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Full text of "Pablo Jones, o, El marino : drama en cinco actos"

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Y 


PABLO  JOIS,  O  EL  MARIl. 

Brama  en  en  cinco  actos,  escrito  en  francés  por  el  célebre  Alejandro  Dumas ,  y  traducido  al 
castclhmoporT).  narciso  de  la  Escosura,  representado  en  el  teatro  de  la  Cruz  el  añode  1S40. 

(segunda  edición.) 


PERSONAS. 


El  Marques  D'Auray. 

La  MiKQUKSA. 

El  Conüe  Dt  Blois. 

AUrgakita. 

Padlo  Jünks. 

Luis  Achiru. 


El.  B*RON    DE    LeCTOUBE. 
l'jí  NuTlRIO. 

Patricio,    criado  de  la 

marquesa. 
Jiim^,  criado  del  conde. 


La  escena  pasa  en  1779,  en  el  caslillo  il'Au- 
ra^,  en  Bretaña. 

&CTD  PRIE^ERO. 

Un  salón  ,  en  el  piso  bajo,  del  tiempo  de  Luis  XIII; 
puerta  en  el  foro  y  laterales;  chimenea  con  espejo  en- 
cima; una  ventana  á  la  derecha  del  actor. 

ESGE.NA   PRl.UERA. 

El  Cumie  vuelve  al  castillo  en  trage  de  camino  ,  su 

criado  le  siijue  y  pone  sobre  la  mesa  un  par  de  pii- 

tolas,  Jazmín,  Pathicio,  ires  lacayos. 

Cos.  {tendiéndose  scbre  un  sillón.)  Jazmín,  un  es- 
cudo (le  seis  libias  al  postillón,  que  no  me  ba 
volcado  mas  que  Uos  veces  desde  V'annes  aquí. 
Qué  caminos!  («  un  triado  que  lleva  librea  del 
tiempo  de  Luis  \V,  y  que  te  hace  corlesias.)  Muy 
bien,  Patricio,  muy  bien...  me  alegro  mucho 
de  volverle  á  ver 

Pat    V  yo  á  vds,  monseñor. 

Con   Si.  ya  entiendo.  .  eso  quiere  decir  .. 

Pat.  (tue  todas  las  bendiciones  del  cielo... 

CoM.  Te  caigan  por  el  gaznate  abajo...  cosa  muy 
puesta  en  tazón;  toma  para  que  bebas...  vien- 
do á  los  oíros  tres.)  til  solo  ;  esto  para  que  bebas 
con  los  otros.  Jazmín,  preven  á  la  marquesa 
que  he  llegauo,  y  toma  sus  órdenes  de  mi  par- 
te, ya  quiera  que  pase  yo  al  cuarto  del  mar- 
qués, 6  bien  bajar  ella  aqiii.  En  cuanto  á  vos- 
olros,  reverenda  familia,  corno  no  quiero  pri- 
var á  mis  padresde  vuestros  servicios,  id  cada 
uno  á  sus  quehaceres,  {vanse  ]  Patricio,  ba  ha- 


I  bido  alguna  novedad  en  mi  ausencia  ?  Mi  pa- 
dre.... 

Pat.  Siempre  lo  mismo;  ni  mejor  ni  peor. 

Con.  y  su  ra/.on? 

Pat.  En  cuanto  A  eso ,  va  bien ,  según  nos  dicen, 
porque  ya  sabéis  que  no  quiere  ver  á  nadie 
mas  que  á  la  señora  marquesa. 

Con  Si,  ya  lo  sé;  ni  aun  á  nosotros.  Y  mi  her- 
manad 

Pat  siempre  triste.  Ah!  llora  que  es  una  bendi- 
ción Pdbre  señorita!  No  sale  del  caslillo  mas 
que  para  ir  á  ver  al  viejo  Achard. 

CuN.  Se  estará  siempre  en  su  casita  del  parque... 

Pat.  .No  se  menea  de  alli  sino  para  ir  á  sentarse 
bajo  la  encina  grande...  ya  sabéis...  y  alli  se 
pasa  las  horas  muertas.  Parece  que  eslá  en 
oi  ación. 

Con.  Viejo  singular!  Y  es  á  11  á  quien  la  marque- 
sa encarga  el  cuidado  de  que  nada  le  íalle  co- 
mo antes? 

Pat.  Si,  monseñor;  pero  no  me  dice  mas  que, 
buenos  días,  buenas  noches,  gracias,  Patricio. 
iXaUa,  nunca  sale  de  eso. 

Con  Está  bien.  Patricio  va  á  retirarse.)  Vuelve 
bacía  la  pared  los  cañones  de  esas  pistolas ;  ya 
sabes  el  miedo  que  tiene  raí  madre  á  esas  ar- 
mas. 

Pat.  Aqui  tenéis  á  la  señora  marquesa. 

Con  Déjanos  (la  marquesa  ehlra  lentamente  por  la 
puerta  del  foro.  Vniricio  se  va.) 

ESCE.NA    II. 

La  M  »eoeesa  ,  de  negro,  El  Conde. 

Con.  [vá  hacia  su  madre  ,  se  arrodilla  y  le  toma  la 
mano.)  (,a  señora  marquesa  me  permitirá?.. 

Marq.  Levantad,  hijo  mió  ;  mucho  me  alegro  de 
viilvcros  á  ver  .  (fí  conrfe  la  conduce  á  una  silla. 
Ella  ve  las  pistolas  y  se  estremece.) 

Con.  Qué  tenéis,  madre  mía? 

MáhQ  Nada,  (se  sienta.  Recibí  vuestra  caria,  hi- 
1 


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^  Palilo 

jo  mió  y  os  lo  agradezco  i  creo  que  habéis  na- 
cidí)  para  la  diplomacia  mas  bien  que  para  la 
milicia,  y  debierais  pedir  al  barón  de  l.eclou- 
re.  que  pretendiera  para  vos  una  embajada  en 
vez  de  un  regimiento.  . 

Con.  V  la  oblendia  ,  señüra,  tal  es  su  valimiento, 

y  su  amor  sobre  todo 
MiRQ.  ^  mor  por  una  miiger  que  no  ha  visto  aun? 
Co:^  Ob!  Uectoure  es  un  caballero  de  talento,  y 
lo  que  sabe  de  nuestra  familia  le  ba  inspirado 
un  vivo  deseo  de  enlazarse  con  nosotros;  ade- 
mas de  que  es  digno  de  ello.  Ha  hecho  sus 
pruebas  en  1399,  y  Ckerin  está  muy  contento 
con  sus  títulos.  Uno  de  sus  antepasados  estaba 
también  unido  á  la  familia  real  de  Escocia  ;  de 
abi  viene  el  león  que  tiene  en  sus  armas....  en 
fin  es  cosa  muy  conveniente.  El  ba  insistido 
en  que  se  bicii'ran  todas  las  ceremonias  en  su 
ausencia.  Habéis  tenido  la  bondad  demandar 
que  se  hagan  las  amonestaciones,  señora? 
MíBQ.  Si;  el  abate  se  ha  encargado  de  lodos  esos 

preparativos.  ,         ,     . 

Con.  Entonces  podremos  firmar  el  contrato  ma- 
ñana por  la  noche,  si  llega  Lecloure  .. 
M\KQ.   [meneando  ía   cabeza.)   V   no  os  ha  hecho 
aK'una  observación  acerca  de   Lusman?  No  os 
ha'preguntado  por  qué   ba  solicitado  nuestra 
familia  su  deátierro? 
Con.   No   señora.   Son   tan  comunes  semejantes 
servicios,  que  se  olvidan   al  dia   siguiente  de 
haberlos  prestado;  ademasdeque  se  sabe  que 
suelen  encerrar  algún  secreto  de  familia  ,  que 
nadie  debe  penetrar.   Vo  solo  soy  quien  con- 
serva memoria  de  ese  desgraciado. 
M\fíQ.  Vos!  Y  por  qué?  . 

Con.  Porque  pienso  algunas  veces  que  debería 
haber  empleado,   para  vengarme  de  él,  otras 
armas  que  las... 
Mahq.  No  habléis  de  ese  modo,  hijo,  si  no  que- 
réis matarme. 
Con.  (se  pasa  tamaño  por  la  frenU.)  Tenéis  razón, 
madre  mia  ;  lo  hecho  no  tiene  ya  remedio  :  no 
hay  que  pensar  en  ello. 
MakQ-  Con  que  él  nada  sabe? 
Con.  Nada;  pero  si  queréis  que  os  diga  lo  que  yo 

creo...  es...  que  aunque  lo  supiese  todo... 
Ma&q.  üué?  .        . 

Con.  Es  bastante  filósofo,  para  que  pueda  infiuir 

en  su  determinación  nadade  lo  que  sepa. 
Makq.  Eso  quiere  decir  que  está  arruinado. 
Con.  Como  toda  nuestra  nobleza  joven  ,  sobre 
poco  mas  ó  menos;  pero  tiene  mucho  vali- 
miento. 
Mahq.  Nosotros  somos  bastante  ricos  para  reha- 
cer su  fortuna  sin  necesidad  do  su  ayuda;  ade- 
mas, [tomándole  ta  mano.)  esa  boda  asegura  la 
felicidad  de  mis  hijos,  ó  de  uno  de  ellos  por  lo 
menos;  yo  no  quiero  encerrarlos  para  siem- 
pre en  un  viejo  castillo  de  la  llrelaña  ,  lejos  de 
lodos  los  placeres,  al  lado  de  un  padre  priva- 
do de  la  razón,  que  rehusa  verlos  ,  y  que  ,  aun 
cuando  los  viese,  acaso  no  los  conocerla;  íi  nii, 
que  soy  vieja  y  triste,  es  á  quien  loca  cuidar 
del  anciano  moribundo  á  la  sombra  de  estos 
antiguos  muros  ;  y  á  vosotros,  hijos  mios,  cu- 
ya vida  estd  llena  de  juventud  y  de  alegría,  os 
toca  ir  ü  buscar  el  sol  y  la  felicidad. 
Cq's.  [besát  dolé  ta  mono.  )  Sí ,  madre  mia  ,  si ;  sé 
que  lialu'if  juiíido  íri  il  ijcniplo  de  tudas  las 


Jones, 

mugeres,   el  modelo  de  todas  las  virtudes  ;  sé 
que  mirareis  este  nuevo  sacrificio  como  un  de- 
ber, y  nada  mas ;  nadie  pues,  á  no  ser  mi  her- 
mana, puede  por  su  obstinación,  destruir... 
MiBQ   Vuestra  hermana  pensará,  que  solu  con  su 
sumisión  puede  hacerme  ulvidar  su  falta;  y,  no 
leuiais,  obedecerá. 
Con.  Perdonad  ,   madre  mia  ,  si  insisto  tanto  por 
ver  realizado  un   proyecto  que   me  separa  de 
vos,  pero  debéis  conocer  que  mi  oscuridad  rao 
pesa,  que  mi  nombre,  que  tan  grande  han  he- 
cha mis  ascendientes,  y   vos  tan   respetable, 
suena  en  mi  oído  como  u.ia  reconvención  cada 
vez  que  se  pronuncia.  .\   mí  edad,  mí  abuelo 
era  maestre  de  campo,  y  mi  padre  primer  escu- 
dero del  rey.    Bay  en  la   nobleza  blasones  que 
no  se  pueden  borrar,  como  bay  en  el  cielo  es- 
trellas que  no  pueden   dejar   de  lucir.  V   sin 
embargo,  mi  padre-,  enfermo  hace  veinte  años, 
y  separado  de  la   corte    lodo  ese  tiempo  ,    fue 
olvidado  del  viejo  rey  á  su  muerte  ,   y  del  rey 
nuevo  á  su  advenimiento  al  trono.  Vuestros 
cuidados  por  el   marqués  os  han-encadenado 
á  la  cabecera  de  su  cama  ,  desde  el  momento 
en  que  perdió  el  juicio  ;  durante  este  lieiivpo, 
vuestros  antigües  amigos  han   ido  desapare- 
ciendo, unos  porque  han  muerto,  y  otros  por- 
que os  han  olvidado  ;  los  nuevos  vastagos  han 
sucedido  á  los  lioncos  añosos  ;  de  modo  que, 
cuando  fui  á   Versailles,  nuestro  nombre,   el 
nombre  del  marqués  d'.'^uray  ,  apenas  era  co- 
nocido en  la  nueva  corle. 
MaRQ.  V  sin  embargo,  creedme,  hijo  mió  ,    nadie 
ha  hecho  lo  que  yo,  sino  para  darle  nuevo  lus- 
tre, para  conservarle  al  menos  su  antigua  pu- 
reza. 
CoN.  Señora... 

MiRQ.  [con  viveza.)  Pero  tranquilizaos  ;  ese  nom- 
bre, lo  espero,  ha  de  resonar  aun  á  tal  altura, 
que  los  oídos  reales  puedan  oirlo  sin  bajarse... 
.\  propó-ilo  de  sus  majestades,  yo  creo  que  la 
bendición  de  Dios  se  esliende  siempre  sobre 
ellos  y  sobie  la  Francia. 
Con.  V  quién  pudiera  turbar  su  felicidad  ?  Luis 
KVl,  joven  y  bueno,  y  .María  .\nloni.i,  joven  y 
hermosa  ,  rodeados  de  su  brava  nobleza,  ama- 
dos de  un  pueblo  leal...  A  üíos  gracias,  la 
suerte  les  ha  colocado  á  gran  distancia  del  in- 
fortunio. 
M.\m.>.  {tristemente.)  Nadie,  hijo  mió,  eslíi  exento 
de  los  errores  y  de  las  debilidades  humanas: 
ningún  corazón,  aun  cuando  se  oculte  bajo  la 
púrpura  ,  está  al  abrigo  de  las  pasiones  ;  nadie 
puede  responder  de  que  sus  cabellos  no  se 
pongan  blancos  en  una  noche,  aunque  pese 
una  corona  sobre  su  cabeza.  Decís  que  cjlaii 
rodeados  de  su  nobleza'  (abriendo  una  venta- 
na.} Veis  esos  ¿irbolesí  En  la  primavera  esta- 
ban también  rodeados  de  sus  hojas;  apenas  se 
sienten  los  primeros  aires  del  iiniemo,  y  ya 
los  veis  desnudos  y  deshojados.  Son  amados  de 
un  pueblo  fiel?...  Mirad  ese  mareo  calma  y 
apacible;  mañana,  esta  noche,  de  aquí  á  una 
hora,  tal  vez,  el  soplido  del  buiacaii  os  IraerA 
los  gritos  de  los  desgraciados  que  sepulta  bíijo 
sus  olas.  Aunque  separada  del  mundo,  llegan 
á  mi  oído  algunas  veces  eslraños  rumores  :  no 
se  ha  levantado  una  secta  filosófica,  que  ha 
imbuido  en  sus  errores  ti  muchos  hombres  de 


ó  el  marino. 


categoría?  No  se  habla  de  un  mundo  enturo, 
que  como  una  isla  Huíanle,  se  lia  separado  de 
la  madre  patria  ;  de  liijus  rebeldes  que  se  nie- 
gan a  reconocerá  sus  padres;  de  un  pueblo 
que  se  inliUila  nación'?..  .No  lie  oido  decir  que 
ali^iinus  nobles  habian  atravesado  el  Ucéano, 
para  ofiecer  á  los  revoilosos  las  espadas  que 
.sus  niajures  nunca  desenvainaron  ,  sino  á  la 
voz  de  sus  legilimos  soberanos?  V  no  me  han 
dicbo  lainbien.  ú  es  un  ensueño  de  mi  soledad, 
que  el  rey  Luis  NLVl  y  la  reina  María  Antonia, 
olvidando  que  los  soberanos  sun  una  familia 
de  berinanos,  han  autorizado  esas  emigracio- 
nes armadas,  y  dado  desp  chos  á  no  sé  qué 
pirata? 

Con.  Todo  eso  es  verdad,  señora. 

Mabq.  (con  ¡olemiiidad.)  Dios  vele  sobre  SS.  MM. 
el  rey  y  la  reina  de  Francia,  ■^saie  UiUamenU  y 
sin  volver  la  cabeza.) 

ESCENA    III. 
El  Conde,  de/pues  Suzmy. 

Con.  (solo,  viendo  salir  á  su  madre.)  Este  viejo 
castillo  es  el  que  le  inspira  esas  ideas  tristes  y 
lúgubres,  y  yo  mismo,  no  sé  por  qué.  .  pero  no 
parece  sino  que  en  él  se  ha  cometido  algún 
ciimen.  que  pesa  sobre  la  conciencia  de  los 
que  le  habitan. 

J  '.i.  {presentando  una  caria  á  su  señor.)  Para  el 
señor  conde. 

Con.  Una  carta...  Pablo  ..  Quién  es  este  Pablo? 

ESCENA   IV. 
Dichos,  Pablo. 

Pao.  Yo;  caballero... 

Con.  l'areie  que  deseáis  mucho  el  hablarme? 
(con  allaneria.) 

PiB.  {inclinándose  )  Confieso,  señor  conde,  que  es 
para  mi  de  grande  ínierés  la  conferencia  ,  que 
espero  me  haréis  el  favor  de  concederme. 

Co.N.  Tenéis  un  modo  de  pedir  las  cosas  ,  que  se- 
ria imposible  iralardu  negároslas.  Tened  la 
bondad  de  sentaros,  si  ha' de  ser  larga  esta 
conferencia. 

PiB.  {untándose  con  Iranquilidad.)  Con  mucho 
guslo,  porque  tengo  varias  cosas  que  deciros. 

Con.  Hablad,  pues. 

Pab.  Haced  salir  á  vuestro  criado. 

Con.  Déjanos,  {vase  Jasínúi.)  Ahora  ,  espero  que 
me  dig.ÉÍs  ante  todo,  á  quién  tengo  el  honor 
de  hablar?.. 

Pab.  Es  muy  justo:  jg  soy  el  capitán  del  navio 
que  liansporlóá  Cayonne  al  joven  Lusiñan. 

C.oti.( exíimina'idote.J  Imposible. 

Pab.  {siempre  sentado  y  con  ¡rialdad.)  Es  cierto 
que  la  penúltima  vez  que  nos  vimos,  cuando 
tuvisteis  la  bondad  de  hacerme  una  visita  á 
bordo  de  tni  navio  en  Brest ,  llevaba  jo  laigos 
cabellos  negros  ,  un  gran  symbrero  de  paja  y 
el  palleíot  üe  marino;  todo  esto  hace  que  un 
hombre  parezca  otro,  especialmente  cuando 
añade  á  ese  trage  un  acento  bretón  muy  pro- 
nunciado. 

Con.  Efectivamente,  caballero ;  creo  recordar 
que  bajo  ese  gran  sombrero  que  decís,  vi  bri- 
llar unos  ojos  parecidos  á  los  vuestros;  no  los 
he  olvidado;  ese  capitán,  ademas,  se  hacia  dar 


el  mismo  nombre  bajo  el  que  os  presentáis  en 
mi  casa,  Mr.  Pablo...  {Pablo  se  inclina.)  pero 
esa  fué  la  penúltima  vez  que  nos  vimos,  me 
habéis  dicho?.  .  Tened  la  bondad  de  ayudar  mi 
memoria,  porque  no  me  acuerdo  de  cuál  fue 
la  última. 

Paii.  La  última,  señor  conde,  fue  hace  ocho 
días,  en  París,  en  un  asalto  de  armas  en  casa 
del  hijo  del  ministro  de  marina;  entonces  esta- 
ba yo  vestido  de  oficial  inglés  ,  y  me  llamaba 
Jones;  llevaba  cabellos  rubios  ,  casaca  encar- 
nada y  pantalón  colám-,  tuve  la  honra  de  tirar 
con  vos,  señor  conde,  y  de  marcaros  tres  es- 
tucadas, sin  que  vos  me  tocaseis  ni  una  sola 
vez. 

Con.  Es  particular.  .  el  mismo  modo  de  mirar.... 
y  sin  etnbargo,  no  es  el  mismo  personaje. 

Pak.  Es  que  Dios  ha  dispuesto,  que  sean  los  ojos 
de  los  hombres  la  única  cosa  que  no  puedaa 
disfrazar,  y  por  eso  ha  puesto  en  ellos  una 
chispa  de  su  fuego.  El  ca|)ilan  Pablo  es  la  mis- 
ma ptisoua  qu(!  el  ingles  Jones,  y  el  inglés 
Jones  fs  el  caballero  que  tenéis  delante. 

Con   V  hoy,  qué  os  acomoda  ser? 

Piu.  Yo  mismo;  porque  hoy  no  tengo  ningún  mo- 
tivo para  ocultarme.  Sin  embargo;  si  dais  pre- 
ferencia á  alguna  nación,  seré  lo  que  queráis^ 
francés,  americano,  inglés  ó  español..  En  cuál 
de  estas  lenguas  queréis  que  continué  esta 
conversación? 

Co.N.  .aunque  algunas  de  ellas  me  sean  familiares 
como  á  vos,  escojeré  el  español,  que  es  la  len- 
gua de  las  esplicaciones  mas  concisas. 

Pab.  (con  melancoliii.)  Como  gustéis  ,  señor  con- 
de; aunque  prefiero  el  francés,  porque  he  na- 
cido en  Francia.  El  sol  de  Francia  es  el  prime- 
ro que  ha  reflejado  á  mis  ojos,  y  aunque  he 
visto  frecuentemente  tierras  mas  fértiles  y 
un  sol  mas  brillante,  jamás  ha  habido  para  mi 
mas  que  una  tierra  y  un  sol. 

Con  (coh  ironia.)  Vuestro  amor  nacional  os  hace 
olvidar  el  objeto  á  que  debo  el  honor  de  vues- 
tra visita. 

PiB.  Tenéis  razón...  Hace  dos  años  que  pasena- 
doos  en  el  puerto  de  Brest,  visteis,  entre  sus 
numerosos  barcos,  uno  muy  ligero,  y  dijisteis: 
Es  preciso  que  el  capitán  de  este  barco  tenga 
poderosos  motivos  para  comerciar  con  un  na- 
vio con  tanta  lona  y  tan  poca  madera.  De  ahí 
nació  en  vos  Ja  idea  de  que  yo  era  un  corsario, 
un  pirata...  qué  sé  yo? 

Con.  V  me  he  engañado? 

Pab  Va  creo,  señor  conde,  que  os  be  manifestado 
mi  admiración  por  la  perspicacia  con  quejuz- 
gais  de  los  hombres  y  de  las  cosas,  al  primer 
golpe  de  vista. 

Con.  Escusad  los  cuniplimienlos;  vamosal  caso... 

Par.  En  esa  persuasión  fuisteis  á  bordo,  y  encon- 
llá^teis  en  el  entre  puente  al  capitán  Pablo... 
Eiais  portador  de  un  pliego  del  ministro  de 
marina,  que  mandaba  á  cualquier  oficial,  re- 
querido por  vos .  conducirá  Cayenne  ,  al  lla- 
mado Lusiñan,  culpable  de  un  crimen  de  Es- 
lado. 

Con    Es  cierto 

PiB  Vo  obedecí,  porque  entonces  navegaba  ba- 
jo el  pabellón  francés,  é  ignoraba.,  (el  conde 
se  tecanta  y  se  acerca  á  Pablo.)  que  el  llamado 
Lusiñan  no  babia  cometido  otro  crimen ,   que 


i  Pablo 

el  haber  sido  el  amante  dichoso  de  la  sefiorila 
Margaiit.T  d'Auíay,  vuestra  hermana. 
Con.  (poniéndole  la  mano   en   el  hoinbru.J  Caba- 
llero!... 
Paii.  (se  levanta  y  toma  con  frialdad  una  de  las  pii- 
tolas.)  Tenéis  aquí   esceientes  armas,   señor 
conde. 
Con.  y  entrambas  cargadas. 
Pab.  y  son  seguras? 
Co^.  Si  queréis  dar  un  paseo  conmigo,  podremos 

probarlas  los  dos. 
Pab.  tíracias,  SL'fior  conde.  Conoy.co  estas  pisto- 
las. Son  de   la   tienda   de   un  maestro  alemán 
muy  apreciado.  Yo  he  ganado  otro  pjr  de  ellas, 
casi  iguales,  á  San  Jorge:  ya  sabéis...  el  coro- 
nel del  regimiento  americano;  apostó  á  cortar 
doce  balat  seguidas  en  la  hoja  de  un  cuchillo, 
y  no  se  le  escapó  ninguna. 
Co>.  Y  entonces,  cómo  habéis  podido  ganar  vos? 
P*B.  Cortándolas  mas  por  el  medio. 
Con.  Eso  no  altera  la  proposición  que  os  hs  he- 
cho; sois  un  buen  tirador,  y  nada  mas 
Pab  (con  (/¿síraccion.)  Qué  queréis?  Durante  nues- 
tros largos  dias  de  calma,  cuando   ningún    so- 
plo de  viento  altera  ese  espejo  de  Dios,  que  se 
llama  la  mar.  los  marinos  aislados  y  solitarios, 
nos  vemos  obligados  á  aceptar   las  distraccio- 
nes que  se  nos  presentan;  entonces,   ejercita- 
mos  nuestra   destreza  sobre  las   golondrinas 
fatigadas  que  se  posan  á  la  punta  de  nuestras 
entenas,  y  asi  conseguimos  cierta  habilidad, 
que  parece,  ó  primera  vista,  agena  de  nuestra 
profesión. 
Con.  fí/cspues  de  una  pausa  )  Continuad. 
Pab.  Era  lodo  un  valiente  el  joven   l.usiñan.   Me 
contó  su  historia,  me  dijo  cómo  se  había  apo- 
derado de  su  alma  aquel  amor   ardiente,  pro- 
fundo, irresistible,  como  el  de  Pablo  y    Fran- 
cisca, como  el  de  Komeo  y  Julieta,  y  rae  dijo 
las  palabras  de  la  hija  de  Verona,  que  vuestra 
hermana  le  habla    repetido;  seré  tuya  ú  de  la 
tumba. 
Co>.  [apretando  los  dientes.)  Y   le  ha   cumplido 

esactaiuente  su  palabra.  ' 

Pab.  Me  contó  sus  amores,  por  mucho  tiempo 
puros  como  los  de  los  ángeles;  sus  proyectos, 
como  ¡osde  todos  losjóvenes,  de  adquirirse  un 
niimbre  como  [riéndose.)  el  de  Dante  ó  el  do 
Alejandro,  para  ponerlo  á  los  pies  do  su  ado- 
rada: me  habló  también  de  sus  muchas  y  res 
peluüsas  instancias  á  vuestra  madre,  de  sus 
negativas  allaneras  y  de  vuestras  amargas 
burlas,  que  él  sufria  como  si  el  corazón  de  un 
humbre  hubiese  dejado  de  latir  en  su  pecho, 
me  pintó  sus  dolores,  sus  lágrimas,  su  deses- 
peración, cuando  vuestra  hermana  le  ordenó 
llorando  que  dejase  la  Brelaíia :  me  pintó 
aquella  noche  de  despedida,  de  sollozos  y  de 
agonia. 
Con.  y  de  vergüenza! 

Pab.  Si  ..  Vosotros  los  virtuosos  le  dais  ese  nom- 
bre cuando  una  joven,  á  quien  lodo  lisongea  y 
nada  la  contiene,  cede  á  la  edad,  á  la  seducción 
y  al  amor.  Si;  ellos  se  separaron;  pero  ella  no 
hubiera  sucumbido  :  vuestra  madre  hubiera 
salvado  la  honra  de  su  hija,  tal  vez,  si  deberes 
sagrados  no  la  hubieran  alejado  de  ella;  por- 
q  ue  yo  sé  las  virtudes  de  vuestra  madre  como 
sé  las  desgracias  de  vuestra  hermana;  es  una 


Jones, 

mugeraltiva  y  severa,  acaso  mas  severa  de  lo 
que  debe  ser  una  criatura  himiana,  que  no  tie- 
ne mas  ventaja  sobre  las  demás,  que  la  de  no 
haber  faltado  nunca;  vuestra  madre  oyó  una 
noche  gritos  ahogados,  entró  en  el  cuarto  de 
Margarita,  se  acercó  pálida  y  muda  á  su  lecho, 
arrancó  con  frialdad  de  sus  brazos  un  niño  que 
acababa  de  nacer,  y  salió  pálida  y  muda  como 
habla  entrado.  Impasible  como  una  estatua  y  sin 
desplegar  sus  labios  de  piedra  como  los  de  una 
estatua;  en  cuanto  á  l.i  pobre  Margarita,  no  pro- 
nunció una  queja,  no  dio  un  grito;  se  desmayó 
al  ver  a  la  marquesa  Es  a-i,  señor  conde?  Es- 
toy bien  informado?  ü  he  olvidado  acaso  algún 
detalle  de  esta  terrible  historia? 
Con.  Ninguno. 

Pab.  Es  que  están  consignados  en  estas  cartas  de 
vuestra  hermana, que  en  el  momento  de  sepa- 
rarse de  mi.  para  confundirse  con   asesinos  y 
ladrones,    me  entregó   Lusiñan,    á  fin  deque 
las  pusiese  en  manos  de  la  que  las  ha  escrito. 
Con.  Dádmelas  á  mi,  caballero,  yos  juio  que  las 
devolveré  fielmente  á  la  que  túvola   impru- 
dencia de... 
Pac.  De  quejarse  á  la  sola  persona  que  la  amaba 
en  el  mundo,  no  es  esto?  imprudente   llamáis 
á  una  muger  á  quien  su  madre  arranca  el  hijo 
de  su  corazón,  y  que  derrama  sus  lágrimas  en 
el  seno   del    padre  de  su    hijo?.  .   Imprudente 
hermana  que  no  habiendo  encontrado   en   su 
h.eruiano  apoyo  contra  el  abandono  de  su  pa- 
dre y  la  tiranía  de  su  madre,   ha  comprometi- 
do á  su  noble  familia,  firmando    estas  cartas 
que  pueden  ..  cómo  llamáis  á  eso  vosotros  los 
nobles?...  Manchar  su  blasón....  No   es    ver- 
dad?... 
Con.  (con  impaciencia)  Pues  ya  que  conocéis  tam- 
bién la  iniportaiwia  de  esos  papeles,  cumplid 
vuestra  misión,  entregándolos,  sea  á  mi  herma- 
na, á  mi  madre,  ó  á  mi.  [alargiindi>  la  muño.) 
Pab.  Desembarqué  en  Brest   con   esa    intención; 
pero  hará  quince  dias,  poco   mas  ó    ¡neiios,  al 
entrar  en  una  iglesia... 
Con.  (con  ironía. J  En  una  iglesia? 
í'ab.  Si  señor 
CnN.  \'  á  qué  entrabais? 
Pab.  a  rezar. 

Con.  El  capitán  Pablo,  cree  en  Dios? 
í^ab.  V  si  no  creyese  en  Dios,  á  quién  invocarla 

durante  la  tempestad? 
Con.  ('con  impaciencia. '  Bien;  y  en  la  iglesia'.. 
Pau.  Oí  á  un  sacerdote  anunciar  el   próximo  en- 
lace del  barón  de  Lectoure  con  la  noble  Mar- 
garita d'Aiiray. 
Con.  y  qué  ha   encontrado   el  capitán  Pablo  en 

eso,  que  pueda  admirarle? 
Pa!i  .Nada,  conde,  f  ero  se  apoderó  de  mi  cora- 
zón un  sentimiento  raro  de  piedad;  pensé  que, 
ya  que  todo  el  mundo,  hasta  su  madre,  han  ol- 
vidado al  pobre  huérfano...  por(Hur  presumo 
que  de  su  giado  y  sin  que  nadie  le  fuerce,  se 
casa  vuestra  hermana  con  el  barcjii  de  Lec- 
toure, era  preciso  que  yo  me  acorda.se  de  él; 
que  era  un  bautizo  de  lágrimas  y  de  amargu- 
ra el  entrar  en  el  mundo  sin  nombre  y  sin  fa- 
milia, y  seria  harto  mas  terrible  su  suerte  si 
vivia  ademas  sin  bienes  de  fortuna.  En  la  pn- 
sicion  en  que  estáis  y  con  los  proyectos  de  am- 
bición que  veis  casi  .realizados^cun  la  aliania 


ó  el  ninrluo 

del  barón,  estas  cartas  bien  valen  cien  mil  li- 
bras .  no  es  verUaJ,  señor  conJe''  V  esta  suma 
no  liará  mas  que  un»  breclia,  casi  impercepti- 
ble, al  medio  millón  de  renta  que  componen 
vuestros  bienes 

CuN.  l'eru  qiiiéti  me  aseguraque  esas  cien  mil 
libras?... 

Pab.  Tenéis  razón;  pero  yo  no  cambio  estas  car- 
tas sino  por  una  obligación  á  favor  del  niño 
Héctor  de  Lusiñan. 

Cos-  Puestoqueera  un  negocio  puramente  pecu- 
niario el  que  teuiamos  que  trulai ,  podíais  habe- 
ros aliorrado  el  trabajo  de  contarme  esa  larga 
historia,  y  haber  empezado  por  donde  hemos 
concluido  ..  ó  aun  mejor,  haberme  enviado  un 
agente  de  negocios  I, a  familia  d'.Auray  ba  re- 
servado anualmente  para  dar  limo>nas  el  du- 
plo de  la  suma  que  vos  reclamáis,  (se  acerca  á 
ia  mesa  y  escribe.) 

JiZ  [entra  J  Señor  conde  .. 

Cü^.  -^o  estoy  en  casa  para  nadie. 

Jiz    la  hermana  del  señor  conde... 

Co.N-  Une  vuelva  después. 

JiZ.  Desea  hablaros  en  este  instante. 

P,»B,  Eso  no  importa,  yo  volveré  otrodia. 

Con.  No;  si  gustáis,  terminaremos  este  negocio 
de  una  vez  Voy  á  r(ícibir  á  mi  hermana...  pero 
como  es  inútil  que  os  vea,  podéis  entraren  ese 
trabinete...  abi  tenéis  una  biblioteca. 

1'ab.  Como  guiteis.  (eníra  en  el  gabinete,  ala  iz- 
quierda del  espectador.) 


ESCENA  V. 
L'í  Conde,  M\bgarita,  Pablo,  en  el  gabinete. 

Co,%.  Venid,  Margarita,  y  decidme  pronto  lo  que 
queréis;  estoy  ocupado. 

M»RG  Hubo  un  tiempo  en  que,  al  vernos  des- 
pués de  dos  meses  de  ausencia,  nos  hubiéra- 
mos echado  el  uno  en  brazos  del  otro. 

COH.  Si,  pero  desde  entonces  han  pasado  tantas 
cosas  entre  nosotros... 

ÍSarü   Qué  puede  pasar  entre  dos  hermanos ? 

Qué,  entre  dos  hijos  de  la  misma  madre,  para 
separarlos? 

Cü>.  Lna  falta. 

ijABG.  Ah!  sois  muy  cruel  conmigo;  sabéis  que  en 
presencia  de  mi  madre  el  miedo  no  me  permi- 
te articular  una  palabra;  sabéis  que  mi  sola 
esperanza  sois  vos;  me  veis  entrar,  no  cotno 
debe  entrar  una  hermana  en  el  cuarto  de  su 
hermano,  no  con  miradas  de  alegría  ni  coa  la 
risa  en  los  labios,  sino  con  los  ojos  anegados 
en  llanto,  con  la  súplica  en  la  boca  como  en- 
trarla un  criminal  á  ver  á  su  juez,  y  con  una 
palabra  que  decís,  me  veis  humillada  á  vues- 
Iros  pies 

Con.  tjné  queréis? 

MaI'G  Quiero  saber  si  es  verdad  lo  que  dicen... 

Con.  Qué  dicen? 

M.\KG.  Que  mañana  por  la  noche  .. 

Con.  .\ilelante, 

MiBG.  El  barón  de  Lectoure... 

Con.  Estará  aqui.  Es  verdad. 

M»HG.  Dios  inio! 

Con.  Crei  que  tomando  la  precaución  de  anunciar 
su  llegada  dos  meses  antes,  hubierais  tenido 
tienip»  para  prepararos. 

AUbg.  Por  mas  amenazada  que  estuviera,  siem- 


pre se  conserva  la  esperanza;  se  han  visto  con- 
denados que  han  obtenido  su  perdón  al  pié  del 
mismo  cadalso.  Hermano  mió... 

Con.  Qué  hay? 

Maug.  \o  me  comprendes?  Oh!  Si  Dios  hubiera 
querido  que  yo  te  pudiera  ahorrar  un  disous- 
lo,  como  puedes  tú  evitaime  una  des"iac¡a- 
si  tú  me  hubieses  rogado  como  yo  te  rueoo  á 
ti,  si  yo  no  iiublera  tenido  mas  que  pronunciar 
una  palabra,  no  para  hacerte  feliz,  yo  no  aspi- 
ro a  serlo,  sino  para  salvarte  de  la  de.vospera- 
cion.  Oh!  Con  qué  placer  hubiera  bendecido  al 
cielo  pronunciando  esapalabra! 

Con.  No  depende  de  mi...  es  una  cosa  que  mí 
padre  desea  ,  un  proyecto  de  mi  madre 
una  alianza  necesaria  al  honor  de  nuestra  fa- 
milia... 

MiBG.  Una  cosa  que  desea  mi  padre!  Plut'uiera  á 
Dios  que  estuviese  en  estado  de  desear  alfo! 
Ali  vida  darla  por  cumplir  su  menor  deseo!  Bn 
proyecto  de  mi  madre,  decís?  Oh!  el  que  le  ba 
sugerido  ese  proyecto,  obtendria-con  facilidad 
que  renunciase  á  él.  .  Una  alianza  necesaria 
al  honor  de  nuestra  fuinilia...  Gracias  al  cielo 
nuestra  familia  es  sobrado  poderosa  en  nom- 
bre y  en  riquezas,  para  que  reciba  nuevo  lus- 
tre, ni  aun  de  su  alianza  con  un  principe!  No 
es  eso,  hermano  mió  vos  habéis  comerciado 
conmigo;  me  habéis  vendido  por  una  cruz  y  un 
empleo,  y  habéis  dicho;  ella  obedecerá,  y  si 
resistiera,  su  aislamiento  y  su  desgracia  serán 
lasarraas  que  me  servirán  contra  ella.  Pero  os 
habéis  equivocado  ;  mi  desgracia  misma  me 
dará  fuerza;  en  mi  aislamiento  consistirá  mi 
resistencia 

Con.  Con  que  estáis  resuelta  á  no  obedecer  á 
vuestra  madre? 

Mabg.  I.a  noche  en  que  vi  por  última  vez  al  que 
no  volveré  á  ver  mas,  nos  aguardaba  un  sacer- 
dote para  unirnos;  Lusiñan  estaba  á  mis  pies, 
loco,  delirante,  desesperado,  diciéndome  que 
ya  no  le  amaba;  yo  me  negaba  á  seguirle,  por- 
que no  quería  desobedecer  á  mi  madre;  pero 
también  aquella  misma  noche  le  juré,  que  sino 
era  suya,  no  seria  de  nadie.  J£l  juramento  he- 
cho al  padre,  le  he  hecho  después  sobre  la  ca  • 
beza  de  mi  hijo,  y  ahora  no  es  solo  un  jura- 
mento de  amante,  sino  un  juramento  de  madre 

Con.  Entonces  es  una  guerra  declarada? 

MiKG.  Que  Dios  me  dará  fuerzas  para  sostener, 
Adiós. 

Con.  (viéndola  marcharse.)  Adiós,  pobre  rosal 
que  le  crees  una  encina;  cuando  la  mano  de  tu 
madre  pese  sobre  ti,  inclinaras  la  cabeza,  do-- 
blarás  las  rodillas...  (viendo  á  Pablo  á  la  piicrla. 
de  la  biblioteca.)  Ah!  Capitán  Pablo.'  Preparad 
vuestras  cartas,  y  yo  voy  á  firmaros  la  obliga- 
ción que  me  habéis  pedido,  (se  dn/ge  á  la 
mesa.) 

Pab.  Es  inútil,  señor  conde. 

Con.  (con  viveza.)  Cómo? 

Pab.  Yo  daré  las  cien  mil  libras  á  vuestro  sobri- 
no, y  me  encargaré  de  encontrar  un  marido  á 
vuestra  hermana. 

Con.  Pero  quién  sois  vos  que  disponéis  asi  de  mi 
familia* 

Pab.  (alejándose.)  Quién  soy?  Mañana  os  lo  diré, 
porque  lo  debo  saber  esta  tarde. 

Con.  (deteniéndole.)    Y   rae    dais  vuestra   pala- 


6  Pablo  Jonei«, 

bra  de  honor  de  que  os  volveré  á  ver  ma- 
ñana?... 

PiB.  Os  la  doy.  [vase.) 

CoM.  (solo.)  Lo  único  que  veo  con  claridad  en  lodo 
esto,  es  que  tendré  que  pegarme  un  tiro  con 
ese  hombre. 


UN  DEL  ACIO  PRLMERO. 


ACTO  SE 


Una  sala  baja  de  la  casa  de  Achard:  puerta  eo  el  fon- 
do, por  la  cual  se  veo  los  arboles  de  un  parque,-  á  la  de- 
recha del  espectador  una  venlSDa;  á  la  izquierda  uoa 
puerta  que  comuaica  á  otra  pieza. 

ESCENA  PlllMERA. 

La  MlBQDESi,  LüIS   .4CU1RD. 

CK\  levantarse  el  lelou  está  la  marquesa  sola  sentada 
delante  de  una  mesa  i  la  derecha  del  aclür:  sobre  la  mesa 
una  biblia  abierta;  la  marquesa  reflexiona  profundamen- 
te cubierta  con  un  gran  velo  negro:  Achard  entra  ,  y  al 
ver  á  la  marquesa  se  dirige  a  ella.; 

Luis.  Señora  Marquesa... 

MiKQ.  (levantando  la  cabeza.)  Sois  vos,  Achard?... 
ilace  media  hora  que  os  estoy  esperando  Dón- 
de oslabais? 

Luis,  si  hubierais  querido  andar  cincuenta  pasos 
mas,  me  hubieseis  hallado  bajo  la  encina  que 
está' frente  á  la  puerta  del  parque. 

M»EQ.  Va  sabéis  que  nunca  voy  hacia  alli. 

Lms.  V  acaso  hacéis  mal,  señora.  Hay  eTi  el 
cielo  una  persona  que  tiene  derech)  á  nues- 
tras oraciones  comunes  ,  y  que  tal  vez  es- 
Irañará  no  oir  mas  que  las  del    viejo  Achard. 

Makq  guien  os  dice  que  yo  no  rezo  también.'.. 
Y  quién  os  hace  creer  que  los  muertos  exi- 
«en  que  se  esté  siempre  de  rodillas  sobre  su 
tumba. 

Lciá.  Lo  único  que  creo  es,  que  si  después  de  la 
iniíerle  viviese  alguna  cosa  nuestra  sobre  la 
tierra,  esa  sola  cosa  se  estremeceria  de  placer 
al  oir  ios  pasos  de  las  personas  que  amábamos 
en  vida. 

MiHQ.  f  ero  si  ese  amor  fuese  un  amor  culpa^ 
ble?...  ,    .  •    1   a 

Luis.  Creéis  que  la  muerte  no  lo  haya  espiado.' 
Dios  fué  entonces  un  juez  demasiado  seve- 
ro,   para   que    hoy  no  sea   uu  padre   indul- 

Ma^ho.  Si;  Dios  acaso  perdona,  porque  la  omnipo- 
leíicia  es  la  suma  bondad;  pero  creéis  que  si  el 
mundo  supiese  lo  que  áél  no  puede  ocultárse- 
le perdonaría  como  Dios?  ftevantándose.J  Ha- 
bláis en  nombre  de  los  otros  con  una  amargu- 
ra que  parece  que  tenéis  reconvenciones  per- 
sonales que  hacerme.  Decid,  Achard;  he  falla- 
do á  al'^uno  de  los  deberes  que  creo  tener  que 
Henar  hacia  vos?  No  han  tenido  toda  la  obe- 
diencia y  respeto  que  yo  les  encargo,  las  perso- 
nas que  os  sirven  de  orden  mia*  Ya  sabéis  que 
con  una  sola  palabra  que  digáis... 

Luis.  Perdonad,  señora...  es  tristeza  y  no  amar- 
gura; es  el  efecto  de  la  soledad  y  de  la  vejez. 
Vos  debéis  saber  lo  que  son  los  pensamientos 
que  agrian  la  conciencia,  las  lágrimas  que 
oprimen  el  corazón.  Desde  que  os  encargasteis 
de  que  nada  me  fallase,  por  un  sentimienlo  á 


que  estoy  agradecido,  sin  tratar  de  profundi- 
zarlo, no  habéis  olvidado  vuestra  promesa  ni 
un  solo  dia,  y  yo  he  visto  algunas  veces,  como 
el  viejo  profeta,  venir  un  ángel  por  luensa- 
gero... 

Maiio.Sí,  ya  sé  que  Margarita  acompaña  con  fre- 
cuencia al  criado  encargado  de  serviros,  y  he 
visto  con  placer  los  cuidados  que  tiene  hacia 
vos. 

Llis.  Pero  tampoco  yo  creo  haber  faltado  á  mis 
deberes;  hace  veinte  años  que  vivo  lejos  de 
los  hombres...  ningiin  ser  viviente  se  acerca  á 
esta  cabana...  Tanto  temía  por  vos  el  delirio 
de  mis  vigilias  y  la  indiscreción  de  mis  sue- 
ños. 

Mauq.  Si,-  el  secreto  está  bien  guardado;  pero  ese 
es  un  motilo  mas  para  que  yo  lema  perder  en 
un  dia  elfiulo  de  veinte  años  que,  creedme, 
han  sido  para  mi  mas  sombríos,  mas  terribles 
que  para  vos.  Nadie  ha  sabido  nada  de  la  ter- 
rible historia,  peroá  qué  precio!  Comprendéis 
lo  que  es  velar  por  espacio  de  veinte  añosjun- 
to  á  un  demente,  que  cada  vez  que  tiene  un 
momento  de  razón,  me  echa  en  cara  mi  falta, 
y  cada  vez  que  cae  de  nuevo  en  su  locura,  re- 
pite mil  veces  aquellas  palabras,  con  que  me 
ha  de  despertar  en  el  sepulcro  el  ángel  que  me 
anuncie  el  juicio  linal? 

Lcis.  También  he  oído  yo  esas  palabras,  señora; 
porque  estaba  alli  cuando  él  espiró  proaun- 
ciándolas. 

Makq.  lie  ahí  mi  suerte  como  esposa.  Y  mis  hi- 
jos, separados  de  mi  para  que  lo  estén  de  su 
padre,  mis  hijos  que  no  me  conocen  mas  que 
por  el  terror  que  les  in^^piro;  mis  hijos,  que 
cuando  les  tiendo  los  brazos,  se  postran  á  mis 
pies  llamándome,  señora...  es  lo  que  me  que- 
da como  madre. 

Luis  No  me  habláis  mas  que  de  los  que  saben  que 
sois  su  madre. 

Makq.  (se  estremece.^  Achard! 

Llis.  Es  cierto  que  os  habéis  estremecido  mas  de 
una  vez,  pensando  que  hahia  en  el  mundo  un 
hombre  que  vendría  un  día  á  preguntarme  ese 
secreto  á  que  lo  habéis  sacrificado  lodo,  y  que 
yo  no  fodré  callarle  nada  á  ese  hombre?  Pero, 
tranquilizaos  ,  señora  ;  á  la  edad  de  quince 
años,  ya  sabéis  que  ese  hombre  se  escapó  del 
colegio  en  que  se  educaba  en  Escocia,  y  desde 
aquella  época  nadie  ha  vuelto  á  saber  de  él; 
habrá  olvidado  el  país  de  su  padre,  habrá  per- 
dido la  seña  que  le  debía  dar  á  conocer,  ó  mas 
bien...  acaso  no  existe  ya. 

Marq.  Es  una  crueldad,  Achard,  el  decir  eso  á  una 
madre,  y  vOs  no  conocéis  todavía  cuantos  secre- 
tos y  cuan  eslrañas  contradíciones  encierra  el 
corazón  de  una  inuger.  Por  qué  no  he  de  poder 
vivir  tranquila  viviendo  mí  hijo?  Por  qué  un  se- 
creto que  ha  ignorado  veínlicinco  años,  ha  de 
ser  tan  importante  á  su  existencia  en  adelante, 
(jue  no  pueda  vivir  sin  que  se  le  revele?  Achard, 
mi  antiguo  amigo,  no  se  le  podría  decir  que 
su  madre  ha  muerto  también...  pero  que  al 
morir  le  ha  legado  á  su  amiga  la  marquesa 
d'Auray,  en  quien  encontrará  una  segunda 
madre? 

Lms.  Si,  vos  podríais  decirle  eso,  os  conozco 
bien;  se  lo  diríais  con  voz  firme,  podríais  verle 
con  el  corazón  tranquilo  y  sin  llorar,  lo  sé,  po- 


ú  cl  ma 

(Iríais  hablarle  sin  que  vuestras  primeras  pa- 
labras fuesen:  bijo  niiol  y  sin  embargo,  es  el 
bijütle  un  hombre  á  quií-n  habéis  amado,  has- 
ta el  punto  de  olvidar  los  deberes  mas  sagia- 
do5,..y.-in  embargo,  hace  veinte  años  que  no 
habéis  visto  íi  ese  hijo.  Oh!  vos  podéis  dominar 
vuestros  sentimientos;  pero  yo,  si  le  volvie- 
se A  ver,  no  podría  menos  de  arrojarme  en  sus 
brazos,  diciéndule:  L^nrique,  mi  querido  En- 
rique! 

Makq-  l'ero  vos  no  tenéis  nada  que  ocultar:  no 
empanáis  con  esa  sola  palabra  cuarenta  afios 
de  unu  reputación  sin  enancha.  Vos  no  os  lla- 
máis Auray,  vos  no  tenéis  que  guardar  y  tras- 
mitir un  nombre,  recibido  de  nobles  abuelos. 
Escuchad,  Acliard  ,  be  venido  á  hablaros  de 
esu.  he  venido  á  deciros  que  tengáis  piedad 
de  mi. 

Li'is.  Tan  fiel  como  he  sido  ó  las  prümesas  he- 
chas á  la  señora  marquesa  d' Auray  ,  lo  seré  á 
las  que  tiice  al  conde  de  Alorlaíx;  el  día  en^ue 
su  hijo,  y  el  vuestro,  venga  á  presentarme  la 
prenda  de  reconocimiento,  y  á  reclamar  su 
secrelo,  yo  se  lo  diré,  señora  En  cuanto  á  los 
papeles  que  lo  acreditan,  vos  sabéis  que  no  se 
le  deben  entregar  sino  después  de  que  muera 
vuestro  niai  ¡do;  el  tetTeto  está  aqui;  [íeñatando 
íí  corazón.  )  ningún  poder  humano  le  puede 
impedir  ni  obligar  á  que  salga.  Esos  papeles 
están  en  un  armario  al  lado  de  mi  cama,  y  la 
llave  siempre  va  conmigo;  un  robo  ó  un  ase- 
sinato, son  los  únicos  medios  de  arrebatár- 
melos. 

MiiiQ-  fero  vos  podéis  morir  antes  que  el  Mar- 
qués    .   Qué  será  entonces  de  esos  papeles? 

Liiis.  El  sacerdote  que  me  asista  en  mis  últi- 
mos inoínentüs,  los  recibirá  bajo  el  secreto  de 
la  confesión. 

Maro  \  asi  la  cadena  de  mis  agonías  se  prolon- 
gará hasta  mi  muerte,  y  su  último  eslabón 
estará  unido  á  mi  sudario.  Hay  un  hom- 
bre en  el  mundo,  uno  solo  acaso,  á  quien  no 
pueden  ablandar  ni  súplicas,  ni  lágrimas,  ni 
riquezas,  y  Dios  ha  colocado  esa  rcca  en  me- 
dio de  mi  camino,  y  la  tempestad  rae  arroja 
hacia  ella  cuntinuamente,  hasta  que  me  estre- 
lle alli;  tú  tienes  mi  secreto  entre  tus  manos; 
puedes  hacer  de  él  lo  que  quieras...  tú  eres  el 
señor  y  yo  la  esclava.   Adiós, 

Luis.  Queréis  que  os  acompañe  hasta  el  castillo? 

Makq.  Gracias,  {case.) 

ESCENA  II. 

Acharo,  solo. 
Si;  sé  que  tenéis  un  corazón  insensible  á  cual- 
quier otro  temor,  que  al  que  Dios  os  ha  dado 
en  vez  de  remordimiento;  pero  ese  vale  por 
lodos  los  demás,  y  compráis  bien  cura  la  repu- 
tación de  virtuosa.  Es  cierto  que  la  de  la  Mar- 
quesa está  tan  bien  sentada,  que  si  saliera  la 
verdad  de  la  tierra  ó  bajara  del  cíelo,  creo  que 
la  oirían  como  una  calumnia;  en  fin,  Dios  pue- 
de lo  que  ((uiere,  y  lo  que  hace  está  escrito  de 
antemano  en  su  eterna  sabiduría. 

ESCENA  III. 

ACHABD,  PlBLO. 

Pac.  Bien  dicho,  anciano  ;  hay  mas  ¡grandeza  en 


riño.  7 

la  resignación  que  se  humilla,  que  en  ia  filo- 
sofla  que  duda;  es  una  máxima  que  yo  quisie- 
ra haber  tenido  menos  veces  en  la  boca,  y 
mas  ameiKido  en  el  corazón ,  para  mi  feli- 
cidad. 

Lcis.  Perdonad,  caballero;  pero  quién  sois? 

I'ad.  I'or  ahora,  soy  un  hijo  de  la  república  de 
Platón,  tengo  al  género  üunianu  por  hermano, 
al  mundo  por  patria,  y  por  morada  la  choza 
que  yo  mis  no  lie  edificado. 

Luis.  V  qué  buscáis? 

pAB.  Busco  á  veinte  leguas  de  ürest  y  á  doscien- 
tos pasos  del  castillo  d'Auray,  una  cabana  que 
se  parece  muchisimoá  esta,  y  un  anciano,  qut 
pudierais  ser  vos  mismo. 

Luis.  V  có.iio  se  llama  ese  anciano? 

Pab.  Luis  Achard. 

Ll!S   No  05  engañáis;  yo  soy. 

P.\B.  (quitándose  el  sombrero.)  La  bendición  del 
cielo  caiga  sobre  vuestros  cabellos  blancos;  he 
aquí  una  carta  que  creo  ser  de  mí  padre,  y  que 
dice  que  sois  un  hombre  de  bien 

Luis,  (conmovido.)  V  esa  carta  naJa  contiene? 

Pab.  Si  tal;  una  cosa  como  medía  moneda  de  oro, 
cuya  otra  mitad  debéis  tener  vos. 

L'  is.  {tendiéndole  la  mano  y  tomando  maquinal- 
mente  la  moneda  y  la  carta  )Si,  si,  eso  es,  y  mas 

que  todo  la  semejanza   eslraordinaria Dios 

mió!  Dios  mío.' 

Pab.  Qué  tenéis? 

Luis.  .No  sabéis  que  sois  un  vivo  retrato  de  vues- 
tro padre,  y  que  yo  hubiera  dado  toda  mi  san- 
gre, mí  vida  por  vuestro  padie  ..  como  lo  ba- 
ria por  tí  sí  lo  necesitaras,  hiju  mío. 

Pab.  Abrazadme,  mi  antiguo  uuiigu,  y  quien  quie- 
ra que  fuese  mi  padre,  sino  se  necesita  mas 
que  una  conciencia  pura ,  un  valor  á  toda 
prueba  y  una  frente  que  no  se  inclinará  jamás, 
para  parecerse  á  él,  habéis  dicho  bien:  soy  su 
vivo  retrato,  y  mas  aun  por  el  alma  que  por  el 
rostro. 

Lüis.  [mirándole  )  Si,  todo  eso  tenia  vuestro  pa- 
dre, la  misma  valentía,  y  el  mismo  fuego  en 
las  miradas;  pero  por  qué  no  te  he  visto  ames? 
He  pasado  horas  muy  sombrías,  que  tu  hubie- 
ras evitado. 

Pab  Por  qué,  decís?  Porque  esta  carta  me  man- 
daba veniros  á  buscar  cuando  tuviera  veinte  y 
cinco  años,  y  no  me  he  descuidado,  porque  los 
cumplí  hará  una  hora. 

Lc:s.  Va  tiene  veinte  y  cinco  años!..  Parece  que 
fué  ayer  cuando  nacisteis  aqui,  en  este  mismo 
cuarto. 

PsB.  Y  aqui  he  vivido  basta  la  edad  de  cuatro 
años,  no  es  verdad? 

Lms.  Si. 

Pab  Pues  bien,  me  parece  que  recuerdo  una  ha- 
bitación que  he  visto  en  mis  sueños:  sí  es  esa, 
debe  tener  una  cama  con  cortinas  verdes... 

Liis  Si. 

Pab.  l'n  crucifijo  de  madera  al  lado  de  la  cama... 

LciS.  Si. 

Pab  En  frente,  un  armario  con  libros,  y  entre 
otros  una  biblia  con  estampas. 

Li;!S.  Mírala! 

Pab.  Si,  ella  es:  después  una  ventana  por  la  cual 
se  veía  el  mar,  una  isla... 

Luis.  La  de  NMÍmontiers. 

Pab   [entrando  en  el  cuarto.)  Ah)  (Luís  quiere  «e- 


8  Pablo 

guirle.)  Dejadme 'solo,  necesito  eslar  solo  un 
inslanle. 

Ltis.  (solo  por  un  momento  )  Esceleiite  corazón! 
Gracias,  Dios  mío!  Vo  os  doy  gracias! 

Pab.  (volviendo.)  Es  el  mismo:  y  por  qué  be  de 
ocultar  lo  que  siento?  Mirarae,  anciano:  yo  be 
visto  á  la  tempestad  ajilar  mi  barco  y  be  sen- 
tido que  el  soplo  del  buracan  lo  movia.  como 
la  brisa  de  la  tarde  una  buja  seca;  he  visto 
caer  ü  los  bimbres  á  mi  alrededor,  como  las 
espigas  bajo  la  hoi  del  segador;  be  oido  los 
gritos  deagoniayde  muerte  de  aquellos  que 
la  nocbe  anterior  cenaron  conmigo,  y  be  pasa- 
•  do,  para  recibir  su  último  suspiro,  á  través  de 
una  lluvia  de  balas,  escurriéndome  á  cada  paso 
entre  la  sangre,  pero  ese  cuarto,  cuyo  recuer- 
do he  conservado  santamente,  ese  cuarto  en 
que  rccibi  las  caricias  de  un  padre  á  quien  no 
veré  mas,  de  una  madre  que  no  querrá  acaso 
volverme  á  ver,  tiene  algo  de  sagrado;  como 
una  cuna,  como  una  tumba.  Oh!  necesito  llo- 
rar, me  ahogarla  sino  llorase. 

Luis.  Si,  tienes  razón;  es  las  dos  cosas  á  la  vez, 
una  cuna  y  una  tumba;  ahi  naciste  tú,  ahí  re- 
cibiste el  último  adiós  de  tu  padre. 

Pab.  Con  qué  ha  muerto?  Mi  presentimiento  no 
me  engañó.... 

Lois.  Ha  muerto. 

PiB.  Me  dirás  cómo? 

Lois.  Todo  os  lo  diré. 

Pab.  Dentro  de  un  momento.,,  ahora  no  tengo 
fuerza  para  escucharte.  ,abre  la  ventana.)  i\o 
hay  nada  mas  sublime  que  una  tarde  de  otoño 
y  el  sol  que  se  pone  en  la  mar,  tranquila  como 
Dios,  grande  como  la  eternidad;  ningún  hom- 
bre que  baya  estudiado  este  espectáculo,  teme 
la  muerte!  Mi  padre  murió  con  valor,  no  es 
verdad? 

Ltis.  Si;  era  un  joven  hermoso  como  vos,  y  de 
vuestra  misma  edad. 

Pab.  Cómo  se  llamaba? 

Li'is.  El  conde  de  Morlaix. 

P»B.  V  mi  madre? 

Luis.  Vuestra  madre!  La  marquesa  de  Auray. 

P*B.  (asombrado.)  Qué  dices? 

Lcis.  La  verdad. 

P»B.  Imposible! 

Lcis    Lo  juro.  . 

PuB.  Enlonces,  el  conde  y  Margarita  son  mis  her- 
manas? 

Lcis.   Los  conocéis? 

Pab  Tenias  razón,  anciano,  Dios  es  todo  podero- 
so, v  lo  que  hace  está  escrito  de  antemano  en 
su' sabiduría,  (cae  en  una  silla-,  apoyando  la  ca- 
beza en  las  manos  ) 

Lcis.  Vuestro  padre  y  la  marquesa  estaban  des- 
posados desde  su  juventud...  yo  no  sé  que  mo- 
tivo dividió  sus  familias  y  los  separó.  El  conde 
de  Morlaix  partió  para  santo  Domingo,  donde 
lenia  su  padre  una  ca'sa;  yo  le  acompañé  por 
ser  el  hijo  de  su  nodriza...  Habla  recibido  la 
misma  educación  que  él...  me  llamaba  herma- 
no, y  yo  era  quien  se  acordaba  únicamente  de 
la  distancia  que  el  nacimiento  habla  puesto  en- 
tre los  dos. 

Pab.  Pobre  ,\chard! 

Lois.  Al  cabo  de  dos  años  volvió  y  encontró  á  su 
amada  casada  con  otro;  pero  el  marqués,  lla- 
mado á  l'aris  por  el   cargo  que  desempeñaba 


Jones, 

cerca  de  Luis  XV',  se  vio  precisado  á  dejará  s" 
joven  esposa,  demasiado  enferma  para  poderle 
seguir,  en  el  antiguo  castillo  d'  Auray.  Vo  ha- 
bía heredado  esta  casa  por  muerte  de  mi  pa- 
dre y  vine  á  vivir  á  ella 

Pab.  l'roseguid. 

Luis.  L'na  noche,  hace  veinte  y  cinco  años,  oi 
llamar  a  mi  puerta,  abrí,  y  entró  vuestro  pa- 
dre, trayendo  en  brazos  una  rnuger  cuyo  velo 
me  impidió  conocerla.  Luis,  me  dijo;  puedes 
hacer  mas  que  salvarme  vida  y  honra,  puedes 
salvar  la  vida  y  el  honor  de  la  muger  a  quien 
amo...  Monta  a  caballo,  vé  á  la  ciudad  y  vuel- 
ve dentro  le  una  hora  con  un  médico.  Vo  obe- 
decí; el  doctor  entró  en  ese  cuarto,  y  vuestio 
padre  salió  á  poco  con  la  mujer  misteriosa  que 
acababa  de  daros  á  luz. 

Pab.  V  cómo  supisteis  que  aquella  muger  era  la 
marquesa  d'  Auray? 

Luis.  Üfreci  á  vuestro  padre  teneros  á  mi  lado; 
él  aceptó  mi  ofrecimiento...  y  venia  de  cuando 
en  cuando  á  pasar  algunas  horas  con  vos. 

Pab.  Solo? 

Lois.  Siempre...  cuando  os  veia  la  marquesa  en 
el  parque  os  llamaba  y  os  acariciaba  como  á  un 
niño  estraño,  que  gusta  porque  es  bonito.  Cua- 
tro años  pasaron  asi;  una  noche  volvieron  á  lla- 
mar de  nuevo  á  mi  puerta;  era  vuestro  padre... 
estaba  mas  tranquilo,  pero  mas  triste  y  mas 
sombrío  que  la  primera  vez...  .Mañana,  me  di- 
jo, me  balo  con  el  marqués  d'  Auray;  es  un 
duelo  a  muerte,  y  está  convenido  que  tú  serás 
el  único  testigo:  dame  hospitalidad  por  esta 
noche  y  recado  de  escribir.  Kntonces  se  sentó 
delante  de  esta  mesa,  en  esa  misma  silla  en 
que  estáis  vos  sentado,  (Pablo  se  levanta.)  y 
pasó  en  vela  toda  la  noche.  Al  despuntar  el 
alba  entró  en  mi  cuarto  y  me  encontró  levan- 
tado... asi  estuve  tuda  la  nuche  ..  vos  dormíais 
en  vuestra  cuna. 

Pao.  Adelante... 

Luis.  Vuestro  padre  os  miró  tristemente....  Si 
muero  me  dijo;  como  pudiera  suceder  algo  á 
este  niño,  le  entregarás  á  t-ild,  mi  ayuda  de  cá- 
mara, con  esta  carta:  él  le  conducirá  á  Esco- 
cia y  le  pondrá  en  salvo;  á  los  veinte  y  cinto 
años  te  traerá  la  otra  mitad  de  esta  moneda  de 
oro,  te  preguntará  el  secreto  de  su  nacimiento 
y  sé  lo  dirás.  En  cuanto  á  estos  papeles  que  lo 
prueban,  no  se  los  entregarás  hasta  que  haya 
muerto  el  marqués,  después  se  acercó  á  vues- 
tra cuna,  se  inclinó  hacia  vos,  y,  á  pesar  de  que 
era  lodo  un  hombre,  yo  vi  correr  una  lágrima 
por  su  mejilla. 

Pab.  (con  voz  ahogada.)  Proseguid. 

Lns  Aquella  lágrima  os  despertó  y  le  echasteis 
los  brazos  al  cuello,  diciénilole:  adiós.  La  cita 
era  en  el  parque  á  doscientos  pa.»os  de  aqui; 
al  llegar  nos  encontramos  al  marqués:  á  su  la- 
do, en  un  banco,  habla  dos  pistolas  caigadas; 
los  adversarios  se  saludaron  en  silencio;  el 
marqués  señaló  las  pistolas:  cada  uno  tomó  la 
suya,  se  colocaron  á  treinta  pasos  de  distancia 
y  marcharon  el  uno  hacia  el  olro.  ...  Terrible 
momento  fué  cuando  vi  disminuirse  gradual- 
mente el  terreno  que  los  separaba;  á  los  diez 
pasos  se  detuvo  el  marqués  é  biío  fuego;  yo 
estaba  mirando  á  vuestro  padre...  y  no  noté  la 
men  r  alteración  en  su  semblante Siguió 


ó  el  marino. 

marchando  Iiasla  donde  estaba  el  marqués,  y    Marg.  Gracias. 


apoyándole  la  pislola  sobre  el  corazón... 
Pab.  Ab:  no  le  mataría,  no  es  verdadi* 
Ltis.  Le  dijo:  vuestra  vida  es  mia;  puedo  dispo- 
ner (le  ella;  pero  iiuiero  que  \ivais  para  per- 
doiiarini',    cuino  yo  os  perdono.  Al  acabar  de 
decir  eslas  palabras,  vuestro  padre  cayó  muer- 
to, la  bala  del  marqués  le  babia  atravesado  el 
pecho. 
Pab.    I'adre  mió!    V  vive  ese  hombre,. no  es  ver- 
dad? Achard,    vive^..  Podié    vengar  á  mi  pa- 
dre?.. Iremos  á  buscarle  y  le  dirás:  este  es  su 
biju....  su  hijo...  y  es  preciso  que  os  baláis  con 
él:... 
Luis.  Dios  se  ha  encargado  de  la  venganza.  Ese 

bombre  está  loco. 
Pab.  Es  verdad,.,  lo  habia  olvid.ido' 
Luis.  V  en  su  delirio  vé  sin  cesar  aquella  escena 
sangrienta,  y  repite  cien  veces  al  dia  las  pala- 
bras que  le  dijo  vuestro  padre. 
Pab.   Por  eso  no  se  separa  nunca  de  él   la  mar- 
quesa? 
Ltis.  V  por  eso,  bajo  pretesto  de  que  no  quiere 
ver  á  sus  hijos,  ha  separado  de  él  al  conde  y  á 
Margarita. 
Pab.  fobre  hermana  mia;  y  ahora  no  quiere  sa- 
crificarla, casímdola,  á  su  pesar,  con  ese  mise- 
rable Lectoure? 
Luis.   Si,  pero  ese  miserable  Lecloure  se  lleva  á 
Paris  á  su  muger,  y  hace  coronel  de  dragones 
ásu  hermano.  La  marquesa  entonces  nóteme 
la  presencia  de  sus  hijos,  y  su  secreto  queda 
entre   ella  y  dos  ancianos,   que  mañana,  esta 
noche  pueden  morir,  y  la  viuda  d'  Auray,  mo- 
delo de  amor   maternal  y  de  virtud  conyugal, 
les  sobrevive,  rodeada  de  la  consideración  del 
mundo. 
Pab.  Üh!  Crees  que  mi  madre?.. 
Lcis.  Perdonad!.    No  creo  nada,  me  he  equivo- 
cado; olvidad   lo  que  he  dicho....    vos  mismo 
juzgareis.  .  No  necesito  deciros  que  la  última 
voluntad    de  vuestro  padre  se  cumplió,-  veinte 
y  un  años  ha  que  partisteis  para  Escocia,  y  des- 
de entüiices  no  ha  pasado  un  dia  sin  que  pida 
á   Dios  por  el  hijo,  arrodillado  sobre  el  sepul- 
cro-de su  padre.  Ll  Señor  ha  oido  mis  votos... 
vuestro  padre  renace  en  vos...  os  veo,  y  ya  es- 
toy consolado. 
Pab.  {mirando   porta  uenlana.)  Silencio,  alguien 

viene. 
Lüis.  Es  un  criado  del  castillo. 
PiB.  Margarita  le  acompaña...  mi  hermana!..  Me 
dejarás  solo  con  ella,   Achard;   quisiera  ha- 
blarla 
Luis.   .Acordaos  de  que  vuestro  secreto  es  el   de 

vuestra  madre. 
P.\B.  Nada  temas;  no  le  hablaré  mas  que  del  su- 
yo. {Achard  entra  en  el  otro  cuarto  )  Pobre  mu- 
chacha.. .  .  el  interés  que  me  inspiraste  ayer 
cuando  le  vi,  era  amor  i'ralernal.  Aqui  está. 

ESCENA    IV. 
Pablo,  MtRGkKiTA,  Patbicio. 

MvBG  Está  bien,  Patricio;  dejad  abi  esas  provi- 
siones, y  esperadme  á  la  puerta  del  parque. 
{vate  Patricio  }  Perdonad,  caballero...  creí  en- 
contrar aqui  á  Luis  Achard... 

PiB.  En  eso  cuarto... 


ESCENA  V. 

Pablo,  solo. 

Oh!  cómo  baria  yo  para  estrecharle  entre 
mis  brazos?  Me  será  imposible  el  contener- 
me. ...  Uué  haré  para  no  decirla:  Margarita, 
ninguna  niuger  me  ha  amado  aun,  ámame  tú 
como  una  hermana...  poique  soy  hijo  de  tu 
iiiismu  madre...  oh!  madre  mia!  privándome 
de  vuestro  cariño,  me  habéis  privado  del  de 
ese  ángel  al  mismo  tiempo. 

ESCENA  IX. 

Mahgirita,  Pablo. 

M  *BG.  (a  /a  ¡tuerta  que  separa  las  dos  habitaciones.) 
Adiós,  .Acli-ird...  be  querido  venir  yo  misma... 
quién  sabe  ahora  cuando  podré     volver...  (»« 
dirige  á  la  puerta  del  foro.) 
pAi!    Margarita'  {ellii  se  vuehe admirada  y  se  dirige 
de  nuevo  a  ¡a  puerta  J  .Margarita,  no   ois  que  os 
llamo?    . 
Mab.     Es   verdad  que  habéis    pronunciado   nii 
nombre pero  no  crei como  no  os  co- 
nozco... 
PiB.   Pero  yo  si  á  vos;  sé  que  sois  desgraciada, 
que  no  tenéis  un  corazón  donde  verter   vues- 
tras lágrimas,  ni  un  brazo á  quien  pedir  apoyo. 
Mas.  Olvidáis  que  tengo  á  Dios,  caballero? 
Pab.  Lejos  de  olvidarlo,  creo  que  él  es  quien  rae 
envia.  Si  yo  os  digera  que  soy  vuestro  amigo, 
que  podéis  contar  conmigo... 
Mako.  Vo  os  preguntarla  qué  prueba  podéis  dar- 
me de  esa  amistad. 
Pab.  V  si  os  diese  una? 
.Marg.  Cuál? 
Pab.  Una  irrecusable. 
Mabg.  Entonces... 

Pab.  Lleváis  en  el  brazo  izquierdo  una  pulsera... 
Marg.  (jtiién  os  ha  dicho?.. 

Pab.  La  llave  con  que  está  cerrada  la  pulsera,  es- 
la  guardada  en  una  soilija...  y  hay  un  hombre 
á  quien  jurasteis  en  una  noche  de  desespera- 
ción,  que  mientras  no  os  devolviesen  aquella 
sortija... 
Makg.  No  seria  yo  de  nadie,  si... 
Pab.  Conocéis  esta  sortija? 
Maro.  Misericordia!  lia  muerto! 
P»a.  No,  Margarita;  vive  y  os  ama. 
Marg.    Si  vive,  si  me  ama,  cómo  está  en  vuestro 

Doder  esta  sortija? 
Pab.  Desterrado   proscrito,  be  creido  que  estaba 
en  su  delicadeza  devolveros  la  libertad  y  vues- 
tros juramentos. 
MiKG.  Cuando  una  nuiger  ha  hecho  por  un  hom- 
bre  lo  que   yo  he  hecho  por  él,  no  debe  amar 
mas  que  á  aquel  bombre,  no  debe  ser  mas  que 
d    Dios. 
Pab  Margarita,  sois  un  ángel. 
Mab.  Con  que  le  habéis  visto? 
Pab.  Vofui  el  encargado  de  conducirle  á  Cayen- 
iie;   durante   la  travesía  me  lo  dijo  lodo,   y   vi 
que  me  habian  hecho  instrumento  de  la  ven- 
ganza y  node  lajuslicia.  Entonces  hice  cuanto 
pude   por  él:  Lusiñan  está  desterrado,  pero  li- 
bre, y  espeía  en   Nueva-Yoik  el  resultado  de 
las  gestiones,  que  ya  han  hecho  sus  amigos  en 
la  curte. 

2 


10 


Pablo  Jones, 


Marg.  y  creéis  obtener  su  perdón? 

P*B.  He  conseguido  aun  mas  que  eso. 

M»RG.  Dejad,  señor,  que  os  bese  las  manos. 

Pab.  Venid  á  mis  brazos,  Margarita.  Sois  un  án- 
gel. 

Marg.  Con  que  no  me  despreciáis  vos? 

Pab.  Margarita,  si  yo  tuviese  una  iierraana  pedi- 
ría ¿I  Dios  que  se  os  pareciera. 

IIabg.  Tendrías  una  hermana  muy  desgraciada! 

Pab.  Puede  ser. 

M»KG.  üh!  vos  no  sabéis?.. 

Pab.  Hablad. 

Marq.  RI  barón  de  Lectoure  debe  haber  llegado 
ja..  .. 

Par  Losé. 

Mabg.  Esta  noche  se  firma  el  contrato. 

Pab.  V  vos  lo  firmareis? 

Marg.  Me  obligarán. 

Pab.  No  os  senlis  con  fuerza  bastante  para  resis- 
tir? 

M»bg.  Me  siento  con  fuerza  para  morir. 

Pab.  Pobre  niña' 

MiRG.  A  quién  queréis  que  me  dirija?  ¿A  quién 
queréis  que  suplique?  A  mi  hermano!  No  pue- 
de comprenderme.  A  mi  madre?  Ah!  vos  no 
conocéis  íi  mi  madre;  es  una  mugerde  una  vir- 
tud severa,  de  una  voluntad  inflexible,  y  cuan- 
do dice;  yo  lo  mando;  no  hay  mas  que  llorar  y 
obedecer.  A  mi  padre?..  Vos  no  lo  sabréis  aca- 
so... está  loco,  ha  perdido  la  razón  y  con  ella 
el  amor  paternal...  Diez  años  hace  que  yo  no  le 
he  visto;  hace  diez  años  que  no  he  estrechado 
sus  trémulas  manos.  No  sabe  si  tiene  hijos;  no 
me  conocerá:  mi  madre  le  dará  una  pluma;  le 
dirá:  firmad,  yo  lo  mando...  y  firmará  mi  sen- 
tencia. 

Pab.  Margarita,  yo  estaré  cuando  se  firme  el  con- 
trato. 

Marg.  y  quién  os  introducirá  en  el  castillo? 

P*B.  Tengo  un  medio. 

Marg.  Oh!  mi  hermanees  valiente,  arrebatado; 
su  ambición  vé  un  brillante  porvenir  en  mi 
matrimonio. 

Pab.  Vuestro  hermano  es  para  mi  tan  sagrado 
como  vos  misma;  nada  temáis. 

Marg.  .Me  hacéis  estremecer. 

Pab.  V  qué  vais  á  hacer  con  el  barón? 

Marg.  Pedirle  una  audiencia. 

Pab   V  le  diréis?.. 

Makg.  Todo. 

Pab.  (/lineando  uno  roSilla.J  Dejadme  que  os 
adore. 

Marg.  Caballero... 

Pab  Como  á  una  hermana. 

M.\uG.  Oh!  yo  creo  que  es  Dios  quienes  envia, 
Ksla  noche... 

Pab  No  os  admiréis,  ni  temáis  nada;  tratad  solo 
de  hacerme  saber  el  resultado  de  vuestra  con- 
ferencia con  el  barón.  Adiós. 

MíHG.  [apretándolt  la  mano.)  Adiós...  no  sé  como 
llamaros. 

Pab   Llamadme  hermano. 

Mav.g.  Adiós,  hermano  mió. 

Pab.  Ah!  lü  eres  la  primera  persona  que  me  ha 
hecho  oír  tan  dulce  palabra,  {vase  Margarita  ) 
Achard!  (entra  .ác/iord.)  Ahora  condúceme  al 
sepulcro  de  mi  padre. 

FIN   DEL  ACTO  SEGUNDO. 


ACTO  TERCERO. 


La  misma  decoración  del  primer  acto:  los  candelabros, 
que  están  sobre  la  chimenea,  encendidos. 

ESCENA  PRIMERA. 
ElCo.nde,  bl  Babón  db  Lectoube. 

Cox.  Permitid,  mi  querido  barón,  que  os  baga  los 
honores  de  la  morada  de  mis  antepasados. 

Lbc.  Magnifica  fortaleza!..  A  tres  leguas  á  la  re- 
donda se  percibe  su  olor  á  baronía.  Si  por  ca- 
sualidad se  me  ocurriese  algún  dia  el  reve- 
larme, os  pediría  que  me  prestaseis  esta  alha- 
ja ( Hiendo  ios  cuadrot  )  con  cuadros  y  lodo. 

CoM.  Todos  ellos  son  retratos  de  la  ilustre  fami- 
lia, cuyo  último  vastago,  por  ahora,  tenéis  de- 
lante. 

Lec.  Persona  de  todo  mi  respeto. 

CoM.  Pero  no  soy  tan  patriarca,  que  me  resuelva 
á  pasar  la  vida  en  esta  soledad...  y  espero,  ba- 
rón, que  habréis  pensado  en  sacarme  de  esta 
madriguera. 

Lec.  Queria  haberos  traído  un  despacho  de  coro- 
nel de  dragones;  sabia  que  estaba  vacante  y  lo 
pretendí,  cuando  supe  que  se  había  concedido 
por  influjo  de  no  sé  que  raislerioso  almiran- 
te... especie  de  corsario  ó  pirata,  á  quien  S.  M. 
estima  porque  ha  batido  á  los  ingleses  en  Vhi- 
le-Haven,  donde  escaló  un  fuerte,  y  en  las 
costas  de  Irlanda,  donde  les  apresó  un  navio; 
por  esas  dos  hazañas,  le  ha  condecorado  S.  M. 
con  la  cruz  del  mérito  militar,  y  le  ha  dado 
una  espada  con  puño  de  oro,  como  podía  ha- 
berlo hecho  con  un  noble;  en  una  palabra,  es 
negocio  perdido;  ya  veremos  por  otro  lado. 

Co.N.  Y  la  cruz? 

Lec.  Oh!  esoes  muy  fácil me  la  ha   prometido 

Mr.  de  Vaudreuíl. 

Con.  Muy  bien;  ya  supondréis  que  me  es  indife- 
rente el  arma!  Lo  que  quiero  es  unir  á  uii  nom- 
bre un  grado  en  la  milicia. 

Lec  Perfectamente. 

Con.  y  cómo  os  habéis  librado  de  lodos  vuestros 
compromisos? 

Lec  Diciendo  la  verdad,  be  dicho  públicamente 
que  me  caso. 

Con.  Valor  se  necesita,  especialmente  si  habéis 
confesado  que  habíais  elegido  muger  en  el  fun- 
do de  la  Bretaña. 

Lec  V  por  qué  no? 

Con.  Entonces  la  compasión  reemplazaría  á  la 
cólera. 

Lec.  Ya  sabéis  que  nuestras  damas  de  la  corle, 
creen  que  sale  el  sol  en  París  y  que  se  pone  en 
Versailles;  lodo  el  resto  de  la  Francia  es  para 
ellas  lá  Laponía,  de  suerte  que  esperan  ver 
llegar   aun  monstruo  con  unos  pies  terribles, 

ó  cosa  por  el  estilo.. Y  se  equivocan,  no  es 

verdad?  Vos  me  habéis  dicho  que  vuestra  her- 
mana... 

Con.  La  veréis. 

Lec.  (volviéndose.)  Qué  es  eso? 

Jaz.  (que  entra.)  La  señorita  Margarita  pide  al 
señor  barón  de  Lectoure  que  le  conceda  una 
audiencia... 

Lbc.  a  mí?  Con  el  mayor  placer. 

Con.  No:  es  un  error,  os  habréis  equivocado,  Jaz- 
mín. 


Jaz.  Puedo  asegurnr  al  señor  conde  que  cumplo 
exaclamenle  la  orden  que  se  me  ha  dado. 

Con.  Imposible,  baion;  enviad  á  paseo  á  esa  lon- 
tiiela. 

Lec.  iNada  de  eso,  estos  hiimanos  son  el  diablo. 
Jazmin,  diá  mi  hermosa  futura,  que  estoy  a 
sus  pies,  á  sus  rodillas,  como  guste.  V  vos,  con- 
de, espero  que  tendréis  bastante  confianza  en 
mi  paia  permitirnos  hablar  á  solas?.. 

Con.  Es  una  ridiculez  .. 

Lec.  .No  tal...  es  cosa  muy  conveniente;  yo  no 
soy  rey  para  casarme  por  retrato  y  por  emba- 
jador, deseo  verla  en  persona:  francamente, 
tiene  alguna  deformidad? 

Con.  No,  á  fé  mia:  hermosa  como  un  ángel. 

Lec  Pues  bien,  entonces,  qué  significa  eso?  Ten- 
dré que  llaniar  ó  mis  guardias,  {vufe  el  conde.) 
Jazmin,  bacedla  entrar. 

ESCENA    II. 
El  Babo>,  Margakiti. 


Lbc.  Perdonad,  señorita;  yo  era  quien  debia  soli- 
citar el  favor  que  me  concedéis,  y  el  solo  te- 
mor de  ser  indiscreto... 

Maug.  Os  doy  gracias  por  esa  delicadeza,  señor 
barón,  y  ella  alimenta  la  confianza  que  tengo 
en  vos. 

Lac.  Cualquiera  que  sea  esa  confianza,  me  bon 
ra,  y  trataré  de  hacerme  digno  de  ella,  (liazon 
tenia  su  hermano;  es  divina.) 

Mabg.  Lo  que  tengo  que  deciros...  perdonad,  no 
soy  dueña...  (se  apoya  en  una  silla  ) 

Lec  Tan  dificil  es  de  decir?  O  tengo,  sin  saberlo, 

aire  imponente?  (le  toma  la  mano.J  Hablad 

(qué  cara  tan  peregrina!..) 

Waíig.  Espero,  señor  barón,  (retirando  su  mano.) 
que  esas  palabras  son  de  mera  galantería? 

Lec.  No;  bajo  mi  palabra  de  honor,  es  la  pura 
verdad. 

Mabg.  V  que  aun  cuando  penséis  lo  que  decis, 
ese  noseria  suficiente  motivo  para  que  dieseis 
un  gran  precio... 

Lbc  Si  tal,  os  lo  juro. 

Wabg.  Vos  mirareis  el  matrimonio,  como  cosa 
grave? 

Lec.  Según;  si  eligiese  una  viuda,  por  ejemplo... 

Marg.  En  fin,  señoi-,  perdonad  si  me  he  equivo- 
cado; pero  he  creido  que  os  habláis  forma- 
do la  idea  de  que  convendríamos  en  senti- 
mientos, acerca  de  la  boda  proyectada  entre 
los  dos. 

Lbc.  No,  nunca,  y  sobre  todo  desde  que  os  he 
visto,  no  creo  ser  digno  de  vuestro.  ...  ¿có- 
mo diré?....  De  vuestro  amor.  Pero  mi  nom- 
bre y  mi  posición  social  ,  me  hacen  digno, 
sino  de  vuestro  cariño,  al  menos  de  vuestra 
mano 

Mabg.   V  como  separar  una  cosa  de  la  otra?  .. 

Lec  Las  tres  cuartas  partes  de  los  casamientos 
se  hacen  asi.  .  :?e  casan..,  el  hombre  por  tener  i 
una  muger,  y  la  muger  por  tener  un  marido; 
el  matrimonio  es  una  posición,  un  acomudo  so- 
cial'; qué  intervención  queréis  que  tengan  en 
eso  los  sentimientos  ni  el  amor? 

Mabg  Perdonad,  yo  acaso  me  be  esplicado  mal; 
la  timidez  de  uua  joven  soltera  al  hablar  en 
esta  materia.  . 

Lec.  Nada  de  eso;  habláis  lo  mismo  que  Clara 


ó  el  marino.  11 

Harlowe;  claro  como  la  luz  del  día,  y  yo  lo  en  • 
tiendo  peí  rectamente. 

Makg.  Cómo,  señor!....  Si  veo  en  el  fondo  de 
mi  Corazón  ,  la  imposibilidad  de  limar  ja- 
más... 

I.EG.  ,No  hay  ninguna  necesidad  de  decirlo 

Maig,  V  pur  qué? 

Lec.  f  or  qué por  qué...  seria  demasiada  can- 
didez. 

Makg.  V  si  yo  no  os  lo  dijera  por  candidez,  sino 
por  delicadeza,  si  añadiese:  que  beamado.qué 
amo  todavía?.. 

Lkc.  a  algún  primito,  no  es  esto?  Los  primos  son 
malos  bichos;  pero  ya  sabemos  lo  que  son  esa 
clase  de  pasiones;  no  hay  una  colegiala,  que, 
al  fin  délas  vacaciones,  no  vuelva  al  convento 
con  una  pasión  que  la  consume. 

Mai.g  Por  desgracia,  yo  no  estoy  en  ese  caso,  y 
auntiue  joven  tudavia,  hace  tiempo  que  pasé 
de  esa  edad.  Cuando  hablo  al  hombre  que  me 
hace  el  honor  de  íolicilar  mi  mano,  de  mi 
amor  á  otro,  debe  creer  que  le  hablo  de  un 
amor  grave,  profundo,  eterno;  de  uno  de  esos 
amores  cuyas  raices  salen  del  corazón  con  la 
vida. 

Lec  nué  diablo!  Esto  parece  una  pastorela.  Vea- 
mos; y  es  un  joven  de  recibo? 

Makg.  Üb!  Es  el  mejor  ,  el  mas  decidido  de  los 
amantes. 

Lec  No  hablo  de  las  cualidades  del  corazón; 
esas  son   buenas  todas,  convenido...  lo    que 

os  pregunto   es   si  es  noble si  puede  una 

muger confesarlo....  sin  hacer  daño  á  su 

marido. 

Marg.  Su  padre,  á  quien  perdió  siendo  muy  ni- 
ño, era  consegero  en  la  corte  de  Rennes, 

Lec.  Nobleza  de  ropa,  mas  me  gustarla  otra  co- 
sa: pero  en  fin,  no  todos  tienen  la  fortuna  del 
duque  de  Longueville,  que  escogió  él  mismo 
los  amantes  de  su  muger.  El  dejará  pasar  seis 
meses,  por  el  qué  dirán,  se  hará  presentar  por 
un  amigo  en  vuestra  casa,  y  se  acabó,  no  hay 
mas  que  decir. 

Makg.  .No  os  entiendo,  caballero. 

Lec.  Pues  es  la  cosa  mas  sencilla  del  mundo;  vos 
tenéis  vuestros  amores  y  yo  los  mios;  eso  no 
debe  ser  obstáculo  á  la  unión  que  nos  convie- 
ne bajo  todos  aspectos,  y  que  procuraremos 
dulcificar  en  cuanto  sea  posible. 

Míbg.  {retrocediendo  )  Yo  be  sido  muy  impruden- 
te, muy  culpable  acaso;  pero  no  crei  merecer 
semejante  injuria...  ah!  me  lleno  de  vergüen- 
za,., aun  mas  por  vos  que  por  mi.  Si,  compren- 
do lo  queréis...  el  rostro  del  vicio  y  la  másca- 
ra de  la  virtud!  Y  es  á  mi,  á  la  hija  de  la  mar- 
quesa d'.Auray,  á  quien  se  propone  ese  tráfico 
vergonzoso,  vil,  infame!  Oh!  qué  desgraciada 
soy!  (cae  sobre  una  silla  ocultándose  el  rostro  en- 
tre las  manos.] 

Lec  [ílamando.J  Conde? 


ESCENA    111. 

Dichos,  el  Co^De. 

Lec.  Amigo,  vuestra  hermana  padece  accidentes; 
es  necesario  tener  cuidado  no  llegue  á  hacerse 
crónica  la  enfermedad.  Tomad  este  pomo,  ha- 
cédselo respirar,  (tuse  por  el  fondo.) 


12 

ESCENA  IV. 

£i  COKDE  y  Mabgibita. 

Cos.  Margarita,  qué  haces?  Eslás  llorando?  Va- 
mos, firmeza....  Ya  hay  tres  ó  cuatro  per- 
sonas; ha  llegado  el  notario,  uii  padre  va  á 
bajar. 

Mabg.  Mi  padre?  Estás  ssguro? 

Con.  üs  indispensable  que  presencie  la  ceremo- 
nia, (vase  por  el  fondo.) 

MiBG.  Pue»  bien,  si.  es  mi  última,  mi  sola  espe- 
ranza  Diosmio,  dadme  valor! 

ESCENA  V. 

MiRGARiTA,  Pablo  entra  por  el  fondo. 


Pab.  Os  buscaba.  (Jué  hay? 

Mabg.  Se  lo  he  dicho  todo. 

Pab.  V  qué? 

Maug.  Dentro  de  diez  minutos  se  firmará  el  con- 
trato. 

Pab.  Me  lo  figuraba.  Es  un  miserable. 

Maro.  Y  qué  haré? 

P.»B.  Valor,  Margarita. 

Mabg.  Valor.,  oh! ya  no  le  tengo. 

Pab.  {presentándole  un  papel.)  Eso  os  lo  devol- 
verá. 

-Mabg.  Qué  contiene  este  papel? 

Pab.  [íl  nombre  de  la  aldea  donde  os  espera 
vuestro  hijo,  y  las  señas  de  la  muger  en  cuya 
casa  está. 

Mahg.  Ab!  sois  mi  ángel  tutelar! 

Pie.  Silencio!  Suceda  lo  que  suceda  ,  me  encon- 
trareis en  la  casa  de  Achard. 

MtKG.  Bien,  {entra  tp  la  biblioteca.) 

ESCENA  VI, 

El  Co.NDE,  Pablo. 

Con.  {entra  por  la  derecha.)  Os  esperaba  hace 
una  hora,  y  donde  no  hubiese  tanta  gente. 

pAU.  Me  parece  que  estamos  solos. 

r.o\.  Si.  pero  dentro  de  un  instante  estará  este 
salón  lleno. 

Pili.  Se  pueden  decir  muchas  cosas  en  un  instan  • 
te,  señor  conde. 

Con.  Tenéis  ra/.uu;  pero  es  preciso  encontrar  un 
hombre  que  no  necesite  mas  que  un  instante 
para  comprenderlas. 

Pai!.  Va  escucho,  {el  barón  sale  por  la  puerta  de  la 
derecha,  se  vahada  el  foro  y  escucha  sin  ser  visto 
de  los  dos.} 

Con   .Me  habéis  hablado  de  cartas?.. 

Par  Cierto. 

Con.  Habéis  puesto  un  precio  á  esas  cartas? 

Pab.  l'auíbien  es  cierto. 

Con.  Pues  bien;  estáis  pruntoá  dármelas  por  ese 
precio? 

Pab.  Remitid  á  mañana  el  firmar  el  contra- 
to, y  cuncededme  una  entrevista  para  esta 
noche. 

Con.  El  contratóse  ha  de  firmar  ahora,  la  entre- 
vista es  inútil,  puesto  que  nos  estamos  viendo. 
Estáis  prouto? 

Pab.  Escuchadme. 

Con.  Si,  ó  no? 

P»b.  (con  fiialdad.)  No. 

Con.  a  qué  hora  queréis  dar  un  paseo  mañana 
ciinmigü? 


Pablo  Jones, 

P\  1     Siento  TiD    podi^r  aceptar  vuestra  oferta  ,  se- 
ñor conde. 

Con.  Es  que  sin  duda  no  me  habéis  entendido 
bien... 

Pab.  Al  contrario;  perfectamente. 

Con.  Ese  paseo  no  es  otra  cosa... 

Pab.  Que  un  duelo. 

Con.  y  rehusáis'' 

Pab.  Conde,  no  puedo  batirme  con  vos. 

Con.  .No  podéis  batiros  conmigo?.. 

Pvb.  Por  mi  honor. 

Con.  Que  no  podéis,  decís?  (Lectoure  suelta  una 
carcajada.) 

Pab.  {volviéndose.)  No.  ...  pero  puedo  batir- 
me con  el  señor,  que  es  un  miserable  y  un 
infame. 

Con.  Qué  quiere  decir?... 

Pab.  {bajo  al  barón.)  Habéis  oido'^ 

!.Kc.  Si;  lo  que  siento  es  que  os  habéis  olvidado 
de  que  hay  hombres  a  quienes  no  hay  necesidad 
de  insultar  para  hacerlos  batir. 

Pab.  Acordaos  de  que  tenéis  la  elección  de  sitio, 
hora  y  armas. 

Lec.  El  conde  arreglará  todas  esas  co.^as  con 
vuestro  padrino,  yo  nada  tengo  que  intervenir 
en  eso. 

Con.  En  cuanto  á  mi,  espero  que  creeréis  que  no 
hago  mas  que  dejarlo  para  después. 

Pab.  Silencio,  que  vienen. 

Con.  y  vos  os  quedáis? 

P»B.  Me  quedo. 

Con.  Aqui? 

Pab.  Aqui  ó  en  esa  biblioteca,  si  os  place  mejor. 
(entra  en  la  biblioteca.) 

Con.  Jazniin!  {entra  Jazmín.)  Que  entren  aqui. 


ESCENA  Vil. 

Dichos,  á  la  izquierda,  á  la  derecha  el  Votario  que 
coloca  elcontrato  sobre  la  mesa;  CaBillkros. 

Pat.  {anunciando.)  La  señora  marquesa. 

Mabq.  {entra  por  el  foro.)  Estoy  muy  agradecida 
ala  honra  que  me  dispensáis,  señores,  asistien- 
do á  la  boda  de  mi  hij.i  con  el  barón  de  Lec- 
toure;  por  eso  he  deseado  que  el  marqués,  aun- 
que tan  enfermo,  viniese  á  esta  reunión,  y  os 
lo  agradeciera  al  menos  con  su  presencia  si  no 
lo  puede  hacer  de  otra  suerte.  Va  conocéis  su 
situación,  y  no  os  admirareis  si  algunas  pala- 
bras sin  concierto... 

Lee.  Si,  señora,  sabemos  su  desgracia,  y  admira  ■ 
mos  á  la  tierna  esposa  que  hace  veinte  años 
soporta  á  medias  con  él  su  desgracia. 

Con.  {besando  la  mano  asa  madre.)  Ya  lo  veis,  se- 
ñora; todo  el  mundo  hace  justicia  á  vuestras 
virtudes. 

Makq.  {ámedia  voz.J  D(>nde  está  Margarita? 

Con    (lo  mismo  )  Estaba  aqui  hace  un  instante. 

Maku.  Haced  que  la  llamen. 

Pat.  {anunciando.)  El  marqués  d'.Xuray. 

ESCENA    VIII. 

Dichos,  el  Marques,  vestido  de  corte  y  con  la  cruz  de 
San  Luis.  Enlra  sostenido  por  dos  criados  ;  se  para  á  la 
puerla  y  mira  con  admiración  á  cuanto  le  rodea:  des- 
puesavanza,  se  sienta  en  una  silla  colocada  cnmedio  del 
salón  al  lado  de  la  mesa,  y  deja  caer  la  cabeza  sobre  el 
pecbo,  lanzando  un  suspiro.  El  conde  se  va. 

Ñor,  Leeré  el  contrato? 


ó  el  niRi-ino. 

Mabq.  Es  inútil,  puesto  que  las  partes  inleresa- 
(iuü  cuiiuceii  ias  condiciones  quu  cncierru.  (¡ue 
lirineii  los  testigos,  (et  noíario  da  la  pluma  á 
uno  de  los  cabalUroó;  dos  de  ellos  ¡irman  como  les- 
liyus.) 

Co>   (<yue  IraedMargarila  )  Aqui  está  Murgari.a. 

JVliKG.  i^despues  de  saludar,  dirigiéndose  á  su  madre) 
Sciioiu.,. 

Mauv-  ^'c  l'dce  un  gtsto  severo.)  t-irindd  vos,  bijo 
iniu  ^eí  conde /íM/ia.)  \  os,  señor  liaron  (ei  í*u- 
ron  [irma,  le  devuelve  la  piuina  y  pasa  ala  iz- 
quierda.) Vos,  Margarita. 

Mabo.  {daiidu  un  paso.)  Señora... 

.Mauq  {^dándole  la  pluma  por  encima  déla  cabeza 
del  marques.)  KiiinaU. 

Mabu.  [se  acerca  teinblan'to  y  estiende  la  mano  pa- 
ra lomar  la  pluma.)  ¡So,  uo,  jailiiis!  {^echándose 
a  lus  pies  del  marqués.)  t'aUíe  mío!  leuetl  pie- 
dad, compadeceos  de  mil 

JVlAKg,  {buj lindóse,  amediavoz.)y)\ii£  nacéis,  estáis 
luca'í 

ÍVIaug.  l'adre  iiiio! 

Maiiqciís.  \^levanianUo  la  cabeza.)  (Juiéii  me  lla- 
ma? líbala  \í)i...  qué  tiaceis  abi  a  mis  pie»,  qué 
me  pedís? 

Mahu.  Alargaiital 

AlaiG.  señoia,  yo  no  puedo  dirigirme  á  vos;  de- 
jadme iinploiar  a  mi  padre,  a  menos  que  que- 
i'iys  mejor  que  invoque  la  lÉy.  [^señalando  al 
tiolarto.) 

Mihy.  {con  sonrisa  forzada.)  Señores,  esta  es  una 
escena  de  íamilia,  y  este  género  de  cosas,  tan 
triste  para  los  paures,  es  harto  íastidioso  para 
ia»  personas  estrañas.  leiied  la  Liondad,  pues, 
de  pasara  otra  tiabilacioMi  bijo,  baced  vosltis 
bunores  de  la  casa...  señor  barón,  perdonad. 

ÜAit.  1^0  bay  de  qué,  señora,  {lodos  saludan  y  se 
van.) 


ií 


ESCENA  IX. 
El  Mabqvbs,  Mauuabita,  la  Mabqlbsa. 

Mabq.  cuando  ha  salido  la  úílima  persona,  cierra 
la  puerta  y  se  coloca  a  la  izquierda  de  Margarita) 
Abora  que  no  bay  aqui  mas  que  los  que  tienen 
derecbo  de  mandaros,  firmad  6  marcbaos. 

AIabg.  Ob!por  piedad,  señora,  {la  marquesa  la 
agarra  por  un  brazo;  ella  se  dirige  al  marqués.) 
l'adre  mió,  perdón!  No;  después  de  diez  años 
que  bace  que  no  le  veo,  quién  me  arrancará 
de  sus  brazos,  sin  que  me  reconozca?  Señor... 
soy  yo...  vuestra  bija... 

MABguBs.  ijué  voz  tan  dulce!  Quién  es  esta  niña 
que  me  llama  su  padre? 

Maiiq.  Es  una  voz  que  se  alza  contra  los  derechos 
de  la  naturaleza,  es  una  bija  rebelde. 

Aliitu.  Salvadme,  padre  inio...  salvad  á  Marga- 
rita... 

Mahques.  Margarita...  Vo  luve  una  hija  que  se 
llamaba  asi. 

Mabú.  Soy  yo...  yo  soy  vuestra  hija. 

Makqciís  No  bay  mas  bijos  que  tos  que  obede- 
cen; obedeced,  y  tendréis  derecho  á  llamaros 
nuestra  bija. 

íMabg.  Ub!  a  vos,  padre  mió,  estoy  pronta  á 
obedeceros...  .  pero  vos  no  queréis  hacer- 
me desgraciada  ;  vos  no  me  mandareis  que 
muera. 

Makqibs.  (abrazándola.)  Ven,  ven...  Qué  sensa-  I  Marqif.s.  Esa  boda  no  se  hará. 


ciun  tan  deliciosa!  Ob!  me   parece,      que    me 
acuerdo... 
Maüq.  Señor! 

MABVtRS.  {lefantando  la  cabeza. j  Callad,   callad- 
no  os  he   dicho  que  me  acueido?  Habla,   hija' 
mia,  qué  ticies: 
Mabg.  Soy  muy  desgraciada! 
Mab«,iii!s.  L,oii  que  lodo  el  mundoes  desgraciado 
aqui;  Losjó\eiiesy  los  ancianos?  Ab!  yo  lam- 
bien  lo  soy.  (cae  denuevo  en  el  sillón.) 
Mabq.    (que  ha  pasado  á  su  dcttcfta.j  Marqués,  es 

preciso  que  subáis  a  vuestro  cuarto. 
Marques   Para  encontrarme   frente  á   frente  de 
vos?...  No;   eso  es  bueno  para  cuando  estoy 
demente. 
MiMG  Si,  padre  mió,  tenéis  razón;  ya  hace  mucho 
tiempo  que  mi  madre  se  desvela  por  vos;  aho- 
ra le  toca  cuidaros  á  vuestra  hija.  Si   queréis, 
no  me  separaré  de  vos  ui  de  día  ni  de  notbe. 
MiiigiHs.  .ib!  no  tendrás  valor  para  hacerlo. 
MiBu  si,  lo  baié;  vuestra  bija... 
JMABgLKs.  Si  eres  mi  hija,  por  qué  no   le  he  vislo 

bace  diez  años? 
Mahg   Me  han  dicho  que  no  queríais  verme;  que 

ya  no  me  amabais. 
Makquiss.  le  han  dicho  que  no  queria  verte  ,  án- 
gel mió?  le  han  dicho  que  un  pobre  condena- 
do no  quiere  el  cielo?  V  quién  esquíen  te  ha 
dicho  que  un  padre  no  quiere  á  su  bija?  Quién 
ha  Osudo  decii  telo? 
Mauq   Vo. 

Mabqiies.  Vos!..  Vos  estáis  encargada  de  enga- 
ñarme en  todas  mis  afecciones;  todos  mis  do- 
lores me  vienen  de  vos;  vos  despedazáis  el  co- 
razón del  padre,  como  lo  hicisteis  con  el  del 
marido,  (se  letanía.) 
MAKy.  Deliráis... 

MiRQijBs,  Uecid  mas  bien  que  estoy  entre  un  án- 
gel que  me  quiere  volver  a  la  razón  y  un  de- 
monio que  quiere  volverme  á  la  demencia.  No; 
ya  no  estoy  loco...  queréis  que  os  lo  pruebe?.. 
Queréis  que  os  bable  de  cartas,  de  adulterio  y 
de  duelo? 
Mauq  {asiéndole  por  elbrazo  )  Estáis  mas  locoque 
nunca,  cuando  decis  semejantes  cosas,  sin  ad- 
vertir en  quien  las  oye.  Mirad,  mirad  quien 
está  aqui,  y  ved  si  os  atrevéis  a  decir  que  no 
estáis  loco. 
Mabqces.  Tenéis  razón,  (cayendo  en  el  sillón.)  Tu 

madre  tiene  razón,  y  yo  soy  un  insensato 

No  creas  lo  que  yo  digo...  créela  á   ella,   que 
es  la  misma  virtud...  Qué  es  lo  que  quiere   tu 
madre? 
Mabg.  Mi  eterna  desgracia. 
Mabqui'S.  V  cómo  puedo  impedir  yo  esa  desgra- 
cia? Vo  creo  estar  viendo  siempre  una  herida, 
la  sangre  que  corre  por  ella...  yo  que  oigo  ha- 
blar á  una  tumba... 
Mabg.  Todo  lo  podéis,  decid  una   palabra.  Quie- 
ren casarme  con  un  hombre  á  quien  no  amo... 
entendéis?  Con  un  miserable,  un  infame...  y  os 
han  traído  aqui  para  que  firméis  el  contrato. 
Miradle  ahí...  abieslá! 
Marques  Sin  consultarme?  Sin  preguntar  si  yo 
lo  quiero?  Mecreen  muerto  y  rae  temen  menos 
que  á  un  espectro.  Dices  que  esa  boda  le  ba- 
ce desgraciada? 
Mabg.  Para  toda  la  vida. 


u 


Pablo  JoneM, 


M»Ro  He  empeñado  vuestro  nombre  y  el  mió. 

MáRgtK.s.  Os  (Jigo  que  no  se  hará,  [se  levanta.)  Vn 
matrimonio  en  que  la  muger  no  ama  á  su  ma- 
rido, hace  perder  el  juicio...  Vo  no,  liiju  mia  .. 
la  marquesa  me  ha  amado  siempre.  .  lia  men- 
te. Lo  que  me  liene  privado  de  la  razón  es 
otra  cosa  ..  este  contnilo...  {quiere  cogerlo;  la 
marquesa  se  lo  impide  )  lo  que  me  pone  fuera 
de  juicio  es  una  tumba  que  se  abre,  un  espec- 
tro que  sale  de  la  tierra  ..  que  me  habla  ,  que 
me  dice  .. 

MAng.  {repilíéndole  al  oidolis  palabras  de  Morlaix 
al  espirar  )  Vuestra  vida  es  mía...  puedodispo- 
nerde  ella. 

MiKQUE».  Lü  oyes?  Lo  oyes? 

MíiBQ.  [continuando.)  Pero  quiero  que  viváis  pa- 
ra perdonarme,  como  yo  os  perdono. 

Mabqces.  (dejándose caer  en  el  sillón.)  Perdón,  per- 
don  ,. 

M\RG.  Padre  mió! 

Marq   [triunfante  )  Ya  lo  veis...  está  loco. 

Maho.  üh!  mi  voz,  mis  caricias  le  volverán  la 
razón. 

Mabq.  Probad. 

Makg.  Cadre  mió! 

Mahq.  Señor,  tomad  esta  pluma  y  firmad;  yo  lo 
mando,  (le  coge  la  mano  y  le  hace  firmar;  el 
marqués noconcluije  ) 

M4RG.  .\h!  soy  perdida! 

ESCENA  X. 
Dichos,  Pablo,  después  el  Co>de  y  el  Barón. 

Pab.  Marquesa  d'Auray. 

Makq.  Quién  me  llama? 

Cü^.  y  Leo.   entrando  por  el  fondo.)  Caballero.  . 

PiB    {rechazándolos  con  una  mirada  )  Atrás. 

Lec.  Me  daréis  satisfacción... 

Pia  No  tengáis  cuidado.  Marquesa;  necesito  ha  - 
blaros  un  instante, 

Mabq  (^retrocede  mirándole  con  espanto.)  Es  un  es- 
pi'ctro! 

MiiiQiBS.  [levantándose.)  Esa  voz.  {viéndole  )  co- 
nozco esa  cara,  {va  derecho  á  él.)  Morlaix,  Mor- 
íais. .  .4h!  perdónarael  {cae  de  nuevo,  su  hijo  le 
sostiene.) 

Mabg  Padre  mió! 

Pat.  [va  con  precipitación  i  la  derecha  de  la  mar- 
quesa.! Señora,  el  anciano  .Achard  pide  el 
médico  y  el  capellán  del  castillo...  está  espi- 
rando. 

Marq.  (mirando  d  Pablo  con  espanto  y  señalando  al 
marqués.)  llesponded  que  los  necesita  el  mar- 
qués. 

FIN  DEL  ACTOTERCERO. 

ACTO  CUARTO 

La  habitación  de  Achard;  la  escena  está  dividida  por 
un  tabique  que  separa  los  dos  cuartos;  en  el  prime- 
ro, ala  izquierda  del  actor,  la  puerta  de  entrada  en  el 
fondo,  una  ventana  ligurada  en  primer  tírraino,  cubier- 
ta con  una  gran  cortina;  en  medio,  á  la  derecha,  la  puer- 
ta de  comunicación;  en  el  segundo  cuarto,  una  cama  con 
cortinas  verdes,  un  crucifijo  de  madera,  una  mesa  á  la 
cabecera  con  una  lámpara  encendida  encima  y  una  bi- 
blia; una  ventana  y  un  gran  sillón;  en  frente,  á  la  iz- 
quierda de  la  puerta,  un  armario.  Es  de  noche. 


ESCENA  PRIMERA. 


Luis  Acuard,  sentado;  Patbicio,  junto  á  él. 

Pat.  Necesitáis  alguna  otra  cosa,  señor  Achard? 

Lois.  .N'o;  nada 

P»T.  (Juereis  que  os  envié  á  alguien? 

Luis.  .\  un  sacerdote. 

Pat.  Va  sabéis  que  á  dos  leguas  en  contorno  no 

hay  otro  mas  que  el  capellán  del  castillo. 
Luis.  Entonces,  gracias;  dejadme. 
Pat.  Hasta  la  vista,  señor  .\cbard. 
Lms.  .•\dios.  (vase  Patricio.) 

ESCENA  II. 

Acharo,  solo. 

El  capellán  y  el  médico  del  castillo  están  asis- 
tiendo al  marqués  Dios  nos  llama  á  si  al  mis- 
mo tiempo!  Es  justicia  celeste...  Pero  es  justi- 
cia humana,  dejarme  morir  sin  socorro  y  sin 
consuelo?  ....  No  podríamos  partir  entre  los 
dos?...  El  que  teme  la  muerte,  quedarse  con 
el  médico,  y  á  mi,  que  estoy  cansado  de  vivir, 
enviarme  el  sacerdote?...  ti  hubiera  oido  rai 

confesión,  hubiera  recibido  los  papeles y  la 

marquesa!.  .  üh!  ella  es  la  que  me  dá  una 
muerte  solitaria  y  desesperada  como  mi  vida. 
Y  sin  embargo,  el  último  adiós  de  una  voz  con- 
soladora hubiera  hecho  dulce  el  trance  de  la 
muerte  {dtja  caer  la  cabeza.)  Dios  no  lo  ha 
querido.  .  Resignación! 

ESCENA    III. 
Acharo,  Pablo,  entra  precipitado. 

Pab.  Padre  mió! 

Luis.  .Ah!  eres  tú?...  Nocrei  volverte  á  ver. 

Pab.  Habéis  podido  pensar  que  en  cuanto  supie- 
se vuestro  estado  .. 

Lois.  Pero  no  sabia  dónde  buscarte... 

Pao.  Estaba  en  el  castillo;  lo  he  sabido,  y  he  ve- 
nido corriendo.  Pero  cómo  estáis  solo,aqui,  sin 
ningún  socorro?.  . 

Li;i~.  Me  han  rehusado  un  médico  y  un  con- 
fesor. 

Pab.  Vo  montaré  á  caballo  ,  y  dentro  de  una 
hora... 

Li'is  Dentro  de  una  hora  será  demasiado  tarde. 
Ademas,  conozco  que  el  médico  seria  inútil; 
solo  un  sacerdote... 

Pab.  Vo  no  puedo  reemplazarle ,  lo  sé,  en  sus 
funciones  sagradas;  pero  hablaremos  juntos  de 
Dios,  de  su  grandeza  y  de  su  bondad. 

Li)is.  Si,  pero  concluyamos  primero  con  las  co- 
sas de  la  tierra,  para  no  pensar  mas  que  en  las 
del  cielo.  Dicen  que  el  marqués  está  también 
espirando? 

Pab.  Asi  lodicen. 

Luis.  Sabes  que  después  desu  muerte,  te  se  de- 
ben entregar  los  papeles  que  hay  en  este  ar- 
mario? 

Pab.  Lo  sé. 

Luis.  Si  muero  antes  que  él,  si  muero  sin  coofe  • 
sor  á  quien  encargar  este  depósito...  (mostrán- 
dole una  llave  bajo  la  almohada.)  tomarás  esta 
llave,  que  es  del  armario  ;  en  él  encontrarás 
una  cajita  ;  eres  hombre  de  honor...  júrame 
que  no  la  abrirás  hasta  que  haya  muerto  el 
marqués. 


PiB.  Os  lo  juro. 

Luis,  bien  :  abora  espiraré  tranquilo. 

I'ab.  El  hijo  os  lieiie  la  mano  en  osle  mundo,  y 

su  padre  os  ia  tiende  desde  el  cielo. 
Luis.  Orees  que  estará  contento  de  mi  fidelidad? 
PiB.  iNini;un  rey  ba  sido  obedecido  en  vida  como 

él  después  de  su  muerte. 
Luis.  Si  i   be  sido  demasiado  exacto  en  cumplir 
sus  órdenes.   iNo  debi  permitir  aquel  duelo... 
debí  negarme  á  servir  de  testigo   Escucha,  Pa- 
blo... esto  era  lo  que  yo  queria  haberle  dicho  á 
un. confesor,  porque  es  la  única  cosa  que  pesa 
sobre  mi  conciencia  .  hay  imimentos  de  duda 
en  que  miro  aquel  combate  solitario  cuino  un 
asesinato,  y  entonces...   yo  no  seria   testigo, 
sino  cómplice!... 
Pab.  Su  se  si  las  leyes  de  la  tierra  están  siempre 
de  acuerdo  con  lus  del  cielo,  y  si  el  honor,  se 
gun  los  hombres,  es   la  virtud  segiiu  Dios.  No 
sé  si  nuestra  iglesia  ,  enemiga  de  sangre,  per- 
mite  que  el   olendiilo   trate  de   vengar  por  si 
mismo  su  injuria,  y  si  en  este  caso  es  el  juicio 
de  Dios  el  que  dirige  la  bala  6  la   punta  de  la 
espada   Estas  son  cuestiones  que  resuelve  solo 
la  conciencia,  y  mi  conciencia  me  dice  que  en 
vuestro  lugar  yo  hubiera  hecho  lo  mismo  que 
hicisteis.  31  la  conciencia  que  me  engaña  ,   os 
engañó  a   vus  también  ,   yo  como  nadie  tengo 
derecho  á  perdonaros,  y  os  perdono  en  nom- 
bre de  mi  padre. 
Liis.  dracias...  esas  son  las  palabras  que  necesi- 
ta el  alma  de  un  moribundo.  El  remordimiento 
es  terrible!    El  nos  conduce  ha>ta  dudar  de 
Dios,  porque  dudando  de  él,  se  duda  del  cas- 
ligo. 
PiB.  \'o  también  he  dudado  muchas  veces:   por- 
que aislado  y  perdido  como  me  hallaba   en  el 
mundo,  sin  familia  y  sin  apoyo  sobre  la  tierra, 
buscaba  ese  apoyo  en  Dios,  pedia  á  cuanto  me 
rodeaba  una  prueba  de  su  existencia  ,  y   rae 
decia  :  Si  supiese  dónde  encontrar  ia   tumba 
de  mi  padre,  la  preguntarla  lambiea. 
Liis.  Pobre  joven! 

Pab  Busquemos  á  Dios,  me  dije  entonces,  en  su 
misma  obra.  Desde  aquel  momento  empezó 
para  mi  esta  vida  errante  j  que  será  siempre 
un  misterio  entre  el  cielo,  la  mar  y  yo.  Ella 
me  e^lravió  en  las  soledades  de  la  Américaj 
porque  pensaba  que  un  mundo  mas  nuevo  de  - 
bia  estar  mas  cerca  de  Dios,  Y  alli  en  sus  bos- 
ques vírgenes,  en  que  acaso  habla  yo  entrado 
el  primero  de  todos  los  hombres,  sin  otro  abri- 
go que  el  cielo,  sin  mas  lecho  que  la  tierra, 
abismado  eo  un  solo  pensamiento,  escuché 
cien  mil  ruidos  diversos  de  la  naturaleza  que 
se  duerme,  ó  del  mundo  que  se  despierta..  ... 
Mucho  tiempo  estuve  aun  sin  comprender 
aquel  lenguaje  desconocido,  que  forman,  mez- 
clándose, el  murmullo  de  los  ríos,  el  vapor  de 
los  lagos,  el  eco  de  los  bosques,  y  el  perfume 
de  las  flores...  En  fin,  poco  á  poco  desapareció 
el  velo  que  cubría  mis  ojos  y  el  peso  que  opri- 
mía mi  corazón,  y  empecé  á  creer  que  aque- 
llos rumores  de  la  larde  y  aquellos  ruidos  del 
crepúsculo,  no  eran  otra  cosa  que  un  himno 
universal  ,  por  el  cual  las  cosas  creadas  dan 
gracias á  su  creador!...  Entonces  busqué  en  el 
Océano  el  resto  de  convicción  que  la  tierra  me 
rehusaba.  La  (ierra  no  es  mas  que  el  espacio^  j 


ó  el  marino.  |^ 

el  Océano  es  la  inmensidad!  El  Océano  es  lo 
mas  grande  ,  lo  mas  fuerte  y  lo  mas  poderoso 
después  de  Dios...  Vo  le  he  oido  rugir  como  wi 
león  irritado...  después,  á  la  voz  de  su  amo, 
acostarse  como  un  perro  sumiso.  I,e  he  s  enti- 
do  levantarse  como  un  gigante  rebelde  que 
¡  quiere  escalar  el  cielo...  y  en  seguida  ,  bajo  el 
látigo  de  la  tempestad,  quejarse  como  un  ni- 
ño que  llora.  Le  he  visto  cruzar  sus  olas  con 
el  relámpago  tratando  de  apagar  el  rayo  con 
su  espuma  ,  y  aplanarse  después  como  un  es- 
pejo, y  reflejar  hasta  la  última  estrella  del  cie- 
lo. En  la  tierra  reconocí  la  existencia  ;  en  el 
Océano  reconocí  el  poder.  En  la  soledad,  oi  la 
voz  del  Señor;  pero  en  la  tempestad  le  vi  pa- 
sar, como  Ezeqiiiel.  Desde  entonces  huyó  la 
duda  de  mi  corazón  ;  crei  y  oré. 

Lcis.  (arrodillándose  con  las  manos  juntas  y  rezan- 
do á  media  tos  )  Creo  en  Dios  Padre,  Todo- po- 
deroso. 

P*B.  [continuando.)  Un  sacerdote  no  os  hubiese 
hablado  de  este  modo:  yo  he  hablado  como 
marino,  y  con  una  voz  mas  habituada  á  pro- 
nunciar palabras  de  muerte,  que  de  cocsuelo: 
perdonad  — 

Luis.  .Me  haces  orar  y  creer  como  lú....  qué  mas 
bubiera  podido  hacer  un  sacerdote?  {va  hacia 
su  cama  apoyado  en  Pablo.)  Lo  que  me  has  di- 
cho es  grande...  déjame  pensar  en  ello.  (  se 
acuesta.)  Cuando  me  sienta  morir,  yo  te  lla- 
maré. 

Pab.  ¡cerrando  las  cortinas.)  Aquí  estaré,  (se  «i'en- 
la  en  una  ¡illa  al  pie  de  la  cama  y  permanece  un 
instante  absorto  en  sus  pensamientos ;  de  repente 
$0  oye  el  nombre  de  Pablo.) 

Mabg.  ¡dentro.)  Pablo! 

Pab.  {levantando  la  cabeza  con  precipitación.) 
Quién  me  llama? 


Mabg.  {cerca  de  la  puerta,  fuera.)  Pablo! 

Pab.  {lanzándose  á  la  puerta  J  Es  su  voz!  {abre  la 
puerta,  y  vé  á  Margarita  de  rodillas  con  el  cabe- 
llo desordenado. )  Qué  llenes,  habla?....  Qué 
lemes? 

ESCENA   IV. 

Pablo,   Mabgabita. 

Mabs.  Ab!  socorredme! 

Pab.  {la  levanta.]  íjuién  te  persigue?. 


.        „  A  estas 

horas?. 

Mabg.  A  cualquiera  hora  de  la  noche  hubiera 
huido,  mientras  hubiera  ha'lado  tierra  por 
donde  hacerlo,  hasta  encontrar  un  corazón 
que  reciba  mis  lágrimas...  un  brazo  que  me 
defienda...  Pablo  ..  ha  muerto  mi  padre! 

Pah.  Desventurada  criatura!...  Dejas  la  muerte 
en  el  castillo,  y  vienes  á  encontrarla  en  la  ca- 
bana! 

Mabg.  Si;  pero  aqui  mueren  con  tranquilidad,  y 
allá  en  la  desesperación.  .Ah!  si  hubieseis 
visto  ... 

Pab.  Decid  .. 

Mabg.  Va  sabéis  la  terrible  influencia  que  vues- 
tra voz  y  vuestra  presencia  causaron  en  mi 
padre... 

Pab.  Si. 

M»RG.  Lo  llevaron  á  su  cuarto  sin  conocimiento. 

Pab.  Hablaba  á  vuestra  madre,  y  no  tengo  la 
culpa  de  que  él  me  oyese. 


16  Pablo 

M*tiG.  Yo  no  pude  resistir  á  mi  inquietud ,  y  á 
riesgo  (le  irritar  á  mi  madre,  subí  á  verle;  es- 
taba cerrada  la  puerta,  llamé  y  üi  su  voz  débil 
que  preguntó,  quién  era.  | 

Pab.  y  vuestra  madre? 

MáBG  Mi  madre  nu  estaba,  y  lo  Labia  encerrado. 
En  cuanto  recunoció  mi  voz,  cuando  le  res- 
pondí que  era  Margarita,  me  uijo  que  subiese 
por  otra  escalera  secreta  que  conduela  á  su 
cuarto,  y  un  instante, dcípiíeí  estaba  yo  arro- 
dillada delante  de  su  cama,  recibiendo  su 
bendición,  queeípero  raeconcederá  la  de  Dios. 

PiB.  Si,  tranquilízale;  llora  por  tu  padre,  pero 
no  pur  ti,  que  te  bas  salvado. 

M.viíG.  En  aquel  momento  oi  los  pasos  de  mi  ma- 
dre, conocí  su  voz  y  mi  padre  la  conoció  tam- 
bién, porque  me  abrazó  por  última  vez  ,  y  me 
bizo  señas  de  que  saliera ;  obedecí ;  pero  esta- 
ba tan  turbada,  que  equivoqué  la  puerta,  y  en 
vez  de  turnar  la  escalera  por  donde  había  su- 
bido, entré  u¡i  un  gabinete  sin  salida.  Mi  ma- 
dre entró  con  el  capellán  ,  mas  píilida  que  el 
que  iba  á  morir.  Kl  sacerdote  se  sentó  á  la  ca- 
becera de  la  cama;  y  mi  madre  permaneció  de 
pié.  Vo  estaba  allí,  sin  poder  huir...  obligada  ú 
escuchar  la  confesión  de  mi  padre....  es  horri- 
ble, no  es  verdad?  Caí  de  rodillas,  cerrando  los 
ojos  para  no  ver,  haciendo  esfuerzos  para  no 
oír,  y...  si'ii  embargo,  vi  y  oi,  á  mi  pesar,  cosas 
que  nunca  se  borrarán  de  mi  memoria.  Uíá 
uií  padre  pronunciar  las  palabras  de  adulterio 
y  asesinato  !  V  á  cada  una  de  estas  palabras, 
vi  íi  mi  madre  ponerse  mas  pálida...  levantan- 
do la  vuz  para  acallar  la  del  moribundo,  di- 
cieiiUo  :  >o  le  creáis,  no  le  creáis  ..  está  lo- 
co ..  l'ablo  ,  e^a  un  espectáculo  horroroso,  sa- 
crilego, impío!...  Senti  correr  un  sudor  frío 
por  mí  frente,  y  me  desmayé. 

PjU    Ab!  es  horrible! 

M^Ku.  Cuando  volví  en  mi,  estaba  la  habitación 
gilenciosa  como  una  tumba  ;  mi  madre  y  el  sa- 
cerdote habían  desaparecido.  Abrí  la  puerta, 
IcMiüi  la  vista  sobre  la  cama,  y  me  pareció  dis- 
liii'Miír  un  cadáver...  reconocí  que  todo  se  ha- 
bia^icabado  .  Un  terror  invencible,  mor!al, 
,ne  sacó  de  la  estancia;  bajé  sin  poner  el  pié 
en  nin'Mín  escalón...  no  sé  cómo  ..  en  fln  ,  la 
frescura  d.l  aire  me  bizo  conocer  que  estaba 
fuera  del  castillo.  -Me  acordé  de  que  vos  esta- 
riiisauuí  y  corrí  á  buscaros  como  SI  me  per- 
siguiese alguna  fantasma...  Al  entrar,  me  pa- 
r  "cío  ver  á  mí  madre  vestida  de  luto...  Enton- 
ces fue  cuando  oísteis  mis  gritos,  y  seguí  cor- 
riendo bas-a  que  cai  junto  á  esta  puerta.  Si  no 
me  hubieseis  abíerlo,  hubiera  fallecido.  Ya  os 
acordáis  de  que  os  he  dicho  que  estaba  tan 
túrbida  que  creí...  silencio!  (acercándose  a  el.) 
PiD.  Esos 'pasos!  ..  [te  ábrela  pmrla  del  fartdo  y 
opartce  la  marquesa  )  ... 

Makg  (ocuUán.loie  con  fablo   detrae  de  la  cortina 
de  la  ventana.)  Mirad,  mirad. 
ESCENA  V. 
Dichos,  L\  .MinQUESA. 
ÍEI  teatro  esU  á  oscuras;  la  marquesa  entra  lenta- 
meole.  cierra  la  puerta  con  llave  >  atraviesa  la  primera 
habitación  fin  ver  a  Pablo  J  á  Margarita.  Entra  en  la  se- 
gunda, j  se  para  al  pie  de  la  cama  de  Achard.J 
Lbis.  ^(eeaniando  una  corliua  ;  tjuiéa  es? 


Jones, 

MiBQ.  Yo. 

Lilis.  Vos?  Y  qué  venís  á  hacer  al  lecho  de  un 
moribundo? 

MvRQ.  Vengo  á  proponeros  un  trato. 

Luis,  fara  perder  mi  alma,  no  es  verdad? 

Makq.  l'ara  salvarla.  Achard  ,  tú  no  necesitas 
mas  que  una  cosa  en  este  mundo,  y  es  un  con- 
fesor. 

Luis.  Me  habéis  negado  el  del  castillo. 

Mabq.  Si  quieres,  dentro  de  cinco  minutos  estará 
aquí. 

Luis   Pues  hacedle  venir,  pero  despachaos. 

M<\Kv>.  Y  sí  le  doy  la  paz  del  cíelo  ,  me  darás  tú 
la  de  la  tierra,  di? 

Luis.  Qué  puedo  hacer? 

MíBQ.  Tú  necesitas  un  sacerdote  para  morir.  Va 
sabes  lo  que  yo  be  menester  para  vivir. 

Luis.  Queréis  cerrarme  el  cíelo  por  un  perjurio? 

Mabq.  Quiero  abrírtele  por  un  perdón. 

Luis   Va  lu  be  recibido. 

.Makq.  V  de  quién? 

Luis.  Del  único  que  podia  concedérmelo. 

Mabq.  (con  ironía.  )  Ha  salido  .Morlaix  de  su 
tumba? 

Luis,  ^o;  pero  ha  dejado  un  hijo  sobre  la  tierra. 

Makq.  V  tú  le  has  visto  también? 

Luis.  Sí. 

Mabq.  V  se  lo  bas  dicho  lodo? 

l.cis.  Todo. 

.MibQ.  V  los  papeles  que  acreditan  su  naci- 
miento? 

Lc!s.  No  había  muerto  el  marqués  :  los  papeles 
están  aquí. 

Mabq  Achard!  {cae  de  rodííías.;  Ten  piedad  de 
nu ! 

Luis.  Vos  de  rodillas,  señora? 

MíBQ  .>«i ,  anciano,  sí;  estoy  de  rodillas,  y  te  su- 
plico y  te  imploro  ..  porque  tienes  entre  lus 
manos  moribundas  el  honor  de  una  de  las  fa- 
mili^is  mas  nobles  de  Francia;  mi  vida  pasada 
y  mi  purvenír.  De  esos  papeles  dependo  yo, 
mas  que  yo:  mi  nombre,  el  de  mis  hijos;  y 
sabes  lo  que  he  sufrido  por  conservar  ese  nom- 
bre sin  lacha?  Crees  .  que  no  abrigaba  en  mi 
corazón,  como  las  otras  mujeres,  senlímientos 
de  amante,  de  esposa  y  de  madre?  l'ue»  bien, 
lodos  los  he  ahogado,  unos  tras  de  oíros  ;  y  la 
lucha  ha  durado  veinte  años. 

MiKii.  (en  «■'  í'ro  cuar(o.)  Qué  es  lo  que  dice,  Dios 
mió! 

Pab.  Escucha  !  El  Señor  permite  que  lo  sepas 
lodo. 

Luis-  Vos  habéis  dudado  de  la  bondad  de  Dius, 
señora;  haueis  olvidado  que  su  misericordia 
perdona  á  la  esposa  culpable. 

Mauq.  Sí  ;  pero  los  hombres  no  la  hubieran  per- 
donado...  Los  hombres,  que  hace  veinte  gene- 
raciones se  han  habituado  á  respetar  mí  nom- 
bre, á  honrar  á  mi  familia,  me  hubieran  bu- 
míliado  con  su  desprecio.  Dios  [se  Itvanía.)  es- 
peio  queme  perdonará  por  lo  mucho  que  be 
sufrido,  fero  los  hombres  no  perdonan  nunca. 
Además,  no  sería  yo  la  sola  que  me  espusiera 
á  >us  injurias,  sino  que  también  alcanzaría  á 
mis  hijos.  V  creéis  que  tengo  derecho  de  dar 
por  hermano  al  conde  yá  Margarita,  el  otro 
míe  lambien  es  hijo  mío?  Olvidáis  que  él  es  el 
mayor  y  que  lu  ley  le  hace  dueño  del  titulo, 
de  todas  sus  riquezas?  V  si  él  invoca  esa  ley; 


ó  el  euariio. 


17 


qué  le  qiitída  al  conde''  Una  cruz  de  Malla  ,  y 
á  Margarita  un  convento. 
M4HG.  Si,  sii  un  convento  donde  pueda  pedir  por 

vos,  madre  mía. 
P*B.  Silencio. 

Luis.  .411.'  no  le  conocéis,  señora 
MiKQ.  V  culi  qué  dcrecbo  le  [lediria  que  renun- 
ciase á  lodo  por  mi?   El   me  diria  -.  quién  sois, 
señora? 
Ldis.  {debilitándose  por  grados)  En  su  nombre,  se- 
ñora... me  oblijjo...  juro.  . 
Marq.  [inrtinánduie  subre  <*(  .   y  siguiendo  los  pro- 
gresos de  la  muerít.)   lu  te    obligas,  juras  ..  y 
quieres  que    arriesgue    sobre   lu    palabra   los 
años  que  me  quedan  de  vida,  contra  los  minu- 
tos que  le  restan  á  ti  para  morir?  Va  le  he  su- 
plicado,     por  la  íillinia  ve/  le  suplico,  le  rue- 
go que  me  vuelvas  esos  papeles. 
Luis    Esos  papeles  son  suyos. 
Mabq.  (con  fuerza.)  Lus  necesito. 
Ltis.  Dios  mió! 

Mabq.  Nadie  puede  venir,  estamos  solos;  esa  lla- 
ve no  se  separa  nunca  de  ti,  me  has  dicho. 
Lbis.  Osareis  arrancarla  de  manos  de  un   mori- 
bundo? 
Mahq.  (con  voz  sorda  y    cayendo  en  la  silla)    \o; 

esperaré. 
Luis,  ¡.incorporándose.)   Dejadme   moiir  en    paz: 
salid,   {tomando  el  cruci/ijo)  Salid  ,   en  nombre 
de  Cristo,  [muere.) 
M/iRQ.  (encorliiiuilose  sobre  el  crucifijo)  .\h.'  [cierra 

las  cortiFias  de  la  cama  ) 
MkiG.  (Jué  horror' 
P*B.  De  rodillas,  .Margarita. 

('La  marquesa  pasa  el  brazo  por  entre  las  cortinas 
cerradas;  arranca  la  llave  de  manos  de  Achard ,  y  se  di- 
rige al  armaría,  mirando  al  lecho  con  terror.  Pablo  anda 
la  milad  del  camino,  y  en  el  momento  de  acercar  la  lla- 
ve á  la  cerradura,  la  ase  del  brazo:  ella  lanza  un  grito. \ 
Pab.  Dadme  esa  llave,  madre  mía,  porque  el 
marqués  ba  muerto,  y  esos  papeles  me  perte- 
necen. 
likui}   (retrocede  espantada  y  cae  sobre  una  silla.) 

Justicia  de  Dios,  es  mi  hijo! 
Mabú.  (de  roiliUas  en   el   otro  cuarto  levantando  los 
manos  al  cielo.)  bondad   del  cielo,  es  mi   ber- 
luano.' 

ACTO   QUINTO. 

La  misma  decoración  del  tercer  aeto:  las  bujias  de  los 
candileros  están  encendidas  y  casi  coní^umidas;  la  chi- 
menea está  bien  encendida:  una  mesa  cubierta. 

ESCE.NA  HRIMEUA. 

La  Makqcesa  sola,  apoyando  los  codos  en  la  mesa,  y 
con  la  vista  tija  en  el  cootralo  en  que  habia  firmado  el 
barón  lodo  su  nombre  y  la  mitad  del  suyo  el  marqués: 
toma  una  campanilla  y  llama.  Se  presenta  un  criado. 

Decid  á  Margarita  que  su  madre  la  espera  en 
el  salón,  [el  criado obeilece  y  lamarqttesa  recobra 
la  inmovilidad  de  su  primera  actitud.) 

ESCENA    II. 
La  Makqi.esa,  después  Pitricio,  MargíBITa. 

Mahq.   ;iola.)   Qué  noche...  hay  momentos  en  la 
vida  en  que  los  hombres  y  los  acontecimienlos 


se  precipitan  corao  si  les  faltase  el  tiempo  y 
el  espacio,  y  la  lucha  no  se  ha  terminado  aun... 
la  muerte  ha  dejado  hei  ederos  de  su  secreto., 
mi  hijo  ..  .  este  nombre  que  alegra  el  corazón' 
de  todas  las  madres,  hiela  y  despedaza  el  mio; 
si,  no  hay  otro  medio,  {llama  a  un  criado.)  Lla- 
mad al  conde. 

f«i.  Salió  á  las  diez  de  la  mañana  con  el  señor 
barón  de  Lectoure. 

Makq.  lia  salido! 

Iat.  Le  he  visto  subir  al  coche. 

.Mauq.  ijue  venga  su  criado. 

pAr.  También  fué  con  ellos. 

MiHQ.  V  qué  coche  han  llevado? 

Pat.  E¡  del  señor  barón. 

MABy.  (jiie  enganchen  el  mio,  y  decid  á  mi  hija 
que  venga,  rose  Palruío. '  Firmal á  el  contrato, 
y  partirá  a  lleniies  con  su  hermano:  yo  me 
quedaré  sola  á  esperar  al  olro;  le  ofreceré  mi 
fortuna  en  cambio  de  esos  papeles,  y  sea  piedad 
ó  cálculo,  espero  que  el  secreto  quedaia  entre 
los  sombriüS  muios  del  caslillo...  Ub!  si  cada 
uno  (le  estos  antiguos  monumentos  tuviese 
memoria  y  supiese  hablar,  qué  historias  tan 
terribles  se  contarían  unos  á  oíros. 

.Maug  al  entrar  levanta  la  cabeza  la  marquesa.) 
Señora... 

.Marq.  Acercaos...  .  Por  qué  tembláis  y  estáis 
pálida? 

MíRG.  ('baíéucí'eníe.)  La  muerte  de  mi  padre  tan 
repentina,  tan  inesperada...  He  sufrido  tanto 
esta  noche  .. 

Mauq.  (con  uozaAoga'/a,)  Si;  yo  también  he  sufri- 
do mucho  eii  esta  terrible  noche,  Margarita.... 
y  sin  embargo,  ya  veis  que  estoy  tranquila. 

Marg.  Dios  os  ha  dotado,  señora,  de  un  alma 
fuerte  y  severa,  pero  no  podéis  exigir  la  mis- 
ma foi  laleza  y  severidad  de  los  demás. 

Makq.  Por  eso  no  exijo  de  vos,  mas  que  obedien- 
cia. Marg.irila,  el  marqués  ha  muerto,  y  vues- 
tro hermano  es  ahora  el  gefe  de  la  familia;  en 
este  instante  partiscon  él  áRennes. 

.Mabg.  Vo  ..  por  qué? 

Makq.  Porque  la  capilla  del  castillo  no  puede 
contenerá  la  vez  la  boda  de  la  hija  y  los  fune- 
rales del  padre. 

.Mahg.  V  no  seria  mas  piadoso,  poner  un  interva- 
lo mayor  entre  dos  ceremonias  tan  opuestas? 

iVJakq.  La  verdadera  piedad  es  cumplir  la  última 
voluntad  de  los  difuntos:  tended  la  vista  sobre 
este  contrato,  y  mirad  las  primeras  letras  del 
nombre  de  vuestro  padre. 

Makg.  Ah!  .«■eñora  ..  y  cuando  la  muerte  vino  4 
inlerrumpir  esas  letras,  estaba  mi  padre  en  su 
juicio?  fja  dueño  de  su  voluntad? 

MA«y.  Lo  ignoro;  lo  que  sé  es  que  la  influencia 
que  le  hacia  obrar  le  ha  sobrevivido;  lo  que  sé 
es  que  los  padres,  mientra.- existen,  represen- 
tan á  Dios  eii  la  tierra.  Dios  me  ba  ordenado 
cosas  terribles  y  he  obedecido.  Imitadme,  y 
obedeced. 

Maug.  Tres  dias  hace  que  con  lágrimas  en  los 
ojos  y  arrastrándome  sobre  mis  rodillas,  he 
ido  de  los  pies  de  mi  hermano  á  los  de  ese  hom- 
bre, y  de  los  de  ese  hombre  á  los  de  mi  padre, 
sin  que  ninguno  de  ellos  quisiera  ó  pudiera 
oírme;  porque  la  ambición  ó  la  locura  gritaban 
mas  que  mi  voz   Por  fm  he  llegado  á  vos,  que 

3 


Ig  Pablo  JoiicM, 

sois  la  última  persona  á  quien  puedo  implorar,     .Marq.  {tlevarfio  las  mano 


pern  lambien  sois  la  única,  la  quo  me  puede 
enteniler  mejor  Si  yo  no  tuviese  que  sacrlfi 
car  á  vuestra  voluntad  masque  mi  felicidaii, 
la  sacriQcaria,  mi  amor  mismo  os  sacrificaría, 
pero  lo  que  es  mi  hijo-,  no,  señora;  vos  sois 
madre,  y  yo  lo  soy  lambien. 
Mabq.  Madre,  por  una  falta. 

M*iiG.  Al  lin  lu  soy,  sehora,  y  el  sentimiento  de  \ 
la  maternidad,  no  necesita  santificarse  para  ser 
sanio.-  y  decidme,  vos,  que  debéis  saberlo  me  • 
jor  que  yo:  si  los  que  nos  han  dado  el  ser  han 
recibido  de  Dios  una  voz  que  habla  á  nuestro 
cora/.on,  nuestros  hijos  no  tendrán  también 
una  voz  semejante?  V  cuando  esas  dos  voces 
están  en  contradicción,  á  cual  de  ellas  debe- 
mos obedecer? 
MíKQ.  Vos  no  oiréis  nunca  la  voz  de  vuestro  hijo, 

porque  no  le  volvereis  á  ver  jamás. 
Mabq.    i,»ue  no  volveré  á  ver  á  mi  hijo?  V  quién 

puede  responder  de  eso,  señora? 
MiBQ    El  mismo  ignorará  quien  es. 
Miiifi.   V   si  lo  sabe  algún  dia...  si  viene  á  pedir 
cuenta  de  su  nacimiento?..  Eso  puede  suceder, 
señora...  y  en  esa  alternativa,  queréis  que  fir- 
me? 
Maiiq     [después  de   un  momento  de  silencio.)  Fir- 

mad. 
MiiiG  [lo  mismo  ]  Pero  si  mi  marido  llega  á  saber- 
la  existencia  de  ese  hijo,  si  pide  cuenta  á   mi 
amante  del  borrón  impreso   sobre  su  nombre 
y   de   su   felicidad?...  Si  en  un  combale   san- 
griento, solitario,  y  sin  testigos,  en  un  duelo  á 
muerte,  matase  á  ese  amante;  y   atormentado 
por  su  remordimiento,  perdiese  mi  marido  la 
razón?.. 
MiiiQ.  {horrorizada.)  Callad,  callad. 
M»KG-  Queréis  que  por  conservar  puro  y  sin  la- 
cha mi  nombre,  y  el  de  mis   otros  hijos,  me 
encierre  con  un  demente?  Queréis  que  separe 
de  él  y  de  mi  á  todo  ser  viviente?  Que  tenga 
un  ciirazon  de  hierro  para  no  sentir,  de  bron- 
ce  para  no  llorar?   Queréis  que  me  cubra  de 
lulo,  como  una  viuda,  anles  de  que  muera  mi 
marido?  Queréis  ver  mis  cabellos  emblanque- 
cidos veinte  años  anles  de  tiempo? 
Mahq.  Callad!  callad! 

Mjbg    Queréis  que,  para  que  mi  secreto  muera 
con  los  que  le  guardan,  aparte  de  su  lecho  fu- 
nerario á  los  médicos  y  á  los  confesores?  .  Que- 
réis, en  fin,  que  vaya  deagonia  en  agonia  para 
cerrar   por  mi  misma,  no  los  ojos,  sino  la  bo- 
ca de  los  moribundos' 
M.uQ.  Callad,  en  nombre  del  cielo! 
M.uiG    l'ues  bien,  mandadme  otra  vez  que  firme, 
y    lodo   eso  sucederá,  y  entonces  se  cumplirá 
la    maldición  del  Señor,  y  las  faltas  de  los  pa- 
dres caerán  sóbrelos  hijos  de  generación  en 
generación. 
Makq.  (sallozando  amargamente.)   Oh!   Dios  mió! 

Dios  inio!  Csloy  bastante  castigada? 
Maug.  (de  rodilías.)  Perdón,  madre  mia!....  Per- 
don' 
M*HQ-(''6i'«""''"''<'se.J  Si,  pide  perdón,  hija  desna- 
turalizada, que  has  empuñado  el  látigo  de   la 
vengan/a  eterna,  para  herir  con  61  á  tu  madre 
en  el  rostro. 
Mai'G.   Perdón,  perdón!  So  sabia  lo  que  me  de- 
cía... estaba  loca! 


abre  la  djbi'za  de  tu  hi- 
ja.) Dios  luio,  vos  hdbuia  oído  las  palabrasque 
acaba  de  pronunciar  mi  hija;  no  me  atrevo  á 
esperar  que  vuestra  misericordia  las  olvide, 
pero  en  el  momento  del  castigo,  acordaos  de 
que  yo  no  la  maldigo,  [da  algunos  pasos  para 
salir  ) 
Uakg.  (de  rodillas  asida  á  su  ropa.)  .Madre  miai 
perdón,  perdón!  (/a  marquesa  se  vuelve  á  rila,  U 
lanza  una  mirada  terrible  1/  sale  por  la  derecha. 
Margarita  cae  dando  un  grito.)  .\b! 

ESCE.NA    III. 

Margibita  desmayada-,  P^blo  entra  por  el  fondo. 

Pab.  [incorporando  á  su  hermana.)  Margarita;  her- 
mana mia,  vuelve  en  ti. 

Marg.  [vuelve  en  si.)  Pablo!  Ah!  solo  vos  podíais 
socorrerme...  sois  mi  providencia,  (se  levantii 
ayudada  de  Pablo.) 

Pab.  Ese  contrato  arrugado  sobre  la  mesa,  y 
vuestro  desmayo,  me  dicen  lo  bastante;  es 
tiempo  de  hacer  que  cese  el  suplicio  de  la 
marquesa,  y  de  que  se  verifique  la  enlrevlsla 
que  vengo  á  buscar  aquí.  Margarita,  decidle 
que  el  capitán  Pablo  espera  sus  órdenes. 

Mabg  Voy  allá.  (Pablo  la  conduce  hasta  la  puerta 
de  la  derecha.) 

PiB.  [solo.)  Comprendo  lo  que  debe  pasar  en  este 
instante  en  el  corazón  de  la  marquesa,  que  al 
cabo  de  veinte  años  de  silencio  y  agonías,  vé, 
sin  saber  cómo,  descubierto  un  secreto  á  una 
de  las  personas  á  quien  lenia  mas  interés  en 
ocultarlo. 

ESCENA  IV. 
El  Cojíde  y  Pablo. 

[El  conde  llega  por  el  fondo  con  dos  pistolas  en  la 

mano.  Pablo  le  saluda  con  dulzura,  el  conde  le  con- 
testa con  orgullo  ) 

Con.  [poniendo  las  pistolas  sobre  la  mesa,  se  detiene 
á  alguna  distancia  de  Pablo.)  Iba  a  buscaros, 
caballero,  sin  ^aber  á  donde,  porque,  corno  los 
males  genios  de  nuestras  Iradiciont-s  popula- 
res, parece  que  sentís  el  don  de  hallaros  en 
todas  parles  y  en  ninguna;  por  fin,  un  criado 
me  ha  dicho  que  os  ha  visto  entrar  en  el  casti- 
llo: y  os  agradezco  que  me  hayáis  ahorrado  el 
trabajo  que  había  resuelto  lomarme  para  bus- 
caros. 

P.iB.  Celebro  que  mi  deseo  en  esta  ocasión,  aun- 
que inspirado  por  distintos  motivos,  probable- 
mente haya  estado  de  acuerdo  con  el  vuestro. 
Puedo  saber  loque  queréis  de  mi? 

Co>.  No  lo  adivináis?  En  ese  caso,  permitidme 
que  me  admire  de  que  conozcáis  tan  mal  ios 
deberes  de  caballero  y  de  militar,  y  este  es  un 
nuevo  insulto  que  me  hacéis. 

Pab.  [con  calma.)  Creedme,  conde... 

Co>  (con  altivez  J  Ayer  era  conde,  hoy  soy  el 
Marqués  d'  Auray,  no  lo  olvidéis.  [Pablo  te 
sonríe.)  Decia,  pues,  que  conocéis  mal  los  senti- 
mientos de  caballero,  si  habéis  podido  creer 
que  yo  permiliria  que  otro  sostuviese  el  lance 
que  vinisteis  á  provocar  ayer.  Porque  vos  fuis- 
teis quien  vino  á  buscarme  y  n»  yo. 

Pau.  [lonriéndost.J  El  señor  marqués  d'  .\uray  ol- 
vida su  visita  á  bordo  de  la  Indiana. 

Co.N.   Dejaos  de  eso,  y  vamos  al  caso:  ayer,  no  sé 


ó  el  marino. 

por  qué  sentimiento  eslrano  é  iiuisplicabie, 
cuando  os  ofieci  lo  que  aceplH,  no  diié  cual- 
quier caballero,  cualquier  ulicial,  sino  lo  que 
üceplasin  titubear  cualquiof  hombre  de  cora- 
zón, vos  lo  rehusasteis  y  buscasteis  detrás  de 
mí  uu  adversaiio,  si  no  del  todo  estraño  a  la 
cuestión,  al  menos  no  podía  intervenir  en  ella. 

PiB.  (siempre  con  calmu  )  Creed,  que  en  eso  obe- 
deei  á  ciertas  exigencias  (|ue  no  me  permitían 
admitir  el  contrato  Vos  me  ofrecíais  un  duelo 
que  no  podia  aceptar,  pero  que  me  era  indife- 
rente con  cualquier  otro;  e^lüy  muy  acostum- 
brado á  lances  mas  terribles  y  sangrientos,  pa- 
ra que  uno  de  esa  especie  sea  íi  mis  <>jos  otra 
cosa  (jue  uno  di^  los  accidentes  habituales  de 
mis  borrascosos  dias.  Acordaos  solo  de  que  no 
fui  yo  quien  provocó  el  duelo,  vos  me  lo  pro- 
pusisteis ;  y  repito,  que  no  pudiendo  batirme 
con  vos,  escogi  al  barón  de  Lecloure,  por  ser 
el  que  estaba  mas  cerca,  y  porque  ,  si  era  pre- 
ciso matar  á  alguien  ,  pretería  matar  á  un  fa- 
tuo que  para  nada  sirve,  mejor  que  á  un  va- 
liente campesino,  que  se  creerla  deshonrado, 
si  soñara  .^quiera  la  vil  proposición  que  el  ba- 
rón os  hace.  El  duelo  se  ha  verificado,  y  ha 
terminudo  sin  derramar  una  gota  de  sangre. 
Dio»  hizo  que  yo  le  dejarmase  dos  veces;  podia 
haberle  matado  y  le  perdoné  la  vida.  iNo  me 
preguntéis  nada  mas,  ni  tratéis  de  que  os  dé 
olra  esplicacion,  pues  osjuro  por  mi  honor,  que 
no  puedo  dárosla. 

QqI.  (con  imii'jciencia.)  V  habéis  creido  que  yo 
me  contentarla  con  semejante  combate?  Ha- 
béis creído  que  todo  se  había  concluido?  tia- 
beis  creido  que  el  misterio  que  os  lodea,  os  li- 
bertaria de  mi  colera?  (Caballero,  el  tiempo  de 
lus  enigmas  se  acabo  Vivimos  en  un  mundo 
muy  positivo.  Vuestra  presencia  en  este  casti- 
llo, ha  sido  acompañada  de  circunstancias  muy 
fatales,  para  que  se  necesite  añadir  lo  que  es 
a  lo  que  no  es.  Lusiñan  aquí,  á  pesar  de  la  ur- 
den que  le  condena  al  destierro;  mi  hermana 
rebelde  por  la  primera  vez  á  la  voluntad  de  su 
madre;  un  padre  a  quien  mató  vuestra  sola 
presencia;  estas  son  las  desgracias  que  os  han 
acompañado,  que  han  venido  con  vos  desde  el 
otro  estrenio  del  mundo,  como  un  cortejo  fú- 
nebre, y  de  ellas  he  de  pediros  cuenta.  Ha- 
blad pues...  hablad...  ya  veis  que  estoy  tran- 
quilo. Si  tenéis  alguna  revelación  que  hacer- 
me, ya  os  escucho. 

P*B.  [sie'np''e  con  alma.)  El  secreto  que  me  pre- 
rriintais  no  me  pertenece;  creedme  y  no  insis- 
(gis   mas.  Adiós.  (Auce  ua  muvimicnlo  para   rí- 

Con.  (**  lanza  d  la  puerta  y  le  impide  el  paso.) 
Oh!  no  saldréis  asi,  estamos  solos;  poned  aten- 
ción eji  lo  que  vais  á  oír;  yo  he  sido  insultado 
por  vOS,  me  debéis  una  reparación,  y  os  bati- 
réis. 

P»B.  E-tais  loco.  Va  os  be  dicho  que  eso  es  im- 
posible; dejadme,  pues,  queme  retire. 

Con.  (tomando  la  pistola-  Pablo  va  á  apoyarse  en  la 
chimenea.)  Después  de  haber  empleado  todos 
los  medios  del  mundo  para  obligaros  á  que  os 
portaseis  como  un  caballero,  puedo  trataros 
como  un  canalla!  Estáis  en  una  casa  que  os  es 
eslraña,  y  en  la  que  habéis  entrado  no  sé  pur 
qué   ni  cómo;  sino  habéis  venido  á  ella  á  apo- 


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deraros  de  nuestro  oro  y  de  nuestras  alhajas, 
habéis  venido  á  robarla  obediencia  de  una  hi- 
ja á  su  madre,  y  la  promesa  sagrada  de  un 
amigo  á  otro;  sois  pues  un  ladrón,  á  quien  pi- 
llo en  el  moMienio  de  poner  la  mano  sobre  un 
tesoro,  lesuro  de  honra,  el  mas  precioso  de  to- 
dos. CreeJme,  lomad  e^a  arma,  y  defendeos! 
[tira  la  pistola  á  los  pies  de  Pablo.) 

Pau.  (si/1  cariar  de  actitud  )  l'odeis  matarme, 
aunque  creo  que  Diis  no  permitirá  semejante 
crimen;  pero  no  podréis  obligarme  á  que  me 
bata  con  vos.üs  lo  be  dicho,  y  os  lo  repito. 

Con.  liecoged  esa  pistola!  Recogedla,  y  defen- 
deos! {Pablo  se  encoge  de  hombros  sin  responder, 
y  aparta  la  pistola  con  el  pie.  El  conde  continua 
fuera  de  si  )  Pues  bien;  ya  que  no  quieres  de- 
fenderte como  un  hombre,  muere  como  un 
perro'  [levanta  la  pistola  á  la  altura  del  pecho 
de  Pablo.) 

ESCENA    V. 
Dichos,  .Mahuvrita. 

(Margarita  dá  un  grito,  y  se  lanza  sobre  el  conde;  al 
mismo  tiempo  sale  el  tiro,  que  la  acción  de  Margarita 
desvia,  pasa  la  bala  por  encima  de  la  cabeza  de  Pablo,  y 
rompe  el  espejo  de  la  chimenea  que  está  detrás  de  é\.J 

Mahg  fiorricndo  hacia  Pablo  y  abrazándole.)  Her- 

mano  mió...  no  estás  herido? 
Con.   lú  hermano?  {dejando  caer  la  pistola.) 
Pab.  Comprendéis  ahora,  por  qué  no  queria   ba- 

lirine  con  vos? 

ESCENA  VI. 

Dichos,  Li  Marquesa. 

(Se  abre  la  puerta  del  foro  y  aparece  la  marquesa:  el 
Conde  y  Margarita  se  echan  á  sus  pies,  tomándole  cada 
UDO  una  mano,  que  cubren  de  besos.j 

Marq.  {después  de  un  momento  de  silencio.)  Gra- 
cias, hijos  mi'js;  dejadme  sola  con  ese  joven. 
(se  levantan,  se  inclinan  con  respeto  y  salen.) 

ESCENA   Vil. 
La  MáKQcBs.t,  Pablo. 

fLa  marquesa  cierra  la  puerta,  dá  algunos  pasos  por 
la  sala,  y  sin  mirar  á  Pablo,  va  á  apoyarse  en  el  respaldo 
de  una  silla  junto  á  la  mesa  donde  está  el  contrato.) 

Mabq.  {de  pie  con  la  vista  fija  en  el  suelo  )  Queréis 
verme,  caballero...  y  aqui  me  leneis;  queréis 
hablarme,  y  ya  os  escucho. 

Pab.  (con  ulliccion.)  Si,  señora,  si;  ya  hace  mucho 
tiempo  que  ocupa  mi  corazón  el  deseo  de  ha- 
blaros. Los  recuerdos  de  mi  infancia  mt^ator- 
mentaban.  Me  acordaba  de  una  muger  que 
había  visto  llegar  á  mi  cuna,  y  que  en  mis  sue- 
ños juveniles  veia  yo  como  el  ángel  de  mi 
guarda.  Desdeaquella  época,  que  tamo  recuer- 
do, aunque  tan  lejana,  me  he  despertado  mu-  . 
chas  veces  estremecido,  como  si  acabara  de 
sentir  mi  frente  la  impresión  de  un  beso  ma- 
ternal,- después  no  veia  á  nadie  á  mi  lado 

Llamaba  a  aquella  muger  creyendo  que  se 
habría  ido,  y  que  mi  voz  la  baria  volver  aca- 
so   Veinte  años  hace  que  la  estoy  llaman- 
do, señora,  y  esta  es  la  primera  vez  que  me 
responde.  V  qué?...  .  Habéis  temblado  al  ver- 
me? ....  Sera  verdad,  como  lo  creo  en  este 
instante,  que  no  leueis  nada  que  decirme?... 


^0  Pablo  Jones, 

MiBQ  (con  voz  ahogaiia.)  Y  si  hiibiei;!  leiníd»  qiii; 
volvieseis,  babria  hecho  malí  Ayer  aparecis- 
teis, y  el  misterio  terrible  que  debiamos  saber 
Dios  y  yo  nada  mas,  es  ya  conocido  de  mis  dos 
bijos. 

Pab.  y  tengo  yo  la  culpa,  si  Dios  se  ha  encardado 
de  revelárselo?  Fui  yo  quien  condujo  íi  Marga- 
rita cerca  de  su  padre  moribundo,  A  pedirle 
su  ayuda  y  oyó  su  confesión?  Kui  yo  quien  la 
llevóá  la  casa  de  Acliirdf  V  n>  fuisteis  vos 
quien  la  siguió?  El  tiro  que  habéis  oido  y  ese 
espejo  rolo,  dan  fé  de  que  prefiria  morir  á 
salvar  mi  vida  ü  costa  de  vuestro  secreto.  .No; 
creedme.  señora;  soy  el  inslrumeulo  y  no  el 
brazo,  el  efecto  y  no  la  voluntad;  Dioses  el 
que  todo  lo  ha  hecho,  para  que  veáis  á  vu(!stros 
pies  á  los  dos  hijos  que  por  tanto  tiempo  ha- 
béis separado  de  vos. 

M»uQ.  (agi(ai/a.)  Pero  hay  otro,  y  no  sé  lo  que 
tengo  que  esperar  de  él. 

P*E.  Dejadle  cumplir  su  último  deber,  y  os  pedi- 
rí»  vuestras  órdenes  de  rodillas. 

MiHQ.  V  qué  deber  es  ese? 

I'ab.  l'.l  de  devolver  á  su  hermano  el  rango  que 
le  pertenece;  4  su  hermana  la  felieidad  que  ha 
perdido,  y  á  su  madre  la  tratKjuilidad  que 
•  busca  en  vano. 

Marq-  V  sin  embargo,  por  vos  ban  negado  á  mi 
hijo  el  regimiento  que  pedian  para  él. 

Pab.  i  sacando  el  despacito  del  bolsillo.)  I'orqne  el 
rey  acababa  de  concedérmelo  para  mi  herma- 
no, [la.  murquexa  mira  el  despacho  J 

M.iiiQ.  V  sin  embargo,  queréis  dar  á  .Margarita  á 
un  hombre  sin  fortuna,  sin  nombre,  y  proscri- 
to ademas... 

Pao.  Os  equivocáis,  señora;  quiero  dar  ¡i  .Marga- 
rila  al  que  ama,  no  quiero  darla  á  Lusiñan  el 
proscrito,  sino  al  barón  de  Lusiñan,  goberna- 
diir  de  la  isla  de  Guadalupe,  y  que  espera  ásu 
niuger  en  mi  navio,  de  aqui  su  nombramien- 
to: lomad  estos  dos  papeles,  y  entregádselos 
vos  misma  á  vuestros  bijos. 

Maiiq.  [mira  el  nombramiento  y  le  toma.J  Si.,  para 
la  ambición  del  conde  y  para  la  felicidad  de 
Margarita.  . 

Pab  V  al  mismo  tiempo  para  vue<lra  tranquili- 
dad. El  conde  y  Margarita  pailirán  esta  misma 
noche;  la  una  á  encontrará  su  esposo,  el  otro 
á  reunirse  con  su  regimiento,  y  vos  os  quedáis 
sola  en  este  viejo  castillo,  como  tanto  lu  habéis 
deseado. 

Mabq.  Pero  cómo  disculparme  con  el  barón  de 
Lectoure? 

PiB.  No  es  suGcienle  motivóla  muerte  de  un  ma- 
rido y  i|e  un  padre  para  deshacer  una  boda?... 
(la  marquesa  ie  mira;  se  siertta,  escribe  algunas 
líneas  1/  (lama  á  un  criado  ) 

Mabq.  (al  crvulo  )  Entregad  esta  carta  dentro  de 
dos  horas  al  barón  de  Lectoure  [el  criado  loma 
la  caria,  se  inclina  y  sale)  Ahora  que  habéis 
hecho  justicia  á  los  inocentes,  perdonad  á  la 
culpable.  Tenéis  los  papeles  que  acreditan 
vueslni  nacimiento;  sois  el  mayur,  y  la  ley  os 
dá  derecho  al  nombre  y  ái  la  fortuna  de  vues- 
tro hermano.  Oué  queréis  en  cambio  de  esos 
papeles? 

Vkti.[saeándoloi  del  bolsillo  ]  Permitidme  que  os 
llame  madre  mia  una  sola  vez,  y  llamadme  hi- 
jo una  vez  nada  mas. 


ó  el  mnrino. 

MiKQ.  (lecanlándose.)  Es  posible!.. 

Cab.  Habláis  de  clase,  de  nouibie  y  de  fortuna,  y 
qué  necesidad  tengo  de  lodo  eso?  Vo  me  be 
elevado  á  un  rango  á  que  han  llegado  pocos 
hombres  de  mi  edad:  he  adquirido  un  nombre 
que  es  la  bendición  de  un  pueblo  y  el  terror 
de  otro,  y  ,si  quisiera  reuniría  una  fortiin.i,  que 
puiliese  ser  herencia  de  un  rey.  ijaé  me  hacen 
pues,  vuestro  rango,  vuestro  nombre  y  vues- 
tras rique¿as?  si  no  tenéis  otra  cosa  que  ofre- 
cerme, si  no  me  dais  lo  que  me  ha  fallado  en 
todas  partes,  lo  qui;  no  lie  podido  crearme,  lo 
que  Dios  me  habia  concedido  y  me  ha  arreba- 
tado la  desgracia...  lo  que  vos  solo  podéis  de- 
volver... una  madre!  .\h!  voiveduie  á  mi  ma- 
dre! . 

jM  «BQ.  [iin  poderse  contener.)  Hijo  mió!.,  hijo  mió! 
('Pablo  tira  los  papeles  al  fuego  y  corre  á   precipitarse 

de  rodillas  ame  su  madre,  que  lia  caldo  en  una  silta.j 

Pab.  Madre  mia!  .\h !  por  fin  salió  de  vuestro 
corazón  esc  grito  que  yo  esperaba,  que  pe- 
dia ..  (iradas,  Dios  mió,  gracias. 

.Makq.  [levantándole  la  cutieza  )  .Mírame;  hacia 
veinte  años  que  no  tlerrainaban  mis  ojos  una 
lágrima;  dame  lu  mano;  (se  la  pone  sobre  el 
corazón.)  aacia  veinte  años,  que  no  palpitaba 
mi  corazón  de  alegría..  \'en,  ven  á  mis  bra- 
zos... esta  es  la  primera  caricia  que  hago  y 
que  recibo  al  cabo  de  veinte  años...  de  espia- 
cion,  sin  duda.  .  porque  Dios  tm  ha  perdona- 
do, si;  me  ha  devuelto  las  lágrimas  y  l;i  ale- 
gría.. ..  Gracias,  hijo  mío,  gracias  á  li!  [abra- 
zándole.) 

Pac.  Madre  mia! 

Makq.  y  yo  teuiia  el  volverle  á  ver!  Temblaba 
en  su  presencia!  V  no  sabia  los  sentimientos 
que  abrigaba  en  mí  propio  corazón!  Ali'  yo  te 
bendigo  [suena  la  campana  de  la  capilla;  se  oye 
un  cañonazo  y  Pablo  se  arrodiltu  de  nuei¡\>.) 

.Mabq.  Qutí  haces? 

Pao.  !No  oís?  ^segando  cañonazo. J 

Mabq.  Dos  cañonazos... 

l'AO.  El  tercero  me  indica  que  debo  ir  á  bordo. 
^tercero.) 

MaI'Q   Con  que  parles? 

Par.  tsta  noche. 

M«bq.  Uendito  sea  el  hijo  piadoso,  que  después 
de  veinte  años  de  agonías  y  de  torujentos;  vie- 
ne á  devolver  la  tranquilidad  á  su  madre. 

Pab.  {^levantándose.)  .Adiós,  madre  mía,  adius. 

FIN  D1£L  DUAMA. 

Gobierno  de  la  provincia  de  .í/adrfd. —Madrid  2  d^ 
setiembre  de  1852.  Examinada  por  el  señor  censor  de 
turno  y  de  conformidad  con  su  dictamen, puede  repre- 
sentarse."Ei  gobernador—  Ventura  Diaz. 

NOTA.  Eslaconu'diaperlenecióal  V.diiOT  del  teatro  moderno 
f «pa'""'' Don  1gn.\cio11oix.  quirnla  cedió  pormedio  de  escri- 
tura pública  al  de  la  lliblitiltca  dramútici) ;  asi  es  ,  que  resulUii 
dos  ediciones,  la  primera  en  8.  inarquiUa,  y  la  segunda  en 
4  =  mayor;  hacemos  esta  aclaración,  para  que  de  ningún  mo- 
do se  confundan  estas  comedias  con  algunos  títulos  que  resul- 
tan ¡"uales  en  ¡a  Galería  Uramálica  de  los  Señores  Delgado 
Hermanos,  y  porque  aun  cuando  se  vean  dos  ediciones,  no  se 
ignore  que  pertenecen  á  un  mismo  dueño. 


MADHID,    I8&2. 

IMPRENTA  DE  VICENTE  DE  LALAMA. 

Calíe  del  Duque  de  Alba,  n.  13.