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Full text of "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha;"

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X 


DE  DON  JOSEF 


I  de  Armesto  y  Segovia.  | 


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ITALIA -ESPAÑA 


EX-LIBRIS 
M.  A.  BUCHANAN 


^^-^ 


PRESENTED  TO 

THE    LIBRARY 

BY 

PROFESSOR  MILTON  A.  BUCHANAN 

OF  THE 
DEPARTMENT  OF  ITALÍAN  AND  SPAXISH 

1906-1946 


LS 

EL    INGENIOSO    HIDALGO 

DON    QUIXOTE 
DE     LA     MANCHA 

COMPUESTO 

POR  MIGUEL  DE  CERVANTES 
SAAVEDRA 

CORRECrVO      DEXUEVO     ,     CO.V     NUEVAS 

2>0TAS  ,    CON     NUEVAS     VIÑETAS    ,     CON 

NUEVO     ANÁLISIS   ,    Y     CON      LA      VIDA 

DE     EL     AUTOR    NUEVAMENTE 

AUMENTADA 

POR  DON  JUAN  ANTONIO  PELLICER 

BIBLIOTECARIO  DE  S.  M.    Y    ACi.DEMICO  DE 

NUMERO    DE    LA    REAL    ACADEMIA 

DE    LA    HISTORIA. 

PARTE  PRIMERA. 

TOMO  lU. 


EM   MADRID 

POR     DON     GABRIEL     DE     SANCHA 

AÑO    D£    MDCCLXXXXIX. 


{ 


I 


TABLA 

DE   LOS  capítulos  QUE    CONTIENE 

ESTE    TOMO    TERCERO. 


V>iiP.  xxvn.  Ue  como  salieron  con  su 
intención  el  Cura  y  el  Barbero, 
con  otras  cosas  dignas  de  que  se 
cuenten  en  esta  grande  historia.  Pag.  I 

CAP.  XXVIII.  Que  trata  de  la  nueva  y 
agradable  aventura  que  al  Cura 
y  Barbero  sucedió  en  la  misma 
sierra.  37 

CAP.  XXIX.  Que  trata  del  gracioso  ar- 
tificio y  orden  que  se  tubo  en  sa- 
car á  nuestro  enamorado  Caba- 
llero de  la  asferisima  penitencia 
en  que  se  habia  puesto.  68 

CAP.  XXX.  Qtie  trata  de  la  discreción 
de  la  hermosa  Dorotea,  con  otras 
cosas  de  mucho  gusto  y  pasa- 
tiempo. 93 

CAP.  XXXI.  J}€  los  sabrosos  razona- 
mientos que  pasaron  entre  Don 


Quixote  y  Sancho  Panza  su  es- 
cudero ,  con  otros  sucesos;.  II5 

CAP.  XXXII.  Que  trata  de  lo  que  su- 
cedió en  la  venta  á  toda  la  qua- 
drilla  de  Don  Quixote.  1 34 

CAP.  XXXIII.  Donde  se  cuenta  la  no- 
vela del  Curioso  Impertinente.       T4S 

CAP.  XXXIV.  Donde  se  prosigue  la  no- 
vela del  Curioso  Impertinente.        1 89 

CAP.  XXXV.  Q,ue  trata  de  la  braz'a  y 
descomunal  batalla,  que  Don  Qui- 
xote tubo  con  vjios  cueros  de  vi- 
no tinto,  y  se  da  fin  á  la  nove- 
la del  Curioso  Impertinente.  229 

CAP.  XXXVI.  Que  trata  de  otros  raros 
sucesos  que  en  la  venta  sucedie- 
ron. 247 


EL   INGENIOSO  HIDALGO 

DON  QUIXOTE 

DE    LA    MANCHA. 

PARTE  PRIMARA, 


CAPITULO    XXVII. 

DE    COMO    SALIERON    CON    SU    INTENCIÓN 
EL    CURA    Y    EL    BARBERO  ,   CON   OTRAS   CO- 
SAS   DIGNAS    DE     QUE    SE    CUENTEN     EN 
E5TA   GRANDE    HISTORIA. 


Nc 


O  le  pareció  mal  al  Barbero  la  inven- 
ción del  Cura  ,  sino  tan  bien  ,  que  luego 
la  pusieron  por  obra:  pidiéronle  á  la  ven- 
tera una  saya  y  unas  tocas,  dexandole  en 
prendas  una  sotana  nueva  del  Cura  :  el 


2  DON    QUffXOTE. 

Barbero  hizo  una  gran  barba  de  una  cola 
rucia  ó  roxa  de  buey  ,  donde  el  ventero 
tenia  colgado  el  peyne.  Preguntóles  la  ven- 
tera que  para  que  le  pedían  aquellas  co- 
sas. El  Cura  le  contó  en  breves  razones  la 
locura  de  Don  Quixote  ,  y  como  convenia 
aquel  disfraz  para  sacarle  de  la  montaña, 
donde  á  la  sazón  estaba.  Cayeron  luego  el 
ventero  y  la  ventera  en  que  el  loco  era  su 
huésped  el  del  balsamo,  y  el  amo  del  man- 
teado escudero  ,  y  contaron  al  Cura  todo 
lo  que  con  el  les  habia  pasado  ,  sin  callar 
lo  que  tanto  callaba  Sancho.  En  resolución 
la  ventera  vistió  al  Cura  de  modo  que  no 
habia  mas  que  ver  :  púsole  una  saya  de 
paño  ,  llena  de  faxas  de  terciopelo  negro 
de  un  palmo  en  ancho  ,  todas  acuchilla- 
das ,  y  unos  corpinos  de  terciopelo  verde 
guarnecidos  con  unos  ribetes  de  raso  blan- 
co, que  se  debieron  de  hacer  ellos  y  la  sa- 
ya en  tiempo  del  rey  Vamba.  No  consin- 
tió el  Cura  que  le  tocasen  ,  sino  púsose  en 
la  cabeza  un  birretillo  de  lienzo  colchado, 
que  llevaba  para  dormir  de  noche  ,  y  ci- 
ñóse por  la  frente  una  liga  de  tafetán  ne- 


PARTE    1.  CAP.    XXVri.  5 

gro,  y  con  otra  liga  hizo  antifaz ,  con  que 
se  cubrió  muy  bien  las  barbas  y  el  res- 
tro  :  encasq-uetose  su  sombrero  ,  que  era 
tao  grande  ,  que  le  podía  serrir  de  quita- 
sol, y  cubriéndose  el  herreruelo ,  subió  en 
su  muía  á  mugeriegas,  y  el  Barbero  en  la 
suya,  con  su  barba  que  le  llegaba  á  la  cin- 
tura ,  entre  roxa  y  blanca  ,  como  aquella 
que  como  se  ha  dicho  era  hecha  de  la  co- 
la de  un  buey  barroso.  Despidiéronse  de 
todos  y  de  la  buena  de  Maritornes  ,  que 
prometió  de  rezar  un  rosario  aunque  pe- 
cadora porque  Dios  les  diese  buen  suceso 
en  tan  arduo  y  tan  cristiano  negocio ,  co- 
mo era  el  que  habían  emprendido.  .^las 
apenas  hubo  salido  de  la  venta  ,  quando 
ie  vino  al  Cura  ua  pensamienco  :  que  ha- 
cia mal  en  haberse  puesto  de  aqueüa  ma- 
cera, por  ser  cosa  indecente  que  un  sacer- 
dote se  pusiese  asi  ,  aunque  le  fuese  ma- 
cho en  ello  ;  y  díciendoselo  al  Barbero  .  le 
rogo  que  trocasen  trages,  pues  era  mas  ius- 
to  que  el  fuese  la  donceUa  menesterosa  ,  j 
que  el  haría  el  escudero,  y  que  asi  se  p^ 
fanaba  menos  su  dignidad  ,  y  que  si  no  lo 


4  3>0N    QUIXOTE. 

quería  hacer,  determinaba  de  no  pasar  ade- 
lante, aunque  á  Don  Quixote  se  le  llevase 
el  diablo.  En  esto  llegó  Sancho  ,  y  de  ver 
á  los  dos  en  aquel  trage  ,  no  pudo  tener 
la  risa.  Enefeto  el  Barbero  vino  en  todo 
aquello  que  el  Cura  quiso  ,  y  trocando  la 
invención  ,  el  Cura  le  fue  informando  el 
modo  que  había  de  tener ,  y  las  palabras 
que  había  de  decir  á  Don  Quixote  para 
moverle  y  forzarle  á  que  con  él  se  vinie- 
se ,  y  dexase  la  querencia  del  lugar  que 
habia  escogido  para  su  vana  penitencia. 
El  Barbero  respondió  que  sinque  se  le  die- 
se lición ,  el  lo  pondría  bien  en  su  punto> 
no  quiso  vestirse  por  entonces  hasta  que 
estubiese  junto  de  donde  Don  Quixote  es- 
taba ,  y  asi  dobló  sus  vestidos  ,  y  el  Cura 
acomodó  su  barba  ,  y  siguieron  su  cami- 
no ,  guiandolos  Sancho  Panza.  El  qual  les 
fue  contando  lo  que  les  aconteció  con  el 
loco  que  hallaron  en  la  sierra  ,  encubrien- 
do empero  el  hallazgo  de  la  maleta  y  de 
quanto  en  ella  venia  :  que  maguer  que  ton- 
to, era  un  poco  codicioso  el  mancebo.  Otro 
dia  llegaron  al  lugar ,  donde  Sancho  habia 


PARTE  I.  CAP.  XXVir.  $ 

dexado  puestas  las  señales  de  las  ramas 
para  acertar  el  lugar  donde  había  dexado 
á  su  señor ,  y  en  reconociéndole  les  dixo 
como  aquella  era  la  entrada  ,  y  que  bien 
se  podían  vestir,  sí  era  que  aquello  hacía 
al  caso  para  la  libertad  de  su  señor :  por- 
que ellos  le  habian  dicho  antes  que  el  ir 
de  aquella  suerte  y  vestirse  de  aquel  mo- 
do era  toda  la  importancia  para  sacar  á 
su  amo  de  aquella  mala  vida  que  habia 
escogido,  y  que  le  encargaban  mucho  que 
no  dixese  á  su  amo  quien  ellos  eran  ,  ni 
que  los  conocia  ;  y  que  si  le  preguntase, 
como  se  lo  habia  de  preguntar ,  si  dio  la 
carta  á  Dulcinea,  dixese  que  sí,  y  que  por 
no  saber  leer  le  había  respondido  de  pa- 
labra, diciendole  :  que  le  mandaba,  sope- 
ña de  la  su  desgracia  ,  que  luego  al  mo- 
mento se  viniese  á  ver  con  ella  ,  que  era 
cosa  que  le  importaba  mucho;  porque  con 
esto  y  con  lo  que  ellos  pensaban  decirle, 
tenían  por  cosa  cierta  reducirle  á  mejor 
vida  ,  y  hacer  con  él  que  luego  se  pusiese 
en  camino  para  ir  á  ser  Emperador  ó  Mo- 
narca ,  que  en  lo  de  ser  Arzobispo  no  ha- 


6  BON    QOIXOTE. 

bia  de  qué  temer.  Todo  lo  escuchó  San- 
cho ,  y  lo  tomó  muy  bien  en  la  memoria, 
y  les  agradeció  mucho  la  intención  que 
tenia n  de  aconsejar  á  su  señor  fuese  Em- 
perador ,  y  no  Arzobispo  ,  porque  él  tenia 
para  sí  que  para  hacer  mercedes  á  sus  es- 
cuderos mas  podían  los  Emperadores  que 
los  Arzobispos  andantes  :  también  les  d¡- 
xo  que  seria  bien  que  él  fuese  delante  á 
buscarle  ,  y  darle  la  respuesta  de  su  se- 
ñora ,  que  ya  seria  ella  bastante  á  sacarle 
de  aquel  lugar  sinque  ellos  se  pusiesen  en 
tanto  trabajo.  Parecióles  bien  lo  que  San- 
cho Panza  decia  ,  y  asi  determinaron  de 
aguardarle  hasta  que  volviese  con  las  nue- 
vas del  hallazgo  de  su  amo.  Entróse  San- 
cho por  aquellas  quebradas  de  la  sierra, 
■dexando  á  los  dos  en  una  ,  por  donde  cor- 
ría un  pequeño  y  manso  arroyo  ,  á  quien 
hacian  sombra  agradable  y  fresca  otras  pe- 
fias  y  algunos  arboles  que  por  alli  esta- 
ban. El  calor  y  el  dia  que  alli  llegaron  era 
de  ios  del  mes  de  Agosto  ,  que  por  aque- 
llas partes  suele  ser  el  ardor  muy  grande, 
la  hora  de  las  tres  de  la  tarde  :  todo  lo 


PARTE   T.   CAP.   XXVir.  »f 

qual  hada  al  sitio  mas  agradable ,  y  que 
convidase  á  que  en  él  esperasen  la  vuelta 
de  Sancho,  como  lo  hicieron. 

Estando  pues  los  dos  allí  sosegados  y  á 
la  sombra,  llegó  á  sus  oídos  una  voz,  que 
sin  acompañarla  son  de  algún  otro  instru- 
mento, dulce  y  regaladamente  sonaba,  de 
que  no  poco  se  admiraron  ,  por  parecerles 
que  aquel  no  era  lugar  donde  pudiese  ha- 
ber quien  tan  bien  cantase  ^  porque  aun- 
que suele  decirse  que  por  las  selvas  y  cam- 
pos se  hallan  pastores  de  voces  estrema- 
das ,  mas  son  encarecimientos  de  poetas 
que  verdades  ;  y  mas  quando  advirtieron 
que  lo  que  oian  cantar  eran  versos,  no  de 
rústicos  ganaderos ,  sino  de  discretos  cor- 
tesanos ,  y  confirmó  esta  verdad  haber  si- 
do los  versos  ,  que  oyeron  ,  estos: 

^f  uien  menoscaba  mis  bienes? 

Desdenes. 
Y  quien  aumenta  mis  duelos? 

Los  zelos. 
y  quien  prueba  mi  paciencia? 

Ausencia, 


DON    QUIXOTE. 

De  ese  modo  en  mi  dolencia 
Ningún  remedio  se  alcanza. 
Pues  me  matan  la  esperanza 
Desdenes ,  zeios  y  ausencia. 

Quien  me  causa  este  dolor? 

Amor. 
y  quien  mi  gloria  repuna  1 

Fortuna. 
y  quien  consiente  mi  duelo? 

El  cielo. 
De  ese  modo  yo  recelo 
Morir  deste  mal  estraño, 
Pues  se  aunan  en  mi  daña 
Amor  ,  fortuna  y  el  cielo. 

Quien  mejorará  mi  suerte? 
La  muerte. 

Y  el  bien  de  amor  quien  le  alcanza? 

Mudanza. 

Y  sus  males  quien  los  cura? 

Locura. 
De  ese  modo  no  es  cordura 
Querer  curar  la  pasión, 
Quando  los  remedios  soh 
Muerte  ,  mudanza  y  locura. 


PARTE  I.  CAP.  XXVir.  ^ 

La  hora  ,  el  tiempo,  la  soledad,  la  voz 
y  la  destreza  del  que  cantaba ,  causó  ad- 
miración y  contento  en  los  dos  oyentes, 
los  quales  se  estubieron  quedos  ,  esperan- 
do si  otra  alguna  cosa  oían  ;  pero  viendo 
que  duraba  algún  tanto  el  silencio,  deter- 
minaron de  salir  á  buscar  el  músico ,  que 
con  tan  buena  voz  cantaba ;  y  queriéndolo 
poner  en  efeto,  hizo  la  misma  voz  que  no 
se  moviesen  ^  la  qual  llegó  denuevo  á  sus 
oídos,  cantando  este  snnptn. 

SONETO. 

Santa  amistad,  que  con  ligeras  alas, 
Tu  apariencia  quedándose  en  el  suelo, 
Entre  benditas  almas  en  el  cielo 
Subiste  alegre  á  las  impireas  salas: 

Desde  alia  quando  quieres  nos  señalas 
La  justa  paz  cubierta  con  un  velo, 
Por  quien  á  veces  se  trasluce  el  zelo 
De  buenas  obras ,  que  á  la  fin  son  malas, 

Dexa  el  cielo,  ó  amistad,  ó  no  permitas 
Que  el  engaño  se  vista  tu  librea. 
Con  que  destruye  á  la  intención  sincera: 


10  DON    QUIXOTE. 

Que  si  tus  apariencias  no  le  quitas, 
Presto  lia  de  verse  el  mundo  en  la  pelea 
De  la  discorde  confusión  primera. 

El  canto  se  acabó  con  un  profundo  sus- 
piro ,  y  los  dos  con  atención  volvieron  á 
esperar  si  mas  se  cantaba  ;  pero  viendo 
que  la  música  se  habia  vuelto  en  sollozos 
y  en  lastimeros  ayes  ,  acordaron  de  saber 
quien  era  el  triste  ,  tan  estremado  en  la 
voz  ,  como  doloroso  en  los  gemidos  ;  y  no 
andubieron  mucho  ,  quando  al  volver  de 
una  punta  de  una  pena  vieron  á  un  hom- 
bre del  mismo  talle  y  figura  que  Sancho 
Panza  les  habia  pintado  quando  les  contó 
el  cuento  de  Cardenio  :  el  qual  hombre, 
quando  los  vio  ,  sin  sobresaltarse  estubo 
quedo  con  la  cabeza  inclinada  sobre  el  pe- 
cho á  guisa  de  hombre  pensativo  ,  sin  al- 
zar los  ojos  á  mirarlos  mas  de  la  vez  pri- 
mera quando  deimproviso  llegaron.  El 
Cura  ,  que  era  hombre  bien  hablado  (co- 
mo el  que  ya  tenia  noticia  de  su  desgra- 
cia ,  pues  por  las  señas  le  habia  conocido) 
se  llegó  á  él ,  y  con  breves  aunque  muy 


PARTE   I.   CAP.  XXVII.  II 

discretas  razoneá  le  rogo  y  persuadió  que 
aquella  tan  miserable  vida  dexase  ,  por- 
que alli  no  la  perdiese  ,  que  era  la  desdi- 
cha mayor  de  las  desdichas.  Estaba  Cár- 
denlo entonces  en  su  entero  juicio  ,  libre 
de  aquel  furioso  acídente  ,  que  tan  ame- 
nudo  le  sacaba  de  sí  mismo;  y  asi,  viendo 
á  los  dos  en  trage  tan  no  usado  de  los  que 
por  aquellas  soledades  andaban  ,  no  dexd 
de  admirarse  algún  tanto  ,  y  mas  quando 
oyó  que  le  hablan  hablado  en  su  negocio, 
como  en  cosa  sabida  ,  porque  las  razones 
que  el  Cura  le  dixo  asi  lo  dieron  á  en- 
tender, y  asi  respondió  desta  manera :  bien 
veo  yo  ,  señores  ,  quienquiera  que  seáis, 
que  el  cielo ,  que  tiene  cuidado  de  socor- 
rer á  los  buenos  ,  y  aun  á  los  malos  mu- 
chas veces,  sin  yo  merecerlo  me  envia  en 
estos  tan  remotos  y  apartados  lugares  del 
trato  común  de  las  gentes  algunas  perso- 
nas ,  que  poniéndome  delante  de  los  ojos 
con  vivas  y  varias  razones  quan  sin  ella 
ando  en  hacer  la  vida  que  hago,  han  pro- 
curado sacarme  desta  á  mejor  parte;  pero 
«orno  no  saben  que  sé  yo  que  en  salien- 


12  DON    QUIXOTE. 

do  deste  daño  he  de  caer  en  oíro  mayor, 
quiza  me  deben  de  tener  por  hombre  de 
flacos  discursos  ,  y  aun  lo  que  peor  seria, 
por  de  ningún  juicio  i  y  no  seria  marabi- 
Ua  que  asi  fuese,  porque  á  mí  se  me  tras- 
luce que  la  fuerza  de  la  imaginación  de 
mis  desgraciases  tan  intensa, y  puede  tan- 
to en  mi  perdición  ,  que  sinque  yo  pueda 
ser  parte  á  estorbado,  vengo  á  quedar  co- 
mo piedra ,  falto  de  todo  buen  sentido  y 
conocimiento ;  y  vengo  á  caer  en  la  cuen- 
ta desta  verdad  ,  quando  algunos  me  di- 
cen y  muestran  señales  de  las  cosas  que 
he  hecho  entanto  que  aquel  terrible  ací- 
dente me  señorea  ,  y  no  sé  mas  que  do- 
lerme  envano  ,  y  maldecir  sin  provecho 
mi  ventura  ,  y  dar  por  disculpa  de  mis 
locuras  el  decir  la  causa  dellas  á  quantos 
oírla  quieren  ,  porque  viendo  los  cuerdos 
qual  es  la  causa  ,  no  se  marabiUarán  de 
los  efetos,  y  si  no  me  dieren  remedio ,  a- 
lomenos  no  me  darán  culpa  ,  convirtien- 
doseles  el  enojo  de  mi  desenvoltura  en  las- 
tima de  mis  desgracias  :  y  si  es  que  vos- 
otros ,  señores,  venis  con  la  misma  inten- 


PARTE   I.   CAP,   XXVII.  1 3 

cion  que  otros  han  venido ,  antes  que  pa- 
séis adelante  en  vuestras  discretas  persua- 
siones ,  os  ruego  que  escuchéis  el  cuento, 
que  no  le  tiene,  de  mis  desventuras,  por- 
que quiza  después  de  entendido  ,  ahorra- 
réis del  trabajo  que  tomareis  en  consolar 
un  mal  que  de  todo  consuelo  es  incapaz. 
Los  dos  ,  que  no  deseaban  otra  cosa  que 
saber  de  su  misma  boca  la  causa  de  su  da- 
ño ,  le  rogaron  se  la  contase  ,  ofreciéndole 
de  no  hacer  otra  cosa  de  la  que  el  quisiese 
en  su  remedio  ,  ó  consuelo  :  y  con  esto  el 
triste  caballero  comenzó  su  lastimera  his- 
toria casi  por  las  mesmas  palabras  y  pa- 
sos que  la  habia  contado  á  Don  Quixote 
y  al  cabrero  pocos  dias  atrás,  quando  por 
ocasión  del  maestro  Elisabat,y  puntuali- 
dad de  Don  Quixote  en  guardar  pl  deco- 
ro á  la  Caballería,  se  quedó  el  cuento  im- 
perfeto ,  como  la  historia  lo  dexa  conta- 
do ;  pero  ahora  quiso  la  buena  suerte  que 
se  detubo  el  acídente  de  la  locura  ,  y  le 
dio  lugar  de  contarlo  hasta  el  fin.  Y  asi 
llegando  al  paso  del  billete  que  habia  ha- 
llado Don  Fernando  entre  el  libro  de  Ama- 


14  DON    QUIXOTE. 

dís  de  Gaula ,  dixo  Cardeaio  que  le  tenia 
bien  en  la  memoria  ,  y  que  decia  desta 
manera. 

IVSCINDA   A   CARDENIO. 

„  Cada  dia  descubro  en  vos  valores  que 
„  me  obligan  y  fuerzan  á  que  en  mas  os 
„  estime  ,  y  asi  ,  si  quisieredes  sacarme 
„  desta  deuda  sin  executarme  en  la  honra, 
„  lo  podréis  muy  bien  hacer  :  padre  tengo 
„  que  os  conoce,  y  que  me  quiere  bien,  el 
„  qual  sin  forzar  mi  voluntad  cumplirá  la 
„  que  sera  justo  que  vos  tengáis,  si  es  que 
„  me  estimáis, como  decis  y  como  yo  creo." 

Por  este  billete  me  moví  á  pedir  á  Lus- 
cinda  por  esposa,  como  ya  os  he  contado, 
y  este  fue  por  quien  quedó  Luscinda  en  la 
opinión  de  Don  Fernando  por  una  de  las 
mas  discretas  y  avisadas  mugeres  de  su 
tiempo,  y  este  billete  fue  el  que  le  puso 
en  deseo  de  destruirme  antes  que  el  mió 
se  efetuase :  dixele  yo  á  Don  Fernando  en 
lo  que  reparaba  el  padre  de  Luscinda,  que 
era  en  que  mi  padre  se  la  pidiese,  lo  qual 


PARTE  I.    CAP.   XXVir.  I^ 

yo  no  le  osaba  decir,  temeroso  que  no  ven- 
dría en  ello  ,  no  porque  no  tubiese  bien 
conocida  la  calidad,  bondad,  virtud  y  her- 
mosura de  Luscinda  ,  y  que  tenia  partes 
bastantes  para  ennoblecer  qualquier  otro 
linage  de  España  ,  sino  porque  yo  enten- 
día del  que  deseaba  que  no  me  casase  tan 
presto ,  hasta  ver  lo  que  el  duque  Ricar- 
do hacia  conmigo  :  en  resolución  le  dixe 
que  no  me  aventuraba  á  decírselo  á  mi 
padre,  asi  por  aquel  inconveniente,  como 
por  otros  muchos  que  me  acobardaban,  sin 
saber  quales  eran,  sino  que  me  parecía  que 
lo  que  yo  desease  jamas  había  de  tener 
efeto.  A  todo  esto  me  respondió  Don  Fer- 
nando que  el  se  encargaba  de  hablar  á  mi 
padre ,  y  hacer  con  el  que  hablase  al  de 
Luscinda.  O  Mario  ambicioso!  ó  Catilina 
cruel!  ó  Sila  facineroso!  ó  GaJalon  em- 
bustero! ó  Vellido  traidor!  ó  Julián  ven- 
gativo! ó  Judas  coJicioso!  Traidor,  cruel, 
vengativo  y  embustero  ,  ¿que  deservicios 
te  había  hecho  este  triste ,  que  con  tanta 
llaneza  te  descubrió  los  secretos  y  conten- 
tos de  su  corazón?  qué  ofensa  te  hice?  qué 


l6  DON    QUIXOTI. 

palabras  te  dixe,  ó  qué  consejos  te  di,  que 
no  fuesen  todos  encaminados  á  acrecentar 
tu  honra  y  tu  provecho?  mas  de  que  me 
quejo ,  desventurado  de  mí !  pues  es  cosa 
cierta  que  quando  traen  las  desgracias  la 
corriente  de  las  estrellas  ,  como  vienen  de 
alto  abaxo  ,  despeñándose  con  furor  y  con 
violencia  ,  no  hay  fuerza  en  la  tierra  que 
las  detenga,  ni  industria  humana  que  pre- 
venirlas pueda?  ¡quien  pudiera  imaginar 
que  Don  Fernando,  caballero  ilustre,  dis- 
creto ,  obligado  de  mis  servicios  ,  podero- 
so para  alcanzar  lo  que  el  deseo  amoroso 
le  pidiese  dondequiera  que  le  ocupase  ,  se 
había  de  enconar  ,  como  suele  decirse,  en 
tomarme  á  mí  una  sola  oveja,  que  aun  no 
poseia!  pero  quédense  estas  consideracio- 
nes aparte,  como  inútiles  y  sin  provecho, 
y  añudemos  el  roto  hilo  de  mi  desdicha- 
da historia.  Digo  pues  que  pareciendole  á 
Don  Fernando  que  mi  presencia  le  era  in- 
conveniente para  poner  en  execucion  su 
falso  y  mal  pensamiento,  determinó  de  en- 
viarme á  su  hermano  mayor  con  ocasión 
de  pedirle  unos  dineros  para  pagar  seis  ca- 


PARTE    I.    CAP.    XXVII.  J? 

ballos ,  que  de  industria,  y  solo  para  este 
efeto  de  que  me  ausentase  (para  poder  me- 
jor salir  con  su  dañado  intento)  el  mismo 
día  que  se  ofreció  á  hablar  á  mi  padre 
los  compró,  y  quiso  que  yo  viniese  por  el 
dinero.  Pude  yo  prevenir  esta  traición? 
pude  por  ventura  caer  en  imaginarla?  no 
por  cierto,  antes  con  grandisimo  gusto  me 
ofreci  á  partir  luego  ,  contento  de  la  bue- 
na compra  hecha.  Aquella  noche  hablé  con 
Luscinda  ,  y  le  dixe  lo  que  con  Don  Fer- 
nando quedaba  concertado  ,  y  que  tubie- 
se  firme  esperanza  de  que  tendrían  efeto 
nuestros  buenos  y  justos  deseos.  Ella  me 
dixo  ,  tan  segura  como  yo  de  la  traición 
de  Don  Fernando  ,  que  procurase  volver 
presto  ,  porque  creia  que  no  tardarla  mas 
la  conclusión  de  nuestras  voluntades  que 
tardase  mi  padre  de  hablar  al  suyo.  No 
sé  que  se  fue  que  ,  en  acabando  de  decir- 
me esto  ,  se  le  llenaron  los  ojos  de  lagri- 
mas, y  un  nudo  se  le  atravesó  en  la  gar- 
ganta ,  que  no  le  dexaba  hablar  palabra 
de  otras  muchas  que  me  pareció  que  pro- 
curaba decirme  :  quedé  admirado  deste 
r.  ///.  B 


jg  DON    QUIXOTE. 

nuevo  acídente  hasta  alli  jamas  en  ella  vis- 
to ,  porque  siempre  nos  hablábamos  ,  las 
veces  que  la  buena  fortuna  y  mi  diligen- 
cia lo  concedia,  con  todo  regocijo  y  con- 
tento, sin  mezclar  en  nuestras  platicas  la- 
grimas ,  suspiros ,  zelos ,  sospechas  ,  ó  te- 
mores :  todo  era  engrandecer  yo  mi  ven- 
tura, por  habérmela  dado  el  cielo  por  se- 
ñora :  exageraba  su  belleza  ,  admirábame 
de  su  valor  y  entendimiento  :  volvíame 
ella  el  recambio  ,  alabando  en  mí  lo  que 
como  enamorada  le  parecía  digno  de  ala- 
banza :  con  esto  nos  contábamos  cien  mil 
niñerías  y  acaecimientos  de  nuestros  veci- 
nos y  conocidos,  y  á  lo  que  mas  se  esten- 
dia  mí  desenvoltura  ,  era  á  tomarle  casi 
por  fuerza  una  de  sus  bellas  y  blancas  ma- 
nos, y  llegarla  á  mi  boca,  según  daba  lu- 
gar la  estrecheza  de  una  baxa  reja  que  nos 
dividía;  pero  la  noche,  que  precedió  al  tris- 
te dia  de  mí  partida ,  ella  lloró  ,  gimió  y 
suspiró,  y  se  fue,  y  me  dexó  lleno  de  con- 
fusión y  sobresalto  ,  espactado  de  haber 
visto  tan  nuevas  y  tan  tristes  muestras  de 
dolor  y  seatimieoto  en  J-uscinda ;  pero  por 


PARTE    I.    CAP.    XXVir.  IC) 

no  destruir  mis  esperanzas  ,  todo  lo  atri- 
buí á  la  fuerza  del  amor  que  mt  tenia  ,  y 
al  dolor  que  suele  causar  la  ausencia  en 
los  que  bien  se  quieren:  enfin  yo  me  partí 
triste  y  pensativo  ,  llena  el  alma  de  ima- 
ginaciones y  sospechas  ,  sin  saber  lo  que 
sospechaba,  ni  imaginaba  :  claros  indicios 
que  mostraban  el  triste  suceso  y  desven- 
tura que  me  estaba  guardada.  Llegue  al 
lugar  donde  era  enviado  :  di  las  cartas  al 
hermano  de  Don  Fernando:  fui  bien  rece- 
bido,  pero  no  bien  despachado,  porque  me 
mandó  aguardar  bien  á  mi  disgusto  ocho 
dias  ,  y  en  parte  donde  el  Duque  su  padre 
no  me  viese,  porque  su  hermano  le  escri- 
bía que  le  enviase  cierto  dinero  sin  su  sa- 
biduría :  y  todo  fue  invención  del  falso 
Don  Fernando  ,  pues  no  le  faltaban  á  su 
hermano  dineros  para  despacbarrrie  lue- 
go :  orden  y  mandato  fue  este  ,  que  me 
puso  en  condición  de  no  obedecerle  ,  por 
parecerme  imposible  sustentar  tantos  dias 
la  vida  en  el  ausencia  de  Luscinda,  y  mas 
habiéndola  dexado  con  la  tristeza  que  os 
he  contado  ^  pero  con  todo  esto  obedecí 

B2 


20  DON    QUIXOTE. 

como  buen  criado  ,  aunque  veía  que  había 
de  ser  á  e^sta  de  mi  salud.  Pero  á  los  qua- 
tro  dias  que  alli  llegué  ,  llegó  un  hom- 
bre en  mi  busca  con  una  carta  que  me  dio, 
que  en  el  sobrescrito  conocí  ser  de  Lus-» 
cinda,  porque  la  letra  del  era  suya:  abrí- 
la  temeroso  y  con  sobresalto,  creyendo  que 
cosa  grande  debia  de  ser  la  que  la  había 
movido  á  escribirme,  estando  ausente,  pues 
presente  pocas  veces  lo  hacia  :  pregúntele 
al  hombre  antes  de  leerla  quién  se  la  ha- 
bía dado,  y  el  tiempo  que  había  tardado 
en  el  camino.  Dixome  que  acaso  pasando 
por  una  calle  de  la  ciudad  á  la  hora  de 
mediodía,  una  señora  muy  hermosa  le  lla- 
mó desde  una  ventana  ,  los  ojos  llenos  de 
lagrimas ,  y  que  con  mucha  priesa  le  di- 
xo  :  hermano  ,  sí  sois  cristiano  como  pa- 
recéis ,  por  amor  de  Dios  os  ruego  que  en- 
caminéis luego  luego  esta  carta  al  Lugar  y 
á  la  persona  que  dice  el  sobrescrito  ,  que 
todo  es  bien  conocido  ,  y  en  ello  haréis  un 
gran  servicio  á  nuestro  Señor;  y  para  que 
no  os  falte  comodidad  de  poderlo  hacer, 
tomad  lo  que  va  en  este  pañuelo :  y  di- 


PAnTE  r.  CAP.  xxvrr.  21 

cíendo  esto  ,  rae  arrojó  por  la  ventana  ua 
pañuelo  ,  donde  venían  atados  cien  reales 
y  esta  sortija  de  oro,  que  aqui  traygo  con 
esa  carta  que  os  he  dado  :  y  luego  sin 
aguardar  respuesta  mía  se  quitó  de  la  ven- 
tana ,  aunque  primero  vio  cómo  yo  tomé 
la  carta  y  el  pañuelo  ,  y  por  señas  le  dixe 
que  haria  lo  que  me  mandaba:  y  asi  vién- 
dome tan  bien  pagado  del  trabajo  que  po- 
día tomar  en  traérosla;  y  conociendo  por 
el  sobrescrito  que  erades  vos  á  quien  se 
enviaba  ,  porque  yo  ,  señor  ,  os  conozco 
muy  bien;  y  obligado  asimismo  de  las  la- 
grimas de  aquella  hermosa  señora,  deter- 
mine de  no  fiarme  de  otra  persona  ,  sino 
venir  yo  mismo  á  dárosla ,  y  en  diez  y 
seis  horas,  que  ha  que  se  me  dio,  he  he- 
cho el  camino  que  sabéis  ,  que  es  de  diez 
y  ocho  leguas.  Entanto  que  el  agradecido 
y  nuevo  correo  esto  me  decía  ,  estaba  yo 
colgado  de  sus  palabras,  temblandome  las 
piernas  de  manera,  que  apenas  podía  sos- 
tenerme. Enefeto  abrí  la  carta  ,  y  vi  que 
contenia  estas  razones. 

3,  La  palabra,  que  Don  Fernando  os  di» 


22  DON    QUIXOTE. 

„  de  hablar  á  vuestro  padre  para  que  ha- 
„  blase  al  mió  ,  la  ha  cumplido  mucho 
„  mas  en  su  gusto,  que  en  vuestro  prove- 
„  cho.  Sabed  ,  señor  ,  que  él  me  ha  pedi- 
„  do  por  esposa  ,  y  mi  padre  llevado  de 
„  la  ventaja  ,  que  él  piensa  que  Don  Fer- 
„  nando  os  hace  ,  ha  venido  en  lo  que 
„  quiere  con  tantas  veras  ,  que  de  aqui  á 
,,  dos  dias  se  ha  de  hacer  el  desposorio, 
„  tan  secreto  y  tan  á  solas  ,  que  solo  han 
„  de  ser  testigos  los  cielos  y  alguna  gente 
„  de  casa.  Qual  yo  quedo  imaginaldo :  si 
„  os  cumple  venir  veldo  :  y  si  os  quiero 
„  bien,  ó  no,  el  suceso  deste  negocio  os  lo 
„  dará  á  entender.  A  Dios  plega  que  esta 
„  llegue  á  vuestras  manos  antes  que  la  mia 
„  se  vea  en  condición  de  juntarse  con  la 
5,  de  quien  tan  mal  sabe  guardar  la  fe  que 
„  promete." 

Estas  en  suma  fueron  las  razones  que 
la  carta  contenia  ,  y  las  que  me  hicieron 
poner  luego  en  camino  ,  sin  esperar  otra 
respuesta  ni  otros  dineros  :  que  bien  clauo 
conüci  entonces  que  no  la  compra  de  los 
caballos,  sino  la  de  su  gusto,  había  movi- 


partí  i.  cap.  XXVII.  23 

do  á  Don  Fernando  á  enviarme  á  su  her- 
mano. El  enojo  que  contra  Don  Fernando 
concebi  ,  junto  con  el  temor  de  perder  la 
prenda  que  con  tantos  años  de  servicios  y 
deseos  tenia  grangeada,  me  pusieron  alas, 
pues  casi  como  en  vuelo  otro  dia  me  puse 
en  mi  Lugar  al  punto  y  hora  que  conve- 
nia para  ir  á  hablar  á  Luscinda:  entré  se- 
creto, y  dexé  una  muía  en  que  venia  ,  en 
casa  del  buen  hombre  que  me  habla  lle- 
vado la  carta ,  y  quiso  la  suerte  que  en- 
tonces la  tübiese  tan  buena  ,  que  hallé  á 
Luscinda  puesta  á  la  reja ,  testigo  de  nues- 
tros amores.  Conocióme  Luscinda  luego,  y 
conocila  yo  ;  mas  no  como  debia  ella  co- 
nocerme ,  y  yo  conocerla;  pero  quién  hay 
en  el  mundo  que  se  pueda  alabar  que  ha 
penetrado  y  sabido  el  confuso  pensamierr- 
to  y  condición  mudable  de  una  .muger? 
ninguno  por  cierto.  Digo  pues  que  asi  co- 
mo Luscinda  me  vio  me  dixo  :  Cardenio, 
de  boda  estoy  vestida,  ya  me  están  aguar- 
dando en  la  sala  Don  Fernando  el  traidor, 
y  mi  padre  el  codicioso  ,  con  otros  testi- 
gos que  antes  Jo  serán  de  mi  muerte  ,  que 


24  BON    QÜIXOTE. 

de  mi  desposorio:  no  te  turbes,  amigo,  si- 
no procura  hallarte  presente  á  este  sacri- 
ficio ,  el  qual ,  si  no  pudiere  ser  estorbado 
de  mis  razones  ,  una  daga  llevo  escondi- 
da que  podra  estorbar  mas  determinadas 
fuerzas ,  dando  fin  á  mi  vida,  y  principio 
á  que  conozcas  la  voluntad  que  te  he  te- 
nido y  tengo.  Yo  le  respondí  turbado  y 
apriesa,  temeroso  no  me  faltase  lugar  pa- 
ra responderla  :  hagan  ,  señora  ,  tus  obras 
verdaderas  tus  palabras ,  que  s!  tú  llevas 
daga  para  acreditarte  ,  aqui  llevo  yo  es- 
pada para  defenderte  con  ella,  ó  para  ma- 
tarme, si  la  suerte  nos  fuere  contraria:  no 
creo  que  pudo  oir  todas  estas  razones,  por- 
que sentí  que  la  llamaban  apriesa  ,  por- 
que el  desposado  aguardaba.  Cerróse  con 
esto  la  noche  de  mi  tristeza  ,  pusoseme  el 
sol  de  mi  alegría  ,  quedé  sin  luz  en  los 
ojos  y  sin  discurso  en  el  entendimiento,  no 
acertaba  á  entrar  en  su  casa  ni  podia  mo- 
verme á  parte  alguna;  pero  considerando 
quanto  importaba  mi  presencia  para  lo 
que  suceder  pudiese  en  aquel  caso,  me  ani- 
mé lo  mas  que  pude  ,  y  entré  en  su  casa; 


PARTE   I.   CAP.  XXVII.  Zg 

y  como  ya  sabia  muy  bien  todas  sus  en- 
tradas y  salidas  ,  y  mas  con  el  alboroto 
que  de  secreto  en  ella  andaba  ,  nadie  me 
echó  de  ver  :  asique  sin  ser  visto  ,  tube 
lugar  de  ponerme  en  el  hueco  que  hacia 
una  ventana  de  la  misma  sala  ,  que  coa 
las  puntas  y  remates  de  dos  tapices  se  cu- 
bría, por  entre  las  quales  podia  yo  ver  sio 
ser  visto  todo  quanto  en  la  sala  se  hacia. 
¡Quien  pudiera  decir  ahora  los  sobresaltos 
que  me  dio  el  corazón  mientras  aili  estu- 
be!  los  pensamientos  que  me  ocurrieron! 
las  consideraciones  que  hice!  que  fueron 
tantas  y  tales  ,  que  ni  se  pueden  decir,  ni 
aun  es  bien  que  se  digan  :  basta  que  se- 
páis que  el  desposado  entró  en  la  sala  sin 
otro  adorno,  que  los  mesmos  vestidos  or- 
dinarios que  solia:  traia  por  padrino,  á  un 
primo  hermano  de  Luscinda  ,  y  en  toda 
la  sala  no  habia  persona  de  fuera  sino  los 
criados  de  casa  :  de  alli  á  un  poco  salió 
de  una  recamara  Luscinda  ,  acompañada 
de  su  madre  y  de  dos  doncellas  suyas,  tan 
bien  aderezada  y  compuesta ,  como  su  ca- 
lidad y  hermosura  merecian,  y  como  quiea 


26  DON    QOIXOTE. 

era  la  perfecion  de  la  gala  y  bizarría  cor- 
tesana :  DO  me  dio  lugar  mi  suspensión  y 
arrobamiento  paraque  mirase  y  notase  en 
particular  lo  que  traía  vestido ,  solo  pude 
advertir  á  las  colores  ,  que  eran  encarna- 
do y  blanco,  y  en  las  vislumbres  que  las 
piedras  y  joyas  del  tocado  y  de  todo  el 
vestido  hacían  ,  á  todo  lo  qual  se  aventa- 
jaba la  belleza  singular  de  sus  hermosos 
y  rubios  cabellos ,  tales  que  en  competen- 
cia de  las  preciosas  piedras  ,  y  de  las  lu- 
ces de  quatro  hachas  que  en  la  sala  esta- 
ban ,  la  suya  con  mas  resplandor  á  los 
ojos  ofrecían.  O  memoria  ,  enemiga  mor- 
tal de  mi  descanso!  de  qué  sirve  repre- 
sentarme ahora  la  incomparable  belleza 
de  aquella  adorada  enemiga  mia?  ¿no  se- 
ra mejor  ,  cruel  memoria  .  que  me  acuer- 
des y  representes  lo  que  entonces  hizo,  pa- 
raque movido  de  tan  manifiesto  agravio 
procure ,  ya  que  no  la  venganza  ,  alome- 
nos  perder  la  vida  ?  no  os  canséis  ,  seño- 
res, de  oir  estas  digresiones  que  hago,  que 
no  es  mi  pena  de  aquellas  que  puedan  ni 
deban  contarse  sucintamente  y  de  paso, 


PARTE,  I.   CAP.   XXVir.  27 

pues  cada  circunstancia  suya  me  parece  á 
mí  que  es  digna  de  un  largo  discurso.  A 
esto  le  respondió  el  Cura  que  no  solo  no 
se  cansaban  en  oirle  ,  sino  que  les  daba 
mucho  gusto  las  menudencias  que  conta- 
ba ,  por  ser  tales  ,  que  merecían  no  pasar- 
se en  silencio  ,  y  la  misma  atención  que 
lo  principal  del  cuento.  Digo  pues  ,  prosi- 
guió Cárdenlo  ,  que  estando  todos  en  la 
sala,  entró  el  Cura  de  la  parroquia,  y  to- 
mando á  los  dos  por  la  mano  para  hacer 
lo  que  en  tal  acto  se  requiere  ,  al  decir: 
,,  ¿queréis,  señora  Luscinda,  al  señor  Don 
,,  Fernando,  que  está  presente  ,  por  vues- 
,,  tro  legitimo  esposo  ,  como  lo  manda  la 
„  Santa  Madre  Iglesia?"  yo  saqué  toda  la 
cabeza  y  cuello  de  entre  los  tapices,  y  con 
atentísimos  oidos  y  alma  turbada  rrie  pu- 
se á  escuchar  lo  que  Luscinda  respondía, 
esperando  de  su  respuesta  la  sentencia  de 
mi  muerte  ,  ó  la  confirmación  de  mi  vi- 
da. O  quien  se  atreviera  á  salir  entonces, 
diciendo  á  voces:  ah  Luscinda,  Luscinda! 
mira  lo  que  haces  ,  considera  lo  que  me 
debes ,  mira  que  eres  mia ,  y  que  no  pue- 


28  DON    QOIXOTE. 

des  ser  de  otro  :  advierte  que  el  decir  tá 
sí,  y  el  acabárseme  la  vida,  ha  de  ser  to- 
do á  un  punto  :  ah  traidor  Don  Fernan- 
do ,  robador  de  mi  gloria  ,  muerte  de  mi 
vida!  qué  quieres?  qué  pretendes?  consi- 
dera que  no  puedes  cristianamente  llegar 
al  fin  de  tus  deseos  ,  porque  Luscinda  es 
mi  esposa ,  y  yo  soy  su  marido  :  ali  loco 
de  mí !  ahora  que  estoy  ausente,  y  lejos 
del  peligro  ,  digo  que  habia  de  hacer  1» 
que  no  hice:  ahora  que  dexé  robar  mi  ca- 
ra prenda  ,  maldigo  al  robador  ,  de  quien 
pudiera  vengarme ,  si  tubiera  corazón  pa- 
ra ello,  como  lo  tengo  para  quejarme:  en- 
fin,  pues  fui  entonces  cobarde  y  necio,  no 
es  mucho  que  muera  ahora  corrido,  arre- 
pentido y  loco.  Estaba  esperando  el  Cura 
la  respuesta  de  Luscinda  ,  que  se  detubo 
un  buen  espacio  en  darla  ,  y  quando  yo 
pense  que  sacaba  la  daga  para  acreditar- 
se ,  ó  desataba  la  lengua  para  decir  algu- 
na verdad ,  ó  desengaño  que  en  mi  pro- 
vecho redundase  ,  oigo  que  dixo  con  voz 
desmayada  y  flaca  j?  guieyo  :  y  lo  mis- 
mo dixo  Don  Fernando  ,  y  dándole  el  ani- 


JARTE    T.    CAP.   XXVTI.  29 

Uo ,  quedaron  en  indisoluble  nudo  ligados: 
llegó  el  desposado  á  abrazar  á  su  esposa, 
y  ella  poniéndose  la  mano  sobre  el  cora- 
zón ,  cayo  desmayada  en  los  brazos  de  su 
madre.  Resta  ahora  decir  qual  quede  yo, 
viendo  en  el  sí  que  habia  oido  burladas 
mis  esperanzas  ,  falsas  las  palabras  y  pro- 
mesas de  Luscinda  ,  imposibilitado  de  co- 
brar en  algún  tiempo  el  bien  que  en  aquel 
instante  habia  perdido:  quedé  falto  de  con- 
sejo ,  desamparada  á  mi  parecer  de  todo 
el  cielo  ,  hecho  enemigo  de  la  tierra  que 
me  sustentaba  ,  negándome  el  a  y  re  alien- 
to para  mis  suspiros  ,  y  el  agua  humor 
para  mis  ojos  ;  solo  el  fuego  se  acrecentó 
de  manera,  que  todo  ardía  de  rabia  y  de 
zelos.  Alborotáronse  todos  con  el  desma- 
yo de  Luscinda,  y  desabrochándole  su  ma- 
dre el  pecho  paraque  le  diese  el  ayre ,  se 
descubrió  en  el  un  papel  cerrado,  que  Don 
Fernando  tomó  luego  ,  y  se  le  puso  á  leer 
á  la  luz  de  una  de  las  hachas,  y  en  aca- 
bando de  leerle  se  sentó  en  una  silla ,  y  se 
puso  la  mano  en  la  mexiUa  con  muestras 
de  hombre  muy  pensativo  ,  sia  acudir  á 


30  DOK    QUrXOTE. 

los  remedios  que  á  su  esposa  se  hadan  pa- 
raque  del  desmayo  volviese.  Yo,  viendo  al- 
borotada toda  la  gente  de  casa ,  me  aven- 
ture á  salir,  ora  fuese  visto  ó  no,  con  de- 
terminación ,  que  si  me  viesen  ,  de  hacer 
un  desatino  tal  ,  que  todo  el  mundo  vi- 
niera á  entender  la  justa  Indignación  de 
mi  pecho  en  el  castigo  del  falso  Don. Fer- 
nando, y  aun  en  el  mudable  de  la  desma- 
yada traidora  ;  pero  mi  suerte  (que  para 
mayores  males  ,  si  es  posible  que  los  ha- 
ya ,  me  debe  tener  guardado)  ordenó  que 
en  aquel  punto  me  sobrase  el  entendimien- 
to que  después  acá  me  ha  faltado  ,  y  asi 
sin  querer  tomar  venganza  de  mis  mayo- 
res enemigos  (que  por  estar  tan  sin  pen- 
samiento mió  (I)  fuera  fácil  tomarla  )  qui- 
se tomarla  de  mi  mano,  y  executar  en  mí 
la  pena  que  ellos  merecían  ;  y  aun  quiza 
con  mas  rigor  del  que  con  ellos  se  usara, 
si  entonces  les  diera  muerte  :  pues  la  que 
se'recibe  repentina  presto  acaba  la  pena, 
mas  la  que  se  dilata  con  tormentos  siem- 
pre mata  sin  acabar  la  vida.  Enfin  yo  sa- 
ü  de  aquella  casa  ,  y  vine  á  la  de  aquel 


PARTE  J.  CAP.  xxvir.  3^ 

donde  había  dexado  la  muía,  hice  que  me 
la  ensillase  ,  sin  despedirme  del  subi  ea 
ella  ,  y  sali  de  la  ciudad  ,  sin  osar  como 
otro  Lot  volver  el  rostro  á  miralla,  y  quan- 
do  me  vi  en  el  campo  solo  ,  y  que  la  es- 
curidad  de  la  noche  me  encubría,  y  su  si- 
lencio convidaba  á  quejarme,  sin  respeto  ó 
miedo  de  ser  escuchado  ni  conocido  ,  sol- 
te  la  voz  ,  y  desata  la  lengua  ea  tantas 
maldiciones  de  Luscinda  y  de  Don  Fernan- 
do ,  como  si  con  ellas  satisficiera  el  agra- 
vio que  m.e  habían  hecho  :  dile  titules  de 
cruel ,  de  ingrata,  de  falsa  y  desagradeci- 
da ,  pero  sobre  todos  de  codiciosa  ,  pues 
la  riqueza  de  mi  enemigo  la  habia  cerra- 
do los  ojos  de  la  voluntad  para  quitarme- 
la  á  mí ,  y  entregarla  á  aquel  con  quien 
mas  liberal  y  franca  la  fortuna  se  había 
mostrado  ;  y  enmitad  de  la  fuga  destas 
maldiciones  y  vituperios  la  desculpaba,  di- 
ciendo que  no  era  mucho  que  una  donce- 
lla recogida  en  casa  de  sus  padres  ,  he- 
cha y  acostumbrada  siempre  á  obedecer- 
los ,  hubiese  querido  condecender  con  su 
gusto  ,  pues  le  daban  por  esposo  á  un  ca- 


32  rON    QUIXOTB. 

ballero  tan  principal,  tan  rico  y  tan  gen- 
til hombre,  que,  á  no  querer  recebirle,  se 
podia  pensar  ,  ó  que  no  tenia  juicio,  ó  que 
en  otra  parte  tenia  la  voluntad :  cosa  que 
redundaba  tan  en  perjuicio  de  su  buena 
opinión  y  fama.  Luego  volvía  diciendo  que 
puesto  que  ella  dixera  que  yo  era  su  es- 
poso ,  vieran  ellos  que  no  habia  hecho  en 
escogerme  tan  mala  elección  que  no  la  dis- 
culparan ,  pues  antes  de  ofrecérseles  Don 
Fernando  no  pudieran  ellos  mismos  acer- 
tar á  desear,  si  con  razón  midiesen  su  de- 
seo ,  otro  mejor  que  yo  para  esposo  de  su 
hija,  y  que  bien  pudiera  ella  antes  de  po- 
nerse en  el  trance  forzoso  y  ultimo  de  dar 
la  mano  decir  que  ya  yo  le  habia  dado 
la  mia  ,  que  yo  viniera  ,  y  condeceodiera 
con  todo  quanto  ella  acertara  á  fingir  en 
este  caso  :  enfin  me  resolví  en  que  poco 
amor  ,  poco  juicio  ,  mucha  ambición  ,  y 
deseos  de  grandezas  hicieron  que  se  olvi- 
dase de  las  palabras  con  que  me  habia  en- 
gañado ,  entretenido  y  sustentado  en  mis 
firmes  esperanzas  y  honestos  deseos. 
Con  estas  voces  y  con  esta  inquietud 


PARTE  I.   CAP.   XXVIT.  33 

caminé  lo  que  quedaba  de  la  noche  ,  y  di 
al  amanecer  en  una  entrada  destas  sier- 
ras ,  por  las  quales  camine  otros  tres  dias 
sin  senda  ni  camino  alguno,  basta  que  vi- 
ne á  parar  á  unos  prados  ,  que  no  sé  á 
que  mano  destas  montañas  caen  ,  y  allí 
pregunté  á  unos  ganaderos  que  acia  dón- 
de era  lo  mas  áspero  destas  sierras.  Di- 
xeronme  que  acia  esta  parte  :  luego  me 
encamine  á  ella  con  intención  de  acabar 
aqui  la  vida ,  y  en  entrando  por  estas  as- 
perezas, del  cansancio  y  de  la  hambre  se 
cayo  mi  muía  muerta  ,  <í,  lo  que  yo  mas 
creo  ,  por  desechar  de  sí  tan  inútil  carga 
como  en  mí  llevaba:  yo  quede  á  pie,  ren- 
dido de  la  naturaleza,  traspasado  de  ham- 
bre ,  sin  tener  ni  pensar  buscar  quien  me 
socorriese  :  de  aquella  manera  estube  no 
sé  que  tiempo  tendido  en  el  suelo  ,  al  ca- 
bo del  qual  me  levanté  sin  hambre,  y  ha- 
llé junto  á  mí  á  unos  cabreros  ,  que  sin 
duda  debieron  ser  los  que  mi  necesidad 
remediaron  ,  porque  ellos  me  dixeron  de 
la  manera  que  me  hablan  hallado,  y  co- 
mo estaba  diciendo  tantos  disparates  y  des- 

T.  IIJ.  C 


34  J>ON    QUIXOTB. 

atinos ,  que  daba  indicios  claros  de  haber 
perdido  el  juicio  :  y  yo  he  sentido  en  mí 
después  acá  que  no  todas  veces  le  tengo 
cabal  ,  sino  tan  desmedrado  y  flaco  ,  que 
hago  mil  locuras ,  rasgándome  los  vesti- 
dos, dando  voces  por  estas  soledades,  mal- 
diciendo mi  ventura  ,  y  repitiendo  enva- 
no  el  nombre  amado  de  mi  enemiga  ,  sin 
tener  otro  discurso  ni  intento  entonces, 
que  procurar  acabar  la  vida  voceando  ,  y 
quando  en  mí  vuelvo  me  hallo  tan  can- 
sado y  molido,  que  apenas  puedo  mover- 
me :  mi  mas  común  habitación  es  en  el 
hueco  de  un  alcornoque  ,  capaz  de  cubrir 
este  miserable  cuerpo  :  los  vaqueros  y  ca- 
breros que  andan  por  estas  montañas,  mo- 
vidos de  caridad  me  sustentan  poniéndo- 
me el  manjar  por  los  caminos  y  por  las 
peñas,  por  donde  entienden  que  acaso  po- 
dre pasar  y  hallarlo  ;  y  asi  ,  aunque  en- 
tonces me  falte  el  juicio,  la  necesidad  na- 
tural me  da  á  conocer  el  mantenimiento, 
y  despierta  en  mí  el  deseo  de  apetecerlo 
y  la  voluntad  de  tomarlo:  otras  veces  me 
dicen  ellos,  quaado  me  encuentran  con  jui- 


PARTE   I.    CAP.    XXVII.  35 

cío  ,  que  yo  salgo  á  los  caminos,  y  que  se 
lo  quito  por  fuerza ,  aunque  me  lo  dea  de 
grado  ,  á  los  pastores  que  vienen  con  ell» 
del  Lugar  á  las  majadas.  Desta  manera 
paso  mi  miserable  y  estrema  vida  ,  hasta 
que  el  cielo  sea  servido  de  conduciría  á  su 
ultimo  fin,  ó  de  ponerle  en  mi  memoria, 
paraque  no  me  acuerde  de  la  hermosura 
y  de  la  traición  de  Luscinda  y  del  agra-*- 
vio  de  Don  Fernando  ;  que  si  esto  él  hace 
sin  quitarme  la  vida  ,  yo  volvere  á  mejor 
discurso  mis  pensamientos  :  donde  no  ,  no 
hay  sino  rogarle  que  absolutamente  tenga 
misericordia  de  mi  alma,  que  yo  no  sien- 
to en  mi  valor  ni  fuerzas  para  sacar  el 
cuerpo  desta  estrecheza  ,  en  que  por  mi 
gusto  he  querido  ponerle.  Esta  es,  ó  seño- 
res ,  la  amarga  historia  de  mi  desgracia: 
decidme  si  es  tal  ,  que  pueda  celebrarse 
con  menos  sentimientos  que  los  que  en  mí 
habéis  visto  ;  y  no  os  canséis  en  persua- 
dirme ui  aconsejarme  lo  que  la  razón  os 
dixers  que  puede  ser  bueno  para  mi  re- 
medio ,  porque  ha  de  aprovechar  conmi- 
go lo  que  aprovecha  ia  medicina  recetada 

C2 


36  DON    QOIXOTE. 

de  famoso  medico  al  enfermo  que  recebir 
no  la  quiere :  yo  no  quiero  salud  sin  Lus- 
cinda ,  y  pues  ella  gusta  de  ser  agena ,  sien- 
do ó  debiendo  ser  mia  ,  guste  yo  de  ser 
de  la  desventura  ,  pudiendo  haber  sido  de 
la  buena  dicha:  ella  quiso  con  su  mudan- 
za hacer  estable  mi  perdición  ,  yo  querré 
con  procurar  perderme  hacer  contenta  su 
voluntad  ,  y  sera  exemplo  á  los  porvenir 
de  que  á  mí  solo  faltó  lo  que  á  todos  los 
desdichados  sobra  ,  á  los  quales  suele  ser 
consuelo  la  imposibilidad  de  tenerle  (2),  y 
en  mí  es  caus?  (3)  de  mayores  sentimien- 
tos y  males,  porque  aun  pienso  que  no  se 
han  de  acabar  con  la  muerte.  Aqui  dio  fin 
Cárdenlo  á  su  larga  platica  ,  y  tan  desdi- 
chada como  amorosa  historia  ,  y  al  tiem- 
po que  el  Cura  se  prevenía  para  decirle 
algunas  razones  de  consuelo  ,  le  suspendió 
una  voz  que  llegó  á  sus  oidos,  que  en  las- 
timados acentos  oyeron  que  decía  lo  que 
se  dirá  en  la  Quarta  (4)  Parte  desta  nar- 
ración; que  en  este  punto  dio  fin  á  la  Ter- 
cera el  sabio  y  atentado  historiador  Cide 
Hamete  Beu  Engeli. 


PARTE   I.   CAP.  XXVni.  37 

CAPITULO    XXVIII. 

QUE    TRATA    DE    LA   NUEVA  Y  AGRADABLB 
AVENTURA    QUE    AL  CURA    Y   BARBERO    SU- 
CEDIÓ EN  LA  MISMA  SIERRA. 


Fe, 


elicisimos  y  venturosos  fueron  los  tiem- 
pos donde  se  echó  al  mundo  el  audacísi- 
mo Caballero  Don  Quixote  de  la  Mancha, 
pues  por  haber  tenido  tan  honrosa  deter- 
minación ,  como  fue  el  querer  resucitar  y 
volver  al  mundo  la  ya  perdida  y  casi  muer- 
ta orden  de  la  Andante  Caballería  ,  goza- 
mos ahora  en  esta  nuestra  edad  ,  necesi- 
tada de  alegres  entretenimientos  ,  no  so- 
lo de  la  dulzura  de  su  verdadera  historia, 
sino  de  los  cuentos  y  episodios  della,  que 
en  parte  no  son  menos  agradables ,  y  ar- 
tificiosos ,  y  verdaderos  ,  que  la  misma 
historia  (5).  La  qual  prosiguiendo  su  ras- 
trillado ,  torcido  y  aspado  hilo  ,  cuenta 
que  asi  como  el  Cura  comenzó  á  preve- 
nirse para  consolar  á  Cárdenlo  ,  lo  im- 
pidió una  voz  que  llegó  á  sus  oidos ,  que 


38  DON    QUIXOTE. 

con  tristes  acentos  decia  desta  manera: 
ay  Dios!  ¿si  sera  posible  que  he  ya  ha- 
llado lugar  ,  que  pueda  servir  de  escon- 
dida sepultura  á  la  carga  pesada  desté 
cuerpo  ,  que  tan  contra  mi  voluntad  sos- 
tengo? sí  sera  ,  si  la  soledad  que  prome- 
ten estas  sierras  no  miente  :  ay  desdicha- 
da! iy  quan  mas  agradable  compañía  ha- 
rán estos  riscos  y  malezas  á  mi  intención 
(pues  me  darán  lugar  paraque  con  quejas 
comunique  mi  desgracia  al  cielo)  que  no 
la  de  ningún  hombre  humano  ,  pues  no 
hay  ninguno  en  la  tierra  de  quien  se  pue- 
da esperar  consejo  en  las  dudas,  alivio  en 
ias  quejas  ,  ni  remedio  en  ios  males !  To- 
das estas  razones  oyeron  y  percibieron  el 
Cura  y  los  que  con  él  estaban ,  y  por  pa- 
recerles  ,  como  ello  era  ,  que  alli  junto  las 
decían  ,  se  levantaron  á  buscar  el  dueño; 
y  no  hubieron  andado  veinte  pasos,  quan- 
do  detras  de  un  peñasco  vieron  sentado  al 
pie  de  un  fresno  á  un  mozo  vestido  como 
labrador  ,  al  qual  ,  por  tener  inclinado  el 
rostro  á  causa  de  que  se  lavaba  los  pies 
en  el  arroyo  que  por  alii  corría  ,  no  se  le 


PARTE    I.    CAP.    XXVIII.  39 

pudieron  ver  por  entonces  :  y  ellos  llega- 
ron con  tanto  silencio  ,  que  del  no  fueron 
sentidos ,  ni  el  estaba  á  otra  cosa  atento 
que  á  lavarse  los  pies  ,  que  eran  tales  que 
no  parecían  sino  dos  pedazos  de  blanco 
cristal,  que  entre  las  otras  piedras  del  ar- 
royo se  habían  nacido  :  suspendióles  la 
blancura  y  belleza  de  los  pies  ,  parecien- 
doies  que  no  estaban  hechos  a  pisar  ter- 
rones ,  ni  á  andar  tras  el  arado  y  los  bue- 
yes ,  como  mostraba  el  habito  de  su  due- 
ño; y  asi,  viendo  que  no  hablan  sido  sen- 
tidos ,  el  Cura  que  iba  delante,  hizo  señas 
á  los  otros  dos  que  se  agazapasen  ,  ó  es- 
condiesen detras  de  unos  pedazos  de  pena 
que  alli  habia  :  asi  lo  hicieron  todos,  mi- 
rando con  atención  lo  que  el  mozo  hacia. 
El  qual  traia  puesto  un  capotillo  pardo  de 
dos  aldas  muy  ceBido  al  cuerpo  con  una 
toalla  blanca  :  traia  ansimismo  unos  cal- 
zones (6)  y  polaynas  de  paño  pardo  ,  y  en 
la  cabeza  una  montera  parda  :  tenia  las 
polaynas  levantadas  hasta  la  mitad  de  la 
pierna,  que  sin  duda  alguna  de  blanco  ala- 
bastro parecía  :  acabóse  de  lavar  los  her- 


40  DON    QUIXOTE. 

mosos  píes ,  y  luego  con  un  paño  de  to- 
car que  sacó  debaxo  de  la  montera,  se  los 
limpió,  y  al  querer  quitársele  alzó  el  ros- 
tro, y  tubieron  lugar  los  que  mirándole  es- 
taban de  ver  una  hermosura  incompara- 
ble tal,  que  Cardenio  dixo  al  Cura  con  voz 
baxa  :  esta  ,  ya  que  no  es  Luscinda ,  no  es 
persona  humana  ,  sino  divina.  El  mozo  se 
quitó  la  montera  ,  y  sacudiendo  la  cabe- 
za á  una  y  á  otra  parte  ,  se  comenzaron 
á  descoger  y  desparcir  unos  cabellos  ,  que 
pudieran  los  del  sol  tenerles  envidia.  Con 
esto  conocieron  que  el  que  parecia  labra- 
dor era  muger  ,  y  delicada ,  y  aun  la  mas 
hermosa  que  hasta  entonces  los  ojos  de  los 
dos  habian  visto,  y  aun  los  de  Cardenio,  si 
no  hubieran  mirado  y  conocido  á  Luscin- 
da, que  después  afirmó  que  sola  la  belle- 
za de  Luscinda  podia  contender  con  aque- 
lla. Los  luengos  y  rubios  cabellos  no  solo 
le  cubrieron  las  espaldas  ,  mas  toda  en- 
torno la  escondieron  debaxo  de  ellos ,  que 
siuo  eran  los  pies  ,  ninguna  otra  cosa  de 
su  cuerpo  se  parecia  :  tales  y  tantos  eran. 
En  esto  les  sirvió  de  peyue  unas  manos, 


PARTE   I.   CAP.   XXVIIT.  4I 

que,  si  los  pies  en  el  agua  liabian  pareci- 
do pedazos  de  cristal  ,  las  manos  en  los 
cabellos  semejaban  pedazos  de  apretada 
nieve:  todo  lo  qual  en  mas  admiración,  y 
en  mas  deseo  de  saber  quien  era,  ponia  á 
los  tres  que  la  miraban  :  por  esto  deter- 
minaron de  mostrarse  ,  y  al  movimiento 
que  hicieron  de  ponerse  en  pie  la  her- 
mosa moza  alzó  la  cabeza  ,  y  apartándose 
los  cabellos  de  delante  de  los  ojos  con  en- 
trambas manos  miró  los  que  el  ruido  ha- 
cían i  y  apenas  los  hubo  visto,  quando  se 
levantó  en  pie,  y  sin  aguardar  á  calzarse, 
ni  á  recoger  los  cabellos  ,  asió  con  mucha 
presteza  un  bulto  como  de  ropa  ,  que  jun- 
to á  sí  tenia  ,  y  quiso  ponerse  en  huida, 
Llena  de  turbación  y  sobresalto  ;  mas  no 
hubo  dado  seis  pasos,  quando,  no  pudien- 
do  sufrir  los  delicados  pies  la  aspereza  de 
las  piedras  ,  dio  consigo  en  el  suelo  :  lo 
qual  visto  por  los  tres  ,  salieron  á  ella  ,  y 
el  Cura  fue  el  primero  que  le  dixo  :  dete- 
neos ,  señora  ,  quienquiera  que  seáis  ,  que 
los  que  aqui  veis,  solo  tienen  intención  de 
serviros  :  no  hay  para  que  os  pongáis  en 


42  DON    QUIXOTE. 

tan  impertinente  huida  ,  porque  ni  vues- 
tros pies  lo  podran  sufrir,  ni  nosotros  con- 
sentir. A  todo  esto  ella  no  respondía  pa- 
labra ,  atónita  y  confusa.  Llegaron  pues  á 
ella  ,  y  asiéndola  por  la  mano  el  Cura, 
prosiguió  diciendo  :  lo  que  vuestro  trage, 
señora  ,  nos  niega  ,  vuestros  cabellos  nos 
descubren,  señales  claras  que  no  deben  de 
ser  de  poco  momento  las  causas  que  han 
disfrazado  vuestra  belleza  en  habito  tan 
indigno  ,  y  traidola  á  tanta  soledad  como 
es  esta  ,  en  la  qual  ha  sido  ventura  el  ha- 
llaros ,  si  DO  para  dar  remedio  á  vuestros 
males,  alómenos  para  darles  consejo,  pues 
ningún  mal  puede  fatigar  tanto  ni  llegar 
tan  al  estremo  de  serlo ,  mientras  no  aca- 
ba la  vida,  que  rehuya  de  no  escuchar  si- 
quiera el  consejo,  que  con  buena  intención 
se  le  da  al  que  lo  padece :  asique  ,  señora 
mia  ,  ó  señor  mió  ,  ó  lo  que  vos  quisiere- 
des  ser,  perded  el  sobresalto,  que  nuestra 
vista  os  ha  causado  ,  y  contadnos  vuestra 
buena  ó  mala  suerte,  que  en  nosotros  jun- 
tos ,  ó  en  cada  uno  ,  hallaréis  quien  os 
ayude  á  sentir  vuestras  desgracias.  Entan- 


PARTE  y.  CAP.  xxviir.  43 

to  que  el  Cura  decía  estas  razones ,  esta- 
ba la  disfrazada  moza  como  embelesada, 
mirándolos  á  todos  sin  mover  labio  ,  ni 
decir  palabra  alguna  ,  bien  asi  como  rus- 
tico aldeano  que  deimproviso  se  le  mues- 
tran cosas  raras  y  del  jamas  vistas  ;  mas 
volviendo  el  Cura  á  decirle  otras  razones 
al  mismo  efeto  encaminadas  ,  dando  ella 
un  profundo  suspiro,  rompió  el  silencio,  y 
dixo:  pues  que  la  soledad  destas  sierras  no 
ha  sido  parte  para  encubrirme  ,  ni  la  sol- 
tura de  mis  descompuestos  cabellos  no  ha 
permitido  que  sea  mentirosa  mi  lengua, 
cnvalde  seria  fingir  yo  denuevo  ahora  lo 
que,  si  se  me  creyese,  seria  mas  por  cor- 
tesía que  por  otra  razón  alguna  :  presu- 
puesto esto  ,  digo  ,  señores ,  que  os  agra- 
dezco el  ofrecimiento  que  me  habéis  he- 
cho ,  el  qual  me  ha  puesto  en  obligación 
de  satisfaceros  en  todo  lo  que  me  habéis 
pedido ,  puesto  que  temo  que  la  relación, 
que  os  hiciere  de  mis  desdichas  ,  os  ha  de 
causar  al  par  de  la  compasión  la  pesa- 
dumbre ,  porque  no  habéis  de  hallar  re- 
Biedio  para  remediarlas  ,  ni  consuelo  para 


44  í>ON    QUIXOTE. 

entretenerlas  ;  pero  con  todo  esto  ,  porque 
no  ande  vacilando  mi  bonra  en  vuestras 
intenciones  ,  habiéndome  ya  conocido  por 
muger  ,  y  viéndome  moza  ,  sola  y  en  este 
trage  ,  cosas  todas  juntas  y  cada  una  por 
sí  que  pueden  echar  por  tierra  qualquier 
honesto  crédito ,  os  habré  de  decir  lo  que 
quisiera  callar,  si  pudiera.  Todo  esto  dixo 
sin  parar  la  que  tan  hermosa  muger  pa- 
recía ,  con  tan  suelta  lengua  ,  con  voz  tan 
suave  ,  que  no  menos  les  admiró  su  dis- 
creción que  su  hermosura:  y  tornándole  á 
hacer  nuevos  ofrecimientos  y  nuevos  rue- 
gos paraque  lo  prometido  cumpliese,  ella, 
sin  hacerse  mas  de  rogar  ,  calzándose  con 
toda  honestidad  ,  y  recogiendo  sus  cabe- 
llos, se  acomodó  en  el  asiento  de  una  pie- 
dra, y  puestos  los  tres  alrededor  della ,  ha- 
ciéndose fuerza  por  detener  algunas  lagri- 
mas que  á  los  ojos  se  le  venian  ,  con  voz 
reposada  y  clara  comenzó  la  historia  de 
su  vida  desta  manera. 

En  esta  Andalucía  hay  un  Lugar  ,  de 
quien  toma  titulo  un  Duque  ,  que  le  hace 
uno  de  los  que  llaman  Grandes  en  Espa- 


ÍARTE   I.   CAP.   XXVIir.  43; 

6a  :  este  tiene  dos  hijos  ,  el  mayor  here- 
dero de  su  Estado  y  al  parecer  de  sus  bue- 
nas costumbres  ,  y  el  menor  no  sé  yo  de 
que  sea  heredero  ,  sino  de  las  traicioues 
de  Vellido  y  de  los  embustes  de  Galalon: 
deste  señor  son  vasallos  mis  padres  ,  hu- 
mildes en  linage  ,  pero  tan  ricos  ,  que  sí 
los  bienes  de  su  naturaleza  igualaran  á  los 
de  su  fortuna  ,  ni  ellos  tubieran  mas  que 
desear  ,  ni  yo  temiera  verme  en  la  desdi- 
cha en  que  me  veo  ,  porque  quiza  nace 
ni  poca  ventura  de  la  que  no  tubieron 
ellos  en  no  haber  nacido  ilustres  :  bien  es 
verdad  que  no  son  tan  baxos,  que  puedan 
afrentarse  de  su  estado  ,  ni  tan  altos  ,  que 
á  mí  me  quiten  la  imaginación  que  tengo 
de  que  de  su  humildad  viene  mi  desgra- 
cia :  ellos  enfin  son  labradores,  gente  lla- 
na, sin  mezcla  de  alguna  raza  mal  sonan- 
te ,  y  como  suele  decirse  ,  cristianos  viejos 
ranciosos  ,  pero  tan  rancios,  que  su  rique- 
za y  magnitico  trato  les  va  poco  á  poco 
adquiriendo  nombre  de  hidalgos  ,  y  aun 
de  caballeros  ,  puesto  que  de  la  mayor  ri- 
queza y  nobleza  que  ellos  se  preciaban  era 


46  BOH    QUIXOTE. 

de  tenerme  á  mi  por  hija  :  y  asi  por  no 
tener  otra  ni  otro  que  los  heredase  ,  como 
por  ser  padres  y  aficionados  ,  yo  era  una 
de  las  mas  regaladas  hijas  que  padres  ja- 
mas regalaron  :  era  el  espejo  en  que  se 
miraban ,  el  báculo  de  su  vejez  ,  y  el  su- 
geto  á  quien  encaminaban ,  midiéndolos 
con  el  cielo  ,  todos  sus  deseos  ,  de  los  qua- 
les  ,  por  ser  ellos  tan  buenos  ,  los  mios  no 
salian  un  punto ,  y  del  mismo  modo  que 
yo  era  sefiora  de  sus  ánimos  ,  ansi  lo  era: 
de  su  hacienda:  por  mí  se  recebian  y  des- 
pedían los  criados  :  la  razón  y  cuenta  de 
lo  que  se  sembraba  y  cogia  pasaba  pof 
mi  mano  :  los  molinos  de  aceyte  ,  ios  la- 
gares del  vino,  el  numero  del  ganado  ma- 
yor y  menor  ,  el  de  las  colmenas  ,  final- 
mente de  todo  aquello  que  un  tan  rico  la- 
brador como  mi  padre  puede  tener  y  tie- 
ne ,  tenia  yo  la  cuenta  ,  y  era  la  mayor-i 
doma  y  señora ,  con  tanta  solicitud  mia  y 
con  tanto  gusto  suyo  ,  que  buenamente  no 
acertaré  á  encarecerlo  :  los  ratos,  que  del 
día  me  quedaban  después  de  haber  dado 
Jo  que  convenia  á  los  mayorales  ó  capa- 


PARTE    1.    CAP.   XX'Vm.  /^f 

taces  y  á  otros  jornaleros ,  los  entretenía 
en  exercicios  que  son  á  las  doncellas  tan 
licicos,  como  necesarios,  como  son  los  que 
ofrece  la  aguja  y  la  almohadilla,  y  la  rue- 
ca muchas  veces  ;  y  si  alguna  por  recrear 
el  animo  estos  exercicios  dexaba,  me  aco- 
gía al  entretenimiento  de  leer  algún  libro 
devoto,  ó  á  tocar  una  harpa ,  porque  la  es- 
periencia  me  mostraba  que  la  música  com- 
pone los  ánimos  descompuestos  ,  y  alivia 
los  trabajos  que  nacen  del  espíritu.  Esta 
pues  era  la  vida  que  yo  tenia  en  casa  de 
mis  padres,  la  qual,  si  tan  particularmen- 
te he  contado  ,  no  ha  sido  por  ostentación 
D¡  por  dar  á  entender  que  soy  rica  ,  sino 
porque  se  advi^ta  quan  sin  culpa  me  he 
venido  de  aquel  buen  estado,  que  he  di- 
cho ,  al  infelice  en  que  ahora  me  hallo. 
Es  pues  el  caso  que  pasando  mi  vida  ea 
tantas  ocupaciones  y  en  un  encerramien- 
to tal  ,  que  al  de  un  monesterio  pediera 
compararse,  sin  ser  vista  á  mi  parecer  de 
otra  persona  alguna  que  de  los  criados  de 
casa  ,  porque  !os  dias  que  iba  á  luisa  era 
tan  de  maüana  y  tan  acompañada  de  mi 


48  DON    QXJIXOTE. 

madre  y  de  otras  criadas ,  y  yo  tan  cu- 
bierta y  recatada  ,  que  apenas  vian  mis 
ojos  mas  tierra  de  aquella  donde  ponia  los 
pies;  y  con  todo  esto,  los  del  amor,  ó  los 
de  la  ociosidad  por  mejor  decir  ,  á  quien 
los  de  lince  no  pueden  igualarse,  me  vie- 
ron ,  puestos  en  la  solicitud  de  Don  Fer- 
nando, que  este  es  el  nombre  del  hijo  me- 
nor del  Duque  que  os  he  contado.  No  hu- 
bo bien  nombrado  á  Don  Fernando  la  que 
el  cuento  contaba  ,  quando  á  Cárdenlo  se 
le  mudó  la  color  del  rostro  ,  y  comenzó  á 
trasudar  con  tan  grande  alteración  ,  que 
el  Cura  y  el  Barbero  que  miraron  en  ello, 
temieron  que  le  venia  aquel  acidente  de 
locura,  que  hablan  oido  dqgir  que  de  quan- 
do en  quando  le  venia  :  mas  Cárdenlo  no 
hizo  otra  cosa  que  trasudar  y  estarse  que- 
do, mirando  de  hito  en  hito  á  la  labrado- 
ra ,  imaginando  quien  ella  era.  La  qual, 
sin  advertir  en  los  movimientos  de  Car^ 
denio,  prosiguió  su  historia,  diciendo:  y  no 
me  hubieron  bien  visto,  quando,  según  él 
dixo  después,  quedó  tan  preso  de  mis  amo- 
res ,  quanto  lo  dieron  bien  á  entender  sus 


PARTE   I.    CAP.    XXVIIT.  49 

demonstraciones  r  mas  por  acabar  presto 
con  el  cuento,  que  no  le  tiene,  de  mis  des- 
dichas ,  quiero  pasar  en  silencio  las  dili- 
gencias que  Don  Fernando  hizo  para  de- 
clararme su  voluntad:  sobornó  toda  la  gen- 
te de  mi  casa  :  dio  y  ofreció  dadivas  y 
mercedes  á  mis  parientes  :  los  dias  eran 
todos  de  fiesta  y  de  regocijo  en  mi  calle: 
las  noches  no  dexaban  dormir  á  nadie  las 
músicas  :  los  billetes  que  ,  sin  saber  cómo, 
á  mis  manos  venian  eran  infinitos,  llenos 
de  enamoradas  razones  y  ofrecimientos, 
con  menos  letras  que  promesas  y  juramen- 
tos :  todo  lo  qual  no  solo  no  me  ablanda- 
ba ,  pero  me  endurecía  de  manera  ,  como 
si  fuera  mi  mortal  enemigo  ,  y  que  todas 
las  obras  que  para  reducirme  á  su  volun- 
tad hacia  ,  las  hiciera  para  el  efeto  con- 
trario :  no  porque  á  mí  me  pareciese  mal 
la  gentileza  de  Don  Fernando ,  ni  que  tu- 
biese  á  demasía  sus  solicitudes  ,  porque 
me  daba  un  noseque  de  contento  verme 
tan  querida  y  estimada  de  un  tan  princi- 
pal caballero  ,  y  no  me  pessba  ver  en  sus 
papeles  mis  alabanzas :  que  en  esto  ,  por 

T.  II j.  D 


^O  SON    QUIXOTE. 

feas  que  seamos  las  mugeres  ,  me  parece 
á  mí  que  siempre  nos  da  gusto  el  oír  que 
nos  llaman  hermosas  ;  pero  á  todo  esto  se 
oponía  mi  honestidad  y  los  consejos  con-  , 
tinuos  que  mis  padres  me  daban  ,  que  ya 
muy  al  descubierto  sabían  la  voluntad  de 
Don  Fernando  ,  porque  ya  á  él  no  se  le 
daba  nada  de  que  todo  el  mundo  la  su- 
piese :  decíanme  mis  padres  que  en  sola 
mí  virtud  y  bondad  dexaban  y  deposita- 
ban su  honra  y  fama  ,  y  que  considerase 
la  desigualdad  que  había  entre  mí  y  Don 
Fernando  ,  y  que  por  aquí  echaría  de  ver 
que  sus  pensamientos  ,  aunque  el  dixese 
otra  cosa ,  mas  se  encaminaban  á  su  gus- 
to que  á  mí  provecho  ,  y  que  sí  yo  qui- 
siese poner  en  alguna  manera  algún  in- 
conveniente pa raque  él  se  dexase  de  su 
injusta  pretensión ,  que  ellos  me  casarían 
luego  con  quien  yo  mas  gustase  ,  asi  de 
los  mas  principales  de  nuestro  Lugar,  co^ 
mo  de  todos  los  circunvecinos ,  pues  todo 
se  podía  esperar  de  su  mucha  hacienda  j 
de  mi  buena  fama.  Con  estos  ciertos  pro- 
metimientos, y  con  la  verdad  que  ellos 


PARTK   I.   CAP.   XXVIII.  gl 

me  decían  ,  fortüicaba  yo  mi  entereza  ,  y 
jamas  quise  responder  á  Don  Fernando  pa- 
labra ,  que  le  pudiese  mostrar  ,  aunque  de 
muy  If  jos  ,  esperanza  de  alcanzar  su  de- 
seo :  todos  estos  recatos  mios  ,  que  él  de- 
bía de  tener  por  desdenes,  debieron  de  ser 
causa  de  avivar  mas  su  lascivo  apetito, 
que  este  nombre  quiero  dar  á  la  voluntad 
que  me  mostraba  ,  la  qual  ,  si  ella  fuera 
como  debía,  no  la  supierades  vosotros  aho- 
ra ,  porque  hubiera  faltado  la  ocasión  de 
decírosla  :  finalmente  Don  Fernando  supo 
que  mis  padres  andaban  por  darme  esta- 
do por  quitalle  á  él  la  esperanza  de  po-' 
íeerme,  ó  alómenos  porque  yo  tubiese  mas 
guardas  para  guardarme  ,  y  esta  nueva  ó 
sospecha  fue  causa  paraque  hiciese  lo  que 
ahora  oiréis. 

Y  fue  que  una  noche  estando  yo  en  mi 
aposento  con  sola  la  compañía  de  una  don- 
cella que  me  servia  ,  teniendo  bien  cerra- 
das las  puertas ,  por  temor  que  por  des- 
cuido mi  honestidad  no  se  viese  en  peli- 
gro ,  sin  saber  ni  imaginar  cómo  ,  en  me- 
dio destos  recatos  y  prevenciones ,  y  en  la 


¿3  DON    QUIXOTI. 

soledad  deste  silencio  y  encierro  me  le  ha- 
llé delante ,  cnya  vista  me  turbó  de  ma- 
nera ,  que  me  quitó  la  de  mis  ojos ,  y  me 
enmudeció  la  lengua;  y  asi  no  fui'pode- 
rosa  de  dar  voces ,  ni  aun  él  creo  que  me 
las  dexara  dar  ,  porque  luego  se  llegó  á 
mí  ,  y  tomándome  entre  sus  brazos  (por- 
que yo  ,  como  digo  ,  no  tube  fuerzas  para 
defenderme  según  estaba  turbada)  comen- 
zó á  decirme  tales  razones ,  que  no  sé  co- 
mo es  posible  que  tenga  tanta  habilidad 
la  mentira ,  que  las  sepa  componer  de  mo- 
do ,  que  parezcan  tan  verdaderas  :  hacia 
el  traidor  que  sus  lagrimas  acreditasen  sus 
palabras  ,  y  los  suspiros  su  intención.  Yo 
pobrecilla  ,  sola  éntrelos  mios,  mal  exer- 
citada  en  casos  semejantes,  comencé  no  sé 
en  que  modo  á  tener  por  verdaderas  tan- 
tas falsedades  ,  pero  no  de  suerte,  que  me 
moviesen  á  compasión  menos  que  buena 
sus  lagrimas  y  suspiros  ;  y  asi  pasándose- 
me aquel  sobresslto  primero,  torne  algún 
tanto  á  cobrar  mis  perdidos  espíritus  ,  y 
con  mas  animo  del  que  pense  que  pudie- 
ra tener  ,  le  dixe  ;  si  como  estoy  ,  señor. 


PARTE  I.  CAP.  xxvirr.  53 

en  tus  brazos  ,  estubiera  entre  los  de  ua 
leen  fiero  ,  y  el  librarme  dellos  se  me  ase- 
gurara con  que  hiciera,  ó  dixera.cosa  que 
fuera  en  perjuicio  de  mi  honestidad  ,  asi 
fuera  posible  hacella  ó  decilla  ,  como  es 
posible  dexar  de  haber  sido  lo  que  fue; 
asique,  si  tú  tienes  ceñido  mi  cuerpo  con 
tus  brazos  ,  yo  tengo  atada  mi  alma  con 
mis  buenos  deseos  ,  que  son  tan  diferentes 
de  los  tuyos  como  lo  verás  ,  si  con  ha- 
cerme fuerza  quisieres  pasar  adelante  en 
ellos  :  tu  vasalla  soy  ,  pero  no  tu  esclava: 
ni  tiene  ni  debe  tener  imperio  la  nobleza 
de  tu  sangre  para  deshonrar  y  tener  en 
poco  la  humildad  de  la  mía  ,  y  en  tanto 
me  estimo  yo  villana  y  labradora  ,  como 
tú  señor  y  caballero  :  conmigo  no  han  de 
ser  de  ningún  efeto  tus  fuerzas,  ni  han  de 
tener  valor  tus  riquezas  ,  ni  tus  palabras 
han  de  poder  engañarme  ,  ni  tus  suspiros 
y  lagrimas  enternecerme:  si  alguna  de  to- 
das estas  cosas  que  he  dicho  ,  viera  yo  en 
el  que  mis  padres  me  dieran  por  esposo, 
á  su  voluntad  se  ajustara  la  mia  ,  y  mi 
voluntad  de  la  suya  no  saliera  :  de  modo, 


54  DON     QUIXOTE. 

que  como  quedara  con  honra,  aunque  que- 
dara sin  gusto  ,  de  grado  te  entregara  lo 
que  tú,  señor,  ahora  con  tanta  fuerza  pro- 
curas :  todo  esto  he  dicho ,  porque  no  es 
pensar  que  de  mí  alcance  cosa  alguna  el 
que  no  fuere  mi  legitimo  esposo.  Si  no  re- 
paras mas  que  en  eso  ,  bellisima  Dorotea, 
que  este  es  el  nombre  desta  desdichada, 
dixo  el  desleal  caballero  ,  ves  aqui  te  doy 
la  mano  de  serlo  tuyo,  y  sean  testigos  des- 
ta verdad  los  cielos  ,  á  quien  ninguna  co- 
sa se  esconde  ,  y  esta  imagen  de  nuestra 
Señora  ,  que  aquí  tienes.  Quando  Cárde- 
nlo le  oyó  decir  que  se  llamaba  Dorotea, 
tornó  denuevo  á  sus  sobresaItos,y  acabó  de 
confirmar  por  verdadera  su  primera  opi- 
nión ^  pero  no  quiso  interromper  el  cuen- 
to por  ver  en  qué  venia  á  parar  lo  que  él 
ya  casi  sabia  ,  solo  dixo:  que?  Dorotea  es 
tu  nombre,  señora?  otra  he  oido  yo  decir 
del  mismo  ,  que  quiza  corre  parejas  con 
tus  desdichas  :  pasa  adelante  ,  que  tiem- 
po vendrá  en  que  te  diga  cosas  que  te  es- 
panten en  el  mismo  grado  que  te  lasti- 
men. Reparó  Dürotea  en  las  razones  de 


PARTE   r.    CAP.   XXVIIX.  $$ 

Cárdenlo  y  en  su  estrauo  y  desastrado  tra- 
ge ,  y  rogóle  que  si  alguna  cosa  de  su  ha- 
cienda (7)  sabia  ,  se  la  dixese  luego  ,  por- 
que si  algo  le  habia  dexado  bueno  la  for- 
tuna era  el  animo  que  tenia  para  sufrir 
qualquier  desastre  que  le  sobreviniese,  se- 
gura de  que  á  su  parecer  ninguno  podia  lle- 
gar que  el  que  tenia  acrecentase  un  pun- 
to. No  le  perdiera  yo  ,  señora  ,  respondió 
Cárdenlo,  en  decirte  lo  que  pienso,  si  fue- 
ra verdad  lo  que  imagino  ,  y  hasta  ahora 
no  se  pierde  coyuntura ,  ni  á  ti  te  impor- 
ta nada  el  saberlo.  Sea  lo  que  fuere  ,  res- 
pondió Dorotea,  lo  que  en  mi  cuento  pasa 
fue  que  tomando  Don  Fernando  una  ima- 
gen, que  en  aquel  aposento  estaba,  la  pu- 
so por  testigo  de  nuestro  desposorio  ,  con 
palabras  eficacísimas  y  juramentos  estra- 
ordinarios  me  dio  la  palabra  de  ser  mi 
marido  ,  puesto  que  antes  que  acabase  de 
decirlas,  le  dixe  que  mirase  bien  lo  que 
hacia  ;  y  que  considerase  el  enojo  que  su 
padre  habia  de  recebir  de  verie  casado  con 
una  villana  vasalla  suya  j  que  no  le  cega- 
se mi  hermosura  ,  tal  qual  era  ,  pues  no 


¿6  DON    QUIXOTE. 

era  bastante  para  hallar  en  ella  disculpa 
de  su  yerro';  y  que,  si  algún  bien  me  que- 
ría hacer  por  el  amor  que  me  tenia ,  fue- 
se dexar  cprrer  mi  suerte  á  lo  igual  de  lo 
que  mi  calidad  podia  ,  porque  nunca  los 
tan  desiguales  casamientos  se  gozan  ,  ni 
duran  mucho  en  aquel  gusto  con  que  se 
comienzan.  Todas  estas  razones,  que  aqui 
he  dicho ,  le  dixe  ,  y  otras  muchas  de  que 
no  me  acuerdo  ;  pero  no  fueron  parte  pa- 
ra que  él  dexase  de  seguir  su  intento,  bien 
ansi  como  el  que  no  piensa  pagar  ,  que  al 
concertar  de  la  barata  no  repara  en  in- 
convenientes. Yo  á  esta  sazón  hice  un  bre- 
ve discurso  conmigo,  y  me  dixe  á  mí  mis- 
ma :  si  ,  que  no  seré  yo  la  primera  que 
por  via  de  matrimonio  haya  subido  de  hu- 
milde á  grande  estado  ,  ni  sera  Don  Fer- 
nando el  primero  á  quien  hermosura  ,  ó 
ciega  afición  ,  que  es  lo  mas  cierto  ,  haya 
hecho  tomar  compañía  desigual  á  su  gran- 
deza ;  pues  ,  si  no  hago  ni  mundo  ni  uso 
nuevo,  bien  es  acudir  á  esta  honra  que  la 
suerte  me  ofrece  ,  puesto  que  en  este  no 
dure  mas  la  voluntad  que  me  muestra ,  de 


PARTE  I.   CAP.  xTvnr.  gf 

quanto  dure  el  cumplimiento  de  su  deseo, 
que  enfin  para  con  Dios  seré  su  esposa ;  y 
si  quiero  con  desdenes  despedille ,  en  ter- 
mino le  veo  que  ,  no  usando  el  que  debe, 
usará  el  de  la  fuerza  ,  y  vendré  á  quedar 
deshonrada  ,  y  sin  disculpa  de  la  culpa 
que  me  podia  dar  el  que  no  supiere  quaa 
sin  ella  he  venido  á  este  punto  :  porque 
qué  razones  serán  bastantes  para  persua- 
dir á  mis  padres  y  á  otros  que  este  ca- 
ballero entró  en  mi  aposento  sin  consenti- 
miento mió?  Todas  estas  demandas  y  res- 
puestas revolví  en  un  instante  en  la  ima- 
ginación ;  y  sobretodo  me  comenzaron  á 
hacer  fuerza,  y  á  inclinarme  á  lo  que  fue 
sin  yo  pensarlo  mi  perdición,  los  juramen- 
to.; de  Don  Fernando,  los  testigos  que  po- 
nía ,  las  lagrimas  que  derramaba  ,  y  fi- 
nalmente su  disposición  y  gentileza,  que, 
acompañadas  con  tantas  muestras  de  ver- 
dadero amor  ,  pudieran  rendir  á  otro  tan 
li'bre  y  recatado  corazón  ,  como  el  mió: 
llamé  á  mi  criada  paraque  en  la  tierra 
acompañase  á  los  testigos  del  cielo  :  tornd 
DoD  Fernando  á  reiterar  y  confirmar  sus 


¿8  DON    OUIXOTE. 

juramentos  ,  añadió  á  los  primeros  nue- 
vos santos  por  testigos ,  echóse  mil  futu- 
ras maldiciones  si  no  cumpliese  lo  que  me 
prometía  ,  volvió  á  humedecer  sus  ojos  y 
acrecentar  sus  suspiros,  apretóme  mas  en- 
tre sus  brazos  ,  de  los  quales  jamas  me 
habla  dexado  ,  y  con  esto  y  con  volverse 
á  salir  del  aposento  mi  doncella  ,  yo  dexé 
de  serlo  ,  y  el  acabó  de  ser  traidor  y  fe- 
mentido. El  dia,  que  sucedió  á  la  noche  de 
mi  desgracia  ,  se  venia  aun  no  tan  aprie- 
sa como  yo  pienso  que  Don  Fernando  de- 
seaba, porque,  después  de  cumplido  aque- 
llo que  el  apetito  pide  ,  el  mayor  gusto 
que  puede  venir  es  apartarse  de  donde  le 
alcanzaron  :  digo  esto  ,  porque  Don  Fer- 
nando dio  priesa  por  partirse  de  mí  ,  y 
por  industria  de  mi  doncella  ,  que  era  la 
misma  que  alli  le  habia  traído,  antes  que 
amaneciese  se  vio  en  la  calle  ;  y  al  des- 
pedirse de  mí ,  aunque  no  con  tanto  ahin- 
co y  vehemencia  como  quando  vino ,  me 
dixo  que  estubiese  segura  de  su  fe  ,  y  de 
ser  firmes  y  verdaderos  sus  juramentos,  y 
para  mas  confírmacioo  de  su  palabra  sacd 


PARTE   I.    CAP.   XXVIII.  59 

un  rico  anillo  del  dedo  y  lo  puso  en  el 
mío.  Enefeto  el  se  fue ,  y  yo  quedé  ni  sé 
si  triste  ó  alegre  :  esto  sé  bien  decir ,  que 
quede  confusa  y  pensativa  ,  y  casi  fuera 
de  mí  con  el  nuevo  a^caecimiento  ,  y  no 
tube  animo  ó  no  se  me  acordó  de  reñir  á 
mi  doncella  por  la  traición  cometida  de 
encerrar  á  Don  Fernando  en  mi  mismo 
aposento  ,  porque  aun  no  me  determinaba 
si  era  bien,  ó  mal, el  que  me  habia  suce- 
dido: dixele  al  partir  á  Don  Fernando  que 
por  el  mismo  camino  de  aquella  podía  ver- 
me otras  noches ,  pues  ya  era  suya,  hasta 
que  quando  el  quisiese  aquel  hecho  se  pu- 
blicase ;  pero  no  vino  otra  alguna  ,  sino 
fue  la  siguiente  ,  ni  yo  pude  verle  en  la 
calle ,  ni  en  la  iglesia  en  mas  de  un  mes, 
que  euvano  me  canse  en  solici tallo,  pues- 
to que  supe  que  estaba  en  la  villa  ,  y  que 
los  mas  dias  iba  á  caza  ,  exercicio  de  que 
él  era  muy  aficionado  :  estos  dias  y  estas 
horas  bien  sé  yo  que  para  mí  fueron  acia- 
gos y  menguadas  ,  y  bien  sé  que  comencé 
á  dudar  en  ellos ,  y  aun  á  descreer  de  la 
fe  de  Don  Fernando  ^  y  sé  también  que 


6o  DON    QUIXOTE. 

mi  doncella  oyó  entonces  las  palabras,  que 
en  reprehensión  de  su  atrevimiento  antes 
no  habia  oido  ;  y  sé  que  me  fue  forzoso 
tener  cuenta  con  mis  lagrimas  y  con  la 
compostura  de  mi  rostro,  por  no  dar  oca- 
sión á  que  mis  padres  me  preguntasen  que 
de  que  andaba,  descontenta  ,  y  me  obliga- 
sen á  buscar  mentiras  que  dediles  ;  pero 
todo  esto  se  acabó  en  un  punto,  llegándo- 
se uno  donde  se  atropellaron  respetos  y  se 
acabaron  los  honrados  discursos  ,  y  adon- 
de se  perdió  la  paciencia,  y  salieron  á  pla- 
za mis  secretos  pensamientos :  y  esto  fue, 
porque  de  alli  á  pocos  dias  se  dixo  en  el 
Lugar  cómo  en  una  ciudad  alli  oerca  se 
habia  casado  Don  Fernando  con  una  don- 
cella hermosísima  en  todo  estremo ,  y  de 
muy  principales  padres  ,  aunque  no  tan 
rica  ,  que  por  la  dote  pudiera  aspirar  á 
tan  noble  casamiento  :  dixose  que  se  lla- 
maba Luscinda ,  con  otras  cosas  que  en  sus 
desposorios  sucedieron  dignas  de  admira- 
ción. Oyó  Cardenio  el  nombre  de  Luscin- 
da ,  y  no  hizo  otra  cosa  que  encoger  los 
hombros,  morderse  los  labios,  enarcar  las 


1>ARTE    I.    CAP.    XXVIll.  Él 

cejas  ,  y  dexar  de  alli  á  poco  caer  por  sus 
ojos  dos  fuentes  de  lagrimas.  Mas  no  por 
esto  dcxó  Dorotea  de  seguir  su  cuento,  di- 
ciendo :  llegd  esta  triste  nueva  á  mis  oí- 
dos ,  y  en  lugar  de  helárseme  el  corazón 
en  oilla,  fue  tanta  la  colera  y  rabia  que  se 
encendió  en  el,  que  faltó  poco  para  no  sa- 
lii-me  por  las  calles  dando  voces ,  publi- 
cando la  alevosía  y  traición  que  se  me  ha- 
bla hecho  ;  mas  templóse  esta  furia  por 
entonces  con  pensar  de  poner  aquella  mis- 
ma noche  por  obra  lo  que  puse  ,  que  fue 
ponerme  en  este  habito  que  me  dio  uno 
de  los  que  llaman  zagales  en  casa  de  los 
labradores  ,  que  era  criado  de  mi  padre, 
al  qual  descubrí  toda  mi  desventura  ,  y 
le  rogue  me  acompañase  hasta  la  ciudad, 
donde  entendí  que  mi  enemigo  estaba:  él, 
después  que  hubo  reprehendido  mi  atrevi- 
miento y  afeado  mi  determinación  ,  vién- 
dome resuelta  en  mi  parecer,  se  ofreció  á 
tenerme  compañía  ,  como  el  dixo  ,  hasta 
el  cabo  del  mundo:  luego  al  momento  en- 
cerré en  una  almohada  de  lienzo  un  ves- 
tido de  muger  ,  y  algunas  joyas  y  dineros 


62  DOK    QDtXOTE. 

por  lo  que  podía  suceder  ,  y  en  el  silen- 
cio de  aquella  noche,  sin  dar  cuenta  á  mi 
traidora  doncella ,  sali  de  mi  casa,  acom- 
pañada de  mi  criado  y  de  muchas  imagi- 
naciones, y  me  puse  en  camino  de  la  ciu- 
dad á  pie  ,  llevada  en  vuelo  del  deseo  de 
llegar,  ya  que  no  á  estorbar  lo  que  tenia 
por  hecho  ,  alómenos  á  decir  á  Don  Fer- 
Dando  me  dixese  con  qué  alma  lo  habla 
hecho. 

Llegué  en  dos  dias  y  medio  donde  que- 
ría ,  y  en  entrando  por  la  ciudad  pregun- 
té por  la  casa  de  los  padres  de  Luscinda, 
y  al  primero  á  quien  hice  la  pregunta,  me 
respondió  mas  de  lo  que  yo  quisiera  oir: 
dixome  la  casa  ,  y  todo  lo  que  habia  su- 
cedido en  el  desposorio  de  su  hija  ,  cosa 
tan  publica  en  la  ciudad  ,  que  se  hacen 
corrillos  para  contarla  por  toda  ella  :  di- 
xome que  la  noche  que  Don  Fernando  se 
desposó  con  Luscinda  ,  después  de  haber 
ella  dado  el  sí  de  ser  su  esposa ,  le  habia 
tomado  un  recio  desmayo,  y  que,  llegan- 
do su  esposo  á  desabrocharle  el  pecho  pa- 
raque  le  diese  el  ayre ,  le  halló  un  papel 


PARTE    r.    CAP.   KKVin.  6$ 

escrito  de  la  misma  letra  de  Luscinda ,  en 
que  decía  y  declaraba  que  ella  no  pedia 
ser  esposa  de  Don  Fernando  ,  porqje  lo 
era  de  Cardenio  ,  que  á  lo  que  el  hombre 
me  dixo  era  un  caballero  muy  principal 
de  la  misma  ciudad  ,  y  que  si  había  dado 
el  sí  á  Don  Fernando  ,  fue  por  no  salir  de 
la  obediencia  de  sus  padres:  en  resolución 
tales  razones  dixo  que  contenia  el  papel, 
que  daba  á  entender  que  ella  había  teni- 
do intención  de  matarse  en  acabándose  de 
desposar  ,  y  daba  allí  las  razones  por  que 
se  había  quitado  la  vida  :  todo  lo  qual  di- 
cen que  confirmó  una  daga  ,  que  le  halla- 
ron no  se  en  que  parte  de  sus  vestidos: 
todo  lo  qual  visto  por  Don  Fernando,  pa- 
reciendole  que  Luscinda  le  había  burlado, 
y  escarnecido  y  tenido  en  poco  ,  arreme- 
tió á  ella  antes  que  de  su  desmayo  vol- 
viese, y  con  la  misma  daga  que  le  halla- 
ron la  quiso  dar  de  puñaladas  ,  y  lo  hi- 
ciera ,  si  sus  padres  y  los  que  se  halla- 
roa  presentes  no  se  lo  estorbaran:  díxeron 
mas,  que  luego  se  ausentó  Don  Fernando, 
y  que  Luscinda  no  había  vuelto  de  su  pa- 


64  1>0N    QUIXOTE. 

rasismo  hasta  otro  dia  ,  que  contó  á  sus 
padres  cómo  ella  era  verdadera  esposa  de 
aquel  Cardenio  que  he  dicho  :  supe  mas, 
que  el  Cardenio  según  decían  se  halló  pre- 
sente á  los  desposorios  ,  y  que  en  viendo- 
la  desposada  ,  lo  qual  el  jamas  pensó  ,  se 
sallo  de  la  ciudad  desesperado  ,  dexando- 
le  primero  escrita  una  carta  ,  donde  daba 
á  entender  el  agravio  que  Luscinda  le  ha- 
bía hecho  ,  y  de  cómo  el  se  iba  adonde 
gentes  no  le  viesen  :  esto  todo  era  publi- 
co y  notorio  en  toda  la  ciudad  ,  y  todos 
hablaban  dello  ,  y  mas  hablaron  quando 
supieron  que  Luscinda  había  faltado  de  ca- 
sa de  su  padre  y  de  la  ciudad  ,  pues  no 
la  hallaron  en  toda  ella  ,  de  que  perdían 
el  juicio  sus  padres,  y  no  sabían  qué  me- 
dio se  tomar  para  hallarla  :  esto  que  supe 
puso  en  bando  mis  esperanzas,  y  tube  por 
mejor  no  haber  hallado  á  Don  Fernando, 
que  no  hallarle  casado,  pareciendome  que 
aun  no  estaba  del  todo  cerrada  la  puerta  á 
mi  remedio ,  dándome  yo  á  entender  que 
podría  ser  que  el  cielo  hubiese  puesto  aquel 
impedimento  en  el  segundo  matrimonio, 


Parte  i.  cap.  xxvrir.  65 

por  atraerle  á  conocer  lo  que  al  primero 
debia  ,  y  á  caer  en  la  cuenta  de  que  era 
cristiano,  y  que  estaba  mas  obligado  á  su 
alma  que  á  los  respetos  humanos  :  todas 
estas  cosas  revolvía  en  mi  fantasía,  y  me 
consolaba  sin  tener  consuelo  ,  fingiendo 
unas  esperanzas  largas  y  desmayadas  pa- 
ra entretener  la  vida  que  ya  aborrezco. 
Estando  pues  en  la  ciudad  ,  sin  saber  qué 
hacerme  ,  pues  á  Don  Fernando  no  halla- 
ba ,  llegó  á  mis  oídos  un  pregón  ,  donde 
se  prometía  grande  hallazgo  á  quien  me 
hallase  ,  dando  las  señas  de  la  edad  y  del 
mismo  trage  que  traia  ,  y  oi  decir  que  se 
decía  que  me  había  sacado  de  casa  de  mis 
padres  el  mozo  que  conmigo  vino  ,  cosa 
que  me  llegó  al  alma  ,  por  ver  quan  de 
caída  andaba  mi  crédito  ,  pues  no  basta- 
ba perderle  con  mi  venida,  sino  añadir  el 
con  quien ,  siendo  sugeto  tan  baxo  y  tan  . 
indigno  de  mis  buenos  pensamientos  :  al 
punto  que  oi  el  pregón  me  salí  de  la  ciu- 
dad con  mi  criado  ,  que  ya  comenzaba  á 
dar  muestras  de  titubear  en  la  fe  ,  que  de 
lidelidad  me  tenia  prometida  ,  y  aquella 

T.  III.  E 


66  DON    QUIXOTE. 

noche  nos  entramos  por  lo  espeso  dest» 
montana  con  el  miedo  de  no  ser  hallados; 
pero  como  suele  decirse  que  un  mal  lla- 
ma á  otro,  y  que  el  fin  de  una  desgracia 
suele  ser  principio  de  otra  mayor  ,  asi  me 
sucedió  á  mí,  porque  mi  buen  criado,  bas- 
ta entonces  fiel  y  seguro,  asi  como  me  vio 
en  esta  soledad,  incitado  de  su  misma  be- 
llaquería antes  que  de  mi  hermosura,  qui- 
so aprovecharse  de  la  ocasión  que  á  su  pa- 
recer estos  yermos  le  ofrecían  ,  y  con  po- 
ca vergüenza  y  menos  temor  de  Dios ,  ni 
respeto  mió  me  requirió  de  amores  ,  y 
viendo  que  yo  con  feas  y  justas  palabras 
respondía  á  las  desvergüenzas  de  sus  pro- 
pósitos ,  dexó  aparte  los  ruegos  de  quien 
primero  pensó  aprovecharse,  y  comenzó  á 
usar  de  la  fuerza;  pero  el  justo  cielo,  que 
pocas  ó  ningunas  veces  dexa  de  mirar  y 
favorecer  á  las  justas  intenciones  ,  favore- 
ció las  mías  de  manera  ,  que  con  mis  po- 
cas fuerzas  y  con  poco  trabajo  di  con  el  por 
un  derrumbadero  ,  donde  le  dexe  ,  ni  sé 
si  muerto  ,  d  si  vivo  ;  y  luego  con  mas  li- 
gereza que  mi  sobresalto  y  cansancio  pe- 


PARTE   r.  CAP.   XKVXrr.  67 

dían  me  entre  por  estas  montañas,  sin  lle- 
var otro  pensamiento  ni  otro  disignio  que 
esconderme  en  ellas ,  y  huir  de  mi  padre, 
y  de  aquellos  que  de  su  parte  me  andaban 
buscando:  con  este  deseo  ha  no  sé  quantos 
meses  que  entre  en  ellas,  donde  halle  un 
ganadero  que  me  llevó  por  su  criado  á  un 
Lugar,  que  está  en  las  entrañas  desta  sier- 
ra ,  al  qual  he  servido  de  zagal  todo  es- 
te tiempo  ,  procurando  estar  siempre  en 
el  campo  por  encubrir  estos  cabellos  ,  que 
ahora  tan  sin  pensarlo  me  han  descubier- 
to ;  pero  toda  mi  industria  y  toda  mi  so- 
licitud fue  y  ha  sido  de  ningún  provecho, 
pues  mi  amo  vino  en  conocimiento  de  que 
yo  no  era  varón  ,  y  nació  en  el  el  m.ismo 
mal  pensamiento  que  en  mi  criado;  y  co- 
mo no  siempre  la  fortuna  con  los  trabajos 
da  los  remedios  ,  no  hallé  derrumbadero 
ni  barranco  de  donde  despeñar  y  despe- 
nar al  amo,  como  le  halle  para  el  criado- 
y  asi  tube  por  menor  inconveniente  dexa- 
Ue  y  esconderme  denuevo  entre  estas  as- 
perezas, que  probar  con  el  mis  fuerzas  ó 
mis  disculpas  :  digo  pues  que  me  torne  á 
E^ 


(8  DON     QUIXOTE. 

emboscar ,  y  á  buscar  donde  sin  impedi- 
mento alguno  pudiese  con  suspiros  y  la- 
grimas rogar  al  cielo  se  duela  de  mi  des- 
ventura ,  y  me  dé  industria  y  favor  para 
salir  della  ,  ó  para  dexar  la  vida  entre  es- 
tas soledades,  sinque  quede  memoria  desta 
triste,  que  tan  sin  culpa  suya  habrá  dado 
materia  paraque  de  ella  se  hable  y  mur- 
mure en  la  suya  y  en  las  agenas  tierras. 

CAPITULO    XXIX. 

<JDE    TRATA     DEL    GRACIOSO    ARTIFICIO    Y 
ORDEN  QUE  SE  TUBO  EN   SACAR  A  NUESTRO 
ENAMORADO  CABALLERO    DE  LA  ASPERÍSI- 
MA   PENITENCIA    EN   QUE  SE  HABÍA 
PUESTO  (8). 


E. 


<sía  es,  se  lio  res ,  la  verdadera  historia 
de  mi  tragedia  :  mirad  y  juzgad  ahora  si 
los  suspiros  que  escuchastes  ,  las  palabras 
que  oistes,  y  las  lagrimas  que  de  mis  ojos 
salian  ,  tenian  ocasión  bastante  para  mos- 
trarse en  mayor  abundancia  ;  y  conside- 
rada la  calidad  de  mi  desgracia,  veréis  que 


PARTE    I.    CAP.    XXrX.  69 

sera  envano  el  consuelo ,  pues  es  imposi- 
ble el  remedio  della  :  solo  os  ruego  (lo 
que  con  facilidad  podréis  y  debéis  hacer) 
que  me  aconsejéis  dónde  podre  pasar  la 
vida  ,  sinque  me  acabe  el  temor  y  sobre- 
salto que  tengo  de  ser  hallada  de  los  que 
me  buscan;  que,  aunque  se  que  el  mucho 
amor  que  mis  padres  me  tienen  me  ase- 
gura que  seré  dellos  bien  recebida,  es  tan- 
ta la  vergüenza  que  me  ocupa  solo  el  pen- 
sar que  ,  no  como  ellos  pensaban  ,  tengo 
de  parecer  á  su  presencia  ,  que  tengo  por 
mejor  desterrarme  para  siempre  de  ser  vis- 
ta, que  no  verles  el  rostro  con  pensamien- 
to que  ellos  miren  el  mió  ageno  de  la  ho- 
nestidad ,  que  de  mi  se  debían  de  tener 
prometida.  Calló  en  diciendo  esto  ,  y  el 
rostro  se  le  cubrió  de  un  color  ,  que  mos- 
tró bien  claro  el  sentimiento  y  vergüenza 
del  alma.  En  las  suyas  sintieron  los  que 
escuchado  la  hablan  tanta  lastima  ,  como 
admiración  de  £u  desgracia; y  aunque  lue- 
go quisiera  el  Cura  consolarla  y  aconse- 
jarla, tomó  primero  la  mano  Cárdenlo,  li- 
ciendo;  enfin,  señora:  que'?  tú  eres  la  her- 


70  DON    QÜIXOTE. 

mosa  Dorotea  ,  la  hija  única  del  rico  Cle- 
nardo?  Admirada  quedó  Dorotea  quaa- 
do  oyó  el  nombre  de  su  padre  ,  y  de  ver 
quan  de  poco  era  el  que  le  nombraba,  por- 
que ya  se  ha  dicho  de  la  mala  manera 
que  Cárdenlo  estaba  vestido  ,  y  asi  le  di- 
xo  :  y  quien  sois  vos  ,  hermano  ,  que  asi 
sabéis  el  nombre  de  mi  padre?  porque  yo 
hasta  ahora,  si  mal  no  me  acuerdo,  en  to- 
do el  discurso  del  cuento  de  mi  desdicha 
no  le  he  nombrado.  Soy ,  respondió  Cár- 
denlo ,  aquel  sin  ventura  ,  que  según  vos, 
señora  ,  habéis  dicho  ,  Luscinda  dixo  que 
era  su  esposo  :  soy  el  desdichado  Cárde- 
nlo, á  quien  el  mal  termino  de  aquel,  que 
á  vos  os  ha  puesto  en  el  que  estáis  ,  me 
ha  traído  á  que  me  veáis  qual  me  veis, 
roto,  desnudo,  falto  de  todo  humano  con- 
suelo, y  lo  que  es  peor  de  todo,  falto  de 
juicio  ,  pues  no  le  tengo  sino  quando  al 
cielo  se  le  antoja  dármele  por  algún  bre- 
ve espacio :  yo  ,  Dorotea  ,  soy  el  que  me 
halle  presente  á  las  sinrazones  de  Don  Fer- 
nando, y  el  que  aguardó  á  oir  el  sí,  que 
de  ser  su  esposa  pronunció  Luscinda  :  yo 


PARTE    I.    CAP.    XXIX.  71 

íoy  el  que  no  tubo  animo  para  ver  en  qué 
paraba  su  desmaj-o  ,  ni  lo  que  resultaba 
del  papel  que  le  fue  hallado  en  el  pecho, 
porque  no  tubo  el  alma  sufrimiento  para 
ver  tantas  desventuras  juntas  ,  y  asi  dexé 
la  casa  y  la  paciencia,  y  una  carta  que  de- 
xe  á  un  huésped  mió,  á  quien  rogue  que 
en  manos  de  Luscinda  la  pusiese,  y  vineme 
á  estas  soledades  con  intención  de  acabar 
en  ellas  la  vida ,  que  desde  aquel  tiempo 
aborrecí  como  mortal  enemiga  mia  ;  mas 
no  ha  querido  la  suerte  quitármela  ,  con- 
tentándose con  quitarme  el  juicio  ,  quiza 
para  guardarme  para  la  buena  ventura  que 
he  tenido  en  hallaros,  pues  siendo  verdad, 
como  creo  que  lo  es  ,  lo  que  aqui  habéis 
contado  ,  aun  podría  ser  que  á  entrambos 
nos  tubiese  el  cielo  guardado  mejor  suce- 
so en  nuestros  desastres,  que  nosotros  pen- 
samos: porque,  presupuesto  que  Luscinda 
no  puede  casarse  con  Don  Fernando  por 
ser  mia  ,  ni  Don  Fernando  con  ella  por  ser 
vuestro,  y  haberlo  ella  tan  manifiestamen- 
te declarado,  bien  podemos  esperar  que  el 
cielo  nos  restituya  lo  que  es  nuestro,  pues 


72.  DON    QOIXOTE. 

está  todavía  en  ser ,  y  no  se  ha  enagena- 
do  ni  deshecho  :  y  pues  este  consuelo  te- 
nemos ,  nacido  no  de  muy  remota  espe- 
ranza ,  ni  fundado  en  desvariadas  imagi- 
naciones ,  suplicóos  ,  señora  ,  que  toméis 
otra  resolución  en  vuestros  honrados  pen- 
samientos ,  pues  yo  la  pienso  tomar  en  los 
mios  ,  acomodándoos  á  esperar  mejor  for- 
tuna: que  yo  os  juro  por  la  fe  de  caballe- 
ro y  de  cristiano  de  no  desampararos  has- 
ta veros  en  poder  de  Don  Fernando;  y  que 
quando  con  razones  no  le  pudiere  atraer  á 
que  conozca  lo  que  os  debe  ,  de  usar  en- 
tonces la  libertad  que  me  concede  el  ser 
caballero ,  y  poder  con  justo  titulo  desa- 
fialle  en  razón  de  la  sinrazón  que  os  ha- 
ce ,  sin  acordarme  de  mis  agravios  ,  cuya 
venganza  dexaré  al  cielo  por  acudir  en  la 
tierra  á  los  vuestros.  Con  lo  que  Cárde- 
nlo dixo  se  acabó  de  admirar  Dorotea,  y 
por  no  saber  qué  gracias  volver  á  tan  gran- 
des ofrecimientos  ,  quiso  tomarle  los  pies 
para  besárselos;  mas  no  lo  consintió  Car- 
denio  :  y  el  Licenciado  respondió  por  eo- 
trambos,  y  aprobó  el  buen  discurso  de  Car- 


PARTE    I.    CAP.    XXIX.  73 

denio ,  y  sobre  todo  les  rogo  ,  aconsejó  y 
persuadió  que  se  fuesen  con  el  á  su  aldea, 
donde  se  podrían  reparar  de  las  cosas  que 
les  faltaban  ,  y  que  alli  se  darla  orden  co- 
mo buscar  á  Don  Fernando ,  ó  como  lle- 
var á  Dorotea  á  sus  padres,  ó  hacer  lo  que 
mas  les  pareciese  conveniente.  Cárdenlo 
y  Dorotea  se  lo  agradecieron  ,  y  acetaron 
la  merced  que  se  les  ofrecía.  El  Barbero, 
que  á  todo  había  estado  suspenso  y  calla- 
do ,  hizo  también  su  buena  platica  ,  y  se 
ofreció  con  no  menos  voluntad  que  el  Cu- 
ra á  todo  aquello  que  fuese  bueno  para 
servirles:  corto  asimismo  con  brevedad  la 
causa  que  alli  los  había  traído,  con  la  es- 
trañeza de  la  locura  de  Don  Quixote  ,  y 
como  aguardaban  á  su  escudero  que  ha- 
bía ido  á  buscalle.  Vinosele  á  la  memoria 
á  Cardenio  como  por  sueños  la  pendencia 
que  con  Don  Quixote  había  tenido,  y  con- 
tola á  los  demás  ;  mas  no  supo  decir  por 
que  causa  fue  su  question. 

En  esto  oyeron  voces,  y  conocieron  que 
el  que  las  daba  era  Sancho  Panza,  que  por 
00  haberlos  hallado  en  el  lugar  doade  los 


74  5>0N    QUIXOTE. 

dexd  los  llamaba  á  voces:  saliéronle  al  en- 
cuentro ,  y  preguntándole  por  Don  Qui- 
xote  ,  les  dixo  como  le  habia  hallado  des- 
nudo, en  camisa,  flaco,  amarillo  y  muer- 
to de  hambre  ,  y  suspirando  por  su  seño- 
ra Dulcinea  :  y  que  puesto  que  le  habia 
dicho  que  ella  le  mandaba  que  saliese  de 
aquel  lugar,  y  se  fuese  al  del  Toboso  don- 
de le  quedaba  esperando  ,  habia  respondi- 
do que  estaba  determinado  de  no  parecer 
ante  su  fermosura  ,  fasta  que  hobiese  fe- 
cho fazaíias ,  que  le  íiciesen  digno  de  su 
gracia  ,  y  que  si  aquello  pasaba  adelante, 
corría  peligro  de  no  venir  á  ser  Empera- 
dor como  estaba  obligado  ,  ni  aun  Arzo- 
bispo ,  que  era  lo  menos  que  podia  ser: 
por  eso  ,  que  mirasen  lo  que  se  habia  de 
hacer  para  sacarle  de  alli.  El  Licenciado 
le  respondió  que  no  tubiese  pena,  que  ellos 
le  sacarían  de  alli  mal  que  le  pesase:  con- 
tó luego  á  Cárdenlo  y  á  Dorotea  lo  que 
tenian  pensado  para  remedio  de  Don  Qui- 
xote,  alómenos  para  llevarle  á  su  casa.  A 
lo  qual  dixo  Dorotea  que  ella  haria  la  don- 
cella menesterosa  mejor  que  el  Barbero,  y 


PAFTE   I.    CAP.    XXIX.  75 

mas  que  tenia  aljd  vestidos  con  que  ha- 
cerlo al  natural ,  y  que  la  dexasen  el  car- 
go de  saber  representar  todo  aquello  que 
fuese  menester  para  llevar  adelante  su  in- 
tento ,  porque  ella  habla  leido  muchos  li- 
bros de  CabaUerias  ,  y  sabia  bien  el  estilo 
que  tenían  las  doncellas  cuitadas  ,  quando 
pedian  sus  dones  á  los  andantes  caballe- 
ros. Pues  no  es  menester  mas,  dixo  el  Cu- 
ra, sino  que  luego  se  ponga  por  obra ;  que 
íin  duda  la  buena  suerte  se  muestra  en  fa- 
vor mió,  pues  tan  sin  pensarlo,  á  vosotros, 
señores,  se  os  ha  comenzado  á  abrir  puer- 
ta para  vuestro  remedio  ,  y  á  nosotros  se 
nos  ha  facilitado  la  que  habiamos  menes- 
ter. Sacó  luego  Dorotea  de  su  almohada 
una  saya  entera  de  cierta  telilla  rica  ,  y 
una  mantellina  de  otra  vistosa  tela  ver- 
de ,  y  de  una  caxita  un  collar  y  otras  jo- 
yas ,  con  que  en  un  instante  se  adornó  de 
manera  ,  que  una  rica  y  gran  señora  pa- 
recía :  todo  aquello  y  mas  dixo  que  había 
sacado  de  su  casa  para  lo  que  se  ofrecie- 
se ,  y  que  hasta  entonces  no  se  le  había 
ofrecido  ocasión  de  habelio  menester.  A 


76  BOTÍ    QUIXOTE. 

todos  contentó  en  estremo  su  mucha  gra- 
cia ,  donayre  y  hermosura  ,  y  confirma- 
ron á  Don  Fernando  por  de  poco  conoci- 
miento, pues  tanta  belleza  desechaba;  pe- 
ro el  que  mas  se  admiró  fue  Sancho  Pan- 
za ,  por  parecerle  (como  era  asi  verdad) 
que  en  todos  los  días  de  su  vida  habia  vis- 
to tan  hermosa  criatura  :  y  asi  preguntó 
al  Cura  con  grande  ahinco  le  dixese  quién 
era  aquella  tan  fermosa  señora,  y  qué  era 
lo  que  buscaba  por  aquellos  andurriales. 
Esta  hermosa  señora  ,  respondió  el  Cura, 
Sancho  hermano  ,  es  ,  como  quien  no  dice 
nada  ,  es  la  heredera  por  linea  recta  de 
varón  del  gran  reyno  de  Micomicon  ,  la 
qual  viene  en  busca  de  vuestro  amo  á  pe- 
dirle un  don,  el  qual  es  que  le  desfaga  un 
tuerto  ó  agravio  que  un  mal  gigante  le 
tiene  fecho;  y  á  la  fama  que  de  buen  ca- 
ballero vuestro  amo  tiene  por  todo  lo  des- 
cubierto ,  de  Guinea  ha  venido  á  buscarle 
esta  Princesa.  Dichosa  buscada  y  dichoso 
hallazgo  ,  dixo  á  esta  sazón  Sancho  Pan- 
za ,  y  mas  si  mi  amo  es  tan  venturoso  que 
desfaga  ese  agravio  y  enderece  ese  tuer- 


PARTE    I.    CAP.   XXIX.  77 

to  ,  matando  á  es?  hideputa  dése  gigante 
que  vuestra  merced  dice  :  que  sí  matará, 
si  el  le  encuentra  ,  si  ya  no  fuese  fantas- 
ma, que  contra  las  fantasmas  no  tiene  mi 
señor  poder  alguno  ;  pero  una  cosa  quie- 
ro suplicar  á  vuestra  merced  entre  otras, 
señor  Licenciado  ,  y  es  que  porque  á  mi 
amo  no  le  tome  gana  de  ser  Arzobispo, 
que  es  lo  que  yo  temo,  que  vuestra  mer- 
ced le  aconseje  que  se  case  luego  con  esta 
Princesa  ,  y  asi  quedará  imposibilitado  de 
recebir  ordenes  arzobispales,  y  vendrá  con 
facilidad  á  su  Imperio,  y  yo  al  fin  de  mis 
deseos:  que  yo  he  mirado  bien  en  ello  ,  y 
hallo  por  mi  cuenta  que  no  me  está  bien 
que  mi  amo  sea  Arzobispo,  porque  yo  soy 
inútil  para  la  Iglesia  ,  pues  soy  casado  ,  y 
andarme  ahora  á  traer  dispensaciones  pa- 
ra poder  tener  renta  por  la  Iglesia  ,  te- 
niendo como  tengo  muger  y  hijos  ,  seria 
nunca  acabar  :  asique  ,  señor,  todo  el  to- 
que está  en  que  mi  amo  se  case  luego  con 
esta  señora,  que  basta  ahora  no  sé  su  gra- 
cia, y  asi  no  la  llamo  por  su  nombre.  Lla- 
mase, respondió  el  Cura  ,  la  princesa  Mi- 


78  DON    OÜIXOTE. 

comicona  ,  porque  ,  llamándose  su  reyno 
Micomicon  ,  claro  está  que  ella  se  ha  de 
llamar  asi.  No  hay  duda  en  eso  ,  respon- 
dió Sancho,  que  yo  he  visto  á  muchos  to- 
mar el  apellido  y  alcurnia  del  Lugar  don- 
de nacieron  ,  llamándose  Pedro  de  Alcalá, 
Juan  de  Ubeda  ,  y  Diego  de  Valladolid,  y 
esto  mismo  se  debe  de  usar  alia  en  Gui- 
nea, tomar  las  Reynas  los  nombres  de  sus 
reynos.  Asi  debe  de  ser  ,  dixo  el  Cura  ,  y 
en  lo  del  casarse  vuestro  amo  yo  haré  en 
ello  todos  mis  poderios.  Con  lo  que  quedó 
tan  contento  Sancho  ,  quanto  el  Cura  ad- 
mirado de  su  simplicidad  ,  y  de  ver  quan 
encaxados  tenia  en  la  fantasia  los  mismos 
disparates  que  su  amo  ,  pues  sin  alguna 
duda  se  daba  á  entender  que  habia  de  ve- 
nir á  ser  Emperador.  Ya  en  esto  se  habia 
puesto  Dorotea  sobre  la  muía  del  Cura  ,  y 
el  Barbero  se  habia  acomodado  al  rostro 
la  barba  de  la  cola  de  buey  ,  y  dixeron  á 
Sancho  que  los  guiase  adonde  Don  Qui- 
xote  estaba  ,  al  qual  advirtieron  que  no 
dixese  que  conocía  al  Licenciado  ,  ni  al 
Barbero  ,  porque  en  no  conocerlos  consis- 


PARTE    I.    CAP.    XXIX.  79 

tia  todo  el  toque  de  venir  á  ser  Empera- 
dor su  amo  ;  puesto  que  ni  el  Cura  ni 
Cárdenlo  quisieron  ir  con  ellos,  porque  no 
se  le  acordase  á  Don  Quixote  la  penden- 
cia que  con  Cardenio  habla  tenido  ,  y  el 
Cura  ,  porque  no  era  menester  por  enton- 
ces su  presencia  ,  y  asi  los  dexaron  ir  de- 
lante ,  y  ellos -los  fueron  siguiendo  á  pie 
poco  á  poco.  No  dexd  de  avisar  el  Cura 
lo  que  habia  de  hacer  Dorotea  :  á  lo  que 
ella  dixoque  descuidasen, que  todo  se  ha- 
ría sin  faltar  punto  como  lo  pedían  y  pin- 
taban los  libros  de  Caballerias. 

Tres  quartos  de  legua  habrían  andado, 
quando  descubrieron  á  Don  Quixote  entre 
unas  intricadas  peñas,  ya  vestido,  aunque 
no  armado  :  y  asi  como  Dorotea  le  vio  ,  y 
fue  informado  de  Sancho  que  aquel  era 
Don  Quixote,  dio  del  azote  á  su  palafrén, 
siguiéndole  el  bien  barbado  Barbera:  y  en 
llegando  junto  á  el ,  el  escudero  se  arrojó 
de  la  muía ,  y  fue  á  tomar  en  lo  brazos 
á  Dorotea,  la  qual,  apeándose  con  grande 
desenvoltura  ,  se  fue  á  hincar  de  rodillas 
ante  las  de  Don  Quixote,  y  aunque  él  pug- 


8o  DON    QüIXOTE. 

naba  por  levantarla  ,  ella  sin  levantarse 
le  fabltí  en  esta  guisa :  de  aqui  no  me  le- 
vantaré ,  ó  valeroso  y  esforzado  caballe- 
ro, fasta  que  la  vuestra  bondad  y  cortesía 
me  otorgue  un  don,  el  qual  redundará  en 
honra  y  prez  de  vuestra  persona  ,  y  en 
pro  de  la  mas  desconsolada  y  agraviada 
doncella  que  el  sol  ha  visto  ;  y  si  es  que 
el  valor  de  vuestro  fuerte  brazo  corres- 
ponde á  la  voz  de  vuestra  inmortal  fama, 
obligado  estáis  á  favorecer  á  la  sin  ventu- 
ra que  de  tan  luefies  tierias  viene  al  olor 
de  vuestro  famoso  nombre,  buscándoos  pa- 
ra remedio  de  sus  desdichias.  No  os  res- 
pondere  palabra  ,  fermosa  señora,  respon- 
dió Don  Quixote,  ni  oiré  mas  cosa  de  vues- 
tra facienda,  fasta  que  os  levantéis  de  tier- 
ra. No  me  levantaré,  señor  ,  respondió  la 
afligida  doncella,  si  primero  por  la  vues- 
tra cortesía  no  me  es  otorgado  el  don  que 
pido.  Yo  vos  le  otorgo  y  coacedo  ,  res- 
pondió Don  Quixote  ,  como  no  se  haya 
de  cumplir  en  daño  ó  mengua  de  mi  Rey, 
de  mi  patria ,  y  de  aquella  que  de  mi  co- 
razón y  libertad  tiene  la  llave  (9}.  No  se- 


PARTE   1.    CAP.    XXIX.  8 1 

ra  en  daño  ni  en  mengua  de  los  que  de- 
cís ,  mi  buen  señor  ,  replicó  la  dolorosa 
doncella.  Y  estando  en  esto  ,  se  llegó  San- 
cho Panza  al  oido  de  su  señor  ,  y  muy 
pasito  le  dixo  :  bien  puede  vuestra  mer- 
ced ,  señor  ,  concederle  el  don  que  pide, 
que  no  es  cosa  de  nada ,  solo  es  matar  á 
un  gigantazo  ,  y  esta  que  lo  pide  es  la  al- 
ta princesa  Micomicona  ,  Reyna  del  gran 
reyno  Micomicon  de  Etiopia.  Sea  quien 
fuere,  respondió  Don  Quixote,  que  yo  lia- 
re lo  que  soy  obligado,  y  lo  que  me  dicta 
mi  conciencia  conforme  á  lo  que  profesa- 
do tengo;  y  volviéndose  á  la  doncella,  di- 
xo :  la  vuestra  gran  fermosura  se  levante, 
que  yo  le  otorgo  el  don  que  pedirme  qui- 
siere. Pues  el  que  pido  es ,  dixo  la  donce- 
lla ,  que  la  vuestra  magnánima  persona  se 
venga  luego  conmigo  donde  yo  le  llevare, 
y  me  prometa  que  no  se  ha  de  entreme- 
ter en  otra  aventura,  ni  demanda  alguna, 
hasta  darme  venganza  de  un  traidor ,  que 
contra  todo  derecho  divino  y  humano  me 
tiene  usurpado  mi  reyno.  Digo  que  asi  lo 
otorgo ,  respondió  Don  Quixote,  y  asi  po- 

T.  IIJ.  F 


82  DON     QUIXOTE. 

deis  ,  señora  ,  desde  hoy  mas  desechar  la 
malencolia  que  os  fatiga,  y  hacer  que  co- 
bre nuevos  brios  y  fuerzas  vuestra  desma- 
yada esperanza  ,  que  con  el  ayuda  de  Dios 
y  la  de  mi  brazo  vos  os  veréis  presto  res- 
tituida en  vuestro  reyno,  y  sentada  en  la 
silla  de  vuestro  antiguo  y  grande  estado, 
apesar  y  adespecho  de  los  follones  que  con- 
tradecirlo quisieren  :  y  manos  á  la  labor, 
que  en  la  tardanza  dicen  que  suele  estar 
el  peligro.  La  meoesterusa  doncella  pug- 
nó con  mucha  porfía  por  besarle  las  ma- 
nos ;  mas  Don  Quixote  ,  que  en  todo  era 
comedido  y  cortés  caballero,  jamas  lo  con- 
sintió ,  antes  la  hizo  levantar  y  la  abra- 
zó con  mucha  cortesia  y  comedimiento,  y 
mandó  á  Sancho  que  requiriese  las  cin- 
chas á  Rocinante  y  le  armase  luego  al 
punto,  Sancho  descolgó  las  armas,  que  co- 
mo trofeo  de  un  árbol  estaban  pendien- 
tes, y  requiriendo  las  cinchas,  en  un  pun- 
to armó  á  su  señor ,  el  qual  viéndose  ar- 
mado dixo  :  vamos  de  aquí  en  el  nom- 
bre de  Dios  á  favorecer  esta  gran  señora. 
Estábase  el  Barbero  aun  de  rodillas  ,  te- 


PARTE    r.    CAP.    XXIX.  83 

niendo  gran  cuenta  de  disimular  la  risa 
y  de  que  do  se  le  cayese  la  barba  ,  con 
cuya  caída  quiza  quedaran  todos  sin  con- 
seguir su  buena  intención  :  y  viendo  que 
ya  el  don  estaba  concedido ,  y  con  la  di- 
L^gencia  que  (lo)  Don  Quixote  se  alistaba 
para  ir  a  cumplirle ,  se  levantó  ,  y  tomó 
de  !a  otra  mano  á  su  señora  ,  y  entre  los 
dos  la  subieron  en  la  muía  :  luego  subió 
Don  Quixote  sobre  Rociaaüte,  y  el  Bar- 
bero se  acomodo  en  su  cabalgadura  ,  que- 
dándose Sancho  á  pie  ,  donde  denuevo  se 
le  renovó  la  perdida  del  Rucio  con  la  fal- 
ta que  entonces  le  hacia;  mas  todo  lo  lle- 
vaba con  gusto  ,  por  parecerle  que  ya  su 
señor  estaba  puesto  en  camino  y  muy  api- 
que  de  ser  Emperador  ,  porque  sin  duda 
alguna  pensaba  que  se  habia  de  casar  con 
aquella  Princesa,  y  ser  por  lo  menos  Rey 
de  Micomicon  :  solo  le  daba  pesadumbre 
el  pensar  que  aquel  rey  no  era  en  tierra 
de  negros,  y  que  la  gente,  que  por  sus  va- 
sallos le  diesen  ,  hablan  de  ser  todos  ne- 
gros :  á  lo  qual  hizo  luego  en  su  imagina- 
ción ua  buen  remedio,  y  dixose  á  si  mis- 

F2 


|4  DONQUIXOTE. 

mo :  que  se  me  da  á  mí  que  mis  vaáallos 
sesn  negros?  ¿habrá  mas  que  cargar  con 
ellos  y  traerlos  á  España  ,  donde  los  po- 
dre vender,  y  adonde  me  los  pagarán  de- 
contado  ,  de  cuyo  dinero  podre  comprar 
algún  titulo ,  ó  algún  oficio  con  que  vivir 
descansado  todos  los  dias  de  mi  vida?  no 
sino  dormios ,  y  no  tengáis  ingenio  ni  ha- 
bilidad para  disponer  de  las  cosas  ,  y  para 
vender  treinta  ,  ó  diez  mil  vasallos  en  da- 
came  esas  ^ajas  :  par  Dios  que  los  he  de 
volar  chico  con  grande  ,  ó  como  pudiere, 
y  que  por  negros  que  sean  los  he  de  vol- 
ver blancos,  ó  amarillos  :  llegaos  ,  que  me 
mamo  el  dedo.  Con  esto  andaba  tan  soli- 
cito y  tan  contento,  que  se  le  olvidaba  la 
pesadumbre  de  caminar  á  pie.  Todo  esto 
miraban  de  entre  unas  breñas  Cardenio  y 
el  Cura,  y  no  sabian  qué  hacerse  para  jun- 
tarse con  ellos ;  pero  el  Cura,  que  era  gran 
tracista  ,  im.agiiió  luego  lo  que  harían  pa- 
ra conseguir  lo  que  deseaban  ,  y  fue  que 
con  unas  tixeras  que  traía  en  un  estuche, 
quito  con  mucha  presteza  ía  barba  á  Car- 
denio, y  vistióle  un  capotillo  pardo  que 


PARTE   I.   CAP.   XXIX.  85 

él  traía  ,  y  diolé  un  herreruelo  negro  ,  y 
él  se  quedó  en  calzas  y  en  jubón  ,  y  que- 
dó tan  otro  de  lo  que  antes  parecía  Cir- 
denio,  que  el  misino  no  se  conociera,  aun- 
que á  un  espejo  se  mirara.  Hecíio  e^to, 
puesto  ya  que  los  otros  hablan  pasado  ade- 
lante entanto  que  ellos  se  disfrazaron,  coa 
facilidad  salieron  al  camino  real  antes  que 
ellos ,  porque  las  malezas  y  malos  pasos 
de  aquellos  lugares  no  concedían  que  an- 
dubíesen  tanto  los  de  á  caballo,  como  los 
de  á  pie  :  enefeto  ellos  se  pusieron  en  el 
llano  á  la  salida  de  la  sierra  ;  y  asi  como 
salió  della  Don  Quixote  y  sus  camaradas, 
el  Cura  se  le  puso  á  mirar  muy  despacio, 
dando  señales  de  que  le  iba  reconocien- 
do, y  alcabo  de  haberle  una  buena  pieza 
estado  mirando  se  fue  á  el ,  abiertos  los 
brazos,  y  diciendo  á  voces  :  para  bien  sea 
hallado  el  espejo  de  la  Caballería  ,  el  mi 
buen  compatriota  Don  Quixote  de  la  Man- 
cha ,  la  flor  y  la  nata  de  la  gentileza  ,  el 
amparo  y  remedio  de  los  menesterosos,  la 
quintaesencia  de  los  caballeros  andantes: 
y  diciendo  esto  tenia  abrazado  por  la  ro- 


S6  DON    QüIXOTE. 

dilla  de  la  pierna  izquierda  á  Don  Qui- 
xote.  El  qual,  espantado  de  lo  que  veia  y 
oia  decir  y  hacer  á  aquel  hombre  ,  se  le 
puso  á  mirar  con  atención  ,  y  alfin  le  co- 
noció ,  y  quedó  como  espantado  de  verle, 
y  hizo  grande  fuerza  para  apearse  ^  mas 
el  Cura  no  lo  consintió  ,  por  lo  qual  Don 
Quixote  decia  :  dexeme  vuestra  merced, 
señor  Licenciado  ,  que  no  es  razón  que  yo 
esté  á  caballo  ,  y  una  tan  reverenda  per- 
sona como  vuestra  merced  esté  á  pie.  Eso 
no  consentiré  yo  en  ningún  modo,  dixo  el 
Cura  ,  estese  la  vuestra  grandeza  á  caba- 
llo, pues  estando  á  caballo  acaba  las  ma- 
yores fazañas  y  aventuras  que  en  nuestra 
edad  se  han  visto  ^  que  á  mí  ,  aunque  in- 
digno sacerdote  ,  bastaráme  subir  en  las 
ancas  de  una  destas  muías  destos  señores, 
que  con  vuestra  merced  caminan  ,  si  no  lo 
han  por  enojo,  y  aun  haré  cuenta  que  voy 
caballero  sobre  el  caballo  Pegaso  ,  ó  sobre 
la  zebra  ó  alfana  (ii)  ,  en  que  cabalgaba 
aquel  famoso  moro  Muzaraque  ,  que  aun 
hasta  ahora  yace  encantado  en  la  gran 
cuesta  Zulema  ,  que  dista  poco  de  la  gran 


PARTE    I.    CAP.    XXIX.  87 

Compluto.  Aun  no  caía  yo  en  tanto  ,  mi 
señor  Licenciado  ,  respondió  Don  Quixote, 
y  yo  sé  que  mi  señora  la  Princesa  sera 
servida  por  mi  amor  de  mandar  á  su  es- 
cudero de  á  vuestra  merced  la  silla  de  su 
muía  ,  que  el  podra  acomodarse  en  las 
ancas ,  si  es  que  ella  las  sufre.  Sí  sufre,  á 
lo  que  yo  creo  ,  respondió  la  Princesa  ,  y 
también  sé  que  no  sera  menester  mandár- 
selo al  señor  mi  escudero  ,  que  él  es  tan 
cortes  y  tan  cortesano  ,  que  no  consentirá 
que  una  persona  eclesiástica  vaya  á  pie, 
pudíendo  ir  á  caballo.  Asi  es  ,  respondió 
el  Barbero;  y  apeándose  en  un  punto,  con- 
vidó al  Cura  con  la  silla,  y  él  la  tomó  sin 
hacerse  mucho  de  rogar  :  y  fue  el  mal 
que  ,  al  subir  á  las  ancas  el  Barbero  ,  la 
muía,  que  enefeto  era  de  alquiler,  que  pa- 
ra decir  que  era  mala  esto  basta,  alzó  un 
poco  los  quartos  traseros  ,  y  dio  dos  coces 
en  el  ayre ,  que  á  darlas  en  el  pecho  de 
maese  Nicolás  ó  en  la  cabeza  el  diera  al 
diablo  la  venida  por  Don  Quixote  :  con 
todo  eso  le  sobresaltaron  de  manera  ,  que 
cayo  en  el  suelo  con  tan  poco  cuidado  de 


88  DON    QUIXOTE. 

las  barbas ,  que  se  le  cayeron  ;  y  como  se 
vio  sin  ellas ,  no  tubo  otro  remedio  sino 
acudir  á  cubrirse  el  rostro  con  ambas  ma- 
nos ,  y  á  quejarse  que  le  habian  derriba- 
do las  muelas.  Don  Quixote,  como  vio  to- 
do aquel  mazo  de  barbas  sin  quixadas  y 
sin  sangre  lejos  del  rostro  del  escudero  caí- 
do ,  dixo  :  vive  Dios  ,  que  es  gran  mila- 
gro este  ,  las  barbas  le  ha  derribado  y  ar- 
rancado del  rostro,  como  si  las  quitaran 
aposta.  El  Cura  ,  que  vio  el  peligro  que 
corría  su  invención  de  ser  descubierta,  acu- 
dió luego  á  las  barbas  ,  y  fuese  con  ellas 
donde  yacía  maese  Nicolás  dando  aun  vo- 
ces todavia ,  y  de  un  golpe  ,  llegándole  la 
cabeza  á  su  pecho  ,  se  las  puso  ,  murmu- 
rando sobre  él  unas  palabras  ,  que  dixo 
que  era  cierto  ensalmo  apropiado  para  pe- 
gar barbas  ,  como  lo  verían  ;  y  quando  se 
las  tubo  puestas,  se  apartó,  y  quedó  el  es- 
cudero tan  bien  barbado  y  tan  sano  como 
de  antes ,  de  que  se  admiró  Don  Quixote 
sobremanera,  y  rogo  al  Cura  que  quando 
tubiese  lugar  le  enseñase  aquel  ensalmo, 
que  él  entendía  que  su  virtud  á  mas  que 


PARTE  r.    CAP.    XXIX.  89 

pegar  barbas  se  debía  de  estender,  pues  es- 
taba claro  que  de  donde  las  barbas  se  qui- 
tasen había  de  quedar  la  carne  llagada  y 
maltrecha  ,  y  que  pues  todo  lo  sanaba  ,  á 
mas  que  barbas  aprovechaba.  Asi  es  ,  di- 
xo  el  Cura,  y  prometió  de  enseñársele  en 
la  primera  ocasión.  Concertáronse  que  por 
entonces  subiese  el  Cura  ,  y  á  trechos  se 
fuesen  los  tres  mudando, hasta  que  llegasen 
á  la  venta  que  estaría  dos  leguas  de  alli. 
Puestos  los  tres  á  caballo  ,  es  á  saber, 
Don  Quixote  ,  la  Princesa  y  el  Cura  ^  y 
los  tres  á  pie,  Cardenio,  el  Barbero  y  San- 
cho Panza,  Don  Quixote  díxo  á  la  donce- 
lla :  vuestra  grandeza  ,  señora  mía  ,  guie 
por  donde  mas  gusto  le  diere.  Y  antes  que 
ella  respondiese  ,  díxo  el  Licenciado  :  acia 
qué  reyno  quiere  guiar  la  vuestra  seño- 
ría? es  por  ventura  acia  el  de  Micomi- 
coD?  que  si  debe  de  ser  ,  d  yo  se  poco  de 
reynos.  Ella  que  estaba  bien  en  todo  ,  en- 
tendió que  había  de  responder  que  sí  ,  y 
asi  dixo  :  sí,  señor  ,  acia  ese  reyno  es  mi 
camino.  Si  asi  es  ,  díxo  el  Cura  ,  por  la 
mitad  de  mí  pueblo  hemos  de  pasar,  y  de 
alli  tomará  vuestra  merced  la  derrota  de 


90  DON    QUIXOTE. 

Cartagena  ,  donde  se  podra  embarcar  con 
la  buena  ventura  ,  y  si  hay  viento  pros- 
pero ,  mar  tranquilo  y  sin  borrasca  ,  en 
poco  menos  de  nueve  años  se  podra  estar 
á  vista  de  la  gran  laguna  Meona  ,  digo 
Meotides  ,  que  está  poco  mas  de  cien  jor- 
nadas mas  acá  del  reyno  de  vuestra  gran- 
deza. Vuestra  merced  está  engañado  ,  se- 
ñor mió,  dixo  ella,  porque  no  ha  dos  años 
que  yo  parti  del ,  y  en  verdad  que  nun- 
ca tube  buen  tiempo  ,  y  con  todo  eso  he 
llegado  á  ver  lo  que  tanto  deseaba  ,  que 
es  el  señor  Don  Quixote  de  la  Mancha, 
cuyas  nuevas  llegaron  á  mis  oidos  asi  co- 
mo puse  los  pies  en  España  ,  y  ellas  me 
movieron  á  buscarle  ,  para  encomendar- 
m.e  en  su  cortesía  y  liar  mi  justicia  del 
valor  de  su  invencible  brazo.  No  mas,  ce- 
sen mis  alabanzas,  dixo  á  esta  sazón  Don 
Quixote  ,  porque  soy  enemigo  de  todo  ge- 
nero de  adulación  ,  y  aunque  esta  no  lo 
sea,  todavía  ofenden  mis  C3stas  orejas  se- 
mejantes platicas  :  lo  que  yo  se  decir,  se- 
ñora mia ,  que  ahora  tenga  valor  d  no ,  el 
que  tubiere  ó  no  tubiere  se  ha  de  emplear 
en  vuestro  servicio  hasta  perder  la  vida; 


PARTE    I.    CAP.    XXIX.  pl 

y  asi ,  dexando  esto  para  su  tiempo  ,  rue- 
go al  señor  Licenciado  me  diga  que  es  la 
causa  que  le  ha  traído  por  estas  partes  tan 
solo  ,  tan  sin  criados  ,  y  tan  á  la  ligera, 
que  me  pone  espanto.  A  eso  yo  respon- 
deré con  brevedad,  respondió  el  Cura:  por- 
que sabrá  vuestra  merced,  señor  Don  Qui- 
xote  ,  que  yo  y  maese  Nicolás  ,  nuestro 
amigo  y  nuestro  barbero,  Íbamos  á  Sevi- 
lla á  cobrar  cierto  dinero  que  un  parien- 
te mió  ,  que  ha  muchos  años  que  pasó  á 
Indias,  me  había  enviado,  y  no  tan  pocos, 
que  no  pasan  de  sesenta  mil  pesos  ,  ensa- 
yados ,  que  es  otro  que  tal  ;  y  pasando 
ayer  por  estos  lugares,  nos  salieron  al  en- 
cuentro quatro  salteadores  ,  y  nos  quita- 
ron hasta  las  barbas  ,  y  de  modo  nos  las 
quitaron  j  que  le  convino  al  Barbero  po- 
nérselas postizas  ,  y  aun  á  este  mancebo 
que  aqui  va  ,  señalando  á  Cardenio  ,  le 
pusieron  como  denuevo  :  y  es  lo  bueno, 
que  es  publica  fama  por  todos  estos  con- 
tornos que  los  que  nos  saltearon  son  de 
unos  galeotes  ,  que  dicen  que  libertó  casi 
en  este  mismo  sitio  un  hombre  tan  va- 
liente 5  que  apesar  del  comisario  y  de  las 


9*  DOK    QUrXOTK. 

guardas  los  soltó  á  todos  :  y  sin  duda  al- 
guna él  debía  de  estar  fuera  de  juicio  ,  ó 
debe  de  ser  tan  grande  bellaco  como  ellos, 
ó  algún  hombre  sin  alma  y  sin  concien- 
cia ,  pues  quiso  soltar  al  lobo  entre  las  ove- 
jas ,  á  la  raposa  entre  las  gallinas  ,  á  la 
mosca  entre  la  miel;  quiso  defraudar  la 
justicia ,  ir  contra  su  Rey  y  señor  natural, 
pues  fue  contra  sus  justos  mandamientos; 
quiso  ,  digo  ,  quitar  á  las  galeras  sus  pies, 
poner  en  alboroto  la  Santa  Hermandad, que 
habia  muchos  años  que  reposaba  ;  quiso 
finalmente  hacer  un  hecho,  por  donde  se 
pierda  su  alma  ,  y  uo  se  gane  su  cuerpo. 
Habíales  contado  Sancho  al  Cura  y  al  Bar- 
bero la  aventura  de  los  galeotes  ,  que  aca- 
bó su  amo  con  tanta  gloria  suya  ,  y  por 
esto  cargaba  la  mano  el  Cura  refiriéndola, 
por  ver  lo  que  hacia  ó  decía  Don  Quixo- 
te  :  al  qual  se  le  mudaba  la  color  á  cada 
palabra,  y  no  osaba  decir  que  él  habia  si- 
do el  libertador  de  aquella  buena  gente. 
Estos  pues  ,  dixo  el  Cura  ,  fueron  los  que 
nos  robaron  ,  que  Dios  por  su  misericor- 
ia  se  lo  perdone  al  que  no  los  dexó  lle- 
var al  debido  suplicio. 


CAPITULO    XXX. 

QUE  TRATA  DE  LA  DISCRECIÓN  DE  LA  HER- 
MOSA DOROTEA  ,  CON   OTRAS  COSAS  DE   MU- 
CHO GUSTO  Y  PASATIEMPO  (12). 


J 


N 


o  hubo  bien  acabado  el  Cura  ,  quan- 
do  Sancho  dixo  :  pues  ,  mia  fe  ,  señor  Li- 
cenciado ,  el  que  liizo  esa  fazafia  fue  mi 
amo  ,  y  no  porque  yo  no  le  dixe  antes  y 
le  avisé  que  mirase  lo  que  hacia  ,  y  que 
era  pecado  darles  libertad  ,  porque  todos 


94  DONQüIXOTB. 

iban  allí  por  grandisimos  bellacos.  Maja- 
dero ,  dixo  á  esta  sazón  Don  Quixote  ,  á 
los  caballeros  andantes  no  les  toca  ni  ata- 
ñe averiguar  si  los  afligidos  ,  encadenados 
y  opresos  que  encuentran  por  los  cami- 
nos ,  van  de  aquella  manera  ,  ó  están  en 
aquella  angustia  por  sus  culpas ,  ó  por  sus 
gracias  ;  solo  les  toca  ayudarles  como  á 
menesterosos ,  poniendo  ios  ojos  en  sus  pe- 
nas, y  no  en  sus  bellaquerías  :  yo  topé  un 
rosario  y  sarta  de  gente  mohina  y  desdi- 
chada ,  y  hice  con  ellos  lo  que  mi  reli- 
gión me  pide,  y  lo  demás  alia  se  avenga: 
3'  á  quien  mal  le  ha  parecido ,  salvo  la 
santa  dignidad  del  señor  Licenciado  y  su 
honrada  persona  ,  digo  que  sabe  poco  de 
achaque  de  Caballería  ,  y  que  miente  co- 
mo un  hideputa  y  mal  nacido  ,  y  esto  le 
haré  conocer  con  mí  espada  ,  donde  mas 
largamente  se  contiene  :  y  esto  dixo,  afir- 
mándose en  los  estribos  y  calándose  el 
morrión,  porque  la  bacia  de  barbero,  que 
á  su  cuenta  era  el  yelmo  de  Mambrino, 
llevaba  colgada  del  arzón  delantero,  hasta 
adobarla  del  mal  tratamiento  que  la  hi- 


PARTE    I.    CAP.    XXX.  §5 

cieron  los  galeotes.  Dorotea  ,  que  era  dis- 
creta y  de  gran  donayre  ,  como  quien  ya 
sabia  el  menguado  humor  de  Don  Quixo- 
te,  y  que  todos  hacían  burla  del  sino  San- 
cho Panza  ,  no  quiso  ser  para  menos  ,  y 
viéndole  tan  enojado  ,  le  dixo  :  señor  ca- 
ballero ,  miembresele  á  la  vuestra  merced 
el  don  que  me  tiene  prometido,  y  que  con- 
forme á  él  no  puede  entremeterse  en  otra 
aventura  por  urgente  que  sea  :  sosiegue 
vuestra  merced  el  pecho ,  que  si  íl  seiíor 
Licenciado  supiera  que  por  ese  invicto  bra- 
zo habian  sido  librados  los  galeotes  ,  el  se 
diera  tres  puntos  en  la  boca  ,  y  aun  se 
mordiera  tres  veces  la  lengua,  antes  que 
haber  dicho  palabra  que  en  despecho  de 
vuestra  merced  redundara.  Eso  juro  yo 
bien,  dixo  el  Cura,  y  aun  me  hubiera  qui- 
tado un  bigote.  Yo  callaré  ,  señora  mia, 
dixo  Don  Quixote  ,  y  reprimiré  la  justa 
colera  que  ya  en  mi  pecho  se  habia  le- 
vantado, y  ¡re  quieto  y  pacifico  hasta  tan- 
to qL:e  os  cumpla  el  don  prometido  :,  pero 
en  pago  desre  buen  deseo  os  suplico  me 
digáis  ,  si  no  se  os  hace  de  mal ,  ¿qual  es 


96  DON    QUIXOTE. 

la  vuestra  cuita,  y  quantas,  quienes  y  qua- 
les  son  las  personas  de  quien  os  tengo  de 
dar  debida,  satisfecha  y  entera  venganza? 
Eso  haré  yo  de  gana  ,  respondió  Dorotea, 
s¡  es  que  no  os  enfada  oir  lastimas  y  des- 
gracias. No  enfadará,  sefiora  mia,  respon- 
dió Don  Quixote.  A  lo  que  respondió  Do- 
rotea, pues  asi  es,  estenme  vuestras  mer- 
cedes atentos.  No  hubo  ella  dicho  esto, 
quando  Cárdenlo  y  el  Barbero  se  le  pu- 
sieron al  lado  ,  deseosos  de  ver  como  fin- 
gía su  historia  la  discreta  Dorotea  ,  y  lo 
mismo  hizo  Sancho,  que  tan  engañado  iba 
con  ella  como  su  amo  :  y  ella,  después  de 
haberse  puesto  bien  en  la  silla  ,  y  preve- 
nidose  con  toser  y  hacer  otros  adem.anes, 
con  mucho  donayre  comenzó  á  decir  des- 
ta  manera. 

Primeramente  quiero  que  vuestras  mer- 
cedes sepan  ,  señores  mios  ,  que  á  mí  me 
llaman....  y  detubose  aqui  un  poco,  por- 
que se  le  olvidó  el  nombre  que  el  Cura  le 
había  puesto  ;  pero  el  acudió  al  remedio, 
porque  entendió  en  lo  que  reparaba  ,  y 
dixo  :  no  es  marabiiia  ,  señora  mia  ,  que 


PARTK    r.    CAP.   XXK.  97 

la  vuestra  grandaza  se  turbe  y  empache 
coatando  sus  desventuras  ,  que  ellas  sue- 
len ser  tales  ,  que  muchas  veces  quitan  la 
memoria  á  los  que  maltratan  de  tal  ma- 
nera, que  aun  de  sus  mismos  nombres  no 
se  les  acuerda  ,  como  han  hecho  con  vues- 
tra gran  señoría  ,  que  se  ha  olvidado  que 
se  llama  la  princesa  Micomicona  ,  legi ri- 
ma heredera  del  gran  reyno  IVlicomicon: 
y  con  este  apuntamiento  puede  la  vues- 
tra grandeza  reducir  ahora  fácilmente  á 
su  lastimada  memoria  todo  aquello  que 
contar  quisiere.  Asi  es  la  verdad  ,  respon- 
dió la  doncella,  y  desde  aqui  adelante  creo 
que  no  sera  menester  apuntarme  nada,  que 
yo  saldré  á  buen  puerto  con  mi  verdade- 
ra historia  :  la  qual  es  ,  que  el  Rey  mi 
padre  ,  que  se  llamaba  Tinacrio  el  Sabi- 
dor  ,  fue  muy  docto  en  esto  que  llaman  ei 
arte  Mágica,  y  alcanzó  por  su  ciencia  que 
mi  madre ,  que  se  llamaba  la  reyna  Xa- 
ramilla,  habia  de  morir  primero  que  el,  y 
que  de  alli  á  poco  tiempo  él  también  ha- 
bia de  pasar  desta  vida  ,  y  yo  había'  de 
quedar  huérfana  de  padre  y  madre ;  pe- 


98  DON    QÜIXOTE. 

ro  decía  él  que  no  le  fatigaba  tanto  esto, 
quanto  le  ponía  en  confusión  saber  por  ca-- 
sa  muy  cierta  que  un  descomunal  gigan- 
te ,  señor  de  una  grande  Ínsula  ,  que  casi 
alinda  con  nuestro  reyno,  llamado  Panda- 
filando  de  la  Fosca  Vista  (  porque  es  co- 
sa averiguada  que ,  aunque  tiene  los  ojos 
en  su  lugar  y  derechos  ,  siempre  mira  al 
revés  como  si  fuese  vizco  ,  y  esto  lo  hace 
él  de  maligno  ,  y  por  poner  miedo  y  es- 
panto á  los  que  mira)  digo  que  supo  que 
este  gigante  ,  en  sabiendo  mi  horfandad, 
había  de  pasar  con  gran  poderío  sobre  mi 
reyno ,  y  me  lo  había  de  quitar  todo  sin 
dexarme  una  pequeña  aldea  donde  me  re- 
eogiese ;  pero  que  podia  escusar  toda  esta 
ruina  y  desgracia  ,  si  yo  me  quisiese  ca- 
sar con  él ;  mas  á  lo  que  él  entendía,  ja- 
mas pensaba  que  me  vendría  á  mí  en  vo- 
luntad de  hacer  tan  desigual  casamiento: 
y  dixo  en  esto  la  pura  verdad  ,  porque  ja- 
mas me  ha  pasado  por  el  pensamiento  ca- 
sarme con  aquel  gigante,  pero  ni  con  otro 
alguno  ,  por  grande  y  desaforado  que  fue- 
se :  dixo  también  mi  padre  que  después 


P-4RTE   I.    CAP.    XXX.  99 

que  el  fuese  muerto,  y  viese  yo  que  Pan- 
daiilando  comenzaba  á  pasar  sobre  mi  rey- 
no  ,  que  no  aguardase  a  ponerme  en  de- 
fensa ,  porque  seria  destruirme,  sino  que  li- 
bremente le  dexase  desembarazado  el  rey- 
no  ,  si  queria  escusa r  la  muerte  y  total 
destruicioD  de  mis  buenos  y  leales  vasa- 
llos ,  porque  no  habia  de  ser  posible  de- 
fenderme de  Ja  endiablada  fuerza  del  gi- 
gante ;  sino  que  luego  con  algunos  de  los 
mios  me  pusiese  en  camino  de  las  Espa- 
das ,  donde  hallaría   el   remedio  de  mis 
males,  hallando  á  un  caballero  andante, 
cuya  fama  en  este  tiempo  se  estenderia 
por  todo  este  reyno  ,  el  qual  se  habia  de 
llamar,  si  mal  no  m.e  acuerdo,  Don  Azo- 
te, ó  Don  Gigote.  Don  Quixote  diria,  se- 
ñora, dixo  á  esta  sazón  Sancho  Panza  ,  ó 
por  otro  nombre  el  Caballero  de  la  Tris- 
te Figura,  Asi  es  la  verdad,  dixo  Dorotea. 
Dixo  mas ,  que  habia  de  ser  alto  de  cuer- 
po ,  seco  de  rostro  ,  y  que  en  el  lado  de- 
recho debaxo  del  hombro  izquierdo  ó  por 
alli  junto  habia  de  tener  un  lunar  pardo 
con  ciertos  cabellos  á  manera  de  cerdas. 

T.  III.  G 


loo  DON    QUIXOTE. 

En  oyendo  esto  Don  Quixote  dixo  á  su  es- 
cudero :  ten  aquí  ,  Sancho  hijo  ,  ayúdame 
á  desnudar  ,  que  quiero  ver  si  soy  el  ca- 
ballero, que  aquel  sabio  Rey  dexó  profe- 
tizado. Pues  para  que  quiere  vuestra  mer- 
ced desnudarse?  dixo  Dorotea.  Para  ver 
si  tengo  ese  lunar  que  vuestro  padre  di- 
xo, respondió  Don  Quixote.  No  hay  para 
qué  desnudarse  ,  dixo  Sancho  ,  que  yo  sé 
que  tiene  vuestra  merced  un  lunar  desas 
señas  en  la  mitad  del  espinazo,  que  es  se- 
ñal de  ser  hombre  fuerte  (13).  Eso  basta, 
dixo  Dorotea  ,  porque  con  ios  amigos  no 
se  ha  de  mirar  en  pocas  cosas,  y  que  esté 
en  el  hombro  ,  ó  que  esté  en  el  espinazo, 
importa  poco,  basta  que  haya  lunar,  y  es- 
té donde  estubiere,  pues  todo  es  una  mis- 
ma carne:  y  sin  duda  acertó  mi  buen  pa- 
dre en  todo  ,  y  yo  he  acertado  en  enco- 
mendarme al  señor  Don  Quixote  ,  que  él 
es  por  quien  mi  padre  dixo ,  pues  las  se- 
ñales del  rostro  vienen  con  las  de  la  bue- 
na fama  ,  que  este  caballero  tiene  no  soio 
en  España,  pero  en  toda  la  Mancha.  Pues 
apenas  me  hube  desembarcado  en  Osuna, 


PARTE    I.    CAP.    XKK.  lOI 

quando  oi  decir,  tantas  ha7.arias  suyas,  que 
luego  me  dio  el  alma  que  era  el  mismo 
que  venia  á  buscar.  Pues  cómo  se  desem- 
barcó vuestra  merced  en  Osuna  ,  señora 
mia,  preguntó  Don  Quixote,  si  no  es  puer- 
to de  mar?  Mas  antes  que  Dorotea  res- 
pondiese, tomó  el  Cura  la  mano  ,  y  dixo: 
debe  de  querer  decir  la  señora  Princesa 
que  después  que  desembarcó  en  Malaga, 
la  primera  parte  donde  oyó  nuevas  de 
vuestra  merced  fue  en  Osuna.  Eso  quise 
decir,  dixo  Dorotea.  Y  esto  lleva  camino, 
dixo  el  Cura,  y  prosiga  Vuestra  Magestad 
adelante.  No  hay  que  proseguir  ,  respon- 
dió Dorotea;  sino  que  finalmente  mi  suer- 
te ba  sido  tan  buena  en  hallar  al  señor 
Don  Quixote  ,  que  ya  me  cuento  y  ten- 
go por  Reyna  y  señora  de  todo  mi  reyno, 
pues  el  por  su  cortesía  y  magnificencia  me 
ha  prometido  el  don  de  irse  conmigo  don- 
dequiera que  yo  le  llevare  ,  que  no  sera  á. 
otra  parte ,  que  á  ponerle  delante  de  Pan- 
dafilando  de  la  Fosca  Vista,  paraque  le  ma- 
te y  rae  restituya  lo  que  tan  contra  razón 
me  tiene  usurpado  :  que  todo  esto  ha  de 

G2 


102  DON    QUIXOTE. 

suceder  á  pedir  de  boca  ,  pues  asi  lo  dexó 
profetizado  Tinacrio  el  Sabidor  mi  buen 
padre  :  el  qual  también  dexd  dicho  y  es- 
crito en  letras  caldeas,  ó  griegas  ,  que  yo 
no  las  sé  leer  ,  que  si  este  caballero  de  la 
profecía  ,  después  de  haber  degollado  al 
gigante,  quisiese  casarse  conmigo,  que  yo 
me  otorgase  luego  sin  replica  alguna  por 
su  legitima  esposa  ,  y  le  diese  la  posesión 
de  mi  reyno  junto  con  la  de  mi  persona. 
Qué  te  parece  ,  Sancho  amigo?  dixo  á  es- 
te punto  Don  Quixote:  no  oyes  lo  que  pa- 
sa? no  te  lo  dixe  yo?  mira  si  tenemos  ya 
reyno  que  mandar  ,  y  Reyna  con  quien 
casar.  Eso  juro  yo  ,  dixo  Sancho  ,  para  el 
puto  que  no  se  casare  en  abriendo  el  gaz- 
natico  al  señor  Pandahilado ;  pues  mon- 
tas que  es  mala  la  Reyna!  asi  se  me  vuel- 
van las  pulgas  de  la  cama ;  y  diciendo  es- 
to dio  dos  zapatetas  en  el  a  y  re  con  mues- 
tras de  grandísimo  contento  :  y  luego  fue 
á  tomar  las  riendas  de  la  muía  de  Doro- 
tea, y  haciéndola  detener,  se  hincó  de  ro- 
dillas ante  ella  ,  suplicándole  le  diese  las 
manos  para  besárselas  en  señal  que  la  re- 


PARTE   T.    CAP.    XXX.  I03 

cibia  por  su  Réyna  y  señora.  Quién  no 
habia  de  reir  de  los  circunstantes,  viendo 
la  locura  del  amo  ,  y  la  simplicidad  del 
criado?  Enefeto  Dorotea  se  las  dio,  y  le 
prometió  de  hacerle  gran  señor  en  su  rey- 
no  ,  q'iando  el  cielo  le  hiciese  tanto  bien, 
que  se  lo  dexase  cobrar  y  gozar.  Agrade- 
cioselo  Sancho  con  tales  palabras,  que  re- 
novo  la  risa  en  todos.  Esta  ,  señores,  pro- 
siguió Dorotea  ,  es  mi  historia,  solo  resta 
por  deciros  que  de  quanta  gente  de  acom- 
pañamiento saque  de  mi  reyno,  no  me  ha 
quedado  sino  solo  este  buen  barbado  es- 
cudero ,  porque  todos  se  anegaron  en  una 
gran  borrasca  que  tubimos  á  vista  del 
puerto  :  y  el  y  yo  salimos  en  dos  tablas  á 
tierra  como  por  milagro  ,  y  asi  es  todo 
milagro  y  misterio  el  discurso  de  mi  vi- 
da ,  como  lo  habéis  notado  ^  y  si  en  algu- 
na cosa  he  andado  demasiada  ,  ó  no  tan 
acertada  como  debiera  ,  echad  la  culpa  á 
lo  que  el  señor  Licenciado  dixo  al  princi- 
pio de  mi  cuento  ,  que  los  trabajos  conti- 
nuos y  estraordinarios  quitan  la  memoria 
al  que  ios  padece.  Esa  no  me  quitarán  ¿ 


104  DON     QUIXOTE. 

mi  ,  ó  alta  y  valerosa  señora  ,  dlxo  Don 
Quixote  ,  quantos  yo  pasare  en  serviros, 
por  grandes  y  no  vistos  que  sean  ^  y  asi 
denuevo  confirmo  el  don  que  os  he  pro- 
metido ,  y  juro  de  ir  con  vos  al  cabo  del 
mundo  ,  hasta  verme  con  el  fiero  enemi- 
go vuestro  ,  á  quien  pienso  con  el  ayuda 
de  Dios  y  de  mi  brazo  tajar  la  cabeza  so- 
berbia con  los  filos  desta  ,  no  quiero  decir 
buena,  espada  :  merced  á  Gines  de  Pasa- 
monte  que  me  llevó  la  mia  ,  esto  dixo  en- 
tre dientes;  y  prosiguió  diciendo:  y  des- 
pués de  habérsela  tajado  y  puestoos  en  pa- 
cifica posesión  de  vuestro  estado,  quedará 
á  vuestra  voluntad  hacer  de  vuestra  per- 
sona lo  que  mas  en  talante  os  viniere,  por- 
que mientras  que  yo  tubiere  ocupada  la 
memoria  ,y  cautiva  la  voluntad,  perdido 
el  entendimiento  por  aquella....  y  no  di- 
go mas  ,  no  es  posible  que  yo  arrostre  ni 
por  pienso  el  casarme,  aunque  fuese  con 
el  ave  Fénix.  Parecióle  tan  mal  á  Sancho 
lo  que  últimamente  su  amo  dixo  acerca 
de  no  querer  casarse,  que  con  grande  eno- 
je, alzando  la  voz,  dixo:  voto  á  mí,  y  ju- 


PARTE    I.    CAP.   XXX.  lO^ 

ro  á  mí,  que  no-tiene  vuestra  merced,  se- 
ñor Don  Quixote ,  cabal  juicio  :  pues  co- 
mo? ¿es  posible  que  pone  vuestra  merced 
en  duda  el  casarse  con  tan  alta  Princesa 
como  aquesta?  ¿piensa  que  le  ha  de  ofre- 
cer la  fortuna  tras  cada  cantillo  semejan- 
te ventura  ,  como  la  que  ahora  se  le  ofre- 
ce? es  por  dicha  mas  hermosa  mi  señora 
Dulcinea?  no  por  cierto  ,  ni  aun  con  la 
mitad  ,  y  aun  estoy  por  decir  que  no  lle- 
ga á  su  zapato  de  la  que  está  delante:  asi 
noramala  alcanzare  yo  el  condado  que  es- 
pero ,  si  vuestra  merced  se  anda  á  pedir 
cotufas  en  el  golfo  :  cásese  ,  cásese  luego 
encomiendole  yo  á  satanás  ,  y  tome  ese 
reyno  que  se  le  viene  á  las  manos  de  vo- 
bis  vobis,  y  en  siendo  Rey,  hágame  mar- 
ques ,  ó  adelantado  ,  y  luego  siquiera  se 
lo  lleve  el  diablo  todo.  Don  Quixoté,  que 
tales  blasfemias  oyó  decir  contra  su  seño- 
ra Dulcinea  ,  no  lo  pudo  sufrir,  y  alzando 
el  lanzon  ,  sin  hablaile  palabra  á  Sancho 
y  sin  decirle  esta  boca  es  mia  ,  le  dio  ta- 
les dos  palos ,  que  dio  con  él  en  tierra  ,  y 
sj  no  fuera  porque  Dorotea  le  dio  voces 


I06  DON    QüIXOTE. 

que  no  le  diera  mas ,  sin  duda  le  quitara 
aili  la  vida.  ¿Pensáis  ,  le  dixo  á  cabo  de 
rato  ,  villano  ruin ,  que  ha  de  haber  lugar 
siempre  para  ponerme  la  mano  en  la  hor- 
cajadura,  y  que  todo  ha  de  ser  errar  vos, 
y  perdonaros  yo?  pues  no  lo  penséis,  be- 
llaco, descomulgado  ,  que  sin  duda  lo  es- 
tás ,  pues  has  puesto  lengua  en  la  sin  par 
Dulcinea  :  ¿y  no  sabéis  vos  ,  gañan  ,  fa- 
quín (14)  ,  belitre  (15)  ,  que  si  no  fuese 
por  el  valor  que  ella  infunde  en  mi  bra- 
zo ,  que  no  le  tendría  yo  para  matar  una 
pulga?  decid, socarrón  de  lengua  viperina: 
¿y  quien  pensáis  que  ha  ganado  este  rey- 
no,  y  cortado  la  cabeza  á  este  gigante ,  y 
hechoos  á  vos  marques  (que  todo  esto  doy 
ya  por  hecho  ,  y  por  cosa  pasada  en  cosa 
juzgada)  sino  es  el  valor  de  Dulcinea  ,  to- 
mando á  mi  brazo  por  instrumento  de  sus 
hazañas?  ella  pelea  en  mí  y  vence  en  mí, 
y  yo  vivo  y  respiro  en  ella  ,  y  tengo  vi- 
da y  ser  :  ó  hideputa  bellaco,  y  como  sois 
desagradecido!  que  os  veis  levantado  del 
polvo  de  la  tierra  á  ser  señor  de  titulo,  y 
correspondéis  á  tan  buena  obra  con  decir 


PARTE    I.    CAP.   XXX.  I07 

mal  de  quien  tís  la  hizo.  No  estaba  tan 
maltrecho  Saacho,  que  no  oyese  todo  quan- 
10  su  amo  le  decia  ,  y  levantándose  coa 
un  poco  de  presteza  ,  se  fue  á  poner  de- 
tras del  palafrén  de  Dorotea  ,  y  desde  alli 
dixo  á  su  amo  :  dígame  ,  sefior  ,  si  vues- 
tra merced  tiene  determinado  de  no  ca- 
sarse con  esta  gran  Princesa  ,  claro  está 
que  no  sera  el  reyno  suyo  ,  y  no  siéndolo, 
que  mercedes  me  puede  hacer?  esto  es  de 
lo  que  yo  me  quejo  :  cásese  vuestra  mer- 
ced una  por  una  con  esta  Reyna  ,  ahora 
que  la  tenemos  aqui  como  llovida  del  cie- 
lo ,  y  después  puede  volverse  con  mi  se- 
ñora Dulcinea  ,  que  Reyes  debe  de  haber 
habido  en  el  mundo  que  hayan  sido  aman- 
cebados: en  lo  de  la  hermosura  no  me  en- 
tremeto ,  que  en  verdad  ,  si  va  á  decirla, 
que  entrambas  me  parecen  bien  ,  puesto 
que  yo  nunca  he  visto  á  la  señora  Dulci- 
nea. Como  que  no  la  has  visto  ,  traidor, 
blasfemo?  dixo  Don  Quixote  ;  j.pues  no 
acabas  de  traerme  ahora  un  recado  de  su 
parte?  Digo  que  no  la  he  visto  tan  des- 
pacio ,  dixo  Sancho,  que  pueda  haber  no- 


I08  DON     QUIXOTE. 

tado  particularmente  su  hermosura  y  sus 
buenas  partes  punto  por  punto  ;  pero  asi 
á  bulto  me  parece  bien.  Ahora  te  discul- 
po ,  dixo  Don  Quixote  ,  y  perdóname  el 
ensjo  que  te  he  dado  ,  que  los  primeros 
movimientos  no  son  en  manos  de  los  hom- 
bres. Ya  yo  lo  veo  ,  respondió  Sancho  ,  y 
asi  en  mí  la  gana  de  hablar  siempre  es 
primero  movimiento,  y  no  puedo  dexar 
de  decir  por  una  vez  siquiera  lo  que  me 
viene  á  la  lengua.  Con  todo  eso,  dixo  Don 
Quixote  ,  mira  Sancho  lo  que  hablas,  por- 
que tantas  veces  va  el  cantarlllo  á  la  fuen- 
te ....  y  no  te  digo  mas.  Ahora  bien  ,  res- 
pondió Sancho  ,  Dios  está  en  el  cielo,  que 
ve  las  trampas,  y  sera  juez  de  quién  hace 
mas  mal  ,  yo  en  no  hablar  bien  ,  ó  vues- 
tra merced  en  obrailo.  No  haya  mas ,  di- 
xo Dorotea  ,  corred  Sancho  ,  y  besad  la 
mano  á  vuestro  señor ,  y  pedilde  perdón, 
y  de  aqui  adelante  andad  mas  atentado 
en  vuestras  alabanzas  y  vituperios  ,  y  no 
digáis  mal  de  aquesa  señora  Tobosa  ,  á 
quien  yo  no  conozco  sino  es  para  servilla, 
y  tened  confianza  en  Dios  ,  que  no  os  ha 


PARTE  I.    CAP.    XXX.  lop 

de  fallar  un  estado  donde  viváis  como  un 
principe.  Fue  Sancho  cabizbaxo  ,  y  pidió 
la  mano  á  su  señor,  y  el  se  la  dio  con  re- 
posado continente,  y  después  que  se  la  iiu- 
bo  besado,  le  echó  la  bendición  \  y  dixo  á 
Sancho  que  se  adelantasen  un  poco  ,  que 
tenia  que  preguntalle  ,  y  que  departir  con 
él  cosas  de  mucha  importancia.  Hizolo  asi 
Sancho  ,  y  apartáronse  los  dos  algo  ade- 
lante. Y  dixole  Don  Quixoíe:  después  que 
veniste,  no  he  tenido  lugar  ni  espacio  pa- 
ra preguntarte  muchas  cosas  de  particula- 
ridad acerca  de  la  embaxada  que  llevas- 
te, y  de  la  respuesta  que  truxiste,  y  aho- 
ra, pues  la  fortuna  nos  ha  concedido  tiem- 
po y  lugar,  no  me  niegues  tú  la  ventura 
que  puedes  darme  con  tan  buenas  nuevas. 
Pregunte  vuestra  merced  lo  que  quisiere, 
respondió  Sancho  ,  que  á  todo  daré  tan 
buena  salMa  ,  como  tube  la  entrada  ;  pero 
suplico  á  vuestra  merced  ,  señor  mió,  que 
no  sea  de  aqui  aaelante  tan  vengativo. 
Porque  lo  dices  ,  Sancho?  dixo  Don  Qui- 
xote.  Digolo  ,  respondió,  porque  estos  pa- 
los de  agora  mas  fueron  por  la  pendencia, 


lio  DON     QUIXOTE. 

que  entre  los  dos  trabó  el  diablo  la  otra 
noche,  que  por  lo  que  dixe  contra  mi  se- 
ñora Dulcinea  ,  á  quien  amo  y  reverencio 
como  á  una  reliquia  ,  aunque  en  ella  no 
la  haya ,  solo  por  ser  cosa  de  vuestra  mer- 
ced. No  tornes  á  esas  platicas,  Sancho,  por 
tu  vida  ,  dixo  Don  Quixote ,  que  me  dan 
pesadumbre  :  ya  te  perdone  entonces  ,  y 
bien  sabes  tú  que  suele  decirse :  á  pecado 
nuevo  penitencia  nueva. 

Mientras  esto  pasaba,  vieron  venir  por 
el  camino  donde  ellos  iban  á  un  hombre 
caballero  sobre  un  jumento,  y  quando  lle- 
gó cerca  les  pareció  que  era  gitano  :  pe- 
ro Sancho  Panza  ,  que  doquiera  que  via 
asnos  ,  se  le  iban  los  ojos  y  el  alma,  ape- 
nas hubo  visto  al  hombre  ,  quando  cono- 
ció que  era  Gines  de  Pasamonte  ,  y  por  el 
hilo  del  gitano  sacó  el  ovillo  de  su  asno, 
como  era  la  verdad  ,  pues  era  el  Rucio 
sobre  que  Pasamonte  venia  :  el  qual  por 
no  ser  conocido  y  por  vender  el  asno  se 
había  puesto  en  trage  de  gitano,  cuya  len- 
gua y  otras  muchas  sabia  muy  bien  ha- 
blar como  si  fueran  naturales  suyas.  Vioie 


PARTE    I.    CAP.   XXX.  III 

Sancho  y  conocióle,  y  apenas  le  hubo  vis- 
to y  conocido  ,  guando  á  grandes  voces  le 
dixo:  ha  ladrón  ,  Ginesillo,  dexa  mi  pren- 
da ,  suelta  mi  vida  ,  no  te  empaches  con 
mi  descanso  ,  dexa  mi  asno  ,  dexa  mi  re- 
galo ,  huye  puto  ,  auséntate  ladrón ,  y  des- 
ampara lo  que  no  es  tuyo.  No  fueron  me- 
nester tantas  palabras  ni  baldones  ,  por- 
que á  la  primera  saltó  Gines  ,  y  toman- 
do uo  trote  que  parecía  carrera  ,  en  un 
punto  se  ausentó  y  alejó  de  todos.  Sancho 
llegó  á  su  Rucio  ,  y  abrazándole  ,  le  dixo; 
como  has  estado  ,  bien  mió  ,  Rucio  de  mis 
ojos,  compañero  mioV  y  con  esto  le  besa- 
ba y  acariciaba  como  si  fuera  persona.  El 
asno  callaba  ,  y  se  dexaba  besar  y  acari- 
ciar de  Sancho  sin  responderle  palabra  al- 
guna. Llegaron  todos,  y  dieronle  el  para- 
bien  del  hallazgo  del  Rucio  ,  especialmen- 
te Don  Quixote  ,  el  qual  le  dixo  que  no 
por  eso  anulaba  la  póliza  de  los  tres  po- 
llinos. Sancho  se  lo  agradeció.  Entanto  que 
los  dos  iban  en  estas  platicas  ,  dixo  el  Cu- 
ra á  Dorotea  que  habia  andado  muy  dis- 
creta asi  en  el  cuento  ,  como  en  la  breve- 


112  DON    QUIXOTE. 

dad  del ,  y  en  la  similitud  que  tubo  con 
los  de  los  libros  de  Caballerías.  Ella  dixo 
que  muchos  ratos  se  habia  entretenido  en 
leellos^  pero  que  no  sabia  ella  donde  eran 
las  provincias  ni  puertos  de  mar,  y  que 
asi  habia  dicho  á  tiento  que  se  habia  des- 
embarcado en  Osuna.  Yo  lo  entendí  asi, 
dixo  el  Cura ,  y  por  eso  acudí  luego  á  de- 
cir lo  que  dixe,  con  que  se  acomodó  todo; 
¿pero  no  es  cosa  estraña  ver  con  quanta 
facilidad  cree  este  desventurado  hidalgo 
todas  estas  invenciones  y  mentiras,  solo 
porque  llevan  el  estilo  y  modo  de  las  ne- 
cedades de  sus  libros?  Sí  es  ,  dixo  Cárde- 
nlo, y  tan  rara  y  nunca  vista ,  que  yo  no 
sé  si  ,  queriendo  inventarla  y  fabricarla 
mentirosamente,  hubiera  tan  agudo  inge- 
nio que  pudiera  dar  en  ella.  Pues  otra  co- 
sa hay  en  ello  ,  dixo  el  Cura  ,  que  fuera 
de  las  simplicidades  que  este  buen  hidal- 
go dice  tocantes  á  su  locura  ,  sí  le  tratan 
de  otras  cosas  ,  discurre  con  bonísimas  ra- 
zones ,  y  muestra  tener  un  entendimiento 
claro  y  apacible  en  todo  ,  de  manera  que 
como  no  le  toquen  en  sus  Caballerías ,  no 


PARTE    I.   CAP.    XXX.  Ilj 

habrá  nadie  que  ie  juzgue  sino  por  de  muy 
buen  entendimiento.  Entanto  que  ellos  iban 
en  esta  conversación  ,  prosiguió  Don  Qui- 
xote  con  la  suya,  y  dixo  á  Sancho  :  eche- 
mos ,  Panza  amigo  ,  pelillos  á  la  mar  en 
esto  de  nuestras  pendencias  ,  y  dime  aho- 
ra ,  sin  tener  cuenta  con  enojo  ni  rencor 
alguno  :  dónde  ,  cómo  ,  y  quándo  hallaste 
á  Dulcinea?  que  hacia?  que  le  dixiste? 
que  te  respondió?  que  rostro  hizo  quando 
leia  mi  carta?  quien  te  la  trasladó?  y  to- 
do aquello  que  vieres  que  en  este  caso  es 
digno  de  saberse  ,  de  preguntarse  y  satis- 
facerse, sinque  añadas  ó  mientas  por  dar- 
me gusto,  ni  menos  te  acortes  por  no  qui- 
tármele. Señor  ,  respondió  Sandio  ,  si  va 
á  decir  la  verdad,  la  carta  no  me  la  tras- 
ladó nadie  ,  porque  yo  no  llevé  carta  al- 
guna. Asi  es  como  tú  dices,  dixo  Don  Qui- 
xote,  porque  el  librillo  de  memoria,  don- 
de yo  la  escribí,  le  hallé  en  mi  poder  á  ca- 
bo de  dos  días  de  tu  partida,  lo  qual  me 
causo  grandísima  pena  ,  por  no  saber  lo 
que  hablas  tú  de  hacer  quando  te  vieses 
sin  carta ,  y  creí  siempre  que  te  volvieras 


114  SON     QülXOTE. 

desde  el  luf^ar  donde  la  echaras  menos. 
Asi  fuera,  respondió  Sancho, si  ñola  hu- 
biera yo  tomado  en  la  memoria  ,  quando 
vuestra  merced  me  la  leyó  ,  de  manera, 
que  se  la  dixe  á  un  sacristán ,  que  me  la 
trasladó  del  entendimiento  tan  punto  por 
punto ,  que  dixo  que  en  todos  los  dias  de 
su  vida  ,  aunque  había  leido  muchas  car- 
tas de  descomunión,  no  habia  visto  ni  lei- 
do tan  linda  carta  como  aquella..  Y  tie- 
nesla  todavia  en  la  memoria,  Sancho?  di- 
xo Don  Quixote.  No  señor,  respondió  San- 
cho ,  porque  después  que  la  di  ,  como  vi 
que  no  habia  de  ser  de  mas  provecho  ,  di 
en  olvidalla  :  y  si  algo  se  me  acuerda,  es 
aquello  del  Sobajada  ,  digo  del  Soberana 
Señora,  y  lo  ultimo:  Vuestro  hasta  la  niver- 
te  El  Caballero  de  la  Triste  Figura  :  v  en 
medio  destas  dos  cosas  le  puse  mas  de  tre- 
cientas almas  ,  y  vidas ,  y  ojos  mios. 


PARTE   I.    CAP.   XXXI.  II5 

CAPITULO    XXXI. 

DE  LOS  SABROSOS   RAZONAMIENTOS  QUE  PA- 
SARON    ENTRE     DON     QUIXOTE     Y     SANCHO 
PANZA   SU   ESCUDERO  ,   CON   CTROá 
SUCESOS. 

J.'odo  eso  no  me  descontenta:  prosigue 
adelante ,  dixo  Don  Quixote.  Llegaste  :  y 
que  hacia  aquella  reyna  de  la  hermosura? 
á  buen  seguro  que  la  hallaste  ensartando 
perlas  ,  ó  bordando  alguna  empresa  con 
oro  de  cañutillo  (i6)  para  este  su  cautivo 
caballero.  No  la  halle  ,  respondió  Sancho, 
sino  aechando  dos  hanegas  de  trigo  en 
un  corral  de  su  casa.  Pues  haz  cuenta,  di- 
xo Don  Quixote,  que  los  granos  de  aquel 
trigo  eran  granos  de  perlas  tocados  de  sus 
manos  :  y  si  miraste,  amigo,  el  trigo  era 
candeal  ,  ó  trechel?  No  era  sino  rubion, 
respondió  Sancho.  Pues  yo  te  aseguro,  di- 
xo Don  Quixote  ,  que  aechado  por  sus 
manos  hizo  pan  candeal  sin  duda  alguna; 
pero  pasa  adelante  :  quando  le  iliste  mi 
r.  ijj.  H 


Il6  DON     QUIXOTE. 

carta  ,  besóla?  pusosela  sobre  la  cabeza? 
hizo  alguna  ceremouia  digna  de  tal  car- 
ta? ó  que  hizo?  Quando  yo  se  la  iba  á 
dar  ,  respondió  Sancho  ,  ella  estaba  en  la 
fuga  del  meneo  de  una  buena  parte  de  tri- 
go que  tenia  en  la  criba  ,  y  dixome  :  po- 
ned ,  amigo  ,  esa  carta  sobre  aquel  costal, 
que  no  la  puedo  leer  hasta  que  acabe  de 
acribar  todo  lo  que  aqui  está.  Discreta  se- 
ñora, dixo  Don  Quixote  ,  eso  debió  de  ser 
por  leerla  despacio  y  recrearse  con  ella: 
adelante  ,  Sancho  ;  y  entanto  que  estaba 
en  su  menester  ,  que  coloquios  pasó  con- 
tigo? que  te  preguntó  de  mí?  y  tú  ,  que 
le  respondiste?  acaba  ,  cuentamelo  todo, 
no  se  te  quede  en  el  tintero  una  mínima. 
Ella  no  me  preguntó  nada  ,  dixo  Sancho; 
mas  yo  le  dixe  de  la  manera  que  vuestra 
merced  por  su  servicio  quedaba  haciendo 
penitencia  ,  desnudo  de  la  cintura  arri- 
ba (17),  metidj  entre  estas  sierras  como 
si  fuera  salvage ,  durmiendo  en  el  suelo, 
sin  comer  pan  á  manteles ,  ni  sin  peynar- 
se  la  barba  ,  llorando  y  maldiciendo  su 
fortuna.  En  decir  que  maldecía  mi  foríu- 


PARTE    I.    CAP.    XXXr.  117 

na  dixiste  mal',  dixo  Don  Ouixote  ;  por- 
que antes  la  bendigo  y  bendeciré  todos  los 
dias  de  mi  vida  por  haberme  hecho  dig- 
no de  merecer  amar  tan  alta  señora  co- 
mo Dulcinea  del  Toboso.  Tan  alta  es,  res- 
pondió Sancho  ,  que  á  buena  fe  que  me 
lleva  á  mí  m.as  de  un  coto.  Pues  cómo, 
Sancho  ,  dixo  Don  Quixote  ,  haste  medi- 
do tú  con  ella?  Medime  en  esta  manera, 
respondió  Sancho  ;  que  llegando  á  ayudar 
á  poner  un  costal  de  trigo  sobre  un  ju- 
mento ,  llegamos  tan  juntos  ,  que  eche  de 
ver  que  me  llevaba  m.as  de  un  gran  pal- 
mo. Pues  es  verdad  ,  replicó  Don  Quixo- 
te  ,  que  no  acompaña  esa  grandeza  y  la 
adorna  con  mil  millones  de  gracias  del  al- 
ma j  pero  no  me  negarás  ,  Sancho  ,  una 
cosa  :  quando  llegaste  junto  á  elij  ,  ¿no 
sentiste  un  olor  sabeo,  una  fragancia  aro- 
mática ,  y  un  noseque  de  bueno  ,  que  yo 
no  acierto  á  dalle  nombre  ,  digo  un  tuho, 
ó  tufo  ,  como  si  estubieras  eu  la  tienda  de 
algún  curioso  guantero?  Lo  que  sé  decir, 
dixo  Sancho  ,  es  que  sentí  un  olorcillo  al- 
go hombruno ,  y  debía  de  ser  que  ella  coa 

H2 


Il8  DON    QülXOTE. 

el  mucho  exercicio  estaba  sudada  y  algo 
correosa.  No  seria  eso,  respondió  Don  Qui- 
xote,  sino  que  tú  debías  de  estar  romadi- 
zado ,  ó  te  debiste  de  oler  á  tí  mismo; 
porque  yo  sé  bien  lo  que  liuele  aquella  ro- 
sa entre  espinas  ,  aquel  lirio  del  campo, 
aquel  ámbar  desleido.  Todo  puede  ser,  res- 
pondió Sancho  ,  que  muchas  veces  sale  de 
mí  aquel  olor  ,  que  entonces  me  pareció 
que  salía  de  su  merced  de  la  señora  Dul- 
cinea ;  pero  no  hay  de  que  marabillarse, 
que  un  diablo  parece  á  otro.  Y  bien  ,  pro- 
siguió Don  Quixote,  he  aqui  que  acabó  de 
limpiar  su  trigo  y  de  eaviallo  al  molino: 
qué  hizo  quando  leyó  la  Carta?  La  carta, 
dixo  Sancho,  no  la  leyó  ,  porque  dixo  que 
no  sabia  leer  ni  escribir  ,  antes  la  rasgó  y 
la  hizo  menudas  piezas  ,  diciendo  que  no 
la  queria  dar  á  leer  á  nsdie  ,  porque  no 
se  supiesen  en  el  Lugar  sus  secretos,  y  que 
bastaba  lo  que  yo  le  habia  dicho  de  pala- 
bra acerca  del  amor  que  vuestra  merced 
le  tenia,  y  de  la  penitencia  estraordinaria 
que  por  su  causa  quedaba  haciendo :  y  f¡- 
calmente  me  dixo  que  dixese  á  vuestra 


PARTE    I.    CAP.    XXXr.  119 

merced  que  le  besaba  las  manos  ,  y  que 
alli  quedaba  con  mas  deseo  de  verle  que 
de  escribirle  ;  y  que  asi  le  suplicaba  y 
mandaba  que  vista  la  presente  saliese  de 
aquellos  matorrales  ,  y  se  dexase  de  hacer 
disparates,  y  se  pusiese  luego  luego  en  ca- 
mino del  Toboso,  si  otra  cosa  de  mas  im- 
portancia no  le  sucediese  ,  porque  teuia 
gran  deseo  de  ver  á  vuestra  merced.  Rióse 
mucho  quando  le  dixe  como  se  llamaba 
vuestra  merced  :  El  Caballero  de  la  Tris- 
te Figjtra.  Pregúntele  si  había  ido  alia  el 
Vizcaíno  de  marras:  dixome  que  sí,  y  que 
era  un  hombre  muy  de  bien.  También  le 
pregunte  por  los  galeotes:  mas  dixome  que 
no  había  visto  hasta  entonces  alguno.  To- 
do va  bien  hasta  agora  ,  dixo  Don  Quixo- 
te  i  pero  dime  ,  que  joya  fue  la  que  te  dio 
al  despedirte  por  las  nuevas  que  de  mi 
llevaste?  porque  es  usada  y  antigua  cos- 
tumbre entre  los  caballeros  y  damas  an- 
dantes dar  á  los  escuderos  ,  doncellas  ,  ó 
enanos  que  les  llevan  nuevas  (de  sus  da- 
mas á  ellos  ,  á  ellas  de  sus  andantes)  al- 
guna rica  joya  en  albricias  ,  en  agradecí- 


I20  DON    QUIXOTE. 

miento  de  su  recado.  Bien  puede  eso  ser 
asi  ,  y  yo  Ja  tengo  por  buena  usanza  ^  pe- 
ro eso  debía  de  ser  en  los  tiempos  pasa- 
dos ,  que  ahora  solo  se  debe  de  acostum- 
brar á  dar  un  pedazo  de  pan  y  queso,  que 
esto  fue  lo  que  me  dio  mi  señora  DuJci- 
iiea  por  las  bardas  de  un  corral ,  quando 
della  me  despedí  :  y  aun  por  n;as  señas 
era  el  queso  ovejuno.  Es  liberal  en  estre- 
mo ,  dixo  Don  Quixote  ;  y  si  no  te  dio  jo- 
ya de  oro  ,  sin  duda  debió  de  ser  porque 
no  la  tendría  alli  á  la  mano  para  darte- 
la  i  pero  buenas  son  mangas  después  de 
pascua  :  yo  la  veré ,  y  se  satisfará  todo. 
Sabes  de  que  estoy  msrabülado,  Sancho? 
de  que  me  parece  que  fuiste  y  veniste  por 
los  ayres ,  pues  poco  mas  de  tres  días  has 
tardado  en  ¡r  y  venir  desde  aquí  al  Tobo- 
so ,  habiendo  de  aquí  alia  mas  de  trein- 
ta leguas  :  por  lo  qual  me  doy  á  enten- 
der que  aquel  sabio  nigromante,  que  tie- 
ne cuenta  con  mis  cosas  y  es  mi  amigo, 
porque  por  fuerza  !e  hay  y  le  ha  de  ha- 
ber sopeña  que  yo  no  seria  buen  caballe- 
ro andante,  digo  que  este  tal  te  debió  de 


PARTE    I.    CAP.    XXXI.  121 

ayudar  á  caminar  sinque  tú  lo  sintieses: 
que  hay  sabio  destos  ,  que  coge  á  un  ca- 
ballero andante  durmiendo  en  su  cama, y 
sin  saber  cómo  ,  ó  en  que  manera  ama- 
nece otro  dia  mas  de  mil  leguas  de  donde 
anocheció  :  y  si  no  fuese  por  esto  ,  no  se 
podrían  socorrer  ea  sus  peligros  los  caba- 
lleros andantes  unos  á  otros,  como  se  so- 
corren á  cada  paso  :  que  acaece  estar  uao 
peleando  en  las  sierras  de  Armenia  con 
algún  endriago ,  ó  con  algún  fiero  vesti- 
glo ,  ó  con  otro  caballero  ,  donde  lleva  lo 
peor  de  la  batalla  y  está  ya  apunto  de 
muerte  ,  y  quando  no  os  me  cato  ,  asoma 
por  acullá  encima  de  una  nube  ,  ó  sobre 
un  carro  de  fuego,  o:;-o  caballero  amigo  su- 
yo que  poco  antes  se  hallaba  en  Inglater- 
ra ,  que  le  favorece  y  libra  de  la  muerte, 
y  á  la  noche  se  halla  en  su  posada  cenan- 
do muy  á  su  sabor  ,  y  suele  haber  de  la 
una  á  la  otra  parte  dos  ó  tres  mil  leguas: 
y  todo  esto  se  hace  por  industria  y  sabi- 
duría destos  sabios  encantadores  ,  que  tie- 
nen cuidado  destos  valerosos  caballeros: 
asiqíie,  amigo  Sancho  ,  no  se  me  hace  di- 


122  DON    OUÍXOTE. 

ficultoso  creer  que  en  tan  breve  tiempo 
hayas  ido  y   venido  desde  este   lugar  al 
del  Toboso,  pues  como  tengo  dicho,  algún 
sabio  amigo  te  debió  de  llevar  en  volan- 
dillas sinque  tú  lo  sintieses.  Asi  seria,  di- 
xo  Sancho  ,  porque  á  buena  fe  que  anda- 
ba Rocinante  ,  como  si  fuera  asno  de  gi- 
tano con  azogue  en  los  oidos.  Y  cómo  si 
llevaba  azogue  ,  dixo  Don  Quixote  ,  y  aun 
una  legión  de  demonios  ,  que  es  gente  que 
camina  y  hace  caminar  sin  cansarse  todo 
aquello  que  se  les  antoja  ;  pero  dexando 
esto  aparte,  qué  te  parece  á  ti  que  debo 
yo  de  hacer  ahora  acerca  de  lo  que  mi  se- 
ñora me  manda  que  la  vaya  á  ver?  que 
aunque  yo  veo  que  estoy  obligado  á  cum- 
plir su  mandamiento,  veome  también  im- 
posibilitado del  don  que  he  prometido  á 
la  Princesa  que  con  nosotros  viene,  y  fuér- 
zame la  ley  de  Caballería  á  cumplir  mi 
palabra  antes  que  mi  gusto  :  por  una  par- 
te me  acosa  y  fatiga  el  deseo  de  ver  á  mi 
señora,  por  otra  me  incita  y  llama  la  pro- 
metida fe  y  la  gloria  que  he  de  alcanzar 
en  esta  empresa  ;  pero  lo  que  pienso  ha- 


PARTE    r.    CAP.    XXXT.  I23 

cer  sera  caminar  apriesa  y  llegar  presto 
donde  está  este  gigante  ,  y  en  llegando  le 
cortare  la  cabeza  ,  y  pondré  á  la  Princesa 
pacificamente  ea  su  Estado  ,  y  al  punto 
daré  la  vuelta  á  ver  á  la  luz  que  mis  sen- 
tidos alumbra  :  á  la  qual  daré  tales, dis- 
culpas ,  que  ella  venga  á  tener  por  buena 
mi  tardanza  ,  pues  vera  que  todo  redun- 
da en  aumento  de  su  gloria  y  fama  ,  pues 
quanta  yo  he  alcanzado,  alcanzo  y  alcan- 
zaré por  las  armas  en  esta  vida ,  toda  me 
viene  del  favor  que  ella  me  da  ,  y  de  ser 
yo  suyo.  Ay !  dixo  Sancho  ,  y  como  está 
vuestra  merced  lastimado  de  esos  cascos! 
pues  dígame,  señor:  ?, piensa  vuestra  mer- 
ced caminar  este  camino  envalde  ,  y  de- 
xar  pisar  (i8)  y  perder  un  tan  rico  y  tan 
principal  casamiento  como  este  ,  donde  le 
dan  en  dote  un  reyno  ,  que  á  buena  ver- 
dad que  he  oido  decir  que  tiene  mas  de 
veinte  mil  leguas  de  contorno  ,  y  que  es 
abundantísimo  de  todas  las  cosas  que  son 
necesarias  para  el  sustento  de  la  vida  hu- 
mana ,  y  que  es  mayor  que  Portugal  y 
que  Castilla  juntos?  calle  por  amor  de 


124  DON    QUIXOTE. 

Dios  ,  y  tenga  vergüenza  de  lo  que  ha  di- 
cho ,  y  tome  mi  consejo,  y  perdóneme,  y 
cásese  luego  en  el  primer  Lugar  que  haya 
Cura  ;  y  si  no  ahi  está  nuestro  Licencia- 
do, que  lo  hará  de  perlas:  y  advierta  que 
ya  tengo  edad  para  dar  consejos  ,  y  que 
este  que  le  doy  le  viene  de  molde  :  que 
mas  vale  paxaro  en  mano,  que  buytre  vo- 
lando i  porque  quien  bien  tiene  y  mal  es- 
coge ,  por  bien  que  se  enoja,  no  se  venga. 
Mira  Sancho  ,  respondió  Don  QuJxote  ,  si 
el  consejo  que  me  das  de  que  me  case  es 
porque  sea  luego  Rey  en  m.ataudo  al  gi- 
gante, y  tenga  cómodo  para  hacerte  mer- 
cedes y  darte  lo  prometido  ,  hagote  saber 
que  sin  casarme  podre  cumplir  tu  deseo 
muy  fácilmente,  porque  yo  sacaré  de  ada- 
hala  (19)  ,  antes  de  entrar  en  la  batalla, 
que  saliendo  vencedor  della  ,  ya  que  no 
me  case  ,  me  han  de  dar  una  parte  del 
reyno  paraque  la  'pueda  dar  á  quien  yo 
quisiere;  y  en  dándomela  ,  á  quien  quie- 
res tú  que  la  dé  sino  á  ti?  Eso  está  claro, 
respondió  Sancho;  pero  mire  vuestra  mer- 
ced que  la  escoja  acia  la  marina  ,  porque 


partí  i.  cap.  XXXI.  125 

si  no  me  contentare  la  vivienda  pueda 
embarcar  mis  negros  vasallos,  y  hacer  de- 
Uos  lo  que  ya  he  dicho  :  y  vuestra  mer- 
ced no  se  cure  de  ir  por  agora  á  ver  á 
mi  señora  Dulcinea  ,  sino  vayase  á  matar 
al  gigante  ,  y  concluvamos  este  negocio, 
que  por  Dios  que  se  me  asienta  que  ha  de 
ser  de  mucha  honra  y  de  mucho  prove- 
cho. Digote  ,  Sancho,  dixo  Don  Quixote, 
que  estas  en  lo  cierto ,  y  que  habré  de  to- 
mar tu  consejo  enquanto  el  ir  antes  con 
la  Princesa,  que  á  ver  á  Dulcinea:  y  avi- 
sóte que  no  digas  nada  á  nadie,  ni  á  los 
que  con  nosotros  vienen  ,  de  lo  que  aqui 
hemos  departido  y  tratado,  que  pues  Dul- 
cinea es  tan  recatada  ,  que  no  quiere  que 
se  sepan  sus  pensamientos  ,  no  sera  bien 
que  yo  ni  otro  por  mi  los  descubra.  ¿Pues 
si  eso  es  asi,  dixo  Sancho,  cómo  hace  vues- 
tra merced  que  todos  los  que  vence  por 
sü  brazo  se  vayan  á  presentar  ante  mi 
señora  Dulcinea  ,  siendo  esto  firma  de  su 
nombre  que  la  quiere  bien  ,  y  que  es  su 
enamorado?  ¿y  siendo  forzoso  que  los  que 
fuesen  se  han  de  ir  á  hincar  de  íinojos 


126  DON    QUIXOTE. 

ante  su  presencia,  y  decir  que  van  de  par- 
te de  vuestra  merced  á  dalle  la  obedien- 
cia ,  cómo  se  pueden  encubrir  los  pensa- 
mientos de  entrambos"?  O  que  necio  y  qué 
simple  que  eres!  dixo  Don  Quixote  :  tú 
no  ves  ,  Sancho ,  que  eso  todo  redunda  en 
su  mayor  ensalzamiento?  porque  has  de 
saber  que  en  este  nuestro  estilo  de  Caba- 
llería es  gran  honra  tener  una  dama  mu- 
chos caballeros  andantes  que  la  sirvan, 
sinque  se  estiendan  mas  sus  pensamientos 
que  á  servilla  por  solo  ser  ella  quien  es, 
sin  esperar  otro  premio  de  sus  muchos  y 
buenos  deseos  sino  que  eila  se  contente  de 
acetarlos  por  sus  caballeros.  Con  esa  ma- 
nera de  amor  ,  dixo  Sancho  ,  he  oido  yo 
predicar  que  se  ha  de  amar  á  nuestro  Se- 
ñor por  sí  solo  ,  sinque  nos  mueva  espe- 
ranza de  gloria,  ó  temor  de  pena,  aunque 
yo  le  querría  amar  y  servir  por  lo  que 
pudiese.  Valate  el  diablo  por  villano!  di- 
xo Don  Quixote  ,  y  que  de  discreciones  di- 
ces á  las  veces!  no  parece  sino  que  has 
estudiado.  Pues  á  fe  mía  que  no  sé  leer, 
respondió  Sancho. 


PARTE    I.    CAP.    XXXI.  I27 

En  esto  les  dio  voces  maese  Nicolás 
que  esperasen  un  poco  ,  que  querian  de- 
tenerse á  beber  en  una  fuentecilla  que  alli 
estaba.  Detubose  Don  Quixote  con  no  po- 
co gusto  de  Sancho  ,  que  ya  estaba  cansa- 
do de  mentir  tanto,  y  temía  no  le  cogiese 
su  amo  á  palabras;  porque  puesto  que  él 
sabia  que  Dulcinea  era  una  labradora  del 
Toboso  ,  no  la  habia  visto  en  toda  su  vi- 
da. Habíase  en  este  tiempo  vestido  Cár- 
denlo los  vestidos  que  Dorotea  traia  quan- 
do  la  hallaron  ,  que  aunque  no  eran  muy 
buenos  hacían  mucha  ventaja  á  los  que 
dexaba.  Apeáronse  junto  á  la  fuente  ,  y 
con  lo  que  el  Cura  se  acomodó  en  la  ven- 
ta satisficieron  ,  aunque  poco  ,  la  mucha 
hambre  que  todos  traían.  Estando  en  es- 
to acertó  á  pasar  por  alli  un  muchacho 
que  iba  de  camino  ,  el  qual  poniéndose  á 
mirar  con  mucha  atención  á  los  que  en 
la  fuente  estaban  ,  de  allí  á  poco  arreme- 
tió á  Don  Quixote  ,  y  abrazándole  por  las 
piernas  comenzó  á  llorar  muy  de  propo- 
sito ,  diciendo  :  ay  señor  mió!  no  me  co- 
noce vuestra  merced?  pues  mireme  bien, 


128  DON     QUIKOTE. 

que  yo  soy  aquel  mozo  Andrés,  que  quitó 
vuestra  merced  de  la  encina  donde  estaba 
atado.  Reconocióle  Don  Quixote,  y  asién- 
dole por  la  mano  se  volvió  á  los  que  allí 
estaban  ,  y  dixo  :  porque  vean  vuestras 
mercedes  quaa  de  importancia  es  haber 
caballeros  andantes  en  el  mundo,  que  des- 
fagan  los  tuertos  y  agravios,  que  en  él  se 
hacen  por  los  insolentes  y  malos  hombres 
que  en  el  viven  ,  sepan  vuestras  merce- 
des que  los  días  pasados  ,  pasando  yo  por 
un  bosque  ,  oi  unos  gritos  y  unas  voces 
muy  lastimosas,  como  de  perdona  atíigida 
y  menesterosa  :  acudi  luego  ,  llevado  de 
mi  obligación,  acia  la  parte  donde  me  pa- 
reció que  las  lamentables  voces  sonaban, 
y  halle  atado  á  una  encina  á  este  mucha- 
cho ,  que  ahora  está  delante  ,  de  lo  que 
me  huelgo  en  el  alma  ,  porque  sera  tes- 
tigo que  no  me  dexará  mentir  en  nada: 
digo  que  estaba  atado  á  la  encina  ,  des- 
nudo del  medio  cuerpo  arriba  ,  y  estábale 
abrierdo  á  azotes  con  las  riendas  de  una 
yegua  un  villano  ,  que  después  supe  que 
era  amo  suyo  ,  y  asi  como  yo  le  vi  ,  le 


PARTE    r.    CAP.   KXXI.  129 

pregunté  la  causa  de  tan  atroz  vapula- 
miento :  respondió  el  zafio  que  le  azotaba 
porque  era  su  criado  ,  y  que  ciertos  deí- 
cuidos  que  tenia  nacían  mas  de  ladrón 
que  de  simple  :  á  lo  qual  este  niño  dixo: 
señor  ,  no  me  azota  sino  porque  le  pido 
mi  salario;  el  amo  replicó  no  se  que  aren- 
gas y  disculpas,  las  qu  íles ,  aunque  de  mí 
fueron  oídas,  no  fueron  admitidas:  en  re- 
solución y©  le  hice  desatar,  y  tome  jura- 
mento al  villano  de  que  le  llevarla  consi- 
go y  le  pagaria  un  real  sobre  otro,  y  aun 
sahumados  :  no  es  verdad  todo  esto  ,  hijo 
Andrés?  ¿no  notaste  con  quanto  imperio 
se  lo  mande,  y  con  quanta  humildad  pro- 
metió de  hacer  todo  quanto  yo  le  impu- 
se,  y  notifique,  y  quise?  responde,  no  te 
turbes ,  ni  dudes  en  nada  ,  di  lo  que  pasó 
á  estos  señores ,  porque  se  vea  y  conside- 
re ser  del  provecho  que  digo  haber  caba- 
lleros andantes  por  los  caminos.  Todo  lo 
que  vuestra  merced  ha  dicho  es  mucha 
verdad  ,  respondió  el  muchacho  ^  pero  el 
fin  del  negocio  sucedió  ¡r.uy  alreves  de 
lo  que  vuestra  merced  se  imagina.  Como 


I3O  DON     QUIXOTE. 

alreves?  replicó  Don  Quixote  :  luego  no 
te  pagó  el  villano?  No  solo  no  me  pa- 
gó ,  respondió  el  muchacho  ,  pero  asi  co- 
mo vuestra  merced  traspuso  del  bosque,  y 
quedamos  solos  ,  me  volvió  á  atar  á  la 
misma  encina  ,  y  me  dio  denuevo  tantos 
azotes  ,  que  quedé  hecho  un  San  Bartolo- 
mé desollado:  y  á  cada  azote  que  me  da- 
ba, me  decia  un  donayre  y  chufeta  acer- 
ca de  hacer  burla  de  vuestra  merced,  que 
á  no  sentir  yo  tanto  dolor  me  riera  de 
lo  que  decia  :  y  euefeto  el  me  paró  tal, 
que  hasta  ahora  he  estado  curándome  en 
un  hospital  del  mal  ,  que  el  mal  villano 
entonces  me  hizo  :  de  todo  lo  qual  tiene 
vuestra  merced  la  culpa,  porque,  si  se  fue- 
ra su  camino  adelante,  y  no  viniera  don- 
de no  le  llamaban  ,  ni  se  entremetiera  en 
negocios  ágenos,  mi  amo  se  contentara  con 
darme  una  ó  dos  docenas  de  azotes,  y  lue- 
go me  soltara  y  pagara  quanto  me  debia; 
mas  como  vuestra  merced  le  deshonró  tan 
sin  proposito  ,  y  le  dixo  tantas  villanías, 
encendiosele  la  colera  ,  y  como  no  la  pu- 
do vengar  en  vuestra  merced ,  quando  se 


PARTE    I.   CAP.   yXXT.  I3I 

vio  solo  descargó  sobre  mi  el  nublado  de 
modo  ,  que  me  parece  que  no  seré  mas 
hombre  en  toda  mi  vida.  El  daño  estubo, 
dixo  Don  Quixote,  en  irme  yo  de  alli,  que 
no  me  habia  de  ir  hasta  dexarte  pagado, 
porque  bien  debia  yo  de  saber  por  luen- 
gas esperiencias  que  no  hay  villano  que 
guarde  palabra  que  diere,  si  el  ve  que  no 
le  está  bien  guardalla ;  pero  ya  te  acuer- 
das. Andrés,  que  yo  juré  que  si  no  te  pa- 
gaba que  habia  de  ir  á  buscarle  ,  y  que 
le  habia  de  hallar  ,  aunque  se  escondiese 
en  el  vientre  de  la  ballena.  Asi  es  la  ver- 
dad,  dixo  Andrés;  pero  no  aprovechó  na- 
da. Ahora  verás  si  aprovecha  ,  dixo  Don 
Quixote  ,  y  diciendo  esto  se  levantó  muy 
apriesa  ,  y  mandó  á  Sancho  que  enfrena- 
se á  Rocinante  ,  que  estaba  paciendo  en- 
tanto  que  ellos  comian.  Preguntóle  Doro- 
tea qué  era  lo  que  hacer  querial  El  le 
respondió  que  queria  ir  á  buscar  al  villa- 
no y  castigalle  de  tan  mal  termino,  y  ha- 
cer pagado  á  Andrés  hasta  el  ultimo  ma- 
ravedi,  adespecho  y  pesar  de  quantos  vi- 
llanos hubiese  en  el  mundo.  A  lo  que  ella 

T.    III.  I 


132  DON     QOTXOTE. 

respondió  que  advirtiese  que  no  podia  coa- 
forme  al  don  prometido  entremeterse  en 
ninguna  empresa  hasta  acabar  la  suya  ,  y 
que  pues  esto  sabia  el  mejor  que  otro  al- 
guno, que  sosegase  el  pecho  hasta  la  vuel- 
ta de  su  reyno.  Asi  es  verdad  ,  respondió 
Don  Quixote,  y  es  forzoso  que  Andrés  ten- 
ga paciencia  hasta  la  vuelta  ,  como  vos, 
señora,  decis,que  yo  le  torno  á  jurar  y  á 
prometer  denuevo  de  no  parar  hasta  ha- 
cerle vengado  y  pagado.  No  me  creo  de- 
sos  juramentos,  dixo  Andrés  ;  mas  quisie- 
ra tener  ahora  con  qué  llegar  á  Sevilla, 
que  todas  las  venganzas  del  mundo  :  dé- 
me,  si  tiene  ahí  ,  algo  que  coma  y  lleve, 
y  quédese  con  Dios  su  merced  y  todos  los 
caballeros  andantes  ,  que  tan  bien  andan- 
tes sean  ellos  para  consigo  ,  como  lo  han 
sido  para  conmigo.  Sacó  de  su  repuesto 
Sancho  un  pedazo  de  pan  y  otro  de  que- 
so ,  y  dándoselo  al  mozo  ,  le  dixo  :  toma, 
hermano  Andrés,  que  á  todos  nos  alcanza 
parte  de  vuestra  desgracia.  Pues  que  par- 
te os  alcanza  á  vos?  preguntó  Andrés.  Es- 
ta parte  de  queso  y  pan  que  os  doy,  res- 


TARTE   I.   CAP.   XXXr.  I33 

pondio  Sancho,  que  Dios  sabe  si  me  ha  de 
hacer  falta  ó  no  ^  porque  os  hago  saber, 
amigo,  que  los  escuderos  de  los  caballeros 
andantes  estamos  sujetos  á  mucha  ham- 
bre ,  V  á  la  mala  ventura  ,  y  aun  á  otras 
cosas  que  se  sienten  mejor  que  se  dicen. 
Andrés  asió  de  su  pan  y  queso  ,  y  viendo 
que  nadie  le  daba  otra  cosa,  abaxd  su  ca- 
beza ,  y  tomó  el  camino  en  las  manos, 
como  suele  decirse  ;  bien  es  verdad  que 
al  partirse  dixo  á  Don  Qulxote:  por  amor 
de  Dios  ,  señor  caballero  andante  ,  que  si 
otra  vez  me  encontrare  ,  aunque  vea  que 
me  hacen  pedazos,  no  me  socorra  ni  ayu- 
de ,  sino  dexeme  con  mi  desgracia  ,  que 
no  sera  tanta  ,  que  no  sea  mayor  la  que 
me  vendrá  de  su  ayuda  de  vuestra  mer- 
ced, á  quien  Dios  maldiga,  y  á  todos  quan- 
tos  caballeros  andantes  han  nacido  en  el 
mundo.  Ibase  á  levantar  Don  Quixote  pa- 
ra cast ¡galle  ;  mas  el  se  puso  á  correr  de 
modo  ,  que  ninguno  se  atrevió  á  seguillo. 
Quedó  corridisimo  Don  Quixote  del  cuen- 
to de  Andrés  ,  y  fue  menester  que  los  de- 
I  2 


134  DOK    QüIXOTB. 

mas  tubiesen  mucha  cuenta  con  no  reirse 
por  no  acaballe  de  correr  del  todo. 

CAPITULO    XXXII. 

<JUE   TRATA    DE     LO     QUE     SUCEDIÓ    EN    LA 

VENTA    A   TODA    LA    QÜADRILLA    DE 

DON    QUIXOTE. 

x\cabose  la  buena  comida  (20),  ensilla- 
ron luego,  y  sinque  les  sucediese  cosa  dig- 
na de  contar  llegaron  otro  dia  á  la  ven- 
ta ,  espanto  y  asoaibro  de  Sancho  Panza; 
y  aunque  el  quisiera  no  entrar  en  ella,  no 
lo  pudo  huir.  La  ventera  ,  ventero,  su  hi- 
ja, y  Maritornes,  que  vieron  venir  á  Don 
Quixote  y  á  Sancho  ,  les  salieron  á  rece- 
bir  con  muestras  de  mucha  alegría  ,  y  el 
las  recibió  con  grave  continente  y  aplau- 
so, y  dixoles  que  le  aderezasen  otro  me- 
jor lecho  (21)  que  la  vez  pasada.  A  lo 
qual  respondió  la  huéspeda  que  como  la 
pagase  mejor  que  la  otna  vez ,  que  ella  se 
ia  daria  de  principes.  Don  Quixote  dixo 


PARTE    I.   CAP.   XXKII.  135 

que  sí  haría  ^  y  asi  le  aderezaron  una  ra- 
zonable en  el  mismo  camaranchón  de  mar- 
ras ,  y  el  se  acostó  luego  ,  porque  venia 
muy  quebrantado  y  falto  de  juicio.  No  se 
hubo  bien  encerrado,  quando  la  huéspeda 
arremetió  al  Barbero  ,  y  asiéndole  de  la 
barba,  dixo :  para  mí  santiguada,  que  no 
se  ha  aun  de  aprovechar  mas  de  mi  rabo 
para  su  barba  ,  y  que  me  ha  de  volver 
mí  cola  ,  que  anda  lo  de  mi  nsarido  por 
esos  suelos  que  es  vergüenza  ,  digo  el  pey- 
ne  que  solia  yo  colgar  de  mi  buena  cola. 
No  se  la  quería  dar  el  Barbero  ,  aunque 
ella  mas  tiraba  ,  hasta  que  el  Licenciado 
le  dixo  que  se  la  diese,  que  ya  no  era  me- 
nester mas  usar  de  aquella  industria,  sino 
que  se  descubriese  y  mostrase  en  su  mis- 
ma forma  ,  y  dixese  á  Don  Quixote  que 
quando  le  despojaron  los  ladrones  galeo- 
tes ,  se  había  venido  á  aquella  venta  hu- 
yendo \  y  que  si  preguntase  por  el  escu- 
dero de  la  Princesa  ,  le  dirían  que  ella  le 
había  enviado  adelante  á  dar  aviso  á  los 
de  su  reyno  como  ella  iba  y  llevaba  con- 
sigo el  libertador  de  todos.  Con  esto  dio 


136  DON     QUIXOTE. 

de  buena  gana  la  cola  á  la  ventera  el  Bar- 
bero ,  y  asimismo  le  volvieron  todos  los 
adherentes  que  habia  prestado  para  la  li- 
bertad de  Don  Quixoíe.  Espantáronse  to- 
dos los  de  la  venta  de  la  hermosura  de 
Dorotea  ,  y  aun  del  buen  talle  del  zagal 
Cárdenlo.  Hizo  el  Cura  que  les  adereza- 
sen de  comer  de  lo  que  en  la  venta  hu- 
biese, y  el  huésped  con  esperanza  de  me- 
jor paga  con  diligencia  les  aderezó  una 
razonable  comida  :  y  á  todo  esto  dormía 
Don  Quixote  ,  y  fueron  de  parecer  de  no 
d'^spertalle ,  porque  mas  provecho  le  ha- 
fia  por  entonces  el  dormJr  que  el  comer: 
trataron  sobre  comida,  estando  delante  el 
ventero,  su  muger,  su  hija,  y  Maritornes, 
y  todos  los  pasageros,  de  la  estraña  locu- 
ra de  Don  Quixote  ,  y  del  modo  que  le 
habían  hallado  :  la  huéspeda  les  contó  lo 
que  con  el  y  con  el  arriero  les  habia  acon- 
tecido :  mirando  si  acaso  estaba  a Ui  San- 
cho ,  como  no  le  viese  ,  contó  todo  lo  de 
su  manteamiento  ,  de  que  no  poco  gusto 
recibieron:  y  como  el  Cura  dixese  que  los 
libros  de  Caballerias  que  Dea  Quixote  ha- 


PARTE    r.    CAP.   XXXII.  I37 

bía  leído,  le  habían  vuelto  el  juicio,  dixo 
el  ventero  :  no,  se  yo  como  puede  ser  eso, 
que  en  verdad  que  á  lo  que  yo  entiendo 
no  hay  mejor  letura  en  el  mundo  ,  y  que 
tengo  ahí  dos  ó  tres  dellos  con  otros  pa- 
peles ,  que  verdaderamente  me  han  dado 
la  vida  ,  no  solo  á  mí  ,  sino  á  otros  mu- 
chos^ porque,  quando  es  tiempo  de  la  sie- 
ga ,  se  recogen  aquí  las  tiestas  muchos  se- 
gadores ,  y  siempre  hay  alguno  que  sabe 
leer,  el  qual  coge  uno  destos  libros  en  las 
manos,  y  rodéamenos  del  mas  de  treinta, 
y  estamosle  escuchando  con  tanto  gusto, 
que  nos  quita  mil  canas  :  alompnos  de  mí 
se  decir  que  quando  oyó  decir  aquellos 
furibundos  y  terribles  golpes  que  los  ca- 
balleros pegan,  que  me  toma  gana  de  ha- 
cer otro  tanto  ,  y  que  querría  estar  oyen- 
dolos  noches  y  días.  Y  yo  ni  m?s  ni  me- 
nos ,  dixo  la  ventera,  porque  nunca  tengo 
buen  rato  en  mi  casa  sino  aquel  que  vos 
estáis  escuchando  leer,  que  estáis  tan  em- 
bobado ,  que  no  os  acordáis  de  reñir  por 
entonces.  Así  es  la  verdad  ,  dixo  Ma?itor- 
nes ,  y  á  buena  fe  que  yo  también  gusto 


'38  DON    QUIXOTE. 

mucho  de  oir  aquellas  cosas,  que  son  muy 
lindas  ;  y  mas  quando  cuentan  que  se  es- 
tá la  otra  señora  debaxo  de  unos  naranjos 
abrazada  con  su  caballero  ,  y  que  les  está 
una  dueña  haciéndoles  la  guarda  ,  muerta 
de  envidia  y  con  mucho  sobresalto  :  digo 
que  todo  esto  es  cosa  de  mieles.  Y  á  vos, 
que   os  parece  ,  señora  doncella?  dixo  el 
Cura  ,  hablando  con  la  hija  del  ventero. 
No  sé,  señor,  en  mi  anima,  respondió  eUa: 
también  yo  lo  escucho  ,  y  en  verdad  que 
aunque  no  lo  entiendo  ,  que  recibo  gusto 
en  oiJlo  ^  pero  no  gusto  yo  de  los  golpes 
de  que  mi  pítdre  gusta,  siao  de  las  lamen- 
taciones que  los  caballeros  hacen  ,  quan- 
do están  ausentes  de  sus  señoras  ,  que  en 
verdad  que  algunas  veces  me  hacen  llorar 
de  compasión  que  les  tengo.  ¿Luego  bien 
las  remediarades  vos,  señora  doncella,  di- 
xo Dorotea,  si  por  vos  lloraran?  No  se  lo 
que  me  hiciera  ,  respondió  la  moza  ;  solo 
se  que  hay  algunas  señoras  de  aquellas 
tan  crueles,  que  las  llaman  sus  caballeros 
tigres,  y  leones,  y  otras  mil  inmundicias: 
y  Jesús!  yo  no  se  que  gente  es  aquella  tan 


VARTE    I.    CAP.    KXXII.  I39 

desalmada  y  tan  sin  conciencia  ,  que  por 
no  mirar  á  un  hombre  honrado  le  de- 
xaa  que  se  muera  ,  tí  que  se  vuelva  loco: 
yo  no  se  para  que  es  tanto  melindre  ,  si 
lo  hacen  de  honradas  ,  cásense  con  ellos, 
que  ellos  no  desean  otra  cosa.  Calla  ,  ni- 
ña ,  dixo  la  ventera  ,  que  parece  que  sa- 
bes mucho  destas  cosas  ,  y  no  está  bien  á 
las  doncellas  saber  ni  hablar  tanto.  Como 
me  lo  pregunta  este  señor,  respondió  ella, 
no  pude  dexar  de  respondelle.  Ahora  bien, 
dixo  el  Cura  ,  traedme  ,  señor  huésped, 
aquesos  libros,  que  los  quiero  ver.  Que  me 
place,  respondió  el,  y  entrando  en  su  apo- 
sento, saetí  del  una  maletilla  vieja  cerra- 
da con  una  cadenilla  ,  y  abriéndola  ,  ha- 
lló en  ella  tres  libros  grandes,  y  unos  pa- 
peles de  muy  buena  letra  escritos  de  ma- 
no. El  primer  libro  que  abrió  vio  que 
era  :  Don  Cirongilio  de  Tracia  (22)  ,  y  el 
otro  de:  Feüxmarte  de  Hircanta  (23),  y  el 
otro  la  :  Historia  del  Gran  Capitán  Gonza~ 
lo  Hernández  de  Córdoba ,  con  la :  Vida  de 
Diego  Garda  de  Paredes.  Asi  como  el  Cu- 
ra leyó  los  dos  títulos  primeros ,  volvió  el 


140  DON    QÜIXOTE. 

rostro  al  Barbero ,  y  dixo  :  falta  nos  ha- 
cen aqui  ahora  el  Ama  de  mi  amigo  y  su 
Sobrina,  No  hacen,  respondió  el  Barbero, 
que  también  se  yo  llevarlos  al  corral  ,  ó 
á  la  chimenea  ,  que  en  verdad  que  hay 
muy  buen  fuego  en  ella.  Luego  quiere 
vuestra  merced  quemar  mis  libros?  dixo 
el  ventero.  No  mas  ,  dixo  el  Cura  ,  que 
estos  dos  ,  el  de  Don  Cirongilio  ,  y  el  de 
Felixmarte.  ?.Pues  por  ventura  ,  dixo  el 
ventero  ,  mis  libros  son  hereges  ,  ó  flema- 
ticos  ,  que  los  quiere  quemar?  Cismáti- 
cos queréis  decir  ,  amigo  ,  dixo  el  Barbe- 
ro ,  que  no  flemáticos.  Asi  es  ,  replicó  el 
ventero  ;  mas  si  alguno  quiere  quemar, 
sea  ese  del  Gran  Capitán  ,  y  dése  Diego 
Garcia  •■,  que  antes  dexare  quemar  un  hi- 
jo ,  que  dexar  quemar  ninguno  desotros. 
Hermano  mió  ,  dixo  el  Cura  ,  estos  dos  li- 
bros son  mentirosos,  y  están  llenos  de  dis- 
parates y  devaneos,  y  este  del  Gran  Ca- 
pitán es  historia  verdadera  ,  y  tiene  los 
hechos  de  Gonzalo  Hernández  de  Córdoba, 
el  qual  por  sus  muchas  y  grandes  haza- 
fias  mereció  ser  llamado  de  todo  el  mun- 


PARTE    I.   CAP.    XXXII.  I4I 

do  Bl  Gran  Capitán  ,  renombre  famoso  y 
claro,  y  del  soío  merecido  :  y  este  Diego 
García  de  Paredes  fue  un  principal  caba- 
llero ,  natural  de  la  ciudad  de  Truxillo  en 
Estremadura  ,  valentísimo  soldado  ,  y  de 
tantas  fuerzas  naturales  ,  que  detenia  con 
un  dedo  una  rueda  de  molino  en  la  mi- 
tad de  su  furia  ;  y  puesto  con  un  montan- 
te en  la  entrada  de  una  puente  detubo  á 
todo  un  ¡numerable  exerclto  que  no  pasa- 
se por  ella  (24)  ^  y  hizo  otras  tales  cosas, 
que  si  como  el  las  cuenta,  y  las  escribe  el 
asimismo  con  la  modestia  de  caballero  y 
de  coronista  propio,  las  escribiera  otro  li- 
bre y  desapasionado  ,  pusieran  en  su  olvi- 
do las  de  los  Hetorcs ,  Aqulles  y  Rolda- 
nes.  Tomaos  con  mi  padre  ,  dixo  el  dicho 
ventero,  mirad  de  que  se  espanta  ,  de  de- 
tener una  rueda  de  molino:  por  Dios  aho- 
ra habia  vuestra  merced  de  leer  lo  que 
lei  yo  de  Felixmarte  de  Hircania  ,  que  de 
un  revés  solo  partió  cinco  gigantes  por  la 
cintura  ,  como  si  fueran  hechos  de  habas 
como  los  fraylecicos  que  hacen  los  niños: 
y  otra  vez  arremetió  con  un  grandísimo 


14*  DON    QUIXOTE. 

y  poderosisimo  exercito  ,  donde  llevd  mas 
de  un  millón  y  seiscientos  mil  soldados, 
todos  armados  desde  el  pie  hasta  la  cabe- 
za ,  y  los  desbarató  á  todos ,  como  si  fue- 
ran manadas  de  ovejas  :  pues  que  me  di- 
rán del  bueno  de  Don  Cirongilio  de  Tra- 
cia?  que  fue  tan  valiente  y  animoso  ,  co- 
mo se  vera  en  el  libro  ,  donde  cuenta  que 
navegando  por  un  rio  ,  le  salió  de  la  mi- 
tad del  agua  una  serpiente  de  fuego  ,  y  él 
asi  como  la  vio  se  arrojó  sobre  ella  ,  y  se 
puso  á  horcajadas  encima  de  sus  escamo- 
sas espaldas ,  y  la  apretó  con  ambas  ma- 
nos la  garganta  con  tanta  fuer¿a,  que  vien- 
do la  serpiente  que  la  iba  ahogando  ,  no 
tubo  otro  remedio  sino  dexarse  ir  á  lo  hon- 
do del  rio  ,  llevándose  tras  sí  al  caballero 
que  nunca  la  quiso  soltar ;  y  quando  lle- 
garon alia  abaxo  ,  se  halló  en  unos  pala- 
cios y  en  unos  jardines  tan  lindos  ,  que 
era  marabilla  :,  y  luego  la  sierpe  se  vol- 
vió en  un  viejo  anciano  ,  que  le  dixo  tan- 
tas de  cosas,  que  no  hay  mas  que  oir:  ca- 
lle, señor  ,  que  si  oyese  esto  ,  se  volvería 
loco  de  placer:  dos  higas  para  el  Gran  Ca- 


PARTE    I.    CAP.   XXXTI.  I43 

pitan  ,  y  para  ese  Diego  García  que  dice. 
Oyendo  esto  Dorotea,  dixo  callando  á  Car- 
denio:  poco  le  falta  á  nuestro  huésped  pa- 
ra hacer  la  segunda  parte  de  Don  Quixo- 
te  (25).  Asi  me  parece  á  mí  ,  respondió 
Cárdenlo,  porque  según  da  indicio,  el  tie- 
ne por  cierto  que  todo  lo  que  estos  libros 
cuentan  pasd  ni  mas  ni  menos  que  lo  es- 
criben, y  no  le  harán  creer  otra  cosa  fray- 
Íes  descalzos.  Mirad  ,  hermano  ,  tornó  á 
decir  el  Cura  ,  que  no  hubo  en  el  mundo 
Felixmarte  de  Hircania  ,  ni  Don  Cirongi- 
lio  de  Tracia,  ni  otros  caballeros  semejan- 
tes que  los  libros  de  Caballerías  cuentan, 
porque  todo  es  compostura  y  ficción  de  in- 
genios ociosos  ,  que  los  compusieron  para 
el  efeto  que  vos  decís  ,  de  entretener  el 
tiempo  ,  como  lo  enrretienen  leyéndolos 
vuestros  segadores  5  porque  realmente  os 
juro  que  nunca  tales  caballeros  fueron  en 
el  mundo,  ni  tales  hazai^as  ni  disparates 
acontecieron  en  el.  A  otro  perro  con  ese 
hueso  ,  respondió  el  ventero  ,  como  si  yo 
no  supiese  quantas  son  cinco  ,  y  adonde 
me  aprieta  el  zapato  :  no  piense  vuestra 


144  ^0^    QOIXOTE. 

merced  darme  papilla  ,  porque  por  Dios 
que  no  soy  nada  blanco  :  bueno  es  que 
quiera  darme  vuestra  merced  á  entender 
que  todo  aquello,  que  estos  buenos  libros 
dicen,  sea  disparates  y  mentiras  ,  estando 
impreso  con  licencia  de  los  Seiiores  del 
Consejo  Real ,  como  si  ellos  fueran  gente 
que  habían  de  dexar  impriaiir  tanta  men' 
tira  junta  ,  y  tantas  batallas,  y  tantos  en- 
cantamentos ,  que  quitan  el  juicio.  Ya  os 
he  dicho  , amigo,  replicó  el  Cura,  que  es- 
to se  hace  para  entretener  nuestros  ocio- 
sos pensamientos  5  y  asi  como  se  consien- 
te en  las  repúblicas  bien  concertadas  que 
haya  juegos  de  axedrez ,  de  pelota  ,  y  de 
trucos  para  entretener  á  algunos ,  que  ni 
quieren,  ni  deben,  ni  pueden  trabajar;  asi 
se  consiente  imprim-jr  y  que  haya  tales. li- 
bros ,  creyendo  ,  como  es  verdad  ,  que  no 
ha  de  haber  alguno  tan  ignorante  ,  que 
tenga  por  historia  verdadera  ninguna  des- 
tos  libros  :  y  si  me  fuera  licito  ahora  ,  y 
el  auditorio  lo  requiriera,  yo  dixera  cosas 
acerca  de  lo  que  han  de  tener  los  libros 
de  Caballerías  para  ser  buenos,  que  quiza 


^  PARTE  r.  CAP.  xxxir.  145 

fueran  de  provecho  ,  y  aun  de  gusto  para 
algunos;  pero  yo  espero  que  vendrá  tiem- 
po en  que  lo  pueda  comunicar  con  quien 
pueda  remediallo  ;  y  en  eite  entretanto 
creed  ,  señor  ventero  ,  lo  que  os  he  dicho, 
y  tomad  vuestros  libros,  y  alia  os  avenid 
con  sus  verdades,  ó  mentiras,  y  buen  pro- 
vecho os  hagan,  y  quiera  Dios  que  no  co- 
xeeis  del  pie  que  coxea  vuestro  huésped 
Don  Quixote.  Eso  no  ,  respondió  el  ven- 
tero ,  que  no  seré  yo  tan  loco  ,  que  me 
haga  caballero  andante;  que  bien  veo  que 
ahora  no  se  usa  lo  que  se  usaba  en  aquel 
tiempo  ,  quando  se  dice  que  andaban  por 
el  mundo  estos  famosos  caballeros.  A  la 
mitad  desta  platica  se  halló  Sancho  pre- 
sente ,  y  quedó  muy  confuso  y  pensativo 
de  lo  que  habia  oido  decir  que  ahora  no 
se  usaban  caballeros  andantes  ,  y  que  to- 
dos los  libros  de  Caballerias  eran  nece- 
dades y  mentiras  ;  y  propuso  en  su  co- 
razón de  esperar  en  lo  que  paraba  aquel 
viage  de  su  amo,  y  que,  si  no  salia  con  la 
felicidad  que  el  pensaba  ,  determinaba  de 
dexaUe  ,  y  volverse  con  su  muger  y  sus 


146  3>0N    QUIXOTE.  «v 

hijos  á  su  acostumbrado  trabajo.  Llevába- 
se la  maleta  y  los  libros  el  ventero  ;  mas 
el  Cura  le  dixo  :  esperad  que  quiero  ver 
qué  papeles  son  esos  que  de  tan  buena  le- 
tra están  escritos.  Sacólos  el  huésped  ,  y 
dándoselos  á  leer  vio  hasta  obra  de  ocho 
pliegos  escritos  de  mano  ,  y  al  principio 
tenían  un  titulo  grande  que  decia  :  kove- 

ZA    DEÍ    CURIOSO    IMPERTINENTE.    LeyO 

el  Cura  para  sí  tres  ó  quatro  renglones, 
y  dixo  :  cierto  que  no  me  parece  mal  el 
titulo  desta  novela  ,  y  que  me  viene  vo- 
luntad de  leella  toda.  A  lo  que  respondió 
el  ventero  :  pues  bien  puede  leella  su  Re- 
verencia ,  porque  le  hago  saber  que  á  al- 
gunos huespedes  que  aqui  la  han  leido,  les 
ha  contentado  mucho  ,  y  me  la  han  pedi- 
do con  muchas  veras  ;  mas  yo  no  se  la  he 
querido  dar  ,  pensando  volvérsela  á  quien 
aqui  dexó  esta  maleta  olvidada  ,  con  es- 
tos libros  y  esos  papeles  ,  que  bien  puede 
ser  que  vuelva  su  dueño  por  aqui  algún 
tiempo  ;  y  aunque  se  que  me  han  de  ha- 
cer falta  los  libros  ,  afe  que  se  los  he  de 
volver  ,  que  aunque  ventero  ,  todavía  soy 


PARTE   I.   CAP.   XXXII.  I47 

cristiano.  Vos  tenéis  mucha  razón  ,  ami- 
go, dixo  el  Cura  ^  mas  con  todo  eso,  si  la 
novela  me  contenta  ,  me  la  habéis  de  de- 
xar  trasladar.  De  muy  buena  gana  ,  res- 
pondió el  ventero.  Mientras  los  dos  esto 
decian  ,  habia  tomado  Cárdenlo  la  novela 
y  comenzado  á  leer  en  ella  ,  y  parecien- 
dole  lo  mismo  que  al  Cura,  le  rogo  que  la 
leyese  de  modo  que  todos  la  oyesen.  SL 
leyera  ,  dixo  el  Cura  ,  si  no  fuera  mejor 
gastar  este  tiempo  en  dormir  que  en  leer. 
Harto  reposo  sera  para  mí,  dixo  Dorotea, 
entretener  el  tiempo  oyendo  algún  cuen- 
to ,  pues  aun  no  tengo  el  espíritu  tan  so- 
segado ,  que  me  conceda  dormir  quando 
fuera  razón.  Pues  desa  manera  ,  dixo  el 
Cura,  quiero  leerla  por  curiosidad  siquie- 
ra ,  quiza  tendrá  alguna  de  gusto.  Acudió 
maese  Nicolás  á  rogarle  lo  mismo,  y  San- 
cho también  :  lo  qual  visto  del  Cura  ,  y 
entendiendo  que  á  todos  darla  gusto,  y  el 
le  recebiria  ,  dixo :  pues  asi  es  ,  estenme 
todos  atentos,  que  la  novela  comienza  des- 
ta  manera. 


K 


148  SON    QUIXOTB. 

CAPITULO  xxxiir. 

SOHDE  SE  CUENTA  LA  NOVELA  DEL  CU- 
RIOSO IMPERTINENTE. 


E, 


<n  Florencia  ,  ciudad  rica  y  famosa  de 
Italia  en  la  provincia  que  llaman  Tosca- 
na  ,  vivían  Anselmo  y  Lotario  ,  dos  caba- 
lleros ricos  y  principales  ,  y  tan  amigos, 
que  por  escelencia  y  antonomasia  de  to- 
dos los  que  los  conocían  ,  lot  dos  amigos 
eran  llamados  :  eran  solteros  ,  mozos  de 
una  misma  edad  y  de  unas  mismas  cos- 
tumbres, todo  lo  qual  era  bastante  causa  á 
que  los  dos  con  reciproca  amistad  se  cor- 
■respoiidiesen  :  bien  es  verdad  que  el  An- 
selmo era  algo  mas  inclinado  á  los  pasa- 
tiempos amorosos  que  el  Lotario  ,  al  qual 
llevaban  tras  sí  los  de  la  caza;  pero  quan- 
do  se  ofrecia  ,  dexaba  Anselmo  de  acudir 
á  sus  gustos  por  seguir  los  de  Lotario  ,  y 
Lotario  dexaba  los  suyos  por  acudir  á  los 
de  Anselmo,  y  desta  manera  aadaban  tan 
auna  sus  voluntades ,  que  no  había  con- 


PARTE  r.  CAP.  Txxiir.  149 

certado  relox  que  asi  lo  andubiese.  Anda- 
ba Anselmo  perdido  de  amores  de  una  don- 
cella priucipal  y  hermosa  de  la  misma 
ciudad  ,  hija  de  tan  buenos  padres  y  tan 
buena  ella  por  sí ,  que  se  determinó  (con 
el  parecer  de  su  amigo  Lotario,  sin  el  qual 
ninguna  cosa  hacia)  de  pediUa  por  esposa 
á  sus  padres  ,  y  asi  lo  puso  en  execucion, 
y  el  que  llevó  la  embaxada  fue  Lotario ,  y 
el  que  concluyó  el  negocio  tan  á  gusto  de 
su  amigo  ,  que  en  breve  tiempo  se  vio 
puesto  en  la  posesión  que  deseaba  ,  y  Ca- 
mila tan  contenta  de  haber  alcanzado  á 
Anselmo  por  esposo,  que  no  cesaba  de  dar 
gracias  al  cielo,  y  á  Lotario  por  cuyo  me- 
dio tanto  bien  le  habia  venido.  Los  pri- 
meros dias  ,  como  todos  los  de  boda  sue- 
len ser  alegres,  continuó  Lotario  como  so- 
lia  la  casa  de  su  amigo  Anselmo  ,  procu- 
rando honralle,  festej2lle  y  regocijalle  con 
todo  aquello  qu°  á  el  le  fue  posible  ;  pero 
acabadas  las  bodas  ,  y  sosegada  ya  la  fre- 
quencia  de  las  visitas  y  parabienes  ,  co- 
menzó Lotario  á  descuidarse  con  cuidado 
de  las  idas  en  casa  de  Anselmo  ,  por  pa- 
K  2 


Ij;0  DON     QUIXOTE. 

recerle  á  él  ,  como  es  razón  que  parezca 
á  todos  los  que  fueren  discretos  ,  que  no 
se  han  de  visitar  ni  continuar  las  casas  de 
los  amigos  casados  de  la  misma  manera, 
que  quando  eran  solteros  ;  porque  aunque 
la  buena  y  verdadera  amistad  no  puede 
ni  debe  de  ser  sospechosa  en  nada  ,  con 
todo  esto  es  tan  delicada  la  honra  del  ca- 
sado, que  parece  que  se  puede  ofender  aun 
de  los  mesmos  hermanos  ,  quanto  mas  de 
los. amigos.  Notó  Anselmo  la  remisión  de 
Lotario  ,  y  formó  del  quejas  grandes  ,  di- 
ciendole  que  si  el  supiera  que  el  casarse 
habia  de  ser  parte  para  no  comunicalle  co- 
mo solia  ,  que  jamas  lo  hubiera  hecho  ;  y 
que  si  por  la  buena  correspondencia  que 
los  dos  tenian  mientras  el  fue  soltero,  ha- 
blan alcanzado  tan  dulce  nombre  como  el 
ser  llamados  los  dos  amigos  ,  que  no  per- 
mitiese, por  querer  hacer  del  circunspec- 
to sin  otra  ocasión  alguna  ,  que  tan  famo- 
so y  tan  agradable  nombre  se  perdiese^  y 
que  asi  le  suplicaba,  si  era  licito,  que  tal 
termino  de  hablar  se  usase  entre  ellos,  que 
volviese  á  ser  señor  de  su  casa  ,  y  á  en- 


PARTE  T.  CAP.  xxxirr.  151 

trar  y  salir  en  ella  como  de  antes  ,  ase- 
gurándole que  su  esposa  Camila  no  tenia 
otro  gusto  ni  otra  voluntad  ,  que  la  que 
él  quería  que  tubiese,  y  que  por  haber  sa- 
bido ella  con  quantas  veras  los  dos  se 
amaban  ,  estaba  confusa  de  ver  en  el  tan- 
ta esquiveza.  A  todas  estas  y  otras  mu- 
chas razones ,  que  Anselmo  dixo  á  Lota- 
rio-para  persuadille  volviese  como  solia  á 
su  casa ,  respondió  Lotario  con  tanta  pru^ 
dencia  ,  discreción  y  aviso  ,  que  Anselmo 
quedó  satisfecho  de  la  buena  intención  de 
su  amigo,  y  quedaron  de  concierto  que  dos 
dias  en  la  semana  y  las  fiestas  fuese  Lo- 
tario á  comer  con  él:  y  aunque  esto  que- 
dó asi  concertado  entre  los  dos  , ^propuso 
Lotario  de  no  hacer  mas  de  aquello  que 
viese  que  mas  convenia  á  la  honra  de  su 
amigo,  cuyo  crédito  le  ^estaba  en  mas,  que 
el  suyo  propio.  Decía  el  ,  y  decia  bien, 
que  el  casado,  á  quien  el  cielo  habia  con- 
cedido muger  hermosa,  tanto  cuidado  ha- 
bia de  tener  que  ami;?os  llevaba  á  su  ca- 
sa ,  como  en  mirar  con  que  amigas  su  mu- 
ger  conversaba ,  porque  lo  que  no  se  hace 


152  DON     QUIXOTE. 

ni  concierta  en  las  plazas  ,  ni  en  los  tem- 
plos ,  ni  en  las  fiestas  publicas ,  ni  esta- 
ciones (cosas  que  no  todas  veces  las  iari 
de  negar  los  maridos  á  sus  mugeres)  se 
concierta  y  facilita  en  casa  de  la  amiga, 
ó  la  parienta  de  quien  mas  satisfacion  se 
tiene  :  también  decía  Lotario  que  tenian 
necesidad  los  casados  de  tener  cada  uno 
algún  amigo,  que  le  advirtiese  de  los  des- 
cuidos que  en  su  proceder  hiciesen  ,  por- 
que suele  acontecer  que  con  el  mocho  amor 
que  el  marido  á  la  muger  titne  ,  ó  no  le 
advierte,  ó  do  le  dice  por  no  enojalla  que 
haga  ó  dexe  de  hacer  algunas  cosas  ,  que 
el  hacellas  ó  no  le  seria  de  honra  ,  ó  de 
vituperio:  de  lo  qual  siendo  del  amigo  ad- 
vertido, fácilmente  pondría  remedio  en  to- 
do. Pero  donde  se  hallará  amigo  tan  dis- 
creto ,  y  tan  leal  y  verdadero  ,  como  aqui 
Lotario  le  pide?  no  lo  sé  yo  por  cierto; 
solo  Lotario  era  este ,  que  con  toda  soli- 
citud y  advertimiento  miraba  por  la  hon- 
ra de  su  amigo  ,  y  procuraba  dezmar,  fri- 
sar ,  y  acortar  los  días  del  concierto  de  ir 
á  su  casa  ,  fiorque   no  pareciese  mal  al 


PARTE    I.    CAP.    XXXIII.  1^3 

vulgo  ocioso ,  y  á  los  ojos  vagabundos  y 
maliciosos  la  entrada  de  un  mozo  rico, 
gentil  hombre  y  bien  nacido,  y  délas  bue- 
nas partes  que  el  pensaba  que  tenia  ,  ea 
la  casa  de  una  muger  tan  hermosa  como 
Camila  :  que  puesto  que  su  bondad  y  va- 
lor podia  poner  freno  á  toda  maldiciente 
lengua  ,  todavía  no  quería  poner  en  duda 
su  crédito  ,  ni  el  de  su  amigo  ,  y  por  esto 
los  mas  de  los  di£s  del  concierto  los  ocu- 
paba y  entretenía  en  otras  cosas  ,  que  él 
daba  á  entender  ser  inescusables  :  asique 
en  quejas  del  uno  y  disculpas  del  otro  se 
pasaban  muchos  ratos  y  partes  del  dia. 

Sucedió  pues  que  uno  ,  que  los  dos  se 
andaban  paseando  cor  un  prado  fuera  de 
la  ciudad,  Anselmo  dixo  á  Lotario  las  se- 
mejantes razones.  ¿Pensabas  (26),  amigo 
Lotario  ,  que  á  las  mercedes  que  Dios  me 
ha  hecho  en  hacerme  hijo  de  tales  padres, 
como  fueron  los  niios ,  y  al  darme  no  con 
mano  escasa  los  bienes  ,  asi  los  que  lla- 
man de  naturaleza  ,  como  los  de  fortuna, 
no  puedo  yo  corresponder  con  agradeci- 
miento ,  que  llegue  al  bien  recebido  ,  y 


1^4  1>0N    QUIXOTE. 

sobre  (27)  al  que  me  hizo  en  darme  á  ti 
por  amigo  ,  y  á  Camila  por  muger  pro- 
pia :  dos  prendas  que  las  estimo,  si  no  en 
el  grado  que  debo,  en  el  que  puedo '^  pues 
con  todas  estas  partes  ,  que  suelen  ser  el 
todo  con  que  los  hombres  suelen  y  pue- 
den vivir  contentos  ,  vivo  yo  el  mas  des- 
pechado y  el  mas  desabrido  hombre  de  to- 
do el  universo  mundo  :  porque  no  sé  que 
dias  (28)  á  esta  parte  me  fatiga  y  aprieta 
un  deseo  tan  estraño  y  tan  fuera  del  uso 
común  de  otros  ,  que  yo  me  marabillo  de 
mí  mismo  ,  y  me  culpo  y  me  riño  á  so- 
las, y  procuro  callarlo  y  encubrillo  de  mis 
propios  pensamientos  ;  y  asi  me  ha  sido 
posible  salir  con  este  secreto,  como  si  de 
industria  procurara  decillo  á  todo  el  mun- 
do :  y  pues  que  ene/eto  el  ha  de  salir  á 
plaza  ,  quiero  que  sea  en  la  del  archivo 
de  tu  secreto  ,  confiado  que  con  él ,  y  con 
la  diligencia  que  pondrás  como  mi  amigo 
verdadero  en  remediarme  ,  yo  me  veré 
presto  libre  de  la  angustia  que  me  causa, 
y  llegará  mi  alpgria  por  tu  solicitud  al 
grado,  que  ha  llegado  mi  descontento  por 


PARTE   I.    CAP.   XXXTir.  1^5 

mi  locura.  Suspenso  tenían  á  Lotario  las 
razones  de  Anselmo  ,  y  do  sabia  en  qué 
había  de  parar  tan  larga  prevención  ,  ó 
preámbulo  ;  y  aunque  iba  revolvieado  ea 
su  imaginación  que  deseo  podría  ser  aquel 
que  á  su  amigo  tanto  fatigaba  ,  dio  siem- 
pre muy  lejos  del  blanco  de  la  verdad  ,  y 
por  salir  presto  de  la  agonía  que  le  cau- 
saba aquella  suspensión  ,  le  díxo  :  que  ha- 
cia notorio  agravio  á  su  muclia  amistad 
en  andar  buscando  rodeos  para  decirle  sus 
mas  encubiertos  pensamientos ,  pues  tenía 
cierto  que   se  podría  prometer  del   ó  ya 
consejos  para  entretenellos,  ó  ya  remedio 
para  cumplíllos.  Asi  es  la  verdad,  respon- 
dió Anselmo,  y  con  esa  coniíanra  te  hago 
saber  ,  amigo  Lotario  ,  que  el  deseo  que 
me  fatiga  es  pensar  si  Camila  mi  espo- 
sa es  tan  buena  y  tan  perfeta  ,  como  yo 
pienso;  y  no  puedo  enterarme  en  esta  ver- 
dad ,  sino  es  probandola  de  manera  ,  que 
la  prueba  manitieste  los  quilates  de  su  bon- 
dad ,  como  el  fuego  muestra  los  del  oro: 
porque  yo  tengo  para   mi  ,  ó  amigo  ,  que 
no  es  una  muger  mas  buena  de  quauto  es, 


1^6  DON    QUIXOTÍ. 

ó  no  es,  solicitada,  y  que  aquella  sola  es 
fuerte  ,  que  no  se  dobla  á  las  promesas, 
á  las  dadivas  ,  á  las  lagrimas  ,  y  á  las 
continuas  importunidades  de  los  solícitos 
amantes  :  porque  qué  hay  que  agradecer, 
decia  él,  que  una  muger  sea  buena,  si  na- 
die le  dice  que  sea  mala?  qué  mucho  que 
esté  recogida  y  temerosa  la  que  no  le  dan 
ocasión  para  que  se  suelte  ,  y  la  que  sa- 
be tiene  marido  ,  que  en  cogiéndola  en  la 
primera  desenvoltura  la  ha  de  quitar  la 
vida?  ansique  la  que  es  buena  por  temor, 
6  por  falta  de  lugar ,  yo  no  la  quiero  te- 
ner en  aquella  estima  en  que  tendré  á  la 
solicitada  y  perseguida  ,  que  salió  con  la 
corona  del  vencimiento:  de  modo  que  por 
estas  razones  y  por  otras  muchas  ,  que  te 
pudiera  decir  para  acreditar  y  fortalecer 
la  opinión  que  tengo  ,  deseo  que  Camila 
mi  esposa  pase  por  estas  dificultades  ,  y 
se  acrisole  y  quilate  en  el  fuego  de  verse 
requerida  y  solicitada  ,  y  de  quien  tenga 
valor  para  poner  en  ella  sus  deseos :  y  si 
ella  sale  ,  como  creo  que  saldrá  ,  con  la 
palma  de  esta  batalla  ,  tendré  yo  por  sin 


PARTE   I.    CAP.    XXXIII.  I57 

igual  mi  Tentura  :  podre  yo  decir  que  es- 
tá colmo  el  vacio  de  mis  deseos:  diré  que 
me  cupo  en  suerte  la  Muger  Fuerte  ,  de 
quien  el  Sabio  dice  que  quien  ¡a  hallar  ¿"i 
y  quando  esto  suceda  alreves  de  lo  que 
pienso  ,  con  el  gusto  de  ver  que  acerté  en 
mi  opinión  ,  llevaré  sin  pena  la  que  de 
razón  podra  causarme  mi  tan  costosa  es- 
periencia  :  y  prosupuesto  que  ninguna  co- 
sa de  quantas  me  dixeres  en  contra  de  mi 
deseo  ,  ha  de  ser  de  algún  provecho  para 
dexar  de  ponerle  por  la  obra  ,  quiero  ,  ó 
amigo  Lotario,  que  te  dispongas  á  ser  el 
instrumento  que  labre  aquesta  obra  de  mi 
gusto  ,  que  yo  te  daré  lugar  paraque  lo 
hagas  ,  sin  faltarte  todo  aquello  que  yo 
viere  ser  necesario  para  solicitar  á  una 
muger  honesta,  honrada  ,  recogida  y  des- 
interesada :  y  muéveme  entre  otras  cosas 
á  fiar  de  ti  esta  tan  ardua  empresa  el  ver 
que  si  de  ti  es  vencida  Camila  ,  no  ha  de 
llegar  el  vencimiento  á  todo  trance  y  ri- 
gor ,  sino  á  solo  á  tener  por  hecho  lo  que 
se  ha  de  hacer  (29)  por  buen  respeto  ^  y 
%si  Qo  quedare  yo  ofendido  mas  de  coa  el 


158  DON    QUIXOTE. 

deseo,  y  mi  injuria  quedará  escondida  en 
la  virtud  de  tu  silencio  ,  que  bien  sé  que 
en  lo  que  me  tocare  ha  de  ser  eterno ,  co- 
mo el  de  la  muerte:  asique,  si  quieres  que 
yo  tenga  vida,  que  pueda  decir  que  lo  es, 
desde  luego  has  de  entrar  en  esta  amoro- 
sa batalla,  no  tibia  ni  perezosamente,  sino 
con  el  ahinco  y  diligencia  que  mi  deseo 
pide,  y  con  la  contianza  que  nuestra  amis- 
tad me  asegura.  Estas  fueron  las  razones 
que  Anselmo  dixo  á  Lotario  ,  á  todas  las 
quales  estubo  tan  atento,  que,  si  no  fue- 
ron las  que  quedan  escritas  que  le  dixo, 
no  desplegó  sus  labios  hasta  que  hubo  aca- 
bado ;  y  viendo  que  no  decia  mas  ,  des- 
pués que  le  estubo  mirando  un  buen  espa- 
cio ,  como  si  mirara  otra  cosa  que  jamas 
hubiera  visto  ,  que  le  causara  admiración 
y  espanto,  le  dixo  :  no  me  puedo  persua- 
dir, ó  amigo  Anselmo,  á  que  no  sean  bur- 
las las  cosas  que  me  has  dicho,  que  á  pen- 
sar que  deveras  las  decías  no  consintiera 
que  tan  adelante  pasaras  ,  porque  con  no 
escucharte  previniera  tu  larga  arenga:  sin 
duda  imagino  ó  que  no  me  conoces  ,  6 


PARTE    I.    CAP.    XXXIII.  I^p 

que  yo  no  te  conozco  ^  pero  no  ,  que  bien 
se  que  eres  Anselmo  ,  y  tú  sabes  que  yo 
soy  Lotnrio:  el  daño  está  en  que  yo  pien- 
so que  no  eres  el  Anselmo  que  solías  ,  y 
tú  debes  de  haber  pensado  que  tampoco 
yo  soy  el  Lotario  que  debia  ser-:  porque 
las  cosas  que  me  has  dicho  ,  ni  son  de 
aquel  Anselmo  mi  amigo  ,  ni  las  que  me 
pides  ,  se  han  de  pedir  á  aquel  Lotario 
que  tú  conoces;  porque  los  buenos  amigos 
han  de  probar  á  sus  amigos  y  valerse  de- 
llos ,  como  dixo  un  poeta  ,  usque  ad  aras, 
que  quiso  decir  que  no  se  hablan  de  valer 
de  su  amistad  en  cosas  que  fuesen  contra 
Píos  :  pues  si  esto  sintió  un  gentil  de  la 
amistad  ,  ¿quanto  mejor  es  que  lo  sienta 
el  cristiano,  que  sabe  que  por  ninguna  hu- 
mana ha  de  perder  la  amistad  divina?  y 
quando  el  amigo  tirase  tanto  la  barra,  que 
pusiese  aparte  los  respetos  del  cielo  por 
acudir  á  los  de  su  amigo  ,  uo  ha  de  ser 
por  cosas  ligeras  y  de  poco  momento  ,  si- 
no por  aquellas  en  que  vaya  la  honra  y 
la  vida  de  su  am.igo:  pues  dime  tú  ahora, 
Anselmo,  ¿qual  destas  dos  cosas  tienes  en 


l60  DON    QUIXOTE. 

peligro  ,  paraque  yo  me  aventure  á  com- 
placerte ,  y  á  hacer  una  cosa  tan  detesta- 
ble ,  como  me  pides?  ninguna  por  cierto: 
antes  me  pides  ,  según  yo  entiendo  ,  que 
procure  y  solicite  quitarte  la  honra  y  la 
vida,  y  quitármela  á  mí  juntamente;  por- 
que si  yo  he  de  procurar  quitarte  la  hon- 
ra ,  claro  está  que  te  quito  ia  vida  ,  pues 
el  hombre  sin  honra  peor  es  que  un  muer- 
to ;  y  siendo  yo  el  instrumento  ,  como  tú 
quieres  que  lo  sea  ,  de  tanto  mal  tuyo,  yo 
vengo  á  quedar  deshonrado,  y  por  el  mis- 
mo consiguiente  sin  vida  :  escucha  ,  ami- 
go Anselmo  ,  y  ten  paciencia  de  no  res- 
ponderme hasta  que  acabe  de  decirte  lo 
que  se  me  ofreciere  acerca  <Je  lo  que  te 
ha  pedido  tu  deseo  ,  que  tiempo  quedará 
paraque  tú  me  repliques  ,  y  yo  te  escu- 
che. Que  me  place  ,  dixo  Anselmo  ,  di  lo 
que  quisieres.  Y  Lotario  prosiguió  dicien- 
do :  pareceme  ,  ó  Anselmo ,  que  tienes  tú 
ahora  el  ingenio  como  el  que  siempre  tie- 
nen los  moros  ,  á  los  quales  no  se  les  pue- 
de dar  á  entender  el  error  de  su  seta  con 
las  acotaciones  de  la  Santa  Escritura  ,  oi 


PARTE  r.  CAP.  xKxrrr.         i6i 

con  razones  que  consistan  en  especulacica 
del  entendimiento  ,  ni  que  vayan  funda- 
das en  articulos  de  fe  \  sino  que  les  han 
de  traer  exemplos  palpables  ,  fáciles  ,  in- 
teligibles ,  demonstrativos  ,  indubitables, 
con  demonstraciones  matemáticas  que  no 
se  pueden  negar,  como  quaudo  dicen:  „si 
„  de  dos  partes  iguales  quitamos  partes 
„  iguales,  las  que  quedan  también  son  igua- 
„  les"  :  y  quando  esto  no  entiendan  de  pa- 
labra, como  enefeto  no  lo  entienden  ,  ha- 
seles  de  mostrar  con  las  manos  y  ponér- 
selo delante  de  los  ojos  ,  y  aun  con  todo 
esto  no  basta  nadie  con  ellos  á  persuadir- 
les Ijs  verdades  de  nuestra  sacra  Religión: 
y  este  mismo  termino  y  modo  me  con- 
vendrá usar  contigo,  porque  el  deseo,  que 
en  ti  ha  nacido  ,  va  tan  descaminado  y 
tan  fuera  de  todo  aquello  que  tenga  som- 
bra de  razonable  ,  que  me  parece  que  ha 
de  ser  tiempo  mal  gastado  el  que  ocupare 
en  darte  á  entender  tu  simplicidad  ,  que 
por  ahora  no  le  quiero  dar  otro  nombre, 
y  aun  estoy  por  dexarte  en  tu  desatino  en 
pena  de  tu  íual  deieo  ;  mas  no  me  dexa 


j62  don    QüIXOTE. 

usar  deste  rigor  la  amistad  que  te  tengo, 
la  qual  no  consiente  que  te  dexe  puesto 
en  tan  manifiesto  peligro  de  perderte.  Y 
porque  claro  lo  veas  ,  dime,  Anselmo  :  tú 
no  me  has  dicho  que  tengo  de  solicitar  á 
una  retirada?  persuadir  á  una  honesta? 
ofrecer  á  una  desinteresada?  servir  á  una 
prudente?  si  que  me  lo  has  dicho  :  pues 
si  tú  sabes  que  tienes  muger  retirada ,  ho- 
nesta, desinteresada  y  prudente  ,  que  bus- 
cas? y  si  piensas  que  de  todos  mis  asal- 
tos ha  de  salir  vencedora  (como  saldrá 
sin  duda)  que  mejores  títulos  piensas  dar- 
le después  ,  que  los  que  ahora  tiene?  ó 
qué  sera  mas  después  de  lo  que  es  ahora? 
ó  es  que  tú  no  la  tienes  por  la  que  dices, 
ó  tú  no  sabes  lo  que  pides  :  si  no  la  tie- 
nes por  la  que  dices  ,  ¿para  que  quieres 
probarla,  sino  como  á  mala  hacer  della  lo 
que  mas  te  viniere  en  gusto?  mas  si  es 
tan  buena  como  crees ,  impertinente  cosa 
sera  hacer  esperiencia  de  la  misma  ver- 
dad ,  pues  después  de  hecha  se  ha  de  que- 
dar con  la  estimación  que  primero  tenia: 
asique  es  razón  concluyente  que  el  inten- 


PARTE   1.    CAP.   XXXin.  I63 

tar  las  cosas,  de  las  quales  antes  nos  pue- 
de sjceder  daño' que  provecho  ,  es  de  jui- 
cios sin  discurso  y  temerarios,  y  mas  quan- 
do  quieren  intentar  aquellas  á  que  no  son 
forzados  ni  compeüdos,  y  que  de  muy  le- 
jos traen  descubierto  que  el  intentarlas  es 
manifiesta  locura.  Las  cosas  dificultosas  se 
intentan  por  Dios ,  d  por  el  mundo,  ó  por 
entrambos  á  dos:  las  que  se  acometen  por 
Dios  ,  son  las  que  acometieron  los  santos, 
acometiendo  á  vivir  vida  de  angeles  en 
cuerpos  humanos:  las  que  se  acometen  por 
respeto  del  mundo,  son  las  de  aquellos  que 
pasan  tanta  infinidad  de  agua  ,  tanta  di- 
versidad de  climas,  tanta  estrañeza  de  gen- 
tes por  adquirir  estos  que  llaman  bienes 
de  fortuna:  y  las  que  se  intentan  por  Dios 
y  por  el  mundo  juntamente  ,  son  aquellas 
de  los  valerosos  soldados  ,  que  apenas  ven 
en  el  contrario  muro  abierto  tanto  espa- 
cio quanto  es  el  que  pudo  hacer  una  re- 
donda bala  de  artillería  ,  quando  puesto 
aparte  todo  temor  ,  sin  hacer  discurso  ni 
advertir  el  manifiesto  peligro  que  les  ame- 
naea  ,  llevados  en  vuelo  de  las  alas  de  el 
X.  jjz.  L 


164  DON    QUIXOTE. 

deseo  de  volver  por  su  fe  ,  por  su  nación 
y  por  su  Rey  ,  se  arrojan  intrépidamente 
por  la  mitad  de  mil  contrapuestas  muer- 
tes que  los  esperan.  Estas  cosas  son  las  que 
suelen  intentarse  ,  y  es  honra  ,  gloria  y 
provecho  intentarlas  ,  aunque  tan  llenas 
de  inconvenientes  y  peligros  ;  pero  la  que 
tú  dices  que  quieres  intentar  y  poner  por 
obra  ,  ni  te  ha  de  alcanzar  gloria  de  Dios, 
bienes  de  la  fortuna,  ni  fama  con  los  hom- 
bres ;  porque  puesto  que  salgas  con  ella, 
como  deseas,  no  has  de  quedar  ni  mas  ufa- 
no ,  ni  mas  rico  ,  ni  mas  honrado  que  es- 
tás ahora  ^  y  si  no  sales ,  te  has  de  ver  en 
la  mayor  miseria  que  imaginarse  pueda; 
porque  no  te  ha  de  aprovechar  pensar  en- 
tonces que  no  sabe  nadie  la  desgracia  que 
te  ha  sucedido  ,  porque  bastará  para  afli- 
girte y  deshacerte  que  la  sepas  tú  mismo: 
y  para  conñrmacion  desta  verdad  te  quie- 
ro decir  una  estancia  ,  que  hizo  el  famoso 
poeta  Luis  Tansilo,  en  el  hn  de  su  prime- 
ra parte  de  :  Las  Lagrimas  de  San  Pedro, 
que  dice  asi: 


PARTE   I.   CAP.   XXXJir.  165 

Crece  el  dolor  ,  y  crece  la  vergüenza 
En  Pedro  ,  quan'cto  el  dia  se  ha  mostrado, 
Y  aunque  al'.i  no  ve  i  nadie,  se  avergüenza 
De  sí  mismo  por  ver  que  habia  i>ccado: 
Que  á  un  magnánimo  pecho  a  haber  vergüenza 
No  solo  ha  de  moverle  el  ser  mirado; 
Que  de  sí  se  avergüenza  quando  yerra. 
Si  bien  otro  no  ve  que  cielo  y  tierra  (?o). 

Asi  que  no  escusarás  con  el  secreto  tu 
dolor,  antes  tendrás  que  llorar  contino  ,  si 
no  lagrimas  de  los  ojos  ,  lagrimas  de  san- 
gre del  corazón  ,  como  las  lloraba  aquel 
simple  doctor,  que  nuestro  poeta  nos  cuen- 
ta que  hizo  la  prueba  del  vaso  ,  que  con 
mejor  discurso  se  escusó  de  hacerla  el  pru- 
dente Reynaldos  ^  que  puesto  que  aquello 
sea  ticcian  poética  ,  tiene  en  sí  encerrados 
secretos  morales ,  dignos  de  ser  advertidos, 
y  entendidos  e  imitados  (31):  quanto  mas, 
que  con  lo  que  ahora  pienso  decirte  aca- 
barás ce  venir  en  conocimiento  del  gran- 
de error  que  quieres  cometer.  Dime  ,  An- 
selmo, si  el  cielo,  ó  la  suerte  buena,  te  hu- 
biera iiecho  señor  y  legitimo  posesor  de  un 
L2 


1 66  DONQUIXOTE. 

finísimo  diamante,  de  cuya  bondad  y  qui- 
lates estubiesen  satisfechos  quantos  lapi- 
darios le  viesen,  que  todos  á  una  voz  y  de 
común  parecer  dixesen  que  llegaba  en  qui- 
lates ,  bondad  y  fineza  á  quanto  se  podía 
estender  la  naturaleza  de  tal  piedra,  y  tú 
mismo  lo  creyeses  asi,  sin  saber  otra  cosa 
en  contrario  ,  j.seria  justo  que  te  viniese 
en  deseo  de  tomar  aquel  diamante  ,  y  po- 
nerle entre  un  ayunque  y  un  martillo  ,  y 
allí  á  pura  fuerza  de  golpes  y  brazos  pro- 
bar si  es  tan  duro  y  tan  fino  como  dicen? 
y  mas  (32)  ,  si  lo  pusieses  por  obra?  que 
puesto  caso  que  la  piedra  hiciese  resisten- 
cia á  tan  necia  prueba  ,  no  por  eso  se  le 
añadiría  mas  valor  ,  ni  m.as  fama  :  ¿y  si 
se  rompiese  ,  cosa  que  podría  ser  ,  no  se 
perdía  todo?  si  por  cierto,  dexando  á  su 
dueño  en  estimación  de  que  todos  le  ten- 
gan por  simple.  Pues  haz  cuenta  ,  Ansel- 
mo amigo  ,  que  Camila  es  finísimo  dia- 
mante asi  en  tu  estimación  como  en  la 
agena,  y  que  no  e?  razón  ponerla  en  con- 
tingencia de  que  se  quiebre,  pues,  aunque 
se  quede  con  su  entereza,  no  puede  subir  á 


PARTE   T.   CAP.   XXXIir.  I67 

mas  valor  del  que  ahora  tiene  ;  y  si  fal- 
tase y  no  resistiese ,  considera  desde  aho- 
ra qual  quedarías  sin  ella  ,  y  con  quanta 
razón  te  podrías  quejar  de  ti  mismo  ,  por 
haber  sido  causa  de  su  perdición  y  la  tu- 
ya :  mira  que  no  hay  joya  en  el  mundo 
que  tanto  valga  ,  como  la  muger  casta  y 
honrada  ,  y  que  todo  el  honor  de  las  mu- 
gares consiste  en  la  opinión  buena  que  de- 
llas  se  tiene  ;  y  pues  la  de  tu  esposa  es 
tal  ,  que  llega  al  estremo  de  bondad  que 
sabes  ,  para  que  quieres  poner  esta  ver- 
dad en  duda?  mira,  amigo,  que  la  muger 
es  anim.al  imperfeto  ,  y  que  no  se  le  han 
de  poner  embarazos  donde  tropiece  y  cay- 
ga  ,  sino  quitárselos  ,  y  despejalle  el  ca- 
mino de  qualquier  inconveniente,  paraque 
sin  pesadumbre  corra  ligera  á  alcanzar  la 
perfección  que  le  falta  ,  que  consiste  en  el 
ser  virtuosa.  Cuentan  los  naturales  que  el 
arminio  es  un  animalejo  que  tiene  una  piel 
blanquísima  ,  y  que,  quando  quieren  ca- 
zarle ,  los  cazadores  usan  deste  artificio: 
que  sabiendo  las  partes  por  donde  suele 
pasar  y  acudir,  las  atajan  con  lodo,  y  des- 


l68  DON     QL'IXOTE. 

pues  oxeándole  le  encamiaan  acia  aquel 
lugar  ;  y  asi  como  el  arminio  llega  ai  lo- 
do se  está  quedo  ,  y  se  dexa  prender  y 
cautivar  á  trueco  de  no  pasar  por  el  cie- 
no ,  y  perder  y  ensuciar  su  blancura  ,  que 
la  estima  en  mas  que  la  libertad  y  la  vi- 
da. La  honesta  y  casta  muger  es  arminio, 
y  es  mas  que  nieve  blanca  y  limpia  la  vir- 
tud de  la  honestidad  ,  y  el  que  quisiere 
que  no  la  pierda  ,  antes  la  guarde  y  con- 
serve ,  ha  de  usar  de  otro  estilo  diferente 
que  con  el  arminio  se  tiene  ;  porque  no  le 
han  de  poner  delante  el  cieno  de  los  re- 
galos y  servicios  de  los  importunos  aman- 
tes ,  porque  quiza  ,  y  aun  sin  quiza  ,  no 
tiene  tanta  virtud  y  fuerza  natural  ,  que 
pueda  por  sí  misma  atropellar  y  pasar  por 
aquellos  embarazos  ;  y  es  necesario  qui- 
társelos, y  ponerle  delante  la  limpieza  de 
la  virtud  ,  y  la  belleza  que  encierra  en  sí 
la  buena  fama.  Es  asimismo  la  buena  mu- 
ger como  espejo  de  cristal  luciente  y  cla- 
ro; pero  está  sujeto  á  em.pañarse  y  escu- 
recerse  con  qualquiera  aliento  que  le  to- 
que :  base  de  usar  con  la  honesta  muger 


PARTE    I.    CAP.    XXXIII.  I69 

el  estilo  que  con  las  reliquias  ,  adorarlas, 
y  DO  tocarlas  :  hase  de  guardar  y  estimar 
la  iTiUger  buena  ,  como  se  guarda  y  esti- 
ma un  hermoso  jardin  que  está  lleno  de 
flores  y  rosas  ,  cuyo  dueño  no  consiente 
que  nadie  le  pasee  ni  manosee  ,  basta  que 
desde  lejos  y  por  entre  las  verjas  de  hier- 
ro gocen  de  su  fragrancia  y  hermosura.  Fi- 
nalmente quiero  decirte  unos  versos  ,  que 
se  me  han  venido  á  la  memoria  ,  que  los 
oi  en  una  comedia  moderna  ,  que  me  pa- 
rece que  hacen  al  proposito  de  lo  que  va- 
mos tratando.  Aconsejaba  un  prudente  vie- 
jo a  otro  ,  padre  de  una  doncella  ,  que  la 
recogiese,  guardase  y  encerrase  ,  y  entre 
otras  razones  le  dixo  estas: 

Es  de  vidro  la  muger; 
Pero  no  se  ha  de  probar 
Si  se  puede  ,  ó  no,  quebrar, 
Porque  todo  podria  ser: 

y  es  mas  fácil  el  quebrarse, 
y  no  es  cordura  ponerse 
A  peligro  de  romperse 
Lo  que  no  puede  soldarse: 


lyO  DON    QUIXOTE. 

Y  en  esta  opinión  estén 
Todos  ,  y  en  razón  la  fundo: 
Que  si  hay  Danaes  en  el  mundo, 
Hay  pluvias  de  oro  también. 

Quanto  hasta  aquí  te  he  dicho,  ó  An- 
selmo ,  ha  sido  por  lo  que  á  ti  te  toca  ,  y 
ahora  es  bien  que  se  oyga  algo  de  lo  que 
á  mí  me  conviene;  y  si  fuere  largo,  per- 
dóname, que  todo  lo  requiere  el  laberinto 
donde  te  has  entrado  ,  y  de  donde  quieres 
que  yo  te  saque.  Tú  me  tienes  por  amigo 
y  quieres  quitarme  la  honra  ,  cosa  que  es 
contra  toda  amistad ;  y  aun  no  solo  pre- 
tendes esto ,  sino  que  procuras  que  yo  te 
la  quite  á  ti  :  que  me  la  quieres  quitar  á 
mí  está  claro  ,  pues  quando  Camila  vea 
que  yo  la  solicito,  como  me  pides' ,  cierto 
está  que  me  ha  de  tener  por  hombre  sin 
honra  y  mal  mirado  ,  pues  intento  y  ha- 
go una  cosa  tan  fuera  de  aquello  que  el 
ser  quien  soy  y  tu  amistad  me  obliga:  de 
que  quieres  que  te  la  quite  á  ti  no  hay 
duda,  porque  viendo  Camila  que  yo  la  so- 
licito ,  ha  de  peosar  que  yo  he  visto  en 


PARTE  I.  CAP.  xxxirr.  171 

ella  alguna  liviandad ,  que  me  dio  atrevi- 
miento á  descubrirle  mi  mal  deseo,  y  te- 
niéndose por  deshonrada  ,  te  toca  á  ti  co- 
mo á  cosa  suya  su  misma  deshonra  :  y  de 
aqu!  nace  lo  que  comunmente  se  platica, 
que  el  marido  de  la  muger  adultera,  pues- 
to que  el  no  lo  sepa  ni  haya  dado  oca- 
sión paraque  su  muger  no  sea  la  que  de- 
be, ni  haya  sido  en  su  mano  ni  en  su  des- 
cuido 7  poco  recato  estorbar  su  desgra- 
cia ,  con  todo  le  llaman  y  le  nombran  con 
nombre  de  vituperio  y  baxo  ;  y  en  cier- 
ta manera  le  miran  los  que  la  maldad  de 
su  muger  saben  con  ojos  de  menosprecios 
en  cambio  de  mirarle  con  los  de  lastima, 
viendo  que  no  por  su  culpa  sino  por  el 
gusto  de  su  mala  compañera  está  en  aque- 
lla desventura.  Pero  quierote  decir  la  cau- 
sa por  que  con  justa  razón  es  deshonrado 
el  marido  de  la  muger  mala  ,  aunque  el 
no  sepa  que  lo  es ,  ni  tenga  culpa  ,  ni  ha- 
ya sido  parte  ,  ni  dado  ocasión  paraque 
ella  lo  sea  :  y  no  te  canses  de  oirme  ,  que 
todo  ha  de  redundar  en  tu  provecho.  Quan- 
do  Dios  crió  á  nuestro  primero  padre  en 


172  DON     QÜIXOTE. 

el  paraíso  terrenal  ,  dice  la  Divina  Escri- 
tura que  infundio  Dios  sueño  en  Adán  ,  y 
que  estando  durmiendo  le  sacó  una  cos- 
tilla del  lado  siniestro  ,  de  la  qual  formó 
á  nuestra  madre  Eva  ;  y  asi  como  Adán 
despertó  y  la  miró  ,  dixo  :  esta  es  carne 
de  mi  carne  y  hueso  de  mis  kiicsos.  Y  Dios 
dixo  :  por  esta  dexará  el  kombre  á  su  pa~ 
dre  y  madre  ,  y  serán  dos  en  una  carne  mis- 
ma: y  entonces  fue  instituido  el  divino  sa- 
cramento del  matrimonio  con  tales  lazos, 
que  sola  la  muerte  puede  desatarlos  :  y 
tiene  tanta  fuerza  y  virtud  este  milagroso 
sacramento  ,  que  hace  que  dos  diferentes 
personas  sean  una  misma  carne:  y  aun  ha- 
ce mas  en  los  buenos  casados  ,  que  aunque 
tienen  dos  almas  no  tienen  mas  de  una 
voluntad  :  y  de  aquí  viene  que  como  la 
carne  de  la  esposa  sea  una  misma  con  la 
del  esposo  ,  las  manchas  que  en  ella  caen, 
ó  los  defeíos  que  se  procuran  ,  redundan 
en  la  carne  del  marido,  aunque  el  no  ha- 
ya dado,  como  queda  dicho,  ocasión  para 
aquel  daño  ;  porque  asi  como  el  dolor  del 
pie ,  ó  de  qualquier  miembro  del  cuerpo 


PARTE    I.    CAP.    XXXIII.  1 73 

humano  ,  le  siente  todo  el  cuerpo  por  ser 
todo  de  una  carne  misma  ,  y  la  cabeza 
siente  el  daíio  del  tobillo  sinque  ella  se 
le  hava  causado ,  asi  el  marido  es  parti- 
cipante de  la  deshonra  de  la  muger  por 
ser  una  misma  cosa  con  ella  :  y  como  las 
honras  y  deshonras  del  mundo  sean  todas 
y  nazcan  de  carne  y  sangre  ,  y  las  de  la 
muger  mala  sean  deste  genero  ,  es  forzo- 
so que  al  marido  le  quepa  parte  dellas  ,  y 
sea  tenido  por  deshonrado  sinque  el  lo  se- 
pa. Mira  pues  ,  ó  Anselmo,  al  peligro  que 
te  pones  en  querer  turbar  el  sosiego  en  que 
tu  buena  esposa  vive  :  mira  por  quan  va- 
na é  impertinente  curiosidad  quieres  re- 
volver los  humores,  que  ahora  están  sose- 
gados en  el  pecho  de  tu  casta  esposa  :  ad- 
vierte que  lo  que  aventuras  á  ganar  es  po- 
co ,  y  que  lo  que  perderás  sera  tanto,  que 
lo  dexare  eo  su  punto  (33)  ,  porque  me 
faltan  palabras  para  encarecerlo.  Pero  si 
todo  quanto  he  dicho  no  basta  á  moverte 
de  tu  mal  proposito  ,  bien  puedes  buscar 
otro  instrumento  de  tu  deshonra  y  des- 
ventura ,  que  yo  no  pienso  serlo  ,  aunque 
por  ello  pierda  tu  amistad,  que  es  la  ma- 


174  DON    QÜIXOTE. 

yor  perdida  que  imaginar  puedo.  CalW  en 
diciendo  esto  el  virtuoso  y  prudente  Lo- 
tarlo,  y  Anselmo  quedó  tan  confuso  y  pen- 
sativo, que  por  un  buen  espacio  no  le  pu- 
do responder  palabra  ;  pero  entin  le  dixo: 
con  la  atención  que  has  visto  he  escucha- 
do, Lotario  amigo ,  quanto  has  querido  de- 
cirme, y  en  tus  razones,  exemplos  y  com- 
paracionps  he  visto  la  mucha  discreción 
que  tienes  ,  y  el  estremo  de  la  verdadera 
amistad  que  alcanzas  ;  y  ansimismo  veo  y 
confipso  que  ,  si  no  sigo  tu  parecer  y  me 
voy  tras  el  mió ,  voy  huyendo  del  bien  y 
corriendo  tras  el  mal.  Prosupuesto  esto, 
has  de  considerar  que  yo  padezco  ahora  la 
enfermedad  que  suelen  tener  algunas  mu- 
geres,  que  se  les  antoja  comer  tierra,  ye- 
so ,  carbón  y  otras  cosas  peores ,  aun  as- 
querosas para  mirarse  ,  quanto  maS"  para 
comerse  ;  asique  es  menester  usar  de  al- 
gún artiricio  para  que  yo  sane  ,  y  esto  se 
podia  hacer  con  facilidad  ,  solo  con  que 
comiences  ,  aunque  tibia  y  íingidam.ente, 
á  solicitar  á  Camila ,  la  qual  no  ha  de  ser 
tan  tierna,  que  á  los  primeros  encuentros 
de  con  su  honestidad  por  tierra,  y  con  so- 


PARTE    I.   CAP.    XXXIll.  1 75 

io  este  principio  quedare  contento  ,  y  tú 
habrás  cumplido' con  lo  que  debes  á  nues- 
tra amistad,  no  solamente  dándome  la  vi- 
da ,  sino  persuadiéndome  de  no  verme  sin 
honra  :  y  estás  obligado  á  hacer  esto  por 
una  razón  sola  ,  y  es  que  estando  yo,  co- 
mo estoy  ,  determinado  de  poner  en  pla- 
tica esta  prueba  ,  no  has  tú  de  consentir 
que  yo  de  cuenta  de  mi  desatino  á  otra 
persona  ,  con  que  pondría  en  aventura  el 
honor  que  tú  procuras  que  no  pierda  :  y 
quando  el  tuyo  no  este  en  el  punto  que 
debe  en  la  intención  de  Camila  entanto 
que  la  solicitares  ,  importa  poco  ó  nada, 
pues  con  brevedad  ,  viendo  en  ella  la  en- 
tereza que  esperamos  ,  le  podras  decir  la 
pura  verdad  de  nuestro  artificio  ,  con  que 
volverá  tu  crédito  al  ser  primero;  y  pues 
tan  poco  aventuras  ,  y  tanto  contento  me 
puedes  dar  aventurándote,  no  lo  dexes  de 
hacer  ,  aunque  mas  inconvenientes  se  te 
pongan  delante  ,  pues  como  ya  he  dicho, 
con  solo  que  comiences  daré  por  conclui- 
da la  causa.  Viendo  Lotario  la  resoluta 
voluntad  de  Anselmo  ,  y  no  sabiendo  qué 
mas  exemplos  traerle  ,  ni  que  mas  razo- 


176  DON    QOIXOTE. 

oes  mostrarle  ,  paraque  no  la  siguiese;  y 
viendo  que  le  amenazaba  que  darla  á  otro 
cuenta  de  su  mal  deseo,  por  evitar  mayor 
mal  determinó  de  contentarle  y  hacer  lo 
que  le  pedia  ,  con  proposito  e  intención 
de  guiar  aquel  negocio  de  modo  ,  que  sin 
alterar  los  pensamientos  de  Camila  que- 
dase Anselmo  satisfecho :  y  asi  le  respon- 
dió que  no  comunicase  su  pensamiento  coa 
otro  alguno  ,  que  el  tomaba  á  su  cargo 
aquella  empresa,  la  qual  comenzaría  quan- 
do  á  el  le  diese  mas  gusto.  Abrazóle  An- 
selmo tierna  y  amorosamente,  y  agrade- 
cióle su  ofrecimiento,  como  si  alguna  gran- 
de merced  le  hubiera  hecho  ,  y  quedaron 
de  acuerdo  entre  los  dos  que  desde  otro 
dia  siguiente  se  comenzase  la  obra  ,  que 
él  le  daria  lugar  y  tiempo  como  á  sus  so- 
las pudiese  hablar  á  Camila,  y  asimismo 
le  daria  dineros  y  joyas  que  darla  y  que 
ofrecerla:  aconsejóle  que  le  diese  músicas, 
que  escribiese  versos  en  su  alabanza  ,  y 
que  quando  el  no  quisiese  tomar  trabajo 
de  hacerlos  ,  el  mesmo  los  haria.  A  todo 
se  ofreció  Lotario  ,  bien  con  diferente  in- 
tención que  Anselmo  peoíaba  :  y  con  este 


PARTE   I.   CAP.    XXKIir.  Iff 

acuerdo  se  volvieron  á  casa  de  Anselmo, 
donde  hallaron  á  Caniila  con  ansia  y  cui- 
dado esperando  á  su  esposo,  porque  aquel 
dia  tardaba  en  venir  mas  de  lo  acostum- 
brado. 

Fuese  Lotario  á  su  casa  ,  y  Anselmo 
quedó  en  la  suya  tan  contento  ,  como  Lo- 
tario fue  pensativo  ,  no  sabiendo  que  tra- 
za dar  para  salir  bien  de  aquel  imperti- 
nente negocio  ^  pero  aquella  noche  pensó 
el  modo  que  tendría  para  engañar  á  An- 
selmo sin  ofender  á  Camila  ,  y  otro  dia 
vino  á  comer  con  su  amigo  ,  y  fue  bien 
recebido  de  Camila  .  la  qual  le  recebia  y 
regalaba  con  mucha  voluntad  por  enten- 
der la  buena  que  su  esposo  le  tenia.  Aca- 
baron de  comer,  levantaron  los  manteles, 
y  Anselmo  dixo  á  Lotario  que  se  queda- 
se alli  con  Camila  entanto  que  el  iba  á 
un  negocio  forzoso ,  que  dentro  de  hora  y 
media  volverla.  Rogóle  Camila  que  no  se 
fuese,  y  Lotario  se  ofreció  á  hacerle  com- 
pañía; mas  nada  aprovechó  con  Anselmo, 
antes  importunó  á  Lotario  que  se  queda- 
se y  le  aguardase ,  porque  tenia  que  tra- 
tar con  el  una  cosa  de  mucha  importan- 


178  DON    QUIXOTE. 

cía:  dixo  también  á  Camila  que  no  denta- 
se solo  á  Lotario  entanto  que  el  volviese: 
enefeto  el  supo  tan  bien  fingir  la  necesi- 
dad, ó  necedad,  de  su  ausencia,  que  nadie 
pudiera  entender  que  era  fingida.  Fuese 
Anselmo,  y  quedaron  solos  á  la  mesa  Ca- 
mila y  Lotario,  porque  la  demás  gente  de 
casa  toda  se  habia  ido  á  comer.  Viose  Lo- 
tario puesto  en  la  estacada  que  su  amigo 
deseaba  ,  y  con  el  enemigo  delante  ,  que 
pudiera  vencer  con  sola  su  hermosura  á 
un  esquadrou  de  caballeros  armados;  mi- 
rad si  era  razón  que  le  temiera  Lotario! 
pero  lo  que  hizo  fue  poner  el  codo  sobre 
el  brazo  de  I3  silla  y  la  mano  abierta  en 
la  mexilla,  y,  pidiendo  perdón  á  Camila 
del  mal  comedimiento  ,  dixo  que  queria 
reposar  un  poco  entanto  que  Anselmo  vol- 
vía. Camila  le  respondió  que  mejor  repo- 
sarla en  el  estrado  ,  que  en  la  silla  ,  y  asi 
le  rogo  se  entrase  á  dormir  en  el.  No  qui- 
so Lotario,  y  allí  se  quedó  dormido  basta 
que  volvió  Anselmo.  El  qual  como  halló 
á  Camila  en  su  aposento,  y  á  Lotario  dur- 
miendo ,  creyó  que  como  se  habia  tarda- 
do tanto  ,  ya  habrían  tenido  los  dos  lugar 


PARTE   I,    CAP.  XXXIir.  1 79 

para  hablar  y  aun  para  dormir,  y  no  vio 
la  hora  en  qué  Lotario  despertase  para 
volverse  con  el  fuera  ,  y  preguntarle  de 
su  ventura.  Todo  le  sucedió  como  el  qui- 
so. Lotario  despertó,  y  luego  salieron  los 
dos  de  casa  ,  y  asi  le  preguntó  lo  que  de- 
seaba ,  y  le  respondió  Lotario  :  que  no  le 
habia  parecido  ser  bien  que  la  primera 
vez  se  descubriese  del  todo  ,  y  asi  no  ha- 
bia hecho  otra  cosa  que  alabar  á  Camila 
de  hermosa,  diciendole  que  en  toda  la  ciu- 
dad no  se  trataba  de  otra  cosa ,  que  de  su 
hermosura  y  discreción,  y  que  este  le  ha- 
bia parecido  buen  principio  para  entrar 
ganando  la  voluntad  ,  y  disponiéndola  á 
que  otra  vez  le  escuchase  con  gusto,  usan- 
do en  esto  del  artificio  que  el  demonio 
usa  ,  quacdo  quiere  engañar  á  alguno  que 
está  puesto  en  atalaya  de  mirar  por  sí, 
que  se  tr;:nsforma  en  ángel  de  luz  ,  sien- 
dolo  el  dv  tinieblas;  y  poniéndole  delante 
apariencias  buenas,  alcabo  descubre  quien 
€s  ,  y  sale  con  su  intención,  si  á  los  prin- 
cipios no  es  descubierto  su  engaño.  Todo 
esto  le  coLtentó  mucho  á  Anselmo,  y  dixo 

T.  JJI.  M 


l8o  I>ON     QUIXOTE. 

que  cada  dia  daría  el  mismo  lugar  ,  aun- 
que no  saliese  de  casa  ,  porque  en  ella  se 
ocuparla  en  cosas  que  Camila  no  pudiese 
venir  en  conocimiento  de  su  artificio.  Su- 
cedió pues  que  se  pasaron  muchos  dias, 
que  sin  decir  Lotario  palabra  á  Camila, 
respondía  á  Anselmo  que  la  hablaba,  y  ja- 
mas podía  sacar  della  una  pequeña  mues- 
tra de  venir  en  ninguna  cosa  que  mala  fue- 
se, ni  aun  dar  una  señal  de  sombra  de  es- 
peranza^  antes  decía  que  le  amenazaba  que 
si  de  aquel  mal  pensamiento  no  se  qui- 
taba ,  que  lo  había  de  decir  á  su  esposo. 
Bien  está  ,  dixo  Anselmo  ,  hasta  aqui  ha 
resistido  Camila  á  las  palabras  ,  es  me- 
nester ver  como  resiste  á  las  obras:  yo  os 
daré  mañana  dos  mil  escudos  de  oro  pa- 
raque  se  los  ofrezcáis  ,  y  aun  se  los  deis, 
y  otros  tantos  paraque  compréis  joyas  con 
que  cebarla  :  que  las  mugeres  íuelen  ser 
aficionadas  ,  y  mas  sí  son  hermosas  ,  por 
mas  castas  que  sean  ,  á  esto  de  traerse 
bien  y  andar  galanas  :  y  si  ella  resiste  á 
esta  tentación  ,  yo  quedaré  satisfecho ,  y 
no  os  daré  mas  pesadumbre.  Lotario  res- 


PARTE    I.    CAP.    XXXIir.  I8l 

pondio  que  ya  que  habia  comenzado,  que 
el  llevaría  hasta  el  fin  aquella  empresa, 
puesto  que  entendía  salir  della  cansado  y 
vencido.  Otro  día  recibió  los  quatro  mil 
escudos  ,  y  con  ellos  quatro  mil  confusio- 
nes, porque  no  sabia  que  decirse  para  men- 
tir denuevo  ;  pero  enefeto  determinó  de 
decirle  que  Camila  estaba  tan  entera  á  las 
dadivas  y  promesas,  como  á  las  palabras, 
y  que  no  habia  para  que  cansarse  mas, 
porque  todo  el  tiempo  se  gastaba  enval- 
de.  Pero  la  suerte,  que  las  cosas  guiaba  de 
otra  manera ,  ordenó  que  habiendo  dexa- 
do  Anselmo  soJos  á  Lotarío  y  á  Camila, 
como  otras  veces  solía  ,  el  se  encerró  en 
un  aposento,  y  por  los  agujeros  de  la  cer- 
radura estubo  mirando  y  escuchando  lo 
que  los  dos  trataban  ,  y  vio  que  en  mas 
de  medía  hora  Lotarío  no  habló  palabra 
á  Camila  ,  ni  se  la  hablara  ,  sí  allí  esta- 
blera un  siglo  ;  y  cayo  en  la  cuenta  de 
que  quanto  su  amigo  le  había  dicho  de  las 
respuestas  de  Camila  ,  todo  era  ficción  y 
mentira  ;  y  para  ver  sí  esto  era  ansí  ,saüo 
del  aposento  ,  y  llamando  á  Lotario  apar- 

M2 


l82  DON    QUIXOTE. 

te  ,  le  preguntó  qué  nuevas  habia  ,  y  de 
qué  temple  estaba  Camila.  Lotario  le  res- 
pondió que  no  pensaba  mas  darle  punta- 
da en  aquel  negocio,  porque  respondía  tan 
áspera  y  desabridamente  ,  que  no  tendría 
animo  para  volver  á  decirle  cosa  alguna. 
Ahí  dixo  Anselmo  :  Lotario,  Lotario  ,  y 
quan  mal  correspondes  á  lo  que  me  debes, 
y  á  lo  mucho  que  de  ti  confio!  ahora  te 
he  estado  mirando  por  el  lugar  que  con- 
cede la  entrada  desta  llave  ,  y  he  visto 
que  no  has  dicho  palabra  á  Camila  ,  por 
donde  me  doy  á  entender  que  aun  las  pri- 
meras le  tienes  por  decir  j  y  si  esto  es  asi, 
como  sin  duda  lo  es  ,  ¿para  que  me  en- 
gañas ,  6  porque  quieres  quitarme  con  tu 
industria  los  medios,  que  yo  podria  hallar 
para  conseguir  mi  deseo?  No  dixo  mas 
Anselmo  ;  pero  bastó  lo  que  habia  dicho 
para  dexar  corrido  y  confuso  á  Lotario, 
el  quai  casi  como  tomando  por  punto  de 
honra  el  haber  sido  hallado  en  mentira, 
juró  á  Anselmo  que  desde  aquel  momen- 
to tomiba  tan  á  su  cargo  el  contentalle  y 
no  mentille,  qual  lo  vería  ,  si  con  curiosi- 


PARTE  I.  CAP.  XXXin.  185 

dad  lo  espiaba  :  quanto  mas  ,  que  no  se- 
ria menester  usar  de  ninguna  diligencia, 
porque  la  que  el  pensaba  poner  en  satis- 
facelle  le  quitarla  de  toda  sospecha.  Cre- 
yóle Anselmo  ,  y  para  dalle  comodidad 
mas  segura  y  menos  sobresaltada  deter- 
minó de  hacer  ausencia  de  su  casa  por  ocho 
dias  ,  yéndose  á  la  de  un  amigo  suyo,  que 
estaba  en  una  aldea  no  lejos  de  la  ciudad, 
con  el  qual  amigo  concertó  que  le  envia- 
se á  llamar  con  muchas  veras,  para  tener 
ocasión  con  Camila  de  su  partida.  Desdi- 
chado y  mal  advertido  de  ti ,  Anselmo' 
que  es  lo  que  hacesV  que  es  lo  que  tra- 
zas? que  es  lo  que  ordenas"?  mira  que  ha- 
ces contra  ti  mismo  ,  trazando  tu  deshon- 
ra y  ordenando  tu  perdición  :  buena  es  tu 
esposa  Camila  ,  quieta  y  sosegadamente  la 
posees,  nadie  sobresalta  tu  gusto,  sus  pen- 
samientos no  salen  de  las  paredes  de  su 
casa,  tú  eres  su  cielo  en  la  tierra,  el  blan- 
co de  sus  deseos  ,  el  cumplimiento  de  sus 
gustos  ,  y  la  medida  por  donde  mide  su 
voluntad  ,  ajustandola  en  todo  con  la  tu- 
ya y  con  la  del  cielo :  pues  si  la  mina  de 


184  DON     QUIXOTE. 

SU  honor  ,  hermosura  ,  honestidad  y  re- 
cogimiento te  da  sin  ningún  trabajo  toda 
la  riqueza  que  tiene  ,  y  tú  puedes  desear, 
¿para  que  quieres  ahondar  la  tierra  y  bus- 
car nuevas  vetas  de  nuevo  y  nunca  vis- 
to tesoro  ,  poniéndote  á  peligro  que  toda 
venga  abaxo  ,  pues  eníin  se  sustenta  sobre 
los  débiles  arrimos  de  su  flaca  naturale- 
za ?  Mira  ,  que  el  que  busca  lo  imposible, 
es  justo  que  lo  posible  se  le  niegue ,  como 
lo  dixo  mejor  un  poeta  ,  diciendo: 

Busco  en  la  muerte  la  vida, 
Salud  en  la  enfermedad, 
En  la  prisión  libertad, 
En  lo  cerrado  sslida, 
y  en  el  traidor  lealtad: 
Pero  mi  suerte  ,  de  quien 
Jamas  espero  algún  bien, 
Con  el  cielo  ha  estatuido 
Que,  pues  lo  imposible  pido, 
Lo  posible  aun  no  me  den. 

Fuese  otro  dia  Anselmo  á  la  aldea,  de- 
jando dicho  á  Camila  que  el  tiempo  que 


PARTE    I.    CAP.    XXXIII.  I85 

él  estubiese  ausente  vendría  Lotario  á  mi- 
rar por  su  casa  ,  y  á  comer  con  ella  ,  que 
tubiese  cuidado  de  tratalle  como  á  su  mis- 
ma persona.  Afligióse  Camila,  como  mu- 
ger  discreta  y  honrada  ,  de  la  orden  que 
su  marido  le  dexaba  ,  y  dixole  que  advir- 
tiese que  no  estaba  bien  que  nadie,  el  au- 
sente, ocupase  la  silla  de  su  mesa  ;  y  que 
si  lo  hacia  por  no  tener  conilanza  que 
ella  sabría  gobernar  su  casa  ,  que  probase 
por  aquella  vez  ,  y  veria  por  esperlencia 
como  para  mayores  cuidados  era  bastan- 
te. Anselmo  le  replicó  que  aquel  era  su 
gusto  ,  y  que  no  tenia  mas  que  hacer  que 
baxar  la  cabeza  y  obedecelle.  Camila  di- 
xo  que  ansi  lo  haria  ,  aunque  contra  su 
voluntad.  Partióse  Anselmo,  y  otro  dia  vi- 
no á  su  casa  Lotario  ,  donde  fue  recibido 
de  Camila  con  amoroso  y  honesto  acogi- 
miento :  la  qual  jamas  se  puso  en  parte 
donde  Lotario  la  viese  á  solas  ,  porque 
siempre  andaba  rodeada  de  sus  criados  y 
criadas,  especialmente  de  una  doncella  su- 
ya llamada  Leonela  ,  á  quien  ella  mucho 
quería,  por  haberse  criado  desde  niñas  las 


l86  DON     QUIXOTE. 

dos  juntas  en  casa  de  los  padres  de  Cami- 
la, y  quando  se  casó  con  Anselmo  la  tru- 
xo  consigo.  En  los  tres  dias  primeros  nun- 
ca Lotario  le  dixo  nada  ,  aunque  pudiera 
quando  se  levantaban  los  manteles  ,  y  la 
gente  se  iba  á  comer  con  mucha  priesa 
porque  asi  se  lo  tenia  mand.ido  Camila ;  y 
aun  tenia  orden  Leonela  que  comiese  pri- 
mero que  Camila  ,  y  que  de  su  lado  ja- 
mas se  quitase  ^  mas  ella  ,  que  en  otras 
cosas  de  su  gusto  tenia  puesto  el  pensa- 
miento, y  habia  menester  aquellas  horas 
y  aquel  lugar  para  ocuparle  en  sus  con- 
tentos, no  cumplía  todas  veces  el  manda- 
miento de  su  señora,  antes  los  dexaba  so- 
los ,  como  si  aquello  le  hubieran  manda- 
do ;  mas  la  honesta  presencia  de  Camila, 
la  gravedad  de  su  rostro  ,  la  compostura 
de  su  persona  era  tanta  ,  que  ponia  freno 
á  la  lengua  de  Lotario  ;  pero  el  provecho 
que  las  muchas  virtudes  de  Camila  hicie- 
ron, poniendo  silencio  en  la  lengua  de  Lo- 
tario ,  redundó  mas  en  daño  de  los  dos, 
porque  si  la  lengua  callaba,  el  pensamien- 
to discurría  ,  y  tenia  lugar  de  contemplar 


PARTE  I.  CAP.  xxxirr.  187 
parte  por  parte  todos  los  estremos  de  bon- 
dad y  de  hermosura  que  Camila  tenia, 
bastantes  á  enamorar  una  estatua  de  mar- 
mol ,  no  un  corazón  de  carne  :  mirábala 
Lotario  en  el  lugar  y  espacio  que  había 
de  hablarla,  y  consideraba  quan  digna  era 
de  ser  amada  ,  y  esta  consideración  co- 
menzó poco  á  poco  á  dar  asalto  á  los  res- 
petos que  á  Anselmo  tenia  ,  y  mil  veces 
quiso  ausentarse  de  la  ciudad,  y  irse  don- 
de jamas  Anselmo  le  viese  á  el,  ni  el  vie- 
se á  Camila;  mas  ya  le  hacia  impedimen- 
to y  detenia  el  gusto  que  hallaba  en  mi- 
rarla :  haciase  fuerza  y  peleaba  consigo 
mismo  ,  por  desechar  y  no  sentir  el  con- 
tento que  le  llevaba  á  mirar  á  Camila: 
culpábase  á  solas  de  su  desatino  :  llama- 
base  mal  amigo  y  aun  mal  cristiano  :  ha- 
cia discursos  y  comparaciones  entre  él  y 
Anselmo  ,  y  todos  paraban  en  decir  que 
mas  habia  sido  la  locura  y  confianza  de 
Anselmo  ,  que  su  poca  fidelidad;  y  que  si 
asi  tubiera  disculpa  para  con  Dios  ,  como 
para  con  los  hombres  ,  de  lo  que  pensaba 
hacer ,  que  no  temiera  pena  por  su  culpa. 


l88  DON     QUIXOTE. 

Enefeto  la  hermosura  y  la  bondad  de  Ca- 
mila, juntamente  con  la  ocasión  que  el  ig- 
norante marido  le  había  puesto  en  las  ma- 
nos ,  dieron  con  la  lealtad  de  Lotario  en 
tierra  :  y  sin  mirar  á  otra  cosa  que  aque- 
lla á  que  su  gusto  le  inclinaba,  al  cabo  de 
tres  dias  de  la  ausencia  de  Anselmo  ,  en 
los  quales  estubo  en  continua  batalla  por 
resistir  á  sus  deseos  ,  comenzó  á  requebrar 
á  Camila  con  tanta  turbación  y  con  tan 
amorosas  razones,  que  Camila  quedó  sus- 
pensa ,  y  no  hizo  otra  cosa  que  levantarse 
de  donde  estaba,  y  entrarse  en  su  aposen- 
to sin  respondelle  palabra  alguna:  mas  no 
por  esta  sequedad  se  desmayó  en  Lotario 
la  esperanza ,  que  siempre  nace  juntamen- 
te con  el  amor;  antes  tubo  en  mas  á  Ca- 
mila ,  la  qual,  habiendo  visto  en  Lotario 
lo  que  jamas  pensara,  no  sabia  qué  hacer- 
se ;  y  pareciendole  no  ser  cosa  segura  ni 
bien  hecha  darle  ocasión  ni  lugar  á  que 
otra  vez  la  hablase  ,  determinó  de  enviar 
aquella  misma  noche,  como  lo  hizo,  á  un 
criado  suyo  con  un  billete  á  Anselmo,  don- 
de le  escribió  estas  razones. 


EaiS. 


CAPITULO    XXXIV. 

DONDE   SE    PROSIGUE   LA    NOVELA    DEL    CU- 
RIOSO   IMPERTINENTE. 

,^J\sí  como  suele  decirse  que  parece  mal 
„  el  exercito  sin  su  General,  y  el  castillo 
„  sin  su  Castellano  ,  digo  yo  que  parece 
.,  muy  peor  la  muger  casada  y  moza  sin 
„  su  marido  ,  quando  justísimas  ocasiones 
„  no  lo  impiden.  Yo  me  hallo  tan  mal  sin 
„  vos  ,  y  tan  imposibilitada  de  uo  poder 


190  BOK    QUIXOTE. 

5,  sufrir  esta  ausencia ,  que  si  presto  no  ve- 
„  nis  me  habré  de  Ir  á  entretener  en  ca- 
„  sa  de  mis  padres,  aunque  dexe  sin  guar- 
„  da  la  vuestra  ,  porque  la  que  me  dexas- 
j,  tes  ,  si  es  que  quedó  con  tal  titulo,  creo 
5,  que  mira  mas  por  su  gusto,  que  por  lo 
5,  que  á  vos  os  toca  :  y  pues  sois  discreto 
„  no  tengo  mas  que  deciros,  ni  aun  es  bien 
5,  que  mas  os  diga." 

Esta  carta  recibió  Anselmo,  y  enten- 
dió por  ella  que  Lotario  habia  ya  comen- 
zado la  empresa  ,  y  que  Camila  debia  de 
haber  respondido  como  el  deseaba:  y  ale- 
gre sobremanera  de  tales  nuevas,  respon- 
dió á  Camila  de  palabra  que  no  hiciese 
mudamiento  de  su  casa  en  modo  ningu- 
no ,  porque  el  volverla  con  mucha  breve- 
dad. Admirada  quedó  Camila  de  la  res- 
puesta de  Anselmo  ,  que  la  puso  en  mas 
confusión  que  primero,  porque  ni  se  atre- 
vía á  estar  en  su  casa  ,  ni  menos  irse  á  la 
de  sus  padres  ;  porque  en  la  quedada  cor- 
ría peligro  su  honestidad ,  y  en  la  ida  iba 
contra  el  mandamiento  de  su  esposo:  en- 
fin  se  resolvió  en  lo  que  le  estubo  peor, 


PARTB   I.    CAP.   XXXIV.  I91 

que  fue  en  el  quedarse  ,  con  determina- 
ción de  no  huir  la  presencia  de  Lotario 
por  no  dar  que  decir  á  sus  criados  ,  y  ya 
le  pesaba  de  haber  escrito  lo  que  escribió 
á  su  esposo  ,  temerosa  de  que  no  pensase 
que  Lotario  faabia  visto  en  ella  alguna  des- 
envoltura ,  que  le  hubiese  movido  á  no 
guardalle  el  decoro  que  debía  ;  pero  liada 
en  su  bondad  se  fió  en  Dios  y  en  su  buen 
pensamiento,  con  que  pensaba  resistir  ca- 
llando á  todo  aquello  que  Lotario  decirle 
quisiese  ,  sin  dar  mas  cuenta  á  su  mari- 
do ,  por  no  ponerle  en  alguna  pendencia 
y  trabajo  :  y  aun  andaba  buscando  mane- 
ra como  disculpar  á  Lotario  con  Ansel- 
mo ,  quando  le  preguntase  la  ocasión  que 
le  habia  movido  á  escribirle  aquel  papel. 
Con  estos  pensamientos,  mas  honrados  que 
acertados  ni  provechosos ,  estubo  otro  dia 
escuchando  á  Lotario  ,  el  qual  cargó  ¡a 
mano  de  manera,  que  comenzó  á  titubear 
la  firmeza  de  Camila,  y  su  honestidad  tu- 
bo harto  que  hacer  en  acudir  á  los  ojos, 
paraque  no  diesen  muestras  de  alguna 
amorosa  compasión  ,  que  las  lagrimas  y 


19*  DON    QUIXOTE. 

las  razones  de  Lotario  en  su  pecho  hablan 
despertado.  Todo  esto  notaba  Lotario  ,  y 
todo  le  encendía.  Finalmente  á  el  le  pa- 
reció que  era  menester  en  el  espacio  y  lu- 
gar, que  daba  la  ausencia  de  Anselmo,  apre- 
tar el  cerco  á  aquella  fortaleza,  y  asi  aco- 
metió á  su  presunción  con  las  alabanzas 
de  su  hermosura;  porque  no  hay  cosa  que 
mas  presto  rinda  y  allane  las  encastilla- 
das torres  de  la  vanidad  de  las  hermosas, 
que  la  misma  vanidad  puesta  en  las  len- 
guas de  la  adulación  :  enefeto  el  con  toda 
diligencia  minóla  roca  de  su  entereza  con 
tales  pertrechos,  que,  aunque  Camila  fue- 
ra toda  de  bronce  ,  viniera  al  suelo.  Llo- 
ró ,  rogo,  ofreció,  aduló  ,  porfió  ,  y  fingió 
Lotario  con  tantos  sentimientos,  con  mues- 
tras de  tantas  veras,  que  dio  altraves  con 
el  recato  de  Camila,  y  vino  á  triunfar  de 
lo  que  menos  se  pensaba  ,  y  mas  deseaba. 
Rindióse  Camila  ,  Camila  se  rindió :  pe- 
ro qué  mucho  ,  si  la  amistad  de  Lotario 
no  quedó  en  pie?  exemplo  claro  que  nos 
muestra,  que  solo  se  vence  la  pasión  amo- 
rosa con  huilla ,  y  que  nadie  se  ha  de  po- 


PARTE    I.    CAP.    XXXIV.  1 93 

ner  á  brazos  cob  tan  poderoso  enemigo, 
porque  es  menester  fuerzas  divinas  para 
vencer  las  suyas  humanas.  Solo  supo  Leo- 
nela  la  flaqueza  de  su  señora  ,  porque  no 
se  la  pudieron  encubrir  los  dos  malos  ami- 
gos y  nuevos  amantes.  No  quiso  Lotario 
decir  á  Camila  la  pretensión  de  Anselmo, 
ni  que  el  le  habia  dado  lugar  para  llegar 
á  aquel  punto ,  porque  no  tubiese  en  me- 
nos su  amor  ,  y  pensase  que  asi  acaso  y 
sin  pensar  ,  y  no  de  proposito  ,  la  habla 
solicitado. 

Volvió  de  alli  á  pocos  dias  Anselmo  á 
su  casa  ,  y  no  echó  de  ver  lo  que  faltaba 
en  ella  ,  que  era  lo  que  en  menos  tenia  y 
mas  estimaba  :  fuese  luego  á  ver  á  Lota- 
rio, y  hallóle  en  su  casa  :  abrazáronse  los 
dos  ,  y  el  uno  preguntó  por  las  nuevas  de 
su  vida  ,  ó  de  su  muerte.  Las  nuevas  que 
te  podre  dar,  ó  amigo  Anselmo,  dixo  Lo- 
tario ,  son  de  que  tieues  una  muger  ,  que 
dignamente  puede  ser  exemplo  y  corona 
de  todas  las  mugeres  buenas  :  las  palabras 
que  le  he  dicho  se  las  ha  llevado  el  ayre, 
los  ofrecimientos  se  han  tenido  en  poco, 


194  ^0**    QUIXOTE. 

las  dadivas  no  se  han  admitido  ,  de  al- 
gunas lagrimas  fingidas  mias  se  ha  hecho 
burla  notable:  en  resolución  asi  como  Ca- 
mila es  cifra  de  toda  belleza  ,  es  archivo 
donde  asiste  la  honestidad,  y  vive  el  co- 
medimiento y  el  recato  ,  y  todas  las  vir- 
tudes que  pueden  hacer  loable  y  bien  afor- 
tunada á  una  honrada  muger  :  vuelve  á 
tomar  tus  dineros  ,  amigo  ,  que  aqui  los 
tengo  sin  haber  tenido  necesidad  de  tocar 
á  ellos  ,  que  la  entereza  de  Camila  no  se 
rinde  á  cosas  tan  baxas  ,  como  son  dadi- 
vas ni  promesas :  conténtate  ,  Anselmo  ,  y 
no  quieras  hacer  mas  pruebas  de  las  he- 
chas i  y  pues  á  pie  enxuto  has  pasado  el 
mar  de  las  dificultades  y  sospechas  ,  que 
de  las  mugeres  suelen  y  pueden  tenerse, 
no  quieras  entrar  denuevo  en  el  profundo 
piélago  de  nuevos  inconvenientes,  ni  quie- 
ras hacer  esperieacia  con  otro  piloto  de  la 
bondad  y  fortaleza  del  navio  ,  que  el  cie- 
lo te  dio  en  suerte  paraque  en  el  pasases 
la  mar  deste  mundo  ^  sino  haz  cuenta  que 
estás  ya  en  seguro  puerto  ,  y  aferrate  con 
las  ancoras  de  la  buena  consideración ,  y 


PARTE    r.    CAP.    XXKIV.  I95 

dexate  estar  hasta  que  te  vengan  á  pedir 
la  deuda  ,  que  co  hay  hidalguía  huma- 
na que  de  pagarla  se  escuse.  Cootentisioio 
quedó  Anselmo  de  las  razones  de  Lotario, 
y  asi  se  las  creyó  como  si  fueran  dichas 
por  algua  oráculo  ^  pero  con  todo  eso  le 
rogo  que  no  dexase  la  empresa  ,  aunque 
no  fuese  mas  de  por  curiosidad  y  entrete- 
nimiento ,  aunque  no  se  aprovechase  de 
alii  adelante  de  tan  ahincadas  diligencias, 
como  hasta  entonces  ;  y  que  solo  quería 
que  le  escribiese  algunos  versos  en  su  ala- 
banza debaxo  del  nombre  de  Clori  ,  por- 
que el  le  darla  a  entender  á  Camila  que 
andaba  enamorado  de  una  dama,  á  quien 
le  habia  puesto  aquel  nombre  ,  por  poder 
celebrarla  con  el  decoro  que  á  su  honesti- 
dad se  le  debia  :  y  que  quando  Lotario  no 
quisiera  tomar  trabajo  de  escribir  los  ver- 
sos ,  que  el  los  haria.  No  sera  menester 
esojdixo  Lotario,  pues  no  me  son  tan  ene- 
migas las  Musas  ,  que  algunos  ratos  del 
año  no  me  visiten  :  dile  tú  á  Camila  lo 
que  has  dicho  del  fingimiento  de  mis  amo- 
res ,  que  ios  versjs  yo  los  haré  ,  si  no  tan 


196  DON     QUIXOTE. 

buenos  como  el  sugeto  merece  ,  serán  por 
lo  menos  los  mejores  que  yo  pudiere.  Que- 
daron deste  acuerdo  el  impertinente  y  el 
traidor  amigo  ^  y  vuelto  Anselmo  á  su  ca- 
sa ,  preguntó  á  Camila  lo  que  ella  ya  se 
marabillaba  que  no  se  lo  hubiese  pregun- 
tado ,  que  fue  le  dixese  la  ocasión  porqué 
le  habia  escrito  el  papel  que  le  envió.  Ca- 
mila le  respondió  que  le  habia  parecido 
que  Lotario  la  miraba  un  poco  mas  des- 
envueltamente que  quando  el  estaba  en  ca- 
sa ;  pero  que  ya  estaba  desengañada  ,  y 
creia  que  habia  sido  imaginación  suya,  por- 
que ya  Lotario  huia  de  vella  y  de  estar 
con  ella  á  solas.  Dixole  Anselmo  que  bien 
podia  estar  segura  de  aquella  sospecha, 
porque  el  sabia  que  Lotario  andaba  ena- 
morado de  una  doncella  principal  de  la 
ciudad  ,  á  quien  el  celebraba  debaxo  del 
nombre  de  Clori,  y  que, aunque  no  lo  es- 
tubiera,  no  habia  que  temer  de  la  verdad 
de  Lotario  y  de  la  mucha  amistad  de  en- 
trambos :  y  á  no  estar  avisada  Camila  de 
Lotario  de  que  eran  fingidos  aquellos  amo- 
res de  Clori ,  y  que  él  se  lo  habla  dicho  á 


PARTE   r.    CAP.   XXXIV.  1 97 

Anselmo  por  poder  ocuparse  algunos  ratos 
en  las  mismas  alabanzas  de  Camila  ,  ella 
sin  duda  cayera  en  la  desesperada  red  de 
los  zelos  ;  mas  por  estar  ya  advertida  pa- 
só aquel  sobresalto  sin  pesadumbre.  Otro 
día,  estando  los  tres  sobre  mesa,  rogo  An- 
selmo á  Lotario  dixese  alguna  cosa  de  las 
que  había  compuesto  á  su  amada  Clori, 
que  pues  Camila  no  la  conocía  ,  segura- 
mente podia  decir  lo  que  quisiese.  Aun- 
que la  conociera  ,  respondió  Lotario  ,  no 
encubriera  yo  nada  ,  porque  quando  algún 
amante  loa  á  su  dama  de  hermosa  y  la 
nota  de  cruel ,  ningún  oprobrío  hace  á  su 
buen  crédito  ;  pero  sea  lo  que  fuere  ,  lo 
que  se  decir  que  ayer  hice  un  soneto  á  la 
ingratitud  desta  Clori ,  que  dice  ansí. 

S  o   N  £   T  o. 

En  el  silencio  de  la  noche ,  quando 
Ocupa  el  dulce  sueno  á  los  mortales, 
La  pobre  cuenta  de  mis  ricos  males 
Estoy  al  cielo  y  á  mi  Clori  dando: 

Y  al  tiempo  quaudo  el  sol  se  va  mostrando 
r.  j//.  N 


ípS  DON    QUIXOTE. 

Por  las  rosadas  puertas  orientales, 
Con  suspiros  y  acentos  desiguales 

.  Voy  la  antigua  querella  renovando: 

y  quando  el  sol  de  su  estrellado  asiento 
Derechos  rayos  á  la  tierra  envía, 
El  llanto  crece,  y  doblo  los  gemidos: 

Vuelve  la  noche,  y  vuelvo  al  triste  cuento, 
Y  siempre  hallo  en  mi  mortal  porfía 

.  Al  cielo  sordo  ,  á  Clori  sin  oidos  (34). 

Bien  le  pareció  el  soneto  á  Camila,  pe- 
ro mejor  á  Anselmo,  pues  le  alabó,  y  di- 
xo  que  era  demasiadamente  cruel  la  da- 
ma que  á  tan  claras  verdades  no  corres- 
pondía. A  lo  que  dixo  Camila:  luego  todo 
aquello  que  los  poetas  enamorados  dicen 
es  verdad?  Enquanto  poetas  no  la  dicen, 
respondió  Lotario  ;  mas  enquanto  enamo- 
rados siempre  quedan  tan  cortos  ,  como 
verdaderos.  No  hay  duda  deso,  replicó  An- 
selmo :  todo  por  apoyar  y  acreditar  los 
pensamientos  de  Lotario  con  Camila ,  taa 
descuidada  del  artificio  de  Anselmo  ,  co- 
mo ya  enamorada  de  Lotario ;  y  asi  con 
el  gusto  que  de  sus  cosas  tenia ,  y  mas  te- 


PARTE    I.    CAP.    XXXIV.  I99 

niendo  por  entendido  que  sus  deseos  y  es- 
critos á  ella  se'  encaminaban  ,  y  que  ella 
er?  la  verdadera  Clori,  le  rogo  que  si  otro 
soneto  ó  otros  versos  sabia  ,  los  díxese.  Si 
sé  ,  respondió  Lotario  ;  pero  no  creo  que 
es  tan  bueno,  como  el  primero,  d  por  me- 
jor decir  ,  menos  malo  ,  y  podreíslo  bien 
juzgar  ,  pues  es  este. 

s  o  A'  E  T  o. 

Yo  sé  que  muero  ,  y  si  no  soy  creído, 
Es  mas  cierto  elmorir.como  es  mas  cierto 
Verme  á  tus  pies, ó  bella  ingrata,  muerto, 
Antes  que  de  adorarte  arrepentido. 
Podré  yo  verme  en  la  región  de  olvido 
De  vida  ,  y  gloria,  y  de  favor  desierto, 
Y  alli  verse  podra  en  mi  pecho  abierto 
Como  tu  rostro  hermoso  está  esculpido. 

Que  esta  reliquia  guardo  para  el  duro 
Trance,  que  me  amenaza  mi  porfía, 
Que  en  tu  mismo  rigor  se  fortalece. 

i  Ay  de  aquel  que  navega ,  el  cielo  escuro, 
Por  mar  no  usado,  y  peligrosa  vía, 
Adonde  norte  ó  puerto  no  se  ofrece! 


200  DON    QÜIXOTE. 

También  alabó  este  segundo  soneto  An- 
selmo ,  como  habia  hecho  el  primero  ,  y 
desta  manera  iba  añadiendo  eslabón  á  es- 
labón 'á  la  cadena  con  que  se  enlazaba  y 
trababa  su  deshonra,  pues  quando  mas  Lo- 
tario  le  deshonraba,  entonces  le  decia  que 
estaba  uias  honrado  :  y  con  esto  todos  los 
escalones  que  Camila  baxaba  acia  el  cen- 
tro de  su  menosprecio,  los  subia  en  la  opi- 
nión de  su  ma-rido  acia  la  cumbre  de  la 
virtud  y  de  su  buena  fama. 

Sucedió  en  esto  que  hallándose  una  vez 
entre  otras  sola  Camila  con  su  doncella, 
le  dÍKO:  corrida  estoy,  amiga  LeGnela,de 
ver  en  quan  poco  he  sabido  estimarme, 
pues  siquiera  no  hice  que  con  el  tiempo 
comprara  Lotario  la  entera  posesión  que 
le  di  tan  presto  de  mi  voluntad:  temo  que 
ha  de  desestimar  mi  presteza  ó  ligereza, 
sinque  eche  de  ver  la  fuerza  que  el  me 
hizo  para  no  poder  resistirle.  No  te  de  pe- 
na eso,  señora  mia,  respondió  Leonela,  que 
no  está  la  monta  ,  ni  es  causa  para  men- 
guar la  estimación  darse  lo  que  se  da  pres- 
to ,  si  enefeto  lo  que  se  da  es  bueno  ,  y 


PARTE    I.    CAP.    XXXIV.  20 r 

ello  por  sí  dignp  de  estimarse;  y  aun  sue- 
le decirse  :  que  el  que  luego  da,  da  dos 
.veces.  También  se  suele  decir  ,  dixo  Ca- 
mila ,  que  lo  que  cuesta  poco  se  estima 
eu  menos.  No  corre  por  ti  esa  razou,  res- 
pondió Leonela,  porque  el  amor,  según  he 
oido  decir  ,  unas  veces  vuela,  y  otras  an- 
da :  con  este  corre,  y  con  aquel  va  despa- 
cio :  á  unos  entibia  ,  y  á  otros  abrasa  :  á 
unos  hiere ,  y  a  otros  mata  :  en  un  mis- 
mo punto  comienza  la  carrera  de  sus  de- 
seos ,  y  en  aquel  mismo  punto  la  acaba  y 
concluye  :  por  la  mañana  suele  poner  el 
cerco  á  una  fortaleza ,  y  á  la  noclie  la  tie- 
ne rendida  ,  porque  no  hay  fuerza  que  le 
resista  :  y  siendo  asi  ,  de  que  te  espantas, 
ó  de  que  temes,  si  lo  mismo  debe  de  ha- 
ber acontecido  á  Lotario,  habiendo  toma- 
do el  amor  por  instrumento  de  rendiros 
la  ausencia  de  mi  señor?  y  era  forzoso 
que  en  ella  se  concluyese  lo  que  el  amor 
tenia  determinado,  sin  dar  tiempo  al  tiem- 
po paraque  Anselmo  le  tubiese  de  vol- 
ver,  y  con  su  presencia  quedase  imperfe- 
ta la  obra*,  porque  el  amor  no  tiene  otro 


202  DON     QUIXOTE. 

mejor  ministro  para  executar  lo  que  de- 
sea ,  que  es  la  ocasión ,  de  la  ocasión  se  sir- 
ve en  todos  sus  hecloos,  principalmente  en 
los  principios  :  todo  esto  sé  yo  muy  bien 
mas  de  esperiencia  ,  que  de  oidas  ;  y  al- 
gún dia  te  lo  diré ,  señora  ,  que  yo  tam- 
bién soy  de  carne  y  de  sangre  moza:  quan- 
to  mas ,  señora  Camila  ,  que  no  te  entre- 
gaste ni  diste  tan  luego ,  que  primero  no 
hubieses  visto  en  los  ojos  ,  en  los  suspiros, 
en  las  razones  ,  y  en  las  promesas  y  da- 
divas de  Lotario  toda  su  alma  ,  viendo  en 
ella  y  en  sus  virtudes  quan  digno  era  Lo- 
tario de  ser  amado ;  pues  si  esto  es  ansí, 
no  te  asalten  la  imaginación  esos  escru- 
pulosos y  melindrosos  pensamientos  ,  sino 
asegúrate  que  Lotario  te  estima  como  tú 
le  estimas  á  él,  y  vive  con  contento  y  sa- 
tisfacion  de  que  ya  que  caiste  en  el  lazo 
amoroso  ,  es  el  que  te  aprieta  de  valor  y 
de  estima  ;  y  que  no  solo  tiene  las  qua- 
iro  SS  (35)  que  dicen  que  han  de  tener  >js 
buenos  enamorados,  sino  todo  un  A.  B.  C. 
entero  :  si  no ,  escúchame  ,  y  verás  como 
te  lo  digo  de  coro,  lil  es,  según  yo  reo  y 


PARTE    I,    CAP.    XXXIV.  203 

á  mi  me  parece  ,  agradecido  ,  bueno,  caba- 
llero, dadivoso  ,  enamorado  ,  firme  ,  gallar- 
do ,  honrado ,  ilustre ,  leal ,  mozo ,  noble ,  ones- 
to , principal ,  quantioso,  rico,  y  las  ss  que 
dicen  ^  y  luego  tácito,  verdadero:  la  x  no 
le  quadra  ,  porque  es  letra  áspera  :  la  y 
ya  está  dicha  :  la  z  zelador  de  tu  honra. 
Rióse  Camila  del  A.  B.  C.  de  su  donce- 
lla, y  tubola  por  mas  platica  en  las  cosas 
de  amor,  que  ella  decia;  y  asi  lo  confesó 
ella ,  descubriendo  á  Camila  como  trataba 
amores  con  un  mancebo  bien  nacido  de  la 
misma  ciudad:  de  lo  qual  se  turbó  Cami- 
la ,  temiendo  que  era  aquel  camino  por 
donde  su  honra  pedia  correr  riesgo.  Apu- 
róla si  pasaban  sus  platicas  á  mas  que  ser- 
lo. Ella  con  poca  vergüenza  y  mucha  des- 
envoltura le  respondió  que  si  pasaban :  por- 
que es  cosa  ya  cierta  que  los  descuidos  de 
las  señoras  quitan  la  vergüenza  á  las  cria- 
das ,  las  quales  ,  quando  ven  á  las  amas 
echar  traspiés  ,  no  se  les  da  nada  á  ellas 
de  coxear  ni  de  que  lo  sepan.  No  pudo 
hacer  otra  cosa  Camila ,  sino  rogar  á  Leo- 
nela  no  dixese  nada  de  su  hecho  al  que 


204  BOU    QüIXOTE. 

decía  ser  su  amante,  y  que  tratase  sus  co- 
sas con  secreto,  porque  no  viniesen  á  no- 
ticia de  Anselmo  ,  ni  de  Lotario.  Leonela 
respondió  que  asi  lo  haria;  mas  cumplió- 
lo de  manera  ,  que  hizo  cierto  el  temor 
de  Camila  de  que  por  ella  había  de  per- 
der su  crédito  ;  porque  la  deshonesta  y 
atrevida  Leonela  ,  después  que  vio  que  el 
proceder  de  su  ama  no  era  el  que  solia, 
atrevióse  á  entrar  y  poner  dentro  de  casa 
á  su  amante,  confiada  que,  aunque  su  se- 
ñora le  viese ,  no  habia  de  osar  descubri- 
lle  :  que  este  daño  acarrean  entre  otros 
los  pecados  de  las  señoras ,  que  se  hacen 
esclavas  de  sus  mismas  criadas,  y  se  obli- 
gan á  encubrirles  sus  deshonestidades  y  vi- 
lezas ,  como  aconteció  con  Camila  ,  que, 
aunque  vio  una  y  muchas  veces  que  su 
leonela  estaba  con  su  galán  en  un  apo- 
sento de  su  casa  ,  no  solo  no  la  osaba  re- 
ñir, mas  dábale  lugar  á  que  lo  encerrase 
y  quitábale  todos  los  estorbos  paraque  no 
fuese  visto  de  su  marido  ;  pero  no  los  pu- 
do quitar,  que  Lotario  no  le  viese  una  vez 
salir  al  romper  del  alba  :  el  qual  sin  co- 


PARTE    I.    CAP.   XXXIV.  205 

Docer  quien  era,  pensó  primero  que  debia 
de  ser  alguna  fantasma  ;  mas  quando  le 
vio  caminar  ,  embozarse,  y  encubrirse  con 
cuidado  y  recato  ,  cayo  de  su  simple  pen- 
samiento, y  dio  en  otro,  que  fuera  la  per- 
dición de  todos ,  si  Camila  uo  lo  remedia- 
ra. Pensó  Lotario  que  aquel  hombre  que 
habia  visto  salir  tan  á  deshora  de  casa  de 
Anselmo  ,  no  habia  entrado  en  ella  por 
Leonela  ,  ni  aun  se  acordó  si  Leonela  era 
en  el  mundo  :  solo  creyó  que  Camila  de 
la  miima  manera  que  habia  sido  fácil  7 
ligera  con  el ,  lo  era  para  otro :  que  estas 
añadiiuras  trae  consigo  la  maldad  de  la 
muger  mala  ,  que  pierde  el  crédito  de  su 
honra  con  el  mismo  á  quien  se  entregó  ro- 
gada y  persuadida  ,  y  cree  que  con  ma- 
yor facilidad  se  entrega  á  otros  ,  y  da  in- 
falible crédito  á  qujlquiera  sospecha  que 
desto  le  venga  :  y  no  parece  sino  que  le 
faltó  á  Lotario  en  este  punto  todo  su  buen 
entendimiento  ,  y  se  le  fueron  de  la  me- 
moria todos  sus  advertidos  discursos,  pues 
sin  hacer  ninguno  que  bueno  fuese,  ni  aun 
razonable,  sin  mas  ni  mas,  antes  que  Aa- 


206  DON    QUIXOTE. 

selmo  se  levantase,  impaciente  y  ciego  de 
la  zelosa  rabia  que  las  entrañas  le  roia, 
muriendo  por  vengarse  de  Camila  que  en 
ninguna  cosa  le  habia  ofendido  ,  se  fue  á 
Anselmo,  y  le  dixo:  sábete,  Anselmo,  que 
ha  muchos  días  que  he  andado  peleando 
conmigo  mismo  ,  haciéndome  fuerza  á  no 
decirte  lo  que  ya  no  es  posible  ni  justo 
que  mas  te  encubra  :  sábete  que  la  forta- 
leza de  Camila  está  ya  rendida  ,  y  sujeta 
á  todo  aquello  que  yo  quisiere  hacer  de- 
11a  ,  y  si  he  tardado  en  descubrirte  esta 
verdad,  ha  sido  por  ver  si  era  algún  li- 
viano antojo  suyo ,  ó  si  lo  hacia  por  pro- 
barme y  ver  si  eran  con  proposito  firme 
tratados  los  amores  ,  que  con  tu  licencia 
con  ella  he  comenzado  :  crei  ansimismo 
-que  ella  ,  si  fuera  la  que  debia  y  la  que 
entrambos  pensábamos,  ya  te  hubiera  da- 
do cuenta  de  mi  solicitud  ;  pero  habiendo 
visto  qne  se  tarda  ,  conozco  que  son  ver- 
daderas las  promesas  que  me  ha  dado  de 
que  quando  otra  vez  hagas  ausencia  de  tu 
casa  ,  me  hablará  en  la  recamara  donde 
está  el  repuesto  de  tus  alhajas  (y  era  la 


P.ARTE   1.    CAP.    XXXIV.  2O7 

yerdad  que  alli  le  solia  hablar  Camila)  y 
no  quiero  que  precipitosamente  corras  á 
hacer  alguna  venganza  ,  pues  no  está  aun 
cometido  el  pecado  sino  con  pensamiento, 
y  podría  ser  que  deste  hasta  el  tiempo  de 
ponerle  por  obra  se  mudase  el  de  Cami- 
la, y  naciese  en  su  lugar  el  arrepentimien- 
to :  y  asi  ya  que  en  todo,  ó  en  parte  has 
seguido  siempre  mis  consejos,  sigue  y  guar- 
da uno  que  ahora  te  daré,  paraque  sin  en- 
gaño y  con  medroso  advertimiento  te  sa- 
tisfagas de  aquello  que  mas  vieres  que  te 
convenga.  Finge  que  te  ausentas  por  dos 
ó  tres  dias,  como  otras  veces  sueles,  y  haz 
de  manera  que  te  quedes  escondido  en  tu 
recam.ara,  pues  los  tapices  que  alli  hay,  y 
otras  cosas  con  que  te  puedas  encubrir,  te 
ofrecen  mucha  comodidad,  y  entonces  ve- 
rás por  tus  mismos  ojos  ,  y  yo  por  los 
mios,  lo  que  Camila  quiere^  y  si  fuere  la 
maldad,  que  se  puede  temer  antes  que  es- 
perar ,  con  silencio  ,  sagacidad  y  discre- 
ción podras  ser  el  verdugo  de  tu  agravio. 
Absorto  ,  suspenso  y  admirado  quedo  An- 
selmo con  las  razones  de  Lotario  ,  porque 


208  DON    QUIXOTE. 

le  cogieron  en  tiempo  donde  menos  las  es- 
peraba oir,  porque  ya  tenia  á  Camila  por 
vencedora  de  los  fingidos  asaltos  de  Lota- 
rio  ,  y  comenzaba  á  gozar  la  gloria  del 
vencimiento.  Callando  estubo  por  un  buen 
espacio  ,  mirando  al  suelo  sin  moi^er  pes- 
taña ,  y  alcabo  dixo:  tú  lo  has  hecho,  Lo- 
tario  ,  como  yo  esperaba  de  tu  amistad, 
en  todo  he  seguido  tu  consejo,  haz  lo  que 
quisieres  ,  y  guarda  aquel  secreto  que  ves 
que  conviene  en  caso  tan  no  pensado.  Pro- 
metioselo  Lotario  ,  y  en  apartándose  de!, 
se  arrepintió  totalmente  de  quanto  le  ha- 
bla dicho  ,  viendo  quan  neciamente  habia 
andado  ,  pues  pudi.-^ra  el  vengarse  de  Ca- 
mila ,  y  no  por  camino  tan  cruel  y  tan 
deshonrado  :  maldecía  su  entendimiento, 
afeaba  su  ligera  determinación  ,  y  no  sa- 
bia que  medio  tomarse  para  deshacer  lo 
hecho  ,  ó  para  dalle  alguna  razonable  sa- 
lida :  alfin  acordó  de  dar  cuenta  de  todo 
á  Camila  ,  y  como  no  faltaba  lugar  para 
poderlo  hacer,  aquel  mismo  día  la  hallcí 
sola,  y  ella  ,  asi  como  vio  que  le  podía 
hablar  ,  le  dixo  :  sabed  ,  amigo  Lotario, 


PARTE   1.    CAP.   XXXIV.  209 

que  tengo  una  pena  en  el  corazón,  que  me 
le  aprieta  de  suerte,  que  parece  que  quie- 
re reventar  en  el  pecho  ,  y  ha  de  ser  ma- 
rabiila  si  no  lo  hace  ;  pues  ha  llegado  la 
desvergüenza  de  Leonela  á  tanto  ,  que  ca- 
da noche  encierra  á  un  galán  suyo  en  es- 
ta casa ,  y  se  está  con  el  hasta  el  dia,  tan 
á  costa  de  mi  crédito  ,  quanto  le  quedará 
campo  abierto  de  juzgarlo  al  que  le  viere 
salir  á  horas  tan  inusitadas  de  mi  casa:  y 
loque  me  fatiga  es  que  no  la  puedo  cas- 
tigar ni  reñir  ,  que  el  ser  ella  secretario 
de  nuestros  tratos  ,  me  ha  puesto  un  fre- 
no en  la  boca  para  callar  los  suyos,  y  te- 
mo que  de  aqui  ha  de  nacer  algún  mal  su- 
ceso. Al  principio  que  Camila  esto  decia, 
creyó  Lotario  que  era  artirkio  para  des- 
memilie  que  e!  hombre  que  había  visto  sa- 
lir era  de  Leonela,  y  no  suyo;  pero  vién- 
dola llorar,  y  atligirse,  y  pedirle  remedio, 
vino.á  creer  la  verdad  ,  y  en  creyéndola, 
acabó  de  estar  confuso  y  arrepentido  del- 
todo;  pero  con  todo  esto  respondió  á  Ca- 
mila que  no  tubiese  pena  ,  que  el  ordena- 
rla remedio  para  atajar  la  insolencia  de 


210  DON    QütXOTK. 

Leonela  :  dixole  asimismo  lo  que  instiga- 
do de  la  furiosa  rabia  de  los  zelos  habia 
dicho  á  Anselmo  ,  y  como  estaba  concer- 
tado de  esconderse  en  la  recamara  para 
ver  desde  alli  alaciara  la  poca  lealtad  que 
ella  le  guardaba  :  pidióle  perdón  desta  lo- 
cura ,  y  consejo  para  poder  remedialla  y 
salir  bien  de  tan  revuelto  laberinto  ,  co- 
mo su  mal  discurso  le  habia  puesto.  Es- 
pantada quedó  Camila  de  oir  lo  que  Lota- 
rio  le  decia,  y  con  mucho  enojo  y  muchas 
y  discretas  razones  le  riñó  y  afeó  su  mal 
pensamiento  ,  y  la  simple  y  mala  deter- 
minación que  habia  tenido;  pero  como  na- 
turalmente tiene  la  muger  ingenio  presto 
para  el  bien  y  para  el  mal  ,  mas  que  el 
varón  ,  puesto  que  le  va  faltando  quando 
de  proposito  se  pone  á  hacer  discursos,  lue- 
go al  instante  halló  Camila  el  modo  de  re- 
mediar tan  al  parecer  inremediable  ne- 
gocio; y  dixo  á  Lotario  que  procurase  que 
otro  día  se  escondiese  Anselmo  donde  de- 
cia ,  porque  ella  pensaba  sacar  de  su'  es- 
condimiento comodidad  paraque  desde  alli 
en  adelaate  los  dos  se  gozasen  sin  sobre- 


PARTE   I.   CAP.    XXXIV.  2tl 

salto  alguno  ;  y  sin  declararle  deltodo  su 
pensamiento  ,  le  advirtió  que  tubiese  cui- 
dado que  en  estando  Anselmo  escondido, 
él  viniese  quando  Leonela  le  llamase  ,  y 
que  á  quanto  ella  le  dixese  le  respondie- 
se como  respondiera  ,  aunque  no  supiera 
que  Anselmo  le  escuchaba.  Porfió  Lotario 
que  le  acabase  de  declarar  su  intención, 
porque  con  mas  seguridad  y  aviso  guar- 
dase todo  lo  que  viese  ser  necesario.  Di- 
go ,  dixo  Camila  ,  que  no  hay  mas  que 
guardar,  sino  fuere  responderme  como  yo 
os  preguntare  \  no  queriendo  Camila  dar- 
le antes  cuenta  de  lo  que  pensaba  hacer, 
temerosa  que  no  quisiese  seguir  el  pare- 
cer que  á  ella  tan  bueno  le  parecía  ,  y  si- 
guiese ó  buscase  otros  que  no  podrían  ser 
tan  buenos. 

Con  esto  se  fue  Lotario  ;  y  Anselmo 
otro  dia  con  la  escusa  de  ir  á  aquella  al- 
dea de  su  amigo  ,  se  partió  ,  y  volvió  á 
esconderse,  que  lo  pudo  hacer  con  como- 
didad ,  porque  de  industria  se  la  dieron 
Camila  y  Leonela.  Escondido  pues  Ansel- 
mo,con  aquel  sobresalto  que  se  puede  ima- 


212  DON    QUIXOTK. 

ginar  que  tendría  el  que  esperaba  ver  por 
sus  ojos  hacer  notomia  de  las  entrañas  de 
su  honra  ,  ibase  á  pique  de  perder  el  su- 
mo bien  ,  que  el  pensaba  que  tenia  en  su 
querida  Camila.  Seguras  ya  y  ciertas  Ca- 
mila y  Leonela  que  Anselmo  estaba  es- 
condido ,  entraron  en  la  recamara,  y  ape- 
nas hubo  puesto  los  pies  en  ella  Camila, 
quando  dando  un  grande  suspiro,  dixo:  ay 
Leonela  amiga!  ¿no  seria  mejor  que  an- 
tes que  llegase  á  poner  en  execucion  lo 
que  no  quiero  que  sepas  ,  porque  no  pro- 
cures estorbarlo ,  que  tomases  la  daga  de 
Anselmo  que  te  he  pedido,  y  pasases  con 
ella  este  infame  pecho  mió?  pero  no  ha- 
gas tal ,  que  no  sera  razón  que  yo  lleve 
la  pena  de  la  agena  culpa  :  primero  quie- 
ro saber  que  es  lo  que  vieron  en  mí  los 
atrevidos  y  deshonestos  ojos  de  Lotario, 
que  fuese  causa  de  darle  atrevimiento  á 
descubrirme  un  tan  mal  deseo  ,  como  es 
el  que  me  ha  descubierto,  en  desprecio  de 
su  amigo  y  en  deshonra  mía:  ponte,  Leo- 
nela ,  á  esa  ventana  ,  y  llámale  ,  que  sin 
duda  alguna  el  debe  de  estar  en  la  calle, 


PARTE   I.    CAP.    XXXrv.  21 3 

esperando  poner  en  efeto  su  mala  inten- 
ción ;  pero  primero  se  pondrá  la   cruel 
quanto  honrada  mia.  Ay,  señora  mia!  res- 
pondió la  sagaz  y  advertida  Leonela  :  y 
qué  es  lo  que  quieres  hacer  con  esta  da- 
ga? quieres  por  ventura  quitarte  la  vi- 
da, ó  quitársela  á  Lotario?  que  qualquie- 
ra  destas  cosas  que  quieras ,  ha  de  redun- 
dar en  perdida  de  tu  crédito  y  fama:  me- 
jor es  que  disimules  tu  agravio  ,  y  no  des 
lugar  que  este  mal  hombre  entre   ahora 
en  esta  casa  ,  y  nos  halle  solas :  mira,  se- 
ñora ,  que  somos  flacas  mugeres ,  y  él  es 
hombre  y  determinado,  y  como  viene  con 
aquel  mal  proposito  ciego  y  apasionado, 
quiza  antes  que  tú  pongas  en  execucion  el 
tuyo  ,  hará  el  lo  que  te  estarla  mas  mal 
que  quitarte  la  vida  :  mal  haya  mi  señor 
Anselmo,  que  tanta  mano  ha  querido  dar 
á  este  desuellacaras  en  su  casa:  y  ya,  se- 
ñora ,  que  le  mates ,  como  yo  pienso  que 
quieres  hacer,  qué  hemos  de  hacer  del  des- 
pués de  muerto?  Qué,  amiga?  respondió 
Camila,  dexareijiosle  paraque  Anselmo  le 
entierre  ,  pues  sera  justo  que  tenga  por 

T.  III.  Q 


214  DON    QüIXOTE. 

descargo  el  trabajo  que  tomare  en  poner 
debaxo  de  la  tierra  su  misma  infamia:  llá- 
male, acaba,  que  todo  el  tiempo  que  tardo 
en  tomar  la  debida  venganza  de  mi  agra- 
vio ,  parece  que  ofendo  á  la  lealtad  que  á 
mi  esposo  debo.  Todo  esto  escuchaba  An- 
selmo, y  á  cada  palabra  que  Camila  de- 
cía se  le  mudaban  los  pensamientos;  mas 
quando  entendió  que  estaba  resuelta  en 
matar  á  Lotario  ,  quiso  salir  y  descubrir- 
se, porque  tal  cosa  no  se  hiciese;  pero  de- 
íubole  el  deseo  de  ver  en  qué  paraba  tan- 
ta gallardía  y  honesta  resolución,  con  pro- 
posito de  salir  á  tiempo  que  la  estorbase. 
Tomóle  en  esto  á  Camila  un  fuerte  des- 
mayo, y  arrojándose  encima  de  una  cama 
que  alli  estaba,  comenzó  Leonela  á  llorar 
muy  amargamente  y  á  decir  :  ¡ay  desdi- 
chada de  mi ,  si  fuese  tan  sin  ventura  que 
se  me  muriese  aquí  entre  mis  brazos  la 
flor  de  la  honestidad  del  mundo  ,  la  coro- 
na de  las  buenas  mugeres,  el  exemplo  de 
la  castidad!  con  otras  cosas  á  estas  seme- 
jantes ,  que  ninguno  la  escuchara  que  no 
la  tubiera  por  la  mas  lastimada  y  leal  don- 


PARTE    I.    CAP.   XXXIV.  21  ¡ 

celia  del  mundo ,  y  á  su  señora  por  otra 
nueva  y  perseguida  Penelope.  Poco  tardó 
en  volver  de  su  desmayo  Camila ,  y  ai 
volver  en  sí  dixo :  ¿porque  no  vas,  Leo- 
nela  ,  á  llamar  al  mas  desleal  amigo  de 
amigo  que  vio  el  sol ,  ó  cubrió  la  noche? 
acaba  ,  corre,  aguija  ,  camina  ,  no  se  des- 
fogue con  la  tardanza  el  fuego  de  la  co- 
lera que  tengo ,  y  se  pase  en  amenazas  y 
maldiciones  la  justa  venganza  que  espero. 
Ya  voy  a.  llamarle,  señora  mia,  dixo  Leo- 
nela;  mas  hasm.e  de  dar  primero  esa  da- 
ga, porque  no  hagas  cosa,  entanto  que  fal- 
to ,  que  dexes  con  ella  que  llorar  toda  la 
vida  á  todos  los  que  bien  te  quieren.  Ve 
segura  ,  Lecnela  amiga  ,  que  no  haré,  res- 
pondió Camila  ,  porque  ya  que  sea  atre- 
vida y  simple  á  tu  parecer  en  volver  por. 
mi  honra  ,  no  lo  he  de  ser  tanto  como 
aquella  Lucrecia  ,  de  quien  dicen  que  se; 
mató  sin  haber  cometido  error  alguno  ,  y 
sin  haber  muerto  primero  á  quien  tubo  la 
culpa  de  su  desgracia:  yo  moriré,  si  mue- 
ro ;  pero  ha  de  ser  vengada  y  satisfecha 
dei  que  me  tía  dado  ocasioü  de  venir  á  es- 

02 


2l6  DON     QUIXOTE. 

te  lugar  á  Llorar  sus  atrevimientos  ,  naci- 
dos tan  sin  culpa  mia.  Mucho  se  hizo  de 
rogar  Leonela  antes  que  saliese  á  llamar 
á  Lotario  ;  pero  enfin  salió  ,  y  entretanto 
que  volvia  quedó  Camila  diciendo  ,  como 
que  hablaba  consigo  misma:  valame  Dios! 
¿no  fuera  mas  acertado  haber  despedido 
á  Lotario  ,  como  otras  muchas  veces  lo  he 
hecho  ,  que  no  ponerle  en  condición  ,  co- 
mo ya  le  he  puesto,  que  me  tenga  por  des- 
honesta y  mala  ,  siquiera  este  tiempo  que 
he  de  tardar  en  desengañarle?  mejor  fue- 
ra sin  duda  ;  pero  no  quedara  yo  venga- 
da ,  ni  la  honra  de  mi  marido  satisfecha, 
si  tan  á  manos  lavadas  y  tan  á  paso  lla- 
no se  volviera  á  salir  de  donde  sus.  malos 
pensamientos  le  entraron  :  pague  el  trai- 
dor con  la  vida  lo  que  intentó  con  tan  las- 
civo deseo  :  sepa  el  mundo  (si  acaso  lle- 
gare á  saberlo)  de  que  Camila  no  solo 
guardó  la  lealtad  á  su  esposo ,  sino  que  le 
dio  venganza  del  que  se  atrevió  á  ofen- 
delle  ^  mas  con  todo  creo  que  fuera  me- 
jor dar  cuenta  desto  á  Anselmo  ,  pero  ya 
se  la  apunte  -á  dar  en  la  carta  que  le  es- 


PARTE  I.   CAP.   XXXIV.  217 

cribi  al  aldea  ,  y  creo  que  el  no  acudir  el 
al  remedio  del  daño  ,  que  alli  le  señalé, 
debió  de  ser  que  de  puro  bueno  y  confia- 
do no  quiso  ni  pudo  creer  que  en  el  pe- 
cho de  su  tan  firme  amigo  pudiese  caber 
genero  de  pensamiento  que  contra  su  hon- 
ra fuese  ;  ni  aun  yo  lo  creí  después  por 
muchos  días ,  ni  lo  creyera  jamas  ,  si  su 
insolencia  no  llegara  á  tanto,  que  las  ma- 
nifiestas dadivas  ,  y  las  largas  promesas, 
y  las  continuas  lagrimas  no  me  lo  mani- 
festaran. Mas  para  que  hago  yo  ahora  es- 
tos discursos?  ?. tiene  por  ventura  una  re- 
solución gallarda  necesidad  de  consejo  al- 
guno? no  por  cierto.  Afuera  pues  traido- 
res :  aquí  venganzas  C36)  :  entre  el  falso, 
venga,  llegue,  muera  y  acabe;  y  suceda  lo 
que  sucediere  :  limpia  entré  en  poder  del 
que  el  cielo  me  dio  por  mió ,  limpia  he 
de  salir  del  ;  y  quando  mucho,  saldré  ba- 
ñada en  mi  casta  sangre ,  y  en  la  impura 
del  mas  falso  amigo  ,  que  vio  la  amistad 
en  el  mundo.  Y  diciendo  esto  se  pasea- 
ba por  la  sala  con  la  daga  desenvaynada, 
dando  tan  desconcertados  y  desaforados 
pasos,  y  haciendo  tales  ademanes, que  no 


2l8  DON    QUIXOTE. 

parecía  sino  que  le  faltaba  el  juicio,  y  que 
no  era  muger  delicada  sino  un  ruñan  des- 
esperado. Todo  lo  miraba  Anselmo  ,  cu- 
bierto detras  de  unos  tapices  donde  se  ha- 
bía escondido  ,  y  de  todo  se  admiraba  ,  y 
ya  le  parecia  que  lo  que  había  visto  y  oí- 
do era  bastante  satisfacion  para  mayores 
sospechas,  y  ya  quisiera  la  prueba  de  ve- 
nir Lotario,  aunque  tem.eroso  de  algún  mal 
repentino  suceso  :  y  estando  ya  para  ma- 
nifestarse ,  y  salir  para  abrazar  y  desen- 
gañar á  su  esposa  ,  se  detubo,  porque  vio 
que  Leoiiela  volvía  con  Lotario  de  la  ma- 
no, y  asi  como  Camila  le  vio  ,  haciendo 
con  la  daga  en  el  suelo  una  gran  raya  de- 
lante della,  le  dixo  :  Lotario  ,  advierte  lo 
que  te  digo  :  si  adicha  te  atrevieres  á  pa- 
'sar  desta  raya  que  ves,  ni  aun  llegar  á 
ella ,  en  el  punto  que  viere  que  lo  inten- 
tas, en  ese  mÍ5mo  me  pasare  el  pecho  con 
esta  daga  que  en  las  manos  tengo  ;  y  aa- 
tes  que  á  esto  me  respoHdas  palabra,  quie- 
ro que  otras  algunas  me  escuches,  que  des- 
pués responderás  lo  que  mas  te  agradare. 
Lo  primero  ,  quiero  ,  Lotario  ,  que  me  di- 
gas si  conoces  á  Anselmo  mi  marido ,  y 


PARTE    I.    CAP.    XXXIV.  219 

en  qué  opinión  le  tienes  i  y  lo  segundo, 
quiero  saber  taiíibien  si  me  conoces  á  mí: 
respóndeme  á  esto,  y  no  te  turbes,  ni  pien- 
ses mucho  lo  que  has  de  responder  ,  pues 
no  son  dificultades  las  que  te  pregunto. 
No  era  tan  ignorante  Lotario  ,  que  desde 
el  primer  punto  que  Camila  le  dixo  que 
hiciese  esconder  á  Anselmo,  no  hubiese  da- 
do en  la  cuenta  de  lo  que  ella  pensaba  ha- 
cer ,  y  asi  correspondió  con  su  intención 
tan  discretamente  y  tan  á  tiempo ,  que  hi- 
cieran los  dos  pasar  aquella  mentira  por 
mas  que  cierta  verdad.  Y  asi  respondió  á 
Camila  desta  manera  :  no  pense  yo  ,  her- 
mosa Camila,  que  me  llamabas  para  pre- 
guntarme cosas  tan  fuera  de  la  intención 
con  que  yo  aqui  vengo  :  si  lo  haces  por 
dilatarme  la  prometida  merced,  desde  mas 
lejos  pudieras  entretenerla  ,  porque  tanto 
mas  fatiga  el  bien  deseado ,  quanto  la  es- 
peranza está  mas  cerca  de  poseelio  ;  pe- 
ro ,  porque  no  digas  que  no  respondo  á 
tus  preguntas,  digo  que  conozco  á  tu  espo- 
so Anselmo,  y  nos  conocemos  los  dos  des-# 
de  nuestros  mas  tiernos  años,  y  no  quiero 
decir  lo  que  tú  también  sabes  de  nuestra 


220  DON    QUIXOTE. 

amistad  por  me  hacer  testigo  del  agra- 
vio que  el  amor  hace  que  le  haga  :  pode- 
rosa disculpa  de  mayores  yerros.  A  ti  te 
conozco  y  tengo  en  la  misma  posesión  que 
él  te  tiene  ,  que  á  no  ser  asi  ,  por  menos 
prendas  que  las  tuyas  no  habla  yo  de  ir 
contra  lo  que  debo  á  ser  quien  soy,  y  con- 
tra las  santas  leyes  de  la  verdadera  amis- 
tad, ahora  por  tan  poderoso  enemigo,  co- 
mo el  amor,  por  mí  rompidas  y  violadas. 
SI  eso  confiesas  ,  respondió  Camila  ,  ene- 
migo mortal  de  todo  aquello  que  justa- 
mente merece  ser  amado,  ¿con  que  ros- 
tro osas  parecer  ante  quien  sabes  que  es 
el  espejo  donde  se  mira  aquel  ,  en  quien 
tú  te  debieras  mirar  paraque  vieras  coa 
quan  poca  ocasión  le  agravias?  pero  ya 
caygo  ,  ay  desdichada  de  mí !  en  la  cuen- 
ta de  quien  te  ha  hecho  tener  tan  poca 
con  lo  que  á  ti  mismo  debes,  que  debe  de 
haber  sido  alguna  desenvoltura  mia  ,  que 
no  quiero  llamarla  deshonestidad,  pues  no 
habrá  procedido  de  deliberada  determina- 
^cion  ,  sino  de  algún  descuido  de  los  que 
■  las  mugeres  ,  que  piensan  que  no  tienen 
de  quien  recatarse,  suelen  hacer  inadver- 


PARTE   r.    CAP.   XXXIV.  221 

tidamente.  Si  no  ,  dime  :  ¿quando,  ó  trai- 
dor, respondí  á  tus  ruegos  con  alguna  pa- 
labra ,  ó  señal  que  pudiese  despertar  en 
ti  alguna  sombra  de  esperanza  de  cum- 
plir tus  infames  deseos?  quándo  tus  amo- 
rosas palabras  no  fueron  deshechas  y  re- 
]prehendidas  de  las  mias  con  rigor  y  con 
aspereza?  quándo  tus  muchas  promesas  y 
mayores  dadivas  fueron  de  mí  creídas,  ni 
admitidas?  pero  por  parecerme  que  al- 
guno no  puede  perseverar  en  el  intento 
amoroso  luengo  tiempo  ,  si  no  es  susten- 
tado de  alguna  esperanza,  quiero  atribuir- 
me á  mí  la  culpa  de  tu  impertinencia; 
pues  sin  duda  algún  descuido  mió  ha  sus- 
tentado tanto  tiempo  tu  cuidado  ,  y  asi 
quiero  castigarme,  y  darme  la  pena  que  tu 
culpa  merece  :  y  porque  vieses  que  ,  sien- 
do conmigo  tan  inhumana  ,  no  era  posi- 
ble dexar  de  serlo  contigo  ,  quise  traerte 
á  ser  testigo  del  sacrificio,  que  pienso  ha- 
cer á  la  ofendida  honra  de  mi  tan  hon- 
rado marido  ,  agraviado  de  ti  con  el  ma- 
yor cuidado  que  te  ha  sido  posible  ,  y  de 
mí  también  con  el  poco  recato  que  he  te- 
nido del  huir  la  ocasión  ,  si  alguna  te  di, 


222  DON    QOIXOTE. 

para  favorecer  y  canonizar  tus  malas  in- 
tenciones :  torno  á  decir  que  la  sospecha, 
que  tengo  que  alg.un  descuido  mió  engen- 
dró en  ti  tan  desvariados  pensamientos,  es 
la  que  mas  me  fatiga  ,  y  la  que  yo  mas 
deseo  castigar  con  mis  propias  manos,  por- 
que castigándome  otro  verdugo  quiza  se- 
ria mas  publica  mi  culpa;  pero  antes  que 
esto  haga  quiero  matar  muriendo ,  y  lle- 
var conmigo  quien  me  acabe  de  satisfa- 
cer el  deseo  de  la  venganza  que  espero  y 
tengo  ,  viendo  alia,  dondequiera  que  fue- 
re ,  la  pena  que  da  la  justicia  ,  desintere- 
sada y  que  no  se  dobla  ,  al  que  en  térmi- 
nos tan  desesperados  me  ha  puesto.  Y  di- 
ciendo estas  razones  ,  con  una  increíble 
fuerza  y  ligereza  arrem.etio  á  Lotario  con 
la  daga  desenvaynada ,  con  tales  muestras 
de  querer  enclavársela  en  el  pecho  ,  que 
casi  el  estubo  en  duda  si  aquellas  demos- 
traciones eran  falsas  ,  ó  verdaderas  ,  por- 
que le  fue  forzoso  valerse  de  su  industria 
y  de  su  fuerza  para  estorbar  que  Camila 
no  le  diese.  La  qual  tan  vivamente  fin- 
gia  aquel  estraño  embuste  y  falsedad  (37), 
que  por  daJIe  color  de  verdad  la  quiso  ma- 


PARTE    I.    CAP.    XXXIV.  223 

tizar  con  su  misma  sangre  ;  porque  vien- 
do que  no  podia  haber  á  Lotario ,  ó  fin- 
giendo que  no  podia,  dixo:  pups  la  suerte 
no  quiere  satisfacer  del  todo  mi  tan  justo 
deseo,  alómenos  no  sera  tan  poderosa,  que 
en  parte  me  quite  que  no  le  satisfaga  :  y 
haciecido  fuerza  para  soltar  la  mano  de  la 
daga  que  Lotario  la  tenia  asida  ,  la  sacó, 
y  guiando  su  punta  por  parte  que  pudie- 
se herir  ijo  profundamente  ,  se  la  entró  y 
escondió  por  mas  arriba  de  la  islilla  del 
lado  izquierdo  junto  al  hombro  ,  y  luego 
se  dexó  caer  en  el  suelo  como  desmaya- 
da. Estaban  Leonela  y  Lotario  suspensos 
y  atónitos  de  tal  suceso  ,  y  todavía  duda- 
ban de  la  verdad  de  aquel  hecho  ,  vien- 
do á  Camila  tendida  en  tierra  y  bañada 
en  su  sangre.  Acudió  Lotario  con  mucha 
presteza  despavorido  y  sin  aliento  á  sacar 
la  daga ,  y  en  ver  la  pequeña  herida  salió 
del  temor  que  hasta  entonces  tenia,  y  de- 
nuevo  se  admiró  de  la  sagacidad,  pruden- 
cia y  mucha  discreción  de  la  hermosa  Ca- 
mila :  y  por  acudir  con  lo  que  á  el  le  to- 
caba ,  comenzó  á  hacer  una  larga  y  triste 
lamentación  sobre  el  cuerpo  de  Camiia, 


224  ^ON    QUIXOTE. 

como  si  estubiera  difunta,  echándose  mu- 
chas maldiciones,  no  solo  á  él, sino  al  que 
habia  sido  causa  de  habelle  puesto  en  aquel 
termino  :,  y  como  sabia  que  le  escuchaba 
su  amigo  Anselmo,  decia  cosas,  que  el  que 
le  oyera  le  tubiera  mucha  mas  lastima  que 
á  Camila  ,  aunque  por  muerta  la  juzga- 
ra. Leonela  la  tomtí  en  brazos  y  la  puso 
en  el  lecho  ,  suplicat'do  á  Lotario  fuese  á 
buscar  quien  secretamente  á  Camila  cu- 
rase :  pedíale  asimesmo  consejo  y  parecer 
de  lo  que  dirian  á  Anselmo  de  aquella  he- 
rida de  su  señora ,  si  acaso  viniese  antes 
que  estubiese  sana.  El  respondió  que  di- 
xesen  lo  que  quisiesen  ,  que  el  no  estaba 
para  dar  consejo  que  de  provecho  fuese; 
solo  le  dixo  que  procurase  tomarle  la  san- 
gre ,  porque  él  se  iba  adonde  gentes  no  le 
viesen:  y  con  muestras  de  mucho  dolor  y 
sentimiento  se  salió  de  casa,  y  quando  se 
vio  solo,  y  en  parte  donde  nadie  le  veia, 
no  cesaba  de  hacerse  cruces ,  marabillan- 
dose  de  la  industria  de  Camila  y  de  los 
ademanes  tan  propios  de  Leonela  :  consi- 
deraba quan  enterado  habia  de  quedar  An- 
selmo de  que  tenia  por  muger  á  una  se- 


PARTE   I.    CAP.   XX3ÍIV.  22¿ 

gunda  Porcia ,  y  deseaba  verse  con  él  pa- 
ra celebrar  los  dos  la  mentira  y  la  ver- 
dad mas  disimulada  ,  que  jamas  pudiera 
imaginarse.  Leonela  tomó,  como  se  ha  di- 
cho ,  la  sangre  á  su  señora  ,  que  no  era 
mas  de  aquello  que  bastó  para  acreditar 
su  embuste,  y  lavando  con  un  poco  de  vi- 
no la  herida  ,  se  la  ató  lo  mejor  que  su- 
po ,  diciendo  tales  razones  entanto  que  la 
curaba  ,  que  aunque  no  hubieran  precedi- 
do otras  ,  bastaran  á  hacer  creer  á  Ansel- 
mo que  tenia  en  Camila  un  simulacro  de 
la   honestidad.   Juntáronse  á  las  palabras 
de  Leonela  otras  de  Camila  ,  llamándose 
cobarde  y  de  poco  animo  ,  pues  le  habia 
faltado  al  tiempo  ,  que  fuera  mas  necesa- 
rio tenerle  para  quitarse  la  vida  que  tan 
aborrecida  tenia  :  pedia  consejo  á  su  don- 
cella-si diría,  ó  no  todo  aquel  suceso  á  su 
querido  esposo.  La  qual  le  dixo  que  no  se 
lo  dixese  ,  porque  le  pondría  en  obliga- 
ción de  vengarse  de  Lotario  ,  lo  qual  no 
podría  ser  sin  mucho  riesgo  suyo  ,  y  que^.^ 
la  buena  muger  estaba  obligada  á  no  dar 
ocasión  á  su  marido  á  que  riñese ,  sino  á 
qui talle  fodas  aquellas  que  le  fuese  posi- 


22(5  DON    QOIXOTE. 

ble.  Respondió  CamiJa  que  le  parecía  muy 
bien  su  parecer  ,  y  que  ella  le  seguirla; 
pero  que  en  todo  caso  convenía  buscar  qué 
decir  á  Anselmo  de  la  causa  de  aquella 
herida,  que  el  no  podría  dexar  de  ver.  A 
lo  que  Leonela  respondía  que  ella,  ni  aun 
burlando  ,  no  sabía  mentir.  Pues  yo,  her- 
mana ,  replicó  Camila  :  que  tengo  de  sa- 
ber? que  no  me  atreveré  á  forjar  ni  sus- 
tentar una  mentira,  sí  me  fuese  en  ello  la 
vida  ;  y  si  es  que  no  hemos  de  saber  dar 
salida  á  esto  ,  mejor  sera  decirle  la  ver- 
dad desnuda  ,  que  no  que  nos  alcance  en 
mentirosa  cuenta.  No  tengas  pena  ,  seño- 
ra :  de  aqui  á  mañana  ,  respondió  Leone- 
la ,  yo  pensare  que  le  digamos  ,  y  quiza 
que  por  ser  la  herida  donde  es  se  podra 
encubrir  sinque  el  la  vea  ,  y, el  cielo  sera 
servido  de  faivorecer  á  nuestros  tftn  justos 
y  tan  honrados  pensamientos  :  sosiégale, 
señora  mía  ,  y  procura  sosegar  tu  altera- 
ción.,  porque  mi.  señor  no  te  halle  sobre- 
saltada ;  y  lo  demás  dexalo .  á  mi  cargo, 
y  al  de  Dios,  que  siempre  acude  á  los  bue- 
nos deseos.  Atentísimo  había  estado  An^ 
selnio  á  escuchar  y  .á  ver  representar  la. 


PARTE    I.   CAP.    XKXIV.  227 

tragedia  de  la  muerte  de  su  honra:  la  qual 
con  tan  estraños  y  eficaces  afectos  la  re- 
presentaron los  personages  della  ,  que  pa- 
reció que  se  habían  transformado  en  la 
misma  verdad  de  lo  que  fingían  :  deseaba 
mucho  la  noche  ,  y  el  tener  lugar  para 
salir  de  su  casa  ,  y  ir  á  verse  con  su  buen 
amigo  Lotario  ,  congratulándose  con  el  de 
la  margarita  preciosa  que  había  hallado 
en  el  desengaño  de  la  bondad  de  su  espo- 
sa. Tubieron  cuidado  las  dos  de  darle  lu- 
gar y  comodidad  á  que  saliese.  Y  el  sin 
perdella  salió,  y  luego  fue  á  buscar  á  Lo- 
tario ,  el  qua!  hallado  no  se  puede  buena- 
mente contar  los  abrazos  que  le  dio  ,  las 
cosas  que  de  su  contento  le  dixo  ,  las  ala- 
banzas que  dio  á  Camila  :  todo  lo  qual 
escuchó  Lotario  sin  poder  dar  muestras  de 
alguna  a'.egria  ,  porque  se  le  representaba 
á  la  memoria  quan  engaLado  estaba  su 
amigo  ,  y  quan  injustamente  el  le  agra- 
viaba ;  y  aunque  Ans^^lmo  veía  que  Lota- 
rio no  se  alegraba  ,  creía  ya  ser  la  causa 
por  haber  dexado  á  Camila  herida,  y  ha- 
ber el  sido  la  causa  ;  y  asi  entre  otras  ra-, 
zones  le  dixo  que  no  tublcse  pena  del  su- 


228  SON    QUIXOTE. 

ceso  de  Camila  ,  porque  sin  duda  la  heri- 
da era  ligera  ,  pues  quedaban  de  concier- 
to de  encubrírsela  á  el ,  y  que  según  esto 
no  habia  de  qué  temer  ,  sino  que  de  alli 
adelante  se  gozase  y  alegrase  con  él ,  pues 
por  su  industria  y  medio  el  se  veía  levan- 
tado á  la  mas  alta  felicidad  que  acertara 
desearse,  y  queria  que  no  fuesen  otros  sus 
entretenimientos,  que  en  hacer  versos  en 
alabanza  de  Camila  ,  que  la  hiciesen  eter- 
na en  la  memoria  de  los  siglos  venideros. 
Lotario  alabó  su  buena  determinación  ,  y 
dixo  que  el  por  su  parte  ayudaria  á  le- 
vantar tan  ilustre  edificio.  Con  esto  que- 
dó Anselmo  el  hombre  mas  sabrosamente 
engallado  que  pudo  haber  en  el  mundo: 
él  mismo  llevaba  por  la  mano  á  su  casa, 
creyendo  que  llevaba  el  instrumento  de  su 
gloria,  toda  la  perdición  de  su  fama  :  re- 
cebiale  Camila  con  rostro  al  parecer  tor- 
cido, aunque  con  alma  risueña  :  duró  este 
engaño  algunos  días,  hasta  que  al  cabo  de 
pocos  meses  volvió  Fortuna  su  rueda  ,  y 
salió  á  plaza  la  maldad  ,  con  tanto  artifi- 
cio hasta  alli  cubierta  ,  y  á  Anselmo  le 
costó  la  vida  su  impertinente  curiosidad. 


P-  ^  }9. 


CAPITULO    XXXV. 

O'JE    IRATA    DE  LA   BRAVA   Y  DESCOMUNAL 

E.5.TALLA   ,    QUE    DON     QÜIXOTE    TUBO    CON 

UNOS    CUEROS    DE    VINO    TINTO  ,    Y    SE    DA 

FIN    A    LA    NOVELA    DEL   CURIOSO 

IMPERTINENTE    (38). 


-L  oco  mas  quedaba  por  leer  de  la  nove- 
la ,  quando  del  camaranchón  donde  repo- 
saba Don  Quixote  salió  Sancho  Panza  to- 
do alborotado  ,  diciendo  á  voces  :  acudid, 


230  DON    QUIXOTE. 

señores,  presto,  y  socorred  á  mi  señor  que 
anda  envuelto  en  la  mas  reñida  y  trabada 
batalla  que  mis  ojos  han  visto  :  vive  Dios 
que  ha  dado  una  cuchillada  al  gigante  ene- 
migo de  la  señora  princesa  Micomicona, 
que  le  ha  tajado  la  cabeza  cercen  á  cercen 
como  si  fuera  un  navo.  Que  dices,  herma- 
no? dixo  el  Cura  ,  dexando  de  leer  lo  que 
de  la  novela  quedaba  :  estáis  en  vos  ,  San- 
cho? cómo  diablos  puede  ser  eso  que  de- 
cís ,  estando  el  gigante  dos  mil  leguas  de 
aqui?  En  esto  oyeron  un  gran  ruido  en  el 
aposento  ,  y  que  Don  Quixote  decia  á  vo- 
ces: tente,  ladrón,  malandrín,  follón,  que 
aqui  te  tengo  ,  y  no  te  ha  de  valer  tu  ci- 
mitarra :  y  parecía  que  daba  grandes  cu- 
chilladas por  las  paredes.  Y  dixo  Sancho: 
BO  tienen  que  pararse  á  escuchar,  sino  en- 
tren á  despartir  la  pelea  ,  ó  ayudar  á  mi 
amo,  aunque  ya  no  sera  menester,  porque 
sin  duda  alguna  el  gigante  está  ya  muerto 
y  dando  cuenta  á  Dios  de  su  pasada  y  ma- 
la vida  ,  que  yo  vi  correr  la  sangre  por 
el  suelo,  y  la  cabeza  cortada  y  caída  á  un 
lado  ,  que  es  tamaña  ,  como  un  gran  cue- 


PARTE    I.    CAP.    XXXV.  23I 

fo  de  vino.  Que  me  maten,  dixo  á  esta  sa- 
zón el  ventero  ,  si  Don  Quixote  ,  ó  don 
diablo  ,  DO  ha  dado  alguna  cuchillada  en 
alguno  de  los  cueros  de  vino  tinto  que  á 
su  cabecera  estaban  llenos ,  y  el  vino  der- 
ramado debe  de  ser  lo  que  le  parece  san- 
gre á  este  buen  hombre.  Y  con  esto  entrd 
en  el  aposento  y  todos  tras  el,  y  hallaron 
á  Don  Quixote  en  el  mas  estraño  trage 
del  mundo  :  estaba  en  camisa  ,  la  qual  no 
era  tan  cumplida,  que  por  delante  le  aca- 
base de  cubrir  los  muslos  ,  y  por  detras 
tenia  seis  dedos  menos  :  las  piernas  eran 
muy  largas  y  flacas,  llenas  de  vello,  y  no 
nada  limpias  :  tenia  en  la  cabeza  un  bo- 
netillo colorado  grasicnto, que  era  del  ven- 
tero :  en  el  brazo  izquierdo  tenia  revuelta 
la  manta  de  la  cama  ,  con  quien  tenia 
ojeriza  Sancho,  y  el  se  sabia  bien  el  por- 
qué ^  y  en  la  derecha  desenvaynada  la  es- 
pada ,  con  la  qual  daba  cuchilladas  á  to- 
das partes  diciendo  palabras,  como  si  ver- 
daderamente esiubiera  peleando  con  algua 
gigante  ;  y  es  lo  bueno  que  no  tenia  los 
ojos  abiertos,  porque  estaba  durmiendo, y 

T.  XII.  P 


2^2  DON     QUIXOTE. 

soñando  que  estaba  en  batalla  con  el  gi- 
gante: que  fue  tan  intensa  la  imaginación 
de  la  aventura  que  iba  á  fenecer  ,  que  le 
hizo  soñar  que  ya  habia  llegado  al  reyno 
de  Micomicon  ,  y  que  ya  estaba  en  la  pe- 
lea con  SQ  enemigo  ,  y  habia  dado  tantas 
cuchilladas  en  los  cueros  ,  creyendo  que 
las  daba  en  el  gigante, que  todo  el  aposen- 
to estaba  lleno  de  vino.  Lo  qual  visto  por 
el  ventero  ,  tomó  tanto  enojo  ,  que  arre- 
metió con  Don  Quixote  ,  y  á.  puño  cerra- 
do le  comenzó  á  dar  tantos  golpes  ,  que  si 
Cárdenlo  y  el  Cura  no  se  le  quitaran  ,  él 
acabara  la  guerra  del  gigante:  y  con  todo 
aquello  no  despertaba  el  pobre  caballero, 
hasta  que  el  Barbero  truxo  un  gran  calde- 
ro de  agua  fria  del  pozo,  y  se  le  echó  por 
todo  el  cuerpo  de  golpe  ,  con  lo  qual  des- 
pertó Don  Quixote  ,  mas  no  con  tanto  a- 
cuerdo  ,  que  echase  de  ver  de  la  manera 
que  estaba.  Dorotea  ,  que  vio  quan  corta 
y  sotilmente  estaba  vestido  ,  no  quiso  en- 
trar á  ver  la  batalla  de  su  ayudador,  y  de 
su  contrario.  Andaba  Sancho  buscando  la 
cabeza  del  gigante  por  todo  el  suelo  ,  y 


PARTE    I.    CAP.    XXXV.  235 

como  no  la  hallaba  ,  dixo  :  ya  yo  sé  que 
todo  lo  desta  casa  es  encantamento  ,  que 
la  otra  vez  en  este  mesmo  lugar  ,  donde 
ahora  me  hallo,  me  dieron  muchos  moxi- 
cones  y  porrazos  ,  sin  saber  quien  me  los 
daba  ,  y  nunca  pude  ver  á  nadie ,  y  ahora 
no  parece  por  aquí  esta  cabeza  que  vi  cor- 
tar por  mis  mismos  ojos  ,  y  la  sangre  cor- 
ría del  cuerpo  ,  como  de  una  fuente.  Qué 
sangre  ni  qué  fuente  dices  ,  enemigo  de 
Dios  y  de  sus  santos?  dixo  el  ventero: 
¿no  ves ,  ladrón  ,  que  la  sangre  y  la  fuen- 
te no  es  otra  cosa  que  estos  cueros  que 
aqui  están  horadados  ,  y  el  vino  tinto  que 
nada  en  este  aposento?  que  nadando  vea 
yo  el  alma  en  los  infiernos  de  quien  los 
horadó.  No  sé  nada  ,  respondió  Sancho, 
solo  se  que  vendré  á  ser  tan  desdichado, 
que  por  no  hallar  esta  cabeza  se  m.e  ha  de 
deshacer  mi  condado  ,  como  la  sal  en  el 
agua,  y  estaba  peor  Sancho  despierto  que 
su  amo  durmiendo:  tal  le  tenian  las  pro- 
mesas que  su  amo  le  habia  hecho.  El  ven- 
tero se  desesperaba  de  ver  la  üema  del  es- 
cudero y  el  maleficio  del  señor  ,  y  juraba 
Vz 


¿34  ""0*^    QUIXOTE. 

que  no  habia  de  ser  como  la  vez  pasada 
que  se  le  fueron  sin  pagar  ,  y  que  ahora 
no  le  hablan  de  valer  los  privilegios  de  su 
Caballería  para  dexar  de  pagar  lo  uno  y 
lo  otro  ,  aun  hasta  lo  que  pudiesen  costar 
las  botanas  que  se  habian  de  echar  á  los 
rotos  cueros.  Tenia  el  Cura  de  las  manos  á 
Don  Quixote,  el  qual  creyendo  que  ya  ha- 
bia  acabado  la  aventura  ,  y  que  se  halla- 
ba delante  de  la  princesa  Micomicona  ,  se 
hincó  de  rodillas  delante  del  Cura ,  dicien- 
do :  bien  puede  la  vuestra  grandeza  ,  alta 
y  ferraosa  señora  ,  vivir  de  hoy  mas  segu- 
ía, sinque  le  pueda  hacer  mal  esta  mal 
nacida  criatura;  y  yo  también  de  hoy  mas 
soy  quito  de  la  palabra  que  os  di,  pues  con 
ayuda  del  alto  Dios  y  con  el  favor  de  aque- 
lla por  quien  yo  vivo  y  respiro  ,  tan  bien 
la  he  cumplido.  No  lo  dixe  yo?  dixo  oyen- 
do esto  Sancho  :  sí ,  que  no  estaba  yo  bor- 
racho, mirad  si  tiene  puesto  ya  en  sal  m¡ 
amo  al  gigante  ,  ciertos  son  los  toros  ,  mi 
condado  está  de  molde.  Quien  no  había 
de  reír  con  los  disparates  de  los  dos,  amo 
y  mozo?  todos  reían  ,  sino  el  ventero  que 


PARTE   I.   CAP.   XXXV.  235 

se  daba  á  satanás;  pero  enfin  tanto  hicie- 
ron el  Barbero  ,  Cárdenlo  y  el  Cura  ,  que 
con  no  poco  trabajo  dieron  con  Don  Quí- 
xote  en  la  cama  ,  el  qual  se  quedó  dor- 
mido con  muestras  de  grandisimo  cansan- 
cio. Dexaronle  dormir,  y  saliéronse  al  por- 
tal de  la  venta  á  consolar  á  Sancho  Pan- 
za de  no  haber  hallado  la  cabeza  del  gi- 
gante ,  aunque  mas  tubieron  que  hacer  en 
aplacar  al  ventero  ,  que  estaba  desespera- 
do por  la  repentina  muerte  de  sus  cueros; 
y  la  ventera  decia  en  voz  y  en  grito  :  en 
mal  punto  y  en  hora  menguada  entró  en 
mi  casa  este  caballero  andante  ,  que  nun- 
ca mis  ojos  le  hubieran  visto  ,  que  tan  ca- 
ro me  cuesta  :  la  vez  pasada  se  fue  con  el 
costo  de  una  noche  de  cena  ,  cama  ,  paja 
y  cebada  para  el  y  para  su  escudero,  y  un 
rocin  y  un  jumento  ,  diciendo  que  era  ca- 
ballero aventurero  (que  mala  aventura  le 
de  Dios  á  el  y  á  quantos  aventureros  hay 
en  el  mundo  )  y  que  por  esto  no  estaba 
obligado  á  pagar  nada  ,  que  asi  estaba  es- 
crito en  los  aranceles  de  la  Caballería  an- 
dantesca  :  y  ahora  por  su  respeto  vino  es^ 


236  DON     QUIXOTE. 

totro  señor,  3;  me  llevó  mí  cola  ,  y  hame- 
la  vuelto  con  mas  de  dos  quartillos  de  da- 
ño ,  toda  pelada  ,  que  uo  puede  servir  pa- 
ra lo  que  la  quiere  mi  marido  ;  y  por  fin 
y  remate  de  todo  romperme  mis  cueros  y 
derramarme  mi  vino,  que  derramada  le 
vea  yo  su  sangre  :  pues  no  se  piense  ,  que 
por  los  huesos  de  mi  padre  y  por  el  si- 
glo de  mi  madre  si  no  meló  lian  de  pagar 
un  quarto  sobre  otro,  o  no  me  llamarla  yo 
como  me  llamo, ni  seria  hija  de  quien  soy. 
Estas  y  otras  razones  tales  decia  la  vente- 
ra con  grande  enojo  ,  y  ayudábala  su  bue- 
na criada  Maritornes  :  la  hija  callaba  ,  y 
de  quando  en  quando  se  sonreía.  El  Cura 
lo  sosegó  todo,  prometiendo  de  satisfacer- 
les su  perdida  lo  mejor  que  pudiese  ,  asi 
de  los  cueros  como  del  vino  ,  y  principal- 
mente del  menoscabo  de  la  cola  ,  de  quien 
tanta  cuenta  hacían.  Dorotea  consolo  á  San- 
cho Panza  ,  diciendole  que  cada  y  quando 
que  pareciese  haber  sido  verdad  que  su 
amo  hubiese  descabezado  al  gigante  ,  le 
prometía  en  viéndose  pacifica  en  su  reyno 
de  darle  el  mejor  condado  que  en  'él  hu- 


PARTE    I.    CAP.    XXXV.  237 

biese.  Consolóse  con  esto  Sancho  ,  y  asegu- 
ró á  la  Princesa  que  tubiese  por  cierto  que 
el  habia  visto  la  cabeza  del  gigante,  y  que 
por  mas  señas  tenia  una  barba  que  le  lle- 
gaba á  la  cintura  ,  y  que  si  no  parecía, 
era  porque  todo  quanío  en  aquella  casa  pa- 
saba era  por  via  de  encantamento  ,  co- 
mo el  lo  habia  probado  otra  vez  que  habia 
posado  en  ella.  Dorotea  dixo  que  asi  lo 
creia,y  que  no  tubiese  pena,  que  todo  se  ba- 
ria bien  y  sucedería  á  pedir  de  boca  (39). 
Sosegados  todos  ,  el  Cura  quiso  acabar  de 
leer  la  novela  ,  porque  vio  que  faltaba  po- 
co. Cardeoio  ,  Dorotea  y  todos  los  demás 
le  rogaron  la  acabase  :  él  ,  que  á  todos 
quiso  dar  gusto  ,  y  por  el  que  el  tenia  de 
leerla  ,  prosiguió  el  cuento  ,  que  asi  decía. 
Sucedió  pues  que  por  la  satisfacion  que 
Anselmo  tenía  de  la  bondad  de  Camila,  vi- 
vía una  vida  contenta  y  descuidada,  y  Ca- 
mila de  industria  hacia  mal  rostro  á  Lo- 
tario, porque  Anselmo  entendiese  al  revés 
de  la  voluntad  que  le  tenia  ,  y  para  mas 
confirmación  de  su  hecho  prdio  licencia 
Lotario  para  no  venir  á  su  casa ,  pues  cía- 


Í3&  "OOVI    QUIXOTK. 

ramente  se  mostraba  la  pesadumbre  que 
con  su  vista  Camila  recebia  ;  mas  el  en- 
gañado Anselmo  le  dixo  que  en  ninguna 
manera  tal  hiciese  :  y  desta  manera  por 
mil  maneras  era  Anselmo  el  fabricador  de 
su  deshonra  ,  creyendo  que  lo  era  de  su 
gusto.  En  esto  el  gozo,  que  tenia  Leonela 
de  verse  calificada  en  sus  amores,  llegó  á 
tanto  ,  que  sin  mirar  á  otra  cosa  se  iba 
tras  el  á  suelta  rienda,  fiada  en  que  su  se- 
ñora la  encubría  ,  y  aun  la  advertía  del 
modo  que  con  poco  recelo  pudiese  ponerle 
en  execucion.  Enfin  una  noche  sintió  An- 
selmo pasos  en  el  aposento  de  Leonela  ,  y 
queriendo  entrar  á  ver  quien  los  daba,  sin- 
tió que  le  detenían  la  puerta  :  cosa  que  le 
puso  mas  voluntad  de  abrirla, y  tanta  fuer- 
za hizo  ,  que  la  abrió ,  y  entró  dentro  á 
tiempo  que  vio  que  un  hombre  saltaba  por 
la  ventana  á  la  calle  :  y  acudiendo  con 
presteza  á  alcanzarle  ó  conocerle,  no  pudo 
conseguir  lo  uno  ni  lo  otro  ,  porque  Leo- 
nela se  abrazó  con  el  ,  diciendole  :  sosié- 
gate ,  señor  mío,  y  no  te  alborotes  ,  ni  si- 
gas al  que  de  aqui  saltó,  que  es  cosa  mia, 


PARTE   I.  CAP.   XXKT.  239 

y  tanto  que  es  mi  esposo.  No  lo  quiso 
creer  Anselmo  ,  antes  ciego  de  enojo  sacó 
la  daga  ,  y  quiso  herir  á  Leonela,  dicien- 
dole  que  le  dixese  la  verdad  ,  si  no  ,  que 
la  matarla.  Ella  con  el  miedo  ,  sin  saber 
lo  que  se  decia  ,  le  dixo  :  no  me  mates, 
señor  ,  que  yo  te  diré  cosas  de  mas  im- 
portancia de  las  que  puedes  imaginar.  Di- 
las  luego,  dixo  Anselmo,  si  no  muerta  eres. 
Por  ahora  sera  imposible  ,  dixo  Leunela, 
según  estoy  de  turbada,  dexame  hasta  ma- 
ñana ,  que  entonces  sabrás  de  mí  lo  que 
te  ha  de  admirar  :  está  seguro  que  el  que 
saltó  por  esta  ventana  es  un  mancebo  des^ 
ta  ciudad  ,  que  me  ha  dado  la  mano  de 
ser  mi  esposo.  Sosegóse  con  esto  Anselmo, 
y  quiso  aguardar  el  termino  que  se  le  pe- 
dia ,  porque  no  pensaba  oir  cosa  que  con- 
tra Camila  fuese  ,  por  estar  de  su  bondad 
tan  satisfecho  y  seguro  ;  y  asi  se  salió  del 
aposento  ,  y  dexó  encerrada  en  el  á  Leo- 
nela, diciendole  que  de  alli  no  saldría  has- 
ta que  le  dixese  lo  que  tenia  que  decirle. 
Fue  luego  á  ver  á  Camila  ,  y  á  decirle, 
como  le  dixo,  todo  aquello  que  con  su  don- 
cella le  había  pasado  ,  y  la  palabra  que  le 


240  DON    QUTXOTE. 

habla  dado  de  decirle  grandes  cosas  y  de 
importancia.  Si  se  turbó  Camila,  d  no,  no 
hay  para  que  decirlo  ,  porque  fue  tanto 
el  temor  que  cobró  ,  creyendo  verdadera- 
mente (y  era  de  creer)  que  Leonela  habia 
de  decir  á  Anselmo  todo  lo  que  sabia  de 
su  poca  fe  ,  que  no  tubo  animo  para  es- 
perar si  su  sospecha  salia  falsa  ,  ó  no  ;  y 
aquella  misma  noche ,  quando  le  pareció 
que  Anselmo  dormia  ,  juntó  las  mejores 
joyas  que  tenia  y  algunos  dineros  ,  y  sin 
ser  de  nadie  sentida  ,  salió  de  casa  ,  y  se 
fue  á  la  de  Lotario  ,  á  quien  contó  loque 
pasaba  ,  y  le  pidió  que  la  pusiese  en  co- 
bro ,  ó  que  se  ausentasen  los  dos  donde  de 
Anselmo  pudiesen  estar  seguros.  La  con- 
fusión en  que  Camila  puso  á  Lotario  fue 
tal  ,  que  no  le  sabia  responder  palabra,  ni 
menos  sabia  resolverse  en  lo  que  baria. 
Enfin  acordó  de  llevar  á  Camila  á  un  mo- 
nasterio ,  en  quien  era  priora  una  su  her- 
mana. Consintió  Camila  en  ello ,  y  con  la 
presteza  que  el  caso  pedia  la  Uevó  Lota- 
rio y  la  dexó  en  el  monasterio  ,  y  él  ansi- 
mismo  se  ausentó  luego  de  la  ciudad  ,  sin 
dar  parte  á  uadie  de  su  ausencia.  Quando 


PARTE    r.    CAP.    XXXV.  24I 

amaneció  ,  sin  echar  de  ver  Anselmo  que 
Camila  faltaba  de  su  lado  ,  con  el  deseo 
que  tenia  de  saber  lo  que  Leonela  queria 
decirle,  se  levantó,  y  fue  adonde  la  habia 
dexado  encerrada  :  abrió  y  entró  en  el  apo- 
sento ;  pero  no  halló  en  él  á  Leonela  ,  so- 
lo halló  puestas  unas  sabanas  añudadas  á 
la  ventana  ,  indicio  y  señal  que  por  alli  se 
habia  descolgado  e  ido  :  volvió  luego  muy 
triste  á  decirselo  á  Camila  ,  y  no  hallán- 
dola en  la  cama  ,  ni  en  toda  la  casa,  que- 
dó asombrado  :  preguntó  á  los  criados  de 
casa  por  ella  ,  pero  nadie  le  supo  dar  ra- 
zón de  lo  que  pedia  :  acertó  acaso,  andan- 
do á  buscar  á  Camila  ,  que  vio  (40)  sus 
cofres  abiertos  y  que  dellos  faltaban  las 
mas  de  sus  joyas,  y  con  esto  acabó  de  caer 
en  la  cuenta  de  su  desgracia  ,  y  en  que  no 
era  Leonela  la  causa  de  su  desventura  :  y 
ansi  como  estaba  ,  sin  acabarse  de  vestir, 
triste  y  pensativo  ,  fue  á  dar  cuenta  de  su 
desdicha  á  su  amigo  Lotario ;  mas  quando 
no  le  halló  ,  y  sus  criados  le  dixeron  que 
aquella  noche  habia  faltado  de  casa  ,  y 
habia  llevado  consigo  todos  los  dineros  que 
tenia  ,  pensó  perder  el  juicio  ;  y  para  acá- 


242  I>ON    QUTXOTE. 

bar  de  concluir  con  todo  volviéndose  á  su 
casa  ,  no  halló  en  ella  ninguno  dequantos 
criados  ni  criadas  tenia,  sino  la  casa  de- 
siprta  y  sola  :  no  sabia  qué  pensar  ,  qué 
decir  ,  ni  qué  hacer  ,  y  poco  á  poco  se  iba 
volviendo  el  juicio  :  contemplábase  y  mi- 
rábase en  un  instante  sin  muger,  sin  ami- 
go y  sin  criados ,  desamparado  á  su  pare- 
cer del  cielo  que  le  cubría  ,  y  sobretodo 
sin  honra  ,  porque  en  la  falta  de  Camila 
vio  su  perdición  :  resolvióse  enfin  á  cabo 
de  una  gran  pieza  de  irse  á  la  aldea  de  su 
amigo  ,  donde  habla  estado  quando  dio 
lugar  á  que  se  maquinase  toda  aquella  des- 
ventura :  cerró  las  puertas  de  su  casa  ,  su- 
bió á  caballo  ,  y  con  desmayado  aliento  se 
puso  en  camino  :  y  apenas  hubo  andado  la 
mitad  ,  quando  acosado  de  sus  pensamijn- 
tos  le  fue  forzoso  apearse  y  arrendar  su  ca- 
ballo á  un  árbol  ,  á  cuyo  tronco  se  dexó 
caer  dando  tiernos  y  dolorosos  suspiros ,  y 
alli  se  estubo  hasta  casi  que  anochecía  ;  y 
á  aquella  hora  vio  que  venia  un  hombre  á 
caballo  de  la  ciudad  ,  y  después  de  haberle 
saludado, le  preguntó  qué  nuevas  habia  en 
Florencia.  El  ciudadano  respondió:  las  mas 


PARTE    T.    CAP.    XXXV.  243 

estrañas  que  muchos  dias  ha  se  han  oido  en 
ella  ,  porque  se  dice  publicamente  que  Lo- 
tario  ,  aquel  grande  amigo  de  Anselmo  el 
rico ,  que  vivia  á  S.  Juan  ,  se  llevó  esta  no- 
che á  Camila  muger  de  Anselmo  ,  el  qual 
tampoco  parece  :  todo  esto  ha  dicho  una 
criada  de  Camila  ,  que  anoche  la  halló  e! 
gobernador  descolgándose  con  una  sabana 
por  las  ventanas  de  la  casa  de  Anselmo: 
enefeto  no  sé  puntualmente  cómo  pasó  el 
negocio,  solo  sé  que  toda  la  ciudad  está  ad- 
mirada deste  suceso  ,  porque  no  se  podia 
esperar  tal  hecho  de  la  mucha  y  familiar 
amistad  de  los  dos,  que  dicen  que  era  tan- 
ta ,  que  los  Uamban  :  los  dos  amigos.  Sábe- 
se por  ventura  ,  dixo  Anselmo  ,  el  camino 
que  llevan  Lotario  y  Camila  ?  Ni  por  pien- 
so ,  dixo  el  ciudadano,  puesto  que  el  gober- 
nador ha  usado  de  mucha  diligeada  en 
buscarlos.  A  Dios  vais  ,  señor  ,  dixo  Ansel- 
mo. Con  el  quedéis  ,  respondió  el  ciudada- 
no ,  y  fuese. 

Con  tan  desdichadas  nuevas  casi  casi 
llegó  á  términos  Anselmo  no  solo  de  per- 
der el  juicio ,  sino  de  acabar  la  vida.  Le- 
vantóse como  pudo ,  y  llegó  á  casa  de  su 


244  DON    QUIXOTE. 

amigo,  que  aun  no  sabia  su  desgracia;  mas 
como  le  vio  llegar  amarillo  ,  consumido  y 
seco,  entendió  que  de  algún  grave  mal  ve- 
nia fatigado.  Pidió  luego  Anselmo  que  le 
acostasen,  y  que  le  diesen  aderezo  de  escri- 
bir: hizose  asi ,  y  dexaronle  acostado  y  so- 
lo ,  porque  él  asi  lo  quiso  ,  y  aun  que  le 
cerrasen  las  puertas.  Viéndose  puts  solo, 
comenzó  á  cargar  tanto  la  imaginación  de 
su  desventura,  que  claramente  conoció,  por 
las  premisas  mortales  que  en  si  sentia, 
que  se  le  iba  acabando  la  vida  ,  y  asi  or- 
denó de  dexar  noticia  de  la  causa  de  su 
estraña  muerte  :  y  comenzando  á  escribir, 
antes  que  acabase  de  poner  todo  lo  que 
queria  ,  le  faltó  el  aliento  ,  y  dexó  la  vi- 
da en  las  manos  del  delor  ,  que  le  causó 
su  curiosidad  impertinente.  Viendo  el  se- 
ñor de  casa  que  era  ya  tarde  y  que  Ansel- 
mo no  llamaba  ,  acordó  de  entrar  á  saber 
si  pasaba  adelante  su  indisposición ,  y  ha- 
llóle tendido  boca  abaxo  ,  la  mitad  del 
cuerpo  en  la  cama  y  la  otra  mitad  sobre 
el  bufete  ,  sobre  el  qual  estaba  con  el  pa- 
pel escrito  y  abierto  ,  y  él  tenia  aun  la 
pluma  ea  la  mano.  Llegóse  el  huésped  á 


PARTE    I.    CAP.   XXXV.  245 

él ,  habiéndole  llamado  primero  ,  y  tra- 
bándole por  la  mano  ,  viendo  que  no  le 
respondía  y  hallándole  frío  ,  vio  que  esta- 
ba muerto  :  admiróse  y  congojóse  en  gran 
manera,  y  llamó  á  la  gente  de  casa  para- 
que  viesen  la  desgracia  á  Anselmo  sucedi- 
da ;  y  finalmente  leyó  el  papel, que  cono- 
ció que  de  su  mesma  mano  estaba  escrito, 
el  qual  contenia  estas  razones  :  „Un  necio 
„é  impertinente  deseo  me  quitó  la  vida: 
„  si  las  nuevas  de  mi  muerte  llegaren  á  los 
„  oidos  de  Camila  ,  sepa  que  yo  la  perdo- 
,,  no,  porque  no  estaba  ella  obligada  á  ha- 
„  cer  milagros ,  ni  yo  tenia  necesidad  de 
„  querer  que  ella  los  hiciese  :  y  pues  yo 
„  fui  el  fabricador  de  mi  deshonra,  no  hay 
„  para  que...."  Hasta  aqui  escribió  An- 
selmo ,  por  donde  se  echó  de  ver  que  en 
aquel  punto  ,  sin  poder  acabar  la  razoa, 
se  le  acabó  la  vida.  Otro  dia  dio  aviso  su 
amigo  á  los  parientes  de  Anselmo  de  su 
muerte  ,  los  quales  ya  sabían  su  desgracia 
y  el  monasterio,  donde  Camila  estaba  casi 
en  el  termino  de  acompañar  á  su  esposo  en 
aquel  forzoso  viage  ,  no  por  las  nuevas  del 
muerto  esposo  ,  mas  por  las  que  supo  del 


246  DON    QUIXOTE. 

ausente  amigo.  Dicese  que  ,  aunque  se  vio 
viuda  ,  no  quiso  salir  del  monasterio  ,  ni 
menos  hacer  profesión  de  monja  ,  hasta 
que  (no  de  alli  á  muchos  dias)  le  vinieron 
nuevas  que  Lotario  habia  muerto  en  una 
batalla  ,  que  en  aquel  tiempo  dio  monsiur 
de  Lautrec  al  Gran  Capitán  Gonzalo  Fer- 
nandez de  Córdoba  en  el  reyno  de  Ñapóles, 
donde  habia  ido  á  parar  el  tarde  arrepen- 
tido amigo  :  lo  qual  sabido  por  Camila, 
hizo  profesión  ,  y  acabó  en  breves  dias  la 
vida  á  las  rigurosas  manos  de  tristezas  y 
melancolias.  Este  fue  el  íin  que  tubieron 
todos  ,  nacido  de  un  tan  desatinado  prin- 
cipio. , 

Bien  ,  dixo  el  Cara,  me  parece  esta  no- 
vela ;  pero  no  me  puedo  persuadir  que  es- 
to sea  verdad  ,  y  si  es  fingido  ,  fingió  mal 
el  autor,  porque  no  se  puede  imaginar  que 
haya  marido  tan  necio  ,  que  quiera  hacer 
tan  costosa  esperiencia  como  Anselmo  :  si 
este  caso  se  pusiera  entre  un  galán  y  una 
dama  ,  pudierase  llevar  ,  pero  entre  ma- 
rido y  muger  ,  algo  tiene  de  imposible  :  y 
en  lo  que  toca  al  modo  de  contarle  üo  me 
descoiiteata. 


PARTE    I.    CAP.    XXXVI.  247 

CAPITULO    XXXVÍ. 

QUE  TRATA  DE  OTROS  RAROS   SUCESOS    QUE 
EN   LA  VENTA   SUCEDIERON. 

üstando  en  esto  ,  el  ventero  que  estaba 
á  la  puerta  de  la  venta  dixo  :  esta  que 
viene  es  una  hermosa  tropa  de  huespedes: 
si  ellos  paran  aquí  ,  gaudeamus  tenemos. 
Que  gente  es?  dixo  Cardenio.  Quatro  hom- 
bres ,  respondió  el  ventero  ,  vienen  á  ca- 
ballo á  la  gineta  con  lanzas  y  adargas  ,  y 
todos  con  antifaces  negros  ,  y  junto  con 
ellos  viene  una  muger  vestida  de  blanco 
en  un  sillón  ,  ansimismo  cubierto  el  ros- 
tro ,  y  otros  dos  mozos  de  á  pie.  Vienen 
muy  cerca?  preguntó  el  Cura.  Tan  cer- 
ca ,  respondió  el  ventero  ,  que  ya  llegan. 
Oyendo  esto  Dorotea  se  cubrió  el  rostro, 
y  Cárdenlo  se  entro  en  el  aposento  de  Don 
Quixote  ;  y  casi  no  habían  tenido  lugar 
para  esto  quando  entraron  en  la  venta*' 
todos  los  que  el  ventero  habla  dicho  ^  y 
apeándose  los  quatro  de  á  caballo,  que  de 


24S  BON    QUIXOTE. 

muy  gentil  talle  y  disposición  eran  ,  fue- 
ron á  apear  la  muger  que  en  el  sillón  ve- 
nia ;  y  tomándola  uno  dallos  en  sus  bra- 
zos, la  sentó  en  una  silla,  que  estaba  á  la 
entrada  del   aposento  donde  Cárdenlo  se 
habla  escondido.  En  todo  este  tiempo  ni 
ella  ni  ellos  se  habían  quitado  los  antifa- 
ces ,  ni  hablado  palabra  alguna  ^  solo  que 
al  sentarse  la  muger  en   la  silla  dio  un 
profundo  suspiro  ,  y  dexó  caer  los  brazos 
como  persona  enferma  y  desmayada.  Los 
mozos  de  á  pie  llevaron  los  caballos  á  la 
caballeriza.  Viendo  esto  el  Cura  ,  deseoso 
de  saber  qué  gente  era  aquella  ,  que  con 
tal  trage  y  tal  silencio  estaba  ,  se  fue  don- 
de estaban  los  mozos  ,  y  á  uno  dellos  le 
preguntó  lo  que  ya  deseaba  ;  el  qual  le 
respondió:  pardiez,  señor,  yo  no  sabré  de- 
ciros qué  gente  sea  esta,  solo  sé  que  mues- 
tra ser  muy  principal,  especialmente  aquel 
que  llega  á  tomar  en  sus  brazos  á  aque- 
lla señora  que  habéis  visto  ;  y  esto  digo- 
'lo  ,  porque  todos  los  demás  le  tienen  res- 
peto ,  y  no  se  hace  otra  cosa  mas  de  la 
que  el  ordena  y  manda.  Y  la  señora  quiéa 


TARTE    r.    CAP.    XXXVI.  249 

es  ?  preguntó  el  Cura.  Tampoco  sabré  de- 
cir eso,  respondió  el  mozo  ,  porque  en  to- 
do el  camino  no  la  he  visto  el  rostro;  sus- 
pirar sí  la  he  oido  muchas  veces  ,  y  dar 
unos  gemidos  ,  que  parece  que  con  cada 
uno  delios  quiere  dar  el  alma  :  y  no  es  de 
marabiliar  que  no  sepamos  mas  de  lo  que 
habernos  dicho  ,  porque  mi  compañero  y 
yo  no  ha  mas  de  dos  dias  que  los  acom- 
pañamos ,  porque  habiéndolos  encontrado 
en  el  camino,  nos  rogaron  y  persuadieron 
que  viniésemos  con  ellos  hasta  el  Andalu- 
cía ,  ofrec¡3ndo3e  á  pagárnoslo  muy  bien. 
Y  habéis  oido  nombrar  á  alguno  delios? 
preguntó  el  Cura.  No  por  cierto  ,  respon- 
dió el  mozo  ,  porque  todos  caminan  con 
tanto  silencio  ,  que  es  marabilla  ,  porque 
no  se  oye  entre  ellos  otra  cosa  que  los 
suspiros  y  sollozos  de  la  pobre  señora,  que 
nos  mueve  á  lastima  ,  y  sin  duda  tenemos 
creido  que  ella  va  forzada  dondequiera 
que  va  ,  y  según  se  puede  colegir  por  su 
habito  ella  es  monja  ,  ó  va  á  serlo  ,  que 
es  lo  mas  cierto  ;  y  quiza ,  porque  no  le 
debe  de  nacer  de  voluntad  el  mongio ,  va 
Q2 


450  DON    QUIXOTE. 

triste  como  parece.  Todo  podría  ser,  dixo 
el  Cura  ,  y  dexandolos  ,  se  volvió  adonde 
estaba  Dorotea  :  la  qual  ,  como  habia  oido 
suspirar  á  la  embozada  ,  movida  de  natu- 
ral compasión  se  llegó  á  ella  ,  y  le  dixo: 
que  mal  sentís,  señora  mia?  mirad  si  es 
alguno  de  quien  las  mugeres  suelen  tener 
uso  y  esperiencia  de  curarle  ,  que  de  mi 
parte  os  ofrezco  una  buena  voluntad  de 
serviros.  A  todo  esto  callaba  la  lastimada 
señora,  y  aunque  Dorotea  tornó  con  ma- 
yores ofrecimientos  ,  todavía  se  estaba  en 
su  silencio  ,  hasta  que  llegó  el  caballero 
embozado  (que  dixo  el  mozo  que  los  de- 
mas  obedecian)  y  dixo  á  Dorotea:  no  os 
canséis,  señora  ,  en  ofrecer  nada  á  esa  mu- 
ger  ,  porque  tiene  por  costumbre  de  no 
agradecer  cosa  que  por  ella  se  hace  ,  ni 
procuréis  que  os  responda  ,  si  no  queréis 
oir  alguna  m.entira  de  su  boca.  Jamas  la 
dixe  ,  dixo  á  esta  sazón  la  que  hasta  alÜ 
habia  estado  callando  ,  antes  por  ser  tan 
verdadera  y  tan  sin  trazas  mentirosas  me 
veo  ahora  en  tanta  desventura  ,  y  desto 
vos  mismo  quiero  que  seáis  el  testigo,  pues 


PARTE   I.    CAP.   XXXVI.  Z¡I 

mi  pura  verdad  os  hace  á  vos  ser  falso  y 
mentiroso.  Ovo  estas  razones  Cardenio  bien 
clara  y  distintamente  ,  como  quien  estaba 
tan  junto  de  quien  las  decia  ,  que  sola  la 
puerta  del  aposento  de  Don  Quixote  esta- 
ba en  medio  ,  y  asi  como  las  oyó  ,  dando 
una  gran  voz,dixo:  válgame  Dios!  que  es 
esto  que  oigo?  que  voz  es  esta  que  ha  lle- 
gado á  mis  oidos?  Volvió  la  cabeza  á  es- 
tos gritos  aquella  señora  toda  sobresalta- 
da,  y  no  viendo  quien  los  daba  se  levan- 
tó en  pie  ,  y  fuese  á  entrar  en  el  aposen- 
to :  lo  qual  visto  por  el  caballero  ,  la  de- 
tubo sin  dexarla  mover  un  paso.  A  ella  con 
la  turbación  y  desasosiego  se  le  cayo  el 
tafetán  con  que  traia  cubierto  el  rostro  ,  y 
descubrió  una  hermosura  incomparable,' y 
un  rostro  milagroso  ,  aunque  descolorido 
y  asombrado  ,  porque  con  los  ojos  andaba 
rodeando  todos  los  lugares  donde  alcanza- 
ba con  la  vista,  con  tanto  ahinco,  que  pa- 
recía persona  fuera  de  juicio,  cuyas  seña- 
les ,  sin  saber  porque  las  hacia  ,  pusieron 
gran  lastima  en  Dorotea  y  en  quantos  la 
miraban.  Teníala  el  caballero  fuertemente 
asida  por  las  espaldas  ,  y  por  estar  tan 


252  DON     QUIXOTE. 

ocupado  en  tenerla  no  pudo  acudir  4  al- 
zarse el  embozo  que  se  le  caia  ,  como  en- 
efecto  se  le  cayo  del  todo  :  y  alzando  los 
ojos  Dorotea  ,  que  abrazada  con  la  señora 
estaba  ,  vio  que  el  que  abrazada  aosimis- 
mo  la  tenia  era  su  esposo  Don  Fernando, 
y  apenas  le  hubo  conocido  ,  quando  arro- 
jando de  lo  intimo  de  sus  entrañas  un  luen- 
go y  tristísimo  ay,  se  dexd  caer  de  espal- 
das desmayada  ^  y  á  no  hallarse  alli  jun- 
to el  Barbero  ,  que  la  recogió  en  los  bra- 
zos, ella  diera  consigo  en  el  suelo.  Acudió 
luego  el  Cura  á  quitarle  el  embozo  para 
echarle  agua  en  el  rostro  ,  y  asi  como  la 
descubrió  ,  la  conoció  Don  Fernando ,  que 
era  el  que  estaba  abrazado  con  la  otra  ,  y 
quedó  como  muerto  en  verla,  pero  no  por- 
que dexase  con  todo  esto  de  tener  á  Lus- 
cinda  ,  que  era  la  que  procuraba  soltarse 
de  sus  brazos  ,  ia  quai  habia  conocido  en 
el  suspiro  á  Cárdenlo ,  y  el  la  habia  co- 
nocido á  ella.  Oyó  asimismo  Cárdenlo  el 
ay  que  dio  Dorotea  quando  se  cayo  des- 
mayada ,  y  creyendo  que  era  su  Luscinda, 
salió  del  aposento  despavorido  ,  y  lo  pri- 
mero que  vio  fue  á  Don  Fernando,  que  te- 


PARTE   I.    CA?.    XXXVr.  2^^ 

nia  abrazada  á  Luscinda.  También  Don 
Fernando  conoció  luego  á  Cardenio,  y  to- 
dos tres  ,  Luscinda  ,  Cardenio  y  Dorotea 
quedaron  mudos  y  suspensos  ,.casi  sin  sa- 
ber lo  que  les  babia  acontecido.  Callaban 
todos,  y  mirábanse  todos,  Dorotea  á  Don 
Fernando,  Don  Fernando  á  Cardenio,  Car- 
denio á  Luscinda,  y  Luscinda  á  Cardenio; 
mas  quien  primero  rompió  el  silencio  fue 
Luscinda,  hablando  á  Don  Fernando  des- 
ta  manera  :  dexadme  ,  señor  Don  Fernan- 
do ,  por  lo  que  debéis  á  ser  quien  sois,  ya 
que  por  otro  respeto  no  lo  hagáis,  dexad- 
me llegar  al  muro  de  quien  yo  soy  ye- 
dra ,  al  arrimo  de  quien  no  me  han  podi- 
do apartar  vuestras  importunaciones,  vues- 
tras amenazas,  vuestras  promesas,  ni  vues- 
tras dadivas:  notad  como  el  cielo  por  des- 
usados y  á  nosotros  encubiertos  caminos 
me  ha  puesto  á  mi  verdadero  esposo  de- 
lante ;  y  bien  sabéis  por  mil  costosas  es- 
periencias  que  soia  la  muerte  fuera  bas- 
tante para  borrarle  de  mi  memoria  :  sean 
pues  parte  tan  claros  desengaños  paraque 
volváis  (ya  que  no  podáis  hacer  otra  co- 
sa) el  amor  en  rabia,  la  voluntad  en  des- 


2^4  *0N^    QUIXOTE. 

pecho  ,  y  acabadme  con  el  la  vida  ,  que 
como  yo  la  rinda  delante  de  mi  buen  es- 
poso ,  la  daré  por  bien  empleada  :  quiza 
con  mi  muerte  quedará  satisfeclio  de  la 
fe  que  le  mantube  hasta  el  ultimo  trance 
de  la  vida.  Habia  en  este  entretanto  vuel- 
to Dorotea  en  sí,  y  habla  estado  escuchan- 
do todas  las  razones  que  Luscinda  dixo, 
por  las  quales  vino  en  conocimiento  de 
quien  ella  era  ,  que  viendo  que  Don  Fer- 
nando aun  no  la  dexaba  de  sus  brazos,  ni 
respondia  á  sus  razones  ,  esforzandose  lo 
mas  que  pudo,  se  levantó ,  y  se  fue  á  hin- 
car de  rodillas  á  sus  pies ,  y  derramando 
mucha  cantidad  de  hermosas  y  lastimeras 
lagrimas,  asi  le  comenzó  á  decir  :  si  ya 
no  es  ,  señor  mió  ,  que  los  rayos  deste  sol, 
que  en  tus  brazos  eclipsado  tienes,  te  qui- 
tan y  ofuscan  los  de  tus  ojos ,  ya  habrás 
echado  de  ver  que  la  que  á  tus  pies  está 
arrodillada  es  la  sin  ventura  ,  hasta  que 
tú  quieras  ,  y  la  desdichada  Dorotea  :  yo 
soy  aquella  labradora  humilde  ,  á  quien 
tú  por  tu  bondad  ,  ó  por  tu  gusto  ,  quisis- 
te levantar  á  la  alteza  de  poder  llamarse 
tuya  :  soy  la  que  encerrada  en  los  limites 


yARTB    I.   CAP.   XXXVr.  2^^ 

de  la  honestidad  vivió  vida  contenta,  has- 
ta que  á  las  voces  de  tus  importunidades, 
y  al  parecer  justos  y  amorosos  sentimien- 
tos ,  abrió  las  puertas  de  su  recato  y  te 
entregó  las  llaves  de  su  libertad  :  dadiva 
de  ti  tan  mal  agradecida  ,  qual  lo  mues- 
tra bien  claro  haber  sido  forzoso  hallarme 
en  el  lugar  donde  me  hallas,  y  verte  yo 
á  ti  de  la  manera  que  te  veo  j  pero  con 
todo  esto  no  querria  que  cayese  en  tu  ima- 
ginación pensar  que  he  venido  aqui  con 
pasos  de  mi  deshonra  ,  habiéndome  traído 
solo  los  del  dolor  y  sentimiento  de  verme 
de  ti  olvidada  :  tú  quisiste  que  yo  fuese 
tuya  ,  y  quisistelo  de  manera ,  que  ,  aun- 
que ahora  quieras  que  no  lo  sea  ,  no  sera 
posible  que  tú  dexes  de  ser  mió  :  mira, 
señor  mió  ,  que  puede  ser  recompensa  á 
la  hermosura  y  nobleza,  por  quien  me  de- 
xas,  la  incomparable  voluntad  que  te  ten- 
go :  tú  no  puedes  ser  de  la  hermosa  Lus- 
cinda  ,  porque  eres  mió  ,  ni  ella  puede  ser 
tuya  ,  porque  es  de  Cárdenlo  ;  y  mas  fá- 
cil sera  ,  si  en  ello  miras  ,  reducir  tu  vo- 
luntad á  querer  á  quien  te  adora,  que  no 
encaminar  la  que  te  aborrece  á  que  blea 


2^6  DON     QUIXOTE. 

te  quiera  :  tú  solicitaste  mi  descuido  ,  té 
rogaste  á  mi  entereza ,  tú  no  ignoraste  mi 
calidad  ,  tú  sabes  bien  de  la  manera  que 
me  entregue  á  toda  tu  voluntad  ,  no  te 
queda  lugar  ni  acogida  de  llamarte  á  en- 
gaño :  y  si  esto  es  asi ,  como  lo  es ,  y  tú 
eres  tan  cristiano  ,  como  caballero  ,  ¿por- 
que por  tantas  rodeos  dilatas  de  hacerme 
venturosa  en  los  fines,  como  me  hiciste  en 
ios  principios?  y  si  no  me  quieres  por  lo 
que  soy,  que  soy  tu  verdadera  y  legitima 
esposa  ,  quiéreme  alómenos  y  admíteme 
por  tu  esclava  ,  que  como  yo  este  en  tu 
poder, rae  tendré  por  dichosa  y  bien  afor- 
tunada :  no  permitas  con  dexarme  y  des- 
ampararme que  se  bagan  y  junten  corri- 
llos en  mi  deshonra  :  no  des  tan  mala  ve- 
jez á  mis  padres  ,  pues  no  lo  merecen  los 
leales  servicios  ,  que  como  buenos  vasallos 
á  los  tuyos  siempre  han  hecho  ;  y  si  te 
parece  que  has  de  aniquilar  tu  sangre  por 
mezclarla  con  la  mia  ,  considera  que  po- 
cas ó  ninguna  nobleza  hay  en  el  mundo 
que  no  haya  corrido  por  este  camino  ,  y 
que  la  que  se  toma  de  las  mugeres ,  no  es 
la  que  hace  al  caso  en  las  ilustres  deseen- 


PARTE    I.    CAP.    XXXVI.  257 

dencias:  quanto  mas  que  la  verdadera  no- 
bleza consiste  en  la  virtud  ,  y  si  esta  á  ti 
te  falta  ,  negándome  lo  que  tan  justamen- 
te me  debes  ,  3^0  quedaré  con  mas  venta- 
jas de  noble  ,  que  las  que  tú  tienes  :  enfin, 
señor  ,  lo  que  últimamente  te  digo  es  que, 
quieras  ó  no  quieras  ,  yo  soy  tu  esposa, 
testigos  son  tus  palabras,  que  no  han,  ni 
deben  ser  mentirosas  ,  sí  ya  es  que  te  pre- 
cias de  aquello  por  que  me  desprecias  (41): 
testigo  sera  la  firma  que  hiciste  ,  y  testi- 
go el  cielo  á  quien  tú  llamaste  por  testi- 
go de  lo  que  me  prometías  :  y  quando  to- 
do esto  falte  ,  tu  misma  conciencia  no  ha 
de  faltar  de  dar  voces  callando  en  mitad 
de  tus  alegrías  ,  volviendo  por  esta  ver- 
dad que  te  he  dicho  ,  y  turbando  tus  me- 
jores gustos  y  contentos.  Estas  y  otras  ra- 
zones dixo  la  lastimada  Dorotea  con  tan- 
to sentimiento  y  lagrimas  ,  que  los  mis- 
mos que  acompañaban  á  Don  Fernando, 
y  quantos  presentes  estaban  ,  la  acompa- 
ñaron en  ellas.  Escuchóla  Don  Fernando 
sin  replicalle  palabra  ,  hasta  que  ella  dio 
fin  á  las  suyas  y  principio  á  tantos  sollo- 
zos y  suspiros, que  bien  había  de  ser  co- 


2j;8  DON    QUIXOTE. 

razón  de  bronce  el  que  con  muestras  de 
tanto  dolor  no  se  enterneciera.  Mirándola 
estaba  Luscinda,  no  menos  lastimada  de  su 
sentimiento  ,  que  admirada  de  su  mucha 
discreción  y  hermosura  ;  y  aunque  quisie- 
ra llegarse  á  ella  y  decirle  algunas  pala- 
bras de  consuelo  ,  no  la  dexaban  los  bra- 
zos de  Don  Fernando  que  apretada  la  te- 
nían. El  qual,  lleno  de  confusión  y  espan- 
to ,  al  cabo  de  un  buen  espacio  que  aten- 
tamente estubo  mirando  á  Dorotea  ,  abrió 
los  brazos  ,  y  dexando  libre  á  Luscinda, 
dixo  :  venciste  ,  herm.osa  Dorotea  ,  vencis- 
te ,  porque  no  es  posible  tener  animo  para 
negar  tantas  verdades  juntas.  Con  el  des- 
mayo que  Luscinda  habia  tenido,  asi  como 
la  dexd  Don  Fernando  ,  iba  á  caer  en  el 
suelo  ;  mas  hallándose  Cardenio  allí  junto, 
que  á  las  espaldas  de  Don  Fernando  se  ha- 
bia puesto  porque  no  le  conociese  ,  pos- 
puesto todo  temor  ,  y  aventurado  á  todo 
riesgo,  acudió  á  sostener  á  Luscinda,  y  co- 
giéndola entre  sus  brazos  ,  le  dixo  :  si  el 
piadoso  cielo  gusta  y  quiere  que  ya  ten- 
gas algún  descanso  ,  leal  ,  firme  ,  y  her- 
mosa señora  mia  ,  en  ninguna  parte  creo 


PARTE    I.    CAP.   XXXVI.  2^9 

yo  que  le  tendrás  mas  seguro  ,  que  en  es- 
tos brazos  que  ahora  te  reciben  ,  y  otro 
tiempo  te  recibieron  quando  la  fortuna  qui- 
so que  pudiese  llamarte  mia.  A  estas  ra- 
zones puso  Luscinda  en  Cárdenlo  los  ojos, 
y  habiendo  comenzado  á  conocerle  prime- 
ro por  la  voz  ,  y  asegurándose  que  el  era 
con  la  vista  ,  casi  fuera  de  sentido  y  sin  te- 
ner cuenta  á  ningún  honesto  respeto  le  echó 
los  brazos  al  cuello  ,  y  juntando  su  rostro 
con  el  de  Cardenio  ,  le  dixo  :  vos  sí  ,  señor 
mió ,  sois  el  verdadero  dueño  desta  vues- 
tra cautiva  ,  aunque  mas  lo  impida  la  con* 
traria  suerte  ,  y  aunque  mas  amenazas  le 
hagan  á  esta  vida  que  en  la  vuestra  se  sus- 
tenta. Estraño  espectáculo  fue  este  para  Don 
Fernando  y  para  todos  los  circunstantes, 
admirándose  de  tan  no  visto  suceso.  Pare- 
cióle á  Dorotea  que  Don  Fernando  había 
perdido  la  color  del  rostro  ,  y  que  hacia 
ademan  de  querer  vengarse  de  Cardenio, 
porque  le  vio  encaminar  la  mano  á  pone- 
11a  en  la  espada;  y  asi  como  lo  pensó ,  con 
no  vista  presteza  se  abrazó  con  el  por  las 
rodillas  besándoselas  ,  y  teniéndole  apre- 
tado que  uo  le  dexaba  mover  ,  y  sin  cesar 


26o  DON    QUIXOTK. 

un  punto  de  sus  lagrimas,  le  decía  :  qué  es 
lo  que  piensas  hacer,  único  refugio  mió,  ea 
este  tan  impensado  trance?  tú  tienes  á  tus 
pies  á  tu  esposa, y  la  que  quieres  que  lo  sea 
está  en  los  brazos  de  su  marido:  mira  si  te 
estara  bien  ó  te  sera  posible  deshacer  lo  que 
el  cielo  ha  hecho ,  d  si  te  convendrá  querer 
levantar  é  igualar  á  ti  mismo  á  la  que, 
pospuesto  todo  inconveniente  ,  confirmada 
en  su  verdad  y  firmeza  ,  delante  de  tus 
ojos  tiene  los  suyos  ,  bañados  de  licor  amo- 
roso el  rostro  y  pecho  de  su  verdadero  es- 
poso :  por  quien  Dios  es  te  ruego  ,  y  por 
quien  tú  eres  te  suplico  ,  que  este  tan  no- 
torio desengaño  no  solo  do  acreciente  tu 
ira  ,  sino  que  la  mengüe  en  tal  manera, 
que  con  quietud  y  sosiego  perir-itas  que  es- 
tos dos  amantes  le  tengan  sin  impedimen- 
to tuyo  todo  el  tiempo  que  el  cielo  quisie- 
re concedérsele,  y  en  esto  mostrarás  la  ge- 
nerosidad de  tu  ilustre  y  noble  pecho  ,  y 
vera  el  mundo  que  tiene  contigo  mas  fuer- 
za la  razón  ,  que  el  apetito.  Entanto  que 
esto  decia  Dorotea  ,  aunque  Cardenio  te- 
nia abrazada  á  Luscinda  ,  no  quitaba  los 
ojos  de  Don  Fernando  ,  con  determinación 


PARTE    I.    CAP.    XXXVr.  201 

de  que  si  le  viese  hacer  algún  movimiento 
en  su  perjuicio  ,  procurar  defenderse  ,  y 
ofender  como  mejor  pudiese  á  todos  aque- 
llos que  en  su  daño  se  mostrasen  ,  aunque 
le  costase  la  vida.  Pero  á  esta  sazón  acu- 
dieron los  amigos  de  Don  Fernando  ,  y  el 
Cura  y  el  Barbero  ,  que  á  todo  hablan  es- 
tado presentes  ,  sinque  faltase  el  bueno  de 
Sancho  Panza  ,  y  todos  rodeaban  á  Don 
Fernando  ,  suplicándole  tubiese  por  bien 
de  mirar  las  lagrimas  de  Dorotea  ,  y  que 
siendo  verdad  ,  como  sin  duda  ellos  creían 
que  lo  era  ,  lo  que  en  sus  razones  habia  di- 
cho, que  no  permitiese  quedase  defrauda- 
da en  sus  tan  justas  esperanzas:  que  consi- 
derase que  no  acaso  como  parecía,  sino  con 
particular  providencia  del  cielo,  se  hablan 
todos  juntado  en  lugar  donde  menos  nin- 
guno pensaba  :  y  que  advirtiese  ,  dixo  el 
Cura  ,  que  sola  la  muerte  podia  apartar  á 
Luscinda  de  Cardenio  ,  y  aunque  los  divi- 
diesen tílos  de  alguna  espada  ,  ellos  ten- 
drían por  felicísima  su  muerte  ,  y  que  en 
los  lances  inremediables  era  sum.a  cordura, 
forzándose  y  venciéndose  á  sí  mismo,  mos- 
trar un  geoeroso  pecho  ,  permitiendo  que 


262  DON    QUIXOTE. 

por  sola  su  voluntad  los  dos  gozasen  el  bien, 
que  el  cielo  ya  les  habia  concedido  ;  que 
pusiese  los  ojos  ansimismo  en  la  beldad  de 
Dorotea  ,  y  ver  á  la  que  pocas  ó  ninguna 
se  podían  igualar,quanto  mas  hacerle  ven- 
taja :  y  que  juntase  á  su  hermosura  su  hu- 
mildad y  el  estremo  del  amor  que  le  tenia: 
y  sobretodo  advirtiese  que  si  se  preciaba 
de  caballero  y  de  cristiano  ,  que  no  podia 
hacer  otra  cosa  que  cumplille  la  palabra 
dada  ,  y  que  cumpliéndosela  ,  cumplirla 
con  Dios  y  satisfaría  á  las  gentes  discretas, 
las  quaies  saben  y  conocen  que  es  prero- 
gatíva  de  la  hermosura,  aunque  este  en  su- 
geto  humilde  ,  como  se  acompañe  con  la 
honestidad,  poder  levantarse  e  igualarse  á 
qualquiera  alteza  ,  sin  nota  de  menoscabo 
del  que  la  levanta  e  iguala  á  sí  mismo  :  y 
quando  se  cumplen  las  fueries  leyes  del 
gusto  ,  como  en  ello  no  intervenga  pecado, 
no  debe  de  ser  culpado  el  que  las  sigue.  En- 
efeto  á  estas  razones  añadieron  todos  otras 
tales  y  tantas  ,  que  el  valeroso  pecho  de 
Don  Fernando,  enfin  como  alimentado  con 
ilustre  sangre  ,  se  ablandó  y  se  dexó  ven- 
cer de  la  verdad ,  que  el  no  pudiera  ne- 


PARTE    I.    CAP.    XXXVI.  263 

gar  aunque  quisiera  ;  y  la  seBal,  que  dio 
de  haberse  rendido  y  entregado  al  buen 
parecer  que  se  le  habia  propuesto,  fue  aba- 
xarse  y  abrazar  á  Dorotea,  diclendole  :  le- 
vantaos ,  señora  mia  ,  que  no  es  justo  que 
este  arrodillada  á  mis  pies  la  que  yo  ten- 
go en  mi  alma;  y  si  hasta  aqui  no  he  da- 
do muestras  de  lo  que  digo  ,  quiza  ha  si- 
do por  orden  del  cielo  ,  paraque  viendo 
yo  en  vos  la  fe  con  que  me  amáis  ,  os  se- 
pa estimar  en  lo  que  merecéis  :  lo  que  os 
ruego  es  que  no  me  reprehendáis  mi  mal 
termino  y  mi  mucho  descuido  ,  pues  la 
misma  ocasión  y  fuerza  que  me  movió  pa- 
ra acetaros  por  mia  ,  esa  misma  me  im- 
pelió para  procurar  no  ser  vuestro  :  y  que 
esto  sea  verdad  ,  volved  y  mirad  los  ojos 
de  la  ya  contenta  Luscinda ,  y  en  ellos  ha- 
llaréis disculpa  de  todos  mis  yerros  ;  y 
pues  eiia  halló  y  alcanzó  lo  que  deseaba, 
y  yo  he  hallado  en  vos  lo  que  me  cumple, 
viva  ella  segura  y  contenta  luengos  y  feli- 
ces afios  con  su  Cárdenlo  ,  que  yo  de  ro- 
dillas rogare  al  cielo  que  me  los  dexe  vi—, 
vir  con  mi  Torocea.  Y  diciendo  esto  ,  la 
T.  ///.  R 


264  1>0N    QOIXOTE. 

tornd  á  abrazar  ,  y  á  juntar  su  rostro  con 
el  suyo  con  tan  tierno  sentimiento  ,  que  le 
fue  necesario  tener  gran  cuenta  con  que 
las  lagrimas  no  acabasen  de  dar  indubita- 
bles  señales  de  su  amor  y  arrepentimiento. 
No  lo  hicieron  asi  las  de  Luscinda  y  Cárde- 
nlo ,  y  aun  las  de  casi  todos  los  que  alli 
presentes  estaban  ,  porque  comenzaron  á 
derramar  tantas,  los  unos  de  contento  pro- 
pio ,  y  los  otros  del  ageno  ,  que  no  parecía 
5Íno  que  algún  grave  y  mal  caso  á  todos 
habia  sucedido  :  hasta  Sancho  Panza  llora- 
ba ,  aunque  después  dixo  que  no  Uoraba  el 
sino  por  ver  que  Dorotea  no  era  ,  como  el 
pensaba  ,  la  reyna  Micomicona  ,  de  quien 
él  tantas  mercedes  esperaba.  Duró  algún 
espacio  ,  junto  con  el  llanto  ,  la  admiración 
en  todos  :  y  luego  Cardenío  ,  y  Lusciuda  se 
fueron  á  poner  de  rodillas  ante  Don  Fer- 
nando ,  dándole  gracias  de  la  merced  que 
les  habia  hecho ,  con  tan  corteses  razones, 
que  Don  Fernando  no  sabia  qué  responder- 
les ,  y  asi  los  levantó  y  abrazó  con  mues- 
.  tras  de  mucho  amor  y  de  mucha  cortesía. 
Preguntó  luego  á  Dorotea  le  dixese  cómo 


PARTE  I.    CAP.    XXXVI.  26^ 

habla  venido  á  aquel  lugar  tan  lejos  del 
suyo.  Ella  con  breves  y  discretas  razones 
contó  todo  lo  que  antes  habla  contado  á 
Cárdenlo,  de  lo  qual  gustó  tanto  Don  Fer- 
nando y  los  que  con  el  venían  ,  que  qui- 
sieran que  durara  el  cuento  mas  tiempo: 
tanta  era  la  gracia  con  que  Dorotea  con- 
taba sus  desventuras.  Y  asi  como  hubo  aca- 
bado ,  dixo  Don  Fernando  lo  que  en  la 
ciudad  le  había  acontecido  después  que  ha- 
lló el  papel  en  el  seno  de  Lusciuda ,  donde 
declaraba  ser  esposa  de  Cárdenlo  y  no  po- 
derlo ser  suya  :  dixo  que  la  quiso  matar,  y 
lo  hiciera  ,  si  de  sus  padres  no  fuera  im- 
pedido ,  y  que  asi  se  sallo  de  su  casa  des- 
pechado y  corrido  ,  con  determinación  de 
vengarse  con  mas  comodidad  ;  y  que  otro 
dia  supo  como  Luscinda  habla  faltado  de 
casa  de  sus  padres  ,  shique  nadie  supiese 
decir  donde  se  habla  ido;  y  que  en  resolu- 
ción al  cabo  de  algunos  meses  vino  á  sa- 
ber como  estaba  en  un  monasterio  con  vo- 
luntad de  quedarse  eo  el  toda  la  vida  ,  si 
no  la  pudiese  pasar  con  Cardenio ;  y  que 
asi  como  lo  supo,  escogiendo  para  su  com- 


266  DON    QüIXOTE. 

pafiia  aquellos  tres  caballeros,  vino  al  Lu- 
gar donde  estaba  ,  á  la  qual  no  habia  que- 
rido hablar,  temeroso  que  en  sabiendo  que 
él  estaba  alli ,  habia  de  haber  mas  guarda 
en  el  monasterio:  y  asi  aguardando  un  dia 
á  que  la  portería  estubiese  abierta,  dexó  á 
los  dos  á  la  guarda  de  la  puerta  ,  y  él  con 
otro  hablan  entrado  en  el  monasterio  bus- 
cando á  Luscinda  ,  la  qual  hallaron  en  el 
claustro  hablando  con  una  monja;  y  arre- 
batándola ,  sin  darle  lugar  á  otra  cosa  ,  se 
hablan  venido  con  ella  á  un  Lugar,donde  se 
acomodaron  de  aquello  que  hubieron  me- 
nester para  traella:  todo  lo  qual  habian  po- 
dido hacer  bien  á  su  salvo  ,  por  estar  el 
monasterio  en  el  campo  buen  trecho  fuera 
del  pueblo:  dixo  que  asi  como  Luscinda  se 
vio  en  su  poder  perdió  todos  los  sentidos, 
y  que  después  de  vuelta  en  si  no  habia 
iecho  otra  cosa  sino  llorar  y  suspirar  ,  sin 
hablar  palabra  alguna ;  y  que  así  acompa- 
ñados de  silencio  y  de  lagrimas  habian  lle- 
gado á  aquella  venta  ,  que  para  el  era  ha- 
ber llegado  al  cielo  ,  donde  se  rematan  y 
tienen  ün  todas  las  desventuras  de  la  tierra. 


NOTAS 

SOBRE 

EL  INGENIOSO   HIDALGO 

DON  QUIXOTE 

DE    LA    MANCHA. 


267 

NOTAS 

A   ESTE    TERCER   TOMO. 

Los  números  arábigos,  que  van  colocados  e» 
medio  de  las  planas,  corresponden  á  los  que 
•van  esparcidos  por  el  cuerpo  de  la  obra  5  y 
los  que  se  leen  al  principio  de  la  linea  deno- 
tan las  paginas  en  que  están  dichos 
números. 


X^ag.  30.  Tan  sin  pensamiento  mió:  o  tan 
ágenos  de  pensar  en  mí. 


Pag.  36.   La  imposibilidad  de  tenerle. 
Alusión  á  la  sentencia  de  Virgilio: 

Una  salus  victis  nullam  sperare  sahitem, 

que  traducida  por  Gregorio  Hernández  de 
Velasco  dice 'asi; 


268  NOTAS. 

Solo  les  queda  á  los  vencidos  una 
Salud,  que  es  no  esmerar  salud  alguna. 

3 

Pag.  36.  T  en  mi  es  causa.  En  lugar  de 
estas  palabras  se  leian  en  las  primeras  edi- 
ciones y  en  las  demás  estas  otras  :  y  en 
mas  causa  ,  que  no  hacían  sentido:  se  han 
enmendado  en  esta  considerándolas  como 
yerro  de  imprenta  manifiesto. 

4 

Pag.  36.  V.  m'iscurso  Fr eliminar  \  %.  V. 

5 

Pag.  37.  Q,us  la  misma  historia.  Sin  ha- 
ber concluido  nuestro  autor  un  episodio, 
introduce  otro,  y  con  la  salva  y  apología, 
que  hace  aquí  á  favor  de  ellos,  parece  qui- 
so prevenir  la  crítica,  que  le  hicieron  des- 
pués por  hoca  del  bachiller  Sansón  Car- 
rasco sobre  que  en  esta  Primera  Parte  se 
habla  valido  de  novelas  y  cuentos  ágenos 
de  la  historia  ,  y  que  se  debió  de  atener  al 
refrán  de  paja  ó  heno  &c.  (i*.  U.  caí.  I^I') 


NOTAS.  269 

Conefecto  en  el  cap.  XLIV.  confiesa  que  en 
la  Secunda  se  había  ceñido  mas  a  los  prin- 
cipales personages  de  la  historia  ,  que  son 
Don  Quixote  y  Sancho  ,  sin  estenderse  á 
otras  digresiones  y  episodios  estraños  ,  y 
sin  ingerir,  como  el  dice,  novelas  sueltas  y 
fegadizas  :  y  porque  los  censores  de  Cer- 
vantes daban  á  entender  que  el  recurso  á 
cuentos  ágenos  suponía  pobreza  de  inge- 
nio ,  añadió  que  el  era  hombre  que:  tenia 
habilidad  ,  suficiencia  y  entendimiento  para 
tratar  del  universo  todo.  En  esta  sujeción 
á  los  estrechos  limites  de  la  narración  his- 
tórica se  fundan  los  que  prefieren  la  Se- 
gunda Parte  á  la  Primera  ,  contra  los  que 
decían :  nunca  Segundas  Partes  fueron  bue- 
nas. (P.  II.  cap.  IV.) 


I'ag-  39-  Calzones.  Un  genero  de  gre- 
güescos  (dice  Covarrubias  en  su  Tesoro)  ó 
zaragüelles:  muchas  veces  se  toma  por  las 
sobrecalzas  ,  que  por  otro  nombre  se  lla- 
man polaynas. 


270  H  o  T  A  S. 

7 

Pag.  55.  JDe  su  hacienda.  De  sus  sucesos. 

8 

Pag.  68.  Los  epígrafes  de  este  capitulo 
y  del  siguiente  estaban  dislocados  en  las 
primeras  impresiones,  y  no  correspondían 
á  sus  respectivos  contestos,  por  lo  que  en 
las  publicadas  por  la  Real  Academia  Es- 
pañola se  pusieron  con  prudente  acuerdo 
en  su  lugar  debido  ,  cuyo  exemplo  se  ha 
adoptado  en  esta  edición. 


Pag.  80.  Tiene  la  llave.  Toda  esta  aven- 
tura está  conefecto  trazada  según  el  esti- 
lo de  los  libros  de  Caballerías  ,  como  se 
pudiera  acreditar  con  muchos  pasages  de 
ellos.  En  el  cap.  23.  de  Don  Olivante  de 
Laura  se  dice  :  Toparon  en  el  camino  una 
doncella  que  venia  en  un  palafrén  y  dos  es- 
cuderos con  ella,  é  venia  llorando.  Palmer in 
que  la  oyó  ,  ovo  duelo  della  ,  y  dixole  :  ami- 
ga ,  qué  cuita  es  la  vuestral  decídmelo:  que 


NOTAS.  271 

mucho  fare  por  vos  ayudar.  Y  en  la  P.  I. 
cap.  39-  de  Amadií  de  Grecia  se  trata  de 
como  vino  la  giganta  Malfadea  á  deman- 
dar favor  al  rey  Amadis ,  y  como  él  se  fue 
con  ella  á  la  vengar  del  gigante  i  y  se  aña- 
de :  la  Jayana  se  lanzó  á  sus  pies  :  agora 
vos  suplico  ,  señor ,  que  me  otorguéis  tin  don, 
que,  paraque  yo  sea  enmendada  de  un  tuerto 
que  recebi ,  conviene  me  lo  otorgneys.  To  lo 
otorgo ,  dixo  el  Rey.  Y  en  la  P.  II.  cap.  60. 
se  dice  :  Como  mi  padre  murió  ,  un  vasallo 
suyo  se  alzó  con  el  reyno  y  Ínsula  que  á  mí 
me  venia  de  derecho  :  vengo  vestida  de  ««— 
gro  hasta  que  sea  restituida  en  mi  reyno. 

10 

Pag.  83.  T  con  la  diligencia  que.  Y  la 
diligencia  con  que. 

II 

Pag.  86.  Sobre  la  zebra  6  alfana.  La  al- 
fana es  una  yegua  de  estraordinaria  gran- 
deza ,  de  que  usaban  los  gigantes  y  otros 
personages  caballerescos.  La  zebra  ,  que 
tiene  la  ligereza  del  ciervo ,  es  una  espe- 


272  NOTAS. 

cié  de  caballo ,  y  el  animal  de  mas  her- 
mosa estampa  y  vistosa  piel  ,  que  acaso 
se  encuentra  entre  los  quadrupedos  :  tie- 
ne la  piel  pintada  con  varias  rayas  ,  cin- 
tas ó  faxas  ,  alternando  los  colores  de  ne- 
gro y  blanco  ,  y  distribuidas  con  marabi- 
llosa  simetría.  Trata  de  la  zebra  el  conde 
Buffon  en  el  tom.  XII.  de  su  Historia  Na- 
tural: p.  I.  y  su  hábil  traductor  Don  Jo- 
sef  Clavijo  en  el  tom.  VII.  p.  240.  Anos 
pasados  se  vio  una  en  Madrid  ,  que  para 
diversión  y  admiración  del  publico  saca- 
ban á  pasear  por  sus  calles  y  prado  ,  y 
cuya  piel  se  manifiesta  ahora  en  el  Gabi- 
nete de  la  Historia  Natural.  Ludolfo  en  el 
Comentario  latino  á  su  Historia  de  Etiopia, 
impreso  el  año  de  1691.  trata  de  la  zebra, 
de  que  trae  una  estampa  al  fol.  150.  y  di- 
ce que  en  el  Congo,  reyno  de  África  (el 
qual  es  como  la  cuna  y  patria  de  las  ze- 
bras) se  llama  Zecora  en  la  lengua  del  país, 
de  donde  pudiera  conjeturarse  que  de  ze- 
cora se  dixo  y  derivó  zebra ,  de  este  mo- 
do :  zecora ,  zecra  ,  zebra.  No  falta  quien 
asegure  que  en  España  era  conocido  y  fre- 


NOTAS.  273 

quente  este  tan  hermoso  y  apreciable  qua- 
drupedo  ^  que  de  su  nombre  se  llamó  Ce- 
brero  un  monte  de  Galicia  ;  y  que  en  Ma- 
drid habia  antiguamente  en  su  carnicería 
tabla  de  carne  de  zebra  ,  como  consta  de 
su  Fuero,  dado  á  principios  del  siglo  XIII. 
ó  año  de  1208.  por  Doa  Alonso  VIH.  Pe- 
ro lo  que  consta  de  este  Fuero  (de  que  se 
halla  un  exemplar  autentico  en  la  Real 
Academia  de  la  Historia)  es  que  las  tablas, 
en  que  entonces  se  vendía  carne  en  la  car- 
nicería de  esta  villa  de  Madrid  ,  eran  de 
carnero  ,  de  cabra  bona  ,  de  oveia  botta  ,  de 
oveia  veia  ,  de  cutral  ó  cebón  ,  de  cervo  ,  y 
de  cabra  vcia\  mas  no  habia  tabla  de  carne 
de  zebra,  sino  de  ciervo.  Conefecto  abun- 
daba esta  tierra  de  caza  mayor,  como  aho- 
ra sucede  aun ,  y  como  consta  del  libro  de 
la  Alonteria  del  rey  Don  Alonso  Xf.  En  el 
Fuero  de  Plasencia ,  dado  también  á  prin- 
cipios del  siglo  XHI.  por  el  mismo  rey 
Doa  Alonso  VHI.  se  hace  igualmente  me- 
moria de  gamos,  de  ciervos,  y  de  acevras, 
ó  cevras.  Mas  estas  eran  las  hembras  de 
los  ciervos  5  y  asi  hablando  de  repartir  la 


274  NOTAS. 

caza  ,  dice  :  si  es  ciervo,  haya  el  cuero  :  si 
es  cebra,  haya  la  iuerdega  del  lomo.  Conque 
el  monte  Cetrero  se  llamó  sin  duda  asi  por 
los  ciervos  que  se  criaban  en  el;  y  en  las 
tablas  de  la  carnicería  de  Madrid  no  se 
vendía  en  el  siglo  XIII.  carne  de  zebra, 
sino  de  ciervo, 

12 

Pag.  93.  Véase  la  nota  al  epígrafe  del 
capitulo  antecedente. 

13 

Pag.  100.  Señal  de  ser  hombre  fuertf. 
El  licenciado  Miguel  de  Luna  ,  granadino, 
hijo  de  padres  moriscos,  fingió  una  histo- 
ria de  la  perdida  de  España  ,  suponiendo 
que  era  la  escrita  en  arábigo  por  Abulca- 
cin  ,  que  se  lialló  en  ella  \  y  traduciendo- 
la  en  castellano  la  publicó  por  los  años  de 
1588.  haciendo  á  un  mismo  tiempo  oficio 
de  autor  original  y  de  traductor.  En  el  líb. 
I.  cap.  7.  f.  27.  dice  pues  ,  que  hallándo- 
se en  Tarifa  el  capitán  Tarif  con  el  conde 
Don  Julián  ,  prendieron  los  moros  á  una 


NOTAS.  27j; 

muger  española  ,  y  la  llevaron  á  su  pre- 
sencia, la  qual  dixo  que  se  llamaba  la  Ca- 
beziida-j  que  siendo  niña  oyó  leer  á  su  pa- 
dre un  pronostico,  en  que  se  decia  que  se 
habia  de  perder  este  reyno  ,  y  le  habían 
de  ganar  los  moros  ;  que  el  capitán  que 
le  habia  de  conquistar  habia  de  ser  vale- 
roso y  fuerte  j  y  que  por  señas  habia  de 
tener  un  lunar  peloso  ,  tan  grande  como  un 
garvanzo,  sobre  el  hombro  de  la  mano  dere- 
cha ;  que  oido  esto  ,  se  desnudó  Tarif  en 
presencia  de  todos,  y  habiendo  mirado  con 
cuidado  ,  hallaron  el  lunar  que  la  muger 
habia  dicho.  Pudo  Cervantes  haber  adop- 
tado de  la  Historia  de  Abulcacin  el  caso 
del  lunar  de  Don  Quixote  :  y  pudo  tanv- 
bien  haberle  inventado. 

14 

Pag.  106.  Faquín.  Voz  italiana  :  gana- 
pan  ,  mozo  de  cordel  ,  que  se  emplea  en 
llevar  fardos  á  cuestas. 

15 

Pag.  ic5.  Belitre.  Voz  francesa  :  pi— 


276  NOTAS. 

caro  ,  ruin  ,  de  viles  procederes. 
16 
Pag.  115.  Oro  de  cañutillo.  Oro  hilado. 

Pag.  116.  De  la  cintura  arriba.  Al  fin 
del  cap.  XXV.  se  supone  á  Don  Quixote 
desnudo  de  medio  cuerpo  abaxo.  Algunos 
notan  esta  contradicion,  en  que  es  de  creer 
incurriese  voluntariamente  Cervantes  por 
la  decencia  debida  á  Dulcinea;  pues  no  le 
costaba  á  Sancho  sino  añadir  una  mentira 
mas  á  las  muchas  que  ensarta. 

18 

Pag.  123.  Pisar.  Asi  en  las  primeras 
ediciones ,  y  en  las  demás  :  en  el  original 
del  autor  se  leerla  acaso  pasar, 

19 

Pag.  124.  Adahala.  Asi  se  decía  anti- 
guamente :  ahora  adehala  :  viene  del  ara- 
be  aie  halel ,  que  significa  licita  estipula- 


NOTAS.  277 

20 

Pag.  134.  La  buena  comida.  Asi  en  to- 
das las  ediciones  :  acaso  en  el  original  de 
Cervantes  se  diría  la  breve  comida  en  lu- 
gar de  la  buena  ,  pues  antes  advirtió  que 
los  convidador  tenían  mucha  hambre  ,  y  que 
la  satisficieron  poco  ;  y  una  comida  ,  ea 
que  los  convidados  quedan  con  parte  de 
la  hambre ,  no  es  buena  ,  sino  breve  y  es- 
casa. 

21 

Pag.  134.  Otro  mejor  lecho  ....  que  ella- 
se  la  daria.  Esta  disonante  concordancia 
del  masculino  con  el  femenino  pudiera  no 
ser  descuido  ni  del  autor  ni  del  impresor, 
sino  una  censura  de  la  afectación  de  Don 
Quixote  ,  que  hablando  con  una  ventera 
usa  de  la  voz  latinizada  lecho  ,  la  qual  le 
contesta  según  la  idea  de  la  palabra  co- 
mún y  vulgar  cama. 

11 

Pag.  139.  De  Tracia.  Escribióle  Bernar- 

T.   11 1,  S 


278  NOTAS. 

do  de  Vargas  ,  y  se  intitula  :  Los  libros  de 
Don  Circngilio  de  Tracia,  hijo  del  noble  Rey 
Elesfron  de  Macedonia  ,  según  le  escribió 
Novarco  en  Griego  ,  y  Promusis  en  Latin. 
Sevilla  1545.  fol. 

Pag.  139.  V.  P.  I.  t.  r.  p.  22¿.  not.  47. 

24 

Pag.  141.  Por  ella.  En  la  Crónica  del 
Gran  Capitán  se  refiere  este  caso  de  este 
modo  :  Diego  Garda  de  Paredes  tomó  una 
espada  de  dos  manos  en  el  hombro  ....  y  se 
metió  por  la  puente  del  Careliano  ,  que  los 
franceses  habían  echado  poco  antes  :,  y  pe- 
leando (contra  ellos)  empezó  de  hacer  tales 
pruebas  de  su  persona  ,  que  nunca  las  hicie- 
ron mayores  en  su  tiempo  Héctor  y  Julio  Ce- 
sar ,  jálcxandro  Magno  ,  ni  otros  antiguos 
valerosos  capitanes,  paresciendo  verdadera- 
mente otro  Orado  en  su  denuedo  y  animosi- 
dad. (Cap.  CVI.  f.  139-  b.) 


NOTAS.  279 

Pag.  143.  De  Don  Quixote.  Los  oficios, 
que  hacian  las  personas  de  las  comedias, 
se  decían  partes  ó  papeles^  y  quiere  decir 
Dorotea  que  en  esta  comedia  ó  fábula  ca- 
balleresca en  que  Don  Quixote  hace  la  pri- 
mera parte ,  tí  el  papel  de  primer  galán, 
merecía  el  ventero  hacer  la  segunda  par- 
te ó  el  papel  de  galán  segundo. 

26 

J'ag-  153*  Pensabas.  Acaso:  pensarás. 

27 

Pag.  IJ4.  T  sobre.  Asi  (y  bien)  en  las 
ediciones  originales,  esto  es:  y  supere,  ó  es- 
ceda. En  la  impresión  de  Londres  del  ano 
de  1738.  se  lee  alterado  todo  este  pasage, 
y  convertido  el  verbo  sobre  en  el  adver- 
bio sobre  todo  ,  cuya  novedad  se  ha  adop- 
tado en  otras  ediciones  posteriores. 

28 
Pag.  154.  No  sé  que  días.  Esto  es  :  no 

S2 


29o  VOTAS. 

se  quantos  dias  ,  ó  de  quantos  días  á  esta 
parte. 

29 

Pag.  I  ¿7.  A  tener  por  hecho  lo  que  se 
ha  de  hacer.  En  el  original  del  autor  se  di- 
ría acaso :  lo  que  no  se  ha  de  hacer. 

30 
Pag.  l6¿.  Cieh  y  tierra.  Escribió  Luis 
Tansilo  ,  natural  de  Ñola  en  el  reyno  de 
Ñapóles,  este  poema  de:  Las  Lagrimas  de 
San  Pedro  ,  para  reparar  el  mal  exemplo 
que  ocasionó  con  otro  ,  licencioso  y  obsce- 
no ,  que  consta  de  160.  octavas  ,  intitula- 
do el  Vendemmiatore.  Andubo  al  principio 
no  tan  completo,  como  le  traduxo  después 
en  octavas  castellanas  Fr.  Damián  Alva- 
rez ,  y  dividido  en  XIII.  cantos  le  publicó 
en  Ñapóles  ano  de  1613.  Antes  habia  tra- 
ducido parte  de  él  el  licenciado  Gregorio 
Hernández  de  Velasco  ,  capellán  del  hos- 
pital de  San  Juan  Bautista  de  Toledo  ,  y 
celebre  traductor  de  Virgilio  ,  á  instancias 
del  maestro  Alvar  Gómez  de  Castro  ,  co- 


NOTAS.  281 

mo  consta  de  las  cartas  latinas  de  entram- 
bos ,  que  se  leen  al  principio  de  la  tra- 
ducion  ,  que  por  ser  inédita,  y  paraque  se 
coteje  con  la  de  Cervantes,  se  pondrá  aquí 
la  octava  siguiente. 

Credo  el  dolor  de  Pedro ,  y  juntamente 
Credo  la  afrenta  con  la  luz  del  dia:, 
T  bien  que  alli  no  hay  nadie  que  le  afrente^ 
El  mesnto  de  si  mesmo  se  corría: 
Que  un  rostro  noble  sin  tener  presente 
Testigo  de  su  error  ó  cobardía 
Se  tiñe  de  vergüenza  quando  yerra, 
uiunque  no  le  vea  mas  que  cielo  y  tierra. 

(Biblioteca  Real :  est.  R.  cod.  173.) 

Pag.  165.  Imitados.  Alúdese  aqui  á  la 
ficción  ,  que  refiere  el  Ariosto  (poeta  ita- 
liano, y  por  eso  llamado  nuestro  por  Lo- 
tario)  en  el  cant.  41.  y  42.  de  su  Orlando. 
Finge  que  un  caballero  convidó  á  comer  á 
Reynaldos,  el  qual  mandó  sacar  á  la  me- 
sa un  vaso  de  oro ,  guarnecido  de  piedras 


282  MOTAS. 

y  lleno  de  un  vino  generoso ,  diciendo  que 
bebiendo  de  el  sabria  qualquier  marido  si 
su  muger  le  era  infiel  ,  ió  no  ;  porque,  si 
no  lo  era  ,  bebería  el  marido  sinque  se  le 
derramase  una  gota  por  el  pecho  ;  pero  si 
lo  era  ,  se  le  verteria  todo  por  el ,  sin  en- 
trarle una  gota  en  el  estomago.  Reynal- 
dos  sinembargo  ,  considerando  lo  peligro- 
so de  la  prueba  ,  y  la  ninguna  necesidad 
de  averiguar  lo  que  le  podría  costar  caro, 
no  quiso  beber  del  vaso,  contentándose  con 
la  buena  opinión  que  tenia  de  su  muger. 
Entonces  el  huésped  ,  derramando  un  rio 
de  lagrimas  le  contó  como  él  se  habia  ca- 
sado con  la  hija  de  un  docto  y  rico  ancia- 
no, honesta ,  hermosa  y  discreta ,  con  quien 
vivió  contento  algunos  años  hasta  que  una 
maga,  llamada  Melisa,  con  dañada  y  ziza- 
fiera  intención  le  aconsejó  que  ,  para  pro- 
bar la  virtud  de  su  muger ,  la  diese  liber- 
tad y  ocasiones  de  abasar  de  ella,  fingien- 
do ausentarse  ,  y  que  por  la  esperiencia 
del  vaso  averiguaría  después  si  permane- 
cía fiel.  Disfrutadas  estas  ocasiones  por  la 
muger  ,  fue  el  marido  á  beber  del  vaso,  y 


NOTAS.  283 

en  castigo  de  su  curiosidad  impertinente 
se  le  vertió  todo  el  vino  por  el  pechio  aba- 
xo.  Pudiera  presumirse  que  de  esta  ficción 
del  Ariosto  tomó  acaso  Cervantes  el  argu- 
mento de  la  novela  de  El  Curioso  Imperti- 
nente, tan  apreciable  por  su  artiikio,  estilo, 
pintura  de  los  afectos  del  amor,  de  los  ze- 
los,  de  la  fragilidad,  de  las  astucias  de  al- 
gunas amas  y  criadas,  y  exemplar  no  so- 
lo por  el  castigo  que  recibe  Camila  ,  sino 
porque  enseña  que  solo  se  vence  la  pasión 
amorosa  con  huirla ,  y  que  nadie  se  ha  de  po- 
ner á  brazos  con  tan  poderoso  enemigo^  por- 
que son  menester  fuerzas  divinas  para  ven- 
cer las  suyas  humanas,  como  se  dice  arriba. 

32 

Pag.  166.  T  mas,  si  lo  pusieses  por  obral 
Este  lugar,  que  parece  algo  obscuro  ,  que- 
darla mas  claro  ,  espresando  la  elipsis  que 
se  sobreentiende  ;  asi :  ¿y  seria  mas  justo, 
si  lo  pusieses  por  obra '? 

33 

Pag.  173.  En  su  punto.  Asi  las  prime- 


284  NOTAS. 

ras  ediciones  y  las  demás  :  si  dixesen  en 
este  punto  ,  parece  estaría  el  sentido  mas 
claro. 

34 

Pag.  198.  Este  soneto  le  repitió  Cer- 
vantes en  la  comedia  de  :  La  Casa  de  los 
Zelos ,  al  principio  de  la  jornada  segunda. 

35 

Pag.  202.  Son  estas: 

Sahio ,  solo  ,  solicito  y  secreto. 

Reduxolas  á  este  verso  Luis  de  Baraona, 
que  las  esplica  en  el  cant.  IV.  de  las  La- 
grimas de  Angélica. 

36 

Pag.  217.  jíqui  venganzas.  Asi  las  pri- 
meras ediciones  ,  y  las  demás  ;  pero  en  el 
original  se  diria  acaso  :  venid  agui  ,  ven- 
ganzas. 


NOTAS.  285 

37 

Pag.  222.  Falsedad.  En  las  ediciones 
originales  se  decia  por  yerro  de  imprenta 
fealdad. 


38 


Pag.  229.  El  epígrafe  de  este  capitulo 
y  del  que  sigue  están  equivocados  en  las 
dos  primeras  ediciones  :  en  las  de  la  Real 
Academia  Española  están  distribuidos  de- 
bidamente (véanse  sus  Variantes  del  cap. 
XXXV.)  cuya  distribución  se  ha  adoptado 
en  esta. 

39 

Pag.  237.  A  pedir  de  boca.  Antes  que 
Lucio  Apuleyo  se  convirtiera  ea  asno  ,  fue 
convidado  á  cenar  por  Birrena,  su  tia  ,  ea 
Hippata  ,  ciudad  de  las  mas  famosas  de 
Tesalia  por  la  multitud  de  sus  hechiceras; 
y  al  volverse  á  recoger  á  las  tres  de  la 
noche  á  casa  de  Milon  ,  su  huésped  ,  vio 
que  tres  hombres  estaban  desquiciando  la 
puerta,  pugnando  por  entrar;  tienelos  por 


286  NOTAS. 

ladrones  ,  y  los  mata  á  cuchilladas  :  prén- 
denle al  otro  dia:  Uevanle  al  tribunal:  co- 
locan también  en  el  los  tres  cadáveres,  cu- 
biertos con  una  sabana  ,  como  el  cuerpo 
del  delito:  levantase  un  viejo,  y  acusa  pu- 
blicamente al  reo  de  homicidio  :  deiiende- 
se  este  ;  pero  entra  de  refresco  una  vieja, 
llorando  amargamente  ,  como  madre  que 
decia  ser  de  aquellos  tres  difuntos  :  acúsa- 
le denuevo  ,  y  para  mover  á  los  jueces  á 
mayor  indignación  contra  el  homicida,  pi- 
de que  se  descubran  los  cadáveres  :  man- 
dan Jos  jueces  que  los  descubra  el  reo  por 
su  mano  ,  el  qual  levantando  la  sabana, 
queda  atónito  y  espantado  al  ver  que  los 
muertos  eran  tres  odres  ,  cueros  ,  ó  pelle- 
jos para  llevar  vino  ,  abiertos  con  diversas 
cuchilladas  por  las  partes  y  lugares  ,  por 
donde  el  había  herido  á  los  ladrones  la  no- 
che antecedente.  Prorrumpe  el  auditorio 
en  una  risa  universal ,  porque  esta  inven- 
ción se  habia  dispuesto  en  obsequio  del  dios 
de  la  risa  ,  ó  el  dios  Baco  ,  cuyas  fiestas 
celebraban  aquellos  gentiles  anualmente. 
Desea  saber  Apuleyo  el  misterio  de  aquel 


NOTAS.  287 

encantamento  ,  y  se  le  revela  una  moza 
llamada  Fotide,  criada  de  Panfila,  una  de 
las  mayores  magas  de  Tesalia  y  muger  de 
Milon,  diciendo  :  que  en  lugar  de  los  ca- 
bellos rubios  de  un  jovpn  de  Beocia  ,  que 
su  ama  pedia  ,  la  llevó  los  de  tres  cueros 
ó  pellejos  de  macho  de  cabrio  ,  que  vio 
trasquilar  á  un  botero  ;  y  haciendo  Pán.> 
la  sobre  ellos  un  fuerte  conjuro,  en  virtud 
de  el  se  vivllicaron  los  cueros  ,  y  echan- 
do á  andar  se  encaminaron  á  casa  de  Mi- 
lon ,  en  busca  de  Pánnla  su  muger ,  y  es- 
forzandose por  entrar,  llegó  á  la  sazón  Lu- 
cio Apuleyo,  que  pensando  eran  ladrones, 
les  dio  de  cuchilladas.  Por  esta  aventura, 
que  se  refiere  por  estenso  en  el  Lib.  II.  y 
III.  del  Asno  de  Oro  ,  se  viene  en  conoci- 
misnto  de  que  Cervantes  parece  la  tubo 
presente  para  su  imitación  en  la  de  la  qui- 
mérica batalla  de  Don  Quixote  con  los  cue- 
ros de  vino  ,  y  se  comprueba  en  parte  lo 
que  se  dixo  en  el  Discurso  Pre'iminar  ( §. 
IV.)  sobre  que  en  esta  Historia  se  propu- 
so imitar  á  Apuleyo  ,  como  á  Heliodoro 
en  el  Fersües. 


288  XT  o  T  A  S. 

40 

Pag,  241.  Que  vio.  A  ver. 
41 

Pag   257.  Me  desprecias.  La  nobleza, 
que  podía  echar  menos  en  Dorotea. 


289 
C  A  T  A  L  O  G  O 

SE     ZOS     PASACES     QUE     SE     ZETAN    VI- 
CIADOS   EN    LA";    PRIMERAS    EDICIONES 
DE     LA      HISTORIA      DE      DON     qUIXOTEy 
T   SE    HAN    CORREGIDO    EN 
ESTA. 

Pag.  36.  lin.  12.  T  en  mi  et  causa.  Leíase: 
y  en  mas  causa.  Véase  la 
nota  3.   pagina  267. 

Pag.  83.  lin.  ¡.  Ccn  !a  diligencia  que.  Léa- 
se :  la  diligencia,  con  que. 
V.  la  not.  10,  p.  271. 

Pag.  123.  lin.  17.  Dcxar  pisar.  Léase  :  de- 
xar  pasar.  V.  la  not.  1 8. 
p.  276. 

Pag.  157.  lin.  23.  -á  tener  por  hecho  lo  que 
se  ha  de  hacer.  Léase  :  á 
tener  for  hecho  lo  que  no 
se  ha  de  hacer.  V.  la  not. 
29.  p.  280. 

Pag.  I73.  lin.  20.  Lo  dexaré  en  su  punto. 
Léase  :  lo  dexaré  en  este 
punto.  V.  not. 33.  p. 283. 


S.90 

Pag.  217.  lin.  l6.  ^5MÍ  venganzas.  Léase: 
'venid,  ó  vengan,  aqui  ven- 
ganzas. V.  la  not.  36.  p. 
234. 

Pag.  222.  lin.  25.  Embuste  y  fa!sedad.Leh- 
se :  embuste  y  fealdad.  V. 
la  not.  37.  p.  285, 


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