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Full text of "Odas de Horacio"

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J<F- íLVfyí* 



^arbarlr College librar? 



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L-L f./^^ 



f^UBLICADO EN LOS «^NALES DE LA JJnIVERSIDAD" 



<S>6a8 6c Doracio 



POR 



Eduardo de la Barra 

De la Real Academia Española ^ 



♦ ■•«♦ 



SiNTIiOO DE CHILE 

IMPRENTA CERVANTES 

BANDERA, 46 

1899 



A 






Harvard Collegre Library 
, ::ar(h 1', 1013. 

Natiora. Library of Chile 






20,599.— Imp. Cervantes, Bandera 46. 



}^ ^..g.a.r.^.g-rXr. JlS^ .•^»0^««.o^-g ^ 




ODAS DE HORACIO 



-»♦- 



PREFACIO 



En estos días propicios al decadentismo, en que no hay auda- 
cia nerviosa contra la lengua, el ritmo y el sentido común que 
no encuentre aplaudidores, parecerá temeridad y anacronismo, 
á muchos incomprensible, intentar una traducción del clásica 
Horacio en versos serenos, libres de agitaciones epilépticas, y 
exentos de modernísimos espejeos. ^ 

El exceso en la acción invita á ia saludable reacción, y, cuan- 
do la Musa joven y desenfrenada, se lanza sin. brújula á lo des- 
conocido, no hay mal en presentar á su contemplación los claros 
modelos que nos legó la antigüedad, ya sea en las odas de 
Horacio, ya en las estatuas inmortales del arte helénico, ó bajo 
cualquiera de las formas clásicas divinizadas en las Musas. 

La estatua, para los que no pueden admirar el original mismo 
suele reproducirse ya en mármol ó bronce, ya en artístico dibu- 
jo, en el lienzo ó en la placa fotográfica. La copia, buena ó mala,, 
siempre da idea del modelo, aún cuando no nos transmita la im- 



■ 



EDUARDO DE LA BARRA 



presión de agrado y asombro que se siente contemplando el ori- 
ginal. 

El translado en poesía es más dificultoso, pues hay que aten- 
der á dar idea de la forma externa y del espíritu de la obra, 
á ñn de producir una sensación poética idéntica ala del ori- 
ginal. 

Traducir verso á verso y palabra á palabra no es traducir» 
pues, aún cuando así se reproduzca la corteza, Faltará el alma, 
la intención, la realidad del pensamiento primitivo. Las tra- 
ducciones ad litte^am, engañosamente fíeles, carecen del quid 
divino de la obra del poeta. 

Atenerse al espíritu dominante de la obra sin curarse de sus 
rasgos geniales y característicos, tampoco es traducir. Cuando el 
traductor suprime, modifica y agrega á sabor, lo que hace es 
parafrasear^ bordar sobre el mismo tema en telar ajeno, com- 
poner en colaboración forzada. 

Atender á la vez á esas dos condiciones, la material y la ideal, 
y discretamente fundirlas en una, es requisito indispensable de 
la buena traducción. 

Tampoco puede faltar la corrección en el lenguaje, ni la cla- 
ridad de expresión, ni el verso fluido y musical, condiciones que 
no deben sacrificarse en aras de la fidelidad chinesca, donde 
algunos inmolan a Horacio. 

El poeta argentino don Bartolomé Mitre, Arcade de Roma, 
ha traducido ad litteram las Odas del gran lírico latino; pero, 
á pesar de su ilustración y renombre, no ha conseguido presen- 
tarnos frescas y o)orosas las flores del Ofanto. El herbario com- 
primido y marchitado, da pálida idea del jardín donde sus 
plantas florecieron. Prueba esto que el método de disección 
poética ad litteram no es bueno, ya que tal empresa y en tales 
manos no dio mejores frutos. 

Pruébalo también la pobrísima idea que tiene el ilustre Ge- 
neral de todos los traductores de Horacio en la redondez del 
orbe. A todos los rechaza por ampulosos, por infieles, por no 
ajustarse á su sistema literal, único que estima aceptable. Cono- 
ce hasta 165 poetas entre españoles i americanos, que se han 
ejercitado durante siglos en traducir las Odas del vate venusi- 
no, y cree que entre todos apenas si han producido una docena 



ODAS DB HORACIO 



de composiciones dignas de ser leídas, y estas mismas, aún 
cuando se las cite como dechados insuperables, en realidad, 
•»no están exentas, agrega, de defectos de forma ó de fondo. i» 

Borra á todos los poetas castellanos que.acometieron la ardua 
empresa, y sólo deja en pie á Fray Luis de León y á Burgos; 
pero, declarándolos medianos y no exentos de tachas. En cuan- 
to á los demás traductores de España, piensa de ellos con Me- 
néndez y Pelayo, que "no pueden leerse juntas dos de sus com* 
posiciones sin dormitar y sin dejar caer el libro de las manos! n 
Menéndez, no obstante, suele hacer merecidos y aún exagerados 
elogios.de diversas de estas obras, y llega á decir que ««tradu- 
ciendo á Horacio no se puede exceder á Moratín en penetra- 
ción del espíritu horaciano y en pureza de forma m Sin duda que 
el ilustre santanderino no quiso en esta ocasión caer envuelto 
en su propia sentencia, cuando observa que '«achaque es co- 
mún á cuantos traducen una obra clásica desacreditar las tra- 
ducciones anterioresii. A juicio del mismo autor, el Horacio de 
Burgos "es el libro que más honra á nuestros latinistas, la me- 
jor traducción de clásicos que poseemos; quizá la mejor de 
cuantas se han hecho de Horacio en lenguas neo-latinas, y por 
todos concepto una de las joyas más preciadas y envidiables de 
nuestra moderna literatura.ti 

La severidad del señor Mitre no es menor para los traducto- 
res extranjeros de Horacio. No encuentra uno solo perfecto, y 
capaz de llenar las condiciones que él mismo exige y recomien- 
da, de modo que "la versión poética y literal del texto parezca 
pensada en latín y escrita en castellano, m 

La crítica maligna ha dicho en despique, con notoria injusti- 
cia, que el General no predica con el ejemplo, pues que sus tra- 
ducciones ni están pensadas en latín ni siempre escritas en la 
lengua de Cervantes. 

Para el ilustre y severo crítico argentino, "la primera condi- 
ción de acierto es verter literalmente el texto palabra por 
palabra, ajustándose rigurosamente á éln "operación mecánica^ 
casi nunca observada por los traductoresn dice, y sólo buena, en 
nuestro humilde juicio, para ejercitar á los estudiantes de lati- 
nidad, mas no para satisfacer el espíritu de los hombres de buen 
gusto. 



EDUARDO DE LA BARRA 



Viene en seguida la operación mental, ó traducción poética, 
desquiciadora de la operación mecánica casi siempre. Esta de- 
be ser en metro idéntico al original y en el mismo número de 
versos, si es posible. •< Teóricamente, agrega, el problema se re- 
suelve vaciando la traducción en el mismo molde del original, 
y reproduciendo con sus formas propias, su verdadero sentido, 
con sus mismas palabras esenciales ó características, sin omitir 
ningiín detalle,\\ 

Es demasiado pedir, más de lo posible; y es olvidar lo prin- 
cipal, el efecto estético, la sensación poética, lo que Horacio 
aceptaría como obra de su espíritu. 

Para comprenderlo .así, basta considerar, que el latín, lengua 
sintética, expresa sus ideas con menos palabras que el castella- 
no, lengua analítica. 

Este usa á cada paso verbos auxiliares, artículos y preposi- 
ciones, desconocidos en la lengua del Lacio, y así es que el cas- 
tellano ampuloso, al ser vaciado en lo3 moldes latinos por 
fuerza tiene que rebafsar y desbordarse. Entonces, para llenarlos 
al justo, ó se omiten algunas circunstancias ó se omiten pala- 
bras, produciendo oscuridad en el lenguaje y dureza en el verso, 
el cual debe ser fluido, cadencioso y claro. 

La concisión latina tiene que llegar á la amplitud castellana 
para encontrar su genuina expresión en nuestra lengua, tanto 
más si se considera que carecemos de la libertad de giros ca- 
racterística de toda sintaxis sintética, como es la latina. 

Si á pesar de estas notorias divergencias pretendemos forzar 
nuestra lengua á los giros y literales equivalencias prescritas, 
resultarán otros defectos inevitables, y así es como se llega á 
esas traducciones en verso castellano, cuyo menor defecto es no 
estar en castellano ni en verso, y k veces tan alambicadas y os- 
curas que carecen hasta de sentido. 

Los metros latinos tampoco se corresponden con los ritmos 
castellanos, excepción hecha de la elegante estrofa sáfico-adó- 
nica, y es una ilusión en que muchos han fracasado, pretender 
buscarles equivalencias. Menos justificada aún es la pretensión 
de que la traducción de una Oda de Horacio ha de tener igual 
número de versos que el original. Qui bono? 

Creo oportuno recordar en esta ocasión que antes no faltaron 



■ 



ODAS DE HORACIO 



quienes bregasen por realizar la misma empresa de traducir á 
la letra del latín <$ el griego al castellano, lo que podrá verificar- 
se de una lengua moderna á otra moderna, si ambas son de for- 
ma y fuente común como las llamadas romances ó neo-lartinas, 
6 de una lengua sintética en otra también sintética; pero,, no en- 
tre dos lenguas de diversa eistructura gramatical é índole idio- 
mátíca distinta. Menéndez y Pelayo recuerda un Horcasitás que 
^ ahorcó á Horacio verso á verso, y á otro don Rafael José de 

Crespo, quien extremando la cosa, lo traducía en menos sílabas 
que el original, de donde resulta una puerilidad ilegible^ como 
son esos poemas bilingües y trilingües que al fin no están' es- 
critos en ninguna lengua. 

Lo que se busca es el efecto estético, y ello no se consigue 
sin que todos los elementos considerados contribuyan armóni- 
camente al agrado del lector. 

No sólo se dará idea fiel del original, sin exageración, sino 
que, empleando toda la libertad compatible con la corrección, 

1 

la propiedad y la buena construcción castellana, debe proceder- 
se á vaciar el modelo en fáciles y melodiosos versos, sin preo- 
cuparse del número de estrofas y de sílabas, ni de nimios deta- 
lles accesorios. 

Se necesita hacer obra de poeta y no de obrero mecánico; 
labor de hombre y no de hormiga. 

Cuántas veces el pintor que copia la naturaleza no produce 
con cuatro audaces pinceladas el efecto que desea. Sería ina- 
ceptable exigirle que pintara el seno de una rosa pétalo á pé- 
talo, el cabello de una virgen hebra á hebra, y una á una las 
hojas del bosque, por que así se ven en la fotografía y así están 
en la naturaleza. La razón es cierta: aceptadla, y matáis el arte. 

El traductor, si es poeta, procederá como el pintor. 

El defecto de los traductores españoles suele consistir en la 
ampulosidad. 

Toman la idea y la diluyen en la hojarasca de sus propios 
conceptos, atenuando su valor primero y alejándose así de la 
sobriedad y concisión características de Horacio. Por este cami- 
no llegan á la paráfrasis, vicio opuesto al de la versión á la le- 
tra. Estos son el Scila y Caribdis de los traductores, entre los 



8 EDUARDO DE LA BARRA 



cuales es menester singlar á oídos tapados como el sagaz 
Ulíses. 

Eso he procurado t:uando á mi turno he querido como tantos 
otros tentar la traducción de Horacio, alentado, mas no escar- 
mentado con cl ejemplo ajeno. Hícelo ajustándome al original 
en lo que era dable, sin aquel rigor intransigente, repujado 
á martillo, que otros apetecen, y tratando de inspirarme én el 
espíritu del poeta de Vcnusa para no traicionarlo. Por eso he 
procurado conservar su sobriedad de expresión, sus imágenes^ 
sus rasgos característicos y su decoro poético, lamentando no 
tener la lengua ni el estro de Fray Luis para acertar en mi em- 
presa. 

En una palabra, he aspirado á producir una impresión hora- 
ciana con elementos modernos, aún cuando no siempre lo con- 
siga. 

Presento en seguida algunas Odas traducidas en la forma di- 
cha, y ellas mismas, si no perecen en la demanda, se encargarán 
de abrirse camino por el mundo, acreditando con el ejemplo mi 
concepto de la's traducciones correctas. 

De algunas de ellas he hecho hasta diez versiones, todas dis- 
tintas. El bronce de otras ha corrido Fácilmente llenando los 
moldes latinos sin esfuerzo. En otra ocasión daré á luz una nue- 
va versión de las Odas que hoy presento, en la cual aparecerán 
vestidas con más libertad y holgura, mas sin ultrapasar los lí- 
mites de la buena traducción, como yo la estimo (i). 

Para esclarecer la idea de mi manera de traducir á Horacio, 
y de lo que entiendo por mayor libertad en su translado, elijo 
la más breve de sus Odas. 

Es una invocación á Venus que hace el poeta, rogándola que 
concurra á la ñesta amorosa y libre que prepara Glicera en su 
retrete convertido en templo para recibir á la diosa con su cor- 
tejo, el Amor, las Gracias, la Juventud y el discreto Mercurio. 



(i) Ya se publicaron por la Imprenta Moderna, en un tomito que acaba 
i aoarecer. 



de aparecer 



i 



ODAS I>E HORACIO 



Este delicadísimo camafeo romano de aire helénico, no ha 
tenido entre los españoles quien acierte á reproducirlo, según la 
aseveración del docto Mitre. 

Las dos versiones mías que para muestra ofrezco de traduc- 
ción textual y traducción libre, van en seguida. 

Hé aquí la más literal: 



Reina y señora de Gnido y Pafos 
tu delicioso nido cipreo 
deja, y acude donde te invoca 
Glicera bella, quemando incienso. 

* 
Contigo el ciego Cupido vaya; 
vayan las Gracias, los cintos sueltos; 
vayan las Ninfas, y al par con ellas 
Juvencia loca y Hermes discreto. 

Tal es la brevedad del original parquísimo en detalles, redu- 
cidos á veces á un solo epíteto. A pesar de esta sencillez, es po- 
sible, sin. faltar al espíritu del autor, dar otro giro á su concepto, 
conservando el fondo y variando los detalles, como se ve en se- 
guida. 

II 

Reina de Gnido y Pafos, 
¡Oh, Venus Citerea! 
deja tu ciprea concha 
y ven donde Glicera. 

En su pequeño templo 
incienso á tí te quema, 
te invoca enamorada 
y adoración te ofrenda. 



to EDUARDO DE LA BARRA 



Contigo venga el niño 
de las temibles flechas, 
y síganle las Ninfris 
para alegrar la fiesta. 

Las desceñidas Gracias 
lleguen también; con ellas 
Juvencia, fresca y grata 
como una aurora, venga. 

Y, el índice en los labios, 
Mercurio esté á la puerta, 
velando los misterios 

de la feliz Glicera. 

• 

Ambas traducciones encarnan la idea del poeta, ambas con 
Igual fondo, varían en los detalles secundarios, y en la versifi- 
cación; pero, están llamadas á producir la misma impresión 
poética que el original de Horacio. Una forma no excluye á 
la otra. 

Sin alejarse mucho del modelo cien formas nuevas pueden 
dársele aún, como puede verse en estas otras variantes: 



III 



Reina de Gnido, diosa de Pafos, Venus Ciprea, 
deja tu puerto lleno de encantos y de delicias, 
hoy que te llama Glicera hermosa, ven, Citerea, 

y no le niegues dulces caricias. 

* 

Ven do te aguarda prendiendo aromas, ardiente y bella» 
ven do te invoca, junto á tus aras, con dulces preces. 
Su alcoba en templo se ha convertido: te adora en ella, 

como ella sabe, cual tú mereces. 



ODAS DE HORACIO II 



Venga contigo Cupido armado; con él radiosas 
vengan las Ninfas cantando ledas y enamoradas; 
sueltos los cintos, lleguen las Gracias vertiendo rosas 

cual las que nacen de tus pisadas. 

Llegue segura, que aquí se guarda letal secreto, 
Juvencía ardiente, con su ajegria, con sus candores: 
— ¡De los misterios prended las luces: Hermes discreto 

guarda la puerta de los amores! 

Este metro modernísimo no es clásico, como lo es la estrofa 
sáfico-adónica en que se puede verter jugando esta pequeña Oda. 



IV 



Reina de Pafos y de Gnido, O Venus, 
tu Chipre amada y deliciosa deja, 
y hoi, á los ruegos de Glicera acude; 
ven á su fiesta. 



Brilla su alcoba convertida en templo, 
tierna te llama, enamorada y bella, 
grato perfume en braserillos de oro 
quema en tu honra. 

Venga contigo el ceguczuelo armado; 
sigan sus pasos amorosas Ninfas; 
vengan las Gracias con los cintos sueltos, 
libres y airosas. 

Llegue Juvencía esplendorosa y franca, 
y dé á la fiesta del amor su encanto; 
Venus, presida los misterios, y Hermes 
vele á la puerta. 



12 



EDUARDO DE LA BARRA 






Siguiendo la costumbre por otros establecida, como punto de 
referencia, al lado de cada oscura traducción mía presentaré las 
más famosas versiones castellanas de la misma Oda, que así se 
at]uilata el gusto, se añrma el criterio, y se resarce á los lectores, 
evitando que "el libro se les caiga de las manos.ii 

Si á pesar de la abrumadora comparación con los grandes 
modelos, estos pobres versos de un mal latinista llegan á hallar 
fortuna, puedan ellos algún dia servir de contribución al HO- 
RACIO Americano. 



ü fczic .>4>^^ 



i 
I 






\ \ 



9 

I 




TRADCGGIONES 



—^*' 



I 



▲ la Havo guo UrTa á Virffilio 

(Lib. I, Oda III) 



Sic U diva. 



¡Guíente, O Nave, la divina Venus 
y los astros lucientes 
de Helena hermanos! Que benigno Eolo 
guarde los vientos, y las brisas suelte 
blandas para Virgilio, á tí confiado! 
Llévale á Atenas la famosa, y «alvo 
vuélvele, O Nave, á mi cariño, mira 
que es la mitad de mi alma. 

De roble duro y triplicado bronce 
sin duda el pecho fué de quien primero 
en leño tosco se arrojó á los mares: 

no se curó del Ábrego 
con el ronco Aquilón en lucha fiera; 

ni de las tristes Hlfades; 

ni del Noto furioso 
enseñoreado de la mar Adriana, 
donde subleva las cerúleas ondas 

y á su querer las calma. 



¡4 EDUARDO DB LA BARRA 

I ■ 



No hay género de muerte que intimide 
á aquel que pudo con serenos ojos 

p ver los monstruos surgentes 

del piélago profundo, y los siniestros 
escollos del Epiro. 

En vano Jove próvido interpuso a 

el océano inmenso 
entre los apartados continentes: 

con temerario arrf»jo 
naves implas el abismo salvan! 

Sin límite á su audacia, el hombre, altivo 

tras lo vedado corre: 
¡Nefando violador, niida le arredra! , < 

El fuego sacro al cielo 
audaz el hijo de Japeto roba 

y á las gentes lo entrega. 
Mas, tras el don funesto, pestes lívidas 

y males nunca vistos 
cayeron en legión sobre la tierra; 
y la Muerte, antes lenta y perezosa, 

aceleró su paso. 

Dédalo ensaya al aire 
alas que fueron al mortal negadas; 

y hasta en el reino fúnebre 
al ténebre Aqueronte vence Alcides. 

Al hombre nada es arduo: 
insensato provoca al Cielo mismo! 

Jove, por culpa nuestra, 
su rayo vengador jamás depone. 



ODAS DE HORACIO 1 5 



OBSERVACIONES 

E^ta Oda ha ejercitado á muchos traductores como Lista, Burgos, 
Pida), Milá y Fontanals, y más la paciencia de sus lectores, según la 
crítica acerada del General Mitre, bien que muy juiciosa y erudita. 
Otros, como Jáuregui, la han parafraseado. 

Como dije, me propongo ofrecer al lector las que pasan por decha- 
dos entre las traducciones existentes, y algunas declaradas insuperables 
por críticos competentes, aunque no infalibles. 

Comienzo por colocar en este puesto de honor i preferencia la Oda 
d la Naveá¿[ General D. Bartolomé Mitre, el traductor más completo 
de Horacio que tenemos en América, y así daré una muestra, y. de las 
más felices, de su método de traducción ad litteram^ que yo no juzgo 
adecuado á su fin, y antes bien dañoso á la expresión poética y al 
efecto estético que se busca. ^uede ser que me equivoque: otros di- 
rán. Entre tanto, hé aquí la muestra ofrecida: 



▲ la UTaT» 

Que la Diva cipria reina 
De Helena hermanos los astros fúlgidos, 

Y el gran padre de los vientos, 
(Atando á todos rnenos á Zéñro) 

Nave amiga te conduzcan, 
Cuando á Virgilio lleves al Ática, 

Y retornes, te lo ruego, 
Salva, la dulce mitad del alma! 

Fué de roble y triple bronce 
£1 duro pecho, del que en frágil barcO 

A la mar se echó primero, 
Entre Aquilones y Áfrico raudo, 

Sin temer las tristes Hyades, 
Y en contra el noto rabioso, que arbitro, 

Ya subleva, ya apacigua 
Las bravas ondas del mar Adriático. 

¿Qué peligro de la muerte 
Turba al que ha visto con ojos áridos. 

De la mar nadantes monstruos 



1 6 EDUARDO Da LA BARRA 



Y escollos tristes de Acroceraunio? 

Dios en vano, con prudencia, 
Entre las tierras puso el Océano 

Sí la nave, impíamente 
Salta los límites que están fijados. 

Osa todOf audaz el hombre 

Y lo vedado nefasto viola: 

El sacro fuego trajo á las gentes, 
Japeto el hijo, que al cielo roba. 

Desde entonces nuevos males 
La tierra invaden, con fiebres pálidas; 

De la muerte el tardo paso. 
Fatal haciendo, su marcha rápida. (?) 

Ala nunca dada al hombre, 
Dédalb ensaya en el vacío aéreo; 

Y hasta fuerza el /tqueronte 
Con osadía, trabajo hercúleo. 

Nada es arduo á los mortales: 
Al cielo mismo, sufren insanos: (?) 

Ni permiten nuestros crímenes 
Deponga Jove su rayo airado. 



Bartolomé Mitre. 



II 



▲ Pint 

(Lib. I Oda V) 

Quis muUagraaUí.,, 

¿Quién es el grácil, perfumado mozo 
que en tu jardín, entre las rosas frescas 
te abraza, oh Pirra, y para quien sonriendo 
prendes gentil la rubia cabellera? 

Ahí tendrá que llorar!. .. Ufano ahora 
se goza en tus halagos, y navega 
fiado, inocente, á las falaces brisas 
por el oscuro mar de las tormentas. 



ODAS DE HORACIO 1 7 



t)rce en la lealtad de tus volubles votos, 
cree inalterable la fortuna ciega... 
¡Ay^ mísero de aquel á quien deslumhras 
fingiendo amor y virginal pureza! 

Yo, salvo de las olas, de Neptuno 
llegué al votivo altar en la ribera, 
y alK, en memoria del naufragio mío, 
rota y húmeda aún mi veste cuelga. 



▲ Pirra 

(Bis) 

¿Quién es ese mancebo presuntuoso 
en líquidas esencias empapado, 

que so el dosel umbroso 

de tus tempranas rosas 
te estrecha, dulce Pirra, enamorado? 

Tú por él, placentera 
ya despliegas tus artes seductoras, 
y atas gentil la rubia cabellera, 
y con candor fingido le enamoras. 

¡Ay, inocente, entre tus redes preso, 
cuan presto llorará su desengaño! 
Mientras pendiente de tus labios rojos 

se contempla en tus ojos, 

con fiero estruendo y daño, 
negros los cielos y la mar violenta, 
llegará á sorprenderle la tormenta. 

Compadezco al que absorto en tu hermosura, 
deslumhrado, te cree constante y pura, 
y su dicha sin término posible. 



1 8 EDUARDO DE LA BARRA 



'é 



h 



^, 






Ah! quien asi procede no conoce 

ni de ese mar las brisas 
ni lo que anuncia su espejear temible! 



En cuanto á mí, ya libre del naufragio 
al dios marino, en su pared sagrada 

agradecido cuelgo 

mi túnica mojada, 
y me retiro de la mar airada. 



OBSERVACIONES 

• 

i<De esta oda ha dicho Escalígero que es un puro néctar, y D'Acíer, 
que es la más linda de las'de Horacio, repitiéndolo Burgos, que la ha 
traducido ramplonamente.ii. — (Mitre), 

Muchos son los poetas españoles que en todo tiempo la han para- 
fraseado y traducido, y entre ellos Fr. Luis de León, Argensola, Fran- 
cisco Sanchez, el Bróceme^ Villegas, Espinel, Burgos, y algunos ameri- 
canos, como Bat ras y Mon tufar, Mitre, Arengo, Magnasco, etc. 

Entre todas, la traducción de Menéndez y Pelayo ha sido elejida 
como «<la mejor del mejor n para el ^^Hotacio traducido por ingenios 
esfañolesu. Razón es esta de sobra para que aquí la prefiramos, aún 
cuando no la creamos un dechado. 

Hela aquí: 

¿Qué tierno niño entre purpúreas rosas, 

Bañado en oloroso ungüento, 
Te estrecha. Pirra, en regalada gruta, 

Cabe su seno? 
¿Por quién sencilla y á la par graciosa 

Enlazas las flexibles trenzas? 
¡Ay cuando llore tu mudanza el triste 

y tu inclemencia! 
Mar agitado por los negros vientos 

Serás al confiado amante, 
Que siempre alegre y amorosa siempre 
piensa encontrarte. 



ODAS DE HORACIO I9 



¡Mísero aquel á quien propicia mires! 

Yo libre de tormenta brava 
A Dios del mar ya suspendí en ofrenda 
veste mojada. 



M. Menénoez Pelavo. 



III 

▲d EepuUloam 

alegoría 
(Lib. I. Oda XIV) 

O fiams, referent in mate U novi fhutns» 

^Dónde te arrastran otra vez las olas? 
¿Por qué te alejas del seguro puerto? 

¿A dónde vas, oh Nave, 

en alta mar, sin remos? 

Cruje tu mástil por el viento herido 
y gimen las antenas; ya te .asaltan 

y azotan tus costados 

las impetuosas aguas. 

Baten rotas tus velas, y tú, en vano 
invocas á los dioses; ni los pinos 

pónticos de do sales 

te evitarán peligros. 

Ni los lares pintados en tu popa 

dan ánimo al piloto!... ¡Vuelve al puerto 

si no quieres, cuitada, 

ludibrio ser del viento! 



20 



EDUARDO DE LA BARRA 



Causa ayer de mi afán, hoy de mis votos, 
Óyeme: evita en los cicladeos mares 

los nítidos escollos 
donde rompe en espuma el oleaje. 



OBSERVACIONES 

Esta alegoría contra la guerra civil ha tenido mala suerte, pues 
ninguna de sus muchas versiones al castellano ha merecido la aproba- 
ción de los críticos, ni en España ni en América. 

Si la de Sanchez Barbero es ajustada al original, se la encuentra fría 
y sin valor poético: si la de Burgos se aparta del modelo, se dice de 
ella que es una paráfrasis sin la enérgica concisión horaciana. Lo 
mismo entre nosotros, los hermanos Amunáteguis, critican a Olmedo 
por inñel; mientras qne Mitre juzga de la paráfrasis de Bello, que "no 
tiene nada de horaciana, como lo dice muy bien Menéndez y Pelayo, 
y es de un acentuado mal gusto literario, n Creo, á mi turno, que más 
merecen este juicio severo las traducciones á la letra, que no esta libre 
imitación de Bello. Juzgue el lector por las siguientes muestras, previ- 
niendo que en el Horacio Español se ha dado preferencia á la de Bello 
sobre las de los otros poetas entonces conocidos. Las traducciones del 
, General Mitre se publicaron con posterioridad. 



O&a 



Contra la guerra civil 



Qué nuevas esperanzas 
al mar te llevan? jTorna, 
torna atrevida nave, 
á la nativa costal 

Aun ves de la pasada 
tormenta mil memorias 
¿y ya á correr fortuna 
segunda vez te arrojas? 

Sembrada está de sirtes 
aleves tu derrota, 
do tarde los peligros 
avisará la sonda. 



Ah! vuelve, que aun es tiempo, 
mientras el mar las conchas 
de la ribera halaga 
con apacibles olas. 

Presto, erizando cerros, 
vendrá á abatir las rocas; 
de náufragas reliquias 
hará á Neptuno alfombra. 

De ñámulas de seda 
la presumida ponipa, 
no arredra los insultos 
de tempestad sonora. 



ODAS DE HORACIO 



2í 



¿Qué valen contra el curso 
tirano de las ondas, 
las barras y leones 
de tu dorada popa? 

¿Qué tu nombre famoso 
en reinos de la aurora, 
y donde el sol recibe 
su cristalina alcoba? 

Ayer por estas aguas, 
segura de si propia, 
desafiaba al viento 
otra arrogante prora. 

Y ya, padrón infausto 
que al navegante asombra, 
en un desnudo escollo 
está cubierta de ovas. 



¿Qué? No me oyes? el rumbo 
no tuerces? Orgullosa 
descojes nuevas velas 
y sin parar te engolfas? 

¿No ves, oh malhadada 
que ya el cielo se entolda, 
y las nubes bramandO) 
relámpagos abortan? 

No ves la espuma cana 
que hinchada se alborota, 
ni el vendaval te asusta 
que silba en las maromas? 

I Vuelve objeto querido 
de mi inquietud ansiosa; 
vuelve á la amiga playa 
antes que el sol se esconda! 

Andrés Bello. 



Esta no es propiamente una traducción de Horacio, sino una pálida 
imitación diluida en mucha palabreria y conceptos heredados del siglo 
XVIII, de que Bello se emancipó más tarde por su talento, cultura y 
buen gusto literario, pues esta es una obra de su juventud que él des- 
pués repudiaba. Cree Mitre que si el «Horacio de los ingenios espa- 
ñolesii le dio cabida en sus páginas, fué á falta de otra interpretación 
pasable de esta oda. Sea como fuere, no se puede desconocer el méri- 
to relativo de la obra de don Andrés, que, á pesar de sus conceptos, 
lleva impreso el sello del autor, y encierra no pocas bellezas. 

Veamos ahora la del General Mitre, que es palabra por palabra lo 
que dijo Horacio. 

Oh, nave, que de nuevo al mar te llevan! 
¿Qué es lo que haces? Retorna (al) firme puerto. 
No ves ya tus costados 
desnudos de sus remos, 

Y tu mástil herido por el Áfrico (i) 
gimiendo tus antenas? Ya sin cables, 

.podrá luchar tu quilla 

contra imperiosos mares? 



(i) Es tal el apego del autor al texto latino que llama el Áfrico al viento de 
Africa, que en castellano se dice el Abrégú* 



22 



EDUARDO DE LA BARRA 



Tu velamen se encuentra desgarrado: 
no hay dioses que invocar en el peligro, 
aunque de noble selva, 
eres póntico pino. 

Nada valdrá, que el tímido nauclero 
no fia en las pinturas de tu popa. 
Cuida de que no seas 
de los vientos la mofa! 

Oh, tú! que fuiste objeto de mis ansias, 
en otro tiempo, y ora de mis votos, 

evita de las Cicladas 
los espumantes, nitidos escollos. 



1 



B. Mitre. 



IV 

A ArlBtio Fnioo 

(Lib. I, oda XXII) 



Integer vüaty sceUrisque purus» 



I 



Sea que escale las Caucasias cumbres, 
sea que cruce las arenas Libias, 
ó los lugares fabulosos donde 
Rueda el Hidaspes, 

El hombre justo, de conciencia pura, 
no necesita de moriscas armas; 
ni arco, ni aljaba de herboladas flechas 
Sírvenle, Fusco. 



II 



Vagando inerme, de inquietud exento 
por la sabina, solitaria selva, 
salióme un lobo, cuando á tí cantaba, 
Lálage hermosa; 



ODAS DE HORACIO 23 



Vióme y fugóse!... Tan terrible fiera 
nunca la tuvo la guerrera Daunia, 
ni el de Numidia, engendrador de leones, 
suelo bravio. 

III 

Llévame, Fusco, donde el cierzo helado 
seca las plantas, al confín del mundo, 
donde la niebla y la ventisca odiosa 
turban la vida; 

Pon me do Febo eon sus rayos hace 
homo la tierra, y viviré seguro 
mientras me escude con su dulce encanto 
Lálage amada. 

A FtLSOO 
(Bis) 

Fusco, do quiera que sus pasos guíe 
El que es entero y en el alma limpio, 
No necesita venenosas flechas 
Ni armas moriscas; 

Sea que escale las nevadas cumbres, 
Sea que cruce la candente Libia, 
O las regiones misteriosas donde 
Corre el Hidaspe. 

Asi de un lobo en la Sabina selva 
Pude sin armas libertarme un día, 
Mientras cantaba en amoroso empeño 
Versos á Lidia. 

Y era tal monstruo cual no vio la Dacia 
Nunca en sus bosques, ni lo ha visto acaso 
La de leones nutridora y madre, 
Tierra Numida. 



24 EDUARDO DK LA BARRA 



Ponme en el clima donde nunca soplan 
Auras gentiles, en el fin del mundo, 
Campo de hielos y neblinas, donde 
Viva aterido. 

Ponme do el suelo como un horno ardiente 
Mata la vida, y á mi Lidia hermosa, 
Dulce en sus ojos y en sus labios dulce, 
Siempre he -de amarla. 

OBSERVACIOKES 

Conozco de esta Oda cuatro versiones castellanas, una de D. Este- 
ban de Villegas, á mi juicio la mejor, otra de D. Nicolás Fernández 
Moratín, la tercera de su hijo D. Leandro y la cuarta del General Mitre, 
Todas se aproximan al .original y lo traducen más ó menos fielmente. 

Lo que merece observarse es que el original mismo adolece de cier- 
ta incongruencia entre sus partes. 

La I.* de éstas se reduce á una proposición equívoca, á saber: «el 
hombre de vida honesta no necesita salir armado por montes y de- 
siertos, n 

La 2.* parte, refiere cómo el poeta iba descuidado por una selva 
cantando á Lálage, cuando salió un lobo que al verlo torció su cami- 
no, á pesar de ser una fiera espantable, más que los leones mismos de 
la Mauritania. 

La 3.% dice que bien puede Fusco mandarlo al helado polo ó al 
suelo tostado por el sol, que él siempre amará la dulce risa y las dulces 
palabras de Lálage. 

¿Qué encadenamiento, cuál relación posible ^hay entre estas partes? 

¿Qué tiene que ver el hombre de vida honesta con el lobo que huyó 
del poeta al verlo? ¿Qué concomitancia hay entre esa fiera y el dulce 
sonreir de Lálage? 

Yo no sé explicarlo; pero sí sé que nada de esto puede cargarse á la 
cuenta de las buenas transiciones horacianas. 

La composición se reduce á decir, «Sea cual fuere el clima que me 
albergue siempre amaré á Lálage. ti 

Para darle unidad y encadenamiento entre las partes, menester es 
que, si la composición se encamina á encarecer el amor del poeta por 
Lálage, comience hablando del amor, para preparar la conclusión que 
al amor se refiere. 



ODAS DE HORACIO 25 



Podría ser así: i.^ Quien vive amando no necesita de armas, donde 
quiera que mueva sus pasos el amor lo acompaña y protege. 

2.^ Yo lo he experimentado: pasaba por la selva Sabina cantando 
á Lálage y un lobo me cerró el • paso; pero, huyó de mí, aun cuando 
era una bestia brava como no se habrá visto otra igual ni en la Numi- 
dia, tierra de leones feroces. 

3.^ Lléveme la suerte á las regiones heladas, ó aquellas otras caldea- 
das por un sol á plomo, y sin pensar en incomodidades ni peligros sin 
necesidad de guarecerme, sonaré contigo, mi Lálage siempre amada, y 
seré invulnerable. 

Más adelante daré esta Oda reformada como queda dicho. Antes 
transcribiré la de Moratín, el padre, y en seguida la del hijo, que pasan 
por las mejores, aunque yo, como dije, prefiero la de Villegas. 



A ArlBtio Fusco 

£1 de la vida, Fusco, religiosa 
Ni dardos usa, ni moriscos arcos. 
Ni de la aljaba llena de saetas 
Envenenadas. 

Ó por las sirtes cálidas camina, 
Ó por el alto Cáucaso desierto, 
Ó por la tierra donde fabuloso 
Corre el Hidaspe. 

Mientras inerme la sabina selva 
Cruzo cantando á Lálage, distante 
Ya de mi quinta, de mi vista un lobo 
Fiero se aparta. 

Monstruo que nunca Daunia belicosa 
Vio más terrible en dilatados bosques 
Ni Mauritania, de leones bravos 
Árida madre. 

Ponme en los campos frígidos á donde 
Ninguna planta goza el aura estiva. 
Término al mundo, que la niebla y vientos 
Sufre malignos. 



a6 



EDUARDO DE LA BARRA 



Ponme debajo del vecino carro 
Del sol, en tierra de habitar negada, 
Serás mi amada, ¡Oh Lálage! que dulce 
Cantas y ries. 



NlCOlJls F. MORATÍN. 



i 

4 



Quo 2a Tirtul nftda teme 



£1 que inocente 
la vida pasa, 
no necesita 
morisca lanza, 
Fusco, ni corvos 
arcos, ni aljaba 
llena de flechas 
envenenadas, 
ó las regiones 
que Hidaspe baña, 
6 por las Sirtes 
muy abrasadas, 
<5 por el yermo 
Cáucaso vaya. 

Yo la Sabina 
selva cruzaba 
cantando amores 
á mi adorada 
Lálage, libre 
de afán el alma, 
por muy remoto 
sitio sin armas: 
y un lobo fiero 
me ve y se aparta. 



Monstruo igual suyo 
no tiene Daunia 
en montes llenos 
de encinas altas, 
ni los desiertos 
de Mauritania 
donde leones 
y tigres braman. 

Ponme en los yertos 
campos, dp el aura 
no goza estiva 
ninguna planta, 
lado del mundo, 
región helada 
que infestan vientos 
y nubes pardas; 
ó en la que al rayo 
del sol cercana 
de habitaciones 
carece y aguas; 
Lálage siempre 
será mi amada, 
dulce si rie, 
dulce si canta. 



J 



Leandro F. de Moratín, 



ODAS DE HORACIO 



27 



En el mismo metro he compuesto esta variante: 



I 



El que sencillo 
vive sin tacha, 
no necesita 
moriscas armas, 
arco, ni flechas 
emponzoñadas, 
sea que huelle 
las cumbres cansas, 
ó que entre sirtes 
perdido vaya; 
ya trepe el Alpe, 
ya esté en Sahara, 
ya pise el suelo 
que Hidaspe ^aña 

II 

Yo ayer el bosque 
feliz cruzaba, 
cantando á Lelia, 
la niña amada, 
y derrepente 
vi que se alzaba 
delante un lobo!... 
Mira, se aparta, 
luego se aleja 
por la enrramada!... 
Fiera más fiera 



no la hay en Daunia, 
que es nutridora 
de bestias bravas; 
ni entre los montes 
de Mauritania, 
la de leones 
madre africana. 

III 

Ponme en los yermos 
donde del aura 
tibia, no goza 
ninguna planta; 
al fin del mundo, 
región helada 
de ventisqueros 
y nieblas pálidas. 
Ponme en el suelo 
que el sol abrasa, 
horno viviente 
de ardiente llama; 
y en donde quiera, 
Fusco, qué vaya, 
la dulce Lelia, 
mi dulce amada, 
siempre el encanto 
será de mi alma. 



Conforme a la interpretación mía, manifestada poco más 
arriba, he compuesto la siguiente variante de esta Oda: 



28 EDUARDO DE LA BARRA 



▲ Aciitlo Ftuoo 

(Reformada) 



I 



Quien vive amando, de maldad exento, 
No necesita de moriscas armas; 
Manso, no pone envenenadas flechaS) 

Fusco, en su aljaba. 
Pasa soñando, sin sentir, las Sirtes, 
Pasa del Tauro la fragosa cumbre, 
Pasa los llanos que el Hidaspe riega. 

Siempre sonriendo. 



II 



Yo mismo un día en la Sabina selva 
Cantando i Liris descuidado erraba, 
Vino á mí un lobo, sorprendióme inerme... 

¡Fuese al mirarme! 
¡Nunca los robles de la Daunia brava 
Vieron tal monstruo, ni las rudas breñas, 
Hijas del Atlas, que leones nutren!... 

¿Quién me ha salvado? 



III 



¡Su dufóe imagen!... Si me veo un día 
Entre los hielos donde el Boreas nace, 
Al ñn del mundo y entre oscuras nieblas 

Yerto de frió! 
Ó si me encuentro donde el sol á plomo 
Tuesta la tierra, su inefable imagen 
Fuerzas daráme... ¡Enamorada y bella, 

Vea á mi Liris, 

Y eso me baste! 



ODAS DE HORACIO 29 



Y 

A Oloe 

(LíU I. Oda XXIII) 

Vitas hinnuleo me simiiis, Chloe» 

Ó Cloe, me pareces cuando fugas 
en busca de tu madre, la asustada 
tímida cervatilla que en el bosque 
tras de la cierva y en su alcance pasa. 

Todo la asusta: si las hojas suenan, 
si salta algún lagarto, ella se espanta, 
y tiemblan sus rodillas y atropella, 
tras de la madre, las espesas zarzas. 

Yo, cuando voy tras tí, sencilla Cloe, 
no soy léon que á devorarte avanza... 
Oye; deja á tu madre, que ya es tiempo... 
¡la hora de las nupcias te reclama! 

OBSERVACIONES 
(Lib. I. Oda XXIII) 

Poco ha tentado á los traductores esta Oda al parecer sencilla, de- 
licado reclamo de amor á una muchacha nubil. Mitre no la incluye en 
su colección. 

y En el tiHoracio de los injenios españolesn se da preferencia á la de 
Burgos, hecha en un romance octosílabo que nada tiene de sobresa- 
liente. Preferimos la del poeta chileno D. Narciso Tondreau, que se 
ajusta bastante al original, traduce el pensamiento de Horacio y se lee 
con agrado. Dice así: 

Huyes, Cloe, de mí, cual corzo tímido 
que á su espantada madre va siguiendo 
por entre el bosque oscuro, y que se asusta 
al ruido de las hojas y del viento. 



30 EDUARDO DE LA BARRA 

Si el aura de naciente primavera 
bate las ramas, ó el zarzal espeso 
mueve el verde lagarto, sus rodillas 
tiemblan al par que su agitado pecho. 

Yo no te busco cual su presa el tigre 
ni como de Getulia el león hambriento, 
quiero decirte que á tu madre dejes 
y que un esposo busques, pubs ya es tiempo. 



Narciso Tondreau. 



£1 tema se presta al género leve y sencillo de la anacreóntica, como 
puede verse en la siguiente muestra en hexasílabos: 



Cual la cervatilla No soy león hambriento, 

que va apresurada no soy tigre hircana, 

tras la madre huyendo que por devorarte 

por entre las matas, siga tus pisadas, 

que todo la asusta, Soy tu amigo, Cloe: 

que todo la espanta, oye una palabra, 

el mirlo, el lagarto te diré en secreto 

y el viento y las ramas, que en sazón te hallas; 

asi tü me huyes, que es tiempo que dejes 

asi te me escapas las maternas faldas 

y vas tras tu madre por un tierno joven 

desasosegada. que ya te hace falta. 



D. Juan Monserrat y Archo, tradujo esta pequeña Oda insinuante 
del latín al catalán, y todo lo que es de difícil pasar de una lengua sin- 
tética á una analítica, resulta fácil y hacedero el translado si se trata de 
dos lenguas de la misma naturaleza, y más si son afínes entre sí en el 
grado de las peninsulares. Al correr de la pluma he traducido de Mon- 
serrat, introduciendo de paso ligeras variantes, que no perjudican ni 
impiden ver cómo el poeta catalán interpreta á Horacio. Dice así: 



ODAS DE HORACIO 



3' 



De mí te apartas, Cloe, 
tal como la cervatai 
que en busca de la madre 
á toda prisa escapa. 
Teme los vagos ruidos 
del bosque y de las auras 
cuando la Primavera 
rebulle entre las ramas; 
y si un lagarto, súbito 
ajita la hojarasca 



las piernas se le doblan, 
tiembla hasta las entraftas. 
Aguarda, no me huyas; 
no soila fiera hircana 
que te imaginas, Cloe, 
cuando de mí te espantas!. . 
Sólo decirte quiero, 
fruta en sazón, preciada: — 
¡deja á la madre y sigue 
al hombre que te ama 



VI 



▲ Venus 

(Lib. I. Oda XXV) 



Ó Venus regina. 



Reina y señora de Gnido y Pafos, 
Tu delicioso nido cipreo. 
Deja, y acude donde te invoca 
Glicera bella, quemando incienso. 



Contigo el ciego Cupido vaya, 
Vayan las Gracias, los cintos sueltos, 
Vayan las Ninfas, y al par con ellas 
Ju vencía loca | y Hermas discreto. 



OBSERVACIONES 

Esta oda brevísima y graciosa, ha sido menospreciada ó temida por 
los traductores, siendo poquísimos los que se le han atrevido. Sólo dos 
conozco: Mitre, que la traduce á la letra, y Burgos, que la presenta 
diluida, pero con más gracia. Daré ambas muestras. 

O Vbnus, reina de Gnido y Pafos, 
Deja tu Chipre; ven, que te invoca, 
En bella estancia, Glicera bella, 
Con mucho incienso. 



3» 



EDUARDO DE LA BARRA 



£1 niño férvido, venga; y las Gracias 
Con cintos sueltos, y Ninfas rápidas; 
Y con Juvencia, sin tino grata, 
*Venga Mercurio. 



B. Mitre. 



Burgos se expresa en esta otra forma: 

Reina de Pafo y Gnido 
deja tu Chipre amada» 
y ven do mi adorada 
te llama con fervor. 
Do en tu honor encendido 
incienso arde oloroso: 
contigo venga hermoso 
el rapazuelo Amor. 
Las Gracias, desceñida 
la túnica, tus huellas 
sigan, y marchen de ellas 
las Ninfas a la par; 
y Juventud pulida, 
si amor la inñama ardiente 
y Mercurio elocuente 
te sigan al altar. 



J. de Burgos. 



Quien debe seguirla no es Mercurio elocuente^ sino Hermes^ o Met* 
curio silencioso y discreto^ que esa fíesta del placer juvenil pedía la dis- 
creción de un dios. 



VII 



▲ la Lira 



(Lib. I, oda XXXII) 



Púscimm 



Lira, cántennos! S¡ jugando ocioso 
Fáciles versos me dictaste, ahora 
Alza mí canto y sus latinas voces 
Venzan al tiempo. 



ODAS DE HORACIO 33 



Xal como al Lesbio que estrenó tus cuerdas, 
Himnos le diste en el combate, y cuando 
Vuelto á sus playas la cansada prora 
Daba á la arena; 

Así yo á Baco y las celestes MuSas, 
Así yo á Venus y su niño alado 
Y á Licio el de ojos y cabellos negros, 
Cante contigo. 

¡O Lira, á Jove y al Olimpo grata, 
Gloría de Apolo, de mi vida encanto. 
Oye, si digno tu favor pidiere, 
Séme propicia! 

OBSERVACIONES 

La oda á la Lira, invocación sagrada en opulentos sáneos, es de 
muy difícil translación al castellano por su coostrucción latina especial, 
de largo giro, que, por impropio de nuestra lengua, tenemos que eludir 
y reemplazar artificiosamente. ^ ^ 

Hay traducciones de Lista y de Burgos; pero, aquí presentaremos la 
del guatemalteco don J. J. Michao, por ser la que se incluye como 
modelo en el ««Horacio de ingenios españoles,?! y por estar recomen- 
dada como "insuperableit por el doctor Magnasco, literato argentino 
dado al estudio de la antigüedad clásica, y muy buen traductor de 
Horacio. 

Lira sonora, cpn quien pude un día 
de ameno prado en la quietud contento 
' al fresco viento, reposar tranquilo 

plácidas horas... 
Ven á mis manos, y en cadentes ritmos 
Haz que mi canto se remonte al cielo, 
y acá en el suelo que inmortales sean 

haz sus acordes. 
Tü, que pulsada con ardiente numen 
fuiste en un tiempo de feliz memoria, 
cuando la gloria coronó tu frente 

lésbico cisne. 



34 EDUARDO DE LA BARRA 



Ora blandiendo su funesto acero 
ó bien atando la deshecha nave 
en tono suave á las. divinas Musas 

tierno cantaba, 
y á Baco leve, á la ciprina Diosa, 
al niño ciego, juguetón, alado; 
y al celebrado por sus negros ojos, 

Lico, el apuesto. 

Td en el banquete del tonante Jove, 

prez y delicia del celeste Apulo, 

alivio sólo á mi penar dispensa, 

Siempre propicia. • 

Juan J. Michao. 

• 

En esta traducción libre, que corre suelta y armoniosa á pesar de 
sus trabas métricas, si las ideas é ilación resultan las mismas de Hora- 
cio, hay alguna diferencia en los detalles, que no la dañan. La conclu- 
sión que aquí es esencia), no nos parece bien interpretada: el poeta 
pide á la Lira, á su numen, que enaltezca su canto á la par del de 
Alceo, y lo haga inmortal, y no que «'dispense alivio á su penar, n como 
dice el traductor. 



IX 

A& Puonm 

(Lib. I, oda XXXVIII) 

Persium otit\ puer, apparatus. 

Niño, detesto el artificio persa! 
No las guirnaldas con el tilo urdidas 
pido, ni quiero que me busques ora 
rosas tardías. 

Nada le agregues diligente al mirto: 
á ambos nos sienta su sencilla rama; 
á mí si bebo so la parra espesa, 
á tí si escancias. 



ODAS DE HORACIO 35 



OBSERVACIONES 

£1 Cisne <U Nágera^ autor de la Oda al Céfiro tan justamente cele- 
brada, así traduce este juguetillo horaciano: 

Oh tií, sirviente mío, 
no te cures del pérsico aparato, 

que llevo con desvío 
' las trenzaderas del ñorido ornato; 

ni busques do ñorecen 
las frescas rosas que tardías crecen: 

que yo muy diligente 
busco, porque tu ansia no trabaje, 

el mirto solamente: 
á tí QO te desdora, siendo paje, 

ni á mí, que de contino 
bebo á la sombra de una parra el vino. 

£. DE Villegas. 

Duro es el juicio del General Mitre: ^Villegas y Burgos, dice, han 
traducido esta oda, el primero en doble número de versos, y el segundo 
en veinte heptasílabos. Sería difícil decir cual es la peor.n El General 
traduce á la letra: 

Odio, muchacho, (el) Pérsico aparato: 

no gusto de coronas enlazadas 

con la fibra del tilo; no procures, (iqué?) 

donde hay rosas tardías. 
Con demasiado celo, nada agregues 
al simple mirto: bien nos viene el mirto 
á tí que sirves, como á mí que bebo 

bajo la espesa viña. 

B. Mitre. 

Mucho precio pone el General en esto de que se ha de decir viña 
espesa^ y no parra sombría^ y en otras menudencias que en nada traicio- 
nan el pensamiento del poeta y antes bien suelen realzarlo y darle 
belleza, como aquel gracioso decir de Villegas: 

ni busques do florecen 
las frescas rosas que tardías crecen. 






36 EDUARDO DE LA BARRA 



¿Quién condenaría ^s^s frescas rosas porque no están en el original? 
Horacio las envidiara. 

X 

▲ Licililo 
(Lü). II. Olla X) 

i 

Rectius vives, Licinu 

Si á ser feliz aspiras, O Licinio, 
ni en alta mar te engolfes por alarde, 
ni medroso te ciñas a la costa 
expuesta al oleaje. 

Quien más que el oro estima una mediana 
vida modesta i sobria, ese no habita 
el cubil del avaro, ni el alcázar 

blanco de torpe envidia. 

Al árbol más erguido más sacude 
airado el viento; las soberbias torres 
más en peligro están; el rayo hiere 
mejor los altos montes. 

A todo- evento el ánimo prepara: 
teme en la dicha; desdichado, espera; 
Jove nos manda los inviernos fríos 
y él mismo los aleja. 

Ni siempre tenso el arco formidable 
mantiene Apolo, con su excelsa lira 
despierta el numen en el pecho á veces, 

y el dulce canto inspira. \ 

Lo que es oscuro iluminarse suele; \ 

tus penas de hoy se aliviarán mañana: 
Licinio, nunca acobardado el pecho 

Cierres á la esperanza. \ 






\ 



ODAS DE HORACIO 37 



Ánimo muestra en el adverso caso 
y sereno valor: mas, si tu vela 
hincha empeñoso del favor el viento, 
Amaina! ten prudencia! 

OBSERVACIONES 

La Oda á Licinio, por su aparente facilidad, tienta á todos los tra- 
ductores; mas, según el juicio crítico del ilustrado Mitre, ninguna de 
sus traducciones vale la tinta que en ella se ha gastado. i'La de Fray 
Luis de León, como interpretación, versificación y poesía, se consi- 
dera de las más defectuosas. La del Brócense, sólo á título de curiosi- 
dad literaria puede citarse, pues ni fiel es siquiera; la de Juan de Mo- 
rales, es condenada justamente por Menéndez; la de Burgos no es 
mejor que las anteriores.n... Sólo la del mallorquín Amer, encuentra 
Mitre que relativamente es mejor ó menos mala que las anteriores, por 
estar en bien manejados sáfícos como el original, y la inserta íntegra 
en sus HoRACiANAS á fin de que se la compare con la propia. 

De allí la tomamos, ya que se la tiene por el mejor modelo. Es ésta: 

Vida más dulce, vivirás Licinio, 
sin engolfarte por la mar profunda, 
ni en la tormenta la dolosa orilla 

ir costeando. 
Á quien modesta medianía estime, 
sórdido techo no atormenta nunca, 
ni codiciosa la ambición le tienta 

de regio alcázar. 
Con más frecuencia el huracán sacude 
el pino erguido; las excelsas torres 
más pronto se hunden, y los rayos hieren • 

los altos montes. 
Teme en la dicha, en la desgracia espera, 
á varia suerte el pecho resignado: 
Júpiter alza rudas tempestades 

luego las calma. 
Si hoi es contrario no ha de serlo siempre: 
también suscita á la callada musa 
con suave cítara, que siempre el arco 

no tiende Apolo. 



k. 



i 



38 EDUARDO DE LA BARRA 



Fuerte, animoso en la fortuna adversa 
muéstrate al mundo; como así prudente, 
si demasiado favorable viento 

coje la vela. M. V. Ambr 

Elotre estos versos hay varios que no son sáfícos ni adónicos, como 
éstos: 



A varia suerte | el pecho resignado 

6 

Túpiter aUa | rudas tempestades 

6 

Con suave cítara, || qué siempre el arco 



En los dos primeros el acento esencial cae en la 6.* sílaba en vez de 
la 8.*; y en el tercero la cesura va después de la 6/ sílaba en vez de ir 
después de la $.*, condición esencial de este endecasílabo. 

No son adónicos: ode regio alcázar — los altos montes — no tiende 
ApolOyit -i- pues carecen del acento en la i.* sílaba. 

La 5.* estrofa es oscura. En general, la composición es buena y se 
lee con agrado, aún á pesar de sus defectos métricos. 

De igual valor es la del General Mitre y adolece de los mismos de- 
fectos; es más apegada al original; pero, da de él menos idea. 

Así el final 

... sapienter idem 
Contrahes vento nimium secundo 
Túrgida vela 

tradiScelo el señor Mitre: 

... amaina con prudencia 
si el viento impulsa por demás propicio 
túrgida vela. 

Pudo haber dicho: 

siempre que el viento por demás propicio, 
hinche tu vela. 

La del Brócense es muy elogiada por Menéndez Pelayo, quien en- 
cuentra que está hecha »con suma precisión, sobriedad y acierto.» 
Siento disentir en este caso, de la opinión de tan docto maestro. El 



ODAS DE HORACIO 39 



Brócense al cantar «la dulce medianía,!? se quedó el mismo en una 
''itriste medíanía,if por no decir más. Léase su trabajo: 

Muy más seguro vivirás, Licinio, 

DO te engolfando por los hondos mares, 

ni por huirlos encallando en playa 

tu navecilla. 
Quien adamare dulce medianía 
no le congojan viles mendigueces, 
ni le demuestran con atruendos vanos 

casas reales. 
Mas hiere el viento los erguidos pinos, 
dan mayor vaque las soberbias torres, 
y en las montañas rayos fulminantes 

dan batería. 
Viva con pecho bien apercibido 
quien la caída en las riquezas tema, 
y en la caída espere, que fortuna 

suele mudarse. 
Júpiter suele | dar y quitar fríos, 
mala fortuna suele variarse: 
cantas á veces y no siempre el arco 

ñechas, Apolo. 
En casos tristes fuerte y animoso 
muestra tu pecho y con prudencia suma 
coge las velas, cuando te encontrares 

entronizado. 

Francisco Sánchez 

de las Brosas 

XI 

▲ Postumo 

(Lib. II, Oda XIV) 



Rksut fugaces^ Posiume, 



Ay! cuan fugaces, Postumo, los años 
vuelan veloces! .. Los piadosos votos 
freno no son á la vejez que avanza, 
ni á la indomable muerte! 



40 EDUARDO DE LA BARRA 



No se aplaca Plutón, sordo á los ruegos, 
ni con triple hecatombe, él que insensible 
á Ticio y á Gerión en la onda estigía 
mantiene sumergidos. 

En la onda melancólica que todos 
tendremos que cruzar, cuantos los dones 
de la tierra gozamos, altos príncipes 
y rústicos labriegos. 

Por evitarlo vanamente huimos 
el cruento batallar, y el ronco estruendo 
de las ondas Adrianas, y el nocivo 
soplo otoñal del Austro. 

Fuerza es llegar á la corriente densa 
y lenta del Cocito, y ver la infame 
gente Danaide, y en castigo eterno 
A Sísifo bregando. 



Fuerza dejar la tierra, y para siempre 
á la esposa querida! De tus árboles 
uno á la tumba seguirá contigo: 
el ciprés funerario! 



Y el que hoy escondes cécubo famoso, 
sabrálo derramar el heredero 
en soberbios festines, emulando 
las cenas pontificias. 

¡Tal es la vida, O Postumo; espinosas 
rosas de un día que á morir nacieron! 
Apenas si dejamos cual la nave 
en pos fugaz estela. 



ODAS DE HORACIO 4 1 



OBSERVACIONES 

Es esta Oda sobre la brevedad de la vida, una de las más celebra- 
das de Horacio: todos la repiten de memoria y muchos se complacen 
en traducirla, ya en prosa ya en verso. 

Creo que ganarfa con suprimirle la ultima estrofa. Tras de la triste i 
final despedida, tras de dejar al hombre sepultado á la sombra del ci- 
prés, ¿i qué recargar el cuadro con la amarga idea del pródigo here- 
dero derramando el cécubo preciado que él guardaba bajo siete llaves? 

Y tu heredero dejará que el cécubo 
que hoy guardas bajo llave, el suelo riegue 
cuando vino mejor en copas de oro 
no gustan los pontífices. 

Conservada esta estrofa por respeto al original, he creído redondear 
mejor el concepto general de la Oda, agregando un final de mi cuen- 
ta. Pudiera ser ese final una estrofa digna y propia del cuadro severo, 
la cual, sin desdecir del sentir pagano se amoldase al espíritu cristiano 
que nos guía y, alumbra, como ésta: 

¡Tal es la vida, Postumo! Lloremos 
el breve día que á ponerse nace; 
mas dejemos en pos grata memoria, 
y obra de bien dejemos. 

Los críticos á la letra insisten en muchas pequeneces: así el profesor 
Calandrelli condena á Moratín, no sólo porque emplea el verso suelto, 
sino por cada palabra de más ó de menos que encuentra en su traduc- 
ción. Sin salir de la primera estrofa le reprende el que diga «» postumo, 
caro Postumo, II cuando en el original no dice caro; el que traduzca 
pietas por ««santa virtud, h y la gradación latina rugis^ instanti senectcs 
por ««vejez rugosa, m y la indomitct morti^ que la completa, por ««dura, 
inevitable muerte, m 

Ahorro comentarios y me contento con mostrar los perfiles de esta 
crítica pueril con que un notable escolar que no es poeta, fustiga á un 
poeta como Moratín porque no es bastante escolar. 

Sólo faltó que le exigiera la traducción del Eheu! exclamación que 
es un sollozo. 

Eh/,.. eul si se aspira la >% y la » se apaga, se tendrá la reproduc» 



43 EDUARDO DE LA BARRA 



ción del sollozo: suena <;/!... el... Mejor sería ¡ej-eif, equivalente en 
cierto modo al antiguo /ay-mé/,.. Ello es que nos faltan los signos 
para expresar el sollozo y el suspiro. Sí se lee bien, podrá traducirse ¿ 
la letra, así: 

¡Eh.,, ai! Postumo, Postumo, fugaces 
pasan 4os aftosl Ni una arruga sola 
(ni) — de la vejez evitará tu ruego, 

ni la indómita muertel 



Acaso por estar muy lejos de saber el latín como el sabio Calan- 
drelli, no nos es dado ver la gradación que él establece entre arruga^ 
vejez y muerte. Si á la letra se la puede sostener (rugis et senectae), no 
así bajo el punto de vista retórico. ('Las preces piadosas no evitarán ni 
una arruga, ni la vejez, ni la muerte, n no es un climax aceptable por 
que el primer término oscurece y apoca á los otros. £s claro que quien 
no puede evitar ni una arruga menos evitará la vejez y la muerte, y 
entonces es redundante decirlo. La escala sólo podría establecerse en 
sentido inverso diciendo: el ruego no evitará la muerte^ ni evitará la 
vejez^ ni siquiera evitará una artuga.w £n la estrofa anterior póngase 
«mi la vejezit y se tendrá la gradación que quiere Calandrelli, y nada 
se habrá ganado. 

Ahora siguiendo mi sistema que consiste en traer á la vista los 
modelos que posee la literatura castellana, á fín de que sirvan de punto 
de comparación para acendrar el juicio, paso á transcribir el Postumo 
magistral de don Leandro Fernández de M oratín. 



¡Ay, como fujitivos se deslizan, 
Postumo, caro Postumo, los años! 
Ni la santa virtud el paso estorba 
De la vejez rugosa que se acerca, 
Ni de la dura inevitable muerte 
Y aunque á su templo des tres hecatombes 
En cada aurora, sacrificio y ruego 
Plutón desprecia, á tu lamento sordo. 
El al triforme Geríón y á Ticio 
Guarda, y los ciñe con estillas ondas. 
Que han de pasar cuantos la tierra habitan, 
Pobres y reyes. Y es en vano el crudo 



ODAS DE HORACIO 43 



Trance evitar de Marte sanguinoso, 
Y las olas que en Ádria el viento rompe 
Conv sordo estruendo; en vano, en el maligno 
Otoño el cuerpo defender del Austro; 
Que al fin las torpes aguas del oscuro 
Cocito, hemos de ver, y las infames 
Bélides, y de Sísifo infelice 
El tormento sin fin que le castiga. 
Tu habitación, tus campos, tu amorosa 
Consorte dejarás. lAy! y de cuantos 
Arboles hoi cultivas, para breve 
Tiempo gozarlos, el ciprés funesto 
Sólo te ha de seguir. Otro más digno 
Sucesor brindará del que guardaste 
Con cien candados, cécabo oloroso, 
Bañando el suelo de licor, que nunca 
Otro igual los pontífices gustaron 
En áureas tazas de opulenta cena. 

Leandro F. de Moratín. 



Séame lícito en este lugar pagar un tributo á la amistad recordando 
al doctor ítalo-argentino don Juan B. Arengo, quién á los 73 años de 
su edad y en vísperas de la muerte, traducía esta y otras composicio- 
nes de Horacio con precisión y acierto. 

De su traducción A Postumo^ bastante feliz, solo transcribiré las dos 
líltimas estrofas para muestra: 

Forzoso seiá, pues, dejar la tierra, 
el dulce hogar y la consorte amada; 
ni árbol alguno de estos que cultivas, 
en tu séquito irá, precario dueño, 
salvo el ciprés infausto! 

Luego rumboso el pródigo heredero 
volcará el gran acervo en los festines, 
y regará el soberbio pavimento 
con el cécubo añejo, más profuso 
que en pontificias cenas. 

J.'B. Arengo. 



44 EDUARDO DE LA BARRA 



He puesto séquito en vez de compaña^ y rumboso en lugar de más 
dignOy como dice el original, ya que mi amigo en vida me toleraba estas 
licencias, hijas de mi buena voluntad y afecto. 



XII 



ASroaíb 

■ 

(Lib. II. Oda XVI) 

Otium divos rof^at» 

Paz, á los dioses angustiado implora, 
calma, les pide el mercader si mira 
bravas las ondas de la mar que vsurca, 
negros los cielos. 

Paz, pide el Trace en la sañosa guerra; 
paz, quiere el Parto que las armas cubre... 
¡Don deseado, tu valor no igualan 
púrpura ni oro! 

No los lictores ni tesoros reales 
logran del alma desechar las penas: 
ellas so el techo de artesón dorado 
velan tenaces. 

Dichoso aquel que en sus manteles parcos 
luce el salero, del abuelo herencia, 
y, sin afanes ni rüín codicia 
duerme tranquilo. 

Breve es la vida, ¿para qué afanarse 
climas buscando por distintas zonas? 
¿Huyes la patria? Tu conciencia vela! 
¿Cómo evitarla? 



ODAS DE HORACIO 45 



Ella contigo, si alejarte intentas, 
Sube á la nave de espolón dorado; 
Si tu cuadriga á la carrera lanzas 
salta á la grupa. 

Fiera jauría que persigue al gamo, 
Euro que empuja las neblinas sueltas, 
Así del vicio el afanar constante 
sigue y acosa. 

Bástele al cuerdo con el bien presente 
sin que el futuro su pensar fatigue; 
temple lo amargo, que la vida humana 
dulce no es siempre. 

Joven Aquiles pereció, y en ruinas 
vive Titón, de su vivir cansado. 
Tal la fortuna: lo que al uno niega 
dáselo al otro. 

Llenan tus campos sicilianas greyes; 
mugen tus vacas, tus yeguadas pacen; 
sedas te adornan, y africano miirex 
tiñe tus paños. 

Si á mí la suerte me negó tus bienes, 
dióme la Lira de cadencia griega, 
y alma amorosa, de la Lira digna, 
dióme con ella. 



OBSERVACIONES 

Hay de esta Oda una traducción de Medrano, calificada de bas* 
tante libre; se recuerda otra de García de la Huerta, el autor de la 
Raquel, trajedia que le dio cierta fama; y una del poeta chileno don 
Salvador Sanfuentes; ofíel y correcta pero fría ir, á juicio del Geaeral 
Mitre, de quien tomo estas noticias. 



46 EDUARDO DE LA BARRA 



Hay también traducciones de los españoles Muso y Valiente, Burgo» 
y Aijona, siendo la 4^ este ultimo la mejor de todas. La damos ei> 
seguida: 

Ocio á los dioses en el ancho Egeo 
pide el piloto, cuando negras nubes 
cubren la lona, y la» estrellas vibran 

rayos inciertos. 
Ocio la Tracia, enfurecida en guerras; 
ocio los Medos en saetas claros, 
que ni las perlas ni el purpureo manto 

compra, ni el oro. (?) 
No la riqueza ni el lictor del cónsul 
del alma apartan los tumultos tristes^ 
ni los cuidados que el dorado techo 

cruzan errantes. 
Bien vive, oh Grosfo, quien brillante mira 
sobre la mesa las paternas copas, 
ni el leve sueño la avaricia ó miedo 

torpes le quitan. 
¿Por qué lanzamos á futuros días 
el pensamiento, y otro sol buscamos 
en nuevas tierras? de su patria huyendo 

quién de sí huye? 
Sube el cuidado á las ferradas naves, 
sigue al jinete en las fugaces turbas, 
más que los siervos, más veloz que el Euro 

dueño del Ponto. 
Contento el pecho en lo presente, olvide 
lo venidero, y con tranquila risa 
temple lo amargo. ¿Quién halló en el mundo 

dicha completa? 
En fk>r á Aquiles arrancó la muerte 
á Titón lenta senectud marchita; 
y á tí te niegan lo que darme acaso 

quieran las horas. 
Rebaños ciento y sicilianas vacas 
para tí mugen, para tí relinchan 
yeguas dispuestas á cuadriga; en doble J 

purpura tintas 



i 



ODAS DE HORACIO 47 



te visten lanas; más pequeños campos 
y un leve aliento de la griega musa 
me dio la Parca, y despreciar al vulgo 
siempre maligno. 



J. M. Arjona 



XII 



HqJIo le la mBdUiifa 

^Lib. III, Oda I) 

Odiprofanum tfuJgus 



Para los no profanos, en nombre de las Musas 
yo canto versos nuevos, prestadles atención. 
Mi cítara á las vírgenes y jóvenes roní^anos 
les hable al corazón. 

Si los rebaños de hombres ante sus reyes tiemblan^ 
los reyes, á su turno, la frente humillarán 
ante el poder de Jove que tumba á los jigantes 
con fuerza sin igual 

Al pliegue más lijero de su serena frente 
vacila el universo sujeto á su querer: 
del dios hasta los reyes, del rey hasta ¡os siervos 
larga la escala es! 

Este es señor de campos, aquél de gran clientela 
blasona, y este otro se funda en su virtud, 
y hay quien se crea dueño del Foro, donde reina 
la vana multitud; 

Y sus sufragios pídele, fVado en su prosapia... 
Mas, ^eso qué al Destino? El gran nivelador 
á ciegas en la urna mete la mano y nombra 
á aquél que le tocó. 



i 



4^ EDUARDO DE LA BARRA 
I 



Quien un puñal sospeche contra su pecho alzado 
ni el plato más sabroso ¿cómo podrá gustar? 
No al canto de las aves podrá, ni de la lira 
su sueño conciliar. 



El dulce sueño habita so el techo campesino 
donde hay conciencia sana, donde hay trabajo y paz, 
ó en el umbroso Tempe, donde las brisas juegan 
con ledo murmurar. 

jFeliz aquel que logra con poco contentarse! 
El mar enfurecido tranquilamente vé; 
nada le aflije, sea que sople el Noto airado 
ó sea que al caer 

la recia granizada, arruine los viñedos 
y robe de sus frutos los árboles en flor; 
ó pierdan las cosechas excesos de los fríos 
ó excesos del calor. 

El rico en su fastidio, construye nuevo alcázar 
sobre la cumbre airosa ó á orillas de la mar; 
mas, ¡todo en vano! el Tedio, su adicto inseparable, 
lo sigue á donde vá. 

Lo sigue si le huye en el bajel velero, 
lo sigue si se aleja en el veloz corcel, 
y cuando cree extraviarlo, sobre lagrypa asido 
siente que va con él. 

Las púrpuras de Tiro, las gomas de la Arabia, 
los vinos de Falerno, el mármol y el cristal, 
no curarán las penas del pecho dolorido 
ni el tedio extinguirán. 

No quiero alzar columnas de espléndida belleza 
que de la envidia atraigan el odio y el furor; 
prefiero mi cabana, de pocos conocida, 
donde hallo paz y amor. 



ODAS DE HORACIO 49 



OBSERVACIONES 

Esta Oda ha sido traducia por Burgos; pero, según Mitre, "de una 
manera tan prosaica, tan parafraseada, tan descolorida, que ni siquiera 
es un pálido reñejo de la composición original, ni da idea del estilo 
horaciano.il Acaso por deficiencia mía, pienso de muy distinta manera, 
tanto que esta traducción de Burgos me parece esmeradísima y un 
modelo en el género. Sigue de cerca al original y si llega á apartarse 
es con sobriedad, buen gusto y elegancia; pero, en ningún caso se limi- 
ta aun calco servil é indijesto. Horacio habría aplaudido esta traduc- 
ción de su oda, como Enrique Heine las de su amigo Gerardo de 
Nerval, quien á veces superaba al original mismo. Por desgracia, el 
general Mitre encariñado con su sistema de traducciones poéticas á 
la letra, está fatalmente condenado á encontrar malo cuanto exceda de 
ese estrecho marco. 

La traducción libre que yo presento me atrevo á ponerla sobre la 
literal del ilustre crítico, pero, queda muy abajo de la de Burgos, para 
mí admirable. Juzguen sino, los que tengan críterío propio: 

OteZ 

Lejos, lejos de mí, gentes profanas; 

Versos jamás oídos 
Escuchen los demás con temor santo, 
Que, sacerdote de las nueve hermanas, 
A las doncellas y á los niños canto. 

Al rey acata pueblo reverente, 

Y los reyes acatan 
Á Jove sin igual y sin segundo, 
Al vencedor de la titánea gente 
Al que conmueve con su ceño al mundo. 

De vides uno allí puebla las cumbres; 

Su nobleza ostentando 
Los sufragios del pueblo esotro anhela; 
Cuál su opinión pondera y sus costumbres. 
Cuál se apoya en su larga clientela. 



50 EDUARDO DE LA BARRA 



Sobre el linage todo, pesa empero, 

Con ley igual y fija, 
Dura necesidad, fallo de muerte. 
Cuál del último el nombre, del primero 
De la urna ancha y fatal sale la suerte. 

No sabrán bien los sículos manjares 

Al que su impío cuello 
Vea siempre amagar desnuda espada; 
Ni volveránle el sueño los cantares 
De las aves, ni cítara acordada: 

El sueño que en la rústica mejilla 
Suave y blando posa, 

Y la parama de pajiza aldea, 

Y el fresco valle y la sombrosa orilla, 
Que el aliento del Céfiro recrea. 

A aquel que sus deseos enfrenando. 

Contenta \o preciso. 
No amedrenta el bramar del golfo oscuro. 
Sus luces las Cabrillas asomando 
Ni escondiendo sus luces el Arturo. 

Ni azotando las vides la pedrea. 
Ni frustrando engañoso 
Las esperanzas de cosecha el suelo. 
De largas lluvias ya la culpa sea, 
Del ardor estival, ó el crudo hielo. 

Sillares labran en la escueta playa 

Obreros afanados; 
Viene estrecha la tierra al opulento 
Que alzando diques en el mar, ensaya 
Los peces estrechar en su elemento. 

¡Vano, estéril afán! La Cuita grave 

Tras él sin tregua corre; 
Acósale sin tregua el Temor fiero, 
Suben con él á la ferrada nave, 
Siguen en el caballo al caballero. 



\ 



ODAS DE HORACIO 51 



Y si á lanzar del ánimo mezquino 

No bastan la zozobra, 
Cual astro claro ptirpura esplendente, 
Ni frigio mármol, ni falernio vino, 
Ni los gratos perfumes del oriente; 

¿A qué sobre columnas suntuosas, 

La envidia alimentando. 
Yo lujosa mansión levantaría? / 
¿Ni como por riquezas afanosas 
Trocara mi pacífica alquería? 

Javier de Burgos 

Hace mucho hincapié el señor Mitre en dos expresiones de Horacio 
las cuales encuentra que jamás se vertieron como es debido. La pri- 
mera de ellas es el famoso Cunda supercilio maventis^ con que los 
griegos pintaban el poderío del padre Jove, quien con sólo arrugar el 
entrecejo movía el universo. En otras palabras^ el universo pendía de 
un acto de su voluntad, voluntad que físicamente se manifiesta en una 
lijera contracción del entrecejo. Ordénese mentalmente una cosa 
cualquiera, formúlese una orden imperiosa ^ en el acto se produce esa 
ligera contracción. Ahora, con qué palabra denotar en castellano ese 
fruncimiento del entrecejo? No la hay, y entonces fuerza es valerse de 
un circunloquio que lo exprese. £1 General Mitre, tan apegado a la 
letra, truduce: 

que con su supercilio mueve el orbe 

No hay tal supercilio en castellano, ni el Jove helénico movía el 
mundo p>or una contracción de sus cejas, ni «con su ceñon sino por 
un acto de su soberana voluntad, grande, pero inferior al sublime fiat 
lux! de la Biblia. Por eso sería fiel traducir: 

Jove -que con querer conmueve el universo. 

La otra expresión, es t\fiindusque mendax^ que Mitre traduce por 
^^ heredad frustránea y ó sea que no da el fruto que prometen lo cual es 
como decir cosecha frustrada, perdida ó vana. Burgos traduce: 

Ni frustrando engañoso 
Las esperanzas de cosecha e) suelo. 




I 



52 EDUARDO DE LA BARRA 



Acaso sería más poético, 

y el granizo, 
deshace en ñor el fruto prometido 

A mi me parece tan \nsLCtpiab\e ti frustránea heredad como el super^ 
cilio jovino. Prefiero una perifrasee cualquiera contal que rinda la idea 
latina. 

Lo demás es crítica menuda, casi siempre sin motivo. Y tanto me- 
nos le doy valor cuanto que yo mismo incurro voluntariamente y á 
sabiendas en modos idénticos á los que 'al señor Bqrgos se reprende 
Así, por ejemplo, del Destino digo: el gran nivelador (no está en el 
texto). 

A ciegas en la urna | mete la mano y nombra 
á aquel que le tocó. 

Aquí cometo el delito de lesa-traducción, olvidando que Horacio 
ijo amplia ó ancha urna. Fácil sería salvarlo, diciendo: 

En la amplia urna á ciegas | mete la mano y nombra, etc. 

Pero, prefiero el verso sin ese calificativo, que para la idea poco im- 
porta, pero libre de sinal^as que lo empastan. 

Voy más lejos aun: suprimo una serie de circunstancias por conser- 
var mejor la idea del poeta en su esencia. Así el señor Mitre con bas- 
tante apego á la letra, ha traducido: 

Los peces sienten que la mar se estrecha, 
por diques que la llevan, y cimentan 

empresarios y esclavos, 
para el amo, cansado de la tierra; 
más doquiera, el Temor y la Amenaza 
al que domina asalta, y cuita oscura 

va al bronce del triremo, 
o del jinete salta á la gurupa. 

Quien no conozca el original hallará oscuro este pasaje, y aún 
cuando en él se compilan los detaiks del original, no se ve la idea neta 
y clara, desaparecida en la traducción bajo ei mismo ofuscamiento de 
esos detalles. 

Dejemos á los peces en paz pensando lo que quieran; dejemos de lado 
á los empresarios de los diques y sus esclavos, y vengamos á lo que im- 






ODAS DE HORACIO 53 



porta, al rico hastiado y caprichoso que por distraer su fastidio alza sus 
construcciones sobre el mar, j á quien su tedio jamás abandona ni en 
mar ni en tierra. En esta idea ñnal, »ni en mar ni en tierran emplea el 
poeta hermosos tropos característicos que ya que no sería lícito borrar, 
y por eso, sin desconocer lo que Horacio dijo para los romanos, creo 
no traicionarlo al desentenderme de detalles hoy perjudiciales á )a ni- 
tidez de la idea, rindiéndola en esta otra forma, la más profana del 
mundo para los críticos á la letra: 

£1 rico en su fastidio | construye nuevo alcázar 
Sobre la cumbre airosa ó á orillas de la mar; 
Mas, ¡todo en vano! el tedio, su adicto inseparable 

Lo sigue á donde vá. 

Lo sigue, si le huye en el bajel velero, 
Lo sigue si se aleja en el veloz corcel, 
Y cuando cree estraviarlo, sobre la grupa asido 

Siente que vá con él. 

Esto al menos se entiende. 

Si se me objeta que he traducido el arata triremi (el trireme de 
espolón de bronce), por bajel velero^ diré que á mi juicio así se sirve 
mejor el pensamiento de Horacio, que no traduciendo '^va al bronce 
del trirremow^ como prefiere el señor Mitre. SU de catcris. 



XIII 

Dláloiro entre Borftoio 7 Lydia 

(Lib. Ill— Oda IX.) 

Donee graius eram tih 

Horacio 

Mientras de tí adorado 
y único dueño, comprimí ardoroso 

tu seno idolatrado, 
más que el rey de los persas fui dichoso. 



54 £DUARDO DE LA BARRA 



Lidia 

I 

Mientras de tí adorada 
no me sentí por Cloe postergada 
yo aventajaba en gozo y ufanía, 
á ia romana, celebrada IHa. 

Horacio 

Hoy me domina Cloe: la dulzura 
de su cítara tracia me enajena. 

¡Diera poi* su ventura 

mi vida de amor llena! 

Lidia 

Arde idéntica llama 
Por Caláis en mi pecho, y él me ama! 
Yo, por mi hermoso griego ¿qué no haría? 
Por él cien vidas con placer daría! 

Horacio 

¿Y si Venus en su ara 
nuestra extinguida llama reviviera? 
Si yo á Cloe mi puerta le cerrara 
y á Lydia enamorado se la abriera? 

Lidia 

Bien que Caláis hermoso 
es como un sol, y, tú, sañudo y fíero 
como el Adriano mar tempestuoso, 

¡en tus brazos prefiero 
para siempre vivir y morir quiero! 



ODAS DE HORACIO 55 



OBSERVACIONES 

Dláloiro amoroso entre el Poeta 7 la desde&a&a LlAla 

El diálogo entre Horacio y Lidia, es hermosísimo y afortunado, pues 
logró encontrar un digno intérprete en fray Luis de León, el primer 
lírico castellano, con excepción de Garcilaso. 

Damos en seguida su traducción, que pasa por la mejor que hay de 
esta poesía, y la mejor de entre las del ilustre fraile, que en las imita- 
ciones excede á su gran modelo: 

Horacio, Mientras que te agradaba 

y mientras que ninguno más dichoso 

los brazos añudaba 

al blanco cuello hermoso, 
más que el persiano rey fui venturoso. ' 

Lidia. Y yo, mientras no amaste 

á otras que á mí, ni desdichada 

por Cloe me dejaste, 

de todos alabada ' 
y más fui que la Ilía celebrada. 

Horacio, A mí me manda agora « 

la Cloe, que canta y toca dulcemente 
< la vigüela sonora, 

y porque se acreciente 
su vida, moriré yo alegremente. 

Lidia, Y yo con inflamado 

amor á Calais quiero y soy querida, 

y si el benigno hado 

le da más larga vida, 
la mía daré yo por bien perdida. 

Horacio. Mas, ¿qué si torna el juego 

amor, y torna á dar ñrme lazada? 

Si de mi puerta luego 

la rubia Cloe apartada 
á Lidia queda abierta y libre entrada? 



56 £DUAROO OK LA BARkA 



Lidta, Aunque Calais hermoso 

es más que el so!, y tu más bravo y fiero 
que mar tempestuoso, 
más que pluma lijero, 
TÍvir quiero contigo y morir quiero. 



Fr. Luis de León 



XIY 

A|2fr«élml« 

;(Lib. Ill, Oda XII.) 



Mistrarum est. 



Cuan infeliz la niña* 
á quien se contraría en sus amores, 

y á quien le está vedado 
templar en el deleite sus ardores, (i) 

Castígala la lengua 
del rígido tutor y la amenaza: 

ella llora, suspira' 
y las labores de Minerva aplaza. 

Luego á Cupido escucha 
y en Hebro, el bello liparino, piensa. 

Néóbule en su pecho 
siente de amor la ebullición intensa. 

Hebro es mejor jinete 
que el mismo vencedor de la Quimera; 

no hay púgil que le iguale, 
ni nadie le ha vencido en la carrera. 



(i) ^Endulzar con el vino sus dolores^ — dice el original bajo el velo de la 
alegoría. Tomado directamente este concepto, parece de mal gusto . 



ODAS DE HORACIO 57 



Al jabalí sorprende 
en el espeso matorral; si lanza 

su ñecha, va certera, 
y al ágH gamo en la llanura alcanza. 

Del Tiber en las ondas 
sumerge el hombro con el oleo ungido... 

Velo Neóbule y piensa 
que es más fuerte el amor cuando es prohibido. 

OBSERVACIONES 

••De este boceto de costumbres antiguas — dice el General Mitre — 
no hay más traducción española que la de Burgos en forma de ana- 
creóntica, en la que quedan perdidos los más graciosos rasgos del 
original. M Daremos á conocer ésta y la traducción de Mitre,- donde se 
conserva el original con esmero: 

Mísera aquella triste te va ya disgustando >' 

á quien amar se veda, de la casta Minerva, 
y anegar en el vino Hebro mejor jinete 

las cuitas y las penas; que el que hundió á la Quimera, 

y que aterrada siempre, jamás en pugilato 

de un tío cruel tiembla vencido ni en carrera, 

la reconvención dura, el que baña en el Tiber 

la amena^ violenta. los sus hombros de atleta, 

A tí el alado niño ó en el llano espacioso 

de Venus Citerea tras de los siervos vuela, 

hoy ya de tus labores, * ñechas certeras lanza, 

Neóbule, te aleja; y acomete ó acecha 

y el li parió Hebro al jabalí escondido 

de las dulces tareas en la áspera maleza. 

Javier de Burgos 



Desdichada la joven sin amores 
que no endulza con vino sus dolores, 
y fustiga la lengua del tutor. 
Labores de Minerva te ha quitado, 
Neóbule, de Citerea el niño alado, 
del bello Hebro al amor. 



53 EDUARDO DE LA BARRA 



Jinete más que fué Belerofonte 
no hay quien su puño 6 su carrera afronte: 
al jabalí sorprende en la maraña; 
en llanos, flecha al siervo perseguido, 
y el hombro de óleo del atleta ungido, 
del Tibre en la onda baña. , 

B. Mitre 

No he comprendido esta composición como los ilustres traductores 
citados, ni en el original me parece completa. I^ '¡falta objeto, carece 
de una fínalidad que la esplique, y eso he querido suplirlo con el rasgo 
ultimo agregado de mi cuenta. 

Aceptando de Mitre la transposición de un verso, después de la pin* 
tura de Neóbule contrariada, y de seguir su pensamiento al exaltar las 
cualidades del bello Hebro, ella lo ve sumergirse en el Tfber« y esa 
vista aviva su pasión y su preocupación. 

Velo Neóbule, y piensa 
que es más fuerte el amor cuando es prohibido. 

Sin este rasgo fínal que la completa, la composición se pierde en e 
vacío. 

XV 

« 

A la Fuente do Baaduiia 

(Lib. m. Oda XIII) 

Fuente Bandusía de cristal luciente, 
digna del vino y de las ñores frescas, 
un cabritillo de nacientes cuernos 
yo te daré mañana en grata ofrenda. 

En él frustrados quedarán los ciegos 
y lascivos instintos de su casta, 
que á tus gélidas aguas va á mezclarse 
borbotando su roja sangre cálida. 



ODAS DE HORACIO 



59 



£1 sol de la canícula quemante 
a tí no alcanza: tú, serena brindas 
frescor al toro del arado exe;ito, 
y al rebaño que pace por tu orilla 

He de cantar al roble que en tu concha 
próspero arraiga, y á las linfas puras 
que á su sombra burbullan vocingleras, 
y famosa te haré, Fuente Bandusia. 

OBSKRVACIOKES 

Transladaré en seguida las dos versiones de esta Oda que conoasco 



O fuente de Blandusia, 

muy más que el cristal clara: 

digna de dulce vino 

y de suaves guirnaldas, 

un tierno cabritillo 

te inmolaré mañana. 

Su frente con los cuernos 

nacientes abultada; 

á combates y á amores 

en vano se prepara. 

En vano, que la prole 

de trepadora cabra 

con 8U sangre tus ondas 

ceñirá de escarlata. 



A ellas tocar no osa 

en la siesta abrasada 

de canícula ardiente 

la sofocante llama. 

Tií á los toros, que un hora 

reja agobió pesada, 

grato frescor ofreces, 

y á la ovejuela vaga. 

Yo haré tu nombre eterno, 

yo, la encina copada 

cantando, que en los huecos 

peñascos se levanta 

de donde tus parleros 

raudales se desatan. 

'J. DE Burgos 



Oh, fuente de Bandusia, cristal diáfano 
digna de flores y de dulce vino, 

te he de ofrendar mañana, 
con el cuerno que asoma, un cabritillo, 
al que en vano destinan los amores 
á los combates de lasciva raza, 

porque su roja sangre 
ha de mezclarse con tus frías aguas. 
£1 sol canicular á tí n(; llega 



6o ' EDUARDO DE LA BARRA 



en la hora ardiente, y la frescura brindas 
al fatigado toro, sin su arado, 

y al rebaño que vaga por tus ribas. 

Famosa yo te haré, como otras fuentes, 

al cantar á la encina que se arraiga 
en tus cóncavas peñas, 

con el murmurio que tus linfas saltan. 



B. Mitre. 



XVI 

▲1 Fatuo 

(Libro III. Oda XVIII) 

Faune Nimpharum fngUnium amaUt. 

Fauno, empeñoso seguidor de Ninfas 
huidas al verte, si á mi campo llegas 
manso reposa, y las nacientes crías 
mira benigno. 

Cuando tus Nonas decembrales vienen 
tierno cabrito te consagro: en apchas 
cráteras nuevas se derrama el vino 
dado á la fiesta. 

Arde el incienso en tus vetustas aras; 
trisca el rebaño en la llanura herbosa, 
pacen los bueyes y el cordero juega 
cerca del lobo. 

Cantan los nidos y las chozas cantan, 
ramas esparce el campesino en tu honra, 
y en la antes dura, fecundada tierra 
baila tres veces. 



« 



ODAS DB HORACIO 6 1 



OBSERVACIONES 



Burgos traduce esta oda en una anacreóntica muy desteñida, que 
el Horacio Español incluye entre sus dechados. Daré preferencia á la 
del General Mitre, apegada al original, aunque no siempre lo inter- 
prete, y como él en versos sáfícos: 

Fauno, amador de fugitivas Ninfas, 
ven á mi campo por el sol templado, 
y al ausentarte, de la prole cuida 

de mis rebaños. 
Si te consagro un cabritillo al año^ 
ni falta el vino en el Venéreo crater^ 
y humo oloroso en profusión envuelve 

tu ara vetusta! 
Trisca el ganado en la campaña herbosa, 
al retornar tus Nonas de diciembre: 
festivo tlfagOy vaga por \os prados; 

sueltos los bueyes. 
La oveja audaz entre los lobos pace; 
te da la selva su follaje agreste, 
y el cavador, en tierra antes maldita, 

baila tres veces. 

B. Mitre. 



ínter audaces lupus errat agnos; entre audcues lobos vaga el cordero^ 
dice el original. Fossor significa efectivamente cavador y foseador^ y 
aun sepulturero; pero aquí, sin duda, es el labrador el que abre la 
tierra. Las cráteras eran anchas copas, en que se hacían * libaciones á 
Venus; mas no se les puede llamar el Venéreo crater ó el crater de 
Venus, La primera estrofa no está bien comprendida: el poeta no in- 
vita al Fauno ni le pide que al ausentarse cuide de sus crías, sino que 
le sea propicio cuando pase por su campo, y que no muestre enojo á 
los pequeñuelos de su majada. Nos abstenemos de ctras observacio* j 

nes por nuestro respeto y adhesión al autor. | 



63 EDUARDO DE LA BARRA 



XVII 

t 

A Ynnt 

(Libro III. Oda XXVI) 

Vixi ptullis nuper idtncus, 
. I 

En tiempos más dichosos 
de alegres devaneos, 
de Venus en las lides 
solía ser experto. 

Hoy en su altar rendido 
mis viejas armas cuelgo, 
y la cansada lira 
é inútiles trofeos. 

II 

O Venus, invocada 
do quier que nacen rosas, 
sólo un favor te pido 
al despedirme ahora: 

Humilla á Cloe altiva, 
y haz, una Vez por todas, 
que de tu antiguo adepto 
no ría desdeñosa. 

OBSERVACIONES 

Esta Oda que se presta á la anacreóntica, termina con un rasgo mali- 
cioso velado con delicadeza. Conservo su espíritu desechando detalle^ 



ODAS DE HORACIO 



63 



inútiles que en nada contribuyen al efecto de la obra, y, aun cuando 
otros digan que esos detallas revelan costumbres de la época, no los 
acepto, porque int fín es poético y no arqueológico. Burgos, como se 
vé en s^uida, los ha conservado. 



Agradable á las damas ^ 
viví yo en otros días, 
y serví no sin gloria ' 
^e amor en la milicia. 

Mas al lado siniestro 
de Venus la marina, 
hoy colgaré mis armas 
y mi callada lira. 

Aquí dejad, amigos, 



las hachas encendidas, 
y las palancas y arcos, 
que de mozas esquivas 
á las cerradas puertas 
amenazar solían. 

Diosa, á quien la abrasada 
Mémfis y Chipre admiran, 
de Cloe una vez sola 
tú la altivez humilla. 



J. DB Burgos. 



XVIII 



A ICelpáasM 



(Libro ÍII, Oda XXX) 



EPÍLOGO 



Rxeji numumentum 



Erijo un monumento durable más que el bronce, 
más alto que las altas Pirámides, asiento 

de la soberbia real. 
Ni el Aquilón violento, ni lluvias destructoras, 
ni el Tiempo infatigable con sus legiones de horas, 

podránlo derribar. 

No moriré del todo! de mí la mejor parte 
no tocarán las Parcas: la fama de mi arte 
creciendo siempre irá. 



64 



EDUARDO DE LA BARRA 



En tanto que el Pontifex al sacro Capitolio 
con las Vestales suba, del orbe bajo el solio 
oíd lo que didln: 

Dirán que yo el primero, Melpomene divina, 
á la cadencia griega la Cítara latina 

feliz logré ajustah 
¡Oh, Musa, el triunfo es tuyo, la gloria tuya sea! 
Más ven, benigna dea, con el laurel de Delfos 

mi frente á coronar. 



OBSERVACIONES 

Las traducciones de esta Oda solemne en que el poeta presiente j 
anuncia la inmortalidad de sus versos, no me llenan el gusto. Doy la 
preferencia á la de Rafael Pombo, por ser poeta americano de nota 
antes aquí no mencionado; y aun cuando la de Mitrf es más fiel, la de 
Pombo es más clara y ñuída. Es sensible que la haya reducido á un 
vulgar romance octosílabo, cuando el asunto, que tiene la solemnidad 
del himno, pedía metro más grave y acompasado. Dice así: 



Un monumento me alcé 
más duradero que el bronce, 
más alto que las pirámides 
de regia, fúnebre n/ole. 

Uno que ni el aquilón 
ni aguaceros roedores 
vencerán, ni cuantos siglos 
rápido el tiempo amontone. 

Yo entero no moriré: 
gran parte de mí á los golpes 
vedada está de la Parca; 
é irá creciendo mi nombre, 
fresco entre coros de aplausos 
de nuevas generaciones, 
mientras haya ojos que miren 
al augusto sacerdote 
y muda vestal, subiendo 



al Capitolio del orbe. 

Yo, si bien de humilde cuna^ 
seré proclamado noble, 
en el yermo donde al cabo 
Dauno reinó entre pastores, 
y donde el violento Aufído 
al mar estruendoso corre. 
Lo seré porque el primero 
fui yo quien al duro albogue 
del latino arrancar supe 
Eolios, líricos sones. 
Precíate, pues, de tus méritos, 
ohl inñamadora Melpomene, 
y mis cabellos tu mano 
con lauro délñco adorne. 

Rafael Pombo. 



ODAS •DE HORACIO 65 



Por el concepto que de esta Oda me he formado, he creído venta- 
joso suprimir el detalle que limita el aplauso, merecido por los versos 
del poeta á la región donde corre el Auñdo bullicioso, para extender 
su fama por el Orbe entero, como ha sucedido. Respecto á la duración 
de su memoria, el poeta la equipara á la de Roma misma, en su her- 
mosa imagen alegórica en que nos presenta al Pontífice Máximo su- 
biendo al Capitolio con las sacerdotisas de Vesta, diosa que simboliza 
la inmortalidad de la gran ciudad. Apagóse el fuego de Vesta, y la fa- 
ma de Horacio sigue viviendo. 



XIX 



ALolio 



(Ub. IV Oda VIII) 



Ne forte credas. 



Los versos del poeta que es nacido 
á orillas del Ofanto rumoroso, 
versos de un arte que á la Italia es nueva, 
no morirán, ó Lolío! 

Reina en la cumbre del Parnaso, Homero; 
mas, no por eso menos celebrados 
son Alceo y Simónídes y Píndaro, 
los de divino plectro. 

Vive Anacreonte, se conserva puro, 
fresco el rocío en sus nativas rosas, 
y de Safo la lira apasionada 
respira amor y fuego. 



5 



66 EDUARDO DE L4 BARRA 



No fué Helena la única princesa 
á quien de un hombre hermoso deslumhrara 
la púrpura y el oro, y las falaces 
palabras seductoras. 



No fué el primero Teucro que su flecha 
al aire disparase; ni fué Troya 
sólo una vez cercada, cuando el griego 
hundióla tristemente. 



No Idomeneo y Estenelo solos 
brillaron en las lides; no sólo ellos 
merecieron el canto de las Musas 
y los lauros del triunfo. 



Héctor el denodado y Deífobio 
los únicos no han sido que en defensa 
de la esposa adorada y tierna prole 
hasta la vida dieran. 



Antes que Agamenón, el grande Atrida, 
otros caudillos en la tierra han sido; 
otros héroes á Aquiles precedieron, 
y hundiéronse en la nada! 

Desparecieron en la sombra muda, 
y sus nombres ilustres se borraron 
cual nombres de cobardes: sus hazañas 
no eternizó la lira! 



Hoy nadie los recuerda ni los llora^ 
porque á su gloria les faltó un poeta. 
¡Sin Homero no hay Troya, no hay Aquiles, 
ni quien aplauda y llore! 



ODAS DE HORACIO 67 



II 



No serás tú olvidado, ilustre Lolio, 
en mis versos: en ellos tus empresas 
referidas oirán y tus virtudes 
las gentes venideras. 

De ánimo fuerte, en los negocios diestro; 
en la adversa y la próspera fortuna 
siempre sereno, y justiciero siempre, 
gran Cónsul te mostraste. 

Severo juez á la maldad y el crimen, 
perseguidor de la avaricia, y sordo 
á la atracción de la riqueza fuiste 
egregio ciudadano. 

A través de las filas corrompidas 
de grandes corruptores, tú paseaste 
en triunfo la virtud, dones soberbios 
altivo despreciando. 

Merece el nombre de feliz quien digno, 
superior sabe hacerse á la pobreza 
y vive satisfecho; no quien mora 
en opulento alcázar. 

Lo merece quien usa agradecido 
los dones de lo alto y más no pide; 
el que ama la justicia, y la conciencia 
pura y tranquila guarda. 

El que más teme el deshonor y oprobio 
que el trance del morir, y está dispuesto 
á dar la vida por la Patria amada: 
jEse es feliz y grande! 



68 EDUARDO DE LA BARRA 



TÚ lo eres, ó Lolio, afortunado 
cumplidor del deber, y justo y probo, 
que al pueblo haces feliz. Pueda mi lira 
eternizar tu nombre! (i) 



OBSERVACIONES 

De esta Oda en elogio de la poesía y de Ix»lio, sólo conozco la de 
Burgos, presentada como la mejor de las castellanas en el Horado de 
los Ingenios Españoles, Dice así: 

No creas nó, que un día 
sepultará los versos el olvido, 

que de la lira mía 
al compasado son, con arte canto 

hasta hoy desconocido, 
nacida yo cabe el ruidoso Ofanto. 

No, si descuella alzado 
el grande Homero en la primera silla, 

de Pfndaro enterrado 
el laúd yace o del tonante Alceo: 

de Estecícoro brilla 
también la Musa, y la del vate ceo. 

Respetó el tiempo insano, 
respetó los acentos juguetones 

del lírico tiyano; 
y el amor vive, el fuego se divisa 

que á sus tiernas canciones 
imprimió la lesbiana poetisa. 

No Helena la primera 
• fué á quien de galán nítido sedujo 
la blonda cabellera. 



(i) He agregado esta estrofa fínal, por ayudar al efecto general de la com 
posición. 



ODAS DB HORACIO 69 



ni la púrpura de oro recamada, 

ni el palaciego lujo. 
No fué una sola vez Troya sitiada. 

No la veloz saeta 
Teucro el de Telamón lanzó el primero 

con el arco de Creta, 
ni Idomeneo audaz sostuvo solo, 

ni Estenelo lijero, 
combates dignos del clarín de Apolo. 

No en luchas sanguinosas 
Héctor solo y Deífobo la vida 

por sus castas esposas 
y sus queridos hijos expusieron. 

Antes del grande Atrída 
mil valientes caudillos existieron. 

Mas por siempre ignorados 
hunde sus nombres el sepulcro frío, 

por que vates sagrados 
sus altos hechos resonar no hacen 

que el escondido brío 
y el temor escondido á la par yacen. 

De tu nombre la gloria, 
ó insigne Lolio, pues, mi Musa cante; 

yo tu clara memoria 
libraré del olvido y de la muerte; 

loaréte constante 
en la felice y en la adversa suerte; 

I azote del malvado, 
é insensible del oro al atractivo, 

y de tu consulado 
el lustre prorogando y los poderes, 

mientras juez fiel y activo 
"santa justicia al interés prefieres; 



70 EDUARDO DE LA BARRA 



Y con desdén los dones 
rechazas viles de inmoral cuadrilla, 

y por entre escuadrones 
de corruptores^ tu virtud paseas 

triunfante y sin mancilla: 
no al que es más rico, más dichoso creas. 

Lo es quien pobreza grave -] 

sufrir contento, y del favor del cielo 

gozar prudente sabe, 
y el deshonor más teme que la muerte, 

que por el patrio suelo 
y sus amigos arrostrara fuerte. 

Javier de Burgos 



■^ 



(Ubro IV. Oda IX) 
IMITACIÓN 



Crudelis adkué. . • 



¡Cuan cruel es tu belleza, y cuan ufana 
en el cristal contemplas 

el esplendor de tu primef mañana, 
indiferente y fría 

á los reclamos que el amor te envía! 
Si tu rigor no templas 
y das á Amor su parte, 
con tu primera cana, 

al caer de la tarde, ha de pesarte. 

Las gracias volarán si hoy te rodean: 
de tus crespos cabellos ondeantes, 
que hoi la vista recrean, 



ODAS DE HORACIO ft 



quedarán lacios restos; las joyantes 
rosas lozanas de tus dos mejillas 
las rugas surcarán que el rostro afean, 
y las verás deshechas y amarillas. 
El esplendor de la mañana que arde, 
¡cuan pálido y qué triste es á la tarde! 

¡Ay de tí, entonces, si el Amor te llama! 

¡Ay si vas á tu espejo! 
El espectro verás en su reflejo 

de la que á tiempo no ama. 
Contristada al cristal que no te miente 

dirás con voz doliente, 
dirás con voz tardía: ¡quién creyera 
que así se fuera la mañana mía! 
Si hoy ya no puedo ser lo que ayer era, 
¿por qué no pensé ayer lo que hoy sería! 

OBSERVACIONES 

He cambiado de sexo al sujeto de esta Oda como lo hizo Herrera, 
por ser así más conforme al carácter de nuestro tiempo, sin que ello 
en nada altere la concepción poética de la pieza. £1 poeta argentino Dr. 
Magnasco, ha sido más fiel al original de que yo me aparto bastante 
en mi imitación, alterando los detalles, pero conservando la esencia. 
Hé aquí su traducción muy estimable: 

A Llflrnri&o 

¡Oh cruel mancebo, tan pagado ahora 
de las gracias que Venus te donara, 
ya verás cuando el vello te sombree, 
ya verás si concluye tu arrogancia! 

Ya verás cuando caiga esa tu blonda 
cabellera que ondula en tus espaldas, 
y esa purpura suave que hoy te envidia 
el blando tono de las rosas claras. 

Ayl Ligurino, cuando el terso cutis 
esté erizado con* hirsuta barba, 



•j 



72 EDUARDO DE tA BARRA 



^ 



/ 



y al mirarte al espejo te contemples 
sin el tesoro de tus muertas gracias, 

has de decirte con ftiortal angustia: 
¿Por qué no pienso cual pensé en la infancia? 
¿Y, por qué mi mejilla de otro tiempo 
al pensamiento de hoy ya no acompaña? 

í 

La conclusión es asaz oscura: «la mejilla de ayer acompañando al 
pensamiento de hoy,» tiene algo de alambicado. Lo que Horacio 
expresa es esto: al verte al espejo tan cambiado, exclamarás: «Ay! por 
qué antes no pensé como hoy; ó por qué no tengo hoy lo (las gracias) 
que antes tuve.» 

Sería preferible una traducción más directa y ajustada al modelo, 
como ésta por ejemplo: 

De tu belleza misma, Ligurino 
desdeñosa frialdad nace en tu pecho; 
mas ya cuando tus gracias se marchiten 
y caiga sobre tí sombrío velo; 
cuando los bucles que á tu espalda notan 
deshechos rueden, y tu rostro terso 
de suave rosa y de jazmín se arrugue, 
y el cambio notes en el cruel espejo; 
ah ! dirás, infeliz y arrepentido: 
¿Por qué ayer no sentí lo que ora siento? 
o por qué no soy hoy lo que ayer era?... 
Amor, ¿a qué me llamas? —Va no es tiempo! 

Para completar la idea se agrega el ultimo verso, extraño al original 
latino. 

El Horado de Ingenios Españoles da preferencia á la imitación del 
divino Herrera, puesta en seguida: \ 

¡Oh, soberbia y cruel en tu belleza! 
cuando la no esperada edad forzosa 
del oro que aura mueve deleitosa 
trueque en la blanca plata la ñneza 
y tina al rojo lustre con ñaqueza, 
en la amarilla viola la rosa, 
y el dulce resplandor de luz hermosa 



ODAS D£ HORACIO 73 



pierda la viva llama y su pureza, 
dirás, mirando en el cristal luciente, 
otra la imagen tuya: «Este deseo 
¿por qué no fué en la flor primera mía? 
¿Por qué, ya que conozco el mal presente, 
con esta voluntad en que me veo 
no torna la belleza que solíaPu 

Fernando de Herrera 

Menéndez y Pelayo encontró insuperable la traducción de Herrera; 
no creo lo mismo: prefiero la de Burgos en exasílabos, como esta otra; 

O cruel, Ligurino perderse en un bosque 

temible y soberbio de erizados pelos, 

por los claros dones Entonces, llorando 

que te cede Venus; la obra del tiempo, 

caerán los que hoy luces al verte tan otro 

flotantes cabellos dirás a tu espejo, 

y las suaves rosas ¿Por qué, si ya es tarde 

de tu rostro fresco, en amor me enciendo; 

marchitas y secas o por qué mis rosas 

las verás mui luego, no nacen de nuevo? 

XXI 

Vite nuitlea laulet 

(Lib. V, Oda II) 

Beaius Ule qui procul negotiis 

Dichoso aquel que libre y alejado 
de los negocios y la usura ingrata, 
el propio campo al paso de sus bueyes 
tranquilamente labra. 

No le despierta la guerrera trompa, 
la mar embravecida no le espanta, 
y evita el Foro, y la antesala regia 
donde el favor se aguarda. 



74 EDUARDO DE LA BARRA 



3 



Cifra su gusto en enlazar la tierna 
vid al álamo ei^uido; mira, pasa, 
poda el árbol vicioso, en otro ingerta 
una mestiza rama« 

Plácele contemplar en la llanura 

cual pace desparcida su vacada; ^ 

ve esquilar sus ovejas, y la rubia 
miel en ánforas guarda. 

Cuando el Otoño la cabeza hiergue 
de pámpanos y frutas coronada, 
coge gozoso la madura poma 
en el cogollo intacta, 

y el racimo dulcísimo, purpúreo, 
que tienta al tordo en la torcida parra. 
¡Son para t{, Silvano, que los huertos 
y la floresta guardasl 

Bajo el añoso roble ya se sienta, 
ya se reclina en la olorosa grama, 
ya en la fontana que á su lado fluye 
la sed tendido aplaca. 

Halagado el sentido, en ocio blando 
oye las aves que en el bosque cantan, 
y al murmurio apacible de la fuente 
sus párpados desmayan. 

Cuando llega el Invierno y truena Jove, I 

y blanquean los campos ¡qué algazara! 4 

al jabaH persigue con sus perros I 
hasta que da en la trampa. 

Tiende á los tordos sus sutiles redes, 
la liebre temblorosa no le escapa, 
coge la grulla al paso, y saborea 
el placer de la caza. 



ODAS DE HORACIO 75 



Ah! ¿quién así no olvida y menosprecia 
la grandeza del oro ponderada!... 
¿Quién así del ludir de los negocios 
prudente no se aparta! 

Y más si el cielo una mujer virtuosa 
le da á su amor, una Sabina casta 
ó la tostada Calabresa, atenta 
á la prole y la casa. 

Que en el cercado encierre las ovejas 
y ordeñe al clarear las propias vacas, 
y amante á toda hora, al caro esposo 
sea sumisa y blanda. 

Que le aguarde sonriendo al caer la tarde 
y avive en el hogar la roja brasa; 
que para él, si llueve "encienda apriesa 
la leña no mojada, n 

Que en el blanco mantel tienda manjares 
de la cosecha propia, y ancha taza 
ponga del mosto que en la cuba hierve 
y las sienes abrasa. 

No el peje ni las ostras del Lucrino 
me serán más sabrosos; ni la rara 
pesca, que las tormentas de Levante 
empujan á estas playas. 

Ni la africana polla, ni el greciano 
preciado francolín tanto me agradan 
como la oliva nuestra por la mano 
labriega preparada. 

Ni cual la malva saludable, habida 
en el prado vecino, y la romaza, 
ó la cabrilla que escapó del lobo 
y es en el horno asada. 



76 EDUARDO DE^ LA BARRA 



Desde esta mesa rústica, cuan grato 
ver las ovejas que en tropeles pasan 
corriendo á su corral, y el buey cansado 
la reja transtornada 

A la rastra trayendo; y ver la alegre 
turba de esclavos de la rica granja. 
¡Quién que contemple tan dichosa vida 
no desea alcanzarla! 



Asf pensaba Alfeo el usurero, 
y quiso consagrarse á la campaña: 
su dinero reunió, y, al otro día... 
lo colocó de nuevo á mayor tasa. 

OBSERVACIONES 

La Oda en elogio de la vida del cam))o, es de las que más han ten- 
tado á los traductores españoles, y entre ellos figuran Argensola (Lu- 
percio) el sevillano Diego de Jirón, Cristóbal de Mesa, don Javier de 
Burgos y cien más. Sobre todos, como la palma entre los matorrales, 
descuella el noble poeta fray Luis de León, quien nos legó con Ja me- 
jor traducción castellana de esta Oda, su célebre imitación, que la 
supera. 

£1 General Mitre también la tradujo; pero con aquella confusión qu^ 
resulta forzosamente cuando se atiende á reducir la versión al texto, en 
determinado número de versos castellanos, quepa ó no quepa; y no á 
la ilación y marcha fácil, natural y armoniosa del conjunto, de modo 
que resulte algo correcto y poético que se lea con agrado, aun cuando 
se alteren algunos ligeros detalles. 

Creemos ofrecer un decidor ejemplar de ambas maneras de concebir 
i ejecutar la versión horaciana, poniendo nuestra traducción al lado de 
la del señor Mitre,, quien asf se produce: 

Elofflo Id la Tila oampeatro 

Feliz aquel que de negocios lejos. 
Como la gente de la edad primera, 
Campos paternos con sus bueyes labra 
Libre de usuras; 



ODAS DE HORACIO 77 



Que no despiertan militares trompas, 
Ni se horroriza con el mar airado, 

Y el foro evita, y del potente dvico 

Umbral soberbio; 

Que el gajo adulto de la vid marida 
De álamo enhiesto; y con su falce poda 
La rama estéril, y en el tronco ingerta 
Ramos fecundos; 

Que en valle soh^ en contemplar se goza 
Paciendo errante (?) el mugidor ganado, 

Y en limpias ánforas guarda miel, y esquila 

La oveja débil! 

Cuando otoño levanta su cabeza 
Adornada de frutas sazonadas^ 
Goza en coger la pera ingerta, y la uva 
Que vence Íl púrpura^ (i) 

Que ofrenda á Príapo, y á Silvano, padre, 
Protector de los lindes. Si le agrada. 
En tenaz grama y bajo antiguo roble. 
El recostarse. 

Agua que corre dentro de altas rivas. 
Aves quejosas que en el bosque cantan. 
Fuentes que manan susurrando, invitan 
A leve sueño. 

Cuando el tonante Júpiter envía 
Con el invierno lluvias y nevadas, 
Con perros echa al jabalí salvaje 
Contra sus trampas; 

O en ralas redes sobre horquillas leves 
Tordo voraz engaña, ó coge en lazo, 



(i) Coge la pera y cristalinas uvas 
émulos de la púrpura. 



7^ EDUARDO DE LA BARRA 



Tímida liebre ó pasajera grulla. 
¡Premios que alegran! 

Quien del amor las enojosas cuitas 

Asi no olvida, si una casta esposa. 

Cuida la casa y los queridos hijos, 

Cual la Sabina. 

De ágil Apuko (?), por el sol tostada, 
Que al sacro fuego pone leña seca 
A la llegada del cansado esposo; 
Ledo rebaño 

En el cercado entretejido encierra; 
Seca sus ubres (!); de la cuba saca 
£1 dulce vino, y el manjar prepara. 
Que no se compra. (?) 

Ni el rodaballo, ni ostras del Lucrino, 
Mejor me saben, ni el preciado escaro, 
Que tronadora tempestad de Oriente 
Trae á estos mares; 

Ni ave africana ó francolín de Jonia 

Tan gratamente bajan á mi vientre, 

Cual la aceituna que de pingüe gajo 

Tomo del árbol; 

O la romaza, amiga de los prados, 
O que la malva saludable al cuerpo, 
O Terminal cordero, ó un cabrito 
Quitado al lobo. 

En tal festín, cuan grato, ver corriendo 
A la querencia las ovejas (p sf/aóas) 

Y al buey que arrastra el invertido arado. 

Del cuello lánguido: 

Y ver los siervos de la rica casa 
Alrededor de relucientes lares! 



■•I 



ODAS DE HORACIO 79 



Después de hablar así, Alño usurero, 
Ya casi, casi, nistico futuro, 
Cobra en los Idus, y al peculio busca 
Nuevas Kalendas. 



B. Mitre 



Muy de mi gusto encuentro la traducción gallega de esta Oda de- 
bida al señor Mosquera, catedrático que fué del Instituto de Orense, 
según noticia de Menéndez y Pelayo dada en el Horacio Español de 
donde la he tomado. Esta Oda en gallego es bastante fíel al original y 
está vestida con naturalidad y gracia; pero, como el gallego no cuenta 
entre nosotros con lectores, la he traducido al castellano conservándole 
su sabor y corte. Antes de conocer el Beatus Ule en gallego, tenía he- 
chas las dos traducciones de esta Oda que he presentado á la consi- 
deración y juicio de los aficionados, una en estas páginas y la otra en 
distinta publicación. 

Lft Tlda Id campo 

(Traducida del gallego) 

Beatus iüe^ quiprocul negoiiis 

jFeliz quien vive como en tiempos de antes, 

lejos de toda bulla, 
y labra el campo que labró su abuelo 
con bueyes propios, libre de la usura! 

No el guerrero clarín ni el mar airado 

el sueño le perturban 
ni se encorva á la puerta del magnate, 
ni se agita del Foro entre la chusma. 

Mas, tranquilo, las ramas de la parra 

con el álamo ayunta; 
corta con su podón las ramas flacas 
y otras ramas ingerta más robustas 



8o EDUARDO DE LA BARRA 



Ó ve plicer las vacas y los bueyes 

en la feras llanura; 
ya la miel que exprimió guarda en sus odres, 
ya á sus corderos del vellón desnuda. 

Y cuando Otoño la cabeza hiergué 

coronada de frutas, -, 

coge la pera de la misma rama 
en que su mano ingirTó la púa. 

Ora á tíy dios Silvano, á tí Priapo 

que los linderos cuidas, 
agradecido, y en debida ofrenda, 
os va á llevar las coloradas uvas. 

Ó tendido á ía sombra de la encina, 

en la grama menuda, 
las aguas oye que del monte bajan 
y su camino por el valle buscan. 

Y al concierto del río y de las aves, 

que alegran la espesura, 
se aduerme y sueña, oyendo la fontana 
que al lado suyo musical murmura. 

En la ruda estación de crudas nieves 

de tormentas y lluvias, 
sigue al hirsuto jabalí, que diestros 
luego sus canes á la trampa empujan 

Y al voraz tordo entre sus lazos coge 

y á la liebre, y la grulla. .• 
Quien asi se da gusto ¿qué apetece 
de los lances de amor y de fortuna? 

Y más si tiene una mujer casera 

que los hijos educa, 
ya encendida en rubor cual las Sabinas, 
ó ya tostada por el sol de Apulia. 



ODAS DE HORACIO 8 1 



Mujer que antes que llegue su marido 

en el fogón atura 
las ramas secas, y la llama aviva 
que amiga los conforta y los alumbra. 

Que lista acude y el ganado suelto 

en el cercado junta; 
y las ubres estruja en las colodras 
blancas de leche, rebosando espuma. 

Que baja A la bodega y vino nuevo 

pide á la vieja cuba; 
tiende el blanoo mantel en rica mesa, 
que, sin mercarse nada, en todo abunda. 

Ah! por esa comida regalada 

que amor y pa^ endulzan, 
dejara yo las ostras del Lucríno 
que Á los de la ciudad tanto les gustan. 

Dejara el rodábalo y los escaros, 
si es que algunos empuja 
á nuestra playa el huracán soberbio 
que allá las costas de Levante abruma. 

Más que el greciano francolín y el ave 

que la Numidia educa, 
las romazas me agradan y las malvas 
que muchos pechos delicados curan. 

Ó la exprimida por campestre mano» 

delicada aceituna; 
ó el cabritillo tierno, que del lobo 
muestra fresca la fiera mordedura* 

Obi mesa bienhadada!- •. ¡Cuánto placp 

entre tanta fortuna, 
ver bajar las ovejas á la tarde 
cuando ya solas el aprisco buscan 



8a EDUARDO DE LA BARRA 



Ver los bueyes cansados, cuando vuelven 

de su faena dura, 
enyugados aún, traer el arado, 
el timón arrastrando por la punta. 

Y ver, en fin, de rústicos esclavos 

la suelta, alegre turba, 
enjambre de la granja, que en la tarde i 

en torno del hogar revuela y zumba. 



Esto dijo un tal Alfío, un usurero, 
ya resuelto á seguir la vida rústica: 
los cuartos recogió con que lucraba; 
pero, antes del mes, volvió á la usura! 



XXII 



Contra IConas, M1)tuio lo Pompeyo 



(Epod. IV) 



Lu^s et a^nis. 



Siente el cordero antipatía al lobo, 
y yo por tí no menos repugnancia; 
tu arrogancia me ofende, vil esclavo, 
que aún conservas del látigo las marcas. 

Por esconder tu origen, hoy ostentas 
tus riquezas chillonas y sonajas, 
y haces alarde de insolente orgullo; 
pero, muy conocido, á nadie engañas. 

Cuando con paso grave como un persa 
con tu traje talar barres las plazas, 
unos ríen, los otros indignados 
por verte pavonear, vuelven la cara. 



ODAS DE HORACIO 83 



TÚ crees que ésos te aclmíran, y ellos dicen: 
"Ese hombre, ese liberto, ese gran maula, 
hasta cansar el brazo del verdugo 
fué azotado*., y ahora, ¡qué arrogancia! 

Esclavo ayer, y luego propietario 
de extenso predio en la feraz campaña, 
con sus trenes soberbios abre huella 
en las calles de Roma, y hoy se alza 
á par del senador en el teatro, 
caballero y tribuno, por desgracia! 

¿A qué equipar más naves á gran costo 
contra esclavos alzados y piratas, 
si en Roma se consiente que ellos triunfen, 
como de más lo muestra el que aquí pasaPn 

Eso dicen de tí los ciudadanos 
cuando tú crees que tu grandeza alaban. 
¡Tu soberbia te abate, cuando juzgas 
que al que es esclavo vil, el oro ensalza! 

OBSERVACIONES 

Pasa por la mejor traducción de este trozo satírico, á los ojos de los 
españoles, la del poeta colombiano Rafael Pombo, que damos á con- 
tinuación: « 

Si entre cordero y lobo hay pugna eterna, 
la misma el hado entre los dos futido, 
que abrazaron tus piernas férreos grillos 
y tus lomos el látigo español, 
y aunque por tu dinero andas soberbio 
nunca fortuna calidad cambió. 
Cuando midiendo vas la Sacra vía 
con seis varas de toga, oye la voz 
de cuantos al pasar, á un lado y otro, 
vuelven la faz c.on franca indignación: 
A esí, á fuerza de azotes lo sajaron 



84 EDUARDO DE LA BARRA 



hasta que el pregonero enronqueció; 
y hoy ese mismo, en el Falerno campo 
tiene unas mil 3aigadas en labor. 
Y se atreve á pisar con sus rocines 
el Apia vía; y, despreciando á Otón, 
como un gran caballero osa sentarse 
en primer banco, á par del Senador. 

¿A qué cargar tanta ferrada proa 
contra cualquier gavilla que se alzó 
de ladrones y esclavos, cuando ¿sfe^ 
éste es aquí tribuno de legión? 

Rafael Pombo 

La idea con que remata Pombo la composición no es la misma del 
original. Más próxima es esta otra que yo doy en una versión distinta 
de la que ahora presento: 

"¿Tanta galera con costoso empeño, 

de qué sirve equipar contra el pirata 

si ese, ese menguado es el tribuno 

que va á mandar la malhadada ñota?ii 

I Asi la lengua popular te azota! ' 

No obstante, he aprovechado la del poeta colombiano, como se ve 
en la pemSItima estrofa de la versión anterior. 

XXIII 

▲ loa Eomftnoi 

CONTRA LA GUERRA CIVIL 

Lib. V, oda VII) 

Qué, qué sceUsH ruUis?,., 

I 

Desnuda en la mano la espada homicida, 
¿á dónde insensatos, á dónde voláis? 
¿Es poca la sangre romana vertida 
por montes y llanos, en tierra y en mar? 






ODAS DE HORACIO 85 



II 



¿La dimos acaso, la altiva Cartago, 
rival orgullosa, por ir á humillar? 
La dimos, decidme, por ver á los fieros 
Britanos uncidos al carro triunfal? 



III 



Ah» nó! que la dimos los pérfidos votos 
del Parto soberbio por ver realizar! 
Cumplidlos vosotros! Teñid las espadas, 
y á Roma por mano de Roma ultimad! 

IV 

Más fieros los lobos no son, ni los tigres: 
¡lobos contra lobos no saben pelear! 
El hombre tan sólo con rabia insensata 
al hombre su hermano sabrá exterminar. 



¿Qué hado, qué furia, qué crimen os mueve? 
¡Oh, ciegos, decidlo! Romanos hablad! 
¿La pálida frente dobláis en silencio? 
La lengua insidiosa no osáis desatar? 

VI 

Ya veo!... Implacable condena el Destino 
de Remo inocente la muerte fatal. 
¡Oh Roma, tus hijos la sangre fraterna 
con sangre fraterna comienzan á expiar! 

OBSERVACIONES 

Juzga el General Mitre que la traducción que hizo Burgos de esta 
Oda es una amplificación en que se pierden los contornos severos del 



86 EDUARDO DE LA BARRA 



original, rellena con palabra» inútiles y ripiusas. Siento no tener á 
mano la del poeta uruguayo Acuña de Figucroa, escrita en endecasí- 
labos, y por eso nuevamente daré preferencia á Pombo, quien así 
canta: • 

¿A dónde, á dónde os despeñáis impíos? 
¿Por qué asir otra vez las armas fieras? 
¿Harta latina sangre, sangre á ríos, 
no corrió ya por ondas y praderas? 

Ah! y no corrió para incendiar los muros ' 
de la envidia soberbia de Cartago, 
ni para ver entre eslabones duros 
al intacto Bretón contar su estrago; 

Sino para que Roma sucumbiera, 
cual quiso el Parto, á propios empellones!... 
Nunca á no ser con brutos de otra esfera, 
hicieron tal ni lobos ni leones. 

Qué os arrastra, decid! ciega locura? 
Algo más fuerte? nuestra culpa grave? 
— Callan: tiñe su faz lívida albura, 
y estupefacta su razón, no sabe. 

Así es, yo lo sé. Quiere el destino 
que pague Roma la fraterna muerte. 
I^ sangre que vertió golpe asesino 
Dios sin cesar sobre nosotros vierte. 

Rafael Pombü 

XXIV 

SI Oaato Secular 

PAa^óOf silvatufHijtu poUm Diana* 

Coro de niños y de doncellas 

Febo, glorioso luminar del día, 
Diana serena, de la noche encanto, 
cabe á las aras, con solemnes preces, 
culto os rendimos. 



ODAS DE HORACIO Sj 



Hoy, por decreto sibilino y sacro, 
Roma á sus Dioses Tutelares canta: 
nobles doncellas y selectos niños 
forman los coros. 

Coro de niños 

¡Sol, almo Sol, dispensador del día, 
Febo divino, en tu inmortal carrera 
nada más grande que la excelsa Roma 
veas ni alumbres! 

Coro de doncellas 

Próbida Ilicia que los partos riges, 
á las dolientes protección les presta, 
ya Genitalia en su dolor te llamen, 
Diana ó Lucina. 

Crezca la prole y tu favor merezca 
y honre el edicto y conyugales lazos 
que con decoro aportarían á Roma, 
noble progenie. 

Ambos coros juntos 

Lleguen en pos los venideros siglos 
uno tras otro á renovar la fiesta: 
tal como ahora, durarán tres días 
cantos y juegos. 

Sabias Sibilas de infalible augurio 
tras nuestras glorias y adquiridos bienes, 
otros mayores nunciarán, que acrezcan 
fama y fortuna. 

Cúbrase el llano de abundantes frutos 
crezca el ganado, y la fecunda Ceres 



1 



SS EDUARDO DE LA B.UULA 



orne su frente con vidosa csp^ 
de oro granado. 

Flora los prados embalsame, y corran 
libres la5 aguas que la tierra nutren; 
suaves las auras, saludables siempre 
soplen benignas. 

Cuto de niños 

Febo, tus flechas en la aljaba esconde, 
y oye del coro la plegaría pura. 

Caro de doncellas 

Luna bicorne, sideral señora, 
oye á los tuyos. 

Ambos coros 

Debe á los dioses su existencia Roma: 
Ellos guiaron la troyana gente, 
que halló en las pla)^s de la Etruría amiga 
patria más grande. 

De entre las ruinas de IlYón ardiendo 
ellos sacaron al piadoso Eneas; 
rumbo á sus pasos, y latinos lares 
ellos le dieron. 

Ora á la dócil juventud presente 
denle virtudes y costumbres nobles; 
den al anciano la apacible calma 
dulce á la tarde. 

¡Honra perenne á la romana estirpe! 
¡Gloria á la raza que domina al mundo! 
Vastas riquezas, numerosa prole 
Dioses, enviadle! 



0!>AS DB HORACIO 89 



Que al nieto ilustre del preclaro Eneas, 
sangre de Venus y del viejo Anquises, 
al que cien toros os inmola, veamos 
siempre imperando. 

Rija su cetro con clemencia pfa 
al que sumiso nuestro yugo sufra; 
sea su mano al enemigo fiero 
freno implacable. 

Coro de niños 

Mares y tierra su potencia temen; 
temen los Medos sus albanas faces; 
Indos y Escitas, con humildes voces, 
paz le den>andan. 

Coro de doncellas 

Vuelve la fe, la castidad con ella; 
vuelve el honor y las virtudes vuelven: 
paz y abundancia sus preciados dones 
viertan sin tasa. 

Coro de niños 

Febo vidente, el de vibrantes flechas, 
gloría y delicia de las dulces Musas, 
tú, que con tu arte la salud devuelves, 
danos la fuerza. 

Si amas tu airoso Palatino templo 
préstale al Lacio protección, y pueda 
Roma por siglos perpetuar las altas 
glorias latinas. 

Coro de doncellas 

Diosa que honora el Aventino en su ara, 
oye las preces del efebio coro, 



90 EDUAKDO DE LA BLUUUk 



y oye los votos que varones justos 
hoy te presentan. 

Ambos coras 

Diana y Apolo, nuestro culto admiten; 

Jove benigno nuestros votos oye. ^ 

De ello seguros, al hogar llevemos 

paz y esperanza, 

luz y consueto. 



OBSERVAaONES 



OuflMiL SmchIato 



Este famoso Cante Secular, — dice Mitre — «que es la síntesis y el 
cr>ronamiento de las Odas patrióticas y religiosas de Horacio, que ha 
sido puesto en música moderna, representado con magnificencia ro* 
mana en un templo mandado construir exproíeso por la emperatriz 
Catalina de Rusia, cuya estrofa al Sol forma parte del prólogo de una 
ópera célebre, y que todos los poetas líricos han procurado imitar... 
ha sido traducido tres veces en castellano, por el poeta uruguayo 
F. Acuña de Fígueroa, el horaciano español Menéndez Pelayo y por 
Burgos. If 

"La traducción de Acuña de Figueroa, — continúa el ilustre argenti- 
no — ampliada y modificada en algunos de sus detalles, (que Menéndez 
Pelayo califica de mediana) es entonada y se acerca bastante al estilo 
horaciano. II 

De la de Menénclez Pelayo, ha dicho don Juan Valera que "supera 
á toda otra del mismo himno hecha en castellano, n 

"La de Burgos, anterior á la de Menéndez, está arreglada en forma 
de Oda española (?) lo que despoja á la composición de su carácter 
de himno, ampliñcando además el texto con adornos de mal gusto que 
lo alteran. >i 

El mismo General Mitre tradujo el Canto Secular ciñéndose al texto 
latino, y lo publicó junto al de Menéndez y Pelayo para que se les 
coteje. 

Entre nosotros sé que lo tiene traducido el joven poeta clásico don 



ODAS DE HORACIO 9 1 



Julio Vicuña Cifuentes, seguramente con el tino y arte que distingue 
sus trabajos. 

Por mi parte, sin presumir de competidor de nadie, ni curarme de 
las opiniones ajenas jamás conformes, lo he traducido á mi manera, no 
dejándome amarrar por trabas inútiles. 

£1 Canto Secular^ más que una pieza para cantada de una vez, pa- 
réceme una serie de himnos á Febo y Diana, para ser entonados du- 
rante los tres días de aquella gran festividad, repartiéndolos, según el 
orden de las ceremonias. 

Ignoro por qué el erudito Menéndez ha hecho de todo una sola 
masa, sin ninguna separación de partes, de lo que resulta un conjunto 
informe. Copiólo en seguida tal como lo da el Horacio de Ingenios 
Españoles: 

Oh siempre honrados y honorandos, Febo 
Y tú, Diana, que en los bosques reinas, 
Lumbres del cielo, en estos sacros días 
Gratos oidnos! 



Hoy que, al mandato sibilino, ensalzan 
Vírgenes castas y selectos niños, 
A las Deidades que los siete montes 
Miran propicias. 

Sol que conduces en fulgente carro. 
Vario y el mismo, sin cesar, el día. 
Nada mayor que la romana gloria 
Miren tus ojos! 

|A las matronas en el parto agudo, 
Ilitia diestra, con amor protege, 
El nombre ya de Genital prefieras 
Ya el de Lucina! 

Su prole aumenta, y el dereto afirma. 
Que á la doncella y al varón enlaza, 
Y haz que germine de la ley fecunda 
Nueva progenie. 



9^ EDUARDO DE LA BARRA 



Para que tornen, fenecido el siglo, 
Alegres juegos y festivos cantos,. 
Por veces tres en la callada noche 
-Tres en el día* 

Vosotras, Parcas, que en feliz augurio 
Nunciáis al mundo los estables hados, 
Juntad propicias á los ya adquiridos 
Bienes mayores. 

Rica la tierra de ganado y frutos 
A Ceres orne de preñada espiga: 
Nutran las crias transparentes aguas. 
Auras suaves. 



Piadosa atiende á los orantes niños; 
Esconde, Apolo, en el carcaj la ñecha: 
De las doncellas el clamor escucha. 
Reina bicorne. 

Si es obra vuestra la potente Roma, 
Si por vosotros se salvó el Troyano, 
Para fundar en la ribera etrusca 
Nuevas ciudades. 

$i entre las ruinas de Ilion ardido 
Sobreviviendo á la asolada patria, 
De nueva gloria señalara á Eneas 
Libre camino: 

Al dócil joven conceded virtudes, 
Dad al anciano plácido sosiego. 
Gloría y honor á la Romana gente 
Prole y riquezas. 

Y el que cíen bueyes os inmola blancos, 
Caro de Anquises y de Venus nieto, 



ODAS DE > HORACIO 93 



Clemente rija y poderoso el mundo 
Antes domado, (i) 

En mar y tierra su poder extiende; 
El Medo tiembla á la segur Albana, 
Y paz el Indio domeñado pide, 
Paz el Escita. 



Que fe y honor y castidad retornan 

Y la virtud que de la tierra huyera, 

Y la abundancia que del cuerno opimo 

Bienes derrama. 



Si Febo augur, el de sonante aljaba. 
Gloría y amor de las Camenas nueve, 
El que con arte saludable cura 
Larga dolencia. 



Mira propicio el palatino alcázar, 
Dilate el linde del poder romano, 
Y en nuevos lustros la inmortal acrezca 
Gloria latina. 



Oiga los ruegos de varones quince 
La casta Diosa qué en Álgido mora, 
Y dé los niños á los cantos preste 
Fácil oído. 



(i) Esta estro& es notable por sus violentas transposiciones propias de la cuiia 
hUini'Parla de que reia Quevedo. Se separan, sin necesidad ni ventaja, bueyes de 
biancüSf caro de nieío, cUmenie de poderoso. Bien pudo decirse sin ningún disloca 
miento: 

£1 que cien bueyes os inmola, el claro 
Nieto de Venus y el troyano Anquises, 
Rija clemente y poderoso el mundo 
Ya sometido. 



94 



EDUARDO DB LA BARRA 



Esto esperamos que el Saturnio otorgue; 
Esto confirmen los celestes dioses: 
Tornad á casa los que ya entonasteis 
Himno sagrado. 



M. Menéndez Pelayo 




APÉNDICES 



Para no embarazar el texto con diversidad de notas hemos 
preferido englobar nuestras observaciones en tres Apéndices. 

I. Destínase el primero á demostrar con ejemplos los incon- 
venientes de la versión ad Utieram. 

II. El segundo versa sobre ciertas condiciones y círcunsban- 
cias especiales del traductor de poes(as, y lo que necesita poner 
de su propia índole y persona. 

III. El tercero/por último, contiene dos juicios sobre Hora- 
cío, el uno de Menéndez y Pelayo su fervoroso adorador, y el 
otro de Voltaire, extremado en sentido opuesto. 

Se .agregan además, otras traducciones de las mismas Odas 
aquí contenidas, obra del mismo autor, pero de diferente fac- 
tura, y en una Calandrélica se refuta una pseudo-crítica. 

. I 

Los esfuerzos del general Mitre por acreditar su versión ad 
litteram versa:, no siempre son felices ni pueden serlo: á veces. 



96 EDUARDO DE LA BARRA 



SUS estrofas pierden el compás, la frase se disloca y oscurece, y 
el sentido mismo suele sacrificarse á las exigencias del método. 

Lo harán ver unos pocos ejemplos tomadas entre muchos. 

En la Oda I, recuerda el poeta que Mecenas es nieto de los 
reyes etruscos, lo que el general traduce de este modo singular: 

«Mecenas de reyes abuelos nacidon. 

Pero, Mecenas ni es hijo de sus abuelos, así sean reyes, ni lo 
es de reyes con nietos, como reza el verso. Este giro se dio á la 
versión para ajustaría en una línea, mérito, si lo es, que no com- 
pensa al dislocamicnto del sentido. 

Dice el traductor á la Fuente Bandusia: 

»»Te he de ofrendar mañana 
Con el cuerno que asome, un cabritilloit. 

La ofrenda no se hará por cierto con ningún cuerno que aso- 
me, como aparece del texto á la vista, sino que consistirá en un 
cabrttillo de nacientes cuernos^ como dice Horacio. 

La Oda a Néobule comienza relativamente bien; pero, al ter- 
cer verso salta la anfibología: 

Desdichada la joven sin amores 
que no endulza con vino sus dolores, 
y fustiga la lengua 4el tutor. 

¿Quién no dirá que la joven sin amores es quien fustiga, cuan- 
do en realidad es ella la fustigada por la lengua del tutor? £1 
régimen está pues transtornado en obsequio de la traducción 
línea á línea, y, como los dos versos anteriores, no expresa este 
último la idea del autor. 

Por forzar á martillo muchos conceptos en breve espacio, sue- 
len producirse enredos y oscuridad, como en la Oda á Licinio, 
donde encuentro, que: 

... "á veces con la cítara, 
Apolo al despertar calladas musas 
el arco ablanda, n 



ODAS DE HORACIO 97 



Todo aquí es anfibológico y oscuro, y uno se pregunta: »'¿al 
despertar Apolo.n ó "al despertar a las calladas MusasPn ¿Cómo 
ablanda el arco con la cítara? Esto parece decir, y lo dice por 
la construcción e*inpleada, mas no por el sentido: debe enten- 
derse, "al despertar d las calladas Musas con la citaran. Y ahora, 
¿qué es eso de '^ablandar el arcoPu Supongo caritativamente 
que desarmarlo, desentesarlo, soltar su cuerda. Y, ¿qué son las 
calladas Musas? Esa es una expresión gongórica del Brócense 
para significar la vocación poética aún no despertada. El con- 
junto por sí solo no se explica. 

Lo que dice Horacio es que Apolo no siempre tiene su arco 
armado, sino que á veces lo depone y toma la lira, para desper- 
tar con sus sonidos el numen poético en los mortales. 

¿Está eso contenido en los versos anteriores? Muy á la letra 
será la traducción del general; pero, no poco infiel y oscura. 

En otra ocasión, dirigiéndose á la Fortuna, la dice: que, »los 
tiranos, 

tiemblan que su columna, eches al suelo 
con pie injurioso, y pueblo en paz, en armas 
derribe sus imperios.ii 

Ó dirá á Pompeyo Varo: 

O tú, con quien he visto trances últimos 
Bajo el pendón de Bruto militando. 

Ó refiriéndose á la buena esposa de la «»Vida del Campo,ii 
cuenta que; ella 

... "ledo rebaño 
en el cercado entretejido encierra; 
seca sus tibres (ella); de la cuba saca 
el dulce vino... 

Sujeto tácito, ella; atributo, ^^seca sus ubres! u 

En esta oda se habla de la esposa modelo, ya sea una rubi- 
cunda Sabina ó una morena de la Apulia, y ¿cómo tradujo Mi- 
tre? El dice "cual la Sabina de ágil Apulion, por creer que se 
trataba de una mujer llamada Sabina, esposa de un cierto Apu- 
lio á quien califica de ágil!!... 



98 EDUARDO DE LA BARRA 



O 



Los romanos un d/a desenvainaron sus espadas antes ocultas 
y se lanzaron á la guerra civil. Entonces el poeta los apostrofa, 
y, según Mitre, les dice: 

¿A dónde, á dónde vais la cruda diestra 
con la escondida espada?... 

Cómo! ¿La llevan escondida y en la cruda diestra?... Debió 
decir: 

¿A dónde, á donde vais, alta en la diestra 
la antes ociosa espada? 

ó, la antes oculta espada. 

El prurito de emplear las menos sílabas posibles como en los 
despachos telegráficos, conduce á semejantes oscuridades, y á 
veces á ciertas expresiones que me abstengo de calificar, como 
la siguiente del "Elogio de Druson (libro IV, Oda IV): 

Ó tal como leonzuelo en la pradera 
que de la madre deja teta roja. 

Es verdad que en el mismo número de sílabas pudo decirse: 

Que de la roja madre el pecho deja 

ó de otra manera, y entonces la culpa sería del traductor y no 
de su sistema, como cuando traduce: 

"la oveja audaz entre los lobos pacen 

en vez de... — vaga el cordero entre atrevidos lobos 
ó bien: — sin temor á los lobos va el cordero 

(inter audaces lupus errat agnos) 

El apretar las palabras para meterlas donde no caben,j)ro* 
duce frecuentes contracciones y feas sinalefas, contrarias á la 



ODAS DE HORACIO 99 



eufonía y destructoras del verso, como, por ejemplo, estas que 
encuentro a mano: 

— Goza en coger la pera ingerta, y la uva 

que vence á púrpura ( Vida rústica) 

— No te muestres como ahora tan asiduo (A Galatea) 
— La luna rehace sus celestes pérdidas (A Torcuato) 

Hay que decir láuva^ comoáora^ reáce!.^. Nadie dirá que 
estos son endecasílabos yámbicos pasables, ni menos tomará 
por sáfícos estos otros de la Oda á Mercurio. 

"Levántate! — dijo al esposo joven — 
Levántate! — por que al eterno sueño 
vas a parar, si x\o huyes de mi padre 

y hermanas crueles, 
que cual leonas caen sobre su presa: 

va á desgarrar cada una triste víctima! 
Más tierna que ellas, yo no puedo herirte, 
no te retengo. lí 

Tal voceríp inharmónico será muy á la letra, pero traiciona á 
Horacio, y no da idea siquiera de este hermoso episodio de las 
hijas de Dánao, en que por la nobleza delicada de sentimientos 
el poeta se aproxima á la poesía moderna. 

Séame lícito transcribirlo de un autor francés, á manera de 
descanso para el alma, y, aún que menos fiel á la letra, se verá 
que conserva mejor el espíritu del autor latino y da más cabal 
idea de la belleza de sus concepciones. Dice así: 

Au flambeau de Thymen une seule fidéle 
D'un pére sans pitié trompa Tespoir affreux, 
Et rendit á jamais sa mémoire immortelle 
Par un parjure glorieux. 

Son jeune époux dormait: léve-toi, lui dit elle, 
Léve-toi; ton sommeil pourrait étre bien long! 
Tu ne soup^onnais pas une trame mortelle, 
Fuis, j'ai des soeurs qui frapperont! 



100 EDUARDO DE LA BARRA 



Laissez-Ies d'autre sang assouvir leur furie; 
La Honne des bois a moins de cruauté: 
Maís mon coeur est plus doux: ne crains ríen pour ta vie, 
Ríen non plus pour ta liberté! 

Que mon pére sur moi reporte sa vengeance; 
Pour prix de ton salud qu'il me charge des fers, 
Vas, j'aurai du courage et suis préte d'avance 
A mourír au fond des deserts. 

Pars, compte sur les dieux qui sauront te défendre: 
De la nuit, de Tamour accepte les bienfaits, 
Et sur la tombe nue oü dormirá ma cendre 
Viens un jour graver tes regrets. 

MOKE. 

El alambicamiento suele convertirse en enigma, y de ello no 
citaré mas que un ejemplo, tomado del Elogio de Drusoí 

»»Y nos sonrió por fin cereal victoria ^ 
cruzando á Italia huestes africanas 

cual llama entre pinares 
ó Euro cabalga en ondas sicilianas.!! 

Otros agoten aquí su ingenio y su vis interpretativa: creo que 
el mismo Horacio renunciaría á entenderse en este pasaje de 
tan extraño modo trasvertido. * 

Cuando la traducción del venusino en manos de un erudito y 
un literato tan ilustre como el general Mitre, conduce á desper- 
fectos como los señalados, fuerza es convenir en que el método 
empleado no es bueno ni adecuado á su fin. De él resulta un 
trabajo de mosaico que no revela al poeta. 

Y no se crea que los defectos propios de este género de tra- 
ducción, sólo se encuentran en la obra del señor Mitre, pues 
los maestros españoles, de Burgos á Menéndez, suelen exhibirlos 
tales y tan buenos. Como muestra escogeré un par de ejemplos 
de estos dos egregios autores. 



1 



ODAS DE HORACIO 10 1 






Burgos, poniendo en verso el Canto Secular, al invocar á 
Ilicia protectora de los partos, tuvo que expresar esta idea 
"patrocina á la madre para que los hijos aumenten. n ¿Cómo 
meter esa frase con sus artículos y proposiciones anti-latinas 
en un solo endecasílabo? ¿Cómo decir lo mismo desechando 
seis sílabas que hay de más? El señor Burgos lo hizo de la ma- 
nera más original del mundo, diciendo así: 

«'hijos aumenten madre patrocina. n 

Esto no tiene más defecto que carecer de sentido. En otra 
ocasión dijo Burgos: 

¿Quién lamenta bebido 
De la milicia ó la estrechez trabajos? 

(Ub. I, OdaXVIII.) 

Menéndez Pelayo, entabacado, como diríamos nosotros, con 
el hipérbaton latino lo repite tres veces en tres versos, produ- 
ciendo este caracoleo una extraña sensación: 

"Y el que cien bueyes os inmola blancos 
Claro de Anquises y de Venus nieto 
Clemente rija y poderoso el raundo.ii 

Evitando tan artificioso contorneo impropio del castellano y 
de la tersura artística, puede decirse con las mismas palabras: 

Y el que cien blancos bueyes os inmola, 
Claro nieto de Venus y de Anquises, 
Rija clemente y poderoso el mundo. 

Para los traductores á la letra parece hecho el dicho italiano 
traduttori traditori, ó lo que dijo un autor inglés: "they do not 
turn but overturn the original; they do not render, but surrender 
their authors' meaning.n Entre tanto, lo que importa es transla- 
dar el espíritu poético del autor con armonía, soltura y elegan- 
cia, aún cuando de las traducciones libres y airosas que resul- 
ten digan que son des belles infideles. 



'*" '-■- 



102 EDUARDO DE LA BARRA 



II 



Hay una condición, casi imposible, para acertar en la traduc- 
ción. Es menester que el alma del poeta traductor esté tem- 
plada al unísono con la del poeta traducido, y esa unisonancia 
de las almas sólo en circunstancias muy excepcionales llegará 
á producirse. 

Hallarse en el mismo caso, transladarse á Roma en espíritu, 
sentirse Horacio, empaparse en los pensamientos que él expresó, 
y luego reproducirlos al son de la lira castellana bien templada, 
hé ahí la obra del poeta. Un paso máis allá y se tienen la imita- 
ción gloriosa, como la Profecía del Tajo^ ó la inimitable Vida 
campestre de fray Luis de León, ó, mirando á otro lado, la Ora- 
ción por todos de don Andrés Bello. 

En la realidad cotidiana de la vida eso no sucede: todos los 
traductores saben lo que á la letra dijo el poeta, mas no todos 
comprenden su alcance, lo que pen^ó y no dijo, lo que dio á en- 
tender, la impresión que quiso producir. Cada uno lo mira según 
el cristal de sys ojos, las más veces ahumado, y procura repro- 
ducirlo con el color con que lo ha visto. Habrá quien lo engran- 
dezca, quien lo complete, quien lo reproduzca fríamente, quien 
haga grotesca la misma composición. 

Sea ejemplo la Oda á Neóbule que pocos quieren traducir, 
porque carece de asunto determinado, y parece truncada é in- 
conclusa. Su argumento es este: compadece el poeta á la niña 
á quien un rispido tutor prohibe que ame, y tanto más cuanto 
que ella no puede endulzar sus penas con el vino. El amor á 
Hebro la hace abandonar sus labores femeniles. Él sumerge su 
hombro de atleta en las aguas del Tiber, es jinete como Belero- 
fonte, y en el pugilato y la carrera no tiene rival. Persigue á los 
jabalíes en sus ásperas guaridas, y no yerra flecha lanzada con- 
tra el ciervo que escapa por la llanura. 

Traducido este cuadro, pide una conclusión que satisfaga al 
espíritu moderno para quien se traduce. Esa conclusión no 
puede salir del marco que trazó el poeta, y entonces la obra al 
parecer sencilla, es algo como restaurar el brazo mutilado de la 



ODAS DE HORACIO I03 



Venus de Milo, obra" que muchos emprenden y en que todos 
fracasan. 

Cada uno hace lo que puede, otros lo harán con mejor acier- 
to. Entre tanto, creo que, sin ninguna profanación, puede con- 
cluirse la composición horaciana completando el pensamiento 
inicial, de modo que la primera estrofa y la última se corres- 
pondan: 

jCuán infeliz la niña 
á quien se contraría en sus amores, 

y á quien le está vedado 
endulzar en el vino sus dolores! 



Del Tiber en las ondas 
sumérgese Hebro con aceite ungido.... 

Velo Neóbula y piensa 
que es más fuerte el amor cuando es prohibido. 

Este rasgo final no existe en Horacio. Agregándolo se com- 
pleta el cuadro y se produce la impresión deseada. 

Ocúrreme que esta misma tela horaciana pudiera ser repro- 
ducida con cierta travesura cómica para dar idea de las varian- 
tes, de extremo á extremo, de que son capaces los traductores 
según su temperamento y disposición de ánimo. 

Hagamos la prueba. 

¡Ahí tenéis ^\ factum, con su tinta fresca aún! 

Su fondo es, sin duda, el mismo del original, y, sin embargo, 
la nota cómica en él característica, los separa por completo. El 
modelo es serio; la copia es alegre; pero, todavía no llega á la 
mueca bufona de la parodia. 

Estimad la diferencia: 

(Lib. III. Oda XII). 

En vano un tutor doQ Bartolo Por la puerta de los ojos 

á esta Rosina horaciana metióse el amor en casa, 

le ha mandado que no ame, dio al traste con los sermones 

y que se tenga á la capa. y burló las ordenanzas. 



Ió4 



EbUARDO Dlt LA 6ARIIA 



Un mozo de la Liguria 
tornó el seso á la muchacha: 
de día como de noche 
sueña con él la cuitada. 

Tío y labores descuida, 
anda desceñida y flaca, 
viendo doquiera la imagen 
de su ligur estampada. 

Él es apuesto mancebo, 
audaz y diestro en la caza: 
acosa á los jabalíes, 
ningún ciervo se le escapa. 

Como púgil y discóbolo 
no hay igual en la comarca, 
y en la carrera el primero 
todo el mundo lo proclama. 

Cual nuevo Belerofonte 
es un jinete de ra7«a; 
y en la palestra de Venus 
siempre ha tenido vara alta. 

Siendo éstas sus condiciones 
se lo pelean las damas, 



el tío tutor le teme, 
y lo adora la muchacha. 

Frente á su ventana un día, 
después de lucha porfiada, 
los hombros aún aceitados 
y polvorosa la cara, 

Arrojóse el ligurino 
del fresco Tiber al agua, 
y con la gracia del cisne 
allí entre las ondas nada. 

Ella lo contempla absorta, 
en su vista deleitada; 
más, derrepente cerróle 
don Bartolo la ventana! 

Violo Horacio y lamentóse 
de la niña y su desgracia, 
y más, de que sus pesares 
en vino dulce no ahc^ara. 

Quedóse la niña á oscuras, 
quedó el galán en el agua, 
su zampona guardó Horacio, 
y yo traduje \dLpaya, (i) 



¿Quiere esforzarse la nota hasta llegar á la parodia misma? 
Nada más sencillo. Para no ser cansados, tomemos otra oda 
distinta; por ejemplo la tan celebrada A PlRRA, y cambiando 
una letra, una letra sola en el título, sin variar los elementos 
esenciales ni el espíritu de la composición, hagámosla. 



A Porrft 

¿Quién es, o Perra, el gozque relamido 
que te acaricia entre tus propias rosas, 

y á quien tú zalamera 

le meneas la cola? 



(i) Payadores se llaman en América á ciertos improvisadores del pueblo 
y payas sus improvisaciones, á veces contiendas en verso al son de la guita- 
rra. En este género sobresalen ios ¿auc/ios argentinos y orientales. 



ODAS t>E HÓRACíO 165 



Ah! tendrá que llorar el gozquecillo 
el desengaño que le des, traidora! 
Cree el cuitado que fiel á sus amores 
puede serla una perra!... Tuniultuosas 
se alzarán tus pasiones cual los mares 
que agita el viento en noche desastrosa. 

. Él; que goza la flor de tus encantos 
cree suyas tus primicias amorosas. 
¡Quién fíe deslumhrado en tu pureza 
se entrega á la falacia de las olas! 

Del naufragio salvé, salí á la playa, 
y de Neptuno en la pared añosa 
dejo un recuerdo... y voy me escarmentado, 
o, grandísima Perra, de tus rosas! 

Tengo la seguridad de que el pensamiento de Horacio se ex- 
hibe mucho mejor en esta festiva parodia, seria en su género, 
que no en la traducción más severa, relamida y ajustada al 
original lleno de reticencias, como es la siguiente: 

AFlrra 

¿Quién es ese mancebo deUcado 
empapado en esencias olorosas, 
que so el boscaje de tus frescas rosas 
ciñe tu talle, oh! Pirra, enamorado; 
ese á quien tú, esquivando placentera 
enredas en tu blonda cabellera? 

Ah! cuánto llorará!... Mudables hados 
turbarán con tu engaño su contento, 
y habrán de sorprenderle conjurados 
el aquilón, la noche, el mar violento. 

Gozando tus caricias cree constante 
tu amor de un día: absorto en tu belleza 
cree poseer la flor de tu pureza 



1o6 EDUARDO DE LA BARRA 

y no recela tras de sí otro amante. 
¡Quién fíe en tus candores y sonrisas 
abre su vela á las falaces brisas! 

Yo, libre de las olas, me desvío 
y de Nepluno en la pared sagrada, 
en testimonio del naufragio mío, 
mi veste, húmeda aún, dejo colgada. 

Puede compararse la parodia con esta traducción, bastante 
ajustada al texto, aunque hecha sin tenerlo á la vista, por cono- 
cerlo. 

Esto hace ver que, según sea el temperamento y disposición 
de ánimo de los traductores, y según el gusto de su época así 
serán sus traducciones variadas al inñnito. ¿Cuál entre tantas 
será la mejor? — Aquella que más nos agrade. 



III 



¿Por qué no decirlo? Sin desconocer en Horacio al primero 
de los líricos latinos, no soy de sus más fervientes admiradores, y 
á serlo, no habría trepidado en presentarlo íntegro, á mi manera, 
en lenguaje moderno. Pero, me detiene el ver que muchos de 
sus versos quedan fuera del círculo de nuestra vida actual, aún 
cuando sean dignos de reposar bajo un egregio monumento de 
mármol de Paros y bronce de Corinto. La más fiel traducción 
moderna de algunas de sus odas celebradas, es como la foto- 
grafía aplicada á reproducir las momias milenarias de las más 
bellas princesas del Egipto. Hoy, por la fuerza de las cosas, sus 
versos han palidecido y el hielo de la muerte ha amortajado 
algunas de sus odas. Recorrer aquellas poesías es contemplar 
el bosque, antes verde y florido, cuando ya lo cubre una blanca 
sábana de nieve. Ahí están todos sus árboles, pero, los más sin 
hojas, sin flores y sin nidos, sin luz ni amor! 

Horacio, al son de su lira ajustada á los números eolios, can- 
taba la grandeza de Roma encarnada en Augusto y rendía culto 
á las divinidades del Olimpo en que el pueblo creía i se intere- 



ODAS DE HORACIO I07 



saba con amor patriótico y religioso. Roma pasó, su Olimpo* 
cayó hecho trizas, Augusto el incensado, al último de su exis- 
tencia triste y solo se desvaneció como un espectro, y así, las 
que fueron realidades de la vida, cuando Horacio las cantaba 
¿hoy qué son? — Meras sombras del Panteón de la historia que 
ya poco nos interesan. 

Queda lo eterno, se me dirá, las máximas morales, las senten- 
cias y pensamientos que el poeta sabía acuñar en versos de oro; 
de esos inolvidables, que los siglos se complacen en ir repitien- 
do de boca en boca. Convenido; y esas mismas máximas ¿qué 
son ante la nueva luz del Evangelio? Lo que las estrellas siem- 
pre hermosas ante la luz radiante del día. 

La misma cadencia lesbiana de sus versos por él tan estima- 
da, hasta el punto de fundaren ella su gloria y nombradía, hoy 
ya no se conoce. Sus versos hechos para cantados al son de la 
lira, hoy se recitan, y se recitan malamente, pues se ignora cuál 
fué su pronunciación y cuál su entonación rítmica. 

Así pues, el Horacio de hoy sin el interés que Roma inspi- 
raba á los romanos, sin la pompa ^iva de los dioses por él cele- 
brados, con su moral palidecida por otra superior, sin la música 
y cadencia siquiera de sus' versos celebrados, es un rosal sin 
rosas, un ave del paraíso despojada de buena parte de su plu- 
maje espléndido. 

Nos queda de Horacio la letra sin la música. En estas mis- 
mas ruinas se advierten otras ideas y gustos, que no son los 
nuestros; hay figuras y alusiones ya fuera de nuestro alcance ú 
oscurecidas por el tiempo, hay comparaciones y máximas des- 
lustradas por el manoseo, costumbres hoy no comprendidas, ó 
repugnantes y abominables, y composiciones enteras suprimi- 
das en los traslados por indecentes é indecorosas. Algunas son 
pueriles ó no nos inspiran ningún interés, porque fueron hechas 
* para otros hombres, y. otros tiempos y circunstancias. 

Si hoi un poeta escí ibiese tal como Horacio, sin contar con 
el poderoso auxiliar del canto, es probable que fracasara y acaso 
pasaría inapercibido entre la muchedumbre moderna. 

Declaro, por mi parte, aún cuando parezca una extravagan- 
cia, que sobre las tres mejores odas de Horacio superiores ar- 
tísticamente, yo prefiero la Profecía del Tajo^ y la Vida del 



Io8 EDUARDO DE LA BARRA 



Campo de fray Luis y la Oda al Céfiro de Villegas, que me en- 
cantan, tanto más cuanto que las repito desde el colegio. 

¿Cómo se explica, entonces, la adoración por este poeta latino 
á quien se ha rendido verdadero culto en los siglos pasados y 
hoy mismo se lleva la palma entre los hombres de letras? 

Horacio, como el fénix, renació con el latín. Su nombradla 
por siglos olvidada, revivió á la luz del Renacimiento y ha sido 
mantenida desde entonces por los escolares, quienes, á fuerza 
de traducirlo, comentarlo y repetirlo de memoria en todas las 
aulas, concluyeron por gustar de él sobre todos los otros poetas 
de la tierra. Después, al amor de los recuerdos de colegio, en- 
lazaron las rosas de la propia juventud á las del poeta favorito, 
y así los hombres de letras siguieron recitándolo y ponderando 
su valor, expansión natural del alma, que es comunicativa y 
forma las reputaciones y la fama. 

Puede palparse esto que digo en la Epístola á Horacio de 
Menéndez y Pelayo, que siento no transcribir íntegra, pues es 
de notable mérito literario. 

Me limitaré á reproducirlo que necesite para hacer sentir el 
aura amorosa del aula que enaltece á Horacio, y hoy lo hace 
vivir casi como en sus mejores tiempos, aunque bajo la acción 
galvánica que indico, la cual tiene no poco de convencional y 
de platónica. 

Dice el poeta espaftol, tan erudito y clásico: 

— Yo guardo con amor un libro viejo... 

De diez generaciones escolares 

A la censoría férula sujeto... J 

— Y ese libro es el tuyo ¡oh, gran Maestro!... 

¡Cuántos se amamantaron en sus hojas! 

¡A cuántos quitó el sueño ese volumen, 

Lidiando siempre por alzar el velo 

Que tus conceptos al profano oculta!... 

— Hiciste germinar á tu contacto 

Miles de ideas en algún cerebro, 

Llenástele de luz y de armonía 

Y al influjo potente de tu ritmo 

El ritmo universal le revelaste. 



\ 



» 



ODAS DE HORACIO iOg 



Por tí Ta antigüedad surgió á sus ojos, 
Por tí Venus Urania, de los cíelos 
Bajó á la mente de adorarla digna 

Y allí habitando cual perfecta idea 
Dio vida á su pensar, nornia á su canto. 
¡Cuánta imagen fugaz y halagadora 

Al armónico son de tus canciones 
Brotando de la tierra y del Olimpo, 
Del escolar en torno revolaba!... 
— Absorto contemplaba sucederse 
Del mundo antiguo los prestigios todos: 
Clámides ricas y patricias togas, 
Quírites y plebeyos, senadores, 
Filósofos, augures, cortesanas, 
Matronas de severo continente 
Esclavas griegas de ligera estola, 
Sagaces y bellísimas libertas, 
Aroma y flor en lechos y triclinios, 
Múrrinos vasos, ánforas etruscas: 
En Olimpia cien carros voladores. 
En las ondas del Adria, la tormenta. 
En el cielo, de Júpiter la mano, 
La Náyade en las ondas de la fuente, 

Y allá en el valle tiburtino oculta 

La dulce granja del cantor de Ofanto... 

— Todo en tí lo encontré, rey de los himnos. 

Mente pelasga, corazón romano, 

El vuelo audaz, la sentenciosa flecha, 

La ática sal, las mieles del Himeto, 

El ditirambo que a los cielos toca, 

El canto de Eros que inspiró Afrodita. 

El Otíum Divos que la mente aquieta, 

Y el júbilo feroz con que en las cumbres 
Del Citerón, en la ruidosa noche 

Su leve tirso la Bacante agita. 

La belleza eres tú: tú la encarnaste 
Como nadie en el mundo la ha encarnado... 
— Todo, rey de la lira, lo abarcaste; 



no . EDUARDO DE LA BARRA 



Pusiste en todo la medida tuya, 
El ne quid nimis ¡sobriedad eterna! 
La concisión, secreto de tu numen. 
En torrentes de números sonoros* 
Despéñase tu ardiente fantasía, 
Mas nunca para el término prescrito 
Por la armónica ley que á los helenos 
Las hijas de Mnemósine enseñaron. 
Tiempo feliz de griegos y latinos!... 
— Ven, libro viejo, ven, alma de Horacio: 
Yo soy latino y adorarte quiero... 
— ¡Ven, libro viejo, ven, roto y ajado! 
Quiero embriagarme de tu añejo vino, 
A Baco ver entre escarpados montes, 
A Fauno amante de ligeras ninfas, 
A Hermes facundo y al intonso Cintio! 
Quiero vagar por los amenos bosques 
Donde la abeja susurró de Tíbur 

Y en los brazos de Lidias y Gliceras 
Posar la frente al declinar la tarde... 

Y luego, como espantado de sus fantasías paganas y de su 
idolatría escolástica, exclama el poeta: 

Pero otra lumbre 
Antes encienda el ánimo del vate: 
El vierta añejo vino en odres nuevos, 

Y esa forma purísima pagana 
Labre con pulso y corazón cristianos. 
¡Esa la ley será de la armonía! 

Verter el vino añejo en odres nuevos, sea también la ley de 
los traductores! 

Esta Epístola, que pierde con no citarse íntegra, es para mí 
deliciosa, bien que, en general, noto que no agrada, acaso por 
falta de educación literaria para estimarla en su valor, ó acaso 
por su sabor pagano. Ella muestra claramente cómo del libro 
viejo del aula, brotan las abejas del elogio y las ñores de la 



ODAS DE HORACIO III 



fantasía exaltada con que los adeptos coronan al afortunado 
Horacio. 

El elogio poético del lírico latino enaltecido por el crítico es- 
pañol crm el más noble entusiasmo, contrasta grandemente 
con el juicio desdeñoso de Voltaire, aquel formidable desqui- 
ciador del mundo viejo. 

Pasemos de un polo al otro polo, y oigamos ahora al filósofo 
francés: 

"Me atreveré á preguntaros, señor, dijo Cándido, si no es 
para vos un gran placer la lectura de Horacio? — Hay allí cier- 
tas máximas, replicó Pococurante, de las cuales saca partido el 
hombre de mundo, y esas, por estar contenidas en versos enér- 
gicos, se graban más fácilmente en la memoria; |^ro, en reali- 
dad, me importa muy poco su viaje á Brindis, su descripción 
de una mala cena, y su riña de gañanes entre un cierto Pupi- 
lus, cuyas palabras, dice el poeta, estaban llenas de pus, y otro 
sujeto de palabras avinagradas. He leído con extremado dis- 
gusto sus versos groseros y asquerosos contra las viejas y las 
brujas; y no veo qué mérito puede haber en decir á su amigo 
Mecenas, que si él lo coloca en el rango de los poetas líricos, 
tocará los astros con su frente sublime. Los tontos lo admiran 
todo en un autor estimado. Yo sólo leo para mí, y juzgo por mí 
mismo;/!? n'ainte que ce qui est á mon usage.w 

"Cándido, enseñado á no pensar jamás por sí mismo, estaba 
asombradísimo de lo que oía; mientras que Martín hallaba muy 
puesto en razón lo que Pococurante pensaba. tt 



Entre ambos polos está el ecuador resplandeciente; y la ver- 
dad entre ambos extremos. Horacio que alza ante los dioses 
su Canto Secular, desciende á veces á cantar al ajo maloliente 
con que Medea ungió á Jasón. 

Pero no se le juzgue por ninguno de esos extremos si se 
quiere tener su medida verdadera. 

Si Voltaire desdeñosamente vuelve á Horacio la espalda, 
Menéndez declara que para él, en punto á lirismo, Horacio es 
el summum de la perfección artística. 

Ello es que este gran poeta, apesrar del polvo de los siglos, 



112 EDUARDO DE LA BARRA 



tiene aún numerosos adoradores, quienes de generación en ge- 
neración, renuevan sus laureles. 

Prcfética fué su voz cuando dijo: Non omnis moriar! 

El mismo Voltaire lo reconoce. En prueba de ello tomamos 
algunos versos de su «Epístola á Horacion para atemperar el 
crudo juicio emitido en el Cándido, Oid: 

Je t'écris aujourd' huí, voluptueux Horace, 
A toi qui respiras la mollesse et la grace, 
Qui, facile en tes vers, et gai dans tes discours, 
Chantas les doux loisirs, les vins et les ampurs... 
— Tout passe, tout périt, hors ta gloire et ton nom; 
C'est lá^ sort heureux des enfants d'Apollon. 
Tes vers en tout pays sont cites d'áge en age: 
Helas! je n'aurai point un pareil avantage... « 
-^Plus que toi j'ai vécu; mes vers dureront moins; 
Maís au bord du tombeau je mettrai tous mes soins 
A suivre les legons de ta philosophie, 
A mepriser la mort en savourant la vie, 
A lire tes écrits pleins de grace et de sens, 
Comme on boit d'un vin vieux qui rajeunit les sens. 
Avec toi Ton apprend á souflFrir Tindigence, 
A jouir sagement d'une honnéte opulence, 
A vivre avec soi méme, á servir ses amis, 
A se moquer un peu de ses sots ennemis, 
A sortir d*une vie ou triste ou fortunée 
En rendant grace aux dieux de nous Tavoir donnée. 

En lo que ahora más nos importa, citaremos el juicio del fa- 
moso retórico Hugo Blair, formulado en estas palabras, idénti- 
cas á las de Menéndez: For Uric poetry, Horace stands quite un- 
rivalled. 

Por último, coronaremos este trabajo reproduciendo el her- 
moso apostrofe de D. J. de Carvajal, lleno de poesía y de amor 
al gran poeta. 

••Maestro: hasta otra vez, que vuelva á beber en el hueco de 
la mano el agua fresca de tu favorita Digentia, y á pasear mis 



ODAS DE HORACIO IfJ 



ocios poéticos por el monte á donde acuden los faunos de pie 
ligero para amparar á tus cabros délos ardores estivales y de 
los vientos lluviosos. Hasta otra vez que, también me explaye 
hablando de tí, de tus amigos y de t\xs queridas, puestas por la 
pasión de tus sentidos en el firmamento de la inmortalidad, 
cual estrellas que giran en torno de su astro. Hasta otra vez, 
que examine más despacio cómo la armonía del discurso pro» 
cede de la concordancia y proporción entre el fondo y la forma, 
y cómo el sentimiento es el jugo de tus versos, la concisión su 
ánfora, la elegancia su hechura y la imaginación su barniz. 
Hasta otra vez, que diga por qué arte pudiste sabrosamente 
mezclar el vino de Sicilia con las moreras de Grecia. Hasta otra 
vez, que declare cuan superior fué tu temperamento nervioso y 
agudo para el poema satírico, al de Juvenal sanguíneo y al de 
Boileau bilioso. Hasta otra vez, que te vea como preceptista 
dictar á todas las literaturas y á todos los siglos, fas reglas del 
arte. Hasta otra vez, poeta del corazón humano y del buen 
sentido, dechado de los hombres cultos, de quien dijo Fenelón, 
que ningún otro ha dado á la palabra giros más felices para 
que exprese un sentido bello con brevedad y compostura. Hasta 
otra vez, que hable de tu alma propicia á la gratitud, á la amis- 
tad, á la honradez y á la patria. Amaste lo pasado con un amor 
vivo y purísimo, que se reflejó sobre tu anciano padre, de cuya 
descendencia te enorgullecías y la ostentabas enfrente de la de 
Mecenas, nieto de reyes; amaste lo presente en las mujeres que 
revolaban, zumbando sus caricias en tus oídos, á manera de 
abejas atraídas por la miel de tus labios; esquivaste la noción 
de mañana y no amaste lo futuro, porque éste es un sentimiento 
cristiano, y tú bebiste tus inspiraciones y tu serena conformidad 
en la corriente cristalina de Castalia, cuya música suena á son- 
risa placentera, y no pudiste beberías en el agua opaca del Jor- 
dán, cuya música suena á suspiro melancólico. ¡ Ah! Horacio, lo 
has conseguido: has levantado un monumento más perenne que 
el bronce, más alto que las pirámides de los reyes, que no po- 
drán destruir ni las excavaciones de las olas, ni el aquilón indo- 
mable, ni la serie eterna de los años, ni la fuga de los tiempos. 
/Non omnis nwriarl Nó: no mueres y burlas á las Parcas. Al 

Capitolio no sube ya la callada vestal, junto al Pontífice severo; 
8 



114 KDUARDO DE LA BARRA 



pero tu gloria sigue creciendo y creciendo, y desde las orillas 
en que se revuelve el Aufído impetuoso hasta los campos cer- 
canos en que Dauro, alzándose desde su humildad al poder, ri- 
gió pueblos agrestes, y aún más allá, á donde no llegó tu fan- 
tasía, se dice que fuiste el primero que con metro eólico cantó 
en lengua latina. Las musas se hierguen orgul losas y llenas de 
alegría ciften tu frente inmortal con el laurel de Delfos. Logras- 
te cuanto quisiste, pues, llegó á golpear las estrellas tu vértice 
sublime, ti 







.♦. .♦. .♦. 



ODAS M HOSAGIO 



Inevas traducciones 



DEDICADAS A 



DON MARCELINO MENÉNDEZ y PELAYO 



IV 

A la nava %ue oonduoe a Tlrsilio 

(Lib. I. Oda III) 

Surge, gallarda nave, 
y por la mar tendida á toda vela 
hiende las verdes ondas. 



Sü te» diva,,. 



Venus y los gemelos 
de Helena hermanos, tu camino allanen 
con sus celestes luces. 
El gran padre Neptuno, en tanto, oprima 
, los furibundos Vientos, 
y mande al manso Yápigo 



f ii6 



EDUARDO DE LA BARRA 



que blandamente empaje 
tu blanco lino y redondeada popa. 

Así séate dado 
salvo llevar hasta el confín de Atenas 
y salvo devolvernos á Vii^'lio. 

¡Ah, retómalo en breve 
que es la mejor mitad del alma mía! 

De roble duro, en triplicado bronce 

barreado, tuvo el pecho 
quien primero á la mar en leño leve 

se confió temerario. 

Fué en busca del peligro 
sin cuidarse del Ábr^o impetuoso; 

sin temer á los fieros 
furiosos, encontrados Aquilones; 

ni á las pluviosas Híades; 
ni á la saña del Noto, enseñoreado 
de las ondas adriáticas volubles, 

á su querer sumisas, 

¿Cuál linaje de muerte 
temerá aquel que con serenos ojos 
vio los monstruos marinos, 
y de Ceraunia desafió las costas 
por las ondas revueltas azotadas? 

En vano alto designio 
entre los extendidos continentes 

derramó el Océano. 
¡Las naves al abismo sé atrevieron 

Audaz la estirpe humana 
busca lo ignoto, lo vedado ansia, 

y sin temor procede: 
Prometeo atrevido, para el hombre 

roba la lumbre al cielo, 






^..j^ 



ODAS DE HORACIO II7 



y al par del don sacrilego, la tierra 

plagan pe3tes y males, 
antes nunca llorados ni sabidos. 

La Muerte misma, lenta y perezosa 
en tiempos más sencillos, 
aceleró su paso 

y á los vivientes cercenó sus días. 

Ensaya al aire leve 
Dédalo experto sus postizas alas, 
no al hombre concedidas: 
y Hércules fuerte el Aqueronte doma. 

El hondo mar, los aires, 
el pavoroso Averno, nada es arduo 
al inquieto valor de los mortales; 
jnada... ni el cielo mismo! 
No hay barrera á su audacia; 
no hay crimen que no intenten! 
¡El hombre es quien provoca 
el rayo vengador del alto Jove! 

¡Oh, nave que á Virgilio 
con manso viento por los mares llevas. 

no provoques el rayo 
y navega feliz á toda yela! 

▲ Pirra 



(Lib; I. Oda V) 



Quis multa gracÜi 



¿Quién es aquel mancebo que te estrecha 
bajo el dosel de tu rosal pimpleo, 
y á quien tú, luces con sonrisa y arte 
el oro tentador de tus cabellos? 



Il8 EDUARDO DK LA BARRA 



Ah! cuántas veces llorará el engaño 
de tus labios purpúreosl... Inexperto 
se arroja al mar do van á sorprenderle 
vientos que empujan nubarrones n^ros. 

Cándido, Pirra, de tu voz pendiente, 
cree que por siempre gozará tu afectol... 
¡Mucho en las brisas engañosas fla, 
quien ya se cree de tus encantos dueño!... 

En cuanto a mí, voy libre! Por ex -voto 
del dios Neptuno en los altares cuelgo 
los húmedos vestidos del naufragio, 
y escarmentado de la mar me alejo! 



▲IBapuUloua 

ALEGORÍA 

(Lib. I. Oda XIV) 



o tuevis, r^eremi.,. 



¿Dónde te engolfas otra vez, O Nave? 

¡Vuelve la prora al abrigado puerto! 
¿No ves que tus costados 
escasos van de remos? 

Ya en alta mar te miro combatida 
por los vientos en noche temerosa, 

con el abismo en lucha, 

desmantelada y sola. 

Tu arboladura el ábrego doblega 
y las antenas gimen; ya sin jarcias, 
mal cortará tu quilla 
las impetuosas aguas. 



ODAS DE HORACIO II9 



Tus velas vuelan rotas, vas deshecha, 
y aunque nacida de los nobles pinos 

del Ponto, no los dioses 

te prestarán auxilio. 

Ni en sus efigies tutelares fía 
ya tu piloto, de presagios lleno!... 
¡Guarte, güarte, no seas 
juguete de los vientos! 

Única causa ayer de mis desvelos 
y hoy de mis votos, mis acentos oye: 

cúidate de las Cíclades; 

¡temo que allí zozobres! 

Sus rasantes escollos relucientes 
do rompe y se difunde el oleaje, 

evita a toda costa, 

evítalos, ¡O Nave! 



▲ Tuoo 



(Lib. I. Oda XXII) 



integer znta,^* 



I 



¿De qué le sirven al varón justo de amor armado, 
lanza morisca, ni arco ni flechas envenenadas, 
sea que cruce de Libia ardiente los arenales, 
sea que escale las altas cumbres de Mauritania? 

Ayer paseaba tranquilo, inerme, por la floresta 
cantando á Lelia, cuando á mi paso feroz alzóse 
un lobo, y fuese!.. Nunca tal fíera se vio en la Daunia, 
ni allá en Numidia, la engendradora de los leones. 



tSO EDUARDO OK LA BARRA 



II 

Ya ves, oh Fusco, que nada temo, ni armas me faltan; 
en mi conciencia de amor vestida, tengo un escudo: 
pon me en los campos donde los cierzos secan las plantas 
do todo es noche, niebla y ventiscas, al fin del mundo. 

Ponme do Febo vierte calores insoportables, 
donde la vida ya no es posible... ¡Será mi cielo! 
Mientras que Lelia dulce sonría para mf solo, 
do quiera. Fusco, yo hallaré gloria, paz y contento! 



(Lib. I. OdA XXIII) 



Viicu htHHuUú,, 



La cervatilla tímida 
tras de la madre corre, 
perdida y asustada, 
por el frondoso bosque: 
así, si yo te busco, 
tú, te me alejas, Cloe. 

La espantan los lagartos, 
tiembla si cruje el roble, 
tras de la cierva gime, 
la alcanza y se le acoge: 
asi haces tú conmigo, 
s¡ yo te llamo, Cloe. 

¿Soy tigre hambriento, acaso? 
¿temes que te devore? 
Si eso no piensas, niña, 
¿por qué temblar, entonces? 
Aguárdame y escucha, 
que quiero hablarte, Cloe. 



■ -• 



ODAS t>E HORACIO l*t 

Ya estás en la edad nubil, 
la edad de los amores, 
suelta el materno seno, 
busca un gallardo joven.... 
¡De que las rosas abran 
llegó la hora, Cloel 



A7eilUB 



(Lib. I. Oda XXX) 



Reina de Gnido y Pafos, 
¡oh Venus Citerea! 
deja tu cíprea concha 
y ven a do Giicera, 

en su pequeño templo 
incienso ya te quema, 
te invoca enamorada 
y adoración te ofrenda. 

Contigo'venga el niño 
de las temibles flechas, 
y síganle las Ninfas 
para alegrar la (¡esta. 

Las Gracias desceñidas 
lleguen también; con ellas 
Juvencia, fresca y grata 
como una aurora, venga. 

Y, el índice en los labios, 
Mercurio esté á la puerta, 
velando los misterios 
de la feliz Giicera. 



O ViHUS,., 



132 KDUARDO DE LA BARRA 



▲ laUra 

(Lib. I. Oda XXXII) 

P&scimm. Si quid 

¡Versos, oh Lira! Si á la sombra muelle 
sones sencillos me enseñaste, ahora 
haz que en mi mano tus latinas cuerdas 
triunfen del tiempo! 

Himnos dictaste enamorada á Alceo 
entre el estruendo de las armas, himnos 
cuando amarraba á la sonante orilla 
su húmeda barca. 

Como él á Baco y á la Musa, á Venus 
y al nifto alado que sus pasos sigue, 
como él á Febo que la luz nos manda 
haz que yo cante. 

¡Gloria de Apolo, del Olimpo gloría, 
Lira celeste, de mi vida encanto, 
Siempre que el rito al invocarte cumpla, 
séme propicia! 

Ad puonm 

(Lib. I. Oda XXXVIII) 

Persic0S odif puer^ 

Niño, detesto el artificio persa; 
no las coronas que entrelazan fibras 
quiero, ni busques para mí las frescas 

rosas tardías. 

Nada le agregues al humilde mirto: 
bien que nos sienta su sencilla rama, 
á mí si bebo so la parra umbría, 
á tí si escancias. 



ODAS DE HORACIO I»3 



▲ Uoinlo 



(Lib. II. Oda X) 



Rectius vives. 



Vida más grata gozarás, Licinio, 
sí no te internas en la mar, sí cauto 
evitas los escollos costaneros, 
de la playa alejado. 

Quien más que el oro estime la mediana 
vida modesta y sobria, ese no quiera 
del avaro el tugurio, ni el palacio 
do habita la soberbia. 

Al pino más enhiesto más sacude 
el viento airado; las erguidas torres 
más en peligro están; el rayo hiere 
mejor los altos montes. 

Teme dichoso; — desgraciado, espera; 
á todo evento el ánimo prepara: 
si Jove airado la tormenta enciende, 
Jove mismo la apaga. 

Lo que es oscuro iluminarse suele: 
Apolo el arco deja y con su lira 
despierta el numen en el pecho humano 
y el dulce canto inspira. 

Ánimo muestra en el adverso caso 
y tino en la fortuna: si tu vela 
hincha excesivo., favorable viento, 
¡amaina; no te pierdas! 



tS4 EDUARDO DE LA BARRA 



▲ Pdttuao 

(Lib. II. Oda XIV) 

Eheu! fufftcis Postume, Postums^ 

¡Ej-ay! Postumo, Postumo la vida 
Cuan leve pasa! A la vejez rugosa, 
á la muerte indomable, no detienen 
ni súplicas ni ofrendas! 

Ni con triple hecatombe día á dia 
se aplacará Plutón, sordo á los llantos, 
él, que á Ticio y Gerión en la onda mustia 
insensible sujeta. 

Cuantos la tierra nutre, cruzaremos 

en la fúnebre barca el agua estigia, 

con los reyes magníficos mezclados 

los míseros pastores. 

En vano es evitar al cruento Marte, 
y del Adriano mar las ondas roncas; 
en vano es precaverse contra el Austro 
que en el otofto sopla. 

Fuerza es ver del Cocyto como ruedan 
lentas las aguas, y la raza infame 
de Danao, y á Sísifo sufriendo 
suplicio inextinguible. 

En la tierra, el hogar, la dulce esposa, 
todo lo dejarás! De tu amplio huerto 
solo el ciprés luctuoso ha de seguirte 
al linde de la tumba. 

Y luego el heredero, con el cécubo 
que guardas bajo llave, sin curarse, 



ODAS DE HORACIO 125 



el sucio regará, cuando envidiarlo 
pudiera el gran Pontífice. 

¡Tal es la vida, Póstunooi Lloremos 
el breve día que á ponerse nace; 
mas dejemos en pos grata memoria, 
y obras de bien dejemos. 



A QfOlfo 



(Libro II. Oda XVI> 



OHum Divos 



Paz^ el piloto á los excelsos dioses 
pide turbado, si la mar se encrespa, 
cuando los astros que su nave guían 
cubren las nubes de la mar Egea. 

Paz, pide el Trace de lidiar cansado; 
Paz, pide el Medo que las armas vela. 
¡Don de los dioses, tu valor no igualan 
mantos purpúreos, ni lucientes perlas! 

No los lictores, ni el poder del oro 
libran al alma de sufrir sus penas; 
aún bajo el techo de artesón dorado, 
rondan las cuita.% los cuidados velan. 

Bien vive aquél que en la apacible mesa 

de sus mayores el salero luce, 

sin vil codicia ni inquietudes vanas 

que su conciencia y su dormir perturben. 

¿Y á qué afanarse si la vida es breve? 
íA qué internase por la tierra extraña, 
y por hüír de la conciencia propia, 
huir los afectos de fa dulce patria? 



136 EDUARDO DE LA BARRA 



Sigue el dolor de la conciencia al dueño, 
salta con él á la galera armada; 
vuela á su grupa, si veloz ginete 
huye cual lista, perseguida gama. 

Vive contento con el bien que alcanzas: 
no la inquietud del porvenir te abrume, 
lo amargo aparta con prudencia y tino; 
dicha perfecta no hallarás, ni busques. 

Joven á Aquiles abatió la muerte, 
y á otros consume la vejez en vano^ 
A tí te niegan las volubles Horas 
lo que benignas me darán, acaso 

Pacen en torno tus ganados. ¡Mira!... 
mujen tus vacas de Sicilia, sueltas 
triscan las yeguas que á tus carros unces, 
y Africa tifie el múrice que ostentas. 

A mí un majuelo me asignó la suerte 
donde del vulgo separado, pueda 
tañer la lira que enaltece el alma, 
la dulce lira de cadencia griega. 

Odi profluiTim TolfrüM 

(Libro III. Oda I) 

¡Fuera el vulgo profano! Sacerdote 
soy de las Musas: escuchad, vosotros, 
los versos nunca oídos, que á las vírgenes 
y jóvenes consagro. 

Los rebaños humanos mansos tiemblan 
delante de sus reyes, y los reyes 
se humillan ante Jove, poderoso 
domador de gigantes; 



ODAS DE HORACIO 197 






Ante ese dios que el universo mueve 
á un leve signo del querer supremo! 
Hay así entre los hombres gerarquías 
del amo-rey al siervo. 

Vale aquél por sus campos dilatados; 
éstos, por su saber ó por su fama 
que aprecio les granjea, y se alzan otros 
de gran clientela dueños. 

Fiado en su prosapia, á los comicios 
tal se presenta en busca de sufrajios... 
'en tanto que el Destino indiferente 
á todos los iguala. 

A todos inflexible, en vida enyuga 
á la ley del morir niveladora: 
no hay nombre por excelso que no entre 
en la urna aleatoria. 

Quien conteníple la espada suspendida 
sobre la propia frente, ya no gusta 
de selectos manjares sicilianos, 
que el cuidado le amarga. 

Ni el sueño le concílian con su canto 
las aves ni la lira, el dulce sueño 
que bajo el techo rústico se alberga, 
ó en el umbroso Tempe. 

Quien sabe humilde conformar sus gustos 
á lo poco que tiene, no se inquieta 
cuando las ondas de la mar se engrifan 
y los vientos se azotan. 

No le alarman anuncios ni presajios 
sea que Arcturus su fanal apague, 
sea que las Cabrillas en oriente 
surjan del horizonte. 



I 



ItS EDUARDO DE LA BARRA 



Ni le afecta el granizo que las viñas 
en un momento tala, ni las huertas 
en flor cegadas, ni los campos yermos 
por el calor ó el frío, 

El opulento, en tanto, estrecho siente 
el suelo á su ambición, y al mar disputa 
con fuerte dique, donde alzar soberbia 
una mansión marina. 

Mas, no por eso el tedio le abandona: 
lo sig^e mar adentro en el trirreme, 
y lo sigue a la grupa del caballo 
en la veloz carrera. 

Si del tedio no libran ni los jaspes 
que el arte pule, el oro ni la púrpura 
ni los aromas que el Oriente cría, 
ni el falerno esquisito; 

¿A qué la envidia provocar, alzando 
pórticos y columnas portentosas? 
¡No trueco mi alquería no envidiada 
por el mejor palacio! 



VlilHO it lONMiO 1 LUift 

(Lib. III. Oda IX) 

Horacio 

Mientras logré agradarte y en mis brazos, 

único dueño de tu seno hermoso, 

te retenía con amantes lazos, 

más que el rey de loa persas fui dichoso. 



ODAS DE HORACIO 199 



lidia 

Mientras tu amor ardía 
por Lidia y no por Cloe, y destronada 
no me sentí; yo, Lidia celebrada, 

muy más feliz vivía 
que en los brazos de un dios la bella Ilía. 

Horacio 

Cloe de mí dispone. Lisonjera 

me encanta con su voz y acorde lira. 

En mí la rubia tracia dulce impera, 

ella mi pecho inspira, 
por ella con placer la vida dieral 

Lidia 

Yo en igual fuego me consumo ahora 
por Calais el griego, y él me adora. 

|Ah, por él yo daría 
una vez y otra vez la vida mía! 

Horacio 

¿Si ^1 viejo yugo Venus nos trajera 
y si otra vez brillara 
nuestra llama primera? 
iS\ yo á Cloe la puerta seflalara 
y si á Lidia los brazos le tendiera? 

I Lidia 

Calais es más hermoso 
que el sol naciente; tú, más veleidoso 

que el viento pasajero, 
y más que el mar Adriático sañoso; 

¡y así, yo te prefiero, 
y vivir y morir contigo quiero! 
9 



130 EDUARDO DE LA BARRA 



A la Fuente de Bla&dxigla 

(Lib. III. Oda XIII.) 

o fmu 

¡Oh, Fuente cristalina de Blandusia 
digna del canto y libación sagrada, 
un cabritillo de nacientes cuernos 
te ofrendaré mañana! 

En él recién despiertan pasajeros 
los ímpetus lascivos de su casta, 
¡y en tus gélidas aguas va á extinguirse 
su roja sangre cálidal 

Del sol canicular los dardos fíeros 
á tí no llegan; rumorosa y plácida 
frescor al toro fatigado ofreces 
y á las inquietas cabras. 

Libre también de la calor estiva 
y á tu sombra tendido, Fuente mansa, 
cantaré al son de las templadas cuerdas 
tu amenidad preciada. 

Cantaré de la encina que en tu cuenca 
próspera crece, y de las ondas claras 
que viertes vocinglera; y tú, famosa 
serás y celebrada. 

▲1 VftTUlO 

(Lib. III. Oda XVIIL) 

FaufUt iíimpharum^ 

TÚ, que las Ninfas con ardor persigues 
Fauno amoroso, cuando el sol desmaye 
llega á mis lindes, y las crías nuevas 
mira y no toques. 



ODAS D£ HORACIO 1 3 C 



Año tras año m¡ mejor cabrito 
fiel te consagro, y abundante el mosto 
en la ancha copa dedicada á Venus 
rueda en la fiesta. 

Leve, zahumando tus vetustas aras, 
sube el incienso, y en campestres coros 
aves y niños con aladas voces 
[Salve! te cantan. 

Cuando tus Nonas de Diciembre apuntan, 
campos y alcores á la par se alegran: 
danzan las jentes y en el llano herboso 
trisca el ganado. 

Simple y gozoso el labrador al verte 
hiere la tierra en cadencioso giro, 
tierra infecunda que ablandó su arado, 
fértil ahora. 

Cerca del lobo el corderillo errante 
pasa inocente, los ociosos bueyes 
rumian echados, y en tu honor sus ramas 
bate la selva. 



▲ Lolio 

(Libro IV. Oda IX) 

NefoHe credos, ., 

I 



Estos versos, oh Lolio, de la lira 
que oyó el Ofanto en su feraz ribera, 
no morirán; sus lésbicos acentos 
escucharán los siglos. 



133 EDUARDO DE LA BARRA 



Homero, el más famoso entre los grandes 
nobles poetas que la tierra alumbran, 
tiene á su lado á Alceo y á Estesícoro, 
á Píndaro y Simónides. 

De Anacréonte el delicado giro 
burla á los tiempos, y la ardiente Safo 
el fuego de su amor inextinguible 
en sus versos propaga. 

No es Helena la única hermosura 
á su raptor funesta y á su patria; 
ni fué la ilustre, la vencida Troya 
sólo una vez cercada. 

Ni Teucro fué el primero su sagita 
en lanzar á los aires voladora; 
ni Idomneo, en los combates grande, 
el único laureado. 

Antes de Aqufles paladines hubo, 
antes de Agamenón, otros caudillos, 
y tuvo Olimpia vencedores antes 
que Píndaro epinicios. 

A esos héroes anónimos hoy día 
nadie los glorifica ni los llora, 
el silencio en su tumba es el olvido, 
nivelador injusto. 

En la sombra esos grandes se perdieron 
faltos del plectro y de las cuerdas de oro 
que dieran á sus glorias resonancia 
y alas á su renombre. 

II 

¡No ha de faltarte, Oh Lolio, tu poetal 
Tú serás en mis versos celebrado, 



ODAS DE HORACIO I33 



y tu memoria el velo del olvido 
rasgará victoriosa. 

Cantaré tu virtud, para tu gloria; 
diré al mundo tus prendas, y veránte 
gran Cónsul, magistrado incorruptible 
de la justicia espejo. 

Insensible al halago y la amenaza, 
despreciador del oro y los favores, 
fué lo recto tu norma, y tus deberes 
cumpliste sin tardanza. 

En la fortuna próspera ó adversa 
tu alma fué siempre igual, serena siempre; 
del débil fuerte escudo, no á los grandes, 
Lolio, aduló tu lengua. 

Severo has sido á la maldad y el crimen, 
freno á la usura y sórdida avaricia, 
y siempre abierto á sentimientos nobles 
que el ánimo enaltecen. 

Por entre la cuadrilla corruptora 
de viles corrompidos, tú paseas 
pura y sin mancha la virtud altiva 
que sus dones rechaza. 

¿Es, acaso, el más rico el más dichoso? 
N ó: lo es aquel que en su pobreza sabe 
hallar contento, y, resignado y digno, 
al dolor no se rinde. 

Aquel que teme deshonrar su nombre 
más que morir, y que la muerte aguarda 
sonriendo, y, grande, el sacrifício acepta 
en aras de la Patria. 



134 KDUARDO DE LA BARRA 



A Koóbnle 

<Lib. III, Oda XII) 

MUtrarum est. 

Desgraciada la niña á quien la lengua 
de su tutor fustiga y amenaza, 
prohibiéndole el amar, y que á la amiga 
su triste pecho le abra. 

Eso te pasa a tí; pero Cupido 
de Hebro al oído te habla, 
y tú, pensando en él, de tus labores 
distraida te apartas. 

Hebro, el apuesto, al gran Bclerofonte 
jinete en su corcel, acaso iguala; 
es púgil sin rival, y en la carrera 
nadie veloz le alcanza. 

Contra los ciervos su certera flecha 
por la llanura silvadora lanza, 
y al jabalí cerdoso acosa intrépido 
en ráspera montaña. 

Atleta vencedor en la palestra, 
ungido aún, entre las ondas baña 
del padre Tiber sus robustos hombros, 
cual un dios de sus aguas. 

Neóbule lo contempla, y luego siente 
que más el pecho enamorado inflama 
la prohibición de amar, y alas le nacen 
de nuevo á su esperanza. 



ODAS DE HORACIO 1 35 



▲ Véntu 

(Lib. III. Oda XXVI) / 



Vixi puellis. 



Un tiempo fué de gloria y ufanía, 
mi pie la danza juvenil movía 
y era mi encanto el ceguezuelo Amor. 

¡Hoy, cuan distinto!. . El astro de la tarde 
brillante á la mañana, apenas arde 
y declina, ¡oh, dolor! 

Marina Venus, á tus pies postrado, 
mis inútiles armas he dejado 
sobre tu ilustre, frecuentado altar. 

Junto con ellas mi callada lira 
y los trofeos que no di á la pira, 
colgados quedarán. 

Diosa, que escuchas votos y loores 
do quíer que hay rosas, juventud y amores, 
vengo á pedirte el postrimer favor: 

A Cloe hiera tu potente mano, 
y haz que se cambie su rigor tirano 
en caricia de amor! 



▲ ICelpémeno 

(Lib. in. Oda XXX) 



Exegi monunientum. 



Más que el bronce en lo durable, 
he erigido un monumento: 
más alto que las Pirámides, 
más sólido que ese asiento 
de la soberbia imperial. 

No las lluvias destructoras, 
ni los fieros aquilones, 



136 EDUARDO DE LA BARRA 



ni el tiempo de alas potentes, 
ni las bárbaras naciones 
lograránlo derribar. 

Cuando la Parca me hiera, 
de mi ser la mejor parte 
la Fama alzará á los cielos, 
y el esplendor de mi arte 
mi frente iluminará. 

A través de las edades, 
irá mi gloria creciendo, 
irán las generaciones 
mi laurel reverdeciendo, 
y mis versos cantarán. 

Y en tanto que el Gran Pontificia, 
de Vcsta suba hasta el solio 

con sus víi^enes sagradas, 
y que dure el Capitolio, 
mi nombre no morirá. 

Y aunque de origen humilde, 
seré noble proclamado, 

en los áridos lugares 
donde Dauno afortunado 
supo con gloría reinar. 

Y á orillas del claro Aufido, 
que bullicioso descarga 

sus aguas dulces, corrientes, 
en la mar honda y amarga, 
los pueblos todos dirán: 

Que á mí el primero fué dado 
ajustar á nuestra lira 
la grata cadencia cóh'a, 
con que la Musa me inspira 
una canción secular. 






ODAS DE HORACIO I37 



¡Ó, Melpomene, mi Musa, 
ti'i me diste tanta gloria! 
Por tí, infatigable el tiempo, 
conservará mi memoria 
y mi fama acrecerá. 

Tuyo es el mérito, y mía 
la suerte de tus favores. 
¡Ven, con el lauro de Delfos, 
mientras canto tus loores, 
ven mi frente á coronar! 

(Lib. IV. Oda X.) 



Crudelis adhu 



Tu belleza presuntuosa 
vacía te tiene el alma: 
descuidas el corazón 
por atender á la cara. 

Ay! de tí cuando te dejen 
los encantos que te halagan, 
cuando al contacto del tiempo 
se desvanezcan tus gracias; 
cuando huyan tus cabellos 
que hoy en ondas se desatan, 
y tus ojos ya no brillen 
á la luz de la esperanza; 
cuando marchitarse veas, 
las rosas de la mañana, 
y tu blanca tez se arrugue 
y te traicionen las canas. 

Entonces, al fiel espejo 
le dirás escarmentada: 
lOh, si hoy fuese como ayer! 
¡Oh, si ayer como hoy pensara, 
no el dulce Amor á la tarde 
me viera desamparada! 



I $8 EDUARDO DE LK BARRA 



Ltk Tila del campo 

(Lib. V. Oda II.) 



Bea/us iUc. 



Feliz quien de lejos los negocios mira 
ajeno á la usura y el ánimo en paz, 
y su propio campo labra con sus bueyes, 
como en otra edad. 

Agudos clarines su sueño no rompen, 
ni nada le importa del mar el furor; 
se aleja del Foro y evita del grande 
buscar el favor. 

Enlaza gozoso los rubios zarcillos 
al álamo verde y velos trepar: 
sus árboles poda y en otros ingiere 
la rama frutal. 

(jrozoso contempla vagar sus ganados 
por el hondo valle, y asiste después 
puntual á la esquila, y en cántaros nuevos 
recoge la miel. 

Si llega el Otoño, la hermosa cabeza 
ornada de frutos de vario color, 
¿1 coge del árbol la pera sabrosa 
que él mismo injertó. 

Y coge en la parra las uvas purpúreas 
y á Silvano y Príápo valas á ofrecer: 
al que cuida el linde, y al que siempre atento 
vigila el vergel. 

Si quiere, á la sombra de robles añosos 
sobre el blando césped se va á reposar, 
oyendo el murmurio de acequias y fuentes 
que fluyen en paz. 



ODAS DE HORACIO X39 



Querellas de amores escucha en la selva, 

de mil avecillas el dulce cantar 

De acuerdo las aguas murmuran é invitan 
á un grato sofíar. 

Después, el Invierno con lluvias y nieves 
presuroso llega la tierra á invadir, 
y él larga sus perros y atrapa al hirsuto, 
feroz jabalí. 

Cien tordos dañinos sus redes apresan, 
y á la liebre lista consigue coger; 
la grulla que pasa siguiendo las nubes 
cayó ¡qué placer! 

Con tal pasatiempo «[quién echa de menos 
locos devaneos del amor fugaz? 
y más si una esposa gentil y discreta 
lo sabe encantar. * 

Ya sea Sabina, ó ya Calabresa 
de tinte bronceado por el padre Sol, 
que sepa los hijos guardar y la casa 
con tino y amor. 

Que sepa al esposo, si vuelve cansado 
recibir sonriendo, prendido el hogar; 
y sepa á la tarde los bueyes y ovejas 
hacer encerrar. 

Que as{ que amanezca las vacas ordeñe, 
y saque un gran jarro del viejo tonel 
con vino del nuevo, que alegra la lengua 
y embarga los pies. 

Con orgullo justo presente á la cena 
la cosecha propia, que no valen más 
ostras y salmones del Lucrinío lago 
ni peces del mar. 



140 EDUARDO DB LA BARRA 



Antes que faisanes del Asia venidos, 

antes que el greciano rico francolín, 

amo la aceituna de mi propio huerto, 

que mía es al fin. 

Y las malvas suaves, el apio y romaza 
de las salsas buenas á mi paladar, 
y el tierno cabrito del lobo escapado 
que asándose está. 

Encanta comerlo mirando el paisaje, 
viendo las ovejas llegar en tropel, 
y el buey fatigado que arrastra el arado 
tumbado tras él. 

Ya cesa el trabajo, cesó con el d/a; 
la granja está alegre, las gentes de humor... 
¡Qué vida tan bella: salud y dulzura, 
contento y amor! 

Así dijo Alfeo, y aunque es prestamista, 
su sueño campestre pensó realizar; 
cobró su dinero, y al día siguiente. •• 
volviólo á prestar! 

lA Tila &el eampo 

BIS 

(Traducción literal del B^aius Jlle de Horacio) 

Pura CalandrtUi, 

Dichoso aquel que, extraño á los negocios, 
libre de usuras, con sus bueyes labra 
la heredad de sus padres, al ejemplo 
de las antiguas gentes. 

La temerosa trompa no le inquieta, 
no tiene que temer mares airadas, 
el foro evita y del soberbio procer 
no pisa los umbrales. 



ODAS DE HORACIO I4I 



Agrádate enlazar en fíel consorcio 
la vid adulta al álamo elevado, 
y, podando las ramas decadentes, 
ingerta otras mejores. 

Ora contempla en el profundo valle 
sus desparcidas mugidoras greyes, 
ora exprime la miel en limpias jarras, 
ó sus corderos tunde. 

Y, cuando Otoño hiergue la cabeza 
de sazonados frutos coronada, 
coge la pera que ingerto, gozoso, 
y el purpúreo racimo. 

Y á ti, Silvano, amparador del linde 

Y á tí, Priapo, amigo los ofrenda, 

Y él, bajo el roble secular reposa 

ó en la grama se tiende. 

Las aguas que allí van por hondo cauce, 
las aves que en el bosque se querellan, 
y las fuentes que manan murmurando 
á dormitar lo invitan. 

Cuando llega el invierno y Jove apresta 
lluvias y nieves, numerosos canes 
suelta, que al fiero jabalí acosado 

contra la trampa empujan. 

Ya sus redes sutiles en varillas 
tiende al tordo voraz, y ¡con qué agrado 
tímidas liebres y viajeras grullas 
en sus lazos apresa! 

Quien tales goces prueba, olvida el ansia 
del loco amor, y más si al lado tiene 
una esposa que atienda casa y prole, 
cual la sabina, casta, 



142 EDUARDO DE LA BARRA 



y cual tostada apulia, diligente: 
que encienda el claro hogar con leña seca, 
aguardando al esposo fatigado, 
á recibirlo atenta; 

que la vacada en el cercado encierre, 
y deje escuetas las preñadas ubres; 
que el mosto extraiga de la cuba, y sirva 
manjares no comprados. 

No la concha preciada del Lucrino, 
ni los rombos y escaros, — si es que alguno 
la tempestad que brama en el Levante* 
á nuestra playa empuja. — 

Ni jonio francolín, ni ave africana, 
mi paladar adulan cual la tierna 
sabrosa oliva, de su fértil ramo 
por mi mano cojida. 

Prefiero la romaza de los prados, 
la malva suave saludable al cuerpo, 
el corderino de la ñesta, el choto 
al lobo arrebatado. 

Pláceme en estos rústicos yantares, 
ver las ovejas que al aprisco vuelven 
corriendo satisfechas, y en seguida 
ver los cansados bueyes, 

lánguido el cuello y arrastrando apenas 
el arado invertido; y el alegre 
enjambre de criados ver en torno 
del hogar esplendente. 

Tal dijo Alfeo, el prestamista, pronto 
á hacerse campesino: lo emprestado 
recogió por los idus; mas de nuevo 
en las calendas colocarlo quiso...! 



ODAS DE HORACIO 1 45 



i- 



Oofttra ICooas^ Liberto do PompoTO 

(Epod V.) 

Lupís et agfUs 

Entre lobo y cordero hay un abismo 
de natural antipatía; el mismo 
repelente fastidio por tí siento, 
esclavo vil, que aún llevas las señales 
de los grillos pasados, y en la espalda 
del látigo implacable las afrentas. 

¡En vano, en vano tu riqueza ostentas 
y vas mostrando, tu insolente orgullo 
por el foro, los templos y las plazas! 
{No te oculta, gusano, tu capullo! 

Cuan indignados la cabeza vuelven 
para mirarte los que pasan, cuando 
con paso grave, cual pavón erguido, 
con tu traje talar barres la calle. 

Tú crees que ellos te admiran, y ellos dicen 
"ese hombre, ese liberto, por sentencia 
de los Triunviros mismos fué azotado 
hasta agotar la fuerza del verdugo. 

De su estado servil quebrantó el yugo 
y hoy posee mil yugadas en Falerno, 

y viñedos y campos, 
y trenes numerosos que abren huella 

en las romanas vías. 

Caballero es ahora, en el teatro 
gusta ostentarse en el mejor asiento 
á la par de los viejos senadores, 
y así la ley osado desacata 
y el público sentir sin miedo ofende. 



144 EDUARDO D£ LA OARKA 



¿De qué sirve equipar contra el pirata 
tantas galeras en costoso empefto, 
si ese^ esc menguado, es el tribuno 
que va á mandar la malhadada flota?ii 

¡As{ la lengua popular te azota! 

▲ iM roaiaofl 

(Libro V. Odft VII) 

Qtíá^ quo sceiesti, 

¿A dónde, fratricidas, desnudas las espadas, 
á dónde enceguecidos de nuevo os arrojáis? 
¿Poca juzgáis la sangre latina derramada 
pK>r valles y colinas y el anchuroso mar? 

Vertida fué en Cartago para humillar, ¡o Roma! 
la fuerza y el orgullo de tu infeliz rival; 
vertida fué á torrentes cuando al Britano ataste 
al carro de tus triunfos con mano de titán. 

Mas hoy... ¡cambió la suerte!... ¡Como lo anhela el Parto, 
De Roma, Roma misma las venas abrirá!... 
Los lobos y leones con superior instinto, 
mejores que los hombres se saben respetar! 

¿Qué crimen, ó cuál furia, cuál es el numen ciego, 
decidme, que os arrastra con cruel fatalidad? 
Palidecéis! lo veo: turbada la conciencia 
dobláis la frente mudos; no os atrevéis á hablar.. 

¡Lo veo, s{, lo veo! Fatal nuestro destino 
condénanos U sangre de Remo á rescatar: 
¡Las bárbaras cuchillas cercenen las gargantas! 
¡Herid!... ¡Hermanos vuestros las víctimas serán! 



ODAS DE HORACIO 1 45 



Oarmen Saeoulaxo 

JORNADA PRIMERA 

Coro de niños y doncellas 

Febo y DYana, esclarecidos astros, 
gloría del cielo: del terrestre culto 
oíd las preces que en solemne fiesta 
Ronna os consagra. 

Vírgenes puras y selectos niños 
siguen el rito Sibilino y cantan 
en honra vuestra, Tutelares dioses, 
himnos sagrados. 

Coro de niños 

Próvido Sol, de cuyo carro esplende 
uno y variado, sin cesar el día, 
¡nada más grande en tu triunfal carrera 
veas que Roma! 

Coro de doncellas 

Próvida IUcía, que los partos riges, 
oye á las madres en el trance duro; 
si Genitalia en su dolor te llaman, 
Luna serena, 

bajo ese nombre de la raza cuida, 
y haz que se guarden los edictos sabios 
del himeneo, que la extirpe nuestra 
dignos protegen. 

Ambos coros juntos 

Vuelvan de nuevo con el nuevo siglo 
coros y danzas: como en esta fiesta, 
duren tres días con sus noches, esos 
juegos solemnes. 
10 



146 EDUARDO DE LA BARRA 



N. 



Así las Parcas de infalible augurio, 
nuncien á Roma esplendorosos días; 
bienes y triunfos que los de hoy superen 
honren al siglo. 

Cúbrase Italia de abundantes frutos, 
pueblen sus campos los rebaños nuevos 
y áurea corona de lozana espiga 
cíñase á Céres. 

Aguas salubres cristalinas corran 
crías y plantas á la par nutriendo, 
brisas benignas las floridas huertas 
blandas agiten. 

JORNADA SEGUNDA 

Coro de niños 

Febo, tus dardos en Taljaba esconde 
y oye las preces del efébio coro. 

Coro de doncellas 

Luna bicorne, de los cielos reina, 
oye á los tuyos! 

Ambos coros juntos 

Dioses, si os debe su existencia Roma, 
si dirijísteis la troyana extirpe 
á las riberas de la Etruria, donde 
puso sus lares; 

Si de IlYón en la abrasada ruina 
fuisteis amparo al fugitivo Eneas 
y aquí le disteis, en fecundo suelo, 
patria más grande: 



ODAS DE HORACIO 1 47 



Dadnos que crezca en la virtud formada 
esta surgcnte juventud latina, 
Y h^iUe el anciano al declinar la tarde» 
honra y descanso. 

¡Gloria y honor á la Romulia gente, 
raza potente que en el orbe impera! 
Dadnos riquezas y robusta prole, 
dioses de Roma! 

Que el nieto ilustre de} troyano Anquises, 
sangre de Venus, — quien piadoso os honra 
en vuestra aras inmolando hoy día 
cien toros blancos, — 

sabio nos rija: que anonade al punto 
al enemigo contra Roma alzado; 
y, á los vencidos y sumisos, sea 
blando su yugo. 

Coro de niños 

Todos le temen en la tierra y mares: 
huyen los Partos de sus haces, piden 
paz los del Indo, y el Escita al verlo, 
manso se inclina. 

Coro de doncellas 

Bajo su cetro á enaltecernos vuelvan 
la Fe, el Honor, la Castidad antigua; 
y hoy la Abundancia de su cuerno opimo 
frutos derrame. 

JORNADA TERCERA 

Coro de niños 

¡Oh, dios del arco refulgente, Apolo, 
luz y delicia de las nueve hermanas, 
numen de Delfos, en curar insigne, 
danos la fuerza! 



148 EDUARDO DE LA BARRA 



Si grato vés tu Palatino templo, 
cubre y ampara los paternos lares, 
y haz que los siglos al poder del L^cio 
parías le rindan. 

Coro de doncellas 

Diosa á quien honra el Aventino y presta 
culto el Álgido» nuetítras preces oye, 
y oye los ruegos que varones justos (i) 
hoy te dirigen. 

A tnbos coros junios 

¡Diana y Apolo nuestra voz escuchan; 
Jove los votos del romano acoge! 
¡Idos contentos, al hogar llevando 
paz y esperanza! 



(i) Los quíndecenviros. 







ÍNDICE 



DE LAS 





-M- 



PÁGS. 

Prefacio - 3 

A la nave lib. I. Oda 3 13 

A Pifra M I. If 5 16 

i Bis 17 

Ad República m n I. n 14 » 19 

A Arístio Fusco fi I. «i 22 22 

A Cloe I» I. II 23 29 

f A Venus n I. n 25 31 

A la Lira «i 1. m 32 32 

Ad puerum n I. «i 38 34 

A Licinio H II. n 10 36 

A Postumo I» IL " 14 39 

A Grosfo »» II. .1 16 ♦... 44 

£lojio de la me- 
dianía «I III. II I..* 47 

Diálogo II III. 'I 9 53 

A Neóbule n III. n 12 ¿6 

A la Fuente n III. n 13 ... 58 

Al Fauno •• III. n 18 — 60 

A Venus Marina m III. »i 26 62 

A Melpomene n III. n 30 63 

ALolio M IV. n 8 65 

A Ligurina m IV. n 9 70 

II 



V- 



t50 ÍNDICE 



PÁGS. 



Vita rustica lib. V. Oda a 73 

Contra Menas n V. h 4 82 

A los Romanos ?» V. n 7 84 

El Canto Secular 86 

Apéndices 95 

A Neóbula, lib. III. Oda 12. 103 

Nuevas traducciones dedicadas á don Marcelino Menéndez y 

Pelayo 115 

A la nave que conduce á Virgilio libro I. Oda 3 115 

A Pirra lib. I. Oda 5 ' 117 

Ad Republicana «i I. »» 14 118 

A Fusco II I. II 22 119 

A Cloe II I. u 23 I30 

AVenus «i 1. n 30 121 

A la Lira n I. n 32 122 

Ad puerum m I. »i 38.... 122 

A Licinio II II. It 10 123 

A Postumo II II. «I 14 124 

A Grosfo 11 II. II 16 125 

Odi profanum 

vulgus II III.. II 1 126 

Diálogo de Hora- 
cio y Lidia 11 III. II 9 128 

A la Fuente de 

Blandusia n III. u 13 130 

Al Fauno n III. •• 18 130 

A Lolio II IV. II 9 131 

A Neóbule n III. n 12 134 

AVenus n IIL n 26 135 

A Melpomene n III. n 30 135 

A Lígurina m IV. n 10... 137 

La vida del campo . . 138 

Bis 140 

Contra Menas, liberto de Pompeyo, Epod. V 143 

A los romanos, lib. V, Oda 7 144 

Carmen Saeculare 145