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Full text of "Obras de don Manuel Breton de los Herreros .."

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OBRAS  DE  BRETÓN 


i 


OBRAS 


DE 


DON 


Di  LOS  HEIEROS 


TOMO    II 


MADRID 

IMPRENTA  DE   MIGUEL  GINESTA 
eallt  4*  Cam^oeuneii,  nia.  8 

1883 


03 


> 


I « 


OBRAS  DE  BRETÓN 


OBRAS 


DE 


DON  liEL  BRETÓN  DE  LOS  HERREROS 


TOMO    II 


MADRID 

IMPRENTA  DE   MIGUEL  GINESTA 
e«lU  1«  Camponaneii,  nia,  8 

1883 


i 


TEATRO 


II 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO, 


DRAMA  mSTÓRICX)  EN  CINCO  ACTOS. 


Estrenado  «n  •!  teatro  del  Principe  el  dia  30  de  NoTiémbre  de  1837. 


PERSONAS. 


D.  FERNANDO  IV,  rby  de  castilla. 

EL  INFANTE  D.  PEDRO. 

EL  INFANTE  D.  JUAN. 

DOÑA  SANCHA. 

D.  GONZALO  CARVAJAL. 

D.  JUAN  CARVAJAL. 

D.  PEDRO  CARVAJAL. 

D.  JUAN  ALFONSO  BENAVIDES. 

D.  JUAN  FERNANDEZ  DE  LEIVA. 


D.  PEDRO  DÍAZ  DE  CASTAÑEDA. 

D.  HERNÁN  RODRÍGUEZ  DE  CASTRO. 

PELAEZ. 

FORTUN. 

ROBLEDO. 

RUPEREZ. 

EL  MÉDICO. 

EL  MERINO  MAYOR. 

D.  MENDO. 


UN  CARCELERO. 

KL  VERDUGO.— ALGÜACILBS.— SOLDADOS.— PUEBLO. 

La  oocion  pasa  en  ICártos  y  en  Jaén.— Año  de  1312. 

ACTO    PRIMERO. 


Salón  del  palacio  del  Rey  en  Marios. 


ESCENA  I. 

D.  PEDRO  CARVAJAL.    BENAVIDES. 

Benavid,  Don  Pedro,  será  mejor 

qae  olvidéis  á  doña  Sancha.   « 

jP.  Carv.  Soy  hijodalgo  v  sin  mancha. 
Por  qné  negarla  á  mi  amor? 
Tal  desaire  no  esperaba 

Ínien  ofensa  no  os  ha  hecho, 
on  Jnan ,  y  adorna  su  pecho 
con  la  cruz  de  Calatrava. 
Benavid.  Ornees  ^  don  Pedro,  se  dan 


menos  que  á  rancia  nobleza 
al  ruego  de  la  pobreza. 

P.  Carv.  Ó  al  valor  de  un  capitán. 
Del  mió  da  testimonio 
el  agareno  andaluz. 

Benavid.  Harto  es  llevar  una  cruz 

sin  la  cruz  del  matrimonio. 
¿Qué  es  un  miserable  feudo 
en  tres  hermanos  partido 
para  haberos  atrevido 
al  honor  de  ser  mi  deudo? 
Muchas  victoriosas  lides- 
han  de  daros  fama  y  medro 


> .  .> 


8 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


antes  de  alzaros,  don  Pedro^ 

al  solar  de  Benavídes. 
P.  Carv.  Coando  la  Reina  María, 

digna  de  eternos  loores , 

puso  ñn  á  los  rencores 

de  vuestra  casa  y  la  mía , 

el  último  Carvajal 

en  valía  os  superaba; 

mas  cuando  paz  os  juraba 
.  no  perjuró  desleal. 

Riquezas,  que  no  ambiciono, 

yo  que  á  la  patria  las  di  y 

¿cómo  despiertan  así 

de  vuestro  pecho  el  encono? 

Ni  vuestra  soberbia  es  ley, 

ni  mi  demanda  es  delito 

porque  seáis  favorito 

del  favorito  de  un  rey. 
Benavid,  No  es  favor  su  confianza; 

3ue  el  lustre  no  se  mancilla 
e  un  infante  de  Castilla 
Sor  darme  á  mí  su  privanza, 
ierto.  De  él  nada  dirán 
porque  os  proteja  constante; 
de  vos  sí,  que  aunque  es  infante...., 
es  el  infante  don  Juan. 
JBmazid.  Si  una  lengua  maldiciente 

sus  blasones 

P.  Carv.  Oh  cuan  bellos! 

No  hayáis  miedo  de  que  en  ellos 
la  envidia  clave  su  diente. 
Contarlos  puede  el  califa 
de  quien  fué  siervo  villano ; 
y  si  calla  el  africano, 
hable  el  puñal  de  Tarifa. 
Mas  juzgue  al  Infante  Dios, 
que  aquí  es  su  nombre  excusado, 
y  me  mueve  otro  cuidado, 
don  Juan,  á  tratar  con  vos. 
Deponed  el  odio  insano, 
que  no  os  pretende  agraviar 
quien  08  viene  á  saludar 
con  el  título  de  hermano. 
Por  mis  hechos  y  mi  cun& 
Fernando  me  da  soldada. 
Si  es  corta,  tengo  una  espada 
para  acrecer  mi  fortuna. 
Si  en  tierna  solicitud 

f)ido  á  Sancha  mi  ventura , 
a  espero  de  su  hermosura 

y  la  fundo  en  su  virtud. 

Cuál  sea  su  dote  ignoro, 

que  avaro  no  fui  jamás , 

ni  Sancha  valiera  más 

aunque  la  pesaseis  de  oro. 

Ni  que  ella  averigüe  creo 

antes  del  amante  nudo 

los  cuarteles  de  mi  escudo 

ó  las  villas  que  poseo. 
Benavid.Lñ.  habláis? 
P.Carv.  Sí,  mas  vuestra  queja, 

don  Juan,  sería  infundada, 

yo  caballero,  ella  honrada. 


y  entre  los  dos  una  reia. 

Benavid. ¿Qué  escucho !  Mujer  liviana ! . . . . 

JP.  Carv.  Tened  la  lengua  por  Dios. 
Ved  que  os  injuriáis  á  vos 
injuriando  á  vuestra  hermana. 

Benavid -Y  ella  ¿os  ama?  ¿Y  para  esposo 
admite 

P.  Carv,  A  vos  no. viniera 

si  primero  no  me  diera 
su  labio  el  sí  venturoso. 
Don  Juan,  quien  de  veras  ama, 
y  en  algo  precia  su  honor, 
sólo  le  pide  al  amor 
el  corazón  de  una  dama. 

Benavid.  Del  amor  el  desvarío 

quede  á  mujeres  sin  nombre, 

mas  la  hermana  de  un  rico-hombre 

no  ha  de  tener  albedrío. 

Al  lustre  se  debe  toda 

del  linaje  en  que  ha  nacido; 

no  elige ,  acepta  marido, 

y  ama después  de  la  boda. 

P.  Carv.  Esa  práctica  es  locura, 
y  el  que  iluso  la  defiende 
cuanto  más  guardarla  entiende 
tanto  más  su  honra  aventura; 
que  el  cielo  á  todas  no  dio 
las  virtudes  aue  atesora 
la  incomparaoie  señora 
que  mi  pecho  cautivó. 
Mano  que  avara  ó  cruel 
los  fueros  del  alma  huella 
tal  vez  la  casta  doncella 
convierte  en  esposa  infiel. 

Benavid. lE^c\x^^mo%  más  razones, 
que  si  al  ruego  no  cedí, 
menos  lograrán  de  mí 
temerarias  reflexiones^ 

P.  Carv.  Firme  y  puro  es  nuestro  amor, 
no  pasajero  capricho, 
y  ese  tirano  entredicho 
más  avivará  su  ardor. 

Benavid.  Cesarán  los  devaneos 

de  Sancha,  y  si  no  se  humilla, 
conventos  hay  en  Castilla 
que  curen  torpes  deseos. 

P.  Carv.  Benavidesl....  Vive  Dios 

que  no  hay  sufrimiento  ya 

Benavid.  raso,  que  también  habrá 
calabozos  para  vos. 

P.  Carv.  Para  mí !  Ciño  una  espada, 

y  antes  que  tan  vil  intento 

Mucho  os  desvanece  el  viento 
de  esa  corte  depravada. 
Vuestra  amenaza  es  quimera, 
.     que  el  Rey  no  ha  de  ser  injusto 
conmigo  por  daros  gusto, 
ni  un  Carvajal  lo  sufriera; 
'Y  aunque  es  mi  fortuna  ingrata, 
normanos  tengo,  don  Juan, 
que  mi  sangre  vengarán 
si  aleve  hierro  me  mata. 
Cien  lanzas  mantiene  fiel 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


Gonzalo,  que  es  el  mayor; 

el  otro  es  comendador 

de  Marios,  que  adora  en  él. 

Mirad,  don  Joan Mas  ¿qué  digo? 

Vos  seréis  cuerdo  mañana 

Ír  otorgaréis  á  la  hermana 
o  que  negáis  al  amigo. 
Vos  no  querréis  inhumano 

f>rovocar  con  furia  loca 
a  maldición  de  su  boca, 

la  venganza  de  mi  mano. 

Amor,  que  es  ya  frenesí, 

la  rinde  mi  corazón , 

y  con  la  misma  pasión 

el  suyo  late  por  mí. 

Á  entrambos  guia  una  estrella ; 

mi  herida  fuera  su  herida; 

que  no  queremos  la  vida 

ella  sin  mí,  y  yo  sin  ella. 

Benavid.ÜBTo  amor!  ¡Tanto  interés 

P.  Carv,  Vuestro  es  también. 

Benavid.  Cómo!.... 

P,  Carv.  Adiós. 

Ó  el  altar  para  los  dos.... , 

ó  tumba  para  los  tres. 


ESCENA  II. 

BENAVIDES. 

I  Por  Dios  que  me  han  irritado 
sus  fieros! — Mas  yo  le  excuso.  • 
No  hay  amante  venturoso 

Sue  no  desafíe  al  mundo, 
o  á  él;  sólo  á'ti,  liviana 
mujer  aleve ,  te  culpo. 
Yo  te  haré  lanzar  del  pecho 
el  amor  que'  te  sedujo, 
ó  antes  que  el  ara  nupcial 
verás  abierto  el  sepulcro.^— 
El  Bey. 


ESCENA  III. 

BENAVIDES.    EL  REY.    D.JUAN.    CASTAÑEDA. 

CORTESANOS. 

[El  Rey  vüne  hablando  con  D,  Juan  sin  re* 
farar  en  Benavides,  con  el  cual  se  reúnen  y 
hablan  los  demos  cortesanos,]   . 

Rey,  {Hermosa  mujer, 

aunque  altiva  hasta  lo  sumo ! 

No  aorir  á  su  Rey  la  puerta! 

No  sé,  tio,  como  sufro 

tal  ultraje. 
Juan,  Doña  Sancha 


estaba  sola,  y  el  vulgo 
malicioso * 

Rey.  Por  ventura 

¿es  mi  visita  un  insulto? 

Juan,      Sois  casado. 

Rey,  Soy  monarca. 

Juan,      No  obstante  su  ceño  adusto, 
es  grato  á  altiva  hermosura 
que  se  sujete  á  su  yugo 
todo  un  Rey.  Acaso  teme 
á  su  hermano 

Rey.  No  presumo 

que  le  estuviera  tan  mal 
á  ese  hecio  linajudo 
que  su  esquiva  nermana  fuese 
dama  de  un  príncipe  augusto. 

Juan.      Señor,  al  tiempo  y  las  dádivas 
encomendad  vuestro  triunfo. 

Rey.        Oh !  si  ella  cede  á  mis  ruegos, 
poco  le  valdrán  sus  humos 
al  señor  don  Juan  Alfonso 
Benavides.  Yo  le  juro 

Juan.      Mirad  no  os  oiga.  Está  allí. 

Rey.        [Reuniéndose  á  los  cortesanos,] 

Caballeros ,  os  saludo. 

Benavid.  Guarde  Dios  á  Vuestra  Alteza. 

Rey,        Buenas  nuevas  os  anuncio. 

Don  Pedro,  mi  noble  hermano, 
estrecha  el  cerco  á  los  muros 
de  Aleándote,  y  presto  en  ellos 
se  alzará  mi  real  escudo. 
Don  Garcilopez,  maestre 
de  Calatrava ,  redujo 
á  Cártama,  y  victorioso 
sigue  al  arráez  perjuro 
de  Málaga,  que  rehusa 
dar  el  pactado  tributo. 
Buen  soldado  es  el  Maestre. 
1  Cómo  no  siguen  su  rumbo 
los  Carvajales? 

Do  Mártos 
es  comendador  el  uno, 
V  está  á  su  cargo  el  convento 
hasta  que  al  prior  difunto 
se  reemplace. 

Mas  el  otro 

Amor  de  hermano  le  trujo, 

?r  negarle  por  seis  dias 
icencia  no  fuera  justo, 
pues  ya  se  la  dio  el  Maestre. 
En  buen  hora,  pero  es  mucho 

3ue  de  tan  bravo  guerrero 
escanse  el  brazo  robusto 
cuando  pudiera  en  servicio 

de  Vuestra  Alteza 

No  dudo 
de  su  valor  y  lealtad. 
En  los  pasados  disturbios 
siempre  partieron  conmigo 
la  dicha  y  el  infortunio 
los  Carvajales. 

Señor, 


Benavid. 


Rey. 


Benavid. 
Rey, 


Benavid. 


Rey. 


Benavid. 


10 


DON  FERNANDO  KL  EMPLAZADO. 


Rey. 
Benavid 


Jdey. 


Benavid 
Rey. 


Juan, 


8i  he  de  decir  lo  que  juzgo, 
su  afecto  es  á  vuestra  madre 
más  que  á  vos.  No  los  acuso, 

pero 

Hablad. 

Cuando  dejarla 
en  Yalladolid  os  plugo 
quedó  con  ella  Gonzalo, 
que  es  su  valido. 

Muy  duro 
fuera  yo  si,  aun  desterrada, 
no  le  consintiera  el  gusto 
de  quejarse  y  murmurar 
con  algún  criado  suyo. 

Creed,  señor,  que  mi  celo 

Decid  más  bien  que  iracundo 
habla  por  vos  el  rencor 
mal  apagado,  aunque  oculto. 
Yo  no  soy  amigo  de  ellos , 
porque  mi  imperio  absoluto 
tal  vez  severos  reprenden , 
y  me  molesta  su  orgullo. 
Si  en  efecto  son  traidores 
sus  cuellos  daré  al  verdugo, 
mas  de  pasiones  ajenas 
no  ha  de  regirme  el  impulso. 
( Soberbio  mozo,  en  las  tuyas 
toda  mi  esperanza  fundo.) 


ESCENA  IV. 

EL  REY.    D.JUAN.    BENAVIDES.    CASTAÑEDA. 
CASTRO.    CORTESANOS. 

Caetro.    Vuestra  licencia.  Señor, 

para  hablaros  pide  un  nuncio 
de  la  Reina  vuestra  madre. 

Rey.       (Tanto  mensaje  importuno !....) 
Llegue.  Quién  es? 

Castro,  Don  Odnzalo 

Carvajal. 


ESCENA  V. 

EL  REY.  D.JUAN.  BENAVIDES.  CASTAÑEDA. 

CASTRO.  D.  GONZALO  CARVAJAL. 

CORTESANOS. 


Vuestros  augustos 
Levantad. 


Esta  carta. 


G.  Cart. 

pies... 

Rey. 
,  &.  Carv. 

Rey.        Mostrad. 

Gr.  Carv.  ([Con  rostro  sañudo 

la  recibe  cual  si  fuese 
del  mayor  contrario  suyo ! ) 


Rey. 


G.  Carv. 


[Ha  leido  la  carta.] 

Extraña  obstinación  la  de  mí  madre! 
Tan  mal  se  halla  en  la  corte  de  Castilla? 
Á  qué  seguir  mis  bélicos  pendones 
arrostrando  peligros  y  fatigas? 
Allá  los  pueolos  (]^ue  mi  herencia  fueron 
con  blando  imperio  su  prudencia  rija 
en  tanto  que  mis  huestes  vencedoras 

auí  del  moro  la  arrogancia  humillan, 
lá  pueden  dar  fruto  sus  virtudes ; 
aquí  es  ocioso  el  brazo  que  no  lidia. 
Mal  se  avienen  los  yelmos  y  las  tocas. 
Basto  yo  á  gobernar  la  Andalucía. 
Las  agresoras  armas  depusieron 
Portugal  y  Aragón.  Francia  enemiga 
os  reconoce  Rey.  £1  de  la  Cerda , 
que  arrojaros  del  solio  pretendia, 
ya  á  los  tratados  de  Agreda  sumiso, 
ó  más  bien  al  rigor  de  su  desdicha, 

{)reñere  á  un  vano  título  caduco 
a  Quieta  posesión  de  algunas  villas. 
El  nno  indigno  de  Femando  el  Santo, 
don  Enrique,  aquel  monstruo  de  perfidia, 
maldecido  del  cielo  y  de  los  hombres , 
hunde  ya  en  el  sepulcro  su  ignominia. 
En  suelo  extraño  al  turbulento  Lara 
consume  la  ambición ,  roe  la  envidia. 
Ya  en  venturosa  paz  Castilla  duerme, 
y  esa  paz  se  la  dio  doña  María. 
Sagaz,  prudente,  valerosa  reina 
cual  madre  tierna  y  viuda  sin  mancilla, 
triunfó  de  tres  monarcas  coligados, 
y  de  alevoso  acero  parricida 
cien  veces  os  salvó  nuérfano  débil. 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO.  11 

Si  ana  diadema  en  vuestra  frente  brilla , 

bien  que  don  Sancho  os  la  legó  muriendo, 

de  vuestra  madre  fué  noble  conquista. 

Sólo  este  amor  solícito  de  madre 

mueve  su  afán  de  veros ;  no  codicia 

de  vana  autoridad.  Ni  os  agraviara 

si  de  madre  á  las  plácidas  caricias 

añadiera  sus  próvidas  lecciones ; 

que  sois ,  oh  Rey!  muy  mozo  todavía, 

y  aunque  holló  vuestra  madre  á  los  perversos 

aun  fermenta  en  el  lodo  su  semilla. 
Jley.  El  tránsito  es  penoso  y  dilatado, 

la  estación  rigorosa ,  ardiente  el  clima, 

y  exponer  por  un  frivolo  capricho 

su  preciosa  salud 

Juan.  Cuando  sumisa 

al  mandato  real  doña  Constanza, 

bien  que  esposa  del  Bey,  vive  tranquila 

en  Ávila,  estrechando  al  casto  pecho 

el  niño  Alfonso  en  quien  España  cifra 

su  más  dulce  esperanza,  bien  pudiera 

sufrir  sin  murmurar  doña  María 

tan  breve  ausencia. 
ff.  Carv.  El  maternal  afecto 

tal  vez  consuela,  Inhnte,  á  la  afligida 

esposa  tierna;  pero  amar  á  un  hijo, 

no  aspirar  á  otra  gloria  ni  á  otra  dicha 

que  morir  en  sus  orazos;  y  angustiada 

tan  léios  de  él  llorar,  es  cruda  espina 

que  el  corazón  traspasa;  y  el  inicuo 

que  aconseja  la  dura  tiranía 

de  quebrantar  los  vínculos  más  santos 

sangre  de  tigres  en  el  seno  abriga. 

Mas  ¿qué  consejo  que  feroz  no  sea 

Íuede  dar  el  verdugo  de  Tarifa.  ? 
'emerario  I . . . . 
JRey,  Mirad  que  yo  os  escucho. 

•  Enfrenad,  Carvajal,  vuestra  osadía, 
ó  si  de  heraldo  traspasáis  el  fuero, 
no  os  podrá  libertar  de  mi  justicia. 
G.  Carv.     Perdonad  á  la  lengua  de  un  soldado 

3ue  no  sabe  con  bajas  cortesías 
isfrazar  la  verdad;  mas  quien  la  tema, 
no  la  provoque. 

Itey.  [Aparte  d  D.  Juan.] 

Gis?  De  vuestra  vida 

toda  la  historia  lenguaraz  contara 

si  yo  no  le  atajase;  y  peregrina 

fuera  la  narración ,  amado  tío. 

Juan.         Señor,  ya  mi  lealtad 

Rey.  Me  es  conocida. 

Confesadme,  don  Juan,  que  largos  años 

fuisteis  muy  pecador;  mas  de  rodillas 

me  demandasteis  gracia  arrepentido, 

y  08  di  con  ella  la  confianza  mia. 

Juan.         Mi  gratitud  sincera 

ñey.  (No  la  creo.) 

Desde  que  apoyo  en  vos  mi  regia  silla 

límite  á  mis  deseos  no  conozco 

y  entre  placeres  vaga  embebecida 

mi  ardiente  juventud.  Sois  buen  ministro. 

(Tú  mi  venganza  llorarás  un  dia.) 


12 


O,  Carv. 
Rey. 


G.  Carv. 


Rey. 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 

No  reBpondeís,  Señor,  á  mí  demanda? 
Aun  estáis  vos  aquí?  Ved  que  me  irrita 
el  necio  porfiar.  Mi  augusta  madre, 
crédula  ó  recelosa  en  demasía, 
se  queja  sin  razón.  Altos  motivos 
á  no  atender  su  ruegt)  me  precisan. 
Ejemplo  de  obediencia  á  mis  vasallos 
si  me  ama  debe  dar  doña  María. 
Desista  de  su  empeño.  £1  hiio  amante 

por  el  público  bien  se  lo  suplica 

y  se  lo  manda  el  Rey.  ^Es  la  corona 

vano  adorno  en  mis  sienes?  ¿Ó  imagina 

que  debo  yo  én  tutela  perdurable 

mis  dias  consumir?  Ta  no  vacila 

mal  segura  mi  planta;  ya  mi  mano 

el  cetro  empuña  y  el  estoaue  vibra ; 

ya  el  desvalido  infante  es  nombre  adulto, 

y  sólo  al  cielo  dobla  la  rodilla. 

Yo  á  vuestros  pies  la  doblo  suplicante 

para  romper  el  velo  que  os  fascina. 

Cuando  la  gloria  de  María  excelsa 

á  vulnerar  se  atreve  torpe  envidia, 

la  abandonáis,  Señor,  en  su  destierro! 

No  en  vuestro  corazón  hallen  cabida 

la  negra  ingratitud  y  la  soberbia 

que  á  un  abismo  tal  vez  os  precipitan. 

Esa  que  vos  lanzáis  del  seno  esquivo 

os  albergó  en  el  suyo:  y  la  apellidan 

numen  celeste  los  leales  pueblos 

que  á  vuestro  nombre  oprimen  y  esclavizan 

viles  tiranos.  Por  piedad!.... 

Infante, 
oid  vos  esa  plática  prolija. 


ESCENA  VI. 

D.  JUAN.  D.  GONZALO  CARVAJAL. 
BENAVIDES. 

Q.  Carv.  [Levantándose  airado.] 

De  cólera  estoy  sin  mí. 
I A  un  rico-hombre  de  Castilla 
tal  afrenta,  tal  mancilla!.... 
Mas  esto  merece,  sí, 
quien  á  tiranos  se  humilla. 
Oh  Reina  á  quien  sirvo  fiel ! , 
sólo  por  tu  amor  sufriera 
menosprecio  tan  cruel , 
y  otro  que  tu  hijo  no  fuera 
arrepintiórase  de  él ! 
¡  El  nijo  de  tus  amores 
sometido  al  yugo  vil 
de  infames  aduladores! 
Ve  aquí ,  mujer  varonil , 
el  fruto  de  tus  sudores. 
Oh  iniquidad!  oh  vileza! 
Al  ver,  Castilla,  tu  suerte, 
¿qué  dijera  Sancho  el  Fuerte 
si  noy  alzase  la  cabeza 
desde  el  lecho  de  la  muerte? 


De  tanta  gloria  ¿quó  ha  sido? 
Ta  no  guardan  los  Guzmanes 
tu  dosel  esclarecido. 
{Tu  palacio  es  torpe  nido 
de  traidores  y  rufianes! 

Juan.  Mirad  que  al  Rey  represento. 
Tened,  Carvajal,  la  lengua, 
que  es  sobrado  atrevimiento 

Cf.  Carv.  Probadme,  don  Juan,  que  miento, 
y  mía  será  la  mengua. 
Probadme  que  al  Rey  defiende 
y  que  leal  puede  ser 
quien  torpes  lazos  le  tiende; 
probadme  que  hoy  no  le  vende 
quien  le  destronaba  ayer. 

Juan.      Respetad  las  intenciones. 

Todo  hombre  tiene  pasiones , 
y  sea  el  Rey  bueno  ó  malo, 

ni  ha  menester  mis  lecciones 

ni  yo  las  vuestras,  Gonzalo. 

Benavid.  Sin  concederle  licencia 

de  juzgar  vuestra  conciencia 
le  hacéis  ya  sobrada  gracia, 
y  tanto  como  su  audacia 
me  admira  vuestra  paciencia. 

G.  Carv,  Si  por  temor  ó  por  fuero 

no  venga  don  Juan  su  agravio, 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


13 


retadme  tos,  caballero, 
y  lo  que  afirma  mi  labio 
sabrá  mantener  mi  acero. 

Benavii.  £1  mío  os  hará 

Juan.  Callad. 

Bien  qne  su  ciego  furor 
ul^aja  á  la  Majestad , 
es  Gonzalo  embaiador: 
su  título  respetaa. 
De  vuelta  á  valladolid 
TOS  á  la  Reina  decid 
que  la  obediencia  es  su  ley; 
mas  entre  tanto  advertid 
que  sois  vasallo  del  Rey. 

G.  Carv.  Fuílo,  y  más  leal  que  vos; 
harto  lo  sabéis  los  dos ; 
mas  ya  no,  que  el  desdichado 
desde  que  sois  su  privado 
está  maldito  de  Dios. 
Sírvale  el  triste  pechero: 
yo  reclamo  el  libre  fuero 
que  patrias  leyes  me  dan, 
y  seguir  la  huella  quiero 
de  Rodrigo  y  de  Guzman. 
No  sufren  tamaño  ultraje 
los  hombres  de  mi  linaje. 
A  extraño  reino  me  voy; 
decídselo,  y  desde  hoy 
cesa  mi  pleito  homenaje. 

Juan.      Diréis  á  la  Reina  viuda 

G.  Carv.'^o,  Vos  hallaréis  sin  duda 
otro  á  quien  mejor  le  cuadre 
con  flecha  herir  tan  aguda* 
-     el  corazón  de  una  madre. 

Juan.      Pues. ya  en  el  número  os  cuento 
de  los  Guzmanes  y  Cides, 
el  Rey  sabrá  vuestro  intento. 
Aquí  esperad  un  momento. — 
Seguidme  vos,  Benavides. 


ESCENA   VII. 

D.  GONZALO  CARVAJAL. 

No,  ya  no  es  honra  en  Castilla 
vestir  el  pesado  arnés, 
y  con  fatigas  y  sangre 
comprar  bélico  laurel 

Í>ara  que  un  tirano  impío 
o  aje  y  lo  pise  después. 
Hasta  que  alfombra  á  tus  plantas 
fuera  esa  turba  rahez , 
sólo  á  ti.  Doña  María, 
consagrara  mi  broquel; 
mas  tú  que  de  tantos  héroes , 
bien  que  en  mísera  viudez , 
eclipsaste  la  memoria 
en  el  campo,  en  el  dosel , 
hasta  afirmar  la  diadema 
de  un  hijo  ingrato  en  la  sien , 
hoy  que  eres  sola  infeliz , 


sólo  sabes  ¡ser  mujer! 
¡  Oh,  dieras  tú  la  señal, 

y  cien  caudillos  y  cien 

Mas  ¿qué  veo!  Mis  hermanos! 
Oh.  Juan !  Pedro  mió ! 


•/.  Cai'v. 
P,  Carv. 
J.  Carv. 


P,  Carv. 
G.  Carv. 

J.  Carv. 


G.  Carv. 
P.  Carv. 
G.  Carv. 


J.  Carv. 
P.  Carv. 
G*  Carv. 


J.  Carv. 
G>  Carv. 


J.  Carv. 
G*  Carv. 
J.  Carv. 
G.  Carv. 


ESCENA  VIII. 

LOS  TRES  CARVAJALES. 

[Se  adrazan.] 

Es  él! 

Gonzalo ! 

Dichoso  instante ! 
¿Es  posible  que  te  ven 
mis  ojos? 

No  te  esperaba. 
Como  repentino  fué 
mi  viaje..... 

Lo  hemos  sabido 
por  tu  escudero  Garces, 
que  á  la  puerta  del  alcázar 
guardando  está  tu  corcel , 

y  afanosos  de  abrazarte 

Será  la  postrera  vez ! 
¿  Qué  dices ! 

Con  fiero  orgullo, 
y  de  hijo  hollando  el  deber, 
el  mensaje  de  María 
oyó  de  mi  boca  el  Rey. 
Yo,  que  ni  adulé  jamás 
ni  á  reyes  pedí  merced, 
de  hinojos ,  mengua  á  mi  nombre ! 
por  su  madre  le  rogué; 
y  la  espalda  me  volvió 
con  insolente  desden ; 
I  y  escarnio  fui  de  juglares 
entre  el  polvo  de  sus  pies! 
[Eso  hace  el  Rey  de  Castilla 
con  quien  le  ha  servido  fiel ! 
¡Y  á  tránsfugas  fementidos 
abandona  su  poder! 
Oh !  si  de  justa  venganza 
no  ahogara  mi  honor  la  sed, 

Íro  al  desenvuelto  mancebo 
e  enseñara  á  ser  cortés ; 
mas  nunca  fueron  rebeldes 
caballeros  de  mi  prez. 
Cuáles  son  pues  tus  intentos? 
Acogiéndome  á  la  ley, 
de  su  servicio  me  aparto 
y  de  sus  reinos  tamoien. 
Gonzalo! 

No  lo  aprobáis? 

Si  es  fuerza 

Me  seguiréis? 
En  Aragón,  en  Navarra, 
en  el  suelo  portugués, 
donde  quiera  que  el  valor 
y  la  constancia  y  la  fe 
se  estimen  algo^  hallaremos 


14 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


digna  acogida  los  tres. 
P,  Carv.  Yo  te  siguiera,  Gonzalo, 

aunque  en  extraño  bajel 

cual  otro  Gnzman  bogaras 

á  los  desiertos  de  Fez ;   . 

mas  invencible  pasión 

me  encadena,  y  no  podré 

O,  ¿terr.Amor!.... 

J.  Carv.  Sí,  y  amor  funesto 

que  no  ha^ de  parar  en  bien. 
G.  Carv,  Indigno  de  ti? 
P,  Carv.  Eso  no, 

3ue  es  muy  honesta  mujer 
oña  Sancha  Benavides. 
G,  Carv.  ¡Ella,  y  con  fiera  altivez 

contra  mí  su  aleve  hermano 

mostró  de  su  alma  la  hiél ! 
P,  Carv,  Centella  ha  sido  mi  amor 

que  al  soplo  del  interés 

el  odio,  por  mí  olvidado, 

hizo  en  su  alma  renacer; 

pero  este  amor  es  mi  vida, 

y  en  mi  corazón  j.uré 

alzar  una  ara  de  fue^o 

á  doña  Sancha ;  y  á  fuer 

de  caballero  y  soldado 

mi  promesa  cumpliré. 
G.  Carv,  Infeliz !  Lástima  tengo 

de  tu  flaqueza.  ¿No  ves 

alzada  ya  contra  ti 

aleve  daga  cruel? 
P.  Carv,  No  temas.  Sancha  me  adora. 

Si  el  yugo  es  fuerza  romper 

del  fiero  hermano....,  la  fuga 

Acaso  te  seguiré 

pronto ¿Adonde 

A  Portugal. 

Queda  tú  á  velar  por  ¿1, 

amado  Juan.  Es  muy  mozo 

Ítu  apoyo  ha  menester, 
rofeso  y  comendador 
de  Calatrava,  ya  sé 

Sue  sin  orden  del  Maestre 
e  tu  regla  la  estrechez 
te  impide  salir  de^Mártos. 
/.  Carv,  Al  al&r  me  consagré 
y,  guerrero  sacerdote, 
sólo  contra  el  moro  infiel 
vibrar  me  es  dado  el  acero 
acaudillando  mi  grey, 
gloria  del  Santo  Raimundo, 
noble  rama  del  Cister. 
Á  las  humanas  pasiones 
mi  pecho  es  férreo  cancel ; 
ni  sé  temer,  ni  envidiar, 
ni  si  en  Castilla  hay  un  Rey, 
y  á  nadie  llamo  enemigo 
si  de  Cristo  no  lo  es. 
Pues  tu  partida  es  forzosa, 
favor  el  cielo  te  dé, 
y  él  á  todos  nos  alumbre 

?or  el  sendero  del  bien. 
ues  delincuentes  no  somos, 


P,  Carv 
J,  Carv. 


P,  Carv 
G.  Carv 


P.Carv 
J,  Carv, 
G.  Carv 


Dios  velará  por  los  tres. 
Idos  ahora.  Si  juntos 
en  el  alcázar  nos  ven , 

¿quién  sabe  si  atroz  calumnia 

Aquí  del  que  fué  mi  Rey 
la  respuesta  aguardo. 
.  [Adrazdndole.]  Adiós  I 

[Lo  mismo,] 

Gonzalo  mió,  deten 
la  ira  si  asoma  al  labio, 
pues  indefenso  te  ves. 

•  No.  To  á  su  lado 

Es  inútil 

¿Quién  sería  osado,  quién 

Kh!  no  más 

Gonzalo! 

Hermano! 
.  To  me  sabré  contener. 
Adiós.  Antes  de  partir 
os  abrazaré  otra  vez. 


G,  Carv, 


ESCENA  IX. 

[Fmfieza  d  oscurecer,] 

D.  GONZALO  CARVAJAL. 

Pobres  hermanos !  Me  han  hecho 

llorar  como  una  mujer 

No  por  mí,  que  á  torpe  yugo 

doblar  el  cuello  no  se, 

y  donde  libre  respiro 

mi  patria  está  v  mi  placer. 

¡  Ay  tristes  de  los  que  quedan 

de  un  tirano  á  la  merced! 


ESCENA  X. 

D.  GONZALO.  CARVAJAL.  BENAVIDES. 

Benavid.  El  Rey  deciros  me  manda 

que  sin  pesar  y  sin  ira 

el  homenaje  os  retira 

y  accede  á  vuestra  demanda. 

Yo,  con  la  ayuda  de  Dios, 

venceré,  ha  dicho,  al  inñel 

sin  vasallos  como  él. 

Sí;  los  querrá  como  vos. 

Para  salir  de  esta  villa 

tres  dias  de  plazo  os  cuenta. 
G*  Carv,  Insigne  favor !  Cuarenta 

me  da  la  ley  de  Castilla. 

Mas  vive  el  cielo  que  aun  es 

dadivoso  en  demasía: 

decidle  por  vida  mia 

que  sobran  dos  de  los  tres. 

Se  holgará 

Y  es  largo  espacio. 


G.  Carv, 
Benavid, 


Benavid, 
G,  Carv. 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


15 


Partiré  sin  dilación  ^ 
no  infeste  mi  corazón 
el  aire  de  su  palacio. 
Fogoso  alazán  me  espera. 
Mañana  en  mejor  asilo 
libre  dormiré  y  tranquilo 
allende  de  la  frontera; 
7  aunque  agraviado  me  alejo 
no  le  ofenderé  enemigo , 
que  si  ha  menester  castigo 
en  buenas  manos  le  dejo. 


ESCENA  XI 


BENAVIDES. 


Yo  te  diera  el  que  mereces, 
mas  ya  que  tú  telo  impones 
con  voluntario  destierro, 
excusa  mi  saña  el  golpe. 
¿Por  qué  también  no  te  siguen 
tus  hermanos  y  en  la  noche 
del  olvido  para  siempre 
no  se  sepulta  su  nombre  I 


ESCENA  XII. 

BENAVIDES.    D.  JUAN. 

Juan.      Partió  don  Gonzalo? 
Bemmd.  Sí, 


Juan. 
Benavid, 

Juan, 


Benavid. 


Juan. 


lanzabdo  injurias  enormes 

contra  vos,  contra  Fernando 

Dejadle  que  desahogue 
sil  rabia 

Mejor  sería 
que  los  filos  de  lin  estoque 
la  atajasen. 

En  Palacio ! 
Sería  atentado  enorme, 

peligroso Huya  en  buen  hora. 

Al  enemigo  que  corre, 
puente  de  plata.  Si  el  centro 
de  la  tierra  no  le  esconde 
no  temáis  que  mi  venganza 
aunque  tarde  se  malogre, 
que  doquier  sobran  puñales 
cuando  hay  pro  que  los  compre. 
Poco  importa  ^ue  Gonzalo 
huya  á  extranjeras  regiones 
si  aquí  en  sus  hermanos  deja 
dos  aceros*ven^dores. 
Pues  un  Carvajal  me  insulta 
no  es  mucho  que  yo  los  odie 
á  todos  tres ;  pero  á  tos 
que  los  pasaídos  rencores 
ya  en  halagüeña  concordia 


trocado  habíais,  ¿de  dónde 

os  viene  el  nuevo  furor 

que  os  inspiran  esos  hombres? 

Benavid.  Mios  son  vuestros  agravios. 
Y  á  mí  también  los  baldones 
de  Gonzalo 

Juan.  Mas  primero 

yo  os  oí  contra  el  mas  joven 
acusaciones  amargas , 
que  por  cierto  no  muy  dócil 
escuchó  el  Rey.  Tor  ventura 
¿media  algún  lance  de  amores. 

Benavid.Tsl  vez 

Juan.                         Amor  en  mi  pecho 
embota  ya  los  arpones ; 
.  mas  la  venganza  nos  une, 
bien  que  por  distinto  móvil. 
Si  no  queréis  malograrla 
más  cauto  sed  en  la  corte. 
Guardaos  de  dar  consejos 
á  quien  suspicaz  los  oye. 
El  Rey  es  altivo,  indómito, 
temerario,  y  otro  norte 
no  le  guia  que  el  impulso 
de  sus  vehementes  pasiones. 
Manejarlas  á  mi  grado, 
sin  mover  otros  resortes 
Que  la  astucia  y  la  lisonja, 
dorando  los  eslabones 
de  la  invisible  cadena 
que  amarra  su  cuello  indócil, 
he  aquí  toda  mi  política. 
T  cuando  así  no  le  dome , 
¿hay  más  que  soltar  la  rienda 
y  que  él  mismo  se  desboque? 
Así  un  dia  su  corona 
ipi  sien  ceñirá,  y  entonces 


ESCENA  XIII. 

D.  JUAN.     BENAVIDES.     LEIVA. 

[Es  ya  de  noche.  Criados  de  Palacio  iluminan 

la  estancia.] 


Leiva.     Tumultuosa  conmoción 

reina  en  Mártos.  Les  rumores 
del  mensaje  de  María 
y  de  que  el  Rey  lo  desoye 
han  agitado  los  ánimos. 
Cree  A  pueblo  que  en  prisiones 

gime  la  madre  del  Re^. 
[ueran,  grita,  los  traidores 
y  viva  Doña  María. 

Juan.    '  ¿  Será  cierto 

Leiva.  Ya  las  voces 

cerca  suenan  del  alcázar. 
Juan.      Acudid,  Leiva.  Que  doblen 

las  guardias;  que  se  guarnezcan 
las  almenas  de  la  torre 


16 


DON  FERNANDO  EL  EIIPUZADO. 


ESCENA  XIV. 


D.  JUAN.     BENAVIDES.     LEIVA.    EL  REY. 
CASTRO.    CASTAÑEDA.    CABALLEROS. 

SOLDADOS. 

[Óyese  gritería  de  gente  amotinada.] 

Rey,        Qué  es  esto,  Infante? 

J'uan»  Señor 

Itey.        ¿Por  quá  airado  el  yugo  rompe 

ese  pueblo ¿No  decíais 

que  sus  fíeles  moradores 
me  adoraban? — Yo  no  gusto 
de  tales  adoraciones. 

Juan.      Señor,  mi  sorpresa 

Rey,  ¿Quién 

ha  excitado  ese  desorden? 

Juan.      Los  indicios Mis  sospechas 

Entre  tanto  pecho  noble 

sólo  un  Carvajal Gonzalo.. ^. 


Pueblo.   [Dentro,] 

Mueran ,  mueran  los  traidores! 
Leiva.     Antes  que  el  pueblo  se  alzara, 

de  Mártos  salió  á  galope 

don  Gonzalo.  Yo  le  vi. 

Mas  sus  hermanos  feroces, 

bienquistos  con  esa  plebe 

Basta:  los  aceros  obren. 

Qué  sirven  lenguas  ahora? 
Benatid.  Ballesteros ,  ricos-hombres , 

seguidme.  Con  su  cabeza 

Benavides  os  responde 

del  triunfo. 


Rey. 


ESCENA  XV. 


EL  REY.    D.  JUAN. 


Pueblo.   [Dentro.]    Viva  María! 

Mueran ,  mueran  los  traidores ! 


Rey. 


Juan. 

Voces. 
Rey. 
Juan. 


[En  el  acto  de  partir  con  la  espada 

desnuda.] 

Morirán,  sí;  y  á  mis  manos. 
¿Adonde,  Señor,  adonde 

corréis 

[Dentro.]    Viva  el  Rey! 

Dejadme... 
No  os  aventuréis.  La  noche 
es  oscura.  Si  á  su  sombra 

algún  aleve Ya  se  oye 

más  apartado  el  motin. 
[Mirando  por  una  ventana.  El  Rey 
se  acerca  también  á  ella.] 


Vencimos !  Mirad.  Se  rompen 
los  amotinados  grupos. — 
No  veis  cuál  huyen  veloces? 

Voces.     [Mis  cerca.] 

Viva  el  Rey ! 

Rey.        [  Volviendo  al  proscenio.] 

¡Oh  si  en  mis  manos 
viese  á  los  viles  autores 
de  la  horrible  sedición ! 
Yo  les  juro  por  mi  nombre 


ESCENA  /VI. 

EL  REY.     D.  JUAN.     CASTRO.     LEIVA. 
CASTAÑEDA.    CABALLEROS.     SOLDADOS. 

Castro.    El  tumulto  se  ha  deshecho. 

Unos  huyen  á  los  montes  ^ 

otros  en  la  calle  espiran 

ó  á  los  hogares  se  acogen. 

Mas  quiere  Dios  que  con  sangre 

esclarecida  se  compre 

la  victoria.  Benavides 

Rey,       ¿Herido 

Castro.  Muerto ! 

Juan.  ¡Mi  pobre 

amigo  ^el 

[Aparte  al  Rey.] 

Dadme  albricias. 

Ta  no  hay  hermano  que  estorbe. 

Vuestra  será  doña  Sancha.    . 
Rey.        Sus  claras  cenizas  se  honren 

en  suntuoso  funeral , 

y  los  valientes  le  lloren  ; 

y  pues  huérfana  ha  quedado 

su  hermana,  daréla  dote 

y  mi  pupila  ha  de  ser. — 

Se  han  hecho  algunas  prisiones? 
Castro.    A  don  Juan  de  Carvajsu 

y  á  su  hermano 

Rey.  Ah !  Los  felones 

¿son  ellos? 
Castro.  Entre  los  grupos 

los  han  preso  y  á  dos  nombres 

del  pueblo 

Rey.  Si  fueren  reos 

no  esperen  que  los  perdone. 
Juan.      (Sí,  reos  serán.  Oh  gozo!) 
Rey.        Que  los  lleven  á  la  torre 

de  Palacio.  Mi  justicia 

ha  de  estremecer  al  orbe. 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


17 


ACTO  SEGUNDO. 


Sala  en  la  torre  del  palacio  de  Mar  tos  ^  inmediata  á  las  prisiones.  Puerta  en  el  foro  ^  que 
es  la  general  de  entrada;  otra  a  la  derecha  del  actor  y  por  donde  entran  y  salen  el  Rey  y  el 
Infante  D.  Juan,  y  otra  en  frente  de  esta^  que  es  la  que  guia  a  los  calabozos^  y  al  tribunal. 

A  la  parte  exterior  del  foro  se  deja  ver  un  centinela. 


Juan. 
Cárcel. 

Juan. 

Cárcel. 

Juan. 


Cárcel. 
Juan. 

Cárcel. 


ESCENA  I. 

D.  JUAN.    EL  CARCELERO. 

Qué  hace  el  juez? 

Sin  descansar 
la  pesquisa  está  formando. 
Van  los  presos  declarando? 
Pronto  los  van  á  llamar. 
Bien.  Traedme  (es  tiempo  aún) 
á  uno  de  aquellos  dos  hombres.. 
No  recuerdo  bien  sus  nombres. 
Gil  Pelaez  y  Fortun. 
Sí.  Cualquiera  de  los  dos. 
El  otro  vendrá  después. 
(Don  Juan  pone  aquí  los  pies? 
No  es  para  servir  á  Dios.) 


ESCENA  II. 

D.  JUAN. 

Tal  virtud  en  baja  plebe ! 
Á  precio  pongo  sus  cuellos, 
y  a  declarar  contra  ellos 
sólo  un  testigo  se  atreve. 
Mas  con  un  solo  testigo 
condenar  no  puede  el  juez. 
Esos  villanos  tal  vez 
por  evitar  el  castigo 


ESCENA  III. 

D.  JUAN.     PELAEZ. 

^M  Carcelero  conduce  d  Pelaez  ^  y  se  retir  a. 1 

Pelaez.  Me  envia  aquí  el  Carcelero 

Juan.  Cómo  te  llamas  y  buen  hombre? 
Pelaez.    Gil  Pelaez  es  mi  nombre. 

Juan.  .Y  tu  oficio? 
Pelaez.  Soy  herrero. 

Juan.  ¿Quó  tal  lo  pasas  en  él? 
Pelaez.    Perramente.  El  triste  pan 
apenas  gano,  don  Juan^ 

11. 


Juan. 

Pelaez. 

Juan. 

Pelaez. 


Juan. 
Pelaez. 

Juan. 

Pelaez. 

Juan. 


Pelaez. 

Juan. 

Pelaez. 


y  echo  en  la  fragua  la  hiél. 
Aun  por  eso  no  es  extraño 
que  aprendas  otro  mejor. 
Cuál? 

El  de  conspirador. 
Ese  es  el  que  medra  hogaño.  * 
Vos  dé  alta  sangre  real 
sabéis  todo  eso  al  dedillo., 

Villano!  ¿Tú ' 

Soy  sencillo 
y  no  lo  digo  por  mal. 
Yo  perdono  á  tu  ignorancia. 

Señor 

Y  á  piedad'  me  mueve 
tu  pena.  Nunca  á  la  plebe 
traté  yo  con  arrogancia. 
¿Conque  os  doléis  de  mis  males? 
Y  libertarte  procuro. 
Cierto? 


Juan.      [Sacando  una  dolsa.] 


Pelaez. 
Juan. 

Pelaez. 
Juan. 

Pelaez. 


Juan. 
Pelaez. 

Juan. 


Pelaez. 
Juan. 

Pelaez. 


Juan. 


Sirvan  de  seguro 
estos  doscientos  mercales. 

Dadme 

Paso.  No  hay  presente, 
sí  no  lo  ganas  primero. 
Qué  me  mandáis? 

Sólo  quiero 

que  sepas  ser  inocente. 
Yo,  Señor,  de  buena  fe 
en  la  zambra  me  metí. 
Á  los  del  barrio  seguí; 
gritaron ,  y  yo  grité. 
Mas  al  sedicioso  enjambre 

te  condujo 

Fué  mi  guia 
mí  amor  á  Doña  María 
exaltado  por  el  hambre. 
Si  esa  sola  confesión 
oye  de  tu  boca  el  juez 
no  logras  por  esta  vez 
ni  dinero  ni  perdón. 
Pues  ¿qué  haré? 

Toda  la  historia 

referir 

(Ya  te  comprendo.) 
ídmela  vos  refiriendo 
que  soy  flaco  de  memoria. 
¿No  os  dijo  anoche  un  compadre 


18 


DON  FERNANDO  EL  EMPUZADO. 


Peltuz. 
Juan. 


Pelaez. 

Juan, 

Pelaez. 


Juan. 


Pelaez. 


Juan. 


Pelaez. 


Juan. 
Pelaez. 


?[tie  aquel  insulto  á  la  ley 
aá  por  destronar  al  Rey 
danao  el  gobierno  á  sa  madre? 
Es  verdad.  (No  lo  sabía.) 
De  ese  crimen  en  descargo, 
vos  ignoráis  sin  embargo, 

Íue  es  crimen  de  alevosía. 
„!r  si  me  ahorcan,  Señor, 
aunque  ignorante  hava  sido? 
Se  perdona  al  seducido 
y  se  castiga  al  motor. 
Al  motor  decis?  Pues  bien, 
para  hacer  aquel  entuerto 
yo  fui  seducido;  es  cierto. — 
Ahora  vos  diréis  por  quién. 
Qué  memoria  tan  fatal  1 
¿Quién  pudo  armar  vuestras  manos 
sino  los  viles  hermanos 
Juan  y  Pedro  Carvajal? 
(Qué  Infante  tan  embustero! 

Has  su  oro )  Tenéis  razón: 

ellos  los  traidores  son. 

Mi  conciencia  es  lo  primero. 

Y  acaso  por  sus  ardides 

feneció ¿Sabes  por  suerte 

ó  viste  tú  quién  dio  muerte 
á  don  Juan  de  Bena vides? 
Un  Carvajal ;  mas  por  Dios 
que  hoy  no  puedo  recordar 

si  Pedro  ó  Juan 

Por  no  errar 

Sí;  le  mataron  los  dos. 


Cárcel.    [Á  la  puerta.] 


Pelaez. 


Pelaez. 

Ta  el  tribunal 
te  llama. 

De  su  balanza 
dueño  sois,  que  es  mi  fianza 
una  bolsa. 


[La  toma.] 

Juan.  T  un  puñal. 

[Sequiereel  que  lleva  al  pecho.] 

Pelaez.    No  hay  para  qué.  Tengo  honor 
y  vuestra  duda  me  ultraja. 
(El  Pelaez  es  alhaja!) 
^z.    (EIJ  "  ■         " 


Juan 
Pelaez 


infante  es  de  mi  flor!) 


ESCENA  IV. 


D.  JUAN.    FORTUN. 


[SI  Carcelero  conduce  i  Fortun,  y  se  retira.] 

Fortun.   Sois  vos  quien  llama  á  Fortun? 
Juan.      Sí,  y  á  sacarte  me  ofrezco 

de  la  cárcel 

Fortun.  Lo  agradezco. 


I 


Juan.      Si  me  sirves 

Fortun.  To?  Según. 

Juan.      Violando  anoche  la  ley 

sé  que  obraste  sin  malicia. 
Fortun,  Señor,  quien  pide  justicia 
*     ni  á  Dios  ofenae  ni  al  Bey. 
Juan.      Con  máscara  de  lealtad 

de  un  seductor  el  influjo 

Fortun,  k  mí  nadie  me  sedujo. 

Libre  fué  mi  voluntad. 

Juan.      Falso  celo  te  engañé 

Fortun,  To  sé  bien ,  aunque  villano, 

tan  bien  como  un  cortesano, 

lo  que  es  bueno  y  lo  ane  nó. 
Juan,      Fiar  suele  el  hombre  bueno 

del  que  virtudes  Je  miente; 

presume  obrar  libremente, 

y  obra  por  impulso  ajeno. 

¡Cuántos  pasan  por  leales 

y  en  su  alma  está  la  traición  I 
Fortun.  Eso  es  verdad. 
Juan,  Tales  son 

los  hermanos  Carvajales. 
Fortun,   Qien  así  los  injurió 

miente  como  un  marroquí. 

Si  hay  algún  Judas  aquí, 

no  es  de  su  linaje ,  no. 
Juan.      Autores  son  del  insulto 

que  anoche 

Fortun,  Es  calumnia  atroz. 

.   Antes  su  espada  v  su  voz 

atajaron  el  tumulto. 
Juan,      Convictos  los  doa  están. 

Si  los  defiendes  aún , 

tú  eres  perdido,  Fortun , 

y  ellos  no  se  salvarán. 
Fortun,  ¿Yo  de  falso  testimonio 

reo  vil?  Si  al  cielo  plugo, 

el  cuello  daré  al  verdugo, 

{)ero  no  el  alma  al  demonio. 
SI  pueblo  que  hambriento  gime 
no  ha  menester  consejeros 
para  demandar  sus  fueros 
al  tirano  que  le  oprime. 
Los  que  á  lágrimas  sin  fin 

{'  ^ara  saciar  su  ambición 
e  condenan,  esos  son 
los  autores  del  motin. 
.    Ni  el  pueblo,  si  en  fiero  bando 
contra  los  traidores  grita, 
su  cetro  heredado  quita 
al  nieto  de  san  Fernando. 
Justicia,  Señor,  implora, 
pues  por  ella  paga  pechos , 
y  vuelve  por  Jos  derechos 
de  una  Reina  á  quien  adora. 
Es  ya,  más  que  torpe  yerro, 
crimen  que  pide  venganza 
que  esté  don  Juan  en  privanza 
y  ella  en  injusto  destierro. 

Juan.      Don  Juan  tan  sólo  desea.. ... 

Fortun.   Nunca  la  cara  le  vi, 
pero  tengo  para  mí 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


1» 


Juan. 
Fartun. 


qne  debe  de  ser  muy  fea. 
Audaz  TÍllanoI 


Si  vos 

BU  amigo  sois  por  desgracia) 
decidle  con  eficacia 
que  tenga  temor  de  Dios. 
Decidle  al  Bey  que  no  impío 
al  Bey  de  revés  enoje , 
y  que  de  su  lado  arroje 
á  ese  condenado  tío. 
Y  al  error  y  al  frenesí 
la  voz  de  la  sangre  venza; 
que  es  una  mala  vergüenza 
tratar  á  su  madre  así. 

Juan.      Basta.  En  fin,  ¿quieres  perderte? 
Adiós,  imprudente  mozo. 

Fortun.  Ni  me  añige  el  calabozo 

ni  me  acooarda  la  muerte. 

Juan.      Ya  que  en  la  horca  no  mueras 
si  de  ti  se  apiada  el  juez, 
por  diez  años  y  otros  diez 
remarás  en  las  galeras. 

Fortun.  Navegaré  sin  escote, 

que  el  Bey  me  lo  pagará;^ 
y  acaso  el  juez  temblará 
mientras  ria  el  galeote. 

Cárcel.    [Á  la  puerta,] 


Juan. 


Rey, 


Juan. 
Fortun. 


Fortun. 

El  cielo  te  asista  I 

Pero  haces  mal,  por  mi  fe 

Ya  he  dicho  á  vuesamercá 
que  á  mí  nadie  me  conquista. 
Ni  el  oro  me  hará  mentir, 
pues  que  Dios  me  quiso  dar 
brazos  para  trabajar 
y  valor  para  morir. 


ESCENA  V. 

D.  JUAN. 

¡Qué  tesón  tiene  el  villanol 
Mas  con  Pelaez  y  el  otro 
me  basta,  y  aun  ambos  sobran, 
pues  cuento  con  el  enojo 
del  Rey.  Él  se  precipita 
y  yo  mi  venganza  logro. 


Xey. 

Juan. 

Rey. 


ESCENA  VI. 

D.  JUAN.    EL  REY. 

Que  no  se  alcanzó  á  Gonzalol 
Es  un  águila  su  potro. 
¡Ay  de  el  si  á  pisar  se  atreve 
otra  vez  mi  territorio! 


Leiva. 

Rey. 

Leiva. 


Rey. 
Leiva. 


Rey. 


Juan. 


Leiva. 


Juan. 


Rey. 


Mas  ya  que  rehenes  me  deja^ 
no  se  me  dilate  el  gozo 
de  la  venganza,  i  bn  qué  estado 
se  halla  la  causa  ? 

Muy  pronto 
la  terminará  el  Merino, 
y  como  el  crimen  supongo 

comprobado 

Si  lo  está, 
qué  hace  ese  juez?  Es  de  plomo? 
Urge  el  dar  un  escarmiento 
á  mi  pueblo,  y  es  forzoso 


ESCENA  VII. 

EL  REY.    D.  JUAN.    LEIVA. 

Señor 

Entrad. 

Ya  se  alojan 
en  Mártos  y  sus  contomos 
las  lanzas  que  de  Jaén 
envia  Bodrigo  Osorio, 
y  del  terror  dominada 

Íace  la  villa  en  reposo, 
[as,  no  os4o  deba  ocultar, 
si  el  cielo  oyera  sus  votos 
libres  los  dos  Carvajales 
saldrían  del  calabozo. 
Tan  queridos  son  en  Mártos? 
No  os  debe  causar  asombro. 
Esta  villa  es  de  la  orden 
de  Calátrava:  uno  y  otro 

visten  su  hábito 

Qué  importa? 
Más  poder  tiene  mi  trono 

Íue  esa  cogulla  insolenten 
SI  Maestre  acosa  al  moro 
con  su  hueste :  sólo  quedan 
los  ancianos  y  achacosos 
en  la  encomienda ,  y  si  el  fallo 

se  apresura 

Fuerte  escollo 
contrariar  puede  ese  intento 
si.  como  yo  lo  supongo, 
rehusan  los  Carvajales 
ser  juzgados  por  el  foro 
civil.  Calatravos  son, 
y  sólo  los  religiosos 

del  orden 

Se  les  acusa 
de  sedición  y  soborno, 
y  de  homicidio  á  las  puerttis 
ael  alcázar.  No  conozco 
cuando  se  juzga  á  traidores 
otro  fuero  que  el  del  solio. 
Si  á  mi  poder  soberano 
se  atreviese  á  poner  coto 
el  orden  de  Calátrava, 
yo  de  ese  importuno  estorbo 


fO 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


me  sabría  libertar; 
que  más  fuertes  y  orfi^llosos 
nieron  aver  los  templarios 
y  yacen  noy  en  el  polvo. 


ESCENA  VIII. 

EL  REY.    D.  JUAN.    LEIVA.    EL  MERINO 

MAYOR. 

Merino,  Los  Carvajales ,  Señor, 
escodados  con  sus  votos 
y  exenciones ,  se  oponian 
á  declarar,  testimonio 
pidiendo  de  lo  que  llaman 
mcompetencia^  despojo 

de  jurisdicción No  en  vano 

vuestro  nombre  en  fin  invoco, 
y  compelidos  por  mí 

Srotestan  que  del  trastorno 
e  anoche  son  inocentes; 
que  antes  con  lealtad  y  arrojo 
entrambos  lo  contuvieron ; 

Jue  ellos  á  don  Juan  Alfonso 
>enavides  no  mataron ; 
y  aunque  era  muy  justo  el  odio 
que  le  tenian,  le  hubieran 
combatido  rostro  á  rostro, 
á  la  luz  del  medio  dia , 
sin  ventaja ,  sin  desdoro 
de  su  fama;  no  de  noche 
cual  sicarios  alevosos. 

Rey.        Qué  declaran  los  testigos? 

Merino.  A  serlo  se  niegan  todos, 

por  temor  de  que  los  juzguen 
cómplices  del  alboroto; 


Rey. 
Merino. 

Rey. 


mas  de  tres  que  han  declarado, 

dos  los  acusan;  el  otro 

Basta. 

Siguiendo  del  juicio 

los  trámites 

Son  ociosos. 
El  delito  está  probado; 
la  majestad  de  mi  trono 
fué  hollada:  corrió  la  sang^ 
de  un  vasallo  generoso; 

tal  vez  peligró  la  mia 

Haced ,  Merino,  que  pronto 
la  mi  corte  se  reúna. 
Luego  á  presidirla  corro, 
y  desde  el  fallo  á  la  pena 
sólo  un  breve  plazo  otorgo. 


ESCENA  IX. 


EL  REY.    D.  JUAN.    LEIVA. 


Leiva.     (Desventurados  amigos ! 
No  puedo  daros  socorro.) 


ESCENA  X. 

EL  REY.    D.  JUAN.    LEIVA.    CASTRO. 

Castro.    Señor,  hablaros  desea 

una  dama 

Rey.  ¿Quién 

Castro.  Lo  ignoro. 

Calla,  y  el  rostro  velado 

Rey.        ¿Si  será Dejadme  solo. 


Sancha. 
Rey. 


Sancha. 
Rey. 

Sancha. 


Rey. 


.   ESCENA  XI. 

EL  REY.    DOÑA  SANCHA. 

A  vuestros  pies 

Tened ,  que  la  corona 
no  me  excusa  el  deber  de  caballero. 
To,  á  quien  rinden  sumiso  vasallaje 
tanta  y  tanta  provincia,  á  la  hermosura 
me  gozo  en  tributar  grato  homenaje. 
Alzad  y  señora,  el  envidioso  velo. 
No  neguéis  á  mis  ojos  la  ventura 
de  contemplar  sin  nubes  ese  cielo. 
Miradme.  Sancha  soy. 

No  en  vano  el  alma 
me  lo  anunció  desde  que  al  eco  blando 
de  vuestra  dulce  voz  perdió  la  calma. 
Las  lisonjas  dejad,  Rey  don  Fernando, 
que  si  nunca  me  engríe  su  tributo, 
hoy  es  ultraje  á  mi  orfandad  llorosa, 
hoy  es  escarnio  á  mi  infelice  luto. 
El  labio  á  su  pesar Perdón,  hermosa. 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 

Caando  anegado  en  lágrimas  el  rostro 

Íj  herido  el  corazón  de  dardo  aleve 
a  sangre  me  pedís  de  vuestro  hermano, 
callar  sus  votos  el  amante  debe 
y  su  imperio  ostentar  el  soberano. 
Ora  halaguéis  con  plácida  esperanza 
mi  ardiente  amor  ó  le  esquivéis  impía , 
no  lloraréis ,  lo  juro,  sin  venganza. 

Sancha,      Venganza  I  Ahí  no  la  pide  mi  amargura. 
Justicia  sí. 

Rey.  No  viola  la  justicia 

el  que  venga  á  las  leyes.  Si  sangriento 
como  lo  fué  la  culpa  es  el  castigo, 
el  nombre  que  le  diereis  poco  importa. 
Justa  es  el  nacha  si  los  brazos  corta 
que  osaron  desnudar  viles  puñales^ 
y  con  su  sangre  vengarán  la  vuestra 
en  justa  expiación  los  Carvajales. 

Sancha.      Maldigo  con  horror  al  alevoso 

que  dio  la  muerte  á  mi  infeliz  hermano, 
pues  abrigó  á  los  dos  un  seno  mismo, 
oien  que  fué  para  mí  crudo  tirano. 
Mas  ni  al  sagrado  altar  de  la  justicia , 
ni  á  mi  acerbo  dolor  fuera  consuelo 
de  sangre  no  culpada  el  sacrificio. 
Delincuentes  no  son  los  Carvajales 
por  más  aue  la  calumnia  bajo  el  velo 
de  lealtaa  oficiosa  los  denuncie. 
Yo  lo  juro,  Señor,  lo  juro  al  cielo. 

X^if'  ¿Qu¿  escucho!  Doña  Sancha  los  defiend^I 

Sancha.      Doña  Sancha  defiende  á  la  inocencia. 
Mal  quo  le  pese  á  la  cobarde  envidia, 
jamás  en  tan  hidalgos  corazones 
cupieron  la  vileza  y  la  perfidia. 
Sita  mi  reja  en  frente  del  alcázar, 
desde  ella  vi  la  dolorosa  escena, 

Ír  ya  mi  hermano  el  av  de  la  agonía 
anzaba,  oh  Dios  I  en  la  sangrienta  arena 
cuando  los  dos  valientes  caballeros 
paz  gritando  á  la  ciega  muchedumbre 
en  medio  se  arrojaron  del  tumulto, 
que  tal  vez  á  su  ruego  se  deshizo. 
Si  no  es  verdad ,  persígame  insepulto 
de  mi  hermano  el  espectro  noche  y  dia. 
Jley.  Vos  ignoráis  tal  vez  que  don  Gonzalo 

poco  antes  de  su  Rey  se  despedia 
en  guisa  de  rebelde  y  con  sañudo, 
provocador  talante ,  que  á  fe  mia 
me  inspiró  menos  ira  que  desprecio; 
que  no  alcanza  á  turbar  mi  augusta  frente 
la  estéril  rabia  del  orgullo  necio. 
Si  fué  Gronzalo  audaz ,  si  fué  imprudente , 
han  de  sufrir  la  pena  sus  hermanos? 
Don  Pedro  Carvajal  es  inocente. — 
Los  dos:  también  don  Juan. 
Sey.  Más  de  una  causa 

muéveme  á  reputarlos  enemigos. 
Presos  en  la  asonada  entrambos  fueron 

Íacgrdes  los  acusan  dos  testigos, 
ienten.  Su  lengua  vil  se  vende  al  oro. 
No  merece  más  crédito  la  mia? 
¿Tal  mi  maldad  sería  y  mi  desdoro 
que  de  mi  sangre  misma  á  los  verdugos 


81 


Sancha. 


» 


Rejf. 


Sancha. 


Bejf. 


Sancha. 


Rey. 
Sancha. 

Rey, 

Sancha. 


Rey. 


Sancha, 


Rey. 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 

yo  osara  defender? 

T  alma  de  tigre 
tendría  el  jaez  que  condenar  pamera 
á  qaien  tos  defendéis. 

iQjxé  escacho!  Oh  gozo! 

¿Será Serán  absneltos?  Infelices! 

Sí,  saldrán  del  oscuro  calabozo 
donde  gime  aherrojada  sa  inocencia , 

Í  ambos  bendecirán ,  y  yo  con  ellos 
endeciré ,  Señor,  yaestra  justicia. 
Calláis?  AJi!  no  os  agravie  mi  impaciencia.  . 
Decid:  «To  los  absuelvo;  sean  libres ,» 
ó  si  ánn  dadais,  desde  el  excelso  trono 
saene  la  grata  voz  de  la  clemencia. 
Decid,  Señor,  decid:  «To  los  perdono.» 
Oh  Sancha,  Sancha! ....  £1  corazón  te  vende. 
No  inspiran  la  piedad  ni  la  justicia 
esa  ardiente  elocuencia,  ese  abandono. 
Sólo  el  amor,  y  amor  profundo,  ciego 

habla y  delira  así:  ^  el  llanto,  el  ruego 

disfraza  en  vano  el  labio  temeroso 
cuando  el  silencio  mismo  nos  delata, 
y  amor  asoma  al  párpado  lloroso, 
y  el  rubor  de  la  frente  lo  retrata. 
Bien  decis :  si  mi  rostro  lo  descubre , 
si  mi  amor  es  legítimo,  inocente, 
á  qué  negarlo?  Sí,  yo  amo  á  don  Pedro. 
Ó  ha  de  callar  mí  lengua,  ó  nunca  miente. 
Vos  á  don  Pedro  amáis ! 

Feliz  le  amaba. 
Queréis  que  en  la  desgracia  le  abandone? 
Oh  furor! 

Os  irrito  cuando  callo; 
sí  hablo  os  irrito  más. — Ay  de  mí  triste ! 
Por  la  vuestra  juzgad  si  un  alma  tierna 
á  la  pasión  ÜEitídica  resiste 
en  que  cifra  su  bien.  Ay !  En  mal  hora 
contemplaron  amantes  vuestros  ojos 

á  esta  infeliz 

T  en  hora  más  aciaga 
encona  de  mi  pecho  la  honda  llaga 
la  dicha  de  un  rival  á  quien  detesto 
aun  más  que  os  amo  á  vos;  rival  funesto 
que  de  la  sangre  ahoga  el  grito  santo 
en  vuestro  corazón.  Vos,  que  sin  llanto 
veis  de  un  hermano  la  horrorosa  herida, 
¡lloráis  de  amor  indigno  poseída, 
y  el  alma  os  cubr»  de  mortal  espanto 
el  peligro  del  bárbaro  homicida! 
Faltaba  entre  los  viles  detractores 
la  bastarda  ojeriza  de  los  celos, 
linaje  ruin  de  impúdicos  amores  I 
¿No  caben  dos  afectos  por  ventura 
dentro  de  un  corazón?  Lloro  al  hermano 
y  Dios  ve  mi  dolor  y  mi  amargura; 
¿mas  le  habré  de  inmolar  al  fiel  amante 
porque  ose  denigrarle  la  impostura? 
Si  deberes  la  sangre  nos  recuerda, 
también  el  corazón  tiene  sns  leyes^ 
y  á  contrastar  su  imperio  no  es  bastante 
el  tirano  capricho  de  los  reyes. 
¡Fatal  imperio  que  á  la  incauta  lengua 
tales  acentos  deslumhrado  inspira! 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO.  23 

¡Creed  al  corazón,  desventurada, 

que  en  vez  de  mitigar  mi  justa  ira, 

enardecerla  más  ciego  os  ordena  I 
Saneia.      Señor ! . . . .  ¿Qué  he  dicho A^  Dios !  Si  me  enajen  a 

el  dolor  que  me  oprime ,  sed  piadoso, 

y  no  un  amante á  mi  pesar  quejoso; 

óigame  en  tos  un  Rey  justo  y  clemente ; 

óigame  un  caballero  generoso. 
Jtey.  Vos,  oh  Sancha,  que  sois  tan  indulgente 

con  vuestro  corazón ,  pensad  os  ruego, 

que  es  vano  empeño  y  loco  desvarío 

lo  que  al  vuestro  negáis  pedir  al  mió. 

Oídme  y  resolved.  Si  en  vuestro  labio 

halaga  á  mi  pasión  dulce  esperanza , 

de  las  leyes  el  justo  desagravio 

yo  á  vuestros  pies  sacrificar  prometo, 

Y  mi  orgullo  y  mi  encono  y  mi  venganza. 

Mas  qua  el  amor  con  halagüeños  lazos 

os  una  á  mí  rival  aborrecido 

y  me  escartiezca  luég^o  en  vuestros  brazos, 

no  lo  esperéis  de  mí  I  Vivo,  en  buen  hora : 

vuestro,  jamás.  Hasta  espirar  el  día 

su  juez  seréis.  Si  es  grande  el  sacrificio, 

na  es  leve  el  don.— -Mi  dicha^....  ó  su  suplicio. 


ESCENA   XII. 

DOÑA  SANCHA. 

Cruel !  No  hay  dicha  para  ti  en  el  mundo 
si  la  esperas  de  Sancha.  Y  cuando  fuera 
tanta  mi  meneua,  que  á  tu  vil  deseo 
mi  acrisolado  nonor  prostituyera, 
jamás  la  vida  á  precio  tan  infame 
comprara  Carvajal.  Oh  dueño  mío! 
¡Antes  mil  veces  la  segur  derrame 
tu  ilustre  sangré,  y  en  tu  mármol  frío 
yo  fallezca  de  amor  y  de  despecho  I 
Que  tú  también  en  mi  angustiado  pecho 
antes  quisieras  ver  punzante  daga 
que  de  antojo  brutal  la  torpe  huella 
en  mi  llorosa  faz.  Ay  trance  amargo! 
Ay  desdichada  la  que  nace  bella ! 
No  temas,  no.  Si  mi  dolor  inmenso 
no  me  afea  á  los  ojos  del  tirano, 
yo  mi  cabello  mesaré  furiosa 
y  este  rostro  ajará  mi  propia  mano. 
Sólo  á  tus  ojos  parecer  hermosa 
pudiérame  halagar,  ¡y  ya  en  tus  ojos 
no  me  puedo  mirar  embelesada !  — 
Quién  abrirá  á  mi  llanto  esos  cerrojos? 
¡  Oh  si  al  menos  mi  boca  enamorada 
el  postrimer  adiós  pudiera*  darte  I  — 

Mas  una  idea Sí No  desespero. 

Oh  amor ! ,  protege  mi  inocente  engaño. 
Probamos Ah  de  casa!  Carcelero! 


SI 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


ESCENA  XIII. 

DOÑA  SANCHA.    FX  CARCELERO. 


Cárcel. 

Sancha. 

Cárcel. 

Sancha. 


Cárcel. 

Sancha. 
Cárcel. 


Sancha. 


Cárcel. 
Sancha. 
Cárcel. 
Sancha. 


Cárcel. 


Sancha, 
Cárcel. 


Quién  llama? 

Me  conocéis? 
Sí.  ¿No  sois  la  hermana  yos 
del  difunto  Bena vides? 
Bien  lo  muestra  mi  dolor. 
Afán  de  justa  venganza 
me  conduce  á  esta  mansión. 
Sé  que  ha  sido  un  Carvajal 
el  asesino  feroz , 
mas  como  el  crimen  horrendo 
niegan  tenaces  los  dos, 
mi  labio  ignora  á  quién  debe 
fulminar  su  maldición. 
En  esta  estailcia  no  ha  mucho 
el  Rey  mia  quejas  oyó. 
Vos  lo  sabéis. 

Á  mi  oido 
llegó  el  eco  de  su  voz. 

( Cíelo  !)¿0ÍBteÍ8 

No,  señora, 
que  errespeto  me  alejó , 
y  á  fuer  de  buen  carcelero 
ciego  y  sordo-mudo  soy. 
To  á  los  presos  he  de  ver. 
Así  su  propio  terror 
descubrirá  al  delincuente. 
Señora 

El  Rey  lo  mandó. 

Creólo  así,  pero á  solas 

Temes?  Armada  no  estoy 

de  puñal,  ni  me  vengara 

con  él,  que  es  sobrado  honor 

para  un  asesino  infame. 

(Esta  mujer  es  atroz.) 

Pues  sois  la  parte  contraria, 

y  hay  guarda,  y  vigilo  yo, 

y  el  Rey  lo  ordena,  y  no  hay  riesgo.. . 

Pero  tened  compasión 

de  ellos,  que  al  cabo  son  prójimos... 

Andad!.... 

A  traerlos  voy. 


ESCENA  XIV. 


DONA  SANCHA. 


)  Bien  haya  un  hombre  tan  necio 

Siue  no  advierte  cuánto  son 
orzados  en  lengua  amante 
los  acentos  del  rencor  I 


ESCENA  XV. 

DOÑA  SANCHA  D.  PEDRO  CARVAJAL. 
D.  JUAN  CARVAJAL. 

[D.  J.  Carvajal  se  sienta  retirado  y  medita.] 

P.  ¿7ar&.  ¿ Qué  veo !  Sancha!  ¿Es  posible....: 

Sancha.  Deteneos 

P.  Carv.  I  Grato  don 

de  los  cielos !  Sancha  mia  I 

¡Sancha.  [Se  acerca  á  la  puerta  de  las  prisiones 

y  mira.'] 

Bajad,  don  Pedro,  la  voz. 
P.  Carv,  Nadie  nos  oye.  ¿Qué  objeto 

te  conduce  á  mi  prisión? 
Sancha.  Ya  el  Carcelero  se  aleja. — 

¿Quién,  Pedro,  sino  el  amor 

me  trajera  aquí? 
P.  Carv.  [Se  adrazan,]        Bien  mió! 

Es  cierto,  ó  soñando  esto^? 

Tú  en  mis  brazos!  Luz  divina 

disipa  el  lóbrego  horror 

de  mi  cárcel,  y  en  ti  veo 

al  ángel  de  redención. 
Sancha.  Ay  Pedro ! 
P.  Carv.  Qué!  ¿ya  no  queda 

.  esperanza? 
Sancha.  Sólo  en  Dios! 

P.  Carv.  Todos  nos  culpan?  ¿No  hay  ya 

justicia  en  la  tierra? 
Sancha.  No! 

Testigos  para  acusaros 

compra  el  oro  corruptor. 

Si  alguien  osa  defenderos, 

segura  es  su  perdición. 

Y  cuando  el  juez  es  verdugo, 

cómo  aplacar  su  rigor? 

P.  Carv.  Si  elRey 

Sancha.  Postrada  á  sus  pies 

con  elocuente  aflicción 

defendí  vuestra  inocencia...., 

y  su  pecho  se  apiadó. 

P.  Carv.  ¿Cómo  pues 

Sancha.  Mas  i  qué  piedad  I 

P,  Carv.  Sancha ! 

Sancha.  La  muerte  es  mejor. 

P.  Carv.  ¿Qué  escucho! 

Sancha.  Pone  en  mis  manos 

tu  suplicio  ó  tu  perdón. 

P.  Carv.  ¿Y  tu  respuesta 

Sancha.  Oh  Dios  mío! 

Nunca  fué  tanto  mi  amor, 

mas  él  te  ofrece  la  vida...., 

y  yo  la  muerte  te  doy! 
P.  Carv.  Tiemblo  de  oirte. 
Sancha.  El  secreto 

de  mi  alma  sorprendió, 

y  este  amor  que  era  tu  gloria 
tu  mayor  delito  es  hoy. 
P.  Carv.  Desventurado  de  mí! 


DON  FERNANDO  EL  EMPUZADO. 


85 


J,  Caro. 


SaticAa. 
Jp  Carv. 
Sancha. 


Acaba.  ¿T  su  labio  osó 

Sancha.  Pacto  infame  I  No  mi  lengua; 

dígatelo  mi  rubor. 
JP.  Carv,  Y  no  hay  rayos  en  el  cielo? 

/.  Carv.  [Se  levanta.] 

No  acuses,  blasfemo,  á  Dios. 
P.  Carv.  ¡Triunfa  ese  monstruo  execrable 
que  el  negro  abismo  abortó, 
triunfa,  y  la  muerte  ó  la  infamia 
nos  reserva  su  furor ; 
y  no  he  de  quejarme  al  cíelo? 
Ah  I  no  hay  en  mi  corsízon 
tanta  virtud. 

Los  arcanos 
respeta  del  Criador. 
¡Feliz  quien  se  alza  inocente 
á  la  celeste  región 
y  se  sienta  entre  los  ángeles* 
como  Abel  y  como  Job ! 
Muere  sereno  y  no  envidies 
el  triunfo  del  pecador. 
¿Qué  es  una  vida  acosada 
de  remordimiento  atroz  ? 
Vuela  y  le  aguarda  en  la  tumba 
eterna  condenación. 
Piensa,  mi  bien,  que  muriendo 
salvas  tu  famajjr  mi  honor. 
Yes?  Débil  mujer  alienta 
al  esforzado  varón. 
(Ah!  ¡ Yo  serena  me  finjo 
y  muerta  de  pena  estoy!) 
No  es  tanta  de  nuestra  estrella 
la  cruel  persecución , 
pues  abrazados  podemos 
darnos  el  último  adiós. 

[Se  adrazan.] 

P,  Carv.  Sancha,  esa  dulce  ternura 
roba  á  mi  pecho  el  valor 
para  morir.  ¡  Ser  amado, 
y  con  tanta  abnegación , 
nutrir  risueña  esperanza, 

Í  verla  agostada  en  flor! 
hl  no  morirás  tú  solo; 
que  yo  de  mármol  no  soy. 
La  tumba  nos  unirá 
ya  que  los  altares  no. 
P.  Carv.  Gaán  cariñosa  y  cuan  bella! 
Mírame  así,  dulce  amor; 
roba  su  presa  al  verdugo, 
y  muera  en  tus  brazos  yo ! 

J.'Carv.  [Los  separa,  y  queda  entre  los  dos.] 

Apartad ,  desventurados  I 
No  ofendáis  al  Redentor. 
Desterrad  de  vuestro  pecho 
toda  humana  sensación, 
¡  que  el  trance  final  se  acerca 
y  el  tiempo  corre  veloz  I 
P.  Carv.  Mi  amor  es  candido,  es  puro, 
que  su  virtud  lo  inspiró, 
rdes  para  amamos  nacimos. 


y  somos  libres ,  y  voy 

a  morir,  ¿quién  mis  halagos 

culpará 

J.  Carv.  La  Religión. 

Apartaos;  yo  os  lo  ordeno, 

yo,  ministro  del  Señor. 
P.  Carv.  Oh!....  Tü  me  acuerdas  un  bien 

que  en  mi  horrible  situación 

ya  no  esperaba.  Señora , 

Enes  á  mí  el  cielo  os  guió, 
e  aquí  mi  mano.  El  que  ahora 
os  la  ofrece  en  la  prisión, 
os  la  ofreciera  lo  mismo, 
cumpliendo  lo  que  juró, 
si  daros  pudiera  en  arras 
todo  el  imperio  español. 
Sancha.  Yo  sé  despreciar  grandezas, 
que  me  basta  un  corazón. 

[Tendiendo  la  mano.] 

Pobre  preso,  he  aquí  la  mia. 
Con  orgullo  te  la  doy. 

P.  Carv.  [Á  su  hermano.] 

Sacerdote ! ,  todo  es  templo 
cuando  se  alza  el  alma  a  Dios. 
£1  caballero  se  humilla : 
bendiga  el  comendador. 

[D.  P.  Carvajal  y  doña  Sancha  se 
arrodillan.] 

J.  Carv.  Si  Dios  permite  benigno 

que  de  infame  delación 

triunfe  Pedro  y  libre  vuelva 

á  gozar  la  luz  del  sol, 

seréisle  fiel,  doña  Sancha? 
Sancha.  Oh,  sí!  Eternamente. 
/.  Carv.  ¿Y  vos 

de  caballero  y  cristiano 

cumpliréis  la  obligación? 
P.  Carv.  Siempre. 
/.  Carv.  En  nombre  del  Eterno, 

que  vuestros  votos  oyó, 

los  acoio  yo.  su  ungido. 

Recibió,  mi  oendicíon. 

Si  aquel  que  con  soplo  leve 

hizo  polvo  á  Jericó 

del  impío  rey  nos  libra 

y  el  juez  prevaricador, 

oendecídle  luengos  años 

en  casta  y  plácida  unión ; 

mas  si  una  precaria  vida 

nos  demanda  el  Salvador,       ^ 

cumplamos  su  voluntad 

como  el  padre  de  Jacol). 

Y  vosotros ,  ofrecedle 

con  pia  resignación 

la  suspirada  ventura 

que  os  roba  muerte  precoz. 

Mayor  será  vuestra  dicha 

en  otra  vida  mejor. 


S6 


DON  FEIN4ND0  EL  EMPUZADO. 


ESCENA  XYL 

DOÑA  SANCHA.  •  D.  JUAN  CARVAJAL.  DON 
PEDRO  CARVAJAL.  EL  CARCELERO. 

\Llega  el  Carcelero  rín  ser  visto  por  los  demos 

interlocutores  y  y  como  dominado  por  el  prestigio 

del  acto  que  presencia ,  se  arrodilla  también. 

2>.  Juan  Carvajal  prosiguen] 

/.  Carv.  De  ese  hamano  sacrificio 
Dios  os  dará  el  galardón  ^ 
y  en  aquel  glorioso  edén 

Sue  á  los  justos  reservó 
ores  de  eternal  aroma 
brotarán  para  los  dós; — 
Alzad. 

[D.  P.  Carvajal  y  doña  Sancha  se 
levantan  y  se  abrazan,  ] 

Sancha.  Bien  mío  I 


Cwrcel.    [Levantándose.  ]  g  Qué  escucho ! 
P.  Carv.  Esposa  mía  I 
Cárcel.                        Traición! 
¡Engañarme  así 

[Separándolos.] 

Apartad ! 
P.  Carv. Un  momento! 

Sancha.  ¡Por  favor 

Cárcel.    No  hay  favor. 

P.  Carv.  Adiós! 

Cárcel.  Ta  basta. 

Sancha.  Adiós! 

Cárcel.  Ea,  ala  prisión! 

/.  Carv.  Ta  obedecemos. —  No  más! 

P.  Carv.  Amargo  instante ! 

Sancha.  Oh  dolor ! 

Cárcel.    [Medio  enternecido.] 

(Fobrecillos!....)  Acabemos. 

[Separándolos  con  violencia.] 

Entrad  presto. — Salid  vos. 


ACTO  TERCERO. 


El  teatro  representa  una  parte  de  la  villa  de  Marios  ^  situada  en  anfiteatro  sobre  una  alta 
colina.  Á  la  izquierda  del  actor  habrá  una  quinta  de  arquitectura  árabe  con  emparrado^ 
naranjos  y  macetas  de  flores  á  la  entrada.  Sobre  este  edificio  y  que  será  de  un  soto  cuerpo  ^ 
habrá  una  azotea.  En  lo  más  alto  del  cerro  se  elevará  hacia  la  derecha  un  áspero  y  desnu- 
do risco  y  en  cuya  cima  *habrá  una  meseta  y  sobre  ella  un  castillo  con  puerta  que  á  su  tiempo 
ha  de  abrirse.  Habrá  también  una  loma  transitable  entre  la  villa  y  la  fortaleza. 


ESCENA  I. 

EL  REY.    CASTRO. 

[Aparece  el  Rey  voluptuosamente  reclinado  so* 

dre  un  escaño  de  junco  bajo  el  emparrado  y  entre 

las  flores  y  frutales  que  adornan  la  entrada  dé 

la  quinta.  Castro  en  pié  d  su  lado.] 

Rey.       Deliciosa  quinta  es  esta. 
Los  monarcas  del  oriente 
saben  serlo,  quQ  no  hay  gloria 
como  nadar  en  placeres. 
Buen  alarbe  que  plantaste 
estos  amenos  verjeles, 
si  yaces  en  torno  mió 
bajo  algún  florido  césped, 
séate  ligera  mi  planta ; 
que  aunque  austera  me  lo  vede 
más  estrecha  religión , 
yo  también,  nieto  de  reyes, 
perdidas  cuento  ks  horas 


que  no  hermosea  el  deleite. 

Castro,  ror  cierto  que  vuestro  hermano 
en  el  cerco  de  Aleándote, 
entre  cascos  y  ballestas 
no  tendrá  tan  buen  albergue. 

Rey.        La  esperanza  de  vencer 
le  consolará.  Es  valiente. 
To  también  de  tal  blasono, 
mas  acaudille  mis  huestes 
en  buen  hora;  que  es  locura 
arrostrar  soles  y  nieves 
por  ganar,  Castro,  una  villa 
el  que  tantas  villas  tiene. 
Me  hallo  bien  entre  las  rosas 
y  no  envidio  sus  laureles. 

Castro.    Sólo  &ltaba.  Señor, 

á  vuestra  dicha  que  fuese 
menos  vana  y  desdeñosa 
doña  Sancha. 

Rey.  Está  rebelde , 

mas  no  pierdo  la  esperanza ; 
que  el  tiempo  todo  lo  vence. 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


«7 


Castro. 


Rey, 


Castro. 


Rey. 
Castro. 

Rey. 

Castro. 
Rey. 

Castro. 

Rey. 

Castro. 
Rey. 


Castro. 


Rey. 

Castro. 

Rey., 

Castro. 


OlTÍdadla.  Mil  bellezas 
ansiarán  lo  que  ella  pierde; 
que  los  reyes  son  contados 
Y  sin  cuento  las  mujeres. 
Placen  todas  caprichosas  ^ 
mas  Sancha  á  todas  excede. 
¡Desprecia  al  Rey  de  Castilla 
por  un  condenado  á  muerte ! 
Confieso  que  al  declararlo 
su  boca  9  como  un  demente 
me  enfurecí;  mas  la  calma 
otra  yez  al  seno  vuelve ; 
que  si  de  un  placer  me  priva, 
otro  más  dulce  me  ofrece ; 
la  venganza. 

Aun  no  ha  vencido. 
Fiad  en  su  sexo  débil. 
Si  ama  á  Carvajal,  acaso 
cuando  el  momento  se  acerque 

del  suplicio 

No  está  lejos. 
Pero  ¿qué  hace  que  no  viene 
mi  caro  tío? 

Sin  duda 
temeroso  de  la  plebe 

dictando  está  precauciones 

¿Qué  concepto  te  merece 
mi  tio  ? 

Señor 

Te  turbas  ? 
Hablar  sin  recelo  puedes. 
Pues  le  dais  vuestra  confianza, 
digno  de  ella  me  parece. 
Lindamentel  ¿T  qué  dirias 
si  de  mi  gracia  cayese? 

Señor 

Señor!....  To  no  gusto 
de  aduladores;  entiendes? 
¡Que  nunca  se  libre  un  Bey 
de  esa  maldecida  peste  I 
Si  te  precias  de  sincero, 
di  que  es  don  Juan  un  aleve , 
un  traidor,  un  ambicioso; 
di  que  España  le  aborrece 
como  le  aoorrezco  yo; 
di  que  me  afrenta  y  me  vende. 
(Hoy  la  toma  con  don  Juan? 
S^uiremos  la  corriente. ) 
Pues  queréis,  Señor,  que  os  diga 
la  verdad ,  mucho  se  duelen 
vuestros  subditos  leales 
de  que  las  riendas  se  entreguen 
del  Estado  á  un  hombre  odioso, 
indigno  de  su  progenie 
excelsa ,  y  cu^a  maldad 

Ía  es  proverbio  entre  las  gentes. 
Is  un  perverso. 

Un  hipócrita. 
Escrita  lleva  en  la  frente 
la  perfidia  y  la  bajeza. 
Bastrero  y  vil  con  el  fuerte, 
tirano  con  el  humilde ; 
y  sila  fama  no  miente , 


(perdone  el  señor^don  Juan) 
tiene  sus  puntas  de  hereje. 
Rey.        To  mi  privanza  le  di 

mancebo  inexperto  y  débil. 
Sus  lisonjas  me  engañaron , 
mas  no  tardé  en  conocerle. 
Si  aun  sufro  v  el  pié  no  pongo 
sobre  sü  cuello  insolente, 
temor  del  poder  inmenso 
que  ha  usurpado  me  detiene; 

Sie  ese  infame,  aunque  rubor 
confesarlo  me  cueste , 
más  que  yo  manda  en  Castilla. 
Mas  dia  vendrá  en  que  truene 
mi  reprimido  furor 
y  él  caiga  y  Castilla  tiemble. 
Castro.    (Si  así  pierde  su  privanza, 
no  sea  yo  quien  la  herede!) 

[Suena  un  atadal.] 

Rey.       ¿Qué  atabal 

Castro.  El  pregonero, 

que  recorre  los  cuarteles 

,  anunciando  la  sentencia 

Rey.     *  Así  será  más  solemne. 

Pregón.  [Gfritando  dentro.] 

El  Rey,  y  en  su  real  nombre  el  su 
Merino  mayor:  Visto  el  juicio  forma- 
do contra  los  hermanos  don  Juan  y 
don  Pedro  Carvajal ,  acusados  y  con- 
victos del  crimen  de  alevosía  y  trai- 
ción y  homicidio  violento,  los  con- 
dena á  ser  arrojados  por  mano  del 
verdugo  de  lo  alto  de  la  peña  de  esta 
villa  de  Mártos  para  escarmiento- de 
traidores. 


Rey. 

Castro. 
Rey. 


[Suena  otra  vez  el  atadal.] 

¿T  cémo  el  terrible  fallo 

ojreron  los  delincuentes? 

don  noble  serenidad. 

Sus  almas  son  de  buen  temple , 

y  me  huelgo  de  saber 

que  como  soldados  mueren. 


[Corónanse  de  soldados  las  almenas 
del  castillo.  Un  oficial  distribuye  otros 
or  la  loma  que  conduce  de  la  villa  á 
apena.  Otro  coloca  también  centine- 
las en  varios  puntos  para  tener  en 
respeto  al  guedlo,  que  saliendo  de  la 
vüla  va  ocupando  el  cerro,] 


í 


ESCENA  II. 

EL  REY,  CASTRO.  SOLDADOS.  PUEBLO. 

Cattro.   Ya  los  arqaeroB  asoman 

por  las  almenas  del  fuerte. 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


Rey. 


Bey. 


Rey. 
Castro, 


Y  el  populacho  curioso 
por  la  colina  se  tiende. 

Castro.    \  Que  siempre  atraigan  al  vulgo 
espectáculos  crueles  1 
Miradlos.  Con  menos  ansia 
asistieran  á  un  banquete. 
Singular  pasión  I  T  acaso 
á  los  reos  compadecen , 
y  si  librarlos  pudieran. :k.. 

Castro,   m  haya  miedo  que  lo  intenten, 
que  está  el  cerro  bien  guardado 
y  hay  cuatrocientos  ginetes 
entre  la  plaza  y  la  yega. 

[Sordo  rumor  y  continuo  movimiento 
de  la  muchedumbre  de  ambos  sexos  y 
de  todas  edades  que  fugna  por  coger 
puesto.  Los  soldados  los  desvian  con 
aspereza,  y  procuran  imponer  silencio.] 

Como  soy  que  me  divierte 
aquel  confuso  bullicio. 
Cubierto  con  esa  verde 
espesura  nadie  os  ve. 

[Siguen  hablando  aparte.] 

UnamuJ.kye  María  I  No  apriete. 

Unhom6.B.9Lg9k  paso. 

Otro.  I  Mari-NuñOy 

por  aquí! 

Otro.  I  Niños  de  leche 

á  estas  funciones  1  ¿No  ve 
que  es  fácil  que  la  atrepellen? 

ünamuj.íao  traigo  para  que  aprenda. 

ühhomó.Si  apenas  tiene  seis  meses! 

ünsold.  [Á  otro  grupo.] 

Eh  I  poca  bulla.  Ta  he  dicho 
que  se  callen  y  se  asienten. 

Un  niño.  Madre,  dónde  está  la  horca? 

ünamuj^io  hay  horca. 

Un  niño.  Pues  ¿cómo  mueren  ? 

una  f»f(;  .Despeñados ! 

Unajáv.  Virgen  madre! 

Otra,      Qué  horror! 

Un  homd.  T  son  inocentes. 

Un  sold.  [Amenazando.] 

Qué  ha  dicho? 

M homd.[Temdlando.]    Tonada....,  nada 

Otro  sol.  Silencio!  Nadie  resuelle. 


[Zas  amenazas  de  los  soldados  ater* 
ran  á  la  multitud  ^  y  aunque  siguen 
los  murmullos  con  muestras  de  gene^ 
ral  descontento,  ya  nadie  osa  alzar  la 
voz.  Quién  manifiesta  oir  i  otro  con 
curiosidad  é  interés;  otros  alzan  las 
manos  al  cielo  y  ó  con  diversas  demos' 
traciones  mudas  hacen  ver  la  compa- 
sión que  les  inspiran  los  sentenciados. 
Algunas  madres  y  algunos  ancianos 
se  ponen  el  dedo  en  la  boca  como  para 
contener  á  la  juventud  imprudente.  La 


variada  animación  del  cuadro,  más  6 

minos  perceptible,  no   ha  de  cesar 

hasta  el  fin  del  acto.] 

Castro.    Aquí  se  acerca  don  Juan. 
Rey.       Ta  me  tenía  impaciente. 


ESCENA  III. 

EL  REY.    CASTRO.    D.  JUAN.    CASTAÑEDA, 
LE  IVA.    SOLDADOS.    PUEBLO. 

[D.  Juan,  Castañeda  y  Leiva  vienen  por  la 

parte  de  la  villa.] 

Rey.       Llegó  la  hora?  ¿Es  negocio 

tan  grave 

Juan. .  Señor,  faltaba 

al  freile  de  Galatrava 

degradar  del  sacerdocio. 

Rey.        8i  el  prelado  resistía 

Juan.      No,  <}ue  os  ha  servido  bien  ' 

el  obispo  de  Jaén. 
Rey.        Le  degrada  don  García ! 
Juan.      Teneisle  á  vuestra  obediencia. 
Rey.        Gran  pena  os  habrá  costado 

el  conseguir  del  prelado  ' 

ese  acto  de  complacencia; 

que  no  sin  cuenta  y  razón 

á  la  corona  real 

su  báculo  pastoral 

rinde  mitrado  varón. 
Juan.      No  es  mucho  que  lo  consienta 

y  á  vuestro  querer  se  dome^ 

f>ue8  Galatrava  le  come 
os  dos  tercios  de  su  renta. 

[Suena  otra  vez  el  atabal,  y  dentro  en 

ángulo  distinto  se  repite  el  pregón:  al 

oirlo  se  aumenta  el  murmullo  popun 

lar,  pero  la  tropa  lo  reprima.] 

Rey.       Ese  pueblo  es  mala  g^^ey. 

Oye  el  pregón  con  tal  cara, 

que  de  la  peña  arrojara 

al  pregonero y  al  Rey. 

Juan.      Señor,  vuestra  autoridad 

Rey.        No  os  hagáis ,  tio,  de  nuevas. 

Ta  sabéis  que  tengo  pruebas 

de  su  buena  voluntad. 

Siento  que  el  rostro  me  tuerza, 

mas  ¿  qué  me  puede  pedir 

si  yo  le  dejo  elegir 

entre  el  amor  y  la  fuerza? 

Doble  la  fe  su  rodilla 

ó  dóblela  el  torpe  miedo, 

Íué  importa?  Contento  quedo, 
'odo  es  reinar  en  Castilla. — 
Mas  ya  el  suplicio  se  apresta, 
y  pues  no  acosa  el  calor, 
venid ;  desde  el  mirador 


J 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


29 


Zeiva. 


Rey. 

Zeiva. 

Rey. 

LHvü» 

Rey. 


?Dzar¿mos  de  la  fiesta, 
odrá  achacar  esa  acción 
el  mundo  á  cruel  deseo. 
I  Ver  un  rey  la  cara  al  reo 
sin  concederle  el  perdón  I.... 
¿Qué  os  importa  a  yos  el  juicio 
que  el  mundo  forme  de  mí? 

áeñor,  ini  celo Creí 

£h!  callad. 

Si  e^  deservicio 

dar  un  prudente  consejo 

Es  consejo  impertinente, 
Leiva,  y  lo  sufro  indulgente 

Íiorque  sois  un  pobre  viejo, 
dos  si  os  han  de  mover 
los  traidores  á  piedad , 
y  por  sus  almas  rezad, 
que  bien  lo  habrán  menester. 
10,  qne  privarme  no  quiero 
de  escena  tan  singular, 
así  el  nombre  he  de  ganar    . 
de  monarca  justiciero. 


Leiva. 


ESCENA  IV. 

LEIVA,    SOLDADOS.    PUEBLO. 

» 

¡Justicia,  cuál  se  mancilla 

tu  santo  nombre  en  la  boca 

del  que  así,  oh  meng^ual  te  invoca! 

Desventurada  Castilla  I 


ESCENA  V. 

EL  REY.  D.  JUAN.  CASTRO.  CASTAÑEDA. 
SOLDADOS.  PUEBLO. 


[SI  Rey 
Soldados 


Juan. 

Rey. 
Un  sold. 

Otro. 


El  homb. 


Sancha. 


Un  sold. 


y  su  séquito  aparecen  en  el  mirador,] 
.Viva  el  Rey  Fernando  1 — ^Vival 

[Dos  ó  (res  veces  inclina  el  Rey  leve- 
mente la  cabeza.  El  pueblo  murmura."] 

Ved ,  Señor,  cuál  se  alborozan 

al  veros 

Sí,  los  soldados. 
Viva  el  Bey  I 

[Á  un  hombre,] 

Fuera  esa  gorra. 
Viva  el  Rey  I  No  carita? 

[Con  voz  apagada^  \  Viva 

(Mala  hora  de  Dios  le  coja!) 

[Dentro.] 

Dejadme !  Yo  lo  he  de  hablar. 
Justicia! 

Tened,  señora! 


ESCENA  VI. 


EL  REY.  D.  JUAN.  CASTRO.  CASTAÑEDA. 
DOÑA  SANCHA.  SOLDADOS.  PUEBLO. 

[Llega  doña  Sancha  con  el  rostro  pálido,  elca* 
bello  descompuesto  y  gritando  con  desesperación: 
quiere  penetrar  en  la  quinta  y  los  soldados  se 

lo  impiden.] 

Sancha.  Es  una  maldad  horrible 

3ue  la  venganza  provoca 
el  cielo.  Son  inocentes ! 

[Nueva  agitación  del  pueblo  reprimida 
por  los  soldados.] 

Rey.        Qué  voz !  r  Doña  Sancha  ahora 

Sancha.  Crueles!  Dejad  que  el  Rey 

me  vea;  dejad  que  oiga 

la  verdad 

Jwin.  Este  impensado 

accidente 

Rey.  Más  hermosa 

la  hace  el  despecho  á  mis  ojos. — 

Pero  si  al  pueblo  alborota 

Sancha.  Allí  está!  Señor,  Señor! 

Si  en  algo  estimáis  la  gloría, 

si  al  grito  de  la  justicia 

vuestra  alma  de  rey  no  es  sorda, 

derogad  esa  sentencia 

atroz ,  fiera ,  escandalosa. 

Son  inocentes! 

Soldados t[Á  los  grupos  deljpueblo  que  se  mue- 
ven con  marcado  ínteres  hacia  donde 
se  halla  Sancha.] 

Atrás ! 

Juan.      [Al  pueblo.] 

El  dolor  que  la  acongoja , 
amigos,  turba  su  mente. 
Era  la  hermana  amorosa 
de  Benavides.  La  misma 
que  asesinado  le  llora , 
por  sus  infames  verdugos, 
demente,  oh  dolor!  aboga. 
Compadeced  su  delirio. 

[El pueblo  da  muestras  de  compasión.] 

Sancha*,  Miente  esa  lengua  traidora. 

No  deliro:  el  Rey  lo  sabe. 

Yo  lo  juro  por  mi  honra, 

por  mi  vida,  por  mi  alma. 

Son  inocentes.  Sus  obras 

más  que  mi  voz  los  defienden. 

Otros  merecen  la  nota 

de  asesinos ;  ellos  no. 
Rey.        Ea,  prended  á  esa  loca, 

y  conducidla  á  un  encierro 


\ 


so 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


donde  en  segara  custodia 

[Los  soldados  vacilan.] 

Obedeced. 

[  Varios  soldados  rodean  á  Sancha  en 
acMud  de  hacerla  retirar.] 

Sancha,  La  verdad 

ha  de  sonar  en  mi  boca 

mientras  respire. 
Rey.  Soldados! 

Un  homd,  [Á  otro  que  va  á  embestir  á  los  soU 

dados,] 

Quieto,  que  la  guardia  doblan  I 

[Acude  en  efecto  más  fuerza  armada.] 

Llevadla  I  ¡Pesia  mi  saña. 


Bey. 
Sancha. 


Juan. 


¡Apartad I Ah,  que  me  ahoga 

el  aolor Matadme,  impíos , 

si  su  noble  sangre  es  poca 

Sara  saciar  á  ese  monstruo, 
ladres,  hermanas,  esposas, 

rochad,  maldecid Dios  mió! 

¿y  es  posible  que  aun  no  rompas, 
puQblo  oprimido,  la  férrea 
cadena  vil  que  te  agobia? 
Cobardes  I 

[Al  son  de  atábales  y  trompetas  apa-^ 
recen  por  la  loma  y  se  dirigen  al  caS' 
tillo  újuez,  alguaciles j  soldados  y  el 

verdugo.] 

Ay  I  El  verdugo ! 
Yo muero. 

[Cae  desmayada  entre  los  soldados  y 
se  la  llevan.] 

Llevadla  ahora. 


ESCENA  VIL 

EL  REY.    D.  JUAN.    CASTRO.    CASTAÑEDA. 

EL  MERINO.    EL  VERDUGO.    ALGUACILES. 

ATABALEROS.    SOLDADOS.    PUEBLO. 


Xey. 

Castro, 

Jtey. 


& 


Habrá  muerto. . . 


No.  ün  desmayo... 
Id,  Castañeda;  volad. 
Que  velen  por  su  salud. — 
^    Es  bella....,  y  no  es  Carvajal. 

ÍSl  Merino ,  alguaciles,  Sfc.  llegan  á 
i  puerta  del  castillo ;  ábrese  ésta,  sale 
el  alcaide  con  los  reos,  que  visten  sim» 
pies  túnicas  sin  ningún  distintivo; 
los  entrega  al  juez  y  vuélvese  al  caS' 
tillo  quedando  otra  vez  cerrada  la 
puerta.  Castañeda  baja  del  mirador, 
atraviesa  el  teatro  y  desaparece  en  la 


dirección  que  llevó  doña  Sancha.  Bl 
Rey  sigue  hablando  con  Castro  y  el 
Infante.  Todos  fijan  la  vista  en  la 
peña ,  el  pueblo  aa  vivas  señales  de 
curiosidad  y  compasión;  los  soldados 
vigilan  con  más  atención  y  preparan 
sus  armas.  Bl  sol  empieza  anublarse 
y  óyese  algún  trueno  lejano,] 


ESCENA  VIH. 

EL  REY.  D.  JUAN.  CASTRO.  D.  PEDRO 

CARVAJAL.  D.  JUAN  CARVAJAL.  EL  MERINO. 

EL  VERDUGO.  ALGUACILES.  ATABALEROS. 

SOLDADOS.  PUEBLO. 

Unhomb,kmeM,ii\ 

ün  niw>.  Allí  I 

ünamuj.  Qué  lástima ! 

Un  homb.kqxiel  es  Pedro;  aquel  Juan. 

Otro.      Ta  le  han  quitado  fas  órdenes. 

Una  mt^y.Sacrilegio  I 

Otra.  Iniquidad ! 

Un  sold.  Silencio  I  ' 

Un  homb.  T  era  tan  bueno ! 

Unamnj.Y  don  Pedro  tan  galán  1 

Unajóv.  Qué  pena!  ¡Morir  así,. 

Íen  lo  mejor  de  su  edad ! 
unto  en  boca.  Vea  y  calle 
quien  no  los  quiera  imitar. 

JP.  Carv.  [Abatido.] 

Conque  ya  llegó  el  momento? 

Sancna  mía  ¿dónde  estás? 

¿Quién  dijera  que  en  mis  bodas 

fuera  esta  peña  el  altar, 

y  mis  preseas  de  novio 

este  infamado  gabán , 

y  áspero  derrumbadero 

mi  tálamo  conyugal  I 
/.  Carv.  Mostremos,  hermano  mió, 

la  noble  serenidad 

de  cristianos  y  de  nobles 

en  el  término  fatal , 

y  honrará  nuestra  memoria 

la  justa  posteridad  ,* 

que  sólo  al  malvado  infaman 

la  cuchilla  y  el  dogal. 
P.  Carv.  No  siento  por  mí  la  muerte. 

Por  Sancha Ay  Dios  I  ¿Qué  será 

de  la  infeliz?  Me  ama  tantol .... 

¡T  llora  en  triste  orfandad; 

y  un  tirano 

Su  virtud 

los  cielos  ampararán. 

Allí  lauro  inmarcesible 

guardado  á  los  tres  está, 
leva  el  alma  al  empíreo, 
y  sobre  ese  lodazal 
de  miserias  y  de  crímenes 


J.  Carv. 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


81 


no  tiendas  la  vista  más. 
.  No  se  diga,  Pedro  mío, 
que  espanto  ahora  nos  da 
la  muerte  que  en  cien  batallas 
Timos  con  serena  faz. 
¿Qué  es  el  dolor  de  un  instante 
si  se  llega  á  comparar 
con  la  celeste  ventura 
de  toda  una  eternidad? 
P.  Caro.  Oh  I  tú  confortas  mi  espíritu. 
Tu  voz  es  voz  paternal , 
voz  de  Dios!  Te  imitaré. 
Digno  de  ti  me  verás 
hasta  el  postrimer  instante. 

Rey,        \A  D.  Juan,] 

ikxxn  no  da  el  juez  la  señal? 

¿A  qué  aguarda 

Merina,  Caballeros , 

la  hora  pasó Acabad. 

[Al  Verdugo.] 

Cumplid  vos  vuestro  deber. 
P.  Caro.  No  lleguéis.  Un  Carvajal 

no  ha  menester  vuestro  auxilio 

Íara  morir. — ^Apartad. 
*édro!  Esa  vida*  no  es  tuya. 

Tu  valor  es  criminal. 

Dios  no  te  manda  matarte ,   . 

sino  dejarte  matar. — 

Buen  hombre,  haced  vuestro  oficio* 

Qué  importa  un  ultraje  más? 

Así  Dios  lo  ha  decretadoJ 

Cúmplase  su  voluntad. 
jP.  Caro,  Dame  el  abrazo  postrero! 
y.  Caro.  Adiós  1  En  la  eterna  paz 

tornaremos  á  abrazarnos. 

\Las  nuies  se  condensan  por  instan- 
tes;  los  truenos,  ya  muy  cercanos,  se 
multiplican;  parte  del  pueblo  se  va 
retirando  á  ta  víUa  huyendo  de  la 
tormenta  que  amenaza.] 

Juan.      Horrorosa  tempestad 

nos  amaga.  Huid 

Rey.       [Turbado.]  No  puedo. 

¡  La  mano  de  Satanás 

me  clava  aquí! 
ünamvj.  Dios  piadoso  I 

27»  A(?9n¿. Huyamos  del  temporal. 

[Al  desprenderse  D.  P.  Carvajal  de 

los  brazos  de  su  hermano  fija  la  vista 

en  el  mirador  y  exclarna:] 

P.  Caro.  ¿Qué  veol  El  tirano  allí! 
Oh  colmo  de  atrocidad! 

[Qritando.] 

¿Aun  quieres  en  nuestra  sangre 
los  ojos  apacentar? 


Verdugo  de  la  inocencia  ^ 
nuestra  sangre  caerá 
gota  á  gota  sobre  ti. 
El  sol  se  niega  á  alumbrar 
tu  fiereza,  y  truena  horrible 
la  cólera  celestial. 

Rey,        [S^orzándose  i  ocultar  su  terror.] 

No  perdono. 

[M  teatro  queda  enteramente  oscuro; 
sólo  algún  reldmpago  deja  ver  los  ob^ 
jetos  por  intervalos;  arrecia  la  lluvia; 
pocos  del  pueblo  permanecen  en  la  es- 
cena;  los  demás  huyen  consternados; 
el  Rey  queda  solo  en  el  mirador  ha* 
ciendo  vanos  esfuerzos  para  retirarse.] 


ESCENA  IX. 

EL  REY.  D.  JUAN  CARVAJAL.  .  D.  PEDRO 

CARVAJAL.  EL  MERINO.  EL  VERDUGO. 

SOLDADOS.  PUEBLO. 

/.  Carv.  To  tengo  de  ti  piedad , 
y  te  perdono,  infeliz  ; 
mas  mi  perdón  ¿qué  valdrá? 
Escucha,  y  oidme  todos! 
Mi  labio  pronto  á  espirar 
mueve  inspiración  celeste. 
Pues  tu  inaudita  crueldad 
sin  oir  nuestra  defensa 
ni  la  acusación  probar 
nos  condena,  yo  te  cito 
al  divino  tribunal; 
allí  donde  no  hay  quien  ponga 
mordazas  á  la  verdad, 
ni  son  razones  las  lanzas 
cuando  falla  un  juez  venal. 
Treinta  días  es  tu  plazo. 
Treinta  dias  vivirás. 
Cuéntalos  bien,  no  los  pierdas; 
que  irán  y  no  volverán. 
Cuéntalos  bien ! 

[Al  Verdugo.] 

Vos,  ahora 
la  sentencia  ejecutad. 

[Los  Carvajales  se  dan  las  manos 
vueltos  hácta  el  bastidor  de  la  dere- 
cha, y  en  el  memento  de  ser  precipi' 
tadospor  el  Verdugo  óyese  un  trueno 
espantoso,  y  un  grito  universal;  el 
Éey  cae  en  tierra  sin  sentido,  y  baja 

él  telan.] 


I 


u 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


ACTO  CUARTO 


Arboleda  en  las  inmediaciones  de  Jaen^  que  termina  en  una  quinta^  cuya  fachada  y  puerta 

principal  se  ven  en  el  foro.  Habrá  algunos  bancos  de  césped. 


ESCENA  I. 

EL  REY.      D.  JUAN.      EL  MÉDICO.     CASTRO. 
CASTAÑEDA.    CABALLEROS. 

[El  Rey ^  pálido  y  doliente,  melancólico,  pasea 
lentamente  sostenido  en  los  brazos  de  Castro  y 
el  Médico.  D.  Juan  y  los  demás  cabaJle^^os  le 

siguen.] 

Rey.       Más  despacio,  más  despacio. 
Hoy  apenas  tengo  aliento 
para  moyerme. 

Castañ.   [Aparte  d  D.  Juan.] 

Hoy  está 
de  remate.  Aquel  aspecto 
es  mortal.  Creo  que  pronto 
vacará  en  Castilla  un  cetro. 
Preparaos...... 

Juan.  ¡Oh  si  fuera 

aquel  pronóstico  cierto ! 
Pero  es  quimera.  Jamás 
he  creido  yo  en  agüeros 
ni  profecías. 

Castro.  No  obstante, 

desde  el  trágico  suceso 
de  Mártos,  un  solo  dia 
de  salud  j  de  sosiego 
no  ha  lucido  para  el  Rey, 
y  su  mal  es  más  acerbo 
cuanto  más  se  acerca  el  fin 
del  terrible  emplazamiento. 

Rey.        Ah! No  puedo  más 

Médico.  Sentaos. 

Basta  por  hoy  de  paseo. 

[Ayvrdado  por  el  Médico  y  Castro  se 
sienta  el  Rey  en  un  banco.] 

Rey.        iTan  escasa  es  vuestra  ciencia, 

Qoctor,  que  no  halláis  remedio 

para  esta  fiebre  tenaz 

que  n;e  consume? 
Médico.  No  advierto 

síntomas  graves  aún. 

Al  contrarío,  va  en  descenso 

la  calentura.  Los  aires 

de  Jaén,  á  lo  que  observo, 

os  mejoran. 
Rey.  Bien  hicisteis 


Juan. 


Rey. 
Médico, 


Rey. 

Médico. 

Rey. 

Médico. 

Rey. 

Médico. 

Rey. 


Médico. 


Rey. 


Castro. 
Médico. 


Rey. 

Médico. 
Rey. 


en  sacarme  de  aquel  pueblo 
de  maldición.  Pero  ¿adonde, 
adonde  iré  que  el  siniestro 
fantasma  de  aquella  peña 
no  me  aterre? 

Esos  recuerdos 
acrecientan  vuestro  mal. 
Lanzadlos  del  pensamiento. 
Esperáis  curarme  pronto? 
Si  no  hacéis  ningún  exceso 
y  procuráis  desechar 
esos  terrores  funestos , 
en  breve,  mediante  Dios, 
que  os  restablezcáis  espero. 
Cuándo?  * 

Señor,  no  es  posible 

Cuándo? 

Eso,  lo  sabe  el  cielo. 
Y  tú  nó? 

No  llega  á  tanto 
mi:  ciencia. 

Pues  ¿qué  es  .un  médico? 
¿De  qué  aprovecha,  si  ignora 
lo  que  no  sabe  el  enfermo? 
La  práctica  y  el  estudio 
no  siempre  son  del  acierto 
prendas  seguras,  que  todo 
al  error  estó,  sujeto 
en  el  mundo.  Conocida 

la  enfermedad 

¡Por  san  Pedro... 
¿Necesito  yo  un  doctor 

Sara  saber  que  padezco? 
ío  os  inquietéis. 

Dadme  pues 
licencia,  si  aquí  mi  celo 
es  inútil. 

Esperad. 
Tenéis  entrañas  de  perro. 
Queréis  dejarme  morir? 
Si  no  domáis  ese  genio, 
vos  mismo  os  daréis  la  muerte. 
Veintisiete  años  no  cuento 
todavía,  y  ¡verme  así!.... 
¡Y  envidiar  al  más  abyecto 
de  mis  vasallos,  yo  Rey; 
yo  cuyo  poder  supremo 
del  mar  cántabro  se  extiende 
hasta  el  gaditano  estrecho! 
¡Yo  para  el  placer  nacido, 
yo  á  quien  nadie  pone  freno. 


DOM  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


33 


ni  lanzar  puedo  un  yenablo 
contra  el  labalí  soberbio, 
ni  sobre  dócil  bridón 
señorearme  caballero, 
ni  alegrarme  en  los  festines, 
ni  triunfar  en  los  torneos, 
ni  en  voluptuosos  delirios 
el  trono  olvidar  y  el  tiempo! 
Si  fueras  tú  quien  yo  soy 
y  viéraste  cual  me  veo, 
tú  te  desesperarías 
como  yo  me  desespero. 

Médico.  No  hay  medicina  en  el  mundo 
contra  ese  fatal  despecho, 
si  la  razón  no  lo  ahuyenta. 

Eey»        La  razón Bien;  te  obedezco, 

pues  mandar  al  alma  quieres 
sobre  atormentar  el  cuerpo. 

Médico.   Yo,  Señor...,. 

Hey.  {Y  á  los  monarcas 

llama  tiranos  el  pueblo  1 
Nunca  fueron  tan  tiranos 
los  reyes  como  los  médicos. 
Qué  me  ordenas? 

Médico.  [Pulsándole.]         Por  ahora 
nada,  pues  tranquilo  os  veo, 
y  el  pulso  es  menos  frecuente; 

Ír  pues  no  es  grata  á  los  siervos 
a  presencia  del  tirano, 
aquí  en  libertad  os  dejo; 
mas  cuando  decline  el  sol 
retiraos,  yo  os  lo  ruego; 
que  en  las  noches  de  Setiembre 
es  peligroso  el  sereno. 


ESCENA  11. 

EL  REY.  D.  JUAN.   CASTRO.  CASTAÑEDA. 

CABALLEROS. 

Castro.   De  la  boca  del  doctor 

al  fin  ya  salió  un  precepto 

tolerable. 
Cosían.  Es  un  inepto. 

Castro.  Extremado  es  su  rigor. 
Castañ.   Si  él  os  ha  de  dar  auxilio, 

no  esperéis 

Castro.  ¿Cómo  podria 

curaros  de  hipocondría 

si  es  más  serio  que  un  concilio? 
Castañ.  Su  sistema  os  empeora 

cada  dia. 
Castro.  Y,  vamos  claros, 

acaso  para  mataros 

le  pague  mano  traidora. 

Itey.       [Cavilando.] 

Hov  lunes Cuántos  del  mes? 

Castro.   ¡  Eq  ,  Señor 

Ré^.  Cuántos,  don  Juan? 

n. 


Juan. 
Rey. 


Castro. 
Castañ. 
Castro. 


Juan. 

Rey. 

Juan. 

Castañ. 

Castro. 

Rey. 

Castañ. 
Juan. 


Cuatro. 

Cuatro  dias  van? 
Ya  sólo  me  puedan  tres  I 
El  jueves!  Terrible  jueves  I.... 

Desechad 

Horas  amarga ! 
¡  para  el  tormento  tan  largas, 
pai^  la  vida  tan  breves ! 
Ya  la  voz  de  Dios  retumba, 
ya  en  mí  descarga  su  brazo, 
ya  me  acuerda  el  negro  plazo 
Carvajal  sobre  la  tumba. 
Ni  esperanza,  ni  perdón! 

I  Ni  el  empíreo,  ni  el  infierno 
torrarán  del  libro  eterno 
mi  dia  de  maldición ! 
Vano  terror  os  fascina. 

¿Dais  crédito 

¡Pesia  tal 

¡  Intérprete  un  Carvigal 
de  la  voluntad  divinal 
Si  cruel  fué  la  sentencia 
horrible  la  culpa  fué. 

Yo  su  crimen  no  probé 

Mejor  que  ellos  su  inocencia. 
Para  obrar  tal  maravilla 
I  qué  austeros  anacoretas  I 
El  tiempo  de  los  profetas 
pasó  ya  para  Castilla. 
Pienso  que  tenéis  razón. 
Como  ha  dias  que  no  duermo, 

delirio,  aprensión  de  enfermo 

Pues  ¿quién  lo  duda?  Aprensión. 

[Aparte  d  Castañeda.] 

Y  á  qué  fin  curarle  de  ella? 


Castañ.  [Aparte  á  D.  Juan.] 

Eh !  si  Dios  contó  sus  dias, 

ni  tristezas  ni  alegrías 

desmentir  podrán  su  estrella. 
Rey.        Si  yo  ahora  os  excomulgo, 

qué  s^rvirá  mi  anatema? 
Castro.    Aquello  fué  estratagema 

para  sublevar  al  vulgo. 
Rey.        Qué  fiaqueza!  Sí,  me  rio 

de  esas  necias  predicciones. 

Si  valieran  maldiciones , 

qué  fuera  ya  de  mi  tio? 

[Tocbs  ríen  menos  D.  Juan.] 

Juan.      Recobrad,  aunque  á  mi  costa, 

la  alegría  y  la  quietud. 
Castro.   Reid.  La  risa  es  salud. 
Castañ.   Os  curaréis  por  la  posta. 
Castro.  Y  antes  que  el  vital  estambre 

os  corte,  alejad  de  aquí 

á  ese  doctor  oaladí 

Íue  os  está  matando  de  hambre. 
^  afiebre..... 

Castañ.  [Tomándole  el  pulso.] 

Dadme...  No  hay  fiebre. 
3 


I 


34 

Rey, 
Castañ, 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


Rey, 

Castañ. 

Juan. 


Castañ. 


Rey, 


Castañ, 
Castro, 
Rey, 


Castro, 


Rey, 
Castro, 
Rey, 
Castro, 


Cierto? 

Al  qae  de  esa  manera    ' 
08  engaña,  yo*le  diera 
de  comer  en  un  pesebre. 
Hay  apetito? 

Sí;  ya 

presumo 

Sea  en  hora  buena! 
Pues  esta  noche ,  gnran  ceua. — 
£1  Infante  pagari. 
Mi  mayor  gozo  sería 

[Aparte  con  Castañeda,] 

Mirad 

Os  saldrá  barata 
si  y  antes  que  el  terror,  le  mata 
una  buena  apoplejía. 
Acepto,  que  sin  placer 
no  me  quiero  consumir. 
No  comer  por  no  morir 
es  morir  de  no  comer. 
Afuera  el  vano  terror. 
Si  el  plazo  se  cumple,  es  justo 
que  yo  me  muera  a  mi  gusto 
y  no  ¿  gusto  del  doctor. 
Ya  estáis  mejor;  ya  se  ensancha 
ese  corazón. 

Y  luego...., 

si  hay  damas 

¡Oh  si  á  mi  ruego 
se  rindiera  doña  Sancha  I 
No  me  asustarían  plazos 
si  tanta  fuera  mi  suerte. 
Venga  en  buen  hora  la  muerte 
como  yo  muera  en  sus  brazos. 
Vos  la  tenéis  en  prisión^ 
y  oprimir  y  amenazar 
es  mal  medio  de  ganar 
un  altivo  corazón. 
Fingid  que  os  duelen  sus  penas , 

Ír  cuando  libre  se  juzgue 
a  lisonja  la  sojuzgue 
y  dore  amor  sus  cadenas. 
¡  Rogar  yo  sin  esperanza 

cuando  el  orgullo  la  ciega 

Con  el  silencio  se  ruega; 
con  la  paciencia  se  alcanza. 
Hazla  venir  al  instante. — 
Esa  mujer  es  mi  signo  I 
Sed  primero  Rey  benigno 
y  después  rendido  amante. 


ESCENA  III. 

EL  REY.  *  D.  JUAN.  CASTAÑEDA. 
CABALLEROS. 

Castañ.  Apenas  rompéis  el  yugo 
de  ese  médico  maldito, 
al  rostro  vuelve  el  color, 
cobran  los  ojos  su  brillo. 


Rey.        Acertado  fué  el  consejo. 
£1  cuerpo  siente  más  brío 
y  pensamientos  más  gratos 
en  el  corazón  abrígo. 


ESCENA  IV. 

EL  REY.  D.  JUAN.  CASTAÑEDA.  LEIVA 

CABALLEROS. 


Leiva. 

Rey, 

Leita. 

Rey. 

Castañ. 

Leita, 


Rey. 
Leiva, 


Castañ, 
Juan, 


Rey, 


Juan. 
Rey. 


Albricias,  Señor! 

¿Qué  nueva 

Aleándote  se  ha  rendido. 
Es  cierto? 

Olería  á  Castilla  1 
Cansados  del  largo  sitio 
ayer  dieron  el  asalto 
vuestros  guerreros  invictos. 
Los  que  osaron  defenderse 

S asados  fuert>n  al  filo 
e  la  espada  triunfadora; 
los  demás  gimen  cautivos. 
Feliz  jornada!  T  mi  hermano? 
Cómo  no  habláis  del  caudillo? 
El  Infante  mi  sefior, 
dejando  leal  presidio 
en  el  fuerte  conquistado, 
veloz  se  ha  puesto  en  camina 
con  su  ejército  animoso. 
To  solo  le  he  precedido 

corto  espacio 

No  lo  veis? 
Todos  son  ya  regocijos. 
(No  para  mf ,  que  pudiera 
correr  ahora  peligro 
mi  prívanza.) 

\Se  levanta  y  D,  Juan  y  Castañeda 
acuden  i  sostenerle,] 

No.  Dejadme. 
Ya  veis  que  la  planta  afirmo 
sin  que  me  ayudéis.  En  tanto 
que  otros  con  capa  de  amigos 
quizá  contra  mí  conspiran , 
mi  fiel  hermano 

[Sale  Sancha  de  la  quinta,  y  se  dirige 
lentamente  adonde  está  el  Rey,] 

¿Qué  miro! 
Es  Sancha  I  Dejadme  solo. 

Señor 

Qué  molestia!  Idos. 


Rey. 


ESCENA  V. 

EL  REY.    DOÑA  SANCHA. 

Sois  VOS,  doña  Sancha!  Os  veo 
y  mi  ventura  no  creo; 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


»!? 


que  es  exceso  de  indulgencia 

honrar  con  vuestra  presencia 

á  quien  se  confiesa  reo. 

Si  es  vuestro  objeto,  bien  mió, 

quejaros  de  mi  rigor, 

de  amor  fué  mi  desvarío, 

y  pues  sabéis  qué  es  amor 

que  me  perdonéis  confío. 

ib  os  vuelvo  sin  condición 

la  perdida  libertad. 

Sólo  os*  pido  en  galardón 

que  miréis  mi  ceguedad 

con  ojos  de  compasión. 
Sancha.  Sí,  no  hay  duda,  estáis  muy  ciego, 

pues  en  torpe  inútil  fuego 

el  alma  os  dejáis  arder, 

y  á  Dios  no  eleváis  el  ruego 

que  desdeña  una  mujer. 

Contra  firme  voluntad 

que  la  cárcel  no  amedrenta 

iqué  vale  falsa  piedad? 

Prefiero  vuestra  crueldad , 

que  ella  al  menos  no  me  afrenta. 

Cuando  de  prisión  salia 

juzgué  que  ^a  no  os  vería, 

ni  severo,  ni  clemente ; 

ya  no  creí  que  esa  frente 

osara  alzarse  á  la  mia. 

Libertad  es  don  de  Dios, 

mas  ni  eso  quiero  de  vos ; 

que  el  más  negro  calabozo 

sitio  es  para  mí  de  &^ozo 

si  nos  separa  á  los  dos. 
Itey,        ¿Eso  merece  la  fe 

del  que  á  tus  píes  rinde  un  trono? 

Es  cierto  que  te  agravié, 

¿mas  será,  Sancha,  tu  encono 

mayor  que  mi  culpa  fué? 

Baste  á  expiar  mi  delirio 

este  horroroso  martirio 

que  me  consume  letal, 

conxo  el  recio  vendaval 

seca  las  hojas  del  lirio. 

Sombra  no  soy  del  que  fuí; 
.    doliente  y  lánguido  muero. 

Oh  I  ten  lástima  de  mí, 

que  solo  la  vida  quiero 

para  consagrarla  á  ti. 
Sancha.  Sí,  la  imagen  de  la  muerte 

veo  en  tu  rostro,  y  mi  suerte 

ya  no  puedo  maldecir; 

que  si  amargura  es  el  verte, 

consuelo  es  verte  morir. 

¡  Y  sordo  al  remordimiento 

fundas  en  mí  tu  esperanza ! 

[En  mí,  que  soy  instrumento 

de  la  divina  venganza, 

y  me  gozo  en  tu  tormento! 
Hey.        Qué  has  dicho  ?  i  Tanta  ojeriza 

Libradme,  Dios  sempiterno, 

de  esa  mujer  que  me  hechiza. 

Ese  mirar  me  horroriza; 

esa  risa  es  del  infierno. 


Quién  te  trajo  á  mi  presencia? 

Tü  con  vengnoso  jugo 

me  diste  mortal  dolencia 

Sancha.  El  delito  es  tu  verdugo, 

tu  veneno  es  la  conciencia. 
Jtef/.        Mas  aun  puedo  tu  traición 

castigar 

Sancha.  Arma  tu  mano; 

traspásame  el  corazón. 

La  muerte  es  el  solo  don 

que  acepto  yo  de  un  tirano. 

Re^^ .        [Saca  nn  puñal.  ] 

Muere,  muere,  desdichada 

Oh  cielo!  ¿Qué  mano  helada 

Aparta !  Suelta  el  puñal ! . . . . 

Una  sombra  ensangrentada 

La  sombra  de  Carvajal!.... 
Oh!  Piedad!  piedad !  To  muero. 

[Cae  aterrado  en  un  ianco.] 


ESCENA  VI. 

EL  REY.  DOÑA  SANCHA.  D.  JUAN.  CASTRO- 
CASTAÑEDA. 

[Todos  acuden  corriendo  i  socon*er  al  Itey.] 

Juan.      Señor!.... 

Castañ.  Dofía  Sancha  aquí ! . . . . 

Castro.    T  en  vuestra  mano  un  acero ! 

Juan.      ¿Qué  intentó 

Rey .  \  Fantasma  fiero, 

huve!....  Apartadle  de  mí! 
Castro.    Débil  la  imaginación 

os  finge  horrible  visión. 

Sólo  veo  á  una  mujer. 

Qué  podéis  de  ella  temer? 

Hecoorad  vuestra  razón. 

Calla  y  os  mira  altanera, 

y  el  corazón  rencoroso 

descubre  su  faz  severa. 

Si  importa  á  vuestro  reposo, 

muera  doña  Sancha. 

Muera. 

No  más  sangre!  Antes  mi  muerte  I 

No  más ! 

Infante  de  España , 

pruebe  una  mujer  tu  saña. 

Hiérame  ese  brazo  fuerte...., 

que  es  digna  de  ti  la  hazaña. 
Rey.        Ay  del  que  osare  ofendella  I 

Su  cabeza  haré  caer*. 

Libre  sea  esa  mujer; 

mas  lleve  lejos  su  huella 

donde  no  la  torne  á  ver. 
Sancha.  Triunfo  será  para  mí 

que  el  terror  te  inspire  así. 

Si  es  piedad,  no  la  agradezco, 

porque  la  vida  aborrezco 


Castañ. 


Jvan. 

Ca>ítañ. 
Rey. 

Sancha. 


S6 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


como  te  aborrezco  á  ti. 
Ni  la  estampa  de  mi  pié 

quieres  ver 'mas,  ay  dolor  I 

¿adonde  lo  llevaré 

si  me  privó  tu  furor 

de  cuanto  en  el  mundo  amé? 

Triste,  errante,  peregrina 

[Mirando  al  bastidor  de  su  izquierda.] 

Mas  un  templo  veo  allí 
sobre  fragosa  colina. 
£l  sea  mi  asilo.  A  ti 
me  acojo,  bondad  divina. 


ESCENA  VIL 

EL  REY.    D.  JUAN.    CASTRO.    CASTAÑEDA. 

Jte¡^.        Oh  cobardía!  oh  flaqueza! 

Vida  de  afán  y  de  angustias, 

?or  qué  te  amo  todavía? 
or  qué  me  espanta  la  tumba? 
Cosían.  Otra  vez  la  negra  imagen 
de  la  muerte  os  atribula? 
Castro.    Señor,*  sin  duda  la  dieta 
vuestro  cerebro  perturba. 
Comed ,  bebed ,  alegraos , 

ane  así  al  diablo  se  conjura. — 
[irad ,  vuestro  hermano  llega, 
y  su  venida  os  anuncia 
más  felices  horas 


ESCENA   VIH. 

EL  REY.     a  JUAN.     CASTRO.     CASTAÑEDA. 

D.  PEDRO.      LEIVA.      D.  MENDO.     OFICIALES 

DEL  SÉQUITO  DE  D.  PEDRO. 

Itey.        [Levantándose.]  Pedro! 

Pedro.     [Vad  arrodillarse  y  él  Rey  le  abraza.] 

Señor,  vuestra  planta  augusta 

Rey.        Qué  haces?  No.  Ven  á  mis  brazos. 

Pedro.     Hermano  miol 

Rey.  Oh  ventura ! 

Cuánto  tu  vista  anhelaba! 

Ella  mis  penas  endulza 

y  mi  pechó  fortalece. 
Pedro.     No  esperaba  mi  ternura 

en  tal  estado  encontrarte. 
Rey.        Postró  mi  salud  robusta 

no  sé  si  obstinada  fiebre, 

ó  terror  fatal  que  nunca 

debió  triunfar  de  mi  esfuerzo; 

mas  tu  presencia  me  cura 


Pedro. 


Juan. 


Pedro. 


Rey. 
Pedro. 


Rey. 


de  fiebres  y  de  aprensiones, 
{ oh  hermano,  oh  firme  columna 
de  mi  imperio ! 

En  esa  dicha 
toda  mi  ambición  se  funda. 
Vos,  tio,  no  me  abrazáis? 

[Abrazándole  tibiamente.] 

Mi  afecto  se  congratula 

(Fuerza  es  fingir.) 
[Al  Rey.]  Presos  quedan 

.en  el  castillo  de  Andújar 
los  freiles  de  Calatrava 
que  temerarios  acusan 

á  su  Rey 

'  No  me  recuerdes 
aquel  dia  de  amargura...... 

Yo,  soldado,  no  examino 
si  fué  justa  ó  no  fué  justa 
la  sentencia.  Vos  firmasteis, 
y  vuestra  sea  la  culpa 
ó  la  gloria.  El  labio  mió 
ni  os  aplaude,  n\  os  acusa. 
Basta. 

[Á  media  voz.] 

Tu  hueste  ¿es  leal? 


aa 


Pedro. 

Rey. 

Pedro. 

Rey. 


D.  Juan  habla  aparte  con  Castañe^ 
,  Castro  y  otros  caballeros.  Leiva 
forma  corro  con  los  del  séquito  de  don 

Pedro.] 

Con  mi  obediencia  y  la  suya 
podéis  pontar.- 

Está  bien. 
Si  hay  algún  traidor... 

Sí.  Escucha. 

[Siguen  hablando  en  voz  baja  el  Rey 
y  D.  Pedro.] 


Juan.      Qué  os  narece,  ricos-hombres? 
Porque  na  vencido  á  una  turba 
de  cobardes  sarracenos 
ya  don  Pedro  no  os  saluda, 
y  con  su  altivo  ademan 
dijérase  que  os  insulta. 

Castro.   En  los  fraternos  halagos 
con  preferencia  se  ocupa; 
y  si  el  triunfo  le  envanece 
su  mocedad  le  disculpa. 

Cas  tan.  Mas  los  nobles  <]^ue  desprecia, 
no  en  una  lid,  smo  en  muchas, 
ya  habian  ganado  palmas 
cuando  él  lloraba  en  la  cuna. 

Juan.      Habla  á  Fernando  en  secreto. 
Tal  vez  su  labio  os  calumnia, 
y  vuestros  cargos  y  honores 
quiere  dar  á  sus  hechuras. 
Tal  vez 

Rey.  Valientes  guerreros, 

reposad,  y  á  nuevas  luchas 


preparad  los  fuertes  brazos 
que  mi  dosel  aseguran. 

[Los  de  la  comitiva  de  D.  Pedro  sa* 
ludan  aparten  por  la  derecha.] 


[Á  D.  Pedro  apretándole  la  mano.] 

Adiós  9  caro  hermano. 
Pedro.  El  cielo 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO.  37 

la  «alud  te  restituya. 

[Vase  siguiendo  d  los  suyos.] 

Rey.        \A  los  demás  caballeros.] 

Idos. — Vos 9  don  Juan,  quedaos. 
Castro.   (Don  Juan,  tu  poder  caduca.) 


\Los  caballeros  entran  en  la  quinta. 
,  Empieza  á  oscurecer.] 


ESCENA  IX. 

EL  REY.    D.  JUAN. 

Rey.  [Sentado,] 

Noble  infante  don  Juan,  mi  amado  tio, 
mayordomo  mayor  de  mi  corona, 
TOS  grande  entre  los  grandes  de  Castilla , 
vos  mi  maestro,  mi  fanal,  mi  norma, 
oid.  De  vuestras  próvidas  lecciones 
nunca  he  necesitado  como  ahora. 
Juan.         Procurar  vuestro  bien  es  mi  conato. 

Í Nunca  en  su  labio  oí  tanta  lisonja.) 
Ssta  dolencia  que  mi  cuerpo  aflige 

llena  el  alma  de  afán  y  de  congoja. 

Soy  pecador  y  el  cielo  me  castiga. 
'  Don  Juan,  yo  debo  desarmar  su  cólera 

antes  que  suelte  en  la  profunda  huesa 

el  peso  de  esta  vida  que  me  agobia. 
Juan.         Señor,  qué  habláis  de  huesa?  Largos  dias 

el  cielo  os  guarda  de  salud,  de  gloria 

Rey.  To  daré  gracias  humillado  al  cielo 

si  mi  vida  benéfico  prolonga , 

mas  cada  hora  que  el  cristíano  vive 

la  debe  contemplar  su  última  hora. 
Juan.  (Si  devoto  se  vuelve,  soy  perdido. 

Por  el  menor  escrúpulo  de  monja 

me  ahorcará  sin  piedad.) 
Rey.  Los  Carvajales 

no  se  apartan ,  don  Juan ,  de  mi  memoria. 
Juan.         Público  fué  su  crimen.  Si  al  proceso 

la  observancia  faltó  de  leves  fórmulas, 

vil  rebelión  alzaba  la  cabeza 

}r  rápida  justicia  aterradora 
a  debió  sofocar. 
Rey.  I  Fallo  terrible , 

escarmiento  horroroso  que  la  historia 
grabará  con  sangrientos  caracteres ! 
Justo  sin  duda  fuó  pues  que  lo  abona 
sincero  vuestro  labio;  más,  decidme. 

[Se  levanta.] 

¿sólo  aquel  acto  de  justicia  pronta 

me  demandaba  el  cielo?  ¿fué  la  vara 

de  esajusticia  que  don  Juan  invoca 

recta  siempre  en  mi  mano?  ¿es  digno  de  ella 

quien  ciego  ó  pusilánime  la  dobla 

al  capricho,  al  temor?  ó  por  ventura 

sólo  alcanza  el  poder  de  mi  corona 

al  flaco,  al  indefenso,  al  oprimido? 

¿sólo  á  aquellos  hidalgos,  cuyas  sombras 

tal  vez  han  perturbado  vuestro  sueño, 


38 


Juan, 
Rey» 


Jvan, 


Rey. 


Juan. 


Rey. 
Juan. 

Rey. 

Juan, 

Rey. 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 

la  foiua  infieles  si^bditos  pregona? 

^no  hay  ya,  don  Juan,  maWados  en  Castilla? 

¿ya  no  teméis  que  la  feroz  discordia 

fíe  otra  vez  sus  teas  infernales 

á  alguna  mano  pérfida  y  traidora? 

¿no  hay  alguna  cabeza  que  debiera 

á  mis  plantas  caer,  bien  que  orguUosa 

tal  vez  se  quiere  alzar  sobre  la  mia? — 

Tembláis!  Quien  viera,  tio,  esa  zozobra 

diria Recobraos. 

No Me  inquieta 

sólo  vuestra  salud 

Mucho  os  importa; 
lo  sé,  mas  la  del  cuerpo  es  lo  de  menos; 
la  del  alma,  don  Juan,  es  más  preciosa. 
El  cielo  por  mis  culpas  irritado 
una  víctima  pide  expiatoria. 
Su  voluntad  se  cumpla! 

¿T  es  posible 
que  así  un  vano  terror  os  sobrecoja?. 

¿De  qué  puede  acusaros  la  conciencia 

No  es  mi  conciencia  la  que  clama  ahora. 

[El  teatro  es  ocupado  por  soldados  de  D,  Pedro  que 

acaudilla  D.  Mendo.] 

Cuál  pues?  Será la  mia?  Horrible  ceño 

anubki  vuestra  frente ;  en  iruestra  boca 

.sonrisa  amarga Hablabais  de  una  víctima 

La  víctima  sois  vos. 

[  Volviendo  la  cabeza.]  Cíelo !....  { Alevosa 

traición !  —  \  Amigos 

Gritaréis  en  vano. 

Señor 

A  Dios  pedid  misericordia. 

[Entra  en  la  quinta.]  . 


ESCENA  X. 

D.  MENDO.    D.  JUAN.    SOLDADOS. 

Juan.  Oh  don  Pedro,  don  Pedro!....  Bien  temia 

Mendo.        Dadme ,  don  Juan ,  la  espada. 

Juan.  ¡En  tal  deshonra 

me  he  de  ver!  Dónde  están  mis  lanzas  fieles? 

¿Dónde Socorro!  Todos  me  abandonan. 

Mendo,       Daos  preso. 

Juan.  [Desenvainando  la  espada.] 

Antes 

Mendo.  Matadle  si  resiste. 

Juan.  [Entrega  la  espada.] 

Tomad.  ¿Dónde 

Mendo.  Al  castillo  de  Carmena. 

Juan,         Y  allí morir 

Mendo.  Lo  ignoro.  Soy  soldado. 

Sólo  callar  y  obedecer  me  toca. 

[Al  retirarse  D.  Juan  por  la  derecha  entre  los  sóida* 
dos  de  D.  Pedro,  aparece  doña  Sancha  por  la  izquier- 
da j  y  lentamente  se  dirige  al  centro  del  teatro  ^  alum- 
brado por  la  luna.] 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


39 


ESCENA  XI. 

DOÑA  SANCHA. 

Adonde  voy,  desdichada? 
Cielos,  qué  ordenáis  de  mí? 
¡  To  08  he  pedido  la  muerte 
y  mi  súplica  no  oís ! 
Debo  acatar  vuestras  leyes : 
perdonad  si  os  ofendí ; 
mas  para  un  ser  condenado 
á  no  ver  hora  feliz 
no  hay  suplicio  comparable 
al  suplicio  de  vivir. 
|Ay  de  mí, 
que  en  hora  amarga  nací! 

Muerta  al  mundo  y  á  mí  misma 
de  mi  vida  en  el  Abril , 
ni  de  amor  blandos  acentos 
me  pueden  ya  seducir; 
ni  la  amistad,  ni  la  sangre 
me  ligan,  oh  mundo,  á  ti; 
ni  la  esperanza  me  alienta 
de  más  grato  porvenir, 
y  es  el  mayor  de  mis  males 
no  ver  á  mis  males  fin. 

¡ Ay  de  mí , 
que  en  hora  amarga  nací ! 

Si  recuerdo  que  mi  infancia 
meció  cuna  de  marfil, 
ni  aun  me  sirve  de  consuelo 
el  recordar  Ij  que  fui; 
que  como  flor  que  se  agosta  * 
al  brotar  en  él  jardin , 
antes  que  el  aura  de  vida 
la  sana  del  cierzo  vi , 
y  siempre  fué  mi  destino 
esperar,  temer,  gemir. 

¡Ay  de  mí, 
que  en  hora  amarga  nací ! 

Todo  es  para  mí  desierto 
en  este  mundo  infeliz. 
Sol ,  que  doquiera  mereces 
mil  bendiciones  y  mil , 
yo  cual  ave  de  la  noche 
me  escondo  al  verte  lucir , 
y  por  vivir  á  lo  menos 
de  la  muerte  en  el  conñn , 
entre  ruinas  y  sepulcros 
quisiera  sólo  vivir. 

¡Ay  de  mí, 
que  en  hora  amarga  nací! 

1  Oh  peña,  peña  de  Mártos ! 
Si  el  esposo  que  perdí, 
víctima  de  atroz  venganza 
y  de  la  envidia  mis  vil, 
aun  yace  á  tu  pié  insepulto, 
allí  está  mi  mundo,  allí. 


Volemos.  Dios  bondadoso, 

vos  mi  planta  dirigid 

Ah!  las  fuerzas  me  abandonan. 
Lejos  de  él  voy  á  morir ! 

|Ay  de  mí, 
que  en  hora  amarga  nací  I 


[Cae  desalentada  sobre  un  banco.  Don 

G.  Cwi^vajal  Uega,  vestido  de  peregri- 

no,  por  el  bastidor  de  la  derecha  más 

inmediato  á  la  quintad] 


ESCENA  XII. 

DOÑA  SANCHA.     D.  GONZALO  CARVAJAL. 

G.  ¿7(7^7. (No  ha  de  estar  lejos  su  huella, 
que  si  el  informe  no  miente 
de  mi  leal  confidente 

[  Viendo  el  b^ulto  y  acercándose i\ 

Una  mujer!....  Será  ella?) 

Sancha.  [Levantándose  asestada.] 

•  Oh  DiosI  ¿Quién 

G.  Carv.                                  Solo  y  sin  guia 
perdí  en  la  noche  el  camino. 
Soy  un  pobre  peregrino 

Sancha.   [Reconociéndole.  ] 

Ah!  Gonzalo! 
G.  Carv.  Hermana  mia ! 

[He  abrazan. \ 

Sancha.  ¿Sabes Ay! 

G.  Carv.  Todo  lo  sé. 

No  bien  llegó  á  mi  noticia 

la  atroz,  bárbara  injusticia, 

cuando  á  vengarla  volé. 

Forestes  sotos  vagando, 

á  favor  de  mi  disfraz, 

juré  libertarte  audaz 

de  las  garras  de  Fernando; 

mas  él  me  excusó  esta  tarde 

tan  loca  temeridad 

dándote  la  libertad 

arrepentido  ó  cobarde. 
Sancha.  Qué  es  libertad  sin  ventura? 

qué  es  la  vida  sin  mi  esposo  ? 

Sólo  hay  para  mí  reposo 

en  su  yerta  sepultura. 

Mas,  ay!  ni  de  este  consuelo 

gozarán  mis  tristes  ojos, 

que  los  sangrientos  despojos 

Íasto  de  fieras Oh  cielo! 
alma,  Sancha,  tu  aflicción. 
De  piadoso  el  Rey  se  alaba , 
V  no  negó  á  Galatrava 
la  gracia  de  un  panteón. 
Sancha,  Allí  mi  postrer  abrazo 


10 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


Cf,  Carv. 


daré  con  el  ay  postrero 
al  bien  que  ame. 

No.  Primero 
Dios  cumpla  el  tremendo  plazo. 
*    No  te  anima  esa  esperanza? 
Vive  tres  dias,  no  más, 
y  á  la  tumba  llevarás 
el  placer  de  la  venganza. 
Yo  puedo  tal  vez  en  tanto, 
mensajero  de  la  muerte, 
precioso  don  ofrecerte 
que  te  bañe  en  dulce  llanto. 

Sancha.  ¿Qué  don 

Q,  Caro.  Ven  á  la  ciudad. 

Este  sitio  es  peligroso 

Ven  al  asilo  piadoso 


que  prevengo  á  tu  orfandad. 

Sacra  urna  encierra  allí 

el  corazón  que  te  amó. — 

También  era  amado  yo. 

El  tuyo,  oh  Juan  I  para  mí. 
Sancha.  Oh  cielo  1,  yo  te  bendigo. 
G.  Caro.  Con  ambos  me  quedaría, 

mas  ¿no  eres  ya  hermana  mia? 

Partiré  mi  bien  contigo. 

Sancha.  [2bmanio  la  mano  ie  Gonzalo.] 

Ahí  Guíame ¡Santo  Dios, 

tiende  propicio  tus  manos 
á  dos  míseros  hermanos 
que  lloran  por  otros  dos ! 


ACTO    QUINTO. 


Cámara  del  Rey  en  Jaén.  La  puerta  de  entrada  a  la  derecha  del  actor;  la  del  dormitorio 
a  la  izquierda;  aliado  de  ésta^  otra  pequeña;  en  el  foro  un  balcón  grande. 


Robledo. 

Ruperez, 

Robledo. 
Ruperez. 

Robledo. 
Ruperez. 
Robledo. 
Ruperez. 
Robledo. 
Ruperez. 


Robledo. 


Ruperez. 


ESCENA  I. 


ROBLEDO.    RUPEREZ. 

Pues  la  cámara  del  Rey 
ya  está  aseada  y  compuesta, 
vamonos,  Ruperez. 

Larga 
parece  que  va  la  gresca 
de  risotadas  y  brindis. 
Dos  horas  hace  que  almuerzan. 
¡Bravamente  se  desquita 
nuestro  buen  Rey  de  la  dieta 
que  ha  sufrído! 

¿Has  visto  t6 
quién  le  acompaña  en  la  mesa  ? 
Hernán  Rodríguez  de  Castro, 

Villalobos,  Castañeda 

Harto  será  que  don  Pedro 
tome  parte  en  esa  ñesta. 
No.  Ta  sabes  que  le  ocupan 

los  cuidados  de  la  guerra 

Sin  duda  está  meditando 
otra  militar  empresa. 
Mal  gusto  tiene  el  Infante. 
Preferir  crudas  peleas 

á  placeres  y  regalos 

Ah  Robledo !  ¡  Que  no  fuera 
infante  yo  de  Castilla! 
No  envidiara  esa  prebenda 
si  el  cielo  me  reservase 
el  fía  que  á  don  Juan  espera. 
No  sabes  que  se  escapó  ? 


Robledo. 
Ruperez. 

Robledo. 
Ruperez. 
Robledo^ 


Ruperez. 
Robledo. 
Ruperez. 


Robledo. 
Ruperez. 


Robledo. 
Ruperez. 


Buen  fin  por  cierto!  Ahora  empieza. 
Cierto? 

El  oro  puede  mucho 
y  el  campo  no  tiene  puertas. 

Y  adonde? 

Nqsé. 

Sin  duda 
á  los  moros,  q¡ae  es  ya  vieja 
esa  costumbre  en  don  Juan. 
Anoche  llegó  la  nueva. 

¿Y  el  Rey 

Bramando  de  cólera 
puso  á  precio  su  cabeza. 
Pero,  di:  ¿no  es  un  portento 
cómo  ha  cobrado  la  nierza 
y  la  salud  en  tres  dias? 
Con  efecto. 

Era  muy  necia 
su  aprensión.  Desde  que  dijo: 
fuera  doctor,  vida  nueva, 
venga  vino,  vengan  aves 
y  echemos  á  un  lado  penas, 
es  otro  hombre.  Y  le  ñas  de  ver 
como  un  rollo  de  manteca 
muy  pronto  si  sigue  así. 

Y  luego  dicen  que  secan 
las  maldiciones.  Bobada! 

Y  aun  habrá  sandios  que  crean 

Eorque  el  otro  le  emplazó 
[oy  que  se  cumplen  los  treinta 
está  tan  sano  y  tan  tieso 

que Vaya,  vaya,  simplezas. 

Mientras  el  plazo  no  espire 

Ni  siquiera  lo  recuerda. 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 


ii 


Robledo.  Bien  pudo  hacer  Dios  intérprete 

de  su  justicia  suprema 

Rumrez.k  un  traidor? 

Rohledo.  La  voz  del  pueblo 

atestigua  su  inocencia  ^ 

y  es  voz  de  Dios. 
Rnperez.  Ó  del  diablo. 

T  en  ñn  no  seas  babieca. 

No  puede  ser  inocente 

hombre  á  quien  el  Rey  condena. 
Roiledo.  Basta  que  lo  digas  t&. — 

Mas  ¿qué  rumor... 

Ruperez.  [Acercándose  d  la  fiierta  de  la  dep- 
recia,] 

¿Quién  se  acerca... 

Cielos!  el  Rey Desmayado 

Muerto  tal  vez Aquí  llega 

Robledo .  T  ahora  ¿qué  dirás,  Ruperez? 
Ruperez.  No  sé Las  carnes  me  tiemblan. 


ESCENA  IIL 


ESCENA  II. 

RUPEREZ.    ROBLEDO.    EL  REY.    CASTRO. 
CASTAÑEDA.    LEIVA.     CABALLEROS. 

[Fl  Rey  Uega  desmayado  entre  Castro,  Casta^ 

ñeda  y  otros  dos  caballeros,  que  ayudados  por 

los  dos  camareros  le  colocan  en  un  sillón^ 

Castro,    Ayudad 

Ruperez.  íobre  Señor  I 

Castro,    Qué  haremos? 
Robledo.  No  da  señales 

de  vida. 

Castro.  Traed  cordiales 

Castañ.  Llamad  volando  al  doctor. 

[  Vase  Ruperez,] 

Zeiva.     [Llegando.] 

ÍQué  desgraciado  accidente 
[irad,  Leíval  Hace  un  momento 

que  estaba  sano,  contento; 

y,  ya  lo  veis,  c^e  repente 

Zeiva.     Sin  duda  es  alferecía. 

Castañ,   Yo  presumo  que  el  pulmón 

Robledo ,  Una  fuerte  indigestión 

Castro.    Digo  que  es  apoplejía. 

Castañ.   Conduzcámosle  á.su  lecho 

Robledo.  £1  aire  libre  es  mejor. 

Zeiva.     Alguna  reliquia 

Castro,  Error! 

ün  baño  le  hará  provecho. 
Castañ.   Eso  es  quererle  matar. 
Zeiva.     Ya  parece  que  respira. 
Castro,    Los  ojos  abre,  y  suspira. 
Castañ.   Ya  los  ha  vuelto  á  cerrar. 


EL  REY.  CASTRO.  CASTAÑEDA.  LEIVA. 
ROBLEDO.  RUPEREZ.  CABALLEROS. 

EL  MÉDICO. 

Castro.    Ah  doctor!  Está  muy  malo. 
Vastan.   Acudid ! 

[Fl  Médico  pulsa  al  Rey  y  le  observa,'] 

Zeiva .  ¿  Teméis  que  muera 

Castro.    ¿  Qué  decís 

Robledo,  ( I  Que  no  le  viera 

agonizar  don  Gonzalo  I ) 

Médico,   Fiebre  mortal  le  devora. 
Si  el  santo  Dios  de  Israel 
no  hace  un  milagro  con  él , 
no  vive  el  Rey  una  hora. 

Rey.        Dónde  estoy?. ..  Quién  es  ese  hoábre? 

Zeiva.     El  doctor 

Rey.       [  Con  voz  muy  débil  que  en  vano  quiere 

esforzar.] 

Oh  qué  porfía ! 

¿No  he  dicho  que  no  quería 

ni  verle  ni  oir  su  nombre? 

Un  leve  insulto No  temo 

á  la  muerte.  Mi  salud 

Médico.   Sí,  tal  vez.  hay  plenitud 

Una  sangría 

Rey,  Blasfemo! 

Ya  tu  intención  adivino. 

Sangrarme !  Es  una  maldad. 

De  sus  garras-  me  librad. 

Prendedle.  Es  un  asesino. 
Zeiva.     Fiad ,  Señor,  en  su  ciencia 

y  en  su  probada  virtud. 

No  miréis  vuestra  salud 

con  tan  loca  indiferencia. 
Médico,   I  En  buena  hora  por  cierto 

vuestro  labio  me  insultó !    - 

¿Qué  interés  tuviera  yo 

en  asesinar  á  un  muerto? 


Gritoge 

neral. 

Médico. 


■} 


bhll! 


Quien  así  me  denigra 
no  merece  un  desengaño, 
mas  no  quiero  vuestro  daño. 
Rey ! ,  vuestra  vida  peligra. 

Rey,        Impostor ! 

Médico.  Con  noble  calma 

vuestra  cólera  provoco, 
que  arriesgar  mi  vida  es  poco 
porque  vos  salvéis  el  alma. 

Rey,        i  Por  san  Millan 

Médico.                                  I  Ay  de  vos 
si  estos  instantes  perdéis 
y  contrito  no  volvéis 
el  alma,  Fernando,  á  Dios! 
£l  sólo  en  trance  tan  fuerte 

Castro.    [Al  Rey,] 

Permitid  que  la  sangría 


IS 


DON  FERNANDO  BL  EMPLAZADO. 


Médico,  [Oiservando  de  nuevo  al  Rey.] 

Es  tarde  ya  I  Seryiría 
para  acelerar  su  muerte. 
•    Ya  aquí  es  ocioso  el  doctor. 
Me  dais  lástima,  y  os  dejo, 

Íero  tomad  mi  consejo, 
llamad  pronto  «d  confesor. 
Rey.        De  Lucifer  es  tu  arte , 

mas  fuerza  habrá  que  lo  enfrene, 

y  si  el  sacerdote  viene . 

será  para  excomulgarte. 

Prended,  matad  al  villano 

No  obedecéis?  ¿nadie  habrá 

que  me  vengue?  ¿no  soy  ya 

vuestra  Rey?  Mi  propia  mano..... 
Médico.   Tu  mano  I  ¡Prueba  siquiera 

á  levantarte  de  ahí ! 

Rey.        [Pugna   sin  fruto  por  alzarse  del 

sillón^ 

Desventurado  de  mí ! 

Soy  de  mármol !  Suerte  fiera ! 

Inmóvil  el  pié  y  el  brazo 

Qué  recuerdo ! . . . .  Ah !  Muerto  soy ! 
Setiembre...  siete...  ¡Hov  es...  ¡Hoy 
se  cumple  el  horrendo  plazo ! 

y  mi  ciego  desvarío 

Oh,  perdón!....  Sángrame,  sí. 
Haz  laque  ouieras  de  mí. 
Piedad!....  Dios  mió!  Dios  mió! 

Médico.    [Á  los  caballeros.] 

Cuidadle.  Vuelvo  volando. 

[  Vase  corriendo.] 


ESCENA  IV. 

EL  REY.  CASTRO.  CASTAÑEDA.  LEIVA. 
ROBLEDO.  RUPEREZ.  CABALLEROS. 

Rey.        Confesor! 

Castro.  Pues  lo  queréis , 

el  vuestro 

Rey.  No  le  llaméis. 

Yo  os  lo  ruego,*  yo  os  lo  mando. 

Cortesano,  &lso  amigo, 

sobrado  indulgente  fué; 

I  y  ahora  que  morir  me  ve 

será  inflexible  conmigo! 
Robledo.  Si  Vuestra  Alteza  prefiere 

un  buen  religioso 

Rey.  Sí; 

que  venga. 

[Vase  apresurado  Robledo.] 

CasCaií.   [Aparte  d  los  dos  caballeros.] 

jNo  estar  aquí 
don  Juan  cuando  el  Rey  se  muere! 


ESCENA  V. 

EL  REY.  CASTRO.  CASTAÑEDA.  LEIVA. 
EL  MÉDICO.  LOS  DOS  CABALLEROS. 

Médico.  [Trae  una  bebida  que  presenta  al  Rey] 

• 

Esta  bebida  tomad, 
Señor,  que  acaso  restaure 
vuestras  abatidas  fuerzas. 
Rey.        Sí,  sí.  Dámela  al  instante. 

[La  toma.] 

Consuelo  me  da  el  licor. 
Bien  me  sienta ,  bien  me  sabe. 

[Lo  apura.]   • 

Mi  espíritu  se  recobra; 

más  libre  el  pecho  me  late  * 

y  la  esperanza  halagüeña 

Jurara  que  mi  semblante 

se  reanima 

Castro.  Sí,  Señor. 

Rey.        Ah  doctor!  Eres  un  ángel. 
Médico.  Dad,  Señor,  gracias  al  cielo 

que  por  mi  mano  ignorante 

os  quiere  fortalecer 

en  este  terrible  trance. 
Rey.        No;  ya  no Mejor  me  siento 

Ta  es  excusado  que  llamen 

al  confesor 

[Bl  Médico  le  pulsa.] 

Eh?  Qué  dices? 

Médico.   Que  temo  no  venga  tarde. 

Rey.        No  digo  que  estoy  mejor? 

Qué  empeño  de  desahuciarme ! 
Si  esa  bebida  me  alienta , 
otra  que  tú  me  prepares 
espero  que  en  breves  dias 
me  restablezca  y  me  sane. 

Médico.    Señor,  no  basta  mi  ciencia 
á  curar  un  mal  tan  grave, 
tan  singular,  que  ni  acierto 
siquiera  á  calificarle. 
Mal  con  que  el  cielo  á  los  dos 
quiere  mostrar  cuánto  es  frágil 
la  humana  naturaleza 
y  cuan  pequeño  el  alcance 
del  humano  entendimiento. 

Rey.        Mi  buen  doctor,  tú  no  te  haces 
justicia.  ¡A  cuánto  infeliz 
do  los  brazos  no  arrancaste 
de  la  muerte !  Lo  que  hiciste 
por  cualquiera  miserable, 
no  lo  has  de  hacer  por  tu  Rey? 
Oh!  yo  haré  cuanto. me  mandes. 
Si  he  sido  hasta  ahora  indócil, 
no  culpes  á  mi  carácter: 
culpa  a  esa  turba  servil 


DON  FERNANDO  EL  EMPUZADO. 


48 


que  te  calumniaba  infame. 

[Movimiento  de  indignación  en  los 
cortesanos.] 

Castaü.    [Á  los  otros  aparte.] 

Aprended! 
Jtey.  Sé  generoso, 

olvida  injustos  desaires, 

Íf  ynélyeme  la  salud...., 
a  vida!  Sálvame,  sálvame! 
¿Quieres  riquezas  en  premio 
de  beneñcio  tan  grande  ¥ 
Yo  mandaré  que  á  tu  voz 
se  abran  las  arcas  reales. 
1  Ambicionas  por  ventura 
honores  y  dignidades? 
Yo  haré  que  los  ricos-hombres 
te  obedezcan  y  te  acaten. 
Tú  no  serás  mi  vasallo, 
sino  mi  amigo,  mi  padre 


Ah! ....  La  luz  falta  á  mis  ojos. 

Otra  vez postrados  caen.... 

mis  miembros 

Robledo.  [Anunciando.]       El  religioso. 
Médico.   Cortos  son  ya  los  instantes 

de  su  vida,  y  Dios  los  pide. 
'   Con  su  ministro  dejadle 

en  libertad. 


[Robledo  introduce  á  un  fraile  dopii- 
nico  por  la  puertecilla  inmediata  á  la 
del  dormitorio.  £1  Religioso,  cubierto 
con  la  capucha  y  con  la  cabeza  bajay 
se  para  i  muy  corta  distancia  de  la 

puerta.] 

Leiva .  Desdichado ! 

(Haré  que  á  su  hermano  llamen.) 

[Todos  se  retiran  por  la  puerta  de  la 
derecha.  El  Religioso  la  cierra.] 


ESCENA  VI. 


EL  REY.    EL  RELIGIOSO. 


Rey. 

Religioso. 


Rey. 
Religioso. 


Rey. 
Religioso. 

Rey. 

Religioso. 

Rey. 

Religioso. 


i 


Rey. 


Religioso. 


Rey. 


Morir!  No  hay  ya  remedio  ni  esperanza! 
No!  Dios  te  llama  al  tribunal  eterno, 

,  juez  inexorable,  en  su  balanza 

os  actos  pesará  de  tu  gobierno. 
Ay  del  que  ha  provocado  su  venganza! 

Y  la  muerte  oltidaba  y  el  infierno, 

do  no  hay  juez  que  se  venda  al  depravado 
ni  púrpura  que  cubra  su  pecado. 
Presa  de  la  ambición  mi  cetro  ha  sido. 
£n  sangre  se  tiñó  de  la  inocencia. 
Consejos  de  un  traidor  me  han  seducido. 

Y  nada  te  decia  la  conciencia? 

¡  Perdón ,  Dios  de  bondad ,  y  arrepentido 
yo  viviré  en  humilde  penitencia! 
No  aplaca  ese  terror  al  Dios  que  adoro 
sino  de  ardiente  contrición  el  lloro. 
Si  has  de  mentir  al  cíelo,  no  le  nombres. 
Tanto  vale  ultrajarle  maldiciente. 
Engañar  no  podías  á  los  hombres, 
y  engañarás  á  Dios  omnipotente? 
Piedad!  De  mi  flaqueza  no  te  asombres. 
Viva  ó  muera,  le  adoro  penitente. 

Él  te  envia  á  salvarme  y  yo'contrito 

Él  me  envia  á  acusarte!  Sí,  precito! 
Mal  hijo,  mal  esposo,  rey  cruento, 
ya  decretar  tu  pena  al  cielo  plugo. 
Por  mí  te  acusa  el  pueblo  descontento 
que  agobiado  gimió  bajo  tu  yugo. 
Tus  víctimas  por  mí  con  sordo  acento 
gritan:  execración,  muerte  al  verdugo! 
Por  mí,  cumplido  el  plazo  que  te  asombra, 
te  habla  de  Carvajal  la  inulta  sombra. 
Tal  vez ,  ay !  si  en  mi  pecho  penetrara 
esa  sombra  cruel  se  aplacarla,* 


ii 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 

17  el  ministro  de  Dios  que  desde  el  ara 
á  confortar  mi  espíritu  venía, 
en  él  trance  mortal  me  desampara, 
y  tal  Tez  me  escarnece  en  la  agonía! 
Religioso.   No  soy  quien  me  ha  juzgado  tu  delirio. 

[Desciñese  el  hábito  y  se  acerca  mis  al  ReyJ] 

Mírame  bien. 
Rey.  Gonzalo ! . . . .  Atroz  martirio ! 

Q.  Carv.     No  ha  permitido  Dios  que  tu  cuchilla 

abriese  á  tres  hermanos  una  losa. 

Aun  late  aquí,  tirano  de  Castilla, 

sangre  de  aquella  raza  generosa. 

{Saca  un  puñal.] 

Ves  este  acero  que  desnudo  brilla? 
Venganza  le  aguzaba  rencorosa. 
To,  fiador  de  tu  tremendo  plazo, 
la  esperaba  de  Dios y  ae  mi  brazo. 

Rey.  [Moridundo.] 

Clávamelo;  no  escondas  el  acero, 
que  no  será....,  cual  mi  dolor,  impío. 

Buen  Dios! ....  Acoge  mi  pesar  sincero 

Madrel ....  Esposa!....  Hijo  mió!....  Alfonso  mió!.... 

Nadie  me  escucha!....  Abandonado  muero 

Señor,  misericordia!  En  vos confio 

[Logrando  incorporarse  y  diriyiéndose  d  Gonzalo, 

grita,] 
Perdón  I 

[Da  con  el  cuerpo  en  el  suelo,  y  apoya  espirante  la 

caieza  en  el  siUon.] 

G.  Carv.  Sí,  desgraciado,  que  mi  encono 

contigo  espira. 

[En  alta  voz  y  con  tono  solemne  poniendo  la  mano 

sobre  la  cabeza  del  Rey.] 

Eey.  yo  te  perdono! 

'    [Vuélvese  i  cubrir  rápidamente ^  abre  la  puerta  de  la 

derecha,  y  se  desvia  de  ella.] 


ESCENA  VII. 

D.  GONZALO  CARVAJAL.    D.  PEDRO. 

Pedro.     [Adelantándose  á  todos.] 
¿Muerto 

G.  Carv.  [Mostrando  el  cadáver  del  Rey.] 

Mirad!  Dioses  justo. 

[Desaparece  por  la  puertecilla  de  la 
izquierda.] 


ESCENA  ÚLTIMA. 

D.  PEDRO.    CASTRO.    CASTAÑEDA.    LEIVA. 
EL  MÉDICO,    R03LED0.    CABALLEROS. 

CRIADOS. 

[Llegan  todos  apresurados.  SI  Médico  reconoce 

el  cuerpo.] 

Pedro.     [Acercándose.] 

Fernando  mió ! 
Médico.  Ta  es  muerto. 

Pedro.     Pobre  hermano!  j Con  mi  sangre 


quisiera  animar  tu  cuerpo ! 

SLos  grandes  forman  dos  corrillos,  y 
rodlan  entre  si  muy  animados:  Castro 
y  Leiva  en  el  uno;  Castañeda  en  el  otro. 
D.  Pedro  y  el  Médico  permanecen  si- 
Undosos  al  lado  del  sillón.^ 

Castro.    [En  voz  baja  d  los  suyos."] 

Era  un  tirano. 

Gastan .  [Afarted  sus  pardales.'] 

Era  un  monstruo. 
Lriva.     T  á  un  niño  daréis  el  cetro  ? 
Castaü.  Proclamemos  á  don  Juan. 
Castro.    Demos  el  trono  á  don  Pedro. 

Soiledo.  [Entrando.] 

Á  la  puerta  del  palacio 

se  agrupa  impacienl;^  el  pueblo 

Pedro.     [Á  Leiva.] 

Traed  el  pendón  de  Castilla. 
[  Vase  Leiva  corriendo.] 
Castro.    [Aparte  dios  de  su  bando.] 

Rey  se  declara.  Esto  es  hecho. 


DON  FERNANDO  EL  EMPLAZADO. 

To  á  su  lado. 


45 


[Castro  y  sus  pardales  se  dirigen  hdda 
donde  está  B.  Pedro,] 

Castañ.    [Aparte  d  los  suyos.] 

Usurpador!.... 

Pedro.     [Tomando  el  pendón  de  manos  de  Lriva 

que  entra  con  él.] 

Abrid  el  balcón^  Robledo. 

[Abre  Robledo  el  balcón,  y  D.  Pedro 
,    se  acerca  d  él.  Óyese  sordo  murmullo 
de  multitud  curiosa.] 

Pueblo  I ,  Don  Femando  el  Cuarto 
murió.  Dios  sólo  es  eterno. 
Mas  si  Fernando  no  vive, 
vive  el  Rey  en  su  heredero. 
Á  Dios ,  el  alma  del  padre; 
al  hijOy  el  dosel  supremo. 

[Tremolando  el  estandarte.] 

I  Real  y  Real ,  Castilla ,  Castilla 
por  don  Alfonso  el  Onceno!. 


QSLSL 


I 


48 


MEDIDAS  EXTRAORDINARIAS. 


Inés. 


Pascual. 

Inés. 

Pascual. 

Inés. 


Pascual. 


Inés. 


Pascual. 

Inés. 

Pascual. 

Inés. 


Pascual. 


Inés. 


Ayunemos,  á  la  usanza , 
cenando,  Inés ,  mucho  y  bien ; 
que  Dios  nos  dará  en  Belén 
un  voto  de  confianza. 
¿Y  acaso  nos  faltan  méritos 
para  violarla  abstinencia? 
Conténtese  la  conciencia 
con  los  ayunos  pretéritos. 
Hambre ,  ¿  has  de  ser  mi  verdugo 
el  dia  en  que  nace  Dios? — 
Ahí  tienes  un  duro....,  dos. — 
Lo  primerito,  un  besugo.   • 
Grato  fuera  al  paladar 
rico  jamón  con  Jerez,.... 
pero  no;  merca  otro  pez; 
tiempo  hay  para  promiscuar. 
De  moscatel  una  azumbre 
comprarás  al  tio  Serapio, 
y  que  haya  lombarda  y  apio 
y  el  cascajo  de  costumbre. 
Tucron....,  lo  que  quieras  tú. 
No  h|iy  ninguno  que  me  empache; 
mazapán,  nieve,  guirlache, 

Jijona,  yema,  alajú 

Por  vida  de  Helisendral.... 
Lo  mejor  de  la  función 
se  me  olvidaba;  ¡la  con- 
sabida sopa  de  almendral 
Tu  gusto  se  cumplirá. 
Yo  por  mi  parte,  alma  mia, 

poco  te  pido.  Querria 

Qué? 

Que  me  compres  un  hoi.  {*) 
Boi!  Jamás  oí  tal  plato. 
Es  carne,  ó  pescado? 

No, 
ni  de  platos  hablo  yo. 
Un  toa  digo:  vulgo,  un  gato« 
Un  ^atol  Es  rara  manía. 
¿Quién  se  fía  de  ladrones , 
ni  quién  teme  á  los  ratones 
con  la  despensa  vacía? 
Boá^  ya  que  no  das  en  ello, 
es  una  piel  que  está  en  boga, 
así....,  en  figura  de  sog^...., 
que  abriga  y  adorna  el  cuello. 
Hablaras  para  mañana  I 

Bien,  ¿y  cuánto  cuestan  esos 

Los  de  cisne,  treinta  pesos. 
Madre  de  Dios  soberana! 
No  por  ellos  tengo  afán 
aunque  son  de  mejor  vista. 
Con  uno  negro  estoy  lista. 
En  quince  duros  lo  dan. 
Trescientos  reales!  ¿Qué  escucho  I 
Tú  estás  dada  á  Barrabas. 
Con  otro  pellizco  más, 
adiós  amado  cartucho  I 
Siempre  con  capa  es  fatal 


Pascual. 


Inés. 

Pascual. 

Inés, 

Pascual. 

Inés. 

Pascual. 

Inés. 

Pascual. 


Pascual.  Peor  estoy  yo,  que  carezco 

de  ese  mué  ole,....  y  pertenezco 

á  la  milicia  legal. 
Inés.       Tú ,  que  vas  siendo  machucho, 

vas  bien  de  cualquier  manera, 

mas  mi  verde  primavera 

Vamos,  deshaz  el  cartucho 

Para  dijes?  No  haré  tal 

con  recursos  tan  escasos. 

Cuando  cobre  mis  atrasos 

será  otra  cosa. 

Pascual! 

Excusados  son  los  dengues. 

Mi  afán  es  darte  decoro. 

Muchas  gracias.  Dame  oro; 

yo  te  daré  perendengues. 

Oro!  Al  marido  le  toca 

ganarlo. 

Y  gastarlo  á  ti? 

Y  la  dote  que  te  di? 
Tú  la  has  consumido,  loca. 

Y  ahora  me  hablas  de  g^nar? 
Yo  trabajara  á  destajo, 

pero  es  mi  mayor  trabajo 
no  tener  que  trabajar. 
Feliz  si  fuera  ebanista, 
mas  ni  tengo  beneficio, 
ni  conozco  más  oficio, 
Inés,  que  el  de  oficinista. 
Hoy  dia  no  hay  propietario 
que  sus  fincas  no  administre , 
ni  procer  que,  pluma  en  ristre, 
no  se  ahorre  el  secretario. 
Los  franceses  dramaturgos 
traduzco  de  cuatro  en  cuatro; 
mas  los  desecha  el  teatro 
y  no  me  los  compra  Burgos. 
Ni  falta  quien  me  avergüence 
diciéndome  sin  empacho 
que  dejar  suelo  en  gabacho 
lo  que  no  vierto  en  vascuence. 

Como  no  me  eche  á  robar 

Tus  parientes  importunos, 
pues  pudientes  son  algunos, 
nos  pudieran  amparar. 

Inés.       ¿Qué quieres!  Dan  compasión 
esos  pueblos.  Pobre  gente ! 
Lo  que  deja  el  intendente 
se  lo  come  la  facción. 

Pascual.  Todos  me  dan  á  porfía 
dos  mil  incomodidades , 
;  y  para  estas  navidades 
nadie  un  regalo  me  envial 

Inés.       Aun  no  es  tarde :  algo  vendrá. 
No  les  pongas  mala  fama. 

Ambros.  [Dentro.] 

Dónde  está,  dónde  está  el  ama? 
Inés.       Calle !  Ambrosia  por  acá? 


( *)  Boa  se  llama  en  castellano  la  serpiente  cuyo  nombre  lleva  el  abrigo  de  que  aqu(  se  trata;  pero  en  este  sentido 
quiere  U  tirana  moda  que  se  pronuncie  á  la  francesa  {hoá).  Así  lo  acentúo  y  lo  rimo  para  que  el  mayor  número  de 
oyentes  y  leyentes  me  comprenda. 


ESCENA  II. 


D.  PASCUAL.    DOÑA  INÉS.    AMBROSIA. 


{Entra  Ambrosia  con  una  cesta  colgada  del 

brazo.] 

Ambros.  [Abrazando  y  besando  á  doña  Inés,] 

Voto  á  san!....  Venga  un  abrazo. 

Cómo  va?  Creí  que  nunca 

nos  Tolvíamos  á  ver. 
Inés,       Yo  buena.  Tú  tan  robusta, 

tan  rolliza  como  siempre. 
Ambros.  ¿Qué  quiere  usted !  No  tiene  una 

cudiaos Y  usted,  señor V 

Pascual.  Bien  de  salud.  De  pecunia 

Inés.       Y  mi  abuela? 

Pascual.  ¿Qné  hay  de  nuevo 

en  Perales  de  Tajuña? 

Ambros.  [Rabiando  ya  con  uno,  ya  con  otro.] 

La  abuelita,  tan  famosa. — 
Hogaño,  mala  la  fruta. — 
No  pasan  dias  por  ella. — 
Pero  abundantes  las  uvas.— 
Se  acuerda  mucho  de  usted. — 
Memorias  del  señor  cura. 

Inés.       Y  mi  hermana  Petronila? 

Pascual,  ¿Y  qué  tal  año  se  anuncia 

Ambros.  Desmejoradilla  está. — 

Hay  mucha  falta  de  lluvias. — 
Creo  que  anda  enamorada. — 
Ni  hallan  las  reses  vacunas 
dónde  pastar. — El  teniente 
de  provinciales  de  Murcia 
que  tuvimos  alojado, 
á  la  cuenta  es  quien  trabuca 
su  caletre. — Poore  alcalde  I 
Le  sacrifican  á  multas. — 
Lo  cierto  es  que  no  echa  luz 
desque  se  fué  la  coluna. 
Yo.Ia  he  dicho  que  se  venga 
á  Madrid.  Pobre  criatura ! 
Aquí  se  divertiría, 
y  ustedes  tendrian  mucha 
sastifacion 

Inés,  Sí,  sí. 

Pascual,  Pues  I 

(Quiera  Dios  que  antes  se  pudra.) 

Inés.       Y  esa  cesta? 

Ambros.  Huevos  frescos. 

Como  sabe  que  le  gustan 
á  usted 

Inés,  La  pobre  abuelital 

Pascual,  (Vaya  en  gracial  Algo  se  chupa.) 
Son  muchos? 

Ambros.  Una  docena. 

Ya  ve  usted,  con  la  trifulca 
de  la  guerra,  y  viva  Carlos 

y  viva  Isabel  Segunda 

no  dejan  gallina  á  vida. — 

n. 


MEDIDAS  EXTRAORDINARIAS.  49 

Pero  me  espera  la  burra. 
Diquiá  dempues. 

Inés.       [Á  Pascual  en  voz  baja.] 

Tienes  suelto? 

Pascual.  [Sacando  plata  menuda.] 


Inés, 


Aquí  hay  pesetas. 


Dame  una. 

[La  toma  y  se  la  da  d  Ambrosia,] 

Toma. 

Ambros.  [Tomando  la  peseta.] 

I  Quite  usted,  señora 

Inés,       Para  alfileres  y  agujas. 
Ambros.  Ya,y^,,s.huTf  y  buenas  pascuas. 
Pascual. {mhl^  bomoa  te  destruya!) 


ESCENA  III. 


D.  PASCUAL.    DONA  INÉS. 


Inés, 


Vamos,  ¿qué  dices  ahora? 
Ya  ves  aue  no  nos  sepultan 
mis  deuaos  en  el  olvido. 
Pascual,  Buen  regalo,  voto  á  Júdasl 
Una  docena  de  huevos 
que  Ramón  se  los  (nanduca 
en  un  almuerzo.  { Y  le  das 
una  peseta  á  la  muía 
que  JOS  trajo  I  Más  baratos 
*    los  dan  en  la  tienda. 


[Suena  la  campanilla,] 

Inés, 

Lúeas. 

Inés. 

Escucha. 
Han  llamado. 
[Entrando,]     Sea  Dios  . 
en  esta  casa. 

Tío  Lúeas! 

ESCENA  IV. 

DONA  INÉS.    D.  PASCUAL.    LUCAS. 

Lúeas.    [Sentándose.] 

Con  permiso,  que  he  venido 
á  pié  desde  Valdemoro. 

Pascual,  (Qué  llaneza!') 

Inés.  Cómo  está 

mi  tío  don  Cenon  ? 

Lúeas.  Famoso. 

Inés,       ¿Y  sus  dos  hijos,  Mauricio, 
Tiburcio 

Lúeas,  Tiburcio?  Gordo 

como  un  lechen ,  aunque  sea 
mala  comparanza.  El  otro , 
guitarrista  como  siempre 

4 


M 

Inés. 
Lúeas. 
Inés. 
Lúeas. 


MEDIDAS  EXTRAORDINARIAS. 


Pascual. 
Lúeas. 
Pascual. 
Inés. 


Lúeas. 


Í  mocero  como  ¿I  solo, 
iburcio  estará  estudiando 

Sí. 

Con  quién?  . 

Con  el  demonio. 
No  hay  en  taita  la  comarca 
muchacho  más  revoltoso. 
No  ha  salido  de  palotes  ^ 
pero  hace  bailar  al  trompo 

3ue  es  un  primor,  y  es  capaz 
e  apedrear  al  susuncordio. 
Qué  edad  tiene  el  angelito? 
Trece  años  cumplió  en  Agosto. 
Pues  promete  I 

Mas  su  padre, 

f.cómo  con  tanto  abandono 
e  cria? 

Quién?  Don  Cenon? 
Se  le  cae  de  puro  gozo 
la  baba.  Sus  travesuras 
le  remozan.  Está  chocho. 
Qué  buen  amo!  Ah!  verbo  en  gracia, 
en  la  alforja  traigo  un  pollo 

[Sacándolo.] 

{»ara  que  ustedes  celebren 
a  pascua. 

Pascual.  (Hártate,  goloso!) 

Inés.       iiO  estimo  mucho. 

Pascual.  ¿Y  usted 

•  .      se  volverá 

Lúeas.                           No  tan  pronto. 
Justo  es  Que  el  cuerpo  descanse 
por  hoy:  Mañana  ú  esotro 

Pascual.  (Cielol)  Irá  usted  al  mesón..:.. 

Lúeas.    Qué  mesón?  Estoy  yo  loco? 
Tengo  ley  á  la  señora 
y  aquí  en  casa  me  acomodo. 

'Pascual.  rAhI)Bien Pero  el  caso  es  que.... 

Ifo  tenemos  dormitorios 

Lúeas.     No  le  hace.  Yo  en  la  cocina 

ó  en  la  sala  me  compongo. — 
Voy  á  ver  qué  hace  Ramón 
y  á  que  me  dé  por  el  pronto 
de  almorzar.  Hasta  después, 
que  no  quiero  hacer  estorbo. 

Inés.       Llévese  usted  allá  dentro 
esa  cesta. 

Lúeas.  Sí,  y  el  pollo. 


ESCENA  V. 

D.  PASCUAL.    DOÑA  INÉS. 

Pascual.  Qué  campechano  es  tu  tiol 
Inés.       Aunque  el  aguinaldo  es  corto, 

la  voluntad 

Pascual.  i  Un  polluelo 

tísico  I  Bravo  negocio ! 

¡Y  el  bruto  que  lo  conduce 


llena  á  mi  costa  el  mondongo  I 
Le  hemos  de  echar  á  la  calle? 


Inés. 

Mateo.     [Á  la  puerta.] 


Pascual. 


Que  Dios  guarde  á  ustedes. 


Otro! 


ESCENA  VI. 


DONA  INÉS.    D.  PASCUAL.    MATEO. 


Mateo.     [Trae  una  cesta.  ] 


Pascual. 
Mateo. 
Pascual. 
Mateo. 


Inés. 
Mateo. 

Inés, 
Pascual. 

Inés. 


Pascual. 


Mateo. 
Pascual. 

Inés. 
Pascual. 

Inés. 

Pascual. 
Mateo. 

Pascual. 

Mateo. 

Paecual. 


iQuién  de  ustedes  dos  se  llama 
don  Pascual  García  Robles? 
Linda  pregunta!  Yo  soy. 
Celebro  que  usted  la  goce. 

¿Y  usted 

Sov  el  ordinario 
de  Boadilla  del  Monte. 
Con  esta  cesta  me  envia 

doña  Quiteria  Segorbe 

Mi  cara  primal  Está  buena? 
Tan  guapa.  Se  reconcome 
por  hallar  otro  marido. 

Ya  ves,  enviudó  tan  joven 

Qué  hay  de  bueno  en  esa  cesta? 

[Xe^yistrdndola.] 

Una  orza  con  arrope , 
mantecados  de  las  monjas, 
Y  tortas  de  cañamones. 
^Todo  ello  valdrá  seis  reales.) 

[Despidiéndole.] 

Dé  usted  gracias  en  mi  nombre 
á  esa  señora,  y  mandar. 
¿No  me  paga  usted  el  porte 
y  los  derechos? 

Derechos? 
Porte?  Estamos  frescos!  ¿Conque... 

[Fn  voz  baja.] 

Págale.  Qué  hemos  de  hacer? 

[Lo  mismo.] 

Llévese  con  mil  legiones 
de  diablos  lo  que  ha  traido. 
Eh!  calla;  no  me  abochornes. 
Qué  dirían  de  nosotros? 
(Ohl....)  Cuánto? 

Nueve...,  catorce... 
Catorce  reales,  señor. 

¡Excomul (Dios  me  perdone.) 

Tome  usted. 

[Tornando  el  dinero.] 

Ea,  salud. 
(Así saldremos  de  pobres.) 


MEDIDAS  EXTRAORDINARIAS. 


81 


ESCENA  Vil. 


Inés. 
Pascual. 


Inés. 


Pascual. 


Inés. 


Pascual. 


Inés. 


Pascíiai. 

Inés. 

Pascual. 


Inés. 

Pascual. 

Inés. 
Pascual. 
Inés. 
Pascual. 


D.   PASCUAL.      INÉS. 

Qaé  ojos  I  Parecen  dos  ascuas. 
Reniego  de  tus  parientes , 
reniego  de  sus  presentes, 
de  ti ,  de  mí  y  de  las  pascqas. 
Harto  hacen ,  siendo  notoria 
la  miseria  general , 
y  tú  debieras,  Pascual, 
agradecer  su  memoria. 
Si  sólo  muestran  así 
su  cariñoso  interés , 
diles  de  mi  parte ,  Inés , 
que  no  se  acuerden  de  mí. 
Y  amos ,  hijo,  no  te  enfades , 
que  eso  es  de  poco  momento, 
y  si  tú  no  estás  contento 
tendré  malas  navidades. 
Sí;  tu  dulce  voz  me  aplaca , 
y  no  es  culpa  tuya  al  fin 
si  tu  parentela  es  ruin 
y  mi  fortuna  bellaca. 
A  pesar  del  casto  lazo 
que  nos  une ,  estás  hoy  tál ,' 

?ue  no  me  atrcTOj  Pascual, 
pedirte 

Qué? 

Un  abrazo. 
[Adrazándola.]  • 
Tómalo.  ¿Be  cuándo  acá 
no  es  mi  gloria  el  darte  gusto? 
¡Eso  dices,  hombre  injusto, 
y  no  me  compras  el  doáf 
Pero,  mujer,  ¿no  te  he  dicho 
que  eso  es  imposible? 

Ingrato ! 

Eh!  no  llores.  Por  un  gato 

Cruel ! 

¡Vaya,  que  es  capricho 


Inés.       [Se]f arándose.] 
Pascual. 


Tú  ñame  amas! 

Sí,  mujer, 

mas  cuando  falte  el  dinero 

¿echarás  en  el  puchero 

ese  bgá  de  Lucifer? 
Inés.       ¿Á  una  mujer  que  se  humilla 

aesairas  de  esa  manera? 

Bien,  yo  tendré  cuando  quiera 

bois y  pieles  de" chinchilla. 

Pascual.  Qué  dices? Oh!....  Me  amenazas... 

Veremos ( Temblando  estoy. ) 

Galla Palabra  te  doy 


Inés. 

Pascual. 
Inés. 


[Suena  la  campanilla.] 

Bien  mió ! 

(Soy  un  bragazas.) 
Llaman. 


y  romperle  te  prometo 
sobre  el  zamarro  paleto 
que  me  traiga  otro  regalo. 


Pascual.  [Toma  su  bastón.]    - 

Sí  ?  Venga  mi  palo, 


ESCENA  VIII. 

DOÑA  INÉS.    D.  PASCUAL.    DOÑA  MACARIA. 

PETRONILA. 

Lies.       Es  mi  abuelita.  Qué  gozo  I 
Pascual.  (Esto  es  mil  veces  peor!) 

Macaría.  [Abrazando  á  doTia  Inés.] 

.Inés!  Hija  I 
Inés.  Madre! 

Petronil. [Abrazándola.]         Inés  1 
Inés.       Petronila! 
Pascual.  ( Voto  á  briós ! ) 

Macaria.Eijol  Pascual!  No  me  abrazas? 

Pascual.  [Reprimiendo  su  disgusto  y  abrazan^ 

dala.] 

Oh!  si,  sí (¡Mal  torozón ) 

Macaria.A^rietA  más.  Qué  tibieza! 

Pascual.  Por  no  ofender  el  pudor 

Aíacaria.Boh^ddL.  Ño  soy  tu  madre? 

[A  Petronila.] 

Abrázale  tú,  ababol. 
Petronil. EstBih^  esperando  vez. 

^Petronila  y  D.  Pascual  se  abrazan.] 

Macaría.  [Á  Pascual.] 

Tú  no  me  esperabas  hoy; 

verdad? 
Pascual.  Cierto.  No  esperaba 

la  dulce  satisfacción , 

Macarla.  Ta  ha  tiempo  que  os  prevenía 

esta  prueba  de  mi  amor. 
Pascual.  (Yo  me  pasara  sin  ella.) 
Macaria.\\iOT9L  veo  que  cumplió 

con  mis  órdenes  Ambrosía. 

Así  más  placer  os  doy 

con  la  sorpresa Pascual, 

acércame  ese  sillón. 
Pascual.  (Eso  me  faltaba  I ) 

[Se  lo  acerca  y  se  sienta  doña  Maca^ 
ria.  Todos  hacen  lo  mismo.] 

Macaría.  Niña , 

tú  estás  flaca,  sin  color 

Inés.       No  sé  por  qué,  Yo  estoy  buena. 

Macaría.  [En  voz  baja.] 

iHay  acaso  presunción 

ae....  Síntomas....  Tame  entiendes. 

Inés.       ¡Abuela 

Macaría.  Baja  la  voz , 

que  tu  hermana  no  es  de  misa. 

¿Conque  un  biznietito 

Inés.  No. 


52 


MEDIDAS  EXTRAORDINARIAS. 


Macar ia.TueB  tú  estás  desmejorada. 
Y  casi  creyendo  yoy 
que  el  nucTo  estado  quizá.. 


[Á  PascvaL] 

Sería  una  sinrazón 

no  amar  á  esta  criatura, 

porque  es  un  ángel  de  Dios 

mi  Inés. 

Pascual.  ¡  Sen  ora 

Inés.  Abuelita  I 

Macaría.Si  te  trata  con  rigor 

será  mucha  iniquidad. 

Una  moza  como  un  sol 

que  aun  no  cumplió  veinticuatro 

es  joya  de  gran  valor.... .. 

Pascual.  ¿Quién  niega 

Macaría.  Para  un  marido 

que  peina  cincuenta  y  dos. 
Pascual.  Guando  la  ofrecí  mi  mano, 

¿por  ventura  oculté  yo 

mi  partida  de  bautismo? 

Ni  sé  qué  motivo  doy 

Íara  que  me  acuse  usted 
üs  mera  suposición 

Vamos ,  sin  duda  mi  ausencia 

la  entristecia.  Al  fín  soy 

su  abuela  y  su  única  madre , 

poraue  la  suya Ay  dolor! 

Acabó  mosú  Lerruá 

con  ella. 
Pascual.  .  ( Y  contigo  no  I ) 

Inés.       ¿  Á  qué  saca  usted  ahora 

tan  triste  conversación? 
A/ocam.Mas  consuélate,  hija  mia. 

Gracias  al  cielo,  ya  estoy 

á  tu  lado  y  comeremos 

en  una  mesa  el  turrón. 
Pascual.  (Ay  de  mil) 
Macaría.  Y  aunque  abandone 

por  tu  causa  la  labor, 

no  me  iré  tan  pronto 

Pascual.  (Rayo!) 

Inés.        Yo  me  alegro  mucho..... 
Pascual.  (Oh!....) 

Macaría.  Aquí  be  de  estarme  hasta  el  miércoles 

de  ceniza. 
Pascual.  (Maldición,!) 

Macaría.  Ya  hablaremos.  Correrá 

de  mi  cuenta  desde  hoy 

el  gobierno  de  esta  casa , 

y  estará  como  un  reloj. 

Ya  sabes  que  á  gobernosa 

nadie  me  gana. 
Pascual.  ( Gran  Dios ! ) 

Macaría,  k  mí  debieran  nombrarme 

ministro  de  lo  interior. 

Pascual.  No  es  menester.  Donde  hay  poco 

Macaría.  Td  eres  un  santo  varón. 

Pascual.  Convengo.* 

Macaría.  Inés,  una  niña. 

Yo  velaré  por  los  dos 


Pascual.  Gracias. 
Macaría.[Á  doña  Inés.] 

Dime:  los  criados. 


Pascual. 


Petroníl. 
Pascual. 
Petronil. 


[Sigue  hablando  con  doña  Inés  en  voz 

baja.\ 

(Ya  ha  tomado  posesión!) 
[A  Petronila.] 

¿Y  tú  qué  dices,  muchacha? 
Yo  hablo  poco.  Aquí  me  fistoy 
al  brasero 

5  Te  hallas  bien 
en  Madrid? 

Yo?  No,  señor. 

Como  no  conozco  á  nadie 

Pues.  Y  este  es  un  lugaron 

que Vaya,  vaya,  en  mi  pueblo 

estaba  mucuo  mejor. 
Así  lo  creo.  Es  decir 
que  si  vale  tu  opinión 

te  volverás  á  Perales 

Antes  que  mañana ,  hoy. 
Eres  muy  amable. 

Mucho. 
Muy  graciosa. 

Eh...  Jum...  Qué  tos! 
Te  estás  riendo  de  mí? 
No  tengo  tan  buen  humor, 
í  Callaré  por  no  exponerme 
á  cascarla  un  bofetón. 
¡Vaya  que  nieta  y  abuela 
son  dos  hembras  de  mi  flor! 
Con  la  una  en  esta  casa 
ha  entrado  la  inquisición; 
la  otra  á  cada  pregunta 
responde  con  una  coz.) 


ESCENA  IX. 

DOÑA  INÉS.    D.  PASCUAL.    DOÑA  MACARÍA. 
PETRONILA.    DOÑA  QUITERIA.    ROSITA. 


Pascual. 


Petronil. 
Pascual. 
Petronil. 
Pascual. 
PetroníL 
Pascual. 
Petronil. 
Pascual. 


Quiter. 


Inés. 


Quiter. 

Pascual. 

Quiter. 

Inés. 

Quiter. 

Pascual. 

Quiter. 


[Dentro.] 

No  tiene  usted  que  pasar 

recado.  Yo  soy  de  casa. 

[Entra  en  la  sala  con  su  niña.  Lleva 

boa.] 

[Se  levanta,  y  todos  menos  doña  Ma» 

caria.] 

Esa  voz Quiteria! 

[Adrazdndola.]  Inés! 

(Esta  es  otra  que  bien  baila.) 
Es  tu  suegro  ese  señor? 
No;  mi  marido. 

Pensaba 

(Tengo  yo  cara  de  suegro?) 

[Se  acerca  y  la  airaza.] 
¿Qué  veo!  La  tia  Macária! 


MEDIDAS  EXTRAORDlNARrAS. 


53 


Macaría.  AáioSf  Quítería. 

Quiter.  Tan  fresca ! 

tan  rozagante T  tu  hermana ! 

Peironil.VeLVB,  servirte. 

Inés.  Rosita  1 

Ven  aquí,  ven  aquí,  alhaja. 

[La  desa.] 

Sentaos.  Qué  hacéis  de  pié? 

Macaría.  Está  muy  mona. 

Petronü.  Es  muy  guapa. 

QuiCer.    Hija,  en  el  pueblo  me  aburro, 
y  vengo  á  pasar  las  pascuas 
en  Madrid. 

Inés.  Haces  muy  bien. 

Qmter.   Aquí  tengo  muchas  casas 
donde  venir  á  parar. 
Como  estoy  relacionada 

con  tanta  gente Ya  ves  ,* 

mi  marido,  que  Dios  haya , 

estuvo  empleado  en  propios 

Pero  vaya  noramala 

todo  el  mundo.  Entre  los  mios 

estaré  más  á  mis  anchas; 

y  si  no  lo  hiciera  así, 

tú,  prima,  que  eres  tan  franca, 

te  quejarías 

Inés.  Sin  duda..*. 

QuiCer.    Tratadme  con  confianza ; 
lo  entendéis  ? 

Inés.       [Aparíe  i  D.  Pascual.] 

Un  dod/ Lo  ves? 
Hasta  en  los  pueblos  lo  gastan ! 

Pascual.  {En  voz  baja.] 

Déjame  en  paz.  ¡Bueno  estoy 

f)ara  bods!  De  buena  gana 
a  ahorcaría  yo  con  él. 
Inés.       Vamos,  ¿no  me  dices  nada, 

niña? 
Quiter.  Haz.  un  mimo  á  tu  tía. 

Inés.       Vamos,  sí. 
Macaría.  Cómo  te  llamas? 

Quiter.   Responde :  Rosita  Suarez. 

Si  viera  usted  cómo  charla! 

¡Tiene  un  pico 

Petronil.  Vamos ,  di . 

Quiter.    Es  milagro  que  ahora  calla. — 

Mira  que  llevas  azotes. 

Inés.       Te  daré  merengues Nada! 

Quiter,    Se  empeña  en  dejarme  mal. 

No  quieres  hablar?  Pues  canta. 

Para  eso  se  pinta  sola. 

Vamos ,  el  Lele,  6  el  Alza 

film. 
Inés.  Tendrá  vergüenza. 

Quiter.    Pues  ¿y  bailar!  Baila,  baila 

las  manchegas,  hija  mía. 
Pascual.  Acaso  no  tendrá  gana 

Quiter.    Vaya  I  Y  sí  nd,  la  Cachucha. 

• 

[Tarareando.] 


Tara,  larira,  laraara....< 
i/a^area.Propía  condición  de  niños , 

que  nunca  han  de  hacer  sus  gracias 


Quiter. 


cuando  se  lo  ruegan. 


Mira 
que  me  sofocas,  muchacha. 

Pascual.  [Aparte  d  doña  Macaría.] 

Ya  hará  gracias;  no  hay  cuidado. 
Verá  usted  qué  poco  tarda 
en  romper  un  abanico, 

llorar,  ó  pedir  la 

Vaya! 
Otra  vez  será. 

Sin  duda 
de  mi  cuñado  se  espanta. 
Pascual.  Soy  yo  alguna  fiera? 


Quiter. 
Petronil. 


Quiter. 


No, 


I 


pero  como  ve  esa  cara 

tan  seria 

Inés,  Dice  muy  bien.    . 

Ve  que  tú  no  la  agasajas , 

ni  le  das  siquiera  un  beso 

Pascual.  Qué  he  de  hacer  si  es  tan  huraña? 

Probaremos  sin  embargo. 

Menina!  Un  besito 

Quiter.  Anda. 

Dale  un  beso. 
Rosita.  No ! 

Pascual.  Qué  gusto ! 

Ya  hablé.  Hijamia!.... 

[La  da  un  beso  y  la  niña  ro^npe  d 

llorar.] 

(Qué  babas!) 

Rosita.    [Corríendo  d  refugiarse  en  los  brazos 

de  doña  Quiteria.] 

Mamá!  Mamá! 
Pascual.  (No  lo  dije? 

Ya  soltó  la  clarinada.) 
Quiter.    Calla !  Si  te  quiere  mucho  ! 
Rosita.    Me  ha  pinchado  con  las  barbas. 
Quiter.    Ven  ustedes  qué  agudeza? 
Pascual,  Sí  tal.  Es  mucha  monada. 

Ea,  no  llores 

[Rosita  sigue  llorando  y  al  mismo 
tiempo  suena  dentro  una  zambomba.] 

(Reniego 
de  ella  y  de  toda  su  raza.) 
Inés.       Le  daré  para  que  calle 
una  torta. 

[Saca  una  de  la  cesta  que  trajo  el  or- 
dinario  y  se  ta  da.] 

Toma,  chacha. 

[La  toma  Rosita  y  dejando  de  llorar 
se  la  va  comiendo  al  lado  de  su  ma- 
dre.— Las  mujeres  cuchuchean  al  re- 
dedor  del  brasero.] 

Pascual.  (Ya  es  ganga  la  tal  viudita ! 
Tras  de  allanar  mi  morada^ 


5i 


MEDIDAS  EXTRAORDINARIAS. 


Inés. 


su  chiquilla  se  me  come 
las  tortas  qae  me  regala.) 

[Suena  la  campanilla.] 
Otra  Tez  la  campanilla  1 


Pascual.  (Mesón  se  ha  yuelto  mi  casa.) 


ESCENA  X. 

'  DOÑA  INÉS.    D.  PASCUAL.    DOÑA  MACARÍA. 
PETRONILA.    DOÑA  QUITERIA.    ROSITA. 
D.  CENON.    D.  MAURICIO.    TIBURaO. 

[Otra  vez  se  levantan  todos  minos  doña  Ma- 
caría. D.  Cenon  y  sus  hijos  adrazan  d  doña 

Inés.] 

Centm.     Inés  I 
Maur.         .      Inés! 
Tibur.  Inesilla ! 

Inés.       Tanto  bueno  por  acá! 
Pascual.  (Mesón?  Poco  he  dicho.  Este  es 
el  valle  de  Josafat.) 

Cenon.     [Abrazdndole.] 
Pascual! 

Maur.     [Lo  mismo.] 

Pascual ! 

Pascual.  Bien  venidos 

Tibur.  ,  Felices  pascuas,  Pascual! 

[Toca  una  enorme  zambomba  que  trae.] 

Inés.       Tío  Cenon! 

Pascual. .  ( También  zambomba ! 

Hoy  me  da  una  enfermedad.) 
Cenon t    Hola  Quiteria ! . . . .  Macaria ! 

Petronila !  ¡  Voto  á  san 

T  la  chiquilla Me  alegro. 

Qué  dichosa  navidad! 
Macaria.Genonl 

[Eablan  todos  d  un  tiempo  y  se  van 

sentando.] 

Petronil.  Tiburcio ! 

Maur.  Rosita! 

Tibur.     Petronila ! 
Quiter,  ¿Cómo  estás, 

Mauricio? 
Maur.  Para  servirte, 

Quiteria. 

Tibur.     [Áprovechdndose  de  la  confusión  des- 

tapa  y  reconoce  la  cesta.] 

¿A  ver,  á  ver  qué  hay 
en  este  canasto?  Bollos! 

[Saca  dos  y  come.  En  el  resto  de  la  es- 
cena  hará  continuos  viajes  d  la  cesta.] 

Qué  mantecosos  están ! 


Cenon.     ¿T  cómo  aquí  reunida 

la  parentela? 

Inés.  Es  casual 

Cenon.     Vamos,  Pascual  ha  tenido 

la  humorada  singular 

de  convidaros  á  todos 

para  esta  festividad. 

Pascual.  Convidar 

Cenon.  i  T  á  mí  me  excluyes 

del  convite  general , 

á  mí  y  á  mis  hijos !  Pero 

sin  duda  la  circular 

se  ha  extraviado.  Mejor. 

Así  me  agradecerás 

con  doble  razón  el  viaje. 
Pascual.  Sí,  señor,  mucho,  sí  tal. 

(Así  tengas  la  salud.) 
Maur.     Inesita!  ¡Voto  va 

[La  abraza.] 

Otro  abrazo.  Estás  muy  bella  ; 

más  bella,  que  en  el  lugar. 
Inés.       Sí;  lo  mismo  se  lo  dices 

á  cualquier  hija  de  Adán. 
/^fl>(?fw/.  (Otra  vez?) 

[Á  doña  Quiteria  que  está  d  su  lado.] 

Aficionado 
es  el  tal  primo  á  abrazar. 

Quiter.    [En  voz  baja.] 

Un  poco.  T  en  otro  tiempo 

fué  su  novio. 

Pascual.  I  Por  san  Blas 

Quiter.    Y  ha  llegado  á  mi  noticia 

que  ella  no  le  quiso  mal. 
Pascual.  ¿  Qué  escucho !    * 
Quiter.  Y  el  parentesco 

No  le  pudiera  alcanzar 

un  galgo. 

Pascual.  [Se  levanta  apresurado.] 

Sí?  Con  licencia, 
señor  primo.— Ven  acá. 

[D.  Mauricio 
mano  de  Inés, 

lado  de  su  marido  y  hailan  en  voz 

baja.] 

Inés.        Qué  quieres? 

Pascual.  Tienes  un  primo 

muy  sobón,  cara  mitad. 
Inés.       Nos  hemos  criado  juntos. 
Pascual.  Ese  es  un  motivo  más 

Sara  apartaros  yo  ahora. 
[i  honor  es  como  el  cristal. 
Pascual.  Por  lo  limpio,  ó  por  lo  frágil? 
Inés.       Qué  insulto !  qué  iniquidad! 

Mereces 

Pascual.  ¡Y  mucho  mimo 

después!  ¡Y  cómprame  el  bod! .... 

Inés.       Pero,  hijo,  si 

Pascual.  Ruega  á  Dios 


cto  que  tenia  asida  una 
?.?,  ía  suelta,  pasa  ella  al 


MEDIDAS  EXTRAORDINARIAS. 


5S 


Tibur. 
Cenon. 


Maur, 
Tibur. 
Maur, 


^uiíer. 


que,  aanque  es  de  canto  y  de  cal, 
DO  80  canse  mí  paciencia. 

Macaría.  Qué  es  eso? 

Inés.  Nada ,  mamá . 

[  Vuelve  al  corro  y  se  sienta  lejos  de 
D.  Mauricio.] 

Pascual.  [¡Sorprendiendo  i  Tiburcio  en  el  acto 

de  sacar  una  torta.] 

Hola,  hijito!  No  eres  manco. 
Toma!  Por  qué  no  me  dan? 

[Riéndose,] 

Ja,  ja Dice  bien  el  chico. 

Atrácate.  Ja,  ja ,  ja. 
Cuántas  te  has  comido? 
[Con  la  boca  llena.]         Ocho. 
Vaya  otra,  sin  ejemplar. 

[El  muchacho  saca  la.  mano  llena  de 

bollos.] 

Basta  ya,  tragón.  ¿No  quieres 
que  las  prueben  los  demás? 
Pascual.  Yo  se  las  daria  todas 

Ísi  fuesen  de  rejalgar.) 
Cosita 

Quiler,  Ta  se  ha  dormido. 

Ay  Jesús!  Pes$i  un  quintal. 
Dónde  la  echaré? 
Inés.  En  mi  cama. 

Pascual. (Ay  Dios!  Me  la  va  á  calar.) 
Inés.       Dámela.  [Toma  ta  niña.] 

Macaria.  [Levantándose.] 

-Espera,  Inesita. 
Yo  también  voy  por  allá. 
Reconoceré  la  casa 
y  veré  de  acomodar 
á  todos. 


ESCENA  XI. 

D.  PASCUAL.     PETRONILA.     DOÑA  QUITERIA. 
D.  CENON.     D.  MAURICIO.    TIBURCIO. 

Quiter.    [Á  D.  Pascual.] 

Diablo  de  tía! 

¡  Miren  con  qué  libertad 

dispone  de  casa  ajena! 
Pascual.  En  cuanto  á  eso,  muchos  hay 

que  la  imitan. 
Quiter.  Y  qué  genio ! 

Nadie  la  puede  aguantar. 

Si  ella  está  aquí  cuatro  dias 

no  habrá  contento  ni  paz 

en  esta  casa.  Oh! 
Pascual.  (La  viuda 

tiene  lengua  de  alquitrán.) 
Quiter.    Pues  digo,  la  Petronila! 

Tan  fatua,  tan  ñoña El  tal 

don  Cenon  es  un  mastuerzo, 


el  muchacho  un  Barrabas , 

Mauricio  vicioso  y  ganso 

Pascuai.  Y  usted un  ángel.  Verdad? 


ESCENA  XII. 

D.  PASCUAL.  PETRONILA.  DOÑA  QUITERIA. 
D.  CENON.  D.  MAURICIO.  TIBURCIO.  DOÑA 
MACARIA.     DOÑA  INÉS.     LUCAS.     AMBROSIA. 

Inés.       Quisiera  tener  más  casa. 
Macaria.  Bien.  Ya  formaré  mi  plan. 

[Llega  Liicas  con  un  maletón  y  alfor^ 
jas,  capas  y  una  guitarra.  Le  sigue 

Ambrosia.] 

Lúeas.    Alabado  sea  Dios! 
Ambros.  Ya  estamos  todos  acá. 
Pascual. (0\xo  refuerzo!  Está  visto. 

Yo  tendré  que  irme  al  zaguán.) 
Lúeas.    Dónde  acomodo  estos  chismes? 
Maur.     Pdnlos  sobre  ese  sofá. 

Macaria.Si^  bien.  Luego  arreglaremos 

Quiter.    Mis  baúles  no  vendrán 

hasta  mañana. 
Macaria.  Los  mios 

llegan  con  el  mayoral 

esta  tarde. 
Pascual.  Sí?  Muy  bien ! . . . . 

(Santísima  Trinidad!....) 

[  Viendo  d  Tiburcio  que  garrapatea  en 
los  papeles  que  habrá  sobre  la  mesa.] 

Muchacho,  qué  estás  hacien'do? 
Tibur.     Pintaiido  monos. 
Pascual.  Satán! 

Me  has  perdido !  en  mi  expediente 

sobre  alfolíes  de  sal ! ... . 

Aparta!  ¿Y  esto  ha  de  ir 

al  ministro? 

Cenon.     [Acercándose  d  mirar,  con  rísa  es- 
túpida.] 

Ja, ja, ja. 
Ocurrencia  como  ella! 
A  ver  qué  has  hecho,  rapaz  ? 
Bien !  Y  nadie  le  ha  enseñado. 
Digo  que  es  habilidad. 

Ja, ja, ja 

Pascual.  Se  rie  usted? 

Tibur.     Es  el  gigante  Ooliat. 

[D.  Cenen  stielta  una  estrepitosa  car^ 
cajada;  D.  Pascual  encierra  lospa- 
peles  en  una  cómoda;  las  mujeres 
charlan  todas  á  un  tiempo;  Maurício 
toma  la  guitarra  y  la  templa.] 

Cenon.     Este  chico  es  la  esperanza 

de  la  familia. 
Pascual.  (¡Infernal 

parent^a ! ) 
Quiter.  i  Oh ,  que  tenemos 


S6 


HEDIDAS  EXTRAORDINARIAS. 


guitarra !  Baeno  será 

que  cantes  alguna  cosa, 

Petronila. 
Petronil,  Lo  hago  mal. 

Maur,     Vamos,  yo  acompañaré. 
Quiter.    Sí.  Una  voce^ocofa. 
Macaría,  Canta. 

Petronil,  Si  me  da  vergüenza ! 

Ambros.  Tío  Lúeas,  que  ya  á  cantar! 

Sentémonos. 
Lúeas,  Que  me  place. 

[Se  sientan,] 
Pascual,  [A  los  criados  lugareños,] 

Bien  I  Viva  la  libertad! 
Petronil,  El  aria  no. 
Inés,  Pues  bien,  canta 

otra  cosa. 
Macaria,  El  Dulce  imán, 

Cen,ún\  -  T  si  nó,  el  Tripili  Trápala. 

PetroniL^ero Otro  diaserá 

MauT,     Ahora. 

Toios*     [Menos  D,  Pascual,] 

Que  cante !  Que  cante ! 
Petronil. 8i  estoy  ronca.  Fuerte  afán!.... 

Quiter.   [A  D,  Pascual,] 

Ta  verá  usted  cómo  ahuUa 
después  de  hacerse  rog^r. 
Maur,     Vaya  algo  nuevo.  La  Átala. 
Pascual,  (Virgen  de  la  Antigua!) 
Petronil,  Mas 

Todos.     [Menos  D,  Pascual,] 

La  Átala/  La  Átalaf 
Petronil.                                 Vamos : 
ustedes  perdonarán 

[Tos^iendo  y  escupiendo,] 

¡Pero  si 

Maur.     [Punteando  la  guitarra.] 

Vamos,  empieza. 
Petronil,  [Cantando,] 

«Triste  Chac » 

[Hablando,] 

No. 
[Cantando.] 

«Triste  Chac....» 
[Hablando,] 

¡Si  digo  que  hoy 

Quiter,    [A  D,  Pascual,]        No  lo  dije? 
Maur.     Volveremos  á  empezar. 

[Petronila  canta  con  ridicula  afecta- 
ción y  muy  desafinada.  Todos  mani- 
*     flestan  oiría  con  sum^  gozo,  particu- 


£' 


larmente  doña  Macaria  y  D.  Cenon. 
Doña  Quiteria  reprime  la  risa  y  se 
tapa  la  boca  con  el  abanico,  D.  Pas- 
cual hace  gestos  de  desaprobación,] 

Petronil,  [  Cantando .  ]  ( * ) 

«Triste  Chactas!  Cuan  rápida  ha  sido 
la  terrible  ilusión  de  tu  dicha ! 
Sumergido  en  perpetua  desdicha 
sólo  resta  un  fatal  porvenir. 
Bella  virgen ,  tu  vida  expusiste 

ir  librarme  de  muerte  funesta. 

i  canción  para  siempre  será  esta: 
Sin  mi  Átala  no  puedo  vivir.» 

Pascual,  [Mientras  todos  palmetean.] 

(Jesús!  ¡Bienaventurados 

los  sordos !  Qué  atrocidad! 

Comparada  con  su  voz, 

la  zambomba  es  celestial ! ) 
Macaria. ÉíbiorK y  t)ues  quiso  el  cielo  ^ 

por  su  infinita  bondad 

reunir  la  parentela 

en  casa  del  buen  Pascual , 

ya  que  esta  casucha  ofrece 

tan  poca  comodidad 

Pascual.  Cierto,  y  yo  era  de  opinión 

Macaria.  Tú  no  te  debes  mezclar 

en  eso. 

Pascual.  Yo 

Macaria.  En  tal  apuro 

dicta  la  necesidad    * 

medidas  extraordinarias. 
Pascual,  ( Ay  í  ¡  Si  enviarme  querrá 

confinado  á  Filipinas ! ) 
Quiter,    ¿Qué  golpe  de  autoridad 

nos  prepara  usted? 
Macaria.  Hagamos 

cama  redonda. 
Maur.  Cabal. 

Todos.     [Minos  D,  Pascual  y  Petronila,] 

Cama  redonda! 
Pascual,  Protesto! 


[Oran  bulla.] 


Petronil. 
Pascual, 
Petronil. 


Pascual, 
Macaria. 


No  permitiré  jamás 

Pido  la  palabra. 

Corre 
peligro  mi  honestidad. 
Soy  casado. 

Necio,  aquí 
no  se  ataca  á  la  moral. 
Habrá  división  de  sexos. 
Los  hombres  se  acostarán 
en  la  sala ;  las  mujeres 
en  la  alcoba  principal ; 
los  criados  allá  dentro..... 
Pascual.Vero  es  una  iniquidad 

el  arrancar  á  un  cristiano 
de  su  lecho  conyugal. 


(*)    Música  ratonera  y  versos  Defandos,  de  que  do  soy  responsable;  pero  fué  muy  de  moda  en  su  tiempo  esta 
canción. 


MEDIDAS  EXTRAORDINARIAS. 


57 


Maur. 
Cenan. 


Qaite  el  maridazo ! 

i  Fuera 
prívilegioBl  I  La  igualdad 
ante  la  ley ! 


Inés. 


[Aparte  con  D,  Pascual.] 

Eb  preciso, 

porque  en  casa  no  los  hay 

para  tantos 

Pascual.  Qué  ?  Reniego 

Inés,       Pedir  á  la  vecindad 

colchones. 
Pascual.  No  quiero.  Vayan 

noramala. 
Inés.  .    ¿Qué  dirán....! 

Pascual.  Dios,  con  ser  Dios,  ya  á  dormir 

esta  noche  en  un  portal. 

Inés.       [  Volviéndose  al  corro.] 

Estamos  conformes.  Luego 
lo  arreglaremos,  mamá. 
Quiter.    Soy  de  parecer  que  ahora 
yayamos  á  pasear 
todos  juntos. 

[Todos  se  levantan.] 

Maur.  Sí ,  lo  apruebo. 

Afacaria.YtimoB ,  sí. 

Cenan.  Vamos  allá. 

A  bien  que  todos  llevamos 
los  trapos  de  cristianar 

Inés.       [Poniéndose  la  mantilla.] 

Sí.  Vienes,  Pascual? 
Pascual.  No. 

Tidur.  Sí  ; 

me  comprará  mazapán. 
Pascual.  Vayan  ustedes  con  Dios. 

Yo  me  quedo  á  preparar 

la^colacion. 
Maur.     [Á  doña  InesA 

Venga  el  brazo. 
Pascual.  (Ta  me  la  atrapó  el  galán.) 
Tidur.     JSsperarse !  Allá  voy  yo  I 

Quitó,  zopenco.  Tú  irás 

con  Ambrosia  y  el  tio  Lúeas. 

Pues  que  me  dé  padre  un  real 

y  compraré  una  chicharra. 

[Ddndale  cuartos.] 

Toma,  toma,  perillán. 
Primita  Macaría ,  tengo 
el  honor 


Maur. 
Tidur. 

Cenan. 


Quiter. 

Inés. 

Quiter. 


Pascual. 


[Ofreciendo  el  brazo  y  ella  la  toma.] 

(Miren  qué  par!) 

Ea,  abur 

Cuídeme  usted 
la  niña. 

[Salen  todos.  D.  Pascual  cae  desolado 
sobre  el  sillón.] 

No  puedo  más! 


ESCENA  XIII. 


D.  PASCUAL. 

[Breve  ,pausa.] 

Qué  noche-buena  me  aguarda!... 
Mas  yo  merezco  la  albarda 
que  me  echa  encima  esa  gente, 
como  á  mulo  de  alquiler, 
por  ser  tan  condescendiente 
con  mi  mujer. 

Dios  poderoso  y  bendito, 
¿cuál  ha  sido  mi  delito, 
que  otro  campo  de  Agramante 
ya  mi  casa  viene  á  ser? 
¿No  me  castigáis  bastante 
con  mi  mujer? 


Miro  á  todos  con  espanto, ' 
mas  nadie  me  aterra  tanto 
como  esa  maldita  vieja 
que  en  todo  se  ha  de  meter. 
jy  ese  primo  que  corteja 
kmi  mujer! 


Ó  soy  de  Madrid  ludibrio, 
ó  perdiendo  el  equilibrio 
de  patas  en  el  infierno 
el  crimen  me  hará  caer. 
Por  quién,  por  quién,  Dios  eterno? 
Por  mi  mujer/ 

Ay  pobre  paga  i  Entre  todos 
me  van  á  comer  los  codos ; 
y  esa  re-suegra  gendarme, 
retriato  de  Lucifer, 
ay  1  ni  me  deja  acostarme 
con  mi  mujer. 

Soldados,  no  estéis  ociosos! 
Quereir perseguir  facciosos? 
Venid ,  patriotas  valientes , 
venid;  yo  os  he  menester. 
Acabad  con  los  parientes 
de  mi  mujer. 


ESCENA  XIV. 

D.  ANTONIO.     D.  PASCUAL. 

Antonio.  Don  Pascual  I 

Pascual.  Ay  don  Antonio ! 

Antonio.  To  temo  que  se  me  hunda 

la  casa.  Qué  baraúnda ! 

Quién  ha  entrado  aquí? 
Pascual.  El  demonio! 

Antonio.  ¡Tanto  ruido  todo  el  dia 

Pascual.  Ay  vecino! 

Antonio.  Y  cuando  oí 


HEDIDAS  EXTRAORDINARIAS. 


Pascual. 
Antonio, 

Pascual. 

Antonio, 
Pascual. 
Antonio, 
Pascual, 

Antonio, 

Pascual, 
Antonio. 
Pascual. 


Antonio, 
Pascual, 
Antonio, 
Pascual, 


Antonio. 
Pascual. 

Antonio. 

Pascual, 


Antonio, 
Pascual, 
Antonio, 
Pascual. 


Antonio. 
Pascual. 


gritos,  clamores*...,  creí 
que  estaba  usté  en  la  agonía. 
Sí,  señor,  ó  poco  menos. 
I  Hoy  que  humilde  en  un  establo 
nace  Dios 

Me  lleya  el  diablo, 
y  por  pecados  ajenos. 

Cuénteme  usted 

Qué  epidemial 
Ta  sabe  U8t«d  que  le  quiero. 
Sí  ,*  siendo  usted  mi  casero 
ni  me  embarga  ni  me  apremia. 
Usté  es  honrado,  yo  rico. 

Sé  que  el  tesoro  está  exhausto 

Soy  de  la  patria*  holocausto ! 

Por  dos  mil  reales  y  pico 

Hoy  que  he  tomado  del  arca 

una  paguita,  qué  estrella!, 

se  conjuran  contra  ella 

diez  pueblos  de  lá  comarca. 

¿Qué  dice  usted!  ¿Con  qué  título.... 

Oh  villanos  trogloditas! 

Vaya,  cuente  usted  sus  cuitas.... 

Oiga  usted.  Primer  capítulo. 

Mi  mujer Ya  usted  sabrá 

que  se  muere  por  un  dije 

Algo 

Pues,  señor,  [me^xige 
media  paga  para  un  boa! 
No  es  justo,  que  están  muy  malos 

los  tiempos 

ttsm.  Su  abuela 
y  otros  de  la  parentela 
me  abruman  con  sus  regalos. 
Hombre!.... 

Oiga  usted. 

Adelante. 
Son  tortas  negras  y  duras, 
y  huevos  con  galladuras, 
y  un  pollito  vergonzante. 
Nada  menos! 

Sí,  señor; 


Antonio, 
Pascual, 


y  entre  propinas  y  porte 

ya  me  ha  hecho  dar  mi  consorte 

siete  veces  su  valor. 

ítem  más. — Los  muy  beodos...., 

lo  peor,  don  Antonio,  es  esto, 

con  tan  frivolo  protesto 

se  me  encajan  aquí  todos. 

¿Qué  me  cuenta  usted! 

Sus  céspedes 
han  abandonado  en  masa, 
y  está  invadida  mí  casa 

Íor  una  legión  de  huéspedes, 
^obre  don  Pascual ! 

La  tía, 

los  primos,  la  abuela  anciana...., 
los  sobrinitos,  la  hermana...., 
y  toda  la  dinastía. 
Antonio.  Contra  la  injusta  invasión 
de  tanto  deudo  importuno 
¿no  habrá  un  medio? 
Pascual  Sélo  hay  uno. — 


Antonio. 
Pascual. 


Antonio. 


Pascual. 

Antonio. 
Pascual. 
Antonio. 
Pascual. 
Antonio. 

Pascual. 
Antonio. 

Pascual. 


Antonio. 

Pascual, 
Antonio. 


Pascual. 
Antonio. 


Pascual. 
Antonio. 
Pascual. 
Antonio. 
Pascual. 


Tirarme  por  el  balcón. 

Cómo!....  Pues  yo,  es  cosa  cierta, 

los  cogiera  de  los  cuellos 

y  los  arrojara,  á  ellos, 

si  no  se  van  por  la  puerta. 

Por  fin  ahora  el  somaten 

me  ha  dejado  descansar. 

Dónde  han  ido? 

Á  pasear. 
T  la  costilla? 

También.  ' 
Pensamiento  peregrino  I 
Oh!  sí,  sí....  To  haré  el  despejo..*. 
£h? 

Tome,  usted  mi  consejo, 
y  se  salva  usted,  vecino. 
Y  á  gentes  tan  temerarias , 

tan  gorronas  é  impolíticas 

¿cómo 

En  circunstancias  críticas, 
medidas  extraordinarias. 

A  ver?  Yo  en  usted  confío 

Sin  que  quede  ni  un  esparto, 
desalquilemos  el  cuarto, 
y  bájese  usted  al  mió. 
Oh  qué  buena  idea! 

Así, 
cuando  vuelvan  sus  mercedes, 

no  hallarán más  que  paredes. 

Bravo!  Sí,-  al  instante;  sí. 
Al  avío ! 

Yo  me  atonto 

Venga  el  criado 

ÍLlamafido.]  Ramón! 

Fo  hay  tiempo La  confusión..., 


ESCENA  XV. 

D.  PASCUAL.    D.  ANTONIO.     RAMÓN. 

Antonio.  Ah!  Baja  á  mi  cuarto.  Pronto! 
Con  mis  criados  volando 
vuélvete  aquí,  y  además 
á  seis  mozos  llamarás 
de  cordel 

[llamón  duda  y  mira  a  su  amo.\ 
Pascual.  Ve:  yo  lo  mando. 


ESCENA  XVI. 

D.  PASCUAL.    D.  ANTONIO. 

Pascual.  Van  á  alborotar  la  corte 
si  ven  cerrada  la  puerta. 

Antonio,  Yo  me  quedo.  Estará  abierta. 
Yo  les  daré  pasaporte. 

Pascual,  Ya  de  su  chasco  me  rio, 
y  aun  lo  merecen  mayor; 


pero,  ¿y  mí  mujer,  señor? 

¿Qué  ya  á  ser  de  ella.  Dios  mió ) 
Antonío.Ehl  no  sea  usted  tau.....  bobo. 

Que  rabie. 
Pascual,  Pobre  Inesita! 

Antonio.  También  ella  necesita 

ver  las  orejas  al  lobo. 
Pascual.  Tal  vez  haciéndola  instancias.... 
Antonio.  Nada  de  eso.  Ó  no  intervengo, 

ó  á  la  ley  marcial  me  atengo 

que  exigen  las  circunstancias. 

No  fia  usted  de  un  amigo? 
Pascual. Sí;  omnímodas  facultades  * 

doy  á  usted.  Qué  navidades! 
Antonio.  Las  pasará  usted  .conmigo. 


ESCENA  XVIL 

D.  PASCUAL. .  D.  ANTONIO.    RAMÓN. 

[Siffuen  i.  Ramón  dos  criados  y  luigo  entran 
seis  mozos  de  cordel.] 

Antonio.  Cargad  con  ese  menaje , 
y  á  mi  habitación  con  él. 
Pascual.  Y  los  mozos  de  cordel? 
Ramón.  Aquí  están. 
Antonio.  Vivoí 

Pascual.  Coraje! 

[Los  criados  y  mozos  empiezan  i  bar^ 

gar  muebles  y  llevárselos ,  yendo  y 

viniendo  hasta  quedar  desocupada  la 

kaíitacion.] 

Vosotros  cuatro,  á  la  alcoba 
con  Ramón  y  al  comedor. 

Ramón.  Todo  abajo  ? 

Antonio.  Sí,  señor. 

No  ha  de  quedar  ni  la  escoba. 

[  Vase  Ramón  d  lo  interior  de  la  casa 
con  cuatro  mozos.  Los  demos  y  los  dos 
criados  siguen  desocupando  la  sala.] 

Pascual.  La  zambomba  y  la  guitarra 
y  esas  capas  y  ese  lío, 
dejadlo  ahí,  que  no  es  mió. 

Antonio.  Ah !  Ta. 

Pascual.  Es  de  ellos.  ¡Mala. . . 

Un  mozo. [A  otro.]  Agarra ! 

[Los  mozos  dejan  en  un  rincón  lo  que 
trajeron  los  lugareños  y  se  llevan  el 
^  sofá.] 

Pascual.  Llévíite  esa  cesta,  drope, 

que  harto  cara  me  ha  costado. 

[Reconociéndola,] 

Ay  I  apenas  han  quedado 
cuatro  tortas  y  el  arrope. — 

[Á  uno  que  se  lleva  la  mesa.] 

Despacito Anda  tUl  ayuda. — 


MEDIDAS  EXTRAORDINARIAS.  89 

Con  cuidado,  que  está  endeble. 
Ramón.       [Volviendo  con  Rosita  dormida.] 
Qué  hacemos  con  este  mueble? 


Pascual.  Oh!  La  niña  de  la  viudal 

I  Por  san  Francisco  de  Borja, 
que  no  se  despierte  I 

Antonio.  Es  guapa. 

Pascual.  Tiéndela  sobre  esa  capa , 
y  por  almohada  la  alforja. 

[Lo  hace  Ramón  y  vase.] 

Antonio.  [A  un  criado.] 

Llévate  el  brasero  tú. 

Queda  aquí  algo? 
Pascual.  Nada  encuentro.... 

Antonio.  Pues,  vamos,  á  lo  de  adentro! 

Despachad  con  Belcebú. 


ESCENA  XVIIL 

D.  PASCUAL.    D.  ANTONIO. 

Pascual.  Y  ahora,  Dios  mió,  este  gasto! .... 

Antonio»  Yo  lo  abono. 

Pascual.  Ah!  ¿quién  te  iguala, 

hombre  insigne 

Antonio.  ¡  Y  en  la  sala 

se  nos  queda  el  mejor  trasto ! 

Pascual.  Cuál?  No  veo 

Antonio.  Usted,  demonio! 

¿Á  qué  alejar  con  empeño 

los  muebles,  si  queda  el  dueño? 

Largúese  usted ! 
Pascual.  Don  Antonio! 

Antonio.  Pronto,  que  van  á  volver. 
Pascual.  Adiós....,  mi  tugurio....,  adiós! 

Inés!....  ¡Reniego  de  los 

parientes  de  mi  mujer! 


ESCENA  XIX. 

D.  ANTONIO. 

No  va  á  armarse  mala  zambra 
cuando  vuelva  esa  langosta 
de  parientes.  En  verdad, 
algo  pesada  es  la  broma; 
pero  narto  lo  han  merecido. 
¿No  hay  sino  vivir  de  gorra, 
y  á  título  de  pariente 
y  porque  envió  unas  tortas 
pe^ar  la  tostada  al  prójimo? 
¡Ojalá en  letras  muy  gordas 
se  imprimiera  este  suceso 
para  escarmiento  de  posmas 

se  circulara  á  todos 
os  pueblos  de  la  redonda! 


f, 


60 


MEDIDAS  EXTRAORDINARIAS. 


ESCENA  XX. 


D.  ANTONIO.    RAMÓN.    LOS  CRIADOS. 
DOS  MOZOS. 

Antonio.  Hola!  ¿Se  ha  desocupado 
la  casa? 

Hanum,  Sí,  señor.  Toda. 

Antonio.  Bien  está.  Paga  á  los  mozos. 
Aquí  tienes  media  onza. 
Con  mis  criados  después 
repartirás  lo  que  sobra. 
Idos  abajo;  dejadme 
aquí  solo;  y  punto  en  boca. 


ESCENA  XXI. 

D.  ANTONIO.    ROSITA. 

Antonio.  Gracias  á  Dios,  nos  han  dado 
bastante  tiempo 

[Despierta  llorando  Rosita.] 

¿Quién  Hora.. 

Ah!  la  chiquilla 

Rosita.    [JSk  levanta.]  Mamá! 

Antonio.  Ya  ya  á  venir.  Calla,  mona. 
Rosita.    Mamá ,  mamá  1 . . .  • 
Antonio.  é  Q^^  hago  yo 

con  este  embeleco  ahora? 

Mas  siento  ruido Ta  vienen... 

Rosita.    To  quiero  tortas. 

Antonio.  No  hay  tortas. 

Toma  dos  cuartos  y  calla. 

[Se  los  da.] 
Aquí  están.  Qué  familiota! 


ESCENA  XXIL 

D.  ANTONIO.    ROSITA.     DOÑA  INÉS.     TODOS 
LOS  PARIENTES.    AMBROSIA.    LUCAS. 

Inés.       Pascual! ....  Dónde  está  Pascual? 

Rosita.    ¡Mamá 

Quiter.  Mi  niña ! . . . .  j Tan  sola. . . . 

Inés.       Don  Antonio  aquí! 

Macaría.  Los  muebles 

Antonio.  Beso  á  usted  los  pies,  señora 

Maur,     La  sala  desocupada 

Cenon.     Qué  es  esto? 

Inés.       [Mirando  desde  la  puerta.] 

También  la  alcoba ! 
Tidvr.     Y  la  cesta?  Yo  queria 
dar  un  asalto  á  la  orza. 


Inés.       ¿Me  explica  usted,  don  Antonio, 

este  misterio? 
Antonio.  Es  la  cosa 

más  sencilla.  Don  Pascual 

Eor  ahorrarse  tranisondas 
a  desalquilado  el  cuarto. 
Inés.       Pero  ¿dónde  está? 
Antonio.  Se  ignora. 

Sólo  ha  dicho:  Los  parientes 

de  mi  parienta  me  acosan  ^ 

y  por  libertarme  de  ellos 

me  iria  á  las  Californias. 
Quiter.    Qué  insulto ! 
Ambros.  Qué  picardía! 

Cenon.     Tiene  razón  que  le  sobra. 

Ja, ja, ja. 
Maur.  Qué  acción  tan  baja ! 

Petronil.GroBeTo ! 
Tibur.  Mal  primo ! 

Macaria.  Idiota! 

Inés.       I  Justicia  de  ese  bribón 

que  á  su  mujer  abandona ! 
Macaria.  ¡Y  nuestra  noble  prosapia 

ha  de  sufrir  tal  deshonra! 
Maur.     Me  dará  satisfacción, 

ó  por  vida  de  Mahoma! .... 

Macaria.  [A  doña  Inés.] 

Tt  debes  quejarte  á  un  jaez....* 

Antonio.  [A  doña  Inés.] 

Suplico  á  usted  que  me  oiga 
aparte. 

[Se  la  Ueta  á  un  extremo  y  habla 
aparte  con  ella.] 

Aquí  ya  es  forzoso 

tomar  medidas 

No  hay  otra 
que  tomar  sino  marcharnos. 
Confesemos  que  es  chistosa 

la  ocurrencia 

Quita  allá ! 


Quiter. 


Macaria. 


Mi  dictamen  es  que  ahora. 


[Forman  corro  los  parientes  y  cónsul' 
tan,  en  voz  baja.] 

Antonio.  Ni  hay  causa  para  divorcio 

ni  diera  á  usted  buena  nota 

esa  idea.  A  sus  maridos 

deben  seguir  las  esposas. 
Inés.    .    Y  mis  parientes?  Confieso 

que  todos  aquí  [  es  historia ! 
Antonio.  Ellos,  ó  él:  elija  usted. 

Si  cede  usted,  él  perdona. 

Yo  sé  dónde  está. 
Inés.  Villano ! 

Antonio.  Con  insultos  iqué  se  logra? 
Inés.       Dónde  está?  Dígalo  usted. 
Antonio.  Saber  primero  me  importa 

si  usted  quiere  paz. 
Inés.  No.  Guerra! 

Antonio.  (Para  que  no  haya  camorras 


MEDIDAS  EXTRAORDINARIAS. 


61 


habré  de  capitular 
aunque  lo  pague  mi  bolsa.) 
Mal  le  paga  usted,  ingrata. 
Él  la  ama  á  usted,  él  la  adora,  • 
7  quizá  en  este  momento 
el  dod  suspirado  compra. 

Inés.       ¿  Qué  escucho  I  El  ¿e^á  I  Teñiré  boáf 

Antonio,  Yo  empeño  en  debida  forma 
mi  palabra. 

Inés.  Suya  soy. 

¿Dónde... 

Antonio.  En  mi  cuarto. 

Inés.  Estoy  pronta. 

ifacam.Ines,  ven  á  dar  tu  voto 

porque  si  ahora  no  se  toman 
medidas  extraordinarias 

Inés.       La  que  de  honrada  blasona 
obedece  á  su  marido,.... 
y  yo  lo  pongo  por  obra. 


ESCENA  OLTIHA. 

D.  ANTONIO.  LOS  PARIENTES.  AMBROSIA. 

LUCAS. 

Macar ia.Lo  oís?  Se  va!  Nieta  indigna! 
Maur.     Marido  y  mujer  se  mofan 

de  nosotros. 
Quiter.  '  La  embustera  I 

Petronil.li^  descastada  I 
Macaria.  La  hipócrita ! 

Cenan.     Ja,  ja Tendré  qué  contar 

Maur.     Vaya,  y  ¿qué  hacemos  ahora? 

Quiter.    Quedarnos  aquí 

Antonio.  Imposible. 

To,  casero^  á  mucha  honra 

lo  tendría;  mas  ya  corre 

por  cuenta  de  otra  persona 

el  cuarto. 
Maur.  Fuerza  es  tomar 

la  resolución  heroica 

de  largarnos. 
Quiter.  Juntos  no, 

porque  es  mucha  Babilonia. 

Cenoí^,     {A  sus  hijos.] 

Volvámonos  al  lugar. 
Macaria.Xo  amparador. 
Quiter.  To  á  la  fonda.— 


La  culpa  ha  sido  de  ustedes , 

aue  se  entran  sin  ceremonia 
onde  nadie  los  llamaba. 
Macaria.Cómo  se  entiende!  Piojosa! 

La  intrusa  eres  tú ,  que  Tienes 
á  comer  la  sopa  boba 
á  título  de  cuñada 
de  un  primo  tercero. 

Quiter,    [Tomando  de  la  mano  d  su  niña.] 

Rosa, 
Tamos  de  aquí.  Tamos,  antes 
que  me  arreoate  la  cólera. 

[  Vase  con  la  mna.] 

Cenon.     [Á  doña  Macaría,] 

Tú  también  por  gobernar 

casas  ajenas 

Macaria.  Tío  Roñas , 

y  á  qué  has  Tenido  tú  aquí? 

Cenon.     Eh!  yo 

Macaría.  Á  llenar  la  bartola 

con  esos  dos  zangandungos. 
Maur.     Zangandungos ! 
Cenon.  Está  chocha. 

Macaria.\0ig9í  el  muy..... 
Cenon .  *"     Coge  esos  bártulos, 

Lúeas. 
Tibur.  Venga  mi  zambomba. 

Antonio.  (No  acabarán?) 
Macaria.  Vamos,  hija. 

Petronil.  Velones  I 
Macaría.  Vamos,  Ambrosia. 

[Todos  d  un  tiempo  al  salir.] 

Maur.     Canalla ! 

Macaria.  Tramposos ! 

Tibur.     [Tocando  la  zambomba.] 

Bruja ! 
Macaría.Veleltñ ! 
Ambros,  Bruto  I 

Lúeas.  Facciosa ! 

[Siguen  dentro  voceando.] 

Antonio.  Oué  maldita  parentela! 

Aun  se  oye  la  jerigonza. — 
Si  me  caso,  de  la  inclusa 
tengo  de  sacar  la  noTia. 


'-6H- 


I 


ELLA    ES    ÉL, 


COMEDIA  EN  UN  ACTO. 


Estrenada  en' el  teatro  del  Principe  el  dia  15  de  Febrero  de  1838. 


PERSONAS. 


CAMILA. 
RITA. 


D.  ALEJO. 
D.  MARCELO. 


BRUNO. 


La  escena  pasa  en  Valencia,  ea  casa  de  D.  Alejo.  Sala  con  puerta  á  la  derecha  del  actor, 

otra  en  el  foro  y  otra  á  la  isquierda. 


rfVS^^A«NA^«^^/N/<^«MMA^^^^^^NA^ 


ESCENA  I. 

CAMILA.    RITA. 

[Rita- aparece  ocupada  en  alguna  labor  de  su 
sexo.  Liega  Camila ,  se  sienta  y  toma  también . 

algo  de  costura.] 

Camila.  Ebl  ya  he  dejado  la  pluma. 

Ahora  la  aguja. 
Rita.  Qué  afán ! 

Vida  llevas  de  azacán. 

No  sé  cómo  no  te  abruma. 
Camila,  ¿Qué  quieres!  Mi  pobre  Alejo 
*     es  un  bendito  de  Dios. 

Yo  trabajo  por'los  dos 

y  gozar  de  Dios  le  dejo. 
Rita.       Qué  corazón  de  calandria! 

Qué  pobre  hombre !  Vale  más 

no  casarse  una  jamás 

que  casarse  con  tal  mandria. 
Camila.  Tú  que  eres  de  mi  marido^ 

Rita,  tan  severo  juez...., 

hablemos  claro;  tel  vez 

no  le  hubieras  escupido. 

Mas  de  tu  fallo  importuno 

no  me  admiro.  Es  natural 

que  de  todos  hable  mal 

la  que  no  tiene  ninguno. 
Rita,       Ta  te  picas?....  Qué  bobada! 

Yo  te  hablo  de  esa  manera, 


Camila, 

Rita. 
Camila. 


Rita. 


Camila, 

Rita. 

Camila. 

Rita, 
Camila, 


Camila,  porque  Quisiera 
verte  mejor  empleada. 
Crees  tú  en  hombres  perfectos? 
■No  lo  es  mi  consorte ,  no, 

pero  tiene  prendas 

Yo 
sólo  he  visto  sus  defectos. 
Con  tales  ojos  le  ves! 
Tu  juicio  es  aventurado, 
que  al  cabo  no  le  has  tratado 
más  que  dos  dias  ó  tres. 
Ese  tiempo  hace  que  habito 
en  tu  amable  compañía, 
ma?  ya  la  fama  decia 

que  tu  esposo  es un  bendito. 

Qué  simpleza !  qué  desidia ! 

qué  poquedad ! . . . .  claman  todas. 

roore  moza !  tristes  bodas! 

Y  eso.....  ¿es  caridad....,  ó  envidia? 

Camila! 

Error  puede  haber 
en  juzgar  por  la  apariencia. 

Pues,  hija,  toda  Valencia 

Valencia  no  es  su  mujer. 
Falta  de  mundo  y  de  trato 
tal  vez  le  han  hecho  indolente; 
tal  vez  por  ser  complaciente 
le  acusan  de  mentecato. 
Tiene  sobrado  caudal 
y  poquísima  ambición; 
descuidó  su  educación 


€i 


ELLA  ES  ÉL 


Hita. 


Camila. 


Rita, 

Camila. 

Rita. 


Camila. 
Rita. 


Camila. 
Rita. 


Camila. 
Rita. 


Camila. 
Rita. 


ciego  afecto  paternal; 
y  así,  Ríta^  á  dulces  ocios 
más  que  á  brillar  ínclinadOy 
y  algo  flojo  y  desmañado, 
no  se  cuida  de  negocios. 
Su  dulzura,  no  lo  niego, 
tal  yez  raya  en  timidez ; 
mármol  parece  tal  Tez , 
y  es  su  corazón  de  fuego ! 
No  carece  de  valor, 
mas  le  falta  atrevimiento; 
no  le  falta  entendimiento, 

Íero  le  sobra  candor. 
Mgna  es  en  fin  de  la  mia 
su  alma  amorosa  y  sin  hiél , 
y  si  algo  malo  hay  en  él, 
es  ser  bueno  en  demasía. 
Gonfíésame  que  si  pones 
en  el  cielo  á  tu  marido, 
sólo  es  porque  ha  consentido 
que  lleves  tú  los  calzones. 
Lo  que  otras  envidiarán 
yo  como  carga  lo  tomo 
por  ahorrar  un  mayordomo 
que  á  mis  hijos  robe  el  pan ; 
y  administradora  fiel 
cual  tierna  consorte  soy, 
que  un  sólo  paso  no  doy 
sin  consultarlo  con  él. 
No  tiene  mala  prebenda! 

Tú  trabajas,  y  el  muy  zote 

Ya  que  me  casé  sin  dote, 
conservar  debo  su  hacienda. 
Si  es  tan  débil  criatura, 
cambiad  de  una  vez  los  frenos, 
y  que  él  se  encargue  á  lo  menos 
del  planchado  y  la  costura. 
Rita,  la  lengua  deten. 

El  que  á  mi  esposo  deprima 

Esto  es  una  chanza,  prima, 

Ílo  digo  por  tu  bien, 
e  llama  cara  mitad  I 
y  miente ,  que  tú  eres  él, 
y  eres  tú.  Ese  hombre  de  miel 
¿qué  hace? 

Mi  felicidad.. 

Y  eso ¿quién  te  lo  asegura? 

¿Y  si  esa  condescendencia 
naciese  de  indiferencia, 
Camila,  y  no  de  ternura? 
¿Se  despoja  así  un  marido 
de  la  autoridad  suprema? 
Quizá  sea  estratagema 
lo  que  parece  descuido. 
No! 

Tal  vez,  mientras  el  opio 
de  esa  blandura  estudiada 
te  adormece  confiada 

y  fascina  tu  amor  propio 

Qué  ruin  cavilosidad ! 
Te  teme  más  que  te  ama , 
y  sacrifica  su  fama 
á  la  dulce  libertad. 


Camila. 
Rita. 


Camila, 
Rita. 


Camila. 


Rita. 


Camila. 


Rita. 

Camila, 
Rita. 


Camila. 


Rita, 


Camila. 


Qué  lenfi^üecita  de  perla! 

Calla!  Me  haces  padecer 

Quien  descuida  á  su  mujer 

no  está  lejos  de  venderla. 
¿Quién  sabe  si  ya  se  cansa 
de  tí,  y  á  lo  somormujo...., 

con  ese  aire  de  cartujo 

Guárdate  del  agua  mansa! 
Oh! 

Quizá  cuando  sin  pena 
su  cetro  á  tus  manos  pasa 
cuidados  no  tiene  en  casa 
porque  los  tiene  en  la  ajena. 
Oh  cielo!  ¡Pagar  así 

mi  tierna  solicitud 

Ah!  no.  Tanta  ingratitud 

no  cabe ,  bien  mió,  en  ti. 

¡  Ah,  que  amor  constante  y  fiel 

hogaño  ya  no  se  estila! 

¿No  quisiste  tú,  Camila, 

á  otro  amante  antes  aue  á  él? 

Otro  amante?  Sí Marcelo. 

Le  hablé  dos  dias  ó  tres; 
se  fué  á  la  guerra,  y  después 
no  le  he  vuelto  á  ver  el  pelo. 
Entonces  era  tan  tierna 
mi  edad,  tan  8ujeta<.á engaños., 
¿Qué  mujer  á  los  quince  años 
siente  una  pasión  eterna? 
Una  niña  ya  sabrás 
que  suele  poner  su  amor 
en  el  que  baila  mejor 
ó  en  el  que  la  adula  más. 
Amor  del  primer  Abril, 
aunque  otra  cosa  aparente, 
más  que  un  afecto  vehemente 
es  un  antojo  pueril. 
Buscando  á  ciegas  el  bien 
el  corazón  nos  exhorta 
á  querer,  y  poco  importa 
cómo,  hasta  cuándo,  y  á  quién. 
Cuando  se  fué  á  Calahorra 
don  Marcelo  ¿quién  dirías 
que  á  los  tres  ó  cuatro  dias 
me  consoló?  Una  cotorra. 
Morir  juraste  ó  jamás 
ser  de  otro  dueño,  ¡y  cruel 
te  has  casado!  Y  no  con  él! 
Y  no  me  he  muerto !  Ahí  verás. 

£l  no  me  escribió 

Ya  ves, 

la  guerra Y  un  año  entero 

en  Estella  prisionero 

Pero  te  escribió  después. 
Ya  era  tarde.  Como  un  sueño 
se  habia  ya  su  memoria 
desvanecido,  y  mi  gloria 
se  cifraba  en  otro  dueño. 
Plantar  á  tan  fino  amante ! 
Qué  inconstancia!  qué  desliz! 
El  te  hiciera  más  feliz 
que  ese  hombre  insignificante. 
Más  feliz  que  soy  ahora? 


ELLA  ES  ÉL. 


Rita, 

Camila, 

Rita. 

Camila, 

Rita. 


Camila, 
Rita, 


Camila, 
Rita. 


Camila, 
Rita, 


Imposible !  ¿Y  qué  sé  yo 

si  el  otro  se  acuerda  ó  no 

Prima,  yo  sé  que  te  adora. 
¿Quién  te  ha  dicho... 

Está  en  Valencia. 
De  veras  ? 

Haciendo  alarde 
de  su  constancia,  ayer  tarde 
llegó  con  la  diligencia. 
Tú  le  has  yisto? 

Á  fe  de  Bita, 
cuando  de  misa  salí. 
Me  ha  hablado  tanto  de  ti!.... 
Vendrá  á  hacerte  una  visita. 
Á  mí  una  visita  I  ¿Y  cuándo.... 
Hoy  mismo.— ¡Chica,  ya  tiene 
dos  charreteras  y  viene 
con  la  cruz  de  San  Fernando ! 
En  la  fonda  nueva  se  halla. — 

Recíbele,  que  harta  pena 

Como  amigo,  enhorabuena, 

pero 

Tu  marido !  Calla. 

[Se  levantan,] 


Camila, 

Alejo, 

Rita, 
Alejo. 


ESCENA  U. 

CAMILA.    RITA.    D.  ALEJO. 

[Zleffa  D.  Alejo  con  caña  y  demás  avíos  de 
pescar  y  y  al  entrar  los  entrega  i  Bruno ,  que  se 

retira  con  ellos.] 

Al^o.      [Llamando.] 

Bruno! — Camila  adorada! — 
Lleva  ese  matalotaje 
allá  dentro,  y  ten  cuidado 
con  los  gatos,  no  se  traguen 
un  anzuelo. — Prenda  mia ! 
Perdona  si  vengo  tarde, 
y  dame  un  abrazo. 

[Abraza  i  Camila,] 

Hermosa ! 
Camila.  Excusado  es  preguntarte 

qué  has  pescado,  porque  siempre 

vacío  el  cenacho  traes. 

Rita.       Ó  cuando  más  una  rana 

Alyo.      Decis  bien.  No  me  da  el  naipe 

para  la  pesca;  ni  creo 

^ue  la  fortuna  me  llame 
prosperar  por  el  agua. 

Bien  que ¡por  ninguna  parte! 

Es  fatalidad.  No  emprendo 

cosa  que  no  se  desgracie. 

Para  mí  es  arco  de  iglesia 

lo  que  para  otros  muy  fácil, 

y  el  dia  en  que  no  cometo 

diez  torpezas  garrafales 

no  quepo  en  mí;  me  figuro 

que  he  puesto  una  pica  en  Flándes. 

n. 


Camila, 

Alijo. 

Camila. 

Alejo. 

Camila. 


Alejo. 

Camila. 
Alejo. 


Camila. 
Alejo. 


Camila. 


Rita. 
Camila. 


65 

Sólo  en  la  elección  de  esposa 
fui  feliz ,  que  eres  un  ángel , 
Camila....;  y  aun  eso  fué 

Íorque  te  eligió  mi  padre, 
o  estaba  muerto  por  ti, 
mas  no  osaba  declararme, 
Y  si  él  no  pide  tu  mano 
hago,  de  fe ,  un  disparate. 
Hola !  y  gracias  que  soy  rico, 
que  sí  hubiera  de  ganarme 

el  sustento  con  mi  industria 

Ya  sabe  Dios  lo  que  se  hace. 
Entonces  te  hubieran  dado 
otra  educación..... 

Qué  diaütre!.... 
Si  no  sirvo  para  nada!.... 
Bueno  es  que  tú  lo  declares. 
Es  que  por  ser  lego  en  todo 
no  sé  ni  aun  mentir.  No  obstante, 
si  ahora  me  quejo  es  de  vicio, 

Eorque  hoy  he  echado  un  buen  lance. 
►e  veras? 

Sí. 

Qué  has  pescado? 
Una  anguila  como  un  cable. 
Una  anguila!  ¿Y  no  lo  anuncias 
con  trompetas  y  timbales? 
Qué  alegría!  Justamente 
no  hay  pez  que  tanto  me  agrade. 
Voy  á  que  Juana  la  guise 
con  la  salsa  que  ella  sabe. 
No  vayas.  El  caso  es  que... 

Perdona 

Qué? 

No  te  enfades. 

El  caso  es  que no  la  traigo. 

Llegó  un  pobre  vergonzante 
á  pedirme  una  limosna , 
y  para  aplacar  su  hambre 
se  la  di. 

Válgame  Dios! 
¿  Qué  quieres !  Por  no  arriesgarme 
á  malgastar  el  dinero, 
y  porque  no  me  lo  estafen 
mis  amigos ,  hace  dias 
que  no  llevo  ni  dos  reales 
gi  el  bolsillo. 

Haces  mal. 
Una  vez  que  eres  tan  frágil , 
lleva  poco,  mas  no  vuelvo 
á  consentir  que  te  marches 
sin  nada;  que  hay  ocasiones 
en  que  no  se  excusa  nadie 
de  tirar  un  peso  duro, 
y  yo  no  quiero  que  pases 
por  mezquino. 

Con  decir: 

mi  mujer  tiene  la  llave 

¿Por  qué  no  diste  las  señas 
do  casa  á  aquel  miserable? 
Le  hubiéramos  socorrido, 
que  nadie  de  mis  umbrales 
se  aparta  desconsolado; 


6( 


ELLA  ES  ÉL. 


Alejo. 


Cafnila. 


Alejo. 

Camila. 
Alejo, 
Camila. 
Rita. 

Alejo. 


Camila. 


Alejo.   . 
Camila. 


pero  eso  de  regalarle 

la  anguila  sin  más  ni  más 

No  es  una  lástima? 

T  grande  I 
¡Si  supieras  qué  tral»ajo 
me  costó  el  sacarla  al  aire ! 
Tira  de  este  lado,  aprieta 

del  otro,  y  dale  que  dale 

Sudando  estoy  todavía 

[Buscando  el  pañuelo  en  los  bolsillos.] 

Y  el  pañuelo?  ¡Virgen  madre 

Lo  perdí  I  me  lo  han  birlado! 
Vamos  y  soy  un  badulaque. 

¿Quién  habrá  sido 

Tal  Tez 
el  mismo  á  quien  regalaste 
la  anguila. 

Fatalidad ! 
T  nueyecito !  flamante  1 
Dos  van  en  esta  semana. 
Con  efecto,  y  es  hoy  martes! 
Vaya,  sacaremos  otro. 
Bueno  será  aue  se  lo  ates 
al  ojal  de  la  levita. 
No.  To  tendré  en  adelante 
más  cuidado.  Bay  tanto  pillo! 
Infeliz  del  que  yo  atrape j 

Del  primer  palo 

¡  Cuidado 
no  te  suceda  el  percance 
del  otro 

¿Cerno 

Oye  un  cuento 
que  referia  mi  padre. 
Érase  un  pobre  demonio 
que  un  dia....,  también  fué  martes, 
salió  á  comprar  en  la  plaza 
no  sé  si  pescado  ó  carne. 
Como  siempre  en  el  mercado 
hay  bulla  y  sobran  truhanes, 
sacáronle  del  bolsillo 
del  pantalón ,  ó  del  fraque , 
el  dinero  que  llevaba, 
que  eran  diez  ó  doce  reales. 
Volvióse  sin  el  recado, 
contó  á  su  mujer  el  lance, 
pidióla  otra  vez  dinero, 
y  sacando  del  estante 
el  sable  de  su  cuñado, 
sargento  de  provincisJes, 
la  dijo:  «Á  la  plaza  vuelvo. 
Veremos  si  otro  tunante 
me  viene  á  robar  ahora. » 
Diez  minutos  no  cabales 
tardó  en  volver.  La  consorte 
le  pregunta:  vaya,  ¿traes 
la  compra? — ^No  he  de  traerla? 
responde  mi  hombre  muy  jaque. 

Figúrate Aquí  es  preciso 

imitar  sus  ademanes. 

Figúrate  que  el  dinero, 

que  me  abultaba  bastante....; 


era  un  cartucho  de  cuartos ; 
lo  llevaba  casi  casi 
fuera  del  bolso  derecho 
del  pantalón ,  y  á  esta  parte 
entre  el  brazo  y  la  tetilla 
mi  serrucho  formidable. 
Iba  así....,  de  media  anqueta, 
como  quien  mira  á  levante, 
mas  con  el  rabo  del  ojo    ' 
observaba  la  otra  margen. 
Llego  pues,  compro  mi  avío, 
y  con  el  mismo  talante 
vuelvo  á  casa ,  deseando, 
así  san  Pedro  me  salve, 
que  al  bolsillo  tentador 
se  atreviese  algún  pillastre, 

f>oxque  entonces,  no  hay  recurso! 
e  aoro  en  canal 

[Figurando  tirar  del  sable. \ 

Voto  á  sanes ! 
No  me  han  quitado  el  dinero...., 
pero  ¡  me  han  quitado  el  sable ! 


ESCENA  III. 

CAMILA.    HITA.     D.  ALEJO.     RRÜNO. 

Bruno.    Ahí  está  el  procurador 
don  Bonifacio  Pelaez, 
que  viene  á  tratar  del  pleito..... 

Alejo,      [A  Camila.] 

Sí :  será  aquel  que  entablaste 
sobre  el  melonar  de  Alcira 

[A  Bruno.] 

Á  mí  no  tienes  que  darme 
tales  recados;  entiendes? 
Mas  ya  veo  que  no  sabes, 
como  ha  poco  que  nos  sirves, 
que  esos  negocios  atañen 
á  mi  esposa. 

Bruno.  To  creia, 

salvo  superior  dictamen, 
que  el  hombre ,  y  no  la  mujer, 
era  aquí  v  en  todas  partes 
el  jefe ,  el  rey  de  su  casa. 

Alejo.      Sí,  pero  yo  dias  hace 

que  abdiqué.  Tenlo  entendido. 

Camila.  Di  al  procurador  que  pa^ 

al  despacho  y  que  me  espere 
un  poco.  Voy  al  instante. 


ESCENA  IV. 

CAMILA.    RITA.    D.  ALEJO. 

Camila.  Vas  tú  á  salir? 
Alejo.  Sí,  querida; 

á  no  ser  que  tú  me  mandes 


ELLA  ES  ÉL 


67 


Camila. 
Alejo, 


otra  cosa. 


9 


¿Adonde  piensas 


Camila, 

Alejo. 
Camila. 


Alejo. 
Camila. 


Alejo, 


Camila. 


Sita: 
Alejo, 
Rita. 


Algo, 


Bita. 


nri 

AI  café:  ya  se  sabe. 
Allí  me  estoy- como  un  santo 
jugando  á  las  damas  gratis, 
6  leyendo  la  ffaeeta, 
hasta  las  tres  de  la  tarde. 
Hoy  es  el  último  dia 
para  elegir  concejales. 

Ya  olvidabas 

Como  yo 

no  pretendo  ser  alcalde 

T  qué  importa?  Es  tu  deber 
procurar  en  cuanto  alcances 

S[ue  caigan  en  buenas  manos 
os  cargos  municipales. 
Qué  I  ¿serás  indiferente , 
como  tantos  holgazanes  ^ 

al  más  precioso  derecho 

Bien,  yo  votaré.  Sí,  antes 

de  ir  al  café 

Cuídaditol 
No  hay  que  alterar  en  un  ápice 
la  lista  de  candidatos 

Sue  te  dio  don  Pedro  Sánchez, 
ien ,  yo  estaré  sobre  aviso 
para  que  otro  no  me  engañe; 
más  si  por  una  de  tantiS 
funestas  casualidades 
lo  echase  á  perder Yo  siento 

Sue  no  puedas  tú  encargarte 
e  esa  comisión. 

Calla,  hombre!. 
No  sé  cómo  no  te  caes 

n^uerto  de  vergüenza Vamos, 

anda  á  vestirte ;.  no  tardes. 


ESCENA  V. 

RITA.     D.  ALEJO. 

Oye  una  palabra ,  Alejo. 
Vamos,  ¿qué  quieres? 

Hablando 
con  franqueza,  eres  muy  blando 
y  quiero  darte  un  consejo. 
Lo  que  dentro  de  aquí  pasa 
tiene  eco  fuera  de  aquí. 
Todos  se  burlan  de  ti 

Eorqoe  eres  cero  en  tu  casa, 
a  respuesta  que  yo  doy 
al  zumoar  de  tanto  tábano 
es  que  á  nadie  importa  un  rábano 
si  soy  cero  ó  no  lo  soy. 
Malos  principios  son  esos : 
dígolo  porque  te  estimo. 
No  seas  tan  calvo,  primo, 
que  se  te  vean  los  sesos. 
Bien  que  el  popular  murmullo 
culpa  menos  en  verdad 
del  marido  la  bondad 


Alejo» 


Hita. 

Alejo. 

Rita. 


Alejo. 

Rita, 

Alijo. 

Rita. 

Alejo. 


que  de  la  esposa  el  orgullo,  . 
malo  es  que  una  y  otra  lengua 
formen  juicios  temerarios 
y  hagan  de  ti  calendarios 
que  al  fin  peden  en  tu  mengua ; 
tanto  que  al  ver  tu  aparejo 
de  pescar  dicen  por  vicio: 
hace  bien ,  que  ese  es  oficio 

de Ya  me  entiendes,  Alejo! 

Pero,  seüor,  si  es  hon-rada, 
si  es  discreta  mi  mujer, 
¿por  qué  quitarme  el  placer 
de  quererla  y  no  hacer  nada? 
¿  Qué  logro  yo  si  reclamo 
un  manao  aue  me  molesta? 
Ningún  traDajo  me  cuesta 
obedecer  á  quien  amo. 
El  mandar  me  toca ,  sí, 
pero,  si  vo  no  me  amaño, 
¿he  de  llamar  á  un  extraño 

Sara  que  mande  por  mí? 
^ios  me  hizo  así....,  no  sé  cómo, 
y  pues  quiso  darme  en  ella 
a  un  tiempo  consorte  bella 
y  excelente  mayordomo, 
quiero  que  mande  sin  tasa 
y  de  sátiras  me  rio, 
que  hago  su  gusto  y  el  mió...., 
y  todo  se  queda  en  casa. 
Pero  verte  esclavizado 

como  un  ilota  á  sus  pies 

No  tal.  Su  gobierno  es 

un  despotismo  ilustrado. 

Ese  dulce  despotismo  ^ 

pudiera  serte  fatal , 

que  tal  vez  bajo  un  rosal 

se  oculta,  Alejo,  un  abismo. 

A  nosotras....,'  es  verdad 

que  puedes ,  primo,  creer, 

pues  lo  dice  una  mujer, — 

nos  daña  la  libertad. 

T  la  que  hoy  se  muestra  ufana 

de  gozarla  tan  entera, 

pobre  Alejo !  bien  pudiera 

abusar  de  ella  mañana. 

El  amor  propio  es  muy  necio. 

Creerá,  si  se  juzga  bella 

y  no  tienes  celos  de  ella , 

que  la  miras  con  desprecio. 

Camila  es  muy  buena  esposa, 

mas  comt)  de  esas  se  han  visto.... 

En  fin ,  el  diablo  anda  listo 

y  la  venganza  es  sabrosa. 

Calla,  calla.  Eso  es  demencia. 

Ella  hacer  tal  felonía ! 

{ Guarda,  no  seas  un  dia 

la  fábula  de  Valencia  I 

Ahí  no  lo  sería,  no. 

Si  hiciera  tal  desvarío 

La  mataras? 

No.  Bien  mió ! 
Pero  moriría  yo. 
No  hay*  amor  sin  confianza. 


68 


ELLA  ES  ÉL. 


Hita. 


Alejo. 
Rita. 


Alejo. 
Rita, 

Alejo, 

Rita, 
Alejo. 

Rita. 
Alejo. 


Rita. 
Alejo. 
Rita: 
Alejo. 
Rita. 
Alejo. 

Ritdí. 
Alejo. 


mas  no  hay  vida  8in  honor. 
Mataríame  el  dolor 
antes  que  á  ella  mi  venganza. 
Bueno  es  prevenir  el  mal 
antes  que  se  ven^a  encima. 
Si  ella  no  fuese  mi  prima 
diria 

Mientes.  No  hay  tal. 
¡Hombre 9  mientras  no  me  explico... 
No  falta  ya  quien  la  ronde , 
y  aunque  ella  no  corresponde 

todavía 

Cierra  el  pico ! 
Cómo!  ¿no  te  causa  susto 
que  otro  hombre  á  amarla  se  atreva? 
Antes  me  alegro.  Eso  prueba 
que  yo  he  tenido  buen  gusto. 

Mas  si  ella  por  un  antojo 

Basta.  No  seas  mordaz. 
Tengamos  la  fiesta  en  paz. 
Pero 

Calla ,  que  me  enojo ! 
I  Tú  también  aquí  pretendes 
regentar?  Marido  tierno, 
cedo  á  Camila  el  gobierno; 
pero  ¡á  ella  solal  Lo  entiendes? 

No  te  irrites.  Sabe  Dios 

Anda,  que  eres  mala  prima! 

£1  bien  de  los  dos  me  anima 

Muchas  gracias  por  los  dos. 

No  me  oyes?  Pues  te  sentencio 

Lo  que  tú  ño  has  de  comer 
déjalo,  Rita,  cocer. 
Yo 

[Alzando  la  voz.] 

Dale!....  dale!....  Silencio! 

Vive  Dios  que  ya  me  canso 

Sepa  la  prima  atrevida 
que  yo  no  consiento  brida 
aunque  parezco  tan  manso. 
T  pues  con  tanto  despejo 
me  aconsejó,  nada  bien, 
á  la  tal  prima  también 
quiero  yo  dar  un  consejo. 
Cuando  en  casa  ajena  se  halle, 
sepa  agradecer  el  pan 
y  el  albergue  que  Te  dan , 
y  oiga ,  y  vea,  y  coma,  y  calle. 


ESCENA  VI. 

RITA. 

¡Necio,  de'oirme  te  enojas 
cuando  te  quiero  salvar! 
Eso  se  llama  tomar 
el  rábano  por  las  hojas. 
Mas  ya  que  eres  tan  jumento 
que.no  entiendes  la  razón, 
yo  he  de  darte  unajieccion 
que  te  sirva  de  escarmiento. 


T  esa  prima  del  demonio, 

esa  fatua,  presumida 

¡qué  ufana  está,  qué  engreída 
con  su  feliz  matrimonio ! 
Diez  y  siete  años  tenía 
al  casarse....,  mal  pecado!.... 
y  yo  á  los  treinta  he  llegado 
¡  sin  pisar  la  vicaría ! 


ESCENA  VII. 

RITA.    BRUNO.    D.  MARCELO. 

Bruno.    [Anunciando,] 

Don  Marcelo... 
Rita.  Ah!  Que  entre,  que  entre. 

Bruno,    Entre  el  señor  militar. 

[Entra  D,  Marcelo,] 

Rita.       Pasa  el  recado  á  mi  prima. 

[Se  va  Bruno.] 

Marcelo,  Acaso  es  temeridad 

el  entrar  yo  en  esta  casa; 

aue  para  siempre  jamás 

aebiera  huir  de  esa  pérfida 

Mas  una  mano  fatal 

me  arrastra Sí,  verla  quiero 

y  maldecir 

Rita.  Satanás! 

¡Que  está  el  marido 

Marcelo.  Que  esté. 

No  le  vengo  á  disputar 

su  conquista.  Mas  la  ingrata 

mis  justas  quejas  oirá. 
Rita.       Prudencia!  ¿Quién  sabe...  Acaso..; 

Marcelo.  ¿Qué  escucho!  ¿Podré  esperar 

Rita,       Tal  vez El  primer  amor 

no  suele  borrarse  tan 

Nada  de  quejas.  £1  tiempo 

Marcelo.  Pero  ese  feliz  rival, 

ese  marido 

Rita,  Es  un  sandio, 

marido  de  mazapán. 

Marcelo.  ¿Cómo 

Rita.  Aquí  ejerce  mi  prima 

la  suprema  autoridad. 
Marcelo.  CijBrto? 
Rita.  Que^ viene!  Hable  usted 

como  amigo  y  nada  má6. 

ESCENA  VIII. 

CAMILA.    RITA.    D.  MARCELO. 

Camila,  Bien  venido,  don  Marcelo. 

Marcelo,  Señora (Qué  hermosa  está!) 

Camila.  Doy  á  usted  la  enhorabuena 

por  su  ascenso. 
Marcelo.  Esa  bondad 

agradezco  mucho,  pero 


ELLA  ES  ÉL. 


Camila. 
Marcelo. 
Rita, 
Camila. 


Marcelo. 


Marcelo. 

Camila, 
Marcelo. 


No  se  quiere  usted  sentar? 
Gracias... 

Hasta  luego... 

Aguarda... 

[En  voz  baja.] 
Yo  me  voy  si  tú  te  vas. 

\Á  D.  Marcelo.] 

¿Y  viene  usted  á  Valencia 
de  asiento? 

(Qué  frialdad!) 
Creo  que  sí.  Yo  también 
debo  á  usted  felicitar     ' 
por  sú  casamiento. 
Camila.  Estimo 

la  atención.  Es  natural 
que  tan  buen  amigo  tome 
parte  en  mi  felicidad. 
(Y  me  insulta  I)  ¿Tan  dichosa 
es  usted? 

Hasta  no  más. 
Ya  se  ve ,  cuando  se  lleva 
contenta  el  alma  al  altar 
y  no  perturba  ningún 

remordimiento  su  paz 

\A  D.  Marcelo  en  voz  laja.] 
I  Por  Dios.... 

No  comprendo  á  usted. 
Esa  es  ya  mucha  crueldad. 
¿Olvida  usted:.... 

Don  Marcelo, 
no  me  quiera  usté  obligar 
á  un  desaire.  Cualesquiera 
que  fuesen  cuatro  años  ha 
nuestras  relaciones,  lazos 
que  debe  usted  respetar 
me  impiden  oir  sus  quejas , 
que  son  inútiles  ya. 
Si  usted  perdió  la  memoria 
cambiando  la  voluntad, 
la  mia  es  fiel  por  desgracia 
como  mi  pasión  fatal. 
Pero  usted  por  su  alma  juzga 
el  alma  de  los  demás , 
y  falsa 

Ni  juzgo  á  nadie, 
ni  nadie  me  na  de  juzgar 
sino  mi  marido.  Beso 
á  usted  la  mano. 


Rita. 

Camila. 
Marcelo. 

Camila. 


Marcelo. 


Camila. 


'Marcelo. 


ESCEÑA  IX. 

RITA.     D.  MARCELO. 

Qué  tal? 
Se  trata  á  un  negro  peor? 
Y  no  poderme  vengar! 

I  y  ella Estoy  desesperado. 

Rita.       No  ha  sido  ustM  tan  sagaz 
como  debia.  De  buenas 
á  primeras  ¡allá  va! 


Marcelo. 

Rita, 

Marcelo. 
Rita, 


Marcelo. 
Rita. 

Marcelo. 


Rita. 
Marcelo. 


69 

¿Cómo  reprimir  el  labio 
cuando  el  pecho  es  un  volcan? 
No  pierda  usted  la  esperanza. 
El  león  se  amansará. 
Antes  moriré  de  celos. 
No  dejarme  á  m'í  marchar, 
evitar  explicaciones, 

huir  en  fin 

Desleal ! 
Ella  se  teme  á  sí  misma, 
y  si  usted  muda  de  plan  .... 

¿Qué  plan Me  ciega  la  cólera, 

y  ahora  me  siento  incapaz 

de  oir  consejos 

[Mirando  adentro.]  Se  acerca 

el  marido.  ¡Por  piedad 

No  tema  usted.  £l  no  tiene 
la  culpa 


ESCENA  X. 

RITA.    D.  MARCELO.    D.  ALEJO. 

Marcelo.  Hola!  Es  muy  galán! 

Alejo.     (Bien !  ¡  Mano  á  mano  mi  prima 

con  un  bizarro  oficial ! 

¡Si  la  sacase  de  penas 

y  de  mi  casa ! ) 
Rita.  (Ya  están 

frente  á  frente.  Habrá  tal  vez 

camorra Esto  marchará.) 


ESCENA  XI. 


Alejo. 

Marcelo. 

Alejo. 


Marcelo. 

Alejo. 

Marcelo. 

Alejo. 
Marcelo. 


Alejo. 
Marcelo. 


D.  ALEJO.    D.  MARCELO. 

Caballero 

Señor  mió 

Si  usted  no  lo  toma  á  mal 
quisiera  saber  á  quién 
tengo  la  honra  de  hablar. 
Mi  nombre  es  Marcelo  Estrada ; 

soy 

Ytt  veo:  capitán 
de  infantería. 

Conozco 
desde  su  más  tierna  edad 

á  su  señora  de  usted 

Ah!  bien.  Usted  me  tendrá 

por  su  servidor  y  amigo 

La  he  venido  á  visitar 
y  á  darle  mi  parabién 
por  su  coyunda  nupcial. 

Yo  soy  el  favorecido 

Si  no  fuera  necedad 
dar  crédito  á  las  hablillas 
del  público  lenguaraz, 
dijera  yo  como  todos 
que  el  buen  don  Alejo  Prats 
ha  sido,  entre  los  amantes 
de  tan  perfecta  beldad , 


70 


ELLA  ES  ÉL 


Alejo. 


Marcelo. 

Alejo. 

Marcelo. 


Alejo, 

Marcelo. 

Alejo. 


Marcelo. 


el  aue  merecia  menos 
j  el  que  ha  conseguido  más. 
Dios  se  lo  pague  a  Camila 
que  gracia  tan  especial 
me  dispensó.  Sin  embargo, 
puesto  que  dice  el  refrán , 
de  gustos  no  hay  nada  escrito, 
7  que  yo  nino^un  puñal 
puse  á  su  pecho,  pudiera 
responder  sin  vanidad 
que  Talia  más  que  todos 
los  candidatos  quizá, 
pues  sentenció  en  mi  favor 
competente  tribunal. 
Usted  Sabe  con  auién  habla? 
No  me  lo  ha  dicno  usted  ya? 
¿T  que  ten^o  malas  pulgas 
y  no  me  dejo  sobar 
de  nadie? 

Y  eso  ¿á  qué  viene? 

To  hablaba  aquí  en  sana  paz 

No  hay  paz.  Yo  amaba  á  Camila. 
Sépalo  usted 

tSonriiniose.^      Voto  á  san ! . . . . 
Jsted  la  amaba?  Lo  siento, 
pero  usted  ve  que  ya  no  hay 

remedio Ya  está  casada 

Yo  me  figuré  al  entrar 
que  era  su  dama  de  usted 

la  prima,  y  si  le  es  igual 

Qué  insulto!  Á  mí!  ¡Vive  Dios... 
Pero  no  es  este  el  lugar 
conveniente Nos  veremos. 


ESCENA  XIL 

D.  ALEJO. 

¿Está  dado  á  Barrabas 
ese  hombre?  Según  las  trazas, 
me  quiere  desafiar. 
Es  delito  el  ser  marido? 
Buena  está  la  sociedad ! 
No  basta  el  amor,  no  basta 
la  bendición  del  altar, 
ni  constar  como  casaao 
en  el  padrón  vecinal. 
No^  señor,  no;  que ,  amén  de  eso, 
tiene  uno  que  conquistar 
á  estocadas  la  pacífica 
posesión  de  su  mitad. 


Alejo. 
Camila. 

Alejo. 


Camila. 
Alijo. 

Camila. 
Alejo, 

Camila, 


Alejo. 


Camila. 


Alejo, 


Camila. 


Alejo. 


Camila. 
Alejo. 


Camila. 
Alejo, 


ESCENA  XIII. 


D.  ALEJO.     CAMILA. 


Camila.  No  has  salido  todavía! 
AJyo.      (No  la  diré  lo  que  pasa.) 

'   Camila 

Camila.  Fuera  de  casa 

ya  ha  tiempo  te  suponia. 


(Maldito  procurador!.... 

Se  habrán  visto ) 

Aún  no  he  salido. 
Como  te  vi  ya  vestido 

salir  por  el  corredor 

La  hija  de  mis  entrañas 

me  vino  á  pedir  un  beso, 

y  el  paternal  embeleso 

me  entretuvo.  Qué!  lo  extrañas? 

Ahí  no. 

Al  marcharme  después 

oigo  hablar,  entro Era  Itita 

que  estaba  aquí  con  visita 

6í^  Vas  á  saber  quién  es 

Habéis  hablado  los  dos? 

Muy  poco.  Yo  no  averiguo 

Dijo  que  era  amisto  antiguo 

¿Qué  sé  yo Vaya  con  Dios. 

La  verdad  clara  y  sencilla 
de  mi  boca  has  de  saber : 
lo  exige  así  mi  deber. — 

Cuando  era  yo  una  chiquilla 

j^Vas  á  decir  que  te  quiso, 
y  tú  también  le  quisiste, 

y  se  fué,  y  la%s  tidi,  CAriste 

Bien !  Dios  le  dé  el  paraíso. 
Lo  que  yo  por  él  sentí 
al  iniciarme  en  el  mundo, 
no  fué  amor  tierno  y  profundq 
como  el  que  te  tengo  á  ti ; 

fué  capricho  fugitivo 

Si  al  cabo  yo  he  sido  el  rey, 
qué  mé  importa?  En  buena  ley 
no  hav  efecto  retroactivo. 
Bobadas  de  mi  niñez 
osó  recordarme  necio; 
mi  respuesta  fué  el  desprecio, 
y  no  volverá  otra  vez. 
Bien  hará  si  es  importuno, 
mas  te  juro  por  los  cíelos 
que  yo  de  él  no  tengo  celos , 
Camila,  ni  de  ninguno. 

Yo  te  juro 

Cierra  el  labio. 
Sé  que  eres  fiel  y  sincera. 
Si  tus  disculpas  oyera 
creería  hacerte  un  agravio. 

Jamás 

Baslá!  ¿Siempre  vos 
habéis  de  mandar,  señora? 
Silencio!  Yo  mando  ahora. 
Venga  un  abrazo,  y  ¡adiós! 


ESCENA  XIV. 

CAMILA. 

Qué  índole  tan  hermosa ! 
Si  el  más  leve  pensamiento 
contra  su  honor  y  su  dicha 
osara  abrigar  mi  pecho, 
la  más  infame  mujer 


ELU  ES  ÉL. 


71 


sería  del  universo. 
¡Caán  diversos  caracteres 
el  suyo  y  el  de  Marcelo ! 
¡Yenír  ahora  ese  loco 
á  acibarar  mi  contento !....' 
Niñadas  sin  consecuencia 
no  le  dan  ningún  derecho 
para  atreverse Qué  traes? 


ESCENA  XV. 

CAMILA.    BRUNO.  * 

Bruno.    [Con  nna  esquela  en  la  mano.] 

Traigo  esta  esquelita,  pero 
no  sé  qué  he  de  hacer  con  ella. 
Dice  el  sobrer  «A  don  Alejo,» 
y  que  se  la  dé  en  su  mano 
me  ha  encargado  el  mensajero. 
Él  no  está  en  casa,  y  usted 
es  el  alma  de  su  cuerpo. 
El  sobre  por  una  parte, 

usted  por  otra Me  veo 

confuso  y  comprometido 
como  burro  entre  dos  piensos. 
Pelmazo,  dame  esa  esquela. 
En  obedecer  no  yerro. 
Tome  usted. 

{Tomándola.]  Quién  la  ha  traido? 
Jn  militar. 

(Ah!  sospecho....) 
Bien  está.  Yete. 


Camila. 
Bruno. 

Camila, 

Bruno, 

Camila. 


ESCENA  XVI. 

CAMILA. 

[Abriendo  la  esquela.] 

Veamos 

Don  Marcelo  firma Tiemblo 

[Lee  para  si.] 

Bien  mi  corazón  temia 

Hombre  temerario!....  Un  duelo! 
¡T  no  ha  empuñado  jamás 
una  arma  mi  pobre  Alejo ! 
Dicha  ha  sido  que  en  mis  manos 
caiga  este  papel  funesto, 
y  no  en  las  suyas ,  a  ue  al  fin 
me  adora  y  es  caballero, 
y  por  su  amor  y  su  honra 

matar  se  deiara.  Oh  cielo! 

Mas  ocultarle  esta  carta 
¿de  qué  servirá  si  luego.... « 
Desventurada  I  ¿Qué  haré 


Rita. 


ESCENA  XVII. 

CAMILA.    RITA. 

Rita.       Aquí  sólita?  Qué  es  eso? 

cómo  estás  tan  agitada? 
Camila.  (Dios  mió,  inspiradme ! ) 
Rita.  ¿Puedo 

saber 

Camila.  No  es  nada 

Rita,  ¿Es  acaso 

ese  papel  el  objeto 

de  tu  mquietud? 
Camila.  No. ....  ( Qué  idea ! ) 

Te  aseguro 

[Toca  la  campanilla.] 

(Aquí  hay  misterio.) 

ESCENA  XVIII. 

CAMILA.    RITA.    BRUNO. 

[Á  Bruno  aparte  saliéndole  al  en* 

cuentro.] 

¿Sabes  dónde  está  la  fonda 
nueva? 

(No  digo?  Secretos....) 
Dos  pasos  de  aquí. 

Pues  corre. 
Pregunta  por  don  Marcelo 

Estrada 

(Qué  será?) 

YdUe 
que  se  llegue  aquí  al  momento, 
que  tu  amo  se  lo  suplica. 
El  amo  es  usted :  entiendo. 
No,  torpe  I  Tú  has  de  decirle 
que  le  llama  don  Aiejo 
Prats.  No  me  nombres  á  mí 
para  nada. 

Ya. 

T  silencio! 

Nadie  ha  do  saber  en  casa 

Ni  el  amo? 

Tampoco. 

Bueno. 


Camila. 


Rita. 

Bruno. 

Camila. 


Rita. 
Camila. 


Bruno. 
Camila. 


Bruno. 
Camila. 

Bruno. 

Camila. 

Bruno. 


Rita. 


Camila. 
Rita. 

Camila. 

Rita. 

Camila. 


ESCENA  XIX. 

CAMILA.    RITA. 

¿De  cuándo  acá  esas  reservas 
conmigo  que  me  intereso 
tanto  por  ti? 

No  lo  dudo. 
Has  perdido  acaso  el  pleito? 
Ó  ¿qué  accidente  imprevisto... 
No  es  ningún  negocio  serio.... 

Si  no  te  ñas  de  mí 

Ya  lo  sabrás  con  el  tiempo. 


7« 


ELLA  ES  ÉL. 


Bruno. 


ESCENA  XX. 

RITA. 

8í,  8í,  aquí  hay  gato  encerrado, 
mas  me  deyano  los  sesos 
y  en  un  ciego  laberinto 
de  conjeturas  me  pierdo. 
¿  Si  será  del  capitán 

la  carta?  Qué!  no  lo  creo 

¿Qué  le  habrá  dicho  mi  prima 
al  criado^  que  corriendo 

salió Sí,  sonó  la  puerta 

¿Adonde Me  desespero. 

¿Adonde  irá Yo  daría 

una  oreja  por  saberlo. 
Estaré  alerta,  y  si  el  hilo 
llego  á  coger  de  este  enredo 


ESCENA  XXI. 

RITA.    BRUNO. 

[Lleffa  acelerado  y  se  dirige  á  Rita, 
que  está  de  espaldas.] 

Antes  de  veinte  minutos 
Tendrá  el  señor  don  Marcelo. 

[  Volviendo  la  cabeza.] 

Hola !  ¿Qué  escucho ! 

No  es  ella ! 
Mal  haya  mi  aturdimiento. 
Por  Dios,  que  no  diga  usted 

á  su  prima Está  allá  dentro?  ' 

Sí.     • 

Voy  á  darle  el  recado. 

I  Señorita ,  por  san  Pedro 

No  temas. 

¡  Ser  yo  chismoso 
sin  comerlo  ni  beberlo ! 


ESCENA  XXIL 

RITA. 

Una  cita  misteriosa 

Lindamente!  Esas  tenemos? 
Miren  la  mosquita  muerta ! 
¡  En  público  tanto  ceño 
para  maquinar  después 
semejante  gatuperio! 


ESCENA  XXIII. 

CAMILA.    RITA. 

Camila.  (Cómo  la  echaré  de  aauí?J 

Aun  no  hemos  visto  al  enfermo 
de  arriba Si  de  mi  parte 


Rita. 
Bruno. 


Rita. 
Bruno. 

Rita. 
Bruno. 


quisieras  subir..,.. 
Rita,  (Comprendo.) 

Camila.  Doña  Paulita  está  sola, 

y  es  regular  ofrecernos 

Rita.       Bien ,  yo  la  haré  compañía 

si  quieres.  ^Disimulemos.) 
Camila.  P^s  amiga.  Aunque  te  subas 

la  calceta 

Rita.  Estoy  en  eso. 

(Primita!  primita!  ¿Quieres 

quitar  estorbos  de  en  medio? 

10  te  serviré.)  Ta  subo. 

(  Se  colmaron  mis  deseos.) 


ESCENA  XXIV. 

CAMILA. 

I  Anda  en  ñial  hora,  fisgona 
insufrible !  Mis  proyectos 
ignora,  y  para  cumplirlos 
conviene  tenerla  lejos. 

{Mirando  adentro.] 

Bien.  Ya  sale.  El  capitán 
no  puede  tardar.  Alejo 
no  volverá  hasta  la  hora 
de  comer.  A  cualquier  precio 

[Toca  la  campánula.] 

es  necesario  impedir 
que  se  verifique  el  duelo. 


ESCENA  XXV. 

CAMILA.    BRUNO. 

Camila.  Cuando  venga  el  capitán 

le  dirás  que  tome  asiento 

y  espere  aquí. 
Bruno.  Bien ,  señora. 

Camila.  T  entra  á  avisarme  ligero. 
Bruno.    Pero  él  vendrá  preguntando 

por  el  señor  don 

Camila.  Mastuerzo, 

calla  y  haz  lo  que  te  he  dicho. 
Bruno.    Lo  haré  así^  ni  más,  ni  menos. 


ESCENA  XXVI. 

BRUNO. 

Esto  ya  pica  en  historia;        * 
esto  me  huele  á  cortejo; 
pero  ¿qué  se  me  da  á  mí 

si  otro  ha  de  llevar  los Siento 

abrir  la  puerta 

[Acercándose  ala  déla  derecha.] 

Aquí  está. — 
Adelante,  caballero. 


ELLA  ES  EL. 


ESCENA  XXVII. 


BRUNO.     D.  MARCELO. 

Marcelo,  ¿  Don  Alejo 

Bruno,  Ruego  á  usted 

que  espere Voy  en  un  vuelo 

Siéntese  usted 

Marcelo.  No  está  tu  amo? 

Bruno.    Sí  tal.  (Ella  es  él.  No  miento.) 


ESCENA  XXVIII. 

D.  MARCELO. 

( Llamarme  lese  hombre  á  su  casa 
euando  yo  fuera  le  reto! 
Vamos",  querrá  transigir. 
£l  no  es  nombre  á  lo  que  too 
de  armas  tomar.  Seró  inútil, 
porque  estoy  hecho  un  veneno. 
Ó  riñe  y  muere  á  mis  manos, 
ó  en  el  teatro,  en  paseo...., 
donde  le  vea,  le  escupo 
y  le Camila!  Qué  es  esto? 


ESCENA  XXIX. 


Marcelo. 


Camila. 


Marcelo, 
Camila. 


Marcelo. 

Camila. 

Marcelo. 

Camila. 

Marcelo. 

Camila. 

Marcelo, 

• . 

Camila. 
Marcelo, 


Camila. 
Marcelo, 


CAMILA.     D.  MARCELO. 

Sepa  usted,  señora  mia,. 
por  si  me  quiere  culpar, 
que  aquí  vengo  á  mi  pesar. 

Cierto  asunto  me  traia 

Don  Alejo 

Con  él  no; 
conmigo;  y  ahora,  al  punto, 
se  ha  de  zanjar  ese  asunto. 
La  cita  la  he  dado  yo. 

Cómo!  ¿Usted 

Yo  recibí 
la  esquela  de  desafío. 
El  honor  de  Alejo  es  mió. 
Aquí  me  tiene  usté  á  mí. 
£s  posible!.... 

Sí,  señor. 
¡Usted  lidiar 

Sí,  en  su  nombre. 
Entre  una  bella  y  un  hombre 
sólo  hay  combates  de  amor. 
No  se  entiende  eso  conmigo. 
VentorQSo  yo  si  lucho 
con  la  deidad 

Eh !  no  escucho 
lisonjas  de  mi  enemigo. 
¿  Qué  extraño  acceso  de  bilis 
lo  ha  dado  á  usted?  Pero  veo 
que  es  chanza 

No  me  chanceo. 
Vamos ,  ya  entiendo  el  busilis. 


Camila. 


Marcelo, 
Camila, 

Marcelo. 

Camila. 

Marcelo. 

Camila. 


Marcelo, 
Camila, 


Marcelo. 
Camila. 


73 

Don  Alejo  se  acoquina , 

huye  al  riesgo  las  espaldas , 

y  al  sagrado  de  las  faldas 

apela  como  un  gallina. 

Alejo  no  sabe  nada; 

lo  juro.  Si  así  no  fuera, 

antes  mil  veces  muriera 

que  ver  su  honra  mancillada. 

Mas  yo  tengo  honra  también, 

yo  también  tengo  una  vida, 

y  doila  al  hierro  homicida 

por  salvar  la  de  mi  bien. 

Qué  mucho?  Él  me  hace  dichosa, 

y  yo  le  quiero  constante 

con  el  delirio  de  amante , 

con  la  ternura  de  esposa. 

No  lo  tome  usted  á  agravio 

recordando  que  tal  vez 

oí  grata  en  mi  niñez 

alaoanzas  de  ese  labio; 

que  las  mujeres  honradas 

quieren  amar  de  solteras, 

mas  quizá  no  aman  de  veras 

hasta  después  de  casadas. 

Ceda  esa  saña  cruel , 

ó  yo  la  reclamo  toda, 

que  si  hubo  culpa  en  mi  bodaí 

Ío  la  cometí;  no  él. 
unda  oficial  veterano 
en  las  armas  su  blasón : 
él ,  de  blanda  condición, 
jamás  las  tomó  en  la  mano. 
Si  porque  usted  no  le  afrente 
combate  con  tal  maestro, 
morirá  por  menos  diestro 
y  no  por  menos  valiente. 
jT  usted  después  muy  ufano 
dirá:  vencí  en  la  pendencia; 
robé  un  padre  á  la  inocencia 
y  á  la  patria  un  ciudadano! 
Si  con  tales  regocijos 
esa  alma  cruel  se  exalta, 
r  muera  yo,  que  menos  falta 
naré  yo  á  mis  pobres  hijos ! 
Oh  Camila!  Oh  dicha  inmensa!.... 
Ea  pues,  luzca  ese  acero, 

y  si  es  usted  caballero 

Contra  una  dama  indefensa !     * 
Armas  tengo. 

Yo  no  advierto 

cuáles 

Mi  propia  flaqueza , 

mi  fe....,  quizá  mi  belleza 

y  estas  lágrimas  que  vierto. 
iBasta.  El  alma  más  proterva 

no  osara 

Si  aun  no  he  triunfado, 
triunfaré.  Tengo  emboscado 
mi  ejército  de  reserva. 

¿Cuál 

¡Mis  hijos,  mi  consuelo! 
Mi  Alejito,  mi  Isabel! 
¡  un  niño  como  un  clavel 


74 


ELLA  ES  ÉL 


7  una  niña  como  un  cielo  I 


I 


Maréelo.  [Cayendo  i  los  pies  de  Camila.] 

Ah  I  No  más  I 

Camila.  Gracias  áDiosI 

Así  quiero  yo;  á  mis  pies!— 

Ahora digpa  usted:  ¿quién  es 

múÁ  yaliente  de  los  dos? 

Marcelo,  Mi  loca  pasión,  señora, 
me  cegó.  Siempre  amaré 
á  Camila....,  pero  sé 
cuál  es  mi  deber  ahora'. — 
Hoy  parto  para  Murriedro 


ESCENA  XXX. 

CAMILA.    D.  MARCELO.    RITA.    D.  ALEJO. 


la  no  merecida  injuria. 
Amela  usted  satisfecho, 
pues  juro  que  es  inocente...., 
y  ni  es  cobarde  ni  miente 
quien  lleva  esta  cruz  al  pecho. 


Ál(¡f0. 

Hita. 


[Entran  apresurados.] 
¿Qué  veo!  Infamial.... 


Aquí  está ! 
Camila.  [Riéndose.] 

¡El  rico-hombre  de  Alcalá 


Alejo, 
Camila. 

Alejo. 
Camila. 


i  los  fUs  del  Rey  don  Pedro! 

¿Así  respetas  los  lazos 

¿Qué  más  quieres  si  le  yes 

arrepentido  á  mis  pies 

Pero 

[AhrazindoU. — D:  Marcelo  se  le- 
vanta,] 

T  él  me  ye  en  tus  brazos? 
Alejo,     Mujer,....  yo Mi  confusión 

Mas  si  mereces  mi  gracia, 

no  el  señor,  y  de  su  audacia 

me  dará  satisfacción. 
Marcelo.  Pasó  mi  loco  arrebato. 

Tanta  yirtud  lo  aniquila. 

Ángel  celeste  es  Camila 

Íyo  he  sido  un  insensato, 
iéntras  injusto  y  celoso 
su  esposo  la  perseguía, 
ella  su  sangre  ofrecia 
por  la  sangre  de  su  esposo. 
Camila ! 


Alejo. 
Camila. 


Rita, 
Marcelo, 


[Dándole  la  esquela.  D,  AUjo  la  lee 
para  si  rápidamente.] 

Toma,  lee  y  calla. 
(Qué  es  esto?) 

Una  dama  yió 
temblar  á  quien  no  tembló 
en  los  campos  de  batalla.  . 
To  parto,  y  al  que  en  mi  furia 
reté  desmedido  y  ciego 
que  me  perdone  le  ruego 


ESCENA  XXXI. 

CAMILA.    RITA.    D.  ALEJO. 

Alejo ,      Ah  I  y  o  también  á  tus  pies 

Camila.  [Deteniéndole.] 

Tonto !  Ese  no  es  tu  lugar. 

A lejo .     ¿Cómo  has  podido  triunfar 

Camila.  Yo  te  lo  diré  después. 
Alejo.     Sentí  en  el  honor  cosquillas, 

y  á  poco  la  acción  más  yil 

Un  chisme  de  ese reptil 

me  sacó  de  mis  casillas. 
Camila.  Pues  yo  su  soplo  bendigo, 

porque  redunda  en  mi  gloría, 

y  de  mi  noble  yictoria 

te  ha  llamado  á  ser  testigo. 
Alejo.      Oh,  sil— Te  rue^,  no  obstante, 

por  mi  amor  sumiso  y  tierno, 

que  las  riendas  del  gobierno 

me  fies  por  un  instante. 
Camila.  Eh!  calla  1  ¿Acaso  un  marido 

necesita  aue  le  den 

Alejo.      Si  tú  no  dices  amén, 

nada  haré. 
Camila.  Pues  concedido. 

Alejo.      Gracias.  Ahora  bien ,  usando 

de  mis  facultades Toma 

la  puerta,  Rita.  No  es  broma. 

To  lo  exijo;  yo  lo  mando. 
Rita.      Bien.  (Estoy  hecha  una  brasa.) 

Con  muchísimo  placer 

Alejo.      Es  que  ahora  mismo  ha  de  ser. 

No  más. chismes  en  mi  casa! 
Rita.       Sí ,  sí,  aunque  pjda  por  Dios 

limosna,  me  quiero  ir...., 

porque  no  os  puedo  sufrir 

a  ninguno  de  los  dos. 


ESCENA  OLTIHA. 


CAMILA.    D.  ALEJO. 


Camila.  Lo  creo;  se  irá  sin  pena, 
pue»  vana  fué  su  perfidia , 
y  es  do^l  para  la  enyidia 
presenciar  la  dicha  ajena. 


EL  POETA  Y  LA  BENEFICIADA. 


COMEDIA  EN  DOS  ACTOS. 


Se  estrenó  en  el  teatro  del  Principe  el  dia  15  de  Mano  de  1838« 


PERSONAS. 

LA  BENEFICIADA.  I  EL  POETA. 

DOÑA  ISABEL.  I  D.  AMBROSIO. 

D.  PRÓSPERO. 

La  aicena  es  en  HacLrid.  Sala  con  tres  puertas.  Mesa  de  despacho  con  recado  de  escribir. 

libros  y  papeles  revneltos.  Habrá  también  un  piano. 


^^^^^^^^^^^^^^kf^^^^^f^^^ 


ACTO  PRIMERO. 


ESCENA  I. 


EL  POETA. 


[Aparece  senado  á  la  mesa  de  despacio  con  la 
pluma  en  la  mano  y  meditando.] 

Ni  un  pensamiento  siquiera 

gira  la  última  estancia  I- 
h  creación  de  mis  sueños ! 
oh  fíat  de  mi  esperanza  1 
¡otra  inspiración  tan  sola, 
y  acaso  á  más  de  una  dama 
viva  y  real  cause  envidia 
mi  Belisa  imaginaria! 
Quizá  mi  ruego  desoyes 
porque  no  comparo  al  nácar 
tu  frente,  al  oro  tus  trenzas, 
tu  suave  aliento  al  ámbar, 
y  no  juro  que  si  lloras 
una  perla  es  cada  lág^ma; 
que  aunque  el  ocio  de  un  poeta 
te  engendró,  bello  &ntasma , 
basta  que  mujer  te  llames 
para  ser  interesada. — 
Repasemos  la  canción 
á  ver  si  me  templo. 

[Leyendo.] 

«Sábanas 


Navajeros Calcetines....» 

Qué  es  esto?  Hay  mayor  infamia? 

I  Al  respaldo  de  mis  versos 

la  cuenta  sucia  yjprosaica 

de  la  lavandera  I  Oh !  sea 

mil  veces  excomulgada 

la  sacrilega  patrona 

que  su  mano  temeraria 

puso  aquí Pero  tal  vez 

mi  pluma  fué  la  culpada, 
que  tocante  á  distracciones 
nadie  á  los  poetas  gana. 
Paciencia.  Vuelvo  la  hoja 
j  que  lo  averigüe  Vargas. 

[Lee  para  si.] 


ESCENA  II. 

EL  POETA.    DOÑA  ISABEL. 

Isabel.     El  almuerzo  está  servido. 

Cuando  usted  guste 

Poeta.     [Corrigiendo.]  ¡Malhaya 

el  asonante! 
Isabel.  No  me  oye. 

Ni  oyera  trompas  y  cajas 


76 

Poeta, 

Isabel. 

Poeta. 

Isabel, 
Poeta. 

Isabel. 


EL  POETA  T  LA  BENEFICIADA. 


Poeta. 
Isabel. 

Poeta, 

Isabel. 

Poeta. 

Isabel. 


Poeta. 
Isabel. 

Poeta. 
Isabel. 

Poeta. 
Isabel. 
Poeta. 


cuando  le  sopla  la  musa. 
Ah!  Soy  feliz! 

[Escribe.] 

Se  entusiasma 
de  un  modo..... 
[Eser,ib^.]  «Pero  los  ojos 

¿lenguas  no  son?;> 

(Con  quién  habla?) 

[Escribiendo.] 

«Mírame,  hermosa...» 

(Requiebros! 
Quién  será  la  afortunada? — 

Mas  tan  tarde  y  en  ayunas 

Yo  me  acerco.  Me  da  lástima ) 

[Acercdnáose.] 

Deje  usté  eso,  que  ya  es  hora 
deilmorzar.'^ 

\Distraido.]  No  tengo  gana 

Pues;  y  luego  ¡qué  dolor 

de  estómago!  Cataplasmas!.... 

Cataplas r  Vocablo  horrible 

que  asusta  á  las  nueve  hermanas! 
Vamos... y  tiempo  hay...  Lo  primero 

es  comer 

Voy  sin  tardanza, 
dona  Isabel.  Pronto  acabo. 
Suplico  á  usted  que  se  vaya. 
Muy  bien.  No  seré  importuna. — 
Diga  usted:  ¿cuándo  me  saca 
de  su  cabeza  unas  coplas 
para  mí?  Teniendo  en  casa 

el  fabricante,  es  razón 

(Yo  Tersos  á  una  tarasca!) 
Ka,  no  me  voy  de  aquí 

si  usted  no  me  da  palabra 

(Qué  suplicio!....)  Bien,  señora. 
Quiero  unas  décimas  que  ardan 
en  un  candil. 

Sí Ya  he  dicho 

Corriente.  Abur. 

(La  matara!) 


ESCENA  III. 

EL  POETA. 

Santo  Dios,  qué  pesadilla! 
Ya  se  me  fué  el  pensamiento, 

la  vena Incapaz  me  siento 

de  hacer  una  redondilla. 
¡Que  nunca  he  de  verme  libre 
de  gente  necia  y  moscona ! 
Y  á  f e  que  la  tal  patrona 
lo  es  y  de  grueso  calibre. 
Todo  el  mundo  me  molesta 
con  obstinada  porfía, 
j  Mal  haya  mi  nombradía 


Prósp. 
Poeta. 


que  tanto  pesar  me  cuesta! 
Ya  un  musiquillo  á  su  pauta 
quiere  esclavizar  mi  musa, 
y  á  la  corchea  ó  la  fusa 
que  me  chilla  con  la  nauta. 
Quién  piensa  que  me  espeluzno 
cuando  me  propone  ufano 
que  le  encuentre  en  castellano 
un  consonante  á  rebuzno. 
A  rebuzno  un  consonante? 
Para  eso  mi  ciencia  es  poca, 
respondo.  Abre  tú  la  boca 
y  lo  hallarás  al  instante. 
Quién ,  tocando  otro  registro, 
viene  á  que  ]e  ponga  en  verso 
un  memorialon  perverso 
que  piensa  dar  al  ministro; 
y  añade  que  es  menester 
versificarle  asimismo 
la  partida  de  bautismo 
y  el  grado  de  bachiller. 
Ya  con  urgentes  instancias 
á  cualquier  aniversario 
me  encomienda  el  empresario 
un  drama  de  circunstancias. 
Ya  me  hacen  perder  el  juicio 
cinco  actrices  que  á  la  par 
acuden  á  mi  tetar 

Sara  hacer  su  beneficio, 
tro  dice  muy  formal : 
Rime  usted  en  un  acróstico 
el  natalicio  y  pronóstico 
de  don  Fulano  de  tal. 
Ya  me  encarga  el  Ateneo 
nn  apéndice  al  Rengífo. 
Ya  me  pide  un  logogrifo 
el  director  del  Liceo. 
Si  en  un  convite  me  hallo, 
otro  quiere  que  improvise 
un  madrigal  á  su  Nise 
y  un  soneto  á  su  caballo. — 
Grita  una  voz  de  zambomba : 
vaya  una  bomba !  y  beodos 
gritan  á  su  ejemplo  todos: 
vaya  una  bomba !  una  bomba ! 
Y  alza  su  cuello  de  yeg^a 
doña  Inés,  y  rumia,  y  tose, 
y  para  que  yo  lo  glose 
me  da  un  pié  de  media  legua. 
Reniego  do  tal  belén 
que  ni  honra  da  ni  pesetas. 
Por  Dios!  por  Dios!....  Los  poetas 
somos  prójimos  también  (*). 


ESCENA  IV. 

EL  POETA.    D.  PRÓSPERO. 

Beso  á  usted  la  mano,  amigo. 
Beso No  tongo  la  honra 


(*)    Hay  macho  de  histórico  en  este  monólogo. 


EL  POETA  ¥  U  BENEFICIADA. 


77 


Prósp. 


r 


Poeta. 
Prósp. 
Poeta . 

Prósp. 

Poeta. 
Prósp. 

Poeta, 
Prósp. 

Poeta. 
Prósp. 


Poeta. 
Prósp. 


Poeta. 


I    Prósp. 


Poeta. 
Prósp. 


de  conocer 

Con  efecto, 
presumo  que  mi  persona 
no  le  es  á  usted  conocida. 
Mi  nombre....,  ya  es  otra  cosa! 
Pues  dígame  usted,  si  gusta, 

cómo  es  su  gracia 

Pantoja. 
Próspero  Pantoja. 

Muy 
señor  roio.  Mi  memoria 

no  recuerda 

Es  marayilla. 
Mas  dejemos  ceremonias 

aoarte.  Entre  literatos 

Ah!  ¿Conque  usted 

Es  notoria 
mi  decidida  pasión 
á  las  bellas  letras. 

Hola ! 
En  todas  las  sociedades 
literftrias  se  me  nombra. 
Celebro  mucho 

He  comido 
Tarias  veces  en  la  fonda 
de  Genieys  con  los  autores 
dramáticos  de  más  nota; 
frecuento  las  librerías, 

Íme  saludan  las  cómicas, 
ero  ¿qué  objeto 

Mi  flaco 
68  el  amor  á  la  gloría, 
y,  sin  vanidad,  espero 
que  he  de  lograr  fama  postuma. 
(Es  muy  modesto.)  Habrá  usted 

Sublicado  algunas  obras 
íinguua.  Yo  me  he  propuesto 
inmortalizarme  á  cos& 
de  los  demás. 

De  qué  suerte? 
Diré :  siguiendo  la  moda 
me  he  mandado  hacer  un  áibum, 

[Enseñando  uno  que  trae.] 

Vea  usted :  qué  bella  forma  I 
Soberbia  encuademación! 
Qué  dibujos!  Eb?  Qué  orlas! 
Alegría  ha  echado  el  resto. 
Oh  I  bien  vale  las  dos  onzas 
que  me  ha  costado.  Este  álbt(m 
corre  de  una  mano  á  otra 
cual  si  fuera  peso  duro, 
y  todo  escritor  que  goza 
do  algún  nombre  contribuye 
con  algo  para  mi  gloria. 
Ya  una  sentencia  moral, 
ya  un  soneto,  ya  la  glosa 
de  una  máxima  de  Horacio, 

Ía  un  fragmento . . .  Ahora  está  en  boga 
acér  fragmentos  adrede  (*). 


Poeta. 
Prósp. 


Poeta. 
Prósp. 

Poeta. 
Prósp. 

Poeta. 

Prósp. 

Poeta, 
Prósp, 


Poeta. 
Prósp, 
Poeta. 

Prósp. 
Poeta. 
Prósp. 

Poeta* 
Prósp, 

Poeta, 
Prósp, 


Ya  un  trozo  de  buena  prosa 

Véalo  usted.....  ¡Y  mi  nombre 
campea  en  todas  las  hojas ! 


[Leyendo.] 


«  Á  Pantoja. » 

Sí. 
«A  don  Próspero. — 
A  don  Próspero  Pantoja.» 
Repáselo  usted  después 
y  verá  cómo  me  elogian. 
Y  qué  firmas !  — Todas  ellas 
podrán  valer  en  la  Bolsa 
treinta  reales ;  pero  son 
de  alto  precio  en  Helicona. 
Así  me  nago  popular; 
y  si  un  dia  se  me  antoja, 
imprimo  el  álbum  y  pongo 
en  la  portada:  «Curiosa 
y  auténtica  miscelánea 
de  retales  y  rapsodias 
literarias,  que  cien  plumas 
coetáneas  españolas 
escribieron  en  elogio 
de  don  Próspero  Pantoja, 
con  sus  firmas  Qn  facsímile 
por  apéndice  á  la  obra , 
y  el  retrato  del  autor.;» 
(Del  autor!) 

Así  en  la  historia      • 
mi  nombre  será  famoso 
hasta  la  edad  más  remota. 
Quedo  enterado. 

Ahora  bien, 
yo  quiero  que  usted  me  ponga 

unos  versos 

Es  inútil 

Ya  los  tiene  usted  de  sobra. 
Por  una  muestra  de  usted 
daria  diez  de  las  otras. 

Usted  me  honra  mucho,  pero 

No  lo  digo  por  lisonja. — 
Vamos ,  usted  me  ha  dé  hacer 
este  favor.  Una  copla 
siquiera. 

No  tengo  tiempo. 

Hombre,  para  una  bicoca 

De  un  hombre  á  quien  no  conozco 

¿qué  he  de  decir 

Cualquier  cosa. 
Dale!.... 

Diga  usted que  soy 

aficionado  á  las  ostras. 

Perdone  usted 

No  hay  excusa. 
Ahí  queda  el  álbum, 

(Qué  posma ! ) 
Ea,  ahur.  Volveré  pronto. — 
Quieto !— Dentro  de  una  hora.       / 


( ')   Esto  también  es  histórico. 


.  7« 


EL  POETA  T  LA  BENEFICIADA. 


ESCEItA  V. 

EL    POETA. 

¡Mal  tabardillo...  ¿Habrá  un  hombre 
más  ridículo?  Me  asombra 
la  infinita  variedad 
que  ostenta  Dios  -en  sus  obras, 
¿endito  seal  Á  millares 
cuenta  los  tontos  Europa, 
I  y  no  hay  dos  que  se  parezcan!— 
No  me  sacudo  la  mosca 
si  no  consiento 

[Se  sienta  y  discurre.] 

¿Qué  diablos 

he  de  escribir Aiil  La  cólera 

me  ha  inspirado  un  epigrama 
con  honores  de  ventosa. 

[Escribe  en  el  álbum.] 

Así. — Quiero  que  escarmiente. — 
Duro ! — T  más  que  haya  camorra 
después. — Bien. — Y  con  mi  firma. — 
Toma  esa  y  vuelve  por  otra  I 

[Deja  el  álbum  y  vuelve  á  tomar  el 
papel  de  antes] 

Ahora  á  mi  canción.  [Á  ver 
si  acabo  la  última  estrofii! 

[Repensando.] 

Fuera  este  verso,  que  infringe 
las  leyes  de  la  prosodia. — 

Ah!  ¡Bella idea Mi  pluma 

correrá  veloz  ahora. 

[Breve  silencio.  Escribe  con  rapidez.] 

Sólo  faltan  cuatro  versos 

y  el  estribillo. — Zozobra 

No.  Palpitación 

[Escribe.] 

Sí.  Bien ! 

Ahora  cambiando  la  glosa 

Bravo  I  Cálamo  cúrrente 

[Otro  momento  de  silencio.] 

Ta  está.  Leámosla  toda. 

[iSe  levanta  y  lee.] 

AMOR  MUDO. 

Á  BBLI8A. 

Si  mi  silencio  elocuente 
no  revela  mi  pasión , 
nunca  sabrás  lo  que  siente, 
Belisa,  mi  corazón. 


Con  tanto  gozo 
te  miro  yo 
como  á  la  aurora 
lánguida  flor; 
y  á  veces  creo, 
tan  ciego  estoy ! 
que  sólo  hay  mundo 
para  los  dos. 
Hablas?  Del  cíelo 
viene  tu  voz. 
Tierna  me  miras? 
Perdido  soy  I 
T  ora  gozando 
dicha  mayor 
miro  á  los  ángeles 
con  compasión; 
ora  en  tus  ojos 

{)re8umo,  ay  Dios ! 
eer  mi  eterna 
condenación. 
Ves  abrasada  mi  frente, 
ves  mi  afán,  mi  agitación; 
¡y  preguntas  lo  que  siente, 
Belisa ,  mi  corazón ! 

« 

Soñando  dichas, 

«habla;  valor  I» 

dice  á  mi  labio 

blanda  ilusión. 

Mas  la  esperanza 

se  huye  veloz , 
.  y  dice  el  miedo 

que  viene  en  pos: 

calla,  atrevido. 

Quién  te  engañó? — 

¿Culpas,  Belisa, 

mi  indecisión? 

Así  un  mañana 

me  queda  hoy. 

¡También  es  vida 

la  del  temor! 

Mas  si  provoco 

terrible  no, 

yo  propio  busco 

mi  perdición. 
Tú  de  la  voz  solamente 
me  harás  recobrar  el  don 
si  me  muestras  lo  que  siente, 
Belisa,  tu  corazón. 

Que  hables  no  pido, 
pues  callo  yo; 
pero  los  ojos 

Í lenguas  no  son  ? 
tírame,  hermosa, 
con  dulce  ardor, 
Y  en  tus  ojuelos 
luzca  mi  sol; 
y  nuevo  encanto 

5 reste  el  pudor 
e  tus  mejillas 
al  arrebol. 
Dame  la  mano, 


EL  POETA  T  LA  BENEFICIADA. 


7Í 


Itabel. 

m 

Poeta, 
hotel. 


Poeta. 
Isabel. 


Poeta. 
Isabel. 


Poeta. 
Isabel. 


prenda  de  amor, 
que  con  la  mía 
buscando  Toy. 
No  de  tu  pecho 
me  ocultes,  no, 
la  deliciosa 
palpitación. — 
Y  el  gozo  me  hará  valiente, 
7  ansioso  del  galardón...., 

Ío  te  diré  lo  que  siente^ 
ielisa,  mi  corazón. 


ESCENA  VI. 

EL  POETA..  DOÑA  ISABEL. 

Isabel.     [Con  un  plumero  de  Umpiar.] 

Almuerza  usted,  ó  no  almuerza? 
Qué  furia  de  trabajar! 

Poeta.     [Repasando  su  composición.] 

Voy,  sí. 
Isabel.  Dará  usted  lugar 

á  que  la  leche  se  tuerza. 

Poeta.     [Levantándose,] 

Me  detenía  este  parto 

de  mí  musa Usted  se  queda? 

[Limpiando  y  arreglando  los  muebles.] 
•  ■ 

Sí,  que  usted  todo  lo  enreda. 

Voy  á  arreglar  este  cuarto. 

Déjeme  usted  como  estén 

los  papeles 

Sí.  To  salgo 

dentro  de  un  instante.  Si  algo 

le  ocurre  á  usted 

Nada. 

Bien. 

A  la  calle  de  Hortaleza 

voy  en  un  instante  y  vuelvo. 

Ta  ve  usted ,  como  revuelvo 

mil  cosas  en  mi  cabeza 

Tengo  muebles  de  alquiler, 

huéspedes  y  mil  tramoyas. 

El  uno  me  empeña  joyas; 

el  otro 

¿Cómo  ha  de  ser! 

Mi  industria  con  honra  ejerzo.. 

mas  como  sola  me  ven 

y  viuda,  no  falta  quien 

Hay  malas  lenguas.  Mi  almuerzo... 

Más  de  un  galañ  impdHuno 

de  matrimonio  me  habló, 

pero  dar  mi  mano  yo 

sin  amar 

Poeta.  Mí  desayuno! 

Isabel.     Dicen  que  el  vital  estambre 

les  corto  con  mi  rigor 


Poeta.     Ellos  se  mueren  de  amor, 
y  yo... 

Isabel.     [Con  ternura.] 

Usted!... 
Poeta,     [Con  despecho,]  Me  muero  de  hambre. 
Isabel.     Ahí  sí.  Usted  perdone. — Hoy  día 
á  la  mujer  más  honrada 

-  le  pegan  una  tostada 

Poeta.     Voy  á  comerme  la  mia. 


ESCENA  VII. 

ISABEL. 

No  extraño  que  así  me  deje , 
aunque  me  estima.  Al  fin  es . 
el. hambre  muy  descortes 
y  tiene  cara  de  hereje. 

¡También  yo  he  sido  tan  plomo 

Quizá  me  engañe  el  deseo, 

pero  ese  muchacho creo 

que  me  mira no  sé  cómo. 

Ya  se  ve ,  como  es  poeta , 
no  sabe  una...,  pues!  si...  cuando... 
Los  versos  que  está  hilvanando 
le  trastornan  la  chabeta. 

[Tomando  la  canción.] 

Pues  soy  mujer,  y  es  precisa 

la  curiosidad  en  mí, 

yo  voy  á  leer. — Aquí 

dice:  «Amor  mudo.  Á  Belisa.» 

Sí,  sí,  que  obras  son  amores.    * 

[  Va  leyendo  para  si  los  versos.] 

Bien!  Qué  lindo!  qué  dulzura! — 
Admirable!  qué  ternura! — 
Estos  son  mucho  mejores. — 
¿Es  su  dama  alguna  esfinge, 
que  siendo  tal  su  pasión 
la  tiene  miedo? — Bribón! 
No  tiene  miedo;  lo  finge. 

Hola! — Ta  entiendo  la  misa 

Este  hombre  merece  un  trono. 
Ay  qué  amor  mudo  tan  mono ! 
Ay !  quién  será  está  Belisa?.... 
Mas  I  oh  memoria  feliz ! 
Yo  soy,  yo  soy !  La  manía 
se  me  acuerda  que  tenía 
mi  huésped  don  Diego  Ortiz. 
Dando  a  las  letras  tormento 

de  todo  hacía amalgamas 

No  es  eso.  ¿Cómo....  Antidramts... 
Anagramas!  Qué  talento! 
Yo  también  en  su  pesquisa 
tuve  parte.  Era  mucho  hombre! 
Recuerdo  que  de  mi  nombre 
hizo  dos ,  Lesbia  y  Belisa. 


80 


EL  POETA  Y  LA  BENEFICIADA. 


Amdr. 
Isabel, 

Ambr. 
Isabel. 

Ambr. 
Isabel. 


Soy  yo  Isabel?  Sí,  ó  nó? 
¿I  ese  nombre  de  Belisa 
con  el  mió  no  se  guisa? 
Luego  Belisa  soy  yo. 
£n  mí  hay  un  Isa  y  un  Bel; 
pon  el  Bel  antes  del  Isa, 
y  es  consecuencia  precisa 
que  Belisa  es  Isabel, 
Yo  soy  la  dichosa  dama 
del  poeta.  Él,  que  es  discreto, 
dice  y  calla  su  secreto 
en  embozado  anagrama. 
Su  timidez,  su  modestia 

son  pruebas Oh  cielo  santo  f 

¿Y  cómo  he^ardado  tanto 
en  conocerlo?  Qué  bestia! 

[  Volviendo  el  papel.] 

También  hay  Tersos  aquí? 

[Leyendo.] 

«Dos  pañuelos  de  batista. 
Enaguas,  uno.» — ¡Es  mi  lista 
de  la  lavandera!  Sí. 
Por  alguna  distracción 

aquí  la  hube  de  dejar 

Ya  no  es  posible  dudar 
Que  es  para  mí  la  canción. 
Qué  indirecta  tan  galante! 
¡  Qué  modo  tan  peregrino, 
tan  delicado  y  tan  fino 
de  declararse  mi  amante! 

[Lependo.] 

<cAmor  mudo »  Ah!  sin  razón 

temes  tanto  mis  enojos; 
mas  si  lenguas  son  los  ojos , 
yo  aprenderé  la  lección. 


ESCENA  VIII. 

DOÑA  ISABEL.    D,  AMBROSIO. 

Beso  á  usted  los  pies,  señora. 

[  Volcándose.] 

¿Quién Ah!  Servidora 

*  •    Está? 

Me  dijo  usted  que  á  las  doce 

No  ha  acabado  de  almorzar. 
Sírvase  usted  esperarle 
un  momento.  Ahora  vendrá. 
Muy  bien.  Yo  no  tengo  prisa. 

[Guardando  en  el  pecho  el  papel.] 
Bel-isal....  Oh  felicidad! 


Poeta. 

Ambr. 

Poeta. 
Ambr. 

Poeta. 
Ambr. 

Poeta. 

Ambr. 
Poeta. 
Ambr. 


Poeta. 
Ambr. 


Poeta. 
Ambr. 


ESCENA  IX. 

D.  AMBROSIO. 

Si  es  favorable  su  voto 

como  espero Lo  será; 

sí,  señor!  Si  no  me  aplaude 
diré  que  es  un  animal. — 

Es  que ¡es  mucho  drama  el  mío! 

¡  Á  mí  me  hace  horripilar, 

Ír  soy  su  autor !  Sobre  todo 
a  escena  del  alquitrán 

Aquí  viene. — CaDallero 


ESCENA  X. 

D.  AMBROSIO.    EL  POETA. 

[Saludando.] 

Qué  tiene  usted  que  mandar? 
Soy  para  servir  á  usted 

don  Ambrosio  Barragan 

Muy  señor  mió. 

Sintiera 

causar  incomodidad 

Ninguna.  Tome  usté  asiento. 
Pues,  señor,  vengo  á  tratar 

con  usted  de  cierto  asunto 

^Malo !  ¿  Si  me  pedirá 
dinero?; 

Yo  soy  cesante 

ÍNo  digo?  Me  va  á  atacar.) 
Gomo  estoy  desocupado 
y  no  cobro  un  solo  real 

Y  eso  que  en  punto  á  servicios 

Treinta  años  fui  militar; 

llegué  á  l^argento  segundo, 
y  hallándome  en  Alcaraz 
disfrutando  mi  retiro, 
logré  por  gracia  especial 

un  fielato 

Bien.  Sepamos. .... 
Pues,  señor,  para  abreviar, 
sin  embargo  de  mis  méritos 
y  mi  mucha  probidad, 
uno  de  los  cien  ministros 
que  al  año  vienen  y  van , 
para  acabar  con  don  Carlos 

Y  su  facción  pertinaz 
halló  el  ingenioso  arbitrio 
de  dejarme  á  mí  sin  pan. 
Lo  siento,  mas  yo  no  soy 
ministro  ni  tribunal 

Qué! ....  ¡  Si  yo  no  quiero  empleos, 

ni  tengo  necesidad 

Guando  uno  es  así....,  mañoso 

Yo  he  sido  cuarto  galán 
en  un  teatro  casero, 
y  harto  ya  de  recitar 


EL  POETA  Y  LA  BENEFICIADA. 


81 


dramas ,  he  dado  otro  giro 

á  mí  genio  teatral. 

Eu  fin ,  yo  he  compuesto  un  drama 

romántico,  singular, 

terrible Cosa  de  gasto; 

f)ero  si  usted  no  me  da 
a  mano 

Poeta.  Yo 

Amh\  Sí,  señor. 

Yo  sé  que  hay  mucha  amistad 
entre^usted  y  el  empresario, 

Íle  vengo  á  suplicar 
ara  esas  cosas  no  sirTen 
empeños.  Poco  valdrá 
que  usté  haya  sido  sargento, 
y  abono  la  vecindad 
su  conducta,  si  del  drama 
opina  la  empresa  mal. 

Amhr,     Yaya,  vaya,  que  si  usted 
me  quiere  recomendar 

Poeía.     Dado  caso  que  yodeba 
mirar  con  más  caridad 
á  un  extraño  que  á  un  amigo, 
y  que  consien^  en  votar 
contra  mi  propia  conciencia , 
al  cabo  no  es  un  costal 
el  empresario;  él  entiende 
la  aguja  de  marear; 
no  me  consulta  á  mí  solo; 
su  voto  es  de  calidad, 
y  aunque  aprecie  mi  dictamen 
aprecia  más  su  caudal. 

Amir.     Aunque  el  drama  sea  malo, 
poco  puede  aventurar, 
que  el  primer  dia  á  lo  menos 
el  teatro  llenará. 
Con  plantar  en  cada  esquina 
cartelon  descomunal 
con  letras  como  melones 
y  un  anuncio  charlatán 
en  que,  afectando  modestia, 
resignación  y  humildad , 
se  pone  el  drama  en  las  nubes...., 
no  se  necesita  más. 

Poeta,     Se  pierde  un  tiempo  precioso 
en  aprender  y  ensayar 
el  drama  malo  lo  mismo 
que  el  muy  bueno;  y  es  crueldad 
exigir  del  pobre  actor 
que  haga  un  mes  el  azacán 

Ír  g^ste  en  un  traje  nuevo 
o  que  no  tiene  quizá, 
para  hacer  luego  costillas 
al  espantoso  huracán 
que  silbando  se  desata 
contra  el  drama  criminal. 
Amir.     Yo  tomaré  precauciones 
contra  el  furor  popular. 
Tendré  amigos  que  piadosos 
conjuren  el  temporal , 
y  rezaré  á  san  Óines , 

Íatron  de  la  facultad, 
[i  mujer  y  sus  amigas 

IL 


la  cazuela  invadirán. 
Imploraré  en  el  cartel 
la  pública  caridad. 
Apelando  al  expediente 
de  una  esquela  circular 
haré  que  se  haga  la  entrada 

?or  reparto  vecinal, 
ntervendrá  en  mi  favor 
la  municipalidad. 
T  si  aun  así  no  aseguro, 
ya  que  no  el  triunfo,  la  paz  r 

pediré  cooperación 

á  la  milicia  local. 

Poeta,     Déjese  usted  de  ilusiones, 
que  eso  es  hablar  de  la  mar. 

Amln',     Supongamos  que  me  silben. 
¿Qué  grande  calamidad 
es  esa  para  un  pobrete , 
hoy  que  se  hace  rechiflar 
en  el  teatro  político 
tanta  notabilidad? 
Cobre  yo  mi  .contingente, 
y  no  importa  lo  demás. 

Poeta.     I^ero  el  caso  es  que  la  empresa 
no  se  querrá  aventurar 

Amir.     No  la  ha  de  arruinar  mi  drama. 
Lo  daré  con  equidad. 

Poeta.     El  autor  es  lo  de  menos. 

También  cuesta  un  dineral 
el  servicio  de  la  escena. 
¿  Usted  sabe  cómo  están 
ios  teatros 

Ambr.  Sólo  sé 

que  el  hambre  es  fiero  animal; 
que  los  fondos  han  bajado 
y  que  se  ha  subido  el  pan ; 
que,  sobre  estar  yo  cesante,    • 
mi  mujer  nunca  lo  está, 
y  no  hay  ejemplo  en  la  historia 
do  un  parir  tan  contumaz ; 
que  el  casero  me  despide , 
y  nadie  me  fía  ya...., 
porque  dicen  que  he  perdido 
toda  la  fuerza  moral. 

Poeta.     Ese  cuadro  lastimoso 

¿á  quién  no  mueve  á -piedad? 
El  empresario  no  tiene 
corazón  de  pedernal ; 
mas  porque  usted  se  socorra 
con  mezquina  cantidad 

Sha  de  perder  á  sabiendas 
icz  ó  doce  veces  más? 
Amir.     Pero,  señor,  ¡si  lo  pido 

con  mucha  necesioad ! .... 
Poeta.     Pero,  señor,  el  teatro 

jLes  por  ventura  hospital? 
Amir.     Si  digo  que  el  drama  es  bueno ! 

si  sé  que  va  á  alborotar ! 

¡si  me  han  dicho  mis  amigos 

que  es  producción  magistral ! 

Poeta.     Sí?  Pues  entonces 

Amir.  Aquí 

lo  traigo.  Usted  juzgará 

6 


I 


EL  POETA  Y  LA  BENEFICIADA. 


Poeta. 
Ambr. 

Poeta. 


íf, 


Aun^. 

Poeta. 
Ambr, 


Qa¿  va  á  ser  de  mí ,  gran  Dios ! ) 

o  es  necesario 

Sí  tal. 
Usted  me  ha  de  dar  su  voto 

con  toda  sinceridad 

( I  Ay  de  mi  y  que  el  manuscrito 
abulta  como  un  misal  I) 
Bien,  déjelo  usted  ahí 

La  patrona  lo  leerá.) 

o;  lo  oirá  usted  de  mi  boca , 

porque  la  letra  es  fatal 

m  importa (Perdido  soy!) 

Siempre  uno  mismo  le  da 
más  sentido Dice  así. 


íj 


Poeta.     [Conprontitvd.] 

Si  usted  pudiera  excusar 

Íor  hoy Tengo  aquí  una  cita. 
Ispero  á  una  actriz Verdad! 

No  es  pretexto. 

Amir.  Ya  supongo 

Poeta.     Antes  que  entre  el  carnaval 
quiere  hacer  su  beneficio, 
y  me  Tiene  á  consultar 
sobre  una  pieza  dramática 

Amdr.     Quién  sabe  cuándo  Tendrá? 

Vamos  leyendo  entre  tanto 

Poeta.     Pero 

Amdr.  Tengo  tanto  afán 

•  de  que  usted  conozca  el  drama.... 

Poeta.     Por  la  Virgen  del  Pilar! .... 

Amdr.     Suspenderé  la  lectura 

cuando  Teiiga  esa  beldad. 

Poeta.     Hombre!.... 

Ambr.  Siquiera  una  escena! 

Poeta.     Es  mucha  temeridad ! 


Ambr.     Este  drama  se  intitula: 

[Leyendo.] 

«La  feria  de  Trafalgar.;» 
Poeta,     (Cíelos!) 
Ambr.  «T  el  bandido  honrado, 

y  montes  del  Paraguay » 

Poeta.     (No  hay  quien  me  socorra?) 
Ambr.  «Ó  sea: 

Todos  son  hijos  de  Adán. 

Drama  de  grande  espectáculo, 

heroico,  sentimental, 

en  prosa,  en  siete  jomadas 

y  en  once  cuadros.» 
Poeta.  No  más! 

Ambr.     aPersonas.  El  Rey  de  Hungría, 

doña  Urraca,  un  capellán , 

don  Rodrigo  Calderón, 

san  José  de  Cidasanz, 

Jaime  el  Barbudo,  un  ventero 

don  Luis,  don  Pedro,  don  Blas, 

don  Cosme » 

Poeta.     [Se  levanta.]       ( Misericordia ! ) 

Cuál  sudo !  Voy  á  tomar 

un  pañuelo 

[Se  dirige  á  la  puerta  del  foro,  y  don 
Ambrosio  le  sigue  leyendo.]     - 

Ambr.                              «  Doña  Elvira , 
el  ministro  Macanaz , 
una  sombra,  diez  mendigos, 
el  prior  del  Escorial » 

Poeta.     Vuelvo 

Ambr,  Allá  voy.  «Una  bruja. , . » 

Poeta.     Yo  fallezco! 

Ambr.  «El  Preste  Juan , 

el  corregidor  de  Vélez 
y  el  alma  de  Garibay.» 


ACTO  SEGUNDO. 


ESCENA  I. 

EL  POETA.    D.  AMBROSIO. 

[Aparecen  sentados  d  la  mesa  de  despacho;  don 
Ambrosio  leyendo  su  drama,  el  Poeta  dando 

cabezadas.] 

Ambr.      [Leyendo.] 

^Don  .ff/íw.— Matadla  l—Fl  Prior.— 
Misericordia! — Don  Pedro. — 
Aquí  de  mis  fuertes  puños ! — 
Se  oyesi  gritos  i  lo  lejos. — 
Elvira. — Favor,  socorro ! — 
El  Corregidor. — Silencio! — 
Los  solamos. — Cierra  España! — 


Poeta, 


Ambr. 


La  Bruja, — (Dios  del  infierno, 
salgu  de  su  centro  el  mar 
y  crujan  los  elementos! — 
TabU.  Dase  la  batalla 
entre  el  granizo  y  los  truenos; 
desmáyase  doña  Elvira ; 
el  Prior  canta  el  Te  Deum ; 
la  fragata  se  va  d  pique; 
la  Bruja  baila  el  jaleo; 
arde  la  ciudad,  y  baja 
el  telón. — Cuadro  tercero.* — 
Se  duerme  usted? 

y%stezando.]          No,  señor, 
stoy  absorto,  suspenso 

(Qué  suplicio!) 

Este  final 
hace  erizar  los  cabellos. 


EL  POETA  T  LA 

Qué  le  ha  parecido  á  usted? 
Poeta.     Espantoso. 
Amir.  Oh  I  yo  lo  creo. 

Paes  ahora  ya  lo  mejor. 

Oiga  usted. — «Cuadro  tercero. 

El  AsesiDO.» 

Poeta.     [Entre  dientes.] 

Eres  tü  1 
Amir,     ¿Cómo... 

Poeta.  Adelante.  (T  yo  el  muertol) 

Ambr.     Atienda  usted.  «El  teatro 

representa  un  cementerio....» 

An!  se  olyidó  el  corregir 

esta  escena Aquí  en  un  yerbo... 

(Ton  el  permiso  de  usted 

Poeta.     Aquí  hay  pluma.  (Respiremos.) 

[Leda  una  pluma  y  D.  Ambrosio  se 
pone  d  corregir  su  drama.] 


ESCENA  11. 

EL  POETA.    D.  AMBROSIO.    DOÑA  ISABEL. 

Isaóel.     [Á  la  puerta.] 

Aun  está  aquí  ese  importuno 
y  me  retarda  el  momento 
de  mi  dicha.  )Qué  impaciente 
estará  mi  dulce  dueño  1 
¡T  volver  yo  á  mis  asuntos 
sin  que  sepa  que  le  quiero 
.  es  doloroso! — Él  pasea....; 

aquel  hombre  está  escribiendo 

Entraré 

[Entra.] 

Poeta.     [Saliendo  al  encuentro  de  doña  Isabel,] 

Doña  Isabel  1 
Usté  ha  venido  del  cielo. 
Sálveme  usted! 

Isabel.  (No  lo  dije? 

Está  perdido,  está  ciego 

por  mí.)  Baje  usted  la  voz 

Qué  anagrama!  He  visto  aquello. 

Poeta.     ¿Cómo 

Isabel.     [MirdndoU  con  ternura.] 

La  lengua  es  inútil. 
Harto  dice  mi  silencio. 
Poeta.     Pero..... 

Isabel.  Me  he  puesto  encarnada? 

Poeta.     (Lléveme  el  diablo  si  entiendo....) 

Isabel.     [Suspirando.]^ 

Ay! 
Poeta.  Qué  tiene  usted  ? 

Isabel.  Presumo 

Íue  estamos  los  dos  enfermos 
el  mismo  mal 

Poeta.  ( Qué  visajes ! ) 


BENEFICIADA. 

Qué!  ¿le  ha  dado  á  usted  tormento 

con  su  lectura  algún 

Isabel.     [Suspirando.}  Sí, 

pero  ¡qué  dulce  veneno! 

Poeta,     Señora! 

Isabel.  No  digo  más  y 

que  ya  en  los  ojos  revelo 

Poeta.     Hable  usted  claro. 

Isabel.     [Con  visible  off ilación  y  alargando  la 

mano.] 

.  No;  á  usted 

le  toca  ser  el  primero 

(Cómo  no  coge  mi  mano?) 

[Suspirando  \ 

Ay! 
Poeta.  (Qué  demonios  es  esto?) 

Doña  Isabel!.... 

[La  patrona  sigue  haciendo  monadas.] 

Ambr.     [Dejando  de  escribir.] 

Continúo 

¡Se  ha  largado ! . . . .  Ah !  ya  le  veo. 
Le  ha  embarjg^o  la  patrona. 

Poeta.     Señora!  ¡Con  mil 

Isabel.  Más  quedo! 

No  me  comprometa  usted  y 
que  mi  honor  es  lo  primero. 
Voy  á  ver  á  cierto  amigo 

que  me  empeñó  unos  cubiertos 

Si  no  me  paga,  ¡por  vida 
de  Isabel)  que  se  los  vendo! — 
No  será  larga  mi  ausencia, 
que  aqiií  la  vida  me  dejo. 

[  Vuelve  d  hacer  muecas.] 

Entretanto Ya  ve  usted 

Creo  que  estamos  de  acuerdo. 
Sé  descifrar  anagramas 
y  traducir  pensamientos. — 

Mis  ojos están  hablando, 

mis  mejillas son  de  fuego, 

mi  mano quieta  se  está, 

late  agitado  mi  pecho; 
y  pues  ya  me  entiende  usted     • 
y  yo  guardo  el  documento...., 
no  hay  más  que  hablar  por  ahora. 
Sírvale  á  usted  de  gobierno. 


ESCENA  III. 

D.  AMBROSIO.    EL  POETA. 

• 

Poeta.     (Sin  duda  está  esa  mujer 
atacada  de  los  nervios. 
Qué  horrorosas  contorsiones! 
¡  Qué  risible  desconcierto 

de  ideas T  juraría 

por  el  alma  de  mi  abuelo 
que  me  quiere  enamorar. 


%i 


EL  POETA  T  LA  BENEFICIADA. 


Amir. 
Poeta, 

Ambr. 

Poeta. 
Ambr. 


Poeta* 
Ambr, 


Poeta. 
Ambr. 


Poeta. 
Ambr. 


Actriz. 
Poeta. 


¿Mas  dónde  está  el  fundamento 

de  esa  grotesca  alegría 

que  me  anunciaban  sus  gestos? 

Sólo  me  faltaba  ahora 

que  esa  infeliz....) 

Vamos?  Leo? 

Soy  con  usted (Ya  olvidaba 

á  ese  pobre  majadero.) 

Parece  que  la  patrona 

Eh?....  Digo  algo? 

No  por  cierto. 
Todos  somos  pecadores, 

fr,  como  dice  el  proverbio, 
a  ocasión  hace  el  ladrón. 
Juro  á  usted  que  ni  por  pienso.... 
Pues  ella  hacía  unos  dengues 

que Vamos»  soy  perro  viejo, 

y  la  que  á  mí  se  me  escape 

No  es  mi  gusto  tan  perverso 

Hágame  usted  más  favor. 
Pues  si  es  así  lo  celebro, 
que  mujer  de  ese  volumen 
y  de  esa  fecha,  confieso 
que  será  mujer,  mas  no 
pertenece  al  bello  sexo. — 

rrosigo  pues  mi  lectura 

¿No  es  mejor  que  lo  dejemos 

Hombre ,  ;  si  le  digo  á  usted 
que  ahora  entra  lo  más  selecto ! 

[LeyenioJ] 

«Cuadro  tercero. —  El  teatro 
representa  un  cementerio....» 

[Dentro,"] 

Da  usted  permiso? 

[Saliendo  á  recibirla.]  Es  mi  Actriz! 

Adelante,  señorita. 

* 

[D,  Ambrosio  se  levanta,] 


ESCENA  IV. 


EL  POETA.    D.  AMBROSIO.    LA  ACTRIZ. 


Actriz. 
Poeta. 


Actriz. 
Poeta. 


Ahí  si  tiene  usted  visita 

No,  no  imnorta.  (Soy  feliz. 
Ahora  al  nn  conseguiré 
que  ese  lector  pertinaz 
se  vaya  y  me  deje  en  paz. ) 
Vengo 


[Presentándola  una  silla.] 

Qué  hace  usted  de  pié? 

Actriz.    [Sentándose,  y  hacen  lo   mismo  el^ 

Poeta  y  D.  Ambrosio,] 

Gracias. 


Ambr.  Se  continuatá. 

[Á  la  Actriz.] 

Yo  no  estorbaré,  supongo 

Actriz.  '  No,  señor. 

Ambr.      [Corrigiendo  en  su  drama.] 

Este  diptongo 

me  disuena. 
Poeta.  (No  se  va!) 

Aetnz.    Siento  mucho  ser  molesta. 

Poeta.     Nada  de  eso.  Usted  disponga 

Actriz.    Ruego  á  usted  que  me  componga 

aunque  sea  unjin  de  fiesta. 
Poeta.     Ese  es  muy  leve  servicio. 

Si  usted  mis  versos  recita, 

más  que  de  usted,  se&orita, 

será  mió  el  beneficio. 
Actriz.    A  cumplido  tan  galante  ^ 

que  no  creo  merecer, 

sólo  puede  responder 

el  ruDor  de  mi  semblante. 
Poeta.     ¿Esta  ya  fijado  el  dia 

de  la  función? 
Actriz.  Sí. 

Poeta.  Cuál  es? 

Actriz.    Para  mediados  del  mes.  (*) 
Poeta.     Corto  es  el  plazo  á  fe  mia. 

Pero  á  usted  desde  hoy  consagro 

mi  vena 

Actriz.  Bien  sabe  Dios 

cuánto  estimo 

Poeta.  Entre  los  dos 

hemos  de  hacer  el  milagro. 

Actriz.    Mi  habilidad  es  tan  poca 

Poeta.     No  hay  versos  duros  ni  flojos 

si  los  dictan  esos  ojos 

y  los  pronuncia  esa  boca: 

Ambr,     [Dejando  de  escribir.] 

Si  no  es  errado  mí  juicio, 
lo  que  desea  esa  dama 
son  las  primicias  de  un  drama 
para  hacer  su  beneficia). 

Actriz.    Justo. 

Ambr.  Pues  ocioso  es 

que  el  amigo  se  moleste. 
Remedióse  usted  con  este 

[Presentando  el  suyo,] 

que  humilde  pongo  á  sus  pies. 

Actriz.    Mil  gracias.  To  me  limito 

Ambr.     Tómelo  usted....,  con  la  expresa 
condición  de  que  la  empresa 
pague  bien  el  manuscrito. 

Actriz.    (Qué  formidable  proceso ! ) 

Ambr.     Es  un  gran  Tlrama. 

Actriz.  Ya,  ya  I 

Carito  le  costará 
si  lo  ha  do  pagar  al  peso. 


(*)    Gira  circunstancia  histórir>a.  Ya  se  ha  visto  que  esta  comedia  se  estrenó  en  15  de  Marzo  de  4838,  y  bien  sería 
el  6,  ó  el  6  del  mismo  cuando  el  autor  se  encargó  de  componerla.  ^ 


EL  POETA  Y  LA  BENEFICIADA 


83 


Ambi\     La  dama  tiene  un  papel 

de  veinte  plieo^os  y  pico. 
Actriz,    Virgen  santa !  Ni  un  borrico 

pudiera  cargar  con  él. 
Ambr,     No  importa.  Hay  lances  soberbios. 

Tres  batallas,  un  naufragio, 

brujas 8e  reza  el  trisagio 

Bombas 

Actriz.  Piedad  de  mis  nervios  I 

Ambr.     Oiga  usted.  Leeré  un  pedazo 

Actriz,    No!  Tanta  prosa Es  muy  flaca 

mi  memoria (Qué  machaca!) 

Largo  el  papel,  corto  el  plazo 

Ambr.     Sin  embargo,  yo  respondo 

Actriz.    Mil  gracias  he  dicho  ya...., 

y  usted  no  me  obligará 

á  decirle  un  nó  redondo. 
Ambr.     (Qué  tonta!  La  hago  un  favor ) 

Poeta.     [Á  la  Actriz."] 

Si  usted  me  diese  una  idea 
del  papel  que  hacer  desea, 
del  que  le  cuadre  mejor 

Actriz.    Si  aun  los  actores  perfectos 
no  están  libres  de  un  desliz , 
¿qué  haré  yo^  pobre  aprendiz, 
siendo  tantos  mis  defectos? 
Yo  no  tengo  plaza  fija. 
Ya  soy  dama,  ya  graciosa, 
ya  soy  seria,  ya  jocosa, 
ya  sov  madre,  ya  soy  hija. 
Fapeles  buenos  y  malos, 
de  todo  hago,  y  soy  en  ñu 
especie  de  comodin 
que  juega  en  todos  los  palos. 
Agradecida  me  siento 
á  Ta  pública  bondad , 
y  mi  buena  voluntad 
suple  á  mi  pobre  talento. 
Mas  si  en  medio  á  tanto  juez 
que  ven  por  distinto  prisma 
puedo  ser  juez  de  mí  misma 
sin  presunción  ni  altivez , 
no  es  mi  genio  el  de  Artemisa, 
que  flores  quiero  y  no  abrojos. 
Mejor  que  el  llanto  en  mis  ojos    . 
sienta  en  mi  boca  la  risa. 

Poeta.     Algún  carácter  travieso 

de  muchacha  pizpereta 

Actriz.    Sí,  señor. 

Poeta.  '  Algo  coqueta 

Actriz.    No  reñiremos  por  eso. 
Nunca  tuve  Inclínacicm 
á  variar  sino  en  las  modas , 

Eero  ese  es  papel  que  todas 
acemos  con  perfección. 
Poeta.     Si  para  inflamar  mi  vena 
y  hacerla  más  elocuente 
fuera  usted  tan  complaciente 

que  recitase  una  escena 

Actriz.    Una  escena 

Ambr.  ( I  A.y  cuál  te  pierdo 

tiempo  precioso  y  preciso ! ) 


Actriz.    Quisiera Mas  de  improviso 

¿qué  he  de  decir?  No  recuerdo 

Ambr.     Ya  que  esta  niña  se  arredra, 

sus !  yo  voy  á  recitar 

una  que  haria  saltar 

al  Convidado  de  piedra. 
Poeta.     Por  la  Virgen  del  Rosario ! .... 

¿Qué  chiste  ó  qué  travesura 

me  ha  do  inspirar  la  lectura 

de  un  drama  patibulario? 
Actriz.    Gomo  tengo  en  la  cabeza 

tantos  papeles  diversos 

Ah!  recitaré  unos  versos 

No  me  acuerdo  cómo  emnieza 

La  escena  es  en  carnaval. 
Poeta.     Muy  bien  I 
Actriz.  Es  una  pasiega 

que  con  todo  el  mundo  pega; 

hasta  con  su  esposo. 
Am^br,                                     Hay  tal!.... 
Actriz,   Repasar  quiero  un  instante 

[Queda  en  actitud  de  recordar  los  ver* 
sos  que  ha  de  recitar,] 

Ambr.     Mientras  repasa  la  dama 

seguiremos  con  mi  drama 

Poeta,     Hombre,  basta!...  No  hay  aguante.... 

Ambr.     Este  cuadro  es  joco-serio. 

Sólo  hay  tres  muertes  ó  cuatro. 

Poeta.     Por  Dios  I  por  Dios ! . . . . 

Ambr.     [Leyendo.]                     «El  teatro 
representa  un  cementerio )> 

Poeta.     Oh!....  • 

Actriz.    [Al  Poeta,] 

¿Creerá  usted  que  me  da 

vergüenza 

Poeta,  Eh !  solos  los  tres 

Actriz,    Por  lo  mismo. — Vaya  pues. 

Atención,  que  empiezo  ya. — 

Entre  mujer  y  marido 

va  á  dar  principio  la  fiesta, 

con  careta  la  mujer 

y  el  consabido  sin  ella. 

Habla  el  marido. 

[Para'  marcar  el  diálogo  cambia  de 
puesto  y  de  voz  alternativamente.] 

Bien  haya 
el  garbo  de  esa  chaqueta, 
plus-ultra  de  terciopelo 
que  dos  globos  contornea. 
Éíen  haya  ese  guarda-piés 
que  apenas  es  guarda-piernas , 
y  ese  collar  que  me  prende, 
y  ese  pañuelo  de  yernas, 

y  ese  delantal Jesu»!.... 

y  esa  cinta  que  te  cuelga. 
Qué  mano....,  si  fuera  mía! 
Si  fuera  tu  va....,  qué  trenza! — 
Mira  que  el  traje  te  engaña, 
le  responde  la  pasiega. 
{ Qu^  chasco  vas  á  llevar 


S6 


EL  POETA  Y  LA  BENEFICIADA. 


8i  me  quito  la  careta!-—' 
Sobre  un  cuerpo  tan  donoso 
no  puede  haber  cara  fea, 
y  sea  cual  fuere  en  fin , 
yo  la  recibo  pin  verla; 
que  aunque  yo  no  te  lo  ruegue 
ni  el  calor  te  dé  jaqueca, 
tú  misma  te  quitarás 
:  la  máscara  si  eres  bella ; 
y  si  guardas  el  incógnito 
por  horrible  6  por  modesta , 
tanto  da  que  seas  linda 
como  que  yo  me  lo  crea.^— 
Si  yo  te  creyera  á  ti 
fuera  muy  loca  ó  muy  necia. 
¿No  sé  yo  que  eres  casado, 
y  si  á  mí  me  galanteas 
todo  eso  es  pura  lisonja 

Íamor de  carnestolendas?— 
ácil  te  es  ayeriguar 
si  te  quiero  ó  nó  de  veras. — 
No  merece  tu  consorte 
que  infiel  y  traidor  le  seas. 
Ella  te  ama;  yo  lo  sé. — 
Sí ,  pero  ya  me  molesta. 
Un  variar  está  el  deleite. 
Hombres  hay  que  en  su  bodega 
tienen  el  vino  de  sobra 
y  se  van  á  la  taberna. — 
No  tiene  perdón  de  Dios 
el  que  á  otra  mujer  corteja 
si  es  fiel  y  hermosa  la  suya. 
La  tuya  tiene  esas  prendas, 
y  mal  pudiera  negarlo 
cuando  á  una  voz  lo  confiesan 
las  mujeres  que  la  envidian , 
los  hombres  que  la  desean. — 

£h!....  Sí No  digo  que  asul^te, 

pero  es  fastidiosa  y  terca — 

I  Fementido ! ....  Ésto  es  aparte, — 
Muchos  la  juzgan  perfecta , 
pero  tiene  ciertas  faltas 

?ue  yo  callo  por  prudencia. — 
Insolente !  Le  ahogaria ) 

Faltas !  Qué  faltas  son  esas? — 
No  todo  se  ha  de  decir. 
Ya  sabrás  tú  que  las  hembras 
son  unas  en  sesión  pública 
y  otras  en  sesión  secreta. — 

{Al  concluir  este  verso  se  halla  la  Ac- 
triz muy  cerca  de  D,  AwJ^osio  y  se 
(balanza  á  él.] 

No  puedo  más  I  Embustero  I 

Til  1  traidor  I . . . . 
Amdr.  Eh!  Que  me  pela! 

Poeta.     Bienl  Bravo! 
Amdr.  Aparta,  demonio! 

Actriz.    Perdone  usted.  Creí  que  era 

el  susodicho  marido 

de  la  citada  pasiega. 
Poeta,     [Aparte  i  la  Actriz] 

I  £Uen  haya  amén  esa  mano 


Íue  con  tal  gracia  me  venga ! 
[e  poseí  del  papel.. ..T 
Awlfr.     Sí  por  cierto,  y  de  mis  greñas ! 
Actriz.    Prosiguen  las  aventuras 
de  la  máscara  traviesa. 
Cierto  galán  la  equivoca 
con  la  dama  á  quien  obsequia 
y  le  embroma  de  este  modo 
ya  con  mimos,  ya  con  quejas. — 

[Indicando  al  Poeta.] 

Aliora  le  toca  al  señor. 
Ambr.     Eso  es !  Para  mí  las  felpas 

y  para  él  los  arrullos. 

Qué  arbitrariedad  1 
Actriz.    [Discurriendo.]       Quisiera 

acordarme 

Poeta.  Sí! 

Actriz.  Un  instante. 

Recogeré  las  ideas 

Amir.     Aprovechemos  el  claro. 

^  [Leyendo,] 

«:E1  teatro  representa > 

Poeta.  [Levantándose.] 

Déjeme  usted,  don  Ambrosio,   - 

con  mil  legiones 

Amdr.  ( Paciencia  I ) 


ESCENA  V. 

EL  POETA.    D.  AMBROSIO.     LA  ACTRIZ. 

DOÑA  ISABEL. 

IsaM.     [Á  la  pujsrta.] 

( jQaé  veo!  Aquí  una  muier! 
Oigamos  desde  la  puerta.; 

Actriz.    Allá  voy. — Si  fuera  cierto 
lo  que  me  dice,  tu  lengua, 
quién  más  que  yo  venturosa? 
Tú  sólo,  amor  mío,  reinas 
en  mi  corazón. 

Isaiel.  (¿  Qué  escucho ! ) 

Actriz.  '  Mas  yo  sé  que  galanteas 
á  otra  mujer,  y  ese  pago 
•    no  merece  mi  firmeza. 

Isaiel.     ( una  rival  I ) 

Actriz.                         To  mi  puesto 
resignada  la  cediera , 
aunque  tanta  ingratitud 
me  hiciese  morir  de  pena, 
si  en  discreción  me  igualara 
ó  me  venciese. en  belleza; 
mas  la  que  así  te  cautiva 
no  es  una  dulce  sirena, 
sino  una  furia  infernal 

Isabel.     [Entrando.] 

Ufl ..«.  La  he  de  arrancar  la  lengua. 


i 


EL  POETA  Y  Ik  BENEFICIADA. 


87 


ísadel. 


Poeta.     La  patronal 

Actriz.  •  (Esa  mujer 

me  yiene  ahora  de  perlas.) 
¿Es  esta,  traidor  amante^ 
nombre  sin  pador,  es  esta 
la  mujer  por  quien  me  vendes? 
Una  marmota!  una  vieja! 

Isabel.     \  Miente  la  m  uy 

Actriz.  No  sé  cómo 

no  te  mueres  de  vergüenza. 

Poeta.     Bien  I 

Isabel.  Oiga  usted! 

Actriz.  Quite  allá! 

Ambr.     (La  otra  lo  toma  de  veras ! ) 

Actriz.    Dejarme  por  ese  tomo ! 

Isabel.     Desollada!  mala  pécora ! 

Actriz.    {Riindose.] 

Qué  bien  lo  hace!  ¿Sabe  usted 
de  memoria  la  comedia? 
Qué  comedia  ni  qué  diablo  ? 
Buena  estoy  yo  para  fiestas ! 
Sí  usted  no  se  va  á  la  calle 
será  trágica  la  escena. 
He  aquí  una  buena  actriz 
si  la  aiustara  la  empresa. 
Para  nacer  características 
} sobresaliente !  soberbia! 
Qué  está  usted  disparatando? 
La  que  disparata  es  ella. 

Ella es  la  escoba.  ¿Hase  visto 

la  atrevida,  mocosuela 

Si  esto  es  ficción,  pasatiempo 

o  valen  estratagemas. 
Mi  casa  es  casa  de  honor, 

y  si  usted  no  la  respeta 

Oiga  usted.  Esta  señora 

Es  infamia ,'  es  desvergüenza 
entrarse  aquí  de  rondón 
mujeres  aventureras.^ 
Oiga  usted!....  Esto  ya  es  serio. 
Es  preciso  que  usted  sepa 

{Afarte  al  Poeta.] 
Ingrato ! 


Actriz. 


Isabel. 

Actriz. 

Isabel. 

Poeta. 
Isabel. 


Poeta. 
Isabel. 


Actriz. 
Isabel. 

Poeta. 
Isabel. 


í 


Actriz. 


Isabel» 
Ambr. 


Señora! 

Yo 
tomaré  una  providencia 

[Aparte  al  Poeta.] 

Traidor ! 

Aquí  no  me  traen 
los  motivos  que  usted  sueña, 
ni  con  brujas  como  usted 
entrara  yo  en  competencia. 
Bruja! 

Pido  la  palabra 
para  que  ustedes  se  entiendan. 

[Á  doña  Isabel.] 

¿Quiere  usted  creerme  á  mí, 
supuesto  que  en  la  contienda 


no  paso  de  ser  un  simple 
espectador? 
Isabel.  Norabuena. 

[Hablan  aparte.] 

Actriz.    [Al  Poeta.] 

Si  hubiera  sabido  yo 

que  tenía  usted  por  huéspeda 

á  esa  rabiosa  energúmena 

Perdone  ijsted  que  la  ofenda 
siendo  su  dama. 
Poeta.                               Por  Dios! 
Posible  es  que  usted  lo  crea? 
No  sé  por  qué  extravagancia 
ha  dado  hoy  en  esa  tema^ 
mas  juro  á  usted 

Isabel.  Acabáramos ! — 

Ta  basta.  Estoy  satisfecha.— 

Señorita,  mil  perdones. 

Ya  ve  usted ,  las  apariencias 

me  engañaron 

Actriz.  Está  bien. 

[Al  Poeta.] 

Vamos  á  lo  que  interesa. 
Cultivo  un  poco  la  música 
.  sin  echarla  de  maestra, 
y  deseo,  confiada 
en  la  pública  indulgencia, 
cantar  en  mi  beneficio 
alguna  jácara  nueva. 

[Sacando  un  papel  de  música.] 

Vea  usted;  aquí  traigo  una...., 
mas  no  me  gusta  la  letra. 
¿No- me  hará  usted  unos  versos 
que  á  esta  música  convengan  ? 
Poeta.     Veamos 

[Un  momento  de  silencio  mientras  re* 
corre  con  la  vista  el  papel.] 

Yo  tengo  escrita 
alguna  letrilla  inédita 

[Registrando  sus  papeles.] 

de  este  metro Esta  no  es. 

«Los  celos i>  Tampoco  es  esta* 

Ah!  «La  aldeana.»  Aquí  está. 
Vea  usted. 

Actriz.    [Breve  pausa  mientras  lee  para  si  la 

primera  estrofa.] 

Buena,  muv  buena. 
Ah !  sobra  en  el  estribillo 
uña  sílaba. 

Se  enmienda. 


Poeta. 


[SI  Poeta  escribe  y  la  Actriz  talar ea 
entre  dientes.] 


Ambr.     [Á  doña  Isabel.] 

Me  parece  que  usted  tiene ,  * 


8S 


EL  POETA  Y  LA  BENEFICIADA. 


señora,  grande  inflaencia 
con  su  huésped 


Isabel.     [Haciendo  dengues.] 

Ya  ve  usted., 
El  alma  de  los  poetas 

es  tan  sensible Y  al  cabo 

tampoco  soy  yo  de  piedra. — 
Pero  aquí  se  juega  limpio, 
y  hasta  que  la  santa  iglesia 

nos  eche  la  bendición 

Amir.     Ya  sé  yo  que  usted  no  fuera 

capaz Ahora  bien,  deseo 

que  él  recomiende  á  la  empresa 
del  teatro  eficazmente 
esta  obra  que  gime  huérfana ; 
mas  no  hará  nada,  está  visto, 
como  usted  no  me  proteja. 
Es  un  drama  funeral 

Isabel.     [Con  aire  de  protección,] 

Bien.  Se  hará  lo  que  se  pueda. 
Ambr.     Ahora  que  está  entretenido 

permita  usted  que  la  lea 

un  par  de  actos. 
Actriz.  Si,  señor: 

la  cantaré. 

[-á  ¡apatrona.] 
Con  licencia 

Está  el  piano  corriente? 
Isabel.     Como  lo  tengo  de  venta,  ^ 

bueno  es  que  puedan  probarlo. 

Cada  ocho  dias  lo  templan. 

Actriz,    [Sentada  al  piano  y  preludiando.] 

Canto  pues. 
Poeta.  Silencio! 

Isabel.  Oigamos.. 

Amir.     (Y  para  mí  no  hay  orejas!) 


Actriz.    [Canta.] 

I  Tanto  amor  y  tanta  prosa 

Íara  una  pobre  aldeana ! 
[oy  me  llama  usted  su  diosa, 
y  acaso  dirá  mañana  : 
no  me  acuerdo  si  te  vi. 

Ya,  ya!  Sí,  sí!.... 
Ji,ji!  Ja,  ja!.... 
Qué  risa  me  da! 

Ya  que  usted  jura  y  perjura 
que  trata  de  casamiento, 
6  nones,  ó  venga  el  cura. 
Palabras  que  lleva  el  viento 
no  me  camelan  á  mí. 

Ya,  va!  Sí,  sí!.... 
Ji,  ji!  Ja,  ja!.... 
Qué  risa  me  da ! 

• 

Con  eso  engañó  á  mi  tia 
'  un  galán  almib^irado, 


y  clamaba  al  otro  día: 

ay  triste ,  que  me  ha  engañado ! 

Ay  tonta,  que  le  creí ! 


Poeta. 

Ambr. 

Isabel. 

Poeta. 

Actriz. 

Poeta. 


Ya,  ya!  Sí,  sí!.... 
Ji,  ji!  Ja,  ja!.... 
Qué  risa  me  da ! 

Bravo! 

Bien! 

Tal  cual 

Divina! 

No  vale  nada.  Es  favor 

No  tal,  que  ha  cantado  usted 
con  suma  gracia,  y  su  voz 


Isabel.     [En  voz  baja  al  Poeta.] 


Actriz. 


Isabel. 


i 


Actriz. 
Isabel. 

Poeta. 
Isabel. 


Poeta. 
Isabel. 


Actriz. 


Basta,  basta  de  alabanzas. 

La  gracia  está  en  la  canción, 

y  á  tan  singular  fineza   • 

muy  ag^radecida  estoy. 

j  Miren  cómo  se  envanece 
or  una  mera  atención 
e  cumplimiento,  y  rogada;' 

Eor  una  coplilla  ó  dos 
echas  por  pasar  el  tiempo 
sin  designio  y  sin  pasión ! 
Qué  mujer!.... 

Si  yo  estuviera 
engreida,  anda  con  Dios! 
(Esta  es  otra!) 

Enseñe  usted , 
como  puedo  hacerlo  yo, 
unas  décimas  escritas, 
como  dijo  el  otro,  ad  hoc; 
para  mí. 

¿Cuándo 

Y  en  ellay 
toda  yna  declaración 
con  mi  nombre  en  anagrama 
y  la  firma  del  autor. 
Qué  desesperada  pluma 
tan  gravemente  pecó? 


Isabel.     [Al  Poeta.] 


Actriz. 
Isabel. 
Poeta» 


Perdóname  si  descubro 
el  dulce  secreto 

[Á  la  Actriz  buscando  la  canción  en 

el  pecio.] 

Voy, 
voy  á  confundir  á  usted. 

[Enseñando  el  papel  y  acercdtidoselo  á 
la  Actriz  para  que  lo  lea.] 

Aquí  está. 

[Breve  pausa.] 

Tiene  razón ! 
Vea  usted  la  firma. 

Cómo!.... 


EL  POETA  Y  LA  BENEFICIADA. 


89 


No  he  perdido  yo  el  pudor 
hasta  el  punto 

[Acercándose  á  leer  el  papel,] 

Á  ver? — Delirio! 

Son  mis  Tersos,  mi  canción 

áBelisa 

Isabel.  Sí,  Belisa; 

Isa-bel  en  español. 

Poeta.     Protesto 

Actriz,  Sea  en  buen  hora. 

Poeta.     Juro  á  usted  que  mi  intención 

Ambr.     Doy  á  usted  mil  parabienes.... 
Poeta.     Doña  Isabel  I . . . . 

Isabel,     [Sin  dejar  hablar  al  Poeta,] 

Ya ,  ya  estoy. — 
No  abusaré  de  mi  triunfo, 
que  harta  es  ya  su  confusión. 

.Poeta.     Ese  papel 

Isabel.  Ya  lo  guardo. 

Poeta.     Pero 

Isabel.  Bien  sé  que  la  doy 

cordelejo,  pero  es  justo 
'  castigar  su  presunción. — 
No  porque  yo  tenga  celos 
de  tol  arrapiezo,  no. 

[Interpretando  mal  un  adevian  de  im" 
paciencia  que  hace  el  Poeta,] 

•Entiendo.  Seré  prudente. 

Poeta.     ¿Cuándo  ha  habido  entre  los  dos 

Isabel.     No  se  justifique  usted. 

Ya  sé  que  su  corazón 

es  todo  mió. 
Poeta,  El  demonio 

me  lleve 

Isabel.  Basta.  Yo  S07 

tolerante.  Mi  presencia 

tal  vez  la  cause  rubor^.... 

Galle  usted.  Ya  tne  retiro. 

[Á  la  Actriz  con  mofa.] 
Beso  á  usted  la  mano. 

[Al  Poeta  con  ridicula  delectación,] 

Adiós ! 


ESCENA  VI. 

LA  ACTRIZ.     EL  POETA.     D.  AMBROSIO. 

Actriz,    Vamos,  tiene  usted  buen  gusto. 

Poeta.     ¿Gustar  yo  de  una Qué  horror  I 

Esa  mujer  está  loca. 
La  trova  que  me  usurpó 
no  se  ha  escrito  para  ella. 
Esa  Belisa,  ese  amor 
son  entes  imaginarios,    - 
y  la  casa  va  á  arder  hoy 
si  no  me  vuelve  el  papel 


Ambr,     Y  el  anagrama? 

Poeta,  Es  error. 

Belisa  es  nombre  poético, 
y  al  ponerlo  en  mi  borrón 
ni  yo  pensé  en  anagramas 
ni  en  esa  mujer  feroz. 

Actriz.    \  Lástima  fuera  por  cierto 

Ambr.     Bueno  ha  estado  el  quid  pro  quo! 

Actriz.    Pues  poco  ufana  está  ella ! 

Poeta,     r  Y  luego  dicen  que  son 
locos  los  poetas !  Juro 
por  mi  nombre  y  el  de  Dios 
que  hoy  no  han  pisado  esta  casa 
desde  que  ha  salido  el  sol 
más  personas  racionales 
que  usted,  señorita,  y  yo. 

Ambr.     ¿Yo  también...... 

Poeta.  usted  no  es  loco. 

Ambr.     Pues  qué? 

Poeta.  Otra  cosa  peor. 


ESCENA  OLTIHA. 

LA  ACTRIZ.    EL  POETA.    D.  AMBROSIO.    DON 

PRÓSPERO. 


Prósp. 
Actriz, 

Prósp. 


Poeta. 

Actriz, 
Prósp. 


Poeta. 


Saludo Perla!  Aquí  usted? 

Servidora ,  señor  don 

No  recuerdo  el  nombre 

Próspero; 
y  ahora  dos  veces  lo  soy. 

[Al  Poeta.] 

Se  hizo  aquello? 

Sí.  (Este  necio 
va  á  pagar  mi  mal  humor.) 
Tome  usted  su  álbum. 

¿También 
tiene  usté  álbum? 

Por  qué  no? 

[Abriendo  el  álbum.] 
Leamos 

[Á  la  Actriz  aparte,] 

Sí;  su  alegría    «^^ 
va  á  convertirse  en  furor. 
Pide  elogios,  y  le  he  puesto 
una  banderilla  atroz. 


Prósp.     [Leyendo.] 


«Adon  Próspero  Pan  toja, 
epigrama.» — Hola  I — Atención. 
«  Si  cada  escritor  severo 
viene  á  pedirle  una  hoja, 
y  en  el  forro  se  le  antoja 
poner  su  nombre  al  librero, 
^ué  le  queda  al  buen  Pantoja? 
mera  de  los  nueves,  cero.;» 


í 


1 

1^ 


90 
Poeta. 

Prósp. 

Amir. 
Prósp. 


EL  P0ET4  Y  LA  BENEFICIADA. 


Poeta. 

Próep. 
Poeta. 

Prósp. 
Poeta. 


Áetrie. 
Poeta. 


Prós^. 
Actnz. 


Próep. 


Poeta. 
Ambr. 


Poeta. 
AwAt. 

Poeta. 


Ambr. 
Poeta. 


No  me  ha  ocurrido  otra  idea. 
Perdone  usted. 

Qué  perdón? 
Si  esto  es  magistral  I 

¡Hombre,  hombre... 
Para  que  corra  veloz 
mi  fama  cual  yo  deseo 
no  hay  una  cosa  mejor. 
Sólo  se  hacen  epigramas 
á  los  grandes  hombres.  Oh ! 
Yo  sería  muy  dichoso 
con  uno  en  cada  renglón. 
¡  Cuántos  franceses  ilustres 
yacieran  sin  ver  el  sol 
entre  vil  polvo  si  en  Francia 
no  hubiera  habido  un  BoiUau! 

[Aparte  i  la  Actriz.} 

Qué  dije  á  usted?  ¡ Todos  locos! 
Gracias,  gracias.  Loco  estoy. 

[Á  la  Actriz.] 

Él  lo  confiesa. 

Ea,  abur. 
Á  los  pies  de  usted,  primor. 
Espere  usted  un  instante. — 

[A  la  Actriz.] 
Cuente  usted  con  la  función 
que  pide.  Ya  tengo  asunto. 
Pongo  en  escena  lo  que  hoy 
ha  ocurrido  en  esta  casar 
que  lo  hago  en  un  dia  ó  dos, 
y  salimos  del  apuro. 
Aprobado. 

Y  será  actor 
don  Próspero  en  mi  comedia , 

Sues  tiene  tanta  ambición 
e  fama. 

(Comedia,.... 

Sí. 
Yo  la  interesada  %oj. 
Es  para  mi  beneficio, 
y  no  rae  dirán  que  no 
tan  galantes  caoalleros. 
Qué  dichai  Tanto  favor! 
Capaz  soy  de  tomar  parte 
en  la  representación. 

Y  usted  1  dará  su  permiso 

Con  mucho  gusto  lo  doy 
por  obsequiar  á  una  bella, 
mas  con  una  condición. 
Cuál? 

Haga  usted  que  mi  drama 

se  represente 

Por  Dios! 

¡Si  es  imposible Primero 

consiento  en  pagarlo  yo. 
Pero  ¿es  malp? 

Ya  es  forzoso 


hablar  claro,  fií,  señor. 

Amir.     Triste  de  mí!  Y  yo  creía 

Como  es  tanta  mi  afición 

al  teatro ¡He  aquí  perdido 

el  fruto  de  mi  sudor! 
Si  yo  pudiese  lograr 
alguna  colocación 

Poeta.     Ah!  sí.  ¿Quiere  usté  una  plaza 
de  segundo  apuntador? 

Amlfr.     Aunque  sea  de  tercero. 

Poeta.     Justamente  ayer  vacó, 

y  mi  amigo  el  empresario 
me  ha  dado  la  comisión 
de  buscarle  quien  la  sirva. 
Usted  tiene  buena  voz , 
y  ha  mostrado  en  la  lectura 
el  más  heroico  tesón. — 
Puede  usted  contar  con  ella. 

Ambr.     Yo  apuntaré  con  fervor 
y  el  empresario  dará: 

^a  está  completo  el  reloj, 
uándo  envío  por  la  pieza? 

Poeta.     El  martes;  pero  aquí  no; 

que  hoy  mismo  cojo  el  petate, 

aunque  duerma  en  un  mesón , 

huyendo  de  mi  patrona. 

Yo  mismo  tendré  el  honor 

de  poner  en  esas  manos 

mi  pobre  composición. — 

Ah!  ¿Querrá  usted,  por  supuesto, 

una  especie  de  rondó 

final  pidiendo  indulgencia 

al  benigno  espectador 

Prósp.     Claro  está.  La  consabida 
décima y  baja  el  telón. 

Actriz.    Ya  la  tengo  yo  compuesta. 

Poeta,     i  Cómo  es 

Actriz.  A  ensayarla  voy.— 

Mas  primero  es  necesario 
ponernos  en  situación. 
Usteáes  forman  un  grupo; 
^  por  otro  nombre  tableau; 
yo  me  adelanto  tres  pasos 
con  aire  de  sumisión, 
y  exclamo  de  esta  manera 
alzando  un  poco  la  voz : 

Después  de  tantos  favores 
y  la  molestia  que  os  causo, 
pedir  también  un  aplauso 
no  fuera  justo,  señores. 
Si  perdonáis  mis  errores 
quedaré  recompensada; 
pero  si  alguna  palmada 
debe  resonar  aquí. . . . , 
el  darla  me  toca  á  mí, 
que  soy  la  beneficiada. 

[Palmotea  la  Actriz  y  cae  el  telón.] 


i 


EL  PRO  Y  EL  CONTRA, 


COMEDIA  EN  UN  ACTO. 


Bstr^nada  «n  •!  Uatro  dal  Principa  al  dia  24  da  Mano  da  i8S8. 


PERSONAS. 


CECILIA. 
DOÑA  JOSEFA. 
ROSA. 


D.  LUIS. 
D.  JULIÁN. 
D.  SANTIAGO. 


■    D.  AQUILINO. 

La  aaee&a  es  en  ICadrid.— El  teatro  representa  un  jardín  con  arbolado.  Á  la  dereeh*  d^  aetor, 
pnerta  con  gradas  que  es  la  que  conduce  á  lo  interior  de  la  casa.  Una  yeija  en  el  foro. 

Sn  el  proscenio  un  banco. 


ESCENA  I. 

D.  LUIS.     D.  JULIApN. 

[Aparecen  Jiimando.] 

Julián.  Mucho  es  venirte  al  jardín 
dejando  á  Cecilia  hermosa 
por  allá  dentro. 

Luis.  ¿Qué  quieres  I 

Por  fumar 

Julián.  Siendo  tu  novia» 

y  prima  nuestra  además, 
creo  que  esas  ceremonias 
son  excusadas. 

Luis.  Con  todo, 

no  es  razón  que  de  una  boca 
.  salgan  simultáneamente 
la  saliva  y  la  lisonja 
y  entre  humaradas  horribles 
palabras  de  miel  y  rosa. 

Julián.   Bi  te  has  de  casar  con  ella  y 
mejor  es  qae  desde  ahora   ' 

la  acostumbres Pero  hablemos, 

puesto  que  estamos  á  solas, 
con  la  franqueza  de  hermanos. 


lEs  cierto  que  te  enamora 
la  primita? 
Luis.  Sí  y  Julián. 

No  diré  que  es  una  loca 
pasión  la  que  me  ha  inspiradoi 
pero  me  gusta,  que  es  cíe  honra 
y  provecho  esa  muchacha. 
Tiene  unos  ojos  que  roban 
el  corazón ,  y  un  gracejo 
singular.  Es,  como  todas 
las  doncellas  de  su  edad , 
frivolillav  caprichosa,  * 

Seró  amable  cual  ninguna , 
espejada  como  pocas, 
aseada  sin  ser  pobre , 
rica  sin  ser  orguUosa. 
Julián.    Y  á  mí  me  parece  que  es 
una  linda  perinola 
sin  juicio  y  sin  fundamento, 
que  ama....,  qué  sé  yo?....  Por  moda. 
Se  cansé  de  fas  muñecas 
y  ya  apetece  otra  cosa. 
Quiere  casarse ,  y  no  tanto 
por  complacerse  á  sí  propia 
con  el  nuevo  estado,  como 

Sor  causar  envidia  á  otras. 
[ás  que  salir  de  soltera 


02 


EL  PRO  Y  EL  CONTRA. 


LuU. 


Julián, 


Luis. 


Julián, 


Luis. 


Julián. 


Luis. 


Julián. 

Luis. 
Julián, 

Luis, 
Julián, 


quiere  el  ruido  de  las  bodas , 
y  las  galas ,  y  el  ascenso 
de  señorita  á  señora. 
Si  tú  eres  el  preferido 
es  sólo  porque  te  doblas 
con  resignación  humilde  . 
á  su  voluntad  despótica. 
Créeme,  y  no  extrañes  que  yo 
mejor  que  tú  la  conozca; 
que  yo  sin  pasión  la  juzgo^ 
y  tú  sin  juicio  la  adoras.      • 
No  puede  ser  imparcial 
tu  voto  siendo  notoria 
tu  aversión  al  matrimonio. 
Es  cierto.  Me  dan  congojas 
sólo  de  pensar  en  él. 
¡Es  tan  buena,  es  tan  sabrosa 
la  libertad  de  soltero  I . . . . 
Conozco  á  tantas  bribonas ! .... 
Tú  tienes  mala  opinión 
del  bello  sexo^  y  quien  te  oiga 
no  se  casará  jamás. 
Á  la  viva  llamas  loca, 
á  la  sensible  embustera , 
á  la  bella  peligrosa; 
una  te  choca  por  alta 

Íotra  te  enfada  por  gorda, 
¡n  fin,  ninguna  te  gusta 

No,  que  antes  me  gustan  todas, 
y  por  eso  cabalmente 
no  me  caso. 

Si  esa  norma 
siguieran  todos  los  hombres.^... 
En  fin,  allá  te  compongas 
con  tu  sistema  insocial, 
que  tal  vez,  aunque  lo  elogias^ 
tiene  más  inconvenientes 

Íue  el  yugo  de  que  te  mofa». 
lUis,  ya  que  el  cielo  te  inspira 
esa  vocación  heroica, 
no  digo  que  no  te  cases; 
pero  ántes^  es  un  axioma, 
mira  lo  que  te  haces,  Luis; 
que  la  más  perfecta  moza 
tal  vez  después  de  casada 
es  la  caja  de  Pandora. 
Míralo  bien.  Tú  eres  joven, 
y  mujeres  hay  de  sobra. 
Aún  no  es  cosa  tan  formal 

que Todavía  lo  ignora 

su  madre,  y Vamos,  también 

tengo  yo  acá  mis  zozobras 

Pues  aún  es  tiempo.  Ojo  alerta! 
Mira,  hermano,  que  no  es  broma 

el  casarse 

Sí;  prometo 

Pesa  bien  el  pro  y  el  contra. 

[Tirando  ¿I  cigarro.'] 

Ella  viene.  Si  quisieras 

Ya,  sí.....  A  ver  cómo  te  portas! 

[Se  retira  por  entre  los  árboles,] 


ESCENA  II. 

CECILIA.     D.   LUIS. 

Luis,      [Saliendo  ai  encuentro  de  Cecilia,] 

Ta  volvia  yo  á  la  sala, 
pero  pues  vienes  aquí, 
me  alegro 

Cecilia,   [Se  sienta  en  el  banco  suspirando,] 

Triste  de  mi ! 
Luis,      Qué  te  sucede?  Estás  mala? 
Cecilia.  No. 

Luis.  Estás  enojada? 

Cecilia,  Yo? 

Con  quién? 
Luis,  Acaso  conmigo.  -^ 

Cecilia,  No. 

Luis,  Sintiera < 

Cecilia,  Que  nó  digo. 

Luis.      Con  tu  madre? 
Cecilia,  Dale!  No. 

Luis.      Pues  ¿  qué  tienes  ?  No  comprendo 

la  causa  de  esa  importuna 

seriedad. 
Cecilia.  No  ha  de  estar  una 

á  todas  horas  riendo. 
Luis.      En  la  mesa  estabas  loca 

de  contento,  y  ahora 

Cecilia.  Qué? 

Tengo  esplín. 
Luis.  Apostaré 

á  que  es  por  una  bicoca. 
Cecilia.  Pues  ya!  Merezco  uua  jaula. 

Yo  no  sé  lo  que  me  pesco 

Tengo  un  genio  muy  sardesco 

Soy  una  loca,  una  maula. 

Pero,  Cecilia,  ¿es  posible 

Cuándo  he  dicho  tal  de  ti? 

Lo  das  á  entender. 

No. 
Sí. 

Pero 

Hoy  estás  insufrible. 

Si  mi  aspecto  te  contrista, 

yo  me  iré  porque  no  creas 

Eso  es  lo  que  tú  deseas, 

eso;  perderme  de  vista  I 

No;  j  amas  I  Pero soy  franco : 

esa  extraña  displicencia 

me  aburre ¿Me  das  licencia 

para  sentarme  en  el  banco? 
Cecilia,  De  vetas?  Bien  caben  dos. 

A  qué  pedirme  permiso? 

¿De  cuándo  acá  tan  sumiso 

Siéntese  en  gracia  de  Dios. 

Luis,      [Sentándose,] 

Ea  pues,  mi  bien,  no  haya 
desazón.  Si  alguien  te  irrita, 
yo  no  soy.  Esa  manita 


Luis. 

Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 


EL  PRO  Y  EL  CONTRA. 


93 


Cecilia.  [Se  la  d&ja  tomar.] 


Luis. 


Cecilia, 

Luis. 

Cecilia: 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 


Ceíilia. 


Luis. 


Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 
Luis. 


Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 


Luis. 


Rosa. 

Luis. 
Rosa. 
Cecilia. 

Luis. 
Rosa. 
Cecilia, 

Luis.  ' 


También  la  manita?  Vaya! 
Tras  de  llevar  los  azotes 
te  pido  perdón.  Soy  loco. 

\yaá  hesar  la  mano,  y  día  la  retira.'] 

No  es  verdad? 

Ehl  poco  apoco. 
Besarla  y  no.  Y  con  bigotes  í 
Te  asustas? 

No  es  que  me  asusto. 
Por  ventura  te  dan  asco? 
Tampoco. 

Sería  chasco 

Es  que  no  son  de  mí  gusto. 
¿De  veras!  Confuso  estoy. 
Ya  hace  dos  meses  ó  tres 
que  á  todas  horas  los  ves^ 
y  nada  has  dicho  hasta  hoy. 
Primo,  quien  de  veras  ama 
tiene  la  nariz  más  ñna , 

Ír  por  instinto  adivina 
o  que  no  gusts  á  su  dama. 
Como  el  bigote  es  de  moda 
y  eres  tú  tan  elegante, 

creí Me  gusta  bastante, 

pero  si  á  ti  te  incomoda 

¡  Hacen  la  cara  tan  lacia 

esas  cerdfts 

•     No  hava  pleito 

?or  eso.  Pronto  me  afeito 
ues!  Ahora  no  tiene  gracia. 
Rapado  cual  los  carrillos 
q\jed6  el  labio  delincuente. 

Soy  galán  condescendiente 

y  DO  reparo  en  pelillos. 
No;  así  estás  mejor. 

(Qué  chinche!) 
Otra  dirá  que  son  bellos 
tus  bigotes  y  pero  en  ellos 
no  seré  yo  quien  me  pinche.  • 

[Enfadado.] 

Pues  bien  ^  si  nunca  se  acierta 
con  usted 


ESCENA  in. 

CECILIA.    D.  LUIS.    ROSA. 

Ay  señorita! 
No  parece.  Pobrecital 

¿Cómo 

Ni  viva  ni  muerta. 
Ah !  Qué  haré  sin  mi  Celinda ! 

¡  Tan  viva ,  tan  juguetona 

¿Qué  escucho!  Ha  muerto  la  mona? 
Se  ha  perdido.  Era  tan  linda! ..'.. 
Díme  ahora 9  ay  cielos!....  di 
que  sin  causa  estaba  triste. 
Pero  ¿por  qué  no  dijiste 


Cecilia.   Ay  mona  mia!  ay  de  mí! 
Rosa.      Se  olvidó  echar  el  candado 

que  afianzaba  la  cadena; 

saltó  el  animal 

Cecilia,  Qué  pena! 

Rosa.      Y  de  uno  en  otro  tejado 

Luis.      Bien;  buscarla.  Se  pregunta 

Rosa.      Se  ha  andado  todo  el  cuartel , 

y ¡nada! 
Cecilia.  Suerte  cruel ! 

.  La  han  robado,  ó  ;ya  es  difunta! 

Luis.       ¿Quién  sabe  si  algún  vecino 

Rosa.      Aun  va  indagando  su  huella 

y  da  dos  onzas  por  ella 

el  señor  don  Aquilino. 
Cecilia.  Lo  creo.  Esta  sí  que  es  prueba 

do  amor,  ¡y  frió  desden 

es  su  premio! 
Luis.  Yo  también 

á  saber  la  triste  nueva 

Cecilia.   Era  el  cigarro  primero 

que  estar  en  mi  compañía. 
Luis.       Válgame  Dios !  ¿ Quién  podia 

presumir 

Cecilia.  Mal  caballero ! 

Luis.       Yo  también  si  es  necesario 

la  anunciaré  por  carteles, 

y  en  los  públicos  papeles , 

y  avisare  al  Comisario 

¿Qué  no  haré  yo  porque  halles  ' 

esa  mona  por  quien  mueres? 

Hasta  los  ciegos ,  si  quieres, 

la  gritarán  por  las  calles. 
Cecilia.  Bien,  muy  bien!  Búrlate  ahora! 
Luis.       Oh !  no  hay  tal.  De  veras  hablo. 
Cecilia.   Qué  insulto ! 

Luis.  i  Lléveme  el  diablo 

Cecilia.    Oh! 

Luis.  ¡Prima 

Cecilia.  Basta 

Luis.  Señora! 

¿Puedo  yo  volverme  gato..... 
Cecilia.   No  la  busques.  Lo  prohibo. 

Luis.      Pero,  hija 

Cecilia.  No  la  recibo 

de  ti.  Primero  la  mato. 

Luis.      Pero 

Cecilia.  Me  has  hecho  una  herida 

que  nunca  podré  olvidar. 

Luis.       ¿Yo 

Cecilia.  No  me  vuelvas  á  hablar 

en  los  dias  de  tu  vida. 

[Se  interna  en  el  jardín  y  desaparece.] 


ESCENA  IV. 

D.   LUIS.     ROSA. 

Luis.      Ingrata!  Dejarme  así! 

¿Qué  dices  de  esa  manía, 

Rosa  mia? 
Rosa.  Rosa  mia! 


96 

Josefa. 
Cecilia. 

Josefa. 


EL  PRO  Y  EL  CONTRA. 


Cecilia. 


Josefa. 


Cecilia. 


Josefa. 
Luis. 

Josefa. 


Cecilia. 


Josefa. 

Luis. 
Josefa. 


Cecilia. 


Bien.  Sea  en  gracia  de  Díob. 
Supongo  que  usted  me  deja 
el  derecho  de  elección. 
Es  muy  justo,  porque  al  fin 
tú  has  de  casarte ;  no  yo. 
No  obstante ,  debes  tomar 

mi  consejo 

En  eso  estoy. 
Hágame  usted  de  mis  novios 
una  exacta  relación. 
Uno  es ,  y  yo  te  confieso 
que  su  apasionada  soy, 
don  Juan  Grisóstomo  Rubio,    . 
Barreneche  y  Albornoz , 

fiscal 

No  quiero  fiscales. 
La  toga  asusta  al  amor. 
En  mis  brazos  soñaría 
alguna  conspiración; 
respondiera  a  mis  halagos : 

otro  si — Por  cuanto  tos..., y 

T  en  mi  acción  más  inocente 
vería  un  crimen  atroz. 
Me  convenzo. 

Despedido 

y  autos. 

Don  Blas  Obregon, 
teniente  de  granaderos. 
Gran  nobleza  y  gran  valor! 
Militares?  No  en  mis  diasl 
ó  en  Madrid  quieta  me  estoy, 
<5,  nueva  amazona,  sigo 
la  suerte  del  batallón. 
Si  me  quedo,  me  someto 
á  viudez  triste  y  precoz ; 
si  le  sigo,  qué  de  afanes! 
Sobre  un  burro  matalón, 
calado  el  mugriento  gorro 
de  indefinido  color, 
con  dos  plumas  que  parecen 
emblema  de  la  nación; 
pues,  ambas  á  dos  pelonas 
y  tercas  ambas  á  dos, 
cuando  una  dice  que  sí 
su  hermana  dice  que  no; 
á  merced  de  un  asistente , 
sin  abrigo  y  sin  ración , 
y  expuesta  siempre  á  apearme 
por  las  orejas....,  qué  horror!... 
perdiera  mi  juventud 

Sor  esos  trig'os  de  Dios. 
10  habia  yo  dado  en  eso. 
Soy  de  tu  misma  opinión. 
Calabazas  al  teniente. 
El  que  á  proponerte  voy 
merece  la  preferencia. 
Es  un  dije,  es  un  primor 
don  Aquilino  Carranque. 
Qué  apacible  condición ! 
qué  fino,  qué  petimetre  I 

Yaya,  es  la  nata  ^  la  flor 

Pero  es  muy  afemmado, 
y  BO  me  remedio  yo, 


Josefa. 

Luis. 
Josefa. 


Cecilia. 


Josefa. 

Luis. 
Josefa. 

Cecilia. 
Jostfa. 


Luis. 
Josefa. 


Cecilia. 

Josefa. 

Cecilia. 

Luis. 

Josefa. 

Lilis, 

Cecilia. 
Jostfa. 

Luis. 

Josefa. 

Luis. 


Josefa. 


madre  mia,  con  maridos 
de  quincalla  y  de  charol. 
Bien  dices.  Su  robustez 

no  es  gran  cosa.  Aquella  tos 

Desahuciado  y  otro  al  puesto. 
Bien.  Don  Santiago  Querol, 
propietario  y  fabricante, 
es  todo  un  hombre  de  pro. 
De  propósito  he  dejado 

para  el  último 

Al  peor. 
Metódico  y  calculista, 
esclavo  de  su  reloj, 
de  todos  mis  pensamientos 

Sedirá  cuenta  y  razón. 
[e  sisará  receloso 
hasta  loa  rayos 'del  sol. 
Por  ahorrar  un  dependiente 
me  pondrá  en  el  mostrador, 
6  me  tendrá  almacenada 
como  un  fardo  de  algodón. 

Y  es  verdad!....  Bien  dijo  el  otro: 
más  ven  cuatro  ojos  que  dos. 
Cero,  y  van  cuatro. 

Pues,  hija, 
ya  el  catálogo  finó. 
El  de  usted ,  pero  no  el  mió. 
Pues  no  acierto,  como  soy 

Josefa Ta  te  he  nombrado 

á  todo  bicho  varón 

que  entra  en  mi  casa. — Á  no  ser 

que  tus  primos 

Voto  á  bríos! 

Los  primos  ¿no  somos  hombres? 
Ya  caigo Buena  elección! . 

Y  todo  se  queda  en  casa. 
Pobre  Julián !  Yo  le  dov 
desde  ahora 

No  es  Julián. 
No  es  Julián? 

'  Es  Luis. 

Soy  yo. 
Mejor.  Y  cuándo  la  boda? 
Por  mí  que  se  firmen  hoy 
los  contratos. 

Bien. 

Corriente. 
Á  qué  hora? 

Á  la  oración. 

Sí?  Pues  voy  á  preparar 

Yo  también  corro  veloz 

Cite  usted  al  escribano; 

yo  áloB  testigos 

Sí,  voy 


Cecilia.   [Á  su  madre.] 


Oiga  usted 

[i  D.  Luis.] 
Espera  un  poco 

[Habla  aparte  con  su  madre.]  . 


EL  PRO  T  EL  CONTRA. 


^     97 


Luis. 
Cecilia. 


(Esto  es  hecho !  Amor  triunfó. 
Seré  feliz....) 

Tome  usted 
la  llave  del  tocador. 

[Da  una  Uavecita  i  su  madre,  y  ésta 
entra  en  la  casa.\ 


Luis. 


Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 


Cecilia. 


Luis. 
Cecilia. 
Luis. 
Cecilia, 

Luis. 


Cecilia. 
Luis. 


Cecilia. 

Luis. 
Cecilia. 
Luis. 
Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 


Luis, 
Cecilia. 

Luis. 
Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 
Cecilia. 
Luis. 
Cecilia. 


ESCENA  X. 

CECILIA.    D.  LUIS. 

Serás  mi  esposo.  Qxxé  dicha! 
Verás  con  qué  gusto  bailo 

esta  noche 

Hay  baile  en  casa? 

No.  En  casa  de  don  Hilario 

Si  tú  no  bailas  no  vives. 
¿Qué  quieres !  Me  ha  convidado 

don  Aquilino 

Bastaba 
ser  convite  de  ese  trasto 
para  disgustarme  á  mí. 
No  es  justo... 

Es  que,  hablemos  claro, 
siempre  ere^btú  su  pareja, 
y  eso  ya  me  va  enfadando. 
Suele  dirigirse  á  mí,  • 
y  como  con  él  me*  amaño 

mejor  que  con  otro 

Pues! 
Te  da  celos? 

Me  da  empacho. 
Pues  sácame  tú  á  bailar 
y  verás  cómo  le  planto. 
A  mí  no  me  gusta  el  baile , 

ni  jamás 

Buenos  estamos  I 
Ni  quieres  bailar  conmigo, 
ni  sufres  que  luzca  el  garbo 
con  otro. 

Yo 

Aquí  tenemos 
al  perro  del  hortelano. 

Pero 

Pues  una  de  dos ; 
contigo,  ó  con  él. 

\  Cuidado 

qae  es  manía 

Más  ridicula 
es  la  tuya.  Ingrato !  ingrato ! 
Lloras? 

Ni  bailar  me  deja ! 
Pero  ¿á  qué  viene  ese  llanto? 
SÍ41SÍ  me  tratas  de  novio, 
qué  harás  después  de  casado? 

Tengo  á  ese  hombre  antipatía 

No  á  él ,  sino  á  mí. 

Hazte  cargo 

Ah !  ¡  Le  he  preferido  á  todos 
para  que  me  dé  este  pago ! 

11. 


Luis. 


Cecilia. 
Luis. 
Cecilia. 
Luis. 


Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 


Luis. 
Cecilia. 


Luis. 


Por  Dios,  óyeme !  No  es  falta 
de  amor;  todo  lo  contrario. 
Está  muy  bien.  No  iré  al  baile. 
Oh! 

Me  encerraré  en  mi  cuarto 

Vamos,  no  llores 

Mejor 
sería  entrar  en  un  claustro 
que  casarme  con  un  hombre 
tan  injusto  y  tan  tirano. 
Basta.  Baila  con  quien  quieras, 
aunque  á  mí  me  lleve  el  diablo. — 
Pero  el  vals....,  de  ningún  modo. 

[El  vals  que  me  gusta  tanto 

Bien.  Yo  valsaré  contigo. 
Sí? 

Soy  ágil  como  un  sapo, 
mas  no  importa.  Aunque  reviente, 
no  quiero  verte  en  los  brazos 
de  un  títere. 

[Saca  la  petaca.] 

Me  darás 

sumo  gusto Otro  cigarro? 

Qué  vicio  tan  asqueroso  I 
Bien.  No  te  enfades.  Ya  guardo 
la  petaca. 

Sí;  y  después 

Maldito  sea  el  tabaco ! 
No  es  tan  fácil  desechar 
costumbre  de  muchos  años. 
No?  Dame  esa  cigarrera. 

Pero,  mujer 

Yo  lo  mando. 

[Con  ternura.] 

Yo  te  lo  suplico. 

Con  un  suspiro.]  Toma. 

^¡niero  saber  lo  que  valgo. 

no  vuelves  á  fumar, 
ó  contigo  no  me  caso. 
¿Qué  he  de  hacer!  Me  gusta  el  humo, 
pero  prefiero  tu  mano. 


ESCENA  XI. 

CECILIA.    D.  LUIS.    ROSA. 

[Cecilia  sale  al  encuentro  de  Xosa,  toma  de  ella 
loque  indicará  el  diálogo^  y  lo  cubre  con  el 

pañuelo.] 

Luis.      (Hará  de  mí  cuanto  quiera,  "* 

sí.  Sov  un  alma  de  cántaro.) 
Cecilia.   Muy  bien.  Ahora  llévate  eso. 

[Da  d  Rosa  la  petaca  después  de  tirar 
los  cigarros.] 

Luis.      Ah qué  lástima  de  habanos ! 

7 


»      j 


si  ^ 

t  J  ' 


98 


EL  PRO  T  EL  CONTRA. 


ESCENA  XII. 

CECILIA.    D.  LUIS. 

Cecilia.   Luis  mió,  acabas  de  hacer 

tin  gran  sacrificio. 
Luis.  Sí;  algo 

Cecilia.   [Le  ia  un  retraía.] 

He  aqaí  mi  recompensa. 

Luis.      [Mirando  con  gozo  la  miniatura.] 

Oh  yentural  Tu  retrato! 

Mil  Teces  lo  he  de  besar. 
Cecilia.  Basta  ya,  que  me  estás  dando 

envidia 

Luis.  ¿Qué  oigo !  Pues  ven .... . 

Cecilia.   [Despidndose.] 

Guando  nos  case  el  vicario. 
Luis.      Taimada  I — Será  razón , 

aunque  pierdas  en  el  cambio, 

que  yo  te  ofrezca  también 

mi  imagen 

Cecilia.  Es  excusado. 

Ta  la  tengo. 
Luis.  jCómo 

Cecilia.    [Enseñándole  otro  retrato.] 

Mira. 
Luis.      Pues  iquién . .  .Oh  sorpresa!  ¿Cuándo... 
Cecilia.   Te  admiras !  ¿No  sabes  tt 

que  amor  sal^  hacer  milagros? 
Ji  a  ha  tiempo  que  de  orden  mia 
seguia  un  pintor  tus  pasos. 

Luis.      ¿Qué  escucho !  ¿Será  posible 

Cecilia.   Oro,  paciencia  y  trabajo 

¿qué  no  alcanzan  ? 
Luis,  Dueño  mió ! 

Cecilia.   Luis,  ¿me  perdonas  el  rapto? 
Luis.       \  Perdón  me  pides,  y  el  júbilo 

me  enloquece  I 
Cecilia.  Si  este  rasgo 

no  es  prueba  de  amor 

Luis.  Sí,  hermosa. 

T  yo  vacilé Insensato!) 

"^yá  citar Cada  instante 

ue  la  ventura  retardo 
e  llamarte  mia,  un  sisólo 
se  me  hace.  Vuelvo  volando. 

[Besa  tiernamente  la  mano  i  Cecilia 
y  vasefor  la  verja.] 


9 

3 


ESCENA  XIII. 

CECILIA, 

Mi  pobre  Luis !  Está  loco. 
Mucho  le  quiero,  y  es  justo....; 
aunque  á  veces  me  da  gusto 
hacerle  rabiar  un  poco. 


ESCENA  XIV. 

CECILIA.    D.  SANTIAGO. 

[J9.  Santiago  viene  de  la  casa.] 

Sant.      Á  los  pies  de  usted,  Cecilia. 

Cecilia.  Abur,  don  Santiago. 

Sant.  Al  fin 

la  hallo  á  usted  en  el  jardin. 
Bueno  I  T  lejos  la  familia..... 
Mejor.  La  hermosa  á  quien  amo 
es  usted,*  á  la  hora  de  esta 
no  he  recibido  respuesta 
á  mi  instancia,  y  la  reclamo. 

Cecilia.  Pero 

Sant.                   Un  hombre  como  yo  ^ 

jamás  el  tiempo  malgasta , 
y  usté  ha  tenido  el  que  basta 
para  decir  sí  ó  nó. 
Aunque  el  alma  me  destroce 
la  contestación  que  busco 

Cecilia.  (Se  ha  visto  amante  más  brusco?) 

Sant.      [Mirando  su  reloj.] 

Ahora  son  las  cinco  .y  doce..... 

Cecilia.  T  eso  ¿qué  me  importa  á  mí? 
Yaya,  qu^es  cosa  de  risa 

Sant.      Hija,  usted  no  tendrá  prisa; 
lo  entiendo,  pero  vo  sí. 
Mañana  parto  á  Valencia, 
y  sin  que  sepa  mi  suerte, 
ya  ve  usted  que  es  cosa  fuerte 
soplarme  en  la  diligencia. 
No  tome  usted,  niña,  á  mal 
mi  urgencia.  Si  me  hago  el  lerdo, 
los  momentos  que  yo  pierdo 
los  ganará  algún  rívah 
Y  pues  aborrezco  el  ocio 
porque  á  Dios  he  de  dar  cuenta, 
y  ya  sabe  usted  mi  renta , 
zanjemos  este  negocio. 

Cecilia.  ¿  Si  creerá  usted 

Sant.  Ya  estoy  harto. . . 

Cecilia.  Que  vivo  desesperada, 
y  lloro 

Sant.  No  creo  nada. ..... 

[  Vuelve  d  mirar  el  reloj.] 

Pero  son  las  cinco  y  cuarto. 

Esta  ocasión  aprovecho 

recelando  alguna  intriga; 

y  para  que  usted  no  diga 

que  uñ  puñal  pongo  á  su  pecho 

Cecilia.  Oiga  usted 

Sant.  Entre  esos  frutos 

dar  una  vuelta  resuelvo 
y  por  la  respuesta  vuelvo 
en  pasando  ocho  minutos. 

Cecilia.  No.  Ahora  mismo,  sin  ribete 


\ 


EL  PRO  Y  EL  CONTRA. 


99 


ningunoi  sin  embarazo, 

[Aparece  D.  Luis  por  la  puerta  de  la 

verja.] 

digo...  (Ahí  Luis...) 
Sanú.  Éh? 

Cecilia.  Acepto  el  plazo. 

Sa7it.      [Mirando  el  reloj.] 

Bien. — Las  cinco  y  diez  y  siete. 


¿T  si  obligado  me  yeo. 


Luis. 
Cecilia. 


Luis. 
Cecilia. 
Luis, 
Cecilia. 


Luis. 

Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 


ESCENA  XV: 

CECILIA.     D.  LUIS. 

Cecilia 

Á  baena  ocasión 
llegas.  (La  ira  me  enciende.) 
Don  Santiago  me  pretende 
y  espera  contestación. 

Te  habrá  escrito.  ¿Ayer  la  carta 

No  hay  carta. 

¿Cdmo... 

Me  ha  hablado; 
voWerá  aquí.  De  mí  lado 
ahora  mismito  se  aparta. 
¿T  por  qué  con  Befcebü 
no  le  has  dicho  ya  que  no? 
No  he  de  decírselo  yo. 
Pues  ¿quién? 

Tú. 
Yo? 
Tú. 


-     iX    Bi  UUil^^UU  IUC7    VOU 

Cecilia.   Es  un  pobre  hombre.  No  creo 

Sue  llegue  la  sangre  al  rio. 
o  lo  digo  por  cobarde. 
Sabe  Dios  que  no  lo  soy;    . 
pero..... 

[Aparece  á  lo  lejos  D.  Santiago^  mira 
el  reloj  y -se  encamina  al  proscenio.] 

Cecilia.  Allí  viene.  Me  voy 

á  vestir,  que  se  hace  tarde. 


Yol 


Tú! 


Cecilia. 


Luis. 
Cecilia. 


Luis. 

Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 

Luis. 

Cecilia. 


Luis. 


Aunque  un  nó  jamás  fué  grato, 
sí  lo  oye  de  ti ,  tal  cual , 

mas  decírselo  un  rival 

Eso  es  un  asesinato. 
Su  fatuidad  es  inmensa, 

?r  merece  ese  castigo. 
Su  fin ,  haz  lo  que  te  digo. 

Pero  sepamos  qué  ofensa 

Como  si  fuera  mí  mano 
mercancía  baladí 
me  ha  exigido  el  nó  ó  el  sí 
con  el  reloj  en  la  mano. 
Es  genio  suyo,  querida , 

Ísi  el  amor  que  le  inflama, 
j  atosiga 

Eso  se  llama 

Sedir  la  bolsa  6  la  vida. 
^eja  estar  al  don  Santiago. 

No  turbe  mí  regocijo 

Despídele:  yo  ío  exijo. 

Vaya  en  gracia !  Y  cómo  lo  hago  ? 

De  mi  parte  le  dirás 

que  maridos  de  su  laya 

no  me  gustan ;  que  se  vaya 

y  no  vuelva  aquí  jamás. 

Y  si  luego  hay  desafío? 


ESCENA  XVL 

« 

D.  LUIS.    D.  SANTIAGO. 

Luis.       (Darme  á  mí  tal  comisión! 

Él  antojo  es  como  suyo.) 
Sant.       Señorita ,  ya  los  ocho 

Ah!  No  es  usted  á  quien  busco. 

Luis.       Sí ;  usted  buscaba  á  Cecilia 

Sant.       Sí,  señor. 

Luis.   .  Pues yo  la  suplo. 

Sant.      Oiga ! 

Luis.  Me  ha  dado  un  encargo 

que  con  mucha  pena  cumplo. 
Sant.    .  Calle!  Tenemos  intérprete? 

Luis.      Usted  ha  ajado  su  orgullo 

Sant.      Al  grano,  que  tengo  prisa. 
Luis.      No  es  usted  muy  de  su  gusto...., 

y  le  hace  á  usted  un  agravio, 

porque  al  fin 

Sant.  Menos  dibujos. 

Sí,  ó  nó.  Qué  ha  dicho? 
Luis.  Que  no; 

y  lo  peor  del  asunto 

es  que  le  despide  á  usted 

para  siempre. 
Sant.  A  mí?  Qué  insulto! 

I  Echarme  á  la  calle  á  mí 

como  á  un  ladrón ,  ó  al  verdugo ! . . .  • 

lío  puedo  vengarme  de  ellai..., 

porque  es  mujer;  mas  barrunto 

que  es  usted  el  venturoso 

que  me  ha  arrebatado  el  triunfo, 

y  es  preciso  que  me  dé 

satisfacción 

Luis.  No  rehuso 

(Si  lo  dije!) 
Sant.  Muy  bien.  Armas? 

Luis.      Florete. 
Sant.  Dos  bien  agudos 

tengo  en  casa.  Andando. 
Luis.  Ahora? 

Sant.       El  llanto  sobre  el  difunto. 
Luis.       Mañana.  Hoy  tengo  que  hacer. 
Sant.      Mañana  tomo  yo  el  rumbo 

de  Valencia,  y  no  me  voy 

sin  venganza;  conque,  aí^unto 

Luis.      Mucha  prisa  tiene  usted 

de  saludar  el  sepulcro. 


100 
Sant. 


EL  PRO  Y  EL  CONTRA. 


Luu. 
Sant. 

Luis. 

Sant. 


Luis. 


Sant. 


Sígame  usted,  y  veremos 
quién  hace  antes  el  saludo. 

Es  la  cosa  más  sencilla 

En  menos  de  diez  minutos 
acabamos.  Vivo  cerca. 
Mientras  á  mí  casa  subo 
y  bajo  con  los  floretes 
pasan  cuatro,  y  die^o  mucho; 
en  otros  dos  nos  plantamos 
desde  la  calle  del^urro 
en  las  ruinas  del  convento 
de  la  Merced :  no  soy  zurdo: 
usted  no  es  manco;  otros  tres 
prudentemente  calculo 
para  que  uno  de  los  dos 
viaje  en  posta  al  otro  mundo. 
Ea ,  vamos. 

[Mira  el  reloj.] 

Son  las  seis 
menos  cuarto,  y  tres  segundos. 
Digo  que  hoy  no  me  acomoda. 
Eso  es  bnpcar  subterfugios 

Soraue  usted  me  tiene  miedo, 
liedo  yo?  De  nadie  sufro 

Guie  usted.  Pronto ! 

Volando  I 

{Asoma  Rosa  por  la  puerta  de  la  de- 

recAa.] 

Rosa!....  Importa  el  disimulo. 

[Fn  alta  voz.] 

El  brazo. 

Ah!  Sí Caro  amigol.... 

[Se  dan  el  brazo  y  se  tan  por  la  verja.] 

(¡Cuántos  habrá  de  este  cuño, 
que  se  hacen  mil  cumplimientos 
y  se  aborrecen  i  dúo!) 


ESCENA  XVII. 

ROSA. 

Por  este  lado  han  de  estar 
aquellos  cigarros  puros 

[Los  busca  por  entre  los  árboles  ^  y 
los  va  recogiendo] 

Es  lástima  que  se  pierdan 
ó  los  coja  el  zamacuco 
de  Bartolo.  Á  mi  barbero 
le  vendrán  de  perlas. — Uno. 

Bien.  Otro!  Allí  veo  dos 

Otro  aquí...  No  hay  más.  (Qué  chusco 

estará  con  uno  de  ellos 

en  la  boca! — Él  es  un  tuno, 

un  borrachuelo,  un  pelón...., 

pero  no  hay  otro  recurso. 


Julián. 

Rosa. 
Julián. 


Rosa. 


Julián. 
Rosa. 


Julián. 
Rosa. 


í 


Julián. 
Rosa. 


Julián. 

Rosa. 

Julián. 

Rosa. 
Julián. 

Rosa. 


Julián, 
Rosa. 

Julián. 

Rosa. 

Julián. 


ESCENA  XVIII. 

ROSA.     D.   JULIÁN. 

[D.  Julián  viene  de  la  casa.] 

Por  dónde  andará  esta  gente? 
A  Dios,  salada. 

Pues  ya ! 
En  casa  no  he  visto  á  nadie; 
ni  á  la  madre  angelical, 
ni  á  la  hija 

Es  que  las  dos 
poniéndose  ahora  están 
de  veinticinco  alfileres. 
Y  mi  hermano? 

Poco  ha 
ue  salió  con  don  Santiago 
el  brazo. 

Con  un  rival ! 

Mucho  me  admiro 

Presumo 
que  poco  podrá  tardar. 
Si  esta  noche  se  ha  de  hacer 

la  cosa 

La  cosa!  Cuál? 
Cómo !  Usted  no  sabe  nada  ? 
Tenemos  gran  novedad. 
Esta  noche  es  el  dichoso 
contrato  matrimonial. 
Se  casa  al  fin?  ¡Malogrado 
joven ! 

Malogrado?  Quiá! 

Él  hace  su  gusto 

Él  hace 
una  insigne  necedad. 
Necedad  porque  se  casa? 
Por  eso  en  primer  lugar, 
y  en  segundo  por  casarse 
con  mi  prima. 

Pues  ¿quó  mal 
ha  de  estarle  el  ser  marido 

de  moza  tan  linda  y  tan 

No  gusta  usted  de  su  prima? 
Tú  me  gustas  mucho  más. 
Que  si  quieres! ....  Á  otro  perro 
con  ese  nueso. 

Sí  tal. 

¡Usté  á  una  pobre  criada 

Te  quiero,  á  fe  de  Julián ; 
y  para  darte  una  prueba 
de  mi  cariño 


[Intenta  abrazarla  y  Rosa  le  repele.] 

Rosa.  Arre  allá ! 

No  me  quiere  quien  no  guarda 
respeto  á  mi  honestidad. 

Julián.    Un  abrazo  más  ó  monos 
¿qué  importa 

Rosa.      [Con  aire  teatral.] 

Jamás!  Jamás! 
Julián.    Eh?  ¿De  quién  has  aprendido 


:•  •: 


•"• 


EL  PRO  Y  EL  CONTRA. 


101 


ese  tono  sepulcral , 

así....,  á  manera  de  Huérfana 

de  Bruselas?  ¡Voto  á  san 

A  un  lado  dengues  postizos , 
y  dájate  acariciar. 

[Intenta  abrazarla  otra  vez.] 

Rosa,      [Retrocediendo.] 

Si  es  cierto  que  usted  me  quiere..., 
Julián.    Furiosamente. 
Rosa.  Sólo  hay 

nn  medio 

Julián,  Cuál,  vida  mia? 

Rosa.      El  vicario  y  el  altar. 

Julián.    Altar!  Vicariol  Qué  has  dicho? 

Hablas  con  formalidad? 
Rosa.      Pues  ¡  qué !  ¿se  figura  usted 

oue  sería  yo  capaz 

Quien  su  marido  no  sea 

no  abraza  á  Rosa  Pascual. 
Julián.    A  mí  matrimonio  I  ¿  Sabes 

y  que  has  nombrado  á  Satanás? 
r  vive  Dios  que  el  bodorrio 
8  que  yo 

Julián.  Vete  á  fregar. 

[La  vuelve  la  espalda  y  se  pasea.] 

Rosa.      [Sqfocada.] 

Oiga  usted;  no  soy  fregona, 
sino  doncella 

[Suena  en  la  casa  una  campanilla.] 

Ya  van! — 
De  labor;  y  me  he  criado 

en  buenos  pañales;  mas 

yo  tengo  la  culpa,  que 

por  la  política  y  la...., 

I  pues!  le  he  tratado  á  usted  con.... 

tanta  familiaridad. 


ESCENA  XIX. 

D.  JULIÁN. 

¡Bueno  fuera  que  después 
de  tanto  merodear 
sin  doblar  mi  erguido  cuello 
á  la  coyunda  nupcial , 
una  criaduela  zafia 
me  hiciera  al  fin  hocicar ! 


ESCENA  XX. 

D.  JULIÁN.    D.  LUIS. 

[D.  Luis  trae  la  mano  derecha  vendada.] 

Luis.       Julián. 

Julián*    [Volviéndose.] 

¿Quién?...  Es  Luis.  ¿Qué  veo! 


Por  qué  esa  mano  vendada? 

Estás herido?.... 

Luis.  No  es  nada. 

Gajecillos  del  empleo. 

Julián.   ¿A  ver 

Luis.  Un  leve  pinchazo 

que  apenas  rasgó  el  pellejo. 
Julián.   De  veras? 
Luis.  Mira:  manejo 

sin  dificultad  el  brazo. 
Julián.    Algún  duelo? 
Luis.  Sí. 

Julián.  Con  quién? 

Luis.      Con  don  Santiago. 
Julián.  El  motivo? 

Luis.      Un  antojo  vengativo 

Julián.    Tuyo? 

Luis.  De  mi  dulce  bien. 

En  vez  dp  darle  un  sofión 

Juiso  que  yo  se  le  diera. 
II  otro,  que  no  es  de  cera^ 

me  pidió  satisfacción; 

más  diestro^  no  más  valiente  ^ 

mi  rival  me  ha  herido,  y  ¡  zas ! 

me  ha  desarmado,  ítem  más, 

y  es  milagro  que  lo  cuente ; 

pero  con  cara  de  risa 

mira  el  reloj ,  pega  un  brinco 

y  exclama:  «seis  menos  cinco! 

Ya  basta.  Abur.  Tengo  prisa.» 
Julián.    ¿Y  después  de  esa  aventura 

.   te  casarás Tontería!.... 

Luis.      Deja,  hombre,  que  todavía 

no  nos  ha  velado  el  cura. 

Quiero  hacer  la  última  prueba. 

La  has  de  decir «...* 
Julián.  .         Estás  lelo? 

Luis.       Que  tengo  pendiente  un  duelo.... 

A  ver  cómo  oye  la  nueva. 

Julián.    Pero,  hombre 

Luis.  De  mi  enemigo 

pinta  bien  la  saña  atroz 

[Cecilia  talarea  dentro.] 

Ella  viene.  Oyes  su  voz  ? 

Me  escondo.  Haz  lo  que  te  digo. 

[jSe  oculta  entre  los  árdeles.] 


ESCENA  XXL 

D.  JULIÁN.    CECILIA.    D.  LUIS. 

[JSmpieza  d  oscurecer.] 

Cecilia.  Adiós,  Julián.  Y  tu  hermano? 
Ta  pronto  va  á  anochecer, 

Ír  si  se  han  de  celebrar 
os  contratos 

Julián.  Cielos ! 

Cecilia.  Eh? 

¡Suspiras 

Julián.  Tú  hablas  de  boda 


108 

Cecilia. 
Julián. 


EL  PRO  T  EL  CONTRA. 


Cecilia* 
Julián. 


Cecilia. 
Julián. 
Cecilia. 

Julián. 


Cecilia. 
Julián. 


Cecilia. 

Julián. 

Cecilia. 

Julián. 
Cecilia. 
Julián. 
Cecilia. 
Julián. 

Cecilia. 

Julián. 


Cecilia. 


Julián. 
Cecilia. 

Luis. 


Cecilia. 
Julián. 


cuando  á  estas  horas  tal  vez 

Qué  ocurre?  Me  haces  temblar 

Qué  es  de  tu  hermano?  ■ 

No  sé 

Con  don  Santiago  me  han  dicho 
que  salió  de  este  verjel 
y  que  iban  los  dos  furiosos 
con  trazas  al  parecer 

de  irse  á  batir 

Justo  Dios! 
Hi  amigo  Pepe  Rangel , 
que  acertó  á  pasar  entonces  ^ 

oyó  hablar 

Hablar De  qué? 

De  pistolas. 

De  pistolas ! 
Ay  Virgen  Santal  Y  después? 
Tuvo  intención  de  seguirlos  ^ 
pero  pensándolo  bien 

f  refirió  buscarme' á  mí 
or  Dios  te  pido  que  estés 

á  la  mira.  No  consientas 

Ya  ves  tú  si  yo  querré 

Pero  le  he  buscado  en  balde  ^ 

Íá  don  Santiago  también, 
on  Santiago  fué  á  su  casa, 

bajó  un  envoltorio 

Pues! 
Las  pistolas ! 

Ah!  se  baten 
como  cuatro  y  dos  son  seis. 
Triste  de  mí! — Aun  será  tiempo.... 

Por  Dios  y  corre 

Adonde  iré? 
Qué  flema  I  Y  eres  su  hermano ! 

Sí,  pero 

Pregunta 

•  A  quién? 

Ya  es  tarde. 

Si  tú  le  amaras 

como  yo  le  amo 

Pardiez  I 
¡Me  reconvienes  ahora...., 
cuando  el  riesgo  en  aue  se  ve 
quizá  á  algún  capricno  tuyo 
lo  tiene  que  agradecer! 

Ahí  tú  me  recuerdas Sí 

Mi  imprudencia,  mi  altivez 

Loca  estuve.  Yo  el  funesto 
desafío  provoqué. 

Ahora  lloro  arrepentida 

Á  buena  hora ! 

¿Hay  mujer 

más  ípfeliz 

(Prenda  amada ! ) 

{Hace  un  mowntiento  para  salir, 
D,  Julián  le  detiene,] 

¡Mal  haya,  mal  haya,  amén, 

mi  locura 

¡  Y  si  supieras, 
desventurada^  quién  es 


don  Santiago Si  sucumbe 

Luís,  con  esta  serán  diez 
las  muertes  que  pesarán 
sobre  su  alma. 
Cecilia.  \  San  José 

'  me  valga  I 

[Intenta  salir  otra  tez  D.  Luis  y  le 
contiene  su  hermano,] 

Julián.  No  le  hay  más  diestro 

para  la  pistola  que  él. 
Cecilia.    Yo  muero ! 
Julián.  Á  cuarenta  pasos 

hace  añicos  una  nuez. 
Cecilia.  Ah! 

[Se  desmaya  en  brazos  de  D.  Julián. 
D.  Luis  saU  precipitado  d  socorrerla.] 

,      Favor!  ¡Bien  mió 

¡Calla 

No  puedo  más.  ¡Qué  interés 

¡Qué  amor vuelve,  vidamia 

Yo  te  perdono 

Deten 
la  lengua.  Ya  vuelve..... 

[Cecilia  suspira.  D.  Julián  hace  que 
su  hermano  se  oculte  otra  tez.] 

Aparta. 

Cecilia.  ¿Dónde  estoy Cielos!  ¿Porqué, 

por  qué  á  mis  ojos  la  luz 
aborrecida  volvéis? 

Julián.    ¿Quién  sabe Quizá  el  cómbate 

se  transija  en  el  ¿eié. 
Cecilia.  ¡Pobre  Luis  del  alma  mia, 
^tan  cariñoso,  tan  fiel!.... 
'  Yo  le  seguiré  á  la  tumba, 
¡  y  oh  si  probarle  mi  fe 
pudiera  aando  mi  vida 
por  salvar  la  suya ! 

Luis.      [Á  D.  Julián  en  voz  baja,  ya  resuelto, 
d  salir;  pero  tiendo  d  doña  Jostfa  se 

detiene.] 

Ves? 


Luis. 

Julián. 

Luis. 


Julián. 


ESCENA  XXII. 

D.  JULIÁN.    CECIUA.    D.  LUIS.    DOÑA  JOSEFA. 

■m 

Josefa.    Albricias ! 

Julián.  Qué  es  eso? 

Josefa,  Albricias! 

Ya  ha  parecido.  Oh  placer! 
Cecilia.  Mi  Luís? 
Josefa.  La  mona ! 

Cecilia.  Mi  mona! 

Qué  dicha!  Y dígame  usted, 

quién  la  ha  traido?  El  hallazgo 

que  me  pida  le  daré. 
Luis.      (Medrados  estamos ! ) 


EL  PRO  ¥ 

ESCENA  XXIII. 

CECILIA.    DOÑA  JOSEFA.    D.  JULIÁN.    D.  LUIS. 

D.  AQUILINO. 

Aquil.     [Saliendo  de  la  cq^a^  To 
reclamo  el  lauro  y  el  prez 
de  esta  empresa.  Sí,  Cecilia, 
que  hoy  he  sudado  la  hiél. 
Buen  Dios,  lo  que  yo  he  corrido! 
Y  estando,  ustedes  lo  ven, 

delicado 

Cecilia.  Qud  fineza  I 

Josefa.     Eso  es  más  de  agradecer. 

Aquil.     [Á  D.  Julián,] 

¿Creerá  usted  que  vengo  ahora 

desde  la  calle  del  Pez 

Julián.    Eh  I  ¿qué  me  importa... 

Aquil.     VA  Cecilia.']  El  hallazgo! 

Cecilia,    bí,  sí.  Mi  palabra  es  ley, 

don  Aquilino. 
Aquil.  Quisiera 

pedir  más  alta  merced , 

pero  mis  escasos  méritos....^ 

mi  natural  timidez 

Por  no  abusar 

Julián.  (Mentecato!) 

Luis.      ( Mueble ! ) 

Aquü.  .  Me  limito  pues 

á  que  usted  me  dé  á  besar 

su  mano  de  rosicler. 

Cecilia.   Si  mamá  me  lo  permite 

Josefa.     Concedido. 

Cecilia.  '  Bese  usted. 

[Presenta  la  mano  y  D.  Aquilino  la 

besa] 

Aquil.     Oh  júbilo ! 

[Se  presenta  D.  Luis  ocultando  la 
mano  herida^  Al  verle  da  un  grito 

Cecilia.] 

Cecilia.  Ahí 

Luis.  Buen  provecho. 

Doy  á  usted  mi  parabién. 

Cecilia.   [Xecoirada  del  susto.] 

Eres  tú!  El  novio....,  la  mona 

Cuántas  dichas  á  la  vez ! 

Aquil.     [Suspirando.] 
(El  novio!) 


ESCENA  XXIV. 

CECILIA.    DOÑA  JOSEFA.    D.  LUIS.    D.  JULIÁN. 
D.  AQUILINO.    ROSA. 

Xosa.  En  la  sftla  espera 

el  señor  don  Bernabé. 


EL  CONTRA. 

Josefa.    Sí,  el  escribano. 
Cecilia. 

á  pedir  de  boca. 


103 


Ha  venido 


[i  D.  Luü.] 

Ven 

Luis.      Pueden  ustedes  decirle 

que  se  vaya 

Cecilia.  ¿Cómo 

Luis,  Á  pié, 

si  no  ha  traido  carruaje. 
Cecilia.  ¿Qué  oigo!  ¿Te  quieres  volver 

atrás 

Jiosa.  Ya  ha  puesto  en  la  mesa 

media  resma  de  papel 

Luis.      Es  inútil.  To  no  puedo    • 

firmar 

Cecilia.  No  puedes ! . . . .  Por  qué  ? 

Luis.      [Enseñando  la  mano  derecha.] 

Porque  estoy  manco. 
Cecilia.  Dios  mió ! 

Jostfa.     Muchacho ! 
Aquil.  Qué  horror ! 

Josefa.  Traed 

bálsamo 

Luis.  No  hay  que  asustarse» 

Es  un  rasguño  en  la  piel. 
Cecilia.  Respiro. 

Luis.  Un  aviso  al  novio 

Cecilia.   Ah  Luis ! ... . 

Luis.  Que  yo  no  echaré 

en  saco  roto. 
Cecilia.  ¿Qué  quieres 

decir 

Luis.  Lo  vas  á  saber.  . 

Eres  muy  linda  muchacha, 

cautiva  el  alma  tu  sal, 

tu  cara  no  tiene  igual, 

tu  cuerpo  no  tiene  tacha. 

Más  fina  que  el  pensamiento, 

más  dulce  que  una  colmena, 

cantas  como  una  sirena , 

y  bailas  que  es  un  contento. 

Tu  índole  es  buena,  si  tal, 

pero,  hablando  con  perdón 

de  tía,  tu  educación, 

dulce  primita ,  es  fatal. 

Tú  eres  sensible 

[  Viendo  que  va  i  interrumpirle  Ce- 
cilia.] 

Ten  calma. — 
Pero  tienes  en  verdad 
tan^  sensibilidad 

Jue  no  te  cabe  en  el  alma. 
>e  aquí  nacen  tus  arranques, 
tu  viveza  singular, 
y  tu  afición  á  bailar 
con  Aquilinos  Carranques. 


lOi 

Áquil.     [Picado.] 


EL  PRO  Y  EL  CONTRA. 


¡Oiga 

Julián.    [Á  D.  Aquilino  con  imperio.] 

Calle ! 
Luis.  T  tos  caprichos 

de  carácter  tan  diverso, 
y  andar  tu  amor  tan  disperso 
entre  hombres  ^  dijes  y  bichos. 
Te  he  sufrido  mil  desbarros  ^ 
y  he  podido  sin  enojo 
sacrincar  á  tu  antojo 
mi  bigote  y  mis  cigarros; 
mas  con  imperio  absoluto 
echarme  á  cuestas,  sin  viso 
de  razón  9  el  compromiso 
de  matarme  con  un  bruto; 
y  á  fuer  de  amante  leal 
Tolver  á  tus  pies  lisiado 
para  yerme  postergado 
a  un  asqueroso  animal....; 
esto  pasa  de  castaño 
oscuro,  esto  es  ya  muy  negro; 
y  de  recibir  me  alegro 
tan  á  tiempo  el  desengaño. 
Nadie  perfecto  nació. 
Sé  ^ue  en  la  humana  familia 
mujeres  y  hombres ,  Cecilia, 
tienen  su  contra  y  su  pro; 
•  mas  si  tu  cuenta  se  ajusta 
y  á  hablar  claro  me  resigno, 
ni  de  tBJiiopro  soy  dig^o 
ni  tanto  contra  me  gusta; 
y  pues  te  sobran  amantes 
más  indulgentes ,  más  bellos , 
cásate  con  uno  de  ellos...., 


y  tan  amigos  como  antes. 
Aquil.     Ah !  si  tan  alta  belleza 

me  admitiera  por  esposo*. 


Julián,    [Aparte  i  D.  Luis.] 

Bravo,  Luis! 

Cecilia.  (Aquí  es  forzoso 

sacar  fuerzas  de  flaqueza.^ 
Es  cierto;  puesto  en  el  fiel 
pro  y  contra,  declaro  aquí 
que  ni  él  nació  para  mi 
ni  yo  nací  para  él. 

Josefa.     Bien  dicho. 

Cecilia.  k  bien  que  el  casorio 

no  es  para  mí  tan  urgente. 

Aquil.     Con  todo,  si  usted  consiente 

Cecilia.  Queda  usted  de  meritorio. 

Aquil,     [Á  ^osa.] 

Por  ella  estoy  en  los  huesos ! 
Cecilia.   Tú  eres  la  que  vences  hoy, 

mónita  del  alma Voy, 

voy  á  comérmela  á  besos. 


ESCENA  ULTIMA. 

DOÑA  JOSEFA.    D.  LUIS.    D.  JULIÁN.    ROSA, 

D.  AQUILINO. 

Julián.   Anda  bendita  de  Dios  1 

No  sé  yo,  á  fe  de  imparcial 
entre  ella  y  la  mona....,  cuál 
es  más  mona  de  las  dos. 


EL  HOMBRE  PACÍFICO, 


COMEDIA  EN  UN   ACTO. 


Representada  por  primera  ves  en  el  teatro  del  Principe  el  dia  7  de  Abril  de  1838. 


PERSONAS. 


DOÑA  RAMONA. 
CASILDA. 
D.  BENIGNa 
D.  MAMERTO. 


Td.  lorenzo. 

un  alcalde  de  barrio, 

D.  SIMÓN. 
MATEO. 


Madrid.— Sala  con  puerta  é,  la  derecha  del  actor;  dos  en  el  foro,  una  de  ellas  con  vidrieras 

7  un  balcón  á  la  izquierda.  Entre  los  muebles  babrá,  sobre  un  velador,  una  pecera  con  agua, 

7  en  ella  un  pez.  La  puerta  con  vidrieras  es  la  del  dormitorio  de  D.  Benigno. 


^rf'^^k^MMA^^W^^^A^^M^^^^k/V 


ESCENA  I. 

MATEO.  D.  BENIGNO.  DOÑA  RAMONA 

[Aparece  Mateo  tendido  en  un  sqfd  y  roncando. 
El  teatro  está  únicamente  alumdrado  por  la 
luz  y  ya  agonizante,  de  una  lamparilla  puesta 
sobre  una  mesa.  Al  levantarse  el  telón  suenan 
dentro  fuertes  campanillazos,] 

Benigno.  [Dentro^  gritando,] 

Mateo! 

llamona.  [Lo  mismo.] 

Jesús!....  Mateo! 

Mateo.     [Levantándose  sobresaltado.] 

¿Quién Allá  van! 

Ramona.  [Dentro.]  Vamos ,  plomo! 

[Mateo  bosteza  esperezándose,  y  con 
mucha  soma  sale  por  la  puerta  de  la 

derecha.] 

Benigno.  [Dentro.] 

Por  Dios,  hombre,  date  prisa! 

Ramona.  [Dentro.] 

Abre  con  dos  mil  demonios ! 


Benigno.  [Dentro.] 

Gracias  a  Dios! 
Ramona.  [Dentro.]  ¡Qué  dormir 

tan  bestial!  Echa  el  cerrojo. 

[Entran  en  la  escena  D.  Benigno  y 
doña  Ramona;  aquel  vestido  demoro, 
'  y  ésta  de  vestal,  y  soltando  al  entrar 
.  D.  Benigno  un  capote  viejo,  y  doña 
Ramona  su  capa.  Cada  cual  trae  una 
careta  eH  la  mano.  Poco  después  vuelve 

Mateo.] 

Benigno,  Ah !  Ya  me  veo  en  mi  casa. 
Gracias  á  Dios  poderoso! 
El  sillón No  puedo  más! 

[Se  deja  caer  en  una  poltrona.] 

Ramona.  No  te  hacía  vo  tan  floio. 

Por  una  noche  de  baile 

Yo  estoy  lista  para  otro 
si  se  ofrece. 

Benigno.  Sea  Dios 

loado  que  al  alboroto 
puso  ñn  del  carnaval , 
y  aunque  el  ayuno  es  penoso, 
bien  venga  el  miércoles  flaco 
y  mal  haya  el  martes  gordo, 
¿acanales  y  chacotas , 


106 


EL  HOMBRE  PACÍFICO. 


bailotcos  y  retozos 

y  ballicios,  do  se  han  hecho 

?ara  hombres  de  tomo  y  lomo. 
*or  darte  gusto.  Ramona , 
he  sido  una  nocne  loco, 
pero  ¡  una  y  no  más ! 

Sanuma.  ¿  Qué  valen 

pocas  horas  de  reposo 
perdidas  por  un  placer 
que  es  el  compendio  de  todos? 
Qué  variedad  de  disfraces ! 
qué  universal  alborozo! 
qué  musical  ¡qué  salón...., 
y  qué  olvido  venturoso 
de  los  años  y  las  penas! 
¿Quién 

Benigno.  Hermana,  yo  perdono, 

como  se  suele  decir, 
por  el  coscorrón  el  bollo. 
A  vosotras  las  mujeres, 
aunque  tengáis  más  otoños 
que  un  palmar,  os  vuelve  el* juicio 
la  danza,  y  vo  no  me  asombro; 
que ,  hablando  en  la  jerigonza 
política ,  el  sexo  hermoso 
siempre  se  inclina  al  partido 
del  movimiento.  Nosotros 
nos  conocemos  mejor; 
y  dejamos  á  los  mozos 
esas  locuras.  Buen  vino, 
I  buena  mesa,  buenos  troncos 

en  mi  chimenea,  j  paz, 
\  y  de  la  cama  al  birlocho....; 
y  más  que  el  vulgo  me  llame 
estacionario  ó  retrógrado. 

Mateo.     ¿No  se  ha  divertido  usted, 
señor? 

Benigno.  Ahí  está  el  negocio. 

No  hubiera  sufrido  tanto 
toda  la  noche  en  un  potro. 
Antes  de  salir  de  casa 
ya  habia  sudado  el  hopo 
abigarrando  mi  cuerpo 
con  todos  estos  engorros. 
Compromisos  de  mi  hermana 
nos  agregan  cuatro  tomos...., 
y  yo  pago  los  billetes 
y  el  carruaje  á  peso  de  oro; 
y  aun  esto  poco  importara, 
que  nunca  he  sido  roñoso, 
pero  á  mitad  del  camino 
vuelca  el  simón  en  el  lodo. 
Medio  á  nado,  medio  á  rastra, 
misto  entre  reptil  y  congrio, 
salgo  al  fin  de  la  escotilla 
cuando  Dios  llovia  á  chorros. 
El  albornoz  y  el  turbante 
como  puedo  me  compongo; 
para  entrar  en  el  salón 
me  hago  paso  con  los  codos , 
y  ya  entonces  señalaba 
treinta  grados  el  termómetro. 
Qué  confusión !  qué  apreturas ! 


Ta  me  dislocan  este  hombro 
de  un  pechugón ;  ya  me.  pisan 
en  el  callo  más  hermoso; 
ya  en  un  reflujo  violento 
de  aquel  agitado  golfo 
aturdida  una  chufera 
me  mete  en  la  boca  el  moño; 
quiero  ver  bailar,  y  dice 
el  bastonero  que  estorbo;      « 
busco  asiento,  y  no  lo  hallo; 
resuelvo  tomar  un  polvo, 

Ír  I  adiós  caja !  Otro  empellón 
a  envia  echando  demonios. 
Salgo  al  pasillo,  y  me  hielo; 
vuelvo  al  salón,  y  me  ahogo. 
La  marea,  á  mi  pesar, 
me  lleva  después  á  un  corro 
donde  al  verme  unos  mozuelos 
tan  campante  ytan  orondo, 
gritan:  un  moro,  muchachos! 
Somos  felices.  Un  moro! 
Quién  me  soba,  quién  me  abraza, 
quién  me  da  paz  en  el  rostro, 
juegan  al  tieso  conmigo, 

me  ponen  mazas  de  á  folio 

Sigo  la  broma,  y  repiten; 
me  queio,  y  me  llaman  tonto; 
que  cada  cual  interpreta 
la  libertad  á  su  modo, 
y  al  paso  que  ellos  son  libres 
para  triturar  al  prójimo^ 
si  su  talle  ó  su  disfraz 
no  parecen  de  buen  tono, 
no  le  es  lícito  á  un  Cristiano 
el  disfrazarse  á  su  antojo. 
Entre  tanto  la  careta 
me  lacera  entrambos  ojos, 
el  turbante  me  derriba , 
me  duelen  los  hipocondrios, 
una  beata  me  hiere 
con  un  alfiler  de  á  ocho, 
pierdo  á  mi  dama ,  y  me  roban 
el  pañuelo  de  los  mocos. 
Voy  al  ambigú :  ya  es  tarde ; 
sólo  queda  medio  pollo, 
y  ese  flaco,  y  ese  rrio, 

y  el  pan cociendo  en  el  horno, 

y  el  agua  tarda  una  hora...., 
y  me  la  suben  del  i)ozo. 
Bajo  á  las  salas  de  juego; 
me  encuentro  sin  saber  cómo 
entre  dos  pugiladores 
que  se  sacuden  el  polvo 
sobre  un  «r  venga  acá  ese  duro» 
y  un  «quítese  allá  el  tramposo;» 
y  sin  ponerlos  én  paz 
salgo  abofeteado  y  roto. 
Harto  de  tantos  percances, 
y  mustio,  y  manido,  y  sordo 
de  tal  guirigay,  de  tanto 
me  conoces  y  te  conozco; 
decido  volverme  á  casa, 
y  en  aquel  pasillo  lóbrego 


i 


EL  HOMBRE  PACÍFICO. 


107 


espero  mi  capa  en  vano 
tres  cuartos  de  hora  redondos. 
Al  fin  tomo  en  su  lug^r 
un  balandrán  asqueroso; 
salgo  á  buscar  mi  simón; 
no  parece :  fui  tan  bobo 

que  adelantado  pagué 

Y  he  aquí  el  premio  que  logro: 
a  la  ida,  batacazo 
y  á  la  vuelta,  á  pié.'  Si  cojo 
tras  de  esto  una  pulmonía 
hago  un  pan  como  un  bizcocho. 

Mateo .     Pobre  señor ! 

Ranuma,  Ya  se  ve, 

como  criado  en  Pancorvo, 
tú  no  sabes  los  estilos 
de  Madrid 

Benigno.  Por  san  Ambrosio, 

no  hablemos  ya  del  asunto, 
que  no  es  hora  de  coloquios. 
Mateo,  enciende  una  vela, 
que  quiero  acostarme  pronto. 

Mateo.     [Tomando'  una  vela,  y  dirigiendo^ 

adonde  eetd  la  lamparilla.] 

Voy  al  instante. 

[Al  encender  la  tela  apaga  la  lam^ 

parilla.'] 

¡Por  vida 

JRamona.En  qué  estás  pensando,  topo? 
Benigno.Sevi  por  amor  de  Dios! 
liamona.  ¡  Dejarnos  ahora  ese  trompo 

á  oscuras ! 
Benigno.  ¿Cémo  ha  de  ser! 

Trae  la  caja  de  los  fósforos 

Íue  está  sobre  mi  mesilla 
e  cama.  Ve  poco  á  poco. 

[Mateo  entra  d  tientas  en  la  alcoba.] 

Samona.'DioB  ponga  tiento  en  sus  manos. 

Benigno.  Los  encuentras? 

Mateo.     [Dentro.]  Ya  los  topo. 

[Sale  de  la  alcoba  desatentado.] 

Dónde -está  usted? 
Benigno.  Por  aquí. 

Mateo.     [Tropieza  en  el  telador  y  derriba  la 

pecera.] 

• 

Jesucristo  I 
Ramona.  ¡  Malos  lobos 

te  coman ! 
Benigno.  Yaya  por  Dios ! 

Te  has  hecho  mal? 
liamona.  ¡Ya  me  ha  roto 

la  Jaecera ! 

Mateo.  Tropecé 

liamona.  Mdliito I  No  tienes  ojos? 
Mateo.     Sí  tengo,  pero  no  son 

de  mochuelo. 
Jtamona.  Alma  de  chopo ! 

Benigno.  Vor  las  ánimas  benditas, 


no  riñáis  ahora  vosotros. 
Sin  moverte  de  tu  sitio, 
Mateo,  enciende  en  el  forro 
de  la  caja  una  cerilla; 

Mateo.     [Abriendo  d  tientas  la  caja.] 
.    Sí,  señor,  voy 

llamona.  [Se  dirige  al  balcón  tentando  laspa^ 

redes.] 

Es  ocioso. 
Yo  abriré  el  balcón ,  que  el  alba 
es  ya,  si  no  me  equivoco. 

[Abre  el  balcón  y  empieza  d  rayar  el 
dia,  aumentándose  la  luz  por  grados.] 

Benigno.  [Santiguándose.]    * 

Bendito  sea  por  siempre 
y  alabado 

Samona.  Qué  destrozo  I 

Bruto! 

Benigno.  La  redoma ,  pase ; 

{ mas  mi  pes»  de  grana  y  oro 
palpitando  por  el  suelo 
separado  de  su  undoso 

elemento Y  es  milagro 

no  andar  por'aquí  el  morroño, 
que  á  haberlo  olido,  ya  fuera 
sepulcro  del  pez  su  estómago. 
Metedle  en  otra  vasija, 
que  es  animal  en  quien  pongo 
mi  cariño  por  callado 
y  pacífico. 

Ram^ona.  Sí,  corro 

á  traer  la  palancana.  "* 


ESCENA  II. 

^       D.  BENIGNO.    MATEO. 

J?^e^^(7. Desnúdame  tú,  bolonio. 
Mateo.     [Le  empieza  á  desnudar,] 

Vamos  allá. 
Benigm.  Lo  primero, 

Juítame  este  promontorio 
e  la  cabeza. — Por  fin 
no  ha  sido  pesares  todo, 

Íue  al  atravesar  la  pieza 
onde  estaban  los  periódicos 
tuve  el  gusto  de  abrazar 
á  don  Lorenzo  del  Olmo, 
mi  buen  amigo  y  paisano. 

Mateo.     Sí? 

Benigno.        Desde  el  año  diez  y  ocho 
no  le  veia.  Ha  sufrido 
mil  reveses,  mil  trastornos, 
cárceles,  emigraciones...., 
mas  hoy  está  fuerte,  gordo, 
opulento,  y  muy  bien  quisto. 


108 


EL  HOA(BRE  PACÍFICO. 


7  es  coronel Mucho  gozo 

tuTe  en  verle. 
Mateo .  Y  yo  celebro . , 

BerUffno.  Hoy  comerá  con  nosotros. 


ESCENA  III. 

D.  BENIGNO.    DOÑA  RAMONA.    MATEO. 

[Doña  Ramona  trae  una  palancana  €<m  agua, 
echa  el  pez  en  ella  y  recoge  los  cascos  de  la  re* 

doma.] 

Benigno,  [Ta  medio  desnudo.] 

Cuidado,  no  me  le  estrujes! — 
Sigúeme  tú  al  dormitorio^ 
y,  por  Dios,  mucho  silencio, 
que  quiero  dormir  un  poco. 


ESCENA  IV. 

DOÑA    RAMONA. 

No  hay  duda.  Era  don  Mamerto. 

Su  misma  cara,  su  voz 

O       fil  me  conoció  sin  duda 
-^y  tomó  pipa.  Traidor!..,, 
Si  te  echo  la  vista  encima, 
falso,  no  he  de  ser  quien  soy, 
ó  me  has  de  pagar 


ESCENA  V. 

DOÑA  RAMONA.    MATEO. 

Afateo.     [Cerrando  las  vidrieras  de  la  aicoia,] 

Y  usted 

¿no  piensa  acostarse? 
llamona.  No, 

que  hoy  tetiemos  convidado. 
Mateo.     Sí,'  me  lo  ha  dicho  el  señor. 
Ramona,  Y  es  mi  cumpleaños,  y  hay  mucho 
\    que  trajinar.  Ahora  voy 

á  quitarme  estos  arreos 

virginales,  y  los  dos 

acordaremos  después 

los  platos  que  ha  de  haber  hoy. 


ESCENA  VI. 

MATEO.    D.  BENIGNO. 

[D.  Benigno  permanece  en  la  alcoba.] 

Mateo.    Quien  de  la  noche  hace  dia 
se  acuesta  al  salir  el  sol  : 


es  natural.  Esa bruja, 

con  más  años  que  la  tos , 
aun  quiere  folias ;  y  ella 
es  la  que  al  santo  varón 
de  don  Benigno  ha  sacado 
>.  de  quicio.  Al  diablo  te  doy, 
'^cotorrona  con  tus 

[Suena  música  dentro  y  hada  la  al- 
coba de  D.  Benigno.] 

¿Qué  oigo! 
Música  en  casa?  i  Y  per  Dios 

2ue  están  tocando  de  perlas! 
émo  que  me  gusta  el  son, 
y  casi  me  baila  el  cuerpo 

Benigno.  [Dentro  tocando  la  vidriera,] 
Mateo! 

Mateo.     [Acercándose,] 

Se  despertó ! 

Mándeme  usted. 
Benigno.  i  Qnó  jolgorio 

es  ese?  Ó  soñando  estoy, 

ó  creo  que  aun  no  he  salido 

de  aquel  maldito  salón. 
Mateo.     Es  música. 
Benigno.  Ya  la  oigo. 

Mas  i  qué  vecina  parió? 

¿Quó  novedad Y  á  estas  horas.... 

Aun  no  apunta  mi  reloj 

las  siete. 
Mateo.  Como  no  sea 

que  la  señora 

Benigno,  El  fagot 

me  está  zumbando  en  los  sesos. 

Llama  á  mi  hermapa. 
Mateo.  Ya  voy. 

[Desde  la  puerta  de  la  izquierda,] 

Señora ! 
Benigno.  ¡La  hora  es  cómoda 

para  un  do-re-mi-&-8ol!  ^ 


ESCENA  VII: 


DOÑA  RAMONA    MATEO.    D.  BENIGNO. 


Ramona, 

Mateo. 
Benigno. 


Ramona. 
Benigno, 

Ramona. 
Benigno. 


[Ya  vestida  de  casa,] 

Qué  quieres? 

Yo,  nada.  El  amo... 

[Todavía  dentro  de  la  alcoba.] 

¿Puedes  tú  darme  razón 
del  objeto  de  esa  murga? 

Hoy  cumplo  años 

Pecador  1.... 

¡Maldito  si  me  acordaba 

üabrá  corrido  la  voz 

Aunque  tú  no  eres  duquesa 


EL  HOMBRE  PACÍFICO. 


109 


Jiamona. 

Benigno, 
Ramona. 

Benigno, 
Ramona. 
Benigno. 
Ramona, 
Benigno. 


ni  jefe  de  batalloD , 

pase  la  música,  pero 

¡tan  temprano!  £¡8  un  horror. 

Aunque  estimo  él  agasaja  ^ 

no  los  he  llamado  yo. 

Ya  escampa  I 

Voy  á  decirles 
que  se  vayan. 

Sí,  por  Dios! 

Habrá  que  darles  un  duro 

Eso  más?  Quién  los  llamó? 
Justóos... 

Bien;  con  tal  que  callen^ 
dales  aunque  sean  dos. 


Voto  á  briós ! 


ESCENA  VIII. 

MATEO.    D.  BENIGNO. 

[Un  momento  después  de  salir  doña  Ramona 
cesa  la  música,  b.  Benigno  permanece  en  la 

alcoba."] 

Benigno.  \  Señor,  que  no  ha  de  poder 
dormir  un  hombre  de  honor 
á  quien  no  desvelan  trampas , 
ni  mujer,  ni 

Mateo.  Ya  cesó 

la  música.  Cojo  ahora 
la  ropa,  cierro  el  balcón , 
y pase  usted  buena  noche. 

[Dentro  gritería  de  mujeres.] 

Mas  ¿qué  gritos.. 
Benigno. 
Unamuj.  [Dentro.] 

Embustera! 
Ramona.  [Dentro.]     Lechuzoua ! 

Otramuj.  [Dentro.] 

Deslenguada ! 

[Sigue  el  vocerío.] 

Benigno.  Es  maldición. 

Está  visto.  Ven  aquí. 
Voy  á  vestirme. 

[Desde  la  puerta  da  ropa  Mateo  d  su 
amo  para  que  se  vista.] 

I  Qué  atroz 
quimera! 
Mateo.  La  vecindad 

toda  está  en  revolución. 

Alcalde.  [Dentro.] 

Silencio ! 
Ramona.  \ Dentro.]  Cómo  se  entiende? 
Yo  no  callo.  Soy  quien  soy, 
y  ella  es  una 

Benigno.  [Saliendo  d  la  escena  en  bataygon^o.] 

La  heroína 


de  esa  trágica  función 
es  mi  hermana.  ¿Oyes,  Mateo? 
Por  la  Virgen  de  la  O,  ^ 

anda  á  ver  si  la  apaciguas. 

[Mateo  sale  corriendo.] 

Alcalde.  [Á  lapuerta.] 

Sí,  señora. 
Ramona.  [Entrando.]  No,  señor. 


ESCENA  IX. 

D.  BENIGNO.    DOÑA  RAMONA.     EL  ALCALDE. 

[Bl  Alcalde  viene  con  levita  de  nacional ^  in- 
signias  de  sargento  primero  y  gorra  de  cuartel.] 

Alcalde.  ¡Después  que  el  barBÍo  alborota^ ^ 
á  la  autoridad  insulta ! 


Ramona, 

Alcalde. 
Ramona, 
Benigno. 
Ramona, 


Alcalde. 
Benigno. 
Ramona. 


Ocho  ducados  de  multa, 
ó  I  á  la  cárcel  la  marmota'! 
Hermano,  vuelve  por  mí, 

Íue  este  savon  me  atrepella, 
ja  atropelladora  es  ella. 
No  doy  un  maravedí. 
Qué  es  esto?  Señor !  Qué  es  esto? 
Aquella  infame  mujer, 
maldecida  de  cocer, 

culebrón,  cara  de  cesto 

Oye  usted?  Ya  se  desata 

otra  vez  en  desvergüenzas. 

Tiene  razón.  Mal  comienzas. 

Al  grano.  Deque  se  trata? 

Ahí  encima,  en  las  guardillas, 

una  vecina  soez 

al  son  de  rudo  almirez 

entonaba  seguidillas. 

Oigo  el  destemplado  estruendo, 

me  asomo  por  la  cocina, 

y  digo:  ¡Por  Dios,  vecina, 

que  mi  hermano  está  durmiendo ! 

Kesponde  por  la  ventana: 

Qué  es  dormir?  Á  buena  hora! 

Yo  guiso  y  canto,  señora , 

cuando  me  da  la  real  g^na. 

Canario  con  los  señores ! 

si  tales  son,  vaya,  vaya!, 

múdense  donde  no  haya 

vecinos  madrugadores. — 

Yo  replico,  y  hecha  un  ascua 

dándome  donde  me  duele, 

me  pone,  como  se  suele 

decir,  de  ropa  de  pascua. 

Y  vuelve  con  más  ahinco 

al  canticio  y  al  mortero; 

de  oiría  me  desespero; 

le  digo  cuántas  son  cinco 

Ya  la  casa  alborotada, 
todos  hablan  por  los  codos, 


110 


EL  HOMBRE  PACÍFICO. 


f. 


uno  á  uno  salen  todos 

ios  trapos  á  la  colada. 

En  esto  el  señor  se  acerca 

y  me  multa  á  fuer  de  alcalde 

sobre  injuriarme  de  balde 

una  grandísima  puerca. 
Alcalde.  Aunque  usted  así  lo  cuente 

atenuando  la  cuestión , 

por  su  propia  relación 

se  confiesa  delincuente. 

Ningún  código  español 

ni  privilegio  enriqueño 

manda  que  se  guarde  el  sueño 

á  quien  se  acuesta  con  sol. 

La  vecina, — estos  son  hechos, — 

con  su  salsa  y  su  canticio 

estaba  en  el  ejercicio 

de  sus  civiles  derechos. 

Fuera  injusta  tiranía 

consentir  que  á  troche  y  moche    * 

bailen  .ustedes  de  noche 

y  ella  no  cante  de  dia. 

Paso  lo  de  puerca  ,  paso 

lo  de  culebrón ,  que  soy 

tolerante;  pero  voy 

á  lo  sustancial  del  caso. 

Si  á  la  casa  se  consulta, 

usted  turbó  su  sosiego, 

no  las  seguidillas;  luego...., 

debe  usted  pag^r  la  multa. 
Ramona.'PeTo  ella 

Benigno,  [Abriendo  una  gaveta  y  sacando  di- 

dinero.] 

La  autoridad 

del  barrio  tiene  razón. 

Ranwna.'PeTo 

Benigno.  Ocho  ducados  son? 

Tome  usted. 


Bamona. 
Benigno. 
Ramona, 

Benigno. 

Ramona» 
Benigno. 


[Da  el  dinero  al  Alcalde.] 

Qué  iniquidad!. 
Mujer!.... 

Por  tu  causa  riño 

con  la  vecindad 

Mujer! 

No  lo  eches  más  á  perder. 
Así  pagas  mi  cariño! 
Bien  me  estaba  yo  sin  él , 
y  excusármelo  debias 
si  para  mostrarlo  habias 
de  alborotar  el  cuartel. 
Ten  de  mí  más  caridad 
cuando  en  caso  igual  me  vea...., 
y  que  el  remedio  no  sea 
peor  que  la  enfermedad. 
Ya  con  patriarcal  pachorra 
me  dormía,  y  si  tal  vez 
me  arrullaba  el  almirez, 
me  despertó  la  camorra; 


y  de  todo  esto  resulta, 
Ramona^  que  no  he  dormido, 
y  tuya  la  culpa  ha  sido...., 
y  yo  he  pagado  la  multa! 

Alcalde.  Ahora  es  preciso  que  toque 
otro  punto,  porque  soy, — 
lo  dice  el  traje  en  que  voy, — 
autoridad  in  utroque. 
Si  usted  no  lo  toma  á  mal , 
que  me  reconozca  espero 
por  su  sargento  primero 
en  la  milicia  local. 

Benigno.  Y  k  mí  ¿qué  ley  me  sujeta 

Alcalde.  Es  usted  desde  este  dia  ^ 
miembro  de  mi  compañía. 
Tome  usted  la  papeleta. 


Benigno. 


Alcalde. 
Benigno, 
Alcalde. 


Benigno. 


Alcalde. 

Benigno. 

Alcalde. 

Benigno. 

Alcalde. 

Benigno. 

Alcalde. 


Benigno. 


Alcalde. 

Benigno. 

Alcalde. 


Benigno. 
Alcalde, 

Benigno, 

Alcalde, 

Benigno. 

Alcalde. 


[Examinándola.] 

Mi  nombre  es  este ,  es  verdad ; 

pero,  hombre,  yo  estoy  exento 

Lo  manda  el  Ayuntamiento. 
Es  una  arbitrariedad. 
T  para  que  usted  trabaje 
ahí  le  dejo  en  la  antesala 
los  diez  cartuchos  con  bala, 
y  el  fusil,  y  el  correaje. 
No  á  la  voz  sea  usted  sordo 

de  la  patria 

Eso  es  magnífico, 
mas  ¡yo  que  soy  tan  pacífico 
y  tan  grandevo  y  tan  gordo!.... '. 
No  hay  excusa. 

Hombre!... 

íEa,pues... 
¡Silaley 

Estacionario! 
Exime  al  quincuagenario, 
y  peino  cincuenta  y  tres ! 
XJstó  es  hombre  de  vi^or, 
recio,  de  firme  estructura, 
y  á  tener  más  estatura 
pudiera  ser  gastador. 
Aunque  en  la  apariencia  sano, 
porque  me  cuido  con  tónicos, 
poseo  alifafes  crónicos 
como  cualquier  ciudadano, 
y  en  fin  la  edad... 

Eh!.... 

Por  Dios!... 
Habrá  errado  usted  la  cuenta. 
La  edad  que  usted  representa 
es  de  treinta  á  treinta  y  dos. 

No  hay  tal,  y  probar  espero 

Bien,  eso....,  á  quien  lo  mandó. — 
Mañana,  de  guardia. 

Yo? 
Cielo!...  ¿Adonde... 

Al  Saladero  (*). 
Oh!  Pero 

Si  usted  rehusa 


i 


(*)    El  ediñcto  habiliUdo  hace  años  para  cárcel  de  Villa  sirvió  aoteriorroenle  para  la  salazón  del  ganado  de  cerda, 
y  aun  conserva  su  nombre  primitivo. 


EL  HOMBRE  PACÍFICO. 


11! 


Benigno, 
Alcalde. 

Benigno. 


Alcalde. 
Benigno. 

Xafnona. 


Benigno. 
Ramona. 
Benigno. 
Ramona. 


Sin  aprender  el  oficio 

Caancio  es  penoso  el  servicio 
ningan  patriota  lo  excusa. 
¿Y  si  yo  pruebo  aquí  mismo 

Íue  sólo  sirvo  de  estorbo 
.h I  ¡No  traje  de  Pancorvo 
mí  partida  de  bautismo ! 
Ya  ne  dicho  que  yo  no  entiendo. 
Mas  con  la  fe  de  mi  hermana, 
que  es  tres  años  más  anciana, 

probaré Tráela  corriendo. 

\SqfocadaJ\ 

Tres  años  f  No  puede  ser, 

y  hablar  de  edades  aquí 

Tráela,  y  verás...:. 

La  perdí. 

Pero 

Abur.  Tengo  que  hacer. 


ESCENA  X. 

D.  BENIGNO.    EL  ALCALDE. 

Benigno.  Oh  sexo  frágil  y  vano! 

Por  no  confesar  que  es  vieja, 
consentirá  esa  peliej^^^^ 
que  fusilen  á  su  hermano. 

Alcalde.  [Yéndose.] 
Lo  dicho. 

Dios  me  es  testigo., 
No  hay  recurso. 


Benigno. 
Alcalde. 


Benigno.  {Cuadrándose  y  llevando  la  mano  al 

gorro  militarmente.'] 

¡Mi  primero 

Alcalde.  Ó  mañana  al  Saladero, 

ó  tres  guardias  de  castigo. 


ESCENA  XI. 

D.  BENIGNO. 

¡  Oh  Dios  de  los  ejércitos 
que  en  el  cielo  me  oís  I , 
¿hay  más  calamidades 
que. lluevan  sobre  mí? 
Ni  el  sufrido  Tobías 
ni  el  humilde  David 
tantas  tribulaciones 
pudieran  resistir. 
Ayl  ¡En  hora  menguad^, '' 
me  vine  yo  á  Madrid! 


ESCENA  XII. 


Lorenzo. 
Benigno. 
Lorenzo. 


D.  BENIGNO.    D.XORENZO. 

Benigno,  amigo!....  Abrázame* 

Con  mucho  gusto,  sí 

Antes  .que  tu  comida 


Benigno. 
Lorenzo. 

Benigno. 


Lorenzo. 
Benigno. 


Lorenzo. 
Benigno. 


Lorenzo, 
mo. 


Lorenzo. 
Benigno. 


sazone  el  perejil, 

te  vengo  a  ver,  que  siempre 

tu  apasionado  fui. 

Gracias. 

¿Cómo  tan  triste, 
Benigno? 

Ay  infeliz! 
Mal  haya  la  galera 
que  me  trajo  á  Madrid. 
rúes  ¿qué  te  pasa? 

Prófugo 
del  pueblo  en  que  nací, 
temiendo  los  estragos 
de  la  guerra  civil , 
y  va  viudo,  á  Dios  gracias, 
del  bello  serafin 
cuyo  rabioso  genio 
tanto  me  hizo  sufrir, 
por  la  paz  suspiraba; 
y  la  busqué  en  Madrid/ 
Seis  dias  hace  hoy  miércoles 
que  el  Manzanares  vi , 
y  ya  en  ellos  fui  blanco 
de  desventuras  mil. 
Anoche,  sobre  todo, 
lució  desde  er  zenit 
el  astro  que  me  aflige, 
más  negro  que  un  candil; 
y  si  mal  en  Pancorvo, 
peor  me  va  en  Madrid. 
Siquiera  allí  no  hay  máscaras 
como  las  hay  aquí, 
ni  hermanas  que  su  Enero 
transformen  en  Abril, 
músicas,  ni  almireces, 
ni  vecinal  motín , 
ni  jefes  in  utroque, 

ni  multas,  ni  fusil 

Amigo  ¡  es  mucho  cuento 

la  corte  de  Madrid! 

Si  no  eres  más  explícito, 

no  entiendo,  por  san  Gil 

Me  explicaré  despacio. 

Ahora  baste  decir 

que  tantas  desventuras, 

ah,  nunca  lo  creí! 

mi  proverbial  paciencia 

han  puesto  ya  en  un  tris 

ÍY  aun  habrá  quien  celebre 
a  villa  de  Madrid? 
Somos  amigos  íntimos: 
si  de  algo  sirvo,  di....» 
El  golpe  más  terrible 
de  mi  fortuna  ruin 
és  haberme  alistado 

en  la  milicia 

A  ti? 
Las  leyes  no  me  imponen 
tal  carga  concejil, 

?r  aunque  mis  años  cuento...., 
os  niegan  en  Madrid. 
Mientras  presento  auténtica 
la  fe  de  que  nací, 


112 


EL  HOMBRE  PACÍFICO. 


Lorenzo, 
Benigno. 

Lorenzo, 


qae  la  facción  rebelde 
no  dejará  venir, 
soldado  soy,  Lorenzo, 
y  este  coerpo  gentil 
irá  mañana  adonde 
diz  qne  solian  ir 
\^  antaño  los  que  llaman 
gorrinos  en  Madrid. 

¿La  papeleta 

Mírala. 

[Se  la  da.] 

Fácil  es  conseguir, 
Benigno,  que  te  excusen 
de  caja  y  de  clarin. 
La  ley  te  exime,  y  basta 

Jue  salga  yo  por  ti. 
.dios,  que  el  tiempo  yuela. 


ESCENA  XIII. 


D.  BENIGNO. 


¡  Gracias  á  Dios  que  al  fin 
un  rayo  de  consuelo 
me  amaneció  en  Madrid! 


ESCENA  XIV. 

D.  BENIGNO.    DOÑA  RAMONA.    CASILDA. 

i2a)»(7^a. Adelante,  señorita, 
adelante  sin  recelo, 
que  mi  hermano  es  muy  benigno,- 
su  nombre  lo  está  diciendo, — 
y  no  podrá  rehusar, 
a  fuer  de  buen  caballero, 
el  amparo  que  le  pide 
en  su  amargo  desconsuelo 
menesterosa  doncella 
blanco  del  furor  paterno. 

Benigno,  una  doncella  en  mi  casa ! 
Señorita,  yo  no  tengo 
el  honor  de  conocer 

Casilda.  Ahí  sí,  señor,  es  muy  cierto. 
Pero  en  tal  apuro....,  á  título 
de  vecina....,  aquí  me  vengo. 
He  debido  á  esa  señora 
mil  corteses  cumplimientos 
de  su  ventana  á  la  mia; 
y  además,  el  buen  concepto 
que  en  el  barrio  goza  usted 
me  ha  decidido 

Benigno.  Agradezco 

tanto  favor;  pero,  hablando 
con  la  franqueza  que  suelo, 
aun  agradeciera  más 
que  usted  me  excusara  el  riesgo 
'    de  hospedarla,  por  razones 
que  se  ocurren  al  más  lerdo; 


Casilda. 


y  entre  ellas  porque,  á Dios  gracias, 
aun  tengo  mi  alma  én  mí  cuerpo, 
y  para  mí  no  es  costal 
una  niña  de  ojos  negros. 
Casilda,  Me  arroja  usted  de  su  casa ! 

Me  niega  el  agua  y  el  fuego! .... 
Maldición!....  Se  cumplirá 
mi  atroz  destino  funesto. 
«         Sí ,  que  la  misión  fatídica 
de  este  ser  perecedero 
que  llaman  mujer,  y  es  flor 

¡[ue  besa  y  destruye  el  cierzo, 
ósforo  que  alumbra  y  muere, 
ráfaga  que  pinta  ^n  sueños 
el  delirio  del  amor, 
y  fantástico  compendio 
de  tinieblas  y  de  luz , 

de  triaca  y  de  veneno 

Benigno. \TÍ\x i  tu,  tu ¡Qué  algarabía 

Déjese  usted  de  retruécanos , 
que,  á  Dios  gracias,  ya  acabaron 
las-  máscaras. 

Justo  cielo ! 
El  alma  de  ese  hombre  es  clásica ^ 
como  es  compacto  y  obeso 
su  material  individuo...., 
y  no  es  posible  entendernos. 
Su  misión  sobre  la  tierra 
es  comer  como  un  mostrenco, 
dormir  como  un  ganapán...., 
y  al  fin  morirse  de  viejo. 
Oiga  usted,  niña! .... 

En  sus  ñbras 
nada  responde  al  acento 
del  trovador  melancólico, 
ni  su  embotado  intelecto 

analiza  los  latidos 

¡ay!....  de  un  corazón  enfermo. 

[Se  sienta  con  muestras  de  abati- 
miento,] 

Benigno.  [Á  doña  Ramona.] 

¿Qué  diablos  de  jerigonza 
es  esa,  que  no  comprendo 
ni  una  sílaba? 

Sin  4uda 
perdió  la  infeliz  el  seso 
víctima  de  alguna  ardiente 

pasión 

Pues  estamos  frescos! 
¿Por  qué  has  abierto  mi  casa 
á  semejante  embeleco  ? 

Casilda.  [Levantándose,] 

Resuelta  estoy.  ^Qué  es  la  vida, 

sino  un  vegetal  mñerno 

Qué  dice? 

Quiere  matarse! 

Un  hierro Un  lazo —  Prefiero 

la  estrangulación. — Adiós! 
Qué  lástima! 

¡  Y  plegué  al  genio 
de  las  tumbas  que  algún  día 


Benigno. 
Casilda. 


Ramona. 


Benigno, 


Benigno, 
Ramona. 
Casilda, 

Ramona, 
Casilda. 


no  te  maldiga  en  el  lecho 
con  infernal  carcajada 
mi  descarnado  esqueleto  I 


BL  HOMBRE  PACÍFICO. 

Hamona,  Mamerto  se  llama? 


lis 


Benigno.  [Deteniéndola,] 

Espere  nsted Pobrecillal 

Capaz  será  en  el  acceso 

de  su  demencia Ea^  vamos, 

recobre  usted  el  sosiego, 
y  contando  con  mi  apoyo 
dígame,  sin  aspavientos,,^'^ 
lo  que  siente  y  lo  que  busca. 

'Casilda.  Siento  en  mis  venas  el  fuego 
del  amor,  amor  romántico, 
inescrutable  y  eterno. 

Benigno  »E}i  I  Ya  presumía  yo 

Íue  habría  amor  de  por  medio. 
'  busco  hospitalidad 

y  favor  contra  un  protery^ 

tirano 

Benigno.  Y  quién  es? 

Casilda.  Mi  padre. 

Benigno.  Cómo !  ¡  Un  padre 

Casilda.  Sí  ^or  cierto. 

¿Y  qué  padre,  6  qué  marido, 

ó  qué  tutor,  ó  que  suegro, 

hermano,  ó  tío,  no  son 

tiranos  del  bello  sexo? 

Benigna.  [Á  doña  Ramona.] 

Ay  I  loca  de  atar. 

Ramona.  No  va 

tan  descaminada  en  eso. 

Casilda.  Amo,  porque  la  misión 
de  la  mujer 

Benigno.  Bueno,  bueno: 

lo  sé.  Al  grano. 

Casilda.                           Soy  amada ; 
quiero  casarme 

Benigno.  Acabemos! 

Casilda.  Mi  padre....,  bárbaro  padre!, 
no  quiere  admitir  el  yerno 
que  yo  le  elegí,  y  furioso 
pone  mi  amor  en  secuestro, 
y  ya  que  no  á  la  Siberia...., 
me  envía  á  Navalcamero ! 
^  Yo,  como  aquel  general , 
á  la  estratagema  apelo 
de  la  fuga,  y  aquí  aguardo 
á  mi  querido  Mamerto. 

Jíamo^a.  Mamerto  ha  dicho! 

Benigno.  Eso  es  dar 

un  escándalo,  y  no  puedo 

permitir Dígame  usted 

quién  es  su  padre,  y  yo  espero 
convencerle 

Casilda.  No.  Imposible ! 

Benigno.Y  aun  mejor  en  mi  concepto 
será  que  se  vuelva  usted 
á  su  casa.  Yo  me  ofrezco 
á  acompañarla  y 

Casilda.  Jamás  I 

Antes  iré  al  cementerio. 

II. 


Casilda.  Sí. 

Ramona.  Su  apellido? 
Benigno.                     Vamos  presto; 
si  nó^  doy  parte 


ESCENA  XV. 

D.  BENIGNO.    DOÑA  RAMONA.    CASILDA. 

D,  MAMERTO. 

Mamerto.  Casilda ! 

Ramona.  Es  él  1 
Casilda.  Dueño  mió! 

Ramona.  Perro ! 

Mamerto. (Doñh  Ramona !  Perdido 

soy!) 
Ramona.  Traidor ! 

Casilda.  ¿Qué  oigo! 

Benigno.  Qué  es  esto? 

Ramona.  Ese  hombre  me  pertenece. 
Casilda.  ¿En  qué  fundas  tu  derecho, 


Ramona. 


senectud?.'^ 


"^^^ 


Hay  tribunales , 


y  yo  tengo  documentos. 
Mamerto.iííi hien....  (Maldicipn!)  Señora.... 

(Condenación!) 
Benigno.  Eh!  Silencio. 

No  alborotemos  el  barrio. 

Señorita Caballero 

Ramona.  Diez  años  ha  que  me  díó 

Ealabra  de  casamiento; 
uyó  después  el  malvado 

y  no  he  vuelto  á  verle  el  pelo 

hasta  anoche 

Casilda.  Fementido ! 

Después  que  por  ti  atropello 
Ramona.  Villano !  Por  él  vendí         ^ 

mis  viñas  y  mis  majuelos^... 

Mamerto.Yo  diré 

Benigno.  Paz ,  por  Dios ,  paz ! 

No  he  dormido.  Estoy  enfermo... 
Casilda.  Los  más  sagrados  deberes;  ^ 

después  que  por  ti  me  he  expuesto 

á  una  horrible  emigración 

Benigno.  Si  hablamos  todos  á  un  tiempo 

Ramona. Comerme  mí  patrimonio! .... 
Benigno.  Cómo  es  posible  entendemos? 
Ramona.  AhuBSíT  de  mi  candor! 

Dar  un  cuarto  al  pregonero 

Casilda.  Abominación!  infamia! 
Benigno.  Basta ! 

Mamerto. [Á  Casilda.] 

Miente. 

[Á  doña  Ramona.] 

Yo  no  niego 


o» 


a: 


Ramona.TAi  honra! 

Casilda.  Tu  mano,  ó  la  muerte! 

Benigno.  No  hay  quién  me  ampare?  Mateo! 

.    ^8 


114 

Mamerio.Qué  situación  I 
Jtamona.  Hiena  I 

Casilda.  Monstruo  I 

Itamcma. Ahí  No  puedo  más! 

[Se  desmaya  en  brazú^  de  D.  Ma- 
merto.'] 

Casilda.  Yo  muero! 

{Se  desmaya  en  brazos  de  D.  Benigno.] 

i/ain^^o.Maldita!  ¡Si  te  murieras 

Benigno.  Pues,  señor....,  del  mal  el  menos. 

Mamerto.^0  vuelve. 

Benigno.  Qué  haré?  Socorro  I 


EL  HOMBRE  PACÍFICO. 


ESCENA  XVI. 

D.  BENIGNO.    DOÑA  RAMONA.    CASILDA. 
D.  MAMERTO.    MATEO. 

Mateo.     Don  Simón  Tañez  del  Fresno 

pregunta 

Mamerto.  ( Su  padre !  Malo ! ) 

Benigno.  Que  entre. 

Mamerto.  (Piés^  para  qué  os  quiero?) 

[Suelta  i  doña  Ramona  en  el  sillón,  y 

huye  por  la  puerta  del  foro  que  guia  i 

lo  interior  de  la  casa.] 

Mateo.     [Á  la  puerta  de  la  derecha.] 

Que  pase  usted  adelante. 
Benigno. kgw^  y  vinagre!  Corriendo! 

[  Vase  Mateo  corriendo  y  vuelve  poco 
después  con  agua  y  vinagre.] 


ESCENA  XVII. 

D.  BENIGNO.    DOÑA  RAMONA.    CASILDA. 
D.  SIMÓN.    MATEO. 


Simón. 


Benigno. 
/Simón. 


Benigno. 
Simón. 


Benigno. 

Mateo. 
Benigno. 

Mateo. 


No  me  engañé  la  tendera. 
Aquí  está. -^¿ Qué  veo!  Usted 
es  el  raptor. 

To  raptor! 
I  Con  más  años  que  Noé 
seducir  á  una  doncella! 
No  me  queda  más  qué  ver. 
Otro  diaolo !  Usted  se  engaña. 
¡Aun  me  lo  niega  el  cruel 
con  el  cuerpo  del  delito 
entre  sus  brazos ! 

Pardiez, 
si  este  cuerpo  es  delincuente, 
no  he  delinquido  yo  en  él. 
Agua  y  vinagre. 

Por  Dios^ 

acude 

Á  dos  de  una  vez? 


Simón. 
Benigno. 


Benigno. Socorre  á esa malapécora : 

yo  entre  tanto Espera;  ven; 

mojaremos  el  pañuelo 
en  vinagre..... 

[£o  hace  asi,  y  lo  aplica  i  la  nariz 

de  Casilda.  Mateo  procura  que  vuelva 

en  si  doña  Ramiona.] 

\  Avilantez 

como  ella !  ¡  Hya  vil 

Cachaza ! 

Ahora  lo  que  es  menester 

es 

Simón.  Que  se  muera  1 

Benigno.  \  Un  cristiano 

dice  eso ! 
Simón.  Infiíme  I 

Benigno.  Y  á  quién  I 

A. su  hija! 
Simón.  Usted  la  defiende ! 

Qué  más  prueba? 
Benigno.  Hombre  de  hiél ! — 

Pobre  criatura! 

[Casilda  se  remueve.] 

Mateo.  Nada! 

¡  Se  aprieta  tanto  el  corsé 

Casilda.  [Suspirando.] 

Ay! 
Benigno.        Hespirá. 
Simón.  Sin  perjuicio 

de  acudir  mañana  á  un  juez , 

hoy  nos  veremos  las  caras 

usted  y  yo. 
Benigno.  San  Miguel  i 

Esto  me  faltaba  ahora. 
Ramona. kj  Dios!  To  fallezco. 
Mateo.  (Amén.) 

SUmon.    Armas ,  hora ,  sitio Pronto  I , 

que  (quiero  abrevar  la  sed 

de  mi  venganza. 
Benigno.  Dios  mió ! 

Le  juro  á  usted  por  mi  fe 

3ue  soy  la  primera  víctima 
e  ese  rapto.  Otro  doncel 

Casilda.  Ah!  Mi  padre 

Simón.  Usté  es  su  cémplice . 

Casilda.  Padre!.... 

Benigno,  [Irritado.]  Hay  hombre  más  soez? 

[i  Casüda.] 

Ta  no  hay  paciencia Alma  mia, 

ya  que  su  mal  proceder 
me  trajo  el  infierno  á  casa , 
¡  defiéndame  usted  con  cien 
demonios  que  se  la  lleven ! 

Casilda.  [De  rodillas.] 

Sí,  padre  mió,  á  esos  pies 

conneso 

Simón.  Aparta! 

Benigno,  [A  doña  Ramona.]     Habla  tú , 


EL  HOMBRE 

qae  bien  lo  sabes  hacer. 
Xamona.  [Sin  moverse.  ] 

Ah! 
Casilda.         Padre  I 
Benigno.  Mil  cogotone^' 

me  diera  en  esa  pared. 
Casilda.  Perdón ,  perdón,  padre  miol 

ün  hombre  sin  I)i08,  sin  ley 

Don  Mamerto Él  y  sus  versos..., 

y  el  abate  Loñnennais, . . . , 

y  Bug^Jargal. ....  Miserable  I 

Í  Cuasimodo Pequé 
i  corazón era  nn  tonto^ 

j  mi  cabeza un  Babel. 

Siman.    [Algo  aplacado.] 

Hija  ingrata!  {Deshonrar 

á  un  padre  qae  por  tu  bien 

se  desvelaba 

Casilda.  Por  dicha, 

tardío,  padre ,  no  es 
.  mi  arrepentimiento. 
Ramona.  ( Ay  cielos ! 

Y  el  mió?) 
Siman.  Alza ,  mala  piel 

Guando  tú  veas  el  sol 

Casilda.  Papal  No  lo  haré  otra  .vez. 
Siman.    No  obstante ,  irás  á  un  convent9 

hasta  que  curada  estés 

de  esa  romántica  fiebre. 
Benigno. I&xx&dlo  fuera  que  también 

la  acompañase  mi  hermana. 
Ramana.Yo'i 
Benigna.       '\  Quítese [  Á  la  vejez 

viruelas  I 

Siñnan.    [Á  D.  Benign^o.] 

Usted  perdone , 

que  la  ira 

Benigno.                     No  hay  de  qué ; 
pero  ya  estoy  tan  mohino  — 
que  me  importa  un  alfiler 
morir,  matar ¡Voto  á  briós 


ESCENA  XVIII. 

D.  BENIGNO.    DOÑA  RAMONA.    CASILDA. 
D.SIMÓN.    EL  ALCALDE.    MATEO. 

Alcalde.  [Á  L.  Benigno.] 

Dése  usted  preso. 
Benigno.  Yo? 

Alcalde.  Usted. 

Benigno.  T  quién  me  prende?  ¿El  alcalde 

de  oarrio,  el  sargento.... ,  ó  quién? 
Alcalde.  El  alcalde  y  el  sargento. 
Benigno,  Pero  sepamos  por  qué. 
AlceUde.'  Por  encubridor  de  prófugos  ^ 

malhechores. 


PAGÍFIGO.  ns 

ESCENA  XIX. 

D.  BENIGNO.    DOÑA  RAMONA.  CASILDA.    DON 

SIMÓN,    EL  ALCALDE.    MATEO.   D.  LORENZO. 

• 

Lorenzo,  [Entrando,]  ¿Qué  oigo  I 
Benigno.  [Viéndole,]  Ven ; 

sácame  de  este  conflicto; 

ó  sí  nó,  dame  un  cordel 

para  ahorcarme. 
Alcalde.  De  esta  casa 

ha  salido  habrá  unos  diez 

minutos  un  perillán 

que  ha  conseguido  prender 

mi  ronda;  un  tal  don  Mamerto 

llamona.) 

Simón.  JDon  Mamerto! 

Casilda.  I 

Benigno ,  Calle  I  ¿  Aquel 

Casilda.  El  seductor  I 
Bamona.  El  perjuro  1 

Benigno. 'Pero  ¿por  dónde  se  fué? 
Alcalde.  Se  descolgó  por  el  patio.... , 

Y  usted  le  ayudó  tal  vez. 
Benigno.  No  es  verdad.  Aquí  se  entró 

de  rondón 

Casilda.  Cierto. 

JRamona.  '  Sí. 

Mateo.  Pues. 

Simón.    Alcalde,  yo  lo  aseguro; 

y  pues  ya  cayó  en  la  red, 

vamos,  Casilda,  que  aquí 

nada  tenemos  que  hacer. 
Casilda.  Muchas  gracias,  don  Benigno. 

Románticas,  aprended  I 


ESCENA  XX. 

D.  BENIGNO.    DOÑA  RAMONA.     D.  LORENZO. 
MATEO.    EL  ALCALDE. 

Ramona.  Sobre  don  Mamerto  caiga 

la  cuchilla  de  la  ley, 

que  es  el  hombre  más  perverso 

que  come  pan. 
Alcalde.  Ta  lo  sé; 

y  por  eso  la  justicia 

dias  ha  andaba  tras  él ; 

pero  es  fuerza  que  el  señor 

sea  arrestado  también 

hasta  que  pruebe 

Benigno.  Sargento , 

ya  he  probado  hasta  la  hez 

el  cáliz  de  la  paciencia, 

y  por  vida  de  Luzbel 
.  que  estoy  harto  hasta  no  más 

de  ser  tan  hombre  de  bien ; 

y  á  mí  no  me  prende  nadie, 

ó  ¡voto  á y  por  vida  de 

que  hago  antes  una  de  pópulo 

bárbaro  y  arde  el  cuartd....; 


116 


EL  HOMBRE  PACÍFICO. 


Alcalde. 

Lorenzo. 
Alcalde. 


t 


\ 


Benigno. 


j  me  prenderá  por  algo 
el  que  me  qaiéra  prender. 
Lorenzo.  No  lo  hará  el  señor  alcalde 
cuando  sepa  el  ínteres 
que  yo  tomo..... 

Don  Lorenzo! 
En  medio  de  este  Babel 
no  había  visto 

Si  basta 

ue  yo  mí  caución  le  dé 

o  ha  de  bastar?  Un  sujeto 
de  conocida  honradez 
y  de  arraigo,  un  defensor 

de  la  patria,  un  coronel 

To,  llevado  de  mi  celo 
patriótico....  Ta  se  ve...., 
como  el  preso  entre  otras  gracias 
tiene  también  la  de  ser 
faccioso,  y  estaba  fresco 
el  lance  del  almirez, 
y  ese  señor  repugnaba, 
no  ha  mucho,  pertenecer 

á  la  milicia 

Ta  he  dicho 
que  me  exceptúa  la  ley. 
Yo  puedo  amar  á  mi  patria 
y  á  Cristina  y  á  Isabel 
sin  dar  que  reír  al  pueblo 
en  la  guardia,  en  el  reten , 
con  mis  remos  de  galápago 
y  mi  panza  de  tonel. 
Pago  mis  contribuciones , 
que  no  lo  hacen  más  de  seis; 
si  comercio,  abono  siempre 
los  derechos  de  arancel; 
respeto  á  la  autoridad; 
de  nadie  recibo  prest; 
voto  según  mí  conciencia; 
no  consagro  en  el  papel 
sentimientos  filantrópicos 
que  he  de  desmentir  después; 
ni  voceo,  ni  conspiro, 
pero  no  adulo  al  poder; 
por  la  causa  nacional 
cualquier  sacrificio  haré; 

Sero  despojar  no  puedo 
e  las  canas  á  mi  sien, 
de  la  tos  á  mis  pulmones, 
ni  de  la  gota  á  mis  pies ; 
ni  puedo  volverme  mozo 
siendo  ya  Matusalén ; 
ni  para  ponerme  flaco 
me  he  de  quedar  sin  comer. 
Alcalde.  Todo  ^so  será  muy  cierto, 
pero  mañana  hará  usted 

centinela 

No  la  hará. 
Tome  usted  su  baja. 

[Le  da  una  papeleúa.] 


Alcalde.  lExamindndola.] 
£¡stá  en  regla. 


verr 


Benigno.  [Abrazando  d  D.  Lorenzo.] 

Amigo  mió! 
Alcalde.  Haré  que  el  cabo  furriel 

nombre  á  otro,  y  que  recojan 

los  chismes 

Benigno.  No  es  menester. 

Mateo  los  llevará. 
Mateo.     Con  mucho  gusto.  * 
Alcalde.  Ea  pues, 

ya  no  hay  nada  de  lo  dicho. 

Que  ustedes  lo  pasen  bien. 


Lorenzo, 


ESCENA  ÚLTIMA. 

D.  BENIGNO.     DOÑA  RAMONA.     D.  LORENZO. 

Lorenzo.  Pobre  amigo  I  Tan  honrado, 

tan  bueno 

Benigno.  ¿Adonde  me  iré 

que  lo  sea  impunemente? 
Lorenzo.  Qué  se  yo?  Difícil  es; 

que  aquí  y  en  todo  paítf 
-  si  el  hombre  se  hace  de  miel, 

moscas  le  comen. 
Benigno.  [Caeiloso.]  Si  hubiera 

monjes  cartujos,  á  fe 

que  con  ellos —  En  Madrid 

Ío  no  he  de  acabar  el  mes. — 
lOS  cuacaros Entre  cuacaros 

estaría  como  un  rey. 
Lorenzo.  Despacio  lo  pensaremos 

cuando  más  sereno  estés. 
Ramona.Yoy  víctima  desdichada 
de  la  más  negra  doblez ; 

Ío,  que  te  amo  tan  de  veras, 
ienigno,  te  seguiré 

adonde  quiera  que  vayas, 

á  fuer  de  hermana  y  á  fuer 

de  criatura  sensible 

y  de  compañera  fiel. 
Benigno.Tt  conmigo?  Vade  retro/ 

Ya  tu  cariño  probé, 

y  todas  mis  desventuras 

acaso  han  nacido  de  él. 

Ramona.  Bien  sabe  Dios 

Benigno.  No  te  canses , 

porque  hablas  con  la  pared. 

Nuestros  genios  son  opuestos; 

y,  acabando  de  una  vez, 

\  yo  suspiro  por  la  paz ; 

este  es  mí  supremo  bien...., 

y  no  es  posible  gozarla 

al  lado  ae  una  mujer. 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES, 


COMEDIA  EN  CINCO  ACTOS. 


Estrenada  en  el  teatro  del  Principe  el  dia  26  de  Octubre  de  1838. 


PERSONAS. 

VIOLANTE, 

ROMERO. 

MARTA. 

PEREDA. 

RAMIRA. 

CASTRO. 

F.Ti  MARQUÉS. 

- 

MONZÓN. 

EL  BARÓN. 

SOLIS. 

FONSECA. 

« 

MARTIN. 

ÜN 

SARGENTO. 

OFICIALES.— BSCBIBIBNTB8.—P0BTBB0S.- 

—PBETBNDIENTB8.— VIUDAS. — SOLDADOS 

La  esoeaa  se  supone  en  Madrid. 


W»^^^^^^^^<MW<^»V^MM»^<WW»» 


ACTO    PRIMERO. 


Sala  en  casa  de  Violante.  La  puerta  principal  a  la  derecha  del  actor:  en  frente  la  que 
guia  a  lo  interior  de  la  casa  entre  una  chimenea  francesa  y  una  puertecilla  secreta.  En  el 

foro  un  balcón.  La  habitación  estará  amueblada  con  lujo. 


ESCENA  I. 

VIOLANTE.    PEREDA. 

Pereda.   No  hay  remedio,  prima  mia. 
Ó  el  dinero  desemools^s, 
que  te  he  pedido,  ó  veamos 
si  an  buen  empleo  me  logras. 

ViolanU.'^o  me  hables  más  de  dinero. 
Con  tanto  pedir  me  acosas. 
Tengo  acaso  alguna  mina? 
Quieres  que  venda  mis  joyas 

Íara  ^ue  pagues  tas  vicios? 
[is  vicios?....  La  virtuosa! 
Violanté.^HQ  yo,  ó  no  lo  sea, 

t6  no  eres  juez  de  mis  obras. 
Bastante  hago  en  mantenerte. 


Pereda.  ¿Y  basta  la  triste  sopa 

para  un  hombre  como  yo? 
ino  he  de  vestir  á  la  moda? . 
hay  en  la  corte  billares , 
¿y  no  he  de  coger  las  bolas? 
¿preguntaré  en  el  café 
81  Ya  gustado  6  no  la  ópera? 
¿no  he  de  dar  á  mis  amigos 
una  comida  de  fonda? 
Con  tantas  obligaciones, 
y  no  hago  mérito  de  otras, 
no  debes  maravillarte, 
prima,  si  deudas  me  agobian. 

Violanie.^i  has  de  vivir  á  lo  duque 
siendo  un  cualquiera... 

Pereda.  Ay  señora! .... 

Ved  que  mal  puede  brillar 


118 


FUQUEZAS  HINISTEUALES. 


qaien  á  los  sayos  no  abona. 
Si  os  dice  prima  un  cualquiera  ^ 
¿quién  ha  de  creer,  señora , 
que  sois  condesa?  Violante, 
ten  presente  nuestra  historia. 
Note  olvides 

Violante.  [T  te  atreves , 

Yil  autor  de  mi  deshonra, 
á  recordarme 

Pereda.  Violante, 

dejémonos  de  parodias 
sentimentales.  Nacimos 
ambos  á  dos,  no  lo  ignoras, 
con  propensión  admirable 

Ío  á  ser  tuno,  tú  á  ser  loca, 
o  aborrecía  los  libros, 
y  tú  la  aguja  y  la  escoba. 
10  hidalgo,  pero  sin  bienes; 
tú  plebeya,  pero  hermosa; 
yo  emprendedor,  tú  coqueta; 
yo  baroilindo,  tú  moza; 
tu. espejo  por  una  parte 

Ír  mi  ociosidad  por  otra...., 
os  dos  perdimos  á  un  tíempo, 
Violante,  la  j)oca  cholla 
que  nos  queaaba,  y  ni  tú 
puedes  acusarme  ahora 
de  seductor,  ni  aplaudirme 
debo  yo  de  la  victoria. 

Violante.Tti  me  robaste,  perjuro, 
del  hogar  paterno 

Pereda.  Lloras? 

Bien  por  Dios ! 

Violante.                        T ,  sin  cuidarte 
de  promesas  ni  parroquias, 
me  abandonaste  en  Sanlúcar 

Pereda.   Y  por  no  afligirte  sola, 
te  dejaste  consolar 
por  el  cónsul  de  Liorna ; 
y  mientras  yo  fugitivo 
por  más  de  una  trapisonda 
andaba  de  ceca  en  meca, 

Í aseabas  tú  en  carroza, 
^ios  me  ha  dado  un  corazón 
amante,  sensible,  y  todas 
mis  faltas  y  mis  flaquezas, 
primo  Pereda,  son  propias 
de  mi  frágil  condición 
mujeril.  Soy  que  me  sopla 
más  que  á  ti  próspero  el  viento, 
no  es  justo  que  tu  me  expongas 
á  que  naufrague  contigo 
porque  tu  nave  zozobra. 
Pereda.  No  te  quiero  yo  tan  mal; 
pero  desde  la  alta  popa 
puedes  darme  sin  peligro 
un  cable  que  me  socorra. 
Capitulemos,  Violante. 
Yo  respetaré  en  buen  hora 
tu  condado  artificial 

Í'  tu  viudez  de  tramoya. 
Sres  ambiciosa  y  vana; 
sé  que  á  tos  planes  estorba 


Pereda. 


un  comensal  de  mi  temple 
y  un  pariente  de  mi  estofa; 
mas  también  tengo  yo  acá 
mi  orgullo,  y  ya  me  abochorna 
el  reciDir  á  hurtadillas 
una  ración  de  limosna. 
Sácame  pues  un  destino. 
Violante .  un  empleo  de  honra 

^provecno,  que  te  es  fácil 
oy  que  un  ministro  te  ronda. 
Así  con  sólo  una  firma 
ganas  el  pleito  y  las  costas , 
y  emancipando  la  tuya 
autoriz&s  mi  persona. 
Violante.VL^  preguntará  el  Marqués 
en  qué  méritos  se  apoya 

tu  pretensión 

Si  los  mios 
le  parecen  poca  cosa, 
iJega  en  mi  obsequio,  prima, 
los  muchos  que  á  ti  te  sobran. 
T  más  que  di^n  después 
Que  yo  no  entiendo  una  jota 
de  negocios  y  expedientes; 
que  como  de  esos  idiotas 
están  mandando  provincias , 
y  donde  es  tal  la  langosta 
de  empleados  ignorantes , 

Íue  haya  uno  más  poco  importa, 
iien  está.  Haré  lo  que  pueaa, 
pero  es  condición  forzosa 
que  has  de  salir  de  la  corte. 
Pereda.   Con  mil  amores;  y  en  posta, 
que  si  no  me  largo  pronto 
podrán  meterme  en  chirona. 

.Veremos Aun  no  te  doy 

palabra 

Deja  esa  prosa 
ministerial ,  y  acabemos. 
Ó  mañana  me  colocas, 
ó  sin  más  contemplaciones 
canto  claro  y  arde  Troya. 


Violante 
Pereda. 


ESCENA  11. 

VIOLANTE. 

T  lo  hará  como  lo  dice. 
Es  preciso  á  toda  costa 
apartarle  de  mi  lado 
SI  he  de  vivir  sin  zozobra. 


ESCENA  III. 

VIOLANTE.    MARTA.    RAMIRA. 

Marta.    Condesa  y  señora  mia, 
perdóneme  Vuecelencia 
que  haya  entrado  sin  licencia.... 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


119 


Violante, 'Eqj  no  hay  costura.  Otro  día 

Marta,    Lo  siento,  que  de  eso  cómo, 

porque  donde  no  hay  arraigo 

rero  esta  cuenta  que  traigo 

Violante. ^ViT^  eso  está  el  mayordomo. 
Habrá  gentes  más  groseras? 
Quién  tinto  fuero  les  dio? 
No  me  comunico  yo 
con  humUdes  costureras. 

Marta.    Si  hay  otras  de  mala  nota, 
yo  no,  y  aunque  poco  valga, 
soy  honesta,  soy  hidalga, 
y  soy  viuda  de  un  patriota. 
10  pido  una  friolera, 
la  cuentecilla  es  corriente , 
el  mayordomo  está  ausente...., 
y  el  comer  no  tiene  espera. 

Violante.^o  tengo  yo  más  asunto 
en  que  entender 

Marta.  Suerte  avara! 

Otro  gallo  me  cantara 
8i  viviera  mi  difunto. 
Bica  me  vi  y  regalada 

cuando  él  manejaba  el  pósito 

Pero  se  murió  á  propósito  _ 

?9ira  hacerme  desdichada, 
anta  chachara  me  irrita. 
Vuelva  la  viuda  más  tarde 
ó  en  la  antesala  me  aguarde, 
que  ahora  espero  yo  visita. 

jRamira.  Sí,  madre,  vamos  de  aquí. 
Vale  más  en  mi  opinión 
morir  de  hambre  en  un  rincón 
que  verse  tratada  así. 

Violante.OigíLl  Se  ofende  la  niña? 
Vayal 

Marta.  Alto  I  Ni  rey,  ni  Roque , 

nadie  sufro  qu.e  le  toque 
al  pelo  de  la  oasquiña. 
Si  lucís  tan  lindo  talle 
lo  debéis  á  nuestro  esmero, 

¡y  así  premiáis El  dinero, 

ó  aturdo  á  gritos  la  calle. 

Violante.BBst^y  basta!  Venga  pues 

esa  cuenta,  que  da  gnma 

^     [Se  la  da  Marta.], 

(Quiero  echármelas  de  encima, 
que  va  á  venir  el  Marqués.) 

[Examinando  la  cuenta  se  dirige  i  su 
tocador  y  saca  dinero  de  un  cajón. 
Entre  tanto  hablan  aparte  Marta  y 

Bamirai\ 

• 

Marta.    Ramira ,  qué  mala  estrella ! 

Lo  que  va  de  ayer  á  hoy! 
Ramira.  Aunque  hie  maten ,  no  aoy 

más  puntada  para  ella. 
Marta.    Qué  orgullo!  qué  malos  modos! 

Yo  también ,  a  fe  de  Marta, 

de  sufrirla  estoy  tan  harta , 


que  aunque  me  coma  los  codos. 
Ramira.  Ya  lo  he  dicho.  Ni  un  repulgo. 
Marta.    Mal  con  su  alta  calidad 

se  aviene ¿Será  verdad 

lo  que  anda  diciendo  el  vulgo? 

¡Pobre  de  ella  si  averiguo 

Violajite. [Dando  dinero  i  Marta.] 

Tome  su  cuenta 

Marta.    [Contando  el  dinero.] 

Cabal. 
Violante. kxxnqxjiQ  el  vestido  está  mal 

y  su  corte  es  muy  antiguo. 
Marta.    Por  el  figurín  francés 

más  bonito  y  más  flamante 

se  cortó...... 


ESCENA  IV. 

VIOLANTE.    MARTA.    RAMIRA.    EL  MARQUÉS. 


Marq. 

Maria. 

Violante 


fiella  Violante! 

Aquí  el  ministro ! 

Marqués ! 

Disimulad Estas  gentes 

Vayanse.  Qué  hacen  aquí? 
Marta.    Perdonad,  que,  pues  el  cielo 

me  depara  tan  feliz 

coyuntura.  Su  Excelencia 

mis  cuitas  habrá  de  oír. 
Violante. Patk  audiencia  de  importunos 

no  se  hizo  mi  camarín , 

y  es  extraño 

Marq.  Perdonad 

Yo  no  puedo  prescindir 

[En  voz  baja.] 

Las  despacharé  al  momento. 
(La  chica  es  un  serafin.) 

Violante.Qxxé  fastidio! 

Marta.                        Mi  consorte' 
Domingo  VíUacastin, 
administrador  de  pósitos , 
murió  en  la  guerra  civil 

Marq.     Esperad. 

[Mirando  d  Ramira.] 

( Qué.  ojos !  qué  talle !  ) 
Gomo  tengo  sobre  mí 
tanto  negocio,  olvidaba 

[Á  Violante.] 
Dadme  licencia. 

[Acercándose  i  la  puerta  de  la  ante* 

sala.] 

Martín  I 


IfO 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


ESCENA  V. 


VIOLANTE.    MARTA.  RAMIRA.   EL  MARQUÉS. 

MARTIN. 

Martin.  Mande  Ucencia. 

Marq,      {En  voz  baja.]     k  esas  mojeres 

con  cautela  has  de  seguir. 

Averigua  dónde  viven 

y  I  silencio! 
Martin.  Lo  har¿  así. 


ESCENA  VI. 

VIOLANTE.    MARTA.   RAMIRA.  EL  MARQUÉS. 

Marq,     {Á  Marta.] 

Decíais 

Violante.                  Qué  impertinencia! 
Al  ministerio  acudid 

Marta.    Como  s^  que  las  palabras 
se  lleva  el  viento  sutil , 
siempre  vengo  prevenida, 
por  lo  que  pueda  ocurrir, 
con  un  memorial  en  regía. 

[Saca  uno  y  se  lo  entrega.] 

Tomad.  Con  este  son  mil 
,      los  que  tengo  presentados, 
y  un  solo  maravedí 
á  cuenta  de  mis  haberes 
no  he  logrado  recibir. 
Si  sobre  ser  tan  escasa 
mi  viudedad 

Violante.[Al  Marqués  eon  impaciencia.] 

Concluís? 
Cuántas  mesadas  os  deben  ? 

No  he  cobrado  desde  Abril 

Vamos 

Del  año  pasado. 

No  hay  fondos 

Bien  los  hay,  sí , 
para  más  de  cuatro  tunos 
que  viven  sobre  el  país. 

Ya  veis,  las  clases  pasivas 

Sin  comer  pueden  vivir, 
por  supuesto.  No  inventó 
nomenclatura  tan  ruin 
ninguna  viuda  indigente, 
ningún  exclaustrado,  ni:.... 
Basta.  Yo  haré  que  os  socorran. 
Si  esa  palabra  cumplis 
mi  gratitud  será  eterna , 
y  á  san  Pedro  y  á  san  Gil 

rezaré 

La  letanía 
será  larga  si  la  oís. 
Tengo  otro  asunto  pendiente. 
Esta  doncella  gentil 


Marq. 

Marta. 

Marq. 

Marta. 

Marq. 

Marta. 


Marq. 
Marta. 


Marq. 
Marta. 


Violante 
Marta. 


es  mi  hija 

Ramira.  T  vuestra  humilde 

criada. 

Marta.  Y  quiere 

Marq.  Decid. 

Vioíante.(Tíe  consumo.) 

Marta.  Lo  que  todas ; 

casarse.  Para  este  fin 

las  cria  Dios.  Pero  el  novio, 

aunque  es  muy  patriota  y  muy... 
Violante.Y$L  no  hay  paciencia.  Marqués! 
Marta.    No  ha  podido  conseguir 

que  le  coloquen 

Marq.  Veremos 

Id  al  ministerio.  Allí 

Marta.    Es  muchacho  de  carrera.. 

Violante.Ohl 

Marq.  Basta. 

Marta.  En  más  de  una  lid 

defendió  la  libertad 

Marq.     Bien. 

Marta.  Contra  el  bando  servil 

ViolanU.[Irritada.] 

Marqués,  no  soy  nadie  yo? 
No  habrá  audiencia  para  mí? 

Marq.     [Á  Marta  despidiéndola.] 

No  más.  Yo  os  oiré  despacio 

Marta.    No  quiero  ser  incivil. 

Beso  á  Vuecencia 

Violante.  [Echándola.]  Acabemos. 

Ramira.  Guárdeos  el  cielo. 
Violante.  Salid ! 


ESCENA  VII. 

VIOLANTE.    EL  MARQUÉS. 

Violante.BiOj  estáis  muy  filantrópico. 

ífarq.     Es  deber  inseparable 

de  mi  cargo  el  escuchar 
con  apacible  semblante 
á  todo  el  mundo,  y  sin  mengua 
de  Ijis  arcas  nacionales 

Juedo  dar buenas  palabras 
una  viuda  miserable. 
Violante.Ohl  las  viudas  siempre  fueron 

para  un  ministro  galante    . 

beneméritas 

Marq.  Sin  duda, 

y  más  si  son  tan  amables 

como  vos. 
Violante.  Y  más  si  vienen 

con  niñas  interesantes. 
Marq.     Celos,  Condesa? 
Viotante.  No  sé, 

pero  más  os  humanasteis 

á  las  gracias  de  la  hija 

que  á  los  ruegos  de  la  madre. 
Marq.     Aprensiones.  No  os  hacéis 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


121 


lusticia,  hermosa  Violante. 
Damas  del  mérito  vuestro 
no  tienen  celos  de  nadie. 

Violante.YsL  que  celos  no,  pudieran 

mostrar  quejas  de  un  desaire 
como  el  qne  yos  me  habéis  hecho. 

Marq.     No  fué  mi  ánimo  agraviarte; 
pero  ¿adonde  irá  un  ministro 
que  importunos  no  le  asalten? 
¿Qué  sagrado  les  liberta 
de  una  viuda  vergonzante? 
No  hablemos  más  del  asunto 
Y  hagamos  9  mi  bien,  las  paces. 

Violante J&n  buen  hora,  mas  con  una 
condición. 

Aíara.  Cuál  es? 

Violante.  Que  pague 

como  ministro  Vuecencia 
lo  que  pecó  como  amante. 

Marq.     El  amante  j  el  ministro 

son  tus  siervos;  ya  lo  sabes. 

Violante, TfímhiQn  yo  soy  pretendiente, 
y  si  alguna  cosa  valen 
mis  méritos 

Marq,  Esos  ojos 

no  han  menester  memoriales. 
Decid  pues. 

Violante,  Yo  tengo  un  primo... 

Marq,     Primo?  Me  tiemblan  las  carnes. 

Violante, TAüáxAoBO ! 

Marq,  Es  joven? 

Violante,  Sí, 

^     pero  no  se  sobresalte 
Vuecencia,  porque  le  miro 
con  odio  irreconciliable, 

Í^  á  no  hablarme  en  su  favor 
os  vínculos  de  la  sangre 

Es  un  tronera,  un  perdido. 

Sobre  darme  mil  pesares 

me  come  un  lado. 
Marq.  Qué  alhaja! 

Violante.Tio  tiene  madre,  ni  padre, 

ni  oficio,  ni  beneficio 

Es  forzoso  colocarle. 
Marq.     k  un  vago!  Qué  dirá  el  mundo? ' 

Ya  que  amor  tan  entrañable 

el  tal  primo  os  ha  inspirado, 

tno  será  mejor  echarle 
un  presidio? 
Violante,  ¿Y  el  borrón 

Jue  caería  en  mi  linaje? 
ero  si  él  no  sabrá  nada ! . ... 

¿En  qué  carrera 

Violante,  Qué  diantre ! 

Si  le  dais  un  buen  empleo 
y  así....,  de  cierto  carácter...., 
no  tengáis  cuidado,  que  él 
sabrá  salir  adelante ; 
que  teniendo  subsdternos 
en  cuyos  hombros  descanse 
el  peso  de  los  negocios, 
y  aprendiendo  cuatro  frases 
de  mtina  expedientíl; 


poner  decretos  al  margen, 
firmar  como  en  un  barbecho. 


Marq, 


quitar  la  vara  á  un  alcalde, 

imprimir  una  proclama 

patriótica  cada  martes , 
•  cobrar  el  sueldo  corriente , 

ir  á  la  oficina  tarde, 

exigir  el  tratamiento 

á  porteros  y  oficiales, 

y  mandar  sin  ton  ni  son , 

y  no  obedecer  á  nadie, 

no  es  cosa  del  otro  mundo; 

eso  cualquiera  lo  sabe. 
Marq,     Linda  sátira  habéis  hecho. 
Vioídnte,Yos  me  dais  los  materiales. 

Soy  dama  vuestra,  y  no  es  mucho 

3ue  algo  entienda  yo  de  achaques 
e  administración. 

Marq,  Veremos 

Viofante.EBo  no  me  satisface. 

Marq.     En  Madrid  es  imposible 

Vioiante,fxxeB  bien,  en  cualquiera  parte; 

cuanto  más  lejos ,  mejor. 

Está  bien.  Ahora  hay  vacantes 

Que  haga  la  solicitud, 

y  venga  á  verme 

[Mirando  el  relej.] 

Ya  es  tarde. 

Violante.OB  vais? 

Marq.  Volveré  á  la  noche. 

Ocupaciones  muy  graves 

Violante.iíhl  hayan  ellas ,  ^ue  así 

me  escatiman  los  mstantes 

de  mi  ventura. 

Marq.  El  bien  público 

Viocante.Es  un  tirano  insociable. 

Marq.     [Besándola  la  mano.] 

Adiós. 
Violante.  Adiós. 

Marq,  (No  me  puedo 

olvidar  de  ella.  Es  un  ángel.) 


ESCENA   VIII. 

VIOLANTE. 

Con  tanto  extremo  me  quiera, 

Íue  hará  cuanto  vo  le  mande. 
*or  fin  me  libro  de  ti, 
primo  Pereda.  No  sabe 
el  llarqués  hasta  qué  punto 
le  agradezco 


ESCENA  IX. 

VIOLANTE.    EL  BARÓN. 

[Ábrese  la  fnertecilla  secreta,  y  entra  el  Barón,] 
'  Barón,  Pios  os  guarde. 


in 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES: 


ViolanU.\I)ando  un  ff rito.] 

Ahí...  ¿Quién ..  Baronl... 
Barón,  No  tan  alto. 

ViolanUy 08  aqaíl  ¿Con  qué  licencia 

Barón.    ¿De  cuándo  acá  mi  presencia 

08  causa  tal  sobresalto? 

Violante. Tero  entrar  por  esa  puerta 

Barón.    Es  cierto :  parece  mal 

teniendo  la  principal 

á  todas  horas  abierta; 

mas  no  es  delito  tan  grave 

el  abrirla  yo  atrevido, 

que  mayor  lo  ha  cometido 

quien  vende  así  vuestra  Uave. 
Violante.¿  Qué  oigo  I 
Barón.  Otra  vez  de  este  templo 

ñad,  condesa  y  el  cancel 

á  otro  iniciado  más  fiel 

Violante.IntsimisL  I . . . . 
Barón,  Á  mí,  por  ejemplo. 

ViolanU.k  vosl 
Barón.  Pues;  por  mi  destino, 

si  no  por  mi  amor,  Violante; 

que  soy  guarda  vigilante 

de  todo  honrado  vecino. 

Ni  es  tan  rara  anomalía 

en  un  siglo  pecador 

que  por  donde  entra  el  amor 

se  cuele  la  policía; 

que  él  buscando  regocijos 

y  ella  á  caza  de  pecados, 

ambos  son  aficionados 

á  misterios  y  escondrijos. 
Fiolante.BHTon ,  esa  demasía 

perjudicial  á  mi  honor 

ni  es  fina  prueba  de  amor 

ni  abona  a  la  policía. 

Pero  ¿qué  queréis  en  fin? 

Por  ventura  algún  registro 

Barón.    No  hace  mucho  que  un  ministro 

salió  de  este  camarín. 

Violante.Bien  por  Dios!  ¿Me  está  vedado 

Barón.    No,  ni  es  cosa  extraordinaria 

.  que  vos  seáis  secretaría 

de  un  secretario  de  Estado. 
Violante.Vo  hay  ningún  secreto  aquí, 

L  estáis  sqbrado  importuno 
ecis  bien ,  que  si  hay  alguno, 

no  es  secreto  para  mí. 
ViolantéJYx)..... 
Barón.  Vos  obráis  sin  malicia: 

lo  creo  así  y  lo  divulgo; 

pero  recelo  que  el  vulgo 

08  haga  menos  justicia. 
Violanúe.Y  qué  dirá  en  conclusión? 

¿Dirá  que  el  Marqués  me  adora, 

y  que  yo  le  amo?  En  buen  hora. 

No  es  libre  mi  corazón? 


Barón.    Bien  pudiera  haber,  no  obstante, 
quien  culpase  su  perfidia 

Violante.Poco  me  importa  la  envidia 
de  algún  desdeñado  amante. 

Barón.    Perdonad  si  no  me  cuento 

entre  ellos.  Sabéis  muy  bien 
que  hay  lances  en  que  al  desden 
se  anticipa  el  escarmiento. 

Violante.CéloBo  estáis,  y  eso  basta 

Barón.    No  hay  celos  cuando  al  mejor 
entre  uno  y  otro  postor 
se  adjudica  la  subasta. 
Respetuoso  subalterno 
del  Marqués  y  de  Vuecencia, 
no  he  de  entrar  yo  en  competencia 
con  el  timón  del  gobierno. 

Violante. }ÍM.BeLhienáo  que  él. me  ama 
no  meditáis,  y  es  muy  raro, 
que  08  puede  costar  muy  caro 
el  injuriar  á  su  dama. 

Barón.    Ebí  dama  no  querría, 

por  razones  que  no  digo , 
de  amigo  hacerse  enemigo 
al  jefe  de  policía. 

Violante. Cómol.... 

Barón.  Yo  sé  vuestra  historia 

Violante.Bien (Si  no  cedo  me  pierde.) 

Barón.    Permitid  que  os  la  recuerde 
si  sois  fiaca  de  memoria. 

Violante.  ¡  Eh ,  no 

Barón.                      Conozco  el  imperio 
de  vuestros  hechizos 

Violante.  Bal..,. 

Barón.    Pero  la  cárcel  está 

más  cerca  que  el  ministerio. 

Violante.BKtonl.... 

Barón.  Oid:  no  hay  testigos. 

Pues  á  entrambos  nos  conviene, 
por  la  cuenta  que  nos  tiene 
seamos  buenos  amigos. 

Violante.ConAenixi. 

Barón.  Vuestra  beldad 

es  político. resorte, 
porque  ya  sois  en  la  corte 
una  notabilidad.  {*) 
Quien  no  cede  á  vuestro  influjo 
porque  el  amor  se  lo  inspira, 
á  vuestro  favor  aspira 
por  vanidad  y  por  lujo. 
Hecha  esta  salva,  garante 
de  mi  conducta  ulterior, 
por  si  os  falta  un  protector, 
ganaos  otro,  Violante. 
Vos  valéis  una  corona. 
Feliz  el  Marqués  os  ama, 
mas  tanto  como  la  dama 
le  envidio  yo  la  poltrona. 
No  08  oculto  mi  ambición. 


(*)  NoiabUiáad,  persona  importante  y  notable  en  cualquier  línea.  Este  es  uno  de  los  muchos  vocablos  franceses 
qué  van  iotroduciéndose  en  nuestra  leog;ua  ¡  y  ha  podido  dársele  pasaporte  con  menos  inconveniente  que  á  otros,  pues 
tiene  gracia  y  energía  en  Su  significación,  y  no  hay  otro  equivalente  en  castellano. 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


IM 


porque  si  á  colmarla  llego 
es  para  inmolarme  luego 

?oi;  el  bien  de  la  nación, 
a  hace  dias  que  trabajo 

en  mi  plan  con  buena  estrella. 

Si  Yos  me  ayudáis ,  la  bella, 

pronto  el  Marqués  viene  abajo. 
Violante.ioí  Si  no  hablarais  tan  serio 

diria.....  ¿ Qué  pretendéis 

Barón,    Vos  un  ministro  queréis 

y  yo  quiero  un  ministerio. 
ViolanU.iX  queréis  unirme  á  yos 

para  lograr 

Barón.  Eso  es. 

Si  yo  suplanto  al  Marqués^ 

nos  remediamos  los  dos. 
Viohnte.Y.  qué  he  de  hacer? 
Barón'  *  Emplead 

vuestras  artes  de  mujer 

y  "acabará  de  perder 

Violante, ñi^  la  popularidad. 
Barón,    Lograi^  por  mil  caminos 

mujer  tan  sagaz  y  bella 


que  haga  un  ministro  por  ella 

garrafales  desatinos. 

vuestros  dengues  sean  lazos 

que  aprisionen  su  virtud.... , 

y  I  adiós  pública  salud 

si  os  desmavais  en  sus  brazos  I 
Violante, ^\  de  mi  pobre  talento 

tanto  esperáis  9  vuestra  soy. 
Barón,    Pues  ya  el  parabién  me  doy. 

Manos  á  la  obra. 
Violante,                          Al  momento. 
Barón.    Dadme  ahora  esa  mano  y ;  chito! 

No  os  olvidéis,  alma  mia 

VÍolante,'De  quién?.... 

Barm.    [Abriendo  la  puerta  secreta.] 

De  la  policía. 

[Con  amable  sonriea.] 
Adiós ,  hermosa ! 

[Desaparece,] 
Violante,  Malditol 


ACTO  SEGUNDO. 


Salón  en  el  ministerio.  Puerta  a  la  derecha  del  actor ^  que  es  la  mas  próxima  a  la  calle. 
Otras  dos  a  la  izquierda ;  la  primera  guia  al  despacho  del  ministro  y  y  la  segunda  á  la 
secretaría:  en  el  foro  una  chimenea  francesa  y  un  balcón:  junto  ala  puerta  de  la  derecha  la 
mesa  del  portero;  sobre  la  cual  habrá  escribanías  pliegos  cerrados ,  registros^  periódicos^  &c.; 

sillas  decentes  al  rededor  de  la  sala. 


ESCENA  I. 

MONZÓN. 

[Aparece  sentado  i  la  mesa  de  la  portería, 
suspendiendo  la  lectura  de  un  periódico.] 

Pues  I  El  pan  de  cada  dial 
La  oposición  no  descansa. 
Injurias  y  más  injurias , 
y  sátiras  sobre  sátiras. 
Hoy  las  fulmina  el  progreso, 

el  statu  quo  mañana 

Asi  los  pobres  ministros 
se  aburren,  sueltan  la  carga , 
y  como  sombras  chinescas 
asomiin ,  bullen  y  pasan; 
así  al  portero  impasible 
que  es  eco  del  que  le  manda, 
6  más  bien  trasto  oficial 
adyacente  á  una  mampara, 
el  tiempo  le  alcanza  apenas 


en  tan  vario  panorama 
para  estudiar  tantos  genios 
y  analizar  tantas  caras; 
así,  apenas  se  publica, 
miente  como  una  bellaca 
la  Guia  de  forasteros  ; 
y  así  en  confusa  baraja 
multiplica  mi  cartera 
los  pésames  y  las  pascuas. 


ESCENA  II. 

MONZÓN.    MARTA. 

Marta.    Señor  Monzón,  buenos  dias. 

Monzón.  [Casi  sin  mirarla  y  volviendo  d  su 

diario.] 

Qué  se  ofrece? 
Marta.  To  soy  Marta. 


»...»» 


I 


Afanzan. 
Markt. 

Monzón. 

Marta. 

Monzón, 

Marta, 
Monzón. 

Marta. 

Monzón. 


PLAQDÍ9EAS  MINISTERIALES. 


Marta. 


Monzón. 
Marta. 
Monzón. 
Marta. 

Monzón. 


Marta. 

Monzón. 


Marta. 
Monzón. 


Marta. 


Monzón. 

Marta. 

Monzón. 

Marta. 

Monzón. 

Marta. 


Está  bien. 

¿Podré  decir 
al  ministro  dos  palabras? 
No  ha  venido. 

Vendrá  pronto? 
No  sé,  pero  es  excusada 
la  pregunta. 

Es  que 

No  damos 
audiencia  por  la  mañana. 
Su  Excelencia,  más  amable 

que  su  portero 

Qué  audacia  I 
Hábleme  con  más  respeto  ' 
la  exponente,  y  no  se  salga 
de  la  cuestión. 

El  ministro 
se  duele  de  mis  desgracias. 
Esta  mañana  tomó 
de  mis  manos  una  instancia 
con  suma  afabilidad, 

7  me  prometió 

Bobada ! 

Escucharme 

Ba! 

En  audiencia 

particular 

No  me  bastan 
esos  recados  yerbales, 
ün  decreto:  esa  es  la  práctica. 

Pero  I  si  él  me  dijo • 

Yal 

Siempre  ellos  dan  esperanzas 

Por  supuesto Tase  ye 

Gomo  eso  no  cuesta  nada 

Mas  yo,  que  estoy  dispensado 
de  atenciones  cortesanas, 
oficialmente  os  respondo: 
No  ha  lugar  á  la  demanda. 

Veremos.  Yo  esperaré 

En  la  primera  antesala; 
no  aquí.  El  portero  inferior 
ha  cometido  una  falta 
imperdonable  en  dejaros 

penetrar 

Soy  ciudadana, 
soy  viuda,  soy  bello  sexo, 
y  donde  entran  otras  damas 
puedo  entrar  yo. 

Mi  consigna 

Eh  I  no  hay  consigna  que  valga. 
Os  iréis. 

Que  no. 

•  Por  qué? 
Porque  no  me  da  la  gana. 


ESCENA  III. 

MONZÓN.  MARTA.  ROMERO. 

Romero.  [Saliendo  de  la  secretaria.'] 

Quién  disputa  aquí?  Qué  es  esto? 


Monzón.  Esa  tía 

Marta.  Ese  fantasma. 

Qué  veo!  Señor  Romero! 


Romero. 

Marta. 

Romero. 

Marta. 

Romero. 

Marta. 

Romero. 


Marta. 


Romero. 


Marta. 

Romero. 

Marta. 

Romero. 
Marta. 


Romero. 
Marta. 

Romero. 

Marta. 

Romero. 

Marta. 

Romero. 

Marta. 

Romero. 

MarUi. 

Romero. 

Marta. 


[Va  i  su  encuentro  y  hailan  lijos  del 
portero,  que  sigue  leyendo.] 

¿Quién  sois  vos.....  Ah!  Doña  Marta! 
Estáis  empleado  aquí? 
Sí  tal. 

No  sabía  nada. 
Jefe  de  sección. 

Me  alegro. 
Sea  por  cien  años. 

Gracias; 
aunque  seffun  nos  relevan 
desde  que  hay  leves  y  cámaras , 
todos  somos  ya  efemérides 
sin  ayer  y  8in*mañana. 
Razón  mas  para  que  vos 
me  dispenséis  sin  tardanza 
vuestra  protección. 

Contad 
conmigo,  aunque  es  muy  escasa 
mi  inñuencia.Tué  mi  amigo 

vuestro  esposo  que  Dios  haya 

T  qué  tal?  La  viudedad 

Un  siglo  ha  que  no  me  pagan. 
Ta  veremos 

Por  fortuna 
mi  Ramira  es  una  alhaja...... 

Oiga!  Ta  estará  crecida. 
Es  una  linda  muchacha...., 

mejorando  lo  presente. 
La  pobrecilla  trabaja 
dia  y  noche ,  y  con  su  aguja 
y  su  tijera  y  su  plancha 
vamos  tirando.  El  Marqués, 
á  quien  hoy  por  una  rara 
casualidad  hemos  visto, 
promete  enjugar  mis  lágrimas. 

Ya  ha  tomado  el  memorial 

Ah !  No  sabéis  que  se  casa 
la  chica? 

Bueno!  Con  quién? 

Es  joven  de  circunstancias 

Vos  debéis  de  conocerle. 
Veamos.  ¿Cómo  se  llama? 

Alfonso  de  Castro 

Mucho. 

El  hijQ  de  doñafiraulia 

El  mismo. 

Es  mozo  de  mérito. 
T  quizá  por  esa  causa 
so  halla  sin  colocación. 
El  que  no  llora  no  mama. 

Un  memorial 

Aquí  está. 
Bien.  Qué  pretende? 

Una  plaza 
de  secretario..... 


Romero.  [Ibma  el  memorial  y  lo  examina.] 

Veamos 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


1S6 


8i  viene  en  regla  la  instancia. 

Marta.    En  un  Gobierno  político 

Homero.  Muy  bien.  Felizmente  hay  varias 
vacantes ;  tiene  talento, 
y  es  destino  que  le  cuadra. 
¿Está  informado  el  ministro 

Marta.    Ta  le  tiré  una  puntada. . . . , 
y  ahora  venía  a  entregarle 
.   el  memorial Cuánto  tarda ! 

Romero,  Justamente  es  negociado 

de  mi  sección  y  á  ella  pasan 
todas  estas  pretensiones. 
Le  hablaré  con  eficacia  y 
y  si  08  recibe  benévolo, 
tanto  mejor. 

Marta.  Él  me  trata 

con  bondad  y  cortesía , 
mas  el  porteh)  me  ataja 
porque  dice  que  está  exento 
de  tener  buena  crianza. 

Romero.  Cómo!.... 

Marta.  T  ni  esperar  me  deja 

al  ministro  en  su  antesala. 

Romero.  Tiene  órdenes  generales.... , 
pero  esas  con  vos  no  hablan. 

\Á  Monzón.] 

Permitid  á  esta  señora , 
pues  pide  tan  leve  gracia, 
que  espere  al  señor  Marqués. 
Bien,  mas  si  ella  se  desmanda.... 
No  lo  hará. 

Soy  funcionario 

fiúblico 
A  Marta.]  Si  esta  mañana 

no  le  veis,  para  la  audiencia 

de  esta.nocae  no  hagáis  folta. 

Se  os  pondrá  en  la  lista. 
Marta.  Estimo 

la  bondad 

Romero.  Ahora  me  llaman 

mis  tareas.  Soy  muy  vuestro. 
Marta.    To  vuestra  humilde  criada. 


Monzón. 
Romero. 
Monzón. 

Romero. 


ESCENA  IV. 

MARTA.     MONZÓN. 

Marta.    Una  vez  que  el  marinero 

no  manda  donde  hay  patrón, 
me  siento,  señor  Monzón.... , 
sin  permiso  del  portero. 

Monzón.  Déjeme  en  paz. 

Marta.  (  Chúpate  esa  I ) 

T  no  toméis  pesadumbre 

{morque  me  ofrezca  su  lumbre 
a  chimenea  francesa. 
« 

[Se  sienta  i  la  chimenea.] 
Monzón. \iijxé  desacato  I)  El  Marqués 


tardará 

Marta.                     En  paz  y  sosiego 
me  estaré  al  amor  del  fuego 
otras  dos  horas  ó  tres. — 
Si  me  dais  una  Gaceta 

Monzón.  No  la  dov;  y  es  mucho  exceso. 

Marta.    No  me  aburriré  por  eso, 

seor  Monzón.  Haré  calceta. 

[La  saca  ie  su  iolso.] 

Monzón.  Calceta  aquí!  ¡Cosa  extraña.... 

Marta.    Ta  que  tanto  se  ha  deshecho, 
diga  el  mundo  satisfecho 
que  hacemos  algo  en  España. 

[Queda  haciendo  calceta.] 


ESCENA  V. 

MONZÓN.  MARTA.  FONSECA. 

[Entra  Fonseca  con  marcial  desembarazo  y 
vestido  con  ridicula  (afectación.] 

Fonseca.  [Llegándose  familiarmente  i  la  mesa 

del  portero.]    ^ 

Amigo  Monzón ! 

Monzón.  [Se  levanta  y  le  hace  una  prqfunda 

reverenda.] 

¡Magnífico, 
don  Crisóstomo  Fonseca  I 

Fonseca.  Se  ha  quitado  la  jaqueca? 

Monzón.  Sí,  con  aquel  específico..... 
Vos  ¿tan  famoso? 

Fonseca.  Tal  cual. 

Monzón.  Risueño  siempre  y  contento 

Pero  i  no  tomáis  asiento? 

Fonseca.  [Yendo  i  tomar  una  silla.] 

Sí  tomaré. 
Monzón.  En  mi  sitial. 

[Se  lo  qfrece;  Fonseca  lo  toma  y  Mon^ 
zon  ocupa  una  silla.] 

Fonseca.  [Sacando  la  petaca.] 

Gracias.  Ni  un  bajá  del  Bosforo 
más  á  gusto  se  arrellana. 
Yaya  un  puro  de  la  Habana. 

[Da  d  Monzón  un  cigarro  y  il  toma 

otro.] 

Monzón.  [Enciende  unfórforo  y  se  le  da.] 

Estimando.  Vaya  un  fósforo. 

[Enciende  cada  cual  su  cigarto.] 

Marta.    ( ¡  Miren  qué  arbitrariedad 

tan  propia  de  un  hombre  bajo  I 
Al  neo  mucho  aguaje, 


Ibnseea. 
Monzón. 
Ponseea. 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


Monzón. 
Ponseca. 


Monzón. 


Fonseea. 


Monzón. 
Fon^eea. 

Monzón. 
Ibnseea. 
Marta. 


Fonseea. 


Monzón. 


Y  al  pobre.....  una  sequedad.) 
No,  como  otros  dias,  hoy 
Yengo  aquí  á  matar  el  ocio. 
Qué !  traéis  algún  negocio? 

Serviros  deseo.  Soy 

Para  mi  chico  Eleuterio^ 

que  es  la  gloria  de^su  raza, 

vengo  á  pedir  una  plaza 

de  oficial  del  ministerio. 

lái  patrimonio  es  enorme 

y  no  busca  emolumento; 

pero  tendrá  tratamiento 

y  es  bonito  el  uniforme. 

El  caso  es  que  no  hay  vacante.. 

Eso  no  importa. 

[Fiffurando  escribir.] 

Zis,  zasl 
Se  crea  una  plaza  más 
ó  se  improvisa  un  cesante. 
To  sé  bien  de  qué  registro 
me  he  de  valer  para  el  casO| 
mas  soy  pretendiente  raso 
y  no  conozco  al  ministro. 
m  á  eses  señores  se  va 
con  ciertas  proposiciones; 

pero  hay  otros  escalones 

¡pues!  Monzón  me  insinuará,.... 
Yo  soy  puro,  incorruptible^ 
y  las  manos  no  me  unto. 
Es  delicado  el  asunto. 

Pero  se  hará  lo  posible 

Sé  que  el  joven  tiene  méritos 

La  ciencia 

Le  es  antipática. 
En  cuatro  años  de  gramática 
no  pasó  de  los  pretéritos. 

Eh  I  siendo  joven 

Cumplid 
por  Febrero  diez  y  siete. 

Quiere  decir  que promete 

El  que  promete soy  yo. 

(Tanto  tardar  me  da  empacho. 
¡Que  cueste  tales  sudores 
el  hablar  á  esos  señores 
secretarios  del  despacho  I ) 
Dejando  ahora,  Monzón , 
negocios  tan  neliagudos, 
¿habéis  visto  los  escudos 
de  la  nueva  acuñación? 
N0|  señor.  De  plata ,  6  de  oro? 


Fonseea. 
Monzón. 
Fonseea. 


Monzón. 
Fonseea. 

Monzón. 
Fonseea. 


2ue ,  aunque  á  los  carlistas  pese , 
falta  de  pies  te  bese 
la  linda  y  augusta  cara. 

[Besa  las  monedas.] 

¿Tanto  08  alegra ,  Monzón , 

su  busto 

Si  es  fanatismo ! 
Ohl.... 

(Siendo  de  oro,  lo  mismo 
besaría  el  de  Nerón.) 

Tomad 

To  no.  La  avaricia...., 
No  como  dinero;  (el  místico  1) 
sino  como  objeto  artístico. 
Las  artes  son  mi  delicia. 
Guardad  pues  esa  memorial 
Monzón. 


Ibnseea.  [Saca  el  bolsillo  y  pone  sobre  la  mesa 
alffunas  monedas  de  oro.  Ambos  inter- 
locutores dan  la  espalda  d  Marta.] 

De  oro.  Qué  buril !  qué  gusto  I 
Mirad 

Monzion.  [Ewamindndolas.] 

Sí.  Qué  bello  bustol 
T  es  de  la  Heina  que  adoro. 
Permite,  Reina  preclara , 


Monzón.  [Recogiendo  las  monedas.] 

Replicar  no  es  justo; 
basta  que  tengan  el  busto 
de  la  Reina  que  es  mi  gloria; 

[Fonseea  sesepara  de  Monzón  y  pasea.] 

que  subdito  más  leal 

es  imposible (Se  aleja 

después  que  el  oro  me  deja. 
Yaya  un  hombre  orig^pal  I ) 

[Se  sienta  y  tuelve  d  leer  el  periódico.] 

Fonseea.  [Acercándose  d  la  chimenea.] 

Gomo  soy,  que  hace  fresquillo. — 
Señora,  os  beso  los  pies. 

[Tomando  una  süla.] 

Si  permitís 

Marta.  Por  qué  no? 

Siéntese  vuestra  merced. 

Fonseea.  [Sentándose  á  la  chimenea.] 

El  remusguillo  convida 

Vos  sois  de  casa? 
Marta.  ¿Por  qué 

lo  decis? 

Fonseea.  Esa  calceta 

Marta.    En  algo  he  de  entretener 

el  tiempo.  T  no  es  infundada 

vuestra  pregunta  cortés , 

que  aquí  vive....;  mal  he  dicho; 

aquí  muere  por  la  fe 

el  infeliz  pretendiente; 

y  más  si  en  triste  viudez 

ni  tiene  dos  lindos  ojos 

que  paso  franco  le  den, 

ni  ablandar  puede  con  dádivas 

á  un  bárbaro  como  aquel. 

Fonseea.  [Riéndose.]  . 

Pobre  Monzón  I  T  en  efecto 
su  cara  es  bruta  y  soez , 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


m 


pero  tama  tanto  las  artes 

[AMendo  una  caja  y  ofreciéndosela,] 
Vaya  uq  polvo  de  rapé. 


Marta.    [Ibmd7idolo,] 


Fonseca. 
Marta, 

Fonsecd. 
Marta. 


Fonseea. 
Marta. 

Fonseca. 


Muchas  gracias.  Ta  me  estaba 
durmiendo,  y  me  viene  bien. 

Ya  se  ve,  las  malas  noches 

Gomo  vivo  de  coser 

Diez  y  ocho  meses  sin  paga  1 
Año  y  medio!  Esto  es  cruel. 
I  En  qué  ha  venido  á  parar 

a^uel  regalo,  aouel  tren 

Si  viviera  mi  difunto 

Por  supuesto Ta  se  ve 

Si  el  difunto  se  murió  1 
Y  yo,  como  viuda  fiel , 
no  he  querido  reemplazarle , 

aunque  no  ha  faltado  quien 

No  es  maravilla.  Estáis  tiesa 

todavía  y  esa  tez 

Entre  otros  me  pretendió 

un  teniente  coronel 

Algo  cascado,  es  verdad, 

pero  al  ñn  y  al  cabo 

Pues, 
No  lo  tome  usted  á  chanza. 

Sí  no  nos  casamos,  fué 

(Porque  él  no  quiso.) 

[Siffuen  hablando  en  voz  hoja.] 


ESCENA  VI. 

MARTA.    MONZÓN.    FONSECA.    VIOLANTE. 

[Ábrese  la  mampara  y  entra  Violante  aeompa" 
nada  de  un  portero  que  se  retira  saluddnaola 

respetuosamente.] 

Monzón.  [8e  levanta  apresurado  y  la  hace  una 

profunda  reverencia.] 

Señoral.... 
Violante.iMU  no  ha  venido  el  Marqués! 
Monzón.  Sin  duda  estará  en  las  Cámaras. 
Violante.'ñieii  está.  Le  esperaré. 

[8e  dirige  d  la  chimenea  y  viendo  d 
Marta  se  detiene.] 

(En  la  chimenea  Marta  I) 
[Alportero.] 

Qué  trae  aquella  mujer? 
Monzón.  Espera  al  señor  ministro 

y  pretende  no  sé  qué. 
Violante.Qxxe  le  espere  en  la  escalera. 

¡Vaya  que  es  avilantez 

Monzón.  Así  se  lo  dije ,  -pero 

me  dio  contraorden 

Violante.  Quién? 


Monzón.  El  señor  Romero. 

Violante.  \  Abuso 

torpe  I  ¡  Elevar  al  nivel 
de  personas  distinguidas 
á  gente  de  ese  jaez  I 
Yo  haré  que  ponga  remedio 
el  ministro. 

Monzón.  Bien  haréis. 

La  digo  que  se  levante? 

Violante.Ho;  dejadla.  Aquí  estoy  bien. 

[Se  sienta  lijos  de  la  chimenea.] 

Monzón.  Señor  de  Fonseca  I 
Fonseca.  Voy. 

[Se  levanta.] 

Doña  Marta ,  hasta  más  ver. 

Marta.    Soy  muy  atenta 

Fonseca.  ( ¡  Demontre 

de  viejal  habla  más  que  seis.) 

Qué  hay  Monzón? 

[Se  Uega  i  la  mesa  del  portero  y  éste 
le  habla  en  voz  baja.] 

Marta.  f  Nada  1  no  viene ! 

Acabemos  este  pié.) 

[Sigue  haciendo  calceta ;  d  poco  rato 

empieza  á  dar  cabezadas ,  y  poco  des* 

pues  se  duerme.] 

Fonseca.  [En  voz  baja  con  Monzón.] 

De  veras?  Oallarda  moza! 

Soberbia! 
Monzón.  No  la  flechéis. 

con  el  lente.  Es  cosa  hecha 

si  ella  os  quiere  proteger, 

mas  será  preciso 

Fbnseca.  Entiendo. 

No  soy  pájaro  novel. 
Monzón.  Si  os  parece  que  yo  sirva 

de  introductor 

Fonseca.  Para  qué? 

No  hay  que  andarse  por  las  ramas. 

[Acercándose  d  Violante^  y  saludan' 

dola.] 

Yo  me  doy  el  parabién 
de  conocer  á  la  hermosa 
condesa  del  Rosicler. 
Violante.^ MQü^tn^  humilde  servidora, 
caballero,  aunque  no  sé 

quién 

.  Fonseca.  Grisóstomo  Fonseca , 

propietario  en  Santander 

Ísioarita  en  Madrid, 
onde  el  fausto  de  un  virey 
ostento,  y  sin  que  me  engría 
de  alta  alcurnia  el  oropel , 
soy  rico-hombre  porque  soy 
hombre  rico:  lo  entendéis? 
Violante. GvísAmb  buen  humor.  Sentaos.  • 


128 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


FoMeea.  \Se  sienta  al  lado  ie  Violante.] 
Fot  gastar  no  sé  qné  hacer. 

[Abriendo  una  cajita  de  oro,] 

¿Me  atreyeria  á  ofreceros 
confites? 

Violante\Tomando  dos  6  tres.] 

Bonita  es 

esta  caja. 
Fonseca.  Más  bonita 

sois  vos. 
Violante.  Favor  que  me  hacéis. 

Fonseca.  Gnardadla. 
Violante.  Oh!  no. 

Fonseca.  Bagatela  I 

Porque  es  de  oro,  ese  desden? 

Perdonadme;  no  las  gasto 

de  otro  metal. 
Violante.  No  os  privéis 

de  tan  preciosa  cajito. 
Fonseca.  En  casa  tengo  otras  diez. — 

Si  algnn  escrúpulo  os  queda , 

hagamos  un  cambio. 
Violante.  Eh? 

Según  como  sea  el  cambio. 
Fonseca.  Aunque  os  pida  un  alfiler 

saldré  siempre  ganancioso. 
Violante.Qné  galante  I 
Fonseca.  Dadme. pues 

esa  rosa  del  cabello. 
Violante. V,ííS  ¿qué  dirán  si  lo  ven? 
Fonseca,  Es  verdad.  Decid  q\^e«es  mia 

y  luego  me  la  daréis. 
ViolanteMn  hora  buena.  Negaros 

tan  corto  favor  no  es  ley. 
Fonseca.  Corto?  Vos  podéis  hacerme 

otro  mayor  si  queréis. 
Violante,  f  000  á  poco  I .... 
Fonseca.  Sosegaos. 

Ya  no  soy  ningún  doncel. 

Sois  muy  dama  para  mí; 

yo  tengo  pudor  también 

á  mi  modo;  y  aunque  admiro 

ese  garbo  y  esa  tez 

para  deshancar  á  un  procer 

es  muy  poco  mi  poder...., 

y  inuy  largos  mis  colmillos 

nara  s^  chulo  de  á  pié. 
Violante.ao  es  el  Marqués  mi  galán  ^ 

sino  mi  novio,  y  creed 

Fonseca.  Sí  creo. 

Violante.  Y  de  otra  manera 

yo  no  sufriría... r. 
Fonseca.  Amén. 

Dios  08  haga  bien  casada 

y  colmado  fruto  os  dé 

de  bendición  conyugal. 

Violante.Os  agradezco 

JPbnseca.  Ahora  bien, 

suponiéndoos  grande  influjo 

sobre  el  ministro 

Violante.  Tal  vez 


Fonseca.  [Binando  la  voz,  y  Violante  hará  lo 

mismo.] 

k  un  rapazuelo  hijo  mió 

os  ruego  que  coloquéis 

Violante.J^6uáo  ? 

Fonseca.  En  la  secretaría. 

Violante.kxxxi^\xo  es  alta  la  merced , 

ya  supongo  que  el  muchacho 

será  digno  de  ella 

Fonseca.  Pche!.... 

No  me  toca  á  mí  alabarle. 
Violante.'^i  otro  informe  ha  menester 

que  ser  hijo  vuestro. 
Fonseca.                                  Gracias. 
Violante.'?oTo  es  difícil Ta  veis 

La  plaga  de  pretendientes 

Tanto  varón  de  honra  y  prez 

sin  empleo Será  fuerza 

hacer  inclinar  el  fiel 

de  la  balanza 

Fonseca.  Con  oro. 

Violante.^o  creáis  que  mi  interés 

personal 

Fonseca.  Qué  disparate! 

Dama  de  alto  chapitel 

¿cómo  es  posible Son  fondos 

reservados 

Violante.  Eso  es. 

Fonseca.  Para  fomentar Eh? 

Violante.  Sí. 

Fonseca.  Pues  ya!  Para  objetos  de 

Violante. G^ihú.. 
Fonseca.  \  Proyectos. . . 

Violante.  ¡Oh... 

Fonseca.  ¡Cosas... 

Caánto  reza  el  arancel? 
Violanie.l&\L\  no  hay  prisa Lo  que  urge 

es  poner  pies  en  pared 

hasta  lograr  el  destino. 
FoTiseca.  Ya,  por  supuesto. 

Violante.  Y  después 

Fonseca.  Ya  traía  el  memorial 

Violante.Bion,  Dadme  acá  ese  papel. 

Descuidad ,  que  así  que  vea 

al  ministro  le  hablaré 

Fonseca.  Corriente.  ¿Y  será  del  caso 

que  me  presente  al  Marqués 

Violante. oí.  á  la  noche.  Dadme  tiempo 

para  prepararle. 
Fonseca.  Bien. 

¿Cuándo  sabremos 

Violante.  Hoy  mismo. 

Fonseca.  k  qíxé  hor^^ 
Violante.                    Al  anochecer. 
Fonseca.  ¿Qué  seña 

Violante. [Le  da  una  tarjeta.] 

En  esta  tarjeta 
las  de  mi  casa  tenéis. 

Con  ella 

Fonseca.  Enterado.  Abur. 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 

Iré  á  besar  vaestros  pies. 
[Cantando  al  irse  con  marcialidad.] 

Oh  che  volpe  sofr afina! 
Violante,{Y2Ly9L  en  gracia!  No  es  mal  pez.) 


m 


ESCENA  VIL 

MONZÓN.    VIOLANTE.    MARTA. 

Monzón,  (Alegre  va  don  Crisóstomo. 

Propina  habrá.) 
Marta.    [Despertando.]  Me  he  dormido  I 

[A  Monzón.] 

Ha  venido  Su  Excelencia? 
Monzón,  No,  señora. 
Marta.    [Se  levanta  recogiendo  la  labor.] 

Ya  hace  an  siglo 

qne  espero Doña  Violante! 

Vos  por  aquí  I  ¿Qué  motivo 

Violante.^o  os  importa. 

Marta.  ¿Aun  me  guardáis 

el  rencor?  Ea,  pelillos 

á  la  mar. 
Violante.  Eh,  calle;  apártese 

la  impertinente. 
Marta.  Aspacito, 

que  la  palabra  de  Dios 
.  á  nadie,  ni  á  los  judíos 

se  niega;  y  no  estáis  ahora 

en  vuestra  casa.  {Pues  digo 

¿Querrá  también  la  Excelencia 

echarme  de  este  recinto? 

Si  allá  me  vino  con  fueros 

porque  pedí  lo  que  es  mió, 

no  aquí 

Violante,  Jesús ,  qué  mujer ! 

Marta.    Y  los  sordos  han  de  oirnos 

si  siíelto  la  de  sin  hueso. 
Violante.'Pof  no  hacer  un  desatino 

me  voy. 

SAlportero.] 
.  esa  tarjeta 
al  Marqués.  Yo  me  retiro. 
Ved  aquí  los  resultados 
de  admitir  en  este  sitio 

.  á  mujeres  de 

Marta.  Deque? 

de  qué? 
Violante.  De  bajos  principios. 


ESCENA  VIIL 

MARTA.    MONZÓN. 

Marta.    Cómo  se  entiende!....  Oiga,  espere; 

le  diré  cuántas  son  cinco. 
Monzón.  [Recogiendo  la  tarjeta,  los  periódicos 

y  algunos  pliegos \ 

Señora,  ved  que  no  estáis 

n. 


Marta. 


en  la  plaza.  Yo  os  prohibo 

¡La  muy Bien ;  tenéis  razón. 

Me  contengo,  me  reprimo 

Pero  yo  no  me  he  criado 
en  las  malvas,  y  si  digo 
lo  que  sé  de  ella 


[Monzón  entra,   sin  hacer  caso  de 
Marta,  en  el  despacho  del  ministro.] 

Que  á  fe 
que  me  ha  contado  un  vecino 
maravillas ;  y  ojalá 
las  hubiera  yo  sabido 
esta  mañana  temprano, 
que  ¡voto  va,  no  va  á  Cristo 


Pereda. 
Marta. 


Pereda. 

Marta, 

Pereda. 

Marta. 

Pereda, 

Marta. 

Pereda. 
Marta. 


Pereda. 
Marta. 


Pereda. 
Marta. 
Pereda. 
Marta. 


Pereda. 
Marta, 


ESCENA  IX. 

MARTA.     PEREDA. 

Ha  venido  Su  Excelencia? 

Qué  insulto  I  qué  despotismo  I — 

¿Conocéis  á  esa  señora 

que  en  la  escalera  habréis  visto? 

A  la  condesa  Violante? 

Esa.  El  título  es  postizo. 

Mirad 

Es  una  embustera. 
Señora 

Y  en  el  hospicio 
las  hay  mucho  mar  honradas. 
Cómo! 

Y  si  el  jefe  político 
supiera  lo  que  se  pesca, 

la  pondría 

Qué  vestiglo! 

Escuchad 

Donde  merece.  ' 
Sí,  señor,  á  ella,  y  á  un  primo 
que  tiene... 

¿Qué... 

A  un  tal  Pereda... 

Mirad  lo  que 

Que  es  un  picaro. 
Yo  no  le  conozco,  pero 
¡qué  lástima  de  presidio  I 
Deslenguada!  Si  supierais 

quién  soy 

Me  importa  un  pepino 
el  saberlo. 


ESCENA  X. 


PEREDA.    MARTA.    MONZÓN. 


Monzón. 
Marta, 


¡Con  mil  diablos, 


señora. 


Y  digo,  y  repito. 
9 


130 

Una  voz 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


*í¿í'iSuExcelenciaI 


Otra  voz  \ 
más  > 
cerca,  5 


Sa  Excelencia! 


Monzón.  [Abriendo  la  mampara.]    - 
Silencio ! 
[Apartando  d  Marta  y  d  Pereda,] 
Á  un  lado !  El  Ministro  I 


ESCENA  XI. 

PEREDA.     MARTA.     EL  MARQUÉS.     MONZÓN. 


Marg. 

Pereda. 

Marq, 

Monzón. 

Marta. 

Marg. 


Monzón. 

Señor. 
\Á  Pereda.] 
Mande  Ucencia. 


Un  momento 

Excelentísimo 


seuor. 


[Dando  un  papel  d  Monzón.] 

Tomad  esta  nota, 
7  que  el  jefe  del  archivo 
os  entregue  sin  tardanza 
los  documentos  que  pido. 


ESCENA  XII. 

EL  MARQUÉS.    MARTA.    PEREDA. 

Marta.    [Á  guien  toma  la  delantera  Pereda.] 

Señor (Se  puso  delante  I) 

[Á  Pereda  tomando  su  memorial.] 
Qué  queréis  ? 


Marg. 

Pereda. 
Marg. 


Yo  solicito 

que  Vuecencia  me  coloque 

Todos  pretenden  lo  mismo, 

7  para  acallar  á  todos 

veo  que  será  preciso 

establecer  en  el  reino 

para  cada  hombre  un  destino. 
Pereda.   Va  debe  de  estar  Vuecencia 

informado Soy  el  primo 

de  Violante. 
Marg.  Ah  I  Lo  celebro. 

Marta.    ( Qué  escucho  I ) 
Marg.  Seréis  servido. 

[Siff'Uen  hablando  en  voz  baja.] 

( I Y  yo  entre  oreja  y  oreja 
mil  tempestades  le  he  dicho 
sin  conocerle!  Me  alegro.) 

Id 

No  tengo  más  padrino 


Marta. 


Marg. 
Pereda. 


que  Vuecencia 

Marg.  Id  descuidado. 

'  (Tiene  una  traza  de  pillol....) 

Pereda.  Dios  guarde  á  Vuecencia 

Marg.     [Con  afabilidad.]  Adíes, 


ESCENA  XIIL 

EL  MARQUÉS.    MARTA. 

[El  Margues  se  dirige  d  su  despacho  y  ie  de- 
tiene Marta.] 

Marta.    Señor  I.... 

Marg.  No  os  había  visto.— 

Ahí  Sois  Yos! 
Marta.  Os  yetago  á  hablar 

sobre  aquel  memoríalito 

Marg.     Tengo  prisa 

Marta.  Y  á  entregparos 

este  otro  sobre  el  destino 

para  mi  yerno  futuro. 

[El  Margues  lo  toma  con  la' mano 

izguierda  y  lo  conserva  en  ella  sin 

desdoblarlo f  teniendo  en  la  derecha  el 

de  Pereda.] 

Marg.     (  Para  su  yerno  I  ¡  Maldito 

sea  su  yerno  I )  Id  con  Dios. 
Marta.    ¿Y  así....,  con  ese  desvío 

me  despedís? 
Marg.  No  hay  un  cuarto. 

Marta.    Pero 

Marg.  No  puedo  serviros. 

(¡Sólo  falta  que  la  madre 

me  dé  ahora  un  tabardillo  I) 
Marta.    Esta  mañana  me  disteis 

^palabra 

Marg.    '  Fué  un  compromiao 

Marta.    Ni  media  paga  siquiera  1 

Marg.      Qué  importunidad  I  Ya  he  dicho 

Marta,    Si  á  lo  menos  me  emplearais 

al  muchacho 

Marg.  Y  ¿con  quS  títulos 

viene  á  pretender 

Marta.  Mayores 

los  tendrá  tal  vez  el  primo 

de  Violante. 
Marg.  .Qué  decís? 

Marta.    Vale  mucho  un  buen  palmito! 
Marg.      Qué  osadía!  Retiraos. 

No  volváis  más  á  este  sitio. 

Tomad  vuestro  memorial. 

[lira  al  suelo  hecho  pedoífos  el  me* 

morial  de  Pereda  y  dobla  un  pico  al 

de  Castro.] 

Marta.    Qué  injusticia! 

Marg.     [Entrando  en  su  despacho.] 

Así  castigo 
á  insolentes. 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


131 


ESCENA  XIV. 


MARTA. 


Yo ¡Me  ha  dado 

con  la  puerta  en  los  hocicos ! 


ESCENA  XV. 

MARTA.    CASTRO. 


Castro. 
Marta. 


¡Señora 

[  Volviéndose.] 


¿Quién Pobre  Castrol 

En  hora  menguada  vienes. 
Maldiciendo  aquí  me  tienes 
la  triste  vida  que  arrastro. 
Confiado  en  tu  virtud, 
Tendrás  á  saber  ansioso 
el  resultado  dichoso 
de  aquella  solicitud. 
Hijo  mió,  no  hay  consuelo 

Sara  ti  ni  para  mí. 
[ira  el  memorial  allí 

hecho  trizas  en  el  suelo. 

Qué  horror,  ánimas  benditasl.... 

Y  eso  que.  en  cas  de  Violante 

di<5  palabra  termipante 

de  dolerse  de  mis  cuitas. 

¡Ahora  tanta  displicencia, 
.     y  antes  brindaba  mercedes ! 

Explícame  tú  si  puedes 

tan  extraña  inconsecuencia. 

Ó  ha  perdido  su  cordura 

en  un  romántico  acceso, 

ó  le  ha  baldado  el  Congreso 

con  un  Yoto  de  censura. 
Castro.    Otra  es  la  causa,  señora, 

de  su  rabia  y  su  despecho. 

y  el  desaire  que  os  ha  hecno, 

no.  á  vos,  á  él  sólo  desdora. 

No  mendigo  su  favor, 

porque  ya  le  conocí. 

Vengo  a  arrancaros  de  aquí 

para  salvar  vuestro  honor. 
Marta.    Cómol.... 
Castro.  Tan  noble  en  su  ira 

como  en  su  amor de  visir, 

ha  querido  sedacir 

á  mi  adorada  Ramira. 

Se  introdujo  en  vuestra  casa 


un  agente  de  sus  vicios. 

No  es  mucho;  tales  servicios 

se  suelen  premiar  sin  tasa. 

Aventuró  su  osadía 

la  infame  proposición , 

que  con  casta  indignación 

rechazó  la  prenda  mia. 

Porfiaba  temerario, 

llego  entonces ,  oigo,  acudo, 

y  fué  mi  primer  saludo 

un  puntapié -al  emisario. 

Entonces  el  perillán 

me  amenazó  con  su  amo, 

y  de  un  tramo  en  otro  titimo 

le  eché  rodando  al  zaguán. 
Marta.    ¡Traidor Ahí  está  el  busilis  I 

.¡Y  teniendo  ya  otra  moza 

que  se  pierde  una  coroza 

iHum Se  me  enciende  la  bilis. 

Estoy  hecha  un  Satanás, 

y  si  le  pillase  ahora 

Castro.    Huyamos  de  aquí,  señora, 

y  no  volvamos  jamás. 
Marta,    río  volver?  No  vuelvas  tú, 

que  eres  hombre,  y  no  conviene; 

mas  yo  ¡perene  y  perene, 
)or  vida  de  Belcebú  I 
lO  que  yo  vengo  á  pedir 

es  mió,  y  mió,  y  remio; 

si,  señor,  y  el  monte-pio 

no  me  dejará'  mentir. 

Yo  pido  justicia  neta, 

y  para  instalarme  aquí 

me  traeré  la  cama,  sí, 

como  hoy  traje  la  calceta. 

Eso  faltaba  I  üola ,  hola  I 

En  casa  la  niña,  tatel 

Yo  estoy  fuera  de  combate 

y  ya  puedo  andarme  sola. 

ou  raoia  será  completa 

cuando  vea  de  contíno 

en  vez  de  un  rostro  divino 

una  cara  de  vaqueta. 
Castro.    Basta  I.... 

Marta.    [Jamando  el  brazo  de  Castro  y  yin- 

dose.] 

Y  prontito 

Castro.  Venid 

Marta.    Ha  de  darme  la  mesada, 

ó  esta  noche  hay  asonada 

Castro .    i  Vamonos 

Marta.  Y  arde  Madrid. ' 

[  Vansepor  donde  entraron,] 


L 


ISS 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


ACTO  TERCERO. 


Despacho  del  ministro  ricamente  adornado.  Gran  mesa  de  escritorio  con  papeles^  expedien- 
tes, libros,  éic.  A  la  derecha  del  actor  la  puerta  de  la  antesala.  Enfrente  de  esta  dos  bair 
conesy  y  entre  ellos  una  chimenea.  Puerta  en  el  foro  que  da  paso  a  loi  secretaría,  y  otra 

mas  pequeña  en  la  misma  línea. 


ESCENA  I. 

EL  MARQUÉS.    ROMERO. 

Marq,      [Sentado  en  un  elegante  sillón  delante 
de  la  mesa,  con  un  periódico  en  la 

mano.] 

Otra  personalidad ! 

¿Qué  tienen  que  yer  el  trono, 

ni  la  patria  ni  la  ley 

con  81  yo  cómo  ó  no  cómo, 

si  me  yisto  ó  no  me  visto 

con  este  sastre  ó  el  otro, 

si  es  bella  ó  no  mi  querida, 

si  madrugo  ó  si  trasnocho, 

si  gasto  ó  no  carretela, 

si  estoy  flaco  ó  si  estoy  gordo? 

Somero.  [Con  un  legajo  en  la  mano.] 

Siempre  fué  la  comidilla 

de  eso^  papeles  periódicos 

satirizar  al  que  manda, 

á  no  mediar Pues!  Supongo 

3ue  me  entendéis.  Pero  el  hombre 
e  estado,  á  fuer  de  filósofo, 
mira  con  igual  desden 
las  pullas  y  los  encomios. 

Marq.     Las  personales  diatribas, 

bien,  pasen:  yo  las  perdono; 
¡  pero  sumar,  como  lo  hacen 
en  este  artículo  anónimo, 
con  mi  sueldo  do  ministro 
lo  que  de  mis  tierras  tomó, 
y  en  la  partida  de  data 
acumular  á  su  antojo 
guarismos  sobre  guarismos 
con  el  intento  piadoso 
de  insinuar  que  cubro  el  déficit 
enorme  con  lo  que  robo  I 

Romero.  Acaso  no  ha  pretendido 

sino  acusaros  de  pródigo 

Marq.      Qué  sabe  él  lo  que  yo  gasto? 
Qué  sabe  él  le  que  yo  cobro? 

Robar De  dónde?  Imposible. 

Manejo  yo  acaso  fondos? 
Arruinarme.:..,  puede  ser; 


Homero. 


Marq. 


Romero. 
Marq. 

Romero. 
Marq. 

Romero. 

Marq. 

Romero. 

Marq. 

Romero. 

Marq. 

Romero. 


Marq. 


Romero. 


Marq. 

Romero. 

Marq. 

Romero. 
Marq. 


Romero. 


¿mas  qué  le  importa  á  ese  zoilo, 
pues  yo  no  le  pido  nada, 
que  me  Ueyen  los  demonios? 
Ea,  no  hay  que  sofocarse, 
señor  Marqués. — Vaya  un  polvo. 

[Saca  la  caja  y  se  lo  ofrece.] 

No  lo  gasto. — Y,  no  hay  remedio, 

de  ese  falso  testimonio 

iqué  infiere  el  vulgo  maligno? 

Que  soy  ladrón  ó  tramposo, 

y  esto,  ya  pasa  de  injuria 

personal. 

Ehl....  Según  cómo 

No  hay  según.  Aquí  se  ataca 
al  Gobierno. 

En  cierto  modo 

T  es  preciso  denunciar 
el  escrito. 

No  me  opongo 

Al  momento.  De  real  orden. 
Como  artículo  injurioso? 
Como  subversivo.  - 

Pero 

¿Dudáis 

No,  ni  por  asomo 

(Cómo  ciega  la  pasión  I ) 

Pero  el  jurado 

Es  negocio 
concluido.  ¿Hay  algo  mas 
que  despachar?  Venga  pronto. 
Nada  por  hoy. — No  me  atrevo, 
como  os  veo  en  tal  enojo, 
á  preguntaros  si  aquel 

proyecto  de  ley  famoso 

El  de  las  medidas? 

Ese. 
Desechado  por  cien  votos 
contra  veintinueve. 

Malo ! 
Contaba  con  el  apoyo 
del  centro,  y  se  me  desfila 
á  la  izquierda. 

Sí?  Malórum! 
T  esa  oposición  terrible 
¿contra  vos  se  ha  alzado  sólo, 
ó  se  extiende  á  los  demás 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


133 


Marq. 
Romero. 

Marq, 
Romero. 


Mam, 
Romero. 


Marq. 
Romero. 
Marq. 
Romero. 

Marq. 


Romero. 
Marq. 

Romero. 

Marq. 


Romero. 


Marq. 


Romero. 

Marq. 

Romero. 


compañeros? 

Sí  y  sí.  á  todos. 
Vaya  por  Dios.  Mal  de  muchos 

diz  que  es  consuelo 

De  tontos. 
Aunque  no  estáis  para  gracias, 
os  recuerdo  respetuoso 
las  plazas  de  secretarios 

que  Tacan 

Hoy  me  propongo 
proveerlas. 

Bien  sabéis 
que  tengo  el  genio  algo  corto 
y  nunca  os  pedí  mercedes 
para  mí  ni  para  otros ; 
mas  hoy  por  primera  vez 
vuestra  protección  imploro 
en  favor  de  un  pretendiente 
que  juzgo  muy  á  propósito 
para  una  de  esas  vacantes. 
Es  un  excelente  mozo. 

Lo  creo,  mas 

Muy  honrado 

No  obstante 

Muy  estudioso, 

y  sus  principios 

Hay  muchos 

empeños Cada  neófito 

tiene  sus  mecenas 

Yo 

He  aquí  el  mayor  escollo 
de  un  ministro,  el  personal. 
Sujeto  por  quien  yo  abogo, 
poaeis  creer 

Otro  tanto 
dicen  los  demás  patronos^ 
pero  las  plazas  son  cinco, 
y  tengo  ya  un  promontorio 
de  memoriales. 

Si  al  ñn 
ha  de  haber  tantos  quejosos, 
¿quó  más  da 

Si  es  una  peste ! 
Como  buitres,  como  lobos 
al  olor  de  una  vacante 
se  abalanzan  de  ocho  en  ocho. 
Qué  digo  vacante?  Ayer 
fué  acometido  de  un  cólico 
el  contador  de  correos, 
y  al  salir  del  dormitorio 
me  pidieron  hoy' su  plaza 
media  docena  de  prójimos. 
No  lo  extraño.  Pero  el  mérito 
de  mi  ahijado...  Habrá  muy  pocos.. 

En  fin,  veremos Se  hará 

lo  que  se  pueda. 

Yo  08  cojo 
la  palabra 


'  Monzón.  [Anunciando  desde  la  puerta  de  la  de- 

recha.] 

La  condesa 


del  Rosicler. 
Jlomero.  ( Un  estorbo ! ) 

Marq,      Adelante.  Permitid 

Romero.  (Faldas!  Mi  gozo  en  un  pozo.) 

[Saluda  al  Ministro  y  d  Violante  y  se 
retira  por  la  puerta  de  la  secretaría.] 


ESCENA  II. 

VIOLANTE.    EL  MARQUÉS. 

Marq.     Violante ! 

Violante.  [Sentándose  al  lado  del  Marqués.] 

\  Gracias  á  Dios 

que  al  fin  nos  vemos  los  dos ! 
Marq.     Vuelto  me  tienen  el  juicio 

los  asuntos  del  servicio. 
Violante.l^o  hay  forma  de  hablar  con  vos. 

Hoy  me  sequé  en  la  antesala 

con  gente  soez  y  espuria, 

y  después,  oh  mengua!  oh  furia! 
Marq.     Qué  es  eso? 
Violante.  Me  siento  mala. 

Marq.     Qué  te  duele? 
Violante.  Atroz  injuria ! 

Marq.     Cómo! 

Violante.   .  La  esposa  altanera 

del  vizconde  de  la  Riya 

suelta  al  verme  la  saliva 

y  tomando  la  otra  acera 

me  mira  de  abajo  á  arriba. 

Marq.      Eh!  ¿qué  importa 

Violante.  k  un  estropajo 

no  se  trata 

Marq.  Eso  no  es  nada. 

Aprensión 

Violante.  Estoy  medrada! 

Aprensión?  Y  el  salivajo? 
Marq.     Puede  que  esté  embarazada. 
Violante, "E^  muy  justa  mi  querella 

y  el  alma  se  me  destroza 

Marq.     No  hagas  caso.  Así  resuella 

porque  eres  tú  mejor  moza 

y  más  elegante  que  ella. 
Violante^2L\  creo,  mas  sin  castigo 

no  ha  de  quedar  el  insulto. 
Marq.     Si  tiene  envidia,  consigo 

lleva  la  pena. 
Violante.  Hay  indulto? 

Pues  no  vuelvo  á  hablar  contigo. 

Marq.     Niñadas ^ 

Violante.  k  ti  te  alcanza 

el  desaire  que  me  aflige. 

Ella,  ó  yo.  No  hablo  de  chanza. 

Marq.     Pero,  hija  mia 

Violante.[Se  levanta.]         Ó  venganza, 

ó  hago  dimisión.  Elige. 

Marq.     [Levantándose.] 

Yo  soy  tu  esclavo,  Violante, 


IM 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


mas,  ya  yes,  la  ÍDinria  ha  sido 

de  mujer,  y  no  es  oastante 

Violante. Phgue  la  pena  el  marido. 

Marq,      ¡Cómo 

Violante.  Déjalo  cesante. 

Marq.^    Pero,  hija,  has  perdida  el  seso? 

I A  un  director  general 

dejar  cesante  por  eso ! 

Qué  dirian?  No  haré  tal. 

T  sin  forma  de  proceso ! 
Violante.T^Q  eso  no  me  cuido  yo, 

mas  ya  dije  mí  ultimato. 

Le  depones?  Sí,  ó  no. 
Marq.      Es  una  injusticia. 
Violante.  Ingrato ! 

Marq.     Pei^o,  mujer 

Violante.  [  Yéndose^  Se  acabó  I 

Marq.      Quélteyas? 
Violante.  Quién  lo  creyera ! 

I  Mantener  á  ese  iombre  en  zancos 

después  de  injuria  tan  fiera  I 

iT  quizá  Tota  en  los  bancos 

de  la  oposición  i 
Marq.  Espera. 

Con  efecto,  hoy  desertó 

de  las  ñlas  del  Gobierno. 

¿Y  por  qué  mi  subalterno 

no  na  de  votar  como  yo? 

Mas  se  va  á  armar  un  infierno 

Violante.  [Llorando. '\ 

Basta.  ¡Adiós....,  adiós, 


Solie. 


Marq. 
Solis. 

Marq. 


iBstá  bien. 

[Ojeando  la  minuta.^ 

[Exoneráis 
de  su  destino  al  Vizconde ! 
Sí. 

(Qué  injusticia!)  ¿De  dónde 

viene  el  golpe 

No  08  metáis 
en  lo  que  no  os  corresponde. 


Marq.  Detente, 

Todo  por  ti  lo  atropello. 

[Toca  la  campanilla  y  se  sienta   y 
escribe  rápidamente.  Al  portero,  que 

asoma.] 

Que  venga  aquí  don  Clemente 
Solis  inmediatamente. 

Violante.  [  Sentándose.  ] 

Gracias.  Mi  honor  iba  en  ello. 
(Es  mucha  mi  autoridad. 
Con  cuanto  quiero  me  salgo.) 
Marq.     Lo  siento,  que  es  buen  hidalgo. 

[Escribiendo.] 

«De  orden  de  Su  Majestad, 
et  catera. » 


ESCENA  IV. 

EL  MARQUÉS.    VIOLANTE. 

Marq.'     Quieres  más?  estás  contenta? 
Violante, Si,  mi  bien. 
Marq.  Por  darte  gusto 

ha^o  un  descontento  más. 

VsLle  Dios  que  no  son  muchos! 
Violante.TvLiñhien  ganas  un  amigo 

en  el  director  futuro, 

y  la  misma  cuenta  sale. 

Marq.     ¿Quién  sabe 

Violante.  Vayase  el  uno 

por  el  otro. 
Marq.  Cuando  sepan 

que  por  un  antojo  tuyo 

Violante.[Con  ealameria.] 

No  te  enfades,  que  aun  estoy 
afectada  de  los  músculos, 
y  de  ver  ese  entrecejo 
me  estremezco  y  me  atribulo. 
En  premio  de  esa  fineza, 
que  agradezco  hasta  lo  sumo, 
exige  de  mí  imposibles, 
que  no  puede  haber  ninguno 
para  el  amor  que  te  tengo; 
y  si  aun  es  débil  tributo 
mi  honor  por  ti  abandonado 
á  los  sarcasmos  del  vulgo, 
pide  mi  sangre,  mi  vida, 
y  contenta  iré  al  sepulcro. 
Marq.     No  más!  Qué  dices?  Yo  soy 
tu  amante,  no  tu  verdugo. 


ESCENA  III. 

EL  MARQUÉS.    VIOLANTE.    SOLIS. 

Solis.  Queréis  algo? 

Marq.     Esta  minuta  interesa. 
Haced  que  sin  dilación 
venga  copiada  á  mi  mesa. 

'  Violante. X'So  dirá  el  señor  Barón 

que  he  faltado  á  mi  promesa.) 


ESCENA  V. 

EL  MARQUÉS.    VIOLANTE.    SOLIS. 

Solis.      [Dándole  un  oficio.] 

Aquí  tenéis  puesta  en  limpio 
la  real  orden 

Marq.     [Después  de  firmarla.] 

Dadle  curso. 


FLAQUEZAS  ftlIlSISTBHIALfiS. 


135 


ESCENA  VI. 


El.    MARQUÉS.    VIOLANTE. 

ViolanU.Si  no  temiera  abosar^ 

hablaría  de  otro  asante 

Marq.     Qaé  asunto? 

Violante.  Un  empeño  mió. 

Nunca  faltan  importunos 

Marq,     Bien.  Qué  quieres? 
Violante.  Una  plaza 

de  oficial ;  se  entiende,  de  último 

oficial  del  ministerio 

Marq.     Para  quién? 

Violante,  Para  un  alumno 

de  no  sé  qué  seminario. 

Dicen  que  promete  mucho 

Marq,     Algún  niño  que  tal  vez 

está  estudiando  gerundios. 
Violante.Yo  no  sé,  per9  su  padre 

es  hombre  rico  y  de  influjo 

Le  he  dado  ya  mi  palabra, 

Í,  ya  veis,  si  no  la  cumplo 
ero,  hija,  si  no  hay  Tacante  I 

Viofante.^o  le  hace.  Se  quita  á  alguno 

Marq.     No  más  alcaldadas,  no. 

Violante, ¥\xeQ  bien,  tomad  otro  rumbo. 
Dad  la  plaza  del  vizconde, 
plaza  de  honor  y  de  lucro, 
á  uno  de  esos  caballeros ; 
los  ascensos  por  su  turno 
á  los  demás ,  y  á  mi  ahijado 
la  resulta;  así  á  ninguno 
se  agravia 

Marq,                            Y  los  pretendientes? 
jY'  qué  dirá  luego  el  mundo 
si  el  agraciado  es  un  tonto 
sin  practica,  sin  estudios 

Violante.YvL  se  irá  soltando  aquí 

poco  á  poco.  Otros  más  rudos 

Marq,      vaya  que  hov  tienes  caprichos 
originales,  absurdos. 

Violante, ¿Rtiy  más  que  dejarle  luego 
cesante?  Vaya  un  apuro  I 
^    Salga  yo  del  compromiso 
en  que  su  padre  me  puso, 
y  lo  demás 

Marqi  De  ese  modo 

Viotante^^  te  admira  mi  discurso? 

[Sacando  un  pa¡>el  que  pone  sobre  la 

mesa,] 

Aquí  queda  el  memorial. 
Cuando  tengas  dos  minutos 
de  tiempo  dictas  las  órdenes 

Marq.     Eso  es  I  así!  de  barullo! 

Vioiante.'He  envias  el  nombramiento 

Marq. 


Violante, 


Bien  está,  pero  te  anuncio, 
que  si  es  necio,  á  las  primeras 
ae  cambio  le  destituyo. — 
Y,  por  Dios,  mira  otra  vez 
por  quién  te  empeñas. 

Te  juro 


no  Tolver  á  molestarte. — 
Sólo  falta  que  á  ese  tuno 

de  mi  primo ¿No  ha  venido 

á  presentarse 

Marq.  Aquí  estuvo; 

me  entregó  su  memorial; 
yo  doblé,  -como  acostumbro,  * 
un  pico 

[Lo  busca  en  la  mesa,] 

Violante.  Ya  entiendo.  En  muestra 

de  favor. 
Marq,  Pues  es  el  único 

que  hoy  he  doblado Aquí  está. 

Voy  á  decretarlo  al  punto. 

[Escribiendo.] 

«Concedido.»  Puedes  darle 

el  parabién. 
Violante,  Te  aseguro 

que  es  mia  la  enhorabuena, 

porque  me  da  mil  disgustos, 

y  hasta  perderle  de  vista 

Pero  adiós,  adiós,  q^ue  abuso 

de  tu  bondad  demasiado. 

Si  lo  permite  el  bien  público, 

¿irás  á  verme  esta  noche 

al  palco? 
Marq,  Lo  dificulto. 

Hay  consejo  de  ministros; 

tengo  entre  manos  un  cúmulo 

de  negocios 

Violante.  Jesús!  ¡Siempre 

negocios!  Yo  me  consumo. 

¿Sabes  (}ue  ya  tengo  celos 

del  Gobierno? 
Marq.  Son  injustos. 

Adiós. 
Violante.  ( He  aquí  un  grande  hombre ! 

Pobretes !  Todos  son  unos.) 


ESCENA  VIL 

EL  MARQUÉS. 

Ya  se  ha  ido.  Respiremos. 
¡  Es  singular  el  influjo 
de  esa  mujer  sobre  mí ! 
Si  á  mi  corazón  pregunto 
la  causa,  nada  responde, 
y  si  en  mi  razoh  la  busco, 
de  mi  flaqueza  me  acusa 
y  romper  me  manda  el  yugo. 
A  ser  yo  supersticioso 

diria  que  algún  conjuro 

Cuando  de  ella  me  separo 
tengo  vehementes  impulsos 
de  olvidarla  para  siempre ; 
la  vuelvo  á  ver,  y  sucumbo. 
¡Pero  es  tan  sagaz,  tan  bella, 
tan  nombrada  en  el  gran  mundo ! 
ün  banquero,  un  par  de  Francia, 


136 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


un  lord ,  un  príncipe  ruso 

dispotaban  sus  favores, 

y  al  cabo  fué  mió  el  triunfo ! 

Esto  es  fflorioso!  No  obstante , 

por  satisfacer  un  lujo 

pueril  arruino  mi  casa 

y  mi  opinión  aventuro. 

Aquella  preciosa  niña 

Por  sólo  un  halago  suyo 

daría Mas  ¿q^uién  creyera 

que  aquel  yestidiUo  oscuro 
cobijara  una  virtud 
tan  tenaz,  tan  fuera  de  uso? 
Ya  se  ve ,  yo  no  esperaba 

Sie  defendiese  aquel  muro 
temerario  galán 
que  á  Martin  dejó  contuso. 
¿Cómo  ha  de  ser  I  Soy  ministro, 
no  gladiador;  ^  renuncio 
i  esa  beldad  si  es  forzoso 
ganarla  á  fuerza  de  puños. 


ESCENA  VIII. 

EL  MARQUÉS.    EL  BARÓN. 

Barón.    [Sntrando.] 

Dais  vuestro  pei^miso? 
Jíarq.  Entrad, 

señor  Barón.  Adelante. — 

No  venís  de  buen  talante. 

Hay  alguna  novedad? 
Barón.    Temo Todo  está  tranquilo. ... 

Nada  se  confirma  aún 

pero  sí  es  cierto  el  run,  run, 

tenéis  la  vida  en  un  hilo. 

Jk(arq.     La  vida  I  ¿  Cómo 

Barón.  To  os  hablo 

de  vida  ministerial. 

La  cosa  se  pone  mal 

?'  no  se  descuida  el  diablo. 
^         ntrí^as  de  ciertas  gentes; 

pandillas 

Barón.  Sí ,  yo  confieso 

pero,  como  ya  el  Congreso 
os  ha  enseñado  los  dientes 

Marq.      Eso  me  da  en  qué  pensar. 

Barón.    La  derrota  de  este  día 
despopularizaría 
al  hombre  más  popular. 

Marq.     Ta  recobrará  su  imperio 
el  gabinete. 

Barón.  Tal  vez, 

pero  desde  hoy  á  las  diez 
se  habla  de  otro  ministerio. 

Marq.     To  deseo  mi  retiro, 

que  es  duro  el  vivir  así. — 
Pero  ¿qué  dicen  de  mí? 
De  dónde  me  viene  el  tiro? 

Barón.    No  sé.  Cada  cual  se  escuda 
con  la  opinión  nacional 


Marq.     Y  la  entiende  cada  cual 
á  su  manera. 

Barón.  Sin  duda. 

Ello  es  que  va  progresando 
la  pública  antipatía. 
Dicen  que  os  falta  energía 
y  no  os  sobra  el  don  de  mando, 
nay  quien  os  llama  indolente. 
Otro  dice  «cNo  hay  más  ley 
que  su  capricho;  es  un  bey; 
es  un  sátrapa  de  Oriente.;» 
Dice  otro,  que  en  lo  privado 
impertinente  se  interna: 
«  Quien  su  casa  no  gobierna 
mal  gobernará  el  estado.)» 
Ouerra  igual,  el  mismo  enojo 
en  los  dos  baudos  se  advierte; 
éste  os  acusa  de  fuerte 
y  aquél  os  tilda  de  flojo. 
Otro  dice:  «En  sus  espaldas 
sustentar  no  puede  el  solio.» 
Otro  habla  de  monopolio, 
y  si  hay  faldas  ó  no  nay  faldas. 
Ya  el  culparos  es  precepto 
general,  según  parece, 
y  el  que  m&  os  favorece 
dice  que  sois  un  inepto. 

Marq.     Al  oiros  me  confundo. 

Sois  mi  juez ,  ó  sois  mi  amigo? 

Barón.    Yo  no  os  digo  lo  que  digo; 
digo  lo  que  dice  el  mundo. 

Marq.     Sí,  los  de  la  otra  bandera 
y  cuatro  amigos  ingratos, 

Eero  los  hombres  sensatos 
ablarán  de  otra  manera. 
Barón.    No  basta  obrar  con  justicia, 

que,  si  callan  los  prudentes, 

siempre  hallan  los  maldicientes 

alimento  á  su  malicia. 
Marq.     Es  verdad. 
Barón.  Un  golpe  en  falso 

disteis  ayer,  y  hay  patriota 

que  como  crimen  lo  nota 

y  os  llevaría  al  cadalso. 
Marq.     Y  qué  ha  sido? 
Barón.  Un  desacierto, 

una  leve  distracción : 

dar  una  administración 

provincial... 
Marq.  '  A  quién? 

Barón.  Á  un  muerto. 

Marq.      Cómo! 

Barón.  Don  Pascual  Vadillo 

Marq.     Ese  el  «graciado  es. 
Barón.    Murió  del  tifus  ha  un  mes 

en  la  ciudad  de  Trujillo. 
Marq.     De  veras?  Con  tanto  asunto.... 

[Riéndose.] 

El  bueno  de  don  Pascual 
me  remitió  el  memorial 
y  no  la  fe  de  difunto. 
Dios  le  dé  la  gloría,  amén. 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


137 


Aunque  siento  el  lapsus  linguey 
al  caooi  la  plaza,  es  pingüe 
y  á  otro  le  vendrá  muy  bien. 
Barón,    rero  lo  que  más  aviva 
la  saña  de  esa  facción 


es. 


Marq. 
Barón. 

Marq, 
Barón. 


Qué? 

La  destitución 
del  vizconde  de  la  Riva. 
¿Qué  decís  I  Hace  un  instante 

que  firmé  el  decreto,  ly  ya 

T  añaden:  «Bravo!  Ya  está 
vengpada  doña  Violante.» 


Marq. 


Barón. 

Marq, 

Barón. 

Marq. 

Barón, 
Marq. 
Barón. 
Marq. 


Marq.      [Sonriindose.] 

De  veras?  Por  vida  mia 
que  sois  un  argos,  un  lince , 
y  á  Fouché  dais  falta  y  quince 
en  eso  de  policía. 
Barón.    No  alabéis  mi  perspicacia, 

que  aunque  yo  no  me  descuido, 
todo  el  pueblo  lo  ha  sabido 
antes  que  yo. 

Vaya  en  gracia ! 
Con  público  tan  profeta 

Í quien  respira  sin  que  suene 
'ambien  el  público  tiene 

su  policía  secreta. 

¿Conque  es  inminente  el  riesgo? 

Aprovechad  el  aviso. 

Pues  conjurarle  es  preciso, 

qué  opináis?  Á  ver  qué  sesgo..... 

No  sé Disolver  las  Cortes 

Habrá  reelección. 

Lo  temo. 

T  ese  es  un  partido  extremo 

Busquemos  otros  resortes. 

Destierro  la  policía 

al  que  esos  planes  concierta 

y  á  sus  secuaces 

Barón.  ( Desierta 

la  capital  quedaria.) 

Aun  está  la  trama  oculta. 

Dias  ha  que  sudo  el  quilo 

hasta  descubrir  el  hilo 

Veremos  lo  que  resulta. 
Marq,      Mientras  gastáis  tanta  flema 

descargar  puede  el  nublado. 
Barón,  .  Si  dais  un  golpe  de  estado 

mayor  será  el  anatema. 

Atacar  la  libertad 

del  ciudadano,  es  exceso, 

y  no  esperéis  del  Congreso 

un  voto  de  indemnidad. 
Marq.      No,  que  es  ya  contrario  mió, 

y  dura  todo  un  trienio ! 

Barón,  aquí  del  ingenio  I 

Sólo  en  ef  vuestro  confío. 

Alguna  farsa  inventad , — 

yo  pagparé  al  corifeo — , 

y  volvedme  al  apogeo 

de  mi  popularidad. 
Barón.    Entiendo  el  maquiavelismo. 


Pues  el  enemigo  mina, 
Vuecelencia  determina 
contraminar 

Marq.  Eso  mismo. 

'Hacéis  que  de  pronto  estalle 
una  facción 

Barón.  De  qué  gente? 

Marq.     De  adictos  al  Pretendiente. 

Cuatro  tiros  en  la  calle 

Generala  y  mucha  bulla, 

cargas,  prisiones,  metralla....; 

se  dispersa  la  canalla; 

la  persigue  una  patrulla; 

cogemos  en  el  garlito 

con  teatral  aparato 

á  algún  pobre  mentecato 

de  los  que  dieron  el  grito 

Con  esto,  y  una  proclama, 
y  un  bando,  y  una  justicia, 
y  una  cruz  á  la  milicia, 
sube  al  cielo  nuestra  fama. 

Barón.    Basta.  Si  vuestro  ínteres 
lo  pide 

Marq.  Sí. 

Barón.  Habrá  bullanga. 

Marq.     Sí ;  un  motin  de  mojiganga 

Barón.    Seréis  servido.  Marqués. 


ESCENA  IX. 

EL  MAUQUÉS. 

Lo  hará  á  las  mil  maravillas , 
porque. es  astuto  y  sa^z 
como  él  solo.  Si  yo  caiRo, 
también  el  Barón  caerá. 
Mi  garante  es  su  effoismo 
que  le  obliga  á  ser  leal. 

[Mira  el  reloj  y  toca  la  campanilla.] 

Ya  es  tarde  y  tengo  consejo 
de  gabinete. — Estarán 
esperándome. — Monzón ! 

Monzón,  [Junto  d  la  puerta.] 

*         Mande  Vuecencia. 

.Llamad 
á.Romero. 

Voy 

Volando. 
[Entra  Monzón  en  la  secretaria.] 
Esta  crisis  ya  es  fatal, 
mas  yo  espero  que  Cristina 
me  apoye. 


Marq. 

Monzón. 
Marq. 


ESCENA  X. 

EL  MARQUÉS.    ROMERO. 

Romero,  Qué  itie  mandáis? 

Marq.     Tomad  esos  expedientes 


138 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


que  están  decretadoB  ya. 

Estos  otros,  á  la  noche. 

Mañana  se  nombrarán 

los  secretarios  vacantes. 
Homero*  Y  entre  ellos  ¿tendrá  lagar 

mi  ahijado? 
Marg.  Hoy  estáis,  Romero, 

importuno  por  demás. 

Hay  otros  más  beneméritos. 

Ta  os  he  dicho 

Homero .  ,  Perdonad . 

Yo  creí.....  Como  dijisteis 

ifarg.     Bien,  bien.  Otra  Tez  será. 


ESCENA  XI. 

ROMERO. 

Mal  humor  lleva.  Sin  duda 
la  crisis  ministerial , 
que  se  va  haciendo  muy  sería , 
le  da  mucho  en  que  pensar. 
Llevemos  estos  papeles 

alas  mesas Aquí  hay 

un  pico  doblado.  A  ver? 

tSerá  cosa  de  entidad 
eamos.  Alfonso  Castro 


¿Qué  veo !  Es  el  memorial 
de  Marta.  La  ipisma  letra , 
el  mismo  papel:  no  hay  más ! 
Pues  ¿cómo  el  Marqués...  Veamos 
el  decreto  marginal. 

\Lee.\ 

«Concedido.»  [Y  Su  Excelencia 
le  acaba  de  desahuciar  I 
Qué  sorpresa!  { Extraño  modo 
de  mostrarme  su  amistad  I 

Pero,  señor,  ¿es  posible 

¿Lo  habrá  cambiado  quizá 
por  otro?  Qué !  no.  Y  el  pico? 
Es  cosa  particular. 
Ni  siquiera  oyó  su  nombre, 

Íi  ahora Habrá  sido  tal 
a  porfía  de  la  vieja 

Algún  empeño  eficaz 

Pero  en  fin  mi  protegido 
se  coloca,  y  tendrá  pan 
su  familia,  y  habrá  ooda,. 
y  yo  seré  en  el  altar 

su  padrino Y  siendo  así, 

¿á  qué  hilarme  con  afán 

el  seso Hágase  el  milagro 

y  aunque  lo  haga  Satanás. 

[Sntra  en  la  secretaria,] 


ACTO  CUARTO. 


La  decoración  del  acto  segundo  ^  —  Es  de  noche. 


ESCENA  I. 

MARTA.  MONZÓN.  PRETENDIENTES. 

[Mar la f  multitud  de  viudas  y  huérfanas  y  otros 
dos  ó  tres  pretendientes  ocupan  la  chimenea. 
Los  demás  nombres  pasean  por  la  sala  ó  hacen 
corrillos.  Todos  charlan  á  un  tiempo,  especial- 
mente las  mujeres.] 

Monzón.  Señoras!  Por  Dios!  Silencio! 
Este  es  ya  mucho  desorden. 
Mujer  T  Ni  aun  hablar  nos  dejarán  ? 
Mujer  2"  Miren  el  bruto  I 
Mujer  3*  El  bodoque ! 

[Siguen  charlando  las  mujeres.] 

Homi.T  [AlsegundOy  mostrándole  sus  pageles.] 

Ya  veis  si  tengo  servicios. 
Ya  veis  qué  buenos  informes. 
Aquí  certifica  el  cura, 


aquí  cinco  regidores 

Pues  si  me  dan  el  destino, 
clávenmelo  en  el  cogote. 
E'omd^&'Ysi  me  canso  de  esperar. 

Caballeros,  buenas  noches. 

[Vase.]     . 

Marta.    [JEn  voz  hdja  á  las  mujeres.] 

Si  esta  noche  no  co'bramos 
y  seguis  mis  instrucciones, 
va  á  haber  aquí,  sin  recurso, 
mostrencos  y  capirotes. 
Oid 

[Cuchichean  con  gestos  y  manotees  ex- 
presivos.] 

Homh.3^[En  un  corrillo.] 

¿Se  trata  de  nuevo 
ministerio? 
HomJf.  T  Sí ;  no  se  oye 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


1»9 


otra  cosa. 

Eómd.  y                 ¿Y  quiénes  son 
los  qae 

ffoiííd.7*  Hay  varias  opiniones. 

ffomi.yñoy  han  estado-terribles 
los  diputados  á  Cortes. 

ffomd.7'*L2L  oposición  es  compacta. 

ffomd.ySs,  habido  interpelaciones. 

Homb.T  k\  paso  que  de  ñora  en  hora 
pierden  terreno  esos  hombres, 
el  descontento  del  pueblo 
crece ,  y  las  tocos  que  corren 
son  para  inquietar,  y  mucho, 
.  á  los  ministros. 

Eómd.  4t  Señores , 

perdida  está  la  nación. 
No  hay  que  formar  ilusiones. 
Mientras  las  cosas  no  cambien, 
qué  sirve  mudar  los  nombres? 

J?b4n¿.3"Gon  todo 

n(mb,4^  Nunca  saldremos 

de  galeras  y  de  azotes. 


ESCENA  II. 

FONSECA.  MONZÓN.  MARTA. 
PRETENDIENTES. 


Fonseca. 
Monzón, 

Fo^iseca. 

Monzón. 

Fonseca. 

Monzón. 
Fonseca. 

Monzón. 

Fmseca. 


Monzón. 
Fonseca. 


Monzón. 
Fonseca. 

Monzón. 
Fonseca, 


Salud,  amigo  Monzón. 
Dios  os  guarde  y  os  corone 
de  gloria,  señor  Fonseca. 
Hoy  se  ha  despoblado  el  orbe 

Sara  haceros  la  tertulia. 
)h  qué  guirigay!  Me  rompen 
la  cabeza. 

i  Cómo  charla 
la  femenina  cohorte  I 
Muy  temprano  habéis  venido. 
Ya  lo  veo.  Se  conoce 
que  el  Marqués  no  es  pretendiente. 
Sentiré  que  os  incomode 

el  esperar 

Nada  de  eso. 
Ya  sabéis  mis  aprensiones. 
La  antesala  de  un  ministro 
me  divierte  mucho.  ¿Dónde 
pudiera  pasar  el  rato 
mejor  que  aquí? 

Y  el  adonis 

¿logrará 

Mi  chico?  Vaya! 
El  que  á  buenos  aldabones 

se  agparra La  condesita , 

aunque  bocado  de  procer, 
es  humana  y  accesible. 

Cum  quibus  eí  nostras  voces 

Entiendo. 

Mañana  mismo 
recibiré  la  real  orden. 
De  veras? 

Toma!  Ya  el  sastre 


está  haciendo  el  uniforme. 
Monzón.  Recibid  mi  enhorabuena, 

y  que  mil  años  la  goce 

Fonseca.  Os  daré  buenas  albricias. 
Monzón.  Gracias  por  tantos  favores. 

Fonseca.  [Al  Hombre  i%  apartándose  de  la  mesa 

del  portero.] 

Martínez!  Vos  por  acá! 

ffomd.  r  Ya  lo  veis. 

Fonseca.                  Pues  ¿no  .erais  dómine 
en  la  Alcarria 

Honib.t  Sí,  señor; 

pero  tronaron  los  monjes 
y  tras  de  ellos  la  obra  pia, 
y  me  quedé  á  buenas  noches. 

Fonseca.  Pediréis  colocación 

Howib.  T  Qn  destinillo  mediocre. 

Tengo  pocas  esperanzas 

Fonseca.  Yo  lograré  que  os  coloquen. 
Espero  tener  en  breve 
grande  favor  en  la  corte. 

Homb.  r  I  Ah  señor 

Fonseca.  Ya  nos  veremos. 

[Á  los  del  corrillo,  pasando  á  la  chu 

menea.\ 

Vuesarcedes  me  perdonen.— 

Señoras Oh  doña  Marta! 

Qué  tal? 
Marta.  Firme  como  un  roble. 

Fonseca.  [Sacando  la  caja.] 

ün  polvito? 
Marta.    [Lo  toma.]    Venga  pues. 

Fonseca.  [Dando  la  caja  i  Marta ^  y  cada  vieja 

toma  un  polvo.] 

Á  esas  señoras,  que  tomen 

si  gustan 

Mujer  T  Cucarachero  1 

Mujer  2"  Qué  bien  huele ! 

Fonseca .  ( Cómo  sorben ! ) 

Mujer  5"  Yo  no  lo  gasto. 

Fonseca.  Confites 

querrá  más  bien  esta  joven. 

[Saca  la  caja  de  los  confites  y  obse- 
quia i  las  jóvenes.] 

Mujer  5"  Por  no  despreciar 

Fonseca.  Y  vos? 

Mujer  &  Vaya. 

Fonseca.  Son  de  los  mejores. 

Mujer  3"  Yo,  sin  perjuicio  del  polvo 

Fonseca.  (Esta  es  golosa  in  utroaue.J 

Vos  ahora Vos  tamoien 

Mujer  T  Si  ya  no  hay  más ! 

Fonseca.  Qué  demontre ! 

Lo  siento. 


Mujer  t 


[Guarda  la  caja  de  confites.] 

Tomad  la  caja. 
[Le  da  la  del  tabaco.] 


lio 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


Fonseca.  [Á^  uno  de  los  préUfidientes  que  están 

sentados.] 
Llena  estaba  hasta  los  bordes , 
y  también  yuelve  yacía. 
Mas  ¿  qué  importa?  Á  poco  coste 
gano  fama  de  galante 
y  doy  un  recreo  pobre 
á  la  nariz  de  las  yiejas 
y  al  paladar  de  las  jóvenes. 

[  Vuelve  á  encararse  con  el  Hombre  F 
y  hdSla  con  él  en  voz  baja.  La  con'- 
versación  se  anima  otra  vez  en  la  chi- 
menea y  en  los  corrillos.] 


ESCENA  ni. 

FONSECA.    MONZÓN.    MARTA.    PEREDA 
PRETENDIENTES. 

Pereda.   [Acercándose  al  portero.] 

Pasad  recado  al  instante 
al  señor  Romero. 

(Bien, 
por  cierto!  T  quién  sois  tos?  ¿Quién... 
Soy  el  primo  de  Violante. 
T  por  eso  tanto  fuero? 

Vengo 

Qué  Violante  es  esa? 
Vaya,  vaya  I.... 

La  Condesa 
del  Rosicler. 


Monzón. 

Pereda, 
Monzón. 
Pereda. 
Monzón. 

Pereda. 


Monzón.  [Con  dulzura  y  sumisión  poniéndose 

en  pié.] 

Caballero 

Perdonad No  os  conocía 

Voy  á  llamarle  al  momento. 
(Bárbaro!) 

Tomad  asiento. 
Sentaos  por  vida  mia. 

[Entra  en  la  secretaria.] 


Pereda. 
Monzón. 


ESCENA  IV. 

FONSECA.     MARTA.     PEREDA. 
PRETENDIENTES. 

Pereda.  Bien  estoy.  ( ;  Miren  qué  listo 
mudó  de  tono  el  cerbero ! 
Si  vuelve  á  hablarme  altanero, 
le  sacudo,  vive  Cristo.) 

[Llega  paseando  adonde  está  Fonseca, 
y  este  le  mira.] 

Fonseca,  Perdonad.  Yo  creo  que  esa 

Sí,  esa  cara 

Pereda.  Dios  os  guarde. 


¿No  estabais  vos  esta  tarde 

en  casa  de  la  Condesa 

( Catadura  extravagante ! ) 

Con  efecto,  estaba  allí 

Sois  de  su  tertulia? 

Sí 

Yo  soy  primo  de  Violante. 

(Este  será  el  camarada ) 

Si  de  alguna  cosa  valgo, 

podéis 

Gracias. 

¿Sabéis  algo 
de  mi  asunto 

Pereda.  [ííaliendo  al  encuentro  de  Homero.] 

No  sé  nada. 


Fonseca. 

Pereda. 

Fonseca. 
Pereda. 

Fonseca. 


Pereda. 
Fonseca. 


ESCENA  V. 

FONSECA.    MONZÓN.   ROMERO.    MARTA. 
PEREDA.     PRETENDIENTES. 


Fonseca. 


Pereda. 

JRomero. 

Pereda. 


Romero. 
Pereda. 


Romero. 
Pereda. 


Romero. 
Pereda. 


Romero. 
Pereda. 


Romero. 


Pereda. 

Romero. 

Pereda. 

Romero. 

Pereda. 


(¿Habrá  zanguango ) 

[Habla  en  voz  baja  con  Monzón  ^  que 
vuelve  á  su  sitio.] 

Salud. 
Servidor. 

Venfi^o  afanado « 
á  saber  el  resultado 
de  aquella  solicitud. 

Qué  solicitud  ?  Hay  mil 

Vos  debéis  tener  la  mia. 

Pido  una  secretaría 

de  gobernación  civil. 

Como  hay  más  de  una  vacante, 

no  sé 

El  despacho  interesa. 
Soy  primo  de  la  Condesa...., 
de*^la  condesa  Violante. 
(La  querida  del  Marqués ! ) 
El  Marqués,  bello  sujeto!— 
puso  al  margen  el  decreto: 

«Concedido »  Eran  las  tres. 

(¿Qué  oigo!) 

Ya  veis  que  me  explico. 

Ella  que  lo  víó^  al  momento 

ítem  más:  el  documento 
tenía  doblado  un  pico. 
(Pecador!  Ya  no  nay  recurso! 

¿ien  dije,  una  trocatinta 

La  cosa  es  ya  muy  distinta ) 

Está  bien.  Se  dará  curso 

( I Y  yo  que  á  la  pobre  viuda 

Ía  iba  á  dar  el  parabién )• 
[irad  que  urge... 
[Distraido.]          Bien,  sí...,  bien... 

Mañana 

Sí  tal,  sin  duda 

Vos  tenéis  el  negociado. 


\ 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


141 


Somero.  Sí. 

Pereda.         La  instancia  ya  depende 

tan  sólo  de  tos....*. 
Romero.  Se  entiende. 

Pereda.  Yo 

Romero,  La  del  pico  doblado. 

Id  tranquilo.  (Y  es  nn  tonto  I) 

[Con  la  mano  en  el  corazón,] 
La  tengo  clavada  aqní. 

Pereda.   \En  tono  de  agradecimiento.] 

Ohl 
Romero,         Y  como  penda  de  mí, 
se  despacha  oien  y  pronto. 

Pereda,   [Afretándole  la  mano.] 

Basta.  Mi  amistad  desea 
manifestaros  qne  soy 

muy 

Romero.       ^       Gracias,  gracias (Me  voy 

antes  qne  Marta  rae  vea.) 

[Entra  en  la  secretaria.] 

Pereda.  (Allí  está Sí,  aquella  es 

la  farotona  de  marras. 

Voime  huyendo  de  sus  garras.) 

[A  Monzón  con  petulancia.] 
Expresiones  al  Marqués. 


ESCENA  VI. 

MONZÓN.  FONSECA.  MARTA. 
PRETENDIENTES. 

Marta,    [Á  la  viuda  que  tiene  i  su  lado,  d  me- 
dia  voz.  Todas  la  oyen  con  atención  é 

interés.] 

Sí,  señora,  me  la  quiso 

seducir. 
Mujer  t  Qué  picardía ! 

Mujer  2"  Qué  Tarquino  I 
Marta.  Ya  se  ve, 

como  la  muchacha  es  linda 

[Baja  más  la  voz  y  no  se  la  oye.] 

Mujer  y  {Qué  suerte  tienen  algunas ! 

Mi  Ramona  es  más  ígnita , 

y  nadie  le  dice  nada  I ) 
Mujer  4t  Qué  horror  I 
Marta.  Pero  mi  Ramira 

le  puso  de  oro  y  azul , 

que  aunque  tierna  corderilla 

el  honor  le  dio  coraje. 

Mujer  y  [A  la  que  está  d  su  lado.] 
EmhustesI  gazmoñerías! 


Marta,  Y  eso  que  llegó  el  atilite. 
cuando  ella  estaba  sólita; 
pero  luego 

^diitlT.  \  S^  Excelencia ! 

[Suenan  mamparas.] 
Monzón.  [Adriendo  la  suya.] 
Su  Excelencia  I 
"  I  Arriba ! — Arriba ! 

[Murmullos,  codadfls,  confusión,] 

Monzón,  óráeu^  orden  1  Abrid  paso. 

Orden!  Silencio!  En  dos  ñlas 

[Se  colocan  los  pretendientes  d  ambos 

lados  de  la  puerta:  las  mujeres  en  una 

fila;  tos  hombres  en  otra.] 


Las  mu- 
jeres 


ESCENA  Vil. 

EL  MARQUÉS.    MONZÓN.    MARTA.    FONSECA. 

PRETENDIENTES. 

[El  Ministro  se  coloca  de  pié  junto  d  la  chime- 
nea y  van  Segándose  á  él  los  pretendientes,] 

Fonseca.  (Ehí  Lé  hablaré  después  que  haya 
despachado  á  esa  cuadrilla?) 

[Se  separa  d  un  lado  y  habla  aparte 
con  Monzón,]  ^ 

ffomb,  T  [Entregando  al  Ministro  su  memorial. 
Todos  hacen  á  su  tiempo  lo  mismo.] 

No  desestime  Vuecencia 

esta  súplica.  Es  la  quinta. 

Marq,     Ya  os  conozco.  No  hay  vacantes 

Homb.  T  Si,  señor;  una  en  Sevilla, 

de  oficial  cuarto 

Marq.  Está  bien. 

Como  ya  no  esté  provista, 

se  os  dará. 
Homb.  T  ( Fecha  atrasada 

y  un  ahijado  me  la  birla.) 

[  Vase.] 

¿row¿.2*'Señor,  cargado  estoy  ya 

de  razón  y  de  familia. 

Soy  cesante 

Marq.  Desde  cuándo? 

Homb,  S'^Un  año  hará  por  Ceniza. 
Marq.      Yo  no  era  ministro  entonces. 

Esa  fecha  es  muy  antigua 

Sara  el  siglo  en  q^ue  vivimos, 
[e  hicieron  una  injusticia. 
Marq.     ¿Y  yo  la  he  de  reparar 

con  otra? 
Hornb,  2"  Yo  no  decia 


142 


FUQUEZAS  MINISTERIALES. 


Marq,     Tened  paciencia.  Veremos 

¿Vos... 
H(mi,  2"  (No  hay  remedio.  Me  archival) 

ff(md,y[B(^íando  la  voz.] 

Yo  soy  el  recomendado 

del  marqoés  de  Alga-florida 

Marq,     Ahí  sí 

Homi.3*                 Me  ha  dado  expresiones 
para  vos,  y  esta  esqnelita 

[8e  la  da.] 

Marq.     Dadme Celebro (Con  este 

es  más  fácil  la  salida.) 

Dad  un  recado  al  Marqués , 

y  á  los  tres  ó  cuatro  dias 

él  os  dará  mi  respuesta. 

Homb.  3"  Por  supuesto 

Marq.  (Negativa.) 

Por  supuesto 

Homb.  y  Dios  os  guarde. 

[Vaie.] 

Marq.     Ahur.  (Á  mí  con  epístolas!) 

Homi.T  K.(ixxi  presento  á  Vuecencia 
este  plan 

Marq.^  Oh  I  Proyectista? 

Homb.Tñiy  señor.  Soy  consumado 

en  metalurgia  y  en  química. 

Marq.      Sea  en  buen  hora. 

Homb.T                              Y  prometo, 
si  el  Gobierno  me  anticipa.... , 
poca  cosa,  tres  mil  duros, 
descubrir  en  mi  provincia 

Marq.      Alguna  conspiración? 

Homb.T \]ií  venero  de  platina. 

Marq.     ¿Tres  mil  duros  habéis  dicho? 

Homb.T*  Si f  señor.  Se  necesitan 

para  las  primeras  obras 

Marq.      (No  valdrá  tanto  la  mina 

si  la  encuentra.)  Os  llamaré 
cuando  haya  en  tesorería 
fondos  sobrantes.  ( Primero 
se  comerá  la  polilla 
tu  proyecto.) 

Homb.T*  Sin  embargo, 

pase  Vuecencia  la  vista 

Í)or  ese  escrito,  y  verá 
as  brillantes  teorías 

Marq.     Yo  estoy  por  lo  positivo. 
Homb.T^Pero 

Marq.     [Entre  dientes.] 

Oh  Dios!  Qué  pesadilla! 

J?bwí.7''Yoharé 

Marq.  Ha^  otros  esperando^ 

Íaquí  no  estáis  de  visita, 
ermitid 

Homb.  T  ( Por  no  escucharme 


se  pierde  la  monarquía! ) 

[Vase.] 

Homb.S^'Ño  quiero  ser  importuno, 

que  Vuecencia  está  de  prisa. 
Ahí  está  mi  memorial. 
Obre  Vuecencia  en  justicia, 
y  ¡  salud ! 

[  Vase.] 

[Doblando  el  memorial.] 


Marq. 


(Le  atenderé. 
Su  franqueza  me  cautiva.) 


Homb.  ¡y  [Con  tono  de  amenaza.] 

Si  Vuecencia  no  me  emplea 

Marq.     Cómo!... 

HomJf.  9*  No  me  ando  en  chiquitas.- 

Me  pego  un  tiro. 

[  Vase.] 

Marq.  ( ¡  Demonio ! 

Pero,  en  fin ,  peor  sería 

que  me  lo  pegase  á  mí.) 
jETíwií.fl* Señor,  yo  soy  periodista..;.. 

Marq.     Sí;  ya  me  consta 

Homb.  3*  Y  acérrimo 

defensor  de  las  doctrinas 

del  ministerio. 
Marq.  Lo  mismo 

al  de  antaño  defendíais. 
Homb.  3*^^  verdad,  mas  cura  el  tiempo 

los  yerros  de  la  política. 
Marq.      Qué  queréis? 
Homb. 5*  ün  sueldecito 

La  suscripción  es  mezquina 

Marq.     Justo  castigo  de  Dios 

al  crimen  de  apostasía. 
Homb.  5*  Y  sois  vos  quien  lo  decis? 

Ingratitud-inaudita  I 
Marq.     No  quiero  camaleones. 
Hom¡b.5*V\xQ^  08  haré  la  más  rígida 

oposición 

Marq.  No  os  creerán. 

Homb.S^lAolKTé  en  sangre,  no  en  tinta, 

mi  pluma. 

[  Vase.] 

Marq.  Es  arma  embotada 

que  ya  ni  corta  ni  pincha. 

Homi.  4*  Yo,  señor,  aunque  cesante, 
no  tengo  horror  á  la  vida 
como  el  otro  majadero 
que  iba  á  hacer  la  tontería 
de  matarse.  Haced  de  modo 
que  yo  vuelva  á  mi  oficina, 
ó  desde  hoy  soy  comensal 
de  Vuecelencia  Ilustrísima. 

Marq.     No  cómo  en  casa. 

Homb.  4*  No  importa. 

Yo  os  sabré  seguir  la  pista, 
y  vos  que  sois  tan  galante 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


143 


no  me  haréis  la  grosería 

de  rehusarme  un  cubierto. 
Marq,     La  ocurrencia  es  peregrina! 

Nueyo  modo  de  sitiar 

por  hambre. 
Homb,  4t  Mi  artillería 

es  esa. 
Marq,  Á  tal  embestir 

no  hay  plaza  aue  no  se  rinda. 

Id  con  Dios.  Mañana  mismo 

cesará  la  cesantía. 

[  Vas€  él  Hombrt  4/] 
Vos  y  señora 

[Ala  Mujer!.'] 

Mujer  r  Yo  no  traigo 

memorial,  ni  estas  amigas 
tampoco.  Viudas  y  huérfanas , 
todas  una  cosa  misma 
pedimos;  dinero,  pan; 
y  pues  nos  sobra  justicia , 
no  pidáis  más  expediente 
que  estas  caras  afligidas. 

Mujer 2^  Diez  y  ocho  meses  nos  deben. 

Mujer  y  Tened  de  estas  pobrecitas 
compasión 

Mujer  4t  Una  mesada ! 

Todas.     Piedad  I  Piedad! 

Marq,  Pero,  hijas, 

si  no  hay  fondos Un  poquito 

*         de  paciencia.  Me  lastima 
7  uestra  suerte,  pero 

Mujer  5"                                       Vamos , 
que  si  ponéis  vuestra  firma 

Marq,     ¿Qué  importa  que  yo  la  ponga 
si  están  las  arcas  yacías? 

J/íy^4"Señor!.... 

Marta.    [Con  acento  grave  y  varonil,] 

Basta,  sexo  débil! 
Esas  lágrimas  me  irritan. 

Marq.  *   [Fncardndose  hacia  donde  suena  la 

voz.] 

Eh?  ¿Quién  es  ese  insolente 

Marta.    Yo. 

Marq,  (Marta!  Dios  nos  asista.) 

Marta.    No  supliquéis  á  un  tirano. 

Valor!  constancia!  energía! 
Mujer  f  Tiene  razón.  Que  nos  paguen ! 
Todas,     Que  nos  paguen! 
Fonseea.  Cómo  gritan ! 

Marq.      Silencio !  No  me  obliguéis 

Todas.     Pan !  pan !  pan ! 

Fonseea.  Qué  sarracina! 

Marq.     Yo  hablaré  con  el  ministro 

de  Hacienda... 
Mujer  2"  Excusas ! . . . 

Marta.    •  Mentiras! 

Unas.      Pan!  pan! 
Otras.  Que  nos  matan  de  hambre! 


ESCENA  VIH. 


EL  MARQUÉS.    FONSECA.    MONZÓN.    MARTA. 
MUJERES.  SOLIS.   OFICIALES.  ESCRIBIENTES. 

PORTEROS. 

Marq.     Despejad ! 

Marta.  Así ,  hijas  mías  I 

Firmes y  [viva  el  escándalo! 

Marq.     Echad  á  esa  foragida ! 

Llevadla  á  una  corcel 

[Los  porteros  se  disponen  d  obedecer, 
y  el  arrojo  de  Marta  los  detiene,] 

Marta,  No ! 

Primero  han  de  hacerme  trizas. 

Defendedme ,  compañeras. 

No  abandonéis  á  esta  víctima 

de  la  castidad filial. 

Mujer  í*  ¿Y  quién  tendrá  la  osadía 

de  poner  cobardes  manos 

sobre  ancianas  desvalidas? 
Marta.    Que  vengan !  Uñas  tenemos 

y  dientes  de  hambre  canina. 

Guerra ! 

Dinero ! 

Socorro!  • 

Basta! 

Ó  no  salimos  vivas^ 


Unas. 
Otras. 
Oirás. 
Marq. 
Mujer  1* 


6  nos  pagan. 
Marq.  Bien.  Mañana , 

aunque  venda  mi  vajilla. 
Marta.    Hoy  ha  de  ser! 
Todas.                            Hoy  I 
Solis.                                       Señoras ! 
Fonseea.  fot  las  ánimas  benditas 

Monzón.  [Á  un  portero,] 

Corred ;  llamad  á  la  guardia. 

[  Vase  el  portero.  Todos  procuran  apla- 
car i  las  mujeres.] 

Marq.      [Yéndose.] 

(¿Por  dónde  me  escaparía ) 

Miiyer  6"  Que  se  va ! 

Mujer  2"  Guerra ! 

Marta.  \  Arañadle 

[Las  mujeres  se  disponen  i  la  embes- 
tida sin  poderlas  contener  los  hombres. 
Fonseea  da  un  salto  y  se  pone  al  lado 
del  Marqués.] 

Fonseea.  Á  defenderos  me  obliga 
la  gratitud.  Alto  ahí! 

[Su  grito  restablece  el  silencio.  ] 

Sois  mujeres,  6  sois  víboras? 
El  Marqués  está  inocente , 
que  no  es  ave  de  rapiña. 

[Murmullo  sordo  de  las  mujeres.] 
Marq. '    ( Oh  qué  idea!)  Yo  deseo 


144 


Mujtr  T 


dar  remedio  á  Taestras  cuitas, 
pero  el  nnevo  pagador 
es  un  hebreo  agiotista , 
7  aunque  reciba  dinero 
para  las  clases  pasivas, 
yo  recelo... 


Se  lo  come! 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 

Solis,      \A  los  de  la  secretaria,  y  todos  entran 

en  ella  siguiendo  á  Solis.] 

Adentro  I 
Mujeres.  [A  los  soldados.]    Sayones  I 


Otras,  Nuestra  vida ! 

Marg.     Ahora  bien,  ¿es  el  ministro 
quien  merece  esa  ojeriza, 
ó  el  pagador que  no  paga? 

Todas,     El  pagador ! 

Afarq.  Pues,  malditas, 

[Mostrando  d  Fonseea.] 

ahí  tenéis  al  pagador. 
Saciad  en  él  vuestras  iras. 

[Las  mujeres  embisten  d  Ibnseea,  y 
aprovechando  la  ocasión  entra  rápi- 
damente el  Margues  en  su  despacho. 
Los  oficiales,  porteros,  ^c,  todos  rien, 
i  excepción  de  Fonseea  y  Monzón, 
Llegan  el  Sargento  y  ocho  soldados,] 


ESCENA  IX. 

FONSECA.    MONZÓN.    MARTA.    MUJERES. 

SOLIS.    OFICIALES.    ESCRIBIENTES. 
PORTEROS.    EL  SARGENTO.    SOLDADOS. 

Fonseea,  Embuste  I 
Mujeres,  Traidor! 

Otras.  A  él! 

Fonseea .  Soldados  I . . . .  Monzón ! . . . .  Arpías  I 
Monzón,  Dejadle,  que  está  inocente. 
iS^r^^n^o.  Apartad ! 

[La  guardia  pone  en  salvo  d  Fonseea 
y  separa  no  sin  trabajo  i  las  mujeres,] 

Fonseea,  [Álos oficinistas, que siguenriéndose,] 

I  Vaya  una  risa 
impertinente  v  bestial , 
que  me  da  dolor  de  tripas ! 

[Se  redoblan  las  carcajadas,] 

Mujer  ff  El  que  nos  daba  conñtes ! 
Fonseea,  T  así  me  pagáis,  inicuas  I 

Mujeres,  [Queriendo  acometer  de  nuevo  d  Fon- 

seca,] 

¡Perro 

iShlis,  Haced  vuestro  deber. 

Sargento. 
Fonseea,  ¡  Y  á  la  oficina 

los  bufones,  ó  desnuco 

al  primero  que  se  ria  I 


Marta.    [Con  tono  declamatorio,] 

Oh  atrocidad!  oh  ignominia! 
Esas  armas  que  la  patria, 
ciudadanos ,  os  confía 
para  amparar  á  los  débiles 
contra  tiranos  califas, 
¿las  volvéis  contra  nosotras 
y  equivocáis  la  consigna?' 
Defendednos !  Rebelaos !     ^ 
L  La  Constitución  peligra! 
la  patria  se  hunde! 

Sargento.  Ea,  basta! 

*  Afuera!  Aquí  no  se  chilla. 

Monzón,  Afuera! 

Fonseea,  Vayan  á  hilar ! 

SargentcCslen arr! 

[Los  soldados  calan  bayoneta.] 

Mujeres,  [Huyendo.]       Virgen  Santísima! 

Mujer  5"  Yo  no  he  sido  1  yo  na  he  sido! 

Otras,     Hayamos ! 

Otras,  Por  Dios ! 

Marta.  Gallinas! 

Dejarme  sola!  Mal  h^a  * 

quien  de  mujeres  se  íia. 


Fonseea, 


Monzón, 


Fonseea. 


Monzón, 
Fonseea. 


Monzón, 
Fonseea, 

Monzón. 
Fonseea, 

Monzón , 


ESCENA  X. 

MONZÓN.    FONSECA. 

Gracias  á  Dios!  Qué  garduñas! 
¡T  á  mí,  que  soy  una  malva.... 
Si  el  Sargento  no  me  saWa, 
hoy  espiro  entre  sus  uñas. 
Qué  furias !  qué  rebelión ! 
Sabe  Dios  que  lo  sentí 
cual  si  hubiera  sido  á  mí. 
Un  poco  menos,  Monzón. 
Mas  vo,  que  mi  propia  renta 
no  administro,  ¡pagador 
del  ministerio!  Qué  horror! 

El  Marqués  me  dará  cuenta 

Ya  veis,  en  apuro  tal 

¡Conmigo  inocente  pega 
y  al  brazo  seglar  me  entrega 
de  una  legión  infernal! 
Ha  sido  una  chanza. 

Chanza? 

No,  sino  atroz  despotismo 

No  os  conoce 

Por  lo  mt&mo 
choca  más  la  confianza. 
Ya  os  dará  satisfacción 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


145 


Fonseca.  Sí  no  estuviera  al  despacho 
el  destino  del  inuchacno, 
le  juro 


ESCENA  XI. 


FONSECA.    MONZÓN.    MARTIN. 


Martin, 

Monzón. 

Martín. 

Fonseca. 
Martín. 
Monzón. 
Martín. 


[Entra  acelerado.] 

Monzón  I . . . .  Monzón ! 

Sudas....,  corres  como  un  gamo 

jQué  ocurre 

Voces  tremendas 

Hay  grupos...  Cierran  las  tiendas... 
Jarana? 

Dónde  está  mi  amo? 
En  su  despacho. 

Entro  pues  y 
que  quizá  no  sabe  nada. 


Monzón. 


Fonseca. 
Monzón. 

Fonseca.. 


Monzón. 
Fonseca. 


Monzón. 
Fonseca. 


ESCENA  XII. 

FONSECA.    MONZÓN. 

¡Nos  faltaba  una  asonada 
para  ñn  del  entremés! 

[Se  asoma  al  dalcon.] 

T  en  una  noche  tan  fresca 

¿qué  diabólico  proyecto 

Venid. 

[Se  asoma  Fonseca.] 
Oís? 

Con  efecto, 

se  oye  á  lo  lejos  la  gresca 

To  me  marcho,  que  esto  es  serio. 
Esperad 

Cuando  hay  bullangas, 
Monzón,  no  se  cogen  gangas 
en  donde  está  el  ministerio. 

Adiós.  Guardemos  el  bulto 

Cerca  voy. 

Triste  de  mil 
Yo  volveré  por  aquí 
si  se  apacigua  el  tumulto. 


ESCENA  Xni. 

MONZÓN.    MARTIN.    EL  MARQUÉS. 

Monzón.  Qué  ha  dicho  el  Ministro? 
Martin.  Nadal 

Monzón.  ¡Cómo 

Martin.  Se  rie  I 

Marg.     [Saliendo  de  sudespachoconvnplieffo.] 

Martin. 

II. 


Monzón.  (Reirse  cuando  hay  motin ! 

Vaya,  que  es  buena  humorada!) 
Marq.     Á  la  Condesa  este  pliego, 

volando. 

Martín.  Estará  asustada 

Marg.     Bah !  Dile  que  eso  no  es  nada. 

Martin.  Bien. 

Marg.  Que  duerma  con  sosiego. 


ESCENA  XIV. 

MONZÓN.    EL  MARQUÉS. 

[  Óyese  vocear  confusamente  i  lo  lijos.] 

Monzón.  Señor!  No  oís  el  bullicio? 

Si  aquí  la  chusma  se  encaja 

Marg.     (El  mron  es  una  alhaja.) 
Monzón.  Jesús,  qué  dia  de  juicio  I 

Ved  que  cunde  el  movimiento 

Sor  las' calles  y  las  plazas, 
[irad Eso  tiene  trazas 

Marg.     De  qué? 

Monzón.  |De  xm  pronunciamiento  ! 

[Acuden  azorados  Romero  y  Solis  y 
demás  oficiales  y  dependientes.] 


ESCENA  XV. 

EL  MARQUÉS.     MONZÓN.     ROMERO.    SOLIS. 
OFICIALES.    ESCRIBIENTES.    PORTEROS. 


Todos. 
Marg. 
Romero. 

Marg. 


Romero. 
Marg. 


Señor!.... 

[Enojado.]  Qué  es  esto?  qué  es  esto? 

¿No  sabéis Temo  un  insulto 

No  oís?....  Horrible  tumulto 

Y  qué?  Todos  á  su  puesto! 
No  esa  gentuza  os  inquiete 
pagada  por  la  facción, 
que  es  leal  la  guarnición 
y  triunfará  el  gabinete. 

Pero,  señor,  yo  contemplo 

No  hay  contemplación  que  valga. 
Á  trabajar !  Nadie  salga, 
nadie.  To  os  doy  el  ejemplo. 

[Se  vuelven  por  donde  vinieron,  mu^" 

murando  unos  entre  si,  y  otros  enco' 

giéndose  de  hombros.] 


ESCENA  XVI. 

EL  MARQUÉS.    MONZÓN. 

[Se  oye  mucho  más  cerca  el  tumulto  y  algunos 

tiros.] 

Monzón,  ün  tiro!  ¡El  cielo  nos  traiga 
á  puerto  de  salvación! 

10 


146 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


i  Escachad 

Voces.     [Dm^o.]  Traición ! — Traición  I 

Oúras.     Caiga  el  ministerio  I — Caiga ! 
Monzón.  Se  "va  á  hundir  el  hemisferio. 

El  pueblo  está  encarnizado 

Marq.      (Esto  ya  no  es  lo  tratado.) 

Voces.     [Dentro,] 

Caiga,  caiga  el  ministerio! 
Afarq.     (Pero  el  Barón  ¿ á  qué  espera; .... 

No  sé  qué  pensar....) 
Monzón.  Qué  infierno  I 

Mujeres.  Wentro.] 

Libertad  I  Muera  el  gobierno ! 

Caiga  el  ministerio ! 

Somdres)  jjueral 

y  Mvj.  ) 

Monzón,  ¿También  entran  en  la  danza 
mujeres?  Ay  san  Fulgencio! 

[Cesan  de  pronto  los  tiros  y  los  gritos.] 

Marq.  '  Qué  repentino  silencio ! 

(Recobremos  la  esperanza.) 
Monzón.  No  os  neis  porque  nan  callado. 

Quizá  tras  de  esa  imprevista 

bonanza, — Dios  nos  asista !  — 

arrecie  más  el  nublado. 

Marq.     [  Después  de  una  breve  pausa.] 

(Bien !  Ha  triunfado  el  Barón , 
y  la  chusma  fugitiva...*.) 

Voces.     [Dentro  y  más  distantes.  Las  últimas 

se  perciben  apiñas] 

Que  viva  la  Reinal — Viva! 
Viva  la  Constitución  I — 
Viva! — Vi  va  I.... 
Monzón.                           Que  me  place ! 
Eso  ya  tiene  otra  cara. 
Pero,  señor,  ¿quién  pensara 
que  tan  feliz  desenlace 

Marq.     [Á  Monzón,  y  éste  entra  en  el  despacho 

del  ministro.] 

Sombrero  y  bastón. — Ahora 

Ía  la  frente  alzo  serena, 
eciba  mi  enhorabuena 
la  Reina  Grobemadora. 


Marq. 


Barón. 

Marq. 

Barón. 

Marq. 


ESCENA  XVIL 

EL   MARQUÉS.    EL  BARÓN. 

Barón  I 

[Dándole  la  mano.] 
Qué  hay? 

Todo  está  en  calma. 
Cuánto  os  debo ! 

No,  señor; 

á  mí,  nada 

Este  favor 


Barón. 

Marq. 
Barón. 

Marq. 


Barón. 


Marq. 
Barón. 


Marq. 
Barón. 

Marq. 


Barón. 

Marq. 
Barón. 


Marq. 
Barón. 


Marq. 
Barón. 


Marq. 
Barón. 


Marq. 
Báron. 


Marq. 
Barón, 


Marq. 
Barón. 

Marq. 


vivirá  eterno  en  mt  alma. 
Perdonad :  yo  no  os  oculto. 
Marqués ,  lo  que  ha  sucedido. 

Pues  decid 

La  Reina  ha  sido 
quien  ha  aplacado  el  tumulto. 
£h  I  reservad  la  modestia 
para  el  lenguaje  de  oficio, 
mientras  yo  os  premio  el  servicio... 
No  os  toméis  esa  molestia. 

[  Vuelve  el  portero  con  el  sombrero  y  el 
bastón ,  y  los  toma  el  MarquésS] 

¡Cómo 

La  Reina,  os  repito, 
lo  ha  hecho  todo,  y  satisfecho 

el  pueblo 

Pero  ¿qxié  ha  hecho? 
Qué!  ¿no  escuchasteis  el  grito 

[Á  Monzón,  y  éste  sale  por  la  puerta 
de  la  derecha.] 

El  coche. 

[Al  Barón.] 

Hablad  sin  misterio. 
Viendo  que  el  actual  no  gusta, 
promete  Cristina  augusta 
nombrar  otro  ministerio. 
¿Qué  decis!  ¿No  armasteis  vos 
el  motín 

(Ya  está  convulso.) 
Sí,  pero  dado  el  impulso..... 
Qué  os  diré?  Estaba  de  Dios!.... 
Del  diablo! 

Tomó  otro  rumbo 
el  popular  somaten , 

y  mi  plan 

Estamos  bien  I 
Creí  triunfar,  y  sucumbo  I 
No  temáis.  En  el  portaf 
segura  escolta  os  espera, 

Sor  si  hay  algún  calavera 
[as  ¿qué  accidente  fatal 

Se  hizo  demasiado  serio 
el  tumulto  popular. 
Dieron  todos  en  gritar: 
«Caiga,  caiga  el  ministerio  I....  j» 
Oh!.... 

¡T  allí  fué  la  de  Dios 
cuando  vi  llegar  un  grupo 
de  viejas ,  y  el  pueblo  supo 
que  se  quejaban  de  vos ! 
Ah!  Las  viudas!... 

Desde  entonces 
ya  uo  hubo  freno  ni  valla; 
ya  era  inútil  la  metralla, 

Ílos  sables ,  y  los  bronces, 
ás  de  cien  mil  insurgentes 

Nuevo  ministerio  I 

Sí. 
La  Reina  lo  ha  dicho. 

¡Así 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


147 


Barón, 


Marq. 


Barón. 

Marq. 
Barón. 


Marq. 


Barón. 
Marq.- 
Barón. 
Marq. 


Monzón. 

Barón. 
Marq. 


Barón. 


Marq. 


Barón. 
Marq. 


Barón. 


me  sirven  mis  dependientes! 

rSi  estáis  desacreditado 

xa  08  lo  dije...  En  fin,...  paciencia! 
Yo  no  sirvo  á  Vuecelencia , 
sino  á  la  Reina;  id  estado. 
Qué  audacia !  Su  Majestad 
sabrá  de  mi  boca  quién 
sirve  mal  y  sirve  bien. 

Vuelo  á  sus  pies 

Escuchad. 
3aeno  será  que  de  paso 
llevéis  vuestra  dimisión. 
Eso  no.  Tengo  tesón. 

Ni  la  Reina  baria  caso 

En  colchón  de  plumas  lleno 

podéis  caer  si  me  oís; 

pero  si  vos  preferís 

caer  sobre  duro....,  bueno! 

ik  quién  fía  la  Corona 

la  formación  de  ese  nuevo  , 

gabinete? 

No  me  atrevo 

Vaya! 

A  mi  indigna  persona. 
Ah !  ¿Luego  habéis  conspirado 
por  vuestra  cuenta  esta  noche? 
Qué  horror! 
[Entrando.]  Os  espera  el  coche. 

[Se  queda  i  una  distancia  respetuosa.] 
Nunca  lo  ajeno  he  jugado. 

[Á  media  voz,  y  el  Barón  contesta  del 
mismo  modo.] 

¿T  tenéis  la  presunción 

de  suplantarme 

Así  es. 
Todos  tenemos,  Marqués, 
nuestro  poco  de  ambición ; 
y  sería  un  desatino 
con  honores  de  simpleza 
arriesgar  yo  mi  cabeza 

or  laurear  la  del  vecino. 

o  cantéis  victoria,  no. 
De  vuestro  orgullo  me  rio, 

3ue  en  la  rectitud  confio 
e  Su  Majestad. 

Y  yo. 
Guarde  Dios  al  arrogante; 
al  de  la  alta  policía. 

[Yéndose.  Monzón  le  adre  la  mam" 

para.] 

Mañana  será  otro  dia. 
(Mañana  serás  cesante.) 


E 


de  destitución  airada , 

y  el  pobre  no  ha  de  creerlo 

todavía. — Pero  yo, 

•que  le  critico  severo, 

tras  de  haberle  derribado 

sin  reparar  en  los  medios , 

¿tendré  menos  afición 

á  las  riendas  del  gobierno? 

¿Las  empuño  por  ventura 

todavía?  Otro  más  diestro 

se  pudiera  aprovechar 

de  mi  afán  y  mis  desvelos. — 

Ah !  Volvamos  á  palacio. 

Son  preciosos  los  momentos.) 

[  Vase  por  la  puerta  de  la  derecha  sin 
cuidarse  de  Fonseca  que  entra  por 
ella  al  mismo  tiempo  y  le  hace  rete» 

renctas.] 


Monzón. 


Fonseca. 

Monzón. 
Fonseca. 
Monzón. 
Fonseca. 

Monzón. 
Fonseca, 


Monzón. 
Fonseca. 

Monzón. 
Fonseca. 

Monzón. 


ESCENA  XVIII. 

EL  BARÓN.    MONZÓN. 

Barón.    (Tanto  amor  á  la  poltrona! 

Tendrá  en  la  mano  el  decreto 


Fonseca. 


Monzón. 


ESCENA  XIX. 

FONSECA.    MONZÓN. 

¿De  cuándo  .acá  saludáis 
con  tan  profundo  respeto 
al  Barón 

Pues  ¿no  sabéis 
lo  que  sabe  todo  el  pueblo? 
Qué  hay?.... 

Es  el  hombre  del  dia. 
El  hombre  del  dia! 

Miento. 
Es  el  hombre  de  la  noche. 
¿Qué  escucho  I 

Está  en  candelero. 
Tendrá  plaza,  de  seguro, 
en  el  gabinete  nuevo. 
Yo  lo  sé  de  buena  tinta. 
¿Conque  cayó  el  ministerio? 
Sí.  ¡I  un  portero  mayor 
no  lo  sabe !  Eso  es  ya  viejo. 
Voto  á  briós  Baco! .... 

Mañana 
será  tal  vez  jefe  vuestro. 
¡  Pecador,  que  no  le  abrí 
la  mampara!  Y  aun  por  eso 
al  salir  de  aquí  el  Marqués 
llevaba  tan  agrio  el  gesto, 

Y  el  Barón  se  sonreia 

Mas  como  hablaban  tan  quedo 

¡Qué  diablo ¿Conque  otro  jefe? 

Cero,  y  van  mil  y  doscientos. 
Harto  me  pesa,  que  ya 
solté  parto  del  dinero, 
y  el  empleo,  del  muchacho 
se  me  va  á  volver,  lo  temo, 
agua  de  cerrajas. 

No, 
que  si  aprovecháis  el  tiempo 


148 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES.. 


aun  os  queda  una  esperanza. 
Fonseca.  Qué  esperanza? 
Monzón.  El  testamento. 

Fonseca.  Decís  bien.  Por  esta  noche  • 

aun  tiene  vida  el  enfermo. 


Monzón.  Pues. 

Fonseca.  T  además,  los  ministros 

son  hombres  de  privilegio 
que  siempre  mueren  en  gracia. 
7  testan  después  de  muertos. 


ACTO    QUINTO. 


La  decoración  del  acto  tercero. 


ESCENA  I. 

EL    MARQUÉS. 

[Entrando.'] 

Ni  un  portero  para  abrirme 
la  mampara !  j  Qué  insolente 
canalla  ruin!  No  lo  extraño. 
Ya  por  cesante  me  tienen, 
y  con  el  nuevo  ministro 
temerán  comprometerse. 
Yo  les  juro  que  si  logro 

afirmarme  en  el  bufete 

Y  quizá ¿Quién  sabe Anoche 

me  recibió  como  suele 

la  Reina,  muy  afectuosa, 

y  aunque  puse  reverente 

mi  dimisión  á  sus  pies, 

puede  ser  que  no  la  acepte. 

En  el  diario  oficial 

ningún  decreto  aparece, 

ni  un  solo  renglón  que  anuncie 

mudanza  de  gabinete. 

De  crisis  más  apuradas 

ha  salido  muchas  veces 

sano  y  salvo  un  ministerio, 

y  aunque  hay  síntomas  de  muerte , 

no  desespero 


ESCENA  11. 

EL  MARQUÉS.     MARTIN. 

Martin.  [Con  un  impreso  en  la  mano.] 

Señor 

Marq.     Qué  traes?  Qué  papel  es  ese? 
Martin.  La  Gaceta  extraordinaria 

que  acaba  de 

Marq.  (Mal  me  huele.) 

Dame  acá. 

! Leyendo.]  «Reales  decretos » 
Continúa  leyendo  para  si  y  hablando 
alternativamente.] 


Aquí  yace  el  presidente 
del  Consejo. — Aquí  el  ministro 
de  la  Guerra. — Este  otro  réquiem  ^ 
para  el  ministro  de  Hacienda. — 

Aquí  sigue — El  mió  es  este. 

Em...  Em...  Em...  «Su  quebrantada 

salud »  Pues,  sí;  lo  de  siempre! 

Jamás  me  sentí  mejor; — 
esto  es;  corporalmente. 
En  cuantq  á  salud  política 
estoy  para  que  me  entierren. — 
-  «Quedando  muy  satisfecha 
de  su  lealtad  y  eminentes 

servicios )»  ¡Lindo  epigrama, 

linda  música  celeste , 
y  linda  ayuda  de  costa 
para  el  <^ue  todo  lo  pierde ! — 
Veamos  qué  sucesor 
me  nombra. — El  Barón! ....  Aleve! 
Martin.  Si  algo  os  puede  consolar, 
señor,  en  trance  tan  fuerte , 
una  noticia  os  daré 

Marq.      [Con  viveza.] 

Qué  noticia?  ¿se  conmueven 
las  masas?  ¿hay  reacción ? 

Martin.  No^  todo  el  mundo  está  alegre 
y  tranquilo.  La  noticia 
es  más  casera.  Se  entiende...'.. 

Marq.      Acaba. 

Martin.  Anoche ,  poco  antes 

que  se  agitara  la  plebe, 
viendo  entrar  en  una  casa 
al  osado  mozalbete, 
novio,  hermano,  6  lo  que  sea, 
de  aquella  niña  rebelde, 
al  que  dio  tan  mal  despacho 
á  mi  embajada  solemne, 
me  escurro  á  la  policía , 
vuelvo  con  cuatro  corchetes , 
y  doy  con  él  en  la  cárcel. 
¡  Que  nos  la  eche  de  valiente 
ahora ! 

Marq.  Eso  es  una  infamia 

que  mi  opinión  compromete. 

Martin.  Señor,  yo  creí  servir 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


liíí 


Marq. 


Martin. 


Marq, 
MarUn. 


Marq. 

Martín, 
Marq. 

Martin. 
Marq. 


á  Vaecencía 

De  esa  snerte 
no  quiero  yo  que  me  sirvan.- 
No  acostumbro  á  que  me  venguen 
esbirros  y  carcfeleros 
de  un  rival,  sea  quien  fuere. 
Sea  mia  la  venganza. 
No  es  necesario  que  suene 
Vuecencia.  Yo  soy  plebeyo, 

y  me  quejaré  á  los  jueces 

Tú  ¿de  qué? 

Buena  pregunta ! 
¿Pues  no  me  hartó  de  cachetes 
y  puntapiés?  ¿No  es  milagro 
que  ánn  tenga  en  la  boca  dientes? 
Eso  no  puede  injuriar 
á  villanos  tan  soeces 
como  tú. 

Ya....;  no  me  injuria...., 
es  verdad....,  pero  me  duele. 
Cobarde  animal!....  Volando, 
á  desdecirte,  y  que  suelten 
al  preso. 

Señor,  yo  siento 

Vete,  ó  ¡vive  el  cielo Vete. 


ESCENA  IIK 

EL  MARQUÉS.    MONZÓN. 


Marq. 


Todo  el  mundo  contra  mi ! 
Hasta  ese  bruto  me  vende 
con  BU  celo  temerario. 
¿  Quién  le  mandaba. . . . .'  ¡  Parece 

?[ue  lo  hace  el  diablo  I 
Entrando.]  Este  pliego 

para 

Marq.  Démelo,  y  despeje. 

Monzón.  Tome  Ucencia,  (i  la  no  es  nadie, 
y  aun  la  está  echando  de  jefe  I) 


ESCENA   IV. 

EL  MARQUÉS. 

[Rompe  el  sobre,  y  lee  para  si  rápidamente.] 

Puesl  El  mismo  real  decreto. 
Para  qué  tantos  papeles? 
El  suplemento  bastaba. 
¡Qué  empeño  de  que  me  entere.... 

Ehl  son  golpes  de  fortuna 

Paciencia. — ¿Seré  tan  débil 
que  al  soltar  el  cartapacio 
me  aflija  y  me  desespere? 
Hay  ya  tantos  camaradas  1 
Esa  carrera  es  tan  breve , 

3ue  debo  maravillarme 
e  haber  durado  seis  meses. 


Si  el  mandar  tiene  atractivos, 

también  tiene  inconvenientes; 

y  pues  todo  es  ilusión, 

y  los  vientos  van  y  vuelven , 

mirándolo  á  sangre  fría 

y  filosóficamente , 

de  un  ministro  á  un  ex-ministro 

¿qué  va?  Una  e  y  una  equis. 

[Sentándose.] 

Ahora  bien ,  antes  que  venga 
el  Barón  y  nos  releve , 
hagamos  el  codicilo 
de  costumbre. 

[Recapacitando.] 

Qué  hay  pendiente? 

Se  reemplazó  al  director 

Aquel  Fonseca  ya  tiene 

el  despacho  en  su  poder 

¡Por  vida Lo  más  urgente 

se  quedaba  en  el  tintero. 
Aun  están  sin  proveerse 

las  plazas  de  secretarios 

Pondré  en  lista  á  los  clientes. 

[Consultando  apuntes.] 

El  yerno  de  mi  nodriza 

Sí,  que  es  hermano  de  leche 
como  quien  dice. 

[Escribe  los  nombres.] 

Juan  Robles. — 
Aquí  tengo  este  billete 
del  embajador  inglés. 
Quién  desaira  á  los  ingleses? 
Baltasar  Tudela. — Bueno. — 
El  tercero,  Ambrosio  Méndez. — 
Quedan  dos.  Una,  al  hermano 
de  la  vecina  de  enfrente. — 
Luis  Magallon. — ^Y  la  otra 
es  razón  que  se  reserve 
para  el  primo  de  Violante. 
Quitémonos  ese  duende 

de  encima.  Y ¿cómo  se  llama? 

Voto  va  al  chápiro  verde! .... 
No  lo  sé. 

[Recorriendo  papeles.] 

Su  memorial 

¿dónde Romero  lo  tiene. 

[Toca  la  campanilla.] 

Él  dirá 


Marq. 


ESCENA  V. 

EL  MARQUÉS.    MONZÓN. 

Al  señor  Romero 
que  venga  inmediatamente. 


150 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


Monzón.  No  está. 

Afarq.  Pues  á  otro  oficial 

Monzón,  No  hay  ningano.  Todos  vienen 
más  tarde 

Marq.     [Mirando  el  reloj.] 

Tenéis  razón. 
Son  las  doce  menos  veinte 

Monzón.  Pues!  Ya  veis 

Marq.  Yo  he  madrugado. 

Monzón.  (Oh I  no  hay  cosa  que  desvele 
como  una  destitución.) 

Marq. .   (Es  tarde;  el  tiempo  se  pierde. 
Yo  tengo  que  despedirme 
de  la  Reina.  Mis  deberes 
de  subdito  y  caballero 
lo  exigen.  Tengo  papeles 
en  su  despacho...  Y...  ¿quién  sabe... 

Si  acierto  á  estar  elocuente 

Aun  es  tiempo.  Si  á  lo  menos , 

Íra  (}ue  yo  no  recupere 
a  silla  ministerial , 
consigo  que  no  la  herede 
ese  pérfido ) 

[Á  Monzón  que  se  retiraba.] 

Esperaos. 
(Á  fuer  de  buen  pretendiente, 
ya  habrá  hablado  con  Romero 
el  tal  primo.  Lo  más  breve 
es  escribir 

[Escribe.] 

«Para  el  primo 
de  Violante.»— Y  por  apéndice;.... 

[Escribe.] 

«  £!1  del  memorial  doblado 
por  el  pico.)>  Lindamente!) 

[Pone  un  sobre  i  lo  que  ha  escrito.] 

Monzón,  (¿Qué  hará,  que  escribe  y  cavila, 
y...  Bahl  qué  ha  de  hacer?  Pasteles.) 

Marq.     [De  'pié y  tomando  sombrero  y  bastón.] 

( Ahora  por  la  puerta  falsa, 

no  haga  el  diablo  que  me  encuentro 

al  Barón ) 

[Á  Monzón  dándole  el  pliego.] 

Para  el  señor 
Romero.  Pronto!  Es  urgente. 


Ni  aun  á  mandar  que  un  muchacho 
vaya  á  entregarlo  me  atrevo 
hoy  que  esperamos  al  nuevo 
secretario  del  despacho. 
Con  toda  mt  comitiva 
le  he  de  saludar  galante. 
Primero  es  que  la  cesante 
la  autoridad  efectiva. 
Y  nadie  lo  extrañará, 
porque  mi  conducta  expL'ca 
que  el  que  viene  gratifica 
y  maldice  el  que  se  va. 

[Entra  Romero.] 

¿Quién  entra?  Romero.  Bien. 


ESCENA  VII. 


ROMERO.    MONZÓN. 


Remero. 
Monzón. 


Monzón. 
Romero. 
Monzón. 


ESCENA  VI. 


MONZÓN. 


Ya  ni  sabe  dónde  pisa. 
Mucho  es  que  da  con  la  puerta. 

Se  aturde,  se  desconcierta 

El  pliego  no  corre  prisa. 


Ha  venido  el  jefe? 

Debo 
suponer  que  habláis  del  nuevo 

Íara  darle  el  parabién. 
Fno  solo  tengo  yo; 
lo  es  el  Müarqués  todavía, 
y  á  ver  al  Marqués  venía; 

I  a.  Pues  el  Marqués  salió 

Muy  bien. 

Dejando  este  pliego 
que  ha  escrito  muy  azorado, 
y  en  mano  propia  me  ha  dado» 
y  en  propia  mano  os  entrego. 


ESCENA  VIIL 

ROMERO. 

[Abriendo  el  pliego.] 

Veamos  de  qué  se  trata. 
De  alguna  disposición 
testamentaria 

[Lee  para  si  rápidamente.] 

No  digo  ? 
Ya  se  sabe ;  es  de  rigor. 
Los  nombramientos  me  manda 
extender  sin  dilación 
de  aquellas  secretarías 

que  vacaban.  Uno,  dos 

Cinco  son  los  agraciados 

y  cinco  las  plazas  son. 

El  pobre  Castro!....  En  su  apoyo 

alcé  sin  fruto  la  voz. 


[Recorriendo  la  lista.] 

Puesl  Todos  son  paniaguados. 
¿Qué  dice  en  este  renglón? 

[Lee.] 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


151 


«Qainto. — El  primo  de  Violante.» 
No  fué  vano  mi  temor. 

[  Vuelve  á  leer,] 

«  El  del  memofrial  doblado 

Sor  el  pico.» — Ya,  ya  estoy 
[as  icómo  se  llama  ese  hombre?^ 
cae  a  esta  hora  no  lo  sé  yo. 
Y  el  Marqués,  por  lo  que  veo, 
también  lo  ignora.  ¡Por  Dios, 
que  estamos  medrados  i  4  Quién 
me  dará  ahora  razón 
de  su  nombre?  j  Tanto  pueden 
la  intriguilla  y  el  favor, 
que  logra  un  quídam  anónimo 
lo  (jue  un  buen  patricio  no ! 
Quién  me  alumbra  en  este  caos? 
Por  vida  del  gran  Mogol  I .... 
Que  Violante  tiene  un  primo 
y  es  el  que  anoche  me  habló, 
es  evidente ,  y  también 
que  la  Violante  en  cuestión 
es  dama  de  Su  Excelencia. 

Tantas  razones  eñ  pro 

¡Pero  el  nombre Poco  á  poco. 

Si  en  lugar  de  ese  bribón 
yo  empleara  al  pobre  Castro 

que  ha  dias  lo  mereció 

La  instancia  recomendada 

¿no  es  de  Castro?  Sí,  señor. 

Luego  si  á  Castro  coloco 

obediente  al  jefe  soy. — 

Mas  lo  de  primo  v  Violante 

está  claro  como  el  sol, 

y  la  conciencia  me  dice 

que  ha  habido  aquí  algún  error. — 

Lo  malo  es  que  apura  el  tiempo, 

y  si  pierdo  esta  ocasión 

Qué  diablo  I  El  Marqués  se  va, 
y  no  es  crimen  tan  atroz , 
siendo  postuma  la  orden , 

glosarla  á  mi  gusto  yo. 
omo  consiga  cubrir 

el  expediente  por  hoy 

Ah,  qué  ideal  Doña  Marta, 
que  ripio  nunca  perdió, 
para  contarle  sus  cuitas 
está  esperando  al  Barón. 
La  llamaré. 

[Desde  la  puerta,] 

Doña  Marta ! 
Venid ,  venid. 
Marta.    [Dentro,]         Allá  voy. 


ESCENA  IX. 

ROMERO.    MARTA. 

Marta,    ¿Leisteil^  la  extraordinaria? 
Romero.  Sí. 


Marta.         Qué  gusto!  Ta  cayó. 


Romero.  No  hablemos  de  eso,  señBra. 

Escuchad.  ¿Conocéis  vos 

á  la  familia  de  Castro? 

Marta.    Mucho.  Su  padre  nació 

Romero.  Tiene  primos? 

Marta.  Cuatro  ó  cinco....; 

sí,  cuatro  hembras  y  un  varón. 
Romero.  Nombradlos. 
Marta.  Boque... 

Romero.  Las  hembras. 

Marta.    Mariquita  de  la  O,  « 

Juana,  Rosa  y  Petronila. 
Romero.  Eh  I  por  las  cuatro  no  doy 

un  chícharo. 
Marta.  Perdonad. 

Todas  son  como  una  flor. 
Romero.  Otras,  otras ,  aunque  sean 

tan  remotas,  que  veloz 

no  pueda  alcanzar  un  galgo 

el  parentesco. 

Marta.  Leonor 

Romero,  No  me  sirve. 

Marta.  Para  qué? 

Romero.  [Impaciente.] 

No  hay  más? 
Marta.  Es  rara  aprensión 

No  recuerdo Ah!  sí;  su  tia 

doña  Gervasia  Laboz 

tiene  dos  niñas;  Violante 

Romero.  Basta. 

Marta.  T  Carmen 

Romero.  Basta.  Adiós. 

Recibid  mi  parabién. 
Marta.    Pero  ¿de  qué? 
Romero.  Loco  estoy 

de  contento. 

[Dentro  ruido  de  mamparas.] 

Una  voz.  [Dentro.]      Su  Excelencia ! 

Roptero.  [  Corriendo  hacia  la  secretarla.] 

Idos.  Ta  está  aquí  el  Barón. 

Marta.    Mejor.  Aquí  le  nablaré 

Romero.  Pero 

Marta.  Nada !  No  me  voy. 

[Romero  entra  en  la  secretaria.  Marta 
se  retira  d  un  lado.] 


ESCENA  X. 

.      EL  BARÓN.     MARTA. 

Barón,     ¡No  ha  venido  mi  glorioso 
predecesor  todavía ! . . . . 

[VieTido  d  Marta.] 

¿Quién  sois  vos,  señora  mia, 
que  entráis  á  roso  y  velloso.., 
Marta.    Viendo  la  antesala  llena, 


158 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


(ftié  hago?  Me  escurro...  Aquíestoy^ 

y  así  la  primera  soy 

en  daros  la  enhoraouena. 

Barón»    Machas  gracias,  pero  ahora 

Marta.    Yo  soy  una  pobre  viuda, 

Ísi  Ucencia  no  me  ayuda 
ero  aun  no  es  tiempo,  señora 

Antes  de  instalarme  aquí 

y  de  tomar  posesión 

del  ministerio,  ¿es  razón 

que  Y08  la  toméis  de  mí? 
Marta.    Señor,  el  hambre  me  hostig^. 

Ya  veis;  sin  cobrar  un  mes 

en  año  y  medio El  Marqués, 

ese  hombre  que  Dios  maldiga 

Barón.    Si  aspiráis  á  mi  favor 

no  me  habléis  de  nadie  mal. 

Yo  no  vengo  á  ser  fiscal 

del  ministro  antecesor. 

[Dentro  sollozos  de  mvjer  y  rumor 

confuso.] 

Mas  si  yo  me  enciendo  en  ira, 

motivo  me  sobra  y  mucho 

Qué  es  esto?  ¡Llantos... 

¿Qué  escuchol 
No  es  la  voz  de  mí  Ramira? 


María. 

Barón, 
Marta. 

Barón. 

Marta. 
Monzón. 


[Toca  la  campanilla  y  acude  Monzón,] 

Quién  grita?  Qué  es  eso? 

Ah! 

La  hiia  de  esa  señora 

Por  ella  pregunta;  llora 


Ramira.  [Dentro.] 

Venganza!  favor!  mamá! 

Marta.    [Dirigiéndose  d  la  puerta.] 

En  mi  alma  resuena  el  grito! 
Que  entre  esa  joven. 
[A  la  puerta.] 


Barón, 
Monzón. 


Entrad. 


ESCENA  XI. 

EL  BARÓN.  MARTA.  RAMIRA. 

Ramira.  Qué  infamia!  qué  iniquidad! 
Marta.    [Con  terror.] 

Oh!  Se  consumó  el  delito? 

Feroz  Marqués  I  Hoy  le  arrastro. 
Ramira.  No  le  he  visto. 
Marta.  Ay  perla  mía! 

Pues  ¿qué  hay? 
Ramira.  Que  la  policía 

ha  preso  á  mi  novio. 
Marta.  A  Castro ! 

Cuándo? 
Ramira.  Anoche.  Pobrecito ! 

Barón,    Ah!  ya  sé 

Ramira.  Sin  más  ni  más 


Marta, 

Ramira, 

Barón. 

Ramira. 

Marta. 

Barón, 


Ramira. 


Barón, 


Marta. 

Barón. 
Marta. 
Barón. 

Marta, 
Barón, 


le  cogieron  cuatro,  y  ¡zas 

Desde' la  cárcel  me  ha  escrito. 
Infamia!....  Ya  no  hay  aguante... 

Por  ser  yo  constante  y  pura 

No  os  aflijáis,  criatura. 

Yo  os  volveré  vuestro  amante. 

Ah !  Mi  eterna  gratitud 

Mas  ¿cómo 

ÍÁ  Ramira.]    Fui  sorprendido. 
)e8pues  todo  lo  he  sabido 
V  aplaudo  vuestra  virtud. 
Ya  está  libre  Castro. 

Sí? 
El  cielo  os  lo  premiará. 
Vamos  á  verle,  mamá. 
No  hay  para  qué.  Vendrá  aquí. 
Me  han  dado  Dueños  informes 
de  ese  mozo,  y  verle  quiero. 
Es  patriota  verdadero, 

y  con  méritos enormes. 

río  dudo 

Y  leal . 

Lo  sé ; 

mas  dejadme  solo,  os  ruego 

Si  dais  palabra 

Bien....  Luego. 
A  su  tiempo  os  llamaré. 


ESCENA  XIL 


EL  BARÓN. 


El  Marqués  no  se  apresura 
á  resignar  la  cartera. 
No  me  admiro;  ¡y  en  mis  manos 
que  ayer  fueron  subalternas ! 
Estaró  muy  resentido ; 
mas  la  política  guerra 
tiene  su  táctica  aparte 
y  su  especial  estrategia. 
Lo  que  el  vulg^  llama  intriga, 
dolo,  perfidia,  vileza, 

{morque  no  están  á  su  alcance 
os  misterios  de  la  ciencia, 
entre  los  hombres  del  gremio 
es  penetración,  cautela, 
sagacidad,  previsión, 
tacto,  genio,  inteligencia, 
y  por  fin  razón  de  estado 
y  diplomacia  moderna. — 

Pero  es  ya  mucha  tardanza 

¿Si  revocará  la  Reina 

el  decreto Eh!  no  es  posible 

Vamos  á  dar  una  vuelta 

Eor  esa  secretaría, 
arto  codiciada,  mientras 
mi  asendereado  rival 
viene  á  despedirse  de  ella. 
[Sntra  en  la  secretariay  y  al  cerrarse 
la  mampara  adre  el  Marqués  por  den-' 
tro  la  puerta  secreta.] 


1 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


15S 


ESCENA  XIII.. 

EL  MARQUÉS. 

[Tocando Ja  campanilla.] 

Golpe  en  yago !  Despachemos 
pronto. 

[Á  Monzón  que  entra.] 
Á  Romero,  que  venga. 

[Entra  Monzón  en  la  secretaria.] 

Sa  Majestad  no*  desiste 
y  es  forzoso 


ESCENA  XIV. 

EL  MARQUÉS.  ROMERO. 

Romero.  Dais  licencia? 

Marq.     Traéis  eso  ? 
Romero.                    Sí. — Ha  venido 
el  Barón 

Marq.     [Sentándose.] 

Sea  en  hora  buena. 
Dadme:  firmaré 

[Romero  va  presentando  oficios  y  los 

firma  el  Marqués  después  de  leerlos 

rápidamente.] 

Corriente. — 
Ahí  está  la  salvadera. — 

[Romero  va  recogiendo  los  oficios  des- 
pues  de  echarles  polvos.] 

(Si  Dios  me  saca  con  bien....) 

A  den  Baltasar  Tudela 

Bien.  Tomad. — Ambrosio  Méndez... 
La  lista  ha  sido  mi  regla. 

Magallon Está  conforme.— 

Alfonso  de  Castro  y  Léiria 

Supongo  qae  este  es  el  primo 
de  Violante..... 

Pues;  y  en  prueba 
aquí  está  su  memorial, 
y  de  vuestro  puño  y  letra 
el  decreto 

Marq.      [Echando  una  ojeada  al  memorial.] 

Sí,  es  el  mismo 

Cuando  os  escribí  la  esquela 

no  recordé Que  se  cierren 

volando. 

Barón.    [Á  la  puerta  de  la  secretaria.] 

Con  vuestra  venia 


Romero. 
Marq. 

Romero. 
Marq. 


Romero. 


ESCENA  XV. 

EL  MARQUÉS.  EL  BARÓN.  ROMERO.   . 

Marq.     [Levantándose  y  afectando  joviali- 
dad^ 

Señor  Barón!  Adelante. 
Romero.  (Gracias  á  Dios!  Aun  me  tiemblan 
las  carnes.) 


ESCENA  XVI. 

EL  MARQUÉS.    EL  BARÓN. 

Barón.  Qué  hacéis?  Sentaos. 

Marq.     Bien  estoy.  La  silla  es  vuestra. 
Barón.    Oh!  yo  no  la  admitiré 

estando  en  vuestra  presencia. 
Marq.     No  la  hagáis  ascos  ahora. 

Arrellanaos  en  ella. 
Barón.    Si  como  dicen  las  gentes 

es  potro  con  oro  y  seda 

Marq^     Vos  no  lo  creéis  así. 
Barón.    No  lo  sé  por  experiencia, 

pero  temo  que  en  efecto 

sea  carga  muy  molesta 

Marq,     Como  son  flacos  mis  hombros 

!j  no  pueden  sostenerla, 
a  tomáis  sobre  los  vuestros. 
Mil  gracias  por  la  fineza. 

Barón.    Señor  Marqués 

Marq.  Dispensadme 

de  haceros  formal  entrega. 

[Abriendo  un  cajón  de  la  mesa.] 

Los  papeles  reservados 

están  en  esa  carpeta. 

Ya  os  dirán  los  oficiales 

la  marcha  que  aquí  se  lleva. 
Barón.    No  más;  basta. 
Marq.  Adiós.  Veremos 

si  es  mejor  vuestro  sistema 

que  el  mió. 
Barón .  Sin  agraviaros . . . . , 

Írocuraré  que  lo  sea. 
¡1  ramo  de  policía 

estará  al  menos  en  regla. 
Barón.    Marqués....,  no  quiero  humillaros 

ofreciéndoos  mi  indulgencia. 
Marq.     Entiendo.  En  este  lugar 

fueran  pueriles  mis  quejas. 

En  la  Cámara  os  aguardo. 
Barón.    No  rehuso  la  palestra. 
Marq.      Mi  venganza  será  noble 

más  que  lo  ha  sido  la  ofensa. 

Pero  si  yo  no  conspiro, 

otros  seguirán  la  senda 

que  habéis  trazado. 
Barón.  Tal  vez 


151 

Marq. 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


Tenga  presente  Vuecencia 
lo  de  «quien  á  hierra  mata 
no  es  mucho  que  á  hierro  muera.» 

[  Vase  por  la  puerta  secreta.] 


ESCENA  XVII. 


EL  BARÓN. 


[SonrUndose.] 
\  Qué  mosca  lleva  el  Marqués. 

[Pensativo,] 
Pero  ¡  qué  mosca  me  deja  I 


ESCEtf A  XVIII. 

« 

EL  BARÓN.     MONZÓN. 

Monzón.  Señor,  don  Alfonso  Castro 

vuestras  órdenes  espera. 
Barón.    Que  entre.  , 

Monzón.  ¿También  las  señoras. . . . 

Barón.    También.  (Dios  me  dé  paciencia.) 


ESCENA  XIX. 

EL  BARÓN.    MARTA.    RAMIRA.    CASTRO. 

Castro,    Señor  Barón 

Barón,  Engañado 

por  una  infame  denuncia 
anoche  os  hice  encerrar 
en  una  cárcel  oscura , 
pero  informado  después 
de  vuestra  honrada  conducta , 
os  he  puesto  en  libertad. 

Castro,    Las  cárceles  no  me  asustan , 
que  está  sana  mi  conciencia , 
7  si  un  tribunal  me  juzga , 
sabrá  Madrid 

Barón.                              Es  inútil, 
porque  ya  nadie  os  acusa. 
Vuestra  novia  se  ha  quedado 
con  su  honra  ilesa  y  pura, 
el  amo  con  sus  deseos 
y  el  lacayo  con  su  zurra. 
Falta  ^ue  yo  os  desagravie 
de  mi  involuntaria  culpa. 
Si  en  algo  puedo  serviros 

Marta,     Que  si  podéis?  Quién  lo  duda? 
Dias  ha  que  solicita 
con  más  razón  que  ventura 
la  plaza  de  secretario 

Castro,    ¡Señora 

Marta,  No  callo.  De  una 


Barón, 


Marta. 
Castro. 

Marta, 


Barón. 


Monzón. 
Marta. 

Monzón. 
Barón. 

Monzón, 


Ramira, 

Castro. 
Bailón. 
Marta. 


De  un  gobierno  de 

Si  en  eso 
toda  su  ambición  se  funda 
pues  su  mérito  me  consta , 
yo  06  prometo 

{Toca  la  campanilla  y  acude  Monzón,] 

Ah!  Qué  fortuna! 
Señor 

[En  voz  baja.] 

Tontazo!  Aprovéchate 
de  tan  buena  coyuntura. 

[Á  Monzón,] 

J Quién  es  aquí  el  encargado 
el  personal? 

[Dmoso.]        4  Quién 

Pregunta 

S[)r  don  Hilarión  Homero, 
í;  él  es... 

Que  venga. 

[Mirando  de  reojo  á  Marta.] 

(¡Esa  bruja...) 

[JSntra  Monzón  en  la  secretaria,] 

¡Qué  diferencia  del  otro, 

que  hizo  pedazos  tu  súplica 

Excusad  á  esa  señora..... 
La  pretensión  es  muy  justa. 
A  tres  personas  haréis 
felices  con  una  rúbrica. 


ESCENA  XX. 

EL  BARÓN.    CASTRO.    MARTA.    RAMIRA. 

ROMERO. 


Marta, 
Somero, 


Ahí  está  el  señor  Romero. 

Veréis  como  él  asegura 

Qué  mandáis,  señor  Barón? 

[Fn  voz  baja  i  Castro  dándole  un 

oficio.] 

Tomad ,  amigo,  y  con  mucha 


Marta, 

[Acercándose  á  Castro,] 

Barón, 

Romero, 

Barón. 

Romero. 

Qué  papel  es  ese? 
Tendré  complacencia  suma 
en  colocar  á  ese  joven. 
Guando  una  vacante  ocurra, 

avisad 

Ta  está  servido. 
Cómo  es  eso? 

Ta  disfruta 
el  empleo  que  pretende. 

Castro, 

[Rasgando  el  oficio  después  de  leerlo,] 

No !  Primero  me  consuma 

FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


156 


de  hambre  y  de  pesar. 

Somero.  Qué  hacéis? 

(Adiós  fruto  de  mi  industria ! ) 

Barón.    Qué  rompéis? 

Romero.  Su  uombramionto  I 

Se  ha  visto  mayor  locura? 

Barón .    ¿Qué  causa 

Castro.  Señor  Barón , 

hay  gracias  que  son  injurias. 

Barón.    Pero 

Castro.  Es  mala  credencial 

una  firma  que  me  insulta. 
No  quiero  deber  favores 
á  quien  mi  afrenta  procura. 
Quiero  vijrir  pobre ,  oscuro, 
pero  deshonrado,  nunca  I 

Romero.  Hombre!... 

Barón.                     Bien  hecho  y  bien  dicho. 
Ese  rasgo  os  asegura 
mi  amistad ,  y  pues  ahora 
soy  yo  el  dueño  de  la  pluma, 
señor  de  Castro,  y  supongo 
que  mi  ñrma  no  os  repugna 

Castro.    Oh!  no. 


Marta  y') 
Ramira'.] 


No! 


Barón.    [Á  Romero.]  Nueva  edición 

hágase  de  la  minuta. 

Dios  perdone  á  la  primera; 

yo  firmaré  la  segunda. 
Romero.  Volando! 

[Fntra  corriendo  en  la  secretaria.] 

Marta.  El  cielo  os  conserve 

para  consuelo  de  viudas. 


ESCENA  XXK 

EL  BARÓN.    MARTA.    RAMIRA.    CASTRO. 

MONZÓN. 

Monzón.  Don  Crísósfbmo  Fonseca 

Barón.  .Fonseca...  Me  alegro... 

Monzón.  Os  busca... 

Barón.    Decidle  que  entre. 

Monzón.  [Adriendo  la  mampara.] 

Adelante. 
Barón.    ( Extraña  caricatura ! ) 


ESCENA  XXn. 

EL  BARÓN.    MARTA.    CASTRO.    RAMIRA. 

FONSECA. 

Fonseca.  Agradeciendo  la  audiencia, 
con  la  mayor  reverencia 
y  con  sumo  regocijo 
doy  gracias  á  Y  uecelencia 


Barón. 


Fonseca. 


Barón. 
Fonseca. 


Barón. 
Fonsfca. 


Barón. 
Fonseca. 

Barón. 

Fonseca. 

Barón. 


Fonseca. 
Barón. 


Eor  el  empleo  de  mi  hijo, 
é  que  le  han  hecho  oficial, 
pero  ¿ntes  que  la  Corona 

me  confíase 

Es  igual. 
Ha  variado  la  persona, 
pero  no  el  ente  moral. 
Esto  sea  sin  perjuicio 
de  saludar  al  Barón 
y  ofrecerme  á  su  servicio 
como  está  puesto  en  razón. 

[Presentándole  la  petaca.] 

Gustáis? 

No  tengo  ese  vicio. 
Yo  una  tercena  consumo. 

[Á  Marta."] 

Hola!  Aquí  estáis,  buena  alhaja? 

[Al  Barón.] 

Ah !  si  preferís  al  humo 
rapé  exquisito,  mi  caja 

[Saca  la  caja  del  rapí.] 

Ni  tomo  polvo,  ni  fumo. 
Perdonad ,  señor  Barón , 
si  el  muchacho  todavía 
no  ha  tomado  nosesion. 
Está  malo  el  alma  mia. 
Sí?  Qué  tiene? 

Sarampión. 

Luego  que  pase  la  peste 

Angelito ! 

Ya  vendrá 

No  es  razón  que  se  moleste 
y  otra  enfermedad  le  cueste. 
Está  reemplazado  ya. 
Eh !  no  lo  puedo  creer. 

Sois  chancero 

No  lo  soy. 


Fonseca.  {Sacando  un  papel.] 

La  orden  no  puede  ser 

más  fresca.  Fecha  de  aver 

Barón.    No  es  más  fresca  la  de  hoy? 

Fonseca.  Sí  tal,  pero  ¿quién  diría 

Barón.    Que  estudie  y  que  se  haga  grande. 

En  esta  secretaría 

no  entrarán  mientras  yo  mande 

niños  de  la  Escuela  Fia. 
Fonseca.  ¡También  es  mucho  pesar 

que  sea  mi  hijo  el  primero 

con  quien  se  naga  un  ejemplar! 

Y  el  dinero?  y  mi  dinero? 

Ahur!  Tirado  á  la  mar. 
Barón.    ¡Justo  castigo  de  Dios 

á  tan  ilícito  tráfico  I 
Fonseca.  Sea  dicho  entre  los  dos. 

Barón,  ¿sois  ministro  vos, 

ó  capuchino  seráfico? 
Barón.    Habéis  pecadp,  no  obstante, 

por  ignorancia,  y  me  pesa 


156 


FLAQUEZAS  MINISTERIALES. 


Fonseca. 
Barón. 


Si  mi  suerte  os  interesa, 

la  estafadora  es  Violante 

Sí,  la  fingida  condesa. 
Ya  ha  salido  de  la  corte, 
condenada  á  reclusión. 

Marta.    Bien!  T  el  primo?  Aquel  bribón. 

Barón.    Á  Ultramar,  franco  de  porte, 
remando  en  nn  galeón. 

Fonseca.  Vamos,  eso  me  conforta. 

Annque  es  duro  el  escarmiento, 
la  chulada  es  lo  que  siento: 
el  dinero  no  me  importa. 


ESCENA  XXIII. 

EL  BARÓN.  MARTA.  FONSECA.  CASTRO. 
RAMIRA.  ROMERO. 

Barón.    Traéis  ese  nombramiento? 
Somero.  [Dándole  un  oficio.'] 

Sí,  señor. 
Barón.  Dadme. 

[Dándoselo  i  Castro  después  de  fir* 
marlo.] 

Tomad. 

Castro.    Ah  señor!  Tanta  bondad 

Marta.    Permitid  que  á  vuestros  pies 


Barón.    Alzad. 

[A  Jlomero.] 
Volveré  después. 
Me  espera  Su  Majestad. 

[Vasepor  la  puerta  secreta.] 


ESCENA  ÚLTIMA. 

FONSECA.    MARTA.     CASTRO.     ROMERO. 

RAMIRA. 

Marta.    Oh  qué  amable,  qué  benigno! 

Con  qué  dulzura  nos  trata! 

Jesús!....  Este  sí  que  es  digno 

de  que  le  den  serenata 

y  le  compongan  un  Aifno. 

|Eh 

¡Tan  generoso 

Ya 

Tan  justo!....  Lo  que  se  llama 

un  buen  ministro. 

Quizá 

T  si  programa  nos  da, 

qué  bueno  será  el  programa ! 
Fonseca.  Programa?  Eso  es  lo  de  menos. 

Todos  dan ,  señoras  mías , 

Írogramas  y  garantías, 
'odos  son  buenos,  muy  buenos.... 
los  primeros  quince  días. 


Fonseca* 
Bamira. 
Fonseca. 
Marta. 

Fonseca. 
Marta. 


EL  QUÉ  DIRÁN 


EL    QUÉ    SE    ME    DA    A    MÍ, 


COMEDIA  EN  CUATRO  ACTOS. 


La  poto  en  «scena  por  primera  ves  la  compañía  del  teatro  del  Principe  en  29  de  NoTiembre  de  1838. 


PERSONAS. 


CAMILA. 
DOÑA  ROSALÍA. 
LORENZA. 
JUANA. 
EL  BARÓN. 


D.  TORIBIO. 

D.  IGNACIO. 

EL  MARQUÉS. 

BLAS. 

UN  ESCRIBANO. 


ALQUACILE8. 


La  escena   es   en   Madrid. 


«^^^w^^^^^^AA^MM^^^^^^^^ 


ACTO    PRIMERO 


Sala  con  puerta  en  el  foro  ^  que  es  la  de  la  antesala;  otra  a  la  derecha  del  actor;  otra  a  la 

izquierda. 


ESCENA  I. 

EL  BARÓN.    CAMILA. 

\El  Barón  aparece  seniado.] 

Barón.    Oradas  á  Dios  I 
Camila.  [Llegando.]        Mande  usted. 
Barón.    Diablo  de  mujeres  I  ;  Nunca 
se  ha  de  acabar  su  tocado  I 
Camila.  Pero  ¿he  de  venir  desnuda? 
Barón.    Vamos  á  cuentas,  Camila , 

[Camila  toma  una  silla  y  se  sienta 
junto  al  Barón.] 

pues  ahora  no  nos  perturba 


esa  loca  de  mi  hermana, 

Srototipo  y  non  plus  ultra 
e  la  humana  insensatez , 
y  tal  vez  hasta  la  nna 
no  Tolverá. 
Camila.  ¿T  á  qué  viene 

'ese  preámbulo 

Barón.  Escucha. 

Las  niñas  bien  educadas 
á  un  tierno  padre  no  ocultan 
sus  sentimientos. 
CamÜa.  (Oh  Dios  1 

¿Si  sabrá ) 

Barón.  Callas!  te  turbas! 

r         Sí,  tá  estás  enamorada. 


15S 

Camila. 
Barón. 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


Camila. 
Barón. 

Camila. 
Barón. 

Camila. 

Barón. 

Camila. 
Barón. 


Camila. 
Barón. 


Camila. 


Barón. 
Camila. 


Barón. 

Camila. 
Barón. 


Ese  silencio  te  acusa. 
Padre!.... 

No  te  dó  vergüenza^ 
que  no  te  pido  disculpas. 
To  también  he  sido  mozo, 
y  á  pesar  de  la  peluca, 
y  del  reuma,  y  de  la  tos, 
no  creas  que  me  disgustan 
ni  la  sal  do  las  morenas 
ni  la  crema  de  las  rubias. 
Más  de  una  vez  me  ha  ocurrido 
reemplazar  á  la  difunta, 
pero  darte  una  madrastra 
es  cosa  que  me  repugna; 
y  además  el  qué  dirán , 
el  temor  de  una  importuna 

cencerrada No,  no  quiero 

contraer  segundas  nupcias. — 

£a,  pues,  habla.  No  temas 

que  sea  tan  absoluta 

mi  paterna  autoridad 

como  tú  acaso  lo  juzgas; 

y  pues  la  elección  que  has  hecho 

no  desdora  mi  alta  cuna 

(¿Quéoigol  ¿Aprobará...) 

Y  es  joven 

de  talento  y  de  conducta 

Oh!  crea  usted 

Y  de  un  tipo 
que  hermosos  nietos  me  anuncia 

[Entre  avergonzada  y  gozosa.] 

¡Vaya 

En  fin ,  rico  en  virtudes 

como  en  bienes  de  fortuna 

Ah!  Me  engañé!  no  es  Ignacio!) 
ué  tienes?  Habla;  articula 
con  claridad  las  palabras. 
Di  de  una  vez  que  te  gusta , 

que  le  amas 

Pero  ¿de  quién 
me  habla  usted? 

Buena  pregunta  I 
Del  que  pasea  tu  calle 
en  una  jaca  andaluza, 
del  satélite  que  sigue 
al  astro  de  tu  hermosura 
en  la  ópera,  en  el  Prado, 
en  la  iglesia,  en  la  tertulia; 
del  marqués  de  Pozo-frio. 

Cierto,  sí Le  debo  muchas 

atenciones.  Me  distingue 
entre  otras  damas,  me  adula; 
pero 

Y  tú  le  das  oidos 

No  respondo  con  injurias 
al  que  me  dice  lisonjas , 
que  eso  es  cosa  de  palurdas ; 
pero 

No  hay  pero  que  valga. 
Él  te  quiere  hasta  las  uñas. 

No  dudo 

Y  te  habrá* insinu&dcr 


lí 


Camila. 
Barón. 


Camila. 


Barón. 


Camila. 
Barón. 


Camila. 
Barón. 


Camila. 
Barón. 


Camila. 


algo  de  dulce  coyunda 

Creo  que  sí 

Y  á  los  padres 
no  es  posible  que  se  encubran 
esas  cosas.  Yo  le  he  dicho 
que  sí  es  boda  lo  que  busca, 

6  pasatiempo,  y 

Mal  hecho. 
Perdone  usted  que  interrumpa 
sudiscurso.  Pensará 
que  rabio  como  energúmena 
por  casarme. 

No.  A  Dios  gracias, 
no  te  pasas  de  madura 
todavía.  Ni  la  mano 
de  una  hija  amada  y  única 
iría  yo  á  pregonar 
como  banasta  de  fruta 
perlas  calles.  ¿Qué  dirían! 
Pero  yo  entiendo  la  brújula, 
soy  perro  viejo,  y  vigilo 

Sara  que  no  te  seduzcan, 
[il  gracias.  ¿  Soy  yo  tan  frágil 
Íue  teme  usted  que  sucumba 
'or  vicio,  no,  pero,  al  cabo, 
tú  eres  una  críaturá 
candorosa  y  hay  bribones 

que  con  el  demonio  estudian 

No  el  Marqués.  Le  hago  justicia. 

Anoche  junto  á  la  estufa 

le  eché  una  indireciüa....,  pues  I, 

y  no  esperé  la  segunda. 

Me  confesó  que  te  amaba, 

mas  con  intención  muy  pura. 

Yo  le  oí,  como  es  razón, 

con  benevolencia  suma, 

y  hoy  aquí  sobre  la  boda 

tendremos  los  dos  consulta. 

Sin  contar  conmigo?  Bueno  I 

Como  está  fuera  de  duda 

el  mérito  del  Marqués , 

y  aunque  no  es  rancia  su  alcurnia 

es  un  creso  americano, 

y  tiene  ingenio de  azúcar, 

y  cafetales  y  negros, 
no  esperaba  yo  repulsas 
de  tu  labio,  sino  albricias, 
parabienes  y  aleluyas.. 

Y  mi  albedrío? 

I  Palabra 
impertinente  y  absurda! 
A  veinte  años  albedrío ! 

Y  en  buen  hora  entre  la  chusma 
de  doncellas  populares, 

que  poco  ó  nada  aventuran , 
sea  lícito  que  escoja 
á  su  cuyo  cada  cuya; 

pero  hija  tú  de  un  barón 

con  b,  sería  locura 
casarte  de  motu  propio 
como  la  plebe  acostumbra. 
No  son  de  este  siglo  máximas 
tan  fatales ,  tan  injustas. 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


Barón. 


Camila, 


Barón, 

Camila, 

Barón. 

Camila. 

Barón. 

Camila. 


Barón. 

Camila. 

Barón. 


Camila. 
Barón. 


To  conozco  mis  derechos , 
y  no  seré  tan  estúpida , 
que  á  la  ambición  y  al  capricho 
sacrifique  mi  ventura. 

\Letantaniost.    Camila  se  levanta 

también.] 

¿Qué  escucho!  Qué  dirá  el  mundo? 
¡Vea  usted  cómo  fecundan 
las  ideas  de  Rousseau! 
¡TesublevaS)  íq  pronuncias 
contra  un  padre,  y  anarquista 
te  subes  á  la  tribuna 
para  reclamar  derechos 
y  para  decirme  pullas  I 
To  no  conozco  á  Rousseau 
ni  entiendo  esas  baraúndas, 
mas  yo  he  de  elegir  el  novio; 
claro,  ó  no  me  caso  nunca. 
¡Cómo....  ¿Qué....  Qué  tono  es  ese? 
¿Sabes  que  ya  se  me  atufan 

las  narices  y ¡Por  vida 

Aplaque  usted  esa  furia. 

Anl  bien  quisiera 

¿No  sabes 
que  yo  tengo  malas  pulgas? 
10  confio  en  mi  justicia 

y  en  la  paternal  ternura 

Zalamerías  ahora  I — 
Te  casas,  ó  no? 

Qué  angustia ! 
Es  bello  mozo  el  Marqués , 
mil  cualidades  le  ilustran , 
pero...». 

Vamos,  qué? 

No  le  amo. 

Eh  I para  que  os  case  el  cura 

basta  que  no  le  aborrezcas. 
Ta  madurarán  las  uvas. 
Pero,  señor 

Nada,  nada! 
No  te  admito  la  renuncia. 


ESCENA  II. 

EL  BARQN.     CAMILA.     D.  IGNACIO. 


Ignacio. 
Éaron. 


Ignacio. 
Barón. 


Camila. 
Barón. 


Tío 

Tú  vienes,  Ignacio, 
en  buena  ocasión.  ¡Á  ver 
si  me  ayudas  á  vencer 
ese  carácter  rehacíol 
Pues  ¿qué  ocurre? 

Que  tu  prima 
niega  su  mano  á  un  buen  mozo; 
á  todo  un  marqués  de  Pozo'..... 
Ahí 

Fría.  No  te  da  grima? 
Bico^  galán,  opulento, 
buen  Únete,  y  ¿qué  se  yo...., 
y  la  llevará  en  lando 


Ignacio. 
Barón. 


Ignacio. 

Barón. 

Ignacio. 

Barón, 

Camila. 

Barón. 
Ignacio. 


Barón. 
Ignacio. 

Barón. 


Ignacio. 


Barón, 


Camila. 
Barón. 


Camila. 
Barón. 


Camila. 
Barón. 


Ignacio. 


Barón. 


159 

Vaya,  vaya Es  mucho  cuento! 

Y  ella 

¡Cuántas  en  Madrid* 
cuántas  su  feliz  estrella 

envidiarán 

Pero  ella 

No  le  quiere.  Ahí  está  el  quid. 
Será  cierto? 

Es  una  loca. 
Para  amigo,  eternamente; 
para  esposo,  no. 

Insolente! 
(Bendita  sea  tu  boca  I) 
Confieso  que  no  es  cordura 
despreciar  tan  buen  partido; 
mas  si  no  gusta  un  marido, 

es  también  cosa  muv  dura 

Así  me  apoyas,  bribón? 
¿No  quiere  usted  que  sincero 

le  diga  mi  labio 

Quiero 
que  seas  de  mi  opinión. 
(Si  estarán  de  inteligencia?) 
Pues  yo  debo  declarar 
que  casarla  á  su  pesar 
es  un  cargo  de  conciencia. 
( Hum  I  se  miran  I )  Bueno  I  bravo  I 
Mas  ¿qué  entiende  una  doncella 

sin  mundo  y  sin ¿Sabrá  ella 

ijnejor  que  yo Pues  alabo! 

Si  en  apariencia  la  oprimo 
porque  su  bien  me  interesa, 

nunca (Otra  mirada;  y  esa 

es  algo  más  que  de  primo.) 

Y  es  que  ella  ha  perdido  el  seso, 
ó  tal  vez  el  matrimonio 

la  asusta  como  el  demonio. 

La  inexperiencia 

No  es  eso. 

Por  tu  causa  me  malquisto 

Pues  entrar  monja  es  quimera , 
que  este  siglo  no  tolera 
esposas  de  Jesucristo. 
Ni  á  mí  me  ha  inspirado  el  cielo.. 
Pues  tú  para  algo  has  nacido; 
y  veinte  años  has  cumplido; 
y  yo  quiero  ser  abuelo. 

£¡H  buen  hora,  pero  no 

Á  qué  hablarme  de  albedrío? 
Ya  que  no  buscas  tu  avío, 
deja  que  lo  busque  yo. 
¿Quién  sabe  si  ya  su  pecho 
late  amoroso,  y  la  arredra 

el  temor 

Soy  yo  de  piedra? 
(Saldrá  lo  que  yo  sospecho.) 
La  trato  yo  como  esclava? 
No  me  vio  siempre  propicio? 

Iba  á  casarla de  oficio, 

porque  ella  no  se  casaba. 
hi  amara  su  corazón, 
ya  el  asunto  era  diverso, 
y  á  no  ser  ruin  y  perverso 


160 

Ignacio. 
Camila. 
Barón. 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


Camila. 


Barón. 


Camila. 
Barón. 


Camila. 

Barón. 

Camila. 


Barón. 


Camila. 

Ignacio. 

Barón. 

Ignacio. 

Camila. 


Barón. 
Camila. 

Barón. 


Camila. 
Ignacio. 
Camila. 
Barón. 

Ignacio. 
Barón. 


el  blanco  de  sa  pasión 

(Ahí) 

(¿Diré....) 

Pero  no  hay  tal. 
Guando  ella  no  dice  nada, 
de  nadie  está  enamorada. 
Corazón  de  pedernal ! 
Ahí  no;  qne,  sensible  y  tierno, 
de  amor  las  leyes  supremas  ' 

ya,  señor 

Vaya  I  no  temas. 
Acaba.  Quién  es  mi  yerno? 
Por  ser  tu  amor  tan  oculto 
traté  con  otro  galán 
y  me  expongo  al  qué  dirán, 

?ero  cuenta  con  mi  indulto, 
adre  miol 

Sólo  exijo 
que  sea  buen  caballero, 
porque  en  esto  soy  severo. 
Con  la  plebe  no  transijo. 

Sí,  BU  nobleza  es  notoria 

Bien. 

T  no  cede  á  ninguna. 
¡  Así  tuviera  fortuna 
como  tiei^e  ejecutorial 
Los  tiempos  no  están  muy  buenos , 
mas  ¡  todo  sea  por  Dios  I 
Al  fin,  si  08  queréis  los  dos, 
todo  lo  demás  es  menos. 
Conque acabemos.  Quién  es? 

[Camila  y  D.  Ignacio  se  miran  como 

indecisos.  El  Barón  se  hace  el  dis» 

traido  y  los  observa  con  disimulo.] 

(Qué  haré?) 

(Yo  tiemblo.) 

(No  digo?) 
Camila! 

Ignacio  I 

[B.  Ignacio  y  Camila  se  animan  mu- 
tuamente con  una  mirada,  danse  las 
manos  y  se  arrodillan  delante  del 

Barón.] 

Eh? 

Conmigo 
le  tiene  usted  á  sus  pies. 
Ah!  Caísteis  en  la  trampa! 
Alzad.  Voto  á  briós!....  Alzad 


[Separándolos.] 

Fuera  esas  manos!  Soltad^ 

ó  ¡por  vida  de  mi  estampa 

¡Padre... 

¡Cómo..... 

•Usted  decia. 
Calle  esa  boca  blasfema. 
Ha  sido  una  estratagema. 
Ha  sido  una  felonía. 
Calla,  libertino!  ¿Así 
pagas  mi  hospitalidad? 


Ignacio.  Pero... 

Barón. 

Camila. 

I  Padre, 
Barón. 
Camila. 


Calla! 

Qwé  crueldad! 

Silencio ! 

Ay  de  mí! 


ESCENA  III. 


EL  BARÓN.  CAMILA.  D.  IGNACIO.   D.  TORIBIO. 


Toribio. 
Barón. 

Ignacio, 
(jámila. 


Barón. 

Ignacio. 

Toribio. 


Barón. 

Ignacio. 
Toribio. 


% 


Barón. 

Toribio. 

Barón. 


Ignacio. 

Éaron. 

Ignacio, 


Barón. 


Qué  es  esto,  señor  Barón? 
Oh  ingratitud !  oh  maldad ! 

Seducir  á  una  inocente 

Yo 

Perdone  usted.  No  hay  tal. 
No  puede  liaber  seducción 
donde  hay  libre  voluntad. 
Calla! 

Nuestro  amor  es  puro 

Ah!....  Se  quieren?  Eso  hay? 

Ya  se  ve;  primos  y  mozos 

No  hay  cosa  más  natural. 
Hola,  y  no  han  perdido  el  tiempo ! 
Tres  días  hace  no  más 
que  don  Ignacio  ha  venido, 
y  se  ha  emparejado  ya. 
Abusando  mdignamente 
de  mi  excesiva  bondad. 
Tío!.... 

Y  bien,  si  ellos  se  adoran, 

ué  sirve  tomarlo  á  mal  ? 

ue  se  casen ,  y  laus  JDeOj 
y  pelillos  á  la  mar. 

Y  á  usted  ¿quién  le  llama  aquí?  • 
Nadie.  Mi  amor  á  la  paz 

Que  se  casen?  No  ha  de  ser 
con  mi  aprobación  jamás. ' 
¡  Entregar  mi  única  prole 
á  un  pobre  pelafustán 
sin  beneficio  ni  empleo 

Y  aun  lo  de  pobre,  tal  cual ; 
pero  haberse  degradado 

a  tal  punto Atrocidad! 

¡  Haber  empañado  el  brillo 
de  mi  gótico  solar 

con  un  borrón Santos  cielos! 

¿Cómo  borrón 

¿Qué  dirán! 
Mi  conciencia  está  tranquila, 

Ír  aunq[ue  desde  tierna  edad 
a  ojeriza  de  la  suerte 
me  ha  perseguido  tenaz , 
de  ninguna  acción  villana, 
tio,  me  puedo  acusar. 
Eso  dices,  mal  sobrino? 
¿No  sé  yo  de  pe  á  pa 
toda  tu  vida  y  milanos 
desde  que  en  hora  fatal 
te  metiste  á  campeón 
de  patria  y  de  libertad. 


£l  qué  dirán. 


Toribio. 


Barón. 


Toribio, 
Barón. 


Camila. 
Barón. 
Camila. 
Barón. 

Camila. 
Barón. 


Ignacio. 

Barón. 
Ignacio. 


Barón, 


Ignacio. 


Barón. 
Ignacio. 


Toribio. 

Barón. 

Toribio. 

Camila. 


y  ya  te  iban  á  prender ,     * 
y  tuviste  que  emigrar? 

Y  ese  es  todo  su  delito  ? 

Vaya!  porque  es  liberal 

Hace  bien 

Seor  mayordomo, 
vayase  usted  á  cuidar 
de  la  despensa. 

Es  que  yo 

No  le  juzgo  criminal 

porque  piense  como  quiera, 

que  yo  también  tengo  acá 

mi  sistema,  y  mi  opinión , 

y  en  todo  ese  guirigay 

de  derechos^  uno  solo 

me  puede,  el  de  la  igualdad. 

Pues  ¿quéle  echa  usted  en  cara? 

Qué  horror  I 

Me  hace  usted  temblar. 
La  bastardía  mayor, 

la  mayor  iniquidad 

¿Es  posible 

¡  Haber  vendido 

gercales  en  Gibraltar!  — 
s  reís? — Se  rie  usted? — 
T  en  mostrador  de  nogal ! 
y  vara  á  vara,  Dios  mió! 
y  recibiendo  quizá 
triste  y  mezquino  salario 
de  algún  nieto  de  Caifas ! 
Huérfano,  expatriado,  pobre, 
qué  habia  de  hacer?  Robar? 
No. 

¿Implorar  de  puerta  en  puerta 
la  pública  caridad, 
ó  pedir  al  extranjero 
la  sopa  de  un  hospital? 
¿No  es  esto  más  vergonzoso 
que  ejercer  con  probidad 
una  profesión  honrada? 

Ya,  sí,  pero el  qué  dirán...., 

tu  cuna Si  fueras  hijo 

de  algún  fulano  de  tal, 

si  no  tuvieras  parientes 

Cuando  estaba  por  allá 
ni  á  mis  cartas  respondieron 
ni  me  enviaron  un  real. 
Yo  no  escribo  á  calaveras. 

Y  es  cosa  muy  singular 
que  me  reprendan  ahora 
porque,  á  solas  con  mi  afán,   '' 
pedí  á  la  razón  consejo 

antes  que  á  la  vanidad. 
Con  el  sudor  de  tu  frente 
el  sustento  ganarás, 

dijo  Dios  al  primer  hombre 

Dale  I  Quiere  usted  callar? 
Es  mucho  moscón  I 

Y  todos 

¡pues I  somos  hijos  de  Adán. 
Pero,  padre,  usted  procede 
con  mucha  parcialidad. 
Si  el  dedicarse  al  comercio 

II. 


Barón. 


Ignacio. 


Toribio. 
Ignacio. 

Barón. 


s 


Ignacio. 
Barón. 


Ignacio. 


Toribio. 


Barón. 


Toribio. 


Barón. 


Camila. 
Barón. 


161 

parece  á  un  barón  tan  mal , 
¿cómo  con  un  comerciante 
me  pretende  usted  casar? 

ün  comerciante marqués! 

¡Una  notabilidad 

mercantil !  Ya  no  desdeña 

la  aristocracia  feudal 

á  la  pecuniaria.  Á  veces 

se  hace  preciso  cruzar 

las  castas,  y  á  casa  vieja 

viene  de  molde  un  puntal; 

mas  de  un  hortera  á  un  marqués 

¡  ahí  es  nada  lo  que  va! 

No  me  ha  sido  á  mí  tan  próspera 

la  suerte.  Con  el  caudal 

que  en  cuatro  años  de  desvelos 

y  ahorros  llegué  á  juntar 

fleté  un  barco  para  América, 

mas  naufragó  el  capitán, 

que  era  también  socio  mió, 

y  sólo  pudo  salvar 

la  vida.  Amigo  infeliz ! 

Y  qué  es  de  él? 

Tres  años  ha 

que  no  me  escribe 

Ahora  bien, 
¿no  es  una  temeridad 
ue  hombre  fallido  se  case? 
tú  no  eres  racional , 
ó  á  la  mano  de  Camila 
desde  hoy.  debes  renunciar. 
Renunciar!  ¿Por  qué,  si  el  alma... 
El  alma  no  come  pan ; 
convengo,  pero  el  estómago 
es  un  terrible  animal, 

y  sine  Cérere  eú  Baco 

Ya  sabes  tú  lo  dema?. 
Mis  méritos  y  servicios 
el  Gobierno  premiará, 
y  entre  tanto,  pues  no  soy 
ni  un  zote,  ni  un  holgazán, 

trabajaré 

Y  á  qué  asunto? 
Vaya,  no  faltaba  más! 

Con  el  dote  de  la  novia 

Don  Toribio,  ó  don  Satán, 
no  me  sea  entrometido , 
que  si  mi  hermana  le  da 
más  alas  que  ha  menester 
un  mayordomo  incapaz , 
á  mí  no  me  mayordoma 
ningún  bigardo. 

Es  verdad, 

Íero  vamos  al  decir 
[e  parece  regular 

[Á  B.  Ignacio.] 

Hasta  que  yo  cierre  el  ojo, 
no  hay  dote. 

Padre!.... 

No  lo  hav- 
Lo  entendéis?  Y  como  pueda 
viviré  más  que  Abraham. 

11 


162 
Camila. 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


Barón. 
ToriHo. 

Barón. 
Camila. 


Barón, 
Camila. 


Barón. 


Camila. 

Barón. 
Ignacio. 
Barón. 
Camila. 


Barón. 


Ignacio. 
Barón. 


Torihio. 

Camila. 

Barón. 

Toribio. 

Barón. 

Toribio. 


Barón. 
Toribio. 


Pues  bien,  ya  que  llega  á  tanto 
la  injusticia  y  la  craeldad 

de  mi  padre ^  está  tomada 

mi  resolución. 

Qué  harás? 
Toma  I  Qué  ha  de  hacer?  Casarse, 

que  después Dios  proveerá. 

Hum! 

N0|  señor,  no  resisto 
la  paterna  autoridad ; 
mas  mi  yida  será  corta. 
¿Cómo 

Á  falta  de  puñal 
ó  de  tósigo  violento  9 
el  dolor  me  matará, 
y  usted  y  que  viva  me  aflige, 
mañana  en  mi  funeral 

verterá  tardías  lágrimas 

Jesús,  qué  barbaridad! 
Mas  no  lo  creo;  |Á  veinte  años 
morirse  sin  más  ni  más  I 
Sí  señor,  mas  sin  venganza 
no  veré  la  eternidad. 
Conato  de  parricidio ! 
Camila ! 

Venganza Cuál? 

Porque  es  poore  y  fué  tendero, 
por  un  vano  qué  dirán 
no  quiere  usted  que  á  mí  primo 
llame  esposo  en  el  altar. 
Pues  bien,  si  virgen  y  mártir 
muero  en  la  flor  de  mi  edad, 
ese  primo,  ese  tendero, 
ya  que  no  yerno,  será 
del  harón  que  le  desprecia 
heredero  universal. 

ÍQué  oigo!  No  habia  pensado 
ntriga  de  Barrabas ! 

Mas  yo  intrigaré  también 

para  que  ese  perillán 

no  me  herede.  La  vacante 

de  mi  tálamo  nupcial 

ocupará  una  maarástra, 

y  si  fruto  no  me  da 

de  bendición  masculina , 

vive  Dios  que  soy  capaz 

¡Tío 

Vete  de  mi  casa 
y  no  vuelvas  á  su  umbral 
en  los  días  de  tú  vida. 

Eh,  señor!  No  sea  tan 

Padre! 

Afuera!  Afuera  digo! 
Sí?  Pues  se  irá,  y  no  se  irá. 
Eh?  Qué  quiere  decir  eso? 
Este  piso  principal 
es  de  usía  y  de  su  hermana, 
porque  paga  la  mitad; 
y  si  usía  echa  de  un  lado 
a  su  sobrino  camal , 
yo  le  recibo  en  el  otro. 
Cómo?  Con  qué  autoridad? 
En  nombre  de  mi  señora. 


Barón.    Habrá  idiota  más  audaz? 

Toribio.  T  si  no,  en  mi  nombre  propio, 
que  ya  me  canso  de  andar 
con  repulgos  de  empanada. 

[Mientras  disputan  el  Barón  y  don 
Toribio,  hablan  en  secreto  D.  Ignacio 

y  Camila.] 


Toribio. 


Barón. 


Barón.    Insolente !  Ta  sabrá 

mi  hermana 

Cuando  yo  lo  bago 
sé  lo  que  me  hago,  y  tres  más, 
y  se  acabó.  En  esta  sala, 

3ue  es  el  terreno  neutral, 
ofendamos  el  común 
derecho  de  vecindad. 
Mande  usía  en  la  derecha 
y  déjeme  á  mí  mandar 

el  ala  izquierda,  y 

Bergante ! 
Toribio.  Tengamos  la  fiesta  en  paz. 
Barón.    Ta  se  me  sube  á  las  barbas ! 
¿T  no  ha  de  haber  tribunal 
que  tanta  audacia  castigue? 

[Á  D.  Ignacio  y  á  Camila.] 


Qué  hacéis?  ¡Por  vida Apartad! 

[Á  D.  Ignacio.] 
Afuera ! 

\Mostranio  la  puerta  de  la  izquierda.] 

Adentro. 

Mil  gracias. 
Le  obedeces?  No  te  vas? 
¿  Qué  quiere  usted !  Soy  amante, 
y  pues  á  escoger  me  dan 
entre  no  ver  á  mi  prenda 

y  verla 

No  la  verás. 

[Á  Camila,] 

Anda  á  estudiar  tu  lección 
de  geografía. 

¡Papá 

Y  si  sales  de  tu  cuarto 
sin  mi  permiso  especial, 

te  encerraré  en  la  guardilla. 
No ,  señor.  Eso  seró 
si  quiere  quien  puede. 

¿Cómo! 

La  guardilla  es  propiedad 
de  ambos  sexos;  es  decir, 

de  usía  y  de 

¡Voto  á  san 

Y  de  su  hermana  y  señora 
mia. 

Malditos  seáis 
mi  hermana  y  tú. 

Adiós ! 

Adiós! 


I 


Toribio. 

junado. 

Éaron. 

Ignacio. 


Barón, 


Camila. 
Barón. 


Toribio. 

Barón. 
Toribio. 


Barón. 
Toribio. 

Barón. 

Camila. 
Ignacio, 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


163 


Barón .    [Smfujando  á  Camila  hici^  la  purria 

de  la  derecha.] 
Vete! 

Camila.  i  Mí  bien 

Ignacio.  \  Dalce  imán 

Barón,    Anda  I — Vamos ! 

Ignacio.  Serás  fiel? 

Camila.  Siempre! 

Barón.  ¡Vive  Dios , 

Camila.  Ahí 

Ignacio.  Ah  I 


ESCENA  IV. 

■ 

EL  BARÓN,    D.  TORIBIO. 

Barón.    Ahora  canta  usted  yictoria 
porque  yo  no  quiero  dar 
escándalo;  pero  luego 
ya  veremos  si  usted 

ToriUo.  .  Bahl 

Querrá  usted  desafiarme? 

Barón.    No,  que  hombres  de  calidad 
no  se  baten  con  villanos ; 
pera  un  juez 

ToriUo.  Quite  usté  allá ! 

Lo  que  no  haffa  la  prudencia , 
lo  hará  un  falTo  judicial? 


Bah  I  ¡  Si  hemos  de  ser  al  fin 

muy  amigos 

Barón.  ¿Cómo 

Toribio.  Bah! 

Barón.    To  amigo  de  usted? 

Toribio.  Sí,  hombre. 

Y  ¿quién  sabe  si  algo  más? 

[Ri¿fídose.\ 

Ja,  ja Abur,  Barón.  Je,  je.... 

Barón.    ¡Hem 

Toribio.  Que  no  haiga  novedad. 


ESCENA  V. 

EL  BARÓN. 

¡Y  se  me  rie  el  mastuerzo 
cuando  estoy  hecho  un  volcan  I 
Ah  hermana ! .. .  Estamos  medrados  I 
¿Ya  no  puedo  yo  mandar 
en  mi  casa?  No  hay  remedio: 
6  esa  gente  contumaz 
me  hace  escarnio  de  Madrid , 
ó  me  tenc^  que  mudar. 

Preciso!  Hoy  tomo  otro  cuarto 

Válgame  Dios!  ¿Qué  dirán! .... 
Y  si  en  Madrid  no  lo  encuentro 
me  empadrono  en  Fuencarral. 


ACTO  SEGUNDO. 


Sala  diferente  de  la  del  acto  primero.  Puerta  a  la  derecha  y  otra  a  la  izquierda.  Entre 

otros  muebles  habrá  una  mesa  con  recado  de  escribir. 


ESCENA  I. 

EL  BARÓN.    DOÑA  ROSALÍA. 

[Aparecen  sentados.] 

Barón .    Esto  ha  pasado  en  tu  ausencia. 
No  creo,  ni  por  asomo, 
que  del  zafio  mayordomo, 
apruebes  tú  la  insolencia; 
y  si  quieres  aue  no  estalle 
una  guerra  fratricida, 
te  aconsejo  por,  tu  vida 
que  le  plantes  en  la  calle. 

Rosalia.  Ño  es  tan  grave  su  delito 

?ue  merezca  ese  rigor, 
roteger  á  un  seductor! .... 
Rosalia.  Vaya,  eso  no  vale  un  pito. 
Prescindo  de  tu  injusticia 


como  padre  y  como  tío; 
dejo  aparte  el  desvarío 
de  tu  orgullo  y  tu  codicia; 
que,  aunque  tú  tanto  reparas 
en  lo  que  nacen  los  demás, 
yo  no  me  meto  jamás 
en  camisa  de  once  varas; 
mas  también  me  llama  tia 
Ignacio,  y  pues  tú  le  arrojas 
de  tu  casa,  ¿á  qué  te  enojas 
si  yo  le  amparo  en  la  mia? 

Barón.    Es  una  casa ,  y  son  dos , 
mujer:  np  lo  consideras? 
Si  en  otra  parte  vivieras....; 
muy  lejos....,  anda  con  Dios! 

Rosalia.  El  remedio  es  fácil. 

Barón.  Sí? 

Cuál? 

Rosalia.  ¿Quién  te  estorba  el  mudarte.  •  i 


161 

Barón. 
Jtosalia. 

Barón. 


Jtosalia. 

Barón. 

Rosalía. 
Barón. 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


Rosalía. 
Barón. 


RosaUa. 

Barón. 

Rosalía. 

Barón. 
Rosalía. 

Barón. 
Rosalía. 


Barón. 


Adonde? 

Á  cualquiera  parte. 
Yo  me  encuentro  bien  aquí. 
En  hora  menguada  y  triste 
me  vine  á  yiyir  contigo, 
descastada! 

Pues ,  amigo, 
Tete  por  donde  viniste. 
Veinte  años  lejos  de  ti, 
mal  te  conocia  vo. 
Aquí  nadie  te  llamó. 
Ni  yo  quiero  estar  aquí. 
Mas  mientras  hallo  vivienda , 
pues  no  es  justo  que  á  un  mesón 
se  vaya  todo  un  barón , 
dirimamos  la  contietida. 

Yo  no 

Deja  que  me  explique. 

[Mostrando  la  puerta  de  la  izquierda.} 

Un  tabique  en  esa  pieza , 
que  costará  una  simpleza, 
y  en  mi  alcoba  otro  tabique..... 
I  las  luces?  Y  el  balcón? 
Yo  SOY  el  que  á  oscuras  quedo. 
Nada!  yo  no  me  emparedo 
por  una  necia  aprensión. 


!> 


ero,  mujer. 


Rosalía. 

Barón, 

Rosalía. 

Barón. 

Rosalía. 

Barón. 

Rosalía. 


Barón. 

Rosalía. 

Barón. 

Rosalía. 

Barón. 

Rosalía. 

Barón. 


Rosalía. 

Barón. 

Rosalía. 


No  hay  que  hablar 
de  tal  cosa. 

Escucha 

No. 
Encierra  á  tu  hija,  que  yo 
no  me  quiero  apelillar. 
Bien ,  no  tengamos  quimera , 
mas  despide  á  ese  criado 

Íue  al  respeto  me  ha  faltado, 
^ame  ese  gusto  siquiera. 
Eh!  no  hay  respeto  que  valga. 
Tü  no  le  pagas  salario. 
Pero  es  hombre  mercenario 

y  debe  á  mi  sangre  hidalga 

Nada. 

¿Qué  oigo!  Oh!  ¿qué  dirán 

No  importa. 

A  un  bruto  defiendes ! 
No  me  le  ultrajes;  entiendes?, 
ó  los  sordos  nos  oirán. 
Aunque  humilde,  es  bien  nacido. 

Pero  ¿.qué  ínteres 

Lo  extrañas  ? 

Es tu  amante? 

No  te  engañas. 
Cielo! 

Y  será  mí  marido. 
Mleirido  tuyo  ese  abanto? 
Que  así  una  pasión  te  venza  I 
No  te  mueres  de  vergüenza? 
Bobada ! 

Qué  horror!  qué  espanto! 
Aunque  no  te  agrade  a  ti, 
su  amor  será  mi  placer. 


Barón. 

Rosalía. 

Barón. 

Rosalía. 

Barón. 

Rosalía. 

Barón. 
Rosalía. 


Barón. 

Rosalía. 
Barón. 
Rosalía. 
Barón. 


Rosalía. 


Barón. 
Rosalía. 


Barón. 

Rosalía, 

Barón. 

Rosalía. 


Pero  ¿qué  dirán,  mujer! 
Pero  ¿qué  se  me  da  á  mí? 
Yo  le  conocí  lacayo ! 
Así  tu  blasón  injurias  1 
Toribio  nació  en  Asturias. 
Quizá  es  nieto  de  Pelayo. 
Funesto  afán  de  marido ! 
Harás  que  Madrid  se  asombre. 
Yo  me  caso  con  un  hombre , 

Íno  con  un  apellido, 
ero  I  qué  hombre! 

Yo  me  entiendo. 
Soy  mayor  de  edad ,  y  es  justo 
que  haga  yo  mi  santo  gusto, 
pues  ni  á  Dios  ni  al  mundo  ofendo. 
Casamiento  baladí ! 

Un  idiota 

Están  galán!....     ' 
Pero,  mujer,  ¿qué  dinin! 
Pero  ¿que  se  me  da  á  mi? 
Ya  veo  que  te  aburrías 
de  vivir  en  soledad, 
y  conozco  que  á  tu  edad 
no  hay  que  pedir  gollerías; 
mas  si  anhelabas  tan  pronto 
cambiar  el  luto  en  bureo, 
casáraste  con  un  feo, 
con  un  pobre ,  con  un  tonto; 
pero,  que  fuese  siquiera 
un  hidalgo  segundón , 

y  no  ese guardacantón 

rústico  y  de  baja  esfera. 

¿Querías  que  me  casase 

por  ventura  con  un  mono 

sin  más  título  de  abono 

que  ser  de  elevada  clase? 

¿Con  un  fatuo  libertino 

que  mis  rentas  consumiera 

en  vestir  á  una  ramera, 

y  en  la  ópera  y  el  casino? 

10  prefiero,  pues  me  adora, 

á  un  hombre  honrado  y  sencillo, 

y  si  en  la  corte  no  brillo, 

seré  en  mi  casa  señora. 

En  esto  mi  dicha  fundo. 

Y  al  mundo  no  temes?  Di. 

Yo  me  caso  para  mí; 

no  me  caso  para  el  mundo. 

Tranquila  está  mi  conciencia, 

soy  libre  y  tengo  dinero; 

¿y  no  he  de  hacer  lo  que  quiero 

sin  pedirte  á  ti  licencia? 

Ni  pongo  rey,  ni  lo  quito. 

Quien  no  apruebe  este  sistema, 

que  me  deje  con  mi  tema , 

que  yo  á  nadie  necesito. 

¡Yo  llamar  á  un  oso  astur 

cuñado ! 

Lo  dicho,  dicho. 
Torpe  y  bárbaro  capricho ! 
Basta  de  sermón.  Abur. 


Blas. 
Barón. 


Barón. 


Marq. 

Barón. 
Marq. 
Barón. 
Marq, 


ESCENA  11. 


EL  BARÓN. 


¡Oye,  escacha Rosalía!.. 

Se  ya  la  zaina  en  sus  trece. 
Yaya,  imposible  parece 

3De  ella  sea  hermana  mia. 
esus,  Jesús,  qué  demencia! 
dar  su  mano  á  ese  menguado  !- 
Pero  á  bien  qae  en  el  pecado 
llevará  la  penitencia. 
Hay  mujer  más  mentecata? 
Antes  que  se  acabe  el  mes, 
dejará  de  ser  quien  es 
Toribio,  ó  saca  la  pata. 
Ahora  sí  que  es  honor  mió 
alejarme  de  su  lado, 
y  más  cuando  me  han  jugado.. 


EL  QUÉ  DIRÁN. 

Barón. 

Marq. 
Barón. 


•  •i 


ESCENA  ni. 

EL  BARÓN.     BLAS. 

El  marqués  de  Pozo-frio. 

Dile  que  entre. — i  Voto  á  san..... 

[  Vase  Blas.] 

Ya  olvidaba Esa  chiquilla.... 

¿Qué  diré La  negra  honrilla. 

Mi  palabra El  qué  dirán 


Marq. 


Barón. 


Marq. 
Barón. 


ESCENA  IV. 

EL  BARÓN.    EL  MARQUÉS. 


Marq.     Señor  Barón ! 


SiUas. 


Oh  Marqués  I — 


Barón. 
Marq. 


[  Vuelve  Blas,  acerca  sillas  y  se  retira. 
El  Marqués  y  el  Barón  se  sientan.] 

(To  no  doy  mi  brazo 
á  torcer.)  Qué  tal,  amigo? 
¿Se  va  usted  aclimatando 
en  Madrid? 

To  me  hallo  bien 
en  todos  los  climas. 

Bravo  I 

Acostumbrado  á  viajar 

iHa  llegado  ya  aquel  barco 

xa  está  surto  en  Cádiz ,  libre 
de  piratas  y  naufragios , 
y  con  él  lo  que  restaba 
de  mi  capital ,  pues  trato 

de  abandonar  el  comercio 

Bien  I 

T  hacerme  propietario. 


Marq. 


Barón. 

Marq. 
Barón. 


Marq. 


Barón. 
Marq. 


165 

Mejor!  (¿Y  un  yerno  como  este 
se  me  irá  de  entre  las  manos  1 ) 
¿Ha  hablado  usted  con  Camila 

de  aquel  asunto 

Sí,  algo 

le  he  dicho.  La  chica f¿Cdmo 

saldré  yo  de  este  pantano?) 
La  chica  le  aprecia  á  usted , 
y  le  haria  mucho  agravio 
en  no  apreciarle. 

Ese  aprecio 
me  envanece.  Sin  embargo, 
es  natural  que  yo  aspire 
á  un  afopto  menos  vago, 
más  tierno;  al  amor  sincero 
que  me  inspiran  sus  encantos. 
Lo  que  es  la  palabra  amor, 
no  sé  si  la  ha  pronunciado. 

Ta  ve  usted,  el  ruborcíUo 

Como  tiene  pocos  años 

Bastantes  son  para  amar. 

No  digo  yo  lo  contrarío, 

mas  yn  padre  siempre  impone  j, 

y  cuesta....,  así....,  cierto  empacho 

el  confesar Pero  yo 

soy  fisonomista  práctico^ 
y  en  sus  ojos  conocí 
que  no  oyó  con  desagrado 
la  proposición. 

Los  ojos  • 
no  hablan  en  buen  castellano, 
señor  Barón.  Yo  prefiero 
el  lenguaje  de  los  labios. 
jEs  tan  elocuente  á  veces 
el  silencio !  Hay  un  adagio 
que  dice :  quien  calla  otorga. 
Señor  Barón  ^  vamos  claros. 

Quien  calla no  dice  nada. 

A  tener  ella  reparo 
en  casarse  con  usted, 
lo  hubiera  manifestado; 
mas  lejos  de  ser  así, 
conozco,  y  puedo  jurarlo, 

?ue  la  cnica  le  ama  á  usted. 
Yo  miento  como  un  bellaco, 

pero  el  qué  dirán )  Y  en  fin, 

basta  que  sea  el  contrato 
de  mi  g^sto  para  que  ella 
no  rehuse  á  usted  su  mano; 

que  es  obediente  y  humilde 

rotro  embuste  diplomático.) 
No  quisiera  que  cediese 
á  ningún  respeto  humano; 
que  yo  también  tengo  orgullo, 
y  aunque  es  poco  lo  que  valgo, 
para  unirme  a  una  mujer 
con  indisoluble  lazo 
he  menester  algo  más 
que  la  firma  del  vicario. 

Pero  si  ella Cuando  digo 

(¡Ese  picaro  de  I^acio ) 

Usted  quizá....,  sin  que  yo 
le  tenga  por  un  avaro, 


166 


EL  QUE  DlRÁiN. 


Barón. 


Marq. 

Barón. 
Marq. 


Barón, 

Marq, 
Barón. 


Marq. 
Sarqn. 


tendrá  empeño  en  esta  boda 
porque  se  habrá  figurado 
que  estoy  nadando  en  millones. 
No  soy  ningún  perdulario, 
y  no  echaría  de  menos 
su  hija  de  usted  á  mi  lado 
ni  de  su  padre  el  cariño, 
ni  de  su  casa  el  regalo; 
pero  ha  de  saber  usted 
que  no  soy  tan  millonario 

como  parece,  y  que  yo 

Por  Dios ,  Marqués  I  Dónde  estamos? 

¿Piensa  usted  que  el  interés 

Yo  también  voy  á  ser  franco. 
Á  pesar  de  ser  quien  soy, 
y  de  todo  mi  boato, 
mis  rentas,  amigo  mió, 
están  en  pésimo  estado, 
y  los  pleitos  me  devoran. 
Cosa  rara ! ;  y  entre  tanto, 
mantengo  administradores 
que  gastan,  sólo  en  el  plato, 
más  que  yo  en  mesa,  carruaje, 
sastre,  casero  y  teatro. 
Pero  mis  bienes  radican 
en  Soria  y  tierrii  de  Campos, 
y  yo  resido  en  Madrid. 
Quién  vive  en  aquellos  páramos? 
Y  luégo^  á  mí  no  se  me  hable 
de  presupuestos,  ni  cálculos, 

ni  reformas,  ni ¡Es  todo  eso 

tan  plebeyo,  tan  prosaico!...; 

No,  señor.  ¿Qué  se  diría 

¡  Sobre  que  yo  no  me  amaño 
para  esas  cosas! ....  \Y  tengo 
tanta  afición  al  descanso!.... 
Así  usted  no  extrañará, 
si  medita  este  preámbulo, 
que  el  dote  de  la  muchacha 

sea 

En  eso'lio  reparo, 
mas  quisiera  averiguar 
si  soy  ó  no  soy  amado. 

¿Quién  duda 

Que  de  otro  modo 
me  expongo  á  un  terrible  chasco. 
Ya  que  usted,  padre  solícito, 
el  desenlace  ha  forzado 
del  drama  y,  contra  las  reglas, 
nos  casa  en  el  primer  acto, 
llame  usted  á  la  futura 

y  de  su  boca  sepamos 

Dispénsela  usted  por  hoy. 

Está  indispuesta.  Un  catarro 

Hay  calentura?  Está  en  cama? 
Sí,  señor,  mas  no  hay  cuidado. 

Se  ha  puesto  unos  sinapismos 

Va  mejor. ....  Está  sudando 

(Quien  suda  soy  yo.) 

Pues  siento 

sobremanera 

Un  espasmo 


ESCENA  V. 


EL  BARÓN.  EL  MARQUÉS.  BLAS. 


1 


Blas. 
Barón. 

Blas. 


Marq. 
Barón. 

Marq. 
Barón. 


Ahí  está  el  procurador 

¡Venir  ahora  á  estorbarnos 

Que  vuelva 

Dice  que  es  cosa 
urgente,  y  que  es  necesario 

aue  le  oiga  usía  un  momento;.... 
despáchele  usted. 

Qué  diablo!.... 

Usted  me  ha  de  perdonar 

No  hay  de  qué 

Vuelvo  volando. 


Marq. 
Camila. 

-Marq. 
Camila. 

Marq. 

Camila. 

Ma/rq. 
Camila. 

Marq. 
Camila. 


ESCENA  VL 

EL  MARQUÉS.    CAMILA. 

No  he  visto  en  todos  mis  viajes 
hombre  más  estrafalario. 

[Saliendo  de  puntillas  por  la  puerta 
de  la  derecha.] 

Marqués 

Señorita !  ^  Cómo 

Se  cura  usted  por  ensalmo? 

[Á  media  voz.] 

No  hay  tal  catarro,  ni  tales 
sinapismos. 

Mucho  extraño 

que  el  Barón 

Tengo  que  hablar 

con  usted 

Bien  está.  ¿Cuándo 

Pronto.  Si  sale  mi  padre, 
vuelva  usted... 

Sí,  mas  no  alcanzo. . . 
Que  viene  I  Silencio  I  Adiós. 


[  Vase  corriendo  por  la  mismaptterta.] 
Marq.     Ayl  Esto  se  pone  malo. 


ESCENA  VIL 

EL  MARQUÉS.    EL  BARÓN. 

Barón .    Malditos  sean  los  pleitos 

Hoy  va  á  pronunciarse  el  fallo 
sobre  el  más  interesante 
de  los  mios,  que  son  cuatro, 
y  como  de  esas  mecánicas 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


Marq. 
Barón. 


Marq, 
Barón, 
Marq, 
Barón, 


yo  nunca  me  cuido,  el  santo 

se  me  fué  al  cielo Ese  tio 

ha  Tenido  á  recordármelo 

Los  momentos  son  preciosos. 
La  parte  contraria  es  pájaro 
de  cuenta Perdone  usted. 

[Toma  el  sombrero  y  el  bas6<m,] 


Mi  defensor  está  abaio 

Tengo  que  hablar  á  los  jueces , 
aunque,  á  la  verdad ,  es  paso 

que  me  repugna 

Por  mí 
no  hay  que  detenerse.  Vamonos. 

To  siento Pero  otro  dia 

hablaremos  más  despacio. — 
8i  usted  quiere  honrar  mi  coche. 


No.  Yo  voy  por  otro  lado. 

Pase  usted 

No.  Usted  primero. 
Pues  los  dos  á  un  tiempo.  El  brazo. 

[Toma  el  brazo  del  Marqués  y  vanse 
juntos,  y  al  mismo  tiempo  asoma 

Camila.] 


ESCENA  VIII. 


CAMILA. 


Los  dos  se  van.  Qué  manía! 
I  Qué  empeño  tan  temerario 
de  casarme  con  ese  hombre  I 
Pues  ¿no  le  he  dicho  bien  claro 

que  no  puedo,  que  amo  á  otro 

¿Áqué  con  esos  engaños 

alimentar  la  esperanza 

del  Marq  ués ,  si  al  fin  y  al  cabo 

ha  de  saber  la  verdad? 

To  tendré  que  darle  el  traRo. 

¿Qué  he  de  hacer!  Si  es  caballero 

no  lo  tendrá  por  agravio, 

y  antes  me  agradecerá 

2ue  le  libre  del  escarnio 
que  mi  padre  le  expone  ^ 
por  terquedad,  por  un  falso 

pundonor i  No  hago  bastante 

en  renunciar  á  mi  Ignacio 
hasta  que  luzca  Qtro  sol 
más  dichoso  para  entrambos, 

sino  que  también La  puerta 

me  parece  que  ha  sonado. 

[Acércase  d  la  dé  la  izquierda.] 

Él  es Pobre  caballero ! 

Le  voy  á  dar  un  mal  rato. 


Marq. 


Camila, 

Marq, 

Camila. 


Marq, 


Camila, 

Marq, 
Camila. 


Marq. 
Camila, 

Marq, 


Camila. 


Marq, 
Camila. 


Marq. 
Camila, 

Marq. 
Camila. 


ni 


ESCENA  IX. 

CAMILA.    EL  MARQ.UÉS. 

Ya  lo  ve  usted,  en  un  verbo 
doy  vuelta  y  cumplo  la  cita. 
¿Qué  manda  usted,  señorita, 
á  su  más  humilde  siervo? 
Marqués ,  quien  ruega  no  manda. 

¡usted  rogarme 

Sí,  áfe, 
y  por  feliz  me  tendré 
si  usté  accede  á  mi  demanda. 
Á  la  bella  que  es  mi  encanto 
desairar  fuera  delito 

cuando 

Es  que  yo  solicito 
que  usted  no  me  quiera  tanto. 
Extraña  solicitud! 
Sí,  que  exponerme  no  quiero 
á  que  tan  buen  caballero 
me  acuse  de  ingratitud. 
Entiendo. 

Usted  no  se  asombre, 

pero  ha  llegado  la  hora 

Eso  se  llama,  señora, 
dar  calabazas  á  un  hombre , 
pero  con  tanto  primT>r 
y  tan  natural  donaire, 
que  viste  usted  el  desaire 
con  las  galas  del  favor. 
Aunque  quejarme  quisiera 
me  quita  usted  la  ocasión; 
mas  ¿cómo  con  el  Barón 
no  ha  sido  usted  tan  sincera? 
Bien  que  ya  mi  inicio  alcanza 
que  usted  lo  ha  necho  quizás 

Sor  darme  esa  prueba  más 
e  amistosa  confianza. 
Mi  señor  padre  no  quiso, 
cual  pudo  y  lo  sabe  Dios , 
evitarnos  á  los  dos 
este  duro  compromiso. 
Sólo  mi  dicha  pretende ; 
de  ahí  nace  su  error  fatel , 
y  yo  me  he  explicado  mal 
ó  mi  papá  no  me  entiende. 
Él  procede  sin  malicia. 
No  le  culpe  usted,  ah!  no, 
que  la  culpada  soy  yo 
en  no  hacerle  á  usted  justicia. 
Otra  dedada  de  miel. 
Usted  merece  la  palma, 
pero  amor  manda  en  el  alma, 
y  el  alma  no  manda  en  él. 
X  a. 

Crea  usted  que  es  mi  anhelo 
ser  su  amiga. 

¡Eso  es  tan  soso 

T  usted  será  muy  dichoso 
si  oye  mis  votos  el  cielo. 


168 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


Marq. 


Camila. 

Marq. 

Camila. 

Marq. 

Camila. 

Marq. 

Camila, 

Marq. 
Camila. 

Marq. 


Camila. 
Marq. 

Camila. 

Marq. 

Camila. 
Marq. 

Camila. 
Marq. 

Camila. 


Marq. 


En  pedinne  para  esposa 
usted  me  hace  samo  honor, 
lo  confieso  con  rubor.  —     • 
No  puedo  hacer  otra  cosa. 
T  SI  á  usted  ya  no  rendí 
mí  corazón,  no  es  desden; 
es  que  le  trata  muy  bien 
el  galán  á  quien  le  di. 
Esa  es  razón  concluyente. 
Y  ¿quién  es  ese  buen  mozo? 
Dígalo  usted  sin  rebozo 
á  un  amigo....,  á  un  confidente. 
Fuera  infiel  si  le  negara. 
Sin  blasonar  de  ricoshombre, 

es  noble,  honrado 

Su  nombre? 
Don  Ignacio  de  Guevara. 
¿Qué  oigo!  Guevara?  Está  aquí? 
Tres  dias  ha  que  ha  llegado. 

¿Sí  será Estaba  emigrado? 

Sí. 

[Enseñando  i  Camila  un  papel.] 

Es  esta  su  firma? 
[Reconociéndola.]        Sí. 
Don  Ignacio  es  primo  mió; 
mi  apellido  es  el  que  lleva. 
Sólo  por  barón  de  Nieva 
conocía  yo  á  su  tío. 

No  es  mucho { Gracias  á  Dios 

que  pareció!  Nos  veremos 

Pero  ¿qué  asunto 

Tenemos.'.... 
que  ajustar  cuentas  los  dos. 
nTo  no  sé  lo  que  me  pasa.) 

Pero  ¿no  podré  saber 

Ahora  no.  No  es  menester 

Dónde  vive? 

Aquí. 

Está  en  casa? 

Tengo  que  darle  un  aviso 

Salió.  Pero ¿qué  intenciones 

Le  pondré  cuatro  renglones 
si  usted  me  da  su  permiso. 
Está  bien. 

[El  Marqués  se  sienta  i  la  mesa  y  es- 
cribe.] 

Mas  ¿no  pudiera 

decirle  y  o 

Necesito 
explicarme  por  escrito. 

[Ohservindola.] 


¿Si  será  enemigo  suyo 
este  hombre  y  querrá....) 
Marq.  Concluyo, 

que  no  quiero  ser  molesto. 


Camila. 

Marq. 

Camila. 

Marq. 

Camila. 
Marq. 


[Cierra  la  esquela  y  se  letanía.] 

(La  vida  tengo  en  un  hilo.) 

Pero,  señor,  ¿qué  misterio 

Señora,  es  asunto  serio 

y  exige  mucho  sigilo.' 

Yo  soy  prudente.  Marqués, 

y 

Ya  es  larga  la  visita. 
Déle  usted  esta  esquelita. 

Pero 

Beso  á  usted  los  pies. 


(Blanca  está  como  la  cera.) 
Camila.  (Dios  mío!  Qué  será  esto? 


ESCENA  X. 

CAMILA. 

¿Qué  le  dirá  en  esta  carta 

que  no  me  es  lícito  abrir? 
Un  desafío....,  ó  ¿quién  sabe 

si  otra  venganza  más  ruin 

Cuando  el  nombre  de  mí  Ignacio 
me  oyó  pronunciar,  le  vi 

tan  turbado,  tan  inquieto 

Y  no  dijo  con  buen  fin : 
«Tenemos  que  ajustar  cuentas 
los  dos....»  Ay  triste  de  mí! 
No  hay  duda;  aquí  le  provoca 
á  injusta,  sangrienta  lid. 
¿En  oué  ha  podido  ofenderle 
mi  pobre  Ignacio,  que  así 
le  persigue  su  rencor? 
Yo  no  sé  qué  presumir. 
Pero  está  celoso,  y  basta. 
Hombre  inhumano,  hombre  vil!.. 
De  mi  desden,  vida  mía, 
se  quiere  vengar  en  tí. 
Ay  I  yo  tiemblo.  ¡Cuántas  veces 
del  valor  triunfa  el  ardid ! 

Tu  sangre ¡Primero  yo 

muera  mil  veces  y  mil! 
Oh  dolor !  oh  duda  amarga ! 

[Mirando  la  caria.] 

No  me  atrevo Él  no  está  aquí. 


[Cayendo  desconsolada  en  una  silla.] 

I  Santo  Dios,  tened  piedad 
de  esta  mujer  infeliz! 


j 


EL  QUÉ  DIRAN. 


169 


ACTO    TERCERO. 


Sala  en  la  parte  de  habitación  que  corresponde  a  doña  Rosalía.  Tuerta  a  la  derecha^  que 
es  la  misma  que  estaba  a  la  izquierda  en  el  acto  primero^  otra  en  frente  y  otra  en  el  foro. 


ESCENA  I. 

DOÑA  ROSALÍA.     D.   TORIBIO. 

[Doña  Rosalía  está  en  traje  de  calle.] 


JtosaUa. 


Toribio. 


Rosalia, 
Toríüo. 


Roealia. 


Toribio. 
Rosalía. 


Toribio. 


Rosalia. 


Mañana,  mañana  mismo. 
Ahí  queda  sobre  la  cómoda 
mi  partida  de  bautismo; 

Ír  pues  ya  por  el  correo 
a  tuya  ha  venido,  cúmplase, 
Toribio,  nuestro  deseo. 
Por  mi  parte,  ahora,  al  punto; 
mas  todavía  está  próximo 
el  entierro  del  difunto. 
Y  qué  importa  ? 

Sí  por  cierto. 
Cuatro  meses  hizo  el  sábado 
que  San  Luis  tocóle  á  muerto; 
y  la  gente,  que  presume 
que  eres  un  valle  de  lágrimas 
y  la  pena  te  consume, 
qué  dirá?  Que  ambos  á  dos 
ni  amor  tenemos  al  prójimo 
ni  justo  temor  de  Dios. 
Eso  me  dices,  Toribio? 
Debieras  brincar  de  júbilo  ^ 
y  te  me  muestras  tan  tibio? 

Tibio?  No  tal 

Si  de  mí 
naciera  ese  vano  escrúpulo, 

Ía  entiendo ;  pero  ¡  de  ti ! 
or  tibieza  no  lo  digo, 
mas  temo  que  en  los  periódicos 
la  tomen  luego  contigo. 
Lo  que  es  yo ,  no  tengo  miedo 
de  vivir  como  un  canónigo 
de  Sevilla  ó  de  Toledo» 
ni  de  que  el  vulgo  se  ria 
y  diga  que  soy  un  zángano ; 

mas  ¡tu  opinión,  Rosalía 

Tampoco  á  mí  me  incomoda 
que  la  envidia  me  haga  sátiras 
cuando  publique  mi  boda. 
Ni  me  (][uitau  ni  me  daii. 
Harto  tiempo  he  sido  víctima 
de  ese  pueril  quó  dirán. 
Por  él  me  casé  á  disgusto 
con  un  marido  antipático 
en  el  genio  y  en  el  busto. 
Me  dio  una  vida  de  perros, 


i 


I  mas  me  precio  de  católica 

y  le  perdono  sus  yerros. 
Qué  más  he  de  hacer,  Toribio? 
¿Me  he  de  encerrar  en  su  túmulo 
siendo  su  muerte  mi  alivio? 
Cuando  el  corazón  se  alegra 
¿no  es  una  farsa  ridicula 
cubrirse  de  saya  negra? 
Aunque  ellas  digan  que  no, 
más  ae  dos  viudas  hipócritas 
harian  lo  que  hago  yo. 
Que  me  miren  de  soslayo, 
que  murmuren.  ¿No  me  es  lícito 
hacer  de  mi  capa  un  sayo? 
En  fin,  me  quiero  casar. 
Ni  las  leyes  ni  los  cánones 
me  lo  pueden  estorbar; 
así  que  te  dé  la  mano 
[e  hemos  de  cantar  un  trágala 
al  quijote  de  mi  hermano. 
Toribio.  Yo  de  otra  suerte  discurro , 
pero  con  esas  retóricas 
me  haces  caer  de  mi  burro. 
Cumple  tu  gusto  y  tu  sino. 
Si  Madrid  te  importa  un  rábano, 
á  mí  n;e  importa  un  pepino. 
Dios  nos  dé  mucha  salud, 
á  nosotros  en  el  tálamo 
y  al  muerto  en  el  ataúd. 
Pero  antes  vamos  á  cuentas ; 
no  nos  casemos  el  miércoles, 
y  el  domingo  te  arrepientas. 
Ten  presente ,  dulce  amor , 
que  tú  eres  hija  de  un  título 
y  yo  de  un  tosco  aguador. 
Y  mira,  antes  que  me  encumbres, 
si  cuando  nos  case  el  clérigo 
casará^  nuestras  costumbres. 
Rosalia.  Eso  no  te  dé  temor, 

que  de  mavores  obstáculos 
sabe  triunfar  el  amor. 
Si  tenemos  fe  y  constancia, 
nuestra  indulgencia  recíproca 
allanará  la  distancia. 
Si  alzo  yo  el  vuelo  atrevido, 
me  recuerdas,  sin  escándalo, 
tus  derechos  de  marido; 
y  vo  con.  una  palabra 
sabré  moderar  tus  ímpetus 
si  tira  al  monte  la  cabra. 
Mas  pronto  conseguiré 


170 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


Taridio. 


que  te  afines  y  te 

Cispíta ! 
Eso  es  lo  que  yo  no  sé. 
Ya  soy  muy  duro  de  casco 
para  maestros  y  dómines , 

Í  tengo  al  estadio  un  asco! 
eo  corriente  y  escribo , 
y  si  se  trata  de  números , 
no  me  engaña  ningún  chivo; 
mas  yo  no  entiendo  ese  engorro 
cortesano,  esas  políticas, 

esas Cal  ni  por  el  forro, 

y  lo  que  ya  no  aprendí, 
desde  hoy  al  sieviwm  sécula 

[Con  los  dedos  en  la/rente.] 

no  me  lo  encajan  aquí. 
Rosalia.  Tus  principios  son  muy  buenos , 

y  las  elegantes  fórmulas 

son  para  mí  lo  de  menos. 
.   Tú  no  has  de  ser  dipuüido 

y  ni  á  tribunas  ni  á  pulpitos 

te  tengo  yo  reservado. 

Todos ,  del  rey  al  pastor, 

saben  bien  sin  ir  a  cátedras 

el  lenguaje  del  amor. 

Habla  de  amor  noche  y  dia, 

sin  rodeos  ni  metáforas, 

á  tu  dulce  Bosalía; 

y  aunque  no  sepas  la  j^, 

ni  Cicerón  ni  Anstóteles 

hablarán  mejor  que  tú. 
Toribio.  Por  amor  no  quedará. 

Ya  sabes....  (i  Vieja  más  cócora... 

que  mi  pecho Te  vas  ya? 

Sí,  voy 

(Ya  respiro.) 

Qué? 

Nada. 

Á  comprar  unos  géneros... 
Pero  pronto  volveré. 
Entre  tanto ,  di  á  Pascual 
que  en  el  teatro  del  Príncipe 
tome  un  palco  principal^ 
Teatro  I 


O 


Rosalía. 
Toribio. 
Rosalía, 
Toribio. 
Rosalía, 


•  Tonbio. 
Rosalía. 
Toribio. 


Rosalía. 
Toribio. 
Rosalía. 


Si. 

Y  la  tertulia? 
I  No  esperabas  á  don  Plácido , 

á  Inesita,  á  doña  Obdulia 

Y  qué? 

Dirán  que  desprecias 

¿Me  he  de  privar  de  la  ópera 
por  cumplir  con  cuatro  necias? 
Mire  usted  que  es  buen  negocio ! 
Me  la  echan  de  amigas  íntimas, 

Íá  matar  vienen  el  ocio. 
a  doña  Inés,  qué  prebenda  I 
como  es  tan  débil  de  estómago, 
siempre  á  mi  costa  merienda: 
Bárbara  es  menos  endeble, 
y  un  mueble  me  rompe  Bárbara 
por  bailar  con  otro  mueble : 
por  jugar  otra  un  entres 


hace  conmigo  un  empréstito...., 
y  no  me  paga  después : 
otro  toma  la  guitarra 
y  canta,  ay  Dios!  como  un  búfalo 
y  el  oido  me  desgarra : 
allá  una  dulce  pareja 
cuchichea  hasta  el  crepúsculo , 
y  acullá  duerme  una  vieja: 
a^uí  un  progresista  eterno 
disputa  con  un  retróg^rado 
y  mi  casa  es  un  infierno ; 
y  después  que  esto  me  pasa, 
desde  el  primero  hasta  el  último 
.  diián  pestes  de  mi  casa. 
Y  porque  la  han  escogido 
como  la  máB  á  propósito 
para  holgar  y  meter  ruido , 
¿yo  he  de  ser  esclava  aquí; 
yo,  Toribio,  cuya  máxima 
es  el  qué  se  me  da  á  mí? 
Tras  que  mi  casa  les  doy, 
sin  pedir  su  beneplácito 
¿no  podré  decir:  me  vov? 
Por  qué  vienen?  quién  los  llama? 
¿  Ó  quieres  que  todo  picaro 
mande  aquí,  menos  el  ama? 
No,  ya  basta;  no,  señor; 
y  si  se  pican,  bravísimo!, 
y  si  no  vuelven ,  mejor ! 
Toribio.  Tienes  razón  para  cuatro , 

?'  has  hablado  como  un  Séneca. — 
remos  pues  al  teatro. 

Rosalía.  Conque,  abur Ah!  la  cocina 

dos  dias  ha  que  está  huérfana 

Eorque  se  fué  Ceferina. 
i  acaso  viene  en  mi  ausencia 
una  muy  limpia  y  muy  práctica 
que  me  envían  de  la  agencia, 
recíbela  tú. 

Está  bien. 
Adiós,  mi  vida. 

Adiós,  ídolo 

( Maldita  seas ,  amén ! ) 


Toribio. 
Rosalía. 
Toribio. 


ESCENA  IL 

D.  TORIBIO. 

{Dale  con  la  boda,  y  dale 

con  el  amor! {Si  no  piensa 

la  inaldita  en  otra  cosa  1 
Y  aunque  yo  me  hago  de  pencas, 
ella  (firme!,  y  no  hay  tu  tia, 
y  erre  que  erre,  y  ni  por  esas. 
I  Si  yo  con  ser  mayordomo 
estoy  contento!  Qué  tema ! 
Manejar  su  hacienda,  pase, 

?ero  I  manejarla  á  ella  1 
o  no  he  cumplido  veintiocho, 
y  ella  pasa  de  cincuenta; 
ella  usía,  y  yo  plebeyo 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


171 


Haremos  linda  pareja!— 
Ya  se  ve .  yo  agradecido 
le  he  dicno  algunas  simplezas , 
y  como  ella  me  quitó 
de  los  hombros  la  librea  ^ 
y  por  ella  es  don  Toribio 
el  que  era  Toribio  á  secas, 
y  me  mima,  y  me  agasaja , 

y ¡pues!  A  tanta  indirecta 

¿quién  resiste  ?  Era  preciso 
tener  cara  de  vaqueta. 
Y  cáteme  usted  su  novio  9 
y  me  llevará  á  la  iglesia, 
y  ¿cómo  le  digo  nones 
después  de  tantas  pamemas? — 
Qué  lástima!  Un  moceton 
de  pelo  en  pecho,  en  la  fuerza 

de  la  edad Y  ahora  que  tengo 

ahorradas  cuatro  talegas  .^ . . . 
Si  me  caso,  todo  és  mió, 

y  mejor  cuando  se  muera 

¿Y  si  ella  me  mata  á  mí 
primero?  Maldita  viejal 
No  temo  que  me  domine, 
y  es  muy  tonta  si  lo  piensa; 
que  si  ahora,  porque  aun  es  ama, 
callo  y  bajo  las  orejas, 
luego  que  estemos  casados 
ya  la  haré  entrar  por  vereda; 
mas,  ay!  lo  que  temo  yo 
más  que  una  nube  de  piedra 
es  su  amor  desaforado, 
y  sus  caricias  horrendas , 
y  su  aceite  de  Garaiy 
y  su  bebida  antistérica. 


ESCENA  IIL 

D-  TORIBIO.   JUANA. 

Juana.    Don  Toribio ! 

Toribio.  Qué  hay,  Ju anilla? 

Juana.    (Que  á  mí  me  mande  ese  bestia  I ) 
lina  moza  que  pretende 
la  plaza  de  cocinera 
pregunta  por  la  sefiora 

Toribio.  bí,  ya  sé Dile  que  venga. 


ESCENA  IV. 

D.  TORIBIO. 

Vamos,  no  nuedo  olvidarme 
de  aquella  maldita  pécora. 
Yo  sí  que  podré  decir, 
mejor  que  el  otro  babieca: 
si  buena  ínsula  me  dan , 
buenos  azotes  me  cuesta. 
[So  sienta.] 


ESCENA  V. 

D.  TORIBIO.    LORENZA. 

[Ál  principio  de  la  escena  Aabla  D.  Toribio  en 

tono  de  amo,  medio  reclinado  en  el  sqfd  y  sin 

mirar  fijamente  i  Lorenza.] 

Lorenza.  [Á  la  puerta.] 

Da  usted  permiso? 
Toribio.  Adelante. 

Lorenza.[Ácercdndose  algunos  pasos.]  . 

Acá  me  envía  la  agencia 

Toribio.  Sí.  Dónde  ha  servido  usted? 

Lorenza.  En  tres  casas 

Toribio.  La  postrera. 

Lorenza.  En  casa  de  un  proveedor 

de  la  tropa 

Toribio.  Buena  mesa! 

£h? 
Lorenza.        Sí,  señor. 
Toribio.  I  Así  engordan 

los  soldados  que  alimenta! — 

¿Y  por  qué  ha  perdido  usted 

una  proporción  como  esa? 
Lorenza.  Por  chanzas  del  señorito 

y  chismes  de  la  pasiega. 
Toribio.  Qué  ganaba  usted? 
Lorenza.  Cien  reales. 

(Esa  voz ) 

Toribio,  Aquí,  sesenta, 

3ue  no  somos  proveedores 
e  cebada  y  de  galleta. 
Lorenza.  n&B2L  cara.....  Juraría....) 

Bien.  Aquí  hav  menos  faena 

Toribio.  Poca.  En  dando  gusto  al  ama...., 

y  á  mí  primero  que  á  ella..... 
Lo9*enza.meu. 

Toribio.  Es  usted  respondona? 

Lorenza.  No,  señor. 
Toribio.  Es  usted  puerca? 

Lorenza.  Qué  pregunta  I  Limpia  soy 

como  el  oro. 
Toribio.  Norabuena. 

Cuántos  años? 
Lorenza.  Veintitrés. 

Toribio.  ¿Su  gracia  de  usted 

Lorenza.  Lorenza, 

para  servirle. 
Toribio.  Enterado. 

Lorenza.  (No  hay  duda.  Él  es.) 
Toribio.  De  qué  tierra? 

Lorenza.  Soy  asturiana. 
Toribio.  [Levantándose.]  Asturiana! 

(Oiga!  y  es  como  una  perla 

I  ese  carácter  de  cara 

no  es  para  mí  cosa  nueva.) 

Acerqúese  usted  un  poco. 

[Lorenza  da  un  paso,] 
Un  poquito  más Es  ella! 


172 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


Lorenza.  [Con  ahgHa,] 
Ah  I  Toribio ! 


Lorenza. 
Toribio, 

Lorenza, 


Toribio, 
Lorenza, 


[Con  respeto,] 
Don  Toribio  I 
Toribio,  [Con  abandono,] 

Oh!  Lorencital.... 

[Con  dignidad,] 

Lorenza  I — 
Hafl  dado  un  buen  estirón , 
muchacha,  y  estás  más  gruesa. 
Es  favor  que  me  hace  usted. 
Y  qué  guapa!  (Ahí  si  no  fuera 
por  el  qué  dirán ) 

Siete  años 

hará  por  carnestolendas 

que  nos  conocimos 

Sí. 

Tú  eras  entonces  niñera 

Sí,  señor.  Murió  la  cria, 

me  despidió  la  Condesa , 

7  en  otra  casa  después 

me  ajusté  de  cocinera. 
Toribio,  Las  muchachas  de  talento, 

como  tú,  nunca  se  quedan 

sin  acomodo.  Hola!  ¿sabes 

que  has  hecho  buena  carrera? 
Lorenza,  Pues  ¿y  usted?  Caramba!  ¡Usted.... 

Toribio,  [Con  petulancia,] 

¿Yo...  Tal  cual...  No  tengo  queja... 

Lorenza,  Cuando  iba  usted  tan  tieso 

detras  de  la  carretela 

Toribio,  Sí,  en  efecto Todo  es  coche. 

Qué  más  da  dentro  que  fuera? 
Lorenza.  Cuando  iba  usted  por  la  compra 
Toribio,  Me  daban  aquella  prueba 

de  confianza. 
Lorenza,  ¡Y  qué  listo 

servía  usted  á  la  mesa!.... 
Toribio.  Siempre  he  sido  servicial. 

Lorenza.  Y  limpiaba 

Toribio,  Eh  1  la  modestia 

El  noviciado (Qué  hermosa ! ) 

Lorenza.  Vamos,  si  por  más  que  quiera 

no  me  podré  acostumbrar 

Toribio,  Pues  es  preciso  que  tengas 

filosofía.  Me  entiendes? 

Y  que  calles  lo  que  sepas , 

y  que  te  olvides  de  todo 

menos  de  guisar  en  regla. 
Lorenza,  Bien,  señor. 
Tonbio.  (Qué  alhaja!  ¡Y  yo 

la  trato  de  esta  manera ! 

Mas  mí  posición  social 

Las  leyes  de  la  etiqueta ) 

Lorenza,  Conque  i  quedo  recibida, 

don  Toribio? 


Toribio,  [Con  cariño.]  Sí,  morena. 

[Reprimiéndose,] 
Sí  tal.  (Se  me  va  la  burra.) 

[Tocando  la  campanilla.] 

Y  ha  de  ser (Bendita  sea!....) 

desde  ahora  mismo. 
Lorenza.  Está  bien, 

señor.  (Gallarda  presencia!) 


ESCENA  VI. 

D.  TORIBIO.    LORENZA.    JUANA. 

Juana,    Mande  usted. 

Lorenza.  (Pero  mejor 

le  sentaba  la  librea.) 
Toribio.  Reconoce  á  la  señora 

Íor  tu  amiga  y  compañera, 
istamos? 
Juana.  Bien. 

Toribio,  Y  por  jefe 

del  fogón  y  la  alacena 

en  los  actos  del  servicio. 
Juana.    Corriente. 
Lorenza,  LÍ  Juana.]  Usté  es  la  doncella? 

Juana.    Y  muy  servidora 

Tf^i^o,  Adentro 

Eso,  adentro 

Lorenza,  Con  licencia 

Toribio,  (Ay  chusca!....)  Vayan  con  Dios, 

y  que  no  haiga  peloteras. 


ESCENA  VII. 

D.  TORIBÍO.      . 

Qué  rolliza!  qué  frescota!.... 
¿No  es  un  cargo  de  conciencia 
no  haberle  dado  un  abrazo...., 
ni  un  mal  pellizco  siquiera? 
Vergüenza  con  la  criada 

y  con  el  ama  vergüenza 

¡Qué  situación  tan ,  así , 

tan  mestiza  y  tan  violenta ! 


ESCENA  VIII. 

D.  TORIBIO.    D.  IGNACIO. 

Ignacio.  Don  Toribio 

TonUo,  Hola!  Qué  tal? 

Ignacio,  Después  de  tanta  promesa, 
rodando  dé  mesa  en  mesa 
se  ha  perdido  el  memorial. 

Toribio.  Se  hace  otro.  ¿Cómo  ha  de  ser! 


EL  QOÉ  DIRÁN. 


173 


Ignacio.  Qué !  ya Como  Boy  novicio 

en  el  arrastrado  oficio 
de  adular  y  pretender, 
renegando  en  la  antesala 
del  portero  v  del  ministro, 
al  oficial  del  registro 
he  mandado  noramala. 

Toridio.  Hombre! 

Ignacio.  Me  sobró  razón 

y  me  faltó  sufrimiento. 
Por  mi  Camila  lo  siento. 
Dónde  está?  Salió  el  Barón  ? 

Toribio.  Sí,  señor,  ya  hace  buen  rato. 
Voy  á  mandarla  llamar 
sólo  por  hacer  rabiar 
á  aquel  viejo  mentecato. 
Que  lástima  de  ataúd! 
T  yo  si  fuera  que  usted 
ponia  pies  en  pared , 
y  me  casaba,  y  \  salud ! 
Mas  ya  la  veo  llegar 

?á  usté  se  le  cae  la  baba 
elen  ustedes  la  pava, 
y  buen  provecho,  y  ¡andar! 


ESCENA  IX. 

D.  IGNACIO.    CAMILA. 

Camila.  Ahí  Te  veo  al  fin,  bien  mió  I 

¿No  sabes Estoy  temblando. . . . . 

¿Dónde  has  conocido  ^  cuándo 

al  marqués  de  Pozo-frio? 
Ignacio.  To?  No  le  he  visto  jamás. 

Camila.  ¿Cómo ¿  Ks  posible 

Ignacio.  No,  á  fe. 

Pero  ¿qué  tienes?  ¿Por  qué 

tan  atribulada  estás? 
Camila.  Nuestro  amor  constante  y  fiel 

mi  labio  le  reveló. 

y  cuando  tu  nombre  oyó 

no  sé  qué  pasó  por  él. 
Ignacio.  Es  cosa  muy  natural, 

que  para  un  celoso  adusto 

nunca  fué  plato  de  gusto 

el  nombre  de  su  rival. 
Camila.  Más  antiguo  es  su  rencor 

por  lo  que  yo  colegí. 

Ay !  se  despidió  de  mí 

con  tono  amenazador. 

Dejó  este  billete,  escrito 

con  veloz  trémula  mano, 

cual  si  entonces,  inhumano, 

meditara  algún  delito. 

Cuánta  ha  sido  mi  inquietud  I 

[Enseñando  el  billete.] 

Pero mira.  No  está  abierto. 

Ignacio.  Mujer  y  amante Por  cierto 

que  asombra  tanta  virtud. 
Camila.   Ya  que  es  tal  tu  admiración 


Ignacio. 
Camila. 
Ignacio. 


Camila. 

Ignacio. 
Camila. 
Ignacio. 

Camila. 


Ignacio. 
Camila. 


Ignacio. 
Camila. 


porque  he  triunfado  de  un  vicio, 
tan  heroico  sacrificio 
bien  merece  galardón. 
Dime  pues  lo  que  deseas , 
que  servirte  es  mi  placer. 
Esta  carta  he  de  leer 
antes  de  que  tú  la  leas. 
De  buen  grado  lo  consiento, 
aunque  me  haces  un  insulto 
sabiendo  que  no  te  oculto 
ni  el  más  leve  pensamiento. 
Tengo  celos,  y  si  aquí 

por  mi  desgracia  averiguo 

Boba! 

Algún  pecado  antiguo 

Sólo  pecara  por  ti. 

[Abriendo  la  carta.] 

Pronto  satisfecha  estoy. 
Que  así  me  ofendas ! 

(Dios  mío! 
Si  es  carta  de  desafío, 
la  rompo  y  no  se  la  doy.) 

[Lee  fara  si.] 

(Si  no  hay  trato  entre  los  dos, 

qué  carta  puede  ser  esa ) 

\  Es  posible Qué  sorpresa ! . . 


\ 


.) 


ESCENA  X. 


D.  Ignacio;  Camila,  juana. 


Juana.    [LUga  corriendo  por  la  derecha.] 

El  Barón ! 
Camila,  Cielos  I  Adiós ! 

[JTuyepv"  el  foro.  Juana  la  siffue.] 


ESCENA  XI. 

D.  IGNACIO. 

El  billete ! . . . .  Échala  un  galgo ! 
Si  voy  tras  de  ella  y  me  encuentro 

al  Barón  por  allá  dentro 

Qué  querrá  de  mí  el  hidalgo? 
Sospechoso  es  el  papel. 
Sin  duda  á  lidiar  me  llama 
quejoso  de  que  una  dama 
me  naya  preferido  á  él.' 
Buena  ceguedad  por  cierto ! 
Suponiendo  que  él  me  rinda, 

Íserá  su  cara  más  linda 
espues  que  yo  me  haya  muerto? 
Y  á  fe  que  gran  calavera 
mi  rival  debe  de  ser 
si  para  eso  á  una  mujer 


174 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


elige  por  mensajera. 
¿Á  (jué  dar  an  sobresalto 
á  mi  Camila?  Eso  es  tonto. 
Mas  si  me  busca ,  estoy  pronto, 
que  al  pundonor  nunca  falto. 


ESCENA  XII. 


D.  IGNAQO.     EL  BAReN. 


Barón. 


[Uegafor  la  puerta  dé  la  derecha*'] 

Veamos  si  Rosalía 

Hola  I  Aquí  estás,  mal  vasallo? 
Ignacio,  No  me  insulte  usted.  To  callo. 
Barón.    Mire  usted  qué  hipocresía! 

ficbate  ahora  en  el  surco 

para  que  yo  no  te  riña , 

después  que  i  mi  incauta  niña 

Se  niciera  más  con  un  turco? 

Ignacio.  ¡Tio....,  por  Dios 

Barón .  ¿  Con  qué  cara 

tender  osaste  la  red 

Ignacio.  Mejor  es  irme 

[Al  irse  le  sale  al  encuentro  el  Mar^ 

qués.] 


Marq. 


Barón. 
Ignacio. 

Barón. 

Marq. 
Barón. 


ESCENA  Xni. 

EL  BARÓN.     D.  IGNACIO.    EL  MARQUÉS. 


Marq. 

Barón. 
Ignacio. 

Marq. 
Ignacio. 
Barón. 
Marq. 

Ignacio. 


¿Es  usted 
don  Ignacio  de  Guevara? 
Oh  Marqués  I 

[Al  Maraués.]  Ese  es  mi  nombre. 
(MI  rival!  Esto  promete.) 

¿Le  han  dado  á  usted  un  .billete 

No,  señor. 

(Qué  querrá  este  hombre?) 
¿Cómo 

[En  voz  baja.] 

Lo  estorbé  mi  tio 
con  su  llegada  importuna. 

[Siguen  hablando  aparte  D.  Ignacio 
y  el  Marqués.] 

Barón.    (Hablan  quedo.  Qué  fortuna! 
Esto  para  en  desafío. 
El  pastel  se  ha  descubierto, 
ya  no  vale  hacerse  el  sordo, 

?'  si  el  Marqués  le  habla  gordo, 
gnacio  se  da  por  muerto. 
Primero  que  irse  á  batir 
renuncia  á  su  cara  prima, 
que  no  se  aprende  la  esgrima 
con  la  vara  de  medir. 
Bravo!  Qué  buen  expediente! 
Ta  baja  los  ojos Miedo! 


Ignacio. 
Marq. 

Barón. 


Ignacio, 

Marq. 

Barón. 


Ignacio, 
Barón. 


J^nacio, 

Éaron. 

Marq. 

Barón. 
Marq. 

Barón. 


I  A.  ver  si  hoy  me  desenredo 
de  un  sobrino  impertinente!) 

[Á  inedia  voz.] 

Es  larga  historia.  En  mi  casa 
hablaremos  más  despacio. 
Sígame  usted. 

(  Pobre  Ignacio ! ) 
(Cielos!  Qué  es  lo  que  me  pasa? 
To  tanto  dinero  junto ! ) 

[Poniéndose  en  medio.] 

Eh!  qué  es  eso?  desafío? 
Es  sagrada,  amigo  mió, 
la  voluntad  de  un  difunto. 
(¿Qué  oigo!  Ta  muerto  le  cuenta 
y  se  encarga  \  qué  piedad ! 
de  su  postrer  voluntad. 

No,  no  es  justo  que  consienta ) 

Haya  paz,  haya  concordia, 
señores. 

[A  D.  Ignacio.] 

Teme  á  la  muerte, 
Ignacio. 

[Al  Marqués.] 

Usted ,  T^ue  es  más  fuerte , 
tenga  de  él  misericordia. 

Usted  sueña 

Usted  delira 

[Al  Marqués.] 

Vamos,  yo  sé  lo  que  digo. 
Contra  un  débil  enemigo 
no  es  generosa  la  ira. 
Por  orgullo  y  por  tesón 
él  á  morir  se  dispone, 
pero  si  usted  le  propone 

alguna  indemnización 

¿Cómo 

Oigamos. 

¿De  qué  vale 
llevarlo  por  la  tremenda? 

Dirimamos  la  contienda 

Si  no  hay  tal  contienda!  Dale! 

Matarse  por  una  bella 

es  una  majadería, 

y  no  es  menor  tontería 

morirse  de  hambre  con  ella; 

y  pues  ustedes  son  dos 

y  la  novia  es  una,  opino 

que  la  ceda  mi  sobrino 

y  que  lo  lleve  por  Dios. 

Cederla?  Jamas !  Primero 

Temerario!  Horrible  trance!.... 
To  sé  lo  que  en  este  lance 
debe  hacer  un  caballero. 

Gran  Dios!  Un  tiro  en  la  frente 

Una  estocada  en  el  bazo 

Qué!  no  es  mejor  un  abrazo? 

[Se  abrazan.] 

¿Cómo Vaya ,  él  lo  consiente. . . . 

Es  decir  que  ya  amainé. 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


17S 


tanto  la  pobreza  agobia ! 

y  le  cede  á  usted  la  novia 

Márq.      El  que  la  cede  soy  yo. 
Barón.    ¡  Cederla  usted ,  mal  galán , 

indigno  de  Calderón  I 

Y  á  un  primo  de  munición? 

Válgame  Dios !  ¿Qué  dirán  I 
Marq.     Dirán  y  amigo  Barón , 

que  sé  hacer  por  mi  quietud 

de  necesidad  virtud 

y  de  tripas  corazón. 

Dirán  que  el  bello  prodigio 

por  quien  perdí  mi  reposo 

Ía  en  favor  del  más  dichoso 
a  sentenciado  el  litigio. 
Dirán  que,  pues  ya  me  afeito, 
debo  proceder  con  calma, 
y  no  perder  vida  y  alma 
después  de  perder  el  pleito. 
Mas  sabiendo  quién  soy  yo 
no  lo  achacarán  á  mieao; 
que  á  la  razou  siempre  cedo, 
.  pero  ¿á  la  fuerza?  Eso  no. 
Barón.    Pero  hombre,  ¿áquiéu  se  le  ofrece.. 

Ignacio.  [Al  Marqvés,'] 

T  dirán  que  usted  triunfara 
sí  mi  prima  se  prendara 
del  que  mejor  la  merece. 
Sí ,  ^ue  es  usted  un  modelo 
de  virtud,  pues  liberal 
aun  con  su  propio  rival...;. 

Marq.     No,  sino  justo. 

Barón . .  El  trastuelo  I . . . . 

Marq.     Vamos 

Barón.  Y  dirán  que ,  al  cabo, 

obra  usted  como  quien  es. 

Marq.      Eh? 

Barón.  Como  un recien-marqués 

que  se  apea  por  el  rabo. 

Marq.      Y  añadirán  que  me  alegro, 

como  hay  bios ,  de  no  casarme , 
por  no  desacreditarme 
con  tan  ridículo  suegro. 


con  marqueses  de  aluvión. 
¡Verme  ahora  desairado 

cuando  creí ¡  Voto  á  briós.. 

jVaya,  que  hay  dias  fatales, 
y  uno  de  ellos  es  el  de  hoy ! 
La  chica  se  me  enamora 
de  un  ex-hortera  pelón; 
echo  al  pelón  de  mí  casa, 
y  mi  hermana  dice  ;  nó  I 
y  l^bré  de  aguantar  la  mecha 
ó  mudarme  á  un  parador; 
y  pierdo  después  un  pleito . 
que  vale  medio  millón , 
y  amén  de  eso  me  condenan 
én  costas ,  que  es  lo  peor , 
y  subirán  á  las  nubes , 
porque  soy  hombre  de  pro ; 
vuelvo  á  mi  casa  mohino , 
y  alzando  el  Marqués  la  voz 
para  apoyar  al  menguado 
que  la  dama  le  birló , 
le  da  la  mano ,  y  compinches 
se  burlan  de  mí  los  dos. 
Ahora  falta  que  mi  hermana... 


ESCENA  XIV. 


EL  BARÓN. 


[Á  la  puerta.] 

Oiga  usted!....  Yo  soy  Guevara, 
y  CarvfLJal,  y  Daóiz; 
y  dé  matrona  en  matrona, 
y  de  varón  en  varón 
desciendo  del  rey  don  Fruela; 
y  esto  es  claro  como  el  sol. 
Vea  usted  mi  ejecutoria 

[  Volviendo  al  proscenio. ] 

No  tiene  él  la  culpa,  no. 
Yo  la  tengo  por  rozarme 


ESCENA  XV. 

EL  BARÓN.    D.  TORIBIO. 

[Don  Toribio  viene  por  el  foro  en  dirección  de 
la  puerta  de  la  izquierda.] 

ToriUo.  Alto!  A  quién  busca  el  Barón? 
Barón.    Á  mí  hermana. 

Toribio.  [Siguiendo  su  camino.] 

No  ha  venido. 
Barón.    Vendrá  pronto? 
Toribio.  [Con  íMU  modo.]  Qué  sé  yo? 

[Entra  y  cierra  ffi  puerta.] 


ESCENA  XVL 

EL  BARÓN. 

Bárbaro!  ¿Así  se  responde 

Lo  celebro  como  hay  Dios. 
Para  remachar  el  clavo 
viene  de  molde  esa  coz. 
i  Por  vida.....  lY  yo  he  de  sufrir 
tal  afrenta?  ¿Y  no  le  doy 
una  paliza  y  le  rompo 
los  hombros  y  el  esternón? 
Mas...  dejarlo.  Qué  dirían? 
Es  quien  es,  y  soy  quien  soy ; 

?r  aunque  tengo  de  mí  parte 
a  justicia  y  el  valor, 

zape!  es  asturiano y  tiene 

mejores  puños  que  yo. 
[rase  por  la  puerta  de  la  derecha.] 


17C 


KL  QUÉ  DIRÁN. 


ACTO    CUARTO 


I^  decoración  del  acto  tercero. 


ESCENA  I. 


D.  TORIBIO. 


[Sale  por  la  puerta  de  la  izquierda.] 

Por  fín  se  íxxé  al  tocador 
y  tiene  para  ana  hora. 
Respiremos.  ¡  Ay  qué  vida 
me  espera!  Maldita  boda! 
Si  fuese  yo  tan  feliz 
que  tomase  por  la  boca 
esa  bruja  la  mitad 
del  solimán  con  que  frota 

su  cara  atroz Condenada! 

De  qué  valen  esas  drogas  ? 
Sin  quitarte  un  año  solo 
te  ponen  más  espantosa. 
¡  Compare  usted  ese  gesto 
de  barniz  y  de  tramoya 
con  la  cara  de  Lorenza 
tan  colorada  y  sanotal 
¡  Como  soy  Toribio  Pando 
que  es  una  gallarda  moza! 
¡T  yo  que  la  vi  denántes 
en  el  centro  de  su  gloria; 
en  la  cocina  I  Qué  brío ! 
Con  qué  despejo  maniobra! 
Ta  apartando  la  sartén 
quiefB  espumar  una  olla , 
y  al  alzar  la  cobertera 
se  quema,  reniega  y  sopla; 
ya  carga  con  un  barreño ; 
ya  alcanza  una  cacerola; 
ya  á  los  gatos  escarmienta 
con  el  psuo  de  la  escoba. 
Todo  se  lo  encuentra  hecho; 
nunca  está  su  mano  ociosa; 
ya  el  papel  de  los  cominos, 
ya  un  manojo  de  cebollas, 
ya  la  mano  del  mortero , 
va  el  cucharon  de  la  sopa 

Y  siempre  cantando  I  y  dale ! 
y  una  seguidilla  ahora, 

y  una  rondeña  después , 
y  entre  col  y  col  la  jota, 
con  un  dejillo  asturiano 
que  arrebata,  que  enamora; 
y  vuelta  á  las  seguidillas, 
y  j fuego  de  Dios,  qué  coplas! 

Y  si  en  la  cocina  es  esto , 


que  tiene  su  pro  y  su  contra, 
¿qué  será  cuando  jabone 
remangada  y  frescachona , 
y  aquellos  cuartos  traginen , 
y  se  descuaderne  toda, 

V ¡Téngame  de  su  mano 

la  Virgen  de  Covadonga! 


Lorenza. 
Torióio. 


Lorenza. 
Tbribio. 

Lorenza. 

Torihio. 

Lorenza. 

Toribio. 

Lorenza. 

Toribio, 


Lorenza. 
Toribio, 
Lorenza. 
Toribio. 


Lorenza. 
Toribio. 

Lorenza. 
Toribio. 


Lorenza. 
Toribio. 


ESCENA  II. 

D.  TORIBIO.    LORENZA. 

Cuando  usted  quiera  tomar 

I9S  bizcochos  y  la  copa 

Eres  tú ,  desventurada  I 

¿Por  qué  vienes en  persona 

á  aumentar  los  reconcomios 
que  el  corazón  me  destrozan? 
¿Qué  dice  usted,  don  Toribio! 
¿Sabes,  Lorenza,  que  hay  horas 

fatales 

Está  usted  malo? 
Ay  Lorenza!  Ó  tengo  el  cólera...- 
Virgen  Santa! 

Ó  tengo  amor. 
Bah!  creí  que  era  otra  cosa. 
Pero  no  es  amor  venial 
el  mió:  es  una  carcoma 

que  dará  al  traste  conmigo 

como  tú  no  me  socorras. 

¿Qué  escucho!  ¿Conque  soy  yo.., 

Chito ! 

Usted  me  habla  de  broma. 
Atiende....,  y  habla  más  bajo, 

Eorque  hay  moros  en  la  costa, 
o  primero  y  principal, 
déjate  de  ceremonias 
y  apéame  el  tratamiento. 

Y  qué  dirá  la  señora 

o  digo  que  me  tutees 

delante  de  ella,  no.  Á  solas 

Usté  es  amo  y  yo  criada 

Qué  amo,  ni  qué  zanahoría? 
Yo  soy  un  señor  muy  llano. 
Déjate  querer,  tontona. 
Si  fuéramos  compañeros 

como  años  atrás 

No  importa. 
Los  dos  somos  ciudadanos, 


i 


EL  QUÉ 

y  entre  amantes  y  patriotas 

debe  reinar  la  igualdad 

sin  privilegios  ni  andróminas. 
Zorenza.VerOy  hombre Pero,  señor 

Piensa  usted  que  yo  soy  tonta? 

¿CkSmo  ha  de  quererme  á  mí 

si  está  enamorado  de  otra? 

TMUo.  No  creas 

Lorenza.  Bah  I  la  doncella 

me  ha  contado  ya  la  historia 

¿No  sé  yo  que  usted  se  casa 

¡pues I  y  que  el  ama  es  su  novia 

Tariiio.  Áhy  calla! 

Lorenza,  ¿T  que  se  alza  usted 

con  el  santo  y  la  limosna? 
Toridio,  No  me  toques  esa  Haga! 

Es  verdad,  cierta  es  la  boda; 

mañana  es  el  dia  aciago ; 

se  ha  avisado  á  la  parroquia 

No  puedo  llamarme  andana 

Esa  tarasca  me  acosa 

Lorenza!  ¡Soy  una  víctima 

Ten  de  mí  misericordia  I 

Mas  conténtese  la  vieja 

con  el  título  de  esposa; 

que  mi  alma  y  mi  corazón 

y  mi  dinero ,  y  sus  joyas 

inclusive ,  todo  es  tuyo 

si  me  haces  la  baena  obra 

de  quererme. 
Lorenza .  Yo  quererte 

Sí,  señor;  pero mi  honra 

Toribio.  Tu  honral....  Otra  víctima  es  esta, 

otra  víctima  forzosa 

que  reclaman  las  actuales 

circunstancias.  Esa  prójima 

me  obliga  á  ser  inmoral. 

¿Qué  se  ha  de  hacer  I  ¡  Sé  filósofa, 

mujer  I  Marcha  con  el  siglo  I 
Zor^^a.  Yaya,  todo  eso  es  parola, 

y  yo  no  quiero 

Toribio,  Lorenza ! 

No  seas  bestia,  y  perdona. 

Ponte  en  la  razón 

Rosalía.  {Dentro.]                    Toribio! 
Toribio.  Vete!  Corre!  La  marmota 

Se  continuará. 
Lorenza.  Es  que  yo 


DIRÁN. 


177 


ESCENA  III. 

D.  TORIBIO.    DOÑA  ROSALÍA.    LORENZA. 

Toribio.  [Mudando  de  tono.] 

Sí ,  á  las  cuatro  en  punto.  Sopa 

de  arroz. 
Lorenza.  Muy  bien. 

Toribio.  Y  que  traigan 

limones  para  las  ostras. 

n. 


ESCENA  IV. 

DOÑA  ROSALÍA.    D.  TORIBIO. 

Toribio,  Ah!  estabas  aquí Ha  venido 

á  preguntarme  á  qué  hora 
comemos.  Llamabas? 

Rosalía.  Sí. 

Toribio,  Qué  querías? 

Rosalía,  Que  me  pongas 

esta  pulsera. 

[Le  da  una  que  trae  en  la  mano  y  don 
Toribio  se  lapone.\ 


Toribio.  Sí  haré.     . 

Rosalía.  Juana  la  ha  dejado  floja. 


Toribio.  [Soltando  el  brazo.] 

Está  bien? 
Rosalía.                   Perfectamente. — 
Cómo  es  eso?  Ni  me  tomas 
la  mano 

Toribio.  [Tomándola.] 

Ahí... 
Rosalía.  Ni  me  la  besas. 

Toribio.  [Después  de  besar  la  mano  á  doña  Ro' 

salía,] 

(Maldita  sea  mi  boca!) 


ESCENA  V. 

DOÑA  ROSALÍA.    D.  TORIBIO.    EL  BARÓN. 

Barón.    Bosalía 

Rosalía,  Qué  hay,  Lupercio? 

Barón .    Tenía  que  hablarte 

Rosalía. .  Ahora? 

Barón.    Si  lo  permite  el  señor 

Toribio.  El  que  se  larga  no  estorba. 

[  Vase  por  el  foro.] 


ESCENA  VI. 

DOÑA  ROSALÍA.    EL  BARÓN. 

Barón.    Por  él  qué  dirán ,  hermana , 
y  nuestro  mutuo  interés,^ 
antes  de  entrar  en  materia 
quiero  proponerte 

Rosalía.  Qué? 

Barón.    Que  hagamos  un  armisticio. 

Rosalía,  En  baen  hora,  pero  ten 
entendido  que  á  mí  nadie 

12 


178 


Barón, 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


Rosalía. 
Barón. 


Rosalía, 
Barón, 


Rosalía, 
Barón, 


Rosalía, 
Barón, 


Rosalía, 
Barón. 
Rosalía, 
Barón. 

Rosalía, 


Barón. 


Rosalía. 
Barón, 


Rosalía, 
Barón. 


Rosalía. 


Barón. 


me  da  en  mi  casa  la  ley. 
Ni  yo  te  la  qaiero  dar, 
ni  sufro  qne  me  la  des. 
T6  seguirás  con  ta  tema 
y  yo  con  la  mia. 

Bien. 

Y  si  yerras  el  camino 
y  te  lleva  Lucifer, 
allá  te  las  hayas. 

Bueno. 
Lo  mismo  te  digo. 

Amén. 
Vamos  ahora  á  mi  negocio. 

Tenía  un  pleito 

Lo  sé. 
Sobre  el  cual  se  habrán  escrito 
sus  diez  resmas  de  papel. 
Á  juicio  de  mi  abogado 
era  artículo  de  fe 
la  justicia  de  mi  causa, 
y  yo  descansaba  en  él , 
y  ya  amigos  y  curiales 
me  daban  eU parabién; 
pero  el  tribunal  ha  sido 
de  distinto  parecer. 
Es  decir  en  castellano 
que  has  perdido  el  pleito. 

Pues. 

Y  van  dos  en  poco  tiempo, 
y  perderé  hasta  la  piel. 
Yo  siento  infinito 

Gracias. 

¿Por  qué  no  apelas 

Á  quién? 
Ya  no  hay  más  apelación. 
Pues,  Jiijo....,  cómo  ha  de  serJ 
Paciencia,  filosofía. 
Nunca  tan  del  caso  fué 
tu  acostumbrado  estribillo 
<ir^qué  dirán!»  como  esta  vez. 
Oh  I  por  eso  no  he  de  echarme 
á  la  garganta  un  cordel ; 
que  si  he  perdido  ese  vínculo 
aun  me  quedan  otros  diez,. 
y  si  no  estuviera  yo 
tan  empeñado,  ó  si  un  buen 

administrador 

Si  quieres, 
lo  tendrás. 

No  he  de  querer? 
Nadie  gusta  de  arruinarse. 
Pero  ¿dónde  encontraré 
ese  fénix,  si  de  encargo 
no  me  le  hace  un  tirolés? 
Sélo  tú  mismo. 

Imposible ! 
¡  Haría  lindo  papel 
un  barón  oficinista! 
Pues  bien,  quien  tenga  interés 
en  conservarte  la  hacienda 
como  le  puedes  tener 
tú  propio:  un  hijo. 

Ya,  un  yerno 


Rosalía. 
Barón, 

Rosalía, 
Barón. 


Rosalía. 
Barón, 

Rosalía, 

• 

Barón. 

Rosalía, 

Barón. 

Rosalía, 

Barón, 


Rosalía. 
Barón, 

Rosalía, 


Barón. 


Rosalía. 

Barón. 

Rosalía, 


Barón. 
Rosalía, 

Barón. 


querrás  decir. 

Eso  es. 
Ese  era  otro  pleito,  hermana, 
y  le  he  perdido  también. 

No  tal 

¡Sí  tal,  que  me  ha  dado 
calabazas  el  Marqués  I 

Oh!  ¿qué  dirán 

Yo  te  hablaba 
de  Ignacio 

¿Qué  oigo!  Deten 

la  lengua,  ün  perdido,  un  vago 

No  quiero  nada  con  él. 

Es  tan  honrado Y  al  fin 

nuestro  hermano  le  dio  el  ser. 
No  transijo  con  horteras. 

Pero 

Nada!  No  hay  cuartel. 
Te  acbnsejo  como  hermana. 
Otra  cosa  he  menester; 
no  consejos.  He  perdido 
el  pleito....,  suerte  cruel! 
y  habré  de  pagar  las  costas 
ó  me  embargarán  mi  tren, 
mis  muebles,  mi  cruz  de  Alcántara, 
mi  ejecutoría  tal  vez ! ; 
y  como  al  que  está  por  tierra 
todos  le  dan  con  el  pié, 
me  lloverán  acreedores 
y  yo,  aquí  donde  me  ves , 
estoy  tronado,  no  tengo 
un  maravedí.  Ahora  bien , 

? réstame  un  par  de  talegas 
lo  puedo 

Dentro  de  un  mes 
te  las  vuelvo.  - 

Es  imposible. 
Tengo  mil  glastos  que  hacer. 

Voy  á  casarme 

Aunque  sea  • 
con  usura,  y  aunque  dé 
más  que  decir  nuestro  empréstito 
que  el  de  Onethard, 

Qué  moler! 
Ya  he  dicho  que  no. 

¡  Por  Dios, 
hermana!....  Ten  piedad,  ten.... 
¡Vea  usted  las  consecuencias 
del  fausto,  del  oropel, 

del  desorden 

¡Rosalía 

¡Y  aun  nos  la  echará  después 
de  persona ! 

Voto  abrios!.... 


Rosalía,  [Conmqfa,] 

Y  ahora ¿qué  dirán! 

Barón,  *  Mujer!.. 

Si  no  mirara 

Rosalía.  No  digo? 

Barón,    Hum!.... 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


ESCENA  Vir. 


.  EL  BARÓN.    DOÑA  ROSALÍA.     JUANA. 

Juana,    [Llega  apresurada  y  llama  con  mis- 

terio  d  doña  Jiosalia,] 

Señora  I  Escache  usjied. 
Eosatta.  Qaé  se  ofrece  ? 

[Juana  habla  aparte  con  su  ama,  y 
esta  la  oye  con  suma  agitación,] 

Barón.  ( ¡  Lo  que  puede 

una  inclinación  soez  I) 
üosalia.  ¿Qué  oigo!  Vamos... 
Juana.  De  puntillas... 

[Vansepor  el/oro.] 


ESCENA  VIH. 

EL  BARÓN. 

• 

Ni  á  su  hermano  tiene  ley ! 
Pero  yo  tengo  la  culpa, 
porqiié  sabiendo  quien  es    . 
le  descubro  mis  miserias 
y  provoco  su  desden. 

Rosalía,  [Dentro,] 
Bribona  1 


I 


Rosalia.  [Dentro,]  Infames! 

Á  la  calle  I  pronto  I — Infiel  I 

[Siguen  gritando  dentro  los  tres,] 
Barón .    Qué  es  esto?  ¿Qué  gritería. .... 
üosalia,  [Ya  casi  en  la  escena,] 

Qué  insulto!  qué  avilantez! 
[  Viene  riñendo  con  D.  Torilio.] 


ESCENA  IX. 

DOÑA  ROSALÍA.    EL  BARÓN.    D.  TORIBIO. 


Toribio, 

Rosalia. 

Barón. 

Toribio. 

Rosalia. 

Toribio. 


Rosalia. 

Toribio. 
Rosalia. 
Toribio. 


Vamos,  prudencia,  prudencia.... 
Retozar  con  la  criada !.... 
Oiga!.... 

Si  no  ha  sido  nada!.... 
Habrá  mayor  insolencia? 
No  te  incomodes  por  eso. 

La  trato  con  confianza 

Ha  sido  una  chanza 

Chanza ! 
To  te  he  visto  darle  un  beso  I 
No  tal 

T  con  qué  delicia! 
No  es  cierto.  Le  anduvo  cerca... 


Rosalia. 

Toribio. 

Barón, 

Rosalia. 

Toribio. 


Barón. 
Toribio. 


Rosalia. 
Toribio. 
Rosalia. 

Toribio. 

Barón. 

Rosalia. 

Barón. 

Rosalia. 


Toribio. 
Rosalia. 
Toribio. 
Rosalia. 

Toribio. 
Rosalia. 

Toribio. 

Rosalia, 
Barón. 

Toribio. 
Rosalia. 
Toribio. 

Rosalia. 


M9 

Sí  la  has  besado.  Á  una  puerca! 
Habrá  sido  sin  malicia. 
(Ese  asno  me  venga.) 

Mientes. 

Á  título  de  paisanos 

Somos  los  dos  asturianos...., 
y  hemos  salido  parientes, 
r ero  ella  es  una  infeliz , 

y  así....,  sin  mala  intención 

Bien  1  I  La  hija  de  un  barón 
rival  de  una  fregatriz ! 
T,  si  la  verdad  te  digo, 
una  copa  me  bebí...., 
y  estaba  pensando  en  ti 

?'  la  equivoqué  contigo, 
nsolente!  ¡vil 

(¡Malhaya ) 

¿Puedo  compararme  yo 
con  esa  pindongas- 
No...^, 
(que  ella  es  más  bonita;  vaya!) 
Toma  la  filosofía ! 
Toma  el  qué  se  me  da  á  mí ! 
Calla !  Quién  te  llama  aquí? 
Te  has  lucido,  Rosalía ! 

Hum!  Haria  un  desatino 

¡Yo alimentaba,  imprudente, 
en  mi  pecho  á  una  serpiente! 

Yo  no  la  truje.  Ella  vino 

Se  irá  con  mil  de  á  caballo. 
Sin  comer?  Pobre  doncella! 
¿Aun  intercedes  por  ella 
cuando  de  cólera  estallo? 

Bien (Mujer  de  Barrabas!....) 

Ah!  no  es  ella  la  traidora, 

sino  tú 

¡Vamos, señora, 
vamos....,  que  no  lo  haré  más! 
Hipócrita! 

( ¡  Qué  buen  rato 
me  están  dando  entre  los  dos! ) 

Mi  amor 

Ea,  aparta! 

¡Adiós.... 
(Quemada  te  vea!) 

Ingrato ! 

[Se  deja  caer  afligida  en  un  sillón.] 


Baron^ 

Rosalia. 

Barón. 

Rosalia. 
Barón, 


ESCENA  X.    • 

DOÑA  ROSALÍA.    EL  BARÓN. 

¿Cómo  te  pones  tan  fosca 

?or  frivolas  chanzonetas? 
a  he  dicho  que  no  te  metas 
en  mis  asuntos.  Qué  mosca ! 
Ello,  es  verdad  que  el  amigo 
no  es  corto  de  genio.  Eh? 
Jesús!.... 

Pero ya  se  ve, 

si  la  equivocó  contigo ! 


180 

HosaHa.  Paede  que  sí. 

Barón.  Beso  inmundo! 

Pero  ¿qué  importa? 
Jiosalia.  Hum!...  Me  abrasas; 

me  corrompes. 
Barón.    [Con  soflamaJ]  Tú  te  casas 

£ara  ti;  no  para  el  mundo, 
^irán  que  tu  mano  ofreces 
á  un  torpe  animal  anfibio, 
mas  vale  mucho  un  Toribio 

Rosalia.  [Levantándose, '\ 

Vale  más  que  tú  cien  veces. 

Si  un  desliz  ha  cometido 

Barón.    Juzga  lo  que  hará  después. 
Rosalia.  Amor  le  traerá  á  mis  pies, 

pesaroso,  arrepentido. 

V  acaso  es  verdad,  ¿quién  sabe...., 
lo  que  en  disculpa  alegó; 

y  un  beso,....  no  creo  yo 
que  es  un  delito  tan  grave 

Y  quizá  con  mis  injurias 
castigo  injusto  le  doy^.... 
porque  informada  no  estoy 

de  las  costumbres  de  Asturias. 
T  en  fin,  aunque  sea  infiel 
y  me  lleve  Belcebú, 
sólo  porque  rabies  tú 
haré  las  paces  con  él. 


ESCENA  XI. 

EL  BARÓN.    CAMILA.    DOÑA  ROSALÍA. 

[Camila  Uega  acelerada  for  la  fuer  la  de  la 

derecAa.] 

Camila.  Ay,  papá!  Ay,  tial 

Barón.  Qué  es  eso? 

Rosalia.  Qué  jiucede? 

Camila.  El  escribano 

Alguaciles 

Barón.  Bien  temia 

Qué  dicen?  ¿Cosa  de  embargo 

Camila.  No  sé.  De  miedo  á  sus  caras, 

que  parecen  las  del  diablo, 

me  vengo  huyendo.  Preguntan 

por  usted 

Barón.  La  hemos  logrado ! 

Camila.  Ta  están  aquí  I 


EL  QUÉ  DIRÁN. 


ESCENA  XII. 

EL  BARÓN.     CAMILA.     DOÑA   ROSALÍA. 
ESCRIBANO.    ALGUACILES. 

Escrib .  Con  licencia 

¿El  barón  de  Nieva 

Rosalia.  .  (Malo!) 

Barón.    Yo  soy.  No  niego  mi  nomT)re 

á  nadie. 
Eseril.  Pues  yo  reclamo 


EL 


de  usfa  catorce  mil 

reales  á  que  ascienden ,  salvo 

error  de  pluma  6  de  suma, 

las  costas 

Barón.  Vamos  despacio. 

¿Conque  hoy  he  perdido  el  pleito, 

y  ya.....  No  es  muerte  de  ahogados. 
Escrib.    I  Si  yo  no  hablo  del  de  hoy, 

sino  de  otro,  cuyo  fallo 

Barón.    ¿  El  de  la  huerta 

Escrib,  Ese  mismo. 

Ta  hace  un  mes... 
Barón.  No  doy  un  cuarto. 

Escrib.   Cómo  I  ¿se  rebela  usfa 

Barón,    To  no  digo  eso. 

Escrib.  ¿Al  mandato 

del  tribunal? 
Barón.  Oiga  usted 

Yo  deseo 

Escrib.    [Mostrando  un  papel.] 

Aquí  está  el  auto. 
Barón.    Que  me  dejen,  respirar 

Escrib.    [Mostrando  otro  papel.] 

Y  aquí  están  por  inventario 

.las  costas ,  que  pido,  et  calera^ 

con  la  tasación  al  canto 

de  los  peritos. 
Barón.  Peritos. 

Hable  usted  en  castellano. 
Escrib.    Pague  usía  en  español. 
Barón.    Lo  haré.  Que  me  den  un  plazo. 
Escrib.    Eso,  al  tribunal. 
Barón.  Lo  entiendo, 

sí,  señor;  mas,  sin  embargo 

Escrib.    No;  el  embargo  es  de  rigor, 

y  embargaré  hasta  los  clavos. 
Camila.  Dios  mió ! ... . 
Escrib.  Reclame  usía 

después  á  Poncio  Pilato. 

Barón.    Pero,  hombre 

Escrib.  Soy  inflexible. 

Barón.     ¡  Qué  grosería  y  qué  bárbaro 

proceder! 
Camila.  Véngase  usted 

á  la  razón.  ( ¡Éste  Ignacio 

que  no  viene ) 

Escrib.  Ea,  que  es  tarde! 

Manos  á  la  obra,  muchachos! 

Barón.    Ah!  ¿qué  dirán 

Escrib .  Principiemos 

por  los  muebles  de  este  cuarto. 
Rosalia.  Alto!  Á  mí  nadie  me  embarga. 

Aquí  no  habita  mi  hermano. 

Su  habitación  es  aquella. 

Eso  faltaba!  Mis  trastos 

son  inocentes,  y  yo 

lo  que  no  cómo  no  pago. 
Escrib.    Eso....,  se  verá  después. 

Yo  embargaré  mientras  tanto 

Rosalia.  ¿Cómo  se  entiende!  Primero 

Barón.    No  sea  usted  temerario: 


Camila, 

Rosália. 
Camila, 

Rosalía, 
Camila, 

Escrib. 
Rosalía, 


Escrib, 
Camila, 
Barón. 


Camila. 


Escrib. 


Barón. 
Escrib, 
Camila, 


EL  Ql^É 

Mi  hermana  tiene  razón , 
lo  caal  suele  ser  muy  raro, 
y  es  que  usted  la  coge  ahora 
en  un  lúcido  intervalo. 
Querida  tia ,  usted  puede 
conjurar  este  nublado. 
Cómo? 

Prestando  á  mi  padre 

esasuma 

Ni  un  ochavo. 
Por  poco  tiempo  será , 
que  yo  espero.... 

En  qué  quedamos  ? 
Ya  he  dicho  que  no.  |  Que  purgue 
su  orgullo  y  su  despilfarro, 
y  que  escarmiente,  y  que  sepa 
que  Dios  castiga  sin  palo, 
y  no  se  vuelva  á  meter 
á  predicador  el  diablo. 
Sí ,  ¡  pues  está  la  madera 

Í)ara  nacer  cucharas! 
A  los  alguaciles.]      Vamos 

Un  momento!.... 

[A  Doña  Rosalía,]  Ya  no  quiero 

nada  de  ti,  nada;  y  si  algo 

me  pesa  en  el  corazón 

es  el  haberme  humillado 

á  una No  te  digo  más  * 

por  no  dar  aquí  un  escáncfedo. — 
Hagan  ustedes  su  oficio, 
y  despachen  con  mil  santos. 
No,  no!  Deténganse  ustedes. 
Se  les  pagará.  Yo  salgo 

garante 

Linda  hipoteca ! 
Bien  sé  yo  que  más  de  cuatro 
la  admitirían  gustosos...., 
mas  yo  prefiero  el  metálico. 
(Caribef....) 

Soy  hombre,  pero 

Pero  es  usted  escribano! 


DIRÁN. 


ESCENA  XIII. 

EL  BARÓN.     CAMILA.     DOÑA  ROSALÍA.    DON 

IGNACIO.    EL  ESCRIBANO.    ALGUi^CILES. 

• 

Ignacio,  Qué  es  esto? 

Camila.  Ah !  Gracias  á  Dios ! 

Ese  hombre  viene  á  embargarnos ; 

mi  padre  no  tiene  fondos , 

y  en  un  trance  tan  amargo 

mi  tia  nos  abandona; 

mas  yo  contaba,  no  en  yano^ 

con  tu  generosidad. 

Sí ,  no  recuerdes  agravios ; 

salva  el  honor  de  mi  padre 

Barón.    Qué  ha  de  hacer  ese  cuitado? 

¡  A  buen  puerto  me  remolcas 

{»ara  evitarme  un  naufragio ! 
Al  Escribano.] 
¿  Cómo  se  podrá  excusar 


Escrib. 
Ignacio. 

Escrib, 
Ignacio. 

Camila. 
Rosalía. 

Ignacio. 

Barón. 
Escrib, 

Barón. 

Escrib. 
Ignacio, 
Barón. 
Ignacio. 


181 

que  tome  usted  por  asalto 
esta  respetable  casa? 
Buena  pregunta !  Pagando. 

[Sacando  una  cartera,] 

Cuánto? 

Catorce  mil  reales, 
según  minuta  que  traigo 

[Sacando  billetes,] 

Basta. 

Ah  bien  mió ! 

¿Es  posible!.... 

[Dando  algunos  billetes  al  Escribano.] 

Tome  usted. 

Estoy  soñando? 

[Examinando  los  billetes.] 
Ocho,  diez,  doce,  y  este  otro 

[Acercándose  i  ver  los  billetes.] 

Sí,  son  billetes  del  Banco! 
Cabal.  Estamos  solventes. 
Si  hay  más  créditos,  yo  pago. 
Tú! 

Véase  usted  conmigo. 
Yo  soy  el  apoderado 
del  Barón. 

Rosalía,  [Aparte  con  el  Barón.] 

Eso  es  portearse 

con  nobleza.  He  aquí  un  rasgo 

Barón,    De  que  tú  no  eres  capaz. 
Escrib.    Muy  bien ,  enterado ,  y  autos. 

Señores ,  muy  servidor 

Beso  á  usías  pies  y  manos , 

respective  y  y  perdonar. 

Son  deberes  de  mi  cargo 

Y  si  usías  necesitan 

algún  poder,  ó  contrato 

conyugal 

Camila.  (Ah !  ¡  Quiera  Dios. . . .) 

Escrib,   [Al  Barón.] 

Ó  testamento 

Barón,  Mal  rayo 

le  confunda  á  usted  primero. 

Escrib.   Esto  no  es  decir 

Barón.  |Eh Largo! 


ESCENA  XIV. 

EL  BARÓN.    CAMILA.    D.  IGNACIO.  DOÍíA 

ROSALÍA. 


Rosalía.  Qué  sorpresa! 
Barón. 


(Qué  bochorno!) 


l¿íe  aparta  d  un  lado  cabizbajo 
pensativo.] 

Rosalía.  Esta  mañana  temprano 


^ 


m 


EL  QUÉ  DI1Í5. 


CkwUla. 
RosaUa. 

Ignacio. 


tan  polireetto,  ¡y  alioia 

Vea  usted! 

¿Ddnde  hi»  hallado 
eaamina? 

En  doe  palabras 
Toy  i  explicar  el  mOa^ro. 
La  bancarrota,  del  socio 
i  quien  confié  mi  barco , 
faé  snpaesta;  en  Yeracrox 
se  hizo  despees  millonario; 
atacado  de  la  fiebre 
que  hace  allí  tantos  estragos 
sintió  próximo  sa  fin , 
y  al  iróho  mortal  llamando 
al  marqués  de  Poxo-firío, 
que  es  su  deudo  más  cercano, 
le  descubrió  su  secreto 
ordenándole,  en  descargo 
de  su  conciencia  oprimida, 
que  sin  tregua  ni  descanso 
me  buscara,  y  que  la  herencia 
partiáKmos  como  hermanos; 
y  el  Marqués  me  abre  sus  arcas 
y  antepone  entre  mis  brazos 
á'las  iras  del  celoso 
los  deberes  del  hidalgo. 

Camila.  T  yo,  temblando  por  ti 
como  la  hoja  en  el  árbol , 
contra  tu  Tida,  que  es  mia, 
creí  su  rencor  annado. 
Dios  mi  injusticia  perdone! 

Jtosalia.  Jesvs,  qué  Marqués  tan  guapo! 
Vaya ,  siento  un  r^ocijo 

[Al  Barón,] 

Qué  haces  tú  tan  cabizbajo? — 
No  responde.  Ta  se  ve, 

la  Te^ñenza No  lo  extraño, 

Ignacio.  Rico  soy,  mas  no  me  engríen 
las  riquezas,  sino  el  lauro 
de  emplearlas  en  obsequio 
de  un  tío  á  quien  amo  tanto. 
(Ahí) 

Ese  tio  puede  darte 
mucho  más  que  tú  le  has  dado ; 
lo  que  vale  para  ti 
más  que  Méjico;  mi  mano; 
y  no  te  la  negará 
sabiendo  que  te  idolatro , 
y  entre  un  padre  y  una  hija 
ya  no  se  alzará  inhumano 
ese  yerto  qué  dirán , 
fuente  para  mí  de  llanto. 
(Oh !) 

Lo  enjugará  piadoso, 
y  cuando  á  escoger  le  damos 
entre  perder  á  su  hija 
ó  ser  el  padre  de  entrambos, 
no  hay  que  temer  su  elección , 
que  su  pecho  no  es  de  mármol. 
AuQ  vacilas!  • 

Eh! Dejadme.. 

(Quisiera  estar  siete  estados 


Barón. 
Camila. 


Barón. 
Camila. 


Rosalía. 
Barón. 


bajo  tierra.^  T  bien ,  yo  he 
un  inicoo,  un  mentecato. 

[i  D.  lgumeio.\ 

Mi  preocopadon  ridicula 
me  pintaba  con  ne&ndos 
colores  ta  mostrador 
de  Gibraliar.  Tu  bizarro 
proceder  me  ha  confondido, 
me  ha  hecho  caer  de  mi  asno. 
Para  expiar  mi  locara 
y  probar  mi  desengaño, 
me  haré,  si  queréis,  tendero; 
p<Hidré  en  la  calle  un  tinglado 
y  gritaré:  «¡  buenos  fósforos 
y  papel  para  cigarros!» 
Queréis  más? 

Ignacio.  Ah  tio ! 

Camila.  Ah  padre ! 

Barón.    Pero  si  ahora  me  ablando 
y  aquel  injusto  desTÍo 
conTÍerto  en  dulce  agasajo, 
de  tan  brusca  peripecia 
iqaé  dirán  los  aristarcos? 
No  dirán  que  me  ha  rendido 
la  Tirtud  de  ese  muchacho; 
dirán  que  el  yil  interés 

Camila.  Qué  temor  tan  infundado ! 

Ignacio.  Otra  Tez  el  qué  dirán! 

Camila.  ¡Yaya  que  es  fuerte  trabajo 

¿Conque  antes  porque  era  pobre, 

y  ahora  poroue  es  propietario 

¿Cómo  templar  esta  gaita, 
Dios  mió ! 

Barón.  \  Lleven  los  diablos 

mi  Te^^enza Tergonzosa! 

El  qué  dirán  es  un  fatuo 
si  en  el  deber  no  se  funda 
y  si  al  bien  sirve  de  obstáculo. 

Venid,  venid,  hijos  mios 

Abrazadme  y  abrazaos! 

[Lo  hacen  aH.] 

Camila.  Ah!  Soy  feliz! 

Ignacio.  \  Oh  placer 

inefieible! 

Bosalia.  Hermoso  cuadro ! — 

¡  ün  ^lan ,  unnlan Las  dos  bodas 

en  mi  casita  de  campo 


ESCENA  XV. 

EL  BARÓN.    CAMILA,    DOÑA  ROSALÍA.    DON 
.    IGNACIO.    D.  TORIBIO.    LORENZA. 

[Llega  D.  Toriiiopor  el  foro  dando  el  brazo  d 

.    Lort 


*enza.] 


Toritio,  Con  permiso 


mi 


Rosalía.  [  Volviendo  la  cabeza.] 


¿Quién ¿Qué  veo! 


EL  QUE  DIRÁN. 


189 


Rosalía. 
Toriiio. 


Rosalía, 

Ignacio, 
Camila. 
Barón, 


Toribio,  Nada  de  particular. 

Usted  despide  á  Lorenza 
y  yo ,  que  soy  muy  galán , 

la  acompaño 

Horror!  infamia! 

No  lo  tome  usted  á  mal. 

T09  usted ^  ella;  ambos á  tres 

somos  mayores  de  edad ; 
y  la  ley  nos  hace  libres  ; 
y  se  acabó;  y  la  moral 
no  se  ofende,  porque  aquí 

se  juega  limpio......  y  no  haymás...; 

y  yo  me  caso  con  ella, 

y  ella  conmigo,  y cabal. 

[Dejándose  caer  en  un  sillón,] 

Desventurada  de  mí  I 

¿Quién  había  de  pensar 

Ahora  salimos  con  eso  ? 
Eh!Nolodecia?Paf! 
Se  apeó  por  las  orejas. 

[Don  Ignacio  y  Camila  se  acercan  i 
consolar  d  su  tia.] 

Llora  usted  porque  se  va  I 
Dejadme!  Venganza!  Monstruo! 

Antes  se  debe  alegrar 

¿Pudiera  usted  ser  feliz 
con  semejante  animal? 

¿Cómo 

Prudencia! 

Sí;  vamonos, 
que  haré  una  bestialidad. 
Ingrato!  vil!.... 

Somos  frágiles , 

un  cuarto  de  hora  fatal 

j!l  amor Yo  bien  quisiera 

tener  otra  ley  al  pan 

que  cómo,  pero  esa  joven 

iba  á  ser  víctima  ya 

de  mi indisciplina,  y  yo 

ÍQué  quiere  usted! Vi  su  afaU; 
a  vi  llorar  de  ambos  ojos 
en  deshecha  tempestad , 
y  tirarse  de  las  greñas , 

y  romper  el  delantal 

Ella  hermosa  y  afligida , 

yo  que  soy  un  mazapán 

En  fin....,  ^quó  remedio?  Fuá 
preciso  capitular. 
iDejarme  por  una  zafia 
cocinera,  t... 

Bien,  ¿y  qué  hay? 


Ignacio. 
Rosalía. 
Ignacio. 
Camila, 

Toribio. 

Lorenza. 

Toribio, 

Rosalía. 
Toribio, 


i 


Rosalía. 
Lorenza. 


Toribio. 


Cocinera,  pero 

Tente. 
Déjame  á  mí  contestar. 
Casarme  yo  con  usted 

era una  calamidad. 

De  una  señora  á  un  lacayo 
mayor  diferencia  va 

que  de  un  ex-lacayo ¡pues! 

á  una Estamos?  Cada  cual 

con  su  cada  cual......  y  ahur.... 

[Al  Barón.] 
Dígale  usted  lo  demás. 


ESCENA  XVI. 

EL  BARÓN.    DOÑA  ROSALÍA.    D.  IGNACIO. 

CAMILA. 

Rosalía.  Villano !  ruin !  miserable ! 

Miren  qué  pago  me  da! 

Ah!  si  mi  furor 

Barón.  Terrible 

es  la  lección  en  verdad , 

aunque  bien  la  has  merecido. 

Culpabas  mi  qué  dirán , 

pero 

Rosalía.  [Levantándose.] 

No  quiero  sermones ! 

Barón.  Escucha 

Rosalía,  Déjame  en  paz. 

[Se  va  por  la  izquierda  dando  un  por- 
tazo.] 


ESCENA  ÚLTIMA. 

KL  BARÓN.    CAMILA.    D.  IGNACIO. 

Camila.  Pobre  tia ! 

Barón .  Incorregible ! 

Es  inútil  predicar; 

porque  el  ralsq  pundonor 

y  la  necia  vaniaad 

son  males  que  con  el  tiempo 

la  razón  suele  curar, 

mas  quien  pierde  la  vergüenza. 

no  la  recobra  jamás. 


UN  día  de  campo 


EL  TUTOR  Y  EL  AMANTE, 


COMEDIA   EN  TRES   AGTOS. 


Se  estrenó  en  el  teatro  del  Principe  el  dia  A  de  Harzo  de  1839. 


PERSONAS. 


SABINA. 

DOSa  CELEDONIA. 

DONA  RÜPERTA. 

DOÑA  LUCÍA. 

DOÑA  MELCHORA. 

JESUSA. 

MERCEDES. 

D.  ANTONIO. 

CRIADOS.- 


I  D.  AGUSTÍN. 

D.  SIMÓN. 
D.  TOMÁS. 
D.  LIBORIO. 
D.  FRUTOS. 
D.  ENRIQUE. 
D.  JOAQUÍN. 
BELTRAN. 

TESTIGOS. 


El  acto  primero  y  el  tercero  pasan  en  Madrid  en  casa  de  D.  Antonio;  el  segundo  en  el  campo. 


<^rf^*^^wv^i^<rfw^^v^i«/s/w^^s/^/^/v^* 


ACTO  PRIMERO. 


Jardín  con  arbolado.  Tapia  en  el  foro  y  en  medio  una  verja  abierta.  A  la  parte  de  fuera 

se  verá  de  costado  un  coche  de  colleras^  con  la  trasera  a  la  derecha  del  espectador.  Á  la 

izquierda  del  actor  la  puerta  que  conduce  a  lo  interior  de  la  casa. 


ESCENA  I. 

D.  ANTONIO.    DOÑA  CELEDONIA. 

\Ai^aTectn  sentados  d  un  velador  de  piedra  oca- 
bando  de  tomar  chocolate^] 

Antonio,  Está  todo  prevenido? 
Celed,.      Sí,  señor.  Ya  sólo  falta 

que  vengan  los  convidados. 


Antonio,  Ta  no  tardarán. 

[Á  una  criada  que  está  detras  con  ta- 
sos  de  agua  en  una  bandeja,'] 

El  agua. 

[La  criada  presenta  la  bandeja,  y 

luego  que  han  bebido  D.  Antonio  y 

doña  Celedonia,  desocupa  el  velador  y 

entra  en  la  casa,} 

Celed,      La  comida  será  espléndida. 


IW 


UN  DÍA  DE  CAMPO. 


^Antonio. 


Celed. 


Antonio. 
Celéi. 


Antonio. 
Celed. 


Antonio. 
Celed. 


Antonio, 

Celed. 

Antonio. 
Celed. 


Ha  sido  baena  humorada 
celebrar  usted  bus  días 
en  el  campo. 

La  mañana 
está  hermosa.^ — Que  no  olviden 
las  botellas  de  Champaña. 
JBsas  irán  en  la  arquilla 
de  uno  de  los  coches;  no  haga 

el  demonio  que  se  rompan 

Muy  bien  pensado. 

T  la  plata 
y  la  loza.  Los  demás 
cachivaches  y  las  viandas , 
en  una  acémila. 

Bueno. 
De  su  conducción  se  encarga 
el-  amigo  don  Liborio. 
Gomo  tiene  tanta  maña 
para  todo,  y  es  tan  vivo, 

y  tan  decidor,  y Vaya, 

para  una  broma  no  hay  otro. 

¿k  quién  no  alegran  sus  chanzas... 

Algo  pesadas  á  veces. 

No  tal.  Si  tiene  una  gracia!... 

j  Qué  manos  para  guisar 

arroz  á  la  valenciana! 

¡  Qué  profunda  erudición 

en  materia  de  charadas, 

juegos  de  prendas,  y  cuentos , 

y  suertes  con  la  baraja! 

Y  bombas?  Qué  bombas  echa! 

Pues  si  toma  la  guitarra 

£l  solo  va  á  hacer  el  gasto. 
Está  usted  eauivocada, 
que  quien  lo  nace  es  mi  bolsillo. 
Yo  de  dinero  no  hablaba, 
sino  de  la  broma. 

Ya. 
Porque  don  Frutos  Linaza, 
el  boticario,...,  qué  mosca!.... 
ni  un  momento  se  separa 
de  la  dengosa  Lucía, 

y  los  dos  charlan  y  charlan 

Por  ahí  dicen  malas  lenguas 
que  es  cortejo  de  madama : 
yo,  más  piadosa,  presumo 
que  la  enseña  la  farmacia. 
En  tanto,  el  buen  don  Simón, 

Sor  no  hacer  una  alcaldada 
isimula  y  se  repudre, 
y  aquella  afligida  cara, 
ya  se  tuerce,  ya  se  anubla, 
ya  se  frunce,  ya  se  alarga, 
gesticulando  furores 

Í  mascullando  venganzas, 
a  amante  doña  Ruperta 
se  pega  como  una  lapa 
á  don  Tomás  su  marido, 
hombre  de  excelente  pasta ; 
mas  yo  tengo  para  mí, 
aunque  él  se  sonríe  v  calla, 
que  tanta  dicha  le  abruma 
y  tanto  amor  le  empalaga; 


porque  amor  es  una  droga 
de  propiedades  tan  raras , 
que  según  sea  la  désis 
nos  da  la  vida  ó  nos  mata. 
Resta ,  en  fín ,  doña  Melchora 
con  su  perrito  de  faldas, 
y  su  reuma,  y  sus  sandeces, 
y  sus  dos  hijas  del  alma, 
pollos  en  rifa,  ambulantes 
almacenes  de  quincalla, 
con  sobrada  presunción 
y  poquísima  sustancia; 
y  no  iiay  que  contar  con  ellas, 
que  sólo  ven,  sólo  hablan 
una  á  su  lindo  don  Diego 
y  otra  á  su  galán  fantasma. 

Antonio. oLny  bien,  doña  Celedonia! 
¿T  cómo  en  la  repasata 
no  entramos  Sabina  y  yo? 

Celed.      Porque  ustedes  son  de  casa , 
y  el  cariño  que  les  tengo 
embota  el  fílo  á  mi  sátira. 
Mi  sobrinita  es  un  ángel; 
de  ella  no  hay  que  decir  nada; 
pero  usted ,  tutor  severo, 
na  dado  en  mortificarla 

Antonio.  Mortificarla!  ¿Qué  padre 
con  más  amor  la  mirara? 

{De  (}ué  honesta  diversión 
a  privo?  ¿Qué  nueva  gala 
llega  á  casa  de  Gines , 
ó  qué  ioya  inventa  Francia 
que  ella  no  luzca  en  los  bailes 
con  envidia  de  otras  damas? 
Si  alguna  vez  la  reprendo 
por  caprichosa  ó  por  vana, 
que  aunque  inocente  paloma 
al  cabo  es  niña  mimada, 
tal  vez  desmiente  mi  rostro 
el  rigor  de  mis  palabras, 
y  ella  siempre  está  segura 
de  conjurar  la  borrasca; 
que  ó  sus  gracias  me  embelesan, 
ó  su  llanto  me  desarma. 
Celed.      ¿Qué  vale  todo  ese  mimo 
sin  la  libertad  del  alma? 
Pobre  niña!  Tiene  un  novio, 
¡y  sin  formación  de  causa 
le  planta  usted  en  la  calle ! 

Antonio.  [Se  levanta.] 

Miren  qué  acción  tan  villana! 
¡  Impedir  que  la  seduzca 
un  libertino,  un  canalla, 
sin  juicio,  sin  patrimonio, 
sin  carrera 

Celed.      [Levantándose.]  • 

Á  usted  le  engañan. 
¡  Sí  es  un  muchacho  tan  fino, 

tan  amable Y  qué  elegancia! 

y  qué  alma  de  fuego  aquella ! 
y  qué  bien  pone  una  carta ! 


r 


UN  día  de  campo. 


Antonio, 

Celed, 

Antonio. 

Celed. 
Antonio. 


\ 


Cded, 

Antonio. 

Céled, 
Antonio. 

Celed. 

Antonio, 

Cekd, 

Antonio, 

Cekd. 


Antonio. 
Cekd. 


Antonio. 

Celed. 

Antonio. 

Celed. 

Antonio. 

Celed. 

Antonio. 

Celed. 
Antonio. 
Celed. 
Antonio. 

Celed. 


Antonio. 
Celed. 


Todas  Ueyan  hoy  al  campo 

marido  ó  galán.  ¿No  es  lástima 

qae  sólo  esa  pobrecíta 

yaya  desacomodada? 

To  serd  so  caballero. 

PaesI  T  á  mí  ¿quién  me  acompaña? 

Daré  un  brazo  á  cada  una. 

(Esta  tia  me  da  náuseas.) 

Fero 

Si  vuelve  á  pisar 

los  umbrales  de  mi  casa 

ese  hombre,  haré  un  desatino. — 

Sabinita  es  una  malva 

y  cederá  á  mis  consejos. 

Ta  se  ve ,  doncella  incauta 

que  apenas  conpce  el  mundo 

I  Si  aun  no  hace  siete  semanas 

que  ha  salido  del  coleg^io  1 

Eh!  no  demos  importancia 

al  capricho  de  una  niña 

que  como  viene  se  pasa. 

Pero ,  señor  don  Antonio , 

¿no  es  antipatía  extraña 

la  que  ustea  tiene  á  ese  joven? 

^Y  no  es  más  extraordinaria 

la  obstinación  con  que  usted 

le  patrocina  y  le  ensalza? 

Esto  es  hacerle  justicia. 

¿Es  usted  la  enamorada 

6  mi  pupila? 

Ayl 

Qué  es  eso? 

I  No  me  toque  usted  la  llaga 

que  el  corazón  me  lacera  I 

(Esta  es  otra  que  bien  baila!) 

¿Es  posible 

I  No  á  mi  rostro 

asome  la  oculta  llama 

y  mi  recato  fluctúe 

en  el  mar  de  la  esperanza  I 

¿Conque  ama  usted T  en  efecto, 

¿es  don  Agustin 

i  Amarga 
reguntal  ¡Y  venir,  Dios  mió, 
e  quien  menos  la  esperaba! 

Señora 

Soy  yo  de  mármol? 

Eh! 

Tiene  usted  cataratas? 

No,  pero  ¿qué  significa 

Soy  mujer! 

Lo  creo.  Basta 

que  usted  lo  diga. 

Y  señora. 

Quién  lo  duda? 

Y  aunque  flaca 

[F]ju^,  y  pesa  usted  lo  menos 

ocho  arrobas ! 

Bufonadas 

á  un  lado ,  que  aquí  la  carne 

no  viene  á  cuento 

Pensaba 

Á  no  ser  que  usted  la  cite 


Antonio, 
Celed. 


Antonio. 


Celed. 
Antonio. 

Celed. 
Antonio. 

Celed. 


5 


Antonio. 

Celed. 

Antonio. 

Celed. 

Antonio. 

Celed. 
Antonio. 


1Í7 

como  enemigo  del  alma. 
Dios  nos  libre. 

De  mí  honor  ^ 
de  mi  decoro  se  trata, 
y  es  inaudita  crueldad, 
y  es  acción  ruin  y  bastarda 
reservar  la  iniciativa 
á  una  mujer  desdichada. 
(Cielos!  ¿querrá.....  seducirme 
esta  mujer?)  Vaya,  vaya., 
usted  me  está  bromeando. 

Como  es  dia  de  jarana 

No ,  que  el  oorazon 

Es  tarde 

y  aun  estov  en  gorro  y  bata 

Qué!  ¿no  ha  comprendido  usted 

(Demasiado ,  buena  maula!) 

Como  no  hable  usted  más  claro 

Preciso  es  tener  entrañas 

de  pedernal Estar  viendo 

que  el  corazón  se  me  arranca , 

Ír  en  vano  calla  la  lengua 
o  que  los  ojos  delatan , 

¡  y  obligarme  todavía 

Quién  la  obligfa  á  usted  á  nada? 

¡Verme  padecer  así 

Ah! Vamos Está  usted  mala? 

Estremecida ,  convulsa 

Con  efecto ,  y  algo  pálida 

Cuídese  usted. 

Don  Antonio! 
Friegas,  un  vaso  de  horchata ; 
y  si  no  se  alivia  usted...;, 
sinapismos  y  á  la  cama. 

[Fntra  en  la  casa.] 


ESCENA  11. 

DOÑA  CELEDONIA. 

Malo !  Ó  no  me  ha  comprendido , 
6  se  ha  mofado  de  mí. — 
Mas  quizá  por  prematuro 
no  ha  dado  lumbre  mi  &rdid. 
No- perdamos  la  esperanza, 
y  para  lograr  mi  fin, 
hagamos  que  la  pupila 

se  case  pronto :  sí.  sí. 

El  don  Antonio  está  cnocho 
con  la  gracia  juvenil 
de  Sabina,  y  si  hasta  ahora 
la  amó  como  á  un  serafin , 
bien  pudiera  á  su  cariño 
dar  mañana  otro  matiz. 
Yo  aspiro  al  mando  supremo, 
y  mientras  ella  esté  aquí, 
mi  postergada  hermosura 
no  podrá  alzar  la  cerviz ; 
que,  al  cabo,  yo  soy  jamona, 
y  ella  en  la  flor  de  su  Abril...,. 


1^ 


UN  día  de  CAMro. 


Pero  él  es  una  alma  candida, 
nn  pobre  hombre ,  un  infeliz , 
y  frente  á  frente  los  dos 
no  es  tan  dudosa  la  lid. 


ESCENA  III. 


DOÑA  CELEDONIA.    D.  AGUSTÍN. 


Agustín, 
Celed. 

Agustín, 

Celed. 
Agustín. 


Celed. 
Agustín. 


Celed. 
Agustín. 


Celed. 
Agustín. 

Celed. 


Á  la  par  de  Dím  ! 
[Volviéndose.]     *  ¿Quién  viene, 

Ahí  ya El  calesero 

^Acercándose.]  ¡Chit.. 

Ya  no  me  conoce  usted? 

¿Cómo ¿Qué  veo!  Agustín! 

También  soy  de  la  partida, 

aunque  el  tutor  incivil 

no  ha  querido  convidarme,  y 

¿Y  sí  llega  á  descubrir 

Qué  temeridad! 

Eh!  ¿quién 
me  reconoce  en  Madrid? 
Entre  esta  airada  patilla, 
y  este  verde  chupetin, 
y  este  pardo  marselles 
con  el  vivo  carmesí, 
y  este  sombrero  chambergo , 
y  esta  polaina  gentil , 
¿quién  descubre  á  un  elegante 
que  viste  por  figurín? 
Eres  el  mismo  demonio . 

Eso  es  poner  en  un  tris 

De  toda  la  turbamulta 
que  me  arriesgo  á  conducir, 
sólo  ustedes  y  el  tutor 
me  conocen. 

Siendo  así 

Yo  le  guardaré  las  vueltas 

¿Aun  no  ha  bajado  al  jardin 
Sabina? 

Estaba  vistiéndose. 
Muy  pronto Mírala  allí. 


ESCENA   IV.   . 


D.  AGUSTÍN.    DOÑA  CELEDONIA.    SABINA. 


Sabina.    Tia 
Celed. 


Ven  aquí. 

[Se  acerca  Sabina.] 

Adivina 
quién  es  este  caballero. 

Sabina.   [En  toz  baja  á  su  lia.]  ' 

Cómo ! Un  rudo  calesero  I . , 

Agustín.  Me  has  mirado  bien ,  Sabina? 


Sabina. 
Celed. 
Agustín. 
Celed. 

Agustín. 


Sabina. 

Agustín. 

Sabina. 


Agustín, 
Celed. 


Ahí tú Pero  ese  disfraz. 

Por  Dios estemos  alerta!.... 

Ardid  de  amor. 

Esa  puerta 

Si  nos  sorprende  es  capaz..'... 
No  hay  cuidado,  que  el  ramaje 
me  cubre ,  y  no  me  verá. — 
Mi  bien ,  ¿no  me  quieres  ya 
porque  estoy  en  este  traje? 
Ahí  ¿cómo  no  he  de  quererte, 
si  con  él  pruebas  tu  fe? 
Y  por  ti  me  vestiré 
hasta  el  saco  de  la  muerte. 
Hasta  la  jerga  es  tisú 
si  amor  halaga  al  deseo. 

Ta  me  gusta  ese  chapeo , 

porque  te  lo  pones  tú. 

Ah  bien  mió!  El  alma  absorta... 

Bien!  lindo!  Qué  par  de  topos! 

Basta  ahora  de  piropos 

y  vamos  á  lo  que  importa.  ' 

[Á  Sabina.] 


Esperar  que  á  don  Antonio 
g^ste  tu  novio ,  es  en  vano , 
que  antes  de  darle  tu  mano 
se  la  daría  al  demonio. 
Hoy  mismo  en  larga  porfía 
de  vuestra  parte  me  he  puesto; 
y  qué  he  logrado  con  esto? 
Aumentar  su  antipatía. 

Sabina.   [Á  D.  Agustín.] 

T  todo  es  porque  tal  vez 
algún  oculto  rival 
de  tí  le  ha  informado  mal. 
Qué  bajeza  y  qué  sandez  I 

Agustín.  ¿Y  qué  traidor  en  mí  mengua 
la  vil  calumnia  empleó? 
;  No  le  conociera  yo 
para  arrancarle  la  lengua! 

Ah!  mi  saña 

No  te  alteres , 
que  tiemblo  de  verte  así. 

Mas  mi  honor 

Sí  solo  á  ti 
creo  y  amo,  qué  más  quieres? 

Agustín.  Si  la  pobreza  es  baldón, 
confieso  mi  mala  estrella, 
mas  ¿no  he  de  amar  á  una  bella 
porque  nací  segundón? 

Sabina.   Y,  porque  es'Tica  mi  dote, 

¿me  he  de  Quedar  como  estoy, 
sí  mano  y  alma  no  doy 
á  algún  ricacho  hotentote? 

Agustín.  No  tiene  empleo,  dirái;. 
Bien  sé  que  lo  necesito; 
por  eso  lo  solicito ; 
pero  ¡  si  no  me  le  dan ! 
¿ien  que  tal  anda  la  danza 
y  es  tan  continuo  el  trasiego 
de  empleados ,  que  el  más  lego 


Sabina. 

Agustín. 
Sabina. 


I3N  día  de  campo. 


189 


Sabina. 


Agustín. 

Sabina. 

Agustín. 


Celed. 

Sabina, 

Agustín. 

Salciña. 
Agustín. 


no  renuncia  á  la  esperanza. 
Si  hoy  la  suerte  me  abandona, 
mañana ,  cuadre  ó  no  cuadre, 
ó  mi  amigo  6  mi  compadre 
ocuparán  la  poltrona. 

¿Quién  sabe Quizá  yo  mismo 

algún  día  me  la  ferie 
que  de  ministros  la  serie 
ya  excede  á  todo  guarismo, 
y  si  la  guerra  civil 
dura,  se  abrirá  un  registro, 
y  el  empleo  de  ministro 
será  carga  concejil. 
Ó  mi  tutor  pierde  el  seso, 
6  no  está  de  buena  fe 

cuando  te  acusa 

De  qué? 
De  jugador. 

(Algo  hay  de  eso.)  • 
Jugar?  Cómo?....  Aunque  quisiera, 
si  nunca  tengo  un  doblón, 

¿qué  diablos 

Tiene  razón. 
Eso  convence  á  cualquiera. 
¡Y  gracias  que  no  me  den 
de  libertino  la  fama! 
Pues  así  también  te  llama. 
(Pues  algo  hay  de  eso  también.) 
villana,  atroz  impostura! 
¡Á  mí  que  al  verte  me  arrobo, 
y  mudo  me  quedo  y  bobo 
contemplando  tu  hermosura, 
y  á  tu  divino  portento 
alzo  en  el  alma  un  altar, 
y  temeria  empañar 
tu  pureza  con  mi  aliento ! 
Oh  dicha!  ¡Bien  hayan,  sí, 
los  que  contra  ti  murmuran, 
pues  la  gloria  te  procuran 
de  justificarte  así! 
En  siglo  tan  pecador, 
do  no  hay  pudor  que  se  aprecie, 
dime  tú :  ¿no  es  una  especie 
de  anacronismo  mi  amor? 
¡  Libertino,  y  de  tu  fe 
ni  aun  te  pido  prenda  leve 

en  esa  mano  de  nieve 

ÍSin  la  dote,  para  qué?) 

Qué  virtud!  Lo  oye  usted,  tia? 

{ Dominar  hasta  un  deseo 

tan  venial!  Oh!  pues  yo  creo..... 

que  no  se  la  negaría. 

Agustín.  \Tomando  una  mano  d  Sabina.] 

Eso  sí;  con  tu  permiso 

Celed.      Dulce  recíproco  amor ! 
Pero  el  diaolo  del  tutor 
nos  pone  en  un  compromiso. 
Qué  mancebo  tan  cabal! 

Y  le  injuría,  y  le  aborrece  I.... 

Y  to(Jo  es  porque  le  escuece 
soltar  la  dote:  sí  tal. 

Sabina.  Es  extraño En  todo  suele 


s 


Sabina. 


Agustín. 


Sabina. 


darme  gusto,  lo  confieso 

Celed.      Él  se  entiende. 

Sabina.  Sólo  en  eso 

Celed.      Porque  eso  es  lo  que  le  duele. 
Te  compra  cuanto  deseas , 
te  mima,  te  halaga,  pero 
¿de  dónde,  sino  del  cuero, 
han  de  salir  las  correas? 
•  Sólo  mira  á  su  interés , 
y,  no  lo  dudes ,  serán 
cuentas  del  Gran  Capitán 
las  que  te  ponga  después. 

Agustín.  Y  eso,  mi  DÍen,.no  te  asombre. 
Yo  no  hablo  de  nadie  mal , 
pero,  regla  general . 
un  tutor  es  un  mal  nombre. 

Sabina.    Qué  picardía!  Y  lo  creo, 

aunque  ese  me  hace  regalos, 
porque  todos  son  muy  malos 
en  los  libros  que  yo  leo.. 
Mas  no  me  infunde  temor, 
que  sabré  romper  su  yugo, 
antes  que  él  sea  verdugo 
de  mi  dote  y  de  mi  amor. 

Agustín.  Contra  un  tirano  cruel 

ra  rebelarse  es  preciso, 
fo  nos  otorga  el  permiso? 
Pues  casémonos  sin  él. 
Celed.      Alto!  No  seáis  tan  vivos. 

Siempre  es  duro  un  rompimiento.., 
Y  no  es  cosa  del  momento. 

Hay  que  hacer  preparativos 

Ganar  tiempo  es  necesario 
para  dar  el  golpe  bien. 

[Á  Sabina.] 

Tú  no  le  hables  con  desden, 

sino  todo  lo  contrario. 

Si  otra  vez  contra  tu  chulo 
.  echar  venablos  le  oyeres , 

finge  que  ya  no  le  quieres , 

porque  importa  el  disimulo. 

Si  te  saliere  al  encuentro 

con  otro  novio,  sumisa 

le  oyes  con  cara  de  risa 

aunque  te  quemes  por  dentro. 

Más  te  pudiera  decir, 

pero  basta ;  eres  mujer, 

y  ninguna  ha  menester 

que  la  enseñen  á  fingir. 
Sabina.    Cuenten  ustedes  conmigo. 

Yo  le  sabré  deslumhrar. 
Celed.      En  fin ,  es  preciso  obrar..... 
Agustín.  Como  en  país  enemigo. 
Celed.      Y  vayase  el  calesero, 

no  hagamos 

[Mira  i  lo  interior  de  la  casa.] 


Agustin .  Otro  ratito . . 

Celed.      Aparta  de  aquí,  maldito, 

que  ya  viene  el  cancerbero. 


190 


UN  día  de  campo. 


ESCENA  V. 


DONA  CELEDONIA.    SABINA.     D.   ANTONIO. 

Antonio,  [Ya  en  traje  de  campo.] 

Cómo  es  esto?  ¿No  han  venido 
todavía? 

Celed.  No,  señor. 

Antonio,  Hola!  ya  está  usted  mejor? 

Celed.      No  ha  sido  nada.  Un  vahído 

Voy  á  dar  disposiciones 
para  que  acomoden  bien 
todo  aquel  vasto  almacén  * 
de  enseres  y  provisiones. 

[Fntra  en  la  casa.] 


Sabina. 
Antonio, 

Sabina, 


Antonio, 


Satina, 


Antonio. 


Sabina. 


Antonio, 
Sabina, 


Antonio, 


Antonio. 


ESCENA  VI. 


D.  ANTONIO.    SABINA. 

¿Por  qué,  Sabina  amada, 
tan  abatida  estás? 
No  turbe  la  tristeza 
.  ta  júbilo  y  tu  paz; 
que  aunque  con  ella  y  todo 
tu  cara  es  celestial , 
alegre  la  hermosura 
brilla  y  halaga  más. 
Triste  no  estoy.  Mi  mente 
gozaba  en  recordar 
el  apacible  asilo 

do  pocos  dias  ha 

Te  acuerdas  del  colegio? 

Es  cosa  natural; 

que  siempre  á  una  alma  tierna 

{)resentes  estarán 
os  juegos  inocentes 
de  la  primera  edad. 
Mire  usted;  ya  sonrio. 
Grata,  pero  fugaz , 
pasó  como  un  relámpago 
mi  distracción  mentaR 
Más  dulce  pejisamíento 
me  ocupa  sm  cesar. 
Cuál? 

Las  pruebas  continuas 
que  usted,  señor,  me  da 
de  plácida  indulgencia, 
de  amor  y  de  bondad. 
(Para  el  tiempo  que  tengo...., 
vamos,  no  lo  nago  mal.) 
Dios  te  premie,  Sabina, 
el  gozo  que  me  das. 
Ah  I  si  ingrata  olvidases 
mi  afecto  paternal 


Sabina. 

Antonio, 

Sabina, 
Antonio, 


/Sabina, 
Antonio, 


Sabina, 


Antonio, 
Sabina, 


¡Yo,  señor 

No  podría 
consolarme  jamás. 
To  que  no  he  conocido 
ni  papá,  ni  mamá, 
y  perdí  siendo  niña 
á  mi  tio  carnal . 
¿en  quién  halle  el  consuelo 
de  mi  triste  orfandad 
sino  en  usted ,  que  ha  sido 
mi  numen  tutelar? 
Mi  corazón  sería 
de  duro  pedernal 
si  beneficios  tantos 
pudiera  yo  olvidar. 
Angelí....  (Nunca  la  he  visto 
tan  tierna  y  tan  jovial.) 
Tú  lo  mereces  todo. 
Guando  don  Pedro  Aznar, 
tu  buen  tio  y  mi  amigo, 
en  el  lecho  mortal 
tan  sagrado  depósito 
fió  de  mi  amistad, 
le  prometí,  no  en  vano, 
que  nunca  fui  falaz,, 
anteponer  lá  tuya 
á  mi  felicidad. 
(¡Que  un  hombre  tan  almíbar 

haya  de  ser  capaz ) 

Tú  sabes  si  he  cumplido 
mi  promesa. 

Es  verdad. 
Sola  una  vez,  Sabina, 
y  aun  esa  á  mi  pesar, 
severo  he  combatido 
tu  libre  voluntad; 
porque  antes  á  tu  enojo 
me  quiero  aventurar 
que  verte  triste  víctima 
de  una  pasión  fatal. 
(Ta  al  guid  hemos  llegado 
de  la  dificultad.) 
Y  un  dia,  yo  lo  espero, 
me  lo  agradecerás, 
si  en  secreto  ho^  murmuras 
contra  mi  autoridad. 
Yo  sé  que  no  merece 

tu  mano  ese truhán, 

aunque  de  amor  le  cubra 
el  seductor  disfraz. 

Yo  sé 

(Vaya  de  embuste.) , 
No  se  canse  usted  más 
en  hablarme  de  ese  hombre, 
que  no  le  quiero  ya. 
¿Qué  dices... 

Fué  un  capricho... 
(Perdona,  dulce  imán.) 
¿Qué  sé  yo.....  La  costumbre 

de  verle  en  sociedad 

Mas  los  buenos  consejos 

de  usted  y  el  qué  dirán 

Sé  que  anda  en  malos  pasos 


UN  día  de  campo. 


Antonio. 
Sabina, 
Antonio, 
Sabina, 


Antonio. 


Sabina. 


Antonio. 


Sabina. 

Antonio. 

Sabina^ 

Antonio. 
Sabina. 


Antonio. 
Sabina. 


(Ah!  miento:  no  sé  tal.) 
Ta  no  hay  nada.  Le  he  dicho 
que  no  me  vuelva  á  hablar. 
De  véraa? 

Muy  de  veras. 
Sabina ! 

Y  además, 
soy  pupila  obediente, 
y  vicia  y  libertad 
¿á  quién  mejor  pudiera 
que  á  mi  tutor  nar? 
Bien  haya  tu  boquital 
Esa  docilidad 
me  encanta. 

Y  á  mis  solas 
decía  yo  poco  ha: 
voy  á  cumplir  veinte  años 
antes  de  Navidad. 

Acaso  don  Antonio 

(ahora  sabré  su  plan) 
me  quiera  dar  marido 
de  su  mano. 

Quizá 

Ese  deber  me  impuso 
tu  tío  al  espirar; 
deber  grato  y  terrible 
para  mí. 

•         Porqué?BahI 
¿Teme  usted  que  yo  falte 

al  respeto  filial 

Respeto  I....  ¿Y  por  respeto 

te  has  de  sacrificar 

Debí  decir  cariño, 

confianza 

Eso....,  tal  cual. 
Mi  corazón  es  libre: 
usted  lo  guiará. 
¿Sé  yo,  incauta  I  á  quién  debo 
aborrecer  ó  amar? 

(¿Me  atreveré Qué  hermosa 

Me  tienta  Satanás ) 

Eh? 


I 


Antonio.     [Cavilando.] 

Nada 

Sabina.  ( Nunca  tuve 

tanta  curiosidad.) 
Adiviné  ?  ¿  Hay  proyecto 
de  boda? 
'  [Indeciso.]  Sí. 

Formal? 
¿Y  si  no  es  de  tu  gusto 
el  novio? 

Sí  será. 
Nómbrele  usted. 

ÍAl  cabo 
.) 
No  te  diré,  Sabina, 
que  es  hombre  de  caudal , 

porque  eso 

Sabina.  Eh  I  no  por  eso 

le  hemos  de  despreciar. 


Sabina. 
Antonio. 

Sabina. 

Antonio. 


Antonio. 


Sabina. 
Antonio. 


Sabina. 

Antonio. 

Sabina. 


Antonio. 


Sabina. 


Antonio. 


Sabina. 

Antonio. 

Sabina. 
Antonio. 


Sabina. 
Antonio. 


191 

(Cuarenta  años  y  pico 
no  es  un  exceso  tan....) 
Nobleza,  ya  se  entiende, 

y  en  cuanto  á  probidad 

aien.  Su  nombre? 

(Esto  es  hecho. 
Ya  no  me  vuelvo  atrás.) 

Y  afable  y  amoroso 
en  ti  se  mirará, 

y  si  llamarte  suya 
merece  en  el  altar, 
los  ángeles  áéh  cielo 
su  dicha  envidiarán. 
Conque  tanto  me  quiere? 

Sí ,  hermosa ,  pero 

(Ay,  ay! 
Cuando  él  le  pone  peros , 
qué  tal  será  el  galán?) 
Hable  usted  sin  empacho. 
Yo  sé  que  no  hay  ñiortal 
perfecto,  que  al  fin  todos 
somos  hijos  de  Adán. 
Acaso  su  cabello 
que  empieza  á  blanquear, 
guirnaldas  no  consiente 
de  rosa  y  arrayan. 
(No  dije?  Algún  decano....) 
Flor  es  la  mocedad 
expuesta  á  los  embates 
de  recio  temporal; 
pero  la  adulüi  encina 
no  teme  al  huracán , 

y  la  virtud Por  último 

Yo  no  me  sé  explicar,.... 
y  si  usted  no  me  saca 

de  este  berengenal 

(Qué  gracia  I  qué  inocencia! 

Y  aun  puedo  vacilar?) 

Pues  bien,  el  que  te  adora 

No  lo  adivinas  ya? 
No  sé.  Como  no  sea 
don  Anacleto  Sanz, 

el  director  cesante 

No,  que  fuera  crueldad 
casarte  yo,  hija  mia, 
con  ese  carcamal. 
No  obstante,  si  lo  exige 

mi  tutor 

Oh  I  no  más. 
Si  tu  virtud  es  tanta , 
angélica  beldad, 
que  aun  esa  triste  crónica 
no  te  parece  mal , 
bien  puedo  ^o  llamarte 
mi  amor,  mi  bien,  mi  afán, 
y  estrechar  en  la  mia 
tu  mano  virginal. 

[Se  la  toma.] 

¿Cómo...  ¡Es  usted.. .(¿Quién  diablos 

habia  de  pensar. . . . ) 

Sí,  perla,  yo  te  adoro 


1 


192 

Sabina. 

Antonio. 
Sabina. 


UN  día  de  campo. 


Antonio. 
Sabina. 


(Virgen  del  Tremedal ! 
¿Qué  le  diré!) 

Sabina ! 
No  me  respondes? 

Ah!.... 

Mi  sorpresa Mi El  alma.... 

({Pues  hemos  hecho  un  pan 
como  unas  hostias  1 ) 

Dime 

Qué  he  de  decir?  Me  da 
tanta  yergüenza 


[Entra  por  la  verja  D.  Frutos 
do  el  brazo  á  doña  Lucia.] 

Cielos ! 
Gente  viene.  Ahí  están ! 


[Suelta  la  mano  de  D.  Antonio.] 


Antonio.     (Ahí  soy  feliz.  Me  quiere.) 
Sabina.      (Ya  puedo  respirar.) 


ESCENA  VII. 

D.  ANTONIO.     SABINA.    D.  FRUTOS.    DOÑA 

LUCÍA. 

Antonio.  Señora  I  Señor  don  Frutos ! 
Lucia.    Don  Antonio!  Sabinita  I 

[Besa  á  ¿íábina  sin  soltar  el  brazo  de 
D.  Frutos.] 

Frutos.   [Mirando  su  reloj.] 


Antonio. 

Sabina. 

Antonio. 

Luda. 

Antonio. 

Frutos. 
Antonio. 

Frutos. 
Sabina. 


No  hemos  tardado  á  la  cita. 
Las  ocho  7  cuatro  minutos. 
Cierto.  Los  primeros  son 
ustedes. 

(¡Siempre  cosido 
á  los  autos  I ) 

Y  el  marido? 
Qué  se  ha  hecho  don  Simón? 
Para  hablarle  de  un  asunto 
le  detuvo  no  sé  quién. 
(Y  le  ha  venido  muy  bien 
al  farmacéutico  adjunto.) 
Qué  tal  el  tresillo  anoche? 
Perdí  tres  duros  al  fin. — 
Trae  usted  el  botiquín? 
Sí,  ya  lo  he  puesto  en  el  coche. 

[Á  D.  Antonio  en  voz  baja.] 

Ya  llega  doña  Melchora 
con  sus  dos  hijas  canijas  y 
y  los  novios  de  sus  hijas, 
y  el  perrito  en  quien  adora. 


ESCENA  VIII. 

D.  ANTONIO.  SABINA.  D.  FRUTOS.  DOÑA 
LUCÍA.  DOÑA  MELCHORA.  JESUSA.  MERCE- 
DES.   D.  ENRIQUE.    D.  JOAQUÍN.    D.  LIBORIO. 

[D.  Liborio  da  el  íraeo  d  doña  Melchora  ^  don 
Mnrique  d  Jesusa  y  D.  Joaquin  d  Mercedes. 
Doña  Melchora  viene  con  un  perrito  en  brazos 
y  2>.  Liborio  trae  una  guitarra.  Luego  qut  se 
entabla  la  conversación  general  ^  se  hablan  en 
voz  baja  doña  Luda  y  D.  Frutos  y  mientras 
estén  en  escena  hardn  casi  siempre  lo  mismo.] 

Los  que  \ 

estaban  )Bien  venidos  I 

en  esc.''  ) 


Buenos  dias  I 


Los  que 
llegan. 

Mekh.     Qu^  tal? 

Antonio.  Famoso.  Y  ustedes? 

Melch.     Muy  bien. 

Jesusa.  Sabina ! 

Sabina.  Mercedes! 

[Guirigay  confuso  de  cumplimientos 

y  salutaciones,  desprendiéndose  todas ^ 

manos  doña  Luda,  del  brazo  de  su 

respectivo  acom)fañante.] 

Antonio.  (Qué  flujo  de  cortesías!) 
Sabina.   [Aparte  d  doña  Luda.] 


Liborio, 
Antonio. 

Liborio. 

Sabina. 

Melch. 

Sabina. 

Melch. 


Sabina. 


Jesusa  viene  muy  charra. 
Qué  buen  día  de  jolgorio ! 
Hola ,  insigne  don  Liborio ! 
También  traemos  guitarra? 
Nunca  me  faltan  á  mí 
alegría  y  apetito. 
Qué  formal  está  el  perrito  f 
Cómo  se  llama? 

Zegrí. 
Siempre  en  brazos  I 

Desde  niño 
le  he  dado  esta  educación. 
Es  débil  de  complexión  y 

y  yo  le  tengo  un  cariño 

Es  muy  mono.  ¡Qué  ladrar 
si  oye  de  noche  algún  grito  I 

Y  lame  tan  suavecito 

No  le  falta  más  que  hablar. 

[Á  D.  Antonio  en  voz  baja.] 


Ya  empezaron  el  palique 
Lucía  y  su  comodín , 
Mercedes  con  don  Joaquin  ^ 
Jesusa  con  don  Enrique. 

Antonio,  Déjalos,  niña,  vivir, 

que  luego,  mediante  Dios , 
lo  mismo  haremos  los  dos. 

Sabina.  (Pues  me  voy  á  divertir  I) 


UN  día  de  campo. 


193 


Liborío.  [Á  D.  Antonio.] 


Hoy  Tamos  á  echar  el  resto. 
Broma  y  baile Usted  verá. 


[Zleffa  de  lo  interior  de  la  casa  doña 

Celedonia  con  tres  criados  q'i/Le  llevan 

cestos  cubiertos  con  servilletas,^ 


ESCENA  IX. 

D.  ANTONIO.     SABINA.     DOÑA  LUCÍA.     DON 
FRUTOS.    DOÑA  MELCHORA.     JESUSA.    MER- 
CEDES.   D.  JOAQUÍN.     D.  ENRIQUE;     D.  LIBO- 
RIO.    DOÑA  CELEDONIA. 


Lihorio.  Hola!  los  víveres  ya! 
Celed.      [Á  un  criado.] 

Cuidado  con  ese  cesto.  . 
Libario,  Viva  doña  Celedonia  I 
Unos.      Viva  I 
Otros.  Felices! 

Celed.  Dios  guarde. 

Liborio.  £a,  ^  avío,  que  es  tarde 

para  tanta  ceremonia. 

Allí  está  la  borriquilla, 

que  es  mí  bridón  de  batalla. 

Coloquemos  la  vitualla 

en  una  y  otra  angarilla. 

En  los  coches  lo  demás. 


[Á  doña  Celedonia.] 

Ande  usted,  y  en  un  momento 

[Á  D.  Joaquin  dándole  la  guitarra.] 

Ahí  te  dejo  ese  instrumento 

Después  me  lo  volverás. 

[Salen  los  criados  con  su  carga  por  la 
veríay  y  quedan  junto  á  ella  doña  C%- 
ledonia  y  D.  Liborio  figurando  dar 
disposiciones  para  acomodarlos  comes* 
tibíes  y  demás  tfectos  en  la  bestia,  en 
.  el  coche  que  se  ve  y  en  otro  que  se  su- 
pone estar  más  allá  i  la  izquierda  de 

la  verja.] 

Jesusa.    {Aparte  á  D.  Enrique^  que  i  hurtan 
diHas  la  quiere  tomar  la  mano.] 

'  ¡NOy  que  si  lo  ve  esa  gente 

Joaquin.  \A  Mercedes  en  voz  baja.] 

Por  ti  falto  á  la  oficinal 
Melch.    ¿No  habrá  un  bizcocho ,  Sabina,' 
para  este  bicho  inocente? 

Antonio.  [  QMe  iba  i  hablar  con  Sabina  y  se  ve 

interrumpido.] 

(Maldita  sea  su  piel!) 
IL 


Sabina.   Sí.  Ya  lo  voy  á  buscar, 
(l  Lástima  de  rejalgar 
para  ella  y  para  él !) 

{Entra  en  la  casa.] 


ESCENA  X. 

D.  ANTONIO.  DOÑA  LUCÍA.  D.  FRUTOS.  DOÑA 

MELCHORA.  JESUSA.  MERCEDES.  D.  JOAQUÍN. 

D.  ENRIQUE.    D.   LIBORIO. 

[  Vuelven  los  criados  y  entran  en  la  casa.] 

Liborio.  [  Volviendo  al  proscenio  con  doña  Ce* 

íedonia.] 

Ta  está  listo.  La  vihuela. 

[La  toma.] 

Qué  hacemos?  Se  espera  á  alguno? 


ESCENA  XI. 

D.  ANTONIO.  DOÑA  LUCÍA.  D.  FRUTOS.  DOÑA 

.MELCHORA.  JESUSA.  MERCEDES.  D.  JOAQUÍN. 

D.  ENRIQUE.    D.  LIBORIO.    SABINA.   D.  SIMÓN. 

Simón.    [Llega jadeando.] 

\  Reniego  del  importuno 

y  toda  su  parentela !  * 

[Á  la  tertulia.] 

Salud !  (Hombre  temerario !) 
Todos.     Don  Simón ! 
Antonio.                    Oh!  Cómo  va? 
Simón.    Bien. — Mi  mujer (Allí  está, 

y  al  margen  el  boticario!) 
Lucia.     Hola !  aquí  estás  I  Me  tenías 

^           con  cuidado. 
Stmon.  Sí?  Ya  veo 

[A  2>.  Liborio  que  puntea  en  la  gui- 
tarra.] 

Deje  usté  ese  cencerreo , 

que  no  estoy  para  folias. 

Liborio.  I  Pues  y  hombre 

Antonio.  Bien  dice.  Luego.... 

En  el  campo  habrá  ocasión 

[Deja  de  tocar  D.  Liborio  y  habla 
con  doña  Celedonia,] 

Simón.    I  Voto  á 

Antonio.  (Pobre  don  Simón !) 

Simón.    Vaya  si  es  mosca  el  don  Diego ! 
¡Poner  á  mi  marcha  obstáculo 
para  hablarme  de  su  pleito! 

^Mirando  i  su  mujer  y  á  D.  Frutos.] 

13 


194 


UN  día  de  campo. 


(T  ahora  ¡  cómo  me  deleito 
con  ese  dalce  espectácolo!) 

SaHna,    [  Vuelve  con  unos  bizcochos,  que  da  á 
doña  Melchora^  y  ésta  i  su  perro.] 

Tome  usted. 
Simón,  (Y  no  la  suelta !) 

Antonio.  Don  Tomás  y  su  señora 

faltan.  Daremos  ahora 

por  el  jardín  una  vuelta. 

[Vad  dar  el  brazo  i  Sabina  y  se  lo 
toma  doña  Melchor  a.] 

Melch,    Sí;  yenga  el  brazo. 

Antonio.  (Ah  I  qué  horror  I) 

Ziborio.  Sabina 

[Da  el  brazo  d  ¿íabina.] 

Antonio.  (¡Qné  mala  obra 

me  hace !) 

üimon,    [Á  su  mujer.] 

El  brazo  que  te  sobra 

con  permiso  del  señor. 

[Doña  Luda  toma  el  brazo  de  D.  Si- 
món sin  soltar  el  de  D.  Frutos.  Zas 
parejas  van  desapareciendo  for  el  ar- 

bolado  de  la  izquierda.] 

* 

Frutos-    Se  pasa  usted  de  cortés 

Siman.    [Con  risa  forzada.] 

Es  muy  justo (Estoy  furioso.) 

Vamos,  niña.  ¡Qué  donoso 
grupo  formamos  los  tres ! 

Ziborio.  [Q^se  ha  quedado  el  último  con  So- 

bina,] 

Si  usted  se  quiere  amparar 

de  este  otro  orazo 

Celed,  Me  quedo 

para  recibir No  puedo 

Sabina.    Vuelvo.  Tenemos  que  hablar. 


ESCENA  XIII. 


ESCENA  XII. 

DOÑA  CELEDONIA. 

¿Qué  novedad  importante 
tendremos?  Largo  coloquio 
tuvo  aquí  con  el  tutor. 
iLa  haorá  propuesto  otro  novio? 
Mejor.  Con  dos  pretendientes 
es  más  seguro  el  consorcio. 
Si  se  casa,  tanto  da 
con  uno  como  con  otro^ 
y  si  puedo  en  paz  y  en  gracia 
quitar  de  en  medio  el  estorbo, 
me  alegraré. 


DOÑA  CELEDONIA.  D.  TOMÁS.  DOÑA 

RUPERTA. 

Ruperta.  [Zlega  apoyada  en  el  brazo  de  D.  To' 
más  y  disputando  á  media  voz  con  ü.] 

No  lo  niegues. 

Yo  lo  he  visto  por  mis  ojos. 
Tomás.    Bien*,  mujer,  y  porque  mire 

á  un  balcón 

Ruperta.  No  es  á  uno  solo, 

que  si  hay  niñas  asomadas , 

Sérfído!  miras  á  todos, 
uriosidad Distracción 

Ruperta.'So^  traidor!  Yo  te  conozco 

Cualquiera  te  gusta  más 

que  tu  mujer. 
Tomás.  \  Por  san  Próspero 

bendito 

Ruperta.  Ingrato  I  cruel ! 

Tomás.    Oh ! . . . .  Si  sabes  que  te  adoro 

Ruperta.  Y  gracias  que  no  te  dejo 

ásol  ni  á  sombra,  alevoso;  . 

que  si  nó 

TomÁs.  Pues  siendo  así, 

cuándo  he  de  pecar  ni  cómo? 
Celed.      (Qué  feliz  pareja!) 
Ruperta.  Mira 

que  nos  oirán  los  sordos 

si  otra  vez 

Celed.  l)oña  Ruperta ! 

Rwperta.xAh Cómo  va?  Y  don  Antonio? 

Celed.      Todos  buenos. 

Tomás.  Muy  atento 

servidor 

Ruperta.  ¿Somos  nosotros 

los  primeros? 
Celed.  Al  contrario. 

Ruperta.  Ah! ¿Dónde  andan . . . 

Celed.  Ahora  poco 

desfilaban  de  paseo 

por  el  jardin 


ESCENA  XIV. 

DOÑA  CELEDONIA.   DOÑA  RUPERTA, 
D.  TOMÁS.  D.  SIMÓN. 

Simón.  .                          Mil  demonios 
y  otros  mil  carguen  conmigo , 
y  con  ella,  y  con  el  socio 

Ruperta.  Qué  es  eso? 

Tomás.                      ¿  Adonde  va  usted , 
don  Simón 

Simón.  ¡Ah,  qué  dichoso 

es  usted ,  y  lo  que  va, 
don  Tomás,  de  matrimonio 
á  matrimonio  I 

Tomás.  En  efecto. 


UN  día  de  campo. 


195 


Celed, 
Simón, 


Siman, 


L 


don  Simón ,  yíyo  en  el  colmo 
de  la  dicha. 

[Á  su  mujeril 

No  es  verdad? 
(El  mejor  dia  me  ahorco.) 
Bien ,  pero  ¿  adonde  va  usted 

tan  azorado 

A  un  negocio 
de  mi  muier.  Ha  olvidado 
la  sombrilla. 
Ruperta.  ¡  T  tanto  enojo 

poroso 

Es  que  mientras  yo 

voy  por  ella,  el  otro  mono 

Ya  se  ve,  parece  mal 

que  un  hombre  sea  celoso 

Y  coma  él  no  falta  nunca 

á  las  leyes  del  decoro 

Por  vida  I....  Y  la  ilustración, 
y  las  leyes  del  buen  tono, 

pues  I  y  la  etiqueta mandan 

que  un  marido  sea  tonto 

Está  usted?  Rabio  de  celos 
aparte,  y  callo  y  otorgo. 

[i  D.  Tomás.] 

Todo'ello  es  galantería, 
pasatiempo,  amor  platónico, 
si  se  quiere,  pero  es  cosa 
de  tirarse  un  nombre  al  pozo.... 
Pecador  I......  El  tiempo  vuela 


y  vo  me  estoy  hecho  un  bobo, 

Abur,  abur!  Cuide  usted 

de  mi  hacienda.  Vuelvo  pronto. 


L 


ESCENA   XV. 

DOÑA  CELEDONIA.  D.  TOMÁS.  DOÑA  RUPERTA. 

Celed.  '  Allá  va  echando  centellas  I 

El  pobre  se  vuelve  loco. 
Ruferta.  Aprende,  Tomás,  y  alaba 

á  JDíos  todopoderoso 

que  te  ha  dado  una  majer 

como  yo. 
Tomás.  Sí,  sí,  pimpollo. 

Contigo  no  echo  de  menos 

(las  penas  del  purgatorio  I) 

[8e  internan  en  el  jardín.] 


ESCENA  XVI. 

DOÑA  CELEDONIA.     * 

Peor  es  esa  que  aquella, 
y  ese  más  necio  que  el  otro. 


ESCENA  XVII. 

DOÑA  CELEDONIA.  SABINA. 

Sabina.  Tia 

Celed.                  Vamos,  qué  ha  ocurrido? 
Sabina.   Lo  que  yo  ni  por  asomo 
me  figuraba 


ESCENA  XVIII. 


DOÑA  CELEDONIA.    SABINA.    D.  AGUSTÍN. 


Agustín. 
Celed. 
Agustín. 
Sabina. 

Agustín, 
Sabina. 


CeM. 
Sabina. 

Agustín. 
Celed. 


Sabina. 

Agustín. 
•  Sabina. 


Celed. 


Agustín. 


Celed. 


Sabina 

Habla.  Dime 

Estamos  solos? 
Ahora  sí. — ^Rival  tenemos, 
y  rival  temible  I 

¿Qué  oigo! 
Ya  se  descubrió  el  enigma. 
Gayó  en  mis  lazos  el  tordo. 
Con  efecto,  el  buen  señor 

me  destinaba  otro  novio 

¿A  ver  si  aciertas 

Acaba. 
El  mismito  don  Antonio  . 
en  cuerpo  y  alma. 

Es  posible? 
Oh  iniquidad !  Oh  fenómeno 
de  horror  I  Casarse y  contigo  I 

ÍSe  fué  mí  esperanza  á  fondo  I ) 
<a  codicia  de  tu  dote 

¡Tutor  al  ñn,  que  es  sinónimo 
de  tirano  I 

¿Y  qué  dijiste 

Nada.  Fue  tanto  mi  asombro 

Vino  gente Convenía 

disimular 

Por  el  sórdido 

ínteres ¡Y  yo  me  andaba 

perlas  ramas 

Ya  es  forzoso, 
ya  es  urgente  recurrir 
á  los  remedios  heroicos. 

Sil  venganza No.  Esperemos.... 

Van  á  venir,  y  de  pronto 

es  imposible Dejadme 

obrar  á  mí.  Yo  lo  tomo 

Eor  mi  cuenta,  y  puede  ser 
.e  haré  un  interrogatorio ; 
le  interpelaré Ya  vienen. 

[i  D.  Agustín.] 
Huye  tú. 

\A  Sabina.] 

Sigúeme.  (Monstruo I) 

[  Vase  D,  Agustín.  Doña  Celedonia  y 
Sabina  salen  al  encuentro  de  los  que 

vienen  paseando.^  .    ^  .^,  >  - 

-  *  *  *  *-    **• 

«  • 


*-   -.*  - 


i 

) 

k 


196 


UN  DÍA  DE  CAMPO. 


ESCENA  XIX. 


DOÑA  CELEDONIA.  SABINA.  D.  ANTONIO. 
DOÑA  MELCHORA.  D.  FRUTOS.  DOÑA  LUCÍA. 
D.  TOMÁS.  DOÑA  RUPERTA.  D.-  ENRIQUE. 
JESUSA.  D.  JOAQUÍN.  MERCEDES.  D.  LIBORIO. 

[D.  Zidarío  viene  tacando  la  guitarra.] 

Antonio.  Ánn  no  vuelve  don  Simón  I 
Liborio.  i  Canto  el  aria  del  Fac  tótum 

mientras  viene? 
Melch.  ¡Qué  pesado 

es  el  hombre!  Por  mi  voto 

nos  iríamos  sin  él. 

Antonio,  No  sería  jnsto 

Frutos,  (Apoyo.) 

[Llega  acelerado  D.  Simón  con  una 
sombrilla.] 


ESCENA  XX. 

DOÑA  CELEDONIA.  SABINA.  D.  ANTONIO. 
DOÑA  MELCHORA.  D.  FRUTOS.  DOÑA  LUCIa. 
D.  TOMÁS.  DOÑA  RÜPERTA.  D.  ENRIQUE. 
JESUSA.  D.  JOAQUÍN.  MERCEDES.  D.  LIBO- 
RIO.    D.  SIMÓN. 


Celed. 
Melch. 
Liborio. 
Siman. 


Lucia. 
Simón. 


Ya  está  aquí. 

Gracias  á  Dios  I 
No  he  visto  an  hombre  más  plomo. 

¡Voto  á  sanes Conque  vengo 

echando  los  hipocondrios ^ 

Toma  tu  sombrilla. 
[Tomándola.]  Gracias. 

Y  otra  vez,  por  san  Ambrosio, 
ten  memoria. 

Ea,  partamos, 
que  ya  es  tarde. 

[Se  agolpan  todos  i  la  verja.] 

Liborio.  [Poniéndose  delante.] 

Poco  á  poco. 
A  mí  me  toca  ordenar 
la  marcha.  Catorce  somos. 
Don  Enrique  y  don  Joaquín 
traen  sus  caballos,  supongo. 

[Mirando  afuera.] 
Sí ,  allí  los  veo.  A  montar. 

Enrique.  [Á  Jesusa  en  voz  baja.] 

Adiós ! 
Joaquin.  [Á  Mercedes^  lo  mismo.] 

Adiós,  dueño  hermoso  I 

[  Vanse  D.  Joaquin  y  D.  Enrique.] 


Liborio.  Rebajados  los  jinetes, 

quedamos  doce.  To  monto 
en  la  borrica,  que  soy 
despensero  y  mayordomo. 

Nos  restan  pnce  volúmenes 

Seis  á  un  coche  y  cinco  á  otro. 
Llenemos  primero  aquel. 

[El  que  se  supone  estar  delante  del  que 

se  ve.] 

Doña  Melchora  y  su  dogo. 
Mdch.     Voy,  voy. 

[Vase  for fuera  de  la  verja,  d  la  iz- 
quierda,  y  un  momento  después  dice 
dentro:] 

Con  tiento,  zafi^al, 
que  tengo  reuma  en  est^  nombro. 
Liborio.  Ahora  Jesusa  y  Mercedes. 
Jesusa.    Obedezco. 
Mercedes.  *  Me  conformo. 

[Siguen  i  doña  Melchora.] 
Liborio.  Doña  Lucía. 

[Parte  doña  Lucia  en  la  misma  di* 
reccion.] 

Simón.  Allá  vamos 

Liborio.  Quieto !  Primero  coloco 

á  las  señoras. 
Simón.  Pero,  hombre, 

no  sea  usted  tan  despótico 

Liborio.'  Sabinita 

Sabina.  Hasta  después. 

(Allí  está  el  bien  de  mis  ojos.) 

[  Vase  siguiendo  á  las  otras  señoras.] 


Liborio.  Queda  un  asiento. 

Simón. 

Antonio. 

Liborio. 

Tomás. 

Ruperta. 


Yo. 


Yo. 


Liborio. 


Frutos. 


Antonio. 
Simón. 
Liborio. 
¡Simón. 

Liborio. 


•••  «•. 


No.  Doña  Ruperta 

(Oh  gezoTt ) 
No,  que  yo  no  me  separo 
de  mi  idolatrado  esposo. 
Muy  bien.  Pues  será  preciso.... 

[Ádoña  Celedonia.] 

Porque  usted  es  mucho  tomo. — 

Uno  de  ustedes.  Cualquiera ' 

Sí?  Pues  adentro  me  soplo. 

[  Vase  corriendo  en  la  dirección  indi' 

cada.] 

(jEse  títere....) 

Reclamo 

Ehl  ¿qué  más  da Arrea,  mozo! 

Quién  le  dio  á  usted  facultades 
para  improvisar  divorcios  ? 

[Á  D.  Sim^n.] 

Mejor  está  allí  don  Frutos 

por  si  ocurre  algún  soponcio 


UN  día  de  campo. 


197 


Simón. 
Vozietí' 
tro. 


Sifiton. 
Lidorio, 


¡Reniego  del. 


Valerosa ! 


Simón. 
Celed, 


Antonio. 


[Ruido  dentro,  de  campanillas,  litigo 

y  ruedas.] 
Eb!  ya  va  echando  demonios 
el  coche. 

A  ese  ustedes  cinco. 
Yo  Yoy  á  oprimir  el  lomo 
de  mi  asnal  cabalgadura. 
Ea,  al  avío! 

[Vase.] 
¡Mal  tósigo 


Simón. 


(Disimolemos  ahora, 
pero  si  luego  le  cojo 

á  solas ) 

(Sí y  sus  miradas 

de  'gratitud ,  su  alborozo 

Ya  no  hay  duda.  Voy  á  ser 

el  hombre  más  venturoso ) 

Ea,  qué  hacemos  aquí? 


[Se  acerca  al  estribo.] 

•    Yo  supliré  á  don  Liborio, 
ya  que  nos  deja  plantados 
después  de  embrollarlo  todo. 
Venga  usted,  doña  Buperta. 
Jtuperta.  Gracias.  Yo  sólo  me  apoyo 
en  el  brazo  de  mi  dueño. 


Tomás.    [Ayudándola  á  sudir.] 

Sí,  hija  mia. 
Ruperta. ,  Y  ahora  ¡  pronto ! 

sube  tú  detrás  de  mí. 

Tomás.    [Entrando  en  el  coche  ayudado  de 

D.  Simón.] 

(Esta  mujer  me  echa  al  hoyo.) 
Simón,    i  Oh  virtud  matrimonial 

desconocida  en  el  globo!  — 
Vamos,  doña  Celedonia. 

Celed.      [Subiendo  al  coche.] 

Gracias. 

Simeón.     [Dándole  el  brazo.] 

Vamos,  don  Antonio. 

Antonio.  Primero  usted 

Siman.  No.  Yo  el  último. 

[Entra  D.  Antonio  en  el  coche.] 
Ahora,  dame  tú  socorro. 

[El  zagal  le  ayuda  á  subir.] 

\  Ay  desdichado  el  prójimo 

que  en  el  signo  nació  de  Capricornio! 

* 

[Entra  en  el  coche,  el  zagal  cierra  la 
portezuela^  da  un  latigazo  i  las  mu^ 

las,  rueda  el  coche,  y  caed  telón.] 


ACTO  SEGUNDO. 


Frondosa  arboleda  a  la  inmediación  de  una  casa  de  campo  que  se  supone  situada  &  la 

derecha  del  actor. 


ESCENA  I. 

D.  4NTONIO.  DOÑA  CELEDONIA.  D.  TOMAS. 
DOÑA  RUPERTA.  D.  LIBORIO.  DOÑa'lUCIA. 
D.  FRUTOS.  SABINA.  D.  SIMÓN.  JESUSA. 
D.  ENRIQUE.  MERCEDES.  D.  JOAQUÍN.  DOÑA 
MELCHORA.    BELTRAN.    UNA  CRIADA. 

[Aparecen  sentados  en  sillas  rústicas  cada  uno 
i  (a  izquierda  del  que  le  siguCy  y  según  están 
nombrados  y  al  rededor  de  una  mesa,  cuyo  des- 
orden manifestará  haber  sertddo  para  una  co- 
milona de  campo.  Sobre  ella  habrá  botellas, 
copas,  vasos  y  algunos  postres.  Los  cuchicheas 
entre  los  amantes  y  cierta  algazara  generáis 
propia  de  semejantes  reuniones  y  no  cesarán  du- 
rante  esta  escena.  Beltran  y  la  criada  estarán 
de  pié  cerca  de  la  mesa.] 

Melch.    [Á  los  criados.] 

Cuidad  bien  de  mi  doguito. 
Antonio.  ( ¡  Aun  no  he  tenido  ocasión 


Enrique. 

Joaquin. 
Liborio. 


Celed. 
Ruperta. 
Tomás. 
Ruperta. 

Tomás. 


de  hablar  despacio  á  Sabinal) 

[Doña  Melchora  charla  con  D.  Anto* 
niOy  y  este  la  oye  con  fastidio.] 

[Á  Jesusa.] 

Ay,  mi  vida ! 

[A  Mercedes.]  Ay,  dulce  amor! 

[Á  Beltran  y  este  le  sirve.] 

¿A  ver,  chico Esa  botella 

Otra  copa  de  noyó. 

Í Mucho  reprimo  mi  bilis, 
[e  va  á  dar  un  torozón.) 
No  dices  nada,  Tomás? 
Qué  desabrido  estás  hoy ! 

Tengo  sueño.  He  madrugado 

He  comido  mucho 

Ahí  no. 
Esa  es  frívolajdisctilpa. 
Tú  no  me  tienes  amor! 
Sí  tal 

[Siguen  disputando  en  voz  baja.] 


J  4 


198 


Simou, 


[Á  media  vos.] 

Lo  ye  usted,  Sabina? 

No  cesan  de  hablar  los  dos. 

Yo  me  consumo 

SaMna,  Mal  hecho. 

Simón.    Qué  opina  usted? 
SaMna,  Qué  sé  yo? 

Simón.    Ta  se  ye ,  los  puso  juntos 

don  Liborio Casi  voy 

sospechando  que  es  su  cómplice. 
Sabina.   Eh!  todo  es  conversación. 
Simón.    Ya... 
Sabina.  (¿Pues  no  ha  dado  en  contarme 

sus  cuitas  el  buen  señor?) 

Frutos.   [Á  doña  Lucia  en  voz  baja.] 

Ah!  ¿V  cuándo  será  aquel  dia 

Lucia.     I  Por  Dios ,  don  Frutos,  por  Dios 

Mire  usted  que  nos  observa. 
^  Frutos.   Ehl  Si  es  un  santo  varón ! 

Melch.     [Á  D.  Antonio.] 

Sí ,  señor.  Ya  están  en  casa 
las  vistas.  Ya  se  arregló 
todo.  De  hoy  en  quince  dias 
las  dos  bodas.  Ambos  son 
muy  buenos  chicos.  El  uno 
tiene  fábrica  en  Olot 

Antonio.  Ya  los  conozco,  señora. 

Mekh.     Aunque  siempre  voy  en  pos  ' 
por  lo  que  pueda  ocurrir...., 
qué  tengo  de  hacer?,  les  doy 
un  poco  de  libertad, 
porque  son  hombres  de  pro 
y  es  justo...  Ya  ve  usté,  en  vísperas 
de  casarse 

Simón.    [Viendo  cómo  charlan  su  mujer  y 

D.  Frutos.] 

( I  Voto  á  briós ) 

Melch.     Cada  edad  tiene  sus 

Antonio.  v       Ya. 

Melch.     Yo  también  allá  en  la  flor 

de  mi  juventud 

Antonio.  Señora  I 

Melch.     Ahora  toda  mi  pasión 

son  los  bichos.  Tengo  un  gato 

que  me  regaló  el  prior 

de  la  Merced...^. 

TomÁs.    [Levantándose  y  alargando  el  brazo.] 

Sabinita^ 
esta  pastilla  de  ron 

Sabina.   [limándola.] 

Muchas  gracias. 

[D.  Tomás  vuelve  á  sentarse.] 

Rupertd.  [Fn  voz  baja  dándole  un  pellizco.] 

¿Quién  te  manda 
hacer  finezas,  traidor? 


UN  DIA  OE  CAMPO. 

Tomás.    Ay! 


Ingrato! 


Todos.  Qué  es  eso? 

Tomás.    [Sonriindose.  ]     Nada. . . 

Ruperta.  \Fn  voz  baja.] 

TomÁs.    Un  calambre  en  el  talón 

Ya  se  pasó (Allá fie  van 

mi  paciencia  y  la  de  Job.) 

Simón.    [Levantándose.] 

¡No  puedo  más 

Bomba  1  bomba! 
Siéntese  usted,  don  Simón. 

Oigamos 

Silencio! 


Liborio. 

Unos. 
Otros. 

Simón.    [Á  Sabina  sentándose.] 

Gracias 
á  la  bomba,  que  si  nó 

Liborio.  [Levantándose.] 

Con  una  copa  en  la  mano 

y  otras  catorce  en  el  buche, 

y  con  perdón  de  quien  me  escuche , 

diré  en  verso  castellano, 

muy  contento  y  muy  ufano,  - 

y  á  manera  de  telonio, 

mas  que  le  pese  al  demonio, 

que  deseo,  sin  espanto, 

felices  dias  de  su  santo 

á  mi  estimado  amigo  el  Sr.  D.  Antonio. 

[Apura  su  copa  y  se  sienta  muy  satis- 
fecho. D.  Enrique,  D.  Joaguin  y  to- 
'das  las  mujeres,  menos  Sabina,  pal' 

motean.] 

Joaquin. BrSiyol 

Melch.  Sublime  I 

Lucia.  .  Admirable! 

Antonio.  (Qué  mentecato!) 

Simón.    [Á  Sabina  en  voz  baja.] 

Hombre  atroz ! 
orejas  de  cal  y  canto!  • 

coplero  de  munición ! 
Liborio.  Yo  de  todo  entiendo  un  poco. 

Sabina.    [Á  D.  Simón.] 

Y  de  todo,  mal. 
Simón.    [A  Síibina.]         ¡Cajón  . 

de  sastre;  Petrus  in  cunctis; 
mequetrefe ! 

'  Liborio.  [Haciendo  pelotillas  que  tira  á  don 

Simon^ 

Y  eso  que  hoy 
no  me  siento  yo  con  vena. 

Sabina.  (Me  alegro.) 

Liborio.  Ni  tengo  humor 

como  otras  veces.  No  obstante 

Simón.    [Rascándose  la  oreja.] 

Por  aquí  me  anda  un  moscón...., 
Liborio.  Déme  usté  un  pié,  don  Tomás, 


••  • 


•'• 


•  • 


UN  blk  DE  CAMPO. 


199 


Antonio. 


Simón, 


Joaquin. 
Ziborio, 

Sifnon, 


Liiorio, 
Simón, 

Liiorio. 
Simón, 

Lidorio, 

Tomás. 

Antonio. 

Melch, 

iSimon. 


Ziborio. 
Mekh, 


Liborio, 
Simón, 


Liborio, 
¿íimon. 

Liborio. 
Simón. 


y  intes  qae  marque  el  reloj 

seis  minutos 

No.  Ya  basta 

Yo  sería  de  opinión 

[Con  la  mano  en  la  nariz  y  mirando 
i  todos  lados.] 

5  Quién  se  divierte  en  tirarme 
pelotillas? 

Yo  no  soy 

[Á  doña  ütiperta.] 

Qué  cara  ha  puesto! 

Qué  gracia! 

[Encarándose  con  D.  Liborio.] 

Apostaría  un  doblón 
á  que  usted.... 

No  hay  que  enfadarse. 

Ha  sido  chanza 

No  estoy 
para  chanzas.  Esos  juegos 
son  de  mala  educación. 
En  el  campo  todo  pasa. 

[Levantándose.  Todos  hacen  lo  mismo,] 

Las  majaderías ,  no. 
¿Cómo... 

Don  Simón!.... 

Señores!.... 

Vamos,  no  haya  disensión 

Harta  paciencia  he  tenido 
en  no  levantar  mí  voz 

contra  aquella  copla  infame 

Infame? 

Qué  sinrazón  I 
|Y  una  copla  más  bonita 
no  se  ha  escrito  en  español! 
¿Conque  mi  décima  es  mala? 
JDetestable.  sí,  señor. 
Si  un  renglón  es  chabacano, 
es  necio  el  otro  renglón, 
que  renglones  son ,  no  versos, 
y  no  hay  galgo  tan  veloz 
que  pueda  seguir  al  último, 
pues,  sin  exageración, 
más  letras  tiene  <^ue  hay  leguas 
de  Madrid  á  Badajoz. 
Calle  el  viejo  mamarracho! 

[Snarbolando  una  botella,] 

¿Mamarracho!  ¡Vive  Dios 

[Fn  actitud  de  embestir  d  D,  Simón.] 

¿Qué  se  entiende...  ¡Á  mí  botellas... 
Sí,  la  pena  del  talíon. 
Sea  el  vino  su  castigo, 
pues  por  el  vino  pecó. 

[D,  Tomás  sujeta  á  D,  Liborio  y  don 

Enrique  á  D,  Simón,  Los  demás  hom- 

bres  se  esfuerzan  á  poner  paz.  Las 

mujeres  se  desvian  chillando,] 


Liborio.  Si  no  mirara 

Simón.  Dejadme 

desfogar  mi  indignación 

en  ese  trasto 

Antonio,  '                        Eh  I  Señores ! . . . . 
Melch.    Ay!  un  combate Qué  horror!  •••• 

Yo  fallezco. 

[Cae  desmayada  en  una  silla.  Sus 

nijas  y  otros  interlocutores  acuden  á 

su  socorro,] 


Antonio.  Esto  faltaba! 

Jesusa,    Ay  mamá ! 
Mercedes.  Se  desm^ó ! 

Antonio,  Acuda  el  señor  don  Frutos 

á  ejercer  su  profesión. 
Frutos.   No  tengo  aquí  el  botiquin 

No  obstante,  voy....,  allá  voy. 


[Suelta  el  brazo  de  doña  Ludayacu- 
de  también  d  socorrer  á  doña  MeU 
chora,  haciindola  oler  unfrasquillo 
que  saca  de  la  faltriquera.  Los  criados 
retiran  las  sillas,] 


Simón, 


[Corriendo  á  tomar  el  brazo  de  doña 

Lucia.] 

Ah!  mi  mujer  queda  sola 

Tomaremos  posesión. 
Antonio,  (jCómo  entiende  ese  pobre  hombre 
las  leyes  del  pundonor! 
¡  Mientras  por  una  simpleza 
se  muestra  airado  y  feroz , 
no  se  atreve  á  ser  marido 

sino por  sustitución ! ) 

Jesús !  • . . . 

Ya  vuelve  y  por  fin 
la  paz  se  restableció.  ^ 
Ahora  ¿qué  hacemos? 

Bailar. 
Un  rigodón ! 


Aíelch, 
Tomás. 


Liborio, 
Joaquin, 
Los  'dC" 
mas  jó' 
venes. 
Simón. 


Lucia, 


Melch. 

Antonio, 

Beltran. 


Rigodón ! 

(Don  Frutos  vendrá ) 

[Á  su  mujer  en  voz  baja,] 

Si  quieres, 
bailemos  juntos  los  dos, 
esposa  del  alma. 

Bien. 

[Á  doña  Melchora,] 

Pasó? 

Sí,  ya  estoy  mejor. 
Beltran ,  retira  esa  mesa. 
Bien.  Ayuda  tú,  Asunción. 

[Retiran  la  mesa  Beltran  y  la  criada^ 
y  desaparecen  por  la  derecha,] 


200 


UN  día  de 


ESCENA  IL 

D.  ANTONIO.    DOÑA  CELEDONIA,    b.  TOMAS. 

DOÑA  RUPERTA.    D.  LIBORIO.    DOÑA  LUCÍA. 

D.  FRUTOS.    SABINA.    D.  SIMÓN.    JESUSA. 

D.  ENRIQUE.    MERCEDES.    D.  JOAQUÍN. 

DOÑA  MELCHORA. 

Frutos.  [Á  doña  Lucia  dejando  sentada  d  doña 

Mmhora,] 

Señora ,  si  usted  se  digna 

de  bailar  conmigo 

Lucia.  Estoy 

comprometida. 

[Se  ponen  en  haile  Mercedes  y  Jesusa 
con  sus  novios,] 

Jesusa.  Nosotras 

ya  estamos  en  baile. 

Simón.    [Entrandoen  la  dama  condoña  Lucia.] 

Y  nos. 

[D.  Liborio  toma  la  guitarra,  que  estd 

al  pié  de  un  árbol,  y  la  templa  sentado 

junto  i  doña  Melchor  a»] 

Frutos,    [Á  doña  Jtuperta.] 

Señora,  si  gusta  usted 

de  favorecerme 

Ruperta.  Oh  í 

yo  no  dejoá  mí  marido. 
Tomás,    Gracias  por  tanto  favor, 

mujer,  pero  estoy  seguro 

de  dar  cada  tropezón 

Ruperta,  No  importa. 

Tomás,  Si  yo  no  entiendo 

[Siguen  hablando  entre  si  D,  Tomás, 
doña  Ruperta  y  D.  Frutos.] 

Liborio.  T  Sabina,  que  es  el  sol 

de  Madrid,  no  ha  de  bailar? 
Melch,    Que  la  saque  su  tutor. 

Antonio.  [Acercándose  á  Sabina.] 

Aunque  ha  siglos  que  no  bailo, 
tendré  mucho  gusto..... 
Sabina,  Y  yo. 

SDoña  Ruperta  y  su  marido  salen  d 
ailar;  D,  Fnttosse  dirige  á  Sabina,] 

Frutos.  Sabinita,  gusta  usted.. A. 
Sabina.   [Saliendo  á  bailar  con  D,  Antonio,] 

Agradezco  la  atención, 
•  mas  ya  estoy  comprometida. " 


CAMPO. 

Simón.    (Todas  le  dicen  que  no. 
Oh  delicia!) 

Ruperta.  [Á  D.  Liborio.] 

Vamos 

Liborio.  Falta 

una  pareja. 

Frutos.   [Á  doña  Celedonia.] 

Si  soy 
tan  dichoso  que  merezco 

Celed.      Hago  falta? 

Frutos.  Está  de  non 

una  pareja. 

Celed,  Corriente. 

Por  ser  el  dia  que  es  hoy 

[Se  ponen  también  en  baile  colocándose 
enfrente  de  D,  Simón  y  dona  Luda,] 

Tomás,    [Á  su  mujer.] 

Tú  quieres  que  haga  el  payaso! 

Sea  por  amor  de  Dios  1 
Simón,    (A  cada  paso,  de  fijo, 

voy  á  hacer  un  quid  pro  quo, 

mas  se  la  juego  de  puño 

al  consabido  gachón.) 
Liborio.  Estamos? 
Joaquin.  Sí. 

Liborio.  [Tocando  rigodón.] 

Pues  ¡i  una! 

[Rompen  el  baile  las  dos  mrejas  que 

forman  Jesusa  y  Mercedes  con  don 

Enrique  y  D,  Joaouin,  una  mirando 

al  publico  y  otra  adndole  la  espalda. 

lias  demos  hablan  aparte.] 

Melch,     [Á  D,  Liborio.] 

I  Mire  usted  con  qué  primor 
lailan  mis  niñas! 
Liborio.  ¿  Han  sido 

discípulas  de  Avrillon?  (*) 

Melch,     No,  señor.  Ellas  entre  ellas 

con  su  talento  precoz 

Antonio.  [En  voz  baja.] 

¿Recuerdas,  Sabina  mia, 
aquella  conversación 

Sabina.  Cuál? 

Antonio.  La  del  jardin 

Sabina.  Ah!  Sí 

Antonio.  Vaya,  y  qué  dices?  ¿Me  doy 
el  parabién 

Sabina,  Que  nos  oyenl 

Íue  nos  miran!  Mi  rubor 
ero,  hija 

Sabina,  Si  sabe  usted 

que  yo....,  pues Mi  corazón 


( *)    Famoso  domador  de  caballos  y  director  de  una  compafiía  de  ejercicios  ecuestres,  que  por  espacio  de  bastantes 
afios  estuvo  muy  en  boga  en  Madrid. 


•  • 


UN  día  de  campo. 


Antonio. 

Sabina. 
Ruperta. 

Tornas, 
Liborio, 


Frutos. 

Rmerta. 

Lioorio. 

Celed. 

Simón. 

Tomás. 

Sabina. 

Simón. 

Tomás,. 
Ziborio. 


Oh!  es  preciso  que  me  digas 
sí)  6  no. 

Pues sí;  señor. 

[Á  media  voz  á  su  mürido.] 

No  quitas  ojo  á  Mercedes. 

Oh ! ....  Por  san  Pascual  Bailón, 

mujer 

Ustedes  ahora. 

[Rompen  el  baile  las  parejas  de  los 

costaaos,  y  B.  Simón  y  B.  Tomás  lo 

embrollan  todo.] 

[A  B.  Simón.] 

No  va  usted  bien. 

Así  no! 
Compás !  compás ! 

[A  B.  Tornas^      Esa  mano 

Mi  pareja 

Dónde  estoy? 

Por  aquí Cadena  inglesa 

Ta  hemos  hecho  un  fricando^ 
que  ni  el  diablo... 

Rentándose.]         Eh !  To  me  canso. 
Y  ahora  ha  saltado  el  bordón ! 
Cesó  el  baile. 

[Se  levanta  sin  dyar  la  guitarra.] 


Ruperta. 
Ziborio. 


Melch.     [Levantándose.] 

Pues  daremos 
un  paseo. 

Eso  es  mejor. 
Vaya  el  brazo,  Sabinita. 

[Sabina  lo  toma.  Boña  Jfelchora  se 
apodera  del  de  B.  Simón,  aue  en  la 
confusión  del  baile  Aadia  quedado  cerca 
de  ella  y  lejos  de  su  mujer.  Los  demás 
interlocutores  se  reúnen  d  sus  pare- 
jas acostumbradas,  menos  doña  Cele- 
donia y  B.  Antonio.] 

Melch.     Venga  el  brazo,  don  Simón. 
Simón.    Señora (Maldita! — ^Bravo! 

Otra  vez  me  suplantó!....) 
Antonio.  (Ahora  también  se  la  llevan 

Es  mucha  persecución ! ) 


Celed.     [Beteniéndole.] 

Quédese  usted,  don  Antonio. 
Tenemos  que  hablar  los  dos. 

[Vanse  lo^  demos  por  la  izquierda.] 


ESCENA  III. 

D.  ANTONIO.  DOÑA  CELEDONIA. 

Celed.      1  Conque  también  en  la  red 
ha  caído  don  Antonio?.... 


Antonio. 
Celed. 


Antonio. 
Celed. 
Antonio. 
Celed. 


Celed. 


201 

¿Ó  es  un  falso  testimonio 
que  le  han  levantado  á  usted? 
Hable  usted  claro. 
•  Es  capricho 

que  ni  el  diablo  lo  imagina. 
Casarse  usted  con  Sabinal 
Quién  lo  ha  dicho? 

Ella  lo  ha  dicho. 
Y  usted  no  lo  aprueba? 

No, 

que  es  una  boda  fatal 

Mío  será  el  bien  ó  el  mal, 
que  quien  se  casa  soy  yo. 
Usted  verá  cómo  llora 
su  locura.  Cuando  menos 


Antonio. 
Celed. 


piense 

Cuidados  ajenos 
matan  al  asno,  señora. 
Quitarle  su  libertad ! 
{Oprimir  á  una  hermosura 
inocente!.... 

Por  ventura 
¿fuerzo  yo  su  voluntad? 
Pero  ¿es  posible  que  cuadre 
á  moza  que  no  ha  cumplido 
los  veinte  años  un  mando 
que  pudiera  ser  su  padre  ? 
Antonio.  Padre  y  marido  seré, 

si  padre  he  sido  hasta  hoy. 


Celed. 


Celed. 


Antonio. 

Celed. 

Antonio. 

Celed. 

Antonio. 


Celed. 

Antonio. 

Celed. 

Antonio. 


CeUd. 


Tanto  mejor  si  le  doy 
doble  prenda  de  mi  fe. 
Pasión  temeraria  y  loca ! 
Nunca  su  boca  podrá 

pronunciar  el  sí 

Pues  ya 
lo  ha  pronunciado  su  boca. 

Podrá  ser;  yo  lo  concedo 

Pues  bien,  ¿qué  más  quiero  yo. 
Pero  no  lo  pronunció 
el  amor,  no,  sino  el  miedo. 
¿Miedo  á  mí  que  no  la  riño 
ni  en  chanza  y,  usted  lo  ve , 
no  hay  dia  que  no  le  dé 
mil  pruebas  de  mi  cariño? 
Quizá  me  engaña  el  deseo, 
quizá  el  amor  me  fascina; 
podrá  no  amarme  Sabina ; 
mas  ¿temerme?  No  lo  creo. 
T  usted  no  la  teme  á  ella? 
No,  que  es  paloma  sin  hiél. 
¿Sa\)o  usted  si  será  fiel 
como  sabe  usted  que  es  bella  ? 
Cuando  tienta  Satanás 
el  alma  de  una  mujer, 
lo  mismo  vienen  á  ser 
veifate  años  que  veinte  más. 
Quien  tiene  te  en  la  fortuna 
no  teme  á  Juana  ni  á  Menga; 

se  casa Quien  no  la  tenga, 

no  se  case  con  ninguna. 
Pero  el  público  cavila, 
y  murmura  sin  pudor 
de  todo  humano  tutor 


sos 

Antonio. 
Celed. 

Antonio. 

Celed. 

Antonio. 


m  día  de  campo. 


Celed. 


Antonio. 
Celed. 
Antonio. 
Celed. 


Antonio. 


Celed. 


Antonio. 
Celsd. 


que  casa  con  su  pupila, 
válgate  Dios! 

Es  una  hacha 
la  lengua  de  algunos.      ^ 

Pues! 

Lo  achacarán  á  interés 

Sí;  el  dote  de  la  muchacha 

¿T  no  pago  yo  mi  escote 
en  el  contrato  nupcial? 
¿No  monta  mi  capital 
diez  Teces  más  que  su  dote? 
Ta  sé  yo  que  la  codicia 
no  cabe  en  usted.  Con  todo, 
lo  mirarán  de  otro  modo 
los  que  piensen  con  malicia. 
Usted  teme  que  la  hermosa 
se  case  mal ,  y  por  eso 
en  un  paternal  acceso 
quiere  que  sea  su  esposa. 
A  usted  le  hace  mucno  honor 
ese  pensamiento  estoico 
de  lleyar  á  un  grado  heroico 
los  deberes  de  tutor; 
pero,  sin  esa  extremada 
funesta  medida,  hay  mil 

f>ara  que  yuelva  al  redil 
a  ovejilla  descarriada. 
Si  no  acomoda  el  doncel 

que  ella  eligió 

Le  detesto. 
Pues...  r  buen  apuro!  Otro  al  puesto. 
Ta  no  aooga  usted  por  él? 
No,  señor;  ni  me  avergüenzo 
de  cantar  la  palinodia. 
Cuando  usted  tanto  le  odia , 
malo  será:  me  convenzo; 
y  pues  cede  ella  también, 
no  hay  que  ponerla  en  un  potro. 
Ta  le  Duscaremos  otro 
que  á  todos  parezca  bien. 
(Bueno  será  el  que  tú  escojas !) 
JSs  cosa  muy  singular 

que  ahora Pero  eso  es  tomar 

el  rábano  por  las  hojas. 
No  VOY  á  casarme,  no, 
téngalo  usted  entendido, 
porque  ella  tenga  marido, 
sino  para  serlo  yo. 
¡Qué  mal  hace,  don  Antonio, 
el  que  en  edad  ya  madura 
á  navegar  se  aventura 

Eor  el  mar  del  matrimonio! — 
[as  ¿qué  digo?  Hablar  yo  así! 
¡To,  que  me  abraso  en  secreto, 
á  dar  consejos  me  meto 

Íue  he  menester  para  mí ! 
ero  al  menos  mi  cariño 
es  algo  más  racional, 
que  quiero  á  un  tal  para  cual ; 
no  á  ningún  barbilampiño. 

Í  Fastidiado.] 
*ero 

T  como  dias  ha 


Antonio. 
Celed. 

Antonio. 

Celed. 

Antonio. 


Celed. 


que  él  conñesa  y  yo  comulgo, 
y.....  {pues!  ¿quién  sabe  si  el  vulgo 
por  comido  nos  lo  da? 

El  vulgo  será  muy  tonto 

T  mi  honor  acrisolado 

peligra 

Ca!  no  hay  cuidado. 

¿Cómo ¡To 

Acabemos  pronto. 
¿Á  qué  á  la  tema  volver 
si,  lo  digo  sin  reparo, 
aanque  usted  me  hable  más  claro 
yo  no  la  quiero  entender? 
Si  es  broma,  basta  de  broma; 
si  ese  venerable  pecho 
arde  de  amor,  buen  provecho 
y  con  su  pan  se  lo  coma. 
Si  es  usted  fatua  6  demente , 
cordial  pésame  le  doy; 
si  piensa  que  yo  lo  soy,  * 

se  engaña  completamente. 
En  cuanto  á  mí,  sólo  trato 
de  casarme  con  mi  bella 
pupila;  sólo  convelía, 
ó  muero  en  el  celibato. 
Cierto?  ( Vaya ,  eso  ¡  tal  cual  I ) 

[Jliefído.] 


Ja,  ja ¿Conque  usted  creyó 

que  hablaba  de  veras  yo? 

Antonio.  Créalo,  ó  no,  me  es  igual. 
Pero  yo  no  hablo  de  chanza. 
Ó  Sabina  es  mi  mujer, 

ó vo  sé  lo  (jue  he  de  hacer 

si  se  irustra  mi  esperanza. 
La  culpa,  ya  es  evidente, 
no  será  de  ella  ni  mia, 
|iino 

Celed.  De  quién? 

Antonio.  De  su  tia. 

Celed.     Jesús !  Quien  lo  digfa  miente. 

Antonio.  No  alborotemos  el  valle. 

Claro:  ó  con  mi  dulce  encanto 
me  casa  usted ,  ó  la  planto 
de  patitas  en  la  calle. 

[  Vase  por  la  izquierda.] 


ESCENA  IV. 

DOÑA  CELEDONIA. 

Oiga  usted! ....  Me  ha  sofocado. 
Con  ese  genio  tan  dulce 

es  un  lagarto Ta,  ya! 

Ni  lágrimas  le  seducen , 
ni  valen  las  indirectas, 
ni  aprovechan  los  embustes. 
En  qué  conflicto  me  pone ! 
Mala  bomba  le  sepulte ! 
Ó  la  pupila  le  acepta 


UN  día  de  campo. 


203 


por  marido,  y  da  de  bruces 

mi  autoridad  y  en  la  casa 

Yoy  á  ser  un  trasto  inútil; 

ó  dice  que  nó  el  domingo 

Y  soy  despedida  el  lunes. 

Espantosa  alternativa  1 

No  es  posible  que  renuncie 

la  mucnacha  á  su  gálan , 

que  harto  ha  prendido  la  lumbre 

para  que  el  tutor  la  apague 

con  el  cierzo  de  su  Octubre. 

Si  yo  vuelvo  por  pasiva 

mis  consejos  de  costumbre 

y  la  digo  que  aborrezca 

al  que  ayer  puse  en  las  nubes , 

la  muchacha,  que  no  es  boba 

ni,  como  tantas,  voluble, 

conocerá  mi  artificio, 

y  unida  con  su  querube 

me  enviará  noramala; 

y  entonces  ^á  quién  acudes, 

Celedonia?  río  hay  remedio. 

Ta  es  faerza  que  me  aventure 

á  seguir  su  suerte.  Así 

no  queda  al  menos  impune 

el  desprecio  soberano 

con  que  oyó  mis  pesadumbres 

ese  caribe.  Veremos, 

y  pronto  será ,  quién  sufre 

mayor  tormento;  él,  ó  yo. — 

Allí  mis  ojos  descubren 

á  Agustín....  Me  ha  visto.  Viene.. 

Mejor.  Sin  que  yo  le  busque 


Celed. 


ESCENA  V. 

DOÑA  CELEDONIA;  D.  AGUSTÍN. 

Celed,     Ya  llegó  el  momento  crítico, 

Agustín. 
Agustín.  Cómo?  Qué  ocurre? 

Celed,      Por  más  que  le  he  predicado^ 

I>or  más  que  con  tono  lúgubre 
e  be  pintado  los  peligros 
á  que  su  amor  le  conduce, 
si  cabe  aqior  en  un  alma 
que  la  avaricia  consume, 
no  hay  forma  de  que  el  tutor 
se  convenza  y  capitule. 
Ta  no  hay  que  andarse  con  paños 
calientes.' La  cosa  urge 

Agustín.  Pues  ¿cómo 

Celed.  Ha  sido  preciso 

que  Sabinita  pronuncie 
un  sí  falaz ,  pero  ese  hombre , 
que  ya  se  juzga  en  la  cumbre 
de  la  gloria ,  porque  todo 
en  su  favor  lo  traduce , 
tiene  empeño  en  que  la  boda 
al  momento  se  efectúe. . 


Agustín.  ¿Y  qué  importa,  si  Sabina 
me  mira  como  á  su  numen 
tutelar,  y  solo  á  mí 
la  unirán  indisolubles 
los  lazos  del  matrimonio? 
No  creas,  no,  que  yo  dude 
de  su  amor,  pero  hasta  el  hierro 
se  quebranta  sobre  el  yunque 
á  fuerza  de  machacarlo; 
y  don  Antonio  Bermudez 

es  muy  machacón,  y  astuto 

más  de  lo  que  tú  presumes. 

Á  todas  horas  la  ve , 

y,  al  fin  y  al  cabo,  algo  influye 

la  autoriaad  de  tutor; 

y  tú,  aunque  eres  tan  ilustre, 

sólo  puedes  á  Sabina 

ofrecer  suspiros  fúnebres, 

y  promesas ,  y  lisonjas , 

y  otros  lugares  comunes; 

mientras  el  tutor,  abriendo 

sus  gavetas  y  baúles, 

con  mejor  artillería 

será  más  fácil  que  triunfe. 

Me  hace  usted  temblar. 

Quizá 

.  sin  justa  razón  injurien 
mis  sospechas  á  Sabina, 
pero  hay  tan  poco  chirumen 
en  las  chicas  de  su  edad, 
que,  en  verdad,  no  me  haré  cruces 
si  á  la  intriga  y  á  las  dádivas 
tarde  ó  temprano  sucumbe. 

Agustín.  Ha  hablado  usted  como  un  libro, 
que  este  siglo  de  las  luces, 
con  perdón  del  bello  sexo, 
ni  Heros  ni  Tisbes  produce, 
y  pocas  Dánaes  cuenta 
que,  si  en  refulgente  nube 
llueve  doblones  de  á  ocho, 
cierren  el  balcón  á  Júpiter.— 
Mas  no  es  la  mitología 
en  este  caso  tan  útil 
como  burlar  al  tutor 
antes  que  el  tutor  nos  burle. 
Pues 


Agustín. 
Celed. 


Celed. 


[Mirando  d  la  izquierda."] 

Pero  aquella  es  Sabina. 

[Á  D.  Agustín  que  se  retírada,] 
Viene  sola.  No  te  ocultes. 


ESCENA  VI. 

DOÑA  CELEDONIA.    D.  AGUSTÍN.    SABINA. 

Celed.      Sabina,  estamos  seguros? 
Sabina.  No  hay  temor  de  que  nos  oigan. 
Reunida  la  tertulia 


204 


UN  DÍA  DE  CAMPO. 


está  de  gresca  y  de  broma 

Dichosos  ellos ! 

Celed,  Qué  tienes? 

Agustín.  Vienes  pálida,  llorosa 

Celed.      Te  ha  hablado  el  tutor? 

Sadina,  Ah!  sí. 

Celed.      Te  ha  dicho  algo  de  la  boda? 

Sabina.   Sí.  Pobre  señor ! 

Agustín.  ¿Qué  escucho! 

¿Tienes  tú  misericordia 
de  ese  Nerón? 

Sabina.  ¿Y  si  es  cierto 

que  el  desdichado  me  adora? 
Me  ha  hablado  con  tal  ternura  I.... 
Ah !  cuando  los  ojos  lloran 
como  los  suyos  lloraban , 
no  puede  mentir  la  boca. 

Agustín.  Sabinal 

Celed.  Sabina ! 

Sabina.  ,A1  ver 

su  inquietud  y  su  congoja, 
yo  también  me  he  conmovido. 

Celed.      Cómo!.... 

Sabina.  Y  no  sé  qué  zozobra 

interior «Sabina  amada. 

me  ha  dicho,  mi  bien /mi  gloria 
cifro  en  aspirar  á  darte 
el  dulce  nombre  de  esposa; 
pero  tu  ventura  anhelo 
aun  más  que  la  mia  propia. 
Si  no  la  esperas  de  mí, 
aun  tienes  tiempo;  revoca 
aquel  sí  de  bendición 
que  con  risa  encantadora 
articulaste  no  ha  mucho, 
y  mi  flaqueza  perdona, 
numo  mi  dicha  habrá  sido, 

sueño,  locura Qué  importa? 

¿No  vale  más  que  me  aflija 
alguna  amarga  memoria, 
que  maldecir  nuestro  nudo 
y  á  Dios  rogar  que  lo  rompa 
con  mi  muerte?)»-» Yo  le  oía 

muda,  estremecida,  absorta 

Ah  qué  escena ! 

Celed.      [En  voz  baja  d  D.  Agustín.] 

No  lo  dije? 

[Á  Sabina.] 

Eres  una  pobre  tonta. 

¿Y  qué  has  respondido 

Sabina.  Yo 

¿Qué  sé  yo,  tia  Celedonia! 

Ni  sabía  dónde  estaba , 

ni  qué  hacía,  ni 

Agustín.  Esta  es  otra ! 

Sabina.   Mas  pienso  que  mi  respuesta 

ha  sido  satisfactoria , 

pues  me  ha  besado  la  mano 

muy  contento  y  muy 

Agustín.  Traidora ! 

Sabina.  Pues !  Ahora  me  acusas  tú ! 


Agustín. 


Celed. 


Oh  I  van  á  volverme  loca 

entre  los  dos. 
Celed.  Pero,  niña, 

tan  perspicaz  hasta  ahora , 

tan  taimada,  tan  resuelta, 

I  y  á  lo  mejor  te  abandona 

la  estrategia  mujeril  I 
Sabina.  Es  que como  soy  bisoña 

Y  él  apuraba Dios  mió!.... 

Aquí  me  caigo  redonda 

si  nos  sorprende. 

[Se  aparta  un  poco  y  mira  adentro 
con  mucha  inquietud.] 

Sabinal 
[Aparte  con  doña  Celedmiia.] 

Mucho  temo  una  derrota. 
Apelemos  á  los  grandes 
recursos  de  la  oratoria  • 

sentimental. 

Sabina.  [  Volviendo  á  la  escena.] 

Nadie  viene, 

mas  teng^  miedo  á  mi  sombra. 

Qué  haré.  Dios  mió? 
Agustín.  Qué  harás? 

Lo  que  suelen  hacer  todas. 

Sacrificar  á  tu  amante 

porque  interés  y  lisonja 

triunfaron  de  la  constancia 

que  prometiste  engañosa, 

y  decir  «roros  son  triunfos» 

camino  de  la  parroquia, 

tú  que  decías  ayer 

«contigo  pan  y  cebolla.» 
Sabina.  Por  Dios,  no  me  digas  eso, 

que  mi  amargura  redoblas. 

Yo  te  adoro,  pero  al  cabo, 

no  es  mi  corazón  de  roca, 

y  ver  penar  por  mi  causa 

á  un  infeliz ¡En  mal  hora 

con  mi  culpable  mentira 

turbé  su  paz  y  en.  la  copa 

que  deleites  le  brindaba , 

ay !  le  di  mortal  ponzoña! 
Agustín.  ^wQíí  bien ,  ingrata*,  áuB  no  es  tarde 

para  que  tú  le  socorras. 

Qué  dudas?  ¿Por  qué  á  sus  pies 

desolada  no  te  postras 

y  le  ofreces  por  antídoto 

el  afecto  que  me  robas? 

Agustín ! 

Mejor  sería 

darle  jarabe  de  goma 

para  curarle  la  tos 

que  por  la  noche  le  ahoga, 

amén  de  otros  alifafes 

y,  los  síntomas  de  gota. 

Tía! 

Arrójate  en  sus  brazos, 

víctima  propiciatoria, 

y  el  ébano  de  tus  rizos 


i 


Sabina. 
Celed. 


Sabina. 
Agustín. 


V 


m  día  de  campo. 


sos 


Sabina, 
Celed. 

Sabina. 
Agustín, 

Celed, 
Agustín. 

CeUd. 


Sabina. 
Celed. 


Sabina. 
Agustín. 


Sabina. 
Celed, 

Agustín. 

Celed. 

Agustín. 

Sabina, 

Agustín. 


Sabina. 


Celed. 


Sabina. 

Agustín. 

Celed. 


en  8Q  pelo  gris  embosca, 
y  hunda  su  marchito  labio 
en  tus  mejillas  de  rosa. 
Horrorl..,. 

Y  sufre  que  el  mundo 
infiel  te  llame  y  apóstata. 
Jamás ! 

Y  sirve  de  ripio 
á  las  columnas  periódicas. 

Y  de  escándalo  á  los  ciegos. 

Y  ¡  ay  de  ti  si  te  hace  coplas 
A  Estudiante!  {") 

I  Ay  de  ti 
si  por  su  cuenta  te  toma 
Fray  Gerundio! 

¡Por  piedad 

Pasará  el  pan  de  la  boda 

quizá  demasiado  pronto, 
y  empezará  la  carcoma 

de  los  celos Porque,  al  fin, 

eres  niña,  eres  hermosa, 

y  el  tutor 

No  más! 

¡  Qué  vida 
te  espera !  qué  amargas  horas ! 
adiós  paseo  y  teatro ! 
adiós,  vestidos  y  joyas ! 

Por  Dios!....  Si  yo 

Ni  aun  á  misa 
podrás  salir  sin  escolta. 
Tu  risa  será  traición, 
tus  lágrimas  sospechosas. 

Y  en  tu  acción  más  inocente 
pensará  ver  su  deshonra. 

Te  matará  á  pesadumbres, 

v  así  acabará  la  historia. 

Válgame  Dios  I . . . .  ¿  Quién  ha  dicho 

que  yo  he  pensado  tal  cosa 

Mas  no  seré  yo  quien  vierta 
sobre  el  nicho  que  te  esconda 
llanto  inútil ;  que  primero 
cubrirá  la  fría  losa 

mi  cadáver 

No!  Dios  mió!.... 
Haré  lo  que  t6  dispongas. 
Tuya  soy. 

•  Basta.  El  amor 

sus  santos  fueros  recobra.  — 
¿Eres  tú  capaz,  Sabina, 
de  una  acción  sublime,  heroica? 

Sí.  Ya  he  dicho 

Siento  pasos 

Apártate  de  nosotras 
y  ligúenos  con  la  vista. 

[DonAgustin  desaparece  por  éntrelos 
árboles  Adeia  el  ültímo  bastídar  de  la 

derecha.] 


ESCENA  Vil. 

DOÑA  CELEDONIA.    SABINA. 

Sabina.   Será  el  tutor? 

Celed.  No.  Es  el  posma 

de  don  Simón. 
Sabina.  Aquí  llega. 

Celed.      [Tomándola  del  brazo.] 

Sí?  Vamos. 
Sabina.  (Virgen  de  Atocha  I 

Qué  va  á  ser  de  mí?  Yo  tiemblo.) 
Celed.      (Ya  puedo  cantar  victoria.) 


[Vanse  por  la  derecha,  y  al  mismo 

^or  la  i 
Jimon.] 


tiempo  llega  por  la  izquierda 
D.  Sü 


ESCENA  VIII.      . 

D,  SIMÓN. 

Por  fin  ya  me  veo  libre 
de  la  atroz  doña  Melchora , 
y  para  mayor  consuelo 
se  agarra  sin  ceremonia 
al  brazo  del  farmacéutico,    .■ 
que  á  su  pesar  la  remolca 
oyendo  el  largo  catálogo 
y  la  nauseabunda  historia 
de  sus  partos  y  su  reuma, 
de  su  dogo  y  su  cotorra; 
y  pues  mi  cara  Lucía, 
ya  que  mi  brazo  no  toma , 
al  de  don  Tomás  se  cij^elga , 
que  es  casado  y  está  en  gloria; 
celos,  dejadme  un  instante 
respirar  en  otra  atmósfera 
más  serena;  y  si  aun  aquí 
queréis  que  haga  la  parodia 
del  Ótelo  eñ  pantomima , 
al  menos  la  haré  á  mis  solas 
sin  necios  y  sin  coquetas 
que  se  rian  á  mi  costa. 


ESCENA  IX. 


D.  SIMÓN.    D.  ANTONIO. 


Antonio.  [  Viene  por  la  izquierda.] 
¿Ha  visto  usted 


Simón.  (Dura  estrella! ) 

(*)    Pseudónimo  adoptado  por  el  Sr.  D.  Ánlímio  Maria  Segoma  eñ  sus  escrilos  festivos.  Con  el  de  Fray  Gerundit 
que  más  abajo  se  cita,  ha  sido  también  más  conocido  que  con  su  propio  nombre  el  Sr,  D.  Modesto  Lafuente. 


206 

Antonio, 
Simón. 


UN  día  de  campo. 


Antonio. 


Sitnon* 

Antonio. 

Simón. 


5 


Antonio, 
Simón. 
Antonio, 
ISimon, 


Antonio. 

Simón. 

Antonio. 

Simón. 

Antonio. 

Simón. 

Antonio. 

Simón. 

Antonio. 
Simón. 

Antonio. 


Simón. 
Antonio. 


Simón. 
Antonio. 
Simón. 
Antonio. 

Simón. 


A  mi  papila? 

Poco  ha 
que  crazaba  por  allá^ 

su  tia  iba  con  ella. 

Segaro  estoy  de  la  niña. 

a  tia  tendrá  paciencia. 
Ya  no  temo  su  influencia, 

ue  el  miedo  guarda  la  viña.) 

ué  tiene  usted,  don  Antonio? 

¿Qué  extraña  cavilación 

¡Soy  tan  feliz,  don  Simón.... 
Voy  á  casarme. 

Demonio ! 
Qué  hace  usted?  ¿No  se  horripila 
sJ  yer  este  triste  ejemplo, 

y  antes  de  pisar  el  templo 

íEh 

Con  quién  ? 

Con  mi  pupila. 
Con  la  pupila?  A^ ,  amigo ! 
La  amable  doña  xucía 
también  fué  pupila  mia 
antes  de  casar  conmigo ; 
y  pues  sabéis  lo  que  soy 
y  no  ignoráis  lo  que  fui , 
/aprended,  tutor ,  de  mi 
lo  que  ta  de  ayer  d  hoy! 
Oh  I  la  suerte  no  es  igual. 
No  me  ciega  el  egoísmo. 
Yo  soy  amado. 

Lo  mismo 

Íensaba  yo ,  y  pensé  mal. 
•a  mia  es  un  serann  , 

y  cuando  el  sí  pronuncié 

El  sí  de  las  niñas.  Oh! 

Lea  usted  á  Moratin. 

Ella  es  libre 

Ella  es  mnjer. 
Y  honrada  y ,  seguro  estoy , 

no  es  capaz 

Si  no  lo  es  hoy, 
mañana  lo  puede  ser. 

La  colmaré  de  regalos 

No  sirve  eso  con  la  mia; 
¡y  quizá  me  adoraría 
si  la  derrengase  á  palos  I 
Sin  dar  ese  trato  indigno 
á  la  que  mi  dicha  labra, 
yo  se.....  y,  en  nna  palabra, 
cada  cual  tiene  su  signo. 

^Dichosa  el  alma  tranquila 

Yo  sé  bien,  por  lo  que  vi, 
lo  que  va  de  nsted  a  mí, 
y  de  pupila  á  pupila. 

¿Qué  escucho! 

Usted  no  se  asombre. 

Pero¿á  quién  no  escandaliza 

Si  la  mujer  se  desliza, 
siempre  es  la  culpa  del  hombre. 
¿Culpa  yo  porque  pretenda 
un  osado  farmacéutico 
ser  poseedor  enfltéutico 
de  mi  legítima  hacienda! 


Antonio 


SimofL 


Antonio. 
Simón, 


Antonio. 
Simón. 

Antonio. 
Simón. 


Antonio. 
Simón. 


.  Oir  eso  causa  tedio. 
Pues  siendo  así,  ¿qué  hace  usté 
que  no  le  da  un  puntapié 
y  se  le  quita  de  en  medio? 
Eso  lo  dice  muy  pronto 
quien  no  está  comprometido; 
pero  en  llegando  á  marido, 
el  más  sabio  es  el  más  tonto. 
Hasta  el  dia  de  la  fecha. 
En  qué  mi  querella  fundo? 
en  qué  su  malicia  el  mundo? 
En  una  leve  sospecha. 
Mas  si  despido  al  galán 
con  dicterios  y  amenazas, 
adiós,  honra!  Por  las  plazas 
las  gentes  me  silbarán. 

Y  así  peligra  el  marido  ' 
mucho  más,  porque  un  amante 
nunca  es  tan  interesante 
como  cuando  es  perseguido. 

¿  Qué  recurso  el  mundo  deja 
a  quien  con  celos  batalla? 
Es  ridículo  si  calla, 
y  mucho  más  si  se  queja. — 
Sí,  señor,  yo  estoy  celoso 
y  nunca  la  soltaria, 
pero  como  esto  en  el  dia 
dicen  que  es  hacer  el  oso....^ 
y  el  ami^uito  es  tan  pulcro, 

y  mi  mujer  tan  taimada 

Está  visto,  no  haré  nada, 
y  me  echarán  al  sepulcro! 
Entonces....,  conformidad. 
Sí,  pero  es  mucha  fatiga 

Y  ¿quiere  usted  que  le  diga 
francamente  la  verdad? 
Diga  usted 

Pues  tengo  miedo 
á  don  Frutos. 

(Qué  menguado!) 

Y  eso  que  él  es  un  cuitado, 
y  mano  á  mano,  le  puedo. 
Mas  aunque  yo  no  soy  rana, 
puede  emplear  nii  rival 

un  arma  terrible 

Cuál? 
La  farmacopea  hispana.  • 


Antonio.  [Jliéndose.] 

Entre  Caríbdis  y  Escila 

Qué  trance ! 
Simón.  ¡Abra  usted  el  ojo , 

y  eche  la  barba  en  remojo  > 

y  una  cruz  á  la  pupila! 
Antonio.  Oh  qué' moler! Don  Simón , 

cada  cual  mire  por  sí. 

Yo  sé  muy  bien Pero  aquí 

viene  ya  la  reunión. 

[Empieza  d  oscurecer,] 


\ 


UN  día  de  campo. 


ESCENA  X. 


D.  ANTONIO.    D.    SIMÓN.    DOÑA  LUCÍA.  DON 

FRUTOS.  DOÑA  RUPERTA.  D.  TOMÁS.  JESUSA. 

D.  ENRIQUE.   MERCEDES.    D.  JOAQUÍN. 

D.  LIBORIO. 

[Todos  vienen  por  la  izquierda  dando  el  brazo 
á  sus  parejas  de  costumbre.  B,  Liborio  solo, 

con  la  ffuitarra.] 

Tomás.    Qué  hacemos?  Todos  se  aburren , 
y  ya  la  noche  se  acerca , 
y  el  aire  anuncia  tronada, 

S 'Madrid  dista  una  legua, 
os  iremos Y  Sabina? 

Frutos.   En  la  granja.  Entraba  en  lella 
«  con  su  tia  cuando  yo 

acompañé  hasta  la  puerta 
á  doña  Melchora. 
Simón.  (¡Cielos, 

8ué  perdurable  pareja ! 
•travezl) 
Liborio.  Vaya,  pongamos 

un  jueguecito  de  prendas 
mientras  vienen. 
Antonio,  No.  Ta  es  tarde. 

Yaya  usted :  que  se  den  priesa 
á  enganchar. 
Liborio,  Voy. 

Antonio.  T  de  paso 

.  dé  usted  una  yoz Que  .vengan 

esas  señoras 

Liborio.  Corriente. 


ESCENA  XI. 

D.  ANTONIO.    D,  SIMÓN.    DOÑA  LUCÍA.    DON 

FRUTOS.  DOÑA  RUPERTA.  D.^TOMAS.  JESUSA. 

D.  ENRIQUE.  MERCEDES.  D.  JOAQUÍN. 

Tbmás.    ¡Buena  ha  estado  la  ocurrencia 

del  certamen  borrical! 
Siman .    Certamen  ? 
Tomás.  Si ;  en  la  pradera 

ha  habido  juegos  ecuestres. 

[Á  doña  Lucia.] 


Siman. 

Frutos. 
Tomás. 


Jesusa. 
Tomás. 


Has  entrado  tú  en  la  fiesta? 
No,  señor.  Es  delicada 
de  nervios,  y  se  marea. 
Todos  hemos  cabalgado 
un  poquito ,  menos  ella. 
Cómo  chillaba  Jesusa  I 
Pero  Mercedes ,  tan  tiesa  I 
Porque  la  iba  sosteniendo 
Joaquinito. 

Mi  Ruperta 


Siman. 
Tomás. 
Ruperta. 

Tomás. 
Jesusa. 
Tomás. 


Enrique. 
Ruperta. 


no  me  quiso  abandonar 
á  merfed  de  aquella  ñera. 
To  delante,  ella  á  la' grupa , 

y  así en  forma  de  una  etcétera, 

nuestro  conyugal  amor 
trotaba  de  ceca  en  meca; 
pero  es  carga,  por  lo  visto, 
superior  á  asnales  fuerzas 
un  matrimonio  feliz , 
pues  pronto  dimos  en  tierra ; 

mi  mujer,....  Dios  sabe  cómo 

Y  usted? 

To....,  por  las  orejas. 
No  le  hagan  ustedes  caso. 
Yo  caí,  mas  con  decencia. 
Peor  libró  Jesusita. 

¡Vamos,  que  me  da  vergüenza 

Por  sujetarse  el  sombrero, 
da  fondo  en  una  aguadera; 
grita,  pierde  el  equilibrio; 

mitán  bracos,  sobran  piernas 

Vaya,  ¡cosa  más  graciosa 

Eh !  no  diga  usted  simplezas. 

[En  voz  baja  á  su  marida.] 

Cómo  la  mirabas ,  picaro! 
Yo  te  ajustaré  la  cuenta. 


ESCENA  XII. 

D.  ANTONIO.    D.  SIMÓN.     DOÑA  LUCÍA.    DON 

FRUTOS.  DOÑA  RUPERTA.  D.  TOMÁS.  JESUSA. 

D.  ENRIQUE.    MERCEDES.     D.  JOAQUÍN. 

BELTRAN. 


Beltran. 

Antonio. 
Beltran. 

Frutas. 

Beltran. 

Antonio. 

Merced. 

Beltran. 

Antonio. 
Simpan. 

Frutos. 


Dios  guarde  á  ustedes.  De  parte 

de  aquella  señora  seca 

La  del  perrito 

Qué  quiere? 
Que  vaya  y  no  se  detenga 

el  boticario 

Qué  ocurre? 
Ay,  señor!  Es  cosa  sería. 

¿Cémo 

Dios  miol...* 

Al  perrito 
le  ha  dado  una  pataleta. 
Bah  I  creí  que  era  otra  cosa. 

[Á  D.  Frutos.] 

Sí,  vaya  usted 

Soy  yo  albéitar? 

[Óyese  rodar  y  parar  un  coche  á  la 
izquieraa  del  actor.] 


Tomás.    No  obstante,  es  preciso 

Jesusa.  Sí, 

¡por  Dios 

Simón.  Corazón  de  piedra, 


sos 


UN  día  de  campo. 


salve  usted  á  aquella  víctima...., 
talyez.ádos! 

Frutos.    [Soltando  el  brazo  de  doña  Lncia.] 

É 

Será  fuerza 

Hasta  luego. 

[Vase  corriendo.] 

Simón,    [Tomando  el  brazo  de  su  mtyer.] 

Acoto  el  brazo. 
(No  hay  mal  que  por  bien  no  venga.) 


ESCENA  XIIL 

D.  ANTONIO.    D.  SIMÓN.    DOÑA  LUCÍA.    DOÑA 

RUPERTA.    D.  TOMÁS.    JESUSA.    D.  ENRIQUE. 

MERCEDES.    D.  JOAQUÍN.    BELTRAN. 

D.  LIBORIO. 

Liborio.  Ta  á  la  orilla  del  camino 

¿  la  comitiva  esperan 

ensillados  los  caballos, 

albardada  la  jumenta , 

y  de  dos  coches  el  uno 

con  su  tiro  de  colleras. 
Simón.    Pues  i  y  el  otro? 
Liborio.  No  lo  he  visto. 

Se  habrá  roto  alguna  rueda 

Beltran.  Cal  no,  señor.  Ya  hace  rato 

rompió  como  una  saeta 

de  vuelta  á  Madrid. 
Antonio.  l  Qué  escuchol 

T  ahora  lo  dices,  babieca? 
Beltran.  Toma  I  Y  quién  lo  ha  preguntáo? 

To  no  me  meto  en  la  renta 

del  escusáo.  Aunque  soy 

paleto,  tengo  prudencia. 
Antonio.  Pero  ¿quién  iba  én  el  coche? 
Beltran.  Cáncia  la  parte  de  ajuera 

las  seis  muías  y  el  zagal; 

y  adrento,  sigun  las  señas  ^ 

doña  Sabinita 

Antonio.                             Cielos ! 
Beltran.  T  su  tia,  doña Esa 

Doña  Ciliofia. 
Sim,on.  ¿Qué  oigo! 

Rmerta.  Sabina  I 

Zioorio.  .  ¿Cómo 

Tomás.  ¿Qué  idea 

[Murmullo  general  de  admiración.] 

Beltran.  Ah! ....  También  se  coló  drento, 

sin  cudiarse  de  entiquetas 

el  calesero. 
Antonio.  Borracho!..., 

que  estás  diciendo? 
Beltran.  La  mesma 

verdad.  Y  la  señorita 

arrancó  de  su  cartera 


un  peazo  de  papel, 

y  puso  al  pié  de  la  letra 

este  dicumento. 

[Saca  un  papel  y  se  lo  da.] 

Ah  I  Dame. 
Simón.    El  mozo  es  todo  lo  bestia 

que  puede  ser. 
Antonio.  ¿Es  posible 

Estoy  soñando?  ¡La  pérfida 

[Lee.] 

«  Soy  libre ;  soy  amante. — Si  hay 
tutores,  hay  leyes. — Huyo  con  Agus- 
tin  y  con  mi  tia.r-Si  me  voy  como 
Dios  quiere,  me  casaré  como  Dios 
manda. — Culpe  usted  á  su  tiranía,  y 
no  á  mi  liviandad.— Sabina.» 


Ah  falsa,  traidora,  ingrata! 
¿Así pagas  mis  finezas, 

mi  amor,  mi  bondad ¡Infame 

seductor!  Tia  perversa! 
¡  Oh  necia  credulidad 
la  mia!  oh  traición  horrenda! 
¡jurarme  sincero  amor, 
fingir  candida  inocencia, 

y  venderme  así Dios  mió! 

Dios  miol  ¡  En  edad  tan  tierna 
tanta  maldad!  Ya  no  hay  fe, 
ya  no  hay  virtud  en  la  tierra. 
Venganza!...  Un  caballo! 

Enrique.  El  mió.. 

Antonio.  Lo  acepto.  Dios  me  reserva 

un  consuelo....:  la  venganza! 
Ah !  yo  haré  que  te  arrepientas, 
infeliz ;  y  será  tarde ! 
Tu  boda  será  funesta, 
lo  juro.  ¡  Á  mí  la  victoria, 
á  ti  el  llanto  y  la  vergüenza! 


[  Vase  corriendo  por  la  izquierda.] 


ESCENA  XIV. 

D.  SIMÓN.     DOÑA  LUCÍA.     DOÑA   RUPERTA. 

D.  TOMAS.   JESUSA.  D.  ENRIQUE.  \lERCEDES. 

D.  JOAQUÍN.    BELTRAN.    D.  LIBORIO. 

Ru^rta.  Qué  lance! 

Liborio,  ¿Quién  lo  diria 

Simón.    Pues  yo  sé  de  alguu  profeta 

que  le  anunciaba 

Tomás.  Una  gota 

me  ha  caido  en  esta  ceja. 

[Se  oye  tronar.] 
Lucia.    La  tempestad  está  encima. .... 


UN  día  de  campo. 


m 


Lihorio.  Oven  nstedes?  Ta  truena. 
Ruperta.  Al  coche  I 


Al  coche  I 


Y  don  Frutos? 


.Al 
Simón. 
Lucia. 
Jesusa.    T  mamá? 
Tomás.  Al  coche  •  Raperta ! 

[Desaparecen  corriendo  por  la  iz' 

quierda.] 

Simón.    (Ahora  es  la  mia.)  Corramos 

Zuda.     Pero 


Simón. 


Al  coche  los  que  quepan. 
Puto  el  postre ! 

[  Vase  con  doña  Lucia.] 

Vamos,  niñas 


Liborio. 

Merced.  Pero  mamá  que  se  queda 

Liborio.  Vamos,  que llueye.  Después 

dará  el  carruaje  la  vuelta. 

Siete  cabremos. 
Jesusa.  Mamá!.... 

Enrique.  [Á  D.  Joaquin,  y  se  va  con  il.] 

Llévame  á  tu  grupa. 
Liborio.  Ahí  queda 

don  Frutos.... 


Merced.   \Ta  dentro.  \    Mamá  I . . . 
Liborio.  [Lo  mismo.] 


[Arranca  con  ellas.] 

Volemos- 


ESCENA  XV. 

BELTRAN.    D.  FRUTOS.    DOÑA  MELCHORA. 

Beltran.  [Guarecido  de  un  árbol.] 

No  se  ha  armado  mala  ^esca  1 

[Llega  por  la  derecha  D.  Frutos  con 
el  botiquin  bajo  el  brazo  izquierdo  y 
dando  el  derecho  á  doña  Melchora,  que 
trae  consigo  el  perrito.  Menudeantes 
truenos  y  relámpagos,  crece  la  lluvia 
y  ciérrala  noche.] 


Frutos.   Vamos,  que  se  van.^...^ 

Melch.     [Acariciando  al  perro.]  Jesusa  I . . .-. 

Animalitol....  Este  reuma 

Frutos.    \  Corra  usted. . . 

Melch.  Jesús!... 


Beltran. 


Melch. 

Frutos. 
Melch. 

Beltran. 


Frutos. 


Beltran. 

Frutos.^ 

Melch. 

Frutos. 

Beltran. 

Frutos. 

Melch. 


Frutos. 

Melch. 

Frutos. 


[fSe  oye  rodar  el  coche,] 

Ta  es  tarde. 
Ya  va  por  la  carretera 
echando  chispas  el  coche. 
Av,  válgame  santa  Tecla! 

Lloviendo  á  mares £1  perro 

El  botiquin 

¿Quién  nos  lleva 
á  Madrid? 

La  borriquilla  • 
se  tomará  esa  molestia. 

Allí  está 

¡Bravo  refuerzo, 
y  está  lloviendo  á  fanegas ! 

(Ay  Lucía!....)  Otro  carruaje 

Aunque  sea  una  carreta 

No  hay  amparo.  Pero  el  coche 

volveiíl 

(^(También  me  llega 
mi  San  Martm!) 

Á  la  granja! 
Cuánto  tardará? 

Hora  y  media. 
Ahí  es  nada! 

Vamos,  hijo. 
En  tanto  cobrará  fuerzas 
el  perrito,  y  en  el  hombro 
me  dará  usted  unas  friegas. 

¿Qué  friegas,  ni  qué 

Volemos..... 
Maldición !....(  Qué  diferencia ! ) 

[  Vuélvese  corriendo  hacia  la  casa.] 


Beltran.  [Siguiéndolos.] 


Estas  junciones  de  campo 
siempre  acaban  en  trigedia. 


ACTO    TERCERO. 


Sala  en  casa  de  D.  Antonio.  Puerta  en  el  foro  y  otras  dos  laterales.  Entre  otros  muebles 

habrá  una  mesa  con  recado  de  escribir. 


ESCENA  I. 

D.  ANTONIO.    D.  SIMÓN.    D.  TOMÁS. 

Simón.    Al  tocador  de  Sabina 

se  ha  marchado  mi  mujer, 

IL 


y  ahora,  señor  don  Antonio, 

3ue  estamos  solos  los  tres ,  ' 
íg^nos  usted,  si  gusta, 
en  qué  paró  lo  de  ayer; 
y  cómo  las  desertoras 
volvieron  á  su  cuartel ; 

14 


210 


UN  día  de  campo. 


y  cómo  er  qae  están  ustedes 
tan  en  paz^  al  parecer, 
y  la  niña  se  engalana,.... 
y  no  la  ha  matado  asted. 

Aquí  hay  misterio 

Antonio.  Ninguno. 

En  dos  palabras  diré 
lo  ocurrido.  Cuando  supe 
que  de  un  pillo  á  la  merced 
y  engañada  por  su  tia, 
que  es  el  mismo  Lucifer, 
la  ingrata  pupila  huyó, 
mí  primer  impulso  fué 
perseguirla,  y  del  amante 
tomar  venganza  cruel. 
Metí  espuelas  al  caballo; 
pero  pensando  después 
que  hecha  estaba  la  locura 
y  yo  sería  tal  vez 
menos  digno  de  indulgencia 
perdiendo  el  juicio  también ,     • 

{mse  todo  mi  conato 
uógo  que  á  Madrid  llegué, 
en  salvar,  si  era  posible , 
después  de  tal  proceder, 
el  honor  de  mi  pupila. 
Hasta  cerca  de  las  diez 
corrí  sin  fruto  en  su  busca, 
y  por  fin  los  encontré 
en  el  gobierno  político, 
cuando  en  nomore  de  la  ley 
ya  la  licencia  obtenian 
de  que  habian  menester. 
Respeté  la  providencia, 
mas,  jurando  por  la  fe 
de  hombre  honrado  no  forzar 
la  voluntad  de  esa  infiel , 
pedí'que  en  mi  propia  casa 
ía  depositase  el  juez, 
y  en  atención  á  que  el  dote 
es  cantidad  de  interés, 
se  firmara  aquí  el  contrato 
y  mi  solvencia  con  él. 
Aceptóse  mi  propuesta, 
que  ¿  todos  estaoa  bien 
para  evitar  comentarios 
de  tertulias  y  cafés ; 
el  notario  tendrá  luego, 
vendrá  el  amante  doncel 

y Dios  los  haga  felices. 

Simón.    Amén.  Diga  usted:  amén. 
Por  vida  del  otro  Dios  I ... . 
¿Conque  se  hace  usted  de  miel 
después  de  acción  tan  inicua? 
No  me  queda  más  qué  ver. 
¿T  es  usted  el  que  culpaba 
mi  paciencia  y  mi  sandez? 
To  al  fin  gimo,  y  refunfuño, 
y  negra  como  ía  pez 
tengo  la  sangre,  y  reniego 
del  dia  en  que  me  casé, 
y  si  pillo  á  mi  consorte 
en  algún  renuncio....,  puesl.... 


Antonio, 
Tomás. 


Simón. 
Antonio. 


Tomás. 
Antonio. 


soy  capaz Pero  usted  tiene 

alma  de ¿qué  sé  yo  qué? 

¡Dejarse  robar  la  novia, 
traerla  á  casa  después , 
y  presenciar  el  contrato, 
y  soltar  de  bien  á  bien 

el  dote Por  lo  que  veo, 

tendría  este  hombre  placer 
hasta  en  servir  de  padrino 
á  su  rival.  Voto  á  quién! .... 
Note  usted  que  era  Sabina 
mi  amada;  no  mi  mujer. 
La  prudencia  es  gran  virtud. 
Ella  es  ella;  él  es  quien  es. 
Llorar  con  la  cruz  al  hombro 
á  cada  paso  se  ve, 
pefo  ¿por  librarse  de  ella? 
Sería  ridiculez. 
Sé  lo  que  pesa  la  mia, 
y  le  doy  el  parabién. 

Pero,  señor,  ¿es  posible 

Señor  don  Simón ,  yo  sé 
lo  que  me  hago.  Su  permiso 
ruego  á  ustedes  que  me  den. 
Tengo  que  arreglar  papeles.... 
Oh  I  no  se  incomode  usted 
por  nosotros. 

Hasta  luego. 


[Bntra  en  la  habitación  ie  ladirecha.] 
Simón.    Ya  á  hacer  un  lindo  papel! 


ESCENA  II. 

D.  SIMÓN.     D,  TOMAS. 

Tomás.    I  Vaya,  que  no  tiene  precio 
lo  del  rapto  y  lo  del  coche, 
y  al  abocarse  la  noche 
caer  chubasco  tan  recio! 

Simón,    Por  fin  el  signo  de  Acuario, . 
ya  que  otro  signo  mé  acosa, 
me  dio  venganza  sabrosa 
del  insigue  boticario. 
Llorando  entre  aquellos  berros 
la  ausencia  de  su  Lucía , 
¡qué  buen  rato  pasaría 
dado  á  Melchoras  y  á  perros! 
Vaya,  lo  que  yo  reí 

anoche  por  el  camino 

Mientras  el  coche  fué  y  vino, 

tres  horas  estuvo  allí. 

Muerto  de  angustia  y  de  miedo 

llegó  por  fin  a  deshora 

con  su  dogo  y  su  Melchora 

á  la  puerta  de  Toledo, 

y  sin  más  cama  que  el  frac , 

si  tarda  cuatro  minutos 

el  delicioso  don  Frutos 

pasa  la* noche  al  vivac. 


UN  día  de  campo. 


Tomás. 
Simón, 

Tomás. 
Simón. 

Tomás. 
Simón. 


Tomás. 


Tomás.    ¿No  ha  venido  aquí... 

Siman.  Algún  pasmo, 

que  curará  con  meconio, 

hoy  libra  á  mi  matrimonio    * 

de  ese  eterno  pleonasmo. 

Qué  gozol  ¿Y  usted  no  sabe , 

caro  amigo,  la  chuscada 

que  tengo  ya  preparada 

á  ese  galán  de  jarabe? 

No. 

Me  voy  con  mi  consorte 

Íara  verme  libre  de  él. 
^ónde? 

A  la  Seo  de  Urgel. 
Ya  tengo  aquí  el  pasaporte. 

Tantas  leguas  de  arrecife ! 

Aun  son  pocas  á  fe  mía, 
que  por  no  verle  me  iria 
al  pico  de  Tenerife. 
Vaya  usted,  y  Dios  lo  ampare, 
mas  ¿dénde  no  habrá  un  galán?, 
ó,  como  dice  el  refrán, 
dónde  irá  el  buey,  que  no  are? 
Simón,    Ehl ....  Por  hoy,  lo  que  me  urge 
es  huir  de  la  farmacia, 
'  porque  no  tendria  gracia 

que  me  diesen  un  menjurje 

Mas  ¿cómo  usted  no  ha  traido 
á  la  esposa? 

Estaba  en  misa, 

y  como  vine  de  prisa 

¿Qué  escucho!  Tan  buen  marido 

Yo  me  encuentro  bien  sin  ella. 
No  es  posible.  ¿A  quién  no  halaga 

el  dulce  amor 

Más  aciaga 
que  la  de  usted  es  mi  estrella. 

Puesl,  y  lleva  usted  la  palma 

Del  martiriol 

No.  Esa  es  grilla. 

Yo  sé 

Todo  lo  que  brilla 
no  es  oro,  amigo  del  alma. 

¿No  es  ejemplo  de  ternura 

oí,  pero  con  tal  exceso, 

3ue  ya  me  derriba  el  peso 
e  mi  conyugal  ventura. 
Yo  no  soy  dueño  de  mí 
ni  una  hora,  ni  un  instante. 
I  Mal  haya  amor  semejante , 
si  es  amor  el  frenesí  1 

Simón.    Yo  creia  á  usté  en  el  centro 
de  la  gloria 

Tomás.  Sufro,  rio, 

callo....,  pero,  amigo  mió, 
laprocesion  va  por  dentro. 
¿Hay  tormento  tan  cruel 
como  una  mujer  llorona, 

y  suspicaz,  v  sobona 

Oh !  me  hará  soltar  la  piel. 

Simón.    De  veras?  Está  usted  loco? 
¿Es  posible 

Tomás.  Me  impacienta. 


Tomás, 

Simón. 
Tomás. 
Simón. 

Ton^. 

• 

Simón. 
Tomás. 
Simón. 

Tomás. 

Simón. 
Tomás. 


Sil 

me  fastidia ,  me  revienta , 

me  pudre....,  y  aun  digo  poco. 

¡Y  cada  vez  más  me  capto 

el  amor  de  ese  demonio! 

No  fuera  yo  don  Antonio!.... 

Cuánto  envidio  lo  del  rapto! 
Simón.    Si  está  tan  enamorada, 

¿cómo  tendría  el  descoco 

de 

Tomás.  ¡Ni  ella  vale  tampoco 

la  pena  de  ser  robada! 
Simón.    ¡Este  pobre  don  Tomás 

¿Conque  ya  encontré  un  casado 

más  que  yo  desventurado? 
Tomás.    Sí,  señor,  mil  veces  más. 
Simón.    ¡Hombre,  hombre,  qué  bueno  fuera 

si  para  mutuo  consuelo 

cambiásemos. . . ...  pelo  á  pelo ! 

Tomás.    Yo  la  cambio  por  cualquiera. 
Simón,    Puede  que  yo  me  equivoque, 

mas  si  se  hiciera  el  mercado, 

yo  quedaria  obligado 

a  pagar  el  alboroque. 
Tomás.    Amigo,  usted  no  lo  acierta. 

No  la  hay  peor  que  la  mia. 
Simón.    Sí,  mientras  viva  Lucía. 
Tomás.   No,  mientras  viva  Ruperta. 
Simón,    Pues,  á  fuer  de  hombres  sesudos, 

suframos  ambos  á  dos 

y  supliquemos  á  Dios 

que  pronto  nos  haga  viudos, 

porque  allá  se  van,  mutátis 
'  mutándis  j,  en  mi  opinión , 

quien  supiera  lo  que  son 

no  las  querria  ni  gratis. 
Tomás,    No,  por  cierto.  Qué  prebenda! 

Al  más  pintado  le  doy 

[Baja  la  voz  viendo  entrar  á  su  mujer 
por  la  puerta  del  foro.] 

¡Mi  mujer Perdido  soy! 

Dios  me  asista  y  me  defienda! 


I- 


ESCENA  III. 

« 

D.  SIMÓN.    D.  TOMÁS.    DOÑA  RUPERTA. 

Ruperta. kh  pérfido!....  Al  fin  te  veo 

Tomás.    Estabas  en  Santa  Cruz 

Me  llamaba  don  Antonio 

de  prisa 

Xupeí'ta.  ¿Y  no  sabes  t6 

que  entre  marido  y  mujer 

todo  debe  ser  común? 

Tomás.    Yo  creí  que  no  importaba 

Ruperta.  \  Sin  decir  siquiera  abur 

á  una  mujer  que  te  adora! 

Alguna  entruchada,  algún 

Tomás.    Cálmate,  dulce  Ruperta, 

y  no  te  dé  un  patatús. 


818    ^ 


UN  día  de  campo. 


qae  si  te  mueres,  á  entrambos 

nos  harán  el  atand. 
Ruperta,  No  te  creo,  que  conmigo 

procedes  como  tahúr, 

y  tras  de  alguna  pindonga 

te  habrás  venido.  Jesús  1 

Me  yas  á  quitar  la  vida. 
Tomás,    Por  David  y  por  Saúl 

juro 

{En  voz  baja  d  D,  Simón,'] 

Qué  tal? 
Simón,    [Lo  mismo,]         Buena  hembra  1 

Así  tenga  la  salud ! 
Huperta.  Qué  le  dices  al  oido? 
Tomás.    Nada.  Que  vale  un  Perú 

mi  mujer  y  no  me  cambio 

ñor  el  mismo  Mahamud. 
Ríiperta.^o.  Alguna  Intriga...... 

Simón,  Señora , 

míreme  usted  á  la  luz. 

¿Tiene  usted  celos  también 

de  mi  rancia  senectud? 

Tomás,    i  Quién  sabe 

Simón.  Usted  se  ha  dejado 

los  ojos  en  el  baúl. 
Ruperta.  i'Él  me  habla  de  ojos,  Dios  mió, 

y  no  ve  los  rendivüs 

que  prodiga  á  su  mujer 

el  boticario  gandul ! 
Simón.    Señora,  eso  es  ya  salirse 

de  la  cuestión. 
Ruperta.  Yo,  según 

se  me  habla 

Simón.    [A  D.  Tomás,]  Llámela  usted 

al  orden. 

Ruperta.  [Á  B.  Tomás.] 

Qué  ingratitud  1 

¡Escapárseme  de  casa 

Tomás.    Mujer,  eres  el  non  plíis 

Affp^r/a.De  qué? 

Tomás.  De  nada;  perdona; 

•  mas  calla  con  Belcebú, 

que  viene  gente,  y  yo  solo 
debo  cargar  con  la  cruz. 

[Doña  Ruperta  toma  el  brazo  de  su 

marido,] 


ESCENA  IV. 

DOÑA  RUPERTA.      D.  TOMAS.     DOÑA  LUCÍA. 
SABINA.    DOÑA  CELEDONIA.    D.  SIMÓN. 

[Llegan  por  la  puerta  de  la  izquierda.] 

Celed.      Oh  amiga  doña  Ruperta ! 
Rítperta.  Servidora 

•   [i  D.  Tomás.] 

No  te  sueltes. 


Celed.      [Á  doña  Ruperta,] 


Ruperta. 
Lucia. 


Sabina. 
Simón. 

Sabina. 


Celebro  que  usted  también 
asista  al  acto  solemne 
de  la  boda  de  Sabina. 

No  tenía  antecedente 

Sí,  señora.  Ya  está  todo 
arreglado.  El  cielo  vuelve 
por  la  oprimida  inocencia.  > 

(Bien !  Mi  mujer  la  protege. 

I  a  se  ve,  la  simpatía ) 

Don  Antonio  se  convence 

No  me  maravillo.  Un  rapto 
es  razón  muy  convincente. 
Era  el  único  recurso 

que  me  dejaba  la  suerte 

Mas  recordar  lo  pasado 
ya  no  es  útil  ni  prudente, 
y  basta  que  mi  tutor 
su  clásico  error  conñese 
en  el  hecho  de  traernos 
segunda  vez  á  su  albergue, 
para  transigir  nosotros  ' 

también  amistosamente 

Pues,  por  mi  voto.,  la  chica 
se  mantendría  en  sus  trece. 
No  la  casan  con  su  amante? 
Sí,  señor. 

Pues  ¿qué  más  quiere? 
Pero  en  casa  del  tutor 
y  cubriendo  el  expediente, 
como  se  suele  decir. 
Así  no  será  tan  célebre 
el  aviso  á  los  tutores 
y  el  triunfo  de  las  mujeres. 
Muy  bien.  (Padres  de  familia, 
he  aquí  una  aya  excelente 
para  vuestras  nijas.) 

[i  Sabina.] 


Holal 
De  veinticinco  alfileres ! 
Sea  en  hora  buena.  Pero 
¿cómo  es  que  el  novio  no  viene? 

Sabina,.  No  tardará. 

Simón,  Vaya  en  gracia. 

Ta  deseo  conocerle. 


Celed. 

Simón. 
Celed. 
Simón, 
Celed. 


Simón, 


ESCENA  V. 

DOÑA  CELEDONIA.  SABINA.    DOÑA  RUPERTA. 

DOÑA  LUCÍA.    D.  SIMÓN.    D.  TOMAS. 

D.  ANTONIO. 

Antonio,  Señoras,  si  ustedes  gustan 

de  pasar  al  gabinete 

Lucia,     Bueno. 

Ruperta.  Gomo  usted  disponga. 


UN  DÍA  DE  CAMPO. 


213 


Antonio,  Aqaello  está  más  alegre  ^ 

y  basta  qne  venga  el  Notario 

vamos  pues 

Soy  coü  ustedes. — 
No  te  vayas  tú ,  Sabina. 
Muy  bien. 

[Al  oido.]  Firme  I  No  te  dejes 
seducir. 

Sabina.   [Lo  mismo.'] 

Seré  inflexible. 
Simón,    (Don  Antonio  es  un  imbécil.) 

[  Vanse  por  la  puerta  de  la  derecha,] 


Celed, 
Antonio, 

ííabina, 
Celed, 


ESCENA  VI. 


D.  ANTONIO.    SABINA. 

Antonio.  Cuando  se  acerca  el  instante 
que  decidirá  tu  suerte, 
no  creas  qne  voy  á  hacerte 
reconvenciones  de  amante. 
Dio»  te  ha  dado  un  albedrío 
que  yo  siempre  he  respetado, 
y  bien  sé  que  no  me  es  dado 
'  quejarme  de  tu  desvío, 
y  si  al  menos  tu  lenguaje 
franco  hubiera  sido  y  fiel, 
yo  te  absolvería  de  él, 
que  el  desamor  no  es  ultraje ; 
mas  el  honor  de  un  desden 
tu  ingratitud  no  me  quiso 
otorgar.  \  Era  preciso 
'  burlar  á  un  hombre  de  bien; 
que  para  quien  sólo  aspira 
á  novelesca  opinión 
ni  es  culpable  la  traición, 
ni  es  infame  la  mentira ! 

Sabina,  Confieso  que  ciega  anduve 

Cuándo  no  es  ciego  el  amor? 
Para  huir  tuve  valor 
y  para  hablar  no  lo  tuve. 
No  debí  ser  tan  cobarde , 
sino  postrada  á  esos  pies, 
decir  la  verdad.  Después 
lo  pensé ,  mas  era  tarde. 
Entre  un  novio  y  un  tutor, 
débil,  incauta  mujer, 
yo  no  sabía  qué  hacer...., 
y  al  fin  hice  lo  peor. 

Antonio,  Pues  lo  has  confesado  así 

y  en  mi  alma  no  cabe  encono, 
Sabina,  yo  te  perdono,.... 
y  perdóname  tú  á  mí. 
Señor!.... 

No  es  cnerdo  en  mis  años 
pedir  al  amor  primicias, 
y  antes  que  soñar  delicias 
debí  temer  desengaños. 


Antonio, 
Sabina, 


Sabina, 
Antonio. 


Ta  no  aspiro  á  tu  hermosura; 
te  lo  digo  sin  despecho; 
mas  aun  reclamo  el  derecho 
de  mirar  por  tu  ventura. 
Créeme,  Sabina;  ten  juicio. 
Aun  es  tiempo.  Esa  pasión 
destierra  del  corazón , 
aunque  es  duro  el  sacrificio. 
Mira  no  llores  un  día 
¡sin  razón!  tu  amarga  suerte. 
¡  Mira  que  van  á  perderte 
ese  amante  y  esa  tia ! 

Sabina.  No  se  canse  usted  en  vano, 

que  son  calumnias En  fin , 

tal  como  sea  Agustín , 
le  amo  y  le  daré  mi  mano. 

Ah  Sabina! 

Sea  yo 

en  quien  pruebe  usted  su  ceño, 
pero  injuriar  á  mi  dueño....; 
perdone  usted :  eso  no. 

Antonio,  Sabina,  un  recuerdo  triste 

me  has  de  oir  aunque  te  aflija. 
Tu  tio  tuvo  una  hija, 
á  quien  tú  no  conociste. 
Ella  también  sus  hogares 
mal  casada  abandonó, 
y  á  los  tres  años  murió 
consumida  de  pesares. 
Víctima  de  aquel  desliz , 
el  padre  murió  también. 
Sólo  para  hacerte  bien 
sobrevivió  á  la  infeliz. 
To  te  recibí  en  mis  brazos 
cuando  con  dolor  profundo 
recordaba  moribundo 
aquellos  fatales  lazos. 
«Vela  por  ella,  me  dijo. 
La  he  dotado  generoso. 
De  ti  reciba  un  esposo. 
De  su  gratitud  lo  exijo.» — 
Si  la  postrer  voluntad 
tu  corazón  no  domina 
del  que  te  amparó,  Sabina, 
en  la  mísera  orfandad, 
cúmplase  tu  ciego  antojo;.... 
mas  sea  dentro  de  un  año. 
Si  entonces  ya  el  desengaño 
no  te  cubre  de  sonrojo 

Sabina.  La  memoria  de  mi  tio 

respeto  mucho;  es  sagrada, 
pero  estoy  enamorada. 
Ya  este  corazón  no  es  mió. 
Mi  boda  no  ofende  á  Dios; 
de  ella  mi  ventura  aguardo, 
y  si  un  dia  la  retardo, 
vamos  á  morir  los  dos ! 

Antonio,  (Locura! ....)  Vete.  No  más! 
Toda  reflexión  es  vana. 
Si  te  arrepientes  mañana 

Sabina,   ¿To  arrepentirme  I  Jamás. 


21i 


UN  día  de  campo. 


ESCENA  VII. 

D.  ANTONIO. 

Merecía  la  insensata , 
ya  que  así  me  desespera, 
que  yo  vengativo  fuera 
tanto  como  ella  es  ingrata. 

[Saca  del  bolsillo  unfUeao  cerrado  y 
lo  guarda  en,  un  cajofi  de  la  mesa.] 


ESCENA  VIH. 

D.  ANTONIO.    D.  AGUSTÍN. 

Agustín,  Saludo  á  usted,  don  Antonio. 

Antonio.  Bien  venido,  caballero. 

Agustín.  Ya  es  la  hora  convenida 

Antonio.  Lo  sé.  Tome  usted  asiento. 

Agustín.  Estoy  bien. 

Antonio.  Aun  no  ha  venido 

el  Notario. 

Agustín.  Vendrá  presto. — 

Siento  mucho  la  ocurrencia 
de  ayer,  pero  á  tal  extremo 
nos  redujo  usted  mostrando, 
por  causas  que  no  comprendo, 
tan  injusta  oposición 
á  nuestros  justos  deseos. 

Antonio.  Más  que  yo  manda  la  ley, 
y  pues  su  fallo  venero, 
no  hablemos  de  lo  pasado. 
Use  usted  de  su  derecho. 

Agustín.  No  obstante,  me  pesar ia 

de  que  algún  resentimiento 

Antonio.  Con  evitar  el  escándalo 
yo  me  doy  por  satisfecho, 
y  tal  vez  níe  olvidaré 
de  ofensas  que  no  merezco 
si  Dios  quiere  bendecir 
el  tratado  casamiento 
y  usted  logra  hacer  dichosa 
á  mi  pupila. 

Agustín.  Mi  anhelo 

no  es  otro,  y  debe  esperarlo 
del  amor  que  la  profeso. 

Antonio.  Está  bien. 

Agustin.  Mas  no  será 

mi  regocijo  completo 
hasta  haberme  granjeado 
con  pruebas  del  más  sincero 
cariño  jr  la  más  profunda 
veneración  el  aprecio 
de  usted. 

Antonio.  No  soy  rencoroso. 

Dejemos  obrar  al  tiempo 

(Para  el  necio  que  te  crea!) 

Agustin.  (Nada  cuesta  un  cumplimiento.) 


ESCENA  IX. 

D.  ANTONIO.    D.  AGUSTÍN.     EL  NOTARIO. 
TRES  TESTIGOS. 

Notario.  Felices  dias,  señores. 

Puntual  á  la  cita  vengo 

con  los  testigos 

Antonio.  Muy  bien. 

Sentarse.  Al  instante  vuelvo. 


ESCENA  X. 

D.  AGUSTÍN.    EL  NOTARIO.  LOS  TESTIGOS, 


Agustín. 
Notario, 


Agustin. 
Notario. 


Agustin. 


Notario. 


Agustín. 

Notario. 
Agustin. 


Ya  traerá  usted  extendido 

el  contrato 

Con  efecto. 
El  memorial  en  cabeza 
con  el  marginal  decreto 
de  la  autoridad  civil; 
las  declaraciones  luego 
de  cónyuges  y  testigos, 
con  los  oportunos  huecos 
para  las  firmas. 

Corriente. 
Yeldóte?, 

Al  folio  vigésimo 

se  estampa  la  diligencia 

Digo,  el  encabezamiento 
y  demás,  porque  la  suma 
está  en  blanco,  por  supuesto. 
De  quince  á  veinte-mil  duros 
debe  de  ser  por  lo  menos. 
El  mismo  tutor  lo  ha  dicho... 
Era  el  difunto  don  Pedro, 
tio  de  la  contrayente , 
hombre  de  mucho  dinero. 
(Qué  vida  me  voy  á  dar! 

Iré  á  París  el  invierno ) 

Ya  están  aquí.  La  futura?.... 
Aquella.  Feliz  momento! 


ESCENA  XI. 

D.  AGUSTÍN.     EL  NOTARIO.     LOS  TESTIGOS. 

SABINA.    DOÑA  CELEDONIA,    D.  ANTONIO. 

D.  TOMÁS.    DOÑA  RUPERTA.    D.  SIMÓN. 

DOÑA  LUCÍA. 

Antonio,  Siéntense  ustedes. 

[Todos  se  sientan:  D.  Agustín  lo  hará 

al  lado  de  los  testígos.  El  Notario  d 

la  mesa  de  escritorio.] 

Ya  es  hora 
de  poner  dichoso  término 
á  un  lance  desagradable 


UN  DÍA  DE  CAMPO. 


815 


7  de  cumplir  los  deseos 
de  mi  papila  y  sa  uoyío. 
Sea  cual  faere  el  concepto 
que  yo  forme  de  esa  boaa  ^ 
harto  hago  cuando  me  presto 
¿  que  en  mi  casa  se  firme 

el  contrato,  y  desde  luego 

Notario.  Pues,  con  permiso  de  usted 
y  la  asamblea,  comienzo. 


Antonio. 


Notario. 


Agustín. 
Antonio. 


Notario. 


Antonio. 


Affustin. 
Simón. 


[Dándole  unos  autos.] 

Antes  que  el  acto  principie , 
tome  usted  el  testamento 
del  señor  don  Pedro  Aznar, 

Ír  lea  en  el  folio  sexto 
a  cláusula  en  que  á  Sabina 
dotó  con  veinte  mil  pesos. 
Eso  después.  Es  preciso 

Íue  procedamos  con  método, 
eeré  el  decreto  del  jefe 

político 

Sí.  Lo  de  menos 

es  la  dote 

Yo  suplico 
al  señor  Notario,  y  tengo, 
como  se  verá,  razones 
poderosas  para  ello, 
que  anticipe  la  lectura 
de  ese  legal  instrumento. 
No  es  el  orden ;  pero,  en  fin , 
pues  usted  lo  j^ide,  leo. 

[Leyendo,] 

<íítem.  Dejo  á  mi  sobrino 
don  Gregorio  Aznar 

[Acercándose  y  señalando  al  Notario 
lo  que  ha  de  leer.] 

No.ea  eso. 
Más  abajo.  Aquí  principia. 
Oigamos. 

(Qué  será  esto?) 


Notario.  [Leyendo.] 


<íítem.  Señalo  á  mi  sobrina  Clau- 
dia Sabina  Micaela  Aznar,  hija  de 
mi  amado  hermano  don  Nicolás  y  de 
doña  María  del  Pilar  Atienza,  que 
estén  en  gloria,  por  Tia  de  dote,  y 
para  sus  alimentos  hasta  que  llegue 
a  edad  nubil  y  (quiera  tomar  estado, 
cuatrocientos  mil  reales )> 


Antonio.  Perdone  usted.  To  declaro 

que  ni  ahora  ni  nunca  Quiero 
reclamar  ni  un  solo  real 
por  once  años  de  alimentos 
que  ha  disfrutado  Sabina; 
antes  respondo  del  rédito 
del  capital ,  á  razón 
anual  de  cinco  por  ciento. 

Satina.  ¿Qué  oigo!  Señor  don  Antonio! 


(Yo  sueño.) 


Agustin,  (¿  Será  posible ) 

Celed. 

jRuperta.Qwé  nobleza! 
Notario.  Es  usté  el  fénix 

de  los  tutores  modernos. 


Tomás 
Simón. 


(Y  decian  que  era  avaro!) 
is.    Q\ 


ué  generoso! 

(Qué  necio!) 

Agustín.  [Á  D,  Antonio^  levantándose.] 
Ah !  ese  rasgo  me  confunde 

Antonio.  [Con  seriedad.] 
Bien,  bien 

[Al  Notario,] 

Sig^a  usted  leyendo. 

Notario.  «Cuatrocientos  mil  reales;  pero  con 
la  bien  entendida,  forzosa  é  invaria- 
ble condición » 

Celed.     [  Con  inquietud.] 

Condición  ha  dicho  usted? 
Notario.  Condición. 
Antonio.  Lea  usted. 

Agustín .  ( Cielos !....) 

Notario.  «De  aue  ha  de  preceder  á  su  boda 
el  explícito  y  formal  consentimiento 
de  mi  albacea  y  tutor  de  Sabina, 
don  Antonio  Bermudez.» 

[Murmullo  general  de  sorpresa.] 

m 

Sabina.   ¡Ah,  tia 

Agustín.  (Perdido  soy!) 

Celed.      ^Cómo  lo  callaba  el  pérfido! 
Ah!  si  yo  hubiera  sabido....) 
Siman.    (Esto  ya  muda  de  aspecto.) 

Notario.  «Y  si,  enterada  oportunamente  de 
esta  mi  postrera  irrevocable  volun- 
tad, prefiriese  un  marido  de  su  sola 
¡r  exclusiva  elección  al  que  mereciere 
a  aprobación  de  dicho  don  Antonio 
Bermudez,  quiero  que  la  consabida 
suma,  luego  que  se  realice  el  casa- 
miento, sea  proporcionalmente  apli- 
cada á  los  otaros  legatarios.» 

[Nuevo  murmullo,] 

Celed,     Qué  traición  1 

Agustín.  ( Qué  compromiso! ) 

Antonio.  He  aquí  el  justo  fundamento 

que  tuve  para  pedir 

que  se  leyese  primero 

lo  que  ustedes  han  oido. 

Ahora  bien;  sin  que  mi  intento 

sea  injuriar  al  señor 

don  Agustín .  yo  no  puedo 

dar  á  esa  boaa,  ni  nunca 

daré  mi  consentimiento. 


216 


üN  día  de  campo. 


Agustín.  (Me  ha  burlado!) 

Sabina.  Oh  Dios!.. 

Celed.      [Sofocada.]  ¡Indigno 

tutor,  aleve! 
Simón.    [Levantándose.]  ¡Bienhecho, 

Toto  á  bríos!  sublime!  heroico! 

santo!  Toque  usté  esos  huesos, 

camarada. 
Antonio.  Don  Simón, 

siéntese  usted.  Esto  es  serio. 

[Vuelve  d  sentarse  D.  Simón,] 

Aguslin.  ¡Y  para  salir  con  esa 

embajada,  tanto  empeño, 
tanto  afán  de  levantar 
el  depósito,  y  traernos 

Antonio.  Quise  al  menos  impedir 

que  fuese  escarnio  del  pueblo 
esa  infeliz 

Celed.     [Levantándose  furiosa.  ] 

Quiso  usted 
con  intrigas  y  embelecos 
obligarla  á  transigir. 
Sepan  ustedes , — y  pienso 
publicarlo  en  los  periódicos, — 
que  si  niega  como  un  perro 
su  aprobación  á  la  boda, 
no  es  porque  sea  con  Pedro 
ni  con  Juan;  es  porque  aspira 
á  la  novia  y  al  dinero. 
I^a  muchacha  no  le  quiere 
por  ridículo  y  por  viejo; 
no  la  ha  podido  engañar, 
y  ahora  busca  impedimentos 
y  tranquillas  ¡y  la  sitia 
por  hambre!  He  aquí  el  secreto. 
Antonio,  k  esa  indigna  acusación 

yo  responderé  á  su  tiempo, 

y  la  postrera  será 

que  oiga  de  usted :  lo  prometo. 

[Al  Notario.] 

Ahora  puede  usted,  si  gusta, 
formalizar  el  concierto, 
señor  Notario.  Una  vez 
que  ya  permiso  les  dieron , 
tanto  da  que  se  haga  aquí 
como  en  otra  parte. 
Notario*  Bueno. 

Sabina.   [Levantándose.] 

Yo  no  vacilo.  Estoy  pronta , 
que  mi  amor  no  está  sujeto 
á  mezquinos  intereses, 
y  si  tocio  el  universo 
no  sería  poderoso 
á  apagar  tan  dulce  fuego, 
¿yo,  viva,  me  he  do  rendir 
á  los  caprichos  de  un  muerto? 
Por  el  bien  que  el  alma  adora 
renunciara  con  desprecio 
á  las  minas  del  Perú 


Simeón. 

Sabina. 

Agustin. 

Notario. 
Agustin. 

Notario. 
Sabina. 

m 

Agustin. 


5á  los  tesoros  de  Creso, 
asta  á  nuestra  fe  recíproca 
5 arca  mesa  y  pobre  lecho, 
rabajando,  si  es  forzoso, 
ganaremos  el  sustento, 
y  aunque  el  mundo  corrompido 
nos  rechace  de  su  seno, 
qué  importa?  No  ha  de  faltarnos 
una  choza  en  un  desierto. 
¡Oh  Providencia,  que  cuidas 
del  pájaro  y  del  insecto, 
no  podrás  abandonarnos 
al  hambre  y  al  desconsuelo! 
(Bien!  ¡Con  ese  rasgo  heroico 
hará  buen  caldo  el  puchero!) 
¿Callas,  Agustin!  Qué  dudas? 
He  aquí  mi  mano. — Firmemos. 
Diga  usted ,  señor  Notario, 
ese  papel  ¿es  auténtico? 
Y  fenaciente. 

Esa  cláusula 
¿es  legal? 

Pues  ¿no  ha  de  serlo? 
Que  lo  sea!  La  ventura 
conyugal  no  tiene  precio, 

y  el  éxtasis  del  amor 

Sí,  bien  mió,  yo  comprendo 
sus  iuefables  dulzuras ; 
pero  entre  el  alma  y  el  cuerpo 
hay  relaciones  tan  íntimas 
de  amistad  y  parentesco, 
que  si  este  desmaya,  aquella 
no  está  para  jubileos. 
Agustin ! 

La  medianía 
es  soportable ,  convengo; 
pero  la  indigencia  tiene 
una  cara  que  da  miedo. 
Si  tú  sola  fueses  pobre, 
no  repararía  en  eso, 
pero  yo  lo  soy  también , 

y  nada  y  nada son  cero. 

Si  nos  casamos  los  dos 
tú  te  pierdes,  yo  me  pierdo, 
y  échale  un  galgo  á  la  dote! 
Al  son  de  nuestros  lamentos 
los  herederos  restantes 
entonarán  el  Te  Deum. 

Sabina.   [Cubriéndose  el  rostro  con  las  manos, 

Ah! 
Simón.  ( Era  hombre  que  lo  entendía 

el  tío  que  está  pudriendo.) 
Agustin.  Renuncio  pues  á  tu  mano. 
Sabina.  Dios  mío!.... 
Agustin.  Y  harto  lo  siento; 

mas,  si  no  mi  bien,  el  tuyo 
•      reclama  tamaño  esfuerzo 

de  mi  corazón  amante; 

porque  eso  del  menosprecio 

de  las  riquezas,  y  el  bosque, 

y  el  pájaro  y  el  insecto, 

son  famosos  materiales 


Sabina. 
Agustin. 


para  haoer  bositos  versos , 

pero  el  estómago En  fín, 

10  dicho,  dicho  y laus  Deo. 


UN  DÍA  DE  CAMPO. 
Antonio, 
Notario. 


217 


Zuda. 

Tomás. 

Ruperta 

Celed. 

Antonio. 


ESCENA  XII. 

SABINA.  DOÑA  CELEDONIA.  DOÑA  RUPERTA. 

DOÑA  LUCÍA.     D.  ANTONIO.     D.  SIMÓN.     DON 

TOMÁS.    EL  NOTARIO.    LOS  TESTIGOS. 

Sabina.   T  la  tierra  no  me  trag^I 

Traidor!  ingrato!  protervo! 

[Se  sienta  abatida  y  avergonzada. 
D.  Antonio  acude  á  consolarla.] 

Simón.    T  aquí  acaba  la  novela. 

Perdonad  sus  mnchos  yerros. 
Mire  usted ! 

( Este  es  el  mundo! ) 

.¿Quién  diría 

( Estamos  frescos ! ) 
Criatura,  no  te  aflijas; 
antes ,  da  gracias  al  cielo 
que  te  libra  del  abismo 

?ue  á  tus  pies  estaba  abierto.  - 
or  dicha  tuya,  infundado 
no  fuá  mi  presentimiento, 

y  conocerás  ahora 

Sabina,  kh,  señor!  Yo  no  me  atrevo 
á  mirar  á  usted  siauiera. 
Qué  injusta  fui!  tlte  avergüenzo 
de  mi  flaqueza  y  mi  error, 
mas ,  ay  de  mí !  fué  el  primero 
que  me  dijo:  yo  te  amo^ 

y  el  corazón  inexperto 

Me  cegaron  sus  lisonjas , 
sus  falaces  juramentos , 

sus  lágrimas Sí,  lloraba! 

Lo  creyera  usted?  Perverso!.... 
Mas  no  hay  para,  mí  disculpa. 
De  rodillas  lo  confieso. 

[Se  arrodilla  i  los  pies  de  D.  Antonio 
y  este  la  levanta.] 

Oh !  no  me  perdone  usted, 
no,  señor.  No  lo  merezco! 

Antonio.  [La  hace  sentar.] 

Basta.  Siéntate,  hija  mia. 

Te  he  salvado.  Estoy  contento. 

Ahora  voy  á  contestar 

á  tu  tia. 
Celed.  A  mí?.... 

Antonio.  [Al  Notario.]         Hay  un  pliego 

cerrado  en  ese  cajón 

[Indica  el  que  lo  contiene^  y  lo  saca 
el  Notario.] 

Notario.  ¿Es  éste  que  tiene  un  sello 


Sí,  señor.  Ábralo  usted. 

[Rompe  el  sobre  y  mira  el  papel  que 

cubría.] 

Tiene  una  escritura  dentro 

Antonio.  [Señalando  lo  que  ha  de  leer.] 

Aquí  está  lo  sustancial. 
Léalo  usted. 

Notario.  [Lee  para  si.] 

Hum hum 

Antonio. 

Notario. 


Recio. 
[Leyendo  en  alta  voz.] 

«Declaro  que  si  dicho  don  Agus- 
tín es  tan  fino  amante  y  tan  buen 
caballero,  que  no  titubea  en  casarse 
con  mi  pupila,  aun  después  de  saber 
que  pierde  todo  derecho  á  la  dote 
referida,  me  obliga  yo  á  dotarla 
én  igual  cantidad,  y  para  ello  hipo- 
teco;»  


Antonio.  Et  calera.  Así  respondo 

á  los  infames  denuestos 

de  esa  mujer. 
Sabina.  Ah ,  señor ! . . . . 

Ah,  tia! 
Tomás,  ¡  Admirable  ejemplo 

de  bondad! 
Simón.  Virtud  magnánima! 

Yo  lloro  como  un  muñeco. 

Antonio.  [Á  doña  Celedonia  tomando  la  escri" 

tura.] 

Ahora  puede  usted,  señora, 
llevar  ese  documento 
á^u  protegido 

Celed.      [Dando  un  manotón  al  papel.] 

\  Al  diablo, 
que  mueve  todo  el  infierno 

contra  mí!  (Oh  rabia En  el  moño 

no  me' ha  de  quedar  un  pelo. 

[Se  va  por  el  foro.  Todos  se  levantan 
como  para  contenerla.] 


ESCENA  ÚLTIMA. 

SABINA.    DOÑA  RUPERTA.    DOÑA  LUCÍA. 

D.  ANTONIO.     D.  SIMÓN.     D.  TO.MÁS.     EL 

NOTARIO.    LOS  TESTIGOS. 

Tomás.    ¡  Señora 

Antonio.  No,  no  hay  cuidado. 

Es  peluca. 

[Á  Sabina.] 

Ya  no  debo 


21H 


UN  día  de  campo. 


tenerla  más  en  mi  casa. 
La  mantendré ;  pero  ¡  lejos , 
lejos  de  mil  Tú,  hija  mia, 
si  después  de  este  escarmiento 
le  niegas  tu  confianza, 
y  o^es  dócil  mis  consejos, 
mejor  esposo  tendrás...., 
sin  que  yo  pretenda  serlo. 

Sabina.  Ah!  ¿quién  me  hiciera  dichosa 
como  usted?  ¡Pluguiera  al  cielo 
que  no  fuese  indigna  yo 
de  enlace  tan  halagüeño! 

Antonio.  ¿Qué  dices!  ¿Podre  aspirar 
todavía ¿Será  cierto 

Tomás.    [Acercándose  con  precipitación  y  ha' 

blándole  ai  oido.\ 

• 

¡Por  Dios,  no  se  case  usted. 

Sor  Dios,....  que  corre  usted  riesgo 
e  que  su  mujer  le  adore, 
y  este  es  el  mayor  tormento 

Huperta.  [Á  media  voz  asiéndole  del  brazo.] 


Qué  le  dices ,  fementido? 

Ibmás.    Nada,  mujer 

Superta.  Embustero. 


[Siffííen  disputando  en  voz  baja,  y 
D.  Antonio  muy  pensativo  al  lado  del 

Notario.] 

Simón.    [Acercándose á D.  Antonio] 

Por  Dios,  no  se  case  usted! 

Mírese  usted  en  mi  espejo! 

Si  otro  don  Frutos  Linaza 

Notario.  To  conozco  á  ese  sujeto. 

Simón.    Bien,  y  qué? 

Notario.  Somos  amigos. 

En  la  calle  de  Tudescos 

le  encontré  viniendo  aquí. 

Me  dijo  que  iba  corriendo 


á  sacar  un  pasaporte 

Simón,    [Sobresaltado.] 
Para  dónde? 

Lucia.    [Inquieta,  acercándose.] 

'  (Ah!..) 


Notario. 
Lucia. 


Simón. 
Notario. 

Simeón. 

Lucia. 
Simón. 


Lucia. 
Notario. 


No  me  acuerdo... 

[Haciendo  señas  al  Notario^  que  no 

las  ve.] 

(Qué  fatalidad!) 
[Observándola.]    Lucía! 
Ya  caigo.  Para  la  Seo 
de  ürgel. 

¿Qué oigo! Horror!  terror!! 
furor!  II 

(Buena  la  hemos  hecho! ) 
Oh !  qué  mayor  desengaño? 
Esto  pasa  de  castaño 
oscuro;  ¡  ésto  ya  es  muy  negro, 
Lucía!....  Bravo!  me  alegrol 
Por  no  matarte ,  me  araño. 
Conque  me  voy  de  la  corte , 
conque  saco  el  pasaporte , 
¿y  se  lo  avisas,  y  salta 

también  de  aquí ¡  Soto  falta 

que  le  paguemos  el  portel 
Simón  I 


[Á  los  testigos.] 

No  le  conocia 

Fatal  imprudencia  mia! 
Simón.    ¡Maldito,  amén,  mi  consorcio 

[Al  Notario.] 

Oiga  usted.  Yo  me  divorcio. 
(Eso  es  lo  que  yo  queria.) 
Hoy  mismo. 

(Yo  iré  detras.) 
¡  Ah,  don  Simón,....  don  Tomás.. ..4 
Sabina,  mucho  te  quiero 
y  tú  lo  mereces;  pero 
¡no  me  casaré  jamás! 


Líwia. 
Simón. 
Tomás. 
Antonio. 


1 


EL  NOVIO  Y  EL  CONCIERTO, 


COMEDIA-ZARZUELA  EN  UN  ACTO  (*). 

MÚSICA  DEL  MAESTRO  DON  BASILIO  BASILI. 

Representada  por  primera  ves  en  22  de  Marso  de  1839,  en  el  teatro  del  Principe. 


PERSONAS. 


REMIGIA. 
LAURA. 
D.  LUIS.    ^ 
D.  LUPERCIO. 


D.  ALEJO. 
D.  CASIMIRO. 
D.  DONATO. 
BLAS. 


La  escena  es  en  MadricU  en  casa  de  D.  Aleio.  Puerta  en  el  foro,  que  es  la  de  la  antesala  y  también 
conduce  á  lo  interior  de  la  ceusa;  otra  á  la  derecha  y  otra  á  la  izquierda.  Entre  otros  muebles 

habrá  un  piano. 


i^^^rs^i^^^»^i^^^'<^^k^^^^^^^^>^^t 


ESCENA  I. 

LAURA. 

[Fsúd  acabando  de  coser  un  vestido.] 

m 

Coser  y  vegetar!  He  aauí  mi  suerte!  (**) 
Desde  que  alambra  el  sol  al  universo, 
gobernando  una  casa,  que  no  es  mia, 
con  las  agujas  y  las  planchas  brego, 
y  entre  hamildes  mecánicas  consumo 
mis  verdes  años.  Perdurable  tedio 

me  fastidia,  me  aburre Ay  infelice! 

¿Y  qué  es  lo  que  ejecuta  en  este  tiempo 
esa  prima  gentil  que  tanto  alaban? 
Ella  entonando  itálicos  acentos, 
ó  mimosa  en  la  cama  reposando, 
despierta,  v  todo  se  lo  encuentra  hecho. 
Darán  las  aos  y  con  su  imbécil  padre 


( * )  Más  tiene  de  comedia  que  de  zarzuela;  pues,  ausque  hecha  de  encargo,  y  sujeta  hasta  cierto  punto  á  las  indi- 
caciones del  maestro  compositor  y  á  las  particulares  circunstancias  de  cada  aqtor,  el  poeta  combinó  su  fábula  de 
modo  que  estuviesen  motivadas  todas  las  piezas  de  canto. 

(*')  Este  monólogo  es  parodia  del  que,  en  boca  de  Cain,  da  principio  á  la  tragedia  francesa  La  muerte  de  Abd, 
traducida  por  D.  Antonio  Sabifion. 


220 


EL  NOVIO  Y  EL  CONCIERTO. 

irá  á  ser  la  heroína  del  concierto, 
del  concierto  yedado  á  mis  canciones ! 
Y  Yolverá  atracada  de  requiebros 
y  bizcochos  sin  fin;  y  yo  entre  tanto, 
¡yo  que  hago  para  ella  el  traje  nueyo, 
segunda  Ceneréntola  olyidada, 
cantando  el  Chairo  espumaré  el  puchero  I 


ESCENA  11. 


LAURA.    D.  LUPERCIO.    D.  LUIS. 


Luperc. 
Laura. 


Señorita 


[Dejando  la  costura  y  levantándose.] 

"     ¿Quién Señores 

Luis.      [En  Doz  taja  i  D.  Lupercio.] 

Bella,  pero  no  es  mi  novia ^ 

ó  al  ansiado  original 

no  se  parece  la  copia. 
Zuperc,  No  está  el  señor  don  Alejo? 
Laura.    Está  entretenido  ahora 

en  copiar  á  toda  prisa 

unos  papeles  de  solfa. 

Como  hoy  tenemos  concierto 

Lupere.  Concierto! 

[Jtecitando,] 

Che  bella  cosa! 
Luis.      Aquí? 
Laura.  En  el  cuarto  de  enfrente. 

Son  academias  periódicas 

Luperc.  Nocturnas? 

Laura.  No.  Por  las  tardes 

Así  son  más  económicas. 
Luperc.  Á  buen  tiempo  hemos  llegado. 

Oiremos  á  esa  cantora 

superlativa. 
Luis.  Sin  duda , 

Cómo  hemos  llegado  en  posta 

y  quedó  atrás  el  correo, 

nuestra  venida  se  ignora. 
Luperc.  Este  es  mi  sobrino  Luis. 

Luis.      Servidor 

Laura.  ( Bella  persona ! ) 

Luperc.  Y  yo 

Laura.  Usted  será  su  tio. 

Luperc.   Sí ,  don  Lupercio  CantoUa, 

ciudadano  de  Marbella 

y  hacendado  en  Estepona. 
Laura.    A  tomar  baños  de  mar, 

si  no  miente  mi  memoria, 

fué  allí  el  verano  pasado 

mi  señor  tio. 
Luperc.  ;  Qué  bromas 

corrimos !  Si  usté  es  de  casa, 

sabrá  ya  toda  la  historia. 
Laura.    Yo?  No,  señor. — Soy  sobrina. 
Luperc.  Allí  se  trató  la  boda 


de  Remigia  y  mi  sobrino. 

Viéndola  tan  buena  moza....; 

en  un  retrato,  se  entiende, 

el  muchacho  se  enamora; 

yo,  con  saber  que  la  niña 

es  cantarina  famosa, 

á  la  propuesta  del  padre 

accedo  sin  ceremonia; 

porque  ha  de  saber  usted 

que  entiendo  también  las  notas 

musicales,  y  cantando 

me  llevan  á  mí  hasta  Roma. 

Cerróse  el  trato  y  venimos 

I  pues !  á  ponerlo  por  obra. 
Laura.    í  Ella  se  casa  y  yo  no ! ) 
Luis.      Ahora  bien,  si  usted  se  toma 

la  molestia  de  avisar 

Laura.    Soy  humilde  servidora 

de  ustedes,  pero  Remigia 

está  en  la  cama. 
Luis.  Á  estas  horas ! 

Vaá  dar  la  una! 
Luperc.  Tal  vez 

se  acostaria  algo  ronca, 

y  como  hoy  ha  de  cantar 

Denle  pastillas  de  goma. 
Laura.    No,  señor.  Si  está  muv  buena  I 

Pero  como  es  tan  gacnona , 

y  ella  no  hace  nada  en  casa, 

que  yo  la  gobierno  sola 

Luis.      ¿  Qué  me  dice  usted  I 

5  Don  Lupercio  se  acerca  al  piano  y 
\ojea  los  papeles  de  música  que  habrá 

sobr^  él.] 

. 

Laura.  Ahí  miento.     . 

Da  de  comer  á  las  tórtolas, 
y  pasa  las  horas  muertas 
sólo  en  prenderse  una  blonda; 
y  luego....,  los  ejercicios 
de  voz,  y  los 

Remigia.  [Dentro.]  Laura ! 

[Laura  coge  el  vestido  y  se  levanta.] 

Laura.  Hola ! 

Ya  llama.  Voy  á  vestirla. 
Luis.  ( Mimadita  y  dormilona  I ) 
Laura.    Siéntense  ustedes.  Bien  pueden 

perdonar., , 
Luperc.  No  hay  de  qué,  hermosa. 


1 


EL  NOVIO  y  EL  CONCIERTO. 


ül 


ESCENA  ni. 

D.  LUPERCIO.    D.  LUIS. 

Luis,      [Cavilando  m  un  extremo  del  teatro.] 

Dormir  toda  la  mañana! 

Señor !....,  qué  gobierno  es  este? 

Luperc,  [Recorriendo  papeles  de  música  y  can- 

tando  á  media  voz.] 

<iiNel  furor  delle  tempeste » 

Toda  es  música  italiana. 
Luis.       I  Mucho  vamos  á  medrar 

si  duerme  también  la  siesta ! 
Luperc.  ^  Come  fólgore  funesta  y 

mille  mor  ti  a  disjldar,» 
Luis.      Bueno  es  cantar,  sí,  señor, 

pero  ese  extraño  abandono 

Luperc.  mLa  speranza  del  perdono 

sol  mi  regge  in  vita  ancor, y^ 
Luis.      No  dar  nunca  una  puntada  1 

Luperc.  <LSd  il  voto  del  amante » 

Luis.      Cuando  esa  niña  no  cante, 

de  qué  servirá?  De  nada. 
Luperc.  <i:Solo  desto  al  mormorio 

deUafonte  e  del  ruscellof 

alia  donna  del  castello » 

Luis.      [Acercándose.] 

¿Qué  opina  usted,  caro  tío 

Luperc.  [Sinoirle,] 

«  Vieniy  oh  caro:  é  in  del  la  luna; 

tutto  tace  intornOj  intomo: 

fin  che  in  cielo  spunti  ilgiomo » 

Luis.      Reniego  de  mi  fortuna ! 

I  Por  san  Francisco  de  Paula, 

óigame  usted 

Luperc.  ¿  Qué  se  ofrece , 

iiobrinito? 
Luis.  Me  parece 

que  mi  novia  es  una  maula. 
Luperc.  No  tal,  que  es^mucho  primor 

si  se  parece  al  retrato. 

[Tomando  otro  papel  y  cantando.] 

<iiNon  v'a  sguardo  cui  fia  dato 

penetrare  in  questo  cor.» 

Luis.      ¡Por  Dios 

Luperc.  ¡  Pero  ni  una  sola 

pieza  bufa!  Es  muy  extraño 

Luis.      Aquí  nos  tendrán  un  año 

Luperc.  Ni  una  canción  española! 

Pues  tendremos  mucha  guerra 

si  preñere  lo  extranjero 

á  lo  español,  que  me  muero 


por  las  cosas  de  mi  tierra. 
Luis.      Qué  importa?  Libre  la  dejo 

entre  un  polo  y  un  rondó. 

Lo  que  no  quisiera  yo 

Luperc.  Calla.  Aquí  está  don  Alejo. 


ESCENA  IV. 

D.  LUPERCIO.    D.  LUIS.    D.  ALEJO. 

Alejo.      Bien  venidos !  { Voto  á  cribas 

Un  abrazo ,  don  Lupercío  ! 

Luisito ! 
Luperc.  ¿Usted  tan  famoso! 

Alejo.      Voy  pasando. 

Luis.  Don  Aiejo ! 

Alejo.      ¿Conque  les  han  hecho  á  ustedes 

esperar?  ¡Voto  á Lo  siento 

Andamos  tan  ocupados 

Como  es  dia  de  concierto 

To  estaba  copiando  un  dúo 

Remigia  se  está  vistiendo 

Luis.      No  gusta  de  madrugar, 

eh? 
Alejo.  No,  señor,  ni  por  pienso. 

El  aire  de  la  mañana 

suele  afectar  á  los  nervios 

y  empaña  la  voz.  Como  ella 

es  tan  delicada Y  luego, 

como  descansa  en  su  prima 

?ara  todo  lo  doméstico 
orque  mi  chica  no  entiende 

de  esas  cosas ,  ni  yo  quiero 

que  en  faenas  tan  prosaicas 

se  malogre  su  talento. 

Luis.      Sin  embargo 

Alejo.  Es  profesora! 

T  la  inspiración,  el  genio 

Luis.      El  suyo  debe  de  ser 

muy  pacíñco. 
Alejo.  "  No  es  eso. 

Hablaba  de  genio  artístico. 
Luis.      Ta. 
Alejo.  Qué  mujer!  Yo  no  debo 

celebrarla:  al  fin  soy  padre 

Pero Vaya,  es  mucho  cuento. 

Luperc.  Ya  tengo  gana  de  oiría ; 

¡y  ojala  fuese  un  jaleo 

de  mi  país 

Alejo.  Bagatela  1 

Ella  está  por  lo  patético , 

por  lo  sublime. 
Luis.  (Sublime 

tonto  parece  mi  suegro.) 
Luperc.  Usted  dirá  lo  que  quiera, 

pero  un  aire  de  bolero 

Alejo.      xa  está  aquí. 

Luperc.  No  la  ha  adulado 

el  pintor. 
Luis.  (Al  fin  la  veo!) 


8» 


EL  NOVIO  Y  EL  CONCIERTO. 


ESCENA  V. 


D.  LUPERCIO.    D.  LUIS.    D.  ALEJO.    REMIGIA. 

Semiffia.BeBo  las  manos 

Alejo,  ¿No  sabes 

quién  es  este  caballero? 
Remigia,  Sí;  ya  me  ha  dicho  mi  prima 

No  le  esperaba  tan  presto. 
Luis,      (Qué  baena  moaa  1)  El  amor 

pnso  alas  á  mi  deseo 

para  yolar  á  esos  pies. 
Remigia,^o  está  bien,  don  Luis,  en  ellos, 

sino  en  escala  mayar 

quien  Ta  á  ser  mi  amado  dueño. 

Luis,      (No  se  explica  mal.)  Remigia 

Alejo,      Voy  á  Ter  cómo  anda  aquello, 

que  estaba  ronco  el  tenor 

y  el  corno  inglés  indispuesto , 

6 si  yo  no  estoy  en  todo 
asta  luego  9  amado  yerno. 

Traeré  de  paso  billetes 

para  ustedes. 
Luyere.  Lo  agradezco  ^ 

que  yo  por  oir  cantar 

iré  aunque  sea  á  un  entierro. 
Luis,      El  caso  es  que  el  equipaje 

no  ha  Tenido ,  y  no  podremos 

presentarnos 

Alejo,  Sí,  señor. 

No  es  cosa  de  cumplimiento. 

Concierto  de  vecindad 

Vaya,  que  es  tarde.  Hasta  luego. 


ESCENA  VI. 


D.  LUPERCIO.    REMIGIA.    D.  LUIS. 


Remigia, 


Luis, 

Remigia. 

Luis, 


Remigia^ 
Luis, 


Remigia, 
Luis, 


Remigia. 


[Á  D,  Luis,] 

listé  es  también  filarmónico? 

dihUante  f Esto  es 

Entiendo. 
Apasionado  á  la  música? 
No  puede  dejar  de  serlo 
quien  tiene  un'alma  sensible , 
y  lo  es  la  mia  en  extremo. 
Usted  cantará En  qué  cuerda? 

Si  querrá  darme  tormento?) 

n  ninguna,  señorita. 
No  tengo  voz  para  eso. 
Es  lástima.  Pero  usted 

tocará  algún  instrumento 

Tuve  afición  á  la  flauta 
cuando  estaba  en  el  colegio , 
pero  la  dejé  muy  pronto 

?or  no  afectarme  del  pecho. 
Sómo  ha  de  ser !  Pero  basta 
que  sea  usted  á  lo  ménós 
un  buen  orecchiante.  Así 
habrá  compás  y  concierto 


i 


en  nuestro  enlace,  y  unisonas 
nuestras  voluntades ,  creo 
que  sujetos  á  una  clave 
no  nos  desafinaremos. 

Luis,      i  Qué  puedo  yo  responder, 
señorita?  Soy  muy  lego, 
y  hasta  que  vaya  instruyéndome 
en  ese  lindo  dialecto 

Remigia,0\i\  con  el  tiempo 

Luis.  (Más  fácil 

sería  aprender  el  griego.) 

Luperc.  Sí,  que  el  amor  vocaliza 
principiando  por  arpegios, 
y  si  hay  buena  lesstiura 
en  Ib  frase,  y  se  entra  d  tiempo, 
se  pasa  en  una  volata, 
con  auxilio  del  maestro, 
desde  un  adagio  maestoso 
á  un  tfogato  crescendo. 

Remigia*Qué  escucho  1  Grata  sorpresa! 
Quien  debuta  en  esos  términos 
sin  duda  es  facultativo 

Luperc.  No,  carina ,  nada  de  eso: 
aficionado. 

Luis,  No  tal; 

que  es  musicon  estupendo. 

Luperc.  Debolezze! 

Remigia.  Ya  es  inútil 

que  se  haga  usted  el  modesto, 
que  hasta  A  parlante  descubre 
la  escuela  y  Aportamento, 

Luis,      (¡  Lleve  el  diablo  esa  manía 

Íesos  dicharachos  técnicos 
ero  es  tan  guapal ) 

Remigia,  ¿Tenor 

bajete? 
Luperc.  No.  Soy  un  mero 

partichino  bujfo. 
Remigia,  Vamos , 

no  se  eche  usted  por  el  suelo. 

¿Quiere  usted  cantar  un  aria 

Luperc,  Si  usted  no  me  da  el  ejemplo, 

no  me  atreveré Non  oso 

Luis.      Ah,  sil  Tengo  tal  deseo 

de  oirá  usted 

Remigia,  Por  ahora 

no  es  posible.  Me  reservo 

para  después,  que  la  voz 

si  no  hay  sobriedad  y  método 

Luis,      Vamos,  sea  usted  amable. 
Remigia, kx^xai  se  pierden  los  ecos; 

sin  auditorio,  sin Vamos, 

otra  vez  será.  No  puedo. 
Luis.      Ea,  no  se  canse  usted. 

Ta  que  son  vanos  mis  ruegos 

(Dengosa  también!) 
Remigia.  No  obstante, 

cantaré  el  romance  nuevo 

Luperc,  Bravo !  Mil  gracias. 
Luis,  (Ahora 

que  ha  cesado  nuestro  empeño , 

quiere  ella  cantar.) 
Luperc.  Oigamos. 


EL  NOVIO  Y  EL  CONCIERTO. 


SS3 


Luis.      Tanta  fineza 

Luperc,  Silencio  I 

Remigia,[Canta.  D,  Luis  la  oye  emielesado.] 

^¡Com'é  bello!  ¡Quale  iucanto  (*) 
in  quel  volto  onesúo  e  altérol 
No;  giamai  leggiadro  tanto 
non  selpinse  il  mió  peTisiero. 
L^alma  mia  di  gioja  é  piena 
or  che  al  fin  lo  pub  mirar. 
Mi  risparmiay  oh  eiel,  la  pena 
cKei  mi  debia  un  di  ^rezzar. 

Mentregeme  il  cor  sommesso^ 
mentre  piange  a  te  d'appressOy 
dormi  e  sogna^  oh  dolee  oggetto 
sol  di  gioja  e  di  diletto, 
ed  un  angiol  tutelare 
non  ti  desti  che  alpiacer. 
Triste  notti  e  vegíte  amare 
debbo  sola  sostener. 

Luis.      Ah  I  No  cabe  más ! 

Luperc.  Bravísima ! 

Luis.      Divina! 

Remigia.  Mucho  celebro 

haber  agradado  á  ustedes. 

Luis.      (¿Quién  no  olvida  sus  defectos 
después  de  oiría  cantar  I ) 
Ah^  Remigia!  £1  universo 
<ne  va  á  envidiar  tanta  gloria. 
¿Posible  es  que  yo  merezco 
esta  mano? 

[Se  la  toma  y  la  besa.] 

Ah !  yo  estoy  loco. 
Perdone  usted  si  la  beso 
enajenado  de  amor. 

¿Cuándo  llegará  el  momento 

Hemigia.  10  seré  la  más  dichosa. 

Luperc.   [Llamándole  aparte.] 

Deja  ahora  esos  extremos 
y  ve  á  cobrar  esa  letra  ^ 
porque  un  novio  sin  dinero 

Luis.      Sí. — Déme  usted  su  permiso 

Remigia.  Se  va  usted? 

Luis.  Vuelvo  al  momento. 


ESCENA  VIL 


REMIGIA.    D.  LÜPERCIO. 


Remigia.  Áhor^L  ya  no  tiene  usted 
excusa  alguna. 

Luperc.  Mi  género 

no  será  acaso  del  gusto 
de  usted.  Resido  en  un  pueblo 


de  provincia  hace  cuatro  años, 
y  ya  ve  usted,  los  progresos 

del  arte En  fln,  allá  va, 

y  perdone  usted  mis  yerros. 

[Canta.] 

To  no  temo  á  la  ronda  de  capa, 
que  soy  hombre  de  brío  y  de  chapa, 

y  en  echando  á  la  cara  el  retaco 

Por  vida  de  dios  Baco!.... 

Vaya  un  pisto! 
se  arma  la  de  Dios  es  Cristo, 
y  naide  tose  después, 

pues ! 
en  toito  el  Avapiés. 

Sólo  temo  el  coraje 

de  mi  morena 
cuandp  se  pone  en  jarras, 

jura  y  patea; 

que  si  se  enfada, 

no  valgo  nada ; 

soy  un  gallina, 

soy  un  chaval, 

soy  un  peal 

Ay  arrastráa !  ay  ondina ! . . . . 
Bendita  sea  tu  sal ! 

Remigia.  Bien,  don  Lupercio,  muy  bien  I 

Mas  si  digo  lo  que  siento 

Qué?  Vaya 

Lástima  da 

que  quien  tiene  tantos  medios 

^^xvi/hacer  furor  cultive 

género  tan  subalterno. 
Luperc.  ¿Subalterno I  Poco  á  poco, 

que  también  tiene  su  mérito 

el  canto  bufo. 

Tal  vez , 

1)ero  donde  está  lo  serio, 
o  spianatOy  lo  terrible 

Luperc.  En  gustos  no  hay  nada  cierto, 
y  aunque  á  mí  todo  me  agrada 
.  en  la  línea  de  lo  bueno, 
y  así  aplaudo  una  preghiera 
como  bendigo  un  jaleo, 
sin  duda  de  la  alegría 
nació  el  do^re^mi  primero. 
Díganlo  losmiarillos 
cuando  con  dulces  gorjeos 
saludan  la  luz  del  alba 
y  los  halagos  del  céfiro. 
Sí,  el  amor  y  la  alegría 
crearon  el  arte  ameno, 
amable,  embelesador 

Íue  yo,  aunque  indigno,  profeso. 
a  ciencia  lo  ha  refinado 
más  tarde,  y  en  sus  progresos 
ha  llegado  á  ser,  y  nada 
hemos  perdido  por  esto, 
lenguaje  convencional 
de  todos  los  sentimientos. 


Luperc. 
Remigia. 


Remigia. 


ae  ustea.  uesiao  en  un  pueoio  ae  toaos  ios  seniimien 

(*)   Romanza  qae  utilizó  el  Sr.  BasiH  para  esta  pieza,  y  quo  puede  snalituirse  por  otra  cualquiera. 


m 


EL  NOVIO  Y  EL  CONCIERTO. 


Hemiffia.TJQÍeá  dirá  lo  que  quiera , 

mas  lo  iíiffo  es  tan  plebeyo 

No  hay  pasión,  no  nay  entusiasmo; 
dice  una  mil  adefesios 


ESCENA  VIII. 

REMIGIA.    D.  LUPERCIO.    D.  CASIMIRO. 

Xemiffia.iAh.  qué  o¡)ortuno  es  usted, 

don  Casimiro!  Celebro 

Casim.    Oportuno!  Esa  palabra 

llena  mi  alma  de  consuelo, 

y  excúseme  usted  si  en  toda 

su  latitud  la  interpreto. 

Ponga  usted,  cara  Rpmigia, 

á  prueba  de  agua  y  de  fuego 

la  fiel  amistad  sincera 

de  este  diUttanU  siervo 

que  anhela 

Remigia.  Gracias.  Ahora 

sea  usted  juez  de  mi  pleito 

con  el  señor. 
Casim.    [Saludándole, 1  ídem  mió. 

Zuperc.    Servidor ( Ente  grotesco  I ) 

Semiffia.l&s  disputa  musical. 

Casim.    Ahí . . .  ¿Conque  el  señor. ... 

Zuperc»  Entiendo 

un  poco. 

Casim,    [En  voz  baja  i  Remigia.] 

Será  organista 

de  Hortaleza  ó  de  Pozuelo. 
RemigiaMl  señor  da  la  ventaja 

á  lo  ImffOy  y  yo  á  lo  serio. 
Casim.    Pues  usted  tiene  razón 

y  el  señor  no  entiende  un  bledo 

de  geneufonia. 
Zuperc.  Usted 

debe  de  ser  muy  maestro 

cuando 

Casim.  No  leo  una  nota, 

mas  basta  tener  criterio 

y  cierta  organización 

melogrdffica  en  los  nervios 

Zuperc.  ¿Y  usted  no  está  organizado 

para  lo  alegre  y  risueño? 

Pues  es  mucho,  porque  al  verle 

me  retoza  á  mi  en  el  cuerpo 

la  risa. 
Casim.  k  un  genio  sublime , 

sobre  todo  si  es  del  sexo 

femenino,  sientan  mal 

las  jácaras  de  un  barbero. 
Zuperc.  Vuelvo  á  decir  que  no  soy 

exclusivo,  mas  sostengo 


Remigia 
Casim. 


Zuperc. 


Casim, 


Zuperc. 


Remigia 
Zuperc. 


?[ue  la  alegría  y  el  canto 
ueron  hermanos  gemelos; 
?[ue  el  primer  cantor  del  mundo, 
uese  Juan  ó  fuese  Pedro, 
fué  un  hombre  de  buen  humor 
y  no  ningún  epiléptico ; 
y  si  es  verdad  que  á  las  fieras 
domó  con  la  lira  Orfeo, 

})robablemente  cantó 
a  Cachucha  y  el  Bolero. 
.Horror!..,. 

Blasfemia  execrable ! 
herejía!  sacrilegio! 
I  y  usted  sostendrá  también 
que  el  idioma  patrio  es  bueno 
para  cantar! 

Por  qué  no  ? 
Si  se  ha  cultivado  méños 
que  el  de  Italia  para  el  canto, 
no  deja  de  ser  por  eso 
grato,  variado,  armonioso...., 
y  en  fin,  acá  lo  enteademos; 
y  cuando  en  su  lengua  cantan 
los  franceses  y  los  suecos, 
^por  qué  no  han  de  hacer  lo  mismo 
castellanos  y  extremeños? 
Confúndale  usted,  Remigia, 
cantando  dulces  acentos 
del  país  que  Apenin  parte 
e  il  mar  circonda. 

Prometo- 
escucharla  con  placer, 
pero  ustedes  no  hagan  gestos 
si  yo  también ,  en  la  lengua 
de  mi  padre  y  de  mi  abuelo, 
con  andaluz  desenfado 
doy  al  alma  un  refrigerio. 
•Acepto,  y  calzo  el  coturno. 
To  la  polaina,  y  acepto. 


Remigia.  [Canta.] 

Casta  Dita  che  inargenti  (*) 
queste  sacre  antiche  piante, 
a  noi  volgi  il  bel  sembiante 
sema  nube  e  sema  tel. 

Zuperc.  Admirable! 

Casim,  Inimitdbile/ 

Deliziosa!. . . .  To  fallezco.  * 
Zuperc.  Scusate Allá  voy  yo 

con  mi  andante  macareno. 

[Canta.] 

t  Ay  gitana,  gítanilla, 
que  me  robas  vida  y  alma ! 
Tú  te  llevas,  ayl  la  palma 
en  el  barrio  del  Perchel. 


(*)  Para  probar  el  maestro  compositor  qae  entre  la  música  italiana,  aun  del  género  serlo,  y  los  aires  espafioles 
hay  más  analogfa  de  la  que  vulgarmente  se  piensa,  formó  un  dúo  con  la  famosa  cavatina  de  Norma  en  la  ópera  de 
este  nombre  y  el  polo  que  aquf  se  pone  en  boca  de  D.  Lupercio,  resultando  perfectamente  hermanados  ambos  moLivoit 
aunque  cantados  separadamente  parezcan  de  muy  diverso  carácter.  » 


EL  NOVIO  Y  EL  CONCIERTO. 


225 


¡Ay  presidio  de  Melilla, 
purgatorio  de  un  cristiano ! 
I  Ay,  mal  haya  el  escribano 
que  me  tiene  preso  en 'di  I 

Eemiffia,Bien  cantado. 

Casim.  Sí ,  tal  cual. ...  y 

pero  el  teína  es  tan  plebeyo 

Remiffia.iQuién  resiste 

Luperc.  ¿Quién  no  aplaude... 

Semigia .  Este  encanto 

Luperc,  Este  salero 

Remigia,  [Cantando.] 

Tempra  tu  de^  cori  ardenti, 
'     tempra  ancor  lor  zelo  audace; 
spargi  in  térra  guella  pace 
che  regnar  tufai  nel  del, 

Luperc,   [Cantando.] 

¡Ay  gitana,  giteniUa,  ^¿ 

que  me  robas  vida  y  alma! 
Tá  te  llevas,  ay  I  la  palma 
en  el  barrio  del  Perchel. 

¡  Ay  presidio  de  Melilla, 
purgatorio  de  un  cristiano! 
¡  Ay,  mal  haya  el  escribano 
que  me  tiene  preso  en  él  I 


I 


Remigia,  Oig^  usted  la  cabaletta. 

Qué  gracia  I  qué  amor!  qué  fuego! 

[Canta.] 

Ai  bello/  A  me  ritoma 
deljldo  amor  primiero, 
e  centro  al  mondo  intiero 
difesa  a  te  saró. 

Ah  helio!  A  me  ritoma 
del  raggio  tuo  sereno, 
e  vita  nel  tuo  seno, 
e  patria  e  cielo  avrb. 

Casim.    I  Piedad ,  Remigia ,  piedad , 

Íue  soy  de  carne  y  de  hueso! 
lien ,  pero  oiga  usté  esta  jácara, 
y  se  chupará  los  dedos. 

[Canta,] 

Ay!  sal  de  chirona, 
churrú !  cuerpo  endino, 
si  alcanza  á  mi  sino 
la  gracia  de  Dios. 

Ay!  dame,  gachona, 
tu  sal  y  tu  dengue , 
ay  Chula!....  ¡y  el  mengue 
nos  Heve  á  los  dos ! 


Es  esto  moco  de  payo? 
Casim.    Galle  usted!  Donde  está  aquello, 
Xemigia.PíieB  aun  ftilta  lo  mejor. 

II. 


Lvperc.  Oiga  usté y  caígase  muerto. 


[Repiten  á  dúo  su  cabaletta  y  jácara 

respectivas,  añadiendo  al  Jinai  los  ver* 

sos  siguientes:] 


Remigia. 


Lupei'c. 


Ah!  riedi  ancora 
qual  eri  allora, 
guando,  ah!  guando 
il  cor  ti  dié. 

Ay  tana  mia«l 
te  comería. 
Ole  con  ole! 
te  comeré. 


[Áduo. 


Casim.    Confirmo  mi  providencia, 
y  con  costas. 

Luperc.  Pues  yo  apelo 

Casim.    No  ha  lugar;  y  apercibido. 

Luperc.   Yo  recuso 

Casim.    [Á  Remigia.]  Oh  qué  portento! 

Remigia. [/Sentándose.  D.  Casimiro  se  sienta  á 

su  lado,  y  hablan  aparte.] 

Le  he  confundido.  Pobre  hombre ! 
Luperc.  (Qué  pedante  y  qué  grosero!) 
Casim.    Oh !  Quién  es  ese  balordo? 
Remigia.  Eb  una  especie  de  suegro 

en  cierne. 

Casim.  ¿Cómo 

Remigia.  Es  el  tio 

de  mi  novio. 
Casim.  Será  cierto? 

Se  casa  usted? 
Remigia.  Sí ,  «eñor. 

Casim.    Tal  vez  con  algún  mastuerzo 

Luperc.  (No  me  hacen  caso.) 

Casim.  Antíarmónico, 

antiespasmódico,  inepto, 

con  orejas  de  Beocia, 

V  el  alma  á  seis  bajo  cero. 
RemigiaJjizA^^  de  eso.  Es  dilettante 

á  su  modo,  y  me  prometo 


ESCENA  IX; 

REMIGIA.    D.  LUPERCIO.    D.  CASIMIRO.    BLAS. 

Blas.      [Á  D.  Lupercio.] 

Por  usted  pregunta  un  mozo 

con  unas  maletas 

Lwperc.  Bueno. 

Voy  á  colocarlas.  Tú 
dime  cuál  es  mí  aposento. 


15 


¿tí6 


KL  NOVIO  V  EL  CONCIERTO. 


Remigia. 


G 


ESCENA  X. 

REMIGIA.    D.  CASIMIRO. 

Casim,    Casarse  usted!  Qaé  craeldad! 
Eso  es  poner  en  secuestro 
la  admiración  de  Madrid  , 

{morque  ¡son  tan  aTarientos 
08  maridos 

Remigia,  Mi  futuro 

es  mu^amable ,  y  no  temo 

Sie  condene  mi  afición 
andante  y  al  allegro. 
Coiim.    Pero  encerrará  tal  vez 
en  el  ámbito  dotnéstico 
esas  dulces  melodías; 
querrá  ejercer  un  funesto 

monopolio Y  además 

¡  á  cuantos  y  cuántos  riesg^os 
aventura  usted  su  yozl 
La  maternidad.... y  oh  cielos! 
La  lactancia!.... 

No  me  afano 
\f  casarme,  no  por  cierto. 
[e  es  grata  la  libertad 
y  no  se  me  pasa  el  tiempo; 
mas  la  boda  es  ventajosa, 
di  ya  mi  consentimiento, 
y  por  cantar  no  renuncio 
a  ios  demás  privilegios 
de  mujer. 

Mujer!  Qué  error! 
Usted  mujer?  No,  que  el  genio 
es  incorpórea  sustancia. 
La  gloria  no  tiene  sexo. 

[Siguen  hablando  en  voz  baja.] 


ESCENA  XI. 

REMIGIA.    D.  CASIMIRO.    D.  LUIS. 

¿m.      [Parándose  al  entrar.] 

(Oiga!  ¿Quién  será  ese  quidam 
que  tan  galante  y  risueño 
coloquia  con  mi  futura?) 

Remigia.  [Levarüindose.] 

Ah!  Mi  novio. 

Casim.    [En  voz  baja  levantándose.] 

Ese  es  el  reo? 

Luis.      No  venga  yo  á  interrumpir 
á  ustedes 

Casim.  Oh!  nada  do  eso. 

Se  hablaba  de bagatelas. 

Soy  un  amigo  sincero 
de  esta  señorita  y  justo 
apreciador  de  su  mérito. 

Luis.       Sea  muv  en  hora  buena. 


Casim. 


Remigia.Es  tarde,  vendrá  el  maestro, 
y  no  me  he  desayunado. 
Ruego  á  ustedes Pronto  vuelvo. 


ESCENA  XII. 

D.  LUIS.    D.  CASIMIRO. 

Casim.    Av  amigo,  amigo  mió!.... 

Luis.      ¿Desde  cuándo 

Casim,  í  Qué  feliz 

será  usted  I  Qué  cantatriz ! 

Qué  capacidad,  gran  Dio! 
Luis.      De  veras? 
Casim.                     Qué  maravilla ! 
Luis.      Cuando  usted  lo  dice (¡El  diantre 

del  hombre...)  ¿Es  usted  sochantre, 

ó  maestro  de  capilla? 
Casim.    No,  señor,  pero  mi  tacto 

y  mí  sensibilidad 

Soy  voto  de  calidad 

en  concreto  y  en  abstracto. 

¿Y  es  posible....  j Usted,  oh  cielos,... 

Elegantes  de  Madrid , 

Ecco  ilvincitor Morid, 

de  angosciay  y  cordoglio,  y  celos. 
Luis.       Tan  adorada  es  Remigia? 
Casim.    Con  prendas  tan  relevantes, 

tendria  tiernos  amantes 

hasta  en  la  laguna  Estigia. 
Luis.       Y  entre  tanto  adorador, 

usted  no  será  el  postrero. 
Casim.    Okimé!  El  primero,  el  primero. 

Bien  lo  dice  mi  dolor! 
Luis.      ¿Y  su  corazón  ingrato 

rehusa  á  usted  por  marido! 
Casim,    Si  yo  no  la  he  pretendido! 

Mi  fuerte  es  el  celibato. 
Luis.      Bien  por  cierto! 
Casim.  No  lo  oculto. 

Pero  casada,  ó  doncella, 

su  canto  será  mi  estrella, 

su  beldad  será  mi  culto. 

Luis.      Oh !  falta  que  á  mí  me  cuadre 

Casim.    Le  daré  fama  y  prestigio, 

y  cuando  pára*^un  Remigio, 
,    será  ¡gran  Dios!  mi  comadre. 

Luis.      Pero 

Casim.  Y  seré  tan  platénico, 

que  á  usted  también  de  soslayo 

Sodrá  alcanzar  algún  rayo 
e  mi  influjo  filarmónico. 

[  Vase  talareando.] 


ESCENA  XIII. 

D.  LUIS. 

¡Oiga  usted,  seor  botarate, 
I  Pues  voy  á  pasarlo  bien 
si  Remigia ¿Pero  quién 


EL  NOVIO  Y  EL  COiNCIERTO. 


m 


hace  caso  de  un  orate? 
To  seré  en  mí  casa  jefe, 
y  aunque  desprecio  su  charla , 
no  conseguirá  pisarla 
semejante  mequetrefe. 


ESCENA  XIV. 

D.  LUÍS.     D.  ALEJO. 

Alejo.      Querido  yerno,  salud. 

Qué  es  de  Remigia? 
Luis.                                      Almorzando.. 
Alejo.      Ya  es  hora  de  ir  al  concierto 

No  ha  venido  don  Donato? 
fjféis.      No  conozco  á  ese  señor. 
Alejo.      Es  su  maestro  de  canto. 

Gran  profesor  I  celebérrimo! 

[D,  Donato  tálarea  dentro,] 

Pero  esa  voz No  me  engaño. 

BséL 


ESCENA  XV. 

D.  LUÍS.*  D.  ALEJO.    D.  DONATO. 

Dotiato .  Bon  giomo. 

Luis,  (Otro  apunte 

traducido  al  italiano.) 
Alejo.      Felices  días,  maestro. 

Presento  á  usted  el  bizarro 

don 

Donato,  Servitore  umilissimo, 

¿Es  este  amigo  el  soprano 

que  viene  de 

Luis.       [Con  voz  de  trueno.] 

No,  señor. 
Donato.  Ah!  no;  la  voz  es  de  bajo. 

Perdone  usted. 
Alejo.  Es  mi  yerno 

futuro,  don  Luis  del  Carpió 

Luis.      Ya  ve  usted ! 

Donato.  Sea  en  buen  hora. 

Y  Remigia?  Está  en  su  cuarto? 

Alejo.      No  sé 

Donato.  Voy  allá 

Alejo.  Aquí  viene. 


ESCENA  XVI. 

D.  LUIS.    D.  ALEJO.    REMIGIA. 

Donato    [Besando  la  mano  á  Remigia.] 

Oh,  la  bella! 
Luis.  (Pues  alabo ! ) 


Alejo. 
Donato. 

Luis. 
Donato, 


Luis. 


Donato. 


i2^^»^ía. Maestrísimo,  buenos  dias. 
Donato.  Qué  tal  de  voz  ? 
Remigia.  Bien. 

Donato.  Veamos. 

Una  escala. 

[La  hace  Remigia.] 

Brava!  Ahora, 
otra  en/«  mayor  y  trinando. 


[Remigia  hace  otra  escala.] 

Superia/  Será  preciso 
dar  el  último  repaso 
ala  cavatina. 

Es  tarde 

Qué  importa?  ¿Hemos  de  hsxieTjlaseo 
por  minutos  más  ó  menos  ? 

Oh,  sí»  que  la  cante.  Oigamos 

Perdone  usted,  caro  amico. 
En  presencia  de  profanos 
no  ejerzo  yo  mi  sublime 
magisterio. 

¿Y  qué  reparo 

Suede  haber No  soy  su  novio? 
[e  parece 

Sin  embargo , 
yo  no  puedo  permitir 

[Á  Remigia.] 

Vamos  al  otro  piano.    . 

Yo  reclamo  mis  derechos. 

Los  mios  son  más  sagrados. 

La  voz  de  esta  señorita, 

que  es  de  Madrid  el  encanto, 

su  laringe ,  su  faringe, 

y  en  fin ,  todo  su  aparato 

cantífero  y  auditivo, 

desde  el  pulmón  hasta  el  cráneo^ 

me  pertenece ,  y  no  sufro 

que  venga  usted  con  sus  manos 

lavadas  á  despojarme 

de  mi  propiedad,*  estamos? 

Mire  usted  que  yo  no  vengo 

de  arar,  y  bromas  á  un  lado, 

señor  solfista 

¿Qué  escucho! 

¿Á  mí • 

No  demos  escándalo. 
El  maestro  ha  hablado  así 
movido  del  entusiasmo 

artístico,  pero Vaya, 

no  lo  decia  por  tanto..... 

Si  es  cierto  que  me  ama  usted, 

modere  por  breve  rato 

su  impaciencia,  y  cou  usura 

recompensaré  ese  rasgo 

de  amable  docilidad. 

Pero 

Basta.  Vuelvo.  Vamos. 


Luis. 
Donato. 


Luis. 

Donato. 
Remigia 


Luis. 
Remigia 


228 


EL  NOVIO  Y  EL  CONCIERTO. 


ESCENA  XVII. 

D.  ALEJO.    D.  LUIS. 

Zuü.      Habrá  igual  impertinencia? 

¿Es  ese  hombre  cirujano , 

ó  músico?  ¡Qué  ridicula 

disección,  y  qné  tiránico 

proceder !  Pues  yo  no  quiero 

que  su  escalpelo  nefanao 

me  usurpe  media  mujer. 

Venga  toda,  6  no  me  caso. 
Alejo.,     Él  hablaba  de  Ift  parte 

intelectual,  ó  digamos 

No  se  enfade  usted.  Son  fueros 

de  la  profesión 

Zíiis.  ¿Quién,  diablos, 

tolera 

Alejo.  k  mí,  con  ser  padre, 

y  dilettante  fanático , 

tampoco  me  es  permitido 

asistir  á  los  ensayos. 
^  Ella,  ya  se  ve ,  discípula 
*  obediente,  no  es  extraño 

Mas  tiene  un  fondo  excelente. 
Luis..      Lo  creó,  pero;  soy  franco, 

quizá  lo  han  yiciado  un  poco 

las  lisonjas  de  los  fatuos.  (*) 

Alejo,      Ca!  no  crea  usted 

Luis.  Confieso 

que  me  arrebata  cantando , 

pero 

Alejo.                  Quiere  usted  oiría? 
Luis.      i  Cómo ,  si  aquel  Sardanápalo 

Alejo.     [Llevándole  i  lapuerta  de  la  izquier* 

da.] 

Vaya,  entre  usted  por  aquí. 
Al  concluir  ese  largo 

{casillo  está  á  la  derecha 
a  pieza  de  los  armarios. 

Desde  allí Pero  silencio, 

y  cuidado  con  los  trastos 

Luis.       ¡Los  trastos Descuide  usted. 

Ta  me  vov  acostumbrando. 

Oigamos  a  esa  sirena...'.. 

Diga  usted,  ¿podré  ver  algo 

también? 

Alejo.  Sí;  por  la  cortina 

Luis.      (Me  alegro,  porque  no  es  manco 

el  maestro,  y  la  costumbre 

de  estar  siempre  tecleando ) 

Alejo,      Vaya  usted 

Luis'.       [Yéndose,]         Sí,  sí. 
Alejo,  Que  ya 

estarán  en  el  adagio. 


ESCENA  XVIII. 

D.  ALEJO. 

Algo  cerril  es  el  mozo. 
No  me  maravillo :  hidalgo 
de  provincia....   Pero  aquí 
le  iremos  domesticando. 


ESCENA   XIX. 

D.  ALEJO.    D.  LUPERCIO. 

Lupere.  Ha  vuelto  Luis? 

Alejo.  Sí,  señor. 

Oyendo  está  embelesado 
á  Kemigia,  que  repasa 
con  el  señor  don  Donato 
una  cavatina  nueva. 

Lupere.  Canta  meior  que  un  canario, 
es  una  alhaja  la  niña; 

Sero  eso  de  hacer  escarnio 
e  la  música  española 

Alejo.      Su  genio  pica  muy  alto, 

y  no  es  razón  que  se  bnmille 
á  julepes  y  fandangos. 


ESCENA  XX. 

D.  ALEJO.    D.  LUPERCIO.    D.  LUIS. 

Luis.      Divina ! 

Alejo.  Era  tiempo  aún  ? 

Luis,      Cuatro  notas  he  pescado , 

Íero  {qué  expresión,  qué  gracia! 
^ues  eso  lo  hace  jugando. 
Luego 


ESCENA  XXI. 

D.  ALEJO.  D.  LUIS.  D.  LUPERCIO.  D.  DONATO 

REMIGIA. 

Donato.  Digo  á  usted  que  Aard 

furor. 
Remigia.  Cierto? 

Donato.  Sí. 

Remigia.  El  milagro 

será  de  usted.* 
Donato.  Üervitore 

de  tutti  quanti. 


(*)  Mimos  y  lisonjas  fuera  de  medida  qae  el  autor  ha  visto  prodigar  á  muchas  cantatrices  de  teatro  7  de  sociedad: 
no  han  sido  tampoco  invención  del  poeta  la  tiranía  de  más  de  un  maestro  de  canto  y  las  ridiculas  adoraciones  de  más 
de  dos  diltltanti. 


EL  NOVIO  Y  EL  CONCIERTO. 


229 


ESCENA  XXII. 

D.  ALEJO.  D.  LUIS.  D.  LUPERCIO.  D.  DONATO. 

REMIGIA,  LAURA. 

Laura,  '         Un  recado 

del  maestro  director. 
Están  todos  aguardando 

hace  una  hora 

Ah!  CospeUo! 

¡T  nosotros  principiamos 

Via  di  qua! 

[Tomando  el  sombrero.] 
Vamos,  tío. 
Vamos  9  don  Lupercio. 

£1  brazo. 
[Toma  él  brazo  de  Remigia.] 
(Maldito!) 

¿Se  qaeda  usted, 
don  Luis? 
[De  mal  Aumor.] 

No,  señora.  Vamos. 


Donato. 


Luis. 

Alejo. 
Dónalo. 

Luis. 
Remigia 

Luis. 


ESCENA  XXIII. 

LAURA. 

Ya  se  van ,  y  yo ,  infeliz, 
aquí  me  quedo  entre  cuatro 
paredes.  T  sabe  Dios 
si  echaría  yo  mi' cuarto 
á  espadas  de  buena  gana, 
que  también  entiendo  yo  algo 
de  corcheas  y  áefusasy 
de  bemoles  y  becuadros; 
pero  como  soy  sobrina 
y  huérfana,  sólo  valgo 
para  ama  de  llaves.  Ah  I 
Yo  también  lograba  aplausos 
cuando  mi  padre  Vivia, 
y  aunque  nunca  he  cultivado 
ese  género  que  llaman 
noble,  sublime,  simpático, 
celebraban  mi  donaire 
los  tirios  y  los  troyanos. 


ESCENA   XXIV. 

LAURA.    D.  ALEJO. 

Laura.    Qué  trae  usted?  qué  ha  ocurrido? 
Alejo.      Nada Me  deje  olvidado 

encima  de  mi  pupitre 

el  dúo  del  Belisario. 

Anda  por  él. 
Laura.  Al  instante. 


Laura. 

Alejo. 

Laura. 

Alejo. 

Laura. 
Alejo. 
Laura. 
Alejo. 

. 

Laura. 

Alejo. 


ESCENA  XXV. 


D.  ALEJO. 


Cielos !  Ya  estará  triunfando 

Remigia Pero  es  preciso 

que  no  se  alargue  el  entreacto, 
porque  si  no,  don  Liborio 
se  marcha,  y  será  petardo. 


ESCENA  XXVI. 

LAURA.    D.  ALEJO. 

Aquí  tiene  usted  el  dúo. 

[Le  da  un  papel  de  música.] 

[Mirándolo.] 

¿Á  ver  si  has  equivocado 

Ya  sabe  usted  que  conozco 

la  música 

Un  tanto  cuanto, 
pero  eres  tan  torpe. >•«. 

Tío! 

£h!  no  me  repliques. 

Callo. 

Tras  de  estarla  manteniendo 

No  hay  animal  tan  ingrato 
como  un  sobrino. 

(Paciencia.) 
Huml 

[Yéndose  cantando.] 
<cMisto  de  ijtgli  alpianto 


ESCENA  XXVII. 

LAURA. 

Qué  tio  tan  sarraceno  I 
Por  no  ver  su  gesto  aciago, 
Jesús  1  sería  capaz 
de  irme  al  hospicio.  Ah !  bien  gano 
el  triste  pan  que  me  da, 
pobre  de  mí !  Mas  ¿qué  saco 
con  afligirme  y  gemir? 
Ea,  cantemos,  y  el  diablo 
sea  sordo,  que  las  penas 
diz  que  se  alivian  cantando. 

[Canta.] 

Viva  Dios  y  arda  Navarra  (*) 
y  arda  la  guerra  civil. 


(*)  Esta  letra  babfa  sido  ya  puesta  en  música  por  el  mismo  maestro  Basüi,  para  la  sefiora  Doña  ÁtUimia  Montene- 
gro, que  la  cantó  en  el  Liceo  do  Madrid  algunos  años  entes  de  ejercer  como  profesión  en  varios  teatros  de  Europa,  dis- 
Uoguióodose  mucho  en  ellos,  el  arte  del  canto  que  como  aficionada  cultivó  con  suma  aceptación  en  esta  corte  y  en 
Valencia. 


230 


EL  NOVIO  Y  EL  CONCIERTO. 


Con  mí  botija  y  mi  jarra 
naide  me  tose  en  Madril. — 
Otro  Tasito ,  señora. 

La  aguadora ! 
Quién  la  bebe?  auién  la  bebe? 
Fresquita  como  la  nieve! 

Señor,  no  me  guiñe  el  ojo, 
y  beba  si  tiene  sed ; 
que  no  estoy  puesta  en  remojo 
para  un  mueble  como  usted. 

¡El  demonio  del  usía 

Agua  fría! 
Quién  la  beoe?  Quién  la  bebe? 
Fresquita  como  la  nieve ! 

[Al  segundo  verso  de  la  siguiente  co» 

pía  llega  D.  Luis  con  mal  gesto  y  oye 

á  Laura,  se  para  admirado^  y  ella 

prosigue  sin  verle.'] 


ESCENA  XXVIII. 

LAURA.    D.  LUIS. 

Laura.    [Cantando.] 

Mas  con  tanto  ir  y  venir 

el  botijo....,  yo  no  sé 

Denguno  puede  decir 
de  esta  agua  no  beberé. 
No  es  verdá,  tia  Salvadora? 

La  aguadora! 
Quién  la  bebe?  quién  la  bebe? 
Fresquita  como  la  nieve! 

Luis.      [Entrando.] 

Viva  esa  boca  de  sal ! 

Laura.    [  Volviendo  la  caieza.  ] 

Ahí  ¿quién...  Don  Luis! 

Luis.  ¡Y  ese  garbo, 

.  todo  español ! 

Laura.                        Yo  creia 
que  estaba  sola 

Luis.  Bufando 

venía  yo  del  concierto , 
y  esa  voz  ha  sido  el  bálsamo 
;ie  mi  herida. 

Laura.  Vaya  en  gracia ! 

Pero,  ¿qué  viento  contrario 
le  obliga  á  usté  á  retirarse 
de  la  función  tan  temprano? 

Luis.      Ya  iba  yo  un  tanto  mohíno, 
por  más  de  un  triste  presagio, 
y  aunque  no  me  divertia 

3ue  otro  me  estafase  el  brazo 
e  mi  novia ,  consentí 
en  servirla  de  lacayo ; 
]  tanto  pudo  mi  deseo 
de  escuchar  su  dulce  canto  I 


Entro  en  la  sala ,  y  un  títere , 
que  llamaban  comisario 
de  orden,  me  manda  sentar 
á  diez  varas  del  tablado, 
al  cual  asciende  mi  novia 
guiada  por  don  Donato. 
Concluye  su  cavatina 
entre  una  nube  de  aplausos. 
Para  bajar  cuatro  gradas 
la  ofrecen  cuarenta  manos. 
Qué  de  mujeres  la  besan ! 
y  algunas,  si  no  me  engaño, 
quisieran  llevar  ponzoña 
en  el  borde  de  sus  labios. 
Ya  sobada  y  babeada, 
cual  si  fuera  relicario , 
atrepellando  á  las  hembras 
entran  en  turno  los  machos. 
Uno  suspira ,  otro  brama , 
otro  la  contempla  extático , 
otro  le  da  un  caramelo, 
otro  ofrece  en  holocausto 
de  la  amable  filomela 

su  vida  y  su  alma de  cántaro. 

Yo,  aunque  indigno,  también  quise 

tomar  parte  en  el  sufragio 

universal ,  pero  fueron 

todos  mis  esfuerzos  vanos, 

que  no  bastaron  mis  codos, 

ni  bastaran  cañonazos 

para  quitar  de  delante 

aquella  legión  de  zánganos. 

Viendo  que  todo  Madrid 

se  declara  propietario 

de  mi  presunta  consorte , 

dije  yo  para  mi  saco  : 

¿y  si  después  de  la  boda 

me  sucediera  otro  tanto? 

Zape !  No  me  caso  yo 

con  el  bien  público.  Y  qué  hago? 

Doy  medía  vuelta  á  la  izquierda, 

me  escurro  pian  ,  piano, 

y  haciendo  coro  al  rumor 

de  los  vivas  y  los  bravos, 

decia  yo  en  retirada : 

no  me  caso,  no  me  caso! 

Laura.    ^Y  usted  renuncia  á  la  gloria 
de  poseer  ese  raro 
tesoro ! 

Luis.  Sí. 

Laura.  ¿Qué  dirán 

luego  que  sepan  el  chasco 

Luis,      Y  si  yo  me  lo  llevase, 
no  sería  más  pesado? 
Señorita ,  estoy  resuelto,* 
y  de  mi  fuga  me  aplaudo, 
pues  debo  á  ella  el  placer 
de  haberla  á  usted  escuchado. 

¿aura.    Gracias  por  tanto  favor, 
pero  yo  no  me  comparo 
con  mi  prima.  Canto  un  poco, 
así....,  por  pasar  el  rato...., 
mas  no  tengo  pretensiones 


EL  NOVIO  Y  EL  CONCIERTO. 


-23 1 


Luis. 


de  profesora,  uí  rapios , 
ni  éxtasis,  ni  crispatoras, 
ni  en  el  fogoso  arrebato 
de  una  inspiración  armónica 
echo  á  rodar  el  canastp 
de  la  costura,  y  me  olvido 
de  la  misa  y  del  planchado. 
Ah ,  que  es'  nstcd  adorable ! 

celestial!  ¡Ah (Voto al  chápiro!. . . 

Estaba  por ) 

[Entra  D.  Lupercio.] 


ESCENA   XXIX. 

D.  LUIS.    LAURA.    D.  LUPERCÍO. 

Luis.  Tío,  tio! 

Si  supiera  usted  qué  hallazgo 

Luperc.  Te  eché  de  menos Pensaba 

que  tehabias  puesto  malo....: 
Luis.      No,  señor;  me  fastidié 

Me  fu^ué.  Estaba  tan  harto 

del  concurso,  de  mi  novia, 

de  todo  el  género  humano 

Pero  aquí  también  hay  música, 

y  qué  música !  Es  un  pasmo 

esta  muchacha. 
Luperc.  De  veras? 

Luis.      Ah!  sí,  y  canta  en  castellano, 

y  en  el  género  sabroso 

que  usted  cultiya. 
L  uperc.  Muchacho ! 

Qué  me  dices?  [Pues  me  voy 

á  volver  loco  I 
Laura.  No  valgo 

tanto  yo 

Luis.  Pura  modestia. 

Luperc.  Sabrá  usted  cantar  el  Chairo  ^ 

la  Manola  i  la  Aguadora 

Luis.      Justamente  la  ha  cantado 

ahora  poco,  y  con  un  brio 

Laura.    Lo  poco  que  me  enseñaron. 

También  canto  algunos  dúos.... 
Luprc.  Dúos?  ¿A  ver  si  cantamos 

uno  los  dos?  ¿Sabe  usted 

este  de  bajo  y  contralto 

[Cantando  d  media  vos.] 

«Yo  quiero  mujer  humilde » 

Laura.    Sí,  señor. 

Luperc.  Pues  á  cantarlo. 

Laura.    Ya  que  lo  haga  mal ,  no  quiero 

ser  dengosa.  Vamos. 
Luperc.  Vamos. 

Yo  quiero  mujer  humilde, 
que  no  se  aparte  una  tildo 
de  mi  supremo  q^uerer. 
Laura.  Pobre  mujer! 


Luperc.  Y  fuera  de  lo  preciso, 

sin  permiso 
no  me  gaste  un  alfiler. 
Laura.  Pobre  mujer ! 


Luperc. 
Laura. 


Luperc. 

Laura. 
Luperc. 

Laura. 

Luperc. 
Laura. 
Luperc. 
Laura. 


Los  dos. 


Luis. 


Luperc. 
Luis. 


Luperc. 


Luis. 

Luperc. 

Luis. 

Laura. 

Luis. 

Lau^a. 


Luperc. 
Laura. 


Yo  quiero  mandar  en  casa, 
yo  quiero  lujo  sin  tasa 
y  carruaje  de  alquiler. 

Ay  qué  mujer  I 
Y  si  no  es  condescendiente 

mi  pariente, 
yo  sabré  lo  que  he  de  hacer. 

Ay  qué  mujer! 

J>    •  • 
ijjí 

Jo, jo • 

Que  sí? 

Que  no. 

Que  sí? 

Que  no. 

Otro  tanto  digo  vo. 

Pues  sé  acabó. 

iPues  se  acabó. 

Ni  tú  sirves  para  mí, 

ni  yo  sirvo  para  ti.r— 

Pues  se  acaoó. — Ji ,  ji ,— jo ,  jo 

Que  no,  que  no. — Quono,que  no. 

¡Bendita  sea  esa  boca 

Tío  ,  óigame  usted  un  párrafo 
aparte. 

[Se  aparta  d  un  lado  y  hablan  en  coz 

baja.] 

Bien.  Dime 

Digo 

ue  esa  muchacha  es  el  máximum 

e  la  gracia  y  la  virtud; 
que,  como  dice  unadagio, 
con  la  observación  y  el  tiempo  . 
muda  de  consejo  el  sabio , 
y  que  me  caso  con  ella 
si  da  usted  su  beneplácito. 
Más  me  agrada  que  Remigia , 

pero  de  golpe  y  porrazo 

Sí  arma  después  don  Alejo 
mhkÍíq  pópulo  bárbaro:..,. 
Nada!  Diga  usted  que  sí: 
lo  demás  queda  á  mi  cargo. 
Pues  digo  que  sí,  aunque  salga 

Íor  la  puerta  de  los  carros, 
■aura ,  ¿podré  sin  temor 
ofrecer  á  usted  mi  mano? 
Qué  escucho!  Se  burla  usted? 
o,  hermosa.  De  veras  hablo. 

Pero  así....,  tan  de  improviso 

Vaya!  esto  es  un  trabucazo. 
Yo  sería  muy  dichosa 
con  marido  tan  gallardo, 

mas  soy  una  pobre  huérfana 

Tanto  mejor.  Yo  me  encargo 
de  dotarte. 

Dirá  luego 


I 


i 


232 


Litis. 
Laura. 

Luis. 


mí  prima  que  la  desbanco ; 
pero  la  culpa  no  es  mía: 

Yerdad,  don  Luis? To  me  lavo 

las  manos 

Bcsuelva  usted. 

Señor (Cuando  pasan  rábanos, 

comprarlos.)  Otorgo. 
[Tomándola  la  mano.]  Oh  dicha! 


EL  NOVIO  Y  EL  CONCIERTO. 

Luis.      ítem.  Renunciando  al  aura 


Luperc.  Dios  os  haga  bien  casados. 


ESCENA  ÚLTIMA. 

D.  LUIS.    D.  LUPERCIO.    LAURA.    D.  ALEJO. 
D.  DONATO.    REMIGIA.    D.  CASIMIRO. 

Remigia,'Ro\^\  Ustedes  por  aquí? 

Como  no  nos  hemos  visto 

en  la  función 

Luis.  ([Vive  Cristo 

Que  aun  me  Tcnga  hablando  así!) 

Como  estaba  usted  tan  alta^ 

no  me  vio :  no  es  maravilla. 

Dejé  vacante  mi  silla 

porque  allí  no  hacía  falta. 

Remigia,  i  Cómo 

Luis.  T  salí  persuadido 

de  que  para  una  beldad 

de  tal  notabilidad 

soy  yo  muy  pobre  marido. 

Alejo.      Pero 

Luis.  Y  en  un  arrebato 

de  negra  melancolía 

recordé  la  anatomía 

que  me  anunció  don  Donato. 

Donato.  Galle! 

Luis.  T  con  gesto  sardónico 

me  acordé  dando  un  suspiro 

del  señor  don  Casimiro 

?'  su  influjo  filarmónico. 
Sh? 
Luis.  En  fin ,  cedo  la  diadema 

á  más  digno  campeón  ^ 

y  me  dará  la  razón 

quien  lo  medite  con  ffema. 
Alejo.      ¿Cómo ¡Repulsar  á  un  suegro 

como  yo 

Remigia.  Vaya  con  Dios. 

No  congeniamos  los  dos. 

Ya  quedo  libre,  y  me  alegro. 


ponular,  pues  cada  oveja 
se  nalla  bien  con  su  pareja, 
he  dado  la  mano  á  Laura. 
A  ese  arrapiezo!  ¡Locura.... 


Alejo. 

Remigia.[Aparte  d  D.  Alejo.] 
Disimule  usted ,  papá. 

[Con  risa  forzada.] 


Lindo  consorcio!  Ja,  ja 

Digna  de  él  es  la  futura. 

Laura.    [Picada.] 

Esa  risa  no  me  agravia , 

porque  yo 

Luperc.  Paz  sobre  todo ! 

Luis.      [Aparte  d  Laura.] 

Déjalos,  que  de  algún  modo 
han  de  desfogar  su  rabia. 

Alejo.      [Á  Remigia.] 

Da  BU  perfidia  al  olvido. 
Tú  te  emplearás  mejor; 
que  entre  tanto  adorador 
no  ha  de  faltarte  un  marido. 

Donato.  Y  para  que  otro  contrato 

ño  quede  también  deshecho 
yo  me  reservo  el  derecho 
de  elegir  el  candidato. 

Casim.    Y  yo  al  dichoso  varón 

que  mereciere,  o  A  diletof 
tan  bella  mano ,  prometo 
generosa  protección. 

Luis.      Pues  no  haya  resentimientos 
y  alabado  sea  Cristo , 
ya  que  este  lance  imprevisto 
nos  deja  á  todos  contentos. 

[Cantan  Remigia  y  D.   Lupercio  y 
Laura  dirigiéndose  al  público.] 

Suene  ahora  un  aplauso 

con  tres  bemoles , 
siquiera  porque  somos 

tres  españoles. 

Anda,  salero!, 
que  esa  fineza  á  nadie 

cuesta  dinero. 


I 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS, 


COMEDIA  EN  TRES  AGTOS. 


Fué  representada  la  primera  ves  en  12  d6  Mayo  de  1839  por  los  actores  del  teatro  del  Principe. 


PERSONAS. 


SERAFINA. 
MANUELA. 
BLASA. 
D.  FÉLIX. 
D.  JUAN. 


GASINO. 

UN  SARGENTO. 

TOMÁS, 

BERNABÉ. 

DOS  SOLDADOS. 


La  escena  pasa  en  Jadraque,  villa  de  la  Alcarria,  en  Diciembre  de  1710. 


*^^^^^^^^^^^^<^^^kt*0^tWV^^ 


ACTO    PRIMERO. 


Sala  en  casa  de  D.  Félix  con  puerta  en  el  foro  que  conduce  por  un  lado  a  la  escalera  y  por 
ambos  a  las  piezas  interiores:  otras  dos  puertas  a  la  derecha  del  actor  y  un  balcón  a  la 

^  izquierda.  Empieza  a  anochecer. 


ESCENA  I. 

D.  FÉLIX.    SERAFINA.    D.  JUAN. 

[SenUuhs  al  rededor  de  un  brasero  de  cobre  en 
forma  de  eopa.--D.  Juan  está  vestido  de  la* 

briego.] 

m 

Félix.     Eso  sí ,  señor  don  Juan  t 

Bien  se  ye  que  tenéis  sangre 

castellana. 
Serafina.  Mas  fué  tanta 

la  que  perdió  en  el  combate 

Félix.     Sí,  con  mucho  honor. 
Juan,  Merced 

al  generoso  hospedaje 

que  os  debo,  ya  he  recobrado , 

si  no  toda,  la  bastante 

para  lidiar  otra  vez 


bajo  el  glorioso  estandarte 
de  Felipe. 
Félix,  Perdonad, 

que  la  merced  fué  más  grande , 
señor  don  Juan ,  para  mí , 
porque  con  huéspedes  tales 
como  vos  se  honra  una  casa. 
Si  al  transitar  por  Jadraque , 
•    mal  herido  y  rezagado 
de  las  banderas  leales, 
en  mí  casa  os  acogí 
con  el  afecto  de  padre, 
en  esto  serví  á  mi  patria , 
y  á  mi  Re^,  que  el  cielo  guarde, 
y  á  la  obligpacion  de  hidalgo , 
que  debí  decirlo  antes. 
Cumplido  fuera  mi  gozo 
si  las  leyes  militares 
os  permitieran  pasar 
conmigo  estas  navidades; 


231 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


mas  ya  qae  en  mejor  salad 
podéis  hacer  nuevo  alarde 
de  lealtad  y  do  valor 
contra  ese  maldito  enjambro 
de  tudescos  descreidos , 
no  seré  yo  quien  retarde, 
capitán,  vuestra  partida. 

Jvian,      Ta  la  fatiga  del  viaje 

puedo  sufrir.  Será  corto, 
pues  están  cerca  los  reales 
de  Felipe;  y  otra  causa, 
no  mdños  justa  ni  grave 
que  el  pundonor  militar, 
ya  me  precisa  á  ausentarme. 
Pueden  de  un  momento  á  otro 
ocupar  los  alemanes 
este  pueblo ,  y  si  descubre 
algún  delator  infame 
que  á  un  oñcial  castellano 
alber^n  vuestros  umbrales, 
corréis  peligro 

Filiic,  Peligros 

que  de  noble  causa  nacen, 
ni  se  temen  ni  se  excusan 
entre  hombres  de  mi  linaje. 
Algo  he  de  hacer  por  la  patria, 
ya  que  mosquete  ni  alfanje 
no  me  dejan  empuñar 
mis  años  v  mis  achaques. 
Ni  puede  haber  delatores 
en  los  fíeles  habitantes 
de  Castilla,  que  aborrecen 
al  austriaco  y  sus  parciales. 
Además ,  en  esta  villa 
nadie  os  conoce,  ni  sabe 
que  estáis  aquí,  y  os  disfraza 

«erfectamente  ese  traje, 
[anana  pues  partiréis 

Serajind,  (Mañana  I) 

Féliw.  Al  caer  la  tarde 

con  ^uia  de  confianza 
que  hasta  el  campo  os  acompañe 
de  Felipe,  que  asociado 
de  Vandoma,  nuevo  Marte 
invencible,  y  Valdecañas, 
Aguilar,  Moya,  Armendariz 
y  tanto  noble  caudillo, 
sigue  animoso  el  alcance 
de  las  huestes  coligadas 
hasta  vengar  los  desastres 
de  Almenara  y  Zaragoza . 
y  humillar  el  arrobante 
orgullo  de  Staremberg, 
si  osa  aceptar  el  combate. 

Juan .      Sí ,  sí ,  partiré  mañana 


ESCENA  II. 

D.  FÉLIX.    SERAFINA.    D.  JUAN.    GABINO. 

Gabino,  ^ Quién,  si  usarcedes  lo'sabcn, 
es  don  Félix  de  Avendaño 


í 


Félix, 
iíabino. 


Félix, 

Gabino, 

Félix. 


y  Estremoz 

Yo  soy.  Qué  traes? 

[Sacando  una  carta.] 

Soy  arriero  de  Almazan , 

y  don  Jerónimo  Sánchez 

me  ha  mandado  que  os  entregue 

en  propia  mano  esta 

t  Tomando  la  carta,]        Dame, 
üsta  carta. 

^         Me  hablará 
del  censo. 


Gabino.  [Sacando  dinero,] 

Y  quinientos  reales. 


Tomad. 


[Le  da  el  dinero,] 


Félix* 


[Levantándose.  D.  Juan  y  ¡Serafina 
hacen  lo  mismo?] 


Bien  venidos  sean. 
Aguarda  afuera  un  instante , 
y  que  te  den  de  beber. 
Gabino.  Gracias.  Ya  mojé  el  gaznate 
en  la  posada.  (Ay,  Manuela!) 

Félia»     [Acercándose  á  Id  puerta  del  foro,] 

Hola!  Luces! 
Gabino.  (Dios  me  saque 

con  bien.) 


ESCENA  ni. 

n.   FÉLIX,    D.  JUAN.    SERAFINA.     MANUELA. 

[Al  entrar  Manuela  con  dos  velones  encendidos 
repara  en  Gabino  y  da  U7i  grito.] 

Manuela.  Ay ! 

Gabino.  [En  voz  baja  yéndose.] 

C^lla. . 
Félix,  Qué  es  eso? 

Manuela,(inQ  me  ha  pisado  ese  diantre 

Félix.     Y  por  eso  chillas  ? 
Manuela.  Digo! 

Pues  mis  pies  ino  son  de  carne? 
Félix.     Entra  esa  luz  a  mi  cuarto. 

Manv.ela,  [Blando  uno  de  los  velones  sobrs'una 

mesa.] 

Está  bien. 

Félix.  Y  á  ver  cómo  haces 

mi  cama  y  la  mulles  bien ,        « 
que  es  vergüenza  ya  tan  tarde 
tenerme  sala  y  alcoba 
como  escuela  de  danzantes. 

Maníiela.T^o  he  podido 

Félix.  Eh!  no  repliques. — 

Antes  andabas  más  ágil, 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


233 


Sero  eres  una  ave  zonza   ■ 
e  tres  dias  á  esta  parte. 

i  Si  estarás  enamorada 

de  algún  bribón 

Manuela.  To?  De  nadie. 

No,  señor. 
Félix,  Si  lo  averiguo 

te  hago  tomar  el  portante ; 

que  no  gusto  yo  de  amores 

en  mi  casa. 

Manuela.  Pero 

Félix.  Calle  1 

Manuela.(  i  Si  supiera. . . .) 

[Entra  con  la  otra  luz  en  el  cuarto 

de  D,  Félix  y  que  es  de  los  dos  de  la 

derecha  el  más  cercano  al  foro.] 


ESCENA  IV. 

D.  FÉLIX.    SERAFINA.    D.  JUAN. 

iSeraJlna.[Afarte  i  D,  Juan,] 

¡Si  supiera.. 


Félix,     [Á  D,  Juan.] 

Entrad  luego  que  despache 
á  ese  hombre,  j  acabaremos 
de  disponer  vuestro  viaje. 

ESCENA  V. 


Serafina. 

Juan, 

Serafina. 

Juan. 
Serafina. 


Juan. 

Serafina. 

Juan, 


-  k 


Serafina. 


SERAnNA.    D.  JUAN. 

Que  al  fin  te  apartas  do  mí! 
Serafina,  es  mi  deber. 
Ay  desdichada  mujer! 
No  podré  vivir  sin  ti. 

Mengua  fuera  de  mi  nombre 

Di  que  te  cansa  mi  trato; 

di  que  eres  infiel,  ingrato 

y  di  por  fin  que  eres  hombre. 
Yo  perdono  tus  ofensas 
por  ser  hijas  del  amor. 
Qué  mujer  quiso  mejor? 
Y  tú  así  me  recompensas! 
Tu  amor  es  mi  bien,  mi  vida, 
mas  sin  nota  de  cobarde 
no  es  posible  que  retarde 
mi  dolorosa  partida. 
Pues  lo  ordena  así  la  suerte 
y  noble  sangre  te  alienta, 
entre  mi  muerte  y  mi  afrenta 
debes  preferir  mi  muerte. 
Tú  cobarde!  tú  lo  dices! 
Qaien  dude  de  tu  valor 
pregúntelo  á  mi  dolor 

á  tus  nobles  cicatrices. 

o  quiero  yo  tu  mancilla, 
que  aunque  el  dolor  lo  combate, 
también  en  mi  pecho  late 


i 


1^ 


£ura  sangre  de  Castilla, 
(as  sin  vigor,  sin  salud « 

tanto  peligro  arrostrar 

Ah !  morir  sin  pelear 

es  locura,  no  es  virtud. 

Pocos  dias  más ,  y  luego 

parte.....  aunqueVenezca yo. 

Si  por  mi  cariño  no, 
)ov  tu  vida  te  lo  roego. 
^•n  un  Diciembre,  Dios  mió! 

cruzar  esa  helada  cumbre 

;  Si  aun  al  amor  de  la  lumbre 

está  una  muerta  de  frió ! 

Aun  no  te  has  curado  bien. 

Suspende  el  viaje ,  mi  amor, 

que  te  engaña  tu  valor 

y  el  cirujano  también. 

Qué  va  á  ser  de  ti,  don  Juan? 

No  luches  contra  el  destino. 

Es  peligroso  el  camino, 

las  fuerzas  te  faltarán...., 

y  al  rigor  de  la  estación 

otra  vez  tu  herida  rota , 

¡  ay,  verterá  gota  á  gota 

sangre  de  mi  corazón  I 
Juan,      Por  Dios,  tu  llanto  serena, 

que  es  inútil  y  te  vende. 

Si  tu  padre  nos  sorprende 

Serafina,'Tíímh\QVL  he  de  ahogar  mi  pena! 
Juan.      Ignora  nuestros  amores 

y,  sea  afecto  6  capricho, 

no  quiere,  tú  me  Jo  has  dicho, 

que  de  nadie  te  enamores. 

Mucho  es  habernos  dejado 

hablar  solos  un  instante. 

Le  asusta  más  un  amanto 

que  hambriento  lobo  al  ganado. 

¿Qué  diria  si  supiera 

que  el  mismo  á  quien  daba  ¿silo... 

Tiempo  vendrá  más  tranquilo, 

y  entonces 

Serafina.  Ah!  Dios  lo  quiera. 

Juan.      Sé  constante  y  serás  mía; 
Serafina.^ij  mi  padre  es  como  un  niño. 

De  un  exceso  de  cariño 

nace  su  rara  manía. 

Sólo  me  aqueja  el  afán 

de  separarme  de  ti 

cuando.... 
Juan,      [Bajando  la  voz.] 

Abren  la  puerta. 

Sí. 


Serafina, 


ESCENA  VI. 


SERAFINA.    D.  JUAN.  .MANUELA. 

Manuela.[Con  una  carta  en  la  mano,] 

Mí  señor  llama  á  don  Juan. 

Juan,      Voy  al  instante.  Señora 

[Saluda ,  y  entra  en  el  cuarto  de  don 

Félix,] 


236 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


Ser  afina. BioB  os  guarde.— ¿Tengo  ya 
luz  en  mi  cuarto^  Manuela? 
ManuélaMy  señora.  Qué  mandáis? 
Ser(^fina,^^iK. 

[  Vase  por  la  izquierda  del/oro.] 


ESCENA  VH. 

•       MANUELA. 

Se  guarda  de  mí 

y  yo  de  ella.  Bueno  va. — 
Veamos ,  ya  que  me  dejan 
un  momento  en  libertad, 
&  ese  loco  de  Oabino 


ESCENA  VIII. 

MANUELA.    GABINO. 

Gahino,  [Á  la  puerta  del  foro.] 

Estás  sola? 
Manuela.  Yon  acá. 

Qabino,  Ay  perla  mia! 
Manuela.  '  k  qué  vienes? 

Estás  dado  á  Barrabas? 
Oaiino.  Un  abrazo  á  buena  cuenta. 

Luego  te  diré  lo  que  hay. 

Manuela.  [Deteniéndole.  ] 

Alto! 
GaHno.  A  casa  de  mi  primo 

ha  llegado  de  Almazan 

con  recado  para  tu  amo 

el  hijo  del  tío  Gaspar. 

Como  es  paisano  y  compadre, 

y  de  todo  soy  capaz 

por  verte  ¡ay  sol!....,  no  he  perdido 

tan  buena  oportunidad, 

y  endosándome  su  epístola 

el  consabido  gañan , 

me  entro  aquí,  con  el  crepúsculo, 

murciélago  conyugal. 
Manuela,L  exponerte  y  exponerme. 

Qué  loca  temeridad ! 
GaHno.  No  dirán  en  todo  caso 

que  ultrajamos  la  moral. 

No  soy  tu  esposo  legítimo? 

no  eres  mi  cara  mitod? 
Manuela.Y  si  el  amo  lo  supiera 

me  enviaría  á  escardar; 

que  a(][uí  no  sufre  ninguna 

tentación  matrimonial , 

ne  sea  que  caiga  en  ella 

su  hija,  y  poco  le  valdrá; 

que  aunque  se  guarda  de  mí, 

y  por  cierto  hace  muy  mal. 


i 


no  se  oculta  á  mi  malicia 
que  suspira  por  don  Juan. — 
Vete. 

Gadino.  Un  momento !  Lo  pido 

con  mucha  necesidad. 
¡  Maldición  al  Archiduque 
y  á  todo  bicho  alemán! 
Herejes !  [  Quintar  á  un  hombre 
casado,  sin  más  ni  más! 

Manuela.YB,  habian  echado  el  bando 
cuando  fuimos  al  altar. 

GaHno.  ¿Quién  oye  bandos ni  truenos 

cuando  está  muerto  de  afán 
por  una  moza  ojinegra 
con  diez  fanegas  de  sal? 
Crueles !  [  Quintarme  á  mí , 

que  estudié  latinidad 

sacrilegio ! . . . .  y  á  estas  horas 

sería  ya  sacristán 

si  no  me  hubieran  echado 

el  guante ¡Barbaridad 

m&  bárbara ¿T  para  qué, 

si  no  habia  de  lidiar 
lor  ellos?  Para  comerles 
le  reojo  el  prest  y  el  pan 
hasta  que  pude  largarme 
con  arcabuz  y  morral. 

i/09»t^a.Desertor!  ¡Pobre  de  ti 
si  te  llegan  á  atrapar! 

GaHno.  Harto  lo  temí  buscándote 
por  las  calles  de  Alcalá 
sin  saber  que  ya  te  hallabas 
sirviendo  en  este  lugar; 
mas  ya  no,  que  el  regimiento 
ha  marchado  al  Ampurdan. 

Mantisla.Vero  ¿á  qué  arriesgarte  ahora 

sin  tener  necesidad 

¿No  nos  veremos  después 
cuando  te  haga  la  señal? 

GaHno.  Como  soy  recien  casado...., 
qué  quieres!  Debilidad, 

miseria  humana Estoy  loco, 

y  es  cosa  muy  natural. — 
Ya  pasará  el  noviciado, 
y  entonces  en  santa  paz 

Manuela!Ñoyic\9Ao\  Eso  me  dices? 
T  cuánto  podrá  durar? 

Gabina.   En  ti  consiste.  Veremos 
lo  que  reza  el  almanak. 

Manííela.'K^Lj  toma  la  respuesta ' 
á  la  carta  de  Almazan , 

{La  toma  Gábino.] 

y  vete.  Por  hoy  te  absuelvo, 
mas  sea  sin  ejemplar; 

?orque  si  no,  mi  castigo 
a  me  entiendes. 
GaHno.                             No  hagas  tal, 
que  yo  tendré  juicio.  ¡Adiós, 
reina  mia ! 
•Manuela.                 Adiós,  galán! 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


237 


ESCENA  IX. 


MANUELA. 


Ay  Gabino  de  mi  vida! 
Ve  aquí  un  marido  ejemplar. 
Por  mí  le  cogió  de  leva 
aquella  gente  infernal. 
Por  mí  desertó  el  pobrete , 
Bolo  por  mí! — Ello  es  verdad 
que  de  valiente  no  peca, 
y  aunque  cristiano  y  leal, 
nunca  tomarla  cartas 
ni  por  Diego  ni  por  Blas, 

f morque  es  de  aquellos  que  dicen 
o  que  el  antiguo  cantar : 
«mate  moros  quien  quisiere, 
que  á  mí  no  me  han  necho  mal;» 
mas  huye  de  las  batallas 
y  á  mayor  riesgo  quizá 
se  expone;  que  el  desertor 
tiene  pena  capital , 
y  si  un  austríaco  le  pesca, 
Virgen  santa  del  Pilar! — 
¡Y  con  ser  tan  cobardon 

Íor  mí  se  pasa  de  audaz ! 
üen  dicen :  del  más  cuitado      .    , 
hace  el  amor  un  Roldan. 
Dígalo  yo,  que  atrevida 

{Miraníio  fOT  la  puerta  del  faro.] 

Pero  ^  qué  traerá  Tomás 
que  viene  tan  azorado? — 
Hay  alguna  novedad? 


ESCENA  X. 

MANUELA.    TOMÁS. 

Tomás,    Ahí  es  nada !  Los  tudescos 

que  entran  ya  por  el  lugar. 
Manuela. 8B,ntSi  Bárbara! 

[Llamando.] 

Señor ! 
Tomás.    Dicen  que  vienen  de  paz. 

[/Suenan  cajas.] 


ESCENA  XI. 

MANUELA.    TOMAS.    SERAFINA.    D.  FÉLIX. 

D.  JUAN. 

Félix.     Qué  es  esto? 

Manuela.  Los  enemigos ! 

Serqfina.  Ay  de  mí  I 

Juan,  Tal  vez  irán 


de  paso 

Félix.      [Asomándose  al  balcón.] 

No,  que  hacen  alto. 

[Cesan  las  cajas. 1 

Enciende  otra  luz,  Tomás, 
y  vuelve  pronto  con  ella. 

[  Vase  Tomás  por  la  puerta  del  foro  y 
-vuelve  con  otro  velón  encendido.] 

Manuela.( Ajj  Gabino!  ¿Si  será 

su  regimiento )  Qué  haremos? 

Félix.      Qué?  Tener  serenidad 

y  ver  venir.  La  prudencia 

os  encargo,  capitán. 

Pasaréis  por  mi  criado 

Serafina,  [Al  ialcon.] 

Ya  se  empiezan  á  alojar 
por  las  casas.  Ay,  Dios  mió! 
Félix.      Si  queda  algo  de  don  Juan 
en  su  cuarto,  al  escondite 
de  las  alhajas.  Volad. 

[Manuela  y  Tomás  entran  con  luz  en 

el  cuarto  de  la  derecha  más  inmediato 

al  proscenio.] 

m 

Juan.      I  Tanto  riesgo  por  mi  causa 

Félix,      No  habléis  de  eso,  voto  á  san , 
que  soy  quien  soy. 

[Al  balcón.] 

No  dan  muestras 
de  ninguna  hostilidad. 

Tanto  mejor para  todos. 

De  bien  á  bien  se  les  da 
lo  que  sea  de  razón; 

[Aparte  á  D.  Juan.] 

si  nó,  morir  y  matar. — 
Daos  prisa. 

[  Vuelven  Tomás  y  Manuela  con  una 
maleta,  una  casaca  y  otros  (¡fectos  mi" 
litares,  y  se  van  por  la  izquierda  del 

foro.] 

Juan.      [Retirándose  del  halcón.] 

Uno  viene  aquí. 
Bien.  Será  algún  oficial. 
Si  viene  solo 

{Al  balcón.]         En  efecto, 
labra  más  seguridad. 
La  tropa  no  será  mucha 

cuando 

Ta  entra  en  el  zaguán. 
To  me  entenderé  con  él. 
Idos  adentro. 

Ah!.... 

Marchad. 


félix. 

Juan. 
Félix. 


Juan. 
Félix. 

ÁWqfina 
Félix. 


s:{8 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


ESCENA  XII. 


Félix. 


Hargeni, 


Félix. 
Sargent, 


Félix. 

Sargent. 

Félix. 

Sargent. 

Félix. 

Sargent. 

Félix. 

Sargent. 


Félix. 
Sargent. 


Félix. 

Sargent. 

Félix. 

Sargent. 

Félix. 

Sargent. 

Félix. 
Sargent. 

Félix. 
Sargent. 


D.  FÉLIX.     EL  SARGENTO. 

Habremos  de  recibirle 
con  agrado,  porque  el  hombre 
manos  besa  muchas  veces 
que  quisiera 

{Con  espada  y  alabarda.] 

Buenas  noches, 
señor  patrón. 

Dios  os  guarde. 
¿Hay  aquí  donde  se  aloje 
con  el  regalo  debido 
un  sargento  de  mi  porte? 

[Mostrando  la  habitación  de  D.  Juan,] 

Aquel  cuarto (Es  renegado. 

Estos  suelen  ser  peores.) 
Os  advierto  que  acostumbro 
á  obsequiar  á  mis  patrones. 
Cómo? 

Aceptando  su  mesa. 
(Mala  bomba  te  destroce  I ) 

Tendré  mucho  honor 

¿Á  qué  hora 
cena  Jadraque? 

Es  conforme. 
En  mi  casa,  un  poco  tarde. 

¡Voto  á Pues  yo  tengo  un  bóquis 

de  mil  diablos;  que  seis  leguas 

á  pié  por  peñas  y  bosques 

En? — Por  hoy  cenaré  solo. 
No  quiero  que  se  trastornen 
las  horas  por  mí. 

Decid 

cuándo  queréis Daré  orden 

Al  momento. — Que  me  traten 
con  llaneza.  Unos  pichones, 

tortilla  con  magras Cosa 

ligera.  Ensalada,  postres 

De  vino  no  digo  nada , 
porque  con  poco  que  sobre 
Dasta. 

(Animal!)  ¿Cuánta  tropa 

Sobre  quinientos  peones. 
(Lo  menos  aumenta  un  cero.) 
Y  qué  mozos!  Como  robles; 
De  guarnición? 

No.  Venimos 
á  cobrar  contribuciones. 
(Otra  noticia  agradable  I ) 
Todos  somos  españoles; 
gente  cruda,  pero  honrada. 
Sí.  (Tránsfugas  y  traidores!) 
Guerra  á  todo  el  que  sostenga 
la  causa  de  los  Borbones ; 
paz  al  paisano  indefenso 
cuando  es  pacífico,  y  dócil, 
y  dadivoso. — Vos  sois 
al  parecer  un  buen  hombre. 


Félix. 
Sargent. 


Félix. 
Sargent. 

Félix. 


Presumo  que  sí. 

De  aquellos 
que  dicen:  ni  Rey,  ni  Roque, 
y  obedecen  al  que  manda, 

y  pagan,  y ora  pro  nóhis. 

¿Qué  ha  de  hacer  un  pobre  viejo. 
Pues!  ir  trampeando Conque. 


[Acompañándole  hasta  la  puerta.] 

Llamad  si  algo  se  os  ofrece. 

Sargent.  Estimando.  Yo á  lo  pobre; 

lo  preciso  y  nada  más 

(Todo  lo  que  se  me  antoje.) 

[Entra  en  la  habitación  de  D.  Juan.] 


ESCENA  Xin. 

D.  FÉLIX. 

De  buena  gana  le  hubiera 
hartado  de  bofetones. 
Qué  descarado  ladrón ! 
;  Con  qué  llaneza  dispone 
de  lo  mió!  ¡Y  aun  parece 
que  me  hace  favor  el  drope ! 
Pues  si  dura  mucho  en  casa 
hasta  los  pies  se  nos  come. 
Y  gracias  si  se  contenta 
con  comer  como  un  preboste. 


[Tomás  y  Manuela  atraviesan  por  el 
foro  de  izquierda  á  derecha.] 

Manuela! 


Manuela 
Félix. 


Manuela 
Félix. 


Manuela 
Félix. 


ESCENA  XIV. 

D.  FÉLIX.    MANUELA. 

Señor. 

Di  á  Blasa 

que  haga  de  cenar  á  ose  hombre 

Al  Sargento. 

Es  un  sargento? 
Sí,  un  pedazo  de  alcornoque 
que  sólo  piensa  en  tragar. 
Tratadle  oien ,  no  alborote 
la  casa  y  sea  preciso 
arrancarle  los  bigotes. 
.Qué!  tan  malas  pulgas  tiene? 
Hasta  ahora,  Dios  se  lo  tome 
en  cuenta,  parece  manso, 
mas  ta  cabra  tira  al  monte, 
y  á  la  primer  negativa 
nos  plantará  un  par  de  coces. 

[  Vase  Manuela  por  la  derecha  del  foro 
jfpor  el  mismo  lado  llega  Tomás.] 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


239 


ESCENA  XV. 

D.  FÉLIX.    TOMAS. 

Tornea.    Soñor,  ahí  abajo  está 

Joan  Garrido;  por  mal  mote , 
Calzorras.  Viene  á  saber 

si  el  capitán 

\  No  le  nombres , 
zoquete  I 

Ah! No  me  acordaba. 


que  yo  no  soy  galeote ! 
Me  precio  de  muy  galán, 
y  habéis  de  oír  cuatro  ñores  .... 
>&rff^»a. Dejadme (Don  Juan!....) 


Félix. 

Tomás. 
Félix. 


[Yéndose  por  la  derecha  del  foro.] 
Vov.....  Silencio. 


ESCENA  XVI. 

tomAs.  serafina. 

Toníds.                                     Como  uri  poste 
callaré. — Tiene  razón , 
que  si  el  Sargento  nos  oye 

SerOffina.Y  mi  padre? 

Tomás.  Está  allá  abajo. 

(Yo  voy  á  esconder  mi  cofre.) 


ESCENA  XVII 


SERAFINA. 


Enemigos  en  Jadraque ! 
Ah  I  tiemblo  como  el  azogue , 
no  descubran  á  don  Juan 


ESCENA    XVIIL 

SERAFINA.    EL   SARGENTO. 

Sargent.  [Sin  alai  arda.] 

Voy  á  ver  qué  inundo  corre 

(Bola I  Qué  linda  muchacha!) 

[Se  acerca  á  ella.] 

Serajtna.  {Sohresallada.] 

•     Ah! 

Sargent.  Niña,  no  se  acongoje , 

que  soy  un  pilón  de  azúcar 

aunque  llevo  este  uniforme. 

Es  voacé  fruta  de  casa?  . 
Serafina. Bi^  señor;  hija Perdone, 

señor  militar 

[  Ya  á  retirarse  y  el  Sargento  ¡a  de* 

tiene.] 

Sargent.  \  Aspacio , , 


ESCENA    XIX. 

SERAFINA.    EL  SARGENTO.    D.  JUAN. 

Juan.  (¿Qué  veo! ) 

Sargent.  Más  de  cuatro  corazones 

{)or  esa  Alcarria  de  Dios 
levan  el  mió  á  remolque, 
pero  el  de  usarcé  es  el  único 
que  me  viene  á  mí  de  molde. 

Juan.      [Acercándose.] 

?S3e  hombre  me  va  á  perder.) 
^  por  vida  de  mi  nombre, 

que  habéis  de  darme  esa  mano 
para  que  me  envidie  el  orbe. 

[Al  ir  á  tomar  la  mano  á  Serafina  se 

interpone  D.  Juan  y  le  abraza;  iSera- 

fina  va  á  salir  por  la  puerta  del  foro  ^ 

al  mismo  tiempo  entra  D.  Félix.] 


ESCENA   XX. 

SERAFINA.    D.  JUAN.    EL  SARGENTO. 

D.  FÉLIX. 

Juan.      Bien  venido,  voto  á  sanes ! 

Que  viva  el  sargento  Ponce! 
Félix.     Qué  es  esto? 
Sargent»  Aparte  el  gañan. 

Yo  no  soy  el  que  supone. 
Juan.      Paisano ! 
Sargent.  No  apriete  tanto, 

voto  á  briós!  que  echo  los  bofes. 

Serafina.[Fn  voz  baja.] 

¡Ah,  padre 

Félix.  Qué  ha  sucedido? 

Juan.      [Soltando  al  Sargento.] 

Me  equivoqué.  No  se  enoje 

vuestra  mercé 

Sargent.  Pues  cuidado 

con  que  otra  vez  se  equivoque, 

é  le  abro  en  canal. 
Félix.  Sargento ! 

Juan.      ¡Mire,  no  sea  que  tope 

con  la  horma  de  su  zapato! 

Serafina.{\)\oñ  mió! ) 

Sargent.  Nadie  me  tose 

á  mí,  ó  por  menos  de  nada 


SiO 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


desenvaino  el  chafarote. 


[Lo  va  i  hacer,  D.  Juan  coge  una 
silla,  D.  Félix  y  Serafina  se  inter- 
ponen.] 

Serafina. Ah\.,.  ¡Por  Dios,  señor  Sargento... 

Félix,     [Al  Sargento.] 

No  le  hagáis  caso.  Es  un  torpe 

[Á  D.  Juan.] 


Yete  de  aquí. 
Juan.  ¡Señor. 

S^afina. 


Vete! 


[Vase  D.  Juan.] 

Y  Yuesa  merced  repórtese , 
que  herir  á  un  pobre  criado 
no  es  digno  de  un  brazo  noble. 
Sargent.  Mi  reina,  ucé  me  desarma; 
y  no  digo  yo  el  estoque, 

vida  y  alma  rendiría 

Mas  voy  á  tomar  la  orden. 
Prontito  daré  la  vuelta; 
y  diga  usarcé  á  ese  joven 
que  no  se  encare  conmigo , 
ó  por  vida  de  san  Jorge 
que  he  de  pagarle  el  abrazo 
haciendo  de  él  un  jigote. 


ESCENA     XXL 

D.  FÉLIX.     SERAFINA.    D.  JUAN. 

Félix.     Buenos  estamos  I 
Juan.      [Á  la  puerta.]       Se  fué? 

Félix.     [Mirando  por  la  del  foro.] 

Sí;  ya  va  por  el  zaguán. 

fSír(ifina.  Áhl 

Félix.  Qué  ha  sido  eso,  don  Juan? 

Serafina.^o^  señor,  os  lo  diré. 
Á  buscaros  impaciente 
venía  yo  de  alíá  dentro , 
cuando  me  sale  al  encuentro 
ese  soldado  insolente. 
Requebrábame  el  villano 
cortando  el  paso  á  mi  huida, 
y  ya  su  mano  atrevida 
osaba  afrentar  mi  mano ; 
ve  don  Juan  mi  compromiso, 
quiere  evitar  mi  balden, 
y  abrazando  al  vil  sayón 
se  interpone  de  improviso. 

Félix.      Yo  agradezco 

Juan.  Y  entregara 

el  temerario  Sargento 


Félix. 
Juan. 


Félix. 


Juan. 
Félix. 

Serafina 
Félix. 


Juan. 
Félix. 


Juan. 
Serafina 

Félix. 


Juan. 

Serafina 

Juan. 

Serafiría 

Félix. 


Serafina 
Félix. 


entre  mis  brazos  su  aliento 
si  sólo  yo  peligrara. 

¿Qué  habéis  hecho!  Su  rencor 

Cuando  peligra  una  dama, 
á  quien  nidalgo  se  llama 
no  arredra  infame  temor. 
Sospechosa  fué  la  chanza, 
ya  habéis  oido  sus  fieros , 
y  no  es  razón  exponeros 
al  furor  de  su  venganza. 

Yo  me  sabré  contener 

Don  Juan,  ya  el  mejor  remedia 

es  poner  tierra  por  medio 

.(Cielos! ) 

Y  esto  se  ha  de  hacer. 
Ahora  está  en  casa  el  paisano 
á  quien  mi  amistad  os  fia 

Eara  que  os  sirva  de  guia 
asta  el  real  castellano. 
No  perdamos  un  momento. 
Es  hombre  alentado  y  fiel. 
Capitán ,  idos  con  él 
antes  que  vuelva  el  Sargento. 

Estoy  pronto,  pero  vos 

Sólo  hay  riesgo  para  mí 
mientras  vos  estéis  aquí. 

Marchad.  Es  forzoso 

Adiós! 

.  Qué  I  de  noche  ha  de  marchar? 
Ved  que  el  enemigo  vela 

y  si  le  ve  un  centinela 

Sí,  podrian  sospechar 

Bien.  Parte  con  él  su  lecho 
el  guia ;  el  alba  despunta ; 
con  el  arado  y  la  yunta 
se  dirigen  á  un  barbecho; 
y  fuera  ya  de  la  villa 
con  muías ,  que  valen  algo, 
valor  y  fe,  ¡echadle  un  galgo, 
enemigos  de  Castilla! 
(Cruel  momento!) 

(Y  me  deja!) 
Ya  os  sigo. — Guárdeos  el  cielo , 
Serafina. 

(Oh  desconsuelo !) 
£l  os  guarde  y  os  proteja. 
Le  hablas  con  ese  desden  ? 
Bien  puedes  sin  ser  liviana 

darle  un  abrazo de  hermana. 

.Yo...'^. 

Vaya ! 

[D.  Juan  y  Serafina  se  abrazan  y  se 
hablan  en  voz  baja.] 


Juan.  Mi  amor! 

Serafina.  Mi  bien! 

Félix.      Vamos ,  que  vale  un  tesoro 

cada  momento  perdido. 

Valor! 
Serafina.           (Yo  pierdo  el  sentido !) 
Félix.      (Valor  le  digo y  yo  lloro !) 


•N 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


211 


ESCENA  XXII. 


SERAFINA. 

[Dejándose  caer  en  una  silla,] 

¡Y  parte,  y  yo  en  mi  pecho 
ahogaba  los*^8ollozos ! 
Ay  amarga  partida ! 
Ahora  que  nadie  os  ve,  llorad,  mi»  ojos  ! 

Nítido  espejo  fuisteis 
do  extático  de  gozo 
sin  tregua  se  miraba , 
el  dueño  á  quien  adoro. 

Él  08  llamaba  soles 
del  cielo  de  mi  rostro. 
Hoy  08  anubla  impío 
el  llanto  en  que  me  ahogo. 

¡Y  no  osaron  mis  brazos 
con  vínculo  amoroso 

tenerle....,  aprisionarle 

Ayl  no  me  lo  perdono. 

¿Quién  vuestro  dulce  fuego, 
quién  ya  verá  en  vosotros 
del  corazón  amante 
el  latir  afanoso? 

Ay  I  una  voz  secreta 
en  son  doliente  v  ronco 
me  dice :  sueño  na  sido 
tu  preciado  tesoro. 

Hoy  ausente,  mañana 

quizá  yerto  despojo 

Ay  I  aunque  amor  os  ciegue , 

llorad Ya  no  le  veis!....  Llorad,  mis  ojos! 


ESCENA  XXIII. 

SERAHNA.     D.  FÉLIX. 

Félix.      Serafina. 

[8er(^/lna  se  levanta  enjugándose  los 

ojos.] 

Serafina,  ( Ah  I )  Qué  mandáis? 

Mlix.      Qué  es  eso?  Estabas  llorando? 

Serí^flna.Yo 

Félix,  No  lo  ocultes.  Son  lágrimas 

de  amistad ;  yo  las  aplaudo. 
Hombre  y  todo,  yo  también 

al  despedirme  allá  abajo 

Él  lo  merece,  eso  sí. 

Como  á  huésped,  como  á  hermano 

no  me  ofende  que  le  estimes,* 

Sero  si  fuese  tu  llanto 
e  amor Eh  I  yo  no  lo  creo. 

Los  tiempos  son  muy  aciagos 
para  pensar  en  .casorios, 
y  me  darlas  un  trago 
mortal  si  en  eso  prensaras  ,* 
que  sólo  de  imaginarlo 

II. 


me  da  pena.  Tá  eres  sola 
el  apoyo  y  el  encanto 
de  mi  vejez,  y  venir 
á  arrancarte  de  mis  brazos 
un  boquirubio,  tal  vez 

mal  yerno  y  peor  cristiano 

¡Y  los  cuidados  domésticos, 

los  sinsabores,  los  partos 

Ya  lo  he  dicho.  Hasta  que  cumplas 
lo  menos  veinticinco  años 
no  me  pienses  en  marido; 
que  no  daré  el  exsequdtur 
aunque  su  mano  te  ofrezca 
el  duque  del  Infantado. 

Serafina,{Ay  tfistel)  Señor,  soy  hija 
obediente,  y  mi  conato 
será  siempre 

Félix,  Basta,  basta. 

Ya  sé  que  eres  un  dechado 
de  sumisión  y  modestia. — 
Volviendo  á  nuestro  bizarro 
capitán ,  ya  no  hay  peligro 
de  que  haya  un  lance  pesado 
con  el  soez  sargenton^ 
y  mañana  muy  temprano 

16 


su 


NO  GANAMOS  PABA  SUSTOS. 


emprenderá  su  camino 

Ahí  ya  me  había  olvidado 

[Llamando.] 

Manuela!  Aunque  nada  temo, 
bueno  Ber&j  por  si  acaso 


ESCENA  XXIV. 

SERAFINA.    D.  FÉLIX.    MANUELA. 

Féliaí.     Yo  quiero  que  Serafina 

duerma  en  lo  más  retirado 

de  la  casa,  y  es  preciso 

que  las  dos  cambiéis  de  cuarto. 

Maníiela,(lAiTen  qij^  aprensión  ahora!) 

Félix.      [Á  Manuela.] 

El  suyo  está  muy  cercano, 

y  aunque  estoy  yo  de  por  medio, 

y  no  me  asustan  soldados, 

y  hay  buen  cerrojo  en  la  puerta, 

no  es  decente,  sin  embargo, 

que  pueda  oír  Serafina 

los  resoplidos  de  un  zafío. 

Ser({fina.8e  hará  como  vos  mandáis. 

Félix.      Andad  á  mudar  volandp 
las  camas 

Manuela.                      Pero,  señor, 
ppr  un  escrúpulo  vano, 
trastornar  ahora 

Félix.  i  Calle , 

y  hágase  lo  que  yo  mando  I 

Manvela.[Yéndose  por  la  izquierda  del  foro  con 

Serafifia.] 

( ¡  Mal  haya  el  viejo  y  mal  haya 
su  mutación  de  teatro!) 


ESCENA  XXV. 

D.  FÉLIX. 

Por  dicha,  breve  será 
la  mansión  de  esos  bellacos 
en  Jadraque.  Corren  voces 
de  que  se  están  preparando 
á  emprender  la  retirada, 

Íf  ya  su  príncipe  austríaco 
a  vuelta  de  Barcelona 
tomó  con  dos  mil  caballos. 
¡Quiera  el  cielo 


ESCENA  XXVI. 

D.  FÉLIX.    EL  SARGENTO. 

Sargenl.  [  Viene  un  poco  alegre.] 

Hola,  patrón! 
Félix.     (No  se  hace  esperar  el  bárbaro.) 


Sargent. 


Félix. 


Sargent. 

Félix. 
Sargent. 


Félix. 

Sargent. 

Félix. 

Sargent. 


Félix. 
Sargent. 

Félix. 
¡Sargent. 

Félix.. 
Sargent. 


Félix. 
Sargent. 

Félix. 
Sargent. 


Félix. 


Cómo  tan  pronto? 

Estoy  hecho 
á  recogerme  temprano, 
que  soy  hombre  ae  conducta. 
Tomé  la  orden  y  un  trago, 
y  acá  estamos  todos. 

Bien; 
lo  celebro.  Queréis  algo? 
(Lo  del  trago  es  evidente.) 

¡Unas  agujetas  traigo 

Dónde  está  la  patroncíUa? 
Allá  dentro. 

Estoy  picado 
con  ella,  que  es  mucha  injuria 
poner  hocico  de  i  palmo 
á  un  hombre  de  mi  calibre. 
(No  digo  que  está  borracho?)- 
No  lo  extrañéis.  Es  muy  tímida, 

y  la  vista  de  un  soldado 

Hable  usarcó  con  más  modo. 
Soy  sargento. 

Ya,  ya  estamos 

Militar  quise  decir. 

Y  no  soy  yo  tan  zamarro, 

que  no  sepa  camelar 

á  la  hija  de  un  hidalgo, 

ni  tan  atroz  que  me  quiera 

apoderar  por  asalto 

de  bellezas  que  á  la  larga 

sabe  rendir  este  garbo. 

Mirad  que  habláis  con  su  padre. 

(Dios  me  tenga  de  su  mano.) 

Su  padre,  pues!  Ya  lo  sé. 

I  Si  por  eso  mismo  os  hablo 

con  la  franqueza  de  amigo  I 

(Vive  Dios  I....)  Yo 

Es  necesario 
que  la  criéis  más  humana 
ó  la  metáis  en  un  claustro. 
Yo  sabré 

Lo  que  es  á  mí, 
ni  su  ceño  ni  su  halago 
me  importan  un  caracol. 
Así  nos  parta  aquí  un  rayo.... 
Á  mí,  no. 

Como  es  verdad 
lo  que  digo. 

Y  yo  lo  aplaudo. 

Damas  de  tanta prosodia 

nunca  fueron  mi  bocado 
favorito,  que  me  muero 

Í)or  una  moza  de  cántaro, 
arga  trenza,  medía  azul, 
y  á  medía  pierna  el  refajo; 
de  esas  que  levantan  piedras 
cuando  bailan  el  fandango, 
y  no  se  andan  con  melindres, 
y  saben  dar  sin  empacho 
al  que  peta  un  consuelillo 
y  al  que  no  peta  un  sopapo. — 
Pero  vamos  al  decir. 

Decia 

Estoy  enterado. 


s 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


813 


Sargtnt,  Am¿n.  Vengan  esos  cinco 

Félix,      (Hum !....)  Sí. 

\Lt  da  la  mano,] 

Sargent.  [Apretándosela  y  dándole  una  palma- 
da en  el  hombro.] 

Hasta  laégo,  paisano.  * 
[Fntra  en  su  habitación.] 


ESCENA  XXVII. 

D.  FÉLIX. 

Señor  I  ¿qn¿  pecado  añejo 
estoy  ahora  purgando? 
Pnes  ¿no  me  la  echa  de  amigo 
y  camarada  esét:...  sátiro! 


ESCENA  XXVIII. 

D.    FÉLIX.    SERAFINA. 

Serafina.  Ya  se  han  mudado  las  camas. 

Sin  dada  es  el  alojado 

el  que  entró.. i.. 
Filix.  Sí.  ¡  Mal  trabuco 

le  haga  salir  hecho  tacos  1 
Serafina.VoT  J)ios,  no  os  oiga! 
Félix.  i  Qué  importa , 

si  al  cabo,  tarde  <5  temprano, 

será  preciso  arrojarle 

por  un  balcón? 
Serafina .  Ah !  más  bajo 

Qué  ha  dicho?  Viene  furioso? 
Félix.     No  tal;  todo  lo  contrario. 

Trae  un  vino  muy  pacífico, 

muy  donoso el  condenado; 

pero  su  sorna,  y  su  risa, 

y  el  amistoso  agasajo 

que  me  muestra  me  enfurecen 

más  que  si  echara  Tenablos 

for  la  boca. 
Yénébse.]     Abre  la  puerta. 

Félix,     [Deteniéndola.] 

Quieta.  Quédate  á  mí  lado. 
Peor  es  irte. 


ESCENA  XXIX. 

SERAFINA.    D.  FÉLIX.    EL  SARGENTO. 

Sargent.  Señor  huésped 

[Mirando  á  Serafina.] 
(  Suyol  Clavada  I ) 

[Á  D.  Félix.] 

Aquí  08  traigo, 


Serafina. 

Félix. 

Sargent. 


Félix. 
Serafina. 

Sargent. 


Eara  que  veáis  que  soy 
ombre  á  toda  ley  honrado, 
una  joya  que,  sin  duda 
por  descuido  involuntario, 
debajo  de  una  almohada 
se  trasconejó  en  mi  cuarto. 
(Ahí) 

(¿Quesera ) 

Yo  al  principio 
me  figuré  que  era  un  santo, 

y  ya  iba  á  rezarle  un  credo 

cuando  vi  que  era  un  retrato. 
Un  retrato! 

(Ah!....  Soy  pérdida!) 

[Dándole  el  retrato.] 

Tomad.  Es  vivo  traslado 
de  esa  linda  desdeñosa. 


Félix.      [Mirando  el  retrato.] 


Sargent. 


(Cielos!  ¿Qué  veo!) 

Al  respaldo 

hay  una  especie  de  cifra, 

y  entre  una  flecha  y  un  lazo 

dos  corazones  ardiendo, 

que  da  compasión  mirarlos. 

Ya  veis  que  la  señorita 

no  es  para  todos  de  mármol. 
Félix.     (Hija  indigna!....)  No  hay  misterio 

en  eso.  Era  de  su  hermano 

el  que  estudia  en  Salamanca 

Sargent.  Sea  de  Poncio  Pilato. 

Qué  me  importa  á  mí?  Maldita 

de  Dios  la  cosa.  Otro  ganso 

se  apropiaría  el  favor 

y  diria:  Hola!  Esto  es  algo; 

mas  yo  no  me  mamo  el  dedo, 

que  soy  zorro  veterano, 

y  veo  que  ni  el  dibujo 

ni  esos  bellos  garabatos 

.  se  han  formado  para  mí ; 

que ,  como  dice  el  adagio, 

la  dulce  miel  no  se  hizo 

para  la  boca  del  asno. 

Y  en  fin ,  hablemos  en  plata. 

Qué  hago  yo  con  un  retrato? 

Si  fuera  el  original , . . . . 

pues!  Yo  no  soy  ermitaño.       « 


ESCENA  XXX. 

D..  FÉLIX.    SERAFINA.'   EL  SARGENTO. 

TOMÁS. 

Tomás.    [Al  Sargento .  ] 

La  cena  está  preparada. 
Sargent.  Eso  sí,  cuerpo  de  Baco!, 
que  el  mió  parece  ya 
cañón  de  órgano.  Muchacho, 


244 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


guíame  tú  á  la  pitanza. 
Tomás.    Seguidme. 
Sargent.  Habrá  vino  largo? 

Tomás.    Cnanto  queráis. 
Sargent.  Queme  place! 

Si  uc¿8  gustan  de  mi  rancho 

Füix.     Muchas  gracias. 

Sargent  Con  franqueza. 

Füix.     Id  con  Dios. 

Sargmt.  Vamos  andando. 

[Vase  cen  Tomás  por  la  derecha  del 

foro.] 


ESCENA  XXXI. 

D.  FÉLIX.     SERAFINA. 

Félix,      Oh  I  no  sé  cómo  he  podido 

reprimir  mi  justa  saña. 

¿Así^  traidora,  se  engaña   • 

á  un  padre 

Sere^fina.  Perdón  os  pido. 

Félix.     Perdón?  Jamás. 

Serq/lna.  ¿Quién  es  dueño 

de  querer  ó  no  querer? 

Él  me  adora.  Soy  mujer 

Deponed,  señor,  el  ceño 

Félix.     Sella  la  boca  importuna, 

hija  ingrata.  Oh  cielol  ¿Es  esta 

la  sumisa,  la  modesta? 

Quién  se  fia  de  ninguna? 
Seri^na.Yo  me  propuse  cerrar 

el  pecho  á  su  imagen  fiel , 

pero  va  reinaba  en  él 

cuando  quise  recordar. 

Mal  de  mi  grado,  testigo 

es  Dios,  falté  á  mi  promesa; 

mas  cuando  entra  de  sorpresa 

¿quién  resiste  al  enemigo? 

No  es  mia  la  culpa,  no. 

Para  no  amar  á  don  Juan 

debió  ser  menos  galán , 

ó  menos  sensible  yo. 
Félix.      Le  doy  un  hogar,  un  lecho...., 

la  vida!,  y  huésped  ingrato 

Quién  ha  hecho  este  retrato? 
Serci/lna.'EntTe  él  y  el  amor  lo  han  hecho. 
Félix.      Ay  perfidia !  ay  deshonor ! 

jSíraflna.TiOt  yo  os  juro  por  mi  vida 

Félix,      i  Mientras  curaoa  su  herida 

él  me  hacía  otra  mayor  I 
fíerc^na.liohle  y  cristiana  piedad 

en  mí  su  herida  despierta , 

y  el  amor  abre  la  puerta 

por  mano  de  la  amistad. 

Pero  amor  todo  del  alma, 

sólo  con  amar  contento, 

sin  liviano  pensamiento 


que  altere  su  dulce  calma. 
Ñí  podréis  dudarlo,  no, 
si  advertis,  aunque  severo, 
que  es  don  Juan  muy  caballero 
y  soy  vuestra  sangre  yo. 

Félix.     No  es  hidalgo,  ni  lo  piensa , 
quien  insidia  tu  virtud , 
y  con  tal  ingratitud 
tanta  amistad  recompensa. 
Aun  puedo  el  luciente  acero 
blandir.  Con  él ,  vive  Dios , 
le  haré  ver  cuál  de  los  dos 
ha  sido  más  caballero. 

Ser<^fina.  Padre  mió! ... . 

Félix.  Mas  mi  saña, 

hoy  que  es  su  peligro  inmenso, 
puede  entregarle  indefenso 
á  los  verdu^s  de  España. 
No;  mi  palabra  empeñé^ 
de  ampararle  en  este  trance , 
y  no  hay  ofensa  que  alcance 
á  la  altura  de  mi  fe. 
Vaya  en  paz ;  su  bien  deseo; 
pero  renuncie  á  tu  amor, 
y  en  el  campo  del  honor 
Dusque  más  digno  trofeo. 

Sera^na.Qnéf  señorl  ¿será  delito 

Félix.     No  me  le  nombres  jamás , 

si  no  quieres Cuanto  más 

le  defiendes,  más  me  irrito. 

Serq/lna.Yo  moriré  de  pesar. 

Félix.      Y  yo  primero!  (Me  voy 
antes  que  vea  que  estoy 
reventando  por  llorar.) 

[Fntra  en  su  cuarto,] 


ESCENA  XXXn. 

r 

SERAFINA. 

Ay  triste  de  mí !  Se  aleja 
mi  idolatrado  don  Juan 
y  no  sabe  el  crudo  aían 
á  que  entregada  me  deja. 
¿Quién  sabe  si  entre  los  dos 
será  ya  eterna  la  ausencia? 
¿Y  se  irá,  cruel  sentencia! 
sin  darle  el  último  adiós? 
Ni  á  su  tierna  amante  fiel 
sabrá  cómo  ha  de  escribir; 
ni  si  me  llego  á  morir,.... 
sabrá  que  muero  por  él! 
Qué  haré?  ¿Me  he  de  aventurar 

á  otro  mayor  compromiso 

Sí,  estoy  resuelta.  Es  preciso 

Esta  noche  le  he  de  hablar. 

[Se  dirige  d  la  izquierda  del/oro.] 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


2i5 


ACTO  SEGUNDO. 


Una  sala  con  alcoba  en  el  foro,  y  una  puerta  en  la  misma  linea ,  a  la  izquierda  del  actor: 
en  cada  costado  un  balcón :  inmediato  al  de  la  derecha  un  brasero ,  ya  apagado ,  de  la  misma 
forma  que  el  del  a^to primero ;  junto  a  el,  «^^  mesilla,  sobre  la  cual  arde  una  vela:  cor- 
tinas de  indiana  á  la  entrada  de  la  alcoba. 


ESCENA  I. 


SERAFINA.    MANUELA. 

[Serafina  aparece  sentada:  Manuela  de  pié.] 

tSeraflnaAOií  qué  importuna  mujer!) 
Vete.  Ya  el  sueño  me  rinde. 

Manuela,  kjxnq^xQ  está  tan  retirado 
este  cuarto,  y  el  caribe 
del  Sargento,  después  que  hubo 
devorado  como  buitre 
cena  que  bastara  á  nueye 
con  Tino  para  otros  quince, 
cuatro  horas  hace ,  lo  menos , 
que  duerme  como  un  pontífice , 
y  no  le  despertarían 
¿tambores  y  clarines , 
tendréis  miedo  aquí  lán  sola.... 

íSerafina.^o,  Márchate 

Manuela.  .  Permitidme 
que  me  quede  á  acompañaros. 
Yo  velaré  como  lince 

Serafina,  Es  inútil.  Cerraré 

bien  la  puerta.  No  es  posible 
que  se  mueva  de  su  cuarto 
el  Sargento  sin  oirle 
mi  padre.  No  temo  nada. 

Manuela.Con  todo  eso \ 

Serafina,  No  porfíes. 

Yete ,  que  has  de  madrugar. 

Manuela  .{Encendiendo  una  cerilla,] 

Pues  mandáis  que  me  retire , 
adiós Queréis  que  os  desnude? 

¡:¡erafina,i^Q  lograré  verme  libre.) 
Pienso  acostarme  vestida. 

ManuélaMxchA  que  el  frió  98  terrible. 

Serafina,  [Zevanidndoee.] 

Me  arroparé.  Vete  ya 

con  Dios. 
Manuela.  Quedad  con  la  Virgen. — 

Pero  en  verdad  que  me  duele 

dejaros.  Estáis  tan  triste 

Serafina,  Oh !  No  lo  creas. 

Manuela ,  ( La  ausencia 

de  su  capitán  la  aflige.) 


Si  08  ocurre  algo,  llamad. 
Serafina.^v&T^,...  No  tienes  que  advertirme.... 

Manuela,[Téndose,] 

Hasta  mañana.  (Ay,  Gabino!) 
Serafina.  [  Viéndola  salir.] 

•    Gracias  á  Dios  que  te  fuiste ! 


ESCENA  II. 

SERAFINA. 

Cuánto  me  cansaba  ya  1 
¡  Si  parece  que  conspira 
contra  mí!  Jesús!  Mentira 
me  parece  que  se  va. 

[Mirando  por  la  cerradura  de  la 

puerta.] 

Viéndola  estoy  desde  aquí 
dirigirse  á  mi  aposento. — 
Ya  ha  entrado.  Bien. — Ya  la  siento 

cerrarse  por  dentro Sí. — 

Si  ahora  padre  se  desvela 

No,  que  está  del  otro  lado 
su  cuarto. — Pero  acertado 
será  apagar  esa  vela. 

[Se  dirige  adonde  estd  la  lúe.] 

Qué  voy  á  hacer?  Si  me  quedo 
á  oscuras,  el  riesgo  crece. 

Será  fácil  que  tropiece 

Ah!  temblando  estoy  de  miedo. 

[  Vuelve  á  la  puerta  y  aplica  el  oido,] 

Nada  siento.  Estoy  segura. — 

Pero  pueden  despertar 

No,  no  le  quiero  llamar. 
Es  liviandad ,  es  locura. 

Me  pesa  de  haberle  escrito 

Pero  es  pura  mi. intención 
y  clamaba  el  corazón.. t.. 
Fué  forzoso  oir  su  nito. — 
Tomás ,  que  llevó  el  papel , 
callará.  Además,  ignora 


2i6 


NO  GANAMOS  PARA  SDSTOS. 


qae  á  este  sitio  y  á  esta  hora 
citaba  á  don  Jaan  en  él. — 
Y  acaso  isola  soy  yo 
quien  peligra?  Si  don  Jnan 

es  sorprendido Ay  afán! 

Nodeoo  llamarle,  no. 
Poco  es  qae  el  hado  destruya 
mi  ventura  apetecida; 
nada  me  importa  mi  vida; 
mas  [comprometer  la  suya! .... 
Si  ya  en  la  calle  me  aguarda, 
su  riesgo  en  ella  es  mayor. 
Ay  I  antes  no  vi  el  error, 
y  ahora  todo  me  acobarda. 
Abriré Si  abajo  está 

[Aire  con  tiento  el  balcón  de  la  dere* 
chai  y  ^i^^  por  él.] 


Qué  espantosa  lobreguez ! 
Nada  distingo. — Otra  vez. 


[  Vuelve  i  escuchar  desde  la  puerta, ] 
Nada.— Voy Qué  espero  ya? 

{Da  un  paso  hacia  el  ialcon  y  se  pdra.] 

Cerrar  primero  la  puerta 
por  dentro  será  mejor. 

[Va  d  echar  el  cerrojo  y  se  detiene.] 

No,  que  es  cerrarla  á  mi  honor ! 
Prefiero  que  quede  abierta. — 
Oh  cielo!  si  sufre  tanto 
quien  con  el  alma  inocente 
se  arriesga  así,  el  delincuente 
¿cómo  no  muere  de  espanto? 

[Encaminándose  otra  vez  ai  ialcon  de 
la  derecha.] 

Ánimo!  Al  balcón!.... 

[  Vtiehe  d  detenerse,] 

Son  dos, 
y  á  distintas  calles  dan , 
y  no  previne  á  don  Juan 

cuál  de  ellos Válgame  Dios!.... 

Qué  haré?  Fatal  compromiso! 
necio  descuido!  ¿Por  cuál 
le  hago  ahora  la  señal? 
Abrir  el  otro  es  preciso. 

[Abre  el  balcón  de  la  izquierda.] 

Ahora  entre  este  y  el  de  enfrente 
me  coloco 

[Se  sitúa  en  medio  del  teatro.] 

Bien  estoy. 
DoiJ  tres  palmadas 

[  Va  d  darlas  y  se  detiene.'] 

Las  doy? 


Pese  al  miedo  impertinente! 
No  confio  eñ  él  y  en  mí? 
no  es  forzoso  lo  que  intento? 
Le  hablaré  sólo  un  momento. 


[Da  las  tres  palmadas.^ 

No  hay  remedio.  Ta  las  di. — 
AyDios!  ¡Con  cuánto  trabajo 

subirá Mi  corazón 

tiembla No;  cada  balcón 

tiene  una  reja  debajo. — 

Quisiera  ayudarle  yo 

Nada  siento. 

[Mirando  por  el  balcón  de  la  derecha.] 

Por  aquí 
tal  vez 


[Oyendo  ruido  en  él  otro  balcón  se 

vuelve  de  repente,  y  tropezando  con  la 

vela  la  deja  caer  y  se  apaga.] 


Ah !  no.  Por  allí, 
Ay,  Dios  mió!  Se  apagó! 


ESCENA  in. 

SERAFINA.     GABINO. 

Gabino.  [Entrando  por  el  balcón  de  la  izmiet" 

da  y  hablando  d  media  vozT] 

Prenda  mia,  estás  á  oscuras? 

Ser(ifina.[Á  media  voz.] 

Mi  bien 

Gabino.  ¿Por  dónde No  veo.... 

[  Va  tentando  hasta  dar  con  Ser({fina.] 

Ah!  ya  te  cogí.  Un  abrazo 

Ser  o  Jiña. [Desviándose  y  alzando  la  voz.] 

Apartad,  mal  caballero 

Gabino.  Oiga !  ¿Disfrazas  la  voz 

y  con  tono  palaciego 
•   me  la  echas  de  desdeñosa? 

No  es  mala  humorada ! 
Serafina.  (Cielos! 

Esa  voz ) 

Gabino.  Chanzas  aparte , 

morena,  que  vengo  yeH» 

de  frió 

Serafina.  Apartad.  Huyamos 

[Gabino  logra  asirla  de  un  brazo.] 

Daré  voces 

Gabino.  No  te  suelto. 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


U7 


ESCENA  IV. 

SERAFINA.    GABINO.    D,  JUAN. 

Juan.      {Entrando  por  el  otro  balcón.] 

La  Toz  de  un  hombre!  Oh  traición! 
Gabina,  Cómo!  Otro  galán  tenemos? 
Ser  afina. \Ao^  y  villano,  insolente 

Gabina,  [Soltándola,] 

(Huy  I  No  es  ella. — Ta  no  encuentro 

el  balcón ) 

Juan.  Mujer  traidora, 

me  citabas  para  esto? 

Serafina.[A  Gabino.] 

Ay,  don  Juan!  Soy  inocente 

Gabina,  No  soy  don  Juan  ni  don  Pedro, 
sino  un  marido  lechuza  - 

Íue  halla  ocupado  su  puesto, 
[orirá  tu  infame  cómplice 
ámis  manos 

■ 

[Gabino  se  quita  el  sombrero  y  lo  ade- 

tanta  i  su  cuerpo  como  para  guardar" 

se  con  él  de  algún  golpe] 

¡Serafina,  Oh !  más  quedo 

Por  Dios  I  No  puedo ,  don  Juan , 

explicar  este  suceso, 

mas  vuestro  amor,  que  es  mi  vida, 

me  falte  si  yo  os  ofendo. 
Juan.      Calla,  fementida.  Deja 

que  mate  á  ese  hombre  primero 

[Llega  d  coger  el  sombrero  de  Gabina, 
huyendo  éste  lo  suelta  ^  D.  Juan  la 
arrojay  tai  parar  debajo  de  la  mesa.] 

Gabino,  (Zape! ) 

Juan.  ¿Dónde  estás,  villano.... 

Serc^fina.khy  Dios  mió!.. 

Gabino. 


ESCENA  V. 


SERAFINA.    D.  JUAN.    MANUELA.    GABINO. 


Juan. 
Gabina. 


(Aquí  perezco !) 

[Logrando  asir  i  Gabina.] 

Ah!  ya  eres  mió! 

Piedad ! 
Si  hay  aquí  algún  gatuperio , 
no  es  el  que  vos  presumis ;  ' 
ó  más  bien ,  á  lo  que  entiendo  , 
los  gatuperios  son  dos. 
No  codicio  el  bien  ajeno , 
sino  el  mió.  Echaré  yescas, 
y  veréis 

[Suena  el  picaporte  y  entra  Manuela 

can  luz.] 


Serafina.  La  puerta  abrieron. 

Perdida  soy ! 


Manuela, 


Señorita!. 


Serafina.  [Poniéndose  al  lado  de  D.  Juan.] 

De  vos  me  amparo. 
Manuela.  ¿  Qué  veo ! 

Gabino! 
Gabino,  Esposa  del  alma ! 

Juan,      Su  esposa! 
Serafina.  Oh !  ya  lo  comprendo 

todo. 
Manuela.         Es  mi  marido,  sí. 

Juan.      ¿Cómo 

Manuela.  Perdonad,  os  ruegp, 

mi  flaqueza. 
Serafina.  Ah!  ¿no  es  mayor 

la  mia?  ¡  Y  ya  estoy  sufriendo 

el  merecido  castigo  I 
Manuelajíor  el  cambio  de  aposentos 

Juan.      [Á  Serafina,] 

Sí,  en  tu  carta  me  decias 

Gabino.  Yo  nada  sabía  de  eso 

Manuela.Si  me  hubierais  confiado, 

señora,  vuestro  secreto, 

yo,  que  ya  lo  barruntaba 

y  tanto  motivo  tengo 

para  callarlo 

Serafina.  •  Ay !  en  todo 

yerra  un  infeliz. 
Gabino.  Si  al  menos 

me  hubieras  tú  prevenido 

Manuela.^xxyt  ocasión  para  hacerlo  ? 

Pero  tú  ¿cómo  has  osado 

subir  aquí? 
Gabina.  Soy  yo  lerdo? 

Al  oir  las  tres  palmadas 

me  apoyo  en  la  reja  y  trepo 

i/iz»f¿e/¿K.Diablura ! ' 

Serafina.  Con  esa  seña 

quedé  en  llamar  á  mi  dueño. 
Manuela.  1  era  la  nuestra  también ! 
Serafina.  Y  como  los  dos  la  oyeron , 

cada  cual  desde  su  calle , 

porque  la  di  puesta  en  medio 

de  la  sala 

Juan,  Ambos  subimos 

Gabino.  Y  si  no  llegas  tan  presto 

ya  tu  Gabino  estaría 

en  la  lista  de  los  muertos. 

Serafina. lY  mi  padre!  ¿Habrá  sentido 

Mamiela.No  debe  de  este.r  despierto. 

Como  su  sueño  es  profundo 

y  este  cuarto  está  tan  léios 

del  suyo Perded  cuidado. 

No  se  estaria  tan  quieto 

si  la  más  leve  sospecha 

Yo  misma,  aue  estaba  menos 

distante,  nada  sentí, 


St8 


NO  GANAMOS 


os  lo  afirmo  9  hasta  el  momento 
de  atravesar  el  pasillo 

éS$r(\fina.'PneB  ¿cxxÁl  ha  sido  el  objeto 
de  yenir  t6  aquí 

Manuela.  Ay ,  señora ! 

Estaba  muerta  de  miedo. 

Skrc^fina.'Mieio  I  De  qué? 

Manuela.  Cuando  entré 

con  más  angustia  que  sueño 
en  vuestra  ucoba  y  vestida   ' 
me  iba  á  tender  en  el  lecho , 
parecióme  oir  pisadas 
en  el  cuarto  del  Sargento ; 
poco  después  le  oigo  abrir 
el  balcón 

/Serafina,  Ay  santo  cielo! 

[A  D.  Juan,] 

Te  habrá  visto 

Manuela.  Yo  temblaba, 

y  mi  primer  pensamiento 
fu¿  que  intentaba  robamos , 
y  que,  obrando  de  concierto 
con  algunos  camaradas , 
les  daba  entrada  el  perverso 
por  el  balcón.  Presurosa 
salgo  de  aquel  aposento 
y  á  llamar  á  vuestro  padre 
iba^a,  cuando  sintiendo 
hacia  esta  parte  rumor, 
acudo  azorada,  y  veo 
lo  que  menos  presumía. 

Jvan.      [Á  Serafina.] 

Vano  ha  sido  tu  recelo  ; 
ya  lo  ves.  Toda  la  casa 
está  en  profundo  silencio. 

[Manuela  coge  la  tela  que  estaba  en 
el  suelo  y  la  pone  sadré  la  mesa.] 

Gabina.  Ó  tú  has  soñado  despierta, 

6 ,  borracho  como  un  cuero 

el  sayón,  quiso  salir 

con  estrellas  á  paseo. 
Manuela.'&l  cenó  bárbaramente 

y  tal  se  puso  aquel  cuerpo 

de  vinazo'..... 
Serafina.  No  perdamos 

en  vanos  juicios  el  tiempo. 

Idos ,  don  Juan ;  no  tardéis. 

0 

[A  Odbino.] 

Vos  también. — Todo  lo  temo. 

[Á  D.  Juan.] 

Ya  os  he  escrito  que  mí  padre 
nuestro  amor  ha  descubierto , 

si  os  sorprendiera  aquí 

le  pensarlo  me  estremezco  I 

[Saca  un  papel  y  se  le  da.] 

Tomad.  En  este  papel 

veréis ,  don  Juan ,  por  qué  medio 


s. 


PARA  SUSTOS. 

podéis  escribirme.  Adiós!.... 
Mannela.^ienUi  pasos 

[Hablan  todos  en  taz  baja.] 

Serafina.  Ah !  corriendo , 

el  cerrojo 

■ 

Manuela.[Tenio  hicia  la  puerta.] 

\  No  ganamos 
para  sustos ! 
Gabina.  Mi  sombrero 

[Buscándolo  sin  dar  con  ¿I,  trapista 
*     con  D.  Juan  y  le  embaraza  el  paso.] 

Jnan.      Apartad 

[Llaman  á  la  puerta.] 
Manuela.  Oís  llamar? 

Félix.      [Dentro.] 

Serafina ! 
Manuela.  Ya  no  debo 

echar  el  cerrojo. 
Serafina.  Huid ! 

Manu€la.[Oyendo  levantar  el  picaporte.] 
Que  abre ! 

Serafina.[Apagando  rápidamente  la  cerilla  de 

Manuela.] 

Esa  luz ! — Escondeos. 

[Bntra  D.  Juan  en  la  alcoba  y  Gabi- 
no  se  refugia  en  el  balean  de  la  iz^ 

quierda.] 


ESCENA  VI. 

SERAFINA.    D.  FÉLIX.    MANUELA. 

• 

Félix.      iGómo! No  tenías  luz? 

Mannela.ooñor  f  la  ha  apagado  el  viento 

cuando  iba  á  aoriros  la  puerta. 
Félix.      ¿Qué  oigo !  ¡  Aquí  Manuela... 
Manuela.  El  miedo . . . 

Félix.      Trae  la  que  yo  me  he  dejado 

en  el  pasillo. 
Manuela.  Corriendo. 

[Anda  como  atontada  y  sin  direcciuu .] 

(Ay,  (Jabino!) 
Félix.  ¿Dónde  estás, 

Serafina? 

Serafina.  Aquí 

Manuela.  Me  pierdo 

Ah  I  ya  he  dado  con  la  puerta. 

[Sale  y  vuelve  luego  con  otra  luz.] 

Félix.      Te  has  levantado  del  lecho? 
Serafina.  Y ^^i\ÍK  me  recosté 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


319 


un  instante^  y  cuando  el  sueño 
me  rendía,  entra  Manuela 
asustada,  sin  aliento 

Afanuela.Oí  pasos  en  el  cuarto 
del  alojado 

Filiw.  En  efecto 

Manuela.Oüe  abrir  el  balcón; 

no  presumí  nada  bueno , 

y  me  vine Aun  no  he  podido 

echar  el  sasto  del  cuerpo. 
(Y  qué  verdad  I) 

Félix.  Yo  no  sé 

qué  habrá  ocurrido  á  ese  perro 
tan  á  deshoras.  Salia 
de  su  cuarto  echando  ternes 
cuando  yo  me  desperté; 

voy  entonces  á  su  encuentro 

Qué  se  ofrece ,  le  pregunto  ? — 
Abridme  la  puerta  luego, 
me  responde. — Adonde  vais? 
replico. — A  tomar  el  fresco. 
Qué  os  importa? — Volvereis? — 
Sí,  señor. — Cuándo? — Veremos. — 
Disimulando  mi  enojo , 

Jorque  era  preciso  hacerlo, 
ajo  con  él  al  zaguán , 
le  abro  la  puerta^  y  observo 
que  va  á  la  reja  de. enfrente 

y  llama á  algún  compañero 

sin  duda;  cierro  y  me  sudo; 
hacia  este  lado  me  vengo 

Sor  si  habías  despertado: 
istingo  luz,  llamo  y  entro. 
Esto  es  todo  lo  que  pasa. — 
Mas  no  temáis.  Duerme  el  pueblo 
en  paz ,  y  no  hay  apariencias 
de  que  turben  su  sosiego 
esos  hombres.  Yo  presumo 
que  habrá  salido  el  Sargento 
para  hacer  algún  servicio; 
ó  más  bien ,  que  hecho  un  pellejo 
va  donde  los  pies  le  llevan 
sin  consultar  al  cerebro^ 
como  barco  sin  timón 
que  boga  á  merced  del  viento. 

Serí^/lna.Bien  decís.  Vuestras  razones 

calman  mi  inquietud...  (Yó  tiemblolj 

Félia.      Creo  que  hasta  ser  de  dia 
no  volverá.  Recogeos 
y  descuidadas  dormid, 

Íue  en  todo  caso  yo  velo 
lO  haré^  pues  vos  lo  mandáis. 


y  para  pedir  por  ellos 
favor  á  la  vecindad 
si  mi  temor  era  cierto. 
Félix,     Corradlos  ya  con  mil  santos , 
que  si  hay  ahora  algún  riesgo, 
es  sólo  contra  el  pulmón. 

[Á  Manuela.] 

Cierra  aquel  mientras  yo  cierro 
estotro. 

[Cierra  Manuela  el  balcón  de  la  dere- 
cha^ y  acercándose  D.  Félix  al  de  la 
izquierda,  halla  escondido  en  él  A 

Gadino.]    . 

¿Qué  veo!  Un  hombre! 

iSle'r(ifina.{Ahl) 

Manuela .  ( No  bajé ! ) 


Serafina 

Füix.      Pues  adiós 

Serafi^na. 

Félix. 


(Se  val) 


Qué  es  eso? 


Con  tanto  frío,  ¿tenéis 
los  dos  balcones  abiertos? 

Serafina,  [Turbada.] 

Es  verdad.  Yo 

Manuela.  Los  abrimos 

para  observar  con  (^ué  intento 
abrió  el  suyo  el  alojado. 


ESCENA  Vil. 

D.  FÉLIX.    SERAFINA.     MANUELA.    GABINO. 

Félix,     [Asiéndole.]  ¡Vil 

Gabino.  [Saliendo  del  balcón  y  arrodillándose,  | 

Teneos ! 
Soy  un  infeliz....,*  un  nadie; 
y  me  arrodillo;  y  me  entrego 
a  discreción. 

Félix.  Serafina! 

Manuela! 

Las  dos.  Señor!.... 

Füix.  Qué  es  esto? 

Serafina.'^^  ^i 

Manuda.  No  conozco  á  ese  hombre. 

Serafina.X^  tampoco 

Félix.  Ya  lo  infiero. 

No  habías  tú  de  tener 
tan  villanos  pensamientos. — 
¿Qué  hacías  tú  e.n  el  balcón, 
mal  nacido? — Alza  del  suelo. 

Gabim.  [Levantándose.] 

Yo,  señor,  os  lo  diré. 
Dejadme  tomar  aliento. 
Vuésarced  habrá  extrañado...., 
eso  se  cae  de  su  peso, 
verme ,  sin  ser  alcarraza , 
estar  tomando  el  sereno; 
pero  hay  lances  apurados 

en  que  uno Vamos  al  hecho. — 

Ante  todas  cosas,  juro 
que  no  sé  dónde  me  encuentro, 
ni  conozco  á  esas  señoras, 
ni  he  traslimitado  el  hueco 
del  balcón. 
Félix,  Menos  palabras. 


S50 


NO  GANAMOS  PARA  SDSTOS. 


Oabino^  Es  que  no  es  justo,  ni  quiero 
que  pague  nadie  por  mí. — 
rúes,  señor,  yamos  al  hecho. — 
Sepa  usarced  que  yo  soy 
en  Jadraque  forastero; 
sepa  también  que  me  asusto 
de  mi  sombra.  Esto  supuesto, 
no  es  maravilla 

FéUx.  Acabad. 

Gabina,  (iCdmo  forjaria  un  cuento ) 

]líanuela.{DioB  pong^  tiento  en  su  lengua.) 

Félix.     No  habláis? 

Gabina.  Sí.  Vamos  al  hecho. — 

El  hecho  es  que  yo  yolvia 
de  cenar  un  poco  lejos 
de  la  casa  donde  paro; — 
es  decir,  donde  me  hospedo; 
que  no  conozco  las  calles; 
que  es  de  noche...;  este  es  un  hecho; — 
que  por  ese  laberinto 
de  callejones  horrendos 
perdíme,  y  se  perdería 
el  que  no  fuera  Teseo. 

Filix.     Teseo  no  tiene  aquí 
nada  que  ver. 

Gabina.                        Es  un  hecho; 
.  pero  quise  con  un  símil 

Félix.     fVoto  á  mi  padre Acabemos. 

Gabina.  Pues ,  señor,  yo  andaba  á  tientas; 
aquí  caigo,  aquí  tropiezo, 
y  al  revolver  esa  calle 
acierto  á  ver,  si  es  acierto 
ver  lo  que  no  se  quisiera, 
¿  una  patrulla.  Detengo 
el  cansado  pié.  Preguntan  : 
«quién  vive?» — Yo  estaba  muerto. 
Qué  habia  de  responder? — 
Gallo  el  pico;  retrocedo; 
me  siguen....,  ó  no  me  siguen, 
pero  yo  lo  doy  por  hecho; 
gritan....,  ó  yo  lo  imagino: 
«  preparen !  apunten  I  fuego!; » 
tiento  una  reja;  la  escalo; 
desde  la  reja  me  cuelo 
á  un  balcón....,  á  ese  balcón 
que  no  me  dirá  que  miento; 
oigo  voces ;  me  acurruco; 
me  atrapáis Este  es  el  hecho. 

Félix.      El  hecho  es  que  eres  un  pillo, 
un  ladrón  y  un  embustero; 
que  ahora  mismo  te  hago  atar 
codo  con  codo  y  te  llevo 

á  la  guardia 

Manuela.  ( Santo  Dios ! ) 

/SfTíyfíttf.  ¡Señor.... 

Gabina.  ¡Piedad.... 

Félix.  No  hay  remedio. 

[Á  Manuela,] 

Llama  á  Tomás. 
Manuela.  Perdonadle. 

No  tiene  traza  ni  gesto 


Félix. 
Gabina. 

Félix. 


de  ladrón 

Nadie  replique. 
No  transijo  con  rateros. 
Ratero?  Eso  no!  Diré 
la  verdad ,  aunque  me  pierdo. 
Soy  desertor. 

Desertor! 
Aun  es  delito  más  feo 
que  el  de  ladrón.  Y  en  campaña! 
Ahora  sí  que  no  te  absuelvo. 
¡  Desertar  de  sus  banderas* 

cuando  el  aleve  tudesco 

Gabina.  Qué  decis?  No  son  las  filas 
de  Felipe  á  las  que  vuelvo 
la  espalda,  ni  tal  hiciera 
quien  siente  hervir  en  el  pecho 
sangre  castellana,  humilde, 
pero  leed.  Me  cocieron 
de  leva  los  enemigos; 
al  prestarles  juramento 
hice  restricción  mental....; 
son  herejes  y  no  peco; 
llevé  por  Dios  que  me  diesen 
el  equipaje  completo, 
y  á  las  primeras  de  cambio 
tomé  las  de  Villadiego. 
Aun  me  hará  reir  el  picaro. — 
Falta  saber  si  eso  es  cierto. 
Lo  puedo  justificar. 
En  Jadraque  mismo  tengo 
personas. 


Félix. 
Gabina. 


.... 


Félix.     [Mirándole  can  aUncian.] 

Ahora  reparo.... 
Sí  tal.  Tú  eres  el  arriero 

de  Almazan 

Manuela.  (Malo!) 


Gabina. 


Félix. 


Gabina. 


Félix. 


(Cogióme.) 
Y  vos  sois....,  raro  portento! 

don  Félix 

¿Cómo  afirmaste 
que  no  sabías ,  cuatrero, 
dónde  estabas? 

¿Pues  no  dije 

que  habia  perdido  el  .tiento 

Pero  en  fin,  probado  está 
que  no  he  pensado  ni  pienso 
quebrantar,  señor  don  Félix , 
el  séptimo,  mandamiento; 
pues  si  fuera  yo  inclinado  ' 
á  ese  ramo  de  comercio, 

Í  quién  me  impedia  embolsar 
os  consabidos  quinientos? 
Dices  bien. — Mas  todavía 
tengo  sospechas 

[Derramanda  la  vista  par  la  habita^ 
dan  repara  en  el  sambrera  de  Gabina 

y  la  cage.\ 

¿Qué  veo! 
Si  en  el  balcón  te  quedaste , 
cómo  hallo  aquí  tu  sombrero? 


NO  OANAMOS 

J/ai»«^a.(Ab!) 

Serafina.  ( Fatalidad ! ) 

Gaizno.  (Señor 

Félix.     Niega  que  es  tuyol 

Gabino.  No  niego; 

pero 

Füix.  Esto  prueba  qne  entraste 

en  el  cuarto. 

Gabina.  El  argumento 

no  es  exacto;  perdonad. 
Si  eso  prueba  algo  en  efecto, 
no  prueba  que  he  entrado  vo, 
sino  que  ha  entrad/)  el  somorero. 

Félix.     ¿  Cómo,  traidor 

Gwbino.  Es  el  caso 

Íue  hacía  un  aire  muy  recio 
¡h !  calle;  basta;  que  ya 
se  apura  mi  sufrimiento. 
T  vosotras  ¿qué  decís 
ahora?  ¿Qué  infame  enredo 
es  este? 

ííeri^fina.  Señor,  yo  os  juro 

'Félix.     Aclarad  este  misterio, 
ó  mi  cólera 

Sercfflna.  [En  voz  baja  y  con  tono  suplicante.] 

Manuela  I 
Manuela.kh,  señor!  Ta  no  lo  puedo 

ocultar,  ni  fuera  justo 

que  otra  pagase  mis  yerros. 

Ese  infeliz  es  mi  esposo. 
Félix.      Tu  esposo! 
Gabina.  Ni  más  ni  menos. 

Félix.      I  Vi  ve  Dios 

Manuela.  No  os  irritéis. 

De  rodillas  os  lo  ruego. 

[Se  arrodilla.] 

Gabina.  Sí,  señor!  Es  mi  pariental 

[Se  arrodilla  también.] 

Félix.     Villanos! ....  Quitad  de  en  medio 

.  Manuela.'íío  sabia  el  pobrecito 

que  yo  cambié  de  aposento 

y Qué  queréis!....  El  amor 

conyugal 

Félix.  Calla,  ó  te  estrello. 

¡Matrimonios  clandestinos 

en  mi  casa!.... 

[Manuela  se  levanta  atemorizada.] 

Galino.  Yo  protesto 

que  mis  fines 

Jfíílix.  Temerario! 

Te  voy  á  romper  los  huesos. 

Gabina.  [Se  levanta  y  se  dirige  temblando  hi^ 

da  la  alcoba.] 

Misericordia!.... 
Félix.  Una  tranca 


PARA  SUSTOS.  251 

La  badila  del  brasero. 

[La  coge  y  persigue  con  ella  d  Gabina.] 

z,.'  is«»«" 

Félix.  (Infame.... 

Gabina.  [Á  la  puerta  de  la  alcoba.] 

¡Amparadme, 
señor! 
Serafina.  Ah ! 

Manuela.  Buena  la  has  hecho ! 


ESCENA  VIH. 

D.  FÉLIX.     SERAFINA.     MANUELA.     GABINO. 

D.  JUAN, 

Füix.     ¿Qué  escucho! 

Serafina .  Sin  alma  estoy  I 

¡Ah,  padre 

Félix.  Otra  infamia!  ¿Dónde 

tu  vil  cómplice  se  esconde? 

[Al  entrar  D.  Félix  en  la  alcoba  sale 
D.  Juan.] 

Juan.      Tened ,  don  Félix.  Yo  soy. 

Füix.     Vos!  Don  Juan!  ¿Qué  hacéis  aquí, 
verdugo  vil  de  mi  honor? 

Juan.      Deponed  vuestro  furor 
y  no  me  ultrajéis  así. 

Félix.     Traidor,  quién  ultraja  i  quién? 

Juan.      Aunque  reo  en  la  apariencia, 

juro  á  Dios  y  á  mi  conciencia 

Félix.     Callad.  Perjuro  también! 

Juan.      Perdonad 

Füix.  No,  vive  Dios! 

¿Así  honráis  vuestros  blasones 

escalando  los  balcones 

de  quien  es  mejor  que  vos? 

Juan.      Don  Félix,  sabéis  que  adoro 
i  vuestra  hija 

Füix.  Mentís. 

Si  la  amarais  cual  decis, 
respetarais  su  decoro. 

Juan.      Pruebo  que  la  adoro,  y  mucho, 
pues  de  alta  sangre  desciendo, 
y  me  insultáis....,  y  estáis  viendo 
con  qué  paciencia  os  escucho. 
Yo  respeto  vuestras  canas; 
mas,  perdonad  que  os  lo  advierta, 
quien  cierra  al  amor  la  puerta 
abre  al  error  las  ventanas. 
Erré,  señor;  no- lo  niego, 
mas  ¿cuándo  el  amor  no  ha  errado? 
¿Y  qué  hará  desesperado, 
si  aun  siendo  dichoso  es  ciego? 
Mas  nunca  mi  desvarío 
á  vuestro  honor  se  atreviera; 
creedlo.  ¿Y  cómo  pudiera 
si  ya  lo  tengo  por  mió? 


/ 


852 


Y  por  fíu,  aauqae  os  ofenda 
mi  sinceridad  y  señor , 
mirad  qne  yerros  de  amor 
sólo  el  amor  los  enmienda. 

Félix,     Entre  nobles  qne  se  alaban 
de  serlo  y  honra  desean  , 
manchas  que  la  honra  afean 
sólo  con  sangre  se  layan. 

iSer(i^na.\h\í^  padre 

Félix.  Galla  y  traidora! 

Gaiino.  (El  viejo  le  desafía  I ) 

Félix.     [Dando  un  paso  hada  la  puerta,] 

Mi  espada 

Juan,  Tomad  la  mia. 

[La  desenvaina.] 

Manuela.(Jesxxnl  Un  combate  ahora  I ) 
Juan.      Mi  sangre  os  doy  en  ofrenda 

si  eso  os  deja  satisfecho. 

Tomadla:  herid  este  pecho. 

No  esperéis  qne  me  defienda. 

[Arroja  la  espada  i  los  pies  de  don 

Félix.] 

Félix.  Vos  me  haréis  perder  el  tino. 
Serc^na.tihl  su  humildad  os  desarme. 
Félix.     ^Queréis  también  deshonrarme 

con  la  nota  de  asesino? 
Juan,      T  en  sanguinaria  palestra 

¿he  de  ser  yo  parricida? 

Yo  os  debo,  señor,  la  vida , 

5  he  de  atentar  á  la  vuestra! 
h!  no  os  mostréis  tan  humano, 

que  el  peligro  es  para  vos. 

Viejo  soy,  mas  |  vive  Dios 

Aun  no  me  tiembla  la  mano. 
fferafina.Y  ¡qué!  ¿otro  medio  no  alcanza 

un  padre 

Félix,  Aun  osas  hablari 

TúI.... 
Serafina.  ¿Sólo  habéis  de  escuchar 

el  grito  de  la  venganza? 
Félix.     Venganza,  sí!  y  la  primera 

tú  has  de  sentir 

[Toma  la  espada  y  D.  Juan  se  pone 
delante  de  Serafina,] 

Juan.  Eso  no. 

Ved  que  la  defiendo  yo. 

Félix.      [Cubriéndose  el  rostro  con  las  rmnos 

y  dejando  caer  la  espada,] 

(Ohl) 

Serqfina.[Á  D,  Juan,\ 

Dejadle  que  me  hiera! 

Félix.     [Enternecido.] 

( Es  mi  orgullo,  es  mi  tesoro. . . . , 
y  yo  matarla  queria! 
Ah ,  loco  estoy  I ) 
Jtf.aH .  ( Suerte  impía ! ) 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 

Sercfin4i.lé\ot9ÁAj  señor! 


Félix.     [Enoíado,]         Eh ! . . . .  no  lloro. . . . ; 
ó  si  lloro,  es  de  despecho 

e>r  no  poderme  vengar, 
o  es  más  dulce  el  perdonar? 

Gabino.  [Á  Manuela  en  voz  baja,] 

Bien  dice.  Á  lo  hecho,  pecho. 
Félix,     No  hay  perdón  á  tal  afrenta. 
Juan.      Dadme  su  mano. 
Félix.  No  os  quiero 

por  yerno.  Lo  oís?  Primero 

me  entienien  que  lo  consienta. 

Juan,      Mirad 

Félix.  No  miro. 

Serafina,  Señor, 

advertid 

Félix.  No  advierto  nada. 

Serafina.k  vuestros  pies  humillada 

Félix.     Alza ,  aparto ,  5  mi  furor 

Juan,      Pero  ¿cuál  es  vuestro  intento 

si  os  negáis..... 
F£Ux.  Veréislo  ahora. 

[A  Manuela,] 
Tú  á  la  calle  en  mala  hora, 

[Á  Serafina.] 
y  tú,  liviana,  á  un  convento. 

[A  D.  Juan,  dándole  la  espada,] 

Cobrad  vuestra  espada  vos, 
y  advertid  cuando  la  tomo 

que  os  la  vuelvo  por  el  pomo 

porque  así  lo  quiere  Dios. — 
Ahora,  partid.  *    . 

Serafina.  ( Estoy  muerta ! ) 

Juan,      Pues  vos,  señor,  lo  mandáis,    • 
Dios  os  guarde. 

[Se  dirige  d  la  puerta  y  le  detiene  don 

Félix.] 

Félix.  Adonde  vais? 

No  habéis  de  iros  por  la  puerta. 

Juan,      iQué,  señor 

Félix.  Por  el  balcón. 

Juan,      ¡Yo 

Félix.  Por  el  balcón ,  os  digo. 

No  ha  de  salir  como  amigo 

el  que  entró  como  ladrón. 
Sercfina.Phire  mió!.... 

Félix.      [A  Gabino.]    Vos 

Gabino.  Entiendo. 

Yo  por  el  otro.  Es  ínuy  justo. 
Fiflix.     Que  esperáis  ? 

Gabino,  [Mirando  por  el  balcón  déla  izquierda.] 

Con  mucho  gusto 

Ay,  santo  Dios!  ¿Qué  estoy  viendo! 

[Se  retira  del  balcón.] 


i 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


2»S 


Gente  armada ! 

Félix.     [Mirando  por  el  mismo  btUcon.] 

¿Cómo 

[ReHrdndose  y  entornando  el  balcón.] 

Sí. 

3íanuela.[Mirando por  el  otro  balcón,  y  lo  en- 
torna tamUen.] 

Y  en  la  otra  calle  también ! 
Oabino.  Queréis  que  muerte  me  den  ? 
To  no  me  muevo  de  aquí. 

Juan.      [Moviéndose  hacia  el  balcón  de  la  de- 
recha.] 

Yo  sí,  7  tan  alta  merced 

agradezco  á  Dios 

Ser<0lna.\l>eteniéndole.]  Don  Juan ! 

Jíian.      Pues  de  una  vez  cesarán 

mis  desventuras. 

Félia:.     [Asiéndole fuertemente  del  brazo .  ] 

Tened ! 
Si  yo  ahora  al  enemigo 
por  ruin  venganza  os  entrego, 
qué  diría  el  mundo  luego? 
Soy  quien  soy,  y  estáis  conmigo. 
Tan  infame  bastardía 
no  es  digna  de  un  caballero, 

señor  don  Juan,  y  primero 

Primero  os  perdonaría  I 
Quedaos  aquí  y  abre  Dios. 
Si  la  veo  perseguida, 
yo  salvare  vuestra  vida...., 
•    ó  moriremos  los  dos. 

Jnan.      Pues  mi  amistad  no  queréis 
ni  mi  humildad  os  rindió, 
no  está  bien  que  acepte  yo 
el  favor  que  me  ofrecéis. 

Félix.     Si  no  de  amistad  el  lazo, 
el  de  la  patria  nos  liga, 
y  á  la  venganza  enemiga 
no  os  ha  de  arrojar  mi  brazo. 

Jvan,      Cesó  vuestra  obligación. 

No  soy  vuestro  huésped  ya, 

ni  ese  título  se  da 

al  que  entra  por  un  balcón. 

Félix.      Nadie,  don  Juan,  atrepella 
á  quien  en  mi  casa  mora. 
Basta.  No  recuerdo  ahora 
cómo  habéis  entrado  en  ella. 

Juan.      ¿T  otra  vez,  huésped  ingrato, 
os  he  de  exponer Oh!  no. 

Félix.      [  Volviendo  i  detenerle.] 

■    Teneos,  ó  salto  yo 

tras  de  vos y  me  delato. 

Juan.      Cedo  á  mi  pesar. 

[Se  oyen  golpes  como  de  llamar  i  una 

puerta.] 

Serafina.  Oís? 


Llamando  á  la  puerta  están. 
Manuela.Áy ,  mi  Gabino ! 
Serafina.  Ay,  don  Juan  ! 

Gabino.  Nuestra  vida  está  en  un  tris. 
Félix.      Valor  v  serenidad. 

No  os  ha  de  faltar  asilo. 

Os  recomiendo  el  sigilo 

Estoy  sin  armas 

Jimn .      [Ddndole  una  pistola.] 

Tomad. 

Tomás,    [Dentro.] 

Señor! 
Félix.  Es  Tomás  ? 

Tomás.    [Dentro.]  Soy  vo ! 

Félix.      Entra. 


ESCENA   IX. 

D.    FÉLIX.    SERAFINA.    MANUELA.    D.    JUAN. 

GABINO.    TOMÁS. 

Tomás.   [Entrando.] 

Están  llamando 

Félix.  Quién? 

Tomás.    Soldados  sin  duda 

Félix,  Bien. 

Tomás.    Abro? 

Félix,  Después :  ahora  no. — 

Los  dos  al  cuarto  secreto. 

[Á  Manuela. — Serafina  enciende  la 
vela  y  la  toma.] 

Y  cierra  tú  bien  la  trampa. 

Serí^fina.Yeniá 

Jfían .  Don  Félix ! 

[  Vuelven  á  llamar  con  más  fuerza,] 

Gabino.  Ya  escampa. 

Félix.      [Empujándolos.] , 

Volad! 
Serafina.  Qué  angustia  I 

Gabino.  Qué  aprieto  I 


Tomás. 


Félix. 


ESCENA    X. 

D.    FÉLIX.    TOMÁS. 

Romperán  la  puerta Ay!  ¡Ave 

María!  Si  de  rondón 

subieran 

Sal  al  balcón. 


254 


Tomás, 


Di  qne  no  encuentras  la  llave. — 

[Tomás  aire  el  balcón  de  la  izquierda 
y  entra  por  él  la  luz  del  aÜa.\ 

Vamos ,  responde. 
[Asomándose  al  balcón,'] 

Allá  voy! — 
allá  voy  I — Me  estoy  vistiendo* — 
Bnsco  la  llave. 

[Siguen  los  golpes,] 

Qué  estruendo  I 

[Se  aparta  del  balcón.  D,  Fflix  mira 
adentro  desde  la  puerta,] 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 

(Temblando  de  miedo  estoy.) 

Félix.      [Dándole  la  otra  luz,] 


Ahora  bien  puedes  abrir , 

que  ya  vuelve  Serafina 

Tomás,    Señor! 

Félix,      [Empujándole  hacia  afuera,] 

No  temas,  gallina. 
Yo  los  voy  á  recibir.  • 

[Sale  detras  del  criado.] 


ACTO  TERCERO.    ' 


La  decoración  del  acto  primero. 


ESCENA  I. 

D.  FÉLIX.  SERAFINA.  EL  SARGENTO.  DOS 

SOLDADOS. 

Sargent.  [Con  espada  y  alabarda.] 

Patrón ,  no  vale  negar. 
Vos  tenéis  un  hombre  oculto , 
y  si  no  doy  con  el  bulto , 
mal  lo  vamos  á  pasar. 

Félix.     Ya  he  dicho  que  nd,  Sargento^ 
y  aunque  me  matéis  aquí 
no  me  sacareis  un  sí; 
que  yo  nunca  me  desmiento. 
Pues  yo  tengo  comisión 

de  buscarle 

Es  excusado. 
La  casa  habéis  registrado 
hasta  el  último  rincón. 

Sargent.  Yo  sé  lo  que  en  guerras  pasa. 
Pájaro  hay  tan  escondido 
que  sólo  se  encuentra  el  nido 
pegando  fuego  á  la  casa. 

Félix.      Mas  de  un  soldado  valiente , 
como  vos  I  nunca  creeré 
que  hagáis  un  auto  de  fe 
con  esta  casa  inocente. 

Sargent.  Podéis  creer  eso  y  todo ; 

que,  como  ocasión  me  den, 

lo  que  no  de  bien  á  bien , 

lo  hago  yo....  de  cualquier  modo. — 

Mas  no  será  necesario 

hacer  una  aquí  que  suene , 

pues,  por  la  cuenta  que  os  tiene , 

no  seréis  vos  temerario. 


Sargent. 
Félix, 


Félix, 


El  negar  es  nuevo  exceso 
cuando  os  aseguro  yo 
que  ya  estáis  Convicto.. 


No. 


Ni  convicto  ni  confeso. 
Sargent.  Puede  ser  que  hava  quien  abra 
de  noche  á  un  galán ,  y  vos 
estéis  gozando  de  Dios 
sin  saber  de  ello  palabra;      • 
que  más  de  una  travesura 
inventa  la  mocedad 
cuando  el  amor 

[Á  Serafina.] 

¿No  es  verdad  y 
dulce  y  esquiva  hermosura? 
¿Sabéis  vos,  cara  de  flores, 
dónde  está 

Serafina.  Yo  no  sé  nada. 

Sargent.  Eh  I  no  os  pongáis  colorada. 
Todos  somos  pecadores. 

Félix,      i  k  qué  preguntar  á  ella. .... 

Sargent.  Yo  sé  bien  á  quién  pregunto , 
patrón.  Vamos  al  asunto, 
*  y  perdone  ucé ,  la  bella. 
Que  un  hombre  esta  noche  entró 
por  el  balcón ,  es  constante, 
y  que  ese  hombre  es  vuestro  amante 
con  razón  lo  infiero  yo. — 
No  vale  hacer  la  deshecha, 

Sie  en  prueba  de  lo  que  digo 
retrato  es  buen  testigo 
con  la  cifra  y  con  la  flecha. 
ítem.  Como  no  ha  faltado 
quien  leal  me  participe 
que  un  capitán  de  Felipe 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


SS5 


Serafina 


Sargent. 
Félix. 


Sargent. 


Félix. 

Sargent. 
Félix. 

Sargent. 


Félix. 
Sargent. 


Félix. 


Sargent. 


estuvo  aquí  refugiado , 

saco  yo  por  consecuencia 

que  el  dichoso  capitán 

es  el  oculto  galán 

que  busca  mi  diligencia; 

■y  así  no  admite  reproche 

mi  juicio  si  conceptúo 

que ,  huyendo  el  sol  como  buho , 

08  viene  á  ver  cada  noche. 

Ahora  bien ,  si  convencida 

le  entregáis ,  yo  seré  humano : 

^i  negáis  y  le  echo  mano 

corre  peligro  su  vida. 

.Pues  á  tal  conflicto  llego, 

sabed  que  hembras  de  mi  raza 

no  ceden  á  la  amenaza 

cuando  no  las  vence  el  ruego. 

Ó  cierto  es  el  hecho ,  ó  no. 

Si  en  vuestro  juicio  hay  engaño, 

por  dar  apoyo  á  un  extraño 

no  es  justo  que  mienta  yo. 

Si  un  hombre  se  oculta  aquí, 

sea  amante  6  no  lo  sea, 

venderle  es  acción  muy  fea, 

y  no  la  espereirde  mí. 

Bien  haya  tu  boca ,  amén  I 

Valiente  estáis,  ángel  mió, 

mas  ya  cederá  ese  brío. 

Veremos  quién  vence  á  quién. 

Nadie  entró  por  el  balcón ; 

á  nadie  encontrado  habéis; 

ninguna  prueba  tenéis 

para  tal  acusación. 

Si  no  obráis  de  mala  fe, 

¿por  qué....,  os  voy  á  confundir, 

tardasteis  tanto  en  abrir 

cuando  á  la  puerta  llamé? 

Rayaba  apenas  el  alba ; 

todos  en  casa  dormian ; 

las  llaves  no  parecían 

Esa  disculpa  no  os  salva. 

Luz  habia,  y  los  balcones 

Mas,  vuesarcé  lo  confíese, 

¿no  era  justo  que  temiese 

que  me  asaltasen  ladrones? 

Digo  que  un  hombre  se  encierra 

aquí,  pues  entrar  aquí 

con  estos  ojos  le  vi 

que  se  ha  de  comer  la  tierra. 

¿Cómo 

A  tomar  el  sereno 
salí  á  mí  balcón  y  á  echar 
el  alma,  porque  á  cenar 

Suiza  me  disteis  veneno, 
o  lo  creáis,  por  Santiago. 
Decid  que  el  vino  era  fuerte 
y  bebistds  de  tal  suerte , 
que  hizo  con  vos  un  estrago. 
Será  así.  Siempre  he  tenido 
afición  á  esas  borrascas. 
Pero  ¡qué  angustia!  qué  bascas  I.... 
Creí  dar  un  estallido. 
Fresco  ya  como  una  rana 


me  volvía  á  mi  tablado, 

que  el  airecillo  colado 

me  sirvió  de  ipecacuana , 

cuando  veo  un  figintasmon 

que  de  una  casa  vecina 

á  la  vuestra  se  encamina 

y  asalta  luego  el  balcón. 

En  un  santiamén  me  visto, 

callando  lo  que  resuelvo,* 

os  llamo,  abrís,  salgo,  vjielvo...., 

y  alabado  sea  Cristo. 

Félix.       I  en  el  tiempo  que  pasó, 

sí  es  verdad ,  que  yo  lo  dudo, 
que  subió  un  hombre,  ¿no  pudo 
bajar  por  donde  subió? 

Sargent.  No,  que  mientras  yo  corría 
á  dar  parte  y  traer  gente, 
al  camarada  de  enfrente' 
dejé  puesto  de  vigía. 
£l,  viendo  que  á  poco  rato 
un  hombre  al  balcón  asoma, 
sin  decir  punto  ni  coma 
amartilla  el  pié  de  gato; 
pero  es  homl^e  de  cachaza, 
ve  que  el  otro  se  detiene, 
y  dice  entre  sí:  conviene 
que  no  espantemos  la  caza. 
Vuelve  adentro  el  fugitivo, 
llego  entonces  y  el  asedio 
formalizo.  No  ba¿  remedio: 
le  atraparé  muerto  ó  vivo. 
(Ay,  Dios ! )  * 

Ahora  ¿qué  docis? 
Nada. 

Qué  terco  es  el  viejo! 
Pues  bien ,  por  vuestro  pellejo 
no  doy  seis  maravedís. 
Dejémonos  de  dibcgos, 

porque  yo Mas  los  criados 

no  se  creerán  obligados 
á  ser  como  vos  cartujos. — 
Que  vengan  á  este  aposento. 

Es  inútil (Otro  apuro!) 

(Qué  haré?  Á  mí  padre  aventuro 
si  á  mi  don  Juan  no  presento.) 
Qué  hacéis?  Idlos  á  llamar. 
Voy  al  instante. 

[Yéndose.] 

(Es  peor 
que  no  le  vea.  Ay  dolor!.... 
Mas  todos  sabrán  callar.) 

[Vasepor  la  izquierda  del/af*o.] 


ESCENA  11. 

D.  FÉLIX.    EL  SARGENTO.    LOS  SOLDADOS. 

Félix.     (Qué  hará?) 
Sargent.  [Aparte  á  los  soldados.] 

No  va  muy  resuelta. 


Serafina. 
Sargent. 
Félix. 
Sargent. 


Félix. 
Serafina. 

Sargent. 
Serafina. 


256 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


VHix. 


Ya  yereis  como  esa  gente 
declara. 

ÍLo  más  prudente 
lasta  su  vuelta.) 


Sargent.  [Á  D.  Félix.] 

Aun  tenéis  en  vuestra  mano 
el  librar  vuestra  cabeza 
si  no  08  picáis  de  nobleza, 
patrón,  y  cantáis  de  plano. 
Por  las  ánimas  benditas, 
ved  que  la  cosa  es  notoria, 
que  aquí  no  hay  escapatoria, 
y  yo  no  me  ando  en  cniquitas. 

Félix.      Dadme  -si  queréis  la  muerte , 
ya  que  en  esta  disensión 
ceden  justicia  y  razón 
al  derecho  del  más  fuerte : 
mas  dejad  de  porfiar, 
porque  yo  nunca  podré 
revelar  lo  que  no  sé 
ni  lo  que  debo  callar. 

Sfirgent,  Más  reo  os  hacéis  así, 

y  va  que  tentáis  á  Dios , 

echaos  la  culpa  á  vos 

y  no  me  la  echéis  á  mí. — 

Pero  mucho  se  detienen 

los  criados.  A  qué  aguardan? 

Iré  yo  á  ver  por  qué  tardan 

en  presentarse.....  Ya  vienen. 


ESCENA  IIL 

n.  FÉLIX.     EL  SARGENTO.     SERAFINA.     DON 
JUAN.    MANUELA.    TOMAS.    BLASA.    LOS 

SOLDADOS. 


Sargent.  Adentro,  y  avance  uno, 
Cualquiera. 


\ISe  adelanta  Blasa.] 


Blasa. 
Sargent. 
Blasa. 
Sargent. 


Blasa. 
Sargent. 

Blasa. 


Tu  nombre? 

Blasa 
Cuál  es  aquí  tu  incumbencia? 

Guisar,  hacer  la  colada 

Bien  está.  Vas  á  decirme 
la  verdad  lisitay  llana, 

6  por  vida 

Preguntad. 
¿Dónde  está  y  cómo  se  llama 
el  que  anoche  se  coló 
por  un  balcón  á  esta  casa? 
Yo  no  sé  de  quién  me  habláis, 
ni  he  visto  ni  oido  nada. 
Mi  cuarto  está  retirado 
de  balcones  y  ventanas, 
y  en  fin ,  fuera  del  fogón , 
nunca  sé  yo  lo  que  pasa. 


Sargent.  Cuidado  con  lo  que  dices. 
Blasa.     Digo  la  verdad  y  basta. 

Sargent.  [Á  Manuela.] 

Tú,  ¿qué  eres  aquí? 

Manuela.  Doncella. 

Sargent.  Dios  te  provea,  muchacha. 

Manuela.A.méu. 

Sargeiit.  Tendrás  en  la  uña 

los  secreticos  del  ama. 

Mannela.Yo  no  soy  su  confesor. 

Sargent.  Me  pareces  linda  maula. 
Que  sabes  de  sus  amores? 

MantffIa.YOf  señor,  ni  palotada, 

que  no  acostumbro  á  meterme 
en  camisa  de  once  varas. 
Preguntadme  por  los  mios...., 
y  puede  que  os  satisfaga. 

Sargent.  ¡Oigan  la  chusca Mejor 

que  la  doctrina  cristiana 
sabes  tú  quién  es  el  mozo 
que  busco,  cara  de  pascua. 

Manuela.^o  sé  tal. 

Sargent.  Y  que  entró  anoche 

á  manera  de  fantasma..'... 

Manuela  MenixTK ! 

Sargent.  Po  r  un  balcón .... 

Manuela. C9, ! 

Sargent.         Embozado 

Manuela.  Patarata! 

Sargent.  Te  estás  burlando  de  mí? 

Ma7inelaMe  hace  usarcé  mucha  gracia. 

Sargent.  De  veras?  Mira  que  puedo 

llevarte  al  cuerpo  de  guardia... 

Mannela.Sois  demasiado  galán 

para  prender  á  una  dama , 
y  no  es  gloria  de  valientes 
un  prisionero  con  faldas. 

Sargent.  Niñal....  (Conoce  mi  flaco. 
Lo  mejor  será  dejarla ; 
que  si  me  echa  otro  piropo...., 
se  acabó:  soy  hombre  al  agua.") 

[Á  2).  Juan.] 


Juan. 

Sargent, 

Juav. 


Sargent. 
Juan. 


I 


Sargent. 


Y  tú — Calle!  Aquí  tenemos 

al  del  abrazo  de  marras. 
Cómo  te  llamas? 

Alonso. 
Qué  haces  aquí? 

Lo  que  mandan 
los  amos ;  y  nada  sé 
de  lo  que  ucé  preguntaba; 

conque á  otro  con  la  música; 

que  yo  no  diré  palabra. 

Voto  á  briósl....  ¿Así  respondes, 

zanguango? 

No  se  me  alcanza 
otra  cosa.  Cada  uno 
es  como  es  y  habla  como  habla. 
No  es  verdsid? 

Ó  tú  eres  tonto, 
ó  tuno  de  mucha  marca. 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


2S7 


Jíian, 

Sargmt. 
Tomás. 


No  sé  si  echarte  en  mal  hora 
ó  romperte  las  espaldas. 
Escoja  ucé  lo  primero 
y  lo  estimaré  en  el  alma. 
A  ver  tú? 

Yo  soy  Tomás. 
Cuido  de  las  alimañas , 
traigo  leña  si  se  ofrece , 
voy  á  la  huerta,  á  la  plaza 

Sargent.  Basta  ya  de  tus  empleos, 
que  la  retahila  es  larga, 
por  lo  visto.  Ten  conciencia , 
y  lo  que  sepas  declara. 
Qué  oíste  anoche?  Qué  viste? 

Tomás,    (No  lo  diré  si  me  matan.)  ^ 

Nada  pude  ver  ni  oir 
de  lo  que  usarcé  demanda. 
Soy  criado  de  escalera 
abajo  y  duermo  en  la  cuadra. 

¿Hargenú,  Eso  está  muy  en  el  orden. 
Mas  siendo  tal  la  jarana, 

¿cómo  es  posible 

Lo  dicho. 
Guando  yo  ronco  en  la  cama 
ni  veo  tres  sobre  un  asno, 
ni  me  despiertan  campanas. 

Sargent.  ¿Conque  todos  lo  negáis? 

¿Creéis  que  es  cosa  de  chanza 
ocultar  á  un  enemigo 
de  su  Rey  y  de  su  patria? 

[D,  Juan  hace  un  gesto  de  cólera.] 

¿fajina.  {En  voz  muy  laja.] 


Tomás. 


Sargent, 


Don  Jimn ! 

Oís?  Aun  es  tiempo. 
Mirad  que  ya  se  me  cansa 
la  paciencia.  No  os  podréis 
defender;  estáis  sin  armas, 
y  nadie  saldrá  de  aquí, 
que  están  las  calles  guardadas. 
Si  el  criminal  no  parece, 
la  ley  tomará  venganza 
de  todos,  y  en  la  milicia 
la  ley  no  suele  ser  blanda. 
Ea,  el*  que  ame  su  individuo 
cante  claro. 

[Brete  pausa.] 

Todos  callan ! 

¡Voto  á ¿Queréis  obligarme 

á  hacer  aquí  una  sanfrancia? 
Pues  bien  está:  sin  perjuicio 
de  las  medidas  á  que  haya 
lugar,  yo  buscaba  á  un  nombre , 
y  pues  no  le  echo  la  zarpa, 
otro  hombre  me  he  de  llevar; 
que  sargentos  de  mi  chapa 
no  se  vuelven  de  vacío 
cuando  emprenden  una  hazaña.- 
Patron  ,'l[>reso  por  el  Rey  I 

.     n. 


Juan.      No  sufriré  tal  infamia. 
Yo 


Señor  I 


Silencio ! 


s 


JSer(^fina.[Fn  voz  laja.] 

Por  Dios!. 
Los  demos) 
criados.  ] 
Félia. 

.  Será  blanco  de  mi  saña 
el  que  respire.  Llevadme, 
Sargento. 
Juan.                     Primero  caiga 
mi  cabeza.  Yo 

Ser  ajina. [Interrumpiéndole  y  adelantándose.] 

Sargento, 
'0  entregaré  á  quien  buscabais, 
o  sé  dónde  está  escondido, 
y  aquí  vendrá  sin  tardanza. 
Sargent.  Hola!  hizo  efecto  la  pildora. 
Serafina.SMTdkémQ  á  Dios  y  á  esa  espada 

respetar  su  vida. 
Sargent.  Juro, 

que  entre  valientes  se  acatan 
los  derechos  de  la  guerra. 
De  prisionero  no  pasa. 

Ser  afina. [Mirando  de  soslayo  á  D.  Juan.] 

Ya  lo  oís ,  padre. 
Manuela.  ( Ay  de  mí  I ) 

Sargent.  No  estáis  muy  enamorada 

cuando  entregáis  al  amante. 
Ser({fina.Así  mi  padre  se  salva. 

Entre  dos  obligaciones 

la  de  hija^s  la  más  sagrada. 

Manuela.  [Apar te  con  Serafina.] 

Señora,  ¿qué  vais  á  hacer? 

Mi  pobre  marido 

Serafina.  Calla. 

Primero  soy  yo  que  nadie. 

Manuela.l^&to  si  yo  declarara 

Ser  afina. VtvbXovlqto  y  capitán , 

estará  como  un  monarca, 

aunque  preso;  desertor, 

le  pasarán  por  las  armas. 

Elige  tú. 
Manuela.  Prisionero. 

[Se  separan.] 

Sargent.  Qué  os  decia  esa  taimada? 
Ser(^na.Qomo  ella  no  tiene  padre, 

mi  resolución  culpaoa. 
Sargefit.  Bien,  pero  lá  qué  os  detenéis? 

Venga  ese  hombre. 

[A  los  soldados.] 

« 

Acompañadla. 
Serafina.Tío  he  menester  esa  escolta, 
ni  me  está  bien  tolerarla. 
Inútil  será  el  rigor 
como  yo  no  le  persuada. 
No  se  rendirá,  os  lo  fio, 

17 


S38 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


si  soldados  me  acompañan ; 

antes  morirá  matando; 

y  ya  oue  por  mi  desgracia 

de  la  libertad  le  privo, 

no  he  de  ser  tan  inhumana, 

que  arriesgue  también  la  vida 

del  que  es  mi  vida  y  mi  alma. 
Sargent,  ¡Fuego  de  Dios  y  qué  amores 

se  crian  en  esta  Alcarria ! 
Serafina J&n  fin,  ó  sola  he  de  ir, 

á  de  lo  dicho  no  hay  nada. 
Sargent.  Ea,  pues,  tráigale  pronto, 

y  acabemos  con  mil  sartas 

de  diablos. 

f  Vase  Serafina  por  la  izquierda  del 

foro.] 


Félix, 
Sargent, 


Félix. 


ESCENA  IV. 

D.FÉLIX.  D.JUAN.  EL  SARGENTO.  MANUELA. 
TOMÁS.  BLAS  A.  LOS  SOLDADOS. 

Sargent.  Extraños  son 

los  caprichos  de  las  damas. 
¿No  iba  mejor  con  la  tropa, 
pues  aspira  á  capitana  ? 

No  consiente  su  decoro 

Qué  decoro  ni  qué  gaita? 
Ño  era  el  peligro  tan  grande, 
que  tienen  buena  crianza 
mis  soldados;  y  yo  os  digo, 
sin  andarme  en  filigranas, 
que  á  solas  con  un  galán 
mejor  el  diablo  las  carga 
que  en  presencia  de  testigos. 
Esa  malicia  es  villana , 
que  el  capitán  es  su  esposo. 

Sargent.  Y  qué? 

Juan,      [Á  A  Félix  en  voz  baja,] 

Os  cojo  la  palabra. 
Sargent.  Venga  en  fin  el  prisionero, 
y  en  hora  buena,  ó  en  mala , 
sea  esposo  ó  no  lo  sea ; 
mas  sabed  que  no  se  maman 
el  dedo  hombres  como  yo. 
Haré  registrar  la  estancia 
donde  el  capitán  se  oculta , 
que  tal  vez  toda  esa  farsa 
es  porque  también  allí 
escondéis  pólvora  y  balas. 

Félix.     [Aparte  al  Sargento.] 

Registradla  si  es  forzoso. 
Sólo  encontrareis  la  plata 
y  algunas  joyas  que  estimo, 
no  tanto  por  lo  que  valgan 
sino  porque  prendas  fueron 
de  mi  mujer,  que  Dios  haya. 
Es  precaución  natural 


en  una  guerra  obstinada. 
Sargeni.  Cierto. 
Félix.  No  temo  de  vos 

nna  acción  indigna 

Sargent.  Basta. 

Aquí  no  somos  ladrones. —  * 

Mas  vive  Dios  que  ya  tarda 

Ahí  Bien.  Cumplió  su  promesa. 


ESCENA  V. 

D.  FÉLIX.  D.  JUAN.  EL  SARGENTO.  MANUELA. 

TOMAS.    BLASA.    SERAnNA.    GABINO. 

LOS  SOLDADOS. 

[Gabino  se  Aa  puesto  sobre  su  vestido  casaca ^ 
espada  y  sombrero  de  capitán  de  infantería.] 

Sargent.  Acercaos.  (Mala  traza 

tiene  el  capitán.)  Sois  preso. 

Gabino,  {Afectando  gravedad.] 

Está  bien. 
Sargent.  Rendid  la  espada. 

Gabino.  [Dándosela.] 
Tomad. 

Sargent:  [Á  los  soldados.] 

Ahora  vosotros 
seguid  al  amo  de  casa. 
Registrad  la  madriguera 
donde  este  hombre  8e  ocultaba. 
Si  algo  encontráis  sospechoso...., 
ya  me  comprendéis,  se  embarga; 
pero  todo  lo  que  sea 

dinero,  ropas,  alhajas 

*     quieto  allí ;  no  hay  que  tocarlo. 
Si  os  pringáis  en  nnablanca, 
llorarán  vuestras  costillas 
las  penas  de  la  ordenanza. 
Cuando  no  hace  resistencia 
no  se  entra  á  saco  una  plaza.  * 
Comer  y  beber  á  costa 
do  un  patrón  amigo....,  vaya; 

robarle,  no.  Conque andad, 

y  ojo  avizor,  camaradasl 


ESCENA  Vi. 

D.  JUAN.      SERAFINA.      EL  SARGENTO. 
MANUELA.    GABINO.    TOMÁa    BLASA. 

Sargent.  Ta  lo  veis,  señora  mia. 

Crudo  soy  como  un  agraz , 
tremendo;  pero  incapaz 
de  hacer  una  bastaraía. 
Eso  sí,  á  todo  enemigo 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


SS9 


Gabino^ 

SargtíiL 

Juan, 

SargenU 

Oabino, 


de  mi  Rey  declaro  guerra, 
7  sí  le  esconde  la  tierra 
como  un  buron  le  persigo. — 
Yo  siento,  mi  capitán , 
no  haberos  preso  en  campaña. 
Yo  no  os  envidio  la  hazaña. 
Yo  á'  vos  tampoco  el  desván. 
No  se  escondió  por  cobarde. 
Quién  os  mete  á  vos  en  eso? 
Dice  bien.  Calle  el  camueso 
y  más  respeto  nos  guarde. 
Sin  una  espada  en  el  cinto, 
fuera  cosa  impertinente 
exclamar:  yo  soy  valiente , 
y  I  viva  Felipe  quinto ! 
¿Qué  sirve,  pues  yo  no  puedo 
hacer  callar  al  señor, 
decirle  Que  hizo  el  amor 
lo  que  él  atribuye  al  miedo? 
Sí  á  un  caballero  español 
.  no  presta  el  Sargento  fe, 
si  mi  disculpa  no  ve 

[Mostranio  i  Serafina.] 

en  esa  cara  de  sol, 
toda  discusión  es  vana; 
le  diré  que  me  escondí 
porque  Dios  lo  quiso  así...., 
y  porque  me  dio  la  gana. 
Manvela.(k^l  Aun  ae  está  chanceando ! ) 
Sargent,  JBíen,  capitán.  Voto  á  Crispo 

que  habláis  mejor  que  un  obispo. 


ESCENA  Vn. 

D.  JUAN.     SERAFINA.      EL    SARGENTO. 

MANUELA.    GABINO.    TOMÁS.    BLASA. 

D.  FÉLIX.    LOS  SOLDADOS. 


Sold.  V  No  hay  nada  de  contrabando. 

Sargént.  Pues  largo  de  aquí^  que  quiero 
dar  cuenta  sin  dilación 
de  mi  feliz  comisión, 
y  sígame  el  prisionero. 

Manuela.[Á  Tomás  y  Blasa  en  voz  baja.] 

Ay !  Le  quitarán  la  vida  1 
Oabino.  Deteneos  un  instante. 

Soy  sensible,  soy  amante! 

No  queréis  que  me  despida? 
Sargent.  Bien ,  pero  pronto  ha  de  ser. 

Oabino.  Tengo  el  corazón  tan  negro 

Sargent.  Un  abrazo  al  señor  suegro 

y  otro  abrazo  á  la  mujer. 

Oabino.  [Abraza  i  D.  Féliw.] 

Quedad  con  Dios,  padre  amado. 

Félia.      Adiós 

Oabino.  El  llanto  me  ahoga 

[Bajando  la  voz.] 


Sargent. 
Oabino. 


Salvadme,  ya  que  la  soga 
quebró  por  lo  más  delgado. 

[Á  Serafina.] 
Y  tú,  mi  bien 

[Á  D.  Juan  dest>iándole  y  abrazando 
á  Serafina.] 

Quitad  vos. — 
No  llores ! 

Ser  afina. [Con  forzado  dolor.] 

Querido  esposo! 

Oabino.   [Con  maUcia.] 

Prenda  mial Esto  es  forzoso. 

Llévalo  por  Dios y  ¡adiós! 

[La  suelta.  Serafina  se  sienta  fing ¿en' 

do  llorar.] 

Ea,  partamos 

Dos  breves 
momentos 

[Á  Serafina.] 
Adiós,  mi  gloria! 

[Á  D.  Juan  con  segunda  intención.] 

No  eches  tú  de  la  memoria 

esos  cuartos  que  me  debes. 

[Á  los  demos  criados.] 
Adiós 

[Á  Manuela.] 
Adiós ,  picaruela. 

[Va  i  ma/rchar  y  se  detiene.] 

(¿Y  he  de  partir,  ¡qué  crueldad! 
sin  abrazarla?....) 

[Al  Sargento.] 

Esperad 

Dame  un  abrazo,  Manuela. 

[Manuela  y  Oabino  se  abrazan.] 

Manuela.Dios os  guarde 

[Bajando  la  voz.] 

Pobrecito ! 
Oabino.  Cuida  mucho  á  tu  señora. 

[Bajando  la  voz.] 

Ay  prenda  que  el  alma  adora! 
Sargent.  Qué  abrazar  tan  inñnito ! 

[Separándole  de  Manuela.] 


Basta.  Me  haréis  que  sospeche 
que  sois  mal  casado. 
Oabino.  No. 

Qué  locura!  Es  que ella  y  yo. 

sotnos  hermanos  de  leche. 


260 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


Sargent.  Vamos. 
Serafina.  [Levantándose.] 

Ahí 
Gabino.  [  Volviéndose. 1  Vuelvo  á  abrazarte. . . . 

Sargent.  [Irritado  y  empujando  d  Gadino.] 
No  I  Andad! 

Qabino.  [Desaparece  por  la  izquierda  del  foro 

con  uno  de  los  soldados.] 

Ah! 

Sargent.  Tanto  moler 

[Al  otro  soldado  en  voz  baja,] 

Ahora  tenemos  que  hacer 
pesquisas  en  otra  parte. 


ESCENA    VIII. 

D.  FÉLIX.    SERAFINA.    D.  JUAN.    MANUELA. 

TOMÁS.    BLASA. 

JSkrafina.  Ah  I  De  buena  hemos  salido  I    * 
Manuela. \Bi y  sí;  todos,  menos  yo 

y  mi  marido  infeliz  1 
Filix.      Todo  será  un  mes  ó  dos 

de  cómodo  cautiverio, 

fiorque  nada  en  la  prisión 
e  faltará:  yo  lo  fio. 
Juan.      Y  yo  también ,  que  le  estoy 

muy  obligado. 
Serafina.  Perdona , 

que  otro  recurso  no  halló 

mi  ingenio;  y ,  á  la  verdad , 

tan  egoista  no  soy 

como  piensas;  que  el  Sargento 

no  es  a  don  Juan  á  quien  vio, 

sino  á  Gabino ,  subir 

desde  la  reja  al  balcón. 
Manuela.k  ser  pleito,  yo  tendria 

tanta  razón  como  vos , 

señora....,  si  fuera  lícito 

á  un  pobre  el  tener  razón; 

pero ,  pues  ya  no  hay  remedio , 

sea  por  amor  de  Dios  I 
Juan.      Si  su  vida  peligrase 

yo  no  consintiera,  no, 
[ue  ocupase  mi  lugar, 
"a  reconozcan  su  error, 

ya  por  capitán  le  tengan^ 

yo  mi  palabra  te  doy 

de  que  por  canje  ó  dinero 

logrará  su  redención. 

Corre  además  de  mi  cuenta 

vuestra  suerte  desde  hoy. 

Manuela.Ah,  señor!  ¿Y  si  averiguan 

Félia.      Eh !  ¡  Tanta  lamentación 

¿Y  si  yo  le  hubiera  muejrto 

ayer  noche  por  su  atroz 


f. 


'  desacato,  y  á  ti  misma 

y  á  alguno  más?  ¡Voto  á  briós 

Vete  y  déjanos  en  paz. 

[Á  los  demos  criados ,  y  se  retiran.] 

Vosotros  también. 

Manuela.  Perdón 

Félix.      Haremos lo  que  se  pueda. 

Lo  hemos  dicho. 
Manuela.  Bien ,  señor. 


Serafina 
Félix. 


ESCENA  IX. 

D.  JUAN.    SERAFINA.    D.  FÉLIX. 

Félix.     Basta  ya  de  compromisos. 
Ahora  es  forzoso  que  vos 
os  alejéis  de  mi  casa, 
no  sea  que  el  sargenton 

averigüe  la  verdad 

.Ya  creo  que  no  hay  temor 

Gomo  ha  llegado  á  saberse 
que  en  mi  casa  se  albergó 
un  capitán  de  Felipe , 
bien  puede  el  mismo  soplón , 
careaido  con  el  preso, 
deshacer  luego  el  error. 
Ya  no  habrá  en  la  calle  tropa; 
que  al  partir  aquel  sayón , 
satisfecho  de  su  empresa , 
depuso  el  ceño  feroz 
y  en  completa  libertad 
al  parecer  nos  dejó. 
Marchad,  que  crece  el  peligro 
y  el  tiempo  corre  veloz. 

Juan.      \  Irn^e  y  dejaros  expuesto 
á  nueva  persecución ! 
Si  el  engaño  se  deshace 
y  yo  cobarde  me  voy. 
¿quién  sino  vos  será  olanco 
del  enemigo  furor? 

Félix.      Y  qué  cargo  me  han  de  hacer? 
Hombre  piden,  y  hombre  doy. 
Sólo  acusarme  pudieran 
si  reclamasen  á  dos. 

Juan.      Piden  un  hombre ,  es  verdad ; 
mas  ¿  quién  es  el  hombre?  Yb. 

Félix.      Cuando  entrasteis  en  mi  casa 
pudisteis  por  precaución 
mudar  de  nombre 

Juan.  ¿Olvidáis 

que  aquí  mismo  en  alta  voz 
dijisteis  que  el  refugiado 
era  yerno  vuestro? 

Félix.  No. 

Juan.      Ahora  bien,  ¿será  creíble 
que  infamando  así  el  crisol 
de  su  nobleza ,  un  don  Félix 
de  Avendaño  y  Estremoz 
haya  entregado  una  hija 
sin  ninguna  información, 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


261 


al  primer  aventurero 

Íue  su  mano  le  pidió? 
o  sabré,  si  llega  el  caso, 

responder  á  esa  objeción. 
¿ier^fina. De^diále  obrar,  padre  mió, 

como  ordenan  su  valor 

y  su  sangre;  y  pues  el  cíelo 

nuestros  destinos  unió , 

sea  común  el  peligro 

y  confiemos  en  Dios. 
Juan,      Decidme^  si  nó,  ¿qué  haríais 

vos  en  mi  lugar*,  señor? 
Félix.      No  sé No  quiero  decirlo. 

Quiero  que  os  vayáis.  ¿No  soy 

dueño  de  mi  casa? 
Juan»  Sí, 

mas  no  lo  sois  de  mi  nonor. 
I91ÍX.      i  Idos,  y  Dios  os  perdone 

como  yo  os  perdono  á  vos ! 
Juan.      No  exijáis  esa  bajeza 


de  un  capitán  español. 
Serafina,  [Á  su  padre.] 

Ceded.  Ta  estamos  seguros. 
Me  lo  dice  el  corazón 

[ifirapor  el  dalcon.] 

Ah !  I  Todavía  en  la  calle 

soldados  1 ¡  T  aquel  traidor 

vuelve 

[ííe  aparta  del  dalcon.] 

Félix.  Veis?  Ya  es  imposible 

esconderos 

Serafina.  *  ¡Feneció 

-mi  esperanza ! 
Juan.  No.  ¿Quién  sabe... 

Félix.      Ta  llega. 
Serafina.  Sin  alma  estoy ! 


ESCENA  X. 

■ 

D.  FÉLIX.    SERAFINA.    D.  JUAN.    EL  SARGENTO.    BERNABÉ. 

EL  SOLDADO V 

€ 

Sargento.    Patrón ,  no  os  cause  espanto 

esta  nueva  visita.  Os  quiero  tanto,  • 
que  sin  vos  no  me  encuentro. 

[i  D.  Juan.l 
Hola!  Tú  por  aquí!  Sea  en  buen  hora. 

[Al  Soldado  1."*  viéndole  llegar.] 
Sube  el  otro? 


ESCENA  XI. 

D.  FÉLIX.    SERAFINA.    D.  JUAN.    EL  SARGENTO.    BERNAB  É. 

TOMÁS.    LOS  DOS  SOLDADOS. 

Soldado  V  [Entrando.]      Aquí  está. 

Sargento.  Vamos  adentro. 

[Entra  Tomás.] 

Perdonadme,  señora. 

Son  cosas  del  servicio 

Si  á  las  gentes  asusto,  ese  es  mi  oficio. 
^Y  cuál  es  vuestro  intento, 

que  en  mi  casa  otra  vez 

Estadme  atento. 
Mientras  en  buen  recaudo 
ponen  al  capitán  mis  compañeros , 
yo  que  de  activo  y  de  sagaz  me  aplaudo, — 
sin  vanidad  lo  digo,  caballeros,— 
á  la  casa  derecho  me  encamino 
.  de  este  honrado  vecino. 


Félix. 
Sargento. 


.'02  m  GANAMOS  PARA  SDSTO& 

porque  do  ella  salía, 

y  fiel  ha  sido  la  memoria  mía, 

el  embozado  bulto 

que  anoche  entró  esta  casa  por  asalto. 

Comparece  el  patrón ,  y  dígole:  alto! 

Vos  teníais  oculto 

en  esta  casa  á  un  hombre,  y  es  el  mismo 

que  acabo  de  prender  en  la  de  en  frente. 

Aquí  voy  á  romperos  el  bautismo, 

ó  habéis  de  declarar  incontinente 

quién  es,  de  dónde  vino  y  á  qué  intento, 

y  por  quó  en  vuestro  hogar  de  tapadillo 

le  disteis  sospechoso  alojamiento. 

El  hombre  atortelado  y  amarillo 

ni  responder  sabía ,- 

mas  tanto  puede  la  elocuencia  mia, 

y  un  revés  con  que  airado  le  santiguo, 

que  al  instante  averiguo 

aun  más  de  lo  que  yo  me  prometía ; 

es  á  saber,  que  el  huésped  de  ese espía 

es  desertor  ¡  no  es  nada  lo  del  ojo  I 
del  Archiduque  y  Archirey  de  España. 

Bev7iadé,     Fué  mi  mujer,  no  yo;  que  me  sonrojo 
de  tan  ruin  proceder,  la  que  á  mi  primo 
denunció  por  temor  á  vuestra  saña. 

Sargento,    Es  verdad,  así  fué;  mas  yo  suprimo 
lo  que  no  es  esencial  á  mi  propósito. 
Ahora  bien ,  careado 
con  el  otro  individuo  en  su  depósito, 
que  él  sea  vuestro  primo  habéis  negado; 
este  señor  le  reconoce  yerno; 
su  marido  le  llama 
esta  graciosa  dama; 

yo  presencié  no  ha  mucho  el  paso  tierno 
de  lágrimas  y  abrazos  y  clamores ; 
yo  sabía  por  datos  anteriores, 
que  nunca  falta  un  Judas  que  nos  vende, 
que  el  tal  es  capitán  como  se  nombra; 
luego,  no  cabe  sombra 
de  duda;  en  esta  casa  hay  otro  duende. 

Félix.         Sargento,  esto  ya  pasa  de  la  raya. 
No  la  habéis  registrado? 

Sargento.  Vaya,  vaya, 

excusado  es  negar.  No  necesito 
forzaros  á  mentir.  Ya  estoy  seguro 
de  cogeros,  patrón,  en  el  garlito. 

Serafina.    (Oh  Dios!....) 

Sargento.  Sólo  un  criado 

tenéis :  la  vecindad  lo  ha  declarado; 
luego  entre  dos  que  están  de  manifiesto, 
uno  es  real  y  efectivo;  otro,  supuesto; 
y  ese  es  el  desertor. 

Félix.  Ninguno 

Sargento.  Calle! 

Yo  nada  le  pregunto. 
Otro  responda  y  por  su  boca  falle. 

[Á  Bernabé.] 

Antes  de  un  padrenuestro  sois  difunto, 
ó  entre  esos  dos  galanes 
mostradme  el  desertor. 
Bernabé.  (Oh!  |Votoá  sanes. 

Si  descubro  elsecreto 


NO  GANAMOS  PAKA  SUSTOS.  863 

pierdo  á  mi  primo.) 
Sargento.  Hablad. 

Bernabé.  (Terrible  aprieto ! ) 

Sargento.    Acabe  de  una  vez,  no  se  distraiga, 

ó  por  Dios,  que  echo  mano 

Bernabé.     (Ño;  yo  le  he  de  salvar,  caiga  el  que  caiga.) 

\Mo$tTanio  á  D.  Juan.] 

Ese  es  el  desertor. 
Féliw.  Mieutes,  villano! 

Serafina.    Ab  I  No  creáis 

Sargento.  Sí  creo. 

Bien  maliciaba  yo  que  este  era  el  reo. 

Serafina.    Es  vil  calumnia 

Félix.  Os  juro  por  mi  nombre 

Sargento.    No  hay  ya  jurar  que  valga. 

Mírelo  bien  el  que  á  su  aoono  salga, 

que  pagará  por  él 

Féliw.  No  lo  resisto. 

Serafina .    Piedad ! . . . . 

Juan.  No.  Yo  declaro 

Sargento.  Atad  á  ese  hombre. 

Juan.         Eso  no,  vive  Cristo ! 

Primero  que  mis  brazos 

opriman  afrentosas  ligaduras 

me  haréis  aquí  pedazos. 
Serafina.    Cielo  I  ¿Hay  más  desventuras ! 
Juan.         Preso  me  doy.  Mi  suerte  • 

lo  quiere  así.  Mi  fuga  es  imposible. 

Si  intento  resistir,  dadme  la  muerte. 

Su  rostro  á  los  cobardes  tan  terrible 

más  de  una  vez  he  visto  combatiendo. 

Herid,  no  me  defiendo; 

f^ero  mi  altiva  frente 
a  vergonzosa  mancha  no  consiente 
de  infame  desertor.  Noble  he  nacido, 
Felipe  recibió  mi  juramento, 
y  antes  que  yo  violarlo  fementido 
faltaria  la  luz  del  firmamento. 
Sargefito.    Oigan !  Y  yo  le  tuve  por  salvaje ! 
No  es  de  torpe  recluta 
ni  de  tosco  gañan  ese  lenguaje.— 
Mas  ahora  va  á  nacer  otra  disputa. 
Si  no  sois  vos  el  capitán  que  busco 

[Señala  i  Bernabé.] 

Luego  con  ese  chusco 

ajustaré  mis  cuentas. 

Bernabé.  Yo 

Sargento.  Silencio  I 

[A  D.  Juan.] 

Quién  sois  vos? 
Juan.  Soy  don  Juan  Villavicencio. 

Serafina.    ¡  Callad 

Bflia.  éQné  hacéis 

Sargento.  El  capitán  de  marras? 

Juan.         [Sacando  un  despacho  y  mostrándoselo.] 
El  mismo^  sí.  Leed. 

Sargento.    [Después  de  recorrer  con  la  vista  el  papel.] 

Es  evidente. 
[A  Bernabé.] 


864 


Bernabé, 


Sargento. 
Serafina, 


Sargento. 
Serafina. 
Sargento. 

Félix, 


Sargento, 

Félix. 

Sargento, 


Serafina, 
Sargento. 


Bernabé. 
Sargento. 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 

Pues,  según  eso,  el  otro  penitente 
que  antes  cayó  en  mis  garras 

será 

No  sé  quién  es. 

Un  desvalido 
á  quien  yo  debo  estar  agpradecido. 
Quizá  aparezca  reo, 
mas  sólo  de  ignorancia  habrá  pecado. 
Libradle;  es  un  pobre  hombre;  está  casado. 
Yo  en  rescate  os  daré  cuanto  poseo. 

Librarle! 

Ay !  Á  los  dos.  Sed  compasiyo. 
Sin  rendirle  lidiando  en  lucha  impía, 
qué  gloria  puede  daros  un  cautivo? 

Y  ese  pobre  cautivo  es  gloria  mia ! 
¿Qué  gloria 

Dios  eterno!.... 
Yo  en  actos  del  servicio 
ni  recuerdo  la  gloria  ni  el  inñerno. 
Cid.  Si  sois  propicio....; 
y  bien  podéis  sin  riesgo  » 

darles  la  libertad,  toda  mi  hacienda 

será 

No  escucho 

Yo 

Callad,  os  digo! 
Veis  que  con  rostro  avinagrado  y  sesgo 
las  súplicas  rechazo  de  una  bella , 
que  tanto  no  creí  poder  conmigo, 

Y  pretendéis  que  el  oro  me  haga  mella? 
No  hay  piedad,  no  hay  perdón! 

[Señalando  i  D.  Juan.] 

Es  mí  enemigo. 

No  más  llorar;  no  más  arenga. 
[Al  capitán.] 

Vamos  ya. 

[Á  Bernabé.] 

m 

TÚ  también. 

,  Yo 

[A  Bernabé.]  Vamos. 

[Al  capitán.] 

Venga! 

[Óyese  tocar  d  rebato  y  se  va  alejando  el  son  de  las 

cajas  hasta  perderse,] 


Señor! 


ESCENA  XII. 

D.  FÉLIX.  SERAFINA.   D.  JUAN.  EL  SARGENTO. 
BERNABÉ.    LOS  DOS  SOLDADOS.    MANUELA. 

Sargent,  [Á  los  soldados.] 

Oís?  Tocan  á  rebato. 

Manuela.GoTTQ  á  la  plaza  la  tropa 

Sargent.  ¿Qué  será 

Félix,  ( Si  Dios  quisiera ) 


Sargent.  [En  voz  baia  con  los  soldados,] 

¿Qué  diablos  de  trapisonda 

repentina 

Sold.  1."  El  enemigo 

tal  vez 

Sargent.  Los  presos  me  estorban, 

pero  dejarlos  aquí 

Serafina .  (Cielo ! .... ) 
Manuela.{Bajo  á  D.  Félix.] 

El  pueblo  se  alborota.... 


NO  GANAMOS 

Sargmt.  \Al  soldado  i.°] 

Corre  á  ver  lo  que  ea^  y  vuelve. 
Sold.  1/  Voy  volando. 

[  Vase  corriendo  por  la  puerta  del 

foro.] 

Vocee,     [jfi"» /a (;a/¿^.]  Que  nos  cortan! 

[El  Sargento  se  dirige  al  balcón.] 

Félix,     [En  voz  baja,  apretando  la  mano  d 
D.  Juan,  y  echando  una  mirada  pe* 
netraíite  á  Bernabé  y  Tomás.] 


Ah!.... 

Juan.      [Lo  mismo.] 

Sil 

Sold.  2."  [Al  Sargento.] 

Qaé  esperáis  1^ 
Félix. 


Á  ellos ! 


[Don  Félix  y  D.  Juan  se  abalanzan 
al  ¡Sargento :  al  mismo  tiempo  hacen 
lo  propio  con  el  soldado  Bernabé  y 

Tomás.] 

Sargent.  Traición! 

Sold.  2.''  Traición ! 

Félix.  Punto  en  boca^ 

6  sois  muertos.  Aun  guardaba 
para  un  lance  esta  pistola. 

[La  saca  y  apunta  al  Sargento.] 

Tomás.    ¡Chit 

Sold.  2."  ¡Voto  á 

Bernabé.  [Sacando  una  navaja  y  amenazan' 

dolé.] 

¡Chito 

Juan.  ¡Rendid 

las  armas ! 

[/%  apodera  de  la  espada  del  ¡Sargento, 
y  D.  Félix  de  su  alabarda.] 

Bernabé.  [Bando  el  arcabuz  del  soldado  á  Sera- 

Jlna.] 

Tomad  9  señora. 

Serafina.  [Asustada.] 

Yo! Dios  miol 

Manuela.[Tomando  el  arcabuz.] 

Venga  acá,* 

que  no  me  asusta  la  pólvora 

(Yo  tiemblo!) 

SoU.2.^  Cuartel! 

Sargent.  \  Reniego 


Tenle  tú. 


PARA  SUSTOS.  265 

de  mi  sino! 

Bernabé.  [Soltando  al  soldado  y  tomando  él  ar^ 

cabuz.] 

Venga  ahora, 
[i  Tomás.] 

[A  D.  Juan.] 

Mi  capitán , 
si  os  hice  antes  mala  obra 
por  salvar  á  mi  pariente, 
ahora  ya  es  otra  cosa. 
Vuestro  soy. 
Sargent.  Soltadme  ya. 

Qué  he  de  hacer  sin  mi  tizona? 

Juan.      [Soltándole.] 
Bien. 

[A  Tomás  y  y  este  suelta  al  soldado.] 

Suelta  tú,  pero  ¡quietos, 

que  ha  llegado  vuestra  ñora 

si  os  movéis ! 

Sei*afina.  Don  Juan ! 

Félix.      [Dándole  la  alabarda.]  Tomás ! 

Ármate  también. 
Serafina.  \  Qué  loca 

temeridad!  Ah!  dejadlos. 

Que  se  vayan ! 
Sargent.  La  patrona 

dice  bien.  Mirad  que  luego 

pueden  volverse  las  tornas. 

Si  vienen  miscamaradas 

Juan.      Que  vengan.  Ya  nada  importa*. 
Félix.     Sí,  ya  hemos  echado  el  resto , 

y  moriremos  con  honra 

si  es  preciso. 
Sargent.  ¡Sorprenderme 

á  mí  que  tengo  más  conchas 

que  nn  galápago!  ¡Por  vida 

Félix.      ¡Callad 

Sargent.  [Bajando  la  voz.] 

No  grito.  Á  mis  solas 
dejad  que  vote  y  blasfeme 
y  que  los  puños  me  coma 
de  coraje. 

'  [Suenan  tiros  á  lo  lejos.] 

Serafina.  Suenan  tiros! 

Ay! 

Félix.  Mejor. 

Manuela.  Dios  nos  socon^^i! 

¿Si  habrán  matado  á  mi  pobre 
marido !  Virgen  de  Atocha ! 

Juan.      Los  tiros  suenan  distantes. 

Sargent.  Veis?  Ya  se  ha  armado  la  broma. 

iNo  os  decía Ira  de  Dios! 

Y  yo  aquí  papando  moscas ! — 
Dadnos  suelta,  y  si  vencemos 
libres  os  dejo  y  sin  costas. 


S6tt 


iNO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


Félix,      ¿  Q  ué  es  soltar ! 
J%an.  Ya  no. 

Serafina.  Dios  mió  I 

Mirad  que  os  ciega  la  cólera. — 

jDe  üD  peligro  se  libertan, 

y  á  otro  más  grave  se  arrojan  I 
Juan.      Ifo.  Castilla  vencerá. 
Félix.      Si;  y  en  todo  caso,  boba, 

no  es  malo  tener  rehenes 

por  si  el  triunfo  no  corona 

nuestras  armas. 
Bernabé.  Ta  ha  cesado 

el  tiroteo. 
Manuela.  ¡Dios  oiga 

mis  ruegos ! 
Serafina.  {Virgen,  sacadme 

con  bien  de  tanta  zozobra ! 

¿Quién  habrá  vencido! 
Félix.  Qui¿n?     . 

Esa  duda  me  sonroja. 

Castilla! 
Sargent.  Ya  lo  veremos, 

señor  natrón.  No  eche  roncas 

fuera  ae  tiempo. 

[Se  oye  confuso  rumor  de  gente  d  lo 

lejos,] 

Serafina.  Escuchad 

Suenan  voces 

Sargent.  Puede  que  otra 

chamusquina 

Félix.      [A  Manuela,]      Abre  el  balcón. 

Manuela. [Acercándose  con  miedo,] 

Señor 

Félix.  Ábrelo. 

[Lo  aire  Manuela  con  precaución,] 

Voces,     [Sn  la  calle.]        Victoria ! 
Sargent.  Si  lo  dije  yol  Vencimoe. 
Voces.     Viva  Felipe! 

Sargent.  ¿  Quién 

Félix.  Hola! 

Oís  bien? 
Voces,  Viva  Castilla ! 

Félix.      Qué  decis? 

[Suenan  cajas  y  pífanos ,  y  campanas 

d  vuelo,] 

Sargent.  Que  mala  bomba 

me  aplaste. 
Voces.     [Mds  lejos.]  Viva  Felipe ! 

Manuela,[Al  ialcon.] 

Viva  I  La  gente  se  agolpa 
á  la  plaza. 

Juan.      [Asomándose.] 

Á  recibir 
á  las  huestes  vencedoras 


ESCENA  XIIL 

D.  JUAN.      SERAFINA.     D.  FÉLIX.    MANUELA. 
EL    SARGENTO.      BERNABÉ.     EL    SOLDADO. 

TOMÁS.     GASINO. 

Qabino.  [Entra  acelerado  y  vestido  como  cuan* 

do  se  fué.] 

Manuela! 

[Todos  salen  á  recibir  á  Gabino  oyen^- 
do  su  voz,] 

Manuela.  Esa  voz Gabino ! 

[Se  abrazan.] 

Gabino.  Ven  á  mis  brazos,  cachorra! 

Bernabé !  [Le  abraza.] 
Bernabé,  Primo  del  alma ! 

Gabino.  Capitán  I 

[i  D,  Félix,] 
Señor! 

[Á  Sert^fina  riéndose.] 

Esposa ! 

mdos.     [Menos  el  Sargento  y  el  soldado,] 

Bien  venido ! 

Manuela.  \  Si  lo  veo 

y  no  lo  creo  1 

Sargent.  Ponzoña! 

Félix.      Cómo  has  podido  salvarte? 

Gabino.  Voy  á  contaros  la  historia. 
Sorprendida  una  avanzada, 
los  castellanos  asoman 
de  repente ;  el  enemigo 
tiembla,  se  aturrulla ;  tocan 

á  rebato ;  todos  mandan 

Qué  confusión !  qué  Liorna  I 
Tomo  pipa  en  el  oaruUo 
y  les  hago  la  mamola. 
Aturdido  y  azorado , 
porque  llevaba  esta  ropa, 
corria  yo  sin  saber 
dónde  dar  con  mi  persona. 
Ya  á  la  salida  del  pueblo 
me  ampara  una  alma  piadosa 
y  presencio  la  algarada 
detras  de  una  claraboya. 
Se  retiran  los  rebeldes, 
los  leales  los  acosan, 
huyendo  de  una  columna, 
otra  columna  los  corta, 
corre  disperso  el  que  puede , 
el  que  resiste,  ¡per  omnia 
sacula/y  y  los  más  se  rinden 
cantando  la  palinodia. 

Sercifina. Oh  dicha! 

Gabino,  Escuchad.  Aun  falta 

lo  principal.  ¡  Dos  victorias 
decisivas!  Todo  el  mundo 


NO  GANAMOS  PARA  SUSTOS. 


2(i7 


lo  sabe  ya  y  lo  pregona. — 
Las  armas  de  don  Felipe 
dirigidas  por  Vandóma 
han  sorprendido  en  Brihuega 

á  un  inglés,  á  un  tal Estopa' 

viene  á  ser,  ó  así 

Juan.  *  Síanhope. 

Qabino.  Eso. — Qué  dia  de  gloria  1 

Seis  mil  hombres  entre  muertos 

y  prisioneros. — La  otra 

ha  sido  también  en  grande. — 

Cerca  de  Villa  viciosa. — 

Kl  Rey  se  halló  en  la  función.— 

Huye  el  austríaco  en  derrota. — 

Yiíiacañas  se  ha  lucido. — 

Cuentan  acciones  heroicas 

En  ñn ,  ya  dan  por  segura 
la  paz. 

(Mal  lobo  te  coma !) 
Viva  Castilla  1  En  albricias 
de  nueva  tan  venturosa 
cien  ducados  te  prometo. 

Gabino.  Con  ellos  y  mi  gachona 

no  me  cambio  por  un  príncipe. 

Féliw.      [A  Tomás  y  Bernabé.] 

Llevaos  de  aquí  en  mal  hora 
á  esos  hombres ,  y  entregadlos 
al  jefe  de  nuestra  tropa. 
Sargent.  Ay  fortuna,  fortunilla! 
Vamos 

[A  Manuela,] 

Adiós,  buena  moza.^ 
Hoy  agacho  las  orejas , 
pero  el  mundo  es  una  bola, 
y  yo  volveré  triunfante, 
y  esta  casa  será  Troya. 


ESCENA  ÚLTIMA. 

D.  FÉLIX.    SERAFINA.    D.  JUAN.    MANUELA. 

GABINO. 


Sargent, 
Félix. 


Juan, 


Félix. 

Juan. 
Félix. 


Serafina.  Sueño  parece.  \  Dichoso 

término  á  tantas  congojas ! 
Más  lo  será  si  tu  padre 
con  dulce  consorcio  colma 

nuestros  deseos 

¿Volvemos 
á  la  tema? 

Haced  memoria 

No  supe  lo  que  me  dije. — 
Pero  lo  pondré  por  obra. 
No  suelta  prendas  en  balde 
el  que  de  hidalgo  blasona , 
ni  ha  de  ser  adusto  el  labio 
cuando  el  alma  se  alboroza. 
Daos  las  manos. 

Juan.      [Tomando  la  mano  de  Serafina.] 

Oh  ventura ! 
Félix.      Y  abrazadme ! 

[Lo  hacen.] 

Á  la  parroquia 

mañana. 
Qabino.  Así ! 

Serafina. 
Manuela.k\hr\z\2i& ! 
Gabino.  Viva  la  novia! 

Félix.     El  triunfo  de  nuestras  armas 

tal  me  alegra  y  me  remoza , 

que...  rviveDios!...suegroy  todo... 

he  de  bailar  en  la  boda. 


Padre  mió  I 


,^ 


UNA  VIEJA! 


COMEDIA   EN   CUATRO   ACTOS. 


Se  estrenó  en  el  teatro  del  Principe  el  dia  30  de  Noviembre  de  1839. 


PERSONAS. 


doSa  damiana. 
doSa  luisa. 

JACINTA. 


D.  ALBERTO. 
D.  JOAQUÍN. 
MATEO. 


La  escena  pasa  en  Carabanchel  de  arriba. 


^>«>^v>^^'v^%/^>^^>^^^^w^>^'v>'ww 


ACTO  PRIMERO. 


Sala  baja  medianamente  amueblada.  Forillo  de  antesala^  y  en  su  fondo  una  verja  que  da  a 

un  jar  din.  Puerta  a  la  derecha^  que  es  la  del  cuarto  de  doña  Luisa.  Otra  á  la  izquierda^ 

que  conduce  a  la  habitación  de  doña  Damiana.  A  la  derecha  habrá  un  espejo. 


ESCENA  I. 

DOÑA  DAMIANA    D.  JOAQUÍN. 

Dwm.      Vuelve  á  abrazarme ,  Joaquín. 
Válgame  Dios^  qué  buen  mozo! 

Joaquín*  Favor  que  usted 

Lam,  No  es  favor. 

Y  qué  encamado,  qué  gordo! 

Y  qué  bígotazol  ¿  Es  este 
aquel  alférez  bisoñe 

que  en  su  cara,  ha  pocos  años, 

apenas  tenía  bozo, 

y  tan  delgado  y  enclenque 

se  criaba,  que  de  un  soplo 

le  podían  derribar? 

Vaya,  sí  esto  es  un  asombro! 

Y  mandas  va  nn  escuadrón  I 
Pues  no  salta  más  un  corzo. 
Desde  el  año  treinta  y  tres 

Joaquín,  Y  cuántos  han  ido  al  hoyo! 
La  fortuna  en  las  batallas 
rueda,  se  venda  los  ojos 
y,  madrina  del  bateo, 
así  regala  á  su  antojo 


grados,  veneras  y  fajas 
como  agasajos  de  plomo. 
Mi  lote  no  ha  sido  malo, 

I>orque  habiendo  visto  al  lobo 
as  orejas  tantas  veces , 
vuelvo  ascendido  y  orondo 

y  fuerte salvo  el  percance 

de  una  lanzada  en  este  hombro. 

[Señala  el  izquierdo.] 

Dam.      Una  lanzada!  Dios  mío! 

Joaquín.  En  ella  tengo  un  barómetro 
infalible  que  me  anuncia 
los  aguaceros  de  otoño, 
y  las  escarchas  de  Enero, 
y  los  ardores  de  Agosto. 


Dam. 
Joaquín. 


¡Válgate  Dios. 

Eh !  9on  gajes 
del  oficio. — Mas  tan  pronto 
no  esperaba  ver  á  usted, 
querida  tia.  Mi  gozo 
ha  igualado  á  mi  sorpresa. 
Llego  á  este  aciago  villorro 
á  reponer  mi  escuadrón; 
en  frente  de  aquí  me  alojo; 


270 


UNA  VIEJA! 


Dam. 
Joaquín. 


Dam, 

Joaquín, 

Dam. 
Joaquín. 


Dam. 


Joaquín, 


Dam. 
Joaquín. 

Dam. 


huyendo  de  la  patrona 
á  una  ventana  me  aflomo, 
Yeo  tan  cerca  las  torres 
de  Madrid  y  que  casi  lloro 
de  verme  aquí  desterrado; 
y  cuando  á  Satán  invoco, 

se  me  aparece 

Una  vieja ! 
Puntual  ha  sida  el  demonio. 

4 Por  Dios  santo,  tía  Damiana 
Mene  usté  unas  cosas ¿Cómo 

piensa  usted  que  puedo  yo 
comparar 

Para  vosotros 
los  muchachos  Lucifer 
y  una  vieja  son  sinónimos. 
Oh!  no  para  mí,  que  nunca 
falté  yo  ni  por  asomo 
al  respeto 

Si  es  verdad , 
en  eso  te  imitan  pocos. 
¿Por  qué  me  confunde  usted 
con  la  caterva  de  monos 
que  cifran  todo  su  mérito 
en  ser  groseros  y  tontos? 
Defensor  del  sexo  débil , 
aunque  no  siempre  es  hermoso, 
á  las  ancianas  venero, 
y  á  las  jóvenes  adoro. 
Y,  por  cierto,  si  yo  hubiera 
de  raltar,  ó  necio  ó  loco, 
alguna  vez  á  los  nobles 
principios  de  que  me  honro, 
lamás  á  mi  buena  tía 
hlauco  hiciera  de  mi  encono, 
ni  ingrato  á  sus  beneficios, 
y  para  eterno  sonrojo 
de  mi  frente ,  á  costa  suya 
la  ecbaria  de  gracioso. 
Chanza  ha  sido;  no  te  enfades. 
Siempre  tuviste  buen  fondo. 
Eres  un  buen  caballero, 
y  no  como  tantos  otros 
que  aunque  se  dan  ese  nombre 
no  lo  son ,  ni  por  el  forro. 
Pero  hágase  usted  justicia. 
Ta  no  es  usted  un  cogollo 
florido,  mas  no  tan  vieja 
que  por  temor  á  los  zoilos 
se  deba  apartar  del  mundo. 

Tendrá  usted  cuarenta  y  ocho 

Cincuenta  y  nueve  cumplidos. 
Cincuenta  y  nueve?  ¡Fenómeno 

singular!  Nadie  diria 

Pues  harto  lo  dice,  al  folio 
no  sé  cuantos,  en  la  iglesia 
del  señor  san  Pedro  apóstol 
el  libro  de  bautizados; 
y  harto  las  patas  de  pollo 
que  mis  párpados  bloquean ; 


Dam. 


Y  en  renglones  tortuosos 
harto  lo  dicen  también 
las  arrugas  de  mi  rostro; 
y  poblada  mi  cabeza 
por  estos  rizos  anónimos ; 
y  despoblada  mi  boca 
como  castillo  de  moros. 
Joaquín.  Siempre  zumbona  y  alegre  I 
Pero  si  tales  piropos 
se  dice  usted  á  sí  misma, 

¿por  qué  ha  de  causarle  asombro 

Porque  unja  cosa  es  que  á  mí 
no  me  ciegue  el  amor  propio, 
y  otra  cosa  tolerar 
que  con  indigno  descoco 
se  mofe  nadie  de  mí.    ' 
No  está  lejos  de  nosotros 
cierta  viuda  pedautuela 
que  me  ha  tomado  entre  ojos, 
y  con  sus  pullas  me  abrasa 

Íme  tiene  aquí  en  un  potro, 
odo  es  envidia ,  porque  ella , 
aunque  quiere  darse  tono, 
ni  paga  lo  que  yo  pago, 
ni  come  lo  que  yo  cómo, 
ni  oscurece  mis  brillantes 
con  sus  dijes  de  abalorio. 
Ya  se  ve ,  como  ella  al  cabo 
no  es  fea ,  y  hay  tantos  bobos 

que  le  hacen  la  corte 

Aquí? 
¡  Si  en  verano  es  un  emporio 
Uarabanchel !  Media  Corte 
viene  aquí  huyendo  del  polvo 
y  del  calor,  porque  dicen 

Siue  esto  es  más  fresco  y  más  cómodo. 
iillo  es  verdad  que  la  vista 
apenas  descubre  un  olmo; 
que  las  calles  son  barrancos, 
y  las  casas  calabozos; 
que  no  hay  ventana  que  cierre 
ni  mueble  que  no  esté  cojo; 
que  si  algo  bueno  se  come 
se  paga  al  peso  del  oro; 
que  si  á  la  izquierda  bav  basura 
á  la  derecha  hay  escombros; 
que  dia  y  noche  clamando 
dejan  á  un  cristiano  sordo 
grillos,  tábanos,  gallinas, 
pordioseros  y  abejorros; 
que  aquí  se  pasan,  en  fin, 
las  penas  del  purgatorio; 

{>ero  ¡qué  quieres!  La  moda 
o  exige,  y punto  redondo. 

Joaquín.  ¡Y  usted  también,  tía  Damiana, 

paga  tributo  á  su  trono! 
Dam,      ¿Qué  sé  yo....  Por  mudar  de  aires.... 
Me  hicieron  tantos  elogios 

de  este  maldito  lugar (*) 

Mas  volvamos  al  neg^io 


Joaquín. 
Dam. 


{*)    De  algunos  afios  á  esta  parte  se  han  construido  varías  casas  de  recreo  en  ambos  Carabanchclea*  se  han  reedi- 
cado  otras,  y  ha  mejorado  mucho  el  aspecto  de  aquellas  poblaciones. 


UNA  VIEJA! 


de  la  viudita.  A^'er  tarde, 
por  inqníetar  mi  reposo, 
toda  la  siesta  de  Dios 
-cantó,  y  con  un  desentono 
tan  cruel ,  que  á  poco  rato 
la  hicieron  ladrando  el  coro 
tres  perros  que  hay  en  la  fonda 
y  todos  los  del  contorno. 
No  paró  en  esto  la  gracia. 
Llega  la  noche  y  dispongo 
bañarme  como  acostumbro; 

Íra  medio  desnuda,  tomo 
a  precaución  de  graduar 
el  agua  con  el  termómetro; 

{»ero,  por  más  que  los  caños 
a  derramaban  á  chorros, 
el  baño  no  se  llenaba. 
¿Qué  es  esto,  Dios  bondadoso, 
exclamó^  qué  es  esto?  Y  ya 
los  pies  tenía  en  remólo. 
El  agua  crece ;  me  subo 

al  soiá;  pido  socorro 

La  doncella  que  me  asiste 

tse  desmaya  I  Ay,  san  Antonio! 
[adié  me  oía;  los  Caños 

desatados Era  un  golfo 

aquello Por  fin  acuden 

el  fondista,  el  mayordomo, 
los  criados,  y  á  remolque 
me  sacaron  entre  todos. 
Ah !  si  tardan  dos  minutos , 
no  hay  remedio;  allí  me  ahogo. 
Joaquín.  Mi  poore  tía!....  Sin  duda 
estaria  el  baño  roto 

por  alguna  parte 

Sí, 
taladrado  por  el  fondo, 
y  adrede.  ¿Y  quién  sino  ella, 
que  me  mira  con  tal  odio, 

fuera  capaz 

Esa  triuda 
es  de  la  piel  del  demonio. 
Oh !  le  pesará. 

Es  mujer, 

que  si  nó<  mi  justo  enojo 

No  es  malo  que  estés  aquí 
por  si  he  menester  tu  apoyo; 
mas  sabré  yengarme  sola, 
y  la  he  de  ver  en  el  colmo 
del  despecho,  aunque  por  ella 
arruine  mi  patrimonio. 


Dam, 


Joaquín. 

Dam. 
Joaquín. 

Dam. 


ESCENA  W. 

DOÑA  DAMIANA.    D.  JOAQUIN.    MATEO. 

MaUo.     [  Viniendo  del  jardín.] 

Aquí  estoy  con  la  frambuesa.  • 
De  cogerla  vengo  ahora. 
Cuando  usted  guste,  señora. 


Dam. 
Mateo. 


Dam. 
Mateo, 


Dam. 
Mateo, 


Dam. 
Mateo. 
Dam. 
Mateo. 


Dam. 
Joaquín. 


Dam. 


JoaquÍJi. 
Dam. 


271 

puede  sentarse  á  la  mesa, 
vamos  á  almorzar,  Joaquín. 

¡Si  supiera  usted — ¡qué  clavo 

para  mi  alma! — lo  que  acabo 
de  escuchar  en  el  jardin ! 

Dime 

Allí  está  la  viudita 
sentada  junto  al  rosal 
mano  á  mano  con  un  tal 
don  Alberto  Piedrahita. 

Galla !  ¿  Está  en  Carabanchcl 

Desde  anteayer,  y  la  viuda , 
á  lo  que  veo,  sin  duda 
se  ha  decidido  por  él. 
Pero  yo  no  me  santiguo 
por  eso,  que  según  habla, 
aunque  hoy  de  nuevo  se  entabla, 
el  negocio  es  más  antiguo. 
Por  detras  de  la  pared 
de  la  noria,  sin  ser  visto, 

he  escuchado  y Jesucristo! 

Cómo  la  ponen  á  usted ! 
También  el  galán? 

Los  dos. 
Dirán  que  soy  una  arpía 

Y  estampa  de  la  herejía , 

y  bruja  y Válgame  Dios! 

En  poco  estuvo — ¡mal  año! — 
que  no  les  tiré  la  cesta. 
¡  Qué  reír  lo  de  la  siesta 
y  la  aventura  del  baño!.... 

Y  por  fin , — ¡  qué  hambre  y  qué  sed 
de  hacer  mal ! , — el  consabido 
escribir  ha  prometido 

unas  coplas  contra  usted. 
Eso  más ! 

Si  es  tan  villano, 
ya  que  no  puedo  sin  mengua 
cortarle  á  ella  la  lengua, 
á  él  le  cortaré  la  mano. 
No  quiero  yo  tan  sangrienta 
venganza ,  ni  él  la  merece. 

Otra  mejor  se  me  ofrece 

y  esa  corre  de  mi  cuenta. 
&in  que  él  me  conozca  á  mí, 
de  lo  cual  me  doy  albricias, 
tengo  yo  largas  noticias 
del  tal  don  Alberto. 

Sí? 
Es  un  insigne  tronera, 
un  perdido,  un  jugador, 

y  á  esa  viuda  hace  el  amor 

como  lo  haria  á  cualquiera. 
Sin  duda  sufrió  reveses 
en  el  juego,  aunque  ladino, 

Y  á  Carabanchel  se  vino 
huyendo  de  los  ingleses. — 
Vamos,  vamos  á  almorzar. 
Pronto,  aunque  pese  á  la  viuda  ^ 
has  de  ver,  si  Dios  me  ayuda, 
cosas  que  te  han  de  asombrar. 


Í7Í 


UNA  VIEJA! 


ESCENA  III. 

MATEO. 

Esa  vieja  es  muy  sutil. 

Quizá 
sabe  más  que  un  alguacil ; 

mas  la  .viudita  gentil 

ya,  ya! 
Puede  arder  en  nn  candil. 

Ello  dirá. 

Ya  se  verá. 
El  oro  es  buen  ministril  ^ 
pero  un  hermoso  perfil 

¡  Qué  trapisonda 
se  va  á  armar  en  esta  fonda  I 
Huyl....  Otra  guerra  civil. 

[Entra  en  la  habitación  de  doña  Da- 
miaña,  y  al  mismo  tiempo  lleaan  por 
el  jardín  doña  Luisa  y  D.  Alberto.] 


ESCENA  IV. 

DOÑA  LUISA.    D.  ALBERTO. 

Luisa.     Muy  picante.  Lo  oye  usted? 

Alberto.  Sí,  como  mia. 

Luisa.  Á  este  precio 

olvidaré  las  perfidias 
de  usted,  y  absoluto  dueño 
será  de  mi  corazón 
como  lo  fué  en  otro  tiempo. 

Alberto.  Usted  me  habla  de  perfiaias, 
y  lleva  aquí  al  retortero 
diez  galanes 

Luisa.                              Si  ellos  son 
unos  fatuos,  yo  no  tengo 
la  culpa.  Si  usted  no  hubiera 
faltado  á  sus  juramentos, 
nadie  le  disputaría 

Alberto.  Fué  venganza,  fué  despecho, 
fué  no  quererme  morir 
de  una  indigestión  de  celos. 
Aun  tengo  aquí  atravesado 
al  guardia 

Luisa.  No  hablemos  de  eso, 

que  si  ajustamos  la  cuenta 
no  sé  quién  saldrá  debiendo. 
Anoche  me  decidí 

Eor  usted.  Todos  lo  vieron, 
^igo!  si  no  es  preferencia 
dos  horas  de  cuchicheo 
con  usted ,  y  no  querer 
bailar  con  ninguno  de  ellos, 
y  al  salir  de  la  tertulia 
otorgar  el  privilegio 
de  darme  el  brazo  á  usted  solo 

entre  tantos  caballeros 

Y  por  cierto  que ,  perdida 


Alberto. 
Luisa. 


Alberto. 
Luisa. 


Luisa. 
Alberto. 


la  esperanza,  als^n  mancebo 
murmurando  maldiciones 
se  tiraba  de  los  pelos. 
Si  esto  no  es  amar  de  veras 
diga  usted  que  no  lo  entiendo. 

En  verdad 

Volviendo  ahora 
á  esa  vieja  que  detesto, 
es  fuerza  que  la  haga  usted 
mofa  y  escarnio  del  pueblo. 
Qué  no  haré  yo  por  mi  Luisa? 
Sin  nombrarla,  por  supuesto, 
que  eso  tiene  inconvenientes 
y  nos  expondría  á  un  pleito. 

&asta  que  usted  la  retrate 

Alberto.  Pues  ya,  con  todos  sus  pelos 
y  señales ,  de  manera 
que  la  reconozca  un  cie^o. 

En  cuanto  á  pelos Mejor 

diría  usted  los  ajenos. 
Usted  perdone:  son  suyos, 
que  los  compró  al  peluquero. 

Luisa.     [Riendo.] 

Bravo!  Así,  por  ese  estilo 

Y  no  basta  que  los  versos 
se  lean  en  la  tertulia 
y  circulen  por  el  pueblo, 

aue  en  todos  los  folletines 
e  los  periódicos  quiero 
que  se  impriman. 

Sí,  señora; 

Íj  á  mayor  abundamiento, 
uégo  que  vuelva  á  Madrid 

hago  ánimo  de  leerlos 

Dónde?  En  el  café  del  Príncipe 
Eso  es  poco.  En  el  Liceo. 
Bien  pensado. — Mas  ya  es  hora 
de  que  nos  den  el  almuerzo. 

[Tira  de  un  cordón  y  suena  dentro  una 
campanilla.] 

Hoy  me  he  propuesto  obsequiar 

á  usted 

Alberto.  Mil  gracias. 

[Sale  Mateo  del  cuarto  de  doña  Da- 

miaña.] 


Alberto. 


Luisa. 

Alberto. 

Luisa. 


ESCENA  V. 

DOÑA  LUISA.    D.  ALBERTO.    MATEO. 

Luisa.  Mateo 

Mateo.     Mande  usted. 

Luisa.  El  desayuno 

en  mi  cuarto.  Dos  cubiertos. — 
•Lo  mejor  que  haya  en  la  fonda: 
estás? — Vino  de  Burdeos, 
agua  de  nieve 

Mateo.  (Ahora  es  ella.) 


m\  VIEJA! 


273 


Luisa, 
Mateo. 

Luisa. 
Mateo. 

Luisa. 
Mateo. 

Alberto. 

Mateo. 

Luisa. 

Alberto. 

Mateo. 


Luisa. 

Alberto. 

Mateo. 


Luisa. 

Mateo. 
Alberto. 

Luisa. 
Alberto. 


Señora  mía,  no  puedo 
servir  á  usted. 

Eh? 

No  hay  nada 
que  comer. 

Qué  estás  diciendo  ? 
La  despensa  y  accesorios 
son  propiedad  de  otro  dueño. 
Desde  cuándo? 

Hace  una  hora 

que  la  compró 

Quién,  mastuerzo? 
Dona  Damiana. 

La  vieja! 
Tu  te  burlas. 

Nada  de  eso. 
Aves,  jamones,  legumbres, 
verduras,  aceite,  huevos, 
pan,  vino,  frutas,  conservas, 
vaca,  tocino,  carnero, 
y  hasta  el  pimiento  y  los  ajos , 
y  el  perejil  y  el  orégano. 
Será  cierto? 

Estás  bebido? 
Lléveme  el  diablo  si  miento. 
Ella  tiene  ya  las  llaves 
de  todo  y  mi  amo  el  dinero. 
¿Conque  esa  bruja  me  sitia 
por  hambre? 

Así  lo  comprendo. 

{En  voz  baja.] 

Qué  qufere  usted!  Represalias 

No  puede  ser.  Don  Alberto , 
hable  usted  con  el  patrón. 

Él  dirá 

Voy  al  momento. 

[  Vasepor  la  derecha  del  foro.] 


Mateo. 


Luisa. 


Mateo. 


ESCENA   VI. 

DOÑA  LUISA.    MATEO. 

Querrá  dar  algún  convite , 
ó  dedicarse  al  comercio 
por  menor,  6  ^qué  sé  yo? 
Ello  es  que  todo  el  repuesto 
es  suyo  y  que  lo  ha  pagado 
á  cuatro  veces  su  precio. 
¿Porque  vo  no  almuerce  aquí! 
Pues  no  logrará  su  objeto, 
á  no  ser  que  haya  cargado 
también  por  darme  tormento 
con  todas  las  provisiones 
del  lugar. 

No  sé De  menos 

nos  hizo  Dios,*  porque,  al  fin, 
si  hay ,  como  dice  el  proverbio , 
gustos  que  merecen  palos, 

n. 


Luisa. 


también  dice  otro  discreto 
refrán  español:  más  vale 
un  gusto  que  cien  panderos, 

y  sarna  con  gusto 

CaUa! 
Cuando  estoy  hecha  un  veneno 
¿me  vienes  tú  con  refranes? 


ESCENA  VII. 

DOÑA  LUISA.    D,  ALBERTO.    MATEO. 


Luisa. 

Alberto. 

Luisa. 


Mateo. 
Luisa. 
Mateo. 


Luisa. 
Mateo. 


Alberto. 
Luisa. 


Mateo. 
Luisa. 


Mateo. 


Alberto. 


Mateo. 


Albei'to. 


Luisa. 


Mateo. 


Que  dice  ese  hombre? 

Que  es  cierto. 

Infamia! Habré  de  mandar 

que  compren  algo ,  y  lo  haremos 

guisar 

Aquí  ?  No  es  posible. 

Paes  ¿cómo 

No  hay  cocinero. 
Le  ha  tomado  á  su  servicio 
doña  Damiana., 

¡  Qué  horrendo 
despotismo ! 

En  ñn,  señora, 
víveres ,  fogón ,  cubiertos , 
vajilla,  criados,*  todo , 
todo  es  suyo. 

Estamos  frescos ! 
Yo  no  sé  quién  me  contiene 
que  no  la  araño  y  la  muerdo , 

y  la Jesús!  Me  vaá  dar 

una  convulsión  de  nervios. 

Ha  sido  un  traspaso  en  forma 

Un  traspaso?  Según  eso , 
si  se  le  antma ,  también 
me  echará  de  mi  aposento. 
No  hará  tal.  En  todo  caso 
tendria  que  dar  el  tiempo 

de  la  ley 

Allá  el  fondista 
se  avenga  con  ella,  pero, 
pues  casa  pública  es  esta, 

tiene  que  servirnos 

Niego. 
Ya  no  es  pública,  que  el  amo 

Juitó  la  muestra,  y laus  Deo. 
¡80  es  engañar  al  público, 
y  si  toma  mi  consejo 
esta  señora,  demanda, 

V)leito  al  canto,  y  veremos 
entre  jueces  y  aoogados 
gastaré  lo  que  no  tengo, 

y  lo  perderé  con  costas 

y  mientras  tanto  no  almuerzo ! 
Todo  puede  componerse , 
que  no  es  el  león  tan  fiero 
como  lo  pintan.  Mi  ama, 
qoe  ya  como  á  tal  la  cuento , 
está  un  poco  resentida 

.     18 


274 


UNA  VIEJA! 


Luisa. 
Mateo. 


Luisa. 


Mateo. 

Luisa. 
Mateo. 


por  lo  de  anoche  y,  hablemos 
en  plata ,  confíese  usted 
qae  es  oon  harto  f andamento; 
mas  ahora  poco  decía: 
si  reconoce  sas  yerros 
doña  Luisa  v  me  promete 
respetar  de  hoy  más  mi  sueño  ^ 
y  mis  baños,  y  mis  años , 

y  maestra  arrepentimiento 

Pues !  La  pediré  perdón 

de  rodillas 

No.  Con  menos 
se  contenta.  Con  cualquiera 
disculpa,  y  alza  el  secuestro 
de  la  cocina,  y  pelillos 
á  la  mar. 

No ,  no.  Primero 
morirme  de  hambre. 

[Llaman  en  el  cuarto  de  doña  Da- 
miaña  haciendo  sonar  un  vaso.] 

Allá  voy. — 
¿Conque  guerra  á  sangre  y  fuego? 
Sí,  guerra  á  muerte. 

Si  usted 
engorda  así,  buen  provecho. 

[Bntra  en  el  cuarto  de  doña  Da* 

miaña.] 


Luisa. 


Alberto. 


Luisa. 
Alberto. 


Luisa. 

Alberto. 
Luisa. 
Alberto. 
Luisa. 


Alberto. 

Luisa. 

Alberto. 


ESCENA  VIII. 

DOÑA  LUISA.    D.  ALBERTO. 

Hay  vieja  más  insurgente? 
Ah  I  de  cólera  me  abraso. 

Yo  voy 

•    Eh,  no  haga  usted  caso, 

Íue  sin  duda  está  demente. — 
fas  yo  presumo  que  todo 
es  farsa. 

Farsa? 

Sí  taL 
Por  motivo  tan  trivial 
¿quién  se  arruina  de  ese  modo? 
No  será  tan  temerQ.ria..... 
No  se  arruina  á  dos  tirones, 
que  tiene  muchos  doblones. 
(Oiga!)  Es  rica? 

Millonaria. 

¿Conque  sus  bienes 

Inmensos. 
Quince  casas  en  Madrid , 
hacienda  en  Yalladolid, 

y  los  juros  y  los  censos 

Oh  I  y  en  Teruel  y  en  Sigüenza 

¡Tanta  renta 

Y  yo  ninguna! 
Está  visto.  La  fortuna 


Luisa. 
Alberto. 
Luisa. 
Alberto. 


Luisa. 

Alberto, 

Luisa. 

Alberto. 

Luisa. 

Alberto. 


Luisa. 

Alberto. 
Luisa. 
Alberto, 
Luisa, 

Alberto, 

Luisa, 


Alberto. 
Luisa. 


ha  perdido  la  vergüenza. 
Es  un  horror! 

Un  absurdo. 
Que  clama  al  cielo! 

Pues  ya! — 
¡  Y  su  marido  será 
algún  ricacho  palurdo ! 
No.  También  es  viuda. 

(Hola!) 
No  es  esto  decir  que  yo 

tenga  envidia  de  ella 

Oh!  no. 
Sesenta  años  á  la  cola..... 
Digo ,  si  es  larga  la  fecha ! 
Y  usté  en  su  Mayo  florido, 

y  tan  bella (Éste  año  ha  sido 

asombrosa  la  cosecha.) 

Mírela  usted  con  desprecio 

Sí,  pero  á  punta  de  lanza 
quiero  llevar  mi  venganza, 

y  usted 

Sí.  (No  soy  tan  necio.) 

La  sátira 

Sí,  muy  bien. 

Si  usted  no  vuelve  por  mí 

La  hará  usted? 

Digo  que  sí. 
(Más  ño  digo  contra  quién.) 
Ahora  la  vieja  me  obliga 
con  el  rigor  de  su  asedio 
á  almorzar — ¡no  hay  más  remedio!- 
en  casa  de  alguna  amiga. 
Bufando  estoy  de  coraje. 
Vendrá  usted  conmigo? 

Sí. 
Espéreme  usted  aquí 
mientras  me  mudo  de  traje. 


ESCENA    IX. 

D.  ALBERTO. 

Vamos  á  cuentas,  Alberto. 
¿Con  qué  razón,  con  qué  ley 
á  esa  señora  mayor 
barias  guerra  cruel? 
¿Qué  pasión  acrisolada, 
ó  qué  gloria,  ó  qué  interés 
te  precisa  á  inocularte 
de  una  envidiosa  la  hiél? 
Por  una  coqueta  frivola, 
que  te  plantará  tal  vez 
mañana ,  si  caprichosa 
te  dio  su  privanza  ayer, 
¿has  de  esgrimir  lengua  y  pluma 
contra  una  vieja  de  bien? 
¿No  sería  más  prudente 
acaso  obrar  al  revés, 
y  campeón  declararte 
de  la  ultrajada  vejez? 


ONA  VIEJA  I 


275 


Mateo. 


¿Quién  sabe  si  todavía 

será  de  buen  parecer  ^ 

ó  si  es  tanto  de  sus  prendas 

morales  el  almacén, 

que  haga  olvidar  las  arrugas 

de  su  venerable  tez? 

Ahí  es  nada !  ¡  Quince  casas 

en  la  Corte,  y  en  Teruel 

propietaria,  y  en  Sigüenza, 

y  en  Valladolid  también  I 

Pues  aunoúe  cuente  más  años 
que  tuvo  Melquisedec, 
¿cómo  no  ha  de  ser  amable 
tan  opulenta  mujer? 
Qué  ae  onzas  tendrá!  La  boca 
se  me  hace  toda  una  miel. 
Nunca  don  Félix  Utroque 
ni  feo  ni  viejo  fué; 
y  esto  no  es  adulación  , 
que  no  me  trato  con  él 
hace  dias,  (de  resultas    * 
de  aquel  infernal  entres! 

Mas  si  cortejo  á  esa crónica, 

Luisa  me  va  á  aborrecer. 
£h !  si  logro  mi  deseo, 
qué  me  importa  su  desden?  — 
Y  Jacinta?  Más  pesar 
tendria  de  ser  innel 
á  aquella  inocente  niña. 
Me  quiere  con  tanta  fe ! . . . . 
Yo  también  la  ouiero  un  poco, 
aunque  apenas  nace  nn  mes 
que  la  trato. — Pero  vive 
en  casa  de  poco  tren. 
Galle  del  Rubiol....  No  doy 
por  su  dote  un  alfiler. 


Alberto. 
Mateo. 


Alberto. 

Mateo. 

Alberto. 

Mateo. 

Alberto. 

Mateo. 


ESCENA  X. 

D.  ALBERTO.    MATEO. 

(Solo  ha  quedado.  Esta  es  buena 
ocasión.) 

[Acercándose.] 

Dios  guarde  á  usted. 
Qué  quieres? 

Doña  Damiana 
me  ha  entregado  este  papel 

[Le  da  una  esquela.] 

Para  mí? 

Lea  usté  el  sobre 

«Señor  don  Alberto » 

Pues. 
Te  manda  esperar  respuesta? 
N0|  señor.  Hasta  más  ver. 


ESCENA  XK 

D.  ALBERTO. 

Carta  á  mí!  ¿Qué  me  dirá. 
Leyéndola  lo  sabré. 

[Abre  la  esquela  y  lee.] 


«Muy  señor  mió  y  amigo: 
Si  se  precia  usted  de  ser 
como  entendido  prudente 
y  como  galán  cortés, 
tómese  usted  la  molestia 
de  visitarme  á  las  diez , 

Ír  no  se  arrepentirá , 
o  espero,  de  complacer 
á  su  atenta  servidora 
Damiana  Pérez  Mallen.» — 
Una  cita  I  Qué  sorpresa! 

Ella  misma  me  da  pié 

Esto  es  hecho.  Me  declaro 

su  amante Qué  voy  á  hacer  ? 

Me  silbarán  mis  amigos 

Bobada!  les  taparé 

la  boca  con  sendas  copas 

de  Champaña  y  de  Jerez. 

¿Quién  no  aplaude  á  un  hombre  rico 

cuando  es  dadivoso,  quién? 

Para  uno  que  me  censure 

me  tendrán  envidia  seis. 

Pecho  al  agua Mas  Luisita 

sale  ya.  Guardo  el  papel. 


Luisa. 

Alberto. 

Luisa. 

Alberto. 

Luisa. 

Alberto. 

Luisa.. 

Alberto. 

Luisa. 

Alberto. 


ESCENA  XII. 

DOÑA  LUISA.     D.  ALBERTO. 

Qué  hora  tenemos? 

ÍMira  su  reloj.]       Las  nueve, 
{ué  temprano  I  Ya  se  ve, 
se  madruga  tanto  aquí! 

[Distraido.] 

Mucho (Pues  yo  he  de  volver...) 

Vamos.  Déme  usted  el  brazo. 
Dónde? 

Á  casa  de  Isabel. — 
Qué  distraído!.... 

No.  Estaba 

meditando  un  plan 

Tasé. 
El  de  la  sátira. 

Sí, 
mas  sin  perjuicio  de  aquel, 
estaba  pensando  en  otro 
que  ni  el  mismo  Lucifer 


.  S76 

Luisa. 
Alberto. 

Luisa, 
Alberto. 


mk  VIEJA  I 


Sí?  Cuál?  Sepamos, 
qae  adoro  á  la  yieja. 


Fingir 


Luisa. 

Alberto. 

Luisa. 


Bien. 

Con  mucho  fervor^  aunque  haga 
el  saórifício  cruel 
de  suspirar  y  gemir  ^ 
V  arrodillarme  á  sus  pies, 
hasta  lograr  que  me  escriba 

ó  alguna  prenda  me  dé 

Entiendo,  sí,  y  hacer  de  ella 
cruel  recnifla  después. 
No.  Mejor  será  dejarlo, 

que  me  expongo  á  su  desden 

Qué  importa,  si  es  una  burla? 

Pero  es  tanta  su  sandez 

Lo  creerá  á  puño  cerrado. 


Alberto. 
Luisa. 

Alberto. 
Luisa. 


Alberto. 
Luisa. 

Alberto. 

Luisa. 

Alberto. 


Hagamos  un  entremés 
con  ella. 

Es  chanza  pesada 

Que  lo  sea.  No  hay  cuartel. 
Yo  lo  exijo. 

Pues  corriente. 
Los  tontos^  dijo  un  francés, 
están  aquí  bajo  para 
nuestro  menudo  placer  {*). 
(Traducción  libre!) 

Riamos 

y  ria  Carabanchel 

Bravo!.... 

Á  costa  de  una  tonta. 
Sí,  sí Cuento  con  usted. 

[  Vansepor  la  derecha  del  foro.] 


ACTO  SEGUNDO. 


ESCENA  I. 

DOÑA  DAM1ANA. 

[Sale  de  su  cuarto  vestida  con  mucho  lujo  y  con 

afectada  elegancia .  ] 

Las  diez  van  á  dar:  la  hora 
del  desengañó  ó  del  triunfo. 
¿Vendrá  á  la  cita  el  señor 
don  Alberto?  No  lo  dudo. 
Mi  carta  debió  picar 
su  curiosidad ,  y  mucho. 
Como  todo  se  chismea 
en  los  lugares,  alguno 
le  habrá  dicho  ya  á  estas  horas 

3ue  poseo  diez  mil  duros 
6  liore  renta,  y  no  es  hombre 
de  haber  echado  el  anuncio 
en  saco  roto. — T  en  ñn, 
si  no  viene,  ¿qué  aventuro? 
Poco  ó  nada.  Podrá  ser 
que  entre  cuatro  boquirubios 
y  otras  tantas  coquetuelas 
glose  con  maligno  estudio 
mi  carta,  y  que  á  costa  mia 
gane  concepto  de  agudo, 
y  que  escriba  contra  mí 
una  sátira  en  esdrújulos; 
mas  sin  darle  yo  ocasión 
para  ataque  tan  injusto, 
•  ¿no  prometió  denunciarme 
a  la  censura  del  vulgo? — 
Pero  si  acude  goloso 


al  cebo  con  que  le  busco; 
si  desbanco  á  doña  Luisa 
y  abato  su  necio  orgullo, 
¡qué  satisfacción,  qué  lauro 

Sara  mí  I  ;  Tendría  gusto 
e  verla  trinar  de  ira 

y  retorcerse  los  puños 

No  ha  bastado  á  mi  venganza 
embargarle  el  desayuno. 
Le  he  de  quitar  el  amante, 
y  lo  sabrá  todo  el  mundo, 
y  aprenderá  á  respetar 
¡  la  fatua !  mis  doce  lustros. — 
Qué  tal  estaré  prendida? 
¿Deslumhraré  con  mi  lujo 
al  perdulario  galán? 
Veamos 

\Se  mira  al  espejo.] 

HuyI  Abrenuncio! 

Nunca  estuve  más  horrible 

ni  más  vieja.  ¡Qué  de  surcos 
en  mi  ultrajado  semblante! 
Galas  mi  cuerpo  caduco? 
¿Rosas  mi  pálida  frente, 
que  si  bien  la  cuenta  ajusto 
es  casi  contemporánea 
de  Federico  Segundo? 
¿Quién  vio  la  pascua  florida 
en  vigilia  de  difuntos? 
Ahí  si  yo  fuera  tan  tonta 
como  otras  viejas  al  uso 
del  dia,  ¡cómo  llorara 
cuando  al  espejo  consulto! 


(*)    le%  sots  sonl  ici  bas  pour  nos  ímhus  plaiiirs.  (GrbssktJ 


Mas,  por  dicha,  me  conozco, 

y  sin  ensayar  repulgos 

de  postiza  juventud, 

dejo  al  tiempo  lo  que  es  sayo, 

y  yo  la  primera  soy 

qne  me  río  de  mi  busto. 


ESCENA  II. 

DOÑA  DAMIANA.     D.  ALBERTO. 

Alberto.  [LUga  por  la  derecha  del  foro.] 

Señora,  beso  los  pies 

Dam .      Caballero. ....  la  visita 

estimo (Lo  dije.  Él  es. 

Qué  poco  faltó  á  la  cita! ) 

[Sentándose.] 

Ruego  á  usted  que  tome  asiento. 
Alberto.  Aquí? 
Dam.  Sí,  que  es  esta  sala 

más  fresca  que  mi  aposento. 

Alberto.  [Sentándose.] 

(La  vejez  está  de  gala.) 
Dam.      ][)irá  usted  que  es  singular 

la  libertad  que  me  tomo 

Alberto.  Nada  de  eso.  (Qué  collar! 

Vive  Dios  que  no  es  de  plomo.) 

To  ruego  á  usted  que  me  excuse 

si  antes ,  viviendo  pared 

de  por  medio,  no  me  puse , 

señora,  á  los  pies  de  usted. 

Esperaba  mi  equipaje 

Estaba  un  poco  indispuesto 

(Qué  pulsera!  Y  el  encaje?) 

El  temor  de  ser  molesto 

Dam.      El  temor!  Ja,  ja qué  risa! 

Alberto.  Crea  usted,  señora 

Dam.  Ba ! 

Eche  usted  á  doña  Luisa 

la  culpa ,  y  no  mentirá. 
Alberto,  k  doña  Luisa?  No.  Es  cierto 

que  soy  su  amigo 

Dam.  '      Su  amigol 

Un  poco  más ,  don  Alberto. 

Sea  usted  franco  conmigo. 
Alberto.  Cumplimientos  de  cartilla 

le  habré  dicho. . . .  Ella  no  es  monja. . . . 

Mas  con  intención  sencilla 

Íasí....,  por  mera  lisonja, 
ues  yo  sé  que  de  otro  modo 
lo  entiende  ella. 
Alberto.  Qué  jactancia! 

Vaya,  hay  mujeres  que  todo 
lo  convierten  en  sustancia. 
Amor  es  de  comodín 
el  que  ella  reputa  fiel, 
amor  transeúnte....;  en  fin, 
amor  de  Carabanchel, 


UNA  VIEJA  f 


Dam. 


Alberto. 

Dam. 

Alberto. 

Dam. 
Alberto. 

Dam. 

Alberto. 

Dam. 

Alberto. 

Dam. 

Alberto. 

Dam. 

Alberto. 

Dam. 


Alberto. 


Dam. 

Alberto. 
Dam. 

Alberto. 


Dam. 
Alberto. 


Í77  . 

Amigo,  no  es  usted  justo. 
Bella,  joven  y  graciosa,  ' 
la  viuda  éd  plato  de  gusto. 
Bobada!  No  vale  cosa. 
Alegre,  viva 

I  Si  yo 
soy  hombre  de  mucha  calma! 

Sus  prendas  físicas 

Oh! 
Más  precio  yo  las  del  alma. 
Su  elegancia 

No  la  abono. 

Su  talento 

Es  una  fatua. 

Su  donaire 

De  mal  tono. 

Su  garbo 

Si  es  una  estatua! 
Según  eso,  ha  de  tener 
un  mérito  extraordinario 
la  venturosa  mujer 

que  agrade  á  usted 

Al  contrario. 
Soy  filósofo,  y  prescindo 

de  esas  bellezas  así 

Lo  que  para  otros  es  lindo 
es  horrible  para  mí. 
Cosa  extraña!  ¿Es  usted  fiera, 
ó  pico  de  Guadarrama? 
An !  no. 

Pues  ¿cómo  quisiera 
usted  que  fuese  su  dama? 
(Llegó  el  crítico  momento.) 
Fues  ya  que  usted  lo  desea 
voy  á  decir  lo  que  siento. 
(Para  el  tonto  que  te  crea!) 
No  son  para  mi  servicio 
damas  de  lozano  Abril, 

Eorque  si  una  tiene  juicio 
ay  fuera  de  juicio  mil; 
ni  graciosa  me  la  ofrezcan 
y  linda  como  unas  pascuas 
para  aue  otros  la  apetezcan 
y  me  hagan  vivir  en  ascuas: 
Eso  no!  ¿Cuánto  más  vale 
una  mujer  ya  madura 
que  me  cuide  y  me  regale 
con  amorosa  ternura? 

La  juventud!  Es  tan  breve 

El  tiempo  corre  que  vuela; 
¿y*á  que  cara  no  se  atreve 
descortes  erisipela? 
¿Cuántas  en  fior  no  perecen 
víctimas  de  la  farmacia? 
Pero  jamás  envejecen 
talento,  virtud  y  gracia. 
Denme  mujer  de  experiencia; , 
lo  demás  importa  un  pito. 
Si  ha  menester  indulgencia, 
yo  también  la  necesito; 
y  por  fin  la  que  en  su  red 

me  prenda  ha  de  ser ( audacia ! ) 

verbigracia , . . . .  como  usted. 


278 


UNA  VIEJA ! 


Dam.      Qq¿  gracioso  verbigracia ! 
Alberto.  Lo  digo  como  lo  pienso. 
Dam,      \  Despreciar  viudita  fresca 

y  cargar  con  este  censo! 

Sabe  usted  lo  que  se  pesca? 
Alberto,  No  hay  que  hablarme  de  esa  viuda. 

Sólo  usted  mi  dicha  labra 


SI  su  mano. 


Dam. 

Alberto. 
Dam. 
Alberto. 
Dam. 

Alberto. 

Dam. 

Alberto. 


[Doña  Damiana  se  rie.] 

Usted  lo  duda? 
Pues  cójame  la  palabra. 
¡To  inspirar,  poore  de  mí, 
un  amor  tan  repentino! 
Siempre  el  amor  entra  así. 
Vamos,  es  un  desatino. 

¡Oh  qué  dicha  si  los  dos 

lY  usted (Oh  infame  codicia!) 

Míreme  usted  bien ,  por  Dios. 
La  miro  á  usted  con  delicia. 
Yaya,  hay  capriphos  extraños. 
(Juro  á  Dios  que  es  un  vestiglo.) 


Dam.      [Con  tono  trágico.] 


Alberto. 

Dam. 

Alberto. 

Dam. 
Alberto. 


Dam* 


Alberto. 
Dam. 


Alberto. 


Dam. 


Alberto. 
Dam. 
Alberto. 
Dam. 

Alberto. 

Dam. 
Alberto. 


Temerario!  Hace  diez  años 

Quó? 

Que  cumplí  medio  siglo. 
Tan  fresca,  tan  colorada!.... 

Ó  usted  aumenta  el  guarismo 

No  tal. 

Ó  está  equivocada 
la  partida  de  bautismo. — 
Ni  la  diferencia  es  tanta. 
Yo  tengo  cuarenta  y  tres 

Í Catorce  de  más  se  planta. 
lO  que  puede  el  interés !) 
Mire  usted  que,  aun  siendo  cierto 
lo  que  dice,  soy  caduca 
para  usted. 

No 

Don  Albertol 

[Tocándose  los  rizos.] 

Observe  usted Us  peluca! 

Poco  influye  un  peluquero 
en  corazones  sencillos. 
Cuando  amor  es  verdadero 
nunca  repara  en  pelillos. 
Mire  usted  que  estoy  cascada; 
mire  usted  que  tengo  tos 

Íerenne,  y  dolor  de  ijada 
¡hl  todo  sea  por  Dios. 

Mire  usted 

(Otro  alifafe!) 
Que  cuando  el  tiempo  se  muda 

y  viene  airo  de  Jetafe 

Eh!  son  achaques  de  viuda. 
(Esta  vieja  es  el  demonio.) 
Ningún  remedio  me  prueba. 
Con  un  mes  de  matrimonio 
se  pone  usted  Qomo  nueva. 


Dam.      [Dengosa.] 

Ah!  De  veras? 

Atterto.  Oh!  de  fijo. 

Dam*      Sería  mucha  ventura 

para  mí  y  un  regociio...., 
vna pero  ¡si  es  locura! 

Alberto,  Diga  usted  que  no  me  quiere 
para  su  consorte....,  y  auto. 
Ingrata!  ¡Después  que  hiere 
este  corazón  incauto! 

Dam.      (Hay  pillo  más  embustero?) 
No  soy  tan  ingrata,  no, 

pero  mi  rubor Sí  quiero; — 

es  decir,  yo 


Alberto. 


Dam. 
Alberto. 


Dam. 


Alberto. 
Dam. 


Alberto. 
Dam. 

Alberto. 


Dam. 


Alberto. 

Dam. 

Alberto. 


Dam. 

Alberto. 
Dam. 


[Bajando  los  ojos  con  gazmoñería.] 

Qué  sé  yo? 
(También  coqueta?  No  es  cosa! 
Yo  pondré  coto  á  sas  dengues 
si  nos  casamos.  ¿Golosa, 
y  hace  asco  de  los  merengues ! ) 
Basta !  Adiós !  Ya  no  resisto 
á  mi  desventura. 
[Con  aflicción.]     Qué ! 
Se  marcha  usted ! 

Está  visto 
que  obra  usted  de  mala  fe.. 
¡  Exagerar  á  sabiendas 
sus  años  y  sus  defectos ! 
Otro  galán  hay  en  prendas. 
Usted  tiene  otros  proyectos. 

No;  libre  es  mi  corazón 

Digo  mal;  lo  era  no  ha  mucho. — 

Pero  esa  ardiente  pasión 

Ay,  don  Alberto! 

¿Qué  escucho! 
Si  usted,  su  juicio  anegó 
y  amor  es  dulce  contagio, 

Íes  maravilla  que  yo 
e  acompañe  en  el  naufragio? 

Oh  dicha  mia!  (¡  Ay,  cuan  cara 

la  compro!) 

¡  Ay  fragilidad 

punible!  Ay!  Quién  lo  pensara! 

quién  lo  dijera!  Á  mi  edad! 

La  quiero  á  usted  y  me  quiere 

Basta.  Qué  importa  la  fecha? 

(Menos  valor  se  requiere 

para  asaltar  una  brecha. ) 

¿Quién  te  niega  su  albedrío, 

Dios  de  amor  omnipotente?— 

Pero  mire  usted,  bien  mió, 

qnie  yo  soy  muy  exigente. 

(Peor  es  esto  que  la  tos.) 
Yo  le  haré  doblar  el  cuello.) 
(Qué  exigirá,  santo  Dios! 
a  se  me  eriza  el  cabello.) 

Qué  exige  usted?  Vaya. 

Hijo, 

si  usted  me  ama  tanto 

Sí. 

En  primer  lugar,  exijo 

(jue  me  (Quiera  sólo  á  mí. 


I 


UNA  VIEJA! 


Alberto,  Por  supuesto,  ya  se  entiende. 

Mi  tierna  solicitud 

Dam.      Hay  por  medio  cierto  duende 

Jue  me  da  mucha  inquietud, 
lona  Luisa 

Alberto,  La  olvidé. 

Dam.      No  me  consta.  Es  mi  capricho 
que  lo  j  ustifique  usté. . . . , 

[Se  levanta.] 

6  no  hay  nada  de  lo  dicho. 
Alberto.  [Levantándose.] 


Dam. 
Alberto. 

Dam. 

Alberto. 

Dam, 


Alberto. 


Dam. 

Alberto. 

Dam. 


Alberto. 
Dam. 


Bien,  pero 

Á  Roma  por  todo. 
¿No  basta  que  un  hombre  blanco 

jure 

No. 

Mas  ¿de  qué  modo.... 
Herrar  ó  quitar  el  banco. 
Á  una  linda  zagaleja 
se  le  hace  perder  el  seso 
con  lisonjas ;  una  vieja 
no  se  contenta  con  eso. 
Tengo  miedo  á  aquel  palmito. 
No  palabras  de  manteca , 
hipoteca  necesito. 

ÍNo  eres  tú  mala  hipoteca! 
Estoy  por  echarla  al  diablo 

Si  es  tan  exigente  ahora  ^ 

qué  hará  luego?  Guarda,  Pablo!) 

Vacila  usted? 

[Indeciso.]       No,  señora 

8í!  No  vale  el  disimulo. 
Usted  me  engaña.  Oh  pudor! 
Transijo,  ay  Dios!-,  capitulo, 
y  me  abandona  el  traidor! 

Eso  no 

Á  un  claustro  me  iré 
á  esconder,  ay  Dios!  mi  afrenta , 
y  con  ella  esconderé 
mis  diez  mil  duros  de  renta. 


Alberto.  [Entusiasmado.] 

Jamás!  jamás!  (Diez  mil  duros!) 
Qué  despecho  tan  pueril ! 
ÍY  yo  con  tantos  apuros!) 
Antes  muera  yo!  (Diez  mil!) 
Quiere  usted  pruebas?  Pues  bien, 
será  usted  servida,  y  pronto, 
r  Maldita  seas  amén ! ) 

Dam.      íTan  avaro  es  como  tonto.) 

Alberto,  voy 

Dam.  Adonde? 

Alberto.  k  mi  aposento. 

Yo  traeré  datos  seguros, 

!>ruebas  que Vuelvo  al  momento. 
Dipz  talegas !  diez  mil  duros !) 

[  Vase  por  la  derecha  del  foro.] 


«79 


ESCENA  III. 

DOÑA  DAMIANA. 

No  lo  dije?  El  oro,  el  oro! 

Los  diez  mil  duros  de  renta 
son  milagroso  Jordán 

Iue  restaura  mi  belleza, 
iástima  y  risa  me  daba 
el  verle  poner  en  prensa 
su  ingenio  para  probarme 
que  soy  una  primavera. 
Sacrificarme  la  viuda 

algún  trabajo  le  cuesta 

Tanto  mejor.  Mi  victoria 
así  será  más  completa. — 
Mas  ¿si  le  habré  conquistado? 
mas  ¿si  me  querrá  de  veras? 
¿mas  si  no  le  ha  parecido 
mi  cuerpo  saco  de  tierra? 

¿¡Quién  sabe Todos  me  dicen 

que  estoy  tan  gr^apa,  tan  tiesa 


ESCENA   IV. 

DOÑA  DAMIANA.    D.  ALBERTO. 

Alberto.  [Llega  apresurado.] 

Señora 

Dam.  (Qué  listo  vuelve  I 

No  quiere  que  me  arrepienta.) 
Alberto,  Aquí  estoy.  Dice  el  adagio: 

al  buen  pagador Et  cestera. 

Usted  quiere  reinar  sola, 

y  va  á  quedar  satisfecha. 

Usted  me  pide  una  víctima 

y  que  esa  víctima  sea 

doña  Luisa 

Dam.  No  es  pedir 

gollerías. 
Alberto.  Norabuena. 


Dam. 
Alberto. 


Dam. 


Alberto. 


.  [Sacando  una  cartera.] 

Hela  aquí  sacrificada 

Eh?¿  Dónde 

En  esta  cartera. 
Contiene  varias  epístolas 
de  doña  Luisa,  y  en  ellas 
un  ciento  de  peticiones 

Íun  millón  de  impertinencias, 
ome  usted. 

[Toma  la  cartera  y  saca  un  papel  y 

lee.] 

A  'verí-'tUtrillaf 

maestro  sastre » 

Ah !  la  cuenta 

de  un  fraque  y  seis  pantalones 

Ta  no  me  acordaba  de  ella. 


280 

Dam. 
Alberto* 


UNA  VIEJA! 


Dam. 


Alberto, 
Dam, 

Alberto. 


Dam. 


(Él  es  quien  ha  de  acordarse.) 
Algo  atrasada  es  la  fecha. 

Puede Yo  suelo  pagar 

en  tres  plazos  esas  aeudas. 
(Tarde,  mal  y  nunca.) 

[Examinando  otro  papel,  y  leyéndolo 

para  si.] 

Y  esto? 

({Por  vida )  Una  bagatela 

Le  citan  á  usted  á  un  juicio 
de  conciliación. 

Sí,  quejas 
infundadas  de  un  casero 
irracional  que  se  empeña 
en  cobrar  todos  los  meses , 
y  no  tapa  las  goteras , 
ni  blanquea  la^  alcobas , 
ni  limpia  la  chimenea. 
(Con  la  prisa  de  volver 

no  he  quitado Pues  si  viera 

el  librito  de  memorias 

Allí  hay  sapos  y  culebras.) 

[Examinando  otro  papel.] 

Un  billete  perfumado. — 
Rico  papel  de  vitela. — 
Grabadas  dos  iniciales: 
L.  G. 

Luisa  Ginebra. 

Y  está  escrito  de  su  puño, 
qae  ya  conozco  la  letra. 

Y  abajo  estará  la  fírma. 
Cierto. 

¿Quiere  usted  más  pruebas 
de  mi  amor  ? 

No;  por  ahora 
bastante  tengo  «on  esta. 

[  Vuelve  d  poner  el  billete  en  la  car- 

lera.] 


Alberto.  Si  la  cartera  contiene 

cartas  de  otra  dulcinea, 
que  no  lo  sé  á  punto  fijo , 
tal  aprecio  hago  yo  de  ellas, 
también  las  doy  de  barato. 
Gracias.  Es  mucha  ñneza. 
Si  esto  no  es  amar  á  usted, 
que  venffa  Dios  y  lo  vea. — 
Mas  también  será  razón 
que  exija  yo  alguna  prenda 

de  usted 

Usted  todavía! 
Ingrato !  ¿  No  me  tuteas ! 

Ah!  sí.  El  respeto Es  decir, 

la (Se  me  anuda  la  lengua.) 

Tuyo  soy ,  Damiana  mia , 

tuyo...  (Hasta  el  nombre  es  de  vieja.) 

Digo ,  pues ,  que  yo  también 

soy  exigente,  y  es  fuerza 

Ah  1  Qué  osa  usted  proponerme  ? 
Temerario!  ¿Qué  exigencias 


Alberto. 
Dam. 

Alberto. 

Dam. 

Alberto. 

Dam. 


Dam. 
Alberto. 


Dam. 
Alberto. 


Dam. 


son  las  de  ustedf 

Alberto.  (Esta  es  otra !) 

Dam.      Yo  soy  mujer  de  vergüenza. 

Alberto.  Señora!..... 

Dam.                        Y  tengo  respeto 
á  la  moral  y  á  la  iglesia 

Alberto.  Eh!  tranquilícese  usted. 

¡Que  me  parta  una  centella 
si  pienso  yo,  ni  por  pienso, 
señora,  lo  que  usted  piensa 
que  estoy  pensando ! 

Dam.  Respiro. 

Alberto.  Pero  bien  puedo,  sin  mengua 
de  la  cristiana  moral , 
exigir  en  recompensa 
alguna  prenda  de  amor. 
Esta  fue  sólo  mi  idea 

Dam.      Hijo  mió,  yo  no  puedo 
presentarte  por  ofrenda 
trofeos  de  otros  amores; 
que  si  en  horas  más  serenas 
cuando  no  eras  tú  nacido 
y  yo  ¡av  Dios!  tenía  muelas, 
no  me  laltaron  epístolas 
llenas  de  dulces  simplezas 
con  orlitas  de  colores , 
y  un  Cupido  á  la  cabeza ; 
ese  papel  ya  no  tiene 
curso  en  la  plaza.  Quisiera, 
no  obstante ,  de  mi  cariño 
ofrecerte  alguna  muestra, 
mientras  te  lo  juro  eterno 
en  la  santa  madre  iglesia. 
Qué  te  daré  yo?  Si  fuese 
de  tu  agrado 'esta  cadena 

[Se  quita  una  de  oro  que  lleta  al 

cuello.] 

Alberto.  No  por  su  valor  metálico 

Dam.      Costó  seis  onzas  y  media. 
Alberto.  No  por  su  valor,  repito, 

sino  por  ser  el  emblema 

del  cautiverio  feliz 

qu^  á  tu  imperio  me  sujeta , 

la  acepto. 
Dam.  Cautivo  mió? 

No  lo  creo.  Si  lo  fueras, 

me  dirias  eso 

Alberto.  Cómo? 

Dam.      Con  una  rodilla  en  tierra. 

Alberto.  Ah! Sí (Maldición! Será 

forzoso Atroz  penitencia!) 

[jSe  arrodilla.] 

Dam.      Bien !  muy  bien !  Eso  se  llama 
hacer  las  cosas  en  regla. 

[Poniéndole  la  cadena.] 

Ahora  te  cuelgo  amorosa 
la  simbólica  presea, 
y  te  permito  besar, 


UNA 

si  es  con  intención  honesta , 
la  mano  que  ha  de  ser  tnya. 
Alberto.  (Esto  más! Dios  me  proteja.) 

[Al  besar  Z>.  Alberto  la  mano  á  doña 
Damiana ,  entra  doña  Luisa  por  la 
derecha  del  foro  con  otras  dos  damas 
y  dos  caballeros.  Todos  sueltan  la  car- 
cajada y  no  cesan  de  reir  hasta  que 
desapar  ece7i,] 


ESCENA  V. 

DOÑA  DAMIANA.  D.  ALBERTO.  nOÑA  LUISA. 
DAMAS.  CABALLEROS. 

Luisa.    Bravo!  lindo!  delicioso! 
Alberto.  [Levantándose.] 

(Cielos!) 
Ltiisa.  Sea  en  hora  buen^. 

Dam.      [En  voz  baja  á  D.  Alberto.] 

Ahora  qaiero  ver  á  un  hombre ! 

[Á  doña  Luisa.]' 


VIEJA!  281 

Otro  aplauso! 

[  Vuelven  i  palmetear.] 

Dam.  Adiós ! 

Alberto.  [Besando  la  mano  á  doña  Damiana.] 

Adiós ! 
Mirad ! . . . .  Qué  graciosa  escena ! 

[Riéndose  también.] 

Sí  por  cierto;  muy  graciosa. 

[Aparte  i  D.  Alberto  que  pasa  junto  á 
ella  al  retirarse  por  la  derecha  del 

foro.] 

Bravo!  Lo  hahecho  usted...  jde  perlas! 

Alberto.  [Con  malicia.] 

Eh !  tal  cual. 


Luisa» 


Qué  carcajadas  son  esas  ? 
¿Es  cosa  del  otro  jueves 

ue  mujer  y  hombre  se  quieran? 

ue  viva ! 


% 


[Pahnotean  los  del  séquito  de  doña 

Luisa.] 

Cuándo  es  la  boda  ? 
Dam.      Ya  pasaré  papeletas. 

[En  voz  baja  á  D.  Alberto.] 

YdkjB,  y  hable  usted ! 
A  Iberto .  (Ya  ^s  forzoso 

quemar  las  naves :  no  queda 
otro  recurso.) 

[En  voz  alta.] 

La  boda? 

Deseo  con  impaciencia 

que  se  celebre.  Mañana ; 

hoy  mismo 

Luisa.  Ó  antes  si  espera 

peligro  de  muerte.  Víctor! 

Podremos  bailar  en  ella? 
Dam.      Por  qué  no? 

Alberto.  [A  doña  Damiafut.] 

Adiós,  vida  mia. 

Luisa.     [Á  sus  amigas.] 

Oís  cómo  la  requiebra? 


Luisa. 
Dam. 


ESCENA  VI. 

DOÑA  DAMIANA.    DOÑA  LUISA.    DAMAS. 

CABALLEROS. 

Lnlsa.     [Á  su  gente  en  voz  baja.] 

^  Se  va Sin  duda 

para  otra  ocasión  reserva 
el  golpe  de  gracia.  Entremos. 
Él  nos  dirá  cuando  vuelva 
¡  divinidades ! 

[Haciendo  reverencias  i  doña  Damior 
na,  y  siguiendo  su  ejemplo  la  com- 
parsa.] 

Repito 

mi  parabién,  y  que  sea 

por  muchos  años 

Dam.  ( La  tonta ! ) 

Luisa.     Y  si  hay  sucesión 

Dam.  (La  necia!) 

Luisa.     Cuidaré  de  que  el  fenómeno 

se  publique  en  la  Gaceta. 

[Nueva  eívplosion  de  risa  y  entra  en 
'SU  cuarto  con  la  comitiva.] 


ESCENA  VII. 

DOÑA    DAMIANA. 

Ve  rendido  á  mis  plantas 
su  tierno  amante, 
¡y  no  ve  mi  victoria 
ni  su  desaire ! 

Y  rie ,  Jesús! 

Esa  mujer  no  tiene 
sentido  común. 


S82 


UNA  VIEJA! 


¿Mas  si  estarán  de  acuerdo 
galán  y  dama 

Sara  hacerme  el  escarnio 
e  la  comarca? — 
Vana  sospecha, 
ue  es  mi  triunfo  el  dominio 
e  esta  cartera. 
Yaelvo  á  mirar 


i 


[Saca  de  la  cartera  una  caria  y  la 
examina.] 

«Querido...» 
La  letra  es  suya. — 

«Querido  de  mis  ojos » 

No  cabe  duda. — 
«  Si  eres  constante , 
esta  noche  te  espero 
donde  tú  sabes.» 

Lindo!  Le  da  una  cita 

Qué  documento! 
Para  abatir  su  orgullo 
vale  un  imperio. 
Cuando  lo  sepa , 
no  dirá  que  lo  pongan 
en  la  Gaceta. 

Fatua!  ¿Será  preciso 
que  al  santo  yugo 
me  doble  para  que  ella 
caiga  del  burro? — 

Y  no  es  negocio 

de  despreciar  casarse 
con  un  buen  mozo. 

Si  es  cierto  que  me  quiere, 
qud  buena  boda ! — 
Ay  Damiana,  Damiana!... 
No  seas  loca. 

Y  la  peluca? 

y  los  sesenta  Eneros? 
y  las  arrugas  ? 

Satanás ,  no  me  saques 
de  mis  casillas , 
que  me  saldria  cara 
la  golosina. 
No.  Qué  desorden ! 
Jesús  L...  /Ne  nos  inducas 
in  tentationemf 


Joaquín. 
Dam. 
Joaquín, 
Dam. 


Joaquín. 
Dam. 

Joaquín. 
Dam. 

Joaquín. 

Dam. 

Joaquín. 

Dam. 

Joaquín. 

Dam. 


Joaquín. 

Dam. 
Joaquín. 


Dam. 


ESCENA  VIII. 

DOÑA  DAMIANA.    D.  JOAQUÍN. 

Joaquín.  [Entrando  por  la  derecha  del  foro.] 

Sed  libera  nos  a  malo. — 

Está  usted  rezando,  tia? 
Dam.      Eres  ttfl  Ven [Qué  alegría, 

qué  placer  y  qué  regalo! 

Joaquín .  ¿  Cómo 

Dam.  £1  señor  don  Alberto, 

que  antes  era  mí  enemigo. 


se  quiere  casar  conmigo.  i 

Cierto? 

Sí,  cierto  y  muy  cierto. 

Me  temo  algún  entremés 

Lo  habrá ,  sí ;  pero  la  risa 
será  nuestra.  Doña  Luisa 
le  ha  yisto,  oh  gloria!  á  mis  pies. 

Pero 

Mi  triunfo  es  cabal. 
Hoy  la  confundo  y  me  vengo. 

Peroles  posible 

Aquí  tengo 
las  cartas  de  mi  rival. 

Si  él  mismo  las  entregó 

Sin  vacilar  un  momento. 
Quién  resiste  á  ese  argumento? 
No  te  lo  decia  yo? 

Y ¿tendremos  matrimonio? 

No  me  lo  mientes  siquiera , 
que  ya  con  fe  verdadera 
hice  la  cruz  al  demonio. — 
Pero  tengo,  á  la  verdad, 
lástima  del  pretendiente; 
que  engañar  así  á  la  gente 
es  falta  de  caridad. 
I  Suplantar  á  la  vecina 

y  luego  dejarle 

Ba! 
Bien  lo  merece. 

Qué  hará?.... 
Que  se  cuelgue  de  una  encina. 
Justo  es  darle  una  lección 
por  codicioso  y  villano. 
Vender  un  hombre  su  mano! 
Qué  infame  prostitución ! 
Eh !  su  pobreza  le  abona. 
Qué  hace  un  hombre  sin  camisa? 
Pero  {la  tal  doña  Luisa 

Sue  aun  me  la  echa  de  persona!.... 
ih!  debiendo  echar  las  muelas, 
¡  reírseme  en  los  bigotes 
con  dos  ó  tres  monigotes 
y  otras  tantas  mocosuelas, 
y  tomarlo  todo  á  farsa, 
y  dale ,  y  vuelta  á  reir, 
cuando  puedo  confundir 
á  ella  y  á  su  comparsa ! 

[Abriendo  la  cartera.] 

Yo  la  pondré  un  sambenito - 
con  esta  cartera. 

[Dando  una  carta  d  D.  Joaquín.] 

Ten, 
que  vas  á  reirte  bien 
con  las  bobadas  que  ha  escrito. 

[Mientras  D.  Joaquín  lee  para  si  la 

carta  que  ha  tomado,  recorre  otra  con 

la  vista  doña  Damiana] 

Oiga !  Esta  es  letra  distinta. 
Yo  la  quiero  conocer, 


i 


UNA  VIEJA! 


283 


Joaquín, 
Dam, 


Joaquín. 
Datn. 


Joaquín. 
Dam. 


Joaquín. 
Dam. 


Joaquín. 
Dam. 


Joaquín. 
Dam. 


Joaquín. 


Dam. 
Joaquín. 

Dam. 


Joaquín. 
Dam. 


pero  no  recuerdo ¿A  ver 

quién  firma? — Cielos!  «Jacinta.)» 
Qué  es  eso? 

Nada  le  arredra; 
está  visto.  Ese  galán 
es  peor  que  aquel  don  Juan 
del  Convidado  de  piedra. 
Otra  dama? 

Me  arrepiento 
de  mí  sandia  compasión. 
Otra  dama ,  si.  Bribón  I 
Tu  prima ! 

Cuál?  Tengo  ciento. 
La  que  he  criado  en  mi  casa, 
Jacinta  9  vivo  retrato 
de  su  padre  don  Torcuato 
y  su  madre  doña  Blasa. 
Ya. 

Murió  tu  pobre  tío, 
y  Blasa — \  qué  desventuras ! — 
quedó  con  tres  criaturas 
sm  más  amparo  que  el  mió. 
Tanto  chiquillo  me  empacha, 
y  más  cuando  son  llorones. 
La  dejé  con  los  varones 
y  me  traje  á  la  muchacha. 
Pero  los  mantengo  á  todos. 
Siempre  generosa  y  buena! 
Teniendo  yo  el  arca  llena 
¿se  habrán  de  comer  los  codos? 
Enfermó  Blasa  hace  un  mes 
con  una  fluxión  prolija; 
envié  entonces  á  su  hija 

para  cuidarla.  Ya  ves 

Era  justo. 

Y  en  su  nuevo 
domicilio,  por  lo  visto, 
el  demonio  ha  andado  listo* 
en  figura  de  mancebo. 
No  me  es  fácil  conocerla. 
La  dejé  muy  niña  ¡y  ya 
tiene  amores !  Estará 
muy  linda. 

Como  una  perla. 
j  Y  ha  creido  los  engaños 
de  un  quídam,  de  un  libertino! 
Ó  es  tonta,  ó  él  es  muy  fino. 
Qué  quieres!  Diez  y  siete  años ! 
Mas  la  carta  aun  no  leí. 
Veamos  lo  que  contiene 

y  sabremos  si  conviene 

Sí,  lea  usted. 

Dice  así  : 

[Lee.] 

«Mamá  no  recibe,  porque  está 
mala,  y  no  parece  bien  que  usted 
me  visite  sin  estar  su  merced  de- 
lante. Salir  yo  sola,....  imposible!, 
y  aunque  pudiera  no  lo  haría.  ¿Por 
qué  ix^  lo  propone  usted,  si  es  cierto 
que  me  quiere  y  que  desea  ser  mi 


es 


oi^poso?  Para  exigir  de  mí  cosas  tan 
extrañas,  ¿por  qué  ha  sorprendido 
usted  mí  corazón,  ingrato?;> 

[Suspendiendo  la  lectura.] 

Bribonazo!....  Pobrecillal.... 
Tender  lian  infame  red 

á  su  honor 

Joaquín.  ¿No  opina  usted 

que  le  rompa  una  costilla? 

Dam.      [Lee.] 

«Verme  por  una  reja  es  poco  para 
usted;  pero  yo  no  puedo  hacer  más. 
¿Quiere  usted  que  se  le  abra  la  puer- 
ta? Para  esto  h^  un  medio  muy  fá- 
cil, pero  único.  Es  usted  caballero  y 
no  necesita  ni  debe  decir  á  usted 
más  su  fiel 

Jacinta.» 

[Doblando  la  carta.] 

Bravo!  Esto  vale  mil  pesos. 
Joaquín.  Bien  la  niña  respondió! 

Dam.      [Con  orgullo.] 

Es  que  la  he  criado  yo. 
Me  la  comería  á  besos !  — 
Ah  qué  idea !  Joaquinito, 

[Hace  sonar  la  campanilla.] 

tú  vas  á  Madrid. 
Joaquín.  Ahora? 

Dam.      Sí. 


ESCENA  IX. 

■ 

DOÑA  DAMIANA.     D.  JOAQUÍN.    MATEO. 

Mateo.  Qué  manda  usted  ,  señora? 

Dam.      Que  ponga  el  coche  Benito. 


ESCENA  X. 

DOÑA  DAMIANA.    D.  JOAQUÍN. 

• 

Joaquín.  Pero  ¿á  qué  voy  yo  á  Madrid? 
Dam.      Á  traerme  esa  muchacha. 
Joaquín,  L  Jacinta? 
Dam.  Sí;  despacha. 

Tráemela 

Joaquín.                      ¿Qué  nuevo  ardid. 
Dam.      Calle  del  Rubio Ta  sabes. 

Si  su  madre  sigue  mala , 


284 

qae  la  acompañe  Pascuala, 
ó  Rita,  mi  ama  de  Hayos. 
Pues  son  casadas  las  dos, 
bien  puede  en  ellas  y  en  mí 
fiar. 

Joaquín.         Y  en  el  primo. 

Dam.                                   En  ti  ? 
Perillán !  Sábelo  Dios. 
Á  la  hora  de  la  siesta 
cuando  el  pueblo  esté  tranquilo 
entráis  con  mucho  sigilo ; 
os  apeáis  en  la  cuesta 

Joaquín.  Sí. 

Dam.  Dando  un  corto  rodeo 


UNA  VIEJA ! 


por  las  tapias 

Joaquín.  Ya. 

Dam.         •  No  os  ven. — 

Por  la  puerta  falsa. 
Joaquín.  Bien. 

Dam.      Saldrá  á  buscaros  Mateo. 
Joaquín.  ¿Y  qué  he  de  decir  en  casa 

de  mi  tia? 
Dam.  Dirás No.— 

Ven.  Mejor  será  que  yo 

ponga  dos  letras  á  Blasa. 

{Bntran  en  el  cuarto  de  daña  Z>a- 

miana.  ] 


ACTO    TERCERO. 


ESCENA  I. 


DONA  DAMIANA.     MATEO. 


Mateo.     [Llega  por  la  izquierda  del  foro.] 


\Dam. 
Mateo. 


Dam. 


Mateo. 


Dam. 

Mateo'. 

Dam. 

Mateo. 


Dam, 


Mateo. 


Dam. 


El  cuarto  está  prevenido. 

Me  alegro.  Vuelvo  á  encargarte 

el  mayor  sigilo. 

Pierda 
usted  cuidado,  que  nadie 
sabrá  nada,  y  si  es  preciso 

que  hasta  á  los  amos  lo  calle 

Nada  importa  que  lo  sepan 
siempre  que  el  secreto  guarden, 
y  ninguno  de  los  huéspedes 

oiga  ni  vea 

Eso  es  fácil , 
porque  el  cuarto  es  retirado 
y  sin  vistas  á  la  calle. 
Entran  por  la  puerta  falsa, 

suben,  se  cierran  con  llave 

Bien.  Dónde  está  doña  Luisa? 
En  su  cuarto. 

Pues  ¿no  sale 
á  comer? 

Aquí  ha  comido. 
Se  ha  compuesto  con  fiambres 

y  golosinas 

Ya  basta. 
Para  la  noche ,  que  se  alce 
el  embargo  de  la  fonda, 
porque  ya  para  vengarme 
no  necesito  apelar 
á  la  estrategia  del  hambre. 
En  hora  buena.  Aquí  sólo 
se  ha  de  hacer  lo  que  usted  mande. 

Le  diré  al  amo 

Después. 


Ahora  corre,  que  es  ya  tarde , 

á  la  puerta  falsa 

Mateo.  Voy 

Dam.      Yo  no  quiero  separarme 

de  aquí  porque  no  sospechen.. 

Así  que  las  acompañe 

al  consabido  aposento 

don  Joaquin ,  dile  que  baje , 

que  le  espero  aquí. 
Mateo.  Muy  bien. 

Dam.      [Dándole  dos  duros.] 

Toma  para  que  los  gastes 
á  mi  salud. 
Mateo.  Muchas  gracias. 


[Yéndose  por  la  izquierda  del  foro.] 
(Qué  generosa  y  qué  amable!) 


ESCENA  II. 

DOÑA   DAMIANA. 

No  he  vuelto  á  ver  á  la  insigne 
doña  Luisa  desde  el  lance 
de  esta  mañana ,  y  deseo 
que  se  me  ponga  delante 
para  aplanarla  de  un  soplo 
como  á  castillo  de  naipes. 
Casi  estaba  por  entrar 
en  su  aposento,  aunque  extrañe 
la  visita;  que  no  vivo 
ni  sosiego  nasta  que{>ague 
sus  groseras  risotadas 


UNA  VIEJA! 


S85 


llorando  gotas  de  sangre. 
No  tengo  mal  corazón . 
peroy  pues  guerra  me  nace, 
guerra  le  haré  hasta  queVinda 
su  pabellón  arrogante. 
Soy  veterana,  y  el  campo 
no  he  de  abandonar  cobarde. 

[Acercándose  al  cuarto  de  doña  Zinsa.] 

Dormirá  la  siesta?....  No. 
La  siento  hablar Ella  sale. 


ESCENA  III. 

DOÑA  DAMIANA.     DOÑA  LUISA. 

Luisa.    Usted  por  aquí,  señora? 

Dam.      Muy  humilde  servidora. 

Luisa.     En  busca  de  usted  salia 

Dam.      Admirable  simpatía ! 

Yo  buscaba  á  usted  también. 

Luisa.     Doy  á  usted  mi  parabién 
por  esa  boda  galana, 
señora  doña  Damiana. 

Dam.      Si  usted  parabién  me  da 
no  simpatizamos  ya, 
porque  á  usted  no  me  dirijo 
para  darle  un  regocijo, 
sino  un  pésame 

Luisa.  k  qué  asunto? 

Dam.      Todo  en  la  vida  va  junto; 
gozo  y  pena,  llanto  y  risa, 
mi  señora  doña  Luisa. 

Luisa.     Pésame?  Yo  no  lo  admito, 
que  es  disculpable  delito 
la  inconstancia  de  un  amante 
cuando  le  hacen  inconstante 
prendas  de  mayor  volumen; 
y  entre  usted  y  yo,  en  resumen, 
toda  competencia  es  vana , 
señora  doña  Damiana. 
Pobre  bisoña  hermosura, 
luchar  yo  fuera  locura 
contra  bellas  de  ad  initio 
con  cien  años  de  servicio. 

Dam.      No  espere  usted  que  me  pi^ue. 
Yo  sé,  sin  que  usted  lo  indique, 
que  estoy  liore  de  requisa, 
mi  señora  doña  Luisa. 
Pero  los  hombres  son  bichos 
de  singulares  caprichos. 
Tal  vez  tiene  la  vejez 
atractivos,  y  tal  vez 
la  que  de  linda  se  precia 
pierde  en  un  dia  por  necia 
lo  que  en  muchos  dias  gana. 

Luisa.     Señora  doña  Damiana! 

Dam.      Tal  vez  la  que  más  se  engríe 


no  piensa  cuando  se  rie , 
muy  presumida  de  bella, 
que  podrán  reirse  de  ella 
con  más  razón,  y  aunque  vil 
sabe  tal  vez  el  reptil 
morder  el  pié  que  le  pisa , 
mi  señora  doña  Luisa. 

Luisa.    No  hay  aguante ,  no  hay  paciencia 
para  tan¿  impertinencia. 
Fues  i  no  cree  á  pié  juntillas, 
porque  le  vio  de  rodillas, 
que  la  adora  don  Alberto? 
Perdone  usted  si  la  advierto 
que  esa  cholla  no  está  sana, 
señora  doña  Damiana. 

Dam,      Yo  me  fundo  en  documentos; 
no  en  falaces  juramentos. 

Luisa,     Documentos? 

Dam,  Y  no  flojos. 

Los  van  á  ver  esos  ojos , 
y  se  va  á  quedar  usted 
pegadita  ala  pared. 

Luisa.     Yo  1  Está  usted  en  su  camisa? 

Dam.     '  Ay ,  señora  doña  Luisa ! 

Luisa,     Qué  bobada!  qué  quimera! 

Dam.      Sí?  Pues  saco  la  cartera. 
La-conoce  usted? 

Luisa,  ¿Qué  veo! 

Dam.      Qué  de  lindezas  poseo ! 

Don  Alberto  es  el  demonio, 
y  me  la  dio  en  testimonio 
de  su  amor  esta  mañana. 

Luisa.     Él  mismo  I 

Dam.  Á  fe  de  Damiana. 

Aquí  están  los  billetitos, 

Ír  ellos  publican  á  gritos 
o  que  ese  temor  conñesa. 

[Mostrando  una  carta  i  doña  Luisa.] 

Vea  usted. 
Luisa.  Mi  letra  es  esa. 

Dam.      (Ah  I  Ya  caiste  en  la  red !) 

Aquí  le  citaba  usted , 

sin  duda  para  ir  á  misa, 

mi  señora  doña  Luisa. 
Luisa,     Él  no  dié  las  cartas,  no. 

Infamia!  Usted  las  robó. 
Dam,      No  tal. 
Luisa,  Sí  tal.  Venga  presto 

la  cartera. 

Dam.      [Guardándola,] 

Por  supuesto  I 
Luisa.     Suelte  usted ,  bruja  decana. 
Dam,      No ,  por  vida  de  Damiana. 
Luisa.     Suelte  usted. 
Dam.  No  corre  prisa, 

mi  señora  doña  Luisa. 


286 


UNA  VIEJA! 


ESCENA  IV. 


DOÑA  DAMIANA.    DOÑA  LUISA.    MATEO. 


Mateo.     Señora. 


Dam. 

Mateo. 

Dam, 


Luisa. 
Dam. 


LuUa. 


Dam. 


Luisa. 


Dam. 


Luisa. 
Dam. 


Luisa, 


[Aparte  con  daña  Damiana  que  le  sale 
al  encuentro,] 

Ta  están  en  casa. 
Ah!  me  alegro. — Y  don  Joaquin? 
Arriba. — Manda  nsted  algo? 

Nada.  Ve  con  Dios Ah!  sí. 

Salte  un  momento  y  espera 
en  la  puerta  -del  jardin. 

[Mateo  se  retira  al  foro.] 

óigame  usted ,  doña  Luisa. 
Las  cartas  que  tengo  aquí 
son  va  mias ;  son  trofeo 
que  ne  ganado  en  buena  lid. 
Darlas  por  fuerza?  Jamás! 
No  lo  espere  usted  de  mí, 
porque  sabré  defenderlas . 
con  esfuerzo  varonil , 
no  digo  ya  contra  usted 
sino  contra  el  mismo  Cid. 
Pero — ya  se  ve  I— tampoco 
las  querrá  usted  adquirir 

á  costa  de  un  sacrificio 

Cuál? 

Humillar  su  cerviz  ; 
confesar  que  su  conducta 
ha  sido  alevosa  y  ruin ; 

pedirme  perdón 

Primero 

Íue  yo  descienda  á  tan  vil 
umiUacion ,  esas  cartas 
se  fijen  como  pasquin 
en  las  plazas  y  en  las  calles; 
primero  he  de  consentir 
que  se  publiquen  en  todos 
los  diarios  de  Madrid. 
Bazon  tendria  tal  vez 

I)ara  hacerlo,  porque >  al  fin, 
as  represalias 

Es  que  eso  '. 
no  se  ha  de  quedar  así. 
Yo  entablaré  contra  usted 
una  demanda  civil 
y  criminal,  que  esas  cartas 
son  robadas. 

Infeliz  I 
Para  confundir  á  usted 
no  necesito  alguacil , 
ni  juez ,  ni  procurador. 
Cómo? 

iHay  más  que  hacer  venir 
á  don  Alberto  y  que  él  mismo 
sentencie  este  pleito? 

Sí, 
que  venga;  yo  lo  deseo. 
Dirá  que  ha  sido  un  ardid 


Dam. 


Veremos  á  quién  elige 
entre  Diciembre  y  Abril; 
veremos  si  es  tan  idiota 
que  quiere  dejarme  á  mí 
por  una  caricatura 
arrancada  de  un  tapiz. 

Insolente! Bien,  que  venga. 

(Cómo  me  voy  á  reir  I) 
Mateo ! 


Mateo.     [Acercándose.] 

Señora. 

Luisa.  En  casa 

del  marqués  de  Castro-Gil 
debe  de  estar  don  Alberto' 
porque  iba  á  comer  allí. 

Mateo.    El  marqués......  Ya  le  conozco. 

Es  aquel  chisgarabís 

que  para  andar  por  las  eras 

se  viste  por  figurín. 

Luisa.     Corre  y  dile  de  mi  parte 
que  se  llegue  por  aquí. 

Mateo.     A  quién ?  Al  señor  Marqués  ? 

Luisa.     Á  don  Alberto ,  rocín, 

Mateo.     [Bntre  dientes  ^  yéndose.] 

Rocín  I  Si  así  me  tratara 

la  otra vamos  al  decir...., 

pero  I  esa  mona  que  nunca 
^  me  ha  dado  un  maravedí!.... 

[  Vase  por  la  derecha  del  foro,] 


ESCENA  V. 

DOÑA  DAMIANA.    DOÑA  LUISA. 

Dam,      Aun  es  tiempo ,  doña  Luisa. 

Si  quiere  usted  transigir 

Luisa.    No,  señora,  no  transijo. 

Dam.      Mire  usted  que  está  en  un  tris 

Luisa.    Ya  he  dicho  que  no. 

Dam.  Pues  luego 

no  se  queje  usted  de  mí. 

[Llega  D.  Joaquin  por  la  izquierda 

del/oro.] 


ESCENA  VL 

DOÑA  DAMIANA.    DOÑA  LUISA.    D.  JOAQUÍN. 

Joaquin.  [Á  doña  Luisa.] 

Señora,  á  los  pies  de  usted. 
Luisa,     Muy  servidora 

Dam.      [Llamándole  aparte.] 

Joaquin. 


UNA  VIEJA! 


S»7 


BU  permiso. 


Joaquín.  [Á  doña  Luisa,] 
Si  usted  me  da  c 
Luisa.     Usted  lo  tiene. 

Dam.      [Aparte  con  D.  Joaquin.] 

¿Vcdís 

los  tres? 
Joaquin.  Jacinta,  Pascuala 

y  yo.  No  puede  venir 

la  tia. 
Dam.  Qué  tal  está? 

/0^i¿i».  Delicadilla;  así,  así. 
Dam.      Y  Jacinta? 
Joaquin.  Es  un  prodigio 

de  hermosura,  un  serafin. 
Luisa.     fBuen  mozo  es  el  comandante. 

t^uién  será?  Nunca  le  vi.) 
Bam.      Ya  te  ha  flechado  la  prima? 
Joaquin,  Tiene  un  cuerpo  tan  gentil, 

unos  oíos...'..  Me  declaro 

desde  hoy  su  paladin. 
Dam,      En  buen  hora,  pero  si  ella 

no  te  quiere 

Joaquin.  Ahí  está  el  quid. 

Las  muchachas  se  encaprichan 

por  el  primer  galopín 

?ue  les  dice  yo  te  adoro. — 
a  puede  usted  presumir 
que  no  habré  perdido  el  viaje , 

pero 

Dam.  Vamonos  de  aquí^ 

que  quiero  darle  un  abrazo. 
Dame  tu  apoyo. 
Joaquin.  Con  mil 

amores. 

Dam.      [Á  doña  Luisa  tomando  el  Irazo  de 

D.  Joaquin.] 

Señora  mía, 

usted  me  ha  de  permitir 

Pronto  vuelvo 

[En  voz  baja.] 

Ya  ve  usted 
que,  sin  el  otro  Amadis, 
no  me  faltan  buenos  mozos 
que  gusten  de  mi  perfil. 


ESCENA   VII. 

DOÑA   LUISA. 

Todo  lo  ve  de  color 
de  rosa.  ¿Quién  no  se  ríe 
de  su  fatuidad?  Para  ella 
ya  no  hay  conquista  difícil. 
¿Y  será  verdad  que  Alberto. 
Es  imposible,  imposible! 
¿Cómo  se  ha  de  aventurar 
a  que  las  gentes  le  silben 
y  digan  que  por  codicia 


Mateó. 

Luisa. 
Mateo. 


Luisa. 
Mateo. 


se  casa  con  una  esfinge? 
¿Qué  le  ha  podido  prendar 
en  aquella  cara  triste 
que  fué  ya  trasto  de  ferias 
en  mil  ochocientos  quince? 
El  otro  ha  fingido  bien ; 
ella  no  sabe  el  busilis.... • 
Pobre  mujer !  Ya  chochea. 
¡No  es*nada  lo  qae  se  engríe 
con  su  boda  imaginaria! 
Hay  viejas  incorregibles. — 
Pero  ¿y  las  cartas?  Si  es  cierto 
lo  que  ella  asegura,  es  crimen 
imperdonable.  Eh  I  sin  duda 
se  dejó  abierto  el  pupitre 
y  se  las  robó  la  vieja; 
que  en  ella  todo  es  creible. 
Pero  él  es  un  pobretou 
y  ella  tiene  muchos  miles; 
el  siglo  es  muy  positivo, 
y  para  hombres  de  su  timbre 
una  vieja  millonaria 
es  un  beneficio  simple. 

Macho  temo Pero,  vamos, 

si  es  lo  más  incompatible, 

o  más  absa  rdo No  creo 

que  un  muchacho  se  suicide 
de  ese  modo.  De  una  mala 
tentación  nadie  está  libre ; 
él  la  habrá  tenido  acaso; 
mas  luego  que  lo  medite 
despacio,  será  otra  cosa^ 
y  cuando  yo  le  precise 
á  escoger  entre  las  dos, 
cuando  la  mire  y  me  mire, 
no  hay  dudar;  mió  es  el  triunfo. 
Una  sonrisa ,  un  melindre , 
una  mirada ,  un  suspiro, 
y  la  vieja  se  va  á  pique. 


i 


ESCENA  VIIL 

POÑA  LUISA.    MATEO. 

Viene  al  momento.  Aun  estaban 

en  los  postres  y  en  los  brindis 

Bien. 

(¡Ni  las  gracias  siquiera, 

Íel  galán  Ídem  per  Ídem! 
ermita  Dios ) 

Qué  murmuras? 
Yo?  Nada.  Que  usted  se  alivie. 


ESCENA  IX. 

DOÑA  LUISA. 

Quiera  Dios  que  don  Alberto 
venga  antes  que  aquella  efigie 
de  Satanás.— -Hela  aquí! 


S8H 


UNA  VIEJA! 


ESCENA  X. 


DOÑA  LUISA.  DONA  DAMIANA. 


Dam. 


(La  muchacha  se  resiste 

á  creer  tanta  perfidia; 

pero  es  honrada ,  es  humilde 

y  hará  lo  que  yo  le  mande.) 

¿Aun  no  ha  venido  el  insigne 

don  Alberto? 
Luisa.  .    Va  á  venir. 

Dam.      Pues,  por  Dios  y  por  la  Virgen , 

resignación  y  prudencia. 
Luisa.     Mire  usted  quién  me  lo  dice ! 
Bam.      Ah  I  ya  está  aquí. 

Alberto.  [Á  la  ptierta,  y  se  queda  parado  eii 

ella.] 

(Santo  cielo! 
Las  dos !  Escila  y  Garíbdis !) 


Luisa. 


Dam. 


Lvisa. 
Alberto. 


ESCENA  XI. 

DOÑA   DAMIANA.  DOÑA   LUISA.  D.  ALBERTO. 

Dam.      Adelante. 

Alberto.  [Dando  algunos  pasos.] 

Doña  Luisa 

Señora (Qué  situación! 

qué  terceto!  ¡Otro  Polion 
entre  Norma  y  Adalgisa!) 
Ño  se  atreve  usted  á  habíar? 
Qué  es  eso? 

Es  que de  repente 

suele  darme  un  accidente 

Es  cosa  particular ! 
Hablo  mal  y  á  tropezones, 
me  da  frió,  me  da  miedo, 
y  sin  más  ni  más  me  quedo 
como  si  viera  visiones. 
(Miren  por  dónde  resuella!) 
(Aquí  va  á  haber  repelones.) 

(Como  si  viera  visiones 

Eso  lo  dice  por  ella.) 

No  valen  ya  recovecos 

para  huir  del  compromiso. 

Hablar  claro  es  ya  preciso 

y  dejarse  de  embelecos. 

Un  hombre  ha  jurado  fe, 

aquí  y  delante  de  Dios 

omnipotente,  á  las  dos 

ciudadanas  que  usted  ve. 

Negarlo  sería  en  vano, 

que  hay  recíprocos  informes, 

y  ambas  estamos  éonformes 

en  salir  de  este  pantano. 

No  hay  que  andarse  por  las  matas. 

Ó  quedarse  sin  ninguna, 

ó  es  fuerza  elegir  á  una    . 


Dam. 

Alberto. 

Luisa. 

Dam. 


Luisa. 


Dam. 


Luisa. 


Dam. 


Luisa. 

Dam. 

Luisa. 

Dam. 

Alberto. 


Dam. 


entre  las  dos  candidatas. 

Usté  es  el  hombre ;  usté  diga 

á  cuál  de  las  dos  prefiere, 

pues!,  V  á  quien  Dios  se  la  diere 

san  Pedro  se  la  bendiga. 

Acabóse  la  tramoya. 

Vuelva  usted  ya  por  su  honor 

y  que  salga  de  su  error 

ese  capricho  de  Ooya. 

Con  respuesta  clara  y  pronta 

convenza  usted  á  esa  incrédula 

y  le  expediremos  cédula 

de  tonta  y  archi-retonta. 

Pues  para  ella  aun  no  son  hartas 

las  pruebas  que  ya  sufrió; 

dígale  usted  que  me  dio 

de  motu  propio  sus  cartas. 

Ó  las  tomó  de  sorpresa 

ó  con  engaños  y  ardides. — 

Confúndela.  No'  te  olvides 

de  mi  amor,  de  tu  promesa. 

No  seduzca  tu  virtud 

una  engañosa  sirena. 

¿Quién  te  puso  esa  cadena 

en  señal  de  esclavitud? 

Si  la  venda  no  le  arrancas, 

dirá  el  mundo  malicioso 

que  das  la  mano  de  esposo 

al  archivo  de  Simancas. 

Ten  ánimo,  vida  mia, 

y  el  mundo  no  te  dé  pena, 

que  más  vale  una  arca  llena 

que  una  cabeza  vacía. 

Mírala.  Qué  Lucifer ! 

Mira.  Qué  loca  de  atar! 

Ella  te  quiere  comprar! 

Ella  te  puede  vender! 

Heme  aquí  reo  convicto 

en  presencia  dé  mis  jueces, 

V  apurando  hasta  las  heces 

la  copa  de  mi  conflicto. 

Á  una  sola  puedo  amar, 

que  no  soy  más  que  uno,  ay  Dios! 

y  ellas  sendos,  ¡y  las  dos 

me  interpelan  á  la  par ! 

Á  una  ix  otra  hasta  la  luna 

ensalzaría  mi  lengua 

si  no  redundase  en  mengua 
de  la  otra  ó  de  la  una ; 
pero  ambas  á  dos  quizá 
saben  bien  lo  que  yo  callo ; 
pues  ¿á  qué  herir  con  mi  fallo 
á  esta  ó  la  de  más  allá? 
Meta  la  mano  en  su  pecho 
cada  cual,  y  cada  cual 
juzgará  si  a  su  rival 
asiste  mejor  derecho. 
Con  eso  sabrá  fulana 
que  á  mengana  quiero  yo , 
sin  que  yo  diga  que  no 
ni  á  fulana  ni  á  mengana. 
Tu  respuesta  pitagórica 
parece  juego  de  prendas. 


UNA  VIEJA! 


289 


Claro;  note  desentiendas. 

Yo  la  exijo  categórica. 
Luisa»     Yo  también.  ¿Por  qué  no  hablas 

con  franqueza  y  sin  empacho? 

Por  cierto  j  gentil  despacho ! 

Hacernos  el  iuego  tablas  I 
Alberto,  Por  san  Ambrosio  bendito  1 

Querer  que  de  viva  yoz 

me  declare Eso  es  atroz!. — 

Yo  lo  diré  por  escrito. 
Dam,      Por  escrito?  Morondanga ! 

De  palabra,  j  ahora,  al  punto 

se  ha  de  zanjar  este  asunto : 

lo  demás  es  mojiganga. 
Luisa.     Yo  triunfaré;  es  positivo, 

mas  sólo  con  que  tu  labio 

vacile,  me  hace  un  agravio 

?ue  me  hiere  en  lo  más  vivo, 
illa  ó  yo. 
Alberto,  No  es  tan  urgente. ... 

Dam,      Ahora  ha  de  ser,  ó  te  niego 
mi  mano,  y  veremos  luego 
cuál  de  los  dos  se  arrepiente. 


Alberto. 

Luisa. 
Alberto. 

Dam. 

Alberto. 

Luisa. 

Alberto. 

Bam. 

Luisa, 


Dam. 


[Santiff fiándose.] 

Esto  es  hecho ! 

Se  santigua! 
Ya  que  ustedes  lo  han  querido, 

opto 

Por  cuál? 

Me  decido 

Por  cuál? 

Por  la  más  antigua. 
Yo  triunfo. 

No,  sino  yo. 
La  más  antigua— preciso  I — 
será  la  que  antes  le  quiso 
y  no  la  que  antes  nació. 
Qué  salida  de  pavana! — 

[Á  D.  Alberto.] 


No  hable  usted  más  en  vascuence 

{lor  Jesucristo.  Quién  vence  ? 
Slla,  ó  yo?  Luisa,  ó  Damiana? 
Alberto.  Pues  la  elección  es  precisa, 
descifraré  el  acertijo. 

[Dando  la  mano  á  la  vieja.] 

■ 

A  doña  Damiana  elijo 

y  perdone  doña  Luisa. 
Luisa.     Cielos! 
Dam.  Cupido  corone 

de  rosa  y  mirto  mi  sien. 

No  hay  sino  decir  amén;.... 

y  doña  Luisa  perdone. 
Luisa .     Traidor !  infame !  canalla ! 

I  Saber  que  le  quiero  tanto , 

y  abandonarme,  Dios  santo 

ror  quién?  Por  esa  antigualla  1 
Dam.      Yea  usted ! 
Luisa.  Por  el  mezquino 

II. 


vil  interés  me  atropella, 

y  deja  una  cara  bella 

por  otra  de  pergamino ! 
Dam,      JPero  es  cara  sin  charoles 

aunque  el  tiempo  la  destruya. 

¿Qué  sería  de  la  tuya 

sin  menjurjes  y  arreboles? 
Luisa.     Yo  menjurjes !  Dónde  están  ?— 

Mas  ya  con  usted  no  rozo 

mi  palabra 

Dam.  Np?  Qué  gozo ! 

Luisa.     Sino  con  ese  galán. 

Habla;  sal  de  tu  letargo. 

Si  el  interés  no  te  ciega, 

alguna  disculpa  alega 

Íue  te  sirva  de  descargo. 
)igo  que  me  rindo  al  mérito 
del  objeto  á  que  me  inclino, 
y  le  adoro,  y  no  examino 
si  es  presente  ó  si  es  pretérito. 
Digo  que  cada  varón 
juzga  á  roso  y  á  velloso 
de  lo  feo  y  de  lo  hermoso 
según  su  organización. 
Digo  que  me  importa  un  pito 
lo  q^ue  las  gentes  dirán , 
y  digo  con  el  refrán  : 
de  gustos  no  hay  nada  escrito. 

Luisa,     Y  de  mis  cartas,  qué  dices? 
Tú  las  diste 

Alberto .  Es  positivo ; 

mas  no  hay  en  eso  motivo 

Íara  que  te  escandalices, 
•as  cartas,  amiga  mia, 
no  son  del  que  las  escribe , 
sino  del  que  las  recibe : 
esto  es  más  claro  que  el  dia. 
Si  á  mi  futura  mitad 
se  las  he  dado,  es  en  uso 
de  mi  legal,  inconcuso 
derecho  de  propiedad. 
No  me  hables  con  malos  modos, 
ni  te  emporres  ni  te  asustes: 
da  las  mias  á  quien  gustes, 
y  en  paz ,  y  Cristo  con  todos. 
Luisa.     Eso  dices  á  mi  queja? 

Infame ! Pero  eres  necio 

más  que  infame,  y  te  desprecio 
como  á  tu  digna  pareja. 
No  me  aflige  este  revés, 
obra  de  pérfidos  planes, 
que  galanes  más  galanes 
los  tengo  yo  á  puntapiés. — 
Y  casi  ya  con  clemencia 
te  miro ,  desventurado , 
porque  sé  que  en  el  pecado 
llevarás  la  penitencia. 
Sí,  que  á*los  padres  del  yermo 
imitar  fuera  mejor 
que  dar  la  mano,  qué  horror! 
á  semejante  estafermo. 
En  todo  hallará  materia 
de  celos  y  disensiones , 

19 


890 


UNA  VIEJA  I 


7  gritará  en  los  balcones 
que  te  sacó  de  miseria; 
y  dirá  que  eres  ingrato 
si  niegas  tu  simpatía 
á  la  dulce  melodía 
de  su  tos  y  de  su  flato. 
Cuando  te  bese  importuna, 
que  besa  mucho  una  abuela^ 
en  cada  beso  una  muela 
dejará....,  si  tiene  alguna. 
Tú  que  presumes  de  pulcro 
estrecharás'  á  tu  pecho 
jamón  fiambre ,  y  tu  lecho 
tendrá  honores  de  sepulcro. 
Renegando  de  tu  suerte 
esperarás  cada  otoño 
que  al  madurar  el  madroño 
te  libre  de  ella  la  muerte; 
mas  tu  esperanza  no  alumbres 
con  esa  dulce  quimera , 
porque  antes  que  ella  se  muera 
te  matará  á  pesadumbres. — 
Y  en  tanto,  nuevo  repulgo 
cada  año  dará  á  su  tez , 
y  ambos  seréis  á  la  vez 
mofa  y  escarnio  del  vulgo; 
y  en  lugar  de  parabienes 
yo  os  daré  en  ese  portal 
un  concierto  instrumental 
de  cencerros  y  sartenes. 

[Fntra  en  su  cuarto,] 


ESCENA  XII. 


DOÑA  DAMIANA.    D.  ALBERTO. 


Alberto. 


Dam. 


Alberto. 


Dam, 
Alberto. 


Dam. 
Alberto. 


Dam. 
Alberto. 

Dam. 


Alberto. 


Dam. 

Alberto. 

Dam. 
Alberto. 


Dam. 


Qué  mosca  lleva  I 

( I  Qué  horrible 

firofecía  I  Santo  Dios  I ) 
Pensativo  y  turulato 
el  pobre  hombre  se  quedó. 
El  caso  no  es  para  menos. 
Qué  andanada!  Se  la  doy 
al  más  pintado.) 

(¿Es  posible 
que  ahora  me  falte  el  valor? — 
Eh!  si  hay  razones  en  contra, 
más  razones  hay  en  pro.) 
(Ahora  es  fuerza  que  yo  tome 
alguna  resolución.) 
(Desatino I  No  es  probable 
que  ella  viva  más  que  yo.) 
^£l  no  ha  podido  hacer  más.) 

rSi  ella  testa  en  mi  favor 

X  sin  eso.  Yo  la  haré 
que  otorgue  una  donación 

Ínter  vivos ) 

(En  verdad 
que  es  un  mozo  como  un  sol. 


Dam. 
Alberto. 


pero ) 

(Á  pesadumbres  dice 

que  me  matará Eso  nol 

Si  va  de  malas,  veremos 
quién  mata  á  quién  de  los  dos.) 
(He  resuelto.)  Amigo  mío, 
¿qué  extraña  cavilación 
es  esa?  No  me  habla  usted? 
he  perdido  ya  su  amor  ? 
Oh  I  Jamás!  Pero  confieso 

3ue  aquella  rociada  atroz 
e  amenazas  y  de  injurias 
me  ha  puesto  en  consternación. 

¡Cómo 

No  por  lo  del  beso 
y  lo  del  fiato  y  la  tos, 
disculpables  desahogos 
de  un  insensato  furor; 
que  más  grata  perapectiya 
halaga  mi  corazón , 
y  por  usted  despreciara 
el  imperio  del  Mogol; 
mas  fa  cencerrada!  Oh  cielos! 
Eso  te  causa  terror  ? 
Yo  te  hacía  más  filósofo. 
Ah,  Daúiiana!  Débil  soy, 
es  verdad ,  mas  de  pensarlo 
casi  me  da  convulsión 
de  nervios.  [Qué  serenata. 
Dios  eterno!  Aquí  un  perol 
en  horrenda  antifonía 
con  un  rajado  esquilón , 
allí  chicharras,  allá 
cencerros  en  fa  bemol, 
acá  rin-rin  un  rabel, 
allá  plan-plan  un  tambor, 
acullá  un  perro  que  ladra 
por  cima  del  diapasón , 

Ír  entre  silbidos  norribles 
a  ronca  espantosa  voz 
de  un...  Ay!  lo  diré?  De  un  cuerno! 
Dicho  sea  con  perdón. 
¡  Y  al  son  de  esa  orquesta  bárbara, 
verdugo  del  mi-re-do, 
para  coronar  la  fiesta 
cantarnos  en  español^ 
en  lugar  de  epitieilamio, 
un  responso  aterrador! 

Mas  ¿cómo  evitar 

Es  fácil. 
Mañana ,  al  dar  el  reloj 
las  cuatro,  vas  á  Madrid ; 
te  sigo  al  rayar  el  sol ; 
se  apresuran  los  contratos....; 
nada  de  amonestación  I ; 
nos  casamos  con  sigilo...., 
por  la  noche  entre  una  y  dos ; 
á  las  cinco  el  chocolate; 
á  las  seis  en  un  lando ; 
y  cuando  sepa  Castilla 
que  la  santa  bendición 
nos  echó  el  cura,  estaremos 
en  Cádiz  ó  en  el  Ferrol.— 


DNA  VIEJA! 


Alberto, 
Dam, 


Alberto. 


Dam, 


Qq¿  dices  tú  de  ese  plan? 

Dam.      Merece  mi  aprobación. 

Alberto.  Oh  suspirado  consorcio! 
Oh  tiempo,  corre  veloz ! 

Dam.      Ahí  si  tú  estás  «impaciente, 
cómo  quieres  que  esté  yo? 

Alberto,  Oh  ventura! 

Dam.  Largo  tienipo 

han  luchado  en  mi  interior 
la  prudencia  y  el  cariño, 
el  deseo  y  la  razón ; 
mas  yo  frágil,  tú  galán, 
y  tantas  pruebas  de  amor, 

y  doña  Luisa,....  y  el  diablo 

AyJ  sucumbo.  Tuya  soy. 
Prenda  mia ! 

Pero  en  medio 
de  tanta  satisfacción 

tengo  un  pesar 

¡  Tú  pesares, 
cuando  yo  te  adoro  y  voy 

á  ser  tu  esposo 

Perdona 
si  te  agravio.  Tú  en  la  flor 
de  la  juventud  lozana, 
yo  en  el  último  escalón 
de  la  vida,-  yo  muy  rica , 

tú  muy  pobre \c&  Ínter  nos ^ 

¿no  podria  la  aritmética 
influir  en  tu  pasión? 

Alberto,  (Zape!  Si  da  en  cavilar 
así,  todo  se  perdió.) 

ÍEso  me  dices ,  ingrata ! 
[i  flaco  es  el  pundonor...., 
y  en  él  me  hieres  I  El  cielo 
perdone  tu  sinrazón. 
¡Yo  aritmética.  Dios  mió, 
yo  que  no  supe  hasta  hoy, 
y  hasta  que  tú  lo  dijiste, 
si  eres  propietaria  ó  no ! 
Qué  me  importan  tus  riquezas? 
¿No  te  he  dicho  ya  que  soy 
filósofo?  L  mí  me  basta 
reinar  en  tu  corazón. 

Dam,      ¿Será  verdad ¿Me  amarías 

con  ese  mismo  fervor 
si  yo  fuese  pobre? 

Alberto.  Ahí  sí; 

y  ojalá  que  en  el  crisol 
de  la  indigencia  probaras 
los  quilates  de  mi  amor. 
Para  dos  que  bien  se  quieren 
el  más  oscuro  rincon- 
es magnífico  palacio; 
tanto  da  el  paño  de  Alcoy 
como  el  de  Sedan ;  lo  mismo 
es  la  cuchara  de  boj 
que  la  de  plata  bruñida, 
y  tal  vez  saben  mejor 
patatas  con  perejil 
ó  pimientos  con  arroz , 
que  un  lenguado  y  un  faisán 
7  un  pastel  de  Perigord. 


Dam. 

Alberto. 
Dam. 


Alberto. 
Dam. 


Alberto. 
Dam. 


Alberto. 
Dam. 


Alberto, 
Dam. 

Alberto. 
Dam. 


Alberto. 

Dam. 

Alberto. 

Dam. 

Alberto. 
Dam, 

Alberto, 


Dam. 


S91 

Ah!  basta.  Somos  felices. 
Tu  deseo  se  cumplió. 

¿Cómo ¿Qué... 

Para  que  el  mundo 
no  calumnie  tu  intención; 
para  quitar  de  raíz 
escrúpulos  á  tu  honor...., 
he  dispuesto  de  mis  bienes. 
Habla  usted  de  veras? 

Ohl 
muy  de  veras.  Me  reservo 
una  modesta  pensión 
^  una  casita  de  campo 
junto  á  Torrejon  de  Ardoz. 
rero,  señora,  es  bobada 

[Sin  oirle.] 

Y  lo  demás  se  lo  doy 
á  dos  sobrinos  que  tengo; 
uno  hembra,  otro  varón. 
Qué  gozo! 

Pero 

Como  ángeles 
vamos  á  vivir  los  dos, 
sin  cuidados,  sin  envidias, 

sin (Le  va  á  dar  un  causón.) 

No  aplaudes  mi  pensamiento? 

Sí  tal,  pero ÍVoto  á  briós!) 

Renovaremos  la  nistoria 
de  Báucis  y  Filemon. 

Sin  embargo 

Ya  comprendo, 
sin  que  lo  explique  tu  voz, 

el  regocijo  que  sientes 

Sí (Desesperado  estoy.) 

Más  yo  creo 

Ya  he  firmado 

la  escritura 

(Maldición!) 

¡Por  los  clavos 

No,  no  quiero 
que  me  des  las  gracias,  no. 
Yo 

[Yéndose.] 

Adiós 

( Se  burla  de  mí ! ) 

[Furioso.] 

Oiga  usted  I.... 

Adiós!  Adiós! 

[  Vase  corriendo  por  la  izquierda  del 

joro.] 


ESCENA  XIII 


D.  ALBERTO. 


¡Demonio  en  figura  humana, 
y  aun  te  hago  mucho  favor 


298 


UNA  VIEJA! 


He  ha  muerto!  me  ha  asesinado! 
no  existo!  Mujer  feroz! 

Reniego  de  ti  y  de  todas 

Yo  no  sé  cómo  no  voy 
desaforado  iras  de  ella 
y  le  doy  un  coscorrón.— 


Mas  ella  no  lo  merece , 

[IHrdndose  de  las  fattUas,] 
sino  yo,  mil  yeces  yo, 
por  codicioso,  y  por  necio, 
y  por  bagaje  mayor. 

[  Vase  por  la  derecha  del  foro,] 


ACTO    CUARTO. 


Decoración  de  jardín.  Un  cenador  a  la  izquierda:  arboles  al  mismo  lado  y  en  el  foro:  la 
verja  de  los  actos  anteriores  á  la  derecha^  y  al  mismo  lado  un  farol  encendido. 


ESCENA  I. 

DOÍÍA  DAMIANA.    D.  JOAQUÍN.    MATEO. 

Dam.      \Á  Mateo.] 

Ojo  alerta,  y  cuando  vuelva 

ese  caballero,  corres 

y  avisas 

Mateo.  Bueno. 

Dam.  Que  estén 

E revenidos  los  hachones. 
iuando  le  llevé  el  recado 

estaba  jugando  al  monte. 
Dam.      ( Ay  mi  cadena ! ) 
Mateo.  T  me  dijo 

que  volvería  á  las  once. 

[  Vase  por  la  verja.] 


ESCENA  II. 

DOlfiA  DAMIANA.    D.  JOAQUÍN. 

Joaquín.  Vuelvo  á  decir  que  no  apruebo 
la  tramoya  de  esta  noche. 
Después  de  lo  que  ha  ocurrido, 
después  que  aquel  monigote 
en  desagravio  de  haberle 
dejado  usted  como  un  poste , 
le  ha  fulminado  esa  carta , 
acción  indigna  de  un  noble , 
con  más  injurias  y  más 
groserías  que  renglones , 
¿aun  quiere  usted 

Dam.  Sí;  le  tengo 

reservada  para  postre 
otra  lección  más  amarga. 

Joaquín.  Pero  ya 

Dam.  No  me  lo  estorbes. 

La  venganza,  como  dijo 
no  sé  quién ,  cuándo  ni  dónde , 
es  el  bocado  sabroso 
de  los  viejos  y  los  dioses. 

Joaquín.  Bien,  pero  déjela  usted 


á  mi  cargo,  y  no  se  tome 
esa  molestia.  Mis  puños, 
si  no  hay  á  mano  un  garrote... 

Dam.       Ya  te  guardarás  muy  bien 
si  no  quieres  que  me  enoje. 
Los  vicios  de  cierta  especie 
no  se  corrigen  con  golpes. 

Joaquín.  Si  habla  usted  de  su  codicia 
y  otras  peregrinas  dotes 
que  le  adornan ,  me  conformo; 
pero  si  no  se  responde 
como  yo  digo  á  una  carta 
llena  de  insultos  atroces, 
dígame  usted,  i  para  cuándo 
se  guardan  los  oofetones  ? 

Dam.      Su  carta Yo  le  perdono. 

I  Qué  habia  de  hacer  el  drope 
viendo  volar  como  el  humo 
sus  doradas  ilusiones? 
Por  una  dama  vetusta 
otra  deja  hermosa  y  joven ; 
apura  en  obsequio  mió 
las  lisonjas  y  las  flores ; 
se  arriesga  á  que  una  celosa* 
con  sus  uñas  le  destroce , 
á  que  todos  sus  amigos 
[e  desprecien  y  le  mofen , 
y  las  mujeres  le  escupan 
si  las  requiere  de  amores, 
y  los  chicos  de  la  calle 
se  rian  en  sus  bigotes ; 
la  esperanza  le  consuela 
de  ser  dueño  de  mi  cofre; 
con  una  sola  palabra 
reduzco  á  nada  la  torre 
que  edificaba  en  el  aire , 
¿y  quieres  que  se  conforme 
con  su  suerte?  ¿Y  no  es  razón 
que  su  furia  desahogue 
siquiera  con  improperios 
ya  que  no  dándome  azotes? — 
Ni  me  basta  perdonarle. 
Ya  he  dado  disposiciones 
en  su  favor 

Joaquín.  ¿Es  posible.. ..< 


f. 


UNA  VIEJA! 


Dant. 


Joaquín. 
JDam, 

Joaquín. 
Dam, 

Joaquín, 

Dam. 

Joaquín, 

Dam, 

Joaquín. 


Dam. 

Joaquín. 

Dam. 

Joaquín. 


Dam. 


Pero  ¡silencio!}  que  ignore 
á  quién  debe  el  beneficio. 
No  quiero  que  se  abochorne. — 
Tendrá  pagadas  sus  deudas 
cuando  regrese  á  la  Corte. 

¡Á  un  bribón 

No,  Joaquín.  Ese 
no  es  su  verdadero  nombre. 
Pues  ¿cuál? 

Galán  yergonzante 
y  tonto  de  capirote. 
Qué  original  es  usted! 
Le  escarmienta  y  le  socorre! 
Porque  es  tonto  le  escarmiento; 
le  socorro  porque  es  pobre. 
Mas  ¿por  qué  se  empeña  usted 

en  darle  nuevas  lecciones 

L  él  sólo  no  se  las  diera, 
pero  vendrán  muy  de  molde 

á  otra  persona 

Hum!...  Es  ardua 
la  nrueba;  ella  no  es  de  bronce, 

y  el  fuego  junto  á  la  estopa 

Temes  que  el  demonio  sople? 

¿Qué  sé  yo 

Lo  aue  yo  emprenda 
no  creas  que  se  malogre. 
Con  todo 

[A^oma  doña  Luisa  for  la  verja.] 

Calla,  qué  viene 
doña  Luisa. 


Dam. 


ESCENA  III. 

DOÑA  DAMIANA.     DOÑA  LUISA.    D.  JOAQUÍN. 

Luisa.  Usted  perdone, 

•  caballero. — Una  palabra, 
señora. 
Dam.  Aunque  sean  doce. 

[En  voz  baja.] 

Déjanos  solas,  Joaquín. 

Joaquín.  Pero 

Dam.  Así  conviene. — Oyes ! 

Encarga  bien  á  Mateo 
que  cuando  venga  aquel  hombre 
le  diga  que  estamos  todos 
recogidos. 

Joaquín.  Se  supone. 

[Entra  en  la  fonda.] 


ESCENA  IV. 

DOÑA  DAMIANA.     DOÑA  LUISA. 

Dam.      Hable  usted.  Ya  estamos  solas. 
Luisa.    Usted,  es  muy  natural, 


Luisa. 
Dam. 

Luisa. 
Dam. 

Luisa. 


Dam. 
Luisa. 


Dam. 
Luisa. 
Dam. 
Luisa. 

Dam. 
Luisa. 


Dam. 
Luisa. 

Dam. 
Luisa. 

Dam. 
Luisa. 


Dam. 
Luisa. 


Dam. 

Luisa: 

Dam. 


Luisa. 


Dhm. 
Luisa. 
Dam. 
Luisa. 

Dam. 

Luisa. 

Dam. 


293 

extrañará  que  yo  venga 
á  hablarla 

Qué  he  de  extrañar? 
Con  todo  el  mundo  deseo 
hacer  buena  vecindad. 

Yo  también  buscaba  á  usted 

Es  cosa  particular ! 
Cuando  digo  que  las  dos 

simpatizamos 

No  tal. 
Vaya^  que  aun  hemos  de  ser 
muy  amigas. 

No,  jamás! — 
Pero  vamos  al  asunto.  . 

ÍLa  voy  á  desesperar.) 
Sstá  usted  muy  satisfecha 
porque  no  sabe  lo  que  hay. 
Pues  ¿hay  algo? 

Una  bicoca ! 
El  consabido  galán 
la  vende  á  usted.  * 

Cómo  es  eso? 
Tiene  usted  una  rival. 
Sí?  Tenemos ,  dirá  usted. 
No.  Yo  no  me  acuerdo  ya 
de  ese  hombre. 

Ya  lo  estoy  viendo. 
Mejor  sería  callar 
y  que  usted  llorase  tarde 
su  grotesca  vanidad; 

pero  yo  soy  compasiva 

Oh !  por  supuesto. 

Incapaz 

de 

Quién  lo  duda? 

No  gusto 

de  ruidos  ni 

Claro  está. 
Sólo  deseo  que  usted 
rompa  esa  venda  fatal 
que  la  ciega. 

Gracias.  Oh  I.... 
Gracias  por  la  caridad. 
Yo  siempre  he  sido  enemiga 
generosa;. y  además 

vuelvo  por  mi  sexo 

Es  justo. 
Y  por  la  buena  moral. 
Ah !  Dios  se  lo  pague  á  usted. — 

Y ¿quién  es  esa  beldad, 

esa  tercera  en  discordia 

No  he  podido  averiguar 
cómo  se  llama,  ni  si  es 
de  alta  ó  baja  calidad; 
mas  sé  que  está  aquí. 

En  la  fonda? 
Sí,  en  el  piso  principal. 
Pues  ¿cuándo... 

Llegó  de  incógnito 
esta  tarde. 

¿Quién  será! 
Es  mujer  de  historia. 

Alguna 


291  UNA 

aventurera 

Luisa.  Cabal. 

Alguna  de  esas  busconas 

?ue  van  de  acá  para  allá 
Pobre  criatura ! ) 
Luisa,                                Ha  entrado 

por  la  puerta  del  corral. 

Ya  ve  usted!.... 
Bam.  Sí,  sí.  Jesús!.... 

Líiisa.     Todo  ha  sido  uno,  llegar 

y  dar  una  cita 

Dam.  A  quién? 

Luisa,     k  don  Alberto. 

Dam.  Eso  más! 

Y  dónde? 
Luisa.  Aquí. 

Dam.  Y  á  qué  hora? 

Luisa.     A  las  once. 

Dam.  Criminal 

es  la  cita. 
Luisa.  Ya  ve  usted, 

entre  nardo  y  arrayan 

Dam.      Digo! 

Luisa.  Los  dos  mano  á  mano 

Dam.       Vaya! 

Luisa.  En  esta  soledad 

Dam.      Oiga!.... 

Luisa.  Todo  lo  he  sabido 

por  Mateo 

Dam.  Perillán! 

(Ha  hecho  bien  mi  comisión.) 

¿Y  tiene  usted  algo  más 

que  decirme? 
Luisa.  No,  señora. 

Y  no  es  bastante? 

Dam.  Bah,  bah! 

Niñerías. 
Luisa.  Niñerías? 

ÍY  con  esa  frialdad 
o  dice  usted,  cuando  yo 

esperaba  que  el  volcan 

de  los  celos 

Dam.  Soy  filósofa. 

Luisa,     j  No  se  cae  usted  mortal 

Dam.      {Riéndose.] 

Ya  ve  usted  que  no. 
Luisa.  Y  se  rie ! 

Hay  mujer  más  singular? 
Dam.      Dios  me  hizo  así. 
Luisa.  Ó  tiene  usted 

el  alma  de  pedernal , 

ó  presume,  por  lo  visto, 

que  no  digo  la  verdad ; 

pero  si  usted  no  me  cree, 

por  sus  ojos  lo  verá, 

por  sus  propios  ojos. 
Dam.  Bueno. 

Luisa.     Y  pronto. 

[  Vuelve  D.  Joaquín  y  paseando  des- 
aparece por  entre  los  árboles  de  la  iz- 
quierda.] 

Dam.  Sí,  que  ya  están 


VIEJA! 
Luisa. 

Dam. 

Luisa. 

Dam. 
Luisa. 

Dam. 

Luisa. 
Dam. 

Luisa. 
Dam. 

Luisa. 

Dam. 


Luisa. 
Dam. 


Luisa. 
Dam. 


Luisa. 
Dam. 


Luisa. 


al  caer  las  once. 

¿A  ver 
si  con  esa  santa  paz 

sufre  usted 

¿Cuál  de  las  dos, 
hablemos  claro,  tendrá 
más  que  sufrir? 

Ya  veremos 
cuál  se  ríe  aquí  de  cuál. 
Ni  una  ni  otra. 

Esa  mujer 
bajó  del  cielo  á  vengar 
mis  ofensas. 

Me  parece 
que  á  las  dos  nos  vengará. 
¿Qué  oigo!  ¿Ella 

Usted  no  sabe 
de  la  misa  la  mitad. 

Cómo!  ¿^e  habrán  engañado 

No,  pero  entraba  en  mi  plan 
que  usted  supiera 

¿Soy  víctima 
de  alguna  trama  infernal? 
No.  Tranquilícese  usted. 
Ya  cesó  mi  enemistad. 

[Dando  la  cartera  i  doña  Luisa.] 

Aquí  tiene  usted  sus  cartas 

y  pelillos  á  la  mar. 

¡  Usted 

Nadie  las  ha  visto, 
ni  se  me  ocurrió  jamás 
tan  ruin  venganza.  Aunque  es  cierto 
que  no  fué  culpa  venial 
la  de  usted,  todo  lo  olvido. 
No  sea  usted  pertinaz 
y  haga  otro  tanto. 

Señora 

Aquí  no  se  trata  ya 
de  disputarnos  el  novio, 
sino  de  hacerle  purgar 
sus  pecados. 

Pero  usted 
no  le  amaba? 

Yol  \  A  mi  edad 
amores !  Era  forzoso 
estar  dada  á  Barrabas 
para  eso.  Todo  ha  sido 
aparato  teatral. 
Pues  ¿cómo....  Explíqueme  usted... 


h 


ESCENA  V. 

DOÑA  DAMIANA.    DOÑA  LUISA.    M.\TEO. 

Mateo.     [Llega  apresurado.] 

¡Chit...  Ya  ha  entrado  en  el  zaguán. 
Dam.       [A  doña  Luisa.] 

Silencio!  Entremos  allí 

f'  sabrá  usted  lo  demás. 
Entran  las  dos  en  el  cenador.  Don 
Joaquin  asoma  por  entré  los  árboles.] 


UNA  VIEJA! 


S95 


ESCENA  VI. 

D.  JOAQUÍN.    MATEO. 

Joaquín.  ¡Ojo  avizor,  y  la  oreja 
como  de  zorra  sagaz 
cuando  acecha  el  gallinero^ 
que  la  cosa  va  formal  I 

Mako.     [Tendo  hacia  la  verja.] 

Habrá  ido  á  su  cuarto?....  No^ 
que  ya  se  acerca. 


ESCENA  VIL 

D.  JOAQUÍN.     D.  ALBERTO.    MATEO. 

Alberto.  Quién  va? 

Mateo,     Soy  yo.  Soy  Mateo. 
Alberto.  Bien. 

Qué  hacias  aquí? 
Mateo.  Mirar 

si  estaba  solo  el  jardin. 
Alberto.  Hay  alguien  ? 
Mateo.  No.  Solo  está. 

(Miento  con  buen  fin  y  de  orden 

superior.  ¿Qué  tribunal 

{)uede  exigirme  en  justicia 
a  responsabilidad?) 
Alberto.  Y  dofía  Luisa? 
Mateo.  En  su  cuarto. 

Alberto.  Y  la  vieja? 
Mateo.  Duerme  en  paz. 

Alberto.  (Ah  fementida!) 
Joaquín.  (Confieso 

?ue  tengo  un  miedo  cerval.) 
uedo  avisar  á  esa  dama? 
Alberto.  Sí.  Qué  esperas? 
Mateo.  •  Voy  allá. 


ESCENA  VIII. 

D.  ALBERTO.    D.  JOAQUÍN. 

[Permanece  D.  Joaquín  oculto  entre  los  árboles.] 


Alberto. 

Joaquín. 
Alberto. 
Joaquín. 
Alberto. 


({Cáteme  usted  embarcado 
otra  vez!  Yaya,  que  es  mucha 

fatalidad ) 

( Soliloquia ) 
se  pasea  y  gesticula.) 
(¿Qué  ave  romántica  es  esa 
que  á  tales  horas  me  busca?) 
ClVoy  á  hacer  lindo  papel 
en  esa  escena  nocturnal) 
(Ave  he  dicho?  Mucho  temo 
que  sea  alguna  lechuza 
con  faldas;  alguna  de  esas 
que  viven  de  lo  que  chupan.) 


Alberto. 


% 


Joaquín.  (¡Voto  á Sabiendo  mi  tía 

,  que  tengo  tan  malas  pulg^, 

obligarme  áesto!) 
Alberto.  (No, 

que  esas  tías  no  se  anuncian 

con  billetes  misteriosos 

y  retóricas  figuras.) 
Joaquín.  (Pero  como  él  se  propase , 

vive  Dios  que  he  de  nacer  una 

de  San  Quintín.) 

(No  conozco 

la  letra.  ¿Será  otra  bruja 

como  esa  doña  Damiana 
ue  Dios  castigue  y  confunda? — 
ué  mal  cumplo  mi  propósitol 

i^Así,  después  de  una  burla 

tan  pesada,  tan  sangrienta , 

me  aventuro  á  la  segunda? 

Pero  á  una  cita  amorosa, 

de  noche,  á  solas,  á  oscuras 

¿quién  se  niega?  Si  es  verdad 

3ue  en  esta  fonda  se  ocultan 
os  damas  recien  venidas , 
como  todos  lo  aseguran, 
no  es  mucho  que  alguna  de  ellas. ••• 
Yo  siempre  tuve  fortuna 
con  las  mujeres») 

(Ya  tarda. 
Ojalá  no  venga  nunca!) 
(Yo  nada  voy  á  perder, 
y  pues  no  se  pescan  truchas, 
como  dicQ  aquel  antiguo 
refrán ,  á  bragas  enjutas , 
aunque  me  exponga  á  otro  chasco 
he  de  arrostrar  la  aventura.) 


Joaquín. 
Alberto. 


Joaquín. 
Alberto. 


[Estornuda  comprimiéndose.] 

O  Por  vida Dómínus meeum.) 

(Me  parece  que  estornudan. 

[Aparece  Jacinta  en  la  verja,  cubierto 
el  rostro  con  el  velo  del  sombrerillo.] 

Ah  I  Es  ella.  ¡Extraña  manera 
de  anunciarse  una  hermosura!) 


ESCENA  IX. 

JACINTA.    D.  ALBERTO.    D.  JOAQUÍN. 

Jacinta.  [Da  algunos  pasos  y  se  detiene.] 

CYo  tiemblo.  Ni  á  andar  acierto.) 
Alberto.  T Lindo  talle!)  Amado  bien, 

bello  arcángel  de  este  edén , 

acércate.  Soy  Alberto. 
Joaquín.  (Ya  tengo  fiebre.) 
Alberto.  Eres  muda? 

Jacinta.  Aj,  don  Alberto !  Yo  falto 

al  deber 

Alberto.  (Voz  de  contralto. 

Mejor  habla  que  estornuda.) 

Oh !  nada  temas ,  que  soy 


-A^ 


S96 

Jacinta. 
Alderto. 
Joaquín . 
Aloerto. 

Jacinta. 

Alberto. 


UNA  VIEJA! 


Jacinta. 
Alberto. 


Jacinta. 
Alberto. 


Joaquín. 


Jacinta. 

Alberto. 

Joaquín, 
Jacinta. 
Alberto. 


Joaquín. 
Jacinta. 
Alberto. 

Jacinta. 

Alberto. 


Jacinta. 
Alberto. 


Joaquín. 
Jacinta. 
Alberto. 

Jacinta. 


caballero. 

En  eso  fio. 
Sí,  hermosa»  sí,  dueño  mío. 
(May  bien !  Divertido  estoy.) 
Habla;  no  tengas  reparo, 

habla;  pídeme  la  vida 

(Ah  falso!....)  Yo  soy  perdida 
si  usted  no  me  da  su  amparo. 
Yo  1  (Como  á  nuevo  Quijote 
llega  á  mí  con  su  querella 
menesterosa  doncella. — 
Qué  tal  estará  de  dote?) 
Galla  usted ! 

Soy  algo  corto 
de  genio,  y  aunque  consagro 
mi  alma  á  tu  amor,  no  es  milagro 
que  me  haya  quedado  absorto. 
Sin  verme  ?  Rara  pasión  I 
¡  Ah ,  que  ese  talle  me  exalta , 

Y  lo  que  á  la  vista  falta 
10  adivina  el  corazón ! 

[Sigue  habiéndola  en  voz  baja.] 

(Cómo  la  apura  el  maldito! 

Y  le  tenía  por  necio!  — 

Ahora  habla  bajo Más  recio! 

No  oigo  palabra.  Estoy  frito ! ) 
Nunca  fie  usted  en  velos. 

Y  si  fuese  fea? 

Ah,  no! 
Me  atrevo  á  jurarlo. 

(Y  yo!) 

Y  si  fuese vieja? 

Cielos ! 
Que  te  falte  un  diente  ó  dos , 
bien ;  sé  roma :  importa  un  pito; 
sé  tuerta :  yo  lo  permito; 
pero  ¿vieja?  No,  por  Dios! 
(Ya  por  la  herida  resuella !) 
robres  señoras  mayores ! 
(Jesús!  Me  dan  trasudores 
sólo  de  pensar  en  ella.) 
Ni  soy  tuerta  ni  soy  roma ; 
vieja,  mucho  menos. 

Ya 

lo  supongo;  claro  está 

Yo  lo  decia  por  broma. 
Eres  bella  como  el  sol  : 
eso  lo  advierte  cualquiera. 
No  obstante,  si  yo  te  viera 

á  la  luz  de  ese  farol 

Hoy  no  me  atrevo.  Otro  día 

quizá 

¿Me  citas,  ¡qué  idea! 
y  no  quieres  que  te  vea? 
Qué  amor  es  ese,  hija  mía? 
rPara  cuándo  son  los  truenos?) 
Quizá  te  arrepentirás. 
No !  Yaya ;  hiciste  lo  más ; 
por  qué  no  has  de  hacer  lo  menos? 
Con  razón  me  reconvienes 
y  á  complacerte  me  obligas,    * 
mas  quiero  antes  que  me  digas 


Joaquín. 
Alberto. 

Jacinta. 

Alberto. 


Jacinta. 


Joaquín. 
Alberto. 


Jacinta. 


Alberto. 
Jacinta. 
Alberto. 


Jacinta. 


en  qué  concepto  me  tienes. 

(Yaletutea!  Y  aquí!) 

Te  tengo  por  la  más  rara 

beldad 

No  hablo  de  mi  cara. — 

Qué  opinión  formas  de  mí? 

(Nada  cuesta  ser  prudente 

por  sí  forte.)  Yo  imagino 

que  eres  un  ángel  divino 

nPensando  piadosamente.) 

Luego  al  darte  sin  temor 

y  á  estas  horas  una  cita, 

muy.gr&nde  ha  de  ser  mi  cuita 

y  muy  sincero  mi  amor. 

(Esto  va  malo.) 

Soy  tuyo. 

(Las  palabras  no  son  obras.) 

Sácame  ya  de  zozobras 

Otra  pregunta  y  confcluyo. 

Sé  que  has  amado  á  otras  bellas....; 

quizá  las  amas  aún 

Yo  te  diré.  Eso  es  según 

Y  si  fuese  yo  una  de  ellas? 

Yo  he  de  ser  tu  caballero, 

seas  Laura  ó  seas  Nise ; 

y  si  no  porque  te  quise, 

te  querré  porque  te  quiero. 

Una  soy;  no  dos  mujeres , 

y  según  tu  silogismo, 

claro  está  que  á  un  tiempo  mismo 

me  quieres  y  no  me  quieres. 
Alberto.  Acaba  con  BelcebCi. 

Buena  6  mala,  fea  ó  bella, 

te  quiero  por  tí  y  por  ella, 

seas  ella,  6  seas  tú. 
Jacinta.  [Acercándose  al  farol.] 

¿Es  posible 

(Sudo  tinta.) 

Que  ya  no  te  dice  á  voces 

el  corazón 

[Alease  el  velo.] 

Me  conoces? 
Alberto.  (Dios  de  Israel!  Es  Jacinta !) 

[Breve  pausa.] 

(Se  queda  lelo!) 

( I  Qué  brinco 

me  da  el  corazón !  Un  beso 

va  á  darla No.  Qué  camueso! 

Yo  la  hubiera  dado  cinco.) 

Nada  me  dices !  ¿Te  pesa 

de  que  sea  yo 

No  tal; 

vaya!....  Pero es  natural...., 

Pues!....  El  gozo....,  la  sorpresa 

Jacinta.  Otro  más  fiel  y  constante^ 

si  en  tu  lugar  estuviera, 

con  velo  y  todo  me  hubiera 

reconocido  al  instante. 
Alberto.  Oh!  ya  latiendo  veloz 

el  corazón  me  decia 

Ya  ves  tú,  la  simpatía 


Joaquín. 
Jacinta. 


Jacinta. 
Joaquín. 


Jacinta. 
Alberto. 


UNA  VIEJA! 


Jacinta. 
Alberto. 
Jacinta. 
Alberto. 

Jacinta. 
Alberto. 


Jacinta. 


Joaquin. 
Jacinta. 

Joaquin. 
Jacinta. 

Alberto. 
Jacinta, 
Alberto. 
Jacinta. 

Joaquin. 
Alberto. 

Jacinta. 

Joaquin. 

Jacinta. 

Alberto. 

Jacinta. 

Joaquin. 

Alberto. 

Jacinta. 

Joaquin. 
Alberto. 


^ 


Joaquin. 
Jacinta. 

Alberto. 

Joaquin. 
Alberto. 


Joaquin. 
Jacinta. 

Alberto. 

Joaquin. 
Jacinta. 
Alberto. 


Pero  extrañaba  la  voz. 
To  te  hablé  naturalmente. 

Paes  bien,  estarás  de  muda 

Soy  yo  pájaro? 

Ó  sin  duda 
te  ha  constipado  el  relente. 
Puede  ser  que  en  esta  casa..... 
Prueba  de  ello  aquel  saludo 

ue  me  hiciste;  el  estornudo 

To  no  sé  lo  que  me  pasa ! ) 

~n  fín,  no  disputaré 
contigo  en  cosas  tan  leves , 
mas  ya  es  hora  de  que  pruebes 
los  quilates  de  tu  fe. 
( Qué  crisis  I ) 

En  mí  dolor, 

bien  mió,  á  buscarte  vengo 

(Bien  suyo!) 

Porque  no  tengo 
más  consuelo  que  tu  amor. 

(¿Quesera ) 

Por  Dios  te  pido 

Pero  ¿qué  te  ocurre?  Dime 

Mi  madre  cruel  me  oprime. 
Quiere  darme*  otro  marido  I 

Sí,  más  honrado  y  más  fiel!) 

espotismo  maternal ! 
T  dónde  está  mi  rival? 
Ayl  Aquí,  en  Garabanchel. 

ÍAy !  Aquí  echando  las  muelas.) 
ías  también  está  mi  Alberto 

aquí,  y  hará 

Sí,  por  cierto. 
(Lo  que  hizo  Cascaciruelas.) 
10  me  vengo  á  refugiar 

áti 

(Pues  ya  va  de  veras  I ) 

En  eso  haces  bien 

Qué  esperas? 
Sigúeme.  Un  cura,  un  altar.... 
(Huml) 

( No  es  poco  ejecutiva  I ) 
Pero  ¿estás  dada  al  demonio? 
Así  se  hace  un  matrimonio? 

No  seas intempestiva. 

(Ah!  Respiro.  Hombre  soez!) 
Posible  es  que  tal  escucho? 
No  juraste  amarme? 

Mucho!...., 
y  te  lo  juro  otra  vez. 
(Maldición!) 

Mas  nuestra  unión...., 
la  verdad ,  no  es  oportuna. 

Tú  pobre,  yo  sin  fortuna 

Hazte  el  cargo 

( Bendición ! ) 
r  Infame  I  Y  aun  le  quería!). 

Ah!  ¿Quién  lo  creyera,  quién 

To  lo  digo  por  tu  bien ; 
puedes  creerlo,  hija  mia. 
( Bravo  1 ) 

Pérfido! 

Ta  ves , 


Jacinta. 
Alberto. 


Joaquin. 
Jacinta, 

Alberto. 

Joaquin. 

Jacinta. 

Joaquin. 


Jacinta. 
Alberto. 


297 

sin  más  amparo  que  Dios 

Calla,  ingrato! 

Hoy  somos  dos; 

luego  seríamos  tres 

Jacinta !  No  seas  loca. 
To  te  amo  con  fanatismo, 

te  adoro;  mas  por  lo  mismo 

(Bendita  sea  tu  boca ! ) 
I  Así  pagas ,  fementido, 
á  la  que  fuera  tu  esclava! 
Lloras!  (Esto  me  faltaba.) 
(Lagrimitas?  Soy  perdido.) 
¡  Ay  desventurada,  ay  triste 
que  te  creí! 

(Dale  bola! 
No  gastes  tanta  parola, 
que  sería  un  pobre  chiste....) 
Callas ! 

Aj!  estoy  difunto; 
el  corazón  se  me  parte, 
pero  ¿á  qué  precipitarte? 
bemos  largas  al  asunto. 
(Bien.) 

Largas !  No  puede  ser. 
Mañana  he  de  dar  el  sí. 
Ay ,  el  mal  es  para  mí ! 

Tú  al  fin te  casas,  mujer! 

Si  tú  te  casas  conmigo , 
nos  casaremos  los  dos. 
(üf!) 

No  puedo,  V  sabe  Dios 
con  qué  pena  te  lo  digo. 
Procedes  como  hombre  bajo. 
(Así,  duro!) 

No  me  hostigues , 
criatura,  no  me  obligues 
á  que  eche  por  el  atajo. 
¡  Alberto,  no  me  rechaces 
tan  sin  razón  y  tan  pronto ! 
Alberto,  no  seas  tonto! 
Alberto^  mira  lo  que  haces ! 
Otra  vez,  y  esta  es  la  quinta^ 
digo  que  no. 

(Es  contumaz.) 
Jacinta ,  déjame  en  paz ! 
No  seas  terca,  Jacinta! 
Sí?  Te  pesará. 

Amenazas? 

¿Me  citarás  al  juzgado 

Tú  mismo  te  has  sentenciado. 

Pues lo  dicho.  Calabazas. 

Veremos  cuál  de  los  dos 

lo  siente  más 

Sí ,  hombre  ruin , 
veremos. 

[Alzando  la  voz.] 
Tia !  Joaquin ! 

[Aparecen  i  un  tiempo  doña  Damia- 
na,  doña  Luisa  y  D.  Joaquin.] 

Joaquin.  Presente !  Gracias  á  Dios ! 


Joaquin. 
Jacinta. 

Alberto. 

Jacinta. 

Joaquin. 
Alberto. 

Jacinta. 
Joaquin. 
Alberto. 

Jacinta. 


Alberto. 

Joaquin. 
Alberto. 

Jacinta. 
Alberto. 

Jacinta. 
Alberto. 


Jacinta. 


S98 


UNA  VlEiA! 


ESCENA  X. 


Dam. 
Alierio. 

Joaquín. 
Alberto. 


g 


JACINTA.    D.  ALBERTO.    D  JOAQUÍN. 
DOÑA  DAMIANA.    DOÑA  LUISA.    MATEO. 

Alberto.  Qaé  es  esto?  Fraude!  emboscada! 

traición ! 
Dam.  Lüces ! — Acá  estamos 

todos. 

[LUgan  Mateo  y  otro  criado  con  ha* 
chones  encendidos.] 

Alberto.  [Á  Jacinta.] 

Llamaste  á  ana  tia 

To  soy  la  tia. 

Ya Es  claro 

Y  qué  tia!)  Y  á  un  Joaquín 

ílse  soy  yo.  Quiere  usté  algo? 
Quiero  ayeriguar  la  incógnita 
de  este  curioso  espectáculo; 

Íuiero  saber  si  se  trata 
e  casar  á  un  ciudadano 

contra  su  gusto,  y  así , 

de  sopetón 

Al  contrario. 
Pues  vamos,  ¿qué  significa 
este  golpe  de  teatro? 
Esto  significa ,  Alberto , 
que  Dios  castiga  sin  palo. 
Esto  significa  dar 
á  la  zorra  candilazo. 

Y  que  se  echa  mal  la  cuenta 
sin  la  huéspeda. 

Otro  adagio? 

Y  que  la  miel  no  se  ha  hecho 

Sara  la  boca  del  asno, 
[ás  claro.  ¿  No  dije  á  usted 
que  tenía  hecho  reparto 
de  mis  bienes  entre  dos 
sobrinos  mios? 

Ya  caigo 

Uno  de  ellos  es  Jacinta. 

(Satanás! )  Por  muchos  años..... 

Y  el  otro  soy  yo. 

Me  alegro. 

Q  Vaya  que  hay  dias  aciagos. . 
X  aunque  sabía  muy  bien 
todo  lo  que  hoy  ha  pasado, 
y  conspirar  prometí 
para  dar  á  usted  un  chasco', 
tanta  fué  mi  ceguedad, 
que  á  ser  usted  más  hidalgo 
cuando  fingí  que  fiaba 
honor  y  vida  en  sus  manos , 
le  hubiera  dado  la  mia; 
lo  confieso  sin  reparo. 
Gracias (Tengo  don  de  errar!) 

5 A  doña  Damiana  en  voz  baja.] 
)ien  temí De  buena  escapo! 

'A  D.  Joaguin.] 

"a  tenía  yo  tomadas 


Dam. 
Alberto. 

Luisa. 

Dam. 

Jacinta. 

Alberto, 
Joaquin. 

Dam. 


Alberto. 

Dam. 

Alberto. 

Joaquin. 

Alberto. 

Jacinta. 


) 


Alberto. 
Joaquin. 

Dam. 


^ 


mis  medidas  por  si  acaso. 
Jacinta,  Dios  me  salvó  del  peligro. 
Bendigo  mi  desengaño, 
y  me  caso  con  Joaauin , 

Ígano  mucho  en  el  cambio, 
ios  te  lo  pague ,  Jacinta! 
I  Si  tú  supieras  qué  tragos 
me  has  hecho  beber  allí, 
escondido  entre  los  álamos! 

Dam.      Yo  viviré  con  vosotros 

y  seré  madre  de  entrambos. 

Luisa.     I  yo  bailaré  en  la  boda 

con  gran  placer;  que  la  aplaudo 
sólo  porque  en  ella  veo 
el  suplicio  de  un  ingrato. 

Alberto.  Baile  usted  en  hora  buena. 

Á  mí  no  me  importa  un  rábano 

(Votoábriós! )  ¿Piensan ustedes 

?ue  yo  estoy  desesperado? 
ues  nada,  tan  fresco  y  tan 

gde  colgaría  de  un  árbol.) 
1  que  más  gana  de  todos 

soy  yo (Me  llevan  los  diablos.) 

Si  es  dichoso  el  que  se  libra 
de  una  mujer^,  digo!  ¿es  grano 
de  anís,  como  dijo  el  otro, 
matar  de  un  tiro  tres  pájaros? 
(Reniego  de  mi  fortuna.) 

Tengo  un  gozo  que (que  rabio.) 

Buen  provecho  al  que  se  casa: 
yo  estoy  por  el  celibato. 
Couque. . .  He  dicho. . .  Ahur.. .  (El  tifus 
me  va  á  dar  si  no  me  sangro.) 


ESCENA  ÚLTIMA. 

DOÑA  DAMIANA.    DOÑA  LUISA.    JACINTA. 
D.  JOAQUÍN.    MATEO. 

Dam.  Pobre  diablo!  Compasión 

y  grima  y  pena  me  da; 
que,  aunque  disimula,  va 

Sor  dentro  la  procesión, 
lura  ha  sido  la  lección, 
pero  eran  justas  mis  quejas. 
Agache,  pues,  las  orejas, 
su  villanía  confiese, 
y  aprenda,  mal  que  le  pese, 
á  respetar  á  las  viejas. 

Es  muy  digna  de  censura 
vieja  que  compra  deleites , 

Ír  usurpa  con  sus  afeites 
os  fueros  de  la  hermosura; 
pero  todas ,  por  ventura , 
se  han  vaciado  en  un  troquel  ? 
\ Aparte  d  D.  Joaquin.] 
Más  vale , — ^y  Carabancnel 
dirá  á  Madrid  que  no  miento, — 
una  vieja  con  talento, 
que  una  coqueta  sin  él. 


VELLIDO  DOLFOS, 


DRAMA   HISTÓRICO   EN    CUATRO   ACTOS. 


Lo  estrenaron  los  actores  401  teatro  del  Principe  en  13  de  Didemlire  de  1839. 


PERSONAS. 


DOÑA  URRACA. 

RAMIRA. 

EL  REY  D.  SANCHO  II. 

EL  CID. 

VELLIDO  DÓLFOS. 


ÁRLA.S  GONZALO. 
DIEGO  ORDOSEZ. 

pedrárias. 
Alvar  faSez. 

FORTUN. 


FROILA.— CABALLEROS. — SOLDADOS. 

La  escena  pasa  en  Zamora  y  su  campo.  Año  de  1072. 


^^^^^»^^^^^^^^^*^^^^»^^w^ 


ACTO    PRIMERO. 


■ 

Sala  del  palacio  de  Doña  Urraca. 
ESCENA  I. 

VELLIDO.    RAMIRA. 

Vellido,      Locura  es  mi  pasión,  yo  lo  confieso, 
pero  es  mi  bien ,  mi  \ida  esta  locara. 
Hidalgo  pobre,  campeón  oscuro , 
no  puedo  yo  esperar  la  gloria  suma 
que  á  príncipes  tan  sólo  y  ricos-hombres 
es  dado  ambicionar ;  mas  por  yentura 
¿se  aprende  entre  las  ásperas  montafias 
do  tosca  y  libre  se  meció  mi  cuna, 
se  aprende  entre  el  furor  de  los  combates 
á  vencer  un  amor  que  al  alma  adula, 
y  á  no  llevar  el  hombre  sus  deseos 
más  allá  que  su  nombre  y  su  fortuna? 
¡Adorar  á  una  infanta  de  Castilla, 

á  quien  Zamora  llama  Reina  suya! 

¿Por  qué  no,  si  esa  infanta,  si  esa  reina 
prodigio  es  de  valor  y  de  hermosura, 
y  ojos  para  mirarla  dióme  el  cielo 
y  altivo  corazón  donde  se  esculpa 


800  VELLIDO  DÓLFOS. 

su  grata  imáfl^en  con  buril  ardiente 
que  al  hielo  desafíe  de  la  tomba? 
¿Por  qué....,  cómo  no  amarla  si  en  su  rostro 
al  celeste  esplendor  que  me  deslumbra 
hoy  adverso  destino  los  encantos 
de  lágrimas  dolientes  acumula? 
Blanco  infelice  de  opresión  tirana , 
de  alevosa  ambición  víctima  injusta, 
llora  enemigo  atroz  al  propio  hermano 
que  acarició  no  ha  mucno  su  ternura. 
Los  vínculos  sagrados' de  la  sangre 
rompe  don  Sancho  con  horrenda  furia, 
y  en  vez  de  protegerla  con  su  escudo 
contra  débil  muier  la  lanza  empuña. 
No  bastan  á  su  bárbara  codicia 
Castilla  y  Portugal ,  León  y  Asturias : 
no  basta  despojar  á  sus  hermanos 
de  la  herencia  paterna  y  que  sucumban , 
Alfonso  mendigando  el  pan  de  un  moro, 
preso  García  y  olvidado  en  Luna; 
que  también  a  dos  míseras  princesas , 
sangre  suya  las  dos  y  prole  augusta 
del  gran  Fernando  cuyo  nombre  infama, 
la  escasa  dote  sin  rubor  usurpa. 
Hermosa ,  y  noble ,  y  perseguida,  y  sola, 
el  que  no  la  idolatra,  ese  la  injuria. 
En  vano  ya  los  ojos  y  los  labios 
se  niegan  á  mostrar  la  llama  oculta. 
No  más  callar.  Martirio  es  el  silencio. 
Hoy,  Ramira,  mi  fallo  se  pronuncia. 
Hoy  sabrá  que  la  adoro,  aunque  á«us  plantas 
el  rayo  de  su  enojo  me  confunda. 
Ramira,     Funesta  ceguedad  I  Triste  Vellido ! 

Tú  amar  á  doña  Urraca !  {Á  tanta  altura 
alzar  el  temerario  pensamiento  1 
Oh  I  vuelve  en  ti  y  á  la  razón  consulta. 
Huye  el  peligro.  Si  arrostrarle  es  gloría, 
también  alguna  vez  gloria  es  la  fuga, 
y  si  amor  es  de  amor  la  medicina, 
también  la  ausencia  sus  heridas  cura. 
Lejos  de  esa  sirena  encantadora 
romperás  la  cadena  que  te  abruma, 

Í  quizá  de  otra  candida  doncella 
endecirás  ufano  la  coyunda. 
áEs  ¿ola  esa  mujer  bella  y  donosa 
el  Duero  y  del  Pisuerga  en  las  llanuras? 
Vellido,      Es  la  mujer  que  adoro ;  y  no  te  canses, 

grima,  que  tus  consejos  me  importunan. 
!ue  escuche  á  la  razón,  y  es  mi  verdugo ! 
Corazón  como  el  mió  no  ama  nunca, 
ó  es  su  amor  frenesí.  Busco  mi  muerte, 
dirás:  y  qué  es  la  vida  en  tal  angustia? 
¿  No  es  mejor  apurar  de  un  solo  trago 
el  cáliz  de  mi  negra  desventura? 
En  buen  hora  me  mate  su  desprecio 
antes  que  lenta  fíeíbre  me  consuma. 
Sabrá  a  lo  menos  que  por  ella  espiro, 
y  este  consuelo  llevare  á  la  tumba. 
Ramira.     ¿Quién  de  tu  pecho  indómito  creyera 

tanta  flaqueza  I 
Vellido,  Sí,  la  frente  ruda, 

que  por  ella  cubrí  de  duro  yelmo 
y  no  supo  doblarse  á  otra  ninguna. 


Ramira. 


VELLIDO  DÓLFOS. 

marcada  con  el  sello  del  esclavo 
yo  arrastraría  por  la  tierra  inmunda 
si  ella  me  lo  mandara;  que  ella  sola 

Ínede  domar  mi  condición  adusta. 
!llal  No  hay  más  virtud,  no  hay  más  deleite , 
más  mundo  para  mí.  Grata  ó  sañuda , 
ella  ha  de  ser  el  ángel  que  me  salve , 
ó  ha  de  abrir  el  infierno  en  que  me  hunda. 
Sea.  Tú  la  hablarás ,  y  plegué  al  cielo 

Íue  mis  tristes  presagios  no  se  cumplan. 
'e  avisaré.  Conviene  prepararla 

Ya  sale.  Hoye  de  aquí. 

[Desaparece  Vellido.^ 

Loco  I  No  hay  duda. 


301 


ESCENA  II. 


DONA  URRACA.    RAMIRA. 


Urraca. 
Jtamira* 


Con  quién  hablabas,  Ramira? 
Con  Vellido  mi  pariente, 
soldado  fiel  y  valiente 
que  arde  en  generosa  ira 
contra  tu  hermano  insolente. 
Vasallo  fué  de  Fernando 
y ,  como  bueno ,  execrando 
de  don  Sancho  la  agresión , 
ha  consagrado  á  tu  bando 
la  espada  y  el  corazón. 
Viéndote  oprimida  y  triste , 
de  su  menguada  fortuna 
come,  cabalga  y  se  viste, 
y  sin  soldada  ninguna 
con  treinta  lanzas  te  asiste. 

Urraca.  Cómo  has  dicho  que  se  llama? 

Ramira.  Vellido  Dólfos. 

Urraca.  Su  nombre 

jamás  oí  ni  su  rama. 
No  debe  de  ser  rico-hombre 
ni  caballero  de  fama. 

Ramira.  Él  honrará  su  pavés 

con  tu  ayuda  y  la  de  Dios ; 
que  en  la  guerra,  tú  lo  ves, 

fama  adquieren  jnás  de  dos 

y  la  pierden  más  de  tres. 

Urraca,  No  en  vano  mi  gracia  implora ; 
basta  que  sea  tu  deudo; 
pero,  sitiada  en  Zamora, 
¿  con  qoé  merced ,  con  qué  feudo 
le  puedo  premiar  ahora? 

Ramira,  Si  una  audiencia  le  concedes, 
y  hacerlo.  Señora,  puedes 
sin  mengua  de  tu  decoro , 
no  te  pedirá  mercedes 
que  desangren  tu  tesoro. 
Sólo  desea  en  tus  manos 
renovar  su  juramento, 
que  oyeron  los  zamoranos , 
de  dar  el  último  aliento 


Urraca, 
Ramira. 

Urraca, 
Ramira, 
Urraca, 
Ramira, 

Urraca. 
Ramira, 

Urraca, 

Ramira. 


Urraca, 


Ramira, 


Urraca, 
Ramira. 
Urraca. 


Ramira. 
Urraca. 
Ramira. 


Urraca. 


combatiendo  á  tus  tiranos. 
Extraño  desinterés  1 
No  le  imitan  muchos  'grandes. 
Es  un  rudo  montañés, 
mas  como  tú  se  lo  mandes , 
se  dará  muerte  á  tus  pies. 
Tanta  virtud  hay  en  mí? 
Ó  en  él  tanto  frenesí. 
Singular  idolatría  I 
Él  es  capaz,  á  fe  mia, 
de  hacer  prodigios  por  ti. 

¿Y  sin  ningún  galardón 

Como  á  un  ángel  sobrehumano 

te  adora  su  corazón. 

¿T  no  hay  nada  de  profano 

en  esa  superstición  ? 

Sólo  Dios  sabe  lo  oculto; 

mas  tanta  distancia  veo 

éntrelos  dos Oh  I  no  creo 

que  contamine  su  culto 
ningún  liviano  deseo. 
Pues  le  retratas  así, 
debo  alejarle  de  aquí; 
que  su  amor....;  una  de  dos : 
si  divino ,  ofende  á  Dios ; 
si  humano,  me  ofende  á  mí. 
Ofenderte !  Tal  no  piensa. 
¿T  cuándo  el  amor  ha  sido 
calificado  de  ofensa? 
¡  Tanta  fe ,  pobre  Vellido , 
y  tan  cruel  recompensa  1 

Cierto  que  es  temeridad 

Le  disculpa  su  rudeza. 
Si  no  fuera  liviandad , 
tendria  curiosidad 

de  oir 

(Bien.  Así  se  empieza.) 
Qué  dices? 

(Picarla  ahora 
quiero.)  Aunque  es  duro  ese  nó, 
la  prudencia  lo  dictó, 

!r  tú  penetras.  Señora, 
o  que  no  alcanzaba  yo. 
Tas  consejos  necesito, 
que  injusto  no  quiero  ser; — 


308 


VELLIDO  DÓLFOS. 


y  al  fin,  si  bien  lo  medito , 
ó  no  es  delito  el  querer, 
6  es  yenial  ese  delito. 
(Cederá.) 

Si  nada  espera, 
¿paedo  impedir  que  él  prosiga 
amando  de  esa  manera? 
Xamira,  No  es  lo  malo  que  él  te  quiera, 


Ramira. 
Urraca. 


sino 


Urraca. 
Ramira. 
Urraca. 


Ramira. 
Urraca. 


Qué? 

Que  te  lo  diga. 
No  me  habias  anunciado 
que  él  pueda  ser  tan  osado. 
Me  engañas,  ó  no  te  entiendo. 
Esto  es  hablar  suponiendo 
que  yo  me  haya  equivocado. 
To ,  que  deseo  ganar 
renombre  de  popular, 
sentiré  que  se  me  tilde 
de  que  me  niego  á  escuchar 
ni  al  vasallo  más  humilde. — 
¿  No  decias  que  su  amor 

era  un  culto  reverente 

Ramira.  Tal  lo  creo,  salvo  error, 

Í»ero  tú  seguramente 
o  definiros  mejor. 


Urraca, 

Ramira. 
Urraca, 
Ramira. 

Urraca. 

Ramira. 

Urraca. 


Ramira, 
Urraca. 

Ramira. 

Urraca. 


Pues  bien ,  hablarle  no  quiero. 
Ya  mitigará  su  pena. 
Eso  es  lo  que  yo  no  espero. 
Pues  ¿qué  hará? 

Tirarse  al  Duero 
ó  colgarse  de  una  almena. 
Jesús  me  valga!  Qué  horror!     . 
Morir  el  cuitado  así  1 
Él  lo  tendrá  á  mucho  honor. 
Es  tu  vasallo  en  rigor 
y  debe  morir  por  tí. 
Si  maldiciéndome  espira 
temeré  de  Dios  la  ira; 

no  podré  dormir  en  calma 

Ahí  no  quiero  yo,  Ramira, 
que  por  mí  se  pierda  una  alma. 
1  por  una  eternidad! 

Pero tu  condescendencia 

Ta  es  un  acto  de  piedad. 
Repugna  á  mi  vanidad, 
mas  lo  exige  mi  conciencia. 

(¿No  dije )  Á  anunciarle  voy 

que  te  na  movido  su  tuego 
y  le  das  audiencia  hoy. 
Como  dama,  se  la  niego: 
como  Reina,  se  la  doy. 


ESCENA  IIL 

DOÑA  URRACA.    RAMIRA.    PEDRARÍAS. 


Pedrárias. 
Urraca, 


Pedrdrias. 


Urraca. 


Señora 

Irás  después. — Entrad ,  Pedrárias. 
Qué  me  anunciáis? 

Del  enemigo  campo 
para  hablaros  de  paz  un  mensajero 
seguro  os  pide  á  nombre  de  don  Sancho. 
Paz!  venturosa  paz!  ¿Quién  la  desea 
como  yo?  Tiempo  es  ya  de  que  el  escándalo 
tenga  fin  de  esta  guerra  fratricida. 
Deponga  su  furor  mi  ciego  hermano, 
y  ae  tantas  injurias  olvidada 

Ío  le  abriré  mis  cariñosos  brazos, 
'ambien  Zamora  por  la  paz  suspira, 
pero  paz  con  honor;  y  honroso  pacto 
nunca  al  débil  ofrece  el  poderoso. 
Dios  puede  más ,  y  al  corazón  acaso 
del  ambicioso  Príncipe  desciende 
la  luz  de  su  justicia.  Ya  al  heraldo 
deseo  ver.  Quiénes? 

Grande  es  su  fama. 
No  hay  adalid  en  el  real  contrario 
de  máis  subido  prez.  Los  leoneses 
le  llaman  el  soberbio  castellano^ 
los  agarenos  Cid,  los  de  Castilla 
Rui  Díaz  de  Vivar. 

De  buen  presagio 
su  nombre  es  para  mí.  Volad,  Pedrárias. 
Ya  impaciente  le  espero  en  mi  palacio, 
7  doy  gracias  al  Rey  que  su  mensaje 
a  tan  buen  caballero  ha  confiado. 


Urraca. 


Pedrdrias. 


Urraca. 


VELLIDO  DÓLFOS. 


303 


ESCENA  IV. 


Urraca. 


Bamira. 


Urraca. 

Ramira. 
Urraca. 


Rar^ira. 
Pedrárias 

Urraca. 


DONA  URRACA.    RAMIRA. 

¡Fuera  mí  campeón  el  buen  Rodrigo 

y  yo  impondría  leyes  al  tirano 

que  me  las  quiere  dar  I  ¿Quién  osaria 

moverme  guerra  si  su  faerte  brazo 

por  mí  blandiera  la  temida  lanza  ? 

¡  Oh  si  mi  ruego  le  moviera  tanto 

que  mi  causa  abrazase  ^  las  banderas 

del  fiero  usurpador  abandonando! 

¿T  cuál  más  justa  causa,  cuál  más  noble 

pudiera  defender?  Mas,  ayl  en  vano 

me  halaga  esa  esperanza  lisonjera, 

que  el  afán  de  adquirir  fáciles  lauros 

puede  más  en  el  alma  de  un  guerrero 

que  de  infeliz  mujer  el  triste  llanto. 

Qué  es  una  lanza  más?  Y  por  ventura 

¿faltan  aquí  caudillos  esforzados? 

Si  la  experiencia  es  algo  en  los  combates, 

no  es  capitán  experto  Arias  Gonzalo? 

¿Quién  a  sus  hijos  en  valor  iguala, 

ora  el  ijar  opriman  de  un  caballo, 

ora  sobre  el  adarve  desafíen 

todo  el  poder  del  enemigo  bando? 

T  si  bastase  el  personal  arrojo    . 

el  número  á  suplir  de  los  soldados, 

¿cuál  de  los  fuertes  que  á  tu  voz  militan, 

ora  pechero  sea,  ora  nijodalgo, 

se  aviniera  á.  lidiar  detras  de  un  muro, 

estrecha  cárcel  á  su  ardor  bizarro? 

Si  tal  vez  una  empresa  temeraria 

cuando  la  inspira  férvido  entusiasmo 

basta  á  cambiar  el  rostro  de  la  guerra, 

ó  si  es  fuerza  verter  en  tu  holocausto 

por  conservarte  el  heredado  cetro, 

ó  sólo  porque  tuyo  es  el  mandato, 

sangre  leal  y  que  la  humilde  víctima 

te  cante  bendiciones  espirando, 

bien  que  Cid  Campeador  no  se  apellide , 

yo  sé  quién  obrarla  ese  milagro. 

Vellido 

Oh  qué  porfía!  Sólo  sabes 
el  nombre  pronunciar  de  ese  menguado. 

Yo Mi  lealtad 

Si  aun  dudas  que  Rodrigo 
me  pudiera  salvar  en  riesgo  tanto, 
quién  osaria  lo  que  el  Cid  no  osara? 
Qué  puedo  yo  esperar  de  un  insensato? 
(Callo.  El  viento  cambió.) 
,  \A  la  puerta.]  Licencia  pide 

Rui  Díaz  de  Vivar 

Entre. — Dejadnos. 


ESCENA  V. 


DOÑA  URRACA.    EL  CID. 


Cid.        Señora 

Urraca.  Alzad,  y  la  frente, 


noble  Rodrigo,  cubrid. 

No  está  bien  por  tierra  el  Cid 

ni  mi  amistad  lo  consiente. 
Cid.        Dios  08  guarde  de  mancilla, 

noble  Infanta,  mi  Señora. 
Urraca.  Reina  me  llama  Zamora. 


304 

• 

Cid,        Nb  hay  más  que  un  eetro  en  Castilla. 
Urraca.  Me  ajáis  por  verme  infeliz? 
Cid.        Como  embajador  lo  dig^o. 

Si  hablara  comer  Rodrigo, 

os  llamara  emperatriz. 
Urraca,  Sólo  quiero  que  me  habléis 

como  amigo  y  caballero. 
Cid.        Diré  el  mensaje  primero 

si  este  honor  me  concedéis. 
Urraca.  Hablad. 
Cid.  £1  Rey  de  Castilla , 

de  Galicia  y  de  León 

os  pide.  Señora,  en  don 

esta  torreada  villa; 

y  darla  podéis  ganando, 

que  en  cambio  tendréis,  sin  guerra, 

Valladolid  y  su  tierra, 

Rioseco  y  v  illalpando. 
Urraca.  ¿Qué  decis!  ¡Pedirme  dones, — 

siempre  fué  galán  mi  hermano, — 

con  las  armas  en  la  mano 

y  al  frente  de  sus  legiones  I 

Aunque  siento  comparar 

á  un  ladrón  un  rey  guerrero, 

así  pide  el  bandolero 

lo  que  ha  resuelto  robar. 
Cid.        No  así  vuestro  enojo  tuerza 

su  intención,  pues  mesurado 

os  viene  á  pedir  de  grado 

lo  que  obtendría  por  fuerza. 
Urraca.  Bien  por  Dios  I  Si  desde  luego 

despojarme  no  pensó, 

¿por  qué  la  fuerza  ensayó 

antes  de  emplear  el  ruego? 

Decid  que  probó  en  Zamora 

no  esperada  resistencia , 

y  cauto  por  la  experiencia 

me  habla  de  tratos  ahora ; 

y  es  que  juzga,  á  mi  entender, 

menos  fácil  y  seguro 

ganar  por  asalto  un  muro 

que  engañar  á  una  mujer. 
Cid.        El  su  nombre  soberano 

os  empeña,  y  lo  que  ofrece 

Urraca.  Vos  sabéis  qué  fe  merece 

la  palabra  de  mi  hermano. 
Cid.        Es  mancebo  y  pudo  errar, 

mas  no  ha  de  seros  infiel 

hoy  que  responde  por  él 

don  KQdrigo  de  Vivar. 
Urraca.  Vos  merecéis  mil  loores , 

mas  desconfiar  es  ley, 

Rodrigo  Díaz,  de  un  Rey 

que  ha  menester  fiadores. 
Cid.        Si  él  quebrantase  el  tratado, 

su  más  terrible  enemigo 

fuera  yo. 
Urraca,  ¿T  quién,  don  Rodrigo, 

me  volvería  mi  estado? 

¿Qué  valdría  la  venganza 

Cid.        Señora,  el  mundo  es  muy  ancho, 

y  vos  sabéis  que  á  don  Sancho 

aos  reinos  ganó  mi  lanza. 


VELUDO  DÓLFOS. 


Si  os  engañara  el  doncel , 
bien  sabria,  vive  Dios, 
ganar  uno  para  vos 
quien  ganó  dos  para  él. 
Urraca.  ¿Quién  vuestro  valor,  buen  Cid, 

Sudiera  poner  en  duda? 
^h  si  fuerais  en  mi  ayuda! 
Oh  si  fuerais  mi  adaud ! 
T  harto  más  digna  la  hazaña 
fuera  de  vos,  perdonad, 
si  amparaseis  mi  orfandad 
contra  el  tirano  de  España; 
que  si  es  débil  mi  poder, 
la  razón  está  conmigo, 

Ír  es  mengua  para  Rodrigo 
idiar  contra  una  mujer. 

Cid.        Razón  tenéis,  no  lo  ¿edlo, 

mas  sabré  cumplir,  lo  espero, 
con  la  ley  de  caballero 
y  con  la  ley  de  vasallo. 
Duéleme  de  que  os  ultraje 
de  la  fortuna  el  rigor, 
mas  don  Sancho  es  mi  Señor 
y  le  he  prestado  homenaje. 

Urraca,  Antes  mi  padre  lo  fué, 

y  de  él  heredé  á  Zamora, 
y  el  hijo  que  le  desdora 
falta  al  honor  y  á  la  fe. 

Cid.        Yo  soy,  si  me  dais  licencia 
de  decíroslo  otra  vez, 
BU  vasallo,  no  su  juez ; 
su  heraldo,  no  su  conciencia; 
mas  sería  yo  capaz 
de  alzarle  el  pleito  homenaje 
si  me  diera  otro  mensaje 
para  vos  que  el  de  la  paz. 

Urraca.  \  Por  cierto,  lealtad  extraña 
y  pundonor  singular! 
Ah,  Rui  Díaz  de  Vivar!.... 
Sandia  honradez  os  engaña. 
{T  ha  de  tener,  justo  Dios, 
ese  usurpador  tirano, 
mal  hijo  y  peor  hermano, 
un  vasallo  como  vos! 
Oh  santa  naturaleza! 
oh  perjurio  atroz,  infando! 
I  oh  si  el  buen  rey  don  Fernando 
alzara  aquí  la  cabeza! 
.   ¿Ta  el  que  fundaba  su  gloria 
en  el  brazo  de  Rodrigo, 
ya  el  que  os  llamaba  su  amigo 
no  vive  en  vuestra  memoria? 
¿Qué  diría  si  inclemente 
cercar  os  viera  este  muro, 
y  dar  la  espada  al  perjuro, 
Y  negarla  al  inocente? 
Ño  esperó  de  vos  en  pago 
tan  injusto  desafuero 
cuando  os  armó  caballero 
en  el  altar  de  Santiago. 
Aquel  venturoso  dia 
quizá  no  está  tan  presente , 
don  Rodrigo ,  en  vuestra  mente 


VELLIDO  DÓLFOS. 


30j 


como  lo  tengo  en  la  mia. 
¿Cuándo y  decid,  un  yasallo 
tan  alto  honor  mereció? 
El  Rey  las  armas  os  dio 
y  la  Reina  os  dio  el  caballo ; 
y  yo,  cuitada!  que  imploro 
vuestra  protección  en  vano , — 
os  acordáis? — con  mi  mano 
os  calcé  la  espuela  de  oro. 

Cid,         Señora,  ¿á  qué  recordar 
para  mayor  amargura 
tiempos  de  paz  y  ventura 
que  ya  no  pueden  tornar  ? 
Mirad,  Señora,  que  es  ley 
también  la  necesidad , 
y  no  cabe  en  mi  lealtad 
armarme  contra  mi  Ray. 
Ved  que  de  mi  honor  seguro 
en  mi  palabra  reposa, 
y  que  podéis  ser  dichosa 
sin  que  yo  sea  perjuro. 
Ceded,  Señora,  pues  ya 
su  duro  pecho  se  ablanda, 
y  si  una  villa  os  demanda, 
catorce  villas  os  da. 

Urraca.  Ahí  ¡Vos  en  mi  daño,  vos 
partidario  de  un  impío  I 
¡  Otra  suerte  el  padre  mió 
nos  reservaba  á  los  dos ! 
Él  meditaba ,  y  un  dia 
afectuoso  me  lo  dijo , 
llamaros,  oh  Cid,  su  hijo ; 
que  en  tanto  precio  os  tenía ! 

Cid.         ¡Ah,  Señora 

Urraca.  A  mi  dolor 

disculpad  esta  memoria 
que  acrecienta  vuestra  gloria 
á  expensas  de  mi  rubor. 

Cid.        Aunque  honró  mucho  mi  espada 
y  mi  cuna  el  Rey  benigno, 
no  era  yo.  Señora,  digno 
de  merced  tan  señalada. 

Urraca.  No  alcanzan  humanas  leyes, 
ni  fueros  de  la  razón , 
ni  afectos  del  corazón 
á  las  que  nacen  de  reyes. 
Sumisa  como  debia 
á  la  regia  autoridad...., 
BU  paterna  voluntad 
hubiera  sido  la  mia. 

Cid.        Llore  quien  perdió  esa  palma, 
y  dad  vos  gracias  al  cielo, 
porque  es  mucho  desconsuelo 
dar  la  mano  sin  el  alma. 

Urraca.  No  he  dicho  yo  que  hay  violencia 
en  obedecer 

Cid.  (Yo  soy 

perdido  si  no  me  voy.) 

Urraca.  Cuando  es  grata  la  obediencia. 

Cid.        I  Tanta  ventura 

Urraca.  Rodrigo  I 

Cid.       (Pesia  la  flaqueza  mia  I .... ) 
Señora,  no  lo  creia, 

II. 


me  tratáis  como  á  enemigo. 
Guerra  me  dan  vuestros  ojos 
cuando  con  la  paz  os  brindo ; 
mas  si  á  su  fuerza  me  rindo, 
no  os  honrarán  mis  despojos. 
Nunca  en  lides  fui  cobarde , 
bien  lo  sabéis,  pero  en  esta 
solo  un  arbitrio  me  resta. 

Urraca.  Cuál? 

Cid.  La  fuga.  Dios  os  guarde. 

Urraca.  Escuchad,  el  castellano, 

que  os  vais  sin  respuesta,  y  dqs 
tengo  que  dar;  una  á  vos 

Cid.        Señora 

Urraca.  Y  otra  á  mi  hermano. 

Desechad  el  necio  error 
que  tanto  os  desvanecia. 
Quien  08  oyera,  diría 
que  por  vos  muero  de  amor. 
Sólo  quise  hablando  así 
recordaros — lo  entendéis? — 
lo  que  á  mi  padre  debéis ; 
al  Rey  mi  padre ;  no  á  mí. 
Doy  en  fin  que  ayer  cediera 
de  mi  padre  á  la  ternura  ,- 
mas  ¿no  puedo  por  ventura 
pensar  hoy  de  otra  manera? 
Advertid ,  pues  en  mal  hora 
me  obligáis  á  hablar  así, 
que  ayer  no  mandaba  en  mí, 
y  hoy  soy  Reina  de  Zamora. 

Cid.        Yo  agradecido  me  muestro. 
Señora,  á  vuestro  rigor, 
pues  vale  más  que  el  error 
sea  mió  que  no  vuestro ; 
porque  á  Rodrigo  no  humilla , 
Señora,  vuestro  desden, 
^  y  humillada  no  está  bien 
una  Infanta  de  Castilla. 

Urraca.  Abreviemos,  que  es  ya  tarde. 
Decid,  Rodrigo,  á  don  Sancho 
que  yo  mi  nombre  no  mancho 
con  ninguna  acción  cobarde; 
que  en  la  palabra  no  creo 
de  quien  tantas  quebrantó , 
y  tratos  no  escucho  yo 
cuando  cercada  me  veo; 
que ,  por  mucho  que  me  cuadre 
lo  que  me  promete  ahora, 
yo  estimo  más  á  Zaftiora 
porque  fué  don  de  mi  padre ; 
que  si  él  en  guerras  crueles 
ha  aprendido  á  perjurar, 
yo  no  quiero  abandonar 
a  los  que  me  sirven  fieles; 
y  si  no  pueden  mis  hombros 
a  Zamora  sostener, 
yo  sabré ,  flaca  mujer, 
enterrarme  en  sus  escombros. 
Cuál  sigue  causa  más  bella 
juzgue  Dios,  juzgue  Castilla; 
él  asaltando  mi  villa, 
ó  yo  pereciendo  en  ella. 

20 


306 
CU. 


VELLIDO  DOLFOS. 


Eso 9  Señora,  es  honrar 

al  padre  qae  os  engendró. 

Así  respondiera  yo 

á  estar  en  vuestro  lugar; 

que  si  os  vine  á  proponer 

lo  que  forzoso  entendí, 

no  os  buscaba  Reina  aquí 

sino  afligida  mujer. 

Vuestro  el  prez,  vuestra  la  gloria; 

que  morir  es  mejor  suerte 

cuando  es  heroica  la  muerte 

7  es  infame  la  victoria. 


ESCENA  VI. 

DOÑA    URRACA. 

Ahora  alaba  mi  heroismo 
el  soberbio  castellano , 
{ y  no  me  tiende  una  mano 


en  el  borde  del  abismo ! 
¡Y  yo  arriesgué  mi  decoro 
fiada  de  su  hidalguía! 
Oh  inútil  flaqueza  mia! 
Oh  mal  empleado  lloro  I 
Mas  ¿qué  poder  avasalla 
á  ese  adusto  campeón? 
Tan  duro  es  su  corazón 
como  su  cota  de  malla. 


ESCENA  VIL 

DOÍÍA  URRACA.    RAMÍRA, 

Ramira.  Arias  Gonzalo 

Urraca,  Está  bien. 

Que  pase.  (Todo  conspira 
contra  una  infeliz.)  Ramira.- 
Llama  á  Vellido  también. 


ESCENA  VIIL 


DONA   URRACA. 


Que  mío  será  el  prez ,  mia  la  ffloria ! 
¡  Gloria  funesta  que  maldigo  v  lloro, 
y  vano  alarde  de  valor  mentido 
impone  á  mis  palabras  y  á  mi  rostro! 


ESCENA    IX. 

DOÑA  URRACA.   ARIAS  GONZALO.   PEDRARIAS.    CABALLEROS. 


Oon^alo. 
Urraca. 


Gonzalo. 


Urraca, 
Gonzalo. 


Señora 

Bien  venido 9  Arias  Gonzalo, 
mi  fiel  vasallo ,  mi  mejor  apoyo. 
Nunca  vuestro  consejo  y  vuestra  espada 
tanto  necesité ;  que  ya  á  su  colmo 
llegó  mi  desventura. 

T  nunca  en  balde 
la  sincera  lealtad  de  que  blasono 
pondréis  á  prueba;  que  el  infausto  dia 
en  que  á  la  tumba  descendió  del  solio , 
plugo  al  buen  don  Fernando  que  yo  fuese , 
huérfana  ilustre,  vuestro  fiel  custodio. 
Mejor  dijeras  mi  segundo  padre. 
Os  amo  como  tal ,  si  no  me  honro 
con  título  tan  alto;  que  á  la  sombra 
del  cetro  más  benéfico  y  glorioso , 
orgullo  de  León  y  de  Castilla 
os  vi  nacer,  de  esclarecido  tronco 
primer  renuevo,  y  en  la  pila  santa 
sobre  mi  pecho  oí  vuestros  sollozos. 


VELLIDO  DÓLFOS. 


307 


ESCENA  X. 

DOÑA  URRACA.    ARIAS  GONZALO.     PEDRÁRIAS.     VELLIDO. 

RAMIRA.    CABALLEROS. 

VélUio,      [Tkriado.] 

L  vuestros  pies Ramira 

Urraca,  Alzad ,  Vellido. 

{Á  Ramira  aparte.] 

¿Es  ese  el  fiero,  el  arrojado  mozo 

Macho  se  turba  para  ser  yaliente. 

Ramira.     [En  voz  baja.] 


Urraca. 
Vellido. 

Oonzalo. 
Urraca. 


> 


Gonzalo. 


De  qué  valor  no  triunfan  vuestros  ojos? 
(Ahí  Responda  Rodrigo!) 

(Cuan  hermosa  I) 

[Aparte  á  un  caiallero.] 

ÍCómo  osa  entrar  aquí  Vellido  Dólfos  1 
clamados  sois,  ilustres  caballeros, 
á  pronunciar  irrevocable  voto 
Que  mi  suerte  y  la  suerte  de  Zamora 
ae  hoy  más  decida.  El  campeón  famoso, 
ese  á  quien  llaman  Cid,  Rodrigo  Díaz, 
en  nombre  de  don  Sancho,  del  que  ha  roto 
tantas  veces  los  vínculos  más  santos, 
me  acaba  de  ofrecer — mirad  qué  asombro! — 

{)az  y  fraterno  amor  si  de  Zamora 
e  abro  las  puertas  y  á  su  pié  me  postro. 
En  cambio  de  la  herencia  de  mi  padre 
tendré  á  Valladolid  y  sus  contomos, 
y  á  Rioseco  también  y  á  Villalpando; 
que  es  mi  hermano  en  extremo  generoso; 
mas  primero  que  él  cumpla  su  promesa 

Ío  debo  consentir  en  mi  despojo. — 
ordéneme  don  Sancho  si  le  ofendo. 
Hermanos  como  yo,  García ,  Alfonso, 
Elvira,  todos  lloran  su  perfidia. 
Después  de  tanto  ejemplo  lastimoso 
necia  sería  yo  si  le  creyera. 
Y  sin  cubrir  mi  frente  de  sonrojo 
¿hubiera  yo  podido,  caballeros, 
a  un  pacto  suscribir  tan  vergonzoso? 
Mas  bien  sé  los  peligros  que  me  cercan  ; 
bien  sé ,  cuando  la  cólera  provoco 
del  insano  opresor,  que  con  mi  vida 
la  vida  de  mis  subditos  expongo. 
Si  temeraria  ha  sido  la' respuesta , 
pague  yo  sola  mí  imprudente  arrojo; 
no  perezcan  por  mí  tantos  valientes. 
Retirada  en' el  claustro  más  remoto 
acabaré  mis  días,  y  mi  sangre 
rescatará  la  vuestra,  si  es  forzoso. 
No  comprara  la  villa  á  tanto  precio 
ignominiosa  paz.  Sus  hijos  toidos 
antes  querrán  morir  que  abandonaros 
de  injusto  usurpador  al  fiero  encono. 
Por  deber,  por  amor,  juró  Zamora 
defender  con  las  armas  vuestro  solio, 
y  aquella  suerte  que  os  depare  el  cielo, 


308 


VELLIDO  DÓLFOS. 

feliz  6  adversa,  nos  cabrá  á  nosotros. 

Si  á  mi  lealtad  empero  y  á  mis  canas 

es  permitido  hablaros  sin  rebozo, 

no  os  aconsejo  que  arrostréis  én  vano 

el  rencor  de  un  Monarca  poderoso. 

Guando  arribar  al  deseado  puerto 

embravecida  mar  niega  al  piloto, 

del  peligroso  rumbo  se  desvía 

que  amaga  á  su  bajel  con  rudo  escollo. 

Sin  víveres,  sin  fuerzas,  sin  aliados, 

sin  esperanza  alguna  de  socorro, 

¿cómo  una  sola  villa  resistiera 

á  ejército  aguerrido  y  numeroso? 

Por  vuestro  bien.  Señora,  os  lo  suplico, 

que  mi  hacienda  y  mi  vida  estimo  en  poco; 

no  08  obstinéis  contra  el  destino  airado; 

para  tiempo  os  guardad  más  venturoso, 

y  vuestra  no,  del  Bey  será  la  mengua, 

que  así  quiere  infamar  el  nombre  godo. 

No  es  ley  de  una  mujer  desventurada 

hacer  alarde  de  valor  heroico, 

pero  es  ley  del  que  nace  caballero 

amparar,  no  ofender  al  sexo  hermoso. 

Vellido.      Y  acatar  sus  preceptos  soberanos, 
siquiera  nazcan  de  voluble  antojo; 
¡  cuánto  más  si  el  honor  los  articula ' 
y  desciende  la  voz  de  excelso  tronol 
Merecida  repulsa  dio  la  Beina 
al  mensaje  talaz  de  un  ambicioso; 
ella  el  poder  de  Sancho  desafía, 
¿y  queréis  que  postrada  sobre  el  polvo 
de  los  pies  que  conculcan  sus  derechos 
vierta  una  Beina  escarnecido  lloro? 
Ella,  mujer,  como  los  héroes  habla; 
como  haolara  una  dueña  habláis  vosotros ! 

Pedrdrias,  ¡Viven  los  cielos Perdonad,  Señora. 

Quién  sois  vos?  ¿Qué  pendón  ganado  al  moro 
os  da  derecho,  audaz  aventurero, 
de  alzar  aquí  la  voz? 

Urraca.  Pues  yo  la  oigo, 

vos  la  podéis  oir,  noble  Pedrárias. 

Vellido.      Bien  pudiera  yo  dar,  aunque  bisoñe, 
ñador  á  mi  lengua  en  este  brazo; 
que  si  de  alto  linaje  no  blasono, 
lidiar  me  vid  Zamora  como  bueno, 
y  nunca  á  mis  contrarios  huyo  el  rostro. 

Pedrdrias.  De  esfuerzo  y  de  lealtad  mi  noble  padre 
no  necesita  daros  testimonio, 

?r  yo,  el  menos  ilustre  de  sus  hijos, 
ecciones  de  valor  ni  doy  ni  tomo, 
ni  ha  menester  mi  lengua  fiadores; 
que  donde  hablan  mayores  callo  y  obro; 
mas  sujetad  el  freno  ae  la  vuestra, 
Vellido,  ó  por  Santiago  que  os  la  corto. 
Urraca.      Arias  I 

Gonzalo,     [A  Pedrdrias.] 

Calle  el  rapaz.  ¿Quién  os  ha  dicho 
si  injuria  fuese  el  delirar  de  un  loco, 
que  yo  vuestra  venganza  esperaria? 
Vellido.       Castigadme,  Señora,  si  os  enojo, 

mas  si  á  la  fe  de  un  subdito  qué  anhela 
daros  su  sangre;  si  al  partido  honroso 


/ 


VELLIDO  DÓLFOS. 

de  enterrarse  en  los  muros  de  Zamora , 
antes  que  condenaros  al  oprobio 
de  implorar  la  clemencia  de  un  tirano^ 
se  llama  delirar,  ¿  será  el  encomio, 
será  el  prez  reservado  por  ventura 
á  quien  os  dej^  en  mísero  abandono, 
y  conspira  á  apagar  en  vuestro  pecho 
el  fuego  que  le  inflama,  generoso? 

Pedrdrias.  Quien  dijere 

Urraca.  Ya  basta,  campeones. 

Ni  cumple  esa  contienda  á  mi  decoro, 
ni  faltará  ocasión  á  vuestro  brio 
sin  malograrlo  con  fatal  encono 
en  intestina  lid.  Arias  Gonzalo, 
aplaudo  tu  prudencia,  como  elogio 
de  Vellido  el  ardor.  Un  solo  impulso, 
la  acendrada  lealtad,  os  mueve  á  todos. 

[Á  Gonzalo.] 

Tú,  que  mi  vida  conservar  deseas, 
darás  la  tuya  en  el  murado  foso 
si  es  fuerza  combatir. 

[i  Vellido.] 

Tá,  que  indignado 
preñrieras  mi  muerte  á  mi  desdoro, 
fiel  me  serás  también  si  sometida 
al  fiero  hermano  la  rodilla  doblo. — 
Pero  explorar  el  ánimo  del  pueblo 
es  fuerza  en  este  trance  peligroso. 
Consúltale  en  mi  nombre ,  Arias  Gonzalo; 
di  que  en  sus  manos  mi  destino  pongo. 
Zamora  no  da  leyes  á  su  Reina. 
Vos  decidid:  de  su  lealtad  respondo. 
Id,  no  obstante,  os  lo  ordeno....;  os  lo  suplico: 

[Á  los  caballeros.] 

Seguidle. 


309 


Gonzalo. 
Urraca. 


Vos,  oid. 


[i  Vellido.] 

[Á  Ramira.] 
Dejadnos  solos. 


ESCENA  XI. 


DOÑA  URRACA.    VELLIDO. 

Urraca.  Pláceme  haberos  oido 

defender  con  tal  fervor 

mis  derechos. 
Vellido.  Sois  mi  Reina. 

Cumplí  con  mi  obligación. 
Urraca.  Ramira,  mi  fiel  criada, 

de  vos ,  Vellido,  me  habló 

con  sumo  interés. 
Vellido.  Qué  mucho? 

Su  deudo  y  su  amisto  soy. 
Urraca.  Dijo  que  ansiabais  hablarme. . . . 

Deponed  la  turbación. 


Qué  merced  queréis  de  mí? 
Vellido.  Ah,  Señora!  ¿Quién  soy  yo 

?ara  pediros  mercedes? 
or  harto  feliz  me  doy 
coli  que  tan  ínclita  Reina 
se  digne  de  oir  mi  voz. 
Si  tanta  fuera  mi  suerte 
que  algo  hiciese  yo  por  vos, 
ni  aun  entonces  osaria 
demandaros  galardón ; 
que  si  este  humilde  guerrero 
merece  tanto  favor, 
á  la  gloria  de  serviros 
se  limita  mi  ambición. 
T  I  qué  I  ¿no  es  harta  ventura 
para  el  árbol  y  la  flor 
que  á  darles  vida  y  contento 


310 


VELLIDO  DÓLFOS. 


descienda  an  rayo  del  sol? 
(Y  flor  es  mi  juTentad 
que  se  agosta  en  sd  yerdor, 
7  Yos  me  miráis,  Señora, 
que  sol  de  Castilla  sois ! 

Urraca,  rLoco  es  este ,  si  lo  es , 

ae  muy  buena  condición.) 
^Yenis  acaso  á  pedirme 
justicia?  Obligada  estoy 
á  dispensársela  á  todos. 

Vellido.  Justicial  Ah,  Señora!  No; 

que  no  es  obra  de  los  hombres 
mi  irremediable  dolor, 


Urraca. 


Vellido. 


Ísi  yo  osara  quejarme,, 
lasfemara  contra  Dios ! 


Urraca. 
Vellido. 


•s" 


Urraca. 
Vellido, 


Dólfos ! 

Oh  I  no  os  enojéis. 
Perdón,  Señora,  perdón  I— 
He  jurado  defenderos 
contra  el  yi\  usurpador, 
mas  vos  no  lo  habéis  oido; 
¡  tal  distancia  entre  los  dos 
puso  el  cielo!,  y  yo  aspiraba. 
Señora ,  ai  sublime  honor 
de  ofrecer  á  Tuestros  pies 
mi  espada  y  mi  corazón.     . 

Urraca.  Injusta  fuera la  Reina 

si  os  negara 

Vellido.   [Arrojándose   d   los  pies  de   doña 

Urraca.] 

Oh  dicha  I  Soy 
vuestro  esclavo. 

Alzad,  Vellido. 
(Será  un  rapto  de  furor?) 
¿No  merecerá  mi  labio 
en  muestra  de  sumisión 

besar  esa  mano  augusta 

Urraca»  (La  pide  con  un  temblor 

Mas  la  pide  respetuoso. 

Sé  yo  cuál  es  su  intención?....) 

Tomad. 

[  Vellido  besa  la  mano  de  doña  Urraca 
y  se  levanta.] 

Vellido.  Oh  placer  inmensol 

Yo  no  he  vivido  hasta  hoy, — 
y  ansio  la  muerte  I— En  mis  venas 
nierve  la  sangre  veloz. — 
Tiemble  el  aleve  tirano! 
Tiemblen  Castilla  y  León ! 

Urraca.  Qué  I  vos  esperáis  librarme? 

Vellido.  ¿Qué  ng  ha  de  esperar,  oh  Dios! , 
qué  puede  temer  una  alma, 

Íue  vuestra  gracia  inflamó? — 
[as  si  Zamora  se  rinde, 
inútil  es  mi  valor. 
Urraca.  No  se  rendirá  la  villa 

si  yo  el  ejemplo  no  doy. 
Vellido,  Jurad....,  prometed,  Señora, 
por  dos  dias,  sólo  dos, 
esos  muros  defender 


Urraca, 


Vellido. 


Urraca. 
Vellido. 

Urraca, 


VeUidó. 


Urraca. 


Vellido. 


Urraca. 
Vellido, 


contra  un  hermano  feroz ; 
que  tan  corto. plazo  basta 
á  que  triunfe  o  muera  yo. 
j  Antes  morir  que  entregarme 
á  merced  de  ese  traidor 
que  Dios  maldiga ! 

En  mi  pecho 
resuena  esa  maldición. 
No  os  espanten  sus  legiones 
ni  ifu  Cid  Campeador. 
Yo  admiro  tanto  denuedo;     ^ 
mas  contra  el  destino  atroz 
que  me  persigue  obstinado 

fhará  un  solo  campeón 
o  que  no  han  podido  hacer 
tantos  hidalgos  de  pro? 
Sí  hará,  sí  á  muerte  segura 
corre  gozoso  por  vos; 
si  hará  si  idólatra  ciego 
sacrificaros  juró, 
no  sólo  fortuna  y  vida, 
que  fuera  pobre  ese  don , 

sino hasta  la  misma  honra , 

que  es  sacrificio  mayor. 
Delirando  estáis,  Vellido. 
Eso  dice  un  español? 
Oh!  si  mi  delirio  os  salva, 
será  mi  triunfo  mejor. 
Lo  consentís? 

Lo  consiento. 
(A  quien  perdió  la  razón 
¿qué  puedo  decir?)  Mirad 
que  nada  os  ordeno  yo: 
mirad  que  á  nada  me  obligo. 
Si  ataja  muerte  precoz 
la  carrera  de  mis  días 
todo  para  mí  acabó; 
si  la  fortuna  corona 

mis  deseos 

Reina  soy: 
como  Reina  os  premiaré : 
lo  oís?  De  otra  suerte,  no. 
Ah !  venza  yo,  y  más  que  luego 
maldigáis  al  vencedor! 
¿Qué  importa,  si  el  brazo  os  sirve 
como  os  ama  el  corazón? 

Os  amo,  lo  dije,  os  amo 

¡  yo,  indigno  de  vuestro  amor, 
os  amo!....  ¡Oh  crimen.... 

Callad!... 
Maldito  del  cielo  estoy. 
Premio  decíais !  Lo  espero. 
Muerte,  infamia,  infierno....  Adiós ! 


ESCENA  XII. 

DOÑA  URRACA. 

Infeliz !  Dios  le  perdone , 
que  es  digno  de  compasión. 


VELLIDO  DÓLFOS. 


m 


ACTO  SEGUNDO. 


Arboleda  inmediata  á  Zamora. 


> 


ESCENA  I.* 

EL   REY.     EL   CID.     ORDOÑEZ. 
CINCO   CABALLEROS. 

Rey.        [Llegando.] 

Quédense  los  escaderos 
con  los  caballos  de  lid, 
y  á  la  sombra  me  seguid 
de  este  roble,  caballeros. 

Orioñez.  No  es  paraje  muy  seguro. 

Rey.        Todos  lo  son  para  mí. 

Or¿o»e^.  Puede  alcanzaros  aquí 
una  saeta  del  muro; 
que  Zamora  en  su  porfía 
quizá  á  otorgar  no  se  allana 
la  yista  con  vuestra  hermana 
y  la  tregua  por  un  dia. 

Rey.        [Sentándose  al  pié  del  roble.] 

No  serán ^  no,  tan  osados; 
que,  si  del  campo  me  alejo, 
saben  que  á  la  espalda  dejo 
cien  escuadrones  armado?. 
Ya  se  guardará  esa  villa, 
bien  que  nido  de  traidores, 
de  irritar  más  los  furores 
de  don  Sancho  de  Castilla. 
¡Ay  si  cx)n  grito  de  guerra 
á  mi  clemencia  responden ! ; 
que  los  muros  do  se  esconden 
ansio  igualar  con  la  tierra. — 
Mas  Alvar  Fañez  ya  tarda. 
Vive  Dios  que  está  despacio, 
y  un  roble  no  es  un  palacio 
y  es  un  Rey  el  que  le  aguarda. 

Cid.        No  os  impacientéis  así. 

No  ha  tanto  que  entró  en  Zamora. 

Rey.       Hablo  yo  con  vos  ahora? 

Ordoñe^.  Ta  está  Alvar  Fañez  aquí. 


ESCENA  11. 

EL  REY.    EL  CID.    ORDOÑEZ.  ALVAR  FAÑEZ. 

LOS  CABALLEROS. 

Alvar.     Señor 

Rey.  Prolija  respuesta 

sin  duda  la  Infanta  os  dio, 
Fañez.  Entre  un  sí  y  un  no, 


Rey. 
Alvar. 

Rey. 


tanto  el  decidirse  cuesta? 
Alvar.     Salud  la  Infanta  os  envia 
y  ya  á  veros  se  apercibe. 

Y  la  tregua? 

La  recibe 

y  la  otorga  por  un  dia. 

Y  paz  y  eterna  concordia 
será  si  acata  mi  trono; 
mas  si  provoca  mi  encono, 
no  tendré  misericordia. 
Conmigo,  empero,  no  dudo 
que  depondrá  su  querella , 

Ír  lograr  espero  de  ^lla 
o  que  Rodrigo  no  pudo. 
Cid.        Si  fué  mi  mensaje  vano, 

qué  mucho?  Ni ,  en  buena  ley, 
pude  mandar  como  Rey 
ni  persuadir  como  hermano. 
Cumplí  fiel  con  mi  embajada 
haciéndola  conocer 
vuestro  terrible  poder 
y  su  fortuna  menguada ; 
y  porque  su  riesgo  vi, 
tal  vez  de  mi  boca  oyó 
consejos ,  Señor,  que  yo 
no  tomara  para  mí. 
Sí  con  ánimo  real 
desprecia  riesgo  tan  grave , 
no  es  culpa  mia; — y  Dios  sabe 
sí  obra  bien  ó  si  obra  mal. 

Rey.       [Levantándose.] 

¿Eso  es  decirme  que  vos 
tenéis  su  orgullo  por  bueno? 
Yo  ni  aplaudo  ni  condeno; 

digo que  lo  sabe  Dios. 

Eso  decís? 

Soy  mortal 
y  puedo  errar. 

Pues  yo  digo, 
y  sin  errar,  don  Rodrigo, 
que  me  habéis  servido  mal. 
Mucho  lo  siento.  Señor; 
mas  negar  fuera  injusticia 
que  en  Portugal  j  en  GalíQÍa 
os  he  servido  mejor. 
Sí  hoy  08  falto  en  un  servicio, 

fde  quién  será  entre  los  dos 
a  culpa?  ¿Mia,  ó  de  vos 
que  me  trocáis  el  oficio? 
Para  soldado  soy  algo, 
y  ya  lo  probé  á  lanzadas^ 
mas  para  dar  embajadas 


Cid. 

Rey. 
Cid. 

Rey. 


Cid. 


^'-^ 


312 


V  ELUDO  DÓLFOS. 


Rey. 


CU. 


Rey. 


maldita  la  cosa  yalgo. 

[Paseando  Adcia  el/oro,] 

También  lo  probáis  ahora. 

[Szyuündo  al  Rey,] 

Y  á  una  princesa  ^an  bella! 
Más  miedo  la  tengo  á  ella 
que  á  los  muros  de  Zamora, 
i  Decis  qae  mal  os  serví 
y  me  miráis  con  desden ! 
No,  sino  bien,  y  muy  bien, 
pues  estoy  de  vuelta  aquí. 

[Ya  en  él  úlHmo  bastidor  de  la  iz' 

guierda.] 

¿Qué  decis 

[Mirando  adentro.] 

Mas  ya  la  puerta 
se  abre  del  muro  enemigo. 
Para  más  tarde,  Rodrigo, 
dejemos  nuestra  reyerta. 

[Los  caballeros  se  acercan  al  Rey^  y 
miran  también  en  la  misma  dirección.] 

Ordoñez.  Con  otros  tantos  vasallos 
como  vos  tenéis  aquí, 
se  acerca.  Miradla  allí. 
Son  briosos  los  caballos. — 
El  fuerte  batallador 
Arias  Gonzalo  es  aquel. 
.Y  aquel  garrido  doncel 
Pedrórias,  su  hijo  mayor. 
Ya  los  estribos  dejando 
la  Infanta  y  los  caballeros, 
los  dan  á  los  escuderos. 
Alerta  los  de  mi  bando ! 


Rey. 

Ordoüez 
Alvar. 


Rey. 


[Vuelve  al  proscenio  con  los  caba^ 

lleros.] 


ESCENA  III. 

EL  REY.  EL  CID.  ORDOÑEZ.  ALVAR  FAÑEZ. 
SÉQUITO  DEL  REY.  DOÑA  URRACA.  ARIAS 
GONZALO.    PEDRÁRIAS.     SÉQUITO  DE  DOÑA 

URRACA. 

Gonzalo.  [En  el  foro.] 

Aquí,  Señora,  os  quedad. 
[Adelantándose  á  la  comitiva.] 

Ah  de  don  Sancho!  Ah  del  Rey! 
Rey.        [Acercándose.] 

Rey  de  Castilla  soy  yo, 
Gonzalo.  Qué  me  queréis? 
Gonzalo.  Ruego  á  Vuestra  Señoría 
que  jure  á  Dios  uno  y  tres, 


puesta  en  la  espada  la  mano 

y  en  sus  palabras  la  fe , 

que  sin  ardid  ni  emboscada , 

^  fuer  de  leal  y  á  fuer 

de  príncipe  y  de  cristiano^ 

viene 

Rey.  Juro;  no  os  canséis.     • 

Gonzalo.  Si  habláis  verdad,  Dios  os  premie, 

y  si  no,  08  castigue. 
Rey.  Amén. 

[Volviendo  adonde  están  sus  caia^ 

Ueroé.] 

Ceremonioso  es  don  Arias. 
Achaque  de  la  vejez !  — 
Será  tuerza  conjurar 
á  doña  Urraca  ¿ümbien. 
Buen  conde  don  Diego  Ordoñez, 
cumplid  vos  ese  deber; 

que  Kodrigo  es  muy  galán 

y  se  echaría  á  sus  pies. 

Ordoñez.  [Adelantándose,  y  doña  Urraca  se  le 

acerca.] 

Infanta,  la  de  Zamora, 
¿juráis  al  Dios  que  nos  ve 
por  la  salud  de  vuestra  alma 
y  por  la  honra  y  el  prez 
de  vuestro  nombre,  guardar 
la  tregua,  y  mostraros  fiel 
á  la  palabra  empeñada 
sin  engaño  y  sin  doblez? 

Urraca.  Juro. 

Ordoñez.  El  cielo  os  lo  demando 

si  el  juramento  rompéis. 

Urraca.  Sea. 

Gonzalo.  [A  doña  Urraca.] 

Señora 

Ordoñez.  \Al  Rey.]         Señor 

Gonzalo.  Juró.  Obedecí. 
Urraca.  Está  bien. 

Ordoñez.  Ha  jurado.  Me  retiro. 
Rey.        Hacéisme  mucha  merced. 

[Los  caballeros  del  Rey  se  retiran  á 
un  lado,  y  los  déla  Reina  á  otro.] 

Urraca.  ¿Puedo  ya,  querido  hermano, 

abrirte  mis  brazos? 
Rey.        [Abrazándola.]        Ven 

á  los  mios  que  impacientes 

ya  te  esperaban.  ¡Cuidé 

que  el  grave  ceremonial 

no  acabaría  en  un  mes ! 
Urraca.  ¡Cuan  dulce  á  mi  corazón 

es  este  abrazo!  ¡Oh  si  en  él 

por  siempre  se  renovara 

nuestro  amor  de  la  niñez ! 
Rey.        Olvidemos  para  siempre 

nuestra  enemistad  cruel , 

y  sólo  la  muerte  pueda 

tan  santo  lazo  romper. 
Urraca.  Tal  esperanza  me  anima  ^ 


VELUDO  DÓLFOS. 


Rey, 
Urraca, 

Rey, 
Urraca, 


Rey. 


Urraca, 
Rey, 

Urraca, 


Rey. 


Urraca. 
Rey, 

Urraca. 
Rey. 
Urraca, 
Rey, 

Urraca, 
Rey, 

Urraca, 


Rey, 
Urraca, 


Rey, 


7  tu  intención  esa  fué 
sin  duda  cuando  mostraste 
quererme  hablar. 

Así  es  ] 
y  pues  te  veo  á  mi  lado 

Ía  me  doy  el  parabién, 
lios  por  mi  derecho  vuelve, 
y  habló  la  sangre  tal  vez 
en  mi  favor. 

Mis  derechos 
te  iba  á  recordar  taml)ien. 
Otro  pacto  más  humano 
me  vendrás  á  proponer, 
y  en  vez  de  embrazar  sangrento 
contra  una  hermana  el  broquel , 
con  él  vendrás  á  cubrir 
la  orfandad  en  que  la  ves. 
Tú,  mejor  aconsejada, 
pues  conoces  mi  poder , 
en  mi  justa  pretensión 
verás  tu  propio  interés. 
Qué  pretensión  es  la  tuya? 
Si  fué  mensajero  fiel , 
va  de  la  boca  del  Cid 
la  habrás  sabido. 

Lasé! 
Mas  t6  sabes  mi  respuesta, 
Sancho ,  y  no  soy  yo  mujer 

3ue  me  retracte  jamás 
e  lo  que  digo  una  vez. 
Si  pretendéis  que  se  humille 
quien  acostumora  á  vencer, 
mucho  os  ciega,  vive  Dios, 
vuestra  funesta  altivez. 
Vuestra  humillación  no  quiero , 

pero  más  digno  laurel 

Eh!  basta,  que  no  sois  vos 
de  mis  acciones  el  juez. 
Soy  arbitra  de  las  mias. 
Yo  soy  rey. 

No  sois  mi  rey. 
Está  en  mi  reino  Zamora , 
y  á  un  reino  basta  un  dosel. 
Nada  basta  á  tu  ambición. 
¡  Ambición ,  y  te  daré 
catorce  villas  por  una  I 
Catorce  villas?  Pardiezl 
Quien  nada  piensa  cumplir 
es  muy  largo  en  prometer* 
Ó  nunca  me  las  darás, 
que  es  ya  proverbio  tu  fe, 

ó  me  las  darás resuelto 

á  quitármelas  después. 
Temeraria  I 

¿Qué  le  diste 
á  García  cuando  fué 
por  tu  hueste  destronado? 
¡La  mísera  lobreguez 
de  una  torre ! 

Osó  invadir 
los  montes  de  Santander 

que  son  mi  herencia,  y tú  sabes 

que  es  (Jarcia  muy  doncel 


Urraca, 

Rey, 
Urraca, 


Rey, 

Urraca, 
Rey, 


Urraca, 


Rey. 


Urraca, 
Rey, 


Urraca. 

Rey, 

Urraca, 


Rey, 


Urraca, 


313 

para  regir  al  gallego 
y  domar  al  portugués. 
¿Tanta  experiencia  es  la  tuya 
cuando  apenas  deja  ver 
bozo  juvenil  tu  rostro? 
Nací  alentado  y  con  sed 

de  gloria  marcial 

¡  El  cíelo 
gloria  más  pura  te  dé, 
Sancho  el  Soberbio! — ¿Y  qué  diste 
al  monarca  leonés 
cuando  la  real' corona 
arrancaste  de  su  sien? 
Otra  corona  le  daba 
en  Sahagun  más  digna  de  él. 
La  tonsura ! 

Sea  monje 
quien  no  sirve  para  rey. 
Ya  fuera  quizá  prior 
si  una  mano....,  y  sé  de  quién, 
no  hubiera  abierto  á  su  fuga 
aquella  santa  pared.    ^ 
Sí,  mi  mano  le  libró 
de  la  tuva,  que  tal  vez 
le  guardaba  otra  corona; 
la  del  martirio  cruel! 
Tú  dirás  que  fué  glorioso 
á  dos  reyes  someter, 
que  al  fin  mandaban  soldados , 
vestian  bélico  arnés; 
pero  á  la  infeliz  Elvira 

icon  qué  razón,  con  qué  ley 

Primogénito  nací, 
y  mi  padre  injusto  fué 
menguándome  el  privilegio 
que  entero  adquirí  al  nacer. 
Su  testamento  juraste^ 
Contra  derecho  juré. 
Si  cabe  el  lecho  mortal 
respeté  su  voz  ayer , 
hoy  recobro  lo  que  es  mió. 
Tú  sabes  que  no  lo  es. 

¿Qué  ley  te  abona 

Si  leyes 
me  faltan ,  yo  las  haré. 
Valiera  más  que  ese  afán 
de  guerrear  y  vencer 
lo  emplearas  sin  descanso 
contra  el  sarraceno  infiel. 
Si  nuevos  reinos  codicias, 
porque  no  te  bastan  tres , 
valiérate  más  ganar 
á  Toledo  y  á  Jaén 
que  robar  su  pobre  dote 
a  desvalida  muier. 
Torreones  y  ballestas ! 
í  Por  cierto ,  lindo  joyel, 
lindo  ajuar  para  una  dama! 
Presintió  la  madurez 
de  mi  padre  tus  proezas ; 
presagió  tu  buena  fe. 
Si  á  ley  de  buen  caballero 
fueras  tú  justo  y  cortés, 


i 


314 


VELUDO  DÓLFOS. 


lo 


ni  de  muros  ni  de  lanzas 
habría  yo  menester. 

Sey.'       To ,  pues  mi  saña  provocas 
con  temeraria  sandez , 
las  lanzas  que  te  defienden 
haré  en  astillas  arder; 
ro  de  esa  villa  traidora 
los  muros  arrasará , 
7  cuando  huelle  sus  ruinas 
mi  fogoso  palafrén , 
7  de  Hinojos  y  llorando 
pidas  clemencia  á  mis  pies, 
si  una  celda  te  concedo 
tendráslo  á  mucha  merced. 

Urraca.  Así ,  Caín  de  Castilla  I 
Sea  sincero  una  vez 
tu  labio  y  en  él  rebose 
de  tu  corazón  la  hiél. 
Tiñe  el  Duero  con  la  sangre 
de  cien  valientes  y  cien; 
asalta  el  muro ;  no  quede 

Siedra  sobre  piedra  en  él. 
i  esa  es  la  gloria  á  que  aspiras, 
fácil  te  será  y  lo  sé; 
pero  no  esperes  uncirme 
al  carro  de  tu  poder , 
porque  antes  me  matarán 
daga,  veneno  ó  cordel > 
y  padrón  de  infamia  eterna 
será  á  tu  nombre  después 

sobre  cenizas  y  escombros 

la  tumba  de  una  mujer ! 


ESCENA  IV. 

EL  REY.    EL  CID.  ORDOÑEZ.    ALVAR  FAÑEZ. 
CABALLEROS  DEL  SÉQUITO  DEL  REY. 

Hñy.        Perdida  es  ya  la  esperanza 
de  vencer  su  altanería. 
Ta  el  perdón  es  cobardía; 

Si  es  un  deber  la  venganza, 
anana,  lo  oís?  anénas 
la  tregua  espire ,  ai  asalto ! 
Vea  Zamora  más  alto 
mi  pendón  que  sus  almenas. 

[Al  Cid.] 

Vos  por  la  orilla  del  Duero; 

[i  Ordoñe:^.] 

vos  por  el  opuesto  foso ; 
yo  el  postrero  en  el  reposo 
y  en  el  peligro  el  primero. 

Cid,        i  Tal  saña,  Rey  de  Castilla, 
contra  una  débil  mujer  I 
iQué  aumenta  á  vuestro  poder 
la  posesión  de  una  villa? 

Hey.        Cuando  su  ruina  medito, 

pues  nie^  á  mi  trono  parias , 
no  consejos  ni  plegarías , 


Cid. 


Rey. 


Cid. 


Rey. 


Cid. 


Rey. 


Cid. 


Rey. 


Cid. 


sino  lanzas  necesito. 
De  poco  sirve  la  mia , 
y  ya  que  es  vano  mi  ruego, 
perdonadme  si  os  la  niego 
para  empresa  tan  impía. 
^  Así  á  mi  trono  real 
osa  rebelarse  el  Cid? 
¿Qué  razón  tenéis,  decid, 

Íara  serme  desleal? 
)esleal?  Nunca  lo  fuf, 
pero  á  deciros  me  atrevo 
que  yo  sé  bien  lo  que  os  debo..... 
y  lo  que  me  debo  á  mí. 
Un  juramento  me  empeña 
de  no  hacer  guerra  á  la  Infanta; 
Dios  lo  oyó ,  y  su  Madre  santa, 
y  San  Pedro  de  Cárdena. 
No  imitéis  á  Satanás 
tentándome  el  alma  ahora. 
Si  mucho  vale  Zamora, 
mi  salvación  vale  más. 
Oran  virtud,  por  vida  mial 
¿Porqué  no  hablasteis  así 
cuando  me  hicisteis  á  mí 
homenaje  y  pleitesía? 
Porque  nunca  imaginé, 
ni  estaba  al  humano  alcance, 
que  se  viera  en  este  trance 
la  hidalguía  de  mi  fe. 
Bien  me  estaba  yo  y  más  ledo 
combatiendo  en  la  frontera 
contra  la  morisma  ñera, 
digna  empresa  á  mi  denuedo. 
Vine  aquí,  sábelo  Dios, 
con  la  halagüeña  esperanza 
de  anudar  la  rota  alianza 
entre  vuestra  hermana  y  vos. 
Contento  á  Zamora  fui 
con  la  venturosa  oliva, 
mas  con  lanza  vengativa , 
no  lo  acabaréis  de  mí. 
Habladme  ya  sin  mesura 
y  declaraos  en  fin 
el  andante  paladin 
de  esa  afligida  hermosura. 
Contra  vos  no  haré  yo  tal 
mientras  siga  vuestra  ley ; 
que  sois,  don  Sancho,  mi  Rey, 
y  mi  Señor  natural. 
No  tuvisteis,  á  fe  mia, 
tanto  escrúpulo,  Rodrigo, 
cuando  os  vieron  enemigo 
don  Alfonso  y  don  García. 
También  de  mi  padre  muerto 
herencia  hubieron  los  dos, 
Y  también  los  hizo  Dios 
hermanos  mios. 

Es  cierto ; 
mas  nadie  á  vuestros  hermanos 
me  encomendó  en  testamento , 
ni  hice  en  su  pro  juramento 
que  me  ligase  las  manos. 
Con  justicia  ó  sin  justicia, 


VELUDO  DÓLFOS. 


315 


que  yo  tanto  no  penetro , 

les  demandasteis  el  cetro 

de  León  y  de  Galicia. 

Mi  deber  fué  la  obediencia, 

y  dije :  vaya  ó  no  vaya 

derecho,  allá  se  las  haya 

don  Sancho  con  su  conciencia. 

Para  defender  su  silla 

y  no  acatar  otras  leyes, 

poder  tienen  esos  reyes 

como  el  que  manda  en  Castilla; 

y  en  ñn  probó  mi  Tizona , 

ministro  de  vuestra  saña , 
-    que  quien  la  pierde  en  campaña 

no  es  digno  de  la  corona. 

Has 9  permitid  que  os  lo  diga 

con  franqueza  de  soldado , 

y  dejo  aparte  el  sagrado 

juramento  que  me  obliga; 

mirad  más  por  vuestro  honor, 

y  tened ,  don  Sancho,  en  cuenta 

que  hay  guerras  en  que  la  afrenta 

es  toda  del  vencedor. 
Rey.        i  Sois  vos— culpable  osadía  I  — 

tutor  de  mi  honra? 
Cid.  No; 

mas  permitidme  que  yo 

sea  tutor  de  la  mia. 
Rey.       Idos:  no  la  he  menester, 

ni  vuestra  espada  tampoco; 

y  á  no  teneros  por  loco 

la  mia  os  haría  ver 

Cid,         Herid ;  yo  os  doy  mi  cabeza 

si  con  ella  os  desenojo, 

pero  vuestro  ciego  antojo 

no  mancille  mi  nobleza. 

Sois  aleve. 

Señor!....  Callo. 

Licencia,  Rodrigo,  os  doy 

{)ara  alzarme  desde  hoy 
a  obediencia  de  vasallo. 
A  reyes  no  pago  pecho, 
soy  rico-hombre,  y  bien  sabéis 
que,  sin  que  vos  me  lo  deis, 
tuve  siempre  ese  derecho. 

Rey.       Usadle,  pues. 

Cid.  No  haré  tal, 

que  si  la  palabra  os  cojo, 
luego  os  pasará  el  enojo 
y  lo  tomaréis  á  mal. 

Rey.        No.  Yo  os  destierro. 

Cid.  En  buen  hora. 

A  obedeceros  me  obligo. 

Rey.        Cuándo  partis ,  don  Rodrigo? 

cid.        Mañana  al  rayar  la  aurora. 

Rey.        Id  lejos  á  hacer  alarde 
de  esa  cristiana  virtud.. 

Cid.        Rey  de  Castilla,  salud. 

Rey.       Cid  Campeador ,  Dios  os  guarde. 

[Empieza  i  oscurecer  por  grados  la 

escena  hasta  figurar  noche  cerrada  en 

el  final  del  acto.] 


Rey. 
Cid. 
Rey. 


Cid: 


ESCENA  V. 


EL  REY.     ORDOÑEZ.     ALVAR  FAÑEZ. 
CABALLEROS. 

Alvar.     Dadme  licencia.  Señor. 

Rey.        Adonde  vais,  Alvar  Fañez? 

Alvar.     Es  don  Rodrigo  mi  deudo 
y  el  honor  de  mi  linaje; 

tiro  sueldo  de  su  casa 

Permitid  que  le  acompañe. 

Rey.       To  le  he  desterrado  á  él ; 
pero  no  á  vos. 

Alvar.  Perdonadme. 

En  sus  dias  de  ventura 
le  seguía  á  todas  partes. 
Sería  yo  muy  villano 
si  ahora  le  abandonase. 

Rey.        Cuando  su  Rey  le  destierra? 

Alvar.     Señor....,  me  llama  la  sangre. 

Rey.        ¡Vive  Dios ¿Hay  en  mis  reinos 

vasallos  tan  arrogantes, 
que  más  que  á  mí  se  les  tema, 
ó  más  que  á  mí  se  les  ame? 
Sin  vos  y  sin  él  me  sobran 
soldados  y  capitanes ; 
mas  no  os  iréis  si  primero 
.     ño  os  alzo  el  pleito  homenaje. 
¡Yo  parezco  el  desterrado, 
y  el  Cid  monarca  triunfante ! 
Decid  á  Rodrigo  Díaz 
que  voluntario  se  extrañe 
de  mis  dominios,  ó  en  tanto 
que  Señor  y  Rey  me  llame 
ha  de  hacer  mi  voluntad, 
ó  por  Dios  que  ha  de  pesarle. 

Alvar.     Le  desterráis 

Rey.  Le  destierro, 

pero  hasta  que  yo  lo  mande 
no  se  aleje  de  su  tienda 
ni  abandone  mis  reales , 
si  no  quiere  que  el  destierro 
.  se  convierta  en  dura  cárcel. 

Id No  repliquéis.  Decidle 

que  mis  órdenes  aguarde. 


ESCENA  VI. 

EL  REY.    ORDOÑEZ.    CABALLEROS. 

Rey.       Esto  es  reinar?  ¿Es  así 

como  respetan  los  grandes 
de  Castilla  á  su  Monarca? 

Ordoñez.&Mñ  fueros  y  libertades 

Rey.        Si  todos  tienen  aquí 

Srivilegios  c[ue  les  salven 
e  mi  autoridad  suprema, 
¿no  es  una  irrisión  infame 
mi  nombre  de  rey?  Yo  os  juro 
por  la  tumba  de  mi  padre 


í 


i 


z 


316 

que  har¿  pedazos  mi  cetro, 
ó  el  traidor  qae  no  lo  acate 

Í^ac^rá  con  en  cabeza 
a  libertad  de  injuriarme. 
Ordoñez,  La  saña  os  cief^,  Señor. 

Si  al  mostraros  su  dictamen 
fué  Rodrigo  de  Vivar 
harto  libre  en  su  lenguaje, 
le  disculpa  su  honradez , 
7  su  gloría  en  los  combates, 
y  BU  nombre  ya  famoso 


VELLIDO  DOLFOS. 


entre  cristianos  y  alarbes. 
Rey.        Su  nombre !  No  vale  más 

que  el  mió,  ¡y  tanto  le  aplauden , 

y  el  Cid  y  el  Señxír  le  llaman, 

y  casi  le  alzan  altares ! 

For  san  Millan 

Vellido.  [Dentro.]  Castellanos! 

Rey  de  Castilla !  Amparadme .' 

[Llega  Vellido  acelerado  y  se  postra 
i  los  pies  del  Rey.] 


1 


ESCENA  VIL 


Rey. 

Vellido, 

Rey. 
VeUido. 


Rey. 


Vellido. 


EL  REY.    VELLIDO.    ORDOÑEZ.    CABALLEROS. 

¿Quién  grita... 

Á  Tuestras  plantas.  Rey  don  Sancho, 
este  proscripto  mísero  se  postra. 
Proscripto!  Alzad.  Quién  sois? 

Vellido  Dólfos 
es  mi  nombre.  Señor;  mi  fama  poca, 
mas  joven  soy;  mí  profesión  las  armas; 
noble  mi  cuna;  mi  fortuna  corta; 
libre  mi  condición;  mi  patria  un  monte. 
Ayer  fui  ciudadano  de  Zamora, 
subdito  vuestro....,  siervo  si  os  agrada, 
de  hoy  más  seré.  Mi  corazón  ahoga 
sed  de  venganza,  y  la  venganza  sólo 
á  vos  rae  lleva,  oh  Rey;  no  vil  lisonja 
ni  codicia  de  honores  y  mercedes. 
I  Perezca  para  siempre  la  memoria 
del  pueblo  ingrato  a  quien  mí  sangre  diera 
y  de  sus  muros  con  baldón  me  arroja! 
j  Humillada  y  cautiva  doña  Urraca 
cambie  por  el  cilicio  la  corona  I 
Venced ;  no  haya  perdón  para  el  vencido : 
he  aquí  mi  anhelo,  mi  ambición,  mi  gloria. 
Y  qué  grave  razón ,  Vellido  Dólfos , 
os  fuerza  á  abandonar,  quizá  sin  honra, 
el  jurado  pendón? 

Sangrienta  injuria 
que  no  lavara  con  su  sangre  toda 
la  enemiga  facción  que  me  persigue. 
Mi  celo,  mi  lealtad,  mi  fe  ardorosa 
ea  pro  de  vuestra  hermana ,  merecieron , 
si  nó  á  su  pecho,  al  menos  á  su  boca, 
loor  y  gratitud  que  en  almas  viles 
de  la  envidia  eugendraron  la  ponzoña. 
Arias  Gonzalo  y  sus  aleves  hijos  > 
que  al  pueblo  engañan  y  al  cabildo  compran , 
me  acusan  de  traidor.  En  mi  infortunio 
una  esperanza  me  quedaba  sola; 
el  favor  de  la  Infanta,  su  justicia; 
mas  temiendo  á  la  turba  sediciosa 
me  retira  el  escudo  de  su  gracia 
y  al  furor  enemigo  me  abandona. 
Sin  espada  que  vengue  tal  ultraje , 
sin  recto  juez  que  mis  clamores  oiga,- 
huyo;  no  de  la  muerte;  de  la  infamia, 
y  eterna  execración  juro  á  Zamora. 


Rey. 

Ordoñez, 
Rey. 


Vellido, 

Rey. 

Vellido. 

Rey, 
Vellido. 


Rey. 


Ordoñez. 


> 


VELLIDO  DOLFOS. 

\Aparte  con  Ordoñez.'] 

Bien  podría  el  reucor  de  ese  soldado 

de  mi  yeDganza  apresurar  la  obra. 

Y  bien  podría  pérfido  venderos 

quien  vende  desleal  á  su  Señora. 

No  es  desleal  el  que  inocente  gime 

si  el  yugo  rompe  que  su  frente  agobia. 

Oíste  la  amargura  de  sus  quejas? 

No  habla  así  la  mentira  artificiosa. 

Mira  su  frente  adusta.  En  ella  leo 

la  fiera  indignación  que  le  devora. — 

To  te  amparo,  Vellido,  en  mis  pendones , 

mas  si  traidor  mé  fueres 

Vuestra  cólera 
mal  podría  evitar  inerme  y  solo. 
Si  fe  me  juras  y  mi  apoyo  imploras, 
qué  me  ofreces? 

Un  brazo  que  no  tiembla, 
y  una  cabeza  que  de  mí  responda. 

¿Solo  un  brazo 

fajando  la  voz]    Otros  hay  que  me  obedecen. 
Tal  vez ,  más  que  el  valor,  ganan  victorias 

la  sorpresa,  el  ardid El  alto  muro 

que  cíen  y  cien  arietes  no  derrocan , 
al  frágil  diente  de  comprada  llave 

cede  tal  vez 

\]En  voz  baja.]    Callad,  callad  ahora. — 
Partamos ,  caoalleros .  Ta  la  noche 
brinda  al  reposo  con  su  opaca  sombra. 
[Aparte  i  un  caballero.] 
ó  de  achaque  de  caras  yo  no  entiendo , 
ó  la  cara  de  ese  hombre  es  sospechosa. 


317 


ACTO  TERCERO. 


El  teatro  representa  un  angula  exterior  de  los  muros  de  Zamora  sobre  peñas ^  arbustos  y 
maleza ,  cuyos  obstáculos  impiden  que  los  interlocutores  situados  a  la  parte  izquierda  del 

proscenio  sean  vistos  desde  el  adarve. 


ESCENA    I. 

[Es  de  noche.] 

FORTUN.    FROILA. 

[Fortun  está  de  centinela  sobre  el  adarve  y  pa- 
sea cantando.  Al  concluir  la  copla  aparece  Froi- 
la  por  la  parte  de  la  villa  con  una  tea  encendí- 
da,  que  entrega  i  Fortun  para  que  le  alumbre; 
afianza  en  el  muro  una  escala  de  cuerda  cubier- 
ta con  yedra  y  musgo,  y  asegurado  de  qíie  está 
firme,  desciende  por  ella  con  la  tea  en  ta  mano 
i  los  riscos  en  que  estriba  la  fortaleza.] 

Fortun.  [Cantando.] 

«Prometido  á  doña  Sancha, 
hermana  de  don  Bermudo , 


el  buen  conde  don  García 
parte  á  León  desde  Burgos.» 

Froila.    [Disponiéndose  d  bajar.] 

Firme  está.  Dame  la  tea, 
y  pues  la  ocasión  es  calva, 
antes  que  despunte  el  alba 
daré  fin  á  mi  torea. 

[Bajando  por  la  escala.] 

Nos  observan?  No  haga  el  diablo. 
Fortun.   Ni  del  campo  ni  del  muro. 
Bien  puedes  bajar  seguro. 

Froila.    [Desde  los  últimos  peldaños.] 
Échame  acá  ese  venablo. 


í 


318 

Fortun. 

Froila. 


VELUDO  DÓLFOS. 


Í  Tomando  uno  que  hairi  en  el  adarve,'] 
o  tiro? 

Bestial  pregunta ! 
Descuelga,  que  bien  alcanzo, 
y  no  me  saques,  mastranzo, 
algún  ojo  con  la  punta. 

Fortun,   {Sentado  en  el  muro  alarga  el  venailo 

á  Froila.] 

Mira  tú  cómo  lo  tomas , 
ten  caridad  y  conciencia; 
que  si  tiras  con  violencia 
y  voy  detras,  me  deslomas. 

Froila,    Alarcfa,  ¡pese  á  tu  madre..... 

Fortun.  No  alcanzo  más ,  tívo  Cristo. 

Froila,    Ta  lo  tengo.  Suelta. 

Fortun.  Listo. 

[  Vuelve  d  ponerse  de  pié  y  d  pasearse 
sobre  el  adarve,] 

Froila.    [Acada  de  bajar  ^  apoyándose  en  el  ve* 

nadlo.] 

Hasta  la  vuelta,  compadre. 

[Rabiando  para  si.] 

Ahora  bien,  ¿es  bueno,  6  malo 
lo  que  voy  yo  á  hacer  ahora? 
Quién  vive?  Sancho,  ó  Zamora? 
Qué  merezco?  Gloria,  6  palo? 
Soy  ignorante  y  sencillo^ 
y  pues  no  sé  lo  que  intenta, 
ajuste  con  Dios  la  cuenta 
el  que  me  dio  este  bolsillo. 
[Desaparece  por  su  izquierda.] 


ESCENA  II. 

FORTUN. 

[Canta.] 

«¡No  fíes,  Conde  infeliz, 
en  los  vítores  del  vulgo! 
¡Arma  el  brazo,  guarda  el  pecho, 
que  hay  cien  traidores  ocultos  b 


ESCENA  IIL 

FORTUN.    FROILA. 

Froila.   [Con  la  tea  y  sin  el  venablo.] 

EntTQ  el  cambrón  y  la  piedra. 

Bien. 
Fortun.  Froila  vuelve. 

Froila.  Cumplí. 

[Á  media  voz.] 

Estamos  seguros  ? 
Fortun.  Sí. 

Froila.    Vuelvo  á  trepar  por  la  yedra. 


Fortun. 
Froila. 
Fortun. 

Froila. 

Fortun. 
Froila. 

Fortun. 


Froila. 
Fortun. 


[Subiendo  al  muro  por  la  misma  es- 
cala.] 


CMo  á  la  villa ,  Fortun. 
No  temas,  que  vela  Mendo. 
Y  Garci-Perez? 

Durmiendo 
borracho  como  un  atún. 

[Fa  en  lo  alto  del  muro.] 

Cómo  sudo! 

[Riéndose.]    No  es  el  lance 

para  menos. 

Seo  gallina, 
no  he  ganado  la  propina 
cual  tú ,  cantando  un  romanee. 
Decir  que  canto  6  que  rezo 
no  me  servirá  de  nada 
si  por  ser  tu  camarada 
me  acarician  el  pescuezo. 

[Mirando  al  cielo.] 

Ta  será  tarde. 

Á  fe  mia, 
si  no  es ,  Froila ,  aquel  lucero 
tanto  como  tú  embustero,     . 
muy  pronto  será  de  dia. 
Si  el  aloque  no  me  engaña, 
distingo  hacia  allí  dos  bultos 

entre  las  ramas  ocultos 

Sí:  ya  está  el  moro  en  campaña. 

Apaga  esa  tea. 

[Lo  hace.]         Apago, 

y^  pues  guardas  tú  á  Zamora, 

voy  á  saludar  la  aurora 

con  otra  mano  de  trago. 


ESCENA  IV. 

FORTUN. 

[Cantando.] 

«¡Mira  que  velan  los  Velas 
rencorosos  v  perjuros; 
mira  que  el  conde  Rodrigo 
ya  aguza  el  puñal  sañudo  !> 

[Aparecen  por  la  derecha  del  actor  y 
por  la  parte  de  abafo  Vellido  y  el 

Rey.] 


ESCENA  V. 

EL  REY.    VELLIDO.   FORTUN. 

Vellido.  (La  voz  de  Fortun  es  esa.) 


Froila. 

Fbrtun. 
Froila. 


Rey. 
Vellido. 


a  al  pié  del  muro  os  halláis. 

Cantaoa  una  voz . 

Sin  duda 
del  centinela  será; 
y  pues  canta  descuidado , 
es  evidente  señal 
de  que  no  nos  ha  sentido; 
ni  desde  allí  nos  verá , 


/ 


VELLIDO  DÓLFOS. 


319 


JSey. 
Vellido. 


Rey. 


Rey. 
Vellido. 


\ 


que  nos  ocultan  del  muro 
las  peñas  y  el  matorral. 
Falta  mucho? 

Poco  falta;' 
mas  sentaos  si  os  cansáis , 
que  como  ha  sido  forzoso 
al  salir  del  arenal 
apearnos  porque  el  ruido 

no  descubriese 

En  verdad 
que  en  lo  que  emprendo  ño  sé 
si  hago  bien  ó  si  hago  mal. 
Vellido.  Ningún  peligro  amenaza, 

y  quien  nizo  ya  lo  más 

Una  mina,  me  habéis  dicho 

Obra  fué  de  un  musulmán. 
Por  el  campo  al  pié  del  muro 
cubre  la  puerta  un  sillar 
que  está  en  falso.  El  subterráneo 
derecho  al  alcázar' va. 
Una  dama  de  la  Infanta, 
que  por  deudo  y  amistad 
está  obligada  á  servirme , 
me  reveló.. «•• 

{Empieza  i  amanecer  y  y  por  grados  se 
va  iluminando  la  escena  hasla  el  fin 

del  acúo.] 

Rey.  Qué  esperáis? 

Ta  empieza  á  rayar  el  alba, 
y  nos  pueden  observar. 
Si  por  vos  gano  la  villa, 
pedidme  cuanto  queráis; 
pero  si  fuereis  perjuro, 
Vellido  Dólfos,  temblad! 

[Dan  algunos  pasos,  y  el  Rey  separa 
y  hace  detener  a  Vellido  oyendo  cantar 

d  Fortun.] 

Fbrtun.  [Cantando.] 

«Ay  I  ya  le  hiere  á  traición 
el  inhumano  verdugo, 

Ír  el  canto  nupcial  suspenden 
os  gritos  del  moribundo.» 


Rey. 
Vellido. 

Rey. 


\ 


Vellido. 
Rey. 


Vellido. 
Rey. 


Qué  canta  ese  hombre?  Traición...., 

verdugo....,  grito  mortal 

Algún  romance  sin  duda. 

¡  No  le  pudiera  arrancar 

a  torpe  lengua  1....) 

El  romance 
¿será  un  aviso  quizá 
del  cielo  con  c^xxe  reprende 
mí  loca  temeridad? 
I  Cómo,  Señor  I  ¿Vos  creéis 

en  agüeros?  ¡  Pesia  tal 

No  sé.  Si  creer  en  ellos 

es.  Vellido,  necedad, 

no  es  tal  vez  mucha  cordura 

de  advenedizos  fiar. 

j( Habláis  conmigo.  Señor! 

Quien  fué  una  vez  desleal 


Vellido.  ¡Eso  decis,  y  mi  vida 
en  vuestras  manos  está  I 
Sin  peto  que  me  defienda 
y  sin  lanza  ni  puñal, 
¿cómo  fuera  yo  traidor 
á  qqien  me  puede  matar? 
To  no  tiemblo  desarmado, 
y  vos  con  armas  tembláis! 

Rey.       [Amenazándole  con  el  venablo.] 
¡Temblar * 

[Con  resolución  y  retirando  el  venablo.] 

•  Guia,  aunque  me  lleves 
al  infierno.  To  temblar! 

Fortun.  [Cantando.] 

«Teneos,  clámala  niña. 

Sea  mí  pecho  su  escudo 

Tarde  llegó  la  cuitada. 
Don  García  era  difunto!  )> 


Rey. 
Vellido. 


Rey. 


¿No  es  la  historia  de  mi  madre 
la  que  cantan? 

Sí,  en  verdad, 
y  la  traición  de  los  Velas 
cuando  al  llevarla  al  altar 

su  primer  marido 

Basta. 
Canten  lo  que  quieran.  Ya 
nada  me  arredra.  ( Mil  muertes 
primero  que  un  paso  atrás ! 

[  Vanse  por  donde  Froila  desapareció 
cuando  bajó  del  muro.] 


ESCENA  VI. 

FORTUN. 

[Cantando.] 

«{Doncella,  casada  y  viuda 
en  un  dia,  en  un  minuto! 
Humo  son,  y  polvo,  y  nada 
los  placeres  de  este  mundo.;» 


Vellido.  [Dentro.] 

Muere,  tirano! 
Rey.        [Dentro.] 


Ah traidor! 


[Llega  el  Rey  mal  herido,  da  algunos 
pasos  apoyándose  en  su  venablo,  y  cae 
sobre  unas  matas  hacia  la  derecha, 
donde  pueda  ser  visto  desde  el  muro: 
al  mismo  tiempo  aparece  VeBido,  di' 
rigiéndose  por  entre  las  peñas  adonde 
está  la  escala.  Lleva  en  la  mano  el 
venablo  que  bajó  Froila  del  adarve,  lo 
suelta  luego  y  empieza  á  subir  por  la 

escala.] 


1 


326 


VELLIDO  DOLFOS. 


ESCENA  VII. 

EL  REY.    VELLIDO.    FORTUN. 


Vellido. 
Rey. 
r$lUdo. 


Rey. 
Fortun. 
Vellido. 


Rey. 

Portun. 


Don  Sancho,  descansa  en  paz ! 
Asesino! 

Dame  el  nombre 
que  cumpla  á  tu  noluntad. 
Mi  brazo  ha  sido  instrumento 
de  la  ira  celestial. 

Morir!...  ¡Aquí....  ¡Sin  venganza.... 
Socorro!.... 

{A  Vellido.]  Por  san  Millan^ 
apresuraos. 

¡  Morir, 
y  morir  en  tierna  edad, 
y  dar  el  último  aliento 
sobre  inculto  pedregal . 
el  Rey  de  tantas  ciudades, 
y  por  una  eternidad 
adiós ,  corona ,  decir, 
adiós,  púrpura  real! 

S  Acaba  de  subir  al  muro;  y  despren- 
liendo  Fortun  la  escala^  la  arroja  al 

monte.] 

¡Villano,  líbrame  al  menos 
de  tu  Tista ! 

Despachad! 
Oirán  sus  gritos Huyamos 


Vellido.  [En  lo  alto  del  muro.] 

Maldice  ahora,  rapaz, 
tu  temeraria  ambición 
y  tu  imprudencia  fatal. 


ESCENA  VIII. 

EL  REY. 

Oh  perfidia!  Oh  desventura! 

T  esta  horrible  soledad 

Castilla!....  ¡Favor 

Ordoñez. [Dentro.]  Pié  á  tierra, 

que  allí  no  pueden  llegar 

los  caballos. 
Rey.  Siento  pasos 

Sí. — Quien  quiera  que  seáis 


ESCENA  IX. 

* 

EL  REY.  EL  CID.   ORDOÑEZ.    ALVAR  FAÑEZ. 
CABALLEROS.    SOLDADOS. 

[Van  üegando  sucesivamente.] 

Ordoñez,  Sonaba  una  voz 

Rey.       '  Amigos 


ó  enemigos,  ¡amparad 
á  un  desventurado! 
Ordoñez.  \Acer candóse.]  Cielos ! 

Es  el  Rey  I  Herido  está ! 

[Llegando  con  Alvar  Pañez.] 


Cid. 

Rey. 
Cid. 

Rey. 
Cid. 
Rey. 

Cid. 


Rey. 


Ordoñez 


Cid: 


Ordoñez 
Todos. 

Voces, 


Rey. 


¿Qué  decis !  Herido  el  Rey ! 
Es  Rodrigo  de  Vivar? 

Yo  soy.  Señor.  Socorredle 

Acudid 

Es  tarde  ya  I 
Oh  infamia!  Oh  traición!... 

Vcngadme!— 
Mi  injusticia  perdonad. 
Rey  don  Sancho,  yo  la  olvido; 
que  erais  bravo  capitán 
y  excusaba  vuestros  yerros 
inexperta  mocedad. 
Sí,  yo  os  perdono.  ¡Así  Dios 
en  su  eterno  tribunal 
con  miseripordia  os  juzgue ! 
Mas  ¿cuál  fué  la  mano  audaz, 
cuál  fué  la  mano  sacrilega 
que  hirió  con  dardo  mortal 
ese  pecho  valeroso? 

Mi  rnnesta  ceguedad 

Vellido  Dólfos Zamora 

le  acoge  en  sus  muros 

Ah! 
Bien  lotemia,  que  siempre 
fué  mi  corazón  leal. 
No  me  creisteis.  Señor! 
Partir  en  la  oscuridad 

solo  con  él No  quisisteis, 

por  mi  mal  y  vuestro  mal, 

que  os  siguiera 

Diego  Ordoñez , 

?a  es  inútil  ese  afán, 
ues  salvarle  no  es  posible, 
procurémosle  vengar. 
.Venganza! 

Venganza ! — Guerra ! 

[En  la  villa.] 

Al  muro! 

¡Dios  de  Abraham 


[Suenan  dentro  voces  i  instrumentos 

de  guerra,  y  va  coronándose  el  muro 

de  soldados.] 

Soldados.[En  el  muro.] 

Traición!  Al  muro! 

X'1                             A  laa  amasl 
Rey,        Tened de  mí  alma piedad! 

[El  Rey  espira.  Llegan  al  muro  con 

otros  caballeros  y  soldados  Arias  Gron- 

zah  y  Pedririas.] 


VELLIDO  DOLFOS. 


321 


ESCENA  X. 


i 


EL  CID.  ORDOÑEZ.  ALVAR  FAÑEZ.  ARIAS 
GONZALO.  PEDRÁRIAS.  CABALLEROS. 

SObDADOS. 

Gonzalo,  Antes  que  asaltéis  los  muros, 

si  tanto  osareis,  aquí 

moriréis  todos.  ¿Así 

guardáis  la  tregua,  perjuros? 
Ordoñez.iksi  la  guarda  Zamora , 

que,  sobre  acción  tan  impía, 

con  infame  alevosía 

nos  Tiene  á  insultar  ahora? 
Alvar,     ¿Aun  osa  invocar  la  ley 

el  que  á  violarla  se  atreve? 

Vuestra  fué  la  mano  aleve 

que  ha  dado  muerte  á  mi  Rey. 
Pedrár.  Muerto  el  Rey  I 
Cid.  Traidora  lanza 

vertió  su  sangre. — Mirad! 

[El  Cidy   OrdoüeZj  Alvar  Fañez  y 

otros  dos  caballeros  que  rodeaban  al 

Rey  se  separan  mostrando  su  cadáver 

i  los  del  muro,] 

Y  tan  horrenda  maldad 
al  cielo  pide  venganza. 
En  esa  faz  macilenta 
que  la  muerte  descolora 
mirad,  hijos  de  Zamora, 
el  sello  de  vuestra  afrenta. 
Paz  os  habia  jurado, 
y  por  Dios  que  me  arrepiento, 
mas  ya  me  alza  el  juramento 
ese  cuerpo  ensangrentado. 

{Á  Alvar  Fañez.] 

Llevad  de  aquí  sus  despojos 
donde  yagan  con  honor. 
¡Quizá  en  él  su  matador 
recreando  está  los  ojos! 

[Cuatro  soldados  retiran  el  cadáver 

del  Rey  por  la  derecha.  Le  acompañan 

Alvar  Fañez  y  otros  caballeros.] 


^ 


ESCENA  XI. 

EL  CID.   ORDOÑEZ.   ARIAS  GONZALO. 
PEDRARIAS.  CABALLEROS.  SOLDADOS. 

Oonzalo.TeLmhien  cadáver  le  llora 
•  quien  vivo  le  combatió. 
. ái  un  traidor  muerte  le  dio, 
culpa  al  traidor,  no  á  Zamora. 
Tú  me  conoces,  Rodrigo, 
tú  que  en  más  de  una  victoria 
las  fatigas  y  la  gloria 

II. 


partiste  un  día  conmigo. 
Si  la  causa  que  defiendo 
en  este  muro  me  encierra, 
no  soy  yo  quien  de  la  guerra 
la  antorcha  fatal  enciendo; 
y  esta  causa  es  harto  bella, 
aunque  el  Cid  no  lo  confiese, 
para  que  yo  consintiese 
tal  borrón  echar  en  ella. — 
Mas  ¿quién  sabe,  noble  Cid, 
si  en  ese  monte  desierto 
el  Rey  de  Castilla  ha  muerto 
á  traición ,  ó  en  buena  lid? 
Si  el  golpe,  en  fin,  fué  traidor, 
¿quién  sabe  si  el  asesino 
del  muro  sitiado  vino, 
ó  del  campo  sitiador? 

Ordoñez,  Con  odiosa  villanía, 

no  lidiando  en  buena  ley , 

le  han  muerto;  que  el  mismo  Rey 

lo  declaró  en  su  agonía, 

y  el  que  su  nombre  infamó 

con  perdurable  mancilla, 

de  los  muros  de  esa  villa 

espía  doble  salió. 

Pedrár.  Yo  no  aplaudo  al  homicida 
ni  defenderle  procuro, 
mas  ¿cómo  al  pié  de  este  muro 
perdió  don  Sancho  la  vida? 
¿Qué  cristiano  pensamiento    . 
de  noche  aquí  Je  traia 
cuando  Zamora  dormía 
fiada  en  su  juramento? 
Decid  que  su  mala  estrella 
le  trajo  á  la  perdición; 

que  quien  ama  la  traición 

no  es  mucho  que  muera  en  ella. 

Ordoñez,  ^0  oséis  iniuriar  su  nombre 
.  con  sospechas  temerarias. 
Solo  Dios  juzga,  Pedrárias, 
los  pensamientos  del  hombre; 
mas  la  vil  atrocidad 
que  Castilla  en  cara  os  echa 
no  es  temeraria  sospecha, 
sino  triste  realidad. 

Gonzalo,  Mas  ¿quién  el  trásfuga  ha  sido 
y  el  traidor  que  nos  infama? 

Ordoñez.  Y élliio  Dólfos  se  llama. 


[Sensación  en  el  muro,] 


Soldad, 

Otros, 

Pedrár. 


Vellido  Dólfos! 

Vellido! 
I  El  que  hacía  tanto  alarde 
de  constancia  y  valentía , 
con  tan  negra  felonía 
mancha  su  mano  cobarde  I 

Gonzalo.  Si  el  agresor  es  Vellido , 

dio,  por  cierto,  brava  muestra 
de  virtud. — Por  dicha  nuestra, 
en  Zamora  no  ha  nacido. 

Pedrár,  Ni  es  cómplice,  no,  la  villa 
del  falaz  aventurero : 
por  la  fe  de  caballero 

21 


382 


VELLIDO  DÓLFOS. 


lo  juro  á  Dios  y  á  Castilla. 

Oonzalo.  To  ignoro  su  faga,  Conde, 
y  quién  sa  espalda  guardó, 
y  si  está  en  Zamora,  ó  no, 
y  el  lugar  en  aue  se  esconde. 

Peirár,  Aunque  le  oculte  el  abismo, 
yo  respondo 

Gonzalo.  Hacéis  muy  mal. 

Bastante  hará  cada  cual 
en  responder  de  sí  mismo. 
Si  el  delito  ve  probado, 
Zamora  sabrá  muy  bien , 
sin  que  lecciones  le  den , 
lo  que  ha  de  hacer  del  culpado. 
Ella  el  premio  y  el  castigo 
se  reserva  de  un  vasallo, 

Ír  no  ha  de  dictar  su  fallo 
a  lanza  del  enemigo. 
Al  que  su  nombre  desdora, 
que  al  más  alto  nombre  igualp, 
así  responde  Gonzalo , 
así  responde  Zamora. 
Cid.        Así  Zamora  responde? 
Eso  dice  su  caudillo? 
Pues  oidme,  zamoranos, 
y  Dios  me  sea  testigo. 
Quien  duda  culpar  á  un  reo 
de  traición  y  regicidio ; 
quien  en  vez  de  perseguirle 
le  da  protección  y  asilo, 
no  está  lejos  ya  de  ser 
cómplice  de  su  delito. 
Si  el  delito  es  evidente , 
lo  diga  el  cadáver  frió 
del  malogrado  Monarca , 
que  dando  el  postrer  suspiro 
en  mi^ brazos' pronunció 
el  nombre  del  asesino ; 
don  Diego  Ordoñez  lo  diga , 
y  Alvar  Fañez,  mi' buen  primo, 
y  esos  nobles  caballeros...., 
y  dígalo  en  fin  yo  mismo; 
que  no  ha  menester  probanzas 
lo  que  afirma  don  Rodrigo. 
Si  quiere  lavar  Zamora 
el  borrón  que  le  ha  caido, 
y  no  quiere  ser  de  España 
mengua,  escándalo  y  ludibrio, 
antes  que  el  naciente  sol 
esconda  en  el  mar  su  brillo;  — 
que  mañana  será  tarde ; 
lo  juro  á.Dios  uno  y  trino, — 
sobre  el  matador  aleve 
y  sus  cómplices  inicuos 
caiga  en  justa  expiación 
el  acerado  cuchillo. 
Si  tal  no  hacéis;  si  hoy  no  veo 


la  cabeza  de  Vellido 
sobre  una  almena  clavada, 
pasto  de  buitres  carnívoros, — 
¡oid,  oid ! — yo  os  declaro 
villanos  y  fementidos, 
sin  Dios,  sin  ley,  sin  honor 
y  ruines  como  judíos. 
10,  Rodrigo  de  Vivar, 
á  todos  os  desafío, 
á  pió ,  á  caballo,  en  el  campo, 
en  el  muro,  en  todo  sitio, 
uno  á  uno,  ciento  á  ciento...., 
ó  yo  solo  contra  cinco. 
Á  ti  el  primero,  Gonzalo, 
y  á  los  que  de  ti  han  nacido, 
y  á  cuantos  cobran  tu  sueldo, 
deudos ,  parciales  y  amigos; 
y  á  todos  los  de  Zamora, 
ancianos,  mozos  y  niños, 
y  al  pechero  y  al  hidalgo , 
y  á  los  pobres  y  á  los  ricos,   • 
y  á  sus  hijos  y  á  sus  nietos, 
y  á  los  nietos  de  sus  hijos, 
y  hasta  á  las  mieses  del  campo 
y  hasta  á  los  peces  del  rio ; 
y  no  comerá  á  manteles, 
ni  bajaré  del  estribo, 
ni  rasuraré  mi  barba, 
ni  mudaré  de  vestido 
hasta  que  caiga  en  cenizas 
Zamora  con  su  castillo, 
y  en  sus  ruinas  solitarias 
ni  fieras  busquen  abrigo, 
y  horror  y  escarmiento  sean 
a  los  venideros  siglos. 

[Quedan  solos  los  del  muro.] 


1 


ESCENA  XII. 

Arias  GONZALO.  pedrArias.  caballeros. 

SOLDADOS. 

Pedrár.  ¿Qué  haréis 

Gonzalo,  Cumplió  su  deber. 

Yo  sabré  cumplir  el  mió. 

[Baja  d  la  villa  con  Pedrerías  y  los 
caballeros.  Los  soldados  le  siguen  en 
^  tumulto,] 

Soldad.  Sálvese  Zamora ! 
Otros.  ¡Caiga 

el  traidor ! 
Otros,  Muera  Vellido ! 


VELLIDO  DÓLFOS. 


8S3 


ACTO  CUARTO. 


La  decoración  del  acto  primero. 


Ramira. 


Vellido. 


Ramira, 


Vellido, 
Ramira, 

Vellido. 


Ramira. 
Vellido. 


Ramira. 
Vellido. 
Ramira, 
Vellido. 


ESCENA   I. 

VELLIDO.      RAMIRA. 

¡  Tan  presuroso ,  Vellido , 
y  cnando  empieza  á  lucir 

el  sol  apenas  I  ¿Qué  nueva 

Feliz,  Ramira,  fóliz^ 
y  no  lo  debes  dudar, 
pues  á  Zamora  volví. 
¡Nuncio  de  nueva  dichosa, 
y  en  vez  de  alzar  la  cerviz 
con  orgullo  y  regocijo 
cual  vencedor  adalid, 
mortal  palidez  te  cubre 

y  abatido,  inquieto 

Sí,— 

La  fatiga,  el  sueño 

¿Acaso...., 
no  lo  ocultes ,  de  la  lid 

vienes  herido?  Tu  sangre 

No,  mi  sangre  no  vertí,  * 
ni  impelido  cual  solia 

or  el  eco  del  clarin, 

a  combatido  mi  brazo 
con  esfuerzo  varonil. 
Aquí,  dentro  de  mi  pecho, 
no  ruera  del  muro,  aquí 
la  lid  está;  y  cuan  horrible  I 
No  sé  qué  pensar.  Si  al  fin 
la  nueva  es  feliz 

I  No  he  dicho 

Iue  lo  sea  para  mí  I 
la  Reina  triunfa;  Zamora 
sin  miedo  á  yugo  servil 
ya  respira ,  y  sonarán 
cantos  de  alegre  festin 
donde  las  sierpes  rugían 
de  la  discordia  civil ; 
mas  yo,  Ramira,  que  en  hora 
maldita  de  Dios  nací, 
entre  tantos  venturosos 
¡yo  solo  seré  infeliz! 
Por  qué? 

No  me  lo  pregantes  I 
Eso  merezco  de  ti? 

La  Reina! Verla  deseo. — 

Pero  en  lecho  de  marfil 


Ramira, 


i 


dormirá 

Cómo  te  engañas! 
¿Puede  tranquilo  dormir 
quien  siente  acosado  el  pecho 
de  mil  zozobras  y  mil? 
Ansiar  el  albor  del  día 
una  y  otra  vez  la  oí, 
y  más  que  ella  perezosas 
fueron  al  verle  venir, 
las  palomas  en  la  torre, 
laQ  flores  en  ^1  jardin. 
Vellido.  Velaba  también  la  Reina! 
Decidme,  oh  cielos,  decid 
si  algan  recuerdo.. i..  Ah!  perdona , 
perdona  mi  frenesí. 
Vellido ! 

Llámala  presto, 
Ramira. 

Y ¿puedo  pedir 

albricias 

No  sé. 

(¡  Qué  extraño 
misterio )  Espérala  aquí. 


Ramira. 
Vellido. 

Ramira. 

Vellido. 
Ramira. 


ESCENA  II. 

VELLIDO. 

¡Crueles  remordimientos, 
de  mi  corazón  huid! 
Él  merecia  la  muerte ; 

yo  su  destino  cumplí 

y  el  mió.  Murió !  ¿Qué  importa 
si  le  dio  muerte  el  ardid 
ó  eWalor  ?  Era  enemigo. 
Si  aleve  en  matarle  fui, 
no  lo  fué  menos  don  Sancho 
cuando  la  codicia  vil 
ahogó  la  voz  de  la  sangre 
en  su  corazón.  ¡Huid, 
remordimientos!  ¿Acaso 
ha  armado  mi  brazo  el  ruin 
interés  ?  No.  Me  animaba 
pasión  más  noble. — Es  puedl 
mi  escrúpulo.  Los  tiranos 
deben  acabar  así. 


82i 


VELLIDO  DÓLFOS. 


ESCENA   ni. 


DOÑA  URRACA.    VELLIDO.    RAMIRA. 


Urraca, 
Vellido. 
Urraca. 


Vellido, 


Urraca. 


valido. 

Urraca. 
Vellido. 

Urraca. 


Vellido. 

Urraca. 
Vellido. 


Urraca. 

Vellido. 

Urraca. 

Vellido. 

Urraca. 

Vellido. 

Urraca. 


Bien  ven  ido  seáis  y  valiente  Dólfos. 

Vuestros  pies 

Levantad.  En  este  alcázar 
no  tan  presto  creí  tornar  á  veros; 
mas  si  mi  ñel  Ramira  no  me  engaña, 

Eues  nuncio  sois  de  venturosa  nueva, 
ien  en  dármela  hacéis  tan  de  mañana. 
Corona  y  vida  prometí  salvaros: 
se  ha  cumplido.  Señora,  mi  esperanza. 
Libre  sois.  Los  armados  escuadrones 
que  cercaban  ayer  estas  murallas , 
respetarán  de  hoy  más  vuestros  derechos; 
que  culpable  ambición ,  fraterna  saña 
harto  tiempo ,  con  gozo  del  alarbe , 
mancillaron  la  gloria  castellana. 
Será  verdad?  Oh  Dios  I  Tanto  prodigio 
no  acierta  á  concebir  absorta  el  alma. 
Qué  potestad  del  cielo  os  ha  inspirado? 
¿Que  virtud  es  la  vuestra  sobrenumana, 
que  dentro  de  aquel  pecho  empedernido 
más  prestigio  ha  tenido  que  mis  lágrimas, 
más  poder  que  el  instinto  de  la  sangre 
y  la  alta  voz  de  la  justicia  santa? 
¿Cómo  en  las  aras  de  la  paz  hermosa 
oancho  depone  la  iracunda  lanza? 
No  le  hablé  yo  de  paz;  que  harto  sabía 
á  qué  precio,  Señora ,  os  la  otorgaba; 
y  paz  tendréis ,  pero  á  despecho  suyo, 
¿oerá  que  en  mi  defensa  se  declaran 

Diego  Or'doñez....,  el  Cid 

.    Sólo  á  mi  brazo 
y  al  cielo  que  protege  vuestra  causa 
trono  debéis  y  libertad  y  vida. 
Mi  asombro  nacen  mayor  esas  palabsas. 
Habéis  vencido  á  la  contraria  hueste? 
¿Cómo  pudisteis  á  tan  grande  hazaña 

dar  cima solo  vos?  ¿Cómo  Zamora 

en  gritos  no  prorumpe  de  alabanza 
y  gloria  al  vencedor? 

Gloria  á  su  Reina ! 
To  no  tengo  derecho  á  reclamarla. 
Ahí  Quédecis,  Vellido? 

La  victoria 
tal  vez.  Señora,  sin  lidiarse  alcanza. 
La  suerte  de  los  pueblos  y  los  revés 
no  siempre  se  decide  en  las  batallas. 
Qué  habéis  hecho?  Acabad! 

Salvaros. 

Cómo? 
Dando  la  muerte  á  quien  la  vuestra  ansiaba. 

La  muerte!  Á quién?  Oh  Dios! ¿Será  posible. 

Verdugo  más  que  hermano 

Ahí  Calla,  calla! 
Sancho  infeliz!  ¡Le  has  muerto ,  fementido, 
y  del  golpe  sacrilego  te  jactas , 
y  vienes  á  anunciarme  su  agonía , 


VELLIDO  DÓLFOS. 

m 

y  &  tanto  llega  tu  cruel  audacia, 

que  BU  sombra  y  mi  llanto  escarneciendo 

llamas  yerdago  al  que  alevoso  matas! 

Vellido,      ¿Fui  yo  el  primero  por  ventara ,  oh  Reina, 
que  ese  nombre  le  di?  ¿Fué  mi  venganza 
la  que  juré,  ó  la  vuestra?  En  ese  labio 
¿no  resonó  fatídica,  sagrada 
la  voz  de  maldición?  Y  maldecirle 
¿no  era  abrir  á  mi  acero  sus  entrañas? 

Urraca.      Si  ciega  le  maldije  en  mi  despecho, 

no  imaginé  que  un  tigre  me  escuchaba. 
Quejarme  yo  de  injusta  tiranía,- 
llorar  con  amargura  mi  desgracia, 
no  era  pedir  su  muerte.  Si  el  delirio 
de  una  triste  mujer  desesperada 
recuerdas,  hombre  atroz,  ay !  ¿cómo  olvidas 
que  esa  triste  mujer  era  su  hermana? 
¿Cómo  olvidaste  en  el  combate  horrible 
que  era  mi  sangre  la  que  allí  brotaba? 

Vellido.      Juré  su  muerte ,  y  al  cumplir  mi  voto 
yo  no  vi  ni  un  hermano  ni  un  monarca; 
vi  sólo  un  enemigo  de  mi  Reina. — 
Y  no  lidiando  con  iguales  armas , 
y  en  campo  abierto ,  y  á  la  luz  del  dia , 
y  rostro  á  rostro  le  mató  mi  rabia; 
que  afianzar  vuestro  solio  con  su  muerte, 
no  laureles  ni  aplausos  codiciaba. 
Me  llamarán  cooarde  y  asesino  I 
Qué  importa?  Con  morir  en  la  demanda 
nada  hacía  por  vos.  Cierto  era  el  triunfo 
inmolando  mi  honor  en  vuestras  aras. 

Urraca.      j  Oh ,  insensato  Vellido,  y  yo  mil  veces 
más  demente  que  tú !  i  Fatal ,  aciaga 
la  hora  en  que  te  vi!  Monstruo!,  si  tanto 
te  gozas  en  la  sangre  que  derramas , 
digna  es  también  de  tu  valor  mi  muerte. 
Hunde  en  mi  corazón  la  infamo  daga. 

Vellido.      Oh  I  ^Qué  decís!  ¡  Sobre  mi  frente  odiosa 
del  cielo  vengador  el  rayo  caiga ; 
que  no  será  a  mis  ojos  tan  terrible 
como  ese  llanto  que  los  vuestros  baña!; 
como  esa  indignación  que  es  mi  suqJícío 
y  con  tardo  pesar  me  quiebra  el  alma! 
Sí ,  monstruo  soy  atroz ,  abominable. 
La  venda  de  mis  párpados  se  rasga. 
No  es  disculpa  á  mi  bárbara  fiereza 
la  funesta  pasión  que  me  avasalla , 
ni  mi  fe,  ni  mi  anhelo  de  serviros; 
no:  vos  me  condenáis,  y  eso  me  basta. 
I  Miserable  de  mí,  que  aesde  el  lodo 
levanté  á  vuestro  solio  temeraria 
la  frepte ,  y  no  cegué  I  ¡  Desventurado, 
que  como  ángel  del  cielo  os  adoraba ,  * 
y  altivo  y  deslumhrado,  con  la  vuestra 
osé  medir  mi  condición  villana  I 
¡Maldito  yo  que  á  una  alma  generosa 
cual  grato  don  el  crimen  y  la  infamia 
pude  ofrecer!  ¡Remordimiento  horrible 
mi  corazón  corroe  y  despedaza! 
¡Y  en  justa  expiación  de  mi  delito, 
sola  una  vida  de  baldón  cargada 
os  puedo  dar!  ¡Oh  sol,  ¿por  qué  me  alumbras! 
¡ Oh  tierra,  ¿por  qué  sufres  de  mi  planta 


325 


886 


Urraca. 


Ramira, 

Urraca. 
Voces. 
Vellido. 
Urraca. 


Voces. 
Vellido, 


Urraca. 

Vellido. 
Ramira. 


Vellido. 
Urraca. 
Vellido. 
Ramira. 

Urraca, 

Vellido. 
Urraca. 
Vellido. 


VELLIDO  DÓLFOS. 

la  huella  criminal !  ¡  Oh  infierno,  infierno, 
por  qué  tu  negro  abismo  no  me  traga ! 
¡Aun  me  harás,  malhadado,  si  te  escuchó, 
tener  de  ti  misericordia !  Aparta. 
Tu  vista  es  mi  tormento! 

[Suena  vocerío  confuso  i  lo  lijos.'] 

[Acercándose  d  una  ventana.]  Oís,  Señora?.... 

Suenan  gritos.  La  villa  amotinada 

Cielos!.,.. 

\jpentro.]  Muera  el  traidor ! — Vellido  muera ! 

To  te  bendigo,  celestial  venganza! 

Ah!  Perdida  mi  villa!....  El  enemigo 


Ramira.     [Asomándose  á  la  ventana.] 


No  temáis,  que  la  enseña  zamorana 

en  los  muros  ondea. 

[Más  cerca .  ]  Muera  Dólfos ! 

Sí,  daré  á  vuestros  filos  mi  garganta. — 

Adiós  quedad ,  oh  Reina !  ¡  Mi  cadáver 

ludibrio  sea  de  la  plebe  insana 

y  cebo  de  las  aves  carniceras 

sus  miembros  insepultos! 

Tente!  Aguarda! 

Quizá  más  delirante  que  perverso 

No!  Indigno  de  perdón 

Si  de  este  alcázar 
salir  te  viera  el  vulgo  fascinado, 
quizá  á  la  Reina  cómplice  juzgara. 
A  la  Reina?  Jamás ! 

Cesa  el  tumulto 

Y  qué  dirá  si  su  piedad  me  salva? 
Entraste  sin  ser  visto.  Hay  un  secreto 

Íostigo El  oro  comprará  á  los  guardas, 
[uíd.  No  me  perdáis!  Huid;  salvaos, 
pues  así  lo  ha  querido  mi  desgracia! 
Ohf  Dejadme  morir! 

Idos.  Lo  ordeno. 
Mi  voluntad  fué  siempre  vuestra  esclava. 


ESCENA  IV. 


DOÑA    URRACA. 


Urraca. 


Sí,  el  fatal  desvarío  de  su  mente 
al  crimen  le  arrastró. — Y  acaso  incauta 
yo  agucé  su  puñal.  ¡  Tanto  la  ira, 
y  tanto  el  necio  orgullo  me  cegaban ! 
Ay  trono!  Ay  corazón!....  ¿Por  qué  en  tu  fondo 

recelo  penetrar? — Oigo  pisadas 

Todo  rae  hace  temblar. — Aquí  se  acercan 


Gonzalo.     [Á  la  puerta.] 


Dais  licencia,  Señora? 


IJntrad,  don  Arias. 


VELLIDO  DÓLFOS. 


327 


ESCENA  V. 


doña  urraca.    arias  gonzalo. 
pedrArias.  caballeros. 


Gonzalo. 

Urraca. 
Gonzalo. 

Un%ca. 

Gonzalo, 

Urraca. 


Gonzalo. 


Urraca. 
Gonzalo. 


Urraca. 


Gonzalo. 


¿Sabéis  que  el  Rey  vuestro  hermano 
es  cadáver? 

Ay!  Lo  sé. 
¿Sabéis,  Señora,  que  fué 
muerto  por  traidora  mano? 
Ramira  me  daba  ahora 

la  nueva  infausta,  y  mi  duelo 

Justicia  demanda  el  cielo, 
justicia  pide  Zamora. 
Pero  la  pide  en  tumulto, 
y  mientras  yo  reine  aquí 
nada  alcanzarán  de  mí 
la  amenaza  y  el  insulto. 
Si  el  pueblo  en  ira  se  inflama 
contra  el  feroz  regicida, 
en  ello  le  va  la  vida 
y  con  la  vida  la  fama. 
Para  calmar  su  furor 
yo  le  he  jurado,  y  no  en  falso, 
que  hoy  rodará  en  el  cadalso 
la  cabeza  del  traidor. 
Y  quién  el  traidor  ha  sido? 
¿Lo  podéis  vos  ignorar 
cuando  el  clamor  popular 
culpa  y  condena  á  Vellido? 
Sabéis  que  Sancho  murió, 
llorando  estáis  su  agonía ; 
^y  no  sabéis  todavía 
la  mano  que  le  mató? 
¿Eso,  Señora,  responde 
Vueseñoría  á  mi  fe,  • 

cuando  el  traidor, — ^yo  lo  sé — , 
en  este  alcázar  se  esconde? 
¿Qué  decis,  Arias  Gonzalo! 
¿Me  juzgáis  cómplice  vo& 

de  ese  hombre 

Líbreme  Dios 
de  pensamiento  tan  malo. 
Contra  el  fallo  de  Zamora, 
que  no  osó  esperar  tranquilo, 
pudo  aquí  tomar  asilo 
sin  dársele  vos,  Señora. 
En  nombre,  no  de  esa  grey 
cuyo  grito  no  me  espanta, 
bien  que  en  razón  lo  levanta , 
sino  en  nombre  de  la  ley, 
os  demando  el  criminal; 
y  advertid  que  yo  no  soy 
el  que  este  nombre  le  doy: 
se  lo  ha  dado  el  tribunal,* 
que,  aunque  detesto  á  Vellido, 
hasta  probar  su  mancilla 
contra  Zamora  y  Castilla 
le  hubiera  yo  defendido. 
Mas  ya  entre  cadenas  gimen 
maldiciendo  su  destino 


y  llamándole  asesino 

dos  cómplices  de  su  crimen ; 

y,  pues  le  acusa  la  ley, 

por  la  ley  clamo  yo  ahora...., 

ly  no  fué  el  muerto,  Señora, 

ni  mi  hermano  ni  mi  Rey  I 

Urraca.  Humillarme  el  Rey  queria 
bajo  su  yugo  opresor, 
y  si  hoy  fuera  vencedor 
piedad  de  mí  no  tendría ; 
mas  yo  le  olvido  tirano 
y  desgraciado  le  lloro, 
y  al  cielo  por  él  imploro; 
porque  al  fín  era  mi  hermano. 
En  rescate  de  su  vida 
daría  mi  vida  yo; 
que  á  mi  corazón  llegó 
la  aleve  punta  homicida; 
mas  ^i  el  reo  aunque  inhumano, 
invocando  mi  piedad 
se  acoge  á  la  inmunidad 
de  este  alcázar  soberano, 
¿será  justo  que  mi  encono 

Gonzalo. ^i]  que  la  ley  le  ha  proscrito, 
y  no  hay  fuero  á  su  delito 
ni  «n  el  sagrado  del  trono. 

Urraca.  Quizá  perdió  la  razón, 
•  y  frenético  en  mal  hora 
vio  la  salud  de  Zamora 
donde  ella  ve  su  traición. 
Vos,  don  Gonzalo,  vos  mismo 
le  acusabais  de  demencia , 
¿y  no  es  digno  de  clemencia 
si  su  ciego  fanatismo 

Gonzalo.  Oh  I....  No  prosigáis,  por  Dios, 
si  piedad  tan  funeslai 
la  de  ser  vuestra  respuesta...., 
ro  responderé  por  vos. 
"o  con  mi  noble  hidalguía 
cubriré  vuestra  flaqueza; 

yo  que  ofrecí  una  cabeza 

daré  al  verdugo  la  mia. 

Urraca,  i  Vos,  tan  leal  caballero, 

vos,  prez  y  honor  de  Castilla! 

¡Vos Ahí  la  horríble  cuchilla 

caiga  en  mi  frente  primero. 

Pedrár.  Yo  no  he  de  sufrir,  señor, 
ni  remedia  nuestro  mal 
que  la  sangre  del  leal 
redima  la  del  traidor. 
¿Olvidáis  que  airado  el  Cid, 
si  hoy  no  castiga  la  ley 
*    al  asesino  del  Key, 

nos  provoca  á  horrenda  lid? 
Esa  sangre  que  sin  tasa 
dais  por  el  honor  ajeno, 
la  reclama  á  vuestro  seno 
el  honor  de  vuestra  casa. 
Morid,  mas  lidiando  sea; 
muramos  todos  con  vos ; 
mas  na  digan  ¡vive  Dios  I 

3ue  excusamos  la  pelea. 
lSÍ  lavará  la  villa 


328 


VELLIDO  DÓLFOS. 


el  borrón  que  la  desdora  ,* 
sólo  así  podrá  Zamora 
dar  un  mentís  á  Castilla ; 
y  pues  menos  mereció 
que  merece  un  parricida, 
"    '    caiga,  perezca  vencida; 
pero  deshonrada,  no. 
Urraca.  Mi  causa  á  la  suya  uní, 
y  en  esta  fatal  querella 
^,qué  mancha  caerá  sobre  ella 
que  no  caiga  sobre  mí? 
No,  yo  no  quiero  la  muerte 
de  ese  pueblo  honrado  y  fiel 
y  sabré  morir  con  él 
si  adí  lo  ordena  la  suerte ; 
mas  jay!  si  pudierais  ver 
mi  ulcerado  corazón , 


os  moviera  a  compasión 
esta  mísera  mujer: 
Ah  Dólfos!....  ¡Su  atroz  delirio 
no  visteis  cual  yo  lo  vi; 
vos  no  le  oisteis  aquí 
pedir  con  ansia  el  martirio, 
y  en  su  infausta  ceguedad 
aplaudirse  de  la  horrenda 
traición ,  y  llamarla  ofrenda 
de  amor  y  fidelidad! 
Huyo,  le  dije,  insensato! 
Bañada  en  tu  sangre  impía, 
mi  mano  se  mancharía 
con  más  vil  asesinato. 
Gonzalo. l^TKÍáor  cobarde!  ¡Y  burló 
la  humana  justicia  así! 
¡Y  huyó 


ESCENA  ÚLTIMA. 

DOÑA  URRACA.    VELLIDO.     ARIAS  GONZALO.     PEDRARIAS. 

RAMIRA.    CABALLEROS. 


^ 
^ 

T 


Vellido.  De  la  Reina,  sí, 

pero  de  Zamora,  no. 

{Murmullo  de  sorpresa  é  indignación  e^itre  los  caía- 

lleros.] 

Pedrárias.  Vellido! 

Vellido.  Sí;  Vellido.  Qué  os  admira? 

Quien  provocar  ha  osado  la  del  cielo 

nóteme,  ^améranos,  vuestra  ira. 

He  aquí  la  aleve  mano 

que  hizo  lanzar  de  la  agonfa  el  grito 

al  infeliz  Monarca  castellano. 

Cuál  fuera  la  ocasión  de  mi  delito, 

cuál  fuera  mi  designio  ó  mi  esperanza, 

sólo  á  Dios  lo  diré  compareciendo 

de  su  justicia  al  tribunal  tremendo 

que  á  todos  pesa  con  igual  balanza. 

Bástele  al  mundo  que  mi  propio  labio 

me  acuse  de  traidor  y  parricida, 
.    y  de  la  ley  ofrezca  en  desagravio 

mi  miserable  vida, 

de  mí  más  que  de  nadie  aborrecida ! 

Pero  ¡oid!,  que  solemne  es  el  acento 

de  hombre  que  va  á  morir,  siquiera  sea 

el  más  vil  de  los  hombres.  Ya,  sediento 

de  sangre  y  de  venganza, 

el  corazón  dañado 

mi  brazo  armase  de  traidora  lanza, 

ó  ya  de  mi  razón  el  desvarío 

al  crimen  me  arrastrase  mal  mi  grado; 

ese  crimen  horrible  es  todo  mió. 

Y  esa  piedad  augusta 

que  al  cieno  descendió  de  mi  deshonra, 

á  otro  crimen  la  debo;  á  mi  falacia ; 

que  con  el  velo  de  lealtad  mentida 

y  el  llanto  seductor  de  la  desgracia, 


VELLIDO  DÓLFOS.  329 

para  engañar  á  un  ángel  soberano, 
osé  cubrir  la  sangre  de  mi  mano. 
Mano  de  maldición ,  mano  execrable ! 
Sola  tú  sin  horror  y  sin  afrenta 
y  con  golpe  más  hondo  y  más  seguro 
puedes  herir  mi  corazón  impuro. 
Reina!  Zamora!  Rey!.... 

[Saca  rápidamente  un  puñal,  se  Mere  y  Ramira  le 

sostiene.] 

Ta  os  he  vengado. 
Ramira.      Gran  Dios! 
Gonzalo.  Maldito  mueras  I 

Urraca.  (Desdichado! ) 


k 


r 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA, 


CSOMBDIA    E3N  CanSTGO   ACTOS. 


Representada  en  el  teatro  del  Principe  por  primera  ves  el  dia  13  de  Febrero  de  1840. 


PERSONAS. 


elisa; 

LA  MARQUESA. 
JUANA. 


D.  FRUTOS. 
D.  REMIGIO. 
D.  MIGUEL. 


i 


La  escena  es  en  Madrid,  en  casa  de  la  Marquesa.  El  teatro  representa  una  sala  con  puerta 
en  el  foro,  que  por  la  derecha  del  actor  conduce  á  la  escalera  y  á  otras  habitaciones  principales, 
y  por  la  izquierda  á  las  piezas  interiores.  Otras  dos  puertas  laterales:  la  de  la  derecha  es  la  que 
corresponde  á  la  hi^itacion  destinada  á  D.  Frutos;  la  de  la  izquierda  guia  también  á  lo 

interior  de  la  casa. 


^M^M^^^AA^^/S/N^^^VWV^^^^««^^ 


ACTO  PRIMERO. 


ESCENA  L 

ELISA.     JUANA. 

Juana.    ¿T  se  ha  de  casar  usted 

con  un  rústico  labriefi^o ! 
Elisa.     Sí]  ya  he  dado  mi  palabra. 
Juana.    Lo  sabe  aquel  caballero? 
Flzsa.      Quién  ? 
Juana.  Quién  ha  de  ser?  Aquel 

que  hace  dos  años  y  medio 

que  la  adora  á  usted  y  bebe 

por  esa  cara  los  vientos. 
Elisa.     Ah!....  Don  MigueL 
Juana.  ¡Y  al  nombrarle 

me  pone  usted  ese  gesto! 

¿Conque  ya  no  hay  esperanza 

para  él? 
Elisa.  Ta  ves,  acepto 

la  mano  de  otro 

Juana.  Es  decir 

(^uc  cual  humo  se  ha  deshecho 


el  antiguo  amor 

Elisa.  Amor! 

Aquello  fué  un  pasatiempo. 
Me  agra*daba  su  figura  ^ 

su  uniforme ,  su  despejo 

Qué  sé  yo?  Me  complacia 
en  bailar  con  él  y  creo 
que  no  me  sonaban  mal 
en  su  boca  los  requiebros. 
Quizá  también  de  la  mia 
se  deslizó  en  un  momento 
de  imprudencia  alguna  frase 
que  halagara  sus  deseos; 
mas  yo  no  perdí  el  color 
ni  el  apetito  ni  el  sueño, 
síntomas  averiguados  * 
de  un  cariño  verdadero; 
y  él  por  su  parte,  á  pesar 
de  que  hacía  mil  extremos , 
nunca  llegó  seriamente 
á  hablarme  de  casamiento. 

Juana.    Por  pura  delicadeza. 


r 


332 


£L  PELO  Dfi  U  DEHESA. 


Elisa. 


Juana. 
Elisa. 


Jmna. 


Elisa, 


Juana. 
Elisa. 


Juana. 


Elisa. 

Juana, 
Elisa. 
Juana, 


Ya  ve  usted,  un  subalterno 

Pero  yo  sé  que  esperaba 
de  un  día  á  otro  ei  ascenso 
á  capitán 

Aun  así 
fuera  mucho  atrevimiento, 
siendo  hija  yo  de  un  marqués, 
que  aspirara  á  ser  mi  dueño. 
Perdone  usted.  Él  es  hijo 
de  barón 

No  te  lo  niego, 
mas  no  es  segundón  siquiera, 
que  cuatro  hermanos  nacieron 
antes  que  él  y  están  casados, 
y  con  prole  todos  ellos. 
I  No  es  nada  lo  que  tendrían 
que  atarearse  los  médicos 

f)ara  que  él  llegara  á  ser 
o  que  su  padre  y  su  abuelo ! 
/  T  aun  eso  importara  poco 
como  él  tuviera  otro  genio; 
pero  es  cebso,  tronera, 
suspicaz  y  pendenciero. 
Casarme  con  él?  Jesús! 
Mi  casa  fuera  un  infierno. 
Ya  I  Como  usted  no  le  quiere , 
exagera  sus  defectos, 
sin  echar  de  ver  que  nacen 

del  mismo  amor 

Qué!  Yo  apuesto 
á  que  el  dia  en  que  marchó 
de  aquí  con  su  regimiento 
se  propuso  relevarme, 
y  me  relevó  en  efecto, 
con  la  primer  lugareña 
á  quien  pidió  alojamiento. 
Cómo  es  posible?  Las  cartas 

que  escrioe  cada  correo 

Tres  hace  ya  que  no  he  visto 
su  letra ,  de  donde  infiero 
que  ni  se  acuerda  de  mí; 
y,  como  soy,  que  me  alegro, 
que  así  excuso  revolver 
la  cabeza  y  el  tintero 
para  imaginar  disculpas 
á  la  boda  que  proyecto. 
¿Quién  sabe  si  al  postillón 
ha  ocurrido  algún  tropiezo, 
ó  si  tendrá  la  desgracia 
don  Miguel  de  estar  enfermo? 
Ó  tal  vez  está  en  camino 
para  Madrid,  y  de  intento 
no  nos  ha  anunciado  el  viaje, 
porque  quiere  sorprendernos, 
río  creas  tal ;  —  y  si  viene, 
bien  venido !  Le  daremos 
los  dulces. 

Para  él  serian 
acíbar,  hiél  y  veneno. 
Vamos,  decididamente 
le  proteges. 

Le  protejo 
porque  ama  á  usted ,  y  presumo, 


hablando  con  el  respeto 
debido,  que  no  merece 

Elisa.     Yo  no  he  contraído  empeños 
con  don  Miguel;  ni  mamá 
le  querría  para  yerno. 

Juana,    Pero  ipor  Dios,  señorita!.... 
¿No  se  muere  usted  de  miedo 
de  pensar  en  esa  boda? 
Es  cosa  que  no  comprendo 
cómo  se  decide  usted 

Elisa,     Razones  hay  para  ello. 

Nuestra  casa  está  arruinada. 
De  su  esplendor  solariego 
apenas  queda  otra  cosa 
que  pergaminos ,  y  pleitos, 
y  deudas.  Don  Baltasar 
de  Calamocha  y  Centeno, 
padre  que  fué  de  don  Frutos, 
mi  novio,  y  en  cuyo  pueblo 
tenemos  un  caserón 
ruinoso  y  cuatro  barbechos,  • 
hubo  de  prestar  no  sé 
qué  cantidad  de  dinero 
á  mi  padre ,  que  Dios  haya, 
cuando  pasó  aquel  invierno 
en  Zaragoza.  Tres  años 
después  de  hacer  el  empréstito 
reclamó  don  Baltasar 
el  capital  y  los  réditos. 
Pidióle  plazos  mí  padre 
sin  esperar  obtenerlos, 
pero  se  quedó  pasmado 
cuando  con  rostro  halagüeño 
le  dijo  don  Baltasar: 
«  Señor  Marqués',  sin  apremios 
ni  jueces,  ni  ejecuciones, 
y,  lo  que  es  aun  mejor  que  esto, 
sin  que  suelte  usted  un  cuarto 
puedo  quedar  satisfecho. — 
Cómo? — Hablemos  con  franqueza. 
No  es  oro  ya  lo  que  anhelo, 
que  un  terremoto  no  puede 
levantar  el  que  poseo, 
sino  títulos  y  honores; 
no  para  mí,  pobre  viejo 
que  al  primer  aire  colado 
espero  quedarme  tieso, 
sino  para  aquel  buen  mdzo 
que  ha  de  heredar  mis  talegos. 
Ahora  bien ,  si  usted  no  tiene 
horror  al  nombre  de  suegro, 
déme  usted  su  única  hija 
para  mi  único  heredero, 
que  si  no  es  de  ilustre  sangre 
tampoco  nació  plebeyo. 
Él  será  marques  por. ella, 
ella  por  él  hará  bueno 
el  marquesado;  y,  por  último , 
el  gozo  será  completo 
cuando  nos  llame  á  los  dos 
papá  grande  un  mismo  nieto.» 
Despreocupado  mi  padre , 
•  y  mi  madre un  poco  menos. 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


333 


í 


pero  aficionada  al  lujo 
cual  todas  las  de  mi  sexo, 
aceptaron  un  partido 
que  por  motivos  diversos 
á  todos  estaba  bien ; 
volvióse  ufano  y  contento 
don  Baltasar  á  Belchite , 
pero  al  mes  ya  habia  muerto; 
mi  padre  murió  también — 
téngale  Dios  en  el  cielo !  — 
Como  siguió  tan  de  cerca 
al  tratado  casamiento 
el  duelo  de  ambas  familias, 
no  me  habló  de  este  proyecto 
mamá  hasta  cumplido  el  luto; 
vencida  yo  de  sus  ruegos 
aceptó;  también  parece 
que  está  don  Frutos  resuelto 
á  cumplir  la  voluntad 
de  su  padre ;  de  un  momento 
á  otro  llegará  á  Madrid ; 
•  se  firmarán  los  conciertos ; 
tú  tendrás  un  buen  regalo; 
yo  un  buen  marido,  y laus  Deo* 

Juana.    Todo  eso,  señora  mia, 

seria  bueno  y  muy  bueno 
si  no  hubiera  entre  los  novios 
tantas  leguas  de  por  medio. 
Usted  no  ha  yisto  jamás 
al  tal  don  Frutos.  Si  es  feo 

Elisa.     No,  Juana:  muy  al  contrario. 

[Sacando  y  enseñando  á  Juana  un 

retrato] 

Juzga  por  este  bosquejo. 

Hola  I  Retrato  ? 

Á  lo  príncipe. 

Fué  recíproco  el  obsequio. 

Hay  en  Belchite  pintores? 

Zaragoza  no  está  lejos. — 

Qué  tal? 

,  Guapote  y  rollizo. 

Tiene  cara  de  tudesco. 

Mas  quizá  le  han  adulado...., 

y  aquí  no  vemos  el  cuerpo 

Elisa.      Sé  que  tiene  buenas  formas 

y  talla  de  granadero. 
Juana.    Pero  en  el  mismo  retrato 

muestra  que  es  zafio  y  grotesco. 

Mire  usted  bien.  ¡Santo  Dios, 

qué  levita  y  qué  chaleco! 
Elisa.     En  Madrid  hay  buenos  sastres, 

y  ya  se  ha  provisto  á  eso. 
Juana.    Si,  como  tengo  entendido, 

nunca  salió  de  su  pueblo , 

vendrá  tan  rudo 

Elisa.  No  importa : 

nosotras  le  puliremos. 
Juana.    Taladrará  los  oidos 

con  aquel  maldito  acento 

aragonés. 
Elisa»  Poco  á  poco 


I 

Juana. 
Elisa. 

Juana. 
Elisa. 

Juana. 


lo  irá  en  la  corte  perdiendo. 
¿Tan  fácil  es  encontrar 
un  marido  sin  defectos?^ 
Si  no  es  fino  y  elegante,' 
será  cariñoso,  tierno , 
'  sencillo,  dócil 

Juana.  [Entre  dientes.]  Ó  potro 
cerril  que  plante  al  lucero 
del  alba  una  coz. 

Elisa.  Qué  dices? 

Juana.    Nada. 

Elisa.  El  timón  del  gobierno 

me  abandonará  gozoso, 
y  eso  es  lo  que  yo  pretendo. 

Juana.    Dios  lo  quiera,  mas  casarse 
sin  amor....*. 

Elisa.  Amor  es  ciego , 

y  aunque  acierta  alguna  vez 
es  muy  mal  casamentero. 


ESCENA  II. 

ELISA.    JUANA.    LA  MARQUESA. 

Marq.     ¿Aun  no  te  has  vestido,  Elisa, 
y  esperas  hoy  á  don  Frutos? 

Elisa.     Eh !  no  corre  tanta  prisa. 
Es  cosa  de  ocho  minutos. 

Marq.     Ocho  minutos?  No  tal; 

que  si  has  de  lucir  tu  tren 

Elisa.     Para  un  novio  provincial 

de  cualquier  modo  estoy  bien. 

Marq.     Yo  quiero  que  le  deslumbres, 
aunque  afectes  abandono, 
y  que  desde  hoy  le  acostumbres 
á  las  leyes  del  buen  tono. 
Aunque  tu  triunfo  ea  seguro , 
vístete  como  quien  eres. 
Bueno  es  prender  al  futuro 
con  veinticinco  alfileres;- 
que  si  hoy  le  agradas  modesta 

y  así ,  á  la  pata  la  llana, 

ya  verás  lo  que  te  cuesta 
sacarle  blondas  mañana. 
To  le  espero  ya,  hija  mia, 
porque  tu  dicha  me  alegra, 
con  humos  de  señoría 
y  con  ínfulas  de  suegra. 
No  le  tengo  por  un  argos , 
mas  se  admirará  si  ve 
á  mamá  de  tiros  largos 
y  á  la  novia  en  négUgi. 

Elisa.     En  mi  cara,  no  en  mis  dijes, 
confiar  fuera  mejor ; 
pero  una  vez  que  lo  exiges...., 
vamos,  Juana,  al  tocador. 

[Vase  con  Juana  por  la  puerta  de  la 

izquierda.] 


r 


S3i 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


ESCENA  III. 

LA    MARQUESA. 

Qué  conflicto ,  Dios  eterno ! 
Qué  afrenta.  Virgen  de  Atocha ! 
¡  Aceptar  yo  para  yerno 
á  un  don  Frutos  Galamocha! — 
Mas  si  con  di  me  confundo , 
quién  me  hará  ningún  reproche? 
¿Qué  papel  hace  en  el  mundo 
una  marquesa  sin  coche? 
^  Tal  boda  no  me  hace  gracia , 

V— pero  el  siglo  es  tan  mercante 

También  es  aristocracia 
la  del  dinero  contante. 
^se  yerno ,  bien  lo  sé , 
será  un  patán,  será  un  oso, 
pero  yo  siempre  seré 
marquesa  de  Valfungoso. 
Mi  ejemplo  y  un  ñgurin 
harán  tai  vez  el  prodigio 

de  desasnarle  y,  en  fin 

Hola!  aquí  está  don  Remigio. 


ESCENA  IV. 

LA  MARQUESA.    D.  REMIGIO. 

Jlemiffio,B9,\uáf  Marquesa.  Un  bagaje...., 
un  astur'por  otro  nombre, 
ya  ha  traido  el  equipaje 
proyisional  de  aquel  hombre. 
Por  la  puerta  del  pasillo 

Ía  en  su  cuarto  se  introdujo. 
!llo  costará  carillo , 

mas  ¡  qué  elegancia  y  qué  Injo ! 

Obra  maestra  del  sastre 

y  mia  en  cierta  manera; 

que  fui,  temiendo  un  desastre, 

el  mentor  de  su  tijera. 
Marq,      Que  venga  al  cuerpo  del  novio 

es  lo  que  importa  en  rigor. 

Lo  demás  fuera  un  oprobio 

para  el  sastre  y  el  mentor. 
Jtemiffio.Toáo  se  hizo,  y  consta  en  actas^ 

con  entera  sujeción 

á  las  medidas  exactas 

que  vinieron  de  Aragón. 

Venga  usted  á  ver  la  ropa 

Yo  la  veré  más  despacio. 

Mejor  no  se  hace  en  Europa 

ni  se  gasta  en  un' palacio. 

Ahora,  si  usted  lo  permite, 

voy  al  parador , 

Sí,  sí. 

Á  esperar  al  de  Belchite 

para  conducirle  aquí. 

Es  mucha  molestia 

Oh!  no. 


Yo  sería  muy  bellaoo, 

si  á  dama  de  tanto  pro 

Soy  amable :  este  es  mi  ñaco. 


Marq. 
Remigio, 


Marq. 
Remigio. 


Marq. 
Remigio. 


ESCENA  V. 

LA    MARQUESA. 

Qué  trajin !  Él  se  halla  en  todo. 
Merece  que  se  le  cobre 
cariño.  Nos  come  un  codo , 
pero  bien  lo  suda  el  pobre. 
Hago  de  él  cuanto  yo  quiero. 

Ya  le  gruño,  ya  le  embromo 

En  la  calle  es  mi  escudero; 
en  casa  mi  mayordomo. 
Y  á  todos  con  esa  fe 
sirve.  Así  tiene  un  enjambre 
*  de  amigos.  Oh !  siempre  fué 
muy  filantrópica  el  hambre.-^ 
Mientras  la  novia  se  avía, 
voy  á  ver  qué  ropa  es  esa.  * 

[Se  dirige  á  la  puerta  de  la  derecha."] 

Mucha  lástima  sería 

Miguel.  [En  la  puerta  del  foro.] 

k  los  pies  de  usted ,  Marquesa. 


ESCENA  VI. 

LA  MARQUESA.    D.  MIGUEL. 

Marq.     Caballero ,  beso  á  usted 

¿Qué  veo  I  Usted  por  acá! 

Mucho  celebro 

Miguel.  He  venido 

con  licencia  temporal 

por  dos  meses,  usted  buena? 
Marq.     Talcualilla.  Con  el  plan 

que  sigo  ahora 

Miguel.  ¿Y  la  linda 

Elisa? 
Marq.  Sin  novedad. 

Sentémonos. 

[Se  sienta  en  el  sqfi.  D.  Miguel  ta  á 
tomar  una  silla.] 

Miguel.  Con  permiso 

Marq.      No.  Venga  usted  al  sofá. 

Miguel.  [Sentándose  en  el  sofá.] 

Celebro  que  no  haya  nadie 

Marq.      Porqué? 

Miguel.  Tenemos  que  hablar. 

Marq.     Pues  [vaya!  Expliqúese  usted 

y  no  tenga  cortedad. 
Miguel.  No  soy  yo  corto  de  genio , 

señora  mia ,  pero  hay 


f 


"> 


/ 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


333 


casos  y  cosas  que  al  hombre 

más  Tállente  hacen  temblar. 
Marq.      Y  qué  teme  usted?  ¿Soy  yo 

alguna  fiera 

Miguel,  No  tal; 

pero un  desaire 

Marq,  ¡Desaires 

á  un  hombre  de  calidad  y 

á  un  amigo !  Hágase  usted 

justicia. 
Miguel.  En  primer  lugar, 

.  declaro  á  usted  que  yo  estoy 

enamorado. 
Marq.  Bah,  bah! 

Si  de  otra  culpa  más  grave 

no  se  viene  usté  á  acusar. 

Ío  le  absuelvo  desde  ahora. 
[ay  cosa  más  natural? 

¿Y  quién  es  la 

Yo  creí 

que  usted  lo  sabría  ya 

Yo  ¿de  dónde? 

I  Ciertas  cosas 

no  se  pueden  ocultar. 

Pues  como  usted  no  se  explique.... 

No  me  he  explicado ,  es  verdad , 

hasta  hoy,  porque  esperaba 

el  ascenso  á  capitán 

Ah !  Dos  charreteras  I  Bien ! 

Ya  no  hay  hombro  desigual. — 

Que  sea  ^or  muchos  años! 

Cumplimiento  singular! 

¿No  querrá  usted  que,  siquiera, 

aspire  á  un  gradito  más  ? 

Perdone  usted.  Sin  pensarlo 

he  dicho  una  necedad. 

Si  por  mí  fuera,  mañana 

sería  usted  general. 
Miguel.   Si  antes  me  hubiera  casado 

no  teudria  viudedad 

Elisa 

Marq.  Acabara  usted ! 

¿Conque  es  Elisa  el  imán 

de  ese  tierno  corazón? 
Miguel.   Sí,  la  amo  con  ceguedad, 

la  idolatro,  la 

Marq,  Ahora  veo 

que  no  sabe  usted  lo  que  hay. 
Miguel.  Pues  qué  hay....? 
Marq.  Amigo  del  alma, 

bien  puede  usted  perdonar. 

Elisa  no  es  para  usted. 
Miguel.   ¿Seré  demasiado  audaz 

en  solicitarla?  ¿Acaso 

Íorque  es  corto  mi  caudal 
^         bdo  hay  que  mirarlo,  amigo; 
mas  la  gran  dificultad 
no  está  en  eso. 
Miguel.                         Pues  ¿en  qué? 
Marq.      En  que  la  voy  á  casar. 
Miguel.  Ay!  De  veras? 
Marq.                            Ya  lo  he  dicho, 
y  yo  nó  hablo  en  alemán. 


Miguel. 

Marq, 
Miguel. 

Marq. 
Miguel. 


Marq. 


Miguel, 


Marq, 


Miguel.   Cuándo? 

Marq.  Mañana. 

Miguel.  Con  q  uién  ? 

Marq.     Qué  flujo  de  preguntar! 

Con  un  hombre. 
Miguel.  ¿Usted  no  mira 

que  está  clavando  un  puñal 

en  mi  pecho? 
Marq.  ,4^go  mio^....   - 

Miguel.   Eso  es  una  iniquidad. 
Marq.      Cómo  iniquidad? 
Miguel.  Horrible ! 

¡Y  vengo  yo  del  Baztan 

para  esto ! 
Marq.  Con  efecto 

es  mucha  casualidad. 

Los  dos  en  el  mismo  dia 

Miguel.  í Estoy  sudando  alquitrán.) 
Marq.     Ahora  llegará  don  Frutos 

á  la  puerta  de  Alcalá. 
Miguel.  Se  llama  don  Frutos? 
Marq.  ;.  ^  Sí. 

Miguel.  Nombre  ioezl; 
Marq.  '  Natural 

de  Belchite  en  Aragón.  .,^^,/^ 
Miguel,  Santo  Dios !  Será  un  patán  ,-^ " 

será Es  rico? 

Marq.  Poderoso. 

Miguel.   Oh  matrimonio  fatal  I 

Desgraciada  Elisa! 
Marq.  Calle ! 

¿Tan  fiera  calamidad 

es  un  novio  millonario? 
Miguel.   Por  san  Cosme  y  san  Damián , 

no  la  sacrifique  usted 
— á  un  marido  montaraz; 

no  con  un  golpe  de  estedo 

Íuiera  usted  tiranizar 
^         >ale !  aquí  no  hay  tiranía. 

Quién  fuerza  su  voluntad?      > . 
El  tirano  será  usted 
que  sin  viña  ni  olivar, 
y  sin  quererle  la  chica, 
que  es  lo  más  original, 
tiene  §mpeño  de  llevarla 
militarmente  al  altar. 

Miguel.  Yo  no  soy  tan  temerario. 
Ella  me  ama,  y  sijalaz-, 
no  es  su  labio 

Marq.                                Aquí  se  acerca. 
Ella  misma  nos  dirá 


ESCENA  VIL 

LA  MARQUESA.    D.  MIGUEL.    ELISA. 

Elisa.     [Muy  elegante.] 

Ah !  Don  Miguel ! 
Miguel.  ¿Conque  es  cierto? 

¿Couque  ha  sido  usted  capaz 


-4 


336 

Elisa, 

Miguel. 

Elisa. 

Miguel. 

Elisa. 


EL  PELO  DE  Lk  DEHESA. 


Miguel. 
Elisa. 


Miguel. 


Elisa. 

Miguel. 
Elisa. 


Marq. 
Miguel. 


de  olvidarme 

No,  señor. 

Cuente  usted  con  mi  amistad 

Amistad?  ¡Lindo  despacho 
cuando  vengo  hecho  un  -volcan.... 
No  quiere  usted  ser  mi  amigo? 
Yo  quiero  ser  algo  más. 
Marido?  No  puede  ser: 
me  he  comprometido  ya. 
Cortejo?  Líoreme  Dios, 
que  eso  es  pecado  mortal. 
¿Así  corresponde  usted 

á  mi  esperanza,  á  mi  afán 

Yb  no  he  prometido  nada. 
Lisonjas  de  sociedad, 
favores  de  rigodón , 
una  carta  insastancial; 
todo  eso  es  galantería, 

pasatiempo 

¡Voto  asan 

¡  Con  qué  frescura  me  pone 
en  la  garganta  un  dogall 
Yo  creí  que  usted  ya  estaba 
arreglado  por  allá. 
Yol 

Y  como  usted  no  escribia 

( Guapo  está  de  capitán ! ) 
Y  como  usted  no  me  habló 
nunca  de  fe  conyugal...., 
y  pasan  dias  y  dias...., 
y  una  tiene  que  pensar 

en  una En  fín,  me  remito 

á  lo  que  ha  dicho  mamá. 
Eh?  Qué  dice  usted  ahora? 
Que  estoy  dado  á  Satanás; 
que  siete  veces  maldigo 
mi  necia  credulidad ; 
que  ya  no  hay  fe  en  las  mujeres; 
que  no  quiero  ya  tratar 
6  ninguna :  que  me  voy 
para  no  volver  jamás 


ESCENA  VIII. 

LA  MARQUESA.    ELISA.    D.  MIGUEL.    JUANA. 

Juana.    Ya  viene. 
Miguel.   [Deteniéndose.] 

Quién? 
Juana.  Don  Remigio 

con  don  Frutos. 
Miguel.  Mi  rival!.... 

Pues  me  quedo. 
Mafq.  Con  qué  fin? 

Miguel.  Es  mera  curiosidad. 
Juana.    Le  he  visto  desde  el  balcón. 

Ya  habrá  entrado  en  el  zaguán. 
Marq.     Mire  usted  que  está  en  mi  casa. 
Miguel.  Yo  la  sabré  respetar. 
Marq.     No  demos  aquí  un  escándalo 


Miguel.   Ni  aquí  ni  fuera.  ¿Qué  más 
quiere  usted?  Yo  me  resigno 
mas  quiero  verle. 

Juana.  Aquí  está» 


ESCENA  IX. 

LA  MARQUESA.    ELISA.     D.  MIGUEL.    JUANA. 
D.  FRUTOS.    D.  REMIGIO. 

[Don  Frutos  se  presenta  como  señorito  de  lugar 

en  dia  de  fiesta  y  cojkñQÍaík  atraso  en  la  müd^f^ 

aunque  con  buena  ropa. — La  Marquesa  y  Elisa 

se  sientan  en  el  sqfá^ 

Eetnigio:  [Presentando  d  D.  Frutos. 'I 

Señoras 

Miguel.  [Á  la  Marquesa.] 

¿Ese  pazguato 
es  el  novio? 
Frutos.    [A  Juana.]  Señorita 

[Queriendo  abrazarla.] 

Dulce  novia 

[En  voz  baja  i  D.  Remigio.] 

Más  bonita 
me  pareció  en  el  retrato. 

Remigio.  [Apurado.] 

Que  no  es  esal 

Juana.    [Riéndose.  También  se  rie  D.  Miguel.] 

No  soy  yo. 

Frutos.  Pues  creí 

Juana.  Soj  la  doncella. 

Frutos.    Pues  cuál  es  mi  novia? 
Remigio.  Aquella. 

Marq.     [De  mal  gesto.] 

Me  ha  gustado  el  quid  pro  quof 
Remigio. (Al  primer  tapón,  zurrapas.)  ■ 
Frutos.    Me  equivoque ,  vive  Cristo ; 

y  es  que  en  Madrid,  por  lo  visto, 
todas  las  mozas  son  guapas. 

Elisa.      [En  voz  baja.] 

Ay,  mamál 
Miguel.  (Bien  I  Ya  me  vengo.) 

Frutos.    [Fijando  la  vista  en  Elisa.] 

Oh,  que  está  allí....!  {Mentecato 
de  mí  I 

[Á  D.  Remigio.] 

Es  el  vivo  retrato 
del  retrato  que  yo  tengo. 

[Acercándose.] 


é 


EL  PELO  VE  LA  DEHESA. 


837 


Dios  guarde  á  usted,  doña  Elisa. 
Slisa,     Felices. 
Marq.  (Volada  estoy!) 

[Á  Juana  que  se  está  riendo.] 

Vete  de  aquí. 
Juana.  Ya  me  voy. 

(No  puedo  tener  la  risa.) 


ESCENA  X. 

LA  MARQUESA.     ELISA.     D.  FRUTOS. 
D.  MIGUEL.    D.  REMIGIO. 


Miguel. 

Elisa. 

Frutos. 

Marq. 


Frutos. 


i 


Miguel. 

Elisa. 

Marq. 

Frutos. 

Marq. 

Frutos. 


Remigio 


(Voy  á  pasar  un  buen  rato.) 
Esta  señora  es  mamá. 

Ah!....  Servidor Como  allá 

no  llegó  más  que  un  retrato 

T  aun  ese  estaba  de  sobra. 
I  Después  de  verla  pintada , 
llamar  novia  á  la  criada  I 
Qué  horror! 

La  misma  zozobra 

Y....,  la  verdad,  no  esperé 
que  en  tan  feliz  coyuntura 
me  esperase  mi  futura 
sentada  en  el  canapé. 
Hallar  pensaba  á  mi  bella, — 
no  sé  si  esto  es  excederme, — 
con  tanta  gana  de  verme 
como  yo  de  verla  á  ella. 
Topo  al  colarme  aquí  dentro 
una  chica  de  buen  porte , 

fr  creo  que  es  mi  consorte 
a  que  me  sale  al  encuentro; 
no  reconozco  el  traslado, 
mas  digo  para  mi  pecho, 
eh  I  siempre  va  largo  trecho 
de  lo  vivo  á  lo  pintado; 
en  esto  viene  á  advertirme 
el  señor  que  me  equivoco; 
pero  si  se  tarda  un  poco, 
zas!  yo  la  abrazo,  y  de  firme. 
íMe  gusta  el  desembarazo!) 
(Pues  no  es  tonto,  aunque  grosero.) 
Esta  es  la  novia. 

Ah!sí 

Pero 
suprima  usted  el  abrazo. 
Bien.  Mis  fines  eran  buenos, 
mas  me  aguanto  y  no  me  pico. 
No  me  hará  pobre  ni  rico 
un  apretón  más  ó  menos. 
Y  abrazos  del  corazón , 
hijos  de  pura  alegría, 
no  se  dan  á  sangre  fría , 
sino  así....,  de  sopetón. 

.  [Á  la  Marquesa.] 

Cosas  de  así como  así; 

mas  cuando  él  recapacite 

n. 


que  no  estamos  en  Belohite.... 
Frutos.    Ya  sé  que  estamos  aquí. 

(Vaya  una  familia  tiesa! 5^'^^^ 
Pues  aunque  fuera  yo  el  coco. 

Remigio,  {En  voz  baja  á  la  Marquesa.] 

Él  soltará  poco  á  poccrx 
el  pelo  de  la  dehesa,   ^/i^ 

Marq.     No  toma  usted  una  silla? 

Frutos.   Sí  haré,  si  no  es  contra  fuero 
que  un  honrado  forastero 
tome  asiento  en  esta  villa. 


.) 


Marq. 


Frutos, 


Marq. 


[Se  sienta,  y  hacen  lo  mismo  D.  Mu 
guel  y  D.  Remigio.] 

Volviendo  á  lo  del  abrazo, 
aquí  no  se  mira  bien 
que  los  novios  se  le  den 
antes  del  solemne  lazo. 
Si  amor  les  hace  cosquillas, 
aquí  y  allí  creo  jro 
que,  si  con  testigos  no, 
se  abrazarán  á  hurtadillas. 
Lo  primero  es  más  honesto; 
mas  ni  así  ni  de  otro  modo 
en  abrazar  me  incomodo 
á  quien  me  pone  ese  gesto. 
(Ciamos,  que  ya  se  amosca.) 
No  crea  usted  que  ella  sienta 


Frutos.    [Con  enfado.] 

Pues  si  ha  de  ser  mí  parienta 
que  no  me  mire  tan  fosca, 

Marq.     Su  modestia  no  permite 

Frutos.   Ya  me  carga  su  modestia. 

¿Qué  va  á  que  tomo  una  bestia 
y  doy  la  vuelta  á  Belchite? — 
Bien !  Ya  se  ríe.  Esto  es  algo. 

Elisa.     Qué  tal  el  viaje? 

Frutos.  Tal  cual; 

mas  volqué  en  un  pedregal  / 
y  á  poco  no  me  desnalgo. 

Miguel,  [Haciendo  ascos.] 

(Me  desnalgol) 
Frutos.  En  diligencia 

no  vuelvo  á  viajar. 
Remigio.  Pues  ¿cómo? 

En  carro? 
Frutos.  En  mi  macho  romo, 

que  es  animal  de  conciencia. 

Remigio.  [Aparte  á  D.  Miguel.] 

Se  conoce  que  los  dos 
simpatizan. 

Frutos.   [Mirando  d  Elisa  embebecido.] 

Oh  qué  linda  I 
Qué  bocal  Es  como  una  guinda. 
Qué  talle !  Válgame  Dios ! 

Elisa.     Mil  gracias  por  la  lisonja. 

Frutos.   No.  Qué  ojuelos  1  Oh  qué  fragua  I 
La  boca  se  me  hace  una  agua , 

22 


338 


EL  PELO  DE  LA  DEflESA. 


y  el  corazón  una  esponja. 
Miguel,   ?Cómo  la  requiebra  el  ganso!) 
Marq.     (Ya  me  tiene  el  alma  en  vilo 

y  si  no  le  corto  el  hilo ) 

[Á  D.  Frutos  levantándose,  y  todos 
hacen  lo  mismo.\ 

Usté  ha  menester  descanso 

Frutos,    Yo  no.  Al  lado  de  una  bella 

Marq.     No  obstante 

Frutos.  Obedezco  pues. 

[i  Elisa,] 

Adiós ,  cordera. 

[A  la  Marquesa.] 

¿Cuáles 
mi  habitación  ? 

Marq.     [Mostrando  la  de  la  derecha.] 

Es  aquella. 

[Al  volverse  de  pronto  D.  Frutos,  der- 
riba un  velador  que  habrá  en  medio  de 
la  sala  con  un  juego  de  té.] 

Frutos.   Voy. ....  Voto  al  siete  de  bastos ! . . . . 
Elisa.     Jesús ! 

Marq^  Mi  almuerzo  de  china! 

Frutos,    Otra !  ¿Quién ^^  diablo,  imasrina 

poner  en  medio  los  trastos? 
Remigio.  kjxxdiQ  usted 

[Entre  D.  Miguel  y  D.  Remigio  le- 
vantan  el  velador  y  lo  demás.] 

Marq.  ¡  Aver  mismo 

un  dineral  me  costó! 
Frutos.   ¿No  fuera  peor  que  yo 

me  hubiera  roto  el  bautismo? 
«  En  mi  tierra..... 

Marq.  Hombre  funesto! 

Frutos.    No  sucede  eso. 
Remigio.[A  D,  Miguel.]  Ya  va 

escampando. 
Frutos.  Porque  allá 


cada  cosa  está  en  su  puesto. — 
Pero,  en  fin ,  por  cuatro  frascos  ' 
no  hemos  de  gemir  ahora. 
Sosiégúese  usted,  señora, 
que  yo  pagaré  los  cascos. 
Conque hasta  luego. 

[  Vasepor  la  puerta  de  la  derecha,] 

Remigio,  \  Apar  te  ala  Marquesa.]  Es  novicio.... 
Marq,      Maldecido  sea,  amén. 

Sígale  usted Yo  también; 

no  haga  allí  nuevo  estropicio! 


N 


ESCENA  XI. 

ELISA.    D.  MIGUEL. 

Elisa,     (Ese  novio  es  una  fiera!) 
Miguel,   £1  novio  es  hombre  de  gusto. 
Yo  celebro  como  es  justo 

Elisa.     [Enfadada.] 

Don  Miguel!.... 

Miguel.  [Remedando  á  D.  Frutos.] 

Adiós,  cordera. 
Elisa,     (Yerta  como  esa  pared 

me  ha  dejado.) 
Miguel.  Ah,  ah,  ¡qué  risa 

£l  me  vengará  de  Elisa. 

Elisa.     [Con  despecho,] 

Él  me  gusta  más  que  usted. 
Miguel,    Seréis  felices  los  dos. 

Ya  envidio  el  grato  solaz 

Elisa,     Quiere  usted  dejarme  en  paz? 

[  Vase  por  la  puerta  de  la  izquierda.] 

Miguel.  [A  la  puerta  y  se  retira  luego  por  el 

foro.]        .    • 

Justo  castigo  de  Dios! 


ACTO  SEGUNDO. 


ESCENA  I. 

I 

LA  MARQUESA.    ELISA. 

Marq.     Vaya,  esas  son  niñerías , 

y  aunque  en  parte  las  disculpo, 
ya  tu  palabra  empeñaste 
y  quebrantarla  no  es  justo. 

Elisa.     Pero,  mamá,  ¡si  es  un  hombre 
de  tan  mal  tono,  tan  rudo 


Marq.      Alguna  corteza  tiene, 

mas  como  de  esos  palurdos 
en  dos  meses  de  Madrid 
se  vuelven  finos  y  pulcros 
y  elegantes.  Por  ventura, 
<  ¿es  menester  grande  estud,ip  ^ 

para  imitar  á  esa  cáfila  r   ' 
de  galancetes  insulsos 
que  en  tertulias  y  cafés 
pasan  por  hombres  de  gusto?. 


A  . 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


339 


En  cuatro  días  se  aprende 

con  un  mediano  discurso 

la  chachara  insustancial 

con  que  se  lucen  algunos. 

Mientras  tanto,  ¿qué  hace  un  hombre 

para  no  soltar  rebuznos  ? 

Callar,  frunciendo  las  cejas 

con  estudiado  repulgo, 

j  decir  al  que  se  admire 

de  verle  tan  taciturno: 

«soy  romántico,  soy  genio! 

Mi  misión  en  este  mundo 

es ¡callar I }>,' — y  si  á  esto  añade 

una  contracción  de  músculos, 
y  se  ya  sin  saludar 
retorciéndose  los  puños, 
dirán:  «lástima  de  joven! 
Su  esplín  le  abrirá  el  sepulcro. 
Qué  buenas  cosas  se  calla! 

?ué  talento  tan  profundo ! »  — 
ara  vestir  á  la  moda 
¿qué  ciencia,  qué  genio  infuso 
ha  menester,  donde  hay  sastres , 
quien  cuenta  miles  de  duros? — 
Para  abonarse  en  la  ópera 
y,  según  viene  el. impulso, 
chichear  la  cavatina 
6  dar  aplausos  af  dúo, 
no  es  preciso  conocer 
las  reglas  del  contrapunto; 
ni  otra  cosa  se  requiere 
que  tener  dinero  y  mucho 

^para  jug^r  tres  albures 

el  que  no  truena  al  segundo. 
Así  se  suelen  formar 
los  petimetres  al  uso, 
y  más  de  cuatro  tal  vez 
entre  los  de  alto  coturno 
en  eso  de  letras  gordas 

lan  quince  y  falta  á  don  Frutos. 
Slisa.  f  Ohl  tú  dirás  lo  que  quieras, 
pero  esos  modales  rústicos 

10  se  olvidan  fácilmente; 
ni  después  de  cinco  lustros 
muda  de  hábitos  un  hombre 
que  se  halla  bien  con  los  suyos. 
Tú  viste  cuál  se  anuncié 
desde  su  primer  saludo. 

Tú  viste 

Marq,  Dices  muy  bien ; 

necio  y  aturdido  estuvo; 
pero  es  achaque  de  novios. 
Quién  no  paga  ese  tributo? 
Yo  me  enfadé  más  que  tú , 
porque  tengo  malos  humos; 
mas  considerando  lué^o 
^ue,  si  es  mazacote  y  brusco, 
ni  entendimiento  le  falta, 
jA  tiene  el  alma  de  estuco; 
recordando  la  postrera 
voluntad  de  mi  difunto, 

y  mirando  en  fín  la  cosa 
con  madurez  y  con  pulso. 


veo  que  fuera  bobada 
renunciar  por  tus  escrúpulos 
al  acaudalado  yerno 
que  me  sacará  de  apuros. 

Elisa.      \  No  eres  tú  la  amenazada 
de  sujetarte  á  su  yugo, 
mamá;  que  di  fuera  así 
tomarían  otro  rumbo 
tus  reflexiones ! 

Marq.  ¿Acaso 

no  es  buen  mozo,  blanco,  rubio.. 

Elisa.     Sí,  su  figura  me  agrada, 

mas  dirán  que  es  un  absurdo 

Marq,      Simplecilla,  no  te  cuides 

de  lo  que  murmure  el  vulgo. 
Tú  te  casas  para  ti, 
no  para  él;  y,  por  último, 
quién  repara  ya  en  maridos? 
Todos  vienen  á  ser  unos. 
Las  mujeres  dan  el  tono 
con  sus  gracias  y  su  lujo. 
¿Qué  hacen  ellos  en  un  baile , 
por  ejemplo?  Como  buhos 
se  van  todos  agrupando 
en  el  rincón  más  oscuro 
de  la  sala.  Allí  reparten    * 
los  dominios  del  gran  turco, 
y  en  un  dos  por  tres  revuelven 
el  Tajo  con  el  Danubio; 
6  en  el  tresillo  engolfados 
disputan  como  energúmenos 
sobre  si  echaste  la  mala 
debiendo  rendir  éí punto....] 
.y  no  sabe  alguno  de  ellos 
que  mientras  cuenta  los  triunfos, 
un  galán  le  da  codillo 
y  su  esposa  hace  renuncio,. 

Elisa.      Pero,  mamá 

Marq.  Calla,  chica, 

que  ya  sale  tu  futuro. 


ESCENA  n. 

LA  MARQUESA.    ELISA.    D.  REMIGIO. 

Marq.     No  viene  el  aragonés.? 
Remigio.  Tardará  pocos  instantes. 

Se  está  calzando  Jos  guantes 

Elisa.      Qué!  se  los  pone  en  los  pies? 
Hemipio.  He  usado  de  una  figura 

retórica. 
Marq.  Está  buen  mozo? 

Semiffio.Ohl  sí,  señora;  da  gozo; 

sólo  que  el  pobre  se  apura 

Marq.     Él  vestía  tan  holgado 

Remigio.  Pues,  y  al  que  no  está  hecho  ábragas 

las  costuras  le  hacen  llagas. — 

Pues  todo  le  está  pintado. 

Un  buen  sastre  y  mucha  plata 

To  le  he  dado,  por  supuesto, 

instrucciones  y  le  he  puesto 


V 


■       V 


340 


EL  PELO  DE  LA  DEÜESA. 


K 


)or  mis  manos  la  corbata, 
^or  poco  que  yo  le  exhorte 
y  por  poco  que  él  me  imite  ^ 
ese  roble  de  Belchitc 
se  aclimatará  en  la  Corte. 
\  Sí,  le  puliremos  pronto, 
'  que,  aunque  él  tiene,  y  lo  confiesa, 
•^el  pelo  de  la  dehesa , 
no  tiene  pelo  de  tonto. 
Sí  le  mira  con  desden 
^lisa,  á  fe  que  le  ultraja. 
Flisa.     De  veras? 
Remigio»  Es  una  alhaja.  , 

Doy  á  usted  mi  parabién. 
Marq.      Pero  esos  guantes,  señorl.... 
Remigio,  Ya  me  van  dando  cuidado. 

Voy  á  ver 

Eliscu  No  le  habrá  dado 

don  Remigio  el  calzador. 


ESCENA  III. 

LA  MARQUESA.    ELISA.    D.  REMIGIO. 

D.  FRUTOS. 

[Don  Frutos  se  presenta  vestido  de  rigorosa 
moda,  muy  tieso  de  cuello  y  de  cintura^  pero 
andando  con  dificultad  como  si  le  apretasen  las 
botas.  Trae  puestos  los  dos  guantes,  y  uno  de 

ellos  roto.] 

Phttos.    (To  creía  que  en  un  mes 
no  me  entraban ) 

Slisa.      [Á  su  madre  en  voz  baja.] 

Ay,  qué  tieso! 

Frutos,    [Haciendo  un  gesto  y  dando  con  el  pié 
en  el  suelo  como  para  que  acabe  de 
entrar  ta  bota.] 


Márq. 
Frutos. 

Marq. 
Frutos. 

Remigio 
Frutos. 


¡Por  vid  a — Señora»,  beso 

á  ustedes  los  cuatro  pies. 
¿Cómo  cuatro  pies! 

La  cuenta 

no  marra.  Dos  y  dos 

Ya. 
Pues  ya  I  los  dos  de  mamá 
y  los  dos  de  mi  parienta. 

ga  se  enmienda  el  Ganimédes.) 
e  ha  dicho  este  caballero 
que  es  saludo  muy  grosero 
el  decir:  Dios  guarde  á  ustedes; 
y  que  en  Madrid  á  estas  horas , 
como  pueblo  más  cortés , 
se  estila  besar  los  pies 
verbalmente  á  las  señoras. 
Para  hacerlo  con  más  gala, 
yo  al  besar  los  he  contado, 
y  más  hubiera  besado 
si  más  hubiera  en  la  sala. — 
Maldita  sea  la  bota ! 


Remigio. 

Frutos. 

Remigio. 

Frutos. 

Remigio. 


Frutos. 

Remigio. 

Frutos. 


Elisa. 


Estoy  viendo  las  estrellas. 

¡Si  son  tan  suaves Con  ellas 

bailara  yo  la  gaveta. 
No  las  llevo  yo  ni  un  día. 
Qué  martirio  tan  cruel! 
Ya  dará  de  sí  la  piel. 
Sí,  destrozando  la  mía! 
En  Madrid  los  elegantes 
no  calzan  lo  que  su  pié. 

Un  puntito  menos 

Eh? 
Es  de  rigor. 

Y  los  guantes? 
Antes  los  veo  deshechos 
que  puestos,  y  si  aun  á  gusto 
dan  guerra  á  un  hombre  robusto, 

?ué  será  viniendo  estrechos? 
iruante  estrecho  es  muy  señor. 


^ 


Frutos.    [Mostrando  el  guante.] 

Aunque  se  haga  este  rasguño? 
Elisa.      Si  con  él  se  cierra  el  puño, 

mal  guante. 
Remigio.  Sí;  es  de  rigor. 

Frutos.    De  oir  á  ustedes  me  chafo 

y  de  ver  que  estos  enredos 

me  engarabatan  los  dedos 

como  si  estuviera  gafo. 

Y  esta  invención  de  trabillas 

el  corbatín?  Quién  lo  aguanta? 

Ataruga  la  garganta 

y  en  la  oreja  hace  cosquillas. 

Pues  ¿y  el  fraque?  Esto  es  peor. 

Quién  se  lo  abrocha  en  un  lance? 

No  hay  forma  de  que  me  alcance.... 
Remigio. 'í'io  se  abrocha.  Es  de  rigor. 
Frutos.    A  Si  creerán  los  oficiales 

de  sastre  que  tengo  gonces? 

No  éé  abrocha!  Pues  entonces, 
•    de  qué  sirven  los  ojales? — 

Mas  de  tantas  perfecciones 

la  que  más  me  maravilla 

es  la  especie  de  cotilla 

que  me  oprime  los  ríñones. 

Remigio.  [Á  la  Marquesa.] 

Es  una  faja  de  goma 
elástica  para  que  entre 
en  razón  su  enorme  vientre , 
porque  si  no  se  le  doma 

Frutos.    Pero,  hombre,  por  san  Melchor! 

tener  barriga  ¿es  delito? 

Remigio.  Aquí  todo  señorito 

la  suprime.  Es  de  rigor. 

Frutos.    [Remedando  á  D.  Remigio.] 

Es  de  rigor 

[Enfadado.] 

Tío  Calores!, 
¿sabe  usted  que  ya  me  voy 
enfurruñando  y  que  doy 
.  al  diablo  tantos  rigores? 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


341 


Remigio, 

Marq. 

Frutos, 


Marq. 
Frutos. 
Marq. 
Frutos, 


Elisa, 
Marq. 
Frutos. 


No  lo  tome  usted  á  mal. 
Son  leccioBOS  de  buen  tono. 
Si  quiere  volverme  mono, 
se  engaña,  cuerpo  de  tal ! 
Hoy  me  pongo  estos  arreos 

porque  usted  los  mandó  hacer 

Sí. 

Y  á  ninguna  mujer 

(Huy!  Mujer!) 

Hago  yo  feos; 
mas  determinado  estoy 
con  propósito  muy  firme 
á  calzarme  y  á  vestirme  » 

á  medida  de  quien  soy. 

Y  si  aquí  no  puedo  hallar 
sastre  que  entienda  mi  porte, 
vendrá  á  vestirme  en  la  corte 
el  sastre  de  mi  lugar; 
que  yo  gusto  de  estar  horro, 
y  no  dar  tormento  al  bazo, 
y  mover  el  pié  y  el  brazo 
sin  necesitar  socorro. 
(Ahí) 

Bien;  si  á  usted  le  molesta... 
Levita  y  fraque,  en  buen  hora. 
También  por  allá,  señora, 
se  usan  el  dia  de  fiesta. 

Misa.     [Con  sodresalto.] 

Y  en  los  dias  de  trabajo 
¿qué  usaba  usted? 

Frutos.  Aunque  charra, 

una  peluda  zamarra 

cuando  hace  frió  me  encajo, 

y  en  verano,  amada  Elisa, 

chaquetilla  de  mahon ; 

mas  si  aprieta  la  estación 

ando  en  mangas  de  camisa. 
Flisa.     (Ay  de  mí !) 
Frutos.  Todo  muy  ancho , 

que  para  andar  por  los  cerros 

con  la  escopeta  y  los  perros , 

,  y  el  tio  Roña  y  el  tio  Francho 

Misa.     Ay,  qué  nombres!  El  tio  Roña! 

Frutos.   Allí  todos  tienen  mote : 

tio  Tozuelo,  tio  Perote, 

tia  Lechuza,  tia  Ponzoña 

Yo  vivo  allí  sin  empacho 

y  mido  por  un  rasero 

al  hidalgo  y  al  pechero, 

al  leñador  y  al  ricacho. 

Otros  con  menos  caudal 

desdeñan  á  los  Perotes, 

que  hay  también  allí  quijotes 

como  en  esta  capital; 

mas  sólo  mi  grande  abasto 

se  sabe  allá  por  el  brio 
¡con  que  gasto  lo  que  es  mió...., 
;y  doy  más  de  lo  que  gasto. 

Remigio,  [Aparte  con  Elisa.] 


Frutos. 


Eso  sí ! 

Cuando  me  junto 
con  alguien,  no  le  pregunto 
su  apellido  ni  su  nombre,^ 


» 


Es  filósofo! 


Elisa. 


Y  buen  hombre. 


Elisa. 


Marq. 


que  sea  honrado  me  basta^^ — 
Quizá  cuanto  más  antigua 
con  menos  fe  se  atestigua 
la  pureza  de  una  casta. 
¿Quién  será  el  santo  v^ron  \ 
que  diga  con  juramento :      i 
í  veinticinco  abuelos  cuento  J 
y  ninguno  fué  ladrón! —  y/^ 
No  pongo  en  este  capítulo 
á  ustedes ,  ni  me  desdeño 
de  llamar  mi  dulce  dueño 
á  la  heredera  de  un  título. 
En  su  última  enfermedad 
mi  padre  me  lo  mand(T, 
y,  aun  difunto,  quiero  yo 
que  se  haga  su  voluntad ; 

?r  cuando  tan  linda  es 
a  que  me  hace  tanto  honor, 
bien  puedo  yo ,  pecador , 
resignarme  á  ser  marqués. 

[Aparte  d  la  Marquesa,] 
Oyes,  mamá?  Se  resigna! 

[En  voz  baja.] 

Eh !  no  lo  tomes  á  ultraje. 
No  está  ducho  en  el  lenguaje. 
Sé  tolerante  y  benigna. 


[i  D.  Frutos.] 

Sin  perjuicio  de  lo  humano 
y  lo  afable,  yo  confio 
que  en  la  corte,  yerno  mió, 
sabrá  usted  ser  cortesano. 

Frutos.  Veremos;  haré  un  esfuerzo • 

Quiero  dar  gusto  á  mi  maja. — 

Pero  me  prensa  esta  faja 

No  digeriré  el  almuerzo.— 
Aunque  á  Belchite  no  olvido, 
daré  honor  al  marquesado. . 
Lo  propio  para  un  fregado 
soy  yó  que  para  un  barrido , 

Jorque El  diantre  de  la  bota!.... 
Luy  primorosa,  muy  bella, 

mas  para  jugar  con  ella 

un  partido  de  pelota 

Remigio. lÁ.o\d.\  Usted  será  muy  diestro 

Frutos.  Oh ,  mucho !  Á  largo-y  á  pie ; 

de  todas  maneras  sé; — 

y  no  he  tenido  maestro. 

Pues  ¡correr! Nadie  me  agarra. 

Pu9S  ¡saltar! En  cada  brinco 

de  cuatro  varas  á  cinco. 

Pues  ¿y  tirar  á  la  barra? 

Tengo  yo  una  fuerza  atroz. 
Elisa.     (Ay  Y  írgen  de  la  Almudena !) 
Frutos.  Cargué  un  dia  en  Cariñena 

cuatro  quintales  de  arroz. 


h 


312 


ESCENA  IV. 


LA  MARQUESA.    ELISA.    D.  FRUTOS. 
D.  REMIGIO.     JUANA. 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 

Marq.  /kÍMiíntras  otra  ley  no  riia , 
\  no  se  da  el  brazo  á  la  hija 

si  hay  de  por  medio  mamá. 
Frutos.  Está  muy  oien,  mamá  mía. 

Usted  disponga  de  mí 


Juana,    La  condesa  del  Ejido. 

Marq,      Que  entre 

Juana,         .  Ya  está  en  el  estrado. 

Marq,      Voy  corriendo 

Jvana.  Ha  preguntado 

si  habla  el  huésped  venido. 

Marq,      [Fn  voz  daja.] 

Qué  has  dicho? 
Juana,  Que  irá  al  instante. 

Marq,      Todo  lo  hacéis  al  revés ! 

(Pero  si  hade  ser  después ) 

Allá  vamos. 

Juana,     [Mira7ido  d  D,  Frutos,'] 

(Qué  elegalitc!) 


ESCENA  V. 

LA  MARQUESA.    ELISA.    D.  FRUTOS, 
n.  REMIGIO. 

Marq.      [Á  D.  Frutos,] 


Frutos. 

Marq. 

Remigio. 

Marq, 

Frains, 
Rmnijlo, 


Venga  usted. — Elisa,  ven. 
Visita? 

Sí. 

(Dios  enfreno 
su  lengua.) 

Mi  prima  viene 
á  darnos  el  parabién. 
Corriente!  Vamos  allá 


\En  voz  laja  á  D,  Frutos.] 

Hombre....,  el  brazo  á  la  señora! 
Frutos.    Ahí  sí,  sí.  Tómale,  aurora. 

é 

[Se  lo  o/rece  d  Elisa.]" 
Elisa,      Désele  usted  á  mamá. 


ESCENA  VL 

LA  MARQUESA.    D.  FRUTOS.    D.  REMIGIO. 

Marq,     [Toma7ido  el  brazo  de  D,  FriUos,] 

.     Venga» 
Frutos,  (He  de  ser  su  pariente , 

y  no  me  dejan  ahora ) 

¿few/yw. Usted,  por  lo  visto,  ignora 

la  legislación  vigente 

Frutos,    Pero,  señor,  ¿qué  mas  da 


[Poniéndose  la  mano  en  el  estómago.] 


(Ya  se  me  ha  sentado  aquí. 
y  no  es  suegra  todavía!) 


ESCENA  VIK 

D.  REMIGIO. 

I  Vaya,  que  es  orxginal- 
el  mocito  aragonés ! 

Y  no  es  hombre  que  se  mama* 
el  dedo,  que  sabe  bien 
dónde  le  aprieta  el  zs^ato, 
como  el  otro  montañés. 

Ya  tiene  alma! Harto  será 

que  hagamos  carrera  de  él. 

Y  si  ahora  tasca  el  freno , 
qué  hará  el  amigo  después? 

Mucho  me  temo Pero  ellas 

lo  quieren  ,  y  siempre  fué 

mi  sistema  favorito 
dejar  el  mundo  correr, 
no  indisponerme  con  nadie 
y  decir  á  todo  amén. 
Voy  ahora  á  hacer  la  corte 
á  esas  damas 


Miguel. 
Remigio. 
Miguel. 
Remigio. 


Miguel. 
Remigio. 

Miguel, 
Remigio, 


ESCENA  VIII. 

D.  REMIGIO.    D.  MIGUEL. 

Oiga  usted ! 
Tenemos  que  hablar. 

Con  mucho 
gusto,  señor  don  Miguel. 
¿Se  casa  por  ñn  Elisa 
con  ese  novio  soez? 
Creo  que  sí.  Su  fortuna 
es  hoy  la  misma  que  ayer; 
colosal ,  y  la  Maruuesa 
no  querrá  soltar  el  pez. 
Mas  ¿qué  dice  Elisa? 

Creo 
que  es  del  mismo  parecer. 
Sí? 

No  simpatiza  mucho 
con  el  rústico  doncel, 
pero  andando  el  tiempo  espera 
domesticarle  tal  vez, 
y  en  tanto  cou  doce  mil 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


313 


duritos  de  renta Pues! 

Miguel,  Pueg! 

Remigio.  Y,  bien  considerado , 

la  boda  es  igual. 
Miguel.  Porqué? 

Remigio,  ^W^ y  esposa  de  don  Frutos , 

puede  vivir  con  el  tren 

correspondiente  á  su  clase ; 

tomándola  por  mujer, 

¿1}  como  dijo  no  ha  mucho, 

se  resigna  á  ser  marqués; 

él  lleva  en  arras  el  oro 

y  la  novia  el  oropel. 
Miguel.    ¿Conque  aprueba  usted  la  boda? 
Remigio,  y  9iy di.  si  la  apruebo  I  Cien 

y  cien  veces ^ 

Miguel.  Pues  yo  digo  j  ^ 

que  es  boda  de  Lucifer.  - 

Remigio.  ¿Cómo. . .  ¡Usted. . . 
Miguel.  Y  el  que  la  apruebe 

'     debe  andar  en  cuatro  pies. 
Remigio.  Qiíe  hace  temblar.)  Con  efecto...., 

puede  haber  razones 

Miguel.  Eh? 

Remigio.'So  hay  que  enfadarse.  Mi  voto 

no  tiene  fuerza  de  ley. 

Convénzame  usted.  Soy  hombre 

que  me  dejo  convencer. 

Miguel.  Voto  á  briós ! 

Remigio.  Yo  no  creí 

que  usted  tuviese  interés 

en  probarme  lo  contrario. 
Miguel.   ¡Voto  á.....  ¿No  lo  he  de  tener, 

si  soy  amante  d^  Elisa  ? 
Remigio.  J)e  veras?  Oh  I....  Ya  se  ve, 

como  usted  ha  estado  ausente, 

yo  ignoraba Vaya!  ¿Quién 

ha  de  aprobar  .que  aquel  bárbaro 

sea  preferido  á  usted? 
Miguel.  Y  la  ingrata  le  prefiere  1 

Remigio.  [Enternecido.] 

Calle  usted!  Eso  es  cruel. 
Miguel.  Mas  la  culpada  no  es  ella.^:^' 
Remigio.  Así  lo  creo  también. 
Miguel.   Sino  su  madre. ... 
Remigio.  Oh!  Las  madres! .. . 

Miguel.  Y  usted. 
Remigio.  Yo? 

Miguel.  Sí;  yo  lo  sé. 

Remigio. "Pero 

Miguel.  Usted  es  q\  factótum 

de  esta  casa. 
Remigio.  ¿Qué  he  de  ser, 

pobre  de  mí!.... 
Miguel.  Si  esa  falsa 

me  ha  mirado  con  desden , 

si  se  casa  con  don  Frutos , 

á  usted  debo  esa  merced. 

Remigio. 'RomhtQl  Yo 

Miguel.  Usted  aplaudía 

la  boda^  no  ha  mucho. 
Remigio.  Bien, 


no  lo  niego;  pero  yo 
hablaba  de  buena  fe 

Miguel.   Yo  exijo  que  desde  ahora 
proceda  usted  al  revés. 

Remigio.rxxQS  digo  que  es  execrable. 

Miguel.  No  me  basta.  Es  menester 
decírselo  á  la  Marquesa, 
á  su  hija,  al  novio;  á  los  tres. 

Remigio.  Veto  ¡por  Cristo!....  ¡Si  ya 
les  he  dado  el  parabién ! « 

¿Cómo  gobernarme  ahora 

Usted  me  quiere  perder ! 

Miguel.   De  consejo  muda  el  sabio. 

Remigio. iCéxat)  hago  yo  ese  entremés.... 

Miguel.   Un  parásito  es  histrión 

que  nace  cualquiera  papel. 

Remigio.yÍQTemo&y  pero 

Miguel.  "*        No  hay  pero 

3ue  valga.  Un  buen_alfilfiJL 
e  brillantes  si  usted  losara 
que  se  deshaga  el  pastel ; 
mas  si  esa  boda  ridicula 

se  efectúa 

(Ay  san  Gines!) 


Remigio. 


Miguel. 


Yo, 


Teñ^a  usted  entendido 


2ue  pagará  con  la  piel. 
!ué  atrocidad!  Soy  yo  el  cura? 
soy  yo  el  novio  somaten? 
Miguel,   Todo  se  andará.  Primero 
que  me  vea  yo  con  él, 

f procuremos  arreglar 
a  cosa  de  bien  á  bien. 
Remigio. {¡De  bien  á  bien,  y  me  quiere 

matar  I ) 
Miguel.  Me  vuelvo  al  café, 

que  si  veo  á  esa  traidora  ' 

no  me  podré  contener. 

Conque,  lo  dicho,  compadre. 

A  la  tarde  volveré 

Remigio.Bien,  yo  aguzaré  el  ingenio, 

yo  pondré  pies  en  pared 

Miguel.   Ó  me  caso  con  Elisa, 

ó  nos  batiremos. 
Remigio.  Qué? 

Yo  no  me  bato  con  nadie. 

Tengo  respeto á  la  ley. 

Miguel.   Pues  si  usted  no  acepta  el  duelo 

?r  Elisa  me  deja  á  pié, 
e  corto  á  usted  las  orejas 
como  dos  y  una  son  tres. 


ESCENA  IX. 


D.  REMIGIO. 


Jesús,  qué  demonio!....  Estoy 

por  dar  parte  al  coronel 

Vuelve  Elisa.  Si  pudiera 
disuadirla,....  Probaré, 


3ii 


EL  PELO  DE  U  DEHESA. 


i 


ESCENA  X. 

ELISA.    D.  REMIGIO. 

Elisa.     kVf  don  Remigio  de  mi  alma ! 
It^niffio.iQ\ié  tiene  usted,  criatura, 

que  Tiene  tan  afligida? 

¿Ha  hecho  alguna  de  las  suyas 

el  aragonés  ? 
Blisa.  jAh,  qué  hombre, 

Dios  mió  I  No  podré  nunca 

acostumbrarme  á  su  trato. 

To  me  Tengo  aauí  confusa, 

aTcrgonzada.  Mamá 

se  fatiga  en  Taño,  suda 

para  atajar  el  torrente 

de  sandeces  y  tontunas 

con  que  el  bueno  de  don  Frutos 

cual  Dios  le  crió  se  anuncia. 

Mi  tía ,  que  es  tan  satírica 
de  un  entierro  se  burla, 

e  da  cuerda  y  nos  dispara 

un  dardo  en  cada  pregunta. 
Jtemiffio.'ULsLB  ¿qué  hace  el  noTio?  ¿qué dice... 
Elisa.     Ay  Dios,  qué  caricatura! 

Ni  un  momento  está  pars^do. 

Ta  se  empina  y  gesticula 

porque  las  botas  le  aprietan 

6  le  duele  la  cintura ; 

ahora  el  corbatín  se  afloja 

y  el  lazo  quedff  en  la  nuca ; 

{)arecen  doTanaderas 
as  piernas,  según  las  cruza; 

braceando  sin  descanso 

en  la  silla  se  columpia ; 

le  dicen  un  cumplimiento, 

y  él  endereza  una  pulla; 

y,  para  colmo  de  gracias , 

saca  una  bolsa  de  nutria, 
(la  deslia,  toma  un  puro, 
enciende  jun  fósforo  ¡y  fuma! 
Jtemiffio.B.oTTorl 
Elisa.  ,  Y  no  sabe  hablar 

más  que  del  campo  y  la  lluTia, 

y  las  crecidas  del  Ebro, 

y  la  feria  de  la  Almunia, 
'   y  los  jornales  que  paga , 

y  los  perros  que  le  ahuílan. 
Remigio.  Oh ! 
Elisa.  La  condesa  le.  brinda 

con  su  escogida  tertulia, 

y  él  habla  de  su  bodega 

con  ciento  y  ochenta  cubas; 

obserTa  que  es  Terde  oscuro 

un  lienzo  de  la  pintura, 

recuerda  sus  oliTares , 

y  dice:  se  heló  la  fruta, 

Í)ero  hogaño  es  asombrosa 
a  cosecha  de  aceituna ; 
toma  por  fin  un  periódico 
y  leyendo  en  sus  columnas: 


«ría  cámara  de  los  pares.... , » 
interrumpe  la  lectura 
y  exclama :  ¿qué  harán  ahora 
mis  doce  pares  de  muías? 

Remigio.  Vamos,  nada  hay  que  esperar 
de  aquella  materia  bruta. 
VuélTase  por  donde  vino. 
¿Qué  importa  su  gran  fortuna 
si  la  ha  de  comprar  usted 
con  lágrimas  de  amargura? 

Elisa.     ¿Es  posible Pues  no  ha  mucho 

que  aplaudia  usted  con  suma 
satisfacción  nuestra  boda. 

Remigio.  khoTK  me  parece  absurda. 
Las  torpezas  que  yo  vi, 
aunque  á  la  verdad  son  muchas , 
para  un  novio  lugareño 
eran  veccaia  minuta, 
mas  10  que  usted  me  ha  contado 
me  horroriza,  me  espeluzna. 

Elisa,      Con  todo,  puede  que  el  tiempo 

Remigio. ^0  hay  que  cansarse.  Es  muy  dura 
aquella  testa.  Qué  acémila! 
Por  milagro  no  rebuzna., 

Elisa.     Poco  á  poco,  don  Remigio! 

Él  no  es  lerdo,  usted  le  insulta. 

Remigio. &eñoT^^  yo 

Elisa.  Tiene  prendas 

muy  laudables. 

Remigio.  Sin  disputa, 

poro 

Elisa.  Puede  ser  mi  esposo, 

y  quien  le  injuria,  me  injuria. 

Remigio.  Como  no  lo  es  todavía, 
y  deseo  la  ventura 

de  usted (Hoy  en  nada  acierto.) 

No  sabe  ustea  las  angustias 

que  yo  paso  para En  fín^ 

yo  juzgo  lo  que  usted  juzga, 
quiero  lo  que  quiere  usted, 
sufriré  lo  que  usted  sufra, 
y  cuando  usted  me  consulte 
porque  tenga  alguna  duda, 
consultaré  con  usted 
la  respuesta  á  la  consulta. 


ESCENA  XI. 

LA  MARQUESA.     D.  FRUTOS.     ELISA. 

D.  REMIGIO. 

Frutos.    [Á  Elisa.] 

¡Ah,  que  estás  aquí Perdona, 

mi  vida,  si  te  tuteo, 
que  mi  cariño  lo  abona. 
Qué  gallarda  y  guapetona! 
Me  embobo  cuando  te  veo. 
Cuándo  la  boda  será? 
Sólo  de  pensarlo,  ya 


toda  el  alma  se  me  alegra, 

y  estoy Marquesa  mamá, 

sea  usted  pronto  mi  suegra. 

Elisa.     (Ay  cielo  I) 

Frutos.  Sin  aparatos. 

Cuanto  menos  embolismo, 
mejor.  Haya  buenos  platos , 
y  luego 

Marq.  Mañana  mismo 

se  firmarán  los  contratos. 

Frutos.   Mañana  I 

Remigio.  ( Triste  de  mí ! ) 

Frutos.   Jamás  igual  regocijo 
en  mi  corazón  sentí. 
La  amaré  á  usted  como  un  hijo. 

{Á  Misa.] 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 

Marq.      [Aparte  á  Misa.] 

Vaya,  responde. — No  puedes? 
Misa.     [Fn  alta  voz.] 

Yo 


345 


Elisa. 
Frutoé. 

Remigio. 
Elisa. 

Remigio. 
Frutos. 


I 


Marq. 
Elisa. 


y  como  un  esclavo  á  ti. 
(¿Qué  oigo!) 

Serás  mi  regalo, 
mi  delicia 

(Esto  va  malo.) 

[Aparte  con  D.  Remigio,] 

Oye  usted  esos  extremos? 
Es  que  ahora  le  cogemos 
en  un  lúcido  intervalo. 
Tú  vivirás  satisfecha. 
Mis  ganados,  mi  cosecha, 
mis  haciendas ,  mi  dinero; 
todo  es  para  ti ,  lucero, 
desde  la  cruz  á  la  fecha. 
Es  tosca  mi  educación 
para  aspirar  á  tal  moza; 
yo  te  hago  esta  confesión ; 
pero  tengo  un  corazón 
como  de  aquí  á  Zaragoza. 
£1  encontrará  camino ' 
de  agradar  á  mi  mujer. 
Para  amar  con  desatino 
no  creo  que  es  menester 
que  uno  sea  lechuguino. 
En  lo  que  yo  no  esté  ducho 
corrige  tú  mis  maneras. 
Verás  qué  dócil  te  escucho. 

Tú  harás  de  mí  lo  (|ue  quieras 

siempre  que  me  quieras  mucho. 
Así  con  igual  placer, 
luego  que  al  pié  del  altar 
me  digas :  soy  tu  mujer , 
tú  me  enseñarás  á  hablar; 

Ío  te  enseñaré  á  querer, 
lien ,  don  Frutos  I 

(Qué  sorpresa! 
De  haberle  ajado  me  pesa.) 


ESCENA    XII. 

LA  MARQUESA.    ELISA.    D.  FRUTOS. 
D.  REMIGIO.    JUANA. 


Juana.  Cuando  gusten  .ustedes. 

Ta  está  la  sopa  en  la  mesa. 


ESCENA   Xin. 

LA  MARQUESA.    ELISA.    D.  FRUTOS. 
D.  REMIGIO. 

Frutos.    [Ofreciendo  el  brazo  d  la  Marquesa.] 

Haremos  los  dos  un  lazo 

Marq.     [Tomando  el  brazo  de  D.  Fruitos.] 

Gracias. 
Frutos.  (Vaya  una  pandorga ! ) 

[i  Elisa.] 

Conque me  querrás  muchazo? 

Marq,     Ta  ve  usted ,  quien  calla  otorga. 

Elisa,     [Mirando  A  D,  Frutos  con  ternura.] 
Déme  usted  el  otro  brazo. 

[Vansepor  la  izquierda  del  foro.] 


ESCENA  XIV. 

D.  REMIGIO. 

Oh  miedo! ,  qué  me  aconsejas? 
Mientras  la  niña  se  humana 

vendrá  el  otro  á  darme  quejas 

Pobre  Remigio!  Mañana 
amaneces  sin  orejas. 

[Sigue  d  los  novios  y  día  Marquesa.] 


4 


346 


EL  PELO  DE  U  DEHESA. 


ACTO    TERCERO. 


V 


ESCENA  I. 

D.  FRUTOS.    D,  REMIGIO. 

[Está  anocheciendo.  Vienen  D,  Frutos  y  Aon 
Remigio  por  la  izquierda  del  foro.] 

Remigio. Soh^vhíz,  comida! 
Frutos.  Sí, 

Íero,  sin  tanto  primor, 
mí  me  daba  más  gusto 
mi  cocina  de  Aragón. 
Remigio.  Tiempo  hace  que  no  he  bebido 
mejor  vino  de  Bordeaua 

[Mudando  de  tono  como  para  hacerse 
comprender.] 

Burdeos. 
Frutos,  Me  importa  poco 

el  nombre  de  ese  señor, 

porque  me  sabe  muy  mal 

en  francés  y  en  español. 
Remigio. iHomhrQ^  un  Burdeos  legítimo 

y  de  Laffitte!  ¡  Un  licor 

europeo! 
Frutos.  Y  yo  ¿qué  tengo 

que  ver  con  Europa?  Soy 

de  Belchite. — Y  contva  el  mismo 

Satriarca  Noé,  inventor 
e  la  vendimia ,  sostengo 

que  es  vino  de  munición 

ese  que  usted  me  pondera; 

que  agri-áspero  de  sabor, 

ni  me  calienta  el  estómago 

ni  me  alegra  el  corazón , 
,  en  fín ,  que  para  vinagre 

lo  he  vendido  yo  mejor. 

Remigio.  No  dudo 

Frutos.  Donde  está  el  vino 

de  Belchite 

Remigio.  Ya  me  doy 

por  vencido. 
Frutos.  ¿Y  la  garnacha 

de  Cariñena,  Aguaron , 

Longares,  Cosuenda ¡Aquello, 

aquello  es  gracia  de  Dios ! 
Remigio.'No  se  estilan  esos  vinos 

en  las  mesas  comm*  il/aut; 

pero  siendo  usted  de  casa , 

na  cometido  un  error 

la  Marquesa  en  no  obsequiarle 

con  una  botella  ó  dos 

de  Cariñena. 
Frutos.  Es  mi  suegra! — 

Y,  por  Cristo,  que  ya  estoy 


i 


apestado  de  ella.  {Vaya, 
que  es  mucha  persecución  J 
¡No  permitir  que  me  siente, 
ni  en  la  mesa,  junto  al  sol 

de  mis  ojos! ¡Y  qué  empeño 

de  darme  en  todo  lección! 
Toda  la  comida  ha  estado 
quemándome  á  media  voz. — 
Quítese  usted  del  ojal 
la  servilleta.  Qué  horror ! — 
Pues  ¿dónde  la  pongo? — Suelta, 
encima  del  pantalón. — 
Vaya! — Qué  hace  usted t  La  sopa 
se  come  con  tenedor. 


Remigio.  [Entre  dientes.] 


Frutos. 

Remigio 
Frutos. 


Remigio 

Frutos. 

Remigio 


Frutos. 


Remigio 


Frutos. 
Remigio 


Eran  rabióles. 

Y  mucha 
que  he  rabiado. 

(Es  hombre  atroz !) 
Y  después  me  hizo  comer 
con  la  cuchara  el  melón , 

y  servirme  la  ensalada 

¡con  tijeras! — Voto  á  briós! 

.  Muy  mal  hecho.  Ella  ha  debido 
tratarle  á  usted  sansfagon. 
¡Vaya,  que  en  Madrid  es  obra 
el  ser  uno  hombre  de  pro! 
.Sí,  ya  raya  en  tiranía 
moler  con  tanto  sermón 
á  un  hombre  que  tiene  barbas 
y  entre  malvas  no  nació. 
Sí?  Pues  apliqúese  usted 
ese  texto  desde  hoy. 
No  pida  peras  al  olmo, 
y  deje  á  cada  varón 
que  haga  de  su  capa  un  sayo. 
No  más  figurines! 

Oh! 
perdone  usted.  Yo  creí 
que  una  mano  de  charol , 
digámoslo  así,  daria 
más  realce  y  esplendor 
á  esas  formas  elegantes 

y  á  esa  innata  discreción 

Eh!  menos  lagoterías, 

que  yo  no  gusto 

A  eso  voy. 
Mas  viendo  que  usted  no  tiene 
decidida  vocación 
al  frivolo  formulario 
del  gran  tono,  dije  yo: 
¿no  es  un  cargo  de  conciencia 
violentar  la  inclinación 
de  ese  apreciable  mancebo? 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


ai7 


Sí;  que,  como  dijo  Huniholdt^ 
suele  á  fuerza  de  cultivo 

Íerder  su  aroma  la  flor, 
►ues  corriente. 
Remigio.  T ¿quiere  usted 

que  le  diga,  acá  ínter  nos, 

lo  que  siento  ? 
Frutos,                          Norabuena. . 
Remigio.  (Si  él  hiciese  dimisión! ) 

Pues  á  usted  no  le  conviene 

tal  boda. 
Frutos.  Cómo  que  no? 

Remigio.  ^\\9^  es  bella 

Frutos.  ■•         Otra!  ¡Miren 

qué  pedrada ! 
Remigio.  Mas  no  estoy , 

si  he  de  decir  la  verdad , 

muy  seguro  de  su  amor. 
Frutos.    Yo  sí ,  que  ya  con  su  boca 

de  almíbar  me  lo  juró. 
Remigio.'ÑÓ  obstante,  la  diferencia. 

de  gustos,  de  educación 

Jautos.    Eh!  ya  nos  gobernaremos. 

Soy  yo  algún  tigre  feroz? 
Remigio.'Ño  es  todo  lo  que  reluce 

oro  á  prueba  de  crisol. 
Frutos.    No  puede  mentir  un  ángel. 
Remigio.  De  una  mala  tentación 

ni  los  ángeles  se  libran. 

Dígalo  aquel  que  cayó ! 

Frutos.    Dfde!  ¡Si  yo 

Rem  igio .  El  interés , 

la  codicia 

Frutos.  (Qué  moscón !) 

Remigio.  Ay ,  don  Frutos!  Y  esa  mádro? 

Ya  empieza  á  meter  la  hoz 

en  mies  ajena 

Frutos.  Qué  importa? 

Yo  la  haré  entrar  en  razón. 
Remigio.  Tan  imperiosa,  tan  vana 

Ya  me  daba  ámí  rubor 

Frutos.    Oh! 

Remigio.  Créame  usted ,  don  Frutos. 

Sin  esperar  al  convoy. 

vuélvase  usted  á  Belchite. 

Aquí  hay  confabulación 

entre  hija  y  madre 

Frutos.  En  la  madre 

cébese  usted  sin  temor, 

mas  no  hay  que  clavar  el  diente 

en  la  hija ,  ó  j  vi  ve  Dios 

Remigio.  Oh!  no  se  sofoque  usted. 

Yo  lo  decia (Una  coz! 

Era  de  esperar.) 

Frutos.  No  aguanto 

Remigio. i  SI  erauna  suposición 

Como  le  he  cobrado  á  usted 

tanto  cariño (No  doy 

un  cuarto  por  mis  orejas.) 

Frutos.    I  Por  vida  de  Jusli vol 

Remigio.  YsimoQj  vamos,  me  arrepiento; 

me  desdigo;  se  acabó. 


ESCENA  IK 


D.  FRUTOS.    D.  REMIGIO.    JUANA. 

Juana.    [En  una  mano  trae  luces,  que  deja  so- 
ore  una  mesa,  y  en  la  otra  un  papel.] 

Felices  noches. 
Frutos.  Bendito 

y  alabado 

Remigio.  Qué  nos  traes? 

'Juana.    Este  papel  que  me  han  dado 

para  el  señor. 
Frutos.  A  ver  ?  Dame. 

[Toma  el  papel  y  lo  lee  para  si.\ 

Juana.    El  mancebo  portador 
espera  respuesta. 

Frutos.  Zape ! 

Esta  es  otra !  Paño ,  hechura , 
forro  et  calera  de  un  fraque, 

setecientos. — Pantalón 

Ya,  ya La  cuenta  del  sastre. 

La  cuenta  á  mí  I  Para  qué? 
Sí,  para  que  usted  la  pague. 
Ahora  salimos  con  esto? 
Pues  hombre,  así  Dios  me  salve, 
yo  pensé  que  era  un  regalo 
de  mi  suegra  este  atalaje. 

Remigio.  Ya  ve  usted  que  no.  Presumo 
que  para  más  adelante 
reserva 

Frutos.  Pues  de  ese  modo 

yo  visto  á  cualquiera.  ¡  El  diantre 

de  la  mujer ! ....  Yo  sufría 

Con  resignación  la  cárcel 

en  que  na  metido  mis  miembros 

mientras  creí  que  qx^l gratis; 

pero  ¡dar  dinero  encima 

Remigio.  [En  voz  baja.] 

Calle  usted !  Eso  es  infame. 
Frutos.    Pues ,  señor,  la  pagaré, 

3ue  no  quiero  que  me  tachen 
e  cicatero. 
[Leyendo.]    Total, 
cuatro  mil  doscientos  reales. — 
Pero  una  y  no  más.  Canario! .... 


Remigio. 
Frutos. 
Remigio. 
Frutos. 


[Á  Juana.] 

Díselo  así  de  mi  parte. 
Juana.    Siempre  ha  sido  una  fineza 

prevenir  el  equipaje 

Frutos.    Yo  no  soy  aficionado 

á  finezas  semejantes. 

¡Digo  á  usted  que  es  corcho. . .  Espera. 

Por  vida  del  rey  don  Jaime !..;.. 

[Entra  en  su  cuarto.] 


i 


348 


EL  P£LO  DE  LA  DEHESA. 


Juana, 


Remigio, 

Juana, 
Remigio, 


Juana. 

Remigio. 

Juana, 

Remigio, 


ESCENA  IIL 

D.  REMIGIO.    JUANA. 

¡Vaya,  pues  tiene  buen  modo 
de  agradecer  que  se  afanen 
por  vestirle  á  lo  marqués ! 

¿Querrá  también 

Es  un  cafre, 

Ír  si  da  la  mano  á  Elisa, 
a  ya  á  matar  á  pesares. 
Eso  es  lo  que  yo  la  digo. 
Sí;  es  preciso  que  trabajes 

para  disuadirla (El  miedo 

me  fuerza  á  ser  intrigante.) 

Ta  se  ve,  ¿no  es  una  lástima 

Un  horror. 

¿Cuánto  más  vale 

don  Miguel 

Oh!  don  Miguel... 
(Maldito  sea!)  Es  un  ángel. 
Si  entre  los  dos  conseguimos 
que  á  Calamocha  desbanque 


ESCENA   IV. 

D.  FRUTOS.    D.  REMIGIO.    JUANA. 

Frutos,    [Dando  á  Juana  monedas  de  oro,] 

Toma.  Aquí  sobra  un  doblón. 

Juana,    Volveré  con  lo  sobrante 

lautos.    No.  Para  tí. 

Juana.  Gracias.  (Ya 

me  parece  más  amable.) 
Frutos.   Novia  te  llamé y  no  quiero 

que  lo  hayas  sido  de  balde. 

Juana.    [Yéndose.] 

(Pues,  señor,  viva  Belchite ! 

y  á  don  Miguel,  Dios  le  ampare.) 


ESCENA  V. 

D.  FRUTOS.    D.  REMIGIO. 

Frutos.    Y,  á  todo  esto,  ¿por  dónde  andan 

'   idi 


Remigio. 
Frutos. 
Remigio. 
Frutos, 


mi  novia  y  su  linda  madre? 
Se  fueron  al  tocador. 
Hombre,  áqué? 

A  vestirse. 

Galle  I 

Pues  ¿no  estaban  ya  vestidas? 
Remigiq,,,Ohl  sí,  pero  ¿usted  no  sabe 
que  vamos  luego  á  la  ópera, 
y  á  la  tertulia  más  tarde? 
Cada  acto  de  estos  requiere 
su  correspondiente  traje. 


Fhitos,    Otra!  ¡Pues  no  es  mal  trajin 

¿Y  dónde  hav  caudal  que  baste... 
Remigio,  Así  lo  exige  la  culta 

sociedad. 
Frutos.  Vírffen  del  Carmen ! 

Remigio.  Aquí  se  pasa  la  vida         ^^  ' 

en  vestirse  y  desnudarse.  / 
Frutos.    Muy  bien !  ¿Y  qué  viene  á  ser 

eso  de ópera?  « 

Remigio,  (Ignorante!) 

Drama  lírico; — una  fiesta 

de  teatro. 
Frutos.  Ah!  Que  me  place. 

Y  qué  comedia  echan  hoy? 
Remigio,  ^Q  eñ  ZQXTíQáxBL.  I  Puritani 

de  Beüini, 
Frutos.  \  Que  no  echaran 

El  Mágico  Bay alarde! 

Es  la  única  que  yo  he  visto, 

Íero  jcal  ¡cosa  más  grande 
'odo  es  música  esta  noche. 
Frutos,    Música?  Bien ,  como  cantan 

la  jota 

Remigio,  (La  jota !)  Yo 

sería  de  ese  dictamen , 
pero 

[Asoma  la  Marquesa  por  el  foro.] 

Frutos,  Aquí  está  la  Marquesa. 

[Á  media  voz,] 

Le  voy  á  decir  verdades 

como  puños. 
Remigio,  Sí?  Me  alegro. 

Frutos.    Yo  uo  sufro  ancas  de  nadie. 


1 


ESCENA  VI. 

LA  MARQUESA.    D.  FRUTOS.    D.  REMIGIO. 


Frutos. 


Marq. 
Frutos, 


Marq, 

Frutos, 

Marq. 

Frutos. 

Marq, 

Frutos, 

Remigio. 

Marq. 

Frutos, 


Escúcheme  usted  con  calma, 
mi  amada  suegra  y  señora, 
que  voy  á  decirle  ahora 

cuatro  cositas ¡al  alma! 

Diga  usted,  querido  yerno. 
Á  mí  nadie  me  maneja, 
nadie  me  moja  la  oreia: 
sírvale  á  usted  de  gobierno. 

Pero 

Dicen  en  mi  tierra 

Qué? 

Lo  que  no  has  de  comer.... 
Ya,  sí. 

Déjalo  cocer. 
(Los  síntomas  son  de  guerra.) 

Pero  ¿á  qué  viene 

Muy  justo 
sería /si  algún  alcalde 
me  vistiera  á  mí  de  balde, 
que  me  vistiera  á  su  gusto; 
pero,  pagando  mi  ropa, 


EL  PELO  DE  Li  DEHESA. 


349 


Q 


y  en  cantidad  tan  enorme, 

no  me  pongan  uniforme 

como  si  fuera  de  tropa. 
Marg,     Porque  usted  se  presentase 

á  la  boda  con  más  brillo 

Frutos.   Nadie  manda  en  mi  bolsillo , 

cáseme  yo  ó  no  me  case. 

Marq,      Nunca  han  sido  mis  intentos 

Frutos,   Basta.  Agradezco  el  abrigo ; 

no  piense  usted  que  lo  digo 

por  los  cuatro  mil  doscientos. 

Vista  como  quiera  Elisa, 

vista  usted  como  le  cuadre, 

mas  ni  Elisa  ni  su  madre 
.se  metan  en  mi  camisa. 

Triunfen,  gasten;  no  me  espanto; 

cuanto  tengo  es  de  las  dos; 

mas  no  se  empeñen,  por  Dios, 
)n  civilizarme  tanto. 

Dejen  á  un  hombre  sencillo, 

que,  al  cabo,  no  es  una  fiera, 

manejar  á  su  manera 

el  tenedor  y  el  cuchillo. — 

No  me  mire  usté  al  soslayo. 

Quiero  que  el  amor  me  mande 

^y  no  una  suegra.  Sov  grande 

y  ya  he  despedido  el  ayo. 
Marq,     ¿Qué  escucho!  ¡Usted  me  anticipa 

el  despotismo  de  yerno! 

No  lo  es  aún ,  Dios  eterno, 

y  gallea,  y  se  emancipa! 
Frutos,    Sepa  usted 

Remigio.  {Ajearte  á  la  Marquesa.] 

Firmeza!  Así! 
Frutos.    Y  ha  de  saber  mi  consorte 

rque  aunqueyo  he  entrado  en  la  corte, 
^la  corte  no  ha  entrado  en  mí. 

Remigio.  [Aparte  4  D.  Frutos.] 

Bien  dicho!  No  hay  que  ceder. 

[Aparte  á  la  Marquesa.] 

No  quiere  soltar,  Marquesa, 
el  pelo  de  la  dehesa. 

Marq.      [Á  D.  Frutos.] 

Pues,  amigo,  es  menester 

Frutos.    Sí,  es  menester  que  se  tome 
un  partido.  El  más  seguro 
será 

Remigio.  [Aparte  á  D.  Frutos.] 

Firme  en  ella! 

[Aparte  á  la  Marquesa,] 

Duro! 
Si  cede  usted ,  se  la  come. 

Marq,     [Alzando  la  voz,] 

Qué  partido?  A  ver? 
Frutos.  No  grite, 


señora. 

Remigio.  [Aparte  4  la  Marquesa.] 

Sí  tal. 
Frutos,    '  Casarme 

Remigio,  [Aparte  d  D,  Frutos.] 

Hace  usted  mal. 
Frutos,  Y  largarme 

con  mi  mujer  á  Belchite. 
Marq,     ¿Cómo 

Remigio.  [Aparte  á  D.  Frutos.] 

Bien !  bien ! 
Frutos.  No  hay  remedio. 

Marq.     ¿  Es  posible 

Remigio,  [Aparte  á  la  Marquesa,] 

Infame  acción! 

[Aparte  á  D.  Frutos.] 

Discreta  resolución ! 

Frutos.   [Á  D.  Remigio.] 

Hombre ,  quite  usted  de  en  medio.** 

Remigio.  [Aparte  á  la  Marquesa.] 

No  me  escucha!  Es  montaraz. 
Marq,      Quítese  usted  de  delante. 
Remigio. G\xerT9k  ha  de  ser?  Adelante. 

[Haciendo  señas  d  derecha  i  izquier^ 

da.] 

Yo  quería  poner  paz 

[Se  retira  d  un  lado,] 


Marq. 


Frutos. 
Marq. 


Frutos, 


Remigio. 
Marq. 

Frutos. 
Marq. 


Frutos. 

Remigio, 

Marq, 

Frutos, 


Conque  á  Belchite?  Ah!  los  yernos.. 
¿Nos  quiere  usted  confinar 
en  un  mísero  lugar? 
Usted  tira  á  embrutecernos! 
Otra!  ¿Quién  les  manda  á  ustedes 
que  se  embrutezcan? 

Qué  horror! 

¡Me  moriré  de  dolor 

allá  entre  cuatro  paredes ! 

¡Solitaria  como  un  hongo 

Todo  se  remediará. 
Quédese  usted  por  acá. 
Maldito  si  yo  me  oponga . 
( Esto  marcha.) 

Entiendo.  ¡Sola 
quiere  llevársela ! 

Pues. 
¡  Para  tratarla  después 
como  á  una  negra  de  Angola ! 

Mas  sin  hacerme  pedazos 

Señora....! 

(Orejas ,  bien  va ! ) 
Usted  no  conseguirá 
arrancarla  de  mis  brazos. 
Si  mi  mujer  ha  de  ser, 


350 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


irá  adonde  fuere  yo, 

porque 

Marq.  No ;  á  Belchite ,  no ! 

Frutos,    Pues  no  será  mi  mujer. 
Remigio.  (Albricias  I ) 
Marq.  Oh !  Ya  lo  veo ! 

Se  desdice  usted  I 
Frutos.  Marquesa! 

Marq,      Usted  falta  á  su  promesa. 
Frutos.    Por  vida  del  Zebedeol..., 

¿Quién  ha  pensado 

Marq.  \  Intentar 

antes  del  dulce  consorcio 

esa  especie  de  divorcio 

La  horca  antes  que  el  lugar  I 
Frutos.   No,  señora,  eso  no  es  cierto; 

pero  ¿hay  ley  que  me  prohiba, 

suegra  ó  diablo!,  que  yo  viva 

donde  mis  padres  han  muerto? 
Marq.     Cielos  I  qué  dirá  el  notario? 

y  qué  dirán  los  testigos? 

y  qué  dirán  mis  amigos? 
Frutos.    Dale ! 

Marq.  T  qué  dirá  el  vicario? 

Frutos.   Eh  I  ya  basta  de  litigio. 

[Alzando  la  voz."] 

Belchite,  Belchite  quiero, 
Belchite  1 

Jesusl....  To  muero 

Téngame  usted,  don  Remigio. 

[Se  desmaya  en  trazos  de  D.  Remi' 

ffio.] 

Remiffio, Acuá^  usted,  no  peligre 

su  vida,  que  el  parasismo 


Marq. 


lautos.   [Yéndose.] 

Eh!  ¿Qué  sé  yo Un  sinapismo! — 

To  no  soy  médico. 

[Entra  en  su  cuarto.] 

Marq.     [Oyendo  el  ruido  de  la  puerta  y  vol- 
viendo rápidamente  la  cabeza.] 

Tigre  1 


ESCENA  Vil. 

LA  MARQUESA.    D.  REMIGIO. 

Remigio.  Q,\xé  tal?  Siente  usted  alivio? 

(No  ha  dado  lumbre  el  soponcio.) 
Marq.     Ay  qué  hombre!  Me  ve  morir...., 

y  me  abandona! 
Remigio.  Es  un  monstruo. 

Marq.     Bien  dicen ;  siempre  la  cabra 

tira  al  monte. 
Remigio.  Yo  supongo 

que  no  volverá  á  tratarse 


de  ese  infausto  matrimonio. 
Marq,     Pues  supone  usted  muy  mal. 
Remigio.  Será  así.  No  es  un  asombro 

el  equivocarme  yo. 
Marq.      Tan  de  sobra  están  los  novios? 

¿Así  se  dan  calabazas 

á  un  hombre  que  nada  en  oro  ? 
Remigio.Y^B  decir  que  nos  iremos 

á  Belchite.  Yo..... 
Marq.  Tampoco. 

Remigio. Pueñ  digo  á  usted.  Marquesita, 

que  no  comprendo 

Marq,  •  ¡  Qué  tonto 

es  usted! 

Remigio.  Convengo 

Marq.  ¡Y  qué 

mentecato ! 
Remigio.  No  me  opongo 

(¡Vuelvo  á  temblar  por  mis  pobres 

orejas  I ) 
Marq.  Yo  hallaré  modo 

de  evitar 

Remigio.  Elisa  viene. 

(Y  viene  muy  á  propósito.) 


ESCENA  VIH. 

LA  MARQUESA.    D.  REMIGIO.    ELISA. 

Remigio.  Elisa !  ¡  Usted  tan  tranquila 

por  allá  dentro,  y  nosotros 

Flisa.     Qué  ha  habido? 

Marq,  (Qué  irá  á  decir?) 

Remigio.  Friolera !  Que  por  poco 
no  se  nos  muere  mamá. 

Marq.     [Eace  señas  i  D.  Remigio  para  que 

calle  y  y  ¿I  se  desentiende,] 

Hum!.... 
Elisa,  Dios  mió!  Pues  ¿qué...  ¿Cómo... 

Remigio. S^Q  ha  sincopado. — Es  decir;   - 

un  accidente  espasmódico 

Elisa.     Jesús! 

Marq.  Eh!  no  ha  sido  nada. 

No  hagas  caso. 
Remigio.  Ello  sí,  pronto 

se  recobró 

Marq.  [Si  te  digo 

Remigio.  Yo  la  apreté  el  dedo  gordo 

Elisa.     Mas  ¿  qué  causa 

Remigio.  Una  alcaldada 

horrible  de  ese  hipopótamo 

aragonés. 
Marq.  Doü  Remigio! .... 

Remigio.  [Con  mucha  viveza.] 

¿Pues  no  se  empeña  el  bolonio. 
quiera  usted,  ó  no,  en  llevársela 
á  aquel  maldito  villorrio? 

Elisa,     Virgen  Santa !  Yo  á  Belchite  ? 

Remigio.Como  cinco  y  tres  son  ocho. 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


351 


Este  ha  sido  su  ultimátvm. 

Á  Belchíte ,  <5  uo  hay  consorcio. 
Marq.     ¿Está  usted  ya  satisfecho ^ 

seor  necio ,  hablador  de  á  folio  I 
Remiffio.khl  Yo  creí ¿Conque  usted.... 

¡Voto  ¿  san (Ya  tiene  el  tósigo 

en  el  cuerpo.) 
Elisa.  Ay,  madre  mía  I 

Ese  hombre  no  tiene  prójimo. 

Llevarme  á  un  lugarl....  ¡Y  yo 

que  le  iba  queriendo  un  poco!.... 

Ya  le  aborrezco  de  muerte. 
Marq.     No  irás  á  Belchite.  • 
Elisa,  Oh  gozo ! 

¿Tú  le  habrás  dicho  que  ya 

no  hay  nada  de  desposorios? 

Por  una  parte  lo  siento , 

porque  es  honrado,  y  buen  mozo^ 

y  rico ;  pero  sacarme 

de  Madrid.....  Vaya  al  demonio! 
Marq,      Galla  I  Tan  simple  eres  tú 

como  el  señor. 
Remigio.  Me  conformo. 

Elisa.     Pero 

Marq.  Corre  de  mi  cuenta 

arreglar  este  negocio. 

Por  ahora  es  necesario 

Elisa.     Qué? 

Marq,  Decirle  amén  á  todo. 

Elisa.      Incluso  el  viaje  á  Belchite  ? 

Marq,     Boba!  Por  supuesto. 

Elisa.  ¿Qué  oigo! 

Marq.     Es  preciso  no  escamarle. 

[Á  D.  Remigio,] 

Apóyeme  usted. 

Remigio.  Apoyo. 

Marq*      Si  ahora» le  dices  que  no. 

adiós,  boda!  ¡Y  qyé  bochorno, 
qué  afrenta  para  nosotras  I 
¡  Desairadas  por  un  tosco 
provincial 

Elisa.  Pero  ¿qué  haremos 

si  cuando  sea  mi  esposó 
se  empeña  en  que  he  de  seguirle? 

Marq.     ¿Han  de  faltar  por  de  pronto 

{^rcrteztoB  para  alejar 
a  partida?  ¿No  habrá  un  cólico 
que  nos  saque  del  conflicto? 
¿No  sabrán  después  tus  ojos 
cautivar  su  voluntad? 
Hoy  con  mimos  y  piropos 
y  dengues,  al  otro  dia 

con  lágrimas  y  sollozos 

Harás  de  él  cuanto  quisieres. — 

Y  si  viene  á  tu  socorro 

la  santa  naturaleza ; 

si  hay  inapetencia  y  vómitos 

Elisa.  [Bajando  los  ojos.] 

¡Eh,  mamá 

Marq.  '       [A  D.  Remigio.] 

Apóyeme  usted. 


Remigio,  ^i  y  yo  apruebo  y  corroboro 

Marq,      Otros  novios  más  bravios 

se  vuelven  mansos  palomos 
'    sabiéndolos  manejar. 
Si  no  te  bastan  tus  propio» 
recursos ,  yo  estoy  aquí 

Remigio. [Entre  dientes.] 

Jesucristo  I 
Marq.  Eh? 

Remigio.  Nada Apoyo. 

Marq.     No  hay  cuidado.  Entre  las  dos 

hemos  de  volverle  loco. 
Elisa.     No ,  yo  no  espero ..... 
Marq.  Ahora  mismo 

v^  á  decirle  que  otorgo....'. 

Elisa.     Por  Dios,  mamá!  Yo  no  puedo 

Marq.     No  hasde  poder?  Yo  respondo. 

Verás :  entro  yo  en  su  cuarto 

primero;  le  desenojo; 

al  oir  la  campanilla 

entras  tú 

[Á  D.  Remigio.] 


Usted  no ! 

Remigio.  Si  estorbo. 

Mo/rq.     Sí,  señor. 

Remigio.  Bien ;  no  riñamos. 

Opino  del  mismo  modo. 

Elisa.     Pero,  mamá,  reflexiona 

Marq.     Eh,  oasta,  que  me  sofoco! 
Harás  lo  que  yo  te  digo, 
ó  nos  oirán  los  sordos. 


,  [Entra  en  el  cuarto  de  D.  Frutos.] 


ESCENA  IX. 

ELISA.     D.  REMIGIO. 

Elisa.     Ay,  Diosmio! 

Remigio.  Es  fuerte  apuro! 

Elisa.     Si  me  caso 

Remigio.  No  hay  envite: 

ciudadana  de  Belchite ; 

cuéntelo  usted  por  seguro. 
Elisa.     Qué  haré? 
Remigio.  Calabazas. 

Elisa.  Oh  I 

Seré  á  mi  palabra  flel 

[aunque  muera! 
Remigio.  Hagamos  que  él 

sea  quien  diga  que  no. 
Elisa.     De  qué  modo? 
Remigio.  Una  esperanza 

á  ese  pobre  capitán. 

tLa  ama  á  usted  con  tanto  afán., 
^ero 

Remigio.  Aunque  sea  de  chanza. 


352 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


Elisa.     Poco  ba  me  han  dado  un  billete 

Íae  su  pesar  atestigaa 
íen.  Una  respuesta  ambigua. . . 
Eso  á  nadie  compromete. 
Dígale  usted ,  por  ejemplo : 
«He  dado  ya  mi  palabra, 

aunque  mi  desdicha  labra 
[a  repetiré  en  el  templo; 
mas  si  por  otro  ó  por  él 
se  descompone  la  boda, 
usted  sólo  me  acomoda 
para  esposo,  don  Miguel. » 
Elisa,     m,  que  eso  es  decirle  mucho. 
Remigio.  VxxeB  un  poco  menos.  Eal 

Aqu  i  hay  papel ,  tinta ,  oblea 


f. 


Elisa,     [Caminando  háeia  la  mesa  como  ma- 

quinalmenU.] 

Entre  mil  ideas  lucho. 
Hemiffio.YsLjhl 

Elisa.     [/Sentándose.] 

i  Y  si  luego  amenaza 
á  don  Frutos? 
Remigio.  No  hará  tal ; 

mas  bueno  es  que  haya  un  rival 
para  que  espante  la  caza. 

Elisa.     [Escribiendo,] 

Mi  mamá 

Remigio.  Ta  estoy  alerta 

(por  la  cuenta  que  me  tiene.) 
Avisaré  si  alguien  viene. 
No  quito  ojo  de  la  puerta. 
T  qué  orejas  I  La  pared 
taladran  y  adentro  asoman. 
Oh !  mis  orejas  se  toman 


mucho  interés  por  usted. — 
Está?  Al  sobre  I  Demos  fin. 


Elisa.     [Cerrando  el  biUete.] 


>i 


Es  que  no  sé,  á  fe  de  Elisa, 
á  cuál  de  los  dos 

[Suena  una  campanilla.] 


Remigio .  j  Aprisa , 

que  suena  el  dilin,  dilinl 

Elisa.     [Levantándose  con   precipitación  y 

dándole  el  billete.] 

Tome  usted. — Sin  sobre  va. 
Remigio.  El  sobre  no  importa  un  bledo. 

Iráá  sus  manos... ^.  Yo  quedo 

Marq-     [Dentro.] 

Elisa  I 
Elisa.  Allá  voy,  mamá. 

[Entra  en  el  cuarto  de  D.  Frutos.] 


ESCENA  X. 

D.  REMloiO. 

Ah !  ya  salí  de.  mi  ahogo. 
El  cielo  vuelve  por  mí. 
Ya  tengo  orejas  I  Creí 
convertirme  en  perro  dogo. 

[  Vase  corriendo  por  la  derecha  del 

foro.] 


ACTO    CUARTO. 


ESCENA  I. 

D.  FRUTOS. 

[Sale  de  su  cuarto  en  chínelas^  con  pantalón 

'  ^-     holgado^  sin  corbatin,  con  zamarra  de  piel  de 

^^oso  y  un  pañuelo  de  seda  atado  á  la  cabeza  d 

estilo  de  Aragón.] 

Ahora  sí  que  muevo  á  gusto 
mis  remos.  Nada  me  aprieta. 
Esto  es  estar  en  la  gloría! — 
Pero  ¡  qué  silencio  reina 

en  esta  casa !  Yo  extraño 

Pues  ya  son  las  seis  y  media. — 
Estarán  por  allá  dentro 
sin  duda.  ¿Y  cómo  no  piensan 
en  que  yo  me  desayune? 
Oh  I  pues  ya  no  tiene  espera 


f 


mi  estómago.  Llamaré. — 

[Hace  sonar  la  campanilla.] 

Apenas  probé  la  cena, 
porque  se  comió  tan  tarde 
y  tenía  yo  tal  priesa 

de  acostarme No  responden! 

Pues  la  campanilla  suena , 
que  bien  la  oigo. — Otra  vez. — 

[  Vuelve  á  llamar.] 
¿Sirven  así  á  las  marquesas 
en  Madrid? 

[Tira  sin  cesar  de  la  cinta  de  la  cam- 
panilla hasta  que  acude  Juana] 

Oh !  mas  que  rompa 

la  cinta ¿Qué  gente  es  esta, 

santo  Dios!  ¿Si  estarán  todos 
durmiendo?  Voto  á  mi  abuela! 


EL  PBLO  DE  LA  DEHESA. 


$53 


Fi*utos. 

Juana, 

Frutos. 

Juana. 
Frutos. 
Juana. 

Frutos. 

Juana. 


Frutos. 


ESCENA  11. 

D.  FRUTOS.     JUANA. 

Juana.    [Entra  con  algún  desaliño  como  quien 
acaba  de  levantarse  de  la  cama.] 

Vaya  un  modo  de  llamar ! 
T  á  estas  horas  1 

Lioda  flema! 

Ah!  ¿Es  üsted! 

Sí;  abre  los  ojos 
y  sacude  la  pereza. 
Pereza  I  Pues  ¿qué  hora  es? 
Otral'Las  seis  y  cuarenta. 

¡Toma,  toma Yo  pensaba 

que  era  más  tarde. 

Esa  es  buena ! 
Cuándo  es  tarde  para  ti? 
Pero,  señor,  ¿quién  creyera 

Íue  usted  madru  fijara  tanto? 
e  duele  á  usted  la  cabeza? 

Mucho  sentiría 

Gracias. 
Gozo  de  salud  perfecta, 
pero  soy  madrugador 
por  costumbre  y  por  sistema. 
I  antes  hubiera  saltado 
de  la  cama,  que  en  mi  tierra 
me  levanto  con  el  alba ; 
pero  el  viaje  en  diligencia , 
y  aquellas  malditas  botas 

que  me  tuvieron  en  prensa 

Eso  á  cualquiera  cristiano 
le  hace  salir  de  la  regla. 

Juana.    [Mirándole  y  sonriindose.] 

(Qué  pañuelo  y  qué  zamarra  I.... 
Cuando  la  novia  le  vea....) 
Querido  señor  don  Frutos, 
á  la  hora  que  usted  despierta 
sólo  dejan  de  dormir 
en  Madrid  á  pierna  suelta 
horchateros  en  verano 
y  en  invierno  buñoleras. 

Frutos.    \  Así  hay  aqaí  tanta  gente 
encanijada  y  enteca  I 
Mas  ¿dónde  están  las  señoras? 
Me  tomaré  la  licencia 
de  darles  los  buenos  días 

Juana.    Es  excusada  molestia. 
Todavía  no  han  venido. 

Frutos.    Ya  9  sí Estarán  en  la  iglesia 

Bien ;  lo  primero  es  la  misa , 

y  aunque  hoy  no  es  día  de  fiesta 

Juana.  I  Qué  misa?  {Si  es  que  no  han  vuelto 
I  del  baile  aún ! 

Frutos.  I                         Qué  me  cuentas!? 
(Estas  ya  son  otras  misas.) 
DiQu  sé  que  pensaban  ellas 
irse  después  del  teatro 
á  una  función  de etiqueta, 

II. 


Juana. 


Frutos. 


Juana, 

Frutos. 

Juana. 

Frutos. 

Juana. 
Frutos. 

Juana. 

Frutos. 


I 


Juantí. 


Frutos. 


Juana. 
Frutos. 

Juana. 
Frutos. 
Juana. 
Frutos. 


como  aquí  dicen;  mas  nunca 
se  me  pasó  por  la  tela 
del  juicio  que  el  bailoteo 
durase  una  noche  entera. 
Como  usted  se  recogió 
á  la  hora  de  la  retreta 

y  se  las  dejó  en  el  palco 

Es  que  no  entiendo  esa  jerga 

italiana,  y  al  arrullo 

de  las  voces  y  la  orquesta 

me  dormía ¿Qué  mortal 

está  libre  de  flaquezas? — 
Pero,  señor,  [qué  gobierno 
de  casa!  Y  ¿van  con  frecuencia 
á  esas  danzas  perdurables? 

¿Ó  sólo  de  uvas  á  brevas 

Qué  I  no,  señor.  ¡  Si  es  el  pan 
de  cada  día  1 

De  veras? 
(Malol  malo!) 

Pocas  noches 
se  retiran  con  estrellas. 
¿Conque  aquí  la  noche  es  día 

y  el  día 

Pues ,  vice  versa, 
(¡  Virgen  Santa  del  Pilar, 
qué  desorden ,  qué  vergüenza  I ) 
(Mejor  le  sienta  ese  traje 
que  el  otro.) 

Ahora  bien ,  morena, 
yo,  que  no  enmiendo  la  plana 
al  que  los  astros  gobierna, 
tengo  gana  de  almorzar. 
Di,  pues,  á  la  cocinera, 

si  no  está  también  de  baile 

No,  señor.  p]lla  se  acuesta 
más  temprano,  y  ya  andará 

por  el  fogón 

Norabuena. 
Pues  que  disponga  mí  almuerzo. 
Despacha. 

Café  y  manteca? 
Valiente  cosa! — Jamón 
con  huevos. 

Lo  que  usted  quiera. 
Y  no  más  vino  de  extranjís. 
Lo  traeré  de  Valdepeñas. 

Veng^.  Al  fin  es  español 

aunque  no  es  de  Cariñena. 


ESCENA  III. 

# 

D.  FRUTOS. 

¿Dónde  me  he  metido,  cielos! 
¡Qué  costumbres  tan  diversas 
de  las  mías !  Ah  I  yo  voy 

á  pasar  la  pena  negra 

¿Quién  sabe Allá  en  mi  lugar, 

ya  que  Elisa  está  dispuesta 

a  seguirme Y  si  me  engaña?  / 

23 


954 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


/¡No  hay  que  fiar  en  promesas     • 
\de  mujeres  I  Y  ann(][ue  en  eso 

á  mi  gusto  condescienda, 

irán  con  ella  á  Belchite 

BUS  caprichos ¡y  mi  suegra !- 

Gallarda  es  la  moza,  sí, 

y  á  poquito  que  pusiera 

de  su  parte ,  lograria 

barajarme  la  chabeta ; 

mas ,  según  lo  que  voy  viendo,  " 

ni  me  quiere  ni  lo  sueña; 

y  eso  es  gaita! — Ah  padre  mió!., 

Dios  te  dé  la  gloria  eterna, 

mas  no  tuviste  chirumen 

para  escoger  una  nuera. 


í. 


A  no  ser  por  mi  respeto 
á  su  voluntad  expresa  ,- 
á  no  haber  soltado  yo 
a  palabra  que  me  empeña, 
j  bravo  chasco  Uevaria 
mi  señora  la  Marquesa ! 

[Un  criado  atraviesa  el  foro  de  iz- 
quierda i  derecha,^ 

jOjalá Pero  oigo  abrir 

la  puerta  de  la  escalera. 
Ellas  serán Ellas  son. 

[Mirando  adentro,] 
Oigo  la  voz  de  la  vieja. 


ESCENA   IV. 

D.  FRUTOS.    LA  MARQUESA.    ELISA. 

Marquesa.  [Al  criado  en  la  puerta.] 

Que  venga  esa  muchacha 
á  desnudarnos  pronto. 

[  Vase  el  Cíiado  por  donde  vino,  y  entran  en  la  sala 

la  Marquesa  y  Elisa,] 

¿Qué  hace  ese  hombre 

aquí Calle!  Es  don  Frutos! 

Elisa,  (Ay  qué  facha !) 

Frutos,       Yo  soy,  señora  mia ;  no  se  asombre. 

Marquesa.  La  mudanza  de  traje Buenos  días. 

Frutos.       Buenas  noches. 

Elisa,         [Aparte  con  su  madre.] 

Qué  diantre  de  zamarra! 
Marquesa.  Por  los  clavos  de  Cristo,  no  te  rías ! 


ESCENA  V. 


LA  MARQUESA.    D.  FRUTOS.    ELISA.    JUANA. 


Juana. 
Frutos. 


Elisa. 
Frutos. 


Aquí  estoy. 

[A  Elisa,]  ¿Te  parece  un  poco  charra 

mi  pellica,  verdad?  Lo  siento  mucho, 

pero..... 

No;  yo  no  digo 

Chica,  ande  yo  caliente, 
y  ríase  la  gente. 
Marquesa.  Dice  bien.  Lo  primero  es  el  abrigo, 
y*  mientras  le  compramps  en  la  tienda 

una  bata  elegUnte  con  cordones 

No  hay  para  qué.  Estoy  bien  con  esta  prenda. 
(Parece  que  al  mesón  de  la  Encomienda 
ha  venido  á  vender  melocotones.) 
Y  qué  tal  se  ha  dormido? 
Grandemente.  Y  qué  tal  hemos  bailado? 


Frutos, 
Elisa, 

Marquesa. 
Frutos. 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA.  855 

Marquesa.  La  niña.  Yo  me  he  estado 

jugando  al  ecarte. 
Frutos.  (¿También  la  suegra 

tira  la  oreja  á  Jorge?  Esa  es  más  negra.) 
Marquesa.  Es  lástima  <][ne  el  sueño  y  el  cansancio 

le  hayan  privado  á  usted,  señor  don  Frutos , 

de  una  sotrée  tan  buena. 
Frutos.  Yo,  á  lo  rancio 

Nadie  me  saca  á  mí  de  mis  casillas. 

Es  lindo  mientras  lucen  las  Cabrillas 

bailar  con  una  dama, 

pero  es  mejor ,  á  mi  entender,  la  cama. 

Marquesa.  Eh!....  Se  duerme  de  día 

Frutos.       Hágalo  el  madrileño. 

Yo,  como  soy  así....^  tan  lugareño 

qué  quiere  usted!....  madrugo, 

y  á  las  diez  de  la  noche  ¡me  entra  un  sueño 

Elisa.        (Santo  Dios  I) 

Marquesa.  Eh  I  todo  es  la  primer  noche. 

Luego 

Elisa.  k  las  diez  I 

Marquesa.  Cualquiera  se  acostumbra 

Frutos.       Oh  I  yo  no  soy  cualquiera. 

Elisa.  (Qué  verdugol ) 

Frutos.       Y  juro  por  el  sol  que  nos  alumbra 

Elisa.        (Ajy  Dips  me  libre  de  su  horrible  yugo!) 
Frutos.       Así  tengo  de  hacerlo  hasta  que  muera, 

y  espero  c^xxe  mi  dulce  compañera 

imitará  mi  ejemplo 

Marquesa.  [Interrumpiéndote.]       Se  supone.... 

Elisa.        [En  voz  taja.] 

I  Ay,  mamá 

Marquesa.  [Lo  mismo.]      Transijamos  por  ahora, 

no  sea  que  otra  vez  se  desazone. 
Frutos.       (Qué  mala  cara  ha  puesto  mi  señora  I ) 

[  Vuelve  el  criado  con  el  almuerzo  para  D.  Frutos,  lo 
pone  en  una  mesa  y  se  retira.] 

Hola  I  Viene  el  almuerzo? 

Me  alegro.  Con  permiso 

Daremos  al  estómago  un  refuerzo. 

Si  ustedes  gustan 

Elisa.  Gracias.  Tan  temprano 

Marquesa.  Nosotras,  á  dormir. 

Frutos.       [Sentándose  á  la  mesa.] 

Pues  ya  I  Preciso! 
Elisa.         (Y  he  de  darle  mi  mano! ) 

Marquesa.  Dormiremos  un  rato.  Hasta  la  una 

Elisa.         (Mal  haya  mi  fortuna ! ) 

Marquesa.  [Á  Juana.] 

Ven  tú;  me  quitarás  cintas  y  broches. 

[i  D.  Frutos.] 

Conque|,  ahur. 
.  Elisa.  Buenos  dias. 

[  Vanse  por  la  puerta  de  la  izquierda.] 

Frutos.  Buenas  noches. 


3S6 


EL  PELO  DE  Lk  DEBESA. 


ESCENA  VI. 

D.    FRUTOS. 

[Partiendo  el  jamón.] 

Sanio  Cristo  de  la  Seo 

Jue  me  estáis  probando  así, 
ecid ,  ¿qué  pecado  gordo 

^Ten^  á  purgar  en  Madrid? 

'^  Novia  que  quiere  bailar 
cuando  yo  quiero  dormir, 

Cae  quién  está  enamorada? 

^^e  mis  rentas,  ó  de  mí? 
Suegra  que  en  todo  se  mete, 
hasta  en  lo  que  he  de  vestir, 
y  me  trata  cual  si  yo 
fuera  algún  chisgarabís , 

^y  se  desmaya,  y  trasnocha, 

^  y  Ilegal  ¿no  dará  fin 
de  mi  bolsa  y  mi  paciencia 
antes  que  amanezca  Abril? 
¿Y  me  he  de  casar!....  Si  hallara 

algún  medio,  algún  ardid 

Para  aguzar  el  ingenio 
probemos  de  este  pernil. 

[Come.] 

Hola  I  pues  está  sabroso. 
No  me  engañó  la  nariz. 

[FcAdndose  vino,] 
Ahora  un  trago  del  manchego.... 

[Beie.] 

Bravo !  Bien  haya  la  vid 
que  te  crió.  No  se  bebe 
mejor  vino  en  Alcañiz. 

[Tomando  otro  bocado-] 

• 

Si  fueran  iguales  todos 
^  los  tragos  que  espero  aquí, 
ningún  cristiano  me  oyera 
quejarme  de  este  país. 


ESCENA  VIL 

D.  FRUTOS.    JUANA. 

Juana.    ( Ya  á  la  vieja  he  despachado, 
y  pues  la  novia  gentil 
entró  en  su  cuarto  diciendo: 
no  necesito  de  ti, 
voy  yo  á  aviarme ) 

[Á  D.  Frutos  al  pasar.] 

¿Qué  tal 

el  jamón  ? 
^utos.  Sabe  á  las  mil 

maravillas. 
Juana.  Lo  celebro. 


Frutos. 
Juana. 


Hay  buen  apetito? 


•Sí. 


Quieres  probarlo? 

Mil  gracias. 
(Ni  es  vanidoso  ni  ruin.) 
Hágale  á  usted  buen  provecho 
y  me  tendré  por  feliz. 
Frutos.    i)ios  te  lo  pague,  morena. 

[Vase  Juana.] 

Confieso  que  son  aquí 
^ménos  zainas  que  en  Belchite 
las  doncellas  de  servir. 


ESCENA  VIII. 

D.  FRUTOS.     ELISA. 

Elisa.      [Desde  la  píierta.] 

Señor  don  Frutos 

Frutos.   [Levantándose.]  ¿Qué  veo! 

(To  la  hacía  ya  en  camisa. ) 
No  te  has  acostado,  Elisa  I 

Elisa.     [Acercándose.] 

Hablar  con  usted  deseo. 

Frutos.    Pues  me  place,  como  hay  Dios. 
Ya  es  justo  que  sin  empacho 
tengamos,  JBlisa,  un  cacho 
de  parlamento  los  dos. 

Elisa.     ¿Promete  usted  el  secreto 

sobre  el  paso  ^ue  ahora  doy 
y  no  enfadarse,  aunque  voy 
á  hablar  muy  claro? 

Frutos.  Prometo. — 

Mas  también  va  á  ser  muy  clara 
mi  lengua ,-  y  es  menester 
que  me  oigas  en  paz ,  mujer, 
y  no  me  arañes  la  cara. 

[Se  sientan,] 

Elisa.     Es  usted  muy  buen  sujeto 

Frutos.    Y  tú  muy  buena  vasalla. 
Elisa.     Otro  mejor  no  se  halla. 
Frutos.   No  hay  dibujo  más  completo.' 

Eres  gala  de  Madrid. 
Elisa.      Y  usted  honra  de  Belchite; — 

Sero si  usted  me  permite 
!n  los  peros  está  «1  quid. 

Elisa.     Bueno  es ,  antes  que  nos  den 
la  bendición  conyugal, 
que  temiendo  hacerlo  mal 
lo  reflexionemos  bien. 

Frutos.    Sí,  ya  lo  dice  el  proverbio. 

Vamos  á  reflexionar 

(Calabazas  me  va  á  dar 

ella  misma.  Esto  es  soberbio!) 

Habla,  no  temas  al  bu. 

Elisa.     Sería  muy  venturosa 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


357 


Elisa. 

m 

Frutos, 
Elisa. 


i 


con  usted  cualquier  esposa...., 
menos 

Fi^utos.  Vaya !  Menos  tú . 

Elisa,     Mal  he  dicho.  Es  un  desliz 

Quiero  decir,  caro  amigo , 
que  casado  usted  conmigo 
no  podría  ser  feliz. 

Frutos.    Ni  yo  soy,  cual  tú  lo  ves , 
y  eso  lo  conoce  un  nene, 
el  marido  que  conviene 
á  la  hija  de  un  marqués. 

Elisa.     ¿Qué  entiendo  yo  de  bodegas, 
y  de  abonar  el  terreno, 
y  si  se  mide  el  centeno 
por  varas  ó  por  fanegas? 

Frutos.    ¿Qué  entiendo  yo  de  elegancia, 
y  de  ese  tono  de  aquí , 
ni  qué  me  importan  á  mí 
los  ngurines  de  Francia? 
De  la  barra  y  la  pelota 
o  el  mérito  no  distingo, 
i  yo  de  óperas  en  gringo 
donde  no  cantan  la  jota. 
No  se  suba  usté  á  la  parra 
si  le  díg^,  aunque  con  miedo, 
que  acostumbrarme  no  puedo 
á  un  marido con  zamarra. 

Frutos.   Ni  yo  me  acomodaría 
á  una  linda  caprichuda 
que  80  viste  y  se  desnuda 
ocho  ó  diez  veces  al  día. 

Elisa.     Poco  me  inclina  mi  estrella 
al  que  en  su  primer  visita 
no  hace  distinción  maldita 
entre  el  ama  y  la  doncella. 

Frutos.    Y  yo  doy  á  Belcebú 

dama  que  habla  á  su  marido 
muy  seria,  muy  de  cumplido...., 
y  á  su  madre  tú  por  tú. 

Un  marido Galamocha, 

que  madruga  I....  Virgen  Santa! 
Vea  usted,  y  á  mí  me  espanta 
una  mujer  que  trasnocha. 
Yo  por  valles  y  por  cerros! 
¡Yo  marido  cazador 
que  repartirá  su  amor 
entre  la  esposa  y  los  perros ! 

Frutos.    ¡Yo  muier  con  tantos  dengues 
•    que ,  faltando  á  la  justicia , 
me  negará  una  caricia 
por  no  ajar  sus  perendengues ! 

Elisa.     Y  aun  viviendo  aquí  los  dos 
cediera  al  fín  mi  desvío, 

Íero  ¿y  Belchite?  Dios  mió! 
*ero  ¿y  la  suegra?  Buen  Dios ! 
Elisa.     Y  será  bueno  Belchite, 

guapo  lugar:  lo  concedo. 
Frutos.    Pues  ¿y  Madrid?  No  haya  miedo 

que  yo  lo  desacredite. 
Elisa.     Y  aquella  vida  campestre 

será  muy  dulce,  muy  sana. 

¿Quién  sabe De  buena  gana 

pasaría  allí  un  trimestre. 


Elisa. 

Frutos. 

Elisa. 


) 


Frutos.   Desear  yo  un  pasaporte, 
que  me  vuelva  á  mi  lugar 
cuanto  antes,  no  es  condenar 
las  costumbres  de  la  corte. 
Son  muy  cucas,  no  hay  falencia; 
pero,  al  fin,  no  son  las  mias. 

Elisa.     Hay  ciertas  antipatías 

Frutos.    Sí,  cada  uno  á  su  querencia. 

Elisa,      Y  pues  no  hay  conformidad....'. 

Frutos.   Pues!  Á  qué  ofender  á  Dios? 

¿^  qué 

Elisa.  Casarnos  los  dos 

Frutos.   Es  una  barbaridad. 

Elisa.     Pues...  ahora  bien.... 

Frutos.  Ahora  bien. ... 

Elisa.     Salgamos  de  este  pantano. 

Frutos.   Pues  niegúeme  usted  su  mano, 

y  buenas  noches,  y  amén. 
Elisa.      10  no  he  de  volverme  atrás , 

que  en  mi  palabra  confia 

mamá  y  ¡  Jesús ! no  podría 

Perdonármelo  jamás, 
o  también  lo  prometí , 
Íen  mi  probidad  no  cabe 
oda  la  corte  lo  sabe. 
Qué  se  diría  de  mí? 
Frutos.    OtMi! 

Elisa.  k  usted  que  es  forastero , 

y  hombre,  y  tendrá  más  valor 

que  yo,  le  estará  mejor 

Frutos,   No,  que  yo  soy  caballero. 

Elisa.     Con  todo 

Frutos.  No  haria  bien 

en  quitar  á  usted  la  fama ; 
pero  en  boca  de  una  dama 
á  nadie  ultraja  un  desden. 
Elisa.  Como  ahora  tan  discreto? 
Frutos,  Es  que  yo  mismo  me  azuzo 
y  el  entendimiento  aguzo  . 

Sara  salir  del  aprieto. 
ío  hay  muchos  hombres  infieles? 

Frutos.   Mujeres,  más. 

Elisa.  Porque  ahora 

diga  usted 

Frutos.  No,  no  señora: 

no  troquemos  los  papeles. 
Elisa,     ¿Conque  ni  el  propio  interés 

mueve  á  usted 

Frutos.  Ni  un  terremoto. 

Nunca  mi  palabra  he  roto , ' 

nunca!  Soy  aragonés^ 
Elisa.     Medrados  estamos ! 
Frutos.  Sí, 

como  tres  con  un  zapato. 

Elisa,     ¿Será  usted  tan  insensato 

Frutos.    Seré  lo  que  siempre  fui. 
Elisa.      Pues  yo  no  he  de  ser  veleta. 

El  «id no  saldrá  de  mí. 

Frutos.   Pues  yo  he  de  decir  que  sí 

aunque  me  lleve  Pateta. 
Elisa.     Bien  está:  nos  casaremos! 
Frutos.   Bien:  será  usted  mi  muier! 
Elisa,     Bien :  usted  tendrá  el  placer 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


de  qae  loB  dos  no8  ahorquemos. 
jnmtos.  Yo  no  I 
£lisa,  (Eb  como  esa  pared.) 

No  tiente  usted  al  demonio  I 

Si  es  funesto  el  matrimonio, 

la  culpa  será  de  usted. 

Tanto  á  una  mujer  se  apura 

Frutos.  De  bien  á  bien  soy  muy  manso, 

pero Es  que  no  soy  tan  ganso 

como  usted  se  lo  figura. 
Jílisa.     Obi  ya  veremos  después 

quién  sufre  más  de  los  dos 

y  quién Soy  mujerl....  Adiós. 

[Vasepor  la  puerta  de  la  izquierda,] 
Frutos,   Adiós  I^Soy  aragonés. 


ESCENA  IX. 

é 

0 

D.  FRUTOS. 

Ck>n  la  futura  una  lid, 

otra  con  la  suegra  chocha 

•    Ay  Frutos  I  ay  Calamocha ! 

¿Quién  te  ha  traído  á  Madrid ! 

ESCENA   X. 

D.  FRUTOS.    D.  MIGUEL. 

m 

Migueh  Estoy  resuelto. 

\A  27.  Frutos  que  está  de  costado  y  en 
actitud  de  cavilar.] 

Buen  hombre, 

pase  usted  recado  á  don 

Es  un  nombre  tan  ramplón !.... 
Don  Frutos. 

Frutos.   [  Volviendo  la  cara.] 


Miguel. 


Frutos. 
Miguel. 
Frutos. 

Miguel. 
Frutos. 


Miguel. 

Frutos. 
Miguel. 


Ese  es  mi  nombre. 
Ah,  que  es  usted....,  caballero! 
Me  ha  sorprendido  el  hallazgo. 
¿Quién  conoce  á  un  mayorazgo 
en  traje  tan  charanguero? 
Este  traje  es  de  mi  agrado. 
Eso  lo  conoce  un  topo. 
Y  á  ningún  alma  de  chopo 
se  lo  he  pedido  prestado. 
Es  ese  el  traje  de  boda? 
Le  importa  á  usted?  ¡Yotoá  auien... 
¿Se  ha  encargado  usted  también 
ae  sastrearme  á  la  moda? 
No  me  tomo  yo  ese  carg^o 

Íue  excede  al  talento  mío. 
'raigo  otro 

Pues  ¡  al  avío ! 
Diga  usted. 

No  seré  largo. 
Ya  que  nos  yernos  las  caras, 


Frutos. 

Miguel. 

Frutos. 

Miguel. 
Frutos. 
Miguel. 

Frutos. 
Miguel. 

Frutos. 
Miguel. 

Frutos. 
Miguel. 


Frutos. 


Miguel. 


Frutos. 

Miguel. 
Frutos. 
Miguel. 

Frutos. 
Miguel. 
Frutos. 
Miguel. 


Frutos. 
Miguel. 
Frutos. 

Miguel. 
Frutos. 


Miguel. 


cosa  que  yo  no  quisiera 

Menos  prosa.  La  madera 
no  está  para  hacer  cucharas. 
Hola!  Me  alza  usted  el  gidlo! 
Me  alegro,  señor  galán. 
Se  lo  alzaré  al  Preste  Juan, 
que  ya  de  cólera  estallo. 
JPues,  señor,  al  grano. 

Oh!.... 
Usted  quiere  que  le  den 
á  Elisa,  pero  también 
aspiro  á  su  mano  yo. 

Bieuj  y  á  mí  ¿qué  se  me  da 

Somos  dos;  una  es  la  bella; 
casarnos  los  dos  con  ella...., 
no  puede  ser. 

Ya. 

Pues  ya. — 
Mas  la  salida  es  muy  ovia. 

Si  uno  al  otro  es  importuno 

Pues  ya  I  De  los  dos  el  uno  v^ 
se  ha  de  quedar  sin  la  novia. 
Si  ella  fuese  de  Gutanda 
mereciera  usted  su  afecto, 
pero  esa  boda  en  proyecto 
es  una  fusión  nefanda; 
y  así ,  pues  el  buen  sentido 
en  tales  casos  pronuncia, 
haga  usted  formal  renuncia , 
y  quedaré  agradecido. 
Oiga  usted  y  no  haya  riña. 
No  me  importara  un  ardite 
Yolver  soltero  á  Belchite , 

Íorque  |  es  alhaja  la  niña ! 
'ero  eso  de  que  un  compadre 

con  tal  fuero  me  lo  exija 

Primero — poco  es  la  hija — 

me  casara  con  la  madre. 
Pues  entonces,  señor  mío, 
ya  no  queda  otro  recurso 
que  matarnos.' 

.   i'Buen  discurso, 
como  hay  Dios !  ün  desafío ! 
Sí,  señor,  y  pronto,  al  trote! 
Á  galope,  si  usted  quiere. 
Diga  usted  qué  arma  prefiere..... 
Elija  usted.  i  i 

ün  garrote.  <^¿»yA  | 
Esa  es  arma  de  mal  tono.      *  ^ 
Esa  es  la  que  yo  manejo. 
Y  es  digna  de  ese  aparejo, 
mas  no  la  adopta  mi  encono. 
Sentencie  nuestro  proceso 

ó  la  pistola,  ó  la  espada 

No ,  señor. 

Ó  el  sable 

Nada ! 
Garrotazo  y  tente  tieso. 

Pero  ¿hemos  de  ser  tan  brutos 

Leña !  Ya  que  usted  se  empeña 
en  Que  haya  camorra,  leña! 
No  nay  más  tu  tía. 

Pon  Frutos ! 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


S59 


Frutos.   Don usted ! 

Miguel.  Con  ese  alarde 

de  atroz  salvajismo  inculto 
quiere  usted  huir  el  bulto 
á  mi  venganza,  cobarde ! 

FriUos,   {Furioso  y  amenazándole  con  el  puño.] 
Yo  cobarde!  Voto  á  briós! 

Miffuel.   [Poniendo  mano  d  la  espada  y  reti* 

rdndola  inmediatamente,] 

No' demos  aquí  un  escándalo. 
Frutos.   Yo  cobarde!  ¡Yo... 
Miguel.  Seor vándalo!, 

ya  nos  veremos  los  dos. 

Yo'sabré 

Frutos.  Si  no  mirara 

Miguel.   Lo  que  he  de  hacer  con  un  ente 

como  usted.  Todo  viviente 

le  ha  de  escupir  en  la  cara. 


ESCENA    XI. 

D.  FRUTOS 

[Á  la  puerta.] 

Tengo  un  puño  en  cada  brazo , 
7  si  alguno  me  provoca, 
antes  que  escupa  su  boca 
la  hundiré  de  un  puñetazo. — 
Se  fué ! — Señor,  ¿hsj  conciencia 
para  hostigar  tanto  y  tanto 
á  un  hombre  de  bien?  Un  santo 
perderla  la  paciencia. 
Oh !  ya  no  reparo  en  nada. 
Quieren  que  mi  saña  aborte? 
Bien  está.  Yo  haré  en  la  corte 
una  que  sea  sonada. 

[Fntra  en  su  cuarto.] 


ACTO  QUINTO. 


Miguel. 
Remigio. 

Miguel. 
Remigio. 

Miguel. 

Remigio, 


Miguel. 
Remigio. 


Miguel. 


Remigio. 


Remigio. 


ESCENA  L 

D.  REMIGIO.    D.  MIGUEL. 

¿Couque  es  verdad? 

Sígalas  dos 

se  firma  el  contrato. 

Lindo ! 
Para  esa  hora  están  citados 
el  notario  y  los  testigos. 
Y  es  la  una  y  media!  Qué  haremos? 
Discurra  usted  un  arbitrio. 

¿Qué  sé  yo Mal  pleito  es  este. 

No  dio  lumbre  el  desafio ; 
Elisa  está  resignada 
al  funesto  sacrificio ; 
la  vieja  es  inexorable..... 
Sólo  nos  queda  un  camino. 

Cuál? 

Que  como  otro  Escipion 

se  venza  usted  á  sí  mismo 

y  abandone 

¿Qué  se  entiende 
abandonar?  ;  Por  el  siglo 

de  mi  madre 

(Mis  orejas 
corren  otra  vez  peligro.) 
Ceder  yo  el  campo!  Primero 
habrá  en  esta  casa  tirios 
y  troyanos. 

Norabuena, 
mas — ¡  por  los  clavos  de  Cristo ! — 
¿qué  consejo  puede  dar 
en  estos  momentos  críticos , 
señor  don  Miguel^  un  hombrp 


Miguel. 

Remigio. 

Miguel. 


tan  amable  y  tan  pacífico 
como  yo?  Si  se  tratase 
de  un  inocente  artificio, 
de  una  intríguilla  venial , 
vaya  con  Dios  !;  siempre  he  sido 
complaciente,  y  manejable, 

Í  amigo  do  mis  amigos, 
ero  cuando  usted  vacila 
entre  rapto  y  homicidio , 
¿seré  yo  tan  Barrabas 

Íue  le  empuje  al  precipicio  ? 
[i  consejo 

Es  de  un  menguado. 

Sí  será.  Yo  no  me  pico 

¡Bueno  fuera,  siendo  yo 
el  amado ,  el  preferido , 
que  se  llevase  la  novia 
un  bárbaro  campesino ! 
Remigio.  Es  un  horror!— Pero  ¿no  hay 
en  Madrid  jefe  político? 
Demanda  al  canto,  depósito, 
y  es  asunto  concluido. 
Ya  se  lo  he  propuesto  á  Elisa, 

?3ro  es  tan  pobre  de  espíritu 
or  no  chocar  con  su  madre, 
Sor  no  exponerse  al  ludibrio 
e  las  gentes  v  al  escándalo 

Miguel.  ¿Qué  escándalo  ni  qué  niño 
muerto?  ¿Es  escándalo  usar 
de  su  derecho  legítimo? 

¡Pero  esas  mujeres Oh! 

cuando  dan  en  un  capricho 

Y ¿qué  sé  yo Juraria 

que  aun  ha  de  estar  indeciso 
su  corazón  de  co<]^ueta 


Miguel. 
Remigio. 


' 


3«0 


entre  uno  y  otro  individuo. 
Semiffio.{T9l  creo.) 
Miguel.  Ya  no  hay  que  andarse 

Í)or  las  ramas.  Es  preciso , 
órzoso,  urgente,  matar 
al  aragonés  maldito. 

Remigio .  ¡  Hom bre ,  mire  usted 

Miguel.  Él  sale. 

Me  alegro  mucho. 
Remigio.  '  (Dios  mió!) 


ESCENA  IL 

« 

D.  REMIGIO.    D.  MIGUEL.    D.  FRUTOS. 

• 

Frutos.   Hola,  señor  capitán! 

Sea  usted  muy  oieu  venido. 
Miguel.  Eh I  cumplimientos  á  un  lado, 

que  estoy  hecho  un  basilisco. 

I^uúos.   Qué  bobada y  qué  mal  tono! 

Miguel.  ¿Cómo 

Frutos.  Yo  estoy  muy  tranquilo , 

y  aconsejo  á  usted  que  tome 

mi  ejemplo. 

Miguel.  No ;  yo  he  venido 

Frutos.    Ya  sé ,  con  la  misma  tema 

de  armar  camorra  conmigo  ; 

pero  cuando  uno  no  quiere...., 

no  riñen  dos.  fisto  es  fijo.' 

Miguel.   No  ?  Yo.  sabré 

Frutos.  Usted  no  sabe 

lo  ^ue  se  pesca,  amiguito. 

Mejor  sería,  en  lugar 

de  venirme  á  mí  con  libros 

de  caballería  andante , 

que  pusiera  usted  su  ahinco 

en  atraparme  la  novia. — 

No  digo  bien ,  don  Remigio? 
Miguel.  ¿Así  me  habla  usted! 
Frutos.  Así. 

Yo  sé  bien  lo  que  me  digo. 

Los  momentos  son  contados. 

Dejémonos  de  litigios, 

don  Miguel ,  y  procuremos 

salir  de  este  laberinto. 

Le  ha  visto  á  usted  la  Marquesa? 
.No,  ni  sabe  que  ha  venido. 

Se  encerré  én  el  tocador 

Perfectamente.  Pues  ¡  listo ! 

Guárdese  usted  de  sus  ojos. 

No  faltará  un  escondrijo 

Y  mientras  solo  con  ella 

le  digo  cuántas  son  cinco, 

cuide  usted  de  que  la  chica 
'  no  se  muera  de  fastidio. 

Miguel.  Pero 

Frutos.  No  hay  pero  que  valga. 

Ella  sabe  mis  designios 

Ande  usted  I 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 

Me  tiene  miedo :  está  visto. 
[Á  D.  Frutos.] 


Remigio 
Frutos, 


Supongo  que  a^uí  no  hay  maula 

Frutos.   Yo  siempre  he  jugado  limpio. 

Miguel.  [Volviendo  la  cabeza  después  de  dar 

algufios  pasos.] 

Es  que 

Frutos.  Ande  usted! 

[  Vase  D.  Miguel  por  la  izquierda 
del  foro.] 

¡Aun  se  me  hace 
de  pencas  el  señorito ! 


Miguel.  [Bn  voz  baja  á  D.  Remigio.] 

Ya  capitula. 


ESCENA    IIL 

D.  FRUTOS.    D.  REMIGIO. 

■ 

Remigio.Yo  celebraré  en  el  alma, 

caro  amigo,  que  usted  logre 
desbaratar  esa  boda; 
porque,  si  vale  mi  pobre 
dictamen,  cuando  no  son 
homogéneos  los  consortes, 
es  el  matrimonio  un  símil 
de  los  órganos  de  Móstoles. 

Frutos.   No,  no  es  esa  la  mujer 
que  me  conviene. 

Remigio.  Y  sin  dote! 

Frutos.   Eso  no  me  importa  un  bledo, 
pero  tengo  otras  razones 

Remigio, Ohl  sobradas.  Y  pensar 

que  ella  renuncie  á  la  corte 

y  á  sus Para  usted  sería 

pintiparada,  de  molde 
una  mujer como  yo. 

Frutos.    Cómo  usted?  No  es  usted  hombre? 

Remigio, Quiero  decir....,  de  mi  genio, 
de  mis  circunstancias ;  dócil , 
servicial 

Frutos.    [Para  si.]      Mientras  él  viva 
no  faltará  quien  le  abone. 

[Á  B.  Remigio,] 

J*ues  lo  que  es  á  servicial, 
ni  usted ,  ni  nadie  en  el  orbe 
me  gana  á  mí.  Mire  usted 
que  tiene  cuatro  memoles 

Remigio.  {^w^\) 

Frutos.  Trabajar  un  galán...., 

eh?  para  que  otro  le  sople 
la  dama.  Eh  ? 

Remigio.  Yo  convengo 

en  que  es  muy  raro  ese  noble 
proceder,  famoso  asunto 

Sara  mármoles  y  bronces, 
fas  no  lo  hago  por  virtud, 
ni  por  miedo  á  los  bigotes 
del  capitán  pendenciero , 


EL  PELO  DE  LáL  DEHESA. 


m 


f>orqQe  á  mí  nadie  me  tose; 
o  bago  por  ver  si  me  zafo 
del  aparo  en  qae  me  ponen. 
Líbreme  yo  de  la  novia 
y  de  esa  suegra  ó  demontre, 
y  más  que  cargue  con  ambas 
Perico  el  de  los  palotes. 
Mas  si  no  cede  la  vieja 
á  mis  justas  reflexiones, 
y  se  mantiene  en  sus  trece...., 
pues !  como  yo  en  mis  catorce , 
j  al  fin  tengo  que  casarme , 
juro  á  Dios  y  á  los  apóstoles 
que  he.  de  romper  la  cabeza 
á  ese  interesante  joven. 

Remigio.  No  permita"  Dios. . . . — Supongo 
que  para  mí  no  habrá  golpes. 

Yo  soy  amigo  de  usted 

Más  que  amigo;  soy  su  cómplice 

Frutos.   Eh  I  con  usted  no  va  nada. — 
Pero  los  minutos  corren 
que  vuelan  y  la  Marquesa 
no  viene.  Aunque  usted  perdone^ 
don  Remigio,  ¿quiere  usted 

llamarla 

Con  mil  amores. 
Y  luego .4k.. 

Entendido.  Luego 
querrá  usted  que  me  incorpore 

con  los  otros  y 

Cabal. 
Pero  me  excusa  un  galope 
mi  señora  la  Marquesa. 

[i&iludando  á  la  Marqmsa  que  llega.] 
Muv  servidor 

[A  D.  Frutos.] 
Á  la  orden. 

ESCENA  IV. 

D.  FRUTOS.  LA  MARQUESA. 

Afarq.      Cómo  es  eso?  ¡Aun  está  usted 

de  zamarra! 
Frutos.  Ehl  no  me  estorba. 

MarqS     ¡  Y  va  á  venir  el  notario,    m 

y  los  testigos Qué  sorna! 

Frutos.   Me  alegro  de  ver  á  usted. 

Tenemos  que  hablar  á  solas 

Marq.      Jesús  I  y  están  convidadas 

más  de  cuarenta  personas 

Frutos.   No  le  hace 

Marq.  Qué  dirán  ?  Hecha 

un  ascua  de  oróla  novia, 

yo  un  brazo  de  mar,  y  el  novio 

Frutos.   Yo  no  gasto  ceremonias. 

Bien  estoy  así. 
Marq.  ¡En  toilette 

de  calesero  I 
Frutos.  Qué  importa? 


Remigio 

Frutos. 

Remigio 


Frutos. 
Remigio, 


Frutos. 


Marq. 
Frutos. 


Marq.     Importa  mucho.  ¿Usted  quiere 
que  se  burlen  de  nosotras? 

Frutos.    Si  usted  toma  mi  consejo 
podrá  excusar  esa  mofa. 

Marq.     ¿Y  qué  consejo Sepamos 

Frutos.    Que  se  deshaga  la  boda. 

Marq.      Oh  I ... .  Qué  dice  usted  ?  ¿  Salimos 
con  esa  embajada  ahora  ? 

[Entreabren  por  dentro  la  ^puerta  de 
la  izquierda.] 

Aquí  no  hay  más  embajada 
que  la  razón,  y  me  sobra 

8or  todas  mis  coyunturas. 
Ion  Frutos,  basta  de  broma. 

Hablo  de  veras.  Usted, 

señora  mia,  no  es  tonta, 

y  bien  habrá  conocido 

que.  el  tal  casamiento  es  droga. 

Yo  soy  demasiado  tosco 

para  dama  tan  preciosa; 

no  se  cambian  las  costumbres 

como  se  cambian  las  modas,  ^ 

y  nunca  harán  buenas  migas 

perro  y  gato  en  una  alforja. 
Marq.     Eh!  ¡Gomo  de  esos  milagros 

hace  el  amor! 
Frutos.  Dale,  bola! 

No  nos  amamos  nosotros: 

lo  entiende  usted?;  no,  señora. 

Yo  lo  sé  de  buena  tinta; 

esto  es.  de  su  propia  boca, 

y  ella  de  la  mia:  estamos? 

Ni  soy  mudo,  ni  ella  es  sorda. 
Marq.      Ella  cumplirá,  no  obstante, 

con  los  deberes  de  esposa 

Frutos.    No  diré  yo  lo  contrario 

si  la  permiten  que  escoja; 

porque  ha  de  saber  usted , 

si  por  desgracia  lo  ignora, 

que  hay  bigotes  de  por  medio. 
Marq.      Bobada!  Á  usted  se  le  antojan 

loff  dedos  huéspedes. 
Frutos.  No. 

Marq.     Vaya!.... 

Frutos.  Hay  moros  en  la  costa.  ^ 

Marq.      Cuando  á  mí  nada  me  ha  dicho 

la  niña 

Frutos.  Teme  la  cólera 

de  usted. 
Marq.  Por  qué  ?  Yo  no  fuerzo 

su  voluntad. 
Frutos.  Se  equivoca 

mi  señora  la  Marquesa...., 

por  no  decir  otra  cosa. 
Marq.      Hablemos  claro,  don  Frutos, 

y  diga  usted  sin  tramoya 

que  retira  su  palabra. 

¡Hombre  sin  pudor,  sin  honra, 

sin  fe 

Frutos.  Señora  Marquesa! 

No  quiera  usted  que  nos  oigan 

los  sordos ;  tenga  usted  juicio, 


362 


EL  PELO  DE  LA  DEHESA. 


Marq, 
Frutos. 


Marq. 
Frutos, 
Marq, 
Frutos. 


Marq. 
Frutos. 


Marq. 
Frutos. 


Marq. 
Frutos. 


Marq, 
Frutos. 


7  ahorremos  una  camorra. 
A  todos  nos  salva  un  nó. 
Veamos  á  quién  le  toca 
pronunciarlo.  Si^o  diera 
calabazas  ¿  la  moza , 
sobre  faltar  al  respeto 
del  que  está  bajo  una  losa, 
fueran  ustedes  silbadas 
diez  leguas  á  la  redonda ; 
ella  no  lo  soltará 
si  la  llevan  á  la  horca; 

conque 

¿Conque  yo  he  de  ser 
quien  cante  la  palinodia? 
Sí ,  señora ,  y  yo  consiento 
que  me  ponga  usted  como  hoja 
de  perejil,  y  me  acuse 
de  haber  roncado  en  la  ópera...., 
sí  tal  I ,  y  de  haber  comido 
á  cucharadas  la  sopa: 
y  más  que  salga  tamoien 
á  la  colada  la  historia 
del  velador,  y  el  abrazo, 
y  la  zamarra,  y  las  botas....; 
y  más  que  sea  preciso, 
para  que  usted  quede  airosa, 

compararme Á  quién  diré? 

Al  bruto  de  Babilonia. 

No;  ya  es  tarde.  Yo  no  cedo. 

N9? 

Mil  veces  no. 

Señora  I 
{Mire  usted  que  eso  es  ponerme 
en  el  pescuezo  una  soga! 
¡  Mire  usted  que  si  me  obliga 
á  que  mi  palabra  rompa; 
yol ;  un  aragonés ! ,  sai !  juro 
por  mi  padre  que  esté  en  gloria 
que  se  ha  de  acordar  usted 
de  don  Frutos  Galamocha. 
Bravatas!  baladronadas! 
Pues  ya  que  usted  me  provoca, 
guerra,  venganza! 

{Sacando  una  cartera  y  de  ella  unos 

papeles.] 

Aquí  tengo 
mi  artillería.  Arda  Trova! 
Cómo!.... 

Usted  recordará 
si  no  es  flaca  de  memoria 
que,  cuando  el  marqués  difunto 
residia  en  Zaragoza , 
para  sacarle  de  empeños 
le  abrió  mi  padre  su  bolsa. 
Es  verdad.  Le  prestó  algunas 

cantidades 

Y  no  flojas. 

[Mostrando  d  la  Marquesa  un  papel.] 

Vea  usted :  veinte  mil  pesos ! 
(Dios  mió!....) 

Cuenta  redonda. 


Marq. 

Pagaré 

Frutos. 

De  eso  se  trata. 

El  documento  está  en  forma. 

Marq. 

(Este  hombre  me  va  á  perder!) 

Más  adelante..... 

Frutos. 

No,  ahora. 

Pagúeme  usted  al  momento, 

ó  la  casa  se  alborota 

y  ante  el  notario  y  testigos 

digo  que  es  usted'tramposa. 

Marq. 

Ah,  don  Frutos! 

Frutos. 

Y  la  pongo 

por  justicia. 

Marq. 

Qué  congoja! 

Frutos, 

Y  le  embargo  cuanto  tiene 

en  la  sala  y  en  lli  alcoba 

Marq. 

Jesús,  qué  hombre ! 

ESCENA  V. 

LA  MARQUESA.     D.  FRUTOS.    JUANA. 

Juana,    [Anunciando.]  Los  testigos, 

el  cura  de  la  parroquia, 
el  notario 

Marq.  Justo  Dios! 

Juana.    £1  marqués  de  la  Alcachofa 

Marq.      Voy Que  esperen  un  momento. 


ESCENA  VI. 

LA  MARQUESA.    D,  FRUTOS. 

Marq.     Tenga  usted  misericordia 

Frutos.   La  ha  tenido  usted  de  mí? 

La  venganza  es  muy  sabrosa. 
Marq.     Baje  usted  la  voz ! 
Frutos.  No  puedo, 

Íue  el  furor  me  desentona, 
'odos  sabrán 

[La  Marquesa  cierra  la  puerta  del 

foro.] 

Cierra  usted? 

Pues  levantaré  la  solfa. 

Ó  pagarme,  ó  despedirme, 

ó  he  de  hacer... 
Marq .  Virgen  do  Atocha! . . . 

Frutos,   una  de  pópulo  bárbaro, 

Í  aunque  me  gaste  mil  onzas 
e  de  tener  el  consuelo 
de  que  pida  usted  limosna. 
Marq.      Basta!  Ño  más!  Yo  recojo 
la  palabra  de  la  novia, 
y  la  mia. 
Frutos.  Eso! 

I  Marq.  Y  diré 


EL  PELO  DE  LA  DEBESA. 


363 


Frutos. 
Marq. 

Fmtos, 

Marq. 


Frutos. 

Marq. 

Frutos. 

Marq. 

Frutos. 


Miguel. 

Elisa. 

Remigio 


que  el  novio  no  me  acomoda. 
Así! 

Y  diré  la  verdad, 

Íorqne  es  usted  un  idiota, 
ovinamente!  ün  abrazo 
le  daria  á  usted  ahora. 

Mas  ¿qué  dirán  los  testigos — 

esto  es  lo  que  n^e  sofoca — , 
y  el  notario,  y  tanta  gente 

convidada 

Usted  se  ahoga 
en  poca  agua.  Ellos  venían 

á  presenciar  una  boda 

Y  esa  boda  se  ha  frustrado ! 
Pues  ¿hay  más  que  darles  otra? 
Cómo ! . . . .  -^¿Con  quién ... 

[Acabando  i$  abrir  la  puerta  de  la 
izquierda.] 

Verbigracia. 

[Salen  Elisa^  D.  Miguel  y  D.  ñemi" 
gio  y  se  arrodillan  d  los  pies  de  la 

Marquesa.] 

Señora!.... 

Mamá!.... 

Señora!.... 


ESCENA  OLTIHA. 

LA  MARQUESA.  ELISA.  D.  FRUTOS.  D.  MIGUEL. 

D.  REMIGIO. 


Marq. 

Elisa. 

Marq. 

Frutos. 

Marq. 

Remigio 

Miguel. 

Marq. 


Remigio 


Marq. 


ÍQué  veo!  Aparta  de  aquí, 
lija  traidora. 

Perdón!.... 
Qué  horrible  conspiración ! 
Todo  se  gobierna  así. 
Ah!  Mé  han  burlado! 

Por  Dios!.... 

Ah,  señora!  Yo  protesto 

Pero  ¿qué  viene  á  ser  esto? 

[  Viendo  que  también  D.  Remigio  está 
arrodillado.] 

Te  has  de  casar  con  los  dos? 
.  Cada  cual  en  este  asedio    ^ ' 
hace  el  papel  que  le  dan. 
Este  es  el  primer  galán, 

y  yo xxn parte  de  por  medio  (*). 

(Buscar  un  yerno  es  urgente 

en  este  lance  de  honor, 

y  pues  no  hay  otro  mejor...., 


cubramos  el  expediente.) 
Miguel.   Rica  no  será  conmigo, 

pero  mi  amor 

Elisa.  ¡  Por  piedad 

Frutos.   I  Por  la  negra  honrilla 

Marq.  Alzad! 

Yo  os  abrazo  y  os  bendigo. 
Frutos.   Viva!  Eso  es  ser  madre!  Ahora 

que  eetamos  todos  contentos, 

rompo  yo  mis  documentos. 

[Hace  pedazos  los  papeles  que  sacó.] 

Estamos  en  paz ,  señora. 
Marq.      Tanta  generosidad ! 

Me  confunde  usted,  me  abate 

Frutos.   No  tal.  Pago  mi  rescate 

y  I  viva  la  libertad ! 
2Íemigio. Oh' fecho  noble  y  sin  hiél! 

Frutos.    Basta.  D'emos  al  olvido 

.  Miguel.   Don  Frutos ! . . . . 
Elisa.  ( ¡Qué  necia  he  sido 

en  no  casarme  con  él ! ) 
Frutos.   Ahora andemos  á  porrazos , 

si  usted  quiere,  capitán. 
Miguel.    No;  ya  no  tengo  ese  afán. 

Frutos.   [En  actitud  de  brindarle  con  un 

abrazo.] 

Pues 

Miguel.  Venga  usted  ^  mis  brazos! 

[Se  abrazan.] 

Remigio.  [Enternecido.] 

El  llanto  inunda  mi  cara, 
y  siento  una  óonmocion...., 

una Bravo!....  Otra  edición 

del  Abrazo  de  Vergara! 
Vamos  á  la  sala  presto, 

que  nos  están  esperando 

Vayan  ustedes  andando 

¿Y  usted 

No  es  aquel  mi  puesto. 
Yo  voy  á  buscar  un  coche 
que  me  vuelva  á  mi  lugar. 
Ya  se  quiere  usted  marchar f 
Sí.  No  duermo  aquí  esta  noche. 
También  Yo  entiendo.  Marquesa , 
algo  de  filosofía,  . 

aunque  tengo  todavía /^ 
el  pelo  de  la  dehesa. 

Pero  ¡dejarnos  así 

Sin  disfrutar  del  convite 

Nada!  Á  Belchite,  áBelchite! 
La  corte  no  es  para  mí. 


Marq. 

Frutos. 

Remigio. 

Frutos. 


Marq. 
Frutos. 


Elisa. 

Remigio. 

Frutos. 


{')    Nombre  que  en  lo  anlíguo  se  daba,  y  todav(a  se  da  alguna  vez  entre  adores,  á  los  que  sólo  se  emplean  ei^  pa- 
peles muy  subalternos:  hoy  se  llaman  más  comunmente  racionislat. 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITE: 


SEGUNDA  PARTE  DE 


EL    PELO    DE    LA    DEHESA. 


GOMEIDIA  EN  TRES  ACTOS. 


Estrenada  en  el  teatro  de  la  Cru  el  dia  27  de  Enero  de  184S  (*). 


PERSONAS. 


SIMONA. 

ELISA. 
JUANA. 
B.  FRUTOS. 


Tío  PABLO, 
MAMERTO. 
GORRIÓN. 
BLAS. 


La  escena  es  en  Belchite,  en  casa  de  D.  Frutos.  Sala  con  muebles,  no  de  mucho  lujo,  pero  de 
mejor  gusto  que  los  que  suelen  usarse  en  los  lugares.  Tres  puertas  en  el  foro:  la  de  en  medio 
es  la  que  da  entrada  á  los  que  vienen  de  fuera  de  casa:  una  ventana  en  los  bastidores  de  la 

derecha:  mesa  con  recado  de  escribir. 


«MMA^«V^«^AA«^W«M^A^^^^W 


ACTO    PRIMERO. 


ESCENA  L 

SIMONA,    no  PABLO. 

[  Vestidos  los  ios  con  huena  ropa^  pero  al  estilo 
ae  los  ladradores  del  mis,  aparecen  acabando 
de  ordenar  los  muebles  que  adornan  la  habi- 
tación,] 

Simona,  Aquí  la  otra  silla Bien. 

Pablo.  Ensancha  el  cuajo,  Simona. 
Con  este  ajaar,  en  Belchite 
no  habrá  hidalga  que  te  tosa. 


T  al  tenor  del  homenaje 
de  la  sala  y  de  la  alcooa 
serán  ¡no  marra  I  los  dijes 
y  las  galas  de  la  novia. 
Poder  de  Dios  y  qué  rombo! 
Sonada  va  á  ser  tu  boda. 

Simona.  Padre,  aun  falta  para  hacerla.. 

Pablo.     Qué  falta  y  chica? 

Simona.  No  es  cosa  I 

Lo  primero  y  prencipal : 
el  novio. 

Pablo.  Él  vendrá  en  presona 

con  la  última  carretada.  • 


(*)  Cree  el  autor  qae,  por  la  circunstancia  de  ger  la  presente  comedia  continuación  de  la  que  antecede,  aunque  es- 
crita y  representada  cinco  afios  después,  esta  es  su  colocación  más  adecuada,  sin  embargo  de  que,  consideradas  con 
separación  una  y  otra,  la  acción  de  amfias  es  independiente  y  completa. 


365 

Simona. 

Pablo. 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITE. 


Simona, 
Pablo. 


Simona. 
Pablo. 

Simona. 
Pablo. 


Simona. 

Pablo. 

Simona. 


Pablo. 
Simona. 


Pablo. 


Simona. 
Pablo. 


Simona. 


Pablo. 


Simona. 


Es  ya  demasiado  posma 
para  novio. 

Vaya,  chica, 
no  me  seas  cavilosa. 
Venga  hoy,  ó  venga  mañana, 
venga  en  carro,  ó  venga  en  posta, 
todo  es  venir. 

Es  verdá. 
Si  es  verdá!....  Pues  vaya  otra. 
¿Cómo  puede  un  hombre  solo 
estar  á  la  mesma  hora 
en  la  villa  de  Belchite 

?en  la  ciudá  siempre  heroica? 
ues  ya;  eso  salta  i  los  ojos; 

pero  el  caso 

Calla,  tonta. 
Tú  no  sabes  de  la  misa 
la  media. 

Es  que  ya  me  amosca 

BU  tardanza  y  su 

No  le  hace. 
Al  ñn  se  canta  la  gloria, 
y  ello  es  cierto  que  por  algo 
se  detiene  en  Zaragoza. 
Otra  verdá  como  el  puño, 
ün  oráculo  es  mí  boca. 
Así  le  llaman  á  usté 
diez  leguas  á  la  redonda 
Pero-Grullo  por  mal  nombre. 
Los  que  envidian  mi  retólica. 

Pues  por  más  que  diga  usté 

Ta  hace  tres  semanas....,  bobas! 
que  no  he  visto  carta  suya. 
Bah !  con  eso  nos  ahorra 
portes.  Siga  acarreando' 
catres  y  sillas' y  cómodas,' 
y  coruña  para  sábanas, 
y  tafetán  para  colchas, 
y  toballas  y  manteles ; 
que  lo  demás  poco  importa. 
¿Qué  sustancia  sacas  tú 
de  sus  cartas  amorosas? 
Maldita.  Papeles  son 
papeles,  dice  la  copla, 

cartas  son  cartas T  en  fin, 

no  te  pidió  para  esposa? 
Sí,  señor. 

Pues !  Y  este  ajuar 
tan  pulido  ¿no  lo  compra 
para  que  tú  lo  desfrutes? 
Sí,  pero  muebles  de  moda...., 

al  estilo  de  la  corte 

Mucho  la  tiene  en  memoria ! 
Bah!  {Pues  si  dijo  mil  pestes 
de  Madriz  y  sus  tramoyas 

cuando  vino 

Sí,  al  prencipio 
se  encontraba  aquí  en  sus  glorias, 
y  muerto  por  mis  pedazos 
todo  era  hacerme  carocas , 
y  me  llamaba  garrida, 

chupona,  cara  de  rosa 

Mas  luego  le  entró  la  murria. 


í 


Pablo. 


Simona. 
Pablo. 

Simona. 
Pablo. 


Simona. 


Pablo. 


Simona. 


y  puso  la  cara  fosca , 
y  de  todo  se  cansaba; 
de  jugar  á  la  pelota, 
de  cazar,  de  ser  alcalde...., 
hasta  Que  le  dio  la  mosca 
por  andar  de  ceca  en  moca: 
veinte  dias  en  Daroca, 
otros  veinte  en  Alcañiz, 
dos  meses  en  Tarazona , 
después  á  Calatayuz , 
luego  á  la  feria  de  Borja, 
y  por  último  á  las  fiestas 

del  Pilar ¿Qué  amor  ó  alforja 

es  ese?  Ta  ha  más  de  un  año 
ue  volvió  de  la  liornia 
e  Madriz ,  y  en  tanto  tiempo 
apenas  ha  hecho  la  rosca     . 
quince  dias  en  Belchite. 
Éígole  á  usté  Que  es  historia ! 
Le  habrá  manaado  el  dotor 
que  mude  de  aires,  simplona, 
y  viajar  y  mudar  de  aires 
todo  es  una  mesma  cosa. 
Sí,  señor,  y  en  cada  pueblo 

Suede  que  tenga  una  moza. 
ío  creas T  en  fin,  más  vale 

que  corra  la  tuna  ahora 
que  después. 

Sí,  ¡buen  consuelo 

de  tripas!  ¡buen 

Dale,  bola! 
Hizo  promesa  solegne 
de  darte  el  sí  en  la  parroquia, 
y  se  casará  y  tres  más ; 
que  es  hombre  de  mucha  forma, 
y  ha  dé  ser  falsa  la  bula 
del  Padre  santo  de  Roma 

S rimero  que  la  palabra 
e  don  Frutos  Calamocha. 
También  t)freció  casarse 
con  aquella  señorona 
de  Madriz,  y  la  dejó 
por  Cristus  domina  nostra. 
Aquello  fué  diferente. 
Hubo  allí  mil  trapisondas , 
y  de  acuerdo  de  ambos  sexos 
se  desbarató  la  boda. 
Anda,  él  vendrá  sí  es  de  ley. 
Su  casa  es  nuestra;  á  su  costa 
seis  meses  hace  que  estamos 
llenando  aquí  la  bartola; 
y  como  decia  el  otro, 
mientras  no  falten  las  ollas 

de  Egito,  no  hay  prisa 

usté 
lo  mira  con  mucha  sorna; 
I  pero  yo,  pobre  de  mí, 
con  veinte  años  á  la  cola 


Muchacha ! 


y  sm  casarme..., 
Pablo. 

Simeona.  Y  si  dijéramos 

Pablo.  ¡Oiga., 

Simona.  Que  no  habia  en  el  lugar 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITE. 


1167 


Paila. 


Simona. 

Pablo, 

Simona. 


Pablo. 


Simona, 


Pablo. 
Simona. 

Pablo. 

Simona. 
Pablo. 


Simona. 
Pablo. 

Simona. 


Pablo. 
Simona. 


Pablo. 


quien  me  hiciese  cucamonas 
antes  que  él...;.  ¡Pobre  Mamerto, 
que  por  mí  suspira  y  Hora, 

y  le  dejé  por  don  Frutos 

Hiciste  bien.  Guando  sopla 
la  fortuna ,  el  que  la  pierde 
merece  comear  bellota. 

Usté  me  lo  aconsejó 

T  tú  no  te  hiciste  sorda. 
Quizá  me  salga  á  la  cara 
haber  sido  ayariciosa. 

La  codicia  rompe  el  saco 

Aquí  no  hay  saco  ni  bolsa 
que  Taiga. 

[Con  la  mano  en  él  pecho.'] 

Tengo  aquí,  padre, 
un  peso  de  treinta  arrobas; 

Íue  filé  muy  mala  partida 
¡h!  vamos No  me  corrompas... 

Pobre  Mamertol  Aun  le  quiero 
unas  miajas. 

Si  me  nombras 

otra  Tez  á.ese  abejorro 

Bien.,  callaré 

Es  que  si  asoma 
por  esa  puerta,  le  juro 
que  ha  de  dormir  en  chirona. 
Ú  soy  regidor,  ú  no. 
Ya  le  he  dicho  que  no  ponga 
aquí  los  pies. 

Es  que  siempre 
está  haciéndote  la  ronda, 
y  me  enfada..... 

Se  consuela 
con  hacer  lo  que  la  zorra 
con  las  uvas. 

Sí,  están  verdes. 
Pero  si  usté  no  se  enoja 
le  diré  que  es  tontería 
quitarle  de  cuajo  toda 

BU  esperanza,  por  si  el  otro 

Que  al  ñn  no  pide  limosna 
Mamerto:  tieüe  hacendiUa, 
y  con  la  chupamelona 

de  la  escribanía 

Basta  1 
Ya  he  dicho  que  no  me  rompas 
la  cabeza 


Es  de  don  Frutos. 


Simeona. 
Pablo. 


[La  aire.] 

Qué  dice? 


ESCENA  IL 

SIMONA.    TIC  PABLO.    GORRIÓN. 

Gorrión.  Guarde  Dios 

Pablo.     ¿Qué  hay... 

Gorrión.  Una  carta. . . 

Pablo.     [Tomándola.]  k  ver? 

[  Viendo  el  sobre.] 


[Leyendo.] 

«rHoy  salgo  de  Zaragoza, 

?r  á  poco  que  se  retarde , 
legaré  á  la  misma  hora 
que  el  correo.»  No  lo  dije? 
Simona.  Ahí  Volvámosle  la  honra. 
Ahora  sí  que  va  de  veras ! 

Brinco  de  gozo (Perdona 

por  Dios,  Mamerto.) 

El  alcalde 
le  llama  á  usté.  Viene  tropa 

mañana 

Voy  al  momento. 
Recibe  tú  cariñosa 
á  Frutos,  si  tan  y  mientras 
que  estoy  fuera  se  le  antoja 
venir.  Echa  á  andar.  Gorrión. 

[Á  Simona.] 

Lo  oyes? 

Sí.. 

Y  dale  memorias. 


Gorrión. 


Pablo. 


Simona. 
Pablo. 


ESCENA  III. 

SIMONA. 

De  tanto  y  tanto  esperar 

Ía  me  iba  quedando  pocha, 
[e  caso  con  Galamochal 
Soy  la  reina  del  lugar.— 
La  concencia  me  da  voces...., 
mas  bien  dice  padre :  si  una 
ve  en  su  puerta  á  la  fortuna 
ale  ha  de  dar  un  par  de  coces? 
Si  pudiera  con  mi  mano 
juntar  en  cuatro  minutos 
con  el  caudal  de  don  Frutos 

la  cara  del  escribano 

Á  bien  que  nadie  se  ha  muerto 
de  pesar  porque  le  den 
calabazas,  y  él -también 


Holal 


ESCENA  IV. 

SIMONA.    MAMERTO. 

Mamert.  Simona  I 

Simona.  Es  su  voz Mamertol 

¿Por  qué  vienes,  maldecido, 

á  esta  casa (fuerte  apurol) 

fli  sabes  ya  de  seguro 

que  has  de  ser  mal  recibido?. 

Mamert.  Porque  tú  eres  el  retablo 


368 


DODi  FRUTOS  EN  BELCHITE. 


Simona. 
Mamert. 
Simona. 


Mamert. 
Simona, 
Mamert. 


Simona. 
Mamert. 
Simona. 
Mamert. 
Si'inona. 

Mamert. 

Simona. 
Mamert. 


Simona. 
Mamert. 


Simona. 


Mamert. 
Simona. 
Mamert. 


Mamert. 
Simona. 

Mamert. 


de  toda  mi  deTOcion , 

porque  te  amo  con  pasión 

y  porque  lo  quiere  el  diablo. 
Vengo,  Simona,  á  tu  casa 
como  mariposa  terca 
que  una  vez  y  otra  se  acerca 
á  la  luz  donde  se  abrasa. 
Vete,  Mamerto. 

Mujerl.... 
Ya  me  cansan  tus  sandeces. 
¿No  te  he  dicho  treinta  veces 
que  no  te  puedo  querer? 
¿No  te  he  dicho  yo  otras  tantas 
que  no  te  puedo  olvidar? 
Qué  amor  tan  particular! 
Con  desprecios  ¿qué  adelantas? 
Ver  la  cara  guapetona 
con  que  el  corazón  me  punzas; 
que  por  mucho  que  la  frunzas 
siempre  es  tu  cara,  Simona,* 
tener  envidia  á  la  saya 
que  está  ciñendo  tu  talle ,  * 
aunque  me  eches  á  la  calle 
con  un  noramala  vaya; 
mirarme  en  los  ojos  oeílos 
con  que  mi  delirio  ves, 

y  en  ñn,  postrarme  á  tus  píes 

aunque  me  pises  con  ellos. 

[Lo  hace.] 

Jesús!....  Alza 

Bien  estoy. 
Alza ;  no  seas  pelmazo! 
No! 

(Le  daría  un  abrazo ) 

Vamos,  ¿alzas,  ó  me  voy? 

[Levantándose.] 

Porque  no  te  vayas ,  alzo. 

Bien,  pero  pronto 

Oh  delicia!.... 
Á  Santiago  de  Galicia 
iría  por  ti  descalzo. 
Oh!  vete  ya;  no  me  enfades. 
Otro  momento,  alma  mia. 
No  me  has  dicho  todavía 
bastantes  iniquidades. 
Te  las  diré  si  me  pones 
en  ese  resbaladero, 
ya  que  eres  tan  majadero 
que  te  gustan  los  sofiones. 

Te  confieso 

Hum!....  No  te  vas? 
Aunque  con  ellos  me  humillas, 
que  me  saben  á  rosquillas 
por  ser  tú  quien  me  los  das. 
No  quiere  padre  hoy  en  dia 
que  iiable  contigo. 

Aydemí! 
T  sí  te  sosprende  aquí 
va  á  hacer  una  fechuría. 
Bien ,  yo  á  sufrirla  me  obligo 
por  esos  ojos  morenos. 


Simona. 
Mamert. 


Simona. 
Mamert. 
Simona. 


Sufrirla  tú  es  lo  de  menos, 
pero  ¿y  si  la  hace  conmigo? 
Oh !  si  al  pelo  de  tu  ropa 
se  atreve,  ¡por  san  Melchor 
que  aunque  sea  regidor 
me  lo  he  de  comer  por  sopa ! 

No  creo 

Hay  padres  muy  brutos  I 
Pero  ¿á  qué  tanto  moler? 
¿Cómo  he  de  ser  tu  mujer 
si  me  caso  con  don  Frutos? 


Simona. 
Mamert. 


Mamert. 
Simona. 


Mamert. 


Simona. 
Mamert. 


Mamert.  [Afligido,] 

Qué  al  fin  me  dejas  por  él  ?  ' 
Otra!  Si  padre  lo  manda!.... 
Y  tú  lo  deseas!...  ¡Anda, 
cruel  y  más  que  cruel!.... 
Simona.  Si  esperas  que  yo  me  arredre 
por  tus  lamentos,  mal  vas. 
10  cruel!....  Tú  lo  eres  más, 
que  no  me  dejas  que  medre. 

Calamocha  derrocha 
por  mí  un  tesoro,  un  Perú. 
¿Me  darás  acaso  tú 
lo  que  me  da  Calamocha? 
ün  dia,  V  no  muy  lejano 
te  colmaba  de  placer 
la  golosina  de  ser 
costilla  de  un  escribano. 

Es  que estonces 

Y  quizá 
decias  tú  para  ti : 
bien  tendrá  fe  para  mí 
el  que  á  todos  se  la  da : 
y  por  saciar  tu  ambición , 
ingrato  y  dulce  embeleso, 
yo  hubiera  armado  un  proceso 
al  gallo  de  la  pasión  : 
y  mis  sentidos  incautos 
soñaban — picara  suerte ! — 
con  el  gozo  de  tenerte 
cosida  siempre  á  los  autos; 
mas  hoy — ¿quién  me  lo  dijera! — 
¡ya  mi  pluma  no  te  basta 
y  haces,  ante  mi,  subasta 
de  esa  cara  retrechera  I 

[Rompiendo  á  llorar.] 

¡Y  me  das  tal  pesadumbre, 

y  no  cesan  tus  enojos 

viendo  brotar  de  mis  ojos 

lágrimas  de  media  azumbre! 

Simona.  No  llores;  me  da  pesar 

Mamert.  No  importa:  más  pasó  Cristo 

¡  Alábate  de  que  has  visto 

á  un  escribano  llorar! 
Simona.  Si  te  consuelas  así, 

llora  donde  más  te  cuadre , 

?ero  no  aquí,  que  mi  padre 
a  lo  tenemos  aquí ! 

[Mamerto  sigue  gimiendo  y  llorando.] 


DON  FRUTOS  EN  BELCBITE. 


369 


ESCENA  V. 


SIMONA.    MAMERTO.    TÍO  PABLO. 


Pablo,     ¿Qué  veo  I  Mamertol 

Simona, 

Pablo, 


Yo. 


Pícara,  no  me  repliques! 

¿No  ofreciste  esta  mañana 

no  volver  á  recibirle? 
Simona.  Sí,  señor,  pero  ¿qué  hace  una 

cuando Él 

Pablo.  Infame! 

\Á  Mamerto,']  Belitre!. 

Simona,  Entró  aquí  de  sopetón, 

y  por  más  que  yo  le  dije : 

vete,  no  te  hablo,  no  te  oigo...., 

ni  por  esas!  Es  muy  chinche. 
Pablo.     \  Voto  á ¡  Colarse  en  mi  casa 

sin  decir  dóminus  Cristi! — 

Mas  sin  alas  no  se  vuela ; 

sin  duda  tú  se  las  diste 

Simona.  ¿Alas  dice  usté,  y  está 

llorando  que  se  derrite? 


Pablo, 

Mamert. 
Pablo, 


[Acercándose  á  Mamerto,] 

Y  es  verdá!....  Mala  vergüenza! 

[Llorando,'] 

Ah! 

Corazón  de  alfeñique , 
lloras!  De  Btíc&ite,  y  lloras!  (*) 

Mamert,  [Entre  irritado  y  lloroso,] 

Sí ,  señor :  yo  soy  sensible. 
¿No  he  -de  tener  corazón 
porque  he  nacido  en  Belchite? 
Lloro,  sí,  pero  mi  llanto 
no  es  cobardía;  es  berrinche. 
Lloro  de  amor  y  de  celos , 
porque  ésta — ahí  está  el  busilis!— 
se  va  al  sol  que  más  calienta, 
y  me  desprecia  y  me  aflige 
porque  otro  novio  la  ofrece 

Elate  y  oro  á  celemines, 
lloro  porque  alguna  bruja, 
de  su  hija  de  usted  compinche , 
sin  duda  me  ha  dado  hechizos , 
pues  soy  tan  incorregible, 
que  debiendo  aborrecerla 
porque  tiene  alma  de  tigre, 
si  ayer  la  amé  como  cuatro 
hoy  la  adoro  como  quince. 
Dígale  usted  que  se  ablande, 
dígale  usted  que  me  guiñe 
siquiera  un  ojo,  y  veremos 
quién  llora  luego  y  quién  ríe. 
Jjígame  ella :  tuya  soy  ,• 
te  quiero  como  te  quise, 

Ír  si  algún  guapo  lo  estorba 
e  deshago  las  narices. 


Pablo. 
Mamert. 


Pablo. 
Mamert, 

Pablo. 

Simona, 
Mamert. 
Pablo. 
Simona, 

Pablo. 

Simona. 
Pablo, 


Y  si  fuese  yo  ese  guapo , 
qué  harías  ? 

ídem  per  ídem. 
Antes  que  volverme  atrás 
quiero  que  me  descuarticen. 
Te  me  subes  á  las  barbas ! 
Mientras  ella  no  me  anime , 

no,  señor;  pero 

[Amenazándole.]      Bribón ! 
A  un  hombre  de  mi  calibre!.... 
Padre!.... 

Al  mismo  súrsum  corda... 
Aun  regidor!.... 

Por  la  Vírgenl 

[Llamando,] 

Gorrión ! — Irás  á  la  cárcel. 
Padre  I — Mamerto  I . . . . 

No  chistes ! 


ESCENA  VI. 


SIMONA.    Tío  PABLO.    MAMERTO.    GORRIÓN. 


Gorrión, 
Pablo. 


Gorrión. 
Pablo, 

Mamert. 

Pablo. 
Mamert. 


Simona. 


Mamert, 


(*)    Frase  proverbial  en  mucha  parle  de  Aragón. 
II. 


Qué  me  manda  su  mercé? 
Mando,  una  vez  que  me  sirves 
de  criado  y  de  alguacil, 
que  me  prendas  á  ese  títere. 
A  él!  A  un  escribano!  ¿Sabe 
su  mercé  lo  que  se  dice? 
Mejor.  En  un  calabozo 
purgará  todos  sus  chismes 
y  trapisondas. 

Tío  Pablo!.... 
Cuidado  con  zaherirme, 
ó  por  vida 

Alzas  el  puño  I 

¡Te  atreves 

Estoy  en  crisis. 
Por  ella  seré  furioso 
león  ó  cordero  humilde. 
Habla ,  Simona :  ¿me  atrevo , 
ó  no  me  atrevo  ?  JDecide. 
Si  me  amas ,  no  me  acobardan 
regidores  ni  alguaciles ; 

si  me  aborreces 

8í,sí; 
te  lo  digo  sin  melindres; 
te  aborrezco ,  y  aunque  frailes 
descalzos  me  lo  prediquen 
nunca  te  querré. 

No  ?  ¡  Ay  mísero , 
mísero  de  mí ,  infelice! — 
Vamos ,  no  hago  resistencia. 
lQu6  me  prendan,  que  me  lien, 
y  si  con  eso  no  estás 
contenta,  que  me  fusilen ! 

[Llorando.] 


24 


■ 

\ 


370 


DON*  FRUTOS  EN  BELCDITE. 


Adiós,  Sí  mona  !..!•.  Sí  en  son 
fúnebre ,  pausado  y  triste 
oyes  tañer  las  campanas , 
no  pregantes ,  no  averigües 
^or  quién  doblan.  El  difunto 
soy  yo :  Mamerto  Rodríguez , 
que  víctima  de  una  ingrata 
muero  en  mis  verdes  aoriles 
pidiendo  á  Dios  que  perdone 
mis  flaquezas  y  tus  crímenes. 


ESCENA  VII. 

Tío  PABLO.    SIMONA. 

Simona.  ¿Si  se  morirá  de  vdras , 

Virgen  del  Pilar  I 
PaMo.  .  '  ¿MorirsQ 

por  eso?  Quiá!  T  con  su  pan 

se  lo  coma  si  es  tan  simple ; 

y  al  que  se  muere  lo  enticrran ;  4 

esto  es  claro,  y  cada  quisque 

Pero  ya  íarda  4on  Frutos. 

Simona.  ¡  Si  ahora  me  dejase  alpiste 

Paila,     (Vuelta  á  la  tema 

Simona.  Más  vale 

pájaro  en  mano  que  buitre 

Voces,     [Á  lo  lejos.] 

Viva  I 
Pablo.  Oyes? 

Voces.  Viva  don  Frutos ! 

Padlo.     Ta  está  tu  novio  en  Belchite. 

[Asomándose  d  la  ventana.] 

Mírale ;  en  silla  de  posta 
llega  por  allí,  á  lo  príncipe. 
Voces.     Viva ! , 

[Se  oye  el  ruido  de  un  carruaje.] 

Simona.  [Asomándose.] 

Él  es  I  ¡Qué  guirigay 
de  cascabeles  y  vítores  I 
Ya  se  apea. 

[ffritando  y  agitando  el  pañuelo.] 

Bien  venido  I 
Pailo,     Arriba !— Qué  bella  efrige  I 

Simona.  [Quitándose  de  la  ventana.] 

Sí,  Tiene  guapo.  ^ 

Pablo»  T  qué  orondo ! 

Bien  pesará,  sin  la  pringue, 
siete  arrobas....  Mas  ¿qué  hacemos? 
Salgamos  á  recibirle. 


ESCENA    VIII.  - 

SIMONA.    Tío  PABLO.    D.  FRUTOS. 

m 

[D.  Frutos  ha  abandonado  su  traje  de  tugare- 

^Of  y  y^  1^  ^s  tan  áspero  en  su  acento  ni  tan 

rudo  en  sus  modales.] 

Pablo.     Frutos  I  [Le  abraza,] 
Frutos.  Tío  Pablo ! — Simona  I 

Simona.  [Desviando  á  su  padre  y  abrazando  d 

D.  Frutos.] 

Quite  usté,  que  no  me  huelgo 
si  á  sus  hombros  no  me  cuelgo. 

Frutos,    Mi  gozo 

Pablo.  Aquí!  A  la. poltrona! 

[Hace  sentar  á  D.  Frutos  en  una  bu- 
taca. Simona  se  sienta  á  su  derecha  y 
el  tio  Pablo  á  su  izquierda.] 


Frutos, 
Simona. 


Frutos. 
Simona. 


Frutos. 
Simona. 


Frutos, 


Estoy  loco  de  contento. 
Yo  también 

[Colgándosele  de  un  brazo,] 

Gracias  á  Dios ! 
Te  esperábamos  los  dos 
como  al  santo  azvenímiento. 
Tanto  tiempo  en  Zaragoza! 
Mis  asuntos 

[Dándole  una  palmada  en  el  muslo.] 
•  .  Ah  gazapo ! 

[A  su  padre.] 

Verdá  que  viene  muy  guapo? 
Y  tú  estás  muy  buena  moza. 
De  veras? 

[Le  toma  una  mano.] 
Eres  mi  encanto. 


Simona.  [Poniendo  su  segunda  mano  sobre  la 

de  D.  Frutos.] 

Me  quieres,  eh?  Me  querrás? 
Frutos.   Mucho.  (Y  te  querría  más 

si  no  me  sobaras  tanto.) 
Pablo.     La  posta  abre  el  apetito. 

Querrás  llenar  la  balija 

Frutos,   No ,  señor ;  ahora 

Pablo.  Anda,  hija; 

tráele  aquel  medio  cabrito. 

Simona.  [En  ademan  de  levantarse.] 

Voy 

Frutos.  No.  Ya  comí  en  la  venta. 

Pablo.     Ó  si  no,  cualquier  cosilla; 

torreznos,  una  morcilla 

Frutos.   (Este  suegro  me  revienta.) 

Nada  quiero.  Qué  porfía! 


Pallo. 


Frutos. 

Pablo. 

Frutos. 


Pablo. 


Simona. 

Frutos. 
Simona. 

Frutos. 

Simona. 

Frutos. 
Pablo. 


Simona. 
Frutos. 


Simona. 
Pablo. 


Simona. 

Frutos. 

Simona. 

Frutos. 

Simona. 

Frutos. 


Simona. 
Pablo. 

Simona. 
Pablo. 


DON  FRUTOS 

Comer  sin  gana  es  de  brutos, 
tio  Pablo. 

[Riéndose.]  Ja ,  ja i  Este  Frutos 

tiene  una filosomía!.... 

Pero  al  menos  da  cuartel 
hasta  la  hora  de  lá  cena 
á  un  jarro  de  Cariñena 
con  bizcochos  de  Teruel. 
Yino  ahora?  No  me  atrevo, 
ün  trago. «... 

Ni  por  asomo. 
Yo  bebo  siempre  que  cómo, 
mas  si  no  cómo  no  bebo. 
Yo  sí,  que  el  vino  remoza; 
mas  si  tú  no  hallas  placer 

[Á  Simo9ia.] 

Nos  le  han  echado  á  perder 
en  Madriz  y  en  Zaragoza. 
Él  se  domesticará 

otra  vez,  y  como  antaño 

Domesticarme  1.... 

Oyes,  maño! 
No  me  traes  nada  de  allá? 
Sí  tal.  (Ya  enseñó  la  punta 
de  la  oreja.) 

Díme  pues 

Cuéntame 

(Vil  interés!....) 
Excusada  es  la  pregunta. 
Traerá  el  vestido  de  novia 
tan  majo  y  tan  retumbante, 
que  no  le  habrá  semejante 

en  Madriz Ca!  ni  en  Segovia. 

Ya  me  relamo Es  azul? 

Y  otro  verde,  otro  canario 

Te  traigo  todo  un  vestuario. 
Pronto  llegará  el  baúl. 

Que  viva  el  garbo! 

Ah  buen  hijo! 
Otro  abrazo! 

[Le  abrazan  padre  i  hija.] 

Otro! 

(Qué  extremos!...) 

Y  cuándo  nos  casaremos? 
(Ah !....)  Mañana. 

Oh  regocijo ! 
(Unirme  yo  á  esta  gentualla!.... 
Oh  Elisa!....) 

[Se  oye  música  de  pueblo  que  toca  la 

jota.] 

(Cesó  la  murria. 

Mañana ) 

Oís  la  mandurria? 

[Se  levantan  los  tres.] 

Sí.  Qué  gusto!  Una  rondalla! 

[Acercándose  i  la  ventana.] 

Aquí  vienen.  ¡Qué  lucida, 
qué  brava  gente ! 


EN  BELCBITE. 


371 


Simona.  [Asomándose.]      En  efeuto. 
Pablo,     Sin  duda  es  con  el  ojeuto 

de  darte  la  bienvenida. 
Frutos.    (Dios  me  ampare ! ) 
Pablo.     [Desde  la  ventana.]  Arriba,  chicos  I 

[i  B.  Frutos.] 

Nos  vienen  á  festejar 

y  no  les  hemos  de  dar 

con  la  puerta  en  los  hocicos. 


ESCENA  IX. 

SIMONA.    D.  FRUTOS.    TIO  PABLO.     MOZOS 

DEL  PUEBLO. 

[Los  mozos  traen  guitarras,  panderetas^  Sfc] 

Unmozo..Yo  y  esta  gente  devota 

venimos  á  que  usté  sea 

bien  venido  y 

Frutos.  Gracias. 

Pablo.  ¡Ea, 

menos  charrar,  y  á  la  jota! 

[Preludio  de  jota.] 
Que  viva  el  son  de  mi  tierra! 

[Á  D.  Frutos.] 
Al  alma  me  llega  el  timple. 
Frutos.    [Bn  voz  baja.] 

Hombre ,  no  sea  usted  simple !  ' 
Si  parece  una  cencerra  I        ^ 

[Cantan.] 

«A  la  Virgen  del  Pilar 
se  encomienda  Zaragoza , 
y  Belchite  se  encomienda 
a  don  Frutos  Calamocha.> 

Simona.  El  cuerpo  me  baila  ya. 

Pablo,     Y  á  mí.  ó  semos,  ó  no  sernos 

Frutos.  í  Jota  y  siempre  jota!  ¿No  hemos 
ae  llegar  nunca  á  la  k?) 

[Cantan.] 

«Que  sea  tan  bien  venido 
como  deseado  fué, 
y  como  el  agua  en  Abril 
y  el  vino  en  cualquiera  mes.» 

[Siffue  la  música.] 

Simona.  Bien  tañido  y  bien  cantado! 
Esto  es  la  gracia  de  Dios. 

[i  D.  Frutos.] 

Vamos  á  bailar  los  dos 

Frutos.   Yo! ....  Perdona :  estov  cansado. 
Pablo.     Sí,  tienes  razón.  Acabas 

de  llegar Anda^  hija  mía« 


\ 


372 


DON  PRDTOS  EN  BELCHITE. 


Aquí  hay  un  majo!  Tuayía 
puedo  menear  las  tabas. 


[Bailan  Simona  y  ti  fio  Pablo ^'l 

Simona,  Lo  hago  bien  ? 

Frutos.  Sí;  yo  me  alegro 

(¿Dónde  me  voy  á  meter  I 
Jesucristo,  qué  majerl 
Virgen  del  rilar,  qué  suegro ! ) 

[Cantan,] 

«  Si  el  novio  se  llama  Frutos 
y  la  novia  es  una  flor, 
claro  está  que  antes  del  año 
tendrán  un  hijo  varón.» 
Frutos.    (Ta  me  enfada  ese  run,  run ) 

[Á  los  músicos,] 

Perdonadme  que  os  ataje. 
Molido  llegué  del  viaje 
y  noiie  descansado  aún.    . 

[Cesan  el  iaile  y  la  música,] 

Unmozo.Uice  bien.  Vamonos  pues,         % 

chicos. 
Frutos.  No  penséis  que  os  hago 

un  desaire 

• 

[Dando  dinero  d  uno  de  ellos.] 

Echad  un  trago 

á  la  salad  de  los  tres. 
Fl mozclío  iremos  á  casa  enjutos. 

Sígame  la  comitiva 

diciendo  conmigo:  ¡  Viva 

don  Frutos! 
Todos,  Viva  don  Frutos.  1 


ESCENA  X. 

SIMONA.    D.  FRUTOS.    TÍO  PABLO. 

• 

Failo .     ( Q  aé  contento  va  eL  gandul  I .... )  . 

Te  irás  á  la  cama;  sí? 
Frutos.   No.  Por  echarlos  de  aquí 

dije 

[Gorrión  y  un  mozo  entran  cargados 
con  un  haúl.] 

Simona.  Ta  está  aquí  el  baúl ! 


ESCENA  XI. 


SIMONA.    D.  FRUTOS.  TÍO  PABLO.   GORRIÓN. 


Gorrión,  Pesa  un  quintal. — Baja Suelta. 

[Dejan  el  haúl  en  el  suelo.] 


Simona, 


Frutos. 


Frutos.   [Dando  una  moneda  al  mozo.] 
Toma,  vete,  y  buen  provecho. 
[Se  retira  el  mozo.] 

Simona.  Vendrá  de  ropa  hasta  el  techo. 

Pablo,     Abí  no  estará  regüelta. 

Simona,  Bien  haya  mi  novio,  amén! 
Daca  la  llave,  galán. 
¡Tengo  ya  un  ansia,  un  afán 
ae  ver  todo  ese  almacén!.... 

Frutos,    [Metiendo  la  mano  en  el  bolsillo,] 

Aquí  ha  de  estar 

Simona,                                  Oh!  no  me  harto 
de  dar  gracias  al  Señor 

Frutos.    [Dando  i  Simona  una  llave,] 

Tómala.— Pero  es  mejor 

llevar  el  cofre  á  tu  cuarto 

Simona.  Lo  mesmo  tiene. 
Frutos,  Y  allí , 

ya  que  para  eso  han  venido, 

te  pones  ahora  un  vestido 

délos  que  traigo 

Sí,  sí. 

Más  linda  que  una  panocha 

estaré 

Ese  es  muy  vulgar 

para  quien  se  va  á  casar 

con  don  FrutosCalaniocha; 

que  aunque  yo  en  eso  no  fundo 

mi  gloria  ni  mi  placer, 

algo  se  ha  de  conceder 

á  las  prácticas  del  mundo, 

y  mientras  yo  no  te  quite 

ese  traje  burdo  y  recio, 

te  mirarán  con  desprecio 

las  hidalgas  de  Belchite. 
Simona.  No  hay  miedo.  Suda  la  plata, 

que  yo  tendré  señorío, 

y.  con  mi  aquel  y  mi  brio 

echaré  á  todas  la  pata. 
Frutos.   ( Hum. . .  la  pata  I ) 
Pablo.  Aunque  labriegos^ 

sabemos  de  feligrana, 

y  aunque  vestimos  de  lana...., 

estás?  no  semos  borregos. 
Simona.  Voy.....  Padre,  abra  usté  la  puerta. 

[Fl  tio  Pablo  abre  la  de  la  izquierda.] 

Voy  á  ponerme  otro  ames 

Frutos.    Bien. 

Simona,  T  daremos  después 

un  paseo  por  la  huerta. 
Frutos.   Bien. 

Simona.  [Á  Gorrión,  alzando  el  baúl  por  una 

asa.] 

Alza!  Estás  en  Babel? 

[Gorrión  levanta  el  baúl  por  el  otro 

lado.] 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITE. 


378 


Frutos,   Vendrá  un  mozo (Es  montaraz  I) 

Deja 

Simona.  Quita!....  Soy  capaz 

de  cargar  sola  con  él. 

[/Simona  y  Gorrión  entran  con  el  cofre 
en  la  habitación  de  la  izquierda.] 


ESCENA  XII. 

p.  FRUTOS.     TÍO  PABLO. 

Padlo.     Mi  hija  es  mujer  de  proTecho. 
Qué  fuerza  y  qué  desparpajo ! 

Frutos.    Sí ,  la  muchacha  es  briosa 
y  robusta.  Sin  embargo, 
no  es  su  fuerza  lo  que  más 
me  enamora;  porque,  al  cabo> 
yo  no  me  caso  con  ella 
para  que  tire  de  un  carro. 

[Gorrión  sale  del  cuarto  de  la  izquier- 
da y  se  retira.] 

Pablo.     Hombre,  eso...  Tanto  como  eso... 
Frutos.   ¿Y  qué  hay  de  nuevo,  tio  Pablo, 

por  el  lugar? 
Pablo.  Poca  cosa. 

Mañana  llegan  soldados; 

la  acituna  pinta  bien; 

el  vino,  bueno  y  barato; 

el  trigo,  tal  cual;  cebada...., 

bien  tendremos  para  el  año; 

ha  espichado  el  tio  Calzorras 

y  está  preso  el  escribano.. 
Frutos.   Quién?  Mamerto? 
Pablo.  Sí. 

Frutos.  Y  por  qué? 

Qué  ha  hecho  ese  pobre  muchacho? 
Pablo.     Ahí  es  nada!  Enamorarse 

de  Simona  como  un  ganso. 
Frutos.   ¿Qué  dice  usted ! 
Pablo.  Y  en  mi  casa 

colarse  de  contrabando 

para  decir  chicoleos 

á  la  niña. 
Frutos.  Vamos  claros: 

Simona  le  corresponde? 
Pablo.     Querer  ella  á  ese  espantajo? 

Bobada!  Y  si  tal  hiciera 

la  costana  muy  caro. 
Frutos.    Entonces  más  que  su  padre 

sería  usted  su  tirano. 

Yo  prometí  ser  esposo 

de  Simona,  y  nunca  falto 

á  lo  que  una  vez  prometo 

aunque  me  lleven  los  diablos; 

mas  si  llego  á  sospechar 

que  cuando  me  da  su  mano 

menos  que  á  su  corazón 

obedece  á  los  mandatos 


de  su  padre,  juro  á  Cristo 

que  habrá  en  Belchite  un  escándalo. 

Pablo.     Nada  de  eso:  la  muchacha 
se  muere  por  tus  pedazos , 
y  eso  le  síde  de  adrento,    - 
y  en  la  verdá  no  hay  engaño, 
y  ojos  tienes  tú  y  orejas 
para  verlo  y  escucharlo , 
y  si  toda  su  alma  es  tuya, 
qué  le  queda  al  otro  zángano? 
No  pueden  servir  á  un  tiempo, 
como  dice  aquel  adagio , 
ni  un  candil  á  dos  cocinas 
ni  una  criada  á  dos  amos. 
Y  pBueba  de  que  Simona 
no  puede  ver  á  ese  trasto , 
es  que  yo  le  sosprendí 
con  ambos  ojos  llorando, 
y  el  que  llora  no  se  alegra 

Frutos.    (Este  hombre  es  de  cal  y  canto.) 

Pablo.     Y  cuando  ella 

Frutos.  Basta ,  basta. — 

Pero  si  está  desahuciado , 
^        á  qué  ese  odio  contra  él? 
Cuándo  fué  delito  el  llanto? 

Pablo.     Querer  lo  que  quieres  tú 
y  decirlo  con  descaro, 
es  delito  que  merece 
descomunión  y  cadalso. 
En  fin ,  bien  está  en  la  cárcel 
por  si  forte  y  por  si  acaso, 
y  á  Segura  llevan  preso , 
y  buscar  tres  pies  al  gato 
es  tontuna,  y  el  que  quita 
la  ocasión  quita  el  pecado. 

Frutos.   Pero  ¿qué  dirá  Belchite 

viendo  un  proceder  tan  bárbaro 

y  tan  injusto?  Que  á  falta 

de  corazón  y  de  manos, 

con  una  alcaldada  atroz 

de  mi  rival  me  deshago. 

No  cabe  tal  bastardía 

en  un  corazón  hidalgo. 

Pablo .     I  Voto  á  cribas Yo  pensé 

'    que  te  hacía  un  agasajt) 

Frutos.   No;  una  injuria  imperdonable. — 
Vaya  usted  más  que  de  paso 
á  poner  en  libertad 
á  ese  pobre  mentecato. 

Pablo.     Pero 

Frutos.  No  hay  pero  que  valga. 

Pablo.     Me  amagó  con  un  sopapo 

Frutos.   Hizo  muy  mal 

Pablo.  Ya  ves  tú 

Frutos.    (En  no  pasar  del  amago.) 

Pablo.     A  una  autoridae  1 

Frutos.  Mamerto 

debió..... 

Pabío .  Obedecer  callando. . . , 

Frutos.   (En  vez  de  amagar  con  uno 
haber  sacudido  cuatro.) 
Mas  sea  culpado  ó  no , 
ya  lo  he  dicho ,  es  necesario 


374 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITE. 


ponerle  en  la  calle. 

Pablo.  Pero 

Frutos.   Otro  pero  y  no  me  caso. 
Pablo.     (Demonio I  capaz* será.... ) 

Ño  lo  digo  yo  por  tanto 

Este  es  nn  decir 

Frutos.  Qué  flema! 

Pablo.     Voy  corriendo  como  un  galgo. 


í. 


ESCENA  XIII. 

D.  FRUTOS. 

Aun  es  peor  este  suegro 
que  la  suegra  de  Madrid: 
que  si  aquella  me  enfadaba 
con  su  orgullo  señoril 
y  sus  nervios,  al, fin  algo 
podia  aprender  allí; 
pero  con  este  mastuerzo , 

como  no  aprenda  á  mugir 

Qué  fatalidad  la  mia! 
iDe  qué  me  sirve,  ay  de  mí! 
librarme  de  una  raposa 
si  doy  con  un  iabalí? 
Simona  es  linda  mozuela, 

?>ero  I  cuánto  más  gentil 
Slisa!....  Tan  descontento 
de  la  Corte  me  volví 

tan  de  firme  me  entró 
a  querencia  á  mi  país , 
que  me  cautivó  el  sentido 
la  primer  hembra  que  vi, 
sin  calcular  que  bien  puede 
tener  hermoso  perfil 
una  moza  y  no  valer 
catorce  maravedís. 
Después,  ó  sea  que  acaso 
cuando  al  Manzanares  fui 
alffo  tomé,  sin  saberlo, 
del  cortesano  barniz , 
ó  sea  que  comparé 
la  de  allá  con  la  de  aquí , 
eché  de  ver  que  mi  novia 
era  una  muía  cerril; — 
pero  I  tarde  I  Mi  palabra 
más  firme  que  la  del  Cid 
estaba  empeñada.  Entonces 
me  entró  una  murria,  un  esplin 
que  desterrar  no  he  podido 
caminando  desde  Abril 
de  Teruel  á  Zaragoza, 
de  Tarazona  á  Alcañiz; 
y  por  más  (fue  me  esforzaba , 
atormentando  el  magín 
para  encontrar  en  Simona 
mil  perfecciones  y  mil, 
mi  corazón ,  dulce  Elisa, 
no  se  apartaba  de  ti. 
Hasta  en  tus  propios  defectos, 
adorado  serafín , 


nuevos  primores  hallaba 

mi  imaginación  sutil. 

Es  gutivamba,  decía, 

es  dengosa pero,  al  fin, 

ella  no  tiene  la  culpa 

de  haberse  criado  así. — 

A  lo  menos  fué  conmigo 

franca,  sincera,  y  el  vil 

ínteres  no  la  cegaba 
^como  á  esta  gentuza  ruin. — 
*Mas  ¿por  aué  olvido,  insensato , 

que  para  ella  no  nací? 

raciencia,  Frutos,  paciencia; 

dobla  al  vugo  la  cerviz ; 

esconde  dentro  del  alma 

tv  amoroso  frenesí 

y  ya  que  tú  no  lo  seas, 

el  cielo  la  haga  feliz ! 


ESCENA  XIV. 


D.  FRUTOS.    SIMONA. 


[Simona  aparece  vestida  i  lo  señora,  pero  con 
rústico  aesaliño  y  mal  casados  los  colores  J\ 


Simona.  Frutos! 


Frutos.    [  Volviendo  la  cabeza.] 
Simona. 


Frutos. 
Simona. 

Frutos. 


Simona. 
Frutos. 

Simona. 
Frutos. 

Simona. 
Frutos. 


Simona. 
Frutos. 


Simona. 

Frutos. 

Simona. 


¿Quién...  Ahí 

Estoy  muy  cuca 
con  estos  trenes;  verdá? 
Sí.  (Horror!) 

Cualquiera  dirá 
que  parezco  una  archíduca. 
oí,  pero  con  poca  maña 
está  prendido  ese  chai 
y  el  vestido  dice  mal 
con  el  moño  de  castaña. — 

T  ese  chai  no  es  de  ese  traje 

Si  todo  es  mío,  qué  importa? 

Y  siendo  la  manga  corta 
sobran  los  puños  de  encaje. 
Otra!.... 

Y  te  has  puesto  en  el  cuello 

esos  lazos  de  moaré 

Dale!.... 

Que  yo  te  compré 
para  adornarte  el  cabello. 

Y  esos  guantes 

Me  amohinas. 
Para  algo  los  hizo  Dios. 
Así  colgando  los  dos 
me  parecen  disciplinas. 
No  saques  burla  de  mí. 
Soy  yo  un  niño  de  la  escuela? 
Con  tu  saya  de  franela 
estabas  mejor  que  así. 
Ni  así  ni  asado  me  quieres. 
Si  luego  me  has  de  gruñir, 
i  por  qué  me  mandas  vestir 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITE. 


375 


Frutos. 
Simona. 
Frutos. 
Simona. 


Frutos. 
¡Simona. 


Frutos. 
Simona. 

Frutos. 
Simona. 

Frutos. 
Simona, 

Frutos. 
Simona. 


de  yeinticiuco  alfileres? 

Sí;  antes 

No  soy  tan  palurda 

Debí  tomarte  doncella 

Yo  me  pasaré  sin  ella, 
que  no  soy  manca  ni  zurda. 
Y  de  nadie  aguanto  feos , 
y  teniendo  este  palmito 
mal  año  si  necesito 
de  todos  estos  arreos. 
Me  voy  antes  y  con  antes    ' 
á  librarme  de  este  potro ; 
que ,  como  decía  el  otro, 
mal  caza  el  gato  con  guantes. 

Oye 

No  me  da  la  gana. 
A  mí  tan  cruel  sonrojo!...'. 
¿Qué  apostamos  á  que  arrojo 
el  baúl  por  la  ventana? 
Simona!.... 

Ah !....  Si  mis  parientes 
supieran.....  (Ya  está  más  blando.) 
Mi  intención.. i 

(De  cuándo  en  cuándo 
es  bueno  enseñar  los  dientes.) 

Yo 

¡  Cómo  se  engarabita 
porque  me  da  cuatro  pingos^! 

[Siffuiéndola.] 

Oye  y  basta  de  respingos. 
No  quiero,  no  quiero;  quita. 

[  Vuelve  á  entrar  en  su  cuarto.] 


ESCENA  XY. 

D.   FRUTOS. 

[El  teatro  se  va  oscureciendo  gradualmente.] 

Pobre  Simona!  Se  enfada 
con  razón;  yo.  lo  conozco; 
Si  el  equipo  de  señora 
.  se  le  despega  del  hombro; 
si  en  ese  molde  grosero 
hacen  tan  mal  matrimonio 
el  vestido  con  el  chai 

Ír  los  guantes  con  el  moño, 
a  culpa  me  tengo  yo 
que  pido  peras  al  olmo. 
Vamos  claros ,  Calamocha : 
¿eras  tú  menos  zambombo 
cuando  te  hacian  entrar 
en  los  trotes  del  gran  tono? 
Y  eso  que  aquel  don  Remigio, 
correvedile  y  factótum 
de  la  señora  Marquesa, 
te  sirvió  de  pedagogo. — 
£h,  paciencia!....  Ya  la  iremos 
desasnando  poco  á  poco 


No  es  ningún  arco  de  iglesia 
prenderse  así  ó  de  otro  modo. 
Va  aprenderá  esos  ribetes...., 
quizá  demasiado  pronto: 
que  son  en  eso  más  duchas 
las  mujeres  que  nosotros 
y  para  engañar  al  mundo 
estudian  con  el  demonio. 


Pablo. 
Frutos. 


Pablo. 

Frutos. 
Pabh. 


Frutos. 

4 

Pablo. 

Frutos, 

Pablo. 

Frutos. 
Pablo. 

Frutos. 
Pablo. 


Frutos.. 
Pablo. 


Frutos. 
Pablo. 
Frutos. 
Pablo. 


Frutos. 
Pablo. 

Frutos. 

Pablo. 
Frutos. 


ESCENA  XVI. 

p.  FRUTOS.    Tío  PABLO. 

Ya  está  en  liberta  Mamerto. 
Lo  celebro.  Pobre  mozo! 
Dejémosle  en  santa  paz 
revolver  sus  protocolos. 
Sé  ha  vestido  ya  Simona? 
Estará  hecha  una  ascua  de  oro. 
Sí. 

Pero  ¿dónde  se  mete? 
Quiero  ver  los  requilorios 
señoriles  que  se  ha  puesto 
y  echarla  cuatro  piropos. 
Ya  no  quiere  pasear. 

Ha  ido  á  desnudarse 

¿Cómo!.... 
Está  reñida  conmigo. 
De  veras  ?  Alg^n  antojo 

de  los  suyos 

No,  señor. 
¡  Juro  á  Santiago  el  apóstol 
que  se  ha  de  acordar  de  mí! 

No  hay  razón 

No  la  perdono! 
Yo  la  enseñaré  á  tratarte 
con  respeto  y  con  buen  modo. 
Ella  no  tiene  la  culpa. 

Si  usted  me  oyera 

No  te  oigo. 
Quién  la  ha  de  tener  sino  ella? 
¿Puedes  tú  ni  por. asomo 
enquivocarte? 

Tío  Pablo!.... 

[Reñir ¡Por  vida  de  Poncio 

Bien;  ya  basta 

Esa  chicuela 
tiene  muy  poco  meollo. 
(Se  riñe  con  el  marido, 
pero  nunca  con  el  novio.) 
Aquí  la  voy  á  traer 

de  una  oreja 

.    Yo  me  opongo 

Y  te  pedirá  perdón , 
ó  nos  han  de  oír  los  sordos. 
¿Quiere  usted  con  mil  y  más 
no  meterse  en  mis  negocios? 

Pero,  hombre,  si 

Ella  no  quiero 
pasear,  ni  yo  tampoco, 


376 

Ta  es  tarde... 
Pablo.  Sí ,  y  corre  un  cierzo. . . 

Haces  muy  bien:  me  conformo 

con  tu  ditamen. 
Frutos.  Tío  Pablo!.... 

Pablo.     Tu  salú  es  antes  que  todo. 
Frutos.   Oh  1 ... .  Me  apestan  las  lisonjas . 
Podio.     Lisonjas?  Ni  por  el  forro. 

Mi  afeuto 

Frutos.  Sí  usted  no  calla 

voy  á  hacer  un  despropósito. 
Pablo.     Bien ;  tu  volunta  y  la  mía 

son  una  mesma;  y  si  estorbo 

Frutos.   No,  señor,  pero 

Pablo.  Comprendo. 

Quisieras  quedarte  solo. 
Frutos.   Sí. 
Pablo.  Bien.  Contra  menos  bultos 

más  claridá.  Tomo  el  jopo 

Frutos.   Aburl 

Pablo.  (Manos  besa  jú  hombre 

que  quisiera )  Adiós,  cachorro. 


DON  FRUTOS  EN  BELGHITE. 

Pero  ¿qué  ruido. 

Voces.     [Dentro.] 
Socorrol 


ESCENA  XVII. 


D.  FRUTOS. 

Vamos,  yo  estaba  sin  duda 
ó  lelo,  ó  borracho,  6  loco 
cuando  empeñé  mi  j^alabra 
para  tan  necio  casorio. 
Quizá  algún  día  Simona 
si  con  paciencia  lo  tomo, 
se  llegue  á  civilizar, 
¡pero  eche  usted  en  adobo 
á  un  suegro  que  ya  ha  cumplido 
cincuenta  años  de  boloniol  . 
No  desbastan  ya  ese  leño 
ni  el  cepillo  ni  el  escoplo. — 
Yo  voy  á  pasar  aquí 
las  penas  del  purgatorio. — 
Oh  Elisa,  Elisa!....  Otra  vez 
quiero  apacentar  mis  ojos , 
pues  no  tengo  otro  consuelo, 
en  tu  peregrino  rostro. 

[iSf  sienta  junto  d  la  mesa,  saca  un 
retrato  y  lo  contempla.] 

Conservo,  y  conservaré 

mientras  no  me  echen  al  hoyo, 

tu  retrato.  ¡Qué  divina 

criatura!  ¡Qué  tesoro 

de  gracias  y  perfecciones!.... 

Cada  vez  aue  reflexiono 

que  pude  llamarte  mía, 

y  otro  mortal  más  dichoso 

[  Óyese  el  ruido  de  un  coche  de  colleras.] 


Uncarraaje! 


Frutos.  Cíelos ! 

■ 

[Letdntase  precipitado  y  corre  d  la 
ventana^  dejándose  el  retrato  sobre  la 

mesa.] 


Voces.      [Dentro,]  Socorro! 

Frutos.    Las  muías  van  desbocadas. 
Volemos 


[Á  ff ritos  y  desapareciendo  por   la 
puerta  central.] 

Gorrión!  Ambrosio! 


ESCENA  XYIIl. 

SIMONA. 

[Sale  vestida  otra  vez  corneo  en  las  primeras 

escenas.] 

Sonó  un  coche  de  arquíler, 
y  mi  novio,  á  lo  que  creo, 
gritaba 

[Fijando  la  vista  en  la  mesa.] 

¡Cielos,  ¿qué  veo! 

[Toma  el  retrato.] 

Un  retrato  de  mujeir! — ' 

No  hay  duda.  Infamia!....  Él  lo  trujo. 

[Faamindndolo,] 


No  distingo Hay  poca  luz. 

Mas  juro  á  Dios  y  á  una  cruz 
que  no  es  mió  este  dibujo. — 
Me  acercaré  á  la  ventana 

[Zo  hace.] 


Ni  por  esas!  Ya  es  de  noche. 
¡Por  vida... — Ha  parado  el  coche.- 

[  Volviendo  d  mirar  el  retrato.] 

Oh!....  Quién  será  esta  fulana? 
No  lo  sé,  pero  aquí  hay  duende; 
esto  es  alguna  amista 

que  ha  dejado Claro  está^ 

Ese  picaro  me  vende! 
Ahora  caigo  de  mi  burro. 

Allá  ha  buscado  desquite 

Por  eso  vuelve  á  Belchite 


DON  FRUTOS  EN  BELGHITE. 


377 


tan  serióte  y  tan  cazurro. 
Dos  queridas  á  la  par!.... 

Encenderé  una  candela 

¡  Por  el  siglo  de  mi  abuela 
que  me  las  ha  de  pagar! 

[Al  entrar  Simona  en  su  cuarto ^  a/pa- 
recen B,  Frutos  y   Gorrión  condu- 
ciendo  d  Elisa  desmayada,^ 


ESCENA  XIX. 

ELISA.    D.  FRUTOS.     GORRIÓN. 

Frutos,    Con  tiento Aquí  en  el  sillón 

{La  dejan  sobre  la  butaca,'] 

Apenas  se  ve 

Elisa,  Ay  de  mí! 

Frutos.    Ya  vuelve 

{Alzando  la  voz.] 

Una  luz  aquí! — 
Corre  á  buscarla,  Gorrión. 

[  Vase  Gorrión  por  la  puerta  central. 
Al-mismo  tiempo  entra  Juana.] 


ESCENA  XX. 


ELISA.     D.  FRUTOS.    JUANA. 

Juana.    Aquí  entró Sigo  su  huella 

Señorita  1 
Elisa.                     ¿Dónde  estoy! 
Frutos.   Sosiégúese  usted .  Yo  soy 

{Aparece  Simona  con  una  luz  en  una 
mano  y  el  retrato  en  la  otra.] 


ESCENA  XXI. 

ELISA.    D.  FRUTOS.    JUANA.    SIMONA. 

Juana.    {Reconociendo  d  D.  Frutos.] 
Él! 

Frutos,    {Reconociendo  d  Elisa.] 

Es  ella! 

Elisa.     {Reconociendo  d  B.  Frutos.] 

Es  él! 

Simona.  {Comparando  rdpidamente  la  cara  de 

Elisa  con  la  del  retrato.] 

Es  ella ! 

{Suelta  la  luz,  que  se  apoffa,  y  cae  sin 
sentido  sobre  una  silla.] 


ACTO  SEGUNDO. 


Luces  sobre  la  mesa. 


ESCENA  L 

ELISA.     JUANA. 

{Juana  Uega  por  la  puerta  del  centro.] 

Elisa.     No  le  has  visto? 

Juana,                           No,  señora. 
Como  ha  llegado  esta  tarde, 
está  abajo  de  visita 
con  el  cura  y  el  alcalde 
y  otros  caciques  del  pueblo. 
Será  preciso  esperarle 

Elisa.     Si  tarda  mucho 

Juana.  No  tal. 

Las  gentes  de  los  lugares 
siempre  se  acuestan  temprano. 
Se  marcharán  al  instante. — 
Qué  casualidad!  ¡  Ser  él 


quien  de  peligro  tan  grave 
nos  salva 

Elisa.  Sí. 

Juana.  No  hay  remedio ! , 

si  él  no  detiene  el  carruaje 
perecemos. 

Elisa.  Yo  perdí 

el  sentido  y  no  vi  á  nadie 

Juana.    Tampoco  yo  pude  entonces 
reconocerle.  La  calle 

angosta  y  de  noche  ya 

Pero  ello  es  que  ha  sido  el  ángel 
de  nuestra  guarda,  y  que  estamos 
en  su  casa,  y  muy  galante 
nos  la  ha  ofrecido  y  con  ella 
cuanto  tiene  y  cuanto  vale. — 
Apenas  en  ese  cuarto 

{Señala  la  puerta  de  la  derecha.] 


978 


DON  FRUTOS  £N  BELCBITE. 


Elisa. 
Juana. 


Elisa. 
Juana. 

Elisa. 


Juana. 


Elisa. 
Juana. 


Elisa. 


Juana. 
Elisa. 
Juana. 


Elisa. 


f 


nos  dejó,  pasado  el  trance 
del  desmayo,  y  dio  sus  órdenes 
para  que  nada  nos  falte , 
se  separó  respetuoso 
de  nosotras,  y  no  es  fácil 
en  tan  contados  momentos 
exactamente  juzgarle ; 
pero  ¿no  ha  obserrado  usted 
más  cultura  en  sus  modales, 
aunque  no  haya  desechado 
todavía  todo  su  aire 
provincial? 

Cierto. 

T,  sin  duda, 
aunque  le  hemos  visto  en  traje 
de  canxino,  ya  no  gusta 
de  andar  tan  horro  como  antes. 
£1  corte  de  aquel  gabán 
honrada  al  mejor  sastre , 
y  note  usted  que  estos  muebles 
son  demasiado  elegantes 
para  Belchite. 

En  efecto. 
Resulta  pues  de  mi  examen 

ue  ya  es  don  Frutos  otro  hombre. 

al  creo,  mas  no  lo  extrañes. 
Aunque  poco  cultivado, 
dio  en  Madrid  claras  señales 
de  su  natural  talento 
y  de  su  noble  carácter; 
más  de  un  año  ha  transcurrido 
desde  entonces,  y  no  en  balde 

pasa  el  tiempo 

¿Y  no  vio  usted 
la  alegría  inexplicable 
que  al  reconocer  á  Elisa 
se  retrató  en  su  semblante? 

Alegría?  No.  Sorpresa 

Posiole  es  que  yo  me  engañe, 

f)ero  en  aquel  corazón 
a  antigua  llama  renace 

No  digas  tal.  ¿No  recuerdas 
sus  esfuerzos,  sus  afanes 
porque  no  tuviese  efecto 
nuestro  proyectado  enlace? 

Con  todo 

Su  antipatía 

No  era  á  usted,  sino  á  su  madre. 
Y  nada  prueba  un  momento 
de  arrebato,  de  que  nadie 
está  libre.  Usted  también , 
dudosa  entre  dos  amantes , 
á  don  Miguel  dio  la  mano 
y  se  arrepintió  ¡  ya  tarde ! 
de  su  locura. 

Es  verdad! 
Mas  ¿  pude  yo  figurarme 
que  como  el  surco  en  el  agua 
y  como  el  humo  en  el  aire 
vería  desvanecerse 
mis  ilusiones  falaces? 
¿Quién  me  hubiera  dicho,  Juana , 
que  aquel  amor  entrañable 


Elisa, 
Juana. 

Elisa. 


á  mis  pies  encarecido 
y  jurado  en  los  altares 
era  capricho  fugaz , 
ó  tal  vez  cálculo  infame? 
Aquel  hombre  á  quien  acaso, 
más  ilusa  que  culpable, 
sacrifiqué  mi  ventura, 
.    haciendo  cruel  alarde 
de  su  ingratitud  pagó 
mis  caricias  con  desaires, 
mis  finezas  con  agravios , 
mis  lágrimas  con  ultrajes. 
Disipado,  jugador, 
duelista. . . . ,  ¡  cuántos  pesares ,    ' 
cuántos  dias  de  amargura 
me  ha  dado! 

Juana.  Es  un  botarate, 

un  picaro ¡Y  luego  extrañan 

que  una  mujer  sea  frágil  I  — 
Mientras  vivió  la  Marquesa 
fué  don  Miguel  tolerable ; 
pero  así  que  cerró  el  ojo 
se  hizo  más  malo  aue  el  Draque. 
Pobre  mamá!....  Mi  desgracia 
la  mató;  no  suS  achaques. 
Sí,  señora.  (Y  el  dolor 
de  no  haber  echado  el  guante 
á  los  bienes  de  don  Frutos.) 
De  la  herencia  de  mi  padre 
¿qué  me  queda  ya,  infeliz! 
Cuatro  tierras  miserables 
y  una  casa  en  este  pueblo 

Juana.    ¡Y  se  empeña  aquel  alarbe 
en  venderlas  y  en  que  usted 
venga  á  activar  el  remate ! 

Elisa.      Qué  he  de  hacer?  Está  abrumado 
de  deudas 

Juana.  Que  se  las  pague 

el  diablo.  En  lugar  de  usted 

Íro  entablaría  al  instante 
a  demanda  de  divorcio 

Elisa.     No.  Prefiero  resignarme 
con  mi  desdichada  suerte. 
No  quiero  con  semejante 
litigio  exponer  mi  honra 
á  las  hablillas  mordaces 
del  vulgo. 

Juana.  Pero  es  extraño 

que  don  Miguel,  cuando  sabe 
que  reside  aquí  don  Frutos, 
haya  dispuesto  no  obstante 

que  usted  sola 

¡  Mi  marido 
ya  no  se  digna  de  honrarme 
con  tener  celos  de  mí  1 

Merecia  el  badulaque 

Además ,  me  aseguraron 
antes  de  emprender  el  viaje 
que  se  hallalba  en  Zaragoza 
don  Frutos. 

Juana.  En  mi  dictamen 

es  buen  presagio  el  haberle 
encontrado,  y  casi,  casi . 


Elisa. 


Juana. 
EHsa, 


DON  FRUTOS  EM  BELCUITE. 


379 


DOS  debemos  alegrar, 

señorita ,  del  percance 

que  nos  na  proporcionado 

tan  generoso  hospedaje. 
Elisa.    .  Mi  decoro  me  prohibe' 

aceptarlo. 
Juana,  Disparate ! . . . . 

Elisa.     Vamonos,  Juana. 
Juana.  \  Sin  verle , 

sin 

Elisa.  Es  forzoso. 

Juana,  •  Qué  diantre ! 

No  hemos  Tenido  á  sabiendas. 

La  Providencia  nos  trae 

tal  vez 

Elisa.  Estoy  decidida. 

Excusado  es  que  te  canses 

Juana.    Irnos  á  un  mesón  ahora!.... 
Elisa,'     No;  á  mi  casa.  Desde  el  martes 

me  espera  el  arrendador 

Juana.    Pero  sin  saber  las  calles...., 

de  noche,  como  dos  brujas 

Elisa,      Dándole  las  señas,  alguien 

nos  conducirá 

[Aparece  D.  Frutos  en  el  foro.] 

( Don  Frutos  I ) 
Juana.    {En  voz  baja,] 

Ya  está  aquí:  ya  no  hay  escape. 


ESCENA  II. 

ELISA.    JUANA.    D.  FRUTOS. 

Frutos.    Señora,  si  usted  permite 

Elisa.     Oh  I  entre  usted.  No  necesita 

mi  permiso 

Frutos,   [Acercándose,]  (Quá  bonita!) 

Usted,  señora,  en  Belcfaite! 
Elisa.     La  sorpresa  es  natural. 
Friólos.   Algo  más  que  eso,  señora , 

mi  corazón  siente  ahora. 

Elisa,     Pues  ¿qué 

Frutos,  •  Un  gozo celestial. 

Elisa.     No  hay  motivo  para  tanto. 

Frutos.  No  lo  nay  ?  ¿Cuenta  usted  por  nada 

honrar  mi  humilde  morada 

una la usted Cielo  santo! 

Del  gozo  que  en  mí  rebosa 

lleve  motivo  será 

haber  salvado  quizá  * 

una  vida  tan  preciosa? 

T  en  fin ,  aunque  no  me  asombro 

mi  inesperada  ventura, 

¿no  es  bastante  esa  hermosura 

para  enloquecer  á  un  hombre  ? 
Elisa,     Tales  lisonjas  cousiente 


la  cortés  galantería. 
Frutos.   Elisa! 

Juana.    [Á  Elisa  en  voz  iaja.} 

La  cortesía 
nunca  fué  tan  elocuente. 
Frutos.  Aquí  se  tiene  por  mengua 

f)oner  en  contradicción 
o  que  siente  el  corazón 
Ílo  que  dice  la  lengua. 
ara  evitar  esa  lucha 

mejor  es  sellar  el  labio  • 

cuando  puede  hacer  agravio 

la  verdad  á  quien  la  escucha. 
Frutos.  ¿Qué  agravio  cabe,  señora, 

en  mi  fe  sumisa  y  pura? 

¿  Ofende  á  Dios  por  ventura 

el  cristiano  que  le  adora? 
Elisa,     Don  Frutos ! . . . . 
Frutos.  Bien,  sí:  ya  callo. 

Elisa.     Mi  marido 

Frutos,  ( Su  marido  I 

Ah !  si  yo  lo  hubiera  sido 

me  cantaría  otro  gallo.) 
Elisa.     No  me  oye  usted? 
Frutos,  Sí. 

Elisa.  Mi  esposo 

Frutos.  Otra  vez?  Ya  sé  que  usté 

se  ha  casado ;  ya  lo  sé. 

Otro  ha  sido  más  dichoso 

Elisa.     Pero  sí;.... 

Frutos.  Es  cosa  cruel , 

viendo  mi  mortal  Quebranto , 

3ue  usted  se  complazca  tanto 
ándeme  en  rostro  con  él. 
Elisa.     En  fin ,  el  que  manda  en  mí 

me  envia  para  que  venda 

la  casa  y  la  poca  hacienda 

que  poseemos  aquí. 
Frutos.    Venáer  la  hacienda !  Y  por  qué? 

Según  eso  algún  apuro 

Elisa.     No,  señor 

Frutos.  Sí,  estoy  seguro 

Mas  no  lo  consentiré. 

Teniendo  yo  ¡  Dios  eterno ! 

por  castigo  los  doblones, 

j  malvender  esos  terrones 

y  el  noble  solar  paterno  1 
Elisa.     Ah!  ¿por  qué  sacarme  así 

los  colores  á  la  cara? 

Si  tal  oferta  aceptara , 

qué  se  díria  de  mí? 
Jautos.  ¿Por  eso  también  Elisa 

me  ha  de  armar  una  querella? 
Elisa.     No  debo 

Frutos.   [Apretando  la  mano  d  Juana.] 

Ay ,  Juana ! . . . .  Por  ella 
vendería  la  camisa. 
Juana.    Bien  lo  sé.  Virgen  de  Atocha ! . . . . 
Otro  se  llevó  la  palma 

que  usted No  es  aquella  el  alma 

de  don  Frutos  Calamocha. 


S80 

Frutos, 

Elisa. 

Juana. 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITE. 


Elisa. 
Juana. 

Elisa. 
Juana. 

Frutos. 

Elisa. 

Frutos. 


Elisa. 
Frutos. 
Elisa. 
Frutos. 


Elisa. 

Frutos. 

Elisa. 

Frutos. 
Elisa. 


Frutos. 

Elisa. 

Frutos. 

Elisa. 
Frutos. 

Elisa. 
Frutos. 


Elisa. 


¿QaéI.... 

Juana!.... 

No  puedo  más. 
Don  Miguel  es  el  reverso 
de  la  medalla;  un  perverso, 
un  bergante ,  un  Barrabas. 
Oh!.... 

[  Interrumpiendo  d  Elisa.] 

Aunque  usted  se  ponga  seria 

no  callo.  Kl  tal  don  Miguel 

Juana! 

Qué  ha  sacado  de  él? 
Oprobio ,  llanto ,  miseria ! 
¿Y  ese  hombre  es  tan  fementido 

tan  traidor,  tan  sarraceno 

Sea  malo  ó  sea  bueno , 

don  Miguel  es  mi  marido. 

Bien  está;  mas  si  son  ciertas 

esas  noticias  que  Juana 

me  acaba  de  dar ,  mañana 

se  va  usté  á  quedar  por  puertas. 

Es  mi  esposo 

Otra!  Ya  sé 

Debo  hacer  lo  que  me  ordena. 
En  lo  justo,  norabuena; 
pero  en  lo  injusto  ¿por  qué  ? 
¡  Doblarse  como  una  caña 
ásu  antojo  I....  Voto  á  san!.... 
Ese  hombre  ¿es  algún  sultán? 
No  hay  ya  leyes  en  España?   ^ 
Me  reipito  á  las  de  Dios. 

ÍEs  de  él  acaso  la  hacienda 
)emos  ñn  á  una  contienda 
penosa  para  los  dos. 

¿Tan  vilmente  corresponde 

Aunque  agradecida  estoy 
á  tantos  favores ,  voy , 

si  usted  me  permite 

Adonde? 
A  mi  casa. 

Otra  manía ! — 
No  quiero  que  usted  la  habite. 

Cómo?  I  Yo 

Dirá  Belchite 
que  la  echo  á  usted  de  la  mia. 
Y  qué  dirá  si  me  quedo? 
Dirá  que  bajo  el  techado 
de  un  hombre  leal  y  honrado 
puede  usted  dormir  sin  miedo. — 
Ni  allí  puede  usted  estar. 
Es  un  caserón  sombrío, 
lleno  de  goteras,  frió 
y  al  extremo  del  lugar. 
No  hay  cristiano  que  lo  arriende; 
y  aun  dicen  algunas  viejas 
que  de  noche  entre  las  tejas 
suele  aparecer  un  duende. 
Virgen  Santa!  Yo  me  muero 

si  voy 

Aunque  usted  se  enoje , 
no  está  bien  que  yo  me  aloje 
en  la  casa  de  un  soltero. 


Frutos,   No  soy  solo,  que  también 
en  mí  casa  se  cobija 
un  anciano  con  su  hija. 

[Aparece  Simona  de  improviso,  saUen^ 
do  de  la  habitación  de  la  izquierda.] 


ESCENA   III. 


ELISA.    JUANA.    D.  FRUTOS.    SIMONA. 


Simona. 
Frutos. 

Elisa. 


Simona. 
Juana. 

Frutos. 
Simona. 


Frutos. 
Simona. 


Frutos. 
Simona» 
Elisa. 
Simona. 


Frutos. 

Elisa. 
Frutos. 

Juana. 

Simona, 

Frutos. 
Simona. 


Frutos. 
Sim4>na. 


Di  tu  novia  y  dirás  bien.    . 
(Simona!) 

[A  media  voz  i  Juana.] 

Su  novia  ha  dicho ! 
Muchito.  Se  almira  usté  ? 
( ( Una  novia  de  aparejo 
redondo ! ) 

(Me  va  á  perder!) 
Sí,  señora,  soy  su  novia 
como  dos  y  una  son  tres ; 
y  no  hay  que  hacer  aspamientos, 
que  tengo  yo  tanto  aquel 
como  la  más  estirada, 

y  á  mí  nadie Estamos?....  Pues. 

({Quisiera  que  me  tragase 
la  tierra ! ) 

Te  aguantas,  eh? 
Niega ,  traidor ,  que  me  has  dado 
delante  de  cinco  ó  seis 
palabra  de  casamiento. — 
Pero  puede  que  ya  estés 
arrepentido  y  por  otra 
me  quieras  plantar ,  infiel ! 

Yo 

Por  esa lechuguina. 

Señora! 

Todo  lo  sé. 
Usté  viene  á  sonsacármele, 

?ero  I  por  vida  de  quién 
engamos  la  fiesta  en  paz, 
Simona. 

Yo Qué  mujer! 

Trata  con  más  cortesía 
á  esta  señora. 

[A  Elisa  en  voz  baja.]  - 

Es  soez. 
Cortesía?  Eso  faltaba 

cuando 

Es 

Ya  sé  yo  quién  es: 
tu  novia  lá  de  Madriz. 
Acaso  estoy  yo  en  Belén? 
El  hermoso  original 
de  este  retrato. 

[Lo  saca  y  se  lo  enseña  á  D.  Frutos.] 

(Ah!) 

Lo  ves  ? 


DON  FRUTOS  BN^  BELGHITE. 


381 


Elisa. 
Simona. 


Elisa. 
Simona. 


Frutos. 
Simona. 


Elisa. 
Frutos. 


Simona. 


Frutos. 
Simona. 


Elisa. 


Simona. 


Elisa. 
Frutos. 


(Conservaba  mi  retrato!....) 

En  la  mesa  lo  atrapé; 

y  es  que ,  á  la  cuenta ,  estarías 

consolándote  con  él. 

(Me  amaba!) 

Cuando  de  pronto 
corriste  á  todo  correr 

al  encuentro  de  tu  ninfa 

Maldita  sea  su  piel! 
Me  obligarás  si  no  callas 
á  hacer  una 

Ya  se  ve, 
como  yo  soy  probé,  y  ella 

hija  de  conde  ó  marqués 

Mas  tal  como  soy,  á  nadie 
doy  yo  mi  brazo  á  torcer. 
¿Qué  es  esto,  señor  don  Frutos  I 
Esto  es  cumplirse  la  ley 
de  la  expiación,  señora; 
esto  es  sufrir  la  cruel 
penitencia  de  un  pecado 
que  no  debí  cometer. 
Qué  quieres  decir  con  eso  ? 
Acaso  yo  te  engañé? 
í  Soy  yo  la  descalabrada 
y  tú  te  vendas  la  sien  1 
Pues  esto  no  ha  de  quedarse 
asina,  no.  Hemos  de  ver 
quién  se  lleva  el  gato  al  agua, 
porque  yo  de  bien  á  bien 
soy  mansa,  mas  si  me  pinchan 
soy  el  mesmo  Lucifer. 
Si  cuando  vi  por  mis  ojos 
tu  maldá  me  desmayé, 
fué  de  coraje.  Por  señas 
que  si  no  ucude  Isabel 

á  ampararme,  lo  que  es  tú 

No  vi 

Qué  habias  de  ver? 
Embobado  con  la  otra, 
no  diffo  á  mí,  pero  á  un  buey 
no  hubieras 

Oh  I  ya  me  canso 
de  escuchar  tanta  sandez. 
Sepa  usted  que  en  esta  c&sa 
no  hubiera  puesto  los  pies 
sin  el  azar  imprevisto 
que  á  ella  me  trajo ;  y  á  f e 
que  ya  me  hubiera  marchado 

si  don  Frutos 

No  hay  cuartel 
para  las  dos:  una  ú  otra, 
y  acábese  el  entremés. 

Es  inútil.  Yo  me  voy 

Yo  no  lo  permitiré...., 
y  perdone  usted,  señora. 
No  se  trata  ya  de  usted 
solamente :  mi  amor  propio 
está  empeñado  también 
en  ello.  ¿No  soy  yo  nadie 
en  mi  casa?  ¿Á  qué  papel 
se  me  quiere  reducir? 
iVotoá 


ESCENA  lY. 


ELISA.    JUANA.    D.  FRUTOS.    SIMONA. 

Tío   PABLO. 


[El  tio  Pablo  llega  por  el  foro.] 


Pablo. 

Simona. 

Pablo. 
Simona. 


Pablo. 
Simona. 

Pablo. 
Simona. 

Pablo. 

Frutos. 
Pablo. 

Frutos. 


Pablo. 


Frutos. 


Pablo. 

Frutos. 

Pablo. 

Frutos. 


Simona. 
Pablo. 

Simona. 
Pablo. 
Simona. 
Pablo. 

Simeona. 
Pablo. 


Simona. 
Pablo. 


Qué  es  esto?  ¿Con  quién 
regañas,  Frutos? 

Conmigo. 
Ya  no  me  quiere! 

Por  qué? 
Porque  la  novia  de  marras 
que  tiene  más  oropel 
se  ha  colado  en  casa..... 

¿Cómo!.... 
Y  ya  mira  con  desden 
á  la  tosca  lugareña. 

¿Qué  oigo!  Eso  ya  pasa  de 

Yo  he  reclamado  mis  drechos , 

que  si  una  se  hace  de  miel 

Sí,  ecetra.  Pues  voto  á  cribas 
que  he  de  hacer  y  acontecer..... 
Tío  Pablo!.... 

Sí,  soy  capaz 

de  armar  aquí  un  somaten 

Tío  Pablo ,  á  ella  la  he  sufrido 

?orque  es  tonta  y  es  mujer, 
ero  si  usted  me  alza  el  gallo 
le  estampo  en  esa  pared. 

J*ero,  hombre (Lo  hará  lo  mesmo 

que  lo  dice.)  Es  menester 

Te  casas  con  ella,  ó  no? 

Sí :  ya  lo  he  dicho  una  vez. 

Me  caso ,  sí.  Quiero  dar 

al  demonio  ese  placer. 

Pues  siendo  así,  no  me  importa 

lo  demás  un  cascabel. 

Mas  pongo  una  condición 

Corriente :  aunque  sean  diez. 
Que  no  ha  de  haber  en  mi  casa 
más  voluntad  ni  más  ley 
que  la  mia. 

El  despotísimo!.... 
Silencio !  Dice  muy  bien 
el  yerno.  Quien  manda,  manda. 

No  puedo 

Se  hace  un  poder. 

Pero 

Él  se  casa  contigo 
y  seculórun  amén. 

Mis  celos 

Guárdalos  para 
cuando  seas  su  mujer. 
Ahora  ¡adrento ! 

[La  empuja  hacia  el  cuarto  de  la  iz" 

quierda.] 

Padre!.... 

Adrento', 
ó  por  vida Hasta  después. 

[Entra  con  Simona  en  la  Aabitacion 
de  la  izquierda  y  la  cierra  por  dentro.] 


388 


DON  FRUTOS  EN  BELCIIITE. 


ESCE1IA  V. 


ELISA.    JUANA.    D.  FRUTOS. 

Elisa.     [Hadándose  cruces.] 

Jesús!  Jesús! 

Juana.  k  tal  padre , 

tal  hija. 
Elisa.  ¿Con  esa  arpía 

se  une  usted? 
Juana .  Virgen  María ! 

Un  milagro  es  que  no  ladre: 

Pues  el  padre Oh!  descalabra. 

Frutos.   ¿Qué  quiere  usted!  Muerto  estoy 

de  yergüenza,  pero  soy 

esclavo  de  mi  palabra. 

Amé  á  un  ángel  sobrehumano 

Ír  por  una  tontería 
o  perdí Desde  aquel  dia 

Dios  me  dejó  de  su  mano. 
Ciega  mi  razón  y  esclava 
de  mi  necio  frenesí, 
mis  labios  dieron  un  sí 
que  el  corazón  reprobaba ; 
y  el  diablo,  que  no  perdona, 
dijo  con  cara  de  risa: 
no  te  acomodó  una  Elisa? 
Pues  allá  va  una  Simona. — 
Ayer  el  mió ,  hoy  el  de  es% 

desventurada Oh  qué  grima! 

¡  Nunca  me  echaré  de  encima 
el  pelo  de  la  dehesa  I 

Juana.    Reniegue  usted  de  su  casta, 
y  otra  al  puesto. 

Frutos.  No,  jamás ! 

To  nunca  me  vuelvo  atrás: 
soy  aragonés  y  basta. — 
Y  á  mí  ¿qué  me  importa  ahora 
que  ella  sea  mi  mujer 
ú  otra....  si  no  lo  ha  de  ser 
la  oue  el  corazón  adora? 
Si  ae  mi  suerte  el  rigor 
me  guarda  para  una  bestia , 

excusada  es  la  molestia 

Cuanto  más  bestia,  mejor. 
1  Puedo  quejarme  en  conciencia 
del  mal  que  yo  me  he  buscado  ? 
No ;  en  proporción  del  pecado 
debe  ser  la  penitencia. 

Elisa.     Mueve  á  lástima  y  dolor 

ver  á  usted  entre  esa  gente,, 
que  es  usted  seguramente 
digno  de  suerte  mejor. 

Frutos.    Será  verdad  lo  que  oí? 

Ta  mi  estrella  es  más  benigna, 
señora ,  si  usted  se  digna 
de  tener  piedad  de  mí. 

Elisa.      La  tengo ,  pero  no  tanta 

que  á  quedarme  aquí  me  atreva., 
Simona  pondría  á  prueba 
la  paciencia  de  una  santa. — 


Adiós  I 

Frutos.  No,  Elisa^  no  venza 

su  voluntad  á  la  mia, 
no  :  sufrir  tal  villanía 
es  una  mala  vergüenza. 
Harán  de  su  triunfo  alarde 
si  ahora  te  alejas  de  aquí , 
y  se  reirán  de  mí 
como  de  un  necio  cobarde. 
Si  tanta  dicha  merezco, 
harto  breve  por  ser  mia! 
acepta  hasta  el  nuevo  dia 
el  asilo  que  te  ofrezco: 
En  él  como  en  un  sagrado 
tu  honor  estará  seguro, 
Elisa:  vo  telo  juro 
con  la  fe  de  un  hombre  honrado. 
Abajo,  lejos  de  aquí, 
sí  tal  gracia  no  me  niegas , 
mientras  al  sueño  te  entregas 
velaré  pensando  en  ti. — 
Mas  conozco  á  mi  despecho 
que ,  aunque  la  razón  te  obligue , 
no  quieres  que  nos  abrigue 
á  los  dos  un  mismo  techo. 
Pues  bien ;  si  esta  humillación 
tu  rigor  hace  precisa, 
quédate  eñ  mi  casa ,  Elisa : 
yo  me  marcharé  al  mesón. 

Elisa.      \  Quedarme  y  echar  al  dueño 

No  soy  tan  ingrata  yo 
ni  tan  egoísta,  no. — 
Pero  es  temerario  empeño 
también 

Frutos.  ksi  me  hizo  Dios. 

Soy  aragonés,  señora. — 
Mas  no  sé  quién  es  ahora 
más  tozudo  de  los  dos. 

Elisa.  ^    Si  yo 

Frutos.  ¿  Teme  usted  acaso 

Íue  se  caiga  una  pared? 
^eró 

Frutos.  En  fin ,  vayase  usted : 

ya  la  dejo  libre  el  paso. 
Juana.    Señora!.... 
Frutos.  Déjala,  Juana. 

Ta  que  tu  señora  bella 
no  quiere  dormir  en  ella , 
la  casa  arderá  mañana. 

Elisa.     [Á  Juana  i  media  voz.] 

*  ¿Qué  escucho!  Y  lo  hará!... 
Juana.  No  es  cosa  I 

Ya  verá  usted  lo  que  tarda 

Elisa.     Yo 

Juana.  Será  lástima  que  arda 

una  finca  tan  hermosa. 

Elisa.     Juana,  si  me  quedo  aquí 

Juana.    Él  lo  exige fil  nos  salvó.... 

Le  tiene  usted  miedo? 

Elisa.  No 

rPero  \  me  lo  tengo  á  mí!) 
Frutos.    Elisa,  en  nombre  del  cielo. 


Blisa. 

Frutos, 

Elisa. 

FrutQS. 

Elisa. 

Frutos. 

Elisa. 

Juana. 


Blas. 


DON  FRUTOS 

uo  me  niegue  to  altivez 
esta  gracia,  que  tal  vez 
será  mi  último  consuelo. 
¡  Duélate  mi  amarga  suerte, 
oh  dulce,  perdido  Dien ! 
Mira  que  tanto  desden 

Suede  apresurar  mi  muerte, 
^e  rodillas -te  lo  pido. 

{Se  arrodilla;  Elisa  quiere  hacerle  le- 
vantar,  pero  D.  Frutos /permanece  en 
la  misma  actitud  y  sin  soltar  la  tnano 

de  Elisa.] 

¡Por  Dios^  alce  usted 

Perdona... 
Si  nos  sorprende  Simona 

no  moverá  poco  ruido 

Oh!  no  alzaré 

Qué  porfía!.... 

Si  palabra  no  me  das 

Bien,  pero  con  mil  y  más 

Pasos  siento 

\D.  Frutos  se  levanta.] 

[Apareciendo.] 

Ave  María. 


ESCENA  VI. 

ELISA.    JUANA.    D.  FRUTOS.    BLAS.    . 

Frutos.   Adentro. 
Blas.^      [Acercándose.] 

Aunque  usté  perdone  ^ 

¿está  aquí  una  forastera, 

que  no  es  de  Belchite  y  vino 

Mas  por  la  traza  es  aquella. 

¿Se  llama  usté  doña  Elisa 

Elisa.     Sí;  yo  soy. 

Blas.  Está  usté  buena? 

Elisa.     Sí;  gracias. 

Blas.  Vengo  de  parto 

de  Rudesíndo  Calleja 

Elisa.     Mi  arrendador. 

Blas.  Sí;  á  decirle 

á  su  mercé  que  la  espera 

Frutos.   Dile  que  por  esta  noche 

se  queda  aquí. 
Blas.  Nóragüena.  • 

Elisa.     (Ahi....)    ^ 
Juana.  Mañana  nos  veremos. 

La  señora  está  indispuesta 

Blas.      Ya  sé  que  hubo  de  volcar 

el  carruaje.  ¡  Son  tan  bestias 

las  muías!....  Pues  bien;  poroso 

no  se  perderá  la  cena. 

Nos  comeremos  yo  y  Paula 

su  ración  de  usté  y  la  de  ella. — 


EN  BELCHITE.  ^ 

Conque  ¿hasta  mañana? 
Elisa.  Sí. 

Blas.       Vea  usté  si  tan  y  mientras 

manda  alguna  cosa  á  Blas 

Ahí  Por  vida  de  mi  agüela 

Lo  mejor  me  se  olvidaba. 

Hoy  llegó  por  la  estafeta 

esta  carta 

Elisa.  Déme  usted 

[La  toma  y  mira  el  soire.] 
De  don  Remigio  es  la  letra. 

[A  D.  Frutos.] 

Permítame  usted 

Frutos.  Señora  I.... 

[Abre  Elisa  la  carta,  y  lee  para  si.] 

Tú ,  vete  ya. 
Blas.  Y  la  rempuesta? 

Frutos.  Bárbaro!  ¿la  has  de  llevar 

tú  á  Madrid? 
Blas.  Toma!  el  que  yerra 

no  pregunta No,  al  contrario 

Se  me  ha  trabado  la  lengua. 
Elisa.     (Cielos!) 
Blas.  Conque,  güeñas  noches 

y  mandar  lo  que  se  ofrezga. 


ESCENA  Vil. 

ELISA.    JUANA.    D.  FRUTOS. 

Elisa.      [Interrumpiendo  la  lectura.] 
Diosmiol.... 

* 

[Sigue  leyendo.] 

Juana.  Pierde  el  color 

Elisa.     [Llorando.] 

Desventurada  I.... 
Frutos.  ¿  Qué  nueva 

infausta 

[A  Juana,  mientras  sostiene  i  Elisa, 
que  está  á  punto  de  desmayarse.] 

Una  silla,  pronto! 

Elisa.     [Ahando  los  ojos.] 

.  Dadme,  Señor,  fortaleza! 

[8e  sienta  ayudándola  D.  Frutos^ 

m 

Juana.    Descanse  usted Agua! 

Elisa.                                             No. 
Juana.    Este  frasquito  de  esencia 

[Saca  uno  del  pecho  y  lo  aplica  á  la 
nariz  de  Elisa.] 

Huela  usted 

Elisa.  Oh !  no  te  inquietes. 


384 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITE. 


No  temas )  Juana,  que  pierda 
la  razón ;  aue  la  que  nace 
con  tan  infeliz  estrella 
como  yo,  ni  este  consuelo 
en  la  adversidad  espera. 
Frutos.   Mas  ¿  qué  imprevista  desgracia 
ó  qué  inesperada  ofensa 
tus  bellos  ojos,  Elisa, 
baña  en  lágrimas  acerbas? 
No  á  vana  curiosidad 
atribuyas  la  impaciencia 
con  que  humilde  te  suplico 
que  me  confies  tus  penas : 
es  porque  mi  bien  supremo 
sería  liorarte  de  ellas. 
Don  Frutos ! ' 

Tanta  amargura ! . . . . 

Habla.  ¿Acaso  lloras muerta.. 

á  tu  madre 

Ahí..,.  Sí,  señorl 
¿Cómo!....  Pues 


Elisa. 
Frutos 


Elisa. 
Juana. 


Frutos. 


[Elisa  impone  silencio  á  Juana  con 

una  seña.] 

Frutos.                                 Pobre  Marquesa  I 
(Cuánto  me  quemó  la  sangre  1) 
Dios  en  su  gloria  la  tenga 

Elisa.      [Levantándose.] 

Vamos,  Juana 

Bien  conozco, 
bella  Elisa,  que  no  hay  fuerzas 
humanas  que  resuciten 
al  que  yace  en  noche  eterna; 
bien  sé  que  la  de  una  madre 
es  irreparable  pérdida, 
y  que  en  vano  intentaría 
con  mi  ruda  y  torpe  lengua 
curar  la  profunda  llaga  • 

que En  fin,  usted  bien  penetra 

los  sentimientos  que  abriga 

mi  corazón.  To  quisiera 

(Ay  Dios!)  Lo  sé,  pero  ahora 

gí,  en  ocasiones  como  esta 
las  lágrimas  y  el  silencio 
son  la  mejor  elocuencia. 


Elisa. 
Frutos. 


[Siguiendo  d  Elisa  hasta  la  hadita* 
don  de  la  derecha.] 


Elisa. 


Llore  usted.  To  la  acompaño 

[Á  una  seña  de  Elisa  retrocede  res- 
petuoso.] 

en  su  sentimiento. 

[Á  Juana  entrando.] 

Cierra. 

[Juana  sigue  á  su  ama  cerrando  la 

puerta.] 


ESCENA  VIII. 

D.  FRUTOS. 

Pobre  Elisa  I  ¿No  bastaba 
para  amargar  tu  existencia 
haberte  caoido  en  suerte 
un  marido  calavera? 
¡  No  te  bastaba  sufrir 
sin  exhalar  una  queja 
su  villana  ingratitud 
y  su  tirana  insolencia! 
Un  sólo  lazo  te  unia 
á  este  valle  de  miserias; 
tu  madre;  jy  la  impía  muerte 
se  goza  en  dejarte  nuérfana! 
Maldita  pécora  fué 
mi  señora  la  Marquesa; 
pero  al  fin  era  su  madre, 
y  Elisa  paga  una  deuda 
sagrada  si  á  su  memoria 
tributa  lágrimas  tiernas. 
Aun  yo  mismo,  sin  poder 
resistir  á  su  influencia; 

creo  que  me  he  enternecido 

¿  Quién  un  dia  me  dijera 
que  habría  yo  de  sentir 
la  muerte  de  aquella  vieja 
endiablada!....  T  sin  embargo, 
por  ella  perdí,  por  ella, 
esa  inestimable  joya 
que  insensato  menosprecia 
mi  indigno  rival.  Si  tuese 
mi  fortuna  menos  negra, 
yo  que  la  maldije  viva 
no  la  lloraría  muerta. 
Si  mi  palabra  y  las  leyes 
de  la  santa  madre  iglesia 
entre  Elisa  y  yo  no  alzasen 
insuperable  barrera, 
¿quién  más  dichoso  que  yo 
so  ore  la  faz  de  la  tierra? 
Qué  mujer  pierdo.  Dios  miol 
Noble,  virtuo|^,  bella, 

S robada  ya  en  el  crisol 
el  infortunio....,  y  sin  suegra! 


ESCENA  IX. 

D.  FRUTOS.    MAMERTO. 

Mamert:  Don  Frutos  I ....  ^ 
Frutos.  Calle  I  Mamerto! 

fintre  usted.  (Qué  me  querrá?) 

Mamert.  [Adelantándose.] 

Usted  dirá  que  á  estas  horas 
no  parece  natural 
mi  visita. 

Frutos.  Nada  de  eso 

Á  no  ser  que^  en  calidad 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITE. 


385 


Mamert. 


Frutos. 
Mamert. 
Frutos. 
Mamert, 

Frutos. 

Mamert. 
F^tos. 

Mamert. 


Frutos. 


Mamert. 


Frutos. 
Mamert. 

Frutos. 


MoMert. 
Frutos. ' 

Mamert. 


Frutos. 
Mamert. 


de  escribano  cartulario^ 

me  yenga  usted  á  enjuiciar 

No,  señor;  no  tema  usted. 
No  vengo  como  curial ; 

vengo  sólo  como  un  simple 

Eh? 

Simple  particular. 
Pues  ¿qué  objeto... 

usted  no  es  tonto, 

y  ya  se  figurará 

En  efecto (Ya  olvidaba 

Que  este  mozo  es  mi  rival.) 

Mi  honor  exige 

Sí.  (Vamos, 
me  viene  á  desafiar.) 
Que  me  muestre  agradecido 
al  que  me  did  libertad , 
y  como  á  usted  se  la  debo^ 

según  me  dijo 

Sí  tal, 
pero  obrar  así  fué  un  acto 
de  justicia  y  nada  más. 
Usted  lo  llama  justióia 
y  yo  generosidad; 
que  al  fin  de  los  enemigos 
los  menos  dice  el  refrán ; 
y  como  yo  estoy  penando 
por  Sixnona  dias  ha, 
y  para  una  dama  sola 

es  suficiente  un  galán 

Sí;  lo  sabía. 

No  se  habla 
de  otra  cosa  en  el  lugar. 
Y  por  lo  mismo  me  opuse 
al  atropello  brutal 
del  tio  rabio. — Pero  hablemos 
con  toda  sinceridad. 
Que  usted  quiere  deshancarme 
es  evidente.  (Ojalá!) 
Sí,  señor. 

¿Y  espera  usted 
lograrlo? 

Qué  he  de  esperar? 
Simona  me  hsv  despediao, 
ingrata  1...,  y  no  hay  tribunal 
de  apelación  cuando  dice 
una  moza :  no  ha  lugar. 
Pues  { qué !  si  ella  me  quisiese , 
¿sufriera  yo,  pesia  tal  I 
que  otro  me  la  disputara, 
siquiera  fuese  un  bajá? 
Mamertol.... 

[Enternecido.]  Por  mi  desdicha'i 
esa  mujer  contumaz 
me  aborrece,  y  como  yo 
no  tengo  otra  voluntad 
que  la  suya ,  ay  miserable  I 
desde  que  en  hora  fatal 
vi  aquella  cara  hechicera 
que  me  tiene  hecho  un  bausán , 
no  me  queda  ya,  don  Frutos, 
más  recurso  que  llorar. 

[Llora.] 

-II. 


Frutos. 


Mamert. 


Frutos. 
Mamert. 


Frutos, 
Mamert. 

Frutos. 


Mamert. 

Frutos. 
Mamert. 


Frutos. 


Mamert. 

Frutos. 

Maviert. 


Frutos. 
Mamert. 


Frutos. 


[Para  si.] 

Y  en  efecto  está  llorando. 
Vaya  un  ente  original  I 
Ver  llorar  á'un  tagarote 
como  yo  es  cosa  en  verdad 
que  da  grima,  pero  ¡ay  triste  I 
no  lo  puedo  remediar. — 
Usted  sí. 

Cómo? 

Rompiendo 
una  vara  de  taray 
en  mis  costillas,  ó  echándome 
á  la  garganta  un  dogal. 
Yol  Ha  perdido  usted  el  juicio? 
Sí,  usted  me  debe  matar, 
don  Frutos.  Hágame  usted 
esa  obra  de  caridad. 
¿Soy  yo  asesino  ó  verdugo 

f)or  ventura?  Es  singular 
a  manía Yo  no  mato 

á  los  que  no  me  hacen  mal. 
Si  tiene  usted  tanta  prisa 
de  dar  obra  al  sacristán 
y  al  párroco,  buen  remedio; 
cuélguese  usted  de  un  nogal. 
Ah!  yo  idolatro  á  Simona, 
y  usted  la  lleva  al  altar  I 
Ahí  verá  usted ! 

Algún  dia 
no  la  parecí  costal 
de  paja,  pero  la  pérfida 
me  vendió  como  un  chalan. 
Vino  usted,  pujó....,  y  abur. 
Como  en  el  agua  la  sal 
se  deshizo  mi  esperanza. — 
Llorad,  mis  ojos ,  llorad  I 

[Rorwpe  d  llorar  otra  vez.] 

(Pobre  joven  !)  Yo  lo  siento 
en  el  alma ;  pero  ya 
mi  palabra  está  empeñada 
y  no  he  de  volverme  atrás. 

Y  tal  vez  si  no  mediase 

un  compromiso  formal 

Se  la  cedería  á  usted 

sin  reparo. 

Voto  á  san  I.... 
Aouí  tenemos  al  perro 

del  hortelano 

Cabal. 
Ni  le  gusta  á  usted  Simona 
ni  me  la  quiere  endosar. 
Egoismo !  tiranía  I 
Tontería  I  necedad  I 
No  es  á  mí ,  no,  sino  á  ella 
á  quien  debe  usted  contar 
sus  cuitas.  ¿Tengo  yo  cara 
de  tio  ó  de  capellán? 
Bueno  estoy  yo  para  oir 
en  mis  orejas  zumbar 

á  un  moscón Háblela  usted; 

yo  no  me  opongo:  allí  está 

25 


386 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITE. 


Vaya  usted 

MafMTt.  Sí,  eso  se  dice 

muy  pronto,  pero 

Frutos»  Qué? 

Mamert,  Ay  I 

No  me  atrevo. 
Frutos.  ¿Quiere  usted 

que  YO  la  vaya  á  rogar 

que  le  quiera? 
Mamert.  Estará  allí 

auel  feroz  animal 
gun  mastín  ? 
Mamert,                          No;  su  padre. 

No,  no  me  atrevo.  £s  capaz 

Vendré  mañana 

Frutos.  Oh!  mañana 

será  tarde. 
Mamert.  San  Pascual  I 

Pues  ¿qué 

Frutos.  Mañana  me  caso. 

Mamert.  Virgen  Santa  del  Pilar!.... 
Frutos.    T  si  el  novio  es  complaciente 

y  amable ,  no  lo  será 

el  marido. 
Mamert,  Ta  supon  go . . . . . 

Pues  mire  usted,  muchos  hay 

que  obran  á  la  inversa. 
Frutos,                                        Eh !  basta. . . 
Mamert.  Mañana  !  Oh  calamidad ! 
Frutos,   Entra  usted,  ó  no? 
Mamert.                               Dios  mió! 
Frutos,    Oh !  ya  no  puedo  aguantar 

Vayase  usted  con  mil  diablos 

y  déjeme  el  alma  en  paz. 

Mamert.  [Llorando,] 

¡Adiós,  Simona,  hasta  el  valle 

de 

Frutos .   [Empujándole .  ] 

Basta! 
Mamert,  De  Josafat ! 


ESCENA  X. 

D.   FRUTOS. 

Para  apurar  mi  paciencia 
me  faltaba  este  buen  rato. 


Hay  mayor  impertinencia? 

Hay  hombre  más  mentecato? 

Yo  te  ladaria,  sí, 

ya  que  tanto  te  cegó, 

menos  por  dártela!  ti 

que  por  no  sufrirla  yo. 

Mas  nunca,  con  grave  mengua 

de  mi  firme ,  hidalga  fe,     *• 

nunca  negará  mi  lengua 

loque  con  ella  juré. 

Mañana  me  caso,  sí.    - 

El  mal  paso  darlo  aprisa. — 

Cielos!  ¿qué  va  á  ser  de  mí 

con  Simona...... y  sin  Elisa! 

Elisa,  mi  único  amor!.... 

Hoy  te  trajo  aquí  mi  suerte 

Í)ara  que  fuese  mayor 
a  amargura  de  perderte. 
Breve  y  funesto  placer! 
Triste  y  fatal  situación  1 

[Mirando  día  puerta  de  la  izquierda.] 

Allí  me  llama  el  deber 

[Mirando  d  la  puerta  de  la  derecha^ 
de  la  cual  se  halla  poco  distante.] 

Aquí  está  mi  corazón. — 

¿X  á  qué  con  vana  inquietud 

suspirar  en  esta  puerta 

si  mi  honor  y  su  virtud 

bo  la  consienten  abierta?     \ 

Adiós!....  No  dé  yo  lugar 

á  una  sospecha  bastarda. — 

¡Qué  noche  voy  á  pasar 

y  qué  mañana  me  aguarda  I 
¡Con  cuánta  pena  te  dejo, 
ángel  de  amor  y  hermosura! 

[Mirando  d  la  izquierda,] 

Mas  ¡con  qué  gozo  me  alejo 
de  esa  bestial  criatura ! 

[Dirigiendo  sus  miradas  d  derecha  i 
izquierda,  como  lo  indican  los  versos,] 

Cuan  diversas  son  las  dos ! 
Allí  está  el  mal ;  aquí  el  bien. — 
Maldita  seas  de  Dios !  — 
Bendita  seas ,  amén  1 

[Desaparece  por  la  puerta  del  centro.] 


ACTO  TERCERO. 


ESCENA   L 


D.  FRUTOS.    Tío  PABLO. 


Frutos.   Convénzase  usted,  tio  Pablo; 
no  hagamos  un  desatino 


que  luego  nos  pese  á  todos. 

Yo 

Pablo.  Frutos,  lo  dicho,  dicho. 

Frutos.   Tío  Pablo,  su  hija  de  usted 

no  será  feliz  conmigo 

Pablo.     Sí  por  cierto,  vaya!...  (Este  hombrp 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITR. 


887 


Pablo. 
Frutos, 


Pablo. 

Frutos. 

Pablo. 


se  ha  olvidado  de  qae  es  rico.) 
Frutos.   Hay  poca  conformidad 

entre  su  genio  y  el  mío. 
Pablo.     No  importa :  nna  Tez  casados 

cedéis  cada  uno  un  poquito 

Y  además,  sin  una  que  otra 

pelotera  entre  marido 
.  y  mujer,  el  matrimonio 

sería  un  guisada  insípido 

y  vivieran  los  casados 

como  los  padres  del  Limbo. 
Frutos.   Si  por  retirarme  yo 

no  quedase  otro  partido 

á  Simona Mas  yo  s^ 

que  la  quiere  con  delirio 

Mamerto 

Ese  babazorro  ? 

No  me  hables  de  él:  no  le  azmito. 

Si  pudiese  obrar  Simona 

según  su  libre  albedrío, 

preferiria  á  ese  mozo. 

Ella?Quiá! 

Un  dia  le  quiso 

Un  dia  no  es  otro  dia, 

ni  son  iguales  los  cinco 

dedos  de  la  mano;  entiendes?; 

Ídijo  bien  el  que  dijo: 
ueno  es  el  pan  de  centeno, 
pero  es  mejor  el  de  trigo. 
¿Y  á  qué  debo  yo  la  honra 
de  que  me  haya  preferido 
Simona?  Á  mi  linda  cara? 
Por  qué  no?  Tú  eres  buen  chico. 
No,  señor:  á  mis  doblones ; 
dejémonos  de  embolismos. 
Mientras  los  tenga  seré 
discreto,  gallardo,  lindo, 
gracioso;  mas  si  mañana 
amanezco  sin  un  Cristo 
dirá  usted,  dirá  Simona 

Íue  soy  más  feo  que  un  mico. 
íso  no;  pero  si  Dios 

te  ha  dado  tierras  y  olivos, 
¿por  eso  te  ha  de  llamar 
la  chica  perro,  judío? 
Pero  usted  la  sacrifica 
ásu  bárbaro  egoísmo..... 
¿Cómo!.... 

Al  sórdido  ínteres 

Hombre!.... 

Porque ,  lo  repito, 
no  congeniamos;  seremos 
muy  desgraciados. 

Pues,  hijo, 
ya  es  tarde.  Nadie  te  puso 

á  la  garganta  un  cuchillo 

Haberlo  mirado  bien 
antes  de  decir:  envido. 
Frutos.   Es  verdad;  sí,  es  verdad!....  (Este 
es  el  segundo  capítulo 
de  la  suegpra  madrileña. 
Ah  vil  ínteres  maldito ! 
Tanto  monta  para  ti 


Frutos. 


Pahlo.. 
Frutos. 


Frutos. 

Pablo. 
Frutos. 
Pablo. 
Frutos. 


Pablo, 


Pablo, 
Frutos. 

Pablo. 

Frutos. 

Pablo. 


Frutos. 

Pablo. 

Frutos. 

Pablo. 
Frutos. 

Pablo. 


Frutos. 
Pablo. 

Frutos. 


Pablo. 
Frutos. 

Pablo. 

Frvtos. 

Pablo. 


Frutos. 


Pablo. 
Frutos. 


la  corté  como  el  cortijo.) 
Vengámonos  á  razones. 
Confieso  que  he  procedido 
con  ligereza;  confieso 
que ,  puesto  en  tela  de  juicio 
este  asunto,  yo  sería 
condenado.  Por  lo  mismo, 
propongo  una  transacción 
que  excuse  llantos  y  ruidos 
y  á  todos  nos  esté  bien. 
Las  leyes ,  si  me  desdigo , 
sólo  pueden  obligarme , 
téngalo  usted  entendido, 
á  dotar  á  esa  muchacha. 
Pues  bien  está;  sin  litigio 
le  regalo  dos  mil  pesos 
y  es  negocio  concluido. 
No  me  acomoda. 

Si  es  poco, 

pida  usted  más.  Yo  me  obligo 

vales  tá  mucho  más  que  eso. 

Pues  puje  usted  á  su  arbitrio 

(Firme,  Pablo!  Ü  todo  ú  nada.) 
Si  no  se  casa  contigo 
va  á  tronar  como  arpa  vieja. 
Te  tiene  tanto  cariño!.... 
¿Conque 

Nada! 

¿Conque  usted 
no  transijo? 

No  transijo. 
Mírelo  usted  bien ,  tío  Pablo ; 
mire  usted  que  si  me  írrito..... 
Qué  quieres  decir  con  eso? 

Mas  ya  calo,  ya  adivino 

La  forastera,  la  intrusa 
te  ha  trastornado  el  sentido. 
Ella  es  la  que  ahora  campa; 
Simona  no  toca  pito ; 
un  clavo  saca  otro  clavo , 

aue  dice  el  refrán  antiguo, 
li  de  una  vez  que  te  casas 
con  la  huéspeda... 

(Oh,  Dios  mió!...) 
Hombre  sin  palabra!....  ¿Es  eso 
lo  que  manda  el  catecismo? 
Dale!  No,  ni  ella,  ni  yo, 
ni  el  reverendo  arzobispo 

podemos Ese  sería 

un  casamiento  sacrilego. 
Porqué? 

Qué  necia  pregunta! 
Porque  ya  tiene  marido. 
Miren  qué  falta  le  puso! 
Eh? 

Como  de  esas  se  han  visto 
que  tienen  marido  y  majo 
y  comen  á  dos  carrillos. 
Blasfemo !  El  honor  de  Elisa 
es  como  el  sol  del  Olimpo, 

.  y  ¡vive  Dios,  ruin  villano 

Yo 

Diga  usted  que  ha  mentido 


388 


DON  FRUTOS  EN  BBLCHITE. 


Pailo. 


Frutos. 


Pailo. 

Fruías. 

Pablo. 


8i  no  quiere  que  le  arranque 
la  lengua. 

Bien ;  no  es  artículo 
de  fe  lo  que  dice  el  hombre 
cuando  el  hombre  está  mohíno. — 
Pero  tomarlo  también 

tan  á  pechos ¿Qué  chiquillo 

te  ha  sacado  ella  de  pila 
para  poner  tanto  ahinco 
en  defenderla? 

Es  mujer.... f 
es  dama;  le  doy  asilo 
en  mi  casa....;  es  un  dechado 
de  Tirtudes  y  un  prodigio 
de  hermosura; — en  fin,  ipor  qué 
lo  he  de  ocultar?  Es  el  ídolo 
de  mi  eorazon. 

T  es  cierto ! 
Y  te  atreves  á  decírmelo  I 
I Y  usted  que  lo  oye  se  atreve 
á  ser  mi  suegro  I 

Lo  he  dicho , 
y  no  me  retrato,  y  nadie 

)11¡] 


me  apea  de  mi  pollino. 
Frutos.   Bien,  corriente.  Yo  también 

he  tomado  mi  partido. 

Pailo.     ¿Te  negarás 

Frutos.  AI  contrario : 

ahora  soy  yo  el  que  lo  exijo; 

?ero  pronto;  ha  de  ser  pronto  I 
a  podia  haber  venido 
el  escribano.  Las  horas 
'  se  me  están  haciendo  siglos. 


Pablo. 


[Aparece  Mamerto  trayendo  en  la  ma- 
no  algunos  pliegos  de  papd  sellado.] 

Cátale  aquí.  Más  á  tiempo 


ESCENA  11. 


D.  FRUTOS.    Tío  PABLO.    MAMERTO. 


Mamert. 
Paila, 


Mamert. 

Pablo. 
Mamert. 


Frutos. 

Pablo, 

Mamert. 


Buenos  dias. 

Mas  ¿qué  miro  I 
Eres  tú!  ¿Cómo  no  viene 
tu  cofadre  don  Toribio? 

Es.tá como  yo  quisiera 

estar. 

Cómo? 

Con  el  tifus. 
Pues  si  nó,  ¿vendría  yo 
á  autorizar  mi  suplicio? 
Otra  víctima! 

{Riéndose,]     Sí ;  es  gaita 

Maldito  sea  mí  sino 
y  ]a  hora  fatal ,  funesta 
en  que  aprendí  tal  oficio. — 
Pero  aun  es  tiempo.  Tío  Pablol.... 
Don  Frutos!....  ror  el  martirio 
de  san  Serapio ,  que  fué 
menos  horriole  que  el  mío, 


Frutos. 
Pablo. 

Mamert. 
Pablo. 

Mamert, 

Pablo. 
Frutos. 

Mamert. 

Pablo. 


Mamert. 


cédanme  ustedes  la  mano 
de  Simona ;  que  lo  pido 
con  mucha  necesidad , 
y  ponerme  en  el  conflicto 
de  dar  fe  de  que  se  casa 
¡ay  Dios !  con  otro  individuo 
es  obligarme,  señores , 
á  cometer  un  suicidio. — 
Don  Frutos!.... 

Eso,  al  tío  Pablo. 

[Sin  defar  hablar  i  Mamerto.] 

No  ha  lugar. 

(Bárbaro!  impío!) 

[Á  la  puerta  de  la  izquierda.] 

k  ver  sí  sales ,  Simona? 

(Pero  aun  me  queda  un  resquicio 

de  esperanza.  Acaso  al  verme 

renazca  el  amor  antic^uo ) 

¡Por  vida Se  me  ha  olvidado 

hacer  venir  los  testifi;^s 

Después  vendrán  á  firmar; 
y  si  no  nos  convenimos 

es  inútil 

Es  forzoso 
tener  corazón  de  risco 

para 

Ya  está  aquí  Simona. 

[Aparece  Simona  con  el  vestido  de  lu- 

g arena,] 

(Ardo  y  tiemblo;  sudo  y  gimo.) 


ESCENA  III. 

D.  FRUTOS.  Tío  PABLO.  MAMERTO.  SIMONA. 

Simona.  [Muy  siria.] 

Salú! 
Mamert.  (Cómo  la  idolatro !) " 

Frutos.   Buenos  dias. 
Mamert.  ídem.  (¡Sí; 

para  ellos,  no  para  mí!) 
Pablo.     Asentémonos  los  cuatro. 

[Mamerto  se  sienta  delante  de  la  me* 

sa,  poniendo  sobre  ella  el  papel  sella' 

do;  D.  Frutos  á  su  derecha^  y  d  su 

izquierda  ¡Simona  y  el  tio  Pablo.] 

Mamert.  [Tomando  una  pluma  y  mirándola.] 

Esta  pluma  es  una  brocha. 
Pablo.     Otras  hay. 

Mamert.  [Tomando  otra  y  suspirando,] 

Ay! 

[Sscribiendo.] 

«Esponsales 
entre  Simona  Corrales 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITE. 


389 


Frutos. 

Pablo, 

Simona. 

Frutos, 

Pablo, 

Frutos. 

Mamert. 

'  Simona. 

Frutos. 


y  don  Frutos  Calainocha.» — 

Venga (oh  dia  de  amargura!) 

la  novia,  si  lo  ha  de  ser. 

Íj  diga (No  echa  de  ver 
o  triste  de  mi  figura.) 
Antes -de  ese  documento 
dará  el  escribano  fe 
de  otro  que  yo  dictaré. 
Otro? 

Cuál? 

Mi  testamento. 
Tú  hacer  testamento! 

Yo. 
{ Amargar  así  el  placer 
de  la  boda  I 

I  ün  novio  hacer 
testamento!.... 

Por  qué  no? 
Sin  Que  sea  desvarío 
¿no  hay  quien  toma  esa  medida 
cuando  el  honor  y  la  vida 
arriesga  en  un  desafío? 
¿No  suele  también  testar, 
por  si  no  llega  á  la  orilla , 
el  que  en  frágil  navecilla 
surca  el  proceloso  mar? 
¿Y  no  puedo  yo  creer 
que  el  vínculo  conyugal 
no  es  más  que  un  duelo  mortal 
entre  marido  y  mujer? 
Y  si  entre  ellos  el  demonio 
de  sus  artes  hace  gala, 
¿qué  mar  bravio  se  iguala 
al  golfo  del  matrimonio  ? 
Mire  usté  qué  alicantina !.... 

[ffn  voz  baja,]   • 

Chito! 

\Á  Mamerto.] 

Ponga  usted  mi  nombre , 
patria  et  catera. 

[Mamerto  escribe,] 

[Aparte  con  su  padre.] 

Hum!...  este  hombre 
me  va  dando  mala  espina. 

Deja  que  él  sea  mi  yerno 

Gomo  Dueno  y  fiel  cristiano, 

apostólico ,  romano , 

dejo  el  alma  al  Padre  Eterno. 

Eso  es,  y  el  cuerpo  á  la  tierra 

Yo  diria  á  Lucifer 

Es  decir,  á  mi  mujer. 

Simona.  [En  actitud  de  levantarse  furiosa.] 
¿Qué  se  entiende 

Pablo.     [Sn  voz  baja  y  haciéndola  sentarse  de 

un  tirón.] 

Calla,  perra! 
Simona.  [Alto,] 

¡Confundirme  á  mí — qué  horror! — 


Simona. 
Pablo, 

Frutos, 


Simona. 


Pablo. 
Frutos, 


Mamert. 
Frutos, 


Pablo. 

Mamert, 

Simeona. 
Mamert. 
Frutos, 
Mamert. 


con  los  demonios  malditos 

Bah!  son  chanzas  de  Fru titos, 
que  hoy  está  de  buen  humor. 
Disponer  de  esa  manera 

del  cuerpo 

(Yo  estoy  en  vilo.) 

No  es  la  fórmula  de  estilo 

Pues  ponga  usted  lo  que  quiera. 
(Yo  creo  que  no  está  sano 

[Con  el  dedo  en  la  frente.] 


de  aquí.  Curador  ad  litem 

habrá  que  nombrarle ) 

Frutos.  ítem: 

al  infrascrito  escribano 

Mamert.  jAmí.'.... 

Pablo,  ¡A  Mamerto..;.. 

Simona,  ¡A  él...... 

Frutos,  Sí. 

Al  infrascrito  escribano, 

vuelvo  á  decir 

Mamert.  (San  Cipriano! 

qué  querrá  dejarme  á  mí?) 
Frutos,    xa  que  no  le  doy  la  novia, 

como  en  vano  lo  procuro, 

porqué  su  padre  es  más  duro 

que  una  silla  de  Moscovia 

Simona.  Hum!.... 

Pablo.  No  hagas  caso  de  pullas. 

Frutos.   Le  doy  mil  pies  de  olivar 

y  mi  huerta  del  Juncar 

que  mide  cinco  tahullas. 
Pablo, ^    ¿Qué  oigo! 
Mamert,  A  mí  tal  beneficio! 

Pablo,     A  él!.... 
Frutos.  Poco  es  lo  que  le  doy 

cuando  á  mi  pesar  le  voy 

á  hacer  un  flaco  servicio. 
Mamert.  (Comprendo Puede  que  así ) 

Simona.  [Aparte  co7i  su  padre.] 

Mil  olivos!.... 
Pablo.  Se  los  da 

por  via  de Estamos? 

Simona.  Ya, 

8 ero  me  los  quita  á  mí. 
racias 


[B.  Frutos  le  interrumpe  diciindole 
por  señas  que  siga  escribiendo,] 


Pablo. 


Para  una  prebenda 

tan  fuerte  como  la  suya, 

eso  vale  una  aleluya. 

Frutos.   Y  del  resto  de  mi  hacienda 

Pablo.     Pues;  la  ^zamos  los  dos 

Frutos.   T  ierras ,  nucas ,  plata ,  olí  vos. ... , 

doy  la  mitad  Ínter  vivos 

á  doña  Elisa  Quiros. 

[Simona  y  el  tio  Pablo  se  levantan 

airados,] 


190 

Simona. 
Pablo. 
Frutos. 
Pablo. 

Simona. 

Pablo. 

Simona. 

Pablo. 

Simona. 

Frutos. 

Simona. 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITB. 


Felonía ! 

Tú  desbarras ! 
Yo  soy  dueño  de  mis  bienes. 
I  La  meta  de  lo  que  tienes 
á  una 

Á  la  novia  de  marras  I 
No  se  hace  esto  con  nn  chino. 
Esto  es  burlar  mi  esperanza. 
Esto  ya  pasa  de  chanza. 
Esto  es  ser  nn  asesino. 

Pues  predicáis  en  desierto 

Ohl.... 


Simona.  [Llorando.] 
Qaé  ultraje! 


Frutos.   [Levantándose,] 

I  Silencio  y  respetad 
mi  postrera  voluntad ! — 
Lo  dicho  dicho^  Mamerto. 

[Mamerto  sigue  escribiendo.  D.  Fru* 
tos  pasea  de  un  lado  de  los  bastidores 

al  otro.] 

Simona.  Echarme  así  por  el  lodo!.... 
Pablo.     [En  voz  baja.] 

¡Galla  y  muérdete  las  uñas 
por  Dios,  que  si  refunfuñas 
puede  quitárnoslo  todol 

rero,  padre,  fuerte  cosa 

La  otra  meta 

No  hay  aguante 

Aun  será  lo  muy  bastante 

fara  que  nadie  nos  tosa. 
Se  me  hace  el  alma  pedazos 
viendo  penar  á  mi  bien. 

[Mirando  á  Simona  y  gesticulando 

con  afán.] 

T  aun  no  cedes?  ¡Boba,  ven; 
venl....  Arrójate  en  mis  brazos. — 
Nadal) 


Simona. 
Pablo. 
Simona» 
Pablo. 


Frutos. 


ítem. 


Simona.  [Aparte  al  tio  Pablo.] 

Otro  ítem f  padre! 
Frutos.   Por  dejar  pia  memoria 

de  mí  y  alcanzar  la  gloria 
d^  Cristo  y  su  Santa  Madre, 
dejo 

[Como  arriba.] 

Ay....,  todo  lo  destrozal.... 
£1  resto  de  mi  caudal 
al  venerable  hospital 
de  locos  de  Zaragoza. 
Esto  más  I 

Hombre ,  estás  tonto? 
Á  los  locos?  Eso  dices ! 
Sí;  entre  aquellos  infelices 
espero  verme  muy  pronto. 
(Bien  tenía  yo  barrunto ) 


Simona. 
Frutos. 

Simona. 
Pablo. 

Frutos. 
Mamert. 


Pablo. 

Frutos. 

Pablo. 

Frutos. 
Mamert. 

Pablo. 


^utos. 
Pablo. 


Frutos. 


[Se  sienta^  y  solloza  y  palm^otea  con 
muestras  de  desesperación.] 

Basta  de  bromas , 
y  sin  más  puntos  ni  comas 
tratemos  de  nuestro  asunto. 
Eh !  no  gasto  bromas  yo. 
Lo  he  dicho  y  no  lo  revoco. 
Pues  dígote  que  estás  loco 
de  atar. 

Todavía  no. 
(Ahora,  sitiada  por  hambre, 

tal  vez ) 

Sí,  estás  rematado; 
y  es  que  á  la  cuenta  te  ha  dado 

en  la  sesera  un  calambre 

No  tal. 

Sí;  yo  lo  sustento. 
Sólo  hace  ese  disparate 
un  orate ; — ^y  un  orate 
no  puede  hacer  testamento. 
Porque  un  loco  en  mi  opinión 
tiene  el  caletre  perdido, 
y  cuando  falta  el  sentido 
se  preturba  la  razón , 
y  cuanto  haga ,  y  ponga  ó  quite 
es  nulo;  y  de  aquí  articulo 
que  lo  que  en  Belchite  es  nulo 
no  vale  nada  en  Belchite. 
Hoy  soy  libre  como  ayer 


Mam^ert.  [Levantándose.] 

Á  esa  lógica  bastarda, 
á  esa  gramática  parda 
me  toca  á  mí  responder. 
Para  declarar  demente 
á  Pedro  ó  Juan ,  no  es  un  lego, 
no  es  un  rústico  labriego 
autoridad  competente. 
Mas  quiero  por  dos  minutos 
suponer  que  del  común 
sensorio,  como  un  atún, 
está  privado  don  Frutos. 
En  tal  caso,  por  la  goda 
legislación,  noy  vigente, 
nulos  serán  igualmente 
el  testamento  y  la  boda; 
que  sí  nulo  es  lo  que  testa, 
como  ha  dicho  usted  muy  bien  y 
quien  tiene  el  seso  en  Belén 
y  la  razón  descompuesta, 
por  los  mismos  argumentos 
no  puede  casarse,  pues 
si  es  loco  don  Frutos,  es 
incapaz  de  sacramentos. 
Jautos.   Basta  I  Lo  he  dicho  y  lo  voy 
á  firmar. 


Pablo. 
Frutos. 


[Vaá  la  mesa  yjirma.] 

Tente! 

Ya  está. 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITE. 


391 


Pablo, 


Pailo.     Frutos!.... 

Frutos.  Luego  se  verá 

si  soy  loco  ó  no  lo  soy. 

¿Conque  es  decir (malos  lobos!..) 

que  esto  es  una  cuchufleta...., 

una  treta,  una  endireta 

de  aquellas  del  padre  Cobos? 

¿Conque  hemos  hecho  el  payaso 

mi  hija  y  yo?  Voto  á  Caifas!.... 

Para  eso  caliera  más 

haber  dicho  no  me  caso. 

Frutos,    Qué  quiere  usted  I  Es  precípo 
que  á  todos  nos  lleve  el  diablo. 
Con  la  paz  brindé  al  tio  Pablo 
y  el  tio  Pablo  no  la  quiso. — 
Por  lo  demás ,  no  me  niego, 
si  gusta  de  mi  persona, 
á  casarme  con  Simona 

'  ahora  hiismo 

Otra  te  pego! 
Y  qué  quieres  id  que  coma? 
Por  vida  del  moro  Muza!.... 
Para  morir  de  gazuza 
bien  está  San  Pedro  en  Roma. 
Si  hasta  del  último  grano 
de  trigo  haces  almoneda , 
si  todo  lo  das,  ¿qué  queda 
para  Simona? 

Mi  mano. 


Pailo. 


Simona!....  Aquí (No  me  mira!) 

Simona.  Si  usted  quiere  ser  su  suegro, 

yo  no. — Es  decir,  yo  me  alegro 

y  maldita  es  la  mentira. 

Acabáronse  los  tratos. 

Si  en  menos  me  tuve  ayer, 

hoy  soy  yo  mucha  mujer 

para  un  pobre  pelagatos. 

Qué  digo?  Aunque  ahora  me  dé 

todo  el  oro  del  Perú 

le  enviaré  á  Belcebú: 

está  usté?  Lo  entiende  usté? 

Y  no  se  cambia  este  talle 

por  ninguno;  y  soy  quien  soy; 

y  de  su  casa  me  voy 

antes  que  me  eche  á  la  calle; 

y  aunque  se  hundiera  Moncayo 

no  hay  más  padre  ni  más  diantre 

que  mi De  hoy  en  adelantre 

haré  de  mi  capa  un  sayo. 


Frutos. 


[La  extiende  en  acto  de  ofrecerla.'] 


Simona.  {Letantindose.  y  sin, poderse  ya  do- 
minar.] 

Cargue  el  demonio  con  ella!, 

que  ya  estoy  frita  y  refrita 

Primero  que  yo  la  azmita 
.  quiero  morirme  doncella. 
\  Salirme  ahora  al  camino 
con  esa  pata  de  gallo 
cuando 


[Á  su  padre,  que  la  hace  señas  para 
que  se  reprima,] 

No  callo,  no  callo. 
Picaro!  traidor!....  endino! 
(Oh  música  celestial ! ) 

Deja,  que  aun 

No  quiero,  no. 
La  culpa  me  tengo  yo 

que  he  sido  tan  animal 

Si  se  viene  á  la  razón 

y  quiere  cumplir  sus  pautes 

don  Frutos 

Lo  dicho  y  autos. 
Hum!.... 


Frutos. 

Pablo, 

Simona, 


Pablo. 


Frutos. 
Simona. 


Mamsrt.  [Enternecido.] 

(Me  parte  el  corazón ! ) 

[Con  la  mano  en  el  pecho.] 


ESCENA  IV. 

D.  FRUTOS.  MAMERTO.  TIO  PABLO. 

Pablo.     Tiene  razón,  voto  á  quien!.... 
y  si  descastada  y  fiera 
me  arañara  y  me  escupiera 
tendría  razón  también. 

Por  ti — de  ira  me  atarugo!  — 

la  he  sacado  de  su  trocha. 
Por  don  Frutos  Calamocha. 
padrastro  he  sido  y  verdugo. 
Mas  te  has  de  acordar  de  mí. 
Tengo  el  hígado  bien  puesto 
y.....  En  fin  ,  me  largo;  pero  esto 
no  se  ha  de  quedar  así. 


ESCENA  V. 

MAMERTO.     D.  FRUTOS. 

Mamert.  Pobrecilla!  Se  ha  quedado 
como  quien  dice  á  la  lona 
de  Valencia. —¿Y  es  posible 
que  aun  sea  tan  testaruda 
que  cuando  ve  que  se  escapa 
de  sus  manos  la  fortuna, 

Eudiendo  echarse  en  mis  brazos , 
aya  apelado  á  la  fuga? 
Frutos.    Yo  no  he  podido  hacer  más. 
Mamert.  Es  cierto ;  pero  es  tan  dura 

de  pelar y  yo  tan  débil 

Ruin  ha  sido  su  conducta. 
Eso  no  es  mujer;  es  fiera 
escapada  de  una  gruta. 
Si  yo  no  fuese  un  idiota ,  - 


89S 


DON  FRDTOS  EN  BELCHITE. 


yiéndola  pobre  y  desnuda , 

lejos  de  anegarme  en  lágrimas, 

bailaría  la  cachucha ; 

mas  mi  sensibilidad 

es  tan  necia,  tan  absurda, 

que  oWidado  de  la  mia 

lamento  su  desventura. — 

¡  To  nací  predestinado 

para  ser  YÍctima  suya  I 

Ayer  me  afligía  ingrata 

y  noy  desgraciada  me  abruma; 

su  temerario  desden 

me  abrirá,  oh  cielos!  la  tumba; 

Ír  si  me  hicieran  su  dueño 
as  bendiciones  del  cura , 
Aries ,  Tauro  y  Capricornio 
presidirían  mis  nupcias. — 
¡  T,  con  todo ,  por  casarme 
con  esa  atroz  criatura 
me  dejaria  arrancar 
los  colmillos  y  las  uñas!  — 
Has,  supuesto  que  no  me  ama, 
ni  quizá  me  ha  amado  nunca, 
lo  lleyaré  con  paciencia 
en  castigo  de  mis  culpas. 
No  será  usted  menos  digno 
por  eso  de  mi  profunda 
gratitud.  El  testamento, 
dictado  con  tal  astucia, 
no  tenía  otro  designio 
que  endosarme  la  futura. 

Frutos.  Cierto ;  eso  entraba  en  mi  plan. 

Mamert.  Oh  ñneza  sin  segunda  I 


[Enjugándoselas  lágrimas.] 

Al  ver  tanta  abnegación 
iquién  no  llora  de  ternura? 
Frutos.    Pero  es  preciso ,  no  obstante , 
que  el  testamento  se  cumpla. 
¿Qué  oigo!  Con  todas  sus  cláusulas? 
Sí:  no  exceptúo  ninguna. 

¿Es  posible! Y  yo  creia 

que  era  un  ardid,  una  burla 

No. 

Por  mi  parte ,  agradezco 
la  huerta  y  las  aceitunas, 
pero 


Mamert. 

Frutos. 

Mamert. 

Frutos. 
Mamert. 


ESCENA  VI. 

4 

D.  FRUTOS.    MAMERTO.    GORRIÓN. 

Gorrión.  [Desde  el  foro.] 

Señor  escribano 

Mamert.  Qué  hay? 

Gorrión.  Venga  usté. 

Mamert.  [Yendo  al/oro.]        Quién  me  busca? 

[  Gorrión  le  AaNa  en  voz  baja.] 


Frutos.    (¿Qué  dirá  Elisa Ah!  ya  sale.) 

Mamerú.  (Cielos!  Quisiera  ser  grulla.) 

* 

[  Vase  corriendo.  Gorrión  se  retira.] 


ESCENA  VIL 

D.  FRUTOS.    ELISA.    JUANA. 

Frutos.   Elisa!.... 

Elisa.  Señor  don  Frutos, 

ya  llegó  el  momento,.... 
Frutos.  (Oh  Dios!) 

Elisa.     Ayer  pudo  haber  disculpa 

para  que  aceptase  yo 

el  amistoso  hospedaje 

que  usted  me  ha  dado,  mas  hoy 

Frutos.    Tan  pronto  te  vas,  Elisa! 

{Tan  pronto  se  nubla  el  sol 

de  mi  alegría ! 
Elisa.  Después 

de  lo  que  anoche  pasd 

no  puedo  habitar  aquí 

sin  mengua  de  mi  opinión. 
Frutos.    Es  verdad ! 
Elisa.  ¡  Abrió  la  suerte 

un  abismo  entre  los  dos ! 
Frutos.    Sí,  sepárate  de  un  hombre 

2ue  en  hora  infausta  nació 
ntes  que  pase  á  tu  frente 

mi  sello  do  maldición. 

Parte :  tal  es  mi  amargura 

y  tan  abatido  estoy, 

que  yo  mismo  te  lo  ruego, 

aunque  sea  dardo  atroz 

tu  ausencia  que  en  mil  pedazos 

me  divida  el  corazón. 
Elisa.     Don  Frutos!....  (¡Oh,  si  supiera 

con  cuánta  pena  me  voy! ) 

Frutos.    Irás  á  tu  casa 

Elisa.  Breve 

será  en  ella  mi  mansión. 
Frutos.  ¿Cómo!.... 
Juana.  Mañana  nos  vamos 

á  Madrid 

Frutos.  ¿Qué  oigo !  Eso  no. 

Si  lo  haces  porque  recelas 

que  te  importune  mi  amor, 

es  inútil.  Yo  seré 

quien  huya  de  ti  veloz. 

Aun  para  este  último  trance 

tendrá  mi  pecho  valor. 

No  temas  que  si  en  tu  oido 

otra  vez  suena  mi  voz, 

ó  ves  surcado  mi  rostro 

con  lágrimas  de  dolor, 

puedas  acusarte  un  día 

de  tenerme  compasión. 

No ,  el  adiós  que  ahora  te  dé 

será  mi  postrer  adiós. 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITE. 


993 


Elisa,     ¿Tan  mal  juzga  usted  de  mí, 

don  Frutos!  ¿Por qué  razón 

guardaría  yo  en  mi  seno 

tan  obstinado  rencor? 

Mas  si  es  fuerza  condenarnos 

á  eterna  separación , 

no  lo  es  que  por  causa  mia , 

que  aquí  forastera  soy , 

usted  mismo  se  destierro 

del  hogar  donde  nació. 
Frutos.    Privado  de  ver  á  Elisa, 

todo  al  diablo  se  lo  doy. 

Tanto  me  importa  emigrar 

á  Flan  des  como  al  Mogol. 

Juana,    [Se  ha  acercado  i  la  mesa  é inclinán- 
dose un  poco  sobre  ella,  lee  el  docu- 
mentó  que  extendió  Mamerto.] 

vYo  don  Frutos  Calamocha 
y  Bubierca,  hijo  de  don » 

[Sigue  leyendo  para  si.] 

Frutos.   Quédate :  yo  te  lo  ruego. 

Aquí 

Juana.    [Leyendo.] 

«Dejo  el  alma  á  Dios » 

[Á  Elisa.] 

Un  testamento  I 
Frutos.  Sí,  el  mió. 

Elisa.     4  Qué  escucho ! 
Juana.  Es  rara  aprensión 

estando  fuerte  y  robusto 

Frutos,    kzi  amenaza  la  hoz 

de  la  muerte  al  firme  roble 

como  al  tallo  de  la  flor. 

Elisa.     ¡Ah,  qué  ideas 

Frutos.  No  será 

más  tarda  ni  más  precoz 

por  eso  mi  última  hora; 

Sero  ¿no  es  mucho  mejor 
espachar  ese  negocio 
cuando  sano  y  bueno  estoy, 
que  ver  entrar  al  notario 
por  donde  sale  el  doctor? 
Eso  es  recibir,  Elisa , 
dos  veces  la  extremaunción. 

Juana.    [  Que  ha  continuado  leyendo  para  si.] 

Con  usted  habla  esta  cláusula, 

señorita. 

Elisa.  ¿Cómo! 

Frutos.    [Turbado.]  Yo 

Elisa.     ¿Qué  misterio. . . . . 

Juana.  Óigala  usted. 

[Leyendo.] 

«ítem :  ha^o  donación 
de  la  mitad  de  mi  hacienda 
á  doña  Elisa  Quiros.» — 


Elisa,     Dios  mió  I . . . .  Tanta  bondad 

me  llena  de  confusión. 
Juana.    Oh  hidalguía  sin  ejemplo  I 

oh  noble  pecho  español  I 

esto  se  cria  en  Belchite ! 

esto  es  fruta  de  Aragón  I 
Elisa.      ( J usto  Dios ! ,  ¿  queréis  probar 

en  este  nue^  crisol 

mi  virtud?....)  Señor  don  Frutos, 

ese  generoso  don 

lágrimas  de  gratitud 

arranca  á  mis  ojos 

Frutos.  Oh  I 

No  hay  motivo 

Elisa.  Mas  no  puedo 

sin  cubrirme  de  rubor 

aceptarlo. 
Frutos.  Por  qué?  ¿Acaso 

es  hacienda  de  un  ladrón 

la  mia?  Oh  Dios!  ¿No  podré, 

sin  ofender  el  pudor 

de  mi  amada....,  de  mi  amiga, 

mejorar  su  situación? 

¿  Olvidas ,  án  gel  hermoso ,  < 

que  sin  mi  fatal  error, 

no  de  la  mitad,  de  toda 

mi  hacienda  serías  hoy 

f)oseedora?  Y  pues  ya  he  roto 
a  venda  (][ue  me  cegó, 
y  pues  mia  fué  la  culpa 
de  que  en  detestable  unión 
fuese  la  paloma  candida 
presa  del  buitre  feroz , 
^qué  mucho  si  las  riquezas 
ae  que  el  cielo  me  colmó 
parto  contigo?  ]Yo,  ay  triste! 

3ue  no  dejo  á  nadie  en  pos 
e  mí,  ni  deudos,  ni  amigos...., 
¡yo  que  miro  con  horror 
la  vida!....  Ah I  tenga  yo  al  menos 
un  consuelo  en  mi  aflicción. 
Acepta:  no  serás  tú 
la  que  reciba  favor, 
sino  yo:  no  llames  dádiva 
á  lo  que  es  restitución. 

Elisa.     (Qué  tormento! . . .  Ó  nunca  ha  habido 
mártires ó  yo  lo  soy.) 

Frutos.   Callas! 

Elisa .  Ah ! . . . .  Yo  soy  ahora 

la  que  implora  con  fervor 
la  piedad  de  usted. — También 
para  Elisa  feneció 

todo  bien,  toda  alegría 

Sólo  me  queda  el  honor, 
y  lo  perdiera  aceptando, 
sea  gracia  ó  galardón , 
la  herencia  que  usted  me  ofrece. 
¿  Es  razón ,  es  ley  que  en  pro 
de  una  extraña  usted  defraude 
de  su  esperanza  á  la  que  hoy 
será  su  esposa 

Frutos.  No;  el  cielo 

al  fin  mis  ruegos  oyó. 


S9i 

Elisa, 
Frutos, 
Elisa', 
Mamert. 


DON  FRUTOS  EN  BELCOITE. 


Ta  Bo  me  caso. 

(Oh Dios  mió!) 

Simona  ha  hecho  dimisión. 

Felicito  á  usted 

Wentro,]  Don  Frutos  I 

Don  Frutos ! 

Quién  llama? 


lautos. 

ManuH.  {Llegando  apresurado.]         Yo ! 


ESCENA  VIII. 

ELISA.    D.  FRUTOS.    JUANA.    MAMERTO. 

Mamert,  Albricias ,  señor  don  Frutos ! 

[Saludando  á  Elisa] 

Señora,  á  los  pies 

[i  D.  Frutos,] 

Albricias ! 
El  tio  Pablo  capitula.  — 
Oh  placer!....  ídem  su  hija. 
Lo  del  testamento  ha  sido 
mano  de  santo.  Oh  delicia! 
Me  caso.  Todo  Belchite 
se  va  á  perecer  de  envidia. 
Sonada  va  á  ser  mi  boda: 

habrá  jota  y  seguRKllas 

7  ya  tengo  sentenciadas 
a  muerte  veinte  gallinas. — 
Ah!  la  cabeza  me  zumba, 
el  corazón  me  palpita, 

[Llorando.] 

Ír  á  mis  párpados  se  agolpan 
as  lágrimas 

(¡Qué  ridicula 
sensibilidad!) 

Sí;  lloro, 

Eero  ahora  es  de  alegría. — 
lloro  y  rio  al  mismo  tiempo 

Vamos,  parece  mentira 

¡Y  á  usted  se  lo  debo  todo; 
.    usted  me  vuelve  á  la  vida! 
Y  por  eso  agradecido 
vengo  á  hincarme  de  rodillas 
.  ante  el  ángel  tutelar 

[Vad  arrodillarse  y  D,  Frutos  no  se 
lo  permite.] 

lautos.   ¿Qué  hace  usted  I 

Mamert.  (Oh  grande,  oh  ínclita 

bondad!....  Pues  bien,  déme  usted, 

si  merezco  tanta  dicha, 

los  brazos 

Frutos.   [Abrazándole.] 


Juana. 
Mamert. 


Mamert.  Oracias,  gracias  infinitas 

Frutos.   Bien ,  basta 

Mamert.  Adiós,. que  me  estáu 

esperando  las  familias 

Adiós!  En  mí  tendrá  usted 

un  amigo  que  le  estima 

He  dicho  poco;  un  esclavo. 
Mi  sangre,  mi  escribanía, 
mi  patrimonio,  mis  lágrimas....; 
todo.es  de  usted,  y  permita 
el  cielo  que  en  casto  nudo 
otra  consorte  más  digna 

[Mirando  d  Elisa.] 


Frutos. 
Mamert, 
Frutos. 
Mamert. 


Elisa. 
Mamert. 


Con  mucho  gusto. 


Mas  tal  vez  me  está  escuchando 
la  venturosa  individua 
que  ha  de  reemplazar... 

Mamerto!... 
Sí,  sí! 

(Este  hombre  me  asesina! ) 
Doy  á  ustedes  mi  cordial 

parabién Es  muy  bonita. 

Celebro 

Suplico  á  usted 

Oh  Providencia  divinal 
Todos  quedamos  contentos. — 
¡  Si  se  hicieran  en  un  día 

las  dos  bodas Pero  adiós; 

urge  el  tiempo;  estoy  de  prisa 

¡Ambos á  cuatro Qué  gusto! 

Bravo j  bravo!  Viva,  viva! 

[Vase  corriendo.] 


Juana. 
Frutos. 

Juana. 

Frutos. 
Jtuina. 


ESCENA  ÚLTIMA. 

ELISA.    D.  FRUTOa    JUANA, 

I  No  lleva  mala  prebenda 
ese  pobre  majadero! 
Ya  lo  ves ,  amada  prenda : 
puedes  heredar  mi  hacienda 
sin  perjuicio  de  tercero. 
(Capaz  será  todavía 

la  simple Oh!  si  fuese  yo. 

No  respondes,  alma  mia? 

[Cogiendo  el  testamento.] 

(Leamos porque  si  nó, 

airé  alguna  tontería.) 

[Lee  para  si.] 


) 


Elisa. 
Frutos. 

Elisa. 
Juana. 


Ya  lo  he  dicho:  será  en  vano... 
¡Temes  que  sea  funesto 
don  que  viene  de  mi  mano! 

No,  señor (Hado  tirano!) 

Virgen  del  Pilar!  ¿qué  es  estol 
Señorita!....  Otra  que  tal! 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITC 


S95 


Como  este  hombre  he  tísío  pocos. 
Elisa.     Pues  ¿qué?.... 
Juana,  Deja  á  un  hospital 

el  resto  de  su  caudal. 
Elisa.     ¿Qué  dices ! 
Juana.  Sí,  al  de  los  locos ! 

Elisa.     ¿Cómo!.... 

Juana.  Si  esto  se  consiente 

Elisa.     No  es  posible 

Juana.  Como  dos 

y  tres..... 
Elisa.  Y  no  lo  desmiente ! 

Cielos!,  ¿estará demente! 

Frutos.   No,  Elisa.  Pluguiera  á  Dios ! 
Juana.    Sí,  loco  está,  rematado; 

yo  lo  afirmo  á  su  pesar; 

y  es  de  amor!,... 
Elisa.  Quieres  callar? 

Juana.    T  sólo  quien  lo  ha  inspirado 

és  quien  le  puede  curar. 
Elisa.     Juana!.... 
Juana.  Sí. — Pobre  señor! 

¿No  es  un  cargo  de  conciencia 

Frutos.   Breve  será  mi  existencia, 

ya  la  consuma  el  dolor, 

ya  la  acabe  la  demencia; 

y  pues  tan  breve  ha  de  ser, 

y  sin  que  un  solo  placer 

temple  mi  mortal  zozobra, 

ya  de  nada  he  menester: 

todo  en  el  mundo  me  sobra! 
Elisa.     Viva  usted!....  Yo  se  lo  ruego. 
Juana.    Lo  oye  u8ted?(E6te  hombre  es  ciego!) 

Frutos.    I  Yo  vivir 

Juana.  (Y  la  otra,  necia....) 

Frutos.   Cuando  Elisa...  Ay  Dios!... 
Juana.  (Eeniego...) 

Frutos,   Me  aborrece  y  me  desprecia! 
Elisa.      (Yo  aborrecerle,  buen  Dios ! ) 
Juana.    No  hay  tal. 
Elisa.  ( ¡  Decídselo  vos 

?ue  estáis  leyendo  en  mi  alma ! ) 
rutos!.... 
Frutos.                     Elisa!.... 
Juana.  (Qué  calma! 

Me  desesperan  los  dos.) 
Mi  señora 

[Elisa  la  hace  señas  para  que  calle.] 

Nada!  Yo  hablo. 
Porque  el  pudor  no  se  asombre , 
por  no  soltar  un  vocablo 
¿quiere  usted  matar  á  un  hombre 
y  que  á  usted  la  lleve  el  diablo? 
Basta  que  el  honor  lo  vede, 
mi  señorita  no  accede 
á  dádivas  de  un  querido, 
de  un  cortejo;  pero  puede 
recibirlas de  un  marido. 

Frutos.   ¿Cómo!... 

Elisa.  Ah!... 

Juana.  Ya  he  callado  mucho. 


Frutos. 
Juana. 
Frutos. 
Juana, 

Frutos. 


Juana, 


Elisa. 
Juana. 


Frutos. 

Elisa. 

Juana. 

Elisa. 
Juana. 

Elisa. 


No  más  I  Si  no  desembucho, 
la  garganta  se  me  anuda 
y.....  Mi  señorita  es  viuda. 
Dios  poderoso  I  ¿qué  escucho!  ' 

Aqueuacarta 

Bien  mió ! 
Decía  que  don  Miguel 
ha  muerto  en  un  desafío. 
Perdona  mi  desvarío, 
mas  no  lloraré  por  él. 

Y  lo  callabas!  ¡Oh  eiemplo 
de  noble  delicadeza! 

Admirado  te  contemplo 

Pues  aun  calla  su  nobleza 
otra  verdad  como  un  templo. 

Dudaba  usted  de  su  fe 

Juana,  por  Dios Qué  martirio! 

Pues  ahí  donde  usted  la  ve 
tan  modesta  y  tan....,  yo  sé 
que  le  ama  á  usted  con  delirio. 
¿Será  verdad,  cielos! 

*  Oh! 

A  mí  me  lo  Qonfesó 
allí  en  aquel  aposento. 
Juana!  Jesús!....  Pero 

No? 
Pues  dígame  usted  que  miento. 
Qué  he  de  hacer,  pobre  de  mí, 
si  me  precio  de  sincera 
y  tú  me  apremias  así? 

Si  te  desmintiese  á  ti 

sería  yo  la  embustera. 

Morir  debe  de  placer 

quien  tanta  ventura  alcanza. 

[Á  Juana  en  voz  baja.] 

Mas  ¿la  mamá 

Murió,  ayer 

hizo  un  año. 

( ¡Esta  mujer 
es  la  bienaventuranza !) 
Permite,  hermoso  portento, 
que  postrándome  á  tus  pies 
te  ruegue 

[Deteniéndole.] 

No  lo  consiento. 
Oh  Elisa!  Oh  gozo!.... 

Ya  es 
inútil  el  testamento. 

[Lo  hace  pedazos .] 

Frutos.   Qué  has  hecho?  jEl  pobre  escribano.. 
Mas  cumpliré  mi  promesa. — 

Y  si  merezco  tu  mano 

y  no  he  sacudido  en  vano 

el  pelo  de  la  dehesa 

Elisa.     Primero  exige  de  mí 

la  religión  un  tributo 

Frutos.   Sí,  el  réquiem,  el Pero  di: 

¿no  me  das  el  dulce  sí 

para  cuando  pase  el  luto? 


Frutos. 


Juana. 
Frutos. 


Elisa. 

Frutos. 
Juana. 


896 

Elisa. 
Frutos, 


DON  FRUTOS  EN  BELCHITE. 


Elisa, 


Sil 

Oh  dicha!....  Pero  te  advierto 
qae  si  pronto  no  convierto 
en  gala  el  paño  mortuorio, 

Íro  pasaré  ñor  el  muerto 
as  penas  del  purgatorio. — 
Aunque  tenga  antipatía 
á  la  corte,  si  en  desquite 
tu  mandato  allá  me  guia, 
no  diré  como  aquel  dia : 
« ¡  Belchite  quiero,  Belchite ! » 
No.  Contigo  aldea  6  corte, 


todo  es  para  mí  lo  mismo. 
Sería  mucho  egoísmo 
alejar  á  mi  consorte 
de  su  pila  de  bautismo. 

Frutos.    {Tomando  a/ectaosamente  la  mano  de 

Elisa.] 

Tú y  Belchite!  Oh  bendición! 

Colmada  está  mi  ambición. 
Aquí,  amorosa  consorte , 
tendrás,  á  falta  de  corte, 
un  templo  en  mi  corazón. 


LANCES  DE  CARNAVAL 


COMEDIA  EN  UN  ACSTO. 


Estrenada  en  el  teatro  del  Principe  el  21  de  Mano  de  IMO. 


PERSONAS. 


CARLOTA. 

JULIA. 

RÜIZ. 


PERALTA. 

ROMERO. 

MÁSCARAS. 


La  escena  et  en  Madrid.  El  teatro  representa  nna  pieza  de  descanso  en  un  baile  de  máscaras. 

Dos  puertas;  una  á  la  derecha,  otra  á  la  izcjuierda. 


^«AA'W^A^A^^^^VWWWWWW 


ESCENA  I. 

RUIZ.    ROMERO.    PERALTA. 

[Los  dos  primeros  sin  ditfraz;  el  último  con 
dominó  y  careta,  óyese  á  lo  lejos  la  orquesta 

que  toca  vals.] 

Peralta,  ¡kxxn  no  me  habéis  conocido 

Íos  hablo  en  mí  voz  nsaal ! 
asearas  del  sexo  fuerte 
no  me  excitaron  jamás 
deseo  de  conocerlas. 
Vete  y  déjanos  en  paz, 

6  quíüite  esa  carátula 

si  es  decente  tu  cara  natural. 
Peralta,  Ea  pues,  basta  de  broma. 

[Desatándose  la  careta,] 

Vosotros  sois  de  fiar 

£ffosum, 

-8«*^    y  i  Peralta» 

Somero,  \  reraita . 

Peralta.  El  mismo. 

Ta  me  ahogaba  el  tafetán. 
Homero.  Tú  en  el  baile!  Pues  ¿no  estabas 

de  guardia  en  el  Principal  ? 
Peralta.  ¡Más  bajo,  no  me  descubran 

Y  lo  sepa  y  me  arreste  el  capitán  I 

Me  retiré  de  la  guardia 

con  un  cólico  mortal 


Rui^.      Maula  I 

Peralta.  Por  no  dar  un  susto 

á  mi  querida  mitad, 

en  Tez  de  marcharme  á  casa 

yiré  de  proa  hacia  acá , 

y  ¡  qué  diclfa  I  el  aire  libre 

de  repente  curó  mi  enfermedad. 

Dejo  en  casa  de  un  amigo 

el  traje  de  nacional 

y  armamento  y  corréale , 

que  estorban  para  bailar ; 

ei  susodicho  me  presta 

pantalón ,  cbaleco  v  frac , 

y  provisto  de  un  billete 

alquilo  por  un  duro  este  disfraz; 

y  pidiendo  mil  perdones 

al  servicio  militar, 

en  este  alcázar  de  Momo 

cuéleme  pian,  pian, 

diciendo  para  mi  sayo: 

si  había  al  fin  de  pasar 

la  noche  en  vela,  qué  diantre! 

mejor  estoy  aquí  que  en  el  Vivac. 
Romero.  ¡Y  tu  mujer,  solitaria 

en  el  lecho  conyugal  1 
Peralta.  Así  ahorra  pulmonías 

y  yo  me  excuso  el  afán 

de  celarla.  Mujer  propia, 

y  bella ,  y  de  poca  edad , 

es  otra  guardia  peor, 

porque  el  diablo  anda  listo  en  Carnaval. 
Romero,  Y  tú  no  pierdes  un  baile  I 


398 


LANCES  UC  CARNAVAL. 


Ya  que  eres  tan  saspícaz , 
DO  á  aburrirse  la  condenes 
en  eterna  soledad. 
Le  prohibes  la  careta, 

Íse  la  haces  desear ! 
eralta! ,  la  nrivacíon 

Peralta.  No  se  entiende  con  ella  ese  refrán. 
Ks  una  infeliz  mi  Jalia, 

Íno  sería  capaz 
oes  yo  también  voy  á  echarte 
un  párrafo  de  moral. 
No  es  justo  que  hombre  casado 
venga  aquí  sin  más  ni  más 
á  no  sacar  nada  en  limpio 
después  de  revolver  el  palomar. 

Peralta.  ¿Y  qué  diremos  de  ti , 

que  andas  haciendo  el  galán 
mariposa,  cuando  tienes 
dada  palabra  formal 
de  casarte  con  Carlota? 

Ruiz.      No  la  he  llevado  al  altar 

todavía,  v como  es  viuda...., 

ya  ves,  el  equilibrio... 


Peralta. 


Perillán  I 


[Á  Romero.] 


Mas  tú ,  que  tanto  blasonas 
de  indulgente  y  de  jovial 
con  las  damas,  ¿cómo  vienes 
sin  tu  hermanita  Pilar? 

{Cesa  la  música.] 

Romero.  Hoy  no  ha  querido  venir. 

Me  ha  dejado  en  libertad. 
Ruiz.      Oyes ,  Romero?  La  música 

ha  cesado  y  se  aumenta  el  guirigay. 

[Cruzan  máscaras  de  izquierda  á  de- 
recha,  y  viceversa.  Peralta  se  pone  la 

careta.] 

Vamonos  hacia  el  salón. 
Peralta.  Yo  me  planto  el  antifaz. — 

Supongo,  ftuiz ,  que  cenamos 

los  tres  juntos. 
Ruiz.  Claro  está. 

Con  dinero  y  ambigú 
*     no  hemos  de  pasarlo  mal. 

Si  no  nos  protege  Venus, 

consuélenos  el  vino  de  Champan. 

[Al  desaparecer  por  la  izquierda  los 
tres  amigos  llegan  for  la  derecha  Julia 
y  Carlota;  ésta  con  tontillo^  erizofi 
empolvado,  ^c,  y  Julia  de  valen- 
ciana.] 


ESCENA  II. 

JULIA.    CARLOTA. 

Julia.     Sentémonos  un  instante. 

[Se  sientan.] 
Carlota.  No  te  divierte  la  bulla? 


Julia.     ¿C'dmo  hay  cabeza  que  aguante 

tanto  ruido  y  tanta  pulla? 
Carlota.  No  hay  alma  que  no  se  rinda 

á  esa  cintura  galana. 

No  me  admiro.  [Estás  tan  linda 

vestida  de  valenciana  I 
Julia.     Bien  me  están  saya  y  justillo. 

Nada  tuve  que  estrechar. 
Carlota.  Y  á  mí,  clavado  el  tontillo 

que  me  ha  prestado  Pilar; 

y  no  es  maravilla,  pues 

para  ahorrar  tiempo  y  costura 

allá  nos  vamos  las  tres 

en  carnes  y  en  estatura. 

[Dejan  de  pasar  máscaras.] 

Julia.     La  careta  me  sofoca. 
Carlota,  Pues  sola  esta  pieza  está , 
descubrámonos. 

[iSe  quitan  las  caretas.  Julia  se  la 

acerca  continuamente  al  rostro,  como 

temiendo  ser  sorprendida.] 


Julia. 

Carlota. 
Julia. 

Carlota. 


Julia. 

Carlota. 
Julia. 

Carlota. 

Julia. 

Carlota. 


Julia. 


Carlota. 


Julia. 


{Qué  loca, 
qué  loca  he  sido! 

Bah,ba! 
¡Venir  aquí  sin  permiso 
de  Peralta  I 

Pues  cruel 
siempre  lo  niega,  preciso 
ha  sido  venir  sin  él. 
Aunque  tu  amistad  me  aplaude , 

es  un  crimen  á  mi  juicio 

Crimen!.... 

Hacerle  este  fraude 
cuando  él  está  de  servicio.   " 
Pasaréis  la  noche  en  vela 
los  dos. 

No  es  lo  mismo,  no, 
que  el  pobre  hará  centinela 
mientras  me  divierto  yo. 
Ó  junto  al  fuego  en  tertulia 
olvida  el  frió  y  el  lodo. 
Los  hombres ,  querida  Julia , 
sacan  partido  de  todo. 
Qué!  una  noche  y  otra  noche 
dejará  tu  lecho  viudo, 
y  en  traje ,  en  cena  y  en  coche 
gastará  el  último  escudo; 
¡  y  antes  que  llefirue  Ceniza 
tú  no  has  de  bailar  j  gran  Dios ! 
con  saya  y  cara  postiza 
una  contradanza  ó  dos! 
Es  inocente  mi  ardid; 
no  faltaré  á  mi  deber ; 
mas  si  lo  sabe  Madrid..... 
Eh!  quién  te  ha  de  conocer? 
Sin  hacer  un  contrabando, 
mientras  guarda  tu  marido 
la  capital,  ¿cómo  ó  cuándo 

Ímdieras  haber  venido?  , 
üa ,  no  te  pongas  triste. 
De  mi  locura  me  espanto; 


LANCES  DE 

pero  ¡tanto  me  dijiste 

Carlota.  (¡Y  era  su  deseo  tanto ) 

La  culpa  fué  mía ,  sí, 

pero  si  ya  no  hay  remedio, 

¿habremos  venido  aquí 

para  morirnos  de  tedio? 

Tu  careta,  al  fin,  no  esconde 

ningún  criminal  desliz 

Mas ,  á  todo  esto,  ¿por  dónde 

andará  el  bribón  de  Ruiz? 

Le  vi ,  al  entrar ,  de  bracero 

con  una  de  dominó , 

pero  cruzó  un  aguacero 

de  gente,  y  se  escabulló. 

Él  de  baile  y  yo  sin  él  I 

Julia,      Gomo  te  fingiste  mala 

Carlota»  No  es  marido,  y  ya  es  infiel  I 

Ay,  Julia!  Si  ahora  resbala 

Julia,     No  juzgues  tan  de  ligero 

Carlota.  Verle  aquí  es  mala  señal. 

¡  Y  me  jura  el  embustero 

tanto  amor! Sí,  á  mi  caudal. 

Julia.     A  veces  los  hombres  tienen 

ciertos  compromisos 

Carlota,  No, 

no  abones 

Julia.  Máscaras  vienen. 

[  Cruzan  varias  parejas  hasta  el  fin 
i€  la  escena.] 

Carlota.  Sí. 

Julia.  Tapo  la  cara. 

Carlota,  Y  yo. 

•    [  Vuelven  á  ponerse  las  caretas  v  si' 
guen  hablando  en  voz  baja.] 


CARNAVAL. 

á  probar  fortuna. 
Peralta.  Vamos. 


399 


ESCENA  III. 


CARLOTA.    JULIA.    RUIZ.    PERALTA. 


Ruiz, 


Peralta. 

Ruiz. 
Carlota, 

Peralta. 
Carlota. 
Ruiz. 


Ya  Que  he  endosado  á  Romero 
la  plepa  del  dominó, 
que  se  ha  propuesto  cansar 
á  todo  bicno  varón , 
veamos  por  estas  piezas 
si  sopla  viento  mejor. 

[  Aparte  con  Ruiz.] 

Mira  allí  un  par  de  individuas. 
De  buen  trapío  las  dos. 

[Aparte  con  Julia.] 

Ah!....  Mírale.  Pues  ahora 
no  se  escapa. 

Salvo  error, 
es  buen  ganado. 

Nos  mira 

Me  habrá  conocido? 

Voy 


[Se  acercan  i  Carlota  y  Julia.  Ellas 
se  levantan.] 

Carlota.  (Disimulando  la  voz 

rrobemos.) 

[Mudando  la  voz.] 

¿  Cómo  tan  solo , 
insigne  Ruiz? 

[Peralta  habla  en  voz  baja  á  Julia, 
que  apenas  responde.] 

Ruiz.  El  calor 

Me  conoces  según  eso? 
Carlota,  Sí,  querido. 
Ruiz,  Yo  me  doy 

mil  parabienes 

Carlota,  Y  tú , 

me  conoces  á  mí? 
Ruiz.  No. 

Carlota.  No  es  mucho.  Llegué  á  Madrid 

hará  mes  y  medio,  ó  dos 

Ruiz,      Eres  forastera? 
Carlota.  Sí. 

Ruiz.      De  dónde  eres? 
Carlota.  DeRipoU, 

de  Valladolid,  de  Cádiz..*.. 

Qué  importa  de  dónde  soy  ? 

[Siguen  hablando  en  voz  baja.] 

Peralta.  [Mudando  la  voz.] 

Cuidado  si  eres  lacónica ! 

Sí — no — sí — no — ¿  qué  se  yo 

Julia.      [ Mudando .  la  voz.] 

¿Qué  más  he  de  responder 

á  una  careta? 
Peralta.  ¡Por  Dios, 

que  la  reflexión  es  cuerda ! 

ror  cierto  lance  de  honor 

Cubierta  llevo  la  cara, 

pero  si  me  alumbra  el  sol 

de  la  tuya 

Julia.  No.  Es  muy  fea. 

Mejor  es  la  de  cartón. 

[  Siguen  hablando  aparte.] 

Ruiz.      Mas  si  no  eres  de  Madrid, 

cómo  me  conoces? 
Carlota.  Oh ! 

y  mucho.  Los  buenos  mozos, 

y  los  tunos,  pronto  sois 

conocidos. 
Ruiz.  Muchas  gracias. 

Un  favor  y  un  disfavor. 

¿Puedo  ofrecerte  mi  brazo..... 

Carlota.  [Tomándolo.] 

Á  un  caballero  de  pro 
no  se  desaira. 
Peralta.  [A  Julia.]       Supuesto 


400 


LANCES  DE  CARNAVAL. 


Julia, 


Ruiz. 

Peralta, 

Carlota, 


Peralta, 


Julia, 

Peralta. 

Julia. 


Carlota, 

Julia, 

Carlota, 


Peralta. 
Ruiz. 

Carlota. 


Peralta. 
Julia, 


que  tú  has  quedado  de  non , 

[Ofreciéndola  el  brazo.] 

aceptas  ? 

[  Tomándolo  después  de  dudar  un  mo- 
mento .] 

Vaya. 

(Es  divinal) 
(Qué  garbo  tan  español  I) 
(Bien  ya,  que  no  me  conoce.) 

[Bailan  aparte  Carlota  y  Ruiz.] 

Ay  valenciana !  Ni  Alcoy 
ni  Orihuela  han  producido 
fadrína  de  más  primor. 
Eres  la  gala  del  Turia, 

eres  la  flor  del  limón 

Aun  me  vas  á  comparar 
con  las  chufas  y  el  arroz. 
Si  quieres  ser  mi  pareja, 
bailemos  un  rigodón. 
Gracias 

[Á  Carlota  al  oido.] 

Qué  haré? 
[Sn  voz  baja.]  Sí,  sí;  baila. 

Aquí  esperamos. 

Estoy 
temblando 

Eh!  guarda  el  incógnito 
y  baila  sin  aprensión. 

[Sn  alta  voz,] 

Sí,  mámate  lo  permite; 

pero ¡juicio! 

Qué!  ¿sois  Yos 

la  respetable  mamá 

No  seas  bobalicón. 

[Mamá,  y  tendrá  cuando  mucho 

diez  y  nueve! 

No  j  señor, 
que  cumplí  sesenta  y  cinco 
por  la  Virgen  de  la  O. 

vamos.  Ya  van  á  bailar 

Vamos (Perdóneme  Dios.)  • 


ESCENA  IV. 

RUIZ.    CARLOTA, 

Ruiz.      Como  soy  que  no  comprendo 
por  qué  te  dedicas  hoy 
á  ser  vieja. 

Carlota,  Silo  soy! 

El  traje  lo  está  diciendo. 

[  Tocan  dentro  rigodón,] 

Ruiz,      El  traje  es  todo  ficción. 
Carlota.  Como  de  esas  hallarás 
que  por  disfrazarse  más 


Ruiz. 


Carlota, 

Ruiz. 

Carlota. 

Ruiz, 

Carlota. 

Ruiz, 

Carlota. 

Ruiz. 

Carlota. 

Ruiz. 


Carlota, 
Ruiz, 


•s. 

{ 


Carlota. 
Ruiz. 

Carlota. 
Ruiz, 


Carlota, 


Ruiz, 


Carlota. 


Ruiz. 
Carlota. 


Ruiz. 


Carlota. 
Ruiz. 


se  visten  de  lo  que  son. 

Tu  lindo  pié  me  alboroza ; 

ese  cuerpo  es  un  tesoro , 

y  en  fin,  máscara,  te  adoro...., 

seas  vieja  ó  seas  moza. 

Sin  ver  mi  fe  de  bautismo ! 

Veo  tus  ojos  serenos 

A  diez  ó  doce  lo  menos 
habrás  dicho  ya  lo  mitmo. 
No  creas  tales  patrañas. 
Cuando  una  vez  me  declaro 

Y  con  el  mismo  descaro 

á  ellas  y  á  mí  nos  engañas. 

Aunque  tengo  mala  nota, 

me  precio  de  fiel. 

Sin  duda. 

Sólo  quieres  tú  á  la  viuda..... 

(Cielos!....)  Qué  viuda? 

Carlota. 

Carlota (Si  será  ella? 

No  puede  ser.  Qué  locura! 

Se  acostó  con  calentara ) 

A  ver  por  dónde  resuella?) 
Ni  ella  haria  estos  enredos... 

Bah !  T  es  más  alta  y  más  gruesa. 

Lo  menos  le  lleva  á  esa 

Sí,  de  tres  á  cuatro  dedos.) 

(j  Conciencia,  cómo  remuerdes 

al  culpado ! ) 

(Ni  por  sueño! 

El  pié  de  esta  es  más  pequeño ; 

sus  ojos  tiran  á  verdes ) 

Te  has  turbado !  No  me  asombro, 

que  al  oir  nombrar  la  viuda 

No  tal.  (Y  tiene,  no  hay  duda, 

más  distancia  de  hombrea  hombro.) 

Mas  ¿quién,  máscara,  tedió 

sobre  mí  tantos  informes , 

si  ayer  llegaste  del  Tórmes , 

del  Tajo  ó  de  qué  sé  yo? 

¿Y  no  sabes,  camarada, 

que  por  diferentes  modos 

en  Carnaval  salen  todos 

los  trapos  á  la  colada? 

Pero  en  verdad  yo  no  sé , 

si  antes  me  hablaste  sincera^ 

cómo  siendo  forastera 

Lo  seré ó  no  lo  seré. 

Tu  candor  me  hace  reir. 

¿  No  sabes ,  pobre  veleta , 

que  me  ha  dado  esta  careta 

licencia  para  mentir? 

Jesús!  Mentir  una  bella!.... 

Con  careta !....  No  te  asombres, 

que  á  todas  horas  los  hombres 

estáis  mintiendo  sin  ella. 

Y  vosotras?  En  el  aire 

las  urdis  cuando  os  conviene. 
( Qué  diferencia !  Esta  tiene 
más  talento  y  más  donaire.) 
Mas  la  viuda  ¿es  en  efecto 
tu  novia? 

Hasta  cierto  punto 


LANCES  DE  CARNAVAL 


101 


No  diré Pero  es  asunto 

que. .  .Una  idea. .  .Así. .  ,ün  proyecto. . . 
Pero  ¿es  posible ^  mi  amor, 

aue  esa  cara  no  be  de  ver? 
Luéstrala 

No  puede  ser. 
(Ahora  le  clavo  mejpr.) 
Si  me  ves^  no  me  querrás. 

Ah!  Te  juro  por  mi  fe 

Carlota.  Sí?  Vaya  I  Te  enseñaré 

la  barbilla y  nada  más. 

[Levántase  un  poco  el  tafetán  de  la  ca- 
reta,  descubre  la  barba,  y  en  ella  un 

lunar,] 


Carlota. 


Ruiz. 


Ruiz. 


Carlota. 
Ruiz, 


Carlota, 


Ruiz. 
Carlota, 


Ruiz. 


Carlota. 
Ruiz. 


Carlota, 


Ruiz. 

Carlota. 
Ruiz, 


Carlota, 


Ah  qué  linda  I  qué  hechicera!.... 
Qué  lunar!.... 

[Carlota  deja  caer  el  tqfetan.] 
No  tapes  1 

[Carlota  enseña  otra  vez  el  lunar  y 
vuelve  á  taparse,] 

Oh!.... 
Ta  basta. 

(Bien  dije  yo 
que  no  era  Carlota.) — Espera  I 
No  me  seas  tan  avara. 
Alza  más. 

No.  Sé  de  cierto 
que  vas  á  caerte  muerto 
si  enseño  toda  la  cara. 
De  gozo  y  de  amor  sin  duda. 

Tal  vez No  diré  que  no. 

No  cambio  mi  cara  yo 

Sor  la  cara  de  la  viuda. — 
[as  perdona  lo  que  he  dicho. 

Es  tu  novia 

Qué  locura! 
Ella,  así  se  lo  fígura. 
Ha  dado  en  ese  capricho! 
(Traidor!) 

Como  soy  galante, 
le  suelo  decir  por  broma 
algún  requiebro;  y  lo  toma 
como  dinero  contante  I 

Es  viuda y  sería  mengua 

buscar  yo  ajenos  despojos. 
(Y  no  le  saco  los  ojos ! 
1  no  le  arranco  la  lengua ! ) 
Pues  se  dice  que  le  has  dado 

palabra  de  casamiento 

Sin  duda  fué  en  un  momento 

de  aberración 

(Qué  malvado!) 
T  como  tú  te  humanices , 
tal  me  prenda  ese  gracejo, 
que  á  fe  de  quien  soy  la  dejo 
con  un  palmo  de  narices. 
(Infame!....)  Mucha  ventura, 
lo  confieso,  mucha  gloria 
me  diera  alcanzar  victoria 
de  tan  divina  hermosura. 

II. 


Ruiz,      No  tal.  Presume^^i qué  error! — 

ser  la  octava  maravilla, 

pero  es tal  cual^  medianíUa...., 

y  aun  la  hago  mucho  favor. 

Carlota,  Sí ,  medianilla (Hombre  vil!) 

Ruiz,      Y  necia 

Carlota.  Es  mucho  trabajo! 

(Me  pondrá  si  no  le  atajo 

como  hoja  de  perejil.) 

Yo  escarmiento  en  su  derrota. 

Si  hoy  me  decido  por  ti, 

mañana  dirás  de  mí 

lo  que  dices  de  Carlota. 
Ruiz,     JN^o  me  des  tu  corazón 

hasta  probar  mi  firmeza; 

pero,  por  algo  se  empieza. 

Dame  tiempo  y  ocasión 

Carlota,  Cémo? 

Ruiz.  Sepa  yo  quién  eres 

Carlota,  Te  hará  mi  careta  el  bu 

mientras  yo  dude  si  tú 

me  quieres  6  no  me  quieres. 
Ruiz,      Bien ,  yo  haré  vida  de  fraile, 

mas  si  la  cara  me  escondes 

Carlota,  [Dudosa,] 

(Me  descubro?....) 
Ruiz.  No  respondes ! 

Carlota,  (No.  Cuando  concluya  el  baile.) 

Voy  á  darte  esta  pulsera 

[  Va  á  quitársela  y  no  acierta,] 

Ruiz.      Entendido;  y  fiel  y  tierno 

yo  iré  aanque  sea  al  infierno 

á  buscar  la  compañera. 

Ahora  falta  que  me  cites 

Carlota.  Aquí  te  veré  otra  noche. — 

Jesús! 
Ruiz.  Se  rebela  el  broche  ? 

Le  haré  obedecer. — Permites? 
Carlota,  Fuerza  será. 

Ruiz,      [Buscando  el  resorte  que  sujeta  la 

pulsera.] 

Con  la  piel 

del  guante 

Carlota,  Ea!....  Sin  sobar! 

Ruiz,      Ya  está. 

[Al  desprender  la  pulsera  se  arruga  el 
guante  y  queda  descubierto  un  lunar.] 


Ay  cielo!  (Otro  lunar 

tan  gracioso  como  ac^uel  I 
Carlota,  Qué  curioso!  (Nada  importa. 
Por  él  no  sabrá  quién  soy. 
La  primera  vez  es  hoy 
que  me  ve  de  manga  corta.) 

Ruiz.      [Después  de  haber  besado  y  guardado 

la  pulsera.] 

Qué  delicia  I  qué  embeleso! 

26 


m 


UNCES  DE  CABMáVáL. 


Carlota, 


Ruiz. 

Carlota, 
Ruiz. 

Carlota, 
Ruiz,  • 
Carlota. 

Ruiz. 

Carlota. 


Ruiz. 

Carlota. 

Ruiz. 


£l  solo  me  hiciera  amante 

[Carlota  se  compone  el  guante.'\ 

No  le  eclipses  con  el  guante  I 
Déjame  estampar  un  beso 

[Desviando  el  brazo,'] 

Quieto!  Esa  es  ya  mucha  audacia, 
Mira  que  me  tuoIto  atrás 

si  intentas 

No  lo  haré  más. 
Quiero  conservar  tu  gracia. 
No  es  harto  ya  el  brazUlete? 
Oh !  sí ,  sí;  y  á  fe  de  hidalgo 

juro Quieres  tomar  algo? 

Gracias. 

Siquiera  un  sorbete. 
( Ay !  ¡  Harto  lo  necesito, 
que  estoy  abrasada  I ) 

Ven; 

é  lo  tomaré  á  desden 

No  tengo  sed  ni  apetito. 

[Cesa  la  música,] 

Pero,  al  menos,  unas  yemas 

(Por  respirar )  Vaya,  sí. 

Vamos 


Carlota.  [Sentándose,] 


Ruiz. 
Carlota. 


No.  Me  quedo  aquí. 
Pero  { no  te  irás ! 

No  temas. 


ESCENA  V. 


CARLOTA. 


[Luigo  que  desaparece  Ruiz  por  la  izquierda  se 
alza  el  tafetán  de  la  careta  para  respirar.] 

Ahí  No  sé  cómo  he  podido 
reprimir  mi  justo  enojo. 
I  Para  la  necia  que  fie 
en  hombres  I....  Así  son  todos.. 

[  Vuelven  d  atravesar  el  teatro  algu^ 

ñas  parejas^  y  llegan  por  la  derecha 

Peralta  y  Julia.  Carlota  se  cutre.] 


ESCENA  VI. 

CARLOTA.    PERALTA.    JULIA. 

Julia.     [Sentándose  junto  á  Carlota.  Peralta 

se  sienta  al  lado  de  Julia.] 

Cómo  tan  sola?  ¿Se  fué 
tu  pareja? 
Carlota.  Vendrá  pronto. 


Julia. 
Peralta. 


Julia,      [Aparte  las  dos.] 

Qué  tal? 
Carlota.  *  Estoy  sofocada. 

Es  un  fementido,  un  monstruo. 
Julia.     T  este  un  moscón  tan  pesado.. « 

Me  tiene  ya  hasta  los  ojos. 

Peralta.  [Á  Julia.] 

Vuelvo  á  decir,  y  van  siete, 
que  con  el  alma  te  adoro. 
Y  uelvo  á  decir  que  no  gastes 
en  vano  el  tiempo,  y  van  ocho. 

¡Pero,  hija (Huele  que  soy 

marido,  y  no  haré  negocio.) 
Habla  francamente.  ¿Estás 
comprometida  con  otro? 
Tal  vez. 

T  te  deja  sola  I 
Véngate  de  su  abandono. 
Bien  lo  merece,  mas  yo 
soy  quien  soy. 

Di,  y  el  dichoso 
ges  amante,  ó  es  marido? 
Qué  lindo  interrogatorio! 
Eres  tú  mi  confesor? 
Al  contrario,  dueño  hermoso. 
Penitente  soy  de  amores 
que  pide  un  ego  te  absolvo. 


Julia. 
Peralta. 

Julia. 

Peralta. 

Julia. 

Peralta. 


ESCENA  VIL 

CARLOTA.    PERALTA.    JULIA.    RUIZ. 

Ruiz.      [Con  un  cucurucho  de  dulces.] 

(Allí  está.  No  me  ha  engañado. 
.    Vine,  vi,  vencí  I  Qué  gozol) 

[Sentándose  al  lado  de  Carlota.^ 

Toma  dulces,  amor  mió. 

Carlota.  No  tantos.  Con  uno  solo 

Ruiz.      Melocotón,  ó  ciruela? 

Limoncillo,  ó  cinamomo? 

Carlota.  [Tomando  un  dulce.] 

Cualquiera. 
Ruiz.  '    Cualquiera  de  ellos 

será  amargo,..., — vaya  este  otro — , 

[La  hace  tomar  otro  dulce.] 

comparado  con  tu  boca. 
Carlota.  Qué  sabes  tú? 


Ruiz. 


Julia. 
Ruiz. 

Julia. 


Lo  supongo. 
[Ofreciendo  dulces  d  Julia.] 

Valencianita  pulida, 

con  permiso  de  tu  socio 

Gracias. 

Siquiera  una  yema 

[Tomando  un  dulce.] 
Por  cortesía  la  tomo. 


.       LANCES  DE  CARNAVAL. 

Peralta.  Esta  perita  por  mí, 

{Bajando  la  voz,] 

ya  que  yo  las  pido  al  olmo! 
Julia.      [Tomándola.] 

Vaya ,  porque  no  te  ofendas. 
Peralta.  [Á  Ruiz  que  retiraba  el  cucurucho.] 

Eh  I  yo  también  soy  goloso. 
Contribuye. 

[Ruiz  le  deja  tomar  dulces,] 

Carlota.  [Aparte  con  Ruiz,] 


Ruiz. 

Carlota. 

Ruiz. 


Quién  es  ese  ? 
Un  forastero.  En  Logroño 
le  conocí. 

Forastero! 
Pues  ¿por  qué  se  cubre  el  rostro? 
8in  licencia  de  sus  jefes 
ha  venido  aquí  de  incógnito 
unos  dias 


Carlota.  [Levantándose,  y  todos hacenlomismo.] 

Si  nos  dais 
permiso  y  iremos  un  poco 
al  tocador. 
Ruiz.  Es  muy  justo 

[Bajando  la  voz.] 

Dónde  te  espero,  pimpollo? 

Carlota.  En  el  salón  nos  veremos.. 

Peralta.  Yo  la  licencia  os  otorgo,  ' 
mas,  primero,  prometedme 
que  cenareis  con  nosotros. 

Carlota.  Mucho  exígis. 

Julia.  Yo  no  cenp. 

Ruiz.      Sí,  sí.  Es  preciso. 

Peralta.  Es  forzoso. 

Julia.      Qué  porfía!  No  es  posible. 

[Saca  el  pañuelo  y  deja  caer  una  tar- 
jeta de  hoja  de  lata  de  las  que  dan  en 
los  guarda-ropas  de  los  bailes  públicos.] 


Peralta.  ¿Te  lo  rogaré  de  hinojos 

Julia,      Ah ! 

Peralta.  {Recogiendo  la  tarjeta.] 

Bueno!  Ya  hay  prenda! 
Julia.  Máscara! 

Oye! 
Carlota.  Qué  es  eso? 

Ruiz.  ¿Qné 

Julia.  ün  robo! 

I>ame 

Peralta.  [Tomando  del  brazo  á  Ruiz.] 

Luego. 


Ruiz. 
Peralta. 


Pero. 


Vamos. 


403 

Soy  feliz ! 
Julia,  Oye!.... 

Peralta.  Soy  sordo. 

* 
[  Vase  corriendo  y  llevándose  del  brazo 

d  Ruiz.] 


ESCENA  VIII. 


JULIA.     CARLOTA. 


Julia. 

Carlota. 

Julia. 

Carlota. 

Julia. 

Carlota. 

Julia. 

Carlota, 

Julia, 


Carlota. 


Julia. 
Carlota. 


Julia. 
Carlota. 


Julia. 
Carlota. 


Julia. 
Carlota. 


Julia. 
Carlota, 


Ay,  Carlota  de  mi  vida! 
Qué  fué? 

Soy  perdida ! 

¿Cómo 

La  tarjeta  de  las  capas! 
Por  vida  de  los  demonios!.... 
Y  no  te  acuerdas  del  número? 
Si  no  lo  miré !  Yo  corro 

en  busca 

Tente!  ¿Qué  harás 
con  armar  un  alboroto? 
Dices  bien. — Pero,  ya  dueño 
de  la  tarjeta,  no  logro 
zafarme  de  él ;  y  es  capaz 
de  embargar  nuestro  envoltorio, 
y  ¡ya  ves  tú  qué  fatales 

consecuencias 

En  un  sorbo 
de  agua  te  ahogas.  Querrá 
obligarnos  de  ese  modo 
á  que  aceptemos  la  cena; 
mas  pensar,  ni  por  asomo, 

que  quiera  comprometerte 

¿Qué  sé  yo No  le  conozco. 

Pero  es  amigo  de  Ruiz , 
y  basta.  Yo  te  respondo 
de  que  él  no  consentirá 
una  bastardía.  Es  loco, 
pero  es  caballero. 

I  Ay  baile , 
baile!  Qué  caro  te  compro! 
No  llores.  Recobraremos 
la  tarjeta.  Yo  lo  tomo 
á  mi  cargo. 

¿De  qué  suerte 

¿Han  de  saber  esos  tontos 

más  que  yo?  Ven,  que  me  ocurre 

una  idea 

Dios  piadoso ! 
Al  tocador.  Ya  no  es  tiempo 
de  lágrimas  y  sollozos. 
Lloren  ellos,  pese  á  su  alma! 
Ah! 

Ven,  y  siga  el  embrollo. 

[  Vanse  por  la  derecha.  Á  este  tiempo 

cruzan  en  la  misma  dirección  dos  ó 

tres  parejas  y  detras  de  ellas  aparece 

Romero.  Vuelve  d  oirse  la  música,] 


404 


LANCES  DE  CARNAVAL. 


ESCENA  IX. 

ROMERO. 

Las  dos  serán.... 

[Mirando  el  relej,] 

Poco  falta. 
Hora  de  cenar  es  ya; 
mas  ¿qué  diablo  me  dirá 
dónde  están  Ruiz  y  Peralta? 
Cansado  de  que  me  embromen 
y  cansado  de  embromar, 
sólo  quiero  ya  terciar 
con  las  máscaras  que  comen. 
Buen  salmón,  buena  perdiz 
Talen  más  que  las  caricias 

anónimas  de  una Albricias! 

Aquí  están  Peralta  y  Ruiz. 


Ruiz, 


Romero, 

Ruiz, 

-Peralta. 

Romero, 

Ruiz, 


Romero. 
Peralta, 


Romero. 


Peralta. 


Romero. 
Peralta. 
Romero, 
Peralta. 


Romero. 


ESCENA  X. 

ROMERO.    PERALTA.    RUIZ. 

Aquí  está;  ya  pareció. 

Qué  tal,  Romero?  Qué  has  hecho? 

Cuenta 

Nada  de  provecho. 
Pues  yo  estoy  en  grande. 

Y  yo. 

Decidme 

Vale  un  Perú 
de  la  planta  al  colodrillo 
mi  máscara  de  tontillo. 
Guarda,  no  lo  seas  tul — 

Y  Peralta? 

(Si  le  digo 
que  he  llevado  calabazas , 
me  pondrá  en  la  calle  mazas.) 
Qué  valenciana  I  Ay  amigo ! 
No  la  hay  más  bella  en  la  corte , 

y  tan  amable 

Bah,  ba!.... 
Probablemente  será 
mejor  que  ella  tu  consorte. 

No  tiene  Julia  aquel  brio — 

que  lo  diga  Ruiz ,  que  falle ! — 

ni  aquel  regalado  talle 

que  ha  robado  mi  albedrío. 

Cada  forma  es  un  portento 

y  maravilla  el  conjunto. 

Qué  ojuelos!  Es  mucho  asunto. 

Pero  ¡qué  pié!  Es  mucho  cuento. 

Y  la  cara? 

Linda!  guapa! 
La  ha  mostrado? 

No.  Después 

Mas  lo  adivino  al  través 
de  la  seda  que  la  tapa. 
Guando  venza  su  esquivez 


Ruiz. 

Romero. 
Ruiz. 


Romero, 


Ruiz. 

Romero. 
Ruiz. 

Romero. 

Ruiz, 

Peralta, 


Romero. 

Ruiz, 
Romero. 

Peralta. 


Romero. 


Peralta, 


y  á  ver  su  semblante  llegues 

mucho  temo  no  la  ruegues 
que  se  lo  tape  otra  vez. 
Más  indulgente  la  mía, 

me  ha  enseñado 

Qué? 

La  barba  y 
y  en  ella  un  dije....;  una  parva 

materia Qué  monería! 

Ya  te  contemplas  feliz 
porque  has  visto  esa  bicoca. 
¿Y  si  es  de  lobo  la  boca 
y. de  yegua  la  nariz? 
Imposible  1  Es  hechicera. — 
Deshancará  á  la  viudita. 
Sí? 

Ya  me  ha  dado  una  cita , 
y  en  prendas  una  pulsera. 
Cita  y  pulsera?  Qué  ganga! 
Me  ama  ya  con  desatino. 
Anda  amor  mucho  camino 
en  noches  de  mojiganga. 
Á  las  once  en  San  Igrnacio 
(mintamos  otro  poquito) 

citado  estoy Pero  ¡chito! 

Ta  os  lo  contaré  despacio. 
Sí;  vamos  al  ambigú. 
Allí  escucharé  tu  cuento. 
¿Tan  pronto ! 

No  me  alimento 
de  ilusiones  como  tú. 
Ahora  hay  mucha  trapisonda 
allí.  Deja  que  primero 
hable  á  esas  niñas,  v  espero 
llevármelas  á  la  fonda. 
Bien ,  mas  si  aprieta  la  gana, 
me  obligaréis  á  que  cene 
solo. 

Calla,  que  ya  viene 
mi  donosa  valenciana. 


ESCENA  XI. 

RUIZ.    PERALTA.    ROMERO.    CARLOTA. 

.  •   • 

Carlota,  [Con  el  traje  que  llevaba  Julia.] 

(Aquí  está.  Haré  lo  posible 
por  recobrar  la  tarjeta.) 

Peralta.  [Acercándose  d  Carlota. — Ruiz  y  Ríh 

mero  hablan  aparte.] 

Valenciana  de  mis  ojos , 

ya  me  mataba  tu  ausencia. 
Carlota.  ¿  Tan  grande  es  tu  avilantez 

y  tan  poca  tu  vergüenza 

que  sin  traer  en  la  mano 

aquella  robada  prenda 

vienes  á  hablarme? 
Peralta.  De  poco, 

linda  máscara,  te  quejas. 


LANCES  DE  CARNAVAL. 

Tú  me  has  salteado  el  alma 

y  lo  llevo  con  paciencia. 

Jiuiz.      [Acercándose.] 

Yalencíanita,  ¿qu¿  has  hecho 
de  tu  hermosa  compañera? 
Carlota.  En  el  tocador  quedaba 

Ruiz.      [Á  Romero.] 

Esperemos  á  qu^  renga. 


405 


Carlota. 

Peralta. 

Carlota. 

Peralta, 
Carlota. 

Peralta. 

Carlota. 


Peralta. 


Carlota. 


Peralta. 
Carlota. 


Peralta. 

Carlota. 

Peralta. 
Carlota. 

Peralta. 
Carlota. 

Peralta. 

Carlota. 

Peralta. 
Carlota. 


S Pasea  y  habla  arparte- con  Romero 
\asta  el  fin  de  la  escena.  Cesa  la  mú' 

sica.] 

No  es  acción  de  caballero 

apoderarse 

Son  tretas 
de  Car  naval. 

¿Y  qué  fin 

te  propones 

Que  me  quieras. 
Nunca  lograrás  mi  amor 
si  tales  medios  empleas. 
Luego  por  otros  caminos..... 

quizá 

Mientras  no  me  vuelvas 
la  tarjeta  numerada , 
no  te  canses.  Tendré  orejas 
de  mercader. 

¿Te  figuras 
que  pienso  hacer  almoneda 
con  vuestras  capas? 

No  tal. 
Ta  sé  la  intención  que  llevas; 
mas  primero  perderemos 
las  capas,  aunque  son  nuevas ^ 
que  aceptar  á  la  salida 
tu  brazo  en  rescate  de  ellas. 
kix  cruel  I 

Más  lo  eres  tú , 
que  por  de  pronto  me  obsequias 
con  la  plácida  esperanza 
de  una  pulmonía. 

Oh  I  muera 

mil  veces  yo 

Concluyamos. 

Ó  me  das  la  contraseña 

¡Eres  tan  ejecutiva 

[Con  tono  sentimental.] 

Ó  I  adiós  para  siempre  I 

[Deteniéndola.]  Espera.— 

capitulemos. 

Veamos. 
Seg^n  y  conforme  sea 

el  protocolo 

Cenemos 
cada  cual  con  su  pareja. 
Es  imposible.  Nos  vamos 
á  marchar.  Tenemos  priesa. 
Tan  pronto! 

Pero  otro  dia 


Peralta. 

Carlota. 
Peralta. 


Carlota. 


Peralta. 
Carlota. 


Peralta. 
Carlota. 
Peralta. 
Carlota. 


Peralta. 


Carlota. 
Peralta. 
Carlota. 

Peralta. 
Carlota. 


Ruiz. 


nos  veremos. 

Ay !  promesas 
de  Carnaval. 

Mi  palabra 

No  te  creo  con  careta. 
Mientras  no  vea  ese  bello 
rostro,  no  suelto  la  presa. 
(Qué  haré?  Julia  está  clamando 

por  marcharse.  Será  fuerza ) 

Resuelve. 

(Probablemente 
aunque  la  cara  me  vea 
no  sabrá  quién  soy.) 

Qué  dices V 

^Peor  será  si  se  empeña ) 

(Duda?  Ta  es  mia.) 

Primero 
será  razón  que  yo  sepa 
qué  especie  de  ave  nocturna 
eres  tú. 

Silo  deseas 

(Algo  hemos  de  aventurar 

Llegó  el  momento  de  prueba.) 
Dónde  ha  de  ser  el  careo? 
Aquí  mismo? 

En  otra  pieza. 

Aquí  hay  testigos 

Sí.— Estoy 
por  las  sesiones  secretas. 
Primero  me  has  de  jurar 
ser  mudo  como  una  piedra 
si  me  conoces. 

Yo  exijo 
de  ti  la  misma  fineza. 
Conformes. 

[LUga  Julia  for  la  puerta  de  la  dS' 

recAaT] 

[Á  Romero.]  Ya  la  tenemos 
aquí.  Mira!....  Es  una  perla. 


ESCENA  ULTIMA. 

PERALTA.  CARLOTA.  RUIZ.  ROMERO.  JULIA. 

Ruiz.      [Acercándose  á  Julia  seguido  de  Ro^ 

mero.] 

Ya  tu  tardanza 

Romero.                                ¿Qué  veo! 
Mi  hermana!  ¿Es  posible 

[Peralta  y  Carlota,  que  iban  á  salir, 

se  detienen.  Julia  se  presenta  con  el 

traje  que  llewaba  Carlota.] 

Ruiz.  Quién? 

Tu  hermana  Pilar!  ¿Estás 

en  tu  juicio? 
Romero.  Sí,  ella  es. 


1 


406 

Carlota. 
Julia. 

Romero, 


LANCES  DE  CAllNAYAL. 


Carlota. 
Julia, 


Jtomero. 
Ruiz, 


Romero, 


Ruiz, 
Romero. 


(Otro  apuro!) 

No  soy  yo 
quien  piensas.  Mírame  bien. 
Sí  9  tú  eres  Pilar.  Inútil 
es  fingir  la  voz.  Infiel ! 
To  reconozco  ta  talle, 

ta  modo  de  andar,  ta  pié 

Así  se  engaña  á  un  hermano? 
(Qué  babiecas  son  los  tres!) 
vaya  que  es  fuerte  manía! 
¿Acaso  no  puede  ha|)er 
dos  damas  del  mismo  talle ! 

Y  el  vestido? 

Bien;  y  qué? 

La  misma  modista  pudo 
hacer  otro,  y  otros  diez 
en  tela  y  hechura  iguales , 

y  donde  hay  tanto  almacén 

Ese  no  es  traje  alquilado. 
Miren  si  yo  lo  sabré ! 
¡Santo  Dios,  el  venerable 
tontillo  de  doña  Inés 
Sainz  de  Aveudaño,  mi  abuela, 
que  fué  la  misma  honradez , 
hoy  es  cómplice  de  intrigas 
y  de  liviandades  I 

I  Ten 

la  lengua 

\A  Julia,]       ¿No  me  dijiste, 
falsa  y  traidora  mujer, 
que  hoy  no  venías  al  baile? 

Y  yo  te  creí!  Sandez!.... 
¿Me  he  negado  yo  jamás 

á  traerte Ya  se  ve, 

viniendo  en  mi  compañia, 
¿cómo  dieras  á  un  doncel 
pulseras,  citas  de  amor 

Julia,     [Yéndose,  Romero  la  detiene  asiéndola 

de  la  mano,] 

Ya  basta  de  chanza 

Ven. 
No  te  escaparás ! 

\  Romero, 
mira  lo  que  haces !  No  sé 
si  esta  señora  es  tu  hermana 
ú  otra  dama;  pero  á  fuer 
de  caballero  leal 
juro  que  no  sufriré 
que  la  ofendas. 

Yo  tampoco. 
Es  mi  hermana;  soy  su  juez; 
lo  oís?,  y  sólo  á  un  marido 
mi  autoridad  cederé. 
( ¡  Dios  mió,  si  ahora  se  empeña 

en  que  me  case  con  él ) 

No  en  comedia  de  Morete 
se  convierta  el  entremés. 
Suspirar  por  una  .máscara, 
idolatrarla....,  está  bien; 
pero  casarse  con  ella, 

salga  rana  ó  salga  pez 

Romero.  Pues  te  has  de  batir  conmigo 


Romero. 
Ruiz, 


Peralta. 
Romero, 


Julia, 
Ruiz, 


como  no  digas  amén; 

que  la  pulsera  y  la  cita... 
Carlota.  Escuchadme !  Ella  no  fué 

la  de  la  cita. 
Ruiz,  Pues  ¿cómo. 

Carlota.  ¿Qué  viste  bajo  la  piel 

del  guante  izquierdo... 


Ruiz, 


delicioso  que  en  la  tez 
de  su  brazo  alabastrino. 


Un  lunar 


Peralta, 
Carlota, 
Peralta. 


Julia. 
Peralta, 


Carlota.  [Descubriendo  el  brazo  de  Julia,] 

Aquí  no  hay  lunar.  Lo  ves? 

Ruiz,      Sois  brujas?  Pues  yo  lo  vi 

Carlota,  En  mi  brazo;  no  en  aquel. 

[Enseñando  su  brazo.] 

Míralo  bien.  No  es  postizo. 
Ruiz.      No!  A  ver  el  otro? 

[Carlota   le  enseña   el  lunar  de  la 

barba,] 

Doy  fe. 
Luego  ¿cambiasteis  de  traje? 
Claro  está. 

Ni  Lucifer 
inventara 

[A  Julia.] 

¿Y  eres  tú 
la  valenciana  cruel 
que  á  mis  ternezas  opuso 
tan  temerario  desden? 
La  misma. 

Amigo  Romero^ 
si  del  triunfo  me  jacté 
fué  por  vanidad  ridicula. 
Aunque  luego  me  silbéis, 

Íro  lo  confieso.  No  sufra 
a  nieta  de  doña  Inés 
por  mi  causa. 

Si  no  es  ella  I 

Me  prestó  su  traje  ayer 

Fácil  es  acreditarlo. 

Se  quita  en  un  santiamén 

la  carátula 

Ah!No!No! 
Eh?  Qué  más  prueba  queréis? 
íues  bien;  no  te  suelto  ya 
aunque  te  defienda  un  tren 
de  artillería. 

Pero  ¡hombre I 
la  vas  á  comprometer 
si  es  otra  y  tiene  motivo 
para  ocultarse.  Tal  vez 

será  casada 

(Buen  Dios!) 
Nadie  lo  sabrá  después, 
si  es  cierto  lo  que  presumes. 
Caballeros  de  honra  y  prez , 
guardaremos  su  secreto. 
Sí;  yo  lo  juro.  Ea,  pues,  0 

alza  ese  velo,  alma  mia, 


Carlota. 
Romero. 


Julia. 
Romero. 


Peralta. 


Julia. 
Romero. 


Ruiz, 


LANCES  DE  CARNAVAL 


407 


Carlota. 
Peralta, 


Romero. 
Julia. 

Ruiz. 
Julia. 
Romero. 
Julia. 

Peralta. 
Julia. 


Ruiz, 
Peralta. 

Carlota. 


Julia. 
Peralta. 

Romero. 
Peralta. 


Julia. 


Remero, 
Peralta. 

Julia. 
Peralta, 


Carlota, 
Peralta. 


y  amanezca  el  rosicler 
de  tu  cara. 

tAl  oido.]    No  hay  recurso, 
ja  necesidad  es  ley. 
Si  revelas  tu  secreto, 
lo  sabremos  sólo  tres ; 
si  te  obstinas  en  negarlo 
Madrid  y  Carabancnel 
lo  sabrán.  Ea,  hija  mia! 
Todos  hemos  menester 
indulgencia:  todos  somos 
pecadores.  Yo  también 
no  sin  razón  puse  funda 
á  mi  cara  de  pastel. 
Acabas? 

Bien;  á  uno  solo 
mostraré  mi  rostro. 

Á  quién? 
Á  ti  no. 

Yámí? 

Tampoco; 
que  los  dos  me  conocéis. 
Luego  soy  yo  el  preferido? 
Te  inspiro  más  interés 
que  á  ellos,  y  me  parece 
que  eres  más  hombre  de  bien. 
Juicios  temerarios! 

Vamos 

Yo  el  ejemplo  te  daré 

[Al  oido  i  Julia.] 

Qué  dudas?  Es  forastero. 
Cómo  te  ha  de  conocer? 

Si  Romero  se  conforma 

Sí  hará 9  que  soy  el  más  ñel 
de  sus  amigos. 

ÍBien.  Luego 
^        e  de  hacer.) 

{Desatando  las  cintas  de  su  careta.'] 

Ea ,  simultáneamente 
nos  descubriremos;  eh? 
Ven  á  estelado 

[Se  la  lleva  hacia  el  foro,] 

[Desatando  su  careta  sin  separarla 
del  rostro  todavía.] 

(Yo  tiemblo 
de  la  cabeza  á  los  pies.) 
(No  me  daré  por  vencido 
si  mis  ojos  no  la  ven.) 
Buen  ánimo!  L  una ! 

[Se  descubren,  i  un  tiempo  los  dos,] 

Cielos  I 
Mi  marido! 

Mi  mujer! 

[Romero  y  Ruiz  sueltan  la  carcajada,] 

Pérfida! 

TLance  fatal!) 
Venirte  ai  baile  sin  mí ! 


Julia.     Mal  soldado!  ¿Se  hace  así 

la  guardia  del  Principal? 
Peralta.  ¿Aún  me  reconvienes ,  falsa!  — 

[A  Romero  y  Ruiz.] 


Ruiz. 

Carlota, 
Peralta, 
Carlota, 


Romero. 

Ruiz, 

Peralta. 


Esa  risa  me  revienta. 
Lo  entendéis? 

Sal  y  pimienta, 
como  hay  Dios ,  tiene  la  salsa. 

Hombre  inicuo 

Voto  á  briós!... 
Que  á  tu  mujer  desamparas, 
ahora  que  os  veis  las  cai*as, 
quién  pecó  más  de  los  dos? 

Tú  predicaste  indulgencia 

HHo,  quien  las  da  las  totña. 
( Habré  de  tomarlo  á  broma 
y  escarmentar,  y {paciencia!) 

[A  Julia,] 

Cuando  desdeñosa  y  triste 
no  hacias  caso  de  mí 
ni  de  mis  lisonjas ,  di 
la  verdad:  me  conociste? 
No. — Pero  tú,  mal  marido, 
¿me  hubieras  hecho,  traidor, 
tantas  protestas  de  amor 
si  me  hubieras  conocido? 

Peralta.  [Con  fervor.] 

Es  que  eres  muy  linda!  Cascaras! 
Oiga!.... 

El  que  (]^uiera  saber 
lo  que  vale  su  mujer, 
llévela  á  un  baile  de  máscaras. 
Conque»....  ¿me  perdonas? 

¡Abrazándola.]  Sí. 

Jravo ! 

Y  la  enmienda  te  ofrezco, 
porque  sólo  así  merezco 
que  me  perdones  tú  á  mí. 
Para  cantar  aleluya 
sólo  estorba  ya  internos 

[A  Carlota.] 


Julia. 


Julia. 
Peralta. 


Julia. 
Peralta. 
Ruiz. 
Peralta. 


Ruiz. 


una  careta. 
Carlota.  Son  dos ! 

Ruiz.      Cuál  es  la  otra? 
Carlota.  La  tuya. 

Ruiz.      ¿Yo  careta ! 
Peralta,  \  Ah,  que  yo  ria 

también! 
Carlota.  '    Y  á  mi  cargo  tomo 

arrancártela. 
Ruiz,  k  mí?  Cómo? 

Carlota,  [Descubriéndose.] 

Quitándome  yo  la  mia. 

[Risotadas  de  Peralta  y  Romero.] 


408 
Ruiz. 


UNCES  DE  CARNAVAL 


Carlota. 
Peralta, 
Carlota, 

Ruiz. 

Carlota, 

Ruiz. 
Carlota, 

Ruiz. 


Carlota. 


Es  Carlota  I  ( i  Se  deshizo 

la  boda!)  Es  particular 

Ese  picaro  lanar 

de  la  barba 

Este  es  postizo. 
Braro! 

T  ahora  ¿á  qnién  quieres? 
Á  la  máscara ,  ó  á  mí  ? 
A  la  máscara  y  á  ti. 
Demonios  sois  las  mujeres. 
Al  menos  este  demonio 
no  te  Tolverá  á  tentar. 
Yo 

No  me  Tuelvas  á  hablar 
de  amor  ni  de  matrimonio. 
Perdona  mi  frenesí. 
Me  arrepiento,  me  desdigo. 
Ta  yes  que  sólo  contigo 
.he  pecado  contra  ti. 
No  quiero  yo^  caro  amigo, 
tener  celos  de  mí  misma. 


I  Vaya,  armarían  un  cisma 
el  contra  mí  y  el  conmigo  I... . 
En  fin,  tal  dia  hará  un  año. 
Te  compadezco y  me  rio, 

Ípues  no  ha  sido  tardío, 
ien  haya  mi  desengaño! 

Peralta,  [Á  Ruiz,] 

Chico,  te  aconsejo 

Qué? 
Que  rias  también. 

ICon  risa  forzada.]  Sí  tal. 
a,  ja Vaya,  el  Carnaval 

tiene  lances Je,  je,  je 

T  á  todo  esto,  no  se  cena? 
Sí ,  sí ,  yamos  á  cenar. — 
Á  mí  me  toca  pagar, 

[Besando  la  mano  i  Julia.] 
porque  estoy  de  enhorabuena. 


Ruiz. 

Peralta. 

Ruiz. 


Romero. 
Peralta. 


iruis 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONYUGAL, 


COMEDIA   EN  DOS  ACTOS. 


Escrita  para  el  Liceo  de  Madrid  y  estrenada  en  el  mismo  el  dia  8  de  Abril  de  1840. 


PERSONAS, 


PAULA. 

TERESA. 

MARIANA. 


D.  AGUSTÍN. 
D.  RAMÓN. 
D.  CAYETANO. 


UN  QUÍDAM. 


La  escena  es  en  Madrid.  Sala  en  casa  de  D.  Agustín  medianamente  amueblada.  Bes  puertas 
laterales:  la  de  la  derecha  conduce  á  la  antesala,  y  ambas  á  las  habitaciones  interiores.  Entre 

otros  muebles  habrá  una  cómoda  y  una  mesa  con  recado  de  escribir. 


«AAA^MA^^^M«^«MMMMAAMM^A# 


ACTO    PRIMERO. 


ESCENA  L 


PAULA.    MARIANA, 


[Paula  sentada,  acatando  de  bardar  una  carte- 
ra.  Mariana  de  pié  quitándose  la  mantilla.] 


Paula. 

Marian. 

Paula. 

Marian. 
Paula. 


Marian. 


Paula. 


¿Conque  hov  mismo?  De  alegría 
no  veo  ya  el  abalorio. 
Me  han  dicho  en  el  escritorio 
que  llegará  á  mediodía. 
Ya  dudaba  ver  el  fin 
de  ausencia  tan  dolorosa. 
Ocho  dias  no  son  cosa..... 
Quiero  tanto  á  mi  A^ustin ! 
Al  que  en  triste  soledad 
recuerda  á  su  dueño  amante 
le  parece  cada  instante 
un  siglo  9  una  eternidad. 
Ese  pesar  es  muy  lusto. 
¡  Irse  un  marido  a  los  tres 
dias  de  casado ! 

Pues  I 
Mira  qué  plato  de  gusto! 
Mas  don  Braulio  el  fabricante. 


Marian. 


Paula, 


Marian. 
Paula. 

Marian. 

Paula. 

Marian. 


Paula. 


le  envió  de  pronto  á  Ucles 
comisionado  y  ;  ya  ves ! . . . . 

como  el  pobre  está  cesante 

No  son  de  perder  hoy  dia 
cien  duros. 

Pero  es  fatal 
que  al  tálamo  conyugal 
alcance  la  cesantía. 
Ya  le  emplearán,  lo  espero, 
mediante  la  protección 
de  su  ami^o  don  Ramón , 
que  está  ahora  en  candelero. 
T  si  no  logro  esta  dicha , 
¡cómo  ha  de  ser  I  Fiel  esposa, 
me  reduciré  gustosa 
á  sopas  de  ajo  y  salchicha. 

Gran  virtud  es  menester 

No  me  distraigas.  Quisiera 

acabar  esta  cartera 

Le  quiere  usted  sorprender? 
Sí. 

De  realce  dos  palmas , 
y  enlazados  los  dos  nombres 

forman  cifra 

No  te  asombres. 


lio 

Muria». 
Paula. 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONTCGAL. 


? 


Manan. 
Paula. 


Marian. 
Paula. 


Lo  mismo  están  nuestras  almas. 
(En  eso  pone  sa  ahinco : 

or  lo  demás  no  se  afana.) 

a  sólo  faltan ,  Mariana , 
cuatro  puntadas  ó  cinco; 
y  pues  salgo  más  de  prisa 
que  imaginé  con  mi  empeño^ 
antes  que  venga  mí  dueño 
tiempo  tengo  de  ir  á  misa. 
Y  sobrado. 

Tráeme  pu^s 
los  guantes  y  lá  mantilla. 

[Suena  dentro  una  campanilla.] 

Voy.  Sonó  la  campanilla. 
Mira  primero  quién  es. 


ESCENA  II. 

PAULA. 

I  Virgen,  si  á  la  esposa  tierna 
hoy  vuelve  sano  y  seguro , 
otra  misa  oír  te  juro 
descalza  de  pié  y  de  pierna ! 


ESCENA  IIK 

PAULA.    D.  CAYETANO.    MARIANA. 

Cayet.     Vengo  á  ponerme  á  los  pies 

de  usted 

Paula.  Beso  á  usted  la  mano, 

amigo  don  Cayetano. 

Marian.  i  Dejaré  para  después 

Paula.     No  y  que  si  el  tiempo  no  alcanza.... 

Perder  la  misa  no  quiero. 

Anda  y  que  ese  caballero 

es  de  toda  confianza. 


Cayet. 

Paula. 
Cayet. 
Paula. 
Cayet. 

Paula. 
Cayet. 


ESCENA  IV. 

PAULA.    D.  CAYETANO. 

No  quisiera  ni  un  momento 

incomodar 

No Ibaá  misa 

Oh  I  es  obligación  precisa. 
Pero  tome  usted  asiento. 

Gracias.  ({Rostro  como  el  suyo ) 

Qué  borda  usted ,  vecinita  ? 
Una  cartera. 


[Acercándose  d  mirarla.] 

Es  bonita. 

Paula.     [Levantándose  y  dándole  la  cartera.] 
Ahora  mismo  la  concluyo. 


ESCENA  V. 

PAULA.    D.  CAYETANO.    MARIANA. 

[Trae  Mariana  guantes,  abanico  y  mantíHa 
para  su  ama:  ésta  pone  la  almohadilla  sobre  la 

mesa.] 

Marian,  Aquí  está  todo,  señora. 
Cayet.     [Mirando  la  cartera.] 

Exquisita  es  la  labor. 
Yo  no  he  visto  igual  primor. 
(Estoy  por  la  bordadora.) 
Es  obra  maestra! 

[Se  la  vuelve  y  y  Paula  la  pone  sobre  la 

mesa.] 

Paula.  Qué! 

No  tal.  Usted  me  avergüenza. 
Cayet.     Y  aquí  forman  una  trenza 

dos  iniciales ,  A  y  P. 

Muy  bien!  Agustín  y  Paukt. 

Recíproco  amor  lo  exige. 

(Qué  linda !  Si  no  transige , 

aa  conmigo  en  una  jaula.) 
Paula.     Es  un  débil  testimonio 

de  mi  conyugal  afecto. 
Cayet.     Ah  I  bien  dicen ,  el  perfecto 

estado  es  el  matrimonio. 

Sobre  tan  plácida  unión 

no  tienda  Satán  sus  redes, 

y  Dios  favorezca  á  ustedes 

con  fruto  de  bendición* 

Paula.     [Ruborosa.] 

Vaya ! . . . .  Ponme  la  mantilla. 

[Juana  se  lipone.] 

ün  niño  hermoso  y  robusto....; 

pero  usted  tendrá  más  gusto 

en  que  sea  una  chiquilla. 

Haga  Dios  su  voluntad. 

Y  usted,  tan  aficionado, 

no  se  casa? 

He  tropezado 

con  una  dificultad. 

Cuál? 

Señora,  hay  tanta  maula! 

Virtud,  belleza,  talento 

Dónde  sé  halla  ese  portento? 

Ahí  dónde  hallar  otra  Paula? 
Paula.     En  cualquier  parte.  Es  tan  poco 

mi  mérito 

Cayet.  Y  en  mis  años, 

tras  de  tantos  desengaños , 

casarme!....  No  soy  tan  loco. 

Novio  con  el  pelo  gris 

no  puede  vivir  tranquilo ; 

que  tiene  el  alma  en  un  hilo 

y  su  honra  pende  de  un  tris. 

£!1  dinero  puede  mucho 


Cayet. 


Paula. 


Cayet. 

Paula. 
Cayet. 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONYUGAL 


ill 


y,  aunque  de  ello  no  me  aplaudo, 
con  el  oro  que  recaudo 
puedo  llenar  un  falucho; 
pero  placeres  comprados 
ya  se  sabe  lo  que  son. 
Las  telas  del  corazón 
no  salen  á  los  mercados. 
Paula.    No,  señor. 

[Aparte  d  Mariana.] 

I  Qué  buen  sujeto, 
qué  honrado  es  nuestro  yecíno ! 
Cayeú.     (¿Quién  ha  visto  á  un  libertino 
hecho  fraile  recoleto?) 

JSfarian.  [Aparte  d  Paula.] 

T  tan  amable,  tan  franco 

¿Y  cuándo  llega  el  consorte 
leliz?.... 

Hoy  entra  en  la  corte. 

ÍNo  volcara  en  un  barranco!....) 
íil  y  mil  enhorabuenas 

T  á  mí  mismo  me  las  doy, 
•  que  su  apasionado  soy, 
aunque  le  conozco  apenas. 

Paula,    Cómo !  ¿  usted 

Cayet.                                Sólo  de  vista, 
mas  sus  virtudes  proclama 
con  cien  trompetas  la  fama. 
Favor  que  usted 


Cayet. 

Paula. 
Cayet. 


Paula. 


Cayet. 
Paula. 
Cayet. 
Paula. 
Cayet. 
Paula. 
Cayet. 


Paula. 
Cayet, 
Paula. 
Cayet. 

Paula. 

Cayet. 


Paula.  * 
Cayet. 

Paula. 
Cayet. 


[Tomando  el  abanico  y  el  pañuelo.] 

Ya  estoy  lista. 

Si  él  me  honra  con  su  amistod 

Oh!  el  honrado  será  él. 
Seré  su  amigo  más  fiel. 

Gracias.  Es  mucha  bondad 

Si  puedo  servirle  en  algo 

¡Ah,  señor 

Sin  cumplimiento: 
suyo  es  desde  este  momento 
cuanto  tengo  y  cuanto  valgo. — 
Mas  yo  hablando  á  troche  y  moche, 

y  usted  con  mantilla  puesta 

No  importa.  Usted  no  molesta 

Ahí  vaya  usted  en  mi  coche. 
No.  Mil  gracias..... 

Hace  un  aire 
terrible. 

De  aquí  á  la  Red 
no  está  lejos. 

Mife  usted 
que  lo  tomaré  á  desaire. 
Precisamente  está  ahora 
á  la  puerta.  Hice  enganchar, 
mas  quise  antes  saludar 
á  mi  vecina  y  señora. 

¡Y  usted  irá  á  pié  por  mí 

Eh !  mejor.  Haré  ejercicio. 
El  mucho  regalo  es  vicio. 
Yaya,  diga  usted  que  sí. 

Porque  usted  no  teme  á  mal 

Con  usted  iría  al  templo. 


Paula. 

Marian. 

Cayet. 

Paula. 


Cayet. 


pero  ese  fuera  un  ejemplo 
pernicioso  á  la  moral. 
Es  verdad. 

(Camastronazo!) 
Mas  ya  que  cauto  íne  privo 
de  ese  honor,  hasta  el  estribo 
sírvase  usted  de  mi  brazo. 
Mal  pago  á  tanta  fineza 
sería  un  desden  grosero. 

[Tomando  el  brazo  de  D.  Cayetano.] 

Vamos.....  (Qué  buen  caballerol) 
(Bien  va!  Por  algo  se  empieza.) 


ESCENA  VI. 

MARIANA. 

¡Qué  bien  toma  mis  lecciones 
el  socarrón  I  i  Cómo  sabe 
el  tuno  hacer  la  gatita 
de  Mari-Ramos !  El  diantre 
son  los  hombres.  Mi  señora 
le  tiene  ya  por  un  ángel. 
Bien  I  Esto  es  algo.— Y  no  es  poco 
que,  sin  saber  lo  que  se  hace, 
haya  aceptado  su  coche. 
Acaso  más  adelante, 
luego  que  el  pan  de  la  boda 

[Suena  la  campanilla.] 
Llaman.  Voy...  Ya  ha  abierto  Jaime. 


Marian. 
Cayet. 


Marian. 


Cayet. 


Marian. 

Cayet. 

Marian. 
Cayet. 


ESCENA   VII. 

D.  CAYETANO.    MARIANA. 

¿Qué!  ¿vuelve  usted... 

Sí,  Mariana, 
sí,  querida.  Vengo  á  darte 
en  subricias  de  mi  dicha 
este  doblón  para  guantes. 

[Lo  toma.] 

Estimando.  Ya  ve  usted 

que  mi  consejo 

Admirable. 
El  primer  paso  está  dado, 
que  es  lo  difícil ,  lo  grande 
de  estos  negocios.  Ganada 

su  confianza 

No  obstante , 

sin  ganar  la  del  marido 

Y  eso  no  será  tan  fácil; 
verdad? 

Á  fuerza  de  tiempo 

Es  que,  si  quieres  que  te  hable 
con  franqueza ,  temo  mucho 
que  la  paciencia  me  falte 


4» 

Marian. 
Cayeí. 


PRUEBAS  DE  AHOE  CONYUGAL. 


Marian. 
Cayet. 


Manan. 

Cayet. 

Marian. 

Cayet. 


Marian, 
Cayet, 


á  lo  mejor.— Es  celoso? 

No  le  he  notado  ese  achaque 

hasta  ahora. 

Bien.  iT  qué 
me  dices  de  su  carácter? 

Es  hombre de  armas  tomar? 

(No  tengamos  aquí  un  lance 

pesado ) 

Es  como  una  malva. 
No  porque  á  mí  me  acobarde 
ningún  hombre  cuerpo  á  cuerpo, 

pero  bueno  es  informarse 

Vaya,  y  iqué  flaco  es  el  suyo? 
Juega  al  billar  ó  á  los  naipes  ? 
es  músico?  es  cazador? 
es  literato? 

Es  cesante. 
Basta. 

Sobre  todo,  chito  I 

No  es  bueno  que  sepa  nadie 

Por  supuesto.  (Yo  callar? 

Harto  será.  Sov  tan  frágil 

Mas  ahora  tendré  prudencia...., 
m  menos  hasta  que  alcance 
la  yictoria.  Á  algún  amigo 
de  los  más  íntimos....,  pase,* 
pero  ¡en  el  cafél....) 

¿  En  qué  piensa 
usted? 

En  mi  plan  de  ataque. — 
Pero  abur.  Ya  nos  veremos 
despacio,  que  si  viene  alguien , 

podrá  sospechar Lo  dicho. 

Si  me  ayudas  en  mis  planes 

y  logro  lo  que  deseo^ 

te  hago  feliz.  Dios  te  guarde. 


ESCENA  VIII. 

MARIANA. 

Es  preciso  tener  cara 
de  vaqueta  y  de  vinagre 
para  negarse  á  servir 
á  sujeto  tan  amable. 
La  conciencia  me  remuerde 
un  poco;  mas  treinta  reales 
de  salario  mal  se^furo, 
y  sin  provechos  ni  gajes, 
¿qué  son  para  que  una  moza 
de  mi  rumbo  vista  y  calce 
y  mantenga  nada  menos 
que  á  un  cabo  de  provinciales? 
Si  es  tan  santa  mi  señora 
como  de  serlo  se  aplaude , 
por  más  que  sude  el  vecino 
y  por  más  que  yo  trabaje, 
se  quedará  al  fin  y  al  cabo 
tan  honrada  como  antes. — 
Y  aun  mucho  más;  que  no  hay  mérito, 
como  decia  mi  maare , 


en  que  triunfe  la  virtud 

cuando  nadie  la  combate. 
Si  se  rinde,  buen  provecho. 
Ella  será  la  culpable. 

[Suena  la  campanilla.] 

Pues  I— Ella  y  los  que  gobiernan, 
que,  acumulando  cesantes, 
tantas  ocasiones  dan 
para  que  el  diablo  las  cargue. 


ESCENA  IX. 


MARIANA.    D.  AGUSTÍN. 


Affustin.  [Fn  traje  de  camino.] 


Marian. 
Agusiin. 

Marian. 

Agustín. 
Marian. 

Agustin. 


Marian. 
Agustin. 


Marian. 
Agustin. 
Marian. 
Agustin. 
Marian. 


Agustin. 
Marian^ 


Agustin. 


Marian. 
Agustin. 


Mariana  I' 

Ahí...  Señor!  Tan  pronto! 

Yo  creí  que  hasta  más  tarde 

He  madrugado  algo  más 

de  lo  que  pensaba.  ¿Qué  hace 

Paula?  Dónde  está? 

Ha  salido 
á  misa. 

Eso  es  muy  laudable. 
Creyó  que  tendria  tiempo 

antes  de  que  usted  llegase 

{Cuánto  sentirá 

No  importa. 

[Sentándose  y  dejando  sobre  una  siUa 
el  sombrero.] 

Molido  estoy  del  carruaje. 
Se  ha  desayunado  usted? 

Sí;  medio  capón  fiambre 

Supongo  que  no  habrá  habido 

novedad 

Ninguna. 

YGalvez? 
Don  Bamon?  Ha  estado  malo. 
iQué  me  dices !  Cosa  grave? 

No,  señor.  El  reumatismo 

Habrá  seis  dias Sí,  el  martes , 

hizo  cama.  Pero  ayer 
cuando  fui  yo  á  preguntarle 
cómo  estaba  de  salud 
encontré  vacío  el  catre. 
Ya  está  tan  guapo.  Hoy  vendrá. 
Me  alegro. 'Siento  sus  males 

como  si  yo 

No  lo  extraño. 

Son  ustedes  uña  y  carne 

(¡Voto  va,....  y  no  se  lo  he  dicho 
a  don  Cayetano ! ) 

Dame , 
mientras  viene  mi  mujer, 

las  cartas  que  haya  de  Cáceres 

No  ha  parecido  el  cartero. 
(Es  raro  el  no  contestarme 
la  familia.  Sentiré 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONYUGAL. 


413 


que  desapruebe  mi  enlace ) 

[Suena  la  campanilla,] 

Marian,  Llaman Será  la  señora. 

Agustín,  [Levantándose,] 

Ah  I  no  te  detengas.  Abre. 


ESCENA  X. 


D.  AGUSTÍN. 


La  pobre!....  Estos  ocho  dias 
se  le  habrán  hecho  mortales. 


ESCENA  XI. 

PAULA.    D.  AGUSTÍN. 

Paula»    Agustín! 

[Se  abrazan,] 

Agustín .  Paula  querida ! 

Paula,    Dulce  sorpresa! 
Agustín.  Mi  bien! 

Paula,    Bendígate  Dios,  amén. 

Vienes  con  salud,  mi  vida? 
Agustín.  Ya  lo  ves.  Y  tú  tan  buena! 

# 

Paula,    [Quitase  la  mantilla  y  la  deja  sobre 
la  cómoda  con  el  pañuelo  y  el  abanico^ 

Sí,  mas  en  tal  desconsuelo 

milagro  ha  sido  del  cielo 

no  haberme  ahogado  la  pena. 
Agustín,  Yo  también  muerto  do  esplin 

sin  ti  y  entre  aquellas  gentes 

Paula,    Oh!  como  otra  vez  te  ausentes, 

me  voy  contigo,  Agustin. — 

Di,  ¿recibiste  en  la  villa 

de  Ucles  una  carta 

Sí. 

En  tres  noches  la  escribí. 
.  Tres  pliegos  y  una  cuartilla ! 

Por  horas  y  por  momentos 

un  circunstanciado  parte 

de  mis  obras  quise  darte, 

y  hasta  de  mis  pensamientos. 
Agustin,  Me  cautiva  el  corazón 

tanta  fe,  Paulita  bella, 

pero.r... 
Paula.  Y  otra  como  aquella 

Íuse  anoche  en  el  buzon« 
¡ra  inútil.  Yo  te  creo 

[Paula  toma  la  cartera  que  dejé  sobre 

la  mesa,] 

(Si  tardo  en  volver  aquí, 
no  gano,  pobre  de  mí. 
para  portes  de  correo.) 


Agustin 
Paula, 
Agustin 
Paula. 


Paula. 

Agustin, 

Paula, 


Agustin, 


Paula, 


Agustin, 
Paula, 

Agustin. 

Paula, 

Agustin, 

Paula. 

Agustín, 

Paula, 


Agustín. 
Paula. 


Agustin. 


Paula. 

Agustín. 

Paula. 

Agustin. 


Paula. 

Agustin. 
Paula. 
Agustin. 
Paula. 


Agustin, 
Paula. 

Agustin. 
Paula, 
Agustin. 
Paula. 


Agustín. 
Paula. 


Toma. 

Qu¿  fineza! 

En  suma, 
sólo  amándote  vivia; 
con  la  aguja  por  el  dia, 
por  la  noche  con  la  pluma. 
Qué  cartera  tan  preciosa!.... 

Con  la  cifra  de  los  dos 

Otro  abrazo,  ángel  de  Dios ! 
Feliz  yo  con  tal  esposa ! 

Y  es  poco  para  mi  amor, 

que  quien  el  alma  te  da 

Ah!....  ¿sabes  que  tienes  ya 
otro  amigo  y  protector? 

Otro  amigo!  ¡Otro Quién  es? 

Don  Cayetano,  el  vecino  . 
de  abajo. 

Ya! 

Anoche  vino..... 
Cómo!.... 

Á  ponerse  á  mis  pies. 

Y  esa  visita ¿á  qué  santo 

A  título  de  vecino 

Qué  buen  sujeto!  <jué  fino! 
Cómo  le  afligió  mi  llanto! 
Tan  tierno  es  de  corazón? 

Y  cristiano  muv  cabal. 
Qué  máximas  de  moral! 
Vaya,  es  un  santo  varón. 
Como  hemos  vivido  aquí 

tan  poco  tiempo,  no  sé 

no  conozco Ya  se  ve, 

todo  consagrado  á  ti - 

Es  joven? 

No.  Ya  es  machucho. 
Cuarenta  y  tres  le  echo  yo 

Y  su  mujer  ¿no  subió 

Bah!  Si  es  soltero!... 

(¿Qué  escucho!) 
Cómo  en  casarse  no  piensa? 

Eh!  será  algún  perdulario 

No  lo  creas;  al  contrario, 
tiene  una  fortuna  inmensa. 
(Malo!) 

Es  hombre  muy  profundo. 

Sisera 

Y  tan  timorato 

Le  inclinan  al  celibato 
desengaños  de  este  mundo. 

Yerros  de  la  juventud 

Si  vieras  con  qué  fervor 

elogia  el  pobre  señor 

Tu  hermosura? 

Mi  virtud. 
Oiga! 

Un  feliz  matrimonio^ 
dice,  es  el  supremo  bien 
en  la  tierra,  es  el  Edén, 
la 

Mire  usted  qué  demonio! 

Y  como  yo  no  imagino 
encontrar  en  esta  corte 
tan  angélica  consorte 


414 

Agustin,  [Entre  dientes.] 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONYUGAL 


Prefiero  la  del  vecino. 
Paula.    Eh? 
Agustín.         Nada.  (¡T  qne  ella  se  trague 

la  pildora!....) 
Paula.  Pues  de  tí 

hace  unos  encomios * 

Agustín.  Sí? 

Qu¿  bondad  I  Dios  se  lo  pague ! 
Paula.    Porque  y  aunque  no  te  conoce 

sino  de  fama  nasta  hoy 

Agustín.  La  fama  dirá  que  soy 

el  mejor  Par  de  los  doce. 
Paula.    T  añadió:  Si  puedo  en  idgo 

servirle ,  si  en  algo  influyo, 

cuente  desde  hoy  como  suyo 

cuanto  tengo  y  cuanto  valgo. 
Agustín.  Tanto  afecto  en  una  noche  I 
Paula.    También  me  ha  venido  á  ver 

esta  mañana 

Agustín.  Mujer! 

Paula.    Vaya,  y  me  ha  ofrecido  el  coche  I 

Agustín.  [Con  risa  sardónica.] 

De  veras  ? 
Paula.  Para  ir  á  misa. 

Qué  bondad!....  Quedarse  á  pié 

por  sorvirme. 

Agustín.  Sí ;  je ,  je 

Paula.    De  qué  te  ries? 

Agustín.  De  risa. — 

Ha  sido  mucha  atención. 

T ¿aceptaste? 

Paula.  Sí,  mi  dueño* 

Lo  tomó  con  tal  empeño 

Agustín.  No  puedo  más!  Maldición! 

Paula.    [Asustada.] 

Ay,  Dios  mió!  Qué  te  ha  dado? 
¿Es  á  mí,  ó  es  al  vecino 

Agustín.  Ese  hombre  es  un  libertino 
de  profesión,  un  malvado. 

Paula.    ¿Cómo 

Agustín.  T  no  lo  has  conocido! 

Ah!  ¿qué  hombre  á  mujer  bonita 
con  buena  intención  visita 
en  ausencia  del  marido? 
Te  habló  de  virtud  anoche    ' 
para  ganar  tu  amistad, 
y  hoy  tienta  tu  vanidad 
ofreciéndote  su  coche. 
¡T  tú  le  oiste  tranquila 
cuando  de  tu  esposo  diío 
tantas  lindezas!  ¿Qué  hijo 
le  he  sacado  yo  de  pila? 
¿Creerá,  pese  á  Belcebú! 
ese  hipócrita  insolente 

que  soy  yo  tan  inocente 

ó  tan  simple  como  tú? 

Paula.    Ay,  no  te  enojes!  Perdona 

To  he  obrada  sin  malicia 

Agustín.  Sí ^  sí;  yo  te  hago  justicia. 


Esa  ingenuidad  te  abona. 
Si  del  bribón  que  te  engaña 
vil  cómplice  hubieras  sido, 
no  harías  á  tu  marido 
revelación  tan  extraña. 
Paula.     Incauta  fui;  no  te  asombres, 

Íuerído.  Mi  buena  fe 
ih !  de  hoy  más  aprenderé 
á  conocer  á  los  hombres. 
Miren  el  mosquita  muerta!.... 
{ Con  qué  diabólico  enredo 

quería No  tengas  miedo, 

que  otra  vez  estaré  alerta. 
Si  á  mis  ojos  se  aparece 
el  pérfido  seductor, 
le  nablaré  con  el  horror 
y  el  desprecio  que  merece. 
Ah !  sea  culpable  ó  no, 
no  vuelva  jamás  aquí. 
Basta  que  te  enfade  á  ti 
para  aborrecerle  yo. 
Aunque  me  ofrezca  el  Perú 
como  me  ha  ofrecido  el  coche, 
¿  será  ese  viejo  bamboche 
tan  amable  como  tú? 

Agustín.  Tan  bello  es  tu  corazón 

cual  tu  rostro.  No  me  ofendo: 
basta;  sólo  te  encomiendo 
que  aproveches  la  lección. — 
Voy  á  salir,  y  este  traje..... 
Otro  pantalón ;  camisa 

Paula.     Adonde  vas  tan  de  prisa? 

Agustín.  Á  dar  cuenta  de  mi  viaje. 

Paula.    [Adriendo  un  cajón  de  la  cómoda.] 

Qué  pantalón  ? 
Agustín.  El  azul 

turquí. 

Paula.    [Revolviendo  el  cajón.] 

No  sé  dónde  está. 

Debajo Aquí Este  será.... 

No;  es  mi  mantilla  de  tul. 
Agustín.  Despacha. 
Paula.  Si  no  lo. encuentro!.... 

Ah!  ya  ha  parecido.  Ten. 

[Saca  un  pantalón  y  se  le  da.] 

Agustín.  Ahora  la  camisa. 
Paula.  Bien. 

[Abriendo  otro  cajón.] 

En  este  cajón  del  centro 

Agustín.  Sí. 

Paula.    [Registrando.] 

En  este  lado  hay  calcetas 

Agustín.  Falta  me  hacen;  vengan  unas. 

Paula.     [Dándole  un  par.  ] 

Toma Y  te  vaa  en  ayunas? 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONYUGAL 

Agustín.  No;  ya  almorcé. 
Paula,    [Registrando  el  cajón.] 

Servilletas....,  , 

sábanas....,  que  he  de  coser...., 

enaguas..... 

Agustín.  ¿ Tanto  te  cuesta 

Paula.    Ah!  Toma. 


415 


Agustín.  [Mirando  la  camisa  que  le  da  Paula 

y  volviéndosela.] 

Qué  me  das?  ¡Si  esta 
es  camisa  de  mujer! 

Paula.     [Riéndose.] 

Dices  bien.  Aturrullada 
con  el  dulce  regocijo 
de  verte 

[Revuelve  otra  vez  el  cajón.] 

Agustín.  Vamos 

Paula.  Pues,  Lijo, 

ninguna  tienes  planchada. 

Agustín.  ¡Voto  á Me  lleva  Pateta. 

Paula.    No  te  incomodes ,  por  Dios. 
¿Has  ensuciado  las  dos 
que  llevaste  en  la  maleta? 

Agustín.  Sí,  mujer;  en  ocho  dfas 

Paula.    Qué  quieres!  Pensando  en  ti 

noche  y  dia Yo  creí 

que  tan  pronto  no  vendrías. 

Agustín.  Pero  es  extraña  omisión 

esperar 

Galla,  que  presto 


Paula. 


[Acercándose  d  la  puerta  de  la  iZ' 
quieraa.] 


Mariana!  Una  plancha,  el  cesto 

de  la  ropa,  el  almidón 

Agustín.  ¿Quién  espera  á  que  la. plancha 

se  caliente? 
Marían.  [A  la  puerta.] 

Llama  usté? 
Agustín.  Sin  planchar  me  la  pondré 

como  un  tío  de  la  Mancha. 

[Despidiendo  d  Mariana.] 

Allá  voy. — La  cubriré 

con  la  corbata ,  y  así 

Paula.    Saco  la  levita? 

Sí, 
y  el  chaleco  de  piqué. 


Jesús !  La  cómoda  está 

tan  revuelta El  primer  dia 

que  me  levante  de  humor 

Ír  el  tiempo  me  lo  permita^ 
a "     " 


a  he  de  arreglar Aquí  está. 

[iSaca  una  levita.] 
La  pondré  sobre  nna  silla 

[Lo  hace.] 
mientras  busco  ese  chaleco. 
[Revolviendo  él  cajón.] 

Aquí  no  está.  En  el  de  arriba 

[Aire  otro  y  saca  de  él  un  chaleco.] 

Por  acá Ya  di  con  él. 

[Desdoildndolo.] 

Ay,  qne  le  falta  nna  cinta  I 
Válgame  el  cielo!  ¿De  dónde 

saco  ahora Tiene  prisa 

Ah!  esta  es  larga.  Cortaré 


ESCENA  XII. 


PAULA. 


[Sacando  la  levita  y  el  chaleco.] 

Válgame  Dios  I  ¡Cuánto  siento. 
Dónde  estará  la  levita? 


[Toma  de  la  almohadilla  unas  tijeras 
y  corta  un  pedazo  de  la  cinta."] 

El  pedazo  en  la  otra  esquina 
con  un  alfiler 

[Lo  prende.] 

Ya  está. 
Voy  al  instante ;  no  diga 
que  no  le  ayudo  á  vestirse. 

[Deteniéndose  y  desdoblando  la  le- 
vita.] 

Tendrá  polvo?  No;  está  limpia. 
[Estirando  el  faldón.] 

Por  vida  de  las  arrugas 

Pero  ¿qué  veo!  Desdicha!.... 

Un  botón  colgando 

Agustín.  [Dentro.]  Paula! 

Paula.    Yoy  corriendo!  —  La  almohadilla. 

[Registrándola.] 

Ay !  No  tengo  seda  negra  I 

Qué  haré?  jFor  vida ¡por  vida 

La  aguja  tengo  enhebrada...., 
pero  ¡  con  seda  amarilla ! 

Agustín.  [Dentro.] 

Panlal 
Paula.  Allá  voy,  amor  míol 

[Se  sienta  y  cose  apresuradamente  el 

ioton.] 

Coseré  con  esta  misma. 
Qué  he  de  hacer?  Malditos  sastres ! 
.    malditos  de  Dios !  No  cuidan 

de  asegurar  los  botones 

Daremos  luego  con  tinta 
ala  seda 


116 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONYUGAL. 


ESCENA  Xni. 

PAULA.    D.  AGUSTÍN. 

[Don  Agustín  viene  en  mangas  ie  camisa,  con 
la  corbata  puesía  y  cubierta  con  sus  puntas  la 

pechera,] 

Agustin.  Vamos,  Paula  1 

Paula,    [Cortando  la  seda.] 

Ah! 
Agustín,        Qué  haces? 
Paula.    [Levantándose.]  Nada.  Cosia 

un  botón  q^ue  estaba  flojo. 
Agustín.  Válgate  Dios ! 

Paula.  i  Ese  Utrílla 

Agustín.  Sí,  Utrílla. — És  este  el  chaleco? 

[Lo  toma.] 
Paula.    Sí,  mi  bien. 

Agustín.  [Soltando  el  chaleco.] 

Cuerno,  madrina ! 
Paula.    AyDios!.... 
Agustín.  Maldito  alfíler ! 

Paula.     [Toma  el  chaleco  y  prende  mejor  el 

aljller.] 

Diste  en  él  por  donde  pincha ! 
Agustin.  [No  lo  hubieras  tú  prendido 

[Se  chupa  un  dedo,] 

Paula,    [Asustada.] 

Sangre!  Irán  á  la  botica 

Agustin  No  es  nada.  Me  chupo  el  dedo 

de  gusto. 
Paula.  Prendí  la  cinta 

porque  no  esperases 

Agustin.  Oh!.... 

[Por  las  ánimas  benditas, 

despacha! 
Paula,  Ta  no  hay  cuidado. 

[Ayudándole.] 

Mete  el  brazo.— El  otro. — Avisa 
cuándo  he  de  atar 

Agustín.  [Poniéndose  los  botones  del  chaleco.] 


( í  Qué  mujer 
.  íDí 


para  un  pobre!)  Ata.  (Da  grima 

el  pensar ) 

Paula.  Aprieto? 

Agustin.  Basta. 

Paula.    Ta  está.  Ponte  la  levita, 

[Se  la  da.] 

mientras  te  saco  un  pañuelo.... 

Agustin.  [Poniéndose  la  levita.] 

No,  por  la  Virgen  santísima! 

que  esa  cómoda  es el  caos, 

y  me  darás  una  almilla. 


Paula. 
Agustin. 


Paula. 


un  calcetin Me  apodero 

de  este  tuyo  de  batista. 

[Toma  el  pañuelo  de  Paula.] 
T  guantes? 

[Tomando  el  sombrero  y  yéndose  en/a- 

dado.] 

Los  compraré 
de  camino. 

[Llorando.]  ¿No  te  dignas 
de  decirme  adiós  siquiera? 
[Con  qué  crueldad  me  castigas , 
ingrato ! 

Agustin.  [Entre  enejado  y  enternecido,] 

No,  mujer;  pero 

Vaya ,  abrázame. 

[  Se  adraban,] 

( { Es  tan  linda 
y  tan  cariñosa!. ..)  Adiós. 
No  me  guardes  ojeriza. 

To  me  enmendaré 

[Enternecido.]  ¡No  llores 

Adiós,  Paula.  (Es  una  niña!) 


Paula. 
Agustín. 


ESCENA  XIV. 

PAULA. 

Pobre  Agustin !  Se  ha  enfadado 
con  razón.  ¡No  tener  lista 
la  ropa !  Pero  ocupada 

con  la  cartera  y  la  cifra 

I  Cunde  tan  poco  el  bordado 
de  abalorio!....  Y  las  epístolas 

amorosas  que  le  he  escrito 

Vamos ,  parece  mentira 
cómo  se  pasan  las  horas , 
y  hasta  qué  punto  complica 
los  deberes  conyugales 
una  ausencia  repentina. — 
¡No  poder  una  pagar 

costurera  ni  modista 

Si  me  a3^udase  Mariana, 
tal  cual ,  pero  ¿y  la  cocina? 

[Suena  la  campanilla,] 

\  También  es  fatalidad 
que  esté  tan  mal  de  camisas 
mi  amado  Agustin !  Jesús ! 
Mal  haya  la  cesantía ! 


ESCENA  XV. 

PAULA.  D.  RAMÓN. 

Samon.  Buenos  dias ,  bella  Paula. 
Paula:    Muy  felices,  don  Ramón. . 
Celebro  la  mejoría. 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONYUGAL. 


417 


Ramón,  Malo  ó  bueno,  siempre  estoy 

á  los  pies  de  usted. 
Paula.  También 

de  enhorabuena  estoy  yo. 
Ramón.   Sí,  ya  he  visto  en  la  escalera 

á  Agnstin;  mas  mi  intención 

era  visitar  á  Paula, 

y  sin  cumplir  no  me  voy, 

Señora,  con  un  deber 

tan  grato.á  mi  coraaon. 

Paula,     [Recelosa,^ 

(Qué  oigo!)  Quiere  usted  sentarse? 
Ramón,   Sí  haré. 

[Ofrece  tma  silla  i  Paula  y  él  ocupa 

otra.] 

Usted  sólo  me  dio 
un  parabién ;  mas  yo  espero 
retribuiirle  con  dos. 

Paula,     Con  dos  parabienes? 

Ramón, 


\  Ramón,   Pero  si  yo * 

Paula,  Aparte  usted! 

Ramón,   Pero,  Paulita,  ipor  Dios 

Paula.     Ni  por  Dios,  ni  por  la  Virgen. 
Yo  tengo  honra.  Soy  quien  soy  I 

Ramón.  [Siguiéndola,] 

¿Quién  ha  pensado...  Oiga  usted... 
Paula,     No,  ¡jamás,  jamás!  Qué  horror! 

[  Vase  por  la  puerta  de  la  izquierda^ 

y  óyese  el  cerrojo  con  que  la  asegura 

por  dentro^ 


Paula, 
Ramón, 

Paula, 

Ramón. 

Paula. 

Ramón. 


Paula, 
Ramón. 


Paula. 
Ramón. 


Paula, 
Ramón. 

Paula. 


Ramón, 
Paula. 


Ramón. 
Paula. 


y  á  mí  propio  me  los  doy. 
uno  por  la  bienvenida 
de  Agustin ,  que  es  mi  mejor 
amigo,  como  usted  sabe, 
y  otro  porque  creo  que  hoy  , 
será  colocado. 

Sí? 
Y  ganando  en  graduación 
y  en  sueldo. 

Y  á  usted  sin  duda 
debemos  ese  favor. 
Él  merece  mucho  más. 
Fuera  de  la  corte? 

No, 
que  si  usted  saliese  de  ella 
faltara  á  Madrid  el  sol. 
Cómo?..."  ¡Usted  me  dice... 

Injusto  • 
fuera  que  tan  linda  flor 
vegetase  oscurecida 
en  Moguer  ó  en  Gastropol. 

Esas  lisonjas 

Lisonjas? 
No,  señora,  no  lo  son. 
Si  hay  ángeles  en  la  tierra, 
uno  es  usted. 

(Oh  rubor!....) 
iQuién  no  envidiará  la  dicha 
de  don  Agustin  ?  Su  unión 

[Levantándose.  D.  Ramón  se  levanta 

también.] 

Eh  I  basta,  ¡mal  caballero, 
pérfido  amigo,  hombre  atroz ! 
Qué  escucho ! 

SSin  oirle.]      ¡  Venir ,  á  título 
ie  amigo  y  de  protector , 
á  requerirme  dé  amores ! 
Yo,  señora!.... 

Qué  traición ! 

IL 


Cayet. 


ESCENA  XVI. 


D.   RAMÓN. 


Y  echó  á  la  puerta  el  cerrojo ! 
¿Qué  diablos  la  he  dicho  yo 
que  huye  de  mí  como  huyera 
de  algún  sátiro  feroz? 
¡Porque  la  digo  que  es  linda 
se  pone  como  un  dragón! 
¿  Qué  fuego  ha  visto  en  mis  ojos , 
qué  mano  se  deslizó , 
atrevida  aventurera , 
que  así  confunde  el  amor 
con  una  galantería 
propia  del  genio  español 
y  de  la  franca  amistad 
que  su  esposo  me  inspiró? 
¡Y  cuando  vengo  á  anunciarla 
que  debe  á  mi  protección 
y  á  mi  influjo  su  ventura, 
me  paga.....  con  una  coz! 
No  presumí  que  sería 
tan  zaina  de  condición. 

[Suénala  campanilla.] 

Gomo  apenas  la  he  tratado 

Merecía,  voto  á  briós!.... 
No,  que  el  justo  sufriria 
la  pena  del  pecador. 

[Queda  un  momento  pensativo.  Toma 

luego  el  somdrero  y  se  dirige  d  la 

puerta  déla  izquierda.] 


ESCENA  XVII. 


D.  RAMÓN.     D.  CAYETANO. 


[Sin  pasar  de  la  puerta.] 

Pues  ^a  ha  salido  de  casa 
el  recién  venido  esposo , 
le  vengo  á  cumplimentar. 

27 


lis 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONYUGAL 


Pero  ¿me  engañan  mis  ojos? — 
[Adelantándose,] 

Ramón! 

Xamon.  Cayetano  insigne ! 

Aqní  tú  I 
Cajfet.  Tú  tan  famoso  I 

Maman»  Ta  ha  dias  que  no  nos  vemos. 
Cayei.     Desde  el  año  treinta  y  ocho. 
JRamon.  Dónde  has  estado? 
Cayet.  En  París , 

en  Roma....,  y  luego  en  Oporto, 

en  Cádiz Siempre  gozando! 

Hay  humor  y  sohra  el  oro 

Bravo!  ¿Vuelves  según  eso 

tan  libertino  (y  tan  tonto) 

como  te  fuiste? 

Eby  qué  quieres  I... 

Mientras  uno  sea  mozo 

Mozo  tú! 

Es  decir,  soltero. 

T  tú 9  grandísimo  zorro, 

¿humillaste  ya  la  frente 
.  al  yugo  del  matrimonio? 
Jiamon.   Pues  no  sabes  que  soy  viudo? 
Cayet.      No  me  acordaba.  Sopongo 

que  no  será  tan  austero 

tu  luto Se  hace  negocio? 

Cómo  te  tratan  las  bellas? 

Siempre  fuiste  venturoso. 

Ramón .    [Riéndose.  ] 

Ta  no.  Me  acaban  de  dar 
calabazas 


Ramón. 


Cayet, 

Ramón. 
Cayet. 


Cayet. 


Ram^n. 
Cayet. 
Ramón. 
Cayet. 

Ramón. 
Cayet. 

Ramón. 
Cayet. 


Ramón. 
Cayet. 

Ramón. 


[Dándose  una  palmada  en  la  frente.] 

Ahí....  Demonio! 

Ta  emprendo La  Paulita! 

Mi  linda  vecina ! 

¿Cómo  I.... 
Pobre  hombre !  Has  llegado  tarde. 
Ta  sé  que  es  casada. 

Bobo! 
El  marido  es  lo  de  menos. 
Oh!  Qué  estás  diciendo? 
[Bajando  la  voz.]  Hay  moros 

en  la  costa. 

No  es  posible 

Quédese  esto  entre  nosotros ; 
pero  has  de  saber  que  Paula 
corre  de  mi  cuenta. 

¿  Qué  oigo ! 
Ta  he  ganado  á  la  doncella, 
y  lo  que  es  el  ama,  pronto 
capitulará 

Mentira! 


Infamia! 
Cayet.  No  hables  tan  gordo ! 

Cuando  yo  te  digo 

Ram4m,  Mientes 

como  un  vil. 
Cayet.  Eh !  poco  á  poco 

(Ta  es  forzoso  hacer  de  tripas 

corazón.)  Tomas  un  tono 

Ramón.  El  que^  merece  un  villano. 
Cayet.     k  tsíl  insulto  respondo 

con  una  estocada. 
Ramón.  Acepto. 

Cafet.     (Muerto  soy !)  No  es  á  propósito 
-  este  sitio  para  hablar 

del  dónde ,  el  cuándo  y  el  cómo. 

En  mi  habitación  podemos 

tratar 

Ramón.  Bien. 

Cayet.  Soy  hombre  solo..., 

Ramón.  ¿Dónde 

Cayet.  En  esta  misma  casa, 

cuarto  principal ,  que  pongo 

á  tus  órdenes 

Ram^n.  Suprime 

cumplimientos  enfadosos. 
Cayet.     Lo  cortés  y  lo  valiente 

no  se  excluyen.  ¿Á  qué  prójimo 

eliges  para  padrino  ? 
Ramón.   Á  aon  Agfustin  Orozco. 

Cayet.     Calle  I  ¡  Al  marido 

Ramón.  Cabal. 

Cayet.     To  tengo  que  buscar  otro. 

Á  las  dos  te  espero  abajo. 
Ramón.   Puntual  seré.  (Si  le  rompo 

la  crisma,  tendré  siquiera 

ese  justo  desahogo.) 


ESCENA    XVIII. 

D.  CAYETANO. 

To  tiemblo.  Terrible  apuro! 

tPor  esta  lengua  maldita 
lengua  es  faltar  á  la  cita; 

soltar  la  pelleja es  duro; 

y  él  me  mata  i  de  seguro ! 

si  se  efectúa  la  lid. — 

¿Qué  haré,  cielos!...  Ah!  un  ardid.. 

Ta  el  peligro  no  me  inquieta, 

pues  hay  oro  en  mi  gaveta 

y  policía  en  Madrid. 

[  Fase  por  donde  vino.] 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONTCGAL. 


419 


ACTO  SEGUNDO. 


ESCENA  I. 


PAULA.    D.  AGUSTÍN. 


Paula.    [ Con  la  mantilla  puesla.] 


Agustín, 


Paula, 


Agustín. 
Paula. 


Agustín. 


Paula. 
Agustín. 

Paula. 


Sí,  mí  adorado  Agustín, 
•  tanta  ha  sido  su  insolencia , 
tanta  su  perfidia ! 

Paula! 
Ten  cuenta,  por  Dios,  ten  cuenta 
con  lo  que  haublas.  Pueden  ser 
terribles  las  consecuencias. 
No,  no  me  engaño;  ni  sólo 
por  una  leve  sospecha 
turbaria  yo  la  paz 
de  tu  alma. 

¿Quién  lo  creyera 
de  un  amigo! 

Ay,  Agustín ! 
Ya  no  extraño  que  pretenda 
el  vecino  hipocriton 
abusar  de.  mi  inocencia , 

cuando  tu  mejor  amigo 

Ya  nó  hay  virtud  en  la  tierra ! 
lOh  cuan  á  tiempo  me  abriste 
los  ojos  con  la  fraterna 
de  esta  mañana ! 

Otra  vez 

¡  Es  tanto  lo  que  me  cuesta 
dar  crédito  á  su  traición ! 
Cuéntame  otra  vez 

Vergüenza 
me  da  repetir 

No  importa. 
Te  lo  suplico,  y,  si  es  fuerza, 
te  lo  mando. 

Yo  no  puedo 
decirte  al  pié  de  la  íetra 
los  requiebros  temerarios 
con  que  elogió  mi  belleza. — 
«Hermosa  Paula,  ya  he  visto 
á  Agustín  en  la  escalera, 
mas  sin  visitar  á  usted 
no  me  voy,  que  es  una  deuda 

¡tan  sagrada »  Y  me  Uamó 

sol  y Qué  sé  yo?....  Azucena.... 

Cuando  me  habló  de  tu  empleo, 
le  pregunté :  ¿es  para  fuera 
de  Madrid?  Y  respondió: 
«No,  jamás!,  que  con  la  ausencia 
de  Paulita,  ay  Dios!  Madrid 
se  quedaría  en  tinieblas. >^ — 
Que  más  dyo?  Ah!  que  tu  dicha 
envidiaba Horrible  escena! 


Yo  me  levanté  indignada, 
pero  él,  nada!  ni  por  esas. 
Qué  persecución !  Por  último, 
me  fugué  echando  á  la  puerta 
el  cerrojo.  Hice  muy  bien  ; 
verdad?  Las  carnes  me  tiemblan ! 

Agustín.  Infame!.... 

Paula.  Pero  \  por  Dios , 

mi  bien!,  que  no  haya  pendencia. 

Agustín.  [Reprimiéndose.] 

No. 
Paula.  fiueno  es  que  le  conozcas, 

pero....,  sin  reñir 

Agustín.  No  temas. 

Paula.    Con  el  desengaño  de  hoy 

no  es  va  de  temer  que  vuelva..... 

Agustín.  Dices  hien.  Estoy  tranquilo 

Paula.    Puedes  estarlo  de  veras, 

que  en  mi  tierno  corazón 

tú  solo,  tú  solo  reinas. 
Agustín.  Lo  sé. 
Paula.  Y  tengo  honra,  Agustín , 

y  religión  y  conciencia. 

Yo  ftiltarte  en  lo  más  leve? 

Yo!  Jesús !  Primero  muerta. 
Agustín.  Sí,  lo  creo.  Eres  un  ángel! — 

Yo  obraré  con  la  prudencia 

debida Ibas  á  salir? 

Paula.    Sí,  á  comprar  hilos  y  sedas...., 

cintas,  agujas,  botones 

No  quiero  que  me  suceda 

otra  vez Oh!  voy  á  ser, — 

ya  lo  verás — ,  muy  casera, 

muy  hacendosa. — No  vienes? 
Agustín.  No  puedo.  Tengo  unas  cuentas 

pendientes 

Paula.  Adiós,  bien  mío. 

Agustín.  Adiós. 

Paula.  Pronto  doy  la  vuelta. 


ESCENA  11. 


D.  AGUSTÍN. 


Buenos  estamos,  honor! 
¿Es  esta,  Ramón,  es  esta 
tu  amistad?  ¡Necio  de  mí 
ue  pude  creer  en  ella! — 

de  qué  me  quejo?  ¿Acaso 

no  me  protege y  me  emplea 

¿Cómo!  por  mi  linda  cara, 
sin  ninguna  recompensa. 


n 


»0 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONYUGAL. 


¿sobornará  á  los  porteros, 
adulará  á  Su  Excelencia 
y  sitiará  noche  y  día 
al  oficial  de  la  mesa? 
Si  él  me  pidiese  diuero 
como  tantos  que  comercian 
con  su  poder  6  su  influjo, 
oh !  sería  una  'bajeza. 
Mas  codiciar  la  mujer 

de  un  protegido es  moneda 

tan  corriente Así  será 

nuestra  amistad  más  estrecha ; 
así  brillará  en  la  corte 
esa  hermosura  modesta 
que  vive  oscura,  olvidada, 
y  así  tendrán  los  poetas 
satíricos  nuevo  asunto 
donde  lucir  su  agudeza. 

[Suena  la  campanilla.] 

Oh  abominación !  oh  infamia ! 
La  sangre  hierve  en  mis  venas , 
y  toda  la  suya  es  poca 
para  lavar  tanta  ofensa. 


ESCENA  in. 

D.  AGUSTÍN.    MARIANA. 

Manan.  [Viene  por  la  puerta  de  la  derecha] 

De  parte  de  don  Ramón 
G^lvez,  este  pliego. 

Agustín.  [Tomando  uno  que  trae  Mariana.] 

Venga.  — 
Vete. 

[Abre  el  pliego.] 

Marian.  [Yéndose  por  la  izquierda.] 

(Está  de  mal  talante. 
¿Si  tendrá  alguna  sospecha ) 


*  Habrá  mayor  desvergüenza? 
[  Vuelve  i  leer.] 

«Me  apresuro  á  remitirte 
el  despacho.  Estoy  de  priesa. 
Luego  te  hablaré  de  asuntos 
que  á  los  dos  nos  interesan.» 

[Suspendiendo  otra  vez  la  lectura  J\  - 

Traidor!  Ta  estará  fraguando 

[Concluyendo  de  leer,] 
«Adiós.  Tuyo  siempre.» — Etcmtera. 
[Guarda  los  papeles.] 

Volaré  en  su  busca.  Aleve ! 
No  esperas  tú  la  respuesta 
que  voy  á  darte. — ^Mariana. — 
Donde  quiera  que  le  vea 


ESCENA  IV. 

D.  AGUSTÍN. 

El  despacho  consabido 

Oh !  cumple  bien  sus  promesas.- 

Lo  haré  pedazos Pero  esto 

ha  de  ser  en  su  presencia. — 
Una  carta. 

[Lee.] 

«Amigo  mió, 
estamos  de  enhorabuena.» 

[Interrumpiendo  la  lectura.] 
Estamos!....  Sí,  ya  comprendo. 


ESCENA  V. 

D.  AGUSTÍN.    MARIANA. 

Marian.  Señor 

Agustin.  Dile  á  tu  señora 

que  salgo  á  unas  diligencias. 

Marian.  Bien. 

Agustin.  T  sí  el  señor  de  Gal  vez 

vuelve  durante  mi  ausencia, 
que  no  se  vaya,  lo  entiendes?, 
ó  dig:a  dónde  me  espera. 


ESCENA  VL 


MARIANA. 


Nunca  le  he  visto  tan  serio. 
¿Hal^á  sabido  tal  vez 
que  el  señor  don  Cayetano 
quiere  que  dos  sean  tres? 
Si  la  señora  le  ha  dicho, 
como  es  tal  su  sencillez , 
lo  del  coche  y  las  visitas 
de  esta  mañana  y  de  ayer; 
por  más  que  ella  le  asegure 
que  el  tal  es  hombre  de  bien , 
no  caerá  tan  fácilmente 
don  Agustin  en  la  red. — 
Pero  al  irse  esta  mañana 
;la  abrazó  con  tanta  fe!.... 
Sí,  que  por  la  cerradura 

yo  atisbaba ¿Cómo  pues.... 

Luego  me  fui ,  con  pretexto 
de  oir  misa,  hacia  el  cuartel; 
don  Ramón  vino  entre  tanto, 

don  Cayetano  después 

Vuelvo  y  la  encuentro  llorosa , 
y  no  me  dice  por  qué....; 


j 


PRUEBAS  OE  AMOR  CONYUGAL 


481 


Teresa. 
Mar  tan. 


y  se  pone  la  mantilla ; 
y  el  amo  vuelve  también; 
y  hablan  los  dos  en  secreto ; 
y  me  da  un  pliego  Gines 
para  el  amo;  y  él  me  pone 
un  gesto  de  Lucifer. 

[iSuena  la  campanilla,] 

Vaya,  aquí  hay  gato  encerrado.— 
Pero  y  o  no  acierto 

[Dirigiéndose  á  la  puerlá  de  la  de- 
recha,] 

Quién?— 

Abre  Jaime. — Una  señora 

con  un  viejo 

[Dentro.]  Hasta  más  ver, 

y  gracias. 

Aquí  se  cuela 
sin  decir  Jesús  ni  amén. 


ESCENA  Vn. 

MARIANA.     TERESA. 

Teresa.   [En  traje  de  camino,] 

Dónde,  dónde  está? 

Señora! 

Por  quién  preguntaba  usted? 
Por  don  Agustín  Orozco. 
Aquí  vive. 

Ya  lo  sé. 
Me  lo  han  dicho  en  el  portal , 
y  que  ya  ha  vuelto  de  líeles. 

[Dando  algtmos  pasos,] 

Pero  ¿dónde  está 

Ha  salido. 


Marian. 

Teresa. 

Marian. 

Teresa. 


Marian, 
Teresa. 

Marian. 
Teresa, 


Marian. 
Teresa. 


[Deteniéndose.] 

Y  su  señora? 

También. 

[Sentándose  y  dejando  junto  i  la  mesa 
la  somdrilla.] 

k  bien  que  no  tardará 
en  venir. — Cosa  cruel 
es  caminar  en  galera. 

Con  el  continuo  vaivén 

Jesús!.... 

(¿Quién  será...) 

Hecha  traigo 
la  cabeza  un  cascabel.  — 
Me  quitaré  este  sombrero, 
que  se  me  salta  la  sien. 

[/Sfe  lo  guita.] 

Y  el  ridículo?  Dios  mió!.... 


[Tentándose.] 
No  hay  más  I  Allí  lo  dejé ! 


Qué  cabezal  Pongo  dentro 
llaves,  papeles,  la  fe 
de  difunto,  y  con  la  prisa 
de  venir,  vengo  sin  él. 

I  Mal  haya Aunque  sea  sola, 

y  aunque  lo  paguen  los  pies, 

[  Vuelve  aponerse  el  sombrero.] 

vuelvo  al  parador.  De  paso, 
si  ya  han  descargado,  naré 
que  me  siga  con  el  cofre 
algún  mozo  de  cordel , 

porque  si  espero  á  Agustín 

No  obstante  le  escribiré 
dos  letras .  y  si  entre  tanto 
llega 

[Á  Mariana.] 

Tintero  y  papel. 
Mariafi.  (¡Pues  alabo....) 

[Mostrando  la  mesa.] 

Allí... 
Teresa.  Voy,  voy... 

[Va  ala  m^esa y  escribe.] 

Marian.  (Está  loca  esa  mujer? 

Qué  trajín!  qué  desconcierto  1 

Y  sin  decirme  quién  es , 

habla  como  una  cotorra 

y  manda  á  lo  somaten.) 
Teresa.    Ya  basta.  —  Una  oblea. . .  El  sobre. . . 
Marian.  (Como  si  fuera  un  burdel 

esta  casa ) 

Teresa.  No,  no  espero, 

porque  el  ridículo 

[Dando  á  Mariana   la  esquela  que 
acaba  de  escribir.] 

Ten, 
y  dásela  en  propia  mano. 

Marian.  Ádon  Agustín? 

Teresa .    [  Yéndose.]  Sí ,  á  él . 

[Mal  haya  mi  aturdimiento 

Marian.  Pero  de  parte ¿de  quién? 

Teresa.   En  la  esquela  lo  verá. 
No  me  puedo  detener. 

.  [  Vase  corriendo.] 


ESCENA  VIH. 

MARIANA. 

Pero Escuche  usted,  señora! 

[Desde  la  puerta.] 

No  está  en  el  orden Se  fué! 

[  Vuelve  á  la  escena.] 
Ella  ha  olvidado  el  ridículo, 


itt 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONYUGAL. 


mas  no  la  rídicnlez. — 
¿Qué  veo!  Allí  se  ha  dejado 
la  sombrilla. — Llamaré. — 
No,  siqniera  pille  un  tifas 
que  la  naga  soltar  la  piel. 
¡  Justo  castigo  del  cielo 
porque  ha  sido  descortes!  — 
Pues,  con  ese  memorión 
feliz ,  tendrá  que  poner 
en  el  Diario  de  avisos 
ocho  artículos  por  mes. 

[Suena  la  campanilla.] 

Han  llamado.  ¿Si  será 
la  forastera  otra  vez 


[Á  la  puerta.] 

No.  Es  la  señora.  Esta  casa 
es  hoy  torre  de  Babel. 


ESCENA  IX. 

PAULA.     MARIANA. 

Paula.    [Trae  un  bulto  empapelado,  que  deja 

sobre  la  cómoda.] 

Ta  traigo  aquí  provisión 
de  hilos  y  sedas  distintas, 
agujas,  botones,  cintas 
y  ovillitos  de  algodón. 
Judíos  son  los  tenderos. 
He  corrido  veinte  lonjas. 
Mil  cumplidos,  mil  lisonjas, 
pero  (todos  tan  careros!.... 
Se  fué  Agustin  ? 

Ya  hace  rato. — 
To  he  tenido  una  visita. 
De  quién?- 

De  una  señorita 

Sí? 

De  mucho  garabato. 
Á  ti  visita!  Á  qué  fín? 
Aquí  se  entró  de  rondón 

preguntando  sanfasón 

ror  quién? 

Por  don  Agustin. 
Por  él? 

Si  no  me  equivoco, 
le  ha  tratado  antes  de  ahora. 
Quién  es? 

No  lo  sé,  señora...., 
y  quizás  ella  tampoco. 
Bien  quise  yo  averiguar...., 
mas  no  pude  meter  baza. 
Qué  torbellino!  Su  traza 
es  de  una  loca  de  atar. 
No  h^y  tino  en  lo  que  responde 


Marian. 

Paula. 

Marian. 

Paula. 

Marian. 

Paula. 

Marian. 

Paula. 
Marian. 
Paula. 
Marian. 

Paula. 
Marian. 


Paula. 

Marian. 

Paula. 

Marian. 

Paula. 

Marian. 

Paula. 

Marian. 

Paula. 

Marian. 

Paula. 


Ahí  &e  dejó  ese  adminículo^ 
en  la  posada  el  ridículo, 
lá  cabeza  no  sé  dónde. 
¿Qué  escucho! 

El  aire  es  sardesco. 
Acaso  serán  los  dos  * 
parientes. 

I Y  sabe  Dios 
cómo  será  el  parentesco ! 

Cómo!  ¿Tú  sospechas Cielos!... 

Piensa  mal  y  acertarás. 

iQuién  creyera  de  él  jamás 

(Bravo!  Ya  pican  los  celos.) 

Í Conque  preguntó  por  él? 
ero  {Con  qué  regocijo! 

Y  al  irse,  dale,  me  dijo 

Memorias? 


Marian.  [Mostrando  la  esquela.] 

Este  papel. 
Paula.    [Tomándola.] 


Marian. 
Paula. 
Marian. 
Paula. 


Marian. 

Paula. 

Marian. 

Paula. 
Marian. 

Paula. 


Papel  cerrado  á  mi  esposo ! 

Y  papel  de  una  mujer! 

Yo  tiemblo.  Qué  podrá  ser? 

Algún  billete  amoroso. 

Tan  pronto  un  hombre  se  muda? 

Oh !  yo  no  creo  que  él  obre 

así 

Rompa  usted  el  sobre 
y  saldremos  de  la  duda. 
Romperlo?  Qué  cosas  tienes ! 

Yo  no  me  debo  meter 

Entre  marido  y  mujer 

¿no  hay  comunidad  de  bienes? 

Sí,  pero......  no  me  decido 

¿Hay  un  mandamiento  más 
que  diga:  «no  leerás 
las  cartas  de  tu  marido?» 
No. — Y  es  tan  fácil Así 

[ürgando  la  oblea.] 


Marian. 
Paula. 


Paula. 
Marian. 

Paula. 


Con  sólo  empujar  el  dedo 

Ea! 

Pero  ¡tengo  un  miedo 

Ay!  Se  me  escapó!  la  abrí! 
Marian.  Miren  qué  casualidad ! 

Mas  ya  está  abierta ,  señora. 

Sí. 

Pues ! ,  y  quedarse  ahora 

sin  leerla es  necedad. 

Tienes  razón.  Ya  es  preciso 

El  diablo  me  compromete...:. 
Leamos.  No  es  un  billete 
la  fruta  del  Paraíso. 

[Lee.] 

«Mi  amado  Agustin ,  pensaba  sor- 
prenderte, pero  con  el  dulce  afán 
de  abrazarte ,  me  he  dejado  el  ridícu- 
lo en  el  parador.  Vuelvo  á  buscarlo 


PRUEBAS  DE  AMQR  CONYUGAL. 


423 


Afanan, 


y  entre  tanto  aquí  se  queda  el  cora- 
zón  » 

Marian.  T  la  sombrilla 

Paula.    [Acabando  de  leer.] 

«De  tu 

Teresa.  » 


Ah!  infiel,  perjuró,  traidor!.... 
Tierra,  cómo  no  le  tragas  ? 

Bien  temia Así  me  pagas? 

esto  merece  mi  amor? 

Qué  infamia!  Y  luego  dirán 

I  Miren  con  qué  retintín 
puso :  mi  amado  Agustín 
y  aquello  del  dulce  afán! 
Sólo  habla  así  quien  su  pecho 
rinde  á  amorosa  pasión. 
Ahí  te  queda  el  corazón 
de  tu  Teresa.  Esto  es  hecho! 
Vil !  I T  quizá  no  es  más  bella 
que  yo! 

Hijas  de  Eva,  aprended! 
Oh!.... 

¡Casado  con  usted 

y  amancebado  con  ella  I 
Mas  por  qué  engañarme  así? 
Por  qué  se  casó  conmigo? 

Él  dirá:  por  mucho  trigo 

Pues  se  acordará  de  mí. 

Y  si  vuelve  esa  bribona 

Tratada  de  esta  manera, 
la  más  humilde  cordera 

se  vuelve  feroz  leona. 
Qué  ingratitud,  justo  Dios ! 

Y  cuándo  la  sufro,  cuándo? 
Guando  á  mí  me  están  rondando; 
no  un  amante,  sino  dos; 

\  y  los  oidos  me  tapo 
cuando  el  uno  se  declara, 
y  da  mi  puerta  en  su  cara, 
y  le  pongo  como  un  trapo! 
Oh !  si  diera  con  la  hija 
de  mi  madre 


Paula. 

Marian. 

Paula. 

Marian. 

Paula. 

Marian. 

Paula. 

Marian. 
Paula. 


Marian. 


Paula.    [Sentándose  llorosa  y  afiigida\ 

Y  aun  le  adoro! 
Yo,  que  su  perfidia  lloro! 
Marian.  (Qué  constancia  tan  prolija!) 

Paula.    {Levantándose.] 

No,  no !  Le  aborrezco  ya. 
No  quiero  ser  su  mujer. 
Un  divorcio Voy  á  ver 

Íué  me  aconseja  mamá; 
)irá  que  es  la  acción  más  negra, 
más  criminal 

Paula.    [Da  algunos  j^asos  como  desatentada.] 

Loca  estoy ! 
Marian.  (Gran  día  tenemos  hoy! 

Buen  refuerzo  es  una  suegra!) 


Paula.     [Yéndose.] 

Sí,  sí,  vendremos  las  dos 
á  confundirle.... 

[  Volviendo.] 

Oyes! 
Marian.  Qué 

Paula.    No  le  digas 

Marian.  Callaré. 

Paula.     Adiós. 

Marian.  Vaya  usted  con  Dios. 


ESCENA  X. 

MARIANA. 

Ya  la  tenemos  celosa 
de  su  marido.  Bien  va. 
Ella  es  joven  y  bonita. — 
La  venganza  es  natural. — 
Y  aquella  es  ^arta  de  amores. 

Quién  lo  duda?  Bl  dulce  afán 

Pues!  Lo  mismo  que  yo  canto 

cuando  empiezo  á  jabonar. 

Más  de  un  cincuenta  por  ciento 

tenemos  ganado  ya, 

don  Cayetano.  En  campaña 

tenemos  otro  rival, 

es  cierto;  ella  lo  confiesa , 

pero  también  es  verdad 

que  le  ha  dado  calabazas. 

[Suena  la  campanilla.] 

No  hará  otro  tanto  quizás 
con  mi  ahijado.  Ha  pocas  horas, 
la  fruta  estaba  en  agraz , 
mas  ella  irá  madurando 


Ramón. 
Marian. 

Ramón. 


Marian. 


Ramón. 

Marian. 

Ramón. 


ESCENA  XL 

MARIANA.    D.  RAMÓN. 

(Será  preciso  esperar ) 

¿Quién Ah!  Señor  don  Ramón 

La  señorita  no  está. 
Lo  sé.  La  acabo  de  ver 
saliendo  ella  del  zaguán. 
(Y  ha  pasado  sin  hablarme 
más  seria  que  un  tribunal.) 
También  el  amo  salió, 
mas  ya  no  puede  tardar. 
Me  mandó  decir  á  usted 
que  tuviese  la  bondad 

de  esperarle 

[Sentándose.]       Tomaremos 

posesión  de  este  sofá. 

Si  tiene  usted  que  mandarme 

algo 

Nada,  Vete  en  paz, 


m 


ESCENA  XII. 


D.  RAMÓN. 


Me  andará  buscando  el  pobre 
sin  saber  por  dónde  echar. 
Gomo  toda  la  mañana 

ando  de  aquí  para  allá 

Pero  si  leyó  mi  esquela , 

él,  que  es  hombre  tan  puntual, 

no  echará  en  olvido 

[Mirando  su  reloj.] 

I  Son 
las  dos  y  cuarto!  Pues  no  hay 
tiempo  que  perder. 

[Suena  la  campanilla,] 

Tocaron 
la  campanilla.  Él  será. 

[JSklevania,'] 


ESCENA  Xni. 

D.  RAMÓN.    D.  CAYETANO. 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONYUGAL 

Ramón.  Cuando  quieras ,  por  mi  parte; 

[Suena  la  campanilla,] 

pero  he  venido  á  buscar 
ádon  Agustín 

[Acercándose  i  la  puerta.] 

Él  es. 
Cayet,     (Y  Paulita  no  vendrá! ) 


Cayet,      [Entrando.] 

(Aquí  será  más  romántica 
la  escena,  más  teatral.) 

Ramón.   Ah  I  Eres  tú ! 

Cayet.  Sí,  vamos  pronto. 

Ya  me  canso  de  aguardar. 

[Sacando  y  mostrándole  el  reloj.] 

Mira  este  reloj. 
Ramón,  Yquó? 

Por  un  cuarto  de  hora  más 

ó  menos 

Cayet.  Desde  el  balcón 

te  vi  entrar  en  el  portal. 

No  atinaste  con  mi  cuarto? 

Pues  no  hay  tanta  vecindad 

en  esta  casa. 

Ramón.  He  venido 

Cayet.    *  Yo  no  te  creí  capaz 

de  olvidarte  de  una  cita 

en  negocio  tan  formal. 
Ramón.  Cayetano!....  Ni  yo  á  ti 

te  juzgaba  tan  audaz 

Cayet,      Ea,  excusemos  razones 

y  vamonos  á  matar. 

Mi  padrino  y  los  floretes 

ya  esperándonos  están 

en  el  coche.  Á  qué  aguardamos? 

En  seis  minutos  ¡  zis ,  zas ! 

nos  planta  Domingo  fuera 

de  la  puerta  de  Alcalá. 


ESCENA  XIV. 

D.  AGUSTÍN.    D.  CAYETANO.    D.  RAMÓN. 

Agustín .  Ramón 

Cayet.                     Beso  á  usted  la  mano. 
Agustín.  Servidor Al  fin  te  veo! 

Tenías  que  hablaime 

Ramón.  Sí. 

Agustín.  Pues  yo 

Ramón.  Se  trata  de  un  duelo. 

Agustín,  Aciertas.  Padrino  íuyo 

será  el  señor 

Ramón.  Nada  de  eso. 

Es  mi  contrario.  El  padrino 

serás  tú. 
Agvstin.  Padrino?  |Y  vengo 

á  matarte ! 
Ramón.  k  mí ! 

Cayet.  ( Esta  es  otra ! ) 

Agustín.  Sí ,  traidor! 

Ramón.  Yo!  En  qué  te  ofendo? 

Agtistín.  Te  atreves  á  preguntarlo! 

Mete  la  mano  en  tu  pecho 

Ramón,  Estás  loco?  Si  la  ofensa 

no  ha  sido  darte  un  empleo 

AgustÍ7i,  Oh !  eres  tú  muy  generoso, 

sí!  Guardaba  el  nombramiento.... 


[Lo  saca.] 
Ramón.  Agustinl.... 

Agustín.  [Haciéndolo  pedazos.] 

Hasta  que  vieran 

tus  ojos  que  lo  desprecio 

como  á  ti. 

Mira  lo  que  hablas. 
(Si  ahora  olvidasen  mi  pleito!) 
Guárdalo  para  los  viles 
que  hacen  infame  consorcio 
con  su  honra. 

(Vamos,  sin  duda 

me  acusó  Paula )  ¿Estás  ciego, 

Agustin  ?  i  Yo  conspirar 
contra  tu  honra,  y  la  defiendo 
con  mi  sangre !  Sólo  falta , 
para  que  sea  completo 
tu  error,  que  des  un  abrazo 
á  ese  picaro  blasfemo. 

Sella  el  labio,  ó  vive  Dios 

(Eh!  ya  estoy  entre  dos  fuegos.) 


Ramón. 

Cayet. 

Agustin 


Ramón. 


Cayet. 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONYUGAL. 


185 


Agusün. 


Valga  la  verdad,  vecino. 

Yo 

Agustín,  ¿Qué  oigo!  ¿  Es  usted  el  necio 

que  se  atreve 

Cayet.  ¡Poco  apoco, 

que  yo  no  sufro  dicterios 

(y  no  viene  ese  gandul ! ) 

[Á  D.  Ramón,] 

Tú  has  sido  poco  discreto 
en  elegir  por  padrino  . 
al  señor.  En  mi  concepto, 
y  és'  la  práctica  corriente , 
no  se  va  con  esos  cuentos 
al  marido,  que  es  meter 
en  una  casa  el  infierno. 
Ranwn>  Máxima  inicua  y  absurda. 
El  amigo  verdadero 
no  oculta  á  un  hombre  de  bien 
sus  agravios  y  sus  riesgos. 
Por  excusarle  un  disgusto, 
cuando  el  mal  tiene  remedio, 
no  es  razón  que  de  su  afrenta 
le  haga  cómplice  el  silencio. 
Eh I  basta.  ¡Bueno  estoy  yo 

?ara  escuchar  argumentos ! 
ara  defender  mi  honor 
ni  necesitó  ni  acepto 
hipócritas  defensores. 

Te  juro 

Ni  soy  tan  lerdo 
que  se  me  pueda  ocultar 
el  motivo  de  tu  reto. 
Lo  que  tú  vengar  deseas 
no  es  mi  honor,  sino  tus  celos. 
Bien ,  piensa  lo  que  quisieres , 
mas  mi  cuestión  es  primero 
que  la  tuya. 

En  hora  buena , 
con  tal  de  que  sea  presto. 
Lidia  primero  con  el; 
ser  tu  padrino  consiento; 
mas  ludgo  te  batirás 
conmigo. 

Si  antes  no  ha  muerto, 

Siue  mi  furor (Cuánto  tardan!) 
Ss  que  también  nos  veremos 
las  caras  usted  y  yo. 
Sí,  señor!  (Terrible  aprieto!) 
Pues  son  dos  los  que  me  agravian, 
de  entrambos  tomar  anhelo 
satisfacción. 

Y  será 
un  desafío  en  terceto. 
Á  qué  esperamos?  (Después 
yo  veré  si  le  convenzo.) 
Sí,  vamos  antes  que  vuelva 
mi  mujer. 

(Llegó  el  momento 
formidable y  no  parecen.) 

[Deteniendo  á  D.  Agustín,] 


Jtam^n. 
Agustín, 


Ramón. 


Agustín. 


Cayet. 

Agustín, 

Cayet, 
Agustín. 

Cayet. 
Ramón, 
Agustín, 
Cayet, 


Oiga  usted.  (Ganemos  tiempo.) 

[Sacanio  la  petaca  y  de  ella  un  cí' 

garro,] 

Podré  encender  este  puro? 

Habrá  quien  me  traiga  fuego? 
Agustín, Disihlo  de  cigarro  ahora!.... 

En  la  calle  fumaremos. 
Cayet,     No  obstante 

[Óyese  wn  campaníllazo,] 

Ramón.  La  campanilla 

ha  sonado. 
Cayet,  ( Ellos  son !  ellos ! ) 

[Levantando  la  vo&.] 

Pues  bien,  sin  fumar.  Al  campo! 

Agustín,  Baje  usted  la  voz 

Cayet.  No  quiero. 

Vamos!... 
Ramean,  Si  es  Paula. . . 

Cayet.  Aunque  venga 

una  legión  del  infierno. 


ESCENA  XV. 

D.  AGUSTÍN.    D.  RAMÓN.    D.  CAYETANO. 

UN  QJJÍDAM. 

Quídam,  [Á  la  puerta,] 

To  sólo  he  de  entrar.  Ustedes 
quédense  ahí. 

[Entrando,] 

Caballeros 

Agustín.  Qué  es  esto?  Quién  es  usted? 
Quídam.  La  autoridad. 

Ramón .   [Mirando  por  la  puerta,  ] 

I Y  con  séquito 
de  gente  armada ! 

Cayet,  ¡ün  agente 

de  policía ! 

Quídam.  No  es  cierto. 

Inspector  de  protección 
y  seguridad  del  pueblo. 

Cayet.     Eh  I  lo  mismo  da  aceituno 
que  olivo. 

Agustín.                  Mas  ¿con  qué  objeto 
se  allana  mi  casa 

Quídam.  Estoy 

autorizado  al  efecto. — 
Mas  nada  va  con  usted , 
y  que  perdone  le  ruego 
si  por  no  estar  en  su  casa 
haoitacíon  el  sujeto 
á  quien  yo  busco 

[Á  D.  Cayetano.] 

¿Es  usted 


i86 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONYUGAL. 


don  Cayetano  Ovillejo? 
Cayet.     El  mismo.  Nanea  he  negado 

mi  nombre. 
Q^Uam,  Dése  usted  preso. 

Cayet.     Por  qué  razón?  Quién  lo  ordena? 

Quídam.  [Enseñándole  un  auto,] 

Vea  Dsted  el  mandamiento 
de  prisión. 

[Dan  Cayetano  figura  examinar  d 
documento  sin  soltarlo  de  su  mano  él 

Quidam,] 

Agustín,  Esto  faltaba  1 

I  Sin  comerlo  ni  beberlo, 
en  mi  casa  la  justicia! 

Ramón.  [En  voz  6aja.] 

También  debes  ese  obsequio 
á  tu  majar. 
Agustín.  Cómo? 

[Siguen  hablando  aparte.] 

Cayet.     \En  voz  baja  al  Quídam.] 

Bien! 
De  perlas  lo  estás  haciendo! 

Mil  reales  te  he  prometido 

Te  daré  mil  y  quinientos. — 
Mas  ¡  cuánto  mejor  sería 
que  los  prendiesen  á  ellos ! 

Ramón,  [Acercándose  á  D.  Cayetano.] 

Qué  es  esto?  ¿Qué  mala  yerba 

has  pisado?.... 
Cayet.  Contratiempos 

Lances Un  requisitorio 

Cierta  niña  de  ojos  negros, 

con  quien  tuve  relaciones 

en  Cádiz  y  viene  pidiendo 

matrimonio Pero  todo 

se  compondrá  con  dinero. 
Quídam,  Suponga  que  no  hará  usted 

resistencia. 
Cayet.  No  ^or  cierto. 

To  respeto  á  la  justicia 

(Vale  un  Perú  mi  barbero.) 

Pero  iremos  en  mi  coche , 

que  el  decoro 

Quídam.  Condesciendo. 

Cayet.     No  me  da  á  mí  mucha  pena 

la  cárcel.  Lo  que  yo  siento 

es  irme  sin  ajustar 

cierta  cuenta 

Ramón.  Yo  prometo 

que  se  ajustará  tan  pronto 

como  salgas  del  encierro. 
Agustín.  No  la  echaré  yo  en  olvido. 
Cayet.     Bien !  TEsta  noche  no  duermo 

en  Maaridy  y  mientras  vivan 

no  vuelven  á  verme  el  pelo.) 

[^En  voz  baja  como  guardándose  del 

Quídam.] 


Rueguen  ustedes  á  Dios 
que  dure  mucho  el  proceso, 
porque  verme  en  libertad 
y  enviar  al  cementerio 

dos  hombres Vayan  ustedes 

preparando  el  testamento. 

Ramón.  [Con  desprecio.] 

¿Habrá 

Cayet.  Vamos.  (En  mi  vida 

he  tenido  tanto  mie'do.) 


Agustín. 


Ramón. 


Agustín. 


*  Ramón. 


Agustín. 


Ramón. 


Agustín. 
Ramón. 


Agustín 
Ramón. 


Agustín, 


ESCENA  XVI. 

D.  AGUSTÍN.     D.  RAMÓN. 

¡  Cuidado  que  el  tal  vecino 
es  mentecato  y  grotesco 
si  los  hay ! 

T  apostaría 
ocho  duros  contra  medio 
á  que  se  ha  hecho  prender 
por  no  arriesgar  el  pellejo. 
Quizá {Y  mi  mujer  tan  sandia 

3ue  le  juzgaba  modelo 
e  discreción  y  virtud  I 
Pues  bien ,  lo  mismo  que  en  eso 
se  engañó  en  atribuirme 
criminales  pensamientos 
de  que  yo  no  soy  capaz. 
No;  su  labio  fué  sincero, 
y  ciertas  acusaciones 
no  se  hacen  sin  fundamento. 
Ella  creería  decirte 
la  verdad  y  que  no  es  perverso 
su  corazón.  ¡Así  fuera 
tan  sano  su  entendimiento! 
Ramón! 

^ Tengo  yo  la  culpa 
de  que  ella  cambie  los  frenos 
y  no  distinga  del  falso 
al  amigo  verdadero? 
¿Podia  yo  figurarme 
que  frivolos  cumplimientos 
sonasen  á  sus  oidos 
como  impúdicos  requiebros? 
¡  Eso  dices,  y  obligada 
á  huir  de  ti.*.... 

No  lo  niego. 
Huyó  de  mí  sin  oirme 
y  echó  el  cerrojo  por  dentro. 
Ese  fué  el  yerro  mayor, 
que  si  con  rostro  sereno 
me  hubiese  oido,  se  hubiera 
desengañado  al  momento. 
Á  quién  creeré  de  los  dos? 
Infeliz  de  mí!  Confieso 
que  llamarte  mi  contrario 
es  mi  más  cruel  tormento. 
{To  haber  de  lidiar  contigo; 
yo,  Ramón ,  que  te  profeso 


PRUEBAS  DE  AMOR  CONYUGAL 


i27 


el  cariño  de  un  hermano! 
Quisiera  morir  primero! 
Ramón,  Tranquilízate.  Por  dicha 

Suedes  quedar  satisfecho 
e  mi  inocencia  ahora  mismo. 

[Saca  un  ojlcio  y  se  lo  da.] 

Toma  ese  papel. 
Affusfín.  [Después  de  recorrerlo  con  la  tista.] 

¿Qué  veo! 

Su  Majestad  te  confiere 

una  intendencia 

Santón.   [Sonriéndose.]  En  Oviedo! 

Agustin.  Es  verdad ! 
Ramón.  Mira  la  fecha. 

Agustín.  De  anteayer. 


[Le  vuelve  el  papel.] 


Ramón. 


Agustín. 

Ramón, 

Agustín, 


No  era  yo  reo 

todavía 

Ah!  me  confundes. 
Creo  que  sí. 

Ta  comprendo 

«Estamos  de  enhorabuena )> 

decia  tu  carta. — ¡  Necio , 
necio  de  mí! 

Ya  lo  ves ! 
Si  yo  tuviera  proyectos 
hostiles  contra  Paulita, 
no  aceptaría  un  empleo 
á  setenta  v  siete  leguas 
del  imán  de  mis  deseos. 
Agustín.  Oh!  basta Dame  un  abrazo. 


Ramón. 


Ramón, 
Agustín. 


Agustín. 
Ramón. 

Agustín. 


Ramón. 


Agustín. 
Ramón. 


[Se  abrazan,] 

Aprieta,  que  es  el  postrero! 
Qué  oigo! 

Pensé  retardar 
mi  partida  por  lo  menos 
una  quincena  de  dias; 
pero  mañana  me  ausento. 
Ramón!  Qué  dices? 

La  paz  . 

de  tu  matrimonio 

Pero 
{ si  estoy  ya  desengañado ! 
I  Si  digo  que  me  arrepiento 

de  mi  locura 

No  importa. 
Tuviste  una  vez  recelos 
de  mí ,  y  la  prudencia  manda... 
No,  sino  ¡el  resentimiento! 
Tal  vez.  La  amistad  sincera 
es  delicada  y  de  un  pelo 
se  ofende. — Mas  te  aseguro 
que  no  pasará  del  puerto 

mi  rencor.  Ah!  me  olvidaba 

Voy  ahora  al  ministerio, 
porque  es  forzoso  que  extiendan 


otra  vez  tu  nombramiento. 

Diremos  que  se  ha  perdido 

Agustín,  Qué  ingratitud!  Me  avergüenzo 

Mas  ¿qué  quieres con  la  pfldora 

que  yo  tenía  en  el  cuerpo 

Ramón.   Es  verdad. 

Agustín.  Pero,  aun  sin  ella, 

no  admito  ese  documento 

si  tu  partida  apresuras 

como  ñas  dicho. 
Ramón.  ¡Hombre... 

Agustín.  Soy  terco. 

No  te  vas  en  quince  dias 

Ramón,  Pero 

Agustín.  Ó  cesante  me  quedo. 

Ram^n.  Sea,  pues  así  lo  quieres; — 

pero  á  tu  casa  no  vuelvo. 

Agustín .  ¿  Es  posible 

Ram/m.  Hasta  que  enviudes. . . 

6  corrijas  los  defectos 

de  tu  mujer. 
Agustín.  Pobrecita ! 

Hoy  ha  hecho  mil  desaciertos  ^ 

hijos  todos  del  amor 

que  me  tiene ,  por  supuesto !; 

mas  si  Dios  no  lo  remedía 

y  su  pasión  va  en  aumento, 

voy  á  ser  tan  venturoso 

que  el  mejor  dia  i  me  cuelgo ! 
Ramón.   Fácil  será  corregirla. 

porque  repito  que  es  bueno 

su  corazón.  Me  retiro 

Ah!  otra  cosa Te  aconsejo 

que  pongas  pronto  en  la  calle 

á  la  criada. 
Agustín.  Lo  ofrezco, 

que  su  traza  no  me  gusta. 

[Suena  la  campanilla.] 

Ramón.   La  infame  estaba  de  acuerdo 

con  don  Cayetano 

Agustín.  Basta. 

Ramón,   [Mirando  i  la  puerta.] 

Es  Paula.  Adiós. 

Agustín.  Hasta  luego. 

* 

[Al  irse  D.  Ramón  hace  i  Paula  una 
cortesía.  Ella  le  mira  con  desden.] 


ESCENA  XVn. 

PAULA.     D.  AGUSTÍN. 

Paula.    (;  De  paseo  mi  mamá 

cuando  yo  la  he  mepester ! 

Sin  verla  me  vuelvo  acá ) 

Ha  venido  esa  mujer? 

Agustín.  Qué  mujer? 

Paula.  No  tardará. 


m  PRUEBAS  DE 

Agustín.  Qué  muxer?  Di ,  por  tn  vida 

Paula.     Quién  ha  de  ser?  Tu  querida. 

Agustín.  Mí  querida!  Algún  engaño 

Paula.     La  de  marras ,  la  de  antaño 

Quien  bien  ama  tarde  olvida. 
Agustín.  Tú  eres  loca.  ¡  Qué  prurito 

de  ver  visiones  I 
Paula.  No  tal. 

¡  Y  airado  alzabas  el  ^rito 

contra  un  hombre  desleal , 

siendo  mayor  tu  delito ! 
Agustín.  Paula ,  ten  piedad  de  mí. 
Paula.     Oh  I 
Agustín.        Por  los  clavos  de  Cristo 

Mira  que  ya  no  resisto 

Paula.     To  no  miento.  Ha  estado  aquí. 
Agustín.  Pero  ¿quién?  Á  quién  has  visto? 
Paula.     Mira  y  su  sombrilla  es  esa, 

la  que  está  junto  á  la  mesa. 
Agustín.  Que  me  importa  su  sombrilla? 
Paula.    Ella  tu  traición  confiesa; 

tu  traición  y  mi  mancilla  1 
Agustín.  Si  hoy  no  estás  dada  al  demonio... 
Pau-la.     No  creas  aue  te  levanto 

ningún  falso  testimonio. 

Agustín.  Teto 

Paula.  Infeliz  matrimonio ! 

Eres  hombro....;  no  me  espanto. 
Agustín.  Pero  ¿tú  la  has  visto? 
Paula.    .  No. 

La  criada  es  quien  la  vio 

cuando  venía  en  tu  busca ; 

y  según  dice  es  muy  chusca 

Te  gustará  más  que  yo. 

Algo  olvidó  en  la  galera, 

y  al  marcharse  la  maldita, 

sin  querer  decir  quién  era , 

una  carta  dejó  escrita, 

que  dice  de  esta  manera. 
Agustín.  Una  carta  I  T  la  has  abierto? 

Paula.     Sí,  y  en  ella  he  descubierto 

Agustín.  Dámela  aquí Mal  pecado ! . . . . 

Paula.     [Dándole  el  billete.] 

Tómala  y  ¡  cáete  muerto 
de  vergüenza,  desdichadol 

Agustín.  [  Viendo  la  letra.] 

¿Qué  veo!  Grata  sorpresa! 

[Lee  para  si.] 

Paula.     ¡Parece  que  te  interesa 

la  lectura! 
Agustín.  Oh!  mucho!  mucho! 

La  quiero  tanto!.... 
Paula.  ¿ Qué  escucho ! 

¿Te  atreves 

Agustín.  Pobre  Teresa! 

Paula.     [Llorando.] 

Ah  qué  horror!  qué/elonía! 

Agustín.  ¿Adonde  fué 

Paula.  Mal  marido! 


AMOR  C0NTD6AL 

Tú  apresuras  mi  agonía! 

[Suena  la  campanilla.] 

Agustín.  [Andando  hicia  la  puerta  de  la  de- 

recha^ 


Voy ¿Si  será. 


^Paula.  Fementido  1 

[Entra  corriendo  Teresa  y  la  recibe 
en  sus  brazos  D.  Agustín.] 


ESCENA  OLTIMA. 


PAULA.    D.  AGUSTÍN.    TERESA. 


Teresa. 

Agustín. 
Paula. 


Agustín. 

Paula. 

Agustín. 

Teresa. 


Agustín. 
Teresa. 


Paula. 

Teresa. 

Agustín. 

Paula. 

Teresa. 

Paula. 
Agustín. 

Teresa. 
Paula. 
Agustín. 
Paula. 


Agustín. 


[Trae  el  ridiculo.] 

Agustín ! 

Teresa  mía! 

[Fuera  de  si.] 

Aparta ,  mujer  liviana  — 
¡  T  tú  por  darme  pesar 
la  abrazas  con  tanta' gana! 
Cruel ! 

¿No  la  he  de  abrazar, 
cuerpo  de  Dios !...,  si  es  mi  hermana? 

Ah!....  tu  hermana....  To  creí 

Que  no  has  de  acertar  en  nada! 
T  la  sombrilla?  Ay  de  mí  I 

Otra  vez  á  la  posaida 

Qué  memoria!.... 

[  Viéndola.] 

No:  está  allí! 
Pero  ¡  venir  de  esa  suerte 
sin  darme  ningún  aviso! 
He  querido  sorprenderte. — 
Y  este  viaje  era  preciso. 
Mi  viudedad Tú  tan  fuertel 

[Saludando  d  Teresa.] 

• 

¡Señora 

Es  esta  tu  esposa? 
Sí. 

Bien  venida! 

[Abrazándola  y  besándola.] 

Qué  hermosa! 
Gracias Bien  mió,  perdón! 

[Á  Teresa.] 

Estaba  de  ti  celosa. 
De  mí! 

La  misma  pasión 

Tu  pasión  me  ha  ae  perder. 
Como  no  dijo  quién  era, 
dije  yo:  debe  de  ser 

su  querida 

Si  lo  fuera, 


PRUEBAS  DE  ABIOR  CONYUGAL. 


129 


¿la  traería  aquí?,  mujer! 
¡Mire  usted  que  es  fuerte  asunto < 

Teresa.    Jesús!  Si  reñís,  al  punto 

me  voy  de  aquí,  que  bastante 
reñí  yo  con  mi  difunto 
don  Telesforo  Escalante. 

Paula,    Dulce  imán  de  mi  albedrío, 
no  me  mires  con  desvío, 
que  ya  arrepentida  estoy 

Agustín.  Paula!  ¿Sabes  tü  lo  que  hoy 
me  has  hecho  sufrir? 

Paula.  Dios  mío! 

Agustín.  Media  resma  de  ternuras 
en  la  carta  más  concisa; 
monadas  y  bordaduras ; 
¡y  ni  el  botón  me  aseguras 
ni  me  planchas  la  camisa  I 
Mil  alabanzas  y  mil 
te  merece  un  hombre  yíI 
de  perversas  intenciones; 


¡y  al  amigo  honrado  pones 

como  hoja  de  perejil ! 

Yo  te  creo  como  un  loco, 

y  al  amigo  fiel  provoco , 

y  se  arma  aquí — ¡  santo  Dios ! — 

tal  zalagarda,  que  á  poco 

no  me  mato  con  los  dos. 

Teresa.    Ay  I  Se  me  erizan  los  pelos ! 

Paula.  ^  Qué  me  dices?  Santos  cielos! 
Me  da  frió  de  terciana 

Agustín.  Tq  ocurre  en  fin  tener  celos;' 

flos  tienes  de  mí  hermana ! 
erdona!  Mi  amor Mi  llanto... 

Agustín.  [Abrazándola.] 

Sí,  te  perdono. 

Paula.      .  Oh  contento ! . . . . 

Agustín.  Pero  ¡por  Dios,  dulce  encanto, 

por  Dios!....  no  me  quieras  tanto, 
ó  quiéreme con  talento. 


/'^ 


EL  CUARTO  DE  HORA, 


COMEDIA    EN    GINGO    ACTOS. 


La  estrenaron  los  actores  del  teatro  del  Principe  el  día  10  de  Diciembre  de  1840. 


CAROLINA. 
DOÑA  LIBORIA. 


PETRA. 
ORTIZ. 


MARCHEN  A. 

La  escena  es  en  Madrid.— SI  teatro  representa  una  sala  baja.  En  el  foro  habrá  nna  reija  con  vista 
al  Jardín,  una  puerta  á  la  derecha  del  actor,  otra  á  la  isqoierda:  la  primera  es  la  que  da  entrada 
á  los  que  vienen  de  la  calle,  y  ambas  sirven  de  comunicación  á  otras  piesas  interiores.  Habrá 

una  mesa  con  recado  de  escribir. 


f^^^^^^^^^^^^^^^b^^^^^^^^. 


ACTO  PRIMERO. 


ESCENA  I. 

ORTIZ. 

[Aparece  escribiendo, '\ 

Ta  está  el  último  terceto. 
Catorce  versos  cabales.  — 
Sudo.  —  {Tres  días  mortales 
para  hacer  un  mal  soneto  I 
Soy  fatal!  Cuando  los  fragua 
por  vano  antojo  mi  mente 
y  el  corazón  no  los  siente  ^ 


hago  yo  versos  como  agua; 
¡  y  noy,  amor,  nada  me  inspiras 
cuando  declararme  quiero ! 
Qué  mucho?  Eres  verdadero 
y  los  versos  son  mentiras. 

[Borrando.'l 

Rima  impertinente  I — Ripio!  — 
Que  sea  yo  tan  inepto! 

[Medita  un  instante  y  luigo  escribe.] 

Ya  está  variado  el  concepto. — 
Leamos  desde  el  principio. 


[Lee.] 


«Vano  fuera  excusar  vuestros  enojos 
sellando  respetuoso  el  labio  mió, 
que  revelan  mi  ardiente  desvarío, 
lenguas  de  amor,  los  afanados  ojos. 

Sólo  espero  desdenes  y  sonrojos 
en  premio  de  entregaros  mi  albedrío ; 
que,  en  vez  de  flores,  el  destino  impío 
ciñe  á  mi  porvenir  duros  abrojos. 

Al  menos,  si  el  amor  de  que  me  acuso 
es  crimen  para  vos ,  bella  señora, 
la  merecida  pena  no  rehuso. 

Sola  una  gracia  mi  humildad  implora: 
conceded  una  lágrima  á  mi  muerte , 
y  al  espirar  bendeciré  mi  suerte.» 


438 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


Petra. 


Qq¿  frialdad!  Versos  flojos, 

forzada  y  trivial  la  rima 

Pnerilidad  I  Me  dan  grima 
las  flores  y  los  abrojos. 

Y  esa  lágrima  que  pido 

Sandez !....  Se  reirá  de  mí. — 
Qoé  corrección  cabe  aquí? 

[Rasga  y  tira  el  papel.] 
Esta. 

[Se  levanta.] 

Trabajo  perdido! — 
Mas  con  suerte  tan  escasa 
¿quién  me  manda  á  mí  querer 
á  esa  divina  mujer? 
No,  no.  Huyamos  de  esta  casa. 
Lejos  de  su  imagen  bella 

[Sle  detiene.] 

Cobardía!  Disparate  I 
Prefiero  que  ella  me  mate 
á  morir  ausente  de  ella. 
Cuento  por  seguro  el  nó, 
que  el  incomparable  hechizo 
de  su  cara  no  se  hizo 

Jara  un  pobre  como  yo. — 
[as  guardar  dentro  del  pecho 
el  amor  en  que  me  abraso 

cuando  cotupasiva  acaso 

Yo  me  declaro:  esto  es  hecho. 

[S$  rienta.] 

Tomemos  otra  cuartilla. 

[Meditando.] 

Ya  que  el  soneto  no  prueba, 
adoptemos  forma  nueva. 
Mejor  será  una  letrilla.— 
Así....,  en  lenguaje  sencillo 
que  mi  humildad  manifieste 

en  versitos  cortos Este 

a  de  ser  el  estribillo. 


i 


S  Escribe,  luego  medita,  vuelve  á  escrt" 
Hr,  después  borra  lo  escrito^  y  todo 
ocupado  en  su  composición  no  remra 
en  quién  entra  6  sale,  ni  en  nada  de 
lo  'que  pasa  á  su  inmediación.] 


ESCENA  II. 

ORTIZ.     PETRA. 

(Allí  está,  y  según  la  traza 
acabando  está  las  coplas 
que  empezadas  dejó  ayer, 
y  yo  examiné  curiosa, 
m  le  quiero  decir  nada 
ni  interrumpirle  en  su  obra, 
que  es  tan  corto  el  buen  Ortiz. 


Ortiz. 
Petra. 


March. 

Petra. 

March. 


Petra. 

March. 

Petra. 

March. 
Petra. 


March. 

OrHz. 

Petra. 


Y  por  cierto  que  no  es  propia 
de  este  siglo  su  modestia. 
Con  tan  gallarda  persona 
bien  pudiera  declararse 
excusando  ceremonias; 
bien  pudiera  conocer 
que  no  soy  yo  una  leona. 
Oh!  á  no  ser  por  mi  decoro... 
(Ya  está  la  primera  estrofa.) 
Él  es  del  es^do  llano 
y  no  tiene  ejecutoria 
como  yo;  pero  el  amor 
que  sabe  igualar  las  chozas 
con  los  palacios 


March. 


Petra. 

March. 
Petra. 


March. 
Petra. 
March. 
Petra. 


ESCENA  HI. 

ORTIZ.    PETRA.     MARCHENA. 

Muchacha ! 
¿Cómo  muchacha ! . . . . 

Perdona. 
Este  apelativo  no  es 
de  menosprecio  en  mi  boca. 
Aludo  á  tu  juventud. 
No  soy  ninguna  pindonga. 
Quién  dice  tal? 

Me  he  criado 
en  buenos  pañales. 

Oiga! 

Y  aunque  la  ingrata  fortuna 
me  tiene  humillada  ahora , 
soy  quien  soy. 

Estoy  en  eso. 

( I  Sudando  estoy  cada  gota ) 

ai  hoy  sirvo  de  camarera, 
mi  abuela  doña  Leoncia 
tuvo  tres  por  falta  de  una; 
pero  rodando  la  bola 

vino  nuestra  casa  á  monos 

( Qué  impertinente ! )  Son  cosas 
del  mundo,  amable  Petríta. 
Una  comedia  famosa 
leí  yo  que  se  intitula: 
«La  más  ilustre  fregona.:» 
Aun  esa  comparación 
es  inexacta,  injuriosa; 
que  yo  no  friego. 

Lo  sé. — 
Han  salido  las  señoras? 
Como  mi  madre  murió, 
y  quedé  huérfana  y  sola, 
y  no  me  daban  trabajo 
en  el  corte  de  la  tropa, 
y  aunque  una  cosa  tres  guantes 

al  dia,  no  hay  para  sopas 

Basta.  Entiendo. — Cardlina 

Y  como  una  al  fin  es  moza 

Y  buena  moza. 

Mil  gracias 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


Í33 


pop  el  favor. 
Marck.  No  es  lisonja ; 

y  si  yo  fuera  guantero, 

por  ti  haria  bancarrota. 
Petra,     Señor  de  Marcbena,  usted 

me  tutea,  y  es  muy  poca 

consideración 

March,  No  tal. 

(Por  Dios,  que  ya  me  encocora.) 

Petra,     Si  es  cariño 

March.  Por  supuesto. 

Petra,     Pues  siendo  así,  á  mucha  honra. 
March,    En  fín,  ¿no  podré  saber 

si  el  bien  que  el  alma  me  roba 

está  visible? 
Petra,  Ha  salido, 

Í  también  doña  Liboria. 
eyó  mi  billete? 
Petra.  Sí. 

March,    Con  placer? 
Petra,  Como  una  loca 

se  reia. 
March.  Buen  agüero. 

Otra  cartita  amatoria 

te  habrá  dado  para  mí. 

Papel  de  color  de  rosa 

Petra,     No.  Me  ha  dicho  verbalmente 

que  autoriza  á  usted  en  forma 

f)ara  que  escriba  en  su  álbvm 
o  que  guste. 
March.  Pues  me  adora. 

No  hay  más  qué  hablar.  Si  lo  dije! 
Cuando  licencia  me  otorga 

para  declararme 

Petra.  El  álbum 

está  aquí. 

[Toma  el  que  habrá  sobre  un  velador, 
y  lo  entrega  á  Marchena.] 

March.  Como  yo  ponga 

los  ojos  en  una  niña 

ni  el  ángel  de  su  custodia 

la  salva. 
Petra,  Calle !  ¿Es  usted 

andaluz? 
March,  Hijo  de  Ronda. — 

Pero  aun  no  te  he  dado  albricias 

por  nueva  tan  venturosa, 

y  es  fuerza 

Ortiz .  (  Tanto  borrar ! . . . . 

Esto  ya  es  un  mapa.) 
March.  Toma. 

Petra.     ¿Qué  se  entiende Á  mí  dinero! . . . . 

March.    Mira  bien.  Es  media  onza ! 

No  pienses  que  son  dos  cuartos. 
Petra,     Quién  le  pide  á  usted  limosna? 

March.    No  es  mi  intento 

Petra.  ¿Así  se  ultraja 

á  una  mujer  de  mi  estofa? 

March.    Yo  no  creí 

Petra ,  ¿Sabe  usted 

que  soy  de  sangre  infanzona? 

II. 


Dios  miol  ¿Tanta  ignominia 
reserváis  á  Petra  Alfonsa 
Sainz  de  Barrientes? 

March ,  Barrientes  I 

Parece  que  pide  escoba 
el  apellido. 

Petra.  Otra  inj uria  I 

otro  insulto!  ¿Hace  usted  mofa... 

March,    Ni  pensarlo.  Tu  abolengo 

es  celebrado  en  las  crónicas ; 
pero  tiene  anomalías 
singulares  nuestro  idioma. 
Ahora  bien,  Petra  del  alma, 
ya  que  has  dado  en  ser  filósofa 
y  haces  ascos  al  dinero, 
acepta,  como  memoria 
de  amistad ,  esta  sortija. 


Petra. 


March. 
Petra. 

March, 
Petra. 


March. 
Petra. 


March. 
Petra. 


March. 


Petra. 

March, 

Petra, 

March, 


[Tomándola.] 

Vaya!  Eso  no  me  sonroja. 

Una  prenda  de  amistad 

Ó  de  amor  si  te  acomoda. 

[Dengosa.] 

Vaya!....  \kmí 

(Para  trapillo 
puede  pasar,  aunque  tonta.) 
Siento,  señor  de  Marchena, 
no  dar  á  usted  otra  joya 
en  cambio  de  la  sortija, 
mas  la  funesta  derrota 

de  mi  patrimonio  inmenso 

Ehl.... 

Mi  padre,  que  esté  en  gloria, 
tuvo  un  pleito  muy  ruidoso, 

y  el  tribunal  de  la  Rota 

Oh!.... 

Pero  antes  de  ese  pleito, 
que  lo  perdimos  con  costas , 
mi  tio  don  Baltasar 

Maldonado  y  Escalona 

Por  Dios,  Petrita,  por  Dios; 
ya  me  contarás  tu  historia 
más  despacio.  Ahora...!,  ya  ves, 
la  mia  es  la  que  me  importa. 
Voy  á  trasladar  al  dliim 
la  pasión  que  me  devora. 
Ah !  La  niña  quiere  versos. 
¿Qué  dices ! 

A  toda  costa. 
Ta  olvidaba  su  mandato. 
A  mí  versos?  Soy  yo  Góngora? 
Para  mí  están  en  vascuence 
las  reglas  de  la  prosodia. 
Ni  sé  lo  que  es  consonante, 
ni  nunca  las  vi  tan  gordas. — 
Mas  ¿quién  se  apura  ñor  eso? 
Cojo  las  primeras  coplas 
que  vengan  á  cuento  y  ¡  zas ! 
en  dos  minutos  se  copian ; 
ó  voime  al  café  del  Príncipe, 
y  mientras  bebo  una  copa 
cualquiera  de  aquellos  genios 

28 


134 


Petra. 


Match. 

Petra, 

March. 

Petra, 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


March. 
Petra, 
March. 
Petra. 

March. 
Petra. 

March. 

Petra. 

March, 

Petra. 

■ 

March, 
Petra. 


March. 
Petra. 

Ortiz. 


March, 


Ortiz, 


March. 


me  improYÍsa  una  salmodia. 
Quieto,  qae  sin  ir  allá 
tendrá  usted  quien  le  componga 
cuantos  versos  necesite. 
Sí?  Quién? 

Aquel  jÓTon. 

Hola ! 
¿Y  qué  hace  aquí  ese.*:,  amanuense? 
Es  como  de  casa.  Cobra , 

administra Hace  ocho  dias 

le  encargó  doña  Liboria 
todo  ese  tejemaneje 
que  no  entendemos  nosotras, 
óome  y  duerme  todayía 

en  casa  de  su  patrona 

Bien 

Pero  aquí  le  tenemos 

Bíen^  sí 

Casi  á  todas  horas. 
Es  mozo  de  mucho  mérito. 

No  dudo 

Pero  con  poca 
suerte. 

Ya. 

También  dibuja. 
Lo  de  dibujante  sobra. 

Hágame  yérsos 

¡Qué  lindos 
los  escribe  I 

Sí? 

Me  consta. 
Como  que  ayer  principió 

unos  para  mí 

Bribona!.... 
Y  apostaría  á  que  está 
concluyéndolos  ahora. 

[Raciencb  pedazos  el  papel.] 

(Esto  es  insulso,  prosaico, 

aetestable.) 

[Á  Petra,]  ¡Con  qué  cólera 

los  rompe !  Si  eres  su  musa , 

no  es  mucho  lo  que  le  soplas, 

[Cavilando.] 

(Me  consumiré  en  silencio, 

ó  recurriré  á  la  prosa.) 

No  espero  más.  Yo  le  embisto 

[Á  Ortiz  acercándose.] 

Perdone  usted  si  me  tomo 

la  libertad (¿Quién  ha  yisto 

un  poeta  mayordomo?) 


Ortiz. 


[Levantándose.] 

Caballero (Es  mi  riyal, 

el  andaluz.)  Seryidor 

March.    Si  usted  no  lo  toma  á  mal, 
voy  á  pedirle  un  favor. 

En  lo  que  de  mí  dependa 

Gracias.  También  yo (al  avío!) 

quiero  servir  á  una  prenda 


Ortiz, 
March, 


?uo  ha  conquistado  mi  brío, 
en  eso  ¿yo 

March.  Carolina 

se  ha  decidido  por  mí. 
Ortiz,     (Cielos  I) 

March.  Verdad  que  es  divina? 

Ortiz.      Sí. 

March.         Tengo  buen  gusto? 
Ortiz.  Sí. 

March.    En  prueba  de  que  transige 

me  enYÍ2L  eaie  aló fim 

Ortiz.  ( El  suyo!) 

March.    Y  en  él  consiente y  exige 

que  me  declare  su  cuyo. 

Ya  me  declaré  ayer  tarde, 

y  anteanoche  en  el  Liceo, 

pero  quiere  hacer  alarde 

sin  duda  de  su  trofeo. 
Ortiz.      Oh!  debe  estar  muy  ufana..... 

(¡El  fatuo ) 

March.  No  es  vanagloria; 

Eero  más  de  una  cristiana 
a  de  envidiar  su  victoria. 

Ortiz.     Bien,  ¿y  á  qué  asunto 

March,  Es  el  caso 

que  esa  muchacha,  ó  demonio, 
pide  flores  del  Parnaso 
en  señal  de  matrimonio; 
mas  yo,  que  soy  buen  jinete, 
y  elegante  como  Adonis, 
y  tiro  bien  al  florete , 
y  bailo  por  diez  TaglioniSy 
y  si  me  visto  de  majo 
y  ando  de  broma  y  ae  chunga, 
no  hay  moza  de  barrio  bajo 
que  no  admire  mi  sandunga; 
yo,  bravo  toreador, 
que  á  Montes  me  dejo  en  zaga 
y  soy  la  nata  y  la  flor 
del  circo  de  Fagoaga ; 
yo,  tan  hábil ,  ton  experto 
como  el  que  más  en  la  villa, — 
admírese  usted ! — no  acierto 
á  hacer  una  redondilla. 

Ortiz.      ¡Valiente  cosa 

March.  Ahora  bien, 

señor  de 

[Á  Petra,] 

Su  gracia? 
Petra.  Ortiz. 

March'.    Yo  sé  que  en  un  santiamén 

Íuede  usté  hacerme  feliz, 
le  qué  suerte? 
March.  Componiendo 

los  versos  que  necesito. 
Ortiz,      Dispense  usted...  Yo  no  entiendo... 
March,    No  se  haga  usted  el  chiquito. 

Aunque  negarlo  procura , 

yo  sé  bien  que  usted  coplea. 

Esta  niña  lo  asegura. 

Quiere  usted  dejarla  fea? 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


135 


Petra,     [Con  monada.] 

T  si  algo  mi  influjo  vale 

March.    [Con  malicia.] 

Oye  usted?  Me  recomienda  I 
Ortiz.     (Con  bravo  influjame  sale ! ) 
Petra.     Kaego  á  usted  que  condescienda. 
Orti^.     Oh !  es  difícil  resistir 

á  tal  recomendación, 

pero 

Petra.  (No  hay  más  qué  decir. 

Ya  es  mió  su  corazón.) 
March.    Ea ,  ya  no  admito  excusa. 

Eso  se  hace  en  un  zís,  zas....; 

y  si  sopla  bien  la  musa, 

cuente  usted No  digo  más. 

Ortiz.      [Ofendido.] 

¡Señor  mió 

March.  No,  yo  no  hablo 

con  ánimo  de  hacer  mofa 

(¿También  ese  pobre  diablo 
se  me  encrespa  y  filosofa?) 
Pero  á  fuer  de  amigo  firme 
agradeceré  el  yersículo. 

Ortiz.     (Irritarme  es  descubrirme 
y  hacer  un  papel  ridículo.) 

March.    [Á  Petra  aparte.] 

Cuál  se  hace  de  pencas  I  Eh? 

Dale  otra  embestida,  perla. 
Ortiz.      (Me  echarán ,  y  perderé 

hasta  el  consuelo  de  verla.) 
Petra.     Hará  usted  los  versos;  sí? 
Ortiz.     Eso  es  ponerme  en  un  potro. 

No  sé  hacerlos  para  mí, 

y  he  de  hacerlos  para  otro? 

Petra.     [Á  Marchena.] 

Oye  usted?  Alma  novicia  I 

[A  Ortiz.] 

Con  temor  nada  se  alcanza. 

Hágase  usted  más  justicia 

y  no  pierda  la  esperanza. 
*  Ortiz.     (Qué  querrá  darme  á  entender?) 

[Á  Marchena.] 

Si  dié  palabra  de  esposa, 
atrás  no  se  ha  de  volver 
porque  usted  le  escriba  en  prosa. 

March.    Lo  que  es  palabra  formal , 
todavía  no  la  dio. 

Ortiz.     (Respiro.) 

March.  Pero  es  igual. 

Su  marido  seré  yo. 
Ella  es  algo  coquetilla, 
muchos  adoran  su  encanto; 
y  no  será  maravilla 
que  vacile  un  tanto  cuanto; 
mas  ya  que  me  dan  auxilio 
la  tia  y  esta  doncella, 


Ortiz. 
March. 

Ortiz. 
March. 
Ortiz. 
March. 


Petra. 


si  entra  usted  en  el  concilio 
no  hay  remedio  para  ella. — 
No  porque  yo  necesite 
esas  fuerzas  auxiliares ; 
que  entiendo  el  juego  de  envite 
y  no  me  arredran  azares ; 
y  un  adagio  que  no  miente 
mi  esperanza  corrobora. 
Cuál? 

Toda  mujer  viviente 
tiene  su  cuartito  de  hora. 
(Hola!....) 

Y  bien? 
Sí. 

Hasta  después. 
Pondérela  usted  mi  amor. — 
Vivo  en  el  número  tres. 
Allí  espero  el  borrador. 

[  Vase,  llevándose  el  álbum.] 


ESCENA   IV. 

ORTIZ.      PETRA. 

Se  ha  quedado  usted  confuso, 
y  ya  comprendo  el  motivo. 
Ánimo  I  Ya  no  está  en  uso 
el  amor  contemplativo. 
No  prive  á  usted  del  reposo 
la  dicha  que  otro  hombre  gana; 
que  si  él  es  hoy  venturoso 
usted  lo  será  mañana. 
Hable  usted,  pruebe  fortuna; 
que  amor*á  todos  nos  hiere, 
y  no  hay  belleza  ninguna 
que  maldiga  á  quien  la  quiere.- 
¿Cómo  se  pondrán  acordes 
callando  galán  y  dama? 
En  la  casa  de  los  bordes 
el  que  no  llora  no  mama. 
Hablar  para  merecer 
á  ningún  hombre  desdora , 
y  ello....,  al  fin....,  toda  mujer 
tiene  su  cuartito  de  hora. 


ESCENA  V. 


ORTIZ. 


Yaya,  no  es  malo  que  Petra 
tome  ese  interés  por  mí. 
Qué  sagaz!  ¡Cómo  penetra 
lo  que  está  pasando  aquí! 

[Pone  la  mano  en  el  pecho.] 


Rara  fineza  en  criada  I 
pues  sin  esperar  propina. 


436 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


Mas  ¿si  obrará  la  taimada 
de  acuerdo  con  Carolina? 
¿Quién  sabe  si  iré  ganando 
en  sn  pecho  alfi^un  influjo? 
i  Está  tan  amable  cuando 

le  doy  lección  de  dibujo 

Ilusión!  sueño!  quimera! 

No  teniendo  yo  una  cruz , 

¿es  dable  que  me  prefiera 

al  opulento  andaluz? 

iNo  le  ha  dado  orden  expresa 

de  que  en  el  dlium  se  explique? — 

Pero— él  mismo  lo  confiesa — 

quizá  en  desierto  predique. 

¿Qué  se  escribe  sino  amores 

en  el  álbum  de  una  hermosa? 

Y  á  cuarenta  troyadores 

no  ha  de  dar  mano  de  esposa. 

Quizá  permita  mi  estrella 

que  le  despida  cruel 

ó  por  inconstancia  en  ella 

ó  por  fatuidad  en  él. 

Si  con  segunda  intención 

le  hago  firmar,  por  ejemplo, 


en  cada  verso  ramplón 

una  sandez  como  un  templo 

Brava  idea;  singular! 
Para  eso  ya  tendré  vena. 
¡Cómo  me  voy  á  vengar 
del  caballero  Marchena! 

¿Y  si  él  advierte No,  no; 

su  orfl^llo  le  quita  el  seso; 
pero  las  mujeres — oh! 
son  muy  linces  para  eso. 
Leer  mi  adorada  prenda 
tanto  concepto  importuno, 
y  enviar  á  ese  fachenda 
noramala,  todo  es  uno. — 

Le  dará  cara  de  palo 

Sí,  mas  mi  suerte  fatal 

Eh !  por  de  pronto  no  es«malo 
quitar  de  en  medio  á  un  rival. 
Duégo...  ¿Quién  sabe...  ün  capricho., 

Quien  la  ocasión  avizora 

Toda  mujer — él  lo  ha  dicho — 
tiene  su  cuartito  de  hora. 

.    [SiinUue  i  eseriür.] 


ACTO    SEGUNDO. 


ESCENA  I. 

CAROLINA.    DOÑA  LIBORIA. 

[Aparecen  sentadas  en  tm  sofá.] 

Ziboria.  Ya  tu  veleidad  me  cansa. 

¿Por  qué  entre  tantos  amantes 
no  te  decides  por  uno? 
Tienes  veinte  navidades, 
eres  rica  y  no  eres  fea : 

?a  es  hora  de  que  te  cases, 
usted,  tia,  me  lo  dice ! 
í  Usted  que  es  mi  única  madre 
desde  que  muerta  la  mia,..., 
ay  Dios!  quedé  en  lamentable 
orfandad!  ¿Tanto  deseo 
tiene  usted  de  separarse 

Ztdoria,  No  tal.  Viviremos  juntas. 
Si  tu  esposo  no  es  un  cafre, 
lo  consentirá,  que  al  fin 
no  soy  yo  tan  intratable. — 
Y  pagaria  mi  escote , 
que  tengo  renta  bastante 
para  no  necesitar 
vivir  á  expensas  de  nadie. 
Pero  á  mí  me  sobran  años 
y  no  me  faltan  achaques. 
Sí  mañana  cierro  el  ojo 

Carol.     Vaya!....  ¡Tan  fresca,  tan  ágil. 
Muchas  jóvenes  pudieran 


Libaría, 

CaroL 

Liboria. 


Carol, 


Liboria, 


Carol, 
Liboria, 


Carol, 
Liboría. 


envidiar  ese  semblante, 

y  á  pesar  de  los  diez  lustros 

Hasta  san  Miguel  arcángel 
no  los  cumplo. 

Ante  en  favor. 
No  faltarían  galanes 

que  se  llamaran  dichosos 

Bah !  no  digas  disparates. 
Á  los  quince  anos  de  viuda 
¿había  de  ser  tan  frágil..... 
No.  Pensemos  en  tu  boda. 

Para  la  mia ya  es  tarde. 

Para  la  mia  es  temprano.    ■ 
¿Teme  usted  que  se  me  pase 
el  tiempo? 

Mucho  confias 
en  tu  hermosura.  ¿Y  no  es  fácil 
que  una  fluxión  la  marchite 
ó  que  un  divieso  la  ultraje? 
No  busQues  novio  perfecto, 
que  los  nombres  no  son  ángeles, 
y  pues  Marchena  te  adora 
y  merece ,  en  mi  dictamen, 

ser  preferido 

Marchena? 
Buen  mozo,  de  ilustre  sangre , 
rendido  como  un  Gaiféros, 

y  de  tan  bello  carácter 

¿Conque  usted  le  elegiría 

Yo  estoy  fuera  de  combate , 
mas  siendo  tú ,  le  eligiera 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


137 


Ziboria. 
CatoL 

Liboria, 
Carol, 


Liboria. 


sin  vacilar  un  instante. 

CaroL     Confieso  que  se  distíngae 
del  impertinente  enjambre 
que  me  zumba  en  derredor, 
7  que  entre  iantos  rivales 
es  el  que  miro  con  menos 

antipatía.  ¿Quién  sabe 

Puede  que  le  llegue  á  amar 
algún  dia  y  que  me  case 
con  él; — mas  (sufra  y  espere! 
Aun  no  ha  penado  bastante. 
Qué  orgullito  I  Quiera  Dios 
que  algún  día  no  lo  pagues. 
No  dicen  que  valgo  tanto  ? 
Pues  bien ,  lo  que  mucho  vale 
mucho  cuesta. 

"El  arrapiezo!.... 
Lamonuelal.... 

Ellos  nos  liacen 
altivas.  Pero  el  orgnillo 
no  es  sólo  el  que  me  retrae  y 
sino  el  temor.  Son  los  hombres 
muy  taimados,  muy  falaces. 
Cuando  novios  muy  humildes, 
y  luego....,  Virgen  del  Carmen ! 
Qué  entiende  de  eso  la  trasto? 
Mi  difunto  don  Melqaiádes , 
que  Dios  perdone,  fué  siempre 
un  santo  varón ,  un  mártir. 

Carol.     Algunos  hay  buenos,  sí, 
pero  otros  son  tan  infames 

y  tan Al  oir  «marido)> 

me  tiemblan,  tia,  las  carnes. 


ESCENA  II. 

CAROUNA.    DOÑA  LIBORIA.    MARCHENA. 

Marck.    [Á  la  puerta.] 

Señoras ,  si  dan  ustedes 

permiso , 

Liboria,  £1  es. — Adelante. 

Siéntese  usted. 

March.    [Presentando  el  álbum.] 

Me  apresuro 
á  ofrecer  este  homenaje 

Liboria.  [Tomando  el  álbum.] 

Es  tu  álbum!  Este  Marchena 
es  tan  fino,  tan  galante 

Marck.    [Sentándose  en  una  silla.] 

Gracias.  Carolina  hermosa 

desea  que  la  declare 

en  el  álbum  mi  pasión 

Carol.      Permita  usted  que  le  ataje. 
El  deseo  era  de  usted : 
sólo  ha  habido  de  mi  parte 
condescendencia 

March.  En  efecto, 


Carol. 


Liboria. 


y  la  orden  terminante 
de  hacer  mi  declaración 
en  renglones  desiguales ; 
esto  es ,  en  verso. 

Es  verdad. 
La  prosa  es  inaguantable 
en  un  álbum. 

Ea,  á  un  lado 
cuestiones  preliminares, 

Í  veamos  esos  versos. — 
ambien  poeta!  Es  el  diantre. 

[Registra  el  álbum.] 

March.    ¿No  lo  he  de  ser,  inspirado 

por  los  ojos  celestiales 

de  Carolina? 
Liboria.  Son  estos? 

March.    Sí ;  justamente. 
Liboria.  Escuchadme. 

[Lee.] 

«Á  la  hermosa  Carolina, 
á  la  bella  de  las  bellas, 
cuyos  ojos  son  centellas, 
cuya  boca  es  purpurina , 
cuyo  talle  es  jaletina, 
y  cuya  frente  serena 
abocnorna  á  la  azucena, 
fino,  fiel ,  firme  y  fogoso 
ofrece  mano  de  esposo 
Pedro  Nolasco  Marchena.» 

Bravo !  Qué  te  han  parecido? 
Carol.      Son  bonitos. 
Liboria.  Admirables . 

March.    [Con fatuidad.] 

Favor  que  usted  me  dispensa. 
Es  un  in  promptu.  Eso  se  hace 
jugando. 

Liboria.  Es  preciosa  hipérbole 

llamar  jaletina  al  talle. — 
aFino,  fiel,  firme  y  fogoso.» — 
Estas  cuatro  efed  valen 
un  tesoro ,  y  i con  qué  gracia, 
parajEiervir  de  remate, 
con  el  nombre  del  poeta 
coincide  el  consonante! 

March.    Si  digo  que  es  un  juguete! 
Usted  quiere  sofocarme. 

Liboria.  Tu  contestación  será, 

por  supuesto,  favorable, 
que  tantas  pruebas  de  amor 
no  merecen  un  desaire. 

[/%  levanta.] 

Pero  te  dará  vergüenza 
si  está  tu  tia  delante 

Carol.     No  tal.  j  Si  yo 

Liboria.                              Y  pues  no  creo 
que  Marchena  se  propase 

March.    Yo ,  señora ! 

Carol.  Pero,  tia 


438 


EL  CUARTO  DE  DORA. 


Liioria.  {Dejando  el  álbum  eoire  un  velador.] 

Mejor  68  que  yo  me  marche. 
Adiós. 

[Marehena  se  sienta  en  el  sqfd.] 

CaroL  Pero  escache  usted 

Libaría,  Me  voy,  me  voy.  No  te  canses. 


ESCENA  III. 

CAROLINA.    MARCHENA. 

March,    Pues  se  faé  doña  Liboria 
y  nadie  nos  ojye  aquí, 
suene  el  suspirado  sí 
que  ha  de  colmarme  de  gloria. 
Ya  esos  ojos  me  lo  anuncian, 
mal  que  le  pese  al  recato, 
pero  me  será  más  grato 
si  los  labios  lo  pronuncian. 

CaroL     De  veras?  Sea  usted  franco. 
Mis  ojos  lo  dicen  I  eh? 
Y  en  qué  lo  conoce  usté? 
En  lo  negro  ó  en  lo  blanco? 

March .    En  la  dulce  simpatía 

CaroL     La  simpatía  está  buena  I 
Mis  ojos,  señor  Marehena, 
no  han  dicho:  esta  boca  es  mia. 

March.    Volvemos  á  las  andadas? 

¿También  denguecitos  hoy , 
alma  mia ,  cuando  estoy 
dando  ya  las  boqueadas? 
Bueno  es  que  honrada  mujer 
fácilmente  no  se  venza; 
santa  y  buena  es  la  vergüenza....; 
pero  { si  al  fin  ha  de  ser ! 

CaroL     ¿Y  si  no  quisiera  yo 

decir  que  no  ni  que  sí? 

March.   [Con  petulancia.] 

Bahi  Si  ya  es  tardel  jSi  á  mí 


CaroL 


March. 


CaroL 

March. 

CaroL 


March. 
CaroL 
March. 
CaroL 


{Levantándose  enojada.  Marehena  se 
levanta  también.] 

Pues  no,  y  veinte  veces  no. 
Se  ha  picado  usted,  lo  veo; 
mas  ¿no  ve  usted  que  ese  n<5 
es  inverosímil? 

Oh 

Bah  I  Sobre  que  no  lo  creo  I 
Oh!  Eso  raya  en  insolencia. 
(Hay  necio  más  contumaz?) 
Vayase  y  déjeme  en  paz , 
y  no  vuelva  á  mi  presencia. 
Carolina  I....  (Pues  barrunto 

que  va  de  veras.)  Yo  siento 

Lo  he  dicho  y  no  me  arrepiento. 
No  se  hable  más  del  asunto. 
Gomo  usted  me  permitió 

pedir  su  mano  querida 

¿Y  porque  usted  me  la  pida 


March. 
CaroL 


March. 


CaroL 
March. 

CaroL 
March. 
CaroL 
March, 


CaroL 
March, 
CaroL 
March. 


CaroL 
March. 


CaroL 

March. 

CaroL 

March. 


CaroL 
March. 

CaroL 


tengo  de  dársela  yo? 

No  esperaba  ese  desprecio 

No  esperaba  yo  tampoco 
habérmelas  con  un  loco, 

por  no  decir 

Con  un  necio? 
Dígalo  usted  sin  rebozo, 
que  en  verdad  harto  lo  he  sido. 
Conque  trabajo  perdido? 
Conque  mi  gozo  en  un  pozo? 
Cómo  se  dice  que  nó? 
Pues  bien,  aténgajse  usté 
á  las  consecuencias. 

Qué? 
No  sabe  usted  quien  soy  yol 
¿Cómo I  Señor  de  Marehena!.... 
Koto  el  pactó  entre  los  dos, 

Ssted  dará  cuenta  á  Dios 
e  una  alma  que  se  condena. 
Pues  mis  dulces  regocijos 
convierte  usted  en  pesares, 
quemaré  mis  olivares 
y  arrasaré  nlis*cortijos ; 
daré  la  muerte  al  rival 
que  usted  prefiera,  y  despued', 
como  dos  y  uno  son  tres , 
mo  ahorco  ó  ine  tiro  al  canal. 

{Carolina  suelta  una  carcajada.] 

¿  Se  rie  usted !  Esa  cruz 
me  faltaba.  En  vez  8el  justo 
terror 

Qué!  yo  no  me  asusto. 
Por  qué?.... 

Es  usted  andaluz. 
Pero  esa  risa  es  señal 
de  bondadosa  indulgencia; 
que  tanta  malevolencia 
sentaría  á  usted  muy  mal. 
Eh !  ¡  Vea  usted  lo  que  son 
las  hembras!  Rie  hechicero 
su  labio,  y  manso  cordero 
es  ya  el  terrible  león. 

¿Otra  vez 

Vaya,  amor  mió, 
hagamos  la  paz.  ¿Pasó 
el  enojo? 

Enojo  yo? 
Pues  ino  ve  usted  que  me  rio? 
¿Me  dará  usted  más  pesares, 
cara  de  sol? 

Nada  de  eso, 
no  sea  que  en  un  acceso 

Íueme  usted  sus  olivares, 
ohfieso  que  delina  uí, 
pero  de  hoy  en  adelante 
seré  tan  sumiso  amante 

que usted  lo  permite? 

Sí. 
Gracias.  ¿Y  ahora  no  tendré 

alguna  esperanza  justa 

Tenga  usted  veinte,  si  gusta,.... 
como  yo  no  se  las  dé. 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


139 


ESCENA  IV. 

MARCHENA. 

Se  ya  y  me  deja  corrido 
como  un  mono.  Qué  altiyez! — 
Y  ella  está  muerta  por  mí: 
eso  hasta  un  ciego  lo  ye ; 
pero  antes  de  confesarlo 
querrá  torearme  un  mes. — 
No  tengo  yo  tanta  flema, 
ni  ya  me  estaría  bien 
suspirar  como  un  cadete 
arrodillado  á  sus  pies. 
No,  que  tengo  bien  sentada 
mi  opinión  de  hombre  de  prez, 
y  para  jugar  conmigo 
es  ella  poca  mujer  I         « 
Mudemos  de  plan :  hagamos 
lo  que  hace  el  conde  de  Urgel 
en  la  célebre  comedia 
de  El  desden  con  el  desden. 
Sí,  la  he  de  abrasar  á  celos 
y  no  he  de  darla  cuartel 
nasta  que  humilde  y  contrita 
me  diga:  señor,  pequé! 

{Al  irse  le  sale  Petra  al  encuentro.] 


ESCENA  V. 

MARCHENA.    PETRA. 

Petra.     Estamos  de  enhorabuena? 
Qué  tal  los  yersitos,  eh? 
Habrán  hecho  efecto. 

Mure  A,  Mucho. 

La  niña  se  hizo  una  miel       ^ 
al  cirios ,  y  no  dudes    ' 
que  se  rinde  de  esta  yez ; 
pero,  si  quieres  que  te  hable 
con  franqueza,....  yo  no  sé 

qué  te  diga Hoy  me  parece 

menos  bonita  que  ayer. 

Petra,     ¿Qué  oigo! 

March.                     Empiezo  ya  á  mirarla 
como  cosa  propia  y Pche!.... 

Petra,     Vamos,  usted  se  chancea. 

March,    No  tal.  Los  maridos  y  en 
más  que  los  amantes. 

Petra,  Pero 

March.    Sea  que  en  efecto  esté 

desmejorada ,  ó  que  á  mí 
se  me  naga  duro  el  perder 
la  libertad  de  soltero; 

{)ara  mis  ojos  ya  no  es 
a  misma,  ni  por  asomo« 
Petra,     Es  posible! 
March,  Y  al  primer 

pretextillo  que  me  diera. 


adiós,  casamiento! 

Petra,  Infiel ! 

March,    Sí,  yo  confieso (Esta  fatua 

se  lo  contará  después.) 

Pero yamos,  ¡si  á  cualquiera 

miro  ya  con  más  placer ! 
Á  ti,  yerbigracía.  ¿Sabes 
que  tienes  t6  mucho  aquel , 
hablando  en  chulo,  y  muchísima 
de  la  gracia? 

Petra.     [Benaosa.]      Calle  usted! 
Yo? 

March.  Y  qué  cuerpecito! 

Petra,  Vaya! 

Usted  me  quiere  poner 
colorada.  Usted  se  burla 
de  las  pobres,  r  Si  yo  sé 
•    lo  poco  que  yalgo!  Vaya! 

March.    Mas  que  Carolina. " 

Petra.  Pues ! 

March,    Y  ese  aire  de  señorío 
que  tienes 

Petra,  Eso,  tal  yez , 

porque  al  fin  no  me  he  criado 
en  las  malyas. 

March.  Ya  se  ye 

que  no. 

Petra.^  Y  quien  tuyo  retuyo, 

y  cada  cuales  quien  es. — 
Pero  usted  se  está  burlando. 
¿Cómo  puedo  yo  creer 
que  llama  tan  encendida 
se  apague  en  un  dos  por  tres? 

March.    Ahí  yerás  lo  que  es  el  mundo! 

Petra.     Qué  maldito  de  cocer ! 

Y  juraba  y  perjuraba 

(¿Si  seráOrtiz  como  él!) 

March.    A  juramentos  de  amantes 

nunca  se  dio  mucha  fe. 
Petra.     lY  á  qué  incomodar  al  otro 

haciéndole  componer 

los  yersos? 
March.  Qué  se  ha  perdido? 

Medio  pliego  de  papel. 
Petra.     ¡Tantos  planes  para  eso, 

y  tanto  tender  la  red 

Y  el  cuarto  de  hora? 

March.  A  propósito; 

tú  eres  de  la  misma  piel 
que  las  otras,  y  tendrás 
tu  cuarto  de  hora  también. 

Petra.     Miren  qué  salida  ahora!.... 

March.    Si  en  ese  trance  te  yes, 

ayisa ,  que  aquí  hay  un  hombre. 

Petra.     Sí?  Vaya  una  gracia ! 

March.  Es  que 

Es  que  me  hacen  mucho  títere 
esos  dos  ojuelos.  Ven, 
que  yoy  á  darte  un  abrazo. 

Petra.    J^Amenazindole.] 

Apártese,  ó  de  un  reyes 

March.    No  lo  tomes  tan  á  pecho. 


440 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


Si  esto  es  bromal^Hasta  más  yer. 
Pelra.     Abur. 

Match,    ^Yéndose,^ 

( Sufrir  el  desvío 
de  Carolina ,  está  bien  ; 

pero  un  bofetón Barrientes, 

sería  cosa  cruel  i ) 


Carol. 

Petra. 

Carol, 

Petra, 

Carol, 

Petra. 
Carol, 


Petra, 
Carol, 


Petra, 


ESCENA  VI. 

PETRA. 

Qué  osadía!  Oh!  si  viviera 
mi  buen  tio  don  Andrés 
de  Escalona  y  Escobar, 
corregidor  de  Jerez, 
el  bidalgüelo  de  Ronda 
no  fuera  tan  descortes. 
Mas  le  perdono,  que  es  víctima 
de  su  amor  y  mi  altivez. 
Yo  te  la  consagro,  Ortíz , 
querido  Ortiz ,  y  si  un  rey 

viniera Mas  ¡cuánto  tarda 

en  declararse  el  doncel  I 
Qué  versos  de  mis  pecados ! 
I  Señor,  si  no  es  menester 
andar  con  tantos  repulgos 
cuando  una  misma  da  pié ! — 
«Te  quiero,  te  adoro:  y  tú 
¿me  quieres?:  te  amo;»  y  amén. 


ESCENA  VII. 

CAROLINA.    PETRA. 

\Trae  una  cartera  de  dibwo  que  deja 
sobre  la  mesa.] 

Se  fué  el  señor  de  Marchena? 
Sí,  señora.  En  este  punto 
se  marcha. 

Irá  el  pobrecillo 
atribulado  y  confuso. 
Sí ,  señora ,  porque  yo 

que  tengo  muy  malos  humos 

Cómo!  ¿Te  habrás  propasado 
á  decirle  algún  insulto? 
Su  petulancia 

En  efecto, 
hoy  ha  llegado  á  lo  sumo; 
pero  basta  mi  castigo 
sin  necesidad  del  tuyo. 

Pero  si 

No  se  me  ocultan 
sus  defectos,  pero  es  mucho 
lo  que  me  quiere.  • 

No  sé...., 
pero  hace  cuatro  minutos 


Carol, 
Petra. 


Carol. 
Petra, 


Carol. 
Petra. 


Carol, 


Íue  afirmaba  lo  contrario, 
fe  veras?  Triste  recurso! 
Ayer  la  amaba,  me  ha  dicho, 
mas  hoy  que  tengo  mi  triunfo 

asegurado 

Infeliz  I 
La  miro  ya  con  disgusto. 


Carol,      [Riéndose.] 

Eso  ha  dicho? 

Petra,  Y  al  menor 

pretexto 

Carol.  Acaba. 

Petra.  Renuncio 

á  su  mano. 

Carol.  (Otra  le  queda.) 

Petra.     Y  acto  continuo  se  puso 
á  requebrarme. 

Carol.  Eso  más! 

Petra,     Y  el  libertino,  perjuro 
me  quiso  dar  un  abrazo. 

Carol,     Tan  desesperado  estuvo? 

Petra.     Poco  á  poco.  No  estoy  yo 

tan  de  sobra  en  este  mundo, 
que  sólo  un  desesperado 
se  enamore  de  mi  busto. 
Lindo  despique! 

Mas  yo 
rechacé  su  ataque  brusco;  . 

que  mi  honor  y  mí  lealtad 

Laudable  ha  sido  tu  escrúpulo; 
pero  es  singular  capricho 
desahogar  así  su  orgullo 
un  amante  desdeñaao. 

Petra,     Desdeñado?  Me  confundo 

de  oir  á  usted.  Pues  ¡si  dijo 

Carol,      Qué  pobre  hombre!  Ya  presumo 
lo  que  habrá  dicho.  Que  estoy 
muerta  por  él.  No  le  culpo, 
que  conresar  su  derrota 
un  andaluz,  es  muy  duro. 

Petra.     (¿Quién  mentirá  de  los  dos?) 
Pues  jurarla 

Carol,  Á  otro  asunto. 

Llama  á  Ortiz ,  que  es  hora  ya 
de  dar  lección  de  dibujo. 


ESCENA  VIII. 

CAROLINA. 

{ Cortejar  á  mi  doncella 
un  elegante  tan  pulcro! 
¿Si  pensará  darme  celos 
con  expediente  tan  chusco? 
Antes  celebro  que  tome 
en  su  venganza  ese  rumbo, . 
porque  quemar  sus  cortijos 
y  arrojarse  en  lo  profundo 

del  canal Jesús!  Yo  tengo 

mucho  miedo  á  los  difuntos. 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


iil 


OrHz. 
Carol. 


Ortiz, 
Carol. 


Ortiz. 
Carol. 


Ortiz. 
Carol. 


Ortiz, 
Carol. 

Ortiz. 
Carol. 

Ortiz. 

Carol. 

Ortiz. 
Carol. 

Ortiz. 


Carol. 
Ortiz. 


Carol. 
Ortiz. 
Carol. 

Ortiz. 


ESCENA  IX. 

CAROLINA.    ORTIZ. 

[Ala  puerta.] 
Señorita,  yo... 


Entre  usted , 
y  déjese  de  etiquetas. 

[Mtra  Ortiz.] 

Sabe  usted  que  en  esta  casa 
como  amigo  se  le  aprecia. 

Mi  gratitud 

Y  ahora  mismo . 
le  voy  á  dar  una  prueba 
de  amistosa  confianza. 
Gracias.  (Qué  amable  y  ^ué  bella  I) 
Usted  sabrá,  porque  nadie 
lo  ignora  ya,  que  me  obsequia 
ese  jóyen  andaluz 

ÍAhl....)  Sí,  don  Pedro  Marchena. 
loy,  cediendo  á  su  porfía, 

le  ai  mi  dliiim 

[Va  á  tomarlo.] 

(Ahora  es  ella  I) 
Para  que  escribiera  en  él 

unos  versitos 

( Mi  décima ! ) 

[Hojeando  el  álbum.] 

No  los  encuentro. 

(jQué  burla 
ya  á  hacer  de  ellos  tan  sangrienta  I) 
Aquí  están.  Ta  verá  usted 
{ qué  bonitos ! 


(Se  chancea?) 
i.  Q   ' 


Léalos  usted.  Qué  gracia! 
qué  pasión ! 

[Tomando  el  álbum.] 

(Hablado  veras  I) 
Veamos. 

[Hace  como  que  lee.] 

( ¡  Necio  de  mí 
que  la  creí  más  discreta 
que  vana  I  Necio  mil  veces  I 
¿Cuándo  una  mujer  desprecia 
al  que  la  adula,  aunque  diga 
máa  borricadas  que  letras? 
¡  Y  yo  me  mordí  las  uñas , 
mal  contento  de  mi  vena, 
buscando  giros  poéticos 
por  cima  de  las  estrellas  I ) 
Qué  tal? 

Mi  voto  es  inútil. 

[Pone  el  álbum  donde  estaba.] 

No. 

.    Guando  usted  los  celebra 

Sin  embargo,  diga  usted 
su  opinión. 

Si  usted  se  empeña, 
digo  que  usted  los  merece 


mejores. 
Carol.  Pero  bien  se  echa 

de  ver  que  los  ha  dictado 

el  corazón. 
Ortiz.  Sí,  á  la  legua 

se  conoce ( Qué  suplicio ! ) 

Carol.     Y  que  los  hizo  el  poeta 

con  profundo  sentimiento 

Ortiz.      Sí,  señora.  (En  eso  acierta !) 
Carol.     Es  tanto  lo  que  me  quiere!.... 

Y  él  tiene  excelentes  prendas; 

verdad? 

Ortiz.  No  sé.  No  le  trato 

Carol.     Muy  caballero.  Algo  peca 

de  fanfarrón 

Ortiz.     [  Con  viveza.  ]      Y  pedante , 

y  hablador  de  cuatro  suelas , 

y  embustero 

Carol.  Alto!  ¿De  dénde 

sabe  usted  esas  lindezas 

si  no  le  trata  ? 
Ortiz.      [Turbado.]      Es  verdad...., 

pero es  una  consecuencia 

que  yo  saco,  una..... 
Carol.  Mi  tía 

está  empeñada  en  que  él  sea 

mi  marido,  y  sus  razones 

no  dejan  de  hacerme  fuerza ; 

pero  yo  no  sé  qué  hacer, 

porque usted  ¿qué  me  aconseja? 

Ortiz.     (No  puedo  más !)  Señorita, 

tengo  yo  poca  experiencia 

para  dar  consejos. 
Carol.  (Calle ! 

Se. ha  picado.  (Bueno  fuera 

que  él  también )  Veo  lo  poco 

que  usted  por  mí  se  interesa. 

Yo,  Carolina!.... 

[  Es  mi  amigo, 

es  mi  maestro  y  me  niega 

un  consejo! 

Es  que  me  expongo 

á  errar En  tales  materias 

yo  sólo  consultaria 

al  corazón.  Si  ya  reina 

en  el  de  usted  ese jé  ven, 

es  excusada  molestia 

Carol.     El  caso  es  que yo  no  le  amo 

todavía. 
Ortiz.  (Ay  Dios!....) 

Carol.  (Se  alegra!) 

Ortiz.     Entonces ,  no  hay  sino  dar 

tiempo  al  tiempo 

Carol.  Sí;  no  hay  priesa. 

Otros  hombres  hay 

Ortiz.  Dichoso 

mil  veces  el  que  merezca..... 
Carol.     Demos  lección  de  dibujo. 
Ortiz.      Bien. 
Carol.  Aquí  está  la  cartera. 

[Ee  sientan  junto  i  la  mesa  y  uno  en 

frente  de  otro^  y  Carolina  saca  estam^ 
pos,  lapiceros^  Sfc] 


Ortiz. 
Carol. 


Ortiz. 


US 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


Vea  usted. 


Ortiz, 


CaroU 


OrUz. 


Carel. 

OrUz. 

CaroL 
Ortiz. 


Carol, 
Ortiz, 

Carol. 

Ortiz. 
Carol. 


Ortiz. 
Carol. 


Ortiz. 
Carol. 


Ortiz. 


[Le  da  un  dibujo.] 

Hola  I  ¡  Ya  está 
concluida  la  cabeza 
de  Diana! 

Sí,  señor; 
hoy  acabé  mi  tarea ; 

mas  dudo  haber  acertado 

No  hay  motivo.  Usted  progresa 
Yísiblemente.  Con  todo, 
hay  que  hacer  unas  ligeras 
correcciones 

[Borra  ó  dibuja  durante  él  didlogo, 

mirando  de  cuando  en  cuando  d  Caro- 

lina  como  d  hurtadillas.] 

Sin  reparo. 
El  asunto  es  que  yo  aprenda. 
Más  sombra  en  esta  mejilla. — 

Más  arqueadas  las  cejas 

(Cómo  me  mira!) 

Esta  boca 
debe  estar  menos  abierta. 
No  ha  de  sonreír  Diana 
como  Venus  Citerea. 
Pero  ¿á  qué  mirarme  tanto? 
Está  en  mi  cara  la  muestra? 

Es  para  advertirá  usted 

La  mirada  más  serena , 

menos  blanda 

Por  lo  visto, 
mucha  h^  sido  mi  torpeza. 
Tanto  habia  que  enmendar? 
Porque  quede  más  perfecta 

la  figura 

( Mi  maestro 
tiene  hoy  muy  poca  indulgencia.) 

[Mirando  el  dibujo  desde  su  asiento.] 

También  la  nariz? 

Un  toque 

no  más ^La  mano  me  tiembla!) 

Gomo  está  al  revés  la  estampa 

Permita  usted  que  la  vea 
de  frente. 

[Se  levanta,  y  puesta  al  lado  de  Ortiz 
mira  el  dibujo.] 

¡Cuánto  ha  variado 
ese  rostro!  Ya  ¿qué  queda 
de  lo  que  yo  dibujé? 
\  Si  se  salvan  las  orejas 
será  milagro! 

Al  instante 
concluyo. 

Pero  ¿usted  piensa 
lo  que  está  haciendo?  Esos  ojos, 
sino  es  que  el  espejo  mienta, 
son  los  mios !  ^ 

Í Turbado.] .    No  por  cierto. 
Ss  fácil  que  se  parezcan ; 


pero  yo cuando 

Carol.  Esa  boca 

No.  La  mia  es  más  pequeña. — 

Pero 

Ortiz.                   No  está  concluida. 
Carol.     Y  la  nariz ,  y  las  cejas 

Usted  me  está  retratando! 
Ortiz.     ( Se  enoia ! )  No  ftié  mi  idea. .... 
Carol.     No,  no  hay  que  negarlo.  Usted 

me  retrata ,  y  á  sabiendas ! 
Ortiz.      ¿No  ve  usted  que  es  imposible 

aun  á  la  mano  más  diestra 

copiar  tantos  atractivos? 
Carol.     Oiga!  ¿También  lisonjeras 

adulaciones? 
Ortiz.  Señora, 

una  deidad  está  exenta 

de  adulación. 
Carol.  ¿Cómo Ah !  Ya 

comprendo.  Según  las  señas', 

usted  habla  de  la  diosa 

Diana. 
Ortiz.  Y  ¡qué!  ¿no  pudiera, 

por  ventura,  hablar  ae  usted? 
CaroL     rero,  en  resumidas  cuentas, 

¿qué  tengo  yo  de  común 

con  Diana? 
Ortiz.  Su  belleza, 

su  radiante  majestad , 

su 

Carol.  Para  que  yo  lo  crea!— 

Y  es  que cuanto  más  la  miro 

La  semejanza  es  completa. 

Soy  yo! 

Ortiz.  I  Si  digo 

Carol.  Negarlo 

es  segunda  impertinencia. 
Ortiz.     Casualidad  habrá  sido, 

que  sólo  de  una  manera 

es  poíiible  retratar 

á  criatura  tan  bella. 
Carol.     Calle !  Algún  secreto Y  óómo? 

cómo? 
Ortiz.  Grabándola  eterna 

en  el  corazón. 
Carol.     [Airada.]        •    Ortiz! 

¿Qué  temeraria  insolencia 

es  la  de  usted? 

Ortiz.     [Se  levanta  confuso  y  atribulado  dejan- 
do caer  la  cartera.] 

Carolina! 

Yo si Mi  labio  no  acierta 

Carol.     Pero  mejor  es  reirme, 

porque  es  cómica  la  escena. 

[Observando  la  consternación  de  Ortiz 
suelta  la  carcajada.] 

Ortiz.     [En  actitud  suplicante.]    . 

¡Perdón 

Carol.  No  sea  usted  bobo, 

y  recoja  esa  cartera. 

[  Vase  riendo.] 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


i43 


ESCENA  X. 

ORTIZ. 

[Tirándose  del  pelo.] 

Maldito!....  Por  qué  la  quiero? 
Con  mi  humillación  se  engrio 
y  como  una  loca  rie 
¡cuando  yo  me  desespero! 
¿Qué  puede  ya  darle  pena, 
si  cuando  ve  á  un  infelice 
morir  á  sus  plantas  dice 
que  es  muy  cómica  la  escena  ? 
rara  que  ese  corazón 
la  piedad  llegue  á  moTer 
será  acaso  menester 
que  me  den  la  extremaunción. — 
¡Figura  bien  triste  y  rara 
sin  duda  ha  sido  esta  vez 
la  mia!  La  estupidez 
se  habrá  pintado  en  mi  cara. 
Oh !  en  vano  amor  me  sujeta. 
Huyamos  de  esta  mansión. 
No  quiero  ser  el  bufón 
de  una  frivola  coqueta. 

[Va  d  salir,  y  oyendo  d  Carolina  se 

detiene,] 


ESCENA  XI. 

CAROLINA.    ORTIZ, 

CaroL     ¿Adonde  va  tan  de  prisa 

Ortiz? 
Ortiz.,  Qué  sé  yo?  Al  infierno 

me  iría  y  o 

CaroL  Dios  eterno! 

Ortiz.      Que  allí  no  tienta  la  risa. 
Carol.     ¿Cómo  I  Mi  risa  chancera 

¿le  ha  picado  á  usted? 
Ortiz.  No  sé, 

mas  me  voy  de  aquí 

Carol.  Por  qué? 

No  sea  usted  calavera. 

Si  yo  me  enojé  primero 

?r  si  después  me  reí, 
ué  porque  no  comprendí 

el  sentido  verdadero 

Veo  que  es  característico 


de  un  pintor  el  entusiasmo, 

y  no  merece  un  sarcaraio 

tan  bello  arrebato  artístico. 

Ortiz.      Oh !  mi  arrebato 

Carol.      [Interrumpiéndole.]  No  pasa 

de  lo  honesto  y  de  lo  justo. 

Ortiz.     Pero 

Carol.  Bien ,  bien...  No  es  mi  gusto 

que  se  vaya  usted  de  casa. 
Ortiz.     No  hay  voluntad  que  resista 

á  la  de  usted,  pero 

Carol.  Dale ! 

No  hay  orgullo  que  se  iguale 

al  orgullo  de  un  artista. 
Ortiz.     Ni  el  de  usted? 
Carol.  Si  yo  soy  vana, 

en  mí  no  estará  el  error. 
Ortiz.     Pues  ¿en  quién? 
Carol.  En  el  pintor 

que  me  comparó  á  Diana. 
Ortiz.     Es  que  veo  en  todas  partes 

el  tipo 

Carol.  Es  cosa  notoria. 

Ortiz.      La  imagen 

Carol.  Sí ,  de  la  gloria. 

Ortiz.     La  perfección 

Carol.  De  laa  artes. 

Ortiz.     (Como  ella  hablaré ,  á  lo  místico, 

porque  si  otra  vez  me  clavo ) 

¿Conque  alaba  usted 

Carol.  Sí,  alabo 

Ortiz.     Mi  ardiente  entusiasmo...  artístico? 
Carol.     No  le  digo  á  usted  que  sí? 

Y  en  prueba  de  ello,  le  ordeno 

que  me  dibuje  algo  oueno 

en  el  álbum  que  está  allí. 
Ortiz.     (Ah!)  Firmaré? 
Carol.  Lo  permito. — 

Abur.  Que  luzca  ese  ingenio! 

(El  pobre  es  corto  de  genio, 

y  hay  que  animarle  un  poquito.) 


ESCENA    Xil. 


ORTIZ. 


[Siguiéndola  con  la  vista,] 

Si  otra  Circe  enredadora , 
si  diablo^  más  que  mujer, 
no  eres  tú ,  á  todo  correr 
se  acerca  tu  cuarto  de  hora. 


iii 


EL  CUABTO  DE  HORA. 


ACTO  TERCERO. 


ESCENA  L 

CAROLINA.     PETRA. 

Petra.     Ya  que  duda  usted  que  el  tal 
Marchena  pueda  adorarme , 

Ír  al  conato  de  abrazarme 
lama  pecado  yenial ; 
aunque  si  bebe  los  vientos 
por  mí,  en  nada  se  rebaja 
su  nobleza ;  que  no  es  paja 
llamarse  Petra  Barrientes 

CaroL     Bien,. me  desdigo.  Perdona, 
y  di 

Petra.                 Soy  de  alto  solar. 
Mi  tio  don  Baltasar 
Maldonado  y  Escalona 

Carol.     Digo  que  fué  mucho  ultraje. . . . , 

£ero  ¡al  grano!  y  lo  demás * 
[anana  me  contarás 
los  timbres  de  tu  linaje. — 
Conque  otra  nueva  perfidia? 
Petra.     Sí,  pero  tal.  Dios  benigno! 

3ue  en  cometerla  es  mas  digno 
e  compasión,  que  de  envidia. 
Carol.     Por  que?  Habrá  visto  un  palmito 

que  máa  que  el  mió  le  agrade; 

y  aunque  á  tus  ojos  enfade , 

de  gustos  no  hay  nada  escrito. 
Petra.     Una  audiencia  solícita 

con  intención  buena  6  mala 

Carol.     ¿Qué  me  importa 

Petra.  En  esta  sala... 

Carol.     Cómo !  Aquí  ha  de  ser  la  cita? 
Petra.     Aquí  y  dentro  de  un  momento. 
Carol.      Si  otra  belleza  le  abrasa , 

bien ,  mas  traerla  á  mi  casa 

es  sobrado  atrevimiento. 
Petra.     Qué!  Si  no  viene  de  fuera  I 

Vive  aquí  su  dulce  bien. 
Carol.      Aquí ,  y  no  eres  tú  I . . .  Pues  ¿quién... 

Si  será  la  cocinera? 
Petra.     Eso  no,  que  es  caballero. 
Carol.     Como  es  tal  su  extravagancia 

[Mirando  con  malicia  d  Petra.] 

ÍT,  á  fe ,  no  hay  mucha  distancia 
Le  la  plancha  al  fregadero.) 
Petra.     ¿No  acierta  usted  todavía 

quién  la  usúrpala  victoria? « 

Carol.    .No  sé Aquí 

Petra.  Doña  Liboria. 

Carol.     Qué  estás  diciendo?  Mi  tia! 


Petra.     La  misma  que  viste  y  calza. 
Carol.     Á  pesar  de  los  cincuenta? 
Petra.     Sólo  sus  virtudes  cuenta 

y  hasta  las  nubes  la  ensalza. 
Carol.     Ó  ese  hombre  ha  perdido  el  juicio, 

ó  el  despecho  le  consume, 

y  darme  celos  presume 

con  tan  extraño  artificio.  • 
Petra.     Él  me  hablaba  muy  formal 

de  boda  y  de 

Carol.     [Riéndose.}  Bebería  I  — 

Y  es  inútil,  que  mi  tia 

no  querrá  oirle. 
Petra.  Sí  tal. 

Carol.     Sí?....  Mejor. 
Petra.  (Ya,  según  trazas, 

la  banderilla  hace  efecto.) 
Carol.     Se  reirá  del  proyecto 

y  le  dará  calabazas. 

¡Cuidado,  que  el  tal  Marchena 

es  más  bobo  que  el  de  Coria! 
Petra.     Entre  él  y  doña  Liboria 

va  á  ser  donosa  la  escena. 

ÍNo  le  pica  á  usted  un  poco 
a  curiosidad? 
Carol.  A  mí? 

No. 
Petra.  (Pues  yo  juro  que  sí.) 

Carol.      Quién  hace  caso  de  un  loco? 
Me  voy.  Negocio  tan  grave 
á  solas  se  ha  de  tratar. 
Petra.     (Tú  vendrás  luego  á  atisbar 

Eor  el  ojo  de  la  Uave.) 
e  diré  á  doña  Liboria 

CaroL     Que  estoy  bordando  en  la  reja. 

[Yéndose,] 

(¿También  á  la  nobre  vieja ! 
Esto  ya  pica  en  nistoria.) 


ESCENA  II. 


PETRA. 


No  digiere  á  dos  tirones 
la  pildora  que  ha  tragado. 
Ella  quisiera  imitar 
al  perro  del  hortelano, 
mas  donde  las  dan  las  toman , 
como  dice  aquel  adagio. 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


445 


ESCENA  III. 


PETRA.    MARCHEN  A. 


Match,    \A  laptierta,] 


Se  í\xé  Carolina? 


Petra. 


Sí. 


Ta  está  usted  servido. 

MarcA.    [Fntrando,]  Brayo! 

Petra.     Violentando  mis  principios 
y  mi  carácter,  acabo 
de  ser  chismosa  como  una 
criada  de  tres  al  cuarto; 

Eero  de  alguna  manera 
e  de  agradecer  el  alto 
interés  que  usted  se  toma 
por  mi  Ortiz  idolatrado. 
MareA.    Ya  te  he  dicho,  y  otra  vez 
te  aseguro  que  me  encargo 
de  colocarle.  Es  muy  fácil. 
Tengo  influjo  en  el  Senado; 
como  Pedro  por  su  casa 
entro  en  el  real  Palacio; 
tuteo  á  cinco  ministros 
y  á  cuarenta  diputados, 

Íel  director  del  Tesoro 
ace  lo  que  yo  le  mando. 
Petra.     (Miente  sin  temor  de  Dios, 

pero  bien  puede  hacer  algo 

si  quiere.) 
MarcA.  ¿Dudas...... 

Petra.  No  dudo. 

MarcA»   T  si  das  á  Ortiz  la  mano, 

me  ofrezco  á  ser  tu  padrino. 
Petra,     Huchas  gracias.  Sin  reparo 

puede  usted  serlo,  que  noble 

soy  por  los  cuatro  costados, 

y  en  mi  casa  solariega 

alguno  ha  vestido  el  nábíto 

de  Alcántara 

MarcA.  Sí. 

Petra.  Mi  tio 

don  Baltasar  Maldonado 

y  Escalona 

MarcA.  ^  Alguien  se  acerca. 

Ta  me  contarás  despacio 

Petra.     Es  la  vieja. 

MarcA.  Adiós ,  ilustre, 

adiós  I 

Petra.     [Con  gravedad.] 

Beso  á  usted  la  niano. 


ESCENA  IV. 

DOÑA  LIBORIA.    MARCHENA. 

MarcA.    Señora! 

Liboria.  Marchena  amigol — 


MarcA. 

Li  doria. 
MarcA. 

Libaría. 


MarcA. 

Liboria. 

MarcA. 

Liboria. 
MarcA. 


I  Conque  usted  me  quiere  hablar 

á  solas? 
MarcA.  Ahí....  Sí. 

Liboria .  Corriente.  — 

Siéntese  usted. 

{Se  sientan.] 

Vamos,  qué  hay? 

Se  tratará  de  la  boda 

Ahí  sí,  señora,  sí,  mas 

no  de  la  que  usted  presume. 
Qué  dice  usted?  Pues  ¿de  cuál? 
No  será  ya  Carolina 
la  que  me  lleve  al  altar. 
Cómo!  Desde  esta  mañana , 
que  la  dejé  en  el  sofá 
con  usted,  no  he  vuelto  á  verla. 
Tenía  que  visitar 

á  tres  amigas 

(Me  alegro!) 
Qué  ha  habido?  Se  vuelve  atrás? 

¿Qué  sé  yo Creo  que  no 

Pero  á  mí  ¿qué  se  me  da? 
¿Qué  escucho! 

Yo  no  la  hablé 
de  proyecto  conyugal, 
porque  otra  idea,  otro  objeto 
turbó  de  mi  alma  la  paz, 
y  embargando  mis  sentidos 
un  rapto  sentimental, 
despegar  podia  apenas 
la  lengua  del  paladar. 
La  dije  al  ñn no  sé  qué 

[Mostrando  lacerta  por  donde  se  fuá 
doña  Libona  en  él  acto  segundo.] 

con  los  ojos  hacia  allá, 

y  despidiéndome  de  ella 

con  aire  poco  galán, 

en  la  puerta  de  la  calle 

me  desahogué  con  un  }  ay ! 

Pero  eso  ¿  qué  significa? 

Significa,  y  claro  está, 

que  el  corazón  me  han  herido 

los  ojos  de  otra  beldad. 

Otra  beldad?  Desde  cuándo? 

Desde  hoy,  pero  dias  ha 

que  sentía  yo  los  síntomas 

precursores  de  mi  mal. 

Vaya  en  gracia!  ¿Y  quién  ha  sido 

la  agresora? 

\  Singular 
pregunta  I  Quién  ha  de  ser? 
Harto  me  he  explicado  ^a. 
Si  usted  tiene  una  conciencia 
se  lo  puede  preguntar. 

Liboria.  [Admirada.] 

¡Calle 

MarcA.  ¿Á  quién  miran  mis  ojos 

con  ansia  de  amor  voraz? 

¿Cuya  es  la  mano  que  estrecho 

Liboria.  ¡Suelte  usted  con  Barf abas, 


Liboria. 
MarcA. 


Liboria. 
MarcA. 


Liboria. 
MarcA. 


116 


EL  C0AIIO  DE  HORA. 


March. 


Liboria, 


Mareh. 


i 


March. 


Liboria. 


que  me  la  estruja! 
March,  Ay  Liboria ! 

Libaría,  i  Qué  farsa  de  carnaval 

es  esta  ? 

Pluguiera  áDiosI 

Mal  provecho  me  haga  el  pan 

si  miento. 

Pero  ¿usted  sabe' 

que  peino  ya  la  mitad 

de  un  siglo? 

Lo  sé.  Y  qué  importa? 
Liboria.  Que  puedo  ser  su  mamá? 
March,    Sí,  señora.  T  qué?  La  mia 

está  ya  en  la  eternidad. 

Usted  será  para  mí 

esposa  y  madre  á  la  par. 
Libaría.  Usted  ha  almorzado  tuerte, 

por  lo  visto,  y  el  champan 

March.    Señora  I.... 

Libaria.  Ó  desesperado 

»or  alguna  iniquidad 

le  Carolina,  desea 

suicidarse. 

No,  no  hay  tal. 

Obro  por  convencimiento. 

Si  lo  auda  usted  ¿hay  más 

que  cogerme  la  palabra, 

y  Cristo  con  todos? 

Bah! 

Déjese  usted  de  embelecos. 

Tengamos  la  fiesta  en  paz. 

March.    [Muy  acalorada.] 

Señora  9  que  hablo  de  veras ! 
Óigalo  la  vecindad ; 
óigalo  todo  Madrid. 
Ó  no  me  caso  jamás, 
6  me  caso  con  usted. 

Libaria,  Pero (Si  será  verdad?) 

March.    Usted  no  se  hace  justicia. 
El  tiempo  es  un  animal 
muy  destructor,  pero  hay  flores 
.  que  respeta  el  huracán. 

Libaria.  Adulador! 

March ,  ¿  No  pasean 

hechas  un  brazo  de  mar 
y  llevando  al  retortero 
más  de  un  Fulano  de  tal 
ciertas  crónicas  vivientes 
con  más  fecha  que  Abraham? — 
Mas  no  hablemos  de  lo  físico, 
q^ue ,  aunque  lo  puedo  ensalzar 
sm  mentir,  como  es  usted 
modesta,  no  me  creerá. 
¿No  ha  podido  usted  prendarme 
con  su  mérito  moral? 
Ese  mismo  medio  siglo 
¿no  puede  entrar  en  mi  plan 
filosófico? 

¿  Es  posible 
que  esté  en  su  juicio  cabal 

el  que 

Señora,  me  canso 


Liboria. 


de  andar  hecho  un  azacán 
gmUnteando  baboso 
á  moznelas  en  agraz , 

insustanciales,  coquetas 

y  algunas  un  poco  más. 

Ta  no  hay  que  esperar  eordura, 

ni  juicio,  ni  cristiandad 

sino  en  mujer  coetánea 

del  príncipe  de  la  Paz. 


Libaria.  [Can  viveza.] 


March, 


Libaria. 

March. 
Libaría. 

March. 
Libaria. 


March. 

Libaria. 

March. 


No  tanto,  por  Dios,  no  tanto!... 
Ó  circum  circa:  es  igual. — 
En  fin,  usted  me  conviene, 
porque  usted  me  mimará. 
Sí?,  y  con  usted  estoy  libre 
de  un  ataque  cerebral, 
y  usted  tiene  religión , 
y  no  me  derrochará 
en  dijes  y  miriñaques 
mi  renta  patrimonial. 
Compadre ! ,  no  será  mucho 
lo  que  haya  que  derrochar, 

que  siendo  usted  segundón ' 

És  que  mi  hermano  Tomás 

tira  á  tísico,  y  espero 

Por  dicha,  tengo  caudal 
muy  suficiente  y  no  me  urge 
que  muera  nadie. 

Pues  ya! 

No  decía  yo 

T  si  al  fin 
me  tentara  Satanás 
á  casarme  con  usted , 
me  holgara  de  compensar 
de  algún  modo....  rero....  vamos.... 
Si  es  una  temeridad ! 
No,  señora.  Estoy  resuelto. 
Usted  lo  meditará.^ 
No  hay  meditación  que  valga. 
(Qué  dura  está  de  pelar ! ) 
Si  usted  me  retarda  el  sí, 
me  cuesta  una  enfermedad. 


Libaria.  [Abanicándose.] 

Pero,  hijo,  si  yo Jesús! 

Hace  un  calor  infernal. 
March.    ¿Será  fuerza  que  lo  jure 

de  rodillas?  Pues  bien (Hay 

alfombra.)  Á  tus  plantas  yace 
el  más  rendido  mortal..... 


March. 


ESCENA  V. 

DOÑA  LIBORIA.    CAROLINA.    MARCHENA. 

Caral.     ¿Qué  veol 

Libaria,  Alce  usted  ^  demonio! 

Caral.     ¿Es  mi  tia  el  capellán 

con  quien  usted  se  confiesa? 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


447 


Libória. 
CaroL 

Mareh. 
CaroL 


March.    [Levantándose,] 

Sí,  7  pecador  contumaz, 

si  el  adorarla  es  pecado, 

no  me  enmendaré  jamás. 

(Yo  no  sá  lo  qae  me  pasa.) 

Qaé  trapalón  tan  audaz ! 

¿Conque  usted  ama  á  mi  tia? 

Es  mi  gloria,  es  el  imán 

Calle  usted!  Si  mí  desvío 

tanto  que  sentir  le  da ; 

si  por  un  necio  despique 

quiere  á  otra  dama  obsequiar, 

siquiera  urda  asted  la  farsa 

de  un  modo  más  natural , 

más  verosímil. 

(No  creo 

que  es  tanta  la  impropiedad.) 

No  hay  farsa  aquí,  señorita. 

Yo  soy  hombre  muy  formal. 

Mofarse  de  una  señora 

Nol 

Tan  respetable  y  tan 

Pero  eso,  perdone  usted, 

es  envidia  6  caridad? 

Envidia  I  ¿  Creerá  ese  sandio 

que  tengo  celos? 

Quizá. 

Amante  que  yo  desdeño 

¿qué  celos  me  puede  dar? 

Ahí....  ¿Conque  usted  me  desdeña! 

Me  alegro.  Y  de  cuándo  acá? 

Otra  insolencia.  Pues  ¿cuándo 

quise  yo  á  usted? 

Eh!  callad, 

que  esas  disputas 

Ocioso 

es  volyer  la  vista  atrás. 

Si  usted  me  ha  querido,  bueno; 

si  no  me^ha  querido,  en  paz. 

Y  ida  nueva,  y  de  su  capa 

haga  un  sayo  cada  cual. 
CaroL     ¿Qué  prendas  tiene  usted  mias 

Íara  tanta  fatuidad? 
ero  usted  ¿podrá  negarme 

que  con  amoroso  afán 

ayer  me  escribió  uu  billete 

March.    Si;  fué  un  capricho  fugaz 

CaroL     ¿Y  hoy  me  ha  declarado  en  verso 

March.    Señora,  ¿en  qué  tribunal 

baria  fe  sem^'ante 

documento?  Y  además , 

no  es  hoy  cuando  yo  he  compuesto 

esa  décima. 
CaroL  \  Es  capaz 

de  negarme... 
March.  En  cuarenta  álbumes — 

qué  revesado  plural! — 

la  he  puesto  ya,  por  mi  cuenta. 
CaroL     ¿Qué  oigo! 
March.  Con  sólo  variar 

el  nombre  de  la  agraciada 

sirve  para  todas. 
CaroL  Ah  I 


Liboria. 

March. 

CaroL 
March. 
CaroL 
March. 

CaroL 

March. 
CaroL 

March. 

CaroL 

Liboria. 

March' 


March.    Es  un  comodin,  es  una 

especie  de  circular 

CaroL     Basta,  hombre  indigno!  Villano! 

[aSj  sienta  sofocada,] 

March.    Si  una  culpa  tan  venial 

CaroL     Basta,  digo! 

March.    [Á  doña  Liboria.] 

Nos  veremos 
luego  que  la  tempestad 
se  pase. 

[Á  Carolina  que  le  vuelve  la  espalda.] 
Á  los  pies  de  usted. 

[Á  doña  Liboria  muy  tierno.] 

Adiós,  cara  celestial! 
Liboria.  {Con  agrado.] 

Ahur. 
March.    [Mirando  i  Carolina.] 

(Pobre!....  Ya  la  tengo 
más  blanda  que  un  cordobán.) 


ESCENA  VI. 

CAROLINA.    DOÑA  LIBORIA. 


CaroL        [Levantándose,] 


Liboria. 


CaroL 


Liboria. 
CaroL 


Qué  infamia!  qué*osadía! 
\  Negar  que  me  ama  el  necio 
y  vengar  mi  desprecio 
cortejando  á  mi  tial 

Pero  usted Oh!  nó  espero 

que  al  cabo  de  sus  años 
crea  tales  engaños 
y  ame  á  tal  embustero. 
Vengar  con  ese  ardid 
mi  desamor  desea, 

Ír  acaso  que  usted  sea 
a  risa  de. Madrid. 
Si  así  la  fe  que  ostenta 
con  las  muchachas  muda, 
¿qué  hará  con  una  viuda 
que  raya  en  los  cincuenta? — 
Mas  son  vanos  antojos, 
que  cuando  vuelva  y  charle 

como  hoy sabrá  usted  darlo 

con  la  puerta  en  los  ojos. 
No  lo  digas,  ni  en  chanza. 
Eso  habia  de  hacer? 
No,  no  soy  yo  mujer 
de  tan  mala  crianza. 

Y  aunque  con  mil  extremos 
de  su  amor  haga  alarde, 
¿cree  usted  que  él  se  guarde 
para  usted  ? 

Qué  sabemos?' 

Y  usted  le  dijo  amén ! 


I4S 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


Ziboria. 

Aon  no. 

Carol. 

Y  le  oyó  con  gozo? 

Ziboria. 

Lisonjas  de  un  buen  mozo 
á  todas  suenan  bien. 

Carol. 

Pero  es  extraordinario 
que  en  la  edad  de  mi  tía 

Ziboria. 

Aun  tengo  yo,  hija  mía, 
el  alma  en  el  almario. 

Carol. 

Sí  tal,  pero,  por  Diosl 
ajuste  usted  la  cuenta. 
De  veintiocho  á  cincuenta 

Ziboria. 

Catorce. 

Carol. 

Veintidós  I 

Ziboria. 

Bien Deja  con  su  tema, 

sobrina ,  á  c^a  loco. — 

Ni  hay  locura  tampoco; 

que  él  obra  por  sistema. 

Y  él,  que  no  habla  en  vascuence, 

lo  explica  con  tal  gracia 

Sistema?  ¡Es  mucna  audacia 

Carol. 

Ziboria. 

Si  le  oyes  te  convence. 

Carol. 

Conque  es  decir  que  usted , 
aunque  un  enredo  fragua 

/ 

Ziboria. 

Nadie  dice:  de  esta  agua 
no  beberé con  sed. 

Carol. 

Tia.  la  cosa  es  grave; 

los  nombres  no  son  buenos; 

¡casarse  usted 

Ziboria. 

De  menos 
nos  hizo  Dios.  ¿Quién  sabe 

Carol. 

Todo  eso  es  mojiganga. 

Ziboria. 

Tal  vez. 

Carol. 

Tramoya,  enredo, 
farsa,  ficción 

Ziboria. 

Concedo; 
mas  si  es  verdad,  qué  ganga! 

Carol. 

¡T  usted  decide 

Ziboria. 

Yo?.... 

N6  9é ,  pobre  de  mi  I 

[Con  la  mano  en  el  corazón.] 

Ortiz. 

Este  dice  que  sí. 

Carol. 

[Con  la  mano  en  la  frente.] 

Esta  dice  que  no. 

Ortiz. 

Estoy  como  en  un  potro. 

No  sé  al  fin  de  la  fiesta , 

[Repitiendo  la  acción.] 

Carol. 

si  este  vencerá  á  esta , 

ó  esta  vencerá  á  estotro. 

La  cosa  en  conclusión , 

Ortiz. 

bella  sobrina  amada,.... 

merece  ser  tomada 

en  consideración. 

Carol. 

ESCENA  Vil. 

Ortiz. 

• 

Carol. 

CAROLINA. 

Ortiz. 

Para  acabar  de  volarme 

i 

[altaba  la  extravafirancia 

Carol. 

de  mi  tia.  Cuando  debe 

enviar  en  hora  mala 

áese  hombre...  Mas¿quéme  importa? 

Allá  los  dos  se  las  hayan. 

Ella  llorará  su  engaño 

Í'  él  llorará  mi  venganza. — 
nsensatol  i  Pensará 
que  la  que  fiel  no  le  amaba, 
inconstante  y  fementido 
le  ha  de  querer?  Qué  bobada! 
Y  aun  fingir  otros  amores, 
aunque  ridículos,  vaya!; 
pero  venirme  con  fieros , 
y  aquella  risita  falsa, 
y  aquel  tonillo  burlón , 

Ír  ¡la  circular Oh!  cara 
e  saldrá  la  grosería. 

[Toca  la  campánula.] 

Á  mí  ninguno  me  ultraja 
impunemente. 

[Á  un  criado  que  llega  á  la  puerta.] 

Que  venga 
el  señor  de  Ortiz ,  y  traiga 
el  álbum. 

[  Vise  el  criado.] 

Ah!  Será  cierto? 
Una  circular !  De  rabia 
no  veo,  y  quisiera  ser 

hombre Si  ayer  toleraba 

su  enfadoso  galanteo , 

hoy  le  odio  con  toda  el  alma. 


ESCENA   VLII. 

CAROLINA.    ORTIZ. 

Señorita 

Venga  el  álbum. 

[Zo  toma  con  enfado  y  lo  hojea.] 

(Ay  Dios!  Lo  toma  enojada 

Qué  será?  Qué  busca  en  él? 
Hov  va  á  morir  mi  esperanza.) 

Si  busca  usted,  Carolma 

Busco,  y  ya  tardo  en  hallarla, 
una  hoja 'Que  está  de  más 
en  este  álbum. 

¿Cuál...  ¿Qué  causa.. 
Si  busca  usted ,  señorito, 
la  que  estaba  destinada 
á  mi  pincel  y  á  mi  nombre , 

todavía 

Qué? 

Está  blanca. 
Pues  entonces  falta  una 
y  otra  sobra. 

Ahí....  Yo  pensaba.... 
(Respiro  otra  vez  I) 

Y  mal 


EL  CUARTO  DE  HOAA. 


Ui 


Carol. 


Ortiz. 
Carol, 
OrHz, 

Carol, 
Ortiz. 


Ortiz. 
Carol. 

Ortiz, 


Carol. 


Esta  es 


pnede  sobrar  la  qae  falta. 
Ortiz,     [Animado,] 

(¿Qué  oigo,  cielos  1) 
Carol. 

la  que  yo  busco. 
Ortiz.  Ó  me  engañan 

los  oíos  ,  ó  son  los  versos 

de  Marchena. 
Carol.  Sí.  I  Mal  haya 

quien  los  escribió ! 
Ortiz.  (Ay !  ^  Sabrá 

que  fui  yo ) 

Carol.  Cosa  más  mala 

no  la  be  leído  en  mi  vida. 

Ortiz,     Pues  ¿cómo si  esta  mañana 

Carol.     No  supe  lo  que  me  dije. 
Ortiz.     Para  tan  hermosa  dama, 

pobre  es  la  lira  de  Herrera , 

tosco  el  laúd  de  Petrarca ; 

mas  bien  puede  amar  un  hombre 

con  delirio ,  y  por  desgracia 

ser  mal  poeta. 

Es  verdad , 

pero  el  blanco  de  mi  saña 

no  es  el  poeta. 

(Oh  ventura!....) 

Sino  el  amante. 

(Ay  Dios  I  ¿Habla 

de  él  ó  de  mí  ?) 

Unas  tijeras. 

Volando  I 

[Toma  unas  de  la  mesa  de  escritorio 
y  se  las  da.] 

Para  cortarla? 
Carol.     Es  claro.  Téngame  usted 
el  dJbwm. 

[Lo  hace  asi  Ortiz  ^  y  Carolina  corta 

la  hoja,] 

(Qué  linda  Parca  I) 
[Concluyendo  de  cortar  la  hoja.] 

Apártese  usted,  que  puedo 
darle  una  tijeretada. 

Señora Yo (Soy  un  tonto. 

Ahora  no  encuentro  palabras.) 

Se  echará  á  perder  el  álbum 

(Ta  dije  una  patochada  I) 
El  iloum  es  lo  de  menos. — 
Pero  esta  injuria  no  basta. 

[Hace  pedazos  la  hoja.] 

Ortiz,     Rompe  usted  la  hoja? 
Carol,  Sí. 

No  quede  una  letra  sana. 

Ortiz.     Grave  motivo  sin  duda 

Carol.     Sea  cual  fuere  la  causa  ^ 

para  mí  ese  hombre  acabó. 
Ortiz.     (Oh  boca  de  miel  y  de  ámbar ! ) 

Mas si  viene  arrepentido 

Carol.     Le  volveré  las  espaldas, — 

II. 


Ortiz. 
Carol. 


Ortiz. 


Carot. 

Ortiz, 
Petra. 

Carol. 

Ortiz. 
Carol, 


Ortiz. 
Carol. 
Ortiz, 
Carol, 


Dígaselo  usted  así. 

Bien.  (CielO)  á  mí  me  lo  encarga  I) 

Y  el  dioujo  prometido? 

[Toca  la  campanilla.] 

Lo  haré,  lo  haré  sin  tardanza. — 
¿Acabaré  de  rasgar 
esta  hoja?  "^ 

[Mostrando  el  wÁrgen  que  quedó  de  la 
que  cortó  Carolina.] 

No.  Se  planta 

otra  encima 

Sí,  señora. 

[Entfando.] 

Señorita 

Así  no  salta 
la  del  otro  lado. 

Bien. 

[Á  Petra.] 

Ve  á  mi  tocador  y  aguarda. 

[  Vase  Petra,] 

Medio  pliego  de  marquilla 

No.  Mejor  será  una  estampa. 
Cuál  pondremos? 

Qué  sé  yo?.... 
La  cabeza  de  Diana. 


ESCENA  IX. 


ORTIZ. 


Oh  divina  criatura  1  . 
¡Y  yo,  corazón  de  mandria, 

temia ¡Y  después  de  oir 

tan  halagüeñas  palabras 

no  la  digo  mil  locuras 

y  no  me  arrojo  á  sus  plantas 

y  muero  de  gozo  en  ellas  f 

Porque  \  no  hay  duda  1  me  ama. 

Menosprecia  á  mi  rival; 

me  lo  dice  á  solas;  rasga 

sus  versos ^Y  la  donosa 

monería  con  aue  amaga  • 
mi  mano  con  las  tijeras, 
y  se  sonrio  y  exclama : 
«apártese  usted,  que  puedo 
darle  una  tijeretada?» 
Si  yo  no  fuese  un  estúpido 
la  hubiera  dicho:  «Otra  llaga 
más  profunda  me  han  abierto 
esos  ojos  en  el  alma.» — 
¿Y  darme  á  mí  la  sabrosa 
comisión  dé  echar  con  cajas 
destempladas  al  compadre 
andaluz?  ¡Y  con  qué  gracia 
para  remendar  la  hoja , 
en  buen  hora  mutilada, 

29 


450 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


Petra. 


Ortiz. 


Petra. 


Ortiz. 


Petra. 

Ortiz. 
Petra. 


Ortiz. 
Petra. 
Ortiz. 

Petra. 

Ortiz. 

Petra. 

OrHz. 
Petra. 


dijo  al  partir:  «ponga  usted 
la  cabeza  de  Diana !» 
Qné  más  prueba  de  su  amor? — 
Feliz  décima  prosaica , 

[Recogiendo  los  pedazos.'] 

recogeré  tus  fragmentos 
como  si  fueran  de  plata. 

[Contemplándolos.] 
Trofeo  sois  de  mi  dicha 

[Viendo  á  Petra  los  guarda  ytaitih 
mar  el  álbum.] 

(¿Quién  viene. . .  Ella. . .  Es  la  criada.) 


ESCENA  X. 

PETRA.    ORTIZ. 

(Se  turba  al  verme  y  esquiva 
el  peligro  de  un  desden. 
Al  ñn  me  obligas,  mi  bien, 
á  tomar  la  iniciativa.) 
Oiga  usted,  señor  de  Ortiz. 

[  Volviendo  la  cabeza.] 
Ahí...,  Voy 

[Cierra  el  álbum.] 

(De  un  modo  indirecto... 
Me  da  lástima  en  efecto 
y  quiero  hacerle  feliz.) 

[Sk  acerca  i  Petra  quedando  enfrente 
de  ella  y  déla  puerta  por  donde  se  fui 

Carolina.] 

. 

Qué  se  ofrece,  amable  Petra? 
Hay  una  hermosura  aquí 

que  usted  idolatra 

Ahí  sí. 

ÍNo  digo?  Al  pié  de  la  letra.) 
^ero  usted ,  joven  modesto 
y  tímido  en  demasía , 
no  le  ha  dicho  todavía: 

Ío  te  amo  con  ñn  honesto, 
emo  tanto  sus  enojos  I 

Es  algún  gato  montes? 
Mas  ya  muestro  mi  ínteres 

por  rodeos....,  con  losoios 

No  lo  echa  la  dama  bella 

en  saco  roto.  Es  ladina 

To (La dama  es  Carolina, 

sí.  Viene  de  hablar  con  ella.) 
Deja  usted  pasar  los  dias 
por  un  liviano  temor. 

Sí,  acaso 

Pero  el  amor 
sabe  igualar  jerarquías; 
y  ella  na  soltado  tal  vez, 
sin  ofensa  del  recato, 
prendas  que  del  más  pacato 


vencieran  la  timidez. 
Ortiz.     Ah  I  sí.  Ya  es  delito  y  grave 

mi  silencio. 
Petra.  Yo  lo  digo, 

y  haga  usted  cuenta,  mi  amigo, 

que  de  ella  misma  lo  sabe. 
Ortiz.      ¡Cuánto  te  duele  mi  pena, 

Petrita,  y  cuánto  agradezco 

Petra.     Sin  otras  pruebas  que  ofrezco, 

dígalo  el  pobre  Marchena 

Ortiz.      Tronó;  lo  sé. 

Petra.  Y  más  de  cuatro 

que  quisieran  merecer 

la  dicha 

Ortiz.     [Bntusiasmado.] 

No  más  I  ¡Mujer 

celestial ,  vo  te  idolatro ! 
Petra.     ^Gracias  a  Dios ! )  Eso  sí  1 

Al  galán  le  toca  hablar. 

Yo ¿qué  más  me  he  de  explicar? 

Ortiz.     Todo  te  lo  debo  á  ti, 

lioda  Petra. 
Petra.         *  Y  cuando  el  lazo 

venturoso 

Ortiz.  Oh !  cuanto  quieras. 

Tuyo  soy  de  todas  veras. 
Petra.     Ay  Ortiz  I.... 
Ortiz,     [Fuera  de  si.]  Dame  un  abrazol 

[La  abraza.] 
Petra.     [Sin  desviarse.] 

¿Qué  hace  usted 

Ortiz.  Sin  juicio  estoy. 

Petra.     Pero  estando  ya  resuelta 

la 

[Ortiz  se  desprende  de  los  brazos  de 
Petra  y  pasea  con  suma  agitación] 

Ortiz.  Qué  gozo ! 

Petra.  (Ya  me  suelta!) 

No  me  ofendo.. «.. 
Carol.     [Dentro.]  Petra  I 

Petra.  Voy  I 

Ortiz.     [Siguiendo  i  Petra.] 

Yo  también ,  que  mi  alegría 
ya  no  consiente  demora, 

y 

Petra.  No,  no  entre  usted  ahora, 

que  no  es  tiempo  todaví^ 

[  Vase  cerrando  la  puerta.] 


ESCENA  XL 

ORTIZ. 

Volveré  loco  de  amores 
á  jurarla  eterna  fe. 
Ahora  es  probable  que  esté — 
ay  Diosl — en  paños  menores. 

[  Vase  llevándose  el  álbum.] 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


iU 


ACTO    CUARTO 


ESCENA  I. 

ORTIZ. 

Qué  angustia  I  Petra  no  sale; 

no  me  llama  Carolina 

¿Si  aquella  declaración 

por  embajada sería 

nn  capricho  de  los  suyos 
y  ya.  estará  arrepentida? 
¡  Quizá  me  supone  loco 
y  se  ha  propuesto  la  impía 
mofarse  de  mí  I  T  ¿  no  pudo 
equivocar  la  consigna 
su  doncella?  ¡  Ay  infeliz  ^ 
que  ya  Helado  creia 

el  cuarto  de  hora Han  abierto 

la  puerta.  ¿Será  ella  misma 

No.  Es  Petra 


ESCENA  11. 

ORTIZ.    PETRA. 

Petra.     [  Viene  llorando,] 

Ay  Ortiz  dé  mi  alma! 
Ortiz.    •  Qué  es  eso?  Lloras  1  suspiras!.... 
Petra.     Carolina  es  inflexible. 
Ortiz.     i  Qué  oigo! 
Petra.  Corazón  de  víbora ! 

Ortiz.     i  Es  posible  I . . . . 
Petra.  j  Ella  no  ama, 

ni  amó  jamási 
Ortiz.  Oh  desdicha  I 

¿Conque  me  desahucia? 
Petra.  Ah  I  sí  ; 

nos  desahucia! 
Ortiz.  ¿Cdmo...  Explica... 

Ños  desahucia? 
Petra.  Sí,  señor. 

Le  he  contado  la  recíproca 

ternura  de  nuestras  almas 

Ortiz.     Sí,  de  la  tuya  y  la  mia! 

(Pecador  de  mí!) 
Pet9*a.  ¡T  me  ha  dado 

un  sofión  I 
Ortiz.  ( ¡  Cayóme  encima 

el  castillo  que  en  el  aire 

fttbficó  mi  tontería ! ) 
Petra,     ¡Qué  abatido  y  pesaroso 

está  usted !  No  es  maravilla. 


Ortiz. 
Petra. 


Ortiz. 
Petra. 


Ortiz. 
Petra. 


Ortiz. 
Petra. 


Ortiz. 


Petra. 


Ortiz. 


Petra. 

Ortiz. 
Petra. 


Ortiz. 
Petra. 

Ortiz. 

Petra. 
Ortiz. 


¿Quién  habia  de  pensar 

Sí,  ya  ves.....  (¡brava  conquista 
hemos  hecho ! ) 

Yo  he  creido 

Sue  era  un  acto  de  política 
arle  parte  de  la  boda 

(La  boda!) 

T  me  prometía 
un  buen  regalo  nupcial 
siendo  ella  nuestra  madrina; 

mas  ya  me  pesa  en  el  alma 

Yámí! 

Mi  orgullo  se  irrita 
de  un  paso  tan  imprudente. 
Apuesto  á  que  mis  mejillas 
están  ardiendo. — Pues  ¡digo! 

lasdeüBted 

Echando  chispas. 
Si  es  natural !  (Voto  á  briós  I ) 
Mirarme,  soltar  la  risa 
suponiendo  que  mi  triunfo 
es  ilusión  ó  mentira, 
y  sin  dejar  que  me  explique 
exclamar  hecha  una  arpía : 
a  ¿Quién  es  ella,  la  muy  zafia, 

Sara  aspirar  á  la  dicha 
e  casarse  con  Ortiz?;» 
De  veras?  (Esto  varía 
de  aspecto.  No  pierdo  aún 
la  esperanza.) 

Yo  al  oiría , 
bajo  los  ojos  y  callo, 
que  la  vergüenza  y  la  ira 
me  echan  un  nudo  á  la  lengua. 
Yo  zafia.  Virgen  jautísima! 
Yo,  Petra  Alfonsa  Barrientes ! 

Yo,  que  soy  por  ambas  líneas 

No  te  sofoques.  (Si  ahora 
la  desengaño,  me  tira 
de  los  pelos.) 

Zafia  yo! — 
Ha  estado  usted  en  Menjíbar? 

No,  pero 

Pues  allí  están 
las  armas  de  mi  familia. 

Un  grifó,  cuatro  calderas 

Sí,  sí,  va  tengo  noticia 

Mi  tio  don  Baltasar 

Maldonado 

[iSonriéndose.]  (¡Qué  ridicula 
vanidad ! ) 

[Observándole.] 

Se  rie  usted? 
Es  que Tengo  una  alegría 


^        i 


452 

Petra. 
Ortiz, 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


Petra. 
Ortiz. 


Petra. 

Ortiz. 
Petra. 
Ortiz. 


(Disimulemos.) 

¿Qxké  escncho! 
Sí,  Petra  I  Mi  pecho  abriga  ' 
un  corazón  entusiasta , 
que  redobla  su  energía 
cuando  otros  menos  ardientes 
desmayan  y  se  acoquinan. 
Sí? 

Los  obstáculos  son 
la  salsa  más  exquisita 
del  amor.  To  los  quisiera 
de  aquellos  que  ponen  grima; 

grandes  y  terribles 

¡Oh  dulces 
palabras  que  me  electrizan  I 
Como  los  trabajos  de  Hércules. 
Ortiz  miol 

(Pobrecillal) 
T  quién  se  apura  por  eso? 
Lo  que  urge  no  es  la  madrina, 
sino 


Pe^a.     [Con  prontitud.] 

El  marido. 

Ortiz.      [Lo  mismo.]  La  novia.   • 

Petra,      roí  mí,  si  quieres  que  riña 

ahora  mismo  y  nos  marchemos 
aunque  sea  á  una  guardilla 

Ortiz.     No.  Todo  se  compondrá. 
Al  fih  cederá  la  niña; 

lo  espero.  Yo  la  hablaré 

( ¡  Pues  no  tiene  poca  prisa 
la  Barrientos  I ) 

Petha.  Como  quieras. 

Ortiz.     No  te  des  por  entendida 

Petra.     Bien. 

Ortiz.                Y  hasta  el. momento  crítico 
te  aconsejo  que  suprimas 
cuando  haya  testigos  ese 
tuteo que  es  mi  delicia. 

Petra.     ¿Qué  plan  es  el  tuyo 

[Suena  dentro  una  campanilla.]' 

Voy! 
Ortiz.     f  Qué  oportuna  campanilla  I ) 

Adiós,  adiós Hablaremos 

despacio 

Petra.  Adiós,  vida  mia. 


ESCENA  HI. 

ORTIZ. 

Ea !  sonó  el  cuarto  de  hora 
de  esa  pobre. — Y  la  maldita 
pudiera  comprometerme. 
{ Yaya ,  que  es  rara  manía 

figurarse Siento  pasos. — 

Es  mi  amada  Carolina. 


ESCENA  IV. 

CAROLINA.    ORTIZ. 

Carol.     Me  alegro  de  ver  á  usted. 
Ortiz.      Señorita ,  siempre  estoy 

anhelando 

Carol.  Estamos  solos? 

Tenemos  que  hablar  los  dos. 
Ortiz.     ( Ah  cielo l)  Solos  estamos. 

Carol.      Mitia 

Ortiz.  Al  jardin  bajó. 

Carol.     Estamos  reñidas. 

Ortiz.  ¿Qué  oigo! 

^uedo  saber  la  ocasión 

Carol.      Es  mi  rival. 

Ortiz.  ¿Es  posible! 

Desde  cuándo? 
Carol.  Desde  hoy. 

Ortiz.     (¿Se  habrá  prendado  de  mí 

como  la  otra?) 
Carol.  El  señor 

de  Harchena 

Ortiz.  Ya !  Se  trata 

del  andaluz (¡Es  que  soy 

muy  necio!) 
Carol,  En  un  arrebato 

de  vengativo  furor 

se  declaró  su  galán , 

y  como  es  tan  embrollón 

que  juraria  muy  serio 

que  es  de  noche  haciendo  sol , 

asómbrese  usted! la  pobre 

de  mi  tia  le  creyó. 

Ortiz.     ¿  Y  quién  sabe 

Carol.  Mas  cuando  ella 

lo  reflexione  mejor, 

esa  nube  que  la  ofusca 

se  disipará  veloz. 
Ortiz.     (Ahora  conviene  llevar 

la  contraria.)  ¿Qué  sé  yo ! 

Cuando  el  diablo  se  apodera 

de  una  señora  mayor 

Carol.     Mi  tia  conocerá 

que  esa  es  una  burla  atroz , 

infame 

Ortiz.  Y  si  no  lo  fuese? 

Carol.      Tan  joven  y  hombre  de  pro, 

¿iria  á  buscar  Marchena  , 

consorte  en  un  panteón? 
Ortiz.     Al  ñn,  aunque  entrada  en  años, 

no  es  ningún  monstruo  feroz 

doñaLiboria.  Es  muy  rica, 

y  esta  es  una  tentación..:.. 
Carol.      Oalan  que  me  quiso  á  mí 

¿pondría  en  ella  su  amor? 
Ortiz.     No  trato  yo  de  poner 

en  absurdo  parangón 

la  tia  con  la  sobrina. 

¿Quién  compara  el  arrebol 

del  alba  con  las  tinieblas 

y  la  zarza  con  la  flor? 


CaroL 


Ortiz* 


CaroL 


Ortiz. 


CaroL 
Ortiz, 

CaroL 

Ortíz. 


CaroL 

Ortiz, 

CaroL 
Ortiz. 

CaroL 

Ortiz, 
CaroL 
Ortiz. 

CaroL 


Ortiz. 
CaroL 

m 

Ortiz. 

CaroL 

Ortiz. 
CaroL 
Ortiz. 


[Desconceríado.] 
¿Yol ¿Dónde. 


Ála 


[Lo  hace.] 


mesa. 


Voy. 


Será  usted  mi  secretario 

de  cámara 

Tanto  honor.... 
Tome  usted  papel  y  pluma. 
Muy  bien  está.  (¿Qué  intención 
podrá  ser  la  suya?)  ¿Carta 
para  alguna  amiga? 

No. 
Es  carta  para  un  galán. 
Hágame  usted  el  mvor 
de  escribir  lo  que  yo  dicte.. 
(Un  galán !  Sí  seré  yo?) 
«Señor  don  Pedro  Marchena.» 

[  Vivamente.] 

Cómo? 

Yo  hablo  en  español. — 
«Señor  don  Pedro...» 
[Escribiendo  J\  «Don  Pedro. . .» 

«Marchena.» 

(Sin  remisión 
le  ya  á  despedir.)  «Marchena.» 


EL  CUARTO 

Pero  no  todos  los  hombres 
son  iguales ,  y  la  voz 
del  resentimiento  suele 
ahogar  la  de  la  razón. 
Qué  sofístico  está  usted ! 
¡Qué  sutil  procurador 
de  malas  causas  I 

Señora 

(Armas  contra  mí  la  doy ! 
En  nada  acierto.) 

No  es  mucho 
que  defienda  con  calor 
semejante  extravagancia 
un  hombre  que,  acá  Ínter  nos, 
ama  con  tan  poco  gusto 
y  con  tan  poca  ambición. 
Ah  I  Lo  dice,  usted  por  Petra? 
Ese  ha  sido  un  quid  pro  quo. 
Esa  muchacha  está  loca) 
ó  alguna  conjuración, 

algún ¡Por  Dios,  Carolina, 

no  la  crea  usted ,  por  Dios  1 
(Pobre  mozo  I) 

¿Quiere  usted 

que  la  llame  y 

No,  señor. 

¿Qué  me  importa  á  mí 

•   No  es  ella 

?uien  reina  en  mi  corazón. 
>tra 

{Interrumpiéndole.] 

Bien.  Siéntese  usted. 


DE  HORA.  159 

CaroL     «Mi  aprecíable  amigo.» 

Ortiz.  (Ahí  i  Soy 

.  perdido!)  Apreciable? 
CaroL  Sí. 

Ortiz,     «Amigo.» 
CaroL  «Hay  culpas  que  son 

imperdonables.» 
Ortiz.  (Bien!  bien!) 

CaroL     «Pero  podré  sin  rencor 

escuchar » 

Ortiz .  (Malo ! )  «Escuchar. » 

CaroL      «Los  descargos  de  usted.» 

Ortiz.  (Oh!....) 

«Descargos  de  usted.» 
CaroL  «Y  acaso 

perdonarle » 

Ortiz.  (Yo  me  voy 

á  desmayar.)  «Perdonarle » 

CaroL      [Acercándose.] 

■ 

Qué  torcido  va  el  renglón ! 
Ortiz.     Tengo  hoy  un  pulso  tan  malo ! . . . . 

Vea  usted 

CaroL  Eso  al  doctor. — 

Acabemos  el  período. 

«Si  luego  que  dé  el  reloj 

las  nueve...» 
Ortiz.  (AyDios!) 

CaroL  «Viene  usted 

á  pedirme  absolución.» 
Ortiz.     Pero  esto  es  darle  una  cita ! 
CaroL     Claro  está  que  se  la^  doy. 

Escriba  usted. 
Ortiz.  (Ah!)  «Las  nueve...» 

Si  aun  le  tiene  usted  amor, 

¿por  qué  escribirle  de  mano 

ajena? 
CaroL  Esta  precaución 

Euede  ser  útil.  Jamás 
a  visto  mi  letra. 
Ortiz.  No? 

Pero  conoce  la  mia. 
CaroL     Oh!  cuánta  contradicción! 

Pues  bien,  ponga  usted:  «Post  data. 

No  escribo  yo  misma  por » 

Ortiz.     €Post  data.» 

CaroL  Por  qué  diremos  ? 

Ortiz.     (Triste  de  mí  í) 

CaroL  «Porque  estoy 

sangrada.» 
Ortiz.     \Asusta¿lo.]  Sí?  De  qué  mano? 
CaroL     De  ninguna  de  las  dos. 

Ortiz.     Ah!  Creí 

CaroL  '  Feliz  idea! 

Vendrá  muerto  de  dolor 

Ortiz.     «Sangrada.» 

CaroL  Y  tierno ,  amoroso 

como  nunca. 
Ortiz.  (Maldición !) 

Y  cuando  muerta  lloraba 

la  esperanza  que  abrigó , 

oirá  el  dulce  j¿ 

CaroL  Al  contrario; 


Ortíz. 
CaroL 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


un  nó  de  marca  mayor. 
[Ctm  alegría.] 

¿Qué  oigo!  Carolina! 

Quiero 
castigar  bu  presunción; 
despreciarle ,  escarnecerle , 
y  que  aprenda  desde  hoy 
a  conocer  el  menguado 
quién  es  él  y  quién  soy  yo. — 
Hi  nombre  deDajo;  el  soore ; 
que  Ueye  pronto  Muñoz 
el  billete  y 

[jSonriéndose.] 

Muchas  gracias , 
señor  secretario.  Adiós. 


ESCENA  V. 


ORTIZ. 


• 

Soy  dichoso  I  Le  aborrece. 
Quiere  postrarle  á  sus  pies 
para  tratarle  después 
con  el  baldón  que  merece. 
No  temo  ya  cual  temí 
que  un  rival  mi  bien  destruya. 
En  cada  derrota  suya 
veo  un  triunfo  para  mí. 
{ Tanta  franqueza  conmigo 
cuando  mi  pecho  la  adora 
y  sé  yo  que  no  lo  ignora , 
que  harto  sin  hablar  lo  digo!.... 
Mas  tan  extraño  rigor 
de  celos  puede  nacer, 
y  Carolina  es  mujer,' 
y  no  hay  celos  sin  amor! 
Si  le  mira  con  desprecio , 
por  qué  á  verle  no  renuncia? 
£l  desprecio  no  se  anuncia 
con  un  temporal  tan  recio. 
No  me  fio  de  su  saña, 
que ,  ciegos  por  la  pasión , 
nuestro  mismo  corazón 
muchas  veces  nos  euj^ña. 
Si  me  ama,  bendito  Dios!; 
si  ama  á  otro ,  me  aniquila; 
mas  si  entre  los  dos  vacila, 
quién  vencerá  de  los  dos? 
Quizá  su  perdón  no  alcance 
el  orgulloso  narciso , 
pero  I  esa  cita!....  Es  preciso 
evitarla  á  todo  trance. 
Con  gemir  como  un  pobrete 
¿qué  hago  yo?  El  papel  de  tonto.- 

Intriguemos Por  de  pronto, 

yo  no  le  envió  el  billete. 

Veremos  qué  viento  sopla 

Ah  qué  idea!  Singular! 


Pongamos  en  su  lugar 
los  fragmentos  de  la  copla. 

[Los  saca,] 

Aquí  están.  Fuera  pereza! 

[Lesppns  una  cubierta,] 

Cuando  rompa  el  sobrescrito 
y  los  vea, — ^pobrecitol — 
se  va  á  quedar  de  una  pieza. 

[Taca  la  campanilla  y  luigo  escribe 

el  sobre.] 

Aiiora  con  mano  veloz 

finjo  letra  de  mmer 

Perfectamente!  Oh  placer! 

[Entra  un  criado.] 

Toma  e^ta  carta,  Muñoz. 

ÍOh  ventura!  No  habrá  cita.) 
elévala  al  instante  (¡pobre 
Marchena!)  á  quien  dice  el  sobre. 
Lo  manda  la  señorita. 

[  Vase  el  criado  con  la  carta.] 

• 

Si  yo  no  canto  victoria, 
al  menos  la  hermosa  prenda 

no  será  de  aquel  fachenda 

Qué  traerá  doña  Liboria? 


Orliz. 


Liboria. 


ESCENA  VI. 

DOÑA  LIBORIA.    ORTIZ. 

Liboria.  Vamos  á  tener  los  dos 
un  rato  de  conferencia, 
amigo  Ortiz. 

En  buen  hora. 
Nadie  como  yo  desea 

complacer  á  usted 

Mil  gracias. 
Hábleme  usted  con  franqueza. 
¿Cree  usted  que  una  mujer 
que  frisa  ya  en  los  cincuenta 
puede  pensar  sin  escándalo 
en  dar  que  hacer  á  la  iglesia 
casando  en  segundas  nupcias 
con  un  prójimo  de  treinta? 
Sí  creo,  si,  como  usted, 
la  contrayente  conserva 
en  otoño  sazonado 
ambientes  de  primavera. 

Liboria.  Cuidado,  señor  de  Ortiz, 
que  yo  no  pido  halagüeñas 
lisonjas,  sino  consejos 


Ortiz. 


1 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


455 


Ziioria. 


Liboria, 
Orfíz. 

Liboria. 


OrHz.     Lo  digo  de  todas  veras.- 

(La  adularé,'  que  es  preciso.) 
No  dude  usted  que  hay  bellezas 
estacionarias.  Las  damas 
como  usted  nó  tienen  fecha. 
(Ya  son  dos  los  que  lo  añrman. 
Tal  vez  el  espejo  mienta.) 
Pero  con  mi  fecha  y  todo , 
que  es  positiva  y  auténtica , 
¿cree  usted  que,  prescindiendo* 
de  si  tengo  ó  no  talegas , 
haya  un  joven  tan  filósofo 
que  por  consorte  me  quiera? 

Ortiz.     Sí  creo,  que  en  este  siglo 
de  las  luces  nos  presenta 
fenómenos  singulares 
la  sabia  naturaleza. 
¿Cree  usted  que  ese  filósofo 
sea  don  Pedro  Marchena? 
Sí  creo ,  y  confieso  y  juro, 
que  ha  dado  más  de  una  prueba 

de  buen  gusto 

Con  efecto. 
Mi  sobrinita  es  muy  bella, 
y  fuera  temeridad 
ponerme  yo  en  competencia 

Ortiz,      1  por  qué  no?  ¿Es  por  ventura 
esa  niña  alguna  Elena, 
alguna  Yénus?  (¡Ay  Dios, 
si  Carolina  me  oyera  I) 
Tiene  veinte  años  I 

Qué  importa? 
No  es  su  hermosura  de  aquellas 

que  llamo  yo impermeables 

(maldita  sea  mi  lengua!), 

perennes La  especie  humana 

cada  dia  degenera, 

Ír  hay  cpmplexiones (No  sé 
o  que  me  digo.)  En  fin  ¡  si  ella 
no  le  quiere  I.... 

¿Usted  presume.... 
Oh !  lo  sé  con  evidencia. 
Me  lo  acaba  de  decir : 
le  tiene  por  un  babieca. 
Pues  en  eso  se  equivoca. 
Vivo  es  como  una  centella. 
Sí,  señora,  y  muy  galán, 

muy  donoso (Qué  blasfemia!) 

Interesante  figura! 
Mucho !  (Quemada  la  vea  I) 

Si  es  verdad  que  no  le  quiere 

Nadal  Y  dice  que  se  alegra 
de  que  case  con  usted, 

pues  con  eso  se  liberta 

Nt)  puede  ser.  ¡  Si  decía 

no  ha  mucho  que  era  grotesca  * 

y  extravagante  la  boda , 

y  me  puso  esta  cabeza 

de  reflexiones  morales 

y  físicas Santa  Tecla ! 

Ortiz.     Es  porque  entonces  no  estaba 
convencida  de  ser  cierta 
la  pasión  de  ese  individuo. 


Liboria. 
Ortiz, 


Liboria, 
Ortiz. 


Ziboria. 

Ortiz. 

Ziboria. 
Ortiz. 
Liboria. 
Ortiz. 

JKboria. 


Liboria. 
Ortiz, 


Liboria, 
Ortiz. 

Liboria. 

Ortiz, 


Ahora  ya  no  duda  de  ella. 

¿De  quién  sabe 

De  él ,  de  usted , 
de  mí,  de  la  casa  entera, 
de  todo  Madrid. ;  Si  ya 
no  se  habla  de  otra  materia 
en  los  cafés ,  en  la  Bolsa  1 . . . . 
(Estoes  mentir  sin  conciencia.) 

Luego  ¿él  se  lo  dice  á  todos 

¡Y  estoy  viendo  que  lo  inserta 
en  los  diarios ! 

I  Me  va 
á  comprometer! 

Simpleza! 
No  hay  compromiso  tratándose 

de  relaciones  honestas 

Liboria.  Quién  lo  duda?  En  esta  carta 
bien  claramente  lo  muestra. 
Léala  usted. 

[Se  la  da.] 

Ortiz.     [Leyendo.^     «  Gara  esposa » 

Ya  da  la  cosa  por  hecna. 
¿No  deciayo..... 

[Siffue  leyendo  para  si.] 

Liboria,                             Temiendo 
que  se  repita  la  escena 
de  esta  mañana,  me  pide 

Ortiz.     [  Volviendo  la  carta  d  doña  Liboria.] 

Sí,  ya  lo  veo,  una  audiencia 
reservada;  y  es  preciso, 

forzoso  que  usted  acceda 

No  acabo  de  decidirme. 
I  No  sea  que  me  arrepienta 

luego 

No  hay  motivo,  que  es 
muy  caballero  Marchena, 
y  no  sería  capaz 

de  atrepellar (á  una  vieja.) 

No  es  mi  honor  el  que  peligra; 
basta  que  yo  lo  defienda; 
sino  el  concepto  en  que  estoy 
de  mujer  prudente  y  cuerda. — 
Aun  siendo  cierto  el  cariño 
que  don  Pedro  me  pondera 
¿quién  me  libra  de  las  sátiras 
de  mujeres  y  poetas  ? 

Ortiz.     Ni  poetas  ni  mujeres 

impedirán  que  usted  sea 
venturosa. 

Liboria.  ¿Y  si  don  Pedro 

me  engaña? 

Ortiz.                         No  hay  apariencia 
de  tal  cosa. — Y  sobre  todo, 
señora,  el  que  no  se  arriesga 
no  pasa  la  mar.  Las  truchas 
á  pié  enjuto  no  se  pescan...., 
ni  se  muere  cada  dia 
un  obispo.  El  tiempo  vuela ; 
la  ocasión  es  calva 

Liboria.  Cierto; 


Liboria, 


Ortiz. 


-  Liboria. 


456 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


Ortiz. 

Libaría. 

Ortiz. 


Ortiz. 


7  andarse  con  etiquetas 

a  mi  edad 

Es  bebería. 

T  ello,  hay  qne  darle  respuesta 

Pronto  se  escribe  un  billete. 

Aquí  hay  papel,  tinta,  oblea 

Liboria.  Un  billete  ?  No  me  atrevo, 

qne  si  es  todo  estratagema 

y  él  obra  de  mala  fe 

¡Válgate  Dios Ahí  una  idea. 

Escriba  usted  de  su  puño 

sin  nombre  y  sin  cruz  ni  fecha: 

«Esta  noche  en  el  jardín.» 
Liboría.  Bien  I  Á  estilo  de  comedia 

de  Tirso  ó  de  Calderón. 

Ortiz.      {Llamándola  i  la  mesa,  v  qfreciéndole 

una  pluma,] 

Pues  I  vamos  I 

Liboría,  [Yendo  d  la  mesa,] 

Con  que  ¿1  me  entienda, 
es  lo  bastante. 

[Eecríbiendo.] 

<rEsta  noche 
en  el  jardín.» 
Ortiz.                           Bien.  Be  cierra, 
se  le  pone  el  sobrescrito 

Liboria.  [Cerrando  el  billete  y  poniéndole  oblea*] 

No.  Para  mayor  reserva 

irá  sin  él. 
Ortiz.  ( Tanto  escrúpulo! . . . .) 

Corriente. 
Liboria.  Ta  está. 

Ortiz.     [Tomando  el  billete.]  Pues  venga. 

[Yéndose.] 


Lo  haré  llevar  al  momento.... 
Liboria.  Oiga  usted!  ¡Que  no  lo  sepa 

Carolina ! 
Ortiz.  Pierda  usted 

cuidado.  (Todo  se  arregla 

á  pedir  de  boca.  Luego 

¡  salga  el  sol  por  Antequera ! ) 


ESCENA  VII. 

DOÑA    LIBORIA. 

-  Ay  I  de  peüsar  en  la  cita 
el  corazón  me  palpita. 
Cual  si  luciera  otra  vez 

en  la  vejez 
mi  lozana  primavera, 
huirá  del  alma  el  esplin 
con  la  dicha  que  me  espera 
esta  noche  en  eljardin. 

Noche,  tu  curso  apresura; 
no  retardes  mi  ventura. 
Los  ojos  del  andaluz 
sean  mi  luz , 
y  su  grata  voz  mi  gloria 
cuando  tierno  palaain 
me  diga:  te  amo,  Liboria, 
esta  noche  en  eljardin. 

Caro  difunto  Melquíades, 
duerme  en  paz  y  no  te  enfades. 
Tantos  años  de  viudez!:... 

Qué  pesadez ! 
Perdona  si  al  largo  duelo 
pone  tu  Liboria  nn; 
perdona  si  me  consuelo 
esta  noche  en  eljardin. 

Mas  si  al  cabo  de  mis  años 
lloro  pesares  y  engaños; 
si  esto  se  vuelve  después 

un  entremés ; 
si  el  galán  dice  no  hay  mus , 
mentí  como  un  galopín, 
me  va  á  dar  un  patatús 
esta  noche  en  el  jardín. 

No,  aue  Marchena  es  hidalgo 
y  sabe  lo  que  yo  valgo, 
y  no  ha  de  hacerme  traición 

mi  corazón. 
Ah  I  ya  estoy  fuera  de  quicio' 
con  la  boda  y  el  festín 

y  el Voy  á  perder  el  juicio 

esta  noche  en  el  jardín. 


AGTO  QUINTO. 


ESCENA  I. 


CAROLINA. 


Venganza  mía,  va  tarda 
tu  ansiado  triunfo  halagüeño. 
¡  No  sabe  lo  que  le  aguarda 
el  compadrito  rondeño! 


Ya  arrodillado  le  miro 
con  amante  contrición 
entre  uno  y  otro  suspiro 
implorar  mi  compasión. — 
Me  ama,  sí;  la  imagen  mía 
reina  absoluta  en  su  pecho, 
y  se  burla  de  mi  tía 
6  no  sabe  lo  que  ha  hecho.- 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


4S7 


Petra. 


Mas  si  arrepentido  llora , 

Sor  qué  le  reservo  un  no? 
[as  si  en  efecto  me  adora, 
por  qné  le  aborrezco  yo? 
bi  él  se  muestra  yengativo 
es  porque  yo  fui  cruel. 
I  Era  tan  leye  el  motivo 
que  me  indispuso  con  éll.... 
To  culpé  su  indiscreción , 
pero  ¿soy  yo  más  discreta? 
Kl  no  fuera  fanfarrón 
si  yo  no  fuese  coqueta. 
Cuando  en  su  plácido  error 
tuvo  por  seguro  el  sí, 
fué  en  él  exceso  de  amor 
lo  que  fuera  orgullo  en  mí; 
y  bien  merece  mi  indulto 
el  galán  que  en  su  demencia 
creyendo  nacerme  un  insulto 
se  na  impuesto  una  penitencia ; 
que  mostrarse  ebrio  de  amor 
por  una  vieja,  aun  en  broma, 
es  penitencia  mayor 
que  ir  descalzo  de  aquí  á  Roma. — 
Poro  otro  amante  más  fino, 
aun  perdida  la^ esperanza, 
no  hiciera  tal  desatino 
ni  de  veras  ni  de  chanza. 
Ahí  está  ese  pobre  Ortiz 
que ,  amándome  con  delirio, 
ni  siquiera  el  infeliz 
se  queja  de  su  martirio. 
I  Para  que  él  pudiera  el  cuello 
á  otra  mujer  humillar  I 
¡Para  que  él  dijera  aquello 
de  la  infame  circular! 
Oh!  si  amor  diese  la  palma 

al  más  rendido  y  más  fiel 

£1  otro  tiene  más  alma 

Pero  ¿quién  se  fia  de  él? 

No  obstante ,  él  me  amó  primero, 

y  al  cabo ía  antigüedad 

Es  bizarro  caballero 
en  persona  y  calidad. — 
Pero  Ortiz  es  como  un  oro, 

y  sus  prendas Justo  Dios! 

¿Cuánto  va  á  aue  me  enamoro..  .. 
de  cualquiera  de  los  dos? 
No  sé  qué  pasa  aquí  dentro. 
Quién  vencerá?....  Dios  lo  sabe!... 
Pero  ello  es  que  yo  me  encuentro 
en  una  crisis  muy  grave ; 
y  voy  perdiendo  la  calma, 
y  ya  con  grito  importuno— 

ay ! — ^me  está  diciendo  el  alma 

que  es  fuerza  querer  á  alguno. 

ESCENA  11. 

CAROLINA.    PETRA. 

ÍDios  la  ampare,  si  se  aflige.) 
j  señorita!  Oh  maldad!.... 


CaroL      Qué  hay? 

Petra.  (Pero  mi  Ortiz  lo  exige... 

Y  no  comprendo  en  verdad....) 
CaroL     No  hablaras  ? 
Petra,  Tengo  una  pena! 

¿  No  esperaba  usted — aleve !  — 

al  caballero  Marchena? 
CaroL     No  tardará.  Son  las  nueve. 
Petra,     Pues  le  espera  usted  en  vano. 

Le  he  visto  junto  á  la  noria 

del  jardin. 
CaroL  .Sí? 

Petra.  Ma<io  á  mano 

CaroL      Con  quién? 

Petra.  Con  doña  Liboria. 

CaroL  .  Eh !  casualidad 

Petra.  Que  no! 

El  galán  pidió  una  cita 

CaroL      Y  mi  tía  se  la  dio? 
Petra,     Sí  señora ,  señorita  I 

Por  detras  de  los  enebros 

los  vi.  Están  como  unos  topos. 

Él  decia  i  unos  requiebros  I.... 

y  ella ivaya,  unos  piropos!.... 

CaroL     Cómo!.... 

Petra,  El  diantre  de  la  vieja ! 

CaroL     Vamos,  si  no  puede  ser! 

Yo  no 

Petra.  Si  abre  usted  la  reja 

desde  aquí  los  puede  ver. 

CaroL     [Abriendo  la  reja.] 

Oh !  sí.  Retira  esa  luz. 
Observar^  sin  ser  vista 

Petra.     [Retirando  la  luz.] 

Al  fin  hombre  y  andaluz ! 

[Abierta  la  reja,  aparecen  sentados 
en  un  banco  del  jardin  doña  Liboria 
y  Marchena  y  mostrando  en  los  adema" 
nes  que  es  muy  animada  su  conver^ 

sacian.] 

CaroL     Allí  están.  Ah!  Dios  me  asista! 
Petra,     Quiere  usted  más  regocijo? 

CaroL      ¡Y  mi  tia  se  enamora 

Petra,     Toda  mujer,  como  él  dijo, 

tiene  su  cuartito  de  hora. 
CaroL     Su  cuartito  de  hora!  ¿Y  cuándo 

te  lo  dijo? 
Petra,  Esta  mañana. 

Por  cierto  que  estaba  hablando 

de  usted.... 

CaroL     [Con  enfado.] 

Cierra  esa  ventana. 
[La  cierra  Petra.] 

Petra.     Y  aun  por  eso  yo  presumo 

aue  él  ha  tepdido  la  red 

a  la  tia 

CaroL  (  Me  consumo ! ) 


458 

Petra. 
Carol. 
Petra. 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


Carol. 
Petra. 
Carol. 

Petra. 


Ortiz. 


Carol. 
Ortu. 


Carol, 
Ortiz. 

CaroL 
Ortiz. 

Carol. 


Ortiz. 


Carol. 


Para  dar  celos  á  uBied. 
Celos  yo?  Qaé  disparate  I 

Y  que  al  fin  tiernay  sumisa 

Mas  ¡  qué  error  I  ¡  un  botarate 
como  el].... 

{RUndose.l 

Á  mí  me  da  risa. 
Ria  usted  también 

(Con  risa  forzada.]       Sí ,  sí 
)e  ese  amor  de  cnirinola. 

Sí,  pero yete  de  aquí, 

que  quiera  reírme  sola. 
(Rabiando  está.  Dios  es  justo.) 

[  Vase  por  la  puerta  de  la  izquierda, 
que  queda  eutorfíoda.] 


ESCENA  III. 


CAROLINA. 


Si  es  cierto  que  ama  á  mi  tia, 
digo  que  es  hombre  de  gusto! 
Vamos  >  yo  le  arañaría. 


ESCENA  IV. 

CAROLINA.    ORTIZ. 

[Á  la  puerta  de  la  derecha  con  el 

álbum.] 

Carolina,  buenas  noches. 

Si  usted  me  da  su  permiso 

Sí,  sí;  entre  usted. 
[Acercándose.]  Como  s¿ 

que  don  Pedro  no  ha  venido 
á  la  cita....,  ni  vendrá, 

porque  en  el  jardín  le  ne  visto 

Sí,*  ya  sé 

En  dulce  coloquio 

con  doña  Liboria 

Indigno  I 
Aprovecho  esta  ocasión 

para  venir  con  el  libro 

Ay,  Ortizl  Estoy  volada. 
No  se  logró  mi  designio. 

No  me  vengo  de  un  villano 

Sí  tal.  Ó  es  cierto  el  cariño 
qae  muestra  á  doña  Liboria, 
y  en  la  culpa  va  el  castigo; 
ó  lo  finge,  y  es  peor; 
que,  como  dice  el.  antiguo 
refrán ,  al  que  escupe  al  cielo, 
en  la  cara 

Eso  es  muy  lindo^ 
pero  yo  quiero  vengarme; 
yo  misma,  y  no  lo  consigo! 
Y  en  mi  casa  y  á  mis  ojos , 


sea  6  no  sea  artificio, 
á  otra  mujer  galantea, 
y  para  mayor  ludibrio 
tiene  en  su  poder  mi  carta, 
*  la  carta  en  que  yo  le  cito! 
Esto  me  inquieta,  me  aflige, 
me  desespera.  No  aspiro 
á  su  amor.  En  hora  buena 
sea  cortejo,  ó  marido 
de  quien  quiera...  Qué  me  importa? 
Pero  ¡  mi  carta ,  Dios  mió  I 
Ortiz.     Sosiégúese  usted.  La  carta 
descansa  en  este  bolsillo. 

[La  saca  y  Carolina  la  toma.] 

Carol.     La  ha  devuelto? 

Ortiz.  No,  señora. 

Es  que no  la  ha  recibido. 

CaroL     Así  cumple  usted  mis  órdenes?  . 
Ortiz.     Doña  Liboria  me  dijo 

2ue  esneraba  en  el  jardin 
su  Marchena  querido, 

y  por  no  exponer  á  usted 

a  un  desaire 

Carol.  Ese  peligro  * 

era  quizá  imaginario. 
Ortiz.     A  la  prueba  me  remito. — 

Mas  SI-  lo  que  usted  queria 

era  humillar  al  altivo 

andaluz,  completamente 

su  deseo  se  ha  cumplido. 
Carol.     De  qué  modo? 
Ortiz.  Un  pensamiento 

me  ocurrió  muy  peregrino, 

y  sin  vacilar  lo  puse 

en  práctica. 

Carol.  No  concibo 

Ortiz.     Detras  de  la  mesa  estaba 

hecha  doscientos  añicos 

aquella  nefanda  copla 

que  usted  con  justo  motivo 

arrancó  del  ilium. 
Carol.  Bien , 

y  qué? 
Ortiz.  Bajo  un  sobrescrito 

le  remití  los  pedazos....^ 
Carol.     ¿Qué  oigo  I  Con  recado  mió? 
Ortiz.     Claro  está. 
Carol.  I  Es  muy  singular 

el  interés  que  yo  inspiro 

al  señor  de  Ortiz! 
Ortiz.  '  Señora, 

vo  sentiría  infinito 

haber  errado 

Carol,  (Me  quema 

con  ese  aire  de  novicio.) 
Ortiz.     Mas  para  enmendar  mi  error 

hay  un  medio  muy  sencillo. 

Del  cambio  de  los  pápeles 

discúlpese  usted  conmigo, 

y  envíele 

Carol.  Qué? 

Ortiz.  La  carta.... 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


i59 


Carol. 
OrHz. 

Carol. 
OrHz. 

Carol. 

Ortiz. 

Carol. 
Ortiz. 
Carol. 
Ortiz. 

Carol, 
Ortiz. 

Carol.' 
Ortiz. 

Carol. 


Ortiz. 
Carol, 

Ortiz. 


Carol. 


Ortiz, 
Carol. 
Ortiz. 

Carol. 


Ortiz. 


Carol. 


Ortiz. 
Carol. 
Ortiz. 


Carola 


Sí  y  á  buena  hora! 

El  camino 
desde  aqní  al  jardín  no  es  largo. 
Pues  ya  I 

Se  pide  permiso      * 
ádoña  Liboria 

Dale! 
Si  no  quiero!  Qué  suplicio! 
Ya  que  está  usted  tan  airada 

contra  mí 

No. 

He  retiro. 
No,  señor.  Quédese  usted. 
Entiendo.  Será  preciso 
que  usted  se  Toogue  en  alguno. 
Sí}  señor. 

Pues  me  resigno 
á  ser  la  yíctíma. 

Usted?.... 
Si  es  tan  grave  mi  delito 

\Con  ironía. \ 

No  tal!  Usted  procedió 
con  la  inocencia  de  un  niño. 

Señorita 

A  ver?  Veamos 
el  dibujo 

[Adriendo  el  álbum.] 

(¡Llegó  el  crítico 
momento !) 

[Da  d  Carolina  el  álbum  aüerto,  y  en 
seguida  torna  una  luz  para  alumbrar 

con  ella.] 

•  Aquí  está. 
[Examinando  el  didujo.] 

Una  joven , 
con  aire  contemplativo^ 
puesta  en  el  pecno  una  mano 

y  otra  en  la  frente 

Eso  mismo. 
Cómo  se  parece  á  mí ! 
Es  muy  posible.  He  querido 
pintarla  muy  bella. 

iVaya, 
que  es  donoso  el  estribillo  I 
En  todo  lo  que  usted  pinta 
danza  mi  cara. 

¡  Si  es  vicio 
que  ha  tomado  ya  la  mano! 
Nunca  podré  corregirlo. 
Ortiz!.... — Prosiga).  Dos  genios 
la  cercan.  Ck)n  ceño  esquivo 
y  ñero  ademan,  el  uno 
alza  la  frente  al  empíreo. — 
Quién  es  este  caballero? 

El  orgullo.  Así  lo  pinto 

Señor  de  Ortiz ! 

Todo  es  pura 
alegoría.  Caprichos 

de  pintor 

SI  otro  ^niQ 


se  da  cierto  aire  á  Cupido 

y  está  á  los  pies  de  la  ninfa 

como  pidiendo  un  asilo 

Quién  es  esta  criatura ? 
Ortiz.     Si  usted  le  ha  reconocido 

será  el  amor;  y  si  no, 

cualquier  pelón  del  íiospicio. 
Carol.     Ortiz  I . . . .  — A  cierta  distancia 

un  caballero  distingo 

con  aire  ufano  y  sonrisa 

de  triunfo. — Calle !  ¡  Es  el  vivo 

retrato  del.  andaluz ! 
Ortiz.     Tal  vez  •  To  he  pintado  ad  Ubitum. . . . 
Carol.     Señor  de  Ortiz ! . . . . — Con  el  dedo 

muestra  hacia  el  opuesto  sitio 

un  reloj ,  pero  una  nube 

se  lo  oculta. 
Ortiz.  Está  entendido. 

Carol.     Y  entre  tanto  una  figura, 

que  lleva  por  distintivo 

corona  y  palma ,  se  escapa 

de  sus  manos. 
Ortiz.  A  mi  juicio,     .♦ 

esa  es  la  victoria. 
Carol.  Ortiz!.... 

OrHz.     Carolina! 
Carol.  ¿Y  qué  destino 

tiene  aquí  el  reloj  ? 
Ortiz.  Ninguno. 

Sirve  de  adorno. 
Carol.  (¿Habrá  pillo!....) 

Apunta  las  nueve  y  cuarto...., 

y  esa  hora  tiene  el  mío! 

Ortiz.     Sí  ?  Casualidad 

CaroL  Ortiz!  — 

Con  gesto  humilde  y  contrito 

á  estotro  lado  hay  un  joven 

Ortiz.     (Ahora  pierdo  los  estribos ! ) 

[Queda  en  la  actitud  que  va  i  descri' 
bir  Carolina.] 

Carol.     [Mirando  i  Ortiz  furtivamente.] 

Con  una  mano  en  el  pecho; 
.    y  al  parecer  tiene  fijos 

con  suma  inquietud  los  ojos 

en  el  reloj  consabido. 
Ortiz.     Ah ! 
Carol.  Pero  ¿qué  tiene  usted , 

que  se  le  escapa  un  suspiro 

y  tiembla  como  el  azogue? 

Nada Estos  nervios  malditos!. ••. 

¡  Se  le  cae  á  usted  la  luz 

de  la  mano! 

Ya  la  afirmo 

Mejor  estará  sobre  ese 

velador.  . 


Ortiz. 
Carol. 

Ortiz. 
Carol. 

Ortiz. 


[Muy  turbado.] 

Es  positivo. 

[Pone  la  luz  en  el  velador  que  estará 
inmediato  d  la  reja.] 


460 

CaroL 
Ortiz. 


Carol. 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


Ortiz. 
Carol. 


Ortiz. 
CaroL 


Se  pone  nsted  malo? 

No, 

pero  el  calor  del  estío 

Ya  se  me  pasa. 

Abriremos 
la  reja. 


{Abre  la  rejayqueeUtn  los  dos  eti' 
frente  de  ella.  Vuelve  i  descubrirse  la 
pareja  del  jardín.  Marchena  mira  al 
gabinete  y  gesticula  con  muestras  de  la 
más  viva  inquietud.  Doña  Liboria 
procura  ocupar  su  atención ,  pero  sólo 
lo  consigue  momentáneamente.  Petra 
asoma  la  cabeza  por  la  puerta  de  la 
izquierda  i  la  vuelve  á  retirar  al  ins- 
tantey  y  repite  esta  acción  varias  veces 
hasta  el  fin  de  la  escena,] 

Siente  usté  alivio? 
Oh  I  sí,  señora.  (Nos  ve 
mi  rival.  Qué  compromiso!) 
Acabe  usted  de  explicarme 
el  dibujo.  Este  individuo 
¿quién  es?  Yo  no  reconozco 
sus  facciones. 

(Jesucristo!.... 
Está  ciega?) 

Este  es,  sin  duda, 
un  personaje  ficticio, 
ideal. 


Ortiz.     [Desanimado.] 

Eso,  sí;  un  ente 

de  razón. 
Carol.  El  pobrecillo 

imucho  debe  de  sufrir! 
Ortiz.      Oh!  sí,  señora;  muchísimo! 
Carol.     Pero  como  está  pintado 

y  tiene  cerrado  el  pico, 

rvaya  usted  á  averiguar 

la  causa  de  su  martiriol 
Ortiz,     Carolina!.... 
Carol.  Pero  usted 

no  ha  pintado  sin  designio 

esta  escena. 
Ortiz.      •  Carolina! 

Carol.     Y  ya  tendrá  concebido 

en  su  mente  el  desenlace. 
Ortiz.     Yo  esperaba  que  el  divino 

ingenio  de  usted 

Carol.  Eh!  nunca 

descifré  yo  logogrifos. 
Ortiz.     El  drama  puede  tener 

dos  desenlaces  distintos. 
Carol.     Dos  desenlaces?....  Entiendo. 

El  adverso  y  el  propicio; — 

el  clásico  y  el  romántico. 
Ortiz.      (Ah!  se  riel  Soy  perdido.) 
Carol.     Pero  el  uno  de  los  dos 

habrá  de  ser  más  legítimo, 

más  verosímil  que  el  otro. — 

Podríamos  divertirnos 


Ortiz. 
Carol. 

Ortiz. 
Carol, 

Ortiz. 


Petra. 
Carol. 

Ortiz. 

Petra. 
Carol, 

Ortiz. 


Carol. 


Ortiz. 
Carol. 


representándolo . — Vamos , 
o  soy  ella ;  yo  adivino 
o  que  piensa,  usted  ahora 

[Con  el  dedo  en  el  dibujo,] 


i 


saque  á  este  pobre  del  Limbo. 
Pues  bien ,  figúrese  usted 

que  el  amante 

Ah  picar illo! 
Conque  es  un  amante?  Ya 
lo  habia  yo  presumido. 
Suponga  usted  que  el  amante , 

S estrado  á  los  pies  de  su  ídolo 
eñor  de  Ortiz ,  yo  no  puedo 
suponer  lo  que  no  he  visto. 

[Arrodillándose.] 
Carolina!  Carolina! 

[MarcAena  se  levanta  muy  azorado. 
Petra  se  asoma,  suspira  y  observa 
angustiada.  Doña  Liboria  se  queda 
sentada  con  muestras  de  sorpresa  y 
abatimiento.] 

(Ah! ) 

Bravo!  Y  ahora  el  amigo 
¿qué  dice? 

Mi  bien !  mi  gloria ! 
Yo  te  adoro! 

(Ah!) 

Í Riéndose.]  Muy  bien  dicho ! 

r  ella  ¿qué  responde  ? 

Ay !  ella 
se  burla  de  su  delirio. 
Le  desprecia,  le  aborrece, 
le  sepulta  en  el  abismo; 
y  él  se  levanta 

[Lo  kace.] 

resuelto 
á  terminar  su  conflicto 
dándose  muerte..... 

[Riéndose.  ]  Y  no  puede 

porque  no  tiene  un  cuchilla 
á  mano,  y  porque  la  dama 
quiere  que  viva  cien  siglos..... 

[Con  sarcasmo,  yéndose.] 

Mil  gracias. 

Y  le  detiene 
entre  sus  brazos  cautivo. 


Ortiz. 

Petra.    }Ah! 
March. 


[Se  abrazan.] 


[Después  de  su  exclamación ,  que  ha 
de  oir  el  público,  desaparece  Marchena 
corriendo ,  y  un  momento  después  le 
stgue  doña  Liboria.]    . 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


461 


Zidoria.  [Llamando  i  Marchena.] 

Eh! 
Carol.                     Me  hacen  venturosa 
este  abrazo 

[Señalando  hacia  el  jardín,] 
y  aquel  grito. 


ESCENA  V. 

CAROLINA.    ORTIZ.    PETRA. 

Ortiz.      Oh  delicioso  momento ! 
Petra.     Ah  traidor!  ¿Cumples  así 

tn  amoroso  juramento! 

Ortiz.     Hija 

Carol,  k  qué  Tienes  tú  aquí? 

Petra.      Á  poner  impedimento. 
Ortiz.      Ya  dio  tu  máquina  al  traste , 
•    muchacha,  y  si  no  te  enojas 

te  diré  que  equivocaste 

los  frenos 

Carol,  .  Y  Que  tomaste 

el  rábano  por  las  hojas. 
Petra,     Oh  rubor!  ¿Conque  el  almíbar 

de  mi  risueña  esperanza 

se  ha  convertido  en  acíbar? 
Ortiz.     Mano  plebeya  no  alcanza 

al  escudo  de  Menjíbar. 

Petra.     Yo 

Carol.  Calle  la  impertinente. 


ESCENA  VI. 

CAROLINA.    ORTIZ.    PETRA.    MARCHENA. 

March.    [Entra  apresurado.] 

Aquí  estoy  yo,  y  arda  Troya ! 

Abrazar  á  un  escribiente ! 

Esto  ¿es  verdad,  ó  es  tramoya? 

Hábleme  usted  francamente. 
CaroL     Este  es  mi  marido. 
AfarcA.  Sí?— 

Pues  que  sea  en  hora  buena. 

Lo  decia  porque  á  mí 

no  me  gustan (me  perdí!) 

chanzas  pesadas. 


ESCENA  Vil. 

CAROLINA.  ORTIZ.    PETRA.     MARCHENA. 

DOÑA  LIBORIA. 

Liioria,  [Llega  jadeando.]  Marchena! 

March.    (Maldita  vieja  I )  Señora 

Lihorja.  Esa  fuga  repentina 


Liboria. 
March, 

Liboria. 
March, 


March.    Perdón !.. ..  (Esto  acaba  ahora 

como  se  acabó  en  Medina 

el  rosario  de  la  Aurora.) 

Dejarme  plantada  allí! 

Señora,  fui  cuerdo  ayer; 

hoy  loco.  Perdón!  Mentí 

Qué  infamia! 

¿Cómo  ha  de  ser ! 

También  me  han  plantado  á  mí. 
Liboria.  Ya  en  el  jardin  yo  adyertia 

mi  necio  y  pueril  error, 

y  pues  fué  la  culpa  mia, 

no  me  irrita  el  desamor, 

sino  la  descortesía. 
March.    Cien  Teces  y  de  cien  modos 

pido  perdón  y  confieso 

Liboria.  [Cqg,  gravedad.] 

Basta. 

March.    [Mostrando  i  Carolina.] 

Ese  diablo  travieso 
tiene  la  culpa,  que  á  todos 
nos  hizo  perder  el  seso. 
Yo  no  siento  la  entruchada , 
que  mi  gozo  es  verme  libre; 
mas  ¿qué  ha  hecho  usted,  camarada, 
para  deshancar — no  es  nada! — 
á  un  hombre  de  mi  calibre? 

Orüz.      El  lance  ha  sido  estupendo!; 
mas  recuerde  usted  la  arenga 
que  siempre  está  repitiendo. 

March.    Cuál? 

Ortiz.  '  No  hay  mujer  que  no  tenga 

su  cuarto  de  hora. 

March.  Ya  entiendo. 

CaroL     Como  acechaban  el  mió 
dos  galanes 

March.  Sí;  él  y  nos. 

Carol.     El  más  listo  de  los  dos 

fué  dueño  de  mi  albedrío. 

March.    Entiendo....,  y  me  largo.  Adiós. 


ESCENA    VIH. 

CAROLINA.    DONA  LIBORIA.    ORTIZ.    PETRA. 

Petra.     [Llorando.] 

Ay!  ¡También  mi  cuarto  de  hora 
llegó,  y  con  sal  v  pimienta ! 
Una  Escalona!  Qué  afrenta! 
Una  Barrientes ! .  • . . 

[Con  altivez  i  Carolina.] 

Señora!.... 

[Llorando  otra  vez.] 

Ajústeme  usted  la  cuenta. 


i9a 


EL  CUARTO  DE  HORA. 


ESCENA  ÚLTIMA. 


CAROLINA.    ORTIZ.    DOÑA  LIBORIA. 

Carol.     Y  ahora  ¿qxxé  dice  mi  tia? 
Salió  lo  que  yo  decia? 

Liboria,  Pequé  también ,  pesia  tal  t , 

mas  ¿quién  se  libra,  hija  mia, 
de  un  cuarto  de  hora  fatal  ? 


Hi  amor  propio  se  lastima 
del  desengaño  que  llora; 
pero  en  verdad ,  causa  níma 
que  sueñe  cuartitos  de  hora 
la  que  r  tantos  1  tiene  encima. 
Por  dicha,  pasó  el  chubasco, 
y  aunque  me  causa  rubor, 
Dios  me  venga  de  un  traidor; 
que ,  si  grande  fué  mi  chasco, 
el  suyo  ha  sido  mayor. 


DIOS  LOS  CRIA  Y  ELLOS  SE  JUNTAN, 


CiOMEDIA   EN  TRES   ACTOS. 


S6  representó  por  primera  vei  en  el  teatro  del  Frindpe  el  11  de  Febrero  de  1841  (*) 


PERSONAS. 


MANUELA. 

macaría. 

EMILIA. 
RUPERTA. 


D.  LUIS. 
CIRÍACO. 
BALBINO. 
D.  ANTONIO. 


La  escena  es  en  Leganes.  Sala  amueblada  con  aseo  y  senojillec.  Puerta  en  el  foro  con  vista  de  una 
antesala,  que  por  axyibos  lados  sirve  de  comunicación  á  otras  habitaciones  y  &  la  escalera;  una 

ventana  á  la  derecha  del  actor;  otra  &  la  isquierda. 


•^IMMAAMMMM^AMMMM^AAMAAM 


ACTO  PRIMERO. 


ESCENA  I. 

MANUELA.    CIRÍACO.    MACARÍA. 

[M  traje  de  los  tres  será  entre  merced  y  señorüi; 

esto  es,  de  lugareños  con  Resunción  de  cortesa^ 

nos. — Aparecen  sentados,"] 

Jfacaria.Voco  puede  ya  tardar 

el  señor  don  Luis  de  Osorio. 

Ciríaco.  Es  segan ;  porque  yo  creo^ 
7  en  esto  no  me  equivoco^ 


que  saliendo  de  Madrid  ^  • 
verbigracia,  en  sa  birlocho.... , 
ú  en  otro  chisme  cualquiera, 
á  la  hora  que  yo  supongo....; 
no  cabe  duda;  ya  tire 
por  el  camino  más  corto, 
ya  tome  por  el  más  largo, 
vendrá  tarde....,  ó  venará  pronto. 
i/a^ana.Encontrará  cuando  llegue 

la  casa  hecha  una  ascua  de  oro, 
ya  que  adrede  la  compró 
para  armar  aquí  el  jolgorio 


(*)  Era  opinión  casi  unánime  entre  las  mochas  personas  á  quienes  se  haUa  leido  esta  comedia  que  las  dotes  ca- 
racierfstlcas  del  ingenio  del  autor  brllia1>an  en  ella  más  que  en  otra  alguna  de  las  que  ya  habia  dado  á  luz,  y  no  fal- 
taron sujetos  inteligentes  que  la  preferían  á  todas  las  demás.  Los  actores  se  prometieron  también  el  éxito  más  com- 
pleto, y  así  parecían  anunciarlo  los  muchos  aplausos^ue  en  el  dia  de  su  estreno  iban  obteniendo  las  principales 
escenas.  Al  final,  sin  embargo,  hubo  espectadores  que  de  un  modo  ineqiifvoO)  tuvieron  á  bien  manifestar  que  eran  de 
distinto  parecer.  Y  ellos  mismos  hablan  antes  reído  y  palmoteadol.....  nay  hombres  á  quienes,  por  lo  Tisto,  se  infiere 
una  grave  injuria  con  hacerles  reir.  Pero  ¿cómo  lo  ha  de  remediar  un  poeta  cómico,  si  esa  es  su  misión  tcbre  la 
tierraf-^Es  un  saineton!  detian  luego  por  los  pasillos  y  en  el  café,  y  no  faltaron  periódicos  que  condenasen  la  comedia 
sin  hacer  apenas  otra  cosa  para  fundar  su  tremendo  fallo  que  repetir  aquella  enfática  y  augu&ta  frase:  ei  un  Mtneton!^ 
Y  decir  que  pecaba  contra  las  leyes  del  buen  /ono.— Válgate  Dios  por  buen  tcno!  Este  es  otro  eomodin  muy  cómodo 
para  ciertos  aristarcos  melindrosos  y  superficiales.  Pero  si  estos  censores  displicentes  se  dignasen  de  examinar  con 
alguna  imparcialidad  las  obras  que  tan  ligeramente  repmeban;  si  no  llevasen  al  teatro  siniestra  prevención,  quizá  las 
juzgarían  de  otra  manera.  Verían,  por  ejemplo,  que  en  Dios  los  cria  y  ellos  se  juntan  se  propuso  el  autor  precisa* 


464 


DIOS  LOS  CRIA  ¥  ELLOS  SE  JUNTAN. 


de  la  boda. 

Manuela,  \  Qué  manía 

tan  rara  la  de  mi  novio! 
I  Casárame  yo  en  Madrid 
y  no  en  un  triste  Tillorrio! 
Y  si  era  lunes ,  mejor, 
que  iríamos  tan  orondos  ^ 
dempues  de  la  cirimonia 
á  la  plaza  de  los  toros. 

Ciríaco,  Ceremonia  has  de  decir. 

Manuela.(i\xé  más  da?  Lo  mesmo  es  ocho 
que  ochenta. 

Macaría,  Deja,  que  irás 

á  Madrid  por  el  otoño. 
Él  lo  ha  dicho.  Sólo  siento 
que  no  se  luzga  el  bodorrio 
en  nuestro  mesmo  lugar, 
en  Móstoles  I  ¡  Qué  bichorno 
para  aquellas  hidalgonas 
tan  remilgadas,  y  cómo 
con  un  yerno  rico  y  noble 
les  daria  yo  eñ  el  morro! 

Ciríaco,  Eso....,  más  ó  menos Pues! 

Porque,  como  dijo  el  otro 

Ya  me  comprendéis.  Y,  al  cabo, 
cada  cual  hace  su  Agosto: 
no  es  verdad?  Y  últimamente , 
no  hay  boda  sin  matrimonio. 

Macaría,Hoy  son  los  dichos,  y  luego 

Ciríaco.  Á  lopí  dichos  es  notorio, 

signbil  los  hechos;  que  al  cabo.... 

Macaría,  C2L8BÁÍ  con  un  buen  mozo, 
señora  de  estrado  y  coche , 
cocinero  y  mayordomo, 

auién  te  toserá  en  Madrid? 
aide. 

Ciríaco.  Por  san  Juan  Grisóstomo, 

habla  bien ;  no  digas  naide, 
que  dirá  don  Luis  que  somos 
unos  bárbaros  ^  al  fin ..... . 

Macaría.  Déjame  estar.  Ya  conozgo 

Ciríaco.  Jesús! 

Macaría.  Que  hablo  á  lo  palurdo, 

pero  á  mí  me  entienden  todos; 
y  á  ti  con  tantas  retólicas 
no  te  entenderá  el  demonio. 

Ciríaco.  Yo  puedo  darte  lecciones ; 

que,  al  cabo,  serví  á  un  canónigo 
que  me  enseñó  la  gramática 
y  las  fábulas  de  Esopo, 
pues!,  y  he  sido  fiel  de  fechos 


Macaría. 


Ciríaco. 
Macaría. 
Ciríaco, 
Macaría. 


hasta  el  año  treinta  y  ocho. 
Macaría.  Y  fuiste  descuerado 

porque  hacias  mil  embrollos , 

y  con  multas  el  alcalde 

pagaba  tus  despropósitos; 

y. de  estonces  diquiá  ahora 

el  escribano  don  Zoilo 

no  ha  podido  pergeñar 

el  espidiente  de  propios. 
Ciríaco.  Es  que  yo  sólo  entendia 

el  alma  de  ese  negocio, 

porque 

Calla,  que  me  pones 

la  cabeza  como  un  bombo 

cuando  escomienzas 

HuyI 

Qué? 

Otra  burrada  de  á  folio. 

Pues  bien ,  mejor ! 

[A  Manuela.] 

Algún  santo 
trujo  por  estos  contornos 
á  don  Luis  cuando  viniendo 
de  Portugal....,  ó  de  Oporto...., 
qué  sé  yo?....  de  allá  de  estránjis, 
se  le  rompió  en  aquel  hoyo 
el  coche ,  en  hora  oendita 
de  Dios  Todopoderoso, 
y  amén  de  eso  la  cabeza, 
sin  la  confusión  del  hombro. 

Ciríaco.  Contusión  querrás  decir. 

Macaría.  No  me  dejarás?  Qué  .plomo! 

[A  Manuela.] 

Mira  tú  lo  que  es  el  mundo! 
Si  él  no  cayera  y  nosotros 
no  le  hubiéramos  curado 
y  asistido  como  á  prójimo , 
nunca  harías  tú  pareja 
con  un  pájaro  tan  gordo. 

Manuela.Es  que no  es  todo  chiripa, 

que  este  palmito  no  es  moco 
de  pavo,  ba!,  y  tan  y  mientras 
que  el  cerujano  don  Próspero 
para  curarle  la  herida 
nos  leponia  en  adobo, 
yo  le  hacía  otra  más  honda 
con  el  aquel  de  mis  ojos. 

Ciríaco.  Con  efecto ,  á  no  ser  tú 

digna  rama  de  este  tronco , 


mente  combatir  y  escarnecer  ese  mismo  mal  /ono  que  tanto  les  horripila;  que  para  lograrlo  era  forzoso  darle  un  poco  de 
relieve,  poniendo  en  contraste  á  las  personas  que  de  tal  defecto  adolecen  con  las  de  buena  educación  y  de  trato  más 
culio  que  en  la  misma  pieza  figuran;  que  si  estas  alternan  con  aquellas,  porque  así  lo  requiere  el  argumento,  bien  á  las 
claras  ha  mostrado  el  poeta  que  no  se  ha  propu<tsto  laurear  la  maliciosa  simpleza  de  Manuela,  la  desvergüenza  de 
Balbino,  la  grosería  de  Macaría,  la  ridicula  su/lciencta  de  Ciríaco;  sino  todo  lo  contrario.  Verian  también,  si  desdeñasen 
menos  cu  estudio  de  tan  difícil  arte,  que  en  la  esfera  de  la  comedia  caben  interlocutores  de  todas  las  clases  y  categorías, 
y  que  sólo  cuadra  el  apodo  de  tainelon  á  aquellas  farsas  arlequinescas  en  que  se  excita  la  risa  del  auditorio  sin  ningún 
designio  moral,  y  tal  vez  á  expensas  de  toda  moralidad  y  toda  decencia;  no  á  las  que  inspira  un  pensamiento  filosófico 
y  que,  á  través  de  situaciones  festivas,  y  aun  grotescas  si  se  quiere,  inculcan  máximas  saludables  y  provechosas  lec- 
ciones, como  acontece  con  esta  fábula  cómica,  y  sería  fácil  demostrarlo. 

La  comedia  fué  aplaudida  sin  la  menor  contradicción  en  las  sucesivas  representaciones:  ¿serian  acaso  gentes  de 
mal  tono  las  que  asistieron  á  ellas?....  En  las  provincias  fué  acogida  y  sigue  siéndolo  con  suma  benevolencia.  Bueno  es 
que  haya  tribunales  de  segunda  instancia. 


DIOS  LOS  CRIA  Y  ELLOS  SE  JUNTAN. 


i«s 


I 


es  claro  que  él Porque,  al  fin 

sin  saber  cuándo  ni  cómo 

Me  entendéis?  Porque  en  los  tiempos 
que  alcanzamos  el  más  topo 

conoce Y  últimamente, 

yo  me  entiendo  y  bailo  solo. 
'  Macaría,  [Cuánto  más  vale  don  Luis 
que  Qo  aquel  otro  baboso...., 
aquel  tuno  de  Balbino 
que  te  andaba  haciendo  cocos 
ahora  siete  años  I  ¡  No  es  nada 
lo  que  va  de  novio  á  uotío! 

Manuela,V\x^^j  mire  usted;  en  tadía 
no  le  he  olvidado  del  todo , 
y  eso  que  una  mala  carta 
no  me  ha  escrito  el  muy  candongo 
desde  que  cayó  soldado 
y  echó  á  andar  cácia  Logroño. 

Jl/acana.Pues  es  preciso  olvidarle 

como  á  quien  cayó  en  un  pozo: 

lo  oyes?,  porque  él  no  te  quiere, 

porque  te  casas  con  otro , 

y  porque  yo  te  lo  mando.  . 

í  Pues  dígole  á  usted  que  es  corcho... 

Manuela.Bieu  está.  Haré  lo  posible 

Macaría.Es  que  el  de  Madrid  no  es  bobo, 
y  como  él  barrunte 

Manuela.  Bien. 

Yo  cerraré  á  piedra  y  lodo 
la  boquita  y 

Macaría.  Tan  siquiera 

hasta  que  se  haga  el  casorio, 
ten  prudencia. 

Manuela .  ¡  Si  ya  he  dicho 

Macaría.  JLb  que  tú  tienes  muy  romo 
el  magin.  No  te  pareces 
en  eso  á  mí;  sino  al  tonto 
de  mi  marido. 

Ciríaco.  [Se  levanta.]    j  Por  vida 

^Quieres  que  me  oigan  los  sordos, 
Macaría?  ¡Tonto  me  llama 

ese bagaje  I  Es  el  colmo 

de  la Vamos,  cuando  digo 

Ya  se  ve,  si  me  divorcio 

dirán  que,  al  cabo  y  al  fin 

No  nos  cansemos :  el  olmo 
no  da  peras. 

[Se  asoma  i  la  ventana  de  la  derecha.] 

Macaría.  Ya  nos  deja 

en  paz.  Jesús ,  qué  abejorrol 
Conque,  cuenta  con  lo  dicho, 
Manuela. 

[Ojéese  el  ruido  de  un  coche.] 

Manuela.  Sí. 

Mamría.  Creo  que  oigo 

rodar  un  coche  en. la  calle. 

Manuela .  [Levantándose.] 

Sí ,  señora ,  sí.  Mi  esposo  I 

n. 


Ciríaco,  Don  Luis ! 

Mancaría.  [Levantándose.] 

¿  Sabrás  recibirle 

con  cariño  y  con  buen  modo? 
Manuela.YB.jdi\  Pues  ¡qué!  ¿no sé  yo 

todos  esos  requilorios 

de  la  pulítica? 
Ciríaco.  Oís? 

Ya  entra  en  casa. 
Macaría.  Hoy  me  remozo. 

Manuela. Tr^íeTÁ  el  regalo  de  boda. 

Vestidos,  pañuelos,  gorros...., 

collares Voy  á  dar  golpe 

en  Léganos 

Ciríaco.  Como  un,  corzo 

sube  ya  por  la  escalera. 
Macaría.  Benáiio  Bios  y  qué  gozo  1 


ESCENA  11. 

macaría.    MANUELA.    CIRÍACO.    D.  LUIS. 

Macaría.  [Abrazando  i  D,  Luis.] 

Bien  venido  I 
Ciríaco.  [Tendiendo  los  brazos.] 

Muy  ufano 

Luis.      [Dándole  la  mano.] 

DonCiriacol 

[Á  Manuela.] 
Dueño  hermoso  I 

[Á  Macaría.] 

Señora  I.... 
Manuela.  \  Adorado  esposo , 

mi  bien...., 

[Haciendo  una  cortesía  ridicula.] 

beso  á  usted  la  mano. 

Luis.       Tanto  cumplido  1 . . . . 

Macaria.  Perdona. 

La  chica  tiene  vergüenza 

y  hasta  que  ella  se  convenza 

Dale  un  abrazo,  simplona.   / 

Manuela.Si  usted  lo  manda  ^  allá  va. 

[Le  abraza.] 

Luis.       Su  sencillez  me  enamora. 

Macaria.  Y  tú  por  tú  desde  ahora. 

Manuela.Sij  madre. 

Macaria.  Qué? 

Manuela.  Sí,  mamá. 

Luis.       Déjela  usted  que  se  explique 

con  su  natural  llaneza. 
Ciríaco.  Ya  soltará  la  corteza 

cuando  usted  la  domestique ; 

que ,  al  fin ,  aunque  no  aig^moa 

90 


1 


168 


DIOS  LOS  CRU  T  ELLOS  SE  JUNTiLN. 


de  las  dotes  que  no  tiene. 

Se  burlarán  mis  amigos, 

que  en  el  siglo  diez  y  nueve 

no  esperaban  encontrar 

fílósotos  de  mi  especie ; 

mas  no  turbará  su  risa 

mis  domésticos  placeres...., 

y  alguno  en  su  corazón 

acaso  envidie  mi  suerte. — 

No  obstante,  bueno  es  guardarme 

de  sus  sátiras  crueles 

y  el  primer  pan  de  la  boda 

saborear  tranquilamente. — 

Tampoco  quiero  sufrir 

los  brutales  parabienes 

que  en  Móstoles  me  darian 

los  amigos  y  parientes 

de  una  suegra  irracional 

y  de  un  suegro  veinte  veces 

más  insufrible ,  porque  une 

lo  pedante  á  lo  silvestre. 

Bien  estoy  en  Leganes 

donde  no  me  desesperen 

los  unos  por  exquisitos 

y  los  otros  por  soeces. 

Aquí  en  santa  paz  y  en  gracia 

de  Dios 

[úpese  rodar  un  carruaje,  que  para 
al  instante.] 

Mas  ¿({ué  ruido  es  ese? 
ün  carruaje!  Y  á  mi  puerta, 

si  los  oidos  no  mienten 

¿Quién  diablos  será 

{Se  asoma  i  la  ventana  ie  la  derecha,'] 

Una  dama....  y 

Íel  galán  correspondiente 
acara Con  el  sombrero 

la  cubre.  Maldito  mueble  I ~ 
Ya  vuelven  la  espalda  y  entran 
ligeros  como  cohetes. 

{Retirándose  de  la  ventana.] 

Si  es  para  mí  la  visita , 

es  importuna ,  es  aleve. — 

Ya  los  oigo  en  la  escalera. 

Qué  desgraciada  es  mi  suerte  I 

Huia  del  perejil, 

y  me  ha  nacido  en  la  frente  I 


Luis.      Emilia!....  (Me  desespero.) 

Antonio.  {Abrasándole.] 

Otro  abrazo! 
Luis.                           (Otro  demonio ! ) 
Sí,  tengo  mucho  placer 

{Á  Emilia.] 

Sea  usted  muy  bien  venida. 

Yo  ignoraba,  por  mi  vida 

Antonio.  Te  he  querido  sorprender. 
Luis.      Con  efecto,  mi  sorpresa 

Esta  agradable  visita 

Antonio.  {Á  Emilia.] 

No  te  digo?  Es  infinita 
la  amisl^d  que  me  profesa. 

Luis.       {Á  Emilia  qfreciéndola  una  silla.] 


Antonio. 
Luis. 
Antonio. 
Luis. 

Antonio. 


Suplico  á  usted (Oh  tormento!) 

No  te  incomodes.  El  caso 

Ya.  Ustedes  irán  de  paso 

No.  Si  venimos  de  asiento! 
Sí?  (Malo!)  Pues  el  lugar 
poco  ofrece. 

No  es  tan  malo. 
Sus  huertas  son  nn  regalo, 
y,  en  fin,  para  vegetar 

Emilia.   {Sentándose.] 

Mi  médico  aseguré 
que  estos  aires  son  soberbios 
para  los  males  de  nervios 
de  que  soy  víctima  yo. 

{Con  dolor.] 

Yo  también 

{Mudando  de  tono.] 

Algo  propenso 


Luis. 


ESCENA  V. 

D.  LUIS.    EMILIA.    D.  ANTONIO. 

Antonio.  {Abrazando  á  D.  Luis.] 

Caro  Luis! 
Luis.  Querido  Antonio! 

Tú  por  acá!.... 
Emilia .  Caballero 


Antonio.  {Sentándose.  D.  Luis  hace  lo  mismo.] 

Y  estando  tú  aquí,  ya  ves 

Conque,  dije:  á  Leganes!, 

y  aquí  me  tienes. 
Luis.     •  (Qué  censo!) 

Antonio.  Evitemos  que  se  aburra 

mi  pobre  amigo,  añadí , 

que  estará  sólito  allí 

tomaado  leche  de  burra 

Luis.      No.  Tengo  aquí  una  casilla 

Antonio.  Ya  sé,  y  un  poco  de  hacienda 

Luis.      Puede  que  pronto  la  venda, 

que  ya  me  cansa  esta  villa. 
Antonio.  Eh!  para  una  temporada 

Viendo  que  es  la  casa  inmensa, 

no  quiero  hacerte  la  ofensa 

de  marcharme  á  una  posada. 

Luis.       Aquí  las  hay 

Detestables ; 


DIOS  LOS  CRIA  Y  ELLOS  SE  JUNTAN. 


469 


Luis, 
Antonio. 


Luis, 


Emilia. 


ya  lo  supongo. 

Luis,  Antes 

Antonio.  Ea! 

cédenos 

[Chanceándose.] 

por  lo  que  sea ! 
un  rincón... 

Hombre^  no  me  hables... 
No  te  he  querido  ofender. 

Una  chanza  de  las  mias 

Qué  locura!  ¿Tú  me  habías 

de  exigir  el  alquiler? 

Nada:  un  cuarto  para  Emilia, 

otro  cuarto  para  mí 

Ninguna  etiqueta  I  Aquí 
viviremos  en  familia. 
(Se  meterá  hasta  en  mi  cama. 
Voto  á  briós !....)  Mucho  lo  siento, 
pero  no  hay  aquí  aposento 
donde  alojar  á  una  dama. 
A  mí?  De  cualquiera  modo. 
Mi  indisposición  no  es  grave , 

Íen  un  lugar,  ya  se  sabe, 
ay  que  conformarse  á  todo. 

Yo  aunque  sea  sobre  céspedes 

Yo  os  diera  hospitalidad , 

pero  hay  la  dificultad 

de  que  tengo  aquí  otros  huéspedes. 

No  ie  hace. 

(^¿Es  mi  casa  fonda, 
santo  Dios!) 

Unos  á  un  piso, 
otros  á  otro;  y  si  es  preciso 
haremos  cama  redonda. 
(Habré  de  cantar  de  plano. 
No  hay  recurso! )  Amigo  Antonio, 

se  trata de matrimonio 

¿Qué  escucho,  Dios  soberano! 

ÍTú  te  casas!  Y  con  quién? 
Ss  linda? 

Yo  así  lo  creo. 
Ya  conocerla  deseo 
y  que  oiga  mi  parabién. 

¡Por  vida  de  los  apóstoles 

Quién  lo  habia  de  pensar? 
Y  es  fruta  de  este  lugar? 

Luis.      [Cortado.] 


Antonio. 


Luis. 
Antonio. 


Luis. 

Antonio. 

Luis. 


Antonio. 
Luis. 


Antonio. 
Luis. 

Antonio. 


Luis. 


Antonio. 

Emilia. 

Luis. 

Emilia. 

Antonio. 


Antonio. 

Luis. 

Antonio. 

Luis. 
Antonio. 

Emilia. 

Antonio. 
Luis. 


No.  De  Móstoles. 

De  Móstoles! 

Es  boda de  gratitud. 

Ya  recuerdo Bribonazo!.... 

Allí  diste  el  batacazo. 

Y  allí  cobré  la  salud. 

No  en  vano  andabas  tan  serio 
por  Madrid  el  otro  dia. 

Y  yo  malicié  que  habia 

en  su  viaje  algún  misterio. 

¿Hija  de  algún  hidalgote 

No,  que  nació  en  la  pobreza. 
La  hermosura  es  su  nobleza 
y  la  virtud  es  su  dote. 


Antonio. 
Luis. 


Antonio. 


Luis. 
Antonio. 

Emilia. 

Antonio. 

Luis. 

Antonio. 

Emilia. 


\  Tú  cambiado  en  pastorcillo 
de  la  Arcadia !  Es  rara  idea. 
I  Tú  en  pos  de  una  Galatea 
con  zurrón  y  caramillo! 

Qué  quieres!  Los  desengaños 

La  filosofía 

Ay,  Luis! 
Tu  cabeza  está  en  un  tris. 
Filósofo  á  veintiún  años ! 
Veinticuatro! 

Pche!.... 

Y  mi  viaje? 
¿Y  el  terrible  coscorrón 
que  iluminó  mi  razón 
cuando  volqué  del  carruaje? 
Vaya,  tú  te  burlas,  sí, 

pero  engañarme  no  puedes 

Al  contrario,  son  ustedes 
los  que  se  burlan  de  mí. 
He  aquí  por  qué  me  oponia, 
aunque  amigo  verdadero 

[Riéndose.] 

Cosa  como  ella !  ;  Un  cochero 
enseñar  filosofía ! 
Pues !  No  lo  digo?  Paciencia ! 
Estás  en  ti,  criatura? 
Tu  boda  es  una  locura. 
Es  un  cargo  de  conciencia. 
Tú  esposo  de  una  palurda! 
Es  un  ángel,  un  portento. 

Curtida  del  sol  y  el  viento 

Criada  en  una  zahúrda 


Luis.       [Levantándose.  Emilia  y  D.  Antonio 

hacen  lo  mismo.] 

Á  ese  fallo  tan  iniusto, 
á  esa  rechifla  molesta 
sólo  daré  por  respuesta 
que  la  novia  es  de  mi  gusto. 
Antonio.  No  te  piques.  Lo  hemos  dicho 
por  tu  bien.  Yo  sentiría 

aue  mañana  ú  otro  dia 
oraras  ese  capricho. 
Emilia.  Si  con  efecto  es  tan  bella 
y  usted  se  ha  clavado  ya 

tan  de  firme 

Luis.  Claro  está 

cuando  me  caso  con  ella. 

[Dirigiéndose  á  jD.  Antonio.] 

Y  pues  remedio  no  tiene 
y  de  que  yo  piense  así , 
ó  de  otra  manera,  á  ti 
nada  te  va  ni  te  viene ; 
pues  tus  consejos  no  escucho, 
porque  no  son  menester; 
ó  mi  huésped  no  has  de  ser, 
y  lo  sentiría  mucho, 
ó  por  Dios  que  no  me  quemes 
con  pullas  y  chirinolas 
córampópuloy  aunque  á  solas 
rías ,  gruñas  y  blasfemes. 


170 

AnUmo. 


Emilia. 

Luis. 

Antonio. 


Luis. 


Antonio. 
Luis. 


Antonio. 

Emilia. 

Luis. 


DIOS  LOS  CRIA  T 

Mo&rme?  Qntf  desatino! 
Paes  la  amas  con  tal  exceso, 

ya  no  es  razón Lejos  de  eso^ 

me  ofrezco  á  ser  tu  padrino. 
Bravol  T  la  madrina  yo. 

Gracias 

Qaé  cara  de  agraz  1 
Aceptas?  Será  capaz 
de  responderme  que  no. 
Me  he  picado;  lo  confieso; 

mas  son  ustedes  tan  finos 

Sí,  YO  he  menester  padrinos. 
No  nabia  pensado  en  eso. 
^No  sabe  lo  que  le  pasa.) 
(Tal  vez  así  lograre 
ponerlos  de  buena  fe 

?a  que  se  han  metido  en  casa, 
orque  icómo  me  intercepto 

Imposible!  T  sin  embargo ) 

Haola.  Sal  de  ese  letargo. 
Nos  desaira  usted? 

No.  Acepto. 


ESCENA  VI. 

D.  LUIS.    D.  ANTONIO.    EMILIA.    CIRÍACO. 

[Sah  Ciríaco  vestido  d  la  moda,  pero  con  des* 
aliño  y  como  dsspegdndoseU  la  T(ypa\ 

Ciríaco,  kcfaí  me  tienes ,  amado 

hiio  futuro  político. 
Luis.      (Mi  suegro!) 
Antonio.  (El  suegro!) 

Emilia.  (Su  suegro!) 

Ciríaco.  [Haciendo  rídiculas  cortesias.'] 

Pero  no  habia  advertido 

Saludo  á  ambos  sexos Es 

decir,  á  ambos  individuos , 
hembra  y  varón ,  y  me  ofrezco 
con  todos  los  requisitos 

Emilia.  Beso  á  usted  la  mano.  (¡Extraña 
caricatural) 

Antonio.  (Hum!  Quétio!) 

Servidor 

Luis.      [Presentando  d  Ciríaco.] 

Este  es  el  padre 
de  mi  novia. 
Ciríaco.                      Es  positivo, 
porque  al  fin 

Luis.      [Presentando  d  D.  Antonio.] 

El  caballero 

don  Antonio  BaquerizO; 

que  nos  ha  venido  á  honrar 

Ciríaco.  Muy  señor  mío  y  amigo. 
Luis.       Y  su  bella  hermana  Emilia. 
Ciríaco.  Por  muchos  años.  Si  sirvo 


ELLOS  SE  JUNTAN. 

de  alguna  cosa....  T  ¿qui^n  sabe 

Ello  es  que  todos  servimos, 
aunque  unos  más  y  otros  menos 

Y  al  fin  cada  cual  es  hijo 
de  sus  obras,  y  no  hay  duda 

Íue  si  bien  se  mira He  dicho, 
[uchas  gracias,  señor  don 

Cómo  es  so  gracia? 
Luü.  (Estoy  fritol) 

Ciríaco.  Me  llamo,  para  servir 
á  Dios  y  á  usted 

Antonio.  [Contestando  en  voz  baja  d  una  mirada 
severa  de  D.  Luis  y  mordiéndose  los 

labios.] 

No  me  rio. 
Ciriaco..  Ciríaco  Palomo,  ex-fiel 

de  fechos,  hijo  legítimo 

de  Ídem,  ídem.  Es  decir, 

de  otro  Ciriaco 

Antonio.  Entendido. 

Y  de  otro  Palomo. 
Luis.  Voy, 

si  ustedes  me  dan  permiso 

[Yendo  hada  la  derecha  del  foro.] 

(Antes  que  salga  Manuela 
y  se  exponga  á  ser  ludibrio 
de  esa  ¿ente ,  será  bueno 

que  yo  la  preste  mi  auxilio 

Ah!  Ya  está  aquí!) 


ESCENA  VII. 

D.  LUIS.    D.  ANTONIO.    EMILIA.    CIRÍACO. 
MANUELA.    MACARIA. 

[Saie  Manuela  con  vestido  y  sombrero  muy  ricos 
y  elefantes,  pero  desgarbada,  mal  prendida  jf 
sobrecargada  ridiculamente  de  joyería  y  otros 
accesorios.  Macaria  aparece  tan  grotesca  como 
su  hija,  aunque  con  minos  lujo,] 

Manuéla\Muy  gozosa.]  jMira,  mira 

?ué  maja  que  estoy,  Luisito! 
La  novia!) 
Antonio.  ( La  novia  \ ) 

Macaria.  Terno, 

qué  tal  me  sienta  el  vestido? 
Luis.      Bien. 

Antonio.  [Saludando.] 

Señorita Señora 

Emilia.  (La  suegra  es  un  basilisco.) 

.  [Á  Manuela  y  Macaria.] 

Tengo  el  honor  de  ofrecer 


5SJ 


DIOS  LOS  CRU  Y 

mis  respetos 

Antonio.  Felicito 

Macaria.[ConcortesiaseatravaffanUSf  que  imita 

en  silencio  ManuelaJ\ 

[Á  D.  Antonio.] 

Dios  guarde 

[Á  Emilia.] 

Que  usté  la  goce... 

[Á  D.  Luis  en  voz  baja.] 

Quién  es  ese  lechuguino? 
Quién  nos  trujo  á  esa  reumática? 

Ciríaco.  [Aloido.] 

Romántica ! 

Luis.  (Qué  suplicio  1) 

Un  amigo  y  su  hermanita^ 
que  han  llegado  de  improviso, 
y  sabiendo  que  me  caso...., 

con  tan  plausible  motivo 

(Soy  un  nombre  sin  vergüenza 
si  hoy  no  me  da  un  tabardillo.) 

Jfacam. Vengan!  Me  alegro,  que  á  mí 
no  me  se  encoge  el  ombrigo 

•Emilia.  (Jesús!) 

Macaría.  Por  dos  convidados , 

ni  aunque  sean  veinticinco. 

[Á  Manuela.] 

Qué  haces  tú,  boba?  Saluda 
á  esa  mocita  al  estilo 
de  Madrid. 
Manuela.  Ta  voy ,  mamá , 

que  no  soy  costaf  de  trigo. 

[Bando  la  mano  i  Emilia,] 

VenM  la  mano ,  y  me  alegro 

que  haiga  salú  y  apetito. 
Luis.      (Yo  soy  mártir !) 
Emilia.  Muchas  gracias. 

Yo  deseo  á  usted  lo  mismo. 

[2).  Antonio  vuelve  la  cara  para  reir^ 
se  y  Emilia  se  tapa  con  et  abanico.] 

Macaria.[Aparte  i  Manuela,] 

Muchacha!,  un  abrazo  ahora 
y  un  beso  en  cada  carrillo. 

Manuela.{Á  Emilia.] 

Con  el  aquel  del  casorio 
tengo  trabucado  el  juicio 
y  olvidaba  lo  primero 
y  prencipal.  Al  avío ! 
Un  abrazo  y  besémonos. 

[La  abraza.] 
Luis.       (¿Y  no  hay  quien  me  pegue  un  tiro!) 

[Al  besar  Manuela  d  ^Emilia  chocan 

las  alas  de  los  sombreros  perdiendo 

ambos  su  colocación  natural.] 


ELLOS  SE  JUNTAN.  471 

Emilia.  Ay,  que  mis  ojos  peligran! 
Ay !....  ¡Ya  me  sacó  de  quicio 
el  sombrero ! 

[Procura  arregldrselo.] 
Manuela.  Usted  perdone. 

Macaría. [Acomodando  d  su  modo  el  sombrero 

de  Manuela.] 

Chica!,  y  el  tuyo?  Y  los  rizos? 

Voto  á  sanes 

Luis.       Fastidiado.]        Son  inútiles 

os  sombreros.  No  salimos 

ahora  de  casa 

Manuela.  Y  estorban 

gara  besar.  Me  lo  quito? 
í. 

Manuela.[Quitdndose  el  sombrero  y  dejdndolo 

sobre  una  silla?] 

Y  usted  quédese  en  pelo 
también. 

Emilia.  [Haciendo  lo  mismo.] 

I  Vaya No  replico. 

Antonio.  (Pobre  Luis!  Le  tengo  lástima!) 


ESCENA  VIII. 

MANUELA.    EMILIA.    MACARÍA.    D.  LUIS. 
D.  ANTONIO.    CIRÍACO.    RUPERTA. 


Ruperta.  El  notario  y  los  testigos. 
Luis.      Ya  vamos. 


ESCENA  IX. 

MANUELA.    EMILIA.     MACARÍA.    D.    LUIS. 
D.  ANTONIO.    CIRÍACO. 

Luis.  (j  Oracias  á  Dios , 

que  estaba  sudando  el  quilo!) 

Tu  padrino,  Manolita, 

es  el  señor. 
Antonio.  Si  soy  digno..... 

Luis.      Y  la  madrina,  su  hermana. 

Emilia.  Con  gusto  nos  ofrecimos 

Manuela.Sí^  Me  alegro  mucho.  ¿Y  qué  hacen 

las  novias  con  los  padrinos? 

Luis.      [Et^adado.] 

Donosa  pregunta!  Nada. 
Manuela.Pof  cumplir  desde  el  prencipio 

mis  obligaciones 

Luis.  Todas 

se  refieren  al  marido. 
Ciríaco.  Chica,  tú  cambias  los  frenos. 

Tú  confunda  el  bautismo 


479 


DIOS  LOS  CRIA  T  ELLOS  SE  JUNTAN. 


con  el  matrimonio:  estamos? 
Dos  sacramentos  distintos.... 


Luis. 


[Interrumpiéndole.] 

Y  un  solo  Dios  yerdadero. 
Vamos  abajo.  No  es  licito 

hacer  esperar 

Maearia,  Sí,  vamos 

á  que  se  tomen  los  dichos 
cuanto  antes,  que  ya  estarán 
deshaciéndose  estos  chicos. 

Luii.      [Dando  el  brazo  i  Maearia.] 

El  brazo. 

[Á  D.  Antonio.] 

k  la  novia,  tú. 

Antonio.  [Dando  el  brazo  á  Manuela.] 

Señorita (¡Pues  no  es  ripio 

la  moza!) 

Luis.      [Á  Ciriaco.] 

T  usted  á  Emilia. 


Ciriaco.  [Dando  el  brazo  i  Emilia.] 

Que  me  place! 
Emilia.  (Me  resigno.) 

[óyese  i  lo  lijos  marcha  militar  J] 

Luis.      [Dejando  pasar  á  las  otras  parejas  J] 

Vamos,  pues 

Manv^la.[  Volviendo  la  cabeza.] 

Hola  I  Tambores  I 
Tendremos  tropa.  Qaé  lindo!' 

Luis.       Calle!....  Te  gusta  la  tropa? 

Manuela.Que  si  me  gusta?  Me  pirro 
por  ella. 

Maearia.  Calla,  tontusa! 

[ííola  ya  con  D.  Luis  y  siguiendo  á 
los  demos  por  la  puerta  del  foro.] 

No  hagas  caso,  que  lo  ha  dicho 
sin  malicia. 
Luis.      [Caviloso.]  (¡Quiera  Dios 

que  yo  no  haga  un  desatino !) 


ACTO    SEGUNDO. 


ESCENA  I. 

RUPERTA. 

[Llega  por  la  derecha  del  foro  trayendo  un  gran 
azafate  cubierto  con  una  servilleta ,  y  lo  deja 

sobre  una  mesa.] 

Las  tortas  dicen  comedme , 
los  bollos ,  de  aquí  á  la  gloria ! 
El  ama  doña  Macaría 
que  la  echa  de  fanfarrona, 
quiere  ausequiar  á  la  gente 
y  que  quedemos  con  honra. 
Y  si  hoy  es  esto,  ¡  eche  usté  ag^io 
para  el  dia  de  la  boda ! 
Abajo  están  en  tadía 

con  los Maldita  memoria!.... 

Cómo  han  dicho? — Ah!  los  contrastes 
matrimoniales. 

Balbino.  [Dentro.]  Patrona! 

Ruperta.  rero  ¿quién  sube?  Esa  voz 
me  huele  á  cosa  de  tropa 

Balbino.  [Dentro.] 

Patrona ! 

Ruperta.  [Á  la  puerta.] 

Justo  y  cabaL 


ESCENA  II. 


RUPERTA.    BALBINO. 

Balbino.  [Con  fusil,  fornituras^  mochila  y 

morral.] 

Dios  guarde  á  usted,  buena  moza. 
Es  usté  el  ama  de  casa? 
Ruperta.'MiénoB  puntos  calza  mi  horma. 
Soy  criada.  Hace  ocho  dias 

me  acomodé 

Y  me  acomodas 
á  mí. 

El  melitar  es  chusco. 
Que  si  lo  soy?  Carambola! 
Alaba  á  Dios,  criatura, 
que  por  tus  puertas  asoma 
la  espuma  del  regimiento. 
Porque  has  de  saber,  pichona, 
que  al  granadero  más  bravo 
le  tira  esta  mano  heroica 
de  los  bigotes. 

Demonio  I 
Y  nadie  dice  esta  boca 
es  mia;  y  si  lo  dijera, 
qué  chirlo.  Virgen  de  Atocha ! 

Pues  ni  el  verdugo 

No  soy 


Balbino. 

Ruperta. 
Balbino. 


Ruperta. 
Balbino. 


Ruperta. 
Balbino, 


DIOS  LOS  CRIA  Y  ELLOS  SE  JUNTAN. 


473 


yerdago,  cara  de  rosa; 
que  soy  barbero. 

[  Volviéndose  de  lado.] 

¿No  ves 
una  bacía  de  azófar 
sobre  mi  mochila? 

Ruperta,    .  Ahí  sí. 

Balbino,  Pues  esta  es  mi  ejecutoria  ^ 
y  en  un  apuro  me  sirve 
áe  marmíte  y  cantimplora.- 
Pero  aliviemos  el  cuerpo 
de  estos  chismes^  que  me  doblan. 

[Arrima  el  fusil  y  quitase  la  mockilay 
cartuchera j  etc.y  quedándose  sólo  con 

el  sable.] 


Ruperta, 
Balbino, 
Ruperta, 
Balbino, 


Rnperta. 
Balbino. 


Rtifierta. 

Balbino. 
Ruperta, 

Balbino. 


Ruperta, 


Balbino. 

Ruperta, 
Batbino. 


Pues 9  sigun  eso,  usted  viene 
alojado  aquí. 

Pues  I  Toma 
la  boleta. 

Yo  no  sé 
de  letras. 
[Leyendo.]  «Don  Luís  Mendoza 

alojará  á  un  granadero » 

7  le  dará  cama,  ropa, 
asiento  á  la  lumbre ,  vino, 
comida,  tabaco 

Í Tomando  la  boleta.]  Sopla ! 
¡so  reza  el  bolatin? 
No.  Yo  añado  alguna  cosa, 
pero  á  un  hombre  como  yo 
¿quién  niega  tales  bicocas? 
Y  amor  con  amor  se  paga. 
Mis  navajas  están  prontas 
para  afeitar  al  patrón, 
y  si  tú  tienes  de  sobra 

alguna  muela 

Arre  allá  I , 
que  á  mí  denguna  me  estorba. 

Pero  ¿dónde  está  la  gente 

¿No  sabe  usted j  Pues  si  hay  boda 

en  casal    - 

;Y  eso  tenías 
tan  callado!  Á  mejor  hora 
no  podia  yo  venir. 
No  es  nada !  Tendremos  broma 
que  cante  el  credo,  y  cabrito, 

y  gallina  en  pepitoria 

I  Para  que  yo  coma  el  rancho 
estando  aquí!  Puf!  bazofia  I 
Aun  tardarán  unos  dias 
en  casarse.  Ahora  se  toman 
los  dichos. 

Guapo !  Y  qué  tal  ? 
Es  buena  chica  la  novia? 
Como  unas  mialmas. 

Mejor. 
La  haremos  cuatro  carocas , 
y  harto  será  que  resista 
al  garbo  de  esta  persona ; 
que  si  cojo  una  guitarra 


Ruperta. 

Balbino. 

Ruperta. 
Balbino. 


y  pespunteo  una  jota, 
ó  canto  por  la  rondeña 
media  docena  de  coplas , 
muerta  por  estos  pedazos 
pedirá  misericordia. 
Barbero  de  munición , 
pronto  canta  usted  Vitoria. 
Si  ella  se  me  hace  de  pencas, 
cuento  contigo,  cachorra. 
Pues  ya ! 

Que  á  falta  de  pan — 
estamos?— buenas  son  tortas. 
Ruperta.  Que  si  quieres! 

Balbino.  [Destapando  la  bandeja.] 

Tortas  dije , 
y  tengo  aquí  media  arroba! 

[Tomando  una.] 

Las  probaré,  ya  que  todo 

me  sale  á  pedir  de  boca. 
Jtuperta.  Parece  que  usted  no  es  manco. 
Balbino,  Soy  más  listo  que  Cardona.— 

Esto  estará  prevenido 

Sara  llenar  la  bartola 
espues  de  los  dichos. 
Ruperta.  Pues. 

Balbino.  ¡Voto  á Tengo  que  ir  ahora 

á  casa  de  mi  sargento 

Yo  volveré  por  la  posta 
á  gozar  del  piscolabis ; 
mas  por  si  acaso 

[Toma  mis  tortas.] 

Ruperta.  ¡Qué  poca 

vergüenza !  Y  uégo  dirán  - 
que  he  sido  yo  la  golosa. 

Balbino.  Échale  la  culpa  al  gato, 

y  hasta  más  ver.  Hui!....  Gachona! 


ESCENA  III. 

RUPERTA. 

A  fe  de  Ruperta  Sánchez 
que  no  es  saco  de  algarroba 
el  granadero.  ¡Y  á  mí 
que  en  viendo  un  sabré  con  boira 
y  un  bigote  y  un  morrión 
toda  el  alma  me  retoza ! — 
Mas  si  á  mí  me  hacen  salero 
su  desparpajo  y  sus  roncas, 
harto  será  que  las  sufran 
ni  el  amo  ni  las  señoras. 
¡Digo,  la  dichosa  suegra, 
cansada  de  hilar  estopa 
como  yo,  y  porque  la  uiiia 
con  un  señor  matrimonia, 
se  pone  hecha  un  Lucifer 


\ 


474 


DIOS  LOS  CRIA  T  ELLOS  SE  JUNTAN. 


cuando  no  la  llaman  doña! — 
Hola!  Ta  creo  qne  suben. 
Yaya  si  han  estado  posmas  I 
Desque  bajaron  podían 
haberse  casado  en  Boma. 


ESCENA  IV. 

MANUELA,     macaría.     EMILIA.     D.  LUIS. 
D.  ANTONIO.    CIRÍACO.    RUPERTA. 

Macaria.Yhyh,  asiéntesen  ustedes, 

que  ahora  hemos  de  celebrar 
los  responsales. 

Luis.      [  Viendo  el  fusil  y  equipo  de  Baibino .  ] 

Qué  es  esto? 
Fusil  y  mochila ,  morral , 

cartuchera 

Ruperta,  Es  que  hay  en  casa 

alojado  un  melítar. 

Manuela.  [Muy  contenta.] 

ün  melitarl 

Macana.[Al  oido  interrumpiéndola.] 

Calla,  bruto! 
Luis.      Esto  me  faltaba. 
Rvperta,  '  Ahí  va 

la  goleta. 

Antonio.  [Aparte  con  Emilia  mientras  lee  para 

sí  D.  Luis.] 

Pobre  Luis! 

I  En  lindo  berengenal 

está  metido  1 

El  alcalde 

bien  me  podía  excusar 

en  este  día 

¡  Qué  falta 

de  tacto  municipal  I 

Cuando  yo  era  nel  de  fechos :  — 

no  en  Léganos,  sino  allá 

Porque  bueno  es  que  haya  un  turno, 

pero  si  en  casa  de  Juan, 

por  ejemplo i  Cuando  digo 

que  no  saben  gooernar!.... 
Luis.      Bien  está,  que  se  le  aloje 

con  toda  comodidad ; 

coma  y  beba  cuanto  quiera , 

que  nunca  he  querido  mal 

á  la  tropa;  pero  abajo 

se  le  puede  aposentar. 
Macaría,  Tiene  razón,  j  Embocarse 

en  la  sala  prencipal!.... 

Pero  eso  yo  lo  remedio 

en  un  santiamén. 


Emilia. 
Luis. 

Ciriaco. 


[Llamando.] 
Beltran! 


Ciriaco.  [A  D.  Antonio.] 

Ciertamente ,  no  hay  motivo 

para  que  sin  más  ni  más 

Porque,  al  cabo,  la  ordenauza 

Y  aunque  yo  creo  que  no  hay 

de  su  parte  una Di^:amo8 

Tampoco  es  justo Verdad? 

Antonio.  Seguro.  (No  pienso  ver 
ente  más  original.) 

[Lleffa  un  criado.] 

Macaria.  Lleváisus  Ruperta  y  tú 

todo  ese  tren.  Qué  aguardáis? 

Y  arreglái  para  el  soldado 
la  pieza  que  da  al  zaguán. 

Ruperta.  Bien. 

Macaria.  [En  voz  baja.] 

Y  á  Juana,  que  despache, 
que  estoy  dada  á  Satanás. 

[  Vanse  Ruperta  y  el  criado,  lleván- 
dose los  efectos  de  Baibino.] 


ESCENA  V. 

MANUELA.     MACARÍA.     EMILIA.    D.  LUIS. 
D.  ANTONIO.    CIRÍACO. 

[Durante  esta  escena  hablan  aparte  Manuela 
con  B,  Luis,  Emilia  con  D,  Antonio  y  Macor 

ria  con  Ciríaco,] 

Manuela.Qué  tienes,  Luis  de  mis  ojos? 

¿Porqué  estás  tan  así....,  tan 

Mucho  amor  esta  mañana 

cuando  aun  estaba  en  agraz , 

vamos  al  decir,  la  boda; 

y  ahora  que  sernos  ya, 

como  quien  dice ,  marido 

y  mujer,  qué  seriedaz  I 
Lnisí      Hija,  cuando  uno  se  casa 

tiene  tanto  en  qué  pensar 

Yo  te  quiero  como  siempre, 

pero la  fatalidad 

La  llegada  intempestiva 

de  esa  gente  que  es  capaz 

de  burlarse  de  un  entierro 

Tus  costumbres  de  lugar 

Manuela.Yo  no  soy  mujer  de  malas 

costumbres. 
Luis.  No  digo  tal, 

sino  que  á  veces  tu  misma 

sencillez 

Manuela.  Toma !  ¿  Soy  más 

hoy  que  ayer? 
Luis.  Tienes  razón. 

Manuela.Con  amor  v  voluntaz 

yo  deprenderé  en  Madrid 

otro  aquél  menos  patán. 


NOS  LOS  CRIA  T 

Diquiá  estonces ,  buen  remedio, 
Luisito,  si  se  me  ya 
la  burra,  que  dijo  el  otro, 
tírale  tú  del  ronzal. 

[iSíffuen  Aailando  en  voz  baja,] 

Antonio.  [Á  Emilia,] 

Harto  será  que  esa  boda 

Smilia.  Sí,  me  parece  que  está 

don  Luis  como  abochornado 
de  su  extraña  ceguedad, 
y  el  bochorno  suele  ser 
anuncio  de  temporal. 

[Siguen  hablando  en  toz  baja.] 

Macaría.  [Á  Ciríaco.] 

I  Virgen  Santa ,  qué  cocina 
de  mis  pecados  I  Me  dan 
angustias.  Anda  con  mil 
demonios  y  el  capataz 
á  ver  si  despachan. 
Ciriaco.  Puede 

que  algún  repentino  azar 

Porque  suele  suceder 

Íue,  á  veces,  el  mismo  afán 
igúrate  tú  que  el  gato...., 

que  al  fin  es  un  animal 

Esto  no  quiere  decir 

Macaría.Qué  maldito  guirigay  I 

Calla  y  has  lo  que  te  digo. 
Jesús  qué  hombre! 
Ciríaco.  Voy  allá. 


ESCENA  VI. 

MANUELA,    macaría.    EMILIA.    D.  LUIS. 

D,  ANTONIO. 

Afaearía.[Re€onociendo  la  bandeja.] 

(Esto  no  está  como  yo 

lo  puse.  Algún  perillán 

No,  pues  como  yo  lo  abrigue 

¿Habráse  visto ) 

Luis.      \A  Manuela.]  No  más  1 

\  tu' corazón  es  mió, 

I  ué  mayor  felicidad  ? 

\i  necias  preocupaciones 
me  han  podido  fascinar 
por  un  momento,  en  tus  ojos, 
en  tu  risa  celestial 
vuelve  á  aparecer  mi  gloria 
y  el  inefable  maná...., 

el  Paraíso jUn  abrazo, 

querida  esposa  I 

[La  abraza,] 

Antonio.  [Á  Emilia  aparte.] 

Eh?  Qué  tal? 
Macar ia.C\)ico%\....  £h!  ¿Qué  senifica 


ELLOS  SE  JUNTAN. 


475 


i; 


Tengamos  la  fiesta  en  paz. 
Luis.      No  la  he  besado. 

Macaría.  No  estante 

Manuela.Como  se  han  firmado  ya 

los  contraltos 

Macaria.  Pero  aun  falta 

la  bendición  del  altar. 

» 

[Siindose.] 

(Eh,  eh...  Diantre  de  muchachosl.. 
Lo  mesmo  era  yo  á  su  edaz.) 

Antonio.  [Aparte  con  Emilia.] 

Reincide  en  la  tontería. 
Emilia.  No  tiene  cura  su  mal. 


ESCENA   VII. 

MANUELA,    macaría.    EMILIA.    D.  LUIS. 
D.  ANTONIO.    CIRÍACO. 

Ciríaco.  [En  voz  baja  d  Macaria.] 

Ta  sube  Buperta. 
Macaría.  Bien. 

Ciríaco.  Me  parece  que  ya  puedes 

Macaría.YdLj^L,  asiéntesen  ustedes 

Í  tomen  lo  que  les  den. 
ero 

Macaria.  Naide  me  resuelle  I 

[Se  sientan  Emilia,  Manuela,  don 
Luis  y  J>.  Antonio.] 

Ciríaco.  [Aloido.] 

Naide  otra  vez  I 
Macaria.  Hum !  ¿Me  dejas 

en  paz?  ¡Siempre  á  mis  orejas 

Eres  hombre,  ó  eres  fuelle? 

[Siéntanse  también  Macariay  Ciríaco. 
'    Entra  Ruperta  con  una  cesta  llena  de 

platos.] 

Luis.      [Aparte  d  Macaría.] 

Si  no  es  algún  contrabando, 

¿podré  saber 

Macaría.  ,  Está  alerta 

y  verás. — Platos,  Buperta  I 

[Rwperta  da  un  plato  d  cada  uno  y  y  se 

retira.] 

Luis.      ¿Y  á  qué  fin 

Macaría.  Chit!  To  lo  mando. 

No  sé  yo  mi  obligación? 

Hoy  todo  el  mundo  se  alegra 

Ír  debe  echar  una  suegra 
a  casa  por  el  balcón. 

Emilia.  [Aparte  d  D.  Antonio.] 

Qué  querrá  darnos  ahora? 
Ciríaco  *  Señor,  ó  aquí  hay  confianza^ 


i 


1 


47« 


DIOS  LOS  CRIA  Y 


ó  no,  y  la  buena  crianza 

PaesI 

[Á.Fmilia.] 

No  digo  bien,  señora  ? 
Emilia.  Mucho.  (Se  queda  tan  hueco 

el  buen  hombre  como  si  algo 

hubiera  dicho.) 
Ciriaco.  ¿Qué  hidalgo 

se  desposa  á  palo  seco? 

Legones  no  es  un  SegoTia, 

no  es  un  Madrid;  mas,  con  todo, 

si  una  suegra  en  cierto  modo 

es  la  madre  de  la  novia, 

en  verano  y  en  invierno, 

en  el  campo  y  en  la  corte 

es  preciso  que  se  porte 

como  la  suegra  del  yerno. 
íiUis.      Enterado. 
Macaría,  Ahora  veréis 

que,  aunque  gentes  de  lugar 

Luis,      ¿Y  hasta  cuándo  hemos  de  estar 

con  plato  en  ristre  los  seis? 
Manuela.Bice  bien. 
Macaría.  ¡Ese  gandul 

de  Beltran 

Antonio.  [Aparte  i  Emilia.] 

Con  tanto  plato 
cesante  ¡qué  lindo  rato 
nos  diera  el  indio  Cosul/C). 

ífacaría.Yo  iré,  que  son  muy^angoUos 
y.».  .• 

Ciríaco.  Ya  viene  el  azafate. 

{Entran  Euperta  y  un  criado;  eHa  con 

vasos  de  aloja  en  una  bandeja,  y  él 

con  jicaras  de  chocolate  en  otra.] 


ESCENA  VIII. 

MANUELA.    MACARÍA.    EMILIA.    D.  LUIS. 
D.  ANTONIO.  aRlACO.  RUPERTA.  UN  CRIADO. 

i/o^am.Yamos  vivo!  El  chocolate  1 

[Á  Xuperta.] 

T6  las  tortas  y  los  bollos. — 
Torpes! 

Ruperta.  [Tomando  el  azafate  de  los  bollos  sin 

soltar  el  que  trae.] 

Se  apagó  la  lumbre 

A/acam.Desacupa  la  otra  mano, 
bestia  I 

[Ruperta  pone  sobre  la  mesa  la  bande" 

ja  de  los  vasos  y  sigue  despttes  al  cría' 

do.  Este  va  ofreciendo  d  todos  chocolate 

empezando  por  Emilia.] 


ELLOS  SE  JUNTAN. 

Emilia.  [Retirando  elplato.] 

Gracias.  Tan  temprano 

Antonio.  [Haciendo  lo  mismo.] 

Gracias.  No  tengo  costumbre 

Manuela.{llKTé  lo  que  veo.  Tate  I 

No  me  regañe  dempues ) 

[Con  melindre  y  retirando  elplato.] 

Gracias. 

Luis.       [Rehusando  también  la  jicara,] 

Qué  diablo!  ¡Á  las  tres 
de  la  tarde  chocolate ! 

Macaría. [Apar te  con  Ciríaco.] 

Todos  han  dicho  que  no! 
Ciriaco.  Todos! 
Macaría.  Qué  mala  crianza! 

[Tomando  una  jicara.] 

Pues  yo  tomo  mi  pitanza. 
No  la  perdono. 

Ciríaco.  [Tomando  otra  jicara.] 

Ni  yo, 

Emilia.  [Á  Ruperta  que  va  ofreciendo  bollos.] 

Pase.  Almorcé  con  mi  hermano 

tarde 

Antonio.  Gracias. 

Manuela.  No  hay  gazuza. 

Gracias. 
Luis.  Quita  aUá ! 

Macaría.  (Gentuza! . . . .) 

[Tomando  bollos.] 

Venga Yo  comí  trempano. 

Ciríaco.  [Haciendo  lo  mismo.] 
Yo  también. 

Macaría.[Comiendo  y  hablando.] 

¿Conque  desprecias 

Pues  mira,  yo  hice  las  tortas 

Luis.       Bien 

Macaría.  Con  harina  de  almortas 

Emilia.  (Huí I) 

Macaría.  Y  aguardiente  y  especias. 

Luis.      Gracias.  Otro  dia 

Macaría.  [Á  Manuela.]  ¿Y  tú 

tampoco 

Manuela.[Muy  dengosa.] 

No;  no  se  acerque, 
no  sea  que  se  me  empuerque 
mi  vestido  de  tisú. 
Macaría.  Yaya ,  pues  darles  un  vaso 
de  aloja 


( * )    Famoso  jugador  de  manos,  ó  jtretíidigitadory  como  se  dice  ahora. 


DIOS  LOS  CRIA  Y  ELLOS  SE  JUNTAN. 


477 


JOuis,      [Zevantdndose  y  dando  el  flato  al  cría^ 
do.  Todos  van  haciendo  lo  mismo  menos 
Macaría  y  Ciríaco?^ 

Eh!  DO  tengo  sed. 
Emilia,  Mil  gracias. 
Antonio,  Perdone  usted. 

Ciriaco.  [Abarte  d  Macaria.] 

Merienda  tú  y  no  hagas  caso. 
Manuela, (¡ToT  hacer  la  lechuguina 

ni  una  mala  torta  embucho!) 

[Aparte  á  Ruperta,] 

Guárdame  de  todo^  y  mucho, 

que  luego  iré  á  la  cocina. 
Lnis,       Ven,  Manuela,  que  ya  es  hora 

de  poner  en  posesión 

de  su  nueva  nabitacion 

á  mi  madrina  y  señora. 
Manuela-\2i,mo^, 

Zvis. '     [Á  D.  Antonio,] 

También  para  ti 
hay  cuarto  allá  dentro.  Ven. 

Macaría,  Sí ,  marcháísus.  Yo  también 
iré  luego  por  allí. 

Antonio.  (Qué  convite  tan  grotesco  !) 
£1  brazo 

[Se  lo  ofrece  d  Manuela,] 

Manuela.[Tomando  el  de  D,  Luis,] 

No!  Á  mi  pariente. 
Luis.       (Qué  suegros!) 

Emilia ,   [Aparte  d  su  hermano .  ] 

¡  Cuando  yo  cuente 
en  Madrid  lo  del  refresco !.... 

[  Vansepor  la  izquierda  del  foro,] 


ESCENA  IX. 

macaría.    CIRÍACO.    RUPERTA.  EL  CRIADO. 

Macaría,  \  Miren  la  pitiminí 

de  la  madrina,  que  Dios 
perdone Pues  y  él?  Los  dos 

[Con  la  mano  en  el  estómago,] 

se  me  han  asentado  aquí. 
Ciriaco.  Gastan  muchos  perifonos 

en  Madrid,  y  cada  cual 

Ya  ves Pero  lo  esencial 

es  que  aprovechen  los  bollos. 

Macaría.  [Á  Ruperta.] 

Dame  aloja  y  toma  el  plato. 


Ciriaco.  [Dando  su  plato  al  criado.] 

Otro  vaso  para  mí. 
Macaria,  [Después  de  beber.] 

Verdá  que  está  rica? 
Ciríaco,  [Lo  mism^.]  Sí , 

y  es  muy  buena  para  el  flato. 
Macaría.  ÁhoTK  andái  á  la  cocina 

con  todos  esos  enredos; 

y  cudiadol,  y  cepos  quedos; 

no  hagáis  una  sarracina. 

[  Vanse  con  las  bandejas  Ruperta  y  él 

críado.] 


ESCENA  X. 

macaría.    CIRÍACO. 

Macaría.Vero  ¡con  qué  aire  de  taco 
se  hacía  también  Manuela 
la  remilgada!  Tontuela! 
Lo  arreparaste,  Ciriaco? 

Ciríaco,  Qué  quieres!  el  mal  ejemplo 

No ,  y  en  parte  hace  muy  bien , 

porque  su  marido  es  quien 

Por  último,  yo  contemplo 

Y,  aquí  para  entre  los  dos, 

siendo  marido  y  mujer 

Hazte  cargo Es  menester.... 

Balbino,  [Á  la  puerta.] 

AJabado  sea  Dios  I 


ESCENA  XI. 

BALBINO.    macaría.     CIRÍACO. 

Ciríaco,  [  Volmendo  la  cabeza,] 

Por  siempre Es  un  militar. 

El  alojado,  sin  duda. 
Balbino,  El  mismo  que  viste  y  calza ,  « 

señor  patrón. 

Macaria,  [Á  Ciríaco  mirando  d  Balbino  con 

atención.] 

Santa  Úrsula! 
Esa  voz  y  esas  faiciones 

Ciríaco.  [Á  Macaria.] 

Calle  1  Es  la  misma  figura 

del  chico  de  Pedro  Antón 

Balbino.  (Ó  yo  he  perdido  la  brújula 
ó  no  es  la  primera  vez 

3ue  veo  la  catadura 
e  ese  ciudadano.) 
Ciriaco.  [Á  Macaria.]  El  mismo. 

Mírale.  Aquel  buena  púa 

Balbino,  (Pues  la  vieja ,  aunque  la  ropa 
no  corresponde  á  su  alcurnia 


Í7S 


DIOS  LOS  CRU  T  ELLOS  SE  JUNTAN. 


Sí,  es  ella,  es  ella.) 
Ciriaco.  l^l^oA  Balbinol 

Baliino.  Tía  Macaría  I 

Macaría.  [Aparte  i  Ciríaco.] 

¿Á  qué  pronuncias 
su  nombre  f  Valia  más 
hacerse  el  sueco. 
Balbino,  Ventura 

como  la  mia Un  abrazo! 

Macaría,  [Rechazándole.] 

Poco  á  poco,  que  esa  es  mucha 
llaneza 

Baliino,  To  estoy  en  babia. 

¿Ta  nos  la  echa  la  palurda 
de  señora? 

Macaría.  Es  que  lo  soy. 

Balbino.  Tia  Macaría,  usted  se  burla? 

Ciríaco.  No  tal.  Mi  esposa  y  señora 
en  lo  (]^ue  dice  se  funda, 

pues  SI  el  hábito  hace  al  monje 

Ya  no  hay  monjes ,  pero  se  usa 
el  refrán. — Quiero  decir 
que  si  mirando  se  juzga 
lo  que  se  ye.....  claro  está, 
y  excusada  es  la  pregunta. 

Baliino.  El  bueno  del  tío  Ciríaco  I 
Siempre  el  mismo. 

Ciríaco.  No  me  gusta 

que  me  llamen  tio.  Entiendes? 

Baliino.  ^in  oirle.] 

Hablando  nasta  por  las  uñas , 
pero  el  cristiano  que  le  oye 
se  queda  siempre  en  ayunas. 

Ciríaco.  Sí,  cuando  el  cristiano  es  necio. — 
Y  dejémonos  de  pullas. 

Macaría.Vxxes  I  T  antaño  no  es  hogaño, 

Ír  désele  á  cada  una 
o  que  es  suyo. 

Baliino.  Bien  está, 

doña  Macaría.  (¡  Tan  muía 
como  la  dejé  I)  i  Y  qué  primo 
de  Méjico  ó  de  Calcuta 
nos  trajo  tanta  bambolla 
á  bordo  de  una  falúa? ' 

Macaría.  Yo  no  tengo  que  dar  cuentas 
ádenguno 

Baliino.  Y  mi  futura? 

Macaría.  Cómo  futura? 

Baliino.  Mi  noTia, 

Manuela,  el  sol  y  la  luna 
de  Móstoíes.  Dónde  está? 

Macaría.  Qué  te  importa? 

Baliino.  \  Por  san  Lúeas 

bendito ¿No  ha  de  importarme 

si  me  tiene  su  sandunga 
muertecito  y  aquel  garbo 
se  crió  paráoste  cura? 
^Si  cuando  yo  caí  quinto 
juró  y  perjuró  que  nunca 
me  olvidaría,  y  lloraba 
por  cada  ojo  una  laguna, 


que  la  pobre  parecía 

la  Virgen  de  las  Angustias? 

Macaría.En^  estonces  zagalona 

que  no  entendia  la  abuja 
de  mariar ,  ni  si  esta  mano 
es  la  drecha  ó  es  la  zurda. 

Ciríaco.  Quince  años  al  fin no  pasan 

de  quince  años.  Quien  presuma 

otra  cosa Porque,  al  cabo, 

no  estando  en  sazón  la  fruta 

Quiere  decir  que  es  lo  mismo 
ser  ciego  que  estar  á  oscuras. 

Baliino.  Noticia  fresca. 

Macaría.  No  vengas 

ahora  con  esas  tontunas. 
Si  tú  la  querías  tanto, 
¿por  qué,  sabiendo  escrítura, 
no  la  pusiste  una  carta 
diciendo:  por  áhi  te  pudras? 

Baliino.  Cómo  si  escribí?  (Mentira  I) 
Si  gasté  un  mazo  de  plumas!. 
Mas  cayeron  prisioneras 
mis  cartas,  sin  duda  alguna. — 
Y  sobre  todo ,  la  quiero 
y  la  querré  hasta  la  tumba. 

Macaría.^  ella  no  te  quiere  á  ti; 
conque  no  pidas  cotufas 
al  golfo. 

Baliino.  Si  es  imposible! 

Verá  usted  cómo  se  chupa 
los  dedos  cuando  me  vea. 

Macaría.Vxxes  sabe,  ya  que  me  azuzas, 
que  se  va  á  casar  con  otro. 

Baliino.  Con  otro  I  Usted  lo  asegura? 

Macaría.Como  que  ya  se  han  tomado 
los  dichos. 

Baliino.  Negra  fortuna  I  . 

Ya  donantes  la  criada 
me  habló  de  esa  baraúnda; 
mas  ¿quién  podía  pensar 

?[ue  esa  mala  hembra,  esa  bruja 
üese  el  cuerpo  del  delito? 
Pues  juro  al  sol  que  me  alumbra 
que  la  ingrata,  mala  sangre, 
no  se  saldrá  con  la  suya. 

Macaría.VoT  qué  no?  Mandas  tú  en  ella? 

Baliino.  I  Ya  verá  usted  qué  trifulca 

se  arma  aquí!  ¿Dónde  está  el  mandria 
el  infeliz  aue  me  usurpa 
mi  propiedad? 

Macaría.  Menos  gritos, 

que  no  estamos  en  la  dula. 

Ciríaco.  Ten  juicio,  Balbino.  Yo 

te  probaré  si  me  escuchas 

Baliino.  Qué  me  ha  de  probar  usted? 
La  paciencia. 

Macaría.  ¿Te  figuras 

que  es  mi  yerno  un  pelagatos,- 

ó  un  cobarde  que  se  asusta 

de  ver  bigotes?  Pues  no,  ^ 

que  es  hombre  de  mucha  injundia , 

y  no  sufre  ancas  de  naide , 

y  si  quiere  te  sepulta 


DIOS  LOS  CRIA  T  ELLOS  SE  JUNTAN. 


479 


en  onzas  de  oro. — Balbino, 
echa  el  acial  á  tu  furia. 
No  te  pierdas  y  nos  pierdas 
haciendo  aquí  una  diablura. 
Mejor  será  que  te  largues , 
ya  que  están  verdes  las  uvas 
para  ti.  Yo  te  daré 
unos  cuartos 

JBaliinQ,  Tia  lechuza, 

á  mi  nadie  me  camela 
haciéndome  garatusas. 
Que  si  quieres!....  Tengo  yo 
más  conchas  que  una  tortuga. 

Macaria.'PeTO y  si  ella  no  te  quiere !.... 

Balbino.  Aunque  lo  rece  la  bula 

no  lo  creo,  y  mientras  ella 
con  su  boquita  de  azúcar 
no  me  dé  unas  calabazas 
muy  gordas  y  muy  maduras, 
diré  que  ustedes  la  venden 
como  á  Cristo  vendió  Judas, 
¡  y  habrá  aquí  toros  y  cañas 
si  ese  hombre  no  capitula! 

Ciríaco.  Pero  j santo  Dios,  qué  modo 

de...  Hombre!...  Ni  el  moro  Muza... 
Y  quien  dice  el  moro 

Macaría.  Á  bien 

que  la  muchacha  no  es  muda, 
y  te  leerá  la  cartilla , 
y  tendrás  que  hacer  rinuncia. 
Mas  verla  de  sopetón 
delante  de  la  tretulia 

del  novio  y  de  los  padrinos 

sería  una  acción  muy  bruta. 

BalMno.  Mas  que  lo  sea!  El  mal  trago 
pasarlo  pronto. 

Ciríaco.  Tú  buscas 

tres  pies  al  gato,  y  ya  ves 

3ue  llevarlo  todo  á  punta 
e  lanza Que  al  fin  las  cosas 

Deja  que  haya  coyuntura 

Porque  en  eso  está  el  busilis 

Ello  es  verdad  que  las  truchas 

no  se  pescan Ya  comprendes, 

mas  no  siempre  el  que  madruga 

Estamos? 

Balbino.  Sí,  estoy  cansado 

de  oir  á  usted  esa  música 
ratonera;  y  no  me  muevo 
de  aquí,  está  usted?  aunque  se  hunda 
el  firmamento,  hasta  ver 
á  Manuela. 

Macaría.  Hum! . . . .  ¡Mala  zurra 

Bien ,  mas  delante  del  otro 
calla  y  no  hagas  de  las  tuyas. 

Balbino.  Bueno.  Yo  haré  por  callar 

mientras  tanto  que  se  ajustan 
las  cuentas  entre  ella  y  yo. 

Macaría.Vxies  estonces,  aleluya. — 

Ah!  diremos  que  eres  primo 

Balbino.  Qué?.... 

Macaría.  Ya  está  aquí  1 

Ciríaco.  Disimula. 


ESCENA  XII. 

macaría.    CIRÍACO.    BALBINO.    D.  LUIS. 
EMILIA.    D.  ANTONIO.    MANUELA. 

Luis.      Conque  un  rato  á  pasear? 
Antonio.  No  hemos  visto  á  Léganos 

todavía. 
Emilia.  Abur. 

Manuela.  Mandar. 

Antonio.  [Saludando  en  general.] 

Hasta  luego. 
Macaría.  Hasta  dempues. 


ESCENA  XIII. 

MANUELA,    macaría.    D.  LUIS.    CIRÍACO. 

BALBINO. 

Luis.      [Aparte  i  Manuela  reparando  en  Bal- 
bino.] 

Ehl  y^a  tenemos  aquí 
al  alojado! 

Manuela.[It€conociendo  d  Balbino  y  dando  un 

gríto.] 

Ahí 

Luis.       [Admirado.]       \  Qué  grito 

Macaria.lío  te  almires 

Manuela.  (Él  es,  sí.) 

Balbino.  [Á  Macariaen  voz  baja.] 

Ve  usted?  El  mismo  delito 

Macaria.^Bte  mozo  es  primo  de  ella,    • 

le  teníamos  por  muerto, 
*  y,  ya  ves,  como  resuella 

tan  sin  pensar 

Ciríaco.  Sí  por  cierto. . 

Porque  el  muchacho  es  sobrino 

Es  decir,  no  de  Manuela, 

sino  de  Bárbara  Pino 

que  fué  hermana  de  su  abuela; 

y  como  á  nadie  se  oculta....,     • 

Jues !,  y  ella  formaba  juicio 
e  que  el  otro....,  pues!,  resulta 
que  la  sangre  hizo  su  oficio. 

Luis.      [Receloso.] 

¿Conque primo  tuyo? 

Manuela.lCortada.]  Sí. 

Balbino.  Qué  tal,  chica?  Te  va  bien? 
Manuela. PsinL  servirte,  y  á  ti? 
Balbino.  Vamos  tirando.  Qué  tren  I 

Manuela.  [Animándose  un  poco.] 

¿Conque  no  te  has  muerto? 
Balbino.  Quiál 

Tu  primo  ¡firme  que  firme  I 


180 


DIOS  LOS  CRIA  T  ELLOS  SE  JUNTAN. 


¿Yo  habia  de  hacer — pues  ya! — 
la  primada  de  morirme  ^ 


Luis,      [Observando  d  los  dos.] 

(Este  primo!....) 
Balbino.  ün  relicario 

pareces.  Qué  guapetona! — 
No  entraba  en  mi  calendario 

?|ue  fueses  tú  mi  patrona. 
Este  primo  es  sospechoso.) 
Balbino.  ¿Conque  te  casas,  Manuela? 
Manuela  J^i. 
Balbino.       Y  este  será  tu  esposo? 

Dios  le  dé (donde  le  duela.) 

Dios  le  0é  salud 

Luis,  Lo  estimo. 

BcUbino.  Como  yo  se  la  deseo. 
Luis.       (Se  me  ha  indigestado  el  primo.) 
Balbino,  (Hum!....  Le  veo  y  no  le  veo!) 

[Tomando  una  silla.] 

Amigo,  yo  estoy  cansado. 
El  que  quiera  que  se  siente. 
Yo  lo  hago  á  fuer  de  alojado,  ' 
de  paisano  y  de  pariente. 
^Qué  guapa!  ¡Si  es  un  racimo 
de  perlas!) 

Ciríaco,  [Aparte  con  Macaría.] 

Tiemblo! 
Macaría.  Me  vuela! 

Luis.       (Cuando  digo  yo  que  el  primo ) 

Balbino.  Vaya,  dime  algo,  Manuela. 
Manuela.  Qxxé  he  de  decir?  (Acá  dentro 

siento  un ) 

Balbifto.  Pues  yo  te  diré 

que  has  crecido 

[Con  malicia.] 

m 

y  no  te  encuentro 

la  misma  que  te  dejé. 
Manuela.'No  pasan  años  en  balde. 
Balbino,  (Y  no  la  he  de  hacer  un  mimo? 

¡Voto  á  cribas ) 

Luis.  (Si  el  alcalde 

me  librarit  de  este  primo ) 

Macaría.  [Aparte  con  Ciríaco.] 

Mal  haya  tanta  endireta ! 
Ciríaco.  No  la  quita  ojo  el  maldito. 
Macaria.Me  está  llevando  Pateta. 
Luis.      (Este  primo,  este  primito!....) 
Balbino.  VueB  JO.., 

[Mirando  de  reojo  á  D,  Luis,] 

(Quieto,  y  se  hace  el  sordo!) 
Vuelvo  de  aquellas  Navarras 
ni  más  flaco  ni  más  gordo. 

[Con  intención^ 

Yo  siempre  soy  el  de  marras. 

[D.  Luis  toma  el  sombrero.] 


Manuela. Te  vas? 

Luís.  (Todo  me  revuelvo 

de  verle ,  y  si  no  redimo 

esta  carga )  Pronto  vuelvo. 

Adiós.  (El  diantre  del  primo!) 


ESCENA  XIV. 

MANUELA,    macaría.     BALBINO. 

Ciríaco.  [Á  Macaría.] 

Ahora  va  á  ser  ella. 
Macaría.  [A  Ciríaco.]  Ahora 

le  diré  yo  las  verdades 
del  barquero. 

Balbino.  [Levantándose.] 

Mala  pécora , 

mujer  de  poco  caraite , 

así  cumples  tu  palabra? 
Manuela. BdAhino (¡Virgen  del  Carmen, 

qué  cara  pone!)  Entendíque 

Macaria,y^\^,  chico,  no  nos  armes 

camorra.  Ella  no  te  quiere 

Balbino.  Silencio,  y  deje  usted  que  hable 

la  interesada. 
Macaria.  Silencio? 

Á  mí  no  me  tapa  naide 

la  boca. 

Manuela.  Yo Sí;  te  quise 

Balbino.  Oye  usted? 

Manuela.  Pero mi  madre 

Como  tú  no  me  escribías 

y  el  otro  estaba  delante 

Ciriaco.  Ojos  que  no  ven Et  cmtera. 

Lo  cierto  es  que  en  todas  partes 

cuecen  habas,  como  dice 

Y  al  cabo  y  al  fin ,  con  alguien 

se  ha  de  casar  la  muchacha, 

y  tener  el  alma  en  Flándes 

y  el  cuerpo  en  Móstoles Esto 

me  parece  que  se  cae 

de  su  peso,  y  lo  demás 

es  gastar  pólvora  en  balde. 
Balbino.  Tio  Ciriaco! 
Macaria.  Calla,  que  harto 

nos  has  quemado  la  sangre 

delante  del  otro. 
Manuela,  No  hay 

remedio.  Has  llegado  tarde ! 
Macaria.OyeSy  Balbino?  Ella  mesma 

te  ha  dado  con  la  del  martes. 

No  quenas  calabazas? 

Pues  tómalas. 
Balbino.  Ella  es  mártir.  • 

Ella  no  se  atreve  á  hablar 

porque  ustedes  no  la  arañen. 

rero  es  mucho  hombre  Balbino 

para  rendirse  á  un  futraque, 

y  el  don  Luis  tendrá  que  habérselas 


DIOS  LOS  CRIA  Y 

■ 

con  el  hijo  de  mi  padre. 
Ciríaco.  Pero,  hombre,  ¿con  qué  razón , 

con  qué  justicia 

Manuela,  ( Qué  lance ! ) 

Balbino,  La  razón  es  mi  real  gusto 

y  la  justicia  mi  sable. 
Macaría, iC6mo  se  entiende...  Mal  hombre!.. 
Ciríaco,  A*  mí  me  la  echas  de  jaque? — 

Es  decir,  á  mí 

Manuela.  fialbino, 

esas  son  brutalidades. 
Bálbino.  En  perdiendo  yo  una  vez 

los  estribos  soy  un  cafre, 

¡y  voto  á 

Macaría.  Descomulgado!, 

vete;  márchate  á  la  calle, 

ó  haré 

Balbíno.  No  me  da  la  gana; 

que  aq^uí  me  ha  dado  el  alcalde 

mi  alojamiento. 
Macaría.  Pero  este 

no  es  tu  cuarto.  Largo! 
Ciríaco.  Marchen  I 

Balbíno.  Pues  no  me  iré. 
Macaría,  Pues  te  irás. 

Balbíno,  ¿k  yer  quién  se  atreve  á  echarme 

Manuela.  ¡  Por  Dios 

Macaría,  Te  irás  á  la  trágala. 

Daré  parte  al  comendante 

Ciríaco,  Eso! 

Balbíno.  Tia  Macaría! 

Ciríaco.  Así! 

Veremos,  ya  que  no  valen 

razones 

Macaría.  Te  haré  poner 

en  un  cepo. 
Balbíno.  A  mí?  (Y  es  fácil, 

Íue  el  mayor  tiene  unos  humos ) 
<argo  de  aquí ! 

Balbíno.  ¡Voto  á  sanes 

•  Si  no  fuera  usted  mujer..... 
Macaría.  Ay,  que  me  pega  este  infame ! 

[Orítando.] 
¡Lagna 

Balbíno.  [Tapando  la  boca  d  Macaría.] 

Galle  usted ! 
Manuela.  Jesús! 

Yo  estoy  mala 

Macaría.  Ves,  tunante? 

Balbíno.  Eso  es  otra  cosa. 
Macaría.  ¿Dónde 

te  duele? 
Manuela.  No  sé Un  ataque 

de  niervos,  un 

Baliino .  Ten  correa , 

voto  á  bríos!  No  te  desmayes.— 

ustedes  tienen  la  culpa. 

Ciríaco.  [Acudiendo  d  su  kíja.] 

Traeremos  agua  y  vinagre? 
Macaría,  Nosotros? 
Balbíno.  Sí,  porque  le  han 

II.      • 


ELLOS  SE  JUNTAN. 


m 


cuarteado  las  facultades. 
Macaria.Es  mentira! 
Balbíno.  En  fin ,  me  najo 

porque  no  se  muera  ese  ángel; 

Sero  ya  veremos Humrr!.... 
iramando  voy  de  coraje. 


ESCENA  XV. 

MANUELA,    macaría.    CIRÍACO. 

Macaría.  Pero  ¿hase  visto  en  el  mundo 
forajido  semejante? 

Ciríaco.  [Á  Manuela.] 

Se  pasó? 
Manuela.  Nada !  { Si  lo  hice 

por  excusar  un  disastre 

Macaría.  12L  es  preciso  que  de  casa 

le  echemos  á  todo  trance. 

[A  Ciríaco.] 

Tú  marcha  á  ver  si  nos  truecan 

la  goleta  con  mil  diantres , 

y  yo  en  ca  del  escribano 

para  que  me  haga  al  istante 

up  memorial 

Ciríaco.  Yo  lo  haré. 

No  es  necesario  que  encargues 

Macaría,  i  Tú  no,  que  en  cada  renglón 

colarás  un  disparate ! 

Voy  volando...  Ah!  Tan  y  mientras, 

para  que  aquí  no  se  encaje 

otra  vez  el  granadero 

y  enjergue  otro  cipizape, 

dejaremos  encerrada 

á  la  chica. 

Manuela.  Pero,  ¡madre 

Macaría.  No  refunfuñes ! 
Manuela.  ¡A  mí 

Macaria.[Á  Ciríaco.] 

Tú  te  llevarás  la  llave, 
que  vendrás  antes  que  yo. 
Ciríaco.  Pero  ¿y  si  don  Luis... 

Macaría.  Que  aguarde. 

• 

[  Vanse  Macaría  y  Ciríaco  por  el  foro 
cerrando  la  puerta  por  defuera.] 


ESCENA  XVI. 

MANUELA. 

I  Jesús  qué  tripulación 
y  qué  congoja  y  qué  apuro! 
¿Qué  hace  una  cuapdo  está  una 
para  casarse  con  uno, 
y  viene  el  otro  y  ese  otro 

31 


m 


DIOS  LOS  CRIA  Y  ELLOS  SE  JUNTAN. 


lo  mete  todo  i  barallo?— 
¡Y  vaya  si  viene  guapo, 
y  macareno  y  rebusto! 
¡Y  yo  tan  inncionada 

á  la  tropa Y  el  que  tuvo 

reta  YO,  que  dijo  el  otro. 

Le  quise  antaño,  y  no  es  justo 

que  nogaño Trújele  Dios...., 

y  para  algo  me  le  truio. — 
Fero  el  otro,  que  es  el  joven 
más  campecnano  del  mundo, 
y  bebe  por  mí  los  vientos, 
y  siendo  de  alto  coturnio 
no  tiene  á  menos  casarse 
con  la  hija  de  un  palurdo, 
y  me  ha  dado  estos  arreos, 
y  como  es  rico  y  de  rumbo 
mercará  cuanto  yo  quiera 

y  en  todo  me  dará  gusto 

Pobre  Luis  I  Sería  un  cargo 
de  concencia  y  un  prejurio 
dempues  do  decirle  otorgo, 
plantarle  por  otro  chulo. 
No,  que  es  muy  mala  partida, ' 
y  en  piedio  de  este  timulto 
de  afeutos  oigo  una  voz 
que  me  dice:  oros  son  triunfos. 

[Aparece  Balbino  montado  en  la  ven* 
tana  de  la  izquierda»^ 


ESCENA  XVII. 

MANUELA.    BALBINO. 

AfanuelaAjl  Qué  es  esto? 

BaJbino.  No  te  asustes, 

alma  mia. 
Manuela.  Estoy  sin  pulso. 

A  qué  vienes ,  condenado? 

Si  lo  sabe  mi  futuro 

Mis  padres 

BalHno.  Estamos  solos. 

Hablemos  cuatro  minutos. 
Manuela.Y  tras  de  estar  encerrada 

Para  ti  nada  hay  seguro. 
Baliíno.  Tengo  un  amor  y  dos  piernas, 

veo  una  parra....,  y  me  subo 

Manuela, Yete  por  Dios,  que  me  pierdes! 
Balbino,  Escúcname. 
Manuela,  No  te  escucho. 

Balbino.  Pues  ya  no  me  vuelvo  atrás, 

[Saltando  al  tablado.] 

y  aquí  estoy,  y  aunque  arda  el  mundo 

ine  ñas  de  oir. 
Manuela.  Buena  la  hicimos  I 

Jesús  1  Toda  me  atarrullo 

Balbino.  No  temas,  que  aquí  estoy  yo. 

Manuela.Y^il  Es  que 

Balbino.  Vamos  al  asunto. 


Me  quieres,  6  no? 

Manuela.  Balbino! . .  • . 

Balbino.  Ya  no  valen  disimulos. 
Tus  ojos  dicen  que  sí, 
y  aunque  tu  boca  ha^  pujos 
•  para  negarlo,  es  en  balde; 
como  si  hablaras  eu  ruso. 

Manuela.\Yilg;dLme  Dios  y  qué  modo 
de  escudriñar Eres  brujo? 

Balbino.  ¡  Ah,  bendita  sea  tu  alma 

Manuela.Vxxe^  sí  que  te  quiero,-  y  mucho; 

mas  ¿qué  he  de  hacer?  ¿No  te  dije 
endenantes:  «No  hay  recurso! 
Llegaste  tarde!;»  ^No  sabes 
que  firmé  de  propio  puño — 
con  la  señal  de  la  cruz 

Balbino.  Eh!  no  le  hace.  Se  compuso 
lo  de  Capa-rota 

Manuela.  ¿Y  cómo 

se  desenreda  este  ñudo? 
Yo  le  diré  nones ,  y  él 
me  dirá  pares  y  truco. 

Balbino.  Tendrá  que  hacer  demisión 
cuando  sepa  que  yo  ocupo 
tu  lugar. 

Manuela.  Pero  ¿y  mi  padre? 

Balbino.  Tu  padre  es  un  mameluco. 

Manuela.Y  mi  madre? 

Balbino.  Será  abuela 

^  año  cuarenta  y  uno. 

Manuela.^  con  qué  has  de  mantener 
a  mis  hijos  y  á  los  tuyos? 

Balbino.  Ahora  sí  que  me  has  chafado! 

Manuela.Qwé  ingrato  y  qué  testarudo! 
Entra  Dios  por  mis  ventanas, 
y  en  vez  de  sacarle  el  jugo, 
¿quieres  que  le  dé  con  ellas 
en  la  cara!  Guando  luzgo 
sedas  y  blondas  ¡  me  quieres 
condenar  al  paño  burdo ! 
En  vez  de  habitar  palacios , 
¡quieres  volverme  á  mi  escuro 
cochitril  y  que ,  vecina 
de  las  gallinas  y  el  burro, 
con  el  alba  me  despierten 
cacareos  y  rebuznos! 
En  vez  de  comer  fraisanes, 
quieres  que  coma  mendrugos  I 
Tá  eres  contra  Dios,  Balbino, 

Sorque  Dios  dice  á  los  suyos: 
a  de  comer  al  hambriento, 
da  de  vestir  al  desnudo; 
tú  ¡al  revés  me  las  calzo! 
ienes  ropa?  Te  desplumo. 
Tienes  qué  comer?  Ayuna. 
Se  hiciera  esto  con  un  turco? 
Balbino.  Tienes  razón.  Oh,  Manuela! , 
tu  talento  es  muy  profundo. 
No  me  habia  á  mí  ocurrido 
que  si  la  novia  le  usurpo, 
no  me  llevaré  con  ella 
las  rentas  de  tu  futuro. 
Y  al  fin,  qué  soy  yo?  Un  soldado. 


íí 


DIOS  LOS  CRIA  Y  ELLOS  SE  JUNTAN. 


483 


Mira  tñ  qué  sostituto  I  — 
Es  verdad  que  soy  barbero^ 
y  no  me  tengo  por  zurdo, 
y  espero  de  un  dia  á  otro 
mi  licencia;  mas  pregunto,, 
¿quién  diablos  me  da  dinero 
para  poner  un  tenducho? 
.     ¿Dónde  encuentro  parroquianos, 
noy  que  hasta  el  pueblo  menudo 
se  hace  la  barba  á  sí  mismoV 
Mas  ¿qué  quieres!  El  reflujo 
de  los  hados To  te  adoro! 

Manuela. ky  de  mí! ,  yo  no  lo  dudo, 
mas  dice  aquel  dicho:  tanto 
te  quiero  que  te  desnuco. 

Bdlbino,  Pues  bien,  cásate,  mujer! 
¡Cásate  con  ese  chusco. . . . , 
y  malos  lobos  le  muerdan! 
Sé  dichosa.  ¡To  renuncio 
á  tu  mano ! 

Manuela.                  Oh  fortalencia! 
Oh  virtud  I . . . .  ¡  Cruel  tarugo 
para  un  corazón  amante! 
¿Cómo  podré,  cachirulo, 
pagarte 

Balbino.  Matando  á  ese  hombre 

á  pesadumbres. 

Manuela.  Yo  juro 

Balbino.  Y  luego  en  segundas  nuncias...., 
ó  antes,  si  Dios  lo  dispuso, 
yo  aliviaré  los  pesares 
que  te  va  á  dar  el  difunto. 

Manuela. A.y  \  suben  por  la  escalera 

Vete 

Balbino.  '    Yo  no  escondo  el  bulto. 

Soy 'quien  soy  I 

Manuela.  Pero  ¿y  mi  honra? 

Balbino.  Tu  honra?..  Sí,  es  verdad.  Me  escurro- 
Pero  ¿adonde 

Manuela.  Á  la  ventana ! 

[Balbino  monta  en  la  ventana  y  figura 

buscar  dónde  aboyar  el  pié,  que  queda 

colgando  hacia  fuera.] 

Ya  están  aquí! 
Balbino.                         Yo  me  aturdo. 
No  alcanza  á  la  parra  el  pié 

[Suena  dentro  la  llave.] 
Manuela.YK  abren  la  puerta.  Ay  san  Bruno! 


ESCENA  XVIII. 

MANUELA.    BALBINO.    D.  LUIS.  CIRÍACO. 

Luis,      ¿Qué  veo!  ¡Ese  hombre 

Ciriaco.  Balbino! 

Balbino.  [En  la  ventana.] 

No  es  nada ;  no  hay  contrabando. 
Es  que  venía  buscando 


Manuela.Yo....  Cuando...  Él  venía...  Vino... 
Luis.       Qué  infamia!  Huye,  miserable^ 
huye,  ó  mi  justo  furor 

Balbino.  [Saltando  otra  vez  al  tablado.] 

Vamos  con  calma,  señor 

(Subirme  yo  aquí  sin  sable!....) 
Ciriaco.  Balbino,  es  acción  villana 

asaltar 

Balbino.  Toma!  Si  abierta 

hubiera  estado  la  puerta, 

no  entrara  por  la  ventana. 

Luis.       Traidora !  ¿  Es  esta  la  fe 

A£a7iuela.Tomh !  |  Mire  usted  qué  pata 

de  gallo!  ¿Acaso 

Ciriaco.  Hija  ingrata!.... 

Manuela. kc^iso  yo  le  llamé? 

Balbino.  Yo Se  me  antojó  un  racimo, 

á  la  parra  me  subí, 

estaba  Manuela  aquí, 

y lya  usted  ve!  como  primo 

Luis.       I5h!  Vayase  noramala 

Manuela.¿Es  culpa  mia  que  hubiera 

una  parra  por  de  juera 

y  una  ventana  en  la  sala? 

Luis.       Calla!  ¿Aún  te  atreves,  perjura 

Manuela.Si  yo ¡  Virgen  del  Pilar 

Ciríaco.  [Conteniéndole.] 

Don  Luis! 
Balbino.  \  No  haga  usted  llorar 

á  esa  pobre  criatura ! 

Luis.       [Á  Balbino.] 

Ya  he  dicho 

Balbino.  Sí,  viento  en  popa 

me  voy  ya,*  no  se  sofoque; 

pero  como  usted  la  toque 

ni  al  pelito  de  la  ropa 

Luis.      No  me  arredran  amenazas. 

Fuera  de  aquí! 

Ciriaco.  [Á  Balbino  con  tono  persuasivo.] 

Vete,  vete ! 

Luis.      Ó  yo  haré  que  usted  respete 

Balbino.  Sí?  Pues  ya,  ni  con  tenazas 

Manuela.  [Sollozando.] 

Tengo  honra,  y  es  mucha  afrenta... 

Balbino.  La  oye  usted?  Gime,  solloza 

Señor  don  Luis!,  esa  moza 
corre  desde  hoy  por  mi  cuenta. 

Luis.      ¿Cómo 

Balbino.  No  hay  cómo  que  valga. 

Ciriaco.  ¿Qué  se  entiende 

Balbino.  '    Y  á  los  dos 

desafío,  ¡  á  todo  Dios  I 
El  que  sea  hombre,  que  salga. 

[Suenan  dentrocajastocandollamada.] 

Luis.       ¡  Vive  Dios 

Balbino.  Suena  el  tambor: 

obedezco  á  su  compás. — 


484 


DIOS  LOS  CRIA  Y  ELLOS  SE  JDNT>IN. 


Viva  usted  media  hora  más 
y  agradezca  este  fa^or. 

[Ciríaco  contiene  d  D.  Luis^  y  Ma- 
nuela i  Balbino.] 

Ciríaco,  Quieto! 

[Á  Baliino»] 

No  te  irás  al  fin  ? 

Manuela,  \  Por  Dios 

Luis.  ;  Infame.... 

Ciríaco,  [Aparte  á  D,  Luis.\     Es  muchacho. 

Baldino.  10  volveré 

Ciríaco,  [Como  antes.]   Está  borracho. 
Balbino,  Y  habrá  la  de  San  Quintín. 

[Manuela  se  sienta  i  un  lado,  y  llora  y 

moquea.] 


ESCENA  XIX. 

MANUELA.    D.  LUIS.    CIRÍACO. 

Luis,      ¿Se  ha  visto  igual  insolencia , 

temeridad  semejante? 

To  le  aseguro  al  bergante 

Ciríaco.  Vamos,  i  reflexión,  paciencia 

Luis.       I Y  tú,  infiel 

Manuela.  [Levantándose  y  con  tono  regañan,  pero 

sin  dejar  de  gemir.] 

Más  lo  eres  tú ! 

Tras  de  que  una Pues  es  plato 

de  gusto Quita  allá,  ingratol 

Luis,       ¿Cómo!  Pues 

Manuela,[Haciendo  un  gesto  de  indignación 

ridicula.] 

No  me  hables.  Hu! 

[  Vase  por  el  foro.] 


La  habré  de  pedir  perdón  ? 
[Queda  f ensalivo.] 


i 


ESCENA  XX. 

D.  LUIS.    CIRÍACO. 

Luis.       Se  va  dándome  un  sofión 
después  que  vil  y  traidora. 
Pues  esto  faltaba  ahora  1 


Ciríaco.  Como  al  cabo  está  inocente, 

la  quieren  procesar 

•o  que  hay  es  que  aquel  pelgar 

sin  más  Dios,  ni Es  evidente. 

Mas  si  hemos  tocado  en  balde 
entrambos  á  dos  la  aldaba 
del  alcalde ,  porque  estaba 
en  las  eras  el  alcalde ; 
mañana  será  otro  dia , 
se  irá  el  soldado  y  después 

Eleito  por  menos  y Pues  I 
o  demás  es  tontería. 

[Acercándose  á  D,  Luis  y  llamándole 
la  atención.] 

No  es  verdad?  • 

[Con  despego.]  Oh! 

Si  alza  el  gallo 
pondremos  pies  en  pared , 

(korque  al  fin 
Furioso.]  Ehl  calle  usted 

con  cuatro  mil  de  á  caballo. 

Si  usted  se  incomoda 

Sí. 

Sin  embargo,  la  doncella 

Reniego  de  usted,  y  de  ella, 
y  de  su  madre,  y  de  mí. 


ESCENA  XXI. 

CIRIACO. 

Oye!  Sin  razón  te  enojas 

Selargól  ¡  Es  particular 

Eso  se  llama  tomar 
el  rábano  por  las  hojas. 
Señor!,  lo  que  yo  le  digo 
convenceria  á  cualquiera, 

Íorque,  vamos,  ¿quién  espera 
disparate!  Pero....,  amigoj.... 
Puedo  yo  hacer  máis  ?  Me  afano 
por  evitar  accidentes 
y  por....,  pues!,*  pero  estas  gentes 
no  entienden  el  castellano. 
[  Vase  por  el  foro] 


Luis. 
Ciríaco. 


Luis. 

Ciriaco. 
Luis. 
Ciriaco. 
Luis, 


ACTO  TERCERO. 


ESCENA  I. 


D.  LUIS.    D.  ANTONIO. 


Antonio.  Al  oir  lo  que  me  cuentas 

me  aflijo  y  no  me  sorprendo. 
La  cabra ,  querido  Luis , 


siempre  tira  al  monte. 
Luis.  Es  cierto. 

Me  cegaba  la  pasión ; 
ahora  conozco  mi  yerro. 
Mas,  ya  que  no  era  posible 
conseguir  en  un  momento 
la  grata  conformidad 


DIOS  LOS  CRIA  T  ELLOS  SE  JUNTAN. 


485 


de  costumbres  y  deseos 
siii  la  cual  no  hay  matrimonio 
venturoso;  ya  que  al  tiempo 
era  fuerza  remitir 
lo  que  no  curan  los  médicos; 
los  vicios  de  educación 
y  los  resabios  de  pueblo, 
^era  acaso  algún  absurdo 
juzgarme  yo  con  derecho 
al  amor  de  una  mujer 
sacada  por  mí  del  cieno , 
de  la  nada?  ¿Dónde  hallar 
honor,  fe,  agradecimiento 
si  hasta  en  la  paz  de  una  aldea 
los  busco  y  no  los  encuentro? 
Ingrata !,  ¿  te  puse  yo 
algún  puñal  en  el  pecho 
cuando  tu  pérfido  labio 
me  juraba  amor  eterno? 
Ahí  maldita  fué  la  hora 
en  que  mis  qjos  te  vieron. 

Antonio.  ¡Mentecato  que  en  el  año 
de  gracia  mil  ochocientos 
y  cuarenta  aun  esperabas 
tropezar  por  esos  cerros 
con  aquella  pobre  Astrea  « 
que  se  refugió  en  el  cielo ! 
Ya  se  ve ,  tú  eres  filósofo 

Luis.      Filósofo!....  Soy  un  necio. 

Antonio.  No  en  vano  cuando  lo  supe 
desaprobé  tu  proyecto ; 
pero  tú,  en  vez  de  tomar 
y  agradecer  mis  consejos, 
contra  mí,  contra  un  amigo! 
te  pusiste  hecho  un  veneno. 
No  hablemos  de-lo  pasado 
pues  mi  ceguedad  confieso, 
y  veamoa  si  es  posible 
salir  de  este  atolladero. 
Tú,  Antonio,  que  eres  letrado, 
me  dirás  cómo  podremos 

Afttonio.  Veamos.  Lo  que  tú  quieres 
es  que  no  se  lleve  á  efecto 
el  matrimonio. 

Liiis.   .  Eso  mismo. 

Antonio.  Firmados  ya  los  conciertos 
conyugales,  se  requiere 
el  mutuo  consentimiento 

de  ambas  partes Y  aun  así 

pudieras  salir  del  pleito 
mal  librado  si  las  arras 
son  de  entidad. 

No.  Mi  intento 
era  hacer  más  adelante 

una  donación 

Me  alegro; 

f morque,  aun  logrando  anular 
os  esponsales,  te  advierto 
que  la  mitad  de  las  arras 
que  dio  el  varón  son  trofeo 
de  la  novia,  si  ella  prueba 
que  el  tal  se  quitó  de  cuentos 
y  la  mostró  su  cariño 


Luis. 


Luis. 


Antonio. 


Luis. 

Antonio. 

Luis. 

Antonio. 


Luis. 


Antonio. 

Luis. 

Antonio. 

Luis. 


Antonio. 
Luis. 

Antonio. 


Luis. 
Antonio. 


Luis. 


Luis. 


Antonio. 

Luis. 
Antonio. 


Luis. 
Antonio. 


con  algún  ósculo. . . .,  beso, 
que  decimos  los  profanos. 
No  ha  habido  ósculo;  lo  puisdo 
jurar. 

Vaya  en  gracia.  Yo 
to  juzgaba  más  resuelto. 
Era  mi  pasión  tan  casta!.... 
¡Era  tan  puro  el  objeto 
que  me  la  inspiraba!....  Ay  triste! 
Pero  un  beso  más  ó  menos 

¿qué  importaba Me  parece, 

aunque  tu  pudor  respeto, 
que  eso  es  muy  antiguo,  Luis, 
ó  demasiado  moderno. 

Vamos,  déjat^  de  bromas 

Pecador !  Ahora  recuerdo 
que  la  he  abrazado  dos...., 
tres  veces  I 

Abrazo  seco? 
Pues,  sin  beso. 

En  punto  á  abrazos, 
las  leyes  guardan  silencio. 
Pero,  dime,  si  Manuela 
no  quiere,  como  lo  temo, 
que  se  anulen  los  contratos 
conyugales ,  quidfaciénium*^ 

No  sé.  Si  ellanp  consiente 

iNo  hay  otros  impedimentos 
legales  ? 

Sí,  varios  hay. 
Yo  te  los  iré  diciendo, 
mas  dudo  mucho  que  puedas 
alegar  ninguno  de  ellos. 
Dime,  no  obstante..... 

Si  el  novio, 
ó  la  novia ,  por  ejemplo, 
se  ausenta  a  lejanas  tierras, 
puede  el  otro,  trascurriendo 
tres  años  y  del  ausente 
ignorando  el  paradero, 
pedir  y  obtener  permiso 
para  escoger  otro  dueño; 
pero  ha  de  hacer  penitencia 
de  su  primer  juramento. 
Ya.  ¿Uonque  ella  es  la  que  habría 

de  emifi^rar ¿Y  cómo  hacemos 

Imposible  I 

Si  probases 

á  tu  novia  un  gatuperio 

Comprendes? 

Qué  desatino! 

lEUa  que  teme  al  infierno 

Coquetilla....,  puede  ser; 

?ero Jesús  I  Ni  por  pienso, 
'ú  no  podrás  achacar 

cuñadía 

No. 

Ni  creo 
que  hayas  dado  á  otra  mujer 
palabra  de  casamiento. 
Jamás. 

Ni  la  edad  te  salva ; 
que  ambos  tenéis  con  exceso 


m 


DIOS  LOS  CRIA  Y  ELLOS  SE  JUNTAN. 


Luis. 


Antonio. 


Luis. 
Antonio. 


Luis, 
Antonio. 
Luis, 
Antonio. 

Luis. 

Antonio. 


Luis. 


la  qae  prescriben  los  cánones 

al  uno  y  al  otro  sexo 

para  poder  celebrar 

el  séptimo  sacramento.— 

Ahí  un  rapto  con  circunstancias 

agravantes  fuera  un  medio 

excelente ,  y  el  soldado 

es  capaz  en  mi  concepto 

de  mayores  fechorías. 

Pero  hay  que  contar  primero 

con  Manuela ,  y  ni  ella  tiene 

resolución  para  eso, 

ni  la  perderán  de  TÍsta 

sus  padres. 

También  el  texto 
de  la  ley  hace  mención 
expresa  de  los  defectos 
ó  nulidades  orgánicas 

?ue  invalidan  desde  luego 
os  esponsales.  Si  de  ambos 
uno  es  gafo  ó  contrahecho, 
ó  ciega  de  entrambos  ojos ,  — 
se  pueden  casar  los  tuertos , — 
ó  se  queda  sin  narices , 

ó 

I  Calla ,  que  me  estremezco 
de  oírte !    • 

Ah !  ^a  me  olvidaba 

de  otro  arbitrio Es  el  postrero, 

¡y  terrible  para  un  hombre 
que  tiene  su  alma  en  el  cuerpo!; 
mas  para  ti,  que  te  precias 

de  filósofo 

Acabemos. 
Métete  fraile. 

¿Yo  fraile ! 
No  hay  ya  en  España  conventos, 

pero  allá 

¿No  es  más  sencillo 
echarme  un  cordel  al  cuello? 
Vamos ,  no  te  desesperes. 
La  muchacha,  á  lo  que  entiendo, 
se  inclina  mucho  al  soldado. 
No  hace  justicia  á  tu  mérito, 

mas  los  primeros  amores 

Ya  ves  tú!....  Dice  un  proverbio 
castellano :  Dios  los  cria 
y  ellos  se  juntan.  Yo  espero 
que  ella  se  querrá  casar 

con  él,  y  entonces 

Sí,  eso, 
eso  fuera  lo  mejor; 
y  aunque  es  duro,  no  lo  niego, 
que  me  veng^a  á  suplantar 
un  rival  tan  subalterno, 

me  resignaré Y  ¿quién sabe... 

Yo  todavía  no  tengo 
una  prueba  conclavente 
de  que  sea  el  predilecto 
ese  fialbino.  La  escena 
de  que  tanto  me  lamento 
pudo  muy  bien  ocurrir 
sin  ocasión  ni  pretexto 


por  parte  de  la  muchacha, 
y  tal  vez  á  su  despecho. 
Cuando  se  alejé  de  mí 

lloraba,  gemia Quiero 

hablar  á  sola^  con  ella 

Antonio.  Ay,  ay,  ayl  Malp  me  he  puesto! 

Luis.      Nada  temas.  Seré  cauto. 
Yo  voy  á  llamarla. 

Antonio.  Bueno! 

Allá  te  avengas Adiós. 

Luis.      Vas  otra  vez  de  paseo? 

Antonio.  No.  Un  encargo  de  Madrid 

Hasta  después.  Pronto  vuelvo. 


ESCENA  11. 

D.  LUIS. 

Si  no  es  posible!  Pondría 
las  dos  manos  en  el  fuego 
á  que  ella  no  autorizó 
tal  escándalo.  El  camueso 
de  Balbino,  sin  mirar 
inconvenientes  ni  riesgos, 
•só  escalar  la  ventana , 

y  ella,  que  tendría  miedo 

Aquí  viene.  A  ver  qué  tal 

se  explica,  y  vamos  con  tiento. 


ESCENA  lil. 

D.  LUIS.    MANUELA. 

Luis.      Me  alegro'de  verte  sola. 

Manuela.k\üy  que  eres  tú  I  Dios  to  guarde. 

Luis.       Tenía  que  hablarte 

Manuela.  Hola! 

¿Después  de  la  batahola 
y  el  julepe  de  esta  tarde? 
Bien ,  á  escucharte  me  obligo, 
pues  me  he  de  casar  contigo. 

Luis.       Dime  una  verdad. 

Manuela.  -  Ycuála? 

Luis.      ¿Citaste  á  Balbino  tú 

ManuelaT^B,  he  dicho  muy  noramala 
que  él  se  me  coló  en  la  sala 
como  un  duende,  como  un  bú; 
mas  yo  no  le  he  dado  abrigo, 
porque  me  caso  contigo. 

Luis.      Yo  sé  que  el  tal  granadero 
no  es  tu  primo  ni  lo  sueña. 

Manuela.iíi  padre  fué  el  embustero, 
[ue  ^0  nada  dije ;  pero 
le  mi  mano  soy  yo  dueña, 
y  pongo  á  Dios  por  testigo 
que  me  he  de  casar  contigo. 

Luis.       El  te  quiso  antes  que  yo 

y  tú  le  amaste  también. 

Manuela.Toxnhl  Quién  dice  que  no? 
Mas  cuando  él  se  déclar.ó 
y  yo  le  repuse:  «amén» 


i 


DIOS  LOS  CRIA  Y 

* 

• 

junto  á  una  parva  de  trigo, 

DO  me  casaba  contigo. 
Luis.      Tarde  olvida  quien  oien  ama. 
Manuela.ksi  lo  dice  mi  tia^ 

pero  no  tengas  escama. 

porque  cuando  una  no  llama 

Pues !  Y  el  otro  bien  sabía 

cuando  entró  por  el  postigo 

que  yo  me  caso  contigo. 

Y  juro  á  fe  de  Manuela 

que  no  hicimos....,  disparate!.... 

ninguna  picardihuela. 

Yaya!  ni  cosa  aue  huela 

Jesús  1  ni  con  cnocolate ; 

porque  yo  sigo  y  persigo 

en  casarme — estás? — contigo. 
Luis,       Hoy  no  te  tienta  el  demonio,' 

mas  si  mañana  te  exhorta 

á  afrentar  mi  matrimonio,  ■ 

tú  no  eres  nn  san  Antonio, 

y  tal  vez 

Mannela.  Bah,  bah!  Qué  importa? 

Si  tú  te  casas  conmigo, 

no  me  caso  yo  contigo? 
Luis.       Qué  importa?  Alabo  la  flema ! 

¿Luego  tú  no  estás  segura?.... 
Manuela.  Sí  lo  estoy,  pero  esa  tema 

que  hoy  has  tomado  me  quema. 

A  Dios  llamaré  y  al  cura 

si  me  tienta  el  enemigo . 

matrimoniada  contigo. 
Luis.      Eso  no  me  satisface. 

Manuela,  tiempo  es  aún. 

Aunque  tanto  me  complace . 

quizá  nuestra  boda  se  nace 

contra  el  sentido'  común. 

Yo  te  quiero  y  te  bendigo, 

pero ¡casarme  contigo!.... 

Manuela.C6mo  I  Te  vuelves  atrás? 

Luis.       No  congeniamos  los  dos 

Manuela.Vxxe^ ,  novio  de  Barrabas , 

¿no  hemos  jurado  y  tres  más 

al  escribano  y  á  Dios 

Luis.      Sí,  pero  ya 

Manuela.  Pues,  amigo, 

Ío  me  he  de  casar  contigo. 
ú  debea  considerar 

que  no  seremos  felices 

'    por  más  aue  al  pié  del  altar 

Mapuela.nol^  i  ¿Me  quieres  dejar 
con  un  palmo  de  narices? 
Pues  no !  Yo  digo  y  redigo 
que  me  he  de  casar  contigo. 


ESCENA  IV.  . 

D.  LUIS.    MANUELA.    MACARÍA.    CIRÍACO. 

Macaria.Qxyé  es  esto?  ¿Por  qué  das  voces, 

hija  de  mi  alma? 
Manuela.  Por  qué? 

Porque  ese  hombre  es  un  ingrato , 


ELLOS  SE  JUNTAN. 


M7 


un  descastado,  un  infiel 
que  me  camelaba  en  Móstoles 
y  me  escupe  en  Léganos  ,* 
porque  á  lo  mejor  me  sale 

con ¿qué  me  sé  yo?,  y  si  fué 

y  si  vino....;  porque  olvida 
que  dio  un  porrazo  cruel 
á  la  puerta  de  mi  casa 

V  soy  yo  quien  le  curé 

la  descolacion  del  hombro 
y  el  chirlo  junto  á  la  sien; 
y  dale  con  si  Balbino 
es  mi  primo  ó  no  lo  os , 
y  si  él  no  me  quiere  mal, 
y  si  yo  le  tengo  ley, 
y  si  mañana  ó  esotro 
me  tentará  Lucifer; 
porque  es  el  galgo  de  Lúeas 
que  'ladra  antes  que  le  den, 

V  los  dedos  se  le  antojan 
huéspedes,  y Pero  á  fe 

que  yo  no  me  ando  en  chiquitas , 
y  aquí  hay  un  cura  y  un  juez , 

}i  de  mal  á  mal  hará 
o  que  DO  de  bien  á  bien , 
I  y  se  casará  conmigo, 
y  me  casaré  con*  él ! 


Luis. 


ESCENA  V. 

D.  LUIS,    macaría.   .CIRÍACO. 

3/¿M?ma.Pobrecita  de  mis  ojos ! 

¿Quién  me  lo  diria,  quién 
que  tan  mal  te  pagaría 
ese  raposo  con  piel 
de  oveja  inocente,  ese  alma 

de  Caín 

Suegra  soez, 
no  apure  usted  mi  paciencia, 
que  ya  estoy  dado  á  Luzbel. 

Ciriaco.  Tiene  razón.  Sé  prudente, 

que  no  quita  lo  cortés 

Y  al  cabo  las  apariencias 

Yo  soy  justo.  Es  menester 

hacerse  cargo Y  hablando 

se  entienden  las  gentes:  eh? 

MacaríaMn  verdá,  en  verdá,  que  ni  ella 
tiene  la  culpa,  ni  usted, 
ni  naide ,  sino  ese  picaro 
que  maldiga  Dios ,  amén. 
¡Zamparse,  como  si  fuera 
esta  casa  algún  burdel,   ^ 

por  la  ventana 

Y  ustedes 
¿por  q^ué  con  tanta  doblez       ^ 
me  dijeron  que  era  primo 
de  Manuela? 

Yo  la  erré; 


Luis. 


Macaría. 


lo  confieso ;  pero  entraba 
con  aire  tan  somaten  ^ 


4M 


DIOS  LOS  CRIA  T  ELLOS  SE  JUNTAN. 


que  porque  tú  no  extrañases 

su  desparpajo  y  su  aquél 

Porque  él  estaba  empeñado 

en  que  tenía  de  yer 

á  Manuela  y  recordalla 

que,  babrá  cinco  años  ó  seis, 

la  dijo  cuatro  tontunas 

Pero — nadal — de  allí  á  un  mes 

cayó  quinto,  y  la  muchacha 

no  gofvió  á  pensar  en  él. 

Luis*      No  obstante 

Macaría.  Si  le  aborrece! 

Ella  le  dijo:  «anda  ves 

noramala.  Quiero  á  otro 

y  á  ti  no  te  doy  cuartel ; » 

y  cuando  dice  Manuela 

esto  digo ,  firma  el  rey. 
Ciríaco,  Sí,  señor,  pero  como  ese 

Balbino  es  una  pared 

maestra,  y  estaoa  sola 

la  chica,  y  éfeta....,  pues! 

sin  encomendarse  á  Dios 

ni  al  diablo ,  y  á  salga  pez 

ó  salga  rana....,  ahí  ya  eso! , 

y  abur.  Ite^  missa  esL 
Macaria.i  Si  yieras  cómo  lloraba 

la  probeciUa  dempues 

Luis.      Lloraba  1 

Macaria,  Y  la  da  un  soponcio 

si  no  la  aflojo  el  corsel. 

Luis,      (¿Será  cierto ) 

Macaria.  Y  entre  lágrimas 

que  enternecieran  á  un  buey...., 

salya  la  parte,  decia: 

«Jesús,  María  y  José! 

¿Por  qué  ha  venido  ese  trasto 

maldecido  de  cocer? 

Yo  sólo  quiero  á  mi  Luis, 

que  es  dulce  como  la  miel 

y  tan  guapo ;» 

Luis.  Eso  decia? 

Macaria.Y  mirando  de  travies 

dijo :  «si  vuelve  á  ponerse 

delante ,  le  echo  con  cien 

Ír  mil  diantres ,  y  le  tiro 
a  mano  del  almirez.» 
Luis.      ¿Es  posible! ....  Pues  á  mí 

no  me  ha  dicho 

Macaria .  Toma !  Es  que 

Es  que,  como  está  inocente, 

no  dá  su  brazo  á  torcer 

contigo.  Tú  la  habrás  puesto 

como  trapo  de  sartén , 

y  ella  que  tiene  puntillo 

y  vergüenza 

Ciríaco.  La  mujer 

no  siempre Estamos?  Con  ellas 

se  requiere  un  ten  Ton  ten 

Macaria.'&K,  pelillos  al  mar. 

Mañana  al  amanecer     • 

saldrá  Balbino  de  casa , 

y  yo  de  unto  belén. 

El  alcalde  me  lo  ha  dicho , 


y  si  no  lo  hace,  ¡pardiez 

que  tengo  hecho  un  memorial 

para  el  señor  coronel , 

que  me  rio  yo ! — Y  ¡  qué  diantre ! 

si  tanto  te  da  que  hacer 

ese  hombre,  ¿hay  más  que  largamos 

á  cualquier  parte ;  á  Jaén , 

á  París  de  Francia 

[Don  Luis  y  que  está  medüaiundo^ 
responde  distraída  J\ 

Luis.  Sí. 

Macaría.  Ó  á  Ingalaterra 

Luís.  Tal  vez 

[Aparece  Balbino  en  la  puerta.] 

Balbino.  [Sin  entrar.] 

Deo  gracias ! 
Luis.  Balbino ! 

Macaria.  ( Ah  perro ! 

Todo  lo  echará  á  perder.) 
Ciríaco,  ^tra  vez  ese  maldito? 

Que  no  estuviera  en  Argel! ....) 


ESCENA  VI. 

D.  LUIS,    macaría.    CIRÍACO.    BALBINO. 

Balbino.  [Bntrando.] 

Señores,  nadie  se  altere. 
Vengo  de  paz  ,*  ya  no  riño ; 
Y,  de  bien  á  bien ,  un  niño 
hace  de  mí  lo  que  quiere. 
Si  enantes  tomaba  á  pecho 
porfiar  por  la  doncella , 
ya  no. — Arree  usted  con  ella 
y  que  le  haga  buen  provecho, 
rfo  estante  su  compromiso, 
•  yo  creí  que  esa  traidora 
querría  a  Balbino  ahora 
como  algún  día  le  quiso; 
y  como  yo  no  soy  rana 
y  la  juzgaé  prisionera , 
de  la  parra  hice  escalera 
y  puerta  de  la  ventana; 
mas  tratándome  de  piUo 
me  puso  como  un  guiñapo...., 
aunque  luego  me  hice  el  guapo 
y  escupí  por  el  colmillo. 
Ahora  que  estoy  más  sereno 
confieso  á  usted  y  á  la  suegra 
que  aquella  acción  fué  muy  negra 
y  que  soy  un  sarraceno. 
Usted  rico,  y  yo  soldado , 
quién  debía  estar  en  boga? 
Usted,  que  siempre  la  soga 
quebró  por  lo  más  delgado. 
Ni  tendría  yo  razón 
en  obligarla  á  trocar 
tanto  rumbo  y  tanto  ajuar 
por  un  pan  de  munición. 


^MM 


oíos  LOS  CRIA  Y  ELLOS  SE  JUNTAN. 


489 


Si  DO  me  quiere,  paciencia; 
peor  sería  un  divieso;  — 
y  no  quedaré  por  eso 
á  la  luna  de  Valencia. 

Tengo  una  moza  en  Bilbao 

de  mi  talla;  hui!  mete  miedo, 
y  otra  que  vende  en  Toledo 
sardinas  y  bacalao. 
Vaya  con  Dios:  yo  la  olvido. 
Dios  dirá.  Soy  ouen  piloto, 
y  al  ñn  nunca  falta  un  roto 
que  se  arrime  á  un  descosido. . 
Mañana,  usted  lo  verá, 
me  mudo  de  alojamiento ; 
y  si  usted  quiere ,  al  momento , 
que  á  mí  lo  mismo  me  da. 
To  no  soy  como  el  tahúr 
que  juega  con  dos  barajas. 

Usted  contento ,  y  yo ¡  pajas  I 

Conque perdonar  y ¡abur! 

[Empieza  i  oscurecer.] 


ESCENA  Vil. 

D.  LUIS,    macaría.    CIRÍACO. 

Aíacaria.'lAire  usted!....  ¡Todo  al  revés 

de  esta  tarde!  ¿Quién  creyera 

Ciríaco,  De  modo  es  y  de  manera 

que  cuando  el  hombre Ya  ves! 

Macaría.  [Á  D,  Luis.] 

Pues  ahora  naide  te  empacha^ 
y  cuando  él  mesmo  se  da 
por  vencido...... 

Luis.       [Todatía  preocupado  y  caviloso.] 

Bien  está. 

Macaria.SeñsX  de  que  la  muchacha 

Luis.       Sí,  señora. 

Ciríaco.  Si  es  un  bolo! 

Si  lo  dije!  Y  el  que  piense 

Eh? 
Luis.  Sí,  pero  usted  dispense 

Quisiera  quedarme  solo. 
3/éi^ana. Vamos,  sí,  y  ausolucion 

general. 

Ciriago.  ¿  Qué  duda  tiene 

Luis.       Oh!.... 

Macana.  Y  el  domingo  que  viene 

primera  molestacion. 


ESCENA  VIII. 


D.  LUIS. 


Ojo  avizor,  pobre  Luis ! 
no  te  fíes  del  soldado! 
[Luis....,  aquí  hay  gato  encerrado 


y  tu  honor  está  en  un  tris ! 
La  niña  con  sus  enojos , 
con  sus  mentiras  la  madre 

tal  vez Pero  ese  compadre 

es  quien  me  ha  abierto  los  ojos. 
Su  repentina  modestia 
no  parece  natural. 
¿Cómo  así  tan  racional 
el  que  ha  poco  faé  tan  bestia? 
Bah,  bah!  no  soy  yo  tan  lerdo 
cual  presume.  Esa  no  cuela! 
Él  ha  hablado  con  Manuela 
y  los  dos  obran  de  acuerdo. 
Mas  saldrá  vano  el  ardid. . 
No  serás  tá  mi  mujer, 

taimada.  No  Quiero  ser 

la  fábula  de  Madrid. 
I  Mofarse  del  santo  yugo 
de  un  modo  tan  inmoral! 
Intriga  tan  infernal 
es  digna  de  Víctor  Hugo. 
Y  aquí,  en  país  enemigo!,, 
¿qué  hacer  cuando  esa  labríega 
dice  que  á  trompa  y  talega 
ha  de  casarse  conmigo!^ 
Ya  el  desposorio  funesto 
firmé,  y  alzarán  el  grito 
la  vieja ,  el  suegro  maldito, 

Íel  soldado.... 2  por  supuesto! 
a  echarán  por  la  tremenda 
y  perderé  en  el  litigio, 
si  no  hace  Dios  un  prodigio, 
la  honra,  la  vida  y  la  hacienda. 

[Paseándose  agitado.] 


¿Quién  me  hubiera  dicho  ayer. 
Si  yo  hallase  un  expediente.... 
Qué  calor  tengo  en  la  frente!.. 
Loco  me  voy  á  volver. 

[Parándose.] 


Ah!  un  rayo  de  luz Antonio 

me  le  indicó,  y  es  preciso 

Mediando  otro  compromiso 
no  ha  lugar  el  matrimonio. 
Un  clavo  saca  otro  clavo. 
Si  logro  que  otra  hermosura 

me  ame Se  hace  una  escritora 

con  fecha  atrasada  y Bravo! — 

Peroicómo  se  concilia 

¿Quién  se  echa  á  buscar' de  pronto 

una  querida Ah!  Qué  tonto! 

En  casa  la  tengo.  Emilia! 

Y  qué  elegante!  qué  bella! 

Y  hermana  de  Antonio Ah!  voy, 

voy  al  momento Ya  estoy 

perdido  de  amor  por  ella. 

uielos ! ,  si  de  esta  zozobra 

me  saca,  un  ángel  será 

Pero  siento  pasos Ah ! 

KUa  es ! — Manos  á  la  obra. 


ím 


DIOS  LOS  CRIA  T  ELLOS  SE  JUNTAN. 


Emilia. 


Luis. 


Emilia. 


Luis. 


Emilia. 
Luis. 


ESCENA  IX. 

D.  LUIS.     EMILIA. 

Emilia.  [Sale  de  las  habitaciones  ie  la  iz* 

quierda.] 

Antonio Se  fué  mi  hermano? 

Luis.      Sí,  hermosa,  pero  su  falta 
supliré  yo  muy  gustoso 
si  me  honra. tan  bella  dama 
con  sus  preceptos.  To  haría 

hasta  lo  imposible 

Gracias , 
señor  don  Luis.  Es  usted 
muy  galante. 

No  se  trata 
de  galanterías,  no. 
Lo  digo  con  toda  el  alma. 
No  lo  dudo.  A  fuer  de  ahijado 
•me  profesa  usted  la  franca 

amistad 

Alffo  más  que  eso. 
Arde  en  mí  pecno  otra  llama 

más  activa,  más  profunda 

Qué  escucho!..  Ehl  pase  por  chanza. 
Chanza?  Ah!  no.  ¿Y  es  maravilla 
que  con  peirfecciones  tantas 
rinda  usted  mi  coraron? 
Quien  ve  á  usted  y  no  se  abrasa 
de  amor,  no  tiene  sentido 
común  ni  ojos  en  la  cara. 
Está  usted  loco,  don  Luis? 
Reflexione  usted  lo  que  habla. 
I  Qué  declaración  de  amor 
tan  extra«parlamentaria  i 
Juro  á  Dios,  y  á  esos  luceros 

que  me  hechizan  y  me  matan 

Señor  don  Luis,  yo  no  sufro 

gilanteos  que  me  ultrajan, 
uárdelos  usted,  le  ruego, 
para  la  linda  aldeana 
con  quien  hoy  se  ha  desposado; 
y  si  le  enseña  otras  máximas 
su  filosofía  y  quiere 
una  esposa  y  una  dama , 
reserve  usted  á  lo  menos 
proposición  tan  extraña 
para  quién  la  pueda  oír 
sin  echarle  noramala. 
Válgame  Dios!....  Si  no  es  eso! 
si  mi  intención  es  muy  sana ! 
I  si  lo  que  quiero  es  casarme 
con  usted! 

Otra  embajada! 
Dos  consortes  á  la  par? 
Lindo!  ¿Estamos  en  España, 
6  en  Turquía? 

Óigame  usted! 
Yo  no  aspiro  á  la  bigamia. 
Sólo  á  usted  quiero  entregar 
mi  mano  y  mi  fe  en  las  aras. 


Emilia. 


Luis. 
Emilia. 


Luis. 


Emilia. 


Luis. 


Emilia.  T  Manuela? 

Luis.  Lo  confieso, 

me  fascinó  esa  muchacha; 

pero  usted  ha  sido  el  astro 

3ue  disipando  las  ráfagas 
el  pasajero  crepúsculo 

Emilia.  Bah,  bah!  Todo  eso  es  farándula. 
Diga  usted  que  la  palurda 
le  quiere  dar  calabazas, 
justo  castigo  á  quien  tuvo 
inclinaciones  tan  bajas, 
y  en  despique  yiene  usted 
á  proponerme — qué  audacia! — 
la  mano  que  ella  desprecia; 
mas  no  cabe  en  mí  la  infamia, 
la  deshonra  de  aceptar    * 
proposición  tan  villana. 

Luis,      Al  contrarío,  ella  desea 

que  se  cumpla  sin  tardanza 
mi  promesa ;  pero  yo 

Emilia.  Bien,  y  usted  se  desengaña, 
y  conociendo  que  es  vida 
de  perros  la  que  le  aguarda 
con  un  leño  por  mujer 
y  ]^r  suegra  una  tarasca , 

Juiere  que  le  saque  Emilia 
e  la  lumbre  las  castañas. 

Estamos  bien !  ¿Soy  yo  hospicio 

de  desamparados? 
Luis.  Caiga 

sobre  mi  cabeza  un  rayo 

si  son  fingidas  mis  ansias 

y  si  el  fuego  del  amor 

Emilia.  Pues  y  a!,  amor...  de  circunstancias. 
Luis.      Ah !  ¡Si  me  quisiera  usted 

Quiérame  usted! 
Emilia.  ,  Eh !  Ta  basta. 

Luis.      Oh  crueldad ! . . . .  ¿  Será  forzoso 

que  me  arrodille  á  esas  plantas? 

[Lo  hace.] 

Emilia.  Oh  qué jridícula  escena! 

Levántese  usted 

Luis.  No,  ingrata. 

Mientras 

Emilia.  [Yéndose  á  su  habitación.] 

Pues  rece  usted  solo. 

Luis.      Yo  necesito 

Emilia.  Una  jaula. 


ESCENA  X. 

D.  LUIS. 

Cruel  repulsa !  Es  preciso 
que  tenga  entrañas  de  víbora 

la  que  así Pero  ¿hasta  cuándo 

me  he  de  estar  yo  de  rodillas  ? 

[Se  levanta,] 


¡  Oh  qué  estúpido  es  un  hombre 
desesperado!  ¡Maldita 
fortuna!....  Pero  en  el  mundo 
¿no  hay  más  mujeres  que  Emilia? 
Si  ella  desdeña  mi  mano, 
la  muy  necia,  habrá  infinitas 
que  la  apetezcan,  y  sólo 

por  vengarme  de  esa  Inicua 

y  librarme  de  Manuela, 
soy  capaz..... 


DIOS  LOS  CRIA  Y  ELLOS  SE  JUNTAN. 

Rwperta,  [Picaia.] 


i91 


ESCENA  XI. 

•  D.  LUIS.    RUPERTA. 

[Llega  Eupería  con  un  quinqué  encendido  que 

deja  sobre  la  mesa.] 

Ruperta,                       Ave  María! 
Luis.      Sin  pecado (Esta  zagala ) 

Sin  pecado  concebida. 

Ruperta.  Con  licencia 

Luis.  Espera  un  poco. 

(Pues  no  tiene  mala  pinta. 

No  habia  yo  reparado 

Y  muchacha  sin  malicia ) 

Ruperla.  Qué  quería  usted? 

Luis.  Decirte 

(Y  huérfana !  Es  una  viña 

no  tener  suegros.)  Escucha. 

Tienes  novio? 
Rupéría.  Yo?  Ni  pizca. 

Ya  ve  usted ,  como  una  es  probé 

Luis.      Bien.  Me  alegro. 

RuperCa.  ¡Qué  dañina 

intención!  Pues  ¿quiere  usted 

que  me  quede  para  tia? 
Luis.      Al  contrario;  yo  te  quiero 

colocar. 
Ruperta.  ¡Ay,  santa  JRita, 

qué  alegrón !  Y  cuándo?  cuándo? 
Luis*       Parece  que  tienes  prisa. 
Ruperta.Qyié  quiere  usted!  No  se  muere 

un  ooispo  cada  dia. 
Luis.       (Tiene  gracia.)  ¿Y  si  el  marido 

fuese  de  ilustre  familia, 

y  rico ,  joven ,  amable 

Ruperta.  Toma  I  no  le  escuniria 

por  eso.  Cómo  se  llama? 

quién  es?  dónde  está? 
Luis.  Pues,  hija, 

el  que  te  ama (Pero  ¡cielos! 

.qué  voy  á  hacer?) 
Ruperta.  Vamos,  diga, 

diga  usted 

Luis.  (Si  es  una  muía  I 

¡  Si  es  peor  la  medicina 

que  la  enfermedad!) 
Ruperta.  Qué  diantre ! 

Tanto  callar  me  encanija. 
Luis.      (Hum !...)  Nada.  Vete.  Una  broma... 


Mire  usted  qué  gracia! 
Luis.       [Con  hastio . j  Quita ! . . . . 

Ruperta.  iE^ik  una  aquí  para  molde 

Luis.      Vete,  vete  á  la  cocina. 

[Ruperta  se  retira  gruñendo.] 


ESCENA  XII. 

D.  LUIS. 

[Paseándose.] 

Vamos,  á  mí  me  han  echado 
una  maldición.  Soy  víctima 

de  alguna  bruja Yo  tengo 

calentura  y  se  me  crispan 

los  nervios No  sufren  más 

los  que  están  en  la  agonía. 


ESCENA  XIII. 

D.  LUIS.     D.  ANTONIO. 


Antonio.  Luis ! 

Ltds.       [Abrazándole.] 


Antonio. 
Luis. 
Anto7iio. 
Luis. 


Antonio. 
Luis. 


Antonio. 
Luis.' 


Antonio. 
Luis. 


Antonio. 


Luis. 


Ay ,  amigo  de  mi  alma ! 
Qué  tienes?  Qué  ha  sucedido? 
Triste  de  mí!  Soy  perdido! 

Vamos,  un  poco  de  calma 

Erre  que  erre,  caro  amigo, 
Manuela  y  el  granadero; 
él  en  quedarse  soltero 
y  ella  en  casarse  conmigo. 

¿Conque  de  acuerdo  los  dos 

bí,  uno  á  otro  se  estimulan 
y  todos  sé  confabulan 

para  hacerme Santo  Dios! 

Ya  se  verá Ten  cachaza 

En  medio  de  tal  vejamen 
me  acordé  de  tu  dictamen 

y  puse  en  juego  una  traza 

Sí?Dime 

&i  otra  me  auxilia 
con  un  amor  retroactivo, 
dije  yo,  de  positivo 
triunfo....;  y  se  aparece  Emilia. 
Cual  otro  Amadis  de  Gaula 
me  declaro,  ay  infelice!, 
y  me  desaira,  ¡y  me  dice 
que  necesito  una  jaula ! 
Y  quien  tanto  desatina 
¿qué  otra  cosa  ha  menester? 
¿A  un  tiempo  habia  de  ser 
tu  cómplice  y  tu  madrina? 

Es  verdad!  No  me  ocurrid 

Pues  luego....,  ¡si  tú  supieras... 


IM 


DIOS  LOS  CRIA  Y  ELLOS  SE  JUNTAN. 


Luis, 


Vaya,  estoy  loco  de.  yéras. 
Antonio,  Eh!....  ^^o  te  diré  qae  no. — 

Pero  [SÍ  no  es  puñalada 

de  picaro!  Hay  mil  maneras 

de  prorogar  cuanto  quieras 

esa  boda  empecatada. 

Entretanto 

Sí!  entre  tanto...., 

1  quién  se  expone...  ¿quién  resiste... 

Sí  el  diablo  las  carga...,  ay  triste!... 

Yo  no  soy  de  cal  y  canto. 

Aun  no  estoy  seguro,  no, 

de  una  recaida— estamos  ? — 

si  ella  ó  yo  no  nos  casamos 

sin  casarnos  ella  y  yo. 
Antonio.  Ay,  ayl....  Retírate  al  punto, 

2ue  no  estás  bueno-,  y  si  quieres, 
ame  tus  plenos  poderes, 
que  yo  arreglaré  el  asunto. 
No  hay  arbitrio! 

Sin  embargo , 
se  yerá  si  yo  lo  encuentro. 
Sálvame ! 

Vete  allá  dentro, 
que  yo  lo  tomo  á  mí  >cargo. 


Luis, 
Antonio. 

Luis, 
Antonio. 


ESCENA  XIV. 


D.  ANTONIO. 


¡  Metido  yo  en  esta  gresca 
por  un  loco Tengo  sed 

[Á  Superta  que  atraviesa  por  la  an- 

tésala.] 

Muchacha ! 
Ruperta.  Qué  manda  usted? 

Antonio.  Un  vasito  de  agua  fresca. — 

Negocio  es  de  mucha  monta. 

Yo  me  iré  con  pies  de  plomo 


ESCENA  XV. 

D.  ANTONIO.    MANUELA. 

Manuela,  [Entrando,] 

(Aquí  me  cuelo,  así....,  como...., 

como  Quien  se  hace  la  tonta. 

Hola!  El  otro  lechuguino!) 
Antonio.  (Ella  es.  Me  excusa  la  cita.) 

Buenas  noches,  ahijadita. 
Manuela, Q\ie  Dios  guarde  á  usted,  padrino. 
Antonio.  Mil  gracias.  ¿Quieres  oir 

dos  palabritas? 
Manuela.  Sí  quiero. 

Antonio.  [Á  Ruperta,  que  le  ka  servido  a^ua.] 
Diga  usted  al  granadero 


que  baga  el  favor  de  subir. 

[  Vase  Ruperta,] 

Manuela.(SerÁ  alguna  pampíngrada ) 

Antonio,  Tú  eres  muchacha  sencilla 

Manuela.Y  qué?.... 

Antonio.  Y  por  la  negra  honrilla 

yas  á*hacerte  desgraciada. 
Manuela.Yo  ¿cómo Pues  ¿en  qué  potro 

me  ponen 

Antonio.  Potro  inhumano 

es  querer  á  un  ciudadano 

Manuela.Pero 

Antonio.  Y  casarse  con  otro. 

Manuela,Es  que  yo 

Antonio.  Hablemos  en  plata. 

Tú  amas  áBalbino 

Manuela.  Yo? 

Antonio.  No  Tale  decir  que  no. 

íY  le  abandonas ,  ingrata ! 
Manuela.K9Íá  usted  en  mi  pellejo? 

Cuando  yo  digo  que  nones 

Antonio,  Por  ventura  ¿te  propones 

tener  marido  y  cortejo? 
Manuela. YÍTgen  santa!  Quite  usté!.... 

Estoy  yo  fuera  de  tino? 
Antonio.  Pero  aquí  llega  Balbino. 

Con  los  dos  me  explicaré. 


ESCENA  XVI. 

D.  ANTONIO.    MANUELA.    BALBINO. 

Balóino,  Dios  guarde  á  la  gente  noble. 

Antonio.  [Imitando  el  tono  soldadesco  de  Bal' 

diño,] 

Dios  g^uarde  á  la  gente  buena. 
Balbino,  Es  usted  el  que  me  llama? 
Antonio.  Perdone  usted  la  molestia. 
Balbino.  No  hay  de  qué.» 

Antonio,  [Entornando  la  puerta.] 

Vamos  á  hablar 
de  hombre  á  hombre  y  con  franqueza. 

Balbino.  Bien.  Yo  no  tengo  frenillo. 

Antonio.  Ni  yo  pelos  en  la  lengua. 

Balbino.  Corriente.  Vamos  al  grano. 

Antonio.  Pues  bien,  á  un  lado  pamemas. 
Manuela  le  quiere  á  usted 
y  usted  adora  á  Manuela. 

.Manuela^ o (Vamos,  ¡si  no  me  atrevo 

á  negárselo  I) 

Balbino.                       (Aquí  hay  treta.) 
La  verdad ,  yo  la  he  querido 
unas  miajas,  pero  ella 

Antonio.  La  ve  usted?  jSajalos  ojos 

Balbino.  Porque  es  mujer  de  vergüenza. 

Antonio,  Ahora  los  clava  en  usted. 

Cuando  el  demonio  lo  enreda 

Balbino.  (Qué  saber  tiene  este  cuco !) 


DIOS  LOS  CRIA  T  ELLOS  SE  JUNTAN. 


493 


Manuela 
Balbino. 

Antonio. 

BalHno, 

Antonio. 

Balbino. 

Antonio. 
Balbino. 

Antonio. 

Manuela 

Balbino. 
Antonio. 


Balbino. 
Antonio. 

Balbino. 
Antonio. 


Balbino. 


Balbino. 
Antonio. 
Balbino. 


.Toma I  Caando  una  no  es  ciega... 
¿T  qaé  sacamos  en  limpio 
de  que  ella  mire  y  yo  vea? 
Que  yo  no  me  ínamo  el  dedo 
ni  soy  niño  de  la  escuela. 
Bien ,  la  quiero,  mas  como  otro 
la  hace  mejor  conveniencia, 

me  sacrifico  y  la  dejo 

¿Y  no  hay  en  esa  fineza 

algún  oculto  designio 

No  hay  intríngulis.  Mi  idea 

es  sólo  verla  feliz 

Cuénteselo  usté  á  su  abaéla. 
Compadre !,  ^  me  va  usted 

cargando 

Vamos  con  flema 
y  hablemos  en  santa  paz....; 
que  á  todos  nos  tendrá  caenta. 
.Pero  usted  ¿á  qué  se  mete 
en  camisa  de  once  leguas? 

Ta  dije  á  don  Luis 

Don  Luís 
no  sabe  lo  que  se  pesca; 
mas  yo  tengo  sas  poderes 
para  ver  cómo  se  arregla 
este  asunto^  y  yo,  á  Dios  gracias, 
no  he  perdido  la  cabeza. 
Bien ,  ¿y  (jué? 

Y  soy  abogado. 
Conviene  que  ustea  lo  sepa. 
(Zape  I) 

Y  si  no  hay  transacción 
la  muchacha  pleitea, 
o  juro  I,  á  fuerza  de  intrigas , 
pedimentos  y  talegas , 
para  cuando  gane  el  pleito 
ya  se  habrá  muerto  de  vieja. 
Ya  se  verá 

Y  supongamos 
que  ella  gane  la  sentencia 
mañana  mismo  y  que  Lujp 

se  casa,  quiera  ó  no  quiera; 
qué  adelantamos  con  eso? 
Se  va  á  Cádiz ,  á  Valencia , 
á  Pequin  con  su  mujer, 
y  no  vuelve  usted  á  verla. 

10  iré  detras 

Un  soldado ! 
¡  Si  tengo  va  la  licencia 


i 


absoluta  I  Me  la  acaban 
de  dar;  y  de  ceca  en  meca 
la  seguiré  como  sombra 
hasta  el  cabo  de  la  tierra. 

Y  qué  come  usted,* compadre?' 
Yo-  soy  hombre  de  carrera. 
Soy  artista  I  Esto  es,  barbero. 
Sí,  señor,  y  sacamuelas. 

Y  soy  canaz  de  afeitar 
al  Convíciado  de  piedra. 

Antonio.  Y  diga  usted,  si  don  Luis, 
como  puede  hacerlo,  prueba 
que  antes  habia  empeñado 
su  palabra  á  otra  doncella, 


Antonio. 
Balbino, 

Manuela 
Balbino. 


y  la  cumple,  qué  hace  usted? 
Balbino.  Matarle. 
Antonio.  Réquiem  atemam! — 

Pero  la  muchacha  pierde  «^ 

sus  derechos  y  se  queda 

tan  pobre  como  se  estaba. 

Balbino.  [Aparte  con  Manuela.] 

Tiene  razón ! 
Manuela.  Mucho  aprietal 

Afitonio.  (Ya  son  mios.)  Conque,  ahur. 
Cada  uno  hará  lo  que  pueda, 
pero  si  don  Luis  se  casa, 

[Con  la  mano  en  la  frente.] 
que  me  la  claven  en  esta. 

[Se  dirige  hacia  el  foro,] 
Balbino.  [Aparte  con  Manuela.] 

Preciso  es  capitular. 
Manuela. ñi  y  Balbino,  no  se  pierda 

todo 

Balbino.  [Alto.]   Oiga  usted,  caballero. 

Antonio.  [  Volviendo.] 

Qué  se  ofrece? 
Balbino.  Me  da  pena 

ese  pobre  señorito 

Manuela.Si  él  no  me  ama,  es  una  tecla; 

mas  rinunciar  á  su  mano 

Antonio.  No  lo  harás  sin  recompensa. 
Balbino.  Vamos  claros.  Somos  pobres 

y  ¡  soltar  una  prebenda 

¿Qué  nos  da  el  señor  don  Luis 

si  me  caso  con  Manuela? 
Antonio.  Pida  usted,  pero  pongámonos 

en  la  razón. 
Balbino.  De  manera 

que  si  la  chica  no  pierdo 

sus  arras 

Antonio.  No.  Las  conaerva. 

Balbino.  Y  á  mí  me  da  algún  dinero 

para  poner  una  tienda 

en  Móstoles 

Antonio.  Como  cuánto? 

Balbino.  Es  mucho medía  talega?, 

Antonio.  (Tonto!  Quién  no  pide  más?) 

Es  mucho.  ¿Uste'd  se  contenta 

con  los  seis  mil? 
Balbino.  Sean  ocho. 

Antonio.  Partamos  la  diferencia. 

Siete  mil  realejos 

[Aparece  D.  Luis,  abriendo  la  puerta 
de  par  en  par.] 

ESCENA  XVn. 

MANUELA.    BALBINO.    D.  ANTONIO.    D.  LUIS. 

Luis.  No  I 

Los  diez  mil  quiero  que  sean, 


494 


DIOS  LOS  CRIA  Y  ELLOS  SE  JUNTAN. 


•  7  además,  yo  lea  señalo 
miéotras  TÍvan  dos  pesetas 
diarias. 

Balbino,  ¡Vivan  los  hombres 

campechanos! 

Antonio,  [En  voz  baja,]  Tú  chocheas  I 

Luis.       [En  alta  voz,] 

Nol  T  aun  compro  mny  barata 
mi  quietud;  y  ¡qué I  ^no  és  fuerza, 
Antonio ,  que  pague  yo 
de  algún  modo  mi  simpleza? 
Además,  si  tengo  vida, 
quizá  la  debo  á  esa  bella 
criatura,  y  no  es  hidalgo 
quien  olvida  tales  deudas. 

Antonio.  [Apretándole  la  mano.] 
Bien ,  Luis ! 

Balbino.  [Haciendo  lo  mismo.] 

Vengan  esos  cinco, 
Yoto  á  briós  I 

Manuela.  Qué  alma  tan  buena! 

Estoy  por  darie  un  abrazo ' 

Balbino,  me  das  licencia? 

Balbino.  Si  es  con  buen  fin 

[Manuela  va  á  abrazar  d  D.  Luis  y 
este  retrocede,] 

Luis,  No,  hija  mía  I, 

que  el  fuego  junto  á  la  leña 

A  tu  marido  1 

Balbino.  [Abrazándola,]  Sí,  á  mí. 
No  juguemos  con  candela. 

Luis.      Dios  te  haga  feliz  con  él. 

[A  Balbino.] 

No  le  envidio  á  usted  la  suegra. 
Manuela*Yoy  á  contar  á  mis  padres 

Balbino.  [Mirando  por  el  foro.] 

Ta  suben  por  la  escalera. 
Antonio.  T  yo  á  mi  hermana 

[Desde  lapuerta.] 

Muchacha  I 
Emilia !  Ven  á  la  fiesta. 


ESCENA.  ULTIMA. 

MANUELA.    D.  LUIS.    BALBINO.    D.  ANTONIO. 
macaría.    CIRÍACO.     EMILIA. 


Macaria.Aqxxi  hay  concejo,  y  no  atino. 
Yo  estaba  en  cas  del  vecino... 


Manuela. TAíidre  I 

Balbino.  Suegro ! 

Ciríaco.  iQxié  decis  I  • . . . 

Manuela .  [Saltando .  ] 

Ya  no  me  caso  con  Luis, 

que  me  caso  con  Balbino. 
Emilia.  Qué  oigo  I 

Ciriaco.  ¿Cómo 

Macaria.  Tonterías! 

Manuela.Si  tal.  ¡  Estoy  máei  contenta 

Balbino.  Y  nos  da  para  bacías 

Manuela.Y  dos  pesetas  de  renta 

diaria  todos  los  dias. 
Macaria,  Muchacha,  has  perdido  el  seso? 

Dejar  á  un  novio  tan  rico!.... 

Pues  yo  no  paso  por  eso. 
Ciriaco.  Mujer  I.... 
Macaría.  Calla  tú ,  borrico! 

Habrá  historia,  habrá  proceso. 
Balbino.  Si  ella  quiere,  y  quiero  yo, 

y  el  padre  que  la  engendró 

Ciriaco.  Por  mí 

Balbino,  Y  el  novio  que  fué , 

¿de  qué  servirá  que  usté 

salga  diciendo  que  no? 

[Macaria  se  sienta  con  muestras  de 

despecho.] 

Luis.       Venga  el  notario  al  instante: 
se  hará  el  nuevo  desposorio. 
Balbino.  Sí,  y  que  haya  mucho  jolgorio. 

Macaria.  [Levantándose.] 

(¿Cómo  ha  de  ser!  ¡Daime  aguante, 
ánimas  del  Purgatorio ! ) 

Manuela.[Á  D.  Antonio,] 

Y  usted  sigue  de  padrino? 
Antonio.  Sí,  cumpliré  mi  promesa. 
Balbino.  Bravo!  (Qué  trucha  y  qué  endino! ) 

[Á  Emilia.] 

• 

Y  ust^d  se  mantiene  tiesa? 
Emilia.  Con  mucho  gusto,  Balbino. 
Ciriaco.  Macaria,  que  no  haya  gresca! 

No  digan  propios  y  ajenos 

Pues  I  Si  no  pegó  la  yes(^ 
cual  pensaste ,  algo  se  pesca, 
y  duelos  con  pan  son  menos. 
Y,  en  fin ,  cuando  dos  barruntan 
que  han  de  hacer  migas  los  dos 

[Haciéndola  observar  que  Manuela  y 
Balbino  se  están  acariciando.] 

Digo!  mira  si  despuntan 

Eh?....  No  nos  cansemos.  Dios 
los  cria  y  ellos  se  juntan. 


r^ 


CUENTAS  ATRASADAS, 


COMEDIA   EN    CUATRO   ACTOS. 


Se  estrenó  en  el  teatro  del  Principe  el  día  6  de  Marzo  de  i841. 


PERSONAS. 


LA  MARQUESA. 

CASIMIRA. 

SEBASTIANA. 


EULALIA. 
D.  LEONCIO. 
D.  PEDRO. 


JUAN. 


La  escena  es  en  Madrid  en  casa  de  la  Marquesa.  Los  actos  primero,  segundo  y  cuarto  pasan 
en  una  sala  con  puerta  en  el  foro  y  otras  dos  laterales:  el  tercero  en  un  jardín  con  tapia  y  verja 
en  el  foro;  á  la  derecha  del  actor  puerta  de  comunicación  con  lo  interior  de  la  casa;  á  la  izquierda 

bancos  rodeados  de  árboles,  y  al  mismo  lado  en  el  proscenio  un  farol. 


^^^^^^A^^^^rfW^^/^^^^'«M/w^/^A<^A«  ^ 


ACTO    PRIMERO. 


ESCENA   I. 

LA  MARQUESA.    D.  LEONCIO. 

[Aparecen  sentados.] 

Leoncio.  Vamos  ahora  al  objeto 

Principal  de  mi  visita, 
o  tengo  treinta  y  cinco  años; 
es  decir,  que  ya  principia 
para  un  servidor  de  usted 
el  otoño  de  la  vida; 
edad  la  más  á  propósito  . 
para  buscar  una  digna 
compañera  y  comprender 
con  recta  filosofía 
las  santas  obligaciones 
de  un  buen  padre  de  familias. 
Como  las  madres  son  linces 
en  lo  que  atañe  á  sus  hijas, 
excuso  decir  á  usted 
que  idolatro  á  Casimira. 


Marq. 


Acaso  usted  califique 

de  temeraria  osadía 

mi  pretensión ,  si  compara 

con  su  cuna  esclareciaa 

la  de  un  ciudadano  liso 

que  se  ha  enriquecido  en  Indias ; 

pero  si  á  fuerza  de  amor 

y  de  letras  á  la  vista 

Suedo  compensar*  la  falta 
e  ejecutorias  antiguas, 
me  tendré  por  muy  feliz 
con  una  esposa  tan  linda 

;r  con  que  me  llame  yerno 
a  marquesa  de  Valbrisa. 
Líbreme  Dios ,  don  Leoncio , 
de  anteponer  á  la  dicha 
de  esa  inocente  muchacha, 
preocupaciones  ridiculas. 
Infundirle  he  procurado 
muy  diferentes  doctrinas, 
porque  estoy  bien  penetrada 
de  que  siempre  han  sido  efímeras 
las  vanidades  del  mundo , 


i9e 


CUENTAS  ATRASADAS. 


Leoncio. 
Afarq, 

Leoncio. 
Afarg, 

Leoncio. 


Marq. 
Leoncio. 


Marq. 

Leoncio. 

Marq. 


Leoncio. 


Marq. 


Leoncio. 


Marq, 
Leoncio. 


Marq. 


Leoncio. 


y  68  bueno  que  desde  chica 
86  prepare  ¿  los  reyeses 
de  la  fortuna  enemiga. 
Para  merecer  usted 
la  mano  que  solicita 

le  sobran  prendas 

Señora , 
tanto  favor 

Es  justicia; 
pero  9  aunque  usted  honra  mucho 
a  mi  hija,.,  quizá...  Es  tan  niña!... 
Es  tan  hermosa!.... 

Su  falta 

de  mundo 

Esa  es  cuenta  mía. 
To  tengo  mundo  de  sobra 
para  los  dos. 

Simplecilla 

En  buen  hora.  Más  me  gusta 
ignorante  y  sin  malicia 
que  mal  enseñada. 

Pero 

Otro  perol 

Tan  de  prisa 
no  conyiene  decidir 
de  su  suerte.  Si  otro  aspira 
á  su  mano 

Hola!  ¿Tenemos 

un  rival No  es  maravilla. 

Tal  riesgo  corre  el  que  quiere 
á  una  muchacha  bonita. 
Sin  duda  es  algún  intonso 
con  ojos  y  uñas  de  arpía; 
algún  joven  epiléptico 
de  esos  que  ahora  se  estilan , 
desengañados  de  un  mundo 
ue  no  han  visto  todavía; 
e  esos  que  suelen  decir 
con  sardónica  sonrisa : 
«Oh  siglo!,  no  me  comprendes ; 
oh  sociedad !,  me  fastidias , 
me  canso  de  ti....»;  j-y  salieron 
ayer  de  la  Escuela  Pia !; 

de  esos 

Señoi^  don  Leoncio , 
no  es  de  los  que  usted  crítica 
el  rival  de  que  yo  hablaba. 
Circunstancias  muy  distintas 
son  las  suyas. 

¿Es  tal  vez 
quien  se  opone  á  mi  conquista 
el  coronel  veterano 
que  anoche..... 

usted  lo  adivina. 
Como  no  tenía  de  él 
la  más  remota  noticia 

y  ni  aun  sé  cómo  se  llama 

Ha  estado  fuera  unos  dias, 
y  aunque,  según  lo  asegura, 
su  pasión  es  más  antigua, 
anoche  fué  cuando  supe 
que  pretende  á  Casimira. 
Ya  me  chocó  la  llaneza 


i 


Marq. 
Leoncio. 


Marq. 

Leoncio. 
Marq. 

Leoncio. 


Marq. 
Leoncio, 


Marq. 


Leoncio, 


Marq. 

Leoncio. 

Marq. 


Leoncio. 


con  que  habjaba 

Soy  su  prima. 
Ya. — Y  también  me  pareció , 

Eerdone  usted  que  lo  diga, 
ombre  muy  extravagante, 
acérrimo  ordenancista, 
que  á  cada  cuatro  palabras 
encaja  una  muletilla 
recordando  sus  servicios 
y  ensalzando  la  milicia. 
En  medio  de  sus  rarezas 
tiene  también  distinguidas 
cualidades. 

Sí,  señora, 
y  cincuenta  años  encima. 
En  ñn ,  yo  tengo  razones 
poderosas  que  me  obligan 
á  preferirle. 

Ya  veo 
que  está  usted  muy  provenida  , 
en  favor  del  coronel , 
y  confieso  que  me  humilla 
8u  triunfo;  que,  á  la  verdad, 
me  tiene  en  muy  poca  estima , 
señora,  quien  me  pospone 
á  semejante  estantigua. 
Ah,  don  Leoncio!.... 

Sin  duda 
desciende  de  Iñigo  Arista 
por  línea  recta,  y  el  brillo 
de  su  cuna  y  sos  insignias 
es  lo  que  deslumhra  á  usted 

Lá  este  pecador  eclipsa, 
on  Leoncio,  usted  me  agravia... 
y  más  de  lo  que  imagina. 
Ni  él  pudiera  deslumhrar 
á  quien  sus  timbres  no  envidia , 
ni  en  la  boda  que  proyecto 
me  propongo  tales  miras. 
Fuerza  será  que  lo  crea, 
supuesto  que  usted  lo  afirma. — 
Si  á  lo  menos  fuera  ióven 
mi  rival,  yo  no4endria 
tanto  motivo  de  queja; 

5 ero,  hablando  como  amiga, 
ígame  usted:  ¿no  es  crueldad 
ofrecer  á  una  chiquilla 
un  marido  con  la  placa 
de  la  orden  hermenegilda? 

Repito  que  causas  graves 

Descifre  usted  ese  enigma. 

Oh,  imposible!....  Es  un  secreto 

que  este  corazón  abriga 

jpara  mi  eterno  suplicio! 
¿Qué  oigo! 


Marq.     [Con  risa/orzada.] 

Nada Niñerías...., 

caprichos. . . . ,  preocupaciones 

de  mujer 

Leoncio.                       (Vamos,  se  inclina 
también  á  mí.  Los  elogios 
que  sin*cesarme  prodiga ) 


CUENTAS  ATRASADAS. 


497 


Marq. 
Leoncio. 
Marq, 
Leoncio. 


Marq. 

Leoncio. 

Marq. 


Leoncio. 


(Oh  DiosI  ¿Si  habrá  penetrado.. 
(Con  qué  zozobra  me  rairal....) 
(Calla!....) 

(Aun  está  pasadera; 

?ero  prefiero  á  la  hija.) 
o  respeto  las  razones 
reservadas  que  motivan 
tan  singular  preferencia; 
pero  ¿serán  más  legítimas 
que  mi  esperanza? 

¿Y  en  qué 
la  funda  usted? 

En  la  dicha 
de  ser  amado. 

Ehl  no  saben 
esas  muchachas  novicias 
lo  que  hacen  ni  lo  que  dicen. 
La  de  casa  es  muy  sumisa, 
y  amará  á  quien  yo  le  mande. 
No,  sino  á  mí,  que  ella  misma 
me  lo  ha  dicho  de  palabra, 
y  también  en  una  epístola 

[Saca  una  carta.] 

que  dice  así: 

[Leyendo.]      «Dueño  mió: 
si  es  cierto  que  usted  suspira 
por  mí,  como  lo  asegura 
en  su  apreciable  cartita, 
por  usted  suspiro  yo, 
porque  soy  agradecida , 
y  porque  me  gusta  usted, 
y  no  digo  más. — Su  fina 
amante  y  futura  esposa 

Íue  le  quiere, — Casimira. — 
^ost  data. — Remito  el  pelo, 
y  gracias  por  la  sortija, 

}r  adiós ,  y  perdone  usted 
a  mala  letra  y  la  tinta.)> 
¿  Quién  le  manda  á  esa  mocosa 
escribir  tal  retahila 
de  sandeces? 

•      (Eh?  los  celos ) 

Es  candorosa ,  y  explica 
su  pasión  naturalmente 
sin  echarla  de  erudita. 
Pero  es  mucha  liviandad 
ó  sobrada  tontería 
empeñar  así  promesas 
que  su  madre  no  autoriza. 
Leoncio.  Autorícelas  usted , 

y  así  queda  indemne  y  limpia 
de  todo  cargo. 

Confieso  • 

rué  mi  corazón  vacila. 
[o  quisiera  contrariar 
la  inclinación  de  esa  niña. — 

Por  otra  parte 

Pues  bien , 
sea  usted  equitativa, 
y  sentencie  en  mi  favor 
el  pleito  que  se  ventila. 
¡Si- usted  leyera  en  el  alma 


.) 


Marq. 


Leoncio. 


Marq. 


Marq, 


s 


Leoncio. 


Marq. 


Marq. 


de  esta  mujer  afligida!.... 

Leoncio.  (Para  almas  de  madre  viuda 
se  me  olvidó  la  cartilla.) 
Señora ,  yo  no  pretendo 
que  nadie  por  mí  se  aflija, 
pero  la  boda  á  que  aspiro 
¿será  acaso  una  inaudita 

calamidad 

No,  señor, 
mas  si  aun  estoy  indecisa, 
no  es  sin  causa;  Dios  lo  sabe. 
Ruego  á  usted  que  me  permita 
diferir  hasta  mañana 
mi  respuesta  decisiva. 

Leoncio.  Bien,  pero  una  buena  madre...., 
y  usted  perdone  que  un  quídam 
se  meta  á  darle  consejos, 
sus  cálculos  sacrifica 
al  bienestar  de  sus  hijos. 
Ahora  que  Dios  me  encamina 
por  buen  lado,  no  me  pierda 
una  cruel  negativa. 
Si  en  el  último  período 
mi  juventud  se  extravía, 

usted  será  responsable 

(Ay  Dios!....) 

( Es  fuerte  desdicha ! 
Quiere  uno  dejar  de  ser 
calavera,  y  no  le  auxilian!) 

¿Conque mañana? 

Mañana. 


Marq. 
Leoncio. 


Marq. 
Leoncio. 


Marq. 
Leoncio. 


[Levantándose.] 

Se  me  hará  un  siglo  este  dia. — 
Á  los  pies  de  usted. 

Adiós. 
(Qué  madres  tan  egoístas!) 


ESCENA  11. 

LA   MARQUESA. 

Qué  haré?  Sabe  Dios  el  juicio 
que  habrá  formado.  Oh  tormentol 
¿Cómo  alejar  el  momento 
del  terrible  sacrificio? 
Quisiera  hablar,  y  cobarde 
sello  mi  labio.  ¡  Oh  fatal 
secreto  que  es  mi  dogal, 
ya  lo  rompa  d  ya  lo  guarde ! 
Ay!  ¿Cesará  mi  dolencia 

Í)orque  en  silencio  profundo 
a  oculte  ?  La  ignora  el  mundo^ 
mas  la  sabe  mi  conciencia. 
Y  si  este  arcano  revelo, 
¿  me  servirán  de  descargo 
tantos  años,  ay !  de  amargo 
incesante  desconsuelo? 


[Se  levanta.] 


II. 


32 


498 


CUENTAS  ATRASADAS. 


Tú  qae  Tes  mi  corazón 
desde  el  celeste  reposo, 
¡  perdóname ,  noble  esposo, 
y  ten  de  mí  compasión  1 


ESCENA  HL 

LA  MARQUESA.    CASIMIRA. 

CoHmir,  [Á  la  puerta  de  la  izquierda.] 

Mamá He  visto  qne  salía 

don  Leoncio 

Marfí  Ven  aquí. 

{Se  acerca  Casimira,] 

May  quejosa  estoy  de  ti. 

¿7a^¿mer.  Quejosa?  Ignoro  a  fe  mía 

Marq.      \  Bueno  es  que  ahora  te  asombres. 

Casimir.  \  Mamá 

Marq.  Las  niñas  q.ue  viven 

con  recato  nunca  escriben 
cartas  de  amor  á  los  hombres. 

Co^mír.Mamá,  mi  carta  es  honesta. 
Él  me  escribió,  y  yo  creía 
que  era  mucha  grosería 
el  dejarle  sin  respuesta. 

Marq.     To  le  hubiera  respondido. 

Casimir.  No  creo  que  en  eso  quepa 

malicia;....  y  bueno  es  que  sepa 
que  sé  escribir  de  corrido. 

Marq.     Fuiste  demasiado  viva 

escribiendo  á  tu  capricho 

Casimir. ^\  le  amo  y  ya  se  lo  he  dicho, 
qué  importa  que  se  lo  escriba? 

Marq .      ¡Y  darle  prendas 

Casimir.                                  ün  rizo! 
¿Quién  niega  esa  friolera 
á  un  amante?  Aunque  tuviera 
que  ponerme  otro  postizo 

Marq,     Tú  me  comprometes,  hija. 
Tú  no  sabes 

Casimir.                          Vaya !  Él  fué 
más  generoso 

Marq.  ¿Y  por  qué 

recibiste  la  sortija? 

Casimir.  Es  bonita,  y  me  la  da 
como  galán  amoroso 
en  señal  de  ser  mi  esposo. 

Marq.     Sabes  tú  si  lo  será? 

Casimir.  Gomo  usted  no  se  oponía , 

y  el  tiempo  en  balde  no  pasa , 
y  es  tan  guapo,  y  viene  á  casa 
dos  ó  tres  veces  al  día 

Marq,      La  culpa  fué  mía^  sí; 

mas  ¿qué  harás  si,  con  motivo 
muy  fundado,  hoy  te  prohibo 
lo  que  ayer  te  consentí  ? 

Casimir,  Yo,  señora?  Obedecer, 

que  humilde  cordera  soy,.... 
aunque  no  obedezca  boy 


tan  á  gusto  como  ayer. 
Marq.     No  violento  tu  albeidrío, 

mas  otro  te  quiere 

Casimir.  Á  mí? 

Y  quién  es? 
Marq.  Tu  tío. 
Casimir,  Sí? 

Qué  buen  sujeto  es  mi  tio! 
Marq.     Me  pidió  anoche  tu  mano 

y  su  mayor  regocijo 

sería 

Casimir,  ¿Y  usted  le  dijo 

que  se  la  daría?  Es  llano. 
Marq.     Aun  no  he  dicho  sí  ni  nó; 

mi  contestación  espera; 

mas si  yole  prefiriera..... 

Casimir.  Otro  tanto  haría  yo. 

(Dos  novios!  Estoy  en  grande.) 

Marq.      Quél  ^ningún  pesar  te  cuesta 

Casimir,  No.  Yo  estoy  siempre  dispuesta 

á  hacer  lo  que  usted  me  mande. 
Marq.     Docilidad  muy  extraña  I 

^No  amabas  al  otro 

Casimir.  ün  poco, 

pero  el  amor  es  un  loco 

y  una  madre  nunca  engaña. 
Marq.     Así  debe  responder 

una  muchacna  de  juicio. 
Casimir.  Mi  corazón  es  novicio 

y  no  sabe  á  quién  querer. 

(Denme  un  marido,  que  es  ya 

justo,  y  llámese  Leoncio, 

ó  llámese  Pedro,  ó  Poncio 

Pilatos....,  qué  mas  me  da?) 

Se  ha  quedado  usted  suspensa! 
Marq.     Tengo  mucho  en  qué  pensar. 
Casimir.  ( Soltera  voime  á  quedar 

si  tanto  y  tanto  b  piensa.) 
Marq.     Aunque  es  mucho  su  cariño, 

tu  tio  excede  en  edad 

á  don  Leoncio. 
Casimir.  Es  verdad. 

Ya  hace  tiempo  c[ue  fué  niño! 

Pero  maridos  machuchos 

no  es  fácil  que  den  petardos, 

ni  se  van  á  picos  pardos 

como  suelen  irse  muchos. — 

Y  al  fin  seré  coronela, 

y  en  verdad  es  mucho  cuento 

mandar  en  un  regimiento 

sin  llevar  escarapela. 
Marq.      Deseo,  sábelo  Dios, 

verte  feliz. 
Casimir,  Yo  no  exijo 

de  usted 

Marq,  Dime,  ¿v  si  no  elijo 

á  ninguno  de  los  dos? 
Casimir.Cómol....  Ahí  ya;  otro  caballero 

habrá  sin  duda  en  campaña. 

Ya  teng^  tres!  Qué  cucaña! 

Quién  es,  quién  es  el  tercero? 
Marq.     Niña!  Qué  locura  es  esa? 

¿Tanto  ie  acosa  el  deseo 


CUENTAS  ATRASADAS. 


i99 


de  casarte? 

Casimir,  Yo  no  creo 

Afarq.      Calla!  Oh  rubor!....  oh  sorpresa!.... 
Casimir,  Paes  Dios  ¿para  qaé  me  ecnó 

¿  este  mando?  Diga  usté. 

¡Vaya  que Jesús!....  Pues  ¡qué! 

nunca  he  de  casarme  yo? 
Marq,      ¡Una  rapazuela,  y  ya 

rabia  por  tener  marido ! 

£5wm*>.¡Toma 

Marq,  Eh!  Quita! 

Casimir,  Ta  he  cumplido 

diez  y  siete  añoS;  mamá. 


ESCENA  IV. 

LA  MARQUESA.     CASIMIRA.     JUAN. 

J%ian.      Señora,  el  señor  don  Pedro 
Corvina 

Casimir. \Mv,y  contenta.] 

(Uno  de  los  tres!) 
Marq.  '   Qué  haces  aquí  todavía? 

Vete  allá  dentro. 
Casimir.  Me  iré, 

pero  si 

Marq,  No  me  repliques. 

Casimir.  [Yéndose.] 

( No  quiere  casarme !  Pues  1 ) 


ESCENA  V. 

LA  MARQUESA.    JUAN. 


Marq.     [Sentándose,] 


í 


Juan. 
Marq. 

Juan. 


(Ve  aquí  la  causa  de  tanta 
docilidad.  Ya  se  ve, 
todo  su  afán  es  casarse, 
y  no  le  importa  con  quién. 

Pero  ¡señor!  ¿es  posiole 

¡  Si  hace  poco  más  de  un  mes 

ue  la  saqué  del  colegio ! 

ué  inmodestia  y  qué  sandez ! 

¿Será  castigo  de  Dios 

Ah!  no  hay  duda  que  lo  es. — 
Y  si  no  la  caso  pronto 
hará  mañana  tal  vez 

un  dislate Por  fortuna 

su  corazón  es  novel , 

y^  como  en  nadie  se  fija, 

tomará  lo  que  le  den.) 

Qué  digo  al  señor  don  Pedro? 

Que  entre.  Jesús!....  He  olvidé.... 

[Á  la  puerta  del  foro.] 
Pase  usía  cuando  guste. 


ESCENA  VI. 


LA  MARQUESA.    D.  PEDRO. 

Pedro.     Prima,  heso  á  usted  los  pies. 

Marq.      Perdone  usted.  Distraida 

le  he  hecho  esperar Mas  ¿por  qué 

no  ha  entrado  usted.... 

Pedro.  Dios  me  libre. 

Yo  conozco  mi  deber. 
Las  señoras  no  están  siempre 
visibles.  Dijome  aquel 
tagarote  que  esperase , 
que  iba  á  entrar  recado.  Bien , 
^le  dije,  la  disciplina  ^ 

lo  exige;  entra;  esperaré. 

Marq.      Pero  esas  formalidades 

no  se  entienden  con  usted, 
que  es  de  la  familia. 

Pedro.  Gracias , 

prima  mia ;  pero,  á  fuer 
de  veterano,  respeto, 
en  donde  quiera  que  esté, 
la  consigna.  En  ese  punto 
para  mí  todo  es  cuartel. 
Ahora  traigo  á  la  memoria 
que  entre  Tudela  y  Mallen 
mandando  yo  una  guerrilla, 
sin  cartuchos  me  quedé. 
Se  lo  dije  aun  ayudante 
que  pasaha  al  trote ,  y  él 
respondió :  vaya  á  buscarlos 
adonde  más  berca  estén. 
Gomo  á  dos  tiros  de  bala 
estaha  el  parque  francés, 
y  el  de  España  á  media  legua ; 
tomo  la  orden  al  pié 

de  la  letra,  y  sucedió 

Qué  habia  de  suceder? 
Que  recibí  en  esta  pierna 
el  balazo  más  cruel..... 
Y  qué  mucho?  ¡  Una  brigada 
defendía  el  almacén ! 

Marq.      ¿No  toma  usted  una  silla, 
señor  don  Pedro? 

Pedro.  Sí  haré. 

[Se  sienta.] 

Vengo  á  saber  la  respuesta 
á  mi  petición  de  ayer, 

Ícon  todo  mi  valor, 
ien  acreditado  en  cíen 

campañas,  vengo  temblando 

como  un  recluta. 
Marq.  Por  qué? 

Pedro,     Soy  una  especie  de  reo 

en  presencia  de  su  juez. 

Con  cincuenta  años y  un  pico 

que  no  bajará  de  tres, 

suspiro  por  una  niña, 

y  si  un  dia  de  laurel , 

coronas  de  mirto  y  rosas 


'. 


500 


CUENTAS  ATRASADAS. 


Marq. 


Pedro. 


Marq, 

Pedro. 

Marq. 

Pedro. 


Marq. 
Pedro, 


Marq. 
Pedro. 


Marq, 

Pedro. 

Marq. 


Pedro. 


hoy  pido  para  mi  sien. 

Emprendo  una  evolución 

muy  peligrosa,  lo  sé, 

que  no  so  hallará  en  la  táctica 

del  gran  Federico,  rey 

de  Prusia,  ni  en  los  tratados 

que  se  han  dado  á  luz  después; 

mas  no  Talen  estrategias 

contra  el  terrible  poder 

del  amor;  que,  como  es  ciego, 

embiste  á  lo  somaten. 

Primo,  usted. se  está  juzgando 

con  sobrada  rigidez. 

Su  pretensión  me  honra  mucho 

y  á  Casimira  también ; 

pero 

Puedo  ser  su  abuelo. 
Yo  no  desmiento  mi  fe 
de  bautismo,  no.  Con  todo, 
si  aun  se  estilara  el  minuet, 
me  atrevería  á  bailarlo 
como  un  alférez  del  tren ; 
y  más  de  cuatro  bisoñes, 
que  andan  por  esos  cafés 
no  resisten  como  yo 
una  noche  de  reten. 
La  edad  de  usted  no  me  arredra, 
bien  lo  puede  usted  creer, 
sino  la  de  Casimira. 
Vamos,  vamos,  que  la  mies 
ya  está  en  sazón.  Diez  y  siete..*.. 
No  es  todavía  mujer 

de  gobierno 

Yo  soy  fácil 
de  gobernar.  No  diré 
que  ella  no  pueda  esperar 
dos  años,  y  cuatro,  y  seis; 

pero  yo ¡Bueno  estoy  yo 

para  esperar!  Ni  es  de  ley 
que  se  convierta  en  cállete 
todo  un  señor  coronel. 
Como  hay  otro  que  me  pide 

á  Casimira 

¿Otro  pez 
ha  caído  «n  el  anzuelo? — 
Diga  usted,  ¿es  brigadier? 
Yo  al  de  mayor  .graduación 
le  cedo  el  puesto,  y  amén. 
No,  señor.  Aquel  sujeto 

que  anoche 

Oh  !  pues  con  él 
no  transijo. — ¿Le  prefiere 
Casimira? 

Yo  no  sé 

Y  usted  le  prefiere  á  mí? 
Me  inspira  más  interés 
mi  primo,  pero  razones 
tan  fuertes  puedo  tener 
para (No  sé  qué  decirle.) 

[Levantándose  y  también   la  Mar' 

quesa,] 

Acabemos  de  una  vez , 


sonora  prima  política , 

y  hablemos  claro.  El  desden 

con  que  usted  me  está  tratando 

se  lo  debo  agradecer 

á  mi  menguada  fortuna. 

Yo  no  tengo  cabriolé 

como  mi  rival,  ni  luzco 

en  la  pechera  alfiler 

de  brillantes ;  sólo  tengo 

dos  mil  reales  cada  mes 

cuando  los  pagan.  Marquesa! , 
si  con  tan  escaso  haber 
fuese  el  preferido  yo, 
iría  el  mundo  al  revés. 

Marq,      Esa  sospecha  me  injuria, 
pero  los  cielos  que  ven 
mi  corazón 

Pedro.  Yo  quisiera 

á  mi  sobrina  ofrecer 
en  vez  de  cruces  y  heridas 
las  minas  del  Almadén ;    . 
pero  allá  en  su  incomprensible 
táctica  el  Dios  de  Josué 
quiere  que  unos  nazcan  ricos, 
y  otros  sin  pan  y  sin  prest. 

Marq.      (Cielos!....) 

Pedro,  Yo  soy  buen  cristiano, 

y  nunca  me  quejaré 
<le  Su  Majestad  divina, 
•  que  pudiera  responder: 
«  obedezca  y  represente ; 
que  con  ser  mi  hijo  quien  fué, 
nació  humilde  proletario 
en  el  portal  debelen.» 

Marq.      (Ahí) 

Pedro.  Ni  la  envidia  me  ciega; 

que  es  una  pasión  soez; 
pero  si  Dios  dice  al  pobre : 
«sé  subordinado  y  ten 
paciencia,»  también  condena 
el  orgullo  y  la  altivez 
de  los  que  nacieron  ricos 
casualmente  y  sin  saber 
leer  ni  escribir. 

Marq.  Don  Pedro!.... 

Pedro.     Sí,  señora,  y  ¡voto  á  quién!.... 
que  aunque  á  la  niña,  eso  sí, 
pondría  yo  en  un  dosel, 
pudo  nacer  en  las  pajas, 
y  no  en  cuna  de  carey. 

Marq.      Oh !  Basta.  ( ¡Me  hace  temblar 
este  hombre ! ) 

Pedro,  Sí;  y  en  la  hez 

de  la  plebe  nacen  otras 
que  harían  mucho  papel 
en  el  mundo  si  la  suerte 

las  hubiera Y  á  fe,  á  fe, 

que  si  esa  hermosa  doncella, 
tormento  de  mi  vejez, 
no  hubiera  venido  al  mundo, 
hoy  sería  yo  marqués 
de  Valbrisa. 

Marq.  (Oh !....  Por  su  boca 


CUENTAS  ATRASADAS. 


501 


Pedro. 

Marq, 
Pedro, 
Marq, 
Pedro. 

Marq, 

Pedro, 


Marq, 
Pedro. 


me  habla  mi  conciencia.) 


Se  pone  usted  mala? 


Qué 


No. 


Porque  sabe  usted  muy  bien 

No  más  I 

Que'soy  el  pariente 
más  cercano,  y  que  la  ley...'.. 

No  más,  por  DiosI Casimira 

se  casará  con  usted. 
Qué  oigo!  Más  ufano  estoy 
que  si  me  hicieraa  virey 
de  Navarra.  Mis  aentidos 

se  indisciplinan No  sd 

lo  que  rae  pasa.  Estoy  loco. 
Ahora  atacaría  á  Ney, 
si  Ney  viviera,  y  al  mismo 
Napoleón.  Oh  placer! 
Seré  el  marido  más  tierno , 

más  cariñoso,  más  fiel 

Verá  usted  qué  exactitud 

en  el  servicio Ali!  ven,  ven, 

ángel  mió,  y  que  tu  boca 

me  diga 

No  es  menester 

Y  ahora,  de  improviso 

Entiendo. 


Es  decir  que  volveré 

Marq,      Sí,  más  tarde 

Pedro,  Adiós,  joh  prima 

amable !  Dios  te  haga  ver 

un  nieto  mió  que  pueda 

ser  gobernador  de  Urgel. 


ESCENA  Vil. 

LA  MARQUESA. 

Á  mi  conciencia,  á  su  amor 
este  sacrificio  debo, 
ya  que,  ay  de  mí!  no  me  atrevo 
á  sufrir  otro  mayor. — 
•Eh  I  ya  es  vano  mi  temor. 
En  mi  buena  estrella  fio. — 
Ahora  más  que  nunca  el  brio 

?la  calma  he  menester 
ero si  aquella  mujer 

llega  á  descubrir Dios  mió! 

[  Vasepor  la  puerta  de  la  izquierda.] 


ACTO   SEGUNDO. 


ESCENA  I. 

SEBASTIANA.    EULALIA.    JUAN. 

[Ambas  traen  mantillas ,  y  Sebastiana  con  el 

velo  echado,"] 

Juan,      Tomen  ustedes  asiento. 

La  Marquesa  mi  señora 

no  puede  salir  ahora 

Sebast,    Pues..... 

Jtuin,  Pero  vendrá  al  momento. 


ESCENA  n. 

SEBASTIANA.    EULALIA. 

Sebast,    {A  Izándose  el  velo ,  ] 

Hoy  me  anuncia  el  45orazon 
que,  por  tU/os  6  garfas  y 
amada  sobrina,  vas 
á  tener  un  alegrón. 

Eulalia.  De  veras? 

Sebast.  Y  muy  cumplido, 


Sebast, 


Eulalia.  Oh  Dios  mió  I.... 

Sebast.  Tú  deseas 

lo  que  todas,  mas  no  creas 
que  se  trata  de  marido. 

Eulalia,  De  marido?  Ave  María ! 
Cuándo  mostré  tal  afán? 
¿Qué  falta  me  hace  un  galán 
mientras  respire  mi  tiaf 
Sí,  la  modestia  es  tu  mérito 
mayor,  y,  yo  lo  aseguro, 

no  te  faltará  un  futuro 

cuando  yo  encuentre  un  pretérito. 
No  entiendo... 

Ah!...  Sí.  Pobre  Eulalia! 
Tú  ignoras ,  y  te  lo  envidio, 
la  docta  lengua  de  Ovidio, 

Ídel  héroe  de  Farsalía. 
engo  esta  maña  maldita 

de  gramatizar Ay  Dios! 

No  viene  la  dicha  en  pos 
de  una  mujer  erudita. 
Feliz  el  sandio  y  el  zote ! 
Millonario  es  don  Tiburcio^ 
y  así  entiende  á  Quinto  Gurcio 
como  á  Cornelio  Nepote. 
Mientras  en  triste  salmodia 


Eulalia, 
Sebast. 


1 


502 


CUENTAS  ATRASADAS. 


Eulalia. 
Sebast. 

Eulalia, 
Sebast 
Eulalia. 
Sebast. 

Eulalia. 


Sebast. 


Eulalia, 
Sebast. 


Eulalia. 
Sebast. 


Eulalia. 
Sebast. 


Eulalia. 
Sebast. 


Eulalia. 

Sebast. 

Eulalia. 

Sebast. 
Eulalia. 


Sebast. 
Eulalia. 


lloro  ausente  del  placer, 
¿de  qué  me  sirve  teuer 
en  la  uña  la  prosqdía? 
Mas  hoy  cesarán  mis  cuitas 

fr  las  tuyas  si  las  dos 
ogramos ¡Quiéralo  Dios 

y  Tas  ánimas  benditas  I 

Y  qué  puedo  esperar  yo?.... 
Si  Dios  lo  dispone  bien, 
quizás  hoy  te  abrace 

Quién  ? 
El  padre  que  te  engendró. 
Mi  padre  I 

Nada  te  asombre. 
Dios  es  grande,  justo  y  sabio.  * 
Oh  1  nunca  esperó  mi  labio 
pronunciar  tan  dulce  nombre. 
Huérfana  desde  la  cuna, 
nunca  supe  á  quién  debia 

la 

Rueda  mucho,  hija  mia, 
la  rueda  de  la  fortuna. 
¿Quién  sabe  en  este  hemisferio 
lo  que  le  está  reservado?    . 

¿Y  quién 

La  hora  no  ha  llegado 
de  revelarte  el  misterio. 

Y  no  es  este  sólo ,  ay  pena  I 
el  que  mi  pecho  cobija. 

De  ellos  traigo  una  balija. 
Cartagena!  Cartagena!.... 
Ah,  tia!.... 

Ya  te  horripila 
mi  lenguaje,  y  es  que  estoy 
inspirada. 

Pero 

Soy 
una  especie  de  sibila. 
¿Y  quién  sabe  si  habrá  güelfos 

y  gioelinos  aquí 

Cielos ! 

¡Cuando  hable  por  mí 
la  pitonisa  de  Délfos ! 
Qué  portentos!  qué  espectáculos!.... 
¡cuánta  dicha....,  ó  cuánta  mengua, 
cuando  yo  suelte  mi  lengua 
para  pronunciar  oráculos! 
Principie  usted  por  el  mió. 
No  es  tiempo,  sobrina  hermosa. 
¡Oh  si  una  madre  amorosa 

también 

La  tendrás,  lo  fío. 
Ya  su  seno  maternal 
ansio  bañar  con  mi  llanto ; 
mas  su  amor  no  será  tanto 
como  el  de  usted. 

Oh,  sí  tal.     • 
Poco  por  mi  se  interesa 
la  que  á  mísera  orfandad 
me  condena  sin  piedad. 


Sebast.    [Echándose  el  velo.] 

Chit....,  que  viene  la  Marquesa! 


ESCENA   III.      * 

SEBASTIANA.    EULALIA.    LA  MARQUESA. 

Sebast.    Beso  á  usted  la  mano. 
Marq.  Beso 

á  usted  la  suya  y  le  pido 

mil  perdones.  No  he  podido 

venir 

Sebast.  Eh !  Qué  importa  eso? 

Afarq.     Siéntese  usted,  y  si  en  algo 

puedo  seBvirla 

Sebast.  Mi  objeto 

es  que  hablemos  en  secreto 

dos  palabras. 

Eulalia.  [Á  Sebastiana.] 

Ah!....  ¿me salgo? 
Sebast.    Ruego  á  usted  que  la  permita 

internarse.  Si  la  ven 

en  la  antesala 

Afarq.  Está  bien. 

Sígame  usted,  señorita. 

Sebast.    Es  niña  al  ñn,  y  el  recato 

iíarq.     Hija  de  usted? 

Sebast.  No,  señora ; 

sobrinita. 

Marq.     [Á  la  puerta  de  la  izquierda.] 

Salvadora ! 
Sebast.    ( Qué  riqueza  y  qué  boato! ) 

Afarq.     [Á  una  doncella  que  sale.] 

Que  acompañe  Casimira 
á  esta  joven. 
Eulalia.  Agradezco 

tanto  favor. 

[Yéndose  con  la  doncella.] 

(Me  perezco 
por  saber ) 

[La  Afarquesa  mira  con  atención  á  Se- 
bastiana.] 

Sebast.  (Cómo  me  mira ! ) 


ESCENA   IV. 

LA  MARQUESA.    SEBASTIANA, 

Sebast.    Ahora ,  con  el  beneplácito 

de  usted,  tomaré  un  sillón 

Aíarq.     Sí,  señora. 

[Se  sientan  las  dos.] 

(¿Quién  será!) 
*Ya  estamos  solas  las  dos. 
Hable  usted. 
Sebast.  Si  usted  se  digna 


CUENTAS  ATRASADAS. 


503 


de  prestarme  su  atención , 

larga  serie  de  infortunios 

narraré ,  aunque  mi  dolor 

renueve;  que,  como  dijo 

Publio  Virgilio  Marón , 

InfandvMy  Reginayjubes 

Et  ciBtera. 
Marq.  (Santo  Dios ! , 

qué  mujer  es  esta?  ¡Me  habla 

en  latín ! ) 
jSebasi.  Si ,  como  yo, 

ha  sido  usted  infelice...*. 
Marq,     Oh ,  sí ,  lo  he  sido  j  lo  soy ! 

Sebast,    Non  ignara  mali 

Marq.  Pero 

Sebast.    Me  tendrá  usted  compasión. 
Marq.      Sí;  pero suplico  á  usted 

que  hablemos  en  español. 
Sebast.    Nací  humilde ,  pero  prole 

de  padres  honrados ,  hoy 

difuntos 

Marq.  Si  tan  de  arriba 

toma  usted  la  relación 

Sebast.    Que  me  dieron ,  cual  lo  muestra 

docta  y  facunda  mi  voz , 

si  no  feudos  y  blasones , 

exquisita  educación. 

Marq.      Bien Yo  no  dudo ' 

Sebast.  Mi  padre 

era  insigne  preceptor 

de  gramática  latina, 

y  tal  me  latinizó, 

que  aun  andaba  yo  cuadrúpeda....; 

esto  es,  á  gatas 

Marq.  (Por  Dios, 

señora 

Sebast.  Y  ya  articulaba 

las  partes  de  la  oración. 

Crecí,  cara  Beüm  sobóles  y 

y  apenas  el  arrebol 

de  pubertad  prematura 

mi  fibra  desarrolló , 

cuando  su  aula  regentaba 

tan  bien  como  él  ó  mejor. 

Y  ¡  admírese  usted !  en  medio 

de  aquella  imberbe  legión 

masculina^  yo  vivía 

incólume;  era  un  crisol 

de  virtudes ,  y  en  mi  rostro 

de  tal  suerte  se  estampó 

el  sello  de  mis  austeras 

costumbres ,  dignas  de  Job , 

que  habia  cumplido  ya, 

dicho  sea  acá  ínter  nos, 

seis  lustros  muy  largos,  vulffOy 

treinta  y  cuatro  años 

Marq.  Ya  estoy... 

Sebast.    Sin  que  sonase  en  mi  tímpano 

una  palabra  de  amor. 
Marq,     Pero,  señora,  todo  eso 

¿qué  puede  importarme 

Sebast.  Voy 

á  lo  esencial.  Pero  un  dia...., 


dia  nefasto  y  atroz ! 
cierto  oficial  Ganimédes 
en  mi  casa  se  alojó. — 
Cantaba  c^mo  un  Orfeo , 
bailaba  que  era  un  primor, 
hablaba  como  Tibulo, 
sentia  como  Masón, 
y  yo,  inexperta  paloma, 

tímida,  incorrupta  flor 

Ay  I  omnia  vincit  amor 

me  sedujo  el  picarón  I 
Bajo  la  fe  de  promesas 
nupciales,  que  no  cumplió, 
dejé  los  lares  paternos 
y,  siguiéndole  veloz 
á  cierta  ciudad  del  mundo 
que  hizo  famosa  Scipion, 
esperaba  yo  afanosa 
cada  noche  y  cada  sol 
jque  un  venturoso  himeneo 
legitimase  mi  ardor; 

f)ero  se  hizo  disyuntiva 
a  que  antes  fué  conjunción 
de  otra  especie,  y  el  perjuro 
súbito  me  abandonó , 
con  el  inocente  fruto 
de  su  perfidia  y  mi  error. 
Angelito  I....  Aun  no  tenía 
síntomas  de  dentición. 

Marq,     (Pobre  mujer  I) 

Sebast.                           Es  fenómeno 
singular.  Cuando  el  Señor 
niega  á  castos  matrimonios 
un  fruto  de  bendición 

Marq.     (Ahí) 

Sebast.  Lo  otorga  Satanás 

pingüe,  robusto  y  precoz 
á  coyundas  clandestinas 

y Vaya,  si  es  maldición  I — 

Huyó,  en  fin,  mi  ingrato  Eneas 
no  sé  adonde;  falleció 
la  hija  de  mis  entrañas 
víctima  del  sarampión , 

Í  yo  también  i  oh  misérrima  I 
ubiera  surcado,  en  pos 
de  mi  prenda ,  el  lago  Estigío 
en  la  barca  de  Carón, 
á  no  haberme  deparado 
el  justo  Dios  de  Jacob 
el  pábulo  de  la  vida 
y  un  techo  reparador 
en  casa  de  una  señora 
de  la  m'isma  población ; 
la  cual  tenía  otra  párvula, 
pero  agotado  el  licor 
materno,  fué  necesario 

?[ue  la  amamantase  yo. 
Qué  pesadez  I) 
Sebast.  Reducida 

á  la  triste  condición 
de  nodriza  asalariada , 
yo  mujer  de  tanta  pro , 
tuve  á  bien  fingirme  viuda 


501 


CUENTAS  ATRASADAS. 


Marq, 
SebasL 


Marq. 
Sebast. 


Marq, 
iíebast. 


Marq.  ^ 
Sebast.* 

Marq. 
Sebast. 


Marq. 
Sebast. 


Marq. 
Sebast. 

Marq. 
Sebast. 


Marq. 
Sebast'. 


Marq. 


de  un  colono....,  labrador 
que  dice  el  vulgo,  afectando, 
no  obstante  mi  erudición , 
invita  Minerva ,,  61  rudo 

lenguaje  pedestre 

Oh!.... 
No  acabará  usted,  señora? 
Prosigo  mi  cronicón. 
Mi  comadre;  esto  es,  la  madre 
de  la  niña  aue  chupó 
mi  néctar,  la  idolatraba 
como  única  producción 
de  un  consorcio  que  hasta  entonces 
natura  esterilizó. 

(Ah!....)  Siga  usted 

Tanto  más 
cuanto  uno  y  otro  doctor, 
visto  el  mal  alumbramiento 
y  el  estado  en  que  quedó , 
le  negaron  la  esperan^ 
de  nueva  procreación. 
(Cielos!) 

Pero  á  pocos  meses 
la  muerte ,  pdllida  mors , 
se  llevó  á  la  infante ,  hallándose 

su  padre  allá  en  el  Ferrol 

Ah,  no  más!.... 

Qué!  ¿Sabe  usted 
la  historia? 

Yo!  ¿Cómo No! 

Temiendo  que  su  marido 
se  muriese  de  aflicción 
al  saber  la  triste  nueva, 
ó  su  ya  débil  amor 
trocase  en  yerto  desvío 
la  falta  de  sucesión , 
ocultamos  la  catástrofe , 
y  la  niña  que  espiró, 
su  madre  y  yo  reemplazamos 
con  otra  de  munición 
que  extraje  yo  de  un  depósito 
donde  habia  ciento  y  dos.   . 
Oh,  basta,  basta! 

Y  el  fraude 
fué  inútil,  porque  la  hoz 
do  la  inexorable  parca 
la  trama  vital  cortó 
del  marido  á  los  tres  años 
do  la  tragedia  anterior. 
Oh  memoria  dolorosa ! . . . . 

Y  la  señora  en  cuestión 
es  usted. 

Por  Dios,  más  bajo!... 

[Alzándose  el  velo.] 

Y  la  nodriza  soy  yo. 
^h,  soy  perdida! 

Por  qué?  * 
Como  he  guardado  hasta  hoy 
el  secreto,  hasta  la  muerte 
lo  guardaré  con  tesón. 

Si  algún  heredero 

Infame 


Sebast. 


Marq. 


Sebast. 


Marq. 
Sebast. 


Marq. 

Sebast. 

Marq. 

Sebast. 

Marq. 

Sebast. 


Marq, 

Sebast. 

Marq. 

Sebast. 


codicia  no  me  arrastró. 
Dios  lo  sabe!,  á  aquel  delito 
que  me  cubre  de  rubor. 
Mis  bienes  libres  exceden 
á  los  del  Marqués,  y  estoy 

decidida 

Bien ;  se  inventa 
alguna  indemnización, 

ó  allá  in  articfdo  mórtis 

Pero  usted  me  prometió 
no  volver  jamás  á  verme. 
¿No  cobra  usted  la  pensión 
que  la  asigné?.... 

Sí ,  señora , 
y  Sebastiana  Querol 
ni  soñaba  en  quebrantar 
la  palabra  que  empeñó; 
mas  leyendo  en  los  periódicos 
el  nombre  de  mi  raptor; 
y  que  es  coronel,  y  so  halla 
en  Madrid  de  guarnición, 
á  bordo  de  un  calesín , 
que  parecia  hecho  ad  hoc 
para  triturar  mis  huesos 
por  las  manos  de  Astarot, 
desde  la  nueva  Cartago 
vqelo  á  la  Puerta  del  Sol ; 
y  I  cosa  rara!  el  primer 
ciudadano  de  plantón 
á  quien  pregunto  me  dice: 
«yo  conozco  á  ese  señor, 
aunque  no  su  domicilio; 

f)ero  puede  dar  razón 
a  marquesa  de  Valbrisa.» 
Qué  oigo!  Es  cierto?.... 

Como  soy 
cristiana.  Tomo  las  señas 

y ¡otro  prodigio  mayor! 

al  acercarme  á  esta  casa 
veo....,  no  ha  sido  ilusión, 
que  sale  de  ella  mi  prófugo; 
mas  cuando  iba  va  mi  voz 
á  interpelarle,  la  ahogaron 
las  cajas  de  un  batallón 
transeúnte,  y  entre  aquella 
turba  multa  se  eclipsó. 
Coronel  ha  dicho  usted? 
Coronel.  (Pierde  el  color !) 

(¿Sería )  Y  cómo  se  llama? 

Don  Pedro  Corvina. 

Oh  Dios ! 
Mi  primo ! 

Primo  de  usted! 
¿  Tendré  la  satisfacción 

de  emparentar 

Fementido! 
¿Cómo!.... 

i  Y  yo,  incauta  ,'le  doy 

la  mano  de  Casimira 

La  solicita?  Qué  horror! 
¿Aspira  á  segundas  nupcias 

antes ¡horrenda  tríiicion!.... 

de  contraer  las  primeras? 


CUENTAS  ATRASADAS. 


505 


Marq. 
Seiast, 

Marq. 
Sedasú. 


Marq. 

Sebast. 
Marq, 


SebasL 

Marq. 

Sebast. 


Jíiün, 


Marq. 


Acaso  me  he  muerto  yo  ? 
El  (^ielo  la  trajo  á  usted 

Sara  salvar  el  honor 
e  esa  inocente. 

Y  el  mió 
¿es  algún  troncho  de  col? 

[Yo  le  juro  al  descastado 

El  vendrá  y  entre  las  dos 
le  confundiremos. 

Sí! 
¡Que  venga,  y  verá  el  traidor 
en  mis  ojos  \m  facsímile 
de  la  serpiente  Python! 
Le  haré  llamar.  Entre  tanto 

vaya  usted 

Hombre  feroz! 
Á  buscar  á  su  sobrina. 
Aquí  dar(í  habitación 
á  entrambas. 

Gracias ,  señora. 

Yo  avisaré 

Entiendo.  Adiós. 

[  Vase  por  la  puerta  de  la  izquierda.] 


ESCENA  V. 

LA  MARQUESA. 

¿Quién  hubiera  imaginado 
tal  perfidia,  tal  exceso 
de  torpe  libertinaje 
en  él ,  en  un  caballero ! 
Si  algo  pudiera  acallar 
el  hondo  remordimiento 
que  me  acongoja,  sería 
su  vil  conducta.  Llamemos... 


Pedro. 


[Al  ir  á  tirar  de  la  cinta  de  lacampa* 
nilla  aparece  Juan.] 


ESCENA  VI. 

LA  I\4ARQUESA,    JUAN. 

Señora,  espera  permiso 
de  usía  el  señor  don  Pedro 
Corvina. 

Ah!...  Que  entre  al  instante. 

[  Vase  Juan.] 
Y  creí  que  era  tan  bueno! 


.    ESCENA  VII, 

LA  MARQUESA.    D.  PEDRO. 

Otra  vez,  prima  del  alma 

Mas  llamarte  prima  es  yerro 
cuando  mi  amor  te  promueve 


á  más  dulce  parentesco. 

Otra  vez,  madre,  querida 

Marq.     Yo  madre  ¿e  usted!  No  acepto 

ese  título. 
Pedro.  No  madre 

efectiva;  ya  comprendo; 

sino  madre  en  comisión , 

madre  política.  Un  yerno 

bien  educado  no  tiene 

suegra,  que  eso  es  de  plebeyos. 
Marq.     Ni  uno  ni  otro.  Si  engañada 

di  mi  palabra 

Pedro.  Qué  es  esto? 

Marq.      La  retracto. 

Pedro.  ¿Y  qué  motivo 

Marq.      Excúseme  usted,  le  ruQgo, 

el  rubor  de  declararlo. 

Ponga  la  mano  en  su  pecho, 

y  le  dirá  la  conciencia 

lo  que  yo  decir  no  quiero. 
Pedro.     Se  burla  usted  ?  i  Raro  modo 

de  enjuiciar!  En  cien  consejos 

de  guerra  he  sido  fiscal, 

y  sé  como  el  padre  nuestro 

todo  el  Colon ;  pero  ignoro 

en  qué  artículo  secreto 

suprime  la  acusación 

Eara  instruir  el  proceso, 
eñor  don  Pedro,  el  asunto 
de  que  se  trata  es  muy  serio, 
y  repugna  ese  lenguaje 
ridículo.  Yo  no  puedo 
fiar  una  criatura 
inocente  al  más  protervo 
de  los  hombres. 

Pedro.  Mire  usted 

cómo  habla,  que  yo  no  tengo 
en  mi  hoja  de  servicios 
ninguna  nota;  y  apelo 
al  inspector  general 
del  arma ,  y  al  ministerio 
de  la  Guerra,  y  al  estado 
mayor,  y  á  todo  el  ejército. 
Si  hay  un  viviente  que  pueda 
tildarme,  levante  el  dedo. 
En  cuarenta  años ,  diez  meses 
y  quince  dias  que  llevo 
de  carrera  militar....; 
se  entiende ,  sin  el  aumento 
de  campaña,  siempre  he  sido 
en  el  ataque  el  primero, 
en  la. retirada  el  último. 
Jamás  he  torcido  el  gesto 
á  la  vista  de  un  canon ; 
jamás 

Marq.  Bien  puede  un  guerrero 

ser  muy  valiente  y  tener 
sobre  su  conciencia  el  peso 
de  graves  culpas. 

Pedro.  Señora  I 

Marq.    .Bien  puede  ser,  por  ejemplo, 
libertino 

Pedro.  Ko  diré 


50< 


CUENTAS  ATEASADAS. 


Marq, 


Pedro. 


Jlíarq. 

Pedro, 

Marq. 


Pedro, 
Marq, 

Pedro. 
Marq. 


Pedro. 

Marq. 

Pedro. 

Marq, 

Pedro, 


Marq, 

Pedro. 

Marq. 
Pedro. 
Marq, 


Pedro. 
Marq, 
Pedro, 
Marq. 
Pedro, 


que  algan  pecadillo  viejo 

allá  en  tiempo  de  Godoy, 

coando  salí  del  colegio 

y  un  poco  después Qué  diablol... 

Un  cuartel  no  es  un  convento. 
Mas  ¿qué  aventura  importante 
podia  emprender  un  mero 
oficial  de  misa  y  olla 
corto  de  bolsa  y  de  genio? 
Amores  de  tres  al  cuarto 
y  pecados  subalternos. 
Qué  descaro!  qué  insolencia! 
Según  eso  en  el  concepto 
de  usted  es  una  pueril 
travesura,  un  pasatiempo 
la  seducción. 

Seducción? 
Señora,  vamos  con  tiento. 
To  no  he  seducido  á  nadie ; 
ni  corrían  ese  riesgo  - 
mis  dulcineas  de  marras. 

¿Niega  usted 

Niego  y  reniego. 
¿No  es  seducción  dar  en  falso 
palabra  de  casamiento 
¿  una  hija  de  familia? 
Yo? 

Usted!  ¿T  sacarla  luego 

de  su  hogar  tranquilo 

Sí? 
¿T  llevársela  á  otro  pueblo , 

y  dejarla  allí  burlada 

con  una  niña  de  pecho 

Angelito! 

Iniquidad!.... 
Señora,  por  Dios  eterno!.... 
Vileza!.... 

Señora  prima, 
si  fuera  usted  de  mi  sexo , 
con  un  mentís  respondiera 
á  todos  esos  dicterios , 
y  luego  nos  batiríamos    * 
usted  y  yo  cuerpo  á  euerpo; 
mas  como  es  usted  señora , 
digo  á  usted ,  con  el  respeto 
más  profundo,  que  algún  picaro 
le  ha  contado  esos  enredos, 
r  usted  se  díc^na  de  hacerme 
a  injusticia  ae  creerlos. 
Oh!  en  vano  lo  niega  usted. 

Yo  lo  sé 

Me  desespero! 
Cómo?  De  quién? 

De  ella  misma. 
De  la  hija? 

No  por  cierto: 
de  la  madre;  de  la  pobre 

Sebastiana 

Otra  te  pego ! 

La  criatura  murió 

Téngala  Dios  en  el  cielo. 
Sí,  padre  cruel!.... 

Marquesa , 


i 


padece  usted  de  los  nervios? 
Marq.     Á  qué  viene  esa  pregunta? 
Pedro,     Lo  digo  porque  hay  enfermos 

de  ese  mal  que  ven  visiones 

y  suelen  tener  los  sueños 

por  verdades. 
Marq.  Coronel! 

Pedro.     Pues  bien,  señora,  acabemos 

con  mil  diablos ,  porque  ya 

se  me  apura  el  sufrimiento, 

y  diga  usted  que  se  vale  % 

de  tan  frivolo  pretexto 

Sira  deshacer  la  boda, 
o,  señor; 
Pedro,  Y  eso  es  muy  feo. 

Marq.      Yo  presentaré  un  testigo. 
Pedro,     Y  eso  es  faltar  al  derecho 

de  la  guerra. 
Marq.  Óigame  usted! 

Pedro.     Y  obrar  contra  los  preceptos 

de  la  ordenanza. 

Marq.  Ahora  mismo 

Pedro.     Y  tratarme  como  á  un  negro! 
Marq.     ¿Y  qué  dirá  usted,  en  fin , 

si  ahora  mismo  le  presento 

la  víctima? 
Pedro.  Que  la  víctima 

miente ,  y  que  es  todo  embeleco, 

y  que  á  mí  no  se  me  emboba 

como  á  un  recluta. 
Marq.  Oh!  veremos 

[Toca  la  campanilla.] 

Pedro,     Y  que  hombres  de  mi  carácter 
90  deshonran  con  careos 
de  esa  especie ,  y  qpe  me  voy 
por  no  hacer  un  desacierto. 

Marq.     [A  la  puerta,] 

Sebastiana ! 

[Al  Coronel  qtie  ya  está  en  la  puerta 
del  foro  y  ñola  oye.] 

Espere  usted!.... 

Pedro.     [Yéndose,] 

Voto  áDios Baco  y  baquero!.... 


ESCENA  VIH. 

LfiL  MARQUESA. 

Huye!  ¿.Qué  prueba  mayor 
de  su  infamia?....  Hombre  perverso! 


ESCENA  IX. 

LA  MARQUESA.     SEBASTIANA.     EULALIA, 

CASIMIRA. 

Sebast.    Mi  bien ! . . . .  Pero  ¿  dónde  está? 
Sonaba  voz  masculina 


CUENTAS  ATRASADAS. 


507 


Era  él?  era  Corvina?.... 

Marq,      Sí.  Ya  se  fué 

Sebos t.  Adonde  va? 

[Llega  Casimira.] 

Casimir.Me  llamaba  usted ,  mamá? 
Marq,      No. 

Eulalia.         Qué  ha  sucedido,  tia? 
Sebast.    Cerca  estará  todavía. 

Yo  le  sigo 

Marq,  Iba  corriendo. 

£;s  inútil 

Casimir.  No  comprendo 

Eulalia.  Qué  es  esto,  Virgen  María? 

Marq,      \A  Casimira^ 

Ya  no  te  casas  con  él. 
Casimir.  Con  quién? 

Sébast.    \Á  la  Marquesa.] 

Y  viene  contrito? 
Reconoce  su  delito? 

Eulalia.  \A  Bebastiana.] 

f;Es  por  ventura 
A  Sebastiana.]'        No. 
Sebast.  Inñel  I 

Marq.     Todo  lo  niega. 
Sebast.  Cruel  I 

Eulalia.  [Á  Sebastiana.] 

¿Es aquel  sujeto 

Sebast.  Sí. 

« 

[Á  la  Marquesa.] 

¿Y  no  se  apiada  de  mí! 
Marq.     No  I 

Eulalia.  [Á  Sebastiana.] 

Pero  ¿cuál  de  los  dos 

Sebast.    Ah  bárbaro  amante ! 
Eulalia.  Ajy  Dios! 

No  es  él! 

Casimir,  [Á  Eulalia.]  Quién?.... 

Sebast.  Bien  lo  temí! 

Si  al  menos  usted  le  hubiera 

detenido 

Marq.      ^  Si  no  pude! 

Cuando  llamé..... 
Casimir.  [A  Eulalia.]         A  quién  alude? 
Marq.     Estaba  ya  en  la  escalera. 

Casimir.  [Á  la  Marquesa.] 

Mitio? 
Sebast.  Entríiñas  de  fiera  I 

Marq.     [Á  Casimira,]  . 

Sí,  tu  tio. 

Eulalia.  [Á  Sebastiana.] 

Cómo?....  ¿Es  tio 


Sebast.    Yo  perseguiré  al  impio 

Casimir.  (Ella?) 

Sebast,  Véngame,  Jehová! 

Casimir.  [A  la  Marquesa.] 

Por  qué  no  es  mi  novio  ya? 
Marq.     Jamás! 

Eulalia.  (Su  novio?  Qué  lio!) 

Sebast.    No  escapará  de  mi  red. 
Marq.     ¿Por  qué,  si  no  es  un  aleve, 

á  parecer  no  se  atreve 

en  la  presencia  de  usted? 
Sebast.    Yo  acudiré  con  mi  sed 

de  justicia  á  un  tribunal. 

Bien  á  bien  ó  mal  á  mal    . 

se  habrá  de  casar 

Casimir.  Con  quién? 

Conmigo? 
Marq.  Con  ella. 

Casimir.  •  Ah!....  Bien. 

(Qué  grotesca  es  mi  rival!) 

Sebast.    Dónde  vive  ?  porque  quiero 

Marq.      En  la  calle  de  Carretas , 

número Entre  estas  tarjetas 

habrá  alguna  suya. 

[Examina  varias  que  habrá  sobre  una 

mesa.] 

Casimir. [Acercándose  á  la  Marquesa.] 

Pero 

Marq.     Calla! 

[Leyendo  una  tarjeta.] 

«El  marqués  del  Vivero » 

Eulalia.  [Á  Sebastiana.] 

¿Y  ese  hombre  ha  sido  capaz 

Sebast,    Sí,  hija  mia!  Es  contumaz. 

Casimir.  [A  la  Marquesa.] 

¿  Me  casará  usted 

Marq.      [Leyendo  otra  tarjeta.] 

«Vicente » 

Casimir.  Con  el  otro  pretendiente? 

Marq.     [Maquinálmente  y  sin  dejar  de  exa- 
minar tarjetas.] 

No  sé Sí Déjame  en  paz. 

Sebast.    Dardo  agudo  me  traspasa. 

Casimir.  (Cáseme  yo,  y  ¿qué  mas  da ) 

Marq.      «Pedro  Corvina »  Aquí  está, 

con  las  señas  de  su  casa. 

Sebast.    [Tomando  la  tarjeta.] 

Venga,  ^ue  di  tiempo  se  pasa.  • 
Eulalia.  Salimos  juntas? 
Sebast.  .  Tú  no. 

Marq.     [Haciendo  sonar  la  campanilla.] 
Ahora  ya  es  fuerza  que  yo 


SÜ8     .  CUENTAS  ATRASADAS. 

cumpla  mi  deber. 

[Á  la  doncella  que  tuche  i  fresen- 

tarse,] 

Un  chai , 
un  sombrero. 

[Á  Juan  que  se  presenta  en  la  pvería 

del  foro.] 

Di  á  Pascual 
que  ponga  pronto  el  lando. 

[  Vanse  los  criados.] 

Sebast,     Oh  Mater  immaculataly 
sí  á  esta  mísera  mujer 
amparas,  aun  puedo  ser 
terque,  qnaterque  beata,    . 
Concede  á  una  literata 
que  aquel  corazón  de  ripio,  * 

olvidado  participio 
de  mi  existencia  cruel , 
vuelva  ¿  ser  amante  fiel 
sicut  erat  in  principio. 


ESCENA  X. 

LA  MARQUESA.    CASIMIRA.    EULALIA. 

[  Vuelve  la  doncella  con  el  chai  y  el  sombrero  y 
la  Marquesa  se  los  pone.] 

Eulalia,  Pero,  Dios  mió!  qué  es  esto? 
Casimir,  (Otro  bilietito  ahora 
á  don  Leoncio ) 

[Retirase  la  doncella,] 


ESCENA  XII. 

LA  MARQUESA.    EULALIA.    CASIMIRA. 

Marq,  (Sacrificio  funesto! 

Mas  ya  lo  resisto  en  vano. 
Fuerza  es  descubrir  mi  arcano.) 

[A  Casimira,] 

Adiós. 
Casimir.  (Me  alegro;  se  val) 

Adonde  va  usted,  mamá? 
Marq,     k  casa  de  mi  escribano. 


ESCENA  XIII. 


CASIMIRA.  EULALIA. 


ESCENA  XI. 

LA  MARQUESA.    EULALIA.    CASIMIRA.     JUAN. 

Juan, 
Marq, 


Señora, 
el  lando  ya  estaba  puesto. 
Bien. 


Eulalia.  (Desventurada  de  mí!) 
Casimir,  (Esta  chica  es  una  estatua.) 

Ven 

Eulalia.  ( Me  tutea  la  fatua ! ) 

Casimir.  Yen,  y  hablaremos  allí 

de  mi  novio.'.... 
Eulalia  Bahl 

Casimir,  Y  á  ti , 

ningún  galán  te  hace  cocos? 
Eulalia.  Eh!  mis  años  son  tan  pocos 

(Sospecho  por  vida  mia 

que  me  ha  metido  mi  tia 

en  una  jaula  de  locos.) 
Casimir.VerOy  hija,  es  mucha  desidia 

no  pensar  en  aéomodo. 
Eulalia.  No  tengo  prisa. 
Casimir.  Con  todo 

(Se  está  muriendo  de  envidia.) 
Eulalia.  (Me  empalaga.) 
Casimir.  ( Me  fastidia.) 

Eulalia.  Otra  gracia  es  la  que  pido 

al  cielo.  (Un  padre  querido!) 
Casimir. Pues  joiga  el  cielo  á  las  dos! 
Eulalia,  (Dadme  un  padre,  justo  Dios! ) 
Casimir, {YíTgen  de  Atocha,  un  marido!) 

[  Vanse  por  la  puerta  de  la  izquierda.] 


ACTO   TERCERO. 


ESCENA  I. 


EULALIA. 


[Aparece  sentada  en  un  banco  deljardin.] 

Mi  tia  no  vuelve,  y  sola 
con  mis  tristezas  aquí. 


en  vano  á  dulce  esperanza 
quiero  el  corazón  abrir. — 
¿  En  qué  fundaba  mi  tia 
aquel  anundo  feliz? 
Ese  padre  suspirado 
¿de  GÓnde  me  ha  de  venir? 
Aquel  coloquio  secreto 
con  la  Marquesa  ¿qué  fin 


CUENTAS  ATRASADAS. 


.    509 


pudo  tener  ?  Por  ventura 
¿96  trataría  de  mí? 
Y  aquel  hombre  misterioso 
que  tanto  da  que  sentir 

á  las  dos Y  la  zozobra 

déla  una,  el  frenesí 
de  la  otra.....  Mi  razón 
vaga  confusa  entre  mil 
conjeturas.  Si  se  cumplen 
tus  oráculos  así, 
oh  tía!  más  me  valiera 
no  haber  venido  á  Madrid. 


ESCENA  II. 

EULALIA.    SEBASTIANA. 

* 

Sebast.    [Llega  apresurada.] 

Ay,  Eulalia  1  Ay,  mi  sobrina  I 
Eulalia,  [Levantándose,] 

Qué  sucede  ? 
Sebast.  Yo  me  ofusco 

No  es  el  Corvina  que  busco 

aquel  don  Pedro  Corvina. 

Eulalia.  ¿  Cómo 

Sebast.  Sin  duda  algún  mago, 

algún  moderno  Cagliostro 

ha  trasformado  su  rostro, 

si  nunguantfallat  imago; 

porque  juro  por  mi  fe 

que  antes,  al  llegar  aquí/ 

con  estos  ojos  le  vi 

montar  en  un  cabriold. 

Ó  mi  cabeza ,  gran  Dios, 

es  ya  torre  de  Babel , 

ó  este  miente,  ó  miente  aquel , 

ó  los  Corvinas  son  dos. 

Iba  yo  sudando  el  quilo 

en  busca  de  mi  traidor, 

y  me  encuentro  á  un  buen  señor... 

Quantum  mutatus  ab  tilo! 

Y  sin  embargo ,  hazte  cargo , 

es  Pedro  y  es  coronel ; 

y  sin  embargo,  no  es  él; 

y  es  Corvina  sin  embargo. 
'  Yo  entré  vomitando  furias, 

él  me  .recibió  lo  mismo, 

y  aquello  fué  un  embolismo 

de  interjecciones  é  injurias. 

Por  fin  in  conspectu  suo 

veo  con  ojos  asiduos 

que  de  los  dos  individuos 

uno  es  cisne  y  otro  es  buho ; 

y  le  pido  mil  perdones; 

y  él,  que  entiende  la  parodia, 

al  oir  mi  palinodia 

reitera  sus  maldiciones. 

Su  despecho  me  da  grima 


y  allí  le  dejo  que  charle, 
mientras  vengo  á  sincerarle 
con  la  Marquesa  su  prima. — 
Y  no  está  aquí  la  Marquesa, 
y ,  mientras  ella  se  oculta, 
me  estoy  olvidando,  stulta/ 
de  lo  que  más  me  interesa. 
Fuerza  es  buscar  un  ardid.... 
No  creas  que  yo  me  engañe. 
El  Corvina  que  me  atañe 
está  sin  duda  en  Madrid. 
Sé  de  memoria  al  malvado, 
aunque  se  oculta  de  mí, 


i 


[Con  la  mano  en  el  pecho.] 

,  are  perenniuSj  aquí 

e  tengo  litografiado. 
Viene  á  esta  casa;  es  notorio; 

yo  le  vi Pues  ¿á  qué  espero 

que  no  dirijo  al  portero 

Erolijo  interrogatorio? 
e  describiré  con  fuego 
al  hombre  y  al  cabriolé, 
y  tales  señas  daré 
que  le  reconozca  un  ciego. 
Sabré  si  mintió  pseudónimo 
á  la  Marquesa  ó  á  mí, 
y  qué  nombre  lleva  aquí ; 
Cosme,  Juan,  Diego  ó  Jerónimo. 
Salgamos  ya  del  barranco. 
Véale  yo  y  Dios  resuelva. — 
Espera  aquí  hasta  que  vuelva. 
No  te  muevas  de  ese  banco. 
Eleva  á  Dios  justo  y  pió 
tus  plegarias  incesantes...., 
¡  y  guarda  los  importantes 
secretos  que  te  confio!; 
que  si  el  jivimev  gaudeamus 
en  pos  de  tanto  revés 
consigo,....  quizá  después 
pauló  majora  canamus. 


ESCENA  III. 


EULALIA. 


¡Tia,  oiga  usted Pero,  ¡tia 

de  mi  alma Ya  no  me  oye. 

Me  recomienda  el  silencio  I, 

mas  debo  de  ser  muy  torpe , 

ó  entre  un  flujo  de  vocablos , 

más  latinos  que  españoles , 

ni  una  palabra  me  na  dicho, 

ni  una  que  sirva  de  norte 

á  mi  discurso.  Oh!  bien  puedo 

decir  su  secreto  á  voces 

sin  comprometerla.  Ay  Dios! 

Mucho  temo  que  la  pobre 

pierda  el  juicio  antes  que  encuentre 

al  suspirado  consorte. 


SIO 


CDENTÁS  ATRASADAS. 


ESCENA  IV. 


EULALIA.    CASIMIRA. 

[  Viene  délo  interior  deljardtn por  la  izquierda.] 

Co^mer. Estabas  aquí!  Pues,  hija. 

te  ruego  que  no  me  estoroes. 

Eulalia.  To  no  pretendo 

Casimir.  Ya  sabes 

2ue  aspiran  dos  amadores 
mi  mano 

Eulalia.  i  Qué  me  importa. . . . 

Casimir. 'Gno  viejo,  otro  más  joven 

Eulalia.  En  hora  buena 

Casimir.  Los  novios 

suelen  dar  chascos  atroces , 

y,  por  si  acaso,  conviene 

amar  por  partida  doble. 
Eulalia.  Oh!.... 

Casimir.  Y  pues  don  Pedro  Corvina... 

Eulalia.  Corvina?....  (Otra  vez  su  nombre  I 

Qué  pesadilla  I) 
Casimir.  Y  pues  ya 

no  quieren  que  me  acomode 

con  mi  tio,  la  otra  boda 

no  es  justo  que  se  malogre. 

Eulalia.  Bien 

Casimir.  Y  está  en  eso  mamá , 

y  como  yo  soy  tan  dócil , 

ne  enviado  una  cartita 

á  don  Leoncio No  me  oyes? 

Eulalia.  I  Si  diffo  que  no  me  importa 

Casimir.  (Pues lo  has  de  oir  hasta  el  postre, 

envidiosilla.)  Citándole 

Eulalia.  Ocioso  es  que  yo  me  informe 

Casimir.  Al  jardin. 

Eulalia.  Pero 

Casimir.  Y  vendrá 

1)or  la  verja,  no  lo  noten 
08  criados  y  murmuren . . . . , 

ó  mi  mamá  se  incomode 

Entornada  está.  No  tiene 

más  que  empujar,  y Demontre  I 

Qué  aturdida  soy  1  Me  vengo 
sin  el  ramito  de  flores 
que  le  quiero  regalar. 
Y  ahora  no  recuerdo  dónde 

lo  he  dejado.....  Voy  á  ver 

En  la  gruta No.  En  el  borde 

del  estanque Adiós.  Si  viene, 

dile  que  espere  y  perdone. 

'  [Empieza  d  anochecer.] 


en  aquel  cuerpo.  |Y  qué  poca 
reflexión  I  Mucho  se  expone 
con  ese  afán  de  casarse 
á  dar  con  algún  mal  hombre 

que  la  seduzca ¡Si  digo 

que  es  tonta  de  capirote ! 

[Entra  por  la  verja  D.  Leoncio  sin 
advertirlo  Eulalia,  que  vuelve  á 
tarse  cavilosa.] 


ESCENA  V. 

EULALIA. 

Qué  torbellino  de  chica  1 
Parece  que  tiene  azogue 


ESCENA  VI. 

EULALIA.    D.  LEONCIO. 

Leoncio.  (Bien.  La  vena  estaba  abierta, 
'              como  en  sus  dulces  renglones 
me  anunciaba  Casimira, 
y  ya  se  acerca  la  noche 
con  su  velo  protector 
de  amantes  y  de  ladrones. 
No  estará  lejos  la  niña 
cuya  cara  y  cuya  dote 
no  es  lo  que  más  me  enamora ; 
aunque  aquella  no  es  mediocre 
y  esta  debe  ser  cuantiosa 
siendo  ciertos  los  informes , 
sino  el  marquesado  ilustre 
que  hereda  de  sus  mayores. 
Un  ex-proletario ,  un  quídam 
como  yo,  que  hizo  millones, 
no  los  saborea  bien 
sin  títulos  y  uniformes. 
Busquemos 

[Da  algunos  pasos.] 

Pero  entregada 
á  dulces  meditaciones 
está  allí 

[Ácercdndose.] 

Prenda  querida 

Eulalia.  [Levantándose.] 

Ahí  ¿Quién  es..... 
Leoncio.  No  te  alborotes, 

Casimira. 
Eulalia.  [Cortada.]  No  soy  yo 

la 

Leoncio.  Tiene  usted  mil  razones. 

No  habia  mirado  bien 

(Qué  hermosa  muchacha!)  Porque.. 

venía Usted  me  dirá 

(sus  ojos  son  como  soles) 

si  es  su  parienta ,  ó  su  amiga, 
'  ó  la  diosa  de  este  bosque. 

Eulalia.  No,  señor.  Yo  soy Eulalia 

Leoncio.  Eulalia?  Bonito  nombre ! 

Eulalia.  Permita  usted 

Leoncio .  (Pobrecilla  I 

Se  turba  y  se  sobrecoge.) 


CUENTAS  ATRASADAS. 


511 


No  se  Yaya  usted  tan  pronto, 
que  extático  y  absorto ,  inmóvil 

al  mirar  esos  hechizos 

(Me  dan  unas  tentaciones  I....) 

Eulalia,  Allí  viene  Casimira. 

Leoncio.  (Juicio ,  Monturjol  No  tornes 
á  las  andadas ) 


Leoncio. 
Casimir 


ESCENA  VIL 

EULALIA.    D.  LEONCIO.    CASIMIRA. 

Casimir,  [A  FuMia ,  sin  ver  á  D,  Leoncio  y 

enseñándola  un  ramo,] 

Al  fin 
al  pié  de  un  albaricoque 
le  hallé.  ¿Vino...  Ah,  que  está  ahí! 

Leoncio.  [A  Casimira.] 

Sí  y  vida  mia (¿Quién  corre 

dos  liebres  á  un  tiempo?) 

Casimir.  [Aparte  i  Eulalia.]  ¿Ves 

qué  buen  mozo?  Como  un  roble. 

Eulalia.  No  sé No  he  mirado Adiós. 

( Aunque  mi  tía  se  enoje , 
no  la  espero  aquí  testigo 
de  peligrosos  amores.) 

{Saluda  y  entra  en  la  casa.] 


ESCENA  VIH. 

CASIMIRA.     D.  LEONCIO. 

Leoncio.  (Vaya  si  es  linda!....)  Bien  mió, 

ya  ves  que  acudo  al  reclamo. 
Casimir,  Te  doy  en  premio  este  ramo. 
Leoncio,  Gracias.  Yo  á  ti  mi  albedrío.— 

¿Qué  señorita  es  aquella 

Casimir.  Sólo  sé  de  ella,  á  fe  mia, 

que  es sobrina  de  su  tia, 

y  más  gazmoña  que  bella. 
Leoncio.  (Sátira  al  canto!  Es  de  ene. 

Mujeres  las  dos ) 

Casimir,  Aquí 

vinieron  hoy....;  pero  á  ti 

ni  á  mí  ¿qué  nos  va  ni  viene 

Leoncio,  Cierto. 

Casimir.  Hablemos  del  asunto 

Que  á  los  dos  nos  interesa. 
Leoncio,  oí.  ¿Consiente  la  Marquesa 

en  que  yo  sea  tu  adjunto? 
Casimir.  Yb,  no  hay  duda,  y  si  eres  fiel..... 
Leoncio.  En  amarte  me  deleito. —   ' 

Pues,  según  dices,  el  pleito 

Casimir.  Lo  ha  perdido  el  coronel. 

Aquí  ha  habido  unos  misterios 

que  no  te  puedo  explicar. 

Parece  que  el  militar 


Casimir 
Leoncio. 


Casimir. 


tenía  otros  gatuperios. 
Oiga! 

Ello  es  que  mi  mamá 
le  ha  dado  ya  pasaporte, 
y  ya  no  rae  hará  la  corte 
ni  á  mi  casa  volverá. 
Leoncio.  Es  cierto  lo  que  me  dices? 
A  pesar  del  parentesco 

tle  envia  con  viento  fresco 
lO  que  oyes. 

Somos  felices  I — 
Ven ,  sentémonos  los  dos 
en  este  banco. 

Me  siento, 
pero  no  más  que  un  momento. 
Si  viene  mamá,  gran  Dios!.... 

{Siguen  hablando  en  voz  baja.  Es  ya 
enteramente  de  noche.] 


ESCENA  IX. 

CASIMIRA.    D.  LEONCIO.    SEBASTIANA. 

Sebast.    (Ya  sé  el  nombre  del  caribe  : 
Leoncio  Monturjo.  Inicuo! 
¡Qué  proceder  tan  oblicuo! — 
T  sé  también  dónde  vive. 

Ta  no  estaba  en  casa Bien; 

.  más  tarde  vuelvo  hacia  allá 

con  la  muchacha Allí  está 

hablando  con  no  sé  (]^uién. 
Qué  oscuridad!  No  distingo ) 

Leoncio.  Me  lo  juras  por  tu  nombre? 

Casimir.  ^í y  te  lo  juro. 

Sebast,  (  Es  un  hombre ! ) 

Casimir.  Tuya  soy. 

Sebast,  ( Santo  Domingo! ) 

Leoncio.  (Pues,  señor,  seré  marqués.) 

Casimir,  Y  tú  ¿juras 

Sebast.                           (•  ¡  Llega  hoy, 
y  ya  la  muy ) 

Leoncio.                             Gomo  soy 
Leoncio  Monturjo 

Sebast,    [Gritando.]  £l  es! 

Casimir.  [Levántase  dando  un  grito,] 
Ah! 

Leoncio.  [Levantándose,] 

Quién  grita? 

Sebast.    [Poniéndose  en  medio  de  los  dos,  des- 
viando á  Casimira  y  asiendo  de  un 
brazo  á  D.  íeoneio.] 

Horror!  Incesto! 
•  Maldición! 

Casimir, [Dando  otro' grito  y  desapareciendo 
por  el  arbolado  de  la  izquierda.] 

Ah! 
Sebast,  Estás  convicto! 


512 


CUENTAS  ATRASADAS. 


Leoncio.  ¿Cümo!.... 

Sebast.  Fragranté  delicio! 

Leoncio.  Eh!  Quién  es  usted?  Qué  es  esto? 


Selast. 

Leoncio, 

Selast, 
Leoncio. 

fkhast. 


Leoncio. 


Sebast. 


Leoncio. 


ESCENA  X. 

SEBASTIANA.    D.  LEONCIO. 

Quién  soy  yo?  ¿No  lo  adivinas! 
¿No  me  conoces,  perjurol 
Qué  he  de  conocer  á  oscuras? 
Soy  murciélagos  soy  buho? 
Ah  traidor  I 

Suélteme  usted ! 
(Será  alma  del  otro  mundo?) 
Soltarte?  No,  fementido! 
Aunque  te  salga  un  carbunclo, 
como  tenaz  sanguijuela 
asiré  tu  brazo  impuro. 
¡Non  missura  cutem  nisi 

flena  cruoris'kirndo! 
aldas,....  latines.,...  furores 

Perdido  soy,  sin  recurso! 

Ó  eres  el  demonio,  ó  eres 

¡Sebastiana! 

Sí,  verdugo! 
Soy  la  ex-cándida  paloma 
que  en  pacífico  tugurio 
inocente  vegetaba 
entre  adverbios  y  gerundios, 
porque  sólo  conocia 
a  tu  sexo  infiel  é  injusto 
por  el  másenla  sunt  mdribus 
que  explicaba  en  el  estudio, 
hasta  que  tü  me  advertiste 
con  engañosos  arrullos 
que  habia  otro  formulario 
más  grato  y  menos  insulso 
de  conjugar  amo,  amas, 
y  declinar.^tfa,  tunm. 
Soy  la  que  bisoña  y  crédula 
consentí  que  en  un  crepúsculo 
me  robaras  subjuntiva 
á  título  de  futuro. 
Soy  la  que  fui  tu  post  data 
caballera  sobre  un  rucio 
hasta  saludar  entrambos 
el  cartaginense  muro; 
y  en  fin,  la  que,  nueva  Aríadna 
de  otro  Teseo  más  crudo, 
te  lloré  prófugo  amante 

5  te  maldije  fecundo, 
ien;  ya  sé  quién  eres (¡Mala 

lanzada  de  moro  zurdo!....) 
Y  aunque  es  algo  problemático 
averiguar  quién  sedujo 
á  quién ,  porque  tú  peinabas 
por  lo  menos  siete  lustros 
entonces ,  y  yo  podia 
ser  anchamente  hijo  tuyo, 
y  tú  sabías  latin , 


Sebast. 


Leoncio» 


Sebast. 
Leoncio. 


Sebast, 


y  yo  ora  un  imberbe  estúpido 

Pérfido,  no  te  valdrán 
excusas  ni  subterfugios. 

Yo  sabré 

Bien.  No  es  razón 
que  armemos  aquí  un  tumulto. 
Yo  que  dejé  la  milicia 
y  embarcado  en  un  falucho 
fui  á  Ultramar,  de  donde  vuelvo 
con  medio  millón  de  duros, 

estoy  pronto  á  subsanar 

¿SuDsanar!  Un  medio,  uno 

solamente 

Eh!  No  alborotes. 

Zanjaremos  el  asunto 

Pero  suéltame;  no  crea, 
si  por  aquí  viene  alguno, 

que  soy  ladrón 

Sí ,  de  mi  honra.' 


[jSale  Juan  de  la  casa  con  una  luz, 
ciende  el  farol  aue  habrá  á  la  inme^ 
diacion  del  oanco,  y  se  retira.^ 

Leoncio.  Ves?  Por  allí  viene  un  bulto 

con  luz 

Sebast.  Bien.  Pues  figuremos 

Leoncio.  Qué? 

Sebast.  Que  paseamos  juntos 

de  bracero,  como  in  tilo 

témpore...f 

[Pasean.] 

pues!...  cuando  en  mutuo 

sabroso  éxtasis 

Leoncio.  (Maldita 

seas,  amén.) 
Sebast.  Eh? 

Leoncio.  (Qué  apuro!) 

Considera  que  no  es  este 

el  sitio  más  oportuno 

para  tratar 

Sebast.  ♦  Sí,  hijo  mió. 

Hablando  con  disimulo 

Mira:  ya  se  fué  el  criado. 

Sentémonos  dos  minutos 

en  ese  banco 

[Le  lleva  en  dirección  del  farol.] 

Si  tratas 
de  escapar,  grito,  y  ahuUo, 

y  bramo 

Leoncio.  ¡  No,  por  la  Virgen 

santísima!  Ya  te  escucho. 

[La  mira  d  la  luz  delfaroL] 

(Ah  qué  horrible  catadura!) 
Sebast.    Qué  es  eso,  mi  bien?  Te  asusto? 
Leoncio.  Qué  vieja  estás,  Sebastiana! 

¡  Qué  de  arrugas,  qué  de  surcos 

en  la  cara ! 
Sebast.  Hijo,  ¡sic  transit 

,  gloria  mundi.^  mas  te  juro 


CUENTAS  ATRASADAS. 


513 


jSebast. 


Leoncio. 


Leoncio  • 


Sebast. 


que  mi  corazón  está 
^n  jóyen  y  tan  robasto 
como  cuando  tú  te  holgabas 
de  merecer  su  tributo. 

Leoncio.  Lo  creo,  sí (El  corazón,.... 

yaya  I;  mas  ¿cómo  apechugo 
con  lo  demás?)  Pero,  dime, 
cuando  interrumpiste  el  dúo 
que  me  halagaba  y,  á  guisa 
de  un  espectro  furibundo 
que  se  halla  mal  avenido 
con  el  sueño  del  sepulcro, 
te  apareciste  á  mi  lado, 
¿por  qué  tu  labio iflañudo 

habló  de  horror  y  de  incesto 

Infeliz  I ,  aquel  capullo  * 
de  Abril,  aquella  mócente 
á  quién  tú,  sátiro  inmundo, 

seducias 

Nada  de  eso! 

Sólo  aspiro  al  casto  yugo 

Sebast    Pues  bien,  gime,  y  horripílate, 
y  tiembla,  ¡Edipo  sejgundol* 
Esa  mal  aconsejada 
donceUa  es  vastago  tuyo; 
es  tu  hijal 

Cielo!  ¿Qué  dices! 
Yo  la  contaba  en  el  número 
de  los  muertos.  Un  amigo 

me  lo  escribió 

No  lo  dudo. 
En  la  triste  precisión 
de  ocultar  el  tierno  fruto 
de  un  desliz  que  me  exponia 
á  ser  escarnio  del  vulgo 

lenguaraz Odi  prq/unum 

vulffus 

Dale !  ¡  Es  mucho  flujo 

de  latines 

Yo  supuse 
que  estaba  entre  los  difuntos. 

Leoncio.  Mas  ¿cómo  la  encuentro  aquí 

Sebast.    Es  larga  historia  y  con  muchos 
episodios.  Más  despacio 
lo  sabrás  todo 

Leoncio.  Y,  pregunto, 

¿quién  me  certifica  á  mí 
que  es  ella  misma  el  producto 
verdadero  de  mi  amor, 
(amor  bárbaro  y  absurdo  I) 

Jno  hija  de  cualquier 
uan  García  ó  Pedro  Rubio  ? 

Sebast.    Cruel!,  si  tienes  memoria 
y  voluntad,  y  no  es  duro 
como  la  roca  Tarpeya 
ó  el  tridente  de  Neptnno 
tu  corazón,  ah!  tú  mismo 
has  de  decir;  ¡ecce  opúsculum 
meum  ! 

Leoncio.  No  soy  tan  feroz 

como  piensas.  Dame  al  punto 
las  pruebas  que  necesito, 
y  esa  niña,  lo  aseguro, 

II.         ' 


Leoncio. 
Sebast. 


tendrá  padre. 
Sebast.  ¿Qué  pronuncias! 

Voy  á  enloquecer  de  júbilo 

si  es  cierto 

Leoncio.  Sí.  ( Mas  ¿casarme 

contigo?  Eso  no!  Abrenuncio! ) 
Sebast.    Pero,  en  fin,  cómo  te  llamas? 

lCujumfecus....\  que  aun  fluctúo 

entre  el  don  Pedro  Corvina 

y  el  don  Leoncio  Monturjo. 
Leoncio.  Soy 

{Aparece  la  Marquesa  por  la  puerta 
de  la  casa^ 

Silencio!  Viene  gente. 

Aunque  me  voy,  no  me  oculto. 

Vivo 

Sebast.  Lo  sé. 

Leoncio.  [Yindose.]         (Su  marido!.... 

rrimero  me  haré  cartujo.) 

[  Vase  por  la  verja.] 


ESCENA  XL 

SEBASTIANA.    LA  MARQUESA. 

Marq .     (Hacia  allí  hablaban  ahora 

ror  la  verja  se  retira 

un  bulto ) 

Sebast.  ¿Quién 

Marq.     [Llamando.]  Casimira! 


Sebast. 
Marq. 

Sebast, 


Marq. 
Sebast. 


Marq. 
Sebast. 
Marq. 
Sebast. 


Marq. 
Sebast. 


[Acercándose.] 

Ah !  es  Sebastiana. 

Ay ,  señora ! 
Ha  visto  usted  á  mi  niiía? 

Me  han  dicho  que  estaba  aquí 

No  sé. — Estoy  fuera  de  mí. 

No  en  vano  amor  escudriña 

Ta  ha  parecido  aquel  hombre! 
Quién? 

Mi  marido  ante  Dios. — 
Nos  engañaba  á  las  dos 
la  simiutud  del  nombre. 
Mi  honor  se  reparará 

sin  discordia,  sin  litigio 

Corro  á  buscar — oh  prodigio !  — 
á  mi  Eulalia. 

Arriba  está. 
Sí?....  Adiós. 

Pero  ¿qué  suceso.... 
Hablaremos  más  despacio. 
No  es  el  hombre  tan  rehacio 

como  creí Pierdo  el  seso. — 

Ta  á  su  primo  el  coronel 
puede  usted  volver  el  crédito. 

¿Cómo 

Es  caso  raro,  inédito, 

33 


514 


Marq. 
Sebast. 

Marq. 
Sebosa. 


CUENTAS  ATRASADAS. 


Marq, 
Sebast 


«articular Él do  cb  é\. 
[o  entiendo 

Oh  Dios !  Yo  venero 
tu  providencia  divina. 

Pero 

Hay  un  falso  Corvina 
y  un  Corvina  verdadero. 

La  chica ¡oh  ventura  inmensa!... 

no  es  lo  que  ella  se  figura, 

ni  lo  que  usted  conjetura 

Aquí  nadie  es  lo  que  piensa. 
Ta  mis  súplicas  fervientes 
oye  el  Señor  sempiterno. 
¡Respira,  oh  vastago  tierno 
cui  nm  risere  párenles  \ 
Oh  hija  mia!  oh  dulce  palma 
después  de  tantos  sonrojos ! 
oh,  Corvina  de  mis  oii)sl 
oh,  Monturjo  de  mi  alma! 
Ta  olvido  acciones  infames 
y  te  amo  constante  y  fína*, 
ora  te  llames  Corvina, 
ora  Monturjo  te  llames. 

Oh!....  Diga  usted 

•  Seré  tuya! 

Ya  la  esperanza  me  engorda 

I  Adiós,  adiós Súrsum  corda! — 

Vuelvo AUelupa,  Alleluya! 

[  Vase  corriendo  y  entra  en  la  casa,] 


Marq,      Ven. 
Casimir.  [Más  cercaJ] 

Ya  voy! 


{Llega  corriendo,] 

(Pobre  de  roí!) 


ESCENA    XII. 

LA  MARQUESA. 

faltando  va  de  alegría. 
Esa  infeliz  está  loca. 
Como  todo  lo  disloca, 
no  entiendo  su  algarabía. 
Ella  á  mi  primo  defiende , 
ella  habla  de  otro  supuesto 
Corvina.... Buen  Dios!,  qué  es  esto? 
Quién  sus  misterios  entiende?  — 
Pero  también  me  nombró 

á  Monturjo ¿Si  será 

aquel  amante  quizá 

que  un  dia  la  abandonó?.... 

Y  habla  de  su  hija Estoy  cierta; 

sí. — Vivirá  todavía? 
Mas  cuando  crió  la  mia 
lloraba  la  suya  muerta. 

¿Esa  sobrina  tal  vez 

¿Ó  acaso Me  hace  temblar 

esa  mujer,  á  pesar 
de  tanta  ridiculez.-^ 

Pero  Casimira Aquí 

bajó Por  dónde  andará? 

[Llamando,] 

Casimira! 
Casimir,  [Dentro.]  Voy,  mamá ! 


ESCENA  XIII. 

LA  MARQUESA.    CASIMIRA. 

Mará.      En  el  jardin  á  estas  horas! 
CastmirJB^]é  al  caer  de  la  tarde 

cuando  usted  estaba  fuera...., 

y  ojalá  nunca  bajase! 

Marq,     ¿Cómo 

Casimir,  Dispuesta  yo  siempre 

á  hacer  lo  que  usted  me  mande , 

y  como  no  quiere  usted 

que  con  mi  tio  me  case, 

y  h^  permitido  que  sea 

mi  marido  el  otro  amante 

Marq,      Yo!  ¿Cuándo 

Casimir.  Q  u  (^ !  ¿ya  se  ol  vid  a 

usted Vaya! ,  cuando  el  lance 

de  mi  tio 

Marq,  Ó  yo  no  supe 

lo  que  me  dije,  ó  soñaste 

En  fin,  qué  hacias  aquí? 
Casimir,  Lo  primero —  no  se  enfade 

usted — hablar  con  mi  novio. 
Marq,     Con  don  Leoncio? 

Casimir.  Un  instante 

Marq,     En  ausencia  mia! 
Casimir,  Y  lu(^ 

suspirar  junto  al  estanque, 

y  maldecir  mi  fortuna, 

y  llorar  gotas  de  sangre! 
Marq.      \  Maldeoir ,  llorar Por  qué  ? 

Qué  te  ha  sucedido? 
Casimir,  Calle! 

¿Es  poco  perder  dos  novios 

en  un  dia? 
Marq,  [Que  nunca  hables 

de  otra  cosa!  ¡Mal Jesús! 

Casimir.  Dlgol  ¿si  querrán  que  baile 

después  que Usted  me  prohibe 

querer  á  mi  tio,  me  hace 

consentir  en  la  otra  boda, 

y  esa  dueña  vergonzante, 

que  hoy  vino  á  meter  cizaña 

y  á  descoser  voluntades, 

me  impide  hablar  con  Monturjo 

Mar^,      ¿Qué  oigo!    . 

Casimir,  Eso  no  hay  quien  lo  aguante. 

Marq,      Ella!....  Cuéntame 

Casimir,  Los  dos 

estábamos  junto  al  sauce 

en  aquel  banco  sentados; — 


CUENTAS  ATRASADAS. 


51.' 


:> 


mas  sin  ofensa 

Mar^,  Adelante. 

Casimir.  De' pronto  exclama  una  voz: 

«Él  es!...  9  Av  Virgen  del  Carmen  I... 

Y  entre  los  dos  aparece 

esa  mujer  ó  ese  cafre , 

y  dándome  un  empellón 

se  acerca  á  él ,  y  agarrándole 

furiosa  de  un  brazo,  grita : 

«Horror!  Incesto!...» 
Marq.  Ah! 

Casimir.  .  ¿Qué  diantre 

viene  á  ser  eso  de 

Marq.  .  •Oh,  calla! 

Üa  gracias  á  Dios  y  al  ángel 

de  tu  guarda 

Casimir.  ( I  Sí ,  después 

que  me  he  quedado  cesante !) 
Marq.^    (Ya  no  hay  duda.  Don  Leoncio 

es  el  seductor  infame 

que  la  dejó  abandonada 

en  Cartagena Ah !  íY  el  padre 

de  Casimira!) 
Casimir,  (Se  queda 

pensativa.  Acaso  trate 

06  buscarme  otro  partido 

Yo  me  he  de  casar  con  alguien; 

no  hay  remedio.) 
Marq.  (Y  Sebastiana 

cometió  el  inicuo  fraude 

de  darme  á  su  propia  hija 

cuando  aparentaba  darme 

una  expósita.  { Ah  mujer 

fementida !  ¡  Así  abusaste 

de  mi  confianza!) 
Casimir.  (Es  claro. 

Ahora  está  formando  planes...... 

Proponga,  y  sea  quien  fuere. 

No  nay  miedo  que  la  desaire.) 
Marq.     (Mas  si  yo  engañé,  ¿por  qué 

me  admiro  de  que  me  engañen  ?) 
Casimir,  (Más  vale  casarse  mal 

que no  casarse  con  nadie.) 

Marq.     Oyendo  á  aquella  mujer 

y  viéndotela  delante , 

'¿qué  hiciste,  tú 

Casimir.  Yo?  Escapar. 

de  allí  más  veloz  que  el  aire; 

y  ellos  allí  se  quedaron , 

y  según  algunas  frases 

que  pude  oir,  la  fantasma 

decía  mil  tempestades 

á  don  Leonoio. 
Marq:  (Y  él  fué 

quien  huyó,  por  no  encontrarse 

conmigo,  por  esa  verja. 

Ahora  comprender  es  fácil 


los  que  antes  me  parecieron 

enigmas.  ¡Oh  inescrutable 

Providencia ! ) 
Casimir.  Y  ahora  ¿  quién 

ha  de  ocupar  la  vacante? 
Marq.      Villana! ,  sella  ese  labio, 

ó  mi  indignación 

Casimir.  Las  carnes 

me  tiemblan 

Marq.  {\ Cómo  descubre 

la  ruindad  de  su  linaje ! ) 
Casimir.  ¿También  usted  se  conjura 

contra  mí?  Que  me  maltrate 

aquella  tia,  tal  cual; 

pero  ¡  usted ! 
Marq.  \  Mira  lo  que  haces , 

desventurada !  Habla  de  ella 

conTespeto;  no  la  ultrajes. 
Casimir.  Con  respeto!.... 
Marq.  ¿Sabes  tú 

quién  es? 

Casimir,  Qué  sé  yo?  una 

Marq.  ¿Sabes 

quién  eres  tú  misma? 
Casimir.         '  ¿Yol 

Su  hija  de  usted 

Marq.  Miserable ! . . . . 

Lo  fuiste. 
Casimir.                 Y  ya  no? 
Marq.  "  No  sé 

[Yéndose.] 

Huye!  {Déjame 

Casimir.  Ay  qué  trance! — 

Por  Dios,  oiga  usted 

Marq.  Aparta! 

[Entra  en  la  casa.] 


ESCENA  XIV. 


CASIMIRA. 


Válgame  el  cielo!  jQué  arranques 
le  dan  hoy  I  ¿So  ha  vuQlto  loca, 
ó  habla  de  veras?  Que  me  aspen 
si  comprendo.'....  Me  ha  parido, 

vive,  vivo  yo;  y  no  obstante 

Amanecí  con  dos  novios , 
buen  Dios,  y  anochezco  in  álbisl 
¡  Sólo  me  faltaba  ahora 
quedarme  también  sin  madre  I 

[Entra  en  la  casa.] 


Slft 


CUENTAS  ATRASADAS. 


ACTO    CUARTO. 


Marq. 
Juan. 

Marq. 


ESCENA  I. 

LA   MARQUESA. 

En  Yano  quiero  cerrar 
los  ojos  á  la  evidencia. 
Lo  que  dijo  Sebastiana 
y  Casimira  revela 
son  testimonios  de  aquellos 
que  duda  ninguna  dejan ; 
mas  la  suerte  de  esa  niña 
desdichada  me*  interesa 
en  extremo,  porque  al  cabo 
madre  he  sido  para  ella. 
Yo  necesito  adquirir 
nuevas  luces,  otras  pruebas... 
Mas  cuando  subo  afanosa 
preguntando  por  la  huéspeda, 
me  responden  que  ha  salido 

con  su  sobrina Paciencia! 

Ella  volverá :  entre  tanto 
ya  es  alivio  de  mis  penas 
mi  ñrme  resolución 
de  obrar,  ven^a  lo  que  venga, 
como  la  justicia  manda, 
como  exige  mi  conciencia. 


ESCENA  H. 

LA  MARQUESA.    JUAN. 

Qué  hay? 


Monturjo. 


El  señor  don  Leoncio 
No  le  detengas. 


ESCENA  III. 


LA    MARQUESA. 


Resignémonos.  El  cielo 
siempre  fué  justo.  ¡Ya  empieza 
mi  expiación  I 


ESCENA  IV. 

LA  MARQUESA.     D.  LEONCIO. 

Leoncio.  Beso  á  usted 

los  pies,  señora  Marquesa. 


Marq. 


Leoncio^ 

Marq. 

Leoncio, 


Marq. 


Leoncio, 


Marq. 


Leoncio. 


Marq. 
Leoncio. 

Marq. 

Leoncio. 

Marq. 

Leoficio. 

Marq. 

Leoncio. 

Marq. 

Leoncio. 

Marq. 

Leoncio. 

Marq. 

Leoncio. 

Marq. 


Sea  usted  muy  bien  venido. 
[Toma  una  silla  y  qfrece  otra  á  don 

Leoncio.^ 

Siéntese  usted (De  vergüenza 

no  me  atrevo  á  alzar  los  ojos.^ 
^Cómo  empezaré  mi  arenga?) 
( Turbadt)  viene*) 

(No  está 
muy  tranquila,  según  señas. 

Quizá  ya  sabe )  Señora...., 

si  mi  labio  titubea, 

no  extrañe  usted Es  de  tal 

importancia  la  materia 

de  que  veugo'á  hablar  á  usted 

Yo  también (noche  funesta!) 

hablar  con  usted  desee, 

y  he  menester  su  indulgencia 

Señora (Ya  está  informada , 

por  lo  visto,  dé  la  escena 
del  jardin.  La  hija  del  dómine 
no  se  ha  mordido  la  lengua.) 
Casimira  es  el  objeto     - 

de  mi  visita,  y  es  fuerza 

Esa  misma  Casimira, 
que  tanto  lloro  me  cuesta, 

es  la  que  me  obliga  ahora 

Esa  insinuación  me  alienta. 
¿Podré  preguntar  á  usted 
si  conoció  en  Cartagena 

á  una doña  Sebastiana 

Querol?.... 

Sí,  señor. 

Quisiera 

saber  desde  cuándo 

Hará 
diez  y  siete  años. 

'     (La  fecha 
coincide.)  Está  en  Madrid? 
Hoy  vino  y  aquí  se  hospeda. 
Está  en  casa? 

No,  señor; 
salió. 

(En  la  mia  me  espera 
sin  duda;  pero  inquirir 

conviene  antes  que  me  vea ) 

¿Tuvo  usted  con  ella  antiguas 
relaciones 

Sí ,  y  muy  serias ! 

Yo  era  un  joven  inexperto 

No  obstante  la  inexperiencia, 

supo  usted  ñngir  un  nombre 

Sí.  Qué  quiere  usted!...  Flaquezas... 
Si  no  es  que  lo  finge  ahora. 
No,  señora;  soy  de  veras 
Leoncio  Monturjo. 

Al  cíelo — 


CUENTAS  ATRASADAS. 


517 


Leoncio, 
Marq. 

Leoncio. 
Marq. 


Leoncio. 


Marq, 
Leoncio. 

Marq. 


Leoncio. 


Marq. 
Leoncio, 
Marq, 
Leoncio, 


Marq, 

Leoncio. 
Marq. 

Leoncio. 
Marq. 


respeto  su  Providencia  I — 
plugo  bendeeir  un  lazo 
que  no  bendijo  la  iglesia. 
Yo  no  creí  que  tuviese 

tan  formales  consecuencias 

Pero  usted  debió  aceptarlas, 
pues  mediaba  una  promesa 

sagrada 

Es  verdad :  confieso 
que  fui  un  loco,  un  calavera. 
Algo  más  I— Pero  ¿qué  digo! 
¿Es  justo  que  yo  reprenda 
culpas  de  nadie?  Yo!  Usted 
me  ha  de  perdonaV 

Marquesa!.... 
Yo  no  amaba  á  Sebastiana; 
me  estremecía  la  idea 
de  llamarme  esposo  suyo, 
y  sin  pensar  en  la  prenda 
que  dejaba  entre  sus  brazos, 
una  noche  pongo  tierra 
de  por  medio....,  es  decir,  agua, 
pues  me  embarqué  para  América.— 
El  recuerdo  de  la  niña 
luego  que  me  hice  á  la  vela 
me  atormentaba. — Tu  voz , 
oh  santa  naturaleza!, 
aunque  la  esquive  el  oido, 
harto  en  el  alma  resuena ! — 
Pero  detenido  en  Cádiz 
para  algunas  diligencias 
forzosas,  por  el  correo 
me  dio  un  amigo  la  nueva 
inesperada  de  haber 
muerto  mi  niña  hechicera. 
Después  no  tuve  noticia 
de  su  madre ,  hasta  que  horrenda 

se  me  apareció  esta  noche 

íiO  sé. 

Pidiéndome  cuentas 
atrasadas 

Ah !  i  No  hay  plazo 
que  no  se  cumpla,  ni  deuda 
que  no  se  pague ! 

Y  me  dijo...., 
juzgue  usted  de  mi  sorpresa!, 

que  era  Casimira 

Quién? 
La  hija  qup  lloro  muerta. 
Ah,  don  Leoncio! 

¿Qué  veo! 
Llora  usted  I  ;  Clava  en  la  tierra 

los  ojos '¿Será: posible 

Dadme,  oh  cielos,  fortaleza! 

No  es  hija  mia  esa  joven 

¿Cómo 

Aunque  ella-  así  lo  crea. 

Y  la  edad  conviene 

Ah !  sí. 
Otra  criatura  tierna 
que  yo  habia  dado  á  luz , 
ay  triste!....  murió  en  ausencia 
de  mi  marido;  oculté 


Leoncio. 

Marq, 

Leoncio. 


Marq, 


Leoncio. 


Marq. 
Leoncio. 


mi  desgracia,  y  con  presteza 
puse  en  su  cuna  otra  niña 

que  recibí 

De  quién?' De  ella? 
Sí,  de  Sebastiana! 

Cielos  1 
Era  la  mia !  ¿Qué  prueba 
más  evidente?  Ah,  señora! 
Cuánto  debo  á  usted!  ¿Qué  fuera 
sin  usted,  sin  su  bondad, 
de  una*  infortunada  huérfana? 
Mi  bondad  ?  Ah !  no  merece 
alabanzas  lisonjeras 
una  mujer  tan  culpable 
como  yo. 

Bondad  inmensa, 
sí,  señora!  En  quien  recibe 
un  beneficio  es  vileza 
por  rebajarlo  indagar 
sus  motivos  con  rastrera 
ingratitud.  No  es  posible 
que  sombra  de  infamia  quepa 
en  un  corazón  tan  noble 
como,  el  de  usted.  Imprudencias 

tal  vez,  errores No  quiero 

saber  más ,  no ,  y  la  defensa 
de  usted  será  para  mí 
una  obligación  eterna , 
sagrada ,  si  hay  un  cobarde 
que  á  mancillarla  se  atreva. 
¡Ah,  que  es  usted  demasiado 

generoso 

Alguien  se  acerca . 
Silencio ! 


ESCENA  V. 

LA  MARQUESA.    D.  LEONCIO.    CASIMIRA. 

Casimir.  [Viene  por  la  puerta  de  la  derecha,] 

Mamá (No  puedo 

llamarla  de  otra  manera.) 

Leoncio.  (Mi  hija!) 

Marq,  Qué  hay? 

Casimir,  El  escribano 

ha  entrado  por  la  otra  puerta 
en  ese  cuarto 

[Muestra  la  hatitacion  de  donde  viene.] 
Marq.  Está  bien. 

[A  D.  Leoncio.] 

Si  usted  me  da  su  licencia 

Leoncio.  ¡Señora 

Marq.  Quédate  á  hacerle 

compañía. 
Casimir.  Sí ,  y  que  venga 

aquella....,  aquella  señora 

y  me Jesús! 

Marq.  Nada  temas , 

ella  se  holgará  de  verte 

en  compañía  tan  buena. 


SIS 


CUENTAS  ATRASADAS. 


ESCENA  VI. 


CASIMIRA.    D.  LEONCIO. 

Leoncio.     Ven  y  hermosa  niña  ^ 
acércate  más 

Carimira.  ¡Si  usted  no  me  quiere 

Leoncio»      Quién  ha  dicho  tal? 
Si  antes  eran  móviles 
de  mi  voluntad 
afectos  que  aspiran 
á  lazo  nupcial, 
deberes  muy  santos , 
que  ahora  sabrás , 
ya  amarte  me  mandan 
con  mayor  afán. 

Casimira,  ^  Aun(jue  lo  prohiba 
la  vieja  tenaz 
que  nos  hizo  el  coco , 
y  hecha  un  Barrabas 
nos  trató  con  tanta 
arbitrariedad  ? 

Leoncio.     No  hayas  miedo  que  ella 
se  ofenda  jamás 
de  que  tú  me  ames. 

Casimira.  £s  particular! 

Seffun  eso  ¿todo 
se  na  compuesto  ya? 

Leoncio,     Golpes  de  fortuna 

que  vienen  y  van...'.. 
Como  yo  te  amo 
ella  te  amará. 

Casimira.  ¿Y  cómo  me  mira 
con  tanta  bondad, 
sí  antes  semejaba 
al  genio  del  mal? — 
Pero  no  me  admiro 
de  esa  novedad ; 
que,  á  mi  juicio,  el  suyo 
no  está  muy  cabal ; 
y  pues  tú  me  quieres 
pelillos  al  mar. 

Leoncio.     Oh  I  ven  á  mis  brazos 

Casimira,  A  abrazarme  vas? 

Leoncio.     Ven ;  tengo  permiso 

Casimira.  De  quién?....  De mamá? 

Leoncio.     'Sí,  de  la  Marquesa. 

Casimira.   Si  es  eso  verdad, 

Ír  si  hemos  de  ir  pronto 
os  dos  al  altar...., 
vaya !,  por  mi  parte 
no  hay  dificultad. 

[Se  abrazan.] 

Leoncio.      Qué  bella  I  qué  candida ! . . . . 
Casimira.  Mi  bien!    * 
Leoncio.  (Mae  quizá 

tiene  más  de  simple 

que  de  angelical.) 
Casimira.  Esposo!.... 
Leoncio.  Hija  mia, 

no  puedo  negar 

que  son  dulces  nombres 


Casimira. 

Leoncio. 

Casimira. 
Leoncio. 

Casimira. 
Leoncio. 


Casimira. 


Leoncio. 
Casimira. 


Leoncio. 

Casimira. 

Leoncio. 
Casimira. 
Leoncio. 
Casimira. 

Leoncio. 

Casimira. 
Leoncio. 


Casimira 


Leoncio. 


i  Casimira. 


esposo  y  galán ; 

pero (Ya  es  preciso 

decir  la  verdad.) 

Pero Qué?  Me  engañas? 

te  vuelves  atrás? 

Ser  yo  esposo  tuyo 

no  es  posible 

Ay! 

Porque  lo  prohibe 

la  ley  natural. 
¿Qué  escucho! 

Y  no  obstante, 

¿quién  fuera  capaz 

de  quererte  tsmto 

como  yo  ? 

Bah ,  bah ! 

O  usted  se  chancea , 

ó  es  un  hombre  audaz 

que  de  esta  inocente 

pretende  abusar. 

¿Yo! 

Amor  es  un  grave 

pecado  mortal , 

si  no  lo  autorizan 

cura  y  sacristán. 

¿Y  si  fuese  el  mió 

amor paternal?    . 

¿Cómo ¿Usted ¡Ay  Virgen 

santa  del  Pilar ! 

Sí,  yo  soy  tu  padre. 

Pues ¿de  cuándo  acá? 

Desde  que  naciste. 

¿Y  el  otro  que  en  paz 

descanse 

Es  historia 

larga  de  contar. 

Pero  no  comprendo 

(¡Con  qué  frialdad 

lo  escucha!)  Hija  mia, 

como  de  esas  hay 

que  las  cria  Pedro 
'  siendo  hijas  de  Juan. 
.  (i  Aun  por  eso  abajo 

me  dijo  mamá 

cosas  tan  extrañas 

con  tono así tan ) 

(Me  adoraba  novio, 

y  ahora Es  singular! 

A  ser  yo  discípulo 

del  buen  doctor  Gall , 

examinaría 

por  curiosidad 

cómo  tiene  el  órgano 

del  amor  filial.) 

En  breve  tus  dudas 

se  disiparán, 

aunque  mi  palabra 

te  debe  bas^r , 

porque  bien  conoces 

que  ningún  mortal 

con  hijas  ajenas 

desea  cargar. 

Sí,  señor,  yo  creo 


CUENTAS  ATRASADAS. 


519 


Leoncio, 


í Vamos,  soy  fatal.) 


Casimira, 


Ya  obrará  la  sangre 

después )  ¿No  me  das 

otro  abrazo? 

Vaya ! 

[Se  abrazan  otra  vez,  y  i  este  tiempo 
aparece  por  el  foro  D.  Pedro.'] 

Pedro .        [Desde  la  puerta .  ] 

Bravo !  (Voto  á  sanl....) 

ESCENA  VIL 

D.  LEONCIO.    CASIMIRA.    D.  PEDRO. 


Casimira, 
Leoncio, 

Pedro. 


Leoncio, 
Casimira. 
Pedro. 
Leoncio. 


Pedro, 


Leoncio. 
Pedro. 

Casimira. 


Mitio! 

.  Ah!....  Saludo 

[Con  sequedad,] 

Tenemos  que  hablar,' 
caballero. 

Á  solas? 
(Qué  cara  de  agraz !) 
Á  solas. 

(Aun  piensa 
que  soy  su  rivíQ.) 
Ahora? 

Si,  ahora. 
Tengo  que  esperar 
aquí  á  la  Marquesa , 
y  yo  soy  puntual. 
Bien. — Déjanos  solos. 
(j  Con  qué  autoridad 
la  manda !) 

Obedezco. 

[Yéndose.] 

(Bien  dice  el  refrán: 
cuando  flautas  pitos, 

cuando  pitos  flau 

Marido  querías  ? 
Pues  tema  papal) 

[Entra  por  la  puerta  de  la  izquier- 

da.] 


ESCENA  VIII. 

D.  LEONCIO.    D.  PEDRO. 

Leoncio,  Ahora,  señor  veterano, 

diga  usted 

Pedro,  (Hoy  le  descrismo.) 

¿  Tiene  usted  por  ahí  á  mano 

su  partida  de  oautismo  ? 

Á  qué  viene  esa indirecta? 

Yo  sé  bien  lo  que  reclamo. 

Pero 

¿Ignora  usted,  6  afecta 

ÍG^orar  o[5mo  me  llamo? 
Leoncio.  lo  no  husmeo  jerarquías. 

y  no  hay  por  qué  usted  se  asombre... 


Leoncio. 
Pedro, 
Leoncio. 
Pedro, 


Pedro. 

Leoncio. 

Pedro. 

Leoncio. 

Pedro, 

Leoncio, 

Pedro. 

Leoncio, 


Pedro. 
Leoncio. 

Pedro, 


Leoncio. 
Pedro. 


Leoncio. 
Pedro, 

Leoncio. 
Pedro. 


Leoncio. 


Pedro. 
Leoncio. 


Pedro. 


Leoncio. 


Pedro, 
Leoncio. 


Y  sin  embargo  hace  dias 
que  conoce  usted  mi  nombre. 
Jamás  lo  oí,  señor  mió, 

aunque  lo  venero  mucho 

Pues  me  llamo 

(Vaya  un  tiol....) 
Pedro  Corvina. 

Qué  escucho! 
(Hola  I  Ya  se  turba  el  hombre.) 

üonfíese  usted  sin  empacho 

Sí^  señor,  del  mismo  nombre 
me  serví  siendo  muchacho. 

Yo  le  inventé  inadvertido 

Para  echarlo  por  el  lodo  I 

Sin  pensar  que  hombre  nacido 

se  llamase  de  ese  modo. 

Segunda  vez ,  hombre  ambiguo^    . 

me  aja  usted  con  esa  frase. 

Ya  era  mi  linaje  antiguo 

antes  que  usted  lo  inventase. 

Protesto  que  yo  ignoraba 

Desciendo  de  altos  varones, 
y  es  la  cruz  de  Calatrava 
el  menor  de  mis  blasones. 

Casualidad  imprevista 

Probaré ,  si  usted  lo  exige , 
que  vengo  de  íñigo  Arista. 
(Acerté  cuando  lo  dije.) 

Y  aun  si  el  nombre  respetable 
que  llevo  servido  hubiera 
para  alguna  acción  laudable  \ 
indiferente  siquiera 

Pero  I  usurparlo  traidor 
para  exonerar  doncellas , 
y  abandonarlas — qué  horror! — 
después  de  burlarse  de  ellas! 
Usted  no  sabe  quizá, 
pues  de  ese  modo  se  exalta, 

que  estoy  decidido  ya 

A  qué? 

Á  reparar  mi  falta. 
Hoy  que  me  habla  la  conciencia, 
hoy  que  el  cielo  me  ilumina, 
Monturjo  hará  penitencia 
de  las  culpas  de  Corvina. 

Mis  culpas?  ¡Voto  á  un  mortero 

Corvina  pide  venganza, 
que  siempre  fué  caballero 
y  arreglado  á  la  ordenanza. 
Hablo  del  otro  Corvina, 
del  que  inventó  mi  mal  tacto  ; 
no  del  que  nsted  imagina. 

Bien ,  pero no  me  retracto. 

No  armemos  otro  embolismo. — 
Ya  á  ningún  Corvina  copio. — 
Quiero  decir  que  yo  mismo 
me  corregiré  á  mí  propio. 

Ni  pudo  ser  mi  intención — 

convénzase  usted,  por  Cristo! — 
ultrajar  con  mi  invención 
á  quien  yo  no  habia  visto; 
y,  en  fin ,  si  de  esta  manera 
no  queda  usted  satisfecho, 


CUENTAS  ATRASADAS. 


Leoncio. 
Pedro. 
Leoncio . 
Pedro. 


Leoncio. 
Pedro. 

Leoncio. 


Pedro. 


riñamos  coando  usted  quiera; 

Jae  á  nadie  escondo  mi  pecho, 
asta;  excosemos  la  lid, 
que  me  temo  un  quid  pro  quo 
si  se  sabe  por  Madrid 
la  causa  de  que  nació; 
7  algunos  cambiando  el  freno 
dirán  tal  vez,  buen  regalo!, 
que  es  usted  Cortina  el  bueno, 
y  yo  soy  Coryina  el  malo. — 
Mas  me  remueve  la  ira 
otro  agravio  muy  reciente. 
Cuál  es  ? 

To  amo  á  Casimira. 
Yo  también.  - 

Perfectamente. 
Pero  ese  adorado  encanto 
siendo  ingrata  á.mis  desvelos 
le  ama  á  usted. 

Cierto. 

Y  por  tanto... 
yo  estoy  que  rabio  de  celos. 
Mal  hecho.  Ya  no  disputo 
la  novia;  antes  bien  me  obligo 

á  ceder  el  usofruto 

Gracias,  mil  gracias,  amigo! 

Yo  no  me  trago  esa  torta. 

¡  Después  que  he  visto  á  los  dos 

abrazarse 

Eso  no  importa. 
Que  no  importa?  Voto  á  oriósl.... 
Hay  mayor  iniquidad? 
Pero 

(Agarraría  un  palo ) 

¡  Atroz  inmoralidad 

digna  de  Corvina el  malo! 

No  hay  aquí  objeto  de  riña, 

ni  inmoralidad ,  ni  afrenta. 

Agrade  usted  á  la  niña 

y  d^elo  por  mi  cuenta. 

Pedro.    ¿Qué  enigma 

Leoncio.  No  me  está  bien 

descifrarlo  por  ahora 

si  no  lo  permite 

Pedro.  Quién? 

[  Sale  la  Marquesa  de  la  habitación  de 
ta  derecha,] 

Leoncio.  Justamente esaseñora. 


ESCENA  IX. 

D.  LEONCIO.    LA  MARQUESA.    D.  PEDRO. 

Marq.      Muy  buenas  noches. 
Pedro.     [Con  seriedad.]         Felices. 

Leoncio.  [A  la  Marquesa.] 

Tenemos  aquí  un  negocio 

pendiente ¿Permite  usted 

que  yo  disponga  á  mi  modo 
de  la  mano  de su  bija? 


Leoncio. 
Pedro. 

Leoncio. 
Pedro. 


Leoncio. 


Marq.     Sí,  señor.  Yo  no  me  opongo 

á  un  derecho  tan  legítimo. 
Pedro.     (Ya  comprendo.  El  don  Leoncio 

se  va  á  casar  con  la  madre 

Y  abraza  á  la  hija!  Monstruo!!!) 

¿Sabe  usted ,  oh  prima !  á  quién 

traspasa  de  motu  propio 

su  materna  autoridad  ? 

¿Sabe  usted  que  es  el  demonio 

ese  hombre? 
Marq.  Señor  don  Pedro, 

Ío  he  menester ;  me  es  foníoso 
acer  á  usted  una  triste 

revelación. 
Pedro.  (Otro  embrollo?) 

Marq.     Es  un  doloroso  arcano 

que  ha  muchos  años  escondo 

en  mi  corazón. 
Pedro.  ¿Qué  escucho! 

Marq.     Secreto  infausto  que  es  tósigo 

de  mi  vida,  y  sin  embargo 

sin  valor  me  reconozco 

Sara  decírselo  á  usted 
e  palabra  y  rostro  á  rostro. 
Pedro.     Pero,  señora (Sin  duda 

es  algún  pecado  gordo.) 
Marq.     Entre  usted  en  aauel  cuarto 

de  la  derecha.  (An  qué  oprobio!) 

En  la  mesa  hay  una  carta 

donde  lo  declaro  todo, 

y  otros  papeles  de  mucho 

ínteres 

Pedro.                      (Yo  estoy  absorto!) 
Marq.      Lea  usted ly  compadezca 

á  una  desdichada!.... 
Pedro.  ¿Cómo!.... 

Yo  no  atino En  fín,  iré 

(Hoy  van  á  volverme  loco.) 

[Entraen  lahabitacion  de  la  derecha:^ 


ESCENA  X. 

LA  MARQUESA     D.  LEONCIO. 

Marq.     Ha  venido  Sebastiana? 
Leoncio.  Todavía  no.  Supongo 

que  espera  en  mi  casa... 
Sebast.    {Dentro.]  Entremos. 

Leoncio.  Pero  ¿no  es  su  voz  la  que  oigo? 


ESCENA  XI. 

LA  MARQUESA.    D.  LEONCIO.    SEBASTIANA. 

EULALIA. 

Sebast.    Aquí  está!  aquí  está!  , 

[Echándose   en   los  brazos  de   don 

Leoncio.  ] 

Bien  mío! 


«■) 


^*" 


j 


\^ 


CUENTAS  ATRASADAS. 


5U 


Leoncio.  [Con  despego,] 

Oh!..., 
Sehast.  Abraza  á  esa  criatara  1 

Leoncio.  Yol  Á  quién?.... 
Sebast.    [Á  Eulalia.]         Abraza  á  tu  padre! 

Eulalia.  [Abrazando  á  D.  Leoncio.] 

Padre  miel  ' 
Marq.  ¿  Usted  se  burla , 

señora  I 
Setast.  Ah,no! 

Leoncio.  ¿Qué  tramoya 

es  esta? 
Eulalia.  Padre  1 

Sebast.  Ninguna. 

Leoncio.  Pariste  acaso  dos  hijas? 
Marq.      No  es  Casimira  la  suya? 
iSebast    Nol 
Leoncio.        Esta  es  la  joven  que,  llena 

de  modestia  y  de  dulzura, 

se  me  apareció  esta  tarde 

en  el  jardin. 
Eulalia.  Sí.  Oh  fortuna! 

Sebast.    [Hablando  con  ansiedad  y  precipi- 
tación] 

Oidme.  El  error  fué  mió. 

Mientras  yo  volaba  en  busca 

del  padre,  dejé  á  la  niña 

sentada  junto  á  unas  murtas 

en  el  jardín,  con  encargo 

de  esperarme...  Em...  Se  me  anudan 

las  palabras Em La  chica 

por  no  presenciar  locuras 
amorosas ,  viendo  á  un  hombre, 
en  la  casa  se  refugia, 
según  me  contó  después; 
cuando  yo  vuelvo  está  á  oscuras 
el  jardin;  oigo  una  voz 
femenina  que  articula 
acentos  de  amor ;  responde 
otra  voz  viril,  robusta-: 
«lo  juro  á  fe  de  Leoncio 
MoAturjo;»  no  bien  pronuncia 
ese  nombre  que  servía 
á  mis  pesquisas  de  brújula, 
él  es !  exclamo,  y  creyendo, 
tanto  me  ce^ó  la  furia  I, 
que  es  la  hija  de  mis  entrañas 
á  quien  conquistar  procura, 
me  abalanzo  á  él  y  á  ella, 
y  grito  como  energúmena, 
y  hago  presa  de  Leoncio, 
y  la  cómplice  se  fuga , 
y Tú  sabes  lo  demás. 

[A  la  Marquesa.] 

Permítame  usted  que  escupa^ 
Leoncio.  Marquesa! 
Marq.  ¡Era  Casimira 

la  que  usted  oyó 

Sebast.  Sin  duda. 

Marq,     Y  yo,  engañada  por  mil 


indicios  y  conjeturas , 
creí  que  usted  me  entregó 
en  vez  de  mi  hija  difunta 
á  la  de  usted.     ' 
Sebast,  No,  señora! 

En  medio  de  mi  amargura, 
mi  noble  orgullo  materno 
no  hubiera  sufrido  nunca 
que  otra  mujer  me  usurpase 
mis  derechos,  mis  augustas 
funciones.  Tengo  yo  una  alma, 
aunque  ilustre  no  es  mi  cuna, 
más  elevada ,  más  grande 
de  lo  que  usted  se  figura. 
Sí,  yo  preferí  criarla 
humilde,  pobre  y  oscura 
con  los  escasos  ahorros 
de  mi  sangre  y  de  mi  industria; 
pero  mia,  sólo  mia!; 
y  aunque  pude,  más  astuta 
que  honrada,  hacerla  heredar 
los  bienes  que  otra  disfruta , 
no  hay  mayor  bien  para  mí 
que  una  alma  inocente  y  pura; 
y  mal  reprimidos  celos 
abierto  hubieran  mi  tumba 
si  ella  hubiera  dividido, 
¡ella,  mi  consuelo,  mi  única 
esperanza ! ,  sus  caricias 
con  usted  ni  con  ninguna. 

Eulalia.  [Abrazándola.] 


Leoncio. 
Marq. 

Sebast. 


Leoncio. 


Sebast. 


Oh,  madre  mia! 

(¡  Sublime 
mujer!....  Pero  ¡tan  vetusta!....) 
Ah ,  Sebastiana !  ¡  Qué  herida 
ha  abierto  usted  tan  profunda 
en  mi  corazón ! 

•Señora, 
no  he  querido  hacer  injuria 
á  nadie. — Perdone  usted 
á  mi  larga  desventura 
ese  involuntario  arranque 
de  materno  amor. — Oculta 
la  tuve  luego  á  mi  lado 
y,  á  pesar  de  mi  ternura, 
no  osaba  decir  á  un  ángel : 
yo  á  quien  sagrada  coyunda 
no  absuelve  de  su  flaqueza, 
soy  tu  madre ,  y  el  que  nubla  - 
mis  ojos  en  lloro  amargo, 
padre  cruel,  ¡te  repulsa, 
te  abandona! 

No,  jamás ! 
Si  es  cierto  lo  que  me  anuncian 

tu  lengua y  mi  corazón 

Una  madre  te  lo  jura. 


y  pruebas  tengo,  papeles 

Mas  si  mi  llanto  recusas, 
si  ya  la  naturaleza 

no  te  mueve,  no  te  impulsa 

Leoncio.  Sí,  me  conmueve  una  dulce 

sensación  que  nunca,  oh!  nunca 


52S 


CUENTAS  ATRASADAS. 


Eulalia, 
Marq. 

SebasL 


Leoncio. 


Sebast, 
Leoncio. 


Seíast. 


latió  en  mi  bodo,  y  no  puedo 
hablar  una  madre  intruea, 
cual  tú  has  hablado. 

[Abrasa  oirá  vez  d  Fvlalia.] 

Hija  mia ! 
Padre  amado! 

(Su  ventura 
envidio.) 

Gloria  in  excélsis 

Gloria  á  Dios  en  las  alturas. 

Ahora,  querido  esposo 

Pero  ¿qué  veo?  Repugnas 

mirarme,  tuerces  el  gesto 

(¡Es  tan  vieja  y  tan  lechuza ) 

Sebastiana,  mi  deber 

confieso,  mas disimula 

To  no  sé  cómo  decirte 

Me  destronas!....  Me  repudias!.... 
To  reconozco  á  tu  hija. 
Qué  más  quieres?  (Tanta  arruga!.. 
No  convienen  nuestros  genios.*.... 

Figúrate  que  eres  viuda 

To  te  daré  cuanto  quieras ; 

dinero,....  joyas 

jMe  insultas 
de  ese  modo!  Ayl  ¿es  posible 
que  así  tu  promesa  cumplas  I 
Mori  me  denique  cogis! 
Tú  me  abres  la  sepultura! 
Padre! 

Señor  don  Leoncio!.... 

(Eh!  ¡Si  es  una  boda  absurda 

Callas!....  ¡Infiel,  porque  yo 
declino....,  tú  no  conjugas!.... 
No  importa.  Sé  para  Eulalia 
padre  amoroso,  y  te  indulta 
mi  corazón  resignado, 
vfial  voluntas  tua. 
10  también  seré  dichosa, 
ya  que  digna  no  me  juzgas 
de  tu  mano,  si  á  lo  menos 
sufres  que  vivamos  juntas...., 
aunque  el  título  de  esposa 
cambie  en  el  de  esclava  tuya. 


[Llorando.] 

I  aunque  tenga  que  esconderme 
para  besarla!  Es  la  última 
merced  que  te  pido,  ingrato. 
Mátame  si  la  rehusas  1 
Eulalia.  Oh  1  no  será  tan  cruel 

mi  padre  amado.  Si  funda 
su  dicha  en  mí ,  no  querrá 
darme  una  madrastra  adusta. 
No  será  víctima  triste 
de  una  afrentosa  repulsa 
la  pobre  mujer  que  á  costa 
de  mil  afanes  y  angustias 
le  ha  conservado  una  hija; 
y^si  tal  es  su  conducta, 


) 


Eulalia. 
Marq. 
Leoncio. 
Stbast. 


) 


Leonciq, 


Sebasl. 

Eulalia. 

Marq. 

Sebast. 

Eulalia. 

Sebast. 

Leoncio. 


Sebast. 

Eulalia. 

Sebast. 

Marq. 
Leoncio. 


Eulalia. 

Sebast. 

Marq. 


yo  no  le  amaré. 

[Abrazando  d  Sebastiana.] 

A  usted  sola 
consagraré  mi  ternura. 
Eulalia!....  (Ta  se  me  saltan 
las  lágrimas.  Vaya,  ¡es  mucha 
crisis  la  mia!  El  deber 
por  un  lado  me  estimula; 

Sor  otro ese  frontispicio 
[i  amor  propio  escaramuza 

con  el  ajeno Eh,  qué  diablol 

Hagamos  un  dia  alguna 
cosa  buena,  y  mas  que  luego 
me  silben  en  las  tertulias.) 

[Aparte  las  tres  mujeres.] 

Vacila ■ 

Calla 

Medita 

Ay  Dios!.... 

Me  mira 

Calcula.. 
(Ea  pues,  cierro  los  ojos 
y  abro  el  corazón.)  Tú  triunfas ! 
He  aquí  mi  mano. 
[Tomándola.]  Oh  delicia ! 

Oh  buen  Dios! 

¡  Oh  non  plus  ultra 
del  placer ! 

Bien ,  don  Leoncio! 

[Á  Sebastiana.] 

Tu  pasión  heroica,  hercúlea 
merece  esta  recompensa 
(y  este  castigo  mis  culpas ! ) 
Venid  las  dos ;  abrazadme ; 
nuestras  lágrimas  confunda 
el  gozo. 

Padre ! 

Monturjo! 
(T  quién  las  mias  enjuga!) 


ESCENA  XII. 

LA  MARQUESA.    SEBASTIANA.    EULALIA. 
D.  LEONCIO.    D.  PEDRO. 

Pedro.     ¡Prima.... 

Marq .      [  Quiere  echarse  á  los  pies  de  J).  Pedroy 

y  illa  recibe  en  sus  brazos.] 

Ah,  don  Pedro! 

Pedro.  Detente!.  •. 

Mas  ¿qué  miro!  Ese  maestro 
abraza  á  diestro  y  siniestro 
á  toda  mujer  viviente. 

Leoncio.  El  paterno  amor  me  excusa. 

[Mostrando  d  Eulalia.] 


j 


CUENTAS  ATRASADAS. 


S23 


SebasL 
Pedro. 


Marq. 
Pedro. 

Leoncio, 

Pedro. 


Eb  mi  hija. 

Es  mi  marido! 

[Á  la  Marquesa  en  voz  baja.] 

¿Conque  es  decir  que  ha  salido 
la  otra  chica de  Isi  inclusa! 

[La  Marquesa  baja  los  ojos".] 

Buen  ánimo,  Toto  á  briósl 
Has  sido  más  desgraciada 
que  culpable. 

Ah!.... 
[Interrumpiéndola,]  Chito!  Nada!, 
Quédese  esto  entre  los  dos. 
Si  á  Casimira  abracé 

fué  un  error  involuntario 

No  siendo  ya  mi  adversario^ 
á  qué  se  disculpa  usté  ? 

[Aparte  con  la  Marquesa,] 


Marq, 
Pedro. 


% 


Ta  á  casarme  no  me  allano, 
aunque  me  hiele  en  invierno; 
pero  si  no  soy  tu  yerno, 

ué  importa?  Seré  tu  hermano. 

ué  bondad ! 

La  niña  es  bella, 
pero  ignoro  su  extracción , 
y,  hazte  cargo,  no  es  razón 
qae  ya  me  case  con  ella; 

porque  ¿cómo  se  concília 

Imposible!  ¿Quién  se  atreve 

Es  negocio,  en  ñn ,  que  debe 
tratarse con  la  familia. 


ESCENA  ÚLTIMA. 

LA  MARQUESA.     SEBASTIANA.     EULALIA. 
D.  LEONCIO.    D.  PEDRO.    CASIMIRA. 

Casimir.  (Me  cansaba  de  estar  sola ) 

Pedro.     [Aparte  con  la  Marquesa.] 

Aquí  está  la  pobrecilla. 
Marq.     Ahí  Su  presencia  me  humilla. 
Pedro,     Por  qué? 
Casimir.  (Hay  concilio?  Hola,  hola! 

Yo  no  sé  á  quién  me  dirija;....) 

Leoncio,  [Aparte  con  Sebastiana  y  Eulalia.] 

Infeliz ! 
Sebos t.  i  Me  da  un  pesar 

Pedro.     [Después  de  una  breve  pausaren  que 

todos  se  miran  unos  á  otros] 

Es  á  mí  á  quien  toca  hablar? 

[Á  Casimira.] 
Grandes  novedades,  hija! 


Casimir,  iCúmol  ¿Qué 

Pedro.  Ese  ciudadano 

tu  esposo  no  puede  ser, 

porque  tiene  ya^mujer. 

Casimir,  ^^i  y  señor,  ya  sé  que  en  vano 

Pedro.     Yo tampoco. 

Casimir.  Y  por  qué,  tio? 

Pedro.     Porque  moriré  soltero. 
Casimir.  (Qué  idea!....) 
Pedro,  Y  porque  prefiero 

ser  tu  padre. 
Casimir.  Padre  mió? 

¿  usted  también (Ay  María 

santísima!....  Hoy  pierdo  el  seso 

Padre  mió!  Cómo  es  eso? 

Pues 

[Mostrando  á  D.  Leoncio,] 

Y  el  señor? 

Leoncio.  [Apretando  la  mano  de  Eulalia.] 

Hija  mial 

Casimir.  [Desconcertada,] 

ASx  .  •  •  •  • 

Marq,  No  olvidaré  jamás 

ese  noble  rasgo 

Pedro,  ksí 

obra  un  veterano. 

[Á  Casimira^,] 

Sí, 
mi  hija  adoptiva  serás. 

Casimir.  [Asombrada.] 

Pero 

Pedro.  Deja  que  yo  hable. 

[Á  la  Marquesa.] 

Y  usted  no  emigra,  señora...., 
ó  la  seguimos 

[Bajando  la  voz.] 

Ahora 

mando  yo  aquí. 
Marq.  Hombre  admirable! 

Sebast.     ¿Qué  escucho!  Tan  duro  fallo 

usted  misma 

Pedro.  ¡Chit Suplico 

á  usted Cerremos  el  pico,* 

que  peor  es  meneallo. 

Leoncio.  Será  eterno  mi  sigilo 

Pedro,     Bien!  bien  !  Chit!... 

Casimir.  Yo  me  aturrullo, 

y  nunca  he  visto  un  barullo 

tan así....,  por  este  estilo. 

Pedro.     Desatóse  al  fin  el  nudo 

y  no  hay  para  qué  analices 

Ya  todos  somos  felices ! 


5U 


CDENTAS  ATRASADAS. 


Todos.     Sí! 

Casimir.        Y  yo  también? 

Pedro.  Sí. 

Casimir.  (  Lo  dudo ! ) 

Pedro.     [Mirando  el  reloj. ^ 


El  ayudante  me  espera. 
Adiosl.... 


[Todos  le  saludan,    acompañdndole 
haséa  la  puerta  del  foro.] 

Volveré,  hija  mia. 


Casimir.  Ah!....  Tres  padres  en  un  dia....^ 
y  ni  un  marido  siquiera! 

Pedro.     [Á  Casimira^  volviendo.] 

Hija,  hay  cosas  delicadas 

que  uno...  En  fin^  aunque  lo  sientas, 

este  e&  un  corte  de  cuentas 


( 


Casimir.  [Alelada.] 

Cuentas!.... 
Pedro. 


Cuentas  atrasadas. 


FIN  DEL  TOMO  SEGUNDO. 


índice. 


Páginas. 

Don  Fernando  el  Emplazado 7 

Medidas  extraordinarias,  6  los  parientes  de  mi  majer 47 

Ella  es  él 63 

El  poeta  y  la  beneficiada 75 

El  pro  y  el  contra 91 

VEl  hombre  pacífico. 105 

Flaquezas  ministeriales.'. , .  117 

El  qué  dirán  y  el  qué  se  me  da  á  mí 157 

Un  dia  de  campo  6  el  tntor  y  el  amante 185 

El  novio  y  el  concierto » .  219 

No  ganamos  para  sustos ..« .  233 

Una  vieja! í 269 

Vellido  Dólfos 299 

^  El  pelo  de  la  dehesa 331 

^  Don  Frutos  en  Belchite 365 

Lances  de  carnaval •  397 

Pruebas  de  amor  conyugal » 409 

El  cuarto  de  hora 431 

Dios  los  cria  y  ellos  se  juntan 463 

Cuentas  atrasadfis « 495 


ERRATAS. 


Página. 

Columna. 

Línea. 

Dice. 

Léase. 

84 

2.* 

21 

Esta 

Está 

106 

1.* 

60 

hago 

abro 

206 

2.» 

9 

fecha. 

fecha 

206 

2.^ 

10 

En 

¿en 

209 

2." 

37 

Vuélvese 

Vuélvense 

270 

Nota. 

» 

reedicado 

reedificado 

395 

2.^ 

17 

Juana 

\ Juana 

451 

2.*» 

20 

Mirarme 

¡  Mirarme 

473 

2.* 

33 

uégo 

luego 

/" 


1