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OBRAS POÉTICAS
COMPLETAS DE
DON JOSÉ DE ESPRONCEDA.
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in 2011 with funding from
University of Toronto
http://www.archive.org/details/obraspoticascmplOOespr
D. JOSÉ DE ESP^ONCEDA,
U6
tSlG BIBLIOTECA JANE,
OBRAS POÉTICAS
COMPLETAS DE
D.JOSÉ DE ESPRONCEDA
PRECEDIDAS DE ÜN PRÓLOGO
POR
D. JOSÉ GARCÍA DE VILLALTA.
DE LA BIOGKAFÍA DEL AUTOR
POR
D. ANTONIO FERRER DEL RIO
Y
ADORNADAS CON SU RETRATO.
BARCELONA.
DEBEN DIRIGIRSE LOS PEDIDOS A LOS
SEÑORES JANE HERMANOS, EDITORES,
RONDA DE SAN ANTONIO, 58.
.-^
::^-
LeipzigJ— 1876.
PRÓLOGO
Pocos libros se han publicado recientemente en
España con menos necesidad de prólogo, que el de
las elegantes poesías del Sr. D. José de Espronce-
DA, que ahora sale á luz. Mientras, ausente el poeta,
nos afanamos sus amigos en completarla colección,
mas por honra de nuestra época y de la musa y del
habla castellana, que por obsequio al autor, cuya
modestia y abandono generoso, proverbial entre
cuantos le conocen, habria hecho su cooperación
dificilísima, anímanos en nuestra halagüeña tarea
la certidumbre de que es verdaderamente popular
este trabajo, y de verdadera importancia para la li-
teratura española, reunir en un solo cuerpo esos pre-
ciosos fragmentos y composiciones sueltas, perlas
de nuestro Parnaso, que ya en manuscritos, ya en
incorrectas publicaciones, han circulado con aplau-
so universal, y en nuestros dias inaudito.
No se ofrecen, pues, al público, las poesías de Es-
PRONCEDA con áuimo de explorar su juicio, ni de
merecer una sentencia favorable, que pronunciada
ya por unanimidad, hace muchos años, en el entu-
siasmo que las sublimes composiciones del Pirata.
el Mendigo, el Verdugo, el Himno al Sol y otras mu-
VI PROLOGO.
chas excitaran en los liceos y academias, en la pren-
sa periódica de la capital y de las provincias, en los
salones mas cultos y de mejor tono, así como en las
turbas del pueblo, último y supremo juez, por mas
que muchos lo ig^noren ó lo nieg'uen, en materias de
buen g'usto; fuera impertinencia pedirle que ratifi-
case un fallo nunca desmentido ni puesto en duda.
Pero la misma benevolencia del juicio exig'e de los
amig*os del poeta que presenten al público todo el
ramillete, ya que varias de las joyas y de las suaví-
simas flores que le componen, le han deleitado con
su viva luz, con su dulce y delicado aroma, con sus
espléndidos matices, ora ilustrando su mente, ora
depurando sus afectos, ó reanimando la llama de
sus virtudes.
No es de este lug'ar el examen crítico de las Poe-
sías de EspRONCEDA, ni convenientes nunca los es-
fuerzos que se dirig*en á prevenir el juicio de los
lectores. Y aunque así no opinásemos, todavía nos
abstendríamos de entrar en calificaciones acerca de
su mérito, pues de seguro no las necesitan. Los li-
bros de los grandes ó de los inspirados escritores
pueden presentarse sin explicación ni apología :
cuando estas se intentan, llevan, por lo común, la
mira de demostrar que lo frío, lo vulgar ó insípido
es bueno y que debe leerse; á lo cual suele respon-
der el público, por evitar debates, que bueno será,
pero que no lo lee. Imaginamos, empero, que aunque
nos cumpla renunciar al análisis de los bellos can-
tos que á la par del público admiramos, no nos se-
rá ilícito emitir la opinión de que están, mas que
ningunos otros que en nuestra lengua conozcamos.
PRÓLOGO. VII
exentos de aquella inanición de que adolecen las
producciones de quienes no saben ó no sienten mas
que sienten ó mas que saben los que las contem-
plan. Cada poema de Espronceda es una revelación:
cada estrofa un cuadro en que se retrata á la natu-
raleza con tanta verdad^ que la vemos allí fecunda,
viva y en movimiento, tal cual en el mundo ideal ó
el físico la sentimos; descubriendo, además, bajo el
pincel del artista, nuevas formas, y hermosuras y
armonías nuevas, que por nosotros mismos jamás
hubiéramos echado de ver. Todos los vivientes so-
mos susceptibles de impresiones, y en nuestro pe-
cho, es cierto, yacen los gérmenes de la inspiración:
pero el libro del poeta, es el mág-ico espejo adonde
se descubren los arcanos y misterios profundos de
la beatitud que á veces dulcifica el alma, del dolor
que con mayor frecuencia la inunda. Profundo psi-
cólogfo nuestro autor, tomó las formas de la mística
belleza del orbe; arrancó sus secretos al mas puro y
recóndito sentir del espíritu humano; y en una len-
.g'ua castiza, armoniosa, fácil, digna del alto asunto
que explicaba, describió los raptos del corazón, el
vuelo de la fantasía, arrebatándonos consigo, ya
hasta el cénit dorado desde donde apostrofa al sol...
Vivido lanzas de tu frente el dia;
Y alma y vida del mundo,
Tu disco, en paz, majestuoso envía
Plácido ardor fecundo;
Y te elevas triunfante,
Corona de los orbes centellante;
ya á las remotas playas desde donde dirige á su pa-
Tin PRÓLOGO.
tria el melancólico y tierno cantar que comienza,
así, y cuya inimitable unción crece en cada estrofa:;
;Cuán solitaria la nación, que un dia
Poblara inmensa gente!
iLa nación, cuyo imperio se extendía
Del ocaso al oriente!
Permítasenos, antes de concluir esta brevísima in-
troducción, tributar el homenaje de nuestra grati-
tud al hombre cuyo profundo saber, delicado gusto
Y complaciente benevolencia han contribuido tanto
á cultivar el alto ingenio de nuestro amigo. El Se-
ñor D. Alberto Lista cuenta á Espronceda como á
uno de sus mas aventajados alumnos; y entre las-
octavas del Ensayo épico que se publican, hay al-
gunas de aquel eminente profesor, á quien la ma-
no de la política puede separar momentáneamente
del trato, pero no del corazón, de los que le debe-
mos atenciones ó enseñanza.
Madrid, Junio de 1839.
José García de Villalta.
BIOGRAFÍA
DE
DON JOSÉ DE ESPRONCEDA
Triste, muy triste es ver al cristalino y murmurante arroyo
trasformado en impetuoso torrente, que cae y se quebranta de
peña en peña hasta arrastrarse en el llano, cuyas arenas lo ab-
sorben antes de convertirse en espaciosa laguna para retratar
en su diáfana superficie todas las bellezas que la creación ha-
cina en sus márgenes privilegiadas. Triste, muy triste es ver
como desciende al sepulcro en la flor de sus años el hombre
que se eleva en alas del genio y de la poesía á excelsas regio-
nes y habita mundos desconocidos, á que da animación su
mente y donde le sustenta su imaginación de fuego; así cede
el robusto roble al soplo de los vendábales y se derrumba con
hórrido estruendo; no de otro modo se sumerge deshecho por
las tormentas el empavesado buque, gala y orgullo de los
mares.
Tal es en bosquejo la vida del cantor del Biahlo mundo; pasa-
remos con la celeridad posible por los sucesos que mas le ca-
racterizan, temerosos de que se apodere de nuestra alma la
amargura, y de que el llanto anuble la luz de nuestros ojos.
A uno de esos acasos de la guerra debe la gloria de contar
entre sus ilustres hijos á D. José de Espronceda la patria de
Francisco Pizarro y de Diego Paredes. Seguía su padre la hon-
rosa profesión de la milicia, se hallaba empeñado en la memo-
rable campaña de la Independencia como coronel de un regi-
miento de caballería en la provincia de Extremadura; acompa-
ñábale su esposa, ya en cinta, y en una de las continuas y
penosas marchas de la tropa, hubo de quedarse oprimida por
vivísimos dolores en la villa de Almendral ejo, donde dio á
luz al que mas tarde había de ser honra y prez de la poesía cas-
10 BIOGRAFÍA
tellana: corría á la sazón el año de 1810 y era la estación de los
céfiros y las flores.
Acabada la guerra, se establecía en Madrid la familia de Es-
pronceda, y ya tenia éste algunos rudimentos de enseñanza al
abrirse el colegio de San Mateo. Discípulo de Lista, y tempra-
namente afecto al cultivo de las musas, su primera oda se diri-
gía á celebrar la jornada del 7 de Julio: enséñesela á su buen
maestro; á cada verso de que constaba, á cada imagen mediana-
mente descrita, exclamaba Lista regocijado:— Oyes, ¡esto es
magnífico! A cada locución trivial, á cada frase impropia é in-
coherente, decía sin fruncir e) ceño:— Mira, esto es de mal gus-
to. Ponderaba las bellezas, corregía los defectos y animaba el
naciente numen del vate: así para llevar por un sendero á sus
alumnos nunca empleaba la rígida autoridad de maestro, pues
sabia granjearse su infantil cariño, y las blandas insinuaciones;
liacian el oficio de expresos mandatos. Espronceda estudiaba
privadamente con Lista después de cerrado el colegio; tam-
bién figuraba entre los que aplicándose poco, lucían mucho;
miembro de la academia del Mirto progresaba en la poesía; con
vocación á la política y liberal por el convencimiento de que
es capaz un joven de 14 años, pertenecía á la sociedad de los
Numantinos, en clase de tribuno. Preso como Vega y otros com-
pañeros suyos al recaer en aquella causa el fallo de los tribu-
nales de justicia, salia de Madrid con destino á un convento de
Ouadalajara, ciudad donde residía á la sazón su padre.
Allí en la soledad del claustro se enaltecía su mente juvenil
y lozana por las regiones de la epopeya. Alentado por su inspi-
ración vigorosa, no se detenia á indagar si los sonidos de la
trompa épica hallarían eco en la sociedad de nuestro siglo. Re-
corriendo la Historia de España y fijándose en el adalid de Co-
vadonga, le parecía asunto grande, sublime y capaz de intere-
sar á un pueblo, la restauración de la monarquía de los Godos
en pugna con la civilización floreciente y el guerrero empuje de
los sectarios de Mahoma. Ofrecía este magnífico cuadro el con-
traste de dos creencias, de dos civilizaciones, de dos enseñas,
la cruz y la media luna: cabían excelentes episodios en que al-
ternaran las rudas costumbres de los esforzados montañeses lu-
chando por su independencia, y la muelle vida de los orienta-
les soñando amores en sus gabinetes embalsamados con oloro-
sas esencias y enriquecidos con sedería y oro, ó arrojándose á
las lides para propagar la ley de su profeta á sangre y fuego.
Acertado anduvo Espronceda en elegir á Pelayo por héroe de
su poema, argumento tan digno y grandioso como la ConqvistOr
de GroAioÁa y el Descubriraiento del Nuevo 3íundo. Si hubiéra-
mos de calificar el mérito de su epopeya por los cantos insertos
en la colección de sus poesías, nuestro voto le seria favorable;.
DE D. JOSÉ DE ESPRONCEDA. 11
pues hay allí pasajes que admiran por la verdad y atrevimiento
de sus pinturas como el Cuadro del hambre y el fatídico Sueño
del Rey Don Rodrigo. A D. Alberto Lista le ag-radó sobre mane-
ra el pensamiento, y aun son suyas alg-unas octavas en los frag--
mentos contenidos. No habia renunciado Espronceda á termi-
nar El Pelayo, y constantemente poseído de la belleza del asun-
to, es probable que al darle cima hubiera variado de metros á
fin de amenizar mas el conjunto de la obra.
Cumplida su condena vino á la corte: bajo la recelosa mirada
de la policía le amag-aban persecuciones, y ansioso de sacudir
tan cruel desasosiego, no menos que de correr mundo, deter-
minó salir de España, y encaminándose á Gibraltar puso su
planta en el primer país extranjero sin apartarse de nuestro
territorio. Como se trasladó desde allí á Lisboa, nos lo ha refe-
rido con jovial tono y fácil gracejo, distante ya de los peligros
y miserias que le acosaron entonces. Por no eclipsarla brillan-
tez de su relato reduciéndolo á mas estrechos límites de los
que ocupa en el Pensamiento, nos basta deducir de aquel artí-
culo un dato importante. Después de echar el ancla en el puer-
to de Lisboa el desmantelado falucho que conducía al joven
emigrado, lo abordó la falúa de sanidad: exigieron á los pasa-
jeros el pago de una gabela; cuando á Espronceda le llegó su
turno, sacó del bolsillo un duro, única moneda que componía
todo su erario; le devolvieron dos pesetas y las arrojó desenfa-
dadamente al agua, porque no quiso entrar en tan gran capital
con tan poco dinero.
Para el que al anochecer de un dia nebuloso ó sereno vaga
por las calles de una ciudad extraña, sin pan que le sustente,
ni techo que le abrigue, ni amigo que le tienda una mano, no
«on todas penas y angustias como acaso imaginan los que en
sedentaria vida vegetan ó con la comodidad de la opulencia
viajan. Un espíritu henchido de fuego y ávido de aventuras, un
corazón resuelto y una voluntad firme triunfan siempre de es-
te trance, congojoso y amargo para los que se anegan en poca
agua. No perteneció Espronceda á esta clase: pobre como Ho-
mero desembarcaba en el país del cantor de Vasco de Gama:
allí entre privaciones y escaseces tuvo origen esa pasión amoro-
sa, violenta, vehemente y profunda, pasión embellecida por su
imaginación ardorosa, y que con sus goces y penalidades, sus
dichas y contratiempos, absorbe gran parte de su existencia.
Propio de una novela seria narrar las diversas alternativas de
tan ardientes amores: omiti riámoslas nosotros aun cuando se
adaptasen á la índole de esta obra, porque acaecen lances en la,
vida de los hombres que deben envolverse en el sudario del ol-
vido, y hay secretos de amistad sobre los cuales cae de repente
y á perpetuidad la losa del silencio.
12 BIOGRAFÍA
Eran por aquella época los emig'rados la continua pesadilla
de los consejeros del rey de España, y no ios consentían á la
puerta de casa: por eso Espronceda y otros se vieron en la ne-
cesidad de trasladarse á Londres, cuyo suelo fué para todos
mas hospitalario. Dividia el poeta extremeño las horas entre
sus desvarios amorosos y sus estudios: leia á Shakespeare, á
Milton y á Byron, y si consultamos sus inclinaciones, sus cos-
tumbres, sus poesías, no seria difícil demostrar que Espronce-
da se propuso por modelo al último de estos tres escritores: en-
tonaba cánticos de apasionada ternura á su dama y dedicaba á
su país acentos, no láng*uidos y pobres de valentía como los de
Martínez de la Rosa en ocasión semejante, sino bien sentidos
y expresados á estilo del profeta de las lamentaciones, deplo-
rando el abatimiento de la nación que había dictado leyes al
mundo, y en cuyas posesiones nunca descendía el sol á su ocaso.
Tal vez en Londres gozaba Espronceda el período mas feliz
de su vida aun cuando no abundase en recursos. Cruzaba des-
pués el canal de la Mancha fijando en París su residencia: en-
tusiasta por la libertad de los pueblos, se batía en el puente de
las Artes y detrás de las barricadas durante los tres días de Ju-
lio. Venia mas tarde entre aquel puñado de españoles que mas
acá del Pirineo dieran estériles señales de bizarría, asistiendo
á ia infeliz jornada en que sucumbiera heroicamente D. Joa-
quín de Pablo. Vuelto á París se inscribía en la gloriosa cruza-
da que espíritus nobles imaginaron por salvar á la oprimida
Polonia, sublime y heroica empresa contrariada por Luis Feli-
pe con la voluntad inflexible de un soberano bien quisto de su
pueblo. A la mágica voz de amnistía, regresaba Espronceda al
suelo patrio, y dirigiendo ya los negocios el ministro Cea, en-
traba en el cuerpo de Guardias de la real persona. Amado de
sus compañeros y querido de sus jefes, sin duda hubiera sido
uno de los mas pomposos vastagos de aquel rico plantel de la
milicia española, si un imprevisto suceso no viniera á cortar
en flor sus esperanzas. Hubo de escribir unos versos alusivos
á la política militante, y aplaudidos en un banquete; deslizán-
dose de mano en mano es fama que llegaron á las del primer
ministro, quien no se descuidó en mostrárselos al monarca: lia-
mó éste al capitán del cuerpo, y aunque al principio abogó con
energía por su subordinado, apoyándose en su puntualidad pa-
ra el servicio y en sus felices disposiciones para la milicia, do-
blóse al fin á las exigencias ministeriales y el poeta dejó de ser
guardia. Desterrado á la villa de Cuellar reunió materiales y
compuso una colección de bellos cuadros, á que dio el nombre
de novela: si corresponde al título que tiene, dista mucho de fi-
gurar El Sancho de Saldaña en primera línea entre esa clase de
producciones.
DE D. JOSÉ DE ESPRONCEDA. 13
Apenas apuntó en España la aurora de la libertad con la pro-
mulg-acioR del Estatuto, se hizo Espronceda periodista; su al-
tivo pensamiento no podia soportar el yugo de la previa censu-
ra. Contábase entre los redactores del Siglo, de que era director
Don BernaMino Nuñez Arenas, propietario el señor, Faura
y censor el señor González Allende. Prohibidos por éste los
materiales destinados al número 14 del periódico mas calien-
te de entonces, no sabian los redactores como salir de aquel
apuro. Espronceda tuvo la oportuna idea de proponer que se
publicara El Siglo en blanco: asintieron todos sin dificultad á la
propuesta, y al dia siguiente se repartía su diario con los epí-
grafes de: La Amnistía.— Política interior.— Carta de B. Migiiel
y D. Manuel María Hazaña en defensa de su honor y patriotismo.
—Sobre cortes.— Canción á la muerte de D. Joaquín de Pablo
(Chapalangarra) . De resultas fué vedada la publicación del Si-
glo, y sus redactores tuvieren que andar á salto de mata para
desorientar á los que de orden del gobernador civil iban en su
busca.
Tuvo Espronceda gran parte en los movimientos de los años
de 1835 y 1836, haciendo barricadas en la Plaza Mayor de esta
corte y pronunciando fogosas arengas. Como en ambas ocasio-
nes pudo la autoridad militar contener por pocas horas el fuego
que habia cundido de provincia en provincia, se vio obligado á
esconderse el poeta revolucionario. Hallábase en los baños de
Santa Engracia cuando el ayuntamiento de Madrid dio en 1840
el grito de Setiembre, que forzosamente habia de prevalecer
secundándolo el caudillo de los ejércitos nacionales ala cabeza
de cien mil combatientes. Luego que lo supo tomó la posta y
vino á incorporarse á la octava compañía de cazadores de que
era teniente. Sonaba su voz en el jurado defendiendo un artícu-
lo del Huracán denunciado por aquellos dias. Del modo mas
explícito hizo alarde de sus opiniones republicanas; temia que
del pronunciamiento no se obtuviesen grandes resultados y ex-
clamaba: «Yo bien sé que después de violentas borrascas que-
»dan insectos sobre la tierra que corrompen la atmósfera con
»su fétido aliento.» Justificando aquel trastorno y recalcando
la precisión que habia de variar de rumbo, decia: «Hasta ahora
»ha visto la nación que sus representantes se han arrojado so-
»bre ella para devorarla como una horda de cosacos.» Creia que
si todos se persuadieran de la excelenina del gobierno republi-
cano y se tratara luego de imponer castigos á sus defensores,
habría que fusilar á la humanidad entera. Abundaba su discur-
so en frases de esta especie: obtuvo diversos aplausos y el ar-
tículo del Huracán fué absuelto.
Por el mes de Diciembre de 1841 se dirigía á El Haya á des-
empeñar la secretaría de la legación española: regresaba poco
14 BIOGRAFÍA
después á Madrid como representante de Almería en el Con-
greso. Ya decaída su salud en gran manera por lo azaroso y
desordenado de su vida, habia sufrido doble quebranto con el
viaje hecho á la fria Holanda en lo mas crudo del invierno.
Bien conocían sus admiradores que no cubrirían canas aque-
lla erguida frente, y sus temores se realizaron mucho antes de
lo que imaginaban. Atacado de una inflamación en la garganta,
espiró á los cuatro días de enfermedad á las nueve de la maña-
na del 23 de Mayo de 1842, en los brazos de sus predilectos ami-
gos. Profunda sensación causó tan temprana muerte: numero-
so cortejo seguía el ataúd del poeta acompañándolo hasta el
cementerio de la puerta de Atocha; y nuestro amigo D. Enri-
que Gil conmovía á todos los concurrentes con la lectura de
una tierna elegía recitada entre sollozos.
Poeta de esplendorosa fantasía, de numen potente, de ento-
nación robusta, osado en las formas, elegante en las locuciones,
daba lujo, facilidad y elocuencia á su nervioso estilo. Dotado de
singular arrojo, capaz del mas férvido entusiasmo, amaba los
peligros y se esparcía su ánimo imaginando temerarias empre-
sas. En la edad antigua y en la patria de Sócrates hubiera sido
rival de Alcibíades ó hubiera muerto en las Termopilas con
Leónidas: en la edad media hubiera merecido la ínclita gloria
de que se leyesen sus hazañas en el poema del Tasso: al prin-
cipio de la edad moderna le hubiera visto Cristóbal Colon á
bordo de su carabela. Mas no simbolizan por cierto la virtud
sublime y la fé religiosa el siglo de Espronceda, siglo en que
de todo se hace mercancía, en que todo se reduce á guarismos
y se pesa y se quilata; siglo en fin de mezquindad y prosa. Im-
petuoso el cantor de Peí ayo y sin cauce natural á su inmenso
raudal de vida, se desbordó con furia gastando su ardor bizarro
en desenfrenados placeres y crapulosos festines: á haber poseí-
do inmensos caudales fuera el Don Juan Tenorio del siglo diez
y nueve.
Una de las canciones mas celebradas de Espronceda es El Pi-
rata, donde pinta admirablemente al hombre que tiene el mar
por patria. Nosotros hemos hecho largas navegaciones: bella es
la perspectiva del sol brotando en chispas de oro del seno de las
aguas, ó escondiéndose al término de su triunfal carrera entre
grupos de caprichosas nubes que semejan la mole de almenado
castillo ó el contorno de pirámide gigantesca, ó la arcada de
macizo puente, ó el muro de ciudad antigua. Magnífica de en-
cantos desciende la noche, ya se ostente tranquila con su fúl-
gida cohorte de estrellas, ya aparezca entre nubes de negro ce-
laje, que desvanece la primera luz del alba ó rasga á deshora el
resplandor de la luna, surgiendo roja de las tinieblas y mostran-
do su disco como el cráter de un volcan preñado de ardiente
DE D. JOSÉ DE ESPRONCEDA. 15
lava. Recrean al naveg-ante el fosfórico brillo de las ondas es-
trellándose en el costado del buque, la luminosa estela que se
dilata por la popa, y el ruido de la quilla hendiendo las ag'uas,
semejante al fragor del umbroso bosque agitado por el viento 6
al soberbio hervir de majestuosa catarata quebrantándose de
roca en roca. Todos estos goces los hablamos concebido antes de
surcar los mares: nos Jo revelaba la canción de Espronceda: mu-
chas veces la hemos repetido sobre cubierta á tiempo de rielar
en el Océano la luna y de gemir en la lona la fresca brisa alzan-
do olas de plata y azul en blando movimiento, ni nos ha faltado
ocasión de recitarla teniendo por música los huracanes y el es-
trépito y temblor de los cables sacudidos. Espronceda blasona
de su amor á los peligros en la canción del Pirata, Su espíritu
belicoso se halla patente en el Carito del Cosaco: lo acrisolado de
su patriotismo en la Despedida del joven griego de la hija del
apóstata: sus delirios de socialista en el Mendigo y en el Verdu-
go: en el Himno al Sol su elevación de ideas: cuando canta A un
Liícero llora la pérdida de sus ilusiones: cuando en una orgia
se dirige á Jarifa el hastío la devora: cuando compone El estu-
diante de Salaraanca dibuja en D. Félix de Montemar su propio
retrato. Con leer ese precioso tomo de poesías publicado en 1840,
estudia uno al poeta y se familiariza con el hombre: sus versos
vienen á ser un exacto compendio de su historia.
Existen en los periódicos algunas de sus poesías sueltas: en el
Español dos fragmentos de una leyenda El Templario: en el
Pensamiento un romance á Laura: en el Iris estrofas de una oda
á la Traslación de las cenizas de Napoleón y un fragmento de El
MaMo mundo, titulado El ángel y el poeta: en el Labriego una
composición al Dos de Mayo. De esta parece oportuno indicar
alguna cosa.
Desde que el general en jefe de las tropas de Isabel II escribió
su célebre manifiesto sobre la cureña de un canon en el Mas de
las Matas, no se avenían los hombres del progreso á agitarse sin
fruto entre el polvo de la derrota, y no desperdiciaban momen-
to de maquinar contra sus triunfantes adversarios. Abiertas las
cortes de 1840 eligieron por campo de batalla la discusión de ac-
tas electorales impugnándolas una por una con proligidad en-
fadosa, y repitiendo hasta la saciedad unos mismos cargos, co-
mo para dar tiempo á que madurase algún proyecto de trastorno.
Ya muy avanzada la sesión del 23 de Febrero hervía la multitud
á las puertas del Congreso; descansaba sobre las armas un pi-
quete de infantería en el solar de las monjas de Pinto: pedia la
palabra D. Joaquín María de López, y al decir en el exordio de
su arenga incendiaria, que iba á arrancar muchas máscaras y á
llamar las cosas por sus verdaderos nombres, estallaba en las ga-
lerías y en las tribunas ruidoso y universal aplauso: percibíase
16 BÍOGRAFIA
dentro la gritería de las gentes agrupadas en torno de la partea
exterior del edificio: se refug-iaba el jefe político de Madrid al
salón de columnas. Continuando la sesión aseg-uraba el gabine-
te que habia adoptado las medidas convenientes para restable-
cer el público sosiego: algún diputado replicaba: todavía no oigo
el estampido de los cañones: uno de los alcaldes constitucionales
se sonreía con calma sin moverse de su escaño, y se hacia de
nuevas tal individuo que habia intervenido en los preliminares
del alboroto. Mientras se representaba en el salón de las sesio-
nes tan pobre farsa, ocurrían escenas mas tristes en la calle: en
medio de infinitos grupos la segunda autoridad militar de esta
corte los invitaba al orden hablándoles afectuosamente y con
el sombrero en la mano.— Respetad la ley, hijos.— V. es el que
ha de respetar al pueblo,— le decía alguno.— Orden, señores,
repetía el gobernador de la plaza.— Miren quien proclama el
orden! respondía otro, el segundo de Bessieres.— Pálido como la
cera y siguiendo sus amonestaciones contestaba el general. —
Sí, señores, he sido segundo de Bessieres; pero ahora sirvo la
causa de Isabel II y he derramado mi sangre por ella.— Con la
misma lealtad servirá V. esta causa que la otra.— Tan escan-
daloso diálogo no se podia prolongar mas tiempo. A la llegada
del capitán general empezaban á llover piedras sobre la tro-
pa; aquel jefe declaró á Madrid en estado de sitio al son de
trompetas; como el pueblo no despejase la Plazuela de Santa
Catalina, mandó cargar á algunos caballos: lo hicieron á media
rienda y lanza en ristre; salváronse con la fuga todos, menos
un miliciano, que por lucir su serenidad ó por no haberse me-
tido en nada, quiso aguardar á pié firme y cayó al suelo sin vi-
da. Al día siguiente fué también la sesión borrascosa: huba
otras parecidas antes y después de constituirse el Congreso
con motivo de la discusión de la ley sobre ayuntamientos y es-
pecialmente del artículo relativo al nombramiento de alcaldes.
No perdonaba medio la minoría de concitar el descontento de
las masas y de provocar disturbios: ofrecióle aquel gobierna
poco previsor ó sobradamente temerario una propicia coyun-
tura al designar para inspector de la milicia ciudadana al ca-
pitán general de Castilla la Nueva, y debía presentarse al fren-
te de sus batallones, escuadrones y brigadas el día Dos de Ma-
yo. Entonces iba á rebentar la mina cargada de combustible
hasta la boca, y para que la explosión fuera mas terrible y es-
pantosa, compuso Espronceda la poesía que hemos citado. Allí
describía con mágica vehemencia el afrentoso espectáculo de
la corte de Carlos IV vendida á los franceses, como se creía
en 1808, y la heroicidad del pueblo madrileño como la reconoce
la historia. Para significar el esfuerzo de España en la lucha de
la Independencia decía arrebatado por su inspiración vigorosa;
DE D. JOSÉ DE ESPRONCEDA. 17
Del cetro de sus reyes, los pedazos
Del suelo ensangrentados recogía.
Y un nuevo trono en sus robustos brazos
Levantando á su príncipe ofrecía.
Tronaba, después fieramente indig-nado, por el triste g-alar-
don otorg'ado á tanto sacrificio y ardimiento, de este modo:
El trono que erigió vuestra bravura
Sobre huesos de héroes levantado.
Un rey ingrato de memoria impura
Con eterno baldón dejó manchado.
Aludía á la segunda época constitucional, y bramando de ira
exclamaba con solemne acento:
Ay! Para hollar la libertad sagrada
El príncipe, borrón de nuestra historia,
Llamó en su auxilio la francesa espada
Que segase el laurel de vueslra gloria.
Ni perdonaba en sus violentos arranques al rey de los fran-
ceses: ni omitía señalar los enemip-os á quienes era fuerza com-
batir para obtener el triunfo; sus palabras eran estas:
Hoy esa raza degradada, espuria.
Pobre nación, que esclavizarte anhela,
Busca también por renovar tu injuria
De extranjeros monarcas la tutela.
Tras de la voz enérg-icamente dolorosa al recordar las anti-
guas glorias y la supuesta servidumbre del momento, venia el
apostrofe desdeñoso y el tono de menosprecio para herir el
amor propio y azuzar el coraje del pueblo impeliéndole al com~
bate; así concluía su inspiración volcánica y tremebunda:
Verted, juntando las dolientes manos,
Lágrimas ¡ay! que escalden la mejilla;
Mares de eterno llanto, castellanos,
No })astan á borrar vuestra mancilla.
Llorad como mujeres, vuestra lengua
No osa lanzar el grito de venganza;
Apáticos vivís en tanta mengua
Y os cansa el brazo el peso de la lanza.
¡Oh! en el dolor inmenso que me inspira.
El pueblo en torno avergonzado calle,
Y estallando las cuerdas de mi lira,
Koto también mi corazón estalle.
IS HIüUilAFÍA
Esta coaiposicion, expresamente escrita para producir efec-
to, no lo alcanzó por la circunstancia de no haberse presentada
en la formación el capitán g-eneral de Castilla la Nueva como
inspector de la milicia, y aun es fama que semejante conducta
le costó su empleo. De estos incidentes hemos hablado no de
oídas, sino como testigos presenciales.
A la muerte de Espronceda nos quedaron siete cantos del
Diablo mundo: según el plan de este poema, elástico sin medi-
da, aun cuando el cielo hubiera concedido largos años de vida
al bizarro vate, nunca el fin coronara su obra, grandioso en-
iiv.ndro de una imaginación fecunda y de un desgarrador escep-
ticismo. De esta suerte exponía su pensamiento en el primer
canto:
Nada menos le ofrezco que un poema
(Ion lances raros y revuelto asunto,
De nuestro mundo y sociedad emblema,
(Jue hemos de r correr punto por punto.
Si logro yo desenvolver mi tema,
Fiel traslado ha de ser, cierto trasunto
De la vida del hombre, y la quimera
Tras de que va la humanidad entera.
Conociendo lo escabroso de tan triste senda queria alfom-
brarla de flores, por eso prometía desenvolver su asunto
¥j\\ varias formas, con diverso estilo,
En diferentes géneros, calzando
Ora el conturno trágico de Esquilo,
Ora la trompa épica sonando,
Ora cantando plácido y tranquilo;
Ora en trivial lenguaje, ora burlando,
Conforme esté mi humor, porque á él me ajusto.
Su héroe con cuerpo de hombre y alma de niño debía pasar
por situaciones altamente originales entre las diversas jerar-
([uías de vivientes. Preso al amanecer rejuvenecido, cuidado
con esmero en la cárcel por una mujer del pueblo bajo, instruí
(!o por su padre con máximas propias de un presidio, arrastra-
do sin saberlo á un robo y embelesado en contemplar la her-
rrjosura de una dama reclinada en su lecho, mientras sus cama
radas saquean joyas en aquel palacio; fugitivo y oculto en una
morada donde se compran placeres, y cuya dueña llora la muer
Tñ de una hija: ansioso por restituirla á la existencia, Adán es
un personaje de interés sumo. Exactitud y tono conveniente
resaltan en los diferentescuadrosdeeste poema, que por su ín-
dole no hubiera alcanzado popularidad sino en un país de filo-
DE i). JOSÉ DE ESPIIONCEÜA. 19
sofos y pensadores. Espronceda habia intercalado un canto Á
Teresa; según su expresión propia puede saltarlo el que guste,
pues es un desaliogo de su corazón y nada tiene que ver con el
])oema; pero tiene que ver mucho con sus amarguras y con el
desgarramiento de sus entrañas y con su desencanto y su has-
tío. Obra maestra es en el género fantástico el prologo del Dia-
blo mundo. Espronceda lo leia de una manera admirable y en
tono de grata y solemne canturia.
Atribuyeron algunos á falta de costumbre su escasa brillan-
tez oratoria en la tribuna del parlamento. Verdad es que ya no
tenia fuerzas físicas y solo su portentoso espíritu le alentaba;
sin embargo, Espronceda no hubiera sobresalido en el curso de
las discusiones; tal vez en momentos dados fascinara á sus
oyentes mezclando agudezas y sarcasmos en su decir, de ordi-
nario balbuciente y mal seguro, y solo por intervalos nervioso
y prepotente: nunca hubiera sido paladín muy temible en la
J iza parlamentaria.
Gallardo de apostura, airoso de porte y dotado de varonil be-
lleza, le hacia aun mas interesante el tinte me]anc(31ico que em-
pañaba su rostro: cediendo á los impulsos de su corazón, centro
de generosidad y nobleza, pudiera haber figurado como rey de
la moda entre la juventud de toda ciudad donde fijara su resi-
dencia; mas abrumado por sus ideas de hastío y desengaño,
pervertía á los que se doblaban á su vasallaje. Haciagala de mo-
farse insolente de la sociedad en públicas reuniones, y á escon-
didas gozaba en aliviar los padecimientos de sus semejantes:
renegaba en la mesa de un café de todo sentimiento caritativo,
y al retirarse solo, se quedaría sin un real para socorrer la mise-
ria de un pobre. Cuando Madrid gemía desolado y afligido por el
cólera-morbo, se metía en casas agenas á cuidar los enfermos y
consolar los moribundos. Espronceda en su tiempo venia á ser
una joya caída en un lodazal, donde habia perdido todo su
esmalte y trocádose en escoria. Se hacia querer de cuantos le
trataban, y á todos sus vicios sabía poner cierto sello de gran-
deza: hace tres años y medio que le lloramos sus amigos, desde
entonces luce de continuo sobre su sepulcro una guirnalda de
siemprevivas.
Antonio Ferrer del Rio.
ENSAYO ÉPICO.
FRAGMENTOS DE UN POEMA
TITULADO
EL PELAYO. ''
PRIMERO.
De los pasados siglos la memoria
Trae á mi alma inspiración divina,
Que las tinieblas de la antigua historia
Con sus fulgentes rayos ilumina:
Virtud contemplo, libertad y gloria,
Crímenes, sangre, asolación, ruina,
Rasgando el velo de la edad mi mente
Que osada vuela á la remota gente.
IT.
Tornan los siglos á emprender su giro
De la sublime eternidad saliendo,
Y antiguas gentes y ciudades miro,
1 ) Este poema, comenzado muchos años há, estaba ya muy cerca tlt
su término; pero los trastornos y vicisitudes que el autor ha sufrido ha
estraviado la mayor parte de los manuscritos, y solo le es dado ofrecer al
público, como muestra, estos fragmentos. Sin embargo, prendado de la
belleza del asunto, no desconfia de dar cumplido remate á una obra qut
lia ocupado los primeros años de su vida.
'2:1 EL PELA YO.
Súbito ante mi vista apareciendo:
De ellos á par en mi ilusión respiro,
Oig-o del pueblo el bullicioso estruendo,
Y lleno el pecho de ag-radable susto.
Contemplo el brillo del palacio aag-usto.
ni.
Al blando son de la armoniosa lira
Oig'o la voz de aleg-res trovadores,
El aura siento que frag-ancia respira,
Y al eco escucho murmurando amores
Al sol contemplo que á occidente g-ira
Beverberando fiilg-idos colores,
Do la corte del g*odo poderío
8e alza org-ullosa sobre el áureo rio.
IV.
Toledo, que de mág*icos jardines
Cercada, eleva su muralla altiva
No g-uardada de fuertes paladines.
Ornada sí de juventud festiva:
Allí entreg-ado k espléndidos festines,
liodrig-o, alegre y descuidado, liba
Copas de néctar de fragancia pura,
Al deleite brindando y la hermosura.
V.
Allí con ojos láng-uidos respira
Dulce placer beldad voluptuosa,
Y aroma exhala, si feliz suspira,
Del puro labio de encarnada rosa:
Piodrig-o en ella codicioso mira
La que á su amor se muestra desdeñosa
Que mas que todas es candida y linda,
La dulce, bella v celestial Florinda.
EL PELAYO. 23
VI.
El ruido crece del festín en tanto,
Y el grato néctar al deleite llama;
-Su pecho inunda deleitoso encanto,
Y el fuego impuro del amor le inflama;
Ebrio Rodrigo, desceñido el manto,
Alza la mano trémula, derrama
El áureo vaso, y atrevido, sella
Dulce beso en el rostro á la doncella.
VIL
Todo es placer: de su mansión de rosa
La primavera candida desciende,
Y en el regazo de la tierra ansiosa
El fuego animador de vida enciende:
Templa del mar la furia procelosa,
El viento en calma plácido suspende,
Y derrama la aurora en sus albores
Luz regalada y regaladas ñores.
VIH.
Abre la ñor naciente el lindo seno,
Y recibiendo el encendido rayo,
En la esmeralda del otero ameno
Vierte su dulce olor, gloria del mayo:
Pasa el arroyo plácido y sereno
Solicito besándola al soslayo;
Ella en vivos colores se ilumina
Y al dulce beso la cabeza inclina.
IX.
Y en el pensil do con rosada frente
El halagüeño abril pasa riendo,
24 BL PELAYO.
A la sombra de un árbol eminente,
Está la juventud danzas tejiendo;
Cual á la marguen de la herbosa fuente
Canta, blando laúd diestro tañendo,
Y cual del baile y del cantor se aleja
Y á su dulce beldad tierno se queja.
X.
Allí Rodrigo con incierta huella
Lascivo sig-ue á la fatal Florinda;
Ciego, arrastrado de ominosa estrella,
Intenta audaz que á su furor se rinda.
No oye ¡infeliz! su mísera querella;
La ve humilde á sus pies, la ve mas linda,
Y con lascivos ojos, con desdoro
Mancha la hermosa flor de su decoro.
XI.
En tanto encubre pavorosa nube
El cielo en antes trasparente y ter;^o,
Y relumbra la espada del querube,
Ministro del Señor del universo;
Que ya la voz de la inocencia sube
Que en llanto el gozo trocará al })erverso,
Y á la luz del relámpago se muestra
Del rayo armada la divina diestra.
XTI.
Súbito un trueno retumbar se siente:
«¡Himnos, vivas al rey! la danza siga,
Y nuestra dicha y júbilo acreciente
El mutuo amor que nuestras almas liga.»
Tal grita aquella juventud demente,
Y al rey ensalza que Jehová castiga.
«¡Himnos, vivas al rey!» Súbito un rayo
Heló sus pechos con mortal desmayo.
EL PELAYO. 25-
XIII.
Envuelto en noche tenebrosa el mundo
Las densas nubes ag'itandOj ondean
Con sus olas los g-enios del profundo
Que con cárdeno surco centellean;
Y al ronco trueno, al eco tremebundo
De los opuestos vientos que pelean,
Se oye la voz de la celeste saña:
«¡Ay Rodrig*o infeliz! ¡Ay triste Espaiial»
XIV
Todo despareció: lóbrego luto
Reina, y silencio do el placer ardia,
Do el mísero monarca disoluto
En vil torpeza y embriaguez yacia.
Guerra y desolación el triste fruto
Al ñn será de su lascivia impía,
Y horrenda esclavitud: Rodrigo en tanto
Verterá entre sus hembras débil llanto.
XV.
¡Maldición, maldición! Yertas las flores,
Del huracán violento arrebatadas,
El alegre pensil de los amores
Verá sus hojas por do quier sembradas;
La música, el banquete, los favores
Dulces de amor, las danzas animadas,
El canto de las damas y galanes
Trocados miro en lágrimas y afanes.
XVI.
Tal otro tiempo en la soberbia cena
Donde mofaba de Jehová el impío,
2() EL TELAYO.
Ya la medida al sufrimiento llena,
Rebosó de ira caudaloso rio;
Y el rey asirlo, con amarg-a pena.
Vio en el muro de mármol, con sombrío
Fueg-o animarse escrito sobrehumano,
Trazado allí por invisible mano.
FR.VGMENTO SEGUNDO.
I.
Era la hora en que el mundano ruido
Calma, en silencio el orbe sepultado;
Y'acia el vej, apena interrumpido
Del dulce sueño su mortal cuidado.
Cuando un fúnebre oyó largo alarido
Entre ang*ustiosos sueños congojado,
Triste presagio de su infausta suerte,
Y^ luego ante sus ojos vio la muerte.
11.
La amarillenta mano descarnada,
Blandiendo al aire la guadaña impííi.
La aterradora vista al rey clavada,
Su cetro y su corona recogía,
Mientras en torno extraña gente armada
Sus despojos alegre dividía:
Y'' oyó sus quejas y escuchó sus voces
Y'' sus semblantes contempló feroces.
EL PELAYO.
III.
Y al áiiorel de tinieblas levantarse
o
vSúbito vio, como la inmensa cumbre
Del alto Chimborazo, y á él lleg-arse
Lanzando rayos de ominosa lumbre;
Y su mano sintió, que al acercarse
En su frente carg-ó su pesadumbre,
Grabando allí tremendo sobrescrito
(,)ue le marcara por de Dios maldito.
IV.
Y lueg'o oyó rumor de cien cadenas,
Crugir los huesos, rechinar los dientes,
Y abismos contempló de eternas penas
inmensurables, lóbregos y ardientes:
Oyó voces de horror y de espanto llenas,
Batieron palmas las precitas gentes,
Y oyó también por mofa en su agonía
Bárbaras carcajadas de alegría.
V.
Mas luego el sueño se trocó en su mente,
Y amantes dichas disfrutar figura
En brazos de Florinda dulcemente
Entre flores, aromas y frescura;
Y cuando mas su corazón consiente
Que estrecha la deidad de la hermosura.
Se halla en los brazos de Julián fornidos
Ahogándole á su cuello retorcidos.
VI.
Sobre él enhiesto á su garganta apunta
Fiero puñal que el corazón le hiela;
28 EL PELA YO. 1
Procura desasirse y mas le junta 1
Pecho á pecho Julián, que ahog'arle anhela. i
Asi fiero drag^on, triling-üe punta j
Vibra y se enlaza al animal que cela, ¡
É hincando en él la ponzoñosa boca, •]
Le enrolla, anuda, oprime y le sofoca. '
VIL
Los brazos alza y lleva á su garg-anta,
Del bárbaro enemig-o á desprenderse:
Cuanto con mas ahinco los levanta,
Los ve volver sin ánimo á caerse:
Crecen sus bascas, y en ang*ustia tanta.
Falto de aliento, sin poder valerse,
Yerto, rendido y con mortal cong-oja,
Ya con lívida faz espuma arroja.
viii.
En medio á su delirio y agonía
Trémulo y fatigosa se despierta;
Un helado sudor su cuerpo enfria,
8u carne toda horripilada y yerta:
Siente el robusto brazo que porfía
Aun por ahogarle; á desprender no acierta
EL lienzo que á su cuello el mismo liga
Y él cree el brazo tenaz que le fatiga.
EL PELAYO. 29
FRAGMENTO TERCERO.
BATALLA DEL GUADALETE
En vano con prodigios espantosos
El justo cielo le anunció su ruina,
Y fúnebres ensueños milag'rosos
Le intimaron la cólera divina:
Ronco trueno á los pueblos temerosos
A deshora estallando, vaticina
Desventuras sin fin; y el rey en tanto
Derrama entre sus hembras débil llanto
II.
Orgulloso torrente de guerreros,
Pueblos, montañas y ciudades hunde;
Tintos en sangre brillan sus aceros,
Y el estrago y terror do quiera cunde:
Así al impulso de aquilones fieros
Llama voraz por selvas se difunde.
Consume antiguos troncos, arde el suelo
Y amenaza abrasar al mismo cielo.
III.
Rompe el alarbe y fiero desbarata
Cuanto encuentra, y los campos raudo asuela;
Al labrador sus mieses arrebata:
30 EL PELAYO.
Pavoroso terror las gentes hiela;
La virgen triste al vencedor acata,
Y hondo suspiro de su pecho vuela
Al trono de Rodrigo descuidado,
Que en infame placer yace embriagado
IV.
:\ías al fin despertó: lució ya el dia
En que á tan grandes crímenes el cielo
El merecido premio disponia:
Nublóse el sol, encapotóse el velo
Del ancha esfera: el trueno estremecía
La amedrentada tierra, y con anhelo
Rodrigo entonces, respirando apenas,
Quiere romper las bárbaras cadenas.
Al deleite se arranca, el hierro viste,
Cálase el yelmo, el tresdoblado escudo
Con fatiga tal vez débil resiste,
De esfuerzo el corazón y ardor desnudo;
Pálido el rostro, acongojado y triste,
Parte á lidiar contra el alarbe rudo;
Vierten sus ojos lágrimas, suspira,
Y por última vez su alcázar mira.
VI.
El grito escucha de venganza y guerra
(tozoso de su estruendo el mahometano,
Y ansioso aguarda en la vandalia tierra
Do baña el Lete el muro jerezano.
jAy! á la lid del ocio se destierra,
;0h cara patria! y se prepara en vano
Rodrigo de su ejército á la frente,
Que los vicios de un rey vician su gente.
EL ri:LAYO. 31
VII.
Despareció del godo la osadía
Y el antiguo valor: las armas ora
Noble ejercicio de su esfuerzo un dia,
Cansado blande y los deleites llora,
Mientras la enseña de la luna impía
Tremolan á los aires vencedora
Los que el mundo, belígeros varones,
Turbaron con sus bárbaras legiones,
VIII.
Rodrigo en carro de marfil ostenta
Corona de oro y perlas en su frente:
La regia pompa y galas aparenta
Que en los banquetes le adornó luciente.
¡Mísero! en vano el corazón alienta;
No ve sobre él, :oh Dios omnipotente!
Tu diestra levantada; arder no mira
Tu rayo á la palabra de tu ira.
IX.
Llegamos ya del Lete á la ribera,
Y en su fértil llanura el campamento
Fijamos frente á la morisma fiera:
Resuena el campo en pavoroso acento,
Al aire va tendida la bandera,
La trompa agita el sonoroso viento,
Armas y carros resonantes giran
Y ambas huestes atónitas se miran.
X.
La noche el cielo en su sombroso manto
Lóbrega encapotó: tal vez brillaba
32 EL PELAYO.
Relámpag*o sombrío, que el espanto
Y el horror de la noche acrecentaba;
Lúg'ubre, sola y temerosa en tanto
La voz de las vigías se escuchaba,
Y en torno de los campos tenebrosos
Volaban mil espectros espantosos.
XI.
El sol temprano cual rubí encendido
Dejaba el golfo del rosado oriente,
Y el r;*yo, de su disco despedido,
Doraba de Jerez la alzada frente:
Quiebra entre tanto morrión bruñido
Dardo mortal, y arnés resplandeciente
Su luz, y cada raudo movimiento
De ominoso esplendor inunda el viento.
XII.
La extensa vega de Jerez coronan
El uno y otro ejército fronteros:
Guerra las trompas hórridas pregonan,
Y al ruido late el pecho álos guerreros.
Armas, carros, caballos se amontonan,
Zumba el viento al rumor y estruendo fieros:
Los rios su curso con pavor reprimen
Y los montes al son medrosos gimen.
XIII.
Triste Rodrigo su carroza guia
Ligera entre sus fuertes escuadrones:
Radiante en vano su corona envía
El antiguo esplendor. ¡Ah! sus bridones,
¡Cuan otro rige ya de aquel que un día
Toledo vio entre nobles campeones,.
Augusto vencedor en los torneos,
Coronada su frente de trofeosl
EL PE LAYO. 33
XIV
Hoy al peligro puesto el pecho esquivo
El corazón anima, y su flaqueza
Esconde ante su ejército, y altivo
Muestra en su acento bélica fiereza.
Sancho, su hijo, el hierro ven^^-ativo
Blande a su lado, y rig*e la aspereza
De un gallardo trotón con diestra mano;
Mancebo hermoso, intrépido y lozano.
XV.
Por vez primera la robusta lanza
Blande su brazo juvenil, y ansioso
Hiérvele el pecho en bélica esperanza,
Ceñir pensando el lauro victorioso:
Probar de solo á solo su pujanza
Con el mismo Tarif ansia animoso:
Párase en tanto el rey, alza la frente.
Y así en guerrera voz grita á su gente.
XVI.
Entre tanto el clarin súbito suena
En nuestro campo, y fiera corresponde
Con trompas y atabales la agarena
Hueste, que al ruido en ronco son responde.
Tarif su gente á arremeter ordena;
La nuestra se adelanta; el cielo esconde
Densa nube de polvo, el viento inflama,
Y ei suelo á nuestros pies retiembla y brama.
XVII.
Sus caballos los moros recogiendo
Kápidos se aperciben á lanzarse:
34 EL PELA.YO.
Súbito á un tiempo en alarido horrendo
Arrancan con nosotros á encontrarse;
El ímpetu, las voces, el estruendo
Tornan en son confuso á redoblarse;
El acero saltando centellea,
La sang*re hirviendo en derredor humea.
xvm.
Retumba el valle; al g-olpe repetido
Sobre las armas de la hendiente espada,
Salta el arnés al suelo sacudido,
La cimera g-entil g*ime abollada:
No mas veloz cuando el metal ardido
Labra el martillo en la caverna ahumada,
Sobre el fornido yunque horrendo bate,
Y forja el fiero rayo del combate.
XIX.
Hombres con hombres con furor se estrellan
Con golpes reciamente redoblados,
Lo arrasan todo y todo lo atropellan,
Hienden, rajan, destrozan irritados;
Armas, muertos, caballos, carros huellan
('on espantoso estruendo derribados:
Yelmos., picas, turbantes, sangre ardiente
Envuelve el Guadalete juntamente.
XX.
Así en recio rumor bramando el viento
En las hondas cavernas de la tierra,
A deshora con ímpetu violento
Rompe la cárcel que su furia encierra;
Retiembla al choque el duradero asiento
En que el orbe firmísimo se aferra,
Abre su abismo el mar, su estrago cunde,
É imperios al no ser súbito hunde.
EL PELAYO. 35
XXI.
En confusa revuelta la batalla
Todos ardiendo en ira se encarnizan,
Vuela en pedazos la rompida malla,
Crudos g-olpes los cuerpos martirizan;
No hay ceder, no liaj^ calmar; inmoble valla
Cruzados hierros mil contino erizan:
Hiérense, á herirse tornan y desprecian
La muerte, hirviendo en cólera, y arrecian.
XXII.
En tanto el sol en su carroza de oro
Vibrando del cénit la vivida lumbre,
Padre y monarca del luciente coro
Mediaba el dia en la celeste cumbre.
Dura incierto el combate: altivo un moro
Be entre la espesa revuelta m.uchedumbre
Ag-uija su bridón, la lanza agita,
Y en nosotros audaz se precipita.
XXIII.
Arrolla á Atanagildo; la pujanza
Del fiero Teudis á sus plantas yace,
Rinde de Ervigio la terrible lanza,
Y su cólera en sangre satisface;
Sobre vencidos muertos se abalanza,
Opuestos hierros su furor deshace;
Pavor, desolación, muerte, ruina
Su alfanje en alto aterrador fulmina.
XXIV.
Sancho, Sancho le ve: su pecho late
Venturoso en hallar digna contienda;
Tercia su lanza, las ijadas bate,
36 EL PELx\YO.
Y al fog'oso bridón suelta la rienda;
Parte á do el moro intrépido combate;
Llámale en alta voz á lid tremenda:
Vuelve el árabe á Sancho, el trotón para,
Responde al grito y su furor prepara.
XXV.
La lanza en ristre, al pecho el fuerte escudo,
KSobre el arzón el cuerpo amenazante,
xll héroe amag*a el bárbaro sañudo,
Fijos los ojos, lívido el semblante;
Sereno el rostro, en ademan forzudo
Blande el mancebo el hierro centellante,
Y envueltos entre el polvo que levantan
La tierra en torno al embestirse espantan.
XXVI.
No mas pronto entre humo y fuego y trueno
Hayo veloz del cielo se desata;
Ni así fiero en la mar de su hondo seno
Las turbias olas Bóreas arrebata;
Ni montaraz torrente al valle ameno,
Ni súbito huracán, ni catarata
De ondisonante rio, ni lava ardiente
Su arranque asemejaran impaciente.
XXVÍI.
Al encuentro fatal, con ruido infando
Las lanzas saltan; la áspera coraza
El rechinante hierro penetrando,
La robusta armadura despedaza;
La mitad de la lanza retemblando
El pecho al musulmán fiero ataraza;
A torrentes la sangre humeante brota
Por la abertura de la hirviente cota.
EL PELA YO. 37
XXVIll.
«¡Maldición sobre ti!» grítale el moro,
Y ya su alfanje en alto resplandece;
Desploma el g'olpe en el metal sonoro,
Parte á Sancho el arnés y en furia crece.
No así mugiendo fiero andaluz toro
El circo en torno horrísono estremece;
Ni iracundo león, ni tigre hircano
Iguala en ira al bárbaro africano.
XXIX.
Presto otra vez al héroe se adelanta,
Suelto el veloz caballo en la carrera,
Kl roto escudo impávido levanta
Sancho, y el golpe poderoso espera;
Descarga el musulmán, rompe y quebranta
Adarga y yelmo y barras y cimera;
Sancho vacila, y de la herida frente
La sangre mana en hervorosa fuente.
XXX.
Y audaz tirando de la cruda espada.
Que cual cometa cuando deja el lecho
Del mar, resplandeció desenvainada,
La esconde toda en el alarbe pecho.
De ios disueltos miembros huye airada
Dando un gemido de mortal despecho
Aquel alma feroz, y vuela impía
Del negro averno á la región sombría,
XXXI.
Crece entonces el ímpetu; el ruido
Dóblase en ambas huestes: Sancho grita;
Su acento deja al moro estremecido.
:^8 EL PE LAYO.
Y ansia de g*loria en el hispano excita.
¿Quién dirá tu valor, ni el encendido
\rdor dirá que el corazón te ag-ita?
;01i Sanchol yo si dividí tu g'loria,
Tuyo fué el lauro y tuya la victoria.
XXXII.
En medio la morisma enfierecida
Revuelve el héroe su tajante acero:
Cada golpe una herida, cada herida
Una muerte: y brioso, audaz, ligero,
Mil muertos lanza en cada arremetida;
Cede á su esfuerzo el árabe altanero,
Redobla el choque el animoso hispano,
Y gime el moro y lidia y lucha en vano.
XXXIII.
Apenas con fatiga ronca alientan,
Yertos los fuertes brazos, los guerreros,
Y en vano el bruto que animar intentan
Siéntese hincar los acicates ñeros;
Ora si aun con altivez sustentan
En las cansadas manos ios aceros,
No es ya valor ni esfuerzo ni osadía,
Mas requemada furia y rabia impía.
XXXIV.
Héroe del español, alta memoria
Allí alcanzaste, ¡oh hijo de Rodrigol
Y altivo yo las palmas de victoria
Me esforcé en vano á dividir contigo;
Astro menor, siguiéndole en su gloria
Kuí de su esfuerzo y su valor testigo.
EL PELA.YO. 39
Al eco torna del clarín que siente,
Y l:ardo sig-ue el último á su gente.
XXXV.
Cual rojo alano á las batallas hecho,
Sí hubo el toro sujeto entre sus dientes,
De la fiera arrancado, su despecho
Muestra con ademanes impacientes;
Y ora para tal vez de trecho en trecho.
Ora en torno los ojos vuelve ardientes,
O lento sig*ue al conocido dueño
Con oscuro murmullo y torvo ceño,
XXXYI.
Así el héroe se aparta desdeñoso,
Kotas las armas y el almete hundido,
Y descubre, marchando perezoso,
Con palabras su ardor mal reprimido.
IN'o es ya el diestro y g*alan joven hermoso.
De plumas, oro y perlas revestido;
Ora guerrero intrépido le muestra
La ajena y propia sangre y faz siniestra.
XXXVII.
De monte en monte retumbando atruena
El fragor, lejos del pasado estruendo:
El campo en son confuso en torno suena
Lamentos moribundos repitiendo;
El Guadalete férvido resuena
Su curso entre cadáveres rompiendo,
Y entrambas huestes á la lid preparan.
Las rotas armas, y el vigor reparan.
40 EL PELAYO<
EL CONSEJO
XXXVIII.
Habló apenas y presto del asiento
Cercano á la del rey la augusta silla,
Sancho, su hijo, con brioso aliento
En pié y armado reluciente brilla.
«Con esta, dijo en varonil acento,
Y de la vaina alzó media cuchilla,
Al punto aquí castigaré al medroso
Que vil demande hasta triunfar reposo.
XXXIX.
«¿Tregua'^ ;jamás! ó vencimiento ó muerte;
Que nunca fatigó, ni impuso miedo
Continua guerra al corazón del fuerte,
Ni abatió de su espíritu el denuedo.
Quien ora intente abandonar la suerte
Que ofrece á nuestras armas rostro ledo.
Es un cobarde y vil, y de ahora digo
Que ya me cuente á mí por su enemigo.»
XL,
Dijo, y fuego su vista derramada
Kn torno de nosotros despedía:
I. a mano en el recazo de su espada,
Ministra de la muerte, sostenía;
Y en su ademan y vivida mirada
Al genio de la noche parecía
Sobre la tempestad, cuando destina
El mundo todo á funeral ruina.
EL PELAYO. 41
XLI,
«jO triunfo ó muerte!» en "grito altisonante
Clamé en pos de él, y á un tiempo resonaron
Los jóvenes mi voz, y en arrog-ante
Aspecto las espadas empuñaron:
Con muestra humilde y plácido semblante
Cuando á la voz del rey todos callaron,
OpaSy el labio de dulzura lleno
Abrió, exhalando su infernal veneno.
XLli.
«¡Con cuanto gozo, dijo, oh capitanes,
Miro en vosotros, de la patria escudo,
El noble ardor que vence los afanes
Y el pecho incita á combatir sañudo!
Tímidas ven las huestes musulmanes
Vuestro hierro fatal brillar desnudo,
Y oyendo vuestra voz que rauda vuela,
Mortal temor sus corazones hiela.
XLIIÍ.
»Y tú, augusto monarca, el pecho inflama
Y el lauro ciñe de inmortal victoria;
Goza, heredada al contemplar la llama
Que hará á tu hijo fatigar la historia;
Por cuanto ardiente el sol su luz derrama
Himnos alzando en tu alabanza y gloria,
De siglo en siglo esparcirá tu nombre
La fama en voz que al universo asombre.
XLIV.
»Mas si alcanzaste nombre de esforzado,
No marchite tu honor puro y radiante
42 EL PELA YO.
Volver acaso al riesgo aventurado
Cual bisoño adalid, si fué triunfante.
Muéstrate á par de intrépido soldado
Jefe sag-az, y el ánimo arrogante
De tus ínclitos jóvenes serena,
Y su ardimiento generoso enfrena.»
XLV.
Llegaba aquí cuando en redor se extiende
Sordo murmullo que al malvado espanta
É interrumpe su voz; que el pecho enciende
En fiera indig^nacion audacia tanta:
El rey, que el ruido amenazante entiende,
En la alta silla adusto se levanta,
Y acallado el tumulto y todo atento
Opas siguió con simulado aliento.
XLVT.
«No, guerreros ilustres, ora pido
Largo reposo, ni penséis siquiera
(^)ue, menos que vosotros encendido,
Al viento dé mi espada la postrera:
Que aun no mi corazón gime abatido,
Ni tanto helado de los años fuera,
Que el alta llama que en vosotros arde
Yo desconozca misero y cobarde.
XLVIl.
»Mas ¿qué vale triunfar, qué el ardimiento,
Ni que vale el esfuerzo y la osadía.
Si ciegos y con loco pensamiento
A cierto daño su imprudencia guia?
Cansado el brazo, el pecho sin aliento,
¿Qué al español valdrá su valentía,
Si ni el hierro mellar podrá su espada
De tan continuos golpes fatigada?
EL PELA YO. 43
XLVIII.
»Volve(i la vista ¡oh nobles campeones!
A ese campo de gloria, y ved tendidos
Tintos en sangre intrépidos varones
En medio de los árabes caidos;
Hollados ved del moro los pendones,
Los pendones jamás antes vencidos;
Lueg-o decid si g-alardon merecen
Pechos que tanta hazaña al mundo ofrecen
XLIX.
»DevScansG os pide el esforzado Ibero
Si á moveros mi voz sola no alcanza;
Descanso, sí, para después mas fiero
Blandir su brazo la robusta lanza:
Sus acentos oid, ved al g-uerrero
Cansado ya de sang*re y de matanza;
Os pide solo de reposo un dia,
Y os promete después nueva osadía.
L,
»Un dia solo, y cuando ya mañana
El orbe el sol con su esplendor encienda,
La voz de guerra elévese inhumana
Y el sonoro clarín los aires hienda:
Gózate en tanto, [oh rey! gócese ufana
Tu heroica hueste y su furor suspenda,
Y vosotros ioh nobles compañeros!
Dad á la vaina un punto los aceros.»
LI.
Así robando á la virtud su acento
Dijo el inicuo, y de su labio impuro
44 EL PELAYO.
Encubierto espiró letal aliento
De infausta muerte precursor seguro,
Llamas, guerras, horror, males sin cuento.
Cesó de hablar, y de su centro oscuro
Lanzó tronido horrísono el averno,
Y el rayo asolador vibró el Eterno.
LlI.
Mostró Rodrigo á su lisonja agrado
Y en daño suyo consintió gozoso:
Tembló al traidor el corazón malvado
Cumplido al ver su intento criminoso.
Todos también con pecho confiado
(Que nunca recelara el generoso)
Crédito noble á sus razones dimos,
Y el hierro en nuestra contra convertimos.
LA PROCESIÓN,
LIII.
Abierta entonces de Jerez ofrece
La altiva puerta el pueblo en su contento,
Y marchando magnífico aparece
Sacro concurso en tardo movimiento.
El aura en hondas el incienso mece,
Y humildes gracias al empíreo asiento
Un virgen coro armónico levanta,
Y «hosana, hosana,» sonoroso canta.
EL PELAYO. 45
LIV.
Inmenso pueblo el simulacro santo
Atiende en pos del Salvador del mundo,
Resuena solo reverente el canto.
Reina silencio en derredor profundo.
Sublima el pecho relig'ioso encanto,
Y en paz trocado el ánimo iracundo.
La huesee sig*ue en muestra respetuosa,
Y desnuda la frente y humildosa.
LV.
Preceden la alta pompa los pastores
Sacros ministros de Jesús divino.
Parte su estola auríferos colores
Sobre la veste candida de lino:
Orlas de lauro y de vistosas flores
Penden al asta del cruzado sino,
Y allí Rodrigo respetuoso guia
En pos la augusta ceremonia pía.
LVI.
Las tiendas cercan, y el glorioso acento
Se siente al eco resonar suave,
Calma su ruido misterioso el viento,
Suspende el canto embebecida el ave,
Bendice el campo de la lid sangriento
El sacerdote en aparato grave^,
Tornan y al muro majestuosos giran
¡Míseros! ;ay! y jubilo respiran.
LVII.
El campo todo venturoso ríe:
Allí la virgen tímida y atenta
La vista esparce, y el mancebo engríe
4() EL PELAYO.
Su noble pecho y animarla intenta.
El padre anciano con placer sonrie
Si el ternezuelo infante, cuando ostenta
A sus ojos las armas, temeroso
Se abrig*a al seno de su madre ansioso.
LVIIT.
Tremolan despleg*adas las banderas
(Guerreros nuestros en el campo moro,
Y relumbran gallardas las cimeras
Y armas y petos enmoldados de oro;
Suenan confusas voces placenteras,
Himnos alza tal vez juvenil coro,
Y fiesta y triunfo y alg-azara y canto
Presagios son de esclavitud y llanto.
FRAGMENTO CUARTO.
Un alcázar de pórfido luciente
Junto al famoso Bétis se levanta,
Do la riqueza y esplendor de oriente
Los muros y artesones abrillanta;
Las puertas son de bronce refulgente,
Y con soberbia y aparato, espanta
Fuerte escuadrón en torno de guerreros
Con sendas lanzas y semblantes fieros.
II.
Allí entre el oro y seda que atavía
Aromática estancia y opulenta,
EL PELAYO. 47
Trono de bullidora pedrería
Al moro rey con majestad sustenta:
Torvos los ojos y la faz sombría
Ora el monarca pensativo ostenta;
Que arde su pecho en bárbaro coraje
Del rey de Murcia al temerario ultraje.
m
En torno de él respetuosa imita
La corte toda su silencio triste,
Y de la sombra que su faz marchita
Su rostro cada cual cubre y reviste:
La saña misma que al monarca irrita
En muchos nobles con furor asiste,
Y oculta á otros la cristiana injuria.
Del airado Aldaimon tiemblan la furia.
Con ceño adusto un árabe altanero
Y de estatura y miembros de gigante,
Junto á la silla del monarca fiero
Fija en él su mirada centellante;
El silencio fatal rompe el primero
Con formidable muestra y arrogante,
Y sin respeto y con acento airado
Al fin prorumpe, de callar cansado.
V.
«Aldaimon, Aldaimon, ¿adonde el brio
Del musulmán está? ¿dónde la guerra
Y del profeta santo el poderío
Que á las naciones míseras aterra?
¡Maldiga Alá la paz que da al impío
Segura vida y júbilo en la tierra!
Hunda su reino el Dios de las venganzas,
Y adornen sus cabezas nuestras lanzas.
48 EL PELAyO<
VI,
^>Arma tus fuertes, junta tus varones,
í^)ue yo á su frente por Alá te juro
En un lag-o de sang-re las legiones
El odio ahogar del nazareno impuro;
Del profeta los candidos pendones
Brillen de ^Murcia en el vencido muro,
Y en aquel de su Dios altar maldito
La espada eleve nuestro santo rito.»
vil.
Dijo, y rugando la ceñuda frente
VIII.
«Mas no tú solo, intrépido mancebo,
irás á dar á mi furor templanza,
Que yo cual tú también el ansia apruebo
De gloria y de combate y de matanza;
Sienta ese rey, que con insulto nuevo
Mi corazón excita le venganza.
Que si perdono al mísero enemigo
Del rebelde también doblo el castigo.
IX.
»Vé, Solimán: las huestes agarenas
Manda aprestar, y la trompeta al viento
De Córdoba publique en las almenas
A España mi terrible mandamiento.»
i^ijOj y 1^ escucha el musulmán apenas,
Cuando por medio en ademan violento
Rompe, y á obedecerle se retira,
Y celoso del rey se abrasa en ira.
EL PELA YO. 49
X.
Con grata muestra entonces del tirano
Todos humildes el intento aprueban,
Y sobre el pecho, al uso mahometano,
inclinando la faz^ las manos llevan :
Luego un murmullo con semblante ufano
Unos con otros razonando elevan ;
Mas ya Aldaimon á hablarles se prepara
Y el sordo ruido de repente para.
XI.
«Campeones de Dios, ¡oh descendientes
Del ínclito Ismael! la luz primera
Verá de nuestras glorias esplendentes
Al aire tremolada la bandera.
Ella g*uió el valor de los creyentes
Cuando del Guadalete en la ribera,
En manos de Tarif brilló aquel dia
Que extendió la ag-arena monarquía.
XII.
»Ella miró vencidos desplomarse
Los altos muros de la gran Toledo,
Y la altivez de Mérida humillarse ;
Y al cántabro feroz impuso miedo.
Torne al viento mañana á desplegarse,
Y al alma infunda el celestial denuedo
Que intimida al infiel : Dios le condena
A eterna muerte ó á servil cadena.»
XIII.
Dijo, y del trono aurífero desciende
Con lento paso y ceño majestuoso,
Y á un lado y otro del salón se extiende
4
50 EL PELA YO.
Y ante él se postra el séquito liumildoso.
Tal si en ig-nota soledad sorprende
Oscura noche al labrador medroso
Si de repente ve fada divina,
En mudo pasmo la rodilla inclina.
FRAGMENTO QUINTO.
DESCRIPCIÓN DE UN SERRALLO
De mágicos jardines rodeado,
Se alza un rico salón, donde descansa
El moro rey, cuando el fatal cuidado
Y cortesano estrépito le cansa:
En él ahora al júbilo entregado,
Del fiero pecho la crueldad amansa
Plácido canto que deleite inspira
Al son de blanda, regalada lira.
II.
Allí cercado del amable coro
Que el de las houris célicas no iguala,
Quemada en pipa de ámbar y de oro,
Planta aromosa el gusto le regala ;
EL PELAYO. 51
Y mientra en hombros de su amada el moro
La cien reclina, de su labio exhala
Humo suave, que en fragante nube
En leves ondas á perderse sube.
III.
Cien lámparas de plata el opulento
Soberbio harem con su esplendor enciende.
Y, en partes horadado el pavimento,
Aromas mil á derramarse ascienden:
Las luces multiplica ciento á ciento
El oro y alabastro en que resplenden,
Y de cristal y azogue relucientes
En jaspe bullen imitadas fuentes.
IV.
Lánguida acaso mora peregrina.
En blanco lecho de damasco y flores
Allí voluptuosa se reclina,
Y en sus ojos amor prende de amores;
En tanto que otra de beldad divina,
Con aguas de riquísimos olores
Baña la negra cabellera riza
Que por la airosa espalda se desliza.
V.
Otra de silfas mil tropa lasciva
Con diademas de oro y de esmeralda
Saltando en danzas ágiles, festiva
Gira y se lanza entre gentil guirnalda;
Y desaciendo el lazo fugitiva,
Desnudo el pecho y la gallarda espalda
La leve seda al movimiento vuela
Y sus formas bellísimas revela.
52 EL PELA YO.
VI.
El ojo en vano penetrar desea
La en torno casi trasparente gasa.
Y aun nada tal vez entre ella vea.
Rápido el pensamiento la traspasa;
Y en tanto en vueltas fáciles ondea
La bella tropa y por las orlas pasa,
Al son suave de las arpas de oro
Resuena el canto en armonioso coro.
Vil.
Sonríe acaso y su aspereza olvida
Viéndolas Aldaimon, y tierno lazo
Téjele en tanto su beldad querida
Con dulce beso y con amante abrazo
A grata calma y á placer convida
Y á deleite suavísimo el regazo
Donde reposa, y por mayor delicia
Blanca y hermosa mano le acaricia.
CUADRO DEL HAMBRE
VIII.
Mas todo en vano fué: bárbaro estrago
Mientras el hambre en la ciudad hacia.
La muerte ya con silencio amago
í^eñalaba sus víctimas impía:
EL PELAYO. 53
Eusca en la madre cariñoso halago
El tierno infante que en su amor confía,
Seco el pecho encontrando: ella le mira,
Y horrorizada el rostro de él retira.
}X,
Gime el anciano en lecho de tormento,
Y ya sintiendo la cercana muerte,
Al hijo tiende el brazo amarillento
Y árido llanto al abrazarlo vierte.
Quien con hórridas muestras de contento
Feliz creyendo su infelice suerte,
A su padre su misma sang*re lleva
Para que de ella se alimente y beba.
X.
Viérase allí grabada en los semblantes
La desesperación : triste suspira
Y eleva aquel las manos suplicantes;
Cual mordiendo en sí mismo en ansia espira,
Tal, clavados los ojos penetrantes,
Morir sus hijos y su esposa mira
Con risa horrible, y muere recrujiendo
Los dientes y las manos retorciendo.
Xí.
Pálido, y flaco, y lánguido, con lento
Paso caminad moribundo hispano;
Sobre su lanza carga el macilento
Cuerpo y se apoya en la derecha mano ;
Los ojos con horror, sin movimiento.
Ávidos fija sobre el muerto hermano,
Y hambriento goza y lo devora, en donde
Avaro cree que á los demás se esconde.
"A i:l pelayo,
XII.
Las calles en silencio sepultadas
Solo ocupan alg-unos moribundos.
Las manos reciamente enclavijadas
Despidiendo tal vez ayes profundos:
Laten en torno entrañas destrozadas
Y miembros de cadáveres inmundos,
Que forzado del hambre asoladora
Cual como grato pasto los devora.
XIII.
Para mayor martirio, les presenta
Con recuerdo fatal su fantasía,
Los manjares tal vez de la opulenta
.Mesa que desdeñaron algún dia:
Ora las aves de rapiña ahuyenta
Ávido el moribundo en su agonía
Disputando el festin, y sus gemidos
Se mezclan con los fúnebres graznidos
XIV.
Cual al lanzar el postrimer aliento.
Ve feroz buitre que sobre él se arroja,
Y en la angustia del último momento
Lucha con él en su mortal congoja:
Los dedos hinca con furor violento
En la entraña del pájaro, que, roja
La corva garra en sangre, aleteando,
Ya con su pico el pecho barrenando.
XV.
El moribundo, lívido el semblante,
Los ojos vuelve en blanco en su agonía^
Mientras tenaz el buitre devorante
EL PE LAYO. 5.1
Alioiida el pico con mayor porfía;
Mas el hombre le aprieta á cada instante:
El ave mas profundizar ansia,
Hasta que así, y el uno al otro junto,
Muertos al fin quedaron en un punto.
FRAGMENTO SEXTO,
I.
Era la noche: el trueno pavoroso
Ronco estallando en torno retumbaba,
Y en mar inmenso el cielo tenebroso
Con violento turbión se desg-ajaba:
El rápido relámpag^o lumbroso
Al aire desprendido serpeaba,
Y ardiendo el rayo en la tiniebla umbría,
Del orbe la honda base estremecía.
II,
Todo era horror, y en la común tristeza
Único asilo el templo sacrosanto;
El muro abandonaba en su flaqueza
El g*uerrero español bañado en llanto;
El tardo incierto paso allí endereza
inmensa turba con horror y espanto,
Y ante la imág^en de Jesús postrados
No osan alzar sus ojos aterrados.
III.
Lejos de todos, solitario g-ime
Cerrado en una lóbreg^a capilla,
56 EL PELA YO.
Y negra pena el corazón le oprime,
El noble jefe de la gran Sevilla;
Ya no alienta su ejército; no esgrime
Ya triunfador la intrépida cuchilla,
Que embebecido en su pensar doliente
Apenas mis cercanos pasos siente.
IV.
Yelmo y escudo aparte descuidados
El anciano á sus pies tendidos tiene,
Y los ojos de lágrimas carg*ados,
Su diestra el rostro lánguido sostiene;
Sus exánimes miembros fatigados
Contra un altar inmóviles mantiene,
Y tan solo los ojos á mi acento
Tornó hacia mi con leve movimiento.
«Noble anciano, exclamé, dura es la muerte
Cuando se acerca inevitable y lenta,
Y no sirve el valor contra la suerte,
Y antes mas bien el infortunio aumenta.
Mas ¿quién resistirá, si un pecho fuerte
Como es el tuyo, desmayado alienta?»
l^ij^? y ^^ tanto el mísero gemia
Y con endeble voz me respondía.
VI.
«Triste en verdad estoy: mas ¡ay! no es leve
La causa de mis lágrimas: ¡dichoso
Tú mil veces, oh joven, que harto breve
Será tu padecer y harto glorioso,
Por mas que en tí con ímpetu se cebe
La cólera del hado rigoroso!
Tú no conoces mi dolor ¡ay triste!
Tú nunca el hijo de tu amor perdiste.
EL PELAYO. 57
VIT.
»Mísero y solo en tanta desventura.
Su dulcísima voz no oiré espirando.
Ni con trémula mano en su tristura
Me cerrará los párpados llorando;
Inútil viejo, de la muerte dura
En mi amarg^o dolor el golpe ansiando,
Solo y en bien de mi ciudad confío,
;0h gran Pelayo! en tu prudencia y brío
VIII.
Mi corazón de lástima llagado,
Mi rostro algunas lágrimas cubrieron
El noble anciano al ver acongojado
Que tantas lides animoso vieron:
Su grave rostro del dolor marcado
Do á par las penas que la edad pusieron
La mano que su frente encanecía,
Pálido aun con majestad lucia.
ÍX
«Teudis, le dije, el ánimo sustenta:
Álzate y viste la luciente malla,
Y el último respiro que te alienta
p]sfuércese á la voz de la batalla.»
«¡Olí joven! respondió: díme, ¿qué intenta
Tu inextinguible ardor? ¿qué medios halla
De salvación tu esfuerzo? ¡Ah! ya te sigo;
Tu voz me reanimó; parto contigo.»
Y esforzándose el héroe á levantarse
Sostenido de mí marchó tardío,
58 KL PELA. YO.
Y en sus láng'uidos ojos inflamarse
Se vio la llama de su antiguo brio:
Como suelen de lumbre colorarse
Las nubes de tormenta en el estío,
El fuego que su espíritu animaba
En su pálido rostro reflejaba.
XI.
Entre tanto en el templo amontonados
Hombres, mujeres, niños se veían.
Y flaco el rostro pálido, aterrados,
Espantosos espectros parecían.
Do á la luz de los rayos apagados
Y las ondeantes lámparas lucían:
A par del trueno el huracán bramaba,
Y del templo en las bóvedas zumbaba.
xíi
Los dos entonces tristes contemplando
Aquellos fuertes, míseros varones,
El llanto de mis ojos enjugando
Por alentar sus fuertes corazones;
«¡Noble esperanza del cristiano bando.
Exclamé, generosos campeones!
Alzad el pecho á contrastar la suerte:
Muramos, sí, pero con digna muerte.
XIII.
»Sí es fuerza perecer como valientes,
Perezcamos al pié del patrio muro:
No es tiempo, amigos, ya de ser prudentes;
La paz, la sumisión, nada hay seguro;
Ora mandan los hados inclementes
EL PELAYO. 59
Morir. ¿Preferiréis al trance duro
Que á cierta gloria y á veng-anza g*uia,
Tan dilatada y misera agonía?»
XIV
Dije, y aquellos héroes á mi acento
El yerto fuego renacer sentían,
Que aun no apagado el generoso aliento
Ni el entusiasmo bélico tenian:
Todos al punto luego en movimiento
Mi voz en derredor solo atendían.
«Guiad, dijeron; á morir marchemos:
A.nsia de perecer todos tenemos.»
XY.
«Alto, dije, á la lid : la noche oscura
Protege ¡oh bravos! el intento mió:
O de una vez muramos con bravura,
O camino nos abra nuestro brio;
Tal vez nuestro valor logre ventura.
Tal vez venganza del alarbe impío.»
Dije, y al punto un escuadrón formaron
Y en medio á los inermes encerraron.
XVI
€on tardo paso, con silencio y calma
A la luz del relámpago partimos.
Llena de angustia y de zozobra el alma,
Y el ánimo á la muerte apercibimos.
Del martirio á alcanzar la ilustre palma
A campo abierto impávidos salimos:
En torno todo de tinieblas lleno
Rugen tan solo el huracán y el trueno.
60 EL PELAYO.
XVII
Entre las densas sombras temerosos
En cieno y agua hundidos avanzamos,
Y con ansia y fatiga, cuidadosos
(^erca del campo musulmán llegamos:
Dóblase la zozobra, y silenciosos
Ante sus tiendas lóbregas paramos;
Prestas las armas, próximo al combate,
De miedo el pecho y de esperanza late.
XVIII.
Mas á su voz por otra repetida
Pronta su hueste se presenta armada,
Y con bárbaro ardor y arremetida
Fulmínase á nosotros agolpada:
En las cristianas lanzas recibida
Fué su improvisa cólera estrellada.
Torna al asalto y dobla la pelea :
El tercio ibero resistiendo ondea.
XÍX.
Sigue el rumor, la confusión se aumenta:
Cuál hunde en las entrañas del amigo
Que apartado de él lidiando cuenta,
El arma destinada al enemigo ;
Este, si descargar el golpe intenta,
Por alto precipicio da consigo ;
Tal piensa allí que á su escuadrón se junta
Y halla en el pecho la imprevista punta.
XX.
Cuál, allí solo contra mil pelea
Y al frente y al redor hiere y maltrata ;
EL PELAYO. íil
Y en tanto que la maza aquel rodea
Otro le oprime el brazo y la arrebata.
Ya un escuadrón cejando titubea,
Y otra vez vuelve, y carga y desbarata:
Ora cedemos ya ; ya paso abrimos ;
Ya tórnanlo á cerrar, ya al fin rompimos.
EL ÁNGEL Y EL POETA. '"
ÁNGEL,
¿Osas trepar, poeta, á la montaña
De oro del zenit?
POETA.
¿Quien quier que seas,
4ng*el sublime, del empíreo cielo
Radiante aparición, ó del profundo
Príncipe condenado á eterno duelo
Y á llanto eterno: dame que del mundo
Rompa mi alma la prisión sombría.
Mis pies desprende de su lodo inmundo,
Y en alas de Aquilón álzame y guía!
ÁNGEL.
¡Oli hijo íle Uain! sobre tu frente
{{) Esta composición que salió á luz en El Iris en 1811, eslaba desliii;
du ú foniiar parte de E¡ D'abh Mundo.
()2 EL ÁNGEL Y EL POETA.
Lii orgullo irreverente
(irabaclo está, y tu loco desatino:
De tus negros informes pensamientos
Las nubes, que en oscuro remolino
Sobre ella apiñan encontrados vientos,
Y el raudo sulco de amarilla lumbre,
Que en pálida vislumbre.
Ráfaga incierta de la luz divina,
Sus sombras ilumina,
Muéstrame en tí al poeta.
El alma en guerra con su cuerpo inquieta!
Muéstrame en tí la descendencia en fin
liebelde y generosa de Cain!
¡Tú mas alto, poeta, que los reyes,
Tú cuyas santas leyes
Son las de tu conciencia y sentimiento;
Que á penetrar el pensamiento arcano
Osas alzar tu noble pensamiento,
Del mismo Dios, en tu delirio insano!
¡Y sientes en tu espíritu la grave.
Maravillosa música suave,
Y del mundo sonoro la armonía!
¡Qué indeficiente y fria
Sientes vil la palabra á tu deseo,
Y en vértig'O perpetuo y devaneo,
Y en insomnio te agitas
Y en pos de tu ansiedad te precipitas!
;Que ora tras la esperanza,
Que acaso finges, tu ilusión se lanza,
Ora piedad imploras
Y con la hiél de los recuerdos lloras,
Ora desesperado desafías
iiebelde á Dios y en tu rencor porfías! 1 1
Álzate en fin y rompe tu cadena,
Y el alma noble y de despecho llena
A las legiones célicas levanta,
Y rueden en montón bajo tu planta
EL ÁNGEL y EL POETA. 6:i
Los cetros, las tiaras, las coronas,
1.a hermosura y el oro, el barro inmundo,
Cuanto es escoria y resplandor del mundo,
Y en tu mente magnífica eslabonas!
POETA.
¡Sí, levántame, sí; sobre las alas
Cabalgue yo del huracán sombrío,
Cruce mi mente las etéreas salas.
Llene mi alma el seno del vacío!
Sobre mi frente el rayo se desprenda,
Mi frente en Dios, mi planta en el profundo^
Y al contemplar al Hacedor del mundo
Mi espíritu en su espíritu se encienda!
¡Oh Ángel! yo he vivido
En la inmensa baraja confundido
De los hombres; y títulos y honores
Mi orgullo desdeñó: sobre mi frente
Reflejaba tal vez ricos colores
La luz de la esplendente poesía,
Y esta marca divina que llevaba
De los hombres tal vez me distinguía
Y sobre ellos tal vez me levantaba!
Un vago indefinible sentimiento.
Como el sutil aliento
Del aura leve del Abril florido,
En mi espíritu insomne se agitaba,
Y en doliente gemido
Sólo del triste corazón sentido.
Pasando por mi alma suspiraba!
Ni palabra, ni grito, ni lamento
Hallé á expresar bastante
Esta secreta voz del pensamiento.
Este vertiginoso é incesante
Movimiento del ánimo y trastorno!
Yo apostrofaba al mundo en su carrera,
64 i:l ángel y kl poeta.
Giraba el mundo indiferente en torno.
Y en vano y débil mi lamento eral
jOh! ;mi triste lamento
Era un leve sonido en la armonía
Del eterno tormento
Del mundo y su ag*onía!
Cada g-rano de arena, cada planta.
El vil insecto, la indomable fiera
Que con rugidos el desierto espanta,
El águila altanera,
Que el sol á mirar sube
[Sobre el vellón de la remota nube,
Oí lanzaban la doliente queja
De su eterno dolor y su amargura!
¡Marañada madeja
Este mundo, de duelo y desventural...
Las aguas de las fuentes suspiraban,
Las copas de los árboles gemían,
Las olas de la mar se querellaban,
Los aquilones de dolor rugían!...
SERENATA,
Delio á las rejas de Elisa
Le canta en noche serena
Sus amores:
líaya la luna, y la brisa
Al pasar plácida suena
Por las flores.
SERENATA. 65
Y al eco que va formando
El arroyuelo saltando
Tan sonoro,
Le dice Delio á su hermosa
Kn cantinela amorosa:
«Yo te adoro.»
En el regazo adormida
Del blando sueño, presentes
Mil delicias,
En tu ilusión embebida
Feliz te fing-es, y sientes
Mis caricias.
Y en la noche silenciosa,
Por la pradera espaciosa
Blando coro
Forman, diciendo á mi acento.
El arroyuelo y el viento:
«Yo te adoro.»
En derredor de tu frente
Leve soplo vuela apenas
Muy callado,
Y allí esparcido se siente
Dulce aroma de azucenas
Keg-alado.
Que en fragancia deleitosa
Vuela también á la diosa
Que enamoro.
El eco g-rato que suena,
Oyendo mi cantinela:
«Yo te adoro.»
Del fondo del pecho mió
Vuela á tí suspiro tierno
Con mi acento:
6i^ SERENATA.
En él, mi Elisa, te envío
El fuego de amor eterno
Que yo siento.
Por él, mi adorada hermosa.
Por esos labios de rosa,
De tí imploro
Que le escuches con ternura,
Y le oirás como murmura:
«Yo te adoro.»
Despierta y el lecho deja;
No prive el sueño tirano
De tu risa
A Delio, que está á tu reja,
Y espera ansioso tu mano
Bella Elisa.
Despierta, que ya pasaron
Las horas que nos costaron
Tanto lloro;
Sal, que gentil enramada
Dice á tu puerta enlazada:
«Yo te adoro.»
LONDRES, 1828.
SERENATA.
Despierta, hermosa señora.
Señora del alma mia:
Den luz á la noche umbría
Tus ojos que soles son.
SERENATA. 67
Despierta, y si acaso sientes
Tu corazón conmovido,
Es que responde al latido
De mi amante corazón.
Oye mi voz.
La flor mas pura y galana
Que el abril fecundo adora,
Al despuntar de la aurora
Perfuma el primer albor:
Pero es mil veces mas puro
De tu boca el blando aliento
Si perfuma en torno el viento
Tierno suspiro de amor.
Oye mi voz.
Adiós, mis dulces amores,
Que envidiosa el alba fria
Ya raya en Oriente el dia
Por turbar nuestro placer:
Adiós, señora: mi alma
Dejo, al partirme, contigo:
Amante triste, maldigo,
Aurora, tu rosicler.
Guárdame fe.
LAS QUEJAS DE SU AMOR <
1)
Bellísima parece
Al vastago prendida,
(1) Publicada en La América, en 12 de Mayo de ]Xi'>().
68 LAS QUEJAS DE SU AMOR.
Gallarda y encendida
De abril la linda flor:
Empero muy mas bella
La virgen ruborosa
Se muestra, al dar llorosa
Las quejas de su amor.
Suave es el acento
De dulce amante lira,
Si al blando son suspira
De noche el trovador;
Pero aun es mas suave
La voz de la hermosura
Si dice con ternura
Las quejas de su amor.
Grato es en noche umbría
Al triste caminante
Del alba radiante
Mirar el resplandor;
Empero es aun mas g-rato
Al alma enamorada
Oir de su adorada
Ljas quejas de su amor.
A UNA DAMA BURLADA
Dueña de rubios cabellos,
Tan altiva,
Que creéis que basta el vellos
Para que un amante viva
Á UNA DAMA BURLADA, 69
Preso en ellos
El tiempo que vos queréis;
Si tanto ing-enio tenéis
Que entretenéis tres g-alanes,
¿Cómo salieron mal hora,
Mi señora,
Tus afanes?
Pusiste gesto amoroso
Al primero;
Al segundo el rostro hermoso
Le volviste placentero;
Y con doloso
Sortilegio, en tu prisión
Entró un tercer corazón:
Agiste á tus pies tres galanes,
Y diste, al verlos rendidos,
Por cumplidos
Tus afanes.
¡De cuántas mañas usabas
Diligente!
Ya tu voz al viento dabas,
Ya mirabas dulcemente,
O ya hablabas
De amor, ó dabas enojos;
Y en tus engañosos ojos,
A un tiempo los tres galanes
Sin saberlo tú, leian
Que mentían
Tus afanes.
Ellos de ti se burlaban;
Tú reias;
Ellos á tí te engañaban,
Y tú, mintiendo, creias
Que te amaban:
A UNA DAMA BURLADA.
Decid, ¿quién aquí engañó?
^.Quién aquí ganó ó perdió?
Sus deseos tus galanes
Al fin miraron cumplidos,
Tú fallidos
Tus afanes (1).
Á MATILDE
Aromosa blanca viola, '
Pura y sola en el pensil, \
Embalsama regalada
La alborada del Abril.
Junto al margen florecido
De escondido manantial, :
Solo avisa de su estancia
Su fragancia virginal. \
Allí el aura sosegada |
Con callada timidez, j
Hiere apenas cariñosa |
Su donosa candidez. ;
Silencioso el arroyuelo, |
Con recelo besa el pié, I
Y no dice su ternura ¡
Ni murmura su desdén. I
fl ) Kslos versos componen una canción que el autor puso en hoca del
]»aje .limeño en la novela histórica titulada Sandio Saldnña ó d Caxífllnno
de CueUar.
Á MATILDE. 71
Y SU imagen mira en ella
La doncella con rubor,
Que es la viola pudorosa
Flor hermosa del candor.
Tal, Matilde, brilla pura
Tu hermosura celestial,
Y es mas plácida tu risa
Que la brisa matinal.
Nunca turbe con enojos
Los tus ojos el amor;
Siempre añada tu alegría
Lozanía á tu esplendor.
Y el que brilla refulgente
Claro oriente de tu edad.
Nube impura no mancille,
Siempre brille tu beldad.
Mas si gala al bosque umbrío
El rocío suele dar.
Porque aumente así tu encanto,
Vierte el llanto de piedad.
Y, venida tú del cielo
Por consuelo al infeliz,
Brillarás modesta y sola
Cual la viola del Abril.
Londres. 1H82.
72 k LA NOCHE
MADRIGAL.
Son tus labios un rubí
Partido por g-ala en dos,
Arrancado para ti
De la corona de un Dios.
A LA NOCHE
ROMANCE.
Salve, oh tú, noche serena,
Que el mundo velas augusta
Y los pesares de un triste
Con tu oscuridad endulzas.
El arroyuelo á lo lejos
Mas acallado murmura,
Y entre las ramas, el aura
Eco armonioso susurra.
Se cubre el monte de sombras
Que las praderas anublan,
A LA NOCHE. /•>
Y las estrellas apenas
Con trémula luz alumbran.
Melancólico ruido
Del mar las olas murmuran,
Y fatuos, rápidos fuegos
Entre sus ag*uas fluctúan.
El majestuoso rio
Sus claras ondas enluta,
Y los colores del campo
Se ven en sombra confusa.
Al aprisco sus ovejas
Lleva el pastor con presura,
Y el labrador impaciente
Los pesados bueyes punza.
En sus liogarras le esperan
Su esposa y prole robusta,
Parca cena preparada
Sin sobresalto ni angustia.
Todos suave reposo
En tu calma ¡oh noche! buscan,
Y aun las lágrimas tus sueños
Al desventurado enjugan.
;0h qué silencio! ¡oh qué grata
Oscuridad y tristura!
¡Cómo el alma contemplaros
En sí recogida gusta!
Del mustio agorero buho
El ronco graznar se escucha.
Que el magníñco reposo
Interrumpe de las tumbas.
Allá en la elevada torre
Lánguida lámpara alumbra,
74 k LA NOCHE.
Y en derredor neg*ras sombras,
Agitándose, circulan.
Mas ya el pértig-o de plata
Muestra naciente la luna,
Y las cimas del otero
De candida luz inunda.
Con majestad se adelanta
Y las estrellas ofusca,
Y el azul del alto cielo
líeverbera eu lumbre pura.
Deslizase manso el rio,
Y su luz trémula ondula
bln sus ag-uas retratada.
Que, terso espejo, relumbran.
Al blando batir del remo
Dulces cantares se escuchan
Del pescador, y su barco
Al plácido rayo cruza.
El ruiseñor á su esposa
Con vario cántico arrulla,
Y en la calma de los bosques
Dice él solo sus ternuras.
Tal vez de algún caserío
Se ve subir en confusas
Ondas el humo, y por ellas
Entreclarear la luna.
Por el espeso ramaje
Penetrar sus rayos dudan,
Y las hojas que los quiebran.
Hacen que tímidos luzcan.
Ora la brisa suave
Entre las flores susurra,
Á LA NOCHE. 75
Y de sus gratos aromas
El ancho campo perfuma.
Ora acaso en la montaña,
Eco sonoro modula
Algún lánguido sonido,
Que otro á imitar se apresura.
Silencio, plácida calma
A algún murmullo se juntan
Tal vez, haciendo mas grata
La faz de la noche oscura.
¡Oh! salve, amiga del triste,
Con blando bálsamo endulza
Los pesares de mi pecho.
Que en tí su consuelo buscan.
ROMANCE .
Raya la naciente luna
En la cumbre del Oreb,
Y armado un fuerte guerrero
En la campiña se ve.
Al melancólico rayo
Brilla una cruz en su arnés;
Paladín es que defiende
La santa Jerusalen.
Del Jordán camina al paso
Siguiendo el curso tal vez,
76 ROMANCE.
liicamente enjaezado
Su gallardo palafrén.
En tanto á su encuentro sale
Un árabe en su corcel,
Con lanza corta y alfang-e
Y reluciente pavés.
Al trotar crujen sus armas,
Y el paladín, que le ve,
Suelta al caballo la rienda
Y arranca contra el infiel.
Pronto el árabe se apresta,
Ganoso de gloria y prez,
Y, el diestro brazo á la espalda,
Tira gallardo á ofender.
La lanza vuela silbando
Y del cristiano á los pies.
Perdido el tiro, penetra.
La tierra haciendo tremer.
«Ríndete, moro, le grita,
Tu recio furor deten.
Yo soy Ricardo.» — «¿Qué importa,
Si yo soy Abenamet?»
Y un bárbaro golpe fiero
Le descarga al responder,
Y su alfange damasquino
El yelmo taja á cercen.
Ya un hacha tremenda agita
Sañudo el monarca inglés.
Que hiende el turbante, y hiende
La cabeza del infiel:
Hacha grave que ninguno
De cuantos visten arnés,
l^i aun puestas entrambas manos
Pudiera apenas mover.
18:35.
EL PESCADOR. 77
EL PESCADOR
Pescadorcita mia.
Desciende á la ribera,
Y escucha placentera
Mi cántico de amor;
Sentado en sn barquilla
Te canta su cuidado,
Cual nunca enamorado
Tu tierno pescador.
La noche el cielo encubre
Y calla manso el viento,
Y el rnar sin movimiento
También en calma está:
A mi batel desciende
Mi dulce amada hermosa:
La noche tenebrosa
Tu faz alegrará.
Aquí, apartados, solos,
Sin otros pescadores,
Suavísimos amores
Felice te diré,
Y en esos dulces labios
De rosas y claveles.
El ámbar y las mieles
Que vierten, libaré.
La mar adentro iremos
En mi batel cantando,
Al son del viento blando
Amores y placer;
78 EL PESCADOR.
llegalaréte entonces
^lil varios pesecillos,
Que al verte, simplecillos
De tí se harán prender.
De conchas y corales
Y nácar á tu frente
Guirnalda reluciente,
Mi bien, te ceñiré;
Y eterno amor vil veces
Jurándote, cumplida
En tí, mi dulce vida.
Mi dicha encontraré.
No el hondo mar te espante,
Ni el viento proceloso,
Que al ver tu rostro hermoso
Sus iras calmarán;
Y sílfides y ondinas,
Por reina de los mares
Con plácidos cantares
A par te aclamarán.
Ven ¡ay! á mi barquilla:
('ompleta mi fortuna:
Naciente ya la luna
Refleja al ancho mar:
Sus mansas olas bate
Suave, leve brisa;
Ven ¡ay! mi dulce Elisa,
Mi pecho á consolar.
ÓSCAR Y MALVINA.. 19
ÓSCAR Y MALVINA.
IMITACIÓN DEL ESTILO DE OSÍAN.
(A tale of the timen of ola,)
LA DESPEDIDA.
Magnífico Morven, se alza tu frente
De sempiterna nieve coronada:
kX hondo valle bramador torrente
De tu cumbre enriscada
Se derrumba con ímpetu sonante,
Y zumba allá distante.
La lira de Osian resonó un dia
En tu breñosa cumbre:
Tierna melancolía
Vertió en la soledad, y repetiste
Su acento de dolor, lánguido y dulce
Como el recuerdo del amante triste
De su amada en la tumba.
El eco de su voz clamando «guerra,»
Al rumor del torrente parecía
Que en silencio retumba.
Aun figuro tal vez que las montañas
De nuevo esperan resonar su acento,
Cual, muda la ribera.
De las olas que tornan.
El ronco estruendo y el embate espera.
¿Dónde estás, Osian? ¿En los palacios
^0 ÓSCAR Y MALVINA.
De las nubes ag-itas la tormenta,
O en el collado gira allá en la noche
Vag-arosa tu sombra macilenta?
Siento tierno quejido,
Y oig*o el nombre de Osear y de Malvina
Del aura entre el ruido,
Si el alta copa del ciprés inclina;
Y al resonar el hijo de la roca,
Cuando su voz pe pierde
Cual la luz de la luna entre la niebla,
Mi mente se fig-ura
Que escucho tus acentos de dulzura.
Miro el alcázar de Fing-al cubierto
De innoble musg-o y yerba,
Y en silencio profundo sepultado
Como la noche el mar, el viento en calma.
¿Do las armas están? ¿Dónde el sonido
Del escudo batido?
¿Do de Caril la lira delicada.
Las fiestas de las conchas 3^ tu llanto,
Móina desconsolada?
Blando el eco repite
Segunda vez el nombre de Malvina
Y el de su dulce Osear: tiernos se amaron:
Gim^e en su losa de la noche el viento,
Y repite sus nombres que pasaron.
Osear, de negros ojos: en las paces
Dulce su corazón como los rayos
Del astro bello precursor del dia;
Y fiero en la batalla de la lanza,
A la suya seguia
La muerte que vibraba su pujunza.
Llamó al héroe la guerra
Que el tirano Cairvar fiero traia,
Y su Malvina hermosa.
Tierno llanto vertiendo, le decia:
¿Dónde marchas, Osear? Sobre las rocas,
ÓSCAR Y MALVINA. 81
Donde braman los vientos,
Me mirarán llorar mis compañeras:
No mas fatig-aré, vibrando el arco,
Por el monte las fieras,
Ni á tí cansado de la ardiente caza
Te esperaré cuidosa.
No oiré ya mas la voz de tus amores,
Ni mi alma estará nunca g-ozosa.
«¿En dónde está mi Osear?» á los guerreros
Preguntaré anhelante;
Y ellos pasando junto á mí ligeros
Responderán: «¡Murió!» Dice, y espira
En sollozos su acento, mas suave
Que del arpa el sonido,
Al vislumbrar la luna
El solitario bosque y escondido.
«Destierra ese temor, Malvina mia.»
Osear responde con fingido aliento ;
«Muchos los héroes son que Fingal manda:
Caiga el fiero Cairvar y yo perezca
Si es forzoso también ; mas tú, Malvina,
Bella como la edad de la inocencia,
Vive, que ya destina
Himnos el bardo á eternizar mi gloria.
Mis hazañas oirás, y entre las nubes
Yo sonreiré feliz, y vagaroso
Allá en la noche fria
Bajaré á tu mansión: verás mi sombra
Al triste rayo de la luna umbría.»
Y dice, y se desprende de los brazos
De su infeliz Malvina:
A pasos rapidísimos avanza,
Y á la llama oscilante
De las hogueras del extenso campo.
Brillar se ven sus armas, cual radiante,
liápida exhalación. Yace en silencio
El campamento todo,
82 OSCAU Y MALVINA.
Y solo al eco repetir se siente i
El crujir al andar de su armadura,
Y el blando susurrar del manso ambiente. '
Cual por nubes la luna silenciosa
Su luz quebrada envía
Trémula sobre el mar que la retrata,
Que ora se ve brillar, ora perdida, \
Pardo vellón de nube la arrebata, \
CAelo y tierra en tinieblas sepultando; \
Así á veces Osear brilla y se pierde, '
La selva atravesando. !
EL COMBATE
Cairvar yace adormido ;
Y tiene junto á sí lanza y escudo, i
Y relumbra su yelmo I
Claro á la llamarada reluciente I
])e un tronco carcomido, !
Casi despojo de la llama ardiente, j
Mitad de él á cenizas reducido. I
«Levántate, Cairvar,» Osear le grita; I
«Cual hórrida tormenta
Eres tú de temer; mas yo no tiemblo:
Desprecio tu arrogancia y osadía: i
La lanza apresta y el escudo embraza; \
Álzate pues, que Osear te desafía.» ;
Cual en noche serena i
Súbito amenazante, inmensa nube |
La turbulenta mar de espanto llena, I
Se levanta Cairvar, alto cual roca \
De endurecido hielo. \
«¿Quién osa del valiente,» '
ÓSCAR Y MALVINA. 83
En voz tronante grita,
«Ora turbar el sueño? ¿y quién irrita
La cólera á Cairvar omnipotente?»
«Vigoroso es tu brazo en la pelea,
Rey de la mar de aurirolladas olas,»
Osear de negros ojos le responde,
«Hará ceder tu indómita pujanza,»
Como el furor del viento proceloso
Ondas con ondas con bramido horrendo
Estrella impetuoso.
Los guerreros ardiendo se arremeten
Y fieros se acometen.
Chispea el hierro, la armadura suena:
Al rumor de los golpes gime el viento,
Y su son dilatándose violento,
Al ronco monte atruena.
Cayó Cairvar como robusto tronco
Que tumba el leñador al golpe rudo
De hendiente hacha pesada,
Y cayó derribada
Su soberbia fiereza,
Y su insolente org-ullo y aspereza.
Mas ¡ay! que moribundo
Osear yace también: ¡triste Malvina!
Aun no los bellos ojos apartaste
Del bosque aquel que le ocultó á tu vista.
Y del último adiós aun no enjugaste
Las lágrimas hermosas,
Tú, mas dulce á tu Osear que las sabrosas
Auras de la mañana,
Siempre sola estarás; si entre las selvas
Pirámide de hielo
Reverbera á la luna ;
En tu ilusión dichosa
Figurarás tu amante,
84 ÓSCAR Y MALVINA.
Pensando ver su cota fulgorosa:
Pasará tu delirio,
Y verterás el llanto de amarg-ura
Sola y desconsolada
«¡Ay! ¡Osear pereció!» gemirá el viento
Al romper la alborada,
Y al ocultar el sol la sombra oscura
De la noche callada.
AL SOL.
HIMNO. I
Para y oyéme ¡oh sol! yo te saludo j
Y extático ante tí me atrevo á hablarte: ■
Ardiente como tú mi fantasía, ¡
Arrebatada en ansia de admirarte, í
Intrépidas á tí sus alas guia.
jOjalá que mi acento poderoso.
Sublime, resonando,
Del trueno pavoroso i
La temerosa voz sobrepujando, j
¡Oh sol! á tí llegara ]
Y en medio de tu curso te parara !
¡Ah! si la llama que mi mente alumbra
Diera también su ardor á mis sentidos; i
Al rayo vencedor que los deslumhra i
Los anhelantes ojos alzarla, \
Y en tu semblante fúlgido atrevidos, 5
:\nrando sin cesar, los fijarla. i
jCuánto siempre te amé, sol refulgente! ;
Con qué sencillo anhelo,
ÓSCAR Y MALVINA. S5
Siendo niño inocente,
Seg'uirte ansiaba en el tendido cielo,
Y extático te via
Y en contemplar tu luz me embebecía!
De los dorados límites de Oriente
Que ciñe el rico en perlas Océano,
Al término sombroso de Occidente,
Las orlas de tu ardiente vestidura
Tiendes en pompa, augusto soberano,
Y el mundo bañas en tu lumbre pura.
Vivido lanzas de tu frente el dia,
Y, alma y vida del mundo.
Tu disco en paz majestuoso envía
Plácido ardor fecundo,
Y te elevas triunfante.
Corona de los orbes centellante.
Tranquilo subes del cénit dorado
Al regio trono en la mitad del cielo,
De vivas llamas y esplendor ornado,
Y reprimes tu vuelo:
Y desde allí tu fúlgida carrera
Rápido precipitas,
Y tu rica encendida cabellera
En el seno del mar trémula agitas,
Y tu esplendor se oculta,
Y el ya pasado dia
Con otros mil la eternidad sepulta.
iCuántos siglos sin fin, cuántos has visto
En tu abismo insondable desplomarse!
¡Cuánta pompa, grandeza y poderío
De imperios populosos disiparse!
¿Qué fueron ante tí? Del bosque umbrío
rfecas y leves hojas desprendidas,
Que en círculos se mecen
Y al furor de Aquilón desaparecen.
Libre tú de tu cólera divina,
Yiste anegarse el universo entero,
í:<6 OSCAK Y MALVINA.
Cuando las ag'uas por Jehová lanzadas,
Impelidas del brazo justiciero
Y á mares por los vientos despeñadas,
Bramó la tempestad: retumbó en torno
El ronco trueno y con temblor crug*ieron
Los ejes de diamante de la tierra:
Montes y campos fueron
Alborotado mar, tumba del hombre.
Se estremeció el profundo;
Y entonces tu, como señor del mundo,
Sobre la tempestad tu trono alzabas
Yestido de tinieblas,
Y tu faz engreías,
Y á otros mundos en paz resplandecías.
Y otra vez nuevos siglos
Viste llegar, huir, desvanecerse
En remolino eterno, cual las olas
Llegan, se agolpan y huyen de Océano,
Y tornan otra vez á sucederse;
Mientra inmutable tú, solo y radiante
;0h sol! siempre te elevas,
Y' edades mil y mil huellas triunfante.
¿Y habrás de ser eterno, inextinguible.
Sin que nunca jamás tu inmensa hoguera
Pierda su resplandor, siempre incansable,
Audaz siguiendo tu inmortal carrera,
Hundirse las edades contemplando,
Y solo, eterno, perenal, sublime,
Monarca poderoso, dominando?
^^o; que también la muerte.
Si de lejos te sigue,
No menos anhelante te persigue.
¿Quién sabe si tal vez pobre destello
Eres tú de otro sol que otro universo
Mayor que el nuestro, un dia
Con doble resplandor esclarecía!!!
Goza tu juventud y tu hermosura,
ÓSCAR Y MALVINA. 87
¡Oh sol! que cuando el pavoroso día
Llegue, que el orbe estalle y se desprenda
De la potente mano
Del Padre soberano,
Y allá á la eternidad también descienda,
Deshecho en mil pedazos, destrozado,
Y en piélag'os de fuego
Envuelto para siempre y sepultado;
De cien tormentas al horrible estruendo.
En tinieblas sin fin tu llama pura
Entonces morirá: noche sombría
Cubrirá eterna la celeste cumbre:
Ni aun quedará reliquia de tu lumbrelü
CANCIONES.
LA CAUTIVA.
Ya el sol esconde sus rayos,
El mundo en sombras se vela,
El ave á su nido vuela
Busca asilo el trovador.
Todo calla: en pobre cama
Duerme el pastor venturoso;
En su lecho suntuoso
^Se agita insomne el señor.
Se agita; mas ¡ay! reposa
Al fin en su patrio suelo;
NS LA CAUTIVA.
Xo llora en mísero duelo \
La libertad que perdió: i
Los campos ve que á su infancia ;
Horas dieron de contento, j
Su oido halaga el acento 1
Del país donde nació.
No gime ilustre cautivo
Entre doradas cadenas,
Que si "bien de encanto llenas, '
Al cabo cadenas son. ;
Si acaso triste lamenta, i
En torno ve á sus amigos,
Que, de su pena testigos, ]
Consuelan su corazón.
La arrogante erguida palma ¡
Que en el desierto florece, j
Al viajero sombra ofrece, !
Descanso y grato manjar: !
Y, aunque sola, allí es querida
Del árabe errante y fiero.
Que siempre va placentero
A su sombra á reposar.
Mas ¡ay triste! yo cautiva, >
Huérfana y sola suspiro.
En clima estraüo respiro,
Y amo á un estraño también. \
No hallan mis ojos mi patria; J
Humo han sido mis amores; i
Nadie calma mis dolores, I
Y en celos me siento arder. í
¡Ah! ¿Llorar? ¿Llorar?... no puedo I
Ni ceder á mi tristura, .;
Ni consuelo en mi amargura
Podré jamás encontrar.
LA CAUTIVA. 81>
Supe amar como ninguna.
Supe amar correspondida;
Despreciada, aborrecida,
¿No sabré también odiar?
¡Adiós, patria! ¡Adiós, amores!
La infeliz Zoraida ahora
Solo venganzas implora,
Ya condenada á morir.
No soy ya del castellano
La sumisa enamorada:
Soy la cautiva, cansada
Ya de dejarse oprimir. (1)
LA VUELTA DEL CRUZAD(3
El que ansioso de alta g'loria.
Joven dejó sus hogares
Y, lanzándose á los mares,
Voló á buscar la victoria;
Vencedor del turco fiero
Vuelve el valiente cruzado.
Del sol el rostro tostado
Y tinto en sangre el acero.
Allí, su lanza en la lid
Dio á su renombre esplendor,
Y le cantó el trovador
Como á impávido adalid:
Ora vuelve, en su semblante
,1/ ]<lsla canción también se insertó en la citada novela d" Sanclu'
Saldaña.
<iO LA. VUELTA DEL CRUZADO.
Con cicatrices de heridas j
En honra y pro recibidas i
De la que adora constante. i
Tal vez al verle á su reja ]
Le desconozca la hermosa
Que sensible y cuidadosa
Oyó otro tiempo su queja: i
Mas si no vuelve de Oriente,
Cual antes joven hermoso, I
Vuelve intrépido y brioso ' ;
Y ornada en lauros la frente. j
Y las lunas abatidas |
De los árabes altivos, ^
Cien caballos, cien cautivos, :
Cien cimitarras vencidas, j
El soldado de Sion ;
Rendirá ante su hermosura, i
Y con humilde ternura |
Su constante corazón.
Que por la cruz y en su honor
Ha alcanzado la victoria,
Y su nombre y su memoria
Realzó en la lid su valor, !
Y buscando donde ir I
Á hacer su nombre famoso, !
Vuelve á sus pies venturoso !
Sus laureles á rendir.
CANCIÓN DEL PIRATA
Con diez cañones por banda.
Viento en popa á toda vela
No corta el mar, sino vuela
Mi velero bergantín:
CANCIÓN DEL PIRATA. 91
Bajel pirata que llaman
Por su bravura el Temido.
En todo mar conocido
Del uno al otro confín.
La luna en el mar riela,
En la lona g*ime el viento,
Y alza en blando movimiento
Olas de plata y azul;
Y ve el capitán pirata,
Cantando alegre en la popa,
Asia á un lado, al otro Europa,
Y allá á su frente Stambul. (1)
«Naveg*a, velero mio^,
Sin temor,
Que ni enemigo navio.
Ni tormenta, ni bonanza
Tu rumbo á torcer alcanza,
Ni á sujetar tu valor.
»Veinte presas
Hemos hecho
k. despecho
Del inglés,
Y han rendido
Sus pendones
Cien naciones
A mis pies.
y)(clíie es mi harco mi tesoro,
Qíte es mi Dios la libertad.
Mi ley la fuerza^]/ el medito ,
Mi única patria la mar.
(1) Nombre que dan los turcos á Conslaulinopla.
9-2 CANCIÓN DEL PIRATA.
»Allá muevan feroz guerra,
Ciegos reyes
Por un palmo mas de tierra :
Que yo tengo aquí por mió
Cuanto abarca el mar bravio.
A quien nadie impuso leyes.
»Y no hay playa,
Sea cualquiera,
Ni bandera
De esplendor,
Que no sienta
Mi derecho,
Y dé pecho
A mi valor.
»Quee$mi barco mi tesoro,..
«A la voz de «¡barco viene!»
Es de ver
Como vira y se previene
A todo trapo á escapar:
Que yo soy el rey del mar,
Y mi furia es de temer.
»En las presas.
Yo divido
Lo cogido
Por igual:
Solo quiero
Por riqueza,
La belleza
Sin rival.
>>(^fiíe es mi barco mi tesoro...
»¡Sentenciado estoy á muerte!
CANCIÓN DEL PIRATA. 93
Yo me rio:
No me abandone la suerte,
Y al mismo que me condena,
Colg'aré de alguna entena,
Quizá en su propio navio.
»Y si caigo,
¿Qué es la vida?
Por perdida
Ya la di,
Cuando el yugo
Del esclavo,
Como un bravo
Sacudí.
y>Q.ue es mi barco mi tesoro.,.
»Son mi música meior
Aquilones:
El estrépito y temblor
üe los cables sacudidos,
Del negro mar los bramidos,
Y el rugir de mis cañones.
»Y del trueno
Al son violento,
Y del viento ^
Al rebramar,
Yo me duermo
Sosegado,
Arrullado
Por el mar.
>y(liie es mi harco mi tesoro,
Q.ue es mi Dios la lihertad.
Mi ley la fuerza y el vi en lo,
Mi única patria la mar.
94 EL TEMPLARIO.
EL TEMPLARIO
(Fi'(t(ftuenl() de una leyenda de este titulo.)
Ya tarde en la noche la luna escondía,
Cercana á Occidente, su lívida faz,
Y al Norte, entre nubes, relámpag-o ardía
Que el cielo inundaba de lumbre fugaz:
El Tajo sus aguas con ronco bramido
Despeña, y el eco redobla el fragor,
El bosque se mece con ronco ruido,
De negras tormentas fatal precursor.
Al fuego que el raudo relámpago enciende
Que el monte y la selva parece abrasar,
Un hombre á caballo la margen desciende,
Y al trote se sienten sus armas sonar.
Tal vez á su paso con viva vislumbre
La cruz en su escudo radiante brilló,
Mas luego en tinieblas la rápida lumbre
Al hombre y caballo consigo ocultó.
De un monte en la altura, levanta su frente
Soberbio castillo de ilustre señor,
Ikillantes antorchas le adornan luciente,
Y de arpas y fiestas se escucha el rumor:
Abiertas las rejas, las luces se agitan
Y alegre banquete se deja entrever.
Los néctares dulces al júbilo excitan,
Y á cien caballeros cantando á beber.
Cual negro fantasma de forma medrosa
Que á tímida virgen de noche aterró,
Así en la alta cumbre del monte escabrosa,
YA hombre á caballo veloz pareció.
EL TEMPLARIO. 95
Ai pié del castillo llegando el guerrero,
Alegre relincha su noble trotón:
La rienda recoge, desmonta ligero,
Y para, y escucha sonar la canción.
Del arpa sonora los dulces concentos.
Aplauden con bravos y vivas sin fin,
Y en coro resuenan alegres acentos,
En alto las copas á honor del festin:
Mas luego en silencio la mágica lira
Vibrada suave se torna á escuchar,
Y sigue á su acento que plácido inspira
La voz regalada de aqueste cantar.
En tanto el guerrero que el cántico oía.
Con fuerza en las puertas su lanza chocó,
Y allá en las almenas al punto el vigía
«¿Quién llama á estos muros?» audaz preg-untó.
«Asilo en la noche demanda un guerrero
Que errante camina,» gritó el paladín:
«Abridle,» de adentro sonó un caballero,
«Y encuentre acogida y asiento al festin:
Las gruesas cadenas que el puente suspenden
Con ronco bramido se sienten crugir,
Y bajan el puente, y algunos descienden
Armados guerreros las puertas á abrir.
Su nombre, preguntan; responde el soldado:
«Mi nombre, aunque ilustre, me es fuerza ocultar;
Saber es bastante que soy un cruzado
Que vuelve de tierras de allende del mar.»
Só un manto sencillo de candido lino.
Do roja aparece la espléndida cruz,
Su rostro y sus armas cubrió el paladino,
Los ojos tan solo quedando á la luz:
En ellos ostenta con fiera altiveza.
Fijándolos firmes, intrépido ardor;
j
Oís el templaiuo. i
Mas iueg'o se apaga con fria tristeza.
O usado descuido su noble esplendor. '
Eq tanto dos pajes sirviendo de guía
Conducen al liuésped adentro al salón, ¡
Y sale á su encuentro, con faz de alegría, \
Dejando el banquete, gallardo infanzón: ;
Su mano, por muestra de dar bien venida,
Tendiéndole, dice: «llegado aquí en paz, '
Os dé mi castillo sabrosa acogida, !
Y halléis con nosotros placer y solaz.» \
El huésped, en tanto que el noble le hablara, !
Mantiene los ojos clavados en él, I
Así que, en su rostro, semblanza encontrara |
(^ue antiguos recuerdos preséntanle fiel. \
¿Sois vos, le pregunta, gentil castellano, ;
De aquesta comarca tal vez el señor? j
¿Sois vos el que nombran el conde Lozano,
Honor de Castilla, del moro terror?»
El noble modesto, responde al guerrero:
«Yo soy el que llaman como vos decís.
Empero la fama da un nombre á mi acero
Mas alto que nunca por él merecí. I
»Entrad con nosotros, partid el contento, j
Ilustre soldado de la alta Sion, i
Dirás de tus viajes el plácido cuento, i
Y oiremos tus hechos con grata atención.» i
«Mi vida y mis hechos, el huésped responde, !
Ansiara yo mismo por siempre olvidar;»
Y dice, y su rostro moreno se esconde '
So nube sombría de negro pesar. i
Del sol de la Libia quemado el semblante, j
Sus ojos un punto centellear se ven, ,
Mas luego se apaga su brillo al instante '
Y al fuego que lanzan sucede el desdén.
EL CANTO DEL COSACO. V)7
EL CANTO DEL COSACO.
Donde sienta mi caballo los pií
no vuelve ú nacer yerba.
¡^alabras de A I Ha.
CORO.
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hnrra!
La Europa os ir inda espléndido hotin:
Sangrienta charca sus campiñas sean,
De los grajos su ejército festin.
¡Hurra! ¡á caballo, hijos de la niebla!
Suelta la rienda, á combatir volad:
^.Veis esas tierras fértiles? las puebla
(lente opulenta, afeminada ya.
Casas, palacios, campos y jardines,
Todo es hermoso y refulgente allí:
Son sus hembras celestes serafines,
Su sol alumbra un cielo de zañr.
¡Hurra, cosacos del desierto...
Nuestros sean su oro y sus placeres,
Gocemos de ese campo y ese sol;
Son sus soldados menos que mujeres,
Sus reyes, viles mercaderes son.
Vedlos huir para esconder su oro,
Yedlos cobardes lág-rimas verter...
¡Hurra! volad: sus cuerpos, su tesoro
Huellen nuestros caballos con sus pies.
¡Hurra, cosacos del desierto...
7
98 EL CANTO DEL COSACO.
Dictará allí nuestro capricho leyes, i
Nuestras casas alcázares serán.
Los cetros y coronas de los reyes, i
Cual juguetes de niños rodarán. ;
¡Harra! volad! á hartar nuestros deseos: !
Las mas hermosas nos darán su amor,
Y no hallarán nuestros semblantes feos, :
i}\ie siempre brilla hermoso el vencedor. j
¡Híirra, cosacos del desierto,.. \
j
Desgarraremos la vencida Europa \
Cual tigres que devoran su ración; I
En sangre empaparemos nuestra ropa ]
Cual rojo manto de imperial señor. j
Nuestros nobles caballos relinchando I
Regias habitaciones morarán; i
Cien esclavos, sus frentes inclinando,
Al mover nuestros ojos temblarán. i
¡Hurr a, cosacos del desierto... i
Venid, volad, guerreros del desierto, \
Como nubes en negra confusión, I
Todos suelto el bridón, el ojo incierto,
Todos atrepellándoos en montón.
Id en la espesa niebla confundidos,
Cual tromba que arrebata el huracán, ^
Cual témpanos de hielo endurecidos \
Por entre rocas despeñados van. !
¡Hiirra, cosacos del desierto...
Nuestros padres un tiempo caminaron *^
Hasta llegar á una imperial ciudad; ^
Un sol mas puro es fama que encontraron^
Y palacios de oro y de cristal. í
Vadearon el Tibre sus bridones, j
Yerta á sus pies la tierra enmudeció;
Su sueño con fantásticas canciones i
EL CANTO DEL COSACO. f)§
La fada de los triunfos arrulló.
¡Hiirra, cosacos del desierto...
¡Qué! ¿No sentís la lanza estremecerse,
Hambrienta en vuestras manos de matar?
¿No veis entre la niebla aparecerse
Visiones mil que el parabién nos dan?
Escudo de esas míseras naciones
Era ese muro que abatido fué;
La gloria de Polonia y sus blasones
En humo y sangre convertidos ved.
¡Hurra, cosacos del desiérlo...
¿Quién en dolor trocó sus alegrías?
¿Quién sus hijos triunfante encadenó?
¿Quién puso fin á sus gloriosos dias?
¿Quién en su propia sangre los ahogó?
¡Hurra, cosacos! ¡gloria al mas valiente!
Esos hombres de Europa nos verán:
¡Hurra! nuestros caballos en su frente
Hondas sus herraduras marcarán.
¡Ilurra, cosacos del desierto...
A cada bote de la lanza ruda,
A cada escape en la abrasada lid,
La sangrienta ración de carne cruda
Bajo la silla sentiréis hervir.
Y allá después en templos suntuosos,
Sirviéndonos de mesa algún altar,
Nuestra sed calmarán vinos sabrosos,
Hartará nuestra hambre blanco pan.
¡Ilurra, cosacos del desierto...
Y nuestras madres nos verán triunfantes^
Y á esa caduca Europa á nuestros pies,
Y acudirán de gozo palpitantes
En cada hijo á contemplar un rey.
00 KL CANTO DEL COSACO.
Nuestros hijos sabrán nuestras acciones.
Las coronas de Europa heredarán,
Y á conquistar también otras regiones
VA caballo y la lanza aprestarán.
.Iliirra, cosacos del desierto! ¡líiirrol
La Europa os hrinda esiüéndido hoVin:
SaJigrienla charca sícs camarinas sean.
De los (jMjos síc ejército yes ¿in.
EL MENDIGO
Mió es el mundo: como el aire libre,
Otros traJ)ajan porque coma yo:
Todos se ablandan si doliente jñdo
Una limosna por amor de Dios.
El palacio, la cabana
Son mi asilo,
Si del abrigo el furor
'rronche el roble en la montaña,
O que inunda la campaña
El torrente aselador,
A la hoguera ¡
Me hacen lado \
Los pastores |
Con amor, |
Y sin pena '
Y descuidado ;
De su cena j
Ceno yo, |
O en la rica
1-L MENDIGO. 10
Chimenea,
Que recrea
Con su olor^
Me reg-alo
Codicioso
Del banquete
Suntuoso
Con las sobras
De un señor.
Y me digo: el viento brama,
Caiga furioso turbión;
<,)ue al son que cruje de la seca leña.
Libre me duermo sm rencor ni amor.
Jfio es el mundo: como el cure libre...
Todos son mis bienhechores,
Y por todos
A Dios ruego con fervor;
De villanos y señores,
Yo recibo los favores
Sin estima y sin amor,
t/
Ni pregunto
Quienes sean,
Xi me obligo
A agradecer:
Que mis rezos
Si desean,
Dar limosna
Es un deber.
Y es pecado
La riqueza;
La pobreza
Santidad:
Dios á veces
Es mendigo.
102 EL MENDIGO.
Y al avaro
Da castigo,
Que le niegue
Caridad.
Yo soy pobre y se lastiman
Todos al verme plañir,
Sin ver son mias sus riquezas todas,
Que mina inagotable es el pedir.
Mío es el mmdo: como el aire libre..
Mal revuelto y andrajoso,
Entre harapos
Bel lujo sátira soy,
Y con mi aspecto asqueroso
Me vengo del poderoso;
Y adonde va, tras él voy.
Y á la hermosa
Que respira
Cien perfumes.
Gala, amor.
La persigo
Hasta que mira,
Y me gozo
Cuando aspira
Mi punzante
Mal olor.
Y las fiestas
Y el contento
Con mi acento
Turbo yo,
Y en la bulla
Y la alegría,
interrumpen
La armonía
Mis harapos
Y mi voz:
EL MENDIGO. 103
Mostrando cuan cerca habitan
El g-ozo y el padecer,
Que no hay placer sin lágrimas, ni pena
Que no traspire en medio del placer.
Mío es el mundo: como el aire lilre..,
Y para mí no hay mañana,
Ni hay ayer;
Olvido el bien como el mal,
Nada me aflig-e ni afana;
Me es igual para mañana
Un palacio, un hospital.
Vivo ajeno
De memorias.
De cuidados
Libre estoy;
Busquen otros
Oro y glorias,
Yo no pienso
Sino en hoy.
Y doquiera
Vayan leyes,
Quiten reyes.
Reyes den;
Yo soy pobre,
Y al mendigo.
Por el miedo
Del castigo,
Todos hacen
Siempre bien.
Y un asilo donde quiera,
Y un lecho en el hospital,
Siempre hallaré, y un hoyo donde caiga
Mi cuerpo miserable al espirar.
]04 EL MENDIGO.
MÍO es el omínelo: como el aire libre,
Otros trabajan povcpie coma yo;
Todos se ablandan si doliente ])ido
Una limosna por ojuor de Dios,
Á UNA CIEGA
Sobre inmensa montaña de vapores,
Hay, hermosa, un gig-ante bienhechor,
Que rige mundos y que inspira amores,
Y pisa estrellas, de la luz señor
Cíñele un cielo la encendida frente.
Nubes le dan espléndido festin,
Y en él, dormido entre fulgor candente,
Gózase Dios
Campos colora al derramarse en oro,
Oro del manto del excelso Dios,
O al inundar de aljofarado lloro
Mar por la tierra dividido en dos.
¡El mar! ¡El mar! tendido sobre el mundo
Cual faja movediza del cristal,
Sube a los cielos, lánzase al profundo,
O manso brilla como azul cendal.
Se aira al verse de color sangriento
Teñido el manto por el sol cruel;
Llega la noche, sórbelo sediento.
Aréngase así del enemigo aquel.
Y cuando silba el aquilón bravio,
Tirando el guante de discordia atroz,
Muje rabioso, acepta el desafío.
Llama á sus ondas, álzase feroz.
Á UNA CIEGA. 105
El espacio es palenque, ellos guerreros,
El orbe concurrencia, Dios el juez;
Suena el clarin, empuñan los aceros,
Y avánzanse á alcanzar victoria y prez.
No llores, no, hermosa mia.
Porque no ves ora el dia,
Ni con sus olas de plata
El mar que el cielo retrata:
No llores, no, mujer, áng'el del cielo,
Mientras pueda mi lira hacerse oir,
Porque cubra á tus ojos denso velo
De neg*ras sombras su oriental zafir.
Yo sobre el mundo, sobre el mar y el viento^
Sobre los cielos y la tierra estoy,
Mundos y cielos sin cesar invento
Porque hacia el mundo de los vates voy.
¿Quieres ver, al fulgor de ardiente rayo,
Lucir el sol, dormir la tempestad,
Zumbar el trueno y florecer á Mayo,
Todo á un tiempo radiante de verdad?
¿O quieres ver en el dormido espacio,
Solo, deidad, para servirte á tí.
De cristal y de mármol un palacio
Coronado de záfiros por mí?
¡Todo á tus pies! y en tanto ¿qué te importan
Esos seres que vagan en montón^
Y entre el placer y entre el festín acortan
Su torpe vida en torpe confusión?
Hermosa ciega, con tu fiel poeta
Ven en valle magnífico á habitar;
Valle que el gozo y el dolor respeta,
¡Donde puedes reir!... ¡puedes llorar!...
Yo te diré cuándo al nacer la aurora
]'0G Á UNA CIEGA.
Derrama por el campo su fulgor;
Yo te diré cuándo la noche llora
Lágrimas de tinieblas y de horror.
Mas descúbrese el velo de escarlata
Que á tus ojos de amor tirano fué:
¿Lloras? ¿Lloras? El gozo te arrebata:
;Gracias! ¡gracias, gran Dios! ¡mi amada ve!
¿Me dices que estoy pálido? No, hermosa,
No te contriste mi amarilla faz;
Tus ojos, tú, la teñiréis de rosa,
Color de vida, de placer y paz.
Llamas bello al jardin: está bien, velo;
Bello será, pero se olvida al fin,
Si no está allí con tu hermosura el cielo,
Si tú no estás, oh ñor, en el jardin.
EL REO DE MUERTE
¡Para hacer bien por el alma
Del que van á ajusticiarül
I.
Reclinado sobre el suelo
Con lenta amarga agonía,
Pensando en el triste dia
Que pronto amanecerá;
En silencio gime el reo
Y el fatal momento espera
En que el sol, por vez postrera
En su frente lucirá.
EL REO DE MUERTE. 107
Un altar y un crucifijo
Y la enlutada capilla,
Lánguida veía amarilla
Tifie en su luz funeral;
Y junto al mísero reo,
Medio encubierto el semblante,
Se oye al fraile agonizante
En son confuso rezar.
El rostro levanta el triste
Y alza los ojos al cielo;
Tal vez eleva en su duelo
La súplica de piedad.
¡Una lágrima! ¿es acaso
De temor ó de amargura?
¡Ay! já aumentar su tristura
Vino un recuerdo quizá!!!
Es un joven, y la vida
Llena de saeños de oro,
Pasó ya, cuando aun el lloro
De la niñez no enjugó:
El recuerdo es de la infancia,
;Y su madre que le llora,
Para morir así, ahora,
Con tanto amor le crió!!!
Y á par que sin esperanza
Ye ya la muerte en acecho.
Su corazón en su pecho
Siente con fuerza latir;
Al tiempo que mira al fraile
Que en paz ya duerme á su lado,
Y que, ya viejo postrado.
Le habrá de sobrevivir.
¿Mas qué rumor á deshora
Rompe el silencio? resuena
108 EL REO DE MUERTE.
Una alegre cantinela
Y una guitarra á la par,
Y gritos y de botellas
Que se chocan el sonido,
Y el amoroso estallido
De los besos y el danzar.
Y también pronto en son triste
Lúgubre voz sonará:
¡Para hacer Lien 2^ot el alma
Bel que van ci ajusticiar!
Y la voz de los borrachos,
Y sus brindis, sus quimeras,
X el cantar de las rameras,
Y el desorden bacanal
En la lúgubre capilla
Penetran, y carcajadas,
Cual de lejos arrojadas
De la mansión infernal.
Y. también pronto en son triste
Lúgubre voz sonará:
¡Para hacer hien por el alma
Del que van á ajusticiar!
¡Maldición! al eco infausto,
El sentenciado maldijo
La madre que como á hijo
A sus pechos le crió;
Y maldijo el mundo todo.
Maldijo su suerte impía,
Maldijo el aciago dia
Y la hora en que nació.
II,
Serena la luna
Alumbra en el cielo,
EL TIEO DE MUERTE. 109
Domina en el suelo
Profunda quietud;
Ni voces se escuchan,
Ni ronco ladrido,
Ni tierno quejido
De amante laúd.
Madrid yace envuelto en sueño,
Todo al silencio convida,
Y el hombre duerme y no cuida
Del hombre que va á espirar;
Si tal vez piensa en mañana,
Ni una vez piensa siquiera
En el mísero que espera,
Para morir, despertar:
Que sin pena ni cuidado
Los hombres oyen g-ritar:
¡Para hacer hien por el alma
Del que van á ajusticiar!
¡Y el juez también en su lecho
Duerme en paz!! ¡y su dinero
El verdugo, placentero,
Entre sueños cuenta ya!!
Tan solo rompe el silencio
En la sangrienta plazuela,
El hombre del mal, que vela
Un cadalso á levantar.
Loca y confusa la encendida mente,
Sueños de angustia y fiebre y devaneo,
El alma envuelven del confuso reo,
(,)ue inclina al pecho la abatida frente.
Y en sueños,
Confunde
lio EL REO DE MUERTí:.
La muerte,
La vida:
Recuerda
Y olvida,
Suspira,
Respira
Con liórrido afán.
Y en un mundo de tinieblas
Vaga y siente miedo y frió,
Y en su horrible desvarío
Palpa en su cuello el dog^al:
Y cuanto mas forcejea,
Cuanto mas lucha y porfía,
Tanto mas en su agonía
Aprieta el nudo fatal.
Y oye ruido, voces, gentes,
Y aquella voz que dirá:
¡Para hacer Men por el alma
Del que van á ajusticiar!
Ó ya libre se contempla,
Y el aire puro respira,
Y oye de amor que suspira
La mujer que á un tiempo amó,
Bella y dulce cual solia.
Tierna flor de primavera,
El amor de la pradera
Que el Abril galán mimó.
Y gozoso á verla vuela,
Y alcanzarla intenta en vano,
Que al tender la ansiosa mano
Su esperanza á realizar
Su ilusión, la desvanece
De repente el sueño impío,
Y halla un cuerpo mudo y frió
Y un cadalso en su lugar:
EL REO DE MUERTE. 111
Y oye á su lado en son triste
Lúgubre voz resonar:
¡Para hacer Meii por el alma
Del que van d ajtísiiciar!
EL VERDUGO.
De los hombres lanzado al desprecio,
De su crimen la víctima fui,
Y se evitan de odiarse á si mismos,
Fulminando sus odios en mí.
Y su rencor
Al poner en mi mano, me hicieron
Su veng-ador;
Y se dijeron:
«Que nuestra vergüenza común caiga en él:
Se marque en su frente nuestra maldición;
Su pan amasado con sangre y con hiél,
Su escudo con armas de eterno baldón.
Sean la herencia
Que legue al hijo.
El que maldijo
La sociedad.»
¡Y de mí huyeron,
De sus culpas el manto me echaron,
Y mi llanto y mi voz escucharon
Sin piedad!!!
Al que á muerte condena le ensalzan...
¿Quién al hombre del hombre hizo juez?
12 EL VERDUGO.
;.(,)ué no es hombre ni siente el verdug-o,
Imaginan los hombres tal vez?
¡Y ellos no ven
Que yo soy de la imág*en divina
Copia también!
Y cual dañina
Fiera á que arrojan un triste animal,
<,)ue ya entre sus dientes se siente crujir,
Así á mí, instrumento del genio del mal,
Me arrojan el hombre que traen á morir.
Y ellos son justos,
Yo soj^ maldito;
Yo sin delito
Soy criminal:
Mirad al hombre
Que me paga una muerte; el dinero
Me echa al suelo con rostro altanero,
íA. mí, su igual!
El tormento que quiebra los huesos,
Y del reo el histérico ¡ay!
Y el crujir de los nervios rompidos
Bajo el golpe del hacha que cae,
Son mi placer.
Y al rumor que en las piedras rodando
Hace, al caer,
Del triste saltando
La hirviente cabeza de sangre en un mar.
Allí entre el bullicio del pueblo feroz
Mi frente serena contemplan brillar,
Tremenda, radiante, con júbilo atroz.
Que de los hombres
En mí respira
Toda la ira,
Todo el rencor:
Que á mí pasaron
La crueldad de sus almas impía.
EL VERDUGO. 113
Y al cumplir su vengacza y la mia,
Gozo en mi horror.
Ya mas alto que el grande, que altivo
Con sus plantas hollara la ley,
Al verdugo los pueblos miraron,
Y mecido en los hombros de un rey :
Y en él se hartó,
Embriagado de gozo, aquel dia
Cuando espiró ;
Y su alegría
Su esposa y sus hijos pudieron notar ;
Que en vez de la densa tiniebla de horror,
Miraron la risa su labio amargar, .
Lanzando sus ojos fatal resplandor.
Que el verdugo
Con su encono
Sobre el trono
Se asentó :
Y aquel pueblo
Que tan alto le alzara bramando,
Otro rey de venganzas, temblando
En él miró.
En mi vive la historia del mundo
Que el destino con sangre escribió,
Y en sus páginas rojas, Dios mismo,
Mi figura imponente grabó.
La eternidad
Ha tragado cien siglos y ciento,
Y la maldad
Su monumento
En mí todavía contempla existir ;
Y en vano es que el hombre do brota la luz
Con viento de orgullo pretenda subir :
¡Preside el verdugo los siglos aun!
Y cada gota
Que me ensangrienta,
8
114 EL VERDUGO.
Del hombre ostenta
Un crimen mas.
Y yo aun existo,
Fiel recuerdo de edades pasadas,
A quien siguen cien sombras airadas
Siempre detras.
¡Oh! ¿por qué te ha engendrado el verdugo,
Tú, hijo mió, tan puro y gentil?
En tu boca la gracia de un ángel
Presta gracia á tu risa infantil.
¡Ay! tu candor.
Tu inocencia, tu dulce hermosura
Me inspira horror.
jOh! ¿tu ternura.
Mujer, á qué gastas con ese infeliz?
¡Oh! muéstrate madre piadosa con él ;
Ahógale y piensa será así feliz.
¿Qué importa que el mundo te llame cruel?
¿Mi vil oficio
Querrás que siga,
Que te maldiga
Tal vez querrás?
Piensa que un dia
Al que hoy miras jugar inocente,
Maldecido cual yo y delincuente
También verás!!!!!
k DON DIEGO DE ALYEAR. 115
Á DON DIEGO DE ALVEAR^
SOBRE LA MUERTE DE SU AMADO PADRE,
ELEGÍA.
¿Qué es la vida? ¡gran Dios! plácida aurora,
Cándida rie entre arreboles, cuando
Brillante apenas esclarece un hora;
Pálida luz y trémula oscilando^,
Baja al silensio de la tumba fria,
Del pasado esplendor nada quedando:
Allí la palma del valor sombría
Marchítase, y allí la rosa pura
Pierde el color y fresca lozanía;
No alcanza allí jamás de la ternura
El mísero gemido ni el lamento,
Ni poder, ni riqueza ni hermosura.
Sobre yertos cadáveres su asiento
Erige, y huella la implacable muerte
Armas, arados, púrpuras sin cuento.
Mísero Albino, doloroso vierte
Lágrimas de amargura: á par contigo
Yo gemiré también tu infausta suerte.
Y si el nombre dulcísimo de amigo.
Si un tierno corazón alcanza tanto.
Tus penas ¡ay! consolarás conmigo.
El tormento, el dolor, la pena, el llanto
Debidos son de un hijo cariñoso
Al triste padre de quien fué el encanto.
Mas no siempre con lluvias caudaloso
El valle anega montaraz torrente,
116 A DON DIEGO DE ALVEAR.
Ni encrespa el mar sus olas borrascoso.
No siempre el labrador tímido siente
El trueno aterrador, ni al aire mira
Desprenderse veloz rayo luciente.
Ahora lamenta, sí, tierno suspira,
Desahog^o que dio naturaleza;
Que el pecho al suspirar tal vez respira.
Lágrimas solo el áspera dureza
Calman del infortunio: ellas la herida
Bálsamo son que cura y su crudeza.
¡Cuánto seria mísera la vida
Si, envuelta con el llanto, la amargura
No brotara del alma dolorida!
Trocada en melancólica dulzura.
Sólo queda después tierna memoria,
Y aun halla el pecho gozo en su tristura.
Tú así lo probarás: ya la alta gloria
De tu padre recuerdes, coronada
Su frente del laurel de la victoria:
Ó ya vibrando la terrible espada,
En medio del ancho piélago, triunfante,
Miedo y terror de la francesa armada;
Ó el arnés desceñido de diamante.
En oliva pacífica trocando
El hierro en las batallas centellante.
Aun hoy miro á los vientos flameando
Las ricas apresadas banderolas,
Augusta insignia del francés infando;
Y aun hoy resuenan las medrosas olas,
Al azotar de Cádiz la alta almena,
De sus glorias á par las españolas.
Tintas en propia sangre y sangre ajena,
En la sañuda lid siempre miraron
Brillar su frente impávida y serena;
Y en torno amedrentadas rebramaron
Cuando, al morir sus prendas mas amadas,
Impávido también le contemplaron.
A DON DIEGO DE ALVEA.R. H'?
Cayeron á su vista, y casi ahogadas
Las vio tenderle los ansiosos brazos,
Y súbito al profudo sepultadas;
Y en desigual combate hecho pedazos,
Aun su corazón altivo y fuerte
Del anglo esquiva los indignos lazos.
Busca con ansia entre la lid la muerte,
Y huye la muerte de él, y ¿quién, quién pudo
Penetrar los secretos de la suerte?
Nuevo y dulce placer, mas dulce nudo
Grata le guarda su feliz ventura
Cuando mas de favor se cree desnudo.
¡Cuánto gozo sin fin! ¡Cuánta ternura
Probó en los brazos de su nueva esposa
El beso al recibir de su dulzura!
Ya agradable á su prole numerosa,
Vuelto otra vez á los paternos lares.
Daba lecciones de virtud piadosa.
Ya calmaba del triste los pesares
Con labio afable y generosa mano.
Ya llevaba la paz á sus hogares.
Y en tanta dicha, el corazón ufano.
De lágrimas colmado y bendiciones.
Tornaba alegre el venerable anciano:
Los timbres á aumentar de sus blasones,
Á vosotros sus hijos animaba.
Recordando sus ínclitas acciones.
Y en todos juntos renacer miraba,
De nombre á par, su antigua lozanía,
Y tierno en contemplaros se gozaba.
¿Por qué tú, loh muerte! arrebataste impía
Al que de tantos tristes la ventura ^
Y el noble orgullo de la patria hacía?
Fuente á eterno llorar abrió tu dura
Mano, y tu saña y cólera cebaste
A un tiempo en la inocencia y la hermosura.
Y ¿qué cítara triste habrá que baste
^1^ A DON DIEGO DE ALVEAR.
Lúgubre á resonar en sordo acento
Cual de su dulce esposa le arrancaste?
La noble faz serena, el pecho exento
De tormento roedor, dulce y tranquilo
Dio entre sus hijos su postrer aliento.
Y ya cayendo de la parca al filo,
Cual se oscurece el sol en occidente,
Va del sepulcro al sosegado asilo.
Gemidos oigo y lamentar doliente
Y el ronco son de parches destemplados
Y el crujir de las armas juntamente.
Marchan en pos del féretro soldados
Con tardo paso y armas funerales
Al eco de los bronces disparados.
Y entre fúnebres pompas marciales,
En la morada de la muerte augusta
Las bóvedas retumban sepulcrales.
lAy! para siempre ya la losa adusta.
Oh caro Albino, le escondió á tus ojos;'
Mas no el bueno murió: la parca injusta
Roba tan solo efímeros despojos,
Y alta y triunfante la alcanzada gloria
Guarda en eternos mármoles la historia.
OCTAVA REAL.
El estandarte ved que enCerinola
El gran Gonzalo desplegó triunfante.
La noble enseña ilustre y española
Que al indio domeñó y al mar de Atlante;
Regio pendón que al aire se tremola,
Don de Cristina, enseña relumbrante,
Verla podremos en la lid reñida
Rasgada sí, pero jamás vencida.
Á LA. SEÑORA DE TORRTJOS. 119
A LA SEÑORA DE TORRIJOS
ROMANCE.
Yo sé que estás enojada,
Y sé la razón, señora,
Que de cortés caballero
Falté á la palabra honrosa.
No trato de disculparme,
Si es mi falta mucha ó poca:
Solo sé que no he cumplido
Con mi deber, y esto sobra:
Mas yo sé que en perdonar
Amables ojos se gozan.
Que si antes bellos parecen,
Mas bellos son si perdonan.
Tú en mí perdona un culpado,
Que harto es mi culpa penosa;
Lleve en mi falta el castig'o,
Que él iba en mi falta propia.
Perdóname; así en tus brazos
Ojalá estreches gozosa
Al que, terror del tirano,
El libre pendón tremola;
Al que, los mares de Alcides
El astro sigue de gloria
Con el ánimo invencible
Que ningún peligro doma.
¡Ojalá pronto le abraces,
Y le ciñas las coronas
Que de laurel á los héroes
Tejen Minerva y Belona!
120 Á LA SEÑORA DE TORRIJOS
Y en tanto que sus hazañas
La fama al mundo pregona,
Tú con plácida sonrisa
Admite mi humilde trova;
Y espera, que pronto el dia
Llegará de la victoria,
Y oirás mas altas canciones,
A par con él venturosa.
París, 1830.
A LA MUERTE
DE
TORRIJOS Y SUS COMPAÑEROS
Helos allí: junto á la mar bravia
(Jadáveres están ¡ay! los que fueron
Honra del libre, y con su muerte, dieron
Almas al cielo, á España nombradla.
Ansia de patria y libertad henchía
Sus nobles pechos que jamás temieron,
Y las costas de Málaga los vieron
Cual sol de gloria en desdichado dia.
Españoles, llorad; mas vuestro llanto
Lágrimas de dolor y sangre sean,
Sangre que ahogue á siervos y opresores,
1 LA MUERTE DE D. JOAQUÍN DE PABLO. 121
Y los viles tiranos co-n espanto
Siempre delante amenazantes vean
Alzarse sus espectros veng-adores.
A LA MUERTE
DE
DON JOAQUÍN DE PABLO
(CHAPALANGrARRA.)
Desde la elevada cumbre
Do el gran Pirene levanta
Término y muro soberbio
Que cerca y defiende á España,
Un joven proscrito de ella
Tristes lág-rimas derrama,
Y acaso tiende la vista
Por ver desde allí su patria,
Desde allí, do á su despecho
Llorando deja las armas
Con que del Sena al Pirene
Se lanzó por libertarla;
Y al ver la turba de esclavos
Que sus hierros afianzan.
De infame triunfo orgullosos,
Alejarse en algazara;
Solo entonces, contemplando
El suelo que ellos pisaran,
Y que aun torrentes de sangre
Recien derramada bañan.
En su rápida carrera
Volcando cuerpos y almas;
122 Á LA MUERTE DE D. JOAQUÍN DE PABLO.
Se sienta en la alzada cima,
A un lado la rota espada,
Y al rumor de los torrentes
Y del huracán que brama,
Negra cítara pulsando,
Endechas lúgubres canta.
Llorad, vírgenes tristes de Iberia,
Nuestros héroes en fúnebre lloro;
Dad al viento las trenzas de oro
Y los cantos de muerte entonad:
Y vosotros ¡oh nobles guerreros,
De la patria sosten y esperanza!
Abrasados en sed de venganza,
Odio eterno al tirano jurad.
CORO DE VÍRGENES.
Danos, noche, tu lóbrego manto.
Nuestras frentes enlute el ciprés;
El robusto cayó: su sepulcro
Del inicuo mancharon los pies.
Enrojece ¡oh Pirene! tus cumbres
Pura sangre del libre animoso,
Y el tropel de los siervos odioso
En su lago su sed abrevó.
Cayó en ellas la gloria de España,
Cayó en ellas De Pablo valiente,
Y la patria, inclinada la frente,
Su gemido al del héroe juntó.
Sus cadenas la patria arrastrando,
Y su manto con sangre teñido,
Tardamente y con hondo gemido
Va á la tumba del fuerte varón.
Y el ajado laurel de su frente
A LA MUERTE DE D. JOAQUÍN DE PABLO. 123
Al sepulcro circunda llorosa,
Mientras rug'e en la fúnebre losa,
Aherrojado á sus pies, el león.
CORO DE MANCEBOS.
Traición solo ha vencido al valiente;
Senos astro de triunfo y de honor.
Tú, que siempre á los déspotas fuiste
Como á neg*ras tormentas el sol.
A LA TRASLACIÓN
DE
LAS CENIZAS DE NAPOLEÓN,
Miseria y avidez, dinero y prosa,
En vil mercado convertido el mundo,
Los arranques del alma generosa
Poniendo á precio inmundo;
Cuando tu suerte y esplendor preside,
Un mercader que con su vara mide
El genio y la virtud, misera Europa,
Y entre el lienzo vulgar que bordó de oro,
Muerto tu antiguo lustre y tu decoro,
Como á un cadáver fétido te arropa;
Cuando á los ojos blanqueada tumba,
Centro es tu corazón de podredumbre,
Cuando la voz en tí ya no retumba.
Vieja Europa, del héroe ni el profeta,
Ni en ti refleja su encantada lumbre
124 Á LA TRASLACIÓN DE LAS CENIZAS
El audaz entusiasmo del poeta;
Yerta tu alma y sordos tus oídos,
Con prosaico afanar en tu miseria.
Arrastrando en el lodo tu materia,
Solo abiertos al lucro tus sentidos:
¿Quién te despertará? ¿Qué nuevo acento,
Cual la trompeta del extremo dia,
Dará á tu inerte cuerpo movimientos,
Y entusiasmo á tu alma y lozanía?
jAh! solitario entre cenizas frías,
Mudas ruinas, aras profanadas,
Y antiguos derruidos monumentos,
Me sentaré, segundo Jeremías,
Mis mejillas con lágrimas bañadas,
Y romperé en estériles lamentos!!!
No, que la inútil soledad dejando,
La ciudad populosa
Con férrea voz recorreré cantando
Y agitará la gente temerosa.
Como el bramido de huracán los mares,.
El son de mis fatídicos cantares.
No; yo alzaré la voz de los profetas,
Tras mí la alborotada muchedumbre,
Sonarán en mi acento las trompetas
Que derriben la inmensa pesadumbre,
Uel regio torreón que al vicio esconde,
Y el mundo me oirá donde
El precio vil de infame mercancía,
Del agiotista en la podrida boca.
Avaricioso oía:
¿Qué importa si provoca
Mi voz la befa de las almas viles?
¿Morir, qué importa en tan gloriosa lucha?
¿Qué importa, envidia, que tu diente afiles?
Yo cantaré, la humanidad me escucha,
Yo volaré donde la tumba oculta
La antigua gloria y esplendor del mundo,
DE NAPOLEÓN. 125
Yo con mi mano arrancaré la losa,
Removeré la tierra que sepulta,
Semilla de virtud, polvo fecundo,
La ceniza de un héroe generosa:
Y en medio el mundo, en la anchurosa plaza
De la gran capital, ante los ojos
De su dormida degradada raza
Arrojando sus pálidos despojos:
«¡Oh! avergonzaos! gritaré á la gente;
»¡0h! de los hombres despreciable escoria,
»Venid, doblad la envilecida frente;
»Un cadáver no más es vuestra gloria!»
DESPEDIDA
DEL PATRIOTA GRIEGO
BE Lk
HIJA DEL APÓSTATA.
Era la noche: en la mitad del cielo
Su luz rayaba la argentada luna,
Y otra luz mas amable destellaba
Ite sus llorosos ojos la hermosura.
Allí en la triste soledad se hallaron
Sii amante y ella con mortal angustia,
Y BU voz en amarga despedida
F& vez postrera la infeliz escucha.
126 DESPEDIDA DEL PATRIOTA GRIEGO
«Determinado está; sí, mi sentencia
Para siempre selló la suerte injusta,
Y cuando allá la eternidad sombría
Este momento en sus abismos hunda,
»¡Ojalá para siempre que el olvido,
Suavizando el rigor de la fortuna,
La imagen ¡ay! de las pasadas glorias
Bajo sus alas lóbregas encubra!
»¿Por qué al nacer crueles me arrancaron
Del seno de mi madre moribunda,
Y salvo he sido de mortales riesgos
Para vivir penando en amargura?
»¿Por qué yo fui por mi fatal destino
Unido á tí desde la tierna cuna?
¿Por qué nos hizo iguales en riqueza
Y en linaje también mi desventura?
»¿Por qué mi infancia en inocentes juegos
Brilló contigo, y con delicia mutua
Ambos tejimos el infausto lazo
Que nuestras almas míseras anuda?
»¡Ah! para siempre adiós: vano es ahora
Acariciar memorias de ventura;
Voló ya la ilusión de la esperanza,
Y es vano amar sin esperanza alguna.
»¿Qué puede el infeliz contra el destino?
¿Qué ruegos moverán, qué desventuras
El bajo pecho de tu infame padre?
Infame, sí, que al despotismo jura
»Vil sumisión, y en sórdida avaricia
Vende su patria á las riquezas turcas.
DE LA HIJA DEL APÓSTATA. 127
Él apellida sacrosantas leyes
El capricho de un déspota; él nos juzga
»De rebeldes doquier: su voz comprada
Culpa á su patria y al tirano adula:
Él nos ordena ante el sultán odioso
Humilde miedo y obediencia muda.
»Mas no, que el alma de la Grecia existe;
Santo furor su corazón circunda,
Que ávido se hartará de sangre hirviente,
Que nuevo ardor le infundirá y bravura. -
»No ya el tirano mandará en nosotros:
Tristes ruinas, áridas llanuras,
Cadáveres no mas serán su imperio:
Será solo el señor de nuestras tumbas.
»Ya osan ser libres los armados brazos
Y ya rompen la bárbara coyunda,
Y con júbilo á tí, todos ¡oh muerte!
Y á tí, divina libertad, saludan.
»Gritos de triunfo, sacudido el viento
Hará que al éter resonando [suban,
O eterna muerte cubrirá á la Grecia
En noche infanda y soledad profunda.
»Ese altivo monarca, que embriagado
Yace en perfumes y lascivia impura,
Despechado sabrá que no hay cadena
Que la mano de un libre no destruya.
»Con rabia oirá de libertad el grito
Sonar tremendo en la obstinada lucha,
Y con miedo y horror su sed de sangre
Torrentes hartarán de sangre turca.
.128 DESPEDIDA DEL PATRIOTA. GRIEGO
»Y tu padre también, si ora impudente
Só el poder del Islam su patria insulta,
Pronto verá cuan formidable espada
Blande en la lid la libertad sañuda.
»Marcha y díle por mí que hay mil valientes,
Y yo uno de ellos, que animosos juran
Morir cual héroes ó romper el cetro
A cuya sombra et pérfido se escuda.
»Que aunque marcados con la vil cadena,
No han sido esclavas nuestras almas nunca,
Que el heredado ardor de nuestros padres
Las hace hervir aun: que nuestra furia
»Nos labrará, lidiando, en cada golpe
Triunfo seguro ó noble sepultura.
Díle que solo en baja servidumbre
Puede vivir una alma cual la suya,
»E1 alma de un apóstata, que indigno
Llega sus labios á la mano impura,
Que de caliente sangre reteñida
Nuevos destrozos á su patria anuncia.
Perdóname, infeliz, si mis palabras
Rudas ofenden tu filial ternura.
Es verdad, es verdad: tu padre un tiempo
Mi amigo se llamó, y ¡ojalá nunca
»Pasado hubieran tan dichosos dias!
¡Yo no llamara injusta á la fortuna!
¡Como entonces mi mano enjugaría
Las lágrimas que viertes de amargura!
/>Tu padre ¡oh Dios! como engañoso amig'o
Cuando la Grecia la servil coyunda
DE LA HIJA DEL APÓSTATA. 129
Intrépida rompió, cuando mi pecho
Respiraba gozoso el aura pura
»De la alma libertad, ponsó el inicuo
Seducirme tal vez con tu hermosura,
Y en premio vil me prometió tu mano
Si ser secuaz de su traición inmunda,
»Y desolar mi patria le ofrecia.
¡Esclavo yo de la insolente turba
De esclavos del sultán!!! Antes el cielo
Mis yertos miembros insepultos cubra,
»Qae g-oce yo de ig'nominiosa vida
Ni en el seno feliz de tu dulzura.
¡Ah! para siempre adiós: la infausta suerte
Que el lazo rompe que las almas junta,
»Y va á arrancar tu corazón del mió,
Tan solo ahora una esperanza endulza.
Yo te hallaré donde perpetuas dichas
Las almas de los ángeles disfrutan.
»¡Ah! para siempre adiós... tente... un momento...
Un beso nada mas... es de amargura...
p]s el último ¡oh Dios!... mi sangre hiela...
¡Ah! los martirios del infierno nunca
»Tgualaron mi pena y mi agonía.
¡Terminara la muerte aquí mi angustia,
Y aun muriera feliz! ¡Mis ojos quema
Una lágrima! oh Dios! y tú la enjugas!
»¡Quién resistir podrá! — Basta, la hora
Se acerca ya que mi partida anuncia.
¡Ojalá para siempre que el olvido
Suavizando el rigor de la fortuna,
9
130 IMPROVISACIÓN.
»La imóg'en ¡ay! de las pasadas gloriat^
Bajo sus alas lóbregas encubra!»
Dice, y se alejan: á esperar consuelo
La hija del Apóstata en la tumba;
Él batallando pereció en las lides,
Y ella víctima fué de su amarg-ura.
IMPROVISA.CION
Cuando á las puertas de la tumba helada
El hombre lucha con la parca insana,
Viendo vag-ar el alma entre la nada
Y sintiendo morir tal vez mañana;
El hombre entonces desespera en tanto,
De dolor ¡av! vertiendo acerbo llanto.
— ¡Qué pena y qué agonía
El corazón y el pecho me devora!
¡Cómo siento vacila el alma mía
En la terrible y postrimera hora!
Y es tan triste morir cuando aun la vida
Nos brinda con sus galas y sus flores,
Cuando dejamos la mujer querida^
Venturosa cantando sus amores.
Que el corazón transido
Hasta su mismo Dios le da al olvido.
¡Dichoso una y mil veces el que muere
IMPROVISACIÓN. 131
En dichas y placeres embriagado,
El que ve en sueños la mujer que adora,
En torno de su pecho enamorado:
Porque su alma gozosa, en dicha tanta,
Ante el trono de Dios sonrio y canta!
Yo, queriendo buscar aun anhelante
Al ángel celestial que imaginara.
Corrí el mundo cual águila rapante
Sin encontrar á la mujer que amara;
Y vagué por desiertos, en los cuales
Hasta las mismas flores vierten llanto,
Y crucé por inmensos arenales
Sin encontrar á la que adoro tanto.
Y rendido de pena y moribundo,
Y aun pensando encontrarla todavía,
Corrí fogoso en el inmenso mundo,
Cual halcón que los aires desafía.
Sin que una buena estrella me guiara
Al camino que anduvo la que amara.
FRAGMENTO
Y á la luz del crepúsculo serena.
Solos vagar por la desierta playa,
Cuando allá, mar adentro, en su faena
i:^:.^ FRAGMENTO.
( 'antos de amor el marinero ensaya,
Y besa blandamente el mar la arena,
La luna en calma al horizonte raya,
Y la brisa que tímida suspira,
Dulces aromas y frescor respira.
Y húmedos ver sus ojos de ternura,
Que abren al alma enamorada un cielo,
Extáticos de amor y de dulzura
Con blando, vago y doloroso anhelo;
Magia el amor prestando á su hermosura,
Y el pensamiento detenido el vuelo
AHÍ donde encontró la fantasía
Ciertas las dichas que soñó algún dia.
Y"" respirar su perfumado aliento,
Y al rumor palpitar de sus vestidos,
Penetrar su amoroso pensamiento
Y contar de su pecho los latidos,
Exhalar de infinito sentimiento
Tiernos suspiros, lánguidos gemidos,
Mientra á libar sus néctares provoca
iBlanda sonrisa en la entreabierta boca.
GUERRA!
¿Oís? es el cañón. Mi pecho hirviendo
El cántico de guerra entonará,
Y al eco ronco del cañón venciendo.
La lira del poeta sonará.
El pueblo ved que la orgullosa frente
Levanta ya del polvo en que yacía.
¡GUERRA I 13^^
Arrog^ante en valor, omnipotente.
Terror de la insolente tiranía.
Rumor de voces siento,
Y al aire miro deslumhrar espadas
Y desplegar banderas;
Y retumban al son las escarpadas
Rocas del Pirineo;
Y retiemblan los muros
De la opulenta Cádiz, y el deseo
Crece en los pechos de vencer lidiando;
Brilla en los rostros el marcial contento,
Y donde quiera generoso acento
Se alza de patria y libertad tronando.
Al grito de la patria
Volemos, compañeros,
Blandamos los aceros
Que intrépida nos da.
A par en nuestros brazos
Ufanos la ensalcemos
Y al mundo proclamemos:
«España es libre ya.»
¡Mirad, mirad en sangre
Y lágrimas teñidos
Reir los forajidos.
Gozar en su dolor!
¡Oh! fin tan solo ponga
Su muerte á la contienda,
Y cada golpe encienda
Aun mas nuestro rencor.
¡Oh siempre dulce patria
Al alma generosa!
¡Oh siempre portentosa
Magia de libertad!
Tus ínclitos pendones
Que el español tremola,
Un rayo tornasola
}M i guerra!
Del iris de la paz.
En medio del estruendo
Del bronce pavoroso,
Tu grito prodigioso
8e escucha resonar.
Tu grito, que las almas
Inunda de alegría,
Tu nombre, que á esa impía
Caterva hace temblar.
¿Quién hay ¡oh compañeros!
Que al bélico redoble
No siente el pecho noble
Con júbilo latir?
Mirad centelleantes.
Cual nuncios ya de gloria,
Reflejos de victoria
Las armas despedir.
¡Al arma! ¡al arma! ¡mueran los carlistas!
Y al mar se lancen con bramido horrendo
De la infiel sangre caudalosos ríos,
Y atónito contemple el Océano
Sus olas combatidas
Con la traidora sangre enrojecidas.
Truene el cañón: el cántico de guerra.
Pueblos ya libres, con placer alzad:
Yed, ya desciende á la oprimida tierra,
Los hierros á romper, la libertad (1).
íl) Kstos versos se leyeron en una función patriótica, celebrada en
J>iitro de la Cruz en 22 de Octubre de 1835.
EL 130S DE MAYO. 135
EL DOS DE MAYO
¡6li! lEs el pueblo! ¡Es el pueblo! Cual las olas
Del hondo mar alborotado brama;
Las esplendentes glorias españolas,
Su antig-ua prez, su independencia clama.
Hombres, mujeres vuelan al combate,
El volcan de sus iras estalló:
Sin armas van, pero en sus pechos late
Vn corazón colérico, español.
La frente coronada de laureles,
Con el botin de la vencida Europa,
Con sangre hasta las cinchas los corceles.
En cien campañas veterana tropa;
Los que el rápido Volga ensangrentaron,
Los que humillaron á sus pies naciones,
Y sobre las pirámides pasaron
Al galope veloz de sus bridones;
A eterna lucha, á sin igual batalla
Madrid provoca en su encendida ira;
Su pueblo inerme allí entre la metralla
Y entre los sables reluchando gira.
Graba en su frente luminosa huella
La lumbre que destella el corazón;
Y á parar con sus pechos se atrepella
El rayo del mortífero cañón.
¡Oh de sangre y valor glorioso dia!
Mis padres cuando niño me contaron
Sus hechos ¡ay! y en la memoria mia,
Santo recuerdo de virtud, quedaron.
Entonces, indignados me decian,
loG EL DOS DE MAYO.
Cayó ei cetro español pedazos hecho;
Por precio vil á estraños nos vendían,
Desde el de Carlos profanado lecho.
La corte del monarca disoluta,
Prosternada á las plantas de un privado^
Sobre el seno de impura prostituta,
Al trono de los reyes ensalzado.
Sobre coronas, tronos y tiaras
Su orgullo solo y su capricho ley;
Hordas de sangre y de conquista avaras^.
Cada soldado un absoluto rey;
Fijo en España el ojo centellante.
El Pirene á salvar pronto el bridón,
Al rey de reyes, al audaz gigante
Ciegos ensalzan, siguen en montón.
Y vosotros ¿qué hicisteis entre tantOj,
Los de espíritu flaco y alta cuna?
Derramar como hembras débil llanto
O adular bajamente á la fortuna.
Buscar tras la estranjera bayoneta
Seguro á vuestras vidas y muralla,
Y siervos viles á la plebe inquieta
Con baja lengua apellidar canalla,
¡Canalla! sí, vosotros los traidores.
Los que negáis al entusiasmo ardiente
Su gloria, y nunca visteis los fulgores
Con que ilumina la inspirada frente!
¡Canalla! sí, los que, en la lid, alarde
Hicieron de su infame villanía,
Disfrazando su espíritu cobarde
Con la sana razón segura y fria!
¡Oh! La canalla, la canalla en tanto
Arrojó el grito de venganza y guerra^
Y arrebatada en su entusiasmo santo
Quebrantó las cadenas de la tierra.
Del cetro de sus reyes los pedazos
Del suelo ensangrentados recogía,
EL DOS DE MAYO. VA'
Y un nuevo trono en sus robustos brazos
Levantando á su príncipe ofrecía.
Brilla el puñal en la irritada mano,
Huye el cobarde y el traidor se esconde;
Truena el cañón y el g*rito castellano
De Independencia y Liiertcid responde.
¡Héroes de Mayo, levantad las frentes!
Sonó la hora y la venganza espera;
Id, y hartad vuestra sed en los torrentes
De sangre de Bailen y Talavera.
Id, saludad los héroes de Gerona,
Alzad con ellos el radiante vuelo,
Y á los de Zaragoza alta corona
Ceñid, que aumente el esplendor del cielo.
Mas ¡ay! ¿por qué cuando los ojos brotan
Lágrimas de entusiasmo y alegría,
Y el alma atropellados alborotan
Tantos recuerdos de honra y valentía;
Negra nube en el alma se levanta
Que turba y oscurece los sentidos.
Fiero dolor el corazón quebranta
Y se ahoga la voz entre gemidos?
¡Oh! levantad la frente carcomida,
Mártires de la gloria,
Que aun arde en ella con eterna vida
La luz de la victoria!
¡Oh! levantadla del eterno sueño,
Y con los huecos de los ojos fijos.
Contemplad una vez con torvo ceño
La vergüenza y baldón de vuestros hijos!
Quizá en vosotros donde el fuego arde
Del castellano honor, aun sobre vida
Para alentar el corazón cobarde
Y abrasar esta tierra envilecida.
¡Ay! ¿Cuál fué el g^alardon de vuestro celo.
De tanta sangre y bárbaro quebranto.
De tan heroica lucha y tanto anhelo,
138 EL DOS DE MAYO.
Tanta virtud y sacrificio tanto?
El trono que erigió vuestra bravura
Sobre huesos de héroes levantado,
Un rey ingrato de memoria impura
Con eterno baldón dejó manchado.
¡Ay! Para hollar la libertad sag-rada,
YA prÍQcipe, borrón de nuestra historia,
Llamó en su auxilio la francesa espada
Que seg-ase el laurel de vuestra gloria.
Y vuestros hijos de la muerte huyeron
Y esa sagrada tumba abandonaron,
Hollarla joli Dios! á los franceses vieron
Y hollarla á los franceses les dejaron.
Como la mar tempestuosa ruge,
La losa al choque de los cráneos duros,
Tronó y se alzó con indignado empuje
Del galo audaz bajo los pies impuros.
Y aun hoy helos allí, que su semblante
Con hipócrita máscara cubrieron,
Y á Luis Felipe, en muestra suplicante,
Ambos brazos imbéciles tendieron.
La vil palabra ¡intervención! gritaron,
Y del rey mercader la reclamaban;
De vuestros timbres sin honor mofaron,
Mientras en su impudor se encenegaban.
Hoy esa raza degradada, espuria.
Pobre nación, que esclavizarte anhela,
Basca también por renovar tu injuria
De estranjeros monarcas la tutela.
Tumba vosotros sois de nuestra gloria,
De la antigua hidalguía.
Del castellano honor, que en la memoria,
Solo nos queda hoy dia.
Verted juntando las dolientes manos
Lágrimas ¡ay! que escalden la mejilla;
Mares de eterno llanto, castellanos,
jSo bastan á borrar vuestra mancilia.
EL DOS DE MAYO. 139
Llorad como mujeres; vuestra lengua
No osa lanzar el grito de venganza;
Apáticos vivís en tanta mengua,
Y os cansa el brazo el peso de la lanza.
¡Oh! en el dolor eterno que me inspira
El pueblo en torno avergonzado calle,
Y estallando las cuerdas de mi lira
Hoto también mi corazón estalle.
Á LA PATRIA
elegía.
¡Cuan solitaria la nación que un dia
Poblara inmensa gente!
iLa nación cuyo imperio se extendía
Del ocaso al oriente!
Lágrimas viertes infeliz ahora,
Soberana del mundo
;Y nadie de tu faz encantadora
Borra el dolor profundo!
Oscuridad y luto tenebroso
Eli ti vertió la muerte,
Y en su furor el déspota sañoso
Se complació en tu suerte.
No perdonó lo hermoso, patria mia ;
Cayó el joven guerrero,
Cayó el anciano, y la segur impía
Manejó placentero.
So la rabia cayó la virgen pura
]40 1 LA PATRIA.
Uel déspota sombrío,
Como eclipsa la rosa su hermosura
En el sol de estío.
;01i vosotros, del mundo habitadores
Contemplad mi tormento:
¿Ig-ualarse podrán ¡ah! qué dolores
Al dolor que yo siento?
Yo desterrado de la patria mia.
De una patria que adoro.
Perdida miro su primer valía,
Y sus desgracias lloro.
Hijos espúreos y el fatal tirano
Sus hijos han perdido,
Y en campo de dolor su fértil llano
Tienen ;ay! convertido.
Tendió sus brazos la ag-itada España,
Sus hijos implorando;
Sus hijos fueron, mas traidora saña
Desbarató su bando.
¿Qué se hicieron tus muros torreados?
¡Oh mi patria querida!
¿Dónde fueron tus héroes esforzados,
Tu espada no vencida?
¡ly! de tus hijos en la humilde frente
Está el rubor g-rabado:
A sus ojos caido tristemente
El llanto está ag-olpado.
Un tiempo España fué: cien héroes fueron
En tiempos de ventura,
Y las naciones tímidas la vieron
Vistosa en hermosura.
Cual cedro que en el Líbano se ostenta,
Su frente se elevaba;
Como el trueno á la vírg-en amedrenta,
Su voz las aterraba.
Mas ora, como piedra en el desierto,
Yaces desamparada,
A LA PATETA. 141
Y el justo, desgraciado vaga incierto
Allá en tierra apartada.
Cubren su antigua pomjja y poderío
Pobre yerba y arena,
Y el enemigo que tembló á su brio
Burla y goza en su pena.
Vírgenes, destrenzad la cabellera
Y dadla al vago viento;
Acompañad con arpa lastimera
Mi lúgubre lamento.
Desterrados ¡oh Dios! de nuestros lares.
Lloremos duelo tanto:
¿Quién calmará ¡olí España! tus pesares?
¿Quién secará tu llanto?
L(3ndres, 1829.
SONETO
Fresca, lozana, pura y olorosa,
Gala y adorno del pensil florido,
Gallarda puesta sobre el ramo erguido,
Fragancia esparce la naciente rosa;
Mas si el ardiente sol lumbre enojosa
Vibra del can en llamas encendido,
El dulce aroma y el color perdido,
Sus hojas lleva el aura presurosa.
Así brilló un momento mi ventura
En alas del amor, y hermosa nube
Fingí tal vez de gloria y de alegría;
^ Mas ¡ay! que el bien trocóse en amargura
Y deshojada por los aires sube
La dulce flor de la esperanza mía.
A í^íatMa^ (^^<^ 4y^fy^c^r^' a.^^i^^^c^^'^'^' y^f^i^^f^^)'
142 Á UN RUISEÑOR.
1 UN RUISEÑOR
SONETO.
Canta en la noche, canta en la maüanaj,
Ruiseñor, en el bosque tus amores;
Canta, que llorará cuando tú llores
El alba perlas en la flor temprana.
Teñido el cielo de amaranto y grana,
La brisa de la tarde entre las ñores
Suspirará también á los rigores
De tu amor triste y tu esperanza vana.
Y en la noche serena, al puro rayo
De la callada luna, tus cantares
Los ecos sonarán del bosque umbrío.
Y vertiendo dulcísimo desmayo.
Cual bálsamo suave en mis pesares,
Endulzará tu acento el labio mió.
A CAROLINA CORONADO,
DESPUÉS ]m leída su composición «a la palma.):
Dicen que tienes trece primaveras
Y eres portento de hermosura ya,
Y que en tus grandes ojos reverberas
La lumbre de los astros inmortal.
k CAROLINA CORONADO. 14;^
Juro á tus plantas que insensato he sido
De placer en placer corriendo en pos,
Cuando en el mismo valle hemos nacido,
Niña gentil, para adorarnos, dos.
Torrentes brota de armonía el alma:
Huj^amos á los bosques á cantar;
Dénos la sombra tu inocente palma,
Y reposo tu virgen soledad (1).
Mas ¡ay! ¡perdona! virginal capullo,
Cierra tu cáliz á mi loco amor;
Que nacimos de un aura al mismo arrullo,
Para ser, yo el insecto, tú la flor.
CANCIÓN BÁQUICA
¡0/¿! ¡caiga el que caiga! ¡mas vino! ¡Lrindemo-s!
Á aquel que mas ieba loores sin fin:
Con 2Mmpa7ios ricos su frente adornemos ^
Aplausos cantemos al rey del festin.
AlegTes los ojos.
Borracho el semblante,
La copa espumante
En alto á brindar:
Rebosen los labios
En risas y vino,
Y al néctar divino
Dé fuerza el azahar.
Coro. — ¡Oh! ¡caiga el que caiga! etc.
íl) Gira poesía de lu misma señorita.
144 CANCIÓN BÁQUICA.
Volcanes requeman
Mi frente encendida:
Mas alma, mas vida
Crecer siento en mí:
Torrentes de vino
Las mesas esmalten,
En mil piezas salten
Cien copas y mil.
Cono.— ¡0/if ¡caiga el que caiga! etc.
Fosfórico el globo
En torno á mí gira.
Su asiento retira
La tierra á mis pies:
Y al aire en confuso
Rumor m.e levantan
Furiosos que cantan
Al Chipre y Jerez.
Coiío. — ¡OJi! ¡caiga el que caiga! etc.
A GUx\RDIA.
SONETO.
Astro de libertad brilla en el cielo
y aumenta el lustre á la española gloria,
Tú que de esta morada transitoria
A morada mejor alzaste el vuelo,
Los ojos vuelve á nuestro anfargo duelo,
Tributo merecido á tu memoria,
Á GUARDIA. 14."^
Tu, cuyo nombre vivirá en latiistoria,
Timbre y honor del madrileño suelo.
Descansa ¡oh Guardia! en paz; la tiranía
Cayó vencida en la inmortal refrieg-a,
E imitar tu valor ansiamos fieles;
Descansa, y tiemble la caterva impía,
Que en los sag-rados túmulos que riega
El llanto popular, crecen laureles.
DEDICÁNDOLE ESTAS POESÍAS.
SONETO
Marchitas ya las juveniles flores,
Nublado el sol de la esperanza mia,
Hora tras hora cuento, y mi agonía
Crece con mi ansiedad y mis dolores.
Sobre terso cristal ricos colores,
Pinta alegre tal vez mi fantasía,
Cuando la triste realidad sombría
Mancha el cristal y empaña sus fulg'ores,
Los ojos vuelvo en incesante anhelo,
Y gira en torno indiferente el mundo,
Y en torno gira indiferente el cielo.
A tí las quejas de mi amor profundo,
Hermosa sin ventura, yo te envío:
Mis versos son tu corazón y el mió.
10
146 i UNA ESTRELLA.
Á UNA ESTRELLA
¿Quién eres tú, lucero misterioso,
Tímido y triste entre luceros mil,
Que cuando miro tu esplendor dudoso,
Turbado siento el corazón latir?
¿Es acaso tu luz recuerdo triste
De otro antiguo perdido resplandor,
Cuando eng-añado como yo creíste
Eterna tu ventura que pasó?
Tal vez con sueños de oro la esperanza
Acarició tu pura juventud,
Y gloria y paz y amor y venturanza
Vertió en el mundo tu primera luz.
Y al primer triunfo del amor primero
Que embalsamó en aromas el Edén,
Luciste acaso, mágico lucero.
Protector del misterio y del placer.
Y era tu luz voluptuosa y tierna
La que entre flores resbalando allí,
Inspiraba en el alma un ansia eterna
De amor perpetuo y de placer sin ñn.
Mas ¡ay! que luego el bien y la alegría
En llanto y desventura se trocó:
Tu esplendor empañó niebla sombría;
Solo un recuerdo al corazón quedó.
Y ahora melancólico me miras
Y tu rayo es un dardo del pesar:
Si amor aun el corazón inspiras,
Es un amor sin esperaza ya.
¡Ay lucero! yo te vi
Resplandecer en mi frente,
Á UNA ESTRELLA. 14'
Cuando palpitar sentí
Mi corazón dulcemente
Con amante frenesí.
Tu faz entonces lucia
Con mas brillante fulgor,
Mientras yo me prometia
Que jamás se apagaría
Para mí tu resplandor.
¿Quién aquel brillo radiante
¡Oh lucero! te robó,
Que oscureció tu semblante,
Y á mi pecho arrebató
La dicha en aquel instante?
¿Ó acaso tú siempre así
Brillaste, y en mi ilusión
Yo aquel esplendor te di
Que amaba mi. corazón,
Lucero, cuando te vi?
Una mujer adoré
Que imaginaria yo un cielo;
Mi gloria en ella cifré,
Y de un luminoso velo
En mi ilusión la adorné.
Y tú fuiste la aureola
Que iluminaba su frente,
Cual los aires arrebola
El fúlgido sol naciente,
Y el puro azul tornasola.
Y astro de dicha y amores,
tíe deslizaba mi vida
A la luz de tus fulgores.
148 Á UNA ESTRELLA.
Por fácil senda florida,
Bajo un cielo de colores.
Tantas dulces alegrías,
Tantos mágicos ensueños
¿Dónde fueron?
Tan alegres fantasías,
Deleites tan halagüeños,
¿Qué se hicieron?
Huyeron con mi ilusión
Para nunca mas tornar,
Y pasaron,
Y solo en mi corazón
Recuerdos, llanto y pesar
¡Ay! dejaron.
¡Ah lucero! tú perdiste
También tu puro fulgor,
Y lloraste;
También como yo sufriste,
Y el crudo arpón del dolor
;Ay! probaste.
¡Infeliz! ¿por qué volví
De mis sueños de ventura
Para hallar
Luto y tinieblas en tí,
Y lágrimas de amargura
Que enjugar?
Pero tú conmigo lloras,
Que eres el ángel caido
Del dolor,
Y piedad llorando imploras,
Y recuerdas tu perdido
Resplandor.
Á UNA ESTRELLA. 149
Lucero, si mi quebranto
Oyes, y sufres cual yo,
¡Ay! juntemos
Nuestras quejas, nuestro llanto:
Pues nuestra g-loria pasó.
Juntos lloremos.
Mas hoy miro tu luz casi apag*ada,
Y un vago padecer mi pecho siente:
Que está mi alma de sufrir cansada,
Seca ya de las lágrimas la fuente.
¡Quién sabe!... tú recobrarás acaso
Otra vez tu pasado resplandor,
A tí tal vez te anunciará tu ocaso
Un oriente mas puro que el del sol,
A mí tan solo penas y amargura
Me quedan en el valle de la vida;
Como un sueño pasó mi infancia pura,
Se agosta ya mi juventud florida.
Astro sé tú de candidez y amores
Para el que luz te preste en su ilusión,
Y ornado el porvenir de blancas ñores,
Sienta latir de amor su corazón.
Yo indiferente sigo mi camino
A merced de los vientos y la mar,
Y entregado en los brazos del destino,
Isi me importa salvarme ó zozobrar.
150 Á JATIIFA EN UNA ORGÍA.
Á JARIFA EN UNA ORGIA
Trae, Jarifa^ trae tu mano,
Ven y pósala en mi frente,
Que en un mar de lava hirviente
Mi cabeza siento arder.
Ven y junta con mis labios
Esos labios que me irritan,
Donde aun los besos palpitan
De tus amantes de ayer.
¿Qué la virtud, la pureza?
¿Qué la verdad y el cariño?
Mentida ilusión de niño
Que halagó mi juventud.
Dadme vino: en él se ahoguen
Mis recuerdos; aturdida
Sin sentir huya la vida;
Paz me traiga el ataúd.
El sudor mi rostro quem^a,
Y en ardiente sangre rojos
Brillan inciertos mis ojos,
Se me salta el corazón.
Huye, mujer; te detesto.
Siento tu mano en la mia,
Y tu mano siento fria,
Y tus besos hielos son.
¡Siempre igual! Necias mujeres,
Inventad otras caricias.
Otro mundo, otras delicias,
O maldito sea el placer.
Á JARIFx^ EN UNA OTiaiA. 151
Vuestros besos son mentira,
Mentira vuestra ternura:
Es fealdad vuestra hermosura,
Vuestro g-ozo es padecer.
Yo quiero amor, quiero gloria,
Quiero un deleite divino,
mo en mi mente imagino.
Como en el muDdo no hay;
Y es la luz de aquel lucero
Que engañó mi fantasia,
Fuego fatuo, falso guia
Que errante y ciego me tray.
¿Por qué murió para el placer mi alma,
Y vive aun para el dolor impío?
¿Por qué si yazgo en indolente calma,
Siento, en lugar de paz, árido hastío?
¿Por qué este inquieto, abrasador deseo?
¿Por qué este sentimiento extraño y vago,
Que yo mismo conozco un devaneo,
Y busco aun su seductor halago?
¿Por qué aun fingirme amores y placeres
Que cierto estoy de que serán mentira?
¿Por qué en pos de fantásticas mujeres
Necio tal vez mi corazón delira,
Si luego, en vez de prados y de flores,
Halla desiertos áridos y abrojos,
Y en sus sandios ó lúbricos amores
Fastidio solo encontrará y enojos?
Yo me arrojé cual rápido cometa.
En alas de mi ardiente fantasía:
152 Á JARIFA EN UNA ORGIA.
Doquier mi arrebatada mente inquieta
Dichas y triunfos encontrar creia.
Yo me lancé con atrevido vuelo
Fuera del mundo en la región etérea,
Y hallé la duda, y el radiante cielo
Yi convertirse en ilusión aérea.
Lueg-o en la tierra, la virtud, la gloria,
Busqué con ansia y delirante amor,
Y hediondo polvo y deleznable escoria
Mi fatigado espíritu encontró.
Mujeres vi de virginal limpieza
Entre albas nubes de celeste lumbre;
Yo las toqué, y en humo su pureza
Trocarse vi, y en lodo y podredumbre.
Y encontré mi ilusión desvanecida
Y eterno é insaciable mi deseo:
Palpé la realidad y odié la vida;
Solo en la paz de los sepulcros creo.
Y busco aun y busco codicioso,
Y aun deleites el alma finge y quiere:
Pregunto, y un acento pavoroso
«¡Ay! me responde, desespera y muere.
»Muere, infeliz: la vida es un tormento,
Un engaño el placer; no hay en la tierra
Paz para tí, ni dicha, ni contento.
Sino eterna ambición y eterna guerra.
»Que así castiga Dios el alma osada.
Que aspira loca, en su delirio insano.
De la verdad para el mortal velada
A descubrir el insondable arcano.»
Á JAEIFA EN UNA ORGÍA. 153
¡Oh! cesa; no, yo no quiero
Ver mas, ni saber ya nada:
Harta mi alma y postrada,
Solo anhela descansar.
En mí muera el sentimiento,
Pues ya murió mi ventura,
Ni el placer ni la tristura
Vuelvan mi pecho á turbar.
Pasad, pasad en óptica ilusoria
Y otras jóvenes almas eng-añad:
Nacaradas imágenes de gloria,
Coronas de oro y de laurel, pasad.
Pasad, pasad, mujeres voluptuosas,
Con danza y algazara en confusión;
Pasad como visiones vaporosas
Sin conmover ni herir mi corazón.
Y aturdan mi revuelta fantasía
Los brindis y el estruendo del festín,
Y huya la noche y me sorprenda el dia
En un letargo estúpido y sin fin.
Ven, Jarifa; tú has sufrido
Como yo; tú nunca lloras;
Mas ¡ay triste! que no ignoras
Cuan amarga es mi aflicción.
Una misma es nuestra pena,
En vano el llanto contienes
Tú también^, como yo, tienes
Desgarrado el corazón.
io4 ARREPENTIMIENTO.
ARREPENTIMIENTO
A MI MADRE.
Triste es la vida cuando piensa el alma;
Triste es vivir si siente el corazón;
Nunca se goza de ventura y calma
Si se piensa del mundo en la ficción.
No hay que buscar del mundo los placeres
Pues que ning-uno hay en realidad;
No hay que buscar amigos ni mujeres,
Que es mentira el placer y la amistad.
Es iniitil que busque el desgraciado
Quien quiera su dolor con él partir:
Sordo el mundo le deja abandonado
Sin aliviar su misero vivir.
La virtud y el honor, solo de nombre
Existen en el mundo engañador;
Un juego la virtud es para el hombre.
Un fantasma no mas es el honor.
No hay que tener palabras de ternura
Que le presten al alma algún solaz;
No hay que pensar que dure la ventura,
Que en el mundo el placer es muy fugaz.
Esa falsa deidad que llaman gloria,
Es del hombre tan solo una ilusión,
Que siempre está patente á su memoria
Halagando traidora al corazón.
Todo es mentira lo que el mundo encierra,
Que el niño no conoce por su bien;
Entonces la niñez sus ojos cierra,
Y un tiempo á mí me los cerró también.
En aquel tiempo el maternal cariño
ARREPENTIMIENTO. 155
Como un edén el mundo me pintó;
Yo lo miré como lo mira un niño,
Y mejor que un edén me pareció.
Lleno lo vi de fiestas y jardines
Donde tranquilo imaginé gozar;
Oí cantar pintados colorines
Y escuché de una fuente el murmurar.
^ ^ apresaba la blanca mariposa
Persiguiéndola ansioso en el jardin,
Bien al pararse en la encarnada rosa,
O al posarse después en el jazmin.
Miraba al sol sin que jamás su fuego
Quemase mis pupilas ni mi tez:
Que entonces lo miré con el sosiego
Y con la paz que infunde la niñez.
Mi vida resbalaba entre delicias
Prodigadas ¡oh madre! por tu amor;
¡Cuántas veces entonces tus caricias
Acallaron mi llanto y mi clamor!
¡Cuántas veces durmiendo en tu regazo
En pájaros y ñores yo soñé!
jCuántas me diste ¡oh madre! un tierno abrazo
Porque alegre y risueño te miré!
Mis caricias pagastes con exceso,
Como pagan las ñores al Abril;
Mil besos ¡ay! me dabas por un beso,
Por un abrazo tú me dabas mil.
Pero yo te abandoné
Por seguir la juventud;
En el mundo me interné,
Y al primer paso, se fué
De la infancia la quietud.
Que aunque tu voz me anunciaba
Los escondidos abrojos
Del camino que pisaba,
Mi oido no te escuchaba
15G ARREPENTIMIENTO.
Ni te miraban mis ojos.
¡Sí, madre! yo no creí
Que fuese cierto tu aviso;
Tan hechicero lo vi,
Que al principio, para mí
Era el mundo un paraíso.
Así viví sin temor
Disfrutando los placeres
De mundo tan seductor;
En él encontré el amor
Al encontrar las mujeres.
Mis oidos las oyeron,
Y mis ojos las miraron,
Y ángeles me parecieron;
Mis ojos jay! me eng-añaron,
Y mis oidos mintieron.
Entre placeres y amores
Fueron pasando mis años
Sin recelos ni temores,
Mi corazón sin eng-años
Y mi alma sin dolores,
Mas hoy ya mi corazón
Por su bien ha conocido
De los hombres la traición,
Y mi alma ha descorrido
El velo de la ilusión.
Ayer vi el mundo risueño,
Y hoy triste le miro ya;
Para mí no es halagüeño
Mis años han sido un sueño
Que disipándose va.
Por estar durmiendo ayer.
De este mundo la maldad
Ni pude ni quise ver.
Ni del amigo y mujer
Conocí la falsedad.
Por el sueño no miraron
ARREPENTIMIENTO. 15'
Mis ojos teñido un rio
De sangre, que derramaron
Hermanos que se mataron
Llevados de un desvario.
Por el sueño, madre mia,
Del porvenir sin temor,
Aj^er con loca alegría
Entonaba en una orgía
Cantos de placer y amor.
Por el sueño fui perjuro
Con las mujeres allí;
Y en lugar de tu amor puro,
Amor frenético, impuro,
De impuros labios bebí.
Mi corazón fascinaste
Cuando me ofreciste el bien;
Pero ;oh mundo! me engañaste.
Porque en infierno trocaste
Lo que yo juzgaba edén.
Tú me mostraste unos seres
Con rostro de querubines
Y con nombres de mujeres;
Tú me brindaste placeres
En ciudades y festines.
Tus mujeres me engañaron;
Que al brindarme su cariño
En engranarme pensaron,
Y sin compasión jugaron
Con mí corazón de niño.
En tus pueblos no hay clemencia,
La virtud no tiene abrigo; *
Por eso con insolencia
Los ricos con su opulencia
Escarnecen al mendigo.
Y en vez de arroyos y ñores
Y fuentes y ruiseñores,
Se escuchan en tus jardines
1 58 ARREPENTIMIENTO.
Los gritos y los clamores
Que salen de los festines.
Por eso perdí el reposo
De mis infantiles años;
Dime, mundo pelig-roso,
^•Por qué siendo tan hermoso
Contienes tantos engaños?
Heme á tus pies llorando arrepentido,
Fria la frente y seco el corazón;
¡Ah! si supieras cuanto he padecido,
Me tuvieras ¡oh madre! compasión.
No te admires de hallarme en este estado.,
Sin luz los ojos, sin color la tez;
Porque mis labios ¡ay! han apurado
El cáliz del dolor hasta la hez.
¡Qué veneno el amor de las mujeres
Que en el mundo gozoso yo bebí!
Pero á pesar de todos los placeres,
Nunca te puse yo en olvido á tí.
Siempre extasiada, recordó mi mente
Aquellos días de ventura y paz,
Que á tu lado viví tranquilamente
Ajeno de ese mundo tan falaz.
Todo el amor que tiene es pasajero,
Nocivo, receloso, engañador;
No hay otro, no, mas puro y verdadero
Que dure mas que el maternal amor.
Vuelve ¡oh madre! á mirarme con cariño,
Tus caricias y halagos tórname;
Yo de tí me alejé, pero era un niño
Y el mundo m^e engañó; perdóname.
Yo pagaré tu amor con el exceso
Con que pagan las flores al Abril;
Mil besos te daré por solo un beso,
Por un abrazo yo te daré mil.
Dejemos que prosigan engañando
ARREPENTIMIENTO. . 159
Los hombres y mujeres á la par;
De nuestro amor sigamos disfrutando,
En sas eng-años^ madre, sin pensar.
Porque es triste vivir si piensa el alma,
Y maclio mas si siente el corazón;
Nunca se goza de ventura y calma
Si se piensa del mundo en la ficción.
DESESPERACIÓN.
Me gusta ver el cielo
Con negros nubarrones
Y oír los aquilones
Horrísonos bramar;
Me gusta ver la noche
Sin luna y sin estrellas,
Y solo las centellas
La tierra iluminar.
Me agrada un cementerio
De muertos bien relleno,
Manando sangre y cieno
Que impida el respirar;
Y allí un sepulturero ^
De tétrica mirada
Con mano despiadada
Los cráneos machacar.
Me gusta ver la bomba
Caer mansa del cielo,
Inmóvil en el suelo.
Sin mecha al parecer;
1(^0 DESESPERACIÓN.
Y lueg-0 embravecida
Que estalle y que se agite
Y rayos mil vomite
Y muertes por doquier.
Que el trueno me despierte
Con su ronco estampido,
Y al mundo adormecido
Le haga estremecer;
Que rayos cada instante
Caigan sobre él sin cuento,
Que se hunda el firmamento
Me agrada mucho ver.
La llama de un incendio
Que corra devorando,
Escombros apilando
Deseo yo encender;
Tostarse allí un anciano,
Volverse todo tea,
Oir cómo vocea,
¡Qué gusto! ¡Qué placer!
Me gusta una campiña
De nieve tapizada.
De flores despojada,
Sin fruto, sin verdor:
Ni pájaros que canten.
Ni sol haya que alumbre,
Y solo se vislumbre
La muerte en derredor.
Allá en sombrío monte,
Solar desmantelado
Me place en sumo grado.
La luna al reflejar;
Moverse las veletas
Con áspero chirrido
Igual al alarido
Que anuncia el espirar,
Me gusta que al Averno
DESESPERACIÓN.' KU
Lleven á los mortales
Y allí todos los males
Les hag-an padecer;
Les abran las entrañas.
Les rasg-uen los tendones,
Rompan los corazones,
Sin de ellos caso hacer.
Insólita avenida
Que inunda fértil vega,
De cumbre en cumbre llega,
Y llena de pavor.
Se lleva los ganados,
Y las vides sin pausa,
Y estragos miles causa...
¡Qué gusto que placer!
Las voces y las risas.
El juego, las botellas,
En torno de las bellas.
Alegres apurar.
Y en sus te... lascivas,
Un beso á cada trago
Con voluptuoso halago
Alegres estampar.
Romper después las copas.
Los platos, las barajas,
Y abiertas las navajas
Buscando el corazón;
Oir luego los brindis
Mezclados con quejidos
Que lanzan los heridos
En llanto y confusión.
Quisiera ver al uno
Que arrastra un intestino;
Al otro pedir vino.
Muriendo en un rincón.
Y otros ya borrachos,
En trino desusado,
11
1()*^ DESESPERACIÓN.
Al niño dios velado
Impúdica canción.
Y mientras las queridas
Tendidas en los lechos,
Sin chales en los pechos^
Y flojo el cinturon;
Mostrando sus encantos
Sin orden el cabello,
Al aire el muslo bello,
Y el
CUENTO.
EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA.
PARTE PRIMERA.
Sus fueros sus bri(js,
Sus premáticas su voluníiuL
Quijote. — Parit' prhufni. "■
Era mas de media noche,
Antiguas historias cuentan,
Cuando en sueño y en silencio
Lóbrega envuelta la tierra,
Los vivos muertos parecen,
Los muertos la tumba dejan.
Era la ora en que acaso
Temerosas voces suenan
Informes, en que se escuchan
Tácitas pisadas huecas,
Y pavorosas fantasmas
Entre las densas tinieblas
Yagan, y aullan los perros
Amedrentados al verlas:
En que tal vez la campana
164 EL ESTUDIA.NTE
De alg-una arruinada iglesia
Da misteriosos sonidos
De maldición y anatema,
Que los sábados convoca
A las brujas á su fiesta.
El cielo estaba sombrío,
No vislumbraba una estrella,
Silbaba lúgubre el viento,
Y allá en el aire, cual negras
Fantasmas, se dibujaban
Las torres de las iglesias,
Y del gótico castillo
Las altísimas almenas,
Donde canta ó reza acaso
Temeroso el centinela.
Todo en fin á media noche
Reposaba, y tumba era
De sus dormidos vivientes
La antigua ciudad que riega
El Tormes, fecundo rio.
Nombrado de los poetas.
La famosa Salamanca,
insigne en armas y letras,
Patria de ilustres varones,
Noble archivo de las ciencias.
Súbito rumor de espadas
Cruje y un ¡ay! se escuchó;
Un ay moribundo, un ay
Que penetra al corazón,
Que hasta los tuétanos hiela
Y da al que lo oyó temblor.
Un ¡ay! de alguno que al mundo
Pronuncia el último adiós.
El ruido
Cesó,
Un hombre
DE SALAMANCA. 165
Pasó
Embozado,
Y el sombrero
Recatado
A los ojos
Se caló.
Se desliza
Y atraviesa
Junto al muro
De una iglesia,
Y en la sombra
Se perdió.
Una calle estrecha y alta,
La calle del Ataúd,
Cual si de negTo crespón
Lóbrego eterno capuz
La vistiera, siempre oscura
Y de noche sin mas luz
Que la lámpara que alumbra
Una imagen de Jesús,
Atraviesa el embozado
La espada en la mano aun,
Que lanzó vivo reflejo
Al pasar frente á la cruz.
Cual suele la luna tras lóbrega nube
Con franjas de plata bordarla en redor,
Y luego si el viento la agita, la sube
Disuelta á los aires en blanco vapor:
Asi vaga sombra de luz y de nieblas.
Mística y aérea dudosa visión,
Ya brilla, ó la esconden las densas tinieblas^
Cual dulce esperanza, cual vana ilusión.
La calle sombría, la noche ya entrada.
La lámpara triste ya pronta á espirar,
1()<^ EL ESTUDIANTE
Que á veces alumbra la imág-en sagrada
Y á veces se esconde la sombra á aumentar.
El vág^o fantasma que acaso aparece,
Y acaso se acerca con rápido pié,
Y acaso en las sombras tal vez desparece,
Cual ánima en pena del hombre que fué.
Al mas temerario corazón de acero
JKecelo inspirara, pusiera pavor;
Al mas maldiciente feroz bandolero
El rezo á los labios trajera el temor.
Mas no al embozado, que aun sangre su espada
Destila, el fantasma terror infundió
Y, el arma en la mano con fuerza empuñada.
Osado á su encuentro despacio avanzó.
Seg-undo don Juan Tenorio,
Alma fiera é insolente,
Irrelig-ioso y valiente.
Altanero y reñidor:
Siempre el insulto en los ojos,
En los labios la ironía.
Nada teme, y todo fia
De su espada y su valor.
Corazón gastado, mofa
De la mujer que corteja,
Y, hoy despreciándola, deja
La que ayer se le rindió.
Ni el porvenir temió nunca.
Ni recuerda en lo pasado
La mujer que ha abandonado.
Ni el dinero que perdió.
Ni vio el fantasma entre sueños
Del que mató en desafío.
DE SALAMANCA. 167
Ni turbó jamás su brio
Eecelosa previsión.
Siempre en lances y en amores.
Siempre en báquicas org-ías,
Mezcla en palabras impías
Un chiste á una maldición.
En Salam.anca, famoso
Por su vida y buen talante,
Al atrevido estudiante
Le señalan entre mil;
Fueros le da su osadía.
Le disculpa su riqueza,
Su generosa nobleza,
Su hermosura varonil.
Que su arrog-ancia y sus vicio?.
Caballeresca apostura,
Agilidad y bravura.
Ninguno alcanza á igualar:
Que hasta en sus crímenes mismos,
En su impiedad y altiveza.
Pone un sello de grandeza
Don Félix de Montemar.
Bella y mas pura que el azul del cielo
Con dulces ojos lánguidos y hermosos.
Donde acaso el amor brillo entre el velo
Del pudor que los cubre candorosos;
Tímida estrella que refleja al suelo
Rayos de luz brillantes y dudosos,
Ángel puro de amor que amor inspira.
Fué la inocente y desdichada Elvira.
Elvira, amor del estudiante un día,
Tierna y feliz y de su amante ufana.
Cuando al placer su corazón se abría.
1()S EL ESTUDIANTE
(>omo al rayo del sol rosa temprana:
Del fingido amador que la mentía,
La miel falaz que de sus labios mana
Bebe en su ardiente sed, el pecho ageno
De que oculto en la miel hierve el veneno.
Que no descansa de su madre en brazos
Mas descuidado el candaroso infante,
Que ella en los falsos lisonjeros lazos
Que teje astuto el seductor amante:
Dulces caricias, lánguidos abrazos,
Placeres ¡ay! que duran un instante,
Que habrán de ser eternos imagina
La triste Elvira en su ilusión divina.
Que el alma virgen que halagó un encanto
Con nacarado sueño en su pureza,
Todo lo juzga verdadero y santo,
Presta á toda virtud, presta belleza.
Del cielo azul al tachonado manto.
Del sol radiante á la inmortal riqueza,
Al aire, al campo, á las fragantes flores,
Ella añade esplendor, vida y colores.
Cifró en don Félix la infeliz doncella
Toda su dicha, de su amor perdida;
Fueron sus ojos á los ojos de ella
Astros de gloria, manantial de vida.
Cuando sus labios con su labios sella,
(Juando su voz escucha embebecida.
Embriagada del dios que la enamora,
Dulce !e mira, extática le adora.
DE SALAMANCA. 169
PARTE SEGUNDA.
Except Ihe hoUow sea's,
Mournao' er tlie beauty of the Cyí^lad^^;
Byron.— D. /«rí??, canlo4.
Está ia noche serena
De luceros coronada,
Terso el azul de los cielos
Como trasparente g'asa.
Melancólica la luna
Va trasmontando la espalda
Del otero: su alba frente
Tímida apenas levanta,
Y el horizonte ilumina,
Pura virgen solitaria,
Y en su blanca luz suave
El cielo y la tierra baña.
Deslizase el arroyuelo
Fulg-ida cinta de plata
Al resplandor de la luna,
Entre franjas de esmeralda.
Argentadas chispas brillan
Entre las espesas ramas,
Y en el seno de las flores
Tal vez aduermen las auras.
Tal vez despiertas susurran
Y al desplegarse sus alas,
170 EL ESTUDIANTE
Mecen el blanco azahar,
Mueven la aromosa acacia,
Y agitan ramas y flores
Y en perfumes se embalsaman:
Tal era pura esta noche
Como aquella en que sus alas
Los ángeles desplegaron,
Sobre la primera llama
Que amor encendió en el mundo
Del Edén en la morada.
¡Una mujer! ¿Es acaso
Blanca silfa solitaria,
(^ue entre el rayo de la luna
Tal vez misteriosa vaga?
Blanco es su vestido, ondea
Suelto el cabello á la espalda,
Hoja tras hoja las flores
Que lleva en su mano, arranca.
Es su paso incierto y tardo,
Inquietas son sus miradas,
Májico ensueño parece
Que halaga engañosa el alma.
Ora, vedla, mira al cielo.
Ora suspira, y se para:
Una lágrima sus ojos
Brotan acaso y abrasa
Su mejilla; es una ola
Del mar que en fiera borrasca
El viento de las pasiones
Ha alborotado en su alma.
DE SALAMANCA. 171
Tal vez se sienta, tal vez
Azorada se levanta;
El jardín recorre ansiosa.
Tai vez á escuchar se para.
Es el susurro del viento,
Es el murmullo del ag*ua,
No es su voz, no es el sonido
Melancólico del arpa.
Son ilusiones que fueron:
Recuerdos ¡ay! que te eng-añan,
Sombras del bien que pasó
Ya te olvidó el que tú amas.
Esa noche y esa luna
Las mismas son que miraran
Indiferentes tu dicha,
Cual ora ven tu desg'racia.
¡Ah! llora, sí, ¡pobre Elviral
¡Triste amante abandonadal
Esas hojas de esas flores
Que distraída tú arrancas,
¿Sabes adonde, infeliz,
El viento las arrebata?
Donde fueron tus amores.
Tu ilusión y tu esperanza
Deshojadas y marchitas,
¡Pobres flores de tu alma!
Blanca nube de la aurora,
Teñida de ópalo y g'rana,
Naciente luz te colora,
172 EL ESTUDIANTE
Refulgente precursora
De la candida mañana.
Mas iay! que se disipó
Tu pureza virg-inal,
Tu encanto el aire llevó
Cual la ventuja ideal
Que el amor te prometió.
Hojas de árbol caídas
Jug-uetes del viento son:
¡Las ilusiones perdidas
¡ay! son hojas desprendidas
Del árbol del corazón!
¡El corazón sin amor!
¡Triste páramo cubierto
Con la lava del dolor,
Oscuro inmenso desierto
Donde no nace una flor!
Distante un bosque sombrío,
El sol cayendo en la mar,
En la playa un aduar,
Y á lo lejos un navio
Viento en popa navegar;
Óptico vidrio presenta
En fantástica ilusión,
Y al ojo encantado ostenta
Gratas visiones, que aumenta
Rica la imaginación.
Tú eres, mujer, un fanal
Trasparente de hermosura
¡Ay de tí! si por tu mal
DE SALAMANCA. 173
Rompe el hombre en su locura
Tu misterioso cristal.
Mas ¡ay! dichosa tú, Elvira,
En tu misma desventura,
Que aun deleites te procura,
Cuando tu pecho suspira
Ta misteriosa locura:
Que es la razón un tormento,
Y vale mas delirar
Sin juicio, que el sentimiento
Cuerdamente analizar.
Fijo en él el pensamiento.
Vedla, allí va que sueña en su locura
Presente el bien que para siempre huyó
Dulces palabras con amor murmura:
Piensa que escucha al pérfido que amó.
Vedla, postrada su piedad implora
Cual si presente le mirara allí :
Vedla, que sola se contempla y llora,
Miradla delirante sonreír.
Y su frente en revuelto remolino
Ha enturbiado su loco pensamiento,
Como nublo que en neg-ro torbellino
Encubre el cielo y amontona el viento,
Y vedla cuidadosa escog-er flores,
Y las lleva mezcladas en la falda,
Y, corona nupcial de sus amores.
Se entretiene en tejer una guirnalda.
Y en medio de su dulce desvarío
Triste recuerdo el íilma le importuna,
174 KL ESTUDIANTE
Y al margen va del argentado rio,
Y allí las flores echa de una en una;
Y las sigue su vista en la corriente,
Unas tras otras rápidas pasar,
Y^ confusos sus ojos y su mente
Se siente con sus lágrimas ahogar:
Y' de amor canta, y en su tierna queja
Entona melancólica canción,
Canción que el alma desgarrada deja,
Lamento ¡ay! que llaga el corazón.
;.Qué me valen tu calma y tu terneza,
Tranquila noche^ solitaria luna.
Si no calmáis del hado la crudeza,
NM me dais esperanza de fortuna?
¿Qué me valen la gracia y la belleza,
Y amar como jamás amó ninguna.
Si la pasión que el alma me devora.
La desconoce aquel que me enamora?
Lágrimas interrumpen su lamento.
Inclina sobre el pecho su semblante,
Y de ella en derredor susurra el viento
Sus últimas palabras, sollozante.
Murió de amor la desdichada Elvira,
Cándida rosa que agostó el dolor,
DE SALAMANCA. 175
Suave aroma que el viajero aspira
Y en sus alas el aura arrebató.
Vaso de bendición, ricos colores
Keflejó en su cristal la luz del día,
Mas la tierra empañó sus resplandores,
Y el hombre lo rompió con mano impía.
Una ilusión acarició su mente:
Alma celeste para amar nacida,
Era el amor de su vivir la fuente,
Estaba junta á su ilusión su vida.
Amada del Señor, flor venturosa,
Llena de amor murió y de juventud:
Despertó aleg-re una alborada hermosa.
Y á la tarde durmió en el ataúd.
Mas despertó también de su locura
Al término postrero de su vida,
Y al abrirse á sus pies la sepultura,
Volvió á su mente la razón perdida.
jLa razón fria! ¡la verdad amarg'a!
¡El bien pasado y el dolor presente!...
¡Ella feliz! ¡que de tan dura carga
Sintió el peso al morir únicamente!
Y conociendo ya su fin cercano,
Su mejilla una lágrima abrasó;
Y así al infiel con temblorosa mano.
Moribunda su víctima escribió:
«Voy á morir: perdona si mi acento
Vuela importuno á molestar tu oido:
Él es, don Félix, el postrer lamento
De la mujer que tanto te ha querido.
17() EL ESTUDIANTE
La mano helada de la muerte siento...
Adiós: ni amor ni compasión te pido...
Oye y perdona si al dejar el mundo.
Arranca un ¡ay! su angustia al moribundo.
»¡Ah! para siempre adiós. Por tí mi vida
Dichosa un tiempo resbalar sentí,
Y la palabra de tu boca oída
Éxtasis celestial fué para mí.
Mi mente aun g*oza en la ilusión querida
Que para simpre ¡mísera! perdí...
¡Ya todo huyó, desapareció contigo!
¡Dulces horas de amor, yo las bendigo!
»Yo las bendigo, sí, felices horas,
Presentes siempre en la memoria mia.
Imágenes de amor encantadoras,
Que aun vienen á halagarme en mi agonía
Mas ¡ay! volad, huid, engañadoras
Sombras, por siempre; mi postrero dia
Ha llegado: perdón, perdón, ¡Dios mió!
Si aun gozo en recordar mi desvarío.
»Y tú, don Félix, si te causa enojos
Que te recuerde yo mi desventura.
Piensa están hartos de llora mis ojos
Lágrimas silenciosas de amargura,
Y hoy, al tragar la tumba mis despojos.
Concede este consuelo á mi tristura:
Estos renglones compasivo mira;
Y olvida luego para siempre á Elvira.
»Y jamás turbe mi infeliz memoria
Con amargos recuerdos tus placeres;
Goces te dé el vivir, triunfos la gloria
Dichas el mundo, amor otras mujeres:
Y si tal vez mi lamentable historia
DE SALAMANCA. 177
A tu raemoria con dolor trajeres,
Llórame, sí; pero palpite exento
Tu pecho de roedor remordimiento.
»Adios por siempre, adiós: un breve instante
Siento de vida, y en mi pecho el fuego
Aun arde de mi amor; mi vista errante
Vaga desvanecida... ¡calma luego,
Oh muerte, mi inquietud!... ¡Sola... espirante!...
Ámame: no, perdona: ¡inútil ruego!
Adiós, adiós ¡tu corazón perdí!
— ¡Todo acabó en el mundo para mí!»
Así escribió su triste despedida
Momentos antes de morir, y al pecho
Se estrechó de su madre dolorida,
Que en tanto inunda en lágrimas su lecho.
Y exhaló luego su postrer aliento,
Y á su madre sus brazos se apretaron
Con nervioso y convulso movimiento,
Y sus labios un nombre murmuraron.
Y huyó su alma á la mansión dichosa
Do los ángeles moran... Tristes flores
Brota la tierra en torno de su losa.
El céfiro lamenta sus amores.
Sobre ella un sauce su ramaje inclina,
Sombra le presta en lánguido desmayo,
Y allá en la tarde, cuando el sol declina,
Baña su tumba en paz su último rayo...
12
178 EL ESTUDIANTE
PARTE TERCERA
CUADRO DRAMÁTICO,
Sarg. ¿Tenéis mas que parar?
Franco. Paro los ojos.
Los ojos, sí, los ojos: que descreo
Del que los hizo para tal empleo.
MORETC— 5an Franco de Sena..
PERSONAS.
D. FÉLIX DE MONTEMAR.
D. DIEGO DE PASTRANA.
SEIS JUGADORES.
En derredor de una mesa
Hasta seis hombres están.
Fija la vista en los naipes,
Mientras juegan al parar;
Y en sus semblantes se pintan
El despecho y el afán:
Por perder desesperados,
Avarientos por ganar.
Reina profundo silencio.
Sin que lo rompa jamás
DE SALAMANCA. 179
Otro ruido que el del oro,
O una voz para jurar.
Pálida lámpara alumbra
Con trémula claridad,
Negras de humo las paredes
De aquella estancia infernal.
Y el misterioso bramido
Se escucha del huracán,
Que azota los vidrios frágiles
Con sus alas al pasar.
ESCENA I.
JUGADOU PRIMERO.
El caballo aun no ha salido.
JUGADOR SEGUNDO.
¿Qué carta vino?
JUGADOR PRIMERO.
La sota.
JUGADOR SEGUNDO.
Pues por poco se alborota.
JUGADOR PRIMERO.
Un caudal llevo perdido:
¡Voto á Cristo!
JUGADOR SEGUNDO.
No juréis,
Que aun no estáis en la agonía.
JUGADOR PRIMERO.
No hay suerte como la mia.
JUGADOR SEGUNDO.
¿Y cómo cuánto perdéis?
180 EL ESTUDIANTE
JUGADOR PRIMERO.
Mil escudos y el dinero
Que don Félix me entregó.
JUGADOR SEGUNDO.
¿Dónde anda?
JUGADOR PRIMERO.
¡Qué sé yol
No tardará.
JUGADOR TERCERO.
Envido.
JUGADOR PRIMERO.
Quiero.
ESCENA II.
Galán, de talle geniil,
La mano izquierda apoyada
En el pomo de la espada,
Y el aspecto varonil:
Alta el ala del sombrero
Porque descubra la frente,
Con airoso continente
Entró luego un caballero.
JUGADOR PRIMERO.
(Al que entra,)
Don Félix, á buena hora
Habéis llegado.
D. FÉLIX.
¿Perdisteis?
JUGADOR PRIMERO.
El dinero que me disteis
Y esta bolsa pecadora.
DE SALAMANCA. 181
JUGADOR SEaUNDO.
Don Félix de Montemar
Debe perder. El amor
Le n.eg-ara su favor
Cuando le viere ganar:
D. FÉLIX (con desden).
Necesito ahora dinero
Y estoy hastiado de amores.
(A I corro con altivez,)
Dos mil ducados, señores,
Por esta cadena quiero.
(Q,ídtase %na cadena que lleva al pecho.)
JUGADOR TERCERO.
Alta ponéis la tarifa.
D. FÉLIX (con altivez).
La pongo en lo que merece.
Si otra duda se os ofrece,
Decid.
(Al corro.)
Se vende y se rifa.
JUGADOR CUARTO (aparte).
¿Y hay quien sufra tal afrenta?
D. FÉLIX.
Entre cinco están hallados.
A cuatrocientos ducados
Os toca, según mi cuenta.
Al as de oros. Allá va.
(Va echando cartas q%ie toman losj%igadores en silencio.)
Uno, dos...
{Al perdidoso.)
Con vos no cuento.
182 EL ESTUDIANTE
JUGADOR PRIMERO.
Por el motivo lo siento.
JUGADOR TERCERO.
iEl as! ¡el as! aquí está.
JUGADOR PRIMERO.
Ya ganó.
D. FÉLIX.
Suerte tenéis.
A un solo golpe de dados
Tiro los dos mil ducados.
JUGADOR TERCERO.
¿En un golpe?
JUGADOR PRIMERO [(ID. FéUx).
Los perdéis.
D. FÉLIX.
Perdida tengo yo el alma,
Y no me importa un ardite.
JUGADOR TERCERO.
Tirad.
D. FÉLIX.
Al primer embite.
JUGADOR TERCERO.
Tirad pronto.
D. FÉLIX.
Tened calma:
Que os juego mas todavía,
Y en cien onzas hago el trato,
Y os lleváis este retrato
Con marco de pedrería.
JUGADOR TERCERO.
¿En cien onzas?
DE SALAMANCA. 183
D. FÉLIX.
¿Qué dudáis?
JUGADOR PRIMERO (tomaudo el retrato).
¡Hermosa mujer!
JUGADOR CUARTO.
No es caro.
D. FÉLIX.
¿Queréis pararlas?
JUGADOR TERCERO.
Las paro,
Mas g'anaré.
D. FÉLIX.
Si ganáis [se registra todo).
No teng-o otra joya aquí.
JUGADOR PRIMERO [miraudo el retrato) .
Si esta imagen respirara...
D. FÉLIX.
A: estar aquí la jugara
A ella, al retrato y á mí.
JUGADOR TERCERO.
Vengan los dados.
D. FÉLIX.
Tirad.
JUGADOR SEGUNDO.
Por don Félix cien ducados,
JUGADOR CUARTO.
En contra van apostados.
JUGADOR QUINTO.
Cincuenta mas. Esperad,
No tiréis.
r
I
184 EL ESTUDIANTE
JUGADOR SEGUNDO.
Van los cincuenta.
JUGADOR PRIMERO.
Yo, sin blanca, á Dios le ruego
Por don Félix.
JUGADOR QUINTO.
|l! Hecho el juego.
JUGADOR TERCERO.
Í|¡ ¿Tiro?
D. FÉLIX.
Tirad con sesenta
De á caballo.
[Todos se agrupan con ansiedad alrededor de la mesa
El tercer jugador tira los dados),
JUGADOR CUARTO.
¿Qué ha salido?
JUGADOR SEGUNDO.
¡Mil demonios, que á los dos
Nos lleven!
D. FÉLIX [con calma al primero) ,
¡Bien, vive Dios,
Vuestros ruegos me han valido^
Encomendadme otra vez,
Don Juan, al diablo; no sea
Que si os oye Dios, me vea
Cautivo y esclavo en Fez.
JUGADOR TERCERO.
Don Félix, habéis perdido
Solo el marco, no el retrato,
Que entrar la dama en el trato
Vuestra intención no habrá sido.
DE SALAMANCA» 185
D. FÉLIX.
¿Cuánto dierais por la dama?
JUGADOR TERCERO.
Yo, la vida.
D. FÉLIX.
No la quiero.
Mirad si me dais dinero,
Y os la lleváis.
JUGADOR TJERCERO.
¡Buena fama
Lograreis entre las bellas
Cuando descubran altivas
Que vos las hacéis cautivas,
Para en seguida vendellas!
D. FÉLIX.
Eso á vos no importa nada.
¿Queréis la dama? Os la vendo.
JUGADOR TERCERO.
Yo de pinturas no entiendo.
D. FÉLIX, (con cólera).
Vos habláis con demasiada
Altivez é irreverencia
De una mujer... ¡y si no!...
JUGADOR TERCERO.
De la pintura hablé yo.
TODOS.
Vamos, paz: no haya pendencia.
D. FÉLIX [sosegado).
Sobre mi palabra os juego
Mil escudos.
186 EL ESTUDIANTE
JUGADOR TERCERO.
Van tirados.
D. FÉLIX.
A otra suerte de esos dados;
Y el diablo les prenda fuego.
ESCENA IIL
Pálido el rostro, cejijunto el ceño,
Y torva la mirada, aunque afligida,
Y en ella un firme y decidido empeño
De dar la muerte ó de perder la vida,
Un hombre entró embozado basta los ojos,
Sobre las juntas cejas el sombrero:
Víbrale al rostro el corazón enojos.
El paso firme, el ánimo altanero.
Encubierta fatídica figura
Sed de sangre su espíritu secó,
Emponzoñó su alma la amargura,
La venganza irritó su corazón.
Junto á don Félix llega... y desatento
No habla á ninguno, ni aun la frente inclina;
Y en pié y delante de él y el ojo atento,
Con iracundo rostro le examina.
Miró también don Félix al sombrío
Huésped que en él los ojos enclavó,
Y con sarcasmo desdeñoso y frió
Fijos en él los suyos, se sonrió.
D. FÉLIX.
Buen hombre, ¿de qué tapiz
Se ha escapado, el que se tapa,
Que entre el sombrero y la capa
Se os ve apenas la nariz?
D. DIEGO.
Bien, don Félix, cuadra en vos
DE SALAMANCA. 187
Esa insolencia importuna.
D. FÉLIX.
[A I tercer Jugador sin hacer caso de don Diego.)
Perdisteis.,
JUGADOR TERCERO.
Sí. La fortuna
Se trocó: tiro y van dos.
[Vuelven d tirar.)
D. FÉLIX.
Gané otra vez.
(Al emiozado.) No lie entendido
Que dijisteis, ni hice aprecio
De si hablasteis blando ó recio
Cuando me habéis respondido.
D. DIEGO.
A solas hablar querría.
D. FÉLIX.
Podéis^ si os place, empezar, .
Que por vos no he de dejar
Tan honrosa compañía.
Y si Dios aquí os envía
Para hacer mi conversión.
No despreciéis la ocasión
De convertir tanta gente,
Mientras que yo humildemente
Ag*uardo mú absolución.
D. DIEGO [desembozándose con ira) .
Don Félix, ¿no conocéis
A don Diego de Pastrana?
D. FÉLIX.
A vos no, mas sí á una hermana
Que imagino que tenéis.
188 EL ESTUDIANTE
D. DIEGO.
¿Y no sabéis que murió?
D. FÉLIX.
Téng-ala Dios en su gloria,
D. DIEGO.
Pienso que sabéis su historia,
Y quién fué quién la mató.
D. FÉLIX, [con sarcasmo),
¡Quizá alguna calentura!
D. DIEGO.
¡Mentís vos!
D. FÉLIX.
Calma, don Diego,
Que si vos os morís luego,
Es tanta mi desventura,
Que aun me lo habrán de achacar,
Y es en vano ese despecho.
Si se murió, á lo hecho, pecho,
Ya no ha de resucitar.
p. DIEGO.
Os estoy mirando, y dudo
Si habré de manchar mi espada
Con esa sangre malvada,
O echaros al cuello un nudo
Con mis manos, y con mengua,
En vez de desafiaros,
El corazón arrancaros
Y patearos la lengua.
Que un alma, una vida, es
Satisfacción muy ligera,
Y os diera mil si pudiera
Y os las quitara después.
^ 'íugo á mi labio han de dar
Abiertas todas tus venas,
DE SALAMANCA. 189
Que toda tu sangre, apenas
Basta mi sed á calmar.
¡Villano!
'^ira de la espada: todos los jugadores se interponen,)
TODOS.
Fuera de aquí
A armar quimera.
D. FÉLIX {con calma levantándose).
Tened,
Don Dieg*o, la espada, y ved
Que estoy yo muy sobre mí,
Y que me conteng'o mucho,
No sé por qué, pues tan frió
En mi colérico brio
Vuestras injurias escucho.
D. DIEGO.
[Con furor reconcentrado y con la espada desnuda,)
Salid de aquí; que á fe mia,
Que estoy resuelto á mataros,
Y no alcanzará á libraros
La misma Virgen María,
Y es tan cierta mi intención,
Tan resuelta está mi alma.
Que hasta mi cólera calma
Mi firme resolución.
Venid conmigo.
D. FÉLIX.
Allá voy;
Pero si os mato, don Diego,
Que no me venga otro luego
A pedirme cuenta. Soy
Con vos al punto. Esperad
Cuente el dinero... u7io,,. dos,..
(A don Diego.)
Son mis ganancias; por vos
190 EL ESTUDIANTE
Pierdo aquí una cantidad
Considerable de oro
Que iba á ganar... ¿y por qué?
Diez,., qíiince.,. por no sé qué
Cuento de amor... ¡un tesoro '
Perdido!... voy al momento.
Es un puro disparate
Empeñarse en que yo os mate:
Lo digo como lo siento.
D. DIEGO.
Remiso andáis y cobarde
Y hablador en demasía.
D. FÉLIX.
Don DiegOj mas sangre fria:
Para reñir nunca es tarde.
Y si aun fuera otro el asunto,
Yo os perdonara la prisa:
Pidierais vos una misa
Por la difunta, y al punto...
D. DIEGO.
¡Mal caballero!...
D. FÉLIX.
Don Diego.
Mi delito no es gran cosa.
Era vuestra hermana hermosa:
La vi, me amó, creció el fuego^
Se murió, no es culpa mía;
Y admiro vuestro candor^
Que no se mueren de amor
Las mujeres hoy en dia.
t
D. DIEGO.
¿Estáis pronto?
D. FÉLIX.
Están contadtís.
DE SALAMANCA. 191
Vamos andando.
D. DIEGO.
¿Os reís?
[Con wz solemne.)
Pensad que á morir venís.
D. FÉLIX.
[Sale iras de él embolscmdose el dinero con
indiferencia).
Son mil trescientos ducados.
ESCENA IV.
LOS JUGADORES.
JUGADOR PRIMERO.
Este don Diego Pastrana
Es un hombre decidido;
Desde Flandes ha venido
Solo á vengar á su hermana.
JUGADOR SEGUNDO.
¡Pues no ha hecho mal disparate!
Me da el corazón su muerte.
JUGADOR TERCERO.
¿Quién sabe? acaso la suerte.....
JUGADOR CUARTO.
Me alegraré que lo mate.
192 EL ESTUDIANTE
PARTE CUARTA
Salió en fin de aquel estado, para caer en el dolor mas sombrío, en la
mas desalentada desesperación y en la mayor amargura y desconsuelo
que pueden apoderarse de este pobre corazón humano, que tan positiva-
mente choca y se quebranta con los males, domo con vaguedad aspira en
algunos momentos, casi siempre sin conseguirlo, á tocar los bienes lige-
ramente y de pasada.
(La protección de un smtre: novela original, por D. Miguel de Jos Sanios:
Alvarez.)
Spiritus quidem promptus est: caro
vero infirma.
{S. Marc. Evang.)
Vedle, don Félix es, espada en mano.
Sereno el rostro, firme el corazón.
También de Elvira el vengativo hermano
Sin piedad á sus pies muerto cayó.
Y con tranquila audacia se adelanta
Por la calle fatal del Ataúd;
Y ni medrosa aparición le espanta,
Ni le turba la imagen de Jesús.
La moribunda lámpara que ardía
Trémula lanza su postrer fulgor,
Y en honda oscuridad, noche sombría
La misteriosa calle encapotó.
Mueve los pies el Montemar osado
En las tinieblas con incierto giro,
Cuando ya un trecho de la calle andado,
Súbito junto á él oye un suspiro.
DE SALAMANCA. 193
Resbalar por su faz sintió el aliento,
Y á su pesar sus nervios se crisparon;
Mas pasado el primero movimiento,
A su primera rigidez tornaron. ,
«¿Quién va?» pregunta con la voz serena,
Que ni finge valor, ni muestra miedo,
El alma de invencible vigor llena,
Fiado en su tajante de Toledo.
Palpa en torno de sí, y el impío jura,
Y á mover vuelve la atrevida planta.
Cuando hacia él fatídica figura
Envuelta en blancas ropas se adelanta. -
Flotante y vaga, las espesas nieblas
Ya disipa y se anima y va creciendo
Con apagada luz, ya en las tinieblas
Su argentino blancor va apareciendo.
Ya leve punto de luciente plata.
Astro de clara lumbre sin mancilla,
El horizonte lóbrego dilata
Y allá en la sombra en lontananza brilla.
Los ojos Montemar fijos en ella,
Con mas asombro que tem.or la mira;
Tal vez la juzga vagorosa estrella
Que en el espacio de los cielos gira:
Tal vez engaño de sus propios ojos,
Forma falaz que en su ilusión creó,
O del vino ridículos antojos
Que al fin su juicio á alborotar subió.
Mas el vapor del néctar jerezano
Nunca su mente á trastornar bastara,
13
194 EL ESTUDIANTE
Que ya mil veces embriagarse en vano
En frenéticas org-ías intentara.
«Dios presume asustarme: ¡ojala fuera,
Dijo entre sí riendo, el diablo mismo!
Que entonces, vive Dios, quien soy supiera
El cornudo monarca del abismo.»
Al pronunciar tan insolente ultraje
La lámpara del Cristo se encendió:
Y una mujer velada en blanco traje,
Ante la imagen de rodillas vio.
«Bienvenida la luz,» dijo el impío,
«Gracias á Dios ó al diablo:» y con osada,
Firme intención y temerario brio.
El paso vuelve á la mujer tapada.
Mientras él anda, al parecer se alejan
La luz, la imagen, la devota dama.
Mas si él se para, de moverse dejan:
Y lágrima tras lágrima derrama
De sus ojos inmóviles la imagen.
Mas sin que el miedo ni el dolor que inspira
Su planta audaz, ni su impiedad atajen.
Rostro á rostro á Jesús Montemar mira.
— La calle parece se mueve y camina.
Faltarle la tierra sintió bajo el pié;
Sus ojos la muerta mirada fascina
Del Cristo, que intensa, clavada está en éL
Y en medio el delirio que embarga su mente,
Y achaca él al vino que al fin le embriagó.
La lámpara alcanza con mano insolente
Del ara do alumbra la imagen de Dios;
DE SALAMANCA. 195
Y al rostro la acerca, que el candido lino
Encubre, con ánimo asaz descortés;
Mas la luz apaga viento repentino,
Y la blanca dama se puso de pié.
Empero un momento creyó que
Un rostro que vagos recuerdos
Y alegres memorias confusas traia
De tiempos mejores que pasaron ya.
Un rostro de un ángel que vio en un ensueño,
Como un sentimiento que el alma halagó,
Que anubla la frente con rígido ceño.
Sin que lo comprenda jamás la razón.
Su forma gallarda dibuja en las sombras
El blanco ropaje que ondeante se ve,
Y cual si pisara mullidas alfombras.
Deslizase leve sin ruido su pié.
Tal vimos al rayo de la luna llena
Fugitiva vela de lejos cruzar.
Que ya la hincha en popa la brisa serena.
Que ya la confunde la espuma del mar.
También la esperanza blanca y vaporosa
Así ante nosotros pasa en ilusión,
Y el alma conmueve con ansia medrosa
Mientras la rechaza la adusta razón.
D. FÉLIX.
«¡Qué! ¿sin respuesta me deja?
¿No admitís mi compañía?
¿Será quizá alguna vieja
Devota? ¡Chasco sería!
19f^ EL ESTUDTA^ÍTE
En vano, dueña, es callar,
Ni hacerme señas que no:
-He resuelto que sí yo,
Y os teng'o de acompañar.
Y he de saber dónde vais
Y si sois hermosa ó fea,
Quién sois y cómo os llamáis.
Y aun cuando imposible sea,
Y fuerais vos Satanás
Con sus llamas y sus cuernos.
Hasta en los mismos infiernos,
Vos delante y yo detrás,
Hemos de entrar ¡vive Dios!
Y aunque lo estorbara el cielo.
Que yo he de cumplir mi anhelo
Aun á despecho de vos:
Y perdonadme, señora,
Si hay en mi empeño osadía.
Mas fuera descortesía
Dejaros sola á esta hora:
Y me va en ella mi fama,
Que juro á Dios, no quisiera
Que por temor se creyera
Que no he seguido á una dama.»
Del hondo del pecho profundo gemido,
Crugido del vaso que estalla al dolor,
Que apenas medroso lastima el oido,
Pero que punzante rasga el corazón;
(remido de amargo recuerdo pasado,
De pena presente, de incierto pesar,
DE SALAMANCA. 197
Mortífero alie ato, veneno exhalado
Del que encubre el alma ponzoñoso mar:
Gemido de muerte lanzó, y silenciosa
La blanca fig-ura su pié resbaló,
Cual mueve sus alas sílfide amorosa
Que apenas las ag*uas del lago rizó.
¡Ay! el que vio acaso perdida en un dia
La dicha que eterna creyó el corazón;
Y en noche de nieblas, y en honda ag'onía
En un mar sin playas muriendo quedó!...
'Y solo y llevando consig-o en su pecho.
Compañero eterno su dolor cruel,
El májico encanto del alma deshecho.
Su pena, su amigo y su amante mas fiel;
Miró sus suspiros llevarlos el viento,
Sus lágimas tristes perderse en el mar, ^
Sin nadie que acuda ni entienda su acento.
Insensible el cielo y el mundo á su mal...
Y ha visto la luna brillar en el cielo
Serena y en calma mientras él lloró,
Y ha visto los hombres pasar en el suelo,
Y nadie á sus quejas los ojos volvió.
Y él mismo, la befa del mundo temblando,
Su pena en su pecho profunda escondió,
Y dentro en su alma su llanto tragando
Con falsa sonrisa su labio vistió!!...
¡Ay! quien ha contado las horas que fueron.
Horas otro tiempo que abrevió el placer,
Y hoy solo y llorando piensa como huyeron
Con ellas por siempre las dichas de ayer;
198 EL ESTUDIANTE
Y aquellos placeres que el triste ha perdido.
No huyeron del mundo, que en el mundo están,
Y él vive en el mundo do siempre ha vivido,
Y aquellos placeres para él no son ya!!
iAy! el que descubre por fin la mentira,
¡Ay! el que la triste realidad palpó,
El que el esqueleto de este mundo mira,
Y sus falsas g'alas loco le arrancó...
¡Ay! aquel que vive solo en lo pasadol...
¡Ay! el que su alma nutre en su pesar,
, Las horas que huyeron llamará ang^ustiado,
Las horas que huyeron y no tornarán.,.
Quien haya sufrido tan bárbaro duelo,
Quien noches enteras contó sin dormir
En lecho de espinas, maldiciendo al cielo.
Horas sempiternas de ansiedad sin fin;
Quien haya sentido quererse del pecho
Saltar á pedazos roto el corazón;
Crecer su delirio, crecer su despecho;
Al cuello cien nudos echarle el dolor;
Ponzoñoso lag'o de punzante hielo,
Sus lág-rimas tristes que cuajó el pesar,
Reventando ahog'arle, sin hallar consuelo,
Ni esperanza nunca, ni treg'ua en su afán...
Aquel, de la blanca fantasma el gemido.
Única respuesta que á don Félix dio.
Hubiera, y su inmenso dolor, comprendido,
Hubiera pesado su inmenso valor.
D. FÉLIX.
«Si buscáis alg'un ingrato,
Yo me ofrezco agradecido;
DE SALAMANCA. 199
Pero ó miente ese recato,
O vos sufrís el mal trato
De alg'un celoso marido.
»¿Acerté? jNecia manía!
Es para volverse loco
Si insistís en tal porfía;
Con los mudos, reina mia,
Yo hago mucho y hablo poco.»
Segunda vez importunada en tanto
Una voz de suave melodía
El estudiante oyó, que parecía
Eco lejano de armonioso canto:
De amante pecho lánguido latido,
Sentimiento inefable de ternura,
Suspiro fiel de amor correspondido,
El primer sí de la mujer aun pura.
«Para mí los amores acabaron:
Todo en el mundo para mí acabó:
Los lazos que á la tierra me ligaron.
El cielo para siempre desató.»
Dijo su acento misterioso y tierno,
Que de otros mundos la ilusión traáa,
Eco de los que ya reposo eterno
Gozan en paz bajo la tumba fria.
Montemar, atento solo á su aventura,
Que es bella la dama y aun fácil juzgó,
Y la hora, la calle y la noche oscura
Nuevos incentivos á su pecho son.
— Hay riesgo en seg-aierme. — Mirad ¡qué reparo!
— Quizá luego os pese. — Puede que por vos.
200 EL ESTUDIANTE J
— Ofendéis al cielo. — Del diablo me amparo. "
— Idos, caballero, no tentéis á Dios. —
— Siento me enamora mas vuestro despego,
Y si Dios se enoja, pardiez que hará mal:
Véame en vuestros brazos y máteme luego.
— ¡Vuestra última hora quizá esta será!,..
Dejad ya, don Félix, delirios mundanos. —
— iHolo me conoce! — ikyl ¡temblad por vos!
¡Temblad no se truequen deleites livianos
En penas eternas! — Basta de sermón.
Que yo para oirlos la cuaresma espero; |
Y hablemos de amores que es mas dulce hablar,.
Dejad ese tono solemne y severo.
Que os juro, señora,, que os sienta muy mal;
La vida es la vida: cuando ella se acaba,
Acaba con ella también el placer.
¿De inciertos pesares por qué hacerla esclava?
Para mí no hay nunca mañana ni ayer.
Sí mañana muero, que sea en mal hora
O en buena, cual dicen, ¿qué me importa á mí?
Goce yo el presente, disfrute yo ahora,
Y el diablo me lleve siquiera al morir.
— ¡Cúmplase en fin tu voluntad. Dios mío! —
La figura fatídica exclamó:
Y en tanto al pecho redoblar su brío
Siente don Félix y camina en pos.
Cruzan tristes calles.
Plazas solitarias,
Arruinados muros.
Donde sus plegarias í
DE SALAMANCA. 201
Y falsos conjuros,
En la misteriosa
Noclie borrascosa,
Maldecida bruja
Con ronca voz canta,
Y de los sepulcros
Los muertos levanta^
Y suenan los ecos
De sus pasos huecos
En la áoledad;
Mientras en silencio
Yace la ciudad,
Y en lúg-ubre son,
Arrulla su sueño
. ' Bramando Aquilón.
Y una calle y otra cruzan,
Y mas allá y mas allá:
Ni tiene término el viaje,
Ni nunca dejan de andar.
Y atraviesan, pasan, vuelven
Cien calles quedando atrás,
Y paso tras paso sig*uen,
Y siempre adelante van:
Y á confundirse ya empieza
Y á perderse Montemar,
Que ni sabe á do camina,
Ni acierta ya donde está:
Y otras calles, otras plazas
Recorre y otra ciudad,
Y ve fantásticas torres
De su eterno pedestal
Arrancarse, y sus macizas
Negras m.asas caminar,
Apoyándose en sus áng'ulos
Que en la tierra, en desigual^
Perezoso tranco fijan;
202 EL ESTUDIANTE
Y á SU monótono andar,
La-s campanas sacudidas
Misteriosos dobles dan;
Mientras en danzas grotescas
Y al estruendo funeral,
En derredor cien espectros
Danzan con torpe compás:
Y las veletas sus frentes
Bajan ante él al pasar,
Los espectros le saludan,
Y en cien lenguas de metal,
Oye su nombre en los ecos
De las campanas sonar.
Mas luego cesa el estrépito,
Y en silencio, en muda paz
Todo queda, y desparece
De súbito la ciudad;
Palacios, templos, se cambian
En campos de soledad,
Y en un yermo y silencioso
Melancólico arenal,
Sin luz, sin aire, sin cielo.
Perdido en la inmensidad.
Tal vez piensa que camina
Sin poder parar jamás.
De extraño empuje llevado
Con precipitado afán;
Entre tanto que su guia
Delante de él sin hablar.
Sigue misteriosa, y sigue
Con paso rápido, y ya
Se remonta ante sus oíos
En alas del huracán,
Vision sublime, y su frente
Ve fosfórica brillar
Entre lívidos relámpagos
En la densa oscuridad.
DE SALAMANCA. 203
Sierpes de luz, luminosos
Eng-endros del vendaval:
Y cuando duda si duerme,
Si tal vez sueña ó está
Loco, si es tanto prodigio,
Tanto dc4irio verdad,
Otra vez en Salamanca
Súbito vuélvese á hallar.
Disting-ue los edificios,
Reconoce en donde está,
Y en su delirante vértigo
Al vino vuelve á culpar,
Y jura, y siguen andando
Elia delante, él detrás.
«[Vive Dios! dice entre sí,
O Satanás se chancea,
O no debo estar en mí,
O el Málaga que bebí
En mi cabeza aun humea.
»Sombras, fantasmas, visiones.
Dale con tocar á muerto,
Y en revueltas confusiones,
Danzando estos torreones
Al compás de tal concierto.
»Y el juicio voy á perder
Entre tantas maravillas,
Que estas torres llegué á ver,
Como muías de alquiler
Andando con campanillas.
»¿Y esta mujer quién será?
Mas si es el diablo en persona,
^.A mí qué diantre me dá?
Y mas, que el traje en que va
En esta ocasión, le abona.
204 EL ESTUDIANTE |
»Noble señora, imagino
Que sois nueva en el lugar:
Andar así es desatino:
O habéis perdido el camino,
O esto es andar por andar.
»Ha dado en no responder,
Que es la mas rara locura
Que puede hallarse en mujer,
Y en que yo la he de querer
Por su paso de andadura.»
En tanto don Félix atientas seguía,
Delante camina la blanca visión,
Triplica su espanto la noche sombría,
Sus hórridos gritos redobla Aquilón.
Rechinan girando las férreas veletas,
Crujir de cadenas se escucha sonar.
Las altas campanas, por el viento inquietas.
Pausados sonidos en las torres dan.
Ruido de pasos de gente que viene
A compás marchando con sordo rumor,
Y de tiempo en tiempo su marcha detiene,
Y rezar parece en confuso son,
Llegó de don Félix luego á los oídos,
Y luego cien luces á lo lejos vio,
• Y luego en hileras largas divididos.
Vio que murmurando con lúgubre voz.
Enlutados bultos andando venían;
Y luego mas cerca con asombro ve,
Que un féretro en medio y en hombros traian
Y dos cuerpos muertos tendidos en él.
DE SALAMANCA. 205
Las luceSj la hora, la noche, profundo,
infernal arcano parece encubrir.
Cuando en hondo sueño yace muerto el mundo,
Cuando todo anuncia qu^ habrá de morir,
Al hombre, que loco la recia tormenta
Corrió de la vida, del viento á merced,'
Cuando una voz triste las horas le cuenta,
Y en lodo sus pompas convertidas ve,
Forzoso es que tenga de diamante el alma
Quien no sienta el pecho de horror palpitar,
Quien como don Félix, con serena calmea
Ni en Dios ni en el diablo se ponga á pensar.
Así en tardos pasos, todos murmurando,
El lúgubre entierro ya cerca llegó,
Y la blanca dama devota rezando.
Entrambas rodillas en tierra dobló.
Calado el sombrero y en pié, indiferente
El féretro mira don Félix pasar,
Y al paso pregunta con su aire insolente
Los nombres de aquellos que al sepulcro van.
Mas icuál su sorpresa, su asombro cuál fuera.
Cuando horrorizado con espanto ve
Que el uno don Diego de Pastrana era,
Y el otro ¡Dios santo! y el otro era él...
Él mismo, su imagen, su misma figura.
Su mismo semblante, que él mismo era en fin :
Y duda, y se.palpa, y fria pavura
Un punto en sus venas sintió discurrir.
Al fin era hombre, y un punto temblaron
Los nervios del hombre, y un punto temió ;
206 EL ESTUDIANTE
Mas pronto su antiguo vigor recobraron.
Pronto su fiereza volvió al corazón.
«Lo que es, dijo, por Pastrana,
Bien pensado está el entierro :
Mas es diligencia vana
Enterrarme á mí /y mañana
Me he de quejar de este yerro.
»Diga, señor enlutado,
¿A quién llevan á enterrar?
— M estudiante endiablado
Don Félix de Montemar, —
Ptespondió el encapuchado.
»Mientes, truan. — No por cierto.—
Pues decidme á mí quién 803% .
Si gustáis, porque no acierto
Como á un mismo tiempo estoy
Aquí vivo y allí muerto.
— »Yo no os conozco. — Pardiez,
Que si me llego á enojar,
Tus burlas te haga llorar
De tal modo, que otra vez
Conozcas ya á Montemar.
»¡ Villano! mas esto es
Ilusión de los sentidos,
El mundo que anda al revés,
Los diablos entretenidos
En hacerme dar traspiés.
»¡E1 fanfarrón de don Diego !
De sus mentiras reniego,
Que cuando muerto cayó,
Al infierno se fué luego
Contando que me mató.»
DE SALAMANCA. 207
Diciendo así, soltó una carcajada,
Y las espaldas con desden volvió :
Se hizo el big-ote, requirió la espada,
Y á la devota dama se acercó.
«Conque, en fin, ¿dónde vivís?
''Que se hace'tarde, señora.
— Tarde, aún no; de aquí á una hora
Lo será.— Verdad decís.
Será mas tarde que ahora.
»Esa voz con que hacéis miedo
De vos me enamora mas:
Yo me he echado el alma atrás;
Juzgad si me dará un bledo
De Dios ni de Satanás.
~»Cada paso que avanzáis
Lo adelantáis á la muerte,
Don Félix. ¿Y no tembláis,
Y el corazón no os advierte
Que á la muerte camináis?»
Con eco melancólico y sombrío
Dijo asi la mujer, y el sordo acento.
Sonando en torno del mancebo impío,
Rugió en la voz del proceloso viento.
Las piedras con las piedras se golpearon,
Bajo sus pies la tierra retembló,
Las aves de la noche se juntaron,
Y sus alas crujir sobre él sintió:
Y en la sombra unos ojos fulgurantes
Vio en el aire vagar que espanto inspiran,
Siempre sobre él saltándose anhelantes:
Ojos de horror que sin cesar le miran.
208 EL ESTUDIANTE
Y los vio y no tembló: mano á la espada
Paso y la sombra intrépido embistió,
Y ni sombra encontró ni encontró nada;
Solo fijos en él los ojos vio.
Y alzó los suyos impaciente al cielo,
Y rechinó las dientes y maldijo,
Y en él creciendo el infernal anhelo,
- Con voz de enojo blasfemando dijo: ,
«Se<^aid, señora, y adelante vamos:
"Janto mejor si sois el diablo mismo,
Y Dios y el diablo y yo nos conozcamos,
Y acábese por fin tanto embolismo.
¿Qae de tanto sermón, de farsa tanta,
Juro^ pardiez, que fatig-ad^ estoy:
Nada mi firme voluntad quebranta,
Sabed en fin que donde vayáis voy.
»Un término no mas tiene la vida:
Término fijo; un paradero el alma:
Ahora adelante.» Dijo, y en seguida
Camina en pos con decidida calma.
Y la dama á una puerta se paró,
Y era una puerta altísima, y se abrieron
Sus hojas en el punto en que llamó,
Que á un misterioso impulso obedecieron:
Y tras la dama el estudiante entró:
Ni pajes ni doncellas acudieron:
Y cruzan á la luz de unas bujías
Fantásticas, desiertas g-alerías.
Y la visión como engañoso encanto.
Por las losas deslizase sin ruido.
Toda encubierta bajo el blanco manto
Que barre el suelo en pliegues desprendido;
DE SALAMANCA. ' 209
Y por el larg'o corredor en tanto
Sig-ue adelante, y sigúela atrevido,
Y su temeridad raya en locura,
Resuelto Montemar á su aventura.
Las luces, como antorchas funerales,
Láng^uida luz y cárdena esparcian,
Y en torno en movimientos desiguales
Las sombras se alejaban ó venian:
Arcos aquí ruinosos, sepulcrales,
Urnas allí y estatuas se veian.
Rotas columnas, patios mal seguros^
Yerbosos, tristes, húmedos y oscuros.
Todo vago, quim.érico y sombrío,
Edificio sin base ni cimiento,
Ondula cual fantástico navio
Que anclado mueve borrascoso viento.
En un silencio aterrador y frió
Yace allí todo: ni rumor, ni aliento
Humano nunca se escuchó: callado
Corre allí el tiempo, en sueno sepultado.
Las muertas horas á las muertas horas
Siguen en el reloj de aquella vida.
Sombras de horror girando aterradoras.
Que allá aparecen en medrosa huida:
Ellas solas y tristes moradoras
De aquella negra, funeral guarida.
Cual soñada fantástica quimera.
Vienen á ver al que su paz altera.
Y en él enclavan los hundidos ojos
Del fondo de la larga galería.
Que brillan lejos cual carbones rojos,
Y espantaran la misma valentía:
Y muestran en ,m rostro sus enojos
14
210 EL ESTUDIANTE
Al ver hollada su mansión sombría,
Y ora en gTupos delante se aparecen,
Ora en la sombra allá se desvanecen.
Grandiosa, satánica figura,
Auta la frente, Montemar camina,
Espíritu sublime en su locura.
Provocando la cólera divina:
Fábrica frág*il de materia impura,
El alma que la alienta y la ilumina,
Con Dios le ig*uala, y con osado vuelo
Se alza á su trono y le provoca á duelo.
Segundo Lucifer que se levanta
Del rayo veng-ador la frente herida.
Alma rebelde que el temor no espanta.
Hollada sí, pero jamás vencida:
El hombre en fin que en su ansiedad quebranta
Su límite á la cárcel de la vida,
Y á Dios llama ante él á darle cuenta,
Y descubrir su inmensidad intenta.
Y un báquico cantar tarareando,
Cruza aquella quimérica morada,
Con atrevida indiferencia andando.
Mofa en los labios, y la vista osada:
Y el rumor que sus pasos van formando,
Y el g*olpe que al andar le da la espada,
Tristes ecos, sig'uiéndole detrás,
.Repiten con monótono compás^
Y aquel extraño y único ruido
Que de aquella mansión los ecos llena.
En el suelo y los techos repetido.
En su profunda soledad resuena:
Y espira allá cual funeral gemido
Que lanza en su dolor la ánima en pena.
DE SALAMANCA. 211
Que al fin del corredor largo y oscuro
Salir parece de entre el roto muro.
Y en aquel otro mundo, y otra vida,
Mundo de sombras, vida que es un sueño,
Vida, que con la muerte confundida,
Ciñe sus sienes con letal beleño;
Mundo, vaga ilusión descolorida
De nuestro mundo y vaporoso ensueño, .
Son aquel ruido y su locura insana.
La sola imagen de la vida humana.
Que allá su blanca misteriosa guia
üe la alma dicha la ilusión parece,
Que ora acaricia la esperanza impía,
Ora al tocarla ya se desvanece:
Blanca, flotante nube, que en la umbría
Noche, en alas del céfiro se mece,
Su airosa ropa, desplegada al viento,
Semeja en su callado movimiento:
Humo suave de quemado aroma
Que al aire en ondas á perderse asciende,
Rayo de luna que en la parda loma.
Cual un broche su cima al éter prende;
Silfa que con el alba envuelta asoma
Y al nebuloso azul sus alas tiende.
De negras sombras y de luz teñidas.
Entre el alba y la noche confundidas.
Y ágil, veloz, aérea y vaporosa,
Que apenas toca con los pies al suelo,
Cruza aquella morada tenebrosa
La mágica visión del blanco velo:
Imagen fiel de la ilusión dichosa
Que acaso el hombre encontrará en el cielo.
212 EL ESTUDIANTE
Pensamiento sin fórmula y sin nombre,
Que hace rezar y blasfemar al hombre.
Y al fin del larg-o corredor lleg-ando,
Montemar sigue su callada guia,
Y una de mármol negro va bajando
De caracol torcida gradería,
Larga, estrecha y revuelta, y que girando
En torno de él y sin cesar veia
Suspendida en el aire y con violento,
Veloz, vertiginoso movimiento.
Y en eterna espiral y en remolino
Infinito prolóngase y se extiende,
Y el juicio pone en loco desatino
A Montemar que en tumbos mil desciende,
Y envuelto en el violento torbellino
Al aire se imagina, y se desprende,
Y sin que el raudo movimiento ceda,
Mil vueltas dando, á los abismos rueda:
Y de escalón en escalón cayendo,
Blasfema y jura con lenguaje inmundo,
Y su furioso vértigo creciendo,
Y despeñado rápido al profundo.
Los silbos ya del huracán oyendo,
Y ante él pasando en confusión el mundo,
Ya oyendo gritos, voces y palmadas,
Y aplausos y brutales carcajadas;
Llantos y ayes, quejas y gemidos,
Mofas, sarcasmos, risas y denuestos,
Y en mil grupos acá y allá reunidos.
Viendo debajo de él, sobre él enhiestos,
Hombres, mujeres, todos confundidos,
Con sandia pena, con alegres gestos.
DE SALAMANCA. 2i:>
Que con asombro estúpido le miran
Y en el perpetuo remolino giran:
Siente por fin que de repente para,
Y un punto sin sentido se quedó;
Mas luego valeroso se repara,
Abrió los ojos y de pié se alzo:
Y fué el primer objeto en que pensara
La blanca dama y al redor miró,
Y al pié de un triste monumento hallóla
Sentada en medio de la estancia, sola.
Era un negro solemne monumento
Que en medio de la estancia se elevaba,
Y á un tiempo á Montemar ¡raro portento!
Una tumba y un lecho semejaba:
Ya imaginó su loco pensamiento
Que abierta aquella tumba le aguardaba;
Ya imaginó también que el lecho era
Tálamo blando que al esposo espera.
Y pronto recobrada su osadía,
Y á terminar resuelto su aventura,
Al cielo y al infierno desafía
Con firme pecho y decisión segura:
A la blanca visión su planta guia,
Y á descubrirse el rostro la conjura,
Y á sus pies Montemar tomando asiento.,
Así la habló con animoso acento:
«Diablo, mujer ó visión,
Que, á juzgar por el camino
Que conduce á esta mansión,
Eres puro desatino
O diabólica invención:
Si quier de parte de Dios,
Si quier de parte del diablo,
214 EL ESTUDIANTE
¿Quien nos trajo aquí á los dos?
Decidme en fin ¿quién sois vos?
Y sepa yo con quién hablo:
»Que mas que nunca paipita
Resuelto mi corazón,
Cuando en tanta confusión,
Y en tanto arcano que irrita,
Me descubre mi razón
»Que un poder aquí supremo,
Invisible se ha mezclado,
Poder que siento y no temo.
A llevar determinado
Esta aventura al extremo.»
Fúnebre
Llanto
De amor,
Oyese
En tanto
En son
Flébil, blando,
Cual quejido
Dolorido
Que del alma
Se arrancó:
Cual profundo
¡Ay! que exhala
Moribundo
Corazón.
Música triste,
Lánguida y vaga.
Que á par lastima
Y el alma halaga;
DE SALAMANCA. 215
Dulce armonía
Que inspira al pecho
Melancolía,
Como el murmullo
Dé alg'un recuerdo
De antig-uo amor,
A un tiempo arrullo
Y amarg*a pena '
Dei corazón.
Mág'ico embeleso,
Cántico ideal,
Que en los aires vag-a
Y en sonoras ráfag-as
Aumentando va: '
Sublime y oscuro,
Rumor prodigioso,
Sordo acento lúgubre.
Eco sepulcral.
Músicas lejanas
De enlutado parche,
Redoble monótono.
Cercano huracán.
Que apenas la copa
Del árbol menea
Y bramando está:
Olas alteradas
De la mar bravia.
En noche sombría
Los vientos en paz,
Y cuyo rugido
Se mezcla al gemido
Del muro que trémulo
Las siente llegar:
Pavoroso estrépito.
Infalible présago
De la tempestad.
21 c;
EL ESTUDIANTE
Y en rápido crescendo,
Los lúg'ubres sonidos
Mas cerca vanse oyendo
Y en ronco rebramar;
Cual trueno en las montañas
Que retumbando va.
Cual rug-en las entrañas
Del horrísono volcan.
Y alg-azara y gritería,
Crujir de afilados huesos,
Rechinamiento de dientes
Y retemblar los cimientos,
Y en pavoroso estallido
Las losas del pavimento
Separando sus junturas
Irse poco á poco abriendo,
Siente Montemar, y el ruido
Mas cerca crece, y á un tiempo
Escucha chocarse cráneos,
Ya descarnados y secos,
Temblar en torno la tierra.
Bramar combatidos vientos.
Rugir las airadas olas,
Estallar el ronco trueno,
Exhalar tristes quejidos
Y prorumpir en lamentos.
Todo en furiosa armonía,
Todo en frenético estruendo
Todo en confuso tra¿torno.
Todo mezclado y diverso.
Y luego el estrépito crece
Confuso y mezclado en un son,
Que ronco en las bóvedas hondas
Tronando furioso zumbó;
DE SALAMANCA. 217
Y un eco que agudo parece
Del ángel del juicio la voz,
En tiple, punzante alarido
Medroso y sonoro se alzó :
Sintió, removidas las tumbas,
Crujir á sus pies con fragor.
Chocar en las piedras los cráneos
Con rabia y ahinco feroz,
Romper intentando la losa,
Y huir de su eterna mansión
Los muertos, de súbito oyendo
El alto mandato de Dios.
Y de pronto en horrendo estampido
Desquiciarse la estancia sintió,
Y al tremendo tartáreo ruido
Cien espectros alzarse miró :
De sus ojos los huecos fijaron
Y sus dedos enjutos en él ;
Y después entre sí se miraron,
Y á mostrarle tornaron después ;
Y enlazadas las manos siniestras
Con dudoso espantado ademan,
Contemplando y tendidas sus diestras
Con asombro al osado mortal.
Se acercaron despacio, y la seca
Calavera, mostrando temor.
Con inmóvil, irónica mueca?
Inclinaron, formando enredor.
Y entonces la visión del blanco velo
Al fiero Montemar tendió una mano,
Y era su tacto de crispante hielo,
Y resistirlo audaz intentó en vano :
Galvánica, cruel, nerviosa y fria.
Histérica y horrible sensación,,
218 EL ESTUDIANTE
Toda la sangre coag^ulada envía
Ag*olpada y helada al corazón...
Y á su despecho y maldiciendo al cielo,
De ella apartó su mano Montemar,
Y temerario alzándola á su velo,
Tirando de él la descubrió la faz.^: ^
¡Es Sil esposo!! los ecos retumbaron,
¡La esposa al fin que s% consorte halló !!
Los espectros con júbilo gritaron :
¡Es el esposo de su eterno amor !!
Y ella entonces g-ritó: '¡Mi esposo!! Y era
(¡Deseng-año fatal! i triste verdad!)
Una sórdida, horrible calavera,
La blanca dama del g*allardo andar!...
Lueg'o un caballero de espuela dorada,
Airoso, aunque el rostro con mortal color,
Traspasado el pecho de fiera estocada,
Aun brotando sang-re de su corazón.
Se acerca y le dice, su diestra tendida,
Que impávido estrecha también Montemar :
— «Al fin la palabra que disteis cumplida ;
Doña Elvira, vedla, vuestra esposa es ya :
»Mi muerte os perdono. — Por cierto, don Dieg-o,
Repuso don Félix tranquilo á su vez.
Me alegro de veros con tanto sosieg-o,
Que á fé no esperaba volveros á ver.
»En cuanto á ese espectro que decís mi esposa,
Raro casamienlo venísme á ofrecer :
Su faz no es por cierto ni amable ni hermosa ;
Mas no se os fig*ure que os quiera ofender :
DE SALAMANCA. 219
»Por mujer la tomo, porque es cosa cierta, .
Y espero no saig-a fallido mi plan,
Que en caso tan raro y mi esposa muerta,
Tanto como viva no me cansará.
»Mas antes decidme si Dios ó el demonio
Me trajo k-'pte sitio, que quisiera ver
Al uno ú al otro, y en mi matrimonio
Tener por padrino siquiera á Luzbel :
» Cualquiera ó entrambos con su corte toda,
Estando estos nobles espectros aquí.
No perdiera mucho viniendo á mi boda...
Hermano don Diego, ¿ no pensáis así ?»
Tal dijo don Félix con fruncido ceño.
En torno arrojando con fiero ademan
Miradas audaces de altivo desdeño,
Al Dios por quien jura capaz de arrostrar.
El cariado, lívido esqueleto,
Los fríos, larg-os y asquerosos brazos
Le enreda en tanto en apretados lazos,
Y ávido le acaricia en su ansiedad :
Y con su boca cavernosa busca
La boca á Montemar, y á su mejilla
La árida, descarnada y amarilla
Junta y refrieg-a, repugnante faz.
Y él, envuelto en sus secas coyunturas, ^
Aun mas sus nudos que se aprietan siente.
Baña un mar de sudor su ardida frente
Y crece en su impotencia su furor ;
Pug-na con ansia á desasirse en vano,
Y cuanto mas airado forcejea,
Tanto mas se le junta y le desea
El rudo espectro que le inspira horror.
220 EL ESTUDIANTE
Y en furioso veloz remolino,
Y en aérea fantástica danza,
Que la mente del hombre no alcanza
. En su rápido curso á seg-uir,
Los espectros su ronda empezaron,
Cual en círculos raudos el viento
Remolinos de polvo violento'
Y hojas secas agita sin fin.
Y elevando sus áridas manos
Resonando cual lúgubre eco,
Levantóse en su cóncavo hueco
Semejante á un aullido, una voz
Pavorosa, monótona, informe,
Que pronuncia sin lengua su boca,
Cual la voz que del áspera roca
En los senos el viento formó.
«Cantemos, dijeron sus gritos.
La gloria, el amor de la esposa,
. Que enlaza en sus brazos dichosa
Por siempre al esposo que amó :
Su boca á su boca se junte,
Y selle su eterna delicia,
Suave, amorosa caricia
Y lánguido beso de amor.
» Y en mutuos abrazos unidos,
Y en blando y eterno reposo,
La esposa enlazada al esposo
Por siempre descansen en paz :
Y en fúnebre luz ilumine
Sus bodas fatídica tea,
Les brinde deleites y sea
La tumba su lecho nupcial.»
Mientras, la ronda frenética
Que en raudo giro se agita, "
DE SALAMANCA. 221
Mas cada vez precipita
Sa vértigo sin ceder ;
Mas cada vez se atrepella,
Mas cada vez se arrebata,
Y en círculos se desata
Violentos mas cada vez :
Y escapa en rueda quimérica,
Y negro punto parece
Que en torno se desvanece
A la fantástica luz,
Y sus lúgubres aullidos
Que pavorosos se estiendeij,
Los aires rápidos hienden
Mas prolongados aun.
Y á tan continuo vértigo
A tan funesto encanto,
A tan horrible canto,
A tan tremenda lid ;
Entre los brazos lúbricos
Que aprémianle sujeto.
Del hórrido esqueleto,
Entre caricias mil :
Jamás vencido el ánimo.
Su cuerpo ya rendido,
Sintió desfallecido
Faltarle, Montemar :
Y á par que mas su espíritu
Desmiente su miseria,
La flaca, y vil materia
Comienza á desmayar.
Y siente un confuso,
Loco devaneo,
Languidez, mareo
222 EL ESTUDIANTE
Y angustioso afán :
Y sombras y luces,
La estancia que gira,
Y espíritus mira
Que vienen y van.
Y luego á lo lejos,
Flébil en su oido,
Eco dolorido
Lánguido sonó,
Cual la melodía
Que el aura amorosa,
Y el aura armoniosa
De noche formó :
Y siente luego
Su pecho ahogado,
Y desmayado.
Turbios sus ojos.
Sus graves párpados
Flojos caer :
La frente inclina
Sobre su pecho,
Y á su despecho,
Siente sus brazos
Lánguidos, débiles
Desfallecer.
Y vio luego
Una llama
Que se inflama
Y murió ;
Y perdido.
Oyó el eco
De un gemido
Que espiró.
DE SALAMANCA. 22)3^
Tal dulce
Suspira
La lira
Que hirió
En blando
Concento
Del viento
La voz,
Leve,
Breve
Son.
En tanto en nubes de carmin y grana
Su luz el alba arrebolada envía,
Y alegre regocija y engalana
Las altas torres el naciente dia:
Sereno el cielo, calma la mañana,
Blanda la brisa, trasparente y fria,
Vierte á la tierra el sol con su hermosura
Rayos de paz y celestial ventura.
Y huyó la noche y con la noche huian
Sus sombras y quiméricas mujeres,
Y á su silencio y calma sucedían
El bullicio y rumor de los talleres :
Y á su trabajo y á su afán volvían
Los hombres, y á sus frivolos placeres,"
Algunos hoy volviendo á su faena
De zozobra y temor el alma llena :
¡Que era pública voz, que llanto arranca
Del pecho pecador y empedernido.
Que en forma de mujer y en una blanca
Túnica misteriosa revestido.
Aquella noche el diablo á Salamanca
Habia en fin por Montemar venido !!...
Y si, lector, dijerdes ser comento,
Como me lo contaron^ te lo cuento.
EL DIABLO MUNDO.
PRÓLOGO
La humanidad entra en los períodos de su existen-
cia por ig-uales trámites que el hombre en los de la
vida: infancia, virilidad y madurez; admiración y
contento en la primera edad, entusiasmo y fuerza
en la segunda, reflexión y examen en la tercera ; y
en tanto el poeta es en el orden moral el jefe de la hu-
manidad de su tiempo y de aquellas generaciones
que vendrán, hasta donde el dedo de la Providencia
trace un círculo sobre el campo de la duda, y allí
ya, para el poeta y sus coetáneos, se levanta un muro
de ignorancia que es la frontera del saber posible,
y donde una inteligencia nueva se prepara á empe-
zar con nuevas gentes y con un nuevo poeta que,
semejante al focus de la lente, en sí reúna todos los
rayos luminosos que partan de la circunferencia.
La sociedad naciente cantó sin duda los fenóme-
nos de la naturaleza; cantó la luz, cantó las som-
bras, el amor instintivo, la amistad sencilla, las ño-
res, los torrentes y las aves.
De esta poesía oral que, obrada la época de tran-
EL DIABLO MUISDO. 225
sicion, debió perderse naturalmente, nos quedan
los libros de la Biblia, llenos de sencilla sublimidad;
y luego después una civilización mas adelantada
formuló la églog-a, el idilio j el himno, que no son,
en nuestro sentir, otra cosa que reminiscencias cul-
tivadas de aquella poesía patriarcal y campestre na-
tural á los primeros tiempos.
Tras el período inocente pastoril, entró el mundo
en la edad heroica, y Homero, trocando el caramillo
por la trompa, se anunció cantando los dioses, las
pasiones, el valor, las venganzas y la guerra.
La poesía épica quedó escrita, el pensamiento de
aquellas generaciones formulado, Homero pasó á la
posteridad junto con sus obras; el genio de Smirna
fué inmediatamente admirado como un semidiós, y
su libro cual un espejo mágico, donde vieron refle-
jarse lo pasado, lo que no existia, con todas sus fa-
ses y colores.
Homero es la pirámide que arranca de los tiempos
heroicos, monumento eminentísimo, desde cuya
cumbre se domina toda la Grecia de Ulises, y en su
centro se guardan los nombres de los héroes todos,
todas las hazañas, todo el saber, las creencias, los
vicios y virtudes en conjunto de una época grande.
El síntoma de desvirtuacion se apoderó de la so-
ciedad aquella, y la Grecia conquistadora fué sojuz-
gada á su vez.
La civilización, la creencia, el entusiasmo y la
fuerza pasaron á Italia; pero la era romana fué ya
heterogénea hasta cierto punto, y de transición ha-
cia el cristianismo.
Quiso Virgilio ponerse al frente de su época; pero
no consiguió ciertamente mas que colocarse á espal-
das de Homero.
Roma en primer lugar sa,bia mas que Virgilio, y
la Eneida, hecha esclava voluntaria de la Odisea, se
afana en su seguimiento, sin advertirse el poeta de
15
226 EL DIABLO MUNDO.
que canta un nuevo pueblo, una filosofía distinta, y
de que el genio en su independencia prescribe una
regla, donde quiera que estampa la huella.
Es la Eneida, sin embargo, un poema, artística-
mente hablando, mas meditado, un libro mas correc-
to, y aunque siempre sobre la pauta del poeta griego,
es el amor de Dido mas espiritual, un sentimiento
mil veces mas justo y elevado que el amor que Ho-
mero pinta, resultado de una época mas adelantada
en cultura.
Radió por fin el cristianismo revolucionando la
sociedad, y de aquella lucha de ideas confusas que
se convertían entre la neblina de la ignorancia,
de aquella fé ardiente y de aquel desarrollo del alma,
debía resultar una época aparte de los siglos ante-
riores, y fué la edad media del mando.
Un poeta espiritualista podía ser solo la expresión
fiel y el producto de una nueva era, y esta brotó á
Dante con todo el saber de su tiempo, arrollando mil
preocupaciones, solo con el presentimiento de su gé~
nio, que dentro del corazón lo empujaba por la ex-
traña senda que siguió, contraviniendo la voluntad
de los sabios y los nobles, para ilustrar después á su
pueblo, k los nobles y á los sabios de su tiempo, dan-
do norma á un nuevo lenguaje, fórmula al senti-
miento, y elevación é impulso de progreso á las ideas.
Dante es pues la pirámide de la edad media, y su
Divina comedia es un faro que domina resplandecien-
do sobre las tinieblas de una época nueva, para mas
allá disiparlas... Así Homero y Dante, el uno á igual
altura enfrente al otro, se divisan como dos térmi-
nos, entre el vacío de los siglos que los separan.
Inmediato á Dante produjo la Inglaterra á Shaks-
peare, pero este autor, por la naturaleza de su talen-
to, encerró sus obras en las estrechas dimensiones del
teatro, y aunque todas ellas reunidas forman un tra-
tado del mundo, se ve como el poeta tuvo que repo-
EL DIABLO MUNDO. 227
sarse á semejanza de quien camina jornada por jor-
nada, por no poder acaso cruzar de un solo vuelo
por encima del campo donde la humanidad se re-
vuelve mal contenta.
Shakspeare, sin embargo, con mas genio que sa-
ber, con mayor presentimiento que cálculo, adelantó
la forma del poema dramático, que se habia atrevido
Dante á indicar solo muy ligeramente. Shakspeare
presintió sin duda que el drama, sin las cortapisas
de las bambalinas y de los bastidores, llegarla á pro-
ducir el poema dramático, que la mayor ilustración
y la filosofía aceptarían como la fórmula mas ade-
lantada en los siglos venideros.
Así es que Goethe ha cultivado este género después
en el Fausto, y Byron lo impulsó á la perfección en
el Man f redo.
El poema mas aventajado de este siglo, que ofre-
cernos pueden entre su repertorio literario los fran-
ceses, es sin alguna duda el Genio del Cristianismo^ y
nosotros se lo concedemos, á la par que les negamos
tenga aquel mérito tan en alto grado, como ellos pre-
tenden. El Genio del Cristianismo está escrito con mas
poesía teológicajque sentimiento poético, y por eso
no convence siempre que el autor conspira á con-
vencer. La obra de M. de Chateaubriand no está
madurada en el corazón, sino en el invernáculo del
entendimiento; es un libro escrito ad hoc, pero no
inspirado, dictado si por la conveniencia y ayudado
por la erudición y por el cálculo... Creemos no obs-
tante que, si bien no es un poema como los que he-
mos indicado de pasada, es por lo menos el mejor
arte poético que se ha escrito jamás. M. de Chatea-
briand nos ha demostrado que la teología lleva infi-
nitas ventajas á la mitología para tratar la poesía.
Hay además bellezas de primer orden que imitar,
explicadas con la práctica de ellas mismas en la obra
del profundo literato francés, y nos condolemos de
228 EL DIABLO MUNDO.
haber traslacido en ella una cosa que no será, pero
que nos induce á creer que allí se ve al cristiano de
oficio y al escritor de profesión.
La sociedad se encuentra ya en su edad de madu-
rez; nuestra época es la de re flexión y examen, corno
las de Homero y Dante fuéronlo de entusiasmo y
fuerza: pero, que el corazón manda él mmdo, es una
máxima irrefutable; con él han dominado los hé-
roes, y con él los filósofos ardientes que log-raron
imprimir su sello en la humanidad propag-aron sus
respectivas doctrinas.
La cabeza por sí sola, por mas fuerza lóg'ica que
encierre, no dará mas que la disertación escolás-
tica, y sus productos carecerán de los divinos vue-
los del entusiasmo, que tras de sí arrastra y condu-
ce hasta la verdad que preconiza.
El corazón itnpresionable, unido al vigor intelec-
tual, la unión de sentimientos é ideas elevadas, la
meditación y la inspiración, juntas con la magia de
estilo y cierta revelación que recorre lo pasado, que
desvela en el porvenir, y que sondea lo presente; in-
genio fértil que agrupa los contrastes, que crea la
acción y la desenlaza, concluido el objeto que se
propone; en una palabra, la concepción en el des-
empeño de un plan tan grande é ilustrado que abar-
que nuestra sociedad entera, son calidades im-
prescindibles para el poeta que pretenda elevarse
sobre tantos millones de hombres como el mundo
moderno encierra.
El joven don José de Espronceda se levanta con la
osadía del genio, para escalar adonde nadie se ha
atrevido á mirar de hito en hito sin confundirse.
Aspira nuestro poeta á compendiar la humanidad
en un libro, y lo primero que al empezarlo ha he-
cho, ha sido romper todos los preceptos establecidos
excepto el de la unidad lógica.
En el prólogo del DiaMo Mundo se ven recorridos
EL DIABLO MUNDO. 229
todos los tonos de la poesía, los del sentimiento y los
de la metrificación, con un desempeño que asombra,
y desde luego se anuncia un pensamiento colosal
en medio de una tempestad de dudas, qae el señor
Espronceda, con la mág-ia que posee, amontona so-
bre el lector con objeto tal vez de disiparlas mas
adelante.
El poeta se coloca también en mitad de esa atmós-
fera de dudas; pero cuando él levanta la cabeza pa-
ra mirarlas y suelta la voz para analizarlas, medidas
tendrá de antemano sus gigantescas fuerzas.
Empieza el poeta suponiendo que, enajenado en
la meditación, durante las horas silenciosas de la
noclie, siente un rumor extraño, el cual llama á sus
sentidos y los despierta. Aquel rumor informe, aque-
lla música augusta, aquel estrépito solemne son to-
das las pasiones del mundo, son todos los intereses
encontrados de la vida, las afecciones, los odios, el
amor, la gloria, la riqueza, los vicios y las virtudes;
son el quejido en fin del universo entero que llega
en revuelto torbellino á la par con la inspiración, y
esta desplega ante la fantasía mil monstruos alegó-
ricos trazados con inimitable facilidad y pasmosa
valentía.
Las visiones pasan, el ruido va gradualmente per-
diéndose en lontananza hasta que cesa donde acaba
la introducción del poema.
El primer canto es la exposición del gran drama
que se propone desenvolver el señor de Espronceda.
Un hombre agobiado por la edad, amargado por
la dolorosa é inútil experiencia, cierra desesperado
un libro en que leia, y convencido tristemente de la
esterilidad de la ciencia, se queda dormido.
Entonces se le presenta la muerte y le entona un
himno que convida á la paz del sepulcro. Con placer
siente el anciano aterirse sus entumecidos miem-
bros; y gozándose está en la enervación de su espí-
230 EL DIABLO MUNDO.
ritu, cuando la inmortalidad súbito se ostenta ante
sus ojos, y canta otro himno, en oposición al de la
muerte; y así como la primera se le brindó, ella
también se ofrece al moribundo.
La elección es inmediata; el hombre opta por la
inmortalidad y rejuvenece. El cántico de esta deidad
no se encamina á inmortalizar el espíritu, es la in-
mortalidad de la materia lo que ella da, y lo que el
hombre recibe.
La imagen de la muerte tiene la novedad que
presta este filósofo á cuanto sale de su pluma: está
vestida de melancólica belleza; es dulce y apacible,
es la muerte que se hace desear cuando, exentos ya
de preocupaciones, sentimos el corazón cansado y el
alma, descontenta.
La inmortalidad, como hemos dicho, se alza lueg-o
y se adelanta sobre el horizonte pálido de la muer-
te, para borrarlo con su mag-nificencia deslumbra-
dora.
Imposible se hace que acerquemos siquiera nues-
tras palabras al lujo de pensamiento, de expresión
y de saber que desplega Espronceda en esta descrip-
ción sublime, la mas afortunada acaso de cuantas
se han visto hasta hoy en lengua castellana.
La variedad de tonos que á su arbitrio emplea el
poeta, tonos ya humildes, ya elevados, áridos ó fes-
tivos, placenteros, sombríos, desesperados é inocen-
tes, son como la faz del mundo, sobre la cual está
condenado á discurrir su héroe. IS^Qdi sinuosidad del
DiaMo Mundo es la superficie de la tierra: aquí un
valle, mas adelante un monte, flores y espinas, ari-
dez y verdura, chozas y palacios, pozas inmundas,
arroyos serenos y ríos despeñados.
Espronceda en la poesía con tal superioridad ma-
neja el habla castellana, que ha revolucionado la
versificación. Antes la armonía imitativa estaba re-
ducida á asimilar en uno ó dos versos el galopar
EL DIABLO MUNDO. 231
monótono de un caballo de guerra por ejemplo, y hoy
nuestro aventajado poeta expresa con todos los to-
nos en su poema, no solo lo que sus palabras retra-
tan, sino hasta la fisonomía moral que caracteriza
las imág-enes, las situaciones y los objetos de que se
ocupa... Esta es la armonía del sentimiento, llevada á
la perfección por el sentimiento íntimo y delicado
del que escribe.
Gomo por el rug^ido se conoce al león, como por
el plañido se infiere del que padece cuál será el gra-
do de su dolor, así por las entonaciones de que se
vale Espronceda en El Diablo Mundo, inferimos las
palabras y los conceptos que de estas van á resultar.
Grande, dilatado, inmenso es el campo poético que
el poeta ha despleg-ado á su frente, para trazar car-
rera al héroe del poema en cuestión.
Repetimos que en nuestro juicio es el plan mayor
que hasta hoy se ha concebido para un poema. Su
héroe ha rejuvenecido ya como el doctor Fausto, pe-
ro su mocedad no es el préstamo de un tiempo mez-
quino, por la hipoteca y la enajenación del alma: el
protag-onista del DiaMo Mundo, sin nombre hasta
ahora, ha aceptado la juventud y la inmortalidad
sin condiciones.
En el drama de Goethe, Fausto, no es mas que un
mancebo á medias, porque su corazón es siempre el
del doctor, y esto le hace no participar nunca de los
placeres en sazón, antes por lo contrario están siem-
pre emponzoñados por el juicio.
Acaso fué este el pensamiento de Goethe, y nos-
otros nos g'uardaremos de tildarlo,, porque esa con-
tinuada carcoma de Fausto es una sublimidad del
talento que lo creó.
Mas si Espronceda se propone enseñarnos el mun-
do físico y moral para probarnos que la inmortalidad
de la materia es el hastío y la condenación sobre la
tierra, j uzg-amos que su héroe, al retroceder en la car-
232 EL DIABLO MUNDO.
rera de la vida, debe hacerlo por completo, volvién-
dole la virginidad al alma, la inexperiencia al jui-
cio, y dándole unas sensaciones no gastadas.
La experiencia, la moralidad y el saber deben per-
tenecer al poetíí, que no es personaje de acción en
el drama, sino el disertador y el genio que penetra
en las entrañas de su obra.
Con fundada esperanza nos lisonjeamos de que el
poema de El Diablo Mundo despertará en la Europa
civilizada un respetuoso recuerdo de la patria de
Cervantes.
Si el joven autor, con cuya leal amistad nos hon-
ramos, no decae en ese maravilloso vuelo que ha sa-
bido dará los dos primeros o^^nio^ di^ El Diatlo Mun-
do, viva penetrado de que, si lo presente pertenece
á los grandes poetas que murieron^ el porvenir será
para él.
La posteridad solamente hace pública justicia al
talento que no domina por las armas.
Antonio Ros de Glano.
INTRODUCCIÓN
AL POEMA TITULADO
EL DIABLO MUNDO
Á MI AMIGO
DON ANTONIO ROS DE OLANO,
EL AUTOR
JOSÉ DE ESPRONCEDA.
EL DIABLO MUNDO.
CORO DE DEMONIOS.
Vog-uemoSj vog-uemos,
La barca empujad,
Que roínpa las nubes,
Que rompa las nieblas,
Los aires, las llamas,
Las densas tinieblas,
Las olas del mar.
:?34 EL DIABLO MUNDO.
Yoguemos, crucemos,
Del mundo el confín;
Que hoy su triste cárcel quiebran
Libres los diablos en fin,
Y con miisica y estruendo
Los condenados celebran,
Juntos cantando y bebiendo.
Un diabólico festin.
EL POETA
¿Qué rumor
Lejos suena,
Que el silencio
En la serena
Negra noche interrumpió?
¿Es del caballo la veloz carrera,
Tendido en el escape volador,
O el áspero rugir de hambrienta fiera,
O el silbido tal vez del Aquilón?
¿O el eco ronco de lejano trueno
Que en las hondas cavernas retumbó,
O el mar que amaga con su hinchado seno,
Nuevo Luzbel, al trono de su Dios?
Densa niebla
Cubre el cielo,
Y de espíritus
EL DIABLO MUNDO. 235
Se puebla
Vagarosos,
Que aquí el viento
Y allí cruzan
Vaporosos
Y sin cuento.
Y aquí tornan,
Y allí giran.
Ya se juntan,
Se retiran,
Ya se ocultan,
Ya aparecen,
Vagan, vuelan.
Pasan, huyen,
Vuelven, crecen,
Disminuyen,
Se evaporan,
Se coloran,
Y entre sombras
Y reflejos,
Cerca y lejos.
Ya se pierden;
Ya me evitan
Con temor;
Ya se agitan
Con furor,
En aérea danza fantástica
A mi alrededor.
Vago enjambre de vanos fantasmas
De formas diversas, de vario color,
En cabras y sierpes montados y en cuervos,
Y en palos de escobas, con sordo rumor:
Baladres lanzan y aullidos.
Silbos, relinchos, chirridos,
í
I
236 EL DIABLO MUNDO.
Y en desacordado estrépito
El fantástico escuadrón
Mueve horrenda algarabía,
Con espantosa armonía
Y horrísona confusión.
Del toro ardiente al mugido,
Responde en ronco graznar
La malhadada corneja,
Y al agorero cantar
De alguna hechicera vieja;
El gato bufa y maulla,
El lobo erizado aulla,
Ladra furioso el mastín:
Y ruidos, voces y acentos
Mil se mezclan y confunden,
Y pavor y miedo infunden
Los bramidos de los vientos,
Que al mundo amagan su fin
En guerra los elementos.
Relámpago rápido
Del cielo las bóvedas
Con luz rasga cárdena,
Y encima descúbrese
Jinete fantástico.
Quizá el genio indómito
De la tempestad.
De cien truenos juntos retumba el fragor
Pin bosques, montañas, cavernas, torrentes:
Quizá son del miedo los genios potentes
Que el cántico entonan de espanto y terror.
Lanzando bramidos hórridos,
Y tronchando añosos árboles,
Irresistible su ímpetu,
EL DIABLO MUNDO. 237
Teñida en colores lívidos,
Gigante forma flamig-era
Cabalg-a en el huracán.
Quizá el genio de la guerra.
Cuya frente tornasola
Con roja vaga aureola
El relámpago fugaz.
Aquí retiembla la tierra,
Allí rebrama la mar,
Altísima catarata
Zumba y despéñase allá:
Allí torrentes de lava
Lanza mugiente volcan;
Aquí temerosa tromba
Se agita en la tempestad,
Yagua, fuego, peñas, árboles
Ávida sorbe al pasar;
Allí colgada la luna,
Con torva, cárdena faz,
Triste, fatídica, inmóvil
En la inmensa oscuridad.
Mas entristece que alumbra,
Cual lámpara sepulcral:
Allí bramidos de guerra
Se escuchan, y al golpear
Del acero, y de las trompas
El estrépito marcial:
Aquí relinchar caballos
Y estruendo de pelear;
Allí retumban cañones,
Lamentos suenan allá,
238 KL DIABLO MUNDO.
Y alaridos, voces, ayes
Y súplicas y llorar;
Aquí desgarradas músicas
Y cantares; acullá
Ruido de g-entes que danzan
Con bullicioso compás;
Acá risas y murmullos,
Riñas y gritos allá.
Allí el estruendo se escucha.
De amotinada ciudad.
Carcajadas, orgías, brindis,
Y maldecir y jurar.
Aquí el susurro entre flores
Del ceñrillo galán;
Allí el eco interrumpido
De algún suspiro fugaz.
Ora un beso, una palabra,
De alguna trova el íinal;
Todo en confusa discordia
Se oye á un tiempo resonar,
Breve compendio del mundo,
La tartárea bacanal,
Y trastornan y confunden
Tanto estrépito á la par:
Y aturden, turban, marean
Tanta visión, tanto afán.
UN CORO.
Allá va la nave:
¿Quién sabe do va?
EL DIABLO MUNDO. . 231^
iAy! ¡triste el que fia
Del viento y la mar!
UNA voz.
¿Qué importa? el destino
Su rumbo marcó.
¿Quién nunca sus leyes
Mudar alcanzó?
Allá va la nave;
Yogad sin temor,
Ya el aura la arrulle,
Ya silbe Aquilón.
SEGUNDO CORO.
Venid, levantemos
Segunda Babel,
El velo arranquemos
Que esconde al saber.
UNA voz.
Verdad, te buscamos:
Osamos subir
Al último cielo
Volando tras tí.
Con noble avaricia
Y en ansia sin fin
De ver cuanto ha sido
Y está por venir.
TERCER CORO.
Mentira, tú eres
Luciente cristal,
240 EL DIABLO MUNDO.
Color de oro y nácar,
Qae encanta el mirar.
UNA voz.
Feliz á quien meces,
Mentira, en tus sueños,
Tú sola, halag-üeños,
Placeres nos das.
¡Ay! ¡nunca busquemos
La triste verdad!
La mas escondida
Tal vez, ¿qué traerá?
íTraerá un deseng*año!
;Con él un pesar!
VARIAS VOCES
PRIMERA VOZ.
Yo combato por la gloria.
Su corona es de laurel;
Cántame versos, poeta,
Póstrate, mundo, á mis pies.
SEGUNDA voz.
Yo levantaré un palacio
Que oro y perlas ornaríi;
Príncipes serán mis siervos,
El pueblo. Dios me creará.
EL DIABLO MUNDO, - 241
TERCERA VOZ.
Venid, hermosas, á mí,
Dadme deleite y amor,
Voluptuosa pereza.
Besos de dulce sabor;
Y entre perfumes y aromas,
Bullentes vinos, y al son
Del arpa, blanda me arrulle
Y armoniosa vuestra voz.
CUARTA voz.
Venid, empujadme,
La cima toqué,
Subidme, que lueg-o
La mano os daré.
QUINTA voz.
¡Ay! yo caí de la elevada cumbre
En honda sima que á mis pies se abrió:
Grande es mi pena, larg*a mi agonía!...
¡Una mano! ¡ayudadme! ¡compasión!
SEXTA VOZ;
Errante y amarrado á mi destino
Vago solo y en densa oscuridad.
¡Siempre vianjando estoy, y mi camino
Ni descanso ni término tendrá!
SÉTIMA voz.
Sin pena vivamos
En calma feliz;
16
24:2 EL DIABLO MUNDO.
Gozar es mi estrella,
Cantar y reir.
OCTAVA voz.
¿Quién calmará mi dolor?
¿Quién enjugará mi llanto?
¿No habrá alivio á mi quebranto?
¿Nadie escucha mi clamor?
EL POETA,
¿Dónde estoy? Tal vez bajé
A la mansión del espanto;
Tal vez yo mismo creé
Tanta visión, sueño tanto,
Que donde estoy ya no sé.
Hórrida turba, quizá
Que en tormenta y confusión,
A anunciar al mundo va
Su ruina y desolación,
Mensajeros de Jehová:
¿Quiénes sois, genios sombríos
Que junto á mí os agolpáis?
¿Sois vanos delirios mios,
O sois verdad? ¿Qué buscáis?
¿Qué queréis? ¿adonde vais?
EL DIABLO MUNDO. 243
Mas de la célica cumbre
Llameante catarata
En ondas de viva lumbre
Súbito miro saltar.
Y ola tras ola de fuego
Vuela en el aire y se alcanza
Con estruendo y furor ciego,
Como despeñado mar.
Y al hondo abismo en seguida
Se precipita y se pierde
La catarata encendida
Que en arco rápido cae.
Océano inmenso volcado
Rojos los aires incendia,
En tumbos arrebatado
Recia tormenta lo trae.
Y en medio, negra figura
Levantada en pié se mece,
De colosal estatura
Y de imponente ademan.
Sierpes son su cabellera
Que sobre su frente silban;
Su boca espantosa y fiera
Como el cráter de un volcan.
De duendes y trasgos
Muchedumbre vana
Se agita y se afana
En pos su señor.
Y allí entre las llamas
Resbalan, se lanzan,
Y juegan y danzan
Saltando en redor.
Bullicioso séquito
Que vienen y van.
244 EL DIABLO MUNDO.
Visiones fosfóricas,
Ilusión quizá.
Trémulas imágenes
Sin marcada faz,
Su voz sordo estrépito
Que se oye sonar,
Cual zumbido unísono
De mosca tenaz.
Allí entre las llamas
Hirviendo en montón,
No cesa su ronco
Monótono son.
Murmurando á un tiempo mismo
Todos juntos y á una voz,
Y apareciéndose súbito
Ora fuego, ora vapor.
Tendió una mano el infernal gigante
Y la turba calló; y oyóse solo
En silencio el estrépito atronante
Del flamígero mar: luego un acento
Claro, distinto, rápido y sonoro
Por la vaga región cruzó del viento
Con rara melancólica armonía.
Que brotaba doquiera,
Y un eco enderredor lo repetía.
Voz admirable, y vaga, y misteriosa,
Viene de allá del alto ñrmamento.
Crece bajo la tierra temblorosa.
Vaga en las alas del callado viento.
Voz de amargo placer, voz dolorosa.
Incomprensible mágico portento;
Voz que recuerda al alma conmovida
El bien pasado y la ilusión perdida.
«¡Ay!» exclamo, oon lamentable queja
Y en torno resonó triste gemido.
EL DIABLO MUNDO. 245
Como el recuerdo que en el alma deja
La voz de la mujer que hemos querido.
«iAy! ¡cuan terrible condición me aqueja
Para llorar y maldecir nacido,
Víctima yo de mi fatal deseo,
Que cumplirse jamás mis ansias veo!
»¿Quién es Dios? ¿Dónde está? Sobre la cumbre
De eterna luz que altísima se ostenta,
Tal vez en trono de celeste lumbre
Su incomprensible majestad se asienta:
De mundos mil la inmensa muchedumbre
Con su mano tal vez rige y sustenta.
Sempiterno, infinito, omnipotente.
Invisible doquier, doquier presente.
»Y allá en la gran Jerusalen divina
Tal vez escucha en holocausto santo
Del querub que á sus pies la frente inclina.
Voces que exhalan armonioso canto.
La máquina sonora y cristalina
Del mundo rueda en derredor en tanto,
Y entre aromas, y gloria, y resplandores,
Recibe humilde adoración y amores.
y>SantOy Santo, los ángeles le cantan,
Hosanna, Hosanna en las alturas suena.
Rayos de luz perfilan y abrillantan
Nube de incienso y trasparencia llena;
Y en ella con murmullo se levantan,
Paz demandando á la mansión serena.
Las preces de los hombres en su duelo,
Y paz les vuelve y bendición el cielo.
»¿Es Dios tal vez el Dios de la venganza,
Y hierve el rayo en su irritada mano,
Y la angustia, el dolor, la muerte lanza
246 EL DIABLO MUNDO.
Al inocente que le implora en vano?
¿Es Dios el Dios que arranca la esperanza.
Frivolo, injusto y sin piedad tirano
Del corazón del hombre, y le encadena,
Y á eterna muerte al pecador condena?
»Embebido en su inmenso poderío,
¿Es Dios el Dios que goza en su hermosura.
Que arrojó el universo en el vacío.
Leyes le dio y abandonó su hechura?
¿Fué vanidad del hombre y desvarío
Soñarse imagen de su imagen pura?
¿Es Dios el Dios que en su eternal sosiego
Ni vio su llanto ni escuchó su ruego?
»¿Tal vez secreto espíritu del mundo,
El universo anima y alimenta,
Y derramando su hálito fecundo
Alborota la mar y el cielo argenta^
Y á cuanto el orbe en su ámbito profundo
Tímido esconde ó vanidoso ostenta,
Presta con su virtud desconocida
Alma, razón, entendimiento y vida?
»¿Y es Dios tal vez la inteligencia osada
Del hombre, siempre en ansias insaciable,
Siempre volando y siempre aprisionada
De vil materia en cárcel deleznable?
¿A esclavitud eterna condenada,
A fiera lucha, á guerra interminable,
Tal vez estás, divinidad sublime,
Que otra divinidad de inercia oprime?
»¿Y es en su vida el universo entero
Ilimitado campo de pelea;
Cada elemento un triste prisionero
Q\xe su cadena quebrantar desea;
EL DIABLO MUNDO. 247
Y ardes en todo, espíritu altanero,
Lumbre matriz, devoradora tea,
Como el que oculto, misterioso aliento
Mueve la mar con loco movimiento?
»¿Cuándo tu guerra término tendrá,
Y romperás tu lóbrega prisión?
¿Su faz el universo cambiará?
¿Creará otros seres de inmortal blasón,
O la muerte silencio te impondrá?
¿Volarás fugitivo á otra región,
O disipando la materia impura.
El mundo inundarás de tu hermosura?»
« — ¿Quién sabe? acaso yo soy
El espíritu del hombre
Cuando remonta su vuelo
A un mundo que desconoce;
Cuando osa apartar los rayos
Que á Dios misterioso esconden,
Y analizarle atrevido
Frente á frente se propone.
Y entre tanto que impasibles
Giran cien mundos y soles
Bajo la ley que gobierna
Sus movimientos acordes.
Traspasa su estrecho límite
La imaginación del hombre,
Jinete sobre las alas
De mil espíritus veloces, >
Y otra vez va á mover guerra,
A alzar rebeldes pendones,
Y hasta el origen creador
Causa por causa recorre;
Y otra vez se hunde conmigo
En los abismos, en donde
En tiniebla y lobreguez
248 EL DUBLO MUNDO.
Maldice á su Dios entonces.
¡Ay! su corazón se seca,
Y huyen de él sus ilusiones;
Delirio son engañoso
Sus placeres, sus amores,
Es su ciencia vanidad,
Y mentira son sus goces;
Solo es verdad su impotencia.
Su amargura y sus dolores!
»Tú me engendraste, mortal,
Y hasta me distes un nombre;
Pusiste en mí tus tormentos.
En mi alma tus rencores,
En mi mente tu ansiedad,
En mi pecho tus furores,
En mi labio tus blasfemias
É impotentes maldiciones;
Me erigiste en tu verdugo,
Me tributaste temores,
Y entre Dios y yo partiste
El imperio de los orbes.
Y yo soy parte de tí,
Soy ese espíritu insomne
Que te excita y te levanta
De tu nada á otras regiones,
Con pensamientos de ángel.
Con mezquindades de hombre.
• »Tú te agitas como el mar
Que alza sus olas enormes.
Humanidad, en oleadas
Por quebrantar tus prisiones.
¿Y en vano será que empujes.
Que ondas con ondas agolpes,
Y de tu cárcel la linde
Con vehemente furia azotes?
EL DIABLO MUNDO. 249
¿Será en vano que tu mente
A otras esferas remontes,
Sin que los neg*ros arcanos
De vida y de muerte ahondes?
¿Viajas tal vez hacia atrás?
¿Adelante tal vez corres?
¿Quizá una ley te subyuga?
¿Quizá vas sin saber dónde?
Las creencias que abandonas,
Los templos, las religiones
Que pasaron, y que luego
Por mentira reconoces,
¿Son quizá menos mentira
Que las que ahora te forjes?
¿No serán tal vez verdades
Los que tú juzgas errores?
»Mas tú, como yo, impulsada
Por una mano de bronce,
Allá vas, y en vano, en vano
Descanso pides á voces;
Los siglos se precipitan.
Se hunden cien generaciones,
Piérdense imperios y pueblos,
Y el olvido los esconde;
Y tú allá vas, allá vas
Abandonada y sin norte,
Despeñada y de tropel
Y en aparente desorden;
Y ora inundas la llanura.
Allanas luego los montes,
No hay hondo abismo ni cielo
Que á descubrir no te arrojes!!!
Pebre, ciega, loca, errante.
Aquí sagaz, allí torpe.
Tú misma para tí misma
Toda arcano y confusiones.
250 EL DIABLO MUNDO.
»Y ya por senda trazada
Viajes sometida y dócil,
Y sigas crédula en paz
Las huellas de tus mayores;
Ya nuevas galas te vistas
Y de las antiguas mofes,
Y rebelde de tus hierros
Muerdas ya los eslabones,
Yo siempre marcho contigo;
Y ese gusano que roe
Tu corazón, esa sombra
Que anubla tus ilusiones,
Soy yo, el lucero caido.
El ángel de los dolores,
El rey del mal, y mi infierno
Es el corazón del hombre.
Feliz mientras la esperanza
;Ay! tus delirios adorne!
¡Infeliz cuando tu mente
Los recuerdos emponzoñen,
Y á la mar sin rumbo fijo
Desesperado te arrojes!
Ni un astro te alumbrará.
Será en vano que á Dios nombres.
Ora le reces sin fe,
Ora su enojo provoques.
Solo el huracán y el trueno
Eesponderán á tus voces,
Sin hallar puerto ni playa
Por mas que anhelante vogues.
Y al fin la materia muere;
Pero el espíritu ¿adonde
Volará? ¿Quién sabe? ¡Acaso
Jamás sus cadenas rompe!!!»
Dijo, y la ígnea luminosa frente
Dejó caer desesperado y triste,
EL DIABLO MUNDO. 251
Y corrió de sus ojos larga fuente
De emponzoñadas lág-rimas: profundo
Silencio en torno dominó un momento:
Luego en aéreo modulado acento
Cien coros resonaron,
Y allá en el aire en confusión cantaron.
PRIMER CORO.
Genios, venid, venid
Vuestro mal con el hombre á repartir.
SEGUNDO CORO.
Ya la esperanza á los hombres
Para siempre abandonó.
Los recuerdos son tan solo
Pasto de su corazón.
TERCER CORO.
Nosotros, genios del alma
Aunque en nosotros no cree,
Somos su Dios, condenado
Nuestro influjo á obedecer.
PRIMER CORO.
Genios, venid, venid
Nuestro mal con el hombre á repartir.
UNA voz.
Yo turbaré sus amores.
Disiparé su ilusión.
Atizaré sus rencores,
Y haré eternos sus dolores.
Mal llagado el corazón.
252 EL DIABLO MUNDO.
SEGUNDA VOZ.
Yo confundiré á sus ojos
La mentira y la verdad,
Y la ciencia y los sucesos
Su mente confundirán.
TERCERA voz.
Marchitaré la hermosura,
Rugaré la juventud;
El alma que nació pura
Renegará la virtud,
Maldecirá de su hechura.
CUARTA voz.
Yo haré dudar del cariño
Que muestra al tímido niño
El corazón maternal;
Y haré vislumbre al través
Del amor el interés
Como su vil manantial.
QUINTA voz.
Una barra de oro
Su Dios será.
La avaricia del hombre
La adorará:
Viles pasiones
Gobernarán tan solo
Sus corazones.
Genios, venid, venid
Nuestro mal con el hombre á repartir
EL DIABLO MUNDO. 253
SEXTA VOZ.
Mi lanza impávida
Derribará
Ese Dios mísero
De vil metal.
Sobre sus aras
Me asentaré,
Y esclavo al hombre
Dominaré.
GénioSj venid, venid
Y esos esclavos á mi carro uncid.
SÉTIMA voz.
Yo romperé las cadenas,
Daré paz y libertad,
Y abriré un nuevo sendero
A la errante humanidad.
CORO.
¡Quién sabe! ¡Quién sabe!
Quizá ensueños son,
Mentidos delirios.
Dorada ilusión.
Genios, venid, venid
Nuestro mal con el hombre á repartir.
254 EL DIABLO MUNDO,
EL POETA
Como nubes que en negra tormenta
Precipita violento huracán,
Y en confuso montón apiñadas,
De tropel y siguiéndose van,
Y visiones y horrendos fantasmas,
Monstruos raros de formas sin fin,
Y palacios, ciudades y templos.
Nuestros ojos figuran allí;
Y entre masas espesas de polvo
Desparece la tierra tal vez.
Cual gigante cadáver que cubre
Vil mortaja de lienzo soez;
Como zumba sonante á lo lejos
El doliente rugido del mar,
Cuando rompe en las rocas sus olas^
Fatigadas de tanto luchar;
Y la brisa en la noche serena
En sus ráfagas trae la canción.
Que al compás de los remos entona,
Mar adentro quizá un pescador:
Así, en turbio veloz remolino
El diabólico ejército huyó;
Vagarosas pasaron sus sombras,
Y el crujir de sus alas sonó.
^ EL DIABLO MUNDO. 255
Y el yermo fantástico espacio,
Largo tiempo se oyó su cantar,
Y á lo lejos el flébil quejido
Poco á poco armonioso espirar.
Embargada y absorta la mente,
En incierto delirio quedó,
Abrumada sentí que mi frente
Un torrente de lava quemó.
Y en mi loca falaz fantasía
Sus clamores y cántico oí,
Y el tumulto y su inquieta porfía
Encerrado en mí mismo sentí.
Así al son agudo de bélica trompa,
Y al compás del golpe que marca el tambor,
Brioso en alarde, y magnífica pompa.
En orden desfila guerrero escuadrón.
Y espadas, fusiles, caballos, cañones
Pasan, y los ojos en confuso ven
Brillar aun las armas, ondear los pendones,
Fantásticas plumas del viento al vaivén.
Relumbrar corazas, y el polvo y la gente,
Y se oye á lo lejos un vago rumor,
Y queda en su encanto suspensa la mente,
Y oír y ver piensa después que pasó.
Mas ya del primer albor
La luz pura tiñe el cielo,
Y al naciente resplandor,
Naturaleza su velo
Pinta con vario color.
256 EL DIABLO MUNDO.
Y se esparce por el mundo
Un armonioso contento,
Un confuso movimiento,
Que en pensamiento profundo
Suspende el entendimiento.
¿Es verdad lo que ver creo?
¿Fué un sueño lo que vi
En mi loco devaneo?
¿Fué verdad lo que fingí?
¿Es mentira lo que veo?
11
CANTO I.
Sobre una mesa de pintado pino
Merancólica luz lanza un quinqué,
Y un cuarto ni lujoso ni mezquino
A su reflejo pálido se ve:
Suenan las doce en el reló vecino
Y el libro cierra que anhelante lé
Un hombre ya caduco, y cuenta atento
Del cansado reló el g*olpe lento.
Carga después sobre la diestra mano
La ya rug'osa y abrumada frente,
Y un pensamiento fúnebre, tirano,
Fija y domina, al parecer, su mente:
Borrarlo intenta en su ansiedad en vano;
Vuelve á leer, y en tanto que obediente
Se somete su vista á su porfía,
Lánzase á otra región su fantasia.
«¡Todo es mentira y vanidad, locura!»
Con sonrisa sarcástica exclamó,
Y en la silla tomando otra postura.
De g*olpe el libro y con desden cerró:
Lóbrega tempestad su frente oscura
En remolinos densos anubló,
Y los áridos ojos quemó luego
Una sangrienta lagrimea de fuego.
17
:258 EL DIABLO MUNDO.
«¡Ay! para siempre, dijo, la ufanía
Pasó ya de la hermosa juventud,
La música del alma y melodía,
Los sueños de entusiasmo y de virtud!...
Pasaron ;ay! las lioras de aleg-ría,
Y abre su seno hambriento el ataúd,
Y único porvenir, sola esperanza,
La muerte á pasos de g-ig-ante avanza.
»¿Qué es el hombre? Un misterio. ¿Qué es la vida?"
Un misterio también!... Corren los años
Su rápida carrera, y escondida
La vejez llega envuelta en sus eng'años:
Vano es llorar la juventud perdida.
Vano buscar remedio á nuestros daños;
Un sueño es lo presente de un momento,
Muerte es el porvenir, lo que fué, un cuento!...
»Los sig-los á los siglos se atrepellan,
Los hombres á los hombres se suceden.
En la vejez sus cálculos se estrellan.
Su pompa y g*lorias á la muerte ceden:
La luz que sus espíritus destellan
Muere en la niebla que vencer no pueden,
Y es la historia del hombre y su locura
Una estrecha y hedionda sepultura!
»¡0h! si el hombre tal vez log*rar pudiera
Ser para siempre joven é inmortal,
Y de la vida el sol le sonriera
Eterno de la vida el manantial!
;0h! como entonces venturoso fuera;
Roto un cristal, alzarse otro cristal
De ilusiones sin fin, contemplaría;
Claro y eterno sol de un bello dia!...
»Necio, dirán, tu espíritu altanero
¿Dónde te arrastra, que insensato quiere
EL DIABLO MUNDO. 259
En un mundo infeliz, perecedero,
Vivir eterno mientras todo muere?
¿Qué hay inmortal, ni aun firme y duradero?
¿Qué hay que la edad con su rigor no altere?
¿No ves que todo es humo, y polvo, y viento?
jLoco es tu afán, inútil tu lamento!...»
Todos mas de una vez hemos pensado
Como el honrado viejo en este punto;
Y mucho nuestros frailes han hablado,
Y Séneca y Platón sobre el asunto:
Yo, por no ser prolijo ni cansado
(Que ya impaciente á mi lector barrunto).
Diré que al cabo, de pensar rendido
Tendióse el viejo y se quedó dormido.
Tal vez será debilidad humana
Í.T'se á dormir á lo mejor del cuento,
Y cortado dejar para mañana
El hilo que anudaba el pensamiento:
Dicen que el sueño del olvido mana
Blando licor que calma el sentimiento;
Mas jay! que á veces fijo en una idea,
;Bárbaro en nuestro llanto se recrea!
Quedóse en su profundo sueño, y luego
Una visión... — ¡Yision!... Frunciendo el labio^
Oigo que clama, de despecho ciego,
Un crítico feroz: — Perdona ¡oh sabio!
Sabio sublime, espérate, te ruego,
Y yo te juro por mi honor, ¡oh Fabio!...
Si no es Fabio tu nombre, en este instante
A dártelo me obliga el consonante;
Juro que escribo para darte gusto
A tí solo, y al mundo entero enojo,
Un libro en que Aristóteles me ajusto
260 EL DUBLO MUNDO.
Como se ajusta la pupila al ojo:
Mis reflexiones sobre el hombre justo
Que sirve á su razón, nunca á su antojo,
Publicaré después para que el mundo
Mejor se vuelva, ¡oh crítico profundo!
Que yo bien sé que el mundo no adelanta
Un paso mas en su inmortal carrera,
Cuando alg*un escritor como yo, canta
Lo primero que salta en su mollera;
Pero no es eso lo que mas me espanta.
Ni lo que acaso espantará á cualquiera:
Terco escribo en mi loco desvarío
Sin ton ni son, y para gusto mió.
La zozobra del alma enamorada.
La dulce vaguedad del sentimiento,
La esperanza de nubes rodeada,
De la memoria el dolorido acento,
Los sueños de la mente arrebatada,
La fábrica del mundo y su portento,
Sin regla ni compás canta mi lira:
Solo mí ardiente corazón me inspiral
Y á la estraña visión volviendo ahora
Que al triste viejo apareció en su sueño,
(Que algunas veces cuando el alma llora
La mente en consolarnos pone empeño,
Y bienes y delirios atesora
Que hacen mas duro, al despertar, el ceño
De la suerte fatal que en esta vida
Nos persigue con alma empedernida),
Es fama que soñó... y hé aquí una prueba
De que nunca el espíritu reposa,
Y esto otra vez á digresar me lleva
De la historia del viejo milagrosa;
EL DIABLO MUNDO. 261
Y á nadie asombre que á afirmar me atreva
Que siendo al alma la materia odiosa,
Aquí para vivir en santa calma,
O sobra la materia, ó sobra el alma.
Quiere aquella el descanso, y en el lodo
Nos hunde perezosa y encenaga;
Esta presume adivinarlo todo,
Y en la región del infinito vaga:
Flojo, torpe, á traspiés, como un beodo
Que con sueños su mente el vino estraga,
La materia al espíritu obedece.
Hasta que, yerta al fin, cede y fallece.
Llaman pensar así, filosofía,
Y al que piensa, filósofo, y ya siento
Haberme dedicado á la poesía
Con tan raro y profundo entendimiento.
Yo con erudición ¡cuánto sabria!...
Mas vuelta á la visión y vuelta al cuento.
Aunque ahora que un sastre es esprit fort.
No hay ya visión que nos inspire horror.
Mas me valiera el campo lisonjero
Correr de la política, y revista
Pasar con tanto sabio y financiero,
Bibliógrafo, letrado y alquimista,
Diplomático, filósofo, guerrero.
Orador, erudito y periodista
Que honran el siglo: espléndidos varones,
Dicha no, pero honor de las naciones!
Y mucho mas sin duda me valiera.
Que no andar por el mundo componiendo,
De niño, haber seguido una carrera
De mas provecho y de menor estruendo;
Que si no sabio, periodista fuera.
262 EL DIABLO MUNDO.
Que es punto menos; mas ¡dolor tremendo!
Mis estudios dejé á los quince años,
Y me entregué del mundo á los engaños!
¡Oh padres! ¡Oh tutores! ¡Oh maestros,
Los que educáis la juventud sencilla!
Sigan senda mejor los hijos vuestros
Donde la antorcha de las ciencias brilla:
Tenderos ricos, abogados diestros,
I3el foro y de la bolsa maravilla
Pueden ser, y si no, sean diputados
(Iraves, serios, rabiosos, moderados.
Y si llega á ministro el tierno infante,
Llanto de gozo ¡oh padres! derramad
Al contemplarle demandar triunfante
A las Cortes un lili de indemnidad.
Perdón, lector, mi pensamiento errante
Flota en medio á la turba tempestad
De locas, reprensibles digresiones.
¡Siempre juguete fui de mis pasiones!!!
Por la inerte materia, vaga incierta
El alma en nuestra fábrica escondida;
A otra vida durmiendo nos dispierta.
Vida inmortal, á un punto reducida.
De la esperanza la sabrosa puerta
El espíritu abre, y la perdida
Memoria renovando, allí en un punto
Cuanto fué, es y será, presenta junto,
¿Será que el alma su inmortal esencia
Entre sueños revela, y desatada
Del tiempo y la medida su existencia.
La eternidad formula á la espantada
Mente oscura del hombre? ¡Oh ciencia! ¡Oh ciencia
Tan grave, tan profunda y estirada!
EL DIABLO MUNDO. 2í^o
Verg'üenza ten y permanece muda:
¿Pnedes tú acaso resolver m.i dada?
Duerme entre tanto el venerable anciano,
Mientras que yo discurro sin provecho:
Fig'uras mil en su delirio insano
Fingiendo en torno á su encantado lecho.
El sueño su invencible y grave mano
Posando silencioso sobre el pecho,
Formas de luz y de color sombrío
Arroja al huracán del desvarío.
Y como el polvo en nubes que levanta
En remolinos rápido el viento,
Formas sin forma, en confusión que espanta,
A.lza el sueño en su vértigo violento:
Del vano reino el límite quebranta,
Vago escuadrón, de imágenes sin cuento,
Y otros mundos al viejo aparecían,
Y esto los ojos de su mente vían.
En lóbrego abismo que sombras eternas
Envuelven en densa tiniebla y horror.
Do reina un silencio que nunca se altera,
Y ahuyenta el olvido del mundo el rumor.
Con lástima y pena, mirando al anciano.
Vaporosa sombra de un lejano bien,
De vagos contornos confusa figura.
Cual bello cadáver, se alzó una mujer:
Y oyóse en seguida lánguida armonía.
Música suave, y luego una voz
Cantó, que el oído no la percibía.
Sino que tan solo la oyó el corazón.
204 EL DIABLO MUNDO.
Débil mortal, no te asuste
Mi oscuridad ni mi nombre;
Eq mi seno encuentra el hombre
Un término á su pesar.
Yo compasiva le ofrezco
Lejos del mundo un asilo,
Donde á mi sombra tranquilo
Para siempre duerma en paz.
Isla yo soy de reposo
En medio el mar de la vida,
Y el marinero allí olvida
La tormenta que pasó:
Allí convidan al sueño
Ag-uas puras sin murmullo,
Allí se duerme al arrullo
De una brisa sin rumor.
Soy melancólico sauce
Que su ramaje doliente
Inclina sobre la frente
Que arrug'ara el padecer;
Y aduerme al hombre, y sus sienes
Con fresco jug'o rocía,
Mientras el ala sombría
Bate el olvido sobre él.
Soy la vírg-en misteriosa
De los últimos aiaores,
Y ofrezco un lecho de flores
Sin espinas ni dolor,
Y amante, doy mi cariño,
Sin vanidad ni falsía;
No doy placer ni aleg*ría,
Mas es eterno mi amor.
En mí la ciencia enmudece,
En mí concluye la duda,
EL DIABLO MUNDO. 26é
Y árida, clara y desnuda
Enseño yo la verdad;
Y de la vida y la muerte
Al sabio muestro el arcano,
Cuando al fin abre mi mano
La puerta á la eternidad.
Ven, y tu ardiente cabeza
Entre mis brazos reposa;
Tu sueño, madre amorosa,
Eterno reg-alaré:
Ven, y yace para siempre
En blanda cama mullida,
])onde el silencio convida
Al reposo y al no ser.
Deja que inquieten al hombre
Que loco al mundo se lanza,
Mentiras de la esperanza,
Recuerdos del bien que huyó:
Mentira son sus amores.
Mentira son sus victorias,
Y son mentiras sus glorias,
Y mentira su ilusión.
Cierre mi mano piadosa
Tus ojos al blando sueño,
Y empape suave beleño
Tus lág*rimas de dolor:
Yo calmaré tu quebranto
Y tus dolientes gemidos,
Apagando los latidos
De tu herido corazón.
¿Visteis la luna reflejar serena
Entre las aguas de la mar sombría,
26(3 EL DIABLO MUNDO.
Cuando se calma nuestra amarg-a pena,
Y siente el corazón melancolía?
¿Y el mar que allá á lo lejos se dilata,
Imág-en de la oscura eternidad,
Y el horizonte azul bañado en plata,
Rico dosel que desvanece el mar?
¿Y del aura sutil que se desliza
Por las aguas, oísteis el murmullo.
Cuando las olas argentadas riza
Con blanda queja y con doliente arrullo?
¿Y sentisteis tal vez un tierno encanto,
Una voz que regala el corazón,
Dulce, inefable y misterioso canto
De vago afán é incomprensible amor?
Blanda así la quimérica armonía
Sonó del melancólico cantar;
Vibraciones del alma y melodía
De un corazón que fatigó el pesar.
Y la amorosa y pálida figura
Los amarillos brazos extendió,
Y sus lánguidos ojos de dulzura
Al triste viejo con piedad volvió.
Ojos sin luz que su mirada hiela,
Intima, intensa el corazón domina,
En densas sombras los sentidos vela,
En mudo pasmo la razón fascina.
Coagularse su sangre el viejo siente
Poco á poco en sus venas con sabroso
Desmayo, y que se trueca su impaciente
Afán en un letargo vaporoso:
EL DIABLO MUNDO. 26'
Entorpece sus miembros, y embriag*a
Su mente aquella mág-ica figura,
La breve luz de su existencia apaga
Con su mirada de fatal ternura.
Sus labios besa con mortal anhelo
Cariñosa la pálida visión,
Y á las entrañas se desprende el liielo
De sus áridos labios sin color.
Sus ojos fijos en los muertos ojos
Desvanecidos de mirar sentia;
Los rayos de su luz yertos despojos
Que la mirada mágica absorbía.
Por su cuerpo un deleite serpeaba,
Sus nervios suavemente entumeciendo,
Y el espíritu dentro resbalaba,
Grato sopor y languidez sintiendo.
Ya su delgada, amarillenta mano,
Sobre su pecho á reposarla extiende,
Y exánime mirándola el anciano.
Yerto é inmóvil su destino atiende.
Así al viajero fatigado, cuando
El sueño los sentidos entorpece,
Las fuerzas poco á poco van faltando,
Y el cuerpo perezoso desfallece;
Y perdido en el áspera montaña,
Sobre la nieve desplomado cae.
Su juicio se devana y enmaraña.
Gratas visiones su desmayo trae;
Y lenta y muellemente adormecida
La máquina mortal, lánguidamente
'i()8 EL DIABLO MUNDO.
]>ostezar torpe la ondulante vida
Entre los brazos de la muerte siente.
¿Será qne consumida por los anos
Siente placer la vida fatigada,
En dejar de este mundo los engaños,
El término al tocar de su jornada?
¿La travazon de la materia inerte
Desatada, disuelto el cuerpo espira,
Y el espíritu, cerca ya la muerte,
Por la perdida libertad suspira?
Hendido en tanto el moribundo anciano,
Con deleite la eterna paz espera;
Su mano estrecha la aterida mano
Que marca el fin de su vital carrera:
Guando á otra parte con estruendo el suelo
Crujir y el muro de su estancia siente,
Y ven sus ojos un inmenso cielo
Desarrollarse en luz de oro candente.
Rico manto de lumbre y pedrería
Tachonado de soles á millares,
Olas de aljofarada argentería
Meciendo el aire en esparcidos mares.
Y un sol con otro sol que se eslabona
En torno á una deidad orlan su frente,
Y los rayos de luz de su corona
En un velo la envuelven trasparente.
Majestuosa, diáfana y radiante
Su hermosura, en su lumbre se confunde,
Agitada columna coruscante.
Júbilo y vida por doquier difunde.
EL DIABLO MUNDO. 'Í6U
Eterno amor, inmarcesibles g-lorias,
Armas, coronas de oro y de laurel,
Triunfos, placeres, esplendor, victorias,
ilusiones, riquezas y poder:
Eterna vida, eterno movimiento,
l.os sueños de la dulce poesía.
El sonoro y quimérico concento
De la rica y estasiada fantasía:
El eco blando del primer suspiro,
La dulce queja del primer amor.
La primera esperanza y el respiro,
Que pura exhala la amorosa flor:
La faz hermosa de la noche en-calma
Y el son del m^elancólico laúd.
Los devaneos plácidos del alma.
El sosiego y la paz de la virtud:
La santa dicha del hogar paterno,
Üel amigo la plática sabrosa,
El blando sueño en el regazo tierno
De la feliz, enamorada esposa:
El puro beso del alegre niño
Que en torno de sus padres juguetea,
Prenda de amor, emblema del cariño
En que el alma gozosa se recrea:
La fé, la religión, bálsamo suave
Que vierte en el espíritu consuelo,
Y de las ciencias el estudio grave
Que alza la mente á la región del cielo:
La máquina del mundo y su hermosura
Que arrobado el espíritu contempla,
270 EL DIABLO MUNDO.
La augusta soledad» que la amarg*ura
Tal vez del alma combatida templa:
De la pasión el goce turbulento
Siguiendo atropellado á la esperanza,
Ligero tamo que arrebata el viento
Y despeñado á su ilusión se lanza:
El aplauso del mundo y la tormenta,
Y el afán y el horrísono vaivén,
El noble orgullo y la ambición sangrienta,
De nombre avara y de esplendente prez:
Del tronante cañón el estampido,
El lujo y el furor de la batalla.
Del corazón el bélico latido,
Que hace que hierva la abrasante malla:
El oro que famélico codicia
El hombre, y en montones lo atesora;
Alimento infernal de la avaricia,
Que hambre mas siente cuanto mas devora:
La crápula, el escándalo y mareo
De vicios rica, estrepitosa orgía,
El pudor resistiéndose al deseo,
Y mezclándose el vino en la porfía:
La alegre danza en movimiento blando
Que orna voluptuosa liviandad;
Al goce, al apetito convidando
Con sus mórbidas formas la beldad:
('uanto fingió é imaginó la mente.
Cuanto del hombre la ilusión alcanza.
Cuanto creara la ansiedad demente,
Cuanto acaricia en sueños la esperanza;
EL DIABLO MUNDO. 271
La radiante visión maravillosa
Brinda con mano pródiga en montón,
Y en óptica ilusoria y prodigiosa
Pasar el viejo ante sus ojos vio.
Y entre aplausos, y músicas, y estruendo,
Y de ella en pos la humanidad entera,
Y en torno de ella armónica volviendo
En giro eterno la argentada esfera:
Suenan voces y cánticos sonoros
Que el aire en ecos derramados liiengi^en,
Y ángeles mil en matizados coros
El aire rasgan y en fulgor lo encienden.
Y una voz como ráfaga de viento,
Palpitando de vida y de armonía
Sobre el vario, magnifico concento.
Así cantando resonar se oía.
Salve, llama creadora del mundo,
Lengua ardiente de eterno saber:
Puro germen, principio fecundo
Que encadenas la muerte á tus pies.
Tú la inerte materia espoleas,
Tú la ordenas juntarse y vivir,
Tú su lodo modelas y creas
Miles seres de formas sin fin.
Desbarata tus obras en vano
Vencedora la muerte tal vez.
De sus restos levanta tu mano
Nuevas obras triunfante otra vez.
272 KL DIABLO MUNDO.
TÚ la hoguera del sol alimentas,
Tú revistes los cielos de azul.
T'ú la luna en las sombras argentas,
Tú coronas la aurora de luz.
Gratos ecos al bosque sombrío,
Verde pompa á los árboles das,
Melancólica música al rio,
Ronco grito á las olas del mar.
Tú el aroma en las flores exhalas,
En los valles suspiros de amor,
Tú murmuras del aura en las alas.
En el Bóreas retumba tu voz.
Tú derramas el oro en la tierra
En arroyos de hirviente metal.
Tú abrillantas la perla que encierra
En su abismo profundo la mar.
Tú las cárdenas nubes estiendes,
Negro manto que agita Aquilón,
Con tu aliento los aires enciendes,
Tus rugidos infunden pavor.
Tú eres pura simiente de vida,
Manantial sempiterno de bien,
Luz del mismo Hacedor desprendida,
Juventud y hermosura es tu ser.
Tú eres fuerza secreta que el mundo
En sus ejes impulsa á rodar,
."Sentimiento armonioso y profundo
De los orbes que anima tu faz.
De tus obras los siglos que vuelan
Incansables artífices son.
EL DIABLO MUNDO. 273
Del espíritu ardiente cincelan
Y embellecen la estrecha prisión.
Tú en violento, veloz torbellino
Los empujas enérgica, y van:
Y adelante en tu raudo camino
A otros siglos ordenas llegar.
Y otros siglos ansiosos se lanzan,
Desparecen y llegan sin fin,
Y en su eterno trabajo se alcanzan,
Y se arrancan sin tregua el buril.
Y afanosos sus fuerzas emplean
En tu inmenso taller sin cesar,
Y en la tosca materia golpean,
Y redobla el trabajo su afán.
De la vida en el hondo Océano
Flota el hombre en perpetuo vaivén,
Y derrama abundante tu mano
La creadora semilla en su ser.
Hombre débil, levanta la frente,
Pon tu labio en su eterno raudal;
Tú serás como el sol en Oriente,
Tú serás como el mundo, inmortal.
Calló la voz, y el armonioso coro
Y el estruendo y la música siguió,
Y repitiendo el cántico sonoro.
Turbas inmensas pasan en montón.
Sus alas lanzan luminosa estela,
€omo la nave en la serena mar,
Y entre su viva luz la luz riela
Mas pura de la imagen inmortal.
18
274 EL DIABLO MUNDO.
Cruzando va cual fulgurante tromba
Su cortejo magnífico en redor,
Y el viento rompe cual lanzada bomba,
Sobre otros soles desprendido sol.
Atónito la faz alza el anciano,
Como el que vuelve en sí en el ataúd,
Con ansia, angustia y con delirio insano.
Aire buscando y anhelando luz.
Que en el regazo del no ser dormido,
El alto estruendo en su estupor sintió,
El intrépido canto hirió su oido,
Y súbito sus nervios sacudió.
Y el yerto brazo de la sombra fria
Que vierte al corazón hielo mortal.
Aparta con afán en su agonía
Volar ansiando á la gentil deidad.
Y entrambos brazos con anhelo tiende,
xltento el canto animador escucha,
De la visión de muerte se desprende,
Y por moverse y levantarse lucha.
Los ojos abre al resplandor inciertos,
La luz buscando que su luz escita.
Sienten grato calor sus miembros muertos,
Con nuevo ardor su corazón palpita.
La sangre hierve en las hinchadas venas.
Siente volver los juveniles brios,
Y ahuyentan de su frente albas serenas
Los pensamientos de la edad sombríos.
Y desprendidas ráfagas de lumbre
Su cuerpo bañan y su sien circundan;
EL DIABLO MUNDO. 275
Torrentes mil de la argentada cumbre,
Vertiendo vida, en su esplendor le inundan.
Y bajando la diosa encantadora
Mecida en olas de encendido viento,
En torno de él la tropa voladora
Esparce juventud y movimiento.
Y su rostro se pinta de hermosura,
Viste su corazón la fortaleza,
Brilla en su frente juvenil tersura,
Neg-ros rizos coronan su cabeza.
El alma en su mirar se trasparenta,
Mirar sereno, vivido y ardiente,
Y tu robusta máquina alimenta
La eterna llama que en el pecho siente.
Contra su seno la deidad le abraza,
Y en su velo le envuelve y le ilumina,
Y á su ruina y su destino enlaza
El destino del mundo y su ruina.
Tú los siglos hollarás,
(Sonó la voz de la altura,)
Pasar los hombres verás.
Del mundo la edad futura
Como el mundo correrás.
El sol que hoy nace en Oriente
Y que ilumina tu frente.
Pasarán edades cien,
Y cual hoy, resplandeciente,
La iluminará también.
El crudo invierno sombrío,
Del pintado abril las fiores.
276 EL DIABLO MUNDO.
Las galas del bosque umbrío,
Los rigorosos calores
De los meses del estío
Pasarán, y contarás ^
Hora á hora y mes á mes,
Y un año y otro verás,
Y un siglo y otro después.
Sin que se acabe jamás.
Y eternamente bogando^
Y navegando contino.
Sin hallar descanso, andando
Irás siempre, caminando.
Sin acabar tu camino.
Y los siglos girarán
En perpetuo movimiento.
Las naciones morirán,
Y se escuchará tu acento
En los siglos que vendrán.
Pero si acaso algún dia
Lloras tal vez tu orfandad,
Y al cielo clamas piedad^
Y en lastimosa agonía
Maldices tu eternidad,
Acuérdate que tu fuiste
El que fijó tu destino,
Que ser inmortal pediste,
Y arrojarte al torbellino
De las edades quisiste.
Y que el mundo te dará
Cuanto el mundo en sí contiene,
Que tuyo el mundo será.
EL DIABLO MUNDO. 277
Y ya para tí previene
Cuanto ha tenido y tendrá.
En tanto el luciente coro
Repitió luego el cantar^,
Y remontándose al cielo,
La luz plegándose va
Entre nubes de oro y nácar
Que esconden á la deidad,
Y las voces en los aires
Perdidas se escuchan ya
Allá en lejana armonía
Como un eco resonar:
«Y que el mundo te dará
Cuanto el mundo en sí contiene.
Que tuyo el mundo será,
Y ya para tí previene
Cuanto ha tenido y tendrá.»
Dicha es soñar cuando despierto sueña
El corazón del hombre su esperanza.
Su mente halaga la ilusión risueña,
Y el bien presente al venidero alcanza:
Y tras la aérea y luminosa enseña
Del entusiasmo, el ánimo se lanza
Bajo un cielo de luz y de colores,
Campos pintando de fragantes flores.
Dicha es soñar, porque la vida es sueño,
Lo que fingió tal vez la fantasía,
Cuando embriagada en lánguido beleño
A las regiones del placer nos guia:
Dicha es soñar, y el rigoroso ceño
278 EL DIABLO MUNDO.
No ver jamás de la verdad impía:
Dicha es soñar en el mundano ruido
Vivir soñando y existir dormido.
Y en sueño á la verdad pasa la vida.
Sueño al principio de dorada lumbre,
Senda de flores mil, fácil subida
Que á un monte lleva de lozana cumbre:
Después vereda áspera y torcida.
Monte de insuperable pesadumbre,
Donde cansada de una en otra breña.
Llora la vida y lo pasado sueña.
Sueños son los deleites, los amores,
La juventud, la g'loria y la hermosura;
Sueños las dichas son, sueños las flores,
La esperanza, el dolor, la desventura:
Triunfos, caldas, bienes y rigores
El sueño son que hasta la muerte dura,
Y en incierto y continuo movimiento
Agita al ambicioso pensamiento.
Siento no sea nuevo lo que digo,
Que el tema es viejo y la palabra rancia,
Y es trillado sendero el que ahora sigo,
Y caminar por él ya es arrogancia.
En la mente, lector, se abre un postigo,
Sale una idea y el licor escancia
Que brota el labio y que la pluma vierte,
Y en palabras y frases se convierte.
NiMl nomim siib solé, dijo el sabio.
Nada hay mcevo en el m%indo: harto lo siento.
Que, como dicen vulgarmente, rabio
Yo por probar un nuevo sentimiento:
Palabras nuevas pronunciar mi labio.
Renovado sentir mi pensamiento
EL DIABLO MUNDO 279
Ansio, y girando en dulce desvarío,
Ver nuevo siempre el mundo en torno mió.
Uniforme, monótono y cansado
Es sin duda este mundo en que vivimos;
En Oriente de rayos coronado,
El sol que vemos hoy, ayer le vimos:
De flores vuelve á engalanarse el prado,
Vuelve el Otoño pródigo en racimos.
Y tras los hielos del Invierno frió,
Coronado de espigas el Estío.
¿Y no habré yo de repetirme á veces.
Decir también lo que otros ya dijeron,
A mí á quien quedan ya solo las heces
Del rico manantial en que bebieron?
¿Qué habré yo de decir que ya con creces
No hayan dicho tal vez los que murieron,
Byron y Calderón, Shakspeare, Cervantes,
Y tantos otros que vivieron antes?
¿Y aun asimismo acertaré á decirlo?
¿Saldré de tanto enredo en que me he puesto?
¿Ya que en mi cuento entré, podré seguirlo,
Y el término tocar que me he propuesto?
Y aunque en mi empeño logre concluirlo,
¿A tí no te será nunca molesto,
¡Oh caro comprador! que con zozobra
Imploro en mi favor, comprar mi obra?
Nada menos te ofrezco que un poema
Con lances raros y revuelto asunto.
De nuestro mundo y sociedad emblema,
Que hemos de recorrer punto por punto:
Si logro yo desenvolver mi tema,
Fiel traslado ha de ser, cierto trasunto
280 EL DIABLO MUNDO.
De la vida del hombre y la quimera
Tras de que va la humanidad entera.
Batallas, tempestades, amoríos,
Por mar y tierra, lances, descripciones
De campos y ciudades, desafíos,
Y el desastre y furor de las pasiones,
Goces, dichas, aciertos, desvarios.
Con algunas morales reflexiones
Acerca de la vida y de la muerte.
De mi propia cosecha, que es mi fuerte.
En varias formas, con diverso estilo.
En diferentes géneros, calzando
Ora el coturno trágico de Esquilo^
Ora la trompa épica sonando:
Ora cantando plácido y tranquilo.
Ora en trivial lenguaje, ora burlando,
Conforme esté mi humor, porque á él me ajusto,
Y allá van versos donde va mi gusto.
Verás, lector, á nuestro humilde anciano, *
Que inmortal de su lecho se levanta.
Lanzarse al mundo de su dicha ufano,
Eico de la esperanza que le encanta:
Verás luego también... pero ¿á qué en vano
Me canso en ofrecerte empresa tanta.
Si hasta que el uno al otro nos cansemos,
Tú y yo en campaña caminando iremos?
Mas vale prometerte poco ahora,
Y algo después cumplirte, lector mío,
No empiece yo con voz atronadora,
Y luego acabe desmayado y frió:
No una altiva columna vencedora
Que jamás rinda con su planta, impío.
EL DIABLO MUNDO. 281
El tienipo destructor, alzar intento;
Yo con pasar mi tiempo me contento.
No es dado á todos alcanzar la gloria
De alzar un monumento suntuoso,
Que eternice á los siglos la memoria
De algún hecho pasado gTandioso:
Quédele tanto al que escribió la historia
De nuestro pueblo, al escritor lujoso, /
Al conde que, del público tesoro,
Se alzó á sí mismo un monumento de oro.
Al que supo, erigiendo un monumento,
(Que tal le llama en su modestia suma) (1),
Premio dar á su gran merecimiento,
Y en pluma de oro convertir su pluma,
Al ilustre asturiano, al gran talento,
Flor de la historia y de la hacienda espuma;
Al necio audaz de corazón de cieno,
A quien llaman el CONDE DE TORENO.
;0h gloria! ¡oh gloria! ¡lisonjero engaño
Que á tanta gente honrada precipitas!
Tú al mercader pacifico, en estraño
Guerrero truecas, y á lidiar le escitas;
Su rostro vuelves bigotudo, uraño.
Con entusiasmo militar le agitas,
Y haces que sea su mirada horrenda
Susto de su familia y de su tienda.
Tú, al que otros tiempos acertaba apenas
A escribir con fatigas una carta.
Animas á dictar páginas llenas
De verso y prosa en abundante sarta:
(l) En una de las sesiones (le esta úllima legislatura tuvo el egregia
conde la llaneza de decir que liabia erigido á la gloria de su patria un mo-
numento en su Historia de la Revolución de 1808.
282 EL DIABLO MUNDO.
Político profundo en sus faenas,
Folletos traza, artículos ensarta.
Suda y trabaja, y en manchar se emplea
Resmas para envolver alcarabea.
Otros ¡oh g-loria! sin aliento vag*an
Solícitos huyendo acá y allá,
Suponen clubs, y con recelo indag'an
Cuando el g^obierno á aprisionarlos va:
A. estos, si los destierran, los halag-an;
Nadie en ellos pensó ni pensará,
Y andan ocultos y mudando trajes,
Creyéndose terribles personajes.
Estos por lo común son buena gente,
Son á los que llamamos infelices.
Hombres todo entusiasmo y poca mente,
Que no ven mas allá de sus narices:
Raza que el pecho denodado siente
A.ntes que ¡oh fiero mandarín! atices
Uno de tus leg*ales ramalazos,
Que les dobla ante el rey los espinazos.
Otros te siguen, engañosa gloria,
Que allá en sus pueblos son pozos de ciencia,
Que creyéndose dignos de la historia,
Varones de gobierno y experiencia.
Ansiosos de alcanzar alta memoria
O abusos corregir con su elocuencia.
Diputados al fin se hacen nombrar,
Tontos de buena fe para callar.
Estos viven después desesperados.
Del ministro además desatendidos.
En el mundo político ignorados,
Y del pueblo también desconocidos:
Andan en la cuestión extraviados.
EL DIABLO MUNDO. 283
Siempre sin tino, torpes los sentidos;
Dando á saber, con pruebas tan acerbas,
Que pierden fuerzas en mudando yerbas.
A todos, gloria, tu pendón nos g*uia,
Y á todos nos exita tu deseo:
Apellidarse socio ¿quién no ansia,
Y en las listas estar del Ateneo?
¿Y quién, aficionado á la poesía.
No asiste á las reuniones del Liceo,
Do la luz brilla dividida en partes
De tanto profesor de bellas artes?
Es cierto que allí van tam^bien profanos
En busca de las lindas profesoras.
Hombres sin duda en su pensar livianos.
Que de todo hacen burla á todas horas.
Sin gravedad, de entendimiento vanos.
Gentes de natural murmuradoras,
Que se mofaran de Villena mismo (1)
Evocando los diablos del abismo.
Y yo ¡pobre de mí! sigo tu lumbre
También ¡oh gloria! en busca de renombre,
Trepar ansiando al templo de tu cumbre
Donde mi fama al universo asombre:
Quiero que de tu rayo á la vislumbre
Brille grabado en mármoles mi nombre,
Y espero que mi basto adorne un dia
Algún salón, café^ ó peluquería.
O el lindo tocador de alguna hermosa
Coronaré en forma de botella,
Lleno mi hueco vientre de olorosa
(l) Todo el mundo sabe que el marqués (le Villena se hizo i)iear y en-
cerrar en una redoma para renacer inmortal: longo para mí que ha de ser
fastidioso y dulzón al paladar el picadillo de sabio.
284 EL DIABLO MUNDO.
Ag*ua que pula el rostro á la doncella;
Lea%i véritaile de Colonia y rosa
£1 rótulo en francés dirá á mi huella;
Que de su vida al fin, tanto blasón
Ha logrado alcanzar Napoleón.
En tanto ablanda, oh público severo,
Y muéstrame la cara lisonjera;
Esto le pido á Dios, y algún dinero,
Mientras sigo en el mundo mi carrera;
Y porque fatigarte mas no quiero,
Caro lector, al otro canto espera,
El cual sin falta seguirá, se entiende
Si este te gusta y la edición se vende*
FIN DEL CANTO PRIMERO.
CANTO II '\
Á TERESA.
DESCANSA EN PAZ
Bueno es el mundo, ¡bueno! ¡bueno! ¡bueno!
Gomo de Dios al fin obra maestra,
Por todas partes de delicias lleno,
De que Dios ama al hombre hermosa muestra;
Salga la voz alegre de mi seno
A celebrar esta vivienda nuestra;
¡Paz á los hombres! ¡gloria en las alturas!
¡Cantad en vuestra jaula, criaturas!
(María, por D. Miguel de los Santos Álvarez.)
¿Por qué volvéis á la memoria mia
Tristes recuerdos del placer perdido,
A aumentar la ansiedad y la agonía
De este desierto corazón herido?
¡Ay! que de aquellas horas de alegría
Le quedó al corazón solo un g-emido,
Y el llanto que al dolor los ojos niegan,
Lágrimas son de hiél que el alma anegan!
(1) Este canto es un desahogo de mi corazón; sáltelo el que no quiera
leerlo sin escrúpulo, pues no estiÁ ligado de manera alguno con el poema.
[N.ddA.J
286 EL DIABLO MUNDO.
¿Dónde volaron ¡ay! aquellas horas
De juventud, de amor y de ventura,
Regaladas de músicas sonoras,
Adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras,
Sus alas de carmin y nieve pura,
Al sol de mi esperanza desplegando.
Pasaban ¡ay! á mi alrededor cantando.
Gorjeaban los dulces ruiseñores,
El sol iluminaba mi alegría,
El aura susurraba entre las flores,
El bosque mansamente respondía,
Las fuentes murmuraban sus amores...
¡Ilusiones que llora el alma mia!
¡Oh! ¡cuan suave resonó en mi oido
El bullicio del mundo y su ruido!
Mi vida entonces cual guerrera nave
Que el puerto deja por la vez primera,
Y al soplo de los céñros suave
Orgullosa desplega su bandera,
Y al mar dejando que á sus pies alabe
Su triunfo en roncos cantos, va velera
Una ola tras otra bramadora
Hollando y dividiendo vencedora;
¡Ay! en el mar del mundo, en ansia ardiente
De amor volaba, el sol de la mañana
Llevaba yo sobre mi tersa frente,
Y el alma pura de su dicha ufana:
Dentro de ella el amor, cual rica fuente
Que entre frescura y arboledas mana.
Brotaba entonces abundante rio
De ilusiones y dulce desvarío.
Yo amaba todo: un noble sentimiento
Exaltaba mi ánimo, y sentía
EL DIABLO MUNDO. 281
En mi pecho un secreto movimiento,
De grandes hechos generoso guia:
La libertad con su inmortal aliento,
Santa diosa mi espíritu encendía,
Contino imaginando en mi fe pura
Sueños de gloria al mundo y de ventura.
El puñal de Catón, la adusta frente
Del noble Bruto, la constancia fiera
Y el arrojo de Scévola valiente.
La doctrina de Sócrates severa,
La voz atronadora y elocuente
Del orador de Atenas, la bandera
Contra el tirano macedonio alzando,
Y al espantado pueblo arrebatando.
El valor y la fe del caballero.
Del trovador el arpa y los cantares.
Del gótico castillo el altanero
Antiguo torreón, do sus pesares
Cantó tal vez con eco lastimero,
¡Ay! arrancada de sus patrios lares,
Joven cautiva, al rayo de la luna.
Lamentando su ausencia y su fortuna:
El dulce anhelo del amor que aguarda
Tal vez inquieto y con mortal recelo.
La forma bella que cruzó gallarda,
Allá en la noche, entre el medroso velo;
La ansiada cita que en llegar se tarda
Al impaciente y amoroso anhelo.
La mujer y la voz de su dulzura,
Que inspira al alma celestial ternura;
A un tiempo mismo en rápida tormenta
Mi alma alborotaban de contino,
Cual las olas que azota con violenta
288 EL DIABLO MUNDO.
Cólera, impetuoso torbellino:
Soñaba al héroe ya, la plebe atenta
En mi voz escuchaba su destino,
Ya al caballero, al trovador soñaba,
Y de g-loria y de amores suspiraba.
Hay una voz secreta, un dulce canto,
Que el alma solo recog'ida entiende.
Un sentimiento misterioso y santo,
Que del barro al espíritu desprende:
Agreste, vag^o y solitario encanto.
Que en inefable amor el alma enciende,
Volando tras la imagen peregrina
El corazón de su ilusión divina.
Yo, desterrado en extranjera playa,
Con los ojos extático seguia
La nave audaz que argentada raya
Volaba al puerto de la patria mia:
Yo, cuando en Occidente el sol desmaya,
Solo y perdido en la arboleda umbría,
Oir pensaba el armonioso acento
De una mujer, al suspirar del viento.
¡Una mujer! En el templado rayo
De la mágica luna se colora.
Del sol poniente al lánguido desmayo,
Lejos, entre las nubes se evapora:
Sobre las cumbres que florece el mayo,
Brilla fugaz al despuntar la aurora.
Cruza tal vez por entre el bosque umbrío,
Juega en las aguas del sereno rio.
¡Una mujer! Deslizase en el cielo
Allá en la noche desprendida estrella;
Si aroma el aire recogió en el suelo,
Es el aroma que le presta ella.
I
EL DIABLO MUNDO. 289
Blanca es la nube que en callado vuelo
Cruza la esfera, y que su planta huella,
Y en la tarde la mar olas la ofrece
De plata y de zafir donde se mece.
Mujer que amor en su ilusión fig'ura,
Mujer que nada dice á los sentidos,
Ensueño de suavísima ternura,
Eco que reg-aló nuestros oidos:
De amor la llama generosa y pura,
Los goces dulces del placer cumplidos,
Que engalana la rica fantasía.
Goces que avaro el corazón ansia;
¡Ay! aquella mujer, tan solo aquella.
Tanto delirio á realizar alcanza,
Y esa mujer tan candida y tan bella,
Es mentida ilusión de la esperanza:
Es el alma que vivida destella
Su luz al mundo cuando en él se lanza,
Y el mundo con su magia y galanura
Es espejo no mas de su hermosura:
Es el amor que al mismo amor adora.
El que creó las Sílfides y Ondinas,
La sacra ninfa que bordando mora
Debajo de las aguas cristalinas:
Es el amor que recordando llora
Las arboledas del Edén divinas,
Amor de allí arrancado, allí nacido,
Que busca en vano aquí su bien perdido.
iOh llama santa! ¡celestial anhelo!
¡Sentimiento purísimo! ¡memoria
Acaso triste de un perdido cielo,
Qaizá esperanza de futura gloria!
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
290 EL DIABLO MUNDO.
¡Oh mujer! que en imág-en ilusoria
Tan pura, tan feliz, tan placentera,
Brindó el amor á mi ilusión primera!...
¡Olí Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mias,
¡Ah! ¡dónde estáis que no corréis á mares!
^,Por qué, por qué como en mejores dias
No consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh! los que no sabéis las agonías
De un corazón, que penas á millares
¡Ay! desgarraron, y que ya no llora,
¡Piedad tened de mi tormento ahora!
¡Oh! ¡dichosos mil veces! sí, dichosos,
Los que podéis llorar; y ¡ay! sin ventura
De mí, que entre suspiros angustiosos,
Ahogar me siento en infernal tortura!
Retuércese entre nudos dolorosos
Mi corazón gimiendo de amargura!...
También tu corazón hecho pavesa,
¡Ay! llegó á no llorar ¡pobre Teresa!
¿Quién pensara jamás, Teresa mia.
Que fuera eterno manantial de llanto,
Tanto inocente amor, tanta alegría,
Tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un dia
En que perdido el celestial encanto
Y calda la venda de los ojos.
Cuanto diera placer causara enojos?
Aun parece, Teresa, que te veo
Aérea como dorada mariposa.
En sueño delicioso del deseo.
Sobre tallo gentil temprana rosa.
Del amor venturoso devaneo,
Angélica, purísima y dichosa.
EL DIABLO MUNDO. 291
Y oigo tu VOZ dulcísima, y respiro
Tu aliento perfumado en tu suspiro.
Y aun miro aquellos ojos que robaron
A los cielos su azul, y las rosadas
Tintas sobre la nieve, que envidiaron
Las de Mayo serenas alboradas;
Y aquellas horas dulces que pasaron
Tan breves, ¡ay! como después lloradas,
Horas de confianza y de delicias,
De abandono, y de amor, y de caricias.
Que asi las horas rápidas pasaban,
Y pasaba á la par nuestra ventura;
Y nunca nuestras ansias las contaban.
Tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura:
Las horas ¡ay! huyendo nos miraban,
Llanto tal vez vertiendo de ternura,
Que nuestro amor y juventud veian,
Y temblaban las horas que vendrían.
Y llegaron en fin... ¡Oh! ¿quién impío
¡Ay! agostó la flor de tu pureza?
Tú fuiste un tiempo cristalino rio.
Manantial de purísima limpieza;
Después torrente de color sombrío,
Rompiendo entre peñascos y maleza,
Y estanque en fin de aguas corrompidas,
Entre fétido fango detenidas.
¿Cómo caíste despeñado al suelo.
Astro de la mañana luminoso?
Ángel de luz, ¿quién te arrojó del cielo
A este valle de lágrimas odioso?
Aun cercaba tu frente el blanco velo
Del serafín, y en ondas fulguroso
292 EL DIABLO MUNDO.
Rayos al mundo tu esplandor vertía,
Y otro cielo el amor te prometía.
Mas lay! que es la mujer ángel caído
O mujer nada mas y lodo inmundo,
Hermoso ser para llorar nacido,
O vivir como autómata en el mundo:
Si, que el demonio en el Edén perdido,
Abrasara con fueg-o del profundo
La primera mujer, y ¡ay! aquel fueg*o.
La herencia ha sido de sus hijos luego.
Brota en el cielo del amor la fuente
Que á fecundar el universo mana,
Y en la tierra su límpida corriente
Sus márgenes con flores engalana:
Mas ¡ay! huid; el corazón ardiente
Que el agua clara por beber se afana,
Lágrimas verterá de duelo eterno,
Que su raudal lo envenenó el infierno.
Huid, sí no queréis que llegue un día,
En que enredado en retorcidos lazos
El corazón, con bárbara porfía
Luchéis por arrancároslo á pedazos;
En que al cíelo en histérica agonía
Frenéticos alcéis entrambos brazos,
Para en vuestra impotencia maldecirle,
Y escupiros, tal vez, al escupirle.
Los años ¡ay! de la ilusión pasaron;
Las dulces esperanzas que trajeron
Con sus blancos ensueños se llevaron,
Y el porvenir de oscuridad vistieron:
Las rosas del amor se marchitaron,
Las flores en abrojos convirtieron,
EL DIABLO MUNDO. 293
Y de afán tanto y tan soñada gloria
Solo quedó una tumba, una memoria.
¡Pobre Teresa! al recordarte, siento
Un pesar tan intenso!... embarga impío
Mi quebrantada voz mi sentimiento,
Y suspira tu nombre el labio mió:
Para allí su carrera el pensamiennto.
Hiela mi corazón punzante frió.
Ante mis ojos la funesta losa
Donde vil polvo tu beldad reposa.
Y tú feliz, que hallaste en la muerte
Sombra á que descansar en tu camino
Cuando llegabas mísera á perderte,
Y era llorar tu único destino:
Cuando en tu frente la implacable suerte
Grababa de los reprobos el sino!...
iFeliz! la muerte te arrancó del suelo,
Y otra vez ángel te volviste al cielo.
Roida de recuerdos de amargura.
Árido el corazón, sin ilusiones,
La delicada flor de tu hermosura
Ajaron del dolor los Aquilones:
Sola, y envilecida, y sin ventura.
Tu corazón secaron las pasiones;
'^^us hijos ¡ay! de tí se avergonzaran,
Y hasta el nombre de madre te negaran*
Los ojos escaldados de tu llanto.
Tu rostro cadavérico y hundido.
Único desahogo en tu quebranto.
El histérico ¡ay! de tu gemido:
?,Quién, quién pudiera en infortunio tanto
Envolver tu desdicha en el olvido,
294 EL DIABLO MUNDO.
Disipar tu dolor y recogerte
En su seno de paz? ¡Solo la muerte!
¡Y tan joven, y ya tan desgraciada!
Espíritu indomable, alma violenta,
En tí, mezquina sociedad, lanzada
A romper tus barreras turbulenta;
Nave contra las rocas quebrantada.
Allá vaga, á merced de la tormenta.
En las olas tal vez náufraga tabla.
Que solo ya de sus grandezas habla.
Un recuerdo de amor que nunca muere
Y está en mi corazón; un lastimero
Tierno quejido que en el alma hiere,
Eco suave de su amor primero:
¡Ay! de tu luz, en tanto yo viviere.
Quedara un rayo en mí, blanco lucero,
Que iluminaste con tu luz querida
La dorada mañana de mi vida.
Que yo, como una flor que en la mañana
Abre su cáliz al naciente dia,
iA.y! al amor abrí tu alma temprana,
Y exalté tu inocente fantasía:
Yo inocente también: ¡oh! ¡cuan ufana
Al porvenir mi mente sonreía,
Y en alas de mi amor, con cuánto anhelo
Pensé contigo remontarme al cielo!
Y alegre, audaz, ansioso, enamorado,
En tus brazos en lánguido abandono,
De glorias y deleites rodeado
Levantar para tí soñé yo un trono:
Y allí, tú venturosa y yo á tu lado.
Vencer del mundo el implacable encono,
EL DIABLO MUNDO. 295
Y en un tiempo, sin horas y medida,
Ver como un sueño resbalar la vida.
iPobre Teresa! Cuando ya tus ojos
Áridos ni una lág-rima brotaban;
Cuando ya su color tus labios rojos
En cárdenos matices cambiaban:
Cuando de tu dolor tristes despojos
La vida y su ilusión te abandonaban,
Y consumía lenta calentura
Tu corazón al par de tu amargura:
Si en tu penosa y última ag*onía
Volviste á lo pasado el pensamiento,
Si comparaste á tu existencia un dia
Tu triste soledad y tu aislamiento;
Si arrojó á tu dolor tu fantasía
Tus hijos [ay! en tu postrer momento,
A otra mujer tal vez acariciando,
Madre tal vez á otra mujer llamando:
Si el cuadro de tus breves glorias viste
Pasar como fantástica quimera,
Y si la voz de tu conciencia oiste
Dentro de tí gritándote severa;
Si en fin entonces tú llorar quisiste,
Y no brotó una lág-rima siquiera
Tu seco corazón, y á Dios llamaste,
Y no te escuchó Dios, y blasfemaste;
¡Oh! ¡cruel! ¡muy cruel! ¡martirio horrendo!
¡Espantosa expiación de tu pecado!
¡Sobre un lecho de espinas maldiciendo,
Morir el corazón desesperado!
Tus mismas manos de dolor mordiendo,
Presente á tu conciencia lo pasado,
29(5 EL DIABLO MUNDO.
Bascando en vano con los ojos fijos
Y extendiendo tus brazos á tus hijos!!
¡Olí! ¡cruel! ¡muy cruel!... ¡Ah! yo entre tanto
Dentro del pecho mi dolor oculto,
EDJug-o de mis párpados el llanto
Y doy al mundo el exigido culto:
Yo escondo con vergüenza mi quebranto,
Mi propia pena con mi risa insulto,
Y me divierto en arrancar del pecho
Mi mismo corazón pedazos hecho.
Gocemos sí; la cristalina esfera
Gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién á parar alcanza la carrera
Del mundo hermoso que al placer convida?
Brilla radiante el sol, la primavera
Los campos pinta en la estación florida:
Trueqúese en risa mi dolor profundo...
¡Que haya un cadáver mas, qué importa al mundo!:
FIN DEL CANTO SEGUNDO,
CANTO III.
«¡Caán fugaces los años
;Ay! se deslizan, Postumo!» gritaba
El lírico latino que sentía
Como el tiempo cruel le envejecía,
Y el ánimo y las fuerzas le robaba.
Y es triste á la verdad ver como huyen
Para siempre las horas, y con ellas
Las dulces esperanzas que destruyen
Sin escuchar jamás nuestras querellas;
jFatalidad! ¡fatalidad impía!
Pasa la juventud, la vejez viene,
Y nuestro pié que nunca se detiene
Recto camina hacia la tumba fria!
Así yo meditaba
En tanto me afeitaba
Esta mañana mismo, lamentando
Como mi negra cabellera riza.
Seca ya como cálida ceniza.
Iba por varias partes blanqueando:
Y un triste adiós mi corazón sentido
Daba á mi juventud, mientras la historia
Corría mi memoria
Del tiempo alegre por mi mal perdido,
Y un doliente gemido
Mi dolor tributaba á mis cabellos
Que canos se teñían.
298 EL DIABLO MUNDO.
Pensando que ya nunca volverían
Hermosas manos á jug^ar con ellos.
¡Malditos treinta años,
Funesta edad de amargos deseng'años!
Perdonad, hombres graves, mi locura,
Vosotros los que veis sin amargura,
Como cosa corriente,
Que siga un año al año antecedente,
Y nunca os rebeláis contra el destino:
¡Oh! será un desatino,
Mas yo no me resigno á hallarme viejo
Al mirarme al espejo,
Y la razón averiguar quisiera
Qae en este nuestro mundo misterioso,
Sin encontrar reposo
Nos obliga á viajar de esta manera.
Y luego las mujeres, todavía
Son mi dulce manía:
Ellas la senda de ásperos abrojos
De la vida suavizan y coloran,
¡Y á las mujeres los llorosos ojos
Y los cabellos blancos no enamoran!
¡Griegos liceos! ¡CéWbres hospicios!
(Exclamaba también Lope de Vega
Llorando la vejez de su sotana)
Que apenas de haier sido dais indicios,
Si moristeis del tiempo en la refriega
Y ejemplo sois de la locura humana,
¡Ah! no es extraño que el que á treinta llega
Llegue á encontrarse la cabeza cana!
Adiós, amores, juventud, placeres.
Adiós, vosotras, las de hermosos ojos,
Hechiceras mujeres,
EL DIABLO MUNDO. 299
Que en vuestros labios rojos
Brindáis amor al alma enamorada,
Dichoso el que suspira
Y oye de vuestra boca regalada,
Siquiera una dulcísima mentira
En vuestro aliento mág^ico bañada.
¡Ah! para siempre adiós: mi pecho llora
Al deciros adiós: ¡ilusión vana!
Mi tierno corazón siempre os adora.
Mas mi cabeza se me vuelve cana.
Coloraba en Oriente
El sol resplandeciente
Los campos de zafir con rayos de oro,
Y su rico tesoro
Del faldellin de plata derramaba
La aurora y esmaltaba
La esmeralda del prado con mil flores,
Brotando aromas y vertiendo amores,
Y llenaban el mundo de armonía,
La mar serena y la arboleda umbría,
Rizando aquella sus lascivas olas,
Y esta las verdes copas ondeando.
Coronados de vagras aureolas
A los rayos del sol que se va alzando.
Y era el año cuarenta en que yo escribo
De este siglo que llaman positivo:
Cuando el que viejo fué, por la mañana
En vez de hallarse la cabeza cana
Y arrugada la frente,
Se encontró de repente
Joven al despertar, fuerte y brioso:
Y el antes fatigoso
Del triste corazón flaco latido,
En vigoroso golpe convertido,
Y palpitantes conteniendo apenas
300 EL DIABLO MUNDO.
La Ilirviente sangre las hinchadas vena?,
Y sintió nueva fuerza en los nervudos
Músculos antes de calor desnudos,
Mientras en su agitada fantasía
Volando con locura el pensamiento,
En vaga tropa imágenes sin cuento
De oro y azul el porvenir traia.
El corazón henchido de esperanza,
Sin temor de mudanza
Mecida el alma en el placer futuro,
El ánimo seguro
Tras su ilusión lanzándose á la gloria,
Y libre de recuerdos la memoria,
Y el alma y todo nuevo.
Todo esperanzas el feliz mancebo.
La nube mas ligera
No empañaba la atmósfera siquiera
De su nuevo atrevido pensamiento;
Nuevo su sentimiento
Y pura y nueva su esperanza era;
A su espalda las aguas del olvido
Sus antiguos recuerdos se llevaron,
Y de la vida con raudal crecido
Correr el limpio manantial dejaron.
Y era el primer latido
Que daba el corazón, y era el primero
Pensamiento ligero
Que formaba la mente, y la primera
Nacarada ilusión del alma era:
Sus ojos á mirar no se volvían
Los recuerdos que huian
Y el denso velo de la mente oculta.
Porque muertos hablan,
Muerto ya hasta el recuerdo de su nombre
EL DIABLO MUNDO. 301
Que allá también la eternidad sepulta,
Y al despertar amaneció otro hombre.
¿Quién dudará que el nombre es un tormento?
Todo el tiempo pasado
Va para siempre atado
Al nombre que conserva el pensamiento,
Y trae á la memoria
Un solo nombre, una doliente historia.
Hilo tal vez de la madeja suelto.
En el nombre va envuelto
El despecho, el placer, las ilusiones
De cien generaciones
Que su historia acabaron
Y cuyos nombres solo nos quedaron.
Clavo de donde cuelgan nuestras vidas
En mil jirones pálidos rompidas,
Que traen á la memoria
Cual rota enseña la pasada gloria:
Porque el nombre es el hombre
Y es su primer fatalidad su nombre,
Y en él se encarna á su existencia unido,
Y en su inmortal espíritu se infunde,
Y en su ser se confunde,
Y arranca su memoria del olvido.
Y viviendo de ajena y propia vida.
Alma de los que fueron, desprendida
Júntase al alma del que vive y lleva
Cual parte de su vida en su memoria
La ajena vida y la pasada historia.
Cuanto diciendo voy se me figura
Metafísica pura.
Puro disparatar, y ya no entiendo,
Lector, te juro, lo que voy diciendo.
Vuelvo á mi cuento y digo
Que el viejo nuestro amigo
302 EL DIABLO MUNDO.
Amaneció tan otro y tan ufano,
Tan orondo y lozano,
Que envidia y g-loria diera
A un Jerónimo antig-uo si le viera.
No hablo de los Jerónimos de hoy dia,
Que flacos, macilentos.
Tal vez recuerdan con la panza fria
La abundancia y la paz de sus conventos.
Tersa y luciente brilla
La morena mejilla;
Los añlados dientes
Unidos, trasparentes,
Entre sus labios de carmin blanquean,
Y en negros rizos por su espalda ondean
Los cabellos de ébano bruñido.
En tanto que encendido
Fuego sus negros ojos centellean;
Y su frente diáfana ilumina
Su raudo pensamiento.
Prestando á su semblante movimiento
Vivido rayo de la luz divina.
Ancha la espalda, levantado el pecho,
De férreos nervios hecho
El vigoroso cuerpo, y la belleza
Junta á la fortaleza:
Maravillosa máquina formada
Por ingenio divino
De siglos mil á resistir lanzada
El choque y torbellino.
¡Y el alma! ¡el corazón! ¡la fantasía!
¡Oh! la aurora mas pura y mas serena
1
EL DIABLO MUNDO, 303
De Abril florido en la estación amena
Fuera junto á su luz noche sombría.
Nosotros ¡ab! los que al nacer lloramos,
Que paso á paso á la razón seguimos,
Que una impresión tras otra recibimos,
Que ora á la infancia, á la niñez llegamos.
Luego á la juventud: ¡ah! no alcanzamos
A imaginar la dicha y la limpieza
Del alma en su pureza.
¿Quién no lleva escondido
Un rayo de dolor dentro del pecho?
¿Por cuál dichoso rostro no han corrido
Lágrimas de amargura y de despecho?
¡Quién no lleva en su alma
i Ah! por muy joven y feliz que sea,
Un penoso recuerdo, alguna idea.
Que nublando su luz turba su calma!
Tal nuestro padre Adán Pero dejando
Comparaciones frias
Que el alma atormentando
Nos traen recuerdos de mejores dias,
Y de aquella fatal, negra mañana
De la flaqueza ó robustez de Eva,
Cuando alargó la mano á la manzana
Y Pero, pluma, queda...
¿A qué vuelvo otra vez al Paraíso
Cuando la suerte quiso
Que no fuera yo Adán, sino Espronceda?
Ni el primer hombre, ni el varón segundo,
Sino Dios sabe el cuántos, que no tengo
Número conocido, y me entretengo
En este mundo tan alegre y vario
Como en jaula de alambres el canario
304 EL DIABLO MUNDO.
Divertido en cantar mi Diablo Mundo,
Grandílocuo poema y elocuente,
En vez de hablar allí con la serpiente...
Reptil sin instrucción, poco profundo,
Poco esinntiial, y al cabo un ente
De fe traidora y de melosa leng-ua,
El cual tal vez me hubiera pervertido,
Y como á Eva, para eterna mengua
Deshonrado además y seducido:
Y al fin allí no habia
Cátedras ni colegios todavía.
Y dejando también mis digresiones,
Mas largas cada vez, mas enojosas,
Que para mí son tachas y borrones
De las mejores obras, fastidiosas
Haciéndolas, llevando al pacienzudo
Lector confuso siempre, aunque es defecto
De escritor concienzudo
Que perdona el efecto.
Con la intención de mejorar conciencias
Con sus disertaciones y advertencias.
El hombre en fin se levantó del lecho
Mancebo ardiente y vigoroso hecho.
Fuera de sí de esfuerzo y de alegría,
Rebosándole el gozo
Al rostro y en el alma el alborozo
Al impulso secreto que sentía.
Era en el mes de Abril una mañana;
Con un rayo de sol dorado el viento
/xlegraba el cristal de su ventana,
Y mecidas en blando movimiento
De varios tiestos las pintadas flores,
Sus corolas erguían
EL DIABLO MUNDO. 305
\^ al trasparente céfiro esparcían
Juveniles aromas y colores.
Desplegaba ligera
Eatre las flores y el cristal sus alas,
Ninfa de la galana primavera,
De su color vestida y ricas galas,
En círculos volando bulliciosa
Alegre mariposa,
Sus alas dando al sol rico tesoro
De nieve y de zafir con polvos de oro.
Y la aromosa flor que se mecia,
Y el aliento del aura enamorada,
Y la brillante luz que se bullia,
Y el inquieto volar de la encantada
Mariposa feliz girando en torno,
Imágenes doradas de la vida
Eran, y rico adorno
Que á la ilusión del porvenir convida.
Flores, luces, aromas y colores,
Que sueña el alma enamorada, cuando
Guardan su sueño á su alredor cantando
La virtud, la esperanza y los amores.
Y un alegre rumor que el vago viento
Eu confundido acento
De la calle elevaba,
Bullicio de la gente que pasaba,
Cada cual acudiendo á sus quehaceres,
Acá y allá esparcidos,
Su afán mezclando y diferentes ruidos
Al confuso rumor de los talleres:
Escalando á la estancia del mancebo
Con estrépito alegre y armonía,
A su encantado pensamiento nuevo
Regocijo añadía.
20
305 EL DIABLO MUNDO.
¡Oh mundo encubridor, mundo embustero
¡Quién en la calle de Alcalá creyera
Tanta felicidad que se escondiera
Y en un piso tercero!
]\Ias todo son jardines de hermosura,
Si con su varia tinta
El alma en su ventura
Y mágica ilusión el cuadro pinta:
Y el mas bello pensil trueca y convierte
Del alma la amarg-ura
En páramo erial de luto y muerte!
¡Bueno es el mundo! ¡hteno! ¡hueno! ¡lueno!
Ha cantado un poeta amigo mió.
Mas es fuerza mirarlo así de lleno,
El cielo, el campo, el mar, la gente, el rio,
Sin entrarse jamás en pormenores
Ni detenerse á examinar despacio,
Que espinas llevan las lozanas flores,
Y el mas blanco y diáfano topacio
Y la perla mas ñna
Manchas descubrirá si se examina.
Pero ¿qué hemos de hacer, no examinar?
;.Y el mundo que ande como quiera andar?
Pasar por todo y darlo de barato
Fuera vivir cual sandio mentecato;
Elegir la virtud en un buen medio
Es un continuo tedio;
Lanzarse á descubrir y alzarse al cielo
Cuando apenas alcanza nuestro vuelo
A elevarnos un palmo de la tierra,
Miserables enanos,
Y con voces hacer mezquina guerra
Y levantar las impotentes manos,
EL DIABLO MUNDO. 307
Es ridículo asaz y harto indiscreto:
Vamos andando pues y haciendo ruido,
Llevando por el mundo el esqueleto
De carne y nervios y de piel vestido.
;Y el alma que no sé yo do se esconde!
Vamos andando sin saber adonde.
Vagaba en tanto por la estancia en cueros
Sin respeto al pudor como un salvaje,
O como andaba allá por los oteros
Floridos del Edén, ó por los llanos,
Sin arcabuz ni paje
El padre universal de los humanos.
Que sin duda andarla
Solo y sin su mujer el primer dia;
O como van aun en las aldeas.
Sucias las caras feas,
Y el cuerpo del color de la morcilla
Los chicos de la Mancha y de Castilla,
Nuestro héroe gritando.
Gestos haciendo y cabriolas dando,
Hasta que al fin al ruido
Entró allí su patrón medio dormido.
Frisaba ya el patrón en sus cincuenta.
Hombre grave y sesudo.
Tenido entre sus gentes por agudo.
Con lonja de algodones por su cuenta:
Elector, del sensato movimiento
Partidario en política, y nombrado
Regidor del heroico ayuntamiento
Por fama de hombre honrado,
Y odiar en sus doctrinas reformistas
íío menos al partido moderado
Que á los cuatro anarquistas,
Aunque estos le incomodan mucho mas:
3()8 EL DIABLO MUNDO.
Por no verlos se diera á Barrabás,
Y tiene persuadida á su mujer
Que es gente que no tiene qué perder.
Leyendo está las ruinas de Palmira
Detrás del mostrador á aquellas horas
Que cuenta libres, y á educarse aspira
En la buena moral,
Y á la patria á ser útil en su oficio,
Habiendo ya elegido en su buen juicio,
En cuanto á religión, la natural:
Y mirando con lástima á su abuelo
Que fué al fin un esclavo,
Y el mezquino desvelo
De los pasados hombres y porfías,
Rinde gracias á Dios, que el mundo al cabo
Ha logrado alcanzar mejores dias.
Así filosofando y discurriendo,
Sus cuentas componiendo,
Cuidando de la villa y su limpieza,
Solo tal vez alguna ligereza
Tarba su paz doméstica, que ha dado
En darle celos su mujer furiosa,
Y aunque sobremanera
Los celos sin razón ella exagera.
Suena en el barrio como cierta cosa,
Que aunque viejo, es de fuego,
Corriente en una broma y mujeriego.
En la estancia al estruendo y algazara
Entra el discreto concejal gruñendo
Y con muy mala cara
De las bromas del huésped maldiciendo;
Bromas de un hombre de su edad ajenas,
EL LÍABLO MUKDO. 309
Con un pié en el sepulcro dando voces,
Haciendo el niño y disparando coces
Mas lo que puede el regidor apenas
(Don Liborio) llegar á comprender,
Es como á tanto escándalo se atreve
Un hombre que le debe
Cuatro meses lo menos de alquiler.
«¿Es posible, al entrar, dijo don Pablo,
(Sin reparar siquiera
Que su huésped el mismo ya no era)
Que os tiente así tan de mañana el diablo?
¡Vive Dios, que os encuentro divertido!...
Parece bien que un viejo que ya tiene
Mas años que un palmar, hecho un orate,
Arme él solo mas ruido
Que cien chiquillos juntos ¡Botarate!
Mas valiera que tantas alegrías
Fueran pagar contado
Mis cuatro meses y diez y ocho días!»
Tal con rostro indijesto
Dijo, y en ademan de hombre enojado,
Con desden la cabeza torció á un lado
Y empujó el labio con severo gesto.
Con una interjección y un fiero brinca
Digno de Auriol el saltarín payaso,
Al grave regidor le salta al paso.
Colgándose á su cuello con ahinco
Y amorosa locura,
Su improvisado huésped que se afana
(Tal simpatiza la familia humana)
Por conocer aquel confuso ente
De tan rara figura
Que aparece á sus ojos de repente:
Y ambas manos le planta
:U0 KL DIABLO MUNDO.
En los carrillos y su faz levanta
Por verle bien, y en la nariz le arroja
Tan súbita y ruidosa carcajada,
Fijando en él su vivida mirada
Que al pequeüuelo reg-idor enoja.
¡Cóúio! ¡á mi! ¡voló á tal! gritó en su ira
Furioso el pobre concejal en tanto,
Viendo aquel tagarote con espanto
Que con salvaje júbilo le mira,
Que le acaricia rudo,
Hércules sin pudor, Sansón desnudo.
Con atención tan rara y tan prolija
Que al contemplar sus gestos y oir su voz
Cada vez mas se alegra y regocija,
Con delirio feroz.
Crujiéndole de cólera los huesos
En su impotencia don Liborio en vano
A remediar se esfuerza los excesos
De aquel bárbaro audaz y casquivano:
Confuso y sin saber quien le liatraido,
i>íi por donde ha venido,
Ni como por qué arte prodigioso
Su pacífico viejo en tan furioso
Fíuesped se ha convertido.
Su alegre huésped que le palpa y rie
Como á juguete vil contempla el niño,
Que en su brutal cariño
Ni un punto le permite se desvíe;
Que imperturbable, en tanto que murmulla
El patrón amenazas y razones,
Súplicas, maldiciones.
Gritos inortográficos le aulla.
EL DIABLO MUNDO. 311
¡Qué hombre formal se vio
En situación jamás tan apurada!
¡Su grave dig-nidad comprometida,
Y aqui la autoridad desconocida
Yace además y ajada
Con que la sociedad le revistió!
Ya le levanta en alto y le examina,
Y al verle mal formado y tan pequeño,
Le contempla risueño
Entre cariño y burla con ternura,
Y que un poder providencial le envía
(¡Oh presunción del hombre!) se figura
A servirle y hacerle compañía.
En fin, los gritos fueron
Tales y tantas del patrón las voces.
Que todos los vecinos acudieron
Al estruendo y estrépito feroces.
Acudió como era
De su deber al punto la primera.
Su mujer con vestido de mañana
Y tres moños no mas en la marmota,
Dos de color de rosa, otro de grana.
Que aunque el afán de ver quien alborota
La hizo subir con el vestido abierto,
La negra espalda al aire y sin concierto.
La marmota y los lazos con descuido
Por el bien parecer se los ha puesto.
Que un traje limpio y un semblante honesto
Decoro en la mujer dan al marido.
Acudió á la par de ella
Un pintor joven, cuya mala estrella
Trajo á Madrid con mas saber que Apeles,
Mas no llegó á pintar, porque el dinero
o]2 EL DIABLO MUNDO.
A SU llegada le ganó un fullero
Y no compró ni lienzo ni pinceles;
Y en la buardilla vive,
Lejos del ruido y pompas de este mundo,
.] unto á Dios nada menos, que el profundo
(xénio de Dios la inspiración recibe:
Mas tanto genio por causa tan fútil
Estéril es, la inspiración inútil.
;Y, oh prosa! ¡olí mundo vil! no inspiraciones
Pide el pintor á Dios sino doblones.
Un cachazudo médico vecino
Del cuarto principal, materialista,
Sin turbarse subió, y entre otros vino
Un romántico joven periodista,
Que en escribir se ocupa folletines,
De alma gastada y botas de charol.
Que ora canta á los muertos paladines.
Ora escribe noticias del Mogol,
Cada línea á real, y anda buscando
Mundo adelante nuevas sensaciones,
Las ilusiones que perdió llorando.
Lanzando á las mujeres maldiciones.
En tanto le ha quitado su gorreta
(rriega al patrón el héroe, y decidido
Sobre su noble frente la encasqueta
Ancho de vanidad, de gozo henchido:
Y en cueros con su gorro se pasea
Por el cuarto, y gentil se pavonea,
Que es natural al mas crudo varón
Ser algo retrechero y coqueton.
Echándole al patrón con desparpajo,
Miradas que le miden de alto abajo.
Sin hacer caso de sus voces fieras
Creyéndole en su estado natural,
EL DIABLO MUNDO. 'M'A
Ni atender al estrépito infernal
De los que suben ya las escaleras.
Se abrió de golpe la entornada puerta
Y de tropel entraron los vecinos,
Y hallaron al patrón que á hablar no acierta
Y al Hércules haciendo desatinos:
Su esposa la primera, medio muerta
De espanto y de dolor, garito: ¡asesinosl
Porque tiene el amor ojos de aumento
Y quita la pasión conocimiento.
Fué del patrón cuando llegó socorro
Echarla lo primero de valiente,
Y recobrar su dignidad y el gorro,
Tomando un ademan correspondiente:
Y así mirando indiferente al corro,
Que es máxima que tiene muy presente
La de nihil admirari, y la halló un dia
En un tratado de filosofía.
Tendió la mano al loco señalando,
Y al mismo punto su inocente esposa,
La misma infausta dirección, temblando
Con los ojos siguió toda azorosa!
¡Oh temiile visíc! jcuadro infando!
¡Oh! la casta matrona ruborosa
Yió ¿mas qué vio, que de matices rojos,
Cubrió el marfil y se tapó los ojos?
Musas, decid que vio La Biblia cuenta
Que hizo á su imagen el Señor al hombre,
Y á Adán desnudo á su mujer presenta
Sin que ella se sonroje ni se asombre:
Después se le ha llamado y á mi cuenta,
Mientras peritos prácticos no nombre
314 EL DIABLO MUNDO.
La familia animal, está dudoso,
Eatre todos al hombre el mas hermoso.
Y muy cara se vende una pintura
De una mujer ó un hombre en siendo buena.
Y estimamos desnudo en la escultura
Un atleta en su rústica faena:
Mas eso no: la natural figura
Es menester cubrirla y darla ajena
Forma, bajo un sombrero de castor,
Con guantes, fraque y botas por pudor.
No que me queje yo de andar vestido
Y ahora mucho menos en invierno,
Y que el pudor se dé por ofendido
De ver desnudo un hombre lo discierno:
Y mucho mas si el hombre no es marido,
Ni cuñado siquiera, sueg-ro ó yerno.
Que entonces la mujer no tiene culpa
Y el mismo parentesco la disculpa.
Mas es el caso aquí que aquella dama
Mujer del concejal ¡oh! sin lisonja,
^•.Cómo diré la edad que le reclama
El tiempo que hace ya vive en la lonja,
Yo que me precio de galán? la fama,
Viéndola hacer escrúpulos de monja,
A los presentes reveló la cuenta
Y hubo vecino que la echó cincuenta.
¡Tanto pudor á los cincuenta años!
¡Oh incansable virtud de la matrona'
Después de tanto ataque y desengaños,
En este mundo picaro que abona
El vicio con sus crímenes y amaños.
El tiempo que peñascos desmorona
EL DIABLO MUNDO. 31,"]
No pudo su virtud jamás vencer:
¡Oh feliz don Liborio! ;0h g-ran mujer!
¿Y habrá de irse sin mirar siquiera
A un monstruo, á un loco? ¿y dejará en el riesgo
A su Liborio con aquella fiera
liln trance que ha tomado tan mal sesgo?
Tso lo permita Dios: Liborio muera
Y ella también con él.— Y aquí yo arriesgo
Por seguir en octavas este canto
Débilmente contar dévoiiement tanto!
Ella, la pobre, á su pesar forzada
A ver á un hombre en cueros que no es
vSu esposo, con rubor una mirada
Le echó de la cabeza hasta los pies;
Y aunque fuerte, y honesta, y recatada.
Un pensamiento la ocurrió después;
Que la mujer al cabo menos lista
Tiene en su corazón algo de artista.
Y al contemplar las formas majestuosas,
La robustez del loco y carnes blancas,
Recordó suspirando las garrosas
Del pobre regidor groseras zancas.
Son las gomparaciones siempre odiosas,
Siempre, y en el archivo de Simancas,
Si no me engaño, pienso haber leido
Que en el símil perdió siempre el marido.
¡Oh cuan dañosas son las bellas artes!
¡Y aun mas dañosa la afición á ellas!
A sus maridos estudiar por partes
¡Cuántas extravió mujeres bellas!
No pensó mas moléculas Descartes,
Ni en mas rayos se parten las estrellas,
316 EL DIABLO MUNDO.
Que en partes ¡ay! una mujer destriza
A su esposo infeliz y lo analiza.
Y á par que en él aplica el analítico,
Al ajeno varón le echa el sintético,
Y al mas fuerte marido encuentra estítico^
Y al mas débil galán encuentra atlético:
Juzga al primero un corazón raquítico,
Halla en el otro un corazón poético.
La palabra de aquel ruda y narcótica
Y la del otro tímida y erótica.
Y á mí este juicio me parece exacto,
Y parézcales mal á los maridos.
Que ellos han hecho con el mundo un pacto
Y sus derechos son reconocidos;
Y si tienen mujer, justo ipso fado
Es que su condición lleven sufridos.
Que habla con su mujer el que se casa
Y yo con las paredes de mi casa.
El pensamiento que cruzó la mente
De la honrada mujer del concejal,
Fué sin pasión juzgado estrictamente
Cuando mas un pecado venial:
La honrada dueña que no sea siente
(Y este es un sentimiento natural)
Tan membrudo, tan noble y vigoroso
Como su huésped su querido esposo.
Y otra cosa además siente también
Que no se ha de saber por mí tampoco.
Ya que ella la reserva y hace bien,
Que al cabo el hombre aquel no es mas que un loco:
Hay quien dice además que con desden
Vio desde entonces y le tiene en poco
EL DIABLO MUNDO.
Tal impresión en ella el huésped hizo)
A un mozo de la tienda asaz rollizo.
;Av infeliz de U que nace hermosa!
Mas la verdad (si la verdad se puede
Ea materia decir tan espinosa)
Es (y perdón la pido si se excede
Mi pluma en lo demás tan respetuosa)
ÍY esto ¡oh lector! entre nosotros quede),
Mas no lo he de decir, que es un secreto
y siempre me he preciado de discreto.
¿Quién es el hombre aquel? ¿quién le ha traído
; Monde el viejo está que allí vivía?
,-Oómo y dónde en cueros ha venido?
La noche antes don Liborio había
Visto en su cuarto al viejo recogido,
Su cuenta preparada le tenia,
Y cuando el ruido á averiguar hoy entra
!)esnudo un loco en su lugar se encuentra.
Miran al loco todos entre tanto,
<jue por tal al momento le tuvieron,
Y tal belleza y desenfado tanto
Confiesan entre si que nunca vieron:
Yiéranlo con deleite, si el espanto
Que al encontrarlo súbito sintieron
Les dejara admirarle, pero el susto
Hasta á la dueña le acibara el gusto.
Kl los mira también entre gustoso
Y extrañado con plácido semblante,
Con benévola risa cariñoso
Señalando al patrón que está delante,
Y festejar queriéndole amoroso
Fija la vista en él, y al mismo instante
317
:U8 EL DIABLO MUNDO.
I.a mano alarga y el patrón la evita,
Se echa hacia atrás amedrentado y grita.
Y su desvío y desdeñoso acento
Sin comprender tal vez y j^a impaciente
El nuevo mozo, entre jovial y atento,
De un salto avanza á la agolpada gente;
En pronta retirada un movimiento
Todos hicieron, y hasta el mas valiente,
El audaz regidor, lo menos cinco
]^]scalones saltó de un solo brinco.
No es retirarse huir, no, ni cordura
Fuera trabar tan desigual combate
Con un loco de atlética figura
Capaz de cometer un disparate:
Gritando ¡ata/do! bajan con presura;
Gran medida, mas falta quien le ate;
Veloz el loco y mas veloz que un gamo
Prepárase á saltar de un brinco un tramo.
¡Oh confusión! que al verle de repente,
Rápido desprenderse de lo alto.
Cada cual baja atropelladamente,
Con gritos de terror, de aliento falto:
Rueda en montón la acobardada gente,
Y el regidor, queriendo dar un salto
Entre los pies del médico se enreda.
Se ase á su esposa, y con su esposa rueda.
Y el médico también rueda detrás,
A un tobillo cogido del patrón;
Entrégase el pintor á Barrabás,
Que en un callo le han dado un pisoton;^
Armase un estridor de Satanás,
El poeta ha perdido una ilusión,
EL DIABLO MUNDO. 319
Que ha visto de la dama no sé qué
Y amas acaba de torcerse un pié.
Y acude gente, y el rumor se aumenta,
Y llénase el portal, crece el tumulto,
Su juicio cada cual por cierto cuenta,
Y se pregunta, y se responde á bulto:
Dicen que es un ladrón, hay quien sustenta
Que al pueblo de Madrid se hace un insulto
Prendiendo á un regidor, y que él resiste
A. la ronda de esbirros que le embiste.
Llega la multitud formando cola
Al sitio en que se alzaba Mariblanca,
Y la nueva fatal de que tremola
Ya su pendón, y que asomó una zanca
El espantoso monstruo que atortola
Al mas audaz ministro, y lo abarranca,
El Bú de los gobiernos, la anarquía,
Llegó aterrando á la secretaría.
Ordenes dan que apresten los cañones,
Salgan patrullas, dóblense los puestos,
No se permitan públicas reuniones,
Pesquisas ejecútense y arrestos,
Quedan prohibidas tales expresiones.
Obsérvense los trajes y los gestos,
i)e los enmascarados anarquistas
Y de sus nombres que se formen listas.
Que luego á son de guerra se publique
La ley marcial, y á todo ciudadano.
Cuyo carácter no le justifique,
Luego por criminal que le echen mano;
Que á vigilar la autoridad se aplique
La mansión del congreso soberano,
;]20 KL DIABLO íMUNDO.
Y bajo pena y pérdida de empleos,
•Sobre todo, la casa de Correos.
Pásense á las provincias circulares,
Y en la Gaceta en lastimoso tono
imprímanse discursos á millares
Contra los clubs y su rabioso encono;
Píntense derribados los altares,
Rota la sociedad, minado el trono,
Y á los cuatro malévolos de horrendas
Miras, mandando y destrozando haciendas.
;0h cuadro horrible! ¡pavoroso cuadro!
Pintado tantas veces y á porfía
Al sonar el horrísono baladro
Bel monstruo que han llamado la anarquía.
Aquí tu elogio para siempre encuadro,
Que á ser llegaste el pan de cada dia,
Cartilla eterna^ universal registro
Que aprende al gobernar todo ministro.
¡Oh cuánto susto j miedos diferentes,
Cuánto de afán durante algunos años
Con vuestras peroratas elocuentes
Habéis causado á propios y aun á extraños!
Mal anda el mundo, pero ya las gentes
Han llegado á palpar los desengaños,
Y aunque cien tronos caigan en ruina
No menos bien la sociedad camina.
¡Oh imbécil, necia y arraigada en vicios
Turba de viejas que ha mandado y manda!
Ruinas soñar os hace y precipicios
Vuestra codicia vil que así os demanda:
¿Pensáis tal vez que los robustos quicios
Del mundo saltarán si á prisa anda,
EL DIABLO MUNDO. 321
Porque son torpes vuestros pasos viles,
Tropel asustadizo de reptiles?
;Qué vasto plan? ¿Qué noble pensamiento
Vuestra mente raquítica ha engendrado?
¿Qué altivo y generoso sentimiento
En ese corazón respuesta ha hallado/
^Cuál de esperanza vigoroso acento
Vuestra podrida boca ha pronunciado?
;Qué noble porvenir promete al mundo
Vuestro sistema de gobierno inmundo?
Pasad, pasad como funesta plaga,
Gusanos que roéis nuestra semilla.
Vuestra letal respiración apaga
La luz del entusiasmo, apenas brilla:
Pasad, huid, que vuestro tacto estraga
Cuanto toca, y corrompe y lo mancilla;
Solo nos podéis dar canalla odiosa.
Miseria y hambre y mezquindad y prosa.
Basta, silencio, hipócritas parleros,
Turba de charlatanes eruditos.
Tan cortos en hazañas y rastreros
Como en palabras vanas infinitos:
Ministros de escribientes y porteros.
De la nación eternos parásitos:
Basta, que el corazón airado salta.
La lengua calla y la paciencia falta.
Mientras al arma el ministerio toca
Y se junta la tropa en los cuarteles,
Y ve la gente con abierta boca
Edecanes á escape en sus corceles
Cruzar las calles, y al motín provoca
El gobierno con bandos y carteles.
322 EL DIABLO MUNDO.
Y andan por la ciudad jefes diversos
Cuyos nombres no caben en mis versos,
Como el jefe político y sus rondas,
Capitán general, gobernador.
Los que por mucho ¡oh monstruo! que te escondas
Darán contigo en tu mansión de horror;
Como del mar las agolpadas ondas,
Al ímpetu del viento bramador.
La calle entera de Alcalá ocupando
Se va la gente en multitud juntando.
Y ya el discorde estrépito aumentaba
Y la mentira y el afán crecía,
Y la gente á la gente se empujaba,
Codeaba, pisaba y resistía:
El semblante y los ojos empinaba
Cada cual para ver si algo veía,
Y en larga hilera están ya detenidos
Gentes, carros y coches confundidos.
Como bosque de palmas que al violento
ímpetu dobla la gallarda copa.
Cuando apiñado lo recoge el viento
Y con su manto anchísimo lo arropa,
Así ondula con sordo movimiento
En la ancha calle la agolpada tropa,
Y la apiñada muchedumbre ruge
Al vaivén rudo de su propio empuje.
Y cede, y vuelve, y crece el vocerío,
La agitación del popular tumulto,
Y un pánico terror entre el gentío
Con asombro común resbala oculto;
Y en tan revuelto y congojoso lio.
Con ronca voz y con violento insulto.
Contrarios intereses y pasiones
Se abren plaza á codazos y empujones.
EL DIABLO MUNDO. 323
Y como negra nube en el verano
Desátase en violento torbellino,
Y piedras llueve, y el dorado grano
Arroja al viento en raudo remolino:
Súbito rompe el populacho insano,
Se esparce y atropéllase sin tino,
Y huyen acá y allá, y allá y acá
Corre la gente sin saber do va.
Ya habrá el lector, si como yo del ruido
Y bulla popular y movimiento
Alguna vez aficionado ha sido,
Y con juicio observó y detenimiento,
Visto alguno tal vez tan aturdido
De la fuga en el crítico momento.
Que dos horas después si lo ha encontrado
Del ímpetu primero aun no ha aflojado.
Y en bandadas derrámase y se extiende
La antes amontonada muchedumbre,
Como gorriones que el gañan sorprende
Vuelan del llano á la lejana cumbre:
Nadie á la voz del compañero atiende,
Nadie acude á la ajena pesadumbre,
Nadie presta favor y todos gritan
Y en confuso tropel se precipitan.
Y allí la voz aguardentosa truena,
Grita asustada la afligida dama,
Ladran los perros y las calles llena
La gente que en tumulto se derrama:
Suspende el artesano su faena.
Cuidoso el mercader sus gentes llama,
Puertas y tiendas ciérranse, añadiendo
Nuevo rumor al general estruendo.
Y la prisa es de ver con que asegura
Cada cual su comercio y mercancía.
324 EL DIABLO MUNDO.
Y como alg-uno entre el tropel procura
Mostrar serenidad y valentía,
Y en torno de él la multitud conjura
A reunirse con calma, y sangre fria
Aconseja, mirando alrededor
Con ojos que desmienten su valor.
Y otros audaces de intención dañina,
Gózanse en el tumulto y de repente
Donde la gente mas se arremolina
Prontos acuden á aturdir la gente:
Y huyen por aumentar la tremolina
Y confusión, y contra el mas paciente
Espectador pacífico se estrellan,
Y con fingido espanto le atropellan.
Y en tanto que unos y otros se alborotan,
Perora aquel y el otro hazañas cuenta,
Páranse en corro y furibundos votan,
Y un solo grito acaso el corro ahuyenta;
Y aquellos de placer las palmas frotan,
Y este el sombrero estropeado tienta.
Párase y el aliento ahogado exhala,
Y el tambor va tocando generala;
Y algunos nacionales van saliendo
El ánimo á la muerte apercibido,
El motín y su suerte maldiciendo
Con torvo ceño y gesto desabrido;
Y con voz militar, Adiós, diciendo
A su aterrada cónyuge el marido,
Al son del parche y á la voz de alarma
Carga el fusil y bayoneta arma.
Y entre tanto que vienen batallones
Y órdenes mil el ministerio expide,
Y envuelta en mil diversas confusiones
EL DIABLO MUNDO. 325
La autoridad en fin nada decide,
Y hay quien demanda á gritos los cañones,
Y quien las cargas de lanceros pide,
Y tal vez otro cavilando calla
Si escogerá la lanza ó la metralla.
Y en tanto que en Madrid, cual se derraman
Por las faldas del rojo Mongibelo
De lava mil torrentes, que recaman
Con ígneas cintas el tremante suelo.
Turbas de gente alborotadas braman
Y se derraman con insano anhelo,
En turbiones las calles inundando
Los unos á los otros espantando:
Súbito con asombro ve la gente
Que aun al portal del regidor espera.
Salir desnudo á un hombre de repente
Con veloz violentísima carrera;
Y otro tras él con cólera impotente,
Chico y gordo y vestido á la ligera.
Afligido, empolvado y sin aliento,
Todos los pelos de la calva al viento;
Y á una mujer también desaliñada,
Y seis ó siete mas llenos de espanto.
Todos tras él gritando con turbada
Voz, que tengan al loco, y entre tanto,
Por la calle la faz alborozada
El loco va con regocijo tanto.
Que causa gusto el verle tan esbelto
Andando á brincos tan airoso y suelto.
Pero la gente, viendo la figura
Desnuda de aquel hombre, que corría.
Rápido como el viento, y la premura
De la turba que ansiosa le seguía,
320 EL DIABLO MUNDO.
Y las voces oyendo y la locura
Temiendo del que loco parecía,
Sin otra reflexión viento tomaron,
Y hasta tomar distancia no pararon.
Mas lueg-o que la calma sobrevino
Y los mas animosos acudieron,
Y que era huir un necio desatino
Los menos advertidos conocieron,
Y á todos de saber el caso vino
Curiosidad, hacia el patrón corrieron.
Que eran el nuevo joven y el patrón
De tanto laberinto la ocasión.
Y en corro el caso del patrón indagan,
Y discuten tal vez puntos sutiles,
Y los magines desvariando vagan
Perdidos de la historia en los perfiles;
Y oyen discursos sin que satisfagan
Los discursos las mentes varoniles
Que ansian profundizar, y nadie entiende
El caso que el patrón contar pretende.
«Es pues el caso, el regidor decía,
Que este viejo es un loco huésped mío,
Trocado en joven de la noche al día.
—Mirad que estáis diciendo un desvarío.
—Yo cuento la verdad.— ¡Necia porfía!
Está loco.— Señores, no me rio.
Yo no discurro nunca á troche y moche,
Era un viejo á las doce de la noche.
—Vamos, el regidor perdió un sentido.
—Si eso no puede ser.— ¡No hay quién me asista!
Gritaba la mujer, es un perdido.
Un servil, un ladrón, un anarquista:
Ha querido matar á mi marido.
EL DIABLO MUNDO. 327
—Y á VOS OS viola si no andáis tan lista,
La repuso un chuzcon cara de pillo
Que alegraba con chistes el corrillo.
Yo dije que era viejo, ahora no digo
Que no sea joven.— Id y el diablo os lleve.
—Y ahora se me va...— Sois un bodigo.
—Con mas de cuatro meses que m_e debe.
—Vos os contradecís.— Me contradigo
Y no me contradigo.— Que lo pruebe,
Gritaba el chusco de la faz burlona;
Idos, buen hombre, á reposar la mona.»
Desnudo en tanto el nuevo mozo vuela,
Párase, corre, alborozado grita,
Mira alegre en redor, nada recela,
Cuanto le cerca su entusiasmo excita:
Palpar, gritar, examinar anhela
Cuanto mira y en torno de él se agita.
Como al amor del maternal cariño
Mira la luz embelesado el niño.
¡Pobre inocente, alma que entretiene
El mundo, y le divierte cual gracioso
Juguete, y á mirarle se detiene
Con pueril regocijo candoroso!
La luz, las gentes en conjunto viene
Todo á herirla, cual juego luminoso
De prodigioso mágico, que alzara
Ideal otro mundo con su vara.
Y la ciudad, y el sol, y sus colores.
La gente, y el tumulto, y los sonidos
En grata confusión de resplandores
Y de armonías llega á sus sentidos,
Cual las que esmaltan diferentes flores
Los verdes prados por Abril floridos.
328 EL DIABLO MUNDO.
Confunden con sonoro movimiento
Ruido y colores, si las mece el viento.
Y les presta su alma su hermosura.
Y el corazón su amor y lozanía,
Su mente les regala su frescura,
Y su rico color su fantasía:
Les da su novedad luz y tersura,
Regocijo les presta su alegría,
Que el alma gozo al contemplarse siente
Del mundo en el espejo trasparente.
Y en el continuo cambio y movimiento,
Y algazara, y bullicio alegre y vario.
Movido por recóndito portento
Ve el mundo cual magnífico escenario:
Lámpara el sol meciéndose en el viento,
Y obras de artificioso estatuario
Las figuras que en rápido tumulto
Cruzan, y anima algún resorte oculto.
Y con su propio gusto satisfecho.
Que en sí propia su alma se alimenta.
Latir sintiendo alborozado el pecho.
Nada se explica, ni explicarse intenta:
Corre al placer de su ilusión derecho.
De su mismo placer sin darse cuenta.
Que del placer que se gozó sin tasa.
Nadie se ha dado cuenta hasta que pasa.
Pobre inocente, alma que no sabe
Que solo al niño su inocencia abona,
Y que en el mundo compasión no cabe,
Que en la inocencia mofador se encona;
Alma llena de fe, candida ave
Que dulces trinos en el bosque entona:
Que sencilla de rama en rama vuela
Sin que su gracia al cazador conduela.
EL DIABLO MUNDO.
Alma que en la aflicción y la agonía
Del alboroto popular y estruendo,
Grata danza de amor y de alegría
Con indecible júbilo está viendo;
Cánticos la espantosa gritería
Piensa tal vez, en su ilusión creyendo;
Animadas escenas placenteras
El susto de la gente y las carreras.
Y á tomar parte en el común contento
Lánzase y rom.pe, y en mitad se arroja
Del bullicio, mas rápido que el viento,
Y en torno de él la gente se amanoja:
Ni cura del ageno sentimiento
Ni de verse desnudo se sonroja, ^
Y ora forman en torno de él corrillos,
Ora le siguen multitud de pillos.
Fué aquel día el asombro de la villa
Y escándalo de todo hombre sesudo,
Yendo tras él de gente una trailla
Que aterra á veces su ademan forzudo;
Allí corren los chicos, aquí chilla
Una mujer al verle andar desnudo,
Y algunas que los ojos se taparon
Por pronto que acudieron le miraron.
Y andando así, la gente ya le acosa,
Y alguno allí de condición liviana.
Quiere que pruebe la intención graciosa
Y el trato afable de la especie humana:
Y arrojándole piedras con donosa
Burla, por gusto é intención villana.
Le hizo el dolor sentir para que sepa
Que no hay placer donde el dolor no quepa.
Que entró en el mundo nuestro mozo apenas,
Y su dicha y el mundo bendecía,
329
330 EL DIABLO MUNDO.
E inocentes miradas y serenas
Vertiendo en torno afable sonreia,
Cuando la bruta g-ente á manos llenas
Lanzaba en él cuanto dolor podia,
Que en traspasar disfrutan los humanos
Su dolor en el alma á sus hermanos.
Sintió el dolor y el rostro placentero
Súbito coloreó de azul la ira,
Y ya el semblante demudado y fiero
Con ojos torvos á la g-ente mira:
Huye el cobarde vulg-o á lo primero,
Piedras después sin compasión le tira,
Gritan: al loco, y con temor villano
Huyen y le señalan con la mano.
¿Quién de nosotros la ilusión primera
Recuerda acaso en su niñez perdida?
¿Cuál fué el primer dolor, la mano fiera
Que abrió en el alma la primer herida?
;Ay! desde entonces sin dejar siquiera
Un solo dia, siempre combatida
El alma de encontrados sentimientos,
Ha llegado á avezarse á sus tormentos.
Mas ¡ay! que aquel dolor fué tan ag*udo,
Que el alma atravesó sin duda alguna;
Fué de todos los golpes el mas rudo
Que injusta nos descarga la fortuna:
Cuando inocente el corazón desnudo
En el primer columpio de la cuna.
Se abre al amor en su ilusión divina
Y en él se clava inesperada espina.
¡Y después! ¡y después!... Así el mancebo,
Hombre en el cuerpo y en el alma niño,
Todo á sus ojos reluciente y nuevo,
EL DIABLO MUNDO. 331
Todo adornado con gentil aliño,
Del falso mundo al engañoso cebo
Corre y brinda bondad, brinda cariño,
Y el mundo, que al placer falaz provoca,
Dolor da en cambio al alma que lo toca.
Mas deje: el mundo por su amor se encarga
Como un chorizo de curarla al humo,
Y de hiél rica quinta esencia amarga
Sacar para bañarla con su zumo:
Luego la ensancha mas, luego la alarga,
La esquina, en fin, con artificio sumo,
Hasta que endurecida y hecha callo,
Suave al tacto le parece un rallo.
Grave dolor el del mancebo ha sido,
Grave dolor, porque de aquella gente
La injusticia y crueldad ha comprendido
Con que paga su amor tan inocente:
No en el cuerpo, en el alma le han herido.
Que es niña el alma y varonil la mente,
Y de juicio y razón Dios le ha dotado
Para que juzgue el mal que le ha tocado.
Sintió primero cólera, y pasando
El físico dolor al pensamiento,
Volvió los ojos tristes implorando
Piedad con amoroso sentimiento.
Madre tal vez en su dolor buscando,
Que temple con caricias su tormento.
Mas los hombres no sirven para madres,
Y aun apenas, si valen piara padres.
Cuando llegó un piquete, y bien le avino.
Que la gente ahuyentó con su llegada,
Y el mozo agradecido á su destino
Miraba con placer la gente armada:
I
332 EL DIABLO MUNDO.
Pregúntanle después de dónde vino,
Cómo va en cueros, dónde es su morada,
Y él, que no sabe hablar, nada responde,
Los mira, y sigue sin saber adonde:
¿Y adonde va? á la cárcel prisionero,
Que andar desnudo es ser ya delicuente:
Él entre tanto observa placentero
Los colores que viste aquella gente:
Y de una bayoneta lo primero,
Al mirarla tan tersa y reluciente.
Tocó la punta en su delirio insano,
Y en su inocente afán se hirió una mano.
Y este fué entonces el dolor segundo,
Y dejaremos ya de llevar cuenta.
Que para algo Dios nos echa al mundo,
Y la letra con sangre entra y se asienta:
Y así la razón gana, asi el profundo
Juicio con la experiencia se alimenta,
Y porque aprenda, el mundo así recibe
Al que no sabe cómo en él se vive.
FIN DEL CANTO TERCERO.
CANTO IV.
Rizados copos de nevada espuma
Forma el arroyo que iug'ando salta,
Ricos países de vistosa pluma
En campos de aire el paj arillo esmalta:
Alzase lejos nubulosa bruma,
De sombras rica, si de luces falta,
Y el verde prado y el lejano monte
Muro y término son del horizonte.
Allá en la enhiesta vaporosa cumbre
Su manto en Oriente el alba tiende,
Y blanca, y pura, y regalada lumbre
De su frente de nácares desprende :
Cándida silfa á su fugaz vislumbre
El aire en torno sonrosado enciende,
Y en su frente la ondina voluptuosa
Se mece al son del agua armoniosa.
Y tras la densa y fúnebre cortina
Del hondo mar sobre la rubia espalda,
Ráfagas dando de su luz divina
Mécese el sol en lechos de esmeralda:
La niebla á trozos quiebra y la ilumina
Del terso azul por la tendida falda,
Y de naranja, y oro, y fuego, pinta
Sobre plata y zafir mágica cinta.
334 EL DIABLO MUNDO.
Y en monte, y valle, y en la selva amena,
Y en la de flores mil fértil llanura,
Y en el seno del agua que serena
Se desliza entre franjas de verdura,
El ruido alegre y bullicioso suena
De seres mil que cantan su ventura,
Prestando su algazara y movimiento
Voz á las flores, y palabra al viento.
Las rosas sobre el tallo se levantan
Coronadas de gotas de roclo.
Las avecillas revolando cantan
Al blando son del murmurar del rio;
Chispas de luz los aires abrillantan
Salpicando de oro el bosque umbrío :
Y si el aura á la flor murmura amores,
La flor le brinda aromas y colores.
Y resonando et cétera; que creo
Basta para contar que ha amanecido,
Y tanta frase inútil y rodeo,
A mi corto entender no es mas que ruido:
Pero también á mí me entra deseo
De echarla de poeta, y el oido,
Palabra tras palabra colocada.
Con versos regalar sin decir nada.
Quiero decir, lector, que amanecía,
Y ni el prado ni el bosque vienen bien,
Que este segundo Adán no verá el dia
Nacer en los pensiles del Edén,
Sino en la cárcel lóbrega y sombría,
Que su pecado cometió también,
Viniendo al mundo por estraüo hechizo,
Y es justo que tal pague quien tal hizo.
Corrió entre tanto por Madrid la fama
De aquella aparición del hombre nuevo^
EL DIABLO MUNDO. 335
De como viejo se acostó en su cama
Y al despertar se levantó mancebo.
Nueva de que era causa se derrama
Del gran tumulto que contado llevo,
Cuando atento el patrón, subiendo al ruido,
Halló en otro á su huésped convertido.
Hay en el mundo gentes para todo,
Muchos que ni aun se ocupan de sí mismos;
Otros, que las desgracias de un rey godo
Leen en la historia, y sufren parasismos:
Quién por saber la cosa, y de qué modo
Pasó, y contarla luego, á los abismos
Es capaz de bajar, quien nunca sabe
Sino es de aquello en que interés le cabe.
Quién por saber lo que á ninguno importa
Anda desempolvando manuscritos.
Para luego dejar la gente absorta
Con citas y con textos eruditos;
Otro almacena provisión no corta
De hechos recientes, cuentos infinitos
Y mentiras apaña, y cuanto pasa.
Se entretiene en contar de casa en casa.
Este raro suceso que yo cuento
Aquí en la capital ha sucedido,
Y es tanta la jarana y movimiento
En que su vecindario anda metido,
Que muchos no tendrán conocimiento
De un caso no hace mucho acontecido;
Y á otros tal vez tan verdadera historia
Se habrá borrado ya de la memoria.
Mas yo, como escritor muy concienzudo,
Incapaz de forjar una mentira,
336 EL DIABLO MUNDO.
Confesaré al lector que mucho dudo
De la verdad del caso que le admira:
Contaré el cuento con mi estilo rudo
Al bronco son de mi cansada lira,
Y el hecho á otros afirmar les dejo,
De haberse el mozo convertido en viejo.
Como me lo contaron te lo cuento,
Y yo de la verdad solo respondo
De que el mozo salvaje del portento
Anda alegre por ahí mondo y lirondo:
Raro misterio que en conciencia siento
No poder descifrar por mas que ahondo;
Mas qué mucho, si necio me confundo
Sin saber para qué vine yo al mundo.
Que no es menor misterio este incesante
Flujo y reñujo de hombres, que aparecen
Con su cuerpo y su espíritu flotante,
Que se animan y nacen, hablan, crecen,
Se agitan con anhelo delirante.
Para siempre después desaparecen.
Ignorando de dónde procedieron,
Y adonde luego para siempre fueron.
Baste saber que nuestro héroe existe
Sin entrarse á indagar arcano tanto,
Que tiene para estar alegre ó triste
Risa en los labios y en sus ojos llanto:
Que come, bebe, duerme, calza y viste,
Ya mas civil en este cuarto canto,
Y que Adán en la cárcel le pusieron
Cuando desnudo como Adán le vieron.
Baste saber que el Diario, en su importante
Sección que casos de la corte cuenta,
En estilo variado y elegante
EL DIABLO MUNDO. 337
Que el interés del sucedido aumenta,
Refiere este suceso interesante
Al número dos mil seiscientos treinta,
Y como sig-ue causa, el parte dado,
No me acuerdo qué juez de qué juzgado.
Y todos los de todos los colores
Periódicos (¡amable cofradía!)
Que se apellidan ya conservadores.
Ya progresistas, y que en lucha impía,
Cebo de los políticos rencores,
Mondan y pulen la cuestión del dia.
De ilustración vertiendo ricas fuentes
En caudales fructíferos torrentes.
Ahondando la cuestión de estrago tanto,
Bascando el móvil de motín tan fiero,
Hallaron unos y otros con espanto
Que era un pagado y vil aventurero,
Ko disfrazado bajo el noble manto
De la santa virtud^ sino altanero^
Agente digno de la trama im.pía,
Saliendo en carnes á la luz del dia.
Y acusó cada cual á su contrario
De haber pagado y encerrado al loco,
Y del absurdo cuento estrafalario
Que honra por cierto su invención muy poco:
Cual al gobierno acusa atrabiliario.
Cual supone en los clubs que se halla el foco,
Sin que ninguno ser quiera en su ira
Autor de tan ridicula mentira.
Y con lógica sana y juicio recto
Probaron, como cuatro y tres son siete.
Que no cabe en el mas rudo intelecto
Que se convierta un viejo en mozalbete:
22
338 EL DIABLO MUNDO.
Y alg-uno á los milagros poco afecto,
Con odio á todo clerical bonete,
Probó que nada, en un sabio discurso,
Basta del mundo á trastornar el curso.
Y yo quedé de entonces convencido
Casi de que era mentiroso el cuento,
Aunque siempre mis dudas he tenido.
Que es muy dado á dudar mi entendimiento:
Y cuanto llevo hasta ahora referido
Ni lo afirmo, oh lector, ni lo desmiento,
Que por mi honor te juro, no quisiera
Que nadie mentiroso me creyera.
Y casi casi arrepentido estoy
De haber tomado tan dudoso asunto,
Y de á pública luz sacarlo, hoy
Que la incredulidad lleg-a á tal punto;
Mas ya adelante con mi cuento voy
Al son de mi enredado contrapunto.
Que es mi historia tan cierta y verdadera
Como lo fué jamás otra cualquiera.
Es el caso que Adán, preso y desnudo.
Hace ya un año que en la cárcel vive.
Do con áspero trato y ceño rudo
Áspera y ruda educación recibe:
Es cada cual allí doctor sesudo
Que practicando de su ciencia vive,
Tomos que enseñan mas filosofía
Que cien años de estudio en solo un dia.
Sociedad de filósofos aquella.
Andar allí desnudo á nadie espanta,
Antes mas bien pondrán pleito y querella
Al que lleve chaqueta, capa ó manta;
Y así á nadie extrañó cuando su estrella
EL DIABLO MUNDO. 339
Trajo allí al joven que mi lira canta,
Y un año desde entonces ha corrido
Y el mancebo se está como ha venido.
En cuanto á traje y nada mas se entiende,
Que la sana razón su juicio aploma,
Sus sentidos aviva y los enciende
Y su rústico ardor desbrava y doma.
La g-racia y ademan del jaque aprende,
Las mas punzantes voces del idioma,
Y á sufrir y á callar, y á caso hecho,
Guardarse la intención dentro del pecho.
Y como el juicio su talento rija.
Comprende de derechos y deberes
El intrincado código, que fija
Los g*oces de aquel mundo y padeceres:
Y el noble ardor que el corazón le aguija
En ansia de dominio y de placeres,
Y su hercúlea simpática figura
Del ajeno respeto le asegura.
Ni chiste ni pillada se le escapa,
Ni gracia alguna sin respuesta queda.
Ni las cartas mejor ninguno tapa
Cuando entre amigos el cañé se enreda:
Revuelta al brazo con desden la capa,
Con él^ navaja en mano, no liay quien pueda,
Que en la cárcel ahora ya no hay pillo
Que maneje mejor que él un cuchillo.
Ni lo hay mas suelto y ágil, ni quien sea
Mas diestro á la pelota y á la barra,
Ni mas vivo y sereno en la pelea,
Ni de apostura tal ni tan bizarra;
Y á tanto va su gracia, que puntea
De modo que hace hablar una guitarra.
340 EL DIABLO MUNDO.
Y para acompañar se pinta solo
Su acento varonil cantando un polo.
Y áspero á par que juguetón y atento,
Sin que de su derecho un punto ceda,
Hombre de pelo en pecho y mucho aliento,
Con los ternes y jaques entra en rueda:
Y creciendo en arrojo y valimiento.
En juez se erige y los insultos veda
Del fuerte al débil, y animoso arguye
Y á su modo justicia distribuye.
Tal vez habrá quien diga escrupuloso
Que es poco tiempo para tanto un año,
Y poco fuera, cierto, si dichoso
Vivido hubiera en lisonjero engaño:
Mas allí donde el látigo furioso
La suerte vibra con semblante uraño,
Donde ninguno de ninguno cuida,
Pronto se aprende á conocer la vida.
Allí do hierve en ciego remolino
La sociedad, y títulos ni honores
Son del respeto formulado sino,
Ni sirven al que entra sus mayores;
Tienen todos que abrirse su camino,
Breve mundo de mas grandes dolores.
Do lucha el triste en su afligido centro
Contra la sociedad de fuera y dentro.
Siempre en eterna tempestad, impura
Mas donde el mundo su sobrante arroja,
Lucha náufrago el hombre á la ventura
Sin puerto amigo que en su mal le acoja:
Pechos que endureció la desventura
Y que el castigo de piedad despoja,
EL DIABLO MUNDO. 341
Cada cual de su propio pesar lleno,
Nadie se duele del dolor ajeno.
Y ¿en qué parte del mundo, entre qué gente
No alcanza estimación, manda y domina,
Un joven de alma enérgica y valiente,
Ciara razón y fuerza diamantina?
Apura el jarro del licor hirviente,
Cuando ei mas esforzado desatina
Y trastornado y balbuciente bebe,
Y aun él cien jarros á apurar se atreve.
Y es su malicia la malicia aquella
Viva y gentil del despejado niño,
Luz y candor su corazón destella
En medio de su alegre desaliño,
Su noble frente y su figura bella, ^
Su audacia inspira al corazón cariño.
Que aquella fiera gente en su rudeza
Admiran el valor y la grandeza.
Y aunque es su lengua rústica y profana
Y es su ademan de jaque y pendenciero,
Pura se guarda aun su alma temprana
Como la luz del matinal lucero;
Bate gentil, cual mariposa ufana.
El corazón sus alas placentero.
Que abrillantan aun los polvos de oro
De inocencia y virtud breve tesoro.
Ni leyes sabe, ni conoce el mundo,
Solo á su instinto generoso atiende,
Y un abismo de crímenes inmundo
Cruza y el crimen por virtud aprende:
Y aquel pecho que es noble sin segundo
Y que el valor y el entusiasmo enciende,
Aplica al crimen la virtud que alienta
Y puro es si criminal se ostenta.
342 EL DIABLO MUNDO.
Como niño que candido se esfuerza,
Y liacerse el hombre en su candor presume,
Y la echa de ánimo y de fuerza,
Miente blasfemias, fuma aunque no fume,
No hay nadie sobre él que imperio ejerza,
Y habla de mozas; tal, g*rato perfume
Vertiendo en torno de inocencia pura,
Al mas bandido remedar procura.
Y como en mente y en valor les g-ana
Y aventaja en nobleza y bizarría,
Tanto les vence cuanto mas se afana
En mostrarles mayor su gallardía;
Y aquellas almas viejas su alma ufana
Con noble anhelo superar ansia,
Sin cuidarse en los lances que le empeñan
De si es vicio ó virtud lo que le enseñan.
Y por amor á adornos y colores
Y entender que lo exig-e su decoro,
Bordado un marsellés con mil primores
Cuelg-a de su hombro izquierdo con desdoro:
Charro un pañuelo de estampadas flores
Ciñe á su cuello una sortija de oro,
Calzón corto, la faja á la cintura,
Botin abierto y g*ran botonadura.
Que aprendiendo á jugar ganó dinero,
Y allí á la reja la Salada viene.
Moza que vive de su propio fuero
Y en cuidar á los presos se entretiene:
El parecer, tal vez, la hizo salero;
Y ella que es libre y que á ninguno tiene
Cuenta que dar, dineros y comida
Le trae, de amores por su Adán perdida.
Y ya le ha aconsejado en su provecho
La pobre moza de su amor prendada;
EL DIABLO MUNDO. 343
Que aunque de rumbo y garbo y franco pecho
Y en su modo y palabras desgarrada,
Y aunque le mira en cueros, que es bien hecho,
Con dulce encanto y alma enamorada,
Le aconsejó vestirse por decencia
Y él se dejó vestir sin resistencia.
Vagando va confuso el pensamiento
En torno á la mujer del mozo ardiente,
Sin poderse explicar el sentimiento
Que por sus nervios esparcido siente;
Mas su vista le da dulce contento.
Respira en ella un codicioso ambiente,
Que mágico embelesa sus sentidos
Tras la ilusión de su placer perdidos,
Y su voz aunque áspera, que suena
Grata á su oido, el corazón le adula,
Y de ansiedad confusa su alma llena,
Ni su ilusión ni su placer formula:
Lejano son de amante cantilena
Que entre la brisa perfumada ondula,
Al aire de su dulce devaneo
Perdido vaga su genial deseo.
Y cuando ella con amor le mira.
En la ansiedad vehemente que le aqueja
Y en el ardor violento que le inspira,
Quiere romper la maldecida reja:
Y la sacude con violenta ira
Porque acercarse á ella no le deja.
Trémulos de furor sus miembros laten
Y sus arterias dolorosas baten.
Látigo y grillos y penoso encierro,
Pronta á saltar sobre él la muchedumbre,
Tratado allí como indomable perro,
:U4 EL DIABLO MUNDO.
Le impusieron forzada mansedumbre:
Cual vig'oroso potro tasca el hierro
Bota y arranca de las piedras lumbre,
El mozo asi sujeto á su despecho
Siente un dolor que le desgarra el pecho.
Fiero león que á la leona siente
En la cercana jaula de amor llena,
Que con lascivo ardor ruge demente
De cólera erizando la melena,
Y la garra clavando en la inclemente
Reja, en torno los ámbitos atruena,
Y el duro hierro sacudido cruje
De tanto esfuerzo á tan tremendo empuje,
Que al placer le convida su hermosura,
Mas á sus ojos mágica que el cielo
Con su sereno azul bañado en pura
Luz que colora el trasparente velo:
Placer que inspira al corazón bravura,
Fuerza á sus nervios y valiente anhelo
Su máquina impulsada y sacudida
Al ignorado goce á que convida.
Que los ardientes ojos de la bella,
Y el que Mayo pintó de rosa y nieve
Semblante alegre que salud destella,
Redondas formas y cintura leve,
Y gallardo ademan, ligera huella.
Pié recogido en el zapato breve,
Y blanca media que al tobillo pinta
De negro á trechos la revuelta cinta;
Y el hueco traje que flotante vaga
En rica de lujuria y vaporosa
Atmósfera de amor, que el alma halaga,
Y exita los sentidos codiciosa,
EL DIABLO MUNDO. 345
Y que enseñar al movimiento amaga
Cnanto finge tal vez la mente ansiosa,
Que allá penetra en la belleza interna
Tras la pulida descubierta pierna:
Sácanle al rostro en torbellinos rojos
El fueg-o del volcan que el pecho asila,
Lanzando llamas sus avaros ojos,
Encendida la lúbrica pupila:
¡Mísero del que entonces sus enojos
jAy! provocara; la ira que destila
Su impotencia en su alma, rebosando.
Sobre él cayera su dolor vengando!
Visteis al toro que celoso brama,
La cola ondeando sacudida al viento.
Que el polvo en torno levantando inñama
Envuelto en nube de vagoso aliento,
Y ora á su amada palpitante llama.
Ora busca en su cólera violento.
Con erizado cerro y frente torva
Quién el deseo de su amor estorba:
Así el mancebo en derredor revuelve
La vista en ansia de feroz pelea,
De nuevo á sacudir la reja vuelve
Que trémula á su empuje titubea;
Calmarse, en fin, á su pesar resuelve.
Siente que en vano lucha y forcejea,
Y ella le habla, y él triste la mira,
Y sin saber qué responder suspira.
Que él no sabe con ella hablar de amores,
Sino sentir en su locura ciego;
Suspiros son la voz de sus dolores,
Y son sus ansias en sus ojos fuego:
Ella entre tanto calma sus furores.
346 EL DIABLO MUNDO.
í^ue él siempre cede á su amoroso ruego,
Y en sus salvajes ojos se desliza
Dulce rayo de amor que los suaviza.
Porque es á un tiempo la manóla airosa,
Gachona y blanda como altiva y fiera,
Y sabe con su Adán ser amorosa
Y esquiva con los otros y altanera;
Paloma fiel, cordera cariñosa.
Aunque de rompe y rasg'a, y de quimera,
Y mal hablada, y de apostura maja,
Y que lleva en la liga la navaja.
Y está de su pasión tan satisfecha,
Tan ancha está de su gallardo amante,
Que hasta la tierra le parece estrecha
Y no hay dicha á su dicha semejante:
Cuando á la espalda la mantilla echa
Y las calles se lleva por delante.
Pensando en el gachón que su alma adora,
En su propia hermosura se enamora.
Corazón toda ella, y alma, y vida,
Y gracia, y juventud, desprecio siente
Hacia la sociedad, libre y erguida.
Hollándola con planta independiente:
Dejando á su pasión franca salida,
JJiipues mejor rasgado é insolente.
Con cara osada por respuesta arroja
Si alguno reprendiéndola la enoja.
Pobre mujer para sufrir criada.
Vil la marcó la sociedad impía.
Viviendo en medio de ella condenada
A perpetua batalla y rebeldía:
Hija del crimen, sola, abandonada
EL DIABLO MUNDO. '"^47
\ SU propia experiencia y su energ^ía,
Sin mas lazo en el mundo ni consejo
Que un padre preso, criminal y viejo.
Era el tio Lúeas, padre de la bella,
Hombre de áspero trato y de torcida
Condición dura y de perversa estrella.
Sin cesar por su boca maldecida;
Pocas palabras, de indolente huella,
Mal encarado y de intención dormida,
Chico y ancho de espaldas, cargado,
Largo de brazos y patiestevado.
De chata y abultada catadura.
De entre cana y revuelta espesa ceja.
Ojos saltones y mirada dura,
Blanca patilla á trechos y bermeja.
La frente estrecha y de color oscura,
Rojo el pelo, como áspera guedeja
Inaccesible al peine, aborrascado.
En vedijas la cubre enmarañado.
No hay cárcel ni presidio en las Españas
Que no conserve de él alta memoria.
Ciudad que no atestigüe de sus mañas.
Ni camino sin muestras de su gloria;
Y consignada está de sus hazañas.
En procesos sin fin, su ínclita historia,
Aunque oscura y truncada, que á la pluma
Fió muy poco su modestia suma.
Lleva á rastra los pies andando, y mueve
Pesada y vacilante la cabeza.
Su pensamiento é intención aleve
Mostrando en su abandono y su pereza:
Mosquito insigne, por azumbres bebe
Sin vacilar un punto su firmeza.
348 EL DIABLO MUNDO.
Siempre fumando, el labio ya tostado
Con el tabaco negro y requemado.
Raya en sesenta años, y cincuenta
Hace ya que empezó sus correrías;
Quiénes fueron sus padres no se cuenta
Ni dónde ha visto sus primeros dias:
Siempre sagaz, diversa historia inventa
De sus vicjes, familia y fechorías,
Cambia su nombre y patria, dando largas
Así á las horas de su vida amargas.
Este honrado varón, cuando desnudo
Adán entró en la cárcel, y la gente
Le examinaba con anhelo rudo,
Explicó el caso con sesuda mente:
«¿No habéis, les dijo, visto nunca un mudo?
¿Qué diablos os cJmngais de un inocente?»
Y apartó á todos, con afecto raro,
Dando á su mudo protección y amparo.
Y como luego el inocente diera
Pruebas de su vigor y valentía,
Y abriera á uno en desigual quimera
Contra las piedras la cabeza un dia,
Tanto amor le cogió, que la severa
raz desplegando que jamás reia.
Hablaba siempre del guiñando el ojo
Con cierta sonrisita de reojo.
«El chaval, el chaval,» decia entre sí,
«Meterle mano, que mejor gazapo
No ha regalado el líbano al buchí (1);
Vamos con él á quién es el mas guapo.»
Y cuando vio que el mozo hecho un zahori
(Ij Kl escribano al verdugo, en la jerga de la cárcel.
EL DIABLO MUNDO. 349
Camina viento en popa á todo trapo,
Y aprende á hablar y en ardimiento crece
Y hacerse un hombre de provecho ofrece,
Fundó esperanzas el astuto viejo
Y comenzó á formarle á su manera,
Y le oye el joven con sagaz despejo
Y con mas atención que conviniera:
A él y á nadie mas pide consejo,
Sometida al talento su alma fiera,
Que en las cosas del mundo el viejo es ducho
Y el candoroso Adán le tiene en m.ucho.
Su observación profunda y su experiencia
Ha reducido á máximas la vida,
Es cada frase suya una sentencia.
Cada palabra una ilusión perdida:
Torpe y lento en hablar, vierte su ciencia
En truncados períodos sin medida.
Mas en su gesto su intención marcada
Que en el valor de la palabra hablada.
Como entreabierta garza alza la mano,
Siempre de quite al frente el movimiento,
Y habla gruñendo como perro alano
Con ojos de través y sordo acento:
Sobre la frente el pelo rojicano.
La barba sobre el pecho, al mozo atento
Que su doctrina codicioso espera,
Una noche le habló de esta manera:
Hijo mió, pocos años
Me quedan ya que matar.
Porque h mí me han de acabar
La viuda (1) ó mis desengaños.
{!) Viuda, la horca.
350 EL DIABLO MUNDO.
A tí mañana, á mí hoy:
Yo soy punta y tú eres mango,
Este mundo es un fandango,
Tú vienes y yo me voy.
Mira, de nadie te fíes
Hijo Adán, vive en acecho,
Lo que guardes en tu pecho
Ni aun tí mismo confíes.
La gente... no hay un amigo:
Al que cae la caridad...
De una mala voluntad
Tienes un falso testigo.
Si mojas (1) á alguno, cuida
De endiñarle al corazón...
No se olvida una intención
Y un beneficio se olvida.
Eres mozo, al mundo sales.
De los montes se hacen llanos;
Buena suerte y muchas manos,
Y callar y vengan males.
A malos trances mas bríos:
Como la mar es en suma
El mundo, pero en su espuma
Se sustentan los navios.
Las mujeres... la mejor
Es una lumia (2): en el suelo
El diablo no tiene anzuelo
Mas seguro ni peor.
(Ij Mojar, dar (le puñaladas.
(2) Lumia, mujer de mala vida.
EL DIABLO MUNDO. 351
Ellas te chupan el jug-o
Y te espantan los parnés (1);
Cuando carne comer crees
Estás comiendo besugo.
El hombre aquí ha de enredar
Sin que le enrede el enredo;
Tú no te chupes el dedo
Que no hay que pestañear.
Mala siembra, mala siega:
Nada me va, nada sé,
Quien mas mira menos ve,
Y di la verdad, Juan Niega.
Esto es negro para tí,
Pero ya lo entenderás,
Y acaso te acordarás,
Cuando lo entiendas, de mí.
Poco en verdad el candoroso mozo
De tan profundas máximas comprende,
Con tal misterio y maleante embozo
Hablándole de un mundo que no entiende:
Y al través de su rústico rebozo.
Si el sentido tal vez sagaz trasciende
De alguna frase, en su confuso empeño
Cuanto adivina le parece un sueño.
Un mundo que una luz pura ilumina,
Que viste y cubre un tan hermoso cielo,
¿Mansión habrá de ser donde camina
El hombre siempre con mortal recelo?
¿Y será la mujer, creación divina,
Vida del alma y generoso anhelo,
(1) El dinero.
352 EL DIABLO MUNDO.
Brillante de placer y de hermosura,
Eaemiga también, también impura?...
¿Será del hombre el hombre el enemig'o,
Y en medio de los hombres solitario,
Él su sola esperanza y solo amig*o
Verá en su hermano su mayor contrario?
¿Grillos, cadenas, hambre y desabrig-o,
Siempre serán el lúgubre sudario
Que vista al entregarle á su abandono
El hombre al hombre en su implacable encono?
¿Será tal vez que en bandos dividida,
Lucha furiosa en obstinada g-uerra.
La raza de los hombres fratricida
Alternando el reposo de la tierra?
¿Qué brazo audaz que justo se apellida
Contra su voluntad allí le encierra?
¿Quién llama criminal á aquella gente
A quien oye decir que es inocente?
Y él, que recuerda como en sueño apenas
De su vida el primer dulce momento,
¿Por qué á vivir en ásperas cadenas
Vino, y cruel, con bárbaro tormento,
El hombre de dolor las manos llenas,
En su inocencia lo arrojó violento.
Castigando con grillos y prisiones
EL natural vigor de sus pasiones?
Estas y otras reflexiones rudas
Hierven en su ofuscada fantasía,
Como aparece entre las sombras mudas
Incierto rayo de la luz del dia:
Turbio su juicio, amontonando dudas.
Sin fórmula va^rando en la sombría
EL DIABLO MUNDO. o53
Nube de que su mente está cubierta,
Ni acierta á hablar, ni á preguntar acierta.
Tosió entre tanto su Mentor que arranca
Del pulmón á pedazos su catarro,
Y remoja la voz que se le atranca
Sorbiéndose de vino medio jarro;
De un negro torcidon como una tranca
Pica, lia y enciende su cigarro,
Chupa y empuja con la uña el fuego
Y en su discurso así prosiguió luego:
¿Tú qué has hecho? no has salido
Chibato (1) del cascaron:
Sin razón ó con razón
A la sombra te han traido.
Es sino de criaturas:
No te gruñirá el barí (2);
A mí me tienen aquí
Un chota (3) y mis desventuras.
Se berreó (4) el maldecido,
Y dos señores muy llanos
Vinieron con cuatro alanos
A sorprenderme en mi nido.
Yo como soy muy cortés
Excusé su compañía,
Hasta que vi no podia
Ni por manos ni por pies.
No se llevaron mal chasco:
Seis pobretes... la del humo...
(l) Joven nuevo.
(2; Juez. No te oruuirá el barí, el juez poco le lia de hacer.
(3) Delator.
(4j Hablar mas de lo qae conviene.
2:í
354 EL DIABLO MUNDO.
Que por ahí andan presumo;
Yo aquí á la sombra me rasco.
Por ellos me di á partido;
Dando largas ello irá,
Que no los traigan acá
Y nada se habrá perdido.
Tú, pobrecillo, reserva
Lo que ahora vas á saber,
Que en el mundo hay que aprender
A sentir crecer la yerba.
El que lo gana lo jama; (1)
A buscársela, hijo mió,
A hacer tú mismo tu avío,
Que el que no llora no mama.
Y tú, para tí has de hacer,
Yo te pondré en buen camino:
Hijo, si tienes buen sino
Pan te queda que roer.
Los seis pobretes... mas plata
Valen que ha dado el Perú:
Son muy gentes: verás tú
Seis meloncitos de cata.
Muy hombres, muy campechanos^
No porque yo los alabe,
Pero es cosa que se sabe,
Como las suyas no hay manos.
Saladilla te dirá
Lo que has de hacer: malos mengues (2^
(1) Comer.
(2j Diablos.
i
EL DIABLO MUNDO. 355
Te lleven á tí y sus dengues,
Que tan derretida está.
Los seis pobretes reciben
También de este pobre viejo
De cuando en cuando un consejo,
Y, Adán, como pueden viven.
Yo bien te quisiera dar
Rentas y capellanía,
Pero el que no tiene usía
Se lo tiene que ganar.
El refrán dice, hijo Adán,
Que Dios es omnipotente,
Y el dinero es su teniente,
Y que sin el din no hay dan.
Conque salud, y andar vivo.
Que por tu bien tengo empeño,
Y á Dios, que ya viene el sueño,
Cada mochuelo á su olivo.
Quedóse Adán, mientras espera el dia,
Rumiando las palabras del bandido;
Pasar el mundo en confusión veía
Con loca fiebre y delirante ruido:
Luego en grata embriaguez su fantasía.
Embargándole el sueño su sentido.
La imagen en visión encantadora
Le trajo amor de la mujer que adora.
Grata visión que venturosa calma
Su loco enajenado pensamiento.
Que trae regalo y esperanza al alma,
Ignorado deleite y sentimiento.
En mitad del desierto umbrosa palma
356 EL DIABLO MUNDO.
Que templa su calor calenturiento,
Y á cuyo pié el viajero se reposa
En paz de amor y languidez sabrosa.
Vision en cuyos brazos descansando
Su oscura cárcel y ansiedad olvida,
En jardines de rosas respirando
El encantado aroma de la vida:
El alma allí con movimiento blando
En el columpio mágico mecida
De su propia ilusión, cuenta un tesoro
De esperanzas sin fin, de ensueños de oro.
Alma joven y pura, que suspende
En la región del aire un devaneo,
Y que en su propia luz, la luz enciende
Y da forma y visión á su deseo:
La atmósfera tal vez ruda le ofende
Del ignorado mundo y su mareo.
Mas si siente sus puntas dolorida
yu propia juventud cura su herida.
Que hay en el alma, cuando nueva agita
Sus áureas alas, una fuente pura.
Que alegre riega la ilusión marchita
Y renueva su fuerza y su hermosura:
Bebiendo de ella el corazón palpita
Hasta que al fin secándose la apura,
Y en vez de la ilusión se alza la pena
Que el manantial purísimo envenena.
Así en propia alma su consuelo
Halla el mancebo, y de la pura fuente
Con las aguas de vida su desvelo
Templa, y el sueño perezoso siente:
Y luego en alas de su propio anhelo
De la amada mujer, cruza en su mente
EL DIABLO MUNDO. 357
La blanca imagen que por mas delicia
Amorosa le besa y le acaricia.
Brilló entre tanto, si decirse puede
Que brilla en una cárcel nunca el dia,
Donde á su luz la sombra nunca cede
Ni un rayo el sol al corazón envia:
Donde la tregua que al dolor concede
Un breve sueño, con crueldad impía
Kompe la aurora, y vuelve á su faena
El cautivo amarrado á su cadena.
Donde las horas hilan su tejido
Sin enredar tal vez una esperanza,
Y el tiempo al parecer pasa dormido
Sin señales de alivio ni mudanza:
Dunde tal vez el término cumplido
Que la ilusión del desdichado alcanza,
Es en su ruda, inexorable suerte
En un suplicio una penosa muerte.
Donde... pero también el hombre olvida
Allí su pena en su locura insana,
Kie, y canta, y devánase su vida
Que entre el ayer se enreda y el mañana:
La llaga del dolor adormecida
Templa un olvido, una esperanza vana,
Que es el presente lago alborotado
Do el porvenir se enturbia y lo pasado.
La causa en tanto en un rincón dormía
Sin cuidarse de Adán el escribano,
Y un año largo de prisión corría,
Y nadie de él se acuerda: y un verano
Y otro pasara, y ciento, y pasaría
Un siglo entero, y mil, y todo en vano;
358 EL DIABLO MUNDO.
Situación en las cárceles no extraña,
Gracias al modo de enjuiciar de España.
Cuando la hermosa que al mancebo adora,
í^uién sabe cómo, acaso malamente,
Logró de la pereza vencedora
Del juez que diese á Adán por inocente;
Vista la causa en fin, lleg-ó la hora
De darle libertad, y delincuente
No pudiéndole hallar, le sentenciaron
Las costas á pagar que otros causaron.
Las costas, pues, con otras bagatelas
Pagó de sus ahorros la Salada,
Cálzase el escribano las espuelas,
La causa aviva, y la dejó zanjada:
¡Oh, cuánto, amor, el corazón desvelas
De una hermosa mujer enamorada!
iCómo voló á la cárcel aquel dia
Rebosando la nueva en su alegría!
Párase ante la cárcel, precipita
Acá y allá agitada sus paseos.
Frenético su espíritu se agita,
Sueña su alma amantes devaneos;
Un siglo en su ansiedad loca, infinita,
Cuentan cada minuto sus deseos.
Allí esperando á que el escriba venga
Y oir gritar «Adán con lo que tenga (1).»
Llegó por fin el anhelado instante,
Corrió á la reja la feliz manóla;
Toda turbada, látele el semblante
Que amor con mil colores arrebola;
Y trémula la mano, y anhelante
(l) Grito con que en la cárcel llaman al preso que ponen en libertad.
El mismo grito sirve para llamarlo y ponerlo en capilla.
EL DIABLO MUNDO. 359
Con un ansia no mas y una idea sola,
Entre la verja entrándola la ag-ita
Y con el jesto y con la voz le grita.
Y como tigre que acechando hambriento
Tai vez descubre presa en la llanura,
Y en arco el cuerpo arrójase violento,
Salta, y entre sus garras la asegura.
No con ansia menor al dulce acento
Que entrando hasta en sus tuétanos murmura,
El mozo corre donde ve á su bella
Que al través de la reja se atropella.
¡Oh del primer amor dulces escenas
Que presencia risueño un escribano,
Palomas inocentes de amor llenas
Que se huelgan delante del milano!
Romped, en fin, romped esas cadenas
Con que el destino os separó tirano,
Y otras os teja de aromosas ñores
El buen Dios protector de los amores.
Abrazó Adán al redomado viejo^
Honrado padre de su amada prenda,
El cual frunciendo el rígido entrecejo
Le apartó donde nadie los entienda;
Y á solas repitiéndole el consejo
De la noche anterior, le recomienda
Prudencia y tino y ánimo en la vida
Y le abraza otra vez por despedida.
¡Cuánto júbilo al alma y alborozo,
Cuánto loco placer, cuánta alegría.
Sintió alterado el indomable mozo
Libre al mirarse y á la luz del dia!
Las arterias palpítanle de gozo.
Baña la luz su audaz fisonomía.
360 EL DIABLO MUNDO.
Y de contento el corazón deshecho
Suena á sus golpes conmovido el pecho.
Y ella veloz con su ademan de maja,
Su planta firme y su gentil soltura,
La calle al lado de su amante baja
Llamando la atención su donosura:
Y ambos en medio á la común baraja
De gentes que atraviesan con presura,
Y que á su garbo y gentileza atienden,
Ojos á un tiempo y corazón suspenden.
Y él al mirarse al lado de su bella
Y al tocarla tal vez su tacto es fuego:
Fuego que lanza vivida centella
Que el alma y corazón penetra luego;
Páranle á un tiempo su ignorancia, y ella
Que contiene su ardor con blando ruego,
Y acaso su ardimiento también doma
Cuando recuerda la pasada broma.
Que ha comprendido Adán que aquella gente
Que él con recelo y cuidadoso mira,
Ks acaso la misma que inclemente
Piedras y lodo al inocente tira:
Y cual furioso loco va impaciente
Junto al loquero que temor le inspira,
Así la rienda puesta á sus arrojos
(jira en redor sus recelosos ojos.
Un pobre cuarto bajo en una casa
Pobre, la moza en Avapiés habita.
De baja planta y de fachada escasa,
Limpia por dentro y de esmerada cuita:
La llave con incierta mano para,
Y el mancebo feliz se precipita
EL DIABLO MUNDO. 361
Tras ella en la mansión que amor ahora
Con tintas mil de su ilusión colora.
Tintas que bañan en su lumbre pura
La pobre estancia con celeste encanto,
Vertiendo en torno aromas de dulzura
Que amor derrama de su aéreo manto:
Morada acaso triste, acaso impura.
Mas de la dicha ahora templo santo,
Convertido en Edén de ricas flores
Al soplo g-erminal de los amores.
Que solo allí con la mujer que adora,
Cuya hermosura la mansión encanta,
Bastan apenas al mancebo ahora
Los ojos á admirar belleza tanta:
Y el fuego que frenético atesora
El corazón y su vigor levanta,
Y su inquietud redobla, fulminante
En ráfagas de luz brota al semblante.
Y entre sus manos trémula su mano,
Sus labios devorándose encendidos,
Al rudo impulso y al furor tirano
De sus tirantes nervios sacudidos.
Él, ignorante en su delirio insano.
Respondiendo latidos á latidos,
Al corazón la aprieta, el juicio pierde.
La besa hambriento y con placer la muerde.
Y una nube quimérica ya vela
Sus sentidos, y vaga y vaporosa.
Placer, deleites y delirios cela
Y confunde su dicha vagarosa;
Y la hermosura disipada vuela
De la mujer que espárcese amorosa,
Y donde quiera él gusta, toca y mira.
Dicha, hermosura é ilusión respira.
362 EL DIABLO MUNDO.
Aire que con riquísimos olores
Baña su neg*ra cabellera riza,
Luz vagarosa y blanda que de amores
En los húmedos ojos se desliza;
Voluptuosa niebla de colores
Que un deliquio dulcísimo matiza,
Los cerca enderredor embebecidos
En su láng'uida mág-ia los sentidos.
Amor encuentra en su sabrosa boca,
Y en sus ojos de amor amor respira,
Afán de amores en su frente loca
Latir contempla si á su hermosa mira;
Furor ardiente que el amor provoca
Él en su aliento abrasador aspira,
Y ella á su furia y su pasión demente
Doblar su amor al estrecharle siente.
Y amor en voluptad se desvanece
Y va á perderse en el remoto cielo,
Que hasta allí disipándose parece
Que elevan sus espíritus su vuelo;
Y el aura del deleite que las mece
Y confunde sus almas en un velo.
Cubriéndolas de gloria y de ventura,
Allá las alza en sueños de dulzura.
Sueños que en torno en formas nacaradas
Vagos acá y allá revolotean,
Y en las venas latiendo arrebatadas
Entre la sangre trémulos serpean;
En los rígidos nervios desplegadas
Sus alas placidísimas ondean.
Sobre la frente bulle su armonía
Y ofuscan con su luz la fantasía.
Genios de amor, deidades de hermosura,
Donde la juventud, nuevas creaciones.
EL DIABLO MUNDO. 363
Que en el primer placer el alma pura
Llueve desde su cielo de ilusiones;
Inmenso amor, riquísima ventura
Que ignoran los mortales corazones
iine el varonil vig-or aun no han sentido
Y está el candor de su niñez perdido.
¡Oh! á su inocencia, á su infantil pureza
La fuerza juvenil junta el mancebo,
Nueva á sus ojos es tanta belleza,
Nuevas sus ansias y su goce nuevo;
Antes que la ilusión en su cabeza
Seque el deseo con picante cebo,
Dichas, ilusión, amores y delicias
Se atropellan en él con sus caricias.
Y allí en tropel, cual vierte su rocío
En las mañanas del Abril la aurora
Sobre las verdes ramas del sombrío
Y en las pintadas flores que enamora,
Ai alma y cuerpo con amante brio
La turba de placeres voladora,
Que en torno en algazara se levantan,
En círculos de júbilo la encantan.
Olaa que van y vienen en su mente
Son sus alborotados pensamientos.
Confusos todos en tumulto ardiente
Brotando el corazón sus sentimientos;
Y al armonioso estrépito latente
Absortos los sentidos, los violentos
Impulsos del amor muestran pasmados
En éxtasis de gozo arrebatados.
¡Oh! ¡cómo vibra y en acorde canto
El alma de ella al alma de su amante!
3(34 EL DIABLO MUNDO.
¡Oh! ¡cómo tanto amor, delirio tanto
Se retrata en su célico semblante!
¡Oh! ¡cuál le presta su ignorado encanto
Su espíritu á su espíritu flotante,
Como el arco del músico se ag-ita
Cuando violenta inspiración le excita!
Que, como cuando arrebatado azota
Al muelle mar el huracán violento,
Las apiñadas olas que alborota
A merced van del combatido viento,
Así en la llama eléctrica que brota
El alma en cada nii^evo sentimiento,
Envuelta el alma ajena y sacudida
Vaga á merced de la pasión perdida.
Y ahora que así las almas considero
Prestándose placer, gloria y ternura.
Pararme un punto y lastimarme quiero
De mi propio disgusto y desventura;
Que ya gastado de mi ardor primero
El tesoro riquísimo se apura,
Y en mi amargo dolor continuo lloro
Perdido malamente aquel tesoro.
Aunque por otra parte, me consuela
No tener ya que ir como iba un día
A escape con el alma y dando espuela
Al alma que en mi curso antecogía;
Ni soñada esperanza me desvela,
Ni doy crédito ya á mi fantasía,
Y si de amor no late el pecho mío
También en cambio á mi placer me hastío,
¡Oh! ¡bendita mil veces la esperiencia
Y benditos también los desengaños!
EL DIABLO MUNDO. 365
Piérdese en ilusión, gánase en ciencia,
Gastas la juventud, maduras años.
Tanta profundidad, tanta sentencia,
Tantos remedios contra tantos daños,
¿A qué los debes, mundo, en tanta copia
Sino á la edad y á la esperiencia propia?
¿Y habrá tal vez alguno que sostenga
Que no vale la ciencia para nada?
¿Y habrá menguado que á probar nos venga
Que está la dicha en la ilusión cifrada?
¿Pues hay cosa que mas nos entretenga
Que medir de los astros la jornada,
Y saber que la luna es cuerpo oscuro,
Y aire ese cielo al paracer tan puro?
Viva la ciencia, viva, y si en el mundo
Perdiste ya del alma la energía,
Y en ella guardas con dolor profundo
Algún recuerdo de un dichoso dia,
Con viva aplicación, meditabundo
Engólfate en los libros á porfía.
Que aunque ellos nunca calmarán tu pena,
Al menos te dirán que es luna llena.
Y entre tanto, vosotros los que ahora
Pinté embriagados de placer y amores,
Gozad en tanto vuestras almas dora
La primera ilusión con sus colores:
Gozad, que os brinda la primera aurora
Con el jardin de sus primeras flores;
Coged de amor las rosas y azucenas
De granos de oro y de perfumes llenas.
Y sed vosotros isla de verdura
Donde reposo yo, cansado y yerto
366 EL DIABLO MUNDO.
Del sol que ennegreció mi frente para
Y del árido viento del desierto:
Idea de suavísima dulzura
Vosotros sed do el pensamiento incierto
Fije su vuelo, y vuestro aroma blando
Venga á mi corazón su afán templando.
FIN DEL CANTO CUARTO,
CANTO V.
CUADRO I
Interior de una taberna en el A.vapiés.
En un rincón junto á una mesa Adán con la Salada; ella con-
templándole con recelosa curiosidad, él distraído: grupo de
majos á un lado: grupo de manólos y manólas que danzan.
Un hombre con traje mitad seglar, mitad ecleciástico, flaco,
ruin de estatura, chato, lampiño y el pellejo arrugado, pelo
pobre y rojizo, chisgarabís repugnante, toca la guitarra. Su
edad cuarenta años (1).
UN MANOLO.
Buen ánimo, padre cura,
Vamos, otra seguidilla.
PRIMERA MANOLA. ^
¡Que seria está Saladilla!
SEGUNDA MANOLA.
Chica, por poco se apura.
PRIMERA MANOLA (al C'ltra),
Diga usted, cara de fuelle,
(1) Si modelo y dechado de todas las virtudes son el mayor número dr
nuestros sacerdotes, en todos tiempos, y especiulmenlc en los malavon-
lurados que corren, ha habido y se encuentran al^^unos miserables, hez y
escoria de lan resi)etable clase. El lector se acordará tan bien como nos-
:i68 EL DIABLO MUNDO.
¿No canta usted?
EL CURA.
(Co/i ademan salado qíie le sienta nmy mal.)
¡Salerosa!
PRIMERA MANOLA.
¡Viva la gracia!
SEGUNDA MANOLA.
Mohosa,
Mala mano te desuelle.
EL CURA (apurando el xaso).
¡Sangre de Cristo! al avío.
SEGUNDA MANOLA.
Vamos pues, toque usté á prisa.
EL CURA.
Consumé: sig'a la misa,
Y ayúdamela, hijo mió.
(A lüi mozalbete que alternará con él cantando.)
(Mientras rasga la guitarra y desaparece la fisonomía
del cura escuerzo entre millares ele innoMes gestos.)
No hay religión mas santa (canta.)
Que la de Cristo,
Que señala á los moros
Como enemigos.
Guerra á los cueros,
Porque matando moros
Se g-ana el cielo. (Danzan.).
SALADA .
¿Estás triste, dueño mió?
¿No respondes?
otros de liaber hallado en su vida alguno que, haciendo gala de su desver-
^nienzci. se parecía quizá al mezquino ente que aqui tratamos de describrir.
EL DIABLO MUNDO. 369
ADÁN [distraído).
No sé, siento
Una ansiedad, un tormento.
SALADA .
Me matas con tu desvío:
Mira, Adán, me miro en tí
Como en Dios: ¿qué mal te oprime?
Por Dios, Adán, por Dios díme
Que también me amas así.
ADÁN [con frialdad,)
Sí, te amo.
SALADA [con termira),
¿No es verdad?
Yo con locura: ¿suspiras?
¿No respondes? ¿no me miras?
{Adán recorre con los dedos la mesa, y los ojos bajos,
vrofnndamente pensativo; ella con zozobra le mira
fijamente y los ojos húmedos de lágrimas. Sigue la
danza,)
PRIMERA MANOLA [con dcsgarro.)
¡Jalea de navidad!
¿Quién me la compra?
SEGUNDA MANOLA.
(Señalando á Adán y ala Salada.)
¡Qué par!
¡La romántica! ya llora:
Traig-an ag-ua á la señora,
Porque se va á desmayar.
EL CURA [canta).
La mujer y las flores
Son parecidas,
Muclia gala á los ojos
Y al tacto espinas:
24
370 EL DIABLO MUNDO.
Y yo que teng-o
El corazón herido
Nunca escarmiento.
(Corro de guapos.)
PRIMER GUAPO.
¿Con que es aquel?
[Señalando á Adán con el gesto.)
SEGUNDO GUAPO.
Aquel es.
TERCER GUAPO.
Un trago, que pase el miedo.
SEGUNDO GUAPO.
Señor Matorrales, quedo,
Que es muy hombre.
TERCER GUAPO.
¿Por los pies?
SECUNDO GUAPO.
Y por las manos.
PRIMER GUAPO.
Amigo,
Dice el refrán que su silla
Pierde el que se va á Sevilla.
SEGUNDO GUAPO.
Y es natural.
TERCER GUAPO.
Pues yo dig-o
Que la cortaré la cara.
[Manolos dallando.)
PRIMER MANOLO.
Coja usted tierra, salero.
EL DIABLO MUNDO. 371
SEGUNDA MANOLA.
Estoy por decir no quiero.
EL CURA (mirando de reojo á los relajos.)
Buena danza se prepara.
[Canta.)
Tienes una boquirris
Tan chiquitirris,
Yo me la comeriba
Con tomatirris.
EL CHICO [canta).
Y en tus ojillos,
jAy! se me baila el alma.
Que me derrito.
PRIMER GUAPO.
¿No te ha conocido?
TERCER GUAPO.
No:
Está ella muy distraída.
SEGUNDO GUAPO.
Quien bien quiso tarde olvida.
TERCER GUAPO.
Pues ella pronto olvidó.
TABERNERO.
Una azumbre se me debe.
TERCER GUAPO.
Eche usted otra, que quiero
Que el mozo aquel tan salero
Y aquella niña lo pruebe.
ADÁN [á la Salada).
¡Me ahog^o! siento un deseo,
372 EL DUBLO MUNDO.
Salada, no sé de qué:
Un afán
SALADA .
Yo sí lo sé;
No me quieres: bien lo veo.
ADÁN .
¿Vistes aquel pez dorado
Que en tu casa en un fanal,
Breve lago de cristal^
Da vueltas aprisionado,
Y en la ventana al sol mira
Tejiendo en torno colores,
Y en las macetas las flores
Donde la brisa suspira:
Y ya escucha su rumor
Que le encanta, y le suspende
Ya la llama que se enciende,
Ya la beldad de la flor;
Y en su cárcel cristalina
Nada con mas ligereza
Por gozar de la belleza
Que los ojos le fascina?
Pues así yo, dueño mió,
La tierra, la luz, el cielo,
Disfrutar con loco anhelo,
Y sin saber cómo, ansio.
SALADA.
Mira, si tú, vida mía.
Me amaras como yo á tí,
Todo eso hallaras en mí
Y tu ansiedad calmaría.
Yo, que tu amor solo anhelo,
Para templar mis enojos,
Busco mi luz en tus ojos,
EL DIABLO MUNDO. 373
Hallo en tu frente mi cielo:
Y estando á tu lado, Adán,
Ni ese sol ni el cielo veo:
Que eres todo mi deseo
Y eres tú todo mi afán.
Decir ternuras ignoro,
Ruda y salvaje nací,
No sé qué pasa por mi
Ni tampoco por qué lloro:
Fuego en mi amargo dolor.
Fuego de Dios en mi estrella,
Que no me formó mas bella
Para aumentarte tu amor.
Mal haya, mal haya amen
Cuando te vi, ¿y quién te viera
Que al mirarte no aprendiera
Al momento á querer bien?
ADÁN.
¿Ves tú cuando tornasola
Los cielos la luz del dia,
Y huye la noche sombría,
Y en tintas mil arrebola
La aurora el blanco celaje,
Y cantan á la alborada
La aves en la enramada,
Luciendo el vario plumaje?
Mas placer, mas luz, mas vida,
Mas amor vierte á torrentes
Ese estrépito de gentes
Que en multitud confundida
Ayer vi cuando á tu lado.
Con tanto afán, tanto gozo,
Tanta gala y alborozo,
Bajaban tantos al Prado.
Adornos tan relucientes,
Ricos trajes y colores,
.374 EL DIABLO MUNDO.
Coches, caballos, primores,
Y gustos tan diferentes; ,
Y el lujo y la gentileza
De aquellos tan altaneros
Que llamas tú caballeros
Y damas de la nobleza;
¿Cómo pueden no admirar
Al que siquiera los mire?
¿Quién habrá que no suspire
Por su grandeza igualar?
SALADA .
¿Quién mejor que tú entre ellos?
Por el mejor de mas brio
No trocara yo, Adán mió,
Un rizo de tus cabellos.
ADÁN .
O estoy loco, vive Dios,
O no me entiendes, Salada.
TERCER GUAPO.
[Se acerca al primero con el jarro de vino.)
Vé y dales la cambiada
Y brinda tú por los dos.
[(puedan en observación en el rincón opíiesto tos dos
guapos.)
PRIMER GUAPO [á Adán y la Salada),
Dios bendiga lo que cria
Bueno y lo estoy yo mirando.
LA SALADA [con dcsgarro).
Vaya un don Necio.
PRIMER GUAPO.
Estimando.
Mi alma, mas cortesía.
Mocito, un sorbo siquiera. [A Adán.)
[Adán sin mirarle continúa distraido.)
EL DIABLO MUNDO. -^5
SIGUE EL PRIMER GUAPO.
¿Y usted, niña?
SALADA .
Me hace mal
La espuma.
PRIMER GUAPO.
jViva la sal!
[Acercá7idose al oído de ella,)
¿Está el gaché de quimera?
SALADA.
¿Sabe usted los mandamientos?
Pues el quinto no moler.
PRIMER GUAPO.
Se me olvidan sin querer
A veces.
TERCER GUAPO.
{A I segundo en acecho desde el rincón opuesto.)
Bebo los vientos
De pura cólera.
SEGUNDO GUAPO.
El majo,
De monos sin duda está.
PRIMERA MANOLA. [COTTO dC baile.)
¡Un soponcio, que me dál
PRIMER MANOLO.
iViva ese desparpajo!
EL CURA. (Cania.)
Nunca mató á los hombres
La pena neg-ra.
Desventuras y males
Y penas veng-an:
376 EL DIABLO MUNDO.
¡Ay! ¡las mujeres
A los hombres mejores
Les dan la muerte!
PRIMER GUAPO.
Mocito, ¿usted ha perdido [A Adán.)
El habla?
SALADA.
Vaya un moscón.
ADÁN.
No gasto conversación.
PRIMER GUAPO.
¿Se da usted por ofendido?
Pues lo siento.
ADÁN {con calma) .
Se acabó.
SALADA.
¿Lo quiere usted claro?
PRIMER GUAPO.
Sí.
SALADA.
Que está usted de mas aquí.
PRIMER GUAPO.
(Se rasca con sorna y meneos tnüíanescos,)
No entiendo indirectas yo.
TERCER GUAPO [al scgundo,)
El demonio me retienta,
Compañero, [Continúan en acecho.)
SEGUNDO GUAPO.
Crie usted pecho.
^ PRIMER GUAPO.
¡Tengo una sangre!
EL DIABLO MUNDO. 377
SEGUNDO GUAPO.
El despecho.
PRIMER GUAPO.
Y la indina que lo aumenta.
[Corro de taile.)
PRIMERA MANOLA.
Pae cura, usté se enronquece.
SEGUNDA MANOLA.
Hija, dale un caramelo.
EL CURA.
De verte á tí me amartelo,
Pichona,
SEGUNDA MANOLA.
Me lo parece.
EL CURA. [Canta.)
Arrecógete y brinca,
Menéate y salta.
Porque tanto meneo
Me lleva el alma.
EL CHICO. [Canta,)
iJesus, qué liga!
Y es lo bueno que nunca
Miente la pinta.
SALADA.
¿Con qué no?
PRIMER GUAPO.
Pues, por supuesto.
[Adán se levanta y lolcoge con fuerza del brazo.)
ADÁN.
Buen amigo, basta ya.
[L(^ separa sujetándole sin trabajo y Ticelve d sentarse.)
378 EL DIABLO MUNDO.
PRIMER GUAPO. [Eclia mauo á la navaja.)
Un demonio bastará,
Que el brazo me ha descompuesto.
TERCER GUAPO.
(4 1 segundo, echándose ya en medio.)
Compañero, me perdí.
SEGUNDO GUAPO. [SiguiéndoU.)
Ya se armó.
TERCER GUAPO.
[Desembozándose y presentándose á la Salada.)
Mala caxcoma,
Di, ¿me conoces? pues toma.
[Le tira una navajada á la cara que no le da.)
SALADA.
Esas se dan siempre así.
{Le entra el cuchillo junto al corazón.)
TERCER GUAPO.
¡La unción! ¡favor! ¡me han herido!
TABERNERO.
¡En mi casa!
EL CURA.
Las lió.
{Tira la guitarra y sale á escape.)
{Iluj/en todos precipitadamente; coge á Adán la Salada
del brazo, y salen juntos por la puerta de la trastienda.)
ADÁN.
¿Qué has hecho tú?
EL DIABLO MUNDO. 379
SALADA.
¿Qué sé yo?
Corre pronto.
TABERNERO.
Me han perdido.
[(Tente, justicia q%ie acude, etc.)
FIN DEL CUADRO,
Tu el espíritu, amor, tú eres la vida
De la mujer que en tu ilusión se ceba,
Y halla en tí solo su ansiedad cumplida
La que tu dardo penetrante prueba:
El viento en remolinos sacudida
Acá y allá inconstante el alma lleva
Del hombre, y pasajero devaneo
Eres no mas de su primer deseo.
Inmenso mar que brinda al naveg-ante
Con mansas olas y sereno viento,
Y una playa riquísima y distante
Que ilumina á su gusto el pensamiento,
Y una luz que se pierde rutilante
Y brilla con inquieto movimento,
(rlorias, tesoros, la esperanza ofrece
A su ambición que en su delirio crece.
380 EL DIABLO MUNDO.
¡Cuánto en la juventud la vida es bella!
Con músicas regala nuestro oido,
Los ojos guia reluciente estrella,
Brinda la flor aromas al sentido:
Lánzase el hombre con ardor tras ella,
Como al dejar el águila su nido
Buscando al sol, y con seguro vuelo
Volando á hallarle en el remoto cielo.
¿Quién parará su rápida carrera?
¿Quién pondrá coto á su afanar ardiente*í^
Corre campo á buscar como la fiera
Que se lanza en el circo de repente :
x\rrebata tal vez en su primera
Locura al que se opuso, indiferente
Lo abandona después. ¡Ay! ¡desdichada
La mujer que se oponga á su pasada!
Flor que arrebata de su tallo el viento,
La roba enamorado y se la lleva.
Bésala y acaricíala violento
Con nuevo ardor y con locura nueva:
Bebe su aroma de su olor sediento,
Y las hojas la arranca; en ella ceba
Su amoroso furor, y al fin la arroja
Cuando marchita y sin olor le enoja.
Y sigue, y allá va, y allá se lanza,
Y allá acomete, la región buscando,
Que la imaginación apena alcanza
A pintarse, su vuelo remontando:
Y él allá va, y ardiente se abalanza,
Cayendo y despeñado, y tropezando,
A merced de su propia fantasía^
Tras la engañosa estrella que le guia.
CUADRO 11.
ESCENA PRIMERA,
Habitación de la Salada.
ADÁN Y LA SALADA.
SALADA {acariciándole).
Gachón mió, di, ¿no das
Un beso á tu pobre amante?
ADÁN.
¿Por qué has herido á aquel hombre?
SALADA .
¿Por qué? porque yo á mi padre
Le he oido decir, que aquel gana
El pleito que pega antes.
ADÁN.
No sé por qué no me gusta
Ver esas manos con sangre:
^^82 EL DIABLO MUNDO.
¡Son tan lindas! llevar flores
Mejor que un puñal les cae.
SALADA.
Bien puede ser, y si quisieres,
Tan solo por agradarte,
Nunca cogeré un cuchillo,
Y aun dejaré que me maten.
[Con gachonería.)
ADÁN.
;Qué hermosa es! [La da un heso,)
(La Salada juega con sus rizos,)'
SALADA .
¡Cómo en ondas
Los negros rizos le caen!
Quisiera tener millones
De almas para adorarte,
Y en cada cabello tuyo
Enredar una. ¡No sabes
Cómo te amo, Adán mió!
Y en esos ojos que arden,
Quisiera ser mariposa
Para en su luz abrasarme:
Échate, Adán, en mi falda,
Así. ¿Estás bien? ¡Cuál te late
El corazón! ¿no es verdad
Que es solo mió? ¡Ah! dame
Otro beso, mas ¿qué tienes?
No me escuchas?
ADÁN [entre si),
¿Por qué nacen
Pobres como yo los unos,
Y nacen los otros grandes?
EL DIABLO MUNDO. 383
SALADA .
¿Qué murmuras?
ADÁN .
Tú que has visto
Esos ricos tan galanes,
Que en poderosos caballos,
Con jaeces tan brillantes
Galopan, ó reclinados
En mag-níficos carruajes,
Parece que se desdeñan
En su soberbia insultante
De mirar á los que cruzan
A pié como yo las calles;
Tú, en fin, que el mundo, aunque en vano
Quisiste ayer explicarme;
Mundo que en mil confusiones
Mas m.e enreda á cada instante,
Díme, ¿esas damas tan bellas
Con esos g-arbos y trajes.
Viven así? díme, ¿hablan
Como nosotros? ¿qué hacen?
SALADA {con gesto desaínelo).
Dueño mió, somos hijas
Toditas de un mismo padre,
Y la mejor es tan buena
Como yo, y igracias!
ADÁN.
Me hablaste
De eso de un padre común
También ayer.
SALADA .
Son de carne
384 EL DIABLO MUNDO.
Y hueso como tú y yo.
ADÁN.
Es inútil que me canse:
Ni yo te acierto á entender,
Ni tú aciertas á explicarte.
Pero dime, ¿cuáles son
Sus diversiones, sus bailes,
Su vida, sus aleg-rias,
Sus casas? ¿cómo se hace
Para juntarse con ellos.
Con ellos vivir, hablarles,
Y en lujo, poder y galas
A su grandeza igualarse?
SALADA.
¿Te acuerdas, Adán, del pez
Dorado, que entre cristales
Gira admirando del sol
Los rayos en que se parte,
Y oyendo el rumor del aura
Entre las flores suave.
Embebecido en su música
Ansia quebrantar su cárcel
Por gozar de la armonía
De luces, flores y aires?
Pues, pobre pez si cumpliera
Su voluntad, que al hallarse
En otro ajeno elemento
Del elemento en que nace,
Céñros, luces y flores
Le dieran muerte al instante.
Sueños son esos, Adán,
Los que tu mente distraen,
Aire que anhelas coger,
Porque los sueños son aire:
Entre esas gentes altivas
EL DIABLO MUNDO. 385
Quien mas de nosotros vale,
No alcanza sino desprecios
En premio de su donaire.
Nuestros enemig-os son,
Y el modo de ser ig-uales,
Es en la misma moneda
En que nos pagan pagarles.
¥ piensa... pero no quiero
Pensar en ello, ni caben
Pensamientos de otro amor
En tu corazón de ángel;
Pero... si acaso esas damas...
{Con ira celosa,)
Las de las blondas y encajes...
Tal vez... si tú en tu delirio
De mí olvidado... no sabes,
Adán, de lo que es capaz
Una mujer por vengarse;
Pero no, no: no es verdad:
Tu amor es mió: Adán, dame
Mil besos, uno tan solo
Que mis inquietudes calme.
ADÁN.
Puede ser; pero ¿por qué
Riquezas que son palpables.
Galas que miran mis ojos.
No lian de estar nunca á mi alcance?
Tanta ansiedad me fatiga.
Mil pensamientos combaten
Dentro de mí, pasan, huyen...
Un beso, mi bien.
[Le hesa la Salada con amor.)
Regale
Tu boca mi corazón:
Y entre tus brazos descanse
25
386 EL DIABLO MUNDO.
De tanto afán. {Se duei^me,)
[La Salada le contempla dormido con ternura intima,
y le hace aire con un aMnico, mientras le guarda el
sueño. Besa de cuando en cuando la frente hermosa y
serena de Adán, y le separa los rizos que el aire sue-
le traer d vagar solre ella.)
SALADA.
Se lia dormido.
iQué hermoso es! ¡qué suaves
Sobre sus cerrados ojos
Las negras pestañas caen!
¡Cómo respira! No hay flores
Que tan rico olor exhalen
Como para mí su boca:
jCómo en su frente se esparce
Tanta belleza, reunida
A tan varonil y grave
Majestad! ¡Qué diferente
De los otros hombres! ¡Nadie
Mas feliz que yo! ¡amor mió!
jAh! ¡Déjame que te ame
Toda mi vida, y me muera,
Mi bien, así, contemplándote!
Pero ¿por qué esta zozobra
Con que el corazón me late?
¿Por qué de súbito siento
Ira y locura, y matarle,
A veces cuando le miro.
Quisiera, y luego matarme
A mí también? ¿Porque sea
Mío solo? ¿Quién robarme
Mi dicha y su amor intenta?
Él es mío, no ama á nadie.
Ni puede amar sino á mí:
A mí sola, á mí; ¿y quién sabe
Si siempre así me amará?
EL DIABLO MUNDO. 387
¡Oh! ¡El corazón se me parte
De solo dudarlo! entonces...
¡Triste la que me arrebate
Su corazón! ¡Oh! ¡morir
Solo me queda en tal trance!
¡Matarle y morir, y luego
Idolatrar su cadáver!
¿Y qué mujer de mis brazos
Será capaz de robarte,
Adán mió? [Con íermira.)
¡Cómo suda!
[Le enjuga la frente con im pañuelo blanco.)
¡Oh! sean mis manos cárcel
De ese corazón que es mió;
Que no me lo robe nadie.
[Le pooie amMs manos sodre el pecho, como para apri-
sionarle el corazón.)
¡Oh! deshojad sobre su frente flores
Del noble mozo en su primer mañana,
Guardad su sueño, amores,
Mimad conmigo su beldad temprana,
Dejadme en mi alegría
Cuidar yo sola de la flor que es mia.
ADÁN [despierta),
¡Qué calor! ¿dónde estoy?
SALADA.
¿No me ves? á mi lado.
ADÁN.
Aquí, bien mió,
¡Oh! si, soñaba;
Pero un sueño tan dulce, un desvarío
Tan alegre, que el alma me robaba.
388 EL DIABLO MUNDO.
SALADA.
[Reconviniéndole dnlcemeníe, )
Iso hay sueño alg-uno por feliz que sea,
Que yo no cambie por mirar tus ojos,
Y tú el sueño al dejar que te recrea,
Viéndome al despertar sientes enojos.
ADÁN.
Era un sueño... Sabrás, hermosa mia,
Que era una tarde en el florido Abril,
Cuando viste del campo la alegría
Hojas al bosque, flores al jardin:
Vagaba solo yo por la ribera
Del Manzanares: lo que fué de tí
No sé, Salada mia, ni siquiera
Como yo solo me encontraba allí. -
Cuando de pronto, á la azulada cumbre
De un monte lejos me sentí volar,
Y un hilo suelto al aire en viva lumbre
Vi ante mis ojos fúlgido ondear.
Yo asido al hilo trepo á la montaña,
¡Oh! ícuánto entonces á mis plantas vi!
jCaántos acentos y algazara extraña
Alzarse alegre de repente oí!
Haciendo generosa gentileza.
Cien caballeros rápidos pasar.
Ágiles vi, domando la fiereza
De sus caballos que al galope van.
Y entre la luz de remolinos de oro
Que deslumhran los ojos como el sol,
EL DIABLO MUNDO. 389
Mujeres, de beldad rico tesoro.
Brindando glorias, y vertiendo amor:
Y danzas, jueg'os, y alg'azara y vida.
Magnífico tropel y movimiento,
Riqueza abandonada y esparcida
Cuanta puede crear el pensamiento.
Y yo también con ellos me juntaba,
Y con oro y con trajes de colores
Ya cual aquella gente me adornaba,
Y era también señor entre señores.
Y también mis caballos á mi brio...
SALADA.
;Y ni un recuerdo para mí entre tanto,
Ni un recuerdo g-uardabas, Adán mío,
A esta pobre mujer que te ama tanto!
ADÁN.
Y en un caballo con la crin tendida,
La cola suelta vagarosa al viento,
Y la abierta nariz de fuego henchida.
En alas iba yo de mi contento.
Y zanjas, montes, valles y espesuras,
Y ramblas, y torrentes traspasaba,
Y otros montes después, y otras llanuras,
Y nunca fin á mi carrera hallaba.
Y siguiendo á mi loca fantasía,
.linete alborozado en mi bridón,
Latiendo de entusiasmo y de alegría.
Mi anhelo redoblaba su furor :
Aíi frente sudorosa palpitando.
Azotaba mi rostro el huracán.
300 EL DIABLO MUNDO.
Mis ojos fuego en su inquietud lanzando,
Campo adelante devorando van.
¡Ohl iqué placerl En medio al torbellino,
Oir el trueno rebramar y el viento,
Siguiendo en polvoroso remolino
El ímpetu veloz del pensamiento:
Y en incesante vértigo y locura,
Desvanecida en confusión la mente.
Cuanto el deseo y la ilusión figura
Arrojarse á alcanzarlo de repente!
¡Ohl yo entendía voces y cantares,
Y vi mujeres ante mí volar,
Y atrás quedaban gentes á millares,
Y encontraba otras gentes mas allá.
¡Ohl si me amas, si tu amor es cierto.
Llévame al punto donde yo soñé:
¡ün caballol ¡un caballo! ¡campo abierto!
Y déjame frenético correr.
Viento que en torno de mi frente brame,
Rayos que sienta sobre mí tronar,
Triunfos, y glorias, y riquezas dame
Que derramen mis manos sin cesar.
SALADA.
¡Oh! ¡Idanl ¡Adán! ¡Tu corazón no es mió!
;0h! Tu ambicioso corazón delira;
¡Ayl ¡que me lo robó tu desvarío,
Y por solo mi amor ya no suspira!
Pobre mujer, ¿qué puedo yo ofrecerte.
Ni qué te puedo en mi desdicha dar? ^
EL niABLO MUNDO. 391
Ten compasión de mí, dame la muerte;
¡Oh! no me dejes sin tu amor llorar.
¡Ah! dime ¿dónde, dónde yo podria
Hallar esas ventaras para ti?
^,Dónde? mas ;ah! que la desdicha mia
En mi impotencia me arrojó á morir!
¡Jamás, jamás, Adán, nunca hasta ahora
Mi bajeza en el mundo he conocido.
Mi corazón que desg^arrado llora
Tan amarg-o dolor nunca ha sentido!
¡Oh! ¿qué me da mi condición villana?
Despreciable mujer, jug-uete vil,
Arrojada en el mundo una mañana
Cuando la luz entre miserias vi.
¡Cuando entre bosques que el viajante ig*nora
Mi madre moribunda me parió.
Nacida al mundo en maldecida hora,
Fruto podrido, hija de un ladronl
¿Sabes, Adán, lo que le gfuarda el mundo
A la que nace como yo nací?
En una cárcel un rincón inmundo,
Y un hospital quizá donde morir:
Una belleza, infame mercancía,
Que una pobre mujer por oro trueca,
Y g-ozando en su propia villanía
Un corazón que el infortunio sece.
Y en pecado y verg-ilenza concebida,
Y en la frente el escándalo, marchar
A abrirse campo en su azarosa vida
Con lucha eterna é incesante afán.
392 EL DIABLO MUNDO.
¡Miserable de mí! ¡yo habia vivido
Contenta con mi orgullo en mi bajeza!
Tú no lo sabes, pero tú has herido
Un alma, en fin, que á comprenderse empieza
Tú, Adán mió, sin querer has hecho
Pedazos mi amargado corazón.
Perdida ya la que guardó mi pecho
Ilusión dulce de un dichoso amor.
jOh! ven acá, te estreche entre mis brazos;
Déjame en mi dolor llorar asi:
¡Fueran, Adán, eternos estos lazos,
Y yo llorara en mi aflicción feliz!
¡Déjame que te bese con locura.
Déjame que te apriete al corazón!
No sé qué voz secreta en mi amargura,
Adán, me dice que á perderte voy.
¡Perderte! ¡y para siempre! ¿y yo que nada
Quiero ya, sino á tí, voy á perderte?
Déjame así morir, así abrazada,
¡Muriendo yo bendeciré mi muerte!
Mira, Adán mió, alma de mi vida,
Yo no soy mas que una infeliz mujer,
Pobre en el mundo, una mujer perdida,
Con solo desventuras que ofrecer.
No tengo nada; ¡pero te amo tanto!
¡Tengo un tesoro para tí de amor!
¡Oh! no me dejes, muévate mi llanto,
Muévate mi afligido corazón.
¡Oh! ¡no me dejes! y pues ansias oro
Y dichas que no alcanzo á darte yo^
EL DIABLO xMUNDO. 393
El mundo te prodig'ue su tesoro,
Y yo, tu esclava, te daré mi amor.
Yo sufriré en silencio tus desvíos,
Yo, tu criada, partiré tu pan,
Y una mirada de esos ojos míos
Hará mi dicha, premiará mi afán.
¡Ay! ¡no me dejes nunca!
ADÁN.
¿Yo dejarte?
¿Y para qué, y por qué? ¡tú, mi querida!
¿Ni cómo, aunque quisiera abandonarte,
Juntos til y yo lanzados en la vida?
Tu desdicha en tus quejas adivino:
?,Y habrá de ser eterno tu dolor?
¡Qué poderosa mano á ese destino
Pf:ra siempre, Salada, te amarró!
¡Oh! en esas tierras donde yo soñaba.
Allí, do todo es glorias y placer,
Allí, do nunca de gozar se acaba.
Ven, mi Salada, ven y te amaré.
Un caballo, un camino, y á ese cielo
Yo escalaré; yo siento dentro en mí
Fuerza bastante en mi ambicioso anhelo
Para cambiar, ¡quién sabe! el porvenir.
SALADA.
[Dejándose arrebatar del entusiasmo de Adán.)
¡Juntos! ¡juntos los dos! ¡Oh! sí, marchem.os,
Rompamos del destino las cadenas:
El mundo no es Madrid, juntos volemos
A otras gentes hallar y otras escenas:
;^94 EL DIABLO MUNDO.
¿Qué, adonde quiera llevaré en mi frente
Grabado el sello de vergüenza? No:
l^ue en otras tierras, y entre nueva gente
Ennoblecida brillará en tu amor.
Huyamos, si, de la laguna impura
Donde entre cieno sin tu amor viví;
Huyamos á esas tierras de ventura
Que á entrambos nos ofrece el porvenir.
¡Gracias! ¡gracias! amor, bendito seas,
Que mi bajeza me revelas tú:
Huyamos luego, Adán, donde deseas,
A otro país que alumbrará otra luz!!
ESCENA n.
Dichos y el Cura
(Poco después hasta seis hombres de malas cataduras y modales rústicos.^
EL CURA [frotándose las manos),
¡Albricias! ¡no hemos salido
De mala! por la tetilla
Derecha le entró, y si acierta
A entrarle mas una línea.
EL DIABLO MUNDO. 395
Pax Christi,
ADÁN {aparte á la Salada).
,No sé por qué
Me irrita solo la vista
De ese sapo.
SALADA.
Adán, huvamos.
¡Y yo contenta vivia! (Apa^^ie.)
EL CURA {con toíio tniJianesco) .
Vive Dios, señor Adán,
Que tiene usted una niña,
Que da la vida á un cristiano,
Lo mismo que se la quita:
Tan buena para un barrido
Como un fregado: ¡qué vivan
Esos ojuelos que matan,
Princesa, y esas manitas!
ADÁN {con impaciencia).
;Ea! basta ¿qué queréis?
EL CURA.
Si incomoda mi visita
Me iré: mas ya me hago cargo,
La gente se divertía
Como Dios manda: ¡solitos!
¡El demonio me maldiga!
Mas siento yo interrumpir
Pero vamos yo creia
Que para todo liabia tiempo
Luego como corre prisa
Nuestro negocio, y los otros
Van á acudir á la cita
Y según me lian dicho, usted
Es también de la partida.
396 EL DIABLO MUNDO.
Yo, por eso La señora,
Que me conoce hace dias,
Sabe muy bien que no soy
Yo mosca nunca: en mi vida
La he estorbado para nada
Cada cual allá se avía,
Y á vivir. ¿Qué, no es verdad,
Señora Salada?
SALADA [aparte].
Grima
Me da de oirle.
EL CURA.
Lo otro
No es cosa que á usted le aflija:
Él ya habrá muerto á estas horas,
Y la señora justicia,
Como no sabe quién fué
Quien le apago, ni en su vida
Sabrá tampoco á quién tiene
Que acudir, queda per islayn:
Aquí no hay nada qué hacer
Sino apandarse unos dias,
Y ag'uardar que Dios mejore
Sus horas. Tiberio viva,
Y el pan á dos cuartos. ¡Prenda!
[Acercándose al oído con instancia y picar di g ¡hela.)
Vamos, una preguntilla:
¿Qué le ha dado usté al mocito
Que está que parece quina?
SALADA [con desaJjrimiento).
Oiga usted, padre curiana,
A un ladito, que me tizna.
[Entran los seis.)
EL DIABLO MUNDO. 397
PRIMERO.
La paz de Dios, caballeros.
( l^a// entrando, unos se sientan, otros se quedan de pié.
algunos sacan tadaco.)
EL CURA.
Ya está la gente reunida.
[Da tm silbido, y se asoma á una reja donde acude %m
chico con quien habla.)
Pupas, ya sabes la seña,
Corre á tu puesto y avisa.
SEaUNDO.
¿Con qué es la cosa esta noche?
TERCERO.
\A I primero, señalando a A dan,)
¿Es este el mocito, Chispas,
Que recomendó su padre?
PRIMERO.
Pues, el mesmo.
CUARTO.
A Saladilla
El diablo le ha vuelto el juicio.
TERCERO.
Padre cura, ¿qué noticias
Tiene?
EL CURA.
Muchas y muy buenas.
PRIMERO .
Pues desembuche.
398 EL DIABLO MUNDO.
QUINTO [seüalimdo á Adán),
La pinta
Es de un elefante en leche.
Mocito ¿hay ánimo?
ADÁN.
Y diga,
¿Para qué me ha de faltar?
REXTO.
Como es la primer cabrita
* Que desuella
ADÁN.
La primera
Vez que he pensado en mi vida,
Pensé alcanzar con la mano
Donde alcanzaba la vista.
PRIMERO.
Bien dicho.
[El padre cura entre tanto lia estado liallando d los^
otros,)
CUARTO.
¿Y en eso está?
EL CURA.
Luego que quedó Chiripas
En abrir por la cochera
Y darnos entrada arriba,
Dije para mi capote:
Recemos la letanía,
Y entonemos un Te Beiim,
Porque la ocasión la pintan
Calva; y para sosegar
EL DIABLO MUNDO. 399
Mi conciencia dije á un quidan
Que en la taberna de enfrente
Estaba, que hiciese esquina
Sin quitar ojo á la casa,
Y pagara por Chiripas
Cuanto bebiese, que yo
Esta noche volverla
Con mi guitarra y mi acólito,
A echar cuatro seguidillas
Y alegrar el barrio.
TERCERO.
Y oiga ;
¿Entra en el ajo Chiripas?
EL CURA.
Él, como es natural.
No quiere que nunca digan
Que fué capaz de vender
Ni hacer una alevosía
A la que le da su pan :
Eso no, bueno es Chiripas...
No digo yo á su ama, á nadie
Hará una mala partida.
PRIMERO.
Y hace bien.
EL CURA.
Pero es distinto
Que en estando ya dormida
La gente, que entréis vosotros
Y le atéis, y luego os sirva,
Llevándoos sin hacer ruido.
Ni ver á nadie, á la misma
Alcoba donde su ama,
Que no espera la visita,
Dormirá : y asi ha quedado
400 EL DIABLO MUNDO.
En que la cosa se haria,
Para no tener que ver
Después él con la justicia,
Cumplir como buen criado
Y hombre de bien. Yo en la esquina
Mientras, liaré la deshecha,
Y allí con mi guitarrilla,
[Hace gestos dejaleador.)
Y cuatro coplas, y alza
Que te se vé hasta la liga,
Y toma y vuelve por otra.
Tendré la gente reunida
De la calle: por si acaso
Cacarea la gallina
Que no se oiga y que en paz
Vosotros hagáis la limpia.
TERCERO.
¿Y habrá fango?
EL CURA.
Hasta los codos :
Es la condesa de Alcira
Viuda con muchos millones,
Y alhajas y piedras finas,
Y mas condados y rentas
Y tierras que el mapa pinta.
PRIMERO.
Moneda acuñada, padre,
Y déjese de baratijas.
SEGUNDO (refregándose las manos),
¿Y es buena moza?
TERCERO.
Me gusta
La pregunta ; que sea rica
EL DIABLO MUNDO. 401
Y haya donde entrar la mano,
Y mas que tenga comida
La cara de lamparones.
ADÁN [con mterés.)
¿Y es de esas damas que habitan
Palacios?
EL CURA.
Uno tan grande,
Que entrando no se atina
A salir: pero no hay miedo,
Que para eso está Chiripas,
El lacayo incorruptible
Y fiel, que hallara salida
Al laberinto de Creta.
(Se va haciendo de noche. La Salada entra con un velón
encendido,)
ADÁN.
¿Tendrá coches?
' EL CURA.
Y berlinas,
Y cabriolés, y oro y plata
Mas que producen las Indias.
PRIMERO.
¡El chibato! de oirlo solo
Los ojos se le encandilan.
LA SALADA [aparte).
(Con los ojos llenos de lágrimas.)
¡Pobre de mí!
PRIMERO.
Chica, ¿lloras?
SEGUNDO.
¿Por qué llora usted, mi vida?
2()
402 EL DIABLO MUNDO.
ADÁN {sin reparar e7i ella).
Vamos pronto, vean mis ojos
Cuanto vio mi fantasía:
Toquen mis manos en fin
Los sueños de mi codicia.
TERCERO.
Buen pollo; que á este le pongan
Donde haya.
PRIMERO.
Bien se explica.
SEGUNDO {d la Salada).
Pero ¿por qué llora usted?
PRIMERO.
Cosas de mujeres.
QUINTO.
Niña,
¿Le duele á usted alg-o?
SALADA.
El alma
Y el corazón; ^dan, mira,
(Se adelanta con] energía á Adán.)
¿Ves estas lágrimas? son
Las primeras que en mi vida
Me ha hecho derramar un hombre;
No hagas tíi que mi desdicha
Se trueque en rabia, y se cambie,
Adán, mi ternura en ira:
No quiero, no, tú no irás
Porque yo no quiero.
EL CURA.
¡Chispas!
EL DIABLO MUNDO. 403
¡Que mala yerba ha pisado
La mocita!
SALADA .
Tú imaginas
Que esa mujer es hermosa:
¿Pensabas que yo querria,
Que lo imagino también,
Dejarte ir? ¡Ah! ¿tú olvidas
Que yo te amo y te finges
Ilusiones y alegrías
En otra parte, sin mi,
Con otra mujer? ¿La hija
Del ladrón cambiar presumes
Con desprecio por la altiva
Condesa, por la señora
Que arrastra coche? deliras.
Sí, tú te has dicho á tí mismo:
Es una mujer perdida;
La que ha nacido en el fango
Que llore en el fango y viva.
Tú has olvidado mi amor.
Mi delirio^ mis caricias
¡Ingrato! que sin tu amor,
(Con lermira y saltmcloseU las lágrimas.)
Sin tí detesto la vida,
Que no tengo mas que á tí.
Que te amo: ¡oh! de rodillas
Yo te lo ruego, Adán mió,
No vayas, te lo suplica
Tu pobre Salada, no
Perdona, Adán, alma mía.
No vayas, no, el corazón
Me da que alguna desdicha
Nos va á suceder no vayas.
¿No harás lo que yo te pida?
404 EL DIABLO MUNDO.
ADÁN.
¿No ir? Salada, ¿no ir yo
Cuando fortuna me brinda,
Y en realidades mis sueños,
En verdad mi fantasía
Trueca? ¿quién? ¿yo, yo no ir?
¿Yo no ir? tú desvarías.
PRIMERO.
Pero ven acá, ¿tú quieres
Que tu galán sea un gallina?
SALADA .
¿Tú á qué has de ir? [Si supieras.
Adán mío, cuan indigna
Hazaña van á emprender
Estos hombres! ¡Ah! tú huirías
De ellos. Tu corazón
Noble, di, ¿no te avisa
De la bajeza del hecho?
EL CURA.
Vaya una rara salida:
El demonio predicándonos
Un sermón de moralista.
ADÁN.
Mira, Salada, no sé
Si la acción que se medita
Es buena ó mala, ni entiendo
Qué es mal ni bien todavía:
Yo allá voy: cualquiera sea
El hecho, dicha ó desdicha
Nos traiga, yo he de seguir
La inspiración que me anima.
¿Acaso he nacido yo
EL DIABLO MUNDO. 405
Para vivir en continua
Agitación? ¿No podré
Seguir á mi fantasía
Jamás? No, Salada mia:
Glorias y triunfos me pinta
Mi deseo; la fortuna
A mi anhelo campo brinda
Donde cumplirlo: yo quiero
Ver, palpar cuanto imagina
Mi mente: de una ojeada
Ver todo el mundo que gira
A mi alredor: allí luego
Tú vendrás: donde yo elija
Un sitio para los dos.
iOh! Si me amaras, tú misma
Me llevarías. — ¿Y quién
Habrá jamás que me impida
Volar donde yo desee?
¡Fuera injusto! y romperían
Mis manos, sí, las cadenas
Que aprisionaran mis iras.
PRIMERO.
Bien dicho.
SALADA {con mimo).
Díme, Adán mío,
¿Me amas? ¿Por qué te irritas?
;0h! ¡no te enojes conmigol
Dame un beso, una caricia:
Ya que te empeñas en ir
Otro beso. ¿No podrías
Ir otra vez, dueño mío,
Dejarlo para otro dia?
Las horas se me hacen siglos
Sin tí, todo me fastidia.
¡Yo que pensaba esta noche
406 EL DIABLO MUNDO.
Pasarla en tu compañía
Tan feliz, y acariciarte
Tanto! no hay mayor desdicha,
Tú ya lo sabes, Adán,
Que una esperanza fallida.
Si te vas ¿qué haré? llorar.
Otro beso: no hay delicia
Ig'ual: los dos aquí solos
Entre amores y caricias
Corriendo las horas: yo
Te contaré mis fatigas.
Mi amor cuando estabas preso.
¡A tí no te cansa oirías!
¿No es verdad^ mi bien? ;Ah! dame
Otro beso
ADÁN [conmovido),
¡Vida mía!
No llores, no, yo te amo
Yo haré lo que tú me pidas.
TERCERO.
Eso es, ya está hecho un mandria.
SEGUNDO .
¡Y lo que sabe la indina!...
EL CURA.
Señores, aquí se quede
El que quiera, que maldita
La falta que nadie hace.
Nuestra condesa de Alcira
(Con intención á Adán,)
Nos aguarda con sus coches,
Su palacio y joyerías:
Nosotros vamos allá.
EL DIABLO MUNDO. 407
Conque, amig'o, hasta la vista.
(Dándole á Adán en el Jiomlro,)
SALADA .
¡Maldita sea tu lengua
Que me arrebata mi dicha!
ADÁN.
¡Oh, es verdad! y yo olvidaba
SALADA {arrojándose en sus irazos).
¡Adán mió!
ADÁN [con aspereza).
Mujer, quita.
(Se arranca de ella, la Salada cae desplomada de dolor
en %na silla. Salen los Mndidos, y Adán el primero,)
FIN DEL CUADRO.
CANTO VI.
Era noche de danza y de verbena,
Cuando alegra las calles el gentío,
Y en grupos mil estrepitosos suena
Música alegre y sordo vocerío.
Sonó pausada en el reló la una.
La paz reinaba en el sereno azul;
Bañaba en tanto la dormida luna
Las altas casas con su blanca luz.
Y en un palacio, alcázar opulento
De soberbia fachada^, en un balcón
Penetraba su rayo macilento
Entreabierto el cristal por el calor.
Lámparas de oro, espejos venecianos.
Áureos sofás de blanco terciopelo.
Sillas de nácar y marfil indianos.
Los pabellones del color del cielo.
Caprichos raros de la industria humana,
Relieves y elegantes doraduras,
Jarrones de alabastro y porcelana.
Magníficas estatuas y pinturas,
Ornan confusas la soberbia estancia
Que allá se pierde en mágica crujía,
EL DIABLO MUNDO. 409
Salones tras salones y á distancia
Se abre de mármol ancha gradería.
Y allá á un jardín, mansión encantadora
De las fadas, conduce, y mil olores .
Esparce en los salones voladora
La brisa que los roba de las flores.
¿Quién la deidad, el ídolo dichoso
De aquel templo magnífico será?
¡Templo soberbio, alcázar grandioso
Que con oro amasó la vanidad!
Bella como la luz de la serena
Tarde que á la ilusión de amor convida,
El alma acaso de amarguras llena,
Hermosa en el verano de la vida,
Una mujer dormida sobre un lecho
Riquísimo allí está, los brazos fuera;
Palpítale desnudo el blanco pecho.
Vaga suelta su negra cabellera;
La almohada á un lado, la cabeza hermosa
En un escorzo lánguido caida.
Turbios ensueños á su frente ansiosa
Vuelan tal vez desde su alma herida.
Una velada lámpara destella
Su tibia luz en rayos adormidos.
En desorden brillando en torno de ella
Mil lujosos adornos esparcidos.
Aquí un vestido de francesa blonda.
La piocha allí de espléndidos brillantes.
La diadema de piedras de Golconda,
Sobre el sofá los aromados guantes:
410 EL DIABLO MUNDO.
De flores ya marchita la guirnalda,
Allí sortijas de oro y pedrería,
Arrojada en la alfombra rica banda
Bordada de vistosa argentería
Bandas^ sortijas, trajes, g-uantes, flores,
No os quejéis si os arroja con desden:
iEl placer, la esperanza y los amores
Ella arrojó del corazón también!
;Ay! que los años de la edad primera
Pasaron luego y la ilusión voló,
Y al partirse dejó la primavera
Al sol de Julio que agostó la flor.
Y al alma solo le quedó un deseo
Y un sueño le quedó á su fantasía,
Loco afán y engañoso devaneo
Que en vano en este mundo hallar porfía:
Y el corazón que palpitaba ufano
Henchido de esperanza y de ventura,
Donde placer halló, lo busca en vano,
Perdida para siempre su frescura:
Y en vano en lechos de plumón mullidos,
En rica estancia de dorado techo.
Se reclinan sus miembros adormidos
Mientras despierto la palpita el pecho:
Y en él inquieto el corazón se agita,
Y un tropel de deseos y memorias
Su mente á trastornar se precipita,
Volando ansiosa tras mentidas glorias:
Y en vanó busca con avaro empeño
Paz para el corazón en sus rigores;
EL DIABLO MUNDO. 411
Sus ojos cerrará piadoso el sueño,
Pero no el corazón á sus dolores.
Despierta, cuenta con mortal hastío
Las horas en su espléndida mansión,
Lánzase al mundo y con afán sombrío
Huye otra vez de su enojoso ardor:
Todo la cansa, en su delirio inventa
Cuanto el capricho forja á su placer;
Y ya cumplido, su fastidio aumenta
Y arroja hoy lo que anhelaba ayer.
¡Oh! que no hay artífice en el mundo
Que sepa fabricar un corazón,
Ni sabio hay, ni químico profundo
Que encuentre medicina á su dolor!
Los trajes, bandas y aromosas flores,
Aquellos oros por allí esparcidos.
Extranjeros riquísimos primores
A que eligiese á su placer traídos,
Viólos apenas y arrojólos luego
Acá y allá lanzados con desden;
Que harta su alma y el sentido ciego
Todo le cansa cuanto en torno ve:
Y duerme ahora, y su entreabierta boca
Donde entre rosas se entrevé el marfil.
Respira del afán que la sofoca
Fuego que el corazón lanza al latir;
Sus labios mueve y en su hermosa frente
Rasgos inquietos crúzanse en montón;
Cual detrás de la nube trasparente
Sus rayos lanza moribundo el sol;
412 EL DIABLO MUNDO.
Y acaso entre una lánguida sonrisa
Resbalar una lág-rima se ve,
Cual suele al movimiento de la brisa
Diáfana gota por la flor correr.
¿Por qué esa angustia y respirar violento?
¿Por qué soñando con dolor suspira?
Tan hermosa y con tanto sentimiento,
¡Ay! ¿por qué al corazón lástima inspira?
Un hombre en tanto de feroz semblante,
De repugnante y rústico ademan,
Y en la diestra un puñal, con vigilante
Faz cuidadosa y temeroso andar,
Súbito entró en la estancia y silencioso
A la dormida dama se acercó.
Contemplóla un momento receloso
Y por sus pasos á salir volvió.
«Duerme como un lirón,» dijo en voz baja
A otros que afuera y en aguardo están,
Y añadió mientras cierra su navaja: —
«Manos pues á la obra y despachar.»
Y con destreza y silencioso tino
Abren y descerrajan á porfía.
Alegre el corazón del buen destino
Que sus intentos favorece y guia:
Y aquí amontonan, y acullá recogen,
Rompen allí y arrojan con desden,
Y aquí los unos con cuidado escogen,
Despedazan los otros cuanto ven;
Y con ansia brutal oro buscando
Con insaciables ojos la codicia,
EL DIABLO MUNDO. 413
Riquezas y tesoros anlielando.
Riquezas y tesoros desperdicia.
Estremécese el alma al menor ruido
De temeroso sobresalto llena,
Páranse un punto, aplican el oido,
Y vuelven otra vez á su faena,
Y en medio á su azaroso y mudo empeño
Rompe el silencio súbito rumor,
Y vuelven todos con airado ceño
Los ojos con afán donde sonó;
Y lleno de infantil sandia alegría,
Miran á Adán que escucha embelesado
La estrepitosa súbita armonía
Que oculta en un reló de pronto hallado.
De g-ozo el alma y de esperanzas llena
Y ávido de sorpresa el corazón.
Indiferente actor de aquella escena
Registra todo con pueril candor:
Y aquí contempla y palpa los colores
Del rico pabellón de oro bordado;
Allí admira los nítidos primores
Del limpio nácar y el marfil labrado:
Mas allá en la pared le maravilla
Aparecida mágica figura,
En cuyos ojos animados brilla
Cándida luz de celestial dulzura:
Formas aéreas que copió en el cielo
La mente de Murillo y Rafael,
Virgen divina, celestial consuelo
Que trasladó á la tierra su pincel.
414 EL DIABLO MUNDO.
Y un caballero vio que le miraba,
Que vivo allí lo trasladó Van Dyck,
Que altivo y con desden le contemplaba,
De noble aspecto y ademan gentil;
Y el tierno amor que el rostro de hermosura
De la virgen purísima le inspira,
Trocó luego en orgullo la bravura
Del caballero aquel que adusto mira.
Intrépidos en él clavó sus ojos
Brillantes de belleza y juventud, ,
Y provocar queriendo sus enojos
Llegóse á él y le acercó la luz.
Tocóle en fin é imaginóse luego
Que sombra nada mas la imagen era;
Y al irse despechado y con despego
Lanzó al retrato una mirada fiera.
Y volviendo la espalda, vio arrogante
Un mancebo galán que hacia él venia,
De negros ojos y gentil semblante
Que al suyo reparó se parecía;
Y sonrióse, y vio con gusto estraño
Su figura airosísima allí dentro,
Que tan terso cristal de aquel tamaño
Nunca hasta entonces la copió en su centro.
Y alegre el corazón miróse al punto
De sí agradado y reparó en su traje,
Y volviendo al retrato cejijunto
Luego lo comparó con su ropaje:
Y parecióle que mejor cayera
Aquel vestido en él que el que tenia,
EL DIABLO MUNDO. 415
Y mejor que su daga considera
Aquella larga espada que cenia.
Y una ninfa después blanca y desnuda
Al aire ve que suelta se desprende.
Gentil guirnalda que su salto ayuda
En sus manos purísimas suspende;
Suavísima figura y hechicera
En escog'ido mármol de Carrara,
Que al aire desprendida va ligera,
El juicio pasma y los sentidos para.
Todo lo mira Adan^, todo lo toca;
Todo lo corre con prolijo afán,
Y allá en los sueños de su mente loca
Ser gran señor imaginando está:
Y carrozas, y triunfos, y contentos,
Raudos caballos de indomables bríos,
Y raros y magníficos portentos
Brindan á su ansiedad sus desvarios.
Y esto deja entre tanto, aquello toma,
Destapa un pomo de dorada china.
Viértese encima su fragante aroma^
Allá á otro objeto su atención inclina;
Toca y enciende un rico pebetero,
Báñase en ámbar súbito la estancia;
Y en un sillón sentándose frontero
Gózase en su dulcísima fragancia.
Mas allá relumbrante joyería
Sobre una mesa derramada está,
Y se prende una flor de pedrería;
Luego al espejo á contemplarle va:
416 EL DIABLO MUNDO.
Niño inocente que encantado vaga
En medio al crimen que acompaña ciego^
Que cuanto en torno ve todo le halaga
Y á todo codicioso acude luego:
Que de la cárcel á los dulces lazos
Pasó encantado en su primer amor,
Y la bella Salada entre sus brazos
Enamorada de él le aprisionó:
Que luego el mundo apareció á sus ojos
Adornado de gala y de alegría,
Y su vista creó nuevos antojos,
Nuevos ensueños que gozar ansia:
Y libre allí cual caprichoso niño,
Que alegre corre y libre se figura,
Si burló acaso el maternal cariño
Y por campo y ciudad va á la ventura;
Así la dulce libertad sentida,
Adán huyó de su infeliz manóla;
Y allí en su gozo embebecido olvida
La que le llora enamorada y sola:
Y así mirando y revolviendo todo
Párase ante un magnífico reló,
Y de gozarlo imaginando modo.
Toca, y la oculta música sonó.
Al impensado estrépito los ojos
Volvieron todos, y mirando á Adán
Saltaron á sus rostros los enojos
Y aun alguno echó mano á su puñal:
— «Clávale ahí: maldita sea la hora
Que ese menguado con nosotros vino.»
EL DIABLO MUNDO. 417
—«Por poco, señor curro, se acalora,» —
Repuso Adán mirando al asesino.
Y con sereno rostro y con desdeño
Señalando al puñal se sonrió,
Dobló el bandido á su sonrisa el ceño
Y colérico á herirle se arrojó.
Trabárase la lid si un alarido.
Un ag*udo chillido penetrante
Parando el movimiento al forag-ido,
—«Alto, dijo, volviéndose, hablar quedo,
Voy á tapar la boca á esa mujer:
Nadie se mueva, no hay que tener miedo;
Hacer el hato vivo y recoger.»
¡Favor, favor! con afanoso acento
Una mujer en su desorden bella,
Súbito en el salón falta de aliento,
Y que en sus propios pasos se atropella,
Preséntase, y mirando á los bandidos
Siente la voz helársele y suspira,
Y piedad implorando entre gemidos
Los bellos ojos temerosos gira.
Ojos que vierten lágrimas, que velan
Su clara luz realzando su ternura,
Mientras suspiros de sus labios vuelan
Con fatiga que aumenta su hermosura;
Y mientras caen los agitados rizos
Que la sofocan á su ansiosa faz.
Aumenta en su congoja sus hechizos
La blanca mano que á apartarlos va:
Y su voz que se ahoga entre suspiros
Simpática enternece el corazón,
418 EL DIABLO MUNDO.
Ecos suaves, regalados tiros
Que al corazón de Adán lanza el amor:
Sintió piedad mirándola afligida,
Que era su hermoso rostro como el cielo^
Cuando si llueve en la estación florida
Colora el sol el trasparente velo.
¿Qué ciegos ojos la beldad no encanta?
¿Qué duro corazón no vuelven blando
Los ojos lastimeros que levanta
Al cielo, la mujer que está llorando?
Los ladrones allí y en torno de ella,
Los estúpidos rostros agitados,
Y ella postrada y en extremo bella
Los ojos y los brazos levantados.
— «¡Silencio, juro á Dios! — Con mano ruda
Dijo asiéndola un brazo el capataz.
Átale ese pañuelo, atrás lo anuda,
Y que hable para sí si quiere hablar.»
Díjole á otro que á la dama hermosa
Un pañuelo doblando se acercó.
Mientras el capataz con su callosa
Mano, la boca á la infeliz tapó.
Miraba Adán, miraba á la hermosura
De la gentil y dolorida dama;
Miraba luego á la cuadrilla impura
Que su belleza con su aliento infama.
Y cuando al bruto bandolero mira
Poner su mano rústica en su boca.
Arrebatado en generosa ira
Que á fiera lid su corazón provoca.
Tira de su cuchillo v se adelanta
Saltando en medio al círculo, y cogió
EL DIABLO MUNDO. 419
Del cuello al capataz con fuerza tanta
Que en el suelo de espaldas le arrojó:
Y en la diestra el puñal, la izquierda tiende
Describiendo una línea circular,
Y la turba que al verle se sorprende
Dos ó tres pasos échace Mcia atrás.
¡Oh! ¡Cuan hermoso en su g-allardo empeño
Palpitante la faz, vivos los ojos,
Vuelve el bizarro mozo, y cuál su ceño
Añade gentileza á sus enojos!
Aquellos rizos que en sus hombros flotan,
Tirada atrás la juvenil cabeza,
Las venas que en su frente se alborotan,
Su ademan de bravura y ligereza,
Y aquella dama que postrada llora,
Yerta á sus pies y la razón perdida,
Y que azorada y temerosa ahora
Yace temblando á su rodilla asida;
Y en torno de él las levantadas diestras
De sus contrarios, del cuchillo armadas.
Con ademanes y feroces muestras
Su muerte á un tiempo amenazando airadas;
En medio aquel desorden y el despojo,
Cuan grande en ardimiento y g-allardia
Muestran al mozo, que en su noble arrojo
Un genio fabuloso parecía.
Alzase en tanto la navaja en mano,
Los labios comprimidos de la ira.
Como pisada víbora el villano
Que cayó al suelo y que rencor respira:
Y él y los otros al mancebo saltan,
Salta el mancebo que los ve llegar.
420 EL DIABLO MUNDO.
Y antes que á él lleguen los que así le asaltan
Logra la espalda en la pared g-uardar.
Quieto allí contra el ángulo, resiste
Ojo avizor el ímpetu primero,
Y á veces salta y en la turba embiste
Con presto brinco y con puñal certero.
Y en silencio que solo algún rugido
Sordo rompe ó mascada maldición,
Sigue la lucha, y al mancebo ardido
La vil canalla acosa en derredor.
Como trailla de feroces perros
Sobre el cerdoso jabalí que espera,
Con diente avaro y encrespados cerros
Se arrojan á cebar su saña fiera;
Y aquí y allá con ávida porfía
Le acosan, y el colérico animal
En cada horrible dentellada envía
La muerte al enemigo mas audaz.
Así, pero no así, sino mas fieros,
Con mayor furia y sin igual rencor
Acometen á Adán los bandoleros,
Crece la lucha y crece su furor;
Y cual ligero corzo que parece
Saltando zanjas que en el aire va,
Salta si un golpe á su intención se ofrece,
Y vuelve á la pared cuando lo da:
Y entre ellos luchando, en medio de ellos
Revuélvese y barájase y desliza
Su cuerpo, y fatigados los resuellos
Pueden apenas. sostener la liza,
Y aquí derriba al uno, al otro hiere,
Y como terne diestro se repara,
EL DIABLO MUNDO. 421
Y á todos á uso de la cárcel quiere
Marcarles las heridas en la cara;
Y unos turbados de manejo tanto,
Y otros caidos de vencida van,
Cuando los gritos á aumentar su espanto
Lleg*an de gentes que se acercan ya.
«La justicia,» dijeron, y el violento
Choque suspenden, corren al balcón,
Y Adán corre también, y huye al momonto
Que la palabra ^q justicia oyó.
¡Fatal palabra! La primera ha sido
Que oyó en su vida pronunciar tal vez;
Hospedado en la cárcel la ha aprendido
Y ni en sus sueños la olvidó después.
Oyó justicia y olvidó á la hermosa
Dama que generoso defendió.
Riquezas, lujo, estancia suntuosa,
Y allá á la calle del balcón saltó.
Y sin pensar, sin calcular la altura
Unos tras otros á la calle van:
Ninguno allí del compañero cura,
Sálvase como puede cada cual;
Pero hubo alguno que en tamaño aprieta
Mas práctico y sereno, haciendo un lio
De cuanto recoger pudo en secreto
Sin curar las palabras tuyo y mió.
Saltó á la calle con sagaz donaire
Apretada su prenda al corazón;
Y desprendido se soltaba al aire
Cuando la gente en el salón entró.
Cuenta la historia que el audaz mancebo,
Como en Madrid tan nuevo,
422 EL DIABLO MUNDO.
Corrió dos ó tres calles sin destino,
Y huyendo acá y allá y á la ventura
Solo se halló y en una calle oscura
Al saltar del balcón perdido el tino.
Y luego se asegura,
Y mira en derredor si alguien le sigue,
Y tranquilo prosigue.
Mas sin saber adonde su camino
Iba despacio andando.
Súbita hirió su oido
La bulla y bailoteo
De una cercana casa, y al ruido
Dirigió nuestro héroe su paseo.
Rumor de gente y música se oia
Y voces en confusa algarabía,
Y al estrépito alegre se juntaba
Choque gentil de vasos y botellas,
Y al son de la guitarra acompañaba
Alguno que cantaba,
Y con lascivos movimientos ellas.
Dio la vuelta á la esquina,
Y en la casa del baile y la jarana
Vio con sorpresa que á calmar no atina
De par en par abierta una ventana,
Y en una estancia solitaria y triste
Entre dos hachas de amarilla cera
Un fúnebre ataúd, y en él tendida
Una joven sin vida,
Que aun en la muerte interesante era.
Sobre su rostro, del dolor la huella
Honda grabado habia
Doliente el alma al arrancarse de ella
Eu su congoja y última agonía.
Y allí cual rosa que pisó el villano
Y de barro manchó su planta impura^
Marcada está la mano
EL DIABLO MUNDO. 423
"Que la robó su aroma y su frescura.
Una mujer la vela,
Vieja la pobre, y llora dolorida
Junto al cadáver, y volverle anhela
Con besos á la vida:
Y ora llorando olvida
Hasta el estruendo y fiesta bulliciosa,
Que á alterar de la estancia dolorosa
La lúg'ubre paz viene,
Y en darla dulces nombres cariñosa
Y en besar á la muerta se entretiene;
Y á veces abren súbito la puerta
Que adentro lleva adonde suena danza,
Y sin respeto y de tropel se lanza
Un escuadrón de mozos que la muerta
Con impureza loca contemplando
Búrlanse de la vieja, profanando
Con torpes agudezas, la sombría
Mísera imagen de la muerte fria.
Y ella es de ver, la vieja codiciosa
En medio de su amarg-a
Y sincera aflicción, cual la rugosa
Mano al dinero alarga,
Y á los mozos impíos
Los llama entre sollozos Mjos mios,
Y de llorar ya rojos
Enjuga en tanto sus hinchados ojos.
Y entre suspiros mil echa su cuenta,
Y luego se lamenta
De nuevo, y á su m.ísero quebranto
Volviendo la infeliz, vuelve á su llanto.
Y en tanto alegre suena
En la cercana sala el vocerío,
La danza, el canto y bacanal faena,
Regocijo, guitarra y desvarío.
Miraba Adán escena tan extraña
424 EL DIABLO MUNDO.
Coa piadoso interés desde la reja,
Y á la cuitada vieja,
Que en ag^radar sus huéspedes se amaña,.
A par que en llanto de amargura baña
El cadáver aquel que parecía
Que con toda su alma lo queria.
Y el baile y la alegría
De la cercana estancia le admiraba,
Y el bullicioso y placentero ruido
Que confuso llegaba
A mezclarse á deshora á su gemido.
Y de saber y averiguar curioso
El caso doloroso
Que unos celebran tanto,
Y aquella mujer llora
Con tan amargo llanto,
Llamó luego á la puerta, y desfadada
Una moza le abrió toda escotada,
El traje descompuesto.
Con desgarrado modo y deshonesto.
Y entró en un cuarto donde vio una mesa
Entre la niebla espesa
De humo de los cigarros medio envueltos,
Seis hombres asentados
Con otras tantas mozas acoplados,
En liviana postura.
Que beben y alborotan á porfía,
Y aquel el vaso apura,
Y el otro canta y en inmunda orgía,
Con loco desatino
Al aire arrojan vasos y botellas
Ellos gritando, y en desorden ellas,
Y con semblantes que acalora el vino.
Y aquel perdido el tino
Tiéndese allí en el suelo,
Y este bailando con la moza á vuelo
EL DIABLO MUNDO. 422
A las vueltas que traen
Tropezando en su cuerpo de repente,
Ella y él juntamente
Sobre él riendo á cr.rcajadas caen.
Bebe tranquilo aquel, disputan otros,
Brincan aquellos como ardientes potros
Que roto el freno por los campos botan,
Y mientras todos juntos alborotan,
Alg'uno con el juicio ya perdido
Murmura en un rincón medio dormido.
Solícita una moza al forastero
Llegóse y preguntóle qué queria.
Llamándole, buen mozo, lo primero.
«Quisiera yo, alma mia,
Adán le respondió, si se me deja,
Ver á esa pobre vieja
Que está en ese aposento
Velando á la difunta.»— «¡Ay, es su hija!
A las seis se murió: buen sentimiento
Nos lia dado la pobre: era una rosa:
¡Todas nosotras la queríamos tanto!
Dios la tenga consigo: tan hermosa
Y ahora muerta, vea usted, ¡pobre Lucía!
Razón tiene en llorar doña María.
líntre usted por aquí.»— Y abrió una puerta
Y hallóse Adán con la afligida madre,
Y el cadáver miró, y á hablar no acierta.
Reina siempre enredor del cuerpo muerto
Una tan honda soledad y olvido.
Tan inmensa orfandad, allí tendido
Desamparado ya del trato humano.
Sin voluntad, sin voz, sin movimiento,
(¿ue en vano el pensamiento
Presume ahondar tan misterioso arcano,
Y recogido en ambicioso giro
Pliégase al corazón que ahoga un suspiro.
426 EL DIABLO MUNDO.
Miraba Adán, miraba los despojos
De aquella un tiempo que animó la vida,
Sobre el cadáver los inmobles ojos
Y el alma con angustia y dolorida:
Y turbia y embebida
La mente contemplándola allí atento,
Embargó sus sentidos
Un mudo inexplicable sentimiento
En el vacío del no ser perdidos.
Y olvidó donde estaba,
Parado y aturdido el pensamiento,
Y miraba y callaba
Sin hacer ademan ni movimiento.
Mas que de cuando en cuando suspiraba.
Rompió el silencio la angustiada vieja
Con lastimada voz, y entre quebrantos,
Que encuentra eco á su doliente queja
Y halla un consuelo entre pesares tantos,
Viendo al mancebo aquel desconocido
Lloroso como ella y dolorido.
— «¡Véala usted, señor, cuando cumplía
Apenas quince años! ¡hija mía!»
— «Buena mujer, repuso con ternura
Volviendo Adán en sí de su letargo,
¿Cómo en tanta tristura.
En tanto duelo y sentimiento amargo,
Permitís ese estrépito á deshora
Y danza y bulla tanta.
Mientras dolor tan íntimo quebranta
Vuestro llagado corazón que llora?»
• — «¡Ay, respondió la vieja desolada,
Vivo de eso, señor; no tienen nada
Que hacer esos señores
Conmigo y mis dolores!
EL DIABLO MUNDO. 427
Vivan ellos allá con sus placeres,
Y mientras besan el ardiente seno
De esas locas mujeres,
Yo con el corazón de ang-ustias lleno
Beso aquí solitaria en mi ag'onía
La boca de mi hija muda y fria.
¡Hija mia, hija mia!
¡A.h, para el mundo demasiado buena!
Dios te llevó consigo:
Mas es dura mi pena,
Y cruel, aunque justo, mi castig*o.»
Dijo, y rompió con tan amarg*o llanto
Que la voz le robó su sentimiento,
Y en su mortal quebranto.
Convertido en sollozo su lamento,
El llanto que hilo ahilo le caia
Por sus mejillas pálidas corria.
—-«Yo, buena madre, ignoro.
Nuevo en el mundo auD, lo que es la muerte,
Adán le respondió; pero ¿quién pudo
Arrebatar sañudo
La que fué vuestro encanto de esa suerte?
¿Será imposible ya darla la vida?
La antorcha ahora encendida
Si la apaga mi soplo de repente.
Juntándola otra luz, resplandeciente
Torna al punto á alumbrar: ¿y aquella llama
Que en la existencia de esa niña ardía
No hay otra luz que renovarla pueda?
¿Acaso inmóvil para siempre y fria
Con el aliento de la muerte queda?
Vos sois pobre tal vez ¡ah! con dinero
Quizá se compre; débil y afligida.
Los muchos años vuestro ardor primero
Gastaron ya, y el elíxir de vida
Se halla lejos de aquí decidme dónde,
428 EL DIABLO MUNDO.
Decidme do se esconde,
Y 3^0 allá volaré, sí, yo un tesoro
TIobaré al mundo y compraré la vida,
Y la apag-ada luz, luego encendida,
Veréis brillar, y enjugaré ese lloro.
Volviendo al mundo la que os fué querida,
íí.Dónde, decidme, encontraré yo fuego
Que haga á esos ojos recobrar su ardor,
Dónde las aguas cuyo fértil riego
Levante fresca la marchita flor?»
Dijo asi Adán con entusiasmo tanto,
Con tan profunda fe^ con tanto celo,
Que la vieja, á pesar de su quebrantOj
Alzó á él los ojos con curioso anhelo.
— «¡Pobre mozo, delira!
Si comprar esa vida se pudiera.
Esta vieja infeliz que yerta miras,
Por un hora siquiera.
Por un solo momento
De ver abrir los ojos celestiales,
Y otra vez escuchar el dulce acento
De la hija querida de su alma,
¿Qué puedes figurarte que no haria?
¿Qué crimen, qué castigo
Por recobrarla yo no arrostrarla,
Y otra vez verla palpitar conmigo?
¿Sabes tú que una hija es un pedazo
De las entrañas mismas de su madre?
Por un beso no mas, por un abrazo,
Y morirme después, el mundo entero
Pidiendo una limosna correrla,
Y con los pies desnudos y mi llanto,
Piedras enterneciera en mi quebranto
Y al mundo mi dolor lastimarla.
iOh! ¡que del alma mia
Pobre Lucía, te arrancó la muerte,
EL DIABLO MUNDO. 429
Y el corazón contig-o de mi pecho
A.rrancó de esa suerte,
A tantos males y aflicciones hecho!
¡Hora fatal, maldita
Por siempre la hora aquella
Que el hombre aquel te contempló tan bellall
jEl Señor me la dio y él me la quita!
iCómo ha de ser!!...» — Y el corazón partido,
Secos los ojos exhaló un g-emido.
En remolinos mil su pensamiento
Vagando Adán por su cabeza siente,
Que no acierta á esplicarse el sentimiento
Que á par que el corazón turba su mente.
— ¡El Señor me la dio y él me la quita'
Repite luego en su delirio insano,
Y penetrar tan insondable arcano
Su mente embarga y su ansiedad irrita.
El Dios, ese que habita
Omnipotente en la región del cielo,
¿Quién es que inunda á veces de alegría,
Y otras veces cruel, con mano impía.
Llena de angustia y de dolor el suelo?
Nombrar le oye doquiera,
Y á todas horas el mortal le invoca.
Ora con ruego ó queja lastimera.
Ora también con maldiciente boca.
Tal devanaba Adán su pensamiento
Que en vano ansioso comprender desea,
Y en medio al rudo afán que le marea
Los hombros encogió: dudas sin cuento
De su ignorancia y su candor nacidas,
No del alma lloradas y sentidas.
Sueños de su confuso entendimiento,
Su mente asaltan, y por vez primera
Adán súbito siente
Volar queriendo, sin saber adonde.
430 EL DIABLO MUNDO.
Del corazón ardiente
La perpetua ansiedad qae en él se esconde.
—«¿Cómo en vuestro dolor, dijo inocente,
Madre infeliz, la cana cabellera
Tendida al aire, los quemados ojos
Con muestra lastimera,
Y bañados de lágrimas, de hinojos
No os postráis ante Dios? ¡Ah! si él os viera
Desdichada á sus pies cual yo á los mios
Y los ojos de lágrimas dos rios,
Y ese del corazón hondo lamento
De amarga y melancólica querella
Oyera, y el profundo sentimiento
Que en esa seca faz marcó su huella,
Y en vuestro corazón fijó su asiento.
Contemplara cual yo: ¿por qué á la rosa
Que súbito secó ráfaga impura
No renovara su color hermosa,
Y volviera su aroma y su frescura?
Desdichada mujer, ¡oh! ven conmigo,
Juntos lloremos á sus pies tus penas,
Él nos dará su bondadoso abrigo;
A la fuente volemos
Eterno manantial de eterna vida,
Y la rica simiente allí escondida
Juntos recogeremos.
Seca, buena mujer tu inútil llanto,
Vuélvate la esperanza tu energía,
Y el cuadro de tu mísero quebranto,
Soledad y agonía.
Muestra á ese Dios, y con humilde ruego
Que no será, confía.
Sordo á tus quejas, ni á tu llanto ciego.»
La vieja en tanto levantó los ojos
Al techo, y murmuró luego entre dientes
Quizá sordas palabras maldicientes,
O quizá una oración; el mas sufrido
EL DIABLO MUNDO. 431
Suele echar en olvido
A veces la paciencia, y darse al diablo,
Y usar por desahogo
Refunfuñando como perro dogo
De algún blasfemador rudo vocablo:
Mas todo se compone
Con un Dios me perdone,
Que así mil veces yo salí del paso
Si falto de paciencia juré acaso,
Y cierto, vive Dios, si no jurara
Que el diablo me llevara,
Que cuando ahoga el pecho un sentimiento
Y el ánimo se achica, porque crezca,
Y el corazón se ensanche y se engrandezca,
No hay suspiro mejor que un juramento.
Y aun es mejor remedio
Para aliviar el tedio.
Mezclarlo con humildes oraciones.
Como al son blando de acordada lira
La voz de melancólicas canciones,
Confundida suspira;
Y así también se dobla la esperanza.
Que adonde falta Dios, el diablo alcanza.
Yo á cada cual en su costumbre dejo.
Que á nadie doy consejo,
Y así como el placer y la tristeza
Mezclados vagan por el ancho mundo,
Y en su cauce profundo
A un tiempo arrastran flores y maleza,
Así suelen también mezclarse á veces
Maldiciones y preces,
Y yo tan solo lo que observo cuento,
Y á fe no es culpa mia
Que la gente sea impía
Y mezcle á una oración un juramento.
Testigo aquella vieja
De la antigua conseja
432 EL DIABLO MUNDO.
Que á san Mig'uel dos velas le ponia,
Y dos al diablo que á sus pies estaba.
Por si el uno fallaba
Que remediase el otro su agonía.
Mas juro, vive Dios, que estoy cansado
Ya de seguir á un pensamiento atado
Y referir mi historia de seguida,
Sin darme á mis queridas digresiones,
Y sabias reflexiones
Verter de cuando en cuando, y estoy harto
De tanta gravedad, lisura y tino
Con que mi historia ensarto.
¡Oh, cómo cansa el orden! no hay locura
Igual á la del lógico severo;
Y aquí renegar quiero
De la literatura
Y de aquellos que buscan proporciones
En la humana figura
Y miden á compás sus perfecciones.
¿La música no oís y la armonía
Del mundo, donde al apacible ruido
Del viento entre los árboles y flores,
Se oye la voz del agua y melodía,
Y del grillo y las ranas el chirrido,
Y al dulce ruiseñor cantando amores,
Y las de mil colores.
Nubes blancas, y azules, y de oro.
Que el cielo á trechos pintan;
La blanca luna, el estrellado coro
No veis, y negras sombras á lo lejos,
Y entre luz y tinieblas confundidos
El horizonte terminar perdidos
Negros velos y espléndidos reflejos?
Y la noche y la aurora
Pues entonces Mas basta, que yo ahora
EL DIABLO MUNDO. A'SA
Del rezo ó juramento
Que allá entre dientes pronunció la vieja.
Así como el que deja
Senda escabrosa que acabó su aliento,
Al lleg-ar á este punto me prevalgo
Y de este canto y de su historia salo;'o.
FRAGMENTOS
DEL CANTO VI DE El Dioblo Mufido
«¡Ven mas cerca de mí, mas cerca... ahora!
¡Tú eres, oh joven, mi mayor consuelo!
¡Triste del alma cuando sola llora!
¡Tú aun no has probado tan amarg-o duelo!
¡Ojalá que con mano veladora
Tus pasos guie providente el cielo,
Y nunca aislado en tu dolor profundo
Solo te mires en mitad del mundo!
»¡Solo!... ¡Si tú supieras que amarg*ura
Esta palabra encierra. Horarias!...
¡Mi abandono, mi mal, mi desventura
Y mi inmenso dolor comprenderlas!...
¡A esa gente que en torno se apresura
Qué le importa jamás las penas mias!...
¡Solo está el corazón, blasfeme ó llore,
Maldiga áDios, ó su piedad implore!
»¡Y yo mas sola!... Que el que á mí me vea,
A mí, maldita, á mí, cieno del mundo,
Segura estoy de que en mi pena crea,
-Ni compadezca mi dolor profundo!
¡No me verá ninguno, sin que sea
Para tratar como animal inmundo
A esta pobre mujer, que esconde herida
Un alma solitaria y dolorida!
DEL DIABLO MUNDO. 435
»jDame tu mano, déjame, hijo mió,
Que la bañe en mi llanto y que te mire,
Y te llame mi hijo, y que en mi impío
Tormento contemplándote respire!...
¡Tú eres bueno, tú lloras, y desvío
;Ah! no me muestras; deja que delire
Y me llame tu madre; y no te infame
Que una mujer tan vil su hijo te llame!
»¿Quién eres tú, que á descifrar no acierto.
Joven, de tus palabras el sentido?
¿Cómo presumes tú dar vida á un muerto.
Ni hablar con Dios, si el juicio no has perdido?:..
Si en medio á tu lenguaje y desconcierto
No respirara un corazón herido.
Creyera acaso que con burla impía
Viniste aquí á mofar de mi agonía!...
»¡Ah! ¡que estoy ya tan avezada á eso!...
¡A causar risa con mi amargo llanto!...
¡A llevar sola y de continuo el peso
De mi arrastrada vida y mi quebranto!...
A ser juguete vil, del que en su exceso
Desprecia y escarnece dolor tanto'...
¡Que si tu voz de mí también mofara.
Ni me doliera mas, ni me estrañara!
»;Ni qué burla tampoco ya podría
Herir mi alma de amarguras llena!...
¡Ahora que agota en mí la suerte impía
Sa rabia y la esperanza me envenena!...
Ahora que te perdí, ¡dulce hija mia!
Habrá pena tal vez que sea pena.
Ni otro mayor pesar, ni otro quebranto
Para tu madre, que te amaba tanto!!!...
»¡0h, no! ¡ninguno!... Que ningún tormento
Cabe en mi pecho ya, ni nunca impío
436 FflAaMENTOS DEL CANTO VI
Sentimiento ig-ualó á mi sentimiento,
Ni otro ning*un dolor al dolor mió!...
¡Mas tú lloras oyendo mi lamento,
Lloras mirando su cadáver frió!...
jDios te bendig-a, oh joven, que la queja
Oyes piadoso, de esta pobre vieja!...
»Ella otro tiempo, cuando Dios quería,
Con dulce voz su madre me llamaba,
Y mi pecho, llamándola ¡liija mia!
De cualquiera pesar se desahogaba.
Abrazándome ayer ¡ah! todavía
Moribunda, su madre me llamaba:
¡Ayer! ¡Ayer aun! ¡Mísera! ¡Hoy
Madre tan solo de un cadáver soy!
»Dime, ¿comprendes todo mi quebranto.
Mi desesperación, toda mi pena?
¡Verla morir yo que la amaba tanto
Sin poderla valer, de angustias llena
Mis ojos, escaldados con el llanto,
AI cielo levantando, y con faena
Mortal ansiando á su respiro frió
Prestar calor con el aliento mió!
»Era mi corazón que se rompía,
Era mi vida la que en mi locura
Con mis esfuerzos detener quería,
Y era mi alma y toda mi ventura,
La hija de mis entrañas, mi alegría,
Mi única esperanza y la flor pura,
L'nico mimo de mi pobre huerto,
Ahora sin ella lúgubre y desierto.»
DEL DIABLO MUNDO. 487
Tal hablaba la vieja, y entre tanto
Callando Adán confuso la miraba,
Dejándose abrazar y en tierno llanto
8iis manos inundar que ella besaba:
Y tregua dando á su mortal quebranto
El llanto que la triste derramaba,
Antes que Adán interrumpirla intente,
Á proseg-uir volvió con voz doliente:
«Solo una madre ¡oh joven! solo sabe
Cuánto á su hijo se ama; solo ella
Cuánto es al corazón su amor suave
Saber puede y sentir. La lumbre bella
De los cielos es sombra, y triste el ave
Que canta al sol cuando su luz destella.
Si las comparo á la delicia pura
Que inspira una inocente criatura.
»Verla dormida en el regazo blando
Con un ceño pueril como reposa,
Sus entreabiertos labios respirando
El olor de azucena y de la rosa;
Y verla sonreírse despertando
Al beso de la madre cariñosa
Que inquieta vela siempre, y siempre cuida^
La vida en ella de su propia vida.
»¡OhI ¡no hay placer igual!
ENTIERRO
DE
ESPRONCEDA
(1)
Según ayer anunciamos, á la hora de las cuatro y media de la
tarde se reunió en la ig'lesia de San Sebastian, donde se hallaba
depositado el cadáver del malogTado joven, un concurso nume-
rosísimo, que sin duda pasarla de mil personas, con el obj eto pia-
doso de tributar al distinguido literato y diputado los últimos
honores. Hallábanse allí casi todas las notabilidades literarias
de la capital, inmensa mayoría de los diputados á Cortes, algu-
nossenadores, oficiales de lamilicia nacional, los principales ac-
tores de ambos teatros, y otra porción de personas de todas las
clases del pueblo. En el concurso distinguimos al apreciable es-
critor francés Mr. Viardot, esposo de la célebre Paulina García,
el cual, amante siempre de las glorias españolas, quiso mostrar
sin duda, que así como para el verdadero mérito no hay distin-
ción de partidos, tampoco hay diferencia de naciones.
A las cinco se puso en marcha el cortejo funeral, compuesto
de dos largas filas de los referidos asistentes, y presidido por los
señores presidente del Congreso y patriarca de las Indias, tio del
difunto, á quienes llevaban en medio el señor conde de las Na-
vas y otros cercanos amigos de aquél.
Cerraba las filas la banda de música del tercer batallón de na-
cionales, que fué todo el tránsito tocando una marcha patética,
y seguía una larguísima fila de coches de respeto.
(1) Ese articulo se publicó en el l-iro ilcl Comerrio, el 25 d? ^ía yo de ISl'i,
440 ENTIERRO DE ESPRONCEDA.
El cadáver iba en un ataúd cerrado, colocado sobre un carro
fúnebre con cuatro caballos enlutados. Sobre el féretro se veían
esparcidas algunas ñores arrojadas de los balcones de la car-
vera.
La cual fué por la plazuela del Ángel, calles del Prado, Prín-
cipe, Carrera de San Jerónimo y todo el Prado hasta la puerta
de Atocha, desde donde se dirigió al cementerio de la sacra-
mental de San Sebastian.
Descendido el ataúd en medio del gentío que llenaba el recin-
to, y depositado en el sitio en que ha de reposar para siempre,
se cantó el responso, y en seguida el Sr. Gil (D. Enrique), íntimo
amigo deldifanto, lleno de profundaemocion queapenasleper-
mitia articular, leyó la siguiente composición, oida con reli-
gjoso silencio y aplaudida vivamente por el concurso:
Á ESPRONCEDA.
¿Y tú también, lucero milagroso,
Roto y sin luz bajaste
Del firmamento azul y esplendoroso,
Donde en alas del genio te ensalzaste?
¡Gloria, entusiasmo, juventud, belleza.
De tu gallardo pecho la hidalguía
;,Cómo no defendieron tu cabeza
De la guadaña impía?
;.Cómo, cómo en el alba de la gloria, .
En la feliz mañana de la vida.
Cuando radiantes páginas la historia
Con solícita mano preparaba,
Súbito deshojó tormenta brava
Esta tlor de los céfiros querida?
Águila hermosa que hasta eJ sol subías,
Que los torrentes de su luz bebías,
Y luego en raudo vuelo
Rastro de luz é inspiración traías
Al enlutado suelo;
¿Quién llevará las glorias españolas
Por los tendidos ámbitos del mundo?
ENTIEPaiO DE ESPRONCEDA. 441
¿Quién las hambrientas olas
Del olvido y su piélago profundo
Bastará á detener? Tus claros ojos
No lanzan ya celestes resplandores:
Frios yacen tus ínclitos despojos:
Faltó el impulso al corazón y al alma:
En las ramas del sauce de tu tumba
El arpa enmudeció de los amores,
Y de tu noche en el silencio y calma
Trémula y dolorida el aura zumba!
jYyo te canto, pájaro perdido,
Yo á quien tu amor en sus potentes alas
Sacó de las tinieblas del desierto.
Que ornar quisiste con tus ricas galas,
Que gozó alegre en tu encumbrado nido
De tus cantos divinos al concierto!
¿Qué teago yo para adornar tu losa?
Flores de soledad, llanto del alma,
Flores ¡ay! sin fragancia deleitosa,
Hiedra que sube oscura y silenciosa
Por el gallardo tronco de la palma.
¡Oh mi Espronceda! ;oh generosa sombral
¿Por qué mi voz se anuda en mi garganta
Cuando el labio te nombra?
¿Por qué cuando tu planta
Campos huella de luz y de alegría,
Y tornas á la patria que perdiste,
Torna doliente á la memoria mia,
A mi memoria triste.
De tu voz la suavísima armonía?
¡Ay! si el velo cayera
Con que cubre el dolor mis yertos ojos,
Alenos triste de tí me despidiera:
Blanca luz templaría mis enojos
Cuando siguiese tu sereno vuelo
Hasta el confín del azulado cielo.
¡Adiós, adiós! la angélica morada
De par en par sus puertas rutilantes
442 ENTIERRO DE ESPRONCEDA.
Te ofrece, sombra amada;
Vé á g-ozar extasiad a
La g-loria inmaculada
De Calderón, de Lope y de Cervantes.
DISCURSO
DE D. JOAQUÍN MARÍA LÓPEZ,
CON MOTIVO DE LA MUERTE DE ESPRONCEDA.
«¡Qué triste es, señores, el destino del hombre sobre la tier-
ra! Apenas hace seis meses que la voz de Espronceda resonó
sobre las tumbas en versos melancólicos, para celebrar el valor
y la g-loria del infortunado Guardia. Entonces mi palabra se
unió á la suya en honor del héroe, y hoy tengo que dirigirla al
malogrado compañero. No es estrauo; porque si es triste la
suerte del hombre, mas triste es sin duda la suerte del genio.
Este destello de la divinidad aparece de vez en cuando como
una antorcha para alumbrar al mundo; pero atraviesa rápida-
mente el espacio como una exhalación luminosa, sin dejar en
pos de sí mas que una miserable pavesa y el doloroso recuerdo
de su pasado resplandor.
»Amarga es, por cierto, la prueba de esta verdad que hoy te-
nemos á la vista. Buscamos ansiosos al amigo, al compañero
que ayer se sentaba á nuestro lado, que compartía nuestras ta-
reas parlamentarias, y no encontramos otra cosa que sus frios
restos que nos guarda ese enlutado ataúd. Cuarenta y ocho ho-
ras han bastado para segar en flor nuestras esperanzas y las de
país; cuarenta y ocho horas han bastado para poner entre él y
nosotros nada menos que un mundo entero y el mar> sin límites
de la eternidad.
»Espronceda no habla nacido ciertamente para vivir mucho.
Su extremada sensibilidad debia hacer que sus impresiones
ENTIERRO DE ESPRONCEDA. 443
fuesen mas continuas y mas profundas. Y las cosas que pasan
por el alma de los hombres comunes rozando apenas y como
resbalándose sobre su tosca superficie, hacían en el alma del
que lloramos una ancha herida, que ni el tiempo mismo podia
cerrar, porque la alimentaba siempre viva con el culto miste-
rioso que daba á los recuerdos. Su imaginación era un volcan,
y su corazón un abismo. Él estaba fuera de su centro, porque ni
el mundo lo comprendía, ni acaso él se hallaba bien en el mun-
do en la forma en que por su desgracia lo habia comprendido.
»Ya al fin no existe, y hé aquí, señores, otra idea bien des-
consoladora. Sobre esa cabeza, por la cual han cruzado tantas
ideas atrevidas, tantas imágenes felices y tantos rasgos de una
profundidad, tal vez inconmensurable, reposa ahora la muerte
como haciendo alarde de su triunfo, pareciéndose á una digni-
dad maléfica y vengativa, ó á un verdugo enemigo y sangriento
que se sonrie y goza á la vista de la víctima á quien acaba de
inmolar.
»¿Y qué podré yo decir en merecido elogio de nuestro perdi-
do amigo? Como poeta sublime, él ha colocado su pluma al lado
de la de Homero y de tantos otros escritores justamente céle-
bres en el género épico, pero con la notable ventaja de que Es-
pronceda, después de arrebatarnos con los vuelos de su ardien-
te fantasía, se plegaba con una facilidad admirable á todas las
otras clases de composiciones, pintándonos del modo mas feliz
las gracias de la belleza, los placeres y dulces arrullos del amor,
y los goces inefables de la naturaleza en los momentos en que
esta se muestra amiga del hombre y hace alarde de su poder y
de su gala en la serenidad de los cielos y en la apacible quietud
del mundo satisfecho y feliz. Esa alma que ha volado de entre
nosotros tenia un tipo de creación á ningún otro parecido. Sus
obras llevan un sello que las distingue de todas las otras con-
cepciones del entendimiento humano. Los fragmentos que con-
servamos del P^^'/í^yo, que sirvieron de entretenimiento á sus
años juveniles, y El Diablo Míindo, que habia empezado á escri-
bir en edad mas adulta, pasarán á la posteridad entre la admi-
ración y el aplauso, y ciertamente las generaciones venideras
harán mas justicia al mérito del autor que la que le han hecho
sus contemporáneos.
»Como patriota, la pluma, la espada y la lengua de Espron-
444 ENTIERRO DE ESPHONCEDA.
ceda marcharon siempre unidas en defensa de los intereses y
de los derechos del pueblo.
»Como particular, amigo sincero, siempre franco y siempre
g-eneroso, cautivaba las voluntades, y bastaba acercársele para
quererlo con entusiasmo. Esta especie de adoración se aumen-
taba en las almas sensibles al notar ese barniz, ese opaco colo-
rido de melancolía que traspiraba por todas sus acciones y por
todas sus palabras. Se conocia que el mundo le habia despeda-
zado el corazón, y que no encontraba en la historia de su vida
sino punzantes recuerdos. La naturaleza se habia mostrado pró-
diga con él concediéndole todos sus dones; pero la desgracia se
habia apresurado á tomar posesión de su existencia, y le ha
perseguido hasta el último momento, pues hasta su muerte ha
sido extremadamente dolorosa. Él pintaba ese vacío del cora-
zón, esa esterilidad del alma, ese abandono que hace creerse al
hombre estranjero y solo en medio del mundo, en aquellos,
tristísimos versos
Para mí los amores acabaron;
Todo en el mundo para mí acabó;
Los lazos que á la tierra me ligaron
El cielo para siempre desató.
»Tal era la vida de nuestro amigo. Feliz él que ha encontrada
en el sepulcro la paz y el sosiego que en vano buscara sobre la
tierra. Como diputado, apenas empezaba á pisar la arena parla-
mentaria, cuando le ha interceptado en su carrera el destino,
arrancándolo de nuestro lado. Habia emprendido una senda pe-
ligrosa, y la seguía con gloria. La muerte le ha sustraído al tor-
mento de perder un día todas las esperanzas y todas las ilusio-
nes. Morir con ellas es siempre una ventaja y un consuelo.
»Duerme, pues, en paz, joven desgraciado, en tu último asilo,
seguro de que te acompañarán constantemente en él nuestros
recuerdos y nuestras lágrimas. De tí podemos , decir como ha
dicho Chateaubriand, cuya brillante imaginación puede llamar
se hermana de la tuya: su sepulcro está en su patria, con el sol
puesto, con los llantos de sus amigos y con los encantos de la
religión. Los que te lloramos, acaso no debamos esperar esa di-
cha, y acaso la mano carifjosa de la amistad ó del amor no ven-
ENTIERRO DE ESPROKCEDA. 445
^an á cerrar nuestros ojos. Vela pues desde la reg-ion afortuna-
da en que ya existes sobre el destino de esta pobre patria, de la
cual, mientras vivias, has sido uno de los mas firmes apoyos y
uno de los mas leales y decididos defensores.»
Varias veces fué interrumpido el oradoi- con las cordiales
muestras de aprobación de los oyentes, y al final del discurso
que acabamos de copiar, se redoblaron los aplausos, y las mues-
tras de conmoción del auditorio.
lax
Prólofío
ÍNDICE
Págs.
D
Biografía de D. José de Espronceda 9
Ensayo ^>cí?. -Fragmentos de un poema titula-
do el Pelayo
El áng-el y el poeta * * g.
Serenata
Serenata. ...
-Las quejas ae su amor
A una dama burlada. .
A Matilde.. ^
A Madrigal • • • . ^^
A la noche, Jtomance
Romance. . '*
75
El pescador
Osear y Malvina • • . . ^
El combate. . "^
Oí>
Al sol, himno . .
Qjj
La cautiva
La vuelta del cruzado. . . . ' ' ^^
Canción del pirata.
El Templario " ' ^^ '
El canto del cosaco. ...
El mendigo. .... ^^
A una ciega
El reo de muerte. . . ^^\
El verdugo ^^
A D. Diego de Alvear, sobre la muerte de' su
amado padre
Octava real ^^^
AlaseñoradeTorrijos/.^a;;mí^,,. .' J¡,^
A la muerte de Torrijos y sus compañeros.' ' * 120
A la muerte de D. Joaquín de Pablo (Chapalan-
j-jarraj.
121
448 ÍNDICE.
A la traslación de las cenizas de Napoleón . . . 1*¿3
Despedida del patriota g-rieg-o de la hija del
apóstata 125
Improvisación 130
Fragmento. 131
¡Guerra! . 132
El Dos de Mayo. . 135
A la patria, elegía 139
2. ^oneto 141
A un ruiseñor 142
A Carolina Coronado 142
Canción Báquica 143
A Guardia, /Soneto. . , 144
A Dedicándole estas 2)oesias 145
A una estrella 147
;. A Jarifa en una org-ía 150
AvvQ^QVLiimiQnio, (á mi madre] 154
Desesperación 15S)
Cuento. — El estudiante de Salamanca 163
Poema.— Wí Diablo Mundo 224
Fragmentos del canto vi de El Diahlo M%mdo. . 434
Entierro de Espronceda. .....:... 430
///
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• ■ Wí'V^í^^:'^
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