7 95 3
VIC£NTE ALGARRA T JOSÉ ÉPÍLA
OJO POR OJO
■ ■ ■
JUGUETE EN UN ACTO
Y BN PROSA
^
S^ IZ Si
5 71 G)
MADRID
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Píúñez de Balboa, rjúm. 12
xa 0-4%
4
OJO POR OJO.
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en
España ni en los pníses con los cuales se hayan cele-
brado ó se celebren en adelante tratados internacio-
nales de propiedad literaria.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles son los encargados exclusiva-
mente de conceder ó negar el permiso de representa-
ción y del cobro de los (lerechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
OJO POR OJO...
JUGUETE EN m RGTO Y EN PROSA
INSPIRADO EN UNA OBRA FRANCESA
POR
VICKNTE ALGARRA
l
- Y -
JOSÉ EPILA
€strer]ado cor] éxito en el Teatro Principal de Valencia
por la Compañía de 2*. €r¡rique Sánchez de Xeór¡
la noche del 19 de 'l)¡ciembre de 1903
]*C
VALENCIA— 1904
2'alleres de Imprimir Vda. de Emilio Pascual
Pizarro, núm. 19
I la Señorita lona kmte SamiiÉo
^■3
osé ^otnínguez
(s/41 talento indiscutible de ustedes de-
bióse el triunjo que alcanzamos con nues-
tra modesta obrita.
Justo es, pues, que expresemos nuestro
profundo agradecimiento con esta sencilla
dedicatoria.
Los Autores.
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
Adelina Srta. Sampedro.
Pgpe Sr. Domíngue^.
ACTO ÚNICO
Gabinete corlo decorado con lujo. Puerta al loro y dos laterales. En
el centro im velador, y sobre él, un bastidor, cnnaslilla de cos-
tura, libros, periódicos, etc.
ESCENA PRIMERA
PEPE
(Entra en escena mirando con recelo á todas partes.)
]Vaya una aventural Con seguridad que si la
contara en el Casino no la creería nadie. Y de
que no miento, aquí está la prueba. (Saca del
bolsillo una carta.) ¡Un billete perfumado que
huele á gloria! ¡Dios mío de mi alma, si Adelina
me oyesel... Pero no hay cuidado; acaba de
decirme la portera que se marchó á felicitar á
su madre. [Mi mamá política! Adelina sería
capaz de sacarme los ojos, pero mi suegra no
se contentaría con eso; mi suegra se los comía.
(Transición.) Hace ocho días recibí una carta
que decía así: «Una persona que le conoce
desde hace tiempo desea saber, si á pesar de
ser casado, seríais capaz de cometer una locu-
ra>; firmaba la carta Blanca, y decía después
de la firma: «Para evitar indiscreciones peli-
grosas, dirigid la contestación á T. V. O., lista
de correos.» ¿Que tal? ¿Es ó no es una aven-
G0SS36
— 8 —
tura? ¿Tengo de ello yo la culpa? ¡Ya se vé
que nol Pues bien; leí y releí varias veces el
amoroso billete, torturando mi imaginación
para ver si conseguía descubrir quién pudiera
ser la misteriosa dama, y desgraciadamente no
he podido lograr mi deseo. El nombre de
Blanca no corresponde á ninguna de las mu-
chachas que traté en otro tiempo. Por esto, ten-
tado estuve de romper en mil pedazos el papel
seductor que venía á remover las cenizas de
soltero. Esto era lo más lógico... pero, ¿qué
quieren ustedes? se mezcló la maldita curiosi-
dad... temí que si la desairaba fuese capaz de
cometer cualquier imprudencia..., y por evitar
un disgusto á mi Adelina, me decidí á contes-
tar, y escribí lo siguiente: «El corazón continúa
siendo el mismo. Se probará» Breve, pero
expresivo. Metí la carta en un sobre, y si-
guiendo las instrucciones recibidas la dirigí á
T. V. O., lista de correos. ¡Lista de correos!...
Hombre, ¿quién inventaría la lista de correos?
La verdad es que luvo una idea feliz. (Transición.)
Regresé á casa, y al entrar en el patio, el por-
tero me entrega una nueva cartita que... tam-
poco tiene desperdicio. La letra era la misma
y la firma también, T. V. O., que es precisa-
mente lo que yo me dije: \Te veo! Aquí hay
una cita. Y efectivamente. (Leyendo.) «Querido
Pepito» iQue tall ¡Franqueza, mucha franque-
za! (Sigue leyendo.) «Pepito mío«, ¡míol; es decir,
¡suyo! Esto es un hecho consumado... ó en
vísperas de consumarse...
Adelina (Dentro) Está bien: puede V. retirarse.
Pepe ¡Cielos! mi mujer.
ESCENA II
PEPE y ADELINA
Adelina (Enu-ajede calle.) iCallal ¿ya estás aquí?
Pepe Sí, ya, ya estoy. , , ,
Adelina Creí que no volverías hasta la hora de cenar.
Pepe (Azorado.) Justo... yo también creía no cenar
— 9 —
hasta la hora de venir... ¡digo!... creía que lar-
daría en regresar; eso es, pero justamente he
encontrado al amigo que... me tenía citado en
la escalera...
Adelina ¿Citado en la escalera?
Pepe No, mujer... lo tenía citado en el café, pero lo
encontré en la escalera. ¿Comprendes ahora?
Adelina Ya.
Pepe Y me ha causado una sorpresa...
Adelina ¿Sí?
Pepe Sí, porque como no esperaba encontrarle
aquí... Pero ya he dejado arreglado el asunto,
y ¡claro! ¿Dónde mejor que en casa, junto á mi
mujercita, junto, muy junto, porque para eso
nos hemos casado?
Adelina Según eso, hace un buen rato que estás aquí.
Pepe [Ya lo creo, más de una horal
Adelina l'ero hijo ¿y aún no te has quitado el gabán, ni
el sombrero, ni los guantes?...
Pepe Sí, sí, es verdad... (Aparic.) ¡Seré lorpel (Alto.)
Verás: el calor... la agitación... el calor...
Adelina Pero si va á nevar.
Pepe ¿Sí? Pues á pesar de eso yo sudo. (Aparte.) Y no
miento.
Adelina ¡Picaros negocios, que no te dejan!
Pepe Precisamente los negocios... Hay algunos que...
(Aparte.) ¡Pues no estoy temblando sin haber
dilinquido todavía!
Adelina ¿Parece que estás preocupado?
Pepe ¿Preocu... i)reocupado yo? No lo creas. ¿Por
qué había de estar yo preocupado?
(Adelina se dirige liacia la primera puerta izquierda.)
¿Te marchas?
Adelina Voy á mi cuarto, pero salgo en seguida.
ESCENA III
PEPE
¡Gracias á Dios! No sirvo para esto... Hay que
reconocerlo. Ni siquiera acudiré á la cita. Por-
que de eso se trata; bien claro está. (Leyendo.)
«Mi querido Pepito: Pepito mío: Te empero
— lO
esta noche en el Colmado de los Isidros. Pre-
gunta por el gabinete reservado núm. 13, y en
él encontrarás á tu Blanca, que arde en deseos
de correr una juerguecita contigo. No faltes.»
No señor, no faltaré... á la fidelidad conyugal.
¡Pues hombrel Estaría bueno que mientras mi
esposa sueña conmigo me entregara yo en los
brazos de esa... lo que sea. (Se quita el gabán,
sombrero y guantes.) Pero acudiendo á la cita no
voy á olvidar el cariño que debo á mi esposa;
antes al contrario. Yo creo que después de
una calaverada así se debe querer más á la
mujer propia. (Pausa.) Pero, ¿quién podrá ser
esa Blanca?... ¡Bah, no pensemos más en ellal...
Mi mujer no tardará en salir. Ahora cojera sus
labores y vendrá á sentarse aquí (Se sienta.) á
mi lado. Hablaremos de todo, de literatura, de
modas. (Bosteza.) Esta, esta es la vida que á mí
me encanta. Después de cenar, como de cos-
tumbre, me consultará acerca de mis futuros
planes y de los suyos; me enseñará el bordado
de mis zapatillas, (Bosteza.) Y así tranquilamen-
te.,, felices... muy felices, como en los primeros
días de matrimonio... (Aburrido.) ella bordando,
yo leyendo el periódico... pasaremos la velada
tan ricamente, sin peligros, sin azoramientos,
felices, alegres (Bosteza.) y tranquilos!. .
ESCENA IV
PEPE y ADELINA
Adelina (Sale por la primera puerta de la izquierda.) QuC, ¿pa-
sarás la velada conmigo? (Se sienta al lado de Pepe.)
Pepe Naturalmente.
Adelina Eres un modelo de esposos.
Pepe Muchas gracias. (Aparte.) iSi tú supieras!., (auo.)
Pues mira; esta noche precisamente temí no
poder pasar la velada á tu lado.
Adelina ¿Sí?
Pepe Como que tenía una cita.
Adelina ¿Una cita tú?
Pepe Sí; estaba citado con unos amigos,., un com-
promiso.,, un verdadero compromiso.
— II —
Adelina ¿Y cómo se llaman esos buenos amigos?
Pepe ¿Mis amigos?... Pues amigos del Casino á quien
lú no conoces.
Adelina ¡Ah, vamos, ¿y te han comprometido?
Pepe Justo. (Reincdaiulo á los ninigos.) «Mi querido
Pepe, por aquí». — cPepito, por allá». — «Que
no faltes». — «Que no dejes de asistir». — «Te
esperamos». — «Que seas puntual». — «Dile á
tu mujer que se trata de un compromiso».—
Que esto, que lo otro, que vuelta, que dale ..
pero yo he sabido resistirme, he dado mis
escusas, y en fio, tu ya sabes lo que son ciertos
compromisos de hombres. Uno de los que con
más insistencia me invitó fué Gutiérrez.
Adelina ¿Gutiérrez?
Pepe Sí, Gutiérrez.
Adelina ¡Ahí... (Pues no se quién es),
Pepe Gutiérrez; aquel truhán que se casó con la
marquesita de Cielo-raso.., y el día de la boda
se fugó con una bailarina.
Adelina Ya; y tu te estás muriendo porque yo no te
he dicho que te vayas.
Pepe Quién, ¿yo? ¿Irme yo? No me conoces, Adelina,
tú no me conoces.
Adelina Es inútil que exageres la nota. Sí, hombre, sí;
comprendo que ante los amigos te resistieras,
pero otros en tu caso...
Pepe Dímelo á mí lo que otros harían en mi caso.
Adelina ¿Y de qué se trata?
Pepe Pues de una cena.
Adelina ¿De una cena?
Pepe En el Colmado de los Isidros. Es el final de
una apuesta. Figúrate que Juanito Crisol apostó
con unos amigos á que daba la vuelta á la
plaza de Oriente andando de espaldas sobre
un pié.
Adelina ¿Y ganó?
Pepe Al contrario; por eso paga la cena,
Adelina Sí, sí.
Pepe Una cena sólo para hombres (Fingiendo desdén)
que, como puedes suponer, será de lo más di-
vertida.
Adelina Eso ya rae lo contarás después.
Pepe ]Qué!... ¿Pero es que tú quieres que vaya?
— 12 —
Adelina Claro está.
Pepe Pero... (Mirando furtivamente el reloj de bolsillo.)
Adelina Nada, nada. De ninguna manera puedo yo
consentir que mi marido se prive de pasar una
noche con sus antiguos compañeros. El ma
trimonio no es una esclavitud.
Pepe Es iniitil, Adelina; no voy, no te empeñes. ¿De-
jarle sola? ]Jamásl (Vuelve á mirar el reloj.)
Adelina Pero no seas tonto, hombre. Se trata de un
compromiso.
Pepe I Compromiso! (Aparte.) No es flojo el compro-
miso en que me meto si me descubren. (Alto.)
Ya te he dicho que me escusé como pude, y
aunque al verme acosado les di palabra de
honor, en este caso las palabras se las lleva el
viento.
Adelina ¿Y á qué hora es la cena?
Pepe Alas seis y media. (Saca de nuevo el reloj y ella,
sorprendiendo la acción, lo mira también.) _
Adelina Pues ya son las seis. Conque no pierdas el
tiempo y vete á vestirte cuanto antes.
Pepe Pero si ya te he dicho...
Adelina Yo esperaré tu regreso aquí terminando el
bordado de tus zapatillas
Pepe De modo que tu no tienes inconveniente en
que. .
Adelina ¿En que te vayas? No, hombre, no. Es más,
entiendo que no tienes otro remedio que ir.
Pepe (Aparte.) ¡Oh felicidad!
Adelina Anda á vestirte... mira que harás tarde.
Pepe Ya, ya me voy; pero pronto despacho porque
he de vestirme de cualquier modo. Tratándose
de una cena entre amigos huelga la etiqueta.
Adelina ¿Me darás un abrazo antes de irte?
Pepe lYa lo creo! Y aunque quieras cien. [No faltaba
- más! (Aparte.) Conste que no soy yo, sino ella la
que me precipita. Ahora bien; yo me prometo
á mí mismo que no lo volveré á hacer. (Mutis
precipitado por la segunda puerta de la izquierda.)
- t3 -
ESCENA V
ADELINA, sola
¿Y será capaz de marcharse? [Dios mío de mí
almal Cuántos esfuerzos he tenido que hacer
para no echarlo todo á rodar y arrojarle en
cara sus embustes y perfidiasl |Con que el
Casinol ¡Los amigos! ¡El Colmadol ¡La apues-
tal... [Todo farsa, farsa y farsa! Farsa para
justificar su salida y acudir á la cita de Blanca
y cenar con ella en un cuarto reservado. ¡Quién
lo hubiese creído! (Con exaltación, adelantándose á
la batería.) El Código militar debía ser aplicable
al matrimonio para que fueran pasados por las
armas todos los maridos desleales. ¡Ay, mamá
de mi alma, qué desgraciada soy! Pepe se ha
cansado de mí. Lo sospechaba, pero rae resistía
á dar crédito á mis sospechas. Le escribí la
primera carta y contestó. Al ver su audacia
quise tener de ella nuevas pruebas y sigo el
juego con la esperanza de que se arrepintiese;
y en efecto, en cuanto ha recibido mi invita-
ción, la alegría le saltaba por los ojos, pen-
sando... ¡Dios sabe los disparates que pensará!
(Frente al cuarto de Pepe.) ¡Infame! ¡Aceptar una
cita de una mujer á quien no conoce! ¡Es el
colmo del desahogo! Cuánta razón tenía mí
pobrecita madre al decirme que Pepe me en-
gañaría en cuanto se le presentara ocasión.
Esto no puede quedar así. Yo he de vengarme
de alguna manera. Necesito arrancarle los
ojos. ¿No me llama gatita? Pues yo le demos-
traré que cuando llega el caso sé sacar las
uñas. Ya te daré yo gabinetes reservados.
Aquí viene. Disimulemos.
ESCENA VI
ADELINA y PEPE
(Sale elegantemente vestido y con una flor en el ojal de
la levita.) Ya estoy lisio.
Adelina ¡Chico, chico! estás irresistible. Si llegas á ves-
tirte de etiqueta!...
— t4 —
Pepe (Despreciativamente.) Pues... de negro*, ya lo ves;
lo más vulgar.
Adelina (Acercándose á éi.) ¡Hola, holal ¿Y una flor en el
ojal? ¡mal me huelel
Pepe ¿Cómo, que huele mal la flor? (Llevándose la flor
á la nariz.)
Adelina Tú ya me eriiiendes.
Pepe (Aparte.) Está escamada. (Alto.) ¡Pchel Todos mis
amigos lucirán alguna condecoración, y como
además las flores rompen la monotonía de lo
negro...
Adelina Sí, sí; pero es que á pesar de eso hoy me pare-
ces más presumido, más risueño...
Pepe De modo que tú crees...
Adelina Que estás más simpático y seductor que nunca.
Pepe (Aparte.) Si le hago el mismo efecto á la otra...
(Alto.) Mira; vas á hacerme nn favor; anudarme
la corbata. Esta noche no acierto el lazo.
Adelina A ver yo.
Pepe (Arrodillándose á los pies de Adelina que se habrá senta-
do en un diván.)
«Mira aquí á tus plantas pues
todo el altivo rigor...»
Adelina (interrumpiéndole y remedando su voz.)
«De este marido traidor...»
]Ja, ja. jal ¿Crees tú que no sé yo hacer come-
dias? Pues las hago tan bien como tú.
Pepe Ya la creo. Vaya, que se hace tarde.
Adelina (Aparte.) No se cómo no lo estrangulo. (Apretan-
do el nudo.)
Pepe ¡Eh! ¡ehl Cuidado que me lastimas.
Adelina ¿De veras? Cuánto lo siento. Y es que hoy no
se por qué todo me sale mal.
Pepe A ver ahora...
Adelina Oye, ¿tienes por casualidad el periódico de
esta noche?
Pepe No; ¿pero qué deseas saber?
Adelina Si da más detalles del crimen de los Cuatro
Caminos.
Pepe No sabía nada.
Adelina Pues sí, sí; un crimen horroroso. Figúrate que
una pobre mujer ha castigado la infidelidad de
su maridó arrojándole en la cara un frasco de
vitriolo.
— í5 —
Pepe (Poniéndose precipilndamcnte de pie.) [Qué barbarí-
dadl ¿Y todavía te compadeces de esa desdi-
chada y la llamas pobre?
Adelina Naturalmente; estaba en su derecho,
Pepe Nadie lo tiene para cometer un crimen.
Adelina ¿Pero tti tratas de defender al marido?
Pepe Eso nunca; pero francamente, Adelina, el vi-
triolo me parece demasiado. Además, ¿quién
sabe si él tenía razón? Las apariencias enga-
ñan muchas veces.
Adelina Eso es verdad, (con ironía.) Las apariencias en-
gañan. Pero, ¿y si la esposa tenía pruebas?
Pepe En ese caso...
Adelina Sin embargo, yo me pregunto: ¿Es posible que
haya maridos infieles?
Pepe Pocos, muy pocos, Adelina... Yo...
Adelina ¿Tú, qué?
Pepe Yo no conozco á ninguno.
Adelina Lo que yo te aseguro es que si algún día su-
piera que me la pegabas tú..,
Pepe (Sobi-esaiiado.) ¿Qué harías? ¿El vitriolo, eh?
Adelina iQuiál Eso es poco,
Pepe iQué atrocidad! ¿Recurrirías al revólver?
Adelina Eso es poco también.
"epe (Comienza ú ponerse el sobretodo.) [Atiza!
Adelina Yo me presentaría ante mi marido y le diríi
sencillamente: «Caballerito, ha recobrado us-
ted su libertad de acción. (Entono solemne.) Ojo
por ojo, diente por diente.
Pepe (Se quita el sobretodo.) (Aparte.) iZapateta! (Alto.)
¡Mujer, no exageres!
Adelina Pago con la misma moneda.
Pepe No es lo mismo.
Adelina Sí.
Pepe No.
Adelina ¿Por qué? vamos á ver.
Pepe Porque el Código dice... consulta, consulta el
Código y verás lo que dice.
Adelina Sí, sí. Pero á todo esto te estoy entreteniendo
con discusiones inútiles. Después de todo tie-
nes razón; los maridos que engañan á sus muj.'-
res son los menos.
Pepe (Aparte) .Preocupado.) Ojo por OJO y diente pot
diente. Tentado estoy de no salir.
— i6 —
AdsIínS (Se levanta y ayuda á Pepe á ponerse el sobretodo.) ^^
da hombre, ponte el gabán.
Pepe (Aparte.) iQué situaciónl
Adelina Que no vuelvas tarde, ¿lo oyes?
Pepe ¿Tarde? Si tu supieras cuánto siento dejarte
sola,
Adelina Nada, nada; las mujeres debemos imponernos
estos pequeños sacrificios.
Pepe Hasta luego, pues. (Vase lentamente hacia el foro.)
Adelina (Dlríjese precipitadamente á la puerta.) (Aparte.) »t)
no le dejo marchar. (Alto.) Pepe.
Pepe (Se detiene admirado.) ¿Qué quiereí^?
Adelina Que no te dejo ir. (Aparte.) No puedo fingir más
Pepe Pero... ¿por qué?
Adelina ¿Y me lo preguntas?
Pepe Naturalmente,
Adelina Esto ya es el colmo de la desvergüenza.
Pepe Pero mujer, ¿qué es lo que le pasa?
Adelina ¿Que qué me pasa? ]Niégalo si te atrevesl Nié-
galo, hombre, niégalo.
Pepe Bueno, pues lo niego: ya estarás contenta.
Adelina ¿Lo ven ustedes? Ni siquiera tiene el valor de
declarar su falta. Sí señor: llegó la hora. No
dirás que no te avisé á tiempo. Ojo por ojo,
diente por diente.
Pepe ¿Eh?
Adelina Caballero: ha recobrado usted su libertad de
acción y yo la mía.
Pepe Pero, ¿quieres por favor explicarte?
Adelina (imperiosamente.) No se acerque usted á mí, por-
que grito.
Pepe ,'Pretende cogerle una mano.^ EsCUcha, Adelina.
Adelina (Rechazándole.) Eso es; levánteme usted la mano
si se atreve. Pegúeme; es lo único que faltaba
para completar su infamia. [Ay, madre mía!
Pepe Por las once mil vírgenes te ruego que no lla-
mes á tu madre: llama si quieres á la Guardia
civil.
Adelina Le prohibo á usted que en mi presencia
insulte á mi madre. ¡Qué desgraciada soyl
(Llora amargamente.)
Pepe Por los clavos de Cristo; Adelina, vas hacer
que pierda el juicio. Yo no pego á nadie, no
insulto á nadie. Eres tú la que lo dices todo...
— 17 —
Hablas, te excitas, me increpas, gritas, lloras,
y yo continúo sin entender una palabra de lo
que aquí ocurre.
AdOlinA (Seca iierviosaiueiitc los ojos y mirando con fijeza A Pepe,
díceie:) ¿Con que no sabe usted nada? ¿Con que
no entiende usted una palabra de todo esto?
Pues yo se lo explicaré. Por de pronto sepa
usted que yo me voy; no puedo permanecer
un minuto más en esta casa Mi dignidad me lo
impide. ¿Creería usted sin duda que era yo
una niña mema? ¿Si? Pues se ha equivocado.
Búsquese usted quien le borde las zapatillas.
(Tírale el bastidor.) Y quien le COSa el gorro. (ídem.)
Ahí los tiene usted. He dicho.
r6p6 /Recogiendo del suelo dichos objetos.) r erO...
AuBlinS (Se dirige á la primera puerta de la ¡/.(¡uierda, y al llegar
á ella dice:) Váyase usted á buscar á la señorita
Blanca, (Ciena bruscamente la puerta.) (A Pepe, al oír
las últimas palabras de su esposa, le caen de las manos
cl gorro y el bastidor, adoptando una postura de asombro )
ESCENA VII
PEPE, solo
¡Buena, buena, pero buena la hemos hecho 1
[Adiós combinación! [Lo sabe todol ¿Pero
cómo lo ha sabido?... Sí, no puede ser otra
cosa; los empleados de Correos me han hecho
traición. Si lo he dicho siempre. Eso de la
lista de correos es lo más intitil. ¿Quién sería
el imbécil que inventaría la lista de correos?...
(Transición.) Ojo por ojo y diente por diente... Y
después vendrá mi suegra... <¿Qué has hecho,
Pepito?» Porque mi mujer ha empezado por to-
mar un berrinche; pero su madre antes que to-
marlo me lo da... (Pausa.) Cuanto más torturo
el cerebro para poner en claro este enigma,
más me desespero... Vamos á ver: Supongamos
que Adelina se enterase de la primera carta. .
pero de la segunda., ¡imposible! ¡Si la acabo
de recibir!... Luego soy un tonto; sí señor, un
tonto, porque con negarlo todo salía del
paso.,. ¿Y si no me cree?... ¿Qué hará ahora?
— i8 —
(Mira por el ojo de la llave.) Está escribiendo. |Po-
brecital ¡Tan hermosa, tan amable, tan buenal ..
Daría toda mi fortuna por hallarme en este
instante lejos, muy lejos, en la luna, Ya sale.
ESCENA VIII
PEPE y ADELINA
Adelina (Con dignidad.) Caballero; acabo de escribir á mi
abogado y ruego á usted haga llegar á sus
manos esta carta. (Déjala sobre el velador.)
Pepe Pero Adelina...
Adelina Es inútil que usted suplique. Voy á reunir-
me con mi madre.
Pepe Tu no hablas en serio.
Adelina ¿Que no?
Pepe Naturalmente. ¿A qué viene todo esto? Te he
pedido una explicación y todavía estoy espe-
rando saber qué significa toda esa historia de
Blanca con quien no he tenido la menor rela-
ción.
Adelina En cambio está usted al corriente de una
apuesta perdida por un amigo.
Pepe Te diré, te diré; yo la apuesta... ñola he pre-
senciado, pero me la contaron en el Casino,
Adelina ¿De modo que insiste usted en que lo de la
cena es verdad?
Pepe Como que lo es.
Adelina Entonces no tendrá usted inconveniente en
que yo le acompañe.
Pepe No, eso no.
Adelina [Ahí . ¡ahí... ¿Lo ve usted? Hemos concluido.
Pepe ]Hijita, por Dios y por lodos los santosl Se
trata de una cena á la que sólo asistirán hom-
bres.
Adelina Y Blanca con ellos.
Pepe [Dale con Blanca! ¿Quieres hacer el favor de
decirme quién es esa señora?
Adelina ¿Yo? ¿Será usted capaz de negar que la conoce?
Pepe (Con energía.) Toma, lo niego y lo negaré mil ve-
ces.
Adelina (Aparte.) En esto no miente. (Mto.) Pues bien; ya
— 19 —
que usted lo desea, voy á hablar. La apuesta
es mentira, la cena mentira también; los amigos
del Casino un pretexto y el compromiso un
embuste, sí señor, un embuste infame. Todo
mentira, pura mentira.
Pepe Yo te juro...
Adelina No jure usted, grandísimo pillo; no jure usted
porque lo sé todo, incluso la cita en el gabine-
te reservado del Colmado de los Isidros con
una Blanca.
Pepe (Aparte.) I Ábrete tierral .
Adelina ¡Con seguridad que no lo esperaría usted! Y yo
que creía que usted me era fiel, yo que fiaba en
sus promesas y en sus protestas de cariño (Visi-
blemente nerviosa.) [Ahí Pero desde hoy prometo
no disgustarme. Nada de berrenchines ni exal-
taciones; calma, mucha calma. ¿Lo ve usted?
Ya estoy tranquila, completamente tranquila.
Me inspira usted compasión, ¡qué digo compa-
sión! asco. No, no admito disculpas. Por más
que le sería dificilillo encontrar palabras para
disculparse. Por mí, vaya usted á distraerse
con esa señorita que le espera en el gabinete
reservado. ¡Infame! ¡Y yo sin enterarme de
nada! ¡Cómo se habrá reído usted de mil ¡Cómo
se estará riendo todavía! Pero de mí no se ríe
ya ni usted ni nadie, porque ha llegado el día
de su expiación. Sabe Dios el tiempo que habrá
usted estado engañándome! ¡Desde el primer
día de nuestro matrimonio quizá!... ¿Qué? ¿Qué
ibas á decir? No, no mientas más porque no he
de creerte. Has cortado de un golpe el lazo
que nos unía. Todo ha terminado. He dicho
que te calles; calla, porque tus escusas sólo
pueden servir para exarperarme más. iCalla i
¡Calla! ¡Calla!.
(Pausa.) ¿Me permites ya que meta baza, cari-
ta de cielo?
Adelina Le prohibo á usted las zalamerías.
Pepe (Aparte.) Pero, ¿cómo diablos se ha podido en-
terar? Los de Correos... (Alto.) ¡Adelina ado-
radal.. (intenta abrazarla.)
Adelina ¡Cuidadito con que pretenda usted retenerme
por la fuerzal
— 20 —
Pepe Pero, ¿quién te ha contado la historia de
Blanca?
Adelina Usted, sí señor; usted que la lleva escrita en la
frente.
Pepe (Aparte.) No tiene pruebas. (Alto.) Pero, ¿y las
pruebas? vengan las pruebas.
Adelina (Enseñándole la carta.) Aquí la tiene usted.
Pepe (Aparte.) l^e han vendido en Correos, no cabe
duda. (Alto.) Pero...
Adelina Se ha quedado usted hecho de piedra.
Pepe , Esa carta., pues... no dice nada... no prueba
nada...
Adelina jQué descaro!
Pepe Además... esa carta... no es mía.
Adelina jCómoI ¿Que esta no es su letra?
Pepe No señora; es una imitación. Hoy se falsifica
todo. Indudablemente debe ser de algún amigo
que trató de bromearnos. (Aparte.) Si se lo cree
me he salvado.
Adelina ¿De manera que tú sigues resistiéndote á con-
fesar?
Pepe Pero mujer, ¿no te juro que no es mía esta
carta?
Adelina Conocerás entonces la contestación. (Enseñán-
dole otra carta.)
Pepe iQué veo!
Adelina (Leyendo.) «Colmado de los Isidros, gabinete
reservado núm. 13; esta noche iré á reunirme
contigo.
Pepe (Aparte.) Justo: los empleados de Correos, (auo.)
¿Pero quién te ha contado...?
Adelina Blanca ó Adelina... que es lo mismo.
Pepe (Con asombro.) ¿TÚ? ¿Tú?
Adelina Sí señor; yo que quería saber el alcance de su
fidelidad. Adiós. (Trata de marcharse pero la detiene
Pepe.)
Pepe No, no; tú no te vas sola á estas horas.
Adelina Ojo por ojo, diente por diente.
Pepe (Aparte.) Fuí un imbécil al no conocer su letra.
(Alto.) ¡Ahí
Adelina ¿Qué?
Pepe (Ríe á grandes carcajadas.) iJ^, ]a, jal
Adelina ¿Te burlas?
Pepe (Aparte.) Me he salvado. (Alto.) iJa, ja, jal Sí, mu-
— 21
jer, deja que me ría. (Aparte.) Hagamos la última
tentativa.
Adelina Me explicará usted.
Pepe (Aparte.) ¡Valor, Pepito, ó te pierdesl (auo.) Tiene
gracia, muchísima gracia. Vaya, se acabó la
comedia.
Adelina ¿Qué?
Pepe fíigo que se acabó la comedia, ¿No compren-
des, inocente, que todo ha sido una farsa?
Adelina Con que farsa ¿eh?
Pepe Pues claro, toniina. Conocí tu letra y al ver que
los celos te habían puesto la pluma en la mano,
quise darte una lección,
Adelina No, no, no. (Vacilando.) Y te marchabas á la cita.
Pepe ¿Pero crees tú que yo hubiera sido capaz de
marcharme?
Adelina (Dudando aún.) ¿No me engañas?.. ¡Júralol
Pepe Por mi cabeza. (Aparte.) ¡Decapitado I
Adelina (Abrazándole.) ¡Pepel
Pepe ¡Celosillal (Aparte.) ¡Hoy creo en DiosI
Adelina Y yo que dudaba de tí.
Pepe Pues voy á demostrarte lo contrario. (Le entrega
un estuche que saca del bolsillo del sobretodo.)
Adelina ¿Qué es esto?
Pepe Una pulsera que te había comprado para rega-
lártela esta noche. (Aparte.) Era para la otra.
Adelina ¡Qué preciosa esl... Pero di: ¿es para Blanca ó
para mí?
Pepe Para... las dos,
Adelina ¿Me perdonas?
Pepe [No faltaba másl
Adelina ¿Y cenaremos solos en un gabinete reservado?
Con mil amores. (Aparte.) Estaba escrito que yo
cenara en un gabinete reservado. (Alto.) En
marcha. (Le ofrece el brazo que acepta Adelina, y así
cogidos se acercan al proscenio.)
Adelina Desechos ya los errores,
vamos solos á cenar...
Pepe Si alguno de estos señores,
no nos quiere acompañar.
TELÓN
i