sftncheí panecn casu-Ui
r"t tiMBonn'necofiitiiuimiithol.i
inoel testo iIcKoKrl-
i Ii-ailui'd'Wl. pri-Huiu
I
- 20 —
12°. P. Cluviitra.I-íisloyia antigua de Me
xico, 1780. Tres citab: !■■', Destrucción de pin-
turas por los primeros predicadores, que las
persiguiei-ou coit/uror. De cuantas pudie-
ron haber en Teiícoco hicieron en la pinza
del mercado tan crecido rimero, que pare-
cía un monte, y le pegaron fuego. Aquí figu-
ran ya los archivos de Tezcoco, pero no el
Sr. Zumárraga. 2". Destrucción de un ídolo
en Teotihuacán. por orden del primer obis-
po de Mésito. 33. Destrucción de ídolos por
el primer obispo de México y los primeros
predicadores [1].
cUrelorieitiiU. -The obscnrily in which Ihe ignoraiicr
of íts eanquere'sinrolvíd the anníls of México. w«s «lie"
nentcd by the &uperslilion or those u-bo succeeded tbem.
As the míinory oí past events was prest rvcd «monetSr
Meifcuis by ñÉurcs patnied on sklnE rin cotroa clotn.on
■ kind ot iñiteboara or on tbe barh oíufttt, theeadymi-
^ianitioi usatile W compreh'iid iheir meanlnCí •Lnd
strodtnritbtheit uacouth foi<riis. coocefved tlvem to bt
moonaieotsirfidolB,tTv whicS ought ta be destroyed io
nrder to facilitan the tonversfon of thc, indiani.. In o6e-
^iencc lo «H edict íssHed hyjiiaii de Zumái'i-asa a ftan-
clícanmonk, the first biahopof México, asmany records
nftke SHcie» Mexican story as caitld be callected wtrc
commiltí In tht ftames. In conseqnencc of ihis Ganatlc-
al lealof thL' monks who lirst visitcd New Spaln (whlch
theitsuccesaor'i «oonbecan to límente whatcver lüJow-
ledEC of remoti, ivents such rode monumcnts conlalned
vas aloioat enti ely lusti and no !□ formati ot) remaíned
aacemine he an en e olui'ona and poli oí the em
frumenti o( Ihe r h o cal p.. ._ ..„. ..
'^trbaroDircHearchesDfZumd. raed fisi
book \ I!
O". Humholdli Vistai^ de las. dmín
1810. El Sr. ZumíiTaga qucbrú el Ídolo d
le y le pegaron fiíego, ,
., , seeniMos la mentor-' '
tmparlantes sucesos. La perdida de tan
lonumentOB de sa antígaeáiafaéímtagam'
1& por los indioi, y aun los mismos aatores <
ntr«)intieror — — ■* ■- ■■ ' -■
. ora buscnudo lai pinturas qat aehabian
escapado de las primeras investisneione«, y nungue re-
cogí cion muchas, no fueron can tas cuantas se necesitaban,
Cqae lo5 que las ixiselsn las ocultaban con empcilo de
espaflole*. y □□ se deshacían de ellas tan facllmenle,-
Lib. vn, i ti.
•Sabalstcacodnvfalosfa
a tres millas al N. de aquel
HíiJGO. Estos vastos cdlücins, que sirvieron oc moueiu u
los JemAs templo» de aquel país, eñtabnn consauíudos
uno al sol y otro ala luna, representados en donIdolaB de
enorme inmnflo, hechos de piedra y eubierios de oro.
i:i ,1-1 ^..1 ..-<%r . ..irk .>r-.,n^'>.-~r.y,,M.,,1^n ,.\ n^j.h/t «^ ..TI f^ll»
la Imi^n de aqael planeta, d<
idadea .
ro üalili
I cija
,1, y los Ídolos (í
_ _ ,_el piai
indares se aprovechar __.
hecbo* pedazos, jMr órdenOi. ^ .
pero loa frasmeatos se conservaron tinsta lì
pasada, y Aun quizas hay algranaí todavía.' Llb. VI, J 1^
*Áun tn esto lentmos que diplorar el celo del primer
obispo de México y de tes primeros predicadores del
EvangcUo.PHes por no dejar á los neófitos riii£iíh íii-
eentiva de fdoialría, kos privaron de mnchos preciosos
■"-""-"-'I/os de la esciillara de ¡os mexicanos. Los el-
icla primera Iglesia que se construyo enMeilco '
do I
igccíon. La conducta di
le produjo 1 mejor
.alüu-
preservar las
estasen
píeíoA
ESO, U
- 22 -
Teotitiiiacán cuando cmprendiú destruir to-
do lo que tenía relación con el culto, la his-
toria y las antigüedades de los pueblos in-
dígenas de América |1]1
14°. P. Míer. Dos citas: 1». De su Apología
(1805). Archivos deTezcoco ¡Utos como una
montaña: todas las librerías de los aztecas:
conflagración general por ñ\. Sr. Zumárraga
y los misioneros. 2^. De su famosa Dher-
tación sobre el apüstol Sto. Tomiís. Los mi-
sioneros lo endiablaron todo, y quemaron
liis bibliotecas. Hay otras cosas en el mis-
mu autor, tan buenas como ístas [2],
l'MnoIreccbuxHti
rigne, il üt anísi _ ^
¡^rs des CordílUrts. pUndic VIL ed. in fol. pigSú.
12) -Vb era tiempo de qa* lo^ seOorix oMspoa luibjc-
mn escarmentado de tu jutclD predjiltHdo sotinjeHiisiiss
pinturas mexicanas). ^¡ primer obispo de- Méxtoa s* le
anilló que lodOsUa manuscritos simbólicos délos inifíot
efan /¡guras inág,icaa.>iechicerias y dtmoníos. y s*hÍao
tm dtber rftigioso it exterminarlos por si y pot tittdio
iTe Icé HtiaiDneras, eníregaii-lo lí las llunias (odas ios li-
brerlasdtìoSatteta»,àeìSf. • iwles írtllo ladeTezCueoqac
era Ktt At^BSfselevantuh^ tan alta cumo una montütlt.
ruando lie líriten de Xiiiiiiiiraga l¡< sacaran if ipieinar.
V como loa indios rvhnclun ^us ninnuscrkua ú los eacdii-
dian pura con serrar la hlsioriadc suníieion, se riilínn ins
eiTado cela pnraquslosrobasenú san p&dreK, > de nqui
vina lamiKrte de los9Íete nilhis tloictiUeclK reputailos
mArtlres. Abí causd «te obispo A la luuiUiDy d larepú-
bllcft literaria lina perdido laDirrepnrnble como fnmen-
■in.- Apolomia, apaa Sioara/ta por D. J. Bl^utekhi üos-
lAi-Eí fMonterev, 1876.4. •), páff-Sl.
■ L^s espBflolés V mlaioneros empefiadoa en na ver sino
■■' •"-'■'-1, (un eñ las cruces, luJu Ib endiiililaron ,aln
15" D. Carlos M'', de Busl;imantc, que e
cribió de 1810 & 1SI7. Iil bibliotecario (
Tescoco D. Alonso de Ayacatzìn "v-ìó qm
mar el gran tesoro quc 61 custodiaba, y q*
se lo arrancó el Sr. Obispo Zumárraga, paraj
darlo al fuego como un depósito de nigtxi
mancia [1],"
16". M, Tcrnaux-Compans, 1840, dice qoi
^e ha echado cn cara li Ziimárraga y :V loi
rinte» provine iot, vpoi' haber quctuadg la* bibliotec
inforni£ad><tc del vulf-o necio, qne entre los calúlicoi i ^
ria también denueí.[r>i creencia nn a relación endiabladas
hicieron un» pepitoria inROporiable. Desde que ■ '
Roles llcKOron A Nuevii GapalUí y se vieron inccn!
Itolli 6 leutli, dieron en que los tenían por dioaé^ y
']e«tÉ. palabra los misioneros aplicada hasta Aloi
l^ts<OMlt<>volv!« 6i6ii6à V áloiiít. '-Síiloylí de
'MfÓn de ¿fneva EspaHalcoa el nombre de D.]o-
a], [UQdres, ISia, 3 19 Bori Com. U. Apíndlce, p3r-
iÈtm. SBplemento al llb. lU, pAe. XXVI.
—•■o seeacrtbifl la obra dd P. Sahagon, dice
n en aa BlblMuca Hispano Americana |pa-
o en doce Efandes volflinenes cn papek da
iD dibujos predoaOs y ñBDra», negiin In escrliura
. que iiaa:ban los mCxii^nDs; obra qae iehío ha-
to bunortal; pero qne habiendo costado al autor idu-
i.__^u _._„ 1 compnfletos decioü qac
de la Idolat
.,7ei5¿
í™o mismo
1, por los MiU sa-
Fií archive rode aquella ciudad i). Aloníode
' " 'cJ qiuinaf tt gran tesoro qut él cíalo-
,. arrancó al señor Ariobispo ZuinArra-
aarlo at/Mcga como un iltpíülo ,le nieroman-
_.'fC«IiiOí, por tamo, de este archivo preclosJtìmo
. BtU Ikoy podíamos comprobar toda e^la historia,»
'-^ :U fin dtllib, IV deSAHA&u.v, lom, I, paE.360,
misioneros de su liempo l;i desirucción de
todos los manuscritos mexicanos [1].
17°. Prcscott, Conquista de México, l^, edi-
ción 1843. El primer arzobispo de México,
cuyo nombre debe ser tan inmortal como
el de Omar, recogió de cuantas paites pudo
las pinturas y principalmente de Tezcoco.
Reunido todo en forma de un monte, lo redu-
jo d cenizas cu la plaza del mercado de Tla-
lelolco. La soldadesca ignorante no tardó en
imitar el ejemplo de su prelado; cuanto ma-
nuscrito cala en sus manos era destruido sin
reparo [lí].
lemps, la deitmcti
te qui pouvak leur riinni-ipr leurs nneicnnes croyance».'
Mémeirís. &o« tom, XVÍ, págr. I.
m Texto originai. «AC Iho lime of the Hrrivul of the
Spaniards, great quantilicEi of ihcsc mnnuscripts n-ere
treasured up In the tounlrv. Numerous iiersonü wcre ora-
pioTed in painting. atiJ ihc ulisiiiiLv .)( ili^ii iiperaiions
leíy, thia wasminRlcd wiiu (ii;Ktr iiml iimior-Lln r.clin^^.
ed anspiclon. Thcv wltil- IjuIi^iI un ,is tn Litri.- >.riillv, and
mere regardeci In ihc ükIu ^^iili ilit iJul:. -.¡tul lemiilCi, us
Ihoymbola of a pi:í,Iiltni suueistiliuii, llialiliust lie ei-
tlrpated. Ttae lirsl iircliL'ishop ut' Mí:<ii:o, D. Juan líe Zu-
mBimgn— a n;imc ihal !íhDi:]il be as imn-.onal :is ihat oí
pedílÍy.froniTeicuco, ihemJíiLuliivaledcapitalinAna-
nuac, and the eri^at deposliorv of ihe natloniil nrchive».
Hethen causea them to be piltd up in a .■moniain-lieBP'i
» had celebrai-
— 25 -
Mi." Al-dmAn,^Discrtncìoites, 18U. Dos ci-
ntas: I.^ Destrucciún de templos, de ídolos y
I de manuscritos: archivos de Tezcoco. 2." El
[ Sr. Zumárraga destruyó todoslosmanuscri-
í tos que pudo haber ;l las manos |]].
actiicve [wo more slg^nnl trlumplis, thun by th^ anníhllH-
tion oísomany cnnouü monamínt^ oí human ínEt^nulty
andlearoing!— Thennlette^cdsQldiE^swe^ellotlílowi^ilIli-
- i_„^.i.-i ,— . n^very cTiurt and vo-
cnliRhten-
Catinjc toe examp
lume wliich fell i
ao that wheo che
Iríais i>( clrlilxRtl
ia. ea el primer
que era de los ID
redcneían del ni
aquel día coniai
oc la regmcriLcic
trfa. Grande fuC
l:iiivís.. fíislo-
día dn ÙI, d U
.,.. _ , ^as hermosos, qucrionao qiicLiíj ccm
rcdenelOn del eflncro humano Mbla ti^nidti priiitlrii
lutoridad y poder de Corti
mpafladps de loi n
jrsolcmniilHdqùr
.. lìc&?Iban
paraje en donde se habían reanido losldol
tos de la superstición da los naturales, y c
■no 113. ac ejecotaba prácücamence sobre 1
tenido de cada veisicnlor «Nuestro Dios ri
todo esta sujeto ft su voluntad. Los simulacros de la
ro y piala, obra de la
:n boca y no hablarán, tienen ajes ;
dct misi
. El
habia cantado et ProfetE
«rices 1
■1 con-
elelo:
í,f£
.rtlllo
los maehnchos de la escuela, después, de la ceremonia, con
grita y alanzara Insultaban los restos mutilados del slmn-
lacio, qnc por tantos siglos habían adorado sus abacios.
- 26 -
De estos aulores citaaos, no tomó el Sr.
Sánchez todos los pasajes que hablan de la
destrucción de antigüedades, y vamos á
añadir algunos, sin tener la pretensión de
haberlos agotado.
Fr. Pedro de Gante, en carta que dirigió
al Emperador con fecha 31 de Octubre de
1532, dice que de seis aflos á esa parte había
andado por varios pueblos 'visitando y tra-
iiolo ante guleii st habían presentado en sacrificio tos
cofOMitus kurneanles di ¡oi hombría, \ el manuscrito
precioso mu coiiltiiia to': aiiaU'-de li ¡i trlou desde au
iHmtgTacioii !¡ü 'ni I del A ¡a Ul 1 1 inlresaaeisá
¡a'^ltantíi i l pesar de tos
irtdiùaiii lili II aquellus
JUnraa mi i »\ más lar-
de el mal I I I pirarlo. re-
tocicnil 1 1 I I III Icifuíposl-
I ir lahiitona di. lodns 1 13 naciones
s cteaqusllospueblOM Dí'^olacia-
Si-I ¡iiJi'iT i.doCVSi" Zamarraga) tainbiín íca"=
en el csceso de bu telo por la propiBUciiSn di la reliKÍSiit
destra\ú eon el ma\or Liapeflo to& manustnlo^ hUtúHco^
de loB indios, > un escritor hnrlSHCO lia dicho que bcob-
tumbrftda á ver brujas en Vizn>a, lo hablas parecido
tambJCn bmjaa y encantoii loa geroffllficoa de loa alteen!.
Segün ellos son de extraftoa y moiü^truoaos, no serla de
admirar qnc los hubiera tañido por tales el buen obispo,
siendo su objelu la propaeaciún de la reli
teniendo e
- 27 -
bajando de destruir los ídolos v idola-
trías (I)..
Fr, Toribio de Motollnia refiere (trat. I,
cap. 3] que «yendo la cosa adelante, para
hacer las iglesias comenzaron [los indios] á
echar mano de sus teocallis, para sacar de
elios piedra y madera, y de esta manera
quedaron desolados y derribados; y los ¡do-
los de piedra, de los cuales había infinitos,
no solo escaparon quebrados y hechos pe-
dazos, pero vinieron ú servir de cimientos
para las iglesias; y como había algunas muy
grandes, venían lo mejor del mundo para
cimiento de tan grande y santa obra. > En
et mismo capítulo había dicho que i pesar
de la conquista y de la venida de los reli-
giosos, continuaban los sacerdotes en los
templos sirviendo á los ídolos, hasta que en
la noche del 1.° de Enero de 1525, en Tez-
coco, «tres frailes espantaron y ahuyenta-
ron á todos los que estaban en las casas y
salas de los demonios, y esta fué la prime-
ra batalla dada al demonio.»
Trat. II, cap. 2, dice que los indios de Te-
pepolco, A consecuencia de una plática que
les hicieron los frailes, «quebrantaron todos
los ídolos que tcnian v quemaron los teoca-
llis.-
{ti Carlas ilt ¡iidií<s,fííe.'J¡.
- 28 -
Mismo tratado, aip. 3, reíiere que !a se-
ñora de Tctzitcpcc Irajo muchas cargas
de ídolos, para que los quemasen. Y hay
otras noticias semejantes.
El P. Duran dice: 'V asi erraron mucho !os
que con buen celo (pero no con mucha pru-
dencia) quemaron y destruyeron al princi-
pio todas las pinturas de antiguallas que
tcnian.. (Pte. 11, cap. 78).
Del P. Torquemada tenemoSj entre otras
cosas, lo siguiente:
• Se debe comenzar la historia de ellos
(desde los primeros pobladores], lo cual ha-
go yo, habiendo buscado su origen en libros
que los naturales tenían guardados y escon-
didos por el grande miedo que á los prin-
cipios de su conversión cobraron á los mi-
nistros evangélicos; porque como eran de
figuras (y mal pintadas) enlcndian que eran
idolátricos, y lOs quemaban todos, y por re-
dimir algo de ellos no los manifestaban.»
(Prólogo al libro II).
De Istlilxochitl citil g\ Sr. Sánchez un so-
lo pasaje en que se refiere la destrucción
del ídolo 6 geroglifico de Tezcotzinco, y
omitió todos lot. que tratan de la destruc-
ción de manascritos. Veamos lo que he en-
contrado.
•Porque tenían para cada génTo sus es-
critores, unos que trataban de los añajes,
— 29 —
miendo por su Orden las cosas que acae-
cían en cada un aflo, con dia, mes y hora:
otros tcnian á su cargo las genealogías y
descendencias de los reyes, señores y per-
sonas de linaje, asentando por cuenta y razón
los que nucían, y borraban los que morían,
con lo misma cuenta. Unos tenían cuidado de
las pinturas de los términos, límites y mojo-
neras de las ciudadcS) provincias, pueblos
y lugares, y de las suertes y repartimiento
de las tierras, cuyas eran y a. quién perte-
necían; otros de los libros de leyes, ritos y
ceremonias que usaban en su infidelidad;
3' los sacerdotes de los templos de sus idola- .
trias V modo de su doctrina idolátrica y de •
las fiestas de sus falsos dioses y calendarios;.
y finalmente los filósofos y sabios que te-
nían entre ellos, estaba á su cargo el pintar
todas las ciencias que sabían y alcanzaban,
y enseñar de memoria todos los cantos que
obscr\'aban sus ciencias ú historias; todo lo
cual raudú el tiempo con la caída de los re-
yes y señores, y trabajos y persecuciones
de sus descendientes, y la calidad de sus
subditos y vasallos. No tau solamente no
se prosiguió lo que era bueno y no contra-
rio á nuestra santa íé católica, sino que lo
más de ello se quemó inadvertidamente por
urden de los primeros religiosos, que fué
uno de los mayores daños que tuvo ésla
T. II.-A
Nueva España, porque en ciudad de Tezco-
co estaban Ion arcltivos reales de todas las
cosas referidas, por haber sido la metrópoli
de todas las ciencias, usos y buenas costum-
bres; porque los reyes que fueron de ella
se preciaron de esto y fueron los legislado-
res de este Nuevo Mundo; y de lo que se
escapó de ¡os incendios y calamidades refe-
ridas, que guardaron mis mayores, vino á
mis manos, de donde he sacado y traducido
la historia que prometo, aunque al presen-
te en breve y sumaria relación, alcanzada
con harto trabajo y diligencia de entender
la interpretación y conocimiento de las pin-
turas y caracteres, que eran sus letras, y la
traducción de los cantos, en abrazar su ver-
dadero sentido.» [Prólogo de la Historia
Chichimeca] .
"Y no pongo de lo que ello fué, de las mil
partes las novecientas, por excusar volu-
men, como tengo dicho, y porque son tan
c.vtraiias cosas y tan peregrinas y nunca oí-
das, sepultadas y perdidas de la memoria de
los naturales, y lo otro por haberles que-
mado al principio sus historias, que esta ha
sido la principal causa de su olvido." í'^'''''^"
r/o/íí'í.apud Kingsborough, tom, IX,pág. 334).
"Estas y otras muchas cosas alcanzaron
los tultecas desde la creación del mundo y
asi basta nuestros tiempos, que como tengo
- 31 -
dìcho,porexcusai'pi"olÌjid;idiiost' ponen, se-
jrun en sus historias y pinturas pare ce, princi-
palmenlede la original, digo de las cosas que
seleshayapinturaé historia, que todo es cifra
en comparación de las histories que mandó
quemar el primer arzobispo que fué de Mé-
xico." (Id; pág, 322. Poco antes, en la iiüs-
nia página, había dicho "que por haberles
quemado sus historias no se han podido sa-
ber ni alcanzar más de lo que aquí se ha es-
crito)."
"ixtlilsochitl lo detuvo (á Cortés) y íué ;í
Li mano, rogándole que mirase y se condo-
liese de la gente miserable y sin culpa; y
por mucho que hizo, todavía los tlaxcalte-
crts y otros amigos que Cortés traía saquea-
ron algunas casas principales de la ciudad,
V dieron fuego á lo más principal de los pa-
lacios del rey Nezuhualpitzintli, de tal ma-
neraque se yHe^Hiiwon TODOS ios aí'c//(ü(j5»'Crt-
les de TODA la Nueva España; que fué una
de las mayores pérdidas que tuvo en tierra,
porque con esto toda la memoria de sus an-
tiguallas, y otras cosas que eran como es-
crituras y recuerdos, peyecicron desde este
tiempo." (Historia Cfticliimcat , capitulo 91).
"Y asimismo nadie se acuerda délos acul-
huas tezcucanos, y los señores capitanes,
aunque es todo una misma casa, si no es de
Itt llucaliecas, los cuales, scgiin todos los
- 32 —
historiadores dicen, que más ;iinas venían á
robar que A ayudar, como claro parece, que
aun en la ciudad de Tezcoco y otras partes,
que eran amigos y de la parte de los cris-
tianos, robaron las casas, y especialmente
los palacios de Nezahualpitzintli; y quema-
ron los mejores cuartos que habia dentro
de ellos, yjmrtc de los archivos reales, que
fueron los primeros destruidores de las his-
torias de esta tierra." (Horribles crueldades,
pág. ;»).
De Clavigero nos queda también algo por
recoger.
"No es mi intento dar aqui el catiUogo de
todas las pinturas mexicanas que gesalvaroij
del incendio de los primeros misioneros."^
{Tom. I, pág. 22, edición italiana: tom, U,
pág. 307, edición de México, 1844).
"Exagera (Robertson) la ignorancia de los
conquistadores, y los estragos hechos en los
momimentoshistóricos de aquella nación por
la superstición de los primeros misione-
ros. . , , No son pocas las pinturas históricas
que se preservaron de las indagaciones de
los primeros misioneros, sino con respecto
al increíble número de ellas que antes ha-
bia, como se vé en mi historia, en la de Tor-
quemada y en otros muclios escritores. . . .
Cuando los misioneros hicieron el lamen-
table incendio de las pinturas, vivian mu-
chos hiatoriudoros acoUiuas, mexicanos, te-
panecas, tlaxcaltecas, &c., los cuales se apli-
caron á reparar aquella pérdida, como en
parte lo obtuvieron, ó haciendo nuevas pin-
turas, ó sirviéndose de nuevos caracteres
que habían aprendido, ó instruyendo ver-
balmente á los mismos predicadores acer-
ca de sus antigüedades. . . , Es, pues, abso-
lutnnientc falso que se perdiese de un todo
la noticia de los hechos antiguos." (Tom. I,
pág. 19, edición italiana: tom. II, pág. 306,
L-dición de México).
"Seria de muclio precio para nosotros te-
ner mayores noticias acerca de esta materia
(la teg¡slacii'>iij pero la deplorable pér-
dida do la mayor parte de sus pinturas y de
algunos preciosos manuscritos de los pri-
meros españoles nos ha privado de tales lu-
ces." (Tom. IT, pág. 137, ed, ital.; tom. I, pás^.
L¡i;[, ed. de México).
A las dos citas de la Apología drl P. Wier
se podrían añadir otras, tanto del mismo es-
crito, como de las Cartas ti Muños, impre-
sas en el tomo 111 de la Colección de Docu-
mentos pnru la Historia de la Giirrrtí ríe In
dcpfiiiifiicia de Mi'xico (1S7'I); pe. .i -.rrúi inú-
til, como veremos lue^ü.
Debemos t-iiar ahora otros autores, no
jnencionados por el Sr. Sánchez, y que tra-
- 34 -
tan, más ú menos, de la destrucción de an-
tigüedades. Para que más fácilmente pueda
formarse de todos una sola serie cronológi-
ca, los marcamos con números y letras:
aquellos corresponden á los de la primera
serie, y juntamente con las letras, indican
cómo deben intercalarse en ella.
2 a. Fr. Martín de Valencia y otros misio-
neros, en carta al Emperador, 17 de Noviem-
bre de 1532, dicen: «Ños repartimos por las
provincias más populosas, derribando innu-
merables cues y templos donde reverencia-
ban sus vanos ídolos y hacían sacrificios hu-
manos sin cuento,» — 'Fechos (los niños in-
dios) maestros é predicadores de sus padres
y mayores, discurren por la tierra, descu-
briendo y destruyéndoles sus ídolos, y apar-
tándolos de sus vicios nefandos, y A veces
su vida corre peligro [1].>
2 b. En im códice del siglo XVI que poseo,
y que suele citarse con el título de Libro de
Oro, puesto posteriormente en su portada,
hay una relación escrita al parecer por los
religiosos franciscanos, hacia los años de
1530 á 34. Por desgracia el copiante era un
torpe que corrompió bárbaramente su ori-
ginal y dejó imichas palabras en blanco al
principio. A esto se agrega que el pasaje
|1] Ca¡ ías de ludias, píe. á5, 66.
— 35 —
ú nuestro ¡isunto se cncucnti'ii en la
hoja de! cOdicc qui: como es natu-
ral ha sorrido más que Iíls otras el estrago
del tiempo, y tiene Jestruído el ángulo in-
ferior externo, con detrimento del texto.
Con algt'm trabajo puede leerse lo siguiente:
• Muchas razones hay por que nos ha sido
dificultoso saber la verdad del origen de es-
tas gentes si se ha podido alcanzar si que-
remos tomarlo de lenjo, y aun en lo que se
acuerdan é tienen escrito en sus libros por
figuras ó carateres hay variación é muchos
infinitos errores y engaños del demonio
como los gentiles demás naciones cuyas fá-
bulas están escritas é se leen cada dia: lo
uno porque al principio no tenian (escritu-
ra) ninguna ni otra memorativa que se acuer-
den: lo otro porque después que ya ovo es-
critura (noj fué perfecta, sino careteres é
figuras: lo oiro porque los que escribieron
las cosas antepasadas no era otro Moisén;
í ya que humanitmente luesen buenas per
fsonasj 6 tuviesen (injtento de saber y es-
cribir la verdad, esta verdad cfraj puta-
tiva, que pensaban que todas. . . ,1o que el
dt^monio liabia sembrado en estas partes,
que es cosa de espanto pensar. . . .mas es-
CT(iiurasJ los ritos y cerimonias 6 servidiim-
brc que tenian al demonio escritores ú
letrados ú como les diremos que entienden
I bien
- 36 -
bien tst son muchos. , . .los mAa, y oíros
mostrarse, é los libros. , , .quema-
dos, que como les hemos destruido y que-
mado asaz orna. . . .del demonio, ú todo lo
que es cerimoni ático é sospechoso quema-
mos y. . . .cada dia é les amenazamos si no
lo descubren, agora que lespedf^í'»íos //'Jbros,
si algunos tienen excúsanse con decir que
ya son quemados (que para) qué los quere-
mos é les preguntamos con intento de re-
prehéndenos lo.s libros hay entre ellos
que no son reprobados, así como los file la)
cuenta de los años, meses é días, é lo.s de
los añale.s, aunque sieftnprcj hay alguna co-
silla sospechosa. Otrosí hay reprobados que
son los (de las) idolatrías é de sueiíos; é uno
de una manera é de buena ven(íiira) que ti-
ra A estrolagia, pero muy falsa y escura de
entender, nunca la he acabado de entender
. . . .todavía hemos habido algunos libros
que tocan á nuestro propósito, é cotejados
unos con otros, é preguntados los unos con
los otros de los que más saben y hemos po-
dido .saber, diremos lo que mas averiguado
ha sido después que se acuerdan 6 tienen
figurado por caretcres, dejando lo que es
error y engaño del demonio, lo cual pensa-
mos ser asi jí lo menos desde el tercer se-
ñor de la linia llamada de los de culhun de
do deciende el dicho Moterzuma, veinte y
— 37 -
seno señor desta linaje, según de que
fe irá declarando, Ni nos hemos de mara-
villar que haya pareceres en las cosas de^
tan lejos, pues vemos en nuestra España
libros impresos, de católicos varones escri-
tos, que se contradicen, é aun en vidas de,
santos.»
3 a. En la carta que los señores obispos
dirigieron al Emperador el 30 de Noviem-
bre de 1537 le dicen que los naturales usa-
ban todavía sus ritos, idolatrías y sacriíi-*
cios. para lo cual se iban á sus templos «que
aun del todo no estaban derrocados;» , y que
en los que sr hablan destruido en los tres
meses anteriores, se habían encontrado ído-
los. Creen que mientras no se acaben del
todo los templos no cesará la idolatría, y
ir lo mismo piden facultad sarà destruir-
' y quemay ion ídolos, ( Apéndice, pág. 91).
Emperador, en respuesta (23 de
[osto de 1538Ì, encarga que se derriben
los templos sin escándalo; que la piedra de
ellos se lome para las iglesias, y que lo»l
ídolos Sf quemen.
4 a. Er. Gerúnimo Román, agustino (Re-
ptibika^ lid Mundo, 2.^ parte [Medina del
Campo. ir»75, fol.]: República de los Indios
identales, lib. II, cap. 16, £ol. 402), dice:
.Ibros tuvieron, porque consus pinturas,
mímalos y á veces de árboles,
T. if , -:<
i
que hacían el oficio de nuestro a b c. y cier-
to fuera una cosa principal y notable si los
tuviéramos; lo cual se pudiera haber hecho
íacilísimamente, si ciertos padres dominicos
no los hubieran hecho quemar, diciendo que
aquellos traían perjuicio á la conversión de
los indios, como si no pudieran guardarse 6
enviarse íi España, para quitar aquel incon-
veniente.»
5 a. Juan Bautista Pomar, descendiente
bastardo de los reyes de Tezcuco,fué el en-
cargado de contestar, por lo respectivo á
aquella ciudad, el interrogatorio de noticias
estadísticas que Felipe II repartió por todos
sus dominios. En esa respuesta (1582), que
aun permanece manuscrita, dijo;
•Demás de esto faltan sus pinturas en que
teniansus historias, porque al tiempo que
el Marques del Vaile D.Hernando Cortés,
con los demás conquistadores entraron la
prirhcra vez en ella, que habrá sesenta y cua-
tro años, poco más ó menos, se las quema-
ron en las casas reales de Nezahualpitzintli
en un gran aposento, que era el archivo ge-
neral de sus papeles, en que estaban pinta-
das todas sus cosas antiguas, que hoy dia
lloran sus descendientes con muchp senti-
miento, por haber quedado como á oscuras,
sin noticia ni memoria de los hechos de sus
pasados; y los que hablan quedado en po-
- 39 --.
der de algunos principales, unos de una co-
sa y otros de otra, los quemaron de temor de
D. Fr. Juan de Zumárraga, primer arzobis-
po de México, porque no les atribuyese á
cosas de idolatría, porque en aquella sazón
estaba acusado por idólatra, después de ser
bautizado D. Carlos Ometochtzin, hijo de
Xczahualpitzintli, con que del todo se aca-
baron V consumieron.^
5 b. En la Relación del viaje de Fr. Alon-
so Ponce, 1581 (tom. II, pá^>-. 392), se lee:
'Estas letras v caracteres no las enten-
dian sino los sacerdotes de los ídolos [i{U(^
en aquella IcngUíi se llaman Alikines] y al-
gún indio principal; después las entedieron
y supieron leer algunos frailes nuestros, v
aun las escribían; y porque en estos libros
habia mezcladas muchas cosas de idolatría,
los quemaron casi todos, y así se perdiu la
noticia de muchas antiguallas de aquella tie-
rra, que por ellos se pudieran saber.» Esto
se refiere á Yucat¿ln.
6 a. En la Historia Eclesiástica Indiana,
de Fr. Gerónimo de Mendieta, se habhi mu-
chas veces de la destrucción de antigüeda-
des. En el lib. II, cap. 14, tratando del ca-
lendario, dice:
«Este calendario sacó cierto religioso en
rueda con mucha curiosidad y sutileza, con-
íonniíndolo con la cuenta de nuestro calen-
dario, y era cosa bien de ver: y yo lo vi y
tuve en mi poder en ima tabla más ha de
cuarenta años en el convento de Tlaxcala.
Mas porque era cosa peligrosa que andu-
viese entre los indios, trayéndoles á la me-
moria las cosas de su iníidelidad y idolatría
antigua (porque en cada dia teniansu fies-
ta y ídolo á quien la hacían, con sus ritos y
ceremonias), por tanto, con mucha razón íué
mandado que el tal calendario se extirpase
del todo, y no pareciese, como el dia de hoy
no parece, ni hay memoria de él. Aunque
es verdad que algunos indios viejos y otros
curiosos tienen aún al presente en la memo-
ria los dichos meses y sus nombres. Y los
han pintado en algunas partes, y en parti-
cular en la porteria del convento de Cua- -
linchan tienen pintada la memoria de cuenta
que ellos lenian antigua con estos caracte-
res ó signos llenos de abusión. Y no fué
acertado dejárselo pintar, ni cb .icertado
permitir que se conserve la tal pintura, ni
que se pinten en parte alguna los dichos ca-
racteres. >
En el cap. 20 del lib. IH, refiere la des-
trucción de los templos. Diú causa inmedia-
ta á. ello, ver los religiosos que los indios
conLínnaban con sns idolatrías, y los minis-
tros permanecían en los templos celebran-
do las antiguas ceremonias, y aun haciendo
~ 41 "
sacrificios iiumanos en lugares secretos.
Pensaron entonces que aquellas abomina-
ciones no tendrían término mientras no fue-
sen destruidos los edificios en que se ha-
cían, y al efecto comenzaron el 1." de Enero
de 1525 por el templo de Tezcoco, siguiendo
con los de México, Tlaxcala y Huexocingo,
& cuya destrucción ayudáronlos indios con-
vertidos. Añade que algunos españoles re-
probaronelheclio, diciendo que habíasido te-
meridad, y que no se podía hacer à los in-
dios "con buena conciencia aquel daño en
sus cditicios que les destruyeron, y en las
ropas, atavíos y cosas de ornato de los ido- g
los y templos que ¡lUt se abrasaron y por- *
dieron."
En los capítulos 22 y 23 dice que á pesar
de la destrucción de los templos, todavía los
sacerdotes y los principales se reunían ocul-
lamente para sus ceremonias, y conserva-
ban multitud de ídolos escondidos, colocán-
dolos & veces detrás ó al pié de las cruces, ,
para adorarlos, fingiendo dar reverencia A
la cruz,
En cl capítulo 33 confirma lo que Motoli-
nia dice: que A consecuencia de las predica-
ciones de loa frailes, los indios mismos que-
braban los ídolos y levantaban cruces.
Según el libro IV, cap. 5, Fv. Pedro de
las Garrobillas "quitú los abominables sa-
- 42 -
orificios de Zacalula y le acaecia en im día
quebrantar mil ídolos/' De Fr. Juan de San
Francisco cuenta que juntó en Tehuacán
muchos é hizo que los indios los quebra-
sen (lib. V, parte l.'^, cap. 3S). Lo propio
hizo Fr. Alonso Rengel entre los otomíes
dejilotcpccy Tula (cap. 40). Y en Guate-
mala, coìitabaìi los achíes, que tenían pinta-
das ciertas historias de sus antiguallas, y
que los frailes se las quitaron y quemaron,
teniéndolas por sospechosas (lib. IV, cap.
41). Un indio otomí dijo á Fr. Diego de Mer-
cado, que hubo un libro antiguo de doctri-
na, y en él pintadas muchas cosas confor-
mes con lo que los misioneros predicaban;
pero que se había podrido debajo de tierra,
donde le ocultaron los que le guardaban
cuando vinieron los españoles. (Mismo ca-
pítulo.)
10 a. Fr. Francisco de Burgoa en su Geo-
gráfica Descripcióii, 1674 (pte. I, cap. 28),
cuenta la destrucción de ídolos que hizo Fr.
Benito Fernández en la Misteca. Señalada-
mente en Achiutla descubrió un adoratori©
lleno de ídolos, sobre piedras manchadas to-
davía con sangre humana, y entre ellos el fa-
moso llamado '^corazón del pueblo,-' hecho de
*'una esmeralda (chalchihiiül) tan grande co-
mo un grueso pimiento de esta tierra: tenía
labrado encima una avecita ó pajarillo^ con
írandísimo primor, y de arriba ab.'ijo enros-
cada una culebrilla con el mismo arte: la pie- J
dra era tan transparente, que brillaba desde!
el fondo, donde parecía como la llama de|
una vela ardiendo." Aunque hubo quiei
oíreciera tres mil ducados por aquella alha- '
ja, el misionero preliriiJ destruirla.
10 b. A fines del mismo siglo XVII, apa- 1
rece el viajero italiano, Gemelli Carcri, eca i
de D. Carlos de Sigüenza y Cóngora, con-
tando también la destrucción de las pin-
turas. En su Giro íiel Mondo, pte. VI, lib. I, '
cap. 6, hay esto: "Puede ciertamente decir-
se que no hay otras semcj'antes en toda la I
Nueva España (habí» de las pinturas que. í
poseía Sigüenza), pues cuando llegaron los I
españoles quemaban en todas parles ctian-
las encontraban, porque Wéndolas sin le-
tras y con tantas figuras diversas, las tenían '
por supersticiosas. Después acabó de exter-
minarlas Monseñor Sittnarica, primer obis-
po de México, quien hizo asimismo quebrar
muchos ídolos antiguos." "Había en la cima
de ella [lapirámide de Teotihua can i| un gran-
dísimo ídolo de la luna, hecho de piedra muy
dura, .aunque groseramente labrado; pero
después Monseñor Sumarica, primer obispo
de México, lo mandó quebrar, y hasta hoy
se ven tres grandes pedazos al pié de la pi-
rámide." [Lib. n, cap. Sj.
r
- 44 -
El historiador Veylia se queja tam-
biéu de "aquellos fatales incendio.^, que los
primeros religiosos y prelados, movidos de
buen celo, pero faltos de instrucción, liide-
ron de consideiable número de éstaí. pipzji
históricas y monumentos antiguos, cuyas fi-
guras simbólicas y geroglificos les parecie-
ron ídolos y simulacros de su falsa religión,
y sin esperar á instruirse de quien pudiese
darles la verdadera inteligencia de lo que
eran, los condenaron A las llamas. ... Y fi-
nalmente de las pocas reliquias que esca-
paron de los incendios, han sacado sus his-
torias y relaciones los autores nacionales,
que éstas hubieron de sus padres y mayo-
res que las habían ocultado. (Lib.I, cap. 26),
12 b. El P. Jesuíta Cavo, enans Tres Si-
glos de Mdxko (año 1522), dice: 'Cortés con
sus soldados, movido de religión como otras
veces había hecho, declaró la guerra á los
ídolos de los mexicanos; y con 'este pretexto
aquellos hombres ignorantes destruyeron á.
sangreyfuego todo lo que juzgaban tema al
guna relación á las supersticiones de aque-
llas naciones. Entonces los códices mexica-
nos, aprcciables, así por las materias de que
trataban como también por la lindeza y colo-
res con que estaban pintados, fueron pábu-
lo del fuego; y si algunos individuos de aque
Has naciones amantes de sus ritos, historias
m
- 45 -
I y ciencias no hubieran ocultado algunos, ci
J riesgo lie perder quisa la vida, careceria-
kaaos de estos monumenlos: pérdida que los
F- literatos lloran, por el detrimento que aque-
llos conquistadores con celo de piedad cau-
saron á las artes y ciencias, pai'ticularmente
ii la historia natural y astronomia en que se
señalaron los mexicanos,-
12 c. Et P. Lino Fábrega ü Fabregat, üc
\ 'la misma Compañiaj en su Explicación del
YCÓdice Borgiaièo, MS. § 16, 17J, habla de los
■<4uc escribieron de antigüedades, y añade:
i«Este se creyú el medio de reparar en p:ir-
L-fe la pérdida de monumentos entregados ;i
las llamas por la ignorancia militar, y por
3 celo mal entendido de ios primeros mi-
^ioneros.»
14 c. Viene ahora un autor que cual nin-
gún otro nos da pormenores de los incen-
dios, y tal parece que los presenció. Es D.
rlgnacio Cubas, director que fué del Archi-
fvo General. En el Registro Trimestre, pe-
Iriódico que se publicaba aquí en 1832 y 33,
Wy un escrito suyo, del cual lomárnoslo si-
:uíente (lom. I, página 197):
"Estas conjeturas quiméricas no hubieran
Ldado A. sus autores el trabajo de formarlas.
^I una providencia que dictó el indiscreto
¡elo del Sr. Zumárraga no hubiese conde-
T. 11-6
nado al fuego las bibliotecas de los reyes y
emperadores mexicanos.
"Este venerable prelado viú en los carac-
teres simbólicos de la gentilidad pintadas
culebras, sapos y monstruosas figuras idea-
les que creyó eran instrumentos de los sor-
tilegios y brujerías que trataba de extinguir
en este pais, y para ello nada juzgó más ;í
propósito que mandar quemar la biblioteca
que existía en donde hoy está el colegio de
franciscanos de Santiago Tlatelolco, y la
de historia situada en donde ahora es calle
de Santa Teresa.
"Esta operación duró tres meses, y fué
practicada en un solar situado en un local
que ocupa ahora la iglesia de la Santísima:
allí en una voraz hoguera perecieron al im-
pulso de llamas descubrimientos y secretos
que no alcanzó la culta Europa. AHÍ se nos
privó de tener inteligencia de empíricos que
curaban á la humanidad afligida en sus do-
lencias, y fuimos condenados á ignorar para
siempre el modo de labrar los pedernales
con una confección de yerbas, de qíte re,
sultabaun líquido corrosivo que prodiicía
en la piedra el efecto que hace el aguafuer-
te en el acero. Allí pereció el modo de ex-
traer simplemente la plata y el oro, sin ne-
cesidad do los costosos ingredientes que se
emplean en esta operación. Allí se perdie-
^ 17 -
ron las munuras de soldar estos metales,
sin auxilio de otro, y e! de librarlos de oxi-
darse, y allí se perdieron inteligencias que
convenía sepultar, para no desmentir el con-
cepto de bíirbíiros con que se caracterizó A
estos in(Jfgen;ts,S quienes consiguieron aco-
bardar y casi embrutecer con la miseria, los
^qltrajes y la esclavitud."
Tiempo es ya de corlar esta serie de ci-
¡as, demasiado larga para la paciencia del
"lector, y sin hacer caso de otros autores mo-
dernos, de poca ó ninguna nota, terminaré
con mencionar la grande obra de Bancroft
^The Native Races of ¡he Pacific States oj
Iforth America (ISTl-Tfil, en cuyo tomo II,
l^g. 525, se lee:
" "La destruccitìn de los volúmenes paga-
ios se juzgó necesaria para los progresos
"e la Iglesia, y por consiguiente se ordenó
f se llevó felizmente i cabo bajo la direc-
Ion délos obispos y sus subordoninados.
Bl más fanático de estos destmctorcs de la
Íteratura de un Nuevo Mundo fué Juan de
SEumiirraga, que hizo una luminaria pública
1 los archivos indígenas. La circunstan-
^a, ya mencionada, de que loy anales de la
taclon so consen'aban reunidos en unas
iuantns ciudades principales, facilitó com-
«rativamcntc la tarea deZumárraga y sus
ioírades, y todos los registros más impor-
tantes, probablemente con muy pocas ex-
cepciones, fueron aniquilados."
Tiene aquí el lector treinta y tres autores,
los cuales parecen bastantes para juzgar al
presente la cuestión. Tal vez aparezcan
otros que vengan á ilustrarla más, 6 á deci-
dirla; á ellos me sujetaré, siempre que lo
merecieren, y reíormarú mi juicio (si fuere
menester), pues stilo busco la verdad. En-
tretanto esto no suceda, forzoso es atener-
nos á los autores conocidos; de ellos hay mu-
chos que desccliar, ya porque no gozan de
autoridad alguna, ya porque deben refun-
dirse en otros, y es el único modo de des-
pejar el terreno parasalir de este laberinto.
Al examinar las pruebas históricas con-
viene tomarlas en orden retrogrado, comen-
zando por los autores m;is modernos, para
remontarse poco ;l poco hasta las fuentes
primitivas. A los que no fueron contempo-
nineos de los hechos que refieren, ni alcan-
zaron á oirlos de aquellos, no se les puede
dar mSs crédito que cuanto merezcan los
documentos que consultaron. Si no pudie-
ron ó no quisieron citarlos, no deben que-
jarse de no no ser creídos por su simple
dicho. Y si los citaron, ;í ellos dcbemas acu-
- 49-
ídir, yno á lus autores de segunda mano. 1
^■Esto supuesto, comencemos nuestra revistàJ
El primero que se meprcsenlaes Mr. Bate
croft, corresponsal y amigo. Dueño de
rica colección de libros y documentos am^
ricanos, se valíú de ellos para formar si
obra, fruto de un inmenso trabajo. Abare!
más de lo que su título promete á primera
vista, porque trata de todas las naciones del
continente americano septentrional que lie^
ne costas en el Mar Pacífico, y de Méxicoq
por consiguiente. El principal mérito deli '
obra consiste en la puntualidad, con que s
citan los documentos que sirvieron par^
formarla. Asi es que al pié del pas;ijc
do arriba, era de esperara- que aparecie-
ran autoridades suíicietiles en apoyo de \n
dicho, Son once; 1.» Torquemada. 2.^ El
Sr. Casas en su Historia Apalngéticn, cap,
235: 3.» Irtlixocliit!, Historia C/iichiiiicca. A."
Gama, Descripción ríe las dos Piedras. ^."
Alamán. 6." Prescott, 7.'' Sahagun. 8." Cla-
vigero. 9." Bus tamant e . IO." Humboldt. 11.»
Wilson. Conqiicst of México. — Del capítulo
de la Historia Apologética del Sr. Casas na-
da puedo decir, porque no está entre los pu-
blicados el fin de la Historia de las Indias,
f no tengo el MS. No he incluido ni citado,™
I Gama entre los autores que hacen & nue!
í propósito, porque súlo habla muy de -pú
- 50 -
SO del incendio de pinturas y detnicción de
piedras. La autoridad de Wilson es contra-
ria al intento de Bancroit, y me haría muy
al caso, si algo valiera este eslravaganle
escritor, pues niega rcdondameiilc* que hu-
biera tal quemazón de manuscritos, por la
sencilla razón de que no existieron, y lodos
los que tenemos son fraguados después de
la conquista. A los demás autores ya les ini
llegando su turno. Me admira que Bnncroft
asentara cosa.s tales con autoridades tan
pobres. Se ve, pues, que mis bien se dejú
llevar de la corriente que Ic conducía á don-
de él gustaba de ir, y que no nos trae cosa
de que podamos sacar provecho.
Viene luego el Sr. Alaman, que merece
todo mi respeto: alentó mis primeros ensa- .
vos y le debi favores. Los pasajes que co-
pia el 5r. Sánchez no están apoyados en
ninguna cita; pero el primero viene eviden-
temente de Torquemad.i (lib. XV, cap. 19;
lib. XX, cap. 43), quien copió á Mendieta
(lib. m, cap, 20; lib. V, pte. 1, cap. 38). AJ
segundo pasaje no puede encontrarse orí-
gen, porque no es más que la expresión de
un juicio formado en virtud de la creencia
general de los hcthos atribuidos al Sr. 2u-
mürraga. Nada prueba tanto la fuerza que
una repetición continua da al error, como
que el Sr. AJarnan, persona tan entendida.
-si-
no lograra eximirse de él. Ya que tampoco
encontramos nueva auioridacl, prosigamos
nuestro ciunino.
Siento mucho encontrarme con Prcscott,
historiador distinguido, que me honró con
su amistad y correspondencia; pero los fa-
vores que le debí no pueden sobreponerse
á los intereses de la verdad. Él, que de or-
dinario se muestra tan escrupuloso en esco-
ger y discutir sus autoridades, no se detuvo
en soltar, con muy débiles íundamentos,
una acre invectiva contra el obispo de Mé-
xico y el fanatismo de los españoles. Esta-
lla su ¡ndignaciún á propúsito de un fantas-
ma que ¿I mismo quiso forjarse, Es uno de
a¿)Ui^Ilos ■irr,irtques poéticos y declamato-
rios que no escisean en su obra, y que si al
principio deslutnbran, caen al primer golpe
de la crítica, dejanda al autor en puesto in-
ferior al que realmente merece. Citaálx-
tliixochitl. Clavigero. Bustaraante y Salia-
giin.
No habría para qué hablar aquí de Ter-
naux-Comp,ins, si el Sr. Sánchez no le hu-
biera citado. Dijo simplemente que se ha-
bía echado en cara al Sr. Zumárraga y ri
los niisJOiieros la destnicción, y los discul-
pa. No cita, ni era necesario, autoridad ai-
gana.
Siguiendo la serie inversa de los escrito-
- 52 -
res, nos encontramos con D. Carlos María
de Buslamante. El lector rae permitirá, y
tal vez rae agradezca, que descarte yo al
escritor más apasionado y falto de critica
con que nuestra historia h;i tenido la des-
gracia de tropezar. Hace cuarenta anos ha-
bría encontrado todavía quien le tuviese
por autoridad en la materia: hoy es sabido
que crej'endo lo contrario de lo que él dice,
se corre poco peligro de errar. No sé cómo
pudo el Sr. Sánchez traerle A colación: no
le traer¿ yo, y por eso he omitido citar otros
pasajes en que habló de la famosa destruc-
ción,
D. Ignacio Cubas, aunque fué director del
Archivo General, no aventajaba, por lo vis-
to, Á Bustamante en las prendas de historia-
dor. Su minuciosa relación de la luctuosa
quema trimesina de los archivos aztecas,
más parece la de un testigo ocular, que la
de un hombre que viví,^ tres siglos después.
Cualquiera pensará, por lo menos, que tu-
vo á l:i vista el catilíogo de aquellas des-
graciad.!=: bibliotecas, pues le constaba que
entre los jiipefes conservados en ellas ha-
bía una colección de secretos raros de ar-
tes y oficios. Con quó caracteres tenían ex-
plicadas los indios tan maravillosas recetas,
yo no lo sé; ni tampoco cómo fué que pose-
yendo semejantes secretos, bastante cada
- :i3 -
lino para hacer la lomma de un hombre, no,¿
hubo nadie que ios conservara en la memo-^
ria y los pusiera en práctica cuan') ■ 'M
Zumárraga y los misioneros utoi.iliMi laiiLo.j
enipeño en que los indios usasen sus oficios .
y aprendiesen los nuevamente introducidos , 1
por los españoles. Sobre que Cubasno ere- ,
yó conveniente decirnos de dónde sacó sus i
exquisitas noticias, descubre tal pasiiiii y
tal falta de conocimiento de nuestra histo- ,
ria. que no puede quejarse de que contán- ,
dolé entre los visionarios de su tiempo, le -4
pongamos cortesmentr A un lado y pasemos u
á buscar cosa mejor.
Dcsgraciadamunif tropezamos desde lue-,
go con otra peor: el R. P. Dr. Fr. Servando ¡
Trrí^sa de Mier. Por respeto á su carácter
sacerdotal no k> trato como merece un es-,
crítor todo pasión, todo encono, todo igno-.,
rancia de nuestra histotia. Aventaja á Uus- 1
(amante en odio ú los españoles 3' tenlHij|
particular ojeriza ¡i los obispos. A sus ojosij
el Sr. Zumárraga era reo de tres delitos J
imperdonables, porque era español, fraile 4
y obispo De su estil 1 pulcro y cortés nos, .
da muestra el siguitiue pasaje d" sus Car-j
/'/í á. Muíloz: «Le he de copiar á V. S. algu-
nos párrafos (del edicto del Sr, Haro) para J
que vea ciSmo desde Zumárraga que qu- J
mó como figuras m:igii'-i^ loiltii las biblio-
lecjà antis uaü del Anáhiuic. los ùbispus ile
México esidii eu posesión lie rebustiar.''
(Pág. 154). Veamos ahora muestras de sü
conocimiento de ta historia patina. Fr. Mar-
tín de Valencia y sus compañeros llegaron
en 1528, el mismo año que el Sr. Zumárra-
ífa. A quien eligió el Emperador «por haber
tenido buena mano en echar las brujas de
Cantabria.» (Pág. 185). Creíamos que esta
comisíún y el nombramiento de obispo vi-
nieron del conocimiento que ya tenía del
mérito del humilde fraile.— En itu mismo
día del año de 1528 hizo quemar por medio
de sus frailes 'todos los magníficos templos
del Anáhuac, y al mismo tiempo sus volu-
minosas bibliotecas.» {Pág, 190). Quemar
es: pero gracias á Dios que ya supimos, po-
co más ó menos, cuándo se verificó esa gran
incineración de papeles. Largo debió ser
aquel día del año de 1528, si alcanzó para
destruir tanto, y grande la prisa que tt^aia
el Sr, Zumárragap;i.a acabar con todolo
azteca, pues llegad^» aquí á principios de
Diciembre de aquel año, apenas tuvo tres
semanas para organizar y llevar A efecto la
campaña; y eso suponiendo que el día de que
habla el P. Micr fuera el último del año. -
1-0 mejor es que aun cuando el señor obis-
po vino á fines de 1528, ya en 1525, con ilio-
livo de las discordias entre los oficiales rea-
ics, había salido con todo su dei"0 para
nascala, cantando ci salmo In exìtu Israel.
(Pag- 159).— Las cosas se pusieron después -H
tan malas con el gobierno de la primera'
Audiencia, que la segunda fué ¡I desembar^
car en Panuco. (Pág. 160). La verdad es que ' '
la Audiencia tomó tierra tranquilamente en. *B
Veracruz.— El convento, como el colegio de
Tlatélolco fué lo que íundú el Sr, Zumárra- "
ga en 1534. (Pág. 1871. Ese obispo brttjero
crefa en brujas, las veia por todas partes, y
tenía presos indios por hechiceros. (Págs.
190, 191, 194). Por supuesto que habría he- '
cho mucho mejor en permitir que esos em-
baucadores anduvieran sueltos, ejerciendo
libremente su oficio.— Cometió además el
dolilo de escribir la historia de la Virgen de
Aranzazu, y acerca de procesiones. ¡Pág.
162). De la primera obra no hay otra noti-
cia que ésta; y si la segunda, por cierto muy
propia de un obispo, fué la única que cono-
ció el P. Mier, adelantado estaba.— Los ni-
ños tlaxcaltecas fueron muertos porque an-
daban robando manuscritos á sus padres.
(Apologia, pág. 40). No hay quien lai cosa
diga: ídolos eran los que buscaban y des-
trufan.— Después de lodo esto ¿.se pretende-
rá que hagamos caso de lo que diga seme-
jante escritor?
Saludamos el nombre de Humboldt, el sa-
I
bio Uel siglo, íiutor de las Cartami A Varnha-
gen von Ense. Con todo respeto rechaza-
mos su autoridad, no apoyada en ninguiüi
otra. Crea en buena hora, pero no hosha-
;r, que el Sr. Zumárraga se empeñíl
en acabar con las antigüedades de los pue-
blos indígenas de América. Nadie ha incu-
rrido, sino él, en tan monstruosa exagera-
ción.
El P. Cavo, de la misnía escuela que Cla-
vigero, atribuye la destrucción de antigüe-
dades y manuscritos A los conquistadores,
no á los misioneros. Sin embargo, cita el
famoso pasaje de Torquemada {lib. III, cap,
6) en que nada se díte de los conquistado-
res. Respecto á Cortés, hallo que se le acu-
sé de lo contrario en su Residencia. El tes-
tigo Rodrigo de Castañeda declara que
cuando los frailes de S. Francisco andaban
por la tierra y en la comarca de México
quemando cues, D. Hernando Cortés 'decía
que para qué los habían quemado, que me-
jor estuvieran por quemar, y mustró tener
grande enojo, porque queríi que estuvie-
sen aquellas casas de ídolos por memoria,»
De los soldados dudo mucho que se ocupa-
ran en buscar y destruir papeles: otra cosa
buscaban. No creo que debamos tener en
cuenta el testimonio de un autor tan poste-
rior á los sucesos; que cita al que no dice lo
pe el, y nos cuenu una cosa tan nueva co-
mo infundada.
En cuanto al P. Fábrega, ya se advierte
que no estudió detenidamente el punto, sino
que expresó de paso lo que entonces corría
generalmente; pero sin culpar al Sr. Zumá-
rraga.
Muy digTios de aprecio son los trabajOb
de Veytia; pero como no es más que un
nuevo redactor de Ixtlibtochitl, con ¿1 le
juntamos, y no forma autoridad por sí.
La de Clavigero ha gozado de gran cré-
dito. Sin embargo, es un hecho que sus sen-
tidas quejas de la destrucción de las pintu-
ras no traen cita particular: bien puede pen-
sarse que vienen de Torquemada é Ixtlilxo-
chitl, que son las fuentes principales de su
obra. Por otra parte, es patente en ella la
admiración que despertaba en el autor todo
lo azteca, y el poco aprecio que le merecían
los primeros misioneros, por más que á ve-
ces asegure lo contrario. Algo de esto su-
cedía Á sus compaiicros Acosta y Cavo. No
quiero explicar esa conformidad; me basta
con notarla. Clavigero, siguiendo las ideas
que entonces dominaban en Europa, ponde-
ró y encareció la destrucción siempre que
pudo, y admitió la supuesta destrucción de
los archivos de Texcoco por los primeros
religiosos; sin perjuicio de reñir con Ro-
58 -
bertson porque dijo que las pinturas esca-
padas á la destrucción valían bien poco, y
de sostener -que exajera la destrucción
causada por la superstición de los misione-
ros, > y que -«o son pocas las pinturas esca-
padas á aquella busca.' Ya hablaremos de
estas contradicciones; ellas bastan para co-
nocer que Clavigero no sujetó sus asevera-
ciones al crisol de una crítica severa, sino
que, como todos, siguió la corriente gene-
ral.
No quisiera hablar de Robertson, y me
contentaría con desecharle, sin más cere-
monia, si no fuera porque el Sr Sánchez le
cita. No merece crédito ni debe citarse el
testimonio de un autor comparativamente
moderno, extranjero y protestante, que qui
so abarcar un campo más extenso que el de
sus propias facultades. Su furibundo ata-
que contra el Sr. Zumárraga, algo atenua-
do en la traducción del Sr. Sánchez, descu-
bre su ligereza y preocupaciones, pues se
funda únicamente en citas de Acosta y Tor-
quemada, siendo asi que el primero nada
dice del Sr. Obispo, y que en el segimdo
faltan pormenores, como el del edicto, que
Robertson puso de su cabeza para enne-
grecer el cuadro.
Detrás de Gemelli veo A Sigiienza, y á no
ser por eso dejara yo también en blanco al
- 39 -
L viajero italiano. No era poco el saber de SL]
giienza, pero se fiaba mucho de Ixilil
chitl, á lo que parece, y participaba un p(
co del carácter visionario que suele ser pa-
trimonio de los anticuarios. Ahi está su Fé
m'x de Occidente. Era también colector, yi
estos no son omisos en el empeño de real-
zar el mérito de lo que poseen, ponderando;
Xa. destrucción de lo demás. Ni Sigüenza ai.
Gemelli son autores contemporáneos; tam-
poco pudieron alcanzará los que lo fueron..
Están en la clase de autores de segunda ó'
tercera mano, y no dicen en qué fuentes be-
bieron sus noticias.
El P. Burgoa no habla, en el pasaje cita-
do, sino de la destrucción de antigüedades
que hizo un misionero en la Misteca, y mis
adelante tendremos ocasión de volver á ha-
blar de esto. Es autor que escribía en 1670.
Ha.sta aquí hemos pasado revista á los
que lio fueron testigos de la destrucción, ni
pudieron oir á los que la presenciaron. En-
tramos ya en otro terreno, donde nos en-
contramos á un tiempo con Ixtlilsochitl y
Torquemada, que están en el segundo caso.
Son autores capitales en la cuestión, por-
que de ellos nació principalmente la difu-
í quedan reservado
a lugar.
' El croni SI
Mn
í misma épocí
I
- 60 -
merecp grande aprecio por sus trabajos;
pero usando del privilegio de notarios con-
cedido á los cronistas reales, rarísima vez
citó sus autoridades, y eso en términos ge-
nerales. Nunca estuvo en América, y escri-
bió por los papeles que se le entregaron. De
boca de los indios nada pudo saber, ni era
tiempo ya. Lo poco que dice acerca de in
destrucción de pinturas lo hallaría en ;ilgún
escrito, que no sabemos cuál sea ni la fe que
debamos darle.
Dávila Padilla sólo habla de la destruc-
ción de ídolos. Mendieta casi lo mismo. El
P. Acosta se refiere principalmente á Yuca-
tán, de cuya provincia no es ocasión de tra-
tar. Más desdeñoso ó más encopetado que
Cl.Tvigero, no califica de indiscreto sino de
necio el celo de los misioneros. Autor capi-
tulado de plagiario, que sólo estuvo de pa-
so en Mexico, y tan entendido en la mate-
ria, que andaba preguntando al P, Tovar
•cuál era el fundamento de la historia que
le habia comunicado, y cómo sin letras po-
dían conservar los mexicanos la memoria
de las cosas pasadas.- Oiría hablar en Mé-
.■iicii de la d^^lnl^■ció^, que por entonces ya
sepoilderab:i, y de su presunción soltó aque-
llas frases, que de nada sirven.
El P. Ponce sólo habla de Yucatíin, y en
términos generales.
— 61 —
Pomar y el P, Duran son escritores de
nota, que debemos reservar. El P. Román,
que no estuvo en América, habla solamen-
te de la destrucci<>n de unas pinturas, atri-
buyéndola á los dominicos. Se jacta de que
en el mundo no había particular que tuvie
se tantos papeles como él, relativos á estas
gentes: y si tan rico estaba de materiales,
.;c(imo es que no halló en ellos la gran que-
ma del Sr, Zumárraga y los franciscanos;
¿O calltí, por ventura, lo principal y más á
su caso, siendo así que refiere un solo inci-
dente relativo A otra orden que llegó des-
pués?
No creo que se califique de arbitraria la
eliminación que acabo de hacer, desechan-
do veinte autores. En cada caso he expues-
to mis razones, aunque abreviándolas todo
lo posible. El mismo Sr. Sánchez, después
de citar á muchos de ellos, conviene en qur
•no todos son igualmente dignos de la mis-
ma estimación; pueden ser tachados de par-
ciales ó apasionados en sus escritos." No he
hecho más que expresar las tachas.
Nos quedan todavía irece autores, únicos
que hasta ahora pueden figurar en la inves-
tigación. Esta se divide naturalmente en
tres partes, según que se trate de destruc-
ción de templos, ídolos 6 pinturas: cosas que
no deben confundirse, puesto que no se ha-
llan en igual caso, sea por las razones que
hubo para su destrucciiiii ó por las conse-
cuencias que esta produjo. Cada una de
aquellas tres partes se subdivide en otras
dos: lo que corresponde al Sr. Zumárraga,
objeto principal de mi investigación, y lo
que debe atribuirse á otros, fueran ó no mi-
sioneros.
Que los templos aztecas eran muchos y
quetodos han desaparecido, son hechos per-
fectamente comprobados, l'ero su destruc-
ción ei^a inevitable, y no debe causarnos
asombro. Los misioneros no eran anticua-
rios, sino que venían á la conversión de los
indios, y pronto conocieron que sus traba-
jos serían infructuosos, si no derribaban las
guaridas de la idolatría. Ellos eran muy po-
cos: los gentiles innumerables: mientras
ellos predicaban en un lugar, los ministros
de los templos continuaban en los demá.s
sus abominaciones, y apenas si se abstenían
de hacer públicamente sacrificios huma-
nos (1). No había más remedio que expeler
(t; lOcupidcs los españoles en edificar í MCxIco. y en
hacer casas y inoradas para sí, contentábanse con Que Da
hubiese delante de ellos sacrificios de homicidio público,
3 ac a escondidas ; ala redonda de Mexico no falFaban.'V
e estit manera se estaba la idolatría cd paz, y las casas
^^^q
- 63 -
allí á los ministros é impedir
sen, con derribarles sus adoratorios. A ello !
se resolvieron con mucha razón: mas no se t
sabe que maltrataran 1 los sacerdotes. No (
de otra suerte, aunque por móviles y con
fines muy diversos, pensaron y obraron en
nuestros días los hombres de la Reforma,
que en pleno siglo XIX, cuando más nos es-
candalizábamos de labarbarie é ignorancia
de los misioneros, echai'ou por üerra, no
toscas masas de material, teatro de nefan-
dos crímenes, sino nuestras iglesias y con-
ventos, y hasta los asilos de los pobres, fun-
dados por la caridad cristiana.
Mas aun cuando e¡ celo de los religiosos
no hubiera emprendido destruir los templos,
de todas maneras habrían desaparecido.
Eran al mismo tiempo fortalezas, y no con-
venia que subsistiesen en una tierra mal su-
jeta por un pufiado de hombres. Los azte-
cas mismos habían dado el ejemplo:
nal de un triunfo era siempre el incendio
del teocalli principal del pueblo entrado por
armas: así denotan invariablemente s
lorias en la escritura geroglifica. Por otra j
parte, la forma peculiar de aquellos edifi-
cios impedia que fueran aplicados á otros |
usos. El cristianismo pudo purificar y des-
linar á su propio culto templos paganos, y
:qnita'i .-irabfs, cnmn el protestantismo
n el mahometismo supieron aprovechar
las iglesias católicas; pero ningún partido
se podía sacar de aquellas moles de piedra
Ó tierra, sin otro lugar cubierto que unas
mezquinas capillas ó torres de madera, ta-
pizadas de una gruesa costra de sangre hu-
mana, hediondas, abominables, que debían
ser destruidas, aunque silo fuese para ma-
nifestar el horror que causaban aquellos
mataderos de hombres.
Los teocallis eran realmente un estorbo.
Desde que Cortés tuvo la desgraciada idea
de levantar la nueva ciudad en el mismo lu-
gar que ocupaba !a antigua, los restos del
gran teocalli de México, que habían escapa-
do álos estragos de la guerra, quedaron
irrevocablemente condenados ¿i desapare-
cer. La gran pirámide y sus setenta y ocho
edificios circundantes ocupaban un inmen-
so espacio de terreno en lo mejor de la ca-
pital, y era evidente que no podían perma-
necer allí. No se concibe cómo se habría
edificado la nueva ciudad sin df'sembara-
zarla antes de aquella incómoda construc-
ción; y tan es así, que si el gran teocalli se
hubiera conservado hasta nuestros tiempos,
de seguro que nosotros habríamos tenido
que echarle abajo.
Para la destrucción de los teocallis nece-
sitaban los misioneros de la eficaz coopera-
ción de ios indios, y la obtuvieron sin difi-
cultad. Era cosa fácil quemar las capillas
de madera; pero la demolición de las pirá-
mides exigía el empleo de gran número de
brazos. A ello se prestaron gustosos los in-
dios convertidos, que como en los princi-
pios pertenecían todos al pobre pueblo, de-
bían sentir vivos deseos de ver desap;ire-
cer aquellas aras empapadas con la sangre
de los suyos. Si Francia demoliii la Bastilla
y quemó con gran alharaca la guillotina,
Icon cuánta más razón el infeliz azteca echa-
ba á rodar de lo alto la piedra de los sacri-
ficios, y esparcía lo.s escombros de las infa-
mes moU:i qiiL- se alzaban sombrías por to-
das partes, anunciando A gran distancia los
tormentos y la muerte de millares de hom-
bresl Sin la ayuda de los indios, aquellos
pocos religiosos no habrían consumado su
obra, y en verdad que debemos agradecer-
les el beneficio de haber limpi;tdo nuestro
suelo de esa abominación. Cuando presen-
ciamos en nuestra suntuosa catedral las
graves é imponentes ceremonias det culto
catúlico, no es posible por mA<- que la cien-
cia lamente la pérdida de algunas inscrip-
ciones y figuras oscuras, sofocar el senti-
miento de gratitud que brota del cora¿ún al
considerar que allí mismo donde se alzaban
deformes ¡dolos, verdaderos demonios.
siempre sedientos de sangre humana, se
adora hoy al Dios \erdadero que no pide
otro sacrificio que el incruento de! altar. La
alegre campana ha sustituido al lúgubre te-
ponaxtli, y convoca al pueblo á la oración,
no á la matanza: allí no se llega á recibir
la muerte, sino el perddn de las culpas. No
debemos sentir que los tcocallis fueran des-
truidos: lo lamentable es que se edifica-
ran (1).
Tampoco fué la destrucción tan rápida.
[IJ -Y eslaban lodo* las paredes de nquct adorítorlo
isn battaijas y nceras de cosiras de sanerc, y «fllmlsmu
eliueloque tüdo bediB muy malnmeme Todo estaba
lleno de sangre, asi paredet como altu-, y era uinto el
hedor, que no viamoalahoia de salimOE afuera Y todo
cuajado desangre, y tenían tanto, que loa doy ftla maldi-
ddD; y como iodo hedía á carnicería, no viamoi la hoia
de quitarnos de ten mal hedor y peor vista.' Esto dice un
testico oculai- en su descripciún del estado del templo de
México A la llegada de los españoles. Bervai. Díaz, cap.
93.— Tciolzomoc describe así el gran sacrificio que hiio
Ahoitiotl para inaugnrar el nuevo templo de Míxico." Por
el templo, azotea y frontera del altar de HultzllopochtU
corríala sangre de los ¡nocentes, que porecian dos fueate-
cillas de agua, todo tinto en sangre, que Ahnitzoti, Neut-
bualpiUi, Totoqalhuaitli y el demonio verdadero 2ihaB-
coatl, que todas eitas invenciones y crueldades ordenaba,
teníanlo» hraios, pechos, piernas y rostros tintoade san-
gre, que parecían vestidos de grano; y lo propio estaban
lodos los templos de [nombra aguí eme* lasare*]: lodai
— ■• templos estaban "' — ■*— ■" "
os muertos: los cuerpos y
,- hiir en medio de la lagnr
Estaba la ciudad hediendo de la sangre,
xas de lo» indios.i> Crónica Mexicana, cap
BoaoDGH, rom. IX, paga, 118, 1I9,-V.
total <i inconsiderada como algunos picltrn
den, hasta suponerla tarea imposible de un
solo día. Comenzt el 1°. de Enero de 15^,
según Motolinia, quien realmente no dice
más sino que aquella noche tres frailes
ahiiycntaroii á. todos los sacerdotes y ser-
vidores del templo de Tezcoco cuya batalla
contra el demonio se repitió en otros pue-
blos. Los indios vinieron luego y echaron
mano de las piedras de los ceocallis para
hacer iglesias: tos españoles siguieron el
ejemplo, y los templos se convirtieron en
canteras para construir nuevos edificios.
Lo propio hemos visto hacer con nuestras
iglesias. Casi trece años después, á fines de
1537, declan al rey los obispos (y entre ellos
el Sr, Zumárraga), "que los teocallis aun no
estaban del todo derrocados, y tenian los
indios en ellos sus ídolos con la veneración
que solían." Aunque la primera obligación
de los obispos era destruir la idolatría, no
se consideraban autorizados para ordenar
ladestrucción de los templos y pedían fa-
cultad para ello. Ei roy, en respuesta orde-
nó que los templos se acabasen de derribar
sin escándalo, y la piedi-a de ellos se em-
please en las iglesias. Dispuso délo suyo;
mas no lo regaló A particulares ni lo vendió
en provecho del erario.
Hallamos, pues, que el examen de los do-
cumentotì de la época obliga ú acortar mu-
chísimo la parte que se atribuye al Sr. Zu-
márraga en la destrucción de los teocaUis.
Había comenzado ésta con el año de 1525,
y él llegó á fines de 1528. Es evidente que
en aquellos cuatro años debió derribarse Ío
más, tanto porque así era necesario para fa-
cilitar la conversión, como porque entonces
andaba en toda su fuerza la reedificación de
la ciudad de México y la constnicción de
iglesias en muchas partes, por lo cual había
mayor necesidad del material que propor-
i-ionabaii las pirámides. En todo esto no pu-
do tener parte el prelado que aúu no había
venido á esta tierra. V si en üogando, hu-
biera decretado esa destrucción total que se
le atribuye, ¿á qué pedia al rey, nueve años
después, la autorización para derrocar lo
quehabfa quedado? En resumen, yono conoz-
co documento fehaciente con que puedapro-
barse que eí Sr. Zumárraga pusiera la ma-
no en templo alguno.
Los ídolos debían desaparecer como los
templos, y aun con mayor razón. En rigor,
los edificios, á lo menos los principales, po-,
dían custodiarse para impedir que los sa-
- 69 —
cerdoteà volviesen á entrar en ellos; pero
los ídolos eran tintos, que solamente des-
truyéndolos podía evitarse que los indios
continuasen tributándoles ■ el antiguo culto.
Un teocalli no podía ser ocultado, mientras
que los ídolos, en especial los pequeños, de
que había un número increíble, donde quiera
quedaban bien escondidos. En las casas,,en
las cuevas, en los huertos, en -Jos bosques,
en los cerros y en todas partes, hasta ente-
rrados al pié de las cruces, conservaban los
señores y los sacerdotes las figuras de sus
dioses. La persistencia de los principales en
la idolatría demandaba medidas enérgicas^
El horror con que los misioneros- veían ese
íibominable culto, se aumentaba por el de-
forme aspecto de los ídolos, y por el recuer-
do délos horribles sacrificio&quese les ofre-
cían. Aquellas monstruosas figuras de los
grandes ídolos, cubiertos de sangre huma-
na, que aun ahora, limpias en los museos,
rtpug.nan y repelen, no debían quedar ex-
puestas á la vista de lodos, y provocaban
por sí mismas á la destrucción. Los que tie-
nen la candidez de pretender, como Clavi-
gero, que tales figuras se hubieran conser-
vado en un museo, no comprenden la época,
ni quieren trasladarse ¡í ella parü juzgarla.
íQue habrían pensado los indios, sí vieran
que los misioneros conservaban con todo
T. II. -9
I
— 70 —
cuidado aquellos ídolos, los colocaban en sa-
las, y destinaban personas á su custodia? De
seguro que habrían tomado por especie de
culto esas muestras de estimación. Era
preciso, por el contrario, que fueran testi-
gos del desprecio con que los misioneros tra-
taban á los falsos dioses, sin que ellos descar-
garan sus rayos sobre las cabezas de sus
profanadores, como lo esperaban los indios.
Por eso mismo eran arrojados ignominiosa-
mente á la hoguera, suplicio reservado á los
peores criminales, sin gastar las curiosas
ceremonias que refiere el Sr. Alamán , y que
en un solo caso hallarnos practicadas- Por
eso tampoco podían conservar los religio-
t^o'j. aunque hubieran querido, los ídolos de
precio, como el que pulverizó en Achiutla
el P. Fernández. Habrían creído los indios
que no el horror á la idolatria, sino el de-
seo de aprovecharse del valor de aquella
alhaja, hdbía irnpuisado a! misionero á re-
cogerla.
Los indio.'í mi.smos, al convertirse, traían
sus ídolos y los quehr.ihan á los pies de los
religiosos, para dar con ello una prueba de
la sinceridad de su conversión; y lo-s niños
de la doctrina salían & buscarlos y quitar-
los á quienes los ocultaban, lo cual costó la
vida 4 algunos de aquellos auxiU'nres. Si en
vex de pei-inítír los mi.-)inTifrr>s tjue los nütit-
-Tí-
rales rompieran sus ídolos, los hubieran re-
cogido cuidadosamente para conservarlos
con todo aprecio en el museo imanado por
Clavigero, los indios se habrían creído con
derecho para guardar, como los españoles,
aquellas preciosidades, y cada casa se hu-
biera convertido en un pequeño teocalli. Si
les predicaran que aquellas figuras eran de
demonios, como en efecto bien|.lo parecían,
y al mismo tiempo las recogieran y corserva-
ran, sería patente la contradicción entre las
palabras y las obras. La destrucción de los
Ídolos era. pues, una necesidad ineludible
Íde las circunstancias. Y no sé por qué afec-
tamos escandalizarnos tanto de ella, cuan-
do apenas nos acordamos de los destrozos
que los iconoclastas de todos lo.= siglos, y
en especial lo5 novadores del XVI, han he-
cho, no en bultos deformes, ignominia de!
-arte, sino en obras de grandes maestros.
E Mas no tenemos que alejarnos tanto en
I tiempo y en lugar. Nos basta con un paseo
f j)or la calle principal de la ciudad para ver
Jcúmo nuestros nuevos protestantes han mu-
Itilado la curiosa portada de 5. Francisco,
■ picando con todo esmero cuantas figuradla
^.adornaban. Pero todas estas cosas no Ua-
L la atención, porque no las hicieron
lírafles cspafiolrs. Tampoco podemos quc-
f jarnos de I.T pnl)rcz;( de nycstVfíS colección™
.* - - 72 -
nes. ni lamentar la pérdida de nuestras an-
tìgiiedàdes, después de haber visto, hace
poco, que el gobierno autorizó á un explo-
rador extranjero para llevarse cuanto en-
contrara; y el contrato, aunque por fortuna
desaprobado, fué delendido en el Congre-
so, por la razón de que para dar S conocer
la historia de un país es indispensable que
los objetos arqueológicos se exporten. Sin-
gular razón que obligaría A un cambio ge-
neral de antigüedades entre todos los pue-
blos del globo. Díjose también que servían
de ilustración al extranjero, y debíamos es-
perar que nos la devolviera en libros, de
que sacaríamos más ventajas. ¡Adúniie han
ido á parar nuestros fieros y alardes de de-
coro nacional! Si los frailes acabaron con
un tesoro, podrán quejarse, A lo sumo, los
extranjeros, únicos capaces de aprovechar-
le, según se dijo en !.i representación na-
cional.
íQué parte cabe al Sr. Zumárragd en la
destrucción de los idolo,s? Bien poca, por
cierto. Va hemos dicho que lodo !o anterior
£M|fi29, y fué lo miís, no puede ser ;i su car-
go. Después aparece solamente como des-
tructor del Edolo de Teotihuac.'ín, y del bajo
relieve de Te^cotzingo. En cnanto al prime-
ro, no hizo más que d'írmc;ii-|o, como di-bia,
y á fines del siglo siguicnLc le viú tod;ivi;i
— 73-
Gemelli al pié de la pirámide, dividido en
tres grandes trozos, que habría sido fácil
reunir y conservar (I). La destrucción de.
bajo relieve del estanque de Tezcotzingo,
sólo descansa, que yo sepa, en el testimonio
de Ixtlilxochill, hombre de gran fantasía pa-
ra crear y hacer desaparecer maravillas de
Tezcoco. Dávila Padilla (2) habla de otra
cosa muy diversa: de haber hecho picar la
figura de un coyote esculpida en lo alto de
un cerro. A esto se reiluce Iodo lo cspeci
fi cado.
■flPasemos ahoni á tratar de las pinturas ú
manuscritos, que son la principal piedra de
escándalo. De los trece autores que nos han
quedado, hay que deducir todavía seis (por
!o menos), porque .sólo tratan de templos ó
ídolos destruidos, sobre cuya materia hemos
dicho ya lo bastante: son Fr. Martín de Va-
lencia, el P. Gaute, el P. Motolinia, la carta ■
de los obispos (irj37), la respuesta del Em-
perador, y el P, Mend ieta. Nos restan siete:
el Libro de Oro, Pomar, P. Sahagun, P, Du-
ran, Torquemada, IstUlxochitl, y la carta
del Sr. Zumürraga al Capítulo general: ésta
Gira dil Manila, pie, VI, l!b. :;, rap.S.
última dudosa, porque el Sr. Sánchez sostie-
ne que en ell.i se trata de pinturas destrui-
das, y yo tengo ta npiniün cnntraria.
Como lo que oiils direclamcnte loca iil
asunto de! presente libro es deslindar la par-
te que tornii el Sr. Zuinilrraga en esa des-
trucción; y como lo que mis ruido ha he-
cho es la quema de los archivos de Tezco-
co, conviene comenzar de una vez por ella.
Desde luego ocurre preguntar: ^de dónde
nos consta la existencia de esos niagnifieos
archivos que encerraban el tesoro de todos
los conocimientos del Análiuac? Nada más
que de Ixtlilxochitl (I). ;Y qué fé debe dar-
se .1 este autor, especialmente en cosas to ■
cantes al reino de Acolhuacíin? Muy poca.
Descendiente legítimo, como era, de aque-
lla casa real, había quedado reducido á vi-
vir con estrechez, y solicitaba del gobierno
español un auxilio, en correspondencia A los
servicios que su antepasado del mismo nom-
bre había prestado ú los conquistadores. De
aquí el empeiío de ensalzar las glorias de
aquel reino, que en cierta manera venían
Á reflejarse en su persona. Conmueve mu-
cho más el cspcctilculo de un descendiente
[l] Verdadesque Pomar hablntaoibién de ellns; p
1 itrminoí mil5 Eenerales, jírniamljiér deacendienti
<s reye'i icicof anos , aunque bastardo, Eslit, pue'À ei
I
I
de grandes reyes reducido á la miseria, que
el de un infeliz nunca salido de ella. Mucho!:i
de sus escritos no son más que memoriales
de pretendiente. Le impulsaba también ia
propensión general A ponderar cada uno la
grandeza de su linaje; y de todo resulti» un
cuadro maravilloso que desde luego iníun-
de desconfianza. No hay nuís que comparar
d Ixtlilxochitl con cualquier historiador az-
teca, con Tezozomoc, por ejemplo, para ad-
vertir el muy diverso papel que hace la mo-
narquía tezcocana, según el escritor que se
consulta. Para Istlilxochitl, Tezcoco era la
corte más pulida é ilustrada, la Aíduas de
Anáhuac; su rey. glorío.'io descendiente de
los grandes monarcas diichimecas, era el
oráculo de los reyes mexicanos, el que lie-
aba la voz en los consejos, y á quien se
consultaba siempre en los casos difíciles.
Allí se hablaba el mexicano con mayor pu
reza; se cultivaban las letras, se atesoraban
todos los conocimientos de la raza; había
academias de poetas, músicos, oradores y
filósofos; los templos, palacios y jardines
excedían en magnificencia y buen gusto á
los de la gran Tenochtitlan, Llega & asegu-
rar que los reyes de México fueron triljuta-
rios de los de Tezcoco! El célebre Neza-
hualcoyotl, poeta, legislador y rey, que en
varias circunstancias de su \ida nos recuer-
i
da á David, es la figura más notable en la
historia de estas regiones, por sn profundo
saber: con sólo el esfuerzo de su poderosa
inteligencia, llegó á la idea de la unidad de
Dios. Pero acudimos ü Tczozomoc ó al Có-
dice Ramírez, y allí el rey de Tezcoco no
es más que el primer feudatario del Empe-
rador de México, S cuyo llamado acude
siempre con sumisiún, y le ayuda con gen-
tes y víveres en cuantas expediciones se
emprenden para engrandecer el imperio,
El papel de los reyes de Tezcoco en las pá-
ginas de ese historiador no puede ser más
desairado. El esplendor de la corte mexi-
cana no tenia semejante, ni el poder de sus
monarcas admitía división 6 competencia.
; A quién debemos creer? Para nuestro caso
la respuesta es indiferente, porque no la ne-
cesitamos. Si no damos crédito á Utlilxo-
chitl en cuanto á la existencia de esos pre-
ciosos archivos, excusado es pasar adelan-
te, porque no pudo ser destruido lo que no
existió. Si se le damos, también debemos
dársele cuando afirma (y en dos diversos
lugares) que entrando los tlaxcaltecas á
Tezcoco, en compañía de Cortés, pusieron
fuego á 'lo más principal de los palacios del
rey NézahuilpiUi, de manera que se quema-
ron todos los archivos reales de toda la
Nueva España, y la memoria de sus anti-
guallas pereció desde ese I tempo.* Lü L'ntra
da se verificú el último din del año de
1520 (1): ocho años después llegaba á Méxi-
co el Sr. Zumlrraga, íQué archivos de Tez-
i'oco quemú, .-ii ya habían perecido todos.^
¿Acaso puso otra vez fuego A las cenizas de
los papeles quemados ¡íntes por los tlaxcal-
tecas?
Admira ciertamente la facilidad con que
se forman los errores en la Historia, y el
trabajo que cuesta deshacerlos, cuando se
consigue. Ixtlilxochitl mismo, que acusa al
tìr. Zumilrraga de haber quemado pinturas,
no le hace ;mtor de la destinicciún de los ar-
chivos de Tczcoco, sino que la carga embo-
zadamente A los misioneros, oMdando lo
que había dicho de la destrucción anterior.
Clavigero, si bien cree en ella, la pone á
cuenta de los misioneros en general. Nin-
gún escritor antiguo la atribuye al Sr, Zu-
márraga, ¿Pues quién (uí el autor de esta
conseja? Increíble parece, y yo mismo he
vacilado muchas veces untes de convencer-
me de que el P. Micr fué el primero que
soltó, ít fines del siglo pasado, la especie de
haber hecho el Sr. ZumáiTaga una hoguera
con esos archivos. Aunque el padre era ca-
ri» Tercíra Relaciúii.Apai. Lobjima.va, pá^.
■ «nlirmu. ese híctio de los tlaic«Hecas.
T. n.-ig
I
~ 78 -
■inventar eso y mucho más, todavía
se ine figura que no he buscado bien, y que
se me ha escapado algún antiguo en que
aquel leyó la noticia. Pero á pesar de haber
puesto todo empeño, nada encuentro; y veo
también que ni el Sr. Sánchez, al tratar de
propósito ia cuestión, ni el Sr. Orozco y Be-
rra tan profundamente versado en nucstr;(
historia, han producido semejante prueba.
Verdad es que los escritos del P. Mier han
sidomuypoco conocidos hasta estos últimos
tiempos, y que de ellos no ha podido venir
el asentimiento genera! á esa conseja; pero
sin duda la oyó Bustamante de boca de su
• honorable y muj' caro amigo y compañe-
ro, > el padre (1), y la puso en circulación,
exornándola con circunstancias de su pro-
pia cosecha, pues incluyó en la hoguera los
archivos de México; y por sólo haber leido
en IxtUlxochitl ó en Veytia que D. Alonso
Axayacatzin era archivero de Tezcoco, dio
por hecho que este era el que había entre-
gado al Sr. Zumárraga el tesoro que custo-
diaba. Completado así el cuento, se exten-
dió por todas partes y echó prohmdas raí-
ces, gracias ¡i la popularidad que alcanzó el
escritor, antes de bajar al puesto que me-
_ 79 ~
il 3" hoy tiene. Ni siquiera en fi lugar de
i tragedia esiún conlormes los que la re-
n. Según Clavigero, se verificó en la
plaza del mercado de Tescoco (1). Busta-
raante dice que el Sr. Zumárraga, con 'bru-
tal, super stidost! y voluntaria ignorancia,
hizo ti'aer los papeles :i Tlatefolco, y á gui-
sa de penitenciarios por la Inquisición, lea
prendió fuego (2).» Merecía este ati'evido
escritor, que le devolviésemos los brutales
epítetos con que pretende ultrajar al vene-
rable prelado. Por su parte, el perspicaz
Cubas alcanzó & ver tres siglos después, que
la hoguera se hizo en México, y precisamen-
te en el lugar que ahora ocupa la iglesia de
a. Santísima 1 Prescott procedió tan de lige-
^ que después de haber descargado toda
fc ira sobre el Sr. Zumñrraga por la tal
ma, refièl-c más adelante la de los tlax-
Ifttecas, sin advertir la contradicción, ni
0Strar entonces indignación alguna (3),
PPero se dirá que si el Sr. Zumárraga no
quemó los archivos de Tezcoco, porque ya
no existían, hizo un dafio equivalente des-
truyendo cuantas pinturas históricas pudo
1
1
^Kisi
lllLib.Vn.5 47.
m AavírtencU A las
KulTL. píg. 111. Entoi
:aD ijuemadoi los peiiili
irlos rtíajatlos.
o Bustamante: no
el Santa Oficio, si-
- 80 -
haber á las manos. Para saber lo que haya
de cierto en esto, debemos principiar nues-
tro examen por la carta que el señor obispo
dirigió !Ü Capitulo general de Tolosa en Ju-
nio de lJ3l, pues sí en ella, como aseguran
los Sres. Sánchez [1] y Sosa [¿], ¿t mismo
confiesa que destruyó pinturas, tendríamos
una prueba conciuyentc de la verdad del
hecho. Poner en claro este punto, es muy
necesario, porque ambos escritores atribu-
yen grande importancia :ii documento, y el
primero de ellos asegura que sólo dando
tormento á la carta, puede negarse que en
ella confiese el señor obispo la destrucciún
de las pinturas. Veamos ;íi puede negarse,
sin dar ese tormento.
Tratándose de la interpreíaciún de una
írasc del Sr. Zumiirraga, parece que debe-
mos fijar ílntcs las palabras formales de ella.
No conozco documento del sigfo XVI con
más ediciones que aquella carta: veintiuna,
en varias lenguas han llegado íl mi noticia,
y de seguro se me han ocultado otras. Pre-
supongo que la carta fué escrita original-
mente en latin, porque yendo dirigida al
Capítulo general debió ser redactada en
lengua que comprendieran los padres de
rij Ciiísliou Hisliriiio.p&e.íB.
la El Episcopado Alexicaua, p4
- SI -
(odas naciones, reunidos alH, Además, tan-
lo Mendieta como Daza dicen que la ponen
traducida en i-omancc, \o' cua\ prueba que
la original no estaba en nuestro idioma.
Sentado esto, ciehemos acudir al texto lati-
no; y aunque no hay uno solo, sino dos, am-
bos están conformes en la sustancia (1), El
I. De In^ulis n
Carolum V. Rom. 1
cesícnuit Eplstoln date de (elicisilitii
— o.abindiain Hispaniam imsmlBerum. ítem
Epltooic de Inaentls nuper laaix popnlis idolatris ad fi-
dem Chriid, «tq; adro ad Ecclcsiam Cathollcam conuer-
tendis. Autore ft, P. F. Nicolao Hetbom. regularis obset-
ua.alÍE, ordini» Mloonim Generali Crimhixrio ClMnon'
1, (Vi hi
■. Vetust _.
een íacílitiiie di 1« pertsd»
II. ?iovus OrWs reeíonup
tognitmm. «f ■»--"— ™
dCT). &iti coK
Jnao Huttich,
nío. a-vlOT del prfllogo.
[. La misma colección. Rotti
Carttr BfBicn, n
, jaUmtn .Teter
BasIlEa. 1U5, fol.. pie. étt. [Eo
■"- aunqiií dicFn que fiií formi
,iepd«
la Jhei-
IV. P.BeaomonL Crónica
" ■- oIII. pág.OT.
iqueSisdlilio en 5U Vita
I. En In prescnleubra. ji/i.'iKÍiec. pag. 5"
VA'
páe.SSB.
ilichoacan. Edición de
Sancii Frtiict.'fì
'. trnc también U
,a WüddinEí i'feo
Vlt. <;onf«c«. Oí nrízinf Seraphic-a: Keligioiiií,
mm, lBSr,fol„p«r.UW.
Viti. W:iddloe Aiiualeíi.'UliiolariiiiuRomif,''^,
lom.XVr. pilg.OT. Espresa (juctoraú de Gtníaciitu
más antiguo, y sin duda original, dice:
■ Baptízala sunt plusquam ducenta quinqua-
ginta míUia homínum; quingenta deorum
templa sunt destructa, ct phisquam vicesies
mille figuran dícmonum, quas adobabaxt,
fracttc et combiisftr.> El otro: «Quorum f'rfc
to, y df Seduiiodice: -Eadem habet[Episto1am1 Hínrjcos
Scdullus m notis ad Vitan Sancii Francisd, srd si? (o pa-
re. En la piestnte obra, Apéndice, pig. 58.
' der.— Facsímile
■Browii,n."lK).
ZT. L.« misma cu U presente obra, Apéitdict, fia.
XII. Mcndicta, Historia Eclssídslica Indiana, llb.
Xin. Torqnemada, UmtarqHia Indiana, lib. XX.
Cip.^
XIV. La misma en la presente obra, Apéndice, p
XV. Daia , Cuarlii Parte rfe (o Cré«ica de San Ft
cisco, lib, 11, plelna 179.
XVL Gonzíle; Dívila, Teatro Eclesiástica de 7>i-
' dias.tojD. 1, pac. '26.
■ XVII. La misma en Luiuriaga, Htstona de .Aíi
Sra. dtArattBasii.\i^.U.ca.y.3.
XVUl. P. Beaumont. en el Inear ciudo.
XIX. Parra, Gobierno de loaTiesularts de la Améri-
- --^. II, pag. 137Ir- -■
XXL Sf uun Bnincl. Manuel du Libraire. !•.•' ed., to.
mn 1. col. 793, Juan Brm.il tradujo al francís cata carta,
íoT la de Fr. tdsriJn de Valencia qne suele acotnpaBarlB,
V las imprimili en lü tS. en i.°, let. sol., ■Tholoae, par Jean
Barril, versiere.»
Creo i|ur hny también traducción alemana.
La cnuria de ejiniji' dos lexio^ tadnos diferentes pa-
rece ser í^i". £' ori^i|>ii y ircnclna es aln dudii el mnrctk-
n
los infieles) plusquam decies centum millia
baptízala sunt; quingenla ídolorum templa
solo cEquata, plusquam viginti millia dte-
moniacontm simulacrorum, ab lus antea
ccLiA, coM/racta ct concremata.t
Se trata, pues, de dos destrucciones úni-
camente: de templos y de ídolos; falta la dr
pinturas. Así lo entendieron los traducto-
tores castellanos, y es tan obvio, que el mis-
mo Sr. Sánchez desde luego admite "que
aquella palabra (figurwdcemouitm) debe en-
ttr a.1 Capitula nncral ea
íwf». conelolroís-"'" =
Ubrtro de Colonia. <
que ip halla, publioda fn sf
in dfl Capílulo, eoniiene tara-
15 Hetborn. Comisarlo Gfneral
(uecon tal carácter dtbieaíis-
|tie «e rtelhiú la carta. El la
Amoldo Birckmann. conocido
t costed la impresJAn del volümeib
■oo los PP. lila y Beiumont, auo-
_ diíerentes. Ñútese qoe tanlo en el
«ricinal como en er"— ' — ■" -' — '
bantiíadosscfijae
no buy (e<ha.
EfseEBndo ttxloesel de Goniagí; en este venial
dflccMn JeMendictahav vafecba, v los bautizados siit
1 •mAs de ur> millón.- Éi evjdenie'la conrorinldad en
íüte icsio > la iradnccion. ;Cuàl precedió? Preunniaoe
vM ndicliíacabdelsuyo en 1^1 Pero sabemos qae
le h.ibla tnvlado mopTlio artes a Gonzaga un memor
üueiompnndlalas'.Hdasdelos primeros religipiiM. i
POModolasrnsni-rSnliH. Pro ha lilemente entre eso» n
leriales fui la cana del Sr.Zumarrae» tmdurida va n
Mendivia dtl teito de Herbom O de ñlEur
da aquí, y Gonzasa volvió & ponerla en
pUíde eKpMcaMe la existencia de loa do
-" — •'— ^■-A baria et combio en el
r'sio
•ft lucili
ni nleunos copiaron liis triiUui;-,
— S4 -
tenderse por representación de falsa deidad,
por idolo;" mas corno esa confesión le obli-
gaba A dejar fuera ¡as pinturas, y se dismi-
nuía mucho la importancia de ¡a carta, aña-
dió en seguida: "Pero justamente lo que la-
mentan los historiadores es que los misio-
neros tomaran por objetos de idolatria asun-
tos tan diferentes como los históricos." Pa-
ra fundar esta aserción cita «n pasaje rfei
P. Miey, que sobre ser de quien es, en rea-
lidad no hace al caso. Y luego dice: "Una
vez concedido que aquellos padres anti-
guos entendieron no destruir mas que ído-
los, y nada más. . . .hallaremos que destmj'e-
ronálavez manuscritos y documentos desu-
ma importancia." Después asienta que "del
cst\idioycomparacÍún de estos pasajes. ...-5P
desprende con toda e videncia, _j'sití dejar en
el ánimo la más lijera duda, que la palabra
quemados de la carta del Zr, Zumárraga se
aplica á los libros ó escrituras de los indios,
que ellos (los misioneros) tomaron por ído-
los ti objetos da adoración." [Fiig. 56]. Pocs^
más adelante, al hablar del hallazgo de un
ídolo de papel, que refiere Dilvila Padilla,
pregunta: "¿No serían más bÍL'n las pinturas
de que hablan los fiistoriadorcs, y que fue-
ron tomadas por (dolos?"
No concedo que los misioneros tomaran
los manuscritos por ídolos li objetas de ado-
— 85 -
ffacióii. Kingúii escritor elice que lo:^ indios J
adoraran libros, ni que los misiooeroB ere- ,
verán tal cosa. Si algunos condenaban los j
manuscritos, era porque en ellos soüan es- |
tar pintados los ídolos, entre los demás ge-
rogliíicos; porque contenían los ritos gentí-
licos que debían olvidarse, y porque mu-
chos estaban líenos de supersticiones y he-
chicerías, á que eran y son tan dados los in-
dios. Constantemente distinguen entre ído-
los y escrituras. Motolinia habla de rodelas
en que estaban representadas las falsas dei-
dades (I). Mendieta y otros mencionan los
ídolos rfe/S/íícr/; pero estos no eran escri-
turas, del mismo modo que entre nosotros J
un cuadro no es un libro. De esa especie era ]
el ídolo de que habla Dávíla Padilla, y que 1
no puede confundirse con una pintura ge- j
rogUfica: véase, si no. su descripción:
halló un ídolo muy grande, aunque de papel I
pintado, y estaba lleno de Ídolos chicos,
de plumas verdes y coloradas, y de sangre
de indios y de brutos. Este ¿dolo estaba en
el p(4ti<¡ de la iglesia donde había españoles
ú indios mirándolo (2)." El religioso que
le había hallado acabó por derribarle y des-
hacerle de un puntapié. Claro cstA que
aquello no era manuscrito ó pintura gero-
ktlJ Trul. I.
(Zi Líb. II,
cap, se.
- 86 -
gUtica, sino uno de esos verdaderos Ídolos
rie papeh pintado li de bulto. E! tormento
dado á la carta del Sr. Zumárraga consìste
en suponer que dice lo que calla. Nada hay
en ella de manuscritos. El finado Sr. Oroz-
co y Berra me objetaba que la palabra qitc-
mae/os no podía aplicarse propiamente A los
ídolos, pues por .ser en lo general de piedra
resistían al fuego y por lo mismo habla de
entenderse que se trataba de papeles. A es-
to le hacia yo observar que habia también
ídolos de madera y do papel: que aun los
de piedra solían estar cubiertos de ropas
que el fuego podía consumir: que es conti-
nua en las crónicas la mención de ídoloí>
quema/ios: que aun cuando no fueran com-
bustibles, los arrojaban en la hoguera por
ignominia sin perjuicio de quebrarlos des-
pués [1]: y que no parecía probable que
mencionando la carta dos destrucciones úni-
camente, fueran éstas las de templos y ma-
nuscritos, omitiéndose una tan importante
como la de ídolos. El Sr. Sánchez orilla la
dificultad refundiendo dos en una; pero sus
explicaciones no me satisfacen; y á mi jui-
cio dejando libre el del lector, en la carta
no se trata más que de !a destrucción de
los teocallis y de los ídolos sueltos í que
(U DAVILA PADlIl-l, ubi SupiH,
los indios tributaban culto: qiias adorabant; J
II his antea culta, dicen bien claro ambosJ
stos. Esta fué la principal ocupación del
I misioneros en los primeros años, desdej
tes de la llegada del Sr. Zumirraga: laa
■strucci6n de pinturas, grandemente exa-'í
íada, fué cosa muy secundaria, I
Mas j-a que de esta carta tratamos, aom
nos despediremos de ella sin hacernos car- 1
go de otra acusación def Sr, Sánchez con- I
tra el Sr. ZumSrruga fundada en el texto de I
^^^K'ínisma carta, y que se relaciona con la 1
^^^bíte que se quiere dar al señor obispo en I
^^K^& aquella deslrticción. Dice el Sr. Sari' I
^^^hbí, que no es probable que el Sr. Zuma- 1
rraga rompiera ú quemara personalmente 1
y con sus propias manos: pero que ''para la J
responsabilidad que le corresponde como
prelado 6 jefe eclesiástico, tratándose de un
fiecho relativo al culto, y llevado á cabo co-
lectivamente con intenciiín de abolir la ido-
latría, basta que lo ordenase ó consintiese,
present.lndolo al Capítulo como un acto me-
ritorio.* No ru¿ necesario, ciertamente, que
el señor obispo ordenara aquello que los
misioneros estaban haciendo cuando él lle-
gó: que lo aprobara y consintiera, creolo
muy bien. Claro está que yo no trato de ha-
cer al Sr. Zumárraga el agravio de soste- 1
ncr que no se mezcló para nada en la dea- J
trucción de templos 6 ídolos: antes juzgo
que hizo muy bien en consentirla, lo mismo
que en presentarla al Capitulo como un ac-
to meritorio. Curioso sería pretender que
un obispo faltara á. su primera obligación; y
que por un dudoso interés histórico se pusie-
ra á impedir la desaparición de los objetos
idolátricos de su grey. Pero reduzcamos
las cosas á su verdadero tamaño, sin caer
en exageraciones. Ninguna necesidad tenía
de ordenar lo que ya estaba muy adelanta
do, y que era una consecuencia inevitable
de la predicación: bastaba con que no lo
impidiera, para que continuara. Por lo de-
más, nada significa que el Sr, Zumárraga
en su carta hable en plural, porque escribía
en nombre de los frailes franciscos, y él
también lo era; mas bien es de notarse que
a! hablar de la conversión usa el plural, co-
mo debía, pues él cuidaba también de ella;
pero llegado al bautismo y destrucción de
idolatrías, no se atribuye parte en ello sino
que todo lo deja á los frailes: «Por manos
de nuestros religiosos de la orden de nues-
tro seráfico Padre S. Francisco De la ma-
nera que se quieren representar las cosas,
no parece sino que templos é ídolos perma-
necieron intactos cuatro años, y que fué ne-
cesaria la venida del Sr. Zumárraga, ani-
mado de ese/ííJ'Oí' fabuloso y risible, que
fe
hiz
iaé
Oh
no
caí
^_ qu<
COI
fue
do:
[nunca cupo en su ánimo sereno, para qua
instigaciones suyas comenzaran los relf^
■osos & perseguir la idolatría. No fuerod.
;tos tan remisos en el cumplimiento de st¿
leber. La fantasía de Robertson hasta 1"
6izo inventar un edicto ad hoc del Sr. í
lárraga, que nadie ha visto ni podido v
Olvidó, ó mAs claramente dicho, ignoró, qué
no hay memoria de que aquel señor publi-
cara edicto alguno, ni habla para qué, por-
que el clero secular era muy escaso, y los
lisioneros casi independientes de los ob¡s-
.. Si ellos no hubieran querido destruir,
poco se habrían curado de los edictos epis-
copales. Es muy general la manf.i de con-
fundir los tiempos, y suponer en los pasa-
un estado de cosas que pertenece á los
■esentes, induciendo así en graves errores
los que carecen de medios para descubrir
verdad.
Dije Antes que la destrucción de pinturas
había sido cosa de interés secundario para
los misioneros; y como esto sea contrario &
laá ideas generalmente recibidas, demanda
una explicación. Los misioneros primitivos
(en lo que conocemos de sus escritos) una
solii vez y de p:iso h.iccn i
[1], siendo así. que se alargan tanto en la de
las idolatrías. Motolinia y Mendieta la ca-
llan en sus Historias. El mismo Sr. Zuma-
n-dga, it quien se hncu autor principal, nun-
ca habló de ella, que sepamos. Vemos que
en casos determinados unos religiosos la
creían necesaria y otros la reprobaban.
TamÍDiín liemos demostrado que no hubo
tales montones como cerros, ni tales hogue-
ras. Notemos que las ponderaciones de .
aquella pérdida comienzan muy A fines del
siglo XVI, con Duran, Sahagun, Torqunma-
da é Ixtlilxochitl.— Pomar, de la misma épo-
ca, no dice más sino que ¡os indios mismos
quemaron en Tezcoeo las pinturas escapa-
das del incendio de los archivos por los tlax-
caltecas, "de temor del Sr. Zumirraga por-
que no les atribuyese & cosas de idolatría,
porque en aquella sazón estaba acusado por
idólatra, después de ser bautizado, D. Car-
los Ometochtzin, hijo de Nezahual pilli." No
se trata aquí de un hecho del Sr. Zumárra-
ga, ni sabemos si el temor era i5 no funda-
do. Los tezcocanos al ver que se procesaba
por idólatra á su señor (que debo ser elmis-
rao mencionado por Suarez de Peralta) te-
mieron que la iníormaciún se extendiese á
<1) En el cfidice del JÀbro de Oro,
— 91 -
Otros, que tu! ve;; no se haUarían muy lim-
pios, y para ponerse A cubierto se apresu-
raron ;\ destruir unas pinturas, que no sa-
bemos lo que contenían, y que pudieron ser
realmente de ritos y supersticiones gentíli-
cas.
Al emprenderse casi simultílneamente
por Sahagun, Duran, Torquemada é Lítlil-
xocliitl las investigaciones acerca de las an-
tigüedades de los indios, ocurrieron natu-
ralmente ii los geroglíficos que aun queda-
ban, cuya explicaciún pedían á los indios
más entendidos. Estos habían perdido ya
en mucha parte la inteligencia de aquellas
figuras estrambóticas, que se trasmitía por
pura tradición. Ixllilxochitl confiesa que ha- '
biendo juntado á mucbos principales de la |
Nueva España, que tenían fama de conocer
y saber las historias, tsolo en dos haU6 en-
tera relación y conocimiento de las pintu-
ras y caracteres, y que dahan verdadero
sentido A los cantos (I),» Eso no le impidiií,
sin embargo, encontrar muchos indios que
jurando in verba magisfri certificasen la
verdad de las historias que escribiii, y su
conformidad con las pinturas que no en-
tendían. Urgidos, pues, los supuestos ¡ntérr
para que diesen explicaciones de
pumos que ignorabiin, senl¡;in, como
sucede á todos, gran repugnancia A confe-
sar que no sabían de aquello, y para disimu-
lar su ignorancia ocurrían at cómodo rtrbí
trio de echar la culpa ¡'i la falta de pinturas.
Tampoco querían decir que sus antepasa-
dos habían caído en el descuido de no asen-
tar sucesos importantes; y ponderando por
una parte la cultura de su nación, en que
nunca faltaron cronistas puntualísimos, ex-
plicaban la escasez de noticias, abultando
la destrucción hecha por el obispo y los mi-
sioneros. Así salían de dos dificultades.
Había trascurrido ya mAs de medio siglo,
y quedaban pocos testigos oculares que pu-
dieran desmentirlos. De ahí dimanan tam-
bién las variaciones y áua contradicciones
de los historiadores mismos. Tenían que
explicar de alguna manera tos vacíos y la
oscuridad de sus historias, y cuando se tra-
taba de eso, lo atribuían ;í la destrucción de
los papeles que hubieran servido para evi-
tar tales defectos; mas llegado el caso de
fundar su obra, fuerza era sostener que esi.?-
tían documentos bastantes para escribirla.
En nadie es tan patente esa vacilación co-
mo en Clavigero. Repelidas veces deplora
el gran destrozo causado en los anales in-
dios; y cuando Robertson, más consecuen-
te que él, afirma redondamente que entún-
-fla-
cos se piírdió loi.ia noticia de las revolucio-
nes del imperio y de su civilización, salvo
lo que se sabía por tradicirtn y por algunos
fragiiiciifoa, Clavigero la emprende contra
él, y dice: 'A'o son pocas las pinturas hislií-
riciis que se preservaron de las indag;acio-
nes de los primeros misioneros sino con res-
pecto al incrciblo número de ellas que ;ín-
tes había,'
Esta última aserción de Clavigero, re-
petida al infinito, Antes y después merece
ser examinada. Que fuera iitcreiblc [por lo
grande] el nùmero de pinturas, y precisa-
mente históricas, que existía al llegar los
misioneros, no puede saberse de otra parte
sino del testimonio de los indios, pues si en
los primeros afios de la conversión fueron
destruidas, y los misioneros no dan fé de la
existencia y dcsapariciiSn do tan grandes
archivos, los que escribieron después no
pudieron saber sino lo que los indios les
contaron. IxtUIxochitl, que nada de eso vio,
es quien más pondera la abundancia de pin-
tores y pinturas; pero ya sabemos qué va-
lor tienen sus fantásticas descripciones de
las grandezas tezcocanas. Mas dado quo
hubiese tal cúmulo de papeles, falta saber
qué contenían, y no s6 por qué hemos de
creer forzosamente que los más eran htslú
ricos y preciosísimos. En todo archivo soa
muchos iTLiís los papeles de poca ó ninguna
importancia para la posteridad, que los ver-
daderamente dignos de conservarse. Dice-
se que los mexicanos pintaban todo, y si asi
era, mucho habría iniítU para nosotros.
De todas maneras es un hecho que las
pinturas mexicanas habían sufrido graves
menoscabos antes de que los misioneros
pusieran el pié en esta tierra. Por Sahagun
sabemos que en tiempo del rey lacoatl se
quemaron las pinturas "para que no vinie-
sen A manos del \TiIgo y fuesen menospre-
ciadas." Primera destrucción, hecha por in-
dios.— Pomar 6 Lvtlilxochitl afirman que los
tlaxcaltecas quemaron los archivos de Tez-
coco. Segunda destrucción también por in-
dios,— A la llegada de los españoles, mu-
chos poseedores de pinturas las escondie-
ron ó enterraron para preservarlas de las
contingencias de la guerra, como suele ha-
cerse con las cosas preciosas (1). Muertos
ó alejados los dueños, aquellos papeles que-
daron perdidos. Tercera causa de destruc-
ción.— Cortés, para ganar la ciudad, tuvo
que demoler las siete octavas partes de ella,
inclusos los teocallis; y como las pinturas no
hablan de estar en la calle, sino en los edi-
ficios, debieron perecer con ellos. Estos re-
di Mesdiei*, lih. IV, c.ip.41,
sultados de la yucrru no dcbcn iidminirnos.
En nuestros días las bombas prusianas han
reducido á cenizas la vica biblioteca de Es-
trasburgo. Todos estos estragos habían pa-
sado ya cuando llegaron los misioneros. Es
indudable que dcstru3-eron algunas pintu-
ras; pero nadie hasta ahora ha podido es-
pecificar el cargo, diciendo qué misionero
quemó, cuíiles pinturas y cuándo. Hoy no
nos hallamos ya en aptitud de caTiíicar cuíll
era la importancia de lo que destruyeron,
y es suposición gratuita decir que fueron
anales históricos. Si algún daño hubo á los
principios, recayó en papeles sueltos, no en
ios grandes depósitos que ya no existían.
En todo caso, aquello duró poco tiempo,
pues en 1533 ó 34 1 más tardar, ya se reco-
gía y explicaba la pintura à que se ha dado
el nombre de Codex Ziimárraga, y eso á
pesar del horror que debía inspirar, por es-
tar manchada de sangre humana (1). No se-
ría la única en que concurriera esa repug-
nante circunstancia; y ;í la verdad que tra-
yendo así á la memoria las antiguas cruel-
dades, provocaban á destruirlas. Es cons-
tante que los misioneros conocieron muy
pronto la conveniencia de conservar esos
documentos; y parece natural admitir que
(t) Anales
ii.ii,[>úe.s:>.
que h;ibÌencìo sido corüi l;i liunición del
error, y no habiendo ya grandes coleccio-
nes de manuscritos, el daño causado por los
primeros misioneros viene, en buena critica,
;'i encerrarse en términos tan estrechos, qu:r
en ninguna manera prestan fundamento pa-
ra la gioita que se ha levantado por eso con-
tra aquellos apostólicos varones, á quienes
somos deiiilores de taalos beneficios.
Por lo que toca al Sr. Zumíirraga, es pre-
ciso repetir que habiendo llegado á fínes
de 152S, nada tiene que ver con lo pasado
hasta entonces: que durante los años de
1529 y 1530 harto tuvo que hacer con opo-
nerse íl los exceso,) de la primera Audien-
cia: que en el de 31, cuando comenzaba A
respirar, recibitì la urden de ir ú España, y
al regresar, muy entrado el 34, ya no se
destruían pinturas, sino que se interpreta-
b;m, y las llevaba con aprecio el Sr. Fuen-
leal íl España. La quemazCn de los archi-
vos de Tezcoco y México es pura fábula in-
ventada casi en nuestros dias: no hay certe-
za de que al Sr. Zumárraga se deba la des-
trucción de una sola pintura: no era él quien
quería oscurecer la memoria de lo pasado,
pues escribía y enviaba al Concilio de Tren-
to una memoria sobre las antigüedades de
Nueva Kspaiía, El cargo de destrucción no
aparece formulado sino muchos años des-
- 97 -
pues de su muerte, por Torquenuda é Ix-
tlUxochill: éhte merece poca fé; el primero,
si bien recogió los escritos lie los misione-
ros para tcjcr»u obra con retacos de ellos,
no pudo encontrar allf c! cargo, porque no
estií; le sacó de los inComies de ios indios,
lo mismo que Ixtliixochill, y ya hemos di-
cho lo que eso puede valer. Sahagun, más
cauto ó mejor informado, no raezcltì el nom-
bre del Sr. Zumiirraga en el asunto.
A I;i rebaja que debe hacerse en el nume-
ro de pinturas históricas conservadas por
los aztecas, y á la diminución producida por
las causas enumeradas, hay que agregar la
que fueron sufriendo despuús, poco A poco,
enei medio siglo trascurrido hasta la época
en que los autores mencionados escribieron.
En todos tiempos, y sin necesidad de que
nadie los persiga, perecen papeles por raU
accidentes: otrqs quedan de tal modo ocul-
tos, que sólo la casualidad los descubre.
Esa lenta destrucción del tiempo, no la me-
nos grave, continuó adelante, y á ella se de-
be en mucha parte la falla de pinturas que
hoy se nota. Sin embargo, Boturini, media-
do el siglo XVIII. halló todavía no pocas
importantes y desconocidas. No faltan
ejemplos de que pinturas consideradas co-
mo destruidas por los misioneros hayan
aparecido después, cotiservadíis y .lun he*
chas por ellos mismos. Así el Toualamatl.
ó calendario de los 2ij0 días, que Sahagun
deseaba ver destruido, no lo fué, sino que
se conservó en el convertí de S. Francisco
de México, y ha sido litografiado en nues-
tros días. E! otro calendario formado por
un religioso, y que según Mendieía había
sido extirpado fsi es, como parece por las
señas, el de Fr. Toribio de Motolinia, de >
que habla Torquemada), no pereció, pues I
yo le tengo original. Aun puede probarse i
que las librerías de los indios existían, pre-
cisamente cuando mis se lloraba su dea- i
trucción. Así resulta de una curiosa corres-
pondencia entre los padres jesuítas Tovar
y Acosta. El primero habla escrito iina his- |
toria de los indios, que comunicó al segun-
do (1), y éfatc, al avisaíle el recibo, le pre-
gunta, entre otras cosas, 'qué certidumbre
y autoridad tenía la historia.» A lo cual sa-
tisface así el P. Tovar: «El virey D. Martin
Enriquez, teniendo deseo de saber esas an-
tiguallas de esta gente con certidumbre,
mandó juntar ¡as librerías que ellos tenían
de estas cosas, y los de México, Tezcuco y
Tula se las trajeron, porque eran los histo-
riadores y .sabios en estas cosas (2).> Las
cartas no tienen fecha, pero como el virrey
.„ .„_.....■ ^¡y „,gr„i ubro VI, caps. 1, T.
is carf^s al fin de esta disertación.
3
- 99 -
gnriqucz gobernó de l.%S á IfíSO, de todos|
iodos aparece que en tiempos de Torque-
Eada é Istlilxochitl, grandes lamentadores 1
Pe la falta de librerías aztecas, las habla por
lo menos en tres ciudades principales, los
indios las traían á México, y el virrey las po-
nía á disposición del P. Tovar. |No fué, pues,
tanto el destrozo causado por los primeros
BlsionerosI
Parece que con lo dicho bastaría, y ya es
mpo de poner término á esta larga y can-
Eda disertación. Pero pido al benévolo lec-
!: que me preste todavía otro poco de pa-
Jicía, y escuche algimas observaciones
ales.
Bijusto parece que cuando debemos á ál-
Sien grandes beneficios, paremos la con-
Heración en una falla que haya cometido,
s empellemos en abultarla, .1 pesar de
fec después la haya reparado con exceso,
Gal sucede con los primeros apóstoles de
pestra tierra. No nos cansamos de ccnsu-
r el celo falso 6 necio, la ignorancia ó el
latismo que suponemos los impulsó á des-
r las antigüedades aztecas; pero no nos
tamos siquiera cl trabajo de averiguar
■rl lieclio es cierto, ni queremos recordar
- 100 -
que á ellos se debili l;i abolición de los sa-
crificios humanos, el establecimiento de la
verdadera religiiin, la defensa y conserva-
ciiin del pueblo vencido. Y después de to-
do, el cargo es falso ú (rrandcmente exage-
rado; y el poco daño que tal vez llegarían á
causar en pinturas verdaderamente impor-
tantes, quedó bien compensado con los es-
critos que les debemos. Venidos á la prcdi-
cacíiin, por ningún motivo estaban obliga-
dos á echarse encima nueva carga, ocupan-
do sus escacísimiis horas de descanso en in-
vestigar y escribir la historia antigua de es-
tos pueblos A ellos, que aprendieron la
lengua, que estudiaron las pinturas mismas
,de cuya destrucción son acusados, que re-
cogieron las tradiciones más auténticas, que
reunieron todo en laboriosos trabajos, so-
mos deudores de lo que sabemos acerca de
los tiempos pasados. Sus inmediatos suce-
sores y colaboradores continuaron la obra;
pero los que llegaron mucho después, co-
mo Torquemada, ya no cargaron sobre sí
las inJecibles fatigas del apostolado; y al
paso que sabían aprovechar, por no decir
plagiar, loj escritos de sus predecesores,
no creían injusto dar crédito ú. indios em-
busteros, para culpar de ignorancia ó de
celo extraviado ¡1 los insignes varones A
quienes debían la \wt ri^cogitía en sus pro-
- 101 -
s escritos; débil reflejo, op;)cado por itiil ¡
afladiduras impertinentes, de aquella clari-
dad que brilla en la sencillez de los prime-
ros. Si estos se hubieran Üiiiiíadu, como
con justísimo derecho podían hacerlo, á
predicar la 16, conservando con esmero
hasta el último papel borroneado por los
aztecas y salpicado de sangre humana, pe-
ro sin escribir ellos cosa alguna, hoy no
quedaría de la historia antigua de México
ni lo poco que creemos saber.
Porque en electo, la escritura geroglifica
de aquellos pueblos era del todo insuíicien-
Ic para conservar la memoria de los suce-
sos pasados: pudiera servir, cuando miis, 1
para dejar_ asentada una especie de tahla '
crono!'*'gic«, sm pormenor alguno, sin cx-
plicaciún de las causas de los acontecimien-
tos, ni del carácter de los personajes, sin ¡
nada en fin de lo que esige la Historia para I
merecer tal nombre. La indicación vaga di;
linas épocas cosmogónicas, no siempre en J
t-1 mismo urden; una serie de reyes con no-
labli--s discrepancias de fechas y aun de su-
cesión; áridas ó incompletas noticias de pe-
regrinación y guerra, mezclado todo con |
fábulas absurdas y pueriles; nóminas de tri-
butos, y otros apuntes sueltos por el estilo, J
no constituyen la Historia, Cuando Clavi-
ló i Li v.fí arrebato de entusias-
T, 11,-13
102 -
.mo: <Si se hubieran conservado (las pintu-
ras) nada se ignoraría de la historia de Mé-
xico." no supo lo que se dijo. Quisiéramos
ver al pulido abate rodeado de todos los fa-
mosos archivos de México, Tczcoco y cuan-
tos mis pidiera; pero privado por completo
de los escritos deesos/rd/'/es, & quienes en
su interior desprecia, para ver si de tales
papeles hubiera podido sacar su historia.
Habríase quedado á oscuras. Por mAs que
hoy se pondere el alcance de la escritura
geroglifica de los mexicanos, y Aun se pre-
tenda atribuirles el uso de signos fonéticos
que por mi parte nunca lie acertado á en-
contrar, lo cierto es que su sistema, según
Clavigero mismo dice, "era imperfecto, em-
brollado y equívoco." Buscar cliwe 5. esas
pinturas cS púrder tiempo, porque ñola tie-
nen: díjosc que el Lie. Boninda la iiabín h;i-
llado, y Bustamantc InmcntO su pérdida en
todos los tonos; pero 1 1 publicación del pro-
ceso del p. Mier ha '." 'nido & poner en cla-
ro la inexactitud del aserto. Si algo leemos
en las pinturas, y de algo sirven para escla-
recer uno ú otro hecho histórico, es porque
sabenvos de antemano el hecho, y porque
los misioneros nos dejaron el conocimiento
de la lengua y de muchos de los signos con
que los aztecas representaban lo que po-
dían, A cuya obra aj-udaron los intérpretes
\
- t03 —
líe los primeros afios. Sin tales auxilios las
pinturas aurian ininteligibles; pruíbalo que
el códice de Drcsde, que no es mexicano ni
tiene ititcrprotaciOii, permanece mudo, y
apenas se sabe á qué pueblo pertenece. La
interpretaciún de ciertos geroglíficos azte-
tccas es hoy tan clara como la de una cha-
rada cuya solución ya se conoce. Carecien-
do de todo antecedente, ¿qui leeríamos al
ver un deforme muñeco, sentado en cucli-
llas, con rostido de perfil y ojo de Érente, ce-
ñida la cabeza con una diadema puntiagu-
da, y acompañado de uaa pierna llagada ú
herida? Ahora decimos sin vacilar que es
el rey Tízoc, pero porque ya sabemos que
asf se le representaba, Y i posar de eso,
icuántas y cuántas interpretaciones muy
acreditadas no han venido al suelol Ea la
famosa pmtura del 'Viaje de loá Aztecas»
todos, y aun los personajes, tan graves co-
mo Sigílenla, Clavigero y Humboldt, vie-
ron la historia de tiempos remotísimos: el
diluvio universal, la confusión de las len-
guas, la dispersión de las gentes y quó sé
yo cuántas cosas más, lü cual quedó acep-
tado como cosa indudable, hasta que el Sr.
Ramírez y despulís el Sr. Orozco y BciTa
probaron que no hay allí diluvio, ni torre
de Babel, ni cosa que lo valga, y que todo
se reduce á la peregrinación de los mexica-
- 104 -
nos, no desde ci misterioso y lejano Chico-
iiioztoc, sino puramente dentro de los limi-
tes del Valle de México. El mismo Sr. Ra-
mírez, caya inteligencia y sagacidad nadie
puede poner en duda, no se librü de caer en
alguna equivocación. Tratando de dar la
interpretación de la conocida pintura 144
del Códice Vaticano que represéntala muer-
te de Pedro de Alvarado, tropezó con la fi-
gura de un animalejo, que así puede ser ra-
tón como cualquier otro mal bicho, corona-
do con una planta, al parecer de maguey.
Púsole en graves dudas y al fin decidió que
era ratón y una representación simbólica
de las calamidades que amenazaban ú que
efectivamente cayeron sobre aquellos pue-
blos á causa de la guerra. Da sus razones
y aiíade que en cuanto al maguey, no alcan-
za que pueda significar otra cosa sino que
•la penuria llegó al punto de secar ó fué tan
cruel como las que secan y enferman los
magueyes, que es la mils resistente de to-
das las plantas; ó bien que en aquel año pa-
decieron estas alguna epidemia (!),> Mas
hé aquí que viene luego D. Eufemio Men-
doza A interpretar la misma pintura, y dis-
crepa del Sr. Ramírez (rara vez con acier-
to) en casi todas las figuras, entre ellas la
■v-í JYoceso ie Petiro ilt Atearada, píí¡-230.
- 105 -
iíl anímalejo, que declara ser una íhjkx (to-
po) y sigoilica pura y simplemente el nom-
bre del virrey D, Antonio de Mendoza j'fíiírW,
maguey y to;aii, tuza (I), lo eual dicho sea
de paso, está confirmado por la pintura Au-
bÍQ (pág. Ir''^), donde se ve el mismo gero-
glifico al lado de la figura y nombre del vi-
rrey. Lo propio acontece con los ídolos. No
lia mucho hizo gran ruido el des cubrí míen-
lo de uno en las ruinas de Chichenitzá (Yu-
catán). Cierto arqueólogo extranjero, que
aseguraba saber leer los gerogllficos de
aquellas ruinas como nosotros el alfabeto
Ialino, desenterró una estatua que llevaba
ifoce mii aflos de scpuluida, ú la que bauti-
zó con el nombre de Chac-Mool ó Rey Ti-
gre. Decía que no cni un ídolo sino un re-
trato, pues conocía por .sus nombres ú. to-
dos los personajes esculpidos en aquellos
monumentos; que tenía noticias de su vida
y de la manera de su muerte, y que la es-
tatua pertenecía á un monumento erigido
por la reina su esposa. Con gran dificultad
por su mucho peso, fué trasladada ta figura
al museo de Mérida, y luego al de México.
Entonces el mismo Sr. Sánchez, autor de la I
¿Cuestión histórica.» escribió una diserta- '
— 106 —
ción en que hizo ver que existen otras dos
estatuas muy parecidas: la una en el mismo
museo de Míxico, traída de Tlaxcala, y la
otra de origen deseonocido, en ima casa de
Tacubaya: su conclusión es que el Chac-
Mooi no representa rey alguno de Yucatán,
sino al dios Tezcatlipoca *bajo una forma
ó advocación no conocida de nosotros [I],»
Estas son pequeñas muestras de la confor-
midad que suele haber entre intérpretes de
geroglíficos, y del íruto que sacaríamos de
una gran colección de ellos, si los misione-
ros no hubieran ensenado á los indígenas
la escritura fonética para que con ella es-
cribieran la interpretación corriente; y si
los mismos misioneros, los obispos y los
gobernantes, destructores y osciirantistas,
no hubieran cuidado de recoger las tradi-
ciones, hacer tieclarar las pinturas antiguas
ú otras nuevas y dejar escrita, por si ú por
otros, la relación de las cosas pasadas.
Mas aun cuando pudiéramos leer coa clari-
dad las pinturas, no sé por qué hemos de
concederles la fé absoluta que algunos quie-
ren. Sus autores nos son totalmente desco-
nocidos, y no podemos juzgar de su aptitud
y honradez. Ciertamente que "no eran otro
Moisén," como dice la relación del ¿líro (if
ti] Amtea lid Miisi-o, tamo I| pagina SXf.
nos:
m
- 107 -
Ofo, y muy bien pudieron errar en materia
tan oscura. Los analistas indios posteriores
á la conquista equivocan torpemente hasta
las fechas contemporáneas y perfectamente
conocidas (1). Sin embargo, luego que selee
6 cree leerse una fecha ó un suceso en cual-
quiera pintura, debe aceptarse sin vacilar,
por más que no vaya de acuerdo con lo que
digan autores conocidos y dignos de crédito.
A ser mayor el número de pinturas que
nos restan, resulfarían infinitas conlradiccio-
i, que por cierto no faltan en lo poco que
lemos.
.éjos estoy de querer desacreditar las
pinturas aztecas, súlo por disminuir asi la
pena que causa la desaparición de muchas
de ellas, y atenuar el cargo hecho á los mi
sioncros. No creo que haya documento his-
tórico inútil, y yo, que he procurado recoger
y publicar algunos, sería quien menos pudie
ra ver con indiferencia la desaparición dí
los anales del pueblo que en tiempos remo-
tos vino á ocupar este suelo. Quisiera, por
el contrario, que se conservasen hasta hoy
todas las historias que pintaron los aztecas,
para que sirviesen al estudio de los sabios
que con segura crítica y ánimo sereno se
"icasen A esclarecer aquellas épocas osc«-
— loa-
ras. Pero no puedo tolerar esa^jemciones
apasionadas, y deseo que á cada cosa se dé
su verdadero valor.
En resumen; no h\é considerable, ni en
cantidad ni en círiidad , el daño que !os misio-
neros causaron en las pinturas aztecas: el
que hiceron á los principios, supieron repa-
rarle cumplidamente, y no hay justicia para
acusarlos de ignorancia y fanatismo, por só-
lo un momento de error muy disculpable.
Y si bien se mira, los que mAs afectan con-
dolerse de la pérdida de las pinturas, son
los que menos las conocen, y qu':' jamás se
ocuparían en estudiarlas. No es ul celo por
los adelantos de la ciencia loque provoca
esiis lamentaciones: es el espíritu de partido
úde secta, que cree encontrarima arma con-
tra España y contra la Iglesia, en la supues-
ta ignorancia de sus primeros enviados. Más
debiéramos dolemos de la púrdida sufrida
en estos últimos años con la dcsapariciún,
no de signos oscuros, sino de libros rarísi-
mos y códices preciosos, que con absoluta
indiferencia hemos visto pasar .il extranjero,
de donde jamás volverán. La .sana crítica
no coiis¡L-nti.' ya que se estín repitiendo
esas absurdas acusaciones contra los misio-
nerosy en particular contra el Sr. Zumárra-
ya: el que insista en sostener todavía seme-
jante vulgaridad, mostrará que se halla tan
escaso de estudios como sobrado de pasión.
- 109 -
ANEXOS.
Carta del P. Joseph de Acosta para el P. Joan
DE TOVAR, DE LA COMPA^'ÌA DE JeSUS.
Holgfado he do ver y repasar la Historia mexi-
cana que V. R. me envió y pienso holgarán tam-
bién en Europa con ella, por la curiosidadjque
tiene cerca del gobierno y ceremonias denlos in-
dios mexicanos. Mas deseo me satisfaga V. R. á
algunas dudas que á mí se me han ofrecido. La
primera es, ¿qué certidumbre y autoridad tiene es-
ta relación o historia? La segunda, ¿cómo pudie-
ron los indios, sin escritura, pues no la usaron,
conservar por tanto tiempo la memoria de tantas
y tan varias cosas? La tercera, ¿cómo se puede
creer que las oraciones ó arengas que se refieren
en esta historia las hayan hecho los antiguos re-
tóricos que en ella se refieren, pues sin letras no
parece posible conservar oraciones largas, y en
su genero elegantes? A estas dudas me satisfaga
V. R. para que el gusto de esta historia no se des-
haga con la sospecha de no ser tan verdadera y
cierta, que se deba tener por historia.
Respuesta dej. P. Joan de Tovar.
Aunque podía responder luego que recibí la de
V. R. y dar solución á lo que por ella me pregun-
ta, pero consolóme tanto de que V. R. gustase tan-
T. II.-14
- no -
to de csa historia, que quise con más dilígenci:
refrescar la memoria coiminicándornt; con unos in
dios de Tulla, ancianos y principales, sabios ei
esto y muy Indinos en este lenguaje, y conformar
mucho con los principales
Tezcuco, con los cuales hi
El virey D. iVlartín Enriq
saber estas antiguallas de
dumbre, mandiJ junta
ufan de estas cosas, ;
de Méiici
: la hisl
juez, teniendo deseo de
esta gente con certi-
librerías que ellos te-
de Mélico, Tezcuco y
Tulla se las trajeron, porque eran los historiado-
res y sabios en estas cosas. Envióme el virey es-
tos papeles y libros con el doctor Portillo, provi-
sor de este Arzobispado, encargándome las viese
y averiguase, haciendo alguna relación para en-
viar al rey. Vi entonces toda esta historia con ca-
s y hieroglificos, que yo no entendía, y así
■ los sabios de Méjico, Tezcuco
y Tulla se viesen conmigo, por mandado del mis-
mo virey; y con ellos, yéndome diciendo y narran-
do las cosas en particular, hice «na historia bien
cumplida, la cual acabada, IJevú el mismo"doctor
Portiüo, prometiendo de hacer dos traslados de
muy ricas pintiu'as, uno para el rey y otro para
nosotros- En esta conjuntura le sucedió el ir A Es-
paña, y nunca pudo cumplir su palabra ni noso-
tros cobrar la historia; pero como entonces lo
averigUf y traté muy de espacio, quedóseme mu-
cho en la memoria, demás de que vi un libro quo
liiío un friüc dominicoi deudo mío, que es(abn el
- Ili -
s conforme .i la librtriii .intigna que yo he v
me ajudii & refrescar la memoria para ha-
a historia que V, R. agorn ha leido, poniert-fl
lo que era más cierto y dejando oirás cos¡l!aí|
dudosas que eran de poco fundamento,
la autoridad que eso tiene, que para mí i
porque demás de lo que yo v¡ en sus r
I -os, lo traté antes del cocoliste con tod
Hnos que supe sabían de esto. Y ninguno discre-l
ibu, como cosa muy notoria enlre filos, y e
lo que respondo á la primera pregunta de V. R.» *1
i cuanto á la autoridad que tiene esta historia.
p. In segunda pregunta, t¡c<5mo podían los in-
cosas?," digo, como queda referido, qu<
sus ñgiu'as y hicroglíñcos con que pintaban iaa^
cosas, en esta forma: que las cosas que no habia \
Igea propia, tenían otros caracteres significa
s de aquello, y con estas ■
juerfan. V para memor
eció cada cosa, ya ha
. escrito del cójnputo que e
ido cada cincuenta y dos a
ahí hago mención, que cr
en que acaecían las cosas memorables, pintSndo-
lo á los lados de las ruedas con los caracteres
que queda referido. Las ruedas y círculos de años
que vi en las historias eran cuatro, porque estos
no tenían Olfií cuenta, sino ilcsdc que salieron de
t4«tietq Qi{eT43 iJe que ni principio 4e esta bisto-
s figu rabal
o V. R. lo que ahí 1
s usaban, ha-^
ina rueda, de 1
IO un siglo, y '
— 112 -
1, y desde entonces hasta que
n los españoles habían corrido tres ruedas
cumplidas y ¡ba en la cuarta; y en estas ruedas
estaban señalados lodos los casos y cosas memo-
rables que tenian ea sus historias, como V. R, ve-
rá en la rueda que va al cabo de ese calendario
que va con esta, donde ponen un español con un
sombrero y sayo colorado, poniéndolo por señal
de! tiempo en que los espaSoles entraron en esta
tierra, que fué de la cuarta rueda ú edad, corrien-
do el sigfno que llamaban cailn, que pintaban en
la forma que V. R. ahi verá.
Pero es de advertir que aunque tenían diversas
figuras y caracteres con que escrebian las cosas,
nuera tan suficientemente como nuestra escritura,
que sin discrepar, por liis mismas palnbras, refirie-
se cada uno lo quc'eatiiba escrito: solo concordaban
en los conceptos; pero para tener memoria entera
de las palabras y traía de los parlamentos que ba-
cian los oradores, y de los muchos cantares que
tenian, que todos sabían sin^discrcpar 'palabra,
los cuales componían los mismos'oradores, aunque
los fig'uraban con sus caracleres, pero para con-
servarlos por las mismas palabras que ios dijeron
sus oradores y poetas, había cada día ejercicio de-
llo en los de los mozos principales que habian de
ser sucesores á estos, y con la continua repetición
se les quedaba en la memoria, sin discrepar pala-
bra, lomando las oraciones más famosas que en
cada tiempo so hacían, por método, para imponer
á los mozos que habian de ser retóricos; y de'es-
113
n muchos parlamento!
Kscrepar palabra, de g'cnte en gente, hasta qu
a los españoles, que en nuestra letra escribÍB«f
D muchas oraciones y cantares que yo v
iiiservado. Y con esto queda respondido i
^ditima pregunta de "cúmo era posible tent
a de las palabras," etc. V para mus :
Bftccion de lo que aquí he dicho, envió ,í V. I
i de! Pater Nostcr, de (la Ave María) y
He la Confesión general, y otras cosas de nuestraij
ribieron y deprendiéronlos anligu
cíanos de Teícuco y de Tula. V esto bastará pa
colegir en qué manera escribían los antiguos s
i. También envi.), ultra del c
múnrio de los indios, oíros de los mismos, muy cu J
n que juntamente va declarado lo queperte^S
ius meses y dinsy fiestus, y junt
jrdsdo con las fiestas y meses y año de i
|]endar<o edesiíitico, que cierto pone ndmin
s alcanzasen tanto con su inge-ifl
i y hahilidad, coiitn V, lí, veni pi>i- esos papelea'^
e ahi envió.
Non
I El P. Juan de Tovar, natural de Tercoco, era
■ Kbendndo de la Catedral y secretario del Cabil-
mdo lleg:aron los primeros jesuitas, cuya ro-
ti lomó el 3 de Julia de 1573, y fuú el tercero de
I que abrazaron aquí el nuevo instílalo. Dos
ailos después, el 3 de Julio de 1575, li:
legio de México los tres votas simple
10 en lü de Eaero de 1592, Fué
la lengua nahon, que le dieron el nombre de Cice-
i; supo también !a otorai y la maza-
hua. Por muchos años se dedicd á la enseñanza
en los colegios de Tepozotlan y de S. Gregorio de
Mélico: seis ilntes de su muerte, ocurrida el 1." de
Diciembre de 1626, perdiú la vista, cuya desgra-
cia llevú con admirable paciencia.
De antiguo se sabia que el P, Tovar habí
crifo una Historia antigua de Mélico, pues
jo el P. Acosta (Üb. VI. caps. 1, 7 (1); pero :
noraba su paradero. Clavijero no In vio, ni
poco Beristain, aunque da la seña de ser <un grue-
so volumen. 1 El Sr. Raniirez, en sus Siiplemenlos,
inéditos, á Beristain, habla ya de la Historia, y
dice que según noticia comunicada por D. Pascual
de Gayangos, existía en la eitra ordinar ¡a colec-
ción de Sir Tilomas Phillipps (Middle Hill, Esses,
Inglaterra), quien habla formado una biblioteca
de más de veinte mil manuscritos, trasladada á
Cheltenliam, después de la muerte del poseedor
(6 de Febrero de 1872). Pero todos ignorábamos
que el manuscrito del Sr. Phillipps no era miís que
im n-aginenlo de la obra, y que estaba impreso.
Dilime esta noticia el diiigenle anticuario D. Ad.
F. Bnndelier, de Higliland (Olinois, Estados-Uni-
aiE
- 115 -
dos), quien halló el título del impreso en el catá-
logo de los libros de Mr. E. G. Squier, vendidos en
Abril de 1876. El .Sr. Bandelier ignoró por algún
tiempo el paradero del Tovar; mas después supo
que se hallaba en la famosa librería de Mr. J. Le-
noi, regalada á la ciudad de Nueva York, y allí
le vio. El mismo Sr. Bandelier me ha comunicado
las cartas arriba impresas y las noticias relativas
al libro.
Tiene éste dos títulos en una misma portada: el
primero, probablemente moderno, dice así:
Historia de los Indios Mexicanos^ por Juan
de Tovar.
El segundo, que parece ser el verdadero, es co-
mo sigue:
Historia de la benida de los Indios á poblar á
México de las partes remotas de Occidente, y pe-
regrinaciones del camino, su govierno, ydolos y
templos dellos, ritos, y ceremonias, y sacrificios,
y sacerdotes dellos, fiestas y bayles, y sus me-
ses y calendarios de los tiempos, los reyes que tu-
vieron hasta el postrero, que fué Inga (?), con
otras cosas curiosas sacadas de los archivos y tra-
diciones antiguas dellos. Hecha por el Padre Juan
de Tovar, de la Compañía de Jesus, enviada al
Rey, nuestro vSeñor, en este original, de mano es-
crito.— Private Print, Middle-Hill, 1860.
Folio, 12 págs.
Este ejemplar fué regalado por el Sr. Phillips
al Sr. Squier en 1871.
De la comparación hecha por el Sr. Bandelier
mposicion origl-
enlre el frag^meiito impreso de la obra de Tovar
y el Códice Jíanñrex, publicado recienienicnce,
resulta tnl semejaniii, que no puede caber duda
de que ambas obras son una misma. El Sr. Rami-
tex creía que el Códice se escribió originalmente
en meiicano, y lo que tenemos es la traducción
castellana hecha por el P. Tovnr. Mas el Sr. Ban-
delier opina que el Códice es c
nal del Pitdre, y la segunda bisi
por baberse eitrnviado la prin
provisor Portillo, que es la iinp
Por mi partí, sin entrar en mayores eiplic.
que no son propias de este lugar, me inclino &
creer que de la priimi-a historia del P. Tovar na-
da se sabe todavia; que el impreso es un fragmen-
to do la siEiiiidíi: que el C¿/iice es esln segunda
bisiocia, no del Iodo eoinplein: qiie el hecho df
estar escrito en una columna, dejada en blanco !a
otra, no prueba que en ésta dcbiit haberse coloca-
do el teiio original ineiícano, al lado de la ver-
sión española, como supone el Sr. Ramireí, pues
igualmente probaHn que se pensú en hacer una
versión meiicann, que fuera al par del teito espii-
jiúl que tenemos; pero que por los antecedentes
del caso, puede creerse que ios indios & quienes
ocurriii el P. Tovar para que le declarasen las pin-
turas, le dieron naturalmente las explicaciones en
mexicano, en cuya lengua, como tan perito en ella,
las redactó el Padre, para que nada perdiesen de
su autenticidad, volviéndolas después al castella-
no para presentarlas al virrey, y de todos modos
- 117 -
es una obra suya, sin que se opongan á esta cre-
encia las objeciones del Sr. Ramirez. La obra que
cita Tovar, de un fraile dominico, deudo suyo, de-
be ser la del P. Duran, que como es sabido, siguL'
casi en todo el Códice Ramírez^ ó mejor dicho, las
explicaciones que los indios daban entonces de las
pinturas que aún se conservaban.
T. 11.-15
ut mi
Se.nokes AcAOÉMiCOS:
llyHh'ili^'-^ promesa solemne, hcch;i cn !a in-
M|||H U'oduc^:i(3n de nuestras MemoriaSi
ll fi ^^l l nos pone á todos cn obligación de |
emprender estudios parciales que algún día ,
sii'van para escribir la Historia de la Lite-
ratura Mexicana: obra grande, que la Aca-
demia Espafiola ha declarado caber bien cn
campo de nuestras labores. Tenemos ya
■c nosotros quien haya contribuido por
larle, y muy liberalmente, al descmpe-
de la obligaeiún contraída: lodos hemos
leído y celebrado el precioso trabajo en que
nuestro estimado amigo y colega el Sr, Roa
Barcena ha sacado de la oscuridad la vida
120 -
de nuestro insigne dramático Gorostiza, y
hecho el análisis de sus obras. Nos cabe,
sin embargo, el sentimiento de que, por ra-
zones particulares, no se honren también las
Memorias con la biograíía del inolvidable
poeta y controversista D. José Joaquín Pe-
sado, que debemos á la pluma del mismo
académico: bien que, ya impresa, puede el
público aprovechar sus ütites enseñamien-
tos.
: No es tan alto el asunto con que ahora pre-
tendo ocupar vuestra atención. Intento úni-
camente traer á vuestra memoria los traba-
jos de dos beneméritos mexicanos que pre-
servaron del olvido los nombres de nuestros
escritores, y allanaron as( una buena parte
del camino que nosotros debemos recorrer.
Tarea vana emprenderla el que quisiera
escribir la Historia de una Literatura, sin
hacer antes- profundo estudio de las obras
que la forman; pero j-u se advierte que á
todo debe preceder el conocimiento de cuií-
les son esas misma? obras, quiénes sus au-
tores, en qué tiempos y en qué circunstan-
cias escribieron. Por eso se hadado siem-
pre honroso lugar en !a estimación de los
sabios á las Bibliotecas ó Catíllogos de Es-
critores. Todas las naciones han procurado
formar las suyas, ora 'generales, ora parti-
culares de alguna provincia ó ciudad. Las
- i:i -
universidades, Ioí, colegios, las órdenes re-
ligiosas, han hcciio también diligenciu para
conservar la memoria de los escritores que
les pertenecieron. Otros han preferido se-
guir su propia inclinaciün y reducirse á au-
tores de épocas determinadas ó de materias
predilectas. Y no son. d fe, estos trabajos
parciales ios menos útiles, porque en las le-
tras la extensión es enemiga de la profun-
didad, y no es dado á hombre alguno abar-
car uu campo lan vasto como el de una Bi-
blioteca Nacional, si no es aprovechando los
trabajos de otros quejpor haber recogido
su vista á menor espacio, han podido exa-
ininiírlc con mayor cuidado y registrar híis-
ta sus últimos rincones.
Muchas causas contribuyeron ¡1 que se
retardase entre nosotros la aparición de una
Biblioieca. El antiguo pueblo que ocupabii
este suelo no conocía las letras, y con eso
esta dicho que no podía tener escritores ni
literatura. Su impcrfecttsimo sistema de re-
presentar los objetos é ideas, tenía que li-
mitarse iS satisfacer, hasta donde podfa, las
necesidades mils urgentes de la sociedad,
sin aspirar A otra cosa. Así es que no se
empleaba sino en registrar los tribuios de
los pueblos, en señalar los Kmitcs de las hic-
rci.1ades, rn recordar las ceremonias de la
a contribuir i conservar la me-
morìa de los sucesos más notables, que aun
con cSe auxilio habría perecido, á no perpe-
tuarse en las tradiciones recogidas por los
primeros predicadores del Evangelio. Los
indígenas comenzaron á ser escritores cuan-
do la conquista puso en sus manos el alfa-
beto. Entonces se dieron algunos á la com-
posición de anales y memorias lüstúricas,
único género en que ejercitaron SU pluma,
y no con gran brillo ni exactitud. Si otras
ciencias entraban en la civilización azteca,
no hubo en la raza quien nos trasmitiera de
un modo satisfactorio los conocimientos de
SUS antepasados.
Por consecuencia de la conquistase for-
mó presto una nueva generación, ya pura-
mente española, ya mezclada, que se hi;;o
notable por la agudeza de ingenio, la mara-
villosa aptitud para recibir enseñanza, y la
precocidad de las facultades intelectuales.
No pocos testigos imp;irciales nos han de-
jado expreso testimonio de ello. Con esc
elemento robustecido por los españoles que
continuamente venían lí esta tierra, y entre
los cuales no faltaban claros ingenios y
maestros consumados, cu breve se desarro-
lló el movimiento literario, y á poco más de
mediado el siglo se escribían en Mé.tico
obras de ciencias sagradas y filosóficas que,
como las de Fr. Alonso de la Veracrtiz y
Fi". Bartolomé de Ledesma, alcanzaron la
■¡dislinción de ser reimpresas en España.
¡Aquella fué también I;i época de los asom-
irosos trabajos filológicos de los religiosos,
délas crónicas y relaciones histéricas, imas
iscritas por los indígenas, y otras, las más
'precios. is, por los mismos misioneros.
Al comentar el siglo XVII había ya, sin
materiales bástanles para echar los
ienlos de un Catálogo de Escritores, y
ialil que alguien se hubiera acordado de
racemos tan inestimable servicio; pero ci
trabajo paciente y opaco de un autor de Bi-
blioteca se avenía mal con la índole de nues-
tro ingenio, más inclinado siempre de suyo
il brillo y giila de l;i poesía, ó en olro tiem^
á las agudas investigaciones metafísicas
jue i los estudios lentos y acompasados d
bibliógrafo. En esto, como en todo, llevaron
lit palma los misioneros: ellos nos dejjirt
mención especial de muchos escritores <¡
su hábito que ilustraron estas regiones, y"
cuya memoria habría perecido si faltara c
piadosa solicitud de stis hermanos.
Hacia aquellos tiempos U629), un limcflo
.blicaba en España el primer ensayo de
Biblioteca especial de América. Su obr.'i
*tíome de otra más grande, que existió,
:ro que nunca ha llegado á encontrarse,
[braza en breves páginas lo que ¡i nosotros
- 1241^
toia y mucho más, porque es Oriental y Oc-
cidental, Niiutkay Geográfica. Ya con sa-
ber esto es de considerarse cuan reducido
papel haremos allí; pero así y todo, debemos
agradecer A Pinelo un trabajo que abrió ca-
mino á otros, y que contiene noticias de no
escasa importancia. En el mismo siglo es-
cribía el gran D. Nicolás Antonio su asom-
brosa Bibliotlieca Hispana, en que hay tan-
to nuestro; y al principiar el segundo ter-
cio del siguiente (1737), el infatigable colec-
tor y editor D. Andrés González d<! Barcia,
que fué hfillado digno de ocupar un asiento
entre los fundadores de U Real Academia
Española, tomó el Epitome de Leon Pinelo,
y sin mudarle titulo ni nombre, le convirtió
en tres volúmenes de á folio. A tener Bar-
cia tanta curia como erudición y amor al
trabajo, nos habría legado una obra inesti-
m.ible; pero aquel océano de títulos y fe-
chas hierve en escollos de erratas y tras-
trucques-
Auoquc muchos materiales estaban ya
colegidos, no contábamos todavía con una
obra destinada á tratar exclusivamente de
los escritores de México, y que diera noti-
cia de sus vidas, al par que de sus obras:
las Bibliotecas de Pinelo y de Barcia omi-
lijii totalmente la parte biognUica, y no son
más que descamados catálogos de libros y
- 125 -
maiiU-scriLoñ. Fuii preciso que una injuria
gratuita vinii;r;i :i lastimar los ingenios me-
xicanos, para que se resolvieran por fin A
reunir en un cuerpo y presentar al mundo
el inventario de nuestras obras literarias.
D. Gregorio Mayans y Ciscar publicó en
M.idrid, el año de 1735, una colección de
Cartas Latinas del erudito deán de Alican-
te D. Manuel Marti. En una de ellas (la 16."
del libro 7.") dirigida al joven Antonio Ca-
rrillo, el deán, en quien la erudición clásica
no excluía una completa ignorancia del es-
tado intelectual de lo.-; dominios de su pro-
pia nación, se propuso persuadir á Carrillo
que fuese á hacer sus estudios en Roma, y
abandonase su intento de trasladarse á Mí-
,TÍco. Con tul ocasión le pregunta, qué fin
podía llevarle i México, vasto desierto litc-
nirio, dondu no iialkirfa maestros ni discí-
pulos, ni quien estudiase, ó á lo menos qui-
siera csUidiar, porque todos aborrecían las
lctra.s. «¿Qué libros registnirás?> exclama:
•;qué bibliotecas frecuentanís? Buscar al-
go de esto iillií, es perder el tiempo: déjale
de niñerías, y encamínate adonde puedas
cultivar la inteligencia, ganar honestamen-
te la vida y alcanzar nuevos honores. En
Roma, en Roma, es donde hallarás todo
esto.»
Maltrataba el deán, no solamente á Mési-
126 -
co, sino también á Españii, que, A ser exac-
to tal cuadro, debía cargar con la responsa-
bilidad de liaber dejado tanto tiempo en ti-
nieblas la mejor de sus colonias. Allá no
lastimó á nadie, que sepamos^ la violenta
diatriba de Marti, acaso porque consonaba
con las ideas generalmente recibidas; pero
aquí hirió profundamente el corazón patrió-
tico de un eclesiástico ilustre, que se pro-
puso desmentir at ligero y atrevido escri-
tor. Notemos, de paso, por cuan extraños
caminos debieron España y México al deán
Martí sus primeras Bibiiotecas: allá sacó d
luz, por orden del Cardenal Aguirre, la de
D. Nicolás Antonio; aquí, con sus Epístolas,
provocó una réplica que nos valió la obra
que vamos á examinar.
D.JuanJosé de Eguiara y Egúrcn, nacido
en esta ciudad de México, A. fines del siglo
XVn, íué quien, apenas leída la carta de
Martí, resolvió escribir una Biblioteca Me-
xicana, para probar, con las vidas y obras
de tantos escritores, cuan infundada era la
censura del deán. Quería también evitar
que la calumnia se propagase, si corría sin
contradicción de los más agraviados, pues
aunque confiaba en que la verían con des-
precio los varones verdaderamente sabios
de todas las naciones, temía con justicia
que la creyeran otros, dados como Martí A
- 127 -
erudición antigua, y faltos de noticias áf¿¡
Mempos posteriores. Movido de propio inj-J
pulso, instado por sus amig05| sin acordar-J
s de su edad ya madura, ni de sus
feucs, y poniendo su confianza en Dios, co-J
tno él dice, no perdió momento en dar prinJ
idpio á su obra, No era desigual el mérittjfl
«e Eguiara 1 la tarea que tomaba sobre s!.T
Tenía hechos buenos estudios como cole-T
5^n! real de San Ddefonso, y era ú habla si- 1
po Doctor, Rector, Catedrático de Prima y I
Cancelario de la Universidad, CaliOcadotl
Bel Santo Oficio, Teólogo consultor de losl
|Sres. Arzobispos, Capellán mayor de la&T
Religiosas Capuchinas, Canónigo Magistral:!
y Dignidad de Maestrescuelas en el Cabil'l
do de México. Pasaba por sujeto de vasti- ,
i literatura: teólogo, canonista, j'urig- 1
insulto, filósofo, orador y matemático. Re-£
pió el colmo de los honores con la elcfr- J
|(Sn para obispo de Yucatin, cuya mitr^B
'fnunció por falta de salud, y para dedicafj
fe á la formación de. su Biblioteca. Sabedw "
Jrcy Fcrn;indo VI de que la escribía. lid
^Idmitió la renuncia del obispado para de^l
jarle libre, y it animó fi proseguir en siv
empresa, Fuera de su obra prmcipal, ims^J
rímiú Eguiara muchos sermones, ■
Ísculos latinos y castellanos, y el lomo ^
If los tres en que dividió imas Disertación'
- 128- —
nes escogidas de Teología Escolástica, en
latin; los otros dos quedaron manuscritos,
lo mismo que catorce tomos de materias
teológicas y jurídicas, veinte de sermones
y pláticas, y dos de opúsculos latinos de be-
llas letras. Alcanzó en gran dosis á Egnia-
ra el contagio del mal gusto literario de la
época, y gongori/aba terriblemente, tanto
en latín como en castellimo. Solo aquella
depravada escuela pudo híiberle inspirado
el estrafalario titulo de «El ladrón más dies-
tro del espíritu religioso," que puso aun
panegírico de San Felipe Neri, de quien era
particular devoto.
No3u[rióIa impaciencia de Eguiaraagiiitr-
dar á que la Bibiioteca estuviera concluida.
para disponer la impresión, y cuando tuvo
completo el primer tomo, le envió ;í la pren-
sa. Mas no como quiera, sino que comenzó
con tales bríos, que tenia ya preparada al
efecto en su casa una imprenta rica, nueva,
costasa y pulida, como dice un contempo-
ráneo, mandada traer de Ejropa el año de
1753, en compañía con su hermano D.Ma-
nuel, también hombre de letras, que fué
Doctor y Rector de la Universidad, y cura
de la Parroquia de la Santa Veracruz. Aun-
que la imprenta vino destinada á la edición
de la Biblioteca, como se expresa en la por-
tada de esta (Ex nova Typograp/tiii inveii-
- 120 -
bus Aiilìioì'is eiìitìoni ejtisdeìii Bibliotìiccir
destinata), se imprimieron allí otras muchas
obras, que se distinguen por su limpieza 5'
correcciún.
Dos años después, en 1755, salía por fin
de aquellas prensas un grueso tomo en fo-
lio, primero y único de la Biblioteca. No
fallú al autor constancia para proseguir y
acabar su grande obra: lo que le faltó fué
vida, porque el Señor le llamó A sf el 29 de
Enero de 1763. Hiciéronsclc solemnes exe-
quias, y las comunidades religiosas y cuer-
pos literarios le dedicaron grandes elogios,
en que manifestaron lo mucho que estima-
lian las letras y virtudes del benemérito
doctor. Quedó manuscrita la conllnuaciiin
de la Biblioteca hast:i una parte de la letra
J, y hemos vista esa continuación en poder
dtr un particular.
La obra estií escrita en latin, conforme
al uso de la época y al objeto que se pro-
ponía el autor. El tomo impreso compren-
de las letras A, B, C, de los nombres de los
escritores. No creyú Eguiara que la Biblia
teca sola bastaba, y le puso al frente una es-
pecie de priilogo, divido en '2o píirrafos ú
capítulos, que él llama Aittcloqiiia, en que
da razún di- la obra, rt-futa al deán Martí
y d otros que escribieron cosas semejantes,
y bosqueja el cuadro de la cultura mesica-
- 130 ■
na, Lomándola desde los tiempos antiguos.
Beristain cree que los Anteloqitios, sin la
Biblioteca, acaso habrían merecido en Eu-
ropa más concepto al autor. Distantes es-
tamos de adoptar esa opiniún. Los Alitelo-
9«/os no carecen, en verdad, de mérito, y
demuestran vasta erudición en quien los es-
cribió: contienen datos importantes, y pue-
den consultarse con fruto;perocansaé infun-
de dcsconfianzael tono exagerado depanegí-
rico que reina en ellos, aveces conalgúnme-
nuscabode los fueros de la verdad. Este de-
fecto de lasAutfiofjuhii se extiende á la Bi-
blioCeat. Si debemos agradecer á Marti que
con su cx-tGinpon-iueo disparo despertnni
á nuestros literatos, no poiieraos menos de
sentir que la composición de la primera Bi-
blioteca Mexicana surgiera de la exaltación
del sentimiento patriótico. El virulento rita-
qucproduce siempre destemplada réplica; la
Verdad se vela, la imparcialidad huye, y
queda la pasión para guiar la pluma, A'
i'UiU escrito diotado por la pasión ha alcan-
zado jamíís su objeto? Egiiiara no pudo
contenerse, y en vcü de una exposición ra-
zonada y sobria, nos dio una defensa apa-
sionada. No le culpamos por haber escrito
con extensión las vidas de los escritores, ni
por haber admitido muchos cuyas obras son
de poca monta, ni porque su ü-abajo es in-
- 131 -
mploto: de estos cargos se Uefcndiü ya él
mismo anticipadamente en sus Aiilcloquios:
pero querríamos más crítica y menos elo-
gios, porque cuando estos se tributan indis-
tintamente llegan A perder todo su valor.
El idioma en que la Biblioteca estií esco-
la la inutiliza hoy para muchos. Estar colo-
cados los escritores por los nombres de
bautismo, mucho miónos conocidos que los
apellidos, dificulta las consultas; pero es
probable que si la obr.i hubiera llegado á
término, eso defecto se atenuara por medio
de Tablas, como se hizo en la Biblioteca de
D. Nicolíis Antonio, que siguiíi igual siste-
ma. Lo que íio alcanzaba rcmecüo es la de-
plorable determinación de traducir al latin
lodos los lítulo.s de las obras, con lo cual se
desfiguraron por completo. {Quién que no
esto algo versado en nuestra literatura, ha
de conocer, por ejemplo, la Graiiíicsa Afe-
xieana bajo el disfraz de Magnalia Mexicea
liaccalaiiri Bci-imnli ilc Balbuciia? Lejos
t.-siaba, por cierto, Eyuiara de los escrúpu-
los de la bibliografía moderna, que no su-
fre el menor cambio en los títulos, y aun se
empeña en representarlos con su propia fi-
sonomía por medio de copias en facsímile.
A cambio de i-stos defectos ofrece la Bi-
htiotvt'a de Eguiava una ventaja ínesiima-
js la de señalar coa puntualidad
- 132 -
en cada artículo las fuentes de sus noticias.
Así puede el lector ampliar su conocimien-
to del sugcto. cerciorarse por sí propio de
la exactitud del extracto, y aprovechar lo
que el bibliotecario no juzgó conducente ú
su propósito. En suma, la Biblioteca de
Eguiara es un libro útil, que corre todavía
con bastante estimación, y es lástima que
no esté concluida, ó á lo menos impresa has-
ta donde la llevó su autor. Digno es este de
toda nuestra gratitud, y de que su memoria
viva unida á la de los sabios que volvieron
por la honra de su p.ntria, y le consagraron
sus fuerzas en las pacificas pero penosas
tareas de la literatura.
Casi medio siglo trascurrió sin que nadie
viniera á concluir con mano piadosa, el mo-
numento comenzado por Eguiara. Llego al
fin su obra A poder de un joven estudianlu
poblano, trasladado á Valencia por el Illmo.
Sr. Obispo Fabián y Fuero, cuando trocó la
mitra de Puebla por la de aquel Arzobispa-
do. Esc estudiante era D.Jost Mariano Be-
ristain de Souza, que luego fué doctor, y
deán de la Iglesia Metropolitana de Méxi-
co. En Valencia leyó por primera vez el
tomo de Eguiara, y creyendo que la oljra
estaba completa, dióse á buscar los otros,
hasta que D. Gregorio Mayans le desenga-
ñó de que no había más, ni aun estaba con-
— 133 - n
cluido el maouscrilo. Eu aquel punto ior- I
tno Berìstain la resoìucion de proseguir '
hasta ci iin aquel importante trabajo; pero
no pudo üevar A efecto su propósito hasta
el año de 1794, en que de regreso ya en Mé-
xico, después de haber hecho segundo via- j
je á Europa, y lomada posesión de una ca- I
nongía con que le agració el rey, tuvo ya J
tiempo y medios para dedicarse álacompo- 1
sicion de su obra. Varió entonces de plan, ]
y en vez de concluir lo que Eguiara dejó '
comenzado, prefirió hacer nueva Bibliote-
ca, redactándola en castellano, para común
utilidad. Veinte aflos gastó en escribirla, y
antes de acabarla sobrevino el levantamien-
to de IHÍfl. Entonces se renovaron cOn ere- ]
ce^ la^ declamaciones contra la tiranía de I
la dominación 'española, y Beristain, parli- I
dario acérrimo del gobierno, encontró nue-
vo motivo para apresurar la conclusión de
una obra destinada, no ya á refutar tas acu-
saciones de un sabio, conocidas de pocos, j
sino la vocería de un partido que creía ga- J
nar derecho con declarar inculta y barbara '
la nación entera.
En 1817 salió á \üz el lomo primero; mas
parece que la muerte se complacía en arre-
batar !l los que Bc consagraban ft esa ocupa-
ción. El 23 de Marzo de! mismo año había
bajado :il sepulcro Beristain, cuando apé-
■"1 T, lI.-¡7
- l^ -
ñas llegaba ia impresión á la pág. ISl de
aquel tomo. Afortunactamenie el manuscri-
to estaba completo, y un sobrino del autor,
llamado D.José Rafael Enrique;; Trespala-
cios Beristain, continuó la impresión hasta
el fin del alfabeto; mas no con toda su vo-
luntad, sino porque la obra se publicaba por
cuadernos, y los suscritores exigieron que
no quedase trunca. Si esa circunstancia nos
produjo el gran bien de que la impresión
se acabara el año de 1821, no fué sino á cos-
ta dedos menoscabos sensibles. El uno, que
el editor dejara sin imprimir los Anónimos
y los índices, que por no ser parte de la se-
rie alfabética, podían omitirse sin que se
echara de ver. El otro, que se redujera la
lirada de los dos tomos siguientes al núme-
ro 'de ejemplares e.xtrictamente necesario
pfira saíísfacfT á los suscritores. de lo que
ha venido á resultar tal escasez de juegos
completos de la obra, que ni aun proponién-
dose adquirirlos A toda costa se hallan, si
no es aguardando á veces años enteros. Pe-
ro la Academia ha logrado la ine.sperada
fortuna de colocar uno en su biblioteca.
Beristain aprovechó, >'omo era natural,
los ti-abajos de Eguiara, y él mismo confie-
sa que nunca habría entrado en l;i empresa,
si aquel no le hubiera abierto la puerta y
mostrinole el derrotero. PcTOoiñacliú Uinto,
que en sus manos los mil escritores de su
predecesor se convirtieron en cerca de cua-
tro mit. Contemplemos aquí, Señores, cuán-
tos trabajos, cuántas vigilias costaría á
nuestro benemérito deán el descubrir, com-
parar y poner en Orden los infinitos datos
encerrados en esos millares de biografías:
qué perseverancia ¡lubo menester para bus-
car y examinar tantas obras: qué suma de
conocimientos para formar juicio de mu
chas. Y todo sin otro incentivo que el amor
de la patria, y el deseo de disipar errores.
Conservemos, pues, Señores, con venera-
ción la memoria del que dio vida á tantos
escritores, gloria S su patria, y ejemplo .1
todos digno de, imitacicin.
Mas no es esto incompatible con la tarca
ingrata de señalar los, defectos que se des-
cubren en su obra. Esa tarea sera fructuo-
sa, si no nos dejamos conducir por espíritu
dé detracción, y no manchará la EaOia de
quien tan clara la merece. Las obras de elo-
ctiencia ó de poesía pueden salir de las me-
ditaciones de un grande ingenio tan perfec-
tas, que permanezcan siempre intactas co-
mo modelos inimitables. Pero los trabajos
de investigación, biográficos, históricos ú
bibliográficos, están condenados, por su pro-
pia naturaleza, á ser sustituidos con otros
mejores, y ú. cs;i suerte incvltuble tienen
I
— 136 -
que resignarse quienes los emprenden. El
tienipo. que oculta y descubre todo, nos ofre-
ce cada día nuevos documentos; y las con-
tinuas investigaciones de los estudiosos van
poniendo en claro los puntos llenos antes de
oscuridad- ISlils de sesenta años hace que
la Biblioteca de Beristain está concluida; y
en tan largo período, ¡cuánto no ha salido á
luz para disipar dudas. Henar vacíos y des-
truir aserciones que parecían fundadas!
¿Culpa fué de Beristain no haber conocido
todo eso? ¿Valdrá menos su libro porque
haya en él yerros inseparables de lo huma-
no, ü porque ahora sepamos algo más que
entonces; Y qué, ¿no ignoraríamos también
hoy algo y mucho, á no habérnoslo él con-
servado? El que quiera conocer el mérito
de la obra de Beri&lain, pi^ngase á corre-
girla.
El defecto principal de que adolece es la
libertad que el autor se tomri de alterar, com-
pendiar y reconstruir los títulos de las obras,
hasta haber quedado algunos inconocibles;
nada miís fácil así que confundir obras y au-
tores, ú duplicarlos. Eguiara tradujo, es ver-
dad, todos los títulos al latín; pero á lo me-
nos el lector, sabe ya que no conoce el
dadero nombre de las obras, y á falta de
otra mejor, tonia aqut'lla mala moneda por
Ip, qye pueda valer; micnlras que en Beris-
[■ !o i|ili
eiiìiiLid no tiene.
En el primer caso esul mal setrido; pero eii
el segundo engniìado. Tal vez procedió asi
Beristain en muclios casos, por la desmesu-
rada largue/a y eslrambótica redacción de
los títulos de una gran parte de los sermo-
nes y opúsculos que rcgislR'i: tales & veces
que no dan ¡dea del conlciiido; mas no rc-
flexTonii que esos títulos extravagantes for-
man parte de la hisloria literaria, y pudo
iberios conservado, aiíadiéndoles una de-
iraciún de lo que quisieron significar..
Sritlcu Beristain al Dv. Eguiara porque
i estilo es hinchado, y su método muy di-
feo y se detiene en \i\rgo^ pormenores de I
'« virtudes privadas de muchos que al ca-
íí rio escribieron sino un Curso rie Artes
s Sermones. • La censura es justa has-
fcierto punto; pero aunque Beristain «se
ípviso A apartarse en lo posible de ese dc-
|Ko>, no siempre lo consiguiíi, como es tá-
~ e conocer recoiTicndo la Biblioteca His-
ìiioAmericmui.
*Fu¿ por lo común dcsgniciado Boristaiii
iJn la elección de los pasajes que copió en i
su Biblioteca, y son generalmente elogioí
de los autores. Insertar fragmentos de prosa J
6 verso es casi una señal de aprobación; 1
mas no contento con eso, aprobó exprcsa-
-mme ' Beristain algunos que lo mereceg j
- i:ír —
bien poco, dando asi no muy alia idt:a de su
gusto literario. En el estilo no faltarla tam-
poco que corregir, con sólo desechar las
metáforas violentas y aun ridiculas de que
solia usar, como aquella del articulo del Dr.
Torres, en qucpor no expresar sencillamen-
te que el doctor rcnunciü varios obispados,
dijo que huyú In cabesa il diferentes mitras
con que ic ainenasaron desde Madrid los
apreciadores de su mérito.
Sirve, con todo, de grande atenuación ¡i
los defectos de la Biblioteca la circunstan-
cia de ser una obra postuma. No se olvide
que al autor sólo le alcanzó la vida para re-
visar unos cuantos pliegos de la edición.
Todo aquel que haya impreso algo sabe que
la última mano se quedi para las pruebas,
y este beneficio faltó al libro de Beristain.
De seguro que él no habría dejado fecha en
blanco, ni en'atas de imprenta, ni artículos
truncos ó duplicados. Menos habría permi-
tido omitir un complemento tan importante
comolos.4i)(ÍMííí(0í;y los índices. Mas ya de-
seo. Señores, dejar este penoso oficio de
critico, y prefiero emplear en hablaros de
otra cosa, el tiempo que aún me concede
vuestra benévola atención.
Tan notoria ha sido !a necesidad de co-
rregir y \'Ulgarizar la Biblioteca de Beris-
tain, que ya desde 1827, el Dr, D. Félix Oso-
— 131 —
e ocupó elevados puestos en la Igle-
. Mexicana, redactó unas adiciones ma-
nuscritas, que tengo, aunque valen bien po-
co, En Octubre de lS-13 se publicó el anun-
cio de una nueva edición de la obra, que
nunca tuvo efecto. Parece que se encarga-
ba de dirigirla el Pbro. D. Juan Evangelista
üuíidalajara, y aílos después tuve á la vista
el ejemplar de su uso, plagado de notas y
apostillas. No sé si el editor habría hecho
algo más por separado; pero si las mejoras
de la impresión se reducían á lo que yo vi,
es de celebrarse que no so llevara á cabo.
En 1863, la Sociedad Mexicana de Geo-
grafía y Estadística llegú á acordar que se
reimprimiera laSí¿íZí'o/í?ca. Si es pecado im-
pedir que una obra de mérito salga en edi-
ción pobre y mendosa, confieso que le co-
metí, porque unas observaciones que pre-
senté á la Sociedad acerca de la proyecta-
da reimpresión, la hicieron desisiir de ella.
Obré así porque siempre he creído que sien-
do tan difíciles entre nosotros ciertas im-
presiones, cuando se desempeñan mal ha-
cen más daño que provecho, Una edición
viciada induce á errores, y hace casi impo-
sible la publicación de una buena. Alguno
podrá animarse á imprimir un manuscrito
íaédito, y aun á reproducir un Hbro antiguo
ú,4:a{X}>.pcro es imponible en(:9atrat'. quien
- 140 -
quiera repetir una cdiciún, sólo por darla
más correcta. Los términos en que la So-
ciedad dispuso la publicación de la bibliote-
ca, y el conocimiento del poco esmero de
la imprenta que debía ejecutarla, me hicie-
ron temer un desastre literario.
Todavía tres afSos después unos editore.s
respetables y bien conocidos (Andrade y
Escalante) concibieron el proyecto de ,Ia
reimpresión, j-aun tiraron los primeros plie-
gos; pero los graves acontecimientos polí-
ticos que sobrevinieron en 1867 los obliga-
ron á abandonar la empresa y .lun el país.
Por ultimo, no hA mucho que un librero de
Londres (Trübner; l|uíso darnos también el
Bcristain, y desistió asimismo de su idea.
Jamás he podido ver, Señores, delante de
mf la Biblioteca de Bcristain, como ahora
la estoy viendo desde aquí, sin lamentar
que en tan largo tiempo, si bien hubo quien
pensara en reimprimirla, nadie conociera
que ese servicio & nuestra liieratura queda-
ba muy corto, si no se corregía y completa-
ba la obra que se quería revivir. Nadie ha
querido emplear de veras en ella sus fuer-
zas y sus -vigilias. ¿Tan d esa gi-a deci dos so-
mos? iTan indiferenies^á las glorias patrias?
¡Han sobrado prensas para inundarnos de es-
critos necios, frivolos é impíos, y no las ha ha-
bido en sesenta aííos para repetir mejorada
- IJI -
la cdiciúii du Limi obr^ c;ipit;il que ya no se
encuentm! ;Quó tarcii más noble para la
Academia Mexicana? ¿Cuál más propia de
su instituto? ¿Agolaremos nuestras pocas
fuerzas en lo que otros podrán hacer, y no
reservaremos algunas para lo que nadie ha-
rá, si nosotros no lo hacemos? {Podremos
emprender la historia de nuestra literatura,
si no comenzamos por saber de quiénes de-
beremos hablar? ;V acaso en esas biogra-
fías de escritores, junto con la noticia de
sus obras, no quedaría hecha j'a una princi-
pal parte de la historia, y aun tanta, que pu-
diera suplir por la Historia misma? Entre-
mos, Señores, con línimo firme en ]a glorio-
sa empresa; que si ella es superior íí las
fuerzas de un hombre, no lo será A las vues-
tras reunidas,
Para aliviamos la penosa jornada han co-
menzado algunos íí trillar la senda: quiúnes
con adiciones y correcciones al mismo Be-
ristain; quiénes con estudios especiales de ,
ciertos escritores. Entre aquellos merece el
lugar más distinguido nuestro finado cole-
ga cl Sr. D.José F.Ramfrcz, quien con su
profundo conocimiento de nuestra historia,
su inmensa lectura y su incansable laborio-
sidad, apenas dejo materia mexicana en que
no ejercitase su pluma, aunque por su nimio
afán de apurarlo todo, sean comparativa-
mentt escitóOS los íriiioh de su crudiciún.
El nos dejó un ejemplar de ln Bibiioteca co-
rregido en muchos lugares, y un extenso
suplemento cuya copia guardo como valio-
so tesoro.
También yo, Señores Académicos, con
pena lo confieso, soñé un tiempo en alzarme
con la gloria de ampliar los cimientos de
nuestro Catálogo de Escritores; pero no lar-
dé en abrir los ojos y advertir que mi bue-
na voluntad excedía en mucho á mis me-
dios. Dejé la empresa, sin olvidarla, y juz-
gué que no perdía mis horas libres si me
dedicaba á carregir, poco á poco, los títulos
del autor, mediante el cotejo con los líbrqs
que lograba j*o haber .1 las manos. Asi len-
fmrente he rectificado muchos, he añadido
otros que faltaban, y lie corregido de paso
eiTatas é inexactitudes en varias biografías:
saqué además copia de los Auómmas de
Berístain, y de las importantes anotaciones
del Sr. Ramírez: aun me he atrevido ¡I for-
mar de nuevo ciertos artículos, de los cua-
les he publicado algunos. Convencido de la
imposibilidad de hacer cuanto me proponía,
he venido á fijarme en estudiar nuestros es-
critores del siglo XVI; estudio que tengo
algo adelantado, y del cual habéis tenido la
bondad de escuchar unos fragmentos. To-
do ello, 3' cuanto pueda trabajar más ade-
- U3 -
Iptf, *eer;í du In Academia, si quiere t-m-
, prender !a grande obra á que la invito.
Vasto cs ci campo que ella nos ofrece,
pero grave también, no hay que disimular-
lo, la carga que echaremos sobre nuestros
hombros. Tenemos que completar el catil-
iogo de escritores de la época que alcanzií
Beristain, y que añadir los que florecieron
después. Para ello habremos de sacudir el
polvo de los archivos, consultar manuscri-
tos raros, registrar nuestras antiguas crú
nicas, aprovechar documentos oficiales, re-
correr colecciones voluminosas, hojear pe-
riódicos fastidiosos, leer difusos catAlogos,
pedir noticias, oir tradiciones, escudriñarlo
todo y aprovecharlo todo. El gran movi-
miento que hoj' se nota en los estudios ame-
ricanos nos presta sin duda materiales in-
estimables; mas también ensancha de tal
modo los límites de nuestras investigacio-
nes, que con"eríanios peligro de ser venci-
dos por el desaliento, á no conocer el largo
premio re.'ìervado ¡i nuestros afanes. Y no
podemos. Señores, quedarnos dentro de
nuestra patria actual, sino que ;Ugo habre-
mos de introducirnos en la que fué patria
común durante tres siglos, ¿Cómo osaría-
mos negar la entrada en nuestra Biblioteca
Ù. los españoles insignes que fueron nues-
tros maestros, hablarun la misma lengua,
- 1-14 -
gastaron aqiii su vidií, nos bencíiciaron con
sus hechos, y nos ilustraron con sus escri-
tos? {COmo negarla ;í los que, separados ya
hija y madre, vivieron y murieron entre
nosotros? No hay lugar en línimos genero-
sos para tan mezquino pensamiento; no ha-
bríamos de ofender así la memoria de nues-
tro primer Director, y la amistad que á. to-
dos nos enlaza con dos ilustres mieinbros
de esta Academia. A España, que nos ce-
dió sus sabios, y con ellos una parte de sus
glorias literarias; A España, que los perdió
de vista, y acaso ignora cómo sostuvieron
su alto nombre en lejanas tierras, estamos
obligados A dar cuenta de lo que hicieron
aquí, para que se complazca en ver cómo
no fué estóril su generosidad, y cómo es
bendita entre sus hijos la memoria de los
padres de ayer, cíelos hcniínnos de hoy.
Pero ¿cómo procctk-rémos con acierto?
Trazándonos un plan sobrio y hacedero, re-
partiendo los trabajos conforme ;l la incli-
nación de cada uno, y confiándolos después
(í una mano hábil y experimentada, para
que les dé armonía, v no haya encuentro de
opiniones ni desproporción en los artículos;
porque lodos propendemos A demorar en
lo que atañe á nuestros estudios favoritos,
y & abreviar injustamente lo que se refiere
A otros. No hemos de ser escasos en referir
- Itó -
' las vidas de los escritori:s, pues muchos hu-
bo que fueron más ilustres por sus hechor
que por sus escritos; y esas biografías son,
al par que interesantes, indispensables pa-
ni la Historia literaria, la civil y la eclesiás-
tica, todas aún por escribir. Ko estarán de
sobra, antes serán muy necesarios, los ex-
tractos de obras poco conocidas y dignas
' de serlo más. La bibliografía requiere gr.an-
lero para que contente al gusto refi-
í nado de la época presente, y por el numero
2 ediciones dé ;l conocer cómo fué recibi-
1 la obra, y si pasó á países extranjeros,
^or medio de traducciones. Mas lo que de-
2 constituir el mérito capital del trabajo
ana crítica, que asigne á cada uno su
blgar, y no condene ni aplauda sin examen
f sin justicia.
I Quisiera, Señores Acadnmicos, hablaros
todavía de los pormenores de este plan, y
^efialar siquiera las. fuentes principales en
jue hemos de beber nuestras noticias; pero
icrla abusar de vuestra bondad si os detu-
r;i más tiempo. Solo quiero deciros, pa-
i concluir, que en la dilación está el peli-
, porque .siempre y señaladamente en
s últimos quince años, los libros que ne-
cesitamos consultar han ido y van pasando
iil extranjero. Dia vendrá en que la Biblio-
Vccii de Escritores -Mexicanos no pueda ya
— 146 -
escribirse en Mexico, y siifr.Tmo?; la hunii-
llaciiin de recibirl.i de fuera. V -¡ay del
pueblo que confía su historia A manos en-
trañas, porque jamás podrá esperar justi-
cial.
Perdonad, Scflorcs, la desmedida exten-
sión de este discurso, en gracia de mí buen
deseo. No tengo otro, os to aseguro, que el
de-íiacer ver que. si nó pretendemos ocu-
par uno de los primeros puestos en los do-
minios de la ciencia, tampoco aceptamos,
con ánimo abyecto, el miserable? rincón A
qiie algunos quisieran relegarnos.
Octubre l.'de 1S7S.
I
HL FADRE AVENDANO.
I."R0 cn :\lf'-.\ico á finesde-l Siglo X^^I
mi famoso predicador llamado D.
) r'iDRO DE AvendaSo, de cuya vida
yh<-rlif'. nos da breve conipendio nuestro
h¡Minir,',irÍn Beristnin. Sin haber logrado
esclarecer el nsiintn lai cual drse.ibamos,
algo podemos rectificar y poner de nuevo
en aquel rebilo.
Pcrtcnecíii el P. Avend.'ifio ;í una familia
ilustre de Galicia, Fué suabiielo D. Fernan-
do Suiírez de Deza y Soiiza, Caballero de
la Orden de Santiago, Señor del Valle de
Ti-bni y su fortaleza. Almirante de Gáleo-
jifsy cuatro vecesGeneraI.de I'lotnipviraer
- U8 -
Cimerai de la Armada de Barlovento, Go-
bernador de la Nueva Vizcaya, Castellano
de la Veracruz y Corregidor de México. Su
padre 0. Francisco Avendaño Billela. tam-
bién Caballero de Santiago. Capitan de Ca-
ballos Corazas en Flandes, Caballerizo Ma-
yor que habla sido del Archiduque Alberto
y de la Infanta Doña Isabel Clara Eugenia,
vino á estas tierras por gobernador de Cuau-
tla Amilpas, y allí, por los artos de 1654, na-
ció su primogénito D, Pedro, quien despre-
ciando los favores que el mundo le brinda-
ba, renunció sus títulos y señoríos en su
hermano menor, para tomar la sotana de la
Compañía de Jesús en el Colegio de Tcpo-
zotlán el año 1670, Hizo una lucida carrera
literaria en su Provincia, donde sustentó
diversos actos de Filosofía, Teología, Cáno-
nes y Leyes. Parece que por los años de
1679 era maestro de Ref^rica en el Colegio
de San Pedro y San Pablo de México. El
fundamento de esta conjetura es haber vis-
to Beristain en la antigua biblioteca de la
Universidad un como manuscrito en 4." de
nuestro jesuiía, con el título de Certamen
Poético, en que bajo de la alegoría del Sol
se celebra á Jesús recién nacido en el portal
ti e Beli' II, -Y como estos Certámenes (aña-
de Beristain) acostumbraban componerlos
los maestros de Relúrica del Colegio, se de-
- m -
duce que nucsiro Avendaiìo tiisi-ñLi este
arte por aquel año».
Dedicóse especialmente el P. Avendafto
;l la Oratoria Sagrada, en que alcanzó ge-
neral aplauso, y aun se asegura que llegó S
Roma su fama. Le llamaban el Vieyrtt Me-
xicano, lo cual no era poco encarecer, cuan-
do aun estaba tan viva la memoria de aquel
célebre jesuíta portugués. «No es menester
mas (dice Fr. Agustín de Betancurt) que sa-
ber donde predica, pava que los más enten-
didos y de buen gusto se muevan para oír-
le.» Con tal empeño se le buscaba para el
püIpiLu, que en diez y siete años, hasta el de
lu'iS, habla predicado trescientos cincuenta
y tres sermones, todos con aplauso.
Después de haber añadido algo á las no-
ticias de Beristain, nos toca ahora rectifi-
carlas en lo concerniente al hecho más rui-
doso de la vida del P. Avendaño. Para eso
habremos de seguir los pasos á una reñida
contienda, al parecer puramente literaria,
pero en el fondo mucho más trascendental,
que nos dará también ocasión de conocer
algo del espíritu de aquella sociedad.
Deseosos de no desfigurar los conceptos
de Beristain, preferimos trasladar sus pro-
pias palabras. «Llevaba (el P. Avendaflo) :
x'eintidos años de jesuíta, y pocos menos de * ■
orador afamado, cuando se levantó contra
a borrasca que se \ió precisado & cal- '
mar, haciendo el papel de Jonás. En efecto,
por lina critica picante que hizo de un ser-
món predicado por un Arcediano parienlc
de la Virreina, fué expelido de la Compa-
ñía y reducido al estado secular, en que vi-
vió hasta su fall e cimiento, gozando empero
de los aplausos del pueblo, de la estimación
de los Prelados y del amor de sus mismos
hermanos.'
Los PP. De Backcr (hermanos) y Som-
mervpgel, autores de la gran Biblioteca Jt-
sm'tica, obligados casi siempre, por falta de
otro, ;i valerse de Bcristain para las noticias
de los escritores de la Provincia Mexicana,
hubieron de prohijar- esta historia. El Sr.
-Sosa, en sus Mexicanos Distinguidos, hizo
lo propio, y añadió las reflexiones ijue el
caso le sugirió, diciendo: -(No sabemos cuá-
les serian los manejos del Arcediano); pero
et f;icil comprender t];ie siendo de la fami-
lia imperante y español, no podiu menos di-
lograr completa venganza, cortando la ca-
rrera alosado mexicano que se atrevió A
criticar la indigesta producción de quien
gozaba en el palacio ¿e los Virreyes favor
y consideraciones. . . .Si bien es cierlo que
Avendaño perdió, al sepai^arsc de la Com-
pañía, los honores y consideraciones que
en ella pudo haber alcanzado, . . .si bien es
cieno que una vez convertido en simple clé-
rigo, el Arcediano se hallaba en aptitud de.
~ 151 —
cieudo e
6U
vengan Zi
u posición estaba cerca d^l
lado, no llegaban esas influencias hasta (
punto de impcdiric brillar como orador sa^
grado.'
No se comprende cómo pudo Bcristain'j
tribuir la expulsión del P. Avcndíiño á
pcriticíi del sermón del Arcediano, pues á la* J
vista tuvo datos que le convencían de iafa
contrario. El sermón eritic.ido se predicO'f
el 2 de Febrero de 1703, y el propio Bcris
tain le apuntó con esa fecha en el articulo^ ^
Coscojales. Nos dice también que el P;.
Avendaño tomó la sotana en 1670, y que lle-
vaba vcintidàs años de jesuíta cuando s
desató la. tL'mpestad: luego habría que po-
ner ésta en ltj92, once años antes de q
el sermón criticado se predicara. En los si
moncs impresos del P. Avendaño, que indu-(
dablemente vio, pues los ¡mota (exceptonll
uno), pudo asimismo advertir que el de S. I
Juan Evangelista, impreso en 1688, se dicoJ
predicado por el Padre Pedro de Avendaño,*!
lie la Conipañia eie Jesús; y en el de S. Pe-/
dro, que es de 1694, suena ya por autor De
Pedro de Avendaño Suárez de Souza, .
mismo que en los siguientes: prueba clara?
de que en el intermedio de esas íechiís í
expelido de la Compafiia. Pero n
safio dejar vaga la íeelia de la expulsió
i tenemos precisa. En
- 152 -
hle Diario de Robles se encuentra esta par-
tida: 'Expulso.— Imtízs 15 (de Octubre de
1690) expelieron de la Compañía al P. Pedro
de Avendaño, grande predicador.. Como
las causas de esas medidas extremas no se
daban al público, probablemente se ignora-
rán siempre; pero basta para nuestro inten-
to la prueba de que cuando el Arcediano
Coscojales pvedicú, hacía cerca de trece
años que su crítico estaba fuera de la Com-
pañía; de suerte que no tuvo que sacrificar-
se para calmar la borrasca, ni hizo el papel
de Jonás, sino otro muy diverso, y están de
sobra los comentarios cuando el hecho en
que se fundan resulta falso. Es verdad que
las sangrientas críticas del P. Avcndaíio le
atrajeron al fin un disgusto, y grave; pero
con muy diversas circunstancias, como ire-
mos viendo si el benévolo lector quiere pa-
sar adelante.
En plena posesión de su fama de orador
estaba el P. Avendafio, cuando el 23 de Ju-
nio de 1702 entró en México el nuevo Ar-
cedanio D. Diego Zuazo Coscojales, y fué A
posar en las casas de D. Lucas de Carea-
ga, frente al Convento de la Encarnación. „
Su edad que frisaba en los sesenta, el pa-
rentesco que decía tener con la Virreina
Duquesa de Alburquerque, y la fama que
corría de sus letras le daban iji-íinde auto-
ridad, que algo se menoscabó por la insúli-
^Kíc<
- 153 -
circunstancia de h;ibcr llegado eo
secular. Mostróse ¡ifablc con todos il los |
principios, visitando á muchas personas, c
particular á las damas; pero no tardó en 1
soltar con demasía la lengua, descubriendoJ
el gran desprecio con que veía á los crio^ I
líos, dándose aires de gran predicador, y I
diciendo que ning-uno de los muchos ser- '
roñes que oía en México era de su gusto.
íacíagran gala de sus estudios en Sala-
inca y de sus enseñanzas en Alcalá, y lle-
& decir que como aquí no había quien
líese de esas cosas, él daría el método de
ídicar en España, y enseñaría la Teolo-
de Alcalá. Tenía, en fin, <por gracia jf 2
inaire (dice su crítico) escarnecer los*
mdes sujetos que hay en este reino. >
Su mayor enemigo no podía liaberle
msejado peor. Bastaba aquello, y aun
iraba, para levantarle una brava lera-
itttd. Ofendía en extremo á los criollos,
le viniesen españoles con cargos públi-
is, y más si éstos eran eclesiásticos. Esa
'rivalidad, nacida á raíz de la conquista, ha-
bla ido creciendo á medida que los criolla
se multiplicaban y educaban. Henchían \ta
aulas, descubrían vivo y precoz ingeníojl
eran ambiciosos de honra, y no podían con^í
llevar que los españoles les arrebatasen^
lo que ellos juzgaban pertcnecerles de de*
'echo. Sentían unas veces desaliento,
I
- 154 —
más irritaciún, ;i! ver hi preferencia que cié
ordinario ioyrabaii los españoles, al pare-
cer sólo por serlo; y como no podian pasar
á mayores, se desahogaban en quejas, y
aprovechaban cuanta ocasiún se les ofrecía
de molestar á los usurpadores. Tales que-
jas lio carecían de íundamento; pero, dada
la condición de las cosas, era natui^al lo que
pasaba. Los criollos no reparaban en que
sus méritos, por grandes que fuesen, rara
vez eran conocidos fuera de la colonia. Co-
mo los empleos se daban en España, los
españoles estaban junto á la fuente de las
mercedes, y las interceptaban, por decirlo
así, sin que la ctilpa íuese toda del gobier-
no español, sino en gran parte de las cir-
cunstancias. Muchos criollos bubo que al-
canzaron lugar eminente, cuando acerta-
ban á abrirse camino, y con mayor facili-
dad si pasaban á España y sn daban á co-
]ioccr allá. No hacía mucho que Fr. Anto-
nio Monroy, natural ds Querétaro. había
sido electo, en el Capitulo de 1677, Maestro
General de la Orden Dominicana, y ocho
años después mereció el Arzobispado de
Santiago de Galicia.
La llegada de un vizcaíno con la digni-
dad de Arcediano de la Metropolitana ha-
bía ya indispuesto en alto grado el ánimo de
los criollos por tratarse de un puesto ccle-
ftidstico, Grandísima importancia tenía en.
— 155 —
[«el entonce-, lü inlo a ti Iglesia tocaba .
Las carreras de la milicia ia diplomacia y
la política no eMStíin en Ii LOloma: para
medrar en elUs eri preuso trasladarse A
España, cosa d id i ■! poLOs y entrar de lle-
no en la senda c!e pretendiente, tan larg;t
como espinosa. Aquí no había más que el
foro ú la Iglesia. El primero oírccla pocos
puestos de honra y provecho: los de la Au-
diencia eran casi los únicos, y vestir garna-
eiut parecía cosa de sueño. La Iglesia, por
el contrario, abría ancha puerta, y hacia
el la encaminaba también el espíritu devoto
de la época que animaba á todas las clases
de la sociedad, y liis hacia estimar la carre-
ra eclesiástica como la más honrosa y .se-
gura. La alteza del sacerdocio, tanta de
porsi, parecía entonces mayor aún. Por
eso los criollos dotados de ingenio se daban
con ardor al estudio de las ciencias eclesiás-
ticas, preciadas sobre todas. Como no exis-
tían las asambleas deliberantes de nuestros
días, ni cl periodismo tal cual hoy corre, no
quedaba á los ingenios c;impo para lucirse
á no ser en la Ciltcdra y en cl pulpito: allí
era donde íinicamente podían mostrar ;i to-
da luz sus letras y darse d conocer para
lograr en su carrera los adelantos que ca-
da cual busca en la suya. Como los compe-
tidores eran muchos, el triunfo era más glo-
rioso. Un uflo literario venía áser un acón
4
- 156 -
tccimicnto notablt: la pobesiùn de una cá-
tedra diiba matedii á vítores y festejos pú-
blicos. Mas la oratoria sagrada tenía el pri-
incr^ugar, porque no estaba reservada pa-
ra ojxntes doctos, sino que disponía de
mayor teatro, donde cabía todo el pueblo,^
Las fiestas religiosas eran tan suntuosas
como frecuentes, y por lo mismo continuos
los sermones. La prensa divulgaba los
más aplaudidos, y el nombre del orador co-
rría mucha tierra. Cuando los Cí7o/fos veían,
llegar un español provisto encáfedni ij dig-
nidad SL' sentían lastimados en sus intere-
ses, porque ocupaba un puesto que á ellos
pertenecía; y en su amor propio, porque
parecía que si se enviaban de España su-
jetos para tales cargos serla por creerse
que no había criollos en quienes cupiesen, ü
por.desprccio á la raza. El locuaz Arcedia-
no andaba, pues, imprudente cuando trata-
ba con señalado desprecio á los predicado-
res, y exacerbaba especialmente contra si
el odio de los criollos. Sus indiscretas pala-
bras alborotaron á los estudiantes, clérigps
y frailes nativos de esta tierra, que eran in-
íiDiitos y nada sufridos en tales materias.
Tentáronle primero las fuerzas con dedica-
torias de actos públicos, ú convites para re-
plicar en ellos, y notaron que constante-
mente se i-'xcusaba de aceptar. Dícese que
llevú su imprudencia 6 su candidez al ex-
- 157 -
tremo de andar cu negociaciones, para apa-
recer como improvisador, y el caso mere-
ce referirse con las propias palabras del P.
Avendaño, quien asegura que andaba el
•zuento fituy viih'ílo y pübüco. "Uno de los
.sermones que se predican en la Santa Igle-
sia Catedral en la octava del Corpus corre
por cuenta de la Archicofradúi del Santísi-
mo Sacramento. Al religioso predicador de
cuyo cargo estaba el sermón fué tres me-
^es antes cierto caballero del hibito de San-
tiago (que cuando nos pidan infopmación
diremos quién es) á pedirle que le dejase el
sermón, porque el Sr, Arcediímo había pro-
puesto el predicarlo, y querííi la Archico-
(radía servirle con este obsequio. Vio el re-
ligioso el ciclo abierto, y desde luego con-
vino en dejarlo.— £"s que ha de ser con dos
r.oiididoites, dijo el caballero; lo ita detener
secreto V. P.—St kart', dijo el orador: ¿y la
segunda cuál es.'— La segunda es que la
víspera del sermón se ha de fingir V. P. ett-
feytna.paraqiic asi diga la Archicofradia
que se vale del ¿>. Arcediano, para que
viéndolo Ml'xíco predicar de un día para
otro Juague que predicó de repente, que ese
es todo el inlenio. — Eso no hard, replicó el
religioso; dejar el sermón, al punto; guar-
dar el secrelOj como un mudo; hacerme en-
fer ino, como un muerto; mas no es crédito
de mi Religión qnc avisando Iti víspera
- 158 -
predique ci sermón otro que no sea iic mi
hábito.'
Cierta ó fraguada la unécdotü corría ge-
neralmente, y el dafto era igual para el po-
bre Arcediano, quien al íin se viú obligado
á aceptar el sermón de la Purificación de
Nuestra Scño;-a en la Catedral. Ya es de
considerarse el numeroso auditorio que
acudiría a cerciorarse de! ingenio y letras
del que asumía la autoridad de censor y
maestro de los oradores de México. Días
antes se había dejado decir «que el pulpito
de la Catedral estaba inmundo por predi-
car en él sujetos mozos,» y en la hora críti-
ca puso el sello á su indiscreción, diciendo
en voz baja al Sr. Arzobispo, al pedirle la
bendición: «Ahora oiril V. E. Teologia de
Alcalá. I No faltó quien lo percibiese y en
el acto lo div-ulgjise, con lo cual se aguza-
ron niils los oídos para el sermón y se afila-
ron las tijeras de la crítica para el orador.
Comenztí su discurso eon ías frases mo-
destas de estampilla: y de habérsele ofreci-
do á poco usar de la palabra sol, tomó pié
para decir: -A la voz de Josué se pararon
en su veloz carrera el sol y la luna: stete-
ruiitque sol et luna. Convengo en que se
pare el sol, . . .• y ¡oh desgracia] aqtcise pa-
ró el dómine Coscojales, como dice im cla-
iigno contemporáneo en nota marginal que
puso ;i mi ejemplar del sei-món; es decir,
que se le íué ci discurso, y no pudo anudar
el roto hilo de sus ideas, por más que el Dr.
Alonso Alheño de Ve-lasco (euní del S:i-
gi-ario y aulor de varias obras, entre ellas
la muy conocida historia de la Renovadún
del Sr. de Santa Teresa) «le sopló por tres
Ù cuiUro veces, y 61 estuvo por otras tantas
para cojcr la escalera y bajar del pùlpito,
y le habría estado mejor,» dice el P. Aven-
daño. Al cabo, no pudicndo salir de aquel
atolladero, abandonó el resto de la saliiln-
cióií, y se arrodillo A rezar el Ave Mtirüi.
Repuesto un tanto con la interrupción, pu-
do continuar su discurso hasta acabarle.
Semejante fracaso colmó el yozo de los
avispados oyentes, y siffuiendo el uso del
tiempo, lo desahogaron con diversas copli-
/las d io faceto que al día siguiente corrían
las calles. Rcado el Arcediano, ocurrióle
en mala hora imprimir au sermón, y le pu-
blicó Ircs meses dcspuÉs, para que corriese
mAs y no quedara privado el público de los
alambicados conceptos que la turbación le
obligó il suprimir en el pulpito. Es pieza
rara, y su portada la siííuienle:
ORACIUX It li VANCELICA, V PAXtiGYIÍJCA II
DE LA PURIFICACIÓN || DH MAELV .SSma- « Que
Predicú II EN LA SANTA IGLESIA METROPO-
LI-II lana de Mélico, el día dos de Febrero, || de
este ano de 1703,11 El Doctor D. DIEGO DE ZÚA.
ZO, V 11 C'iw OJALlíS, folcginl Mayor, que luC, |l
— 160 -
de Sali Jldtfonso, l'niversidad di; Alcalá de" He-
nares, y Cathedralii;u, en propiedad, de 11 Philoso-
phia, en ella; y actual Ariediano cn II dicha Santa
Iglesia Metropolitana, Il QUIEN I.A DEDICA II A
LA EXCma. señora DOÑA JUANA " de la Cer-
da, y Aragón, Duquesa de Alburqiier-|| que, Mar-
quesa de Cuellar, Condesa de Ledes-|| raa, y Huel'
ma, Señora de la Villa de Mombel-i| tran, la Co-
dosera, Lanzahiía, Mijares, Pedro |1 Bernardo, Al-
dea Davila, de la Rivera, S. Esteva,'! Villarejo, y
las Ciiebas, ítc,|| C\m Licencia, en Mexico, en la
Imprenta de Juan Joseph Cuillena Carrascoso, ||
Impressor, y Mercader de Libros cn el Eoipedradi,
lio, año de 1703.
(En í", portada orlada; 8 fl". sin numerar; págs.
1-24-).
Desde untes de. la llegada del Arcediano
se habla hecho notable el P. Avendafto por
sus quejas contra los agnivios que sufrían
los criollos. En un sermón predicado cn
Puebla el Domingo de Ramos de 1695 no
escaseó las censuras al gobierno, y hacia el
fin, hablando del diluvio, dijo: 'Como el
agua mira á los peces como de casa, como
de adentro, por eso no perecieron en el cas-
tigo. Eran domésticos los poces: eran de
adentro; los demás animales eran de afue-
ra; y como el agua fué ejecutora del casti-
go, á lob de afuera los ahoga, á los de aden-
tro los libra, a los de afuera los castiga, á
los de adentro los defiende, ;í los de afyern
no les consiente nada, y los de adentro se
salen con todo.» Y para que nadie dudase
del sentido de sus palabras, comienza á ren-
glón seguido en estos términos la pcrorn-
cián: =iOh América desdichada por esto
dentro y fuera de- los rL'spcctos! iQuC de eo-
sas me ofrecía aquí la razón para ponderar
las sinrazones ron que te tratan; los de fue-
ra hechos ya de casa y muy de adentro pre-
miados: los de adentro echados fuera y tra-
tados y maltratados coniü en el diluvio las
avrs, 6 como ■ ii -;u tierra los brutos, y los
peces dentro del agua de sus lagunas ú de
sus mares, tan anchurosos y holgados, con
los premios como llovidos, no para anegar-
los en el diluvio, sino para que iriuníantca
sobre las espumas reinen y vivan sin el tor-
mento del susto, porque con todo y sobre
lodo tienen ijominio, sólo por este respecto
de mirarlos como de casa: á ellos los pre-
mios, si es que son premios para ellos lo
que les quitan ií los otros; a ellos las conve-
niencias, á ellos los puestos, á ellos el man-
do, A ellos todo. ¡Oh Dios eterno! ¡Oh Dios
infinito! ¡Oh Dios igual! A cuenta de vues-
tra Pi'ovidencia estii el mirar estas desigual-
dades, dando el premio y el castigo, siilo
por la independencia, como lo hizo hoy
vuestra suprema justicia, dando la absolu-
ción C\ los de afuera (1) y el castigo á los de
[ IX\ 1.05 pollinos que mnndd desatar.
adentro (1), porque éstos eran los culpados
y aquellos los inocentes, y el ejemplo A to-
dos los que adminisiran justicia, para que
por la imitación de vuestras absoluciones y
condenaciones, condenen y absuelvan con-
forme la causa.»
Extra:ño parece que habiendo renunciado
voluntariamente los títulos y honores espa-
ñoles que su calidad de criollo no le habría
impedido disfrutar, y abrazado una carrera
de abnegaciún y sacrificio, abrigara el P.
Avendaño tan viva irritación contra la pre-
ferencia dada ú. los españoles pava los pro-
vechos de las Indias. Pero ó sus ideas ha-
bían cambiado con los años, ú le movía úni-
camente el bien comiin de sus compatrio-
tas, que es la intci^pretación más caritativa
De cualquier manera, si en tiempos atrás
pregohaba tales sentimientos ep el pulpito,
era consecuencia natural que ahora, como
rríollo y pi'edicador de nota, fuera uno de
los más ofendidos por los dichos del Arce-
diano, j- aprovechó la buena ocasión que se
le venía A las manos con la impresión del
discurso; porque sin fundarse sólo ensu me-
mori;!, i|uc podrfa ser tachada de infiel, si-
no teniendo ya delante en caracteres inde-
lebles cuanto había dicho y pensado decir
el oraüor, podía atacarle de pit' firme, y
~ 163 -
agregar á los defectos del sermón la vani-
dad de haberlo impreso para perpetuar la
memoria del ridículo contratiempo ocurri-
do al predicarle. Así lo hizo, escribiendo y
circulando una violenta crítica manuscrita
que debió de correr mucho, porque hasta el
día se conservan varias copias de ella. Sue-
le haber variaciones en el título: el de la
mía es como sigue:
Fe de Erratas. Respuesta Apologetica á la De-
dicatoria, Aprobaciones y Sermón de la Purifica-
ción, que en la Santa Iglesia Catedral de Mexico
medio predicó y después imprimió del todo el Dr.
Diego Suaso y Coscoxales, Arcediano de dicha
Iglesia Cathedral de Mexico. Sácala á luz el Dr.
D. Santiago de Henares, menor Colegial que fué
del de San Ildefonso de Mexico, Cath. en substi-
tución de Prima de Philosophiaen su Universidad,
Archilevita de la Iglesia de S. Justo y S. Pastor
de Alcalá y Sacristán de San Diego el Pobre. De-
dícala á la Ex^ Sra. Duquesa de Alcalá, Condesa
de Bornos, Adelantada de Andalucía, Marquesa
de Tarifa &c. Imprímela el Capitan de Corazas
Caballos D. Cosme de Coscojales, íntimo amigo y
deudo de deudos del autor. Impresa en Alcalá, con
las Licencias necesarias y forzosas. En la Impren-
ta del Coscojo mayor. Año de mil setecientos y
tres, antes del Bisiesto del dia, y .antes que llega-
ra la noche, con la desgracia de no ser feliz. Ca-
pite ubi supra.
(Un tomo en 4°. de 89 £f;.
- 16i -
La Fe de Erratas está escrita en estilo
humorístico, que raya en chocarrero, y sal-
picada de coplitas conceptuosas y punzan-
tes. Preceden A la obra unas décimas crue-
les, que acaban con esia:
Ni voz, ni gracia, ni acción,
Ni oralorin, n¡ agudeía,
Ni discurso, ni destreza
Tuvo en toda su oraciún.
;Y aqueste era el que lei^cíiJn
Nos habia de dar? AUú
En sil AtcnU si podrA,
Que acft narices il pares
Tenemos, sin ser de Hennres,
Para darlas íi Alcalá.
A continuación de las décimas vienen unas
•Receptas Salomónicas para las caldas.»
Lleva cada una al frente un texto del Libro
de los Proverbios. Vaya por muestra esta,
en que se alude ú. las murmuraciones del
Arcediano, y al percance que k* acontcnó
en el pillpito.
Si serpieiis fiien's, tibímelipsi Fris: sí aiilri»
illusoy, solirs forlabis inaliim. Prnv. IX, 12.
Enmudecida la lengua,
De que hay convulsión da indicio,
V sobre cuál muerde más
Se han trabado los colmillns.
Este mal es peor que todoí.
Por tener mayor peligro,
— 165 -
Pues ese es el paradero
De los que dan muchos gritos.
V es remedio eficar
El que le mando:
Torque á liieiiíes de sierpe
Sangre de drago-
t Como probablemente la í<; rfeSrrflííis no I
e imprimirá nunca, rao atre\'o á dar aquí f
varios extractos en que se verá hasta d(3n- I
de llegaba el encono de ios ánimos, yse co- J
nocerá el verdadero móvil deesas rencillas. ,
. Después de una dedicatoria burlesca, co- 1
BÍenza asi la obra:
•La fama es la principal vida del hombre, '
y preciándose los ingenios de esta Nueva 1
España de tan agudos, cualquierapuntoque J
tirare á menoscabar su crédito, hará la pun-
tería en su crédito y en su honra. Crédito ]
PS de los sujetos de esta Nueva España sa- '
tistacer al Arcediano de México que vino
de la Europa diciendo á voces que había de
enseñar en estas partes Teología de Alca-
lá, predicando sus sermones por modelo y
regla de los predicadores; y habiendo pre-
dicado con la gracia del Ave María, y aun
de todas las oraciones, lo sac6 ya impreso
porque sirva de dibujo; y para que vea que
s entendimientos de la NuevaEspaña da-
tan con S. Agustín, y dicen Propter nos't
T. Il.~2l
P^fama nostra non pallet , sed poUere debet:
porque peligrase su opinión y fama, según
el mismo santo, non nobis jteccssafia est vi-
ta, alHsfama nostra, se responderá en es-
te Apologético con toda brevedad, senci-
llez y nizón, porque no parezca injuria lo
que es defensa, A todo lo que en el papel
impreso en cuatro meses y estudiado en sie-
te, se le ha notado en seis dios, no de pro-
pósito, sino solo de paso; porque aunque es
verdad que el íí. P, Fi". Juan Fermín de Al-
mendáriz corrió con la impresión y las prue-
bas para corregir las erratas como sustitu-
to del Arcediano, se le pasaron con todo al-
gunas, sobre Tas cuales cae la reflexiiin de
esta respuesta.»
Tonio, primero por su cuenta- el giordaz
critico d los aprobantes, arabos espaftolescá.
quienes llama «buen par de pollos,* coa
otras lindezas que me dejo en el tinterO-
Encarándose luego con el desdichado Ar-
cediano, le llama varias veces con- despre-
cio «ese hombre;" ie acusa de haber soltado
en sus latines tres solecismos y trastrocado
dos acentos; se mofa de él porque no cita-
ba los autores originales, sino los textos del
Misal y del Breviario; niégale el magisterio
en Alcalá, y acaba por decir que el sermón
no era más que *un /míVO) ensartado en
s lasuníí áe Míilca,
[11 Pez pequeflü Que te ii
y tiup i^ome la cente pührc,
^
■è'
- 167 -
otro.> »El predicador (añade) ni tiene gra-
da, ni tiene acción, ni talento, ni dominio,
ni pùlpito, ni dominio de pùlpito; allí cogió
con la mano izquierda la manga derecha de
la sobrepelliz, y como qufe clavaba con un
martillo el palpito, estuvo maceando, sin
más acción ni variedad, con harta lástima,
aun de los que no se !a debieran tener por
6u soberbia.» Pasando á un orden más í^Ie-
-vado, examina, casi una por una las propo-
■BÍCiones, deducciones y sentencias del ser-
«ttiún, y las impana por erróneas ó las ridi-
culiza: da lecciones de Teología al que ve-
■tila á enseñar la de Alcalá, y poco falta pa-
que le tachen de hereje. Pero lo que
pea en todo el folleto y le informa, *s
resentimiento del desprecio con que los
-añoles trataban á Itis criollos. «El alma
todas partes (dice) es una, y siendo el én-
idimíento alma, todos los íntendimientos
idicalroente son iguales: hSceios más des-
piertos el uso, el ejercicio, la aplicación y
tos libros, los maestros y las emulaciones,
el esítudio y el ingenio. Y si el sol de Espa-
no es mejor. ni distinto del de acá, sol ri
•mo gL-neraiit hoiniuem, siendo los de la
Faeva Españ:i hijos de la Europa antigua,
'Siendo los hombres de España tan para to-
do que todo lo saben, yo no sé por qué no
eabcn hícer hijos, pues sus hijos son tan
malos y tan rudos, teniendo el mismo sol y
los mismos hombres, 50/ cl Iwino generattt
liomiiies; mas los mismos hombres, el mis-
mo sol, tos mismos libros, el mismo Dios, la
misma fe, la misma. Escritura tenemos acá,
más unas habilidades mayores, pues cuan-
do los hombres con barbas andan en Espa-
ña á la escuela con sus cartillas, andamos
acá en las escuelas hartos de matrículas y
de borlas.» Y para apoyar su testimonio
aduce el de dos Señores Arzobispos de Mé-
xico, «El mayor teólogo que de la Antigua
ha pasado á esta Nueva España fué el Sr
D. Mateo Sagade Bugueiro, á quien tem-
blaron en Europa las disputas y las cáte-
dras, las universidades y los doctores; y ha-
biendo oído predicar y argüir algunos in-
genios mexicanos, jamás se atrevió á subir
al pulpito ni á poner réplica, porque decía
que fiasfa ¡os muchachos lo hacían estudiar
y correr en México. El Excmo. Sr. Maestro
D. Fr. Payo de Ribera Enriquez, también
Arzobispo y también doctísimo, como lo di-
ce el libro de su Apologético, viendo la
abundancia y exceso grande de sujetos,
decía con aquella concisión y gracia de que
Dios lo dotó, acít más son los doctores que
los doctorados; aludiendo ú. que aunque hay
muchos que tienen el grado de doctores por
la Universidad, pero que todos lo debían
- \(,^) -
tener, y donde h;iy lan crecido este niiiHCÌ
■o, vcíi el colegial mayor si habrá acá ojos
Ppara ver sus obras, y para ver y conocer
Isus ideas.' Púnele luego delante los gran-
f des sujetos mexicanos que habían ocupado
► la silla de su Dignidad, y le endereza esta
f- 'pulla: -Vea ahora qué antecesores de su si-
'11a ha habido en esta región, donde por ca_
pellán de coro que estuviera de esta Igle-
sia, que los ha tenido relevanttaimos en vir-
tud y letras, pudieran estar muy bien pre-
'■ miadas las suyas.- Enfadaba mucho al P.
Avendaño el espíritu de paisanaje tan arrai-
'gado en los españoles, y que todo cuanlo
! locaba, de lejos ó de cerca, ¿il stTmón rriti-
I 'Ciido fuese de allá, con total exclusión de lo
xicano. 'Todo él (dice), de lodos ocho
[ costados, que no quiero decir cuatro, es es-
r pañol. Quien da la licencia por lo regio, el
l'Sr. Duque: quien da por lo escoliistico, el
r'Sr. Arzobispo; á quien se dedica, á la Sra.
[ Virreina; quien lo predica, el Santo Arce-
r diano; quien lo aprueba por el rej-, el P. Fr.
* Antonio; quien por el Papa, el P. Fr. Luis;
quien lo imprime, Sr. Carrascoso Guillen;
quien corre con las pruebas, el P. Fermín;
todo de costado á costado sermón español.
Bendito sea Dios que no entraron las Indias
aquí: .;cómo? ni un punto, ni una coma, ni
i letra del sermón; todo, de banda A ban-
- 170 -
da, de la oLra baücia.» Por último, al fin ya
del escrito, epiloga los agravios de los crio-
llos, en estos términos: 'No es razón que
este caballero (el Arcediano) haga común
desprecio de los sujetos grandes de este
emporio, sin que haya alguno de los míni-
mos 6 menores, cual soy yo y mis compa-
ñeros, que lo retrane, y para que en lo de
adelante calle, contentándose y diindole d
Dios pail gracias de estar en esta región
gozando de tan alta silla, de que se ven pri-
vados muchos méritos y depuestos los hijos
de la misma regiún, que lloran olvidados
viéndose abatidos, sus estudios sin premio,
sus letras sin lauro, sus trabajos sin espe-
ranza, su sudor sin descanso, sus quejas sin
oído, y su todo sin nada. Y que pudiera
acordarse con toda su colegiatura mayor,
su cátedra en propiedad, de qué hicieran
las Iglesias de España si vieran que á uno
solo de los muchísimos y grandes sujetos
que hay en estas Indias, que bastante cono-
cimiento de ellos hay en las que han pasa-
do allá, que basta sólo uno para nuestro
crédito, que hoy goza una de las mayores
mitras de Europa, si promovieran á uno de
acá á una de las prebendas de Castilla.
¡Qué hicieran kis Iglesias de allál qué se
quejaran los naturales! qué clamaran los
patricios y lloraran los herederos! Y más
esi
— 171 -
fuéramos ;í decir, de-unos que no hilan,
'íSe otros que tío aprietan, de estos que no
siguen, y de todos que no saben. Y acá, pOr
esta maldita distancia, porque no somos
Vistos ni oídos no somos adorados, y antes
pecho por tierra, cruzadas las manos y
isidos los labios, hemos de recibir A Cos-
ijales con mil manos, porque A esto nos
tliliga la obediencia, por mSs que el dere-
10 lo desobligue.'
La pasión ofuscaba al P. Avendaño. y le
lacfa contradecirse y úiin refutarse d sí pro -
pio; pero su violenta impugnación nos reve-
la el extremo A que había llegado esa divi-
iión entre las ramas de una misma raza;
■islún que tan graves consecuencias trajo
;pués, y nos patentiza que no se trataba
una simple polémica literaria. Sin em-
lárgo, aunque en su escrito maltrataba no
Mámente al Arcediano, sino también á
Itros Capitulares y á todos los espafloles,
envolviendo en sus acres censuras al go-
bierno mismo, no aparece que I« atrajera
persecución alguna, ni ¡íun réplica escrita
de nadie. Fué precisa la reincidencia para
que reventara la mina. Ofrecióse á poco
otro sermón de mayor empeño, cual fuO el
(3e la Asunción de líucüira Scfibra, titular
iglesia Metropolitana, y se le eneo-
ndú al Arcediano, quien abusó necia-
mente de a(|iielUi opnvumidaii para repren-
der á los que habían criticado el oiro aer-
mún. ?ío tnrdú ol citstigo. Al dfa siguientP
apnrederon pasquines, y uno de ellos nada
menos que en una columna de la Catedral,
el citai decía: -Quien se hubiera hallado la
letra del Evangelio del día de Iíí Asunción
de Nuestra Señora, acuda á la casa del Si".
Arcediano, y le dará su hallazgo,» aludien-
do á que por haber gastado el sermOn en
•reprensiones,) había tocado muy poco el
asunto. Como este sermón no se imprimió
(tai vez por eso mismo) ignoramos qué diría
el Arcediano; pero s ■ sabe que el P. Aven-
daflo escribió una segunda crft¡t:a más du-
ra é insultante que la primera. Tales cosas
habría en ella, que ya se tomó una severí-
sima providencia contra el autor, aunque
paliándola con haberla extendido A otras
personas. En el Diario de Robles, antes ci-
tado, se lee que el 10 de Octubre del mismo
año de 17.03 «el Señor Arzobispo ha suspen-
dido de predicar, confesar y decir misa á
D. Pedro de Avendaflo, D. Pedro Muñoz
de Castro y D. Francisco Palavicino, por
ser expulses de la Compañía, y manda que
se vayan del Arzobispado; y á los que son
vecinos de oíros obispados y no han jura-
do el domicilio en este Arzobispado, se va
yan á ellos.* Los expulsos de las Órdenes
de
h
religiosas lucron skmpre mal vistos: ya en
24 de Febrero de Ií)83eISr. Arzobispo Aguiar
y Seisas había quitado en general las licen-
cias à los cxpulsos de la Compañía, De paso
notaremos que ni de Muñoz de Castro ni de
Palavicíno dice Bcristiiin que hubiesen sido
jesuius .
Hasta aquí llegan mis noticias acerca del
P. Avcndaño. Ignoro ia suerte que corriú
después, y no he podido averiguar la fecha
de su muerte, merced á la deplorable lagu-
que cxislc en los interesantes Diarios
itiguos. Pasemos ahora á sus escritos,
[e fuera del Certamen Poético de la Fé dt-
Erratas, y de la segunda impugnación al
Arcediano, se reducen ií Sermones impre-
sos y manuscritos. De los primeros cita
Beristain (con títulos reducidos á la indica-
ción del asunto) hasta nueve, «impresos (di-
ce) en México y en la Puebla de los Ánge-
Jes desde 1688 hasta 1701.. He visto diez,
>s impresos en Míxico, ninguno en Pue-
aunquc algunos fueron predicados allí.
ira contentar las exigencias de los biblió-
grafos tengo que copiar las portadas, & ries-
go de que parezca minuciosidad supèrflua.
Todos .son en 4".
I. Sermtìn | del Glorioso Abbad | S. Bernar-
do. I predicndo el día quinto de [ U Ociava, que
;u muy Religioso Conventi) de j Señoras Reli
T. n.-22
i
- 174 -
giosas de esta ciudad le dedica, | á 24 de Agos-
to, dia del Inclito Aposto) | San BHrthDlamè. |
Patente el Santissimo Sacramento | La Doniinì-
cH 14. post Penthecostein. | Por | EI P. Pedro de
AvendHño, | de la Compañía de Jesus, Año de
1687. I V la ofrece ] al Señor Licenciado D. Fran-
cisco I Fernández Marmolejo, del | Consejo de
su Magestnd, su Oydor en esta Real | Audiencia,
Auditor general de Guerra, Juez j Superinten-
dente de los proprios y rentas de esta | Nobilissi-
ma Ciudad de Mexico. I Con licencia de los su-
periores. I Ett Melico; por Doña Maria de Bena-
vides, Viuda de Juan de | Ribera, | En el Empe-
dradillo. Año de 1087.
(6 ìT. sin numerar. Fs. 1-1IÍ. No mencio nudo por
B erista in).
Il, Sermón | que en la fiesta | titular que eetriira
la|Coinpania de Bethlem cnsu Hospital de ¡Con-
valecientes de aquesta Ciudad] de Mexico. | Predi-
ca ¡EIF. Pedro de Avendaüa[(Ie la Compañi« de
Jesus.] A veinte y siete de Diziembre, tercero de¡
Pasqua de Navidad, dia del Evangelista|S. Jvas.
¡Patente el Santissimo Sacramento. | Año dc]ú37.|
Sacanlo à luz dos devotos benefactores de el [ Hos-
pital de ConviUecientes de Mexico. ¡Con licencia
de los Supenores,]En Mexico: por Doña Maria de
Benavides, Viuda de Juan de libera. JEn el Empe-
dradillo. Año de 1688.
|6 ff. sin numerar. Fs. 1-12).
ni. Sermón ] de N. S. S. Padre y Seilor | San Pe-
dro. ¡ Principe de la Iglesia. I Predicado. I iEn su
- 175 -
Hospitn! Real de hi Ciudad de los | Angeles fi 4
de Julio de 1691.|Enla fiesta Annusi, que Celebra,
su muy Illustre, | y V. Congregación Ecdesiasticn:
a cuyas eitpensas|se da ;'i la Estampa. |Diio!o|D.
Pedro de Avendaño, Suarez de Soussft sien-|do
Consultor actual, do diclia Congregación. | V lo
ufrece | Al HI, mo y R mo Señor Doctor Don Ma- |nuel
Fernandez de Sancta Cruz, del | Consejo (le su Ma-
gestad Obispo di- [gnissimo de la Puebla, | Con li-
cencia[En Melico: en la Impreta de luan loseph
Guillena |Carrascoso Impresor, y mercader de li-
bras en el Empe- { drndillo, junto A las Cassas del
Marquen del[Valle Año de 1694.
i6 ff-s
Fs. 1-10).
IV. Sermón | del Domingo de Ramos, | Que en la
Sania Iglesiii Cathedral de la | Puebla de [os An-
geles. I Predici» I D. Pedro de Avendaño, | Suareí de
Sousa|A27. de Miirco de 1690. años, | Sácalo á
luz 1 El Dr- y Mo- D. Migool González] de Valdeo-
ceras, Rector, que'ha sido de la Reai | Vntversidad
de Melico, | Y io dedica | A! General D. Diugu Fer-
nftndei|de SantillRn|Cavallero dei Orden de San-
tiago, Go-| vernador, que ha sido de los Partidos
deTeposco-[lula, y fian Antonio .'ÍochÍlepec.|Con
licencia en México, en la Imprenta de Juan Joseph
Gut-|lleaa Carrascoso Impresor, y Mercader de li-
bros. Año I69S,
IP ff. sin numerar. Fs. 1^12).
V. Sermón ( de la Esclarecida | Virgen y Ínclita
Mariyr|de CbrisiolS'i- B»rbara|que el dia *. de
-Piíiembre de este año ¡de Ib96|precic0 |D, Pedro
- 176 -
de Avendaño|Siiares de Sonsa | En la fiesta que
su Illustrissima ConEjegacion le ce-|lebrA en el
Convento de Seüoras Religiosas de |S. Bernardo
de esta Corte, [Sacsilo á iuí | El Lie, D. Malhias
de Calves, Jy lo dedica I al Capiian D. Martin de
Echa- 1 g^my, Juez Contador por su Magestad de
Me- [nores, y Albaceasgos, á cuyns eipènsas sej
dà á In estampa. I Con licencin en Mexico en la
Imprenta de Juan Joseph ] Giiillena Carrascoso
Aüo de 1697,
VI. Sermón | del primer dia de Pasqua, del ( Es-
piritv Santo, | En su Hospital de Menico, A la fies- ,
la titulnrj del | Orden de la Charidad. | 26 de Mayo ,
de 1697, Años. | Dipolo. | Don Pedro de Avendaño <
Sua- 1 rez de Sonsa. | Y lo saca á luz | el R- mo Pa- '
dre Fraj Juan de Ca- 1 brera, Provincial del Orden
Je !n Charidad, en | esla Provincia de S. Hipólito '
de Melico. I Y Io dedica. | Al Secretario Gabriel |
delMendicla Rebollo, Escribano Mayor, y de Ca-
vil-| do por su Magestnd, en esta Ciudad. A cu-
yas I expensas se dà a la estampa. { Con [¡cencía: |
En Mexico por Juan Joseph Guillena Carrascoso.
Im-|.pressor, y Mercader de libros. Año de IW?.
(8 ir. sin numerar. Fs. l-14i.
VII. Sermón [de San Miguel | Arcliangel [Prin-
cipe! de iodos los Angeles. I que, I En la Fiesta Ti-
tular de su llhistiissima CnngLeg-acion| predico]
El din 29. de Septiembre de 1697. .-iílos. | Don Pe-
dro de Avendaño Suar*z delSousa, en el Religio-
o de la Encarnación | de Mexico. | Saca*
- 177 -
Io a luz I la miima illusi rissima Congregacioo. á
cuyas I eipeasas se dà à U estampa, y à quien su |
Aufhor In dedica. | Con Licencia |en Mexico por
Juan Joseph Guillena Carraacoso|Impressor, y
Me cader fsicj de libros. Año de 1697.
^Kg2 ÍT. sin numerar. Fs. 1-16).
^^^Vni, Sermoni de San Eligio | Obispo de No-
^HKb, I que hizo | D. Pedro de Avendano Suarez | de
^^SouBsa para la festividad, que la Plaieria de | esta
Corte, le consagra en la Santa Yglesia Calhe-]
dral de Mexico. Año de 1658 | Sácalo a 1uì|E1 Ca-
pitan Francisco de Bezerra, Mayordomo de la |
Cufradia. Con asistencia del Capitan D. loseph
Arias, y luán [de Uascareñas, y de los demás
illustres compañeros, I V lo dedica, | Al Capitan D.
Francisco de Avendaflo Suarez de j Scussa, Señor
del Valle de Tebra, y su fortaleza, en | los Ríynoa
de'^Galicia, | Con licencia en Mexico: | Por los Here-
deros de U Vuida de Bernardo Caldtron|en la
calle de San Agustín: Año de lií5S.
(■8ff, sin numerar. Fs.1-10..
IX. Sermón I del Dncior Maximo |S- Ger«nymo |
que en la Fiesta Titular que sus Religio&isst- 1 mas
Hijas, le celebran, en su Convento de esta Cor-
te. I Predicó ¡ El dia 30 de Sepiiépre ^sir i de 1609
«tíos, I Don Pedro de .\ vendarlo suarez de Sousa. |
Sácala á luz. | El Capitan D. Andrés de ia Torre |
Uomellano Amií,'a del Auttior. QuÍen|lo dedicaj
AI Doctor Don Andrés Cesari- ¡ ni Mayordomo del
Hospiltd Real de Melico, [Medico de Cámara del
Ex-it" Scfíor Don Jgsepb | Sarmiento, Conde de |
- m -
SloCtesmna Vi-Rey, y Capi- 1 (an General de esta
Nueva-Eapañfi. jEn Mexico, En la rmprenla de
.Iiian|Joseph Guillena Carrascoso. Año de 1699.
(B ff. sin numerar Pagi, i -261,
X. Oración |FuQebre(PaLiegyrica| que en la?
Honrras, que | celebrò k la Mngestad del|5eflor)
D. Carlos [ Segundo, | Rey de las Espafias | el Rea]
Convento de|Religiosas de Jesus Maria de | la
Ciudad de Melico, j Hizo, y dijo I D. Pedro de Aven-
dafio I Suares de Sousa ci din 18. de Junio | de 1701
fFs. H A 24.— Este sermtìn se halla al fin de la
relación de las Exequias).
Además de uueve Sermones impreses
menciona Beristain cinco íniielas de á seis,
y cuatro tomos más, todo manuscrito, por
lo cual parece que vio en junto cinco tomos.
Dice -que el autor los dejú á su Intimo aoii-
go Fr. Juan Arauz. franciscano, quieo los
dio á su Provincial el P. Arralia, y é&te los
Colocó en la biblioteca del Convento Gran-
de de México.»
En la Nacional he visto cuatro volúme-
nes: el uno comprende las cinco laudas, A
saber:
Tanda de seis sermones de las siele Mtijeres,
predicada en el monasterio de la Santísima Trini-
dad de Iti Puebla de los Angeles.
Tanda de seis Monarquías de la Sagrada Escri^
iLii"!!, pradicndn en In C»íia Profesa de Mélico.
- 179 -
Tanda de üeis Imperios, preiiicada en la Parro-
quia de S, José de la Puebla.
Tanda de seis sermones cuaresmales, Historia
del Rey Asuero y Esther predicada en el Monas-
terio de la Inmaculada Concepción de Mélico.
Tanda de seis serinoncs cuaresmales sobre la
Sagrada Historia de David, allí mismo.
Los olro.s Lres tomos comprenden sermo-
nes sueltos, y entre ellos unas «Pruebas de-
íensorias cíe ciertas proposiciones de un
sermón de la Purftima que predicó en la
Concepción de México. 1698.» En uno de
los tomos se enciienlraii siete pláticas con
este extraflo título:
• Siete pláticas específicas sobre los Do-
nes del Espíritu Santo, contrayendo á las
propiedades de la Palomai
Propiedad scsuoda, el
Propiedad tercera, el p
Propiedad cuarta, el ni
Propiedad quinta, el si
Propiedad iuta, no (ei
Propiedad u^rtima, bu
Donili! Sabiduría.
Don de Ent«idiailenlO.
Don de Consejo.
Don de Fortaleza;
DondeCtencial.
Don de Piedad.
Don df Temor de Dioa.
Confieso no hubcr leído estos sermones
manuscritos, sino tínicamente los impresos,
que es de suponerse fueran losmejores, ó á
lo menos los más aplaudidos. Después de esa
lecWnt me he preguntado: ¿etimo pudo al-
canzar el P. Av'fndafto tan grande fama de
ISO -
predicador, que aseguran haber llegado has-
ta la capital del mundo católico? En efecto,
imposible es encontrar en sus sermones un
fin moral: nada hay que mueva, ninguna
instruccidn, ninguna sustancia, ni aun siquie-
ra belleza externa que disimule la falta de
plan y objeto. Parece que el orador se pro-
ponía únicamente divertir un r^to al audito-
rio con chistes, sutilezas, trivialidades, jue-
gos de palabras, contraposiciones imposi-
bles y aplicaciones violentas, cuando no
irreverentes, de los textos sagrados. Al aca-
so podrían sacarse ejemplos de todos los
sermones; pero con dos bastará, para no
dar fatiga al icctor; imo del de S. I'edro, y
Otro del de Sta, Bárbara. El primero es es-
te:
• Ahora mirad. Este martirio ¿dónde se
ejecutó? Se ejeculó en Roma. En Roma
¿quién es cabeza? Pedro. Pues si en Roma
no hay mAs cabeza que Pedro, {parecería
bien Pedro en Roma sin cabeza? ¿O parece-
ría bien Roma sin la cabeza de Pedro? Pues
por eso no degollaron á Pedro. Ahora mi-
rad por qu¿ no crucificaron á Pablo, que es
la misma razón. En Roma no hay más cabe-
za que una: esa es Pedro. Pues si han de
martirizar en compañía de S. Pedro ú. S. Pa-
blo, córtenle í Pablo la cabeza, que ni la ca;
bczii de un S. Pablo es ni puede .ser ni le-
1
- ISl -
'vantar cabeza en Roma á vista de la cabeza
de S. Pedro, y eso es mostrar S. Pedro ser
en él m¡ís lo Pontífice que lo mártir, cuando
im hombre como S, Pablo dio y puso su ca-
beza por la fe y por las llaves de un S. Pe-
dro: tibí dabo claves.*
El principio del sermón de Sta. Bárbara,
cuyo texto es: Exierunt obviam spoitso et
sponsa (Matth. 25), dice así:
•Este Evangelio que comienza por despo-
sorio, prosigue en pleito y acaba en juicio;
ó porque no hay cosa que pida más juicio
que un dciposorio, ó porque de un desposo-
rio se suele originar un continuo pleito, de-
dica la Iglesia fi la esclarecida Virgen é ín-
clita Mártir de Cristo Santa Bárbara, mila-
gro de la naturaleza, pasmo de la gracia,
admiración de la gloria, honra de Nicomc-
dia su patria, si tuvo patria quien fué en el
mundo tan peregrina. Y cuando entendí hoy
predicar con gusto, al punto me encontré
con el miedo; pero el miedo, ¿cuándo no es-
tuvo prevenido para el pulpito? A lo menos
yo debíale tener al pulpito mucho miedo.. .
Ello es que ya parece desgracia de los pre-
dicadores andar á pleito con los Evangelios;
pero todo se puede suplir, como el Evange-
lio esté en pazcón los predicadores. ¿Sa-
ben dónde está Santa Bárbara? En el Evan-
D que se h^ cantado, y en el tema quq
T, II.-«
- 182 —
he propuesto; Exiemitt obviam Spouso el
Spotisce. Ahora mirali ¡i este Evangelio: co-
munmente le llaman el Evangelio de las
diez Vírgenes, y es así: Simile crii regnum
cwlornm decem Virginibus, y A mí me pare-
ce que no cuentan bien, porque no es el
Evangelio de las diez, sino el Evangelio de
las once; y si no, cuenten conmigo: cinco de
ellas eran necias (entren en número las ne-
cias, ya que las necedades no tienen núme-
ro), y cinco prudentes (entren en cuenta,
pues que son de razdn). Pues ahora: ;cinco
y cinco? diez, y va una. ¿Y cual es l-a una
que vá? La que viene, porque con el Espo-
sa ;l quien salieron & recibir las diez Vírge-
nes, cxierimt obviam Sponso, venía otra vir-
gen y esposa al lado, et Sponsce: conque
diez y una que va ó que viene son once:- lue-
go es e! Evangelio de las once el Evangelio
de las diez. Pues Santa Bárbara no está con
las diez á que es semejante el reino de ios
cielos, Santa Bárbara estA en launa sin
comparación y sin semejanza. No est.-! San-
ta Bárbara en el decem Virginibus, sino en
el Sponsce. V que Santa Báibar-a sed esta
singular esposa, parece que lo dice el Evati- '
gelio>::
Basta, y sobra. ¿Qui frutó, digo, podía
sacar el pueblo de semejantes oraciones pa-
negíricas? Ninguno, aun cuando entendiera
- 183 -
lodo lo que bd le decía, que es dudoso. El
P, Avcndaño malgastaba una vasta erudi-
ción, que se percibe al través de esa pala-
brería, sólo por seguir el gusto de su liem-
po, ó mejor dicho, porque á él también le
había inficionado. Los sermones de los de-
mils oradores no eran mejores que los su-
yos; ni peor, en resumen, el del maltratado
Arcediano. Mas conviene notar que el aplau-
so á aquella falsa oratoria sagrada no era
tan general, que nadie la condenara. Preci-
samente cuando la fama del P. Avcndaño
estaba en su apogeo, se reimprimía en Pue-
bla (1693) la severa Epístola Exhortatoria
del Obispo de Cádiz D.José de Barcia y
Zambrana, 'cn orden íl que los predicado-
res evangélicos no priven de la doctrina 5
las almas en los sermones de fiestas.» En
este juicioso opúsculo hay censuras que pa-
recen dirigidas en particular contra los ser-
mones del P. Avcndaño, como esta: «iPues
ciué diremos de las imprudentísimas compa-
raciones que algunos usan en sus panegíri-
cos, de suerte que juzgan que no predican
con acierto, sí no comparan al santo con al-
guna de las Divinas Personas, con tan em-
peñado hipérbole, que Sun se atreven á pro-
nunciar, que en cierta manera (digan en
cuál) excede el santo ¡I las Personas Divi-
naci' Va para palificar la excelencia ,de vui
184 -
santo abaten con extremo á otro, sin adver-
tir que, como dijo c! Sabio, sólo Dios tiene
el peso del Santuario para pesar los gra-
dos de la gracia y gloria que goza cadauno
de los santos en el ciclo; sin ver que no
puede ser digna'alabanza la que no se fun-
daren verdad; sin conocer que antes desa-
creditan al santo, pues dan á conocer que
es tan pobre de verdaderas csceleaciaá,
que esinenester fingirlas para exaltarle . . , .
Válgame Diosl ¿En qué juicio cabe decir
en la cátedra de la verdad, que es el pulpi-
to, loque cl'raismo predicador no se atre-
verla ¡1 decir seriamente en la convcrsa-
citín con un amig:o docto? ;Qué quiere que
crea el pueblo en estas exageraciones?
Si ha de creer lo que suenan las palabras,
creerá un error; Si no quiere que crea lo
que'dice, ¿para qué se ha cansado y fati-
gado tanto, con injuria de la Escritura Sa-
grada, con agravio del Santo, con ofensa
del audilorio'y afrenta de si mismo, pues
desacredita su juicio el mismo predicador?»
Mas si el P. A^-cndaño arrebataba á sus
oyentes, en algo consistía. Era que el pue-
blo>-ivía en la misma^atmósfera que el
predicador: que lo"quc hoy nos parece
conceptuoso 'íi extravagante era casi estilo
común en citrato: quc¡,los escritores, cOn
exagerar y alambicar más'y más ¡aquel es-
- 1S5 —
tilo hasta el estremo, influían á su vez cu
pervertir más el gusto, y predicador y
oyentes se complacían en aquella hojaras-
ca. Nada se preciaba tanto como la sutileza
del ingenio, verdadera ó falsa: mal que ha-
bían traído las interminables disputas de
las aulas. Hoy nadie sufrirla un sermón del
P. Avendaflo, yáunpodrfadarmateriaáuna
re prensión de I superior. Prueba entre mil de
que/la claridad y sencillez son cualidades
constitutivas de la belleza, y que cuanto se
aparta de los principios inmutables de la
estética, si alcanza breve aplauso, pasa al
fin y cae en el olvido. Mas á pocos es dado
resistir á I;i influenda de su época; y si el
gusto general se estraga, clarísimo enten-
dimiento y ánimo grande son necesarios
para discernir lo verdaderamente bello y
abrazarlo, oponióndose al torrente de la
multitud, y dejando la gloria en vida por
I esperanza de vivir en la posteridad,
Dicismbre, 1887.
pije que no había' logrado averiguarla
*a del falleciraiento^dcl P.Pedro de Aven-
dafio. Posteriormente, el Sr, D. José María
de Agreda me facilitó copia de la partida de
de funcidn, que se halla en el 5." Libr o rfg
Di/iinl05 del Sagrario Melropoütano, al fo-
lio 288 reverso, y es como sigue:
•En tres de Mayo del año del Señor de mil
setecientos y cinco murió el Ldo. D. Pedro
de Avendaño Suárez de Souzaj presbítero:
recibió los santos Sacramentos. Vivía en la
Pilaseca. Se enterró en la casa Profesa, don-
de estuvo su cuerpo por decreto de S.
Exma. Illma. No testó.
Al margen: -El Ldo, D. Pedro de Aven-
daño Suarez de Souza.»
I
LA -GRANDEZA MEXICANA,. DE
BALBUENA.
XOTA DIBLIOC.KAFICA,
IABiDO Ch que el conoLido poema de!
Obispo de Puerto-Rico se publicó
por primera vez en México el año
de 1604; pero nadie, á mi enlender, ha he-
cho notar que existen dos ediciones de esa |
[echa, y ¡í lo menos dos clases de cjempla- ■
res de una misma. Comenzaré por describir
el que tengoálavisla, perteneciente á nues-
tro colegit el Sr. D. Francisco del Paso y
Troncoso.
El libro CH en 8,° antiguo español, letra
romana y cursiva. Su portada orlada dice
as(: '
GRANDEZA|MEXICANA|DEL fi^- ,
CHILLER BER- \ nardo de Balbuena, | DI
RIGtjDÀ AL it VS- 1 irijsimoy ReucrendiJ-
sinio Don Fr.\GaYCÌa de Mtndosa y Zuñi-
ga\Aycobifpo de Mexico Del\cofejo de fu
Mageftad.\^\CON PREVILEGIO.\En
Mexico Por Melchior Ocharte, | Allo De. 1604.
La vueUa de la portada es blanca. La fo-
ja siguiente está ocupada con la dedicato-
ria del autor al Arzobispo. A cominuación
viene el prólogo Al Letor que ocupa 3 págs.,
y en oti'a está la Suma de la Licencia, que
son dos, una del Virrey y otra del Arzobis-
po. En las tres fojas siguientes se contie-
nen seis elogios al autor, á saber;
1." Un soneto tle D. Antonio Je Síiavedra
y Giizmán, el autor del Peregrino Indiano.-
Esta es grandeza que de las grandeías
Miieslra el trasunto a! vivo dibujado,
Con esmalte tan rico y estimado
Que evidentes descubre sus proezas.
' "~ Allí de ambas á dos nafuraluias
Se ve el pincel tan propiamente dado,
Que del ciclo y el suelo se ha sacado
El tesoro mayor de sus riquezas.
Bernardo de Balbtiena es quien ha sido
Nue.stro dÍTÍno Apeles ilustrando
Los tesoros que México escondía.
Ciña su frente el monte esclarecido
y todo este su nombre celebrando
Desde do nftce adonde muere el d¡a,
- 189 —
2.'^ Otro de D. Lorenzo ligarte de los
Ríos, Alguacil mayor del Santo Oficio.
Sea Mélico comüo patria y posada,
De España erario, centro del gran mundo,
t Sicilia en sus cosechas, y en yociindo
Verano, Tempe su región templada.
Sea Vene cía en planta, en levantada
Arquitetura Grecia, sea segundo
Corinto en joyas, en saber profundo
París, y Roma en religión sagrada.
Sea otro nuevo Cairo en la grandeza,
Curíosa China en trato, en medicina
Alejandría, en fueros Zaragoza.
Imite á muchas en mortal belleza,
Y sea sola inmortal y peregrina
Esmirna que en Bnlbiicna á Homero goza.
3,° Otro del Lie. Miguel do Zaldierna de
y"iaca.
Nos.
del t<
Que ese gallardo entendimiento e
Va Erifile fué á Espafia: deaer
De ese tu Potosí de venas de oro
El valiente Bernardo, y con sonoro
Verso el valor de su española guerra.
No te quedes en sola esta Grandeza,
Danos tu univúrsul Cosmografía
Í)e anligllcdades y primores llena;
El divino Chrisliados, la alleíft
T. n,-3t
— 190 —
De Laura, el arte nuevo de poesia.
V sepa ci luiiQdo ya quién es Balbuena.
I." Otro del Dr. D. Antonio Avila de
Ciidena, Arcediano de la Nueva Galicia,
No resonaran, no, Ins selvas tanto
Ni del hijo de Anquí
se supiera,
□ hubiera
Si el Mancuano Títiro n
Celebrado su nombre e
V si de Homero el n
Con que á su Grecia alaba no se oyera,
Menos del bravo Aquiles conociera
Lo que hoy adora el mundo con espanto,
México, tu grand eia milagrosa
Ya queda del olvido y de su llama
Más segura que en láminas de acero.
Fiir mil edades vivirás gozosa,
Pues si de Italia y Grecia hoy hay inl fama,
Balbuena es ya tu Titiro y tu Homero.
5." Otro del Lie. Sebastián Gutiérrez Ran-
gel.
Cisne de los remanso de Caisiro,
No á'igo yo que cantas cuando mueres,
.Sino cuando vivir mSs vida quieres
Que el que sesga el Meandro y bebe e! Istro.
De la inmortalidad en el registro
\ombre de grande en tu grandeza adquieres,
O eres disimulado Apeles, ó eres
En el saber un nuevo Trismegistro.
Gr»nde;ia á tus grandezas añidiste
i
- 191 -
Con la que hoy de III ingenio be derrama;
De Mélico es la voz, tuyo el sentido.
De un hombre bueno á otro mejor subiste,
Hijo ¡amorta] del tiempo y de la Fam»,
Encantando á las ondas de! olvido.
' Cuatro quintillas de Franciüco de Bal- ]
lia Estrada, hermano del autor.
lÁegó aquí un hidalgo un día,
Persona grave y a
Que por gran cosa tra;
Un librillo que decía
La Grandeza Meiicanu
V¡n
á mi de a
Y en oyendo el c
Estilo, dije: Parad
Y decidme ¿esa deidad
Es de Homero ú de mi hermano?
No SÉ, mas de polo á polo,
Dijo, es bien que esta voz suenr.
Que es de mi patria fl Apolo,
Y ella mayor por él solo,
Que por cuanto sin él tiene.
¡Fué dicho sabio y profundo,
Y yo en lo mismo me fundo
Para sólo me preciar
De quien ha podido honrar
La mejor ciudad del mundo.
El írente d^ la foja S es blanco, y d lá
vuelta se ve el reirato del autor, toscamen-
te gratoaào en toadera, dentro de un óvalo \
- 192 -
y rodeado de adornos. Arriba está la Fama,
con su respectiva trompeta, y un listón don-
de se lee: Sitmina Inboris habet. En el mar-
co del (5valo, el nombre del autor Bernardo
de Balbuena. Abajo un escudo de armas.
Fuera del cuadro en que está encerrado to-
do esto hay al pié una linea de caracteres
movibles.
•í" Nobilitasfola cft atq, vnica lirtiis.
Las ocho hojas preliminares carecen de
numeración.
En el folio 9 comienza una epístola "Al
Dr. Antonio de Avila y Cadena, Arcediano
déla Nueva Galicia, el Bachiller Bernardo
de Balbuena." Concluye en el fol. 40; pero
en realidad no ocupa 32 fojas, sino 41, por-
que los folios 33 à 40 están repelidos, y este
ultimo otra vez más. En tres fojas sin nu-
merar está una Introducción de letra cursi-
va. Sigue el texto del poema, desde el folio
61 al 119. Parece faltar algo entre la intro-
ducción y el poema, porque no hay pliego
H, y las hojas que antecedan al folio 61 son
52; pero ya veremos que otro ejemplar pre-
senta la misma parcicularídad.
AI texto del poema sigue urt Compendio
Apologético eu alabansa de la Poesia. Ocu-
pa dpi íoJio 120 al 140, último del libro.
Veaino3 ahora la descripción de otro
, J
- laü -
Sièmplai' perLenecìente i la rìquisirrta Bi-
blioteca Carter Brown, en Providencia
(Estados Unidos). Tuvo la bondad de co-
municírmclacl Sr, D. Juan NicolAs Brown,
hijo mayor del finado poseedor.
Un adorno A la cabeza de la página.
Grandeza Mexicana | DEL BACHILLER
BERN.VR-|do de Balbuena-|Dingidal Al
cxcclenLissimo don Pedro Fernàdez | de Cas-
tro, Conde de Lemos, y Andradc, Marques
de Sarria, y Pre-|sidente del Real Consejo
de Indias &c. | CON LICENCIA | EN MEXI-
CO. | -tEn la Emprenta de Diego Lopez Dá-
llalos. í-IAr^' dr 1Ó04.
En 8. Bianca la vuelta de la portada, y si-
guen otras trece lojas preliminares, que
contienen:
Frente de la 1." "I. D. LVDOVICI DEL
RIEGO I Mendoza, prcclarissimi Doctoris
Filij Didaci del I Riego " 4 líneas en
todo: un gran escudo de armas, y abajo
cuatro líneas en verso, letra cursiva.
Vuelta ;de la 1.^ foja: "líAL EXCELEN-
TISSIMO I Condede Lemosy Andradc.Mar-
ques delSarria, Presidente del líeal Con-
|sejo de Indias [El Bachiller Fcrnardo de
Balbucna. | ELOGIO. |" En verso, y acaba
en el frente de la foja 7, ^
Vuelta de la 7.« foja: "nESTAS ADVER-
TENCIAS I eran márgenes de las cnncío-
- 194 -
nes, y por no c;iiier en | cUiis üc pasaron
aquí, para que st- enlien-|dan con más faci-
lidad." Acaban en l:i vuelta de la foja 8».
Frente de la 9^ "AL LETOR": lermina
en el frente de l:i í." 10". Desde la 9.» en
adelante se corresponden ya exactamente
los ejemplares, inclusa la falta del pliego H.
Parece indudable que los primercs son
los que llevan el nombre de Ocharte.
Inclinan'A creerlo así varias circunstancias,
aun en la parte material. La dedicatoria al
Arzobispo hace juego con la canciún Divi-
na Garsa en honra suy;i, y con los extensos
comentarios á la misma, en que se hallan á
cada paso nuevos elogios. En los ejempla-
res de Liipez Dávalos desapareció déla por-
tada el nombre del Arzobispo, y al mismo
tiempo la hoja de la dedicatoria. NiBalbue-
naninadichabíadc atrever.se .í eso viviendo
y gobernando el prelado. Creo que cuando
este falleció en Octubre de 1606 aun quedaban
ejemplares de la edición; y como faltaba ya
Mecenas á la obra, hubo de buscársele otro
en la personadel Conde de Lemos, conocido
protector de literatos, Para esto fué preci-
so reimprimir algo de los preliminares; y
si no se hizo en la casa de Ocharte fu¿ por-
que ya no e.fisila. En efecto, no conozco li-
bro suyo posterior A 1604. Con esto queda
dicho que Dávalos imprimió los nuevos pre-
liminares después de 1606, aunque .se con-
seiTfl en la portada la primitiva fecha de
1604,
Si buscamos pruebas materiales de que
la edición fué una sola, hallaremos que los
ejemplares van enteramente conformes en
todo desde la foja en que comienza el pró-
logo Al Lctar, la cual lleva en ambos fa
signatura A 3, que conviene á los ejempla-
res de Odiarte en que esta foja es la 3." y
no il los de Dávalos en que pasó á 10.» in-
clusa la portada. El texto comienza en la
foja numerada 9, signatura B, y esto convie-
ne asimismo & los primeros ejemplares,
porque hay antes ocho fojas sin numerar:
en los segundos hay catorce. Para la inter-
calación de 6 fojas que hiü0 Dávalos tuvo
que añadir signaturas, como lo expresa el
Sr. Brown.
Esta primera edición, en cualquiera de
las dos formas, es sumamente rara. No se
registra en el riquísimo Catálogo do Salva,
ni apareció en la venta del Sr. Ramírez. La
tuvo el Sr. Andrade (núm. 3862) y se ven-
dió en Leipsic con todo lo demds.
El citado Catálogo de Salva habla de una
edición de 1609 con referencia al prólogo
del Beritardo, reimpresión de Sancha. No
encuentro otra mención de ella, y tal ve/
esa (echa sta simplemenle una errata,
- 1% -
Extraño es que ninguna de las obras de
Balbuena lograra ima reimpresión en más
de dos siglos. Parecía que la Grandeza, por
su breve volumen y su interés local, pudie-
ra haber encontrado fácilmente un editor
en México; mas no fué así. A mediados del
pasado siglo decía Eguiara: «Rarus est lí-
ber cujus vix tria vidimus excmplaría, e
quibus unum penes nos esse nobismet gra-
tulamur, optantes curantesque etiam ut ite-
ratis typís usui esse multis possit.» El de-
seo y el proyecto de Eguiara no se realiza-
ron.
Tanto cuanto fut; olvidado en los pasados
tiempos el pocmita de Balbuena, &c viij fa-
vorecido en el siglo que corre; pero con ma-
la suerte, porque si bien se cuentan de él
cinco ediciones, en ninguna ha vuelto á apa-
recericon todos los agregados que plugo ai
autor ponerle.
"La Real Academia Española fué la pri-
mera" quc'se acordó de él para colocarle
como añadidura á la edición del Siglo de
Oro, que hizo* en 1S21; pero de los agrega-
dos no nos dio más que la dedicatoria^ la
canción Divina Garza en loor del Arzobis-
po, el prólogo y la breve introducción, Que-
daron fuera los elogiosjal^autor, los comen-
tarios á la canción, y el Compendio Apolo-
gético en alabanza de la Poesía.
- 197 —
La CASA Lanuza, Mendia y C», de Xueva
York, reiiroditjf) allí cn 1828 Ih edición ár
la Academiii, con una breve introducdün
tle los cdilort'S, cn un Lomo de HO páginas
cn lt>'.
Oigo de olrafditión de 182^, cn 16," tam-
bién, con YIII y 82 páginas, impresa tn Ma-
drid por D. Miguel de Bnrgos, que no he
Ilegiido U ver. Hállase mencionada en los
Catálogos di: RiCtüei, 6 sea Ternaux-Com
pans (íiúm. Wi9), de Andradc (nüm. 3863) y
de Ramire/ múm. 436). Un ejemplar apa-
rece de venta en el Boletín de la Libreria
fMadrid), Afto IX, pág. 4':, y otro ,\iio XIV,
pág, 24.
Igual tamaño, número de íojas, lugar y
nombre de impresor encuentro en una edi-
liün qiif leiigo con la íeclia de 1S37, y cali-
ficación de Cutiría. Le prCtede una adver-
tencia del editor anónimo donde expresa
quf hizo la imprrsirtn con dos fioes; 1." fa-
cilitar la lectura del libro á poco costo, y 2 "
■•lisonjear algiin tanto el orgullo español
•patentizando más y más los beneficios íne-
■ narrablcs que debe aqt>el continente :l su
«metrúpoli;> tema que desempeña en seis
páginas, üs tambiOn copia de la cdiciún
académica, y tal vez la misma de ISSO, con
cambio de portada.
Malii íuraa, v no inmerecida, alcanzan las
T. ii.-r-i
- Ì98-
cilìciones hechas f:n folletines di' periódicos
mexicanos; mas es justo hacer una honro-
sa excepción en t;ivor de las que ditì La So-
(iedad. El ailo de ISüO, en un cuaderno de
A 4." con 101 paginaB, salido de las prensas
cíe Andradc y Escalante, publicó aquel pe-
riódico Ui Grandeza Mcxkmin. Contiene
ese cuaderno la dedicatoria, la introducción,
y por via de Apéndice el trozo de la carta
al Dr. Avila y C;idcna en el que el autor
refiere los certámenes literarios en que to-
mó parte, é inserta las composiciones que
le fueron premiadas en ellos. La edición es
correcta, y pocas his variantes de alguna
importancia que se nolan en el texto del
poema, comparado con !a edición princeps,
de Ocharle.
De esta e.-iposirión resulta qup no lia vuel-
to á imprimirse completo e! librito de Bal-
biiena. Todas las remipresiones se han he-
cho por ejemqilar de Ocharte, pues tienen
)á dedicatoria al Arzobispo. En ningunase
encuentra el elogio del Conde de Lcmos ni
sus .iíiirrlriiims.
Ijrl I-'.,,:: in-.' t:. rti SU lìibliolCCtl, nO sin
vini, II, i ■ ■ '■■. ■'- lid I.ii,'. Zaldierna,del
alyíi,,. :; . ..-; , I _.i;iiOc los Ríos, del ar-
cudi.Liiii .\mI.i L.ulviiii.y del hcrmnno dei
autor.
Hn el Ensiiyo il<- ii'ui liiliUohra España-
- 199 ~
la de Libros raros y curiosos, formado por
los Sres. Zarco del Valle y Sancho Rayón
con las papeletas de D'. Bartolomé José Ga-
llardo (obra que es gran lástima no .tenga-
mos conchuda) se copia el principio del pró-
logo y el soneto de Zaldierna. Refiriéndo-
se á la carta dirigida al arcediano, dice Ga
llardo: -Contiene unos versos al nuevo Ar-
zobispo de .México (la canción Divina Gar-
3tt) con una prolija é impertinente glosa al
gusto de las del Poiifemo, rebutida de cito-
tas y latinados, > No diré que la erudición,
aunque grande, que Balbutna ostenta en
esa epístola venga siempre á cuento: la can-
ción es lan embrollada como de mal gusto,
y la ff/csíT no se le qaeda atrás en ese pun-
to; pero la mayor parte de las citas latinas
íion de la Escritura, Santos Padres y auto-
res clásicos, -de modo que, bicnó.mal trai-
das. no merecen la calificación de citoias y
litíinajos que les aplica ¡el acerbo critico.
Hay la particularidad de que con raras
excepciones las traduce toJa^ Balbuena en
prosa li verso, scgiin sct cI original.
Copió también Gallardo unos trozos del
discurso en duícnsa de l;t poeslu. También
los pondremos aquí, toniilndolos del origi-
nai, porque la Biblioteca de Libros rayos no
es común entre nosotros.
•ateo sé que hiislíi ahora casi loda la poc-
- 200 -
sia española no es más que una pura fuer-
za de imaginación, sin ir enfrenada y pues-
ta en medida y regla con las que el arte de
MI facultad pide, no sé s¡ por la deprava-
cióB del tiempo, que gusla de novedades;
pero si alguna saliere con tas condiciones
que la razón pide, no se yo por dónde lo se-
rá barajarla con las demás. Pues en lo que
el tiempo, después de acribadas sus cese-
chas y apartada la paja del grano le ha de^
jado por suyo, digno es de mucha venera
ción y respeto; y si no basta para conocer-
lo pasar los ojos por la grandeza de espiri
tu, elocuencia y profundidad de misteries
(mistcfiosos?) conceptos y sentencias de
tantos poetas latino.s y g:ríegos, valga á lo
menos la autoridad y crédito del gran Ba'
silio, que en su persu.isoria afl Nepstvm
afirma que todas las ficciones de Homero
y de los otros poetas griegos no son otra
cosa que unos agudísimos «slfmules & la
-virtud, y asi en la florida antigüedad de
aquella nación á solos los poetas Uaipaban
sabios. . . .
•La elegancia de las palabras, la propri^-
daü do la lengua, las suaves y hermosas
iraslaciones, los modos agudos, galanos y
mievos de decir, la copia, ¡ibundancia, cla-
ridad, allivcK, el delicado estilo, lo ordina-
rio y comiin diolio por modo particular y
- 2l'l -
extrurdiuiiiio, y In que es más, l;iiá cosas <jx-
traordiiianas, nuevas y ilifldles por modo
ordinario y fúcii, lodo o:i de lu juriadkdón
del poeUi, que tiene oblifTiiciún A scf gene-
ral y cursado en todo, en prosa y en verso,
en uno y en otro •rt^nero, y que en todo lla-
ga y diga con eminencia y caudal. Ni pien-
se nadie que una copla sin alma, un soneto
soñado, un lomanec sin ¿1 le ciftc de laurel
la fronte y le d¡í cornna inmortal y nombre
de poeta, . , .
'Ha sido y es la poesía desde el princi-
pio del mundo alegría y sola/ suyo. Tan
agradable y dulce, que con su deleite ar-
rañnicn concierta el ánimo y le entretiene,
compone el espíritu, mitiga la ir.t, alivia
los trabajos, acompafta la soledad, y como
dice Macrobio, despierta la virtud, ' recrea
los miembros humanos; las aves Ja gorjean
los cisnes la cantan, las tórtolas la arrullan,
las calandrias, los ruiseftores, los sirgue-
ros, los canarios y pardales, todos ta gar-
gantean y contrapuntan. A todos deleita, y
agrudu: á los delfines en la mar, Á los ca-
ballos en la guerra,:! los caminantes por los
desieno.s, al pastor tr;Ls el ganado, al ma-
rinero en el tiniiin, al pescador ontre sus
redes, al oficial en .sus tareas, al regalado
en sus convites, á la monja en su clausura,
¿Ja doncella en su labor, al galán en su
L
- 202 - -
üovancn, ;il relifíioso en su coro, ¡i lodos
hace compañía. íí todos rcffahi y coiisucln,
;I lodos ngradíi y Icvanlu el espíritu. . . ,
■ ;Eiiqué pnrtf del mundo se lian cono-
cido poetas tan Jignos de vcncríición y
respelo romo en España? Oran cosa fue-
ron Lucano, Séneca, Marcial, Silioltülico y
otros en aquellos antiguos siglo.i, pues has-
ta los de ahora resplandecen, Pero en los
modertios, quién no sabe cutín famoso fué
el rey D.Juan el Segundo, el Príncipe de
Viana D. Carlos, rey que esperaba ser de
N.iA-urra, el Almirante de Castilla, el gran
Duque de Alba, el de Medina, el tte Sesa,
el de Gandía, el de Osuna, el Marquís de
Saritiilana, Roscan, Clarcilíiso y Castillejo,
D. Fernando de Acuña, D. Juan de Alineí-
da, D. Lope de Salinas, D, Diego de Men-
doza, el Marqués de Cerralvo, el de Tari-
fa, el de la Adrada , el Príncipe (Je Fez, el
valeroso Conde de Salinas, el de Villama-
yor, el de Portalegrc, D. Juan de Tarsis, D.
Gaspar Mercader, caballero valenciano, el
.igudisimo D. Luis de Góngora, D. Fíüx
Arias Girün, D. Gonzalo Pacheco, D. Lo-
renzo de Mendoza, D. Mateo Pérez de Cár-
denas, D. Jerónimo Cortés, D. Felipe de
Albornoz, el gran D. Alonso Ercilta y Zú-
ñiga, ni:is celebrado y conocido en el mun-
do por la excelencia de su poesía que por
— 'j(i;! -
!i noliirin y aiiligu;iiioblL'2;i tlü sa ciiü;
linaje; y en nuestros occidentales mundos I
el gran cortesano D. Antonio üe Saavedra I
y Guzmán, losacabados ingenios de los dos I
Carlos, uno de Sámano y oti^o de Arellano, I
Mariscal dv Horobia, el discreto D. Rodri-
go lie Vivero, el estudioso D. Lorenzo de J
los Ri'iis y Ugartc, que con heroica y íeliz |
vena \ a describiendo las maravillosas ha-
;íañíis del Cid. V finalmente, por eeliar la I
llave de oro á este discui\so, y la suma
tímaeiún y honra á esta divina academia
de sabios, son también de ella los ínclitos y
soberanos Marqueses de Montesclaros, pa-
dre y hijo, lustre y glom tic l;i nación ca
pañola, el prudentísimo qonde de Monte-
rrey, el sin igual conde de Lcmos, divinos
polos sobre que se revuelve y c&ti;ib;i la
gran maquina de estos últúnos imperios de
la tierra. , , ,>
La parte relativa á los certámenes es im-
poriajite para la historia de nuestra litera-
tura. Copiaré aqin' solamente el pi'inapio,
dejando las composiL'iones prt-naiadius, pp,r
no alargar mils esto escrito.
•Fuiü U'jKos un museo y academia de (
Apolo donde tenía el ,m;ís lamoso oráculo
de sus adivinanzas y la conversación or-
dinaria i'ün las Musas. V un esta ciudad en
QOrrtfspondeneía de esto, por particularin-
-- 2<Ì4 —
llufin'ia y bcnifíniíUid vìe ciclo, Ih'iic los
mejores espíritus y m;ts floridos iii!j;enÍos
que pioducc y cria el suelo, Y porq JC Dal-
los nos ha ocasionado ¡i esl;i materin, y el
estar fundada en el Paniasn, ;í tratar de la
faeultad poética, que es eomo una influen-
eiri y particular constelación de esta ciudad,
segi'm la generalidad con que en su noble
juventud felicísima mente se ejercita. De-
jando íihora para otra ocasiún el tratar me-
nudamente sus partes, preceptos y reglas,
que pide m;is desooupacii^ii y estudio, por-
que se conozca el ordinario eji'rcicio que
en ella hay desta curiosidad y letras, pon-
drá aquí, como de ppso, ires carias qne
siendo colegial de uno de sus colegias me
premiaron todas en primer lugar en tres
justas literarias que hubo durante el tiem-
po de mis estudios; y aunque para V., que
fuú testigo y tie los más aprobados de aquel
tiempo, sea superfluo renovar estas memo-
rias, no lo seni quiz.-í á los que llegaren :i
verlas de nuevo. Quiero contar una gran-
deza digna de ser admirada, que ha habido
justa literaria en esta ciudad donde han en-
trado trescientos aventureros, todos en la
facultad poética inúfenios delicadísimos, y
que pudieran competir con los mrts flori-
dos de! mundo. La primera de mis compo-
s se premili en la fiesta de Corpu
^haci
— -jori —
Chrisli, cn presencia de sifU- obispos qiiei'i
la s;i;iiiii cclchiaban Concilio Provincial cn
esta fumosa eiudad cn compafliii del lUino.
D. Pedro Moya d¡? Contrcras, Arzobispo
de ella, Pidii3se una cai la cn quc Cristo
consolase al alma cn la ausencia que hacía
del mundo desta manera •
La scymula coniposición, "(ixplicnndo en
redondillas la liHr.i dil Salmo 136 qiic em-
pieza Sw/hv'////íi//;jí/ /íii/»v¡oiiií" \c fue- pre-
miada ci día de la Asunción de Xucstra Se-
floni, "cn una famosa fiesta que se hizo al
Marqués de Villamanrique, Virrey de esta
Muova líspaña."
La tercera caria "lui algunos años dcs-
m¿s escrita íí la ^[ajcstad del Rey Filipo
igradccimiento de haber enviado ií
:a ciudad por su Virrey al lUmo, D. Luis
Velusco, tan deseado de ella, y que con
inta prudencia y gloria suya la yobcrní)."
PremÍ!h-onle lamhicn cn primer lugar la
xposición de una empresa de tres Diade-
is, y sicie k'tras sobre ellas, que declan
'Atcgr/a.*
En lo demás no fallan pasajes de cierto
inlcrcs para nosotros, como esios:
•El ordinario lenguaje de esta ciudad es
vi mis cortesano y puro, el miís casto y
medido que usa y tiene la naciún española,
haciendo sus ingenios, asi en esto como en
"■" T. ii.-ri
— 206 -
lo demás, conocida ventaja á los más famo-
sos del mundo. >
Hablando de Argos y de sus lamosos ca-
ballos, dice que aunque por ser aquella
ciudad seca y sin más agua que la de un
pozo, no se pueda comparar á México
«donde tanta sobra, por la excelencia de
sus caballos merece este lugar, y México el
primero en lo que ho}- se conoce, de más y
mejores en presencia, brío, gala }' hechu-
ras.»
Curiosa muestra de las traducciones de
Balbuena es la que hizo de unos versos del
Arte PoMca, ác Jerónimo Vida. Comenzó
por imprimirlos así:
Ncc jussa catinSy itisi f orí e coactus
Magnortifii imperio regimi et
Omnia sponfe sua, quce nos elegimus ipsi
Provenitiut, duro nsseqitimitr r/'.v jnssa labore,
V tradujo:
No c.intes cosas que otro te deniíinde,
Sino en ocasión propria, ú compelido
De que algún grande príncipe lo mande.
En lo que por nosotros fué^eligido
Todo se vuelve fácil, y al contrario
Lo que nos mandan duro y desabrido.
El original dice:
. . . .Xec jussa canas, nisi forte coactus
[onim imperili Reeriim; si 'jiris lumen ri
ioi-es iiilrr iioslros ijiii (alia citrel.
n sponte sua, qiiie nos elegimiis ipsi,
miiint: duro asseqiiimui' v\t jiissn inbore.
D. Gaspar Bono Serrano iradiijo tic est
Riodo:
iincn ndmitfts poéticos encáreos,
o úbüifurie cnn mandnto cipresn
eroso inounren, sí hay alguno
■ ame In Poesía en estos tiempos,
nto por propiA ínspirncitin nosotros
olvemos cantnr es liacedero;
i nrgiiiiicotos de eíecciúnnjenn
aar no es Jado á superior esfuerzo.
h'No sé SÍ Balbuenu, como buen coricsano, '
6 dejaría fuera el si tjitis ínmcn. . . .para
o oíender ¿i los magnates de sn liempo
livorctedores de hi poesía, ó sencillamen-
B por considerarle ajeno ;i su intento: de
lodos modos, no tenía derecho ;'i mutilar el
lexlo destruyendo la medida dolos versos.
I- No es el i'mico ejemplo del poeo cscrúpir
'6 con que citaba.
"A este pasaje precede un soneto que no
Hice Balbucna que sea suyo, sino que *pa-
?ecc hecho para regla y medida de los rau-
s largos y cortos que en esto ha dado
1. i};acirancia.> Helo aqui:
Por solo
V:iyase .
>n la Pücsía
.n gran li
e lofurn.
Sigfn con discreciüQ sendu sigura,
Ajuslúndose siempre á su talento;
Mire qùe cs la Pileifa un dulce viento
Qiie dcívanecc ¡il de niiiynr cordura.
Nu se hngn común, que cs torpe cosa,
Ni tr.ite siempre en coplas, que es bajeza;
llng:n pocas, y A honradas ocasiones.
Que esta tal poesía es generosa
V esotro coplear propria torpeza
De groseros ¡niíenios macMrroncs.
Lit epístola al .-irccdiiino concluye .ist:
■ Estas .ipunl.iciones me parece que bastan
porno dilatai' miis (-1 discurM, yquesepue-
da imprimir con los otros sin crecer dema-
s¡«do el volumen y costa, que es mirande la
que aquí se hace en esto, y sin esperanza
de gozar el trulo de ella más que este estre-
eho y pequeño mundo de por acá que aun-
que de tierra grandísima es de gente abre-
viado y cono, y fuera de esta rica ciudad,
i-asi de todo punto desierto y acabado en lo
que es trato de letras, gastos, regalos y cu-
riosidades de ingenio, por haber tiranizado
las Kr^njerías, y codicia del dinero los mayo-
res pensanüentos por suyos. Y así los de-
más trabajos mloi, si algún día:, como estos
-■209 -
merecieren salirà la IU7, será gozando de
las comodidades de España, enviándolos
alia 6 disponiéndome yo á llevarlos. Entre-
tanto quiero que esla sombra y ademán d^
rosa vaya á descubrir tierra y ver el acó
gimienlo que el mundo le hacc>.
Cumpliii Balhiiena su propósito, porqur
I aun cuando tenía escritas otras obra.s, ya no
publicó aquí ninguna. El Siglo de Orocn
las Selvas de Eyifile se imprimió en Ma-
drid, en 1608, y le siguió El Bernai'do. im-
preso allí en 1621. La fecha de ta primera
de estas obras nos da á conocer aprosima-
üamente la del regreso del autor á su pa-
"tria. Hemos visto que los cambios hechos
Vn ios preliminares de la Gyaiidesa han de
'«tr posteriores á la muerte del Arzobispn
íiruFrida en Octubre, d* 1606, y los haría
Jlalburna al disponer su viaje A Espafis,
blonde quería presentar-. su libro al nuevo
Mecenas, el Conde de Lemos, entonces pre-
sidente del Consejo de Indias. Envió por
delante el Siglo de Oro, cuya dedicatoria al
mismo Conde firmó en Madrid el 31 de Oc-
tubre de 1607. El viaje de reyrcso debió de
• verificarse en los meses anlcriores de ese
tnismo iuio.
E! soneto laudatorio de! Lie. Zaldi<-Tna cs
■como un caiiUofio de las obras de BSibuc-
wWi- Atk-mSs de las tre-s- impresas se incn-
- 210 -
cionan otras qur quedaron inéditas- y se
timen por perdidas; la Cosmof:rafia Uni-
versal, el Chrisiiados. -la alteza de Laura'
y eJ Arte Xiicvo ifi- Poesía. Conjetura Ía
Real Academia Espartóla que lo^ holande-
ses robarían esos manuscritos en la inva-
sión de Puerto-Rico, de que cr¿i obispo Bal-
huena, pues consta que saquearon el pala-
cio episcopal.
Se ha acusado á nuestro aiilor de haber
exagerado al extremo las {grandezas de la
ciudad de Mísico. Esnnuy posible que «-I
arrebato poético le haya hecho avivar los
colores de la pintura; pero si registramos
los libros coetáneos ú poco posleriorcs, ven-
dremos en conocimiento de que abundan
las riquezas y las -ocasiones de contento,»
romo él dice, porque aquella gente era so-
brado alegre y regocijada, amiga del Iqjo^y
de los .placeres. Las fiestas eran frecuen
tes, y la alegría gustaba de echarse á la ca-
lle, donde el pueblo disfrutaba de los visto
sos festejos á que se prestaban !os trajes y
costumbres de aquel tiempo, El lujo era
sostenido por los virrcj'es, grandes seftorcs
siempre, y la noblcz;iseg;ulasucjfmplo con
lai fervor, qnc solía necesitar de freno. La
ciudad, aunque no fuese hermosa conforme
.■i lo qiae hoy se pide, lo era para aquel en-
toncci, y recogía en su seno las riciucgns
- 211 -
que recibía de Oriente y Occidente por uno
y ntro mar. Por más que Balbuena ponde-
rara, no había de fraguar lo que no existía.
Asf es que la Grande;:» no lan súlo debe es-
timarse por lo que valga como poema, sino
I también como tlocumenio histórico, usáíi-
I -dolé con las precauciones debidas.
En resumen, por más indigesta que sra
¡■■■^ijena al gusto reinante la eradicidn de
^s piezas cu prosa que Balbuena agregú á
" 11 Graiiiícsa Mexicana, haría bien México
i conservarlas mediante una nueva edi-
ción, pura no perder nada de cuanto dio A
Glüz aquel darò ingenio, criado y educado
[ijtre nosotros, y que, como dice Beristain,
iguf escribió sus obras, y aquí aprendió á
fecir arrogantemente en su Brriiartío:
:cati?ar rrm mi plunifl afíonde quiero,
r« Homero el segundo, yo el primero.»
tctuhre. IHefi."
Tiesputs Je cíiL'iiio (y aun publicado] lo
que precede, he tenido ocasiiiii. de recoger
alguna otra noticia locante :\ la •Grandejia
Mexiciina' de Balbucn-t,
Á
El 5r, Broivn se sirvió mandarme copia,
cic la Canctün en loor del Conde de Lemo5,
á que hice referencia en la pág. i93.Vapre-
cedida de un elogio al aulor y al Jlecciiíis
que ocupa el frente de la hoja inmediala á
la portada. Dice asi:
L. D. Ludovici del Rieyo| Mendoza: pre-
clarissimi Doctons Fili¡ Uidaci del ¡Riego
ili Mexicana Curia rcgalii Scnatus. Idiynis-
simi Frc-sidís.
Sigue un escudo de armas, y debajo de
íl estos versos:
líccplusiueciiii. iieqticiii liis esl vcrsibus ullra.
Hecplus iillra illis addcre Apolla foltsi.
rlHs iiccbenntis crii, nrqite (ii liisMaeiialibHs iillra,
-Vfc jWn.i mira illis aiiiícrt- Fama foltsl.
En la pág, 193 copié yaeltítulo de la Can-
ción, Esta es demasiado extensa para re-
producida aquí: consta de diez y siete es-
tancias de á diez y seis v'írsos y un remate
de ocho. Comienza de este modo:
Si al grave ciirsn del ftliz gobierno,
En que de un nuevo imindo la gran masa
Con lu .saber y tu grandeza mides,
VA paso corlas y e! lervor divides,
Y un pecho tan prudente como tierno,
Da nlivio :il tiempo, á lo3 cuidados lasa:
Xhevo Mecenas, gloria de In casa
Mds noble y más ¡tntJgua
(,)ue España en sus arcliivos aleatigua;
- 213 -
Pues siglos vence y las edades pas&,
Pase también, y crezca como espuma
Mi humilde hiedra que en su exceUu muro
Busca arrimo seg'uro,
Donde ni la marchite ni consuma
El invidioso aliento que procura
Manchar el sol y hacer su lumbre escura.
V acaba:
Vo cantaré de tu español Bernardo
Las antiguas victorias y bazaiías
De aquel siglo furor, del nuestro espanici,
Y en honra de su espada y de mi canlo,
Mientras en veloz curso y brio gallardo
Vence las aventuras más extraías,
_ V á Lei3n humilla las francesas salías,
No habrá golpe de afrenta,
' Grandeza, antigüedad, pecho de cuenta
' Que allí no suene de ambas las Españas.
y celebrando asombros y portentos,
Y á ti por mi Mecenas,
En aulas de oro y de carbuncos llenas,
Deste árbol hallarás los fundamentos,
V arrimada ya á él tni Inimilde ramii,
• Mio será el pregún, luya la fama.
Y tú, canción, que donde muere el día
Ue España, en son perfeto
Naciste, va & los pies del rafts discreto
Principe ilustre que en sus cortes crin;
V alli con las grandezas del sujeto •
(Si todo no lo pierdes por ser mía)
- 2U -
Le ruegH admila ya esle amago tuyo
Por muesirn de mi amor, y A mi por suyò"
Siguen, fn tres páíriniis las «adverlcii-
lias» Ú notas A la canción, de quf hablé en
fi lugar citaJo,
n¿, solamente de oidas,
una edición de 182'', que lie adquirido pos-
teriormente- Conjeturé que esa y la de 1837
serían una misma, cambiada la portada. En
efecto, el tc:íto es de una sola edición; pero
el cambio no se limitó :i la portada, sino que
se extendió í las cuatro liojas preliminares,
es decir, al prólogo del editor anónimo, en
" que se notan curiosas mudanzas. Las edi-
ciones de la 'Grandeza Mexicana' coinci-
dían con los sucesos que llamaban la aten-
ción pública hacia Mexico. La de 1B29 co-
rresponde ;i la expedición de Barradas; la
de 1837 al rcconoi ¡niicnlo de la independen-
cia, y los prólogos se acomodaban á Lía cir-
cunstancras. Ambos llevan por fin contra-
poner la felicidad de que gomaba Mí.xicu
bajo la dominación cspaiiola, y la desgracia
en que había caído por liaber prodamado
ta independencia. Pero en el de 1S29 hay
frases duras y negros colores. El editor se
lisonjeaba de que por la amarga experien-
cia de tantos males, /íJ/ ues esos Hijos pro-
- 215 -
digos volverían «humillados y arrepentidos
á la casa paterna, clamando á los pies del
clemente Fernando: Señor, hemos pecado
contra el cielo y contra ti: ya no somos dig-
nos de ser llamados tus hijos: trátanos co-
mo á jornaleros tiiyos.^ Y remontándose
en alas de la fantasía, prosigue: «Oh! Si es-
te día llegara, ¿que haría entonces el enter-
'necido monarca? ¿Qué? lo que hizo el Padre
de familias, y hacen todos los padres: cele-
brar banquete y regocijo por haber vuelto
á abrazar á los hijos que lloraba perdidos.>
En 1837, reconocida 3'a la independencia,
aquella ilusión debía parecer, por lo menos,
ridicula, y al poner en circulación los ejem-
plares rezagados fué forzoso suprimir el tal
prólogo 3' poner otro en que se emplean
frases más templadas, y aun compasivas,
para reseñar los males que México sufría,
concluyendo con esta exclamación: «¡Enva-
necimiento glorioso para España, si la ma-
dre pudiera ser indiferente á las calamida-
des de sus hijos!^ La pintura de la antigua
felicidad se comprueba con las descripcio-
nes de Balbuena; y hé aquí cómo la pacífi-
ca «Grandeza Mexicana» vino á convertir-
se en folleto político de circunstancias, ó
cosa parecida, lo cual asombraría no poco
á su autor, si resucitara.
Septiembre, 1887.
I
FRANCISCO DE TERRAZAS
Y OTROS POETAS DEL SIGLO XVI.
iUrÉN 110 ha leido el elogio que Mi-
'guel do Cervantes Saavedra hizo
I de los poetas de su tiempo en el
Canto de Caliopc? Allí habrán visto mis
lectores estas dos octavas en loor de dos
ingenios americanos, uno de los cuales es
nuestro:
^^De la región antírtica podría
Eternizar ingenios soberanos,
Que si riqíieiras hoy sustenta y crin
También entendimientos sobrehumanos.
Mostrarlo puedo en muchos este día,
Y en das os quiero dar llenas las ruanos:
Uno de Nueva España y nuevo Apolo,
Del Perú el otro, un sol tínico y solo.
tFraMiico el uno de Tcrtaeas ti
El nombre acá y alli tan conocido
Cuya vena caudal nueva Hipocreoe
Ha dado al patrio venturoso nido:
La raeatna gloria al otro ¡ffual le viene,
Pues au divino ingenio ha producido
En Arequipa eterna primavera,
Que este es Diego Martínez de Ribera. >
Y al leer esto, ocurre desde luego pre-
guntar: ¿quiíji era ese Francisco de Terra-
zas? ¿qué eacribiú para que su nombre fue-
se «acá y allá tan conocido?" Si nada im-
priraiú, como parece, ¿de dónde hubo Cer-
vantes la noticia de su existencia, y qué viú
de sus escritos para que así los elogiase?
Habrá un año que, leyendo cierto Discur-
so en la Academia Mexicana, dL-ploré If
mala suerte de Terrazas, cuyas ohras se
habían perdido por completo; pero añadí
que conservaba esper.an/:as de hallar algu-
nos fragmentos. Era que ya tenía yo puesta
la mira á un manuscrito viejo donde pensa-
ba que podrían encontrarse, y quiso la suer-
te que el tal códice viniera por fin & mis
manos al tiempo mismo de acabar.se la im-
presión de aquel Discurso. Casi tengo em-
peñada mi palabra de darai público lo que
se hallase, si mis esperanzas se realizaban;
por eso, y porque los restos de nuestra an-
tigua hteralura no son tantos que pucilaii
desperdiciarse, quiero decir aqui algo de
esas antiguallas: que si no dieren contento
sal
ÜICZ
- 219 -
al lector amigo, puede dcjiirlas guardadas
pani el que múa adelante escriba de aque-
llos tiempos.
Debo, por principio, nombrar al escritor
que me ofrece los íragmentos, y presentar-
le al público. Es Baltasar Dorantes de Ca-
rranza, hijo de aquel Andrés Dorantes que
salvado del triste naufragio de la armada
le Panfilo de Narvaez en la Florida, eon Al-
Núñez Cabeza de Vaca, Castillo Mal-
mado y el negro Estebanico. anduvo á
pié, en compañía de ellos, desde aquellas
remotas costas hasta venir, por entre tribus
bárbaras y desconocidas, á encontrarse en
Sinaloa con los capitanes de Ñuño de Guz-
mán: pcfegrinacióii maravillosa que duró
diez años, y lerraiuü en 1537, Nifestro Bal-
sc precia lio poco de su ascendencia.
fació en México íl mediados del siglo, se-
:(5mputo aproximado: casó dos veces,
primera con D." Mariana Bravo de La-
;nas. y la segunda con D," Mariana Ladrón
íe Guevara. Fué tesorero por S. M. en el
lerlo de la Veraeruz: desempeñó otros
oficios: los conquistadores y pobladores le
nombraron procurador en la corte, adonde
no dice si llegó ;t ir; privaba con el virrey
D. Martin Enriquez, á quien acompañó has-
ta Acapulco cuando fué á embarcarse para
el Perú: heredó de su padre una buena en-
4
- 220 -
comienda, que dcspncs le quitaron no sabe-
mos por cu;Sl motivo; ci caso fué que le de-
jaron por puertas, y como él dice, "tan des-
nudo en cueros como lo salió mi padre de
la Florida." Por los años de 1604 dirigili al
virrey Marqués de Montesclaros una rela-
ciún sin titulo, que á pesar de ser harto to-
luminosa no es más que la suma ó compen-
dio de otro libro principal á que con fre-
cuencia se remite (1). En la relación hay pa-
ra todos los gustos: tan pronto refiere el
autor los sucesos de Colón, y se explaya en
la descripdón de la isla Española, prefirién-
dola á Inglaterra, Cicilia y Candía, como
se pone á discurrir muy de asiento acerca
de las causas de que unos hombres sean de
ingenio má% sutil que otros, trayendo al ca-
so multitud de autoridades latinas de filóso-
fos y naturalistas antiguos, con lo cual de-
muestra siquiera que no le faltaba lectura.
Que todo esto se hubiera perdido, no nos
causaría gran duelo; pero sf nos haría bas-
tante falta la parte curiosísima del manus-
crito, que es la destinada A la narración de
las hazañas de algunos conquistadores y d
las descendencias de muchos de ellos. Uno
á uno los va lomando para nombrar sus
(1) El original de la:
tac
mujeres, hijos, niütos y biznietos. En tales
genealogías mezcla unas familias con otras,
como realmente se mezclaban, de lo que á
menudo resulta cierta confusión en los Una-
jes. Como el objeto de Dorantes era pre-
sentar á los ojos del virrey, reunida en un
punto, toda la descendencia de los conquis-
tadores, para que en ella premiase los ser-
yicios de los antepasados, pasa de corrido
ir los muertos, que ya nada habían de pre-
'tender, y por los que entrados en rcligiOn,
no continuaban las casas, como él llamaba
á sus genealogías. De ahí es que falten no-
ticias individuales de muchos hijos de con-
quistador que eran fallecidos, y desgracia-
damente en ese caso se encuentra nuestro
poeta.
Era el hijo mayor del conquistador del
mismo nombre que vino con Cortés y fué su
mayordomo: «persona prcemincnte,> según
el puntualísimo Bernal Diaz, De los hechos
del padre no hay para qué tratar aquí, y baste
saber que murió en 1.^49, siendo alcalde or-
dinario de Rlíxico. El poeta dejii tres hijos
de su mujer María de ■Obregún, hija del po-
blador Rodriíío de Bacza y de Mari López
de Obregón. La descendencia de esta Se-
ñora Mari López fué tan numerosa, que •&
su entierro, dice Dorantes, fueron de loba,
capuz y toca negra setenta hijos, nietos y
T. Il.-L'B
É
- 222 -
biznietos, y ios más son vivos; yen sus hon-
ras celebraron la misa en S. Francisco des-
ta ciudad de México cinco nietos suyos sa-
cerdotes y otro que predicii. Murió la suso-
dicha de más de noventa años, y yo la co-
nocí'. No sabemos cuándo failcció nuestro
poeta: mas como líi Galaica fué escrita en
1583, y de las palabras de Cervantes se de-
duce que el elogiado vivía, tendremos que
poner su fallecimiento entre ese año y el de
1604; a mi entender más cerca del primero
que del segundo. En su tilmulo puso Alon-
so Perez el siguiente hiperbólico epitafio:
Cortés en sus niaravilliis
Cpn su Talor sin segundo.
Terrazas en escribülas
V tn propio lugar subillas
Son dos eitrcnios del munc
Tan extremados los dos
En su suerte y en prudcneií
Que se queda Ja sentencia
Reservada para Dios
Que sabe la diferencia.
H
Y otro poeta desconocido que corre en
las páginas de Dorantes con el solo nom-
bre de Arrasóla, dijo á esc propó.sito:
Los vivos rasgos, los matices unos,
La brava bazaña al vivo retratada,
Con visos más que Apolo cristalinos
- 223 -
Como del
ino Apeles dibujada;
Va don mislerioa la dejú divinos
En ci octavo cielo colocada
Francisco de Terrazas, Fdnii solo
Único desde el uno al otro polo.
P^H Tenemos, pues, que nuestro Francisco de
■ "'Terrazas era conocido y celebrado en Mé-
xico y en España. Hay in:ls, porque según
te.stimonio de Dorantes, fué «excelentísimo
poetii toscano, latino y castellano». No ofre-
ce dificulud lo latino, porque el estudio de
ese idioma clásico estaba muy extendido y
muchos versificaban en él; pero {de dónde
pudo venirle lo toscano? Cierto que enton-
ces privaba en España !a lengua italiana,
mus no hallo que lo mismo fuera en Méxi-
co. ;Iría acaso A E.spaña nuestro poeta? No
parece difícil, porque tra muy írccuenle
en hijos y nietos de conquistadores pasar ¡I
ta corte en busca de premio A los servicios
de sus padres ó abuL-los. AUií fué con tal
fin D. Antonio de Saa/edra Guzm;ín, el del
Peregritt'i buliaiw, y allá estaba Lindando
esa via penosa un hijo de Dorantes, üe cae
modo se explicarla también el conocimien-
to que Cervantes tuvo de Terrazas y de sus
versos; pero no cuenta con otro apoyo la
conjetura.
Ames de haiÁní del pootiuL de l'ci'V'^'i^v
- 224 -
cooTiene desembarazarnos brevemente de
otras noticias. Diego Muñoz Camargo, en
su Historia de Tlaxcnln, cita un Tratado
del Aire y Tierra, escrito por Francisco de
Terrasas, cn que se contaban los inauditos
trabajos que Cortés y sus compafíeros pa-
saron en la expedición de las Hibucras. No
sé si se rtífiere al padre 6 al liijo: la presun-
ción está en favor del segundo, por cuanto
sabemos que era hombre de pluma, lo cual
no nos consta del padre, pues no tiene fun-
damento la opinión de los que le atribuyen
la célebre relación conocida con el nombre
de El Conquistador Anónimo. De los indi-
viduos de la familia hallo, además de lo di-
cho por Dorantes, que un Francisco de Te-
rrazas era en 1570 vicario del pueblo de
Xicotcpec en el obispado de Puebla.
Nada de nuestro poeta se publicó en sus
dias, que yo sepa: recientemente han sali-
do á luz tres sonetos suyos hallados en una
compilación inédita de Flores de varia poe-
sia, hecha en México el año de 1577. Com-
prende composiciones de muchos poetas
espaSoles, y entre ellas los tres sonetos, que
están en el Ensayo de una Biblioteca Es-
pañola líe Libros Raros y Curiosos (tom. I,
cois. 1003, lOüT). Copio el primero y el úl-
timo, omitiendo el segundo por sobrada-
mente libre. ^
. Dejad las hebras de oro ensortijado
Que el ftnima me tienen cnlaíado,
Y volved á la nieve no pisada
Lo blanca de esas rosas mntizado.
Dejad las perlas y el coral preciado
De que esn bocn está tan adornada;
V al cielo, de qiiieu sois tan envidiada,
Volved los soles que le habéis robado.
La gracia y discreciiín que muestra 1
Del g-ran saber del celestial maestro
I Solvédselo li la aogélica natura;
^ Y todo aquesto asi restituido,
Veréis que In ^iie os queJa es propio v
¿er áspera, cruel, ingrata y dura.
'Si
E Terbaías i
El que es de algún peligro escarmenlado,
'Suele teraelie más que quien lo ignora;
Por eso lenii el fuego en vos, señora,
Cuando de vuestros dedos fué tocado.
Mas (Vistes qué temor tan eicusaito
Del daño que os bara la vela agora?
Si no os ofende el vivo que en mi mora,
¿Ciímo os podrá olender fuego pintado?
Prodigio es de mi daño. Dios me guarde,
Ver el pábilo en fuego consumido,
Y RCiidirie al remedio vos tan tarde:
n
El mísero que en fuego por vos arde,
Hasta que esté en ceniza convenido.
Vengamos ya ;í tratar del poema de Tp-
rmzas. Se intitulaba Nuevo Mundo y Con-
quista, Y quedú sin concluii- por muerte de!
autor. Debemos á Dorantes los fragmentos
que se conservan, por haberlos intercalado
en su rclaciún; pero al extraerlos de ella
tropecé con una dificnliad que no he logra-
do vencer. Hablo de la duda que eiv parte
ofrecen acerca de su verdadero autor. No
dice en general Dorantes que todos sean
de Terrajas {& quien llama también nuestro
Marón): en algunos expresa el nombre del
autor, en otros le calla, y en uno, despucs
de haber puesto el de Terrazas, le borrü r
escribiií arriba Arrdeoln. Existía, como he-
mos visto, un poeta de este nombre, amigo
del otro: ¿quién nos .asegura, pues, de que
entre los fragmentos anónimos no haya al-
guno más de Aminola? Y acaso pudiera
terciar en la dispula Salvador de Cuenca
que también hacía octavas al mismo asunto,
y era probablemente 5iijo de Simon de
Cuenca, otro mayordomo de Cortés. Impo-
sible es conocer quién es el dueño de cada
uno de los fragraentojí, cuando Dorantes no
le expresó. No puedo hacer más que dar-
les el urden que i mi juicio les correspon-
" 1
- 227 —
de, poniendo nombre de autor ¡I los que le
tienen y dejando anónimos los otros, como
los hallé: bien que me incEino ú creer que
los mAs son de Terrazas, No he coiTCgido
sino lo notoriamente errado: ¡i descuido de
Dorantes pueden atribuirse algunos de los
defectos de versificación que el lector no-
IUiril.
Juzgo que el fragmento siguienCe perfe-
hecía ;í la introducción del poema,
I
No de CoriOs los.milagroaos lieclios,
\o ins victoi-¡as ¡nauditaa canto
De aquellos brnvos é invencibles pecbns
Cuyo valar al mundo pone espanto:
Ni iLqiidlos pocos hombres ni pt^Kreclios
e ensalzaron su fama y gloria tanto,
e del vm polo al otro en lodo el mundo
Renombre han alcnnzildo sin segunda.
Tamos rendidos reyes, niievn mundo,
Infinidad de cuento de naciones,
Segunda lìspiirta j hecho sin segundo,
líjírcilos vencidos ii millones,
Dioses poslríidos falsos del profumili
A quien sacri lie aban corazones.
Na lo puede escribir liumnnn pluma,
Que en la mente divina está la suma.
Valeroso Cortés por quien In famu
-Sube la clara I
Cuyas hechos
ñipa hasta el cielo
derrama
Con Cus proezas adornando el suela;
- 228 -
Si tu valor que ci ánimo me inflama
Se perdiese de vista al bajo vuelo;
Sì no pueden los ojos alcanzalle
íQuién cnntnrft nlab.tnzns á su talle?
No quiero yo manchar, ni Dios lo quiera ,
Del pecho sabio el finirao invencible
Cuyo blasón fijado allA en la esfera
Contiene, todo es poco, lo posible;
Ni aquella temeraria fuerza fiera
Con que alíanosle casi lo imposible:
Que es agotar à mano un mar copioso.
Solo diré de paso lo forzoso.
L,i octava siguiente (de Terraz:is) puroct
corresponder al mismo lugar: ,
Mag-nánimo Cortés cuyas hazañas
Al mundo otro mejor lian añadido, -
Uonor y gloria de ambas las Españas,
De Dios para sus heclios escogido: ' J
Si al bajo son de mis groseras cafias j
No pudiere cumplir lo prometido, I
Vos os habéis privado del efeto
De que haya pluma igual á tal sujeto.
Lo que sigue, también de Terrazas, se re- ^
fiere á la expedición de Francisco Hernán- |
dez de,Cúrdoba, que salió con el fin de cau- ,
tivar indios en las islas de los Guanajos.
Tras el felice fin de aquella guerra
A Cuba fué con escogida gente, |
En breve tiempo viü toda la tierra 1
Pacifica servir seguramente. I
-229-
Mas como el fundiimenio que s.e
Hace salir errado lo siguienle,
Para las minas de oro que hallar
Esclavos á hace
Lac;
a dest
li juzgalla
Ni aun esie es lugar de decidirse,
Si pudo la s ai o n justifican a
V ea otra ha sido justo el impedirse.
Sé que después de híen eiamioalla
Vino con gran rlg-or á prohibirse,
Aunque el remedio á tiempo se envíase
Que á reparar las Islas no bastase.
Antes fué decayendo de tal suerte
En breve tiempo aquel dichoso estado,
Que de los indios con estrago y muerte
Un número infinito fué acabado.
y como nadie de oro se convierte
Al rústico provecho áel ganado.
Para labrar laa minas fué la traza
Hacer de ciertos hombres simples caía.
Junto á Hor
s Islas de Cua
ajos h
taba
Humilde y simple que muy fácilmente
Por fuerza ó por engaños ae tomaba;
y como empresa que era conveniente
A la labor del oro que aflojaba,
Tres vecinos de Cuba la emprendieron
V con Diego Vela^quei se avinieron.
' Si desto ae dió parte al almirante,
O si con causa dello estuvo acedo.
Más claro se verá más adelante
T. U.-
Ya que en decirlo agora corto quedo.
El uno fué Cristóbal de Morante,
El otro Lope Ochoa de Caicedo,
Francisco Hernández Cdrdoba el tercero,
Por capitan de todos y primero.
.Armados menos, que en esfuerza fínos
Soldados ciento y diez lleva la armada,
De ejtravagantes hecha y de vecinos
Más que en In guerra en contratos fundada:
Era piloto Antonio de Alaminos,
Veedor fué Bernardino de Calzada^
Con quien Velnzquez una barca envía
Porque entrar á la parte pretendía.
V como las jornadas de antes hechas
Al medio de !os polos se inclinaban,
Donde por conjeturas y sospechas
Hallar grandes riquezas foliliabao.
También aquestas naos iban derechas,
O poco de aquel rumbo desviaban, '
Las islas de Guanajos procurando
Casi casi al Sudueste navegando.
Nadie á decir agora me compela
Los trances de fortuna que pasaron,
La presa de Naucol, la carabela
Con que los indios presos se le alzaron;
Que en fin por donde nadie dio la vela
Al viento, y dé! forzados, arribaron
A tierra nunca vista ni sabida
Que lué para su daño conocida.
El saqueo del pueblo de Naucol dio á Te-
rrazas ocasión de introducir un episodio.
Supone que Huitzel, mancebo valeroso,
hijo heredero del rey de. Campeche, se
enamoró perdidamente de la linda Quetzal,
hija y heredera del Rey de Tabasco. Al-
gún obstáculo se opondría á su unión, por-
que concertados los amantes se huyeron,
y por caminos excusados llegaron á Nau-
col, poblezuelo de pescadores, donde no
fueron conocidos. AIÜ se establecieron en-
tre aquella pobre gente y vivieron tranqui-
los algún tiempo, satisfechos con verse jun-
tos, y sin echar menos las grandezas en que
se hablan criado, hasta que una noche á
deshora cayeron los españoles sobre el
pueblo, y pasó lo que el poetii vii referir-
Dí: blandos ejercicios fatigados,
Que et dia Codo se pasaba en esto,
Al dulce ensueño entrambos entregados,
V en brazos cada cualjdel otro puesto,
Fuimos sfibitamecte salteados
Con un ruido temeroso y presto,
Al tiempo que á la lumbre venidera
Dejabna las estrellas la carrera.
Y no esperando ¡i ver que cosa fuese
Prestísimo salté del lecho á escuras.
A Quella 1 recordé que me siguiese
Metida por serradas espesuras,
Hasta que claramente se entendiese.
- 232 — " .;
50. del rumor, y á penas duras
Despierta estuvo, cuando yo sin tino
Mosirándole iba incierto mi camino.
Siguiendo iin resplandor de luí escaso
Por lina estrecha senda mal abierta
Mi bien iba esperando paso á paso
Sin ver que del temor va medio muerta.
Falla la fueria al desmayado paso
Ya ni á mi rastro ni á la senda acierta,
De visla finalmente nos perdimos
De suerte que hallarnos no pudimos.
Puesto encima de un árbol devisaba
El luego de las casas encendidas,
Los llantos y las quejas escuchaba
De miseras mujeres doloridas:
Una espantosa grita resonaba
De voces muy feroces no entendidas;
Que súlo yo juzgaba que serían
Tus li.rgas manos que tras mi vendrían (1).
Movido á coropasiún de mal tamaño
Que el inocente pueblo padecía,
B»jé curríendo, y cada punto un año
De grave dilación me parecía;
Y asegurando á Quetzal de aquel daño
Rendirme á tus ministros pretendía
Que en m! todo el furor ejecutasen
Con tal que al triste pueblo perdonasen
Busqué gran rato por el bosque umbroso
1) Crivú b1 principio, que aquel a I buroto era c^iO sa-
urios mluistros que el rev su suegro (coa <]uien lia-
habÍH enviado A prenderle.
- 233 —
Del alma mia la glori» fugitiva,
V cuanto más buscaba congojoso
De poderla hallar más léj'os iba;
Knsta que el rayo ardiente luminosa
Que al mundo de tiníebla oscura priva
Quitó también la duda de mi pecho
V fui de mnyor daño satisfecho.
Acuso me Imito un vecino ralo
Que el pueblo andaba lí voces convocando,
Diciendo que acuJiéscmos ni rio
Por do una. nueva emente íha bajando
De quien robadas con violento brío
Muclias personas nuestras van lloraudo;
V entre otras que llevar viú raaninladas
Mí Quclínl y sti hija eran noQibniduí,
No como yo con tal presteza parte
Ciervo que sin sentido el curso aprieta
Cuando en segura y sosegada parte
Herido siente la mortal saeta
Ni nunca por el cielo de Ini arle
Correr se ha visto la veloz cometa,
Que á ver de mi desdicha el caso cierto
Con miedo y con amor volaba muerto.
V ft una legua 6 poco mis andada
Hallé los robadores y robados;
Vide unn gente blanca muy barbada,
Soberbios y de limpio luerro armados;
Vi Va cautiva presa en medio muda
De sus alhajas miseras cargad us,
Al uso y voluntad de aquellos malos
Que abijando los vuu ú duros palos.
Tan cerea en fin llegué que me sinlii
Y vueltos hacia mi se repararon;
Mas las cuitados presos que me vieron
Un alarido al cielo levantaron,
Socorro lamentando me pidieron
Causas de obligación representaron:
Como si para aquella gente fiera
Bastante desarmado y solo fuera.
Entre otras cosas ponen por delante
El agradable hospicio recibido,
Sus obras buenas y e! amor constante,
La eslima en que de todo fui tenido.
¡Pues sfuÉ hará el que apenas es bastante
A lamentarlos triste y condolido,
Que aun para consolar su sentímienlo
La voz robu el dolor al flaco aliento?
.Mas cuando de palabras mal compuesta-
Cuales el triste caso permitía.
Razones tuvo el ánima dispuestas
V echarlas por la boca pretendía,
A Quetzal vide estar que á manos puestos
Socorro vanamente me pedía,
Mi nombre cien mil veces repitiendo
V arrollos de sus lágrimas haciendo.
Cual túrtola tal vez dejü medrosa
El chico pollo que cebando estaba
Por ver subir al árbol la escamosa
Culebra que á su nido se acercaba,
Y vuelta vio la fiera ponzoilosa
Comerle el hijo encarnizada y brava;
Bale las alas, chilla y vuela en vano
Cercando el árbol de una y otra mano.
4
- 235 -
Asiryo sin remedio, congojado
De ver mi bien en cautiverio puesto
Llegaba al escuadrón desatinado
Clamando en vano y revolviendo presto;
De suerte que seguido y esperado
Detuve un rato al robador molesto
Del nuevo caso con razón se admira.
Mas como ni salvalla peleando
Pudiese, ni morir en su presencia,
Tal vez al enemigo amenazando,
Tal vez pidiendo liumildc s
Sin otro efecto los segui luchando
Con el dolor rabioso y la paciencia,
Hasta llegar al rio do se entraban
En casfts de madera que nadaban.
Pues la cuitada Quetzal que n
En una veo, y del lodo ya dejarme.
Arrastrando tentaba defenderse
Y d gritos no dejaba de llamarme:
Del mesmo robador quería valerse
Pidiéndole lugar para hablarme,
<Siquiera aqueste bien se me conceda, i'
(Le dice) que hablar á Kiiitxel pueda.» ■
Volviendo &. rat, y en llanto derretida,
"Huitael [me dijol, pues mi dura suerte
Y sin que pueda ser de ti valida
Me lleva do jamas espero verte.
Recibe en la penada despedida
El resto de las prendas de quererte,
Y aquesta fe postrera que te envió
Y puesta en amor
oso y dulce fui
Seguirte peregrio
a se dispuso,
Si en muerte ni ei
1 prisión el nu,
Que Amor al cora
zon cuitado pii
Poilrú quitar jamas sin ser quitada
RI alma presa íi la mortal moradn.
«Si voy para vìvìr puesta en servici
Tenerme ha tu memoria compañía,
Y en im continuo y solitario oficio
Llorando pasaré la noche y din;
Mas si muriendo en Iriaie íincrificio
Fortunfl abrevia In desdiohn mia,
Adonde estés vendré, no tengas duda,
Espíritu desnudo y sombra muda,''
Dijele: "No podrü, yo le promelo,
Apartarnos, el hado triste y duro:
Heme entregado aqui, lit-nie sujeio
Al fin incierto de mi mal futuro."
Diciendo .aquesto pilselo en efecto
Con paso largo y corazón seguro,
Hice los nu£
1 poder
señor
:vos hor
luego, d la 1
de mi seBoi
nbi-es admir
V á todos los
Ko tanto de su
amigos
1 daño ]
afligidos.
fuando del mio propio condolidoí
Finalmente quedamos embarcado;
Y entre los robadores
repartidos.
i
- 237 -
Junto COD el despojo que tomaron
Do mSs volumen que valor hallaron.
Callo su preguntar y su malicia,
Su gran soberbia, su mandar airado.
Su mucbn crueldad, poca justicia
Y aquel desprecio del haber robado,
Sus rigurosos modos, su codiein,
V el deshonesto vicio libertado;
Que lodo se pagd en luuf pocos días
Con gran venganza por diversas vías,
I Que desde á poco tiempo nos libramos
Por im dichoso caso qne tuvimos,
En que á la mar las guardas arrojamos
Y con la casa de agua al través dimos
A la cercana costa do saltamos
V por la tierra adentro nos metimos,
Tomando yo de nuevo mi camino
Con Quetial solo, incierto y peregrino
V sin saber addnde íarainaba
I.Iegué con más trabajo del que digo
Do & la sa^on Mochocoboc estaba,
Prudente, osado y de virtud amigo, .
Que sosegado en Chnmpoton reinaba
Sin miedo y sin noticia de enemigo.
El cual me recibió de la manera
Que el propio hijo recibido fuera.
A lo que podemos juzgar el episodio dt-
Huilzel se enlaza natufitlmente' con la ac-
ción: nada tiene de manivilloso ni de ex-
travagante, ¡intt'S bien est;í referido con
sencilleü y ternura: la desgracia de los
T.U-30.
- 238 -
amantes interesa. Aunque los indios lleva-
ban con paciencia la esclavitud en su tie-
rra, nada los horrorizaba tanto como ser
sacados de ella: preferían la muerte. Por
eso sorprende la rcsoluciún que Huitzel to-
ma de someterse voluntariamente á suerte
tan dura, sólo por no vivir lejos de su ama-
da. El desenlace es feliz, para que el pasa-
je no deje impresión desagradable,
Vayan ahora dos fragmentos (anónimos)
en que se cantan la fortuna de Cortés y la
desesperación de Velázquez:
En cuántas cosas ciega y desatina
A los qtie tieae yn por desechados
Fortuna que juzgada fué divina
Con tanta admiración de los pasados!
Y cuando á dar favor se determina
iQué medios toma nunca imaginados!
Quitando de adelante tropezones
Y allegando las buenas ocasiones.
A Julio César hizo que no abriese
La carta que la viria le importaba,
A Galba que su fin no previniese
Pues claro en los agüeros se mostraba;
Por otra parte á Wamba que rey fuese
Por fuerza cuando menos lo pensaba;
Y á Pertinai de muerte receloso
Le liizo emperador muy poderoso.
Y porque muclio no nos apartemos
Trayendo ejemplos de 1« antigua historia.
- 239 -
El que en Velázquez y Cortés
Darán de lo que dig-o fé noto:
Notorios digo son los dos eiti
Del don y privacidn de honor y gli
Alu
!ndo
fabarr
V al otro
Descubre &. Yucatán la no sabida
Francisco Hernández Cúrdoba llamndo,
I Tierra firme poblada y bastecida
>r que basta alli se habla bailado:
ii31o sacó el riesgo de la vida
I De treinta y tres heridas lastimado,
I Huyendo muertos veinte compaHeros,
Sirvieron los demás de mensajeros.
Asf que la noticia con que él vino,
La muestra de riqueza que traía,
I Creyó Diego Veláíquei ser camino
] Que su dichosa suerte le ofrecía.
[ Armú i Juan de Grijalva su sobrino
rescatará Yucatán ie cnvia:
Lleva doscientos hombres escogidos
Con armas y rescates prevenidos.
Más bien, mayor riqueza y esperanza
Grijalva descubrió que imaginaba;
Mas nunca asi3 gozar la buena andanza
Que para Cortés solo se guardaba;
V en ver Diego Velazquez la tardanza
De nueva, y que el sobrino no tornaba
A irnos y otros rueg'a con la empresa
V así vino Cortés &. haber la presa.
No baatú que Grijalva despachase
- 240 -
A Alvarado que ricas cosas lleva,
N¡ que Diego Velazquez le enviase
A Crislóval de Olid con gente nueva:
Fortunn. urdiú que nadie se encontrase
Y qoe á poblar Grijalva no se atreva,
Que Baltasar Bermudez se le excuse,
Y que Vclaaqucz el gfaslar rehuse.
Abrió & CoviC's Tortuna aqui la puerta
Que á todos los demás iba cerrando,
Y con Dieg^o Velnzquez lo concierta
Mi g-asto ni peligro recelando;
E hiio su veniurn buena y cierta
Ser diligente y no tnrd;\r dudando;
Que aquel con la Fortuna estS bien puesío
Hl que 6 SUS tiempos es resuello 7 presto.
Y no porque Grijalva al tío trújese
Gran relación del mundo descubierto,
\i aunque en Velazquez tal mudanza hubles
Para querer salirse del concierto
Bastó que aquel camino no siguiese
Que su dichoso hado muestra abierto;
Ni astucias ni camelas fueron parte.
Cortés, para aprenderte ni estorbarte.
De aquí vino la rabia en que se siente
Arder Diego Velazquez las eniratías,
De aquí la emulación de tanta gente
La adulación que siempre usó sus mañas;
De aqui el llegado amigo y el pariente
Con chismes, con embustes y marailas,
De aquí el pesar de la ocasión perdida
Que poco ¡5 poco le consume en vida.
Sinticí Diego Velaiqiiez grande afrenta
De ver que á su pesar Cortés camina,
Que la imaginación le representa
El claro fin que el cielo le destina.
De cosa ni de si no se contenta
Cien mil contrariedades imagina,
De dia ni de noche no reposa ,
■ Ni buen medio á lomar acierta en eos».
De todos sus amigos anda esquivo
Viviendo melancdlico, apartado,
Muchos tiempos anduvo pensativo
de las gentes afrentado.
Poru
Le ti<
Poro
avillado,
a que asi pierde
;as que ha traído
r la empres
El ánimo de rabia le re
La muestra de rique;
El capitan Grijalva n
' La noticia del mundo no sabido
Que agora ha descubierto al occidente,
Temor que el eitremefio que allá es ido
Sefior ha de ser de él con poca gente,
V el no poder prendelle ni estorballe
L- Hace que en infernal pena se halle.
Pensando está ciímo castigue y dome
i Aquel que su ventura le contrasto,
rY liasta que venganza dello tome
a y sufrimiento no le basta;
I Dormir oo puede ya y apenas come
f Que humor de sits anlrnflaB propias gasta;
I Y en su desvanecida fantasía
I Vido en vision I3 iiiísmii en que se via.
Encarece Terrazas la pequenez del ejér-
cito que sale á la conquista.
Por lodos sus quinientos compañeros,
Caballos trece solos van por cuenta;
No se cuentan aqui los n
Que con once navios vna
Seis tiriUos de campo bien ligeros
Ballestas y escopetas eran treinta,
Los indios de servicio son doscientos
Y alguna munición y bastimentos.
Catad aqui el ejército famoso (
Que el Xeries nuevo al nuevo mundo lleva;
Con cuánta artillería va espantoso
A dar de su valor tan clara prueba;
Mirad con qué pujanza va animoso
A dar al rey de España estotra Nueva:
Mirad con qué ganó tan alto nombre,
Y da á los hombres Dios, y á Dios tanto
(hombre.
Las siguientes octavas también de Terra-
zas, aunque colocadas en otro lugar del cu-
dice, parecen corresponder á esta parle del
poema.
Ag-ora el gran Cortés que va en lu nombre
Y sólo en tí el intento soberano,
Encargas el remedio de tanto hombre,
Carga, Señor, de esfuerzo más que humano:
Y con peligros, porque el caso asombre,
lil oro vas tocando de tu mano.
[ Por descubrir quilates de aquel pecho
Aqiiien cometes el divino becbo.
Tiempo vendrá que haga la memoria
Que agora por el tiempo se me impide,
ÉPues no son dignos de menos honra y gloria
Los por nombrar, ni es justo que se olvide.
Y si de todos no hiciere historia
Tan clara como el caso me la pide,
Allá los tiene Dios, que no se olvida,
Escritos en el libro de Iti Vida.
Dorantes 5e admira de que aquellos va-
lerosos hombres fueran desdichados en la
recompensa de sus servicios, y aflade que
•la causa y secreto Dios la sabe, que aun-
que fueron los fines buenos, con tan gran-
des efectos, los medios se pudieron errar
porque predicar Evangelio con la espada
en la mano y derramando sangre, es cosa
temerosa, y que parece acá al juicio Kuma-
no, que sus descendientes van haciendo pe-
nitencia desta soltura; porque apenas se
hallará hombre desta cepa que no ande
menáigando, y aun por ventura por puer-
tas ajenas.» Y al propósito trae estas dos
^^^^vas:
^^^L Mi Dios, ul juicio humano qii¿ apartadas
^^^Kyan las secretas sendas que caminas;
^^^K^Lbs del hombre ignorante qué trilladas,
Ü Qué incógnitas y ocultas las divinas:
• Y cuando van las cosas dedicadas
poderoso, 1
no alcanzamos, fl
- 244 -
A ti y por ti cuàn bien las
Que á estorbar el camino
Ningún trabajo humano es poderoso.
Secretos son, Señor, que no alcanzar
Conceptos tuyos son que no entendemos,
Trazas y ocultas vías que ignoramos,
Estilos son que no comprcliendemos.
Cuando más cerca delloa nos juzgamos
Menos de sus caminos conocemos,
y así, siendo imposible investigarlo
Es opinion prudente no intentarlo.
En la casa del capitan Andrés de Tapia,
cuenta Dorantes, que este valeroso conquis-
tador formó unconcierlo con otros doce com-
pañeros, 'los cuales todos, habiéndose en-
comendado á Dios, y estando oyendo misa
del Espíritu Santo, que habían hecho dccif,
teniendo e! saccrcote el Santísimo Sacra-
mento en las manos, hicieron pleito home-
naje de abstenerse todo lo posible de pecar
mortalmente, prometiendo de andar juntos
para socorrer A españoles é indios amigos,
y librarlos de cualquier peligro, ó morif so-
bre ello, Hiciéronse grandes efectos, y li-
braron á muchos de la muerte; y cuando
algún otro hacia algún buen hecho, decían
generalmente que no hiciera más si fuera
de los conjurados; Jcomo si dijera: no hicie-
ra más si fuera de los de la fama; y así es
bien que se conozcan estos valientes gue-
- 245 -
rreros que merecían ser eternizados como
los ^ doce de la fama, que este nombre y tí-
tulo de grandeza tan loable, también le ad-
quirieron en la guerra.» En seguida los
compara y prefiere á los catorce famosos
de que habla Ercilla en el canto IV de su
Araucana, poniendo fin á su discurso con
estas tres octavas anónimas, donde se ven
los nombres de los doce. Tienen cambiado
el orden de los consonantes del primer
cuarteto, y no me parecen de Terrazas.
¿Quién de Tapia podrá pintar los hechos,
Una difícil prueba á ingenio humano,
" Un brío y un esfuerzo soberano
Que atemoriza los soberbios pechos?
Los doce que en el reino mexicano
Prometieron vencer ó ser deshechos,
Que sobrepuja el nombre al fiero Glauco
Y á los catorce del famoso Arauco.
¿Dónde se vido un Serna y un Baena,
Un Sevilla, Vanegas, Olmos, Nieto,
Que pusieron con Robles en aprieto
Al bando indiano con rigor y pena?
¿Dónde iin Victoria, con Granado inquieto,
Roman López, y Aguilar que suena
Tanto en valor, con el osado Pardo
Que forman diestro un escuadrón gallardo?
Paréceme locura y devaneo
Querer engrandecer tan alto nombre
Basta que al indio oprima, i España asombre
T. n.-3i
■24fi -
V que ucoTte los pasos al deseo. [
yiie donde sobra causii fiilta nn hombre,
Si quiere lincer aquí soberbio empleo.
¡Olí pluma! no te pierdas de iin-ogantc
Du iiu llegA til voz, 1.1 fama caitle.
Pues de hazañas .se tratíi, vaya una dtlas
de Francisco de Moría que tantas hizo. El
hecho es histórico, y aconteciii cuando Cor-
tés venía navegando en busca de las tierras
ilntes descubiertas por Cúrdova vGrijalva.
Las octavas son anónimas.
Cortés dijimo.s que llamarse oía
De aquella nao que en gran peligro e^liibu,
De Francisco de Moría ú quien babia'
De un ÉTolpe temerario la mar briva
Lleviídole el limón que io regía,
V il despecho de quien le gobernaba
Se le arrebata de los fuertes brazos
Haciendo jarcias y árboles pedasos,
El animoso capitan que vido
Llevar asi el g-obienm lí su navio,
V casi j-a en las onihis sumergido
Andarse deslizando á su albedrlo,
De varonil esfuerzo prevenido
Fiando en Dios, con mils que humano brio,
Da un temerario tiento ¡í su veiitm'a
V contra el mar y vientos se aventura. .
Cruel Nepluno, dice, & quien es dado
De estos salados reinos el gobierno,
Que hoj contra esta flota te has aunado
D
- 247 -
Con furiosas cuadrillas del infierno;
En vano ha de salir lo concertado
Que el Dios de las alturas sempiterno
Quiere á despecho de tus crueles manos
Dar ayuda y favor á sus cristianos.
Barriendo sale entonces el lucero
Al luminoso Apolo la carrera,
Cuando á la escasa luz vido el madero .
Que le robó furiosa la mar ñera,
Y como le vio cerca el caballero
«En nombre de Dios,» dice y más no espera,
Que es mayor el peligro en la tardanza,
Y á las furiosas olas se abalanza.
Rompe las aguas el valiente pecho.
Con los pies y cabeza gobernaba,
Reman los fuertes brazos, y derecho
Navega do el timón vido que estaba:
Más de doscientos pasos son de trecho
Los que el madero de la nao distaba;
Mas el famoso capitan con brío
Le agarra y da la vuelta á su navio.
Cual á la caza va sacre animoso
Rompiendo el aire y con superno vuelo
Hecha su punta vuelve presuroso
Con la presa en las uñas al señuelo:
Así el valiente Moría valeroso
Se arrisca con un ánimo del cielo
Y apenas se arriscó á ganar la empresa
Cuando vuelve gallardo con la presa.
Llega al navio é izan el madero.
De los que dentro estaban ayudado.
- 248 -
Vuélvelo ¿ su lugar, como primero,
Que no parece haber de allí faltado
De qué Diego Garcia, bravo y fiero,
De qué Pompeyo ó Xerres se ha contado
Haber nunca en e! mundo sucedido
Hecho tan valeroso y atrevido.
Moría, diga la fama, Moría asiente.
Horre trofeos, batallas, vencimienios.
Que otros vencieron hombres solamente
Moría á los invencibles elementos.
Los cuales viendo asi tan fácilmente
Estorbar solo un hombre sus intentos.
Confusos se retiran aire y fuego,
Y dejan cielo y aguas en sosiego.
Es cJe Terrazas la plática que Cortés hi-
XÒ ;1 \oñ indios tle Cozunlel por itiedío del
indio Mrlchorcjo, intérprete del ejército.
Después que fuú acabada la comida,
Cortes viendo la gente sosegada,
Por lengua no tan diestra ni expedida
Cuanto de la ocasión es demandada,
Les diú de las palabras de la vida
La colación que (¡ene aparejada;
. Vuelto al Calachuni con alegría
Y á todos los demás así decía:
•La obligación, amigos, en que quedo,
Y las prendas de amor con que tne hallo,
Y ver que en otra cosa yo no puedo
Mejor que en la presente demostrallo.
Hace que os vede, como agora os vedo.
- 249 -
Tener un dios ajeno y adorallo,
Y que dejéis la ceguedad y vicio
Con que hacéis al barro sacrificio.
«Si en lo demás es justo que os alabe,
En esto solo os juzgo por livianos;
Decidme en qué juicio humano cabe
Que adore las hechuras de sus manos.
Quien no vive, ni siente y nada sabe
En qué os podrá valer, decid, hermanos;
Si dioses son, y yo puedo hacellos
Más justo es que me adoren, que 3-0 á ellos.
«Qué bien ni qué consejo darme pudo
Un dios que hacer no puede lo que pude;
Haced que tome un arco, espada, escudo,
Que tire, que me ofenda 6 que se escude;
Haga otro bulto así de piedra mudo;
Decid que un paso de do está se mude;
Veréis cómo no es dios, sino hechizo
Que verdadero Dios es el que os hizo.
«Xo es Dios quien no da luz ni la destierra,
Mas quien hizo la luz es luz de hecho;
No es Dios quien dar no puede paz ni guerra.
Mas quien sembró la paz en nuestro pecho;
Xo es Dios el que hombre hace de la tierra.
Mas el que de la tierra al hombre ha hecho:
Eterno Dios, Dios sabio, omnipotente
Y sobre todas cosas excelente.
«Aqueste solo Dios es verdadero
Que hizo el mundo, el cielo, el sol, la luna,
Aqueste á hombre puso ley y fuero
Y pena si le quiebra en cosa alguna.
— 250 -
Es dulce Padre, )■ ts Jiici seyero;
Castigfa y eun rt-galos importuna;
Aqueste da la gloria y el tormento,
De aqueste os quiero dar conoeimiento,
"Como habéis de creer la Te que creo
Sabréis de mí á su tieolpo largamcate,
Que no es dispusicion la que ahora veo
Ji'i lengua la que os habla suñciente.
Que no sacrifiquéis solo deseo,
Ni á vanos dioses hunre vuestra gente.
Que deis de buena gana también pido
A Dios el corazón y á mí el oído.
'Esta'señal de cruz que aquí os he visto
De dúnde baya venido acá me espanta,
Porque es retrato de otra en que obrú Cristo
La redención humana en pena Unta.
Y asi a que la adoréis antes insisto
Como señal bendita, sacra, santa;
Mas sabed que no es Dios de temporales
Ni Dios, mas do quitó Dios nuestros males,*
No se movió una ceja ni pestaña,
Ni un hombre diO ni recogió el aliento,
N¡ en tanto respiró de la montaña
Con dulce admiración, con gracia eitrafia
Se acepta el saludable parlamento,
Y todos al señor dieron la inauo,
Que tiene, aunque mancebo, el seso cano.
Después que tanto cuanto hubo cjilladu
Y recogido en sí la fantasía
El buen Calacliuni se lia levantado
— 251 -
Haciendo humilde y grata
V con un grave tono sosegado,
Testigo del vHlor que en sí tenia,
Abre la buen, la voz clara suelta,
[ Diciendo asi con lengua desenvuelta;
'Sacar, Señor, mis obras tan de quicio
poniéndoles el nombre que les pones
r Será por ejercer el propio oficio
I Que tienen generosos corazones:
I Pagar con gran merced chico servicio
r biyo don preciosos dones;
r Mas A. liaccrnos bien, ludo se dign,
c obliga.
o fabricados
ir de los pasados
pecados
prueba,
i Tu Dios, tu ser y nu.
lEstos dioses de u
I ÍÍD serlo, cierto a mi
pMas tras el vano err
ISO y ceguedad n
o nos dejar
Lo que con natural razón s
Que al que lo mira bien no
Ser más el bacedtir que su :
.Mas llégase á «cusar e
La falta de la luz que hoy s
Que mal ¡rá sin riesgo el hombre ciego
Si nquíl que tiene vista no le adiestra:
Asi es que sin tener divino 4cgo
¿Qué fruto puede dar el alma nuestra?
Agora que en tu limibrc lumbre vemos
Tu fe, tu religión, tu Dios queremos.
.' mientras de ti somos instruidos
raerás los sacriflcios ir cesando.
o luego
— »2 -
Los Ídolos quebrados, destruidos,
La falsa adoración suya dejando
Prestar á tu doctrina los oídos,
A Dios el corazón aparejando;
Mas al que por de lluvia yo tenia
Por qué ae deba honrar saber querría,
tSé que es cosa que nadie hay que la vea
De quien en gran honor no sen tenida,
Y sin saber que causa dello sea
A amarla los espíritus convida.
Lo cual es ocasión de que se crea
Que alguna virtud tiene co sabida,
Alga divino y santo que en efecto
Debe ser á nosotros aun secreto.
«De seis que á Yucatán han aportado
De vuestros mesmos trajes y manera
Sabido hubiera ya lo deseado
-Si modo para haberlos yo tuviera;
íías están en poder de un rey malvado
Que no podrán haberse como quiera,
Y ellos tienen la cruz en grande estima.»
Cortés atentamente le escuchaba
De amor y maravilla y gozo lleno,
Por ver cuan fácilnn;nte se apartaba
Del ciego error y del profundo cieno.
Y lo que para el caso les restaba
Kemite á la sazón del tiempo bueno,
En tanto que librar los seis cristianos
Procura de poner cuidado y roanos.
Süh-pechOj y nada más, qne para encare-
cer el efecto que produjo !a alocución de
Cortés, escribiría Terrazas las siguientes
octavas.
I
Natura leí a sabia, gran iniícsü
Regida del saber omnipolenie,
No solamente eti el criai
Madre amorosa y si e r va diligente;
Mas para conservar la vida nuestra
Provee de lo que más es conveniente,
Dando defensa de su larga mano
Desde el hombre soberbio al vit gusano,
Diüle al león aquella fortaleza
Por quien toda otra fiera se le inclina,
Al toro duras armas y braveza,
Vuelo i la simple y mansa golondrina,
A la timida liebre ligereza,
Al torpe zorro la hedionda orina;
Hasta á la abeja y al gusano el cielo
Dio el aguijón y el ponzoQoso pelo.
Al hombre siilo que en el mundo manda
Y para quien el resto fué criado
Diiilepor armas una gracia blanda
En el hablar suave y avisado.
Con esto al enemigo duro ablanda
Y viene i ser de amigos prosperado,
Con esto a si el querer de lodos tira
Quebranta y doma el odio y murtal ira.
Que si con señas pudo y con meneo,
En tanto que silencio profesaba
Amansnr el famoso Tianeo
1. IL-JJ
3
El pueblo que j su rey malar tentaba,
y iin hablar palabra, el caso feo
De Va plebeya furia en paz tornaba,
Q\i¿ no hará una k-ogiia comedida
Llamada con razón árbol de vida.
Veamos alior;i cúmo rclicre Ti
sucesos de Gcrúnimo de Aguiliir.
Cuando con tal cuidado y diligencia
Aun para casos fáciles, livianos,
Un hombre á sus ministros t;n ausencia
Suele proveer con liberales manos;
Qué hará la Divina Providencia
En sus divinos hechos sobi:rnnos
Si no proveer de todo muy cumplido
A quien para sus cosas lia escogido.
Kscoge d Cortés Dios por instriipieato
" Para librar su pueblo del profundo;
Que lleve al prometido salvamento
No sólo un pueblo, todo el nuevo Mundo.
Tuvo Mojsen de lengua impedimiento
También lo tiene aquí el Moysen segundo;
Al uno proveyó de Aron, su hermano,
Para el otro guardó vivo un cristiano.
Quién no creerá que de El fué permitido
Que en tierra de enemigos se perdiese
Uno que estando entre ellos oprimido
.Su lengua y sus secretos entendiese;
Que Cortés por el caso referido
Con tal peligro 4 AcuzamJl volviese,
- 255 -
V que por la lornienta se lardase
Hasta que la canoii alIi llegase.
Deje, Señor, á Tapia en la emboscada
Los cuatro navegantes esperando;
Llegados ya á !n arena deseada
V por in tierra adentro caminandd.
Salió la oculta gente á mano armada
Los descuidados lionibres asaltando;
AI agua se tornaban los tres dellos
V el uno porfiado á detenellos.
En lengua no entendida se hablaron
V en fin de sii hablar se detuvicroni
Mas aun del todo no se aseguraron,
Antes la flecha y arco apercibieron,
V así como animosos esperaron
Los doce que al cncuentni les siilieron,
V el uno á todos va de buemt gana
Hablando en. nuestra lengua castellana.
Hablando con los que iban delanteros,
tDecí, señores, deci ¿sois cristianas?"
• Si somos, le responden, no eiiranjeros,
V naturales somos castellanos.!
V el los llorosas ojos lastimeros
Alzando al ciclo juntas ambas manos
Estando en la arena arrodillado,
Dijo; 'Seáis mi Dios siempre alabado. >
Deshácese llorando de alcgria
Haciendo gracias al bendito Cristo,
Que ya por su bondad libre se via
Del largo cautiverio en que se ha visto.
De la infiel y dura tiranía.
256 -
Del bàrbaro poder del Anticristo;
Si es miércoles enlónces preguntaba
Que aun unas Horas tiene en que rezab
Andrés de Tapia llega á levantallu
V todas á dar gracias le ayudaron
Uno á uno vinieron A abrazallo
V de placer con él todos lloraron,
Al capitan acuerdan de Hcvallo
Que en ir á donde esl.i poco tardaron,
Mil cosas preguntando y respondiendo,
Consigo esotros tres también trayendo.
Como venido ya á su propia tierrí
Es recibido el hijo peregrino
Que tenido por muerto fué en la guerra'J
V acaba en cas del padre su camino
Que el uno bermano y otro con él cierra j
Abrazando al herman'i que les vino,
V aun no le dan lugar de ver Ja madre
Ni de besar las manos á su padre.
Así corriendo de una y otra parte,
Como si fuera hermano muy querido,
Vioieron todos luego de aquesta arte
A ver á su español recien venida;
Que apenas de un abriizu se desparte
Cuando otro y otro están con él asido.
Sin dar casi lugar desta manera
De poder ir A do Cortés lo espera.
Llegado á su presencia y de la gente
A besalle las manos se arrodilla,
y como aquel por quien librar se siente
Llorando de terneza se le humilla.
Cortés lo reci
También enteroecido ó.
Vestirlo manda, y que 1
Quién es y cuíl ha sido
En Lodos no quedú
Que viéndole llorar dolor no sienta,
Y dijo: <ALinque no sé en qué modo
De tanta desventura li dnros cuenta
Atento oid, seflor, mi triste suerte
(Jue aun su memoria el alma i
Gerónimo mi propio nombre hi
Y tuve de A^uilar el apellido.
íEn Ecija nací, y li Dios plugiiien
Que en Eoija también me sepultara
Y el jui-fii¡l litTvor no me trajern
Do tanta desventura
do
e hallnra;
En c
a den
le alli I
Que no me ha sido el cielo tan avaro
Que no me diese un padre rico y clarn.
•El año de once fué la suerte diir¡v
Que pnra la RspnBoln dimos vela,
Y al triste fin, il fin tan sin ventura
Nos lleva una pequeSa carabela.
Llegando í Jamaica muy segura
De estar cerca del corte de la teln
En los bajos de Víboras caímos
Do el oro y nave y todos nos perdimos,
tComo aventado ciervo va corriendo,
Espesas matas y árboles saltando
Que del ruido súlo va huyendo
- 2:w -
A la encubiena red enderezando:
Asi nosotros con buen liempo yendo
Incnutos nuestro mal no recelando,
Primero nos hallamos j-a perdidos
i.íue fné sernos del daño prevenidos.
• Digo que vimos la infelice tierra
Del malvado cacique (.anetabo,
Que si crueldad, que si maldad s<
En el reino infernal de cabo á cabo,
La suma, el colmo della en pai: y gaerra.
Se vio en aqueste solo por el cabo,
Horrenda catadura, monstruosa
Ronca la voz, bravísima, espantosa.
'La cara negra J- colorada S velas,
Gruesisimo xlpate (.l.i por extremo.
Difícil peso para dos carretas,
Debió ser su figura Polífemo;
De lizne y sangre entrambas manos prieta;
Bisojo que nim soñarlo agora temo;
Los dientes y [a boca como grana
Corriendo siempre della sangre htmiana,
• Venimos á poder del monstruo fiero, •
A la inhumana d la besii.il presencia.
Cual simplecico al lobo va el cordero
Pensando que su madre lo aquerencia,
Que en los dientes se ve del carnicero
Pagando con la vida la inocencia:
Al sacrificio así fuimos llevados
Creyendo que era ;i ser muy regalados.
- 3-i9 -
tAl triste de ValJivia echó ias manos
Para cenallo luego el primer din,
Que ya con unos g'olpes inuj- livianos
En vano su morir entretenía,
Ya con promesas, ya con ruegos vanos,
Porque con la flaqueza no tenía
Mits de sOlo e! sentir pnrn scntíHo,
Sin Alertas ni poder de reaistillo.
• Como al pollo llevar suele el milano,
Que apenas se rebulle y se menea,
Así el flaco Valdivia clama en vano,
Forceja entre siií brazos y pernea.
Echúlo en im tajón de piedra llano
Con tosco pedernal en t-l golpea,
Sacdle el corazón vivo del pecho
Y ofrenda à los demonios díl ha hecjio.
']0h buen Valdivia! que tu muerte esqui
Y el alma A Dios ofreces jimtamente;
Si va en íu voluntad víctima viva
Te haces de tu Dios omnipotente:
Qué demonio podrá ser que reciba
Tu noble corazón dado en presente;
Mal quitariín ministros de! infierno
El sacriíicin hecho ú Dios eterno.
»Del casi vivo pecho palpitando
La sangre CanetAbo liabia bebido,
Cuando su cuel'po v¡ descuarlizado
En pequeños pedáacis repartido:
Mas porque estii un banquete aparejado
Y «questa colación muy breve ha sido,
En oíros cuatro hizo aquel malvado
Pasar lo qué Valdivia hatta pasad'o.
Que uno á uno se van distninuyendo,
Y al ojo y vüiuTltad de los jiferos
Este y aquel y estotro van asiendo;
Asi los miserables compañeros
Vimos llevar al sacrificio horrendo
Donde cinco dellos acabaron
Y en cebo i estotros siete nos guardaron.
«Una jaula de vigías nos h.ic¡eron
De g-rosor indecible y de grandeza,
Y ii cebo como á puercos nos pusieron,
En tanto que durij nuestra flaqueza.
¡Oh cuánta major hambre padecieron,
Por eicusar un fin de tal crueza!
Pues toda la cuitada compañía
Por no morir, de hombre se moría.
cEl tiempo de una liesta se lleffaba.
Que suele ser de treinta en treinta soles.
Con plato de los tristes españoles.
FA bárbaro instrumento resonaba
De rallos, huesos, gaitas, caracoles,
Y aquello se entendía, sin experiencia.
Que fué notificarnos la sentencia.
%:Dos cuchillos grunrdamos escondidos,
Que no sé cdmo no nos los hallaron.
Pues cuando en la prisión fuimos metidos
Sin que quedase cosa nos cataron.
Los maderos más bajos escondidos
Con ellos á gasta
Como el que un monte lie grandeza inmensa
A puñados de tierra acabar piensa.
■ '¿61 -
oíj, chico y malo
Con que se fabricaba, la salida,
La gran dureza de aquel grueso pnlcí
Y la menguada fuerza enflaquecida;
Tan gran labor, tan breve el intervalo,
Quitaban la esperanza de la vida,
Que si por no perdella se ayunaba
Para poder salvalla nos dañaba.
»Mas tanto hizo el miedo de In muerte
Que yn ya ú los alcances nos venia,
Que ovimos de romper la jaula fuerte
Casi dos horas antes de ser día,
Cuando del largo baile nuestra suerte
A todos ya causados los tenia
De nuestra libertad muy descuidados,
En vino y grave sueño sepultados.
• Del maldito estalaje nos libramos,
Salimos del lugar sin guia ninguna,
V con la luz escasa caminnmos
Del émulo del sol j de la luna,
Hasta dar en un monte do esperamos,
No la salud, no próspera fortuna,
Sino inn solamente procurando
Poder mol ir siquiera peleando.
»Y allá en la furia ar.iienle de la sieslB
Habiendo sin parar gran tierra andado,
Topamos al bajar de una gran cuesta
Un pequeSo escuadrón bien ordenado.
Lr poca gente de Aquincu» es esta
Con Canetavo el aero enemi:>(Lido,
T. 1I.-S
- 262 -
Señor de un pueblo dicho Xanintiíaua,
Tratable g-ente y a\ga más buraana.
•Dijera de sus tratos y costumbres,
Cilmo hubimos la gracia desta gente,
l'uesto que en cautiverio y servidumbre
Sin esperar más bien perpetuamente.
Mas ya Caltito puesta en la aita cumbre
Trastorna la cabeza al occidente,
V la callada nocbe se resfria
V dios ojos el dulce sueño envía.
»Las guerras que acabamos y vencimos
Un tiempo de Aquincuz, que fiiú muy breve,
V de Tnimar su hijo i quien serviniüs
Espacio de ocbo afios ú de nueve,
La misera miseria que sufrimos
El alma á renovalla no se atreve;
Basta saber que en fin nos acabamos
V que otro solamente é yo quedamos.
¡hora Guerrero,
que ha quedado,
es compañero
ú. casado:
<En Ch etema 1 res
Que así se llama el
Del grande Nachoii
y con hermana 5113-
(istá muy rico para
Agora es capitán muy afamado,
Cargado está de hijos, y hasc puesto
Al uso de la tierra cuerpo y geslo,
•Rajadas trae las manos y la cara.
Orejas y narices
Bien pudiera ve
Que A él Inmbici
horadadas;
lir si le aETi'adara,
las ci.rtas fueron dudas,
No sé si de verguenita el vi
— 263 -
o porque allá raíces tiene echadas;
Así se queda, y solo yo he venido
Porque él está ya en indio convertido. >
Los ánimos de todos los oyentes
Dejú de un miedo helada, cnsi llenos,
Los pelos erizados en 1
s frentes,
Los corazones muertos
en los senos
Viendo que van á do se
comen gent
A donde de piedad son
an ajenos,
Do no valen palabras n
razones,
Regalos, ni promesas n
otros dones
La octavíi siguiente (de Terrazas) está de
por sí en otra parte del códice; mas parece
que no quedarla mal entre la pricnern y se-
gunda del [raginciilo anterior.
Al gran caudillo de la gente hebren
Para sacallc à tierra prometida,
Le proveyó de lengua suficiente
A causa que la suya era impedida
De esfuerza, autoridad, seso prudente
Y copia de milagros nunca oída:
Que al fin ha de hacerse lo que Él qui
Estórbelo ó resista quien quisiere.
Por cierta analogía de asunto, quiero po-
ner aquí esta octava de Salvador de Cuen-
ca, única que se encuentra con su nombre:
^^K Altísimo saber, suma, sagrado,
^^^b Cuan grandes son tus trazas y rodeos,
^^H Que llevas al siguro apostolado
l__
— 264 -
Qe aquel incierto cambio á San Mateo,
Y al tartamudo sacas del ganado
Para leng'ua y caudillo al pueblo hebreo;
Y de Cuba, isleta pobre y chica,
Quien tu suprema reino multiplica.
El fragmento que sigue es el que tiene, en
la relación de Dorantes, los dos nombres tle
Terrazas y Arrasóla: borrado el primero y
escrito arriba el segundo. En él se refiere
el suceso histórico de la Icbrela dejada por
Grijalva en Boca de Términos, y encontra-
da allí por uno de los bajeles de Cortés.
Todo lo trae Andrús de Tapia en su Rela-
ción de la Conquista íic Mt'xico.
Destrozados usi como quedamos
Por incógnitos mares nos metimos,
Y raás de treinta días navegamos
Y en ellos muchas veces nos perdimos;
Cuando ya la tierra divisamos
La costa de Taba se o descubrimos,
Y demarcando ser el paso cierto
Por aguardarte allí tomamos puerto.
Y aucediúnos ya llegando á tierra
Que notándola bien cierto que encierra
Grande merced del cielo milagrosa:
Y fué estar deshaciéndose nna perra
En la desierta playa, que era cosa
De ver lo que le aflige un dolor fuerte
Que claro vimos ser de ausencia 6 mu^te.
I
- 265 -
Ladra, gíQie y arrástrase en el suelo
Piiesla una vez en pié y otra se echaba,
Otra con el aullido rompe el cielo,
Casi dando á. entender que nos llamaba;
Tales estreñios hace, tanto duelo
Entriate soledad manifestaba,
Que racional criatura no pudienx
Mostrar mils vivo el mal que padeciera.
Visto que fuimos ya desembarcando
Eitremos de alegría está haciendo,
Tales que á todos anda visitando
Por toda la compaña discurriendo,
Los unos y los otros halagando
Con la cola, ó las manos, ó lamiendo;
Y ya que de su bien hg hubo segrura
Alegre se meiiú por la espesura.
En la playa nosotros ya alojados,
Admirados del caso peregrino.
De pura bambre todos desmayados,
La 1 óbrela siguiendo sil camino,
En los aires nos trujo tres venados
De tres veces que fué corriendo y vino.
Tan grandes, tan hermosos y tan bellos.
Que todo el campo se hartó con ellos.
Que están aquellos frescos bosques Henos
De gran diversidad de monteria;
Liebres, conejos, muchos y muy buenos,
De que tanta abundancia nos traía.
Que más de veinte fueron, por lo menos.
Los que juntaba el campo cada dia;
Con que lodos muy bien nos suacentamoi
Y aun cecina muchísima guardamos.
I
- 266 ~
Mira las píeles por la nao tendidas
De que las gavias (odas vienen llenas,
L Que auoque muchas echamos por perdidas,
Cnsi no se parecen las entenas.
Después de Dios, por esto con las vidas
Escapamos de lanta hambre y penits.
Y este es, señor, el fin de mi suceso,
Y de mis desventuras el proceso.
Mi Dios, dice Cortés, cuan llano y cierto
Está e! socorro en ti de tus criaturas,
Los navegantes traes al dulce puerto
Y sustento en los yermos les procuras:
Con pan á San Anton en el desierto
Buscaba el cuervo allá en las espesuras:
Y aqui à los tuyos que en aprieto viste
Con piadosa clemencia socorriste.
Gracias te doy, Señor, humildemente
Por tantos beneficios recibidos;
Y dámela tú á mi, Jesus clemente,
Para que mis deseos sean cumplidos.
Y aquella infinidad de cruda gente
Por mi mano á tu fe sean reducidos:
Y pues tu causa es esta que procuro
De (u socorro voy cierto y seguro.
Cuenta Terrazas !u pesca de un tiburón, y
lo que dice está confirmado por !a Relación
de Andrés de Tapia, incluso lo de haber ha-
llado muchas y extrañas cosas en el vientre
ijel animal, aunque no todas las que Terra,
zas enumera,
- 267 —
Calmádoles ha el aire en
Y las hinchadas velas se han caído,
Que no surtiendo ya soplo de viento
Todo qiiedú suspenso, enmudecida.
Cortés nuevo pesar nuevo tormento
Dentro de !as entrain as ha sentido
De ver cuántos estorbos se ofrecían
Que segruir este viaje le impedían.
V no le dio lugar ua monstruo horrendo
Fara poder parar en esta pena,
Que por entre la flota entretejiendo
Un bulto señalaba de ballena;
- Con tanta ligereza discurriendo
Que los ojos le siguen á gran pen»;
Del agua que levanta á borbollones
1 entenas, mástiles, timones,
la y otra nave se empareja,
itotra espanta de pasada,
n el villano anda la abeja
Que del panal de miel fué despojada;
Al rostro y á la mano y á !a orejn
Acude á la veng'anza de enojada,
Y ast lo muele, cansa, atemorúa,
Con tal velocidad lo martiri;ea.
Donde 5. tocar tantico se desmanda
Caer un monte encima les parece,
Con tal presteza d todas partes anda
Que en un punto parcco y desparece;
Corriendo acuden todos á la banda
Do sienten allegarso ai fiero pece;
Aqui siibito clnomn, alli calloa,
Aquí Rc desparece, nlH lo l)aUnn<
I
Tiembla!
Ur
Un pequeño rejón es el anzuelo,
el cebo fué que co
La boya es un barquillo pequeñuelo,
Sirve de volantín una maroma
Atado el cabo della junto al suelo
A] pié del árbol do más fuerza toma,
Y desque allí el nadar derecho trae
Al agua e! grave peso y cebo cae.
Tal es la ligerera y el deseo
Que de cebarse el tiburún traía,
Que parece que un hombre diestro veo
La pelota jugar de gallardía,
Y dar tan presto algún botiboleo
Que casi un solo bote parecía:
Así que el cebo al agua apenas toca
Cuando cogido vu en la fiera boca.
Y aua no bien dentro della el cebo halla \
Cuando en el ancho vientre lo aposenta;
Aquí íu¿ el miedo, aquí fud la batalla,
Aquí la confusión y la tormenta;
En sintiendo tirarse de la agalla
Bufando corre, el agua al cielo avienta;
Va salta, ya se encoge y hace bola.
Ya cimbra con el cuerpo y con la cola.
El fiero pece de grandeza inmensa,
Como caballo cimarrón cansado,
Resiste sin valelle la defensa
Y fácilmente va donde es halado:
Admirase la gente, está suspensa
Viendo muerto al diabólico pescado:
Con prisa acnden todos y contento
A ver el terribilísimo portento.
■ 269 -
Libres "de tantos miedos y embarazos
^De todas panes armas han traído;
AUi prueban la fuerza de los brazos
Con tania rabia cuanto el miedo ha sido:
Dentro en la mar lo hacen mi! pedamos
Para que pueda arriba ser subido:
Sobre cubierta el vientre le han abierto,
Cortando á su placer en cuerpo muerto.
Como se ha visto algun conejo lleno
De varias menudencias atestado,
O por mejor decir, todo relleno
Itn-para alguna boda estaba asado;
abierto el espacioso seno
,1 diferentes cosas ha mostrado,
quinientas raciones de tocino
iQuc de todas las naos cogiendo vino.
cuanto k desalar el agua echaban
les iba el tiburón cogiendo,
ira aquí los dueñas lo cobraban
propias ataderos conociendo.
Bien eran diez tocinos los que estaban
} lechos raciones y en el vientre horrendo:
Y dicen más sabrosas las hallaron
Que las que á desalar a! agua echaron,
fCon sus cabezas pieles de carnero
Hallaron siete en el relleno extraño,
Cinco zapatos, un cajón entero
Y dos platos también tiene de estaíio:
Un pequeño barril de un marinero,
Dos bonetes con un calzón de paño;
- 270 -
También tiene en el vientre cuatro qi
V grande cantidad de mondos huesos.
El pedazo del pece a pies median
El resto por nqiiel considerado;
A cada novedad que descubrían
Nuevo alboroto y risa levantando.
De lo que antes tan gran temor teniall
Hacen agora jtiego j- van burlando;
La cabeza por sí, ya fria y muerta,
Aun daba tenazadas boquiabierta.
De la relaciíjn del famoso hecho de la
destrucción de las ii;ives, no queda más que
esta pobre octava ¡inóniína:
Mas Dios que al ñn de todo ve y alcanza
Fone en las voluntades y Iñs vidas
Animo de seguir con esperanza
L.JLS cosas menos ciertas y sabidas
En las ondas de! mar estremecidas
El famoso Cortés las naos barrena
Por morir ú triunfar en tierra ajena
4
Y Je Terrazas liay esta otra que por las
circunstancias con que las trae Dorantes
y por lo que pasú entonces, parece reíe-
rirse á la expedición de Narvaez.
¿Qué es lo que no podrán bacev los dones?
;A qué fiera la dádiva no doma?
;Dúnde hay más eficaces persuasiones, ,
V quién más presto cualquier lengun tomflí
- 271 —
No hallo yo entre lodas las naciones
Con quien el interés no duerma y coma;
A sabios ciega, á poderosos vence, ,
A los dioses aplaca ylos convence.
' No quedan más fragmentos pertenecien-
"' s á la acción de! poema; pero hay otros
lo5 que en cierta manera vienen à caracte-
rizarle y á darle el colorido de la época.
Desde los tiempos mismos de la conquis-
ta comenzaron las quejas de los compañe-
ros de Cortés contra su capitan, porque se
atribuía toda la gloria, y se reservaba lo
mejor de las ganancias de la emprasa. En
las historias, su enclarecido nombre ofus-
caba el de los valientes soldados que á cos-
ta de sangre y vida levantaron el pedestal
de la grandeza del héroe: reclamaban con
justicia su parte de fama, y i este resenti-
miento debemos la inestimable crónica de
Bernal Diaz, que con ella se propuso rei-
vindicar para sí y para sus compañeros lo
que de aquellos claros hechos les tocaba,
contra el historiador Gomara que se mos-
traba injusto con desdeñoso silencio.
Pero las qucj;is de esa clase eran las mé.
nos; el interés hacía el papel más principal.
Cortés, como todos los caudillos de aven-
tureros, lio había sido avaro de promesas
para lleTsrlos A la eipe^cigg, A laborada
4
_ 272 -
cumplirlas, si tal propósito tuvo, hallóse
con la dificultad ordinaria en tales casos.
Los servicios no fiabfan sido iguales, y no
podian serlo las rceompensas. Mas nadie
se conforma con el lugar que le toca en !a
escala, y para un satisfecho quedan cien
agraviados. Cortés, en verdad, no tenía un
reino ú provincia para cada uno de sus com-
pañeros, pero ni siquiera guardó equidad
en el reparto, porque al dar descubrió afi-
ciones injustas, y al tomar, después de ha-
ber sacado para sí sü quinto de los despo-
jos, se reservó ampliamente lo mejor de la
tierra, hasta formarse un poderoso señorío.
Requerido para quo cumpliese ."jus prome-
sas, cuéntase haber respondido que ya no
tenía la gobeniacíon y le era imposible en-
mendar lo errado; pero que si otra vez se
veía con mando, cuidaría de hacerlo mejor.
A esto tal vez aluden las siguientes octa-
vas de Terrazas.
El Erande rey Francisco que en Pavía
Con dafio suyo àio tal gloria á España,
Contando la batalla ae ofrecía
Canalla de otra vez puesto en campaña.
Yo en la primera para mí querría
Tener ventura junto con la maña,
Porque jamás se ha visto juego entero
Ir por loa meamos lances que el primero.
Cnn] jueg'an dos contrarios jugadores
l^
M
I
Pensando cada cual que al otro engaña
Con mil engaños que ellos Hnnian flores,
Uno alburea la suene, iitro la apaña,
junta encuentros el uno, otro nipjorcs,
El uno amarra bien, otro miiraña;
V cada cual Á su cautela atento
No tiene cuenta en el contrario intento.
y no hay dudar que el caso más daüoso
Es el que á veces raános se recela;
¿Mas quién sabe si es bueno 6 si es oJioso
Lo que cubierto está con otra lela?
En ñn el manso vado es peligroso
Más que el que con corriente brava vuela,
Y aun en el ajedrez es cosa cíerla
Ser más dmiiin el lance d.? encubierta.
A pesar de todo, los conquistadores en \
general no quedaron mal acomodados: eso
y la lealtad que guardaban á. su antiguo ca-
pitán, hacian que no se extremaran en sus
quejas: antes bien, cuando los individuos de
la primera Audiencia pusieron entre Los
cargos á Cortés, el de haber tomado cierto
oro sin dar la parte debida à sus soldados, '
éstos se reunieron y declararon por escri-
to que nada pedían ni reclamaban de aque-
llo, pues con su consentimiento se habia en-
viado al rey; acción generosa que les valió j
ir á la cárcel y ser condenados íí dertiorro,
aunque no se llevó ¡i efecto la pena.
Con el trascurso del tiempo camjjiaron
- 271 —
mucho las cosas. Los conquistadores fue-
ron acabando poco á poco, y sus descen-
dientes se excedían en las acusaciones, por-
que no habían conocido al Marqués ni sen-
tido la intluenria que ejercía en cuantos 1p
rodeaban. Las encomiendas siempre mal
vistas por el gobierno, sólo se concedieron,
casi d fuerza, para tres vidas. En muchos
casos se hablan quitado á los poseedores
con alguna causa ú pretexto: otros las per-
dían por espiración del término: quién em-
peñaba las rentas, quién las dejaba menos-
cabar por negligencia: las familias crecían,
y se formaban ramas nuevas que no conta-
ban ya con esas mercedes: resultando de
todo, que en los últimos años del siglo mu-
chos de los hijos y nietos de los conquista-
dores estaban reducidos & la miseria. For-
maban 6 pretendían formar una especie de
aristocracia que desdeñaba todo comercio,
granjeria ó trabajo honesto, y faltándoles
ya las encomiendas, se alampaban & los em-
pleos con tal furia, que no dejaban respirar
;í los virreyes, y aun sofocaban ü. la corte
con un diluvio de memoriales y relaciones
deméritos. Para todo se creían aptos por
sólo su abolengo. Eran, en suma, una nube
de vagos con humos de grandes señores,
que veían de reojo ;! los españoles llega-
dos después de la conquista, porque con
- 275 -
mejor acuerdo se dedicaban á trabajar en
el comercio ú en la labor de la tierra. De
su industria sacaban comodidades que los
de alcurnia de conquistador veían con en-
vidia, y ]a desahogaban con morder desa-
piadadamente ;í los que llamaban advene-
dizos, aprovechando el lado ridículo de ar
gunos embusteros arrogantes que llegaban
comando maravillas de sus riquezas y lina-
jes, cuando de á legua descubrían la burda
tela de su baja y estrecha cuna- Asi comen-
zaba desde temprano el odio entre españo-
les y criollos. Para mí tengo que los poe-
mas de la Conquista que entonces se escri
bfan, llevaban mezclado un granillo de me-
morial de pretendiente, porque en ellos se
encarecían las hazañas de los conquistado-
res; y sin apuntar directamente A Cortés, se
le soltaban algunos tiros por tablilla. D.
Antonio de Saavedra Guzmàn, de ese lina-
je y que fué á pretender en corte, abriú el
toXV desiiPeregrino liieÍin}ioconima.impcT-
tinento lamentación de la miseria en que ve
getaban los hijos y nietos de los conquista
dores, dándose entre ellos lugar señalado.
Más modesto Terrazas, no habló de sí pro-
pio, sino que se queja en general con ma-
yor sentimiento y mejor traza que su com-
pañero, como vamos íi verlo en estas no
malas octavas.
ì
Dichoso el bebcficio que merece
Ser del que le recibe agradecido,
Y desdiclLaijo aquel que te acaece
Ser por el bien que bizo aborrecido.
Magnánimo Corles, aquí se ofrece
De ingratitud un caso conocido.
Que se atribuye A vos alguna calpa,
Culpa que ya jamás tendrá disculpa-
Si los de Don Pelajo resiauraron
La noble Espafla, nndnba el rey préseme,
Y el famoso renombre que aumentaron
Permaneciendo va de gente en genie,
Y el rico premio que con él ganaron
Fué también largo, honroso y preeminente.
Y ocupan boy con honra, á maravilla,
Los mejores lugares de Castilla.
Y aquellos famosísimos Romanos
Cuando viclorias grandes alcanzaban
Los premios eran cnsi sobrebumiáios
Que en triunfo solenisimo les daban;
Y por maestros de curiosas manos
Estatuas de metal les fabricaban,
Con qne su fama nunca se acabase
Y su claro valor se eternizase.
Eumenes, capitan que fué elegido.
Sabio y fuerte v-iron, de aquel senado,
Contra el bravo Antioco que había sido
Enemigo de Roma declarado;
Aunque él y el campo fueron á partido
Por mano de los cónsules pagado,
Como su gran lealtad y esfuerzo vieron
Cuantas tierras ganó, tantas le dieron.
- 277 -
Ricas ciudades, villas y lugares
En premio recibió del vencimiento, .
Con ser sin cuento de oro los millarw
Con que le socorrid el ayuntamiento,
Y-sin que cite premios singulares,
Generales se süben y sin. cuento:
Lleno está el siglo por guardar las leyes
De generosas pagas de los reyes.
lasta los que no guardan la divina,
: razón natural sólo r
A aquellos premian y honran más aína
Que en servir ñ sus reyes más se emplean.
Todo hombre humano á piedad se inclina
Todos la quieren, aman y desean:
Solo á ti, triste Mélico, ha faltado
Lo que á nadie en el mundo le es negado,
Llorosa Nueva España, que deshecha
Te vas en llanto y duelo consumiendo,
Vente mis ojos tristes tan estrecha,
Va el pernicioso da&o asi cundiendo.
Que el ser tan estimada no aprovecha
Del gran Felipe pafa no ir cayendo
De tiempo en tiempo siempre en más trÍEtcza
En más miserias, hambres y pobreza,
Que aunque vlreyes casos semejantes
Remedian con piedad á duras penas.
De quien este dichoso tiempo y antes
Has tenido favor á manos llenas:
Si los más que te habitan son tratantes
Que te agotan la sangre de los venas,
T. U.-35
- 278 -
Si falta quien se duela de tu daño
Forzoso ha de ir creciendo el mal entraño.
¿Qué es de aquellos varones eicelentes
Que coa su propia sangre te regaron
Cuando ganando nombres permanentes
En tí ]a fe con viva fe planlaron?
;Dó aquella santa edad, aquellas gentes
Que tu valor consigo se llevaron?
¿Dó están los siglos de oro? ¿Qué es del pago,
Que súlo veo cenizas de Cartago?
¡Qué daño es este que tras tf camina,
Que tan trocada estás de lo que fuiste?
¿Cuál infelice estrella predomina?
¿Qué tiempo es este tan adverso y triste?
Si es que el alto cielo determina
Que no veas más la gloria en que te viste,
De dolor en dolor á peor estado
Que te condena ya el preciso hado:
Y si ios pocos hijos que en desiertos
; Te quedan con miseria y con afrenta
Hacen tus graves daños ser tan ciertos,
Echada con piedad la justa cuenta;
De ti nos echa como á cuerpos muertos,
Que cual Jonás causamos la tormenta,
Qne si lia de haber bonanza con haeello,
No qiiede de nosotros un cabello.
Juegue la Parca la guadaña airada,
Remátese con muerte tanta pena,
Quede de propios hijos descargada
Y de eitrañas naciones harta y llena;
Si por ser tu tiniebla asi alumbrada,
I
— 279 -
Convertida ya en luí clara y serena,
Con rauerte pagas, muerte es ta que pido,
Si rauerte ba de ser fin de lo servido.
Madrastra nos has sido rigurosa,
V du!ce madre pia á los extraaos;
Con ellos de tus bienes generosa,
Con nosotros repartes de tus daños.
Ingrata Patria, adiós, vive dichosa
Coa hijos adoptivos largos años.
Que con tu disfavor fiero, importuno
Consumiendo nos vamos uno á uno.
eden
españoles
se hallaron.
Que al cerco de tus n
Y matizando claros arreboles
Tus escuras tinieblas alumbraron,
Cuando con resplandor de claros soles
Del poder de íatán te libertaron,
Contados nietos, hijos y parientes.
No quedan hoy trescientos descendientes.
Los más por despoblados escondidos
Tan pobrisimoí, solos y apurados,
pueden ser de
Dee;
eia d
Ciial pequeSuelos pollos esparcidos
Dezmados del milano y acosados,
Sin madres, sin socorro y sin abrigo,
Tales quedan los míseros que dígro.
Dejémoslo á solas padeciendo,
Pues para solos y sin bien nacieron;
Vayan en su miseria pereciendo
' Pues sus padres tan mal lo previnieron,
Qae es ¡r tu infinito procediendo;
Volvamos al origen que tuvieron,
Que fué la causa deste mal notable
Serles Cortés tan poco favorable.
Pues con vidas y sangre os ayudaron,
Mngninimo Cortés, ei
Y vuestro nombre y fama e
Que vuela de nacione
Y estados permanentes os ganaron
A casta de sus mismos corazones,
Y de Marqués el ínclito renombre
Dellos tuvo principio y claro nombre;
Y pues los caros compañeros fueron
Vivo instrumento para el bien que os vii
Regando con la sangre que vertieron
De vuestra suerte próspera el camino,
Con ánimo del cielo que tuvieron
Para tan alta empresa cual convino,
Bien fuera que quedaran satisfechos
Tan milagrosos y tan altos hechos.
Si por ser vuestro ejército tan bueno
Es única en el mundo vuestra espada;
Si está desta hazaña el mundo lleno
Y súlo á vos ia gloria dedicada:
¿Qué premio puede haber en lo terreno
Que iguale á tanta sangre derramada?
Precio de tantas almas para el cielo,
Aumento y gloria del cristiano suelo.
Y si el sacro Monarca que reinaba,
A quien se hizo el Unico servicio,
Dijo que cuanto hiclstes aprobaba
I
- 281 -
en esto os daba á vos su real oficio:
¿CiJmo en premio tan justo se acortaba
Un bravo coraion que tan propicio
Al largo cielo tuvo il sus proezas,
Inauditas hazañas y grandezas?
¿Dó está la í¿ de serles que pusistes
No señor sino padre verdadero,
Cuando en Cuba al partirles ofreciates
Por premio á cada cual un reino entero?
Riquezas, honra y gloria prometistes
Para el felice tiempo venidero,
Y súlo han ido siempre en tantos añ*3
.Siguiéndose unos daños á otros daño».
Va que no fneron títulos ni estados,
De C|uetan dignos sus servicios eran,
Que así como por vos fueran nombrados
Para siempre jamás permanecieran;
Siquiera ya que &ú¡a encomendados
Las encomiendas que perpetuas fueran,
¥ no que ya las más han fenecido
Y los hijos de hambre perecido.
Y algunas también quedan suceüidnt
Por lineas trasversales procediendo,
Que no habiendo llegado á las tres vidas
Quedan por matrimonios poseyendo;
Las propias partes ya destituidas
Mil miserias y afrentas padeciendo,
Y el fruto habido sangre derramando
Viéndolo á extraño dueño estar gozando.
Otra lástima es esta que pvidiera
Con mil caaüftg de litieto lamentallai
- 282 -
Dejémosla, que aunque Argos me volviera
No pudiera con mil ojos lloralla.
Porque paga tan justa y verdadera
Debe Dios, como sabio, de guardalla,
Viendo que temporal no es suficiente,
Que vayan á gozalla eternamente.
Con seriedad se quejaban estos poetas
que podemos llamar de alto coturno; pero
en aquellos días de epidemia versificadora
no podían faltar, ni faltaban, otros festivos
ó satíricos que esgrimieran la péñola con-
tra una sociedad tan poco de su gusto. Un
curial, que así á secas le nombra Dorantes,
desahogaba vSU mal humor con este so-
neto:
Minas sin plata^ sin verdad mineros,
Mercaderes por ella cudiciosos,
Caballeros de serlo deseosos.
Con mucha presunción bodegoneros:
Mujeres que se venden por dineros
Dejando a los mejores más quejosos;
Calles, casas, caballos muy hermosos.
Muchos amigos, pocos verdaderos:
Negros que no obedecen sus señores.
Señores que no mandan en su casa,
Jugando sus mujeres noche y día:
Colgados del virey mil pretensores.
Tiánguez, almoneda, behetría,
^.questo en suma en esta ciudad pasa.
- 283 -
Ingrato se muestra et curial, porque 1
ciudad de México, con sus continuos é in-l
terminables pleitos, era para esa gente una I
tierra de promisión. Un anónimo «prácticoJ
I y aun teórico,> dice Dorantes, la empreo-J
día con la tropa en este otro soneto:
I Niños soldados, mozos capitanes,
f Sarg-entos que en su vida han visto gaetra,
(, Generales en cosas de la tierra,
( Almirantes coa damos muy galanes:
^ Alféreces de bravos ademanes,
k' Nueva milicia que la antíg-ua encierra,
^ Httblar extraño, parecer que atierra
^ Turcos rapados, crespos alemanes.
, El favor manda y el privado crece,
Muere el soldado desangrado en Flandes
Y el pobre humilde en confusión se halla.
Seco el hidalgo el labrador florece,
Y en este tiempo de trabajos grandes
' Se oye, mira, se contempla y calla.
No deja de ser curioso, y rasgo que pinta '
las ideas de aquellos linajudos, eso de que-
jarse de que el industrioso labrador flore-
ciese, mientras que el inútil hidalgo estaba
seco, como merecía estarlo. Lo que hay que
leer también es la furibunda invectiva que
lan2a Dorantes contra las Indias, de que
daré algunas muestras, siquier no sean muy J
del caso. «Oh Indias loh conquistadores 11er J
^s de trabajosl, . . . ahora ya es llegada 1^
- 284 -
sazón donde luce miís el engaño y la men-
tira y la ociosidad y el perjuicio del próxi-
mo, con que vendiendo vino ó especias ó
sioafabas ó hierro viejo se hacen grandes
mayorazgos, é hinchen este mundo con mi-
lagros fingidos, sin ser agradecidos á Dios
ni á los que los crecieron en su desnudez
del polvo de la lierra, para llegarlos á tan
poderosos. ¡Oh Indiasi vuelvo ií decir: con-
fusión de tropiezos, ale... de haraganes,
carta ejecutoria de los que os habitan; ban-
co donde todos quiebran, depósito de men-
tiras y engaños, hinchazón de necios, bur-
del de los buenos, locura de los cuerdos,
fin y remate de la nobleza, destrucción de
la virtud, confusión de los sabios y discre-
tos: devaneo y fantasía de los simples y que
no se conocen ¡Oh Indias! anzuelo de flacos,
casa de locos, compendio de malicias, hin-
chazón de ricos, presunción Je soberbios,.. .
juguete de vanos, ascensión de livianos y
desvergonzados, trujamán de trampas, al-
cohol de hurtos, ojos quebrados á lo bueno
y de lince y claros al daño de su vecino.
¡Oh Indias! mal francCs, dibujo del infierno,
tráfago de behetría, igualdad en el trato,
comunidad de todos lodos con que ciegan
vuestras riquezas y no hartan al más tem-
plado. . . , ¡Oh Indias! madre de e.xtraños
abrigo de foragidos y delincuentes, patria
^
- 285 —
común á los innaturales, dulce beso y de
paz á los recienvenidos, lisonjas de los que
se precian, hartura de los hambrientos, pa-
fio con que cubrís y vestís á los desnudos.
¡Oh Indias! madrastra de vuestros hijos y
destierro de vuestros naturales, azote délos
propios, cuchillo de los vuestros, rabia de
los discretos y asno que llevan S cuestas,
paciencia de los prudentes que os conside-
ran, risa de los virtuosos que os menospre-
cian, juglar á los ojos cristianos, lobo car-
nicero que no se harta de la sangre de los
inocentes, zoira que á todos convida yhala-
ga y después degüella: fisga de imaginacio-
nes, ídolo de desenvueltos y que adoran
vuestro tesoro como á. la estAtua de Nabu-
codònosor, Idolo de Satanás, frenesí de cu-
diciosos; con que acabo lo mucho que pu-
diera sentir,-
La inquina contra los advenedizos se des-
cubre por todas partes, y aparece clara en
este soneto anónimo:
Viene de España por el mar salobre
I A nuestro meiicano domicilio i
Un hombre tosco sin algún auiilio, I
De salud falto y de dinero pobre. I
Y luego que caudal y ánimo cobre, I
Le aplican en su bárbaro concilio,
Otros como él, de César y Virgilio
Las doB coronas de laurel y robre.
T. n.i-3fi
y el otro que agujetas y alfileres
Vendía por las calles, yo es un conde
Kn calidad, y en cantidad un Fúcar:
Y abomina después e! lugar donde
Adquiriú estimación, gusto y haberes,
Y tiraba la jábega en Sanlúcar.
El- lector tendrá á bien recordar que el
Fúcar de entonces equivalía al Rothschild
de hoy, y (\[i.c jábega es una red de pescar.
Vayan, por último, esos dos pedazos de
un romace del satírico Oguendo, criado del
Marqués de Cañete, virrey del Perú, Aun-
que el poeta iio es de acá, su sátira conve-
nía también A nuestra tierra, y quiero con-
servar lo que de ella pueda. Los dos pasa-
jes, que á fé no carecen de chispa, parecen
ser de una misma composición.
jQné buena fuera la mar,
Amiga de gente grave,
Sí lo que bace con los vinos
Hiciera con loa linaje^l
Que avinagrando los ruines
Los buenos perficlonase.
Mas son contrarios efectos
Los qvie en estos casos hace,
Que á los bajos hace nobles,
Y il los nobles bajos hace,
Y en las playas de las Indias
Qué de bastardos que nacen!
Qué de Pedros Sánchez Donesl
- 287 -
Qué de Dones Pedros Sanchcjl
Qué de Hurtados y Pachecos!
Qué de Enrique/ y Giizmanesl
Qué de Memlozas y Ley vasi
Qué de Guevaras y Hardalesl
Qué de Laras, qué de Cerdas,
Quiñones y S alazares!
Todos son hidalgos fiaos
De conocidos solares;
No viene acii Joan Muñoz
Diego Gil ni Luis Hernmidei,
Sino todos caballeros
Y personas principales.
Súlo yo soy un pobrete
nDor
Con un nacimiento humilde,
V titulo de Jonn Sánchez.
No vienen á buscar plata,
Que nllá dejan sus caudhles,
Sino que por ser traviesos
Perdieron sus naturales,
Porque mataron á un hombre
V afrentaron un alcalde:
Como si no se supiese
Que alili rabiaban de hambre.
Iodos fueron en Castilla
Amigos de personajes:
Su padre fué de una fueria
Veinticinco años alcalde;
V el otro muriti en Orin
Defendiendo el estandarte;
¥ luego que entran en fuga
Relatan nos sus viajes,
Cuentan
Peligros y enfermedades,
Y que al salir de la Barra
Tuvieron mil tempestades;
Que encontraron un inglés
Que les robú sus caudales,
Y alijnron sus baúles
En el camino de Chagres,
Mas dejando sus mentiras,
y viniendo á mis verdades,
Con poco matalotaje:
ten y l
a olla,
Inventora de potajes,
Una cuchara de palo,
Aiun, aceite y viuagre;
L'na cnnin de un serón
Arrimada al cabrestante:
Y luego van ni virey.
Que importa mucho liablnlle
Para dalle relación
De quienes fueron sus padres:
Una carta que le traen
De un caballero muy grave.
En cuya virtud entiende
Que le hará mercedes grandes.
Maquinan torres de viento,
Conciben mil necedades;
Uno pide situaciones,
El otro pide heredadas,
El otro repartimientos,
Otro pretende cagarse:
El uno pide Arequipa,
El otro pide á los Andes,
V aunque aa! como lo pide
El virej- se lo otorgase,
No les premian sus servidos
Conforme á sus calidades;
Porque en Italia dejaron
Sus plazas de capitanes,
V con esto que !es dan
Aun no pueden sustentarse.
Malditos seáis de Dios,
Embusteros charlatanes:
¿Entendéis que acá no hay hombres,
Servicios ni calidades?
Mil años viva el Marques,
y quien se lo aconsejare,
Si cuando pedis la lanía
Con ella os alanceare,
V llévele el diablo, amen
Cargado de memoriales,
Si luego que se los dais
Por ahi no los echare.
Vayan muy enhoramala,
Búsquenlo por otra parte,
V trabajen en las Indias,
Como en Castilla sus padres.
V el Don Ambrosio fingido
Con sus lechuguillas grandes
Tome el oficio que tuvo
— 290 —
Su padre Francisco Hernández
Y el otro que en Lombardia
Tuvo una escuadra de infantes,
Sí allá defendió la tierrn,
Vaya allá que se lo paguen.
Qne en leyes de presunción
Se tiene por inviolable
Que súlo goct el fruto
Quien le regó con su sauíre.
T,os que fueron al iuglés
Cuentan maravillas grandes,
Los otros de la naval,
Los otros de Italia y Flandes.
Y lodos estos señores
Fueron allá generales,
Y con el Señor Dan Jiian
Tuvieron negocios graves.
De su amigo el condestable
Que le avisa cómo el rey
Va á una jornada importante,
Donde vapor mariscal
Un hermano de su padre;
Y si en aquesta ocasión
-Se hallara en aquellas partes,
Sin duda fuera proveído
Por general ó almirante.
Que escribid á Doña Violante,
£1 o(ro Gitca un billete
- 291 ~
Rabiando por enseñarle:
Al otro mira el TÍrey
Y le dijo que esperase,
Y el otro salid proveído
E! sábado por la tarde.
No puede decir adonde.
Que importa no publicase,
Y es el caso tan secreto.
Que aun el Marqués no lo sabe.
Que le darán los Pacajes,
Y el otro va á Potosí
A un caso muy importante,
Y todos para la vuelta.
Prometen de seflalaríe.
Imposible es juzgar de la acción y es-
tructura dd poeta de Terrazas por los po-
cos fragmentos que de íl nos quedan: se
sabe además que ei autor no le acabú. Pero "
á mi juicio hay lo bastante para conocer
que Terrazas era poeta de buena escuela,
y que si tuviéramos completa su obra, no
haría mal pape! entre los varios poemas á
que en los fines del siglo XVI y principios
del XVn dieron asunto las conquistas de
los españoles en el Nuevo Mundo. Fué el
primero la Araucana de Ercilla (15ó9), que
en mérito ocupa también el primer lugar, A
pesar de sus defectos: la continuaciún de
Santistéban y Osorio es poco ó nada leida,
4
A! mismo asunto dedicó el chileño Pedro de
Ofia su Arauco domado (1596), escrito, al
parecer, con el intento de realzar el nom-
bre del general de la expedición D. García
Hurtado de Mendoza, Márquez de Cañete,
totalmente omitido por Ercilla y su conti-
nuador, como si aquel ejército no hubiese
tenido cabeza Juan de Castellanos, andaluz
beneficiado de Tunja, cantó las hazañas de
la conquista de! Nuevo Reino de Granada
en sus Elegías de Varones ilustres de In-
dias, de que sólo se imprimió la primera
parte en 1589; la segunda y tercera se han
publicado en nuestros días [Colección de Jii-
i'arfeKey;'(i,tomoIV);lacuarta(yáunalgode
la tercera) se ha perdido. Barco Centenera
refirió en su Argentita (1602) la conquista
del Río de la Plata, y Gaspar de Vili agrá
escribió en verso verdaderamente .smc//o la
Historia de laNueva México (1610).
Como no sabemos á punto fijo cuándo
escribió Trerrazas, tenemos que contar
por primer cantor de las hazañas de Cortés
á Gabriel Lazo de la Vega, caballero ma-
drileño que publicó en 1588 la primera par-
te de su Cortés valeroso y Mexicanti, rfim-
presa en 1594 con una segunda parte que no
he podido procurarme. La primera com-
prende, en doce cantos y más de mil octa-
vas, la relación de lo sucedido desde que
- 29:-; -
salió de Cuba la armada de Cortés hasta la
prisión de Moctezuma. Está dedicada á D."
Fernando Cortés, nieto del i'onqiiÍs',,iJnf. '
El autor no ofrece míís que una hi:^inriasin
adorno alguno:
No pienso con doradas siuilcífts
Las cosas escribir que no pasaron;
Siilo prometo de decir verdades
Desnudas de inventivn y variedades.
A pesar de la promesa, introdujo episodios
harto infelices, como el de Clandina en el
canto rv (continuado en d VIII), y también
su parte de máquina en lI VI, donde inter-
viene Santiago por tres veces en favor de
ios españoles. Revuelta en estrafla mez-
cla con el santo anda en el poema la mito-
logía, y todo el cauto XI está destinado S
un ridículo episodio, en que- quiso imitar el
del canto IX de Los Lusiudas. Finge el poe-
ta que Marte y Minerva le fueron á Júpiter
con la embajada de que era muy puesto
en razrtn que los dioses ofreciesen «pros-
p^ius seft.'ilos- á un valiente español que
llevaba «¡Uíiias y gi-avf"^ pretensiones,» co-
mo debían serlo sin duda para ki.s dioses
del paganismo las de introducir en el Nue-
vo Munda la fé cristiano que había acabado
con todos ellos, .\cccdc Júpiter á la peti-
ción, por ser de jusUciu; puro considerando
T. n.-37
- 294 -
indecoroso á su alta categoría Jiicterst en
pormenores de mayordomo, ordena que por
segunda mano se haga A Cortés una gran
fiesta en Tlaxcala. Armados Marte y Mi-
nerva con aquella licencia, preparan todo;
y hé aquí que andando Cortés de Lacería
se aparta de los suyos, engolfado en perse-
guir á un cerdoso animal, que á la cuenta
debió ser un jabalí de la tierra, y correhas
ta encajarse con él en un «hondo peñasco.»
Desde allí descubre de súbito un amenísimo
campo mitológico, lleno de los árboles, ca-
llas y demás cosas en que se trasformaron
los héroes de Ovidio. Después de una bra-
va tempestad, todos aquellos individuos re-
cobran provisionalmente sus prístinas for-
mas y arman una gran fiesta, de que ya es-
tarían ganosos. Las ninfas danzan, saludan
luego á Cortés; y Calianera, una de ellas,
echa mano de su instrumento .i cuyo san
canta, en profecía ya pasada, todos los su-
cesos, enlaces y desi;eBdcncias de la casa
de Cortés hasta el punto en que el poeta
escribía, y no más; sin olvidarse de ailadir,
como una de las glorias de la casa, que ala
edad de veintinueve años sacarla ¡.i luz sus
versos, en la antigua villa de Madrid, Ga-
briel Laso,
Del tronco antiguo y clara de la Vega,
Y con eso, y con pouer la nioíü uiiit coro-',
aa de roble en las sienes de Cortés, éste,*!
en tal guisa, y sin haber desplegado loSl
labios,
k Volvió donde i-I caballo tinbia dejado,
'se acabó la liistoria.
Por esta muestra puede juzgarse delpoe-
ma. Los nombres indios que amontona Ga-
briel Laso son de lo más original que ima-
ginarse puede: el esposo definitivo de aque,-' I
lia asendereada Clandfna era tabasqueñ<í?l
y se llamaba Hipamtro. Del humilde' estro'i
del poeta dará idea la siguiente octava del 'l
canto IV, que tomo ¡il acaso, entro las mu-'
chas que pudiera trascribir;
» Oye ron los trescientos emboscados
Jugar In. artillerfa reforzada,
Y como leones fieros desalados
Dejan el sitio oculto y cnramadn:
<s bélicos tapados
En el asalto cadicioso fiero
II Queriendo cada cual ser el primero,
^í>. Antonio de Saavedra Giizmán, mexi-l
cano como Terrazas, pero más afortunado
que él, acabó y logrií ver impreso su Pere-
grino Indiano (1599), A la verdad, habría
conveaidogne la Fortuna trocara ius tew_
— 2% —
res. lira D. Antonio desceiidieiut; del Br.
Pedro Díaz de Sotomayor, uno de los con-
quistadores: por el abuelo paterno biznieto
del primer conde de Castelar D.Juan Arias
de Saavedra, y por la abuela nieto del go-
bernador D. Alonso de Estrada, según es
cribe Dorantes. Casó con nieta de Jorge de
Alvarado, hermano del célebre D. Pedro, y
se dedicó al estudio de las bellas letras, de
la retórica y poética en especial, á las cua-
les añadió el conocimiento de la lengua me-
xicana, no raro entonces entre los criollos.
Fué corregidor de Zacatecas, y nos cuenta
que por haber querido administrar recta
justicia, se levantó contra ú\ una tempestad
que le costó el empleo. Estuvo también de
visitadora tasador enTezcoco. Pasó á Es-
paña, probablemente con alguna preten-
sión, y en los setenta dias que duró el viaje
de mar, compuso su Peregrino con los ma-
teriales que había acopiado en siete años.
No sé si volvió íí su patria, Ó qué fué de él.
Imprimid su poema en Madrid, y prueba de
que estaba bien relacionado en la Corte, es
haber logrado elogios de muchos poetas,
para encabezar con ellos su libro: vénse,
allí, entre las otras composiciones, dos so-
netos, uno de Espinel y otro del gran Lope,
que por cierto no aumentarán la fama de
aquellos ingenios.
I
- 397 -
Saavedra ofrece servir «mi manjar de I
verdad» y tratar las cosas 'Sin más jugo ea
la historia, que] hacerla verdadera.» Des- ,
pues de haberlo dicho en prosa, lo repite ea-
algo que parece verso, así:
No llev.
De ninfas Cabalinas ni pHisaso,
De Náyades, Planetas ni Trilonei,
Qne yo tengo por dar el primer paso:
No sé quién san los fuertes Mirmidones,
Ni aun el Feloponeso ni el Ocaso,
Porque me han dicho, cierto, que es lo ñno,
Decir pan por pan, vino por vino
Como' era natural, supuesta la intención
de hacer historia verdadera, su poema em-
pieza con la expedición que Cortés sacó de
Cuba, y acaba con la prisión de Cuauhte-
motzin. Consta de 2039 octavas, distribui-
das en veinte cantos. Es un verdadero dia-
rio de operaciones, adornado con parla-
mentas de los indios, arengas de Cortés-
batallas, tempestades y amorfos de indias
todo pobrfsimo. Refiere también sucesos
tratados por Terrazas, ú otros, en los frag-
mentos que ahora publico: como el del ti-
món de Moria, el de la lebrcla. el sermón
de Cozurael, y la historia de Marcos de
Aguilar; pero quedando siempre inferior.
El episodio más estrafalario es el de la ago-
rerade Tlascala qusconfeccLontì un^
ó menjurge con las cosas más sucias 5
trañas, colegidas de todas las partes
mundo: le tomù, é invocando á PÍiihin, i
Furias, al viejo Carún, á Demogorgdn
otros personajes por el estilo, se le op
cieron «cien mil legiones del abismo hM;
do,» y vio el mundo entero: de todo lo 1
resultó conocer que México y Tlascala
bían de ser sojuzgadas por los espafia
Oyendo aquella sentencia irrevocable
solvió el senado hacer las paces, y de
vino la rendición de Tlaxcala y su cotÉ
te amistad con Cortos. Y es de notari]
esto no lo da el autor como nidqumft
poema, sino como hecho acontecido eu
lidad. ;
Sin duda para quitar al rey el dem
miento que le habla causado la telaci^
los desastres de la Noche triste, le exu^
(Canto xrV) la historia de un sueño effi
se aparecieron al autor, llevado en espíi
al Averno pagano, muchos personajes ¡
góricos, como la Envidia, la Mentira, e
más una multitud de extrañas fieras y ^
tiglos, para venir á parar todo en una eg
cié de chabacana apoteosis de Felipe 10
quien el poema está dedicado.
En el canto primero interviene Luí
para suscitar una luriosa tempestad cqb
DO n
Bmta
Ida:
esa
mdq
En
com<
■iasd
Sos:
sino,
■ naves de Cortes: éste, considerándose
1 perdido, pide & Dios que cl castigo me-
recido poi' las culpas de todas aquellas gen-
tes caiga sobre él solo; pero al mismo tiem-
po ruega que se le deje llevar :i efecto la
lata empresa comenzada. Su oración eS
oída: aparecen las luces de San Telmo,
íesa la tempestad. Esto es lo que hay dé
" máquina en cl poema.
En la introducción del canto XV están,
como antes hemos dicho, las amargas que-
s del autor por el mal pago de sus servi-
ios: y de ahi, sin más tropiezo que un epi-
íodio de ¡imores de una india con Juan Can-
BsiDo, prosigue la historia desde la retirada
de Cortés después del desastre de la Noche
triste, hasta la prisión de Cuauhtemotzin y
foma de la ciudad. En la última octava pro-
Iete otras obras:
Suele la tierra inculta, mnl labrada.
Dar di; la primer mies muy poco ñuto,
V Riendo con cuidado cultivada.
Produce en abundancia su tributo.
Yo soy la tierra estéril, mal labrada
Que cl invierno me fué seco y enjuto:
ABTJflrdeme &. quien mal he parecido
Que mi segundo fruto vea cogido.
Igaoro si daría el ingenio de Saavedra I
see segundo fruto: en todo caso el primero J
^
- 300 -
fué bien desabrido. Suverisificaciónraravez
pasa de una prosa rimada, llena de ripios
y de consonantes triviales; pobre, desma-
yada, sin invención ni asomo de estro poéti-
co. A pesar de que no hay poema, por ma-
lo que sea, en que no puedan escogerse
trozos donde se descubran buenas dotes del
autor, confieso que he leído de principio á
fía el Peregrino de Saavedra, sin encontrar
algo con que poder atenuar mi riguroso
juicio.
Mas á pesar de eso, parece que la obra
no desagradó del todo álos cont^mperáneos.
No hablo de los exajerüdos elogios que
otros poetas pusieron al principio del libro,
porque todos sabemos lo que significan esos
elogios pedidos con poca modestia y dados
acaso con menos gana; pero veo que Doran-
tes, hablando del suceso de Juan Cansino y
la india, dice: «Lugar y paso es este que
dejo su encarecimiento á los poetas, que le
pinten con vivos matices y colores, como
ya ha sacado la labor de la muestra de este
paflo, en el tinte de muy hermosa color,
nuestro natural D. Antonio de Saavedra
Guzman, enei Peregrino, t:\aG a.?,i como lo
es en la historia, lo ha sido en ser el prime-
ro que ha arrojado algo de la grandeza de
la conquista deste Nuevo Mundo.- Toda-
lia, muy cerca de nuestros tiempos, Beris-
taiij dijo que se encuentra en el Peregrino
■más naturalidad y exactitud, que en el
poema en prosa de D. Antonio Solis.» Alu-
de luego al juicio de Clavigero, quien dijo
que el Peregrino debía contarse entre las
historias de México, porque no tiene de poe-
sía sino el metro, y añade en son de desqui-
te: «tal sucede en la Farsalia de Lucano.»
Ya el gran Lope habla liaraado á Saavedra
■el Lucano de Cortés.» Mas pienso que á
pesar de los defectos notados al poema de
la victima de Nerón, esa especie de paralelo,
encerrado en una frase, fué nn/laco servi-
do hecho al pobre de Saavedra, La compa-
ración con Solls no es tampoco muy favora-
ble, pues la nattiralidad y exactitud, no son
ciertamente las cuah'dades que principal-
mente se exigen á un poema. La primera
degenera fácilmente en prosaismo, la segun-
da no es ni puede ser nunca tan completa,
como la de una buena historia. Si de exac-
titud y naturalidad se trata, ahí está la His-
toria de la Nueva México del capitan Gas-
par de Villagrá, que á lo mejoc interrumpe
sus versos para copiar al pié de la letra
cédulas reales, mandamientos y actas de
posesión.
Saavedra quiso ser el primero en hacer
historia mexicana de la conquista:
L
Animarne, Señor, á echar el reato
No con poco temor y sentimiento,
E! ver que soy en Mélico nacido
Donde ning-un historiador ba habido;
pero contagiado del mal de la época, errO
el rumbo, y sin medir sus fuerzas, resoIíW
hacer en verso su historia, de donde resul-
tó, como siempre sucede en tales casos,
que no hizo historia ni poema. La suma ra-
reza del libro íué lo tínico que motivó su* re-
impresión en ISSO.
Forma contrasK; con Saavedra otro me-
xicano D. Francisco Ruík de Lertn, autor de
«La Tebaida,» poema en cuatro cantos, hoy
perdido;de ¡a «MirraDulce,! impresa en San-
ta Fé de Bogotá el año de 1791,yclela*Her-
nandia," poema heroico de la Conquista de
México, en doce cantos de octavas reales,
impreso en Madrid en 1755. Al desmayado
prosaismo de Saavedra sustituye el estilo
embrollado y gongorino que estaba enton-
ces en su apogeo. Hay muchos trozos de la
«Hcrnandia» verdaderamente ininteligibles,
y hasta dudo que el autor mismo pudiera
dar razón de lo que quiso decir; pero en
medio de esa insufrible hojarasca, y á pe-
sar de algunob versos duros ó mal medidos,
muestra Ruiz de León verdaderas dotes de
poeta. Su versificación es infinitamente su-
- 30S —
■ períor á la de Saavedra; la estructura del
poema mucho más sobria, como que sólo
narra los acontecimientos principales. In-
trodujo su parte de máquina en el canto IV,
donde supone que Luzbel, irritado por el
daño que iba á causarle la expedición de
Cortés, convoca á sus ministros para arbi-
trar algún medio de atajar los pasos al con-
quistador. Hay que convenir en que esto
es mucho más oportuno y apropiado, que
los festejos de las ninfas y divinidades grie-
gas en Laso de la Vega y en Camoeos. Por
desgracia, no pudo Ruiz de León librarse
del contagio de aquella caduca mitología, y
su cuadro del infierno es enteramente pa-
gano. Hay una descripción de la antigua
ciudad de México, y otra de una fiesta que
Moctezuma dispuso para obsequiar á Cor-
tés: ambas pomposísimas, impropias y exa-
geradas al extremo. En el canto IX intro-
dujo una relación de las revoluciones de
Europa, que ninguna conexión tiene con el
asunto del poema. Ruiz de León, en mejor
época, habría sido un poeta notable: el mal
gusto de su tiempo estragó sus buenas dis-
posiciones. No debo detenerme más en su
libro, porque no pertenece al siglo XVI: le
menciono solamente por el asunto. Igual
razón me llevaría á decir algo de «La Cor-
tesiada,' poema trabajado con grande es-
- 304 -
mero, durante muchos años, por el jesuíta
mexicano P. Agustín Castro; pero quedó
inédito en Italia, y no le conozco. Para ce-
rrar la serie de estos poemas, resta nom-
brar la -México Conquistada> del célebre
candolgo Escoiquiz, que en tres tomos y
veintiséis cantos de octavas se publicó en
1798. Este pobrísimo trabajo marca quizá el
filtirao punto de prosaismo á que puede lle-
gar un llamado poema heroico. No se le-
vanta sobre el tono de una narración fami-
liar hecha á un amigo de confianza. No hay
entonación, no hay calor, no hay un solo
arranque postico. Las rimas son comunes,
verbales casi siempre: los versos desmaya-
dos, inarmónicos; las comparaciones mu-
chas y triviales: los nombres, más bien
araucanos ó estrafalarios, que mexicanos.
Ni el triste mérito de la fidelidad histórica
tiene, porque falta á ella gravemente y de
continuo, Ticknor es demasiado indul-
gente con este poema, y aun sospecho que
no le Ifíyó bien, pues precisamente le alaba
por «la exactitud histórica en que se encic'
rra.> Fué además injusto con Ruiz de León.
Hablando de la «Hernandia,» la califica de
tentaitva épica más desgraciada aún que la
de Escoiquiz. No estamos conformes, Ruiz
de León con su gongorismo, y todo, tiene
algo más de épico, es mucho más poeta y
íluii mejor historiador, que el desmayado
canónigo,
Saavedra Guzmánreprest^ntala época de
fiebre poética que reinó aquí por el último
tercio del siglo XVI, en que hasta los hom-
bres de menos vena sentían comezón de
versificar. Ruiz de Leon nos da una buena
muestra del gongorismo mexicano, quizá
más refinado que el español. Escoisquiz es,
en igual asunto, ejemplo del prosaismo en
que cayó la poesía castellana, por extremar
la reacción contra el gongorismo- Terrazas,
por lo poco que de él conocemos, parece
haber pertenecido á la buena escuela del
siglo XVÍ. bill ser un poeta de primer ur-
den, era ciertamente, superior á los otros,
porque no carecía de facultad poática, usa
en general lenguaje claro y sencillo (si
bien no siempre exento de afectación), y no
se deja caer en la bajeza del prosaismo.
Discutir ahora si la conquista de México
da asunto propio para una epopeya, y si el
héroe reúne las condiciones requeridas en
un personaje épico, sería ajeno de este lu-
gar. Lo indudable es que entre los canto-
res de aquellas hazañas, ninguno era sufi-
ciente para la tarea que tomó á su cargo.
Ninguno acertó á aprovechar la parte filo-
sófica de aquel gran acontecimiento, ni á
realzar el pumo capital de su interés: la lu-
■"1
el^oicia con- ;
cha entre àoa civiUzacmies, y d e
los pocos dirigidos por la intel
ira la muchedombre de □□ pueblo decaden-
te qtte no podía oponer sino la fuerza bru-
ta. Vingano sacó partido del notable p^>d
de la intérprete y dama de Cortés, Ya qae
j tanto no alcanzaran, podían siquiera, pa-
ra salir menos mal del paso, haber levanta
do el estuo cuando la ocasión lo pidiera, sic
irpor eso á perderse entre las nebulosida-
des culteranas; haber versificado bien, ya
que las galos de lapoesia llegan hasta real-
zar el frivolo asonto de los poemas buries-
cosrbaber aprovechado ciertos lances para
mover lo5 afectos, y sin aspirar ¿i una epo-
peya, imposible para la época y para ellos,
haber dado decoro, amenidad é interés á
la oarracíiín. A mi juicio, el que más se
acercó á esta honrada medianía fué nuestro
Terrazas.
Didembr; Je- 1S3.
w
I'
4
REPRESENTACIONES RELIGIOSAS
TIE MÉXICO EN EL SIGLÒ XVI. »
Il A graa popularidad que alcanzaron
en España las representaciones
ri:ligiosas, especialmente en los
siglos XVI y XVn, época de su mayor
lustre, es un hecho innegable que bas-
taría para justificar el interés con que
hoy se mira esa rama importantísima de
la literatura española, aun cuando no lo
aconsejaran así razones de mayor peso.
No es mi ánimo relatar el origen y vici-
situdes de esos espectáculos, y menos cali-
ficar el mérito y oportunidad de ellos. Vas-
to asunto es ese, que ha dado ocupación á
-- 308 -
escritores distinguidos (1). Pero al reprodu-
cir una coleccióo mexicana de obras de ese
género, me considero casi obligado á decir
algo acerca de las representaciones reli-
giosas de México, en los años que media-
ron entre la conquiíita v el fin del siglo
XVI.
Cattílicos íer\-ienles los conquistadores y
primeros vecinos de esta tierra, no podían
menos de continuar en ella las íieslas reli-
giosas de su patria. Pero había aquí nue-
vas razones para celebrarlas con mayor so-
lemnidad. El pueblo idólatra cuya conver-
sión se procuraba con tanto empeño, estaba
habituado á las frecuentes fie.stas de su
cruenta religión, y no era bastante haber-
las abolido, sino que convenía mucho susti-
tuirlas con otras que ocuparan la imagina-
ción de aquellos neófitos, y que, por el con-
traste con !a5 antiguas, les hicieran com-
prender, hasta de un modo extemo y mate-
rial, la inmensa ventaja que los nuevos dog-
mas llevaban á las erradas creencias en que
antes habían \ivido. ¡Quién, por rústico
que fuera, no habla de notar la diferencia
entre el devoto sacerdote católico, revesti-
Sr. b. Eduardo Gomalez Pedrosg paso a! freme àeìà co-
leccldnde Amos Sacremen[Bles,qu<zforinael tomoLVIU
ie Iti Bíbíoteca ae Aviares Españoles, de Rlvudeneyr»
— 309 —
do de sus simbólicos ornamentos, y el feroz
mínistfo de HuitztlopochtJi, greñudo, tima-
do y cubierto con la en sangrentada piel del
prisionero que acababa de inmolar? ¿Qué
comparación cabía éntrela horrenda piedra
deJos sacrificios, siempre destilando san
gre humana, y la purísima ara donde era
ofrecido el Cordero sin mancilla? ;C(5mo no
preferir los acentos de música acordada, al
lúgubre tañido del teponaxUi, precursor
de la matanza? ¿Cómo no sentir aliviado de
un gran peso el Animo al ver por todas par-
tes ¡lores, luces, adornos, danzas y regoci-
io, en vez de inmundicia, sangre, tormen-
tos y muertes? V sobre todo, /era posible
qite alguien recordara entonces sin horror
aquellos festines de antropófagos, digno re-
mate, no de fiestas sino de abominables
crímenes, cuando la nueva religión venía á
ofrecerle la participación del Sagrado Pan
Eucaristico en el sacrificio incnientro del
altar? Bien hicieron, pues, los misioneros
en ostentar á la insta del pueblo, poco an-
tes infiel, todo el brillo de las ceremonias
cristianas. Para ello aprovecharon cuantos
medios les sugirió su celo, y dieron con jus-
ticia, lugar preminente á los autos ó repre-
sentaciones de asuntos sagrados, no ya tan
sólo por seguir el uso de la madre patria,
sino más todavía para que «la indocta mu-
— 310 —
chedumbre ¿preciara y comprendiese de-
bidameate los grandes misteríos de la relí-
gi6D crístiaiía, y hallase en representacio-
nes vivas la saludable doctrina (!)> que por
la escasez de operarios evangélicos no po-
día difundirse con la presteza necesaria
entre unos conversos que, sobre ser mna-
merables, hablaban leo^^uas muy diversas,
y no conocían el mara\-iUoso arte de la es-
critura. Falundo el auxilio de los libros,
era muy del caso poner en acción lo que
ellos enseñaban.
Despueblos, del todo distintos y aparta-
dosj^cupaban entonces este suelo, y de abf
reáúltó íorzosameme la necesidad de apro-
piar las tiestas al estadosoctal de cada nao,
y ásu idioma. Dos españoles avecindados
en México continuaron, como era natural'
celebrándolas á su modo; pero los misione-
ros tìivieron que modiñcarlas en cuanto á ■
lo estenio y material. Desde luego se vie-
ron precisados í componer ellos mismos
las piezas que- habían de representarse, 6
por lo (Qenos á traducirlas y acomodarlas á
la capacidad de los oyentes; tarea en que
más ^delante les ayudaron ios colegiales in-
dios-'i^e Tlateloko. También el lugar de la
esceña era muy otro. Los templos, aunque
ly CaStte Disturbi acerí^a iti Drama reiieiost
— 311 —
grandes y suficientes para los días ordina-
rios, no bastaban á contener el numeroso
concurso de las grandes solemnidades, y
fué preciso inventar las capillas de muchas
naves con el frente descubierto, para que
la multitud congregada en los amplísimos
atrios, gozara de las ceremonias y feste-
jos. Modelo de tales capillas fué la fa-
mosa de S.José de México, construida por
Fr, Pedro de Gante, y que venía á ser como
la catedral de los indios; tan superior á la
de los españoles, que estos mismos la pre-
terían para sus fiestas extraordinarias. En
ella se hicieron ct año de 1559 las suntuosas
íséquias del Emperador Carlos V. Pero ni
ese ensanche bastó á los indios, quienes
acabaron por sacar 3 campo abierto el re-
gocijo que no cabía ya en templos ni atrios.
aprovechando la carrera de las procesioneíi
para ostentar en toda ella sus invencíone.
de enramadas, arcos de flores, altares, mú-
sicas y danzas. Asi pudieron también au-
mentar el aparato de las representaciones y
elegir asuntos que no se avenían á ence-
rrarse en las iglesias ó en los patios. Los
indios mismos eran, por supuesto, los acto-
res, y parece que no desempeñaban mal
sus papeles (1); pero no hallo mención de
4
Ul
s Indios de lineva t
a
— 312 —
actrices, que acaso se suplían con mucha-
chos. No era extraño, por otra parte, á los
indios el oficio de representante, porque
en su gentilidad le usaban haciendo entre-
meses ó íarsas en que algunas veces se
disfrazaban de animales; costumbre que con-
servaron aun en las fiestas cristianas (1).
En casi todas éstas se representaban pasa-
jes de la Escritura (3), y nunca se omitía el
auto del ofrecimiento de los Reyes Magos
al Niño Dios, en el día de la Epifania; festi-
vidad que ios indios consideraban como
propia suya, por ser la de la vocación de
losgentiles á la fé [3], Las crónicas antiguas
no nos han trasmitido únicamente la noti-
cia general de las representaciones sacras
de los indios, sino gue dan también la rela-
ción particular de varias de ellas; y aunque
carecemos del testo de las piezas, se sabe
lo bastante para comprender su argumento
y estructura. A iuzgar por los datos cono-
cidos, no eran propiamente piezas dramáti-
cas, ni se ocurría á la intervención de per-
sonajes alegóricos, sino que se reducían á
poner en escena, el hecho tal como se en-
. cap. ».
HiSlarin NalKrai y JUoral ii las Jtuiimf
, ..... Hisloria Bclesiáslíca Indiana, Mb.
'ra WoLTKIA, Jfíst.deíoF />,rf.,tr«i.l. cap. 13.
— 313 —
contraba referido ri se supoiiúi 4Ut: debiera
acontecer.
Fué famosa entre todas las fiestas que los
tlaxcaltecas hicieron el día de Corpus Chris-
t¡ del año de 1538 (1), cuya descripción nos
ha trasmitido el P. Motolinia; y si bien no
se habla en ella de representación de auto,
me parece oportuno trasladarla aquí, para
que se vea cómo acostumbraban los indios
realzar la pompa de sus solemnidades reli-
giosas.
"Llegado [dice nuestro autor] este santo
día del Corpus Christi del aflo de 1538, hi-
cieron aquí los tlaxcaltecas una tan solem-
H
fet
.._t.I,eap. 15.— Torqueraada,
lU Mottargala Indiana, copia.
lib XVU, cap. 9. de &
[Slancia, la rélacifln de , , ,
,clúnlafrcbadel53b. El Sr. D.Jo.é Fernando Sa-
1, en la Nolida de /í Vida y Escrüos de Ff. Toyibio
lííJKOfo/rH'a. conque enriquecía el tomo t de mi OoJ*ecMiii
de Duíumentos para la Historia de Síéxica (pie. Llrl),
notd la discrepancia; lUKS no ditidltcuU érala fcOia
verdadera; porque no liablajpodldo deparar (dice) el ùnt-
ilo dato gue hai latía para ñjarla, y era la noticia dequv
oM dfii .fue clprimero en que los tlaxcallecss sicaroa el
pueblo biza ciudad.
contrar la i^édula di
70 rampato he dr ' "
aliaba para ñjarla, y i
el Emperador leí dio cnando í \
'.\ Sr. Ramírez no habla lograda en-
las mercedes, para ver su fecha, ni
mella; pero bav otro dato que nO
Í acidad del Sr. Rami —
.Motoüniaúicc; '
lluego adelante, el día de Sao Juan Bautl
lunes sigttífHte, se representaron cuatro
bien, 9l el a de Junio, día de San luán Baut . ,
el ÍKftpfs (interior, día de Corpus, corresponde al 20 d«l
mismo mes. Esa (echa delnllo de 1^36 cayd en tnirlrs, j
no pndo ser día de Corpus; mientras que haciendo el com-
paio paca el aKo de Ifm, hallamos que la Pascua cayD d.
21 de Abril, v por conslirulenle el Corpus ííi úe Judo
quedando ani demostrado tiucel errores dcTor^nnnadt.
ú lal -"ei del impresor.
gur /"etí
n
I
ne fiesta, que mei'ece ser memorada por-
que creo que si ea ella se hallaran el Papay
el Emperador con sus cortes, holgaran mu-
cho de verla; y puesto que no había ricas
joyas ni brocados, había otros aderezos tan
de ver, en especial de flores y rosas que
Dios cria en los árboles y en el campo, que
había bien en que poner los ojos, y notar
cómo una gente que basta ahora era tenida
por bestial, supiesen hacer tal cosa.
'Iba en la procesión el Santísimo Sacra-
mento, y muchas cruces y andas con stis
santos: las mangas de las cruces y los ade-
rezos de las andas hechas todas de oro y
pluma, y en ella imágenes de la misma obra
de oro y pluma; que las bien labradas se
preciarían en Espaila más que de brocado.
Había muchas banderas de Santos. Había
doce apóstoles vestidos con sus insignias:
muchos de los que acompañaban la proce-
sión llevaban velas encendidas en las ma-
nos. Todo el camino estaba cubierto de
juncia y de espadañas y flores, y de nuevo
habla quien siempre iba echando rosas y
clavellinas y hubo muchas maneras de dan-
zas que regocijaban la procesión. Había en
el camino sus capillas con sus altares y re-
tablos bien aderezados, para descansar,
adonde salían de nuevo muchos cantores
cantando v bailando delante del Santísimo
— 315 —
^icratuento. Estaban diez arcos triunfales
^ gandes muy gentilmente compuestos; y lo
que era más de ver y para notar era, que
tenían toda la calle á la larga hecha en tres
partes como naves de iglesias: en la parte
de en medio había veinte pies de ancho; por
esta iba el Santísimo Sacramento y minis-
tros y cruces con todo el aparato de la pro^
cesión, y por las otras dos de los lados, que
eran de cada quince pies, iba toda la gente,
que en esta ciudad y provincia no hay po-
ca; y este apartamiento era todo hecho de
unos arcos medianos, que tenían de hueco
á nueve pies; y de estos había por cuenta
rail y setenta y ocho arcos que como cosa
notable y de admiración, lo contaron tres
españoles y otros muchos. Estaban todos
cubiertos de rosas y flores de diversas co-
lores y maneras: apodaban (calculaban)
que tenia cada arco carga y media de ro-
sas (entiéndese carga de indios), y con las
que había en las capillas, y las que tenían
los arcos triunfales, con otros sesenta y
seis arcos pequeños, y las que la gente so-
bre sí y en las manos llevaban, se apoda-
ron en dos mil cargas de rosas; y cerca de
la quinta parte parecían ser de clavellinas
de Castilla, y hanse multiplicado en tanta
manera, que es cosa increíble: las matas
son muy mayores que en España, y todo el
— 31Ó —
año lieneu ílores. Habfa i>bra dt mil rode-
las hechas de labores de rosas, ri-paríidas
por los arcos; y en los otros arcos que no
tenían rodelas liabía unos florones grandea
hechos de unos como cascos de cebolla, re-
dondos, muy bien hechos, y tienen muy
buen lustre: de estos había tantos, que no
se podían contar.
"Una cosa muy de ver tenían, En cuaQ-o
esquinas ó vueltas que se hacían en el ca-
mino, en cada una su montaña, y de cada
una salía un peñón bien alto; y desde abaje
estaba hecho como prado con matas de yer-
ba, y flores, y lodo lo demás que hay en un
campo fresco; y la montaña y el peñón tan
al natural como si allí hubiese nacido. Era
cosa maravillosa de ver, porque había mu-
chos árboles, unos silvestres y otros de fru-
tas, otros de flores, y las setas y hongos y
vello que nacen en los árboles de montaña
y en las peñas, hasta los árboles viejos que-
brados: á una parte como monte espeso, y
á otra más ralo; y en los árboles muchas
a.ves chicas y !gr andes: había halcones, cuer-
vos, lechuzas, y en los mismos montes mu-
t;ha caza de venados y liebres y conejoe y
adives, y muyjmuchas culebras: éstas ala-
lias y sacados tos colmillos ù dientes, poi'-
que las más de ellas eran de género de vL
boras, tan largas como una braza y tan
^
remesas como tfl brazo de un hombre pol-
la muñeca. TÈinanlas los indios con la ma
no como A los pájaros, porque para las bra^
vas y ponzoñosas tienen una yerba que las
adormece, la cual también es medicinal pa-
ra muchas cosas: llámase esta yerba picietl
(tabaco). Y porque no faltase nada para
contrahacer á lo natural, estaban en las
montañas unos cazadores muy encubiertos,
con sus arcos y flechas, que comunmente
los que usan este oficio son de otra lengua
(otomíesj, y como habitan hacíalos montes,
son grandes cazadores. Para ver estos ca-
zadores había menester aguzar la vista: tan
ttisimuiaítos estaban, y tan Henos de r^tna
y de vello de árboles, que á los as£ encu-
biertos, fácilmente se les vendría la caza
hasta ios pies: estaban haciendo mil adema-
nes antes que tirasen, con que hacían picar
álos descuidados. Este dia tné el primero
que estos tlaxcaltecas sacaron su escudo de
armas que el Emperador les dio cuando á
este pueblo hizo ciudad; la cual merced aún
no se ha hecho con ningún otro de indios
sino con éste, que lo merece bien, porque
a>'udaron mucho cuando se ganC toda la
tierra, á Don Hernando Cortés por S. M.
Tenían dos banderas de éstas, y las armas
del Emperador en medio, levantadas en
una vara tan alta, que yo me maravillé
T.IL-40
adunde pudieron hallar palo tan largo y
tan delgado: estas banderas tenían puestas
encima del terrado de las casas de su ayun-
tamiento, porque pareciesen más altas. Iba
en la procesión capilla de canto de órgano
de muchos cantores, y su música de flautas,
chicas y grandes, y esto todo sonú junto á
la entrada y salida de la iglesia, que pare-
cía que se venía el ciclo abajo. >
Si en ese día no hubo representación, aca-
so por falta de tiempo, bien reparada que-
dó luego la omisión, porque el lunes siguien-
te, día de San Juan Bautista, hubo cuatro.
Asi lo refiere el mismo cronista, cuyas pa-
labras sigo trasladando.
«Porque se vea la habilidad de estas gen-
tes, diré aquí lo que hicieron y representa-
ron luego adelante, en el día de San Juan
Bautista, que fué el lunes siguiente, y fueron
cuatro autos, que solo para sacarlos en
prosa, que no es menos devota la historia
qus en metro, fué bien menester todo el
viernes, y en solo dos días que quedaban,
que fueron sábado y domingo, lo depren-
dieron, y representaron harto devotamente
la anunciación de la Navidad de San Juan
Bautista hecha A su padre Zacarías, que se
tardó en ella obra de una hora, acabando
con un gentil motete en canto de órgano. Y
luego adelante, en otro tablado, represen-
I
- 319 -
j taron la Anunciación de Nuestra Señora,
Lque fué mucho de ver, que se tardó tanto
É^'Coino en el primero. Después, en el patio
■ -de la iglesia de San Juan, á do fué la proce-
VsùSn, luego en llegando, antes de misa, en
a cadalso, que no eran poco de ver los
Adalsos cuan graciosamente estaban ata-
["Mados y enrosados, representaron la Visi-
Ttacion de Nuestra Señora á Santa Isabel.
»&espues de misa se repretentü la Natividad
de San Juan, y en lugar de la circuncisioa,
fué bautismo de un iiífio de ocho dfas de
nacido, que se llamó Juan; y antes que die-
sen al mudo Zacarías las escribanías que
pedia por seíías, fué bien de reir lo que le
daban, haciendo que no le entendían. Aca-
bóse este auto con Benedictus Dominits
Deus Israel; y los parientes y vecinos de
Zacarías que se regocijaron con el naci-
miento del hijo, llevaron presentes y comi-
das de muchas maneras, y puesta la mesa
asentáronse á comer, que ya era hora.f
No fué menos solemne la fiesta que cele-
braron el día de la Encarnación, precedida
de una copiosa limosna, para santificar más
el piadoso regocijo con la práctica de la
caridad. Dejo hablar otra vez al apostólico
padre Fr. Toribio, á fin de que el lector no
pierda nada de tan bello trozo descriptivo.
•Lo más principal he dejado para la pos-
- 320 -
tre, que fué la fiesta que los cofrades de
Nuestra Sefiora de la Encarnación cele-
braron; y porque no la pudieron celebrar
en la cuaresma, guardáronla para el miér-
coles de las octavas. Lo primero que hicie-
ron fué aparejar muy buena limosna para
indios pobres, que no contentos con los que
tienen en el hospiul, fueron por las casas
de una legua á la redonda á repartirles se-
tenta y cinco camisas de hombre, y cincuen-
ta de mujer, y machas mantas y zaragüe-
lles: repartieron también por los dichos po-
bres necesitados diez carneros y un puerco,
y veinte perrillos de los de la tieiTa. para
comer con chile, como es costumbre. Re-
partieron muchas cargas de maíz y muchos
tamales en lugar de roscas, y los diputados
y mayordomos que lo fueron á repartir no
quisieron tomar ninguna cosa por su traba-
jo, diciendo que antes habían ellos de dai'
de su hacienda al hospicio, que no tomár-
sela.
'Tenían su cera hecha, para cada cofrade
un rollo, y sin éstos que eran muchos, te-
nían sus reías y doce hachas, y sacaron de
nuevo cuatro ciriales de oro y pluma, muy
bien hechos, más vistosos que ricos. Tenían
cerca de la puerta del hospital para repre-
sentar aparejado un auto, que fué la caída
de nuestros primeros padres, y al parecer
- 321 -
de todos los que lo vieron, fué una de las co-
[ sas notables que se han hecho en esta Nue-
va Espaila. Estaba tan adornada la morada
I deAdanyEva, quebien parecía paraíso de
I la tierra, con diversos árboles con frutas y
l.ilores, de ellas naturales, y de ellas contra-
|;$echa5 de pluma y oro, en los árboles mu-
I cha diversidad de aves, desde buho y otras
1 aves de rapiña, hasta pajaritos pequeños, y
■isobre todo tenían muy muchos papagayos,
|iy era tanto el parlar y gritar que tenían,
i veces estorbaban la representación:
Ityo conté en un solo árbol catorce papaga-
liyos, entre pequeños y grandes. Había tam-
ríiien aves cootrahechas de oro y pluma, que
Lera, cosa muy de mirar. Los conejos y
LUebres eran tantos, que todo esteba üeao
'e ellos, y otros muchos animalejos^ que yo
l:nunca hasta alU los había visto. Estaban
dos acelotles atados, qne son bravísimos,
que ni son bien g jto ni bien onza; y unavez.
descuidóse Eva, y fué á dar en el uno de
ellos, y él de bien criado, desvióse; esto era
antes del pecado, que si fuera después, tan
'. en hora buen i ella no se hubiera llegado.
Había otros animales bien contrahechos,
. metidos dentro de unos muchachos; estos
I andaban domésticos, y jugaban y burlaban
*■ con ellos Adán y Eva. Había cuatro ríos ó
lentes qjie salían del paraíso, con sus ré-
- 322 —
tulos que declan Phison, Gheon, Tigris, Eu-
phrates; y el árbo! de la vida en medio del
paraíso, y cerca de él el árbol de la ciencia
del bien y del mal, con muchas y muy her-
mosas frutas contrahechas de oro y pluma.
'Estaban en el redondo del paraíso, tres
peñoles grandes y «na sierra grande: to-
do esto Heno de cuanto se puede hallar en
una sierra muy fuerte y fresca montaí5a, y
todas las particularidades que en Abril y
Mayo se pueden hallar, porque en contra-
hacer una cosa al natural, estos indios tie-
nen gracia singular. Pues aves no faltaban,
chicas ni glandes, en especial de los papa-
gayos gfándes, que son tan grandes como
gallos de España: de estos había muchos,
y dos gallos y una gallina de los montese&.
que cierto son las más hermosas aves que
yo he visto en parte ninguna; tendría un ga-
llo de aquellos tanta carne como dos pavos
de Castilla -^
•Había "én estos peñoles animales natura-
les y contrahechos. En uno de los contra-
hechos estaba un muchacho vestido como
león, y estaba desgarrando y comiendo un
venado que tenía muerto: el venado era
verdadero, y estaba en im risco que se ha-
cía entre unas peñas, y fué cosa muy nota-
d.i. Llegada la procesión, comenzóse luego
el auto; tardóse en él gran rato, porque an-^
^
- 323 -
^tes que Eva comiese, ni Adán consintiese,
fué y vino Eva, de la serpiente á sti marido,
y de su marido á la serpiente, tres ó cuatro
veces, siempre Adán resistiendo, y como
indignado, alanzaba de sí á Eva; ella rogán-
dole y molestándole decía, que bien parecía
el poco amor que le tenía, y que más le
amaba ella á él, que no él á ella; y echán-
dole en su regazo, tanto le importunó, qne
fué con ella al árbol vedado, y Eva en pre-
sencia de Adán comió, y dióle á él también
que comiese; y en comiendo, luego conocie-
ron el mal que habían hecho; y aunque ellos
se escondían cuanto podían, no pudieron
ha«r tanto, que Dios no los viese: y vino
con gran majestad, acompañado de muchos
ángeles; y después quehubollamadoá Adán,
61 se excusó con su mujer, y ella echó la
culpa á !a serpiente, maldicién dolos Dios y
dando á cada uno su penitencia, Trajeron
los ángeles dos vestiduras bien contrahe-
chas, como de pieles de animales, y vistie-
ron á Adán y Eva. Lo que más fué de no-
tar fué el verlos salir desterrados y lloran-
do: llevaban á Adán tres ángeles, y á Eva
otros tres, é iban cantando en canto de ór-
gano Ciyciimdedci'uiitme . Esto fué tan bien
representado, que nadie lo vio que no llo-
rase muy recio: quedó un querubín guar-
dando la puerta del paraíso con sq espada"
i
— 3M -
en la mano. Lacgo allí estaba el muado,
otra tìeiTa cierto bien diíerenle de la qac
dejaban, porque estaba llena de cardos y
de espinas, y muchas culebras: también ha-
bla conejos y liebres. Llegados allí los re-
cien moradores del mundo. los ángeles mos-
traron á Adán cómo había de labrar y col-
tivar la tierra, y á Eva diéronle husos para
hilar y hacer ropa para su marido é tüjos: y
consolando á los que quedaban muy des-
consolados, se fueron cantando por dese-
efaas (1\ en canto de órgano, vm \Tllancico
que decja:
iPttra qoé comifr
<La prñier casada,
=Pmn qaé cMiutf
fLa flrste -redada
'La primer casada.
-Ella y su marido,
-A Dios bau iraido
^Ea pobre posada.
íPor haber comido
iLa fruta vedada
*Este auto fué representado por los indios
en su propia lengua, y así muchos de ellos
•I
- 32:, -
tuvieron lágrimas y mucho aeniimienio, en
especial cuando Adán fué desrerradn\ ,i i ■.
to en el mundo.»
E^ digno de notar que se cantaran estos
versos castellanos por remate de un auto
en lengua mexicana; y más cuando esta se
prestaba bien A la forma poética. De todas
maneras, ese villancico de 1538 es la mues-
tra más antigua que conozco de la poesía
colonial.
A todas las fiestas referidas excedió en
aparato la que los mismos indios de Tlaxca-
la celebraron 'porlas pacos hechas entre
el Emperador y el Rey de Francia:» alusión.
que sin duda se refiere á la tregua de diez
años njii^trida entre ambos soberanos el 18
Je Junio de 1Ó3S, Los indios, para aumen-
tar el brillo de su funciíJn, def^imiiiai on ha-
cerla el día de Corpus- ic, -.Wce el croniíU
de que afio, pero íué indudablemenic de
1539, porque la obra de que tomamos esta
noticia ^e escribió en 1540. Los españoles
li:ilifan representado, con igual ocasión, la
i;onquiíita il' Rodas H), y los indios detei-
ile 1^ se «mandaron II
mUniicnL.> de MCiico liay
upunolM. EaSTdeHanci
í Alonso de Avila dcnl" e
ìe lo que rorre. que áU poi
i.Hguas i caniiaas v oirás co»as 4ue sb le ma
prarpuaetiialiaSfleilMqut escadbdadbl
minaron representar la dejerusalén: «pro-
nóstico que Dios oumpl» vn nuestros días*
liice el cronista (1 >, pero lUyo cumplimiento
,iún no vemoà.
l-;i primera parte de la fiesta, aunque pa-
s<'' delante del Santísimo Sacramento, que
estaba puesto en un labLiJo ó cittialso, y
acompañado de Papa, cardenales y obispos
lingidos, no fué propiamente un aitlo, sino
un simulacro de la deseada y no verificada
conquista de Jerusalén por el Emperador
Carlos \'. Al efecto aprovecharon losindios
unos edificios comenzados .-i levantar en
una llanura inmediata ;í Tlaxcala, y desti-
nados para nueva casa de cabildo. Hinche-
ron do tierra la parte ya labrada, que tenia
de altura un estado, y sobre esc terraplén
levantaron cinco torres: la m;ls alta en el
centro, y las otras en los ángulos. Enlazaba
las torres una cerca almenada, y toda la fá-
brica estaba muy adornada de flores. Aque-
lla especie de casi !lo representaba la ciu-
dad dejerusalén. Knfrente,;i!a parte orien-
tal, se hallaba aposentado el Emperador: á
la derecha de Jerusalén quedaba el real del
ejército español: al otro lado el de las tropas
mpraron para los >a|ilr""— "■- ' - '— *~ -'
de los i lascili leen 9 ae v«iincú
(llu de Corpus esvC a 5 de JoRto,
:il.. irat.l, capiti! —n 15.
- 327 -
dt Nueva España. En medio déla plaza es-
taba Santa Fé, nombre que trafa luego A la
memoria la conquista de Granada por los
.Reyes Católicos, y allí había de situarse el
Emperador con su ejército. Todos estos lu-
I gares estaban cercados A iraitaciún de for-
I talezas.
Llegada la hora de comenzar el espectá-
Tcalo, y sentados en el tablado del Santísimo
Sacramento los que componían la procesidn,
1 comenzú á entrar en la plaza el ejército de
I España, en que se distinguían las banderas
^de SUE diferentes provincias, y en la reta-
Kiií^rdia iban los alemanes é italianos, »Ha-
a entre todos pocas diferencias de trajes,
Fporque como ios indios no los han visto ni
Fío saben, no lo usan hncor, y poi- eso cñtra-
r ron todos como españoles soldados, consus
r trompetas contrahaciendo las de España, y
l-'con sus atamborci y pífanos muy ordena-
P dos: iban de cinco en cinco en hilera, á su
'paso de los atamborcs.' Era general de es-
Tte ejército D. Antonio Pimentel. conde de
[_.Bena vente.
Entró en seguida el de la Nueva España^
^repartido en diez capitanías, y los que las
pormaban vestidos con ricos trajes, -porque
rtodos cuantos en este auto entraron eran
Señores y principales.» Iban en la vanguar-
dia Tlaxcala y México; seguían los liuaxie-
eos, zempoallecos, mixtéeos, colhuaques, y
unos -que se decían los del Perú é Islas de
Santo Domingo y Cuba.> Cerraban lámar-
cha tarascos y cuatem;iltecos, y capitanea-
ba á todos D. Antonio de Mendoza, virrey
á la sazón de la Nueva España.
Bien se deja entender, que ni el conde de
Benavente, que nunca vino il México, ni un
personaje como el virrey Mendoza, toma-
ron parte personalmente en aquel simula
ero, sino que algunos seiiores indios los re
presentaban. Lo propio sucedía con los je-
fes de los infieles; éstos eran, según el cro-
nista, D. Hernando Cortés, que hacía oficio
de Soldán, y D. Pedro de Alvarado, capitán
general. Había en esto último una doble
ficción, porque ni los conquistadores podían
capitanear infieles, ellos que habían venido
á plantear aquí la verdadera fé, ni las per-
sonas que desempeñaban esos papeles eran
los conquistadores mismos. No se alcanza
la razón que los religiosos, autores ú orde-
nadores de todas las fiestas, tuvieron para
agraviar á los conquistadores, poniéndoloíi
por jefes en el bando de los moros; ni cómo
se toleraba tan poco honrosa ficción, aun
por los mismos tlaxcaltecas, que no hacía
mucho habían peleado de veras al lado de
los que ahora, en el simulacro, tenían al
frente como enemigos.
- :í29 —
El ejército español fué el primero en s3
ril campo, cccaminíndose en derechura á
Jerusalén, y el Soldán D. Hernando Cortés
le salió al eiicuenlro uon su jfenle ataviada
á manera de moros. Pelearon un ralo, ylos
enemigos cedieron, vtlnij-endose á la ciu-
dad. Iguid cosa sucedió con el ejercito de
Nueva España, qut- vino ;¡ pplear después.
Mas presto se trocaron ios papeles, porque
habiendo recibido los moros un gran refuer-
zo, hicieron una .salida y vencieron, uno en
pos de otro, ií les dos ejércitos. Sus capita-
nes, el conde de Benavente y el virrey Men-
doza, participaron al Emperador lo sucedi-
do, por medio de c-irtas que el cronista co-
pia textualmente, así como las respuestas
del soberano. Este acudió en persona al so-
corro de los suj'os, acompañado de los re- r
yes de Francia y de Hungría, «con sus co
lonas en las cabezas,- y fué á aposentarse
;l Santa Fé. Sin desalentarse por el pasado
revés, acometieron todos á lo.s moros, quie-
nes no solamente se defendieron bien, sino
que verificaron otra salida, y rechazaron
de nuevo á los españoles. En tal aprieto es-
cribió el Emperador al Papa la noticia de
lo ocurrido, concluyendo con pedirle que
vosaríi A Dios por el buen suceso de sus ar-
nias, «pues estaba determinado de tomar á
^— ferusalén y ;i todos los otros Santos Luga-
res, 6 morir en la demanda.» El Papa, COB-
soltado el caso con los cardenales, contestó
al En^>erador, diciéodok que ya mandaba
hacer plegarias en todas partes, y concedía
no gran jubilro i toda to cristiandad.
Viéndose por dos veces rechazados, acu-
dieron también los españoK-s .1 la oracita.
y fueron A arrodillarse ante el Santísimo
Sacramento, con el Papa y cardenales. Apa-
redóseles cotúoccs un áng?l para decirles,
que Dios había oído sus oraciones: que no
desmayasen, porque al fin conseguirían vic-
toria; y que «para auis sefruridad- les en-
viaría el Señor á su patrono S.intìago- Lue-
go á la hora cntr<> el apóstol en un caballo
"blanco como la nieve,, y losc-ipíiñoles lesi-
guieron contra los moros, que aún estaban
fuera dejerosalén; éstos se retrajeron á la
ciudad, y los españoles se volvieron A su real.
Acometieron entonces á so vez los de Nue-
va Espajia; pero los moros salieron contra
ellos, y los obligaron también á retirarse.
Como la ayuda del apóstol Santiago no
había sido de provecho, fué preciso ocurrir
de nuevo á la oración. De nuevo apareció
el ángel á participarles que Dios habfa per-
mitido fuesen humillados, A fin de probarlos
y hacerles ver que sin su ayuda nada va-
lían; pero que ya vendría al socorro el abo-
gado y patrono cicla Xueva Esp,-iña, San
to
W
^^ ni
- 331 -
Hipiilito. A la promessi siguió el cumplí?!
miento, porque llegú el santo mártir co u
ciib.'illo morcillo: juntóse con Santiago, ya
■ahczu ambos de toda la genie, espaflojí
j;í india, emprendieron un furioso ataquen
>&, ciudad. «Todos junios, dice el autor qaffl
.seguirao.-i, comenzaron la batería, de manc^
que lo.^ que en ella estaban, aun en las
[íorrcs, no se podían valer, de las pelotas y
que les tiraban. Por las espaldas Uc
JTerusalén, entre dos torres, estaba hecha
una casa de paja, harto larga, á la cual, al
tiempo de la batería, pusieron fuego, y por
todas las otras partes andaba la batería muy
recia, y los moros, al parecer, con determi-
■nacion de Jíntes morir, que entregarse á uin-
partido. De dentro y de fuera andaba
tei combate muy recio, tirándose unas pelo-
tas grandes, hechas de espadañas, y alcan-
cías de barro secas al sol, llenas de almagre
mojado, que al que acertaban parecía que
quedaba mal herido y lleno de sangre, y lo
mismo hacían con unas tunas coloradas. Los
flecheros tenían en las cabezas de las viras
unas bolsillas llenas de almagre, que doquie-
ra que daban parecía que sacaban sangre:
rábanse también cañas gruesas de maíz.
Estando en el mayor hervor de la batería,
apareció en el homenaje (1) el arcíngel San
- 333 -
.Miguel, de cuyiv voz y visión, a^i los moros
como los criblianos, espanlados, dejaron el
combate C hicieron silencio. Entonces el ar-
cángel dijo á los moros: -Si Dios mirase il
vuestras mjldaUes y pecados, y no ú su gran
misericordia, yaos habría puesto en el pro-
tundo del infierno, y la tierra se hubiera
abierto y tragadoos vivos; pero porque ha-
béis tenido reverencia d los Lugares San-
tos, quiere usar con vosotros su mia, ricor-
dia y cspevitros á penitencia, si de todo co-
razón á él os convertís: por tanto, conoced
al Señor de la Majestad, Criador de todas
las cosas, y creed eB su preciosi=imo Hijo
Jesucristo, y aplacadle con lágrimas y ver-
dadera penitencia;» y esto dicho desapare-
cí i'i,-
Las palabras del arcángel produjeron el
electo negado á las armas, porque los moros
reconocieron su error, é hicieron señal de
paz. Eoviú el Soldán un parlamentario con
carta para el Emperador en que se recono-
cía vasallo suyo: y recibida, se acercó al Em-
perador A la ciudad, cuyas puertas encontró
ya abiertas; á ellas salió el Soldán á recibir-
le y prestarle vasallaje. Tomóle el Empera-
,;,pr Jv la mrir.n, le llevó adonde cbLaban el
l'upa ycardcn^iles, delante del Sacramento,
y allí dieron todos gracias á Dios por tanta
iiiercid. Lo más singular de este simulacro
- 333 -
fué su remate. Trnía consigo el Soldán mu-
chos al parecer moros, pero que no eran si-
no indios adultos, prevenidos al intento, los
cuales pidieron el bautismo al Papa, y fue-
ron luego allí mismo real y verdaderamen-
te bautizados. Sólo las circunstancias espe-
ciales de hi ¿poca y del país hacían posible
esc fin de fiesta, que dudo se haya visto en
otra parte.
Puesto feliz término al simulacro con la
victoria fingida y la regeneración verdade-
ra d>; aquellos infieles conlasaguasdel bau-
tismo, continuó su marcha la procesión, cu-
ya carrera estaba adornada de arcos y flo-
res, casi lo misniu que el año anterior, siendo
lo más notable seis capillas con sus reta-
blos, y tres montañas muy al natural, en las
cuales se representaron *lres autos muy
buenos.»
Corresponde de derecho al misionero
ironista hacer la relación de ellos, y volve-
mos á dejarle la palabra.
■En la primera (montaña) que estaba lue-
go abajo del patio alto, en otro patio bajo á
do se hace una gran plaza, aquí se repre-
stnió la tentación del Señor, y fu¿ cosa en
que hubo mucho que notar, en especial ver-
la representar á indios. Fué de ver la con-
sulta que los demonios tuvieron para ver
de tentar à Cristo, y quién serla el tenta-
L
- -xa -
dor. Ya que se deLcrmiiiú que fuese Luci-
fer, iba muy contrahecho ermitaño, sino que
dos cosas no pudo encubrir, que fueron los
cuci^nos y las uñas; que de caiia dedo, así
de los manos como de los oiés, le sallan
imas uñas de hueso tan larga^ como medio
palmo: y hecha la primera y segunda len-
laciOn, la tercera fuú en un peñón muy al-
io, desde el cual el demonio., con mucha so-
berbia, contaba á Cristo todas las particu
laridades y riquezas que habla en la pro-
vincia de la Nueva España, y de aquí saltú
á Castilla, adonde dijo, que además de mu-
chas naos y gruesas armadas que traía por
la mar, con muchas riquezas, y muy grue-
sos mercaderes de paños y sedas y broca-
dos, había otras muchas particularidades
que tenía; y entre oirás dijo que t^nía mu-
chos vinos, y muy buenos, á lo cual todos
picaron, así indios, como españoles, porque
los indios todos se mueren por nuestro vi-
no. Y después que dijo de Jerusalen, Roma.
Africa, y Europa y Asia, y que todo se lo
daría, respondiendo el Señor Vade, Satha-
na, cayú el demonio; y aunque queáii en-
cubierto en el pentìn, que era hueco, los
otros demonios hicieron tal ruido, que pa-
recía que toda la montaña iba con Lucifer
i parar ¡il infierno. Vinieron luego los án-
geles con comida para el Señor, que pare-
- 335 -
da que venian del ciclo y hecho su acal
miento, pusieron la mesa y e
cantar,
•Pasaniio la procesión á la otra plaza, i
, otra montaña se representó cómo San Fruí
cisco predicaba á las aves, diciéndoles pea
I cuántas razones eran obligadas ;l alabar y* i
I bendecir á Dios, por las proveer de mante-
nimientos, sin trabajo do coger ni sembrar
3 los hombres, que con mucho trabajo
ftiencn su mantenimiento; ysimisrao por el
fvestirdeque Diosles adorna, con hermo-
f.sas y diversas plumas, sin ellas las hilai" y
l'tejer, y por el lugar que les dio, que es de
l'aire, por donde se pascan y vuelan. Las
3S, llegándose al santo, parecía que le pe-
P dlan su bendición, y él se la dando, les en-
f cargrt que á las mañanas y .i las tardes loa-
t sen y cantasen A Dios. Va se iban; y como
I el santo se abajase de la montaña, salió al
[ través una bestia fiera del monte, tan íea.
( que á los que la vieron así de sobresalto les
■ •puso un poco de temor; y como el santo la
nvió, hizo sobre ella la señal de la cruz, y
r luego se vino para ella, j- reconociendo que
[ era una bestia que destruíalos ganados de
' aquella tierra, la reprendió benignamente,
\ y la trajo consigo al pueblo ¡i do rstabati
[ los señores principales en su tablado, y allí
la bestia hizo señal que nhcderfa, y dio la-
- 336 -
mano de nunca mas hacer daño en aquella
tierra; y con esto se fué hi fiera á !a mon-
taña,
• Quedándose alli el santo, comeiizú su
sermón diciendo, que miriisen cúmo aqnol
bravo animal obedecí;! la palabnt de Dios,
y que ellos tenían razón y muy grande obli-
gación de guardar los mandamíento.s de
Dios. . . . j' estando dÍci<;ndo esto, salió uno
fingiendo que venía beodo, cantando muy
al propio que los indios cantaban cuando
se embeodaban, y como no quisiese dejar
de cantar y estorbase el sermón, amones-
tándole que callase, si no, que se iría al in-
fierno, y él perseverase en su cíintar, llamó
San Francisco á los demonios de un fiero y
espantoso infierno, que cerca á ojo estuba,
y vinieron muy feOs, y coa mucho estruen-
do asieron del beodo, y daban con ¿1 en el
infierno. Tomaba luego el santo á proce-
der en el sermón, y salían unas hechiceras
muy bien contrahechas. ... y como también
estorbasen la predicación, y no cesasen, ve-
nían también los demoiiiuri, y poníanlas en
el infierno. De esta manera fueron repre-
sentados y reprendidos algunos vicios en
este auto. El infierno tem'a una puerta fal-
sa, por donde salieron los que estaban den-
tro; y salidos los que estaban dentro, pu-
siéronle fuego, el cual ardió tan e-spitntosa-
J
bì
et
mente, qiie pareció que uadie se habia es-
capado, sino que demonios y condenados
iodos ardían, y daban voces y gritos los
demonios, !o cual ponía mucha grima y es-
panto, aun á los que se sabían que nadie se
quemaba. Pasando adelante el Santísimo
"^lacramento. había otro auto, y e^'a del sa-
'criíicio de Abraham, el cual por ser corto,
y ser ya tarde, no se dice más de que fué
bien representado. Y con esto volvió la pro-
cesión á la iglesia.'
Es muy probable que todas estas fiestas
'de Ttaxcala fueron dispuestas por el P. Fr.
'üribiodeilji-^linía, guardián de aquel con-
vento; y señaladamente parece haber sido
suya la del simulacro dejerusalén. Hácelo
creer así la circunstancia de figurar en él,
como capitán general de los españoles, el
conde de Benavente, señor del pueblo natal
¡del padre, y á quien éste dedicó su Historia
4e los Indios de Nueva España. Si los de-
más escritores hubieran puesto igual cuida-
do de trasmitirnos la relación sustanciada
de las fiestas deotras partes, tendríamos hoy
gran copia üe datos para escrihir la hislo"
ria de las representaciones sacras en Méxi-
co. Mas no fué así, pues por lo común se
contentaron con la mención general de
ellas, Algo se encuentra, sin embargo, y es-
to poco se aumentaria, sin duda, con un de-
tenido examen lie nueslvHs ineatimables
crúnictts inoniisticas.
No en los pueblos solamenic, sino tam-
bién en la capital de México, hacían los in-
dios sus representaciones de asuntos sagra-
dos. Fué muy célebre la del auto del Juicio
final, compuesto en lengua mexicana por el
gran misionero Fr. Andrés de Olmos, y re-
presentado en la capilla de S.José de Natu-
rales (1), á presencia del Virrey D. Antonio
de Mendoza, del Obispo D. Fr. Juan de 2u-
márraga, y de un ffran concurso de gente,
así de la ciudad como de la comarca. Cau-
só grande edilícaciún á todos, indios y es-
pañoles, 'para darse illa virtud y dejar el
mal vivir, y & muchas mujeres erradas, pa-
ra, movidas de temor y compungidas, con-
vertirse á Dios. La mayor parte de los es-
pañoles quedarían aj'unos, por no entender
la lengua, y de seguro así sucedió al virrey
y al obispo, No se asigna fechad esta fies-
ta; mas como Mendoza llegó en 1535 y el Sr.
Zumárraga murió en 1548, hubo de verifi-
carse forzosamente en uno de los años in-
termedios,
pte. I, cap. 31.— Bi
presentado en la iglesia
I
m
lili la Historia de Dávila Padilla (1) en-
cuentro mencionadas las fiestas hechas por
los dominicos en Etta, pueblo de Oajaca, el
,año de 1575, que terminaron por cierto trá-
gicamente. Era entonces guardiiin de aquel
._convento el P, Fr. Alonso de la Anuncia-
[CiÓn, y dispuso para el día de Corpus una
represeiitaciún de la Sagrada Escritura
que sirviese para declaración del miste-
rio,» por ser «cosa muy acomodada al natu-
ral de los indios, representarles con estas co-
pas exteriores las que profesan en la fé-> Fue-
'n del palio de la iglesia, Alapartedeoricn-
hicieron de prisa un corredor i'i soportal
lara que sirviese de abrigo al Santísimo
¡acramcnto, dumnlc In representación del
;áuto. Sali<J la proccsiiJn con la porapaacos-
imbrada, llevando l.i Custodia Fr. Alonso,
cuando llegó al corredor, se colocaron
ijo su sombra las cruces, las andas y el
lautísimo Sacramento. Sentáronse también
allí Fr. Alonso, otro religioso su compañe-
ro, y todos los principales del pueblo; pero
cargó tanta gente sobre el techo, que se vi-
no al suelo en medio de la representación.
cogiendo debajo á cuantos había cobijado
su malífica sombra. Ciento veinte fueron
los muertos, muchos más los heridos, y en-
ti, (;ap. aa Tambiín Buküoa, Croírafica des-
- a» -
tre ellos ci P, Fr- AltMiso, á quieu sacaron
ÙK entre los escorabros eoo las piernas que-
bradas por variai partes, y rotos ó desen-
cajados casi todos los demás huesos. Et
otro religioso, que estaba menos lastimado
por haberse colocado algo afuera, acadí<3 á
sacar el Sacramento, á pesar de que aún
caian vigas v piedras. Tuvo la dicha de en-
contrar intacta la Custodia, y aunque cayó
con ella al salir, logró ponerla en saJvo. Fr.
Alonso sobrevió solamente dos horas á
aquel ínnesfo acontecimiento, que llenó de
luto y consternación al pueblo.
Terminaba ya el siglo decimosexto, cuan-
do el franciscano Fr. Francisco de Gam-
boa instituyó en México una cofradía de
Nuestra Scfiora de la Soledad, cuyo asien-
to era en la capilla Je San José, y or-
denó á los naturales la estación de los vier-
nes, de que formaba parte un sermón, y du-
rante él se representaba algún paso de la
Pasión de Xucstro Señor. Serían induda-
blemente representaciones raudas, pues de
otra suerte eran incompatibles con el ser-
món. Por aquel mismo tiempo introdujo el
historiador Fr.Juan de Torquemada unos
autos, á que dieron el nombre de iieixcutti
Hi, que en lengua mexicana significa «de-
chudo» ó "ejemplo,. Hacíanse los domingos
por la tarde, después del sermón, y se acos-
n
- 341 -
tumbraban todavía un siglo después (1). El
mismo historiador compuso, en lengua de los
indios, muchas délas piezas que se ejecuta-
ron,y algunas escribi(3 su maestro, el gran
nahuatlista y fecundo escritor Fr. Juan Bau-
tista. De todas, y de otras de propia cose-
cha, se aprovecharon los demás religiosos
en los diversos lugares donde introdujeron
la propia costumbre; pero no ha llegado á
nosotros eltexto de ninguna (2).
Las representaciones de pasos dé la Pa-
sión continuaron por largo tiempo, aun des-
pués de haber cesado las de autos sacra-
mentales, y llegaron hasta nuestros días,
suprimida la p^irte hablada, como en \M del
P. Gamboa, y conservando sólo la figurati-
va, acompañada de sermones. Conforme lo
pedía el contexto de éstos, se iban ejecu-
tando las acciones. Todos recordamos ha-
ber visto no há muchos años, él prciidiintei¿'
tñ, lAs tres Cuidas, el d ascendimi cut o, y
otras escenas de la Pasión figuradas al vivo,
aun dentro de la capital y en los pueblos
comarcanos: último recuerdo de aquellas
alegres y d .i votas solemnidades estableci-
das por los antiguos uiisioneros. 1^1 refina-
[1J lí»9). -MncTf 17. «Hubo en dicho hur>pital de jesús
Nazareno nescuítile en mexicano, del pudre Zappa* i>/íi-
rio de RoBKF^, tom. II, pág. ?/)
pl TüKQUiiMAD.v, Monarquía Indiana, lib. XX, cüp.
79. Bktaxcoi'r r, Mctioio^io, 'Si de Julio.
T. II -43
- 342 —
miento de nuestros días condenaba esas
fiestas, conaiderándolas como farsas grotes-
cas, indignas de una sociedad culta, y muy
ajenas del respeto debido á la Divinidad.
Juzgábase con espíritu muy diverso del que
nnimaba a los que tomaban parte en ellas.
Lo que par^ los escrupulosos, ó tal vez in-
crédulos, no pasaba de un espectáculo ridí-
culo, era para el sencillo pueblo un recuer-
do vivo del incomprensible sacrificio del
Hombre-Dios, y un acto de verdadero cul-
to á que contribuían con afectuosa devoción.
Mas como no solían participar de ella todos
los espectadores, especialmente en liis ciu-
dades, habrta convenido que la autoridad
competente suprimiera tales espectáculos; y.
tambiín porque algunos excesos, inevita-
bles, por lo demás, en toda reunión nume-
rosa, daban gran pábulo á la censura, que
en otra materia se habría mostrado menos
severa. Al fin, no un afectado escrúpulo,
como sucedió con los autos sacramentales,
ni el deseo de evitar desórdenes, que en
otfas cosas se toleran, sino una persecución
descarada á ht Iglesia, vino A cortar la dis-
cusión y pu.so termino ;í las representacio-
nes reügiosiis, dujanJo en cambio entera
libcrliid á las profanas para llegar ;l la mis
rigurosa inmoralidad.
Pero hagamos :i un l;iüo ni-niiniscencias
- 343 -
enfadosas, para tomar de nuevo el hilo de
la narración, y referir cómo celebraban
aquí los españoles la fiesta del Corpus Chris-
ti. No puede caber duda de que quedaría
establecida luego que se fundó la nueva
ciudad; pero la primera mención que en-
cuentro de ella está en el acta del cabildo
de 9 de Enero de 1526. Ese día se presen-
taron los sastres pidiendo un solar para
edificar á su costa una ermita y un hospital,
en que se alberguen los pobres, y de donde
«saliesen sus oficios el diade Corpus Chris-
ti,» lo cual da á entender que ya desde an-
tes se acostumbraba hacer la procesión.
Para salir en ella estaban reunidos los con-
cejales en la iglesia mayor el 31 de Mayo
del mismo año, cuando recibieron la carta
de Cortés en que les avisaba su regreso de
la expedición de las Hibueras.
'fres años después, á 24 de Mayo de 152'^
se arregló el orden en que habían de ir /os
oficios, esto es, los oficiales de las diversas
artes mecánicas, capitaneados por sus alcal-
des, y llevando las imágenes de sus santos
patronos. Motivo del acuerdo fué que había
habido dij ciencia, ó sea disputas, entre los
oficios, acerca del lugar que habían de ocu-
par en la procesión, y se mandó expresa-
mente que «los armeros fueran junto al ar-
ca del Santísimo Sacramento,^ En 1033 se
repitia el acuendo más circunstanciadamen-
te, como se vé en el acta de 10 de Junio, que
dice asi; «Este dia dijeron, que por cnanto
es necesario haya orden en cómo han de ir
los oficios é oficiales que los sacan, en la
fiesta de Corpus Christi, porque de no la
haber ha habido diferencia entre los dichos
oficiales los años pasados, mandaron que la
arden que en lo susodicho se ha de tener
sea, que después de tos oficios é juegos de
los indios, vayan delante los primeros en la
dicha procesión los hortelanos, y tras ellos
los jigantes, y tras los jijantes los zapate-
ros, y tras los zapateros los herreros y cal-
deros, y tras estos los carpinteros, y tras
los carpinteros los barberos, y tras los bar
beros los plateros, y tras los plateros los
sastres, y tras los sastres los armeros, y
mandaron que los oficiales de los dichos
oficios vayan con !os dichos oficios en pro-
cesión, en los lugares dichos, é que los dos
ofcios vengan é se pongan el dicho dia,
luego de mañana, en la plaia mayor, y en-
tren en la iglesia por la puerta que está á
la dicha plaza, y hecho su acatamiento al
Santo Sacramento, salgan de la dicha igle-
sia por la puerta que estú hacia el corral (Je
los toros y vayan en la dicha procesión por
la Orden dicha.» Siguen las penas contra
los que faltasen A lo mandado. La prcferen-
n
- ;}4r. -
cía dada á los armeros sobre los dümiis ar-
tesanos, revela el espíritu de la época; mas
no la conservaron mucho tiempo, porque en
1337 (18 de Mayo) pasó A los plateros, en ra-
zón ¡í que sacaban la imagen de San Hi-
pólito, patrono de- la ciudad, y era justo
lionrarle. El acuerdo antes copiado demues-
tra que en la prorcsiiiu había jiganles {y
probablemente /arasail i'l), y que salían en
ella, no sOlo los españoles con sus oficios,
^ino también los indios con los suyos. Figu-
raba ademiis en ella el diablo cajuela (2). El
camino que todos seguían, era entrar por
la puerta de la antigua iglesia mayor que
miraba al sur, y salir por la que dalia al
EiitpL'íiraflillo, donde estaba situado el co-
rral de los toros.
Ese mismo año de 17)33 hubo f^randes dis-
cordias entre el ayuntamiento y la Audien-
cia, sobre quiénes habían de llevar las va-
nii Las noiidns cltirUa uci^rc» de Li lavasca.no se
rcmoniiin más que al uno de iTOi. iSaliú nycr tarde v hov
i-:6t¡i Mavo) [arasen niic>-ft de siete i^itbeiiiü, y naduru
derniroilfl la Caicdral (dici- '--'■ *■— ■■- — -— -
ul Uesipo de iHf vispcTRs,
• Wn nombrado eo el
Ifioen CK» liettteor
e5 íiirern:tlc5 ■ (Pan,
ras del palio de la procesión. Aunque la
ciudad sostenía que esa prerrogativa le to-
caba, por ser así costumbre en las ciudades
de España, se mostrO llana á cederla en fa-
vor del presidente y oidores, lo cual les hi-
zo presente por medio de un escrito- Mas la
Audiencia dispuso que el palio tuviera ocho
varas, y de ellas llevaran cuatro los oido-
res, y las otras cuatro ¡os oficiales reales,
tesorero, contador, factor y veedor: ordenii
t.ambitín que cuando sobrasen varas ó las
dejasen los que tenían derecho ;í ellas, el
cabildo proveyera. Insistití la ciudad en su
acuerdo, considerAndose agraviada por el
del Audiencia; pero descando evitar dispu-
tas, ocurrió al provisor para informarle de
lo que pasaba, porque «ellos no entendían
de ir en la dicha procesión, hasta que S. M.
lo envíe proveído.» La determinación era
grave, si se atiende á I;i importancia que
tenía entonces la municipalidad de México,
y estuvo á punto de ocasionar un tumulto.
No aparece en el Libro de Cabildo lo que
por aquella vez se ejecutó; pero al año si-
guiente se repitieron las desavenencias y
volvió i\ alterarse el pueblo. La ciudad se
quejaba, en uno de sus cabildos, de que e!
presidente y oidores hablan dado liís varas
de! palio srf quien quisieron, contra lo que
en esto los dichos presidente ¿ oidores tic-
- 347 -
tien mandado: todo en ofensa é injuria desCa
dicha ciudad, justicia éregidores é repúbli-
ca de ella,' y protestaron defender por jus-
ticia sus derechos. Mal saIii;ron al fin en el *
negocio, porque, como refiere Herrera (1}(.1
informado el rey deesas diferencias,
que le pesfi mucho, porque demiís de ser <
cosa en que Dios era muy deservido, no era
buen ejemplo para los naturales,» mandíi
c-n 1534, que 'Siempre que se hallaran pre-
sentes el presidente y el Audiencia Real,
que representaban la persona del rey, el
dicho presidente diese las varas A quien le
pareciese, prefiriendo el presidenie, prela-
dos y señores de título, marques y conde, y
después & los oidores, y luego los oHcialtis
propietarios, y después los regidores más
antiguos, sin escándalo ni desasosiego al-
guno.. Para tan pocas varas era mucha
gente esa, y rara vez podrían los capitulares
alcanzar parte en aquella honrosa distinción .
(2). A muchos parecerán hoy frivolas tales I
disputas, y no es extraño, cuando la devo-
ción T el espíritu de cuerpo han dejado el
[II Hlslniia Bi-HCFiil i/i- lashechos dt las Casltllanos,
D¿L.'.^VJ!h.fi,cap. M.
hnbolitsmas ndelu]
puesio ;i l;i dfScrt't-iK'ia, y ¡l la soiJ ^.lu pro-
vecho personal.
En los libros de Aci;is del Ay un la miento
de México, correspondientes ;l los ;iños de
1524 !Í 1542, únicos que han estado á ini al-
cance, nada hay referente ;l presentaciones
sacramentales; pero sobran pruebas di su
anligtledad entre nosotros. Vacl austero D.
i'r.Juan de Zumárraga, pi-imer obispo de
MOsico, -habla vedado por causas justas
í[i.\c !c movieron, los bailes y danzas profa-
na* y rcpreseiilacioiics poco hoiicflíi^, que
se hacían en la proc ■ ^iún {jenenil de la fies-
ta de Coi-pus Christi, donde tanta atención
y reverencia se requiere. V Aun, para de-
jar mds fundada osla reformación, jun-
tamente con unu muy provechosa doctrina
cristiana que 61 mismo compuso, hizo im-
primir un tratado de Dionisio Cartujano,
del modo cómo se deben hacer las proce-
siones con reverencia y devoción- (1). E.'íÍs-
te, en efecto, ese tratado, y no una sola edi-
ción de él, sino dos: en l;t segunda, mis co-
piosa, é impresa probablemente en 1544 .6
1S15, añadió el Sr. Zumiírraga un apéndice,
del cual extractamos lo que hace H nuestro
ni MesaiKt*. Nisloria Eclefiosti>:a Jiidiatia, lib._V,
Croml)ers'er>
ule. I, cap. ?J. La priioern edicldtidi _.
Ja. »Kunda impresft con ]□<! mismos i-nrnctprer, na tiene
- 349 -
'■ propósito, no siilo como dato histórico,^
también pani mueslra del riguroso y casti-
zo estilo dt- aquel venerable varún, tan i-a-
lumniudo como digno de vespeto. Dice así:
^V ch'ili tle í^run dcsaciito y desvergüenza
parece que ante el Santisiino Sacramento
vayan los hombres con ni;lscaras y en há-
bitos d^ mujeres, dan;iando y saltando con
meneos deslionesios y lascivos, haciendo
estruendo, estorbando los cantos de la Igle-
sia, representando profanos triunfos, canto
el del Dios del Aiiiur, tan deshonesto, y aun
:i las personas no honestas, tan vergonzoso
de mirar; cuánto más feo en presencia de
nuestro Dios; y que estas cosas se mandan
hacer, no á pequeña costa de los naturales
y vecinos, oficiales y pobres, compeliéndo-
les ií pagar para la fiesta. Los que lo hacen
y los que lo mandan, y aun los que lo con-
sienten, que podrían evitar y no lo evitan,
a otroque Fr.Juan Zumárraga busquen que
los excuse. V por estas burlerías, y por
nuestros pecados permite Dios tantas here-
jías cei"ca de este .Santísimo Sacramento.
Rn verdad, corazón lastimado que teme el
castigo de Dios, hacL- decir eso, Y si des-
pués de visto y entendido este tratado, al-
guno osase favorecer estas cosas así conde-
nadas, yo me escandalizaría del tal, y lo
ternía no sé por quién, y no sería en poco
T, n,-fli
perjuicio de su alin;i, y de hi doctrina que
se enseña A estos naturales. Y por sólo es-
to, aunque en otras tierrius y gentes se pu-
diese tolerar esta vana y profana y gentlli-
Cíi costumbre, en ninguna manera se debe
sufrir ni consentir entre los naturales de es-
ta nueva Tgksia. PorquL- como de su natu-
ral inclinación sean dados A semejantes re-
gocijos vanos y no descuidados en mirar
lo que hacen los españoles, antes los imita-
rían en estas vanidades profanas, que en
las costumbres cristianas. Y demás de es-
to haj- otro mayor inconveniente por la cos-
tumbre que estos naturales han tenido de
su antigüedad, de solemnizarlas fiestas de
sus ídolos con danzas, sones y regocijos, y
pensarían y lo tomarían por doctrina y ley,
que en estas tales burlerías consiste la san-
tificación de las fiestas; y solo este incouve-
niente es bastante para que no haya seme-
jantes vanidades en esta nueva Iglesia. Mas
que lodo se haga ¡i honra y servicio de Je-
sucristo, á quien sea la gloria para siempre.
Amen.»
Severo en verdad se muestra el Sr. Zìi-
márraga en su censura de ios regocijos que
solían aiíadírae á las fiestas religiosas. Lle-
vado de su celo, y juzgando por los abusos
que presenciaba, no se detenta en conde-
nar absolutamente todo lo que no fuera c
— Ti'ú -
religiosa, prescrita por la Iglesia.
Su opinión, sobre lodo en lo relativo á la
influencia perjudicial de tales espectiícu-
lus en la fé de los conversos, es contra-
ria ;i la que antes hemos manifestado, con-
formándonos con la de todos los misione-
ros. Mas no es imposible conciliarias. L;i
üescripciún misma que el Sr. Zumárraga
hace de los festejos qtie rcprucbíi, patenti-
za que eran indecorosos y censurables. No
hallamos tales vicios en las fiestas de los
misioneros, sino antes bien regocijo hones-
lo y útil enseñanza. El celoso obispo se re-
fiere claramente á ciertas solemnidades íÍv
los españoles, y esas prohibió con justicia,
porque danzas deshonestas, máscaras, truc
ques de trajes y farsas del triunfo del Amor
profano, no podían menos de ser de daño-
so ejemplo para los naturales, y no eran
de permitirse nunca. Pt'ru Je esto A la re-
presentación devota de asuntos sagrados
para instrucción de un pueblo que no sabia
leer, hay distancia infinita, y el abuso no es
regla para condenar también el uso prove-
choso.
La prohihiciún del Sr. Zumárraga conti-
nuó en vigor hasta su muerie, acaecida el
3 de Junio de 131f. En Ía sede vacante vol-
vió A permitir el cabildo los bailes y repre-
sentaciones de la fiesta del Corpus; y A es-
te propósito cuenta un antiguo cronista, que
i-stando todo dispuesto pnra dar principio
aiaíuncíóniyítparejaf/os ios reprcseii/auffs.
lloviú tanto por la mañana (cos;i poco co-
miin en Mixteo), que no fué posible sacar
la procesiiin ni hat-cr fiesta alguna. Toind
aquello el cabildo por un aviso del cielo, y
revocó el permiso, dejando en pié, mientras
duróla vacante, el mandamiento del vene-
rable señor obispo.
No sabemos cuándo volvió á quedar sin
efecto; pero en 1^65, el cabildo eclesiástico
estaba tan lejos de la opiniún contraria á
los autos, que el 18 de Mayo acordó dar ca-
da aflo -una joya de oro ó plata, de valor
de hasta treinta escudos, á la mejor re-
presentación ó letra que se liieiose para re-
presentarse el día de Corpus, . V el Ayun-
tamiento, por su parle, ofrecía también joyas
con igual destino (1). La disposición del Sr.
Zumárraga fué al fin reducida á sus justos
límites por el Concilio tercero mexicano,
celebrado en l.íítlj, el cual, siguiendo el
ejemplo de otros concilios y prelados, pro-
hibió en las iglesias «las danzas, bailes, re-
tf^eseníaciones y ca^aios pyo/anos,
[■■tí día de la Natividad delScñor, c» laJiesU
I "del Corpus y otras semejantes.» La prol
1 'bición, como se vé, no er:i absolutíi, porqw
I -se refería únicamente, y con rancha razóttj
l-á los regocijos profanos que se hacían
\ ios iglesias, dejando en uso los demás. Asi
' lo confirman las palabras que siguen: ~
, ro si hubiera de representarse alguna his-
toria sagrada, ii otras cosas santas y útiles
al alma, ó cantarse «Igunos devotos him-
i. preséntese un mes antes al obispo, pa-
Lrraque sea examinado y aprobado por élg
En tranquila posesión quedaron las re-
lipresentaciones piadosas, y por todo el siglo
I siguiente las vemos continuar figurando,
l^sí en la festividad del Corpus, como en la
Vbctava de la misma, en las entradas de
Urreyes, y en casi todos los festejos destina-j
•fños á celebrar sucesos faustos. Ya en, 15'
I *«ntre otras grandes y aparatosas demostrj
Clones hechas para recibir tas reliquias qm
. el Papa Gregorio XIII envió á los padri"
j'-'suitas de la provincia de México, repre-
.sentaron los coiegiales una Truiccrii
4
— ^i -
co actos, que esiste impresa, intitulada
Triunfo de los Sanios, en que se representa
la persecución de Diodeciaoo, y la prospe-
ridad que se siguió con el imperio de Ctms-
tantiao. Figuran en esa obra S. Silvestre,
papa; Constantino, Daciano, adelantado.
Cromado, presidente; S. Pedro. S, Doro-
teo, S. Juaa j- S. Gorgonio; dos caballeros
llamados AJbinío y Olimpo; un Nuncio y
su secretario; dos alguaciles; la iglesia, lu
Fé. la Esperanzo y la Caridad: la Gentili-
dad, la Idolatría y la Crueldad (0.
Dúnde, cómo y por quién se representa-
ban aquí en el siglo XVI. los autos sacra-
mentales, son puntos envueltos en grande
oscuridad. Lo probable es que. como en to-
das partes, comenzaran por encontrar asilo
en los templos- y actores entre las personas
eclesiásticas. Así lo indica González de Es-
lava en su Coloquio X, haciendo decir á la
Presumión, que iba A la iglesia á ver los
monacillos que recitaban p/ Esgrima, titulo
ds ese coloquio. Después salieron las jHe-
(11 Carla ilcl Padri' Pe-ìro ./.■ Jítitales. ilf la Coiitpa-
aia de Jesus, para el M.Ji.P.JíVc-rardeUtrcHriano.<;c-
neral ¿ft la misma Compañía, En giiese da retacian lie
Is ftstivldad gue en esta tnsigH' títiHaá de ilifximf ài-
io este olla de íelenla y ocho en la coloca'ioH de tas Sau-
las Reliquias Bue üHeaíro nuiy Santo Fadre Crtgvrío
X/IJltsarviil. Míxico. por Antonio Ricardo, 1579, enS°
— Nanea he visto esie libro; i an «mfBO residenle «n Eo-
T-opa, quc'posee ua tleniplar, debo Ui nolicla 4e la trnEC-
riiH y íe s«3 pcrtoníiji.";.
p
■tís ala calle, ylas eiecutaban representatt-l
;es de profesión, según se ve 'en documentos J
^del siglo XVII (11.
Respecto al aparato ericénico, ó sea lo qù^
^entonces se llamaba las apavìoicias. no s " '
Mno Io que se desprende de las acotaciones '
de los Coloquios de Eslava. A juzgar por
ellas, no faltaba tramoya. Para la represen-
tación del Coloquio X se necesitaron siete
fuertes; igua! mimerò de puertas, con sus j
geroglfficos y letras, exige el Coloquio VII,
En el VIII se vé la.ftgiira del Apocalipsis;
en el IX al mismo tiempo que se abre la tie-
rra y síilc de ctla !:t Vcnlaii, aparece en lo |
alto una nube que también se abre para de- '
jar ver la Justicia: en el XI Uay asimismo
un lugar que se abre, y descúbrela imagen
del Crucificado. Pero hay cosas en las ta-
jes acotaciones, que no se alcanza cómo pu-
jpcularse con perfección: tales son, '
Sejanio cai» de Corpu-~ -«Pusiéronla I
joiaen ti iiijar acosuimbrado para \a comedia, y oyOla
I virev. audiencia y tribunale*, v nleunosprebcndaOM.-
\ffíi. lOct.n-a de Corpu»l,-.E-£nvo ti tnhlndo donde «e
'pri.vtTili) 1.1 comediOi ni lado izquierdo de las nndns don-
i'i-iinha l'I Sanllslmn Sacramento,*
lEnlr
—Diario lie Guiio, piíís.
I" i.i procc^Mn huiítii la
■ iiliiJiu miiiiln Je i
■ I pi'fsrlltü/l/í' Illl^Hdo-l
. hii la liosiailc CwpwlM
kit Ci^l
íiív^r^vif
— 366 —
ca tí Coloqnìo m, la aparìcióii de dos pe-
rrctt. qix á tìsU del público dan muerte á
U AéMÙKtém y la VaMogíoría. y en el XM.
U caccTÚ en que s^iie ^m« imtltitud de
2fes T anhnales. fa(n~endo de kiá cazadores,
de los perros y «Je l<[* halcoaes. A tal pan-
to grave es U diíicnltad de poner todo eso
en escena, qae hasta podría dudarse ai el
Coloquio se U^ó á representar realmente.
Mas aquellos sencilloà espectadores no eran
tan exigentes como los dt- nuestros días, y
es de creer que dos muchachos se eitcarga-
rian de desempeñar el papel de ios perros
del Coloquio HI, de la mUma manera que
contrahacían otros animate^eu las fiestas de
los indios; así como que U cacería del XVI
se reduciría á unas pocas figuras de bulto
y á alguna teta en que esru\-íera pintado lo
demás. Xo era entonces más aventajado el
aparato escénico de oíros pueblos, y es co-
^nún hallar en las acotaciones úp las piezas
dramáticas, frases como éstas: -salgan los
que pudieren, 'ó 'hácrríSc esto lo más al pro-
pio que se pueda.- En el auto del Hijo Pró-
digo, áel maestro Valdiviclso ipoíiterior á
Eslavaj, pide el ;ir2:umcnio que salga el
prolagoni:íta "Con una artera y unos lecho-
nes tras íl, acosándok-,' y hay una nota
concebida en estos términos: ^Dentro el
pródigo, Sí' tío es i/iir sp piuUescu veslir
i'
i
estir \/\
J
- 357 -
niicluichua de lecfmiicn, que !í:i
F estorbasen la comiiia.i
Aun más interesante que esto seria (
^veriguar cuáles eran las piezas que ein
tonces solían representarse, y los nombrcí
íle sus autores. Confieso mi ignorancia ca¡
iste punto. Acaso alguna vez se cellari^
j de las piezas más aplaudidas en E¿"1
*aña; pero no faltaban, por cierto en Méxi-
I, antes sobraban (1), ingenios floridos que
inscribieran obras apropriadas al canlcter
¡f costumbres del nucv'o pueblo, bacif-nJo
facHsada la repetición de las ya conoci-
Rs. Que asi pasaba, bienio dan í enten-
der In'J prrmios que ambos cabildos ofre-
PLiniHa mejor rumposici(5n poética, y se
lonfinna con otros datos. Mas s();i i;iuy ps-
' casas las muestras q;ii.> mi ; han quedadu á ■
las poesías del siglo XVI, y no tenemus co-
legidas en un cuerpo, aunque no completas,
,sinij las de nuestro Herx.ís Go.vzAlez de
list- A VA.
NoEaltab i noiiciadL-l a ilory dfsiis obnií;.
Eguiara le diii lugar t a -.u liihlio!. :u Mexi'
!•) Con pnlHbrasinfliier
XI eanarAa ü
- a^ -
Cíiii/i (1>, y BerisUiin le mciuionn irfs veces
en l:i suya (2); pero ni uno ni otro nos dicen
nad.i de su vid.i. El P.Busiamanle, su ¡imi-
go y editor, malgastó el prólogo del libro,
[I] Kl arlieulo de Eguiara se encutntni ìo Ih parte
3t su Biblioirca que nn se Imprimiú. Por cso le IMslado
'""'.d"'i!^Éhdl\akbus GonìAlki de Eslava, naiione, ut
vUenir.me^cicanUSipi-csbvtcr seeCDlaris, jam Dllm poetica
laude Ita Mexlcl exceltnll:, nt Divini iginomen vntlii ea
mate reluierit. Awertorìs ooslr! acvindicis myaleria,
Actaque allqoot hlspaniar — '— " '" • """
-^.-^. .'ÌlÌ»hont"-
lavll, colente namlneiin solemni D. b. Pi'tro Moyii ili'
tTontrcrna, Archiepiscopi Mexicani inaueu melone nppu-
iKescrlnsit. varllquepóemataareamcntl, propltlls Hu-
sl» elTndlt, equlbua sacra molta nere uno comprehensu
1-niiinilne in i.', quod poithuioua exilt, cura et studio Pa-
Fei'dinandf Vello de Bustamante. Ordlnlt S. Aeustl-
II !_ .,-,.i_ »_* ^^„„-T1 TTT ir*]^...
ni Provincia! Hex
amicttlu conjanclus a
:t, de i>
e, tal\s
leSibSi
_.SLni intlnu
ut In proctnlq ad lectoi'en
iftin.in— <.<■
A iD. Fernanilo Gonsá
le apuntar sa lliolo ufi» je: 'L
<n de las poesfns que campuso
•"— " lo cual no Impide que i
llenándole con lugares comunes en looi- de
la amistad, y olvidó totalmente informarnos
de lo que más nos interesaba. Eguiara, I
puntual en citar sus autoridades, ninguoS
señalaba á su artículo: es visto que le foi'
mó únicamente con lo que pudo saci
i. obra misma, y no Iiizo más que adornar esos
[■pobres datos con svi habitual verbosidad.
I Beristain nada adelantó, y por mi parte, na-
l.rfn tampoco he encontrado en cuantos au-
j tores antiguos he recorrido. Me admi-
praría esesilencio, trat;lndose de un poeta
ptan notable, si no estuviera yo acostumbra-
«lo ya á la suma escasez de nuestras noti-
Fcias históricas y literarias. Sospechas te n-
I ifo, y nada más, de que Eslava era andaluz,
Ly tal vez de Sevilla: las (uado en la mención
ft.que hace del campo tic Tablada; en el uso
|de algunos provincialismos andaltiees,
; con frecuencia hace rimar palabras cobJ
_ B y con s, dando á entender que para Olera
una misma la pronunciación de ambas 1»
tras, y sobre todo, en que casi siempre atri
huye aspiración á la h. De todas mr
no puede quedar duda de que estos Colt^"!
quius y Poesías se escribieron en MiSxico:
asi lo patcntiz m la mezcla de algunas pala-
oras aztecas, y las continuas alusiones á
sucesos, lugares ó costumbres del país.
veces puede señalarse fecha aproximadad
L
las composiciones, y de ello resulti! que se
escribieron entre 15ó7 y 1599 ó 16CW). Colo-
quios hay que no se conforman coa l¡i deli-
nición que de los Autos Sacrnineulfiles nos
da el Sr. González Pedroso, diciendo que
son -obras dramáticas en un acto, en loor
del Misterio de la Eucaristia' (\}. Tenemos,
en primer lugar, que no todos son precisa-
mente en loor de ese Misterio, y luego que
el III y el XVI no constan de un solo acto,
sino que el uno tiene siete jornadas, y el
otro dos, que valenpor las sicie. Así es que
hizo bien Kslava en no llamarlos Autos, si-
no Coloquios Espirilunlcs y Siìcraiììeiilulcs,
título que corresponde perfectamente al
contenido de lii primera parle del volumen,
Conformándose con el uso generalmente
admitido en su tiempo, no economizó el au-
tor las figuras alegóricas, que tanto escan-
dalizaban á los críticos del renacimiento ó
afraneesamiento de la literatura española, y
casi simpre introdujo el personaje del Bobo
<j Simple, indispesable entonces, y cuyo
principal objeto era provocarla risa del es-
pectador y divenirle, eomo el mismo Esla-
va lo declara:
íSbIc luego un Simple á caza,
«No más de para reir,>
Aunque se podr.in notar tlL-Iectos en los
Coloquios, y más si se cae en el error de
juzgarlos conforme i las reglas del gusto
dominante en nuestra época, tampoco será
difícil señalar en ellos bellezas que compen-
sen con usura los defectos; y de todas ma^
ñeras constituyen un monumento muy in
portante en la historia de la literatura m^
xicana, ú de la español^, que es lo mismo.
Hace míis de un siglo que el libro de Es-
lava era ya sumamente raro. Eguiara no
conocía otro ejemplar que el suyo, y yo no
logr¿ hallar ninguno hasta el año de 1867 en
que vi el que entonces pertenecía al Sr.
Pbro. D. Agustín Fischer, y después fué
vendido en Londres (1),
El corto tiempo que tuve en mi poder
aquel ejemplar no me alcanzó más que pa-
ra formar un juicio muy superficial de la!
obra; pero bastó para dejarme persuadido
de su mcritOj y ponerme deseo de salvarla
1
le 1S61. El EslBvu uutqn
ilooe guineas (SS)]. Te a.
?l mUmo I.on ares, y al Bf
- 362 -
de una ìomineDte desapariciún, dándola de
nuevo á la prensa. Aquello no pudo pasar
por entonces de deseo, porque los tiempos
no eran propíos para tales empresas, y ade-
más, el único ejemplar conocido, que pudie-
ra servir de originai, habia pasado al ejí-
iranjero para no volver más. Lamentaba
tal pérdida, y el naufragio total de mi pro-
yecto, cuando habn'i unos cuatro O cinco
afios, mi buen amigo el Sr. D. José María
Andrade, tan afortimado en esos hallazgos
como digno de ellos, me invitó á examinar
un montón de libros viejos que acababa de
comprar. Claro es que no rehusé la invita-
ción, y casi al comenzar el registro de aque-
llos pergaminos, tuvimos la satisfacción de
dar con un extelentc ejemplar completo de
los Coloquios de Eslava, que por una singul
lar coincidencia era el mismo que había per-
tenecido áEguiara, cuya firma tiene enlapor-
lada y en algún otro de sus folios. Para no
maltratar el precioso original y evitar erro-
res de loe cajistas, comencé por •:opiarle
enteramente de mi propio puño arreglán-
dole á la ortografía moderna, salvo cuando
la antigua produce cambio en el sonido, y
corrigiendo la puntuación, que estaba en
completo desorden. Por lo demás se ha
conservado con nimia escrupulosidad e-
tcsto original, yaun la fisonomía de su por
- 363 -
t, fielmentr rtprodiicida por mi hijO'
B'Lui^, cn íotoiitograíía. Dudé íilgún liempoi
lisi incluirla en mi edición fi libro segundf '
rde poesías sueltas ù la reducirla A los Co-
loquios. Tuve al fin por mejor no omitir
nada, considerando que si bien tos Colo-
quios son de mayor mÉrito é intcrís, las
poesías no carecen de uno y otro. Por otra
parte si se dejaba pasar esta ocasiún de
conservadas, era segura su pérdida total, y
no creo que debamos desperdiciar nada de
lo poco que nos han dejado nuestros poeta;
del siglo XVI. Las mismas razones
cieron no omitir l;is poesías del P. Busta-
I (nanie que se encuentran hacia el fin di
Lcoiccción.
F Aunque el impresor de los Coloquios Es-
pirituales promele -las obras A lo humano*
del autor, que pronto saldrían ¡1 luz, y aun-
que Berislain las menciona como impresas
en uu tomo, no sé que exista ejemplar de
eHas, ni que alguien las haya visto. Lo que
conozco de las poesías profanas de Gonzá-
lez de Eslava se reduce á dos sonetos, y no
malos, en elogio del Tratado breve ite Me-
t/icina, del Dr. Fr. Agustín Far tan. impreso^
cuatro veces, en 1579, 1592, 1604 y 1610- Son,]
los siguientes, que copio de la edición de-
15<Í2:
M
I
Soiielo.
Del alma la herid:
Moslcasics á curar, doctor famoso,
Con reglas del estado religioso,
Remedios con que sana se levante.
PasO la perfeceiún tan adelante.
Que al cuerpo que está en trance peli'j: r ■'■so
Le dflis aqueste libro provechoso,
Aviso de salud rauy importante.
Imitador del Médico Divino
Que á cuantos visilú en aqueste suelo
Ciird siempre los etierpds y las a!m:i«
Ilustre y gran J-arfán, por ser tan dí^no,
Eo premio se os dará eo la tierra y cielo
Dos glorias, dos coronas y dos palmas.
Del Paohe IIek.vAn González de Eslava.
L D». Fb. AcustiN VarH:
Sánelo.
¿Da vas, enfermedad?— Voy desterrada.
— ;Qu¡én pudo contra ti dar (al senteucia?
—V,\ gran doctor Farfán con pura ciencia,
1.11 quicu virtud ú<A cielo está encerrada.
— ;Dó queda la Salud? —Triunfando taoorada.
—¡De quí¿a pudo triunfar?— De la Dolencii
n
— 365 -
— ;De un fraile Tas huyendo?— En su presencia,
Mi fuerza y mi poder no vale nada.
— ¿Adonde quieres ir?— A reino eilraflo.
— Allá te ofenderiín los que te vieren,
Que en todas partes hay también doctores.
— Farfánsdlo me cavisa el mal y daño,
Pues cuantos de su libro se valieren.
De vida y de salud le son deudores.
En el tomo I del Ensayo de una Bibliote-
ca de libros raros y curiosos, por los Sres.
Zarco del Valle y Sancho Rayún, col. 1001,
número 1046, se menciona un códice M, S.
de I;i Biblioteca Nacional, recopilado en Mé-
xico el año de 1377, é intitulado Flores rie
Vili in poesía. Entre los poetas que en él fi-
guran hay un Hcrmin Gonsàles, que muy
bien pudiera ser nuestro autor: convienen á
lo menos el tiempo y el lugar.
A falta de datos biográficos, que no he
logrado adquirir, harían buena compaília al
libro de Eslava un juicio crítico y un am-
plio comentario histórico y literario. Pero
bien examinado el punto, ¡I la luz del pre-
cepto de Horacio,
. , . .Versale din quid ferré recuscni,
Quid valeant humeri,
determiné no emprender tales trabajos, con'
tentándome con unas breves notas destina-
L
— ase-
das á declarar vocítbioa anliguos, ó á expli-
car alusiones locales: aun creo que perdería
poco el libro, si esa añadidura se le quitara.
Vela también que para dar mayor exten-
sión á las notas se requería mucho tiempo,
y aquí venían á confirmarme en mi resolu-
ción las atinadas observaciones que los se-
ñores Marqués de la Fuensanta del Valle y
D.J. Sancho Rayón hacen en la adverten-
cia preliminar de su preciosa edición del
Cancionero ¡le Stiiiiiga: «Lo importante es
(dicen) publicar sin dilación todo lo inóditíT
que se pueda y lo merezca (y lo rarísimo,
añado yo), salvando así del olvido, de unin-
cendío, de una inadvertencia ó de una infa-
mia, tantos y tantos inapreciables manuscri-
tos y códices, como luchan todavía con el
polvo y ios gusanos. Abora bien, cuando
estos monumentos literarios estén ya resu-
citados mediante la imprenta; cuando ya
pertenezcan al dominio público, enhorabue-
na que entonces personas competentes los
estudien,- comenten é ilustren, según la obra
ó el género lo requiera ó demande.»
Siguiendo tan acertado consejo, me he
apresurado en lo posible ii reimprimir un
libro cuya suma i"areza le hace comparable
¡I un manuscrito. He querido librar del ol-
vido ;l un poeta notable, versificador fácil,
teólogo entendido, y asociarme con este ps-
i
- 367 -
queño tríbulo, al ilustrado afán de resurfcc-J
dones literarias, que afortunadamente se 1
nota hoj en España, y al cual debemos, ade- 1
más de muchas obras sueltas, colecciones |í
tan preciosas como la de -Libros de Anta- ^
fio,> la de 'Libros Españoles raros y curio-
sos,- la de los «Bibliófilos Españoles,- y
otras. Me conducía á ello, además, el deseo,
antiguo y arraigado, de hacer ver, hasta
donde pueda, que RÍéxíco, en el primer si-
gio de su civilización cristiana, en esa épo-
ca mal llamada de oscurantismo, puede fi-
gurar, y de ua modo no despreciable res-
pecto á la época, en todos los ramos del sa-
ber humano. Tal fué el fin que me propuse
al reimprimir, con traducción y largas no-
tas, los Diálogos latinos de Cervantes Sa-
ladar: el mismo llevo al dar de nuevo á luz
los Coloquios Espirituales de Eslava, y no
me propongo otro en un trabajo más impor-
tante que ahora me ocupa, aunque con po-
cas probabilidades de llevarle á buen tér-
mino.
Otro motivo, quizá mus poderoso, me ha
impulsado á emprender la presente edición.
Tengo contraída una gran deuda con la
Real Academia Española, por la bondad con
que me abrió sus puertas,ypor la exquisita
benevolencia con que siempre ha recibido
jnis pobres trabajos, estimando en ellos más.
sin duda alguna, la buena intención, que el
desempeño. Esperanza de pagar, no puede
caber en mí; pero de algún modo debo ma-
nifestarle que reconozco la obligación, y
que la satisfaría si pudiera. Imposibilitado
de ofrecerle algo de propia cosecha, quise
contribuir, á mi manera, al desempeño de
la tarea de reproducir los poetas y escrito-
res selectos españoles de todos los siglos,
que le encomiendan sus Estatutos. Natural
era, por lo mismo, dedicarle la nueva edi-
ción, para lo cual solicité, como era debido,
el correspondiente penniso: excusado es
decir que la ilustre corporación recibió con
agrado mi síiplica, y me .lutorizó para po-
ner al frente de este libro su respetable
nombre, con lo cual ha empeñado nueva-
mente mi gi^atitud.
Mélico, 25 de Febrero de 1877.
LA ORDRN DE PREDICADORES
EX MltXlCO.
JISCIÍEPAN ;i1giin tanto los autore^
■i\':i d e las circunstancias que d
I tertniDai'on el csLiblccimicnto de, li
borden de Predicadores rn Mtsico. Su prità
¡Ripal cronista, DAvila Padilla (1), dice quc h^j
ìriendo llegado i noticia del generalFr.Frai
tìsco Silvestre de Ferrara la Conquista dd
liéxico, escribiii cn ir)26 al Provincial i
Castilla mandándole que enviase írailes á. 1;
[.nueva licrra,y que se o írc cié ron volunta ría
I mente al viaje cinco religiosos, entre ell(^
-, Tomis Ortiz. El P. Remcsal (2) refier)^
Me estaban en España ù, negocios grava
Be la orden Fr. Tomiis Ortiz y Fr. Antoni
kJontcsinos, del Convento de la isla Espi
ñola, cuando Uegaioii en 152^ las nuevas
de las victorias de Cortés, quien pedia reli-
giosos pitra doctrinar :i los indios, y con tal
motivo el obispo de Osmú y Dr. Fr, García
de Loaysa, dominico, que ya en 1523 enten-
día en las cosas de las Indias, aunque no fué
nombrado primer presidente del Congreso
de ellas sino hasta el año siguiente de 1524,
determinó enriar doce religiosos de su
orden y otros doce de la de San Francisco.
Nombró al P. Fr. Tomás Orttz por Vicario
general de los dominicos: y al P. Monte-
sinos, que se había de quedar en la Espa-
ñola, so le dieron además seis religiosos
para fundar un convento en Puertorrico,
Fr. Juan José de la Cruz y Moya[l], aunque
generalmente .sigue á Remesal, discrepa en
un punto importante, pues a.scgura que el
Prelado do la Española, noticioso de lo
ocurrido en México, despachó expresamente
:'i los PP. Ortiz y Montesinos para solicitar
el envío de u^a misión de la orden il la Nue-
va España, y ellos lo consiguieron.
Fr, Antonio Montesinos y sus frailes se
embarcaron, y vinieron juntos con los fran-
ciscanos hasta Santo Domingo. Estos pro-
siguieron luego su vi.ije, y los dominicos
[I] Ifísl. de la Prní: de Saiiliaeo. M S. lib. I, cap. 3.
- 371 -
so queiiuron ¡UH un cspoini tic Fr. Tomás, ili;-
lenido enEspafìa poi" liisposicióii del obispo
Loaysa, que querÍM consultarle algunos
asuntos graves relativos á Indias, de los mu-
chos que entonces se \'entilaban. Alargóse la
detención más de lo pensado, y el embarque
de Fr. Tomás no se verificó sino hasta el 2
de Febrero de 1526, enei mismo navio que
traía al Lie. Luis Ponce, encargado de lo-
mar residencia A Cortés. Vinieron volunta-
riamente con el P. Ortiz cuatro religiosos
de la provincia de Castilla, llamados Fr
Vicente de Santa Ana, Fr. Diego de Soto-
mayor, Fr. Pedro de Santa María y Fr.Jus-
lo de Santo Domingo, Al pasar por Anda-
lucía se les agregaron oíros tres, que fueron
Fr. Pedro Zambrano, Fr. Gonzalo Lucero,
diácono, y Fr. Bartolomé de Cabzadilla,
lejíQ.
No quiso el Vicario traer consigo más
que estos siete, porque esperaba completar
l'I número de doce en la isla de Santo Do-
mingo, donde sabia que estaban, además
de los que el P. Montesinos había llevado,
et célebre P. Fr. Domingo de Betanzos y
otros discípulos del fundador Fr. Pedro de
Córdoba.
Juntáronse allí en efecto el P. Betan-
zos y los PP, Fr. Diego Ramírez, Fr.
Alonso de las Vírgenes, y Fr. Vicente de
las Casas, novicio [1]. Mas, según dice Re-
mesul[2i, debieron venir en aquellos días
otros Padres, porque en el libro de las pro-
fesiones aparecen por entonces las de Fran-
cisco de Mayorga recibido por Fr. Reginal-
do de Morales; de Fr, Francisco de Santa
María y de Fr. Bartolomé de Santo Domin-
go. Pero estos profesos pudieron ser de los
vecinos de Mísico, como lo indica Dilvila
Padilla [3].
Este mismo cronista dice que llegaron
los primeros padres á México el 23 de Ju-
nio de ir)26, víspera del precursor San Juan,
lo cual contradice Remesal con buenos íun-
damentos; y sin fijar día se inclina á creer
qne fué uno de los ínmedialos ,1 la fiesta de
Sainiago, 2j de Julio, de donde vino que la
provincia tomase por patrono á este Santo
Apúsi:o!.(4)
El P. Cruz y Moya es de la misma opi-
nión, y según una nota que copia del libro
(1) MesDiRTA fmw. Eel. Jml.. llh IV cap I.) llama
Ruis al P. liamires. pone i:nlre los primeros a Ff Tomas
ileiBcrlnnea. que llegú después: omite li Fr, Alomodelaa
Vírgenes,)' cambia algunos de los que vinieron de Espa-
ña por oíros da los agregados en Sanio Domingo,
(í)LÍhI,oap.7,
(3) Liti, I, Clip. IS, Rl principio,— BuHoOA,/'íi/PSÍrn Jií/s-
/oi'/iií, cap. H, fol, 1£,
C4) Otros dicen que esta advocaciún vino de que el P.
Be tamos llegú aMetico el a de julic '--^■" '-
la palen'- -— ~ '-' --'-'- —
J
— 373 —
antiguo de profesiones, la llegada ri Ver^
\ cvns fué el día de Saojuan Bautista, habierf-
¡ do consistido el error de Dávila Padilla en
haber tomado el dia de la llegada á Vcra-
■ cruz por el de la entrada en México. Con-
cucrdan bien estas fechas con las del viaje
' de Luis Ponce, pues habiendo venido éste
' porla posta, à instigación de los émulos
k de Cortés, que le persuadían ser muy nece-
' saria su presencia en la capital para evitar
I graves mak-j, llego á ella el 2 de Julio; y
I los padres dominicos, que ventan á pié y
\ no tenían motivo para apresurarse, no es
Lextraño que gastaran casi un mes en el ca-
dmino: tanto más. que es probable que se
fdeluvieran en algunos pueblos para descan-
r ó para ir tomando conocimiento de la
f tierra.
Llegados á México, se hospedaron en el
I Convento de los franciscanos, donde per-
I maneLÍeron tres meses; y por Octubre se
ípasaron A habitar en una casa que les donó
■la devota íamilia de Guerrero, y estaba en
m\& esquina de las calles de la Perpetua y
Sepulcros de Santo Domingo, en el mismo
jlugar donde después se levantú el edificio
fc-de lu itiqiiisidáii, que hoy sirve de Escuela
I de Medicina. El clima probó tan mal á los
Irecién venidos, que dentro de un año mu-
Jrieron cinco, á saber, Fr. Pedro de Santa
T. 1I.-J7
- 374 -
María, Fr, Justo de Santo Domingo, Fr. Vi-
cente de Santa Ana, Fr. Diego de Sototna-
yor, y el lego Fr. Bartolomé de Cabza-
dilia. Otros aseguran que el navio de Luis
Ponce se apestó, y murieron muchos de los
pasajeros en la travesía, entre ellos dos de
los religiosos dominicos [ij, y que desde
entonces vinieron contagiados los que des-
pués murieron en México. Algo de ello
pudo haber, porque no se observa que el
clima causara igual estrago entre los otros
misioneros; pues si bien años adelante enfer-
maron igualmente los padres jesuítas ;d
llegar á México, y falleció el P. Bazan, me-
dió también la circunstancia de haberse
apestado la ilota en que vinieron [2], Viendcí
aquello, determinó el Vicario Fr. Tomás
Ortiz volverse á España, como !o verificó
á fines del mismo año de 1526 [3], llevándose
consigo á Fr. Pedro Zambrano, Fr. Diego
Ramírez, y Fr. Alonso de las Vírgenes, y
perdiendo asi el glorioso titulo de fundador
de la provincia mexicana, adjudicado por
Díc.IlI, IíK5l-,i|i
',-KiiiSunodclost
.lU.cap.Í
J
— 375 -
unánime consentimiento al P. Fr. Domingo
de Beta nzos, que quedó en México solo con
Fr. Gonzalo Lucero y Fr. Vicente de las
Casas, ya profeso, Fr. Tomás Ortiz obtuvo
enEspaiía el obispado de Santa Marta, y
nunca volvió áMé.\íco.
No puede menos de notarse la diferencia
entre las misiones de franciscanos y de do-
minicos, y entre sus respectivos prelados.
Bernal Díaz nos refiere que todos los que
vinieron con Fr. Tomás Ortiz decían «que
era más desenvuelto para entender en ne-
gocios, que para el santo cargo que traía,-
y le atribuye una parte activa, nada honro-
sa por cierto, en las negociaciones entre
Cortés y Luis Ponce (t). Tal acusación irritó
sobremanera al P. Cruz y Moya {2), y le hi-
zo escribir denuestos contra el pobre Ber-
nal Diaz, á quien trata de rudo hombre
codicioso, ciego, embustero, incipientlsimo,
etc., y de paso se llevó de encuentro á su
editor elP. Fr- Alonso Rcmón, haciéndole
cargos por no haber quitado de la obra
aquellas cosas "que conocidamenle eranim-
.(I) Cip. Wl~Bls[iciiaiiJoConi»r
- 376 -
postaras, calumnias y falsedades," así como
añadió otras "segun en muchos pasajes lo
muestra la vanidad del estilo." Medrados
estábamos con que los editores tuvieran la
facultad [que harto mal se arrogan] de des-
cartar á su arbitrio lo que juzgaran falso;
y en el presente caso se habría equivocado
redondamente el P. Reraón, si hubiera obra-
do conforme ¡í los deseos del P. Cruz, por-
que habría quitado lo verdadero y no lo
falso. Intento el P. Cmz probar la coartada,
fundado en que los padres dominicos llega-
ron á México después de muerto Luis Pon-
ce, y por lo mismo no pudo tener parle el
Vicario en las pláticas entre el visitador y
Cortés. Llevado del celo por la honra de
sn hábito, no reflexionó ei cronista que el
vicario pudo venir, por la posta con Ponce,
dejando atrás los demás frailes: y por des-
gracia para el acusado y su defensor, no
sólo está probado con documento irrefra-
gable la venida del P. Ortiz en compañía de
Ponce, sino cuanto dice de él Bernal Dfaz,
y aún más. Véase la carta que el mismo
Hernán Cortís diriírió al Obispo de Osma
desde Cuernavaca, con fecha 12 de Enero
de 1527 (1) y allí se encontrarán cosas que
M
I
- 377 -
no quiero repetir íiqui. PerdiJnesemc esUi
digresión en defensa de la veniciíJad eje
nuestro inestimable cronista Bernal Dia-;.
Viéndose casi solo en México el buen Fr,
Domingo de Betanzos, llegó ;i temer que
por su muerte acabase la fundación, y aun
convino con Fr. Martín de Valencia, supe-
rior de los franciscanos, que en tal evento
éste recogería los frailes que quedaban de-
samparados. Afortunadamente no se reali-
zaron sus temores, y habiendo llegado Fr,
Vicente de Santa María con seis compañe-
ros, el año de 1528, se sostuvo la fundación^
y fué creciendo liasta formar provincia se-
parada, erigida en 1532, con título del Api'is-
lol Santiago.
El convento primitivo era estrecho y de-
sacomodado, si bien dio lugar para formar,
además de las viviendas de los padres, una
pequeña iglesia y una cilrcel segura para
los presos del Santo Oficio. Descando me-
jorar la fundación, obtuvo Fr. Tomrts Orliz
(1) una real cédula fecha 28 de Junio de trü7,
en que se mandaba que á loa dueflos de los
Hervidos riel Jf ni-/
— 37S -
solares donde se pretendili hacer la dich:t
fundación se diesen oíros equivalentes, y
que se ayudase í los religiosos con mil qui-
nientos pesos para la obra; (1) pero habién-
dose retardado la llegada de la cédula, po-
seyeron los religiosos el silio, no en virtud
de ella, sino en parte por compra de cuatro
solarcshechacnl3deOctubredel527áAlon-
so Garcia, Blas Hernández, Alonso y Fran-
cisco de Lara; y en parle por donación que
el Obispo Garcés hizo á su favor, de dos
solares que le Sió la ciudad el 4 de Abril de
1528 (2). Con eso completaron el cuadro, y
tu\'ieron también derecho á la plazuela, que
les concedió la cédula citada, prohibiendo
edificar en ella, para que el convento que-
dase desahogado, y se pudieran celebrar
con mayor pompa las solemnidades reli-
giosas.
La fábrica del convento c iglesia se ade-
lantó lo bástanle para que en 1529 se mu-
dasen los religiosos al nuevo local. La obra
se hizo & costa del trabajo de los indioif, por
lo cual la reina reprendió severamente á
los religiosos (3). Pocos nños después la
[11 UeaiEBA, Dtc IV', lib. S cap. ".
m P. Chui y Mova, ubi supra. Libro
<3) Medina del Cnmpo,it1<'deDU-ftinbi'e Je 1331. Pi
y
- 379 ~
iglesia amenazaba ruina, y se mandó reedi-
ficar ú. costa de la real hacienda. (1) Tan li-
beral anduvo la corona, que siJlo Felipe H
gastú en l.i obra más de 160,000 pesos, se-
gún consta de una cédula de Felipe ID, fe-
cha 29 de Septiembre de 160LÍ. Esta expli-
cación concilia los dos hechos de haber
iglesia en 1554, y de haberse dedicado en
ir>75 y consagrado en 15%, como se lee en
el Dicionario Universal ile Historia y de
Geografia (2), pues se trata de dos iglesias
distintas. Las obras continuaron en el siglo
siguiente; pero á pesar del esmero que se
puso en afirmar los cimientos, el edificio se
íu¿ hundiendo y llenando de agua, hasta
que el 6 de Julio de 1716 llegó a anegarse
de tal manera, que le fué preciso al provin-
cial Fr. Francisco Aguirve pensar en hacer
lodo de nuevo, como lo ejecutó con un cos-
to de más de doscientos mil pesos, quedan-
do sepultada la mayor parte de lo antiguo,
según lo dicen los cronistas, y lo han com-
probado las excavaciones que allí se han
hecho (y entiendo se continiían) en busca de
como el pueblo, paun cada dfá gran peUgro, c
auí se ha de caer estando en ella.> Madnil, i. \í
f IS32, Pi'GA, Oedulario, ío\. 135,
[!] Tomo V. V&S. 681.
— 38ri -
un prete- n di do tesoro. La magnifica iglesia
que hoy esistL' ne dedioù el 3 de Agosto de
1736.
Los religiosos fueron excluustriido.s en
1861; et convento vendido en parte, y en
parte derribado para abrir una sucia, irregu-
lar é inútil calle ú basurero, que va de la
Pkizuela de Santo Domingo A la calle de la
Puerta Falsa. EL templo escapó como por
milagro, perdiendo sus campanas, y hoy es-
tá abierto al culto católico. No tuvo igual
fortuna la hermosa y rica capilla del Rosa-
rio, anexa al templo: Jespuús de despojada,
fué demolida totalmente en 1867, so pretex-
to de regularizar la malhadada calltja.
LA IGLESIA V CONVENTO DE.SAN
FRANCISCO DE MEXICO.
10MENZAREM0S por un paàajed
Torqucmada (V, que conviene t
piar á la letra: «Elprimer sitio que
lomaron nuestros frailes parala edificación
de su casa 6 iglesia, no fué el que ahora
tienen, sino otro, en el cual está ahorit
edificada la iglesia mayor de esta ciu-
dad, el cual se les diii por estar junto á
las casas del Marqués, que entonces eran
las que ahora son reales, y también porqu^
las del Emperador Moctczunuí estaban allT
junto de este sitio, y tiiin cogía parie (le clIasM
que esta fué costumbre de los primeroaí
[1] Uonargnla Indiana, lib. Vf cap, 16,
evnngelizadore.s del Santo Evangelio en es-
tas Indias, poner sus iglesias y casas junto
ii las de los scilores y caciquea, para tener
m;'i.s entrada con ellos en las cosas de la
con Versilia. Pero pareciéndolcs 3 nuestros
frailes que aquel lugar estaba muy metido
en la ciudad que ahora es de españoles, y
que los indios estaban á trasmano, para
docirinarlos con más facilidad (que era el
pto que sus benditas ánimas tenían) lo de-
jaron y se pasaron al que ahora tienen, en
cuyo contorno estaba el mayor gentío de
los naturales, y el_sit¡o primero se vendió
por el sindico del convento en cuarenta pe-
sos, ÌIO porque los religiosos quisieran que
se vendiera, sino porque el que se lo apro-
pió no se aseguraba en su posesión hasta
que por algún precio lo conociese por su-
yo. Y así dio cuarenta pesos por él, {que si
ahora se comprara no tenia precio), y el re-
caudo de este tr.Tspaso y venta he tenido
en mi poder,»
Más de treinta años después repetía Be-
tancurt (1) lo mismo con diversas pala-
bras, y al hablar de la escritura de venta
del sitio, decía: -Vendió el sindico el pri-
mer sitio donde está la catedral en cuaren-
íosos, no porque ios reli^ÒSoB' quisieron
venderlo, sino porque quisieron asegurar
la propiedad con algún precio y escritura,
la cual dice el P. Torquemada tuvo en sus
manos, y íi raí me dijo el Sr. Dean D.Juan
de Pobletc estar en el archivo de la Iglesia»
y añnde en seguida, en apoyo de haber sido
de los frailes el sitio de la Catedral: «Algu-
nos años se cantú la misa y predicó domin-
go de capítulo en la Catedral, porque por
haber sido de la religión aquel sitio, corte-
sanamente daban el altar y pulpito á los
frailes; y por causa de la inundación y ser
molestia desde el convento en procesión,
se dejó (le ir á !a celebración del capítulo á
la Catedral, si bien el día de San Felipe de
Jesús en que vá á vísperas y á misa el con-
vento, dan las sillas del coro á los religio-
sos, y lugar entre los señores prebendados
á los prelados, y el pulpito í la religión.»
Parecería que visto el testimonio de dos
historiadores célebres, individuos de la or-
den, no debía quedar duda de que la primi-
tiva fundación de San Francisco se hizo en
el lugar de la plaza que desocupó la Cate-
dral vieja (1). En efecto, muchos escritores
nj Creo hnh°r demoslruJo en otra partí (art. La An'
Usua Catedral de México, Tom. 1 de esta colecciOa) que
CJitleleaiA estuvo Cd el atrio de lBMtiiK.li y con «totcoe-
- 384 -
de los tiempos siguientes, hasta nuestros
días, han dado por indudable el hecho de
que los franciscanos edificaron su primer
convento é iglesia de la plaza, sin tener en
cuenta las dificultades que ofrece la con-
frontación de ese hecho con los datos que
suministran otros documentos, y sin adver-
tir tampoco que el texto de Torquemada no
es tan concluyente como I primera vista
parece.
Aunque en las Actas de Cabildo no se
halla la concesión de aquel sitio á los fran-
ciscanos, no haremos mérito de tal omisión,
porque tampoco consta la del nuevo sitio
de la calle de San Francisco; pero es nota-
ble que en las mercedes de solares en la
plaza no se haga mención del convento,
siendo costumbre marcar la ubicación de
los solares con referencias á los edificios
más notables de las inmediaciones. Conve-
nimos en que este argumento negativo no
es de gran peso, aunque tiene alguno; pero
hallaremos otros en las circunstancias de la
venida de los misioneros.
A su llegada á México fueron recibidos
con grande honra por Cortés 3^ los demás
españoles, y una vez <¡^aposcntados los nue-
mos ya precisado el sitio en que se dice estuvo el primer
convento de San Francisco.
vos huéspedes' ¡1) c! gobernador dirigió
una alocución á los cacitiues é indios prin-
cipales, recomendándolesque tuvieran ■mu-
cha estima y reverencia» á aquellos mensa-
jeros del muy alto Señor. Aquí vemos con-
firmado lo que en otra parte dijimos, es á
saber, que los frailes, como era natural,
fueron á posar desde luego en alguno de
los edificios ya construidos. Estopasabaen
junio de 1524, V habiendo estado en Méxi-
co por espacio de quince días después que
llegaron, ocupados día y noche en oración
y contemplación, (2)» se reunieron en capi-
tulo el día de la Visitaciiin de Nuestra Se-
flora (2 de Julio) para nombrar custodio.
Electo el P. Valenciíi, dispuso inmedia-
tamente que los religiosos se repartieran
por las provincias imñediatas, quedándose
él en Sléxico con cuatro. Nadie creerá que
en los quince días que precedieron al capí-
tulo, y fueron empleados d/íT_v noche en ora-
ción, se ocupasen los frailes en fabricar
convento, ni menos que los cinco que que-
daron en México se pusieran apresurada-
mente à esa tarca, antes de lomar conoci-
miento de la ciudiid y sus moradores, A fin
(1) MK.N-D1ETA, Ifíslon'a Eclesiúslica 1
[SI ME.-niiETA,o/i.tí/. lib.lll, cap. II.
de elegir conbuen acuerdo el sitio más con-
veniente para la fundación. Lo más que ha-
rían, como tenemos dicho, sería arreglar
alguno de los aposentos para celebrar en
él los divinos oficios. Once meses pasaron
desde su llegada hasta su traslación al nue-
vo local: algún tiemno tardarían en levan-
tar allí el convento é iglesia, por pobres
que fuesen, y como tampoco habían de ha-
ber hecho en un día el convento que se su-
pone primitivo, vendremos à tener que
apenas acabado éste, comenzaban ya á le-
vantar el otro que había de sustituirle.
Es también muy creíble que su primer
intento fuera establecerse en la plaza ma-
yor, para estar en el centro del vecindario,
y poder desempeñar con más facilidad las
funciones de su ministerio. Tampoco tiene
nada de estraño quo se les concediera el
sitio, si le pidieron, \'ista la estimación y
el respeto de que gozaban; pero que fuera
el mismo de la catedral vieja, ofrece ya di-
ficultades. Ellos llegaron bien entrado Ju-
nio: Cortés saüü para las Hibueras & me-
diados de Octubre, y hay, por lo menos,
fimdadas presunciones de que para enton-
ces había echado ya los cimientos de laigle-
■■iia niuyor. ¿Cómo pudo darse el mismo te-
rreno A lo3 ffttncia canos, y éstos edificat* en
!ll> ¿C'imo pudieron ííváí atU liaiu Mayd
- 387 -
de 1525 cuando poco después estaba ya he-
cha la Catedral?
Pero si examinamos bien el texto de Tor-
quemada, hallaremos que no autoriza á su-
poner la existencia de un convento en el si-
tio de la Catedral. Dice simplemente que el
primer sitio <^qae tomaron los frailes para
la edificación de su casa é iglesia^ fué el de
la plaza, y que por parecerles que estaba
muy metido en la ciudad de los españoles
«lo dejaron y se fueron al que ahora tienen.»
Nada dice de haber edificado en el otro, si-
no que «lo tomaron» para edificar. (1) Me
parece, pues, que el sentido de las palabras
de Torquemada es que los frailes, ocupan-
do todavía los aposentos en que habían ido
á alojarse al llegar, eligieron «para la edifi-
cación de su casa é iglesiaí> un terreno en
la plaza mayor; pero habiendo reflexionado
[IJ En 19 de Enero de 1530 {Segundo Libro de Cabildo
pág. o-S) el oidor Mationzo renunció un solar que se le ha-
bía dado *quc es en los solares que piiniero^e tontaron
pata hacer el monasterio de San Francisco, el de la es-
quina de la calle de Francisco Dávila.» Casi tenemos
aquí las palabras mismas de Torquemada.— El Sr. Ala-
raíln censura severamente A este autor, por todo lo que
rcliere acerca de la fundación de los franciscanos, y conclu-
ye por asentar «cjue en toda esta parte de su historia hav
muy graves equivocaciones.» Fn otro libro he censurado
yo 'con hiayor severidad todavía A TOrqitemada. hasta
capitularle de plaffiarl©; pero creo que el cariyodel Sr.
Amman, f.s infunaadoi v uuc TorqncülRdB pwd'.cra de»"
Volvérsele.
que AÌÌÌ estarían metidos entre el bullicio I
de los españoles, y que les convenía mucho '
más quedar cerca de los indios, cuya con-
versión era el objeto de su venida, cambia-
ron de dictamen, y antes de edificar nada
en la plaza, se fijaron en el sitio de la calle
de S. Francisco, que en efecto está inmedia-
ta al barrio principal de Jos indios, que era
el de San Juan, y allí construyeron su pri-
mer convento é iglesia (1). .NÍ Motolinia, ni
Mendieta, ni Torqucniada nos dan la más li-
je.ra idea del otro convento de la plaza, ni
aun siquiera presentan una írasc por donde
conste de un modo positivo su existencia,
antes bien, alguno de ellos llama /);'ímeyfl
Iglesia de San Francisco á la de la calle del
mismo nombre. (2).
Mas en el Primer Libro de Cabildo se ha-
bla varias veces de =S. Francisco el viejo,*
y de «lo5 solares donde solia estar S. Fran-
cisco.» Si esto prueba la existencia de un
atrio de San Francisco ri i;ji. > i .1 ■ i '■ . ■ ■: .-1 ro pása-
le de Torquemadit, con el i v.' I ■ ■■ iiuclfncfl-
sa fui' la primera di; lo-í ;■■!: . vin ¡lifgo
Es dócil- queifnteBno hübj.ir
iS] <Er Mésieo hizo cdiíic.ir |i"i- IVlÍi.. J^: Gante] Is
suntuosa y aalemne capilla de S;iii Jusl- á Uis eapaLdas de
la hamíldeypequeflniíleBiiipríHjei^deSnn FraticiSCOi»
dice el P. líendieta ;His¡oriaEc¡. lad. lib. V. pte. 1, c—
181: y nadie ha pensado que esa ea.y"' '— ■' — -
t
convento, ó tlt-bc entenderse de las cusas de [
los frailes A su llegada, juzgúelo U l^'i
tor.
ha clfcdún que los frailes habían hecho I
del sitio de la plaza, y más si intervino m
ced en ftirma, les dahT derecho ;í él, y por
lo mismo el cjue adquirii'i después la propie-
dad hizo bien en querer asegurarhl poriiie-
dio de una eompra. ¡Pero á quién fué he-
cha esa venta? Torqucmada no lo dice: el I
Sr. Alatníín (aunque con otro fin, y tratando i
de offo terreno, segi'in luego veremos) opí- |
na que la venta se hizo al contador Albor-
noz, ettando éste tenía mano en el gobierno \
por la ausencia de Cortés ¡i las Hibueras,
A la verdad, decir Torquemada que los re-
ligiosos no quisieran que se vendiera, yque 1
*fl quese la npropió no se aseguraba en su '
posesitín, hasta que por algún precio lo co-
nociese por suyo,' produce vehemente pre-
sunción de que se trata de una venta forza-
da, hecha á un usurpador, bastante podero-
-11 para mantener por entonces su posesión,
pero que temeroso de las consecuencias ul.
teriores, trata deponerse á cubierto deellas
A costa de una cantidad mistrablu. Xo de-
bemos suponer que la iglesia Catedral se
encontraba en tal caso. En esta parte de la
relación de Torquemada so nota cierto mis-''
terio, pues no dice á quiéa ni cuándo se hi.
— 3» -
20 la venlii, aunque lo sabía liieii, por haber
tenido en sus manos la escritura. Si éstapa"
mb:i en el archivo de la Catedral, como di'
jo el Dean Pobletc á Betancurt, sólo pro-
baría !o dicho, es ¡I saber, que algún dcre-
rho tuvieron los franciscanos á terreno en
la plaxa; mas no que levantaran en él su pri-
mer monasterio. El hallazgo de este famo-
so documento disiparía probablemente 1as
dudas; pero no he logrado registrar el ar-
chivo de la iglesia, y aun dudo qu? haya es-
capado al vandalismo que ha destruido
nuestros depósitos literarios, y hecho pasar
al extranjero los mus preciosos y venera-
lilf.s documentos. Lo dcniils que añade Be-
tancurt sobre los obsequios que el Cabildo
eclesiiistico hacia en los primeros tiempos
A los franciscanos, puede explicarse sin ng-
ccsidud de atribuirlo á la frivola circuns-
tancia de "haber sido do la religión aquel
sitio," recordando i ) gran.Ie y debido in-
llujo que entonces i;iJzaban las órdenes mo-
násticas, especialmente la franciscana, como
primera en la conquista evangiíüca. Que
aquellas distinciones continuaran hasta la
época de Betancurt. en la fiesta de S. Fe-
lipe de Jesú.'í, nada tiene de extraño, por ira .
larse de un sauto mexicano individuo de la
ordí^n.
El P, Pichardo primero, y el Sr. Alamám
'después (1), aUmiücndo l;i existencia de dos
conventos de San Francisco, negaron, sin
embargo, que el antiguo hubiera estado en
¡a plaza, y sostuvieron que se fundd en la
calle de Santa Teresa la antigua, acera que
viera al Sur, en cí terreno ocupado por la
casa número 17 y parte de las contiguas.
Extractaré brevemente las razones del se-
gundo de los autores citados, que compren-
den también las del otro. Por el cabildo de
2 de Mayo de 1525 aparece que se dio í
Alonso de Avila un solar que estaba entre
su casa y ef ínouesterio de Sr. San Francis-
co de esta dudad. La casa de Alonso de
Avila estaba en la 1" calle del Reloj, esqui-
na A la de Santa Teresa la Antigua, y «cons-
ta ser la misma que se mandó derribar y
sembrar de sal, poniendo en ella un padrón
de infamia, cuando fueron condenados á la
pena capital los hijos de Alonso d« Avila,
por complicidad en la conspiración atribui-
da á D. Martín Cortés.. El sitio de estas ca-
sas fué dado después por el Rey á la Uni- ■'
versidad para fundar allí las escuelas, y no I
habiendo tenido efecto, le vendiú la Üniv
sidad al convento de Santa Isabel, que 1
hasta estos últimos tiempos poseyó las ca-
sas números 1 y 2 de la calle del Reloj,
f, pag. \ss.
- .102 -
conblnikliis cu aquc-rl UTrciio. l'or los lìLulos
yuc examinú el V. Pichai-do du unii casa que
ci convenio de San Jurùnimo Icqki cn la
eaUe de Monlealegre, ;i]i:irccc quc Bernar-
dino de Albornoz, -hijo, aìn duda, tk'l con-
tador Alborno?;» (1) era dueño de las casas
quf: seguían & la de Alonso de Avila, en la
calle de Santa Teresa: y en el acta del ca-
bildo de 31 de Enero de ló29 se ve «que esa
casa de Albornoz se construyú en el terre-
no en que estuvo San Francisco el viejo,»
y del cual, ;'i falta de titido legitimo del po-
seedor, se creía aulori/iado el Aj-untaraien-
to ;'i disponer, como baldío, trasladado ya
ci conrcnto. «Los dichos señores (dice e-1
acta) in.-indarDn notificar al contador Rodri-
go de Albornoz, que paraolprimcrcabildo
traiga il presente en el cabildo el título que
tiene á los solares donde solía estai- San
Francisco, para que la ciudad lo vea, con
apercibimiento que no lo mostrando, pro-
veeni de ellos como de vacos,» Juzga A!a-
m.in, como arriba apuntamos, quo !a venta
íud hecha á Albornoz cuando gobernaba, y
por eso ei A\-unlamicnto no tenía constan-
cia del título cn virtud del cual poseía el
contador aquel terreno.
U\ Porl.inregunl.iíriadül/íj/erí-Dgiiínno ílc la 17-
si/.i Ji' D- Amonio de McDdozn, eonsca quu csie Bemar-
- 393 -
Las razones del Sr. xMamán son plausi-
bles, pero no concluyentes. Conviene, ante
todo, distinguir los tiempos: (listiiií^iic tcìit-
pora. La merced á Alonso de Avila fué he-
cha en 2 de Mayo de 152."), y está concebida
en estos términos. «Este día Alonso de Avi-
la, vecino de esta ciudad, pidió por su peti-
ci(3n á los dichos señores un peda/o de so-
lar que dijo estar entro su casa y el mones-
terio de señor San Francisco de esta dicha
cibdad. Los dichos señores se lo mandaron
dar sin perjuicio, y con ianto que no tome
de la parte del agua Jiácía el díc/io inojies-
ten'o.* Nótase desde luego que no se expre-
sa de cuál monasterio se trataba, si del nue-
vo ó del viejo. U)i mes despitc^s^ el 2 de Ju-
nio, se nombra por primera vez á S. Fran-
cisco el nuevo, y es evidente que cuando se
hizo la merced á Avila^ ya estaba ese con-
vento, si no del todo concluido, que es lo
más probable, á lo menos muy adelantado.
El 22 de Mayo de 1524, casi un año antes, se
había dado á Benito de Bejer «un solar que
está en la calle que va de la plaza de esta
ciudad hacia el tianguis de la casa de Juan
Velázquez, que es que alinda con solar de
Alonso de Avila, la calle real en medio.»
lis sabido que el tianguis de; Juan Veláz-
quez quedaba donde ahora la ^Vlameda, y
por lo mismo la calle que iba de la plaza al
■ 394 -
dicho tianguis no puede ser otr;t que la de
S. Francisco, la cual no tenía entonces tal
nombre, pues niaún habían llegado los fran-
ciscanos. Luego Alonso de Avila tenia so-
lar en esa calle frontero al de Bejcr,
De otro solar de Alonso de Avila se ha -
bla cuatro días despuís, el 26 de Mayo de
ió2í; pero como estaba «en la cal>:ada de
Atacuba, el postrero de la traza» no hace
al caso en esta aveiiguacióu. Parece ade-
más que ese solar no era ya de Avila, pues
se dice «que fué dado i Alonso de Avila.»
En 26 de Agosto del mismo año de 24 se
diú á Martin Tiemblo "un solar que es en
esta dicha cibdad en la acera de Alonso de
Avila, que alinda con solar de Hernando
de Xeres, é con la calle del agua que sale á
la casa del contador." I^a merced á Xeres
no se halla, pero en 15 de Abril de 1524 se
presentó pidiendo se le permitiera dispone'"
de un solar que se le había dado "que ha
por linderos de la unu parle solar de Juan
Navarro, y de la otra la calle del agua." En
todas estas mercedes, inclusa la del mismo
Alonso de Avila, vemos que se habla de
agua y de calle del agita, expresándose en
la de Tiemblo, que esa calle era "la que sa-
le á la casa del contador." Que cerca del
convento nuevo había agua, además de la
acequia que pasaba porlacalledeSanJuan
- 395 -
de Letran, se ve por la merced que el 2 de
Junio de 1525 (precisamente en el mismo ca-
bildo en que por primera vez se nombra á
San Francisco el nuevo) se hizo al comen-
dador Leonel de Cervantes, de "un solar
que es en la laguna, hacia San Francisco;*'
y según el P. Pichardo, este solar es el mis-
mo que hoy ocupa la casa núm. 9 de la 1*
calle de San Francisco; casa que en nues-
tros dicis reedificó el Conde de Santiago,
descendiente de los Cervantes, y actual-
mente posee el Sr. Barron.
De lo expuesto me parece resultar fun-
damento bastante para creer que la merced
hecha á Alonso de Avila del pedazo de so-
lar entre su casa y el convento de San Fran-
cisco, más bien debe referi ;se al convento
nuevo que al viejo^ con lo cual pierde su
fuerza la primera razón del Sr. Alamán.
La identidad que se establece entre la
casa del conquistador Alonso de Avila y las
derribadas á consecuencia de la "Conjura-
ción del Marqués del Valle," no está bien
comprobada. Los Avilas ajusticiados el 3
de Agosto de 1566, no eran hijos de aquel
conquistador, sino sobrinos, hijos de su her-
mano Gil González (1). A éste en cabildo de
[1] Oko/cu V BbKKA, Conjuración del Muiqtu^s del
Val le t páíf. 33 de los Documcntoíj.
- 3% -
22 de Febrero de 1527. se àio un solar "que
pidiil por hu peticiún, ci cual es en esta ciu-
dad, linderos con solar ú casas de Alonso
de Avila, su hermano, que es en la tercia
parle donde estaba el Uchilobos." El Sr.
Alamán declara no baber «qué origen tiene
esa reparticíún del templo en tres partes
que parece indicuda con esta exprcsit'm." (!>
Eso no obstante, afirma que el solar J ' Gil
Goazálex deBenavides estaba en la' 1* calle
del Reloj, porque las casas de Alonso de
Avila, "queda demostrado en la séptima di-
sertación que eran las dos primcra'í de la 1»
calle del Reloj, dando vuelta á la de Santa
Teresa y por isla seguía la casa del
contador Albornoz." Como el templo de
Huitzilopoehtli abrazaba una grande exten-
siún de terreno, es aventurado asegurar que
esa tercia parte ídenominacíún cuyo origpn
se contii sa ignorar) veniali corresponder il
ta.s calles 1» del Reloj y de Santa Teresa,
La opinión de que las casas de Alonso de
Avila estaban en la esquina de esas calles,
sólo descansa, que yo sepa, en la asevera
cii'm del i'. Pichardí), quien dice constar así
'■ n. l'flK- -í"-A mitntCQder
I (Wu/oins estuviera dividido
; ms dt destruido, qaedfl el le-
r.i. vse quiso precisar mfls la
iiuio PH qué partí qiirdnl'r; pe-
— 397 —
por los títulos de las dichas casas que pií-íl
raban en el arcliivo de Santa Isabel. Coraó^ '
no he vislo esos títulos, no puedo juzgar de.
su valor en el présenle caso El solar que
dejaron las casas, después de derribadas, se
dio á la Universidad; pero ni en la cédula
de concesión, ni en las diligencias practica-
das para ejecutarla, se habla palabra de la
ubicación de él. Asegura el Sr. Alamánqu^
la Universidad le vendió á censo ('n[itéuíijl
co al convenio de Santa Isabel: lo qi;e ya
encuentro es que en 1645 le tenia ;i cena
Doña Ana Carrillo por ciento setenta y df^
pesos anuales.
Mas demos por cierto que las casas de,
Alonso de A\-iUi eran las que se dicen:
.;es del todo seguro que después de los
treinta y nueve años corridos desde Í.527,
data de la merced hecha á Gil Gonzá-
lez, hasta 1,"j66 en que lueron ajusticiados
sus hijos, ocupaba todavía el uno la primi-
tiva casa de su padre, y el otro la del tioí
;Iis seguro que la casa que Alonso el con-
quistador tenia en 1525 junto ;i San Fran-
cisco íuera la misma que habitaba su sobri-
no en 1566Í ¿Es seguro además que el San
Francisco de quc.se habla en aquella mer-
ced fuera el viejo y no el nuevo.-' Me pHei
rece que nadie se alrcveríí A contestar^
afirmativamente ;i tales preguntas, y qufl
T. II.-
los argumentos sacados de la situación de
las casas de Alonso de Avila, no son bas-
tantes para probar que San Francisco el
viejo estuvo en la calle de Santa Teresa.
De mayor peso son los títulos de la casa
que el convento de San Jerónimo tenía en
la calle de Montealegrc. y por los cuales
constaba {según el P. Pichardo) que las ca-
sas que seguían á las de Avila en la calle
de Santa Teresa eran de un Albornoj;, pues
no cabe duda de que e] contador poseyó al-
guna vez el sitio de San Francisco el viejo,
según el Cabildo de :íl de Enero de 1520.
Pero de estos títulos (Jigo lo mismo que de
los otros: no los be visto, y no puedo e.\a-
minar los dalos que presten. No siendo Ber-
nardino de Albornos Jiijo sino sobrino del
contador, hay menos razón para afirmar
que precisamente había de ser dueño deun
terreno que íué de su tío. Tampoco se nos
da la fecha en que Ic poseía. rNo pudo el
sobrino, que era persona principal, y casa-
do con sobrina de un conquistador tan dis-
tinguido como Bernardino Vilzquez de Ta-
pia, á quien éste dotó, tener casa por si? Es
cierto que también el tío Albornoz dotó al
sobrino (1) y en este dote pudo entrar la ca-
sa en cuestión. No niego, pues, solo expre-
so los fundamentos de dudar, porque & pe-
ni lul/ritiealoiio ileD. Aiilmiio ile Menitot/^fitií-'¿\i.
-m -
sar del respeto que por su i:arácter y litera-
tura me merece el P. Pichardo, no dejaré
de notar que escribía con alguna ligereza,
y que en el punto mismo que se discute no
había fijado su juicio. En la ñola 34 al pri-
mer Libro de Cabildo (1) habla dicho esto:
■San Francisco cl nuevo, esto es, el que se
hizo donde ahora existe San Francisco. El
viejo es llamado en otra parte cl que estu
vo cu la pla:^n. Vinieron los frailes, según
Torqueraada, en Junio de 1524, y en Mayo
de lo25 ya los hubo en su convento nuevo:
luego vivieron once meses en la plaisa, mien-
iras que hicieron su convento, y el de la
plasa fue casa ó convento interino.' Pues
si los frailes vivieron en la plaza once me-
ses, que fueron los trascurridos entre sii lle-
gada y su traslación al convento nuevo
(1) Esli
las Impresas ültimam
, sin
dlírinclon alguna, con otra» del Lie. Bqs
L.ÍC. D.'IenaciaL.úpczKkyoii,olicÍal mayor
chivo General. Bslov seeuro de ello, porq
Jíl Sr, D. I M, Andrade on extracto », S.
I ■■■- originales del P. Pichardo, quien
ini1asB9,^', im, 14Z, i««
, . "Tenca™."— Eie Rmvan
nav nkaiaesnc -memorable" hasta elnn: \t¡» 13, 83,16, 91.
%,98, 101, 107, 1% lU (deido el princiido haita "Ponce de
Leon,") 1 18 (aúlo las palabras "enfi-ente dd Portal de Mer-
caderes y la DIpQtBdon") IK, 1% 130, 131, 133, IS <tn> pA-
labraa "este licenciado fat apoderado de Cortas en la rc-
ildencia qne se le lomú. v stgaa parece'!, 1B3, 119. 147. 161,
I.A, 16fiy 1(17- Lnmñí singular es que hiiy una min, quena
aJlvlno crtnio rn-irt de mt copia mailaicrita »1 impresol
-xuándo estuvieron en la ciük- de S;mta Te-
resa"' Sin embargo, en la nota 113 asegura
que el convento estuvo en esa calle ■ v )/o
17/ i(t píir.ii:' luego es falso i|ue el sitio en
que está alioni la catedral hií vendili por el
síndico, como dice Torquemada. Más: en
yj^os los solares de plaza no liüy la más le-
vi^. incmíún del monaslerio de San Francis-
^■ll-' !i:ih.la aquí ti P. l'ichiL/do, y no hallo
cuino concordar sus dos opiniones.
La del Sr. U, José Fernando Ramírez se-
ria de yran peso en nuestro caso, si la tu-
\Íe]-,Lnios expresada con claridad. En sus
Xoluí á l'rescotl (1) dice, reíiriéndose á lo
asentado por el Sr. Alamiin: «He examina-
do sus piTjebas, y me parecen coocluycntes
i} irrecusables;» pero añade enseguida: «mas
no juzfío incompatible este hecho con el
aseverado por el P, Torquemada.> No es-
presa el Sr. Ramírez cu qué razones funda-
ba ese.jtiido- íCrcería, como yo, que el tex-
to lie Torquemada no prueba que los fran-
ciscanos tuvieran convente en la plaza, sino
únicamente qui; habían pensíitlo edificjirlc
allí? No lo sé; pero de los datos que en se-
liuida presenta, sin sacar de ellos conse-
cuencia alguna, si' deduce que admitía la
existencia d'"'! convenio de hi pl:i
MlTomoII.riIy.l.
i ApOl.
. Hiendo j
I
e comprcndu cúmo ciilìfi,ciibii de
;nles É,iiTci:us:ibk's> lns priiebiis
\el Sv. Alamjin. Vciimbs los datos del Sf.
amirtit. ,!
En el acLi del Ciibildo de 9 de Abrj! iJl-
|B29 se dice lo sigiiiuntc: «Los dichos sciìu-
'ffcs dijeron que mandaban O mandiiron qu)'
se pregone públicamenl" que Lodaci las per-
sonas que lienen derecho ó título il los sol:i-
reK que est:ín c» la piasti i' siliu lioiii/c si^-
iia estar el ììioiics/cn'n ¡h- San Fraiichco,
que para el cabildo que se lianl el viernes
los traie:an é muc.slroi, eic.« -X esto podría
<'ontestarsr ji ihla el Sr, Kamire/;) que sien-
do sinúnimús eu el lenguaje antiguo silia r
plnzii, y muy común en aquei lÍEimpo tii hi-
noiiimia. scria dudoso, cuando menos, que
por la stgunda se hubiera querido designar
III ¡^¡<{ :ii í/i- ¡II cíhíIíii/. Para destruir esa.jn-
urpretaeión. aduce el mismo auiiar el acta
10 de Mayo siguiente, en que sü.dM'e;
is dichos señores, á pedimento d^l .Sr.
.ic. Diego Delgadillo, Ic hicieron ra_:'r<;pil
de un solar, (¡iie es en ¡os so¡arefí í/onr(c so-
/ili Valar c¡ mQnes¡crio tic San J-'riiijdsiv,
que es junto 6 linde del solar de Juan Pe
laez d-2 Eerrio, hermano de dicho líeentia-
do; í" /(/ faüc real por iMaii/c, é le manda-
ron dar título en forma: t' ¡a li/dui atüe c.--
-la ^ue va hitGÜt la cai^aMc Garda O/g'u/ii,..
— 4'ì2 —
Siguiendo estas iiidicaLÍoiii.s ijvrosiííuc el
Sr. Ramirez) para fijar t-1 asiento de San
Francisco tenemos, oomo putito iie partida.
el solar del oidor Dclgadillo; como rutnbo
de dirección la calle real que corría por su
frente, y como punto de término la casa de
García Olguín, que quedaba en la misma
Ifnen. Ahora bien: por las acws de los días
8 de Marzo y 3 de Abril de 1527, y 1" de
Enero de 1528 consta que la casa de Olgufn
estaba cerca del monesterio de Santo Do-
tnittgo: luego la del Lie Delgadíllo y sola-
res de San Francisco estaban en el punto
opuesto de la misma línea ó calle, y éste no
podía ser otro, según las tradiciones, sino
el de la plaza. Así lo confirma el acta de 22
de Febrero de 1527, donde se encuentra una
merced hecha í Pedro de Mencscs de un
solar en los que se añadieron en la traza
hacia el monesterio que se hace de Santo
Domingo^ el cual es el quinto solar contan-
do desde la esquina de la calle que va de
San Francisco al Tatitulco, en la calle que
va desde allí ú Santo Domingo, en la misma
acera dei dicho monesterio.' «Esta misma
redacción, sin otras diferencias que las de
sustituir cabe por hacia, y sexto por quinto
se usó en la merced de Bernardino de San-
la Clara, que sigue á continuación, añadién-
dose que su solar lindaba con el de Mene-
403 -
ses. De esta coníormklad Je conlexto y dej
sus lOrmiiios, deduzco I;i confirmación reU'^i
tiva al punto de la ubicación que me parece
muy claramente denotado por las preposi-
ciones DE y DESDE que denotan simultánea-
mente un punto de partida y una línea
tic dirección, que sólo pueden adaptarse al
terreno de la plaüa y no al antiguo ni al ntie-,
vo asiento de San Francisco.»
Las citas del Sr. Ramírez demandan al-
guna rectificación. La del acta de! cabildo
df 8 de Marzo de 1.127 est.i equivocada: es
la del 1!; en dsta consta efectivamente
que se dio il Pedro del Castillo solar
• cerca del monesierio de Santo Domin-
ijo linderos de la una parte solar de
García Olguín, é de la otra parte solar que
.se diii ¡i Alonso de Peñaranda.» En la de 3
de Abril del mismo año no se dice que el
solar de García Olguin estuviera cerca de
Sanio Domingo, sino que se dio ií Alonso
Lucas un solar -anderos de García Olguin
V las calles reales por delante é al lado:.
luego quedaba en esquina. En el cabildo de-
1 ^ de Enero de 1528 no hay nada relativo al
asunto, y ni aun se nombra A Olgutn. El ul-
timo dato que presenta el Sr. Ramírez, lo-
mado del cabildo de 22 de Febrero de 1527,
y que parece decidir su opinión, no tiene
. importancia alguna: los solares dados á Me-
Ì
iíM
p
iifses y à S;inUi Clara estaban cu la calle
de San Lorenzo, acera que ve al Sur, conio
lo dice ci P. Pichardo. El San Francisco de '
que se habla es el nuevo, y la calle que va
de allí el Tal Huleo es la de Santa Isabel con
las siguientes rumbo al Xurtc, hasta la es.
([iiina de la Concepción, donde so. da vuelta
para ir. i Santo Domingo. Hay otra men-
ción del solar del Lie. Delgadillo, V.n cr.bil.
do de 12 de Julio de 1529 se diú á AiiUrOs de
IJarrios un solar en los solares que solía te-
ivr San Francisco el viejo, lindero del Lic^
I >elifadilIo y de Diego de Sorin.
Si pudiéramos averiguar lipinilo fijodún-
ij',' C!,lab:i la fasa de Garcia dyuín, algój
li;ibriamo,s avanzLido; pero no iu lie eonse--
tenido.
I.limoK visto que en 3 de Abril de ITií?
SI' dio ;i Alonso Lucas mi solar, en esquí-'
na, conliíiuo al de Olguin; y al año justo,'
eri.4 de Abril de 1;j2S se coneedicron al Sr,
,{;:u\;éS| Obispó de Tlascala, do.? solares
• ¡uniü al monesterio de Santo iJomjngo,
i\\\v. era el nao de Alon.so Lúca.s.» Si éste
no leiiiii varios solares en diversas partefi.
ili- la ciudad, como sucedía con otros veci-
iiijs. el de plgufn, contiguo al mereedad?^
en 1527, estaba en la manzana misma dp
SfuHo Domingo. Porque los del Sr, Obispo
de 'na.\,eal;j, segiin dice cl P. Cru;
^1
- 405 -
(1), «Aíorren desde, el noviciado hasta la es-
quina frontera á la Inquisición y de ésta
hasta el puente que llaman de Santo Do-
minoro,» e s decir que quedaban en la calle
de los vSepulcros (ó 3^) de vSanto Domingo,
y en ella la casa de Olguín. La calie real
que iba hacia esta casa y pasaba delante
del solar del oidor Delgadillo, ó sea del an-
tiguo vSan Francisco, tiene que ser la del
Empedradillo y siguientes hacia el Norte,
y San Francisco quedaba en la plaza, fron-
tero á las casas del marqués; pero entonces
rjá qué marcar la ubicación del solar con la
designación de un punto tan lejano como la
casa de Olguín, teniendo á mano otra señal
tan notable, como la de estar al frente de
las casas del marqués? Por otra parte, des-
de el .S de Febrero se habían repartido los
solares que quodab¿in enfrente de esas ca-
sas: dos años después. ^^ de Abril de iry29,
el Ayuntíuni-rnlo exigía la presentación de
los títulos de los solares -^dondc soHa estar
San Francisco el viejo, ^ y un mes después
daba uno de ellos íil oidor Delgadillo. Com-
ponga estos datos quien pueda, y sólo aña-
diré que en los libros de actas he hallado
otras dos menciones de San Francisco el
viejo. La una es de 16 de Marzo de ir>27, en
(1) Cap." lo.
T. II.-51
— Wb -
cuyo día se hizo merc(rd á Antonio de Vi-
llagómez -de un solar que dijo le fué dado
por el Sr. Gobernador, el cual es en el sitio
de San Francisco ci viejo, linderos de una
parte solar de Alvaro Maldonado. é de la
otra parte solar de Francisco Maldonado.»
La otra mención es la del solar, que estaba
también allí, y que rentjnciù el oidor Ma-
tienzo (1).
El lector dirá, y con justicia, que he gas-
tado mucho papel para embrollar más la
cuestión, dejándola al fin indecisa. No es
culpa mia no haber alcanzado á resolver-
la. He querido, á lo menos, presentar reu-
nidos los datos que conozco, para que no
siga correndo como averiguado lo que no
lo está,-y también para fadlitar el trabajo
a! que emprenda de nuevo una investiga-
ciún tan interesante como es ia de saber en
qué punto de esta capital comenzó á brillar
para los indígenas lalu2 de la verdadera fe.
Aquí doy fin á la primera parte de esta
larga nota, y entro en la segunda que tiene
ri] Parn aals-ar las (üíicult.idts que presenta estn in-
veMiKaci''.n v co n tun tar ft todos, han apelado algunos al
Rrliitrio dt siiponcr que hubo dos convenios de San Fran-
cisco, antcB del último; pero r-^to no disipa las contradic-
ctones ni st liviene con los dnloíi canDcidos, RelaridH
drsfrípHva delafuHiInríón de Ina Mesiasy OoHIteHtos
if México. f&a.lA, nota.-K.\MiKHí ApABitio. Los con-
vfiiíos suprimido» m Méxi-'O, pflg. 197.— V, tambiío JUcí\
f'ní'r. tiim.V. pij.fW,
por objeto determinarla situación de la pri-
mera iglesia de San Francisco el nuevo, que
arni juicio ine también la primera de Mè-
li
Debemos distinguir en San Francisco tres
iglesía5:laprimitiva, que fué demolida pron-
to, pues el P. Mendieta habla de ella como
de cosa pasada; la que la sustituyó, y laque
aun existe, hecha en e! siglo pasado. Betan-
curt, cronista de la orden, y que tuvo á su
disposición los archivos de ella, confiesa ig-
norar dónde estuvo la primera. «El sitio
donde ¿e hizo esta primera iglesia con las
armas del Marqués, no se ha podido averi-
guar cuál sea: unos piensan que fué la igle-
sia vieja de la Catedral, por estar én la for-
ma que se dice de oriente á poniente, como
acostumbran á fabricar los religiosos, pero
segiin más legitimo discurso, seria el sitio
donde está hoy la capilla de San José de
Españoles, porque estaba junta y contigua
con el convenio primero, que fué la enfer-
mería vieja, que llamaban, donde había un
claustro pequeño con celdas y pila, que lo-
dos conocimos.) (I)
Si Betancurt, con las ventajas que der¡-
— 408 —
vaba de su profesión en la orden y su carác-
ter de cronista de ella, no acertaba en 1690á
fijar el sitio de la primera iglesia, presunción
sería atrevcj-me á decidir magistralmente
la duda, cerca de dos siglos después, y sin
los documentos que él pudo tener á la vista.
Añadiré solamente algunas observaciones.
La capilla de San José de Españoles á que
se refiere y que no conviene equivocar con
la famosa parroquia de San José de los Na-
turdleSy Ldificada por Fr. Pedro de Gante,
ocupaba el lugar de la qué después se lla-
mó de El ScHor de Burgos \V) qií la calle de
San Juan de Letrán: Hoy st: han fabricado allí
ca.4as particulares, y no qne'danni vestigios
do la capilla. Si ésta fué la primera iglesia,
no JUh.jba la condiri' mi «^omún do las igle-
• ia'-. Í!"aiiri->r;ni;i>, cjH'^ o.> l'i íJ-- o-,lar situ.n-
da > de ny'u'\itc ;i potii-ntf, pw' > quedaba de
norte a .-iir. L'.st.i <nndici'>n parecía tan ne-
ccs.iria (jU'-, s. ¿rún dicf R'-t incurt. )a razón
en qiir .líganos sf fundaban p:ira opinar
qiU' la oatodral anliíjaa había siJj de los
íranrisv'anos, ci'a quo corría dj. oriente A
ponicnU'.
1^1 \\ Mondiota cJ) nos suministra im dalo
[II CakmvMi.1,0 y Pi-Ki:/, J/t'.v/ro <"<f/(>//íc), MS. lib. IIT,
cap. 1. par. 8-
[L'J IIi<toiia Eclcs¿d>tica Iiifiiaiía. lib. \, pie. 1 ^ cap,
18.
imporlanlc, diciendo cnu- ti 1'. liiinu' "liizo
edificar la suntuosa y solcmiif ciipílla dt
San José á lus espaldas de la luiinide y pC-
Liucflii iglesia de: San Frarinsco.» Si, pucs,
su pi taramos ¡l punto tij'n dónde estuvo esa
capilla, sahríamosiamliiéiiliítria dijndcqup-
dallan /rts cspn/i/¡)fi de l;i primc7-a ígKsiá,
perofSL'osasinfiular que siendo aquella tan
(amíisa, estemos todavía avi-n'uiiando su
uhicacit'm. !í! Sr. Coiun (V; asienta qiu- es-
taba -á la blinda l!o orienie dvl alrio actual,
li.ìcia la parte que ocupa allora la eapilta
de SiM-vitas,. y cita en apityo' de éilo ,'t li#-
laneurl, Tcti/ro iiicxiaim, Pie. IV, trat. í,
cap, 3, niim, W. I'i.l paríMJc cilaUo no se de-
duce en verdad tal ubicación; pi; r o por Oíros
datos, rvco fundado c] sentir dt'! Sr. Couto.
ílcurramos dt* nuevo al P-.Mendieía. líncl
lihru. ÍV, cap. 2u. de sti Hhl,>nii AV/f.s/ii.sVi-
ni [luiiiiiiii. nos ha dijjado Je esa capiU,i las
noticias si;ru¡entcs: Kl convento de San
Francisco de Mi'níco tica.- cdilie;ula ni Ins
i-spti/i/iis i/r III íi-Irsiii. il In parli- ilei iiurli;
una .solemne capilla dedicada á la vociciún
del ^'lorioso San JofiO, , . . Es la ciipillfi de
siete naves, y conformo :l ellas tiene 'sipte
altares, Unios al onaiít; lA mayofi, ,'i do su-
- 410 -
benporcsciilera.cninedio.ytresiicadalado."
Betancurt nos completa esia descripciüii:
•Hizo (el P. Gante) de muchas naves, á mo-
do de póitico sin putrtas, una iglesia, para
que, aunque fuese ci concurso grande, pu-
dieran desde lejos gozar con la vista el sa-
crificio. Tenia en su primera íundaciún mu-
chas naves, porque era la gente mucha: con
el tiempo se redujo .'i cinco naves, ... y se
le echaron cuatro puertas grandes.- (1.) De
esta descripción se deduce claramente: I''
que el atrio ú patio de San Francisco que-
daba delante de la capilla, pues así era ne-
qm
ciudad de Mis i co, reno'
der-iiBkiXVI; pero en otras partos
de li
I con strucclo-
davla. Bn CÍiolalu, por ejemplo, existe y he viato Ih qur
llum:in CafiiUa real, y es exBcUraentc ¡sual. en forma y
iftnacian alade San JosCde NalurKlcn de If éxlco. Bsta
el fondo del inmenso atrio de la iglesia de Sftn Francls-
n la misma lituacian respecto f¡ ellUi que la capilla
Servitas respecto A la iglesia principal de México.
Sii _
Tiene por el frente
formando como an t
embadurnadas, lo n
Porci lado que dáai atrio se
ci erran unaanadldurapostcrii
se ven Im- a]tare<i en el frenlt
Jose. Buiquí 'alcuni
le todo el ini
Èicndo lo-t n
or del edificio.
íCtsmenleque
)S que hoy ln«
I gradería, c
no en Sun
DI le: De dad
pero todo ello, atrio e iglesia,
_- como hü_y cxitle, en el plano
, r .-IpciSn de Cholula hecho en 1581
por su Correeldor Gabriel de Sojas, qne se baila oríeinil
en una colecclan de MSS. Acabada de hacer Ja búvcda de
esa capilla, vino al suelo. seRÚn consta de la dcscripcl6n
del Coir— '•"— J- ■ ' '- ' — -—- .J-i--*^—
•35. Hay enVstVci'nJid'iJiin
e .la orden del
~ 411 ~
cesano pam que la giunte reunida cn <iì \
ra los oficios dirínos: 2" que estando los al-
tares al oriente, á este viento quedaba la I
capilla, respecto al atrio; circunstancias que j
concurren puntualmente en el lugar ocu- 1
pado después por la capilla de los Servì-
tas. (1)
El rumbo que señala el P. Mendieta, di-
ciendo que la capilla estaba rf las espaldas
ele la Iglesia, al norie, no debe tomarse al
piede la letra, pues sería necesario supo-
^ueoo91 que (
cisn y cUaütros délos rellmoBtn ^it-
lah lo principal [sin c ' " -
i. Re»'
en él veinte relletosos, porque hay caladio de
Kramddca. Aquí ndministrnn los sacraaientoR alas Indias
V eapaflolcs. nsrque no hay otra parnuiula ni iKlesin cn
cstn ciudad. Estt moncsccTlo se Tandú luego bnc se descu -
hrld i:M.ü. tierra, y pmxjne el arran cencnrso di Iob iinturi-
len no cabla en estn iKleala, hicieron junio á ella, dtsniro
de su melino drcatto, nnk cnpllla ennde casi en cuadra,
can dos torres i lot ladoa, fundoda sobre muchos arcnií.
y estando yn acabada, de Mveda. para cdebramna lii
quo la iglesia tcníu l.i pucrla al f^nr, co-
iiadmisiblf, porque entonces resuUaha
ì tomó e^
espalda
lOmbrc del eonvi
r piai
cipal que I
Ito; pei
;últesc cual-
quier plano antiguo de la ciudad (el de Gar-
cía Conde, por ejemplo) y se verá, que es-
tando la iglesia primera enei mismo lugar
en que estuvo la última, y laVapilla de San
losé en los Servltas, ésta resulta á la cspal'
da de la iglesia, al nofíicstc; aprosimaciùn
queme parece bastante satisfactoria.
De todo deduzco, que la primera iglesia
de los franciscanos y primera de México
estuvo (tíd vez con corta diferencia) en el
mismo lugar que ocupa la que hoy existe
desmantelada. Aquella liabia desaparecido
antes de terminar el siglo XVI, como .se
comprende por los términos en que liabla
de ella Mendieta: Xa. segunda, techada de ar-
tesón y. plomo, está descrita en el Teatro Me-
xicano de Betartcurt (1): por haberse hundi-
do el terreno, hubo que fabricar la tercera,
que se dedicó el 8 de Diciembre de 17!(i. (2)
Kn los Ditílogos de Cervantes Salazar di-
ce uno de los interlocutores; «lin el centro
tiene el utrio (de San Francisco) una cruí
tan alta, que parece llega al cielo.-— Tíncon-
- 41:ì -
f tramos hi historia de c^,i.;i i/L-lchre i-iw/. en
Torqucmada; (1) "Estaba cn l'I palio de i-s-
le convento. . . .una crii/ masalianiiuiamas
alt.1 torre de la ciudad, y se divisal^a iintc-sdi-
entrar en ella, por todo.'; los caminos y alre-
dedores, y era gran alivio para los- cami-
nantes verla tan alta y levantada: la cual se
hizo de un muy alio y crecido ciprís C[uc'
se había criado enelbosc[ue de Cliapulte-
p3c y luego que eutniroit lo^ rch'giosus
y tuvieron casa, cortaron el dicho ciprC-s, y
levantáronlo cn cruz cn medio del atrio."
Los que conozcan los sabinos de Chapuhe-
pce no tendrán á cxagenicion lo que dice
Torquemnda del tamaño de la cruií. Era na-
tural que habiendo levantado los francisrá-
hos tantas cruces, quisieran tener en su con-
vento principal la más prrtccr y singular de
todas.
Refiere cn seguida que cuando se trató
de levantarla, el diablo lo estorbaba, v con-
cluye diciendo: "Derrihánjnla, después de
hecha Ín ig/fs/n iiiifi'ii. porque decían los
inaestros que declinaba sobre ella, y lk-\a
ban por reliquia sus astillas."
El Convento de San Francisco futí de-
saparceiendo poco á poco. En Septiembre
de tS56 se prolonfrc'i al través de una parti-
li] MoHtirg. Intl., ¡ib, Ul, cap. LV
- m -
de £■! la cnUe cerrada Hamíida Callejún de
Dolores i5 de Ins Diligencias, hasla salir á
1.1 calle de San Juan de Lelrán: la nueva se
llamii de la Independencia, y con su apertu-
ra quedó el convento dividido en dos par-
tes. Desde entonces fué extinguida la co-
munidad, y restablecida despuís (Febrero
de 1857) fueron de nuevo exclaustrados de-
finitivamente los religiosos á fines de 1860.
En Abril de 1861 fué desmantelada la igle-
sia, derribándose otra parte del convento y
la capilla de Servitas, para abrir de norte á
sur la nueva calle de Gante. Poco después
se comenzaron í fabricar casas particula-
res pn el terrt'no ocupado por las capillas
del atrio, de las que sólo queda la de Aran-
zazu, al norte, convertida en taller de co-
brcrfa. La hermosa iglesia mayor permane-
ce todavía en pié, aunque destrozada: sir-
vió algún tiempo de caballeriza, y en parte
de ella (capilla de Balvanera) estil hoy un
templo protestante; ¡allí donde enseñaron y
predicaron un Gante, un Motolinia y un Sa-
hagun! (*)
[*1 ti templo de Snn t ranclsco ha sido recobr«do por
1 lei» la. Se abnú de nuevo ni culio cniúlico el 31 deju-
tode 16K, quedando fl csrgo de los PT, de 1> Coraptóffi
LOS AGUSTINOS E\ MKXICO.
IOS frailes agustinos fueron los ter-
ctTos, 011 órdGii de llegada, ¡í la
N'ueva Esparta, y ú esta causa no
cr.in al principio tenidos en tanta estima co-
mo los franciscanos y dominicos, sus pre-
decesores, (1) En número de siete, y regi-
dos por Fr. Francisco de la Cruz, entra-
ron il México el 7 de Junio de 1533. Se
hospedaron primero en el convento de
Sanio Domingo, y luego en una casa de
la calle de Tacii'ba. ElYò del mismo mea
nombn'í cl Ayuntamiento una comisión que
a Eipnflai
I
M-v úun<}<i querían
■ hajiT-ii ^■ni■■lul,l K130 se presaitgr:^
iScí:^ lIi :■'■ I- ili ■ :; ^1 CablUlo con v.'iríos
i íiilio con-
vcnicnlt.' pani CLlilÍL';ir,y los ayudanm con
limosnas, Se dio parie ;1 !;i Audiencia de In
pcücii'in, y respondió que la ciudad prove-
yera como le pnreeiern. No consta la reso-
lución: mas es de suponerse que cnLonces
se les ditì el terreno que aiin ocupan la
iglegia y el convento, (t) y era Mamado por
los indios Zoquipaii, que quiere decir cu el
lodo porquoá causa de un mauanlial estaba
aquello siempre cenagoso. Dieron princjpvf
A la obra el 12S de Agosto de ir>41, y. cerno
habían obtenido cédula dc-1 rey c-n qu^nvín-
daba dark'sla renta Je un pueblo para ayu-
da de la íáhiica, el virrey Don Antonio de
Mcndü/a iK'^i-ii.-. .I pÜrblu de Teseoco
tp'.ira í|ui' :icLiJi.sc ,-nn ^us iriluuosal con-
vento d. San AyjMtin. v con peones para
la obra, ^.f,alandode jornal do :,eis días de
trabajo liu^, reales, que era el jornal que en-
tonces corría comunmente' . (2'iDes]iui^sob-
lu.peron del rey que tomara a, su eargo el
|1] Olios dicen qiic le compraron con Ijis Mniosn.ns úr
los vtcinü»(MEXD[ETA, lüsl. kcl. Inil. llb. IV, c:m, ■_>)
ll'l Lft meiquindud íIc esle jorníl se hncc ilificil ilr
crevn' pero secnencnira con finn ndntior "n P-''^<'it cIe to'!
noiii'ínav Do» Antonia do Mendoi* 4kjú ^ «u sxicesùi,
• A KwimliiS'qUCenilcmleqirndíshcrliaryolr!!-. cosas de
heceilKJcsiclestMdJelornal |>or uadnundía iiu cuarti-
llo lie piala nenda Indio. Agora S.U-Uene munJudo que
i
- 417 —
costo j a^cgarinque l, ist culi obra
162.000 peso* El i.on\ entri qucdu ii.tbaclo
cn Ijb" \ tunqutpiri i&ti,m u lostimien
to^.sctom roniib prec fLn.ionesc|iicr(.liertr
Cervantes en bus Duloj,os (Ij piict-pque,
no Muticioji ci eftuto i3>.!ie ttln, porque it |
Í'. Mtnditta eSLnbiLndo lUimoi ino-, dea
piit'b dccfii quc por 'icr lu„ ir li^io st, Ils
ha hundido poi \Ci.i lo qui, ttni i i.un i
y e OS. t o Sj animi difi I os i d j,"" 'Uilf^
ma ¡á&timi n li ni Ij (.ali ti n n il!i
miij suntuo i i_l s i\ inn iibtcrio Segun
lii desi^npLioii I Ctninits liitleiiaes
taba tei.htdi de um-idui i i no de bo\edd
•^eles « a I rnJl purqucl spatLCeq E peco CuHiI
in elio «e hit -i ian ni pr>- ente según la CiilidBd de la*
malos E lo pò o que ti6iJ n 1 t u r Ik pera
lI dici I
ì]
in l rabBjnr Oli
ibi) poriornul mSS- M
cen si M artiNa dtffl
n de comci \ es-*
oca dElmbi^T dtt9
ifltaraeú nhorrait J
lana fol WBtL ' "
n "Venstln ' " "
Hi.l<^^ tat (1 y ^ icj» uva
nura-vfdfi i seíeíifti i
I.a g[len.acLrcv a gu
ci dui 1 d» "de Fefcrer
iuehabUlI
[Il \BOUai „ ^„ I
ir desde sorbasu esa nlturnJBs
it.lì iendo Tad03 Igs techos [ o
Ira pune] soiidttni'aiRdiiriis.por
— 418 -
lo mismo que una parte, i lo menos, del con-
vento, sin duda para disminuir el peso que
cargaba sobre terreno tan débil. El cronis-
ta Grijalva ofreciudar una extensa descrip-
ción de la Gloria y convento en la Quinta
Parte de su obra; mas como no llegó á pu-
blicarla, no tenemos documentos con que
comprobar las noticias de Cervantes, ni
tampoco c.tíste nada de la fábrica antigua.
La noche del U de Diciembre de 1676 fué
consumida la iglesia por un incendio. Duro
el fuego tres días, y el estrago que causó,
así como el haber comenzado -por laploma-
da del reloj» comprueba que los techos
eran de madera. El lúnés siguiente salieron
los frailes á recoger limosnas para la reedi-
ficación, V en ese día reunieron $-10,000. Eso
les sirvió para comenzar los trabajos, y los
prosiguieron Con tal actividad, que estrena-
ron su nueva iglesia el 14 de Diciembre de
1692. En la nueva construcción no siguieron
el estilo de la antigua, porque es toda de
bóveda, y el conjunto de convento, iglesia
y capillas constituye una de las fábricas
más extensas, sólidas y pesadas de la ciu-
dad. Aquella mole parece más bien una for-
titlcza. Pero la poca firmeza del suelo no pu-
do sufrir tan gran peso y la iglesia está nota-
blemente inclinada al poniente. No conten-
los los religiosos con haber ocupado tod,i
- 419 -
^TUia manzana bien extensa, tomaron además
para noviciado una casa á la espalda; y pa-
ra atravesar cómodamente la callesin bajar
á ella, construyeron sobre un arco un pasadi-
zo cubierto, al nivel del primer piso. El arco
fué demolido en 1821, pero aíin queda el i
nombre de "calle del arco de S. Agustín."
Largo tiempo hace que la orden comenzó
á vender lo que ya no necesitaba del con-
vento, y se construyeron allí varias casas
particulares. Por ultimo, las leyes de Refor-
ma acabaron por esclaustrar los religiosos,
y vender lo que estaba de! edificio. La igle-
sia fué también vendida, y recobrada des-
pués por medio de una confiscación. Se ha
gastado en ella una suma enorme á fin de
convertirla en Biblioteca Nacinna!, para
cuyo destino será siempre impropia. La
obra dista todavía mucho de su conclusión,
y si llega á ella, recibirá entonces to que
reste de los libros de los conventos supri-
midos, de las bibliotecas de la Catedral y
la Universidad, y de una rica biblioteca de
un sabio sacerdote, confiscada tambii^n. ¡
Lo más notable que habi.i en la iglesia de. ¡
San Agu.stln era la sillería del coro, que di-
cen existe, aunque incompleta, en el Musco ■
N. icio nal.
[1«7:.],
EL COLEGIO DE S. lUAN DE LETRAN.
I^^SlSTE Colegio «dedicado á uno y otro
vBO San Juan,' es decir, el Bautista yel
Ib^^hI Evangelista, llevaba, desde 1567,
por lo menos, el nombro de San Juan de Le-
trán con que fué conocido hasta aa destruc-
ción: así consta en un libro de acuerdos de
la audiencia, que está en el Archivo Gene-
ral. Tal vez la circi^nstancia de estar dedi-
i-aJa también á ambos Santos la célebre
basilica dí" San Juan de Letrán en Roma,
hizo que el nombre pausara al coIr'Líío,
El [uimer origen del establecimiento cons-
ta en el siguiente acuerdo que está en el se-
gimdo Libro de Cabildo: "En este día <12
"de Julio de lr>:i9; los Jichos señores á pe-
"dimcnto é suplicación del guardián é con-
"vento del raonesterio de Señor San Fran-
j. ti— 63.
"cisco de esta cibdiid, le hicieron merced de ,
"un sitio que cstA cerca de la diciia casa de
"Sefior San Francisco de la otra parte del
"agua, donde se solia liacer un tianguis, pa-
"ra en que estén é residan é sean curados
"los mochachos naturales de esta tierra que
"estdn en el dicho monesterio é viniendo á
"él para ser dotrinados y enseñados en las
"cosas de nuestra fe catiSlica, en el cual di-
"cho sitio puedan hacer alguna casa donde
"estén é sean recibidos los dichos mocha-
"chos enfermos, la cual ellos tienen comen-
"zadaá hacer; é dieron licencia para que se
"pueda hacer é acabar la dicha casa de en-
"fermerfa que está comenzada: é mandaron
"dar al diclio monesterio titulo do ello en
"forma." Como corría una acequia por la
calle de San Juan de Letrán, el sitio para el
colegio quedaba en efecto de la otra parte
del agua, respecto A Sim Francisco.
Apenas llegados ;i México los francisca-
nes, trataron de en.r>eliar la docirina cristia-
na y las primeras letras il los niños indio.s,
y al efecto hicieron levantar junto íí cada
convento un edificio á propesilo para es-
cuela, con una sala baja (n que se juntasen
y viviesen los hijos de los principak's. P¡-
diéíonlos con tal objeto i sus padres; pero
muchos de é.stos, no queriendo entregarlos
ni osando tampoco desobedecer á los frai-
- 423 -
les, apelaron al ¡trbitrio de tíiiviiir, en lugar
de sus propios hijos, y como si fueran ellos
otros muchachos hijos de sus criados ó va-
sallos. "V quiso Dios, dice el P. Mendieta,
"que queriendo engañar quedaron ellos en-
" ganados y burlados, porque aquellos hijos
, "de gente plebeya siendo allí doctrinados
"en la ley de Dios y en saber leer y escri-
"bir salieron hombres hábiles y vinieron
"después -í ser alcaldes y gobernadores y
"mandar á sus señores.» (1) Ejemplo bien
notable de las ventajas de una buena edu-
cación. De esas escuelas, la más famosa fué
la de la capilla de San Jos¿ de Naturales de
Mé\ico, donde el inmortal lego y padre de
los indios Fr. Pedro de Gante, no sülo en-
señú la religión y las letras, sino también
las artes y oficios.
Según el contexto de la merced de 1529,
el sitio de San Juan de Lctrán se concedió
pyra enfermería do los niños indios recogi-
dos en el monasterio. Por entonces, estan-
do tan reciente la conquista, atin no se re-
sentían mucho los males originados del
abandono en que se encontraba una gene-
ración nueva, cual era la de los mestisos, ó
hijos ilegítimos de español ó india, que á
poco fueron llenando la tierra, y como dice
(1) Histeria Eclesiástica Iniíaiía, Ilb. 1II> csp.rUL
una real cédula, «and-iu perdidos entre los
«indios, y muchos de ellos por mal recaudo
• se mueren y los sacrifican.» (1) lil mal fué
en tal aumento, que llamó al fin la atención
del gobierno de la me trópolij y por esa mis-
ma cédula, fechada en MonziJn á 3 de Octu-
bre de 1533, (2) dirigida á la segunda au-
diencia, se mandú que los mestizos se reco-
gieran en lugares A propósito, juntamente
con las madres: y que si los padres eran
conocidos, fueran obligados á recoger y
sustentar i sus hijos. Igual orden se repitió
muchas veces al Virrey D. Antonio de Men-
doza, quien la ejecutó instituyendo «un co-
•legiü de niños donde se recogen, no sólo
•los perdidos; mas otros muchos que tienen
•padres los ponen A deprender la doctrina
• cristiana y á leer y escribir, y A tomar bue-
• nas costumbres.» (3)
Con este motivo se transformó sin duda
Lctrán en colegio de mestizos cuyo destino
tenia en tiempo de Cervantes. Corrió al
principio ú cargo del Dr. Qucsada, y el rey
le hizo varias mercedes. Por cédula dada
en VaJIadolid A 1.= de Octubre 1518, le cedió
(1] El Sr. D. Vasca Je Quiíuea en su losiaroento, M
S-, dice qnc las madres mnlabnn a sua hijos mesi (»os por-
que sa extremad» pobrez.i no les permití» triarlos
- 425 -- '
*por diez aflos la inilacl de toJo el ganado
mostrenco, mayor y menor que se hallara
en laNueva Espafia; cuya donación prorro-
gó y amplió en cédula de 4 de Diciembre
de 1552. En el intermedio, por otra de 20
de Noviembre del mismo año, le había seña-
lado una renta anual de seiscientos pesos
de minas (1): asignación considerable, si se
compara con la de mil pesos hecha por en-
tonces á la Universidad. En 8 de Septiem-
bre de 1557 repetía Felipe II las aprobacio-
nes y recomendaciones del colegio, el cual,
según la misma cédula, no se limitaba ya á
ser una escuela para los huérfanos, sino que
se esperaba que los educandos formados en
él salieran á formar otros colegios en la
Nueva España, dándosele así el carácter
de una escuela normal. Al mismo tiempo
se le dieron, constituciones, confirmadas por
la L. 14. til. 23, lib. 1° de la Ree. de Indias.
A principios del siglo actual había venido
el colegio á tal decadencia, qué fué preciso
rcunirle con el de San Ramon, igualmente
decaido, formando de ambos uno solo. Asi
conlinuó hasta hace pocos años, que fué en
gran parte demolido para abrir una calle,
V el resto se vendió á particulares que han
comenzado á labrar allí casas.
(1875).
(11 PVüA, Cedulatio, k. 143. vto., 141, 145.
'-* f"^^^^^^^'\ «i
EL COLEGIO DE NINAS, MEXICO.
IB^^ESDE L'l tiempo de la gcniilidad es-
noSl t''''^" sujetas las liijas de los indios |
"■^^l principales A una disciplina tan se-
vera, que destruía los vínculos de la famU I
lia, y debía hacerles casi insoportable la- T
vida. (1) Los frailes franciscanos las recOT
gieron igtialtnente, y las pusieron á apren-
der la doctrina en 'ios patios, fuera de las. '
iglesias. Dividíanlas en grupos, y para ca-
da uno de ellos salía un niño de los que ya.
sabían la doctrinn, A enseñarla, iiasta que
hubo entre ellas mismas algunas que la
aprendieron, y tjstas enseñaban á las de-
más. Informada la Emperatriz Doña Isabel
por el venerable Obispo Sr. Zuoitirraga, de
IH Me.%
¡.\,J/isí.Ecl.¡iiilüma, lib. ll.ci
— 428 -
las buenas disposicioneH de los naturales,
determinó enviar mujeres devotas y reco-
gidíis que sirvieran de maestras A las niñns,
no sólo de doctrina y de ejercicios cristia-
nos, sino-también de labores mujeriles. En
las instrucciones dadas á la segunda au-
diencia {12 de Julio de 1830) (1) hay al efec-
to un capítulo que dice así: ^Porque como
■ veréis, deseando que los naturales de la
• dicha tierra, ansí hombres como m:; 'c^.
•sean in-^' ruidos en las cosas de nu¡j.iira
• sancta feé catúlica, por todas las formas
• que para ello se pudieren hallar, y pareci-
'do que será cosa conveniente que aya ca-
'sa demujeres beata's,para que con vallas se
•rijan las niñas y doncellas que tuvieren
• voluntad paro ello, y como veréis van al
■ prcsenteseis beatas, las cuales llevamos he-
• chas algunas limosnas, ansí para sustenta-
• miento como para las casas en que han de
•morar. Por ende yo vos mando que ten-
•jrais cuidado cómo sean bien trátalas é £a-
• vorecidas, y que veáis cómo la casa en
■ que hubieren de estar, sea lo más cerca
■ que ser pueda de la ierlosia mayor de M¿-
■.\ico, y encomendareis ki filiación d^^ ellas
lal diocesano, porq:ie pm..s .il presente no
•han de SL-r prultsas ni encerradas, no han
(1) PucA, Cediilarlo. fol .«.
— -129 —
«de estar subjecUis .-í ningunas de las reli-
■ giones.»
Las beatas vinieron con Fr. Antonio de
la Cruz, quien el 10 de Julio de 1531 pidió A
nombre de ellas <cierto pedazo de solar que
• estA junto il la casa de Gaspar Avila que
■ está tomada para hacer un monesterio pa-
■ra las d¡cha.s beatas.» Dividiéronse los
pareceres de los capitulares, y no llegó á
resolverse nada acerca de la petición; más
por la discusiún á que dio lugar aparece
que el sitio en cuestión venía á quedar por
las calles de San José el Real. La enseñan-
za de las beatas no duró más que unos diez
años, es decir, hasta 1540, poco más 6 me-
nos, pues ol P. Motolinia,qiie escribió hacifi
esa fecha, habla de ello como cosa pasada,
diciendo que como las niSas sólo se educa-
ban para ser casadas, no pudo durar esa
clausura, (1) Mas esas nifias, salidas de allí
para tomar estado, sirvieron para enseñar
á otras, y algunas continuaron viviendo á
manera de beatas, dedicadas A Ja enseñan-
za y al servicio de los templos. (2)
Es de considerarse también que sí las ni-
ñas indias exigííin en los principios ese cui-
dado para su instrucción, no fué ya tan ne-
(2) I^NDIETAi 6p. el
Ü.'ivrcaps! 16, 2?.
T. II. -ÓJ
- 430 -
cesano luego qne adelantó la conversión de
los naturales, pues teniendo ellas fartiilia
pocUan ser enseñadas en sus propias casas,
al Cuidado de í.us padres, ya coavertidos.
Las mestizas fueron las que entonces lla-
maron la atención, pues si de la multitud de
varones abandonados resulUiban tantos in-
convenientes como arriba hemos dicho, ma-
yores debían ser y er^i los del desamparo
de las niñas. Por eso D. Antonio de Mendo-
za fundó otro asilo para ellas, semejante al
de los varones, y le puso A cargo del bené-
fico Lie. Tejada. (1).
Que D. Amonio de Mendoza lué autor de
esa fundación, consta de la cédula de IS de
Diciembre de 1552, así como que servía no
s<}lo para las mesíi^iis sino también para las
españolas (2) -que andaban perdidas por
la tierra,' las cuales 'se recogieron y pusie-
ron con ellas una *i dos mujeres españolas
\'irtuosa5 para que las enseñasen en todas
las cosas de virtudes necesariiis.- La ca-
sa se sostenía de limosnas, y no eran tan-
ti) jtiüas. dAe. ^.
[31 Peci. Crdulario. lo\. 113. UoB errorts inaterLaHutB
;en ota cédoln. Bt prímero citarse at principia oír..
• de Octubre de MrO, debiendo ser l&ia £1 seeuDdo dt»
,rse en seenidi. qnc en esa cédnta se habla hecho merces
e la mitad del ganano mostrenco ni coleEfo de las niña.
e ]■ docirína, siendo claro que debe leerse, de los nlBo*
— ----- rccogcT las españolas ai - '
', porqu
-que xa debia empezarse
oÍls adelante [1661], lament
lamentaba el P. Mendic
rntonees el
— 431 -
tas, que las iiiñas no pasasen «mucha m
sidad,> por lo cual se les hizo merced di
mitad del ganado mostrenco que se hallase,,
así como se imbla concedido la otra mitad
al colegio de los niños. Por otra cédula de
la misma fecha se rccomendú mucho ¡I D.
Luis de Velasco el cuidado de la casa de
las niñas, ordenLlndosclc que la visitaran al-
ternativamente, un año el virrey mismo, y
otro el oidor que él nombrara, así como que
continuara favoreciendo con dinero ú em-
pleoíj á los que quisieran casarse con algu-
na de aquellas niñas, según lo acostumbra- |
ha su predecesor D. Antonio de Mendoza,
De estos datos se deduce que en 1548, lle-
vaba ya algún tiempo de íundado el colegio,
y aun consta que existía en 1542, porque en-
tre las instrucciones que en ese año se die-
ron al visitador Tello de Sandoval, está la
<de que procurase que la buena obra de la
"casa que se hizo para el recogimiento de
«las niñas mestizas, se conservase y llev?,-
ii donccUas,
Ih qiiedi.' venir de Esps-
cstolro dia me dljeion)!
de españoles, al no me
reme^iiTl y sabe Oíoslo
an que comer; y los varoncf habrán neceaai'iaiiiEDte de
■Bnlr ft robar y saltear püblicainenle los caminos.- Car-
ai P. Biislmuanle, ap. ro/, de Doc. para la Hif,l. <lc Mi-
co, i«m. II, Tl^. -M.
- 432 -
'se adelante.' {h. Según ci Sr. Orozco y
Berra, el asilo que hemos conocido con el
nombre de Colegio de Niñas fué fundado en
1518, por la archicoíradía del Santísimo Sa-
cramento (2), y en la descripción del Arzo-
bispado de México M. S. leemos; "Hay otro
«colegio de doncellas huérfanas cuya ad-
•ministraciün tiene la cofradía de la Cari-
• dad.yse intitula déla Concepciún de Nues-
• tra Señora: fundóse Cíite Colegio por la di-
•cha cofradía, y por personas que ayudaron
"con sus limosnas, > Esto se escribía en 1570.
Parece que estas noticias se refieren al es-
tablecimiento fundado por D. Antonio de
Mendoza hacia 1540: tal vez en 1548, Ic puso
A cargo de la Archicofradía del Santísimo
Sacramento, y de ahí viene que á ésta se
atribuya la fundación en dicho año, Pero
por otra parte, cuando en 1550, dquba Men-
doza los avisos á .su sucesor, todavía habla
de estar el colegio encargado al oidor Te-
jada, y recomienda se le deje en el puesto.
Torquemada (3) atribuye la fundación de
este colegio, así como la de los niños, á los
['] Hhhhkba. Déc. vil. lib li, cíir. 7.
I'.: UeiHoria para ti Plano He la Ciudad ,ie ¡léxico.
pie 190. Iguul noticia de Cnrrillo y PCreí en su México
f^-ícMfca.M.S.aflBdlCDdoqaelH citada arcMcoFradCa fue
(andada en U Iglesia Melropolitana, con nnlorldad apoa-
tíHca, «1 aflo de 1333.
(3) ilouaiqnlaliidiaiía.h'a.UltCr" '"
«
- A'ó'ò -
religiosos de su orden. "Hay (dice) otras
'iglesias, y entre ellas el colegio de los iii-
"ños de Snii Jiiíin de Lctrín, donde al prin-
"cipio se criaban niños pobres y otras gen-
•tcíi hijos de españoles habidos en indias
« los cuales iodos se recogían con mu-
'cho cuidado en tsLe colegio. . . .-. Hay otro
• que llaman de las niñas, que se fundó con
■ el mismo intento y ahora hay recogidas en
«él muchas doncellas y nobles, y de allí las I
• sacan para casarlas y darlas estado.
• tos dos colegios cogen en medio A S. Fran- I
•cisco: el de los niños ¡i la parte del ponieiv
■te, y el de niñas á la del oriente, y están J
•espaldas con espaldas, y es la vazún, por- 1
• que por orden de los frailes de esta orden I
•fueron edificados é instituidos, y aun ¡il I
"principio administrados.»
Las señas que da Cervantes en sus I>iif-
logos corresponden bastante bier. al sitio I
del Colegio tic Niñas (que estaba en la mis- J
ma manzana que S. Francisco), y lo mis
las de Torqucmada, salvo que los dos cole-
gios no estaban espalda con csf>íiliia: para
t-sio sería preciso que el de Letrán eslurii.'-
ra al revés, con la tachada al poniente. Que
Torquemaila atribuya lu fundación de am-
bos á los [railes de su orden nada tiene de
extraño. Respecto al de Letrán, tiene razón,
y tal vez consideraba el otro como una coa- J
- 434 -
linimciúii del ile l;i,s luùas indias, que tam-
bién dcbia, su origen ;í los fnincìscanos.
Sea como fuere, el Colegia de Niñas cam-
bió de destino con el tiempo. En el de Be-
tanctirL estaba destinado á veinticuatro es-
pañolas, con dote de á quinientos pesos,
El colegio se conservi liasta 1861, en que
despojado por el gobierno de casi todos sus
cuantiosos bienes, no pudo ya sostenerse, y
las colegialas pasaron al de S. Ignacio, ó de
tas Vtacaliias. El grandioso edificio que
ocupaban fué vendido, y aunque se comen-
zó en él una grande obra para trasformarle
en Hotel, hace muchos años que está sus-
pensa, y todo abandonado. La iglesia des-
pojada hasta del coro, continúa abierta al
culto catíjüco.
UN CRKSO DEL SIGLO XVI EN
MEXICO.
I^^^SjL'Ii D. Alonso de Villaseca el veci-
In MW l "" '"^^ notable da nquclkt época
¡BaSal por sus grandes riquezas è insìg'
nf.s liberalidades. Era naUiral de Arcìcola,
lut;;ir pequeño de la diócesis de Toledo, é
hijo de Andrés de Villaseca y de Teresa
Gutiérrez de Foranzo, hidalgos. No se sa-
be de fijo el año de su venida il la Nueva
España; pero fué antes de 1540. Casó aquí
con D^ Francisca Monín, hija de padres
tan ricos, que entre las varias haciendas
que poselíin había una en que se marcaban
anualmente veinte rail crtas de ganado ma-
yor. D. Alonso llegó ít ser el rico de la
Nueva España por cxceleneia, y paraponde-
rar la rique/a de alguno se decía «es un
Villaseea." No aumenti su caudal con el
comercio, ni hacia gran diligencia para sa-
car el producto de sus bienes: sus raa"
yordomos le daban lo que querían, y é\
tomaba lo que ellos le daban. Poseía ha-
ciendas de labor y dy yanado mayor y me-
nor, muchas casas en Míxico, y ricas minas
en Pachuca 6 Ixmiquilpan: los esclavos eran,
tantos, que no los conocía, y solfa pregun-
tarles de quién eran. Su caudal se estima-
ba en millón y medio de pesos, y l.is rentas
en ciento cincuenta mil ducados: cantidades
muy crecidas, si se considera el mayor va-
lor de la moneda en aquella ¿'poca. Era de
carácter desapacible: «gustaba de dar, pero
su semblante no mostraba mucliii gusto-en
que le pidiesen, y menos en qui' le diesen
gracias por algún beneficio recibido-» Huía
del trato y la amistad con los grandes y per-
sonas distinguidas, viviendo casi siempre,
retirado en su hacienda de minas de Ixmi-
quilpan, donde al tin le sorprendió la muer-
te e! S de Septiembre de 158Í). Embalsama-
do su cadáver, se trajo íi México, y estuvo
depositado tres días en la iglesia de Nues-
tra Señora de Guadalupe, mientras se dis
ponía el entierro, que fué solemnísimo, con
asistencia del virrey, audiencia, tinbunalei,
arzobispos y arabos cabildos, eclesiástico y
secular. Al salir el entierro se presentaron
para cargar el cuerpo los principales pa-
dr«ís jesuítas, y por otra parte acud¡er;Oia
I
- 437 ~
al mismo riempo, con ¡guaì pretensión, los
oidores de la real audiencia: acción bien ex-
/frtorrfí'íííf^'íí, dice conrazón un cronista. Los
jesuítas alegaban los beneficios que debían
;il finado, y l;t audiencia el gran servicio
que el raísmo había hecho al rey, «cuando
■ estando en una ocasión que gobernábala
■ real audiencia, amenazando un alzamiento
■ ó tumulto ata ciudad de México, Alonso
• de Villaseca apareció de reoente en la
• plaüa á vista del palacio, con un escuadrón
• de á caballo de doscientas lanzas, de sus
■familiares y criados españoles de sus ha-
'ciendas, todos muy prevenidos de armas,
•pagados y sustentados á sus expensas; y
• capitaneados por é!. armado de todas ar-
omas, se ofreció con toda aquella gente por
• entonces y Siempri" que S. M. se quisiese
• ser.vir de él,^ Decidió el virrey la contien-
da en favor de los jesuítas, quienes toma-
ron el cadáver y le condujeron con gran
pompa A su primitiva iglesia de Xacaltcq-
pam, fabricada por los indios de Tacnba-
en el lugar que había donado Villaseca, y
era donde ¡ihora cslA el colegio de San Gre-
gorio. AlU estuvo el cuerpo, hasta que ha-
biéndose concluido en 1603 la nueva iglesia
de la Compañía, (llamada hoy de Nuestra
Señora de Loreto), fué trasladado á ella, y
se le erigió,, por su yerno Agustín Guerre,
_ 438 —
ro, un suntuos'o sepulcro de mármol blaiiC0j_
coronado con el escudo de sus armas. Este ■
momiinento ha desaparecido, como todos
los de aquella ¿poca.
Los jesuítas fueron quienes más esperi-'
montaron la liberalidad de VUlaseca. Fué
el primero que pensó establecerlos en Mfr.
xico, y al efecto envió fondos é insCrucciO.
nes á España; pero en el intermedio vinie-
ron á costa del rey. Llegados aquí, los so-'
corrió concienpesos, siendo ésta la primera
limosna que recibieron, y á poco les cedió
para su fundación los solares de que hemos.
hablado, agregando sucesivamente otro*
auxilios de materiales y dinero para la
obra, ó de ornamentos y vasos sagrados
para el culto. Pero no acababa de decidir-
se á formalizar la fundación del colegio
como esperaban los padres. «Siempre
'austero, y al parecer intratable, vendía,
'muy cara á los padres la confianza que
'habían concebido de su piedad, despedidos
•siempre con dureza, bien que luego les
•mandaba mucho más de lo que habían le-
■ nido la mortificación de pedirle.' En fin
por escritura otorgada en L"ímiqui!pan á 29.
de Agosto de 1576 les hizo donación de cua-
renta mil pesos de oro común, para la fun-
dación del colegio Máximo de San Pedro y
San PablQ.. Jjpspués envió cuatro
ro mulu^
- 439 —
"cargadas con veinticuatro mil pesóS
diez y seis mil destinados para la obra del
colegio, y los ocho mil restantes para hos-
pitales y obras pias. Más adelante regaló
unos magníficos relicarios de plata paralas
reliquias que los jesuítas hablan recibido
de Roma. Finalmente, en su última enfer-
medad hizo donación de dos escrituras: una
de ocho mil pesos para el colegio, y otra de
veintidós mil ciento once, de los cuales des-
tinaba cuatro mil al Hospital Real, dos mil
al del Marqués (hoy de Jesús), tres mil alas
Recogidas, dos mil ochocientos á varias
personas pobres y doncellas para tomar es-
tado, y el resto á disposición del rector pa-
ra los objetos que le tenia comunicados. Lo
que en todo dio al colegio pasó de ciento
cuarenta mil pesos. A la iglesia de Nuestra
Señora de Guadalupe regaló uní imagen
de plata vaciada, con peso de treinta y nue-
ve marcos, una colgadura de terciopelo de
Granada, y otras cosas. El fué quien trajo
á México la famosa imagen conocida con el
nombre de «Señor de Santa Teresa.' En
la Universidad dotó una cátedra de escri-
tura; con quinientos pesos anuales. Su li-
beralidad no se limitó á la Nueva España,
sino que pasando los mares, llevó cerca de
cuarenta mil pesos .i los pobres y parroquia
de supatria,más de otro tanto dio A los San-
— 440 -
tos Lugares dejerusalén, y excedió de diea
mil pesos lo que .destimi ií la redenciíSn c"
cautivos. Después de su muerte se ha.W
entre suf. papeles, una carta del Papa ^
Pio V, en que le agradecía una limosna era
ciento cincuenta mi! pesos hecha á la igl^
sia de San Pedro de Roma, y A los pobreay
de aquella ciudad; así como taOlbién se tuM
liaron otras del Gran Maestre de la ordc^
de San Juan en que le liaba las gracias p^9
más de sesenta mil pesos que le había rcn^
tido para reparar los daños causados pbH
los Turcos en el largo sitio de ^alta, Jl
Tuvo D. Alonso de Villaseca una hija liriRJ
ca, llamada D." Mariana, que fué pretendiüál
por los principales señores de México. Srj
padre, la dejó en libertad de elegir, *presedj
tándole al efecto los retratos de todos süí^
pretendientes.» El escogido fué AgustíiíJ
Guerrero, hijo de Juan Guerrero de Lanálj
vecino muy rico también. D. Alonso fiíndÍS
en íavor de su hija un mayorazgo que v¿3
lía más de un millón de pesos; pero es2 catíj
dat enorme para aquellos tiempos, fué «Je-fl
cayendo lan rápidamente, que en 169:!, decisi
el cronista de los Jesuítas: «Aquella pode-^
rosa parte de hacienda, apenas y con mu-J
cha escasez, sustenta ya una sola fíimília dèj
ma.ndo, mujer y^ tres criaturas,' I'toy^noJ
queda ni rfiemoria de
J
- 441 -
' El hijo primogénito de D.^ Mariana, D.
Alonso Guerrero de Villaseca, nació en
1576. Heredero del opulento mayorazgo de
su abuelo, que ya administraba, y de una
gran parte de los bienes de su padre; peri-
to en las tres lenguas, latina, griega y he-
brea, así como en las matemáticas: estima-
do generalmente,.no sólo por su caudal sino
por su gallardía, erudición y bellas prendas,
renunció al brillante porvenir que le ofre-
cía el mundo, y entró á la Compañía de Je-
sús á la edad de treinta y cinco años, el l.<>
de Febrero de 1611. Profesó de cuarto voto
el 17 de Octubre de 1621^ en el colegio de
San Pedro y San Pablo de México, donde
desempeñó por tres años las cátedras de
Filosofía y Escritura. Falleció el 18 de Mar-
zo de 1639 con fama de santidad (1).
rij Grijalva, Edad III, cap. 19.— Florencia, Hist. de
la Comp. de Jesús, núms. 70. 120, 304— 335.— Alegre, Hist,
de la Comp. de Jesús, tom. I, págs.el, 10, 113, 114, 145; tom.
II. pátf. 24.
LA FIESTA DEL PENDÓN EN M^
ÌA primera disposición para solem-
nizar la liesla data del 31 de Julio
de 1528. En cabildo de ese dia se
acordó «que las íiestíis de San Juan é San^
tiago é Santo Hipólito, é Nuestra Señora de '
Agosto se solemnicen mucho, é que corran i
toros, é que jueguen cailas, é que todos ca-f
balguen, los que tuvieren bestias, so pena 1
de diez pesos de oro.> A 14 de Agosto del 1
mismo año se mandaron pagar é librar cua-
renta pesos é cinco tomines de oro, que s
gastaron en el pendón y en la colación del I
día de S. Hipólito, en esta manera: cinco 1
pesos é cuatro tomines djuan Franco deJ
cierto tafetán colorado: ¡í Juan de la Torre j
seis pesos de cierto tafetán blanco: á Pedro i
Jiménez, déla hechura del pendón é franjas j
è hechura, é cordones é sirgo (seda), siete I
pesos é cinco tomines: de dos arrobas del
vino á Diego de Aguilar, seis pesos: á Alón.';]
- 444 -
so Sánchez de iin^ arroba Je ooiitìu-, doce
pesos y medio: ;í Martín Sánchez, Ires pe-
sos de melones,» Por este acuerdo se viene
en conocimiento de que el Pendón que se
sacaba en el paseo, no era el que había traí-
do Cortés, como generalmente se cree, sino
otro nuevamente hecho, cuyos colores eran
rojo y blanco (1). Aquí no se h^bla todavía
del pasco, aunque es de suponerse que para
él se hizo el Pendún; pero al afío siguiente
de 1529, se fijó ya el orden que con corta di-
ferencia se sigui(') observando en lo sucesi-
vo. He aquí lo que se dispuso en el cabildo
de 11 de Agosto:
<Los dichos señores ordenaron y manda-
ron que de aquí adelante Lodos tos años por
honra de la fiesta de Señor Santo Hipólito,
en cuyo día se ganó esta ciudad, se corran
siete toros, é que dellos se maten dos, y se
den por amor de Dios á los monasterios é
hospitales, y que la víspera de la dicha fies-
[i] Parece que en tslo de los colore» del PcndOn no hn-
liia determínactón lija, Ea el acta de 18 dejunio de I64U,
se lee lo qae slsm: •EA(e día ocorduron que se haga un
Pendún para esta cíbdad, que sea de damasco verde ú co-
tarado eoo sus armas de la cibdadi porque el Pendún que
tiene Bl presente, de leonado e pardo, se hizo porque no se
hallaron otro9 colares, e mandaron que se renda el dicho
FendOn viejo, ú ac aptovcBhe lo mejor que se pueda, y lo
3uf mas valiere el nuevo quese oviere de hacerse pague
e los propios de esta cíbdad; ( mandaron que la letra de
]■ orladura del Penddn nuevo sea: Non in niHUitttdÍHt
nxtrcitus catisistil victoria, seii ia voluntare Dtl\ "La
I.ev*nda se tooid. en parle, del Primer libro de los Usca-
beos, cap, III,.v.W.
- 445 -
ta se saque ci Pendún de esta cmdaj de la
Casa del Cabildo y que se lleve coti toda la
gente que pudiere ir í caballo acompañán-
dole hasta la iglesia Ue S Hipólito, y allí se
digan sus vísperas solemnes, y se tome á
traer dicho Pendón ala dicba Casa del Cabil-
do, é otro díase torne allevarci dichoPendón
en procesión á pie hasta la dicha iglesia de
S. Hipólito, e llegada allí toda la gente, y
dicha su misa mayor, se torne í traer el di-
cho Pendón ii la cas;i del Cabildo, á caballo,
en la cual dicha casa del Cabildo esté guar-
dado ol dicho Pendón, C no salga de él; é
en cada un año elija í nombre el dicho ca-
bildo una persona, cual le pareciere para
que saque el Jicho Pendón, asi para el di-
cho día de S, Hipólito, como para otra cosa
que se ofreciere» (1) y el día 27 del mismo
mes se mandaron -librar 6 pagar A los trom-
petas doce pesos de oro, por lo que tañeron
6 trabajaron el día de S. HipóUto.» Este año,
tal vez por estreno, fueron largamente re-
compensados los trompetas; pero lo desqui-
taron al siguiente, por que en cabildo de 28
de Agosto de'1530. st acordó, «que no se
tes diese cosa ninguna.»
Esta ceremonia del Paseo del Pendan se
verificaba también en oti'as ciudades de las
Hi Libro* 1.° y 2.° ic CabUüo.
- 446 -
Indias, y señaladamente en Lima el día de
la Epifanía. El orden que debía guardarse
en el paseo fué materia de varias disposi-
ciones de la Corte, con las cuales se formó
una de las leyes de Indias (1). Veamos ctí-
mo se practicaba en México, según refiere
un antiguo libro: (2)'Tiene ya esta fiesta
tan gran decaecimiento (1651) como otras
muchas cosas insignes que había en Méli-
co, y aunque uno ú otro año, por la diligen-
cia y industria del regidor que saca el es-
tandarte real, se adelante mucho, en ningu-
na manera puede llegar á lo que fué anti-
ffuamente, aunque se pudieran nombrar al-
gunos regidores que en esta era han gas-
tado más de veintidós mil pesos en adelan-
tar y celebrar por su parte esta festividad.
Mas para que se crea lo que fué cuando se
vea lo que es al presente, será bien traer á
la memoria algo de la descripción que á lo
retórico hizo el P. Fr. Diego de Valadés en
la parte IV, capitulo 23 de su Retórica cris-
tiana, que vio en México lo que algunos
años después escribió en Roma en latín.
(I) Es iH 56 del til. XV, lib. Iti.
[21 Libro 1° [2° 3^ y 4°] del Pioiiiiio Evangélica exeni-
pUficada eiila Vida del V. Bernardino Alvartí Com-
pnesto por D.Juan Díaz deArce. (Mexico 1651, en 4°] lib.
1, Cap.40,-Larclmpi-eílúnhcchii en 1763 esta abreviada,
Eulie lo suprimido se encuentra lo relativo al Pendún.
: Enelafttjl
- 447 -
año de 1578. (1). Dice lo siguiente:
E nuestra Redenciiin hi
mismo día de San HipiJlilo, 13 de Agosto.
fué rendida !a ciudad de México, y en me-
moria de esta hazaña feliz y grande victo-
ria, los ciudadanos celebran fiesta y roga-
tiva aniversaria en la cual llevaa el Peaifl
tlún con que se ganó la ciudad (2). Sale esif
ta procesión de la casa del Cabildo hasta
un lucido templo que está fuera de los n
ros de la ciudad de México, cerca de las^
huertas edificado en honra del dicho santo,
adonde se está agora edificando un hospital .
En aquel día son tantos los espectáculos
festivos y los juegos, que no hay cosa que ■
allí llegue (ut hihü supra:) juégansc torasj
cañas, alcancías, en que hacen entradas ]
escaramuzas todos los nobles mexicanos;^
^sacan sus libreas y vestidos, que en rique-l
F5ia y gala son de todo el mundo preciosí9i-Í
Kinos, así en cuanto son adornos de hombres!
ry mujeres, como en cuanto doseles y to-M
pda diferencia de colgaduras y alfombras'»
.j» El libro citado es esto; Skelorica Ohrisliaiía ad '
„..|£¡oiiii«<ií et erandl usuili aecomcáaía, ulriusque fa-
mìtnlls rximptis suo toco inserUs.guíe qutedem ex líu-
ipTum maxima útprompla shuí JSstariis uHde praer.
nctrlnam, summa quoque dtleclafívo comparabilur
"Xi 4°, con rnucbaa láminas. Impreso prin""'" -" """-'-
79, íueeolueg-oalll mismo, 1583t por tiri
-%;.^n el pasaje citada por él Dr. Ar.
-aauccIúD, aunque no ei lieaiprt clara ni
[2] Ya temos visto queno era éste.
con que se alloman hm casas y calles. Cj*
to ;í lo primero, le cabe á uno de los regi-
dores cada año sacar el Pendón en nombre
del regimiento y ciudad, á cuyo cargo estí
el disponer las cosas. Este alférez real va
enmedio del virey, que lleva la diestra, y
del presidente, que va á la mano siniestra.
Van por su orden los oidores, regidores y
alguaciles, y casi todos los nobles y hom-
bres buenos. Va el Alférez armado de pun-
ta en bianco, y su caballo ú guisa de gue-
rra, con armas resplandecientes. Todo este
acompañamiento de caballería, ostentando
lo primoroso de sus riquezas y galas costo-
sísimas, llega il S. Hipúlito, donde el Arzo-
bispo y su cabildo con preciosos ornamen-
tos empiena las vísperas y las prosiguen
los cantores en canto de úrgano, con trom-
petas, chirimías, sacabuciics y todo géne-
ro de instnunentos de música. Acabadas se
vuelve en la forma que vino, el acompaíla-
miento A la ciudad, y dejado el virrey en su
palacio, se deja el Pendón en la casa de Ca-
bildo. Van á dejar al Alférez á su casa, en
la cual los del acompañamiento son abun-
dante y exquisitamente servidos de con-
servas, colaciones, y de los exquisitos re-
galos de la tierra, abundantísima de co-
midas y bebidas, cada uno A su voluntad.
El día siguiente, con el orden de la víspera,
J
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vuelve el acompafíaraiento y caballería á
la dicha iglesia, donde el arzobispo mexi; I
cano celebra de pontifical la misa. AIÜ sel
predica el sermón y oración laudatoria coq "
que se e.thorta al pueblo cristiano d dar
gracias á Dios, pues en aquel lugar donde
murieron mil españoles, uhi millia virorum
decubiiere, donde Tué tanta sangre derrama-
da, alU quiío dar la victoria. Vuelve el
Pendón y caballería, lonio la víspera ante-
cedente. Y en casa del Alférez se quedan
á comer los caballeros que quieren. V todo ■
el día se festeja con banquetes, toros y otros I
entretenimientos. Hasta aquí Valadés. I
En ln víspera y día de San Hipólito sé I
adornaban las plazas y calles desde el pa- i
lacio hasta San Hipólito, por la calle de Ta- '
cuba para la ida, y por las calles de San
Francisco para la vuelta, de arcos triunfa-
les de ramos y flores, muchos sencillos y
muchos con tablados y capiteles con altares
y imágenes, capillas de cantores y ministri-
les. Sacábanse á las ventanas las más vis-
losas, ricas y majestuosas colgaduras
mandóse ;I ellas las nobles matronas, rica >
exquisitamente aderezadas. Parael paseq^jj
la nobleza y caballcaía sacaba hermosísi-
mos caballos, bien impuestos y costosisi-
m;imciíte ej^jaczpdos: entre los más lozanos
(que cptoncGS no, .por ,cenieiiares, ^l por.
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millares de pesos se apreciaban) salían
otros no menos vistos, aunque por lo aceci-
nado pudieran ser osamenta y desecho de
las aves, aunque se sustentaban á fuerza de
industria contra naturaleza, que comían de
la real caja sueldos reales por conquistado-
res, cuyos dueños, por salir aquel día aven-
tajados, (por retener el uso del Pendón an-
tiguo} sacaban también sus armas, tanto
más reverendas por viejas y abolladas, que
pudieran ser por nuevas, bien forjadas y
resplandecientes. Ostentaban multitud de
lacayos, galas y übreas. Clarines, chirimías
y trompetas endulzaban el aire. El repique
de todas las campanas de las iglesias, que
seguían las de catedral, hacían regocijo y
concertada armonía.»
Como esa solemnidad se verificaba en lo
más fuerte de la estación de las lluvias, su-
cedía & veces que la comitiva sorprendida
por el agua, se refugiaba en los primeros
zaguanes que encontraba abiertos, hasta
que pasada la tormenta, continuaba su ca-
mino. Sabido por el rey despachó una cé-
dula en términos muy apremiantes, prohi-
biendo que tal cosa se hiciera, sino que ;i
posar de la lluvia continuase adelante la
procesión, y así se cumplió. Por ser muy
grandes los gastos que la fiesta ocasio-
naba al regidor encargado de llevar el
J
— 451 ~
Pendón, la ciudad le ayudaba con tres
mil pesos de sus propios, fl) Andando el j
tiempo decayó tanto el brillo de esa conme-
moración anual de la conquista, que en 1745
el virrey, por orden de la corte hubo de im-
poner ima multa de quinientos pesos A todo
caballero que siendo convidado dejase de
concurrir sin causa justa. La ceremonia,
que en sus principios íué muy lucid.i. vino
después á ser ridicula, cuando el paseo se
hacia ya en coches, y no á caballo y el
Pendón iba asomando por una de l-is por-
tezuelas del coche del virrey. Las cortes de
España la abolieron por decreto de 7 de
Enero de 1812 y la fiesta de San Hipólito se
redujo á que el virery, audiencia y autorida-
des asistieran á la iglesia, como en cual-
quiera otra fundón ordinaria. (2) Inútil es
decir que hasta esto cesó con la indepen-
dencia.
áir una ayuda &<
EL GANADO VACUNO EN MEXICO.
L
A asombros il multipücaciún del ga-
nado vacuno en América seria in-
creíble, ai no estuviera períecLsu
mente ■.■oniprobadíi con el testimonio de mu-
(.bos autores y dociuuentos irrecusables.
Desde los primeros tiempos siguientes á la
conquista, los indios poco acostumbrados á
la vista y vencidad del ganado, padecían á
causa de él, mucho daño en sus personas y
sementeras, lo cual diúnlugar á repetidas
disposiciones de la corte, que vacilaba en-
tre la conveniencia de que los ganados se
aumentasen, y el deseo, que en ella era cons-
tante, de procurar el bien de los indios. En-
tre esas disposiciones es notable la relativa
á la gran cerca que se labró en el valle de
Toluca para encerrar el ganado de los es-
pañoles. Consta en la cédula real de 3 de
T, II.-57
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Junio de 1555, que por su interés histórico y
por hallarse únicamente en un libro rarísi-
mo (1), me resuelvo á copiar, á pesar de su
mucha extensión. Dice así; «ElRey— Nues-
• tro Presidente é oidores de la Audiencia
«Real de la Nueva España. A Nos se ha he-
•cho relación que D. Luis de Velasco, nues-
«tro visorrey de esa tierra, salió á visitar el
«valle de Matalcingo, que está doce leguas
«desa ciudad de México, cerca de un lugar
• que se llama Toluca, que es en la cabecera
«del valle, é que tiene el dicho valle quince
•leguas de largo, é tres y cuatro y cinco de
• ancho en partes, y por medio una ribera, y
«que hay en él mds de sesenta estancias de
•ganados, en que dizque hay mds de ciettío
^cincuenta mil cabezas de vacas é yeguas, y
• que los indios le pidieron que hiciese saccr
«el dicho ganado del valle, porque recibían
• grandes daños en sus tierras y sementeras,
• y haciendas, y que no las osaban labrar, ni
• salir de sus casas, porque los toros los co-
• rrían y mataban, y que los españoles dueños
• de las estancias, y el cabildo de la Iglesia
•mayor desa ciudad, por otra, le pidieron
• que no se sacase el ganado de la Iglesia,
•que perdía lo más sustancial de sus diez-
•mos, yá los oidores y á la ciudad que se les
lii Jf0nnr;.,7firf.,Llb.I,cap.4.
«quitab.1 de su provisión y entretenimiento
•lo más y lo mejor que tenían. E que visto
•lo que los unOs y los otros decían, y mirada
•y tanteada toda la dicha tierra, y comunica-
«do con ciertos religiosos y con los dichos
•indios principales naturales del dicho valle
«y todas sus comarcas, irato que se hiciese
•una cerca que dividiese las tierras de los
lindios de las de esas estancias, cada una
«conforme á la cantidad de ganado que tu-
• viese, que la cerca se tasase por buenos
«hombres, y que la dicha cerca se hiso, la
Ecual tiene más de diez leguas, medidas por
^cordel, y que los indios tienen por bien que
«del pre::io della se compre censo para le-
onería reparada siempre, por estar seguro
• de los daños de los ganados, y que se tasú
•la cerca en diez y siete mil y tantos pesos
• de oro común, y que al tiempo del pedir la
• paga ú. los dueftos de las estancias, apela-
• ron para esa Audiencia de mandarles el
■dicho visorrey pagar, y que han hecho f 1
• negocio pleito, con fin de dilatarlo todo lo
• más que pudieren, por que los indios no
•sean pagados, ni la cerca no se conserve,
• que es lo que pretenden, y que convem'a
«mandásemos que los que tienen ganado en
«el valle pagasen la cerca ú sacasen los ga-
znados, por que con ello se contentarían los
«indios, aunque lo más conveniente para el
— 43Ó —
•sostento T conserv'üción de la una repúblt-
• ca )' de la otra era que la cerca se pague,
•ponine el ganado se conservase sia daño
• de los naturales. E visto todo to susodicho
•y entetidido que es cosa conviniente que
• la dicha cercase conserve, envió d mandar
■ al dicho visorrey.que enlo del pagarla di-
«cha cerca los españoles, ejecute lu>-go lo
«que en ello tiene ordenado. Por ende, yo
«vos mando que vosotros ayudéis i íavo-
«rezcais á la ejecución dello, sin que pon-
• gais estorbo alguno: é si los dichos es-
• paftoles Ó alguno de ellos se agraviare,
• mandamos que se ejecute el dicho reparti-
•mietitosin embargo dello, é vosotros veréis
•los agravios, y haréis sobre ello, llamadas
• é oídas las partes á quien tocare, breve-
• mente justicia, y avisamos heis délo que
«en ello se hiciere. Fecha en la Villa de Va-
■ lladolid.á tres días del mes de Junio de mil
'é quinientos é cincuenta é cinco arlos.— La
• Princesa.— Por mandado de su Majestad,
«su Alteza en su nombre, Francisco de Le-
« des ma.»
De esta grande obra nada queda y en-
tre las circunstancias que la hacen no-
table es una la rapidez con que fué ejecuta-
da; pues habiendo entrado D. Luis de Ve-
lasco al gobierno en 15í>0, bastaron cinco
años piíni hacer la visita, practicar l,is avp-
J
riguacioncs necesarias, dotenninar laobrM,
ejecutarla, dar aviso A ia Corte, y recibir la
resolución de ésta.
Los datos para probar la rápida multipli-
cación de los ganados, abundan en los do-
cumentos de la época. En la nota !J5 del
Diálogo segundo se ha hecho mención de
la céduln de \'í\S que concedió la mitad del
ganado mostrenco ;í los niños del colegio.
Mucha sería la abundancia de las reses,
para que ya se encontraran sin dueño, y en
tal número que la mitad t nera bastante para
ser materia de una merced real. En la nota
79 del miáinii Diálogo, vimos que D. Alon-
so Ue ViUüfiecLi casó con una señora que le
llevó en doie una hacienda en que anual-
mente se mar cabaní veinte mil crías de ga-
nado mayor. Este dalo se refiere próxima-
mente ii la época en que Cervantes escri-
bía.
En las tablas cronológicas del P. Claudio
Clemente íl).5eencuentraestauotÍcia: «Han
multiplicado tanto las vacas en las Indias,
adonde llevaron algunas de España [que
antes no las había], que en la flota del año
15y7 trajeron de Santo Domingo 35,444 cue-
ros, y de la Nueva España aquel mismo
arto 74,350 cueros vacunos, que por todos
son 99,794..
[IJ PAC. iw.
t \
Este libro acabóse de imprimir cu la
Imprenta de Victoriaíio Af^üe-
rosel 20 de Agosto de 1S96,
día en que la Iglesia
Católica celebra al
Gran Doctor
Srt/í Ber-
nardo,
JAN 41985
N0V2 0198
Stanfard Unìversit; Library
Stanford, California
Inorder that others may use this book,
please return it as soon as possible, but
not later than the date due.