Y
PABLO JOIS, O EL MARIl.
Brama en en cinco actos, escrito en francés por el célebre Alejandro Dumas , y traducido al
castclhmoporT). narciso de la Escosura, representado en el teatro de la Cruz el añode 1S40.
(segunda edición.)
PERSONAS.
El Marques D'Auray.
La MiKQUKSA.
El Conüe Dt Blois.
AUrgakita.
Padlo Jünks.
Luis Achiru.
El. B*RON DE LeCTOUBE.
l'jí NuTlRIO.
Patricio, criado de la
marquesa.
Jiim^, criado del conde.
La escena pasa en 1779, en el caslillo il'Au-
ra^, en Bretaña.
&CTD PRIE^ERO.
Un salón , en el piso bajo, del tiempo de Luis XIII;
puerta en el foro y laterales; chimenea con espejo en-
cima; una ventana á la derecha del actor.
ESGE.NA PRl.UERA.
El Cumie vuelve al castillo en trage de camino , su
criado le siijue y pone sobre la mesa un par de pii-
tolas, Jazmín, Pathicio, ires lacayos.
Cos. {tendiéndose scbre un sillón.) Jazmín, un es-
cudo (le seis libias al postillón, que no me ba
volcado mas que Uos veces desde V'annes aquí.
Qué caminos! (« un triado que lleva librea del
tiempo de Luis \V, y que te hace corlesias.) Muy
bien, Patricio, muy bien... me alegro mucho
de volverle á ver
Pat V yo á vds, monseñor.
Con Si. ya entiendo. . eso quiere decir ..
Pat. (tue todas las bendiciones del cielo...
CoM. Te caigan por el gaznate abajo... cosa muy
puesta en tazón; toma para que bebas... vien-
do á los oíros tres.) til solo ; esto para que bebas
con los otros. Jazmín, preven á la marquesa
que he llegauo, y toma sus órdenes de mi par-
te, ya quiera que pase yo al cuarto del mar-
qués, 6 bien bajar ella aqiii. En cuanto á vos-
olros, reverenda familia, corno no quiero pri-
var á mis padresde vuestros servicios, id cada
uno á sus quehaceres, {vanse ] Patricio, ba ha-
I bido alguna novedad en mi ausencia ? Mi pa-
dre....
Pat. Siempre lo mismo; ni mejor ni peor.
Con. y su ra/.on?
Pat. En cuanto A eso , va bien , según nos dicen,
porque ya sabéis que no quiere ver á nadie
mas que á la señora marquesa.
Con Si, ya lo sé; ni aun á nosotros. Y mi her-
manad
Pat siempre triste. Ah! llora que es una bendi-
ción Pdbre señorita! No sale del caslillo mas
que para ir á ver al viejo Achard.
CuN. Se estará siempre en su casita del parque...
Pat. .No se menea de alli sino para ir á sentarse
bajo la encina grande... ya sabéis... y alli se
pasa las horas muertas. Parece que eslá en
oi ación.
Con. Viejo singular! Y es á 11 á quien la marque-
sa encarga el cuidado de que nada le íalle co-
mo antes?
Pat. Si, monseñor; pero no me dice mas que,
buenos días, buenas noches, gracias, Patricio.
iXaUa, nunca sale de eso.
Con Está bien. Patricio va á retirarse.) Vuelve
bacía la pared los cañones de esas pistolas ; ya
sabes el miedo que tiene raí madre á esas ar-
mas.
Pat. Aqui tenéis á la señora marquesa.
Con Déjanos (la marquesa ehlra lentamente por la
puerta del foro. Vniricio se va.)
ESCE.NA II.
La M »eoeesa , de negro, El Conde.
Con. [vá hacia su madre , se arrodilla y le toma la
mano.) (,a señora marquesa me permitirá?..
Marq. Levantad, hijo mió ; mucho me alegro de
viilvcros á ver . (fí conrfe la conduce á una silla.
Ella ve las pistolas y se estremece.)
Con. Qué tenéis, madre mía?
MáhQ Nada, (se sienta. Recibí vuestra caria, hi-
1
678685
^ Palilo
jo mió y os lo agradezco i creo que habéis na-
cidí) para la diplomacia mas bien que para la
milicia, y debierais pedir al barón de l.eclou-
re. que pretendiera para vos una embajada en
vez de un regimiento. .
Con. V la oblendia , señüra, tal es su valimiento,
y su amor sobre todo
MiRQ. ^ mor por una miiger que no ha visto aun?
Co:^ Ob! Uectoure es un caballero de talento, y
lo que sabe de nuestra familia le ba inspirado
un vivo deseo de enlazarse con nosotros; ade-
mas de que es digno de ello. Ha hecho sus
pruebas en 1399, y Ckerin está muy contento
con sus títulos. Uno de sus antepasados estaba
también unido á la familia real de Escocia ; de
abi viene el león que tiene en sus armas.... en
fin es cosa muy conveniente. El ba insistido
en que se bicii'ran todas las ceremonias en su
ausencia. Habéis tenido la bondad demandar
que se hagan las amonestaciones, señora?
MíBQ. Si; el abate se ha encargado de lodos esos
preparativos. , , .
Con. Entonces podremos firmar el contrato ma-
ñana por la noche, si llega Lecloure ..
M\KQ. [meneando ía cabeza.) V no os ha hecho
aK'una observación acerca de Lusman? No os
ha'preguntado por qué ba solicitado nuestra
familia su deátierro?
Con. No señora. Son tan comunes semejantes
servicios, que se olvidan al dia siguiente de
haberlos prestado; ademasdeque se sabe que
suelen encerrar algún secreto de familia , que
nadie debe penetrar. Vo solo soy quien con-
serva memoria de ese desgraciado.
M\fíQ. Vos! Y por qué? .
Con. Porque pienso algunas veces que debería
haber empleado, para vengarme de él, otras
armas que las...
Mahq. No habléis de ese modo, hijo, si no que-
réis matarme.
Con. (se pasa tamaño por la frenU.) Tenéis razón,
madre mia ; lo hecho no tiene ya remedio : no
hay que pensar en ello.
MakQ- Con que él nada sabe?
Con. Nada; pero si queréis que os diga lo que yo
creo... es... que aunque lo supiese todo...
Ma&q. üué? . .
Con. Es bastante filósofo, para que pueda infiuir
en su determinación nadade lo que sepa.
Makq. Eso quiere decir que está arruinado.
Con. Como toda nuestra nobleza joven , sobre
poco mas ó menos; pero tiene mucho vali-
miento.
Mahq. Nosotros somos bastante ricos para reha-
cer su fortuna sin necesidad do su ayuda; ade-
mas, [tomándole ta mano.) esa boda asegura la
felicidad de mis hijos, ó de uno de ellos por lo
menos; yo no quiero encerrarlos para siem-
pre en un viejo castillo de la llrelaña , lejos de
lodos los placeres, al lado de un padre priva-
do de la razón, que rehusa verlos , y que , aun
cuando los viese, acaso no los conocerla; íi nii,
que soy vieja y triste, es á quien loca cuidar
del anciano moribundo á la sombra de estos
antiguos muros ; y á vosotros, hijos mios, cu-
ya vida estd llena de juventud y de alegría, os
toca ir ü buscar el sol y la felicidad.
Cq's. [besát dolé ta mono. ) Sí , madre mia , si ; sé
que lialu'if juiíido íri il ijcniplo de tudas las
Jones,
mugeres, el modelo de todas las virtudes ; sé
que mirareis este nuevo sacrificio como un de-
ber, y nada mas ; nadie pues, á no ser mi her-
mana, puede por su obstinación, destruir...
MiBQ Vuestra hermana pensará, que solu con su
sumisión puede hacerme ulvidar su falta; y, no
leuiais, obedecerá.
Con. Perdonad , madre mia , si insisto tanto por
ver realizado un proyecto que me separa de
vos, pero debéis conocer que mi oscuridad rao
pesa, que mi nombre, que tan grande han he-
cha mis ascendientes, y vos tan respetable,
suena en mi oído como u.ia reconvención cada
vez que se pronuncia. .\ mí edad, mí abuelo
era maestre de campo, y mi padre primer escu-
dero del rey. Bay en la nobleza blasones que
no se pueden borrar, como bay en el cielo es-
trellas que no pueden dejar de lucir. V sin
embargo, mi padre-, enfermo hace veinte años,
y separado de la corte lodo ese tiempo , fue
olvidado del viejo rey á su muerte , y del rey
nuevo á su advenimiento al trono. Vuestros
cuidados por el marqués os han-encadenado
á la cabecera de su cama , desde el momento
en que perdió el juicio ; durante este lieiivpo,
vuestros antigües amigos han ido desapare-
ciendo, unos porque han muerto, y otros por-
que os han olvidado ; los nuevos vastagos han
sucedido á los lioncos añosos ; de modo que,
cuando fui á Versailles, nuestro nombre, el
nombre del marqués d'.'^uray , apenas era co-
nocido en la nueva corle.
MaRQ. V sin embargo, creedme, hijo mió , nadie
ha hecho lo que yo, sino para darle nuevo lus-
tre, para conservarle al menos su antigua pu-
reza.
CoN. Señora...
MiRQ. [con viveza.) Pero tranquilizaos ; ese nom-
bre, lo espero, ha de resonar aun á tal altura,
que los oídos reales puedan oirlo sin bajarse...
.\ propó-ilo de sus majestades, yo creo que la
bendición de Dios se esliende siempre sobre
ellos y sobie la Francia.
Con. V quién pudiera turbar su felicidad ? Luis
KVl, joven y bueno, y .María .\nloni.i, joven y
hermosa , rodeados de su brava nobleza, ama-
dos de un pueblo leal... A üíos gracias, la
suerte les ha colocado á gran distancia del in-
fortunio.
M.\m.>. {tristemente.) Nadie, hijo mió, eslíi exento
de los errores y de las debilidades humanas:
ningún corazón, aun cuando se oculte bajo la
púrpura , está al abrigo de las pasiones ; nadie
puede responder de que sus cabellos no se
pongan blancos en una noche, aunque pese
una corona sobre su cabeza. Decís que cjlaii
rodeados de su nobleza' (abriendo una venta-
na.} Veis esos ¿irbolesí En la primavera esta-
ban también rodeados de sus hojas; apenas se
sienten los primeros aires del iiniemo, y ya
los veis desnudos y deshojados. Son amados de
un pueblo fiel?... Mirad ese mareo calma y
apacible; mañana, esta noche, de aquí á una
hora, tal vez, el soplido del buiacaii os IraerA
los gritos de los desgraciados que sepulta bíijo
sus olas. Aunque separada del mundo, llegan
á mi oído algunas veces eslraños rumores : no
se ha levantado una secta filosófica, que ha
imbuido en sus errores ti muchos hombres de
ó el marino.
categoría? No se habla de un mundo enturo,
que como una isla Huíanle, se lia separado de
la madre patria ; de liijus rebeldes que se nie-
gan a reconocerá sus padres; de un pueblo
que se inliUila nación'?.. .No lie oido decir que
ali^iinus nobles habian atravesado el Ucéano,
para ofiecer á los revoilosos las espadas que
.sus niajures nunca desenvainaron , sino á la
voz de sus legilimos soberanos? V no me han
dicbo lainbien. ú es un ensueño de mi soledad,
que el rey Luis NLVl y la reina María Antonia,
olvidando que los soberanos sun una familia
de berinanos, han autorizado esas emigracio-
nes armadas, y dado desp chos á no sé qué
pirata?
Con. Todo eso es verdad, señora.
Mabq. (con ¡olemiiidad.) Dios vele sobre SS. MM.
el rey y la reina de Francia, ■^saie UiUamenU y
sin volver la cabeza.)
ESCENA III.
El Conde, de/pues Suzmy.
Con. (solo, viendo salir á su madre.) Este viejo
castillo es el que le inspira esas ideas tristes y
lúgubres, y yo mismo, no sé por qué. . pero no
parece sino que en él se ha cometido algún
ciimen. que pesa sobre la conciencia de los
que le habitan.
J '.i. {presentando una caria á su señor.) Para el
señor conde.
Con. Una carta... Pablo .. Quién es este Pablo?
ESCENA IV.
Dichos, Pablo.
Pao. Yo; caballero...
Con. l'areie que deseáis mucho el hablarme?
(con allaneria.)
PiB. {inclinándose ) Confieso, señor conde, que es
para mi de grande ínierés la conferencia , que
espero me haréis el favor de concederme.
Co.N. Tenéis un modo de pedir las cosas , que se-
ria imposible iralardu negároslas. Tened la
bondad de sentaros, si ha' de ser larga esta
conferencia.
PiB. {untándose con Iranquilidad.) Con mucho
guslo, porque tengo varias cosas que deciros.
Con. Hablad, pues.
Pab. Haced salir á vuestro criado.
Con. Déjanos, {vase Jasínúi.) Ahora , espero que
me dig.ÉÍs ante todo, á quién tengo el honor
de hablar?..
Pab. Es muy justo: jg soy el capitán del navio
que liansporlóá Cayonne al joven Lusiñan.
C.oti.( exíimina'idote.J Imposible.
Pab. {siempre sentado y con ¡rialdad.) Es cierto
que la penúltima vez que nos vimos, cuando
tuvisteis la bondad de hacerme una visita á
bordo de tni navio en Brest , llevaba jo laigos
cabellos negros , un gran symbrero de paja y
el palleíot üe marino; todo esto hace que un
hombre parezca otro, especialmente cuando
añade á ese trage un acento bretón muy pro-
nunciado.
Con. Efectivamente, caballero ; creo recordar
que bajo ese gran sombrero que decís, vi bri-
llar unos ojos parecidos á los vuestros; no los
he olvidado; ese capitán, ademas, se hacia dar
el mismo nombre bajo el que os presentáis en
mi casa, Mr. Pablo... {Pablo se inclina.) pero
esa fué la penúltima vez que nos vimos, me
habéis dicho?. . Tened la bondad de ayudar mi
memoria, porque no me acuerdo de cuál fue
la última.
Paii. La última, señor conde, fue hace ocho
días, en París, en un asalto de armas en casa
del hijo del ministro de marina; entonces esta-
ba yo vestido de oficial inglés , y me llamaba
Jones; llevaba cabellos rubios , casaca encar-
nada y pantalón colám-, tuve la honra de tirar
con vos, señor conde, y de marcaros tres es-
tucadas, sin que vos me tocaseis ni una sola
vez.
Con. Es particular. . el mismo modo de mirar....
y sin etnbargo, no es el mismo personaje.
Pak. Es que Dios ha dispuesto, que sean los ojos
de los hombres la única cosa que no puedaa
disfrazar, y por eso ha puesto en ellos una
chispa de su fuego. El ca|)ilan Pablo es la mis-
ma ptisoua qu(! el ingles Jones, y el inglés
Jones fs el caballero que tenéis delante.
Con V hoy, qué os acomoda ser?
Piu. Yo mismo; porque hoy no tengo ningún mo-
tivo para ocultarme. Sin embargo; si dais pre-
ferencia á alguna nación, seré lo que queráis^
francés, americano, inglés ó español.. En cuál
de estas lenguas queréis que continué esta
conversación?
Co.N. .aunque algunas de ellas me sean familiares
como á vos, escojeré el español, que es la len-
gua de las esplicaciones mas concisas.
Pab. (con melancoliii.) Como gustéis , señor con-
de; aunque prefiero el francés, porque he na-
cido en Francia. El sol de Francia es el prime-
ro que ha reflejado á mis ojos, y aunque he
visto frecuentemente tierras mas fértiles y
un sol mas brillante, jamás ha habido para mi
mas que una tierra y un sol.
Con (coh ironia.) Vuestro amor nacional os hace
olvidar el objeto á que debo el honor de vues-
tra visita.
PiB. Tenéis razón... Hace dos años que pasena-
doos en el puerto de Brest, visteis, entre sus
numerosos barcos, uno muy ligero, y dijisteis:
Es preciso que el capitán de este barco tenga
poderosos motivos para comerciar con un na-
vio con tanta lona y tan poca madera. De ahí
nació en vos Ja idea de que yo era un corsario,
un pirata... qué sé yo?
Con. V me he engañado?
Pab Va creo, señor conde, que os be manifestado
mi admiración por la perspicacia con quejuz-
gais de los hombres y de las cosas, al primer
golpe de vista.
Con. Escusad los cuniplimienlos; vamosal caso...
Par. En esa persuasión fuisteis á bordo, y encon-
llá^teis en el entre puente al capitán Pablo...
Eiais portador de un pliego del ministro de
marina, que mandaba á cualquier oficial, re-
querido por vos . conducirá Cayenne , al lla-
mado Lusiñan, culpable de un crimen de Es-
lado.
Con Es cierto
PiB Vo obedecí, porque entonces navegaba ba-
jo el pabellón francés, é ignoraba., (el conde
se tecanta y se acerca á Pablo.) que el llamado
Lusiñan no babia cometido otro crimen , que
i Pablo
el haber sido el amante dichoso de la sefiorila
Margaiit.T d'Auíay, vuestra hermana.
Con. (poniéndole la mano en el hoinbru.J Caba-
llero!...
Paii. (se levanta y toma con frialdad una de las pii-
tolas.) Tenéis aquí esceientes armas, señor
conde.
Con. y entrambas cargadas.
Pab. y son seguras?
Co^. Si queréis dar un paseo conmigo, podremos
probarlas los dos.
Pab. tíracias, SL'fior conde. Conoy.co estas pisto-
las. Son de la tienda de un maestro alemán
muy apreciado. Yo he ganado otro pjr de ellas,
casi iguales, á San Jorge: ya sabéis... el coro-
nel del regimiento americano; apostó á cortar
doce balat seguidas en la hoja de un cuchillo,
y no se le escapó ninguna.
Co>. Y entonces, cómo habéis podido ganar vos?
P*B. Cortándolas mas por el medio.
Con. Eso no altera la proposición que os hs he-
cho; sois un buen tirador, y nada mas
Pab (con (/¿síraccion.) Qué queréis? Durante nues-
tros largos dias de calma, cuando ningún so-
plo de viento altera ese espejo de Dios, que se
llama la mar. los marinos aislados y solitarios,
nos vemos obligados á aceptar las distraccio-
nes que se nos presentan; entonces, ejercita-
mos nuestra destreza sobre las golondrinas
fatigadas que se posan á la punta de nuestras
entenas, y asi conseguimos cierta habilidad,
que parece, ó primera vista, agena de nuestra
profesión.
Con. fí/cspues de una pausa ) Continuad.
Pab. Era lodo un valiente el joven l.usiñan. Me
contó su historia, me dijo cómo se había apo-
derado de su alma aquel amor ardiente, pro-
fundo, irresistible, como el de Pablo y Fran-
cisca, como el de Komeo y Julieta, y rae dijo
las palabras de la hija de Verona, que vuestra
hermana le habla repetido; seré tuya ú de la
tumba.
Co>. [apretando los dientes.) Y le ha cumplido
esactaiuente su palabra. '
Pab. Me contó sus amores, por mucho tiempo
puros como los de los ángeles; sus proyectos,
como ¡osde todos losjóvenes, de adquirirse un
niimbre como [riéndose.) el de Dante ó el do
Alejandro, para ponerlo á los pies do su ado-
rada: me habló también de sus muchas y res
peluüsas instancias á vuestra madre, de sus
negativas allaneras y de vuestras amargas
burlas, que él sufria como si el corazón de un
humbre hubiese dejado de latir en su pecho,
me pintó sus dolores, sus lágrimas, su deses-
peración, cuando vuestra hermana le ordenó
llorando que dejase la Brelaíia : me pintó
aquella noche de despedida, de sollozos y de
agonia.
Con. y de vergüenza!
Pab. Si .. Vosotros los virtuosos le dais ese nom-
bre cuando una joven, á quien lodo lisongea y
nada la contiene, cede á la edad, á la seducción
y al amor. Si; ellos se separaron; pero ella no
hubiera sucumbido : vuestra madre hubiera
salvado la honra de su hija, tal vez, si deberes
sagrados no la hubieran alejado de ella; por-
q ue yo sé las virtudes de vuestra madre como
sé las desgracias de vuestra hermana; es una
Jones,
mugeraltiva y severa, acaso mas severa de lo
que debe ser una criatura himiana, que no tie-
ne mas ventaja sobre las demás, que la de no
haber faltado nunca; vuestra madre oyó una
noche gritos ahogados, entró en el cuarto de
Margarita, se acercó pálida y muda á su lecho,
arrancó con frialdad de sus brazos un niño que
acababa de nacer, y salió pálida y muda como
habla entrado. Impasible como una estatua y sin
desplegar sus labios de piedra como los de una
estatua; en cuanto á l.i pobre Margarita, no pro-
nunció una queja, no dio un grito; se desmayó
al ver a la marquesa Es a-i, señor conde? Es-
toy bien informado? ü he olvidado acaso algún
detalle de esta terrible historia?
Con. Ninguno.
Pab. Es que están consignados en estas cartas de
vuestra hermana, que en el momento de sepa-
rarse de mi. para confundirse con asesinos y
ladrones, me entregó Lusiñan, á fin deque
las pusiese en manos de la que las ha escrito.
Con. Dádmelas á mi, caballero, yos juio que las
devolveré fielmente á la que túvola impru-
dencia de...
Pac. De quejarse á la sola persona que la amaba
en el mundo, no es esto? imprudente llamáis
á una muger á quien su madre arranca el hijo
de su corazón, y que derrama sus lágrimas en
el seno del padre de su hijo?. . Imprudente
hermana que no habiendo encontrado en su
h.eruiano apoyo contra el abandono de su pa-
dre y la tiranía de su madre, ha comprometi-
do á su noble familia, firmando estas cartas
que pueden .. cómo llamáis á eso vosotros los
nobles?... Manchar su blasón.... No es ver-
dad?...
Con. (con impaciencia) Pues ya que conocéis tam-
bién la iniportaiwia de esos papeles, cumplid
vuestra misión, entregándolos, sea á mi herma-
na, á mi madre, ó á mi. [alargiindi> la muño.)
Pab. Desembarqué en Brest con esa intención;
pero hará quince dias, poco mas ó ¡neiios, al
entrar en una iglesia...
Con. (con ironía. J En una iglesia?
í'ab. Si señor
CnN. \' á qué entrabais?
Pab. a rezar.
Con. El capitán Pablo, cree en Dios?
í^ab. V si no creyese en Dios, á quién invocarla
durante la tempestad?
Con. ('con impaciencia. ' Bien; y en la iglesia'..
Pau. Oí á un sacerdote anunciar el próximo en-
lace del barón de Lectoure con la noble Mar-
garita d'Aiiray.
Con. y qué ha encontrado el capitán Pablo en
eso, que pueda admirarle?
Pa!i .Nada, conde, f ero se apoderó de mi cora-
zón un sentimiento raro de piedad; pensé que,
ya que todo el mundo, hasta su madre, han ol-
vidado al pobre huérfano... por(Hur presumo
que de su giado y sin que nadie le fuerce, se
casa vuestra hermana con el barcjii de Lec-
toure, era preciso que yo me acorda.se de él;
que era un bautizo de lágrimas y de amargu-
ra el entrar en el mundo sin nombre y sin fa-
milia, y seria harto mas terrible su suerte si
vivia ademas sin bienes de fortuna. En la pn-
sicion en que estáis y con los proyectos de am-
bición que veis casi .realizados^cun la aliania
ó el ninrluo
del barón, estas cartas bien valen cien mil li-
bras . no es verUaJ, señor conJe'' V esta suma
no liará mas que un» breclia, casi impercepti-
ble, al medio millón de renta que componen
vuestros bienes
CuN. l'eru qiiiéti me aseguraque esas cien mil
libras?...
Pab. Tenéis razón; pero yo no cambio estas car-
tas sino por una obligación á favor del niño
Héctor de Lusiñan.
Cos- Puestoqueera un negocio puramente pecu-
niario el que teuiamos que trulai , podíais habe-
ros aliorrado el trabajo de contarme esa larga
historia, y haber empezado por donde hemos
concluido .. ó aun mejor, haberme enviado un
agente de negocios I, a familia d'.Auray ba re-
servado anualmente para dar limo>nas el du-
plo de la suma que vos reclamáis, (se acerca á
ia mesa y escribe.)
JiZ [entra J Señor conde ..
Cü^. -^o estoy en casa para nadie.
Jiz la hermana del señor conde...
Co.N- Une vuelva después.
JiZ. Desea hablaros en este instante.
P,»B, Eso no importa, yo volveré otrodia.
Con. No; si gustáis, terminaremos este negocio
de una vez Voy á r(ícibir á mi hermana... pero
como es inútil que os vea, podéis entraren ese
trabinete... abi tenéis una biblioteca.
1'ab. Como guiteis. (eníra en el gabinete, ala iz-
quierda del espectador.)
ESCENA V.
L'í Conde, M\bgarita, Pablo, en el gabinete.
Co,%. Venid, Margarita, y decidme pronto lo que
queréis; estoy ocupado.
M»RG Hubo un tiempo en que, al vernos des-
pués de dos meses de ausencia, nos hubiéra-
mos echado el uno en brazos del otro.
COH. Si, pero desde entonces han pasado tantas
cosas entre nosotros...
ÍSarü Qué puede pasar entre dos hermanos ?
Qué, entre dos hijos de la misma madre, para
separarlos?
Cü>. Lna falta.
ijABG. Ah! sois muy cruel conmigo; sabéis que en
presencia de mi madre el miedo no me permi-
te articular una palabra; sabéis que mi sola
esperanza sois vos; me veis entrar, no cotno
debe entrar una hermana en el cuarto de su
hermano, no con miradas de alegría ni coa la
risa en los labios, sino con los ojos anegados
en llanto, con la súplica en la boca como en-
trarla un criminal á ver á su juez, y con una
palabra que decís, me veis humillada á vues-
Iros pies
Con. tjné queréis?
MaI'G Quiero saber si es verdad lo que dicen...
Con. Qué dicen?
M.\KG. Que mañana por la noche ..
Con. .\ilelante,
MiBG. El barón de Lectoure...
Con. Estará aqui. Es verdad.
M»HG. Dios inio!
Con. Crei que tomando la precaución de anunciar
su llegada dos meses antes, hubierais tenido
tienip» para prepararos.
AUbg. Por mas amenazada que estuviera, siem-
pre se conserva la esperanza; se han visto con-
denados que han obtenido su perdón al pié del
mismo cadalso. Hermano mió...
Con. Qué hay?
Maug. \o me comprendes? Oh! Si Dios hubiera
querido que yo te pudiera ahorrar un disous-
lo, como puedes tú evitaime una des"iac¡a-
si tú me hubieses rogado como yo te rueoo á
ti, si yo no iiublera tenido mas que pronunciar
una palabra, no para hacerte feliz, yo no aspi-
ro a serlo, sino para salvarte de la de.vospera-
cion. Oh! Con qué placer hubiera bendecido al
cielo pronunciando esapalabra!
Con. No depende de mi... es una cosa que mí
padre desea , un proyecto de mi madre
una alianza necesaria al honor de nuestra fa-
milia...
MiBG. Una cosa que desea mi padre! Plut'uiera á
Dios que estuviese en estado de desear alfo!
Ali vida darla por cumplir su menor deseo! Bn
proyecto de mi madre, decís? Oh! el que le ba
sugerido ese proyecto, obtendria-con facilidad
que renunciase á él. . Una alianza necesaria
al honor de nuestra fuinilia... Gracias al cielo
nuestra familia es sobrado poderosa en nom-
bre y en riquezas, para que reciba nuevo lus-
tre, ni aun de su alianza con un principe! No
es eso, hermano mió vos habéis comerciado
conmigo; me habéis vendido por una cruz y un
empleo, y habéis dicho; ella obedecerá, y si
resistiera, su aislamiento y su desgracia serán
lasarraas que me servirán contra ella. Pero os
habéis equivocado ; mi desgracia misma me
dará fuerza; en mi aislamiento consistirá mi
resistencia
Con. Con que estáis resuelta á no obedecer á
vuestra madre?
Mabg. I.a noche en que vi por última vez al que
no volveré á ver mas, nos aguardaba un sacer-
dote para unirnos; Lusiñan estaba á mis pies,
loco, delirante, desesperado, diciéndome que
ya no le amaba; yo me negaba á seguirle, por-
que no quería desobedecer á mi madre; pero
también aquella misma noche le juré, que sino
era suya, no seria de nadie. J£l juramento he-
cho al padre, le he hecho después sobre la ca •
beza de mi hijo, y ahora no es solo un jura-
mento de amante, sino un juramento de madre
Con. Entonces es una guerra declarada?
MiKG. Que Dios me dará fuerzas para sostener,
Adiós.
Con. (viéndola marcharse.) Adiós, pobre rosal
que le crees una encina; cuando la mano de tu
madre pese sobre ti, inclinaras la cabeza, do--
blarás las rodillas... (viendo á Pablo á la piicrla.
de la biblioteca.) Ah! Capitán Pablo.' Preparad
vuestras cartas, y yo voy á firmaros la obliga-
ción que me habéis pedido, (se dn/ge á la
mesa.)
Pab. Es inútil, señor conde.
Con. (con viveza.) Cómo?
Pab. Yo daré las cien mil libras á vuestro sobri-
no, y me encargaré de encontrar un marido á
vuestra hermana.
Con. Pero quién sois vos que disponéis asi de mi
familia*
Pab. (alejándose.) Quién soy? Mañana os lo diré,
porque lo debo saber esta tarde.
Con. (deteniéndole.) Y rae dais vuestra pala-
6 Pablo Jonei«,
bra de honor de que os volveré á ver ma-
ñana?...
PiB. Os la doy. [vase.)
CoM. (solo.) Lo único que veo con claridad en lodo
esto, es que tendré que pegarme un tiro con
ese hombre.
UN DEL ACIO PRLMERO.
ACTO SE
Una sala baja de la casa de Achard: puerta eo el fon-
do, por la cual se veo los arboles de un parque,- á la de-
recha del espectador una venlSDa; á la izquierda uoa
puerta que comuaica á otra pieza.
ESCENA PlllMERA.
La MlBQDESi, LüIS .4CU1RD.
CK\ levantarse el lelou está la marquesa sola sentada
delante de una mesa i la derecha del aclür: sobre la mesa
una biblia abierta; la marquesa reflexiona profundamen-
te cubierta con un gran velo negro: Achard entra , y al
ver á la marquesa se dirige a ella.;
Luis. Señora Marquesa...
MiKQ. (levantando la cabeza.) Sois vos, Achard?...
ilace media hora que os estoy esperando Dón-
de oslabais?
Luis, si hubierais querido andar cincuenta pasos
mas, me hubieseis hallado bajo la encina que
está' frente á la puerta del parque.
M»EQ. Va sabéis que nunca voy hacia alli.
Lms. V acaso hacéis mal, señora. Hay eTi el
cielo una persona que tiene derech) á nues-
tras oraciones comunes , y que tal vez es-
Irañará no oir mas que las del viejo Achard.
Makq guien os dice que yo no rezo también.'..
Y quién os hace creer que los muertos exi-
«en que se esté siempre de rodillas sobre su
tumba.
Lciá. Lo único que creo es, que si después de la
iniíerle viviese alguna cosa nuestra sobre la
tierra, esa sola cosa se estremeceria de placer
al oir ios pasos de las personas que amábamos
en vida.
MiHQ. f ero si ese amor fuese un amor culpa^
ble?... , . • 1 a
Luis. Creéis que la muerte no lo haya espiado.'
Dios fué entonces un juez demasiado seve-
ro, para que hoy no sea uu padre indul-
Ma^ho. Si; Dios acaso perdona, porque la omnipo-
leíicia es la suma bondad; pero creéis que si el
mundo supiese lo que áél no puede ocultárse-
le perdonaría como Dios? ftevantándose.J Ha-
bláis en nombre de los otros con una amargu-
ra que parece que tenéis reconvenciones per-
sonales que hacerme. Decid, Achard; he falla-
do á al'^uno de los deberes que creo tener que
Henar hacia vos? No han tenido toda la obe-
diencia y respeto que yo les encargo, las perso-
nas que os sirven de orden mia* Ya sabéis que
con una sola palabra que digáis...
Luis. Perdonad, señora... es tristeza y no amar-
gura; es el efecto de la soledad y de la vejez.
Vos debéis saber lo que son los pensamientos
que agrian la conciencia, las lágrimas que
oprimen el corazón. Desde que os encargasteis
de que nada me fallase, por un sentimienlo á
que estoy agradecido, sin tratar de profundi-
zarlo, no habéis olvidado vuestra promesa ni
un solo dia, y yo he visto algunas veces, como
el viejo profeta, venir un ángel por luensa-
gero...
Maiio.Sí, ya sé que Margarita acompaña con fre-
cuencia al criado encargado de serviros, y he
visto con placer los cuidados que tiene hacia
vos.
Llis. Pero tampoco yo creo haber faltado á mis
deberes; hace veinte años que vivo lejos de
los hombres... ningiin ser viviente se acerca á
esta cabana... Tanto temía por vos el delirio
de mis vigilias y la indiscreción de mis sue-
ños.
Mauq. Si,- el secreto está bien guardado; pero ese
es un motilo mas para que yo lema perder en
un dia elfiulo de veinte años que, creedme,
han sido para mi mas sombríos, mas terribles
que para vos. Nadie ha sabido nada de la ter-
rible historia, peroá qué precio! Comprendéis
lo que es velar por espacio de veinte añosjun-
to á un demente, que cada vez que tiene un
momento de razón, me echa en cara mi falta,
y cada vez que cae de nuevo en su locura, re-
pite mil veces aquellas palabras, con que me
ha de despertar en el sepulcro el ángel que me
anuncie el juicio linal?
Lcis. También he oído yo esas palabras, señora;
porque estaba alli cuando él espiró proaun-
ciándolas.
Makq. lie ahí mi suerte como esposa. Y mis hi-
jos, separados de mi para que lo estén de su
padre, mis hijos que no me conocen mas que
por el terror que les in^^piro; mis hijos, que
cuando les tiendo los brazos, se postran á mis
pies llamándome, señora... es lo que me que-
da como madre.
Luis No me habláis mas que de los que saben que
sois su madre.
Makq. (se estremece.^ Achard!
Llis. Es cierto que os habéis estremecido mas de
una vez, pensando que hahia en el mundo un
hombre que vendría un día á preguntarme ese
secreto á que lo habéis sacrificado lodo, y que
yo no fodré callarle nada á ese hombre? Pero,
tranquilizaos , señora ; á la edad de quince
años, ya sabéis que ese hombre se escapó del
colegio en que se educaba en Escocia, y desde
aquella época nadie ha vuelto á saber de él;
habrá olvidado el país de su padre, habrá per-
dido la seña que le debía dar á conocer, ó mas
bien... acaso no existe ya.
Marq. Es una crueldad, Achard, el decir eso á una
madre, y vOs no conocéis todavía cuantos secre-
tos y cuan eslrañas contradíciones encierra el
corazón de una inuger. Por qué no he de poder
vivir tranquila viviendo mí hijo? Por qué un se-
creto que ha ignorado veínlicinco años, ha de
ser tan importante á su existencia en adelante,
(jue no pueda vivir sin que se le revele? Achard,
mi antiguo amigo, no se le podría decir que
su madre ha muerto también... pero que al
morir le ha legado á su amiga la marquesa
d'Auray, en quien encontrará una segunda
madre?
Lms. Si, vos podríais decirle eso, os conozco
bien; se lo diríais con voz firme, podríais verle
con el corazón tranquilo y sin llorar, lo sé, po-
ú cl ma
(Iríais hablarle sin que vuestras primeras pa-
labras fuesen: bijo niiol y sin embargo, es el
bijütle un hombre á quií-n habéis amado, has-
ta el punto de olvidar los deberes mas sagia-
do5,..y.-in embargo, hace veinte años que no
habéis visto íi ese hijo. Oh! vos podéis dominar
vuestros sentimientos; pero yo, si le volvie-
se A ver, no podría menos de arrojarme en sus
brazos, diciéndule: L^nrique, mi querido En-
rique!
Makq- l'ero vos no tenéis nada que ocultar: no
empanáis con esa sola palabra cuarenta afios
de unu reputación sin enancha. Vos no os lla-
máis Auray, vos no tenéis que guardar y tras-
mitir un nombre, recibido de nobles abuelos.
Escuchad, Acliard , be venido á hablaros de
esu. he venido á deciros que tengáis piedad
de mi.
Li'is. Tan fiel como he sido ó las prümesas he-
chas á la señora marquesa d' Auray , lo seré á
las que tiice al conde de Alorlaíx; el día en^ue
su hijo, y el vuestro, venga á presentarme la
prenda de reconocimiento, y á reclamar su
secrelo, yo se lo diré, señora En cuanto á los
papeles que lo acreditan, vos sabéis que no se
le deben entregar sino después de que muera
vuestro niai ¡do; el tetTeto está aqui; [íeñatando
íí corazón. ) ningún poder humano le puede
impedir ni obligar á que salga. Esos papeles
están en un armario al lado de mi cama, y la
llave siempre va conmigo; un robo ó un ase-
sinato, son los únicos medios de arrebatár-
melos.
MiiiQ- fero vos podéis morir antes que el Mar-
qués . Qué será entonces de esos papeles?
Liiis. El sacerdote que me asista en mis últi-
mos inoínentüs, los recibirá bajo el secreto de
la confesión.
Maro \ asi la cadena de mis agonías se prolon-
gará hasta mi muerte, y su último eslabón
estará unido á mi sudario. Hay un hom-
bre en el mundo, uno solo acaso, á quien no
pueden ablandar ni súplicas, ni lágrimas, ni
riquezas, y Dios ha colocado esa rcca en me-
dio de mi camino, y la tempestad rae arroja
hacia ella cuntinuamente, hasta que me estre-
lle alli; tú tienes mi secreto entre tus manos;
puedes hacer de él lo que quieras... tú eres el
señor y yo la esclava. Adiós,
Luis. Queréis que os acompañe hasta el castillo?
Makq. Gracias, {case.)
ESCENA II.
Acharo, solo.
Si; sé que tenéis un corazón insensible á cual-
quier otro temor, que al que Dios os ha dado
en vez de remordimiento; pero ese vale por
lodos los demás, y compráis bien cura la repu-
tación de virtuosa. Es cierto que la de la Mar-
quesa está tan bien sentada, que si saliera la
verdad de la tierra ó bajara del cíelo, creo que
la oirían como una calumnia; en fin, Dios pue-
de lo que ((uiere, y lo que hace está escrito de
antemano en su eterna sabiduría.
ESCENA III.
ACHABD, PlBLO.
Pac. Bien dicho, anciano ; hay mas ¡grandeza en
riño. 7
la resignación que se humilla, que en ia filo-
sofla que duda; es una máxima que yo quisie-
ra haber tenido menos veces en la boca, y
mas ameiKido en el corazón , para mi feli-
cidad.
Lcis. Perdonad, caballero; pero quién sois?
I'ad. I'or ahora, soy un hijo de la república de
Platón, tengo al género üunianu por hermano,
al mundo por patria, y por morada la choza
que yo mis no lie edificado.
Luis. V qué buscáis?
pAB. Busco á veinte leguas de ürest y á doscien-
tos pasos del castillo d'Auray, una cabana que
se parece muchisimoá esta, y un anciano, qut
pudierais ser vos mismo.
Luis. V có.iio se llama ese anciano?
Pab. Luis Achard.
Ll!S No 05 engañáis; yo soy.
P.\B. (quitándose el sombrero.) La bendición del
cielo caiga sobre vuestros cabellos blancos; he
aquí una carta que creo ser de mí padre, y que
dice que sois un hombre de bien
Luis, (conmovido.) V esa carta naJa contiene?
Pab. Si tal; una cosa como medía moneda de oro,
cuya otra mitad debéis tener vos.
L' is. {tendiéndole la mano y tomando maquinal-
mente la moneda y la carta )Si, si, eso es, y mas
que todo la semejanza eslraordinaria Dios
mió! Dios mío.'
Pab. Qué tenéis?
Luis. .No sabéis que sois un vivo retrato de vues-
tro padre, y que yo hubiera dado toda mi san-
gre, mí vida por vuestro padie .. como lo ba-
ria por tí sí lo necesitaras, hiju mío.
Pab. Abrazadme, mi antiguo uuiigu, y quien quie-
ra que fuese mi padre, sino se necesita mas
que una conciencia pura , un valor á toda
prueba y una frente que no se inclinará jamás,
para parecerse á él, habéis dicho bien: soy su
vivo retrato, y mas aun por el alma que por el
rostro.
Lüis. [mirándole ) Si, todo eso tenia vuestro pa-
dre, la misma valentía, y el mismo fuego en
las miradas; pero por qué no te he visto ames?
He pasado horas muy sombrías, que tu hubie-
ras evitado.
Pab Por qué, decís? Porque esta carta me man-
daba veniros á buscar cuando tuviera veinte y
cinco años, y no me he descuidado, porque los
cumplí hará una hora.
Lc:s. Va tiene veinte y cinco años!.. Parece que
fué ayer cuando nacisteis aqui, en este mismo
cuarto.
PsB. Y aqui he vivido basta la edad de cuatro
años, no es verdad?
Lms. Si.
Pab Pues bien, me parece que recuerdo una ha-
bitación que he visto en mis sueños: sí es esa,
debe tener una cama con cortinas verdes...
Liis Si.
Pab. l'n crucifijo de madera al lado de la cama...
LciS. Si.
Pab En frente, un armario con libros, y entre
otros una biblia con estampas.
Li;!S. Mírala!
Pab. Si, ella es: después una ventana por la cual
se veía el mar, una isla...
Luis. La de NMÍmontiers.
Pab [entrando en el cuarto.) Ah) (Luís quiere «e-
8 Pablo
guirle.) Dejadme 'solo, necesito eslar solo un
inslanle.
Ltis. (solo por un momento ) Esceleiite corazón!
Gracias, Dios mío! Vo os doy gracias!
Pab. (volviendo.) Es el mismo: y por qué be de
ocultar lo que siento? Mirarae, anciano: yo be
visto á la tempestad ajilar mi barco y be sen-
tido que el soplo del buracan lo movia. como
la brisa de la tarde una buja seca; he visto
caer ü los bimbres á mi alrededor, como las
espigas bajo la hoi del segador; be oido los
gritos deagoniayde muerte de aquellos que
la nocbe anterior cenaron conmigo, y be pasa-
• do, para recibir su último suspiro, á través de
una lluvia de balas, escurriéndome á cada paso
entre la sangre, pero ese cuarto, cuyo recuer-
do he conservado santamente, ese cuarto en
que rccibi las caricias de un padre á quien no
veré mas, de una madre que no querrá acaso
volverme á ver, tiene algo de sagrado; como
una cuna, como una tumba. Oh! necesito llo-
rar, me ahogarla sino llorase.
Luis. Si, tienes razón; es las dos cosas á la vez,
una cuna y una tumba; ahi naciste tú, ahí re-
cibiste el último adiós de tu padre.
Pab. Con qué ha muerto? Mi presentimiento no
me engañó....
Lois. Ha muerto.
PiB. Me dirás cómo?
Lois. Todo os lo diré.
Pab. Dentro de un momento.,, ahora no tengo
fuerza para escucharte. ,abre la ventana.) i\o
hay nada mas sublime que una tarde de otoño
y el sol que se pone en la mar, tranquila como
Dios, grande como la eternidad; ningún hom-
bre que baya estudiado este espectáculo, teme
la muerte! Mi padre murió con valor, no es
verdad?
Ltis. Si; era un joven hermoso como vos, y de
vuestra misma edad.
Pab. Cómo se llamaba?
Li'is. El conde de Morlaix.
P»B. V mi madre?
Luis. Vuestra madre! La marquesa de Auray.
P*B. (asombrado.) Qué dices?
Lcis. La verdad.
P»B. Imposible!
Lcis Lo juro. .
PuB. Enlonces, el conde y Margarita son mis her-
manas?
Lcis. Los conocéis?
Pab Tenias razón, anciano, Dios es todo podero-
so, v lo que hace está escrito de antemano en
su' sabiduría, (cae en una silla-, apoyando la ca-
beza en las manos )
Lcis. Vuestro padre y la marquesa estaban des-
posados desde su juventud... yo no sé que mo-
tivo dividió sus familias y los separó. El conde
de Morlaix partió para santo Domingo, donde
lenia su padre una ca'sa; yo le acompañé por
ser el hijo de su nodriza... Habla recibido la
misma educación que él... me llamaba herma-
no, y yo era quien se acordaba únicamente de
la distancia que el nacimiento habla puesto en-
tre los dos.
Pab. Pobre ,\chard!
Lois. Al cabo de dos años volvió y encontró á su
amada casada con otro; pero el marqués, lla-
mado á l'aris por el cargo que desempeñaba
Jones,
cerca de Luis XV', se vio precisado á dejará s"
joven esposa, demasiado enferma para poderle
seguir, en el antiguo castillo d' Auray. Vo ha-
bía heredado esta casa por muerte de mi pa-
dre y vine á vivir á ella
Pab. l'roseguid.
Luis. L'na noche, hace veinte y cinco años, oi
llamar a mi puerta, abrí, y entró vuestro pa-
dre, trayendo en brazos una rnuger cuyo velo
me impidió conocerla. Luis, me dijo; puedes
hacer mas que salvarme vida y honra, puedes
salvar la vida y el honor de la muger a quien
amo... Monta a caballo, vé á la ciudad y vuel-
ve dentro le una hora con un médico. Vo obe-
decí; el doctor entró en ese cuarto, y vuestio
padre salió á poco con la mujer misteriosa que
acababa de daros á luz.
Pab. V cómo supisteis que aquella muger era la
marquesa d' Auray?
Luis. Üfreci á vuestro padre teneros á mi lado;
él aceptó mi ofrecimiento... y venia de cuando
en cuando á pasar algunas horas con vos.
Pab. Solo?
Lois. Siempre... cuando os veia la marquesa en
el parque os llamaba y os acariciaba como á un
niño estraño, que gusta porque es bonito. Cua-
tro años pasaron asi; una noche volvieron á lla-
mar de nuevo á mi puerta; era vuestro padre...
estaba mas tranquilo, pero mas triste y mas
sombrío que la primera vez... .Mañana, me di-
jo, me balo con el marqués d' Auray; es un
duelo a muerte, y está convenido que tú serás
el único testigo: dame hospitalidad por esta
noche y recado de escribir. Kntonces se sentó
delante de esta mesa, en esa misma silla en
que estáis vos sentado, (Pablo se levanta.) y
pasó en vela toda la noche. Al despuntar el
alba entró en mi cuarto y me encontró levan-
tado... asi estuve tuda la nuche .. vos dormíais
en vuestra cuna.
Pao. Adelante...
Luis. Vuestro padre os miró tristemente.... Si
muero me dijo; como pudiera suceder algo á
este niño, le entregarás á t-ild, mi ayuda de cá-
mara, con esta carta: él le conducirá á Esco-
cia y le pondrá en salvo; á los veinte y cinto
años te traerá la otra mitad de esta moneda de
oro, te preguntará el secreto de su nacimiento
y sé lo dirás. En cuanto á estos papeles que lo
prueban, no se los entregarás hasta que haya
muerto el marqués, después se acercó á vues-
tra cuna, se inclinó hacia vos, y, á pesar de que
era lodo un hombre, yo vi correr una lágrima
por su mejilla.
Pab. (con voz ahogada.) Proseguid.
Lns Aquella lágrima os despertó y le echasteis
los brazos al cuello, diciénilole: adiós. La cita
era en el parque á doscientos pa.»os de aqui;
al llegar nos encontramos al marqués: á su la-
do, en un banco, habla dos pistolas caigadas;
los adversarios se saludaron en silencio; el
marqués señaló las pistolas: cada uno tomó la
suya, se colocaron á treinta pasos de distancia
y marcharon el uno hacia el olro. ... Terrible
momento fué cuando vi disminuirse gradual-
mente el terreno que los separaba; á los diez
pasos se detuvo el marqués é biío fuego; yo
estaba mirando á vuestro padre... y no noté la
men r alteración en su semblante Siguió
ó el marino.
marchando Iiasla donde estaba el marqués, y Marg. Gracias.
apoyándole la pislola sobre el corazón...
Pab. Ab: no le mataría, no es verdadi*
Ltis. Le dijo: vuestra vida es mia; puedo dispo-
ner (le ella; pero iiuiero que \ivais para per-
doiiarini', cuino yo os perdono. Al acabar de
decir eslas palabras, vuestro padre cayó muer-
to, la bala del marqués le babia atravesado el
pecho.
Pab. I'adre mió! V vive ese hombre,. no es ver-
dad? Achard, vive^.. Podié vengar á mi pa-
dre?.. Iremos á buscarle y le dirás: este es su
biju.... su hijo... y es preciso que os baláis con
él:...
Luis. Dios se ha encargado de la venganza. Ese
bombre está loco.
Pab. Es verdad,., lo habia olvid.ido'
Luis. V en su delirio vé sin cesar aquella escena
sangrienta, y repite cien veces al dia las pala-
bras que le dijo vuestro padre.
Pab. Por eso no se separa nunca de él la mar-
quesa?
Ltis. V por eso, bajo pretesto de que no quiere
ver á sus hijos, ha separado de él al conde y á
Margarita.
Pab. fobre hermana mia; y ahora no quiere sa-
crificarla, casímdola, á su pesar, con ese mise-
rable Lectoure?
Luis. Si, pero ese miserable Lecloure se lleva á
Paris á su muger, y hace coronel de dragones
ásu hermano. La marquesa entonces nóteme
la presencia de sus hijos, y su secreto queda
entre ella y dos ancianos, que mañana, esta
noche pueden morir, y la viuda d' Auray, mo-
delo de amor maternal y de virtud conyugal,
les sobrevive, rodeada de la consideración del
mundo.
Pab. Üh! Crees que mi madre?..
Lcis. Perdonad!. No creo nada, me he equivo-
cado; olvidad lo que he dicho.... vos mismo
juzgareis. . No necesito deciros que la última
voluntad de vuestro padre se cumplió,- veinte
y un años ha que partisteis para Escocia, y des-
de entüiices no ha pasado un dia sin que pida
á Dios por el hijo, arrodillado sobre el sepul-
cro-de su padre. Ll Señor ha oido mis votos...
vuestro padre renace en vos... os veo, y ya es-
toy consolado.
Pab. {mirando porta uenlana.) Silencio, alguien
viene.
Lüis. Es un criado del castillo.
PiB. Margarita le acompaña... mi hermana!.. Me
dejarás solo con ella, Achard; quisiera ha-
blarla
Luis. .Acordaos de que vuestro secreto es el de
vuestra madre.
P.\B. Nada temas; no le hablaré mas que del su-
yo. {Achard entra en el otro cuarto ) Pobre mu-
chacha.. . . el interés que me inspiraste ayer
cuando le vi, era amor i'ralernal. Aqui está.
ESCENA IV.
Pablo, MtRGkKiTA, Patbicio.
MvBG Está bien, Patricio; dejad abi esas provi-
siones, y esperadme á la puerta del parque.
{vate Patricio } Perdonad, caballero... creí en-
contrar aqui á Luis Achard...
PiB. En eso cuarto...
ESCENA V.
Pablo, solo.
Oh! cómo baria yo para estrecharle entre
mis brazos? Me será imposible el contener-
me. ... Uué haré para no decirla: Margarita,
ninguna niuger me ha amado aun, ámame tú
como una hermana... poique soy hijo de tu
iiiismu madre... oh! madre mia! privándome
de vuestro cariño, me habéis privado del de
ese ángel al mismo tiempo.
ESCENA IX.
Mahgirita, Pablo.
M *BG. (a /a ¡tuerta que separa las dos habitaciones.)
Adiós, .Acli-ird... be querido venir yo misma...
quién sabe ahora cuando podré volver... (»«
dirige á la puerta del foro.)
pAi! Margarita' {ellii se vuehe admirada y se dirige
de nuevo a ¡a puerta J .Margarita, no ois que os
llamo? .
Mab. Es verdad que habéis pronunciado nii
nombre pero no crei como no os co-
nozco...
PiB. Pero yo si á vos; sé que sois desgraciada,
que no tenéis un corazón donde verter vues-
tras lágrimas, ni un brazo á quien pedir apoyo.
Mas. Olvidáis que tengo á Dios, caballero?
Pab. Lejos de olvidarlo, creo que él es quien rae
envia. Si yo os digera que soy vuestro amigo,
que podéis contar conmigo...
Mako. Vo os preguntarla qué prueba podéis dar-
me de esa amistad.
Pab. V si os diese una?
.Marg. Cuál?
Pab. Una irrecusable.
Mabg. Entonces...
Pab. Lleváis en el brazo izquierdo una pulsera...
Marg. (jtiién os ha dicho?..
Pab. La llave con que está cerrada la pulsera, es-
la guardada en una soilija... y hay un hombre
á quien jurasteis en una noche de desespera-
ción, que mientras no os devolviesen aquella
sortija...
Makg. No seria yo de nadie, si...
Pab. Conocéis esta sortija?
Maro. Misericordia! lia muerto!
P»a. No, Margarita; vive y os ama.
Marg. Si vive, si me ama, cómo está en vuestro
Doder esta sortija?
Pab. Desterrado proscrito, be creido que estaba
en su delicadeza devolveros la libertad y vues-
tros juramentos.
MiKG. Cuando una nuiger ha hecho por un hom-
bre lo que yo he hecho por él, no debe amar
mas que á aquel bombre, no debe ser mas que
d Dios.
Pab Margarita, sois un ángel.
Mab. Con que le habéis visto?
Pab. Vofui el encargado de conducirle á Cayen-
iie; durante la travesía me lo dijo lodo, y vi
que me habian hecho instrumento de la ven-
ganza y node lajuslicia. Entonces hice cuanto
pude por él: Lusiñan está desterrado, pero li-
bre, y espeía en Nueva-Yoik el resultado de
las gestiones, que ya han hecho sus amigos en
la curte.
2
10
Pablo Jones,
Marg. y creéis obtener su perdón?
P*B. He conseguido aun mas que eso.
M»RG. Dejad, señor, que os bese las manos.
Pab. Venid á mis brazos, Margarita. Sois un án-
gel.
Marg. Con que no me despreciáis vos?
Pab. Margarita, si yo tuviese una iierraana pedi-
ría ¿I Dios que se os pareciera.
IIabg. Tendrías una hermana muy desgraciada!
Pab. Puede ser.
M»KG. üh! vos no sabéis?..
Pab. Hablad.
Marq. RI barón de Lectoure debe haber llegado
ja.. ..
Par Losé.
Mabg. Esta noche se firma el contrato.
Pab. V vos lo firmareis?
Marg. Me obligarán.
Pab. No os senlis con fuerza bastante para resis-
tir?
M»bg. Me siento con fuerza para morir.
Pab. Pobre niña'
MiRG. A quién queréis que me dirija? ¿A quién
queréis que suplique? A mi hermano! No pue-
de comprenderme. A mi madre? Ah! vos no
conocéis íi mi madre; es una mugerde una vir-
tud severa, de una voluntad inflexible, y cuan-
do dice; yo lo mando; no hay mas que llorar y
obedecer. A mi padre?.. Vos no lo sabréis aca-
so... está loco, ha perdido la razón y con ella
el amor paternal... Diez años hace que yo no le
he visto; hace diez años que no he estrechado
sus trémulas manos. No sabe si tiene hijos; no
me conocerá: mi madre le dará una pluma; le
dirá: firmad, yo lo mando... y firmará mi sen-
tencia.
Pab. Margarita, yo estaré cuando se firme el con-
trato.
Marg. y quién os introducirá en el castillo?
P*B. Tengo un medio.
Marg. Oh! mi hermanees valiente, arrebatado;
su ambición vé un brillante porvenir en mi
matrimonio.
Pab. Vuestro hermano es para mi tan sagrado
como vos misma; nada temáis.
Marg. .Me hacéis estremecer.
Pab. V qué vais á hacer con el barón?
Marg. Pedirle una audiencia.
Pab V le diréis?..
Makg. Todo.
Pab. (/lineando uno roSilla.J Dejadme que os
adore.
Marg. Caballero...
Pab Como á una hermana.
M.\uG. Oh! yo creo que es Dios quienes envia,
Ksla noche...
Pab No os admiréis, ni temáis nada; tratad solo
de hacerme saber el resultado de vuestra con-
ferencia con el barón. Adiós.
MíHG. [apretándolt la mano.) Adiós... no sé como
llamaros.
Pab Llamadme hermano.
Mav.g. Adiós, hermano mió.
Pab. Ah! lü eres la primera persona que me ha
hecho oír tan dulce palabra, {vase Margarita )
Achard! (entra .ác/iord.) Ahora condúceme al
sepulcro de mi padre.
FIN DEL ACTO SEGUNDO.
ACTO TERCERO.
La misma decoración del primer acto: los candelabros,
que están sobre la chimenea, encendidos.
ESCENA PRIMERA.
ElCo.nde, bl Babón db Lectoube.
Cox. Permitid, mi querido barón, que os baga los
honores de la morada de mis antepasados.
Lbc. Magnifica fortaleza!.. A tres leguas á la re-
donda se percibe su olor á baronía. Si por ca-
sualidad se me ocurriese algún dia el reve-
larme, os pediría que me prestaseis esta alha-
ja ( Hiendo ios cuadrot ) con cuadros y lodo.
CoM. Todos ellos son retratos de la ilustre fami-
lia, cuyo último vastago, por ahora, tenéis de-
lante.
Lec. Persona de todo mi respeto.
CoM. Pero no soy tan patriarca, que me resuelva
á pasar la vida en esta soledad... y espero, ba-
rón, que habréis pensado en sacarme de esta
madriguera.
Lec. Queria haberos traído un despacho de coro-
nel de dragones; sabia que estaba vacante y lo
pretendí, cuando supe que se había concedido
por influjo de no sé que raislerioso almiran-
te... especie de corsario ó pirata, á quien S. M.
estima porque ha batido á los ingleses en Vhi-
le-Haven, donde escaló un fuerte, y en las
costas de Irlanda, donde les apresó un navio;
por esas dos hazañas, le ha condecorado S. M.
con la cruz del mérito militar, y le ha dado
una espada con puño de oro, como podía ha-
berlo hecho con un noble; en una palabra, es
negocio perdido; ya veremos por otro lado.
Co.N. Y la cruz?
Lec. Oh! esoes muy fácil me la ha prometido
Mr. de Vaudreuíl.
Con. Muy bien; ya supondréis que me es indife-
rente el arma! Lo que quiero es unir á uii nom-
bre un grado en la milicia.
Lec Perfectamente.
Con. y cómo os habéis librado de lodos vuestros
compromisos?
Lec Diciendo la verdad, be dicho públicamente
que me caso.
Con. Valor se necesita, especialmente si habéis
confesado que habíais elegido muger en el fun-
do de la Bretaña.
Lec V por qué no?
Con. Entonces la compasión reemplazaría á la
cólera.
Lec. Ya sabéis que nuestras damas de la corle,
creen que sale el sol en París y que se pone en
Versailles; lodo el resto de la Francia es para
ellas lá Laponía, de suerte que esperan ver
llegar aun monstruo con unos pies terribles,
ó cosa por el estilo.. Y se equivocan, no es
verdad? Vos me habéis dicho que vuestra her-
mana...
Con. La veréis.
Lec. (volviéndose.) Qué es eso?
Jaz. (que entra.) La señorita Margarita pide al
señor barón de Lectoure que le conceda una
audiencia...
Lbc. a mí? Con el mayor placer.
Con. No: es un error, os habréis equivocado, Jaz-
mín.
Jaz. Puedo asegurnr al señor conde que cumplo
exaclamenle la orden que se me ha dado.
Con. Imposible, baion; enviad á paseo á esa lon-
tiiela.
Lec. iNada de eso, estos hiimanos son el diablo.
Jazmin, diá mi hermosa futura, que estoy a
sus pies, á sus rodillas, como guste. V vos, con-
de, espero que tendréis bastante confianza en
mi paia permitirnos hablar á solas?..
Con. Es una ridiculez ..
Lec. .No tal... es cosa muy conveniente; yo no
soy rey para casarme por retrato y por emba-
jador, deseo verla en persona: francamente,
tiene alguna deformidad?
Con. No, á fé mia: hermosa como un ángel.
Lec Pues bien, entonces, qué significa eso? Ten-
dré que llaniar ó mis guardias, {vufe el conde.)
Jazmin, bacedla entrar.
ESCENA II.
El Babo>, Margakiti.
Lbc. Perdonad, señorita; yo era quien debia soli-
citar el favor que me concedéis, y el solo te-
mor de ser indiscreto...
Maug. Os doy gracias por esa delicadeza, señor
barón, y ella alimenta la confianza que tengo
en vos.
Lac. Cualquiera que sea esa confianza, me bon
ra, y trataré de hacerme digno de ella, (liazon
tenia su hermano; es divina.)
Mabg. Lo que tengo que deciros... perdonad, no
soy dueña... (se apoya en una silla )
Lec Tan dificil es de decir? O tengo, sin saberlo,
aire imponente? (le toma la mano.J Hablad
(qué cara tan peregrina!..)
Waíig. Espero, señor barón, (retirando su mano.)
que esas palabras son de mera galantería?
Lec. No; bajo mi palabra de honor, es la pura
verdad.
Mabg. V que aun cuando penséis lo que decis,
ese noseria suficiente motivo para que dieseis
un gran precio...
Lbc Si tal, os lo juro.
Wabg. Vos mirareis el matrimonio, como cosa
grave?
Lec. Según; si eligiese una viuda, por ejemplo...
Marg. En fin, señoi-, perdonad si me he equivo-
cado; pero he creido que os habláis forma-
do la idea de que convendríamos en senti-
mientos, acerca de la boda proyectada entre
los dos.
Lbc. No, nunca, y sobre todo desde que os he
visto, no creo ser digno de vuestro. ... ¿có-
mo diré?.... De vuestro amor. Pero mi nom-
bre y mi posición social , me hacen digno,
sino de vuestro cariño, al menos de vuestra
mano
Mabg. V como separar una cosa de la otra? ..
Lec Las tres cuartas partes de los casamientos
se hacen asi. . :?e casan.., el hombre por tener i
una muger, y la muger por tener un marido;
el matrimonio es una posición, un acomudo so-
cial'; qué intervención queréis que tengan en
eso los sentimientos ni el amor?
Mabg Perdonad, yo acaso me be esplicado mal;
la timidez de uua joven soltera al hablar en
esta materia. .
Lec. Nada de eso; habláis lo mismo que Clara
ó el marino. 11
Harlowe; claro como la luz del día, y yo lo en •
tiendo peí rectamente.
Makg. Cómo, señor!.... Si veo en el fondo de
mi Corazón , la imposibilidad de limar ja-
más...
I.EG. ,No hay ninguna necesidad de decirlo
Maig, V pur qué?
Lec. f or qué por qué... seria demasiada can-
didez.
Makg. V si yo no os lo dijera por candidez, sino
por delicadeza, si añadiese: que beamado.qué
amo todavía?..
Lkc. a algún primito, no es esto? Los primos son
malos bichos; pero ya sabemos lo que son esa
clase de pasiones; no hay una colegiala, que,
al fin délas vacaciones, no vuelva al convento
con una pasión que la consume.
Mai.g Por desgracia, yo no estoy en ese caso, y
auntiue joven tudavia, hace tiempo que pasé
de esa edad. Cuando hablo al hombre que me
hace el honor de íolicilar mi mano, de mi
amor á otro, debe creer que le hablo de un
amor grave, profundo, eterno; de uno de esos
amores cuyas raices salen del corazón con la
vida.
Lec nué diablo! Esto parece una pastorela. Vea-
mos; y es un joven de recibo?
Makg. Üb! Es el mejor , el mas decidido de los
amantes.
Lec No hablo de las cualidades del corazón;
esas son buenas todas, convenido... lo que
os pregunto es si es noble si puede una
muger confesarlo.... sin hacer daño á su
marido.
Marg. Su padre, á quien perdió siendo muy ni-
ño, era consegero en la corte de Rennes,
Lec. Nobleza de ropa, mas me gustarla otra co-
sa: pero en fin, no todos tienen la fortuna del
duque de Longueville, que escogió él mismo
los amantes de su muger. El dejará pasar seis
meses, por el qué dirán, se hará presentar por
un amigo en vuestra casa, y se acabó, no hay
mas que decir.
Makg. .No os entiendo, caballero.
Lec. Pues es la cosa mas sencilla del mundo; vos
tenéis vuestros amores y yo los mios; eso no
debe ser obstáculo á la unión que nos convie-
ne bajo todos aspectos, y que procuraremos
dulcificar en cuanto sea posible.
Míbg. {retrocediendo ) Yo be sido muy impruden-
te, muy culpable acaso; pero no crei merecer
semejante injuria... ah! me lleno de vergüen-
za,., aun mas por vos que por mi. Si, compren-
do lo queréis... el rostro del vicio y la másca-
ra de la virtud! Y es á mi, á la hija de la mar-
quesa d'.Auray, á quien se propone ese tráfico
vergonzoso, vil, infame! Oh! qué desgraciada
soy! (cae sobre una silla ocultándose el rostro en-
tre las manos.]
Lec [ílamando.J Conde?
ESCENA 111.
Dichos, el Co^De.
Lec. Amigo, vuestra hermana padece accidentes;
es necesario tener cuidado no llegue á hacerse
crónica la enfermedad. Tomad este pomo, ha-
cédselo respirar, (tuse por el fondo.)
12
ESCENA IV.
£i COKDE y Mabgibita.
Cos. Margarita, qué haces? Eslás llorando? Va-
mos, firmeza.... Ya hay tres ó cuatro per-
sonas; ha llegado el notario, uii padre va á
bajar.
Mabg. Mi padre? Estás ssguro?
Con. üs indispensable que presencie la ceremo-
nia, (vase por el fondo.)
MiBG. Pue» bien, si. es mi última, mi sola espe-
ranza Diosmio, dadme valor!
ESCENA V.
MiRGARiTA, Pablo entra por el fondo.
Pab. Os buscaba. (Jué hay?
Mabg. Se lo he dicho todo.
Pab. V qué?
Maug. Dentro de diez minutos se firmará el con-
trato.
Pab. Me lo figuraba. Es un miserable.
Maro. Y qué haré?
P.»B. Valor, Margarita.
Mabg. Valor., oh! ya no le tengo.
Pab. {presentándole un papel.) Eso os lo devol-
verá.
-Mabg. Qué contiene este papel?
Pab. [íl nombre de la aldea donde os espera
vuestro hijo, y las señas de la muger en cuya
casa está.
Mahg. Ab! sois mi ángel tutelar!
Pie. Silencio! Suceda lo que suceda , me encon-
trareis en la casa de Achard.
MtKG. Bien, {entra tp la biblioteca.)
ESCENA VI,
El Co.NDE, Pablo.
Con. {entra por la derecha.) Os esperaba hace
una hora, y donde no hubiese tanta gente.
pAU. Me parece que estamos solos.
r.o\. Si. pero dentro de un instante estará este
salón lleno.
Pili. Se pueden decir muchas cosas en un instan •
te, señor conde.
Con. Tenéis ra/.uu; pero es preciso encontrar un
hombre que no necesite mas que un instante
para comprenderlas.
Pai!. Va escucho, {el barón sale por la puerta de la
derecha, se vahada el foro y escucha sin ser visto
de los dos.}
Con .Me habéis hablado de cartas?..
Par Cierto.
Con. Habéis puesto un precio á esas cartas?
Pab. l'auíbien es cierto.
Con. Pues bien; estáis pruntoá dármelas por ese
precio?
Pab. Remitid á mañana el firmar el contra-
to, y cuncededme una entrevista para esta
noche.
Con. El contratóse ha de firmar ahora, la entre-
vista es inútil, puesto que nos estamos viendo.
Estáis prouto?
Pab. Escuchadme.
Con. Si, ó no?
P»b. (con fiialdad.) No.
Con. a qué hora queréis dar un paseo mañana
ciinmigü?
Pablo Jones,
P\ 1 Siento TiD podi^r aceptar vuestra oferta , se-
ñor conde.
Con. Es que sin duda no me habéis entendido
bien...
Pab. Al contrario; perfectamente.
Con. Ese paseo no es otra cosa...
Pab. Que un duelo.
Con. y rehusáis''
Pab. Conde, no puedo batirme con vos.
Con. .No podéis batiros conmigo?..
Pvb. Por mi honor.
Con. Que no podéis, decís? (Lectoure suelta una
carcajada.)
Pab. {volviéndose.) No. ... pero puedo batir-
me con el señor, que es un miserable y un
infame.
Con. Qué quiere decir?...
Pab. {bajo al barón.) Habéis oido'^
!.Kc. Si; lo que siento es que os habéis olvidado
de que hay hombres a quienes no hay necesidad
de insultar para hacerlos batir.
Pab. Acordaos de que tenéis la elección de sitio,
hora y armas.
Lec. El conde arreglará todas esas co.^as con
vuestro padrino, yo nada tengo que intervenir
en eso.
Con. En cuanto á mi, espero que creeréis que no
hago mas que dejarlo para después.
Pab. Silencio, que vienen.
Con. y vos os quedáis?
P»B. Me quedo.
Con. Aqui?
Pab. Aqui ó en esa biblioteca, si os place mejor.
(entra en la biblioteca.)
Con. Jazniin! {entra Jazmín.) Que entren aqui.
ESCENA Vil.
Dichos, á la izquierda, á la derecha el Votario que
coloca elcontrato sobre la mesa; CaBillkros.
Pat. {anunciando.) La señora marquesa.
Mabq. {entra por el foro.) Estoy muy agradecida
ala honra que me dispensáis, señores, asistien-
do á la boda de mi hij.i con el barón de Lec-
toure; por eso he deseado que el marqués, aun-
que tan enfermo, viniese á esta reunión, y os
lo agradeciera al menos con su presencia si no
lo puede hacer de otra suerte. Va conocéis su
situación, y no os admirareis si algunas pala-
bras sin concierto...
Lee. Si, señora, sabemos su desgracia, y admira ■
mos á la tierna esposa que hace veinte años
soporta á medias con él su desgracia.
Con. {besando la mano asa madre.) Ya lo veis, se-
ñora; todo el mundo hace justicia á vuestras
virtudes.
Makq. {ámedia voz.J D(>nde está Margarita?
Con (lo mismo ) Estaba aqui hace un instante.
Maku. Haced que la llamen.
Pat. {anunciando.) El marqués d'.Xuray.
ESCENA VIII.
Dichos, el Marques, vestido de corte y con la cruz de
San Luis. Enlra sostenido por dos criados ; se para á la
puerla y mira con admiración á cuanto le rodea: des-
puesavanza, se sienta en una silla colocada cnmedio del
salón al lado de la mesa, y deja caer la cabeza sobre el
pecbo, lanzando un suspiro. El conde se va.
Ñor, Leeré el contrato?
ó el niRi-ino.
Mabq. Es inútil, puesto que las partes inleresa-
(iuü cuiiuceii ias condiciones quu cncierru. (¡ue
lirineii los testigos, (et noíario da la pluma á
uno de los cabalUroó; dos de ellos ¡irman como les-
liyus.)
Co> (<yue IraedMargarila ) Aqui está Murgari.a.
JVliKG. i^despues de saludar, dirigiéndose á su madre)
Sciioiu.,.
Mauv- ^'c l'dce un gtsto severo.) t-irindd vos, bijo
iniu ^eí conde /íM/ia.) \ os, señor liaron (ei í*u-
ron [irma, le devuelve la piuina y pasa ala iz-
quierda.) Vos, Margarita.
Mabo. {daiidu un paso.) Señora...
.Mauq {^dándole la pluma por encima déla cabeza
del marques.) KiiinaU.
Mabu. [se acerca teinblan'to y estiende la mano pa-
ra lomar la pluma.) ¡So, uo, jailiiis! {^echándose
a lus pies del marqués.) t'aUíe mío! leuetl pie-
dad, compadeceos de mil
JVlAKg, {buj lindóse, amediavoz.)y)\ii£ nacéis, estáis
luca'í
ÍVIaug. l'adre iiiio!
Maiiqciís. \^levanianUo la cabeza.) (Juiéii me lla-
ma? líbala \í)i... qué tiaceis abi a mis pie», qué
me pedís?
Mahu. Alargaiital
AlaiG. señoia, yo no puedo dirigirme á vos; de-
jadme iinploiar a mi padre, a menos que que-
i'iys mejor que invoque la lÉy. [^señalando al
tiolarto.)
Mihy. {con sonrisa forzada.) Señores, esta es una
escena de íamilia, y este género de cosas, tan
triste para los paures, es harto íastidioso para
ia» personas estrañas. leiied la Liondad, pues,
de pasara otra tiabilacioMi bijo, baced vosltis
bunores de la casa... señor barón, perdonad.
ÜAit. 1^0 bay de qué, señora, {lodos saludan y se
van.)
ií
ESCENA IX.
El Mabqvbs, Mauuabita, la Mabqlbsa.
Mabq. cuando ha salido la úílima persona, cierra
la puerta y se coloca a la izquierda de Margarita)
Abora que no bay aqui mas que los que tienen
derecbo de mandaros, firmad 6 marcbaos.
AIabg. Ob!por piedad, señora, {la marquesa la
agarra por un brazo; ella se dirige al marqués.)
l'adre mió, perdón! No; después de diez años
que bace que no le veo, quién me arrancará
de sus brazos, sin que me reconozca? Señor...
soy yo... vuestra bija...
MABguBs. ijué voz tan dulce! Quién es esta niña
que me llama su padre?
Maiiq. Es una voz que se alza contra los derechos
de la naturaleza, es una bija rebelde.
Aliitu. Salvadme, padre inio... salvad á Marga-
rita...
Mahques. Margarita... Vo luve una hija que se
llamaba asi.
Mabú. Soy yo... yo soy vuestra hija.
Makqciís No bay mas bijos que tos que obede-
cen; obedeced, y tendréis derecho á llamaros
nuestra bija.
íMabg. Ub! a vos, padre mió, estoy pronta á
obedeceros... . pero vos no queréis hacer-
me desgraciada ; vos no me mandareis que
muera.
Makqibs. (abrazándola.) Ven, ven... Qué sensa- I Marqif.s. Esa boda no se hará.
ciun tan deliciosa! Ob! me parece, que me
acuerdo...
Maüq. Señor!
MABVtRS. {lefantando la cabeza. j Callad, callad-
no os he dicho que me acueido? Habla, hija'
mia, qué ticies:
Mabg. Soy muy desgraciada!
Mab«,iii!s. L,oii que lodo el mundoes desgraciado
aqui; Losjó\eiiesy los ancianos? Ab! yo lam-
bien lo soy. (cae denuevo en el sillón.)
Mabq. (que ha pasado á su dcttcfta.j Marqués, es
preciso que subáis a vuestro cuarto.
Marques Para encontrarme frente á frente de
vos?... No; eso es bueno para cuando estoy
demente.
MiMG Si, padre mió, tenéis razón; ya hace mucho
tiempo que mi madre se desvela por vos; aho-
ra le toca cuidaros á vuestra hija. Si queréis,
no me separaré de vos ui de día ni de notbe.
MiiigiHs. .ib! no tendrás valor para hacerlo.
MiBu si, lo baié; vuestra bija...
JMABgLKs. Si eres mi hija, por qué no le he vislo
bace diez años?
Mahg Me han dicho que no queríais verme; que
ya no me amabais.
Makquiss. le han dicho que no queria verte , án-
gel mió? le han dicho que un pobre condena-
do no quiere el cielo? V quién esquíen te ha
dicho que un padre no quiere á su bija? Quién
ha Osudo decii telo?
Mauq Vo.
Mabqiies. Vos!.. Vos estáis encargada de enga-
ñarme en todas mis afecciones; todos mis do-
lores me vienen de vos; vos despedazáis el co-
razón del padre, como lo hicisteis con el del
marido, (se letanía.)
MAKy. Deliráis...
MiRQijBs, Uecid mas bien que estoy entre un án-
gel que me quiere volver a la razón y un de-
monio que quiere volverme á la demencia. No;
ya no estoy loco... queréis que os lo pruebe?..
Queréis que os bable de cartas, de adulterio y
de duelo?
Mauq {asiéndole por elbrazo ) Estáis mas locoque
nunca, cuando decis semejantes cosas, sin ad-
vertir en quien las oye. Mirad, mirad quien
está aqui, y ved si os atrevéis a decir que no
estáis loco.
Mabqces. Tenéis razón, (cayendo en el sillón.) Tu
madre tiene razón, y yo soy un insensato
No creas lo que yo digo... créela á ella, que
es la misma virtud... Qué es lo que quiere tu
madre?
Mabg. Mi eterna desgracia.
Mabqui'S. V cómo puedo impedir yo esa desgra-
cia? Vo creo estar viendo siempre una herida,
la sangre que corre por ella... yo que oigo ha-
blar á una tumba...
Mabg. Todo lo podéis, decid una palabra. Quie-
ren casarme con un hombre á quien no amo...
entendéis? Con un miserable, un infame... y os
han traído aqui para que firméis el contrato.
Miradle ahí... abieslá!
Marques Sin consultarme? Sin preguntar si yo
lo quiero? Mecreen muerto y rae temen menos
que á un espectro. Dices que esa boda le ba-
ce desgraciada?
Mabg. Para toda la vida.
u
Pablo JoneM,
M»Ro He empeñado vuestro nombre y el mió.
MáRgtK.s. Os (Jigo que no se hará, [se levanta.) Vn
matrimonio en que la muger no ama á su ma-
rido, hace perder el juicio... Vo no, liiju mia ..
la marquesa me ha amado siempre. . lia men-
te. Lo que me liene privado de la razón es
otra cosa .. este contnilo... {quiere cogerlo; la
marquesa se lo impide ) lo que me pone fuera
de juicio es una tumba que se abre, un espec-
tro que sale de la tierra .. que me habla , que
me dice ..
MAng. {repilíéndole al oidolis palabras de Morlaix
al espirar ) Vuestra vida es mía... puedodispo-
nerde ella.
MiKQUE». Lü oyes? Lo oyes?
MíiBQ. [continuando.) Pero quiero que viváis pa-
ra perdonarme, como yo os perdono.
Mabqces. (dejándose caer en el sillón.) Perdón, per-
don ,.
M\RG. Padre mió!
Marq [triunfante ) Ya lo veis... está loco.
Maho. üh! mi voz, mis caricias le volverán la
razón.
Mabq. Probad.
Makg. Cadre mió!
Mahq. Señor, tomad esta pluma y firmad; yo lo
mando, (le coge la mano y le hace firmar; el
marqués noconcluije )
M4RG. .\h! soy perdida!
ESCENA X.
Dichos, Pablo, después el Co>de y el Barón.
Pab. Marquesa d'Auray.
Makq. Quién me llama?
Cü^. y Leo. entrando por el fondo.) Caballero. .
PiB {rechazándolos con una mirada ) Atrás.
Lec. Me daréis satisfacción...
Pia No tengáis cuidado. Marquesa; necesito ha -
blaros un instante,
Mabq (^retrocede mirándole con espanto.) Es un es-
pi'ctro!
MiiiQiBS. [levantándose.) Esa voz. {viéndole ) co-
nozco esa cara, {va derecho á él.) Morlaix, Mor-
íais. . .4h! perdónarael {cae de nuevo, su hijo le
sostiene.)
Mabg Padre mió!
Pat. [va con precipitación i la derecha de la mar-
quesa.! Señora, el anciano .Achard pide el
médico y el capellán del castillo... está espi-
rando.
Marq. (mirando d Pablo con espanto y señalando al
marqués.) llesponded que los necesita el mar-
qués.
FIN DEL ACTOTERCERO.
ACTO CUARTO
La habitación de Achard; la escena está dividida por
un tabique que separa los dos cuartos; en el prime-
ro, ala izquierda del actor, la puerta de entrada en el
fondo, una ventana ligurada en primer tírraino, cubier-
ta con una gran cortina; en medio, á la derecha, la puer-
ta de comunicación; en el segundo cuarto, una cama con
cortinas verdes, un crucifijo de madera, una mesa á la
cabecera con una lámpara encendida encima y una bi-
blia; una ventana y un gran sillón; en frente, á la iz-
quierda de la puerta, un armario. Es de noche.
ESCENA PRIMERA.
Luis Acuard, sentado; Patbicio, junto á él.
Pat. Necesitáis alguna otra cosa, señor Achard?
Lois. .N'o; nada
P»T. (Juereis que os envié á alguien?
Luis. .\ un sacerdote.
Pat. Va sabéis que á dos leguas en contorno no
hay otro mas que el capellán del castillo.
Luis. Entonces, gracias; dejadme.
Pat. Hasta la vista, señor .\cbard.
Lms. .•\dios. (vase Patricio.)
ESCENA II.
Acharo, solo.
El capellán y el médico del castillo están asis-
tiendo al marqués Dios nos llama á si al mis-
mo tiempo! Es justicia celeste... Pero es justi-
cia humana, dejarme morir sin socorro y sin
consuelo? .... No podríamos partir entre los
dos?... El que teme la muerte, quedarse con
el médico, y á mi, que estoy cansado de vivir,
enviarme el sacerdote?... ti hubiera oido rai
confesión, hubiera recibido los papeles y la
marquesa!. . üh! ella es la que me dá una
muerte solitaria y desesperada como mi vida.
Y sin embargo, el último adiós de una voz con-
soladora hubiera hecho dulce el trance de la
muerte {dtja caer la cabeza.) Dios no lo ha
querido. . Resignación!
ESCENA III.
Acharo, Pablo, entra precipitado.
Pab. Padre mió!
Luis. .Ah! eres tú?... Nocrei volverte á ver.
Pab. Habéis podido pensar que en cuanto supie-
se vuestro estado ..
Lois. Pero no sabia dónde buscarte...
Pao. Estaba en el castillo; lo he sabido, y he ve-
nido corriendo. Pero cómo estáis solo,aqui, sin
ningún socorro?. .
Li;i~. Me han rehusado un médico y un con-
fesor.
Pab. Vo montaré á caballo , y dentro de una
hora...
Li'is Dentro de una hora será demasiado tarde.
Ademas, conozco que el médico seria inútil;
solo un sacerdote...
Pab. Vo no puedo reemplazarle , lo sé, en sus
funciones sagradas; pero hablaremos juntos de
Dios, de su grandeza y de su bondad.
Li)is. Si, pero concluyamos primero con las co-
sas de la tierra, para no pensar mas que en las
del cielo. Dicen que el marqués está también
espirando?
Pab. Asi lodicen.
Luis. Sabes que después desu muerte, te se de-
ben entregar los papeles que hay en este ar-
mario?
Pab. Lo sé.
Luis. Si muero antes que él, si muero sin coofe •
sor á quien encargar este depósito... (mostrán-
dole una llave bajo la almohada.) tomarás esta
llave, que es del armario ; en él encontrarás
una cajita ; eres hombre de honor... júrame
que no la abrirás hasta que haya muerto el
marqués.
PiB. Os lo juro.
Luis, bien : abora espiraré tranquilo.
I'ab. El hijo os lieiie la mano en osle mundo, y
su padre os ia tiende desde el cielo.
Luis. Orees que estará contento de mi fidelidad?
PiB. iNini;un rey ba sido obedecido en vida como
él después de su muerte.
Luis. Si i be sido demasiado exacto en cumplir
sus órdenes. iNo debi permitir aquel duelo...
debí negarme á servir de testigo Escucha, Pa-
blo... esto era lo que yo queria haberle dicho á
un. confesor, porque es la única cosa que pesa
sobre mi conciencia . hay imimentos de duda
en que miro aquel combate solitario cuino un
asesinato, y entonces... yo no seria testigo,
sino cómplice!...
Pab. Su se si las leyes de la tierra están siempre
de acuerdo con lus del cielo, y si el honor, se
gun los hombres, es la virtud segiiu Dios. No
sé si nuestra iglesia , enemiga de sangre, per-
mite que el olendiilo trate de vengar por si
mismo su injuria, y si en este caso es el juicio
de Dios el que dirige la bala 6 la punta de la
espada Estas son cuestiones que resuelve solo
la conciencia, y mi conciencia me dice que en
vuestro lugar yo hubiera hecho lo mismo que
hicisteis. 31 la conciencia que me engaña , os
engañó a vus también , yo como nadie tengo
derecho á perdonaros, y os perdono en nom-
bre de mi padre.
Liis. dracias... esas son las palabras que necesi-
ta el alma de un moribundo. El remordimiento
es terrible! El nos conduce ha>ta dudar de
Dios, porque dudando de él, se duda del cas-
ligo.
PiB. \'o también he dudado muchas veces: por-
que aislado y perdido como me hallaba en el
mundo, sin familia y sin apoyo sobre la tierra,
buscaba ese apoyo en Dios, pedia á cuanto me
rodeaba una prueba de su existencia , y rae
decia : Si supiese dónde encontrar ia tumba
de mi padre, la preguntarla lambiea.
Liis. Pobre joven!
Pab Busquemos á Dios, me dije entonces, en su
misma obra. Desde aquel momento empezó
para mi esta vida errante j que será siempre
un misterio entre el cielo, la mar y yo. Ella
me e^lravió en las soledades de la Américaj
porque pensaba que un mundo mas nuevo de -
bia estar mas cerca de Dios, Y alli en sus bos-
ques vírgenes, en que acaso habla yo entrado
el primero de todos los hombres, sin otro abri-
go que el cielo, sin mas lecho que la tierra,
abismado eo un solo pensamiento, escuché
cien mil ruidos diversos de la naturaleza que
se duerme, ó del mundo que se despierta.. ...
Mucho tiempo estuve aun sin comprender
aquel lenguaje desconocido, que forman, mez-
clándose, el murmullo de los ríos, el vapor de
los lagos, el eco de los bosques, y el perfume
de las flores... En fin, poco á poco desapareció
el velo que cubría mis ojos y el peso que opri-
mía mi corazón, y empecé á creer que aque-
llos rumores de la larde y aquellos ruidos del
crepúsculo, no eran otra cosa que un himno
universal , por el cual las cosas creadas dan
gracias á su creador!... Entonces busqué en el
Océano el resto de convicción que la tierra me
rehusaba. La (ierra no es mas que el espacio^ j
ó el marino. |^
el Océano es la inmensidad! El Océano es lo
mas grande , lo mas fuerte y lo mas poderoso
después de Dios... Vo le he oido rugir como wi
león irritado... después, á la voz de su amo,
acostarse como un perro sumiso. I,e he s enti-
do levantarse como un gigante rebelde que
¡ quiere escalar el cielo... y en seguida , bajo el
látigo de la tempestad, quejarse como un ni-
ño que llora. Le he visto cruzar sus olas con
el relámpago tratando de apagar el rayo con
su espuma , y aplanarse después como un es-
pejo, y reflejar hasta la última estrella del cie-
lo. En la tierra reconocí la existencia ; en el
Océano reconocí el poder. En la soledad, oi la
voz del Señor; pero en la tempestad le vi pa-
sar, como Ezeqiiiel. Desde entonces huyó la
duda de mi corazón ; crei y oré.
Lcis. (arrodillándose con las manos juntas y rezan-
do á media tos ) Creo en Dios Padre, Todo- po-
deroso.
P*B. [continuando.) Un sacerdote no os hubiese
hablado de este modo: yo he hablado como
marino, y con una voz mas habituada á pro-
nunciar palabras de muerte, que de cocsuelo:
perdonad —
Luis. .Me haces orar y creer como lú.... qué mas
bubiera podido hacer un sacerdote? {va hacia
su cama apoyado en Pablo.) Lo que me has di-
cho es grande... déjame pensar en ello. ( se
acuesta.) Cuando me sienta morir, yo te lla-
maré.
Pab. ¡cerrando las cortinas.) Aquí estaré, (se «i'en-
la en una ¡illa al pie de la cama y permanece un
instante absorto en sus pensamientos ; de repente
$0 oye el nombre de Pablo.)
Mabg. ¡dentro.) Pablo!
Pab. {levantando la cabeza con precipitación.)
Quién me llama?
Mabg. {cerca de la puerta, fuera.) Pablo!
Pab. {lanzándose á la puerta J Es su voz! {abre la
puerta, y vé á Margarita de rodillas con el cabe-
llo desordenado. ) Qué llenes, habla?.... Qué
lemes?
ESCENA IV.
Pablo, Mabgabita.
Mabs. Ab! socorredme!
Pab. {la levanta.] íjuién te persigue?.
. „ A estas
horas?.
Mabg. A cualquiera hora de la noche hubiera
huido, mientras hubiera ha'lado tierra por
donde hacerlo, hasta encontrar un corazón
que reciba mis lágrimas... un brazo que me
defienda... Pablo .. ha muerto mi padre!
Pah. Desventurada criatura!... Dejas la muerte
en el castillo, y vienes á encontrarla en la ca-
bana!
Mabg. Si; pero aqui mueren con tranquilidad, y
allá en la desesperación. .Ah! si hubieseis
visto ...
Pab. Decid ..
Mabg. Va sabéis la terrible influencia que vues-
tra voz y vuestra presencia causaron en mi
padre...
Pab. Si.
M»RG. Lo llevaron á su cuarto sin conocimiento.
Pab. Hablaba á vuestra madre, y no tengo la
culpa de que él me oyese.
16 Pablo
M*tiG. Yo no pude resistir á mi inquietud , y á
riesgo (le irritar á mi madre, subí á verle; es-
taba cerrada la puerta, llamé y üi su voz débil
que preguntó, quién era. |
Pab. y vuestra madre?
MáBG Mi madre nu estaba, y lo Labia encerrado.
En cuanto recunoció mi voz, cuando le res-
pondí que era Margarita, me uijo que subiese
por otra escalera secreta que conduela á su
cuarto, y un instante, dcípiíeí estaba yo arro-
dillada delante de su cama, recibiendo su
bendición, queeípero raeconcederá la de Dios.
PiB. Si, tranquilízale; llora por tu padre, pero
no pur ti, que te bas salvado.
M.viíG. En aquel momento oi los pasos de mi ma-
dre, conocí su voz y mi padre la conoció tam-
bién, porque me abrazó por última vez , y me
bizo señas de que saliera ; obedecí ; pero esta-
ba tan turbada, que equivoqué la puerta, y en
vez de turnar la escalera por donde había su-
bido, entré u¡i un gabinete sin salida. Mi ma-
dre entró con el capellán , mas píilida que el
que iba á morir. Kl sacerdote se sentó á la ca-
becera de la cama; y mi madre permaneció de
pié. Vo estaba allí, sin poder huir... obligada ú
escuchar la confesión de mi padre.... es horri-
ble, no es verdad? Caí de rodillas, cerrando los
ojos para no ver, haciendo esfuerzos para no
oír, y... si'ii embargo, vi y oi, á mi pesar, cosas
que nunca se borrarán de mi memoria. Uíá
uií padre pronunciar las palabras de adulterio
y asesinato ! V á cada una de estas palabras,
vi íi mi madre ponerse mas pálida... levantan-
do la vuz para acallar la del moribundo, di-
cieiiUo : >o le creáis, no le creáis .. está lo-
co .. l'ablo , e^a un espectáculo horroroso, sa-
crilego, impío!... Senti correr un sudor frío
por mí frente, y me desmayé.
PjU Ab! es horrible!
M^Ku. Cuando volví en mi, estaba la habitación
gilenciosa como una tumba ; mi madre y el sa-
cerdote habían desaparecido. Abrí la puerta,
IcMiüi la vista sobre la cama, y me pareció dis-
liii'Miír un cadáver... reconocí que todo se ha-
bia^icabado . Un terror invencible, mor!al,
,ne sacó de la estancia; bajé sin poner el pié
en nin'Mín escalón... no sé cómo .. en fln , la
frescura d.l aire me bizo conocer que estaba
fuera del castillo. -Me acordé de que vos esta-
riiisauuí y corrí á buscaros como SI me per-
siguiese alguna fantasma... Al entrar, me pa-
r "cío ver á mí madre vestida de luto... Enton-
ces fue cuando oísteis mis gritos, y seguí cor-
riendo bas-a que cai junto á esta puerta. Si no
me hubieseis abíerlo, hubiera fallecido. Ya os
acordáis de que os he dicho que estaba tan
túrbida que creí... silencio! (acercándose a el.)
PiD. Esos 'pasos! .. [te ábrela pmrla del fartdo y
opartce la marquesa ) ...
Makg (ocuUán.loie con fablo detrae de la cortina
de la ventana.) Mirad, mirad.
ESCENA V.
Dichos, L\ .MinQUESA.
ÍEI teatro esU á oscuras; la marquesa entra lenta-
meole. cierra la puerta con llave > atraviesa la primera
habitación fin ver a Pablo J á Margarita. Entra en la se-
gunda, j se para al pie de la cama de Achard.J
Lbis. ^(eeaniando una corliua ; tjuiéa es?
Jones,
MiBQ. Yo.
Lilis. Vos? Y qué venís á hacer al lecho de un
moribundo?
MvRQ. Vengo á proponeros un trato.
Luis, fara perder mi alma, no es verdad?
Makq. l'ara salvarla. Achard , tú no necesitas
mas que una cosa en este mundo, y es un con-
fesor.
Luis. Me habéis negado el del castillo.
Mabq. Si quieres, dentro de cinco minutos estará
aquí.
Luis Pues hacedle venir, pero despachaos.
M<\Kv>. Y sí le doy la paz del cíelo , me darás tú
la de la tierra, di?
Luis. Qué puedo hacer?
MíBQ. Tú necesitas un sacerdote para morir. Va
sabes lo que yo be menester para vivir.
Luis. Queréis cerrarme el cíelo por un perjurio?
Mabq. Quiero abrírtele por un perdón.
Luis Va lu be recibido.
.Makq. V de quién?
Luis. Del único que podia concedérmelo.
Mabq. (con ironía. ) Ha salido .Morlaix de su
tumba?
Luis, ^o; pero ha dejado un hijo sobre la tierra.
Makq. V tú le has visto también?
Luis. Sí.
Mabq. V se lo bas dicho lodo?
l.cis. Todo.
.MibQ. V los papeles que acreditan su naci-
miento?
Lc!s. No había muerto el marqués : los papeles
están aquí.
Mabq Achard! {cae de rodííías.; Ten piedad de
nu !
Luis. Vos de rodillas, señora?
MíBQ .>«i , anciano, sí; estoy de rodillas, y te su-
plico y te imploro .. porque tienes entre lus
manos moribundas el honor de una de las fa-
mili^is mas nobles de Francia; mi vida pasada
y mi purvenír. De esos papeles dependo yo,
mas que yo: mi nombre, el de mis hijos; y
sabes lo que he sufrido por conservar ese nom-
bre sin lacha? Crees . que no abrigaba en mi
corazón, como las otras mujeres, senlímientos
de amante, de esposa y de madre? l'ue» bien,
lodos los he ahogado, unos tras de oíros ; y la
lucha ha durado veinte años.
MiKii. (en «■' í'ro cuar(o.) Qué es lo que dice, Dios
mió!
Pab. Escucha ! El Señor permite que lo sepas
lodo.
Luis- Vos habéis dudado de la bondad de Dius,
señora; haueis olvidado que su misericordia
perdona á la esposa culpable.
Mauq. Sí ; pero los hombres no la hubieran per-
donado... Los hombres, que hace veinte gene-
raciones se han habituado á respetar mí nom-
bre, á honrar á mi familia, me hubieran bu-
míliado con su desprecio. Dios [se Itvanía.) es-
peio queme perdonará por lo mucho que be
sufrido, fero los hombres no perdonan nunca.
Además, no sería yo la sola que me espusiera
á >us injurias, sino que también alcanzaría á
mis hijos. V creéis que tengo derecho de dar
por hermano al conde yá Margarita, el otro
míe lambien es hijo mío? Olvidáis que él es el
mayor y que lu ley le hace dueño del titulo,
de todas sus riquezas? V si él invoca esa ley;
ó el euariio.
17
qué le qiitída al conde'' Una cruz de Malla , y
á Margarita un convento.
M4HG. Si, sii un convento donde pueda pedir por
vos, madre mía.
P*B. Silencio.
Luis. .411.' no le conocéis, señora
MiKQ. V culi qué dcrecbo le [lediria que renun-
ciase á lodo por mi? El me diria -. quién sois,
señora?
Ldis. {debilitándose por grados) En su nombre, se-
ñora... me oblijjo... juro. .
Marq. [inrtinánduie subre <*( . y siguiendo los pro-
gresos de la muerít.) lu te obligas, juras .. y
quieres que arriesgue sobre lu palabra los
años que me quedan de vida, contra los minu-
tos que le restan á ti para morir? Va le he su-
plicado, por la íillinia ve/ le suplico, le rue-
go que me vuelvas esos papeles.
Luis Esos papeles son suyos.
Mabq. (con fuerza.) Lus necesito.
Ltis. Dios mió!
Mabq. Nadie puede venir, estamos solos; esa lla-
ve no se separa nunca de ti, me has dicho.
Lbis. Osareis arrancarla de manos de un mori-
bundo?
Mahq. (con voz sorda y cayendo en la silla) \o;
esperaré.
Luis, ¡.incorporándose.) Dejadme moiir en paz:
salid, {tomando el cruci/ijo) Salid , en nombre
de Cristo, [muere.)
M/iRQ. (encorliiiuilose sobre el crucifijo) .\h.' [cierra
las cortiFias de la cama )
MkiG. (Jué horror'
P*B. De rodillas, .Margarita.
('La marquesa pasa el brazo por entre las cortinas
cerradas; arranca la llave de manos de Achard , y se di-
rige al armaría, mirando al lecho con terror. Pablo anda
la milad del camino, y en el momento de acercar la lla-
ve á la cerradura, la ase del brazo: ella lanza un grito. \
Pab. Dadme esa llave, madre mía, porque el
marqués ba muerto, y esos papeles me perte-
necen.
likui} (retrocede espantada y cae sobre una silla.)
Justicia de Dios, es mi hijo!
Mabú. (de roiliUas en el otro cuarto levantando los
manos al cielo.) bondad del cielo, es mi ber-
luano.'
ACTO QUINTO.
La misma decoración del tercer aeto: las bujias de los
candileros están encendidas y casi coní^umidas; la chi-
menea está bien encendida: una mesa cubierta.
ESCE.NA HRIMEUA.
La Makqcesa sola, apoyando los codos en la mesa, y
con la vista tija en el cootralo en que habia firmado el
barón lodo su nombre y la mitad del suyo el marqués:
toma una campanilla y llama. Se presenta un criado.
Decid á Margarita que su madre la espera en
el salón, [el criado obeilece y lamarqttesa recobra
la inmovilidad de su primera actitud.)
ESCENA II.
La Makqi.esa, después Pitricio, MargíBITa.
Mahq. ;iola.) Qué noche... hay momentos en la
vida en que los hombres y los acontecimienlos
se precipitan corao si les faltase el tiempo y
el espacio, y la lucha no se ha terminado aun...
la muerte ha dejado hei ederos de su secreto.,
mi hijo .. . este nombre que alegra el corazón'
de todas las madres, hiela y despedaza el mio;
si, no hay otro medio, {llama a un criado.) Lla-
mad al conde.
f«i. Salió á las diez de la mañana con el señor
barón de Lectoure.
Makq. lia salido!
Iat. Le he visto subir al coche.
.Mauq. ijue venga su criado.
pAr. También fué con ellos.
MiHQ. V qué coche han llevado?
Pat. E¡ del señor barón.
MABy. (jiie enganchen el mio, y decid á mi hija
que venga, rose Palruío. ' Firmal á el contrato,
y partirá a lleniies con su hermano: yo me
quedaré sola á esperar al olro; le ofreceré mi
fortuna en cambio de esos papeles, y sea piedad
ó cálculo, espero que el secreto quedaia entre
los sombriüS muios del caslillo... Ub! si cada
uno (le estos antiguos monumentos tuviese
memoria y supiese hablar, qué historias tan
terribles se contarían unos á oíros.
.Maug al entrar levanta la cabeza la marquesa.)
Señora...
.Marq. Acercaos... . Por qué tembláis y estáis
pálida?
MíRG. ('baíéucí'eníe.) La muerte de mi padre tan
repentina, tan inesperada... He sufrido tanto
esta noche ..
Mauq. (con uozaAoga'/a,) Si; yo también he sufri-
do mucho eii esta terrible noche, Margarita....
y sin embargo, ya veis que estoy tranquila.
Marg. Dios os ha dotado, señora, de un alma
fuerte y severa, pero no podéis exigir la mis-
ma foi laleza y severidad de los demás.
Makq. Por eso no exijo de vos, mas que obedien-
cia. Marg.irila, el marqués ha muerto, y vues-
tro hermano es ahora el gefe de la familia; en
este instante partiscon él áRennes.
.Mabg. Vo .. por qué?
Makq. Porque la capilla del castillo no puede
contenerá la vez la boda de la hija y los fune-
rales del padre.
.Mahg. V no seria mas piadoso, poner un interva-
lo mayor entre dos ceremonias tan opuestas?
iVJakq. La verdadera piedad es cumplir la última
voluntad de los difuntos: tended la vista sobre
este contrato, y mirad las primeras letras del
nombre de vuestro padre.
Makg. Ah! .«■eñora .. y cuando la muerte vino 4
inlerrumpir esas letras, estaba mi padre en su
juicio? fja dueño de su voluntad?
MA«y. Lo ignoro; lo que sé es que la influencia
que le hacia obrar le ha sobrevivido; lo que sé
es que los padres, mientra.- existen, represen-
tan á Dios eii la tierra. Dios me ba ordenado
cosas terribles y he obedecido. Imitadme, y
obedeced.
Maug. Tres dias hace que con lágrimas en los
ojos y arrastrándome sobre mis rodillas, he
ido de los pies de mi hermano á los de ese hom-
bre, y de los de ese hombre á los de mi padre,
sin que ninguno de ellos quisiera ó pudiera
oírme; porque la ambición ó la locura gritaban
mas que mi voz Por fm he llegado á vos, que
3
Ig Pablo JoiicM,
sois la última persona á quien puedo implorar, .Marq. {tlevarfio las mano
pern lambien sois la única, la quo me puede
enteniler mejor Si yo no tuviese que sacrlfi
car á vuestra voluntad masque mi felicidaii,
la sacriQcaria, mi amor mismo os sacrificaría,
pero lo que es mi hijo-, no, señora; vos sois
madre, y yo lo soy lambien.
Mabq. Madre, por una falta.
M*iiG. Al lin lu soy, sehora, y el sentimiento de \
la maternidad, no necesita santificarse para ser
sanio.- y decidme, vos, que debéis saberlo me •
jor que yo: si los que nos han dado el ser han
recibido de Dios una voz que habla á nuestro
cora/.on, nuestros hijos no tendrán también
una voz semejante? V cuando esas dos voces
están en contradicción, á cual de ellas debe-
mos obedecer?
MíKQ. Vos no oiréis nunca la voz de vuestro hijo,
porque no le volvereis á ver jamás.
Mabq. i,»ue no volveré á ver á mi hijo? V quién
puede responder de eso, señora?
MiBQ El mismo ignorará quien es.
Miiifi. V si lo sabe algún dia... si viene á pedir
cuenta de su nacimiento?.. Eso puede suceder,
señora... y en esa alternativa, queréis que fir-
me?
Maiiq [después de un momento de silencio.) Fir-
mad.
MiiiG [lo mismo ] Pero si mi marido llega á saber-
la existencia de ese hijo, si pide cuenta á mi
amante del borrón impreso sobre su nombre
y de su felicidad?... Si en un combale san-
griento, solitario, y sin testigos, en un duelo á
muerte, matase á ese amante; y atormentado
por su remordimiento, perdiese mi marido la
razón?..
MiiiQ. {horrorizada.) Callad, callad.
M»KG- Queréis que por conservar puro y sin la-
cha mi nombre, y el de mis otros hijos, me
encierre con un demente? Queréis que separe
de él y de mi á todo ser viviente? Que tenga
un ciirazon de hierro para no sentir, de bron-
ce para no llorar? Queréis que me cubra de
lulo, como una viuda, anles de que muera mi
marido? Queréis ver mis cabellos emblanque-
cidos veinte años anles de tiempo?
Mahq. Callad! callad!
Mjbg Queréis que, para que mi secreto muera
con los que le guardan, aparte de su lecho fu-
nerario á los médicos y á los confesores? . Que-
réis, en fin, que vaya deagonia en agonia para
cerrar por mi misma, no los ojos, sino la bo-
ca de los moribundos'
M.uQ. Callad, en nombre del cielo!
M.uiG l'ues bien, mandadme otra vez que firme,
y lodo eso sucederá, y entonces se cumplirá
la maldición del Señor, y las faltas de los pa-
dres caerán sóbrelos hijos de generación en
generación.
Makq. (sallozando amargamente.) Oh! Dios mió!
Dios inio! Csloy bastante castigada?
Maug. (de rodilías.) Perdón, madre mia!.... Per-
don'
M*HQ-(''6i'«""''"''<'se.J Si, pide perdón, hija desna-
turalizada, que has empuñado el látigo de la
vengan/a eterna, para herir con 61 á tu madre
en el rostro.
Mai'G. Perdón, perdón! So sabia lo que me de-
cía... estaba loca!
abre la djbi'za de tu hi-
ja.) Dios luio, vos hdbuia oído las palabrasque
acaba de pronunciar mi hija; no me atrevo á
esperar que vuestra misericordia las olvide,
pero en el momento del castigo, acordaos de
que yo no la maldigo, [da algunos pasos para
salir )
Uakg. (de rodillas asida á su ropa.) .Madre miai
perdón, perdón! (/a marquesa se vuelve á rila, U
lanza una mirada terrible 1/ sale por la derecha.
Margarita cae dando un grito.) .\b!
ESCE.NA III.
Margibita desmayada-, P^blo entra por el fondo.
Pab. [incorporando á su hermana.) Margarita; her-
mana mia, vuelve en ti.
Marg. [vuelve en si.) Pablo! Ah! solo vos podíais
socorrerme... sois mi providencia, (se levantii
ayudada de Pablo.)
Pab. Ese contrato arrugado sobre la mesa, y
vuestro desmayo, me dicen lo bastante; es
tiempo de hacer que cese el suplicio de la
marquesa, y de que se verifique la enlrevlsla
que vengo á buscar aquí. Margarita, decidle
que el capitán Pablo espera sus órdenes.
Mabg Voy allá. (Pablo la conduce hasta la puerta
de la derecha.)
PiB. [solo.) Comprendo lo que debe pasar en este
instante en el corazón de la marquesa, que al
cabo de veinte años de silencio y agonías, vé,
sin saber cómo, descubierto un secreto á una
de las personas á quien lenia mas interés en
ocultarlo.
ESCENA IV.
El Cojíde y Pablo.
[El conde llega por el fondo con dos pistolas en la
mano. Pablo le saluda con dulzura, el conde le con-
testa con orgullo )
Con. [poniendo las pistolas sobre la mesa, se detiene
á alguna distancia de Pablo.) Iba a buscaros,
caballero, sin ^aber á donde, porque, corno los
males genios de nuestras Iradiciont-s popula-
res, parece que sentís el don de hallaros en
todas parles y en ninguna; por fin, un criado
me ha dicho que os ha visto entrar en el casti-
llo: y os agradezco que me hayáis ahorrado el
trabajo que había resuelto lomarme para bus-
caros.
P.iB. Celebro que mi deseo en esta ocasión, aun-
que inspirado por distintos motivos, probable-
mente haya estado de acuerdo con el vuestro.
Puedo saber loque queréis de mi?
Co>. No lo adivináis? En ese caso, permitidme
que me admire de que conozcáis tan mal ios
deberes de caballero y de militar, y este es un
nuevo insulto que me hacéis.
Pab. [con calma.) Creedme, conde...
Co> (con altivez J Ayer era conde, hoy soy el
Marqués d' Auray, no lo olvidéis. [Pablo te
sonríe.) Decia, pues, que conocéis mal los senti-
mientos de caballero, si habéis podido creer
que yo permiliria que otro sostuviese el lance
que vinisteis á provocar ayer. Porque vos fuis-
teis quien vino á buscarme y n» yo.
Pau. [lonriéndost.J El señor marqués d' .\uray ol-
vida su visita á bordo de la Indiana.
Co.N. Dejaos de eso, y vamos al caso: ayer, no sé
ó el marino.
por qué sentimiento eslrano é iiuisplicabie,
cuando os ofieci lo que aceplH, no diié cual-
quier caballero, cualquier ulicial, sino lo que
üceplasin titubear cualquiof hombre de cora-
zón, vos lo rehusasteis y buscasteis detrás de
mí uu adversaiio, si no del todo estraño a la
cuestión, al menos no podía intervenir en ella.
PiB. (siempre con calmu ) Creed, que en eso obe-
deei á ciertas exigencias (|ue no me permitían
admitir el contrato Vos me ofrecíais un duelo
que no podia aceptar, pero que me era indife-
rente con cualquier otro; e^lüy muy acostum-
brado á lances mas terribles y sangrientos, pa-
ra que uno de esa especie sea íi mis <>jos otra
cosa (jue uno di^ los accidentes habituales de
mis borrascosos dias. Acordaos solo de que no
fui yo quien provocó el duelo, vos me lo pro-
pusisteis ; y repito, que no pudiendo batirme
con vos, escogi al barón de Lecloure, por ser
el que estaba mas cerca, y porque , si era pre-
ciso matar á alguien , pretería matar á un fa-
tuo que para nada sirve, mejor que á un va-
liente campesino, que se creerla deshonrado,
si soñara .^quiera la vil proposición que el ba-
rón os hace. El duelo se ha verificado, y ha
terminudo sin derramar una gota de sangre.
Dio» hizo que yo le dejarmase dos veces; podia
haberle matado y le perdoné la vida. iNo me
preguntéis nada mas, ni tratéis de que os dé
olra esplicacion, pues osjuro por mi honor, que
no puedo dárosla.
QqI. (con imii'jciencia.) V habéis creido que yo
me contentarla con semejante combate? Ha-
béis creído que todo se había concluido? tia-
beis creido que el misterio que os lodea, os li-
bertaria de mi colera? (Caballero, el tiempo de
lus enigmas se acabo Vivimos en un mundo
muy positivo. Vuestra presencia en este casti-
llo, ha sido acompañada de circunstancias muy
fatales, para que se necesite añadir lo que es
a lo que no es. Lusiñan aquí, á pesar de la ur-
den que le condena al destierro; mi hermana
rebelde por la primera vez á la voluntad de su
madre; un padre a quien mató vuestra sola
presencia; estas son las desgracias que os han
acompañado, que han venido con vos desde el
otro estrenio del mundo, como un cortejo fú-
nebre, y de ellas he de pediros cuenta. Ha-
blad pues... hablad... ya veis que estoy tran-
quilo. Si tenéis alguna revelación que hacer-
me, ya os escucho.
P*B. [sie'np''e con alma.) El secreto que me pre-
rriintais no me pertenece; creedme y no insis-
(gis mas. Adiós. (Auce ua muvimicnlo para rí-
Con. (** lanza d la puerta y le impide el paso.)
Oh! no saldréis asi, estamos solos; poned aten-
ción eji lo que vais á oír; yo he sido insultado
por vOS, me debéis una reparación, y os bati-
réis.
P»B. E-tais loco. Va os be dicho que eso es im-
posible; dejadme, pues, queme retire.
Con. (tomando la pistola- Pablo va á apoyarse en la
chimenea.) Después de haber empleado todos
los medios del mundo para obligaros á que os
portaseis como un caballero, puedo trataros
como un canalla! Estáis en una casa que os es
eslraña, y en la que habéis entrado no sé pur
qué ni cómo; sino habéis venido á ella á apo-
19
deraros de nuestro oro y de nuestras alhajas,
habéis venido á robarla obediencia de una hi-
ja á su madre, y la promesa sagrada de un
amigo á otro; sois pues un ladrón, á quien pi-
llo en el moMienio de poner la mano sobre un
tesoro, lesuro de honra, el mas precioso de to-
dos. CreeJme, lomad e^a arma, y defendeos!
[tira la pistola á los pies de Pablo.)
Pau. (si/1 cariar de actitud ) l'odeis matarme,
aunque creo que Diis no permitirá semejante
crimen; pero no podréis obligarme á que me
bata con vos.üs lo be dicho, y os lo repito.
Con. liecoged esa pistola! Recogedla, y defen-
deos! {Pablo se encoge de hombros sin responder,
y aparta la pistola con el pie. El conde continua
fuera de si ) Pues bien; ya que no quieres de-
fenderte como un hombre, muere como un
perro' [levanta la pistola á la altura del pecho
de Pablo.)
ESCENA V.
Dichos, .Mahuvrita.
(Margarita dá un grito, y se lanza sobre el conde; al
mismo tiempo sale el tiro, que la acción de Margarita
desvia, pasa la bala por encima de la cabeza de Pablo, y
rompe el espejo de la chimenea que está detrás de é\.J
Mahg fiorricndo hacia Pablo y abrazándole.) Her-
mano mió... no estás herido?
Con. lú hermano? {dejando caer la pistola.)
Pab. Comprendéis ahora, por qué no queria ba-
lirine con vos?
ESCENA VI.
Dichos, Li Marquesa.
(Se abre la puerta del foro y aparece la marquesa: el
Conde y Margarita se echan á sus pies, tomándole cada
UDO una mano, que cubren de besos.j
Marq. {después de un momento de silencio.) Gra-
cias, hijos mi'js; dejadme sola con ese joven.
(se levantan, se inclinan con respeto y salen.)
ESCENA Vil.
La MáKQcBs.t, Pablo.
fLa marquesa cierra la puerta, dá algunos pasos por
la sala, y sin mirar á Pablo, va á apoyarse en el respaldo
de una silla junto á la mesa donde está el contrato.)
Mabq. {de pie con la vista fija en el suelo ) Queréis
verme, caballero... y aqui me leneis; queréis
hablarme, y ya os escucho.
Pab. (con ulliccion.) Si, señora, si; ya hace mucho
tiempo que ocupa mi corazón el deseo de ha-
blaros. Los recuerdos de mi infancia mt^ator-
mentaban. Me acordaba de una muger que
había visto llegar á mi cuna, y que en mis sue-
ños juveniles veia yo como el ángel de mi
guarda. Desdeaquella época, que tamo recuer-
do, aunque tan lejana, me he despertado mu- .
chas veces estremecido, como si acabara de
sentir mi frente la impresión de un beso ma-
ternal,- después no veia á nadie á mi lado
Llamaba a aquella muger creyendo que se
habría ido, y que mi voz la baria volver aca-
so Veinte años hace que la estoy llaman-
do, señora, y esta es la primera vez que me
responde. V qué?... . Habéis temblado al ver-
me? .... Sera verdad, como lo creo en este
instante, que no leueis nada que decirme?...
^0 Pablo Jones,
MiBQ (con voz ahogaiia.) Y si hiibiei;! leiníd» qiii;
volvieseis, babria hecho malí Ayer aparecis-
teis, y el misterio terrible que debiamos saber
Dios y yo nada mas, es ya conocido de mis dos
bijos.
Pab. y tengo yo la culpa, si Dios se ha encardado
de revelárselo? Fui yo quien condujo íi Marga-
rita cerca de su padre moribundo, A pedirle
su ayuda y oyó su confesión? Kui yo quien la
llevóá la casa de Acliirdf V n> fuisteis vos
quien la siguió? El tiro que habéis oido y ese
espejo rolo, dan fé de que prefiria morir á
salvar mi vida ü costa de vuestro secreto. .No;
creedme. señora; soy el inslrumeulo y no el
brazo, el efecto y no la voluntad; Dioses el
que todo lo ha hecho, para que veáis á vu(!stros
pies á los dos hijos que por tanto tiempo ha-
béis separado de vos.
M»uQ. (agi(ai/a.) Pero hay otro, y no sé lo que
tengo que esperar de él.
P*E. Dejadle cumplir su último deber, y os pedi-
rí» vuestras órdenes de rodillas.
MiHQ. V qué deber es ese?
I'ab. l'.l de devolver á su hermano el rango que
le pertenece; 4 su hermana la felieidad que ha
perdido, y á su madre la tratKjuilidad que
• busca en vano.
Marq- V sin embargo, por vos ban negado á mi
hijo el regimiento que pedian para él.
Pab. i sacando el despacito del bolsillo.) I'orqne el
rey acababa de concedérmelo para mi herma-
no, [la. murquexa mira el despacho J
M.iiiQ. V sin embargo, queréis dar á .Margarita á
un hombre sin fortuna, sin nombre, y proscri-
to ademas...
Pao. Os equivocáis, señora; quiero dar ¡i .Marga-
rila al que ama, no quiero darla á Lusiñan el
proscrito, sino al barón de Lusiñan, goberna-
diir de la isla de Guadalupe, y que espera ásu
niuger en mi navio, de aqui su nombramien-
to: lomad estos dos papeles, y entregádselos
vos misma á vuestros bijos.
Maiiq. [mira el nombramiento y le toma.J Si., para
la ambición del conde y para la felicidad de
Margarita. .
Pab V al mismo tiempo para vue<lra tranquili-
dad. El conde y Margarita pailirán esta misma
noche; la una á encontrará su esposo, el otro
á reunirse con su regimiento, y vos os quedáis
sola en este viejo castillo, como tanto lu habéis
deseado.
Mabq. Pero cómo disculparme con el barón de
Lectoure?
PiB. No es suGcienle motivóla muerte de un ma-
rido y i|e un padre para deshacer una boda?...
(la marquesa ie mira; se siertta, escribe algunas
líneas 1/ (lama á un criado )
Mabq. (al crvulo ) Entregad esta carta dentro de
dos horas al barón de Lectoure [el criado loma
la caria, se inclina y sale) Ahora que habéis
hecho justicia á los inocentes, perdonad á la
culpable. Tenéis los papeles que acreditan
vueslni nacimiento; sois el mayur, y la ley os
dá derecho al nombre y ái la fortuna de vues-
tro hermano. Oué queréis en cambio de esos
papeles?
Vkti.[saeándoloi del bolsillo ] Permitidme que os
llame madre mia una sola vez, y llamadme hi-
jo una vez nada mas.
ó el mnrino.
MiKQ. (lecanlándose.) Es posible!..
Cab. Habláis de clase, de nouibie y de fortuna, y
qué necesidad tengo de lodo eso? Vo me be
elevado á un rango á que han llegado pocos
hombres de mi edad: he adquirido un nombre
que es la bendición de un pueblo y el terror
de otro, y ,si quisiera reuniría una fortiin.i, que
puiliese ser herencia de un rey. ijaé me hacen
pues, vuestro rango, vuestro nombre y vues-
tras rique¿as? si no tenéis otra cosa que ofre-
cerme, si no me dais lo que me ha fallado en
todas partes, lo qui; no lie podido crearme, lo
que Dios me habia concedido y me ha arreba-
tado la desgracia... lo que vos solo podéis de-
volver... una madre! .\h! voiveduie á mi ma-
dre! .
jM «BQ. [iin poderse contener.) Hijo mió!., hijo mió!
('Pablo tira los papeles al fuego y corre á precipitarse
de rodillas ame su madre, que lia caldo en una silta.j
Pab. Madre mia! .\h ! por fin salió de vuestro
corazón esc grito que yo esperaba, que pe-
dia .. (iradas, Dios mió, gracias.
.Makq. [levantándole la cutieza ) .Mírame; hacia
veinte años que no tlerrainaban mis ojos una
lágrima; dame lu mano; (se la pone sobre el
corazón.) aacia veinte años, que no palpitaba
mi corazón de alegría.. \'en, ven á mis bra-
zos... esta es la primera caricia que hago y
que recibo al cabo de veinte años... de espia-
cion, sin duda. . porque Dios tm ha perdona-
do, si; me ha devuelto las lágrimas y l;i ale-
gría.. .. Gracias, hijo mío, gracias á li! [abra-
zándole.)
Pac. Madre mia!
Makq. y yo teuiia el volverle á ver! Temblaba
en su presencia! V no sabia los sentimientos
que abrigaba en mí propio corazón! Ali' yo te
bendigo [suena la campana de la capilla; se oye
un cañonazo y Pablo se arrodiltu de nuei¡\>.)
.Mabq. Qutí haces?
Pao. !No oís? ^segando cañonazo. J
Mabq. Dos cañonazos...
l'AO. El tercero me indica que debo ir á bordo.
^tercero.)
MaI'Q Con que parles?
Par. tsta noche.
M«bq. Uendito sea el hijo piadoso, que después
de veinte años de agonías y de torujentos; vie-
ne á devolver la tranquilidad á su madre.
Pab. {^levantándose.) .Adiós, madre mía, adius.
FIN D1£L DUAMA.
Gobierno de la provincia de .í/adrfd. —Madrid 2 d^
setiembre de 1852. Examinada por el señor censor de
turno y de conformidad con su dictamen, puede repre-
sentarse."Ei gobernador— Ventura Diaz.
NOTA. Eslaconu'diaperlenecióal V.diiOT del teatro moderno
f «pa'""'' Don 1gn.\cio11oix. quirnla cedió pormedio de escri-
tura pública al de la lliblitiltca dramútici) ; asi es , que resulUii
dos ediciones, la primera en 8. inarquiUa, y la segunda en
4 = mayor; hacemos esta aclaración, para que de ningún mo-
do se confundan estas comedias con algunos títulos que resul-
tan ¡"uales en ¡a Galería Uramálica de los Señores Delgado
Hermanos, y porque aun cuando se vean dos ediciones, no se
ignore que pertenecen á un mismo dueño.
MADHID, I8&2.
IMPRENTA DE VICENTE DE LALAMA.
Calíe del Duque de Alba, n. 13.