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DE DON JOSEF
I de Armesto y Segovia. |
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ITALIA -ESPAÑA
EX-LIBRIS
M. A. BUCHANAN
^^-^
PRESENTED TO
THE LIBRARY
BY
PROFESSOR MILTON A. BUCHANAN
OF THE
DEPARTMENT OF ITALÍAN AND SPAXISH
1906-1946
LS
EL INGENIOSO HIDALGO
DON QUIXOTE
DE LA MANCHA
COMPUESTO
POR MIGUEL DE CERVANTES
SAAVEDRA
CORRECrVO DEXUEVO , CO.V NUEVAS
2>0TAS , CON NUEVAS VIÑETAS , CON
NUEVO ANÁLISIS , Y CON LA VIDA
DE EL AUTOR NUEVAMENTE
AUMENTADA
POR DON JUAN ANTONIO PELLICER
BIBLIOTECARIO DE S. M. Y ACi.DEMICO DE
NUMERO DE LA REAL ACADEMIA
DE LA HISTORIA.
PARTE PRIMERA.
TOMO lU.
EM MADRID
POR DON GABRIEL DE SANCHA
AÑO D£ MDCCLXXXXIX.
{
I
TABLA
DE LOS capítulos QUE CONTIENE
ESTE TOMO TERCERO.
V>iiP. xxvn. Ue como salieron con su
intención el Cura y el Barbero,
con otras cosas dignas de que se
cuenten en esta grande historia. Pag. I
CAP. XXVIII. Que trata de la nueva y
agradable aventura que al Cura
y Barbero sucedió en la misma
sierra. 37
CAP. XXIX. Que trata del gracioso ar-
tificio y orden que se tubo en sa-
car á nuestro enamorado Caba-
llero de la asferisima penitencia
en que se habia puesto. 68
CAP. XXX. Qtie trata de la discreción
de la hermosa Dorotea, con otras
cosas de mucho gusto y pasa-
tiempo. 93
CAP. XXXI. J}€ los sabrosos razona-
mientos que pasaron entre Don
Quixote y Sancho Panza su es-
cudero , con otros sucesos;. II5
CAP. XXXII. Que trata de lo que su-
cedió en la venta á toda la qua-
drilla de Don Quixote. 1 34
CAP. XXXIII. Donde se cuenta la no-
vela del Curioso Impertinente. T4S
CAP. XXXIV. Donde se prosigue la no-
vela del Curioso Impertinente. 1 89
CAP. XXXV. Q,ue trata de la braz'a y
descomunal batalla, que Don Qui-
xote tubo con vjios cueros de vi-
no tinto, y se da fin á la nove-
la del Curioso Impertinente. 229
CAP. XXXVI. Que trata de otros raros
sucesos que en la venta sucedie-
ron. 247
EL INGENIOSO HIDALGO
DON QUIXOTE
DE LA MANCHA.
PARTE PRIMARA,
CAPITULO XXVII.
DE COMO SALIERON CON SU INTENCIÓN
EL CURA Y EL BARBERO , CON OTRAS CO-
SAS DIGNAS DE QUE SE CUENTEN EN
E5TA GRANDE HISTORIA.
Nc
O le pareció mal al Barbero la inven-
ción del Cura , sino tan bien , que luego
la pusieron por obra: pidiéronle á la ven-
tera una saya y unas tocas, dexandole en
prendas una sotana nueva del Cura : el
2 DON QUffXOTE.
Barbero hizo una gran barba de una cola
rucia ó roxa de buey , donde el ventero
tenia colgado el peyne. Preguntóles la ven-
tera que para que le pedían aquellas co-
sas. El Cura le contó en breves razones la
locura de Don Quixote , y como convenia
aquel disfraz para sacarle de la montaña,
donde á la sazón estaba. Cayeron luego el
ventero y la ventera en que el loco era su
huésped el del balsamo, y el amo del man-
teado escudero , y contaron al Cura todo
lo que con el les habia pasado , sin callar
lo que tanto callaba Sancho. En resolución
la ventera vistió al Cura de modo que no
habia mas que ver : púsole una saya de
paño , llena de faxas de terciopelo negro
de un palmo en ancho , todas acuchilla-
das , y unos corpinos de terciopelo verde
guarnecidos con unos ribetes de raso blan-
co, que se debieron de hacer ellos y la sa-
ya en tiempo del rey Vamba. No consin-
tió el Cura que le tocasen , sino púsose en
la cabeza un birretillo de lienzo colchado,
que llevaba para dormir de noche , y ci-
ñóse por la frente una liga de tafetán ne-
PARTE 1. CAP. XXVri. 5
gro, y con otra liga hizo antifaz , con que
se cubrió muy bien las barbas y el res-
tro : encasq-uetose su sombrero , que era
tao grande , que le podía serrir de quita-
sol, y cubriéndose el herreruelo , subió en
su muía á mugeriegas, y el Barbero en la
suya, con su barba que le llegaba á la cin-
tura , entre roxa y blanca , como aquella
que como se ha dicho era hecha de la co-
la de un buey barroso. Despidiéronse de
todos y de la buena de Maritornes , que
prometió de rezar un rosario aunque pe-
cadora porque Dios les diese buen suceso
en tan arduo y tan cristiano negocio , co-
mo era el que habían emprendido. .^las
apenas hubo salido de la venta , quando
ie vino al Cura ua pensamienco : que ha-
cia mal en haberse puesto de aqueüa ma-
cera, por ser cosa indecente que un sacer-
dote se pusiese asi , aunque le fuese ma-
cho en ello ; y díciendoselo al Barbero . le
rogo que trocasen trages, pues era mas ius-
to que el fuese la donceUa menesterosa , j
que el haría el escudero, y que asi se p^
fanaba menos su dignidad , y que si no lo
4 3>0N QUIXOTE.
quería hacer, determinaba de no pasar ade-
lante, aunque á Don Quixote se le llevase
el diablo. En esto llegó Sancho , y de ver
á los dos en aquel trage , no pudo tener
la risa. Enefeto el Barbero vino en todo
aquello que el Cura quiso , y trocando la
invención , el Cura le fue informando el
modo que había de tener , y las palabras
que había de decir á Don Quixote para
moverle y forzarle á que con él se vinie-
se , y dexase la querencia del lugar que
habia escogido para su vana penitencia.
El Barbero respondió que sinque se le die-
se lición , el lo pondría bien en su punto>
no quiso vestirse por entonces hasta que
estubiese junto de donde Don Quixote es-
taba , y asi dobló sus vestidos , y el Cura
acomodó su barba , y siguieron su cami-
no , guiandolos Sancho Panza. El qual les
fue contando lo que les aconteció con el
loco que hallaron en la sierra , encubrien-
do empero el hallazgo de la maleta y de
quanto en ella venia : que maguer que ton-
to, era un poco codicioso el mancebo. Otro
dia llegaron al lugar , donde Sancho habia
PARTE I. CAP. XXVir. $
dexado puestas las señales de las ramas
para acertar el lugar donde había dexado
á su señor , y en reconociéndole les dixo
como aquella era la entrada , y que bien
se podían vestir, sí era que aquello hacía
al caso para la libertad de su señor : por-
que ellos le habian dicho antes que el ir
de aquella suerte y vestirse de aquel mo-
do era toda la importancia para sacar á
su amo de aquella mala vida que habia
escogido, y que le encargaban mucho que
no dixese á su amo quien ellos eran , ni
que los conocia ; y que si le preguntase,
como se lo habia de preguntar , si dio la
carta á Dulcinea, dixese que sí, y que por
no saber leer le había respondido de pa-
labra, diciendole : que le mandaba, sope-
ña de la su desgracia , que luego al mo-
mento se viniese á ver con ella , que era
cosa que le importaba mucho; porque con
esto y con lo que ellos pensaban decirle,
tenían por cosa cierta reducirle á mejor
vida , y hacer con él que luego se pusiese
en camino para ir á ser Emperador ó Mo-
narca , que en lo de ser Arzobispo no ha-
6 BON QOIXOTE.
bia de qué temer. Todo lo escuchó San-
cho , y lo tomó muy bien en la memoria,
y les agradeció mucho la intención que
tenia n de aconsejar á su señor fuese Em-
perador , y no Arzobispo , porque él tenia
para sí que para hacer mercedes á sus es-
cuderos mas podían los Emperadores que
los Arzobispos andantes : también les d¡-
xo que seria bien que él fuese delante á
buscarle , y darle la respuesta de su se-
ñora , que ya seria ella bastante á sacarle
de aquel lugar sinque ellos se pusiesen en
tanto trabajo. Parecióles bien lo que San-
cho Panza decia , y asi determinaron de
aguardarle hasta que volviese con las nue-
vas del hallazgo de su amo. Entróse San-
cho por aquellas quebradas de la sierra,
■dexando á los dos en una , por donde cor-
ría un pequeño y manso arroyo , á quien
hacian sombra agradable y fresca otras pe-
fias y algunos arboles que por alli esta-
ban. El calor y el dia que alli llegaron era
de ios del mes de Agosto , que por aque-
llas partes suele ser el ardor muy grande,
la hora de las tres de la tarde : todo lo
PARTE T. CAP. XXVir. »f
qual hada al sitio mas agradable , y que
convidase á que en él esperasen la vuelta
de Sancho, como lo hicieron.
Estando pues los dos allí sosegados y á
la sombra, llegó á sus oídos una voz, que
sin acompañarla son de algún otro instru-
mento, dulce y regaladamente sonaba, de
que no poco se admiraron , por parecerles
que aquel no era lugar donde pudiese ha-
ber quien tan bien cantase ^ porque aun-
que suele decirse que por las selvas y cam-
pos se hallan pastores de voces estrema-
das , mas son encarecimientos de poetas
que verdades ; y mas quando advirtieron
que lo que oian cantar eran versos, no de
rústicos ganaderos , sino de discretos cor-
tesanos , y confirmó esta verdad haber si-
do los versos , que oyeron , estos:
^f uien menoscaba mis bienes?
Desdenes.
Y quien aumenta mis duelos?
Los zelos.
y quien prueba mi paciencia?
Ausencia,
DON QUIXOTE.
De ese modo en mi dolencia
Ningún remedio se alcanza.
Pues me matan la esperanza
Desdenes , zeios y ausencia.
Quien me causa este dolor?
Amor.
y quien mi gloria repuna 1
Fortuna.
y quien consiente mi duelo?
El cielo.
De ese modo yo recelo
Morir deste mal estraño,
Pues se aunan en mi daña
Amor , fortuna y el cielo.
Quien mejorará mi suerte?
La muerte.
Y el bien de amor quien le alcanza?
Mudanza.
Y sus males quien los cura?
Locura.
De ese modo no es cordura
Querer curar la pasión,
Quando los remedios soh
Muerte , mudanza y locura.
PARTE I. CAP. XXVir. ^
La hora , el tiempo, la soledad, la voz
y la destreza del que cantaba , causó ad-
miración y contento en los dos oyentes,
los quales se estubieron quedos , esperan-
do si otra alguna cosa oían ; pero viendo
que duraba algún tanto el silencio, deter-
minaron de salir á buscar el músico , que
con tan buena voz cantaba ; y queriéndolo
poner en efeto, hizo la misma voz que no
se moviesen ^ la qual llegó denuevo á sus
oídos, cantando este snnptn.
SONETO.
Santa amistad, que con ligeras alas,
Tu apariencia quedándose en el suelo,
Entre benditas almas en el cielo
Subiste alegre á las impireas salas:
Desde alia quando quieres nos señalas
La justa paz cubierta con un velo,
Por quien á veces se trasluce el zelo
De buenas obras , que á la fin son malas,
Dexa el cielo, ó amistad, ó no permitas
Que el engaño se vista tu librea.
Con que destruye á la intención sincera:
10 DON QUIXOTE.
Que si tus apariencias no le quitas,
Presto lia de verse el mundo en la pelea
De la discorde confusión primera.
El canto se acabó con un profundo sus-
piro , y los dos con atención volvieron á
esperar si mas se cantaba ; pero viendo
que la música se habia vuelto en sollozos
y en lastimeros ayes , acordaron de saber
quien era el triste , tan estremado en la
voz , como doloroso en los gemidos ; y no
andubieron mucho , quando al volver de
una punta de una pena vieron á un hom-
bre del mismo talle y figura que Sancho
Panza les habia pintado quando les contó
el cuento de Cardenio : el qual hombre,
quando los vio , sin sobresaltarse estubo
quedo con la cabeza inclinada sobre el pe-
cho á guisa de hombre pensativo , sin al-
zar los ojos á mirarlos mas de la vez pri-
mera quando deimproviso llegaron. El
Cura , que era hombre bien hablado (co-
mo el que ya tenia noticia de su desgra-
cia , pues por las señas le habia conocido)
se llegó á él , y con breves aunque muy
PARTE I. CAP. XXVII. II
discretas razoneá le rogo y persuadió que
aquella tan miserable vida dexase , por-
que alli no la perdiese , que era la desdi-
cha mayor de las desdichas. Estaba Cár-
denlo entonces en su entero juicio , libre
de aquel furioso acídente , que tan ame-
nudo le sacaba de sí mismo; y asi, viendo
á los dos en trage tan no usado de los que
por aquellas soledades andaban , no dexd
de admirarse algún tanto , y mas quando
oyó que le hablan hablado en su negocio,
como en cosa sabida , porque las razones
que el Cura le dixo asi lo dieron á en-
tender, y asi respondió desta manera : bien
veo yo , señores , quienquiera que seáis,
que el cielo , que tiene cuidado de socor-
rer á los buenos , y aun á los malos mu-
chas veces, sin yo merecerlo me envia en
estos tan remotos y apartados lugares del
trato común de las gentes algunas perso-
nas , que poniéndome delante de los ojos
con vivas y varias razones quan sin ella
ando en hacer la vida que hago, han pro-
curado sacarme desta á mejor parte; pero
«orno no saben que sé yo que en salien-
12 DON QUIXOTE.
do deste daño he de caer en oíro mayor,
quiza me deben de tener por hombre de
flacos discursos , y aun lo que peor seria,
por de ningún juicio i y no seria marabi-
Ua que asi fuese, porque á mí se me tras-
luce que la fuerza de la imaginación de
mis desgraciases tan intensa, y puede tan-
to en mi perdición , que sinque yo pueda
ser parte á estorbado, vengo á quedar co-
mo piedra , falto de todo buen sentido y
conocimiento ; y vengo á caer en la cuen-
ta desta verdad , quando algunos me di-
cen y muestran señales de las cosas que
he hecho entanto que aquel terrible ací-
dente me señorea , y no sé mas que do-
lerme envano , y maldecir sin provecho
mi ventura , y dar por disculpa de mis
locuras el decir la causa dellas á quantos
oírla quieren , porque viendo los cuerdos
qual es la causa , no se marabiUarán de
los efetos, y si no me dieren remedio , a-
lomenos no me darán culpa , convirtien-
doseles el enojo de mi desenvoltura en las-
tima de mis desgracias : y si es que vos-
otros , señores, venis con la misma inten-
PARTE I. CAP, XXVII. 1 3
cion que otros han venido , antes que pa-
séis adelante en vuestras discretas persua-
siones , os ruego que escuchéis el cuento,
que no le tiene, de mis desventuras, por-
que quiza después de entendido , ahorra-
réis del trabajo que tomareis en consolar
un mal que de todo consuelo es incapaz.
Los dos , que no deseaban otra cosa que
saber de su misma boca la causa de su da-
ño , le rogaron se la contase , ofreciéndole
de no hacer otra cosa de la que el quisiese
en su remedio , ó consuelo : y con esto el
triste caballero comenzó su lastimera his-
toria casi por las mesmas palabras y pa-
sos que la habia contado á Don Quixote
y al cabrero pocos dias atrás, quando por
ocasión del maestro Elisabat,y puntuali-
dad de Don Quixote en guardar pl deco-
ro á la Caballería, se quedó el cuento im-
perfeto , como la historia lo dexa conta-
do ; pero ahora quiso la buena suerte que
se detubo el acídente de la locura , y le
dio lugar de contarlo hasta el fin. Y asi
llegando al paso del billete que habia ha-
llado Don Fernando entre el libro de Ama-
14 DON QUIXOTE.
dís de Gaula , dixo Cardeaio que le tenia
bien en la memoria , y que decia desta
manera.
IVSCINDA A CARDENIO.
„ Cada dia descubro en vos valores que
„ me obligan y fuerzan á que en mas os
„ estime , y asi , si quisieredes sacarme
„ desta deuda sin executarme en la honra,
„ lo podréis muy bien hacer : padre tengo
„ que os conoce, y que me quiere bien, el
„ qual sin forzar mi voluntad cumplirá la
„ que sera justo que vos tengáis, si es que
„ me estimáis, como decis y como yo creo."
Por este billete me moví á pedir á Lus-
cinda por esposa, como ya os he contado,
y este fue por quien quedó Luscinda en la
opinión de Don Fernando por una de las
mas discretas y avisadas mugeres de su
tiempo, y este billete fue el que le puso
en deseo de destruirme antes que el mió
se efetuase : dixele yo á Don Fernando en
lo que reparaba el padre de Luscinda, que
era en que mi padre se la pidiese, lo qual
PARTE I. CAP. XXVir. I^
yo no le osaba decir, temeroso que no ven-
dría en ello , no porque no tubiese bien
conocida la calidad, bondad, virtud y her-
mosura de Luscinda , y que tenia partes
bastantes para ennoblecer qualquier otro
linage de España , sino porque yo enten-
día del que deseaba que no me casase tan
presto , hasta ver lo que el duque Ricar-
do hacia conmigo : en resolución le dixe
que no me aventuraba á decírselo á mi
padre, asi por aquel inconveniente, como
por otros muchos que me acobardaban, sin
saber quales eran, sino que me parecía que
lo que yo desease jamas había de tener
efeto. A todo esto me respondió Don Fer-
nando que el se encargaba de hablar á mi
padre , y hacer con el que hablase al de
Luscinda. O Mario ambicioso! ó Catilina
cruel! ó Sila facineroso! ó GaJalon em-
bustero! ó Vellido traidor! ó Julián ven-
gativo! ó Judas coJicioso! Traidor, cruel,
vengativo y embustero , ¿que deservicios
te había hecho este triste , que con tanta
llaneza te descubrió los secretos y conten-
tos de su corazón? qué ofensa te hice? qué
l6 DON QUIXOTI.
palabras te dixe, ó qué consejos te di, que
no fuesen todos encaminados á acrecentar
tu honra y tu provecho? mas de que me
quejo , desventurado de mí ! pues es cosa
cierta que quando traen las desgracias la
corriente de las estrellas , como vienen de
alto abaxo , despeñándose con furor y con
violencia , no hay fuerza en la tierra que
las detenga, ni industria humana que pre-
venirlas pueda? ¡quien pudiera imaginar
que Don Fernando, caballero ilustre, dis-
creto , obligado de mis servicios , podero-
so para alcanzar lo que el deseo amoroso
le pidiese dondequiera que le ocupase , se
había de enconar , como suele decirse, en
tomarme á mí una sola oveja, que aun no
poseia! pero quédense estas consideracio-
nes aparte, como inútiles y sin provecho,
y añudemos el roto hilo de mi desdicha-
da historia. Digo pues que pareciendole á
Don Fernando que mi presencia le era in-
conveniente para poner en execucion su
falso y mal pensamiento, determinó de en-
viarme á su hermano mayor con ocasión
de pedirle unos dineros para pagar seis ca-
PARTE I. CAP. XXVII. J?
ballos , que de industria, y solo para este
efeto de que me ausentase (para poder me-
jor salir con su dañado intento) el mismo
día que se ofreció á hablar á mi padre
los compró, y quiso que yo viniese por el
dinero. Pude yo prevenir esta traición?
pude por ventura caer en imaginarla? no
por cierto, antes con grandisimo gusto me
ofreci á partir luego , contento de la bue-
na compra hecha. Aquella noche hablé con
Luscinda , y le dixe lo que con Don Fer-
nando quedaba concertado , y que tubie-
se firme esperanza de que tendrían efeto
nuestros buenos y justos deseos. Ella me
dixo , tan segura como yo de la traición
de Don Fernando , que procurase volver
presto , porque creia que no tardarla mas
la conclusión de nuestras voluntades que
tardase mi padre de hablar al suyo. No
sé que se fue que , en acabando de decir-
me esto , se le llenaron los ojos de lagri-
mas, y un nudo se le atravesó en la gar-
ganta , que no le dexaba hablar palabra
de otras muchas que me pareció que pro-
curaba decirme : quedé admirado deste
r. ///. B
jg DON QUIXOTE.
nuevo acídente hasta alli jamas en ella vis-
to , porque siempre nos hablábamos , las
veces que la buena fortuna y mi diligen-
cia lo concedia, con todo regocijo y con-
tento, sin mezclar en nuestras platicas la-
grimas , suspiros , zelos , sospechas , ó te-
mores : todo era engrandecer yo mi ven-
tura, por habérmela dado el cielo por se-
ñora : exageraba su belleza , admirábame
de su valor y entendimiento : volvíame
ella el recambio , alabando en mí lo que
como enamorada le parecía digno de ala-
banza : con esto nos contábamos cien mil
niñerías y acaecimientos de nuestros veci-
nos y conocidos, y á lo que mas se esten-
dia mí desenvoltura , era á tomarle casi
por fuerza una de sus bellas y blancas ma-
nos, y llegarla á mi boca, según daba lu-
gar la estrecheza de una baxa reja que nos
dividía; pero la noche, que precedió al tris-
te dia de mí partida , ella lloró , gimió y
suspiró, y se fue, y me dexó lleno de con-
fusión y sobresalto , espactado de haber
visto tan nuevas y tan tristes muestras de
dolor y seatimieoto en J-uscinda ; pero por
PARTE I. CAP. XXVir. IC)
no destruir mis esperanzas , todo lo atri-
buí á la fuerza del amor que mt tenia , y
al dolor que suele causar la ausencia en
los que bien se quieren: enfin yo me partí
triste y pensativo , llena el alma de ima-
ginaciones y sospechas , sin saber lo que
sospechaba, ni imaginaba : claros indicios
que mostraban el triste suceso y desven-
tura que me estaba guardada. Llegue al
lugar donde era enviado : di las cartas al
hermano de Don Fernando: fui bien rece-
bido, pero no bien despachado, porque me
mandó aguardar bien á mi disgusto ocho
dias , y en parte donde el Duque su padre
no me viese, porque su hermano le escri-
bía que le enviase cierto dinero sin su sa-
biduría : y todo fue invención del falso
Don Fernando , pues no le faltaban á su
hermano dineros para despacbarrrie lue-
go : orden y mandato fue este , que me
puso en condición de no obedecerle , por
parecerme imposible sustentar tantos dias
la vida en el ausencia de Luscinda, y mas
habiéndola dexado con la tristeza que os
he contado ^ pero con todo esto obedecí
B2
20 DON QUIXOTE.
como buen criado , aunque veía que había
de ser á e^sta de mi salud. Pero á los qua-
tro dias que alli llegué , llegó un hom-
bre en mi busca con una carta que me dio,
que en el sobrescrito conocí ser de Lus-»
cinda, porque la letra del era suya: abrí-
la temeroso y con sobresalto, creyendo que
cosa grande debia de ser la que la había
movido á escribirme, estando ausente, pues
presente pocas veces lo hacia : pregúntele
al hombre antes de leerla quién se la ha-
bía dado, y el tiempo que había tardado
en el camino. Dixome que acaso pasando
por una calle de la ciudad á la hora de
mediodía, una señora muy hermosa le lla-
mó desde una ventana , los ojos llenos de
lagrimas , y que con mucha priesa le di-
xo : hermano , sí sois cristiano como pa-
recéis , por amor de Dios os ruego que en-
caminéis luego luego esta carta al Lugar y
á la persona que dice el sobrescrito , que
todo es bien conocido , y en ello haréis un
gran servicio á nuestro Señor; y para que
no os falte comodidad de poderlo hacer,
tomad lo que va en este pañuelo : y di-
PAnTE r. CAP. xxvrr. 21
cíendo esto , rae arrojó por la ventana ua
pañuelo , donde venían atados cien reales
y esta sortija de oro, que aqui traygo con
esa carta que os he dado : y luego sin
aguardar respuesta mía se quitó de la ven-
tana , aunque primero vio cómo yo tomé
la carta y el pañuelo , y por señas le dixe
que haria lo que me mandaba: y asi vién-
dome tan bien pagado del trabajo que po-
día tomar en traérosla; y conociendo por
el sobrescrito que erades vos á quien se
enviaba , porque yo , señor , os conozco
muy bien; y obligado asimismo de las la-
grimas de aquella hermosa señora, deter-
mine de no fiarme de otra persona , sino
venir yo mismo á dárosla , y en diez y
seis horas, que ha que se me dio, he he-
cho el camino que sabéis , que es de diez
y ocho leguas. Entanto que el agradecido
y nuevo correo esto me decía , estaba yo
colgado de sus palabras, temblandome las
piernas de manera, que apenas podía sos-
tenerme. Enefeto abrí la carta , y vi que
contenia estas razones.
3, La palabra, que Don Fernando os di»
22 DON QUIXOTE.
„ de hablar á vuestro padre para que ha-
„ blase al mió , la ha cumplido mucho
„ mas en su gusto, que en vuestro prove-
„ cho. Sabed , señor , que él me ha pedi-
„ do por esposa , y mi padre llevado de
„ la ventaja , que él piensa que Don Fer-
„ nando os hace , ha venido en lo que
„ quiere con tantas veras , que de aqui á
,, dos dias se ha de hacer el desposorio,
„ tan secreto y tan á solas , que solo han
„ de ser testigos los cielos y alguna gente
„ de casa. Qual yo quedo imaginaldo : si
„ os cumple venir veldo : y si os quiero
„ bien, ó no, el suceso deste negocio os lo
„ dará á entender. A Dios plega que esta
„ llegue á vuestras manos antes que la mia
„ se vea en condición de juntarse con la
5, de quien tan mal sabe guardar la fe que
„ promete."
Estas en suma fueron las razones que
la carta contenia , y las que me hicieron
poner luego en camino , sin esperar otra
respuesta ni otros dineros : que bien clauo
conüci entonces que no la compra de los
caballos, sino la de su gusto, había movi-
partí i. cap. XXVII. 23
do á Don Fernando á enviarme á su her-
mano. El enojo que contra Don Fernando
concebi , junto con el temor de perder la
prenda que con tantos años de servicios y
deseos tenia grangeada, me pusieron alas,
pues casi como en vuelo otro dia me puse
en mi Lugar al punto y hora que conve-
nia para ir á hablar á Luscinda: entré se-
creto, y dexé una muía en que venia , en
casa del buen hombre que me habla lle-
vado la carta , y quiso la suerte que en-
tonces la tübiese tan buena , que hallé á
Luscinda puesta á la reja , testigo de nues-
tros amores. Conocióme Luscinda luego, y
conocila yo ; mas no como debia ella co-
nocerme , y yo conocerla; pero quién hay
en el mundo que se pueda alabar que ha
penetrado y sabido el confuso pensamierr-
to y condición mudable de una .muger?
ninguno por cierto. Digo pues que asi co-
mo Luscinda me vio me dixo : Cardenio,
de boda estoy vestida, ya me están aguar-
dando en la sala Don Fernando el traidor,
y mi padre el codicioso , con otros testi-
gos que antes Jo serán de mi muerte , que
24 BON QÜIXOTE.
de mi desposorio: no te turbes, amigo, si-
no procura hallarte presente á este sacri-
ficio , el qual , si no pudiere ser estorbado
de mis razones , una daga llevo escondi-
da que podra estorbar mas determinadas
fuerzas , dando fin á mi vida, y principio
á que conozcas la voluntad que te he te-
nido y tengo. Yo le respondí turbado y
apriesa, temeroso no me faltase lugar pa-
ra responderla : hagan , señora , tus obras
verdaderas tus palabras , que s! tú llevas
daga para acreditarte , aqui llevo yo es-
pada para defenderte con ella, ó para ma-
tarme, si la suerte nos fuere contraria: no
creo que pudo oir todas estas razones, por-
que sentí que la llamaban apriesa , por-
que el desposado aguardaba. Cerróse con
esto la noche de mi tristeza , pusoseme el
sol de mi alegría , quedé sin luz en los
ojos y sin discurso en el entendimiento, no
acertaba á entrar en su casa ni podia mo-
verme á parte alguna; pero considerando
quanto importaba mi presencia para lo
que suceder pudiese en aquel caso, me ani-
mé lo mas que pude , y entré en su casa;
PARTE I. CAP. XXVII. Zg
y como ya sabia muy bien todas sus en-
tradas y salidas , y mas con el alboroto
que de secreto en ella andaba , nadie me
echó de ver : asique sin ser visto , tube
lugar de ponerme en el hueco que hacia
una ventana de la misma sala , que coa
las puntas y remates de dos tapices se cu-
bría, por entre las quales podia yo ver sio
ser visto todo quanto en la sala se hacia.
¡Quien pudiera decir ahora los sobresaltos
que me dio el corazón mientras aili estu-
be! los pensamientos que me ocurrieron!
las consideraciones que hice! que fueron
tantas y tales , que ni se pueden decir, ni
aun es bien que se digan : basta que se-
páis que el desposado entró en la sala sin
otro adorno, que los mesmos vestidos or-
dinarios que solia: traia por padrino, á un
primo hermano de Luscinda , y en toda
la sala no habia persona de fuera sino los
criados de casa : de alli á un poco salió
de una recamara Luscinda , acompañada
de su madre y de dos doncellas suyas, tan
bien aderezada y compuesta , como su ca-
lidad y hermosura merecian, y como quiea
26 DON QOIXOTE.
era la perfecion de la gala y bizarría cor-
tesana : DO me dio lugar mi suspensión y
arrobamiento paraque mirase y notase en
particular lo que traía vestido , solo pude
advertir á las colores , que eran encarna-
do y blanco, y en las vislumbres que las
piedras y joyas del tocado y de todo el
vestido hacían , á todo lo qual se aventa-
jaba la belleza singular de sus hermosos
y rubios cabellos , tales que en competen-
cia de las preciosas piedras , y de las lu-
ces de quatro hachas que en la sala esta-
ban , la suya con mas resplandor á los
ojos ofrecían. O memoria , enemiga mor-
tal de mi descanso! de qué sirve repre-
sentarme ahora la incomparable belleza
de aquella adorada enemiga mia? ¿no se-
ra mejor , cruel memoria . que me acuer-
des y representes lo que entonces hizo, pa-
raque movido de tan manifiesto agravio
procure , ya que no la venganza , alome-
nos perder la vida ? no os canséis , seño-
res, de oir estas digresiones que hago, que
no es mi pena de aquellas que puedan ni
deban contarse sucintamente y de paso,
PARTE, I. CAP. XXVir. 27
pues cada circunstancia suya me parece á
mí que es digna de un largo discurso. A
esto le respondió el Cura que no solo no
se cansaban en oirle , sino que les daba
mucho gusto las menudencias que conta-
ba , por ser tales , que merecían no pasar-
se en silencio , y la misma atención que
lo principal del cuento. Digo pues , prosi-
guió Cárdenlo , que estando todos en la
sala, entró el Cura de la parroquia, y to-
mando á los dos por la mano para hacer
lo que en tal acto se requiere , al decir:
,, ¿queréis, señora Luscinda, al señor Don
,, Fernando, que está presente , por vues-
,, tro legitimo esposo , como lo manda la
„ Santa Madre Iglesia?" yo saqué toda la
cabeza y cuello de entre los tapices, y con
atentísimos oidos y alma turbada rrie pu-
se á escuchar lo que Luscinda respondía,
esperando de su respuesta la sentencia de
mi muerte , ó la confirmación de mi vi-
da. O quien se atreviera á salir entonces,
diciendo á voces: ah Luscinda, Luscinda!
mira lo que haces , considera lo que me
debes , mira que eres mia , y que no pue-
28 DON QOIXOTE.
des ser de otro : advierte que el decir tá
sí, y el acabárseme la vida, ha de ser to-
do á un punto : ah traidor Don Fernan-
do , robador de mi gloria , muerte de mi
vida! qué quieres? qué pretendes? consi-
dera que no puedes cristianamente llegar
al fin de tus deseos , porque Luscinda es
mi esposa , y yo soy su marido : ali loco
de mí ! ahora que estoy ausente, y lejos
del peligro , digo que habia de hacer 1»
que no hice: ahora que dexé robar mi ca-
ra prenda , maldigo al robador , de quien
pudiera vengarme , si tubiera corazón pa-
ra ello, como lo tengo para quejarme: en-
fin, pues fui entonces cobarde y necio, no
es mucho que muera ahora corrido, arre-
pentido y loco. Estaba esperando el Cura
la respuesta de Luscinda , que se detubo
un buen espacio en darla , y quando yo
pense que sacaba la daga para acreditar-
se , ó desataba la lengua para decir algu-
na verdad , ó desengaño que en mi pro-
vecho redundase , oigo que dixo con voz
desmayada y flaca j? guieyo : y lo mis-
mo dixo Don Fernando , y dándole el ani-
JARTE T. CAP. XXVTI. 29
Uo , quedaron en indisoluble nudo ligados:
llegó el desposado á abrazar á su esposa,
y ella poniéndose la mano sobre el cora-
zón , cayo desmayada en los brazos de su
madre. Resta ahora decir qual quede yo,
viendo en el sí que habia oido burladas
mis esperanzas , falsas las palabras y pro-
mesas de Luscinda , imposibilitado de co-
brar en algún tiempo el bien que en aquel
instante habia perdido: quedé falto de con-
sejo , desamparada á mi parecer de todo
el cielo , hecho enemigo de la tierra que
me sustentaba , negándome el a y re alien-
to para mis suspiros , y el agua humor
para mis ojos ; solo el fuego se acrecentó
de manera, que todo ardía de rabia y de
zelos. Alborotáronse todos con el desma-
yo de Luscinda, y desabrochándole su ma-
dre el pecho paraque le diese el ayre , se
descubrió en el un papel cerrado, que Don
Fernando tomó luego , y se le puso á leer
á la luz de una de las hachas, y en aca-
bando de leerle se sentó en una silla , y se
puso la mano en la mexiUa con muestras
de hombre muy pensativo , sia acudir á
30 DOK QUrXOTE.
los remedios que á su esposa se hadan pa-
raque del desmayo volviese. Yo, viendo al-
borotada toda la gente de casa , me aven-
ture á salir, ora fuese visto ó no, con de-
terminación , que si me viesen , de hacer
un desatino tal , que todo el mundo vi-
niera á entender la justa Indignación de
mi pecho en el castigo del falso Don. Fer-
nando, y aun en el mudable de la desma-
yada traidora ; pero mi suerte (que para
mayores males , si es posible que los ha-
ya , me debe tener guardado) ordenó que
en aquel punto me sobrase el entendimien-
to que después acá me ha faltado , y asi
sin querer tomar venganza de mis mayo-
res enemigos (que por estar tan sin pen-
samiento mió (I) fuera fácil tomarla ) qui-
se tomarla de mi mano, y executar en mí
la pena que ellos merecían ; y aun quiza
con mas rigor del que con ellos se usara,
si entonces les diera muerte : pues la que
se'recibe repentina presto acaba la pena,
mas la que se dilata con tormentos siem-
pre mata sin acabar la vida. Enfin yo sa-
ü de aquella casa , y vine á la de aquel
PARTE J. CAP. xxvir. 3^
donde había dexado la muía, hice que me
la ensillase , sin despedirme del subi ea
ella , y sali de la ciudad , sin osar como
otro Lot volver el rostro á miralla, y quan-
do me vi en el campo solo , y que la es-
curidad de la noche me encubría, y su si-
lencio convidaba á quejarme, sin respeto ó
miedo de ser escuchado ni conocido , sol-
te la voz , y desata la lengua ea tantas
maldiciones de Luscinda y de Don Fernan-
do , como si con ellas satisficiera el agra-
vio que m.e habían hecho : dile titules de
cruel , de ingrata, de falsa y desagradeci-
da , pero sobre todos de codiciosa , pues
la riqueza de mi enemigo la habia cerra-
do los ojos de la voluntad para quitarme-
la á mí , y entregarla á aquel con quien
mas liberal y franca la fortuna se había
mostrado ; y enmitad de la fuga destas
maldiciones y vituperios la desculpaba, di-
ciendo que no era mucho que una donce-
lla recogida en casa de sus padres , he-
cha y acostumbrada siempre á obedecer-
los , hubiese querido condecender con su
gusto , pues le daban por esposo á un ca-
32 rON QUIXOTB.
ballero tan principal, tan rico y tan gen-
til hombre, que, á no querer recebirle, se
podia pensar , ó que no tenia juicio, ó que
en otra parte tenia la voluntad : cosa que
redundaba tan en perjuicio de su buena
opinión y fama. Luego volvía diciendo que
puesto que ella dixera que yo era su es-
poso , vieran ellos que no habia hecho en
escogerme tan mala elección que no la dis-
culparan , pues antes de ofrecérseles Don
Fernando no pudieran ellos mismos acer-
tar á desear, si con razón midiesen su de-
seo , otro mejor que yo para esposo de su
hija, y que bien pudiera ella antes de po-
nerse en el trance forzoso y ultimo de dar
la mano decir que ya yo le habia dado
la mia , que yo viniera , y condeceodiera
con todo quanto ella acertara á fingir en
este caso : enfin me resolví en que poco
amor , poco juicio , mucha ambición , y
deseos de grandezas hicieron que se olvi-
dase de las palabras con que me habia en-
gañado , entretenido y sustentado en mis
firmes esperanzas y honestos deseos.
Con estas voces y con esta inquietud
PARTE I. CAP. XXVIT. 33
caminé lo que quedaba de la noche , y di
al amanecer en una entrada destas sier-
ras , por las quales camine otros tres dias
sin senda ni camino alguno, basta que vi-
ne á parar á unos prados , que no sé á
que mano destas montañas caen , y allí
pregunté á unos ganaderos que acia dón-
de era lo mas áspero destas sierras. Di-
xeronme que acia esta parte : luego me
encamine á ella con intención de acabar
aqui la vida , y en entrando por estas as-
perezas, del cansancio y de la hambre se
cayo mi muía muerta , <í, lo que yo mas
creo , por desechar de sí tan inútil carga
como en mí llevaba: yo quede á pie, ren-
dido de la naturaleza, traspasado de ham-
bre , sin tener ni pensar buscar quien me
socorriese : de aquella manera estube no
sé que tiempo tendido en el suelo , al ca-
bo del qual me levanté sin hambre, y ha-
llé junto á mí á unos cabreros , que sin
duda debieron ser los que mi necesidad
remediaron , porque ellos me dixeron de
la manera que me hablan hallado, y co-
mo estaba diciendo tantos disparates y des-
T. IIJ. C
34 J>ON QUIXOTB.
atinos , que daba indicios claros de haber
perdido el juicio : y yo he sentido en mí
después acá que no todas veces le tengo
cabal , sino tan desmedrado y flaco , que
hago mil locuras , rasgándome los vesti-
dos, dando voces por estas soledades, mal-
diciendo mi ventura , y repitiendo enva-
no el nombre amado de mi enemiga , sin
tener otro discurso ni intento entonces,
que procurar acabar la vida voceando , y
quando en mí vuelvo me hallo tan can-
sado y molido, que apenas puedo mover-
me : mi mas común habitación es en el
hueco de un alcornoque , capaz de cubrir
este miserable cuerpo : los vaqueros y ca-
breros que andan por estas montañas, mo-
vidos de caridad me sustentan poniéndo-
me el manjar por los caminos y por las
peñas, por donde entienden que acaso po-
dre pasar y hallarlo ; y asi , aunque en-
tonces me falte el juicio, la necesidad na-
tural me da á conocer el mantenimiento,
y despierta en mí el deseo de apetecerlo
y la voluntad de tomarlo: otras veces me
dicen ellos, quaado me encuentran con jui-
PARTE I. CAP. XXVII. 35
cío , que yo salgo á los caminos, y que se
lo quito por fuerza , aunque me lo dea de
grado , á los pastores que vienen con ell»
del Lugar á las majadas. Desta manera
paso mi miserable y estrema vida , hasta
que el cielo sea servido de conduciría á su
ultimo fin, ó de ponerle en mi memoria,
paraque no me acuerde de la hermosura
y de la traición de Luscinda y del agra-*-
vio de Don Fernando ; que si esto él hace
sin quitarme la vida , yo volvere á mejor
discurso mis pensamientos : donde no , no
hay sino rogarle que absolutamente tenga
misericordia de mi alma, que yo no sien-
to en mi valor ni fuerzas para sacar el
cuerpo desta estrecheza , en que por mi
gusto he querido ponerle. Esta es, ó seño-
res , la amarga historia de mi desgracia:
decidme si es tal , que pueda celebrarse
con menos sentimientos que los que en mí
habéis visto ; y no os canséis en persua-
dirme ui aconsejarme lo que la razón os
dixers que puede ser bueno para mi re-
medio , porque ha de aprovechar conmi-
go lo que aprovecha ia medicina recetada
C2
36 DON QOIXOTE.
de famoso medico al enfermo que recebir
no la quiere : yo no quiero salud sin Lus-
cinda , y pues ella gusta de ser agena , sien-
do ó debiendo ser mia , guste yo de ser
de la desventura , pudiendo haber sido de
la buena dicha: ella quiso con su mudan-
za hacer estable mi perdición , yo querré
con procurar perderme hacer contenta su
voluntad , y sera exemplo á los porvenir
de que á mí solo faltó lo que á todos los
desdichados sobra , á los quales suele ser
consuelo la imposibilidad de tenerle (2), y
en mí es caus? (3) de mayores sentimien-
tos y males, porque aun pienso que no se
han de acabar con la muerte. Aqui dio fin
Cárdenlo á su larga platica , y tan desdi-
chada como amorosa historia , y al tiem-
po que el Cura se prevenía para decirle
algunas razones de consuelo , le suspendió
una voz que llegó á sus oidos, que en las-
timados acentos oyeron que decía lo que
se dirá en la Quarta (4) Parte desta nar-
ración; que en este punto dio fin á la Ter-
cera el sabio y atentado historiador Cide
Hamete Beu Engeli.
PARTE I. CAP. XXVni. 37
CAPITULO XXVIII.
QUE TRATA DE LA NUEVA Y AGRADABLB
AVENTURA QUE AL CURA Y BARBERO SU-
CEDIÓ EN LA MISMA SIERRA.
Fe,
elicisimos y venturosos fueron los tiem-
pos donde se echó al mundo el audacísi-
mo Caballero Don Quixote de la Mancha,
pues por haber tenido tan honrosa deter-
minación , como fue el querer resucitar y
volver al mundo la ya perdida y casi muer-
ta orden de la Andante Caballería , goza-
mos ahora en esta nuestra edad , necesi-
tada de alegres entretenimientos , no so-
lo de la dulzura de su verdadera historia,
sino de los cuentos y episodios della, que
en parte no son menos agradables , y ar-
tificiosos , y verdaderos , que la misma
historia (5). La qual prosiguiendo su ras-
trillado , torcido y aspado hilo , cuenta
que asi como el Cura comenzó á preve-
nirse para consolar á Cárdenlo , lo im-
pidió una voz que llegó á sus oidos , que
38 DON QUIXOTE.
con tristes acentos decia desta manera:
ay Dios! ¿si sera posible que he ya ha-
llado lugar , que pueda servir de escon-
dida sepultura á la carga pesada desté
cuerpo , que tan contra mi voluntad sos-
tengo? sí sera , si la soledad que prome-
ten estas sierras no miente : ay desdicha-
da! iy quan mas agradable compañía ha-
rán estos riscos y malezas á mi intención
(pues me darán lugar paraque con quejas
comunique mi desgracia al cielo) que no
la de ningún hombre humano , pues no
hay ninguno en la tierra de quien se pue-
da esperar consejo en las dudas, alivio en
ias quejas , ni remedio en ios males ! To-
das estas razones oyeron y percibieron el
Cura y los que con él estaban , y por pa-
recerles , como ello era , que alli junto las
decían , se levantaron á buscar el dueño;
y no hubieron andado veinte pasos, quan-
do detras de un peñasco vieron sentado al
pie de un fresno á un mozo vestido como
labrador , al qual , por tener inclinado el
rostro á causa de que se lavaba los pies
en el arroyo que por alii corría , no se le
PARTE I. CAP. XXVIII. 39
pudieron ver por entonces : y ellos llega-
ron con tanto silencio , que del no fueron
sentidos , ni el estaba á otra cosa atento
que á lavarse los pies , que eran tales que
no parecían sino dos pedazos de blanco
cristal, que entre las otras piedras del ar-
royo se habían nacido : suspendióles la
blancura y belleza de los pies , parecien-
doies que no estaban hechos a pisar ter-
rones , ni á andar tras el arado y los bue-
yes , como mostraba el habito de su due-
ño; y asi, viendo que no hablan sido sen-
tidos , el Cura que iba delante, hizo señas
á los otros dos que se agazapasen , ó es-
condiesen detras de unos pedazos de pena
que alli habia : asi lo hicieron todos, mi-
rando con atención lo que el mozo hacia.
El qual traia puesto un capotillo pardo de
dos aldas muy ceBido al cuerpo con una
toalla blanca : traia ansimismo unos cal-
zones (6) y polaynas de paño pardo , y en
la cabeza una montera parda : tenia las
polaynas levantadas hasta la mitad de la
pierna, que sin duda alguna de blanco ala-
bastro parecía : acabóse de lavar los her-
40 DON QUIXOTE.
mosos píes , y luego con un paño de to-
car que sacó debaxo de la montera, se los
limpió, y al querer quitársele alzó el ros-
tro, y tubieron lugar los que mirándole es-
taban de ver una hermosura incompara-
ble tal, que Cardenio dixo al Cura con voz
baxa : esta , ya que no es Luscinda , no es
persona humana , sino divina. El mozo se
quitó la montera , y sacudiendo la cabe-
za á una y á otra parte , se comenzaron
á descoger y desparcir unos cabellos , que
pudieran los del sol tenerles envidia. Con
esto conocieron que el que parecia labra-
dor era muger , y delicada , y aun la mas
hermosa que hasta entonces los ojos de los
dos habian visto, y aun los de Cardenio, si
no hubieran mirado y conocido á Luscin-
da, que después afirmó que sola la belle-
za de Luscinda podia contender con aque-
lla. Los luengos y rubios cabellos no solo
le cubrieron las espaldas , mas toda en-
torno la escondieron debaxo de ellos , que
siuo eran los pies , ninguna otra cosa de
su cuerpo se parecia : tales y tantos eran.
En esto les sirvió de peyue unas manos,
PARTE I. CAP. XXVIIT. 4I
que, si los pies en el agua liabian pareci-
do pedazos de cristal , las manos en los
cabellos semejaban pedazos de apretada
nieve: todo lo qual en mas admiración, y
en mas deseo de saber quien era, ponia á
los tres que la miraban : por esto deter-
minaron de mostrarse , y al movimiento
que hicieron de ponerse en pie la her-
mosa moza alzó la cabeza , y apartándose
los cabellos de delante de los ojos con en-
trambas manos miró los que el ruido ha-
cían i y apenas los hubo visto, quando se
levantó en pie, y sin aguardar á calzarse,
ni á recoger los cabellos , asió con mucha
presteza un bulto como de ropa , que jun-
to á sí tenia , y quiso ponerse en huida,
Llena de turbación y sobresalto ; mas no
hubo dado seis pasos, quando, no pudien-
do sufrir los delicados pies la aspereza de
las piedras , dio consigo en el suelo : lo
qual visto por los tres , salieron á ella , y
el Cura fue el primero que le dixo : dete-
neos , señora , quienquiera que seáis , que
los que aqui veis, solo tienen intención de
serviros : no hay para que os pongáis en
42 DON QUIXOTE.
tan impertinente huida , porque ni vues-
tros pies lo podran sufrir, ni nosotros con-
sentir. A todo esto ella no respondía pa-
labra , atónita y confusa. Llegaron pues á
ella , y asiéndola por la mano el Cura,
prosiguió diciendo : lo que vuestro trage,
señora , nos niega , vuestros cabellos nos
descubren, señales claras que no deben de
ser de poco momento las causas que han
disfrazado vuestra belleza en habito tan
indigno , y traidola á tanta soledad como
es esta , en la qual ha sido ventura el ha-
llaros , si DO para dar remedio á vuestros
males, alómenos para darles consejo, pues
ningún mal puede fatigar tanto ni llegar
tan al estremo de serlo , mientras no aca-
ba la vida, que rehuya de no escuchar si-
quiera el consejo, que con buena intención
se le da al que lo padece : asique , señora
mia , ó señor mió , ó lo que vos quisiere-
des ser, perded el sobresalto, que nuestra
vista os ha causado , y contadnos vuestra
buena ó mala suerte, que en nosotros jun-
tos , ó en cada uno , hallaréis quien os
ayude á sentir vuestras desgracias. Entan-
PARTE y. CAP. xxviir. 43
to que el Cura decía estas razones , esta-
ba la disfrazada moza como embelesada,
mirándolos á todos sin mover labio , ni
decir palabra alguna , bien asi como rus-
tico aldeano que deimproviso se le mues-
tran cosas raras y del jamas vistas ; mas
volviendo el Cura á decirle otras razones
al mismo efeto encaminadas , dando ella
un profundo suspiro, rompió el silencio, y
dixo: pues que la soledad destas sierras no
ha sido parte para encubrirme , ni la sol-
tura de mis descompuestos cabellos no ha
permitido que sea mentirosa mi lengua,
cnvalde seria fingir yo denuevo ahora lo
que, si se me creyese, seria mas por cor-
tesía que por otra razón alguna : presu-
puesto esto , digo , señores , que os agra-
dezco el ofrecimiento que me habéis he-
cho , el qual me ha puesto en obligación
de satisfaceros en todo lo que me habéis
pedido , puesto que temo que la relación,
que os hiciere de mis desdichas , os ha de
causar al par de la compasión la pesa-
dumbre , porque no habéis de hallar re-
Biedio para remediarlas , ni consuelo para
44 í>ON QUIXOTE.
entretenerlas ; pero con todo esto , porque
no ande vacilando mi bonra en vuestras
intenciones , habiéndome ya conocido por
muger , y viéndome moza , sola y en este
trage , cosas todas juntas y cada una por
sí que pueden echar por tierra qualquier
honesto crédito , os habré de decir lo que
quisiera callar, si pudiera. Todo esto dixo
sin parar la que tan hermosa muger pa-
recía , con tan suelta lengua , con voz tan
suave , que no menos les admiró su dis-
creción que su hermosura: y tornándole á
hacer nuevos ofrecimientos y nuevos rue-
gos paraque lo prometido cumpliese, ella,
sin hacerse mas de rogar , calzándose con
toda honestidad , y recogiendo sus cabe-
llos, se acomodó en el asiento de una pie-
dra, y puestos los tres alrededor della , ha-
ciéndose fuerza por detener algunas lagri-
mas que á los ojos se le venian , con voz
reposada y clara comenzó la historia de
su vida desta manera.
En esta Andalucía hay un Lugar , de
quien toma titulo un Duque , que le hace
uno de los que llaman Grandes en Espa-
ÍARTE I. CAP. XXVIir. 43;
6a : este tiene dos hijos , el mayor here-
dero de su Estado y al parecer de sus bue-
nas costumbres , y el menor no sé yo de
que sea heredero , sino de las traicioues
de Vellido y de los embustes de Galalon:
deste señor son vasallos mis padres , hu-
mildes en linage , pero tan ricos , que sí
los bienes de su naturaleza igualaran á los
de su fortuna , ni ellos tubieran mas que
desear , ni yo temiera verme en la desdi-
cha en que me veo , porque quiza nace
ni poca ventura de la que no tubieron
ellos en no haber nacido ilustres : bien es
verdad que no son tan baxos, que puedan
afrentarse de su estado , ni tan altos , que
á mí me quiten la imaginación que tengo
de que de su humildad viene mi desgra-
cia : ellos enfin son labradores, gente lla-
na, sin mezcla de alguna raza mal sonan-
te , y como suele decirse , cristianos viejos
ranciosos , pero tan rancios, que su rique-
za y magnitico trato les va poco á poco
adquiriendo nombre de hidalgos , y aun
de caballeros , puesto que de la mayor ri-
queza y nobleza que ellos se preciaban era
46 BOH QUIXOTE.
de tenerme á mi por hija : y asi por no
tener otra ni otro que los heredase , como
por ser padres y aficionados , yo era una
de las mas regaladas hijas que padres ja-
mas regalaron : era el espejo en que se
miraban , el báculo de su vejez , y el su-
geto á quien encaminaban , midiéndolos
con el cielo , todos sus deseos , de los qua-
les , por ser ellos tan buenos , los mios no
salian un punto , y del mismo modo que
yo era sefiora de sus ánimos , ansi lo era:
de su hacienda: por mí se recebian y des-
pedían los criados : la razón y cuenta de
lo que se sembraba y cogia pasaba pof
mi mano : los molinos de aceyte , ios la-
gares del vino, el numero del ganado ma-
yor y menor , el de las colmenas , final-
mente de todo aquello que un tan rico la-
brador como mi padre puede tener y tie-
ne , tenia yo la cuenta , y era la mayor-i
doma y señora , con tanta solicitud mia y
con tanto gusto suyo , que buenamente no
acertaré á encarecerlo : los ratos, que del
día me quedaban después de haber dado
Jo que convenia á los mayorales ó capa-
PARTE 1. CAP. XX'Vm. /^f
taces y á otros jornaleros , los entretenía
en exercicios que son á las doncellas tan
licicos, como necesarios, como son los que
ofrece la aguja y la almohadilla, y la rue-
ca muchas veces ; y si alguna por recrear
el animo estos exercicios dexaba, me aco-
gía al entretenimiento de leer algún libro
devoto, ó á tocar una harpa , porque la es-
periencia me mostraba que la música com-
pone los ánimos descompuestos , y alivia
los trabajos que nacen del espíritu. Esta
pues era la vida que yo tenia en casa de
mis padres, la qual, si tan particularmen-
te he contado , no ha sido por ostentación
D¡ por dar á entender que soy rica , sino
porque se advi^ta quan sin culpa me he
venido de aquel buen estado, que he di-
cho , al infelice en que ahora me hallo.
Es pues el caso que pasando mi vida ea
tantas ocupaciones y en un encerramien-
to tal , que al de un monesterio pediera
compararse, sin ser vista á mi parecer de
otra persona alguna que de los criados de
casa , porque !os dias que iba á luisa era
tan de maüana y tan acompañada de mi
48 DON QXJIXOTE.
madre y de otras criadas , y yo tan cu-
bierta y recatada , que apenas vian mis
ojos mas tierra de aquella donde ponia los
pies; y con todo esto, los del amor, ó los
de la ociosidad por mejor decir , á quien
los de lince no pueden igualarse, me vie-
ron , puestos en la solicitud de Don Fer-
nando, que este es el nombre del hijo me-
nor del Duque que os he contado. No hu-
bo bien nombrado á Don Fernando la que
el cuento contaba , quando á Cárdenlo se
le mudó la color del rostro , y comenzó á
trasudar con tan grande alteración , que
el Cura y el Barbero que miraron en ello,
temieron que le venia aquel acidente de
locura, que hablan oido dqgir que de quan-
do en quando le venia : mas Cárdenlo no
hizo otra cosa que trasudar y estarse que-
do, mirando de hito en hito á la labrado-
ra , imaginando quien ella era. La qual,
sin advertir en los movimientos de Car^
denio, prosiguió su historia, diciendo: y no
me hubieron bien visto, quando, según él
dixo después, quedó tan preso de mis amo-
res , quanto lo dieron bien á entender sus
PARTE I. CAP. XXVIIT. 49
demonstraciones r mas por acabar presto
con el cuento, que no le tiene, de mis des-
dichas , quiero pasar en silencio las dili-
gencias que Don Fernando hizo para de-
clararme su voluntad: sobornó toda la gen-
te de mi casa : dio y ofreció dadivas y
mercedes á mis parientes : los dias eran
todos de fiesta y de regocijo en mi calle:
las noches no dexaban dormir á nadie las
músicas : los billetes que , sin saber cómo,
á mis manos venian eran infinitos, llenos
de enamoradas razones y ofrecimientos,
con menos letras que promesas y juramen-
tos : todo lo qual no solo no me ablanda-
ba , pero me endurecía de manera , como
si fuera mi mortal enemigo , y que todas
las obras que para reducirme á su volun-
tad hacia , las hiciera para el efeto con-
trario : no porque á mí me pareciese mal
la gentileza de Don Fernando , ni que tu-
biese á demasía sus solicitudes , porque
me daba un noseque de contento verme
tan querida y estimada de un tan princi-
pal caballero , y no me pessba ver en sus
papeles mis alabanzas : que en esto , por
T. II j. D
^O SON QUIXOTE.
feas que seamos las mugeres , me parece
á mí que siempre nos da gusto el oír que
nos llaman hermosas ; pero á todo esto se
oponía mi honestidad y los consejos con- ,
tinuos que mis padres me daban , que ya
muy al descubierto sabían la voluntad de
Don Fernando , porque ya á él no se le
daba nada de que todo el mundo la su-
piese : decíanme mis padres que en sola
mí virtud y bondad dexaban y deposita-
ban su honra y fama , y que considerase
la desigualdad que había entre mí y Don
Fernando , y que por aquí echaría de ver
que sus pensamientos , aunque el dixese
otra cosa , mas se encaminaban á su gus-
to que á mí provecho , y que sí yo qui-
siese poner en alguna manera algún in-
conveniente pa raque él se dexase de su
injusta pretensión , que ellos me casarían
luego con quien yo mas gustase , asi de
los mas principales de nuestro Lugar, co^
mo de todos los circunvecinos , pues todo
se podía esperar de su mucha hacienda j
de mi buena fama. Con estos ciertos pro-
metimientos, y con la verdad que ellos
PARTK I. CAP. XXVIII. gl
me decían , fortüicaba yo mi entereza , y
jamas quise responder á Don Fernando pa-
labra , que le pudiese mostrar , aunque de
muy If jos , esperanza de alcanzar su de-
seo : todos estos recatos mios , que él de-
bía de tener por desdenes, debieron de ser
causa de avivar mas su lascivo apetito,
que este nombre quiero dar á la voluntad
que me mostraba , la qual , si ella fuera
como debía, no la supierades vosotros aho-
ra , porque hubiera faltado la ocasión de
decírosla : finalmente Don Fernando supo
que mis padres andaban por darme esta-
do por quitalle á él la esperanza de po-'
íeerme, ó alómenos porque yo tubiese mas
guardas para guardarme , y esta nueva ó
sospecha fue causa paraque hiciese lo que
ahora oiréis.
Y fue que una noche estando yo en mi
aposento con sola la compañía de una don-
cella que me servia , teniendo bien cerra-
das las puertas , por temor que por des-
cuido mi honestidad no se viese en peli-
gro , sin saber ni imaginar cómo , en me-
dio destos recatos y prevenciones , y en la
¿3 DON QUIXOTI.
soledad deste silencio y encierro me le ha-
llé delante , cnya vista me turbó de ma-
nera , que me quitó la de mis ojos , y me
enmudeció la lengua; y asi no fui'pode-
rosa de dar voces , ni aun él creo que me
las dexara dar , porque luego se llegó á
mí , y tomándome entre sus brazos (por-
que yo , como digo , no tube fuerzas para
defenderme según estaba turbada) comen-
zó á decirme tales razones , que no sé co-
mo es posible que tenga tanta habilidad
la mentira , que las sepa componer de mo-
do , que parezcan tan verdaderas : hacia
el traidor que sus lagrimas acreditasen sus
palabras , y los suspiros su intención. Yo
pobrecilla , sola éntrelos mios, mal exer-
citada en casos semejantes, comencé no sé
en que modo á tener por verdaderas tan-
tas falsedades , pero no de suerte, que me
moviesen á compasión menos que buena
sus lagrimas y suspiros ; y asi pasándose-
me aquel sobresslto primero, torne algún
tanto á cobrar mis perdidos espíritus , y
con mas animo del que pense que pudie-
ra tener , le dixe ; si como estoy , señor.
PARTE I. CAP. xxvirr. 53
en tus brazos , estubiera entre los de ua
leen fiero , y el librarme dellos se me ase-
gurara con que hiciera, ó dixera.cosa que
fuera en perjuicio de mi honestidad , asi
fuera posible hacella ó decilla , como es
posible dexar de haber sido lo que fue;
asique, si tú tienes ceñido mi cuerpo con
tus brazos , yo tengo atada mi alma con
mis buenos deseos , que son tan diferentes
de los tuyos como lo verás , si con ha-
cerme fuerza quisieres pasar adelante en
ellos : tu vasalla soy , pero no tu esclava:
ni tiene ni debe tener imperio la nobleza
de tu sangre para deshonrar y tener en
poco la humildad de la mía , y en tanto
me estimo yo villana y labradora , como
tú señor y caballero : conmigo no han de
ser de ningún efeto tus fuerzas, ni han de
tener valor tus riquezas , ni tus palabras
han de poder engañarme , ni tus suspiros
y lagrimas enternecerme: si alguna de to-
das estas cosas que he dicho , viera yo en
el que mis padres me dieran por esposo,
á su voluntad se ajustara la mia , y mi
voluntad de la suya no saliera : de modo,
54 DON QUIXOTE.
que como quedara con honra, aunque que-
dara sin gusto , de grado te entregara lo
que tú, señor, ahora con tanta fuerza pro-
curas : todo esto he dicho , porque no es
pensar que de mí alcance cosa alguna el
que no fuere mi legitimo esposo. Si no re-
paras mas que en eso , bellisima Dorotea,
que este es el nombre desta desdichada,
dixo el desleal caballero , ves aqui te doy
la mano de serlo tuyo, y sean testigos des-
ta verdad los cielos , á quien ninguna co-
sa se esconde , y esta imagen de nuestra
Señora , que aquí tienes. Quando Cárde-
nlo le oyó decir que se llamaba Dorotea,
tornó denuevo á sus sobresaItos,y acabó de
confirmar por verdadera su primera opi-
nión ^ pero no quiso interromper el cuen-
to por ver en qué venia á parar lo que él
ya casi sabia , solo dixo: que? Dorotea es
tu nombre, señora? otra he oido yo decir
del mismo , que quiza corre parejas con
tus desdichas : pasa adelante , que tiem-
po vendrá en que te diga cosas que te es-
panten en el mismo grado que te lasti-
men. Reparó Dürotea en las razones de
PARTE r. CAP. XXVIIX. $$
Cárdenlo y en su estrauo y desastrado tra-
ge , y rogóle que si alguna cosa de su ha-
cienda (7) sabia , se la dixese luego , por-
que si algo le habia dexado bueno la for-
tuna era el animo que tenia para sufrir
qualquier desastre que le sobreviniese, se-
gura de que á su parecer ninguno podia lle-
gar que el que tenia acrecentase un pun-
to. No le perdiera yo , señora , respondió
Cárdenlo, en decirte lo que pienso, si fue-
ra verdad lo que imagino , y hasta ahora
no se pierde coyuntura , ni á ti te impor-
ta nada el saberlo. Sea lo que fuere , res-
pondió Dorotea, lo que en mi cuento pasa
fue que tomando Don Fernando una ima-
gen, que en aquel aposento estaba, la pu-
so por testigo de nuestro desposorio , con
palabras eficacísimas y juramentos estra-
ordinarios me dio la palabra de ser mi
marido , puesto que antes que acabase de
decirlas, le dixe que mirase bien lo que
hacia ; y que considerase el enojo que su
padre habia de recebir de verie casado con
una villana vasalla suya j que no le cega-
se mi hermosura , tal qual era , pues no
¿6 DON QUIXOTE.
era bastante para hallar en ella disculpa
de su yerro'; y que, si algún bien me que-
ría hacer por el amor que me tenia , fue-
se dexar cprrer mi suerte á lo igual de lo
que mi calidad podia , porque nunca los
tan desiguales casamientos se gozan , ni
duran mucho en aquel gusto con que se
comienzan. Todas estas razones, que aqui
he dicho , le dixe , y otras muchas de que
no me acuerdo ; pero no fueron parte pa-
ra que él dexase de seguir su intento, bien
ansi como el que no piensa pagar , que al
concertar de la barata no repara en in-
convenientes. Yo á esta sazón hice un bre-
ve discurso conmigo, y me dixe á mí mis-
ma : si , que no seré yo la primera que
por via de matrimonio haya subido de hu-
milde á grande estado , ni sera Don Fer-
nando el primero á quien hermosura , ó
ciega afición , que es lo mas cierto , haya
hecho tomar compañía desigual á su gran-
deza ; pues , si no hago ni mundo ni uso
nuevo, bien es acudir á esta honra que la
suerte me ofrece , puesto que en este no
dure mas la voluntad que me muestra , de
PARTE I. CAP. xTvnr. gf
quanto dure el cumplimiento de su deseo,
que enfin para con Dios seré su esposa ; y
si quiero con desdenes despedille , en ter-
mino le veo que , no usando el que debe,
usará el de la fuerza , y vendré á quedar
deshonrada , y sin disculpa de la culpa
que me podia dar el que no supiere quaa
sin ella he venido á este punto : porque
qué razones serán bastantes para persua-
dir á mis padres y á otros que este ca-
ballero entró en mi aposento sin consenti-
miento mió? Todas estas demandas y res-
puestas revolví en un instante en la ima-
ginación ; y sobretodo me comenzaron á
hacer fuerza, y á inclinarme á lo que fue
sin yo pensarlo mi perdición, los juramen-
to.; de Don Fernando, los testigos que po-
nía , las lagrimas que derramaba , y fi-
nalmente su disposición y gentileza, que,
acompañadas con tantas muestras de ver-
dadero amor , pudieran rendir á otro tan
li'bre y recatado corazón , como el mió:
llamé á mi criada paraque en la tierra
acompañase á los testigos del cielo : tornd
DoD Fernando á reiterar y confirmar sus
¿8 DON OUIXOTE.
juramentos , añadió á los primeros nue-
vos santos por testigos , echóse mil futu-
ras maldiciones si no cumpliese lo que me
prometía , volvió á humedecer sus ojos y
acrecentar sus suspiros, apretóme mas en-
tre sus brazos , de los quales jamas me
habla dexado , y con esto y con volverse
á salir del aposento mi doncella , yo dexé
de serlo , y el acabó de ser traidor y fe-
mentido. El dia, que sucedió á la noche de
mi desgracia , se venia aun no tan aprie-
sa como yo pienso que Don Fernando de-
seaba, porque, después de cumplido aque-
llo que el apetito pide , el mayor gusto
que puede venir es apartarse de donde le
alcanzaron : digo esto , porque Don Fer-
nando dio priesa por partirse de mí , y
por industria de mi doncella , que era la
misma que alli le habia traído, antes que
amaneciese se vio en la calle ; y al des-
pedirse de mí , aunque no con tanto ahin-
co y vehemencia como quando vino , me
dixo que estubiese segura de su fe , y de
ser firmes y verdaderos sus juramentos, y
para mas confírmacioo de su palabra sacd
PARTE I. CAP. XXVIII. 59
un rico anillo del dedo y lo puso en el
mío. Enefeto el se fue , y yo quedé ni sé
si triste ó alegre : esto sé bien decir , que
quede confusa y pensativa , y casi fuera
de mí con el nuevo a^caecimiento , y no
tube animo ó no se me acordó de reñir á
mi doncella por la traición cometida de
encerrar á Don Fernando en mi mismo
aposento , porque aun no me determinaba
si era bien, ó mal, el que me habia suce-
dido: dixele al partir á Don Fernando que
por el mismo camino de aquella podía ver-
me otras noches , pues ya era suya, hasta
que quando el quisiese aquel hecho se pu-
blicase ; pero no vino otra alguna , sino
fue la siguiente , ni yo pude verle en la
calle , ni en la iglesia en mas de un mes,
que euvano me canse en solici tallo, pues-
to que supe que estaba en la villa , y que
los mas dias iba á caza , exercicio de que
él era muy aficionado : estos dias y estas
horas bien sé yo que para mí fueron acia-
gos y menguadas , y bien sé que comencé
á dudar en ellos , y aun á descreer de la
fe de Don Fernando ^ y sé también que
6o DON QUIXOTE.
mi doncella oyó entonces las palabras, que
en reprehensión de su atrevimiento antes
no habia oido ; y sé que me fue forzoso
tener cuenta con mis lagrimas y con la
compostura de mi rostro, por no dar oca-
sión á que mis padres me preguntasen que
de que andaba, descontenta , y me obliga-
sen á buscar mentiras que dediles ; pero
todo esto se acabó en un punto, llegándo-
se uno donde se atropellaron respetos y se
acabaron los honrados discursos , y adon-
de se perdió la paciencia, y salieron á pla-
za mis secretos pensamientos : y esto fue,
porque de alli á pocos dias se dixo en el
Lugar cómo en una ciudad alli oerca se
habia casado Don Fernando con una don-
cella hermosísima en todo estremo , y de
muy principales padres , aunque no tan
rica , que por la dote pudiera aspirar á
tan noble casamiento : dixose que se lla-
maba Luscinda , con otras cosas que en sus
desposorios sucedieron dignas de admira-
ción. Oyó Cardenio el nombre de Luscin-
da , y no hizo otra cosa que encoger los
hombros, morderse los labios, enarcar las
1>ARTE I. CAP. XXVIll. Él
cejas , y dexar de alli á poco caer por sus
ojos dos fuentes de lagrimas. Mas no por
esto dcxó Dorotea de seguir su cuento, di-
ciendo : llegd esta triste nueva á mis oí-
dos , y en lugar de helárseme el corazón
en oilla, fue tanta la colera y rabia que se
encendió en el, que faltó poco para no sa-
lii-me por las calles dando voces , publi-
cando la alevosía y traición que se me ha-
bla hecho ; mas templóse esta furia por
entonces con pensar de poner aquella mis-
ma noche por obra lo que puse , que fue
ponerme en este habito que me dio uno
de los que llaman zagales en casa de los
labradores , que era criado de mi padre,
al qual descubrí toda mi desventura , y
le rogue me acompañase hasta la ciudad,
donde entendí que mi enemigo estaba: él,
después que hubo reprehendido mi atrevi-
miento y afeado mi determinación , vién-
dome resuelta en mi parecer, se ofreció á
tenerme compañía , como el dixo , hasta
el cabo del mundo: luego al momento en-
cerré en una almohada de lienzo un ves-
tido de muger , y algunas joyas y dineros
62 DOK QDtXOTE.
por lo que podía suceder , y en el silen-
cio de aquella noche, sin dar cuenta á mi
traidora doncella , sali de mi casa, acom-
pañada de mi criado y de muchas imagi-
naciones, y me puse en camino de la ciu-
dad á pie , llevada en vuelo del deseo de
llegar, ya que no á estorbar lo que tenia
por hecho , alómenos á decir á Don Fer-
Dando me dixese con qué alma lo habla
hecho.
Llegué en dos dias y medio donde que-
ría , y en entrando por la ciudad pregun-
té por la casa de los padres de Luscinda,
y al primero á quien hice la pregunta, me
respondió mas de lo que yo quisiera oir:
dixome la casa , y todo lo que habia su-
cedido en el desposorio de su hija , cosa
tan publica en la ciudad , que se hacen
corrillos para contarla por toda ella : di-
xome que la noche que Don Fernando se
desposó con Luscinda , después de haber
ella dado el sí de ser su esposa , le habia
tomado un recio desmayo, y que, llegan-
do su esposo á desabrocharle el pecho pa-
raque le diese el ayre , le halló un papel
PARTE r. CAP. KKVin. 6$
escrito de la misma letra de Luscinda , en
que decía y declaraba que ella no pedia
ser esposa de Don Fernando , porqje lo
era de Cardenio , que á lo que el hombre
me dixo era un caballero muy principal
de la misma ciudad , y que si había dado
el sí á Don Fernando , fue por no salir de
la obediencia de sus padres: en resolución
tales razones dixo que contenia el papel,
que daba á entender que ella había teni-
do intención de matarse en acabándose de
desposar , y daba allí las razones por que
se había quitado la vida : todo lo qual di-
cen que confirmó una daga , que le halla-
ron no se en que parte de sus vestidos:
todo lo qual visto por Don Fernando, pa-
reciendole que Luscinda le había burlado,
y escarnecido y tenido en poco , arreme-
tió á ella antes que de su desmayo vol-
viese, y con la misma daga que le halla-
ron la quiso dar de puñaladas , y lo hi-
ciera , si sus padres y los que se halla-
roa presentes no se lo estorbaran: díxeron
mas, que luego se ausentó Don Fernando,
y que Luscinda no había vuelto de su pa-
64 1>0N QUIXOTE.
rasismo hasta otro dia , que contó á sus
padres cómo ella era verdadera esposa de
aquel Cardenio que he dicho : supe mas,
que el Cardenio según decían se halló pre-
sente á los desposorios , y que en viendo-
la desposada , lo qual el jamas pensó , se
sallo de la ciudad desesperado , dexando-
le primero escrita una carta , donde daba
á entender el agravio que Luscinda le ha-
bía hecho , y de cómo el se iba adonde
gentes no le viesen : esto todo era publi-
co y notorio en toda la ciudad , y todos
hablaban dello , y mas hablaron quando
supieron que Luscinda había faltado de ca-
sa de su padre y de la ciudad , pues no
la hallaron en toda ella , de que perdían
el juicio sus padres, y no sabían qué me-
dio se tomar para hallarla : esto que supe
puso en bando mis esperanzas, y tube por
mejor no haber hallado á Don Fernando,
que no hallarle casado, pareciendome que
aun no estaba del todo cerrada la puerta á
mi remedio , dándome yo á entender que
podría ser que el cielo hubiese puesto aquel
impedimento en el segundo matrimonio,
Parte i. cap. xxvrir. 65
por atraerle á conocer lo que al primero
debia , y á caer en la cuenta de que era
cristiano, y que estaba mas obligado á su
alma que á los respetos humanos : todas
estas cosas revolvía en mi fantasía, y me
consolaba sin tener consuelo , fingiendo
unas esperanzas largas y desmayadas pa-
ra entretener la vida que ya aborrezco.
Estando pues en la ciudad , sin saber qué
hacerme , pues á Don Fernando no halla-
ba , llegó á mis oídos un pregón , donde
se prometía grande hallazgo á quien me
hallase , dando las señas de la edad y del
mismo trage que traia , y oi decir que se
decía que me había sacado de casa de mis
padres el mozo que conmigo vino , cosa
que me llegó al alma , por ver quan de
caída andaba mi crédito , pues no basta-
ba perderle con mi venida, sino añadir el
con quien , siendo sugeto tan baxo y tan .
indigno de mis buenos pensamientos : al
punto que oi el pregón me salí de la ciu-
dad con mi criado , que ya comenzaba á
dar muestras de titubear en la fe , que de
lidelidad me tenia prometida , y aquella
T. III. E
66 DON QUIXOTE.
noche nos entramos por lo espeso dest»
montana con el miedo de no ser hallados;
pero como suele decirse que un mal lla-
ma á otro, y que el fin de una desgracia
suele ser principio de otra mayor , asi me
sucedió á mí, porque mi buen criado, bas-
ta entonces fiel y seguro, asi como me vio
en esta soledad, incitado de su misma be-
llaquería antes que de mi hermosura, qui-
so aprovecharse de la ocasión que á su pa-
recer estos yermos le ofrecían , y con po-
ca vergüenza y menos temor de Dios , ni
respeto mió me requirió de amores , y
viendo que yo con feas y justas palabras
respondía á las desvergüenzas de sus pro-
pósitos , dexó aparte los ruegos de quien
primero pensó aprovecharse, y comenzó á
usar de la fuerza; pero el justo cielo, que
pocas ó ningunas veces dexa de mirar y
favorecer á las justas intenciones , favore-
ció las mías de manera , que con mis po-
cas fuerzas y con poco trabajo di con el por
un derrumbadero , donde le dexe , ni sé
si muerto , d si vivo ; y luego con mas li-
gereza que mi sobresalto y cansancio pe-
PARTE r. CAP. XKVXrr. 67
dían me entre por estas montañas, sin lle-
var otro pensamiento ni otro disignio que
esconderme en ellas , y huir de mi padre,
y de aquellos que de su parte me andaban
buscando: con este deseo ha no sé quantos
meses que entre en ellas, donde halle un
ganadero que me llevó por su criado á un
Lugar, que está en las entrañas desta sier-
ra , al qual he servido de zagal todo es-
te tiempo , procurando estar siempre en
el campo por encubrir estos cabellos , que
ahora tan sin pensarlo me han descubier-
to ; pero toda mi industria y toda mi so-
licitud fue y ha sido de ningún provecho,
pues mi amo vino en conocimiento de que
yo no era varón , y nació en el el m.ismo
mal pensamiento que en mi criado; y co-
mo no siempre la fortuna con los trabajos
da los remedios , no hallé derrumbadero
ni barranco de donde despeñar y despe-
nar al amo, como le halle para el criado-
y asi tube por menor inconveniente dexa-
Ue y esconderme denuevo entre estas as-
perezas, que probar con el mis fuerzas ó
mis disculpas : digo pues que me torne á
E^
(8 DON QUIXOTE.
emboscar , y á buscar donde sin impedi-
mento alguno pudiese con suspiros y la-
grimas rogar al cielo se duela de mi des-
ventura , y me dé industria y favor para
salir della , ó para dexar la vida entre es-
tas soledades, sinque quede memoria desta
triste, que tan sin culpa suya habrá dado
materia paraque de ella se hable y mur-
mure en la suya y en las agenas tierras.
CAPITULO XXIX.
<JDE TRATA DEL GRACIOSO ARTIFICIO Y
ORDEN QUE SE TUBO EN SACAR A NUESTRO
ENAMORADO CABALLERO DE LA ASPERÍSI-
MA PENITENCIA EN QUE SE HABÍA
PUESTO (8).
E.
<sía es, se lio res , la verdadera historia
de mi tragedia : mirad y juzgad ahora si
los suspiros que escuchastes , las palabras
que oistes, y las lagrimas que de mis ojos
salian , tenian ocasión bastante para mos-
trarse en mayor abundancia ; y conside-
rada la calidad de mi desgracia, veréis que
PARTE I. CAP. XXrX. 69
sera envano el consuelo , pues es imposi-
ble el remedio della : solo os ruego (lo
que con facilidad podréis y debéis hacer)
que me aconsejéis dónde podre pasar la
vida , sinque me acabe el temor y sobre-
salto que tengo de ser hallada de los que
me buscan; que, aunque se que el mucho
amor que mis padres me tienen me ase-
gura que seré dellos bien recebida, es tan-
ta la vergüenza que me ocupa solo el pen-
sar que , no como ellos pensaban , tengo
de parecer á su presencia , que tengo por
mejor desterrarme para siempre de ser vis-
ta, que no verles el rostro con pensamien-
to que ellos miren el mió ageno de la ho-
nestidad , que de mi se debían de tener
prometida. Calló en diciendo esto , y el
rostro se le cubrió de un color , que mos-
tró bien claro el sentimiento y vergüenza
del alma. En las suyas sintieron los que
escuchado la hablan tanta lastima , como
admiración de £u desgracia; y aunque lue-
go quisiera el Cura consolarla y aconse-
jarla, tomó primero la mano Cárdenlo, li-
ciendo; enfin, señora: que'? tú eres la her-
70 DON QÜIXOTE.
mosa Dorotea , la hija única del rico Cle-
nardo? Admirada quedó Dorotea quaa-
do oyó el nombre de su padre , y de ver
quan de poco era el que le nombraba, por-
que ya se ha dicho de la mala manera
que Cárdenlo estaba vestido , y asi le di-
xo : y quien sois vos , hermano , que asi
sabéis el nombre de mi padre? porque yo
hasta ahora, si mal no me acuerdo, en to-
do el discurso del cuento de mi desdicha
no le he nombrado. Soy , respondió Cár-
denlo , aquel sin ventura , que según vos,
señora , habéis dicho , Luscinda dixo que
era su esposo : soy el desdichado Cárde-
nlo, á quien el mal termino de aquel, que
á vos os ha puesto en el que estáis , me
ha traído á que me veáis qual me veis,
roto, desnudo, falto de todo humano con-
suelo, y lo que es peor de todo, falto de
juicio , pues no le tengo sino quando al
cielo se le antoja dármele por algún bre-
ve espacio : yo , Dorotea , soy el que me
halle presente á las sinrazones de Don Fer-
nando, y el que aguardó á oir el sí, que
de ser su esposa pronunció Luscinda : yo
PARTE I. CAP. XXIX. 71
íoy el que no tubo animo para ver en qué
paraba su desmaj-o , ni lo que resultaba
del papel que le fue hallado en el pecho,
porque no tubo el alma sufrimiento para
ver tantas desventuras juntas , y asi dexé
la casa y la paciencia, y una carta que de-
xe á un huésped mió, á quien rogue que
en manos de Luscinda la pusiese, y vineme
á estas soledades con intención de acabar
en ellas la vida , que desde aquel tiempo
aborrecí como mortal enemiga mia ; mas
no ha querido la suerte quitármela , con-
tentándose con quitarme el juicio , quiza
para guardarme para la buena ventura que
he tenido en hallaros, pues siendo verdad,
como creo que lo es , lo que aqui habéis
contado , aun podría ser que á entrambos
nos tubiese el cielo guardado mejor suce-
so en nuestros desastres, que nosotros pen-
samos: porque, presupuesto que Luscinda
no puede casarse con Don Fernando por
ser mia , ni Don Fernando con ella por ser
vuestro, y haberlo ella tan manifiestamen-
te declarado, bien podemos esperar que el
cielo nos restituya lo que es nuestro, pues
72. DON QOIXOTE.
está todavía en ser , y no se ha enagena-
do ni deshecho : y pues este consuelo te-
nemos , nacido no de muy remota espe-
ranza , ni fundado en desvariadas imagi-
naciones , suplicóos , señora , que toméis
otra resolución en vuestros honrados pen-
samientos , pues yo la pienso tomar en los
mios , acomodándoos á esperar mejor for-
tuna: que yo os juro por la fe de caballe-
ro y de cristiano de no desampararos has-
ta veros en poder de Don Fernando; y que
quando con razones no le pudiere atraer á
que conozca lo que os debe , de usar en-
tonces la libertad que me concede el ser
caballero , y poder con justo titulo desa-
fialle en razón de la sinrazón que os ha-
ce , sin acordarme de mis agravios , cuya
venganza dexaré al cielo por acudir en la
tierra á los vuestros. Con lo que Cárde-
nlo dixo se acabó de admirar Dorotea, y
por no saber qué gracias volver á tan gran-
des ofrecimientos , quiso tomarle los pies
para besárselos; mas no lo consintió Car-
denio : y el Licenciado respondió por eo-
trambos, y aprobó el buen discurso de Car-
PARTE I. CAP. XXIX. 73
denio , y sobre todo les rogo , aconsejó y
persuadió que se fuesen con el á su aldea,
donde se podrían reparar de las cosas que
les faltaban , y que alli se darla orden co-
mo buscar á Don Fernando , ó como lle-
var á Dorotea á sus padres, ó hacer lo que
mas les pareciese conveniente. Cárdenlo
y Dorotea se lo agradecieron , y acetaron
la merced que se les ofrecía. El Barbero,
que á todo había estado suspenso y calla-
do , hizo también su buena platica , y se
ofreció con no menos voluntad que el Cu-
ra á todo aquello que fuese bueno para
servirles: corto asimismo con brevedad la
causa que alli los había traído, con la es-
trañeza de la locura de Don Quixote , y
como aguardaban á su escudero que ha-
bía ido á buscalle. Vinosele á la memoria
á Cardenio como por sueños la pendencia
que con Don Quixote había tenido, y con-
tola á los demás ; mas no supo decir por
que causa fue su question.
En esto oyeron voces, y conocieron que
el que las daba era Sancho Panza, que por
00 haberlos hallado en el lugar doade los
74 5>0N QUIXOTE.
dexd los llamaba á voces: saliéronle al en-
cuentro , y preguntándole por Don Qui-
xote , les dixo como le habia hallado des-
nudo, en camisa, flaco, amarillo y muer-
to de hambre , y suspirando por su seño-
ra Dulcinea : y que puesto que le habia
dicho que ella le mandaba que saliese de
aquel lugar, y se fuese al del Toboso don-
de le quedaba esperando , habia respondi-
do que estaba determinado de no parecer
ante su fermosura , fasta que hobiese fe-
cho fazaíias , que le íiciesen digno de su
gracia , y que si aquello pasaba adelante,
corría peligro de no venir á ser Empera-
dor como estaba obligado , ni aun Arzo-
bispo , que era lo menos que podia ser:
por eso , que mirasen lo que se habia de
hacer para sacarle de alli. El Licenciado
le respondió que no tubiese pena, que ellos
le sacarían de alli mal que le pesase: con-
tó luego á Cárdenlo y á Dorotea lo que
tenian pensado para remedio de Don Qui-
xote, alómenos para llevarle á su casa. A
lo qual dixo Dorotea que ella haria la don-
cella menesterosa mejor que el Barbero, y
PAFTE I. CAP. XXIX. 75
mas que tenia aljd vestidos con que ha-
cerlo al natural , y que la dexasen el car-
go de saber representar todo aquello que
fuese menester para llevar adelante su in-
tento , porque ella habla leido muchos li-
bros de CabaUerias , y sabia bien el estilo
que tenían las doncellas cuitadas , quando
pedian sus dones á los andantes caballe-
ros. Pues no es menester mas, dixo el Cu-
ra, sino que luego se ponga por obra ; que
íin duda la buena suerte se muestra en fa-
vor mió, pues tan sin pensarlo, á vosotros,
señores, se os ha comenzado á abrir puer-
ta para vuestro remedio , y á nosotros se
nos ha facilitado la que habiamos menes-
ter. Sacó luego Dorotea de su almohada
una saya entera de cierta telilla rica , y
una mantellina de otra vistosa tela ver-
de , y de una caxita un collar y otras jo-
yas , con que en un instante se adornó de
manera , que una rica y gran señora pa-
recía : todo aquello y mas dixo que había
sacado de su casa para lo que se ofrecie-
se , y que hasta entonces no se le había
ofrecido ocasión de habelio menester. A
76 BOTÍ QUIXOTE.
todos contentó en estremo su mucha gra-
cia , donayre y hermosura , y confirma-
ron á Don Fernando por de poco conoci-
miento, pues tanta belleza desechaba; pe-
ro el que mas se admiró fue Sancho Pan-
za , por parecerle (como era asi verdad)
que en todos los días de su vida habia vis-
to tan hermosa criatura : y asi preguntó
al Cura con grande ahinco le dixese quién
era aquella tan fermosa señora, y qué era
lo que buscaba por aquellos andurriales.
Esta hermosa señora , respondió el Cura,
Sancho hermano , es , como quien no dice
nada , es la heredera por linea recta de
varón del gran reyno de Micomicon , la
qual viene en busca de vuestro amo á pe-
dirle un don, el qual es que le desfaga un
tuerto ó agravio que un mal gigante le
tiene fecho; y á la fama que de buen ca-
ballero vuestro amo tiene por todo lo des-
cubierto , de Guinea ha venido á buscarle
esta Princesa. Dichosa buscada y dichoso
hallazgo , dixo á esta sazón Sancho Pan-
za , y mas si mi amo es tan venturoso que
desfaga ese agravio y enderece ese tuer-
PARTE I. CAP. XXIX. 77
to , matando á es? hideputa dése gigante
que vuestra merced dice : que sí matará,
si el le encuentra , si ya no fuese fantas-
ma, que contra las fantasmas no tiene mi
señor poder alguno ; pero una cosa quie-
ro suplicar á vuestra merced entre otras,
señor Licenciado , y es que porque á mi
amo no le tome gana de ser Arzobispo,
que es lo que yo temo, que vuestra mer-
ced le aconseje que se case luego con esta
Princesa , y asi quedará imposibilitado de
recebir ordenes arzobispales, y vendrá con
facilidad á su Imperio, y yo al fin de mis
deseos: que yo he mirado bien en ello , y
hallo por mi cuenta que no me está bien
que mi amo sea Arzobispo, porque yo soy
inútil para la Iglesia , pues soy casado , y
andarme ahora á traer dispensaciones pa-
ra poder tener renta por la Iglesia , te-
niendo como tengo muger y hijos , seria
nunca acabar : asique , señor, todo el to-
que está en que mi amo se case luego con
esta señora, que basta ahora no sé su gra-
cia, y asi no la llamo por su nombre. Lla-
mase, respondió el Cura , la princesa Mi-
78 DON OÜIXOTE.
comicona , porque , llamándose su reyno
Micomicon , claro está que ella se ha de
llamar asi. No hay duda en eso , respon-
dió Sancho, que yo he visto á muchos to-
mar el apellido y alcurnia del Lugar don-
de nacieron , llamándose Pedro de Alcalá,
Juan de Ubeda , y Diego de Valladolid, y
esto mismo se debe de usar alia en Gui-
nea, tomar las Reynas los nombres de sus
reynos. Asi debe de ser , dixo el Cura , y
en lo del casarse vuestro amo yo haré en
ello todos mis poderios. Con lo que quedó
tan contento Sancho , quanto el Cura ad-
mirado de su simplicidad , y de ver quan
encaxados tenia en la fantasia los mismos
disparates que su amo , pues sin alguna
duda se daba á entender que habia de ve-
nir á ser Emperador. Ya en esto se habia
puesto Dorotea sobre la muía del Cura , y
el Barbero se habia acomodado al rostro
la barba de la cola de buey , y dixeron á
Sancho que los guiase adonde Don Qui-
xote estaba , al qual advirtieron que no
dixese que conocía al Licenciado , ni al
Barbero , porque en no conocerlos consis-
PARTE I. CAP. XXIX. 79
tia todo el toque de venir á ser Empera-
dor su amo ; puesto que ni el Cura ni
Cárdenlo quisieron ir con ellos, porque no
se le acordase á Don Quixote la penden-
cia que con Cardenio habla tenido , y el
Cura , porque no era menester por enton-
ces su presencia , y asi los dexaron ir de-
lante , y ellos -los fueron siguiendo á pie
poco á poco. No dexd de avisar el Cura
lo que habia de hacer Dorotea : á lo que
ella dixoque descuidasen, que todo se ha-
ría sin faltar punto como lo pedían y pin-
taban los libros de Caballerias.
Tres quartos de legua habrían andado,
quando descubrieron á Don Quixote entre
unas intricadas peñas, ya vestido, aunque
no armado : y asi como Dorotea le vio , y
fue informado de Sancho que aquel era
Don Quixote, dio del azote á su palafrén,
siguiéndole el bien barbado Barbera: y en
llegando junto á el , el escudero se arrojó
de la muía , y fue á tomar en lo brazos
á Dorotea, la qual, apeándose con grande
desenvoltura , se fue á hincar de rodillas
ante las de Don Quixote, y aunque él pug-
8o DON QüIXOTE.
naba por levantarla , ella sin levantarse
le fabltí en esta guisa : de aqui no me le-
vantaré , ó valeroso y esforzado caballe-
ro, fasta que la vuestra bondad y cortesía
me otorgue un don, el qual redundará en
honra y prez de vuestra persona , y en
pro de la mas desconsolada y agraviada
doncella que el sol ha visto ; y si es que
el valor de vuestro fuerte brazo corres-
ponde á la voz de vuestra inmortal fama,
obligado estáis á favorecer á la sin ventu-
ra que de tan luefies tierias viene al olor
de vuestro famoso nombre, buscándoos pa-
ra remedio de sus desdichias. No os res-
pondere palabra , fermosa señora, respon-
dió Don Quixote, ni oiré mas cosa de vues-
tra facienda, fasta que os levantéis de tier-
ra. No me levantaré, señor , respondió la
afligida doncella, si primero por la vues-
tra cortesía no me es otorgado el don que
pido. Yo vos le otorgo y coacedo , res-
pondió Don Quixote , como no se haya
de cumplir en daño ó mengua de mi Rey,
de mi patria , y de aquella que de mi co-
razón y libertad tiene la llave (9}. No se-
PARTE 1. CAP. XXIX. 8 1
ra en daño ni en mengua de los que de-
cís , mi buen señor , replicó la dolorosa
doncella. Y estando en esto , se llegó San-
cho Panza al oido de su señor , y muy
pasito le dixo : bien puede vuestra mer-
ced , señor , concederle el don que pide,
que no es cosa de nada , solo es matar á
un gigantazo , y esta que lo pide es la al-
ta princesa Micomicona , Reyna del gran
reyno Micomicon de Etiopia. Sea quien
fuere, respondió Don Quixote, que yo lia-
re lo que soy obligado, y lo que me dicta
mi conciencia conforme á lo que profesa-
do tengo; y volviéndose á la doncella, di-
xo : la vuestra gran fermosura se levante,
que yo le otorgo el don que pedirme qui-
siere. Pues el que pido es , dixo la donce-
lla , que la vuestra magnánima persona se
venga luego conmigo donde yo le llevare,
y me prometa que no se ha de entreme-
ter en otra aventura, ni demanda alguna,
hasta darme venganza de un traidor , que
contra todo derecho divino y humano me
tiene usurpado mi reyno. Digo que asi lo
otorgo , respondió Don Quixote, y asi po-
T. IIJ. F
82 DON QUIXOTE.
deis , señora , desde hoy mas desechar la
malencolia que os fatiga, y hacer que co-
bre nuevos brios y fuerzas vuestra desma-
yada esperanza , que con el ayuda de Dios
y la de mi brazo vos os veréis presto res-
tituida en vuestro reyno, y sentada en la
silla de vuestro antiguo y grande estado,
apesar y adespecho de los follones que con-
tradecirlo quisieren : y manos á la labor,
que en la tardanza dicen que suele estar
el peligro. La meoesterusa doncella pug-
nó con mucha porfía por besarle las ma-
nos ; mas Don Quixote , que en todo era
comedido y cortés caballero, jamas lo con-
sintió , antes la hizo levantar y la abra-
zó con mucha cortesia y comedimiento, y
mandó á Sancho que requiriese las cin-
chas á Rocinante y le armase luego al
punto, Sancho descolgó las armas, que co-
mo trofeo de un árbol estaban pendien-
tes, y requiriendo las cinchas, en un pun-
to armó á su señor , el qual viéndose ar-
mado dixo : vamos de aquí en el nom-
bre de Dios á favorecer esta gran señora.
Estábase el Barbero aun de rodillas , te-
PARTE r. CAP. XXIX. 83
niendo gran cuenta de disimular la risa
y de que do se le cayese la barba , con
cuya caída quiza quedaran todos sin con-
seguir su buena intención : y viendo que
ya el don estaba concedido , y con la di-
L^gencia que (lo) Don Quixote se alistaba
para ir a cumplirle , se levantó , y tomó
de !a otra mano á su señora , y entre los
dos la subieron en la muía : luego subió
Don Quixote sobre Rociaaüte, y el Bar-
bero se acomodo en su cabalgadura , que-
dándose Sancho á pie , donde denuevo se
le renovó la perdida del Rucio con la fal-
ta que entonces le hacia; mas todo lo lle-
vaba con gusto , por parecerle que ya su
señor estaba puesto en camino y muy api-
que de ser Emperador , porque sin duda
alguna pensaba que se habia de casar con
aquella Princesa, y ser por lo menos Rey
de Micomicon : solo le daba pesadumbre
el pensar que aquel rey no era en tierra
de negros, y que la gente, que por sus va-
sallos le diesen , hablan de ser todos ne-
gros : á lo qual hizo luego en su imagina-
ción ua buen remedio, y dixose á si mis-
F2
|4 DONQUIXOTE.
mo : que se me da á mí que mis vaáallos
sesn negros? ¿habrá mas que cargar con
ellos y traerlos á España , donde los po-
dre vender, y adonde me los pagarán de-
contado , de cuyo dinero podre comprar
algún titulo , ó algún oficio con que vivir
descansado todos los dias de mi vida? no
sino dormios , y no tengáis ingenio ni ha-
bilidad para disponer de las cosas , y para
vender treinta , ó diez mil vasallos en da-
came esas ^ajas : par Dios que los he de
volar chico con grande , ó como pudiere,
y que por negros que sean los he de vol-
ver blancos, ó amarillos : llegaos , que me
mamo el dedo. Con esto andaba tan soli-
cito y tan contento, que se le olvidaba la
pesadumbre de caminar á pie. Todo esto
miraban de entre unas breñas Cardenio y
el Cura, y no sabian qué hacerse para jun-
tarse con ellos ; pero el Cura, que era gran
tracista , im.agiiió luego lo que harían pa-
ra conseguir lo que deseaban , y fue que
con unas tixeras que traía en un estuche,
quito con mucha presteza ía barba á Car-
denio, y vistióle un capotillo pardo que
PARTE I. CAP. XXIX. 85
él traía , y diolé un herreruelo negro , y
él se quedó en calzas y en jubón , y que-
dó tan otro de lo que antes parecía Cir-
denio, que el misino no se conociera, aun-
que á un espejo se mirara. Hecíio e^to,
puesto ya que los otros hablan pasado ade-
lante entanto que ellos se disfrazaron, coa
facilidad salieron al camino real antes que
ellos , porque las malezas y malos pasos
de aquellos lugares no concedían que an-
dubíesen tanto los de á caballo, como los
de á pie : enefeto ellos se pusieron en el
llano á la salida de la sierra ; y asi como
salió della Don Quixote y sus camaradas,
el Cura se le puso á mirar muy despacio,
dando señales de que le iba reconocien-
do, y alcabo de haberle una buena pieza
estado mirando se fue á el , abiertos los
brazos, y diciendo á voces : para bien sea
hallado el espejo de la Caballería , el mi
buen compatriota Don Quixote de la Man-
cha , la flor y la nata de la gentileza , el
amparo y remedio de los menesterosos, la
quintaesencia de los caballeros andantes:
y diciendo esto tenia abrazado por la ro-
S6 DON QüIXOTE.
dilla de la pierna izquierda á Don Qui-
xote. El qual, espantado de lo que veia y
oia decir y hacer á aquel hombre , se le
puso á mirar con atención , y alfin le co-
noció , y quedó como espantado de verle,
y hizo grande fuerza para apearse ^ mas
el Cura no lo consintió , por lo qual Don
Quixote decia : dexeme vuestra merced,
señor Licenciado , que no es razón que yo
esté á caballo , y una tan reverenda per-
sona como vuestra merced esté á pie. Eso
no consentiré yo en ningún modo, dixo el
Cura , estese la vuestra grandeza á caba-
llo, pues estando á caballo acaba las ma-
yores fazañas y aventuras que en nuestra
edad se han visto ^ que á mí , aunque in-
digno sacerdote , bastaráme subir en las
ancas de una destas muías destos señores,
que con vuestra merced caminan , si no lo
han por enojo, y aun haré cuenta que voy
caballero sobre el caballo Pegaso , ó sobre
la zebra ó alfana (ii) , en que cabalgaba
aquel famoso moro Muzaraque , que aun
hasta ahora yace encantado en la gran
cuesta Zulema , que dista poco de la gran
PARTE I. CAP. XXIX. 87
Compluto. Aun no caía yo en tanto , mi
señor Licenciado , respondió Don Quixote,
y yo sé que mi señora la Princesa sera
servida por mi amor de mandar á su es-
cudero de á vuestra merced la silla de su
muía , que el podra acomodarse en las
ancas , si es que ella las sufre. Sí sufre, á
lo que yo creo , respondió la Princesa , y
también sé que no sera menester mandár-
selo al señor mi escudero , que él es tan
cortes y tan cortesano , que no consentirá
que una persona eclesiástica vaya á pie,
pudíendo ir á caballo. Asi es , respondió
el Barbero; y apeándose en un punto, con-
vidó al Cura con la silla, y él la tomó sin
hacerse mucho de rogar : y fue el mal
que , al subir á las ancas el Barbero , la
muía, que enefeto era de alquiler, que pa-
ra decir que era mala esto basta, alzó un
poco los quartos traseros , y dio dos coces
en el ayre , que á darlas en el pecho de
maese Nicolás ó en la cabeza el diera al
diablo la venida por Don Quixote : con
todo eso le sobresaltaron de manera , que
cayo en el suelo con tan poco cuidado de
88 DON QUIXOTE.
las barbas , que se le cayeron ; y como se
vio sin ellas , no tubo otro remedio sino
acudir á cubrirse el rostro con ambas ma-
nos , y á quejarse que le habian derriba-
do las muelas. Don Quixote, como vio to-
do aquel mazo de barbas sin quixadas y
sin sangre lejos del rostro del escudero caí-
do , dixo : vive Dios , que es gran mila-
gro este , las barbas le ha derribado y ar-
rancado del rostro, como si las quitaran
aposta. El Cura , que vio el peligro que
corría su invención de ser descubierta, acu-
dió luego á las barbas , y fuese con ellas
donde yacía maese Nicolás dando aun vo-
ces todavia , y de un golpe , llegándole la
cabeza á su pecho , se las puso , murmu-
rando sobre él unas palabras , que dixo
que era cierto ensalmo apropiado para pe-
gar barbas , como lo verían ; y quando se
las tubo puestas, se apartó, y quedó el es-
cudero tan bien barbado y tan sano como
de antes , de que se admiró Don Quixote
sobremanera, y rogo al Cura que quando
tubiese lugar le enseñase aquel ensalmo,
que él entendía que su virtud á mas que
PARTE r. CAP. XXIX. 89
pegar barbas se debía de estender, pues es-
taba claro que de donde las barbas se qui-
tasen había de quedar la carne llagada y
maltrecha , y que pues todo lo sanaba , á
mas que barbas aprovechaba. Asi es , di-
xo el Cura, y prometió de enseñársele en
la primera ocasión. Concertáronse que por
entonces subiese el Cura , y á trechos se
fuesen los tres mudando, hasta que llegasen
á la venta que estaría dos leguas de alli.
Puestos los tres á caballo , es á saber,
Don Quixote , la Princesa y el Cura ^ y
los tres á pie, Cardenio, el Barbero y San-
cho Panza, Don Quixote díxo á la donce-
lla : vuestra grandeza , señora mía , guie
por donde mas gusto le diere. Y antes que
ella respondiese , díxo el Licenciado : acia
qué reyno quiere guiar la vuestra seño-
ría? es por ventura acia el de Micomi-
coD? que si debe de ser , d yo se poco de
reynos. Ella que estaba bien en todo , en-
tendió que había de responder que sí , y
asi dixo : sí, señor , acia ese reyno es mi
camino. Si asi es , díxo el Cura , por la
mitad de mí pueblo hemos de pasar, y de
alli tomará vuestra merced la derrota de
90 DON QUIXOTE.
Cartagena , donde se podra embarcar con
la buena ventura , y si hay viento pros-
pero , mar tranquilo y sin borrasca , en
poco menos de nueve años se podra estar
á vista de la gran laguna Meona , digo
Meotides , que está poco mas de cien jor-
nadas mas acá del reyno de vuestra gran-
deza. Vuestra merced está engañado , se-
ñor mió, dixo ella, porque no ha dos años
que yo parti del , y en verdad que nun-
ca tube buen tiempo , y con todo eso he
llegado á ver lo que tanto deseaba , que
es el señor Don Quixote de la Mancha,
cuyas nuevas llegaron á mis oidos asi co-
mo puse los pies en España , y ellas me
movieron á buscarle , para encomendar-
m.e en su cortesía y liar mi justicia del
valor de su invencible brazo. No mas, ce-
sen mis alabanzas, dixo á esta sazón Don
Quixote , porque soy enemigo de todo ge-
nero de adulación , y aunque esta no lo
sea, todavía ofenden mis C3stas orejas se-
mejantes platicas : lo que yo se decir, se-
ñora mia , que ahora tenga valor d no , el
que tubiere ó no tubiere se ha de emplear
en vuestro servicio hasta perder la vida;
PARTE I. CAP. XXIX. pl
y asi , dexando esto para su tiempo , rue-
go al señor Licenciado me diga que es la
causa que le ha traído por estas partes tan
solo , tan sin criados , y tan á la ligera,
que me pone espanto. A eso yo respon-
deré con brevedad, respondió el Cura: por-
que sabrá vuestra merced, señor Don Qui-
xote , que yo y maese Nicolás , nuestro
amigo y nuestro barbero, Íbamos á Sevi-
lla á cobrar cierto dinero que un parien-
te mió , que ha muchos años que pasó á
Indias, me había enviado, y no tan pocos,
que no pasan de sesenta mil pesos , ensa-
yados , que es otro que tal ; y pasando
ayer por estos lugares, nos salieron al en-
cuentro quatro salteadores , y nos quita-
ron hasta las barbas , y de modo nos las
quitaron j que le convino al Barbero po-
nérselas postizas , y aun á este mancebo
que aqui va , señalando á Cardenio , le
pusieron como denuevo : y es lo bueno,
que es publica fama por todos estos con-
tornos que los que nos saltearon son de
unos galeotes , que dicen que libertó casi
en este mismo sitio un hombre tan va-
liente 5 que apesar del comisario y de las
9* DOK QUrXOTK.
guardas los soltó á todos : y sin duda al-
guna él debía de estar fuera de juicio , ó
debe de ser tan grande bellaco como ellos,
ó algún hombre sin alma y sin concien-
cia , pues quiso soltar al lobo entre las ove-
jas , á la raposa entre las gallinas , á la
mosca entre la miel; quiso defraudar la
justicia , ir contra su Rey y señor natural,
pues fue contra sus justos mandamientos;
quiso , digo , quitar á las galeras sus pies,
poner en alboroto la Santa Hermandad, que
habia muchos años que reposaba ; quiso
finalmente hacer un hecho, por donde se
pierda su alma , y uo se gane su cuerpo.
Habíales contado Sancho al Cura y al Bar-
bero la aventura de los galeotes , que aca-
bó su amo con tanta gloria suya , y por
esto cargaba la mano el Cura refiriéndola,
por ver lo que hacia ó decía Don Quixo-
te : al qual se le mudaba la color á cada
palabra, y no osaba decir que él habia si-
do el libertador de aquella buena gente.
Estos pues , dixo el Cura , fueron los que
nos robaron , que Dios por su misericor-
ia se lo perdone al que no los dexó lle-
var al debido suplicio.
CAPITULO XXX.
QUE TRATA DE LA DISCRECIÓN DE LA HER-
MOSA DOROTEA , CON OTRAS COSAS DE MU-
CHO GUSTO Y PASATIEMPO (12).
J
N
o hubo bien acabado el Cura , quan-
do Sancho dixo : pues , mia fe , señor Li-
cenciado , el que liizo esa fazafia fue mi
amo , y no porque yo no le dixe antes y
le avisé que mirase lo que hacia , y que
era pecado darles libertad , porque todos
94 DONQüIXOTB.
iban allí por grandisimos bellacos. Maja-
dero , dixo á esta sazón Don Quixote , á
los caballeros andantes no les toca ni ata-
ñe averiguar si los afligidos , encadenados
y opresos que encuentran por los cami-
nos , van de aquella manera , ó están en
aquella angustia por sus culpas , ó por sus
gracias ; solo les toca ayudarles como á
menesterosos , poniendo ios ojos en sus pe-
nas, y no en sus bellaquerías : yo topé un
rosario y sarta de gente mohina y desdi-
chada , y hice con ellos lo que mi reli-
gión me pide, y lo demás alia se avenga:
3' á quien mal le ha parecido , salvo la
santa dignidad del señor Licenciado y su
honrada persona , digo que sabe poco de
achaque de Caballería , y que miente co-
mo un hideputa y mal nacido , y esto le
haré conocer con mí espada , donde mas
largamente se contiene : y esto dixo, afir-
mándose en los estribos y calándose el
morrión, porque la bacia de barbero, que
á su cuenta era el yelmo de Mambrino,
llevaba colgada del arzón delantero, hasta
adobarla del mal tratamiento que la hi-
PARTE I. CAP. XXX. §5
cieron los galeotes. Dorotea , que era dis-
creta y de gran donayre , como quien ya
sabia el menguado humor de Don Quixo-
te, y que todos hacían burla del sino San-
cho Panza , no quiso ser para menos , y
viéndole tan enojado , le dixo : señor ca-
ballero , miembresele á la vuestra merced
el don que me tiene prometido, y que con-
forme á él no puede entremeterse en otra
aventura por urgente que sea : sosiegue
vuestra merced el pecho , que si íl seiíor
Licenciado supiera que por ese invicto bra-
zo habian sido librados los galeotes , el se
diera tres puntos en la boca , y aun se
mordiera tres veces la lengua, antes que
haber dicho palabra que en despecho de
vuestra merced redundara. Eso juro yo
bien, dixo el Cura, y aun me hubiera qui-
tado un bigote. Yo callaré , señora mia,
dixo Don Quixote , y reprimiré la justa
colera que ya en mi pecho se habia le-
vantado, y ¡re quieto y pacifico hasta tan-
to qL:e os cumpla el don prometido :, pero
en pago desre buen deseo os suplico me
digáis , si no se os hace de mal , ¿qual es
96 DON QUIXOTE.
la vuestra cuita, y quantas, quienes y qua-
les son las personas de quien os tengo de
dar debida, satisfecha y entera venganza?
Eso haré yo de gana , respondió Dorotea,
s¡ es que no os enfada oir lastimas y des-
gracias. No enfadará, sefiora mia, respon-
dió Don Quixote. A lo que respondió Do-
rotea, pues asi es, estenme vuestras mer-
cedes atentos. No hubo ella dicho esto,
quando Cárdenlo y el Barbero se le pu-
sieron al lado , deseosos de ver como fin-
gía su historia la discreta Dorotea , y lo
mismo hizo Sancho, que tan engañado iba
con ella como su amo : y ella, después de
haberse puesto bien en la silla , y preve-
nidose con toser y hacer otros adem.anes,
con mucho donayre comenzó á decir des-
ta manera.
Primeramente quiero que vuestras mer-
cedes sepan , señores mios , que á mí me
llaman.... y detubose aqui un poco, por-
que se le olvidó el nombre que el Cura le
había puesto ; pero el acudió al remedio,
porque entendió en lo que reparaba , y
dixo : no es marabiiia , señora mia , que
PARTK r. CAP. XXK. 97
la vuestra grandaza se turbe y empache
coatando sus desventuras , que ellas sue-
len ser tales , que muchas veces quitan la
memoria á los que maltratan de tal ma-
nera, que aun de sus mismos nombres no
se les acuerda , como han hecho con vues-
tra gran señoría , que se ha olvidado que
se llama la princesa Micomicona , legi ri-
ma heredera del gran reyno IVlicomicon:
y con este apuntamiento puede la vues-
tra grandeza reducir ahora fácilmente á
su lastimada memoria todo aquello que
contar quisiere. Asi es la verdad , respon-
dió la doncella, y desde aqui adelante creo
que no sera menester apuntarme nada, que
yo saldré á buen puerto con mi verdade-
ra historia : la qual es , que el Rey mi
padre , que se llamaba Tinacrio el Sabi-
dor , fue muy docto en esto que llaman ei
arte Mágica, y alcanzó por su ciencia que
mi madre , que se llamaba la reyna Xa-
ramilla, habia de morir primero que el, y
que de alli á poco tiempo él también ha-
bia de pasar desta vida , y yo había' de
quedar huérfana de padre y madre ; pe-
98 DON QÜIXOTE.
ro decía él que no le fatigaba tanto esto,
quanto le ponía en confusión saber por ca--
sa muy cierta que un descomunal gigan-
te , señor de una grande Ínsula , que casi
alinda con nuestro reyno, llamado Panda-
filando de la Fosca Vista ( porque es co-
sa averiguada que , aunque tiene los ojos
en su lugar y derechos , siempre mira al
revés como si fuese vizco , y esto lo hace
él de maligno , y por poner miedo y es-
panto á los que mira) digo que supo que
este gigante , en sabiendo mi horfandad,
había de pasar con gran poderío sobre mi
reyno , y me lo había de quitar todo sin
dexarme una pequeña aldea donde me re-
eogiese ; pero que podia escusar toda esta
ruina y desgracia , si yo me quisiese ca-
sar con él ; mas á lo que él entendía, ja-
mas pensaba que me vendría á mí en vo-
luntad de hacer tan desigual casamiento:
y dixo en esto la pura verdad , porque ja-
mas me ha pasado por el pensamiento ca-
sarme con aquel gigante, pero ni con otro
alguno , por grande y desaforado que fue-
se : dixo también mi padre que después
P-4RTE I. CAP. XXX. 99
que el fuese muerto, y viese yo que Pan-
daiilando comenzaba á pasar sobre mi rey-
no , que no aguardase a ponerme en de-
fensa , porque seria destruirme, sino que li-
bremente le dexase desembarazado el rey-
no , si queria escusa r la muerte y total
destruicioD de mis buenos y leales vasa-
llos , porque no habia de ser posible de-
fenderme de Ja endiablada fuerza del gi-
gante ; sino que luego con algunos de los
mios me pusiese en camino de las Espa-
das , donde hallaría el remedio de mis
males, hallando á un caballero andante,
cuya fama en este tiempo se estenderia
por todo este reyno , el qual se habia de
llamar, si mal no m.e acuerdo, Don Azo-
te, ó Don Gigote. Don Quixote diria, se-
ñora, dixo á esta sazón Sancho Panza , ó
por otro nombre el Caballero de la Tris-
te Figura, Asi es la verdad, dixo Dorotea.
Dixo mas , que habia de ser alto de cuer-
po , seco de rostro , y que en el lado de-
recho debaxo del hombro izquierdo ó por
alli junto habia de tener un lunar pardo
con ciertos cabellos á manera de cerdas.
T. III. G
loo DON QUIXOTE.
En oyendo esto Don Quixote dixo á su es-
cudero : ten aquí , Sancho hijo , ayúdame
á desnudar , que quiero ver si soy el ca-
ballero, que aquel sabio Rey dexó profe-
tizado. Pues para que quiere vuestra mer-
ced desnudarse? dixo Dorotea. Para ver
si tengo ese lunar que vuestro padre di-
xo, respondió Don Quixote. No hay para
qué desnudarse , dixo Sancho , que yo sé
que tiene vuestra merced un lunar desas
señas en la mitad del espinazo, que es se-
ñal de ser hombre fuerte (13). Eso basta,
dixo Dorotea , porque con ios amigos no
se ha de mirar en pocas cosas, y que esté
en el hombro , ó que esté en el espinazo,
importa poco, basta que haya lunar, y es-
té donde estubiere, pues todo es una mis-
ma carne: y sin duda acertó mi buen pa-
dre en todo , y yo he acertado en enco-
mendarme al señor Don Quixote , que él
es por quien mi padre dixo , pues las se-
ñales del rostro vienen con las de la bue-
na fama , que este caballero tiene no soio
en España, pero en toda la Mancha. Pues
apenas me hube desembarcado en Osuna,
PARTE I. CAP. XKK. lOI
quando oi decir, tantas ha7.arias suyas, que
luego me dio el alma que era el mismo
que venia á buscar. Pues cómo se desem-
barcó vuestra merced en Osuna , señora
mia, preguntó Don Quixote, si no es puer-
to de mar? Mas antes que Dorotea res-
pondiese, tomó el Cura la mano , y dixo:
debe de querer decir la señora Princesa
que después que desembarcó en Malaga,
la primera parte donde oyó nuevas de
vuestra merced fue en Osuna. Eso quise
decir, dixo Dorotea. Y esto lleva camino,
dixo el Cura, y prosiga Vuestra Magestad
adelante. No hay que proseguir , respon-
dió Dorotea; sino que finalmente mi suer-
te ba sido tan buena en hallar al señor
Don Quixote , que ya me cuento y ten-
go por Reyna y señora de todo mi reyno,
pues el por su cortesía y magnificencia me
ha prometido el don de irse conmigo don-
dequiera que yo le llevare , que no sera á.
otra parte , que á ponerle delante de Pan-
dafilando de la Fosca Vista, paraque le ma-
te y rae restituya lo que tan contra razón
me tiene usurpado : que todo esto ha de
G2
102 DON QUIXOTE.
suceder á pedir de boca , pues asi lo dexó
profetizado Tinacrio el Sabidor mi buen
padre : el qual también dexd dicho y es-
crito en letras caldeas, ó griegas , que yo
no las sé leer , que si este caballero de la
profecía , después de haber degollado al
gigante, quisiese casarse conmigo, que yo
me otorgase luego sin replica alguna por
su legitima esposa , y le diese la posesión
de mi reyno junto con la de mi persona.
Qué te parece , Sancho amigo? dixo á es-
te punto Don Quixote: no oyes lo que pa-
sa? no te lo dixe yo? mira si tenemos ya
reyno que mandar , y Reyna con quien
casar. Eso juro yo , dixo Sancho , para el
puto que no se casare en abriendo el gaz-
natico al señor Pandahilado ; pues mon-
tas que es mala la Reyna! asi se me vuel-
van las pulgas de la cama ; y diciendo es-
to dio dos zapatetas en el a y re con mues-
tras de grandísimo contento : y luego fue
á tomar las riendas de la muía de Doro-
tea, y haciéndola detener, se hincó de ro-
dillas ante ella , suplicándole le diese las
manos para besárselas en señal que la re-
PARTE T. CAP. XXX. I03
cibia por su Réyna y señora. Quién no
habia de reir de los circunstantes, viendo
la locura del amo , y la simplicidad del
criado? Enefeto Dorotea se las dio, y le
prometió de hacerle gran señor en su rey-
no , q'iando el cielo le hiciese tanto bien,
que se lo dexase cobrar y gozar. Agrade-
cioselo Sancho con tales palabras, que re-
novo la risa en todos. Esta , señores, pro-
siguió Dorotea , es mi historia, solo resta
por deciros que de quanta gente de acom-
pañamiento saque de mi reyno, no me ha
quedado sino solo este buen barbado es-
cudero , porque todos se anegaron en una
gran borrasca que tubimos á vista del
puerto : y el y yo salimos en dos tablas á
tierra como por milagro , y asi es todo
milagro y misterio el discurso de mi vi-
da , como lo habéis notado ^ y si en algu-
na cosa he andado demasiada , ó no tan
acertada como debiera , echad la culpa á
lo que el señor Licenciado dixo al princi-
pio de mi cuento , que los trabajos conti-
nuos y estraordinarios quitan la memoria
al que ios padece. Esa no me quitarán ¿
104 DON QUIXOTE.
mi , ó alta y valerosa señora , dlxo Don
Quixote , quantos yo pasare en serviros,
por grandes y no vistos que sean ^ y asi
denuevo confirmo el don que os he pro-
metido , y juro de ir con vos al cabo del
mundo , hasta verme con el fiero enemi-
go vuestro , á quien pienso con el ayuda
de Dios y de mi brazo tajar la cabeza so-
berbia con los filos desta , no quiero decir
buena, espada : merced á Gines de Pasa-
monte que me llevó la mia , esto dixo en-
tre dientes; y prosiguió diciendo: y des-
pués de habérsela tajado y puestoos en pa-
cifica posesión de vuestro estado, quedará
á vuestra voluntad hacer de vuestra per-
sona lo que mas en talante os viniere, por-
que mientras que yo tubiere ocupada la
memoria ,y cautiva la voluntad, perdido
el entendimiento por aquella.... y no di-
go mas , no es posible que yo arrostre ni
por pienso el casarme, aunque fuese con
el ave Fénix. Parecióle tan mal á Sancho
lo que últimamente su amo dixo acerca
de no querer casarse, que con grande eno-
je, alzando la voz, dixo: voto á mí, y ju-
PARTE I. CAP. XXX. lO^
ro á mí, que no-tiene vuestra merced, se-
ñor Don Quixote , cabal juicio : pues co-
mo? ¿es posible que pone vuestra merced
en duda el casarse con tan alta Princesa
como aquesta? ¿piensa que le ha de ofre-
cer la fortuna tras cada cantillo semejan-
te ventura , como la que ahora se le ofre-
ce? es por dicha mas hermosa mi señora
Dulcinea? no por cierto , ni aun con la
mitad , y aun estoy por decir que no lle-
ga á su zapato de la que está delante: asi
noramala alcanzare yo el condado que es-
pero , si vuestra merced se anda á pedir
cotufas en el golfo : cásese , cásese luego
encomiendole yo á satanás , y tome ese
reyno que se le viene á las manos de vo-
bis vobis, y en siendo Rey, hágame mar-
ques , ó adelantado , y luego siquiera se
lo lleve el diablo todo. Don Quixoté, que
tales blasfemias oyó decir contra su seño-
ra Dulcinea , no lo pudo sufrir, y alzando
el lanzon , sin hablaile palabra á Sancho
y sin decirle esta boca es mia , le dio ta-
les dos palos , que dio con él en tierra , y
sj no fuera porque Dorotea le dio voces
I06 DON QüIXOTE.
que no le diera mas , sin duda le quitara
aili la vida. ¿Pensáis , le dixo á cabo de
rato , villano ruin , que ha de haber lugar
siempre para ponerme la mano en la hor-
cajadura, y que todo ha de ser errar vos,
y perdonaros yo? pues no lo penséis, be-
llaco, descomulgado , que sin duda lo es-
tás , pues has puesto lengua en la sin par
Dulcinea : ¿y no sabéis vos , gañan , fa-
quín (14) , belitre (15) , que si no fuese
por el valor que ella infunde en mi bra-
zo , que no le tendría yo para matar una
pulga? decid, socarrón de lengua viperina:
¿y quien pensáis que ha ganado este rey-
no, y cortado la cabeza á este gigante , y
hechoos á vos marques (que todo esto doy
ya por hecho , y por cosa pasada en cosa
juzgada) sino es el valor de Dulcinea , to-
mando á mi brazo por instrumento de sus
hazañas? ella pelea en mí y vence en mí,
y yo vivo y respiro en ella , y tengo vi-
da y ser : ó hideputa bellaco, y como sois
desagradecido! que os veis levantado del
polvo de la tierra á ser señor de titulo, y
correspondéis á tan buena obra con decir
PARTE I. CAP. XXX. I07
mal de quien tís la hizo. No estaba tan
maltrecho Saacho, que no oyese todo quan-
10 su amo le decia , y levantándose coa
un poco de presteza , se fue á poner de-
tras del palafrén de Dorotea , y desde alli
dixo á su amo : dígame , sefior , si vues-
tra merced tiene determinado de no ca-
sarse con esta gran Princesa , claro está
que no sera el reyno suyo , y no siéndolo,
que mercedes me puede hacer? esto es de
lo que yo me quejo : cásese vuestra mer-
ced una por una con esta Reyna , ahora
que la tenemos aqui como llovida del cie-
lo , y después puede volverse con mi se-
ñora Dulcinea , que Reyes debe de haber
habido en el mundo que hayan sido aman-
cebados: en lo de la hermosura no me en-
tremeto , que en verdad , si va á decirla,
que entrambas me parecen bien , puesto
que yo nunca he visto á la señora Dulci-
nea. Como que no la has visto , traidor,
blasfemo? dixo Don Quixote ; j.pues no
acabas de traerme ahora un recado de su
parte? Digo que no la he visto tan des-
pacio , dixo Sancho, que pueda haber no-
I08 DON QUIXOTE.
tado particularmente su hermosura y sus
buenas partes punto por punto ; pero asi
á bulto me parece bien. Ahora te discul-
po , dixo Don Quixote , y perdóname el
ensjo que te he dado , que los primeros
movimientos no son en manos de los hom-
bres. Ya yo lo veo , respondió Sancho , y
asi en mí la gana de hablar siempre es
primero movimiento, y no puedo dexar
de decir por una vez siquiera lo que me
viene á la lengua. Con todo eso, dixo Don
Quixote , mira Sancho lo que hablas, por-
que tantas veces va el cantarlllo á la fuen-
te .... y no te digo mas. Ahora bien , res-
pondió Sancho , Dios está en el cielo, que
ve las trampas, y sera juez de quién hace
mas mal , yo en no hablar bien , ó vues-
tra merced en obrailo. No haya mas , di-
xo Dorotea , corred Sancho , y besad la
mano á vuestro señor , y pedilde perdón,
y de aqui adelante andad mas atentado
en vuestras alabanzas y vituperios , y no
digáis mal de aquesa señora Tobosa , á
quien yo no conozco sino es para servilla,
y tened confianza en Dios , que no os ha
PARTE I. CAP. XXX. lop
de fallar un estado donde viváis como un
principe. Fue Sancho cabizbaxo , y pidió
la mano á su señor, y el se la dio con re-
posado continente, y después que se la iiu-
bo besado, le echó la bendición \ y dixo á
Sancho que se adelantasen un poco , que
tenia que preguntalle , y que departir con
él cosas de mucha importancia. Hizolo asi
Sancho , y apartáronse los dos algo ade-
lante. Y dixole Don Quixoíe: después que
veniste, no he tenido lugar ni espacio pa-
ra preguntarte muchas cosas de particula-
ridad acerca de la embaxada que llevas-
te, y de la respuesta que truxiste, y aho-
ra, pues la fortuna nos ha concedido tiem-
po y lugar, no me niegues tú la ventura
que puedes darme con tan buenas nuevas.
Pregunte vuestra merced lo que quisiere,
respondió Sancho , que á todo daré tan
buena salMa , como tube la entrada ; pero
suplico á vuestra merced , señor mió, que
no sea de aqui aaelante tan vengativo.
Porque lo dices , Sancho? dixo Don Qui-
xote. Digolo , respondió, porque estos pa-
los de agora mas fueron por la pendencia,
lio DON QUIXOTE.
que entre los dos trabó el diablo la otra
noche, que por lo que dixe contra mi se-
ñora Dulcinea , á quien amo y reverencio
como á una reliquia , aunque en ella no
la haya , solo por ser cosa de vuestra mer-
ced. No tornes á esas platicas, Sancho, por
tu vida , dixo Don Quixote , que me dan
pesadumbre : ya te perdone entonces , y
bien sabes tú que suele decirse : á pecado
nuevo penitencia nueva.
Mientras esto pasaba, vieron venir por
el camino donde ellos iban á un hombre
caballero sobre un jumento, y quando lle-
gó cerca les pareció que era gitano : pe-
ro Sancho Panza , que doquiera que via
asnos , se le iban los ojos y el alma, ape-
nas hubo visto al hombre , quando cono-
ció que era Gines de Pasamonte , y por el
hilo del gitano sacó el ovillo de su asno,
como era la verdad , pues era el Rucio
sobre que Pasamonte venia : el qual por
no ser conocido y por vender el asno se
había puesto en trage de gitano, cuya len-
gua y otras muchas sabia muy bien ha-
blar como si fueran naturales suyas. Vioie
PARTE I. CAP. XXX. III
Sancho y conocióle, y apenas le hubo vis-
to y conocido , guando á grandes voces le
dixo: ha ladrón , Ginesillo, dexa mi pren-
da , suelta mi vida , no te empaches con
mi descanso , dexa mi asno , dexa mi re-
galo , huye puto , auséntate ladrón , y des-
ampara lo que no es tuyo. No fueron me-
nester tantas palabras ni baldones , por-
que á la primera saltó Gines , y toman-
do uo trote que parecía carrera , en un
punto se ausentó y alejó de todos. Sancho
llegó á su Rucio , y abrazándole , le dixo;
como has estado , bien mió , Rucio de mis
ojos, compañero mioV y con esto le besa-
ba y acariciaba como si fuera persona. El
asno callaba , y se dexaba besar y acari-
ciar de Sancho sin responderle palabra al-
guna. Llegaron todos, y dieronle el para-
bien del hallazgo del Rucio , especialmen-
te Don Quixote , el qual le dixo que no
por eso anulaba la póliza de los tres po-
llinos. Sancho se lo agradeció. Entanto que
los dos iban en estas platicas , dixo el Cu-
ra á Dorotea que habia andado muy dis-
creta asi en el cuento , como en la breve-
112 DON QUIXOTE.
dad del , y en la similitud que tubo con
los de los libros de Caballerías. Ella dixo
que muchos ratos se habia entretenido en
leellos^ pero que no sabia ella donde eran
las provincias ni puertos de mar, y que
asi habia dicho á tiento que se habia des-
embarcado en Osuna. Yo lo entendí asi,
dixo el Cura , y por eso acudí luego á de-
cir lo que dixe, con que se acomodó todo;
¿pero no es cosa estraña ver con quanta
facilidad cree este desventurado hidalgo
todas estas invenciones y mentiras, solo
porque llevan el estilo y modo de las ne-
cedades de sus libros? Sí es , dixo Cárde-
nlo, y tan rara y nunca vista , que yo no
sé si , queriendo inventarla y fabricarla
mentirosamente, hubiera tan agudo inge-
nio que pudiera dar en ella. Pues otra co-
sa hay en ello , dixo el Cura , que fuera
de las simplicidades que este buen hidal-
go dice tocantes á su locura , sí le tratan
de otras cosas , discurre con bonísimas ra-
zones , y muestra tener un entendimiento
claro y apacible en todo , de manera que
como no le toquen en sus Caballerías , no
PARTE I. CAP. XXX. Ilj
habrá nadie que ie juzgue sino por de muy
buen entendimiento. Entanto que ellos iban
en esta conversación , prosiguió Don Qui-
xote con la suya, y dixo á Sancho : eche-
mos , Panza amigo , pelillos á la mar en
esto de nuestras pendencias , y dime aho-
ra , sin tener cuenta con enojo ni rencor
alguno : dónde , cómo , y quándo hallaste
á Dulcinea? que hacia? que le dixiste?
que te respondió? que rostro hizo quando
leia mi carta? quien te la trasladó? y to-
do aquello que vieres que en este caso es
digno de saberse , de preguntarse y satis-
facerse, sinque añadas ó mientas por dar-
me gusto, ni menos te acortes por no qui-
tármele. Señor , respondió Sandio , si va
á decir la verdad, la carta no me la tras-
ladó nadie , porque yo no llevé carta al-
guna. Asi es como tú dices, dixo Don Qui-
xote, porque el librillo de memoria, don-
de yo la escribí, le hallé en mi poder á ca-
bo de dos días de tu partida, lo qual me
causo grandísima pena , por no saber lo
que hablas tú de hacer quando te vieses
sin carta , y creí siempre que te volvieras
114 SON QülXOTE.
desde el luf^ar donde la echaras menos.
Asi fuera, respondió Sancho, si ñola hu-
biera yo tomado en la memoria , quando
vuestra merced me la leyó , de manera,
que se la dixe á un sacristán , que me la
trasladó del entendimiento tan punto por
punto , que dixo que en todos los dias de
su vida , aunque había leido muchas car-
tas de descomunión, no habia visto ni lei-
do tan linda carta como aquella.. Y tie-
nesla todavia en la memoria, Sancho? di-
xo Don Quixote. No señor, respondió San-
cho , porque después que la di , como vi
que no habia de ser de mas provecho , di
en olvidalla : y si algo se me acuerda, es
aquello del Sobajada , digo del Soberana
Señora, y lo ultimo: Vuestro hasta la niver-
te El Caballero de la Triste Figura : v en
medio destas dos cosas le puse mas de tre-
cientas almas , y vidas , y ojos mios.
PARTE I. CAP. XXXI. II5
CAPITULO XXXI.
DE LOS SABROSOS RAZONAMIENTOS QUE PA-
SARON ENTRE DON QUIXOTE Y SANCHO
PANZA SU ESCUDERO , CON CTROá
SUCESOS.
J.'odo eso no me descontenta: prosigue
adelante , dixo Don Quixote. Llegaste : y
que hacia aquella reyna de la hermosura?
á buen seguro que la hallaste ensartando
perlas , ó bordando alguna empresa con
oro de cañutillo (i6) para este su cautivo
caballero. No la halle , respondió Sancho,
sino aechando dos hanegas de trigo en
un corral de su casa. Pues haz cuenta, di-
xo Don Quixote, que los granos de aquel
trigo eran granos de perlas tocados de sus
manos : y si miraste, amigo, el trigo era
candeal , ó trechel? No era sino rubion,
respondió Sancho. Pues yo te aseguro, di-
xo Don Quixote , que aechado por sus
manos hizo pan candeal sin duda alguna;
pero pasa adelante : quando le iliste mi
r. ijj. H
Il6 DON QUIXOTE.
carta , besóla? pusosela sobre la cabeza?
hizo alguna ceremouia digna de tal car-
ta? ó que hizo? Quando yo se la iba á
dar , respondió Sancho , ella estaba en la
fuga del meneo de una buena parte de tri-
go que tenia en la criba , y dixome : po-
ned , amigo , esa carta sobre aquel costal,
que no la puedo leer hasta que acabe de
acribar todo lo que aqui está. Discreta se-
ñora, dixo Don Quixote , eso debió de ser
por leerla despacio y recrearse con ella:
adelante , Sancho ; y entanto que estaba
en su menester , que coloquios pasó con-
tigo? que te preguntó de mí? y tú , que
le respondiste? acaba , cuentamelo todo,
no se te quede en el tintero una mínima.
Ella no me preguntó nada , dixo Sancho;
mas yo le dixe de la manera que vuestra
merced por su servicio quedaba haciendo
penitencia , desnudo de la cintura arri-
ba (17), metidj entre estas sierras como
si fuera salvage , durmiendo en el suelo,
sin comer pan á manteles , ni sin peynar-
se la barba , llorando y maldiciendo su
fortuna. En decir que maldecía mi foríu-
PARTE I. CAP. XXXr. 117
na dixiste mal', dixo Don Ouixote ; por-
que antes la bendigo y bendeciré todos los
dias de mi vida por haberme hecho dig-
no de merecer amar tan alta señora co-
mo Dulcinea del Toboso. Tan alta es, res-
pondió Sancho , que á buena fe que me
lleva á mí m.as de un coto. Pues cómo,
Sancho , dixo Don Quixote , haste medi-
do tú con ella? Medime en esta manera,
respondió Sancho ; que llegando á ayudar
á poner un costal de trigo sobre un ju-
mento , llegamos tan juntos , que eche de
ver que me llevaba m.as de un gran pal-
mo. Pues es verdad , replicó Don Quixo-
te , que no acompaña esa grandeza y la
adorna con mil millones de gracias del al-
ma j pero no me negarás , Sancho , una
cosa : quando llegaste junto á elij , ¿no
sentiste un olor sabeo, una fragancia aro-
mática , y un noseque de bueno , que yo
no acierto á dalle nombre , digo un tuho,
ó tufo , como si estubieras eu la tienda de
algún curioso guantero? Lo que sé decir,
dixo Sancho , es que sentí un olorcillo al-
go hombruno , y debía de ser que ella coa
H2
Il8 DON QülXOTE.
el mucho exercicio estaba sudada y algo
correosa. No seria eso, respondió Don Qui-
xote, sino que tú debías de estar romadi-
zado , ó te debiste de oler á tí mismo;
porque yo sé bien lo que liuele aquella ro-
sa entre espinas , aquel lirio del campo,
aquel ámbar desleido. Todo puede ser, res-
pondió Sancho , que muchas veces sale de
mí aquel olor , que entonces me pareció
que salía de su merced de la señora Dul-
cinea ; pero no hay de que marabillarse,
que un diablo parece á otro. Y bien , pro-
siguió Don Quixote, he aqui que acabó de
limpiar su trigo y de eaviallo al molino:
qué hizo quando leyó la Carta? La carta,
dixo Sancho, no la leyó , porque dixo que
no sabia leer ni escribir , antes la rasgó y
la hizo menudas piezas , diciendo que no
la queria dar á leer á nsdie , porque no
se supiesen en el Lugar sus secretos, y que
bastaba lo que yo le habia dicho de pala-
bra acerca del amor que vuestra merced
le tenia, y de la penitencia estraordinaria
que por su causa quedaba haciendo : y f¡-
calmente me dixo que dixese á vuestra
PARTE I. CAP. XXXr. 119
merced que le besaba las manos , y que
alli quedaba con mas deseo de verle que
de escribirle ; y que asi le suplicaba y
mandaba que vista la presente saliese de
aquellos matorrales , y se dexase de hacer
disparates, y se pusiese luego luego en ca-
mino del Toboso, si otra cosa de mas im-
portancia no le sucediese , porque teuia
gran deseo de ver á vuestra merced. Rióse
mucho quando le dixe como se llamaba
vuestra merced : El Caballero de la Tris-
te Figjtra. Pregúntele si había ido alia el
Vizcaíno de marras: dixome que sí, y que
era un hombre muy de bien. También le
pregunte por los galeotes: mas dixome que
no había visto hasta entonces alguno. To-
do va bien hasta agora , dixo Don Quixo-
te i pero dime , que joya fue la que te dio
al despedirte por las nuevas que de mi
llevaste? porque es usada y antigua cos-
tumbre entre los caballeros y damas an-
dantes dar á los escuderos , doncellas , ó
enanos que les llevan nuevas (de sus da-
mas á ellos , á ellas de sus andantes) al-
guna rica joya en albricias , en agradecí-
I20 DON QUIXOTE.
miento de su recado. Bien puede eso ser
asi , y yo Ja tengo por buena usanza ^ pe-
ro eso debía de ser en los tiempos pasa-
dos , que ahora solo se debe de acostum-
brar á dar un pedazo de pan y queso, que
esto fue lo que me dio mi señora DuJci-
iiea por las bardas de un corral , quando
della me despedí : y aun por n;as señas
era el queso ovejuno. Es liberal en estre-
mo , dixo Don Quixote ; y si no te dio jo-
ya de oro , sin duda debió de ser porque
no la tendría alli á la mano para darte-
la i pero buenas son mangas después de
pascua : yo la veré , y se satisfará todo.
Sabes de que estoy msrabülado, Sancho?
de que me parece que fuiste y veniste por
los ayres , pues poco mas de tres días has
tardado en ¡r y venir desde aquí al Tobo-
so , habiendo de aquí alia mas de trein-
ta leguas : por lo qual me doy á enten-
der que aquel sabio nigromante, que tie-
ne cuenta con mis cosas y es mi amigo,
porque por fuerza !e hay y le ha de ha-
ber sopeña que yo no seria buen caballe-
ro andante, digo que este tal te debió de
PARTE I. CAP. XXXI. 121
ayudar á caminar sinque tú lo sintieses:
que hay sabio destos , que coge á un ca-
ballero andante durmiendo en su cama, y
sin saber cómo , ó en que manera ama-
nece otro dia mas de mil leguas de donde
anocheció : y si no fuese por esto , no se
podrían socorrer ea sus peligros los caba-
lleros andantes unos á otros, como se so-
corren á cada paso : que acaece estar uao
peleando en las sierras de Armenia con
algún endriago , ó con algún fiero vesti-
glo , ó con otro caballero , donde lleva lo
peor de la batalla y está ya apunto de
muerte , y quando no os me cato , asoma
por acullá encima de una nube , ó sobre
un carro de fuego, o:;-o caballero amigo su-
yo que poco antes se hallaba en Inglater-
ra , que le favorece y libra de la muerte,
y á la noche se halla en su posada cenan-
do muy á su sabor , y suele haber de la
una á la otra parte dos ó tres mil leguas:
y todo esto se hace por industria y sabi-
duría destos sabios encantadores , que tie-
nen cuidado destos valerosos caballeros:
asiqíie, amigo Sancho , no se me hace di-
122 DON OUÍXOTE.
ficultoso creer que en tan breve tiempo
hayas ido y venido desde este lugar al
del Toboso, pues como tengo dicho, algún
sabio amigo te debió de llevar en volan-
dillas sinque tú lo sintieses. Asi seria, di-
xo Sancho , porque á buena fe que anda-
ba Rocinante , como si fuera asno de gi-
tano con azogue en los oidos. Y cómo si
llevaba azogue , dixo Don Quixote , y aun
una legión de demonios , que es gente que
camina y hace caminar sin cansarse todo
aquello que se les antoja ; pero dexando
esto aparte, qué te parece á ti que debo
yo de hacer ahora acerca de lo que mi se-
ñora me manda que la vaya á ver? que
aunque yo veo que estoy obligado á cum-
plir su mandamiento, veome también im-
posibilitado del don que he prometido á
la Princesa que con nosotros viene, y fuér-
zame la ley de Caballería á cumplir mi
palabra antes que mi gusto : por una par-
te me acosa y fatiga el deseo de ver á mi
señora, por otra me incita y llama la pro-
metida fe y la gloria que he de alcanzar
en esta empresa ; pero lo que pienso ha-
PARTE r. CAP. XXXT. I23
cer sera caminar apriesa y llegar presto
donde está este gigante , y en llegando le
cortare la cabeza , y pondré á la Princesa
pacificamente ea su Estado , y al punto
daré la vuelta á ver á la luz que mis sen-
tidos alumbra : á la qual daré tales, dis-
culpas , que ella venga á tener por buena
mi tardanza , pues vera que todo redun-
da en aumento de su gloria y fama , pues
quanta yo he alcanzado, alcanzo y alcan-
zaré por las armas en esta vida , toda me
viene del favor que ella me da , y de ser
yo suyo. Ay ! dixo Sancho , y como está
vuestra merced lastimado de esos cascos!
pues dígame, señor: ?, piensa vuestra mer-
ced caminar este camino envalde , y de-
xar pisar (i8) y perder un tan rico y tan
principal casamiento como este , donde le
dan en dote un reyno , que á buena ver-
dad que he oido decir que tiene mas de
veinte mil leguas de contorno , y que es
abundantísimo de todas las cosas que son
necesarias para el sustento de la vida hu-
mana , y que es mayor que Portugal y
que Castilla juntos? calle por amor de
124 DON QUIXOTE.
Dios , y tenga vergüenza de lo que ha di-
cho , y tome mi consejo, y perdóneme, y
cásese luego en el primer Lugar que haya
Cura ; y si no ahi está nuestro Licencia-
do, que lo hará de perlas: y advierta que
ya tengo edad para dar consejos , y que
este que le doy le viene de molde : que
mas vale paxaro en mano, que buytre vo-
lando i porque quien bien tiene y mal es-
coge , por bien que se enoja, no se venga.
Mira Sancho , respondió Don QuJxote , si
el consejo que me das de que me case es
porque sea luego Rey en m.ataudo al gi-
gante, y tenga cómodo para hacerte mer-
cedes y darte lo prometido , hagote saber
que sin casarme podre cumplir tu deseo
muy fácilmente, porque yo sacaré de ada-
hala (19) , antes de entrar en la batalla,
que saliendo vencedor della , ya que no
me case , me han de dar una parte del
reyno paraque la 'pueda dar á quien yo
quisiere; y en dándomela , á quien quie-
res tú que la dé sino á ti? Eso está claro,
respondió Sancho; pero mire vuestra mer-
ced que la escoja acia la marina , porque
partí i. cap. XXXI. 125
si no me contentare la vivienda pueda
embarcar mis negros vasallos, y hacer de-
Uos lo que ya he dicho : y vuestra mer-
ced no se cure de ir por agora á ver á
mi señora Dulcinea , sino vayase á matar
al gigante , y concluvamos este negocio,
que por Dios que se me asienta que ha de
ser de mucha honra y de mucho prove-
cho. Digote , Sancho, dixo Don Quixote,
que estas en lo cierto , y que habré de to-
mar tu consejo enquanto el ir antes con
la Princesa, que á ver á Dulcinea: y avi-
sóte que no digas nada á nadie, ni á los
que con nosotros vienen , de lo que aqui
hemos departido y tratado, que pues Dul-
cinea es tan recatada , que no quiere que
se sepan sus pensamientos , no sera bien
que yo ni otro por mi los descubra. ¿Pues
si eso es asi, dixo Sancho, cómo hace vues-
tra merced que todos los que vence por
sü brazo se vayan á presentar ante mi
señora Dulcinea , siendo esto firma de su
nombre que la quiere bien , y que es su
enamorado? ¿y siendo forzoso que los que
fuesen se han de ir á hincar de íinojos
126 DON QUIXOTE.
ante su presencia, y decir que van de par-
te de vuestra merced á dalle la obedien-
cia , cómo se pueden encubrir los pensa-
mientos de entrambos"? O que necio y qué
simple que eres! dixo Don Quixote : tú
no ves , Sancho , que eso todo redunda en
su mayor ensalzamiento? porque has de
saber que en este nuestro estilo de Caba-
llería es gran honra tener una dama mu-
chos caballeros andantes que la sirvan,
sinque se estiendan mas sus pensamientos
que á servilla por solo ser ella quien es,
sin esperar otro premio de sus muchos y
buenos deseos sino que eila se contente de
acetarlos por sus caballeros. Con esa ma-
nera de amor , dixo Sancho , he oido yo
predicar que se ha de amar á nuestro Se-
ñor por sí solo , sinque nos mueva espe-
ranza de gloria, ó temor de pena, aunque
yo le querría amar y servir por lo que
pudiese. Valate el diablo por villano! di-
xo Don Quixote , y que de discreciones di-
ces á las veces! no parece sino que has
estudiado. Pues á fe mía que no sé leer,
respondió Sancho.
PARTE I. CAP. XXXI. I27
En esto les dio voces maese Nicolás
que esperasen un poco , que querian de-
tenerse á beber en una fuentecilla que alli
estaba. Detubose Don Quixote con no po-
co gusto de Sancho , que ya estaba cansa-
do de mentir tanto, y temía no le cogiese
su amo á palabras; porque puesto que él
sabia que Dulcinea era una labradora del
Toboso , no la habia visto en toda su vi-
da. Habíase en este tiempo vestido Cár-
denlo los vestidos que Dorotea traia quan-
do la hallaron , que aunque no eran muy
buenos hacían mucha ventaja á los que
dexaba. Apeáronse junto á la fuente , y
con lo que el Cura se acomodó en la ven-
ta satisficieron , aunque poco , la mucha
hambre que todos traían. Estando en es-
to acertó á pasar por alli un muchacho
que iba de camino , el qual poniéndose á
mirar con mucha atención á los que en
la fuente estaban , de allí á poco arreme-
tió á Don Quixote , y abrazándole por las
piernas comenzó á llorar muy de propo-
sito , diciendo : ay señor mió! no me co-
noce vuestra merced? pues mireme bien,
128 DON QUIKOTE.
que yo soy aquel mozo Andrés, que quitó
vuestra merced de la encina donde estaba
atado. Reconocióle Don Quixote, y asién-
dole por la mano se volvió á los que allí
estaban , y dixo : porque vean vuestras
mercedes quaa de importancia es haber
caballeros andantes en el mundo, que des-
fagan los tuertos y agravios, que en él se
hacen por los insolentes y malos hombres
que en el viven , sepan vuestras merce-
des que los días pasados , pasando yo por
un bosque , oi unos gritos y unas voces
muy lastimosas, como de perdona atíigida
y menesterosa : acudi luego , llevado de
mi obligación, acia la parte donde me pa-
reció que las lamentables voces sonaban,
y halle atado á una encina á este mucha-
cho , que ahora está delante , de lo que
me huelgo en el alma , porque sera tes-
tigo que no me dexará mentir en nada:
digo que estaba atado á la encina , des-
nudo del medio cuerpo arriba , y estábale
abrierdo á azotes con las riendas de una
yegua un villano , que después supe que
era amo suyo , y asi como yo le vi , le
PARTE r. CAP. KXXI. 129
pregunté la causa de tan atroz vapula-
miento : respondió el zafio que le azotaba
porque era su criado , y que ciertos deí-
cuidos que tenia nacían mas de ladrón
que de simple : á lo qual este niño dixo:
señor , no me azota sino porque le pido
mi salario; el amo replicó no se que aren-
gas y disculpas, las qu íles , aunque de mí
fueron oídas, no fueron admitidas: en re-
solución y© le hice desatar, y tome jura-
mento al villano de que le llevarla consi-
go y le pagaria un real sobre otro, y aun
sahumados : no es verdad todo esto , hijo
Andrés? ¿no notaste con quanto imperio
se lo mande, y con quanta humildad pro-
metió de hacer todo quanto yo le impu-
se, y notifique, y quise? responde, no te
turbes , ni dudes en nada , di lo que pasó
á estos señores , porque se vea y conside-
re ser del provecho que digo haber caba-
lleros andantes por los caminos. Todo lo
que vuestra merced ha dicho es mucha
verdad , respondió el muchacho ^ pero el
fin del negocio sucedió ¡r.uy alreves de
lo que vuestra merced se imagina. Como
I3O DON QUIXOTE.
alreves? replicó Don Quixote : luego no
te pagó el villano? No solo no me pa-
gó , respondió el muchacho , pero asi co-
mo vuestra merced traspuso del bosque, y
quedamos solos , me volvió á atar á la
misma encina , y me dio denuevo tantos
azotes , que quedé hecho un San Bartolo-
mé desollado: y á cada azote que me da-
ba, me decia un donayre y chufeta acer-
ca de hacer burla de vuestra merced, que
á no sentir yo tanto dolor me riera de
lo que decia : y euefeto el me paró tal,
que hasta ahora he estado curándome en
un hospital del mal , que el mal villano
entonces me hizo : de todo lo qual tiene
vuestra merced la culpa, porque, si se fue-
ra su camino adelante, y no viniera don-
de no le llamaban , ni se entremetiera en
negocios ágenos, mi amo se contentara con
darme una ó dos docenas de azotes, y lue-
go me soltara y pagara quanto me debia;
mas como vuestra merced le deshonró tan
sin proposito , y le dixo tantas villanías,
encendiosele la colera , y como no la pu-
do vengar en vuestra merced , quando se
PARTE I. CAP. yXXT. I3I
vio solo descargó sobre mi el nublado de
modo , que me parece que no seré mas
hombre en toda mi vida. El daño estubo,
dixo Don Quixote, en irme yo de alli, que
no me habia de ir hasta dexarte pagado,
porque bien debia yo de saber por luen-
gas esperiencias que no hay villano que
guarde palabra que diere, si el ve que no
le está bien guardalla ; pero ya te acuer-
das. Andrés, que yo juré que si no te pa-
gaba que habia de ir á buscarle , y que
le habia de hallar , aunque se escondiese
en el vientre de la ballena. Asi es la ver-
dad, dixo Andrés; pero no aprovechó na-
da. Ahora verás si aprovecha , dixo Don
Quixote , y diciendo esto se levantó muy
apriesa , y mandó á Sancho que enfrena-
se á Rocinante , que estaba paciendo en-
tanto que ellos comian. Preguntóle Doro-
tea qué era lo que hacer querial El le
respondió que queria ir á buscar al villa-
no y castigalle de tan mal termino, y ha-
cer pagado á Andrés hasta el ultimo ma-
ravedi, adespecho y pesar de quantos vi-
llanos hubiese en el mundo. A lo que ella
T. III. I
132 DON QOTXOTE.
respondió que advirtiese que no podia coa-
forme al don prometido entremeterse en
ninguna empresa hasta acabar la suya , y
que pues esto sabia el mejor que otro al-
guno, que sosegase el pecho hasta la vuel-
ta de su reyno. Asi es verdad , respondió
Don Quixote, y es forzoso que Andrés ten-
ga paciencia hasta la vuelta , como vos,
señora, decis,que yo le torno á jurar y á
prometer denuevo de no parar hasta ha-
cerle vengado y pagado. No me creo de-
sos juramentos, dixo Andrés ; mas quisie-
ra tener ahora con qué llegar á Sevilla,
que todas las venganzas del mundo : dé-
me, si tiene ahí , algo que coma y lleve,
y quédese con Dios su merced y todos los
caballeros andantes , que tan bien andan-
tes sean ellos para consigo , como lo han
sido para conmigo. Sacó de su repuesto
Sancho un pedazo de pan y otro de que-
so , y dándoselo al mozo , le dixo : toma,
hermano Andrés, que á todos nos alcanza
parte de vuestra desgracia. Pues que par-
te os alcanza á vos? preguntó Andrés. Es-
ta parte de queso y pan que os doy, res-
TARTE I. CAP. XXXr. I33
pondio Sancho, que Dios sabe si me ha de
hacer falta ó no ^ porque os hago saber,
amigo, que los escuderos de los caballeros
andantes estamos sujetos á mucha ham-
bre , V á la mala ventura , y aun á otras
cosas que se sienten mejor que se dicen.
Andrés asió de su pan y queso , y viendo
que nadie le daba otra cosa, abaxd su ca-
beza , y tomó el camino en las manos,
como suele decirse ; bien es verdad que
al partirse dixo á Don Qulxote: por amor
de Dios , señor caballero andante , que si
otra vez me encontrare , aunque vea que
me hacen pedazos, no me socorra ni ayu-
de , sino dexeme con mi desgracia , que
no sera tanta , que no sea mayor la que
me vendrá de su ayuda de vuestra mer-
ced, á quien Dios maldiga, y á todos quan-
tos caballeros andantes han nacido en el
mundo. Ibase á levantar Don Quixote pa-
ra cast ¡galle ; mas el se puso á correr de
modo , que ninguno se atrevió á seguillo.
Quedó corridisimo Don Quixote del cuen-
to de Andrés , y fue menester que los de-
I 2
134 DOK QüIXOTB.
mas tubiesen mucha cuenta con no reirse
por no acaballe de correr del todo.
CAPITULO XXXII.
<JUE TRATA DE LO QUE SUCEDIÓ EN LA
VENTA A TODA LA QÜADRILLA DE
DON QUIXOTE.
x\cabose la buena comida (20), ensilla-
ron luego, y sinque les sucediese cosa dig-
na de contar llegaron otro dia á la ven-
ta , espanto y asoaibro de Sancho Panza;
y aunque el quisiera no entrar en ella, no
lo pudo huir. La ventera , ventero, su hi-
ja, y Maritornes, que vieron venir á Don
Quixote y á Sancho , les salieron á rece-
bir con muestras de mucha alegría , y el
las recibió con grave continente y aplau-
so, y dixoles que le aderezasen otro me-
jor lecho (21) que la vez pasada. A lo
qual respondió la huéspeda que como la
pagase mejor que la otna vez , que ella se
ia daria de principes. Don Quixote dixo
PARTE I. CAP. XXKII. 135
que sí haría ^ y asi le aderezaron una ra-
zonable en el mismo camaranchón de mar-
ras , y el se acostó luego , porque venia
muy quebrantado y falto de juicio. No se
hubo bien encerrado, quando la huéspeda
arremetió al Barbero , y asiéndole de la
barba, dixo : para mí santiguada, que no
se ha aun de aprovechar mas de mi rabo
para su barba , y que me ha de volver
mí cola , que anda lo de mi nsarido por
esos suelos que es vergüenza , digo el pey-
ne que solia yo colgar de mi buena cola.
No se la quería dar el Barbero , aunque
ella mas tiraba , hasta que el Licenciado
le dixo que se la diese, que ya no era me-
nester mas usar de aquella industria, sino
que se descubriese y mostrase en su mis-
ma forma , y dixese á Don Quixote que
quando le despojaron los ladrones galeo-
tes , se había venido á aquella venta hu-
yendo \ y que si preguntase por el escu-
dero de la Princesa , le dirían que ella le
había enviado adelante á dar aviso á los
de su reyno como ella iba y llevaba con-
sigo el libertador de todos. Con esto dio
136 DON QUIXOTE.
de buena gana la cola á la ventera el Bar-
bero , y asimismo le volvieron todos los
adherentes que habia prestado para la li-
bertad de Don Quixoíe. Espantáronse to-
dos los de la venta de la hermosura de
Dorotea , y aun del buen talle del zagal
Cárdenlo. Hizo el Cura que les adereza-
sen de comer de lo que en la venta hu-
biese, y el huésped con esperanza de me-
jor paga con diligencia les aderezó una
razonable comida : y á todo esto dormía
Don Quixote , y fueron de parecer de no
d'^spertalle , porque mas provecho le ha-
fia por entonces el dormJr que el comer:
trataron sobre comida, estando delante el
ventero, su muger, su hija, y Maritornes,
y todos los pasageros, de la estraña locu-
ra de Don Quixote , y del modo que le
habían hallado : la huéspeda les contó lo
que con el y con el arriero les habia acon-
tecido : mirando si acaso estaba a Ui San-
cho , como no le viese , contó todo lo de
su manteamiento , de que no poco gusto
recibieron: y como el Cura dixese que los
libros de Caballerias que Dea Quixote ha-
PARTE r. CAP. XXXII. I37
bía leído, le habían vuelto el juicio, dixo
el ventero : no, se yo como puede ser eso,
que en verdad que á lo que yo entiendo
no hay mejor letura en el mundo , y que
tengo ahí dos ó tres dellos con otros pa-
peles , que verdaderamente me han dado
la vida , no solo á mí , sino á otros mu-
chos^ porque, quando es tiempo de la sie-
ga , se recogen aquí las tiestas muchos se-
gadores , y siempre hay alguno que sabe
leer, el qual coge uno destos libros en las
manos, y rodéamenos del mas de treinta,
y estamosle escuchando con tanto gusto,
que nos quita mil canas : alompnos de mí
se decir que quando oyó decir aquellos
furibundos y terribles golpes que los ca-
balleros pegan, que me toma gana de ha-
cer otro tanto , y que querría estar oyen-
dolos noches y días. Y yo ni m?s ni me-
nos , dixo la ventera, porque nunca tengo
buen rato en mi casa sino aquel que vos
estáis escuchando leer, que estáis tan em-
bobado , que no os acordáis de reñir por
entonces. Así es la verdad , dixo Ma?itor-
nes , y á buena fe que yo también gusto
'38 DON QUIXOTE.
mucho de oir aquellas cosas, que son muy
lindas ; y mas quando cuentan que se es-
tá la otra señora debaxo de unos naranjos
abrazada con su caballero , y que les está
una dueña haciéndoles la guarda , muerta
de envidia y con mucho sobresalto : digo
que todo esto es cosa de mieles. Y á vos,
que os parece , señora doncella? dixo el
Cura , hablando con la hija del ventero.
No sé, señor, en mi anima, respondió eUa:
también yo lo escucho , y en verdad que
aunque no lo entiendo , que recibo gusto
en oiJlo ^ pero no gusto yo de los golpes
de que mi pítdre gusta, siao de las lamen-
taciones que los caballeros hacen , quan-
do están ausentes de sus señoras , que en
verdad que algunas veces me hacen llorar
de compasión que les tengo. ¿Luego bien
las remediarades vos, señora doncella, di-
xo Dorotea, si por vos lloraran? No se lo
que me hiciera , respondió la moza ; solo
se que hay algunas señoras de aquellas
tan crueles, que las llaman sus caballeros
tigres, y leones, y otras mil inmundicias:
y Jesús! yo no se que gente es aquella tan
VARTE I. CAP. KXXII. I39
desalmada y tan sin conciencia , que por
no mirar á un hombre honrado le de-
xaa que se muera , tí que se vuelva loco:
yo no se para que es tanto melindre , si
lo hacen de honradas , cásense con ellos,
que ellos no desean otra cosa. Calla , ni-
ña , dixo la ventera , que parece que sa-
bes mucho destas cosas , y no está bien á
las doncellas saber ni hablar tanto. Como
me lo pregunta este señor, respondió ella,
no pude dexar de respondelle. Ahora bien,
dixo el Cura , traedme , señor huésped,
aquesos libros, que los quiero ver. Que me
place, respondió el, y entrando en su apo-
sento, saetí del una maletilla vieja cerra-
da con una cadenilla , y abriéndola , ha-
lló en ella tres libros grandes, y unos pa-
peles de muy buena letra escritos de ma-
no. El primer libro que abrió vio que
era : Don Cirongilio de Tracia (22) , y el
otro de: Feüxmarte de Hircanta (23), y el
otro la : Historia del Gran Capitán Gonza~
lo Hernández de Córdoba , con la : Vida de
Diego Garda de Paredes. Asi como el Cu-
ra leyó los dos títulos primeros , volvió el
140 DON QÜIXOTE.
rostro al Barbero , y dixo : falta nos ha-
cen aqui ahora el Ama de mi amigo y su
Sobrina, No hacen, respondió el Barbero,
que también se yo llevarlos al corral , ó
á la chimenea , que en verdad que hay
muy buen fuego en ella. Luego quiere
vuestra merced quemar mis libros? dixo
el ventero. No mas , dixo el Cura , que
estos dos , el de Don Cirongilio , y el de
Felixmarte. ?.Pues por ventura , dixo el
ventero , mis libros son hereges , ó flema-
ticos , que los quiere quemar? Cismáti-
cos queréis decir , amigo , dixo el Barbe-
ro , que no flemáticos. Asi es , replicó el
ventero ; mas si alguno quiere quemar,
sea ese del Gran Capitán , y dése Diego
Garcia •■, que antes dexare quemar un hi-
jo , que dexar quemar ninguno desotros.
Hermano mió , dixo el Cura , estos dos li-
bros son mentirosos, y están llenos de dis-
parates y devaneos, y este del Gran Ca-
pitán es historia verdadera , y tiene los
hechos de Gonzalo Hernández de Córdoba,
el qual por sus muchas y grandes haza-
fias mereció ser llamado de todo el mun-
PARTE I. CAP. XXXII. I4I
do Bl Gran Capitán , renombre famoso y
claro, y del soío merecido : y este Diego
García de Paredes fue un principal caba-
llero , natural de la ciudad de Truxillo en
Estremadura , valentísimo soldado , y de
tantas fuerzas naturales , que detenia con
un dedo una rueda de molino en la mi-
tad de su furia ; y puesto con un montan-
te en la entrada de una puente detubo á
todo un ¡numerable exerclto que no pasa-
se por ella (24) ^ y hizo otras tales cosas,
que si como el las cuenta, y las escribe el
asimismo con la modestia de caballero y
de coronista propio, las escribiera otro li-
bre y desapasionado , pusieran en su olvi-
do las de los Hetorcs , Aqulles y Rolda-
nes. Tomaos con mi padre , dixo el dicho
ventero, mirad de que se espanta , de de-
tener una rueda de molino: por Dios aho-
ra habia vuestra merced de leer lo que
lei yo de Felixmarte de Hircania , que de
un revés solo partió cinco gigantes por la
cintura , como si fueran hechos de habas
como los fraylecicos que hacen los niños:
y otra vez arremetió con un grandísimo
14* DON QUIXOTE.
y poderosisimo exercito , donde llevd mas
de un millón y seiscientos mil soldados,
todos armados desde el pie hasta la cabe-
za , y los desbarató á todos , como si fue-
ran manadas de ovejas : pues que me di-
rán del bueno de Don Cirongilio de Tra-
cia? que fue tan valiente y animoso , co-
mo se vera en el libro , donde cuenta que
navegando por un rio , le salió de la mi-
tad del agua una serpiente de fuego , y él
asi como la vio se arrojó sobre ella , y se
puso á horcajadas encima de sus escamo-
sas espaldas , y la apretó con ambas ma-
nos la garganta con tanta fuer¿a, que vien-
do la serpiente que la iba ahogando , no
tubo otro remedio sino dexarse ir á lo hon-
do del rio , llevándose tras sí al caballero
que nunca la quiso soltar ; y quando lle-
garon alia abaxo , se halló en unos pala-
cios y en unos jardines tan lindos , que
era marabilla :, y luego la sierpe se vol-
vió en un viejo anciano , que le dixo tan-
tas de cosas, que no hay mas que oir: ca-
lle, señor , que si oyese esto , se volvería
loco de placer: dos higas para el Gran Ca-
PARTE I. CAP. XXXTI. I43
pitan , y para ese Diego García que dice.
Oyendo esto Dorotea, dixo callando á Car-
denio: poco le falta á nuestro huésped pa-
ra hacer la segunda parte de Don Quixo-
te (25). Asi me parece á mí , respondió
Cárdenlo, porque según da indicio, el tie-
ne por cierto que todo lo que estos libros
cuentan pasd ni mas ni menos que lo es-
criben, y no le harán creer otra cosa fray-
Íes descalzos. Mirad , hermano , tornó á
decir el Cura , que no hubo en el mundo
Felixmarte de Hircania , ni Don Cirongi-
lio de Tracia, ni otros caballeros semejan-
tes que los libros de Caballerías cuentan,
porque todo es compostura y ficción de in-
genios ociosos , que los compusieron para
el efeto que vos decís , de entretener el
tiempo , como lo enrretienen leyéndolos
vuestros segadores 5 porque realmente os
juro que nunca tales caballeros fueron en
el mundo, ni tales hazai^as ni disparates
acontecieron en el. A otro perro con ese
hueso , respondió el ventero , como si yo
no supiese quantas son cinco , y adonde
me aprieta el zapato : no piense vuestra
144 ^0^ QOIXOTE.
merced darme papilla , porque por Dios
que no soy nada blanco : bueno es que
quiera darme vuestra merced á entender
que todo aquello, que estos buenos libros
dicen, sea disparates y mentiras , estando
impreso con licencia de los Seiiores del
Consejo Real , como si ellos fueran gente
que habían de dexar impriaiir tanta men'
tira junta , y tantas batallas, y tantos en-
cantamentos , que quitan el juicio. Ya os
he dicho , amigo, replicó el Cura, que es-
to se hace para entretener nuestros ocio-
sos pensamientos 5 y asi como se consien-
te en las repúblicas bien concertadas que
haya juegos de axedrez , de pelota , y de
trucos para entretener á algunos , que ni
quieren, ni deben, ni pueden trabajar; asi
se consiente imprim-jr y que haya tales. li-
bros , creyendo , como es verdad , que no
ha de haber alguno tan ignorante , que
tenga por historia verdadera ninguna des-
tos libros : y si me fuera licito ahora , y
el auditorio lo requiriera, yo dixera cosas
acerca de lo que han de tener los libros
de Caballerías para ser buenos, que quiza
^ PARTE r. CAP. xxxir. 145
fueran de provecho , y aun de gusto para
algunos; pero yo espero que vendrá tiem-
po en que lo pueda comunicar con quien
pueda remediallo ; y en eite entretanto
creed , señor ventero , lo que os he dicho,
y tomad vuestros libros, y alia os avenid
con sus verdades, ó mentiras, y buen pro-
vecho os hagan, y quiera Dios que no co-
xeeis del pie que coxea vuestro huésped
Don Quixote. Eso no , respondió el ven-
tero , que no seré yo tan loco , que me
haga caballero andante; que bien veo que
ahora no se usa lo que se usaba en aquel
tiempo , quando se dice que andaban por
el mundo estos famosos caballeros. A la
mitad desta platica se halló Sancho pre-
sente , y quedó muy confuso y pensativo
de lo que habia oido decir que ahora no
se usaban caballeros andantes , y que to-
dos los libros de Caballerias eran nece-
dades y mentiras ; y propuso en su co-
razón de esperar en lo que paraba aquel
viage de su amo, y que, si no salia con la
felicidad que el pensaba , determinaba de
dexaUe , y volverse con su muger y sus
146 3>0N QUIXOTE. «v
hijos á su acostumbrado trabajo. Llevába-
se la maleta y los libros el ventero ; mas
el Cura le dixo : esperad que quiero ver
qué papeles son esos que de tan buena le-
tra están escritos. Sacólos el huésped , y
dándoselos á leer vio hasta obra de ocho
pliegos escritos de mano , y al principio
tenían un titulo grande que decia : kove-
ZA DEÍ CURIOSO IMPERTINENTE. LeyO
el Cura para sí tres ó quatro renglones,
y dixo : cierto que no me parece mal el
titulo desta novela , y que me viene vo-
luntad de leella toda. A lo que respondió
el ventero : pues bien puede leella su Re-
verencia , porque le hago saber que á al-
gunos huespedes que aqui la han leido, les
ha contentado mucho , y me la han pedi-
do con muchas veras ; mas yo no se la he
querido dar , pensando volvérsela á quien
aqui dexó esta maleta olvidada , con es-
tos libros y esos papeles , que bien puede
ser que vuelva su dueño por aqui algún
tiempo ; y aunque se que me han de ha-
cer falta los libros , afe que se los he de
volver , que aunque ventero , todavía soy
PARTE I. CAP. XXXII. I47
cristiano. Vos tenéis mucha razón , ami-
go, dixo el Cura ^ mas con todo eso, si la
novela me contenta , me la habéis de de-
xar trasladar. De muy buena gana , res-
pondió el ventero. Mientras los dos esto
decian , habia tomado Cárdenlo la novela
y comenzado á leer en ella , y parecien-
dole lo mismo que al Cura, le rogo que la
leyese de modo que todos la oyesen. SL
leyera , dixo el Cura , si no fuera mejor
gastar este tiempo en dormir que en leer.
Harto reposo sera para mí, dixo Dorotea,
entretener el tiempo oyendo algún cuen-
to , pues aun no tengo el espíritu tan so-
segado , que me conceda dormir quando
fuera razón. Pues desa manera , dixo el
Cura, quiero leerla por curiosidad siquie-
ra , quiza tendrá alguna de gusto. Acudió
maese Nicolás á rogarle lo mismo, y San-
cho también : lo qual visto del Cura , y
entendiendo que á todos darla gusto, y el
le recebiria , dixo : pues asi es , estenme
todos atentos, que la novela comienza des-
ta manera.
K
148 SON QUIXOTB.
CAPITULO xxxiir.
SOHDE SE CUENTA LA NOVELA DEL CU-
RIOSO IMPERTINENTE.
E,
<n Florencia , ciudad rica y famosa de
Italia en la provincia que llaman Tosca-
na , vivían Anselmo y Lotario , dos caba-
lleros ricos y principales , y tan amigos,
que por escelencia y antonomasia de to-
dos los que los conocían , lot dos amigos
eran llamados : eran solteros , mozos de
una misma edad y de unas mismas cos-
tumbres, todo lo qual era bastante causa á
que los dos con reciproca amistad se cor-
■respoiidiesen : bien es verdad que el An-
selmo era algo mas inclinado á los pasa-
tiempos amorosos que el Lotario , al qual
llevaban tras sí los de la caza; pero quan-
do se ofrecia , dexaba Anselmo de acudir
á sus gustos por seguir los de Lotario , y
Lotario dexaba los suyos por acudir á los
de Anselmo, y desta manera aadaban tan
auna sus voluntades , que no había con-
PARTE r. CAP. Txxiir. 149
certado relox que asi lo andubiese. Anda-
ba Anselmo perdido de amores de una don-
cella priucipal y hermosa de la misma
ciudad , hija de tan buenos padres y tan
buena ella por sí , que se determinó (con
el parecer de su amigo Lotario, sin el qual
ninguna cosa hacia) de pediUa por esposa
á sus padres , y asi lo puso en execucion,
y el que llevó la embaxada fue Lotario , y
el que concluyó el negocio tan á gusto de
su amigo , que en breve tiempo se vio
puesto en la posesión que deseaba , y Ca-
mila tan contenta de haber alcanzado á
Anselmo por esposo, que no cesaba de dar
gracias al cielo, y á Lotario por cuyo me-
dio tanto bien le habia venido. Los pri-
meros dias , como todos los de boda sue-
len ser alegres, continuó Lotario como so-
lia la casa de su amigo Anselmo , procu-
rando honralle, festej2lle y regocijalle con
todo aquello qu° á el le fue posible ; pero
acabadas las bodas , y sosegada ya la fre-
quencia de las visitas y parabienes , co-
menzó Lotario á descuidarse con cuidado
de las idas en casa de Anselmo , por pa-
K 2
Ij;0 DON QUIXOTE.
recerle á él , como es razón que parezca
á todos los que fueren discretos , que no
se han de visitar ni continuar las casas de
los amigos casados de la misma manera,
que quando eran solteros ; porque aunque
la buena y verdadera amistad no puede
ni debe de ser sospechosa en nada , con
todo esto es tan delicada la honra del ca-
sado, que parece que se puede ofender aun
de los mesmos hermanos , quanto mas de
los. amigos. Notó Anselmo la remisión de
Lotario , y formó del quejas grandes , di-
ciendole que si el supiera que el casarse
habia de ser parte para no comunicalle co-
mo solia , que jamas lo hubiera hecho ; y
que si por la buena correspondencia que
los dos tenian mientras el fue soltero, ha-
blan alcanzado tan dulce nombre como el
ser llamados los dos amigos , que no per-
mitiese, por querer hacer del circunspec-
to sin otra ocasión alguna , que tan famo-
so y tan agradable nombre se perdiese^ y
que asi le suplicaba, si era licito, que tal
termino de hablar se usase entre ellos, que
volviese á ser señor de su casa , y á en-
PARTE T. CAP. xxxirr. 151
trar y salir en ella como de antes , ase-
gurándole que su esposa Camila no tenia
otro gusto ni otra voluntad , que la que
él quería que tubiese, y que por haber sa-
bido ella con quantas veras los dos se
amaban , estaba confusa de ver en el tan-
ta esquiveza. A todas estas y otras mu-
chas razones , que Anselmo dixo á Lota-
rio-para persuadille volviese como solia á
su casa , respondió Lotario con tanta pru^
dencia , discreción y aviso , que Anselmo
quedó satisfecho de la buena intención de
su amigo, y quedaron de concierto que dos
dias en la semana y las fiestas fuese Lo-
tario á comer con él: y aunque esto que-
dó asi concertado entre los dos , ^propuso
Lotario de no hacer mas de aquello que
viese que mas convenia á la honra de su
amigo, cuyo crédito le ^estaba en mas, que
el suyo propio. Decía el , y decia bien,
que el casado, á quien el cielo habia con-
cedido muger hermosa, tanto cuidado ha-
bia de tener que ami;?os llevaba á su ca-
sa , como en mirar con que amigas su mu-
ger conversaba , porque lo que no se hace
152 DON QUIXOTE.
ni concierta en las plazas , ni en los tem-
plos , ni en las fiestas publicas , ni esta-
ciones (cosas que no todas veces las iari
de negar los maridos á sus mugeres) se
concierta y facilita en casa de la amiga,
ó la parienta de quien mas satisfacion se
tiene : también decía Lotario que tenian
necesidad los casados de tener cada uno
algún amigo, que le advirtiese de los des-
cuidos que en su proceder hiciesen , por-
que suele acontecer que con el mocho amor
que el marido á la muger titne , ó no le
advierte, ó do le dice por no enojalla que
haga ó dexe de hacer algunas cosas , que
el hacellas ó no le seria de honra , ó de
vituperio: de lo qual siendo del amigo ad-
vertido, fácilmente pondría remedio en to-
do. Pero donde se hallará amigo tan dis-
creto , y tan leal y verdadero , como aqui
Lotario le pide? no lo sé yo por cierto;
solo Lotario era este , que con toda soli-
citud y advertimiento miraba por la hon-
ra de su amigo , y procuraba dezmar, fri-
sar , y acortar los días del concierto de ir
á su casa , fiorque no pareciese mal al
PARTE I. CAP. XXXIII. 1^3
vulgo ocioso , y á los ojos vagabundos y
maliciosos la entrada de un mozo rico,
gentil hombre y bien nacido, y délas bue-
nas partes que el pensaba que tenia , ea
la casa de una muger tan hermosa como
Camila : que puesto que su bondad y va-
lor podia poner freno á toda maldiciente
lengua , todavía no quería poner en duda
su crédito , ni el de su amigo , y por esto
los mas de los di£s del concierto los ocu-
paba y entretenía en otras cosas , que él
daba á entender ser inescusables : asique
en quejas del uno y disculpas del otro se
pasaban muchos ratos y partes del dia.
Sucedió pues que uno , que los dos se
andaban paseando cor un prado fuera de
la ciudad, Anselmo dixo á Lotario las se-
mejantes razones. ¿Pensabas (26), amigo
Lotario , que á las mercedes que Dios me
ha hecho en hacerme hijo de tales padres,
como fueron los niios , y al darme no con
mano escasa los bienes , asi los que lla-
man de naturaleza , como los de fortuna,
no puedo yo corresponder con agradeci-
miento , que llegue al bien recebido , y
1^4 1>0N QUIXOTE.
sobre (27) al que me hizo en darme á ti
por amigo , y á Camila por muger pro-
pia : dos prendas que las estimo, si no en
el grado que debo, en el que puedo '^ pues
con todas estas partes , que suelen ser el
todo con que los hombres suelen y pue-
den vivir contentos , vivo yo el mas des-
pechado y el mas desabrido hombre de to-
do el universo mundo : porque no sé que
dias (28) á esta parte me fatiga y aprieta
un deseo tan estraño y tan fuera del uso
común de otros , que yo me marabillo de
mí mismo , y me culpo y me riño á so-
las, y procuro callarlo y encubrillo de mis
propios pensamientos ; y asi me ha sido
posible salir con este secreto, como si de
industria procurara decillo á todo el mun-
do : y pues que ene/eto el ha de salir á
plaza , quiero que sea en la del archivo
de tu secreto , confiado que con él , y con
la diligencia que pondrás como mi amigo
verdadero en remediarme , yo me veré
presto libre de la angustia que me causa,
y llegará mi alpgria por tu solicitud al
grado, que ha llegado mi descontento por
PARTE I. CAP. XXXTir. 1^5
mi locura. Suspenso tenían á Lotario las
razones de Anselmo , y do sabia en qué
había de parar tan larga prevención , ó
preámbulo ; y aunque iba revolvieado ea
su imaginación que deseo podría ser aquel
que á su amigo tanto fatigaba , dio siem-
pre muy lejos del blanco de la verdad , y
por salir presto de la agonía que le cau-
saba aquella suspensión , le díxo : que ha-
cia notorio agravio á su muclia amistad
en andar buscando rodeos para decirle sus
mas encubiertos pensamientos , pues tenía
cierto que se podría prometer del ó ya
consejos para entretenellos, ó ya remedio
para cumplíllos. Asi es la verdad, respon-
dió Anselmo, y con esa coniíanra te hago
saber , amigo Lotario , que el deseo que
me fatiga es pensar si Camila mi espo-
sa es tan buena y tan perfeta , como yo
pienso; y no puedo enterarme en esta ver-
dad , sino es probandola de manera , que
la prueba manitieste los quilates de su bon-
dad , como el fuego muestra los del oro:
porque yo tengo para mi , ó amigo , que
no es una muger mas buena de quauto es,
1^6 DON QUIXOTÍ.
ó no es, solicitada, y que aquella sola es
fuerte , que no se dobla á las promesas,
á las dadivas , á las lagrimas , y á las
continuas importunidades de los solícitos
amantes : porque qué hay que agradecer,
decia él, que una muger sea buena, si na-
die le dice que sea mala? qué mucho que
esté recogida y temerosa la que no le dan
ocasión para que se suelte , y la que sa-
be tiene marido , que en cogiéndola en la
primera desenvoltura la ha de quitar la
vida? ansique la que es buena por temor,
6 por falta de lugar , yo no la quiero te-
ner en aquella estima en que tendré á la
solicitada y perseguida , que salió con la
corona del vencimiento: de modo que por
estas razones y por otras muchas , que te
pudiera decir para acreditar y fortalecer
la opinión que tengo , deseo que Camila
mi esposa pase por estas dificultades , y
se acrisole y quilate en el fuego de verse
requerida y solicitada , y de quien tenga
valor para poner en ella sus deseos : y si
ella sale , como creo que saldrá , con la
palma de esta batalla , tendré yo por sin
PARTE I. CAP. XXXIII. I57
igual mi Tentura : podre yo decir que es-
tá colmo el vacio de mis deseos: diré que
me cupo en suerte la Muger Fuerte , de
quien el Sabio dice que quien ¡a hallar ¿"i
y quando esto suceda alreves de lo que
pienso , con el gusto de ver que acerté en
mi opinión , llevaré sin pena la que de
razón podra causarme mi tan costosa es-
periencia : y prosupuesto que ninguna co-
sa de quantas me dixeres en contra de mi
deseo , ha de ser de algún provecho para
dexar de ponerle por la obra , quiero , ó
amigo Lotario, que te dispongas á ser el
instrumento que labre aquesta obra de mi
gusto , que yo te daré lugar paraque lo
hagas , sin faltarte todo aquello que yo
viere ser necesario para solicitar á una
muger honesta, honrada , recogida y des-
interesada : y muéveme entre otras cosas
á fiar de ti esta tan ardua empresa el ver
que si de ti es vencida Camila , no ha de
llegar el vencimiento á todo trance y ri-
gor , sino á solo á tener por hecho lo que
se ha de hacer (29) por buen respeto ^ y
%si Qo quedare yo ofendido mas de coa el
158 DON QUIXOTE.
deseo, y mi injuria quedará escondida en
la virtud de tu silencio , que bien sé que
en lo que me tocare ha de ser eterno , co-
mo el de la muerte: asique, si quieres que
yo tenga vida, que pueda decir que lo es,
desde luego has de entrar en esta amoro-
sa batalla, no tibia ni perezosamente, sino
con el ahinco y diligencia que mi deseo
pide, y con la contianza que nuestra amis-
tad me asegura. Estas fueron las razones
que Anselmo dixo á Lotario , á todas las
quales estubo tan atento, que, si no fue-
ron las que quedan escritas que le dixo,
no desplegó sus labios hasta que hubo aca-
bado ; y viendo que no decia mas , des-
pués que le estubo mirando un buen espa-
cio , como si mirara otra cosa que jamas
hubiera visto , que le causara admiración
y espanto, le dixo : no me puedo persua-
dir, ó amigo Anselmo, á que no sean bur-
las las cosas que me has dicho, que á pen-
sar que deveras las decías no consintiera
que tan adelante pasaras , porque con no
escucharte previniera tu larga arenga: sin
duda imagino ó que no me conoces , 6
PARTE I. CAP. XXXIII. I^p
que yo no te conozco ^ pero no , que bien
se que eres Anselmo , y tú sabes que yo
soy Lotnrio: el daño está en que yo pien-
so que no eres el Anselmo que solías , y
tú debes de haber pensado que tampoco
yo soy el Lotario que debia ser-: porque
las cosas que me has dicho , ni son de
aquel Anselmo mi amigo , ni las que me
pides , se han de pedir á aquel Lotario
que tú conoces; porque los buenos amigos
han de probar á sus amigos y valerse de-
llos , como dixo un poeta , usque ad aras,
que quiso decir que no se hablan de valer
de su amistad en cosas que fuesen contra
Píos : pues si esto sintió un gentil de la
amistad , ¿quanto mejor es que lo sienta
el cristiano, que sabe que por ninguna hu-
mana ha de perder la amistad divina? y
quando el amigo tirase tanto la barra, que
pusiese aparte los respetos del cielo por
acudir á los de su amigo , uo ha de ser
por cosas ligeras y de poco momento , si-
no por aquellas en que vaya la honra y
la vida de su am.igo: pues dime tú ahora,
Anselmo, ¿qual destas dos cosas tienes en
l60 DON QUIXOTE.
peligro , paraque yo me aventure á com-
placerte , y á hacer una cosa tan detesta-
ble , como me pides? ninguna por cierto:
antes me pides , según yo entiendo , que
procure y solicite quitarte la honra y la
vida, y quitármela á mí juntamente; por-
que si yo he de procurar quitarte la hon-
ra , claro está que te quito ia vida , pues
el hombre sin honra peor es que un muer-
to ; y siendo yo el instrumento , como tú
quieres que lo sea , de tanto mal tuyo, yo
vengo á quedar deshonrado, y por el mis-
mo consiguiente sin vida : escucha , ami-
go Anselmo , y ten paciencia de no res-
ponderme hasta que acabe de decirte lo
que se me ofreciere acerca <Je lo que te
ha pedido tu deseo , que tiempo quedará
paraque tú me repliques , y yo te escu-
che. Que me place , dixo Anselmo , di lo
que quisieres. Y Lotario prosiguió dicien-
do : pareceme , ó Anselmo , que tienes tú
ahora el ingenio como el que siempre tie-
nen los moros , á los quales no se les pue-
de dar á entender el error de su seta con
las acotaciones de la Santa Escritura , oi
PARTE r. CAP. xKxrrr. i6i
con razones que consistan en especulacica
del entendimiento , ni que vayan funda-
das en articulos de fe \ sino que les han
de traer exemplos palpables , fáciles , in-
teligibles , demonstrativos , indubitables,
con demonstraciones matemáticas que no
se pueden negar, como quaudo dicen: „si
„ de dos partes iguales quitamos partes
„ iguales, las que quedan también son igua-
„ les" : y quando esto no entiendan de pa-
labra, como enefeto no lo entienden , ha-
seles de mostrar con las manos y ponér-
selo delante de los ojos , y aun con todo
esto no basta nadie con ellos á persuadir-
les Ijs verdades de nuestra sacra Religión:
y este mismo termino y modo me con-
vendrá usar contigo, porque el deseo, que
en ti ha nacido , va tan descaminado y
tan fuera de todo aquello que tenga som-
bra de razonable , que me parece que ha
de ser tiempo mal gastado el que ocupare
en darte á entender tu simplicidad , que
por ahora no le quiero dar otro nombre,
y aun estoy por dexarte en tu desatino en
pena de tu íual deieo ; mas no me dexa
j62 don QüIXOTE.
usar deste rigor la amistad que te tengo,
la qual no consiente que te dexe puesto
en tan manifiesto peligro de perderte. Y
porque claro lo veas , dime, Anselmo : tú
no me has dicho que tengo de solicitar á
una retirada? persuadir á una honesta?
ofrecer á una desinteresada? servir á una
prudente? si que me lo has dicho : pues
si tú sabes que tienes muger retirada , ho-
nesta, desinteresada y prudente , que bus-
cas? y si piensas que de todos mis asal-
tos ha de salir vencedora (como saldrá
sin duda) que mejores títulos piensas dar-
le después , que los que ahora tiene? ó
qué sera mas después de lo que es ahora?
ó es que tú no la tienes por la que dices,
ó tú no sabes lo que pides : si no la tie-
nes por la que dices , ¿para que quieres
probarla, sino como á mala hacer della lo
que mas te viniere en gusto? mas si es
tan buena como crees , impertinente cosa
sera hacer esperiencia de la misma ver-
dad , pues después de hecha se ha de que-
dar con la estimación que primero tenia:
asique es razón concluyente que el inten-
PARTE 1. CAP. XXXin. I63
tar las cosas, de las quales antes nos pue-
de sjceder daño' que provecho , es de jui-
cios sin discurso y temerarios, y mas quan-
do quieren intentar aquellas á que no son
forzados ni compeüdos, y que de muy le-
jos traen descubierto que el intentarlas es
manifiesta locura. Las cosas dificultosas se
intentan por Dios , d por el mundo, ó por
entrambos á dos: las que se acometen por
Dios , son las que acometieron los santos,
acometiendo á vivir vida de angeles en
cuerpos humanos: las que se acometen por
respeto del mundo, son las de aquellos que
pasan tanta infinidad de agua , tanta di-
versidad de climas, tanta estrañeza de gen-
tes por adquirir estos que llaman bienes
de fortuna: y las que se intentan por Dios
y por el mundo juntamente , son aquellas
de los valerosos soldados , que apenas ven
en el contrario muro abierto tanto espa-
cio quanto es el que pudo hacer una re-
donda bala de artillería , quando puesto
aparte todo temor , sin hacer discurso ni
advertir el manifiesto peligro que les ame-
naea , llevados en vuelo de las alas de el
X. jjz. L
164 DON QUIXOTE.
deseo de volver por su fe , por su nación
y por su Rey , se arrojan intrépidamente
por la mitad de mil contrapuestas muer-
tes que los esperan. Estas cosas son las que
suelen intentarse , y es honra , gloria y
provecho intentarlas , aunque tan llenas
de inconvenientes y peligros ; pero la que
tú dices que quieres intentar y poner por
obra , ni te ha de alcanzar gloria de Dios,
bienes de la fortuna, ni fama con los hom-
bres ; porque puesto que salgas con ella,
como deseas, no has de quedar ni mas ufa-
no , ni mas rico , ni mas honrado que es-
tás ahora ^ y si no sales , te has de ver en
la mayor miseria que imaginarse pueda;
porque no te ha de aprovechar pensar en-
tonces que no sabe nadie la desgracia que
te ha sucedido , porque bastará para afli-
girte y deshacerte que la sepas tú mismo:
y para conñrmacion desta verdad te quie-
ro decir una estancia , que hizo el famoso
poeta Luis Tansilo, en el hn de su prime-
ra parte de : Las Lagrimas de San Pedro,
que dice asi:
PARTE I. CAP. XXXJir. 165
Crece el dolor , y crece la vergüenza
En Pedro , quan'cto el dia se ha mostrado,
Y aunque al'.i no ve i nadie, se avergüenza
De sí mismo por ver que habia i>ccado:
Que á un magnánimo pecho a haber vergüenza
No solo ha de moverle el ser mirado;
Que de sí se avergüenza quando yerra.
Si bien otro no ve que cielo y tierra (?o).
Asi que no escusarás con el secreto tu
dolor, antes tendrás que llorar contino , si
no lagrimas de los ojos , lagrimas de san-
gre del corazón , como las lloraba aquel
simple doctor, que nuestro poeta nos cuen-
ta que hizo la prueba del vaso , que con
mejor discurso se escusó de hacerla el pru-
dente Reynaldos ^ que puesto que aquello
sea ticcian poética , tiene en sí encerrados
secretos morales , dignos de ser advertidos,
y entendidos e imitados (31): quanto mas,
que con lo que ahora pienso decirte aca-
barás ce venir en conocimiento del gran-
de error que quieres cometer. Dime , An-
selmo, si el cielo, ó la suerte buena, te hu-
biera iiecho señor y legitimo posesor de un
L2
1 66 DONQUIXOTE.
finísimo diamante, de cuya bondad y qui-
lates estubiesen satisfechos quantos lapi-
darios le viesen, que todos á una voz y de
común parecer dixesen que llegaba en qui-
lates , bondad y fineza á quanto se podía
estender la naturaleza de tal piedra, y tú
mismo lo creyeses asi, sin saber otra cosa
en contrario , j.seria justo que te viniese
en deseo de tomar aquel diamante , y po-
nerle entre un ayunque y un martillo , y
allí á pura fuerza de golpes y brazos pro-
bar si es tan duro y tan fino como dicen?
y mas (32) , si lo pusieses por obra? que
puesto caso que la piedra hiciese resisten-
cia á tan necia prueba , no por eso se le
añadiría mas valor , ni m.as fama : ¿y si
se rompiese , cosa que podría ser , no se
perdía todo? si por cierto, dexando á su
dueño en estimación de que todos le ten-
gan por simple. Pues haz cuenta , Ansel-
mo amigo , que Camila es finísimo dia-
mante asi en tu estimación como en la
agena, y que no e? razón ponerla en con-
tingencia de que se quiebre, pues, aunque
se quede con su entereza, no puede subir á
PARTE T. CAP. XXXIir. I67
mas valor del que ahora tiene ; y si fal-
tase y no resistiese , considera desde aho-
ra qual quedarías sin ella , y con quanta
razón te podrías quejar de ti mismo , por
haber sido causa de su perdición y la tu-
ya : mira que no hay joya en el mundo
que tanto valga , como la muger casta y
honrada , y que todo el honor de las mu-
gares consiste en la opinión buena que de-
llas se tiene ; y pues la de tu esposa es
tal , que llega al estremo de bondad que
sabes , para que quieres poner esta ver-
dad en duda? mira, amigo, que la muger
es anim.al imperfeto , y que no se le han
de poner embarazos donde tropiece y cay-
ga , sino quitárselos , y despejalle el ca-
mino de qualquier inconveniente, paraque
sin pesadumbre corra ligera á alcanzar la
perfección que le falta , que consiste en el
ser virtuosa. Cuentan los naturales que el
arminio es un animalejo que tiene una piel
blanquísima , y que, quando quieren ca-
zarle , los cazadores usan deste artificio:
que sabiendo las partes por donde suele
pasar y acudir, las atajan con lodo, y des-
l68 DON QL'IXOTE.
pues oxeándole le encamiaan acia aquel
lugar ; y asi como el arminio llega ai lo-
do se está quedo , y se dexa prender y
cautivar á trueco de no pasar por el cie-
no , y perder y ensuciar su blancura , que
la estima en mas que la libertad y la vi-
da. La honesta y casta muger es arminio,
y es mas que nieve blanca y limpia la vir-
tud de la honestidad , y el que quisiere
que no la pierda , antes la guarde y con-
serve , ha de usar de otro estilo diferente
que con el arminio se tiene ; porque no le
han de poner delante el cieno de los re-
galos y servicios de los importunos aman-
tes , porque quiza , y aun sin quiza , no
tiene tanta virtud y fuerza natural , que
pueda por sí misma atropellar y pasar por
aquellos embarazos ; y es necesario qui-
társelos, y ponerle delante la limpieza de
la virtud , y la belleza que encierra en sí
la buena fama. Es asimismo la buena mu-
ger como espejo de cristal luciente y cla-
ro; pero está sujeto á em.pañarse y escu-
recerse con qualquiera aliento que le to-
que : base de usar con la honesta muger
PARTE I. CAP. XXXIII. I69
el estilo que con las reliquias , adorarlas,
y DO tocarlas : hase de guardar y estimar
la iTiUger buena , como se guarda y esti-
ma un hermoso jardin que está lleno de
flores y rosas , cuyo dueño no consiente
que nadie le pasee ni manosee , basta que
desde lejos y por entre las verjas de hier-
ro gocen de su fragrancia y hermosura. Fi-
nalmente quiero decirte unos versos , que
se me han venido á la memoria , que los
oi en una comedia moderna , que me pa-
rece que hacen al proposito de lo que va-
mos tratando. Aconsejaba un prudente vie-
jo a otro , padre de una doncella , que la
recogiese, guardase y encerrase , y entre
otras razones le dixo estas:
Es de vidro la muger;
Pero no se ha de probar
Si se puede , ó no, quebrar,
Porque todo podria ser:
y es mas fácil el quebrarse,
y no es cordura ponerse
A peligro de romperse
Lo que no puede soldarse:
lyO DON QUIXOTE.
Y en esta opinión estén
Todos , y en razón la fundo:
Que si hay Danaes en el mundo,
Hay pluvias de oro también.
Quanto hasta aquí te he dicho, ó An-
selmo , ha sido por lo que á ti te toca , y
ahora es bien que se oyga algo de lo que
á mí me conviene; y si fuere largo, per-
dóname, que todo lo requiere el laberinto
donde te has entrado , y de donde quieres
que yo te saque. Tú me tienes por amigo
y quieres quitarme la honra , cosa que es
contra toda amistad ; y aun no solo pre-
tendes esto , sino que procuras que yo te
la quite á ti : que me la quieres quitar á
mí está claro , pues quando Camila vea
que yo la solicito, como me pides' , cierto
está que me ha de tener por hombre sin
honra y mal mirado , pues intento y ha-
go una cosa tan fuera de aquello que el
ser quien soy y tu amistad me obliga: de
que quieres que te la quite á ti no hay
duda, porque viendo Camila que yo la so-
licito , ha de peosar que yo he visto en
PARTE I. CAP. xxxirr. 171
ella alguna liviandad , que me dio atrevi-
miento á descubrirle mi mal deseo, y te-
niéndose por deshonrada , te toca á ti co-
mo á cosa suya su misma deshonra : y de
aqu! nace lo que comunmente se platica,
que el marido de la muger adultera, pues-
to que el no lo sepa ni haya dado oca-
sión paraque su muger no sea la que de-
be, ni haya sido en su mano ni en su des-
cuido 7 poco recato estorbar su desgra-
cia , con todo le llaman y le nombran con
nombre de vituperio y baxo ; y en cier-
ta manera le miran los que la maldad de
su muger saben con ojos de menosprecios
en cambio de mirarle con los de lastima,
viendo que no por su culpa sino por el
gusto de su mala compañera está en aque-
lla desventura. Pero quierote decir la cau-
sa por que con justa razón es deshonrado
el marido de la muger mala , aunque el
no sepa que lo es , ni tenga culpa , ni ha-
ya sido parte , ni dado ocasión paraque
ella lo sea : y no te canses de oirme , que
todo ha de redundar en tu provecho. Quan-
do Dios crió á nuestro primero padre en
172 DON QÜIXOTE.
el paraíso terrenal , dice la Divina Escri-
tura que infundio Dios sueño en Adán , y
que estando durmiendo le sacó una cos-
tilla del lado siniestro , de la qual formó
á nuestra madre Eva ; y asi como Adán
despertó y la miró , dixo : esta es carne
de mi carne y hueso de mis kiicsos. Y Dios
dixo : por esta dexará el kombre á su pa~
dre y madre , y serán dos en una carne mis-
ma: y entonces fue instituido el divino sa-
cramento del matrimonio con tales lazos,
que sola la muerte puede desatarlos : y
tiene tanta fuerza y virtud este milagroso
sacramento , que hace que dos diferentes
personas sean una misma carne: y aun ha-
ce mas en los buenos casados , que aunque
tienen dos almas no tienen mas de una
voluntad : y de aquí viene que como la
carne de la esposa sea una misma con la
del esposo , las manchas que en ella caen,
ó los defeíos que se procuran , redundan
en la carne del marido, aunque el no ha-
ya dado, como queda dicho, ocasión para
aquel daño ; porque asi como el dolor del
pie , ó de qualquier miembro del cuerpo
PARTE I. CAP. XXXIII. 1 73
humano , le siente todo el cuerpo por ser
todo de una carne misma , y la cabeza
siente el daíio del tobillo sinque ella se
le hava causado , asi el marido es parti-
cipante de la deshonra de la muger por
ser una misma cosa con ella : y como las
honras y deshonras del mundo sean todas
y nazcan de carne y sangre , y las de la
muger mala sean deste genero , es forzo-
so que al marido le quepa parte dellas , y
sea tenido por deshonrado sinque el lo se-
pa. Mira pues , ó Anselmo, al peligro que
te pones en querer turbar el sosiego en que
tu buena esposa vive : mira por quan va-
na é impertinente curiosidad quieres re-
volver los humores, que ahora están sose-
gados en el pecho de tu casta esposa : ad-
vierte que lo que aventuras á ganar es po-
co , y que lo que perderás sera tanto, que
lo dexare eo su punto (33) , porque me
faltan palabras para encarecerlo. Pero si
todo quanto he dicho no basta á moverte
de tu mal proposito , bien puedes buscar
otro instrumento de tu deshonra y des-
ventura , que yo no pienso serlo , aunque
por ello pierda tu amistad, que es la ma-
174 DON QÜIXOTE.
yor perdida que imaginar puedo. CalW en
diciendo esto el virtuoso y prudente Lo-
tarlo, y Anselmo quedó tan confuso y pen-
sativo, que por un buen espacio no le pu-
do responder palabra ; pero entin le dixo:
con la atención que has visto he escucha-
do, Lotario amigo , quanto has querido de-
cirme, y en tus razones, exemplos y com-
paracionps he visto la mucha discreción
que tienes , y el estremo de la verdadera
amistad que alcanzas ; y ansimismo veo y
confipso que , si no sigo tu parecer y me
voy tras el mió , voy huyendo del bien y
corriendo tras el mal. Prosupuesto esto,
has de considerar que yo padezco ahora la
enfermedad que suelen tener algunas mu-
geres, que se les antoja comer tierra, ye-
so , carbón y otras cosas peores , aun as-
querosas para mirarse , quanto maS" para
comerse ; asique es menester usar de al-
gún artiricio para que yo sane , y esto se
podia hacer con facilidad , solo con que
comiences , aunque tibia y íingidam.ente,
á solicitar á Camila , la qual no ha de ser
tan tierna, que á los primeros encuentros
de con su honestidad por tierra, y con so-
PARTE I. CAP. XXXIll. 1 75
io este principio quedare contento , y tú
habrás cumplido' con lo que debes á nues-
tra amistad, no solamente dándome la vi-
da , sino persuadiéndome de no verme sin
honra : y estás obligado á hacer esto por
una razón sola , y es que estando yo, co-
mo estoy , determinado de poner en pla-
tica esta prueba , no has tú de consentir
que yo de cuenta de mi desatino á otra
persona , con que pondría en aventura el
honor que tú procuras que no pierda : y
quando el tuyo no este en el punto que
debe en la intención de Camila entanto
que la solicitares , importa poco ó nada,
pues con brevedad , viendo en ella la en-
tereza que esperamos , le podras decir la
pura verdad de nuestro artificio , con que
volverá tu crédito al ser primero; y pues
tan poco aventuras , y tanto contento me
puedes dar aventurándote, no lo dexes de
hacer , aunque mas inconvenientes se te
pongan delante , pues como ya he dicho,
con solo que comiences daré por conclui-
da la causa. Viendo Lotario la resoluta
voluntad de Anselmo , y no sabiendo qué
mas exemplos traerle , ni que mas razo-
176 DON QOIXOTE.
oes mostrarle , paraque no la siguiese; y
viendo que le amenazaba que darla á otro
cuenta de su mal deseo, por evitar mayor
mal determinó de contentarle y hacer lo
que le pedia , con proposito e intención
de guiar aquel negocio de modo , que sin
alterar los pensamientos de Camila que-
dase Anselmo satisfecho : y asi le respon-
dió que no comunicase su pensamiento coa
otro alguno , que el tomaba á su cargo
aquella empresa, la qual comenzaría quan-
do á el le diese mas gusto. Abrazóle An-
selmo tierna y amorosamente, y agrade-
cióle su ofrecimiento, como si alguna gran-
de merced le hubiera hecho , y quedaron
de acuerdo entre los dos que desde otro
dia siguiente se comenzase la obra , que
él le daria lugar y tiempo como á sus so-
las pudiese hablar á Camila, y asimismo
le daria dineros y joyas que darla y que
ofrecerla: aconsejóle que le diese músicas,
que escribiese versos en su alabanza , y
que quando el no quisiese tomar trabajo
de hacerlos , el mesmo los haria. A todo
se ofreció Lotario , bien con diferente in-
tención que Anselmo peoíaba : y con este
PARTE I. CAP. XXKIir. Iff
acuerdo se volvieron á casa de Anselmo,
donde hallaron á Caniila con ansia y cui-
dado esperando á su esposo, porque aquel
dia tardaba en venir mas de lo acostum-
brado.
Fuese Lotario á su casa , y Anselmo
quedó en la suya tan contento , como Lo-
tario fue pensativo , no sabiendo que tra-
za dar para salir bien de aquel imperti-
nente negocio ^ pero aquella noche pensó
el modo que tendría para engañar á An-
selmo sin ofender á Camila , y otro dia
vino á comer con su amigo , y fue bien
recebido de Camila . la qual le recebia y
regalaba con mucha voluntad por enten-
der la buena que su esposo le tenia. Aca-
baron de comer, levantaron los manteles,
y Anselmo dixo á Lotario que se queda-
se alli con Camila entanto que el iba á
un negocio forzoso , que dentro de hora y
media volverla. Rogóle Camila que no se
fuese, y Lotario se ofreció á hacerle com-
pañía; mas nada aprovechó con Anselmo,
antes importunó á Lotario que se queda-
se y le aguardase , porque tenia que tra-
tar con el una cosa de mucha importan-
178 DON QUIXOTE.
cía: dixo también á Camila que no denta-
se solo á Lotario entanto que el volviese:
enefeto el supo tan bien fingir la necesi-
dad, ó necedad, de su ausencia, que nadie
pudiera entender que era fingida. Fuese
Anselmo, y quedaron solos á la mesa Ca-
mila y Lotario, porque la demás gente de
casa toda se habia ido á comer. Viose Lo-
tario puesto en la estacada que su amigo
deseaba , y con el enemigo delante , que
pudiera vencer con sola su hermosura á
un esquadrou de caballeros armados; mi-
rad si era razón que le temiera Lotario!
pero lo que hizo fue poner el codo sobre
el brazo de I3 silla y la mano abierta en
la mexilla, y, pidiendo perdón á Camila
del mal comedimiento , dixo que queria
reposar un poco entanto que Anselmo vol-
vía. Camila le respondió que mejor repo-
sarla en el estrado , que en la silla , y asi
le rogo se entrase á dormir en el. No qui-
so Lotario, y allí se quedó dormido basta
que volvió Anselmo. El qual como halló
á Camila en su aposento, y á Lotario dur-
miendo , creyó que como se habia tarda-
do tanto , ya habrían tenido los dos lugar
PARTE I, CAP. XXXIir. 1 79
para hablar y aun para dormir, y no vio
la hora en qué Lotario despertase para
volverse con el fuera , y preguntarle de
su ventura. Todo le sucedió como el qui-
so. Lotario despertó, y luego salieron los
dos de casa , y asi le preguntó lo que de-
seaba , y le respondió Lotario : que no le
habia parecido ser bien que la primera
vez se descubriese del todo , y asi no ha-
bia hecho otra cosa que alabar á Camila
de hermosa, diciendole que en toda la ciu-
dad no se trataba de otra cosa , que de su
hermosura y discreción, y que este le ha-
bia parecido buen principio para entrar
ganando la voluntad , y disponiéndola á
que otra vez le escuchase con gusto, usan-
do en esto del artificio que el demonio
usa , quacdo quiere engañar á alguno que
está puesto en atalaya de mirar por sí,
que se tr;:nsforma en ángel de luz , sien-
dolo el dv tinieblas; y poniéndole delante
apariencias buenas, alcabo descubre quien
€s , y sale con su intención, si á los prin-
cipios no es descubierto su engaño. Todo
esto le coLtentó mucho á Anselmo, y dixo
T. JJI. M
l8o I>ON QUIXOTE.
que cada dia daría el mismo lugar , aun-
que no saliese de casa , porque en ella se
ocuparla en cosas que Camila no pudiese
venir en conocimiento de su artificio. Su-
cedió pues que se pasaron muchos dias,
que sin decir Lotario palabra á Camila,
respondía á Anselmo que la hablaba, y ja-
mas podía sacar della una pequeña mues-
tra de venir en ninguna cosa que mala fue-
se, ni aun dar una señal de sombra de es-
peranza^ antes decía que le amenazaba que
si de aquel mal pensamiento no se qui-
taba , que lo había de decir á su esposo.
Bien está , dixo Anselmo , hasta aqui ha
resistido Camila á las palabras , es me-
nester ver como resiste á las obras: yo os
daré mañana dos mil escudos de oro pa-
raque se los ofrezcáis , y aun se los deis,
y otros tantos paraque compréis joyas con
que cebarla : que las mugeres íuelen ser
aficionadas , y mas sí son hermosas , por
mas castas que sean , á esto de traerse
bien y andar galanas : y si ella resiste á
esta tentación , yo quedaré satisfecho , y
no os daré mas pesadumbre. Lotario res-
PARTE I. CAP. XXXIir. I8l
pondio que ya que habia comenzado, que
el llevaría hasta el fin aquella empresa,
puesto que entendía salir della cansado y
vencido. Otro día recibió los quatro mil
escudos , y con ellos quatro mil confusio-
nes, porque no sabia que decirse para men-
tir denuevo ; pero enefeto determinó de
decirle que Camila estaba tan entera á las
dadivas y promesas, como á las palabras,
y que no habia para que cansarse mas,
porque todo el tiempo se gastaba enval-
de. Pero la suerte, que las cosas guiaba de
otra manera , ordenó que habiendo dexa-
do Anselmo soJos á Lotarío y á Camila,
como otras veces solía , el se encerró en
un aposento, y por los agujeros de la cer-
radura estubo mirando y escuchando lo
que los dos trataban , y vio que en mas
de medía hora Lotarío no habló palabra
á Camila , ni se la hablara , sí allí esta-
blera un siglo ; y cayo en la cuenta de
que quanto su amigo le había dicho de las
respuestas de Camila , todo era ficción y
mentira ; y para ver sí esto era ansí ,saüo
del aposento , y llamando á Lotario apar-
M2
l82 DON QUIXOTE.
te , le preguntó qué nuevas habia , y de
qué temple estaba Camila. Lotario le res-
pondió que no pensaba mas darle punta-
da en aquel negocio, porque respondía tan
áspera y desabridamente , que no tendría
animo para volver á decirle cosa alguna.
Ahí dixo Anselmo : Lotario, Lotario , y
quan mal correspondes á lo que me debes,
y á lo mucho que de ti confio! ahora te
he estado mirando por el lugar que con-
cede la entrada desta llave , y he visto
que no has dicho palabra á Camila , por
donde me doy á entender que aun las pri-
meras le tienes por decir j y si esto es asi,
como sin duda lo es , ¿para que me en-
gañas , 6 porque quieres quitarme con tu
industria los medios, que yo podria hallar
para conseguir mi deseo? No dixo mas
Anselmo ; pero bastó lo que habia dicho
para dexar corrido y confuso á Lotario,
el quai casi como tomando por punto de
honra el haber sido hallado en mentira,
juró á Anselmo que desde aquel momen-
to tomiba tan á su cargo el contentalle y
no mentille, qual lo vería , si con curiosi-
PARTE I. CAP. XXXin. 185
dad lo espiaba : quanto mas , que no se-
ria menester usar de ninguna diligencia,
porque la que el pensaba poner en satis-
facelle le quitarla de toda sospecha. Cre-
yóle Anselmo , y para dalle comodidad
mas segura y menos sobresaltada deter-
minó de hacer ausencia de su casa por ocho
dias , yéndose á la de un amigo suyo, que
estaba en una aldea no lejos de la ciudad,
con el qual amigo concertó que le envia-
se á llamar con muchas veras, para tener
ocasión con Camila de su partida. Desdi-
chado y mal advertido de ti , Anselmo'
que es lo que hacesV que es lo que tra-
zas? que es lo que ordenas"? mira que ha-
ces contra ti mismo , trazando tu deshon-
ra y ordenando tu perdición : buena es tu
esposa Camila , quieta y sosegadamente la
posees, nadie sobresalta tu gusto, sus pen-
samientos no salen de las paredes de su
casa, tú eres su cielo en la tierra, el blan-
co de sus deseos , el cumplimiento de sus
gustos , y la medida por donde mide su
voluntad , ajustandola en todo con la tu-
ya y con la del cielo : pues si la mina de
184 DON QUIXOTE.
SU honor , hermosura , honestidad y re-
cogimiento te da sin ningún trabajo toda
la riqueza que tiene , y tú puedes desear,
¿para que quieres ahondar la tierra y bus-
car nuevas vetas de nuevo y nunca vis-
to tesoro , poniéndote á peligro que toda
venga abaxo , pues eníin se sustenta sobre
los débiles arrimos de su flaca naturale-
za ? Mira , que el que busca lo imposible,
es justo que lo posible se le niegue , como
lo dixo mejor un poeta , diciendo:
Busco en la muerte la vida,
Salud en la enfermedad,
En la prisión libertad,
En lo cerrado sslida,
y en el traidor lealtad:
Pero mi suerte , de quien
Jamas espero algún bien,
Con el cielo ha estatuido
Que, pues lo imposible pido,
Lo posible aun no me den.
Fuese otro dia Anselmo á la aldea, de-
jando dicho á Camila que el tiempo que
PARTE I. CAP. XXXIII. I85
él estubiese ausente vendría Lotario á mi-
rar por su casa , y á comer con ella , que
tubiese cuidado de tratalle como á su mis-
ma persona. Afligióse Camila, como mu-
ger discreta y honrada , de la orden que
su marido le dexaba , y dixole que advir-
tiese que no estaba bien que nadie, el au-
sente, ocupase la silla de su mesa ; y que
si lo hacia por no tener conilanza que
ella sabría gobernar su casa , que probase
por aquella vez , y veria por esperlencia
como para mayores cuidados era bastan-
te. Anselmo le replicó que aquel era su
gusto , y que no tenia mas que hacer que
baxar la cabeza y obedecelle. Camila di-
xo que ansi lo haria , aunque contra su
voluntad. Partióse Anselmo, y otro dia vi-
no á su casa Lotario , donde fue recibido
de Camila con amoroso y honesto acogi-
miento : la qual jamas se puso en parte
donde Lotario la viese á solas , porque
siempre andaba rodeada de sus criados y
criadas, especialmente de una doncella su-
ya llamada Leonela , á quien ella mucho
quería, por haberse criado desde niñas las
l86 DON QUIXOTE.
dos juntas en casa de los padres de Cami-
la, y quando se casó con Anselmo la tru-
xo consigo. En los tres dias primeros nun-
ca Lotario le dixo nada , aunque pudiera
quando se levantaban los manteles , y la
gente se iba á comer con mucha priesa
porque asi se lo tenia mand.ido Camila ; y
aun tenia orden Leonela que comiese pri-
mero que Camila , y que de su lado ja-
mas se quitase ^ mas ella , que en otras
cosas de su gusto tenia puesto el pensa-
miento, y habia menester aquellas horas
y aquel lugar para ocuparle en sus con-
tentos, no cumplía todas veces el manda-
miento de su señora, antes los dexaba so-
los , como si aquello le hubieran manda-
do ; mas la honesta presencia de Camila,
la gravedad de su rostro , la compostura
de su persona era tanta , que ponia freno
á la lengua de Lotario ; pero el provecho
que las muchas virtudes de Camila hicie-
ron, poniendo silencio en la lengua de Lo-
tario , redundó mas en daño de los dos,
porque si la lengua callaba, el pensamien-
to discurría , y tenia lugar de contemplar
PARTE I. CAP. xxxirr. 187
parte por parte todos los estremos de bon-
dad y de hermosura que Camila tenia,
bastantes á enamorar una estatua de mar-
mol , no un corazón de carne : mirábala
Lotario en el lugar y espacio que había
de hablarla, y consideraba quan digna era
de ser amada , y esta consideración co-
menzó poco á poco á dar asalto á los res-
petos que á Anselmo tenia , y mil veces
quiso ausentarse de la ciudad, y irse don-
de jamas Anselmo le viese á el, ni el vie-
se á Camila; mas ya le hacia impedimen-
to y detenia el gusto que hallaba en mi-
rarla : haciase fuerza y peleaba consigo
mismo , por desechar y no sentir el con-
tento que le llevaba á mirar á Camila:
culpábase á solas de su desatino : llama-
base mal amigo y aun mal cristiano : ha-
cia discursos y comparaciones entre él y
Anselmo , y todos paraban en decir que
mas habia sido la locura y confianza de
Anselmo , que su poca fidelidad; y que si
asi tubiera disculpa para con Dios , como
para con los hombres , de lo que pensaba
hacer , que no temiera pena por su culpa.
l88 DON QUIXOTE.
Enefeto la hermosura y la bondad de Ca-
mila, juntamente con la ocasión que el ig-
norante marido le había puesto en las ma-
nos , dieron con la lealtad de Lotario en
tierra : y sin mirar á otra cosa que aque-
lla á que su gusto le inclinaba, al cabo de
tres dias de la ausencia de Anselmo , en
los quales estubo en continua batalla por
resistir á sus deseos , comenzó á requebrar
á Camila con tanta turbación y con tan
amorosas razones, que Camila quedó sus-
pensa , y no hizo otra cosa que levantarse
de donde estaba, y entrarse en su aposen-
to sin respondelle palabra alguna: mas no
por esta sequedad se desmayó en Lotario
la esperanza , que siempre nace juntamen-
te con el amor; antes tubo en mas á Ca-
mila , la qual, habiendo visto en Lotario
lo que jamas pensara, no sabia qué hacer-
se ; y pareciendole no ser cosa segura ni
bien hecha darle ocasión ni lugar á que
otra vez la hablase , determinó de enviar
aquella misma noche, como lo hizo, á un
criado suyo con un billete á Anselmo, don-
de le escribió estas razones.
EaiS.
CAPITULO XXXIV.
DONDE SE PROSIGUE LA NOVELA DEL CU-
RIOSO IMPERTINENTE.
,^J\sí como suele decirse que parece mal
„ el exercito sin su General, y el castillo
„ sin su Castellano , digo yo que parece
., muy peor la muger casada y moza sin
„ su marido , quando justísimas ocasiones
„ no lo impiden. Yo me hallo tan mal sin
„ vos , y tan imposibilitada de uo poder
190 BOK QUIXOTE.
5, sufrir esta ausencia , que si presto no ve-
„ nis me habré de Ir á entretener en ca-
„ sa de mis padres, aunque dexe sin guar-
„ da la vuestra , porque la que me dexas-
j, tes , si es que quedó con tal titulo, creo
5, que mira mas por su gusto, que por lo
5, que á vos os toca : y pues sois discreto
„ no tengo mas que deciros, ni aun es bien
5, que mas os diga."
Esta carta recibió Anselmo, y enten-
dió por ella que Lotario habia ya comen-
zado la empresa , y que Camila debia de
haber respondido como el deseaba: y ale-
gre sobremanera de tales nuevas, respon-
dió á Camila de palabra que no hiciese
mudamiento de su casa en modo ningu-
no , porque el volverla con mucha breve-
dad. Admirada quedó Camila de la res-
puesta de Anselmo , que la puso en mas
confusión que primero, porque ni se atre-
vía á estar en su casa , ni menos irse á la
de sus padres ; porque en la quedada cor-
ría peligro su honestidad , y en la ida iba
contra el mandamiento de su esposo: en-
fin se resolvió en lo que le estubo peor,
PARTB I. CAP. XXXIV. I91
que fue en el quedarse , con determina-
ción de no huir la presencia de Lotario
por no dar que decir á sus criados , y ya
le pesaba de haber escrito lo que escribió
á su esposo , temerosa de que no pensase
que Lotario faabia visto en ella alguna des-
envoltura , que le hubiese movido á no
guardalle el decoro que debía ; pero liada
en su bondad se fió en Dios y en su buen
pensamiento, con que pensaba resistir ca-
llando á todo aquello que Lotario decirle
quisiese , sin dar mas cuenta á su mari-
do , por no ponerle en alguna pendencia
y trabajo : y aun andaba buscando mane-
ra como disculpar á Lotario con Ansel-
mo , quando le preguntase la ocasión que
le habia movido á escribirle aquel papel.
Con estos pensamientos, mas honrados que
acertados ni provechosos , estubo otro dia
escuchando á Lotario , el qual cargó ¡a
mano de manera, que comenzó á titubear
la firmeza de Camila, y su honestidad tu-
bo harto que hacer en acudir á los ojos,
paraque no diesen muestras de alguna
amorosa compasión , que las lagrimas y
19* DON QUIXOTE.
las razones de Lotario en su pecho hablan
despertado. Todo esto notaba Lotario , y
todo le encendía. Finalmente á el le pa-
reció que era menester en el espacio y lu-
gar, que daba la ausencia de Anselmo, apre-
tar el cerco á aquella fortaleza, y asi aco-
metió á su presunción con las alabanzas
de su hermosura; porque no hay cosa que
mas presto rinda y allane las encastilla-
das torres de la vanidad de las hermosas,
que la misma vanidad puesta en las len-
guas de la adulación : enefeto el con toda
diligencia minóla roca de su entereza con
tales pertrechos, que, aunque Camila fue-
ra toda de bronce , viniera al suelo. Llo-
ró , rogo, ofreció, aduló , porfió , y fingió
Lotario con tantos sentimientos, con mues-
tras de tantas veras, que dio altraves con
el recato de Camila, y vino á triunfar de
lo que menos se pensaba , y mas deseaba.
Rindióse Camila , Camila se rindió : pe-
ro qué mucho , si la amistad de Lotario
no quedó en pie? exemplo claro que nos
muestra, que solo se vence la pasión amo-
rosa con huilla , y que nadie se ha de po-
PARTE I. CAP. XXXIV. 1 93
ner á brazos cob tan poderoso enemigo,
porque es menester fuerzas divinas para
vencer las suyas humanas. Solo supo Leo-
nela la flaqueza de su señora , porque no
se la pudieron encubrir los dos malos ami-
gos y nuevos amantes. No quiso Lotario
decir á Camila la pretensión de Anselmo,
ni que el le habia dado lugar para llegar
á aquel punto , porque no tubiese en me-
nos su amor , y pensase que asi acaso y
sin pensar , y no de proposito , la habla
solicitado.
Volvió de alli á pocos dias Anselmo á
su casa , y no echó de ver lo que faltaba
en ella , que era lo que en menos tenia y
mas estimaba : fuese luego á ver á Lota-
rio, y hallóle en su casa : abrazáronse los
dos , y el uno preguntó por las nuevas de
su vida , ó de su muerte. Las nuevas que
te podre dar, ó amigo Anselmo, dixo Lo-
tario , son de que tieues una muger , que
dignamente puede ser exemplo y corona
de todas las mugeres buenas : las palabras
que le he dicho se las ha llevado el ayre,
los ofrecimientos se han tenido en poco,
194 ^0** QUIXOTE.
las dadivas no se han admitido , de al-
gunas lagrimas fingidas mias se ha hecho
burla notable: en resolución asi como Ca-
mila es cifra de toda belleza , es archivo
donde asiste la honestidad, y vive el co-
medimiento y el recato , y todas las vir-
tudes que pueden hacer loable y bien afor-
tunada á una honrada muger : vuelve á
tomar tus dineros , amigo , que aqui los
tengo sin haber tenido necesidad de tocar
á ellos , que la entereza de Camila no se
rinde á cosas tan baxas , como son dadi-
vas ni promesas : conténtate , Anselmo , y
no quieras hacer mas pruebas de las he-
chas i y pues á pie enxuto has pasado el
mar de las dificultades y sospechas , que
de las mugeres suelen y pueden tenerse,
no quieras entrar denuevo en el profundo
piélago de nuevos inconvenientes, ni quie-
ras hacer esperieacia con otro piloto de la
bondad y fortaleza del navio , que el cie-
lo te dio en suerte paraque en el pasases
la mar deste mundo ^ sino haz cuenta que
estás ya en seguro puerto , y aferrate con
las ancoras de la buena consideración , y
PARTE r. CAP. XXKIV. I95
dexate estar hasta que te vengan á pedir
la deuda , que co hay hidalguía huma-
na que de pagarla se escuse. Cootentisioio
quedó Anselmo de las razones de Lotario,
y asi se las creyó como si fueran dichas
por algua oráculo ^ pero con todo eso le
rogo que no dexase la empresa , aunque
no fuese mas de por curiosidad y entrete-
nimiento , aunque no se aprovechase de
alii adelante de tan ahincadas diligencias,
como hasta entonces ; y que solo quería
que le escribiese algunos versos en su ala-
banza debaxo del nombre de Clori , por-
que el le darla a entender á Camila que
andaba enamorado de una dama, á quien
le habia puesto aquel nombre , por poder
celebrarla con el decoro que á su honesti-
dad se le debia : y que quando Lotario no
quisiera tomar trabajo de escribir los ver-
sos , que el los haria. No sera menester
esojdixo Lotario, pues no me son tan ene-
migas las Musas , que algunos ratos del
año no me visiten : dile tú á Camila lo
que has dicho del fingimiento de mis amo-
res , que ios versjs yo los haré , si no tan
196 DON QUIXOTE.
buenos como el sugeto merece , serán por
lo menos los mejores que yo pudiere. Que-
daron deste acuerdo el impertinente y el
traidor amigo ^ y vuelto Anselmo á su ca-
sa , preguntó á Camila lo que ella ya se
marabillaba que no se lo hubiese pregun-
tado , que fue le dixese la ocasión porqué
le habia escrito el papel que le envió. Ca-
mila le respondió que le habia parecido
que Lotario la miraba un poco mas des-
envueltamente que quando el estaba en ca-
sa ; pero que ya estaba desengañada , y
creia que habia sido imaginación suya, por-
que ya Lotario huia de vella y de estar
con ella á solas. Dixole Anselmo que bien
podia estar segura de aquella sospecha,
porque el sabia que Lotario andaba ena-
morado de una doncella principal de la
ciudad , á quien el celebraba debaxo del
nombre de Clori, y que, aunque no lo es-
tubiera, no habia que temer de la verdad
de Lotario y de la mucha amistad de en-
trambos : y á no estar avisada Camila de
Lotario de que eran fingidos aquellos amo-
res de Clori , y que él se lo habla dicho á
PARTE r. CAP. XXXIV. 1 97
Anselmo por poder ocuparse algunos ratos
en las mismas alabanzas de Camila , ella
sin duda cayera en la desesperada red de
los zelos ; mas por estar ya advertida pa-
só aquel sobresalto sin pesadumbre. Otro
día, estando los tres sobre mesa, rogo An-
selmo á Lotario dixese alguna cosa de las
que había compuesto á su amada Clori,
que pues Camila no la conocía , segura-
mente podia decir lo que quisiese. Aun-
que la conociera , respondió Lotario , no
encubriera yo nada , porque quando algún
amante loa á su dama de hermosa y la
nota de cruel , ningún oprobrío hace á su
buen crédito ; pero sea lo que fuere , lo
que se decir que ayer hice un soneto á la
ingratitud desta Clori , que dice ansí.
S o N £ T o.
En el silencio de la noche , quando
Ocupa el dulce sueno á los mortales,
La pobre cuenta de mis ricos males
Estoy al cielo y á mi Clori dando:
Y al tiempo quaudo el sol se va mostrando
r. j//. N
ípS DON QUIXOTE.
Por las rosadas puertas orientales,
Con suspiros y acentos desiguales
. Voy la antigua querella renovando:
y quando el sol de su estrellado asiento
Derechos rayos á la tierra envía,
El llanto crece, y doblo los gemidos:
Vuelve la noche, y vuelvo al triste cuento,
Y siempre hallo en mi mortal porfía
. Al cielo sordo , á Clori sin oidos (34).
Bien le pareció el soneto á Camila, pe-
ro mejor á Anselmo, pues le alabó, y di-
xo que era demasiadamente cruel la da-
ma que á tan claras verdades no corres-
pondía. A lo que dixo Camila: luego todo
aquello que los poetas enamorados dicen
es verdad? Enquanto poetas no la dicen,
respondió Lotario ; mas enquanto enamo-
rados siempre quedan tan cortos , como
verdaderos. No hay duda deso, replicó An-
selmo : todo por apoyar y acreditar los
pensamientos de Lotario con Camila , taa
descuidada del artificio de Anselmo , co-
mo ya enamorada de Lotario ; y asi con
el gusto que de sus cosas tenia , y mas te-
PARTE I. CAP. XXXIV. I99
niendo por entendido que sus deseos y es-
critos á ella se' encaminaban , y que ella
er? la verdadera Clori, le rogo que si otro
soneto ó otros versos sabia , los díxese. Si
sé , respondió Lotario ; pero no creo que
es tan bueno, como el primero, d por me-
jor decir , menos malo , y podreíslo bien
juzgar , pues es este.
s o A' E T o.
Yo sé que muero , y si no soy creído,
Es mas cierto elmorir.como es mas cierto
Verme á tus pies, ó bella ingrata, muerto,
Antes que de adorarte arrepentido.
Podré yo verme en la región de olvido
De vida , y gloria, y de favor desierto,
Y alli verse podra en mi pecho abierto
Como tu rostro hermoso está esculpido.
Que esta reliquia guardo para el duro
Trance, que me amenaza mi porfía,
Que en tu mismo rigor se fortalece.
i Ay de aquel que navega , el cielo escuro,
Por mar no usado, y peligrosa vía,
Adonde norte ó puerto no se ofrece!
200 DON QÜIXOTE.
También alabó este segundo soneto An-
selmo , como habia hecho el primero , y
desta manera iba añadiendo eslabón á es-
labón 'á la cadena con que se enlazaba y
trababa su deshonra, pues quando mas Lo-
tario le deshonraba, entonces le decia que
estaba uias honrado : y con esto todos los
escalones que Camila baxaba acia el cen-
tro de su menosprecio, los subia en la opi-
nión de su ma-rido acia la cumbre de la
virtud y de su buena fama.
Sucedió en esto que hallándose una vez
entre otras sola Camila con su doncella,
le dÍKO: corrida estoy, amiga LeGnela,de
ver en quan poco he sabido estimarme,
pues siquiera no hice que con el tiempo
comprara Lotario la entera posesión que
le di tan presto de mi voluntad: temo que
ha de desestimar mi presteza ó ligereza,
sinque eche de ver la fuerza que el me
hizo para no poder resistirle. No te de pe-
na eso, señora mia, respondió Leonela, que
no está la monta , ni es causa para men-
guar la estimación darse lo que se da pres-
to , si enefeto lo que se da es bueno , y
PARTE I. CAP. XXXIV. 20 r
ello por sí dignp de estimarse; y aun sue-
le decirse : que el que luego da, da dos
.veces. También se suele decir , dixo Ca-
mila , que lo que cuesta poco se estima
eu menos. No corre por ti esa razou, res-
pondió Leonela, porque el amor, según he
oido decir , unas veces vuela, y otras an-
da : con este corre, y con aquel va despa-
cio : á unos entibia , y á otros abrasa : á
unos hiere , y a otros mata : en un mis-
mo punto comienza la carrera de sus de-
seos , y en aquel mismo punto la acaba y
concluye : por la mañana suele poner el
cerco á una fortaleza , y á la noclie la tie-
ne rendida , porque no hay fuerza que le
resista : y siendo asi , de que te espantas,
ó de que temes, si lo mismo debe de ha-
ber acontecido á Lotario, habiendo toma-
do el amor por instrumento de rendiros
la ausencia de mi señor? y era forzoso
que en ella se concluyese lo que el amor
tenia determinado, sin dar tiempo al tiem-
po paraque Anselmo le tubiese de vol-
ver, y con su presencia quedase imperfe-
ta la obra*, porque el amor no tiene otro
202 DON QUIXOTE.
mejor ministro para executar lo que de-
sea , que es la ocasión , de la ocasión se sir-
ve en todos sus hecloos, principalmente en
los principios : todo esto sé yo muy bien
mas de esperiencia , que de oidas ; y al-
gún dia te lo diré , señora , que yo tam-
bién soy de carne y de sangre moza: quan-
to mas , señora Camila , que no te entre-
gaste ni diste tan luego , que primero no
hubieses visto en los ojos , en los suspiros,
en las razones , y en las promesas y da-
divas de Lotario toda su alma , viendo en
ella y en sus virtudes quan digno era Lo-
tario de ser amado ; pues si esto es ansí,
no te asalten la imaginación esos escru-
pulosos y melindrosos pensamientos , sino
asegúrate que Lotario te estima como tú
le estimas á él, y vive con contento y sa-
tisfacion de que ya que caiste en el lazo
amoroso , es el que te aprieta de valor y
de estima ; y que no solo tiene las qua-
iro SS (35) que dicen que han de tener >js
buenos enamorados, sino todo un A. B. C.
entero : si no , escúchame , y verás como
te lo digo de coro, lil es, según yo reo y
PARTE I, CAP. XXXIV. 203
á mi me parece , agradecido , bueno, caba-
llero, dadivoso , enamorado , firme , gallar-
do , honrado , ilustre , leal , mozo , noble , ones-
to , principal , quantioso, rico, y las ss que
dicen ^ y luego tácito, verdadero: la x no
le quadra , porque es letra áspera : la y
ya está dicha : la z zelador de tu honra.
Rióse Camila del A. B. C. de su donce-
lla, y tubola por mas platica en las cosas
de amor, que ella decia; y asi lo confesó
ella , descubriendo á Camila como trataba
amores con un mancebo bien nacido de la
misma ciudad: de lo qual se turbó Cami-
la , temiendo que era aquel camino por
donde su honra pedia correr riesgo. Apu-
róla si pasaban sus platicas á mas que ser-
lo. Ella con poca vergüenza y mucha des-
envoltura le respondió que si pasaban : por-
que es cosa ya cierta que los descuidos de
las señoras quitan la vergüenza á las cria-
das , las quales , quando ven á las amas
echar traspiés , no se les da nada á ellas
de coxear ni de que lo sepan. No pudo
hacer otra cosa Camila , sino rogar á Leo-
nela no dixese nada de su hecho al que
204 BOU QüIXOTE.
decía ser su amante, y que tratase sus co-
sas con secreto, porque no viniesen á no-
ticia de Anselmo , ni de Lotario. Leonela
respondió que asi lo haria; mas cumplió-
lo de manera , que hizo cierto el temor
de Camila de que por ella había de per-
der su crédito ; porque la deshonesta y
atrevida Leonela , después que vio que el
proceder de su ama no era el que solia,
atrevióse á entrar y poner dentro de casa
á su amante, confiada que, aunque su se-
ñora le viese , no habia de osar descubri-
lle : que este daño acarrean entre otros
los pecados de las señoras , que se hacen
esclavas de sus mismas criadas, y se obli-
gan á encubrirles sus deshonestidades y vi-
lezas , como aconteció con Camila , que,
aunque vio una y muchas veces que su
leonela estaba con su galán en un apo-
sento de su casa , no solo no la osaba re-
ñir, mas dábale lugar á que lo encerrase
y quitábale todos los estorbos paraque no
fuese visto de su marido ; pero no los pu-
do quitar, que Lotario no le viese una vez
salir al romper del alba : el qual sin co-
PARTE I. CAP. XXXIV. 205
Docer quien era, pensó primero que debia
de ser alguna fantasma ; mas quando le
vio caminar , embozarse, y encubrirse con
cuidado y recato , cayo de su simple pen-
samiento, y dio en otro, que fuera la per-
dición de todos , si Camila uo lo remedia-
ra. Pensó Lotario que aquel hombre que
habia visto salir tan á deshora de casa de
Anselmo , no habia entrado en ella por
Leonela , ni aun se acordó si Leonela era
en el mundo : solo creyó que Camila de
la miima manera que habia sido fácil 7
ligera con el , lo era para otro : que estas
añadiiuras trae consigo la maldad de la
muger mala , que pierde el crédito de su
honra con el mismo á quien se entregó ro-
gada y persuadida , y cree que con ma-
yor facilidad se entrega á otros , y da in-
falible crédito á qujlquiera sospecha que
desto le venga : y no parece sino que le
faltó á Lotario en este punto todo su buen
entendimiento , y se le fueron de la me-
moria todos sus advertidos discursos, pues
sin hacer ninguno que bueno fuese, ni aun
razonable, sin mas ni mas, antes que Aa-
206 DON QUIXOTE.
selmo se levantase, impaciente y ciego de
la zelosa rabia que las entrañas le roia,
muriendo por vengarse de Camila que en
ninguna cosa le habia ofendido , se fue á
Anselmo, y le dixo: sábete, Anselmo, que
ha muchos días que he andado peleando
conmigo mismo , haciéndome fuerza á no
decirte lo que ya no es posible ni justo
que mas te encubra : sábete que la forta-
leza de Camila está ya rendida , y sujeta
á todo aquello que yo quisiere hacer de-
11a , y si he tardado en descubrirte esta
verdad, ha sido por ver si era algún li-
viano antojo suyo , ó si lo hacia por pro-
barme y ver si eran con proposito firme
tratados los amores , que con tu licencia
con ella he comenzado : crei ansimismo
-que ella , si fuera la que debia y la que
entrambos pensábamos, ya te hubiera da-
do cuenta de mi solicitud ; pero habiendo
visto qne se tarda , conozco que son ver-
daderas las promesas que me ha dado de
que quando otra vez hagas ausencia de tu
casa , me hablará en la recamara donde
está el repuesto de tus alhajas (y era la
P.ARTE 1. CAP. XXXIV. 2O7
yerdad que alli le solia hablar Camila) y
no quiero que precipitosamente corras á
hacer alguna venganza , pues no está aun
cometido el pecado sino con pensamiento,
y podría ser que deste hasta el tiempo de
ponerle por obra se mudase el de Cami-
la, y naciese en su lugar el arrepentimien-
to : y asi ya que en todo, ó en parte has
seguido siempre mis consejos, sigue y guar-
da uno que ahora te daré, paraque sin en-
gaño y con medroso advertimiento te sa-
tisfagas de aquello que mas vieres que te
convenga. Finge que te ausentas por dos
ó tres dias, como otras veces sueles, y haz
de manera que te quedes escondido en tu
recam.ara, pues los tapices que alli hay, y
otras cosas con que te puedas encubrir, te
ofrecen mucha comodidad, y entonces ve-
rás por tus mismos ojos , y yo por los
mios, lo que Camila quiere^ y si fuere la
maldad, que se puede temer antes que es-
perar , con silencio , sagacidad y discre-
ción podras ser el verdugo de tu agravio.
Absorto , suspenso y admirado quedo An-
selmo con las razones de Lotario , porque
208 DON QUIXOTE.
le cogieron en tiempo donde menos las es-
peraba oir, porque ya tenia á Camila por
vencedora de los fingidos asaltos de Lota-
rio , y comenzaba á gozar la gloria del
vencimiento. Callando estubo por un buen
espacio , mirando al suelo sin moi^er pes-
taña , y alcabo dixo: tú lo has hecho, Lo-
tario , como yo esperaba de tu amistad,
en todo he seguido tu consejo, haz lo que
quisieres , y guarda aquel secreto que ves
que conviene en caso tan no pensado. Pro-
metioselo Lotario , y en apartándose de!,
se arrepintió totalmente de quanto le ha-
bla dicho , viendo quan neciamente habia
andado , pues pudi.-^ra el vengarse de Ca-
mila , y no por camino tan cruel y tan
deshonrado : maldecía su entendimiento,
afeaba su ligera determinación , y no sa-
bia que medio tomarse para deshacer lo
hecho , ó para dalle alguna razonable sa-
lida : alfin acordó de dar cuenta de todo
á Camila , y como no faltaba lugar para
poderlo hacer, aquel mismo día la hallcí
sola, y ella , asi como vio que le podía
hablar , le dixo : sabed , amigo Lotario,
PARTE 1. CAP. XXXIV. 209
que tengo una pena en el corazón, que me
le aprieta de suerte, que parece que quie-
re reventar en el pecho , y ha de ser ma-
rabiila si no lo hace ; pues ha llegado la
desvergüenza de Leonela á tanto , que ca-
da noche encierra á un galán suyo en es-
ta casa , y se está con el hasta el dia, tan
á costa de mi crédito , quanto le quedará
campo abierto de juzgarlo al que le viere
salir á horas tan inusitadas de mi casa: y
loque me fatiga es que no la puedo cas-
tigar ni reñir , que el ser ella secretario
de nuestros tratos , me ha puesto un fre-
no en la boca para callar los suyos, y te-
mo que de aqui ha de nacer algún mal su-
ceso. Al principio que Camila esto decia,
creyó Lotario que era artirkio para des-
memilie que e! hombre que había visto sa-
lir era de Leonela, y no suyo; pero vién-
dola llorar, y atligirse, y pedirle remedio,
vino.á creer la verdad , y en creyéndola,
acabó de estar confuso y arrepentido del-
todo; pero con todo esto respondió á Ca-
mila que no tubiese pena , que el ordena-
rla remedio para atajar la insolencia de
210 DON QütXOTK.
Leonela : dixole asimismo lo que instiga-
do de la furiosa rabia de los zelos habia
dicho á Anselmo , y como estaba concer-
tado de esconderse en la recamara para
ver desde alli alaciara la poca lealtad que
ella le guardaba : pidióle perdón desta lo-
cura , y consejo para poder remedialla y
salir bien de tan revuelto laberinto , co-
mo su mal discurso le habia puesto. Es-
pantada quedó Camila de oir lo que Lota-
rio le decia, y con mucho enojo y muchas
y discretas razones le riñó y afeó su mal
pensamiento , y la simple y mala deter-
minación que habia tenido; pero como na-
turalmente tiene la muger ingenio presto
para el bien y para el mal , mas que el
varón , puesto que le va faltando quando
de proposito se pone á hacer discursos, lue-
go al instante halló Camila el modo de re-
mediar tan al parecer inremediable ne-
gocio; y dixo á Lotario que procurase que
otro día se escondiese Anselmo donde de-
cia , porque ella pensaba sacar de su' es-
condimiento comodidad paraque desde alli
en adelaate los dos se gozasen sin sobre-
PARTE I. CAP. XXXIV. 2tl
salto alguno ; y sin declararle deltodo su
pensamiento , le advirtió que tubiese cui-
dado que en estando Anselmo escondido,
él viniese quando Leonela le llamase , y
que á quanto ella le dixese le respondie-
se como respondiera , aunque no supiera
que Anselmo le escuchaba. Porfió Lotario
que le acabase de declarar su intención,
porque con mas seguridad y aviso guar-
dase todo lo que viese ser necesario. Di-
go , dixo Camila , que no hay mas que
guardar, sino fuere responderme como yo
os preguntare \ no queriendo Camila dar-
le antes cuenta de lo que pensaba hacer,
temerosa que no quisiese seguir el pare-
cer que á ella tan bueno le parecía , y si-
guiese ó buscase otros que no podrían ser
tan buenos.
Con esto se fue Lotario ; y Anselmo
otro dia con la escusa de ir á aquella al-
dea de su amigo , se partió , y volvió á
esconderse, que lo pudo hacer con como-
didad , porque de industria se la dieron
Camila y Leonela. Escondido pues Ansel-
mo,con aquel sobresalto que se puede ima-
212 DON QUIXOTK.
ginar que tendría el que esperaba ver por
sus ojos hacer notomia de las entrañas de
su honra , ibase á pique de perder el su-
mo bien , que el pensaba que tenia en su
querida Camila. Seguras ya y ciertas Ca-
mila y Leonela que Anselmo estaba es-
condido , entraron en la recamara, y ape-
nas hubo puesto los pies en ella Camila,
quando dando un grande suspiro, dixo: ay
Leonela amiga! ¿no seria mejor que an-
tes que llegase á poner en execucion lo
que no quiero que sepas , porque no pro-
cures estorbarlo , que tomases la daga de
Anselmo que te he pedido, y pasases con
ella este infame pecho mió? pero no ha-
gas tal , que no sera razón que yo lleve
la pena de la agena culpa : primero quie-
ro saber que es lo que vieron en mí los
atrevidos y deshonestos ojos de Lotario,
que fuese causa de darle atrevimiento á
descubrirme un tan mal deseo , como es
el que me ha descubierto, en desprecio de
su amigo y en deshonra mía: ponte, Leo-
nela , á esa ventana , y llámale , que sin
duda alguna el debe de estar en la calle,
PARTE I. CAP. XXXrv. 21 3
esperando poner en efeto su mala inten-
ción ; pero primero se pondrá la cruel
quanto honrada mia. Ay, señora mia! res-
pondió la sagaz y advertida Leonela : y
qué es lo que quieres hacer con esta da-
ga? quieres por ventura quitarte la vi-
da, ó quitársela á Lotario? que qualquie-
ra destas cosas que quieras , ha de redun-
dar en perdida de tu crédito y fama: me-
jor es que disimules tu agravio , y no des
lugar que este mal hombre entre ahora
en esta casa , y nos halle solas : mira, se-
ñora , que somos flacas mugeres , y él es
hombre y determinado, y como viene con
aquel mal proposito ciego y apasionado,
quiza antes que tú pongas en execucion el
tuyo , hará el lo que te estarla mas mal
que quitarte la vida : mal haya mi señor
Anselmo, que tanta mano ha querido dar
á este desuellacaras en su casa: y ya, se-
ñora , que le mates , como yo pienso que
quieres hacer, qué hemos de hacer del des-
pués de muerto? Qué, amiga? respondió
Camila, dexareijiosle paraque Anselmo le
entierre , pues sera justo que tenga por
T. III. Q
214 DON QüIXOTE.
descargo el trabajo que tomare en poner
debaxo de la tierra su misma infamia: llá-
male, acaba, que todo el tiempo que tardo
en tomar la debida venganza de mi agra-
vio , parece que ofendo á la lealtad que á
mi esposo debo. Todo esto escuchaba An-
selmo, y á cada palabra que Camila de-
cía se le mudaban los pensamientos; mas
quando entendió que estaba resuelta en
matar á Lotario , quiso salir y descubrir-
se, porque tal cosa no se hiciese; pero de-
íubole el deseo de ver en qué paraba tan-
ta gallardía y honesta resolución, con pro-
posito de salir á tiempo que la estorbase.
Tomóle en esto á Camila un fuerte des-
mayo, y arrojándose encima de una cama
que alli estaba, comenzó Leonela á llorar
muy amargamente y á decir : ¡ay desdi-
chada de mi , si fuese tan sin ventura que
se me muriese aquí entre mis brazos la
flor de la honestidad del mundo , la coro-
na de las buenas mugeres, el exemplo de
la castidad! con otras cosas á estas seme-
jantes , que ninguno la escuchara que no
la tubiera por la mas lastimada y leal don-
PARTE I. CAP. XXXIV. 21 ¡
celia del mundo , y á su señora por otra
nueva y perseguida Penelope. Poco tardó
en volver de su desmayo Camila , y ai
volver en sí dixo : ¿porque no vas, Leo-
nela , á llamar al mas desleal amigo de
amigo que vio el sol , ó cubrió la noche?
acaba , corre, aguija , camina , no se des-
fogue con la tardanza el fuego de la co-
lera que tengo , y se pase en amenazas y
maldiciones la justa venganza que espero.
Ya voy a. llamarle, señora mia, dixo Leo-
nela; mas hasm.e de dar primero esa da-
ga, porque no hagas cosa, entanto que fal-
to , que dexes con ella que llorar toda la
vida á todos los que bien te quieren. Ve
segura , Lecnela amiga , que no haré, res-
pondió Camila , porque ya que sea atre-
vida y simple á tu parecer en volver por.
mi honra , no lo he de ser tanto como
aquella Lucrecia , de quien dicen que se;
mató sin haber cometido error alguno , y
sin haber muerto primero á quien tubo la
culpa de su desgracia: yo moriré, si mue-
ro ; pero ha de ser vengada y satisfecha
dei que me tía dado ocasioü de venir á es-
02
2l6 DON QUIXOTE.
te lugar á Llorar sus atrevimientos , naci-
dos tan sin culpa mia. Mucho se hizo de
rogar Leonela antes que saliese á llamar
á Lotario ; pero enfin salió , y entretanto
que volvia quedó Camila diciendo , como
que hablaba consigo misma: valame Dios!
¿no fuera mas acertado haber despedido
á Lotario , como otras muchas veces lo he
hecho , que no ponerle en condición , co-
mo ya le he puesto, que me tenga por des-
honesta y mala , siquiera este tiempo que
he de tardar en desengañarle? mejor fue-
ra sin duda ; pero no quedara yo venga-
da , ni la honra de mi marido satisfecha,
si tan á manos lavadas y tan á paso lla-
no se volviera á salir de donde sus. malos
pensamientos le entraron : pague el trai-
dor con la vida lo que intentó con tan las-
civo deseo : sepa el mundo (si acaso lle-
gare á saberlo) de que Camila no solo
guardó la lealtad á su esposo , sino que le
dio venganza del que se atrevió á ofen-
delle ^ mas con todo creo que fuera me-
jor dar cuenta desto á Anselmo , pero ya
se la apunte -á dar en la carta que le es-
PARTE I. CAP. XXXIV. 217
cribi al aldea , y creo que el no acudir el
al remedio del daño , que alli le señalé,
debió de ser que de puro bueno y confia-
do no quiso ni pudo creer que en el pe-
cho de su tan firme amigo pudiese caber
genero de pensamiento que contra su hon-
ra fuese ; ni aun yo lo creí después por
muchos días , ni lo creyera jamas , si su
insolencia no llegara á tanto, que las ma-
nifiestas dadivas , y las largas promesas,
y las continuas lagrimas no me lo mani-
festaran. Mas para que hago yo ahora es-
tos discursos? ?. tiene por ventura una re-
solución gallarda necesidad de consejo al-
guno? no por cierto. Afuera pues traido-
res : aquí venganzas C36) : entre el falso,
venga, llegue, muera y acabe; y suceda lo
que sucediere : limpia entré en poder del
que el cielo me dio por mió , limpia he
de salir del ; y quando mucho, saldré ba-
ñada en mi casta sangre , y en la impura
del mas falso amigo , que vio la amistad
en el mundo. Y diciendo esto se pasea-
ba por la sala con la daga desenvaynada,
dando tan desconcertados y desaforados
pasos, y haciendo tales ademanes, que no
2l8 DON QUIXOTE.
parecía sino que le faltaba el juicio, y que
no era muger delicada sino un ruñan des-
esperado. Todo lo miraba Anselmo , cu-
bierto detras de unos tapices donde se ha-
bía escondido , y de todo se admiraba , y
ya le parecia que lo que había visto y oí-
do era bastante satisfacion para mayores
sospechas, y ya quisiera la prueba de ve-
nir Lotario, aunque tem.eroso de algún mal
repentino suceso : y estando ya para ma-
nifestarse , y salir para abrazar y desen-
gañar á su esposa , se detubo, porque vio
que Leoiiela volvía con Lotario de la ma-
no, y asi como Camila le vio , haciendo
con la daga en el suelo una gran raya de-
lante della, le dixo : Lotario , advierte lo
que te digo : si adicha te atrevieres á pa-
'sar desta raya que ves, ni aun llegar á
ella , en el punto que viere que lo inten-
tas, en ese mÍ5mo me pasare el pecho con
esta daga que en las manos tengo ; y aa-
tes que á esto me respoHdas palabra, quie-
ro que otras algunas me escuches, que des-
pués responderás lo que mas te agradare.
Lo primero , quiero , Lotario , que me di-
gas si conoces á Anselmo mi marido , y
PARTE I. CAP. XXXIV. 219
en qué opinión le tienes i y lo segundo,
quiero saber taiíibien si me conoces á mí:
respóndeme á esto, y no te turbes, ni pien-
ses mucho lo que has de responder , pues
no son dificultades las que te pregunto.
No era tan ignorante Lotario , que desde
el primer punto que Camila le dixo que
hiciese esconder á Anselmo, no hubiese da-
do en la cuenta de lo que ella pensaba ha-
cer , y asi correspondió con su intención
tan discretamente y tan á tiempo , que hi-
cieran los dos pasar aquella mentira por
mas que cierta verdad. Y asi respondió á
Camila desta manera : no pense yo , her-
mosa Camila, que me llamabas para pre-
guntarme cosas tan fuera de la intención
con que yo aqui vengo : si lo haces por
dilatarme la prometida merced, desde mas
lejos pudieras entretenerla , porque tanto
mas fatiga el bien deseado , quanto la es-
peranza está mas cerca de poseelio ; pe-
ro , porque no digas que no respondo á
tus preguntas, digo que conozco á tu espo-
so Anselmo, y nos conocemos los dos des-#
de nuestros mas tiernos años, y no quiero
decir lo que tú también sabes de nuestra
220 DON QUIXOTE.
amistad por me hacer testigo del agra-
vio que el amor hace que le haga : pode-
rosa disculpa de mayores yerros. A ti te
conozco y tengo en la misma posesión que
él te tiene , que á no ser asi , por menos
prendas que las tuyas no habla yo de ir
contra lo que debo á ser quien soy, y con-
tra las santas leyes de la verdadera amis-
tad, ahora por tan poderoso enemigo, co-
mo el amor, por mí rompidas y violadas.
SI eso confiesas , respondió Camila , ene-
migo mortal de todo aquello que justa-
mente merece ser amado, ¿con que ros-
tro osas parecer ante quien sabes que es
el espejo donde se mira aquel , en quien
tú te debieras mirar paraque vieras coa
quan poca ocasión le agravias? pero ya
caygo , ay desdichada de mí ! en la cuen-
ta de quien te ha hecho tener tan poca
con lo que á ti mismo debes, que debe de
haber sido alguna desenvoltura mia , que
no quiero llamarla deshonestidad, pues no
habrá procedido de deliberada determina-
^cion , sino de algún descuido de los que
■ las mugeres , que piensan que no tienen
de quien recatarse, suelen hacer inadver-
PARTE r. CAP. XXXIV. 221
tidamente. Si no , dime : ¿quando, ó trai-
dor, respondí á tus ruegos con alguna pa-
labra , ó señal que pudiese despertar en
ti alguna sombra de esperanza de cum-
plir tus infames deseos? quándo tus amo-
rosas palabras no fueron deshechas y re-
]prehendidas de las mias con rigor y con
aspereza? quándo tus muchas promesas y
mayores dadivas fueron de mí creídas, ni
admitidas? pero por parecerme que al-
guno no puede perseverar en el intento
amoroso luengo tiempo , si no es susten-
tado de alguna esperanza, quiero atribuir-
me á mí la culpa de tu impertinencia;
pues sin duda algún descuido mió ha sus-
tentado tanto tiempo tu cuidado , y asi
quiero castigarme, y darme la pena que tu
culpa merece : y porque vieses que , sien-
do conmigo tan inhumana , no era posi-
ble dexar de serlo contigo , quise traerte
á ser testigo del sacrificio, que pienso ha-
cer á la ofendida honra de mi tan hon-
rado marido , agraviado de ti con el ma-
yor cuidado que te ha sido posible , y de
mí también con el poco recato que he te-
nido del huir la ocasión , si alguna te di,
222 DON QOIXOTE.
para favorecer y canonizar tus malas in-
tenciones : torno á decir que la sospecha,
que tengo que alg.un descuido mió engen-
dró en ti tan desvariados pensamientos, es
la que mas me fatiga , y la que yo mas
deseo castigar con mis propias manos, por-
que castigándome otro verdugo quiza se-
ria mas publica mi culpa; pero antes que
esto haga quiero matar muriendo , y lle-
var conmigo quien me acabe de satisfa-
cer el deseo de la venganza que espero y
tengo , viendo alia, dondequiera que fue-
re , la pena que da la justicia , desintere-
sada y que no se dobla , al que en térmi-
nos tan desesperados me ha puesto. Y di-
ciendo estas razones , con una increíble
fuerza y ligereza arrem.etio á Lotario con
la daga desenvaynada , con tales muestras
de querer enclavársela en el pecho , que
casi el estubo en duda si aquellas demos-
traciones eran falsas , ó verdaderas , por-
que le fue forzoso valerse de su industria
y de su fuerza para estorbar que Camila
no le diese. La qual tan vivamente fin-
gia aquel estraño embuste y falsedad (37),
que por daJIe color de verdad la quiso ma-
PARTE I. CAP. XXXIV. 223
tizar con su misma sangre ; porque vien-
do que no podia haber á Lotario , ó fin-
giendo que no podia, dixo: pups la suerte
no quiere satisfacer del todo mi tan justo
deseo, alómenos no sera tan poderosa, que
en parte me quite que no le satisfaga : y
haciecido fuerza para soltar la mano de la
daga que Lotario la tenia asida , la sacó,
y guiando su punta por parte que pudie-
se herir ijo profundamente , se la entró y
escondió por mas arriba de la islilla del
lado izquierdo junto al hombro , y luego
se dexó caer en el suelo como desmaya-
da. Estaban Leonela y Lotario suspensos
y atónitos de tal suceso , y todavía duda-
ban de la verdad de aquel hecho , vien-
do á Camila tendida en tierra y bañada
en su sangre. Acudió Lotario con mucha
presteza despavorido y sin aliento á sacar
la daga , y en ver la pequeña herida salió
del temor que hasta entonces tenia, y de-
nuevo se admiró de la sagacidad, pruden-
cia y mucha discreción de la hermosa Ca-
mila : y por acudir con lo que á el le to-
caba , comenzó á hacer una larga y triste
lamentación sobre el cuerpo de Camiia,
224 ^ON QUIXOTE.
como si estubiera difunta, echándose mu-
chas maldiciones, no solo á él, sino al que
habia sido causa de habelle puesto en aquel
termino :, y como sabia que le escuchaba
su amigo Anselmo, decia cosas, que el que
le oyera le tubiera mucha mas lastima que
á Camila , aunque por muerta la juzga-
ra. Leonela la tomtí en brazos y la puso
en el lecho , suplicat'do á Lotario fuese á
buscar quien secretamente á Camila cu-
rase : pedíale asimesmo consejo y parecer
de lo que dirian á Anselmo de aquella he-
rida de su señora , si acaso viniese antes
que estubiese sana. El respondió que di-
xesen lo que quisiesen , que el no estaba
para dar consejo que de provecho fuese;
solo le dixo que procurase tomarle la san-
gre , porque él se iba adonde gentes no le
viesen: y con muestras de mucho dolor y
sentimiento se salió de casa, y quando se
vio solo, y en parte donde nadie le veia,
no cesaba de hacerse cruces , marabillan-
dose de la industria de Camila y de los
ademanes tan propios de Leonela : consi-
deraba quan enterado habia de quedar An-
selmo de que tenia por muger á una se-
PARTE I. CAP. XX3ÍIV. 22¿
gunda Porcia , y deseaba verse con él pa-
ra celebrar los dos la mentira y la ver-
dad mas disimulada , que jamas pudiera
imaginarse. Leonela tomó, como se ha di-
cho , la sangre á su señora , que no era
mas de aquello que bastó para acreditar
su embuste, y lavando con un poco de vi-
no la herida , se la ató lo mejor que su-
po , diciendo tales razones entanto que la
curaba , que aunque no hubieran precedi-
do otras , bastaran á hacer creer á Ansel-
mo que tenia en Camila un simulacro de
la honestidad. Juntáronse á las palabras
de Leonela otras de Camila , llamándose
cobarde y de poco animo , pues le habia
faltado al tiempo , que fuera mas necesa-
rio tenerle para quitarse la vida que tan
aborrecida tenia : pedia consejo á su don-
cella-si diría, ó no todo aquel suceso á su
querido esposo. La qual le dixo que no se
lo dixese , porque le pondría en obliga-
ción de vengarse de Lotario , lo qual no
podría ser sin mucho riesgo suyo , y que^.^
la buena muger estaba obligada á no dar
ocasión á su marido á que riñese , sino á
qui talle fodas aquellas que le fuese posi-
22(5 DON QOIXOTE.
ble. Respondió CamiJa que le parecía muy
bien su parecer , y que ella le seguirla;
pero que en todo caso convenía buscar qué
decir á Anselmo de la causa de aquella
herida, que el no podría dexar de ver. A
lo que Leonela respondía que ella, ni aun
burlando , no sabía mentir. Pues yo, her-
mana , replicó Camila : que tengo de sa-
ber? que no me atreveré á forjar ni sus-
tentar una mentira, sí me fuese en ello la
vida ; y si es que no hemos de saber dar
salida á esto , mejor sera decirle la ver-
dad desnuda , que no que nos alcance en
mentirosa cuenta. No tengas pena , seño-
ra : de aqui á mañana , respondió Leone-
la , yo pensare que le digamos , y quiza
que por ser la herida donde es se podra
encubrir sinque el la vea , y, el cielo sera
servido de faivorecer á nuestros tftn justos
y tan honrados pensamientos : sosiégale,
señora mía , y procura sosegar tu altera-
ción., porque mi. señor no te halle sobre-
saltada ; y lo demás dexalo . á mi cargo,
y al de Dios, que siempre acude á los bue-
nos deseos. Atentísimo había estado An^
selnio á escuchar y .á ver representar la.
PARTE I. CAP. XKXIV. 227
tragedia de la muerte de su honra: la qual
con tan estraños y eficaces afectos la re-
presentaron los personages della , que pa-
reció que se habían transformado en la
misma verdad de lo que fingían : deseaba
mucho la noche , y el tener lugar para
salir de su casa , y ir á verse con su buen
amigo Lotario , congratulándose con el de
la margarita preciosa que había hallado
en el desengaño de la bondad de su espo-
sa. Tubieron cuidado las dos de darle lu-
gar y comodidad á que saliese. Y el sin
perdella salió, y luego fue á buscar á Lo-
tario , el qua! hallado no se puede buena-
mente contar los abrazos que le dio , las
cosas que de su contento le dixo , las ala-
banzas que dio á Camila : todo lo qual
escuchó Lotario sin poder dar muestras de
alguna a'.egria , porque se le representaba
á la memoria quan engaLado estaba su
amigo , y quan injustamente el le agra-
viaba ; y aunque Ans^^lmo veía que Lota-
rio no se alegraba , creía ya ser la causa
por haber dexado á Camila herida, y ha-
ber el sido la causa ; y asi entre otras ra-,
zones le dixo que no tublcse pena del su-
228 SON QUIXOTE.
ceso de Camila , porque sin duda la heri-
da era ligera , pues quedaban de concier-
to de encubrírsela á el , y que según esto
no habia de qué temer , sino que de alli
adelante se gozase y alegrase con él , pues
por su industria y medio el se veía levan-
tado á la mas alta felicidad que acertara
desearse, y queria que no fuesen otros sus
entretenimientos, que en hacer versos en
alabanza de Camila , que la hiciesen eter-
na en la memoria de los siglos venideros.
Lotario alabó su buena determinación , y
dixo que el por su parte ayudaria á le-
vantar tan ilustre edificio. Con esto que-
dó Anselmo el hombre mas sabrosamente
engallado que pudo haber en el mundo:
él mismo llevaba por la mano á su casa,
creyendo que llevaba el instrumento de su
gloria, toda la perdición de su fama : re-
cebiale Camila con rostro al parecer tor-
cido, aunque con alma risueña : duró este
engaño algunos días, hasta que al cabo de
pocos meses volvió Fortuna su rueda , y
salió á plaza la maldad , con tanto artifi-
cio hasta alli cubierta , y á Anselmo le
costó la vida su impertinente curiosidad.
P- ^ }9.
CAPITULO XXXV.
O'JE IRATA DE LA BRAVA Y DESCOMUNAL
E.5.TALLA , QUE DON QÜIXOTE TUBO CON
UNOS CUEROS DE VINO TINTO , Y SE DA
FIN A LA NOVELA DEL CURIOSO
IMPERTINENTE (38).
-L oco mas quedaba por leer de la nove-
la , quando del camaranchón donde repo-
saba Don Quixote salió Sancho Panza to-
do alborotado , diciendo á voces : acudid,
230 DON QUIXOTE.
señores, presto, y socorred á mi señor que
anda envuelto en la mas reñida y trabada
batalla que mis ojos han visto : vive Dios
que ha dado una cuchillada al gigante ene-
migo de la señora princesa Micomicona,
que le ha tajado la cabeza cercen á cercen
como si fuera un navo. Que dices, herma-
no? dixo el Cura , dexando de leer lo que
de la novela quedaba : estáis en vos , San-
cho? cómo diablos puede ser eso que de-
cís , estando el gigante dos mil leguas de
aqui? En esto oyeron un gran ruido en el
aposento , y que Don Quixote decia á vo-
ces: tente, ladrón, malandrín, follón, que
aqui te tengo , y no te ha de valer tu ci-
mitarra : y parecía que daba grandes cu-
chilladas por las paredes. Y dixo Sancho:
BO tienen que pararse á escuchar, sino en-
tren á despartir la pelea , ó ayudar á mi
amo, aunque ya no sera menester, porque
sin duda alguna el gigante está ya muerto
y dando cuenta á Dios de su pasada y ma-
la vida , que yo vi correr la sangre por
el suelo, y la cabeza cortada y caída á un
lado , que es tamaña , como un gran cue-
PARTE I. CAP. XXXV. 23I
fo de vino. Que me maten, dixo á esta sa-
zón el ventero , si Don Quixote , ó don
diablo , DO ha dado alguna cuchillada en
alguno de los cueros de vino tinto que á
su cabecera estaban llenos , y el vino der-
ramado debe de ser lo que le parece san-
gre á este buen hombre. Y con esto entrd
en el aposento y todos tras el, y hallaron
á Don Quixote en el mas estraño trage
del mundo : estaba en camisa , la qual no
era tan cumplida, que por delante le aca-
base de cubrir los muslos , y por detras
tenia seis dedos menos : las piernas eran
muy largas y flacas, llenas de vello, y no
nada limpias : tenia en la cabeza un bo-
netillo colorado grasicnto, que era del ven-
tero : en el brazo izquierdo tenia revuelta
la manta de la cama , con quien tenia
ojeriza Sancho, y el se sabia bien el por-
qué ^ y en la derecha desenvaynada la es-
pada , con la qual daba cuchilladas á to-
das partes diciendo palabras, como si ver-
daderamente esiubiera peleando con algua
gigante ; y es lo bueno que no tenia los
ojos abiertos, porque estaba durmiendo, y
T. XII. P
2^2 DON QUIXOTE.
soñando que estaba en batalla con el gi-
gante: que fue tan intensa la imaginación
de la aventura que iba á fenecer , que le
hizo soñar que ya habia llegado al reyno
de Micomicon , y que ya estaba en la pe-
lea con SQ enemigo , y habia dado tantas
cuchilladas en los cueros , creyendo que
las daba en el gigante, que todo el aposen-
to estaba lleno de vino. Lo qual visto por
el ventero , tomó tanto enojo , que arre-
metió con Don Quixote , y á. puño cerra-
do le comenzó á dar tantos golpes , que si
Cárdenlo y el Cura no se le quitaran , él
acabara la guerra del gigante: y con todo
aquello no despertaba el pobre caballero,
hasta que el Barbero truxo un gran calde-
ro de agua fria del pozo, y se le echó por
todo el cuerpo de golpe , con lo qual des-
pertó Don Quixote , mas no con tanto a-
cuerdo , que echase de ver de la manera
que estaba. Dorotea , que vio quan corta
y sotilmente estaba vestido , no quiso en-
trar á ver la batalla de su ayudador, y de
su contrario. Andaba Sancho buscando la
cabeza del gigante por todo el suelo , y
PARTE I. CAP. XXXV. 235
como no la hallaba , dixo : ya yo sé que
todo lo desta casa es encantamento , que
la otra vez en este mesmo lugar , donde
ahora me hallo, me dieron muchos moxi-
cones y porrazos , sin saber quien me los
daba , y nunca pude ver á nadie , y ahora
no parece por aquí esta cabeza que vi cor-
tar por mis mismos ojos , y la sangre cor-
ría del cuerpo , como de una fuente. Qué
sangre ni qué fuente dices , enemigo de
Dios y de sus santos? dixo el ventero:
¿no ves , ladrón , que la sangre y la fuen-
te no es otra cosa que estos cueros que
aqui están horadados , y el vino tinto que
nada en este aposento? que nadando vea
yo el alma en los infiernos de quien los
horadó. No sé nada , respondió Sancho,
solo se que vendré á ser tan desdichado,
que por no hallar esta cabeza se m.e ha de
deshacer mi condado , como la sal en el
agua, y estaba peor Sancho despierto que
su amo durmiendo: tal le tenian las pro-
mesas que su amo le habia hecho. El ven-
tero se desesperaba de ver la üema del es-
cudero y el maleficio del señor , y juraba
Vz
¿34 ""0*^ QUIXOTE.
que no habia de ser como la vez pasada
que se le fueron sin pagar , y que ahora
no le hablan de valer los privilegios de su
Caballería para dexar de pagar lo uno y
lo otro , aun hasta lo que pudiesen costar
las botanas que se habian de echar á los
rotos cueros. Tenia el Cura de las manos á
Don Quixote, el qual creyendo que ya ha-
bia acabado la aventura , y que se halla-
ba delante de la princesa Micomicona , se
hincó de rodillas delante del Cura , dicien-
do : bien puede la vuestra grandeza , alta
y ferraosa señora , vivir de hoy mas segu-
ía, sinque le pueda hacer mal esta mal
nacida criatura; y yo también de hoy mas
soy quito de la palabra que os di, pues con
ayuda del alto Dios y con el favor de aque-
lla por quien yo vivo y respiro , tan bien
la he cumplido. No lo dixe yo? dixo oyen-
do esto Sancho : sí , que no estaba yo bor-
racho, mirad si tiene puesto ya en sal m¡
amo al gigante , ciertos son los toros , mi
condado está de molde. Quien no había
de reír con los disparates de los dos, amo
y mozo? todos reían , sino el ventero que
PARTE I. CAP. XXXV. 235
se daba á satanás; pero enfin tanto hicie-
ron el Barbero , Cárdenlo y el Cura , que
con no poco trabajo dieron con Don Quí-
xote en la cama , el qual se quedó dor-
mido con muestras de grandisimo cansan-
cio. Dexaronle dormir, y saliéronse al por-
tal de la venta á consolar á Sancho Pan-
za de no haber hallado la cabeza del gi-
gante , aunque mas tubieron que hacer en
aplacar al ventero , que estaba desespera-
do por la repentina muerte de sus cueros;
y la ventera decia en voz y en grito : en
mal punto y en hora menguada entró en
mi casa este caballero andante , que nun-
ca mis ojos le hubieran visto , que tan ca-
ro me cuesta : la vez pasada se fue con el
costo de una noche de cena , cama , paja
y cebada para el y para su escudero, y un
rocin y un jumento , diciendo que era ca-
ballero aventurero (que mala aventura le
de Dios á el y á quantos aventureros hay
en el mundo ) y que por esto no estaba
obligado á pagar nada , que asi estaba es-
crito en los aranceles de la Caballería an-
dantesca : y ahora por su respeto vino es^
236 DON QUIXOTE.
totro señor, 3; me llevó mí cola , y hame-
la vuelto con mas de dos quartillos de da-
ño , toda pelada , que uo puede servir pa-
ra lo que la quiere mi marido ; y por fin
y remate de todo romperme mis cueros y
derramarme mi vino, que derramada le
vea yo su sangre : pues no se piense , que
por los huesos de mi padre y por el si-
glo de mi madre si no meló lian de pagar
un quarto sobre otro, o no me llamarla yo
como me llamo, ni seria hija de quien soy.
Estas y otras razones tales decia la vente-
ra con grande enojo , y ayudábala su bue-
na criada Maritornes : la hija callaba , y
de quando en quando se sonreía. El Cura
lo sosegó todo, prometiendo de satisfacer-
les su perdida lo mejor que pudiese , asi
de los cueros como del vino , y principal-
mente del menoscabo de la cola , de quien
tanta cuenta hacían. Dorotea consolo á San-
cho Panza , diciendole que cada y quando
que pareciese haber sido verdad que su
amo hubiese descabezado al gigante , le
prometía en viéndose pacifica en su reyno
de darle el mejor condado que en 'él hu-
PARTE I. CAP. XXXV. 237
biese. Consolóse con esto Sancho , y asegu-
ró á la Princesa que tubiese por cierto que
el habia visto la cabeza del gigante, y que
por mas señas tenia una barba que le lle-
gaba á la cintura , y que si no parecía,
era porque todo quanío en aquella casa pa-
saba era por via de encantamento , co-
mo el lo habia probado otra vez que habia
posado en ella. Dorotea dixo que asi lo
creia,y que no tubiese pena, que todo se ba-
ria bien y sucedería á pedir de boca (39).
Sosegados todos , el Cura quiso acabar de
leer la novela , porque vio que faltaba po-
co. Cardeoio , Dorotea y todos los demás
le rogaron la acabase : él , que á todos
quiso dar gusto , y por el que el tenia de
leerla , prosiguió el cuento , que asi decía.
Sucedió pues que por la satisfacion que
Anselmo tenía de la bondad de Camila, vi-
vía una vida contenta y descuidada, y Ca-
mila de industria hacia mal rostro á Lo-
tario, porque Anselmo entendiese al revés
de la voluntad que le tenia , y para mas
confirmación de su hecho prdio licencia
Lotario para no venir á su casa , pues cía-
Í3& "OOVI QUIXOTK.
ramente se mostraba la pesadumbre que
con su vista Camila recebia ; mas el en-
gañado Anselmo le dixo que en ninguna
manera tal hiciese : y desta manera por
mil maneras era Anselmo el fabricador de
su deshonra , creyendo que lo era de su
gusto. En esto el gozo, que tenia Leonela
de verse calificada en sus amores, llegó á
tanto , que sin mirar á otra cosa se iba
tras el á suelta rienda, fiada en que su se-
ñora la encubría , y aun la advertía del
modo que con poco recelo pudiese ponerle
en execucion. Enfin una noche sintió An-
selmo pasos en el aposento de Leonela , y
queriendo entrar á ver quien los daba, sin-
tió que le detenían la puerta : cosa que le
puso mas voluntad de abrirla, y tanta fuer-
za hizo , que la abrió , y entró dentro á
tiempo que vio que un hombre saltaba por
la ventana á la calle : y acudiendo con
presteza á alcanzarle ó conocerle, no pudo
conseguir lo uno ni lo otro , porque Leo-
nela se abrazó con el , diciendole : sosié-
gate , señor mío, y no te alborotes , ni si-
gas al que de aqui saltó, que es cosa mia,
PARTE I. CAP. XXKT. 239
y tanto que es mi esposo. No lo quiso
creer Anselmo , antes ciego de enojo sacó
la daga , y quiso herir á Leonela, dicien-
dole que le dixese la verdad , si no , que
la matarla. Ella con el miedo , sin saber
lo que se decia , le dixo : no me mates,
señor , que yo te diré cosas de mas im-
portancia de las que puedes imaginar. Di-
las luego, dixo Anselmo, si no muerta eres.
Por ahora sera imposible , dixo Leunela,
según estoy de turbada, dexame hasta ma-
ñana , que entonces sabrás de mí lo que
te ha de admirar : está seguro que el que
saltó por esta ventana es un mancebo des^
ta ciudad , que me ha dado la mano de
ser mi esposo. Sosegóse con esto Anselmo,
y quiso aguardar el termino que se le pe-
dia , porque no pensaba oir cosa que con-
tra Camila fuese , por estar de su bondad
tan satisfecho y seguro ; y asi se salió del
aposento , y dexó encerrada en el á Leo-
nela, diciendole que de alli no saldría has-
ta que le dixese lo que tenia que decirle.
Fue luego á ver á Camila , y á decirle,
como le dixo, todo aquello que con su don-
cella le había pasado , y la palabra que le
240 DON QUTXOTE.
habla dado de decirle grandes cosas y de
importancia. Si se turbó Camila, d no, no
hay para que decirlo , porque fue tanto
el temor que cobró , creyendo verdadera-
mente (y era de creer) que Leonela habia
de decir á Anselmo todo lo que sabia de
su poca fe , que no tubo animo para es-
perar si su sospecha salia falsa , ó no ; y
aquella misma noche , quando le pareció
que Anselmo dormia , juntó las mejores
joyas que tenia y algunos dineros , y sin
ser de nadie sentida , salió de casa , y se
fue á la de Lotario , á quien contó loque
pasaba , y le pidió que la pusiese en co-
bro , ó que se ausentasen los dos donde de
Anselmo pudiesen estar seguros. La con-
fusión en que Camila puso á Lotario fue
tal , que no le sabia responder palabra, ni
menos sabia resolverse en lo que baria.
Enfin acordó de llevar á Camila á un mo-
nasterio , en quien era priora una su her-
mana. Consintió Camila en ello , y con la
presteza que el caso pedia la Uevó Lota-
rio y la dexó en el monasterio , y él ansi-
mismo se ausentó luego de la ciudad , sin
dar parte á uadie de su ausencia. Quando
PARTE r. CAP. XXXV. 24I
amaneció , sin echar de ver Anselmo que
Camila faltaba de su lado , con el deseo
que tenia de saber lo que Leonela queria
decirle, se levantó, y fue adonde la habia
dexado encerrada : abrió y entró en el apo-
sento ; pero no halló en él á Leonela , so-
lo halló puestas unas sabanas añudadas á
la ventana , indicio y señal que por alli se
habia descolgado e ido : volvió luego muy
triste á decirselo á Camila , y no hallán-
dola en la cama , ni en toda la casa, que-
dó asombrado : preguntó á los criados de
casa por ella , pero nadie le supo dar ra-
zón de lo que pedia : acertó acaso, andan-
do á buscar á Camila , que vio (40) sus
cofres abiertos y que dellos faltaban las
mas de sus joyas, y con esto acabó de caer
en la cuenta de su desgracia , y en que no
era Leonela la causa de su desventura : y
ansi como estaba , sin acabarse de vestir,
triste y pensativo , fue á dar cuenta de su
desdicha á su amigo Lotario ; mas quando
no le halló , y sus criados le dixeron que
aquella noche habia faltado de casa , y
habia llevado consigo todos los dineros que
tenia , pensó perder el juicio ; y para acá-
242 I>ON QUTXOTE.
bar de concluir con todo volviéndose á su
casa , no halló en ella ninguno dequantos
criados ni criadas tenia, sino la casa de-
siprta y sola : no sabia qué pensar , qué
decir , ni qué hacer , y poco á poco se iba
volviendo el juicio : contemplábase y mi-
rábase en un instante sin muger, sin ami-
go y sin criados , desamparado á su pare-
cer del cielo que le cubría , y sobretodo
sin honra , porque en la falta de Camila
vio su perdición : resolvióse enfin á cabo
de una gran pieza de irse á la aldea de su
amigo , donde habla estado quando dio
lugar á que se maquinase toda aquella des-
ventura : cerró las puertas de su casa , su-
bió á caballo , y con desmayado aliento se
puso en camino : y apenas hubo andado la
mitad , quando acosado de sus pensamijn-
tos le fue forzoso apearse y arrendar su ca-
ballo á un árbol , á cuyo tronco se dexó
caer dando tiernos y dolorosos suspiros , y
alli se estubo hasta casi que anochecía ; y
á aquella hora vio que venia un hombre á
caballo de la ciudad , y después de haberle
saludado, le preguntó qué nuevas habia en
Florencia. El ciudadano respondió: las mas
PARTE T. CAP. XXXV. 243
estrañas que muchos dias ha se han oido en
ella , porque se dice publicamente que Lo-
tario , aquel grande amigo de Anselmo el
rico , que vivia á S. Juan , se llevó esta no-
che á Camila muger de Anselmo , el qual
tampoco parece : todo esto ha dicho una
criada de Camila , que anoche la halló e!
gobernador descolgándose con una sabana
por las ventanas de la casa de Anselmo:
enefeto no sé puntualmente cómo pasó el
negocio, solo sé que toda la ciudad está ad-
mirada deste suceso , porque no se podia
esperar tal hecho de la mucha y familiar
amistad de los dos, que dicen que era tan-
ta , que los Uamban : los dos amigos. Sábe-
se por ventura , dixo Anselmo , el camino
que llevan Lotario y Camila ? Ni por pien-
so , dixo el ciudadano, puesto que el gober-
nador ha usado de mucha diligeada en
buscarlos. A Dios vais , señor , dixo Ansel-
mo. Con el quedéis , respondió el ciudada-
no , y fuese.
Con tan desdichadas nuevas casi casi
llegó á términos Anselmo no solo de per-
der el juicio , sino de acabar la vida. Le-
vantóse como pudo , y llegó á casa de su
244 DON QUIXOTE.
amigo, que aun no sabia su desgracia; mas
como le vio llegar amarillo , consumido y
seco, entendió que de algún grave mal ve-
nia fatigado. Pidió luego Anselmo que le
acostasen, y que le diesen aderezo de escri-
bir: hizose asi , y dexaronle acostado y so-
lo , porque él asi lo quiso , y aun que le
cerrasen las puertas. Viéndose puts solo,
comenzó á cargar tanto la imaginación de
su desventura, que claramente conoció, por
las premisas mortales que en si sentia,
que se le iba acabando la vida , y asi or-
denó de dexar noticia de la causa de su
estraña muerte : y comenzando á escribir,
antes que acabase de poner todo lo que
queria , le faltó el aliento , y dexó la vi-
da en las manos del delor , que le causó
su curiosidad impertinente. Viendo el se-
ñor de casa que era ya tarde y que Ansel-
mo no llamaba , acordó de entrar á saber
si pasaba adelante su indisposición , y ha-
llóle tendido boca abaxo , la mitad del
cuerpo en la cama y la otra mitad sobre
el bufete , sobre el qual estaba con el pa-
pel escrito y abierto , y él tenia aun la
pluma ea la mano. Llegóse el huésped á
PARTE I. CAP. XXXV. 245
él , habiéndole llamado primero , y tra-
bándole por la mano , viendo que no le
respondía y hallándole frío , vio que esta-
ba muerto : admiróse y congojóse en gran
manera, y llamó á la gente de casa para-
que viesen la desgracia á Anselmo sucedi-
da ; y finalmente leyó el papel, que cono-
ció que de su mesma mano estaba escrito,
el qual contenia estas razones : „Un necio
„é impertinente deseo me quitó la vida:
„ si las nuevas de mi muerte llegaren á los
„ oidos de Camila , sepa que yo la perdo-
,, no, porque no estaba ella obligada á ha-
„ cer milagros , ni yo tenia necesidad de
„ querer que ella los hiciese : y pues yo
„ fui el fabricador de mi deshonra, no hay
„ para que...." Hasta aqui escribió An-
selmo , por donde se echó de ver que en
aquel punto , sin poder acabar la razoa,
se le acabó la vida. Otro dia dio aviso su
amigo á los parientes de Anselmo de su
muerte , los quales ya sabían su desgracia
y el monasterio, donde Camila estaba casi
en el termino de acompañar á su esposo en
aquel forzoso viage , no por las nuevas del
muerto esposo , mas por las que supo del
246 DON QUIXOTE.
ausente amigo. Dicese que , aunque se vio
viuda , no quiso salir del monasterio , ni
menos hacer profesión de monja , hasta
que (no de alli á muchos dias) le vinieron
nuevas que Lotario habia muerto en una
batalla , que en aquel tiempo dio monsiur
de Lautrec al Gran Capitán Gonzalo Fer-
nandez de Córdoba en el reyno de Ñapóles,
donde habia ido á parar el tarde arrepen-
tido amigo : lo qual sabido por Camila,
hizo profesión , y acabó en breves dias la
vida á las rigurosas manos de tristezas y
melancolias. Este fue el íin que tubieron
todos , nacido de un tan desatinado prin-
cipio. ,
Bien , dixo el Cara, me parece esta no-
vela ; pero no me puedo persuadir que es-
to sea verdad , y si es fingido , fingió mal
el autor, porque no se puede imaginar que
haya marido tan necio , que quiera hacer
tan costosa esperiencia como Anselmo : si
este caso se pusiera entre un galán y una
dama , pudierase llevar , pero entre ma-
rido y muger , algo tiene de imposible : y
en lo que toca al modo de contarle üo me
descoiiteata.
PARTE I. CAP. XXXVI. 247
CAPITULO XXXVÍ.
QUE TRATA DE OTROS RAROS SUCESOS QUE
EN LA VENTA SUCEDIERON.
üstando en esto , el ventero que estaba
á la puerta de la venta dixo : esta que
viene es una hermosa tropa de huespedes:
si ellos paran aquí , gaudeamus tenemos.
Que gente es? dixo Cardenio. Quatro hom-
bres , respondió el ventero , vienen á ca-
ballo á la gineta con lanzas y adargas , y
todos con antifaces negros , y junto con
ellos viene una muger vestida de blanco
en un sillón , ansimismo cubierto el ros-
tro , y otros dos mozos de á pie. Vienen
muy cerca? preguntó el Cura. Tan cer-
ca , respondió el ventero , que ya llegan.
Oyendo esto Dorotea se cubrió el rostro,
y Cárdenlo se entro en el aposento de Don
Quixote ; y casi no habían tenido lugar
para esto quando entraron en la venta*'
todos los que el ventero habla dicho ^ y
apeándose los quatro de á caballo, que de
24S BON QUIXOTE.
muy gentil talle y disposición eran , fue-
ron á apear la muger que en el sillón ve-
nia ; y tomándola uno dallos en sus bra-
zos, la sentó en una silla, que estaba á la
entrada del aposento donde Cárdenlo se
habla escondido. En todo este tiempo ni
ella ni ellos se habían quitado los antifa-
ces , ni hablado palabra alguna ^ solo que
al sentarse la muger en la silla dio un
profundo suspiro , y dexó caer los brazos
como persona enferma y desmayada. Los
mozos de á pie llevaron los caballos á la
caballeriza. Viendo esto el Cura , deseoso
de saber qué gente era aquella , que con
tal trage y tal silencio estaba , se fue don-
de estaban los mozos , y á uno dellos le
preguntó lo que ya deseaba ; el qual le
respondió: pardiez, señor, yo no sabré de-
ciros qué gente sea esta, solo sé que mues-
tra ser muy principal, especialmente aquel
que llega á tomar en sus brazos á aque-
lla señora que habéis visto ; y esto digo-
'lo , porque todos los demás le tienen res-
peto , y no se hace otra cosa mas de la
que el ordena y manda. Y la señora quiéa
TARTE r. CAP. XXXVI. 249
es ? preguntó el Cura. Tampoco sabré de-
cir eso, respondió el mozo , porque en to-
do el camino no la he visto el rostro; sus-
pirar sí la he oido muchas veces , y dar
unos gemidos , que parece que con cada
uno delios quiere dar el alma : y no es de
marabiliar que no sepamos mas de lo que
habernos dicho , porque mi compañero y
yo no ha mas de dos dias que los acom-
pañamos , porque habiéndolos encontrado
en el camino, nos rogaron y persuadieron
que viniésemos con ellos hasta el Andalu-
cía , ofrec¡3ndo3e á pagárnoslo muy bien.
Y habéis oido nombrar á alguno delios?
preguntó el Cura. No por cierto , respon-
dió el mozo , porque todos caminan con
tanto silencio , que es marabilla , porque
no se oye entre ellos otra cosa que los
suspiros y sollozos de la pobre señora, que
nos mueve á lastima , y sin duda tenemos
creido que ella va forzada dondequiera
que va , y según se puede colegir por su
habito ella es monja , ó va á serlo , que
es lo mas cierto ; y quiza , porque no le
debe de nacer de voluntad el mongio , va
Q2
450 DON QUIXOTE.
triste como parece. Todo podría ser, dixo
el Cura , y dexandolos , se volvió adonde
estaba Dorotea : la qual , como habia oido
suspirar á la embozada , movida de natu-
ral compasión se llegó á ella , y le dixo:
que mal sentís, señora mia? mirad si es
alguno de quien las mugeres suelen tener
uso y esperiencia de curarle , que de mi
parte os ofrezco una buena voluntad de
serviros. A todo esto callaba la lastimada
señora, y aunque Dorotea tornó con ma-
yores ofrecimientos , todavía se estaba en
su silencio , hasta que llegó el caballero
embozado (que dixo el mozo que los de-
mas obedecian) y dixo á Dorotea: no os
canséis, señora , en ofrecer nada á esa mu-
ger , porque tiene por costumbre de no
agradecer cosa que por ella se hace , ni
procuréis que os responda , si no queréis
oir alguna m.entira de su boca. Jamas la
dixe , dixo á esta sazón la que hasta alÜ
habia estado callando , antes por ser tan
verdadera y tan sin trazas mentirosas me
veo ahora en tanta desventura , y desto
vos mismo quiero que seáis el testigo, pues
PARTE I. CAP. XXXVI. Z¡I
mi pura verdad os hace á vos ser falso y
mentiroso. Ovo estas razones Cardenio bien
clara y distintamente , como quien estaba
tan junto de quien las decia , que sola la
puerta del aposento de Don Quixote esta-
ba en medio , y asi como las oyó , dando
una gran voz,dixo: válgame Dios! que es
esto que oigo? que voz es esta que ha lle-
gado á mis oidos? Volvió la cabeza á es-
tos gritos aquella señora toda sobresalta-
da, y no viendo quien los daba se levan-
tó en pie , y fuese á entrar en el aposen-
to : lo qual visto por el caballero , la de-
tubo sin dexarla mover un paso. A ella con
la turbación y desasosiego se le cayo el
tafetán con que traia cubierto el rostro , y
descubrió una hermosura incomparable,' y
un rostro milagroso , aunque descolorido
y asombrado , porque con los ojos andaba
rodeando todos los lugares donde alcanza-
ba con la vista, con tanto ahinco, que pa-
recía persona fuera de juicio, cuyas seña-
les , sin saber porque las hacia , pusieron
gran lastima en Dorotea y en quantos la
miraban. Teníala el caballero fuertemente
asida por las espaldas , y por estar tan
252 DON QUIXOTE.
ocupado en tenerla no pudo acudir 4 al-
zarse el embozo que se le caia , como en-
efecto se le cayo del todo : y alzando los
ojos Dorotea , que abrazada con la señora
estaba , vio que el que abrazada aosimis-
mo la tenia era su esposo Don Fernando,
y apenas le hubo conocido , quando arro-
jando de lo intimo de sus entrañas un luen-
go y tristísimo ay, se dexd caer de espal-
das desmayada ^ y á no hallarse alli jun-
to el Barbero , que la recogió en los bra-
zos, ella diera consigo en el suelo. Acudió
luego el Cura á quitarle el embozo para
echarle agua en el rostro , y asi como la
descubrió , la conoció Don Fernando , que
era el que estaba abrazado con la otra , y
quedó como muerto en verla, pero no por-
que dexase con todo esto de tener á Lus-
cinda , que era la que procuraba soltarse
de sus brazos , ia quai habia conocido en
el suspiro á Cárdenlo , y el la habia co-
nocido á ella. Oyó asimismo Cárdenlo el
ay que dio Dorotea quando se cayo des-
mayada , y creyendo que era su Luscinda,
salió del aposento despavorido , y lo pri-
mero que vio fue á Don Fernando, que te-
PARTE I. CA?. XXXVr. 2^^
nia abrazada á Luscinda. También Don
Fernando conoció luego á Cardenio, y to-
dos tres , Luscinda , Cardenio y Dorotea
quedaron mudos y suspensos ,.casi sin sa-
ber lo que les babia acontecido. Callaban
todos, y mirábanse todos, Dorotea á Don
Fernando, Don Fernando á Cardenio, Car-
denio á Luscinda, y Luscinda á Cardenio;
mas quien primero rompió el silencio fue
Luscinda, hablando á Don Fernando des-
ta manera : dexadme , señor Don Fernan-
do , por lo que debéis á ser quien sois, ya
que por otro respeto no lo hagáis, dexad-
me llegar al muro de quien yo soy ye-
dra , al arrimo de quien no me han podi-
do apartar vuestras importunaciones, vues-
tras amenazas, vuestras promesas, ni vues-
tras dadivas: notad como el cielo por des-
usados y á nosotros encubiertos caminos
me ha puesto á mi verdadero esposo de-
lante ; y bien sabéis por mil costosas es-
periencias que soia la muerte fuera bas-
tante para borrarle de mi memoria : sean
pues parte tan claros desengaños paraque
volváis (ya que no podáis hacer otra co-
sa) el amor en rabia, la voluntad en des-
2^4 *0N^ QUIXOTE.
pecho , y acabadme con el la vida , que
como yo la rinda delante de mi buen es-
poso , la daré por bien empleada : quiza
con mi muerte quedará satisfeclio de la
fe que le mantube hasta el ultimo trance
de la vida. Habia en este entretanto vuel-
to Dorotea en sí, y habla estado escuchan-
do todas las razones que Luscinda dixo,
por las quales vino en conocimiento de
quien ella era , que viendo que Don Fer-
nando aun no la dexaba de sus brazos, ni
respondia á sus razones , esforzandose lo
mas que pudo, se levantó , y se fue á hin-
car de rodillas á sus pies , y derramando
mucha cantidad de hermosas y lastimeras
lagrimas, asi le comenzó á decir : si ya
no es , señor mió , que los rayos deste sol,
que en tus brazos eclipsado tienes, te qui-
tan y ofuscan los de tus ojos , ya habrás
echado de ver que la que á tus pies está
arrodillada es la sin ventura , hasta que
tú quieras , y la desdichada Dorotea : yo
soy aquella labradora humilde , á quien
tú por tu bondad , ó por tu gusto , quisis-
te levantar á la alteza de poder llamarse
tuya : soy la que encerrada en los limites
yARTB I. CAP. XXXVr. 2^^
de la honestidad vivió vida contenta, has-
ta que á las voces de tus importunidades,
y al parecer justos y amorosos sentimien-
tos , abrió las puertas de su recato y te
entregó las llaves de su libertad : dadiva
de ti tan mal agradecida , qual lo mues-
tra bien claro haber sido forzoso hallarme
en el lugar donde me hallas, y verte yo
á ti de la manera que te veo j pero con
todo esto no querria que cayese en tu ima-
ginación pensar que he venido aqui con
pasos de mi deshonra , habiéndome traído
solo los del dolor y sentimiento de verme
de ti olvidada : tú quisiste que yo fuese
tuya , y quisistelo de manera , que , aun-
que ahora quieras que no lo sea , no sera
posible que tú dexes de ser mió : mira,
señor mió , que puede ser recompensa á
la hermosura y nobleza, por quien me de-
xas, la incomparable voluntad que te ten-
go : tú no puedes ser de la hermosa Lus-
cinda , porque eres mió , ni ella puede ser
tuya , porque es de Cárdenlo ; y mas fá-
cil sera , si en ello miras , reducir tu vo-
luntad á querer á quien te adora, que no
encaminar la que te aborrece á que blea
2^6 DON QUIXOTE.
te quiera : tú solicitaste mi descuido , té
rogaste á mi entereza , tú no ignoraste mi
calidad , tú sabes bien de la manera que
me entregue á toda tu voluntad , no te
queda lugar ni acogida de llamarte á en-
gaño : y si esto es asi , como lo es , y tú
eres tan cristiano , como caballero , ¿por-
que por tantas rodeos dilatas de hacerme
venturosa en los fines, como me hiciste en
ios principios? y si no me quieres por lo
que soy, que soy tu verdadera y legitima
esposa , quiéreme alómenos y admíteme
por tu esclava , que como yo este en tu
poder, rae tendré por dichosa y bien afor-
tunada : no permitas con dexarme y des-
ampararme que se bagan y junten corri-
llos en mi deshonra : no des tan mala ve-
jez á mis padres , pues no lo merecen los
leales servicios , que como buenos vasallos
á los tuyos siempre han hecho ; y si te
parece que has de aniquilar tu sangre por
mezclarla con la mia , considera que po-
cas ó ninguna nobleza hay en el mundo
que no haya corrido por este camino , y
que la que se toma de las mugeres , no es
la que hace al caso en las ilustres deseen-
PARTE I. CAP. XXXVI. 257
dencias: quanto mas que la verdadera no-
bleza consiste en la virtud , y si esta á ti
te falta , negándome lo que tan justamen-
te me debes , 3^0 quedaré con mas venta-
jas de noble , que las que tú tienes : enfin,
señor , lo que últimamente te digo es que,
quieras ó no quieras , yo soy tu esposa,
testigos son tus palabras, que no han, ni
deben ser mentirosas , sí ya es que te pre-
cias de aquello por que me desprecias (41):
testigo sera la firma que hiciste , y testi-
go el cielo á quien tú llamaste por testi-
go de lo que me prometías : y quando to-
do esto falte , tu misma conciencia no ha
de faltar de dar voces callando en mitad
de tus alegrías , volviendo por esta ver-
dad que te he dicho , y turbando tus me-
jores gustos y contentos. Estas y otras ra-
zones dixo la lastimada Dorotea con tan-
to sentimiento y lagrimas , que los mis-
mos que acompañaban á Don Fernando,
y quantos presentes estaban , la acompa-
ñaron en ellas. Escuchóla Don Fernando
sin replicalle palabra , hasta que ella dio
fin á las suyas y principio á tantos sollo-
zos y suspiros, que bien había de ser co-
2j;8 DON QUIXOTE.
razón de bronce el que con muestras de
tanto dolor no se enterneciera. Mirándola
estaba Luscinda, no menos lastimada de su
sentimiento , que admirada de su mucha
discreción y hermosura ; y aunque quisie-
ra llegarse á ella y decirle algunas pala-
bras de consuelo , no la dexaban los bra-
zos de Don Fernando que apretada la te-
nían. El qual, lleno de confusión y espan-
to , al cabo de un buen espacio que aten-
tamente estubo mirando á Dorotea , abrió
los brazos , y dexando libre á Luscinda,
dixo : venciste , herm.osa Dorotea , vencis-
te , porque no es posible tener animo para
negar tantas verdades juntas. Con el des-
mayo que Luscinda habia tenido, asi como
la dexd Don Fernando , iba á caer en el
suelo ; mas hallándose Cardenio allí junto,
que á las espaldas de Don Fernando se ha-
bia puesto porque no le conociese , pos-
puesto todo temor , y aventurado á todo
riesgo, acudió á sostener á Luscinda, y co-
giéndola entre sus brazos , le dixo : si el
piadoso cielo gusta y quiere que ya ten-
gas algún descanso , leal , firme , y her-
mosa señora mia , en ninguna parte creo
PARTE I. CAP. XXXVI. 2^9
yo que le tendrás mas seguro , que en es-
tos brazos que ahora te reciben , y otro
tiempo te recibieron quando la fortuna qui-
so que pudiese llamarte mia. A estas ra-
zones puso Luscinda en Cárdenlo los ojos,
y habiendo comenzado á conocerle prime-
ro por la voz , y asegurándose que el era
con la vista , casi fuera de sentido y sin te-
ner cuenta á ningún honesto respeto le echó
los brazos al cuello , y juntando su rostro
con el de Cardenio , le dixo : vos sí , señor
mió , sois el verdadero dueño desta vues-
tra cautiva , aunque mas lo impida la con*
traria suerte , y aunque mas amenazas le
hagan á esta vida que en la vuestra se sus-
tenta. Estraño espectáculo fue este para Don
Fernando y para todos los circunstantes,
admirándose de tan no visto suceso. Pare-
cióle á Dorotea que Don Fernando había
perdido la color del rostro , y que hacia
ademan de querer vengarse de Cardenio,
porque le vio encaminar la mano á pone-
11a en la espada; y asi como lo pensó , con
no vista presteza se abrazó con el por las
rodillas besándoselas , y teniéndole apre-
tado que uo le dexaba mover , y sin cesar
26o DON QUIXOTK.
un punto de sus lagrimas, le decía : qué es
lo que piensas hacer, único refugio mió, ea
este tan impensado trance? tú tienes á tus
pies á tu esposa, y la que quieres que lo sea
está en los brazos de su marido: mira si te
estara bien ó te sera posible deshacer lo que
el cielo ha hecho , d si te convendrá querer
levantar é igualar á ti mismo á la que,
pospuesto todo inconveniente , confirmada
en su verdad y firmeza , delante de tus
ojos tiene los suyos , bañados de licor amo-
roso el rostro y pecho de su verdadero es-
poso : por quien Dios es te ruego , y por
quien tú eres te suplico , que este tan no-
torio desengaño no solo do acreciente tu
ira , sino que la mengüe en tal manera,
que con quietud y sosiego perir-itas que es-
tos dos amantes le tengan sin impedimen-
to tuyo todo el tiempo que el cielo quisie-
re concedérsele, y en esto mostrarás la ge-
nerosidad de tu ilustre y noble pecho , y
vera el mundo que tiene contigo mas fuer-
za la razón , que el apetito. Entanto que
esto decia Dorotea , aunque Cardenio te-
nia abrazada á Luscinda , no quitaba los
ojos de Don Fernando , con determinación
PARTE I. CAP. XXXVr. 201
de que si le viese hacer algún movimiento
en su perjuicio , procurar defenderse , y
ofender como mejor pudiese á todos aque-
llos que en su daño se mostrasen , aunque
le costase la vida. Pero á esta sazón acu-
dieron los amigos de Don Fernando , y el
Cura y el Barbero , que á todo hablan es-
tado presentes , sinque faltase el bueno de
Sancho Panza , y todos rodeaban á Don
Fernando , suplicándole tubiese por bien
de mirar las lagrimas de Dorotea , y que
siendo verdad , como sin duda ellos creían
que lo era , lo que en sus razones habia di-
cho, que no permitiese quedase defrauda-
da en sus tan justas esperanzas: que consi-
derase que no acaso como parecía, sino con
particular providencia del cielo, se hablan
todos juntado en lugar donde menos nin-
guno pensaba : y que advirtiese , dixo el
Cura , que sola la muerte podia apartar á
Luscinda de Cardenio , y aunque los divi-
diesen tílos de alguna espada , ellos ten-
drían por felicísima su muerte , y que en
los lances inremediables era sum.a cordura,
forzándose y venciéndose á sí mismo, mos-
trar un geoeroso pecho , permitiendo que
262 DON QUIXOTE.
por sola su voluntad los dos gozasen el bien,
que el cielo ya les habia concedido ; que
pusiese los ojos ansimismo en la beldad de
Dorotea , y ver á la que pocas ó ninguna
se podían igualar,quanto mas hacerle ven-
taja : y que juntase á su hermosura su hu-
mildad y el estremo del amor que le tenia:
y sobretodo advirtiese que si se preciaba
de caballero y de cristiano , que no podia
hacer otra cosa que cumplille la palabra
dada , y que cumpliéndosela , cumplirla
con Dios y satisfaría á las gentes discretas,
las quaies saben y conocen que es prero-
gatíva de la hermosura, aunque este en su-
geto humilde , como se acompañe con la
honestidad, poder levantarse e igualarse á
qualquiera alteza , sin nota de menoscabo
del que la levanta e iguala á sí mismo : y
quando se cumplen las fueries leyes del
gusto , como en ello no intervenga pecado,
no debe de ser culpado el que las sigue. En-
efeto á estas razones añadieron todos otras
tales y tantas , que el valeroso pecho de
Don Fernando, enfin como alimentado con
ilustre sangre , se ablandó y se dexó ven-
cer de la verdad , que el no pudiera ne-
PARTE I. CAP. XXXVI. 263
gar aunque quisiera ; y la seBal, que dio
de haberse rendido y entregado al buen
parecer que se le habia propuesto, fue aba-
xarse y abrazar á Dorotea, diclendole : le-
vantaos , señora mia , que no es justo que
este arrodillada á mis pies la que yo ten-
go en mi alma; y si hasta aqui no he da-
do muestras de lo que digo , quiza ha si-
do por orden del cielo , paraque viendo
yo en vos la fe con que me amáis , os se-
pa estimar en lo que merecéis : lo que os
ruego es que no me reprehendáis mi mal
termino y mi mucho descuido , pues la
misma ocasión y fuerza que me movió pa-
ra acetaros por mia , esa misma me im-
pelió para procurar no ser vuestro : y que
esto sea verdad , volved y mirad los ojos
de la ya contenta Luscinda , y en ellos ha-
llaréis disculpa de todos mis yerros ; y
pues eiia halló y alcanzó lo que deseaba,
y yo he hallado en vos lo que me cumple,
viva ella segura y contenta luengos y feli-
ces afios con su Cárdenlo , que yo de ro-
dillas rogare al cielo que me los dexe vi—,
vir con mi Torocea. Y diciendo esto , la
T. ///. R
264 1>0N QOIXOTE.
tornd á abrazar , y á juntar su rostro con
el suyo con tan tierno sentimiento , que le
fue necesario tener gran cuenta con que
las lagrimas no acabasen de dar indubita-
bles señales de su amor y arrepentimiento.
No lo hicieron asi las de Luscinda y Cárde-
nlo , y aun las de casi todos los que alli
presentes estaban , porque comenzaron á
derramar tantas, los unos de contento pro-
pio , y los otros del ageno , que no parecía
5Íno que algún grave y mal caso á todos
habia sucedido : hasta Sancho Panza llora-
ba , aunque después dixo que no Uoraba el
sino por ver que Dorotea no era , como el
pensaba , la reyna Micomicona , de quien
él tantas mercedes esperaba. Duró algún
espacio , junto con el llanto , la admiración
en todos : y luego Cardenío , y Lusciuda se
fueron á poner de rodillas ante Don Fer-
nando , dándole gracias de la merced que
les habia hecho , con tan corteses razones,
que Don Fernando no sabia qué responder-
les , y asi los levantó y abrazó con mues-
. tras de mucho amor y de mucha cortesía.
Preguntó luego á Dorotea le dixese cómo
PARTE I. CAP. XXXVI. 26^
habla venido á aquel lugar tan lejos del
suyo. Ella con breves y discretas razones
contó todo lo que antes habla contado á
Cárdenlo, de lo qual gustó tanto Don Fer-
nando y los que con el venían , que qui-
sieran que durara el cuento mas tiempo:
tanta era la gracia con que Dorotea con-
taba sus desventuras. Y asi como hubo aca-
bado , dixo Don Fernando lo que en la
ciudad le había acontecido después que ha-
lló el papel en el seno de Lusciuda , donde
declaraba ser esposa de Cárdenlo y no po-
derlo ser suya : dixo que la quiso matar, y
lo hiciera , si de sus padres no fuera im-
pedido , y que asi se sallo de su casa des-
pechado y corrido , con determinación de
vengarse con mas comodidad ; y que otro
dia supo como Luscinda habla faltado de
casa de sus padres , shique nadie supiese
decir donde se habla ido; y que en resolu-
ción al cabo de algunos meses vino á sa-
ber como estaba en un monasterio con vo-
luntad de quedarse eo el toda la vida , si
no la pudiese pasar con Cardenio ; y que
asi como lo supo, escogiendo para su com-
266 DON QüIXOTE.
pafiia aquellos tres caballeros, vino al Lu-
gar donde estaba , á la qual no habia que-
rido hablar, temeroso que en sabiendo que
él estaba alli , habia de haber mas guarda
en el monasterio: y asi aguardando un dia
á que la portería estubiese abierta, dexó á
los dos á la guarda de la puerta , y él con
otro hablan entrado en el monasterio bus-
cando á Luscinda , la qual hallaron en el
claustro hablando con una monja; y arre-
batándola , sin darle lugar á otra cosa , se
hablan venido con ella á un Lugar,donde se
acomodaron de aquello que hubieron me-
nester para traella: todo lo qual habian po-
dido hacer bien á su salvo , por estar el
monasterio en el campo buen trecho fuera
del pueblo: dixo que asi como Luscinda se
vio en su poder perdió todos los sentidos,
y que después de vuelta en si no habia
iecho otra cosa sino llorar y suspirar , sin
hablar palabra alguna ; y que así acompa-
ñados de silencio y de lagrimas habian lle-
gado á aquella venta , que para el era ha-
ber llegado al cielo , donde se rematan y
tienen ün todas las desventuras de la tierra.
NOTAS
SOBRE
EL INGENIOSO HIDALGO
DON QUIXOTE
DE LA MANCHA.
267
NOTAS
A ESTE TERCER TOMO.
Los números arábigos, que van colocados e»
medio de las planas, corresponden á los que
•van esparcidos por el cuerpo de la obra 5 y
los que se leen al principio de la linea deno-
tan las paginas en que están dichos
números.
X^ag. 30. Tan sin pensamiento mió: o tan
ágenos de pensar en mí.
Pag. 36. La imposibilidad de tenerle.
Alusión á la sentencia de Virgilio:
Una salus victis nullam sperare sahitem,
que traducida por Gregorio Hernández de
Velasco dice 'asi;
268 NOTAS.
Solo les queda á los vencidos una
Salud, que es no esmerar salud alguna.
3
Pag. 36. T en mi es causa. En lugar de
estas palabras se leian en las primeras edi-
ciones y en las demás estas otras : y en
mas causa , que no hacían sentido: se han
enmendado en esta considerándolas como
yerro de imprenta manifiesto.
4
Pag. 36. V. m'iscurso Fr eliminar \ %. V.
5
Pag. 37. Q,us la misma historia. Sin ha-
ber concluido nuestro autor un episodio,
introduce otro, y con la salva y apología,
que hace aquí á favor de ellos, parece qui-
so prevenir la crítica, que le hicieron des-
pués por hoca del bachiller Sansón Car-
rasco sobre que en esta Primera Parte se
habla valido de novelas y cuentos ágenos
de la historia , y que se debió de atener al
refrán de paja ó heno &c. (i*. U. caí. I^I')
NOTAS. 269
Conefecto en el cap. XLIV. confiesa que en
la Secunda se había ceñido mas a los prin-
cipales personages de la historia , que son
Don Quixote y Sancho , sin estenderse á
otras digresiones y episodios estraños , y
sin ingerir, como el dice, novelas sueltas y
fegadizas : y porque los censores de Cer-
vantes daban á entender que el recurso á
cuentos ágenos suponía pobreza de inge-
nio , añadió que el era hombre que: tenia
habilidad , suficiencia y entendimiento para
tratar del universo todo. En esta sujeción
á los estrechos limites de la narración his-
tórica se fundan los que prefieren la Se-
gunda Parte á la Primera , contra los que
decían : nunca Segundas Partes fueron bue-
nas. (P. II. cap. IV.)
I'ag- 39- Calzones. Un genero de gre-
güescos (dice Covarrubias en su Tesoro) ó
zaragüelles: muchas veces se toma por las
sobrecalzas , que por otro nombre se lla-
man polaynas.
270 H o T A S.
7
Pag. 55. JDe su hacienda. De sus sucesos.
8
Pag. 68. Los epígrafes de este capitulo
y del siguiente estaban dislocados en las
primeras impresiones, y no correspondían
á sus respectivos contestos, por lo que en
las publicadas por la Real Academia Es-
pañola se pusieron con prudente acuerdo
en su lugar debido , cuyo exemplo se ha
adoptado en esta edición.
Pag. 80. Tiene la llave. Toda esta aven-
tura está conefecto trazada según el esti-
lo de los libros de Caballerías , como se
pudiera acreditar con muchos pasages de
ellos. En el cap. 23. de Don Olivante de
Laura se dice : Toparon en el camino una
doncella que venia en un palafrén y dos es-
cuderos con ella, é venia llorando. Palmer in
que la oyó , ovo duelo della , y dixole : ami-
ga , qué cuita es la vuestral decídmelo: que
NOTAS. 271
mucho fare por vos ayudar. Y en la P. I.
cap. 39- de Amadií de Grecia se trata de
como vino la giganta Malfadea á deman-
dar favor al rey Amadis , y como él se fue
con ella á la vengar del gigante i y se aña-
de : la Jayana se lanzó á sus pies : agora
vos suplico , señor , que me otorguéis tin don,
que, paraque yo sea enmendada de un tuerto
que recebi , conviene me lo otorgneys. To lo
otorgo , dixo el Rey. Y en la P. II. cap. 60.
se dice : Como mi padre murió , un vasallo
suyo se alzó con el reyno y Ínsula que á mí
me venia de derecho : vengo vestida de ««—
gro hasta que sea restituida en mi reyno.
10
Pag. 83. T con la diligencia que. Y la
diligencia con que.
II
Pag. 86. Sobre la zebra 6 alfana. La al-
fana es una yegua de estraordinaria gran-
deza , de que usaban los gigantes y otros
personages caballerescos. La zebra , que
tiene la ligereza del ciervo , es una espe-
272 NOTAS.
cié de caballo , y el animal de mas her-
mosa estampa y vistosa piel , que acaso
se encuentra entre los quadrupedos : tie-
ne la piel pintada con varias rayas , cin-
tas ó faxas , alternando los colores de ne-
gro y blanco , y distribuidas con marabi-
llosa simetría. Trata de la zebra el conde
Buffon en el tom. XII. de su Historia Na-
tural: p. I. y su hábil traductor Don Jo-
sef Clavijo en el tom. VII. p. 240. Anos
pasados se vio una en Madrid , que para
diversión y admiración del publico saca-
ban á pasear por sus calles y prado , y
cuya piel se manifiesta ahora en el Gabi-
nete de la Historia Natural. Ludolfo en el
Comentario latino á su Historia de Etiopia,
impreso el año de 1691. trata de la zebra,
de que trae una estampa al fol. 150. y di-
ce que en el Congo, reyno de África (el
qual es como la cuna y patria de las ze-
bras) se llama Zecora en la lengua del país,
de donde pudiera conjeturarse que de ze-
cora se dixo y derivó zebra , de este mo-
do : zecora , zecra , zebra. No falta quien
asegure que en España era conocido y fre-
NOTAS. 273
quente este tan hermoso y apreciable qua-
drupedo ^ que de su nombre se llamó Ce-
brero un monte de Galicia ; y que en Ma-
drid habia antiguamente en su carnicería
tabla de carne de zebra , como consta de
su Fuero, dado á principios del siglo XIII.
ó año de 1208. por Doa Alonso VIH. Pe-
ro lo que consta de este Fuero (de que se
halla un exemplar autentico en la Real
Academia de la Historia) es que las tablas,
en que entonces se vendía carne en la car-
nicería de esta villa de Madrid , eran de
carnero , de cabra bona , de oveia botta , de
oveia veia , de cutral ó cebón , de cervo , y
de cabra vcia\ mas no habia tabla de carne
de zebra, sino de ciervo. Conefecto abun-
daba esta tierra de caza mayor, como aho-
ra sucede aun , y como consta del libro de
la Alonteria del rey Don Alonso Xf. En el
Fuero de Plasencia , dado también á prin-
cipios del siglo XHI. por el mismo rey
Doa Alonso VHI. se hace igualmente me-
moria de gamos, de ciervos, y de acevras,
ó cevras. Mas estas eran las hembras de
los ciervos 5 y asi hablando de repartir la
274 NOTAS.
caza , dice : si es ciervo, haya el cuero : si
es cebra, haya la iuerdega del lomo. Conque
el monte Cetrero se llamó sin duda asi por
los ciervos que se criaban en el; y en las
tablas de la carnicería de Madrid no se
vendía en el siglo XIII. carne de zebra,
sino de ciervo,
12
Pag. 93. Véase la nota al epígrafe del
capitulo antecedente.
13
Pag. 100. Señal de ser hombre fuertf.
El licenciado Miguel de Luna , granadino,
hijo de padres moriscos, fingió una histo-
ria de la perdida de España , suponiendo
que era la escrita en arábigo por Abulca-
cin , que se lialló en ella \ y traduciendo-
la en castellano la publicó por los años de
1588. haciendo á un mismo tiempo oficio
de autor original y de traductor. En el líb.
I. cap. 7. f. 27. dice pues , que hallándo-
se en Tarifa el capitán Tarif con el conde
Don Julián , prendieron los moros á una
NOTAS. 27j;
muger española , y la llevaron á su pre-
sencia, la qual dixo que se llamaba la Ca-
beziida-j que siendo niña oyó leer á su pa-
dre un pronostico, en que se decia que se
habia de perder este reyno , y le habían
de ganar los moros ; que el capitán que
le habia de conquistar habia de ser vale-
roso y fuerte j y que por señas habia de
tener un lunar peloso , tan grande como un
garvanzo, sobre el hombro de la mano dere-
cha ; que oido esto , se desnudó Tarif en
presencia de todos, y habiendo mirado con
cuidado , hallaron el lunar que la muger
habia dicho. Pudo Cervantes haber adop-
tado de la Historia de Abulcacin el caso
del lunar de Don Quixote : y pudo tanv-
bien haberle inventado.
14
Pag. 106. Faquín. Voz italiana : gana-
pan , mozo de cordel , que se emplea en
llevar fardos á cuestas.
15
Pag. ic5. Belitre. Voz francesa : pi—
276 NOTAS.
caro , ruin , de viles procederes.
16
Pag. 115. Oro de cañutillo. Oro hilado.
Pag. 116. De la cintura arriba. Al fin
del cap. XXV. se supone á Don Quixote
desnudo de medio cuerpo abaxo. Algunos
notan esta contradicion, en que es de creer
incurriese voluntariamente Cervantes por
la decencia debida á Dulcinea; pues no le
costaba á Sancho sino añadir una mentira
mas á las muchas que ensarta.
18
Pag. 123. Pisar. Asi en las primeras
ediciones , y en las demás : en el original
del autor se leerla acaso pasar,
19
Pag. 124. Adahala. Asi se decía anti-
guamente : ahora adehala : viene del ara-
be aie halel , que significa licita estipula-
NOTAS. 277
20
Pag. 134. La buena comida. Asi en to-
das las ediciones : acaso en el original de
Cervantes se diría la breve comida en lu-
gar de la buena , pues antes advirtió que
los convidador tenían mucha hambre , y que
la satisficieron poco ; y una comida , ea
que los convidados quedan con parte de
la hambre , no es buena , sino breve y es-
casa.
21
Pag. 134. Otro mejor lecho .... que ella-
se la daria. Esta disonante concordancia
del masculino con el femenino pudiera no
ser descuido ni del autor ni del impresor,
sino una censura de la afectación de Don
Quixote , que hablando con una ventera
usa de la voz latinizada lecho , la qual le
contesta según la idea de la palabra co-
mún y vulgar cama.
11
Pag. 139. De Tracia. Escribióle Bernar-
T. 11 1, S
278 NOTAS.
do de Vargas , y se intitula : Los libros de
Don Circngilio de Tracia, hijo del noble Rey
Elesfron de Macedonia , según le escribió
Novarco en Griego , y Promusis en Latin.
Sevilla 1545. fol.
Pag. 139. V. P. I. t. r. p. 22¿. not. 47.
24
Pag. 141. Por ella. En la Crónica del
Gran Capitán se refiere este caso de este
modo : Diego Garda de Paredes tomó una
espada de dos manos en el hombro .... y se
metió por la puente del Careliano , que los
franceses habían echado poco antes :, y pe-
leando (contra ellos) empezó de hacer tales
pruebas de su persona , que nunca las hicie-
ron mayores en su tiempo Héctor y Julio Ce-
sar , jálcxandro Magno , ni otros antiguos
valerosos capitanes, paresciendo verdadera-
mente otro Orado en su denuedo y animosi-
dad. (Cap. CVI. f. 139- b.)
NOTAS. 279
Pag. 143. De Don Quixote. Los oficios,
que hacian las personas de las comedias,
se decían partes ó papeles^ y quiere decir
Dorotea que en esta comedia ó fábula ca-
balleresca en que Don Quixote hace la pri-
mera parte , tí el papel de primer galán,
merecía el ventero hacer la segunda par-
te ó el papel de galán segundo.
26
J'ag- 153* Pensabas. Acaso: pensarás.
27
Pag. IJ4. T sobre. Asi (y bien) en las
ediciones originales, esto es: y supere, ó es-
ceda. En la impresión de Londres del ano
de 1738. se lee alterado todo este pasage,
y convertido el verbo sobre en el adver-
bio sobre todo , cuya novedad se ha adop-
tado en otras ediciones posteriores.
28
Pag. 154. No sé que días. Esto es : no
S2
29o VOTAS.
se quantos dias , ó de quantos días á esta
parte.
29
Pag. I ¿7. A tener por hecho lo que se
ha de hacer. En el original del autor se di-
ría acaso : lo que no se ha de hacer.
30
Pag. l6¿. Cieh y tierra. Escribió Luis
Tansilo , natural de Ñola en el reyno de
Ñapóles, este poema de: Las Lagrimas de
San Pedro , para reparar el mal exemplo
que ocasionó con otro , licencioso y obsce-
no , que consta de 160. octavas , intitula-
do el Vendemmiatore. Andubo al principio
no tan completo, como le traduxo después
en octavas castellanas Fr. Damián Alva-
rez , y dividido en XIII. cantos le publicó
en Ñapóles ano de 1613. Antes habia tra-
ducido parte de él el licenciado Gregorio
Hernández de Velasco , capellán del hos-
pital de San Juan Bautista de Toledo , y
celebre traductor de Virgilio , á instancias
del maestro Alvar Gómez de Castro , co-
NOTAS. 281
mo consta de las cartas latinas de entram-
bos , que se leen al principio de la tra-
ducion , que por ser inédita, y paraque se
coteje con la de Cervantes, se pondrá aquí
la octava siguiente.
Credo el dolor de Pedro , y juntamente
Credo la afrenta con la luz del dia:,
T bien que alli no hay nadie que le afrente^
El mesnto de si mesmo se corría:
Que un rostro noble sin tener presente
Testigo de su error ó cobardía
Se tiñe de vergüenza quando yerra,
uiunque no le vea mas que cielo y tierra.
(Biblioteca Real : est. R. cod. 173.)
Pag. 165. Imitados. Alúdese aqui á la
ficción , que refiere el Ariosto (poeta ita-
liano, y por eso llamado nuestro por Lo-
tario) en el cant. 41. y 42. de su Orlando.
Finge que un caballero convidó á comer á
Reynaldos, el qual mandó sacar á la me-
sa un vaso de oro , guarnecido de piedras
282 MOTAS.
y lleno de un vino generoso , diciendo que
bebiendo de el sabria qualquier marido si
su muger le era infiel , ió no ; porque, si
no lo era , bebería el marido sinque se le
derramase una gota por el pecho ; pero si
lo era , se le verteria todo por el , sin en-
trarle una gota en el estomago. Reynal-
dos sinembargo , considerando lo peligro-
so de la prueba , y la ninguna necesidad
de averiguar lo que le podría costar caro,
no quiso beber del vaso, contentándose con
la buena opinión que tenia de su muger.
Entonces el huésped , derramando un rio
de lagrimas le contó como él se habia ca-
sado con la hija de un docto y rico ancia-
no, honesta , hermosa y discreta , con quien
vivió contento algunos años hasta que una
maga, llamada Melisa, con dañada y ziza-
fiera intención le aconsejó que , para pro-
bar la virtud de su muger , la diese liber-
tad y ocasiones de abasar de ella, fingien-
do ausentarse , y que por la esperiencia
del vaso averiguaría después si permane-
cía fiel. Disfrutadas estas ocasiones por la
muger , fue el marido á beber del vaso, y
NOTAS. 283
en castigo de su curiosidad impertinente
se le vertió todo el vino por el pechio aba-
xo. Pudiera presumirse que de esta ficción
del Ariosto tomó acaso Cervantes el argu-
mento de la novela de El Curioso Imperti-
nente, tan apreciable por su artiikio, estilo,
pintura de los afectos del amor, de los ze-
los, de la fragilidad, de las astucias de al-
gunas amas y criadas, y exemplar no so-
lo por el castigo que recibe Camila , sino
porque enseña que solo se vence la pasión
amorosa con huirla , y que nadie se ha de po-
ner á brazos con tan poderoso enemigo^ por-
que son menester fuerzas divinas para ven-
cer las suyas humanas, como se dice arriba.
32
Pag. 166. T mas, si lo pusieses por obral
Este lugar, que parece algo obscuro , que-
darla mas claro , espresando la elipsis que
se sobreentiende ; asi : ¿y seria mas justo,
si lo pusieses por obra '?
33
Pag. 173. En su punto. Asi las prime-
284 NOTAS.
ras ediciones y las demás : si dixesen en
este punto , parece estaría el sentido mas
claro.
34
Pag. 198. Este soneto le repitió Cer-
vantes en la comedia de : La Casa de los
Zelos , al principio de la jornada segunda.
35
Pag. 202. Son estas:
Sahio , solo , solicito y secreto.
Reduxolas á este verso Luis de Baraona,
que las esplica en el cant. IV. de las La-
grimas de Angélica.
36
Pag. 217. jíqui venganzas. Asi las pri-
meras ediciones , y las demás ; pero en el
original se diria acaso : venid agui , ven-
ganzas.
NOTAS. 285
37
Pag. 222. Falsedad. En las ediciones
originales se decia por yerro de imprenta
fealdad.
38
Pag. 229. El epígrafe de este capitulo
y del que sigue están equivocados en las
dos primeras ediciones : en las de la Real
Academia Española están distribuidos de-
bidamente (véanse sus Variantes del cap.
XXXV.) cuya distribución se ha adoptado
en esta.
39
Pag. 237. A pedir de boca. Antes que
Lucio Apuleyo se convirtiera ea asno , fue
convidado á cenar por Birrena, su tia , ea
Hippata , ciudad de las mas famosas de
Tesalia por la multitud de sus hechiceras;
y al volverse á recoger á las tres de la
noche á casa de Milon , su huésped , vio
que tres hombres estaban desquiciando la
puerta, pugnando por entrar; tienelos por
286 NOTAS.
ladrones , y los mata á cuchilladas : prén-
denle al otro dia: Uevanle al tribunal: co-
locan también en el los tres cadáveres, cu-
biertos con una sabana , como el cuerpo
del delito: levantase un viejo, y acusa pu-
blicamente al reo de homicidio : deiiende-
se este ; pero entra de refresco una vieja,
llorando amargamente , como madre que
decia ser de aquellos tres difuntos : acúsa-
le denuevo , y para mover á los jueces á
mayor indignación contra el homicida, pi-
de que se descubran los cadáveres : man-
dan Jos jueces que los descubra el reo por
su mano , el qual levantando la sabana,
queda atónito y espantado al ver que los
muertos eran tres odres , cueros , ó pelle-
jos para llevar vino , abiertos con diversas
cuchilladas por las partes y lugares , por
donde el había herido á los ladrones la no-
che antecedente. Prorrumpe el auditorio
en una risa universal , porque esta inven-
ción se habia dispuesto en obsequio del dios
de la risa , ó el dios Baco , cuyas fiestas
celebraban aquellos gentiles anualmente.
Desea saber Apuleyo el misterio de aquel
NOTAS. 287
encantamento , y se le revela una moza
llamada Fotide, criada de Panfila, una de
las mayores magas de Tesalia y muger de
Milon, diciendo : que en lugar de los ca-
bellos rubios de un jovpn de Beocia , que
su ama pedia , la llevó los de tres cueros
ó pellejos de macho de cabrio , que vio
trasquilar á un botero ; y haciendo Pán.>
la sobre ellos un fuerte conjuro, en virtud
de el se vivllicaron los cueros , y echan-
do á andar se encaminaron á casa de Mi-
lon , en busca de Pánnla su muger , y es-
forzandose por entrar, llegó á la sazón Lu-
cio Apuleyo, que pensando eran ladrones,
les dio de cuchilladas. Por esta aventura,
que se refiere por estenso en el Lib. II. y
III. del Asno de Oro , se viene en conoci-
misnto de que Cervantes parece la tubo
presente para su imitación en la de la qui-
mérica batalla de Don Quixote con los cue-
ros de vino , y se comprueba en parte lo
que se dixo en el Discurso Pre'iminar ( §.
IV.) sobre que en esta Historia se propu-
so imitar á Apuleyo , como á Heliodoro
en el Fersües.
288 XT o T A S.
40
Pag, 241. Que vio. A ver.
41
Pag 257. Me desprecias. La nobleza,
que podía echar menos en Dorotea.
289
C A T A L O G O
SE ZOS PASACES QUE SE ZETAN VI-
CIADOS EN LA"; PRIMERAS EDICIONES
DE LA HISTORIA DE DON qUIXOTEy
T SE HAN CORREGIDO EN
ESTA.
Pag. 36. lin. 12. T en mi et causa. Leíase:
y en mas causa. Véase la
nota 3. pagina 267.
Pag. 83. lin. ¡. Ccn !a diligencia que. Léa-
se : la diligencia, con que.
V. la not. 10, p. 271.
Pag. 123. lin. 17. Dcxar pisar. Léase : de-
xar pasar. V. la not. 1 8.
p. 276.
Pag. 157. lin. 23. -á tener por hecho lo que
se ha de hacer. Léase : á
tener for hecho lo que no
se ha de hacer. V. la not.
29. p. 280.
Pag. I73. lin. 20. Lo dexaré en su punto.
Léase : lo dexaré en este
punto. V. not. 33. p. 283.
S.90
Pag. 217. lin. l6. ^5MÍ venganzas. Léase:
'venid, ó vengan, aqui ven-
ganzas. V. la not. 36. p.
234.
Pag. 222. lin. 25. Embuste y fa!sedad.Leh-
se : embuste y fealdad. V.
la not. 37. p. 285,
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