Google
This is a digital copy of a book that was preserved for generations on library shelves before it was carefully scanned by Google as part of a project
to make the world's books discoverable online.
It has survived long enough for the copyright to expire and the book to enter the public domain. A public domain book is one that was never subject
to copyright or whose legal copyright term has expired. Whether a book is in the public domain may vary country to country. Public domain books
are our gateways to the past, representing a wealth of history, culture and knowledge that's often difficult to discover.
Marks, notations and other maiginalia present in the original volume will appear in this file - a reminder of this book's long journey from the
publisher to a library and finally to you.
Usage guidelines
Google is proud to partner with libraries to digitize public domain materials and make them widely accessible. Public domain books belong to the
public and we are merely their custodians. Nevertheless, this work is expensive, so in order to keep providing tliis resource, we liave taken steps to
prevent abuse by commercial parties, including placing technical restrictions on automated querying.
We also ask that you:
+ Make non-commercial use of the files We designed Google Book Search for use by individuals, and we request that you use these files for
personal, non-commercial purposes.
+ Refrain fivm automated querying Do not send automated queries of any sort to Google's system: If you are conducting research on machine
translation, optical character recognition or other areas where access to a large amount of text is helpful, please contact us. We encourage the
use of public domain materials for these purposes and may be able to help.
+ Maintain attributionTht GoogXt "watermark" you see on each file is essential for in forming people about this project and helping them find
additional materials through Google Book Search. Please do not remove it.
+ Keep it legal Whatever your use, remember that you are responsible for ensuring that what you are doing is legal. Do not assume that just
because we believe a book is in the public domain for users in the United States, that the work is also in the public domain for users in other
countries. Whether a book is still in copyright varies from country to country, and we can't offer guidance on whether any specific use of
any specific book is allowed. Please do not assume that a book's appearance in Google Book Search means it can be used in any manner
anywhere in the world. Copyright infringement liabili^ can be quite severe.
About Google Book Search
Google's mission is to organize the world's information and to make it universally accessible and useful. Google Book Search helps readers
discover the world's books while helping authors and publishers reach new audiences. You can search through the full text of this book on the web
at |http: //books .google .com/I
Google
Acerca de este libro
Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
cscancarlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embaigo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
tesümonio del laigo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.
Normas de uso
Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:
+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares:
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La l^islación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.
Acerca de la Búsqueda de libros de Google
El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página |http : / /books . google . com|
J<F- íLVfyí*
^arbarlr College librar?
¿x^ /^
L-L f./^^
f^UBLICADO EN LOS «^NALES DE LA JJnIVERSIDAD"
<S>6a8 6c Doracio
POR
Eduardo de la Barra
De la Real Academia Española ^
♦ ■•«♦
SiNTIiOO DE CHILE
IMPRENTA CERVANTES
BANDERA, 46
1899
A
Harvard Collegre Library
, ::ar(h 1', 1013.
Natiora. Library of Chile
20,599.— Imp. Cervantes, Bandera 46.
}^ ^..g.a.r.^.g-rXr. JlS^ .•^»0^««.o^-g ^
ODAS DE HORACIO
-»♦-
PREFACIO
En estos días propicios al decadentismo, en que no hay auda-
cia nerviosa contra la lengua, el ritmo y el sentido común que
no encuentre aplaudidores, parecerá temeridad y anacronismo,
á muchos incomprensible, intentar una traducción del clásica
Horacio en versos serenos, libres de agitaciones epilépticas, y
exentos de modernísimos espejeos. ^
El exceso en la acción invita á ia saludable reacción, y, cuan-
do la Musa joven y desenfrenada, se lanza sin. brújula á lo des-
conocido, no hay mal en presentar á su contemplación los claros
modelos que nos legó la antigüedad, ya sea en las odas de
Horacio, ya en las estatuas inmortales del arte helénico, ó bajo
cualquiera de las formas clásicas divinizadas en las Musas.
La estatua, para los que no pueden admirar el original mismo
suele reproducirse ya en mármol ó bronce, ya en artístico dibu-
jo, en el lienzo ó en la placa fotográfica. La copia, buena ó mala,,
siempre da idea del modelo, aún cuando no nos transmita la im-
■
EDUARDO DE LA BARRA
presión de agrado y asombro que se siente contemplando el ori-
ginal.
El translado en poesía es más dificultoso, pues hay que aten-
der á dar idea de la forma externa y del espíritu de la obra,
á ñn de producir una sensación poética idéntica ala del ori-
ginal.
Traducir verso á verso y palabra á palabra no es traducir»
pues, aún cuando así se reproduzca la corteza, Faltará el alma,
la intención, la realidad del pensamiento primitivo. Las tra-
ducciones ad litte^am, engañosamente fíeles, carecen del quid
divino de la obra del poeta.
Atenerse al espíritu dominante de la obra sin curarse de sus
rasgos geniales y característicos, tampoco es traducir. Cuando el
traductor suprime, modifica y agrega á sabor, lo que hace es
parafrasear^ bordar sobre el mismo tema en telar ajeno, com-
poner en colaboración forzada.
Atender á la vez á esas dos condiciones, la material y la ideal,
y discretamente fundirlas en una, es requisito indispensable de
la buena traducción.
Tampoco puede faltar la corrección en el lenguaje, ni la cla-
ridad de expresión, ni el verso fluido y musical, condiciones que
no deben sacrificarse en aras de la fidelidad chinesca, donde
algunos inmolan a Horacio.
El poeta argentino don Bartolomé Mitre, Arcade de Roma,
ha traducido ad litteram las Odas del gran lírico latino; pero,
á pesar de su ilustración y renombre, no ha conseguido presen-
tarnos frescas y o)orosas las flores del Ofanto. El herbario com-
primido y marchitado, da pálida idea del jardín donde sus
plantas florecieron. Prueba esto que el método de disección
poética ad litteram no es bueno, ya que tal empresa y en tales
manos no dio mejores frutos.
Pruébalo también la pobrísima idea que tiene el ilustre Ge-
neral de todos los traductores de Horacio en la redondez del
orbe. A todos los rechaza por ampulosos, por infieles, por no
ajustarse á su sistema literal, único que estima aceptable. Cono-
ce hasta 165 poetas entre españoles i americanos, que se han
ejercitado durante siglos en traducir las Odas del vate venusi-
no, y cree que entre todos apenas si han producido una docena
ODAS DB HORACIO
de composiciones dignas de ser leídas, y estas mismas, aún
cuando se las cite como dechados insuperables, en realidad,
•»no están exentas, agrega, de defectos de forma ó de fondo. i»
Borra á todos los poetas castellanos que.acometieron la ardua
empresa, y sólo deja en pie á Fray Luis de León y á Burgos;
pero, declarándolos medianos y no exentos de tachas. En cuan-
to á los demás traductores de España, piensa de ellos con Me-
néndez y Pelayo, que "no pueden leerse juntas dos de sus com*
posiciones sin dormitar y sin dejar caer el libro de las manos! n
Menéndez, no obstante, suele hacer merecidos y aún exagerados
elogios.de diversas de estas obras, y llega á decir que ««tradu-
ciendo á Horacio no se puede exceder á Moratín en penetra-
ción del espíritu horaciano y en pureza de forma m Sin duda que
el ilustre santanderino no quiso en esta ocasión caer envuelto
en su propia sentencia, cuando observa que '«achaque es co-
mún á cuantos traducen una obra clásica desacreditar las tra-
ducciones anterioresii. A juicio del mismo autor, el Horacio de
Burgos "es el libro que más honra á nuestros latinistas, la me-
jor traducción de clásicos que poseemos; quizá la mejor de
cuantas se han hecho de Horacio en lenguas neo-latinas, y por
todos concepto una de las joyas más preciadas y envidiables de
nuestra moderna literatura.ti
La severidad del señor Mitre no es menor para los traducto-
res extranjeros de Horacio. No encuentra uno solo perfecto, y
capaz de llenar las condiciones que él mismo exige y recomien-
da, de modo que "la versión poética y literal del texto parezca
pensada en latín y escrita en castellano, m
La crítica maligna ha dicho en despique, con notoria injusti-
cia, que el General no predica con el ejemplo, pues que sus tra-
ducciones ni están pensadas en latín ni siempre escritas en la
lengua de Cervantes.
Para el ilustre y severo crítico argentino, "la primera condi-
ción de acierto es verter literalmente el texto palabra por
palabra, ajustándose rigurosamente á éln "operación mecánica^
casi nunca observada por los traductoresn dice, y sólo buena, en
nuestro humilde juicio, para ejercitar á los estudiantes de lati-
nidad, mas no para satisfacer el espíritu de los hombres de buen
gusto.
EDUARDO DE LA BARRA
Viene en seguida la operación mental, ó traducción poética,
desquiciadora de la operación mecánica casi siempre. Esta de-
be ser en metro idéntico al original y en el mismo número de
versos, si es posible. •< Teóricamente, agrega, el problema se re-
suelve vaciando la traducción en el mismo molde del original,
y reproduciendo con sus formas propias, su verdadero sentido,
con sus mismas palabras esenciales ó características, sin omitir
ningiín detalle,\\
Es demasiado pedir, más de lo posible; y es olvidar lo prin-
cipal, el efecto estético, la sensación poética, lo que Horacio
aceptaría como obra de su espíritu.
Para comprenderlo .así, basta considerar, que el latín, lengua
sintética, expresa sus ideas con menos palabras que el castella-
no, lengua analítica.
Este usa á cada paso verbos auxiliares, artículos y preposi-
ciones, desconocidos en la lengua del Lacio, y así es que el cas-
tellano ampuloso, al ser vaciado en lo3 moldes latinos por
fuerza tiene que rebafsar y desbordarse. Entonces, para llenarlos
al justo, ó se omiten algunas circunstancias ó se omiten pala-
bras, produciendo oscuridad en el lenguaje y dureza en el verso,
el cual debe ser fluido, cadencioso y claro.
La concisión latina tiene que llegar á la amplitud castellana
para encontrar su genuina expresión en nuestra lengua, tanto
más si se considera que carecemos de la libertad de giros ca-
racterística de toda sintaxis sintética, como es la latina.
Si á pesar de estas notorias divergencias pretendemos forzar
nuestra lengua á los giros y literales equivalencias prescritas,
resultarán otros defectos inevitables, y así es como se llega á
esas traducciones en verso castellano, cuyo menor defecto es no
estar en castellano ni en verso, y k veces tan alambicadas y os-
curas que carecen hasta de sentido.
Los metros latinos tampoco se corresponden con los ritmos
castellanos, excepción hecha de la elegante estrofa sáfico-adó-
nica, y es una ilusión en que muchos han fracasado, pretender
buscarles equivalencias. Menos justificada aún es la pretensión
de que la traducción de una Oda de Horacio ha de tener igual
número de versos que el original. Qui bono?
Creo oportuno recordar en esta ocasión que antes no faltaron
■
ODAS DE HORACIO
quienes bregasen por realizar la misma empresa de traducir á
la letra del latín <$ el griego al castellano, lo que podrá verificar-
se de una lengua moderna á otra moderna, si ambas son de for-
ma y fuente común como las llamadas romances ó neo-lartinas,
6 de una lengua sintética en otra también sintética; pero,, no en-
tre dos lenguas de diversa eistructura gramatical é índole idio-
mátíca distinta. Menéndez y Pelayo recuerda un Horcasitás que
^ ahorcó á Horacio verso á verso, y á otro don Rafael José de
Crespo, quien extremando la cosa, lo traducía en menos sílabas
que el original, de donde resulta una puerilidad ilegible^ como
son esos poemas bilingües y trilingües que al fin no están' es-
critos en ninguna lengua.
Lo que se busca es el efecto estético, y ello no se consigue
sin que todos los elementos considerados contribuyan armóni-
camente al agrado del lector.
No sólo se dará idea fiel del original, sin exageración, sino
que, empleando toda la libertad compatible con la corrección,
1
la propiedad y la buena construcción castellana, debe proceder-
se á vaciar el modelo en fáciles y melodiosos versos, sin preo-
cuparse del número de estrofas y de sílabas, ni de nimios deta-
lles accesorios.
Se necesita hacer obra de poeta y no de obrero mecánico;
labor de hombre y no de hormiga.
Cuántas veces el pintor que copia la naturaleza no produce
con cuatro audaces pinceladas el efecto que desea. Sería ina-
ceptable exigirle que pintara el seno de una rosa pétalo á pé-
talo, el cabello de una virgen hebra á hebra, y una á una las
hojas del bosque, por que así se ven en la fotografía y así están
en la naturaleza. La razón es cierta: aceptadla, y matáis el arte.
El traductor, si es poeta, procederá como el pintor.
El defecto de los traductores españoles suele consistir en la
ampulosidad.
Toman la idea y la diluyen en la hojarasca de sus propios
conceptos, atenuando su valor primero y alejándose así de la
sobriedad y concisión características de Horacio. Por este cami-
no llegan á la paráfrasis, vicio opuesto al de la versión á la le-
tra. Estos son el Scila y Caribdis de los traductores, entre los
8 EDUARDO DE LA BARRA
cuales es menester singlar á oídos tapados como el sagaz
Ulíses.
Eso he procurado t:uando á mi turno he querido como tantos
otros tentar la traducción de Horacio, alentado, mas no escar-
mentado con cl ejemplo ajeno. Hícelo ajustándome al original
en lo que era dable, sin aquel rigor intransigente, repujado
á martillo, que otros apetecen, y tratando de inspirarme én el
espíritu del poeta de Vcnusa para no traicionarlo. Por eso he
procurado conservar su sobriedad de expresión, sus imágenes^
sus rasgos característicos y su decoro poético, lamentando no
tener la lengua ni el estro de Fray Luis para acertar en mi em-
presa.
En una palabra, he aspirado á producir una impresión hora-
ciana con elementos modernos, aún cuando no siempre lo con-
siga.
Presento en seguida algunas Odas traducidas en la forma di-
cha, y ellas mismas, si no perecen en la demanda, se encargarán
de abrirse camino por el mundo, acreditando con el ejemplo mi
concepto de la's traducciones correctas.
De algunas de ellas he hecho hasta diez versiones, todas dis-
tintas. El bronce de otras ha corrido Fácilmente llenando los
moldes latinos sin esfuerzo. En otra ocasión daré á luz una nue-
va versión de las Odas que hoy presento, en la cual aparecerán
vestidas con más libertad y holgura, mas sin ultrapasar los lí-
mites de la buena traducción, como yo la estimo (i).
Para esclarecer la idea de mi manera de traducir á Horacio,
y de lo que entiendo por mayor libertad en su translado, elijo
la más breve de sus Odas.
Es una invocación á Venus que hace el poeta, rogándola que
concurra á la ñesta amorosa y libre que prepara Glicera en su
retrete convertido en templo para recibir á la diosa con su cor-
tejo, el Amor, las Gracias, la Juventud y el discreto Mercurio.
(i) Ya se publicaron por la Imprenta Moderna, en un tomito que acaba
i aoarecer.
de aparecer
i
ODAS I>E HORACIO
Este delicadísimo camafeo romano de aire helénico, no ha
tenido entre los españoles quien acierte á reproducirlo, según la
aseveración del docto Mitre.
Las dos versiones mías que para muestra ofrezco de traduc-
ción textual y traducción libre, van en seguida.
Hé aquí la más literal:
Reina y señora de Gnido y Pafos
tu delicioso nido cipreo
deja, y acude donde te invoca
Glicera bella, quemando incienso.
*
Contigo el ciego Cupido vaya;
vayan las Gracias, los cintos sueltos;
vayan las Ninfas, y al par con ellas
Juvencia loca y Hermes discreto.
Tal es la brevedad del original parquísimo en detalles, redu-
cidos á veces á un solo epíteto. A pesar de esta sencillez, es po-
sible, sin. faltar al espíritu del autor, dar otro giro á su concepto,
conservando el fondo y variando los detalles, como se ve en se-
guida.
II
Reina de Gnido y Pafos,
¡Oh, Venus Citerea!
deja tu ciprea concha
y ven donde Glicera.
En su pequeño templo
incienso á tí te quema,
te invoca enamorada
y adoración te ofrenda.
to EDUARDO DE LA BARRA
Contigo venga el niño
de las temibles flechas,
y síganle las Ninfris
para alegrar la fiesta.
Las desceñidas Gracias
lleguen también; con ellas
Juvencia, fresca y grata
como una aurora, venga.
Y, el índice en los labios,
Mercurio esté á la puerta,
velando los misterios
de la feliz Glicera.
•
Ambas traducciones encarnan la idea del poeta, ambas con
Igual fondo, varían en los detalles secundarios, y en la versifi-
cación; pero, están llamadas á producir la misma impresión
poética que el original de Horacio. Una forma no excluye á
la otra.
Sin alejarse mucho del modelo cien formas nuevas pueden
dársele aún, como puede verse en estas otras variantes:
III
Reina de Gnido, diosa de Pafos, Venus Ciprea,
deja tu puerto lleno de encantos y de delicias,
hoy que te llama Glicera hermosa, ven, Citerea,
y no le niegues dulces caricias.
*
Ven do te aguarda prendiendo aromas, ardiente y bella»
ven do te invoca, junto á tus aras, con dulces preces.
Su alcoba en templo se ha convertido: te adora en ella,
como ella sabe, cual tú mereces.
ODAS DE HORACIO II
Venga contigo Cupido armado; con él radiosas
vengan las Ninfas cantando ledas y enamoradas;
sueltos los cintos, lleguen las Gracias vertiendo rosas
cual las que nacen de tus pisadas.
Llegue segura, que aquí se guarda letal secreto,
Juvencía ardiente, con su ajegria, con sus candores:
— ¡De los misterios prended las luces: Hermes discreto
guarda la puerta de los amores!
Este metro modernísimo no es clásico, como lo es la estrofa
sáfico-adónica en que se puede verter jugando esta pequeña Oda.
IV
Reina de Pafos y de Gnido, O Venus,
tu Chipre amada y deliciosa deja,
y hoi, á los ruegos de Glicera acude;
ven á su fiesta.
Brilla su alcoba convertida en templo,
tierna te llama, enamorada y bella,
grato perfume en braserillos de oro
quema en tu honra.
Venga contigo el ceguczuelo armado;
sigan sus pasos amorosas Ninfas;
vengan las Gracias con los cintos sueltos,
libres y airosas.
Llegue Juvencía esplendorosa y franca,
y dé á la fiesta del amor su encanto;
Venus, presida los misterios, y Hermes
vele á la puerta.
12
EDUARDO DE LA BARRA
Siguiendo la costumbre por otros establecida, como punto de
referencia, al lado de cada oscura traducción mía presentaré las
más famosas versiones castellanas de la misma Oda, que así se
at]uilata el gusto, se añrma el criterio, y se resarce á los lectores,
evitando que "el libro se les caiga de las manos.ii
Si á pesar de la abrumadora comparación con los grandes
modelos, estos pobres versos de un mal latinista llegan á hallar
fortuna, puedan ellos algún dia servir de contribución al HO-
RACIO Americano.
ü fczic .>4>^^
i
I
\ \
9
I
TRADCGGIONES
—^*'
I
▲ la Havo guo UrTa á Virffilio
(Lib. I, Oda III)
Sic U diva.
¡Guíente, O Nave, la divina Venus
y los astros lucientes
de Helena hermanos! Que benigno Eolo
guarde los vientos, y las brisas suelte
blandas para Virgilio, á tí confiado!
Llévale á Atenas la famosa, y «alvo
vuélvele, O Nave, á mi cariño, mira
que es la mitad de mi alma.
De roble duro y triplicado bronce
sin duda el pecho fué de quien primero
en leño tosco se arrojó á los mares:
no se curó del Ábrego
con el ronco Aquilón en lucha fiera;
ni de las tristes Hlfades;
ni del Noto furioso
enseñoreado de la mar Adriana,
donde subleva las cerúleas ondas
y á su querer las calma.
¡4 EDUARDO DB LA BARRA
I ■
No hay género de muerte que intimide
á aquel que pudo con serenos ojos
p ver los monstruos surgentes
del piélago profundo, y los siniestros
escollos del Epiro.
En vano Jove próvido interpuso a
el océano inmenso
entre los apartados continentes:
con temerario arrf»jo
naves implas el abismo salvan!
Sin límite á su audacia, el hombre, altivo
tras lo vedado corre:
¡Nefando violador, niida le arredra! , <
El fuego sacro al cielo
audaz el hijo de Japeto roba
y á las gentes lo entrega.
Mas, tras el don funesto, pestes lívidas
y males nunca vistos
cayeron en legión sobre la tierra;
y la Muerte, antes lenta y perezosa,
aceleró su paso.
Dédalo ensaya al aire
alas que fueron al mortal negadas;
y hasta en el reino fúnebre
al ténebre Aqueronte vence Alcides.
Al hombre nada es arduo:
insensato provoca al Cielo mismo!
Jove, por culpa nuestra,
su rayo vengador jamás depone.
ODAS DE HORACIO 1 5
OBSERVACIONES
E^ta Oda ha ejercitado á muchos traductores como Lista, Burgos,
Pida), Milá y Fontanals, y más la paciencia de sus lectores, según la
crítica acerada del General Mitre, bien que muy juiciosa y erudita.
Otros, como Jáuregui, la han parafraseado.
Como dije, me propongo ofrecer al lector las que pasan por decha-
dos entre las traducciones existentes, y algunas declaradas insuperables
por críticos competentes, aunque no infalibles.
Comienzo por colocar en este puesto de honor i preferencia la Oda
d la Naveá¿[ General D. Bartolomé Mitre, el traductor más completo
de Horacio que tenemos en América, y así daré una muestra, y. de las
más felices, de su método de traducción ad litteram^ que yo no juzgo
adecuado á su fin, y antes bien dañoso á la expresión poética y al
efecto estético que se busca. ^uede ser que me equivoque: otros di-
rán. Entre tanto, hé aquí la muestra ofrecida:
▲ la UTaT»
Que la Diva cipria reina
De Helena hermanos los astros fúlgidos,
Y el gran padre de los vientos,
(Atando á todos rnenos á Zéñro)
Nave amiga te conduzcan,
Cuando á Virgilio lleves al Ática,
Y retornes, te lo ruego,
Salva, la dulce mitad del alma!
Fué de roble y triple bronce
£1 duro pecho, del que en frágil barcO
A la mar se echó primero,
Entre Aquilones y Áfrico raudo,
Sin temer las tristes Hyades,
Y en contra el noto rabioso, que arbitro,
Ya subleva, ya apacigua
Las bravas ondas del mar Adriático.
¿Qué peligro de la muerte
Turba al que ha visto con ojos áridos.
De la mar nadantes monstruos
1 6 EDUARDO Da LA BARRA
Y escollos tristes de Acroceraunio?
Dios en vano, con prudencia,
Entre las tierras puso el Océano
Sí la nave, impíamente
Salta los límites que están fijados.
Osa todOf audaz el hombre
Y lo vedado nefasto viola:
El sacro fuego trajo á las gentes,
Japeto el hijo, que al cielo roba.
Desde entonces nuevos males
La tierra invaden, con fiebres pálidas;
De la muerte el tardo paso.
Fatal haciendo, su marcha rápida. (?)
Ala nunca dada al hombre,
Dédalb ensaya en el vacío aéreo;
Y hasta fuerza el /tqueronte
Con osadía, trabajo hercúleo.
Nada es arduo á los mortales:
Al cielo mismo, sufren insanos: (?)
Ni permiten nuestros crímenes
Deponga Jove su rayo airado.
Bartolomé Mitre.
II
▲ Pint
(Lib. I Oda V)
Quis muUagraaUí.,,
¿Quién es el grácil, perfumado mozo
que en tu jardín, entre las rosas frescas
te abraza, oh Pirra, y para quien sonriendo
prendes gentil la rubia cabellera?
Ahí tendrá que llorar!. .. Ufano ahora
se goza en tus halagos, y navega
fiado, inocente, á las falaces brisas
por el oscuro mar de las tormentas.
ODAS DE HORACIO 1 7
t)rce en la lealtad de tus volubles votos,
cree inalterable la fortuna ciega...
¡Ay^ mísero de aquel á quien deslumhras
fingiendo amor y virginal pureza!
Yo, salvo de las olas, de Neptuno
llegué al votivo altar en la ribera,
y alK, en memoria del naufragio mío,
rota y húmeda aún mi veste cuelga.
▲ Pirra
(Bis)
¿Quién es ese mancebo presuntuoso
en líquidas esencias empapado,
que so el dosel umbroso
de tus tempranas rosas
te estrecha, dulce Pirra, enamorado?
Tú por él, placentera
ya despliegas tus artes seductoras,
y atas gentil la rubia cabellera,
y con candor fingido le enamoras.
¡Ay, inocente, entre tus redes preso,
cuan presto llorará su desengaño!
Mientras pendiente de tus labios rojos
se contempla en tus ojos,
con fiero estruendo y daño,
negros los cielos y la mar violenta,
llegará á sorprenderle la tormenta.
Compadezco al que absorto en tu hermosura,
deslumhrado, te cree constante y pura,
y su dicha sin término posible.
1 8 EDUARDO DE LA BARRA
'é
h
^,
Ah! quien asi procede no conoce
ni de ese mar las brisas
ni lo que anuncia su espejear temible!
En cuanto á mí, ya libre del naufragio
al dios marino, en su pared sagrada
agradecido cuelgo
mi túnica mojada,
y me retiro de la mar airada.
OBSERVACIONES
•
i<De esta oda ha dicho Escalígero que es un puro néctar, y D'Acíer,
que es la más linda de las'de Horacio, repitiéndolo Burgos, que la ha
traducido ramplonamente.ii. — (Mitre),
Muchos son los poetas españoles que en todo tiempo la han para-
fraseado y traducido, y entre ellos Fr. Luis de León, Argensola, Fran-
cisco Sanchez, el Bróceme^ Villegas, Espinel, Burgos, y algunos ameri-
canos, como Bat ras y Mon tufar, Mitre, Arengo, Magnasco, etc.
Entre todas, la traducción de Menéndez y Pelayo ha sido elejida
como «<la mejor del mejor n para el ^^Hotacio traducido por ingenios
esfañolesu. Razón es esta de sobra para que aquí la prefiramos, aún
cuando no la creamos un dechado.
Hela aquí:
¿Qué tierno niño entre purpúreas rosas,
Bañado en oloroso ungüento,
Te estrecha. Pirra, en regalada gruta,
Cabe su seno?
¿Por quién sencilla y á la par graciosa
Enlazas las flexibles trenzas?
¡Ay cuando llore tu mudanza el triste
y tu inclemencia!
Mar agitado por los negros vientos
Serás al confiado amante,
Que siempre alegre y amorosa siempre
piensa encontrarte.
ODAS DE HORACIO I9
¡Mísero aquel á quien propicia mires!
Yo libre de tormenta brava
A Dios del mar ya suspendí en ofrenda
veste mojada.
M. Menénoez Pelavo.
III
▲d EepuUloam
alegoría
(Lib. I. Oda XIV)
O fiams, referent in mate U novi fhutns»
^Dónde te arrastran otra vez las olas?
¿Por qué te alejas del seguro puerto?
¿A dónde vas, oh Nave,
en alta mar, sin remos?
Cruje tu mástil por el viento herido
y gimen las antenas; ya te .asaltan
y azotan tus costados
las impetuosas aguas.
Baten rotas tus velas, y tú, en vano
invocas á los dioses; ni los pinos
pónticos de do sales
te evitarán peligros.
Ni los lares pintados en tu popa
dan ánimo al piloto!... ¡Vuelve al puerto
si no quieres, cuitada,
ludibrio ser del viento!
20
EDUARDO DE LA BARRA
Causa ayer de mi afán, hoy de mis votos,
Óyeme: evita en los cicladeos mares
los nítidos escollos
donde rompe en espuma el oleaje.
OBSERVACIONES
Esta alegoría contra la guerra civil ha tenido mala suerte, pues
ninguna de sus muchas versiones al castellano ha merecido la aproba-
ción de los críticos, ni en España ni en América.
Si la de Sanchez Barbero es ajustada al original, se la encuentra fría
y sin valor poético: si la de Burgos se aparta del modelo, se dice de
ella que es una paráfrasis sin la enérgica concisión horaciana. Lo
mismo entre nosotros, los hermanos Amunáteguis, critican a Olmedo
por inñel; mientras qne Mitre juzga de la paráfrasis de Bello, que "no
tiene nada de horaciana, como lo dice muy bien Menéndez y Pelayo,
y es de un acentuado mal gusto literario, n Creo, á mi turno, que más
merecen este juicio severo las traducciones á la letra, que no esta libre
imitación de Bello. Juzgue el lector por las siguientes muestras, previ-
niendo que en el Horacio Español se ha dado preferencia á la de Bello
sobre las de los otros poetas entonces conocidos. Las traducciones del
, General Mitre se publicaron con posterioridad.
O&a
Contra la guerra civil
Qué nuevas esperanzas
al mar te llevan? jTorna,
torna atrevida nave,
á la nativa costal
Aun ves de la pasada
tormenta mil memorias
¿y ya á correr fortuna
segunda vez te arrojas?
Sembrada está de sirtes
aleves tu derrota,
do tarde los peligros
avisará la sonda.
Ah! vuelve, que aun es tiempo,
mientras el mar las conchas
de la ribera halaga
con apacibles olas.
Presto, erizando cerros,
vendrá á abatir las rocas;
de náufragas reliquias
hará á Neptuno alfombra.
De ñámulas de seda
la presumida ponipa,
no arredra los insultos
de tempestad sonora.
ODAS DE HORACIO
2í
¿Qué valen contra el curso
tirano de las ondas,
las barras y leones
de tu dorada popa?
¿Qué tu nombre famoso
en reinos de la aurora,
y donde el sol recibe
su cristalina alcoba?
Ayer por estas aguas,
segura de si propia,
desafiaba al viento
otra arrogante prora.
Y ya, padrón infausto
que al navegante asombra,
en un desnudo escollo
está cubierta de ovas.
¿Qué? No me oyes? el rumbo
no tuerces? Orgullosa
descojes nuevas velas
y sin parar te engolfas?
¿No ves, oh malhadada
que ya el cielo se entolda,
y las nubes bramandO)
relámpagos abortan?
No ves la espuma cana
que hinchada se alborota,
ni el vendaval te asusta
que silba en las maromas?
I Vuelve objeto querido
de mi inquietud ansiosa;
vuelve á la amiga playa
antes que el sol se esconda!
Andrés Bello.
Esta no es propiamente una traducción de Horacio, sino una pálida
imitación diluida en mucha palabreria y conceptos heredados del siglo
XVIII, de que Bello se emancipó más tarde por su talento, cultura y
buen gusto literario, pues esta es una obra de su juventud que él des-
pués repudiaba. Cree Mitre que si el «Horacio de los ingenios espa-
ñolesii le dio cabida en sus páginas, fué á falta de otra interpretación
pasable de esta oda. Sea como fuere, no se puede desconocer el méri-
to relativo de la obra de don Andrés, que, á pesar de sus conceptos,
lleva impreso el sello del autor, y encierra no pocas bellezas.
Veamos ahora la del General Mitre, que es palabra por palabra lo
que dijo Horacio.
Oh, nave, que de nuevo al mar te llevan!
¿Qué es lo que haces? Retorna (al) firme puerto.
No ves ya tus costados
desnudos de sus remos,
Y tu mástil herido por el Áfrico (i)
gimiendo tus antenas? Ya sin cables,
.podrá luchar tu quilla
contra imperiosos mares?
(i) Es tal el apego del autor al texto latino que llama el Áfrico al viento de
Africa, que en castellano se dice el Abrégú*
22
EDUARDO DE LA BARRA
Tu velamen se encuentra desgarrado:
no hay dioses que invocar en el peligro,
aunque de noble selva,
eres póntico pino.
Nada valdrá, que el tímido nauclero
no fia en las pinturas de tu popa.
Cuida de que no seas
de los vientos la mofa!
Oh, tú! que fuiste objeto de mis ansias,
en otro tiempo, y ora de mis votos,
evita de las Cicladas
los espumantes, nitidos escollos.
1
B. Mitre.
IV
A ArlBtio Fnioo
(Lib. I, oda XXII)
Integer vüaty sceUrisque purus»
I
Sea que escale las Caucasias cumbres,
sea que cruce las arenas Libias,
ó los lugares fabulosos donde
Rueda el Hidaspes,
El hombre justo, de conciencia pura,
no necesita de moriscas armas;
ni arco, ni aljaba de herboladas flechas
Sírvenle, Fusco.
II
Vagando inerme, de inquietud exento
por la sabina, solitaria selva,
salióme un lobo, cuando á tí cantaba,
Lálage hermosa;
ODAS DE HORACIO 23
Vióme y fugóse!... Tan terrible fiera
nunca la tuvo la guerrera Daunia,
ni el de Numidia, engendrador de leones,
suelo bravio.
III
Llévame, Fusco, donde el cierzo helado
seca las plantas, al confín del mundo,
donde la niebla y la ventisca odiosa
turban la vida;
Pon me do Febo eon sus rayos hace
homo la tierra, y viviré seguro
mientras me escude con su dulce encanto
Lálage amada.
A FtLSOO
(Bis)
Fusco, do quiera que sus pasos guíe
El que es entero y en el alma limpio,
No necesita venenosas flechas
Ni armas moriscas;
Sea que escale las nevadas cumbres,
Sea que cruce la candente Libia,
O las regiones misteriosas donde
Corre el Hidaspe.
Asi de un lobo en la Sabina selva
Pude sin armas libertarme un día,
Mientras cantaba en amoroso empeño
Versos á Lidia.
Y era tal monstruo cual no vio la Dacia
Nunca en sus bosques, ni lo ha visto acaso
La de leones nutridora y madre,
Tierra Numida.
24 EDUARDO DK LA BARRA
Ponme en el clima donde nunca soplan
Auras gentiles, en el fin del mundo,
Campo de hielos y neblinas, donde
Viva aterido.
Ponme do el suelo como un horno ardiente
Mata la vida, y á mi Lidia hermosa,
Dulce en sus ojos y en sus labios dulce,
Siempre he -de amarla.
OBSERVACIOKES
Conozco de esta Oda cuatro versiones castellanas, una de D. Este-
ban de Villegas, á mi juicio la mejor, otra de D. Nicolás Fernández
Moratín, la tercera de su hijo D. Leandro y la cuarta del General Mitre,
Todas se aproximan al .original y lo traducen más ó menos fielmente.
Lo que merece observarse es que el original mismo adolece de cier-
ta incongruencia entre sus partes.
La I.* de éstas se reduce á una proposición equívoca, á saber: «el
hombre de vida honesta no necesita salir armado por montes y de-
siertos, n
La 2.* parte, refiere cómo el poeta iba descuidado por una selva
cantando á Lálage, cuando salió un lobo que al verlo torció su cami-
no, á pesar de ser una fiera espantable, más que los leones mismos de
la Mauritania.
La 3.% dice que bien puede Fusco mandarlo al helado polo ó al
suelo tostado por el sol, que él siempre amará la dulce risa y las dulces
palabras de Lálage.
¿Qué encadenamiento, cuál relación posible ^hay entre estas partes?
¿Qué tiene que ver el hombre de vida honesta con el lobo que huyó
del poeta al verlo? ¿Qué concomitancia hay entre esa fiera y el dulce
sonreir de Lálage?
Yo no sé explicarlo; pero sí sé que nada de esto puede cargarse á la
cuenta de las buenas transiciones horacianas.
La composición se reduce á decir, «Sea cual fuere el clima que me
albergue siempre amaré á Lálage. ti
Para darle unidad y encadenamiento entre las partes, menester es
que, si la composición se encamina á encarecer el amor del poeta por
Lálage, comience hablando del amor, para preparar la conclusión que
al amor se refiere.
ODAS DE HORACIO 25
Podría ser así: i.^ Quien vive amando no necesita de armas, donde
quiera que mueva sus pasos el amor lo acompaña y protege.
2.^ Yo lo he experimentado: pasaba por la selva Sabina cantando
á Lálage y un lobo me cerró el • paso; pero, huyó de mí, aun cuando
era una bestia brava como no se habrá visto otra igual ni en la Numi-
dia, tierra de leones feroces.
3.^ Lléveme la suerte á las regiones heladas, ó aquellas otras caldea-
das por un sol á plomo, y sin pensar en incomodidades ni peligros sin
necesidad de guarecerme, sonaré contigo, mi Lálage siempre amada, y
seré invulnerable.
Más adelante daré esta Oda reformada como queda dicho. Antes
transcribiré la de Moratín, el padre, y en seguida la del hijo, que pasan
por las mejores, aunque yo, como dije, prefiero la de Villegas.
A ArlBtio Fusco
£1 de la vida, Fusco, religiosa
Ni dardos usa, ni moriscos arcos.
Ni de la aljaba llena de saetas
Envenenadas.
Ó por las sirtes cálidas camina,
Ó por el alto Cáucaso desierto,
Ó por la tierra donde fabuloso
Corre el Hidaspe.
Mientras inerme la sabina selva
Cruzo cantando á Lálage, distante
Ya de mi quinta, de mi vista un lobo
Fiero se aparta.
Monstruo que nunca Daunia belicosa
Vio más terrible en dilatados bosques
Ni Mauritania, de leones bravos
Árida madre.
Ponme en los campos frígidos á donde
Ninguna planta goza el aura estiva.
Término al mundo, que la niebla y vientos
Sufre malignos.
a6
EDUARDO DE LA BARRA
Ponme debajo del vecino carro
Del sol, en tierra de habitar negada,
Serás mi amada, ¡Oh Lálage! que dulce
Cantas y ries.
NlCOlJls F. MORATÍN.
i
4
Quo 2a Tirtul nftda teme
£1 que inocente
la vida pasa,
no necesita
morisca lanza,
Fusco, ni corvos
arcos, ni aljaba
llena de flechas
envenenadas,
ó las regiones
que Hidaspe baña,
6 por las Sirtes
muy abrasadas,
<5 por el yermo
Cáucaso vaya.
Yo la Sabina
selva cruzaba
cantando amores
á mi adorada
Lálage, libre
de afán el alma,
por muy remoto
sitio sin armas:
y un lobo fiero
me ve y se aparta.
Monstruo igual suyo
no tiene Daunia
en montes llenos
de encinas altas,
ni los desiertos
de Mauritania
donde leones
y tigres braman.
Ponme en los yertos
campos, dp el aura
no goza estiva
ninguna planta,
lado del mundo,
región helada
que infestan vientos
y nubes pardas;
ó en la que al rayo
del sol cercana
de habitaciones
carece y aguas;
Lálage siempre
será mi amada,
dulce si rie,
dulce si canta.
J
Leandro F. de Moratín,
ODAS DE HORACIO
27
En el mismo metro he compuesto esta variante:
I
El que sencillo
vive sin tacha,
no necesita
moriscas armas,
arco, ni flechas
emponzoñadas,
sea que huelle
las cumbres cansas,
ó que entre sirtes
perdido vaya;
ya trepe el Alpe,
ya esté en Sahara,
ya pise el suelo
que Hidaspe ^aña
II
Yo ayer el bosque
feliz cruzaba,
cantando á Lelia,
la niña amada,
y derrepente
vi que se alzaba
delante un lobo!...
Mira, se aparta,
luego se aleja
por la enrramada!...
Fiera más fiera
no la hay en Daunia,
que es nutridora
de bestias bravas;
ni entre los montes
de Mauritania,
la de leones
madre africana.
III
Ponme en los yermos
donde del aura
tibia, no goza
ninguna planta;
al fin del mundo,
región helada
de ventisqueros
y nieblas pálidas.
Ponme en el suelo
que el sol abrasa,
horno viviente
de ardiente llama;
y en donde quiera,
Fusco, qué vaya,
la dulce Lelia,
mi dulce amada,
siempre el encanto
será de mi alma.
Conforme a la interpretación mía, manifestada poco más
arriba, he compuesto la siguiente variante de esta Oda:
28 EDUARDO DE LA BARRA
▲ Aciitlo Ftuoo
(Reformada)
I
Quien vive amando, de maldad exento,
No necesita de moriscas armas;
Manso, no pone envenenadas flechaS)
Fusco, en su aljaba.
Pasa soñando, sin sentir, las Sirtes,
Pasa del Tauro la fragosa cumbre,
Pasa los llanos que el Hidaspe riega.
Siempre sonriendo.
II
Yo mismo un día en la Sabina selva
Cantando i Liris descuidado erraba,
Vino á mí un lobo, sorprendióme inerme...
¡Fuese al mirarme!
¡Nunca los robles de la Daunia brava
Vieron tal monstruo, ni las rudas breñas,
Hijas del Atlas, que leones nutren!...
¿Quién me ha salvado?
III
¡Su dufóe imagen!... Si me veo un día
Entre los hielos donde el Boreas nace,
Al ñn del mundo y entre oscuras nieblas
Yerto de frió!
Ó si me encuentro donde el sol á plomo
Tuesta la tierra, su inefable imagen
Fuerzas daráme... ¡Enamorada y bella,
Vea á mi Liris,
Y eso me baste!
ODAS DE HORACIO 29
Y
A Oloe
(LíU I. Oda XXIII)
Vitas hinnuleo me simiiis, Chloe»
Ó Cloe, me pareces cuando fugas
en busca de tu madre, la asustada
tímida cervatilla que en el bosque
tras de la cierva y en su alcance pasa.
Todo la asusta: si las hojas suenan,
si salta algún lagarto, ella se espanta,
y tiemblan sus rodillas y atropella,
tras de la madre, las espesas zarzas.
Yo, cuando voy tras tí, sencilla Cloe,
no soy léon que á devorarte avanza...
Oye; deja á tu madre, que ya es tiempo...
¡la hora de las nupcias te reclama!
OBSERVACIONES
(Lib. I. Oda XXIII)
Poco ha tentado á los traductores esta Oda al parecer sencilla, de-
licado reclamo de amor á una muchacha nubil. Mitre no la incluye en
su colección.
y En el tiHoracio de los injenios españolesn se da preferencia á la de
Burgos, hecha en un romance octosílabo que nada tiene de sobresa-
liente. Preferimos la del poeta chileno D. Narciso Tondreau, que se
ajusta bastante al original, traduce el pensamiento de Horacio y se lee
con agrado. Dice así:
Huyes, Cloe, de mí, cual corzo tímido
que á su espantada madre va siguiendo
por entre el bosque oscuro, y que se asusta
al ruido de las hojas y del viento.
30 EDUARDO DE LA BARRA
Si el aura de naciente primavera
bate las ramas, ó el zarzal espeso
mueve el verde lagarto, sus rodillas
tiemblan al par que su agitado pecho.
Yo no te busco cual su presa el tigre
ni como de Getulia el león hambriento,
quiero decirte que á tu madre dejes
y que un esposo busques, pubs ya es tiempo.
Narciso Tondreau.
£1 tema se presta al género leve y sencillo de la anacreóntica, como
puede verse en la siguiente muestra en hexasílabos:
Cual la cervatilla No soy león hambriento,
que va apresurada no soy tigre hircana,
tras la madre huyendo que por devorarte
por entre las matas, siga tus pisadas,
que todo la asusta, Soy tu amigo, Cloe:
que todo la espanta, oye una palabra,
el mirlo, el lagarto te diré en secreto
y el viento y las ramas, que en sazón te hallas;
asi tü me huyes, que es tiempo que dejes
asi te me escapas las maternas faldas
y vas tras tu madre por un tierno joven
desasosegada. que ya te hace falta.
D. Juan Monserrat y Archo, tradujo esta pequeña Oda insinuante
del latín al catalán, y todo lo que es de difícil pasar de una lengua sin-
tética á una analítica, resulta fácil y hacedero el translado si se trata de
dos lenguas de la misma naturaleza, y más si son afínes entre sí en el
grado de las peninsulares. Al correr de la pluma he traducido de Mon-
serrat, introduciendo de paso ligeras variantes, que no perjudican ni
impiden ver cómo el poeta catalán interpreta á Horacio. Dice así:
ODAS DE HORACIO
3'
De mí te apartas, Cloe,
tal como la cervatai
que en busca de la madre
á toda prisa escapa.
Teme los vagos ruidos
del bosque y de las auras
cuando la Primavera
rebulle entre las ramas;
y si un lagarto, súbito
ajita la hojarasca
las piernas se le doblan,
tiembla hasta las entraftas.
Aguarda, no me huyas;
no soila fiera hircana
que te imaginas, Cloe,
cuando de mí te espantas!. .
Sólo decirte quiero,
fruta en sazón, preciada: —
¡deja á la madre y sigue
al hombre que te ama
VI
▲ Venus
(Lib. I. Oda XXV)
Ó Venus regina.
Reina y señora de Gnido y Pafos,
Tu delicioso nido cipreo.
Deja, y acude donde te invoca
Glicera bella, quemando incienso.
Contigo el ciego Cupido vaya,
Vayan las Gracias, los cintos sueltos,
Vayan las Ninfas, y al par con ellas
Ju vencía loca | y Hermas discreto.
OBSERVACIONES
Esta oda brevísima y graciosa, ha sido menospreciada ó temida por
los traductores, siendo poquísimos los que se le han atrevido. Sólo dos
conozco: Mitre, que la traduce á la letra, y Burgos, que la presenta
diluida, pero con más gracia. Daré ambas muestras.
O Vbnus, reina de Gnido y Pafos,
Deja tu Chipre; ven, que te invoca,
En bella estancia, Glicera bella,
Con mucho incienso.
3»
EDUARDO DE LA BARRA
£1 niño férvido, venga; y las Gracias
Con cintos sueltos, y Ninfas rápidas;
Y con Juvencia, sin tino grata,
*Venga Mercurio.
B. Mitre.
Burgos se expresa en esta otra forma:
Reina de Pafo y Gnido
deja tu Chipre amada»
y ven do mi adorada
te llama con fervor.
Do en tu honor encendido
incienso arde oloroso:
contigo venga hermoso
el rapazuelo Amor.
Las Gracias, desceñida
la túnica, tus huellas
sigan, y marchen de ellas
las Ninfas a la par;
y Juventud pulida,
si amor la inñama ardiente
y Mercurio elocuente
te sigan al altar.
J. de Burgos.
Quien debe seguirla no es Mercurio elocuente^ sino Hermes^ o Met*
curio silencioso y discreto^ que esa fíesta del placer juvenil pedía la dis-
creción de un dios.
VII
▲ la Lira
(Lib. I, oda XXXII)
Púscimm
Lira, cántennos! S¡ jugando ocioso
Fáciles versos me dictaste, ahora
Alza mí canto y sus latinas voces
Venzan al tiempo.
ODAS DE HORACIO 33
Xal como al Lesbio que estrenó tus cuerdas,
Himnos le diste en el combate, y cuando
Vuelto á sus playas la cansada prora
Daba á la arena;
Así yo á Baco y las celestes MuSas,
Así yo á Venus y su niño alado
Y á Licio el de ojos y cabellos negros,
Cante contigo.
¡O Lira, á Jove y al Olimpo grata,
Gloría de Apolo, de mi vida encanto.
Oye, si digno tu favor pidiere,
Séme propicia!
OBSERVACIONES
La oda á la Lira, invocación sagrada en opulentos sáneos, es de
muy difícil translación al castellano por su coostrucción latina especial,
de largo giro, que, por impropio de nuestra lengua, tenemos que eludir
y reemplazar artificiosamente. ^ ^
Hay traducciones de Lista y de Burgos; pero, aquí presentaremos la
del guatemalteco don J. J. Michao, por ser la que se incluye como
modelo en el ««Horacio de ingenios españoles,?! y por estar recomen-
dada como "insuperableit por el doctor Magnasco, literato argentino
dado al estudio de la antigüedad clásica, y muy buen traductor de
Horacio.
Lira sonora, cpn quien pude un día
de ameno prado en la quietud contento
' al fresco viento, reposar tranquilo
plácidas horas...
Ven á mis manos, y en cadentes ritmos
Haz que mi canto se remonte al cielo,
y acá en el suelo que inmortales sean
haz sus acordes.
Tü, que pulsada con ardiente numen
fuiste en un tiempo de feliz memoria,
cuando la gloria coronó tu frente
lésbico cisne.
34 EDUARDO DE LA BARRA
Ora blandiendo su funesto acero
ó bien atando la deshecha nave
en tono suave á las. divinas Musas
tierno cantaba,
y á Baco leve, á la ciprina Diosa,
al niño ciego, juguetón, alado;
y al celebrado por sus negros ojos,
Lico, el apuesto.
Td en el banquete del tonante Jove,
prez y delicia del celeste Apulo,
alivio sólo á mi penar dispensa,
Siempre propicia. •
Juan J. Michao.
•
En esta traducción libre, que corre suelta y armoniosa á pesar de
sus trabas métricas, si las ideas é ilación resultan las mismas de Hora-
cio, hay alguna diferencia en los detalles, que no la dañan. La conclu-
sión que aquí es esencia), no nos parece bien interpretada: el poeta
pide á la Lira, á su numen, que enaltezca su canto á la par del de
Alceo, y lo haga inmortal, y no que «'dispense alivio á su penar, n como
dice el traductor.
IX
A& Puonm
(Lib. I, oda XXXVIII)
Persium otit\ puer, apparatus.
Niño, detesto el artificio persa!
No las guirnaldas con el tilo urdidas
pido, ni quiero que me busques ora
rosas tardías.
Nada le agregues diligente al mirto:
á ambos nos sienta su sencilla rama;
á mí si bebo so la parra espesa,
á tí si escancias.
ODAS DE HORACIO 35
OBSERVACIONES
£1 Cisne <U Nágera^ autor de la Oda al Céfiro tan justamente cele-
brada, así traduce este juguetillo horaciano:
Oh tií, sirviente mío,
no te cures del pérsico aparato,
que llevo con desvío
' las trenzaderas del ñorido ornato;
ni busques do ñorecen
las frescas rosas que tardías crecen:
que yo muy diligente
busco, porque tu ansia no trabaje,
el mirto solamente:
á tí QO te desdora, siendo paje,
ni á mí, que de contino
bebo á la sombra de una parra el vino.
£. DE Villegas.
Duro es el juicio del General Mitre: ^Villegas y Burgos, dice, han
traducido esta oda, el primero en doble número de versos, y el segundo
en veinte heptasílabos. Sería difícil decir cual es la peor.n El General
traduce á la letra:
Odio, muchacho, (el) Pérsico aparato:
no gusto de coronas enlazadas
con la fibra del tilo; no procures, (iqué?)
donde hay rosas tardías.
Con demasiado celo, nada agregues
al simple mirto: bien nos viene el mirto
á tí que sirves, como á mí que bebo
bajo la espesa viña.
B. Mitre.
Mucho precio pone el General en esto de que se ha de decir viña
espesa^ y no parra sombría^ y en otras menudencias que en nada traicio-
nan el pensamiento del poeta y antes bien suelen realzarlo y darle
belleza, como aquel gracioso decir de Villegas:
ni busques do florecen
las frescas rosas que tardías crecen.
36 EDUARDO DE LA BARRA
¿Quién condenaría ^s^s frescas rosas porque no están en el original?
Horacio las envidiara.
X
▲ Licililo
(Lü). II. Olla X)
i
Rectius vives, Licinu
Si á ser feliz aspiras, O Licinio,
ni en alta mar te engolfes por alarde,
ni medroso te ciñas a la costa
expuesta al oleaje.
Quien más que el oro estima una mediana
vida modesta i sobria, ese no habita
el cubil del avaro, ni el alcázar
blanco de torpe envidia.
Al árbol más erguido más sacude
airado el viento; las soberbias torres
más en peligro están; el rayo hiere
mejor los altos montes.
A todo- evento el ánimo prepara:
teme en la dicha; desdichado, espera;
Jove nos manda los inviernos fríos
y él mismo los aleja.
Ni siempre tenso el arco formidable
mantiene Apolo, con su excelsa lira
despierta el numen en el pecho á veces,
y el dulce canto inspira. \
Lo que es oscuro iluminarse suele; \
tus penas de hoy se aliviarán mañana:
Licinio, nunca acobardado el pecho
Cierres á la esperanza. \
\
ODAS DE HORACIO 37
Ánimo muestra en el adverso caso
y sereno valor: mas, si tu vela
hincha empeñoso del favor el viento,
Amaina! ten prudencia!
OBSERVACIONES
La Oda á Licinio, por su aparente facilidad, tienta á todos los tra-
ductores; mas, según el juicio crítico del ilustrado Mitre, ninguna de
sus traducciones vale la tinta que en ella se ha gastado. i'La de Fray
Luis de León, como interpretación, versificación y poesía, se consi-
dera de las más defectuosas. La del Brócense, sólo á título de curiosi-
dad literaria puede citarse, pues ni fiel es siquiera; la de Juan de Mo-
rales, es condenada justamente por Menéndez; la de Burgos no es
mejor que las anteriores.n... Sólo la del mallorquín Amer, encuentra
Mitre que relativamente es mejor ó menos mala que las anteriores, por
estar en bien manejados sáfícos como el original, y la inserta íntegra
en sus HoRACiANAS á fin de que se la compare con la propia.
De allí la tomamos, ya que se la tiene por el mejor modelo. Es ésta:
Vida más dulce, vivirás Licinio,
sin engolfarte por la mar profunda,
ni en la tormenta la dolosa orilla
ir costeando.
Á quien modesta medianía estime,
sórdido techo no atormenta nunca,
ni codiciosa la ambición le tienta
de regio alcázar.
Con más frecuencia el huracán sacude
el pino erguido; las excelsas torres
más pronto se hunden, y los rayos hieren •
los altos montes.
Teme en la dicha, en la desgracia espera,
á varia suerte el pecho resignado:
Júpiter alza rudas tempestades
luego las calma.
Si hoi es contrario no ha de serlo siempre:
también suscita á la callada musa
con suave cítara, que siempre el arco
no tiende Apolo.
k.
i
38 EDUARDO DE LA BARRA
Fuerte, animoso en la fortuna adversa
muéstrate al mundo; como así prudente,
si demasiado favorable viento
coje la vela. M. V. Ambr
Elotre estos versos hay varios que no son sáfícos ni adónicos, como
éstos:
A varia suerte | el pecho resignado
6
Túpiter aUa | rudas tempestades
6
Con suave cítara, || qué siempre el arco
En los dos primeros el acento esencial cae en la 6.* sílaba en vez de
la 8.*; y en el tercero la cesura va después de la 6/ sílaba en vez de ir
después de la $.*, condición esencial de este endecasílabo.
No son adónicos: ode regio alcázar — los altos montes — no tiende
ApolOyit -i- pues carecen del acento en la i.* sílaba.
La 5.* estrofa es oscura. En general, la composición es buena y se
lee con agrado, aún á pesar de sus defectos métricos.
De igual valor es la del General Mitre y adolece de los mismos de-
fectos; es más apegada al original; pero, da de él menos idea.
Así el final
... sapienter idem
Contrahes vento nimium secundo
Túrgida vela
tradiScelo el señor Mitre:
... amaina con prudencia
si el viento impulsa por demás propicio
túrgida vela.
Pudo haber dicho:
siempre que el viento por demás propicio,
hinche tu vela.
La del Brócense es muy elogiada por Menéndez Pelayo, quien en-
cuentra que está hecha »con suma precisión, sobriedad y acierto.»
Siento disentir en este caso, de la opinión de tan docto maestro. El
ODAS DE HORACIO 39
Brócense al cantar «la dulce medianía,!? se quedó el mismo en una
''itriste medíanía,if por no decir más. Léase su trabajo:
Muy más seguro vivirás, Licinio,
DO te engolfando por los hondos mares,
ni por huirlos encallando en playa
tu navecilla.
Quien adamare dulce medianía
no le congojan viles mendigueces,
ni le demuestran con atruendos vanos
casas reales.
Mas hiere el viento los erguidos pinos,
dan mayor vaque las soberbias torres,
y en las montañas rayos fulminantes
dan batería.
Viva con pecho bien apercibido
quien la caída en las riquezas tema,
y en la caída espere, que fortuna
suele mudarse.
Júpiter suele | dar y quitar fríos,
mala fortuna suele variarse:
cantas á veces y no siempre el arco
ñechas, Apolo.
En casos tristes fuerte y animoso
muestra tu pecho y con prudencia suma
coge las velas, cuando te encontrares
entronizado.
Francisco Sánchez
de las Brosas
XI
▲ Postumo
(Lib. II, Oda XIV)
Rksut fugaces^ Posiume,
Ay! cuan fugaces, Postumo, los años
vuelan veloces! .. Los piadosos votos
freno no son á la vejez que avanza,
ni á la indomable muerte!
40 EDUARDO DE LA BARRA
No se aplaca Plutón, sordo á los ruegos,
ni con triple hecatombe, él que insensible
á Ticio y á Gerión en la onda estigía
mantiene sumergidos.
En la onda melancólica que todos
tendremos que cruzar, cuantos los dones
de la tierra gozamos, altos príncipes
y rústicos labriegos.
Por evitarlo vanamente huimos
el cruento batallar, y el ronco estruendo
de las ondas Adrianas, y el nocivo
soplo otoñal del Austro.
Fuerza es llegar á la corriente densa
y lenta del Cocito, y ver la infame
gente Danaide, y en castigo eterno
A Sísifo bregando.
Fuerza dejar la tierra, y para siempre
á la esposa querida! De tus árboles
uno á la tumba seguirá contigo:
el ciprés funerario!
Y el que hoy escondes cécubo famoso,
sabrálo derramar el heredero
en soberbios festines, emulando
las cenas pontificias.
¡Tal es la vida, O Postumo; espinosas
rosas de un día que á morir nacieron!
Apenas si dejamos cual la nave
en pos fugaz estela.
ODAS DE HORACIO 4 1
OBSERVACIONES
Es esta Oda sobre la brevedad de la vida, una de las más celebra-
das de Horacio: todos la repiten de memoria y muchos se complacen
en traducirla, ya en prosa ya en verso.
Creo que ganarfa con suprimirle la ultima estrofa. Tras de la triste i
final despedida, tras de dejar al hombre sepultado á la sombra del ci-
prés, ¿i qué recargar el cuadro con la amarga idea del pródigo here-
dero derramando el cécubo preciado que él guardaba bajo siete llaves?
Y tu heredero dejará que el cécubo
que hoy guardas bajo llave, el suelo riegue
cuando vino mejor en copas de oro
no gustan los pontífices.
Conservada esta estrofa por respeto al original, he creído redondear
mejor el concepto general de la Oda, agregando un final de mi cuen-
ta. Pudiera ser ese final una estrofa digna y propia del cuadro severo,
la cual, sin desdecir del sentir pagano se amoldase al espíritu cristiano
que nos guía y, alumbra, como ésta:
¡Tal es la vida, Postumo! Lloremos
el breve día que á ponerse nace;
mas dejemos en pos grata memoria,
y obra de bien dejemos.
Los críticos á la letra insisten en muchas pequeneces: así el profesor
Calandrelli condena á Moratín, no sólo porque emplea el verso suelto,
sino por cada palabra de más ó de menos que encuentra en su traduc-
ción. Sin salir de la primera estrofa le reprende el que diga «» postumo,
caro Postumo, II cuando en el original no dice caro; el que traduzca
pietas por ««santa virtud, h y la gradación latina rugis^ instanti senectcs
por ««vejez rugosa, m y la indomitct morti^ que la completa, por ««dura,
inevitable muerte, m
Ahorro comentarios y me contento con mostrar los perfiles de esta
crítica pueril con que un notable escolar que no es poeta, fustiga á un
poeta como Moratín porque no es bastante escolar.
Sólo faltó que le exigiera la traducción del Eheu! exclamación que
es un sollozo.
Eh/,.. eul si se aspira la >% y la » se apaga, se tendrá la reproduc»
43 EDUARDO DE LA BARRA
ción del sollozo: suena <;/!... el... Mejor sería ¡ej-eif, equivalente en
cierto modo al antiguo /ay-mé/,.. Ello es que nos faltan los signos
para expresar el sollozo y el suspiro. Sí se lee bien, podrá traducirse ¿
la letra, así:
¡Eh.,, ai! Postumo, Postumo, fugaces
pasan 4os aftosl Ni una arruga sola
(ni) — de la vejez evitará tu ruego,
ni la indómita muertel
Acaso por estar muy lejos de saber el latín como el sabio Calan-
drelli, no nos es dado ver la gradación que él establece entre arruga^
vejez y muerte. Si á la letra se la puede sostener (rugis et senectae), no
así bajo el punto de vista retórico. ('Las preces piadosas no evitarán ni
una arruga, ni la vejez, ni la muerte, n no es un climax aceptable por
que el primer término oscurece y apoca á los otros. £s claro que quien
no puede evitar ni una arruga menos evitará la vejez y la muerte, y
entonces es redundante decirlo. La escala sólo podría establecerse en
sentido inverso diciendo: el ruego no evitará la muerte^ ni evitará la
vejez^ ni siquiera evitará una artuga.w £n la estrofa anterior póngase
«mi la vejezit y se tendrá la gradación que quiere Calandrelli, y nada
se habrá ganado.
Ahora siguiendo mi sistema que consiste en traer á la vista los
modelos que posee la literatura castellana, á fín de que sirvan de punto
de comparación para acendrar el juicio, paso á transcribir el Postumo
magistral de don Leandro Fernández de M oratín.
¡Ay, como fujitivos se deslizan,
Postumo, caro Postumo, los años!
Ni la santa virtud el paso estorba
De la vejez rugosa que se acerca,
Ni de la dura inevitable muerte
Y aunque á su templo des tres hecatombes
En cada aurora, sacrificio y ruego
Plutón desprecia, á tu lamento sordo.
El al triforme Geríón y á Ticio
Guarda, y los ciñe con estillas ondas.
Que han de pasar cuantos la tierra habitan,
Pobres y reyes. Y es en vano el crudo
ODAS DE HORACIO 43
Trance evitar de Marte sanguinoso,
Y las olas que en Ádria el viento rompe
Conv sordo estruendo; en vano, en el maligno
Otoño el cuerpo defender del Austro;
Que al fin las torpes aguas del oscuro
Cocito, hemos de ver, y las infames
Bélides, y de Sísifo infelice
El tormento sin fin que le castiga.
Tu habitación, tus campos, tu amorosa
Consorte dejarás. lAy! y de cuantos
Arboles hoi cultivas, para breve
Tiempo gozarlos, el ciprés funesto
Sólo te ha de seguir. Otro más digno
Sucesor brindará del que guardaste
Con cien candados, cécabo oloroso,
Bañando el suelo de licor, que nunca
Otro igual los pontífices gustaron
En áureas tazas de opulenta cena.
Leandro F. de Moratín.
Séame lícito en este lugar pagar un tributo á la amistad recordando
al doctor ítalo-argentino don Juan B. Arengo, quién á los 73 años de
su edad y en vísperas de la muerte, traducía esta y otras composicio-
nes de Horacio con precisión y acierto.
De su traducción A Postumo^ bastante feliz, solo transcribiré las dos
líltimas estrofas para muestra:
Forzoso seiá, pues, dejar la tierra,
el dulce hogar y la consorte amada;
ni árbol alguno de estos que cultivas,
en tu séquito irá, precario dueño,
salvo el ciprés infausto!
Luego rumboso el pródigo heredero
volcará el gran acervo en los festines,
y regará el soberbio pavimento
con el cécubo añejo, más profuso
que en pontificias cenas.
J.'B. Arengo.
44 EDUARDO DE LA BARRA
He puesto séquito en vez de compaña^ y rumboso en lugar de más
dignOy como dice el original, ya que mi amigo en vida me toleraba estas
licencias, hijas de mi buena voluntad y afecto.
XII
ASroaíb
■
(Lib. II. Oda XVI)
Otium divos rof^at»
Paz, á los dioses angustiado implora,
calma, les pide el mercader si mira
bravas las ondas de la mar que vsurca,
negros los cielos.
Paz, pide el Trace en la sañosa guerra;
paz, quiere el Parto que las armas cubre...
¡Don deseado, tu valor no igualan
púrpura ni oro!
No los lictores ni tesoros reales
logran del alma desechar las penas:
ellas so el techo de artesón dorado
velan tenaces.
Dichoso aquel que en sus manteles parcos
luce el salero, del abuelo herencia,
y, sin afanes ni rüín codicia
duerme tranquilo.
Breve es la vida, ¿para qué afanarse
climas buscando por distintas zonas?
¿Huyes la patria? Tu conciencia vela!
¿Cómo evitarla?
ODAS DE HORACIO 45
Ella contigo, si alejarte intentas,
Sube á la nave de espolón dorado;
Si tu cuadriga á la carrera lanzas
salta á la grupa.
Fiera jauría que persigue al gamo,
Euro que empuja las neblinas sueltas,
Así del vicio el afanar constante
sigue y acosa.
Bástele al cuerdo con el bien presente
sin que el futuro su pensar fatigue;
temple lo amargo, que la vida humana
dulce no es siempre.
Joven Aquiles pereció, y en ruinas
vive Titón, de su vivir cansado.
Tal la fortuna: lo que al uno niega
dáselo al otro.
Llenan tus campos sicilianas greyes;
mugen tus vacas, tus yeguadas pacen;
sedas te adornan, y africano miirex
tiñe tus paños.
Si á mí la suerte me negó tus bienes,
dióme la Lira de cadencia griega,
y alma amorosa, de la Lira digna,
dióme con ella.
OBSERVACIONES
Hay de esta Oda una traducción de Medrano, calificada de bas*
tante libre; se recuerda otra de García de la Huerta, el autor de la
Raquel, trajedia que le dio cierta fama; y una del poeta chileno don
Salvador Sanfuentes; ofíel y correcta pero fría ir, á juicio del Geaeral
Mitre, de quien tomo estas noticias.
46 EDUARDO DE LA BARRA
Hay también traducciones de los españoles Muso y Valiente, Burgo»
y Aijona, siendo la 4^ este ultimo la mejor de todas. La damos ei>
seguida:
Ocio á los dioses en el ancho Egeo
pide el piloto, cuando negras nubes
cubren la lona, y la» estrellas vibran
rayos inciertos.
Ocio la Tracia, enfurecida en guerras;
ocio los Medos en saetas claros,
que ni las perlas ni el purpureo manto
compra, ni el oro. (?)
No la riqueza ni el lictor del cónsul
del alma apartan los tumultos tristes^
ni los cuidados que el dorado techo
cruzan errantes.
Bien vive, oh Grosfo, quien brillante mira
sobre la mesa las paternas copas,
ni el leve sueño la avaricia ó miedo
torpes le quitan.
¿Por qué lanzamos á futuros días
el pensamiento, y otro sol buscamos
en nuevas tierras? de su patria huyendo
quién de sí huye?
Sube el cuidado á las ferradas naves,
sigue al jinete en las fugaces turbas,
más que los siervos, más veloz que el Euro
dueño del Ponto.
Contento el pecho en lo presente, olvide
lo venidero, y con tranquila risa
temple lo amargo. ¿Quién halló en el mundo
dicha completa?
En fk>r á Aquiles arrancó la muerte
á Titón lenta senectud marchita;
y á tí te niegan lo que darme acaso
quieran las horas.
Rebaños ciento y sicilianas vacas
para tí mugen, para tí relinchan
yeguas dispuestas á cuadriga; en doble J
purpura tintas
i
ODAS DE HORACIO 47
te visten lanas; más pequeños campos
y un leve aliento de la griega musa
me dio la Parca, y despreciar al vulgo
siempre maligno.
J. M. Arjona
XII
HqJIo le la mBdUiifa
^Lib. III, Oda I)
Odiprofanum tfuJgus
Para los no profanos, en nombre de las Musas
yo canto versos nuevos, prestadles atención.
Mi cítara á las vírgenes y jóvenes roní^anos
les hable al corazón.
Si los rebaños de hombres ante sus reyes tiemblan^
los reyes, á su turno, la frente humillarán
ante el poder de Jove que tumba á los jigantes
con fuerza sin igual
Al pliegue más lijero de su serena frente
vacila el universo sujeto á su querer:
del dios hasta los reyes, del rey hasta ¡os siervos
larga la escala es!
Este es señor de campos, aquél de gran clientela
blasona, y este otro se funda en su virtud,
y hay quien se crea dueño del Foro, donde reina
la vana multitud;
Y sus sufragios pídele, fVado en su prosapia...
Mas, ^eso qué al Destino? El gran nivelador
á ciegas en la urna mete la mano y nombra
á aquél que le tocó.
i
4^ EDUARDO DE LA BARRA
I
Quien un puñal sospeche contra su pecho alzado
ni el plato más sabroso ¿cómo podrá gustar?
No al canto de las aves podrá, ni de la lira
su sueño conciliar.
El dulce sueño habita so el techo campesino
donde hay conciencia sana, donde hay trabajo y paz,
ó en el umbroso Tempe, donde las brisas juegan
con ledo murmurar.
jFeliz aquel que logra con poco contentarse!
El mar enfurecido tranquilamente vé;
nada le aflije, sea que sople el Noto airado
ó sea que al caer
la recia granizada, arruine los viñedos
y robe de sus frutos los árboles en flor;
ó pierdan las cosechas excesos de los fríos
ó excesos del calor.
El rico en su fastidio, construye nuevo alcázar
sobre la cumbre airosa ó á orillas de la mar;
mas, ¡todo en vano! el Tedio, su adicto inseparable,
lo sigue á donde vá.
Lo sigue si le huye en el bajel velero,
lo sigue si se aleja en el veloz corcel,
y cuando cree extraviarlo, sobre lagrypa asido
siente que va con él.
Las púrpuras de Tiro, las gomas de la Arabia,
los vinos de Falerno, el mármol y el cristal,
no curarán las penas del pecho dolorido
ni el tedio extinguirán.
No quiero alzar columnas de espléndida belleza
que de la envidia atraigan el odio y el furor;
prefiero mi cabana, de pocos conocida,
donde hallo paz y amor.
ODAS DE HORACIO 49
OBSERVACIONES
Esta Oda ha sido traducia por Burgos; pero, según Mitre, "de una
manera tan prosaica, tan parafraseada, tan descolorida, que ni siquiera
es un pálido reñejo de la composición original, ni da idea del estilo
horaciano.il Acaso por deficiencia mía, pienso de muy distinta manera,
tanto que esta traducción de Burgos me parece esmeradísima y un
modelo en el género. Sigue de cerca al original y si llega á apartarse
es con sobriedad, buen gusto y elegancia; pero, en ningún caso se limi-
ta aun calco servil é indijesto. Horacio habría aplaudido esta traduc-
ción de su oda, como Enrique Heine las de su amigo Gerardo de
Nerval, quien á veces superaba al original mismo. Por desgracia, el
general Mitre encariñado con su sistema de traducciones poéticas á
la letra, está fatalmente condenado á encontrar malo cuanto exceda de
ese estrecho marco.
La traducción libre que yo presento me atrevo á ponerla sobre la
literal del ilustre crítico, pero, queda muy abajo de la de Burgos, para
mí admirable. Juzguen sino, los que tengan críterío propio:
OteZ
Lejos, lejos de mí, gentes profanas;
Versos jamás oídos
Escuchen los demás con temor santo,
Que, sacerdote de las nueve hermanas,
A las doncellas y á los niños canto.
Al rey acata pueblo reverente,
Y los reyes acatan
Á Jove sin igual y sin segundo,
Al vencedor de la titánea gente
Al que conmueve con su ceño al mundo.
De vides uno allí puebla las cumbres;
Su nobleza ostentando
Los sufragios del pueblo esotro anhela;
Cuál su opinión pondera y sus costumbres.
Cuál se apoya en su larga clientela.
50 EDUARDO DE LA BARRA
Sobre el linage todo, pesa empero,
Con ley igual y fija,
Dura necesidad, fallo de muerte.
Cuál del último el nombre, del primero
De la urna ancha y fatal sale la suerte.
No sabrán bien los sículos manjares
Al que su impío cuello
Vea siempre amagar desnuda espada;
Ni volveránle el sueño los cantares
De las aves, ni cítara acordada:
El sueño que en la rústica mejilla
Suave y blando posa,
Y la parama de pajiza aldea,
Y el fresco valle y la sombrosa orilla,
Que el aliento del Céfiro recrea.
A aquel que sus deseos enfrenando.
Contenta \o preciso.
No amedrenta el bramar del golfo oscuro.
Sus luces las Cabrillas asomando
Ni escondiendo sus luces el Arturo.
Ni azotando las vides la pedrea.
Ni frustrando engañoso
Las esperanzas de cosecha el suelo.
De largas lluvias ya la culpa sea,
Del ardor estival, ó el crudo hielo.
Sillares labran en la escueta playa
Obreros afanados;
Viene estrecha la tierra al opulento
Que alzando diques en el mar, ensaya
Los peces estrechar en su elemento.
¡Vano, estéril afán! La Cuita grave
Tras él sin tregua corre;
Acósale sin tregua el Temor fiero,
Suben con él á la ferrada nave,
Siguen en el caballo al caballero.
\
ODAS DE HORACIO 51
Y si á lanzar del ánimo mezquino
No bastan la zozobra,
Cual astro claro ptirpura esplendente,
Ni frigio mármol, ni falernio vino,
Ni los gratos perfumes del oriente;
¿A qué sobre columnas suntuosas,
La envidia alimentando.
Yo lujosa mansión levantaría? /
¿Ni como por riquezas afanosas
Trocara mi pacífica alquería?
Javier de Burgos
Hace mucho hincapié el señor Mitre en dos expresiones de Horacio
las cuales encuentra que jamás se vertieron como es debido. La pri-
mera de ellas es el famoso Cunda supercilio maventis^ con que los
griegos pintaban el poderío del padre Jove, quien con sólo arrugar el
entrecejo movía el universo. En otras palabras^ el universo pendía de
un acto de su voluntad, voluntad que físicamente se manifiesta en una
lijera contracción del entrecejo. Ordénese mentalmente una cosa
cualquiera, formúlese una orden imperiosa ^ en el acto se produce esa
ligera contracción. Ahora, con qué palabra denotar en castellano ese
fruncimiento del entrecejo? No la hay, y entonces fuerza es valerse de
un circunloquio que lo exprese. £1 General Mitre, tan apegado a la
letra, truduce:
que con su supercilio mueve el orbe
No hay tal supercilio en castellano, ni el Jove helénico movía el
mundo p>or una contracción de sus cejas, ni «con su ceñon sino por
un acto de su soberana voluntad, grande, pero inferior al sublime fiat
lux! de la Biblia. Por eso sería fiel traducir:
Jove -que con querer conmueve el universo.
La otra expresión, es t\fiindusque mendax^ que Mitre traduce por
^^ heredad frustránea y ó sea que no da el fruto que prometen lo cual es
como decir cosecha frustrada, perdida ó vana. Burgos traduce:
Ni frustrando engañoso
Las esperanzas de cosecha e) suelo.
I
52 EDUARDO DE LA BARRA
Acaso sería más poético,
y el granizo,
deshace en ñor el fruto prometido
A mi me parece tan \nsLCtpiab\e ti frustránea heredad como el super^
cilio jovino. Prefiero una perifrasee cualquiera contal que rinda la idea
latina.
Lo demás es crítica menuda, casi siempre sin motivo. Y tanto me-
nos le doy valor cuanto que yo mismo incurro voluntariamente y á
sabiendas en modos idénticos á los que 'al señor Bqrgos se reprende
Así, por ejemplo, del Destino digo: el gran nivelador (no está en el
texto).
A ciegas en la urna | mete la mano y nombra
á aquel que le tocó.
Aquí cometo el delito de lesa-traducción, olvidando que Horacio
ijo amplia ó ancha urna. Fácil sería salvarlo, diciendo:
En la amplia urna á ciegas | mete la mano y nombra, etc.
Pero, prefiero el verso sin ese calificativo, que para la idea poco im-
porta, pero libre de sinal^as que lo empastan.
Voy más lejos aun: suprimo una serie de circunstancias por conser-
var mejor la idea del poeta en su esencia. Así el señor Mitre con bas-
tante apego á la letra, ha traducido:
Los peces sienten que la mar se estrecha,
por diques que la llevan, y cimentan
empresarios y esclavos,
para el amo, cansado de la tierra;
más doquiera, el Temor y la Amenaza
al que domina asalta, y cuita oscura
va al bronce del triremo,
o del jinete salta á la gurupa.
Quien no conozca el original hallará oscuro este pasaje, y aún
cuando en él se compilan los detaiks del original, no se ve la idea neta
y clara, desaparecida en la traducción bajo ei mismo ofuscamiento de
esos detalles.
Dejemos á los peces en paz pensando lo que quieran; dejemos de lado
á los empresarios de los diques y sus esclavos, y vengamos á lo que im-
ODAS DE HORACIO 53
porta, al rico hastiado y caprichoso que por distraer su fastidio alza sus
construcciones sobre el mar, j á quien su tedio jamás abandona ni en
mar ni en tierra. En esta idea ñnal, »ni en mar ni en tierran emplea el
poeta hermosos tropos característicos que ya que no sería lícito borrar,
y por eso, sin desconocer lo que Horacio dijo para los romanos, creo
no traicionarlo al desentenderme de detalles hoy perjudiciales á )a ni-
tidez de la idea, rindiéndola en esta otra forma, la más profana del
mundo para los críticos á la letra:
£1 rico en su fastidio | construye nuevo alcázar
Sobre la cumbre airosa ó á orillas de la mar;
Mas, ¡todo en vano! el tedio, su adicto inseparable
Lo sigue á donde vá.
Lo sigue, si le huye en el bajel velero,
Lo sigue si se aleja en el veloz corcel,
Y cuando cree estraviarlo, sobre la grupa asido
Siente que vá con él.
Esto al menos se entiende.
Si se me objeta que he traducido el arata triremi (el trireme de
espolón de bronce), por bajel velero^ diré que á mi juicio así se sirve
mejor el pensamiento de Horacio, que no traduciendo '^va al bronce
del trirremow^ como prefiere el señor Mitre. SU de catcris.
XIII
Dláloiro entre Borftoio 7 Lydia
(Lib. Ill— Oda IX.)
Donee graius eram tih
Horacio
Mientras de tí adorado
y único dueño, comprimí ardoroso
tu seno idolatrado,
más que el rey de los persas fui dichoso.
54 £DUARDO DE LA BARRA
Lidia
I
Mientras de tí adorada
no me sentí por Cloe postergada
yo aventajaba en gozo y ufanía,
á ia romana, celebrada IHa.
Horacio
Hoy me domina Cloe: la dulzura
de su cítara tracia me enajena.
¡Diera poi* su ventura
mi vida de amor llena!
Lidia
Arde idéntica llama
Por Caláis en mi pecho, y él me ama!
Yo, por mi hermoso griego ¿qué no haría?
Por él cien vidas con placer daría!
Horacio
¿Y si Venus en su ara
nuestra extinguida llama reviviera?
Si yo á Cloe mi puerta le cerrara
y á Lydia enamorado se la abriera?
Lidia
Bien que Caláis hermoso
es como un sol, y, tú, sañudo y fíero
como el Adriano mar tempestuoso,
¡en tus brazos prefiero
para siempre vivir y morir quiero!
ODAS DE HORACIO 55
OBSERVACIONES
Dláloiro amoroso entre el Poeta 7 la desde&a&a LlAla
El diálogo entre Horacio y Lidia, es hermosísimo y afortunado, pues
logró encontrar un digno intérprete en fray Luis de León, el primer
lírico castellano, con excepción de Garcilaso.
Damos en seguida su traducción, que pasa por la mejor que hay de
esta poesía, y la mejor de entre las del ilustre fraile, que en las imita-
ciones excede á su gran modelo:
Horacio, Mientras que te agradaba
y mientras que ninguno más dichoso
los brazos añudaba
al blanco cuello hermoso,
más que el persiano rey fui venturoso. '
Lidia. Y yo, mientras no amaste
á otras que á mí, ni desdichada
por Cloe me dejaste,
de todos alabada '
y más fui que la Ilía celebrada.
Horacio, A mí me manda agora «
la Cloe, que canta y toca dulcemente
< la vigüela sonora,
y porque se acreciente
su vida, moriré yo alegremente.
Lidia, Y yo con inflamado
amor á Calais quiero y soy querida,
y si el benigno hado
le da más larga vida,
la mía daré yo por bien perdida.
Horacio. Mas, ¿qué si torna el juego
amor, y torna á dar ñrme lazada?
Si de mi puerta luego
la rubia Cloe apartada
á Lidia queda abierta y libre entrada?
56 £DUAROO OK LA BARkA
Lidta, Aunque Calais hermoso
es más que el so!, y tu más bravo y fiero
que mar tempestuoso,
más que pluma lijero,
TÍvir quiero contigo y morir quiero.
Fr. Luis de León
XIY
A|2fr«élml«
;(Lib. Ill, Oda XII.)
Mistrarum est.
Cuan infeliz la niña*
á quien se contraría en sus amores,
y á quien le está vedado
templar en el deleite sus ardores, (i)
Castígala la lengua
del rígido tutor y la amenaza:
ella llora, suspira'
y las labores de Minerva aplaza.
Luego á Cupido escucha
y en Hebro, el bello liparino, piensa.
Néóbule en su pecho
siente de amor la ebullición intensa.
Hebro es mejor jinete
que el mismo vencedor de la Quimera;
no hay púgil que le iguale,
ni nadie le ha vencido en la carrera.
(i) ^Endulzar con el vino sus dolores^ — dice el original bajo el velo de la
alegoría. Tomado directamente este concepto, parece de mal gusto .
ODAS DE HORACIO 57
Al jabalí sorprende
en el espeso matorral; si lanza
su ñecha, va certera,
y al ágH gamo en la llanura alcanza.
Del Tiber en las ondas
sumerge el hombro con el oleo ungido...
Velo Neóbule y piensa
que es más fuerte el amor cuando es prohibido.
OBSERVACIONES
••De este boceto de costumbres antiguas — dice el General Mitre —
no hay más traducción española que la de Burgos en forma de ana-
creóntica, en la que quedan perdidos los más graciosos rasgos del
original. M Daremos á conocer ésta y la traducción de Mitre,- donde se
conserva el original con esmero:
Mísera aquella triste te va ya disgustando >'
á quien amar se veda, de la casta Minerva,
y anegar en el vino Hebro mejor jinete
las cuitas y las penas; que el que hundió á la Quimera,
y que aterrada siempre, jamás en pugilato
de un tío cruel tiembla vencido ni en carrera,
la reconvención dura, el que baña en el Tiber
la amena^ violenta. los sus hombros de atleta,
A tí el alado niño ó en el llano espacioso
de Venus Citerea tras de los siervos vuela,
hoy ya de tus labores, * ñechas certeras lanza,
Neóbule, te aleja; y acomete ó acecha
y el li parió Hebro al jabalí escondido
de las dulces tareas en la áspera maleza.
Javier de Burgos
Desdichada la joven sin amores
que no endulza con vino sus dolores,
y fustiga la lengua del tutor.
Labores de Minerva te ha quitado,
Neóbule, de Citerea el niño alado,
del bello Hebro al amor.
53 EDUARDO DE LA BARRA
Jinete más que fué Belerofonte
no hay quien su puño 6 su carrera afronte:
al jabalí sorprende en la maraña;
en llanos, flecha al siervo perseguido,
y el hombro de óleo del atleta ungido,
del Tibre en la onda baña. ,
B. Mitre
No he comprendido esta composición como los ilustres traductores
citados, ni en el original me parece completa. I^ '¡falta objeto, carece
de una fínalidad que la esplique, y eso he querido suplirlo con el rasgo
ultimo agregado de mi cuenta.
Aceptando de Mitre la transposición de un verso, después de la pin*
tura de Neóbule contrariada, y de seguir su pensamiento al exaltar las
cualidades del bello Hebro, ella lo ve sumergirse en el Tfber« y esa
vista aviva su pasión y su preocupación.
Velo Neóbule, y piensa
que es más fuerte el amor cuando es prohibido.
Sin este rasgo fínal que la completa, la composición se pierde en e
vacío.
XV
«
A la Fuente do Baaduiia
(Lib. m. Oda XIII)
Fuente Bandusía de cristal luciente,
digna del vino y de las ñores frescas,
un cabritillo de nacientes cuernos
yo te daré mañana en grata ofrenda.
En él frustrados quedarán los ciegos
y lascivos instintos de su casta,
que á tus gélidas aguas va á mezclarse
borbotando su roja sangre cálida.
ODAS DE HORACIO
59
£1 sol de la canícula quemante
a tí no alcanza: tú, serena brindas
frescor al toro del arado exe;ito,
y al rebaño que pace por tu orilla
He de cantar al roble que en tu concha
próspero arraiga, y á las linfas puras
que á su sombra burbullan vocingleras,
y famosa te haré, Fuente Bandusia.
OBSKRVACIOKES
Transladaré en seguida las dos versiones de esta Oda que conoasco
O fuente de Blandusia,
muy más que el cristal clara:
digna de dulce vino
y de suaves guirnaldas,
un tierno cabritillo
te inmolaré mañana.
Su frente con los cuernos
nacientes abultada;
á combates y á amores
en vano se prepara.
En vano, que la prole
de trepadora cabra
con 8U sangre tus ondas
ceñirá de escarlata.
A ellas tocar no osa
en la siesta abrasada
de canícula ardiente
la sofocante llama.
Tií á los toros, que un hora
reja agobió pesada,
grato frescor ofreces,
y á la ovejuela vaga.
Yo haré tu nombre eterno,
yo, la encina copada
cantando, que en los huecos
peñascos se levanta
de donde tus parleros
raudales se desatan.
'J. DE Burgos
Oh, fuente de Bandusia, cristal diáfano
digna de flores y de dulce vino,
te he de ofrendar mañana,
con el cuerno que asoma, un cabritillo,
al que en vano destinan los amores
á los combates de lasciva raza,
porque su roja sangre
ha de mezclarse con tus frías aguas.
£1 sol canicular á tí n(; llega
6o ' EDUARDO DE LA BARRA
en la hora ardiente, y la frescura brindas
al fatigado toro, sin su arado,
y al rebaño que vaga por tus ribas.
Famosa yo te haré, como otras fuentes,
al cantar á la encina que se arraiga
en tus cóncavas peñas,
con el murmurio que tus linfas saltan.
B. Mitre.
XVI
▲1 Fatuo
(Libro III. Oda XVIII)
Faune Nimpharum fngUnium amaUt.
Fauno, empeñoso seguidor de Ninfas
huidas al verte, si á mi campo llegas
manso reposa, y las nacientes crías
mira benigno.
Cuando tus Nonas decembrales vienen
tierno cabrito te consagro: en apchas
cráteras nuevas se derrama el vino
dado á la fiesta.
Arde el incienso en tus vetustas aras;
trisca el rebaño en la llanura herbosa,
pacen los bueyes y el cordero juega
cerca del lobo.
Cantan los nidos y las chozas cantan,
ramas esparce el campesino en tu honra,
y en la antes dura, fecundada tierra
baila tres veces.
«
ODAS DB HORACIO 6 1
OBSERVACIONES
Burgos traduce esta oda en una anacreóntica muy desteñida, que
el Horacio Español incluye entre sus dechados. Daré preferencia á la
del General Mitre, apegada al original, aunque no siempre lo inter-
prete, y como él en versos sáfícos:
Fauno, amador de fugitivas Ninfas,
ven á mi campo por el sol templado,
y al ausentarte, de la prole cuida
de mis rebaños.
Si te consagro un cabritillo al año^
ni falta el vino en el Venéreo crater^
y humo oloroso en profusión envuelve
tu ara vetusta!
Trisca el ganado en la campaña herbosa,
al retornar tus Nonas de diciembre:
festivo tlfagOy vaga por \os prados;
sueltos los bueyes.
La oveja audaz entre los lobos pace;
te da la selva su follaje agreste,
y el cavador, en tierra antes maldita,
baila tres veces.
B. Mitre.
ínter audaces lupus errat agnos; entre audcues lobos vaga el cordero^
dice el original. Fossor significa efectivamente cavador y foseador^ y
aun sepulturero; pero aquí, sin duda, es el labrador el que abre la
tierra. Las cráteras eran anchas copas, en que se hacían * libaciones á
Venus; mas no se les puede llamar el Venéreo crater ó el crater de
Venus, La primera estrofa no está bien comprendida: el poeta no in-
vita al Fauno ni le pide que al ausentarse cuide de sus crías, sino que
le sea propicio cuando pase por su campo, y que no muestre enojo á
los pequeñuelos de su majada. Nos abstenemos de ctras observacio* j
nes por nuestro respeto y adhesión al autor. |
63 EDUARDO DE LA BARRA
XVII
t
A Ynnt
(Libro III. Oda XXVI)
Vixi ptullis nuper idtncus,
. I
En tiempos más dichosos
de alegres devaneos,
de Venus en las lides
solía ser experto.
Hoy en su altar rendido
mis viejas armas cuelgo,
y la cansada lira
é inútiles trofeos.
II
O Venus, invocada
do quier que nacen rosas,
sólo un favor te pido
al despedirme ahora:
Humilla á Cloe altiva,
y haz, una Vez por todas,
que de tu antiguo adepto
no ría desdeñosa.
OBSERVACIONES
Esta Oda que se presta á la anacreóntica, termina con un rasgo mali-
cioso velado con delicadeza. Conservo su espíritu desechando detalle^
ODAS DE HORACIO
63
inútiles que en nada contribuyen al efecto de la obra, y, aun cuando
otros digan que esos detallas revelan costumbres de la época, no los
acepto, porque int fín es poético y no arqueológico. Burgos, como se
vé en s^uida, los ha conservado.
Agradable á las damas ^
viví yo en otros días,
y serví no sin gloria '
^e amor en la milicia.
Mas al lado siniestro
de Venus la marina,
hoy colgaré mis armas
y mi callada lira.
Aquí dejad, amigos,
las hachas encendidas,
y las palancas y arcos,
que de mozas esquivas
á las cerradas puertas
amenazar solían.
Diosa, á quien la abrasada
Mémfis y Chipre admiran,
de Cloe una vez sola
tú la altivez humilla.
J. DB Burgos.
XVIII
A ICelpáasM
(Libro ÍII, Oda XXX)
EPÍLOGO
Rxeji numumentum
Erijo un monumento durable más que el bronce,
más alto que las altas Pirámides, asiento
de la soberbia real.
Ni el Aquilón violento, ni lluvias destructoras,
ni el Tiempo infatigable con sus legiones de horas,
podránlo derribar.
No moriré del todo! de mí la mejor parte
no tocarán las Parcas: la fama de mi arte
creciendo siempre irá.
64
EDUARDO DE LA BARRA
En tanto que el Pontifex al sacro Capitolio
con las Vestales suba, del orbe bajo el solio
oíd lo que didln:
Dirán que yo el primero, Melpomene divina,
á la cadencia griega la Cítara latina
feliz logré ajustah
¡Oh, Musa, el triunfo es tuyo, la gloria tuya sea!
Más ven, benigna dea, con el laurel de Delfos
mi frente á coronar.
OBSERVACIONES
Las traducciones de esta Oda solemne en que el poeta presiente j
anuncia la inmortalidad de sus versos, no me llenan el gusto. Doy la
preferencia á la de Rafael Pombo, por ser poeta americano de nota
antes aquí no mencionado; y aun cuando la de Mitrf es más fiel, la de
Pombo es más clara y ñuída. Es sensible que la haya reducido á un
vulgar romance octosílabo, cuando el asunto, que tiene la solemnidad
del himno, pedía metro más grave y acompasado. Dice así:
Un monumento me alcé
más duradero que el bronce,
más alto que las pirámides
de regia, fúnebre n/ole.
Uno que ni el aquilón
ni aguaceros roedores
vencerán, ni cuantos siglos
rápido el tiempo amontone.
Yo entero no moriré:
gran parte de mí á los golpes
vedada está de la Parca;
é irá creciendo mi nombre,
fresco entre coros de aplausos
de nuevas generaciones,
mientras haya ojos que miren
al augusto sacerdote
y muda vestal, subiendo
al Capitolio del orbe.
Yo, si bien de humilde cuna^
seré proclamado noble,
en el yermo donde al cabo
Dauno reinó entre pastores,
y donde el violento Aufído
al mar estruendoso corre.
Lo seré porque el primero
fui yo quien al duro albogue
del latino arrancar supe
Eolios, líricos sones.
Precíate, pues, de tus méritos,
ohl inñamadora Melpomene,
y mis cabellos tu mano
con lauro délñco adorne.
Rafael Pombo.
ODAS •DE HORACIO 65
Por el concepto que de esta Oda me he formado, he creído venta-
joso suprimir el detalle que limita el aplauso, merecido por los versos
del poeta á la región donde corre el Auñdo bullicioso, para extender
su fama por el Orbe entero, como ha sucedido. Respecto á la duración
de su memoria, el poeta la equipara á la de Roma misma, en su her-
mosa imagen alegórica en que nos presenta al Pontífice Máximo su-
biendo al Capitolio con las sacerdotisas de Vesta, diosa que simboliza
la inmortalidad de la gran ciudad. Apagóse el fuego de Vesta, y la fa-
ma de Horacio sigue viviendo.
XIX
ALolio
(Ub. IV Oda VIII)
Ne forte credas.
Los versos del poeta que es nacido
á orillas del Ofanto rumoroso,
versos de un arte que á la Italia es nueva,
no morirán, ó Lolío!
Reina en la cumbre del Parnaso, Homero;
mas, no por eso menos celebrados
son Alceo y Simónídes y Píndaro,
los de divino plectro.
Vive Anacreonte, se conserva puro,
fresco el rocío en sus nativas rosas,
y de Safo la lira apasionada
respira amor y fuego.
5
66 EDUARDO DE L4 BARRA
No fué Helena la única princesa
á quien de un hombre hermoso deslumhrara
la púrpura y el oro, y las falaces
palabras seductoras.
No fué el primero Teucro que su flecha
al aire disparase; ni fué Troya
sólo una vez cercada, cuando el griego
hundióla tristemente.
No Idomeneo y Estenelo solos
brillaron en las lides; no sólo ellos
merecieron el canto de las Musas
y los lauros del triunfo.
Héctor el denodado y Deífobio
los únicos no han sido que en defensa
de la esposa adorada y tierna prole
hasta la vida dieran.
Antes que Agamenón, el grande Atrida,
otros caudillos en la tierra han sido;
otros héroes á Aquiles precedieron,
y hundiéronse en la nada!
Desparecieron en la sombra muda,
y sus nombres ilustres se borraron
cual nombres de cobardes: sus hazañas
no eternizó la lira!
Hoy nadie los recuerda ni los llora^
porque á su gloria les faltó un poeta.
¡Sin Homero no hay Troya, no hay Aquiles,
ni quien aplauda y llore!
ODAS DE HORACIO 67
II
No serás tú olvidado, ilustre Lolio,
en mis versos: en ellos tus empresas
referidas oirán y tus virtudes
las gentes venideras.
De ánimo fuerte, en los negocios diestro;
en la adversa y la próspera fortuna
siempre sereno, y justiciero siempre,
gran Cónsul te mostraste.
Severo juez á la maldad y el crimen,
perseguidor de la avaricia, y sordo
á la atracción de la riqueza fuiste
egregio ciudadano.
A través de las filas corrompidas
de grandes corruptores, tú paseaste
en triunfo la virtud, dones soberbios
altivo despreciando.
Merece el nombre de feliz quien digno,
superior sabe hacerse á la pobreza
y vive satisfecho; no quien mora
en opulento alcázar.
Lo merece quien usa agradecido
los dones de lo alto y más no pide;
el que ama la justicia, y la conciencia
pura y tranquila guarda.
El que más teme el deshonor y oprobio
que el trance del morir, y está dispuesto
á dar la vida por la Patria amada:
jEse es feliz y grande!
68 EDUARDO DE LA BARRA
TÚ lo eres, ó Lolio, afortunado
cumplidor del deber, y justo y probo,
que al pueblo haces feliz. Pueda mi lira
eternizar tu nombre! (i)
OBSERVACIONES
De esta Oda en elogio de la poesía y de Ix»lio, sólo conozco la de
Burgos, presentada como la mejor de las castellanas en el Horado de
los Ingenios Españoles, Dice así:
No creas nó, que un día
sepultará los versos el olvido,
que de la lira mía
al compasado son, con arte canto
hasta hoy desconocido,
nacida yo cabe el ruidoso Ofanto.
No, si descuella alzado
el grande Homero en la primera silla,
de Pfndaro enterrado
el laúd yace o del tonante Alceo:
de Estecícoro brilla
también la Musa, y la del vate ceo.
Respetó el tiempo insano,
respetó los acentos juguetones
del lírico tiyano;
y el amor vive, el fuego se divisa
que á sus tiernas canciones
imprimió la lesbiana poetisa.
No Helena la primera
• fué á quien de galán nítido sedujo
la blonda cabellera.
(i) He agregado esta estrofa fínal, por ayudar al efecto general de la com
posición.
ODAS DB HORACIO 69
ni la púrpura de oro recamada,
ni el palaciego lujo.
No fué una sola vez Troya sitiada.
No la veloz saeta
Teucro el de Telamón lanzó el primero
con el arco de Creta,
ni Idomeneo audaz sostuvo solo,
ni Estenelo lijero,
combates dignos del clarín de Apolo.
No en luchas sanguinosas
Héctor solo y Deífobo la vida
por sus castas esposas
y sus queridos hijos expusieron.
Antes del grande Atrída
mil valientes caudillos existieron.
Mas por siempre ignorados
hunde sus nombres el sepulcro frío,
por que vates sagrados
sus altos hechos resonar no hacen
que el escondido brío
y el temor escondido á la par yacen.
De tu nombre la gloria,
ó insigne Lolio, pues, mi Musa cante;
yo tu clara memoria
libraré del olvido y de la muerte;
loaréte constante
en la felice y en la adversa suerte;
I azote del malvado,
é insensible del oro al atractivo,
y de tu consulado
el lustre prorogando y los poderes,
mientras juez fiel y activo
"santa justicia al interés prefieres;
70 EDUARDO DE LA BARRA
Y con desdén los dones
rechazas viles de inmoral cuadrilla,
y por entre escuadrones
de corruptores^ tu virtud paseas
triunfante y sin mancilla:
no al que es más rico, más dichoso creas.
Lo es quien pobreza grave -]
sufrir contento, y del favor del cielo
gozar prudente sabe,
y el deshonor más teme que la muerte,
que por el patrio suelo
y sus amigos arrostrara fuerte.
Javier de Burgos
■^
(Ubro IV. Oda IX)
IMITACIÓN
Crudelis adkué. . •
¡Cuan cruel es tu belleza, y cuan ufana
en el cristal contemplas
el esplendor de tu primef mañana,
indiferente y fría
á los reclamos que el amor te envía!
Si tu rigor no templas
y das á Amor su parte,
con tu primera cana,
al caer de la tarde, ha de pesarte.
Las gracias volarán si hoy te rodean:
de tus crespos cabellos ondeantes,
que hoi la vista recrean,
ODAS DE HORACIO ft
quedarán lacios restos; las joyantes
rosas lozanas de tus dos mejillas
las rugas surcarán que el rostro afean,
y las verás deshechas y amarillas.
El esplendor de la mañana que arde,
¡cuan pálido y qué triste es á la tarde!
¡Ay de tí, entonces, si el Amor te llama!
¡Ay si vas á tu espejo!
El espectro verás en su reflejo
de la que á tiempo no ama.
Contristada al cristal que no te miente
dirás con voz doliente,
dirás con voz tardía: ¡quién creyera
que así se fuera la mañana mía!
Si hoy ya no puedo ser lo que ayer era,
¿por qué no pensé ayer lo que hoy sería!
OBSERVACIONES
He cambiado de sexo al sujeto de esta Oda como lo hizo Herrera,
por ser así más conforme al carácter de nuestro tiempo, sin que ello
en nada altere la concepción poética de la pieza. £1 poeta argentino Dr.
Magnasco, ha sido más fiel al original de que yo me aparto bastante
en mi imitación, alterando los detalles, pero conservando la esencia.
Hé aquí su traducción muy estimable:
A Llflrnri&o
¡Oh cruel mancebo, tan pagado ahora
de las gracias que Venus te donara,
ya verás cuando el vello te sombree,
ya verás si concluye tu arrogancia!
Ya verás cuando caiga esa tu blonda
cabellera que ondula en tus espaldas,
y esa purpura suave que hoy te envidia
el blando tono de las rosas claras.
Ayl Ligurino, cuando el terso cutis
esté erizado con* hirsuta barba,
•j
72 EDUARDO DE tA BARRA
^
/
y al mirarte al espejo te contemples
sin el tesoro de tus muertas gracias,
has de decirte con ftiortal angustia:
¿Por qué no pienso cual pensé en la infancia?
¿Y, por qué mi mejilla de otro tiempo
al pensamiento de hoy ya no acompaña?
í
La conclusión es asaz oscura: «la mejilla de ayer acompañando al
pensamiento de hoy,» tiene algo de alambicado. Lo que Horacio
expresa es esto: al verte al espejo tan cambiado, exclamarás: «Ay! por
qué antes no pensé como hoy; ó por qué no tengo hoy lo (las gracias)
que antes tuve.»
Sería preferible una traducción más directa y ajustada al modelo,
como ésta por ejemplo:
De tu belleza misma, Ligurino
desdeñosa frialdad nace en tu pecho;
mas ya cuando tus gracias se marchiten
y caiga sobre tí sombrío velo;
cuando los bucles que á tu espalda notan
deshechos rueden, y tu rostro terso
de suave rosa y de jazmín se arrugue,
y el cambio notes en el cruel espejo;
ah ! dirás, infeliz y arrepentido:
¿Por qué ayer no sentí lo que ora siento?
o por qué no soy hoy lo que ayer era?...
Amor, ¿a qué me llamas? —Va no es tiempo!
Para completar la idea se agrega el ultimo verso, extraño al original
latino.
El Horado de Ingenios Españoles da preferencia á la imitación del
divino Herrera, puesta en seguida: \
¡Oh, soberbia y cruel en tu belleza!
cuando la no esperada edad forzosa
del oro que aura mueve deleitosa
trueque en la blanca plata la ñneza
y tina al rojo lustre con ñaqueza,
en la amarilla viola la rosa,
y el dulce resplandor de luz hermosa
ODAS D£ HORACIO 73
pierda la viva llama y su pureza,
dirás, mirando en el cristal luciente,
otra la imagen tuya: «Este deseo
¿por qué no fué en la flor primera mía?
¿Por qué, ya que conozco el mal presente,
con esta voluntad en que me veo
no torna la belleza que solíaPu
Fernando de Herrera
Menéndez y Pelayo encontró insuperable la traducción de Herrera;
no creo lo mismo: prefiero la de Burgos en exasílabos, como esta otra;
O cruel, Ligurino perderse en un bosque
temible y soberbio de erizados pelos,
por los claros dones Entonces, llorando
que te cede Venus; la obra del tiempo,
caerán los que hoy luces al verte tan otro
flotantes cabellos dirás a tu espejo,
y las suaves rosas ¿Por qué, si ya es tarde
de tu rostro fresco, en amor me enciendo;
marchitas y secas o por qué mis rosas
las verás mui luego, no nacen de nuevo?
XXI
Vite nuitlea laulet
(Lib. V, Oda II)
Beaius Ule qui procul negotiis
Dichoso aquel que libre y alejado
de los negocios y la usura ingrata,
el propio campo al paso de sus bueyes
tranquilamente labra.
No le despierta la guerrera trompa,
la mar embravecida no le espanta,
y evita el Foro, y la antesala regia
donde el favor se aguarda.
74 EDUARDO DE LA BARRA
3
Cifra su gusto en enlazar la tierna
vid al álamo ei^uido; mira, pasa,
poda el árbol vicioso, en otro ingerta
una mestiza rama«
Plácele contemplar en la llanura
cual pace desparcida su vacada; ^
ve esquilar sus ovejas, y la rubia
miel en ánforas guarda.
Cuando el Otoño la cabeza hiergue
de pámpanos y frutas coronada,
coge gozoso la madura poma
en el cogollo intacta,
y el racimo dulcísimo, purpúreo,
que tienta al tordo en la torcida parra.
¡Son para t{, Silvano, que los huertos
y la floresta guardasl
Bajo el añoso roble ya se sienta,
ya se reclina en la olorosa grama,
ya en la fontana que á su lado fluye
la sed tendido aplaca.
Halagado el sentido, en ocio blando
oye las aves que en el bosque cantan,
y al murmurio apacible de la fuente
sus párpados desmayan.
Cuando llega el Invierno y truena Jove, I
y blanquean los campos ¡qué algazara! 4
al jabaH persigue con sus perros I
hasta que da en la trampa.
Tiende á los tordos sus sutiles redes,
la liebre temblorosa no le escapa,
coge la grulla al paso, y saborea
el placer de la caza.
ODAS DE HORACIO 75
Ah! ¿quién así no olvida y menosprecia
la grandeza del oro ponderada!...
¿Quién así del ludir de los negocios
prudente no se aparta!
Y más si el cielo una mujer virtuosa
le da á su amor, una Sabina casta
ó la tostada Calabresa, atenta
á la prole y la casa.
Que en el cercado encierre las ovejas
y ordeñe al clarear las propias vacas,
y amante á toda hora, al caro esposo
sea sumisa y blanda.
Que le aguarde sonriendo al caer la tarde
y avive en el hogar la roja brasa;
que para él, si llueve "encienda apriesa
la leña no mojada, n
Que en el blanco mantel tienda manjares
de la cosecha propia, y ancha taza
ponga del mosto que en la cuba hierve
y las sienes abrasa.
No el peje ni las ostras del Lucrino
me serán más sabrosos; ni la rara
pesca, que las tormentas de Levante
empujan á estas playas.
Ni la africana polla, ni el greciano
preciado francolín tanto me agradan
como la oliva nuestra por la mano
labriega preparada.
Ni cual la malva saludable, habida
en el prado vecino, y la romaza,
ó la cabrilla que escapó del lobo
y es en el horno asada.
76 EDUARDO DE^ LA BARRA
Desde esta mesa rústica, cuan grato
ver las ovejas que en tropeles pasan
corriendo á su corral, y el buey cansado
la reja transtornada
A la rastra trayendo; y ver la alegre
turba de esclavos de la rica granja.
¡Quién que contemple tan dichosa vida
no desea alcanzarla!
Asf pensaba Alfeo el usurero,
y quiso consagrarse á la campaña:
su dinero reunió, y, al otro día...
lo colocó de nuevo á mayor tasa.
OBSERVACIONES
La Oda en elogio de la vida del cam))o, es de las que más han ten-
tado á los traductores españoles, y entre ellos figuran Argensola (Lu-
percio) el sevillano Diego de Jirón, Cristóbal de Mesa, don Javier de
Burgos y cien más. Sobre todos, como la palma entre los matorrales,
descuella el noble poeta fray Luis de León, quien nos legó con Ja me-
jor traducción castellana de esta Oda, su célebre imitación, que la
supera.
£1 General Mitre también la tradujo; pero con aquella confusión qu^
resulta forzosamente cuando se atiende á reducir la versión al texto, en
determinado número de versos castellanos, quepa ó no quepa; y no á
la ilación y marcha fácil, natural y armoniosa del conjunto, de modo
que resulte algo correcto y poético que se lea con agrado, aun cuando
se alteren algunos ligeros detalles.
Creemos ofrecer un decidor ejemplar de ambas maneras de concebir
i ejecutar la versión horaciana, poniendo nuestra traducción al lado de
la del señor Mitre,, quien asf se produce:
Elofflo Id la Tila oampeatro
Feliz aquel que de negocios lejos.
Como la gente de la edad primera,
Campos paternos con sus bueyes labra
Libre de usuras;
ODAS DE HORACIO 77
Que no despiertan militares trompas,
Ni se horroriza con el mar airado,
Y el foro evita, y del potente dvico
Umbral soberbio;
Que el gajo adulto de la vid marida
De álamo enhiesto; y con su falce poda
La rama estéril, y en el tronco ingerta
Ramos fecundos;
Que en valle soh^ en contemplar se goza
Paciendo errante (?) el mugidor ganado,
Y en limpias ánforas guarda miel, y esquila
La oveja débil!
Cuando otoño levanta su cabeza
Adornada de frutas sazonadas^
Goza en coger la pera ingerta, y la uva
Que vence Íl púrpura^ (i)
Que ofrenda á Príapo, y á Silvano, padre,
Protector de los lindes. Si le agrada.
En tenaz grama y bajo antiguo roble.
El recostarse.
Agua que corre dentro de altas rivas.
Aves quejosas que en el bosque cantan.
Fuentes que manan susurrando, invitan
A leve sueño.
Cuando el tonante Júpiter envía
Con el invierno lluvias y nevadas,
Con perros echa al jabalí salvaje
Contra sus trampas;
O en ralas redes sobre horquillas leves
Tordo voraz engaña, ó coge en lazo,
(i) Coge la pera y cristalinas uvas
émulos de la púrpura.
7^ EDUARDO DE LA BARRA
Tímida liebre ó pasajera grulla.
¡Premios que alegran!
Quien del amor las enojosas cuitas
Asi no olvida, si una casta esposa.
Cuida la casa y los queridos hijos,
Cual la Sabina.
De ágil Apuko (?), por el sol tostada,
Que al sacro fuego pone leña seca
A la llegada del cansado esposo;
Ledo rebaño
En el cercado entretejido encierra;
Seca sus ubres (!); de la cuba saca
£1 dulce vino, y el manjar prepara.
Que no se compra. (?)
Ni el rodaballo, ni ostras del Lucrino,
Mejor me saben, ni el preciado escaro,
Que tronadora tempestad de Oriente
Trae á estos mares;
Ni ave africana ó francolín de Jonia
Tan gratamente bajan á mi vientre,
Cual la aceituna que de pingüe gajo
Tomo del árbol;
O la romaza, amiga de los prados,
O que la malva saludable al cuerpo,
O Terminal cordero, ó un cabrito
Quitado al lobo.
En tal festín, cuan grato, ver corriendo
A la querencia las ovejas (p sf/aóas)
Y al buey que arrastra el invertido arado.
Del cuello lánguido:
Y ver los siervos de la rica casa
Alrededor de relucientes lares!
■•I
ODAS DE HORACIO 79
Después de hablar así, Alño usurero,
Ya casi, casi, nistico futuro,
Cobra en los Idus, y al peculio busca
Nuevas Kalendas.
B. Mitre
Muy de mi gusto encuentro la traducción gallega de esta Oda de-
bida al señor Mosquera, catedrático que fué del Instituto de Orense,
según noticia de Menéndez y Pelayo dada en el Horacio Español de
donde la he tomado. Esta Oda en gallego es bastante fíel al original y
está vestida con naturalidad y gracia; pero, como el gallego no cuenta
entre nosotros con lectores, la he traducido al castellano conservándole
su sabor y corte. Antes de conocer el Beatus Ule en gallego, tenía he-
chas las dos traducciones de esta Oda que he presentado á la consi-
deración y juicio de los aficionados, una en estas páginas y la otra en
distinta publicación.
Lft Tlda Id campo
(Traducida del gallego)
Beatus iüe^ quiprocul negoiiis
jFeliz quien vive como en tiempos de antes,
lejos de toda bulla,
y labra el campo que labró su abuelo
con bueyes propios, libre de la usura!
No el guerrero clarín ni el mar airado
el sueño le perturban
ni se encorva á la puerta del magnate,
ni se agita del Foro entre la chusma.
Mas, tranquilo, las ramas de la parra
con el álamo ayunta;
corta con su podón las ramas flacas
y otras ramas ingerta más robustas
8o EDUARDO DE LA BARRA
Ó ve plicer las vacas y los bueyes
en la feras llanura;
ya la miel que exprimió guarda en sus odres,
ya á sus corderos del vellón desnuda.
Y cuando Otoño la cabeza hiergué
coronada de frutas, -,
coge la pera de la misma rama
en que su mano ingirTó la púa.
Ora á tíy dios Silvano, á tí Priapo
que los linderos cuidas,
agradecido, y en debida ofrenda,
os va á llevar las coloradas uvas.
Ó tendido á ía sombra de la encina,
en la grama menuda,
las aguas oye que del monte bajan
y su camino por el valle buscan.
Y al concierto del río y de las aves,
que alegran la espesura,
se aduerme y sueña, oyendo la fontana
que al lado suyo musical murmura.
En la ruda estación de crudas nieves
de tormentas y lluvias,
sigue al hirsuto jabalí, que diestros
luego sus canes á la trampa empujan
Y al voraz tordo entre sus lazos coge
y á la liebre, y la grulla. .•
Quien asi se da gusto ¿qué apetece
de los lances de amor y de fortuna?
Y más si tiene una mujer casera
que los hijos educa,
ya encendida en rubor cual las Sabinas,
ó ya tostada por el sol de Apulia.
ODAS DE HORACIO 8 1
Mujer que antes que llegue su marido
en el fogón atura
las ramas secas, y la llama aviva
que amiga los conforta y los alumbra.
Que lista acude y el ganado suelto
en el cercado junta;
y las ubres estruja en las colodras
blancas de leche, rebosando espuma.
Que baja A la bodega y vino nuevo
pide á la vieja cuba;
tiende el blanoo mantel en rica mesa,
que, sin mercarse nada, en todo abunda.
Ah! por esa comida regalada
que amor y pa^ endulzan,
dejara yo las ostras del Lucríno
que Á los de la ciudad tanto les gustan.
Dejara el rodábalo y los escaros,
si es que algunos empuja
á nuestra playa el huracán soberbio
que allá las costas de Levante abruma.
Más que el greciano francolín y el ave
que la Numidia educa,
las romazas me agradan y las malvas
que muchos pechos delicados curan.
Ó la exprimida por campestre mano»
delicada aceituna;
ó el cabritillo tierno, que del lobo
muestra fresca la fiera mordedura*
Obi mesa bienhadada!- •. ¡Cuánto placp
entre tanta fortuna,
ver bajar las ovejas á la tarde
cuando ya solas el aprisco buscan
8a EDUARDO DE LA BARRA
Ver los bueyes cansados, cuando vuelven
de su faena dura,
enyugados aún, traer el arado,
el timón arrastrando por la punta.
Y ver, en fin, de rústicos esclavos
la suelta, alegre turba,
enjambre de la granja, que en la tarde i
en torno del hogar revuela y zumba.
Esto dijo un tal Alfío, un usurero,
ya resuelto á seguir la vida rústica:
los cuartos recogió con que lucraba;
pero, antes del mes, volvió á la usura!
XXII
Contra IConas, M1)tuio lo Pompeyo
(Epod. IV)
Lu^s et a^nis.
Siente el cordero antipatía al lobo,
y yo por tí no menos repugnancia;
tu arrogancia me ofende, vil esclavo,
que aún conservas del látigo las marcas.
Por esconder tu origen, hoy ostentas
tus riquezas chillonas y sonajas,
y haces alarde de insolente orgullo;
pero, muy conocido, á nadie engañas.
Cuando con paso grave como un persa
con tu traje talar barres las plazas,
unos ríen, los otros indignados
por verte pavonear, vuelven la cara.
ODAS DE HORACIO 83
TÚ crees que ésos te aclmíran, y ellos dicen:
"Ese hombre, ese liberto, ese gran maula,
hasta cansar el brazo del verdugo
fué azotado*., y ahora, ¡qué arrogancia!
Esclavo ayer, y luego propietario
de extenso predio en la feraz campaña,
con sus trenes soberbios abre huella
en las calles de Roma, y hoy se alza
á par del senador en el teatro,
caballero y tribuno, por desgracia!
¿A qué equipar más naves á gran costo
contra esclavos alzados y piratas,
si en Roma se consiente que ellos triunfen,
como de más lo muestra el que aquí pasaPn
Eso dicen de tí los ciudadanos
cuando tú crees que tu grandeza alaban.
¡Tu soberbia te abate, cuando juzgas
que al que es esclavo vil, el oro ensalza!
OBSERVACIONES
Pasa por la mejor traducción de este trozo satírico, á los ojos de los
españoles, la del poeta colombiano Rafael Pombo, que damos á con-
tinuación: «
Si entre cordero y lobo hay pugna eterna,
la misma el hado entre los dos futido,
que abrazaron tus piernas férreos grillos
y tus lomos el látigo español,
y aunque por tu dinero andas soberbio
nunca fortuna calidad cambió.
Cuando midiendo vas la Sacra vía
con seis varas de toga, oye la voz
de cuantos al pasar, á un lado y otro,
vuelven la faz c.on franca indignación:
A esí, á fuerza de azotes lo sajaron
84 EDUARDO DE LA BARRA
hasta que el pregonero enronqueció;
y hoy ese mismo, en el Falerno campo
tiene unas mil 3aigadas en labor.
Y se atreve á pisar con sus rocines
el Apia vía; y, despreciando á Otón,
como un gran caballero osa sentarse
en primer banco, á par del Senador.
¿A qué cargar tanta ferrada proa
contra cualquier gavilla que se alzó
de ladrones y esclavos, cuando ¿sfe^
éste es aquí tribuno de legión?
Rafael Pombo
La idea con que remata Pombo la composición no es la misma del
original. Más próxima es esta otra que yo doy en una versión distinta
de la que ahora presento:
"¿Tanta galera con costoso empeño,
de qué sirve equipar contra el pirata
si ese, ese menguado es el tribuno
que va á mandar la malhadada ñota?ii
I Asi la lengua popular te azota! '
No obstante, he aprovechado la del poeta colombiano, como se ve
en la pemSItima estrofa de la versión anterior.
XXIII
▲ loa Eomftnoi
CONTRA LA GUERRA CIVIL
Lib. V, oda VII)
Qué, qué sceUsH ruUis?,.,
I
Desnuda en la mano la espada homicida,
¿á dónde insensatos, á dónde voláis?
¿Es poca la sangre romana vertida
por montes y llanos, en tierra y en mar?
ODAS DE HORACIO 85
II
¿La dimos acaso, la altiva Cartago,
rival orgullosa, por ir á humillar?
La dimos, decidme, por ver á los fieros
Britanos uncidos al carro triunfal?
III
Ah» nó! que la dimos los pérfidos votos
del Parto soberbio por ver realizar!
Cumplidlos vosotros! Teñid las espadas,
y á Roma por mano de Roma ultimad!
IV
Más fieros los lobos no son, ni los tigres:
¡lobos contra lobos no saben pelear!
El hombre tan sólo con rabia insensata
al hombre su hermano sabrá exterminar.
¿Qué hado, qué furia, qué crimen os mueve?
¡Oh, ciegos, decidlo! Romanos hablad!
¿La pálida frente dobláis en silencio?
La lengua insidiosa no osáis desatar?
VI
Ya veo!... Implacable condena el Destino
de Remo inocente la muerte fatal.
¡Oh Roma, tus hijos la sangre fraterna
con sangre fraterna comienzan á expiar!
OBSERVACIONES
Juzga el General Mitre que la traducción que hizo Burgos de esta
Oda es una amplificación en que se pierden los contornos severos del
86 EDUARDO DE LA BARRA
original, rellena con palabra» inútiles y ripiusas. Siento no tener á
mano la del poeta uruguayo Acuña de Figucroa, escrita en endecasí-
labos, y por eso nuevamente daré preferencia á Pombo, quien así
canta: •
¿A dónde, á dónde os despeñáis impíos?
¿Por qué asir otra vez las armas fieras?
¿Harta latina sangre, sangre á ríos,
no corrió ya por ondas y praderas?
Ah! y no corrió para incendiar los muros '
de la envidia soberbia de Cartago,
ni para ver entre eslabones duros
al intacto Bretón contar su estrago;
Sino para que Roma sucumbiera,
cual quiso el Parto, á propios empellones!...
Nunca á no ser con brutos de otra esfera,
hicieron tal ni lobos ni leones.
Qué os arrastra, decid! ciega locura?
Algo más fuerte? nuestra culpa grave?
— Callan: tiñe su faz lívida albura,
y estupefacta su razón, no sabe.
Así es, yo lo sé. Quiere el destino
que pague Roma la fraterna muerte.
I^ sangre que vertió golpe asesino
Dios sin cesar sobre nosotros vierte.
Rafael Pombü
XXIV
SI Oaato Secular
PAa^óOf silvatufHijtu poUm Diana*
Coro de niños y de doncellas
Febo, glorioso luminar del día,
Diana serena, de la noche encanto,
cabe á las aras, con solemnes preces,
culto os rendimos.
ODAS DE HORACIO Sj
Hoy, por decreto sibilino y sacro,
Roma á sus Dioses Tutelares canta:
nobles doncellas y selectos niños
forman los coros.
Coro de niños
¡Sol, almo Sol, dispensador del día,
Febo divino, en tu inmortal carrera
nada más grande que la excelsa Roma
veas ni alumbres!
Coro de doncellas
Próbida Ilicia que los partos riges,
á las dolientes protección les presta,
ya Genitalia en su dolor te llamen,
Diana ó Lucina.
Crezca la prole y tu favor merezca
y honre el edicto y conyugales lazos
que con decoro aportarían á Roma,
noble progenie.
Ambos coros juntos
Lleguen en pos los venideros siglos
uno tras otro á renovar la fiesta:
tal como ahora, durarán tres días
cantos y juegos.
Sabias Sibilas de infalible augurio
tras nuestras glorias y adquiridos bienes,
otros mayores nunciarán, que acrezcan
fama y fortuna.
Cúbrase el llano de abundantes frutos
crezca el ganado, y la fecunda Ceres
1
SS EDUARDO DE LA B.UULA
orne su frente con vidosa csp^
de oro granado.
Flora los prados embalsame, y corran
libres la5 aguas que la tierra nutren;
suaves las auras, saludables siempre
soplen benignas.
Cuto de niños
Febo, tus flechas en la aljaba esconde,
y oye del coro la plegaría pura.
Caro de doncellas
Luna bicorne, sideral señora,
oye á los tuyos.
Ambos coros
Debe á los dioses su existencia Roma:
Ellos guiaron la troyana gente,
que halló en las pla)^s de la Etruría amiga
patria más grande.
De entre las ruinas de IlYón ardiendo
ellos sacaron al piadoso Eneas;
rumbo á sus pasos, y latinos lares
ellos le dieron.
Ora á la dócil juventud presente
denle virtudes y costumbres nobles;
den al anciano la apacible calma
dulce á la tarde.
¡Honra perenne á la romana estirpe!
¡Gloria á la raza que domina al mundo!
Vastas riquezas, numerosa prole
Dioses, enviadle!
0!>AS DB HORACIO 89
Que al nieto ilustre del preclaro Eneas,
sangre de Venus y del viejo Anquises,
al que cien toros os inmola, veamos
siempre imperando.
Rija su cetro con clemencia pfa
al que sumiso nuestro yugo sufra;
sea su mano al enemigo fiero
freno implacable.
Coro de niños
Mares y tierra su potencia temen;
temen los Medos sus albanas faces;
Indos y Escitas, con humildes voces,
paz le den>andan.
Coro de doncellas
Vuelve la fe, la castidad con ella;
vuelve el honor y las virtudes vuelven:
paz y abundancia sus preciados dones
viertan sin tasa.
Coro de niños
Febo vidente, el de vibrantes flechas,
gloría y delicia de las dulces Musas,
tú, que con tu arte la salud devuelves,
danos la fuerza.
Si amas tu airoso Palatino templo
préstale al Lacio protección, y pueda
Roma por siglos perpetuar las altas
glorias latinas.
Coro de doncellas
Diosa que honora el Aventino en su ara,
oye las preces del efebio coro,
90 EDUAKDO DE LA BLUUUk
y oye los votos que varones justos
hoy te presentan.
Ambos coras
Diana y Apolo, nuestro culto admiten;
Jove benigno nuestros votos oye. ^
De ello seguros, al hogar llevemos
paz y esperanza,
luz y consueto.
OBSERVAaONES
OuflMiL SmchIato
Este famoso Cante Secular, — dice Mitre — «que es la síntesis y el
cr>ronamiento de las Odas patrióticas y religiosas de Horacio, que ha
sido puesto en música moderna, representado con magnificencia ro*
mana en un templo mandado construir exproíeso por la emperatriz
Catalina de Rusia, cuya estrofa al Sol forma parte del prólogo de una
ópera célebre, y que todos los poetas líricos han procurado imitar...
ha sido traducido tres veces en castellano, por el poeta uruguayo
F. Acuña de Fígueroa, el horaciano español Menéndez Pelayo y por
Burgos. If
"La traducción de Acuña de Figueroa, — continúa el ilustre argenti-
no — ampliada y modificada en algunos de sus detalles, (que Menéndez
Pelayo califica de mediana) es entonada y se acerca bastante al estilo
horaciano. II
De la de Menénclez Pelayo, ha dicho don Juan Valera que "supera
á toda otra del mismo himno hecha en castellano, n
"La de Burgos, anterior á la de Menéndez, está arreglada en forma
de Oda española (?) lo que despoja á la composición de su carácter
de himno, ampliñcando además el texto con adornos de mal gusto que
lo alteran. >i
El mismo General Mitre tradujo el Canto Secular ciñéndose al texto
latino, y lo publicó junto al de Menéndez y Pelayo para que se les
coteje.
Entre nosotros sé que lo tiene traducido el joven poeta clásico don
ODAS DE HORACIO 9 1
Julio Vicuña Cifuentes, seguramente con el tino y arte que distingue
sus trabajos.
Por mi parte, sin presumir de competidor de nadie, ni curarme de
las opiniones ajenas jamás conformes, lo he traducido á mi manera, no
dejándome amarrar por trabas inútiles.
£1 Canto Secular^ más que una pieza para cantada de una vez, pa-
réceme una serie de himnos á Febo y Diana, para ser entonados du-
rante los tres días de aquella gran festividad, repartiéndolos, según el
orden de las ceremonias.
Ignoro por qué el erudito Menéndez ha hecho de todo una sola
masa, sin ninguna separación de partes, de lo que resulta un conjunto
informe. Copiólo en seguida tal como lo da el Horacio de Ingenios
Españoles:
Oh siempre honrados y honorandos, Febo
Y tú, Diana, que en los bosques reinas,
Lumbres del cielo, en estos sacros días
Gratos oidnos!
Hoy que, al mandato sibilino, ensalzan
Vírgenes castas y selectos niños,
A las Deidades que los siete montes
Miran propicias.
Sol que conduces en fulgente carro.
Vario y el mismo, sin cesar, el día.
Nada mayor que la romana gloria
Miren tus ojos!
|A las matronas en el parto agudo,
Ilitia diestra, con amor protege,
El nombre ya de Genital prefieras
Ya el de Lucina!
Su prole aumenta, y el dereto afirma.
Que á la doncella y al varón enlaza,
Y haz que germine de la ley fecunda
Nueva progenie.
9^ EDUARDO DE LA BARRA
Para que tornen, fenecido el siglo,
Alegres juegos y festivos cantos,.
Por veces tres en la callada noche
-Tres en el día*
Vosotras, Parcas, que en feliz augurio
Nunciáis al mundo los estables hados,
Juntad propicias á los ya adquiridos
Bienes mayores.
Rica la tierra de ganado y frutos
A Ceres orne de preñada espiga:
Nutran las crias transparentes aguas.
Auras suaves.
Piadosa atiende á los orantes niños;
Esconde, Apolo, en el carcaj la ñecha:
De las doncellas el clamor escucha.
Reina bicorne.
Si es obra vuestra la potente Roma,
Si por vosotros se salvó el Troyano,
Para fundar en la ribera etrusca
Nuevas ciudades.
$i entre las ruinas de Ilion ardido
Sobreviviendo á la asolada patria,
De nueva gloria señalara á Eneas
Libre camino:
Al dócil joven conceded virtudes,
Dad al anciano plácido sosiego.
Gloría y honor á la Romana gente
Prole y riquezas.
Y el que cíen bueyes os inmola blancos,
Caro de Anquises y de Venus nieto,
ODAS DE > HORACIO 93
Clemente rija y poderoso el mundo
Antes domado, (i)
En mar y tierra su poder extiende;
El Medo tiembla á la segur Albana,
Y paz el Indio domeñado pide,
Paz el Escita.
Que fe y honor y castidad retornan
Y la virtud que de la tierra huyera,
Y la abundancia que del cuerno opimo
Bienes derrama.
Si Febo augur, el de sonante aljaba.
Gloría y amor de las Camenas nueve,
El que con arte saludable cura
Larga dolencia.
Mira propicio el palatino alcázar,
Dilate el linde del poder romano,
Y en nuevos lustros la inmortal acrezca
Gloria latina.
Oiga los ruegos de varones quince
La casta Diosa qué en Álgido mora,
Y dé los niños á los cantos preste
Fácil oído.
(i) Esta estro& es notable por sus violentas transposiciones propias de la cuiia
hUini'Parla de que reia Quevedo. Se separan, sin necesidad ni ventaja, bueyes de
biancüSf caro de nieío, cUmenie de poderoso. Bien pudo decirse sin ningún disloca
miento:
£1 que cien bueyes os inmola, el claro
Nieto de Venus y el troyano Anquises,
Rija clemente y poderoso el mundo
Ya sometido.
94
EDUARDO DB LA BARRA
Esto esperamos que el Saturnio otorgue;
Esto confirmen los celestes dioses:
Tornad á casa los que ya entonasteis
Himno sagrado.
M. Menéndez Pelayo
APÉNDICES
Para no embarazar el texto con diversidad de notas hemos
preferido englobar nuestras observaciones en tres Apéndices.
I. Destínase el primero á demostrar con ejemplos los incon-
venientes de la versión ad Utieram.
II. El segundo versa sobre ciertas condiciones y círcunsban-
cias especiales del traductor de poes(as, y lo que necesita poner
de su propia índole y persona.
III. El tercero/por último, contiene dos juicios sobre Hora-
cío, el uno de Menéndez y Pelayo su fervoroso adorador, y el
otro de Voltaire, extremado en sentido opuesto.
Se .agregan además, otras traducciones de las mismas Odas
aquí contenidas, obra del mismo autor, pero de diferente fac-
tura, y en una Calandrélica se refuta una pseudo-crítica.
. I
Los esfuerzos del general Mitre por acreditar su versión ad
litteram versa:, no siempre son felices ni pueden serlo: á veces.
96 EDUARDO DE LA BARRA
SUS estrofas pierden el compás, la frase se disloca y oscurece, y
el sentido mismo suele sacrificarse á las exigencias del método.
Lo harán ver unos pocos ejemplos tomadas entre muchos.
En la Oda I, recuerda el poeta que Mecenas es nieto de los
reyes etruscos, lo que el general traduce de este modo singular:
«Mecenas de reyes abuelos nacidon.
Pero, Mecenas ni es hijo de sus abuelos, así sean reyes, ni lo
es de reyes con nietos, como reza el verso. Este giro se dio á la
versión para ajustaría en una línea, mérito, si lo es, que no com-
pensa al dislocamicnto del sentido.
Dice el traductor á la Fuente Bandusia:
»»Te he de ofrendar mañana
Con el cuerno que asome, un cabritilloit.
La ofrenda no se hará por cierto con ningún cuerno que aso-
me, como aparece del texto á la vista, sino que consistirá en un
cabrttillo de nacientes cuernos^ como dice Horacio.
La Oda a Néobule comienza relativamente bien; pero, al ter-
cer verso salta la anfibología:
Desdichada la joven sin amores
que no endulza con vino sus dolores,
y fustiga la lengua 4el tutor.
¿Quién no dirá que la joven sin amores es quien fustiga, cuan-
do en realidad es ella la fustigada por la lengua del tutor? £1
régimen está pues transtornado en obsequio de la traducción
línea á línea, y, como los dos versos anteriores, no expresa este
último la idea del autor.
Por forzar á martillo muchos conceptos en breve espacio, sue-
len producirse enredos y oscuridad, como en la Oda á Licinio,
donde encuentro, que:
... "á veces con la cítara,
Apolo al despertar calladas musas
el arco ablanda, n
ODAS DE HORACIO 97
Todo aquí es anfibológico y oscuro, y uno se pregunta: »'¿al
despertar Apolo.n ó "al despertar a las calladas MusasPn ¿Cómo
ablanda el arco con la cítara? Esto parece decir, y lo dice por
la construcción e*inpleada, mas no por el sentido: debe enten-
derse, "al despertar d las calladas Musas con la citaran. Y ahora,
¿qué es eso de '^ablandar el arcoPu Supongo caritativamente
que desarmarlo, desentesarlo, soltar su cuerda. Y, ¿qué son las
calladas Musas? Esa es una expresión gongórica del Brócense
para significar la vocación poética aún no despertada. El con-
junto por sí solo no se explica.
Lo que dice Horacio es que Apolo no siempre tiene su arco
armado, sino que á veces lo depone y toma la lira, para desper-
tar con sus sonidos el numen poético en los mortales.
¿Está eso contenido en los versos anteriores? Muy á la letra
será la traducción del general; pero, no poco infiel y oscura.
En otra ocasión, dirigiéndose á la Fortuna, la dice: que, »los
tiranos,
tiemblan que su columna, eches al suelo
con pie injurioso, y pueblo en paz, en armas
derribe sus imperios.ii
Ó dirá á Pompeyo Varo:
O tú, con quien he visto trances últimos
Bajo el pendón de Bruto militando.
Ó refiriéndose á la buena esposa de la «»Vida del Campo,ii
cuenta que; ella
... "ledo rebaño
en el cercado entretejido encierra;
seca sus tibres (ella); de la cuba saca
el dulce vino...
Sujeto tácito, ella; atributo, ^^seca sus ubres! u
En esta oda se habla de la esposa modelo, ya sea una rubi-
cunda Sabina ó una morena de la Apulia, y ¿cómo tradujo Mi-
tre? El dice "cual la Sabina de ágil Apulion, por creer que se
trataba de una mujer llamada Sabina, esposa de un cierto Apu-
lio á quien califica de ágil!!...
98 EDUARDO DE LA BARRA
O
Los romanos un d/a desenvainaron sus espadas antes ocultas
y se lanzaron á la guerra civil. Entonces el poeta los apostrofa,
y, según Mitre, les dice:
¿A dónde, á dónde vais la cruda diestra
con la escondida espada?...
Cómo! ¿La llevan escondida y en la cruda diestra?... Debió
decir:
¿A dónde, á donde vais, alta en la diestra
la antes ociosa espada?
ó, la antes oculta espada.
El prurito de emplear las menos sílabas posibles como en los
despachos telegráficos, conduce á semejantes oscuridades, y á
veces á ciertas expresiones que me abstengo de calificar, como
la siguiente del "Elogio de Druson (libro IV, Oda IV):
Ó tal como leonzuelo en la pradera
que de la madre deja teta roja.
Es verdad que en el mismo número de sílabas pudo decirse:
Que de la roja madre el pecho deja
ó de otra manera, y entonces la culpa sería del traductor y no
de su sistema, como cuando traduce:
"la oveja audaz entre los lobos pacen
en vez de... — vaga el cordero entre atrevidos lobos
ó bien: — sin temor á los lobos va el cordero
(inter audaces lupus errat agnos)
El apretar las palabras para meterlas donde no caben,j)ro*
duce frecuentes contracciones y feas sinalefas, contrarias á la
ODAS DE HORACIO 99
eufonía y destructoras del verso, como, por ejemplo, estas que
encuentro a mano:
— Goza en coger la pera ingerta, y la uva
que vence á púrpura ( Vida rústica)
— No te muestres como ahora tan asiduo (A Galatea)
— La luna rehace sus celestes pérdidas (A Torcuato)
Hay que decir láuva^ comoáora^ reáce!.^. Nadie dirá que
estos son endecasílabos yámbicos pasables, ni menos tomará
por sáfícos estos otros de la Oda á Mercurio.
"Levántate! — dijo al esposo joven —
Levántate! — por que al eterno sueño
vas a parar, si x\o huyes de mi padre
y hermanas crueles,
que cual leonas caen sobre su presa:
va á desgarrar cada una triste víctima!
Más tierna que ellas, yo no puedo herirte,
no te retengo. lí
Tal voceríp inharmónico será muy á la letra, pero traiciona á
Horacio, y no da idea siquiera de este hermoso episodio de las
hijas de Dánao, en que por la nobleza delicada de sentimientos
el poeta se aproxima á la poesía moderna.
Séame lícito transcribirlo de un autor francés, á manera de
descanso para el alma, y, aún que menos fiel á la letra, se verá
que conserva mejor el espíritu del autor latino y da más cabal
idea de la belleza de sus concepciones. Dice así:
Au flambeau de Thymen une seule fidéle
D'un pére sans pitié trompa Tespoir affreux,
Et rendit á jamais sa mémoire immortelle
Par un parjure glorieux.
Son jeune époux dormait: léve-toi, lui dit elle,
Léve-toi; ton sommeil pourrait étre bien long!
Tu ne soup^onnais pas une trame mortelle,
Fuis, j'ai des soeurs qui frapperont!
100 EDUARDO DE LA BARRA
Laissez-Ies d'autre sang assouvir leur furie;
La Honne des bois a moins de cruauté:
Maís mon coeur est plus doux: ne crains ríen pour ta vie,
Ríen non plus pour ta liberté!
Que mon pére sur moi reporte sa vengeance;
Pour prix de ton salud qu'il me charge des fers,
Vas, j'aurai du courage et suis préte d'avance
A mourír au fond des deserts.
Pars, compte sur les dieux qui sauront te défendre:
De la nuit, de Tamour accepte les bienfaits,
Et sur la tombe nue oü dormirá ma cendre
Viens un jour graver tes regrets.
MOKE.
El alambicamiento suele convertirse en enigma, y de ello no
citaré mas que un ejemplo, tomado del Elogio de Drusoí
»»Y nos sonrió por fin cereal victoria ^
cruzando á Italia huestes africanas
cual llama entre pinares
ó Euro cabalga en ondas sicilianas.!!
Otros agoten aquí su ingenio y su vis interpretativa: creo que
el mismo Horacio renunciaría á entenderse en este pasaje de
tan extraño modo trasvertido. *
Cuando la traducción del venusino en manos de un erudito y
un literato tan ilustre como el general Mitre, conduce á desper-
fectos como los señalados, fuerza es convenir en que el método
empleado no es bueno ni adecuado á su fin. De él resulta un
trabajo de mosaico que no revela al poeta.
Y no se crea que los defectos propios de este género de tra-
ducción, sólo se encuentran en la obra del señor Mitre, pues
los maestros españoles, de Burgos á Menéndez, suelen exhibirlos
tales y tan buenos. Como muestra escogeré un par de ejemplos
de estos dos egregios autores.
1
ODAS DE HORACIO 10 1
Burgos, poniendo en verso el Canto Secular, al invocar á
Ilicia protectora de los partos, tuvo que expresar esta idea
"patrocina á la madre para que los hijos aumenten. n ¿Cómo
meter esa frase con sus artículos y proposiciones anti-latinas
en un solo endecasílabo? ¿Cómo decir lo mismo desechando
seis sílabas que hay de más? El señor Burgos lo hizo de la ma-
nera más original del mundo, diciendo así:
«'hijos aumenten madre patrocina. n
Esto no tiene más defecto que carecer de sentido. En otra
ocasión dijo Burgos:
¿Quién lamenta bebido
De la milicia ó la estrechez trabajos?
(Ub. I, OdaXVIII.)
Menéndez Pelayo, entabacado, como diríamos nosotros, con
el hipérbaton latino lo repite tres veces en tres versos, produ-
ciendo este caracoleo una extraña sensación:
"Y el que cien bueyes os inmola blancos
Claro de Anquises y de Venus nieto
Clemente rija y poderoso el raundo.ii
Evitando tan artificioso contorneo impropio del castellano y
de la tersura artística, puede decirse con las mismas palabras:
Y el que cien blancos bueyes os inmola,
Claro nieto de Venus y de Anquises,
Rija clemente y poderoso el mundo.
Para los traductores á la letra parece hecho el dicho italiano
traduttori traditori, ó lo que dijo un autor inglés: "they do not
turn but overturn the original; they do not render, but surrender
their authors' meaning.n Entre tanto, lo que importa es transla-
dar el espíritu poético del autor con armonía, soltura y elegan-
cia, aún cuando de las traducciones libres y airosas que resul-
ten digan que son des belles infideles.
'*" '-■-
102 EDUARDO DE LA BARRA
II
Hay una condición, casi imposible, para acertar en la traduc-
ción. Es menester que el alma del poeta traductor esté tem-
plada al unísono con la del poeta traducido, y esa unisonancia
de las almas sólo en circunstancias muy excepcionales llegará
á producirse.
Hallarse en el mismo caso, transladarse á Roma en espíritu,
sentirse Horacio, empaparse en los pensamientos que él expresó,
y luego reproducirlos al son de la lira castellana bien templada,
hé ahí la obra del poeta. Un paso máis allá y se tienen la imita-
ción gloriosa, como la Profecía del Tajo^ ó la inimitable Vida
campestre de fray Luis de León, ó, mirando á otro lado, la Ora-
ción por todos de don Andrés Bello.
En la realidad cotidiana de la vida eso no sucede: todos los
traductores saben lo que á la letra dijo el poeta, mas no todos
comprenden su alcance, lo que pen^ó y no dijo, lo que dio á en-
tender, la impresión que quiso producir. Cada uno lo mira según
el cristal de sys ojos, las más veces ahumado, y procura repro-
ducirlo con el color con que lo ha visto. Habrá quien lo engran-
dezca, quien lo complete, quien lo reproduzca fríamente, quien
haga grotesca la misma composición.
Sea ejemplo la Oda á Neóbule que pocos quieren traducir,
porque carece de asunto determinado, y parece truncada é in-
conclusa. Su argumento es este: compadece el poeta á la niña
á quien un rispido tutor prohibe que ame, y tanto más cuanto
que ella no puede endulzar sus penas con el vino. El amor á
Hebro la hace abandonar sus labores femeniles. Él sumerge su
hombro de atleta en las aguas del Tiber, es jinete como Belero-
fonte, y en el pugilato y la carrera no tiene rival. Persigue á los
jabalíes en sus ásperas guaridas, y no yerra flecha lanzada con-
tra el ciervo que escapa por la llanura.
Traducido este cuadro, pide una conclusión que satisfaga al
espíritu moderno para quien se traduce. Esa conclusión no
puede salir del marco que trazó el poeta, y entonces la obra al
parecer sencilla, es algo como restaurar el brazo mutilado de la
ODAS DE HORACIO I03
Venus de Milo, obra" que muchos emprenden y en que todos
fracasan.
Cada uno hace lo que puede, otros lo harán con mejor acier-
to. Entre tanto, creo que, sin ninguna profanación, puede con-
cluirse la composición horaciana completando el pensamiento
inicial, de modo que la primera estrofa y la última se corres-
pondan:
jCuán infeliz la niña
á quien se contraría en sus amores,
y á quien le está vedado
endulzar en el vino sus dolores!
Del Tiber en las ondas
sumérgese Hebro con aceite ungido....
Velo Neóbula y piensa
que es más fuerte el amor cuando es prohibido.
Este rasgo final no existe en Horacio. Agregándolo se com-
pleta el cuadro y se produce la impresión deseada.
Ocúrreme que esta misma tela horaciana pudiera ser repro-
ducida con cierta travesura cómica para dar idea de las varian-
tes, de extremo á extremo, de que son capaces los traductores
según su temperamento y disposición de ánimo.
Hagamos la prueba.
¡Ahí tenéis ^\ factum, con su tinta fresca aún!
Su fondo es, sin duda, el mismo del original, y, sin embargo,
la nota cómica en él característica, los separa por completo. El
modelo es serio; la copia es alegre; pero, todavía no llega á la
mueca bufona de la parodia.
Estimad la diferencia:
(Lib. III. Oda XII).
En vano un tutor doQ Bartolo Por la puerta de los ojos
á esta Rosina horaciana metióse el amor en casa,
le ha mandado que no ame, dio al traste con los sermones
y que se tenga á la capa. y burló las ordenanzas.
Ió4
EbUARDO Dlt LA 6ARIIA
Un mozo de la Liguria
tornó el seso á la muchacha:
de día como de noche
sueña con él la cuitada.
Tío y labores descuida,
anda desceñida y flaca,
viendo doquiera la imagen
de su ligur estampada.
Él es apuesto mancebo,
audaz y diestro en la caza:
acosa á los jabalíes,
ningún ciervo se le escapa.
Como púgil y discóbolo
no hay igual en la comarca,
y en la carrera el primero
todo el mundo lo proclama.
Cual nuevo Belerofonte
es un jinete de ra7«a;
y en la palestra de Venus
siempre ha tenido vara alta.
Siendo éstas sus condiciones
se lo pelean las damas,
el tío tutor le teme,
y lo adora la muchacha.
Frente á su ventana un día,
después de lucha porfiada,
los hombros aún aceitados
y polvorosa la cara,
Arrojóse el ligurino
del fresco Tiber al agua,
y con la gracia del cisne
allí entre las ondas nada.
Ella lo contempla absorta,
en su vista deleitada;
más, derrepente cerróle
don Bartolo la ventana!
Violo Horacio y lamentóse
de la niña y su desgracia,
y más, de que sus pesares
en vino dulce no ahc^ara.
Quedóse la niña á oscuras,
quedó el galán en el agua,
su zampona guardó Horacio,
y yo traduje \dLpaya, (i)
¿Quiere esforzarse la nota hasta llegar á la parodia misma?
Nada más sencillo. Para no ser cansados, tomemos otra oda
distinta; por ejemplo la tan celebrada A PlRRA, y cambiando
una letra, una letra sola en el título, sin variar los elementos
esenciales ni el espíritu de la composición, hagámosla.
A Porrft
¿Quién es, o Perra, el gozque relamido
que te acaricia entre tus propias rosas,
y á quien tú zalamera
le meneas la cola?
(i) Payadores se llaman en América á ciertos improvisadores del pueblo
y payas sus improvisaciones, á veces contiendas en verso al son de la guita-
rra. En este género sobresalen ios ¿auc/ios argentinos y orientales.
ODAS t>E HÓRACíO 165
Ah! tendrá que llorar el gozquecillo
el desengaño que le des, traidora!
Cree el cuitado que fiel á sus amores
puede serla una perra!... Tuniultuosas
se alzarán tus pasiones cual los mares
que agita el viento en noche desastrosa.
. Él; que goza la flor de tus encantos
cree suyas tus primicias amorosas.
¡Quién fíe deslumhrado en tu pureza
se entrega á la falacia de las olas!
Del naufragio salvé, salí á la playa,
y de Neptuno en la pared añosa
dejo un recuerdo... y voy me escarmentado,
o, grandísima Perra, de tus rosas!
Tengo la seguridad de que el pensamiento de Horacio se ex-
hibe mucho mejor en esta festiva parodia, seria en su género,
que no en la traducción más severa, relamida y ajustada al
original lleno de reticencias, como es la siguiente:
AFlrra
¿Quién es ese mancebo deUcado
empapado en esencias olorosas,
que so el boscaje de tus frescas rosas
ciñe tu talle, oh! Pirra, enamorado;
ese á quien tú, esquivando placentera
enredas en tu blonda cabellera?
Ah! cuánto llorará!... Mudables hados
turbarán con tu engaño su contento,
y habrán de sorprenderle conjurados
el aquilón, la noche, el mar violento.
Gozando tus caricias cree constante
tu amor de un día: absorto en tu belleza
cree poseer la flor de tu pureza
1o6 EDUARDO DE LA BARRA
y no recela tras de sí otro amante.
¡Quién fíe en tus candores y sonrisas
abre su vela á las falaces brisas!
Yo, libre de las olas, me desvío
y de Nepluno en la pared sagrada,
en testimonio del naufragio mío,
mi veste, húmeda aún, dejo colgada.
Puede compararse la parodia con esta traducción, bastante
ajustada al texto, aunque hecha sin tenerlo á la vista, por cono-
cerlo.
Esto hace ver que, según sea el temperamento y disposición
de ánimo de los traductores, y según el gusto de su época así
serán sus traducciones variadas al inñnito. ¿Cuál entre tantas
será la mejor? — Aquella que más nos agrade.
III
¿Por qué no decirlo? Sin desconocer en Horacio al primero
de los líricos latinos, no soy de sus más fervientes admiradores, y
á serlo, no habría trepidado en presentarlo íntegro, á mi manera,
en lenguaje moderno. Pero, me detiene el ver que muchos de
sus versos quedan fuera del círculo de nuestra vida actual, aún
cuando sean dignos de reposar bajo un egregio monumento de
mármol de Paros y bronce de Corinto. La más fiel traducción
moderna de algunas de sus odas celebradas, es como la foto-
grafía aplicada á reproducir las momias milenarias de las más
bellas princesas del Egipto. Hoy, por la fuerza de las cosas, sus
versos han palidecido y el hielo de la muerte ha amortajado
algunas de sus odas. Recorrer aquellas poesías es contemplar
el bosque, antes verde y florido, cuando ya lo cubre una blanca
sábana de nieve. Ahí están todos sus árboles, pero, los más sin
hojas, sin flores y sin nidos, sin luz ni amor!
Horacio, al son de su lira ajustada á los números eolios, can-
taba la grandeza de Roma encarnada en Augusto y rendía culto
á las divinidades del Olimpo en que el pueblo creía i se intere-
ODAS DE HORACIO I07
saba con amor patriótico y religioso. Roma pasó, su Olimpo*
cayó hecho trizas, Augusto el incensado, al último de su exis-
tencia triste y solo se desvaneció como un espectro, y así, las
que fueron realidades de la vida, cuando Horacio las cantaba
¿hoy qué son? — Meras sombras del Panteón de la historia que
ya poco nos interesan.
Queda lo eterno, se me dirá, las máximas morales, las senten-
cias y pensamientos que el poeta sabía acuñar en versos de oro;
de esos inolvidables, que los siglos se complacen en ir repitien-
do de boca en boca. Convenido; y esas mismas máximas ¿qué
son ante la nueva luz del Evangelio? Lo que las estrellas siem-
pre hermosas ante la luz radiante del día.
La misma cadencia lesbiana de sus versos por él tan estima-
da, hasta el punto de fundaren ella su gloria y nombradía, hoy
ya no se conoce. Sus versos hechos para cantados al son de la
lira, hoy se recitan, y se recitan malamente, pues se ignora cuál
fué su pronunciación y cuál su entonación rítmica.
Así pues, el Horacio de hoy sin el interés que Roma inspi-
raba á los romanos, sin la pompa ^iva de los dioses por él cele-
brados, con su moral palidecida por otra superior, sin la música
y cadencia siquiera de sus' versos celebrados, es un rosal sin
rosas, un ave del paraíso despojada de buena parte de su plu-
maje espléndido.
Nos queda de Horacio la letra sin la música. En estas mis-
mas ruinas se advierten otras ideas y gustos, que no son los
nuestros; hay figuras y alusiones ya fuera de nuestro alcance ú
oscurecidas por el tiempo, hay comparaciones y máximas des-
lustradas por el manoseo, costumbres hoy no comprendidas, ó
repugnantes y abominables, y composiciones enteras suprimi-
das en los traslados por indecentes é indecorosas. Algunas son
pueriles ó no nos inspiran ningún interés, porque fueron hechas
* para otros hombres, y. otros tiempos y circunstancias.
Si hoi un poeta escí ibiese tal como Horacio, sin contar con
el poderoso auxiliar del canto, es probable que fracasara y acaso
pasaría inapercibido entre la muchedumbre moderna.
Declaro, por mi parte, aún cuando parezca una extravagan-
cia, que sobre las tres mejores odas de Horacio superiores ar-
tísticamente, yo prefiero la Profecía del Tajo^ y la Vida del
Io8 EDUARDO DE LA BARRA
Campo de fray Luis y la Oda al Céfiro de Villegas, que me en-
cantan, tanto más cuanto que las repito desde el colegio.
¿Cómo se explica, entonces, la adoración por este poeta latino
á quien se ha rendido verdadero culto en los siglos pasados y
hoy mismo se lleva la palma entre los hombres de letras?
Horacio, como el fénix, renació con el latín. Su nombradla
por siglos olvidada, revivió á la luz del Renacimiento y ha sido
mantenida desde entonces por los escolares, quienes, á fuerza
de traducirlo, comentarlo y repetirlo de memoria en todas las
aulas, concluyeron por gustar de él sobre todos los otros poetas
de la tierra. Después, al amor de los recuerdos de colegio, en-
lazaron las rosas de la propia juventud á las del poeta favorito,
y así los hombres de letras siguieron recitándolo y ponderando
su valor, expansión natural del alma, que es comunicativa y
forma las reputaciones y la fama.
Puede palparse esto que digo en la Epístola á Horacio de
Menéndez y Pelayo, que siento no transcribir íntegra, pues es
de notable mérito literario.
Me limitaré á reproducirlo que necesite para hacer sentir el
aura amorosa del aula que enaltece á Horacio, y hoy lo hace
vivir casi como en sus mejores tiempos, aunque bajo la acción
galvánica que indico, la cual tiene no poco de convencional y
de platónica.
Dice el poeta espaftol, tan erudito y clásico:
— Yo guardo con amor un libro viejo...
De diez generaciones escolares
A la censoría férula sujeto... J
— Y ese libro es el tuyo ¡oh, gran Maestro!...
¡Cuántos se amamantaron en sus hojas!
¡A cuántos quitó el sueño ese volumen,
Lidiando siempre por alzar el velo
Que tus conceptos al profano oculta!...
— Hiciste germinar á tu contacto
Miles de ideas en algún cerebro,
Llenástele de luz y de armonía
Y al influjo potente de tu ritmo
El ritmo universal le revelaste.
\
»
ODAS DE HORACIO iOg
Por tí Ta antigüedad surgió á sus ojos,
Por tí Venus Urania, de los cíelos
Bajó á la mente de adorarla digna
Y allí habitando cual perfecta idea
Dio vida á su pensar, nornia á su canto.
¡Cuánta imagen fugaz y halagadora
Al armónico son de tus canciones
Brotando de la tierra y del Olimpo,
Del escolar en torno revolaba!...
— Absorto contemplaba sucederse
Del mundo antiguo los prestigios todos:
Clámides ricas y patricias togas,
Quírites y plebeyos, senadores,
Filósofos, augures, cortesanas,
Matronas de severo continente
Esclavas griegas de ligera estola,
Sagaces y bellísimas libertas,
Aroma y flor en lechos y triclinios,
Múrrinos vasos, ánforas etruscas:
En Olimpia cien carros voladores.
En las ondas del Adria, la tormenta.
En el cielo, de Júpiter la mano,
La Náyade en las ondas de la fuente,
Y allá en el valle tiburtino oculta
La dulce granja del cantor de Ofanto...
— Todo en tí lo encontré, rey de los himnos.
Mente pelasga, corazón romano,
El vuelo audaz, la sentenciosa flecha,
La ática sal, las mieles del Himeto,
El ditirambo que a los cielos toca,
El canto de Eros que inspiró Afrodita.
El Otíum Divos que la mente aquieta,
Y el júbilo feroz con que en las cumbres
Del Citerón, en la ruidosa noche
Su leve tirso la Bacante agita.
La belleza eres tú: tú la encarnaste
Como nadie en el mundo la ha encarnado...
— Todo, rey de la lira, lo abarcaste;
no . EDUARDO DE LA BARRA
Pusiste en todo la medida tuya,
El ne quid nimis ¡sobriedad eterna!
La concisión, secreto de tu numen.
En torrentes de números sonoros*
Despéñase tu ardiente fantasía,
Mas nunca para el término prescrito
Por la armónica ley que á los helenos
Las hijas de Mnemósine enseñaron.
Tiempo feliz de griegos y latinos!...
— Ven, libro viejo, ven, alma de Horacio:
Yo soy latino y adorarte quiero...
— ¡Ven, libro viejo, ven, roto y ajado!
Quiero embriagarme de tu añejo vino,
A Baco ver entre escarpados montes,
A Fauno amante de ligeras ninfas,
A Hermes facundo y al intonso Cintio!
Quiero vagar por los amenos bosques
Donde la abeja susurró de Tíbur
Y en los brazos de Lidias y Gliceras
Posar la frente al declinar la tarde...
Y luego, como espantado de sus fantasías paganas y de su
idolatría escolástica, exclama el poeta:
Pero otra lumbre
Antes encienda el ánimo del vate:
El vierta añejo vino en odres nuevos,
Y esa forma purísima pagana
Labre con pulso y corazón cristianos.
¡Esa la ley será de la armonía!
Verter el vino añejo en odres nuevos, sea también la ley de
los traductores!
Esta Epístola, que pierde con no citarse íntegra, es para mí
deliciosa, bien que, en general, noto que no agrada, acaso por
falta de educación literaria para estimarla en su valor, ó acaso
por su sabor pagano. Ella muestra claramente cómo del libro
viejo del aula, brotan las abejas del elogio y las ñores de la
ODAS DE HORACIO III
fantasía exaltada con que los adeptos coronan al afortunado
Horacio.
El elogio poético del lírico latino enaltecido por el crítico es-
pañol crm el más noble entusiasmo, contrasta grandemente
con el juicio desdeñoso de Voltaire, aquel formidable desqui-
ciador del mundo viejo.
Pasemos de un polo al otro polo, y oigamos ahora al filósofo
francés:
"Me atreveré á preguntaros, señor, dijo Cándido, si no es
para vos un gran placer la lectura de Horacio? — Hay allí cier-
tas máximas, replicó Pococurante, de las cuales saca partido el
hombre de mundo, y esas, por estar contenidas en versos enér-
gicos, se graban más fácilmente en la memoria; |^ro, en reali-
dad, me importa muy poco su viaje á Brindis, su descripción
de una mala cena, y su riña de gañanes entre un cierto Pupi-
lus, cuyas palabras, dice el poeta, estaban llenas de pus, y otro
sujeto de palabras avinagradas. He leído con extremado dis-
gusto sus versos groseros y asquerosos contra las viejas y las
brujas; y no veo qué mérito puede haber en decir á su amigo
Mecenas, que si él lo coloca en el rango de los poetas líricos,
tocará los astros con su frente sublime. Los tontos lo admiran
todo en un autor estimado. Yo sólo leo para mí, y juzgo por mí
mismo;/!? n'ainte que ce qui est á mon usage.w
"Cándido, enseñado á no pensar jamás por sí mismo, estaba
asombradísimo de lo que oía; mientras que Martín hallaba muy
puesto en razón lo que Pococurante pensaba. tt
Entre ambos polos está el ecuador resplandeciente; y la ver-
dad entre ambos extremos. Horacio que alza ante los dioses
su Canto Secular, desciende á veces á cantar al ajo maloliente
con que Medea ungió á Jasón.
Pero no se le juzgue por ninguno de esos extremos si se
quiere tener su medida verdadera.
Si Voltaire desdeñosamente vuelve á Horacio la espalda,
Menéndez declara que para él, en punto á lirismo, Horacio es
el summum de la perfección artística.
Ello es que este gran poeta, apesrar del polvo de los siglos,
112 EDUARDO DE LA BARRA
tiene aún numerosos adoradores, quienes de generación en ge-
neración, renuevan sus laureles.
Prcfética fué su voz cuando dijo: Non omnis moriar!
El mismo Voltaire lo reconoce. En prueba de ello tomamos
algunos versos de su «Epístola á Horacion para atemperar el
crudo juicio emitido en el Cándido, Oid:
Je t'écris aujourd' huí, voluptueux Horace,
A toi qui respiras la mollesse et la grace,
Qui, facile en tes vers, et gai dans tes discours,
Chantas les doux loisirs, les vins et les ampurs...
— Tout passe, tout périt, hors ta gloire et ton nom;
C'est lá^ sort heureux des enfants d'Apollon.
Tes vers en tout pays sont cites d'áge en age:
Helas! je n'aurai point un pareil avantage... «
-^Plus que toi j'ai vécu; mes vers dureront moins;
Maís au bord du tombeau je mettrai tous mes soins
A suivre les legons de ta philosophie,
A mepriser la mort en savourant la vie,
A lire tes écrits pleins de grace et de sens,
Comme on boit d'un vin vieux qui rajeunit les sens.
Avec toi Ton apprend á souflFrir Tindigence,
A jouir sagement d'une honnéte opulence,
A vivre avec soi méme, á servir ses amis,
A se moquer un peu de ses sots ennemis,
A sortir d*une vie ou triste ou fortunée
En rendant grace aux dieux de nous Tavoir donnée.
En lo que ahora más nos importa, citaremos el juicio del fa-
moso retórico Hugo Blair, formulado en estas palabras, idénti-
cas á las de Menéndez: For Uric poetry, Horace stands quite un-
rivalled.
Por último, coronaremos este trabajo reproduciendo el her-
moso apostrofe de D. J. de Carvajal, lleno de poesía y de amor
al gran poeta.
••Maestro: hasta otra vez, que vuelva á beber en el hueco de
la mano el agua fresca de tu favorita Digentia, y á pasear mis
ODAS DE HORACIO IfJ
ocios poéticos por el monte á donde acuden los faunos de pie
ligero para amparar á tus cabros délos ardores estivales y de
los vientos lluviosos. Hasta otra vez que, también me explaye
hablando de tí, de tus amigos y de t\xs queridas, puestas por la
pasión de tus sentidos en el firmamento de la inmortalidad,
cual estrellas que giran en torno de su astro. Hasta otra vez,
que examine más despacio cómo la armonía del discurso pro»
cede de la concordancia y proporción entre el fondo y la forma,
y cómo el sentimiento es el jugo de tus versos, la concisión su
ánfora, la elegancia su hechura y la imaginación su barniz.
Hasta otra vez, que diga por qué arte pudiste sabrosamente
mezclar el vino de Sicilia con las moreras de Grecia. Hasta otra
vez, que declare cuan superior fué tu temperamento nervioso y
agudo para el poema satírico, al de Juvenal sanguíneo y al de
Boileau bilioso. Hasta otra vez, que te vea como preceptista
dictar á todas las literaturas y á todos los siglos, fas reglas del
arte. Hasta otra vez, poeta del corazón humano y del buen
sentido, dechado de los hombres cultos, de quien dijo Fenelón,
que ningún otro ha dado á la palabra giros más felices para
que exprese un sentido bello con brevedad y compostura. Hasta
otra vez, que hable de tu alma propicia á la gratitud, á la amis-
tad, á la honradez y á la patria. Amaste lo pasado con un amor
vivo y purísimo, que se reflejó sobre tu anciano padre, de cuya
descendencia te enorgullecías y la ostentabas enfrente de la de
Mecenas, nieto de reyes; amaste lo presente en las mujeres que
revolaban, zumbando sus caricias en tus oídos, á manera de
abejas atraídas por la miel de tus labios; esquivaste la noción
de mañana y no amaste lo futuro, porque éste es un sentimiento
cristiano, y tú bebiste tus inspiraciones y tu serena conformidad
en la corriente cristalina de Castalia, cuya música suena á son-
risa placentera, y no pudiste beberías en el agua opaca del Jor-
dán, cuya música suena á suspiro melancólico. ¡ Ah! Horacio, lo
has conseguido: has levantado un monumento más perenne que
el bronce, más alto que las pirámides de los reyes, que no po-
drán destruir ni las excavaciones de las olas, ni el aquilón indo-
mable, ni la serie eterna de los años, ni la fuga de los tiempos.
/Non omnis nwriarl Nó: no mueres y burlas á las Parcas. Al
Capitolio no sube ya la callada vestal, junto al Pontífice severo;
8
114 KDUARDO DE LA BARRA
pero tu gloria sigue creciendo y creciendo, y desde las orillas
en que se revuelve el Aufído impetuoso hasta los campos cer-
canos en que Dauro, alzándose desde su humildad al poder, ri-
gió pueblos agrestes, y aún más allá, á donde no llegó tu fan-
tasía, se dice que fuiste el primero que con metro eólico cantó
en lengua latina. Las musas se hierguen orgul losas y llenas de
alegría ciften tu frente inmortal con el laurel de Delfos. Logras-
te cuanto quisiste, pues, llegó á golpear las estrellas tu vértice
sublime, ti
.♦. .♦. .♦.
ODAS M HOSAGIO
Inevas traducciones
DEDICADAS A
DON MARCELINO MENÉNDEZ y PELAYO
IV
A la nava %ue oonduoe a Tlrsilio
(Lib. I. Oda III)
Surge, gallarda nave,
y por la mar tendida á toda vela
hiende las verdes ondas.
Sü te» diva,,.
Venus y los gemelos
de Helena hermanos, tu camino allanen
con sus celestes luces.
El gran padre Neptuno, en tanto, oprima
, los furibundos Vientos,
y mande al manso Yápigo
f ii6
EDUARDO DE LA BARRA
que blandamente empaje
tu blanco lino y redondeada popa.
Así séate dado
salvo llevar hasta el confín de Atenas
y salvo devolvernos á Vii^'lio.
¡Ah, retómalo en breve
que es la mejor mitad del alma mía!
De roble duro, en triplicado bronce
barreado, tuvo el pecho
quien primero á la mar en leño leve
se confió temerario.
Fué en busca del peligro
sin cuidarse del Ábr^o impetuoso;
sin temer á los fieros
furiosos, encontrados Aquilones;
ni á las pluviosas Híades;
ni á la saña del Noto, enseñoreado
de las ondas adriáticas volubles,
á su querer sumisas,
¿Cuál linaje de muerte
temerá aquel que con serenos ojos
vio los monstruos marinos,
y de Ceraunia desafió las costas
por las ondas revueltas azotadas?
En vano alto designio
entre los extendidos continentes
derramó el Océano.
¡Las naves al abismo sé atrevieron
Audaz la estirpe humana
busca lo ignoto, lo vedado ansia,
y sin temor procede:
Prometeo atrevido, para el hombre
roba la lumbre al cielo,
^..j^
ODAS DE HORACIO II7
y al par del don sacrilego, la tierra
plagan pe3tes y males,
antes nunca llorados ni sabidos.
La Muerte misma, lenta y perezosa
en tiempos más sencillos,
aceleró su paso
y á los vivientes cercenó sus días.
Ensaya al aire leve
Dédalo experto sus postizas alas,
no al hombre concedidas:
y Hércules fuerte el Aqueronte doma.
El hondo mar, los aires,
el pavoroso Averno, nada es arduo
al inquieto valor de los mortales;
jnada... ni el cielo mismo!
No hay barrera á su audacia;
no hay crimen que no intenten!
¡El hombre es quien provoca
el rayo vengador del alto Jove!
¡Oh, nave que á Virgilio
con manso viento por los mares llevas.
no provoques el rayo
y navega feliz á toda yela!
▲ Pirra
(Lib; I. Oda V)
Quis multa gracÜi
¿Quién es aquel mancebo que te estrecha
bajo el dosel de tu rosal pimpleo,
y á quien tú, luces con sonrisa y arte
el oro tentador de tus cabellos?
Il8 EDUARDO DK LA BARRA
Ah! cuántas veces llorará el engaño
de tus labios purpúreosl... Inexperto
se arroja al mar do van á sorprenderle
vientos que empujan nubarrones n^ros.
Cándido, Pirra, de tu voz pendiente,
cree que por siempre gozará tu afectol...
¡Mucho en las brisas engañosas fla,
quien ya se cree de tus encantos dueño!...
En cuanto a mí, voy libre! Por ex -voto
del dios Neptuno en los altares cuelgo
los húmedos vestidos del naufragio,
y escarmentado de la mar me alejo!
▲IBapuUloua
ALEGORÍA
(Lib. I. Oda XIV)
o tuevis, r^eremi.,.
¿Dónde te engolfas otra vez, O Nave?
¡Vuelve la prora al abrigado puerto!
¿No ves que tus costados
escasos van de remos?
Ya en alta mar te miro combatida
por los vientos en noche temerosa,
con el abismo en lucha,
desmantelada y sola.
Tu arboladura el ábrego doblega
y las antenas gimen; ya sin jarcias,
mal cortará tu quilla
las impetuosas aguas.
ODAS DE HORACIO II9
Tus velas vuelan rotas, vas deshecha,
y aunque nacida de los nobles pinos
del Ponto, no los dioses
te prestarán auxilio.
Ni en sus efigies tutelares fía
ya tu piloto, de presagios lleno!...
¡Guarte, güarte, no seas
juguete de los vientos!
Única causa ayer de mis desvelos
y hoy de mis votos, mis acentos oye:
cúidate de las Cíclades;
¡temo que allí zozobres!
Sus rasantes escollos relucientes
do rompe y se difunde el oleaje,
evita a toda costa,
evítalos, ¡O Nave!
▲ Tuoo
(Lib. I. Oda XXII)
integer znta,^*
I
¿De qué le sirven al varón justo de amor armado,
lanza morisca, ni arco ni flechas envenenadas,
sea que cruce de Libia ardiente los arenales,
sea que escale las altas cumbres de Mauritania?
Ayer paseaba tranquilo, inerme, por la floresta
cantando á Lelia, cuando á mi paso feroz alzóse
un lobo, y fuese!.. Nunca tal fíera se vio en la Daunia,
ni allá en Numidia, la engendradora de los leones.
tSO EDUARDO OK LA BARRA
II
Ya ves, oh Fusco, que nada temo, ni armas me faltan;
en mi conciencia de amor vestida, tengo un escudo:
pon me en los campos donde los cierzos secan las plantas
do todo es noche, niebla y ventiscas, al fin del mundo.
Ponme do Febo vierte calores insoportables,
donde la vida ya no es posible... ¡Será mi cielo!
Mientras que Lelia dulce sonría para mf solo,
do quiera. Fusco, yo hallaré gloria, paz y contento!
(Lib. I. OdA XXIII)
Viicu htHHuUú,,
La cervatilla tímida
tras de la madre corre,
perdida y asustada,
por el frondoso bosque:
así, si yo te busco,
tú, te me alejas, Cloe.
La espantan los lagartos,
tiembla si cruje el roble,
tras de la cierva gime,
la alcanza y se le acoge:
asi haces tú conmigo,
s¡ yo te llamo, Cloe.
¿Soy tigre hambriento, acaso?
¿temes que te devore?
Si eso no piensas, niña,
¿por qué temblar, entonces?
Aguárdame y escucha,
que quiero hablarte, Cloe.
■ -•
ODAS t>E HORACIO l*t
Ya estás en la edad nubil,
la edad de los amores,
suelta el materno seno,
busca un gallardo joven....
¡De que las rosas abran
llegó la hora, Cloel
A7eilUB
(Lib. I. Oda XXX)
Reina de Gnido y Pafos,
¡oh Venus Citerea!
deja tu cíprea concha
y ven a do Giicera,
en su pequeño templo
incienso ya te quema,
te invoca enamorada
y adoración te ofrenda.
Contigo'venga el niño
de las temibles flechas,
y síganle las Ninfas
para alegrar la (¡esta.
Las Gracias desceñidas
lleguen también; con ellas
Juvencia, fresca y grata
como una aurora, venga.
Y, el índice en los labios,
Mercurio esté á la puerta,
velando los misterios
de la feliz Giicera.
O ViHUS,.,
132 KDUARDO DE LA BARRA
▲ laUra
(Lib. I. Oda XXXII)
P&scimm. Si quid
¡Versos, oh Lira! Si á la sombra muelle
sones sencillos me enseñaste, ahora
haz que en mi mano tus latinas cuerdas
triunfen del tiempo!
Himnos dictaste enamorada á Alceo
entre el estruendo de las armas, himnos
cuando amarraba á la sonante orilla
su húmeda barca.
Como él á Baco y á la Musa, á Venus
y al nifto alado que sus pasos sigue,
como él á Febo que la luz nos manda
haz que yo cante.
¡Gloria de Apolo, del Olimpo gloría,
Lira celeste, de mi vida encanto,
Siempre que el rito al invocarte cumpla,
séme propicia!
Ad puonm
(Lib. I. Oda XXXVIII)
Persic0S odif puer^
Niño, detesto el artificio persa;
no las coronas que entrelazan fibras
quiero, ni busques para mí las frescas
rosas tardías.
Nada le agregues al humilde mirto:
bien que nos sienta su sencilla rama,
á mí si bebo so la parra umbría,
á tí si escancias.
ODAS DE HORACIO I»3
▲ Uoinlo
(Lib. II. Oda X)
Rectius vives.
Vida más grata gozarás, Licinio,
sí no te internas en la mar, sí cauto
evitas los escollos costaneros,
de la playa alejado.
Quien más que el oro estime la mediana
vida modesta y sobria, ese no quiera
del avaro el tugurio, ni el palacio
do habita la soberbia.
Al pino más enhiesto más sacude
el viento airado; las erguidas torres
más en peligro están; el rayo hiere
mejor los altos montes.
Teme dichoso; — desgraciado, espera;
á todo evento el ánimo prepara:
si Jove airado la tormenta enciende,
Jove mismo la apaga.
Lo que es oscuro iluminarse suele:
Apolo el arco deja y con su lira
despierta el numen en el pecho humano
y el dulce canto inspira.
Ánimo muestra en el adverso caso
y tino en la fortuna: si tu vela
hincha excesivo., favorable viento,
¡amaina; no te pierdas!
tS4 EDUARDO DE LA BARRA
▲ Pdttuao
(Lib. II. Oda XIV)
Eheu! fufftcis Postume, Postums^
¡Ej-ay! Postumo, Postumo la vida
Cuan leve pasa! A la vejez rugosa,
á la muerte indomable, no detienen
ni súplicas ni ofrendas!
Ni con triple hecatombe día á dia
se aplacará Plutón, sordo á los llantos,
él, que á Ticio y Gerión en la onda mustia
insensible sujeta.
Cuantos la tierra nutre, cruzaremos
en la fúnebre barca el agua estigia,
con los reyes magníficos mezclados
los míseros pastores.
En vano es evitar al cruento Marte,
y del Adriano mar las ondas roncas;
en vano es precaverse contra el Austro
que en el otofto sopla.
Fuerza es ver del Cocyto como ruedan
lentas las aguas, y la raza infame
de Danao, y á Sísifo sufriendo
suplicio inextinguible.
En la tierra, el hogar, la dulce esposa,
todo lo dejarás! De tu amplio huerto
solo el ciprés luctuoso ha de seguirte
al linde de la tumba.
Y luego el heredero, con el cécubo
que guardas bajo llave, sin curarse,
ODAS DE HORACIO 125
el sucio regará, cuando envidiarlo
pudiera el gran Pontífice.
¡Tal es la vida, Póstunooi Lloremos
el breve día que á ponerse nace;
mas dejemos en pos grata memoria,
y obras de bien dejemos.
A QfOlfo
(Libro II. Oda XVI>
OHum Divos
Paz^ el piloto á los excelsos dioses
pide turbado, si la mar se encrespa,
cuando los astros que su nave guían
cubren las nubes de la mar Egea.
Paz, pide el Trace de lidiar cansado;
Paz, pide el Medo que las armas vela.
¡Don de los dioses, tu valor no igualan
mantos purpúreos, ni lucientes perlas!
No los lictores, ni el poder del oro
libran al alma de sufrir sus penas;
aún bajo el techo de artesón dorado,
rondan las cuita.% los cuidados velan.
Bien vive aquél que en la apacible mesa
de sus mayores el salero luce,
sin vil codicia ni inquietudes vanas
que su conciencia y su dormir perturben.
¿Y á qué afanarse si la vida es breve?
íA qué internase por la tierra extraña,
y por hüír de la conciencia propia,
huir los afectos de fa dulce patria?
136 EDUARDO DE LA BARRA
Sigue el dolor de la conciencia al dueño,
salta con él á la galera armada;
vuela á su grupa, si veloz ginete
huye cual lista, perseguida gama.
Vive contento con el bien que alcanzas:
no la inquietud del porvenir te abrume,
lo amargo aparta con prudencia y tino;
dicha perfecta no hallarás, ni busques.
Joven á Aquiles abatió la muerte,
y á otros consume la vejez en vano^
A tí te niegan las volubles Horas
lo que benignas me darán, acaso
Pacen en torno tus ganados. ¡Mira!...
mujen tus vacas de Sicilia, sueltas
triscan las yeguas que á tus carros unces,
y Africa tifie el múrice que ostentas.
A mí un majuelo me asignó la suerte
donde del vulgo separado, pueda
tañer la lira que enaltece el alma,
la dulce lira de cadencia griega.
Odi profluiTim TolfrüM
(Libro III. Oda I)
¡Fuera el vulgo profano! Sacerdote
soy de las Musas: escuchad, vosotros,
los versos nunca oídos, que á las vírgenes
y jóvenes consagro.
Los rebaños humanos mansos tiemblan
delante de sus reyes, y los reyes
se humillan ante Jove, poderoso
domador de gigantes;
ODAS DE HORACIO 197
Ante ese dios que el universo mueve
á un leve signo del querer supremo!
Hay así entre los hombres gerarquías
del amo-rey al siervo.
Vale aquél por sus campos dilatados;
éstos, por su saber ó por su fama
que aprecio les granjea, y se alzan otros
de gran clientela dueños.
Fiado en su prosapia, á los comicios
tal se presenta en busca de sufrajios...
'en tanto que el Destino indiferente
á todos los iguala.
A todos inflexible, en vida enyuga
á la ley del morir niveladora:
no hay nombre por excelso que no entre
en la urna aleatoria.
Quien conteníple la espada suspendida
sobre la propia frente, ya no gusta
de selectos manjares sicilianos,
que el cuidado le amarga.
Ni el sueño le concílian con su canto
las aves ni la lira, el dulce sueño
que bajo el techo rústico se alberga,
ó en el umbroso Tempe.
Quien sabe humilde conformar sus gustos
á lo poco que tiene, no se inquieta
cuando las ondas de la mar se engrifan
y los vientos se azotan.
No le alarman anuncios ni presajios
sea que Arcturus su fanal apague,
sea que las Cabrillas en oriente
surjan del horizonte.
I
ItS EDUARDO DE LA BARRA
Ni le afecta el granizo que las viñas
en un momento tala, ni las huertas
en flor cegadas, ni los campos yermos
por el calor ó el frío,
El opulento, en tanto, estrecho siente
el suelo á su ambición, y al mar disputa
con fuerte dique, donde alzar soberbia
una mansión marina.
Mas, no por eso el tedio le abandona:
lo sig^e mar adentro en el trirreme,
y lo sigue a la grupa del caballo
en la veloz carrera.
Si del tedio no libran ni los jaspes
que el arte pule, el oro ni la púrpura
ni los aromas que el Oriente cría,
ni el falerno esquisito;
¿A qué la envidia provocar, alzando
pórticos y columnas portentosas?
¡No trueco mi alquería no envidiada
por el mejor palacio!
VlilHO it lONMiO 1 LUift
(Lib. III. Oda IX)
Horacio
Mientras logré agradarte y en mis brazos,
único dueño de tu seno hermoso,
te retenía con amantes lazos,
más que el rey de loa persas fui dichoso.
ODAS DE HORACIO 199
lidia
Mientras tu amor ardía
por Lidia y no por Cloe, y destronada
no me sentí; yo, Lidia celebrada,
muy más feliz vivía
que en los brazos de un dios la bella Ilía.
Horacio
Cloe de mí dispone. Lisonjera
me encanta con su voz y acorde lira.
En mí la rubia tracia dulce impera,
ella mi pecho inspira,
por ella con placer la vida dieral
Lidia
Yo en igual fuego me consumo ahora
por Calais el griego, y él me adora.
|Ah, por él yo daría
una vez y otra vez la vida mía!
Horacio
¿Si ^1 viejo yugo Venus nos trajera
y si otra vez brillara
nuestra llama primera?
iS\ yo á Cloe la puerta seflalara
y si á Lidia los brazos le tendiera?
I Lidia
Calais es más hermoso
que el sol naciente; tú, más veleidoso
que el viento pasajero,
y más que el mar Adriático sañoso;
¡y así, yo te prefiero,
y vivir y morir contigo quiero!
9
130 EDUARDO DE LA BARRA
A la Fuente de Bla&dxigla
(Lib. III. Oda XIII.)
o fmu
¡Oh, Fuente cristalina de Blandusia
digna del canto y libación sagrada,
un cabritillo de nacientes cuernos
te ofrendaré mañana!
En él recién despiertan pasajeros
los ímpetus lascivos de su casta,
¡y en tus gélidas aguas va á extinguirse
su roja sangre cálidal
Del sol canicular los dardos fíeros
á tí no llegan; rumorosa y plácida
frescor al toro fatigado ofreces
y á las inquietas cabras.
Libre también de la calor estiva
y á tu sombra tendido, Fuente mansa,
cantaré al son de las templadas cuerdas
tu amenidad preciada.
Cantaré de la encina que en tu cuenca
próspera crece, y de las ondas claras
que viertes vocinglera; y tú, famosa
serás y celebrada.
▲1 VftTUlO
(Lib. III. Oda XVIIL)
FaufUt iíimpharum^
TÚ, que las Ninfas con ardor persigues
Fauno amoroso, cuando el sol desmaye
llega á mis lindes, y las crías nuevas
mira y no toques.
ODAS D£ HORACIO 1 3 C
Año tras año m¡ mejor cabrito
fiel te consagro, y abundante el mosto
en la ancha copa dedicada á Venus
rueda en la fiesta.
Leve, zahumando tus vetustas aras,
sube el incienso, y en campestres coros
aves y niños con aladas voces
[Salve! te cantan.
Cuando tus Nonas de Diciembre apuntan,
campos y alcores á la par se alegran:
danzan las jentes y en el llano herboso
trisca el ganado.
Simple y gozoso el labrador al verte
hiere la tierra en cadencioso giro,
tierra infecunda que ablandó su arado,
fértil ahora.
Cerca del lobo el corderillo errante
pasa inocente, los ociosos bueyes
rumian echados, y en tu honor sus ramas
bate la selva.
▲ Lolio
(Libro IV. Oda IX)
NefoHe credos, .,
I
Estos versos, oh Lolio, de la lira
que oyó el Ofanto en su feraz ribera,
no morirán; sus lésbicos acentos
escucharán los siglos.
133 EDUARDO DE LA BARRA
Homero, el más famoso entre los grandes
nobles poetas que la tierra alumbran,
tiene á su lado á Alceo y á Estesícoro,
á Píndaro y Simónides.
De Anacréonte el delicado giro
burla á los tiempos, y la ardiente Safo
el fuego de su amor inextinguible
en sus versos propaga.
No es Helena la única hermosura
á su raptor funesta y á su patria;
ni fué la ilustre, la vencida Troya
sólo una vez cercada.
Ni Teucro fué el primero su sagita
en lanzar á los aires voladora;
ni Idomneo, en los combates grande,
el único laureado.
Antes de Aqufles paladines hubo,
antes de Agamenón, otros caudillos,
y tuvo Olimpia vencedores antes
que Píndaro epinicios.
A esos héroes anónimos hoy día
nadie los glorifica ni los llora,
el silencio en su tumba es el olvido,
nivelador injusto.
En la sombra esos grandes se perdieron
faltos del plectro y de las cuerdas de oro
que dieran á sus glorias resonancia
y alas á su renombre.
II
¡No ha de faltarte, Oh Lolio, tu poetal
Tú serás en mis versos celebrado,
ODAS DE HORACIO I33
y tu memoria el velo del olvido
rasgará victoriosa.
Cantaré tu virtud, para tu gloria;
diré al mundo tus prendas, y veránte
gran Cónsul, magistrado incorruptible
de la justicia espejo.
Insensible al halago y la amenaza,
despreciador del oro y los favores,
fué lo recto tu norma, y tus deberes
cumpliste sin tardanza.
En la fortuna próspera ó adversa
tu alma fué siempre igual, serena siempre;
del débil fuerte escudo, no á los grandes,
Lolio, aduló tu lengua.
Severo has sido á la maldad y el crimen,
freno á la usura y sórdida avaricia,
y siempre abierto á sentimientos nobles
que el ánimo enaltecen.
Por entre la cuadrilla corruptora
de viles corrompidos, tú paseas
pura y sin mancha la virtud altiva
que sus dones rechaza.
¿Es, acaso, el más rico el más dichoso?
N ó: lo es aquel que en su pobreza sabe
hallar contento, y, resignado y digno,
al dolor no se rinde.
Aquel que teme deshonrar su nombre
más que morir, y que la muerte aguarda
sonriendo, y, grande, el sacrifício acepta
en aras de la Patria.
134 KDUARDO DE LA BARRA
A Koóbnle
<Lib. III, Oda XII)
MUtrarum est.
Desgraciada la niña á quien la lengua
de su tutor fustiga y amenaza,
prohibiéndole el amar, y que á la amiga
su triste pecho le abra.
Eso te pasa a tí; pero Cupido
de Hebro al oído te habla,
y tú, pensando en él, de tus labores
distraida te apartas.
Hebro, el apuesto, al gran Bclerofonte
jinete en su corcel, acaso iguala;
es púgil sin rival, y en la carrera
nadie veloz le alcanza.
Contra los ciervos su certera flecha
por la llanura silvadora lanza,
y al jabalí cerdoso acosa intrépido
en ráspera montaña.
Atleta vencedor en la palestra,
ungido aún, entre las ondas baña
del padre Tiber sus robustos hombros,
cual un dios de sus aguas.
Neóbule lo contempla, y luego siente
que más el pecho enamorado inflama
la prohibición de amar, y alas le nacen
de nuevo á su esperanza.
ODAS DE HORACIO 1 35
▲ Véntu
(Lib. III. Oda XXVI) /
Vixi puellis.
Un tiempo fué de gloria y ufanía,
mi pie la danza juvenil movía
y era mi encanto el ceguezuelo Amor.
¡Hoy, cuan distinto!. . El astro de la tarde
brillante á la mañana, apenas arde
y declina, ¡oh, dolor!
Marina Venus, á tus pies postrado,
mis inútiles armas he dejado
sobre tu ilustre, frecuentado altar.
Junto con ellas mi callada lira
y los trofeos que no di á la pira,
colgados quedarán.
Diosa, que escuchas votos y loores
do quíer que hay rosas, juventud y amores,
vengo á pedirte el postrimer favor:
A Cloe hiera tu potente mano,
y haz que se cambie su rigor tirano
en caricia de amor!
▲ ICelpémeno
(Lib. in. Oda XXX)
Exegi monunientum.
Más que el bronce en lo durable,
he erigido un monumento:
más alto que las Pirámides,
más sólido que ese asiento
de la soberbia imperial.
No las lluvias destructoras,
ni los fieros aquilones,
136 EDUARDO DE LA BARRA
ni el tiempo de alas potentes,
ni las bárbaras naciones
lograránlo derribar.
Cuando la Parca me hiera,
de mi ser la mejor parte
la Fama alzará á los cielos,
y el esplendor de mi arte
mi frente iluminará.
A través de las edades,
irá mi gloria creciendo,
irán las generaciones
mi laurel reverdeciendo,
y mis versos cantarán.
Y en tanto que el Gran Pontificia,
de Vcsta suba hasta el solio
con sus víi^enes sagradas,
y que dure el Capitolio,
mi nombre no morirá.
Y aunque de origen humilde,
seré noble proclamado,
en los áridos lugares
donde Dauno afortunado
supo con gloría reinar.
Y á orillas del claro Aufido,
que bullicioso descarga
sus aguas dulces, corrientes,
en la mar honda y amarga,
los pueblos todos dirán:
Que á mí el primero fué dado
ajustar á nuestra lira
la grata cadencia cóh'a,
con que la Musa me inspira
una canción secular.
ODAS DE HORACIO I37
¡Ó, Melpomene, mi Musa,
ti'i me diste tanta gloria!
Por tí, infatigable el tiempo,
conservará mi memoria
y mi fama acrecerá.
Tuyo es el mérito, y mía
la suerte de tus favores.
¡Ven, con el lauro de Delfos,
mientras canto tus loores,
ven mi frente á coronar!
(Lib. IV. Oda X.)
Crudelis adhu
Tu belleza presuntuosa
vacía te tiene el alma:
descuidas el corazón
por atender á la cara.
Ay! de tí cuando te dejen
los encantos que te halagan,
cuando al contacto del tiempo
se desvanezcan tus gracias;
cuando huyan tus cabellos
que hoy en ondas se desatan,
y tus ojos ya no brillen
á la luz de la esperanza;
cuando marchitarse veas,
las rosas de la mañana,
y tu blanca tez se arrugue
y te traicionen las canas.
Entonces, al fiel espejo
le dirás escarmentada:
lOh, si hoy fuese como ayer!
¡Oh, si ayer como hoy pensara,
no el dulce Amor á la tarde
me viera desamparada!
I $8 EDUARDO DE LK BARRA
Ltk Tila del campo
(Lib. V. Oda II.)
Bea/us iUc.
Feliz quien de lejos los negocios mira
ajeno á la usura y el ánimo en paz,
y su propio campo labra con sus bueyes,
como en otra edad.
Agudos clarines su sueño no rompen,
ni nada le importa del mar el furor;
se aleja del Foro y evita del grande
buscar el favor.
Enlaza gozoso los rubios zarcillos
al álamo verde y velos trepar:
sus árboles poda y en otros ingiere
la rama frutal.
(jrozoso contempla vagar sus ganados
por el hondo valle, y asiste después
puntual á la esquila, y en cántaros nuevos
recoge la miel.
Si llega el Otoño, la hermosa cabeza
ornada de frutos de vario color,
¿1 coge del árbol la pera sabrosa
que él mismo injertó.
Y coge en la parra las uvas purpúreas
y á Silvano y Príápo valas á ofrecer:
al que cuida el linde, y al que siempre atento
vigila el vergel.
Si quiere, á la sombra de robles añosos
sobre el blando césped se va á reposar,
oyendo el murmurio de acequias y fuentes
que fluyen en paz.
ODAS DE HORACIO X39
Querellas de amores escucha en la selva,
de mil avecillas el dulce cantar
De acuerdo las aguas murmuran é invitan
á un grato sofíar.
Después, el Invierno con lluvias y nieves
presuroso llega la tierra á invadir,
y él larga sus perros y atrapa al hirsuto,
feroz jabalí.
Cien tordos dañinos sus redes apresan,
y á la liebre lista consigue coger;
la grulla que pasa siguiendo las nubes
cayó ¡qué placer!
Con tal pasatiempo «[quién echa de menos
locos devaneos del amor fugaz?
y más si una esposa gentil y discreta
lo sabe encantar. *
Ya sea Sabina, ó ya Calabresa
de tinte bronceado por el padre Sol,
que sepa los hijos guardar y la casa
con tino y amor.
Que sepa al esposo, si vuelve cansado
recibir sonriendo, prendido el hogar;
y sepa á la tarde los bueyes y ovejas
hacer encerrar.
Que as{ que amanezca las vacas ordeñe,
y saque un gran jarro del viejo tonel
con vino del nuevo, que alegra la lengua
y embarga los pies.
Con orgullo justo presente á la cena
la cosecha propia, que no valen más
ostras y salmones del Lucrinío lago
ni peces del mar.
140 EDUARDO DB LA BARRA
Antes que faisanes del Asia venidos,
antes que el greciano rico francolín,
amo la aceituna de mi propio huerto,
que mía es al fin.
Y las malvas suaves, el apio y romaza
de las salsas buenas á mi paladar,
y el tierno cabrito del lobo escapado
que asándose está.
Encanta comerlo mirando el paisaje,
viendo las ovejas llegar en tropel,
y el buey fatigado que arrastra el arado
tumbado tras él.
Ya cesa el trabajo, cesó con el d/a;
la granja está alegre, las gentes de humor...
¡Qué vida tan bella: salud y dulzura,
contento y amor!
Así dijo Alfeo, y aunque es prestamista,
su sueño campestre pensó realizar;
cobró su dinero, y al día siguiente. ••
volviólo á prestar!
lA Tila &el eampo
BIS
(Traducción literal del B^aius Jlle de Horacio)
Pura CalandrtUi,
Dichoso aquel que, extraño á los negocios,
libre de usuras, con sus bueyes labra
la heredad de sus padres, al ejemplo
de las antiguas gentes.
La temerosa trompa no le inquieta,
no tiene que temer mares airadas,
el foro evita y del soberbio procer
no pisa los umbrales.
ODAS DE HORACIO I4I
Agrádate enlazar en fíel consorcio
la vid adulta al álamo elevado,
y, podando las ramas decadentes,
ingerta otras mejores.
Ora contempla en el profundo valle
sus desparcidas mugidoras greyes,
ora exprime la miel en limpias jarras,
ó sus corderos tunde.
Y, cuando Otoño hiergue la cabeza
de sazonados frutos coronada,
coge la pera que ingerto, gozoso,
y el purpúreo racimo.
Y á ti, Silvano, amparador del linde
Y á tí, Priapo, amigo los ofrenda,
Y él, bajo el roble secular reposa
ó en la grama se tiende.
Las aguas que allí van por hondo cauce,
las aves que en el bosque se querellan,
y las fuentes que manan murmurando
á dormitar lo invitan.
Cuando llega el invierno y Jove apresta
lluvias y nieves, numerosos canes
suelta, que al fiero jabalí acosado
contra la trampa empujan.
Ya sus redes sutiles en varillas
tiende al tordo voraz, y ¡con qué agrado
tímidas liebres y viajeras grullas
en sus lazos apresa!
Quien tales goces prueba, olvida el ansia
del loco amor, y más si al lado tiene
una esposa que atienda casa y prole,
cual la sabina, casta,
142 EDUARDO DE LA BARRA
y cual tostada apulia, diligente:
que encienda el claro hogar con leña seca,
aguardando al esposo fatigado,
á recibirlo atenta;
que la vacada en el cercado encierre,
y deje escuetas las preñadas ubres;
que el mosto extraiga de la cuba, y sirva
manjares no comprados.
No la concha preciada del Lucrino,
ni los rombos y escaros, — si es que alguno
la tempestad que brama en el Levante*
á nuestra playa empuja. —
Ni jonio francolín, ni ave africana,
mi paladar adulan cual la tierna
sabrosa oliva, de su fértil ramo
por mi mano cojida.
Prefiero la romaza de los prados,
la malva suave saludable al cuerpo,
el corderino de la ñesta, el choto
al lobo arrebatado.
Pláceme en estos rústicos yantares,
ver las ovejas que al aprisco vuelven
corriendo satisfechas, y en seguida
ver los cansados bueyes,
lánguido el cuello y arrastrando apenas
el arado invertido; y el alegre
enjambre de criados ver en torno
del hogar esplendente.
Tal dijo Alfeo, el prestamista, pronto
á hacerse campesino: lo emprestado
recogió por los idus; mas de nuevo
en las calendas colocarlo quiso...!
ODAS DE HORACIO 1 45
i-
Oofttra ICooas^ Liberto do PompoTO
(Epod V.)
Lupís et agfUs
Entre lobo y cordero hay un abismo
de natural antipatía; el mismo
repelente fastidio por tí siento,
esclavo vil, que aún llevas las señales
de los grillos pasados, y en la espalda
del látigo implacable las afrentas.
¡En vano, en vano tu riqueza ostentas
y vas mostrando, tu insolente orgullo
por el foro, los templos y las plazas!
{No te oculta, gusano, tu capullo!
Cuan indignados la cabeza vuelven
para mirarte los que pasan, cuando
con paso grave, cual pavón erguido,
con tu traje talar barres la calle.
Tú crees que ellos te admiran, y ellos dicen
"ese hombre, ese liberto, por sentencia
de los Triunviros mismos fué azotado
hasta agotar la fuerza del verdugo.
De su estado servil quebrantó el yugo
y hoy posee mil yugadas en Falerno,
y viñedos y campos,
y trenes numerosos que abren huella
en las romanas vías.
Caballero es ahora, en el teatro
gusta ostentarse en el mejor asiento
á la par de los viejos senadores,
y así la ley osado desacata
y el público sentir sin miedo ofende.
144 EDUARDO D£ LA OARKA
¿De qué sirve equipar contra el pirata
tantas galeras en costoso empefto,
si ese^ esc menguado, es el tribuno
que va á mandar la malhadada flota?ii
¡As{ la lengua popular te azota!
▲ iM roaiaofl
(Libro V. Odft VII)
Qtíá^ quo sceiesti,
¿A dónde, fratricidas, desnudas las espadas,
á dónde enceguecidos de nuevo os arrojáis?
¿Poca juzgáis la sangre latina derramada
pK>r valles y colinas y el anchuroso mar?
Vertida fué en Cartago para humillar, ¡o Roma!
la fuerza y el orgullo de tu infeliz rival;
vertida fué á torrentes cuando al Britano ataste
al carro de tus triunfos con mano de titán.
Mas hoy... ¡cambió la suerte!... ¡Como lo anhela el Parto,
De Roma, Roma misma las venas abrirá!...
Los lobos y leones con superior instinto,
mejores que los hombres se saben respetar!
¿Qué crimen, ó cuál furia, cuál es el numen ciego,
decidme, que os arrastra con cruel fatalidad?
Palidecéis! lo veo: turbada la conciencia
dobláis la frente mudos; no os atrevéis á hablar..
¡Lo veo, s{, lo veo! Fatal nuestro destino
condénanos U sangre de Remo á rescatar:
¡Las bárbaras cuchillas cercenen las gargantas!
¡Herid!... ¡Hermanos vuestros las víctimas serán!
ODAS DE HORACIO 1 45
Oarmen Saeoulaxo
JORNADA PRIMERA
Coro de niños y doncellas
Febo y DYana, esclarecidos astros,
gloría del cielo: del terrestre culto
oíd las preces que en solemne fiesta
Ronna os consagra.
Vírgenes puras y selectos niños
siguen el rito Sibilino y cantan
en honra vuestra, Tutelares dioses,
himnos sagrados.
Coro de niños
Próvido Sol, de cuyo carro esplende
uno y variado, sin cesar el día,
¡nada más grande en tu triunfal carrera
veas que Roma!
Coro de doncellas
Próvida IUcía, que los partos riges,
oye á las madres en el trance duro;
si Genitalia en su dolor te llaman,
Luna serena,
bajo ese nombre de la raza cuida,
y haz que se guarden los edictos sabios
del himeneo, que la extirpe nuestra
dignos protegen.
Ambos coros juntos
Vuelvan de nuevo con el nuevo siglo
coros y danzas: como en esta fiesta,
duren tres días con sus noches, esos
juegos solemnes.
10
146 EDUARDO DE LA BARRA
N.
Así las Parcas de infalible augurio,
nuncien á Roma esplendorosos días;
bienes y triunfos que los de hoy superen
honren al siglo.
Cúbrase Italia de abundantes frutos,
pueblen sus campos los rebaños nuevos
y áurea corona de lozana espiga
cíñase á Céres.
Aguas salubres cristalinas corran
crías y plantas á la par nutriendo,
brisas benignas las floridas huertas
blandas agiten.
JORNADA SEGUNDA
Coro de niños
Febo, tus dardos en Taljaba esconde
y oye las preces del efébio coro.
Coro de doncellas
Luna bicorne, de los cielos reina,
oye á los tuyos!
Ambos coros juntos
Dioses, si os debe su existencia Roma,
si dirijísteis la troyana extirpe
á las riberas de la Etruria, donde
puso sus lares;
Si de IlYón en la abrasada ruina
fuisteis amparo al fugitivo Eneas
y aquí le disteis, en fecundo suelo,
patria más grande:
ODAS DE HORACIO 1 47
Dadnos que crezca en la virtud formada
esta surgcnte juventud latina,
Y h^iUe el anciano al declinar la tarde»
honra y descanso.
¡Gloria y honor á la Romulia gente,
raza potente que en el orbe impera!
Dadnos riquezas y robusta prole,
dioses de Roma!
Que el nieto ilustre de} troyano Anquises,
sangre de Venus, — quien piadoso os honra
en vuestra aras inmolando hoy día
cien toros blancos, —
sabio nos rija: que anonade al punto
al enemigo contra Roma alzado;
y, á los vencidos y sumisos, sea
blando su yugo.
Coro de niños
Todos le temen en la tierra y mares:
huyen los Partos de sus haces, piden
paz los del Indo, y el Escita al verlo,
manso se inclina.
Coro de doncellas
Bajo su cetro á enaltecernos vuelvan
la Fe, el Honor, la Castidad antigua;
y hoy la Abundancia de su cuerno opimo
frutos derrame.
JORNADA TERCERA
Coro de niños
¡Oh, dios del arco refulgente, Apolo,
luz y delicia de las nueve hermanas,
numen de Delfos, en curar insigne,
danos la fuerza!
148 EDUARDO DE LA BARRA
Si grato vés tu Palatino templo,
cubre y ampara los paternos lares,
y haz que los siglos al poder del L^cio
parías le rindan.
Coro de doncellas
Diosa á quien honra el Aventino y presta
culto el Álgido» nuetítras preces oye,
y oye los ruegos que varones justos (i)
hoy te dirigen.
A tnbos coros junios
¡Diana y Apolo nuestra voz escuchan;
Jove los votos del romano acoge!
¡Idos contentos, al hogar llevando
paz y esperanza!
(i) Los quíndecenviros.
ÍNDICE
DE LAS
-M-
PÁGS.
Prefacio - 3
A la nave lib. I. Oda 3 13
A Pifra M I. If 5 16
i Bis 17
Ad República m n I. n 14 » 19
A Arístio Fusco fi I. «i 22 22
A Cloe I» I. II 23 29
f A Venus n I. n 25 31
A la Lira «i 1. m 32 32
Ad puerum n I. «i 38 34
A Licinio H II. n 10 36
A Postumo I» IL " 14 39
A Grosfo »» II. .1 16 ♦... 44
£lojio de la me-
dianía «I III. II I..* 47
Diálogo II III. 'I 9 53
A Neóbule n III. n 12 ¿6
A la Fuente n III. n 13 ... 58
Al Fauno •• III. n 18 — 60
A Venus Marina m III. »i 26 62
A Melpomene n III. n 30 63
ALolio M IV. n 8 65
A Ligurina m IV. n 9 70
II
V-
t50 ÍNDICE
PÁGS.
Vita rustica lib. V. Oda a 73
Contra Menas n V. h 4 82
A los Romanos ?» V. n 7 84
El Canto Secular 86
Apéndices 95
A Neóbula, lib. III. Oda 12. 103
Nuevas traducciones dedicadas á don Marcelino Menéndez y
Pelayo 115
A la nave que conduce á Virgilio libro I. Oda 3 115
A Pirra lib. I. Oda 5 ' 117
Ad Republicana «i I. »» 14 118
A Fusco II I. II 22 119
A Cloe II I. u 23 I30
AVenus «i 1. n 30 121
A la Lira n I. n 32 122
Ad puerum m I. »i 38.... 122
A Licinio II II. It 10 123
A Postumo II II. «I 14 124
A Grosfo 11 II. II 16 125
Odi profanum
vulgus II III.. II 1 126
Diálogo de Hora-
cio y Lidia 11 III. II 9 128
A la Fuente de
Blandusia n III. u 13 130
Al Fauno n III. •• 18 130
A Lolio II IV. II 9 131
A Neóbule n III. n 12 134
AVenus n IIL n 26 135
A Melpomene n III. n 30 135
A Lígurina m IV. n 10... 137
La vida del campo . . 138
Bis 140
Contra Menas, liberto de Pompeyo, Epod. V 143
A los romanos, lib. V, Oda 7 144
Carmen Saeculare 145